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Agosto 2018
Tus apegos ()
Las relaciones más cercanas dan forma a nuestra personalidad a lo largo de toda la vida.
Nuestras experiencias en la primera docena de años de vida más o menos tienen un gran
impacto en la persona que acabaremos siendo.
Cuando entiendes lo que te pasó y cómo respondiste a aquellas experiencias del pasado,
puedes abrir tu vida a formas de relacionarte más productivas y sanas, con los demás y
contigo mismo. La ciencia y la experiencia demuestran que con la autorreflexión y el
entendimiento, los modelos equivocados que hemos adoptado de nuestro propio pasado
pueden transformarse.
Un modelo de apego es en realidad la manera que tiene el cerebro de recordar las
relaciones de apego que hemos tenido, o todavía tenemos, y cómo nos hemos adaptado a
esas experiencias formativas de afecto. Los modelos que llevamos con nosotros en la mente
influyen poderosamente en cuanto a cómo nos sentimos, cómo pensamos, cómo actuamos
y cómo conectamos. Y puesto que podemos tener más de un modelo si hemos tenido más
de una figura de apego, cada uno de estos estados cerebrales, de estos modelos, pueden
definir cómo nos comportamos y reaccionamos en diferentes situaciones.
Nuestros modelos de apego se activan en situaciones específicas que pueden parecerse a
un tipo de relación afectiva concreta que tuvimos en el pasado, y así condicionan cómo
interactuamos en el momento presente.
Los modelos se ponen en marcha automáticamente, sin contar ni con nuestra conciencia ni
con nuestra intención. Para todos nosotros, adolescentes y padres, ser conscientes de los
modelos de apego que construimos en nuestra primera infancia puede ayudarnos mucho a
entender cómo se desenvuelve nuestra vida ahora y cómo podríamos crear una nueva
forma de vivir que nos libere de cualquier clase de limitaciones que estos modelos pueden
estar imponiendo en nuestra vida. En términos generales, hay dos tipos de modelos, uno
seguro y otro inseguro. Los modelos seguros ofrecen apoyo a nuestra vida mediante la
flexibilidad, la autocomprensión y la facilidad para conectar con otros. Los modelos
inseguros adoptan varias formas, y cada uno de ellos dificulta nuestra habilidad para ser
flexibles, entendernos a nosotros mismos y conectar con otros.
La teoría del apego considera la tendencia a establecer lazos emocionales íntimos con individuos
determinados.
Durante la infancia, los lazos se establecen con los padres (o tutores), a los que se recurre en busca
de protección, consuelo y apoyo.
Durante la adolescencia sana y la vida adulta, estos lazos persisten, pero son complementados por
nuevos lazos.
A partir de lo anterior, diremos que el humano necesita relacionarse con sus cuidadores
desde el nacimiento, y que el grado de satisfacción de esas necesidades persiste inscripto
en modelos representacionales, construidos por las relaciones de los niños y niñas con sus
cuidadores, quienes permiten poner en marcha diversas “conductas de apego” que se van
organizando en función de múltiples sistemas conductuales:
“El sistema de apego puede sustentarse o activarse en una relación a largo tiempo o ser una
necesidad de satisfacción inmediata (Marrone, 2001). Cuando la relación con una figura de
apego perdura en el tiempo se nombra como vínculo de apego. Cuando solo se trata de
activaciones inmediatas, recibe el nombre de conductas de apego. Todas las conductas del
sistema de apego se organizan alrededor de las representaciones mentales de la relación,
o modelos operantes internos (MOI). La representación de esta relación es duradera, tiene
componentes emocionales que le son inherentes, se expresa a través del simbolismo pero
tiene también un significado particular para cada persona, que quedan grabados en sus
modelos internos de la relación”.
La conducta de apego es definida por Bowlby (1983) como:
“cualquier forma de conducta que tiene como resultado el logro o la conservación
de la proximidad con otro individuo claramente identificado, al que se considera
mejor capacitado para enfrentarse al mundo. Esto resulta sumamente obvio cada
vez que la persona está asustada, fatigada o enferma, y se siente aliviada en el
consuelo y los cuidados. En otros momentos, cuando los sujetos se sienten menos
indefensos, la conducta de apego es menos manifiesta .
“La presencia de un sistema de control del apego y su conexión con los modelos
operantes del sí mismo y de la figura o figuras de apego que elabora la mente
durante la infancia, son características centrales de funcionamiento de la
personalidad a lo largo de la vida”.
encuentra ante una separación de su figura de apego, el vínculo se mantiene pese a que las
conductas de apego no se manifiesten”.
El vínculo es un proceso psicológico fundamental que afecta el desarrollo humano a lo largo
de la vida (Fonagy, 1993), y que dispone el tipo de apego.
El modelo seguro
Si tuviste relación con un padre que proporcionaba de manera bastante consistente una
sensación de ser visto, sentirte a salvo y tranquilizarte, entonces tendrás un modelo seguro
de apego. Este modelo seguro te permite equilibrar las emociones, entenderte bien a ti
mismo y conectar con otros de forma gratificante para las dos partes. Se prolonga a lo largo
de toda la vida.
El modelo evitativo
Constituye una relación con uno o ambos padres que estuvo repleta de experiencias
repetidas en las que no fuiste ni visto ni tranquilizado. En este caso la forma de relación
insegura se llama «apego evitativo». Este término viene de los descubrimientos hechos en
investigaciones en los que los estudiosos observaron a niños de un año que, después de
estar separados de su padre o su madre, evitaron a ese padre cuando regresaba, en vez de
volver a conectar con él y buscar su consuelo, como ocurría en las relaciones seguras. Aquí
la idea es que la experiencia del niño de no haber sido visto o tranquilizado por ese padre
durante el primer año de vida se traduce en el desarrollo de un modelo de apego inseguro;
en este caso, un modelo evitativo. En presencia de ese padre el niño activa un modelo de
evitación. Ésta es una respuesta aprendida que facilita la adaptación del niño para su
supervivencia.
Pero con modelos evitativos y las relaciones evitativas de las que han surgido, has aprendido
algo muy diferente. Con una serie de experiencias repetidas en las que la interacción con
ese padre no es tranquilizadora cuando estás alterado y no conectas cuando no te sientes
visto, el modelo que desarrollas dice algo como: «No necesito a esa persona para nada,
porque he aprendido que no me da nada cuando necesito conexión o consuelo». Aprendes
a minimizar las necesidades de apego. Tener este tipo de modelo evitativo como modelo
de las relaciones más próximas puede llevarte a que te sientas desconectado de los demás
y también de tus propias emociones y necesidades. Es el yo desconectado del apego
evitativo.
Sin embargo, no es síntoma de ningún problema que tengas por dentro; es simplemente un
reflejo de una respuesta aprendida a acontecimientos de la vida real, a una relación
auténtica en tus primeros años. Más aún, no significa que ahora no sientas la necesidad de
cercanía y consuelo. A pesar de que esos modelos pueden ser adaptaciones corticales que
configuran nuestros comportamientos externos y nuestra conciencia, los estudios revelan
que el área límbica que gestiona el apego mantiene siempre un fuerte impulso de conexión
con otros. Todos necesitamos sentirnos cerca de las personas que nos rodean y saber que
podemos confiar en ellas a la hora de buscar consuelo.
El conocimiento personal que se deriva de darse cuenta de que puedes haber estado
viviendo tu vida según un modelo de apego evitativo puede ser muy enriquecedor. Es
posible que te permita buscar las señales silenciosas y a menudo ocultas en tu interior de
que puedes estar deseando una conexión más íntima con los demás. Percibir estas señales
puede ayudarte a abandonar el modelo evitativo de manera que consigas encontrar en los
otros lo que necesitas en la vida a medida que maduras y envejeces. El modelo evitativo fue
bueno y útil durante tus primeros años; ahora hay que ponerlo al día. Reflexionar en esos
patrones de conducta puede ser un paso importante a la hora de capacitarte para
transformar tus modelos de apego inseguros en modelos seguros.
El modelo ambivalente
El niño aprecia inconsistencia o intrusismo por parte de uno de los padres. El modelo
ambivalente de apego no te permite estar relajado ya que nunca sabes qué esperar; no es
un puerto seguro en el que se pueda confiar. Y sus sentimientos y emociones también llenan
tu propio mundo interior.
¿De quién son esos sentimientos? Es el yo confuso que crean las relaciones de apego
ambivalentes. Puede que esta vez logre calmarte, pero puede que no, pero tal vez sí, pero
a lo mejor… Eso es ambivalencia.
El modelo desorganizado
El cuarto estilo de apego puede darse dentro del escenario de los otros tres: seguro,
evitativo o ambivalente. Además de esas lí neas básicas de experiencia del apego hay algo
más.
El problema que tiene sentir terror ante una figura de apego es que activa dos circuitos
diferentes del cerebro que no funcionan juntos. Uno es el circuito primitivo del tronco del
encéfalo que gestiona una reacción de supervivencia.
Este circuito hace que huyas o te paralices como reacción a sentirte aterrado. El segundo
circuito es el sistema de apego situado en el área límbica que te impulsa cuando sientes
miedo a buscar protección y calma en la figura de apego. El problema es que no puedes huir
y acercarte a la misma persona al mismo tiempo. Después de una separación, el niño
muestra comportamientos de intentar acercarse y alejarse del padre a la vez, un
planteamiento muy desorganizado de la reconexión.
Es decir, que cuando la figura de apego es la fuente del terror, nos fragmentamos. Este
apego desorganizado nos hace vulnerables a muchos niveles. Puede costarnos mucho
equilibrar las emociones, tener buenas relaciones con los otros e incluso pensar claramente
en situaciones de tensión. Más aún, un apego desorganizado posibilita que tengamos una
fragmentación de la continuidad de la conciencia llamada «disociación».
Cuando disociamos, dis-asociamos diferentes aspectos de nosotros mismos, tales como
separar los sentimientos de los recuerdos, los pensamientos de las acciones. Podemos
sentirnos irreales y lejanos. Éste es el origen del yo fragmentado que emerge del modelo
del apego desorganizado
El siguiente cuadro22 describe los tipos de vínculo que inciden en los tipos de apego.
pre-separación, presentan mucho malestar con la Visión del mundo negativa: “no soy lo
separación y también en los episodios de reunión. suficientemente querible”.
Manejo inadecuado de la frustración. Victimización.
Dificultad de generar y mantener relaciones
confianza y empáticas.
Utilización de estrategias coercitivas.
Falta de responsabilidad y control.
Exigencia constante.
Conductas impulsivas y agresivas.
Infantes Desorientados-
Apego Desorganizado
Desorganizados
Referencias