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Maestría en Psicología Residencia en Psicoterapia Infantil

Asignatura: Desarrollo del niño


Profesora: Mtra. Rocío Nuricumbo Ramírez
Alumna: Corona Martínez Cinthya Guadalupe

El apego

Introducción
La identidad no es exclusivamente intrapsíquica sino intersubjetiva. Pasamos la vida insertos en
relaciones que construyen y dan forma a nuestro psiquismo ya nuestro cerebro (cerebro social). El apego
nos impulsa a mantenernos cerca de personas para recibir protección y seguridad. En esa cercanía
mantenida se construye una comunicación afectiva única participando una de la experiencia de la otra, la
intersubjetividad, que complementa el sistema de apego y constituye un mecanismo básico de la
organización mental y cerebral. Es en esta matriz intersubjetiva que la mente se construye y es ahí donde
la mente pude alcanzar niveles crecientes de organización cerebral.
En resumen, el apego y la intersubjetividad son dos sistemas complementarios que constituyen el
motor del desarrollo, el cambio y reparación mental. Lo anterior no sólo tiene implicaciones para el
desarrollo sino en la psicoterapia, la cual desde esta perspectiva no sólo es comprender o explicar, sino
construir a través de la sintonía emocional, una relación de apego que da lugar a momentos de encuentro
intersubjetivo, en los que la mente se amplifica, adquiere más coherencia y se repara.

Capítulo 1. Bases de la teoría del apego


La teoría del apego constituye la teoría más validad sobre el desarrollo emocional y social en la
actualidad. El apego es vínculo que nos une aquellas personas muy cercanas y especiales que pueden dar
seguridad, generar calma y regulación emocional en momentos de intensidad, así como habilitar nuestro
mejor funcionamiento.
La regulación emocional es un proceso diádico, que se da a través de la conexión y las respuestas
sensibles de una figura de apego a las necesidades del niño; de esta manera, la madre lo lleva a un estado
de tranquilidad, en el que predominan los sentimientos positivos y lo ayuda a registrar sus emociones sin
quedar desbordado. Esta experiencia, repetida una y otra vez y mantenida a lo largo del tiempo, permite
que el bebé gradualmente incorpore capacidades para autorregularse. Así, en el primer año de vida, el
bebé adquiere el núcleo de las capacidades para experimentar, expresar y modular sus emociones.
La figura de apego cumple una doble función, es complementariamente a) una base desde la cual
explorar cada vez más y de forma autónoma, y b) un refugio al cual volver cuando se presentan
situaciones difíciles, que le permite a un niño experimentar, expresar y regular emociones. En este
sentido, el sistema de apego opera en un equilibrio calibrado con el sistema de exploración. Si el niño
tiene confianza en que una figura protectora va a estar disponible si la necesita, se desactivan las
conductas de apego y comienza la exploración óptima, es decir, la disponibilidad de la figura de apego
está asociada a la autonomía y a la independencia.

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Sobre la base de experiencias concretas de interacción que se repiten y conforman patrones
esperables, se construye una representación mental, la cual expresa un estilo de interacción con la figura
de apego. Este modelo interno de representación tiene dos elementos básicos a) una representación de la
figura de apego, cuyo rasgo central es su disponibilidad (qué se puede esperar de ella cuando se la
necesita) y b) una representación complementaría de sí mismo, cuyo rasgo central es la representación
del propio valor (cuán aceptable y cuán merecedor de ayuda y protección es para la figura de apego).
Una vez construido, regula lo que se puede esperar de la figura de apego en las diferentes
situaciones, y a su vez, estas expectativas, guían la conducta y el intercambio interpersonal. En otras
palabras, aunque no es el mundo real, condicionan cómo se vive en el mundo real: cómo se experimenta
subjetivamente, cómo se comprende, cómo se reacciona en el mundo real.
A partir de las investigaciones llevadas a cabo por Ainsworth (1978), en las cuales utilizó la Pueba
de la Situación Extraña, pudieron establecer tres estilos diferentes de apego, cada uno de los patrones de
apego contiene una estrategia particular para recuperarse: a) seguro, exploran libremente y recuperan
rápidamente de las emociones negativas, b) inseguro evitativo, pueden parecer precozmente
independientes, pero sus conductas evitativas son indicadoras de una falta de confianza en la respuesta
que esperan recibir y no se tranquilizan por completo, y c) inseguro ambivalente, la exploración queda
limitada, reaccionan intensamente a la separación y tienen mucha dificultad para calmarse.
Posteriormente Main y Solomon describieron una cuarta categoría llamada apego desorganizado.
Ainsworth identificó que la sensibilidad y disponibilidad estaban altamente correlacionadas con el
comportamiento seguro e inseguro, es decir, no crean dependencia ni dificulta separación, al contrario;
da libertad y fomenta autonomía. Los niños aprenden a esperar si tienen confianza en que la madre va a
estar ahí, creen que tienen mayor control sobre el medio y que pueden tener éxito usando sus
habilidades si lo intentaba. No obstante, la seguridad es solo una de las dos cualidades del apego, la otra
es la organización, la cual ha demostrado ser más importante que la cualidad segura en términos de
psicopatología y salud mental.

Capítulo 7. Intersubjetividad: Las fronteras se diluyen


Los avances técnicos de las neurociencias han permitido profundizar en la idea de la interdependencia
entre el cerebro, la mente y las experiencias. Biológicamente contamos con una sensibilidad única a las
características del entorno y una capacidad para adaptarnos a ellas, por lo que las experiencias terminan
de configurar las características que nos definen y las estructuras que nos conforman en los diferentes
niveles: molecular y celular, cerebral y psicológico, cultural y social.
De acuerdo con la epigenética, la cual permite entender diferentes procesos evolutivos,
hereditarios, aleatorios y ambientales que afectan a los genes, de acuerdo con la experiencia en el
ambiente ya desde la vida intrauterina se producen cambios en la expresión genética. Es decir, el feto en
desarrollo hace uso de las señales del ambiente que recibe a través de su madre y a partir de ellas
comienza ajustar su perfil fisiológico, este proceso se denomina “programación fetal”.
A nivel cerebral, se ha demostrado que la experiencia es básica en la estructuración cerebral y en
el desarrollo mental. No obstante, la estructura del cerebro depende no sólo depende de las experiencias

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cognitivas, sino también de los procesos afectivos en interpersonales son centrales en la organización
cerebral. En otras palabras, el cerebro de un bebé precisa para desarrollarse, de la interacción con otro
cerebro; esto ocurre el contexto de una relación afectiva, a través de la resonancia y la sintonía
emocional en intercambio íntimo y continuo con un cuidador primario. En este sentido, la mente humana
emerge y se moldea por la interacción, tanto con el medio físico como con las otras mentes.
Asimismo, el desarrollo humano en todas sus dimensiones, sólo puede darse en el diálogo con la
mente de otra persona. La intersubjetividad incluye la empatía, la conexión emocional, la coordinación y
la sincronicidad; constituye esa experiencia extraordinaria de sentirse sentido por otro, la cual da
seguridad y permite regular los estados emocionales. Cuando este proceso se interrumpe, es decir,
cuando alguno de los que interactúa falla en su capacidad de apreciar correctamente el estado emocional
del otro de manera sostenida produce estados de desregulación que tienen consecuencias graves para el
desarrollo y la Salud Mental. Estás fallas demostraron estar asociadas a procesos posteriores de
retracción o de externalización.
De igual manera, la identidad (la sensación subjetiva de sí mismo) se construye en la infancia y se
sostiene a lo largo de la vida en forma interpersonal, es decir, no sólo es interna, también es interpersonal
y una parte central de ella tiene soporte en otra mente. En otras palabras, lo que sucede
interpersonalmente moldea una experiencia subjetiva de nosotros mismos.
En síntesis, podría decirse que el vínculo profundo sostenido con una figura de apego da lugar a la
regulación y organización de los procesos cerebrales, mientras que la intersubjetividad permite alcanzar
niveles crecientes de organización mental y cerebral, es decir, el apego hace uso de la intersubjetividad
para tener un contacto más profundo y de mayor sintonía con otras mentes. En psicoterapia, se
construye una colaboración intersubjetiva, donde se produce una experiencia compartida en la que las
dos personas miran mentalmente lo mismo, hay un reconocimiento de la realidad subjetiva del otro. Es
en la experiencia de estos momentos que puede re-experimentar sus emociones y reorganizarlas, darles
nuevos sentidos y de esta manera se produce el cambio terapéutico.

Referencia
Di Bartolo, I. (2016). El apego. Cómo nuestros vínculos nos hacen quienes somos. Buenos Aires: Lugar
Editorial.

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