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Introducción
2. Consideraciones generales
Antes de que pasemos a relatar cómo la revolución científica modificó la imagen
del mundo deberemos atender a ciertas consideraciones generales sobre los cambios que
esta revolución trajo consigo e instauró en la ciencia misma.
No obstante, las nuevas instituciones son más bien algo externo a esa autonomía
de la que hablábamos. El principio interno de este cambio es el descubrimiento del
llamado método científico. Este consiste en una consideración particular de la
naturaleza y del «diálogo» que el científico debe establecer con ella, así como un tipo
particular de construcción de la teoría. En efecto, ya desde finales de la Edad Media se
extiende la idea de que la filosofía natural ha de atenerse exclusivamente a las
experiencias sensibles antes que tratar de hacer encajar el comportamiento observado de
la naturaleza en el marco de teorías y creencias a priori. Su máxima culminación será la
proliferación de los experimentos. Estos tratan de verificar ciertas hipótesis mediante la
actuación, en ambientes controlados y con mínimas variables, sobre ciertos objetos a
partir de operaciones manuales e instrumentales. La importancia de este hecho lo
transmite Kant en su primera Crítica cuando menciona que los científicos han aprendido
a interrogar a la naturaleza con sus propias preguntas, en vez de pretender avanzar
ciegamente. Por otro lado, las teorías científicas solo pueden construirse sobre la base
de razonamientos rigurosos, deductivos o inductivos. Galileo dirá que la ciencia avanza
basándose en «experiencias sensatas» y «necesarias demostraciones», y para la
consolidación de esta idea trabajarán también las ideas de Bacon y Descartes.
En quinto lugar, hemos de mencionar la diversa relación que tiene este nuevo
saber científico con la filosofía y demás saberes antiguos, y que es condición de
posibilidad de los cambios que hemos venido mencionando. Por un lado, la nueva
ciencia se alza principalmente contra algunos de las figuras más destacadas de la
filosofía y de la ciencia. Así, en el terreno de la física, esta tratará de desembarazarse de
diversas concepciones heredadas del aristotelismo, como el cambio de énfasis de las
esencias o las causas finales hacia aquellas cualidades de las cosas que sean objetivas,
controlables y cuantificables, y su resultado último será el rechazo de la cosmología
aristotélica que había dominado durante siglos. Por otro lado, no deja de ser cierto que
la revolución científica se apoya sobre determinados supuestos filosóficos. Así por
ejemplo, durante toda esta época tendrá mucha vigencia la creencia de origen
neoplatónico de que el lenguaje de la naturaleza es de orden matemático, que el
científico sería capaz de desvelar. Esta creencia funciona como supuesto, explícito o
implícito, para Copérnico, Kepler y Galileo.
Siguiendo con este tema, podemos hacer notar que también las fuentes de la
tradición mágica y hermética, así como de la alquimia o la astrología, son visibles tras
las teorías de muchos de nuestros autores, aun cuando estos se vayan deshaciendo
gradualmente de estas influencias. La astronomía, por ejemplo, estaba en aquella época
fuertemente impregnada por la astrología, la creencia que los asuntos de la tierra estaban
influenciados por los asuntos del cielo. Así, los astrónomos de los que hablaremos
muchas veces dedicaban su labor a compilar efemérides, es decir, tablas de las
posiciones de los astros cada día para poder interpretar la vida y asuntos terrenales. Otra
disciplina íntimamente relacionada con la ciencia en esta época es la magia, la ciencia
de la intervención sobre los seres humanos, las cosas y los acontecimientos, con el
objetivo de dominar, dirigir y transformar la realidad. Esta idea de la magia se apoya en
la tradición hermética que entiende que hay una simpatía cósmica que vincula a todos
los seres y al universo en su totalidad, y la podemos hallar tras el nacimiento de la
ciencia técnica-operatoria. También la alquimia de Paracelso, la ciencia de la
transformación de los metales groseros en productos acabados útiles para la humanidad
influenció mucho en la química de la época, así como su idea de que las enfermedades
eran específicas, y por lo tanto también sus remedios, fomentó mucho el desarrollo de la
medicina.
Este es como sigue. La Tierra se mueve y orbita alrededor del Sol de igual manera
que el resto de los astros. Su movimiento se compone de un movimiento orbital (el año),
uno diurno y uno tercero que mantiene la inclinación de su eje con respecto al Sol. La
órbita de los planetas, incluida la Tierra, sigue un movimiento circular uniforme, cuyo
centro no coincide con el Sol pero está cercano a él. Las estrellas, a diferencia del
modelo geocéntrico, son objetos distantes que permanecen fijos. Sin embargo, el
universo sigue siendo cerrado, aun cuando sus dimensiones sean mucho más vastas de
lo que se sostenía.
Cabe mencionar aquí dos ideas que sirven de trasfondo de la teoría copernicana.
Por un lado, Copérnico se basa en cierta medida en el culto solar, de origen
neoplatónico, que identifica a Dios con el Sol. Por otro lado, sus ideas están
explícitamente influenciadas por la doctrina platónica y neoplatónica de que las
propiedades matemáticas constituyen los rasgos verdaderos e inmutables de las cosas
reales: Dios es un geómetra.
Por último, merece la pena mencionar que, aunque Copérnico siempre consideró
su teoría como una fiel descripción de la realidad, en el momento de publicación de su
obra, esta apareció prologada por un texto de su editor, Andreas Osiander. Este defendía
en el prólogo una interpretación no realista, sino instrumental, de la teoría de Copérnico,
según la cual esta funcionaría como mera hipótesis para permitir calcular con mayor
exactitud la posición de los planetas, pero sin necesidad de que fuera verdadera. La
controversia sobre si la teoría heliocéntrica se ha de interpretar realista o
instrumentalmente aparecerá nuevamente en el proceso a Galileo.
El sistema del universo propuesto por Brahe se encuentra a medio camino del
sistema ptolemaico y el copernicano. Era consciente de los problemas del modelo
tradicional pero no podía aceptar el movimiento de la Tierra, pues, además de
contradecir la Biblia, contradecía la experiencia cotidiana de que un proyectil disparado
hacia el oeste no alcanzaría más distancia que uno disparado hacia el este. Por tanto, en
su sistema Brahe mantiene a la Tierra en el centro, alrededor de la cual orbitan el Sol, la
Luna y las estrellas fijas. Sin embargo, el resto de planetas tienen como centro de su
órbita al Sol. Aunque este sistema funcionara como una suerte de compromiso para los
astrónomos entre la corrección copernicana y la teología, su evidente falta de simetría
no podía convencer a su ayudante Kepler o a Galileo.
4. Galileo Galilei
Con esta obra, Galileo alcanzó un gran renombre. No obstante, aunque los
astrónomos de la Iglesia católica en un principio confirmaron muchos de sus
descubrimientos, finalmente acabaron oponiéndose a cualquier tipo de innovación que
pusiera en peligro el sistema ptolemaico-aristotélico. En particular, en esos años la
Iglesia empezó a atacar duramente a los copernicanos, ataque que también afectó a
Galileo. La acusación contra Galileo se basaba en algunas afirmaciones que esta había
hecho en cartas dirigidas a algunos discípulos y amigos. En estas, hablaba sobre la
relación entre la fe y la ciencia, separando completamente los objetivos de ambas:
mientras que la primera nos enseña cómo se va al cielo, la segunda nos enseña cómo va
el cielo. Los pasajes de las Escrituras no han de tomarse como una autoridad para
encontrar respuestas a las problemas naturales. Galileo reclama entonces una autonomía
de la ciencia con respecto a la fe. Podemos observar entonces la base de las acusaciones
contra Galileo. El 1616, el primer proceso contra Galileo concluye con la orden de que
Galileo abandone las ideas copernicanas, las cuales son absurdas y heréticas, y con la
prohibición de que las enseñe o defienda de ningún modo.
Cuando en 1623, es elegido como nuevo papa un amigo suyo, Galileo se siente
más seguro y reemprende la defensa del heliocentrismo, por ejemplo, mediante su teoría
de las mareas. Sin embargo, es su obra Diálogos sobre los dos máximos sistemas del
mundo de 1632 la que más merece nuestra atención. Aun cuando del objetivo declarado
de esta obra sea exponer la razón de la condena católica del copernicanismo, lo cierto es
que el diálogo pretende reabrir el debate y mostrar los argumentos contra el sistema
ptolemaico-aristotélico. Entre otras cosas, rebate los argumentos tradicionales contra el
movimiento de la Tierra, que mantenían, por ejemplo, que un proyectil disparado hacia
el oeste debería llegar más lejos que uno hacia el este, dada la rotación de la Tierra, lo
cual obviamente no sucede. Contra estos argumentos Galileo establece el principio de
relatividad de los movimientos según el cual no podemos determinar si un sistema está
en reposo o en movimiento rectilíneo uniforme si nos basamos solo un observaciones
realizadas en el interior de ese mismo sistema. Así, al igual que en un barco que se
mueve, si lanzamos una flecha hacia proa y otra hacia popa, ambas alcanzarán la misma
distancia, también estando en la Tierra, no podemos decir que esta se esté moviendo o
no basándonos en las observaciones de los cuerpos que están en ella. Este principio
significa de hecho que el movimiento (o el reposo) no es atribuible a un cuerpo en sí
mismo sino a una relación entre varios cuerpos, lo cual supone la negación tanto de la
teoría aristotélica así como de la teoría medieval del impetus.
Ahora bien, esta obra también llama la atención de la Iglesia y al año siguiente, en
1633, se le condena y Galileo acaba abjurando de sus creencias, a pesar de lo cual se le
obliga a permanecer confinado el resto de su vida. Aún así, consigue publicar todavía
otra obra importante, los Discursos sobre dos nuevas ciencias, donde sienta las bases de
la mecánica. Aquí rebate todavía algunas ideas de Aristóteles mediante su defensa del
atomismo y del vacío, así como expone las leyes clásicas sobre el movimiento
uniformemente acelerado. Para esto último se apoya en el experimento mental de los
planos inclinados, que muestra que los cuerpos en caída recorren una distancia que
aumenta con el cuadrado del tiempo transcurrido. De esta manera, se prepara el camino
para los hallazgos de Newton.
5. Isaac Newton
Isaac Newton (1642-1727) fue un físico, matemático, alquimista y teólogo inglés,
que llevó a su culminación la revolución científica mediante el establecimiento de las
bases de lo que sería la física clásica. Además de lo que trataremos, a Newton se le debe
el desarrollo del cálculo infinitesimal, sus investigaciones sobre la naturaleza de la luz
(como el descubrimiento del espectro de color o la teoría corpuscular de la luz) o el
teorema del binomio. En 1687 apareció sus Philosophiae naturalis principia
mathematica (o Principia), la cual puede con justicia ser considerada como la obra más
importante de la historia de la ciencia.
En otro orden de cosas, podemos mencionar también las conocidas «reglas del
filosofar» o metodológicas que Newton establece al comienzo del libro tercero. La
primera regla dice que no debemos admitir más causas de las cosas naturales que
aquellas que sean al mismo tiempo verdaderas y suficientes para explicar sus
apariencias. Es decir, que nuestras teorías han de ser simples. Newton se basa para
afirmar tal regla en la suposición ontológica de que la naturaleza ama las cosas simples
y no se excede en causas superfluas. La segunda regla enuncia que, partiendo de esto, a
los mismos efectos debemos asignar las mismas causas. Por ejemplo, a la respiración en
el ser humano y en el animal o a la caída de una piedra aquí y en otro planeta. En
definitiva, Newton parte de que la naturaleza es uniforme. La regla tercera, por su parte,
siguiendo con la cuestión de la uniformidad de la naturaleza, afirma que las cualidades
de los cuerpos que se encuentran en todos los cuerpos que observamos deben ser
consideradas como cualidades universales de todos los cuerpos. Por tanto, no hemos de
abandonarnos a especulaciones sobre la forma de la naturaleza que no llegamos a
percibir. A partir de esta regla, Newton establece algunas cualidades fundamentales de
los cuerpos, como la extensión, la dureza o el movimiento, apoyándose en una teoría
corpularista de la materia, así como la gravedad de los cuerpos. Finalmente, la cuarta
regla establece que es el método inductivo el apropiado para la ciencia, pues esta
mantendrá como verdaderas o como próximas a la verdad a aquellas proposiciones
inferidas por inducción desde los fenómenos que nos sea hayan refutado por la
experiencia.
Por último, podemos aquí repetir la famosa expresión que Newton utilizó cuando
se preguntó por la causa o la razón de la fuerza de gravitación universal: hypotheses non
fingo, es decir, «no invento hipótesis». Newton se negaba a darse a la especulación en
aquellas cuestiones de filosofía natural que estaban claramente más allá de la
experiencia y las posibilidades de la inducción. Es, desde luego, un lema que puede
resumir en gran medida el nuevo espíritu de la revolución científica.
6. Conclusión