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12. LOS ELEMENTOS A PRIORI EN EL CONOCIMIENTO.

ESQUEMA:

1. INTRODUCCIÓN: EL CONOCIMIENTO COMO RELACIÓN OBJETO-SUJETO.


2. DEFINICIÓN, TIPOS Y EFECTOS DE LOS ELEMENTOS A PRIORI EN EL CONOCIMIENTO.
3. REVISIÓN HISTÓRICA DE LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE LOS ELEMENTOS A PRIORI EN EL
CONOCIMIENTO:
3.1. Grecia clásica y filosofía medieval.
3.2. La polémica racionalismo vs empirismo.
3.3. La postura kantiana.
3.4. La fenomenología y Hartmann.
3.5. Elementos a priori en la reflexión contemporánea sobre el conocimiento.
4. BIBLIOGRAFÍA.
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1. INTRODUCCIÓN: EL CONOCIMIENTO COMO RELACIÓN OBJETO-SUJETO.

Fuera de las posiciones idealistas extremas, el conocimiento se plantea como una relación polar entre el objeto de
conocimiento y el sujeto cognoscente. En un principio, se consideró que el sujeto se subordinaba al objeto de esta
relación. El objeto llegaría al sujeto, que recibe su impacto y sufre modificaciones. La función del sujeto sería
pasiva, receptiva. La reivindicación del papel activo del sujeto en el conocimiento ha sido una labor lenta a lo largo
de la historia del pensamiento, sobre todo en lo que se refiere al conocimiento sensitivo, más dependiente del objeto
a primera vista que el intelectual.

No se puede negar que en el proceso cognoscitivo el origen se encuentra en el objeto-cosa, el objeto que va a ser
considerado en sí mismo como realidad. En este sentido, el objeto que va a ser conocido adquiere una indudable
primacía en el conocimiento. Pero esto es en cuanto consideramos el acto de conocimiento desde la causa o
condición requerida para que se dé el mismo, dada por supuesta la existencia de un sujeto cognoscente. Si nos
referimos al objeto como conocido, como el resultado del acto subjetivo de conocer, los papeles parecen invertirse y
aparece una cierta primacía del sujeto sobre el objeto. El objeto con el que nos encontramos al final del proceso
cognoscitivo es un producto que, aún surgiendo los elementos de su contenido del objeto por medio de la
experiencia sensorial, está estructurado en gran medida por las formas o estructuras que el sujeto le impone al
realizar el proceso de conocimiento.

El sujeto actúa de mediador en el conocimiento entre el objeto como realidad y el objeto como resultado del
conocer. Hemos de renunciar, para dar cuenta de esta mediación, a la interpretación ingenua del conocimiento como
asimilación o adecuación al objeto real. Esta interpretación ingenua opera con dos presupuestos que no están
justificados: a) la correspondencia de las estructuras del sujeto y del objeto, y b) la interpretación de la función
cognoscitiva como reproducción pictórica.

Para no admitir un paralelismo excesivo entre el objeto de conocimiento (estímulo) y el conocimiento del objeto
(reacción del sujeto ante el estímulo) hemos de tener en cuenta la función mediadora del dinamismo según leyes que
le son propias, independientes del contenido objetivo del conocimiento. El sujeto al conocer opera forzosamente
según estas leyes, sometiendo el contenido recibido del objeto a sus exigencias. Esas leyes del dinamismo del sujeto
están también sometidas o condicionadas por las características del objeto conocido. Cualquier reflexión sobre el
conocimiento debe plantearse la pregunta por el papel de las estructuras dinámicas del sujeto: ¿modifican
sensiblemente el objeto conocido o son meras transmisoras de lo adquirido por medio de la experiencia sensible?
Las soluciones extremas a esta pregunta, realismo ingenuo e idealismo, anulan totalmente uno de los dos polos del
conocimiento, bien el sujeto, bien el objeto. Es preciso buscar respuestas intermedias que tengan en cuenta los
papeles de ambos polos del conocimiento.

La clave de estas respuestas la podemos hallar considerando dos características del conocimiento: la función
mediadora del sujeto y la pretensión de universalidad y necesidad de algunos de nuestros conocimientos. El proceso
de conocimiento se distiende entre el objeto que va a ser conocido y la representación objetiva que se nos da en el
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acto de conocimiento. En esa relación se da una innegable mediación del sujeto. Para analizar la naturaleza de esta
mediación, necesitaremos analizar las estructuras del sujeto y las leyes operativas de esas estructuras. Si
reconocemos un modo de obrar propio e independiente del objeto en las estructuras del sujeto aceptamos el carácter
apriórico de las mismas. El mayor o menor grado de apriorismo en el conocimiento será consecuentemente
proporcional a la mayor o menor actividad o espontaneidad que concedamos a nuestro dinamismo cognoscitivo, por
una parte, y a la admisión de estructuras o elementos previos al conocimiento en el objeto que va a ser conocido y
que éste impone al sujeto.

Con respecto a la pretendida universalidad y necesidad del conocimiento, su consideración nos lleva también a la
idea de la existencia de elementos previos al conocimiento en el sujeto y el objeto que determinan el mismo. Ni la
pura existencia, ni los objetos singulares y concretos, pueden darnos razón de estas una demostración: la
demostración a priori era una demostración de tipo causal, se basaba en las causas características. Parece pues que, a
la hora de fundamentarlas, hemos de buscar estructuras o leyes supraempíricas que las justifiquen; y éstas sólo
pueden ser encontradas en el sujeto o en el objeto.

2. DEFINICIÓN, TIPOS Y EFECTOS DE LOS ELEMENTOS A PRIORI EN EL CONOCIMIENTO.

Definición. Desde el punto de vista de la filosofía antigua y medieval a priori indica lo que antecede en el orden
causal. En la escolástica se hacía uso del término sobre todo para indicar de qué tipo era del fenómeno a demostrar.
En la filosofía moderna, principalmente después de las aportaciones kantianas, se perdió progresivamente la
conexión del término con las demostraciones causales, pasando a tomar significados relativos al proceso o el hecho
del conocimiento y a las múltiples explicaciones del mismo. Éste es el sentido que nos interesa analizar. En su
sentido más amplio, se llama a priori a todo lo que antecede a la experiencia. Pero esta definición puede
interpretarse de varios modos que definen a su vez tipos de a priori.

Tipos. El a priori cognoscitivo puede interpretarse como a priori absoluto y como a priori relativo. El a priori
relativo es aquél que, antecediendo a la experiencia, la condiciona o influye en ella de algún modo. Son elementos a
priori relativos a una experiencia todos los conocimientos que poseemos antes de pasar por ella ya que condicionan
los conocimientos que podamos adquirir en ella. Pero estos elementos pueden ser modificados al pasar por una
experiencia. Tanto en este sentido como en el de que podemos detectar su origen en algún tipo de experiencia
anterior, este tipo de elementos a priori son dependientes de la experiencia. Esta característica es la que los
diferencia fundamentalmente de los elementos a priori absolutos. [Ejemplos de este tipo de a priori relativo son la
concepción de los ídolos (falsas nociones prejuicios que obstaculizan el conocimiento) de Francis Bacon, los
prejuicios de Bachelar o los prejuicios como juicios previos de Gadamer.]

El a priori absoluto es todo aquello que antecede a la experiencia y es independiente de la misma. Podemos
entenderlo de dos modos: desde el objeto (a priori objetivo o material) o desde el sujeto (a priori subjetivo). La base
de la consideración de un a priori objetivo es que en los objetos podemos encontrar estructuras que condicionen
determinados procesos de conocimiento, a las que podemos calificar, en consecuencia, de elementos a priori
objetivos del conocimiento. La existencia de esas estructuras es el punto de partida, para muchos autores –como
Max Scheler-, de la teorización sobre los objetos formales de las diferentes facultades del conocimiento.

Los elementos a priori subjetivos se definen como estructuras del sujeto, previas al acto de conocer y a la
experiencia, que condicionan de algún modo los procesos de conocimiento. Desde Kant, el a priori subjetivo reviste
un carácter formal, aunque también existen posturas que destacan la existencia de un a priori subjetivo de contenido.
La distinción forma-contenido en el a priori subjetivo coincide con la distinción entre a priori subjetivo
estructurante y a priori subjetivo no constitutivo del sujeto. El primero, formal o estructural, es constitutivo del
sujeto y congénito al mismo; consiste en estructuras o leyes que condicionan necesariamente nuestro conocimiento.
El segundo no es constitutivo del sujeto aunque sea anterior a toda experiencia, y tiene carácter material o de
contenido, lo que implica la defensa de algún tipo de innatismo del contenido del conocimiento.

El a priori subjetivo estructurante puede ser conformador de todos nuestros conocimientos, un a priori subjetivo
universal. P.e., la intencionalidad de todo conocimiento (Husserl). Por otra parte, podemos considerar elementos o
estructuras a priori del sujeto que condicionan sólo algunos de los procesos cognoscitivos o de sus etapas, a priori
subjetivo estructurante parcial. P.e., los elementos a priori en el conocimiento según Kant, que delimita estructuras
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generales dentro del dinamismo cognitivo humano (sensibilidad, entendimiento, razón) con sus correspondientes
elementos a priori (intuiciones puras, categorías, ideas trascendentales).

Efectos. Los elementos a priori absolutos producen efectos en el proceso de conocimiento que coinciden con las
funciones que cumplen en el proceso cognitivo:
1) Son condiciones de posibilidad del conocimiento. Sin la aplicación o puesta en funcionamiento de las leyes
o estructuras a priori no podría conocerse nada.
2) Imponen al conocimiento unas características de universalidad y necesidad, que no parecen poder derivarse
de la experiencia. Los diferentes conocimientos que se dan en la experiencia no se dan como universales ni
necesarios, sino como particulares y contingentes, dependientes de la experiencia concreta en que se dan.
3) Señalan el ámbito de lo irracional, los límites que separan lo cognoscible de lo incognoscible. La
dependencia del proceso de conocimiento de las estructuras y leyes a priori que lo hacen posible lleva a
pensar que los límites del conocimiento están determinados por dichas estructuras y leyes.

3. REVISIÓN HISTÓRICA DE LA REFLEXIÓN FILOSÓFICA SOBRE LOS ELEMENTOS A PRIORI EN EL


CONOCIMIENTO.

3.1. Grecia clásica y filosofía medieval.

Platón. El primer planteamiento filosófico que podemos relacionar con el tema del a priori es la explicación
platónica del conocimiento intelectual. Encontramos en Platón un a priori de contenido: el primer caso de innatismo
en la historia de la filosofía, relacionado con la inmortalidad de las almas y la teoría de las Formas o Ideas. Según
Platón, nuestra alma, en su existencia anterior a la incardinación en la materia, contempló las Ideas. El conocimiento
adquirido intuitivamente entonces pasa a un estado latente al caer o encarnarse el alma en la materia. El comercio
con el mundo sensible, con la experiencia, actuará de estímulo para la rememoración (anamnesis) de estos
conocimientos. El conocimiento de los inteligibles es independiente de la experiencia en cuanto a su contenido,
aunque depende de la experiencia respecto de su actualización.

La tradición aristotélico-escolástica. En ella encontramos: a) el primer reconocimiento claro de estructuras que


aseguren una cierta espontaneidad o actividad del sujeto en el conocimiento (actividad muy limitada por el realismo
clásico); b) el desarrollo de la terminología que posteriormente será fundamental en el problema: la distinción a
priori / a posteriori.

Al ver las facultades cognoscitivas como potencias del sujeto Aristóteles se vio obligado a reconocer su carácter
pasivo, que implica que el proceso de conocimiento necesita, para comenzar, de una causa que convierta dichas
potencias en acto. Dicha causa fue puesta en el objeto, que se hizo así responsable de la actualización del
conocimiento. Por otra parte, el carácter espiritual que Aristóteles atribuía al entendimiento humano exigía una
concepción diferente del mismo, que desde este punto de vista debía verse como activo y no como potencial. La
solución que elaboró Aristóteles fue la teoría de los dos entendimientos: el entendimiento paciente, potencial, que
recibe la forma del objeto, y el entendimiento agente, activo, que tiene una cierta función constitutiva a priori de los
objetos en cuanto inteligibles o cognoscibles.

Frente al “hacerse” del entendimiento paciente, que se deja modelar por el contenido que le llega del objeto, el
entendimiento agente se caracteriza por “hacer” o “constituir” al objeto. Pero esta constitución del objeto consiste
en desvelar las formas que han de ser conocidas por el entendimiento posible y no en la creación o suministro de
dichas formas tomadas de una fuente distinta al conocimiento sensible. No se trata, pues, de un a priori de contenido
al estilo platónico, sino de un a priori formal. Aquí el a priori del entendimiento agente cumple una función
unificadora de la pluralidad empírica, ya que el objeto propio del conocimiento intelectivo es el universal, que debe
ser construido. En efecto, al no ser algo real externo a los objetos de conocimiento, se impone la necesidad de un
entendimiento o función del entendimiento a cuyo cargo quede la construcción del universal, pudiendo éste así
ofrecerse ante el entendimiento posible, que es el que realiza el acto formal del conocer.

La filosofía escolástica siguió a Aristóteles y reelaboró sus posturas. Tomás de Aquino mantiene la distinción
entre entendimientos y caracteriza al entendimiento agente como activo, productor de los inteligibles que afectarán
al entendimiento paciente y espontáneo, por lo que para él tiene también naturaleza apriórica. Frente al
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entendimiento paciente, pasivo y receptivo, el agente está siempre en acto: a su cargo queda producir el inteligible.
Pero esta producción se reduce a actualizar lo inteligible universal dado sólo potencialmente en el contenido
singular del acto de la imaginación. Sin embargo, manifiesta un principio de la concepción apriórica del
conocimiento: Quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur.

El entendimiento agente en Tomás de Aquino no necesita de ningún otro acto que lo determine, aunque necesite
ciertas condiciones externas sobre las que desarrollar su carácter activo. Su actividad es anterior a las condiciones
en las que se desarrolla, por lo que podemos calificarla como a priori y espontánea. Se reconoce un cierto
apriorismo en cuanto el sujeto imprime al objeto su modo propio, modo que Tomás de Aquino distingue claramente
en la oposición: modus rei vs modud mentis. La teoría tomista del a priori es una teoría del objeto formal del
conocimiento, el aspecto bajo el cual el objeto material del conocimiento, la cosa real conocida, es aceptada en el
entendimiento.

3.2. La polémica racionalismo vs empirismo.

En la Edad Moderna la atención se dirige al papel desempeñado por la razón y la experiencia en el conocimiento.
En la medida en que el conocimiento por la razón es según principios que se aprehenden clara y distintamente, con
independencia de la experiencia, es un conocimiento a priori. El conocimiento por experiencia es, en cambio, a
posteriori. Para los empiristas, el conocimiento a posteriori es anterior, previo al conocimiento de causas y de
principios de cualquier clase. Para los racionalistas, el conocimiento a priori es anterior, no es derivable de la
experiencia o los sentidos, sino que provee de una explicación causal basada en principios de la razón de aquello
que se da en la experiencia o los sentidos.

Los racionalistas, al hablar del papel de la razón en el conocimiento, defendían un a priori de contenido. Descartes
defiende la capacidad de la razón para construir el conocimiento en su totalidad independientemente de la
experiencia y de un modo más fiable. Esta fiabilidad, en último término, se deriva de la existencia de ideas innatas
en la razón que coinciden de algún modo con la estructura del mundo. El garante de la veracidad de estas ideas es
Dios. Sin embargo, el innatismo cartesiano toma en Leibniz un cierto sentido dinámico que lo hará servir de puente
entre la concepción apriórica de contenido y la formal. Para Leibniz nuestro espíritu es una fuerza dotada por el
creador de las virtualidades necesarias para que el dinamismo cognoscitivo se ajuste a la realidad ajena a él. Este
dinamismo apriórico tiene su origen en Dios, que crea los distintos elementos del mundo en una armonía
preestablecida que permite su conexión y acción conjunta aún siendo realidades individuales separadas.

Los autores modernos prekantianos en quienes se percibe más claramente la distinción a priori / a posteriori son
Hume y Leibniz. Hume distinguió entre relaciones de ideas y cuestiones de hecho, y Leibniz entre verdades de
razón y verdades de hecho, distinciones semejantes a la establecida entre enunciados analíticos y sintéticos. Para
Hume, las relaciones de ideas son, como los enunciados analíticos, a priori, esto es, no proceden de la experiencia.
No proporcionan ninguna información sobre la realidad. Son descubiertas por “la mera operación del pensamiento”
y pueden compararse a reglas del lenguaje. Las cuestiones de hecho son, como los enunciados sintéticos, a
posteriori, es decir, podemos afirmarlos a partir de la experiencia y de las inferencias que desarrollamos sobre la
misma.

Para Leibniz, las verdades de razón son eternas, necesarias, innatas y a priori, a diferencia de las verdades de
hecho, que son empíricas y contingentes. La razón para Leibniz es la verdad conocida cuyo enlace con otra verdad
menos conocida hace que demos nuestro asentimiento a la última. Pero de modo particular, y por excelencia, se la
llama razón si es la causa no solamente de nuestro juicio, sino también de la propia verdad, la cual se llama
asimismo razón a priori, y la causa en las cosas responde a la razón en las verdades. Las verdades a priori no se
hallan, sin embargo, siempre presentes a la mente; son las verdades que hay que reconocer como evidentes cuando
se presentan al espíritu.

En el sentido kantiano de “sintético” como “enunciado en el que el concepto del predicado no está incluido en el
del sujeto”, y de “analítico” como “enunciado en el que el concepto del predicado está incluido en el del sujeto”, los
enunciados a priori no son sintéticos, ni en Hume ni en Leibniz, sino analíticos. En ningún caso los predicados en
tales enunciados son contingentes, o expresan hechos contingentes. En esto coinciden Hume y Leibniz. Difieren, en
cambio, en que mientras que para Hume los enunciados a priori son tautologías, para Leibniz son verdades eternas.
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En cuanto a los enunciados a posteriori, ambos están de acuerdo en su carácter contingente y sintético, difiriendo
sólo en la terminología moderadamente y en su papel en el conjunto del conocimiento.

3.3. La postura kantiana.

Kant representa el momento culminante en la historia del a priori. En su planteamiento del objeto en cuanto tal, en
cuanto objeto de conocimiento, se inmanentiza en el sujeto cognoscente, ya que se define claramente como
resultado de la acción de las estructuras a priori del mismo en el proceso de conocimiento. En Kant, el sujeto
depende formalmente en su totalidad del dinamismo constituyente del sujeto, y éste no es un dinamismo
dependiente de ninguna armonía preestablecida con los posibles objetos de conocimiento (como en Leibniz).
Aunque la materia del conocimiento nos venga del exterior del sujeto, de la cosa en sí, y la realidad de la misma sea
la condición de puesta en marcha del proceso de conocimiento, el objeto se construye de acuerdo a las estructuras
del sujeto, imponiéndole a esa materia la forma de las mismas.

A priori, necesidad e independencia de la experiencia. Para Kant, los conceptos y los juicios tienen que ser
pensados con necesidad absoluta. Ello no quiere decir que sean puramente formales. Si así fuese, habría que desistir
de pretender enunciar proposiciones universales y necesarias relativas a fenómenos naturales. No quiere decir
tampoco que sean verdades eternas acerca de la realidad tal como es en sí misma. Toda metafísica basada en puros
conceptos de razón a priori trasciende de la experiencia posible y es un resultado de una pura especulación racional,
sin elementos empíricos. Kant define el conocimiento a priori como un conocimiento independiente de la
experiencia, a diferencia del conocimiento a posterior, que tiene su origen en la experiencia. La independencia de la
experiencia debe entenderse de un modo absoluto, no respecto a determinados aspectos o partes de la experiencia.
Los modos de conocimiento a priori son puros cuando no hay en ellos ninguna mezcla de elementos empíricos.

Trascendentalidad del concepto de a priori en Kant. Hablar de “conocimiento a priori” es impropio. No es que
el conocimiento sea a priori. Lo que es a priori es más bien lo que hace posible el conocimiento. Por eso el concepto
kantiano de a priori no es metafísico ni psicológico, sino epistemológico o trascendental. El problema del que Kant
se ocupa en la Crítica de la Razón Pura no es el del origen del conocimiento, sino el de su validez, validación o
justificación.

Analítico y sintético en Kant: la ciencia y los juicios sintéticos a priori. Según Kant, si todos los juicios
sintéticos fuesen a posteriori, no habría posibilidad de un conocimiento universal y necesario. Para el empirismo y
el racionalismo, los juicios a priori son todos analíticos. El conocimiento universal y necesario requiere, según Kant,
que haya juicios sintéticos a priori. Así, lo a priri no puede ser solamente analítico. Si fuese tal, ningún
conocimiento relativo a la naturaleza podría constituirse en ciencia. Lo a priori sintético juega un importante papel
en la concepción kantiana de la ciencia. Kant distingue a las ciencias por su universalidad y su capacidad de
progreso. La universalidad se deriva de la dependencia de las mismas estructuras a priori. Pero el progreso de la
ciencia no puede asegurarse por cualquier tipo de a priori. Los juicios analíticos son aquellos cuyo predicado está
incluido en el concepto de su sujeto, por lo que no tienen, para Kant, la capacidad de extender el conocimiento. En
cambio, los juicios sintéticos sí son extensivos en este planteamiento, por lo que es necesario postular la existencia
de juicios sintéticos a priori.

Preguntar si hay juicios sintéticos a priori en la matemática y en la física, equivale a preguntar si estas ciencias son
posibles, y cómo lo son. La respuesta de Kant es afirmativa en ambos casos. Los elementos a priori condicionan la
posibilidad de proposiciones universales y necesarias. En el conocimiento científico se aplican estos elementos
correctamente, por lo que tenemos este tipo de proposiciones. En cambio, no hay en la metafísica juicios sintéticos a
priori porque lo a priori no puede aplicarse a lo incognoscible, a los noúmenos.

Estructuras a priori en los distintos niveles del conocimiento y fundamentación de las ciencias. Kant estudia
las estructuras a priori del conocimiento desde una doble vertiente: desde la consideración del carácter científico de
las matemáticas y la física y la imposibilidad de una metafísica científica, también desde la consideración de qué
estructuras a priori posibilitan y limitan cada uno de los niveles o facultades del conocimiento humano. El estudio
del conocimiento desde ambos enfoques se entremezcla, asociándose la posibilidad de la existencia de juicios
sintéticos a priori en las distintas disciplinas con el uso correcto de las estructuras a priori en los distintos niveles del

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conocimiento. Se establece una condición inicial: las estructuras a priori deben aplicarse siempre dentro de los
límites de la experiencia para que el resultado de su aplicación pueda llamarse conocimiento.

El conocimiento sensible construye el fenómeno a partir de la experiencia y las formas a priori de la sensibilidad
(espacio y tiempo). Paralelamente, los juicios sintéticos a priori en las matemáticas son posibles porque se basan en
dichas intuiciones puras. El conocimiento producido por el entendimiento construye el objeto a partir del fenómeno
y de los conceptos a priori del entendimiento. La física es una ciencia porque tiene juicios sintéticos a priori basados
en las categorías. El entendimiento une los conceptos en juicios gracias a las categorías, y la razón puede ordenar
esos juicios en razonamientos bajo la dirección de las ideas a priori de la razón. Estas ideas no tienen un uso
constitutivo como las intuiciones puras o las categorías, sino sólo ordenador, regulador. Ésta es la causa de que la
metafísica no pueda convertirse en ciencia, ya que para la construcción de juicios sintéticos a priori en la misma
habría que dar un uso constitutivo a las ideas de la razón, aplicándoles categorías como la de sustancia o causa, lo
que produciría ilusiones trascendentales, falsos conocimientos.

Los problemas de la concepción kantiana. En Kant encontramos una concepción completa y sistemática del a
priori subjetivo, formal y constituyente desglosado en sus distintos aspectos parciales. Este tratamiento incluye los
distintos efectos de lo a priori que citábamos al principio: la posibilidad del conocimiento, su necesidad y
universalidad y sus límites. Pero la visión kantiana del a priori no está libre de problemas. Mikel Dufrenne ha
indicado que pueden discernirse dos grupos de problemas relativos a: 1) la naturaleza del sujeto en tanto que
portador de lo a priori; 2) la relación entre el sujeto y el objeto. El primer tipo de problemas se deriva de la idea de
que lo a priori funda la objetividad en tanto que un sujeto constituyente hace posible la experiencia. Hay aquí dos
elementos: una condición surgida de la naturaleza subjetiva y una condición normal de la experiencia como tal. Si
se subraya el primer aspecto, se tiende a una concepción psicológica del sujeto trascendental incompatible con la
filosofía kantiana; si se da más importancia al segundo, nos dirigimos a una eliminación de todo sujeto como sujeto
individual, convirtiendo éste en una especie de sujeto teórico abstracto de carácter puramente trascendental.

El segundo tipo de problemas se centra en el carácter trascendental de la relación sujeto/objeto. No se trata de una
producción real del ente, sino de una determinación de la objetividad del objeto. Aquí se puede considerar que el
sujeto trascendental absorbe el objeto en su objetividad de un modo total, de suerte que las condiciones del objeto
son equivalentes a las modificaciones del sujeto, o que el objeto absorbe por entero al sujeto. Parece que desde el
momento en que se admite que lo a priori tiene su fuente en un sujeto de conocimiento, es imposible evitar las
cuestiones ontológicas que Kant se proponía justamente evitar hasta haber despejado por entero el camino para la
metafísica mediante la filosofía trascendental.

3.4. La fenomenología y Hartmann.

Hegel como precedente. La doctrina kantiana fue criticada y reelaborada por los idealistas alemanes
postkantianos. Ejemplo de esta doble actitud es la de Hegel. Por una lado, Hegel acepta la concepción de lo a priori
en tanto que admite –cuando menos al exponer la doctrina de Kant- que la universalidad y necesidad deben hallarse
a priori, esto es, en la razón. Por otro lado, Hegel considera que las expresiones a priori y sintetizar usadas por Kant
son vagas y hasta vacías. Esto se deriva de su concepción idealista del conocimiento como recuperación de la
autoconciencia del espíritu absoluto, que se puede interpretar como una extensión del a priori mucho más allá de lo
que Kant hubiera aceptado o simplemente imaginado. Por otra parte, de un modo sorprendentemente parecido al
modo en que la noción de a priori ha sido elaborada por los fenomenólogos, Hegel estima que también la
determinación del sentimiento posee elementos a priori, con lo cual extiende la noción de aprioridad a lo que no es
solamente intelectual.

Husserl: la intuición de esencias como a priori. El planteamiento de Husserl sobre lo a priori pretende, como el
kantiano, elevar el problema del conocimiento del plano psicológico al lógico-filosófico. Su preocupación principal
es conjugar en el conocimiento la esencia de lo conocida, que debe ser respetada, y los modos o estructuras del
conocer que tiene el sujeto. Su concepción del a priori se desarrolla por medio de una dialéctica de la intuición, de
lo inmanente y lo trascendente en el conocimiento que pretende fundir ambos polos definitivamente. El ser de la
cosa en sí se convierte en el conocimiento en la cosa en sí pensada; conocer no es imponer las estructuras del sujeto
a un objeto amorfo sino dar sentido a lo conocido, función que realiza el sujeto. Al reconocimiento de un cierto
apriorismo del objeto se une en Husserl la concepción de que lo a priori reside fundamentalmente en la subjetividad
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trascendental, que integra todos los elementos a priori y las funciones de éstos. Lo fundamental del planteamiento
de Husserl es que el a priori objetivo está en correspondencia con el subjetivo. En el dato está la esencia: descubrirla
es constituirla, pero al mismo tiempo, constituirla es descubrirla. La constitución de la objetividad es el resultado
entre el datum y el cogito. El datum ha de someterse a las leyes del sujeto trascendental y el cogito ha de respetar el
contenido del datum.

Desde las Investigaciones lógicas, Husserl había distinguido entre intuiciones sensibles y categoriales. La
posibilidad de una intuición categorial equivale a la posibilidad de aprehender “momentos no reales”. Estos no son,
sin embargo, estructuras puramente formales, vacías de todo contenido. No tienen contenido sensible, pero son
objetos de intuición y correlatos de un acto de aprehensión. Se trata de unidades ideales de significación. La
“intuición categorial” es a priori, no porque sea “analítica”, ni porque sea el resultado de la actividad de un sujeto
trascendental. Es una intuición de esencias.

Lo a priori como esencia no es identificable con lo puramente formal ni con un conjunto de formas que modelan
una materia sensible dada en la experiencia. Lo a priori es independiente de lo real en tanto que pueden no
cumplirse en lo sensible las significaciones dadas en las esencias; a la vez, en lo real puede encontrar lo a priori su
cumplimiento. Husserl habla de una percepción de lo universal en las intuiciones categoriales, y de un
cumplimiento de las esencias en lo sensible en el sentido de que lo indicado en las esencias puede darse en las cosas
particulares que percibimos.

No hay diferencia entre el concepto de algo real y el concepto de algo no real: las intuiciones a priori pueden ser
sintéticas. El dominio de lo a priori incluye verdades formales y verdades materiales. Las verdades materiales son
las que corresponden a ontologías regionales: abarcan axiomas regionales que definen sistemas de categorías
regionales. Tienen su propio fundamento ontológico; es un error pensar que un axioma en su ontología regional es
una simple variable que, sustituida por una constante, da lugar a un axioma en ontología formal. En suma, queda
invalidada toda identificación entre lo a posteriori, lo empírico y lo material, por un lado, y entre lo a priori y lo
formal, por otro.

Scheler: apriorismo objetivo. Estas ideas de Husserl fueron desarrolladas en la larga sección sobre “formalismo
y apriorismo” que constituía el fundamento ontológico y metodológico de la ética axiológica de Scheler (El
formalismo en la ética). Éste designa como a priori todas aquellas unidades ideales de significación y proposiciones
que hacen caso omiso de cualquier clase de proposición de los sujetos que las piensan y de su constitución natural
real, y que hacen caso omiso de cualquier posición de un objeto al que son aplicables, y que son dadas por el
contenido de una intuición inmediata. Como se hace caso omiso de toda posición, se prescinde de posiciones como
ser real, no real, aparente, efectivo, etc. Tanto si nos engañamos como si no lo hacemos al considerar un ser como
viviente, en ambos casos tenemos la esencia intuitiva de la vida. El elemento a priori no es ninguna forma de
proposición o acto de juzgar, como pensaba Kant; pertenece a la esfera de lo dado. Hay hechos fenomenológicos
susceptibles de ser aprehendidos a priori. Estos hechos son puros, objetos de intuición esencial a priori, no de
inducciones por observación.

El dominio de lo a priori no tiene nada que ver con el de lo formal y la oposición a priori vs a posteriori no tiene
nada que ver con la oposición formal vs material. Según Scheler, el dominio de los valores, elementos a priori de la
ética, no es resultado de una apreciación subjetiva ni de ninguna imposición subjetiva, ni siquiera trascendental, sino
un conjunto de hechos de carácter peculiar, aprehensibles mediante la intuición emotiva. En Scheler se produce una
evidente oposición al subjetivismo apriorístico de Kant, a favor de una consideración del a priori objetivo. El mundo
no es un “X ignotum” e incognoscible, sino un mundo de esencias y valores que se enfrentan a la intuición, que son
algo a priori a nuestra experiencia y captable por ella. El a priori es el dato que se nos da desde la cosa, y ese dato
constituye el objeto previamente a la experiencia intuitiva. El sujeto no constituye el objeto, lo capta, capta su
esencia y sus conexiones esenciales.

Hartmann: a priori objetivo y subjetivo. Hartmann introducirá variaciones en el problema del a priori, llegando
a una síntesis. Ofrece un planteamiento ontológico del problema del a priori. Se distinguen dos tipos de aprioridad:
una objetiva, fundamental en la postura realista de Hartmann, que reside en los caracteres universales y necesarios
captados mediante la intuición; y una inmanente o de creencia, la identidad de categorías en todos los sujetos de
conocimiento. Estos dos tipos de a priori tienen distinta importancia, así las estructuras a priori fundamentales son
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las del objeto, trascendentes al sujeto y a las que éste se tiene que plegar. Ha de existir identidad y coincidencia
entre las categorías del sujeto y las estructuras del objeto para que se produzca el conocimiento. Con todo,
Hartmann no llegará nunca a afirmar una identidad total, que conduciría inevitablemente a la absorción de todo el
conocimiento en un conocimiento apriórico. Se salva así la objetividad supraobjetiva, dejando campo al
conocimiento a posteriori, a lo transobjetivo y a lo irracional.

3.5. Elementos a priori en la reflexión contemporánea sobre el conocimiento.

Hemos visto que a lo largo de la historia del pensamiento occidental se han dado muy diversos modos de entender
la noción de a priori –y la noción correlativa de a posteriori-. En la filosofía contemporánea podemos encontrar
reflejos de estos planteamientos y algunas aportaciones nuevas. Trataremos los más relevantes para completar
nuestra exposición.

El planteamiento neopositivista. Los neopositivistas y los empiristas lógicos retomaron una concepción de lo a
priori de corte humeano, asumiendo como válida la doble división analítico/sintético y a priori/a posterior, y la
identificación entre analítico y a priori por un lado, y sintético y a posteriori por el otro. Desde sus planteamientos
empiristas, lo único que puede ser previo a la experiencia es lo puramente analítico, formal, que presenta un carácter
claramente tautológico. Consecuentemente se declara carente de sentido todo intento de desarrollar un conocimiento
válido a partir de nociones a priori o de investigar la constitución del sujeto trascendental y la influencia de sus
estructuras en el objeto del conocimiento. De lo a priori se ocupan la lógica y las matemáticas, es decir, las ciencias
formales, que hacen abstracción del contenido de las proposiciones y analizan sus relaciones formales a partir de
sistemas de símbolos y reglas previamente definidos. No hay, estrictamente hablando, conocimiento a priori, sino
conocimientos de lo a priori, lo formal, que se constituye en un instrumento para la formalización y el control del
conocimiento empírico.

Hanson y la carga teórica. Los llamados “nuevos filósofos de la ciencia” consideran un a priori relativo al llamar
la atención sobre la importancia de las teorías que se mantienen para comprender e interpretar los hechos
observados, para la aceptación de procedimientos válidos de demostración, etc. De este modo explican lo que
llaman la tenacidad de las teorías, es decir, la persistencia de los científicos en defender una teoría que, por diversos
motivos, consideran válida, frente a la evidencia empírica que la contradice. Las reflexiones de Kuhn sobre los
paradigmas científicos y el desarrollo de la ciencia normal como el período en que se defiende un paradigma, y las
de Lakatos sobre la defensa de programas de investigación científica van en esta línea.

Nos interesa resaltar los trabajos de Hanson sobre la carga teórica de los hechos, observaciones y métodos de la
ciencia. Este autor se opone frontalmente al planteamiento neopositivista de la justificación de las teorías científicas
como un proceso de verificación empírica y a los planteamientos inductivistas ingenuos de la construcción de
teorías y leyes científicas como generalización de datos empíricos. Hanson plantea que la observación tiene una
gran carga de teoría. Lo que nuestros sentidos reciben, las imágenes que se forman en ellos, no tienen significado si
no hay una teoría previa que las interprete. Se ve aquí claramente el carácter apriórico relativo que se atribuye a las
teorías. Hanson apoya sus planteamientos con numerosos ejemplos sacados tanto de la experiencia cotidiana como
de la práctica científica, a partir de los cuales infiere que la carga teórica de los hechos y la observación no sólo se
deriva de la definición previa que tenemos de los objetos que en ella aparecen, sino también de los métodos y
condiciones de observación y prueba que nuestras teorías consideran aceptables.

En definitiva, se trata del interés por los llamados “esquemas conceptuales” –desde específicos marcos de
conceptos a amplios paradigmas- en la constitución del conocimiento primero –y en la validación de teorías luego-
ha llevado a considerar que los hechos están “cargados de teoría”. Si tal sucede, entonces puede apelarse de nuevo a
la noción kantiana sintético a priori. A diferencia de Kant, no se trata de un dominio trascendental que conforma el
material de la experiencia con vistas al conocimiento, sino simplemente el hecho de que la constitución de teorías y
los cambios de teorías no están ligados, como creía el empirismo tradicional, a estrictas verificaciones, e inclusive
falsaciones, de teorías por hechos. Las teorías siguen aplicándose a los hechos, pero no son admitidas, o
abandonadas, simplemente por la falta de verificaciones adecuadas, o por contraejemplos.

Estructuras profundas en el conocimiento y el lenguaje. El estructuralismo y la hipótesis innatista de Chomsky


defienden la existencia de estructuras profundas en el conocimiento humano y en el lenguaje. Estos planteamientos
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parten de la imposibilidad de señalar una relación biunívoca entre los datos proporcionados por los sentidos, o los
estímulos, y las respuestas humanas a tales datos o estímulos. En virtud de ello, suponen que el sujeto aporta
elementos del tipo de los que se han designado como a priori. Hay cierta relación entre una tesis apriorística y una
tesis estructuralista o innatista, si bien esta última se presenta como empírica y no como especulativa.

Quine en Dos dogmas del empirismo (1951) criticó duramente la distinción “analítico/sintético”, como uno de los
dos “dogmas del empirismo”, sosteniendo que no son claros los criterios para identificar los enunciados analíticos.
No se ha trazado nunca una neta distinción entre ellas y porque la analiticidad precisa de la sinonimia para ser
definida y ésta de aquélla, con lo que nunca se supera una definición circular. Hay dos tipos de enunciados
analíticos: los lógicos y los que ponen en relación términos sinónimos. Si decimos que “ningún soltero es casado”
estamos en el 2º de los casos. Si “ningún hombre no casado es un hombre casado” en el 1º. Pues bien, Quine afirmó
que la noción de sinonimia está lejos de ser clara, porque un lexicógrafo, al poner en el diccionario dos términos
como sinónimos, lo único que hace es remitirse a una sinonimia observada en el comportamiento de los hablantes.
Puesto que la relación de sinonimia tiene una base empírica, no puede decirse que las sustituciones de términos
sinónimos den lugar a verdades analíticas.

Kripke ha puesto en duda tanto la equiparación entre lo a priori y lo necesario como la idea de que no puede
haber ninguna relación entre necesario y a posteriori. Si un hecho determinado podría haber sido distinto de como
es, pero a la vez no puede haber tenido otras causas que las que efectivamente ha tenido, el haber tenido estas
causas, y no otras, es una verdad necesaria. No es, sin embargo, una verdad a priori, sino a posteriori, esto es, las
causas de referencia son conocidas a posteriori. Según Kripke, a priori no es (necesariamente) equivalente a
“necesario” y a posteriori no es (necesariamente) equivalente a “contingente”. Ello hace posible hablar de un
enunciado que es a priori y contingente, así como de uno que es a posteriori y necesario. Ahora bien, aunque
cualquier verdad necesaria sea a priori o a posteriori, no puede haberse vuelto distinta de la que es.

La doctrina kantiana del a priori a la luz de la biología contemporánea, según K. Lorenz. Según Lorenz, el a
priori sensorial kantiano tiene una indudable realidad biológica. Cada especie animal experimenta y capta un mundo
distinto, producto tanto de los estímulos a posteriori del mundo exterior como de las formas a priori de su aparato
neurosensorial. Las estructuras preceptúales incorporadas en nuestro aparato neurosensorial son a priori respecto al
individuo, pues nace con ellas, le son innatas. Pero son a posteriori respecto de la especie, que las han ido
adquiriendo en el curso de la evolución, bajo la constante presión selectiva de la realidad exterior. Si precisamente
estas estructuras sensoriales han superado las dificultades y han sobrevivido, es porque estaban bien adaptadas al
mundo real, que es en el que las especies evolucionan, se adaptan y sobreviven.

Para Kant, la “cosa en sí” es por principio incognoscible dado que la posibilidad y forma de su aparición están
determinadas por las categorías puramente ideales y formas de intuición que constituyen su condición a priori. Lo
único que cabe afirmar racionalmente de la “cosa en sí” es su existencia; su manifestación (fenómeno) carece de
conexión con su esencia (noúmeno). Sin embargo, según Lorenz, la razón humana, con todas sus categorías y
formas de intuición, es algo que se ha desarrollado orgánicamente a la par que el cerebro, por evolución de la
materia. Por ello, las leyes que rigen nuestro aparato cognoscitivo y sus operaciones tienen una correspondencia
profunda con las leyes del mundo real de que proceden.

El a priori instintivo de cada especie –prefijado para cada individuo por su dotación genética- depende de las
diferencias específicas de sus respectivos sistemas nerviosos. Lo cual equivale a la destrucción del concepto de un a
priori absoluto, por cuanto algo que ha surgido en el curso de la filogenia, y es por tanto a posteriori, funciona como
condición de las operaciones cognoscitivas y reactivas individuales, que sustentan de modo realísimo la
supervivencia y evolución de la vida. El aparato apriórico de la experiencia posible no es algo inmutablemente
definido por factores extraños a la naturaleza, sino un sistema nervioso tan real como las cosas que refleja con
diversos grados de perfección, según la perfección de su estructura, pero siempre dentro de una correspondencia
básica entre el conocimiento y lo conocido. La distancia epistémica que separa al hombre del conocimiento de la
“cosa en sí” no es la misma que la que separa a una ameba o a una rata, aun cuando en todos los casos las leyes del
aparato cognoscitivo y las de la realidad que reflejan guarden una correspondencia de base. De lo contrario, no sería
posible la vida.

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Las leyes de ese intelecto que a los humanos se nos dan a priori –de un modo análogo a como las demás especies
reciben sus respectivas prefijaciones biológicas-, de las cuales vivimos, han tardado cientos de millones de años en
configurarse. El sistema nervioso es el verdadero órgano a priori que posibilita y determina las formas de aparición
de lo real de acuerdo con unas leyes materiales comunes. Las formas de intuición y nuestras categorías, fijadas con
anterioridad a toda experiencia individual, están adaptadas al mundo exterior exactamente por las mismas razones
por las que la aleta del pez lo está al agua en que ha de vivir. Y la forma en que esta adaptación medio-órgano ha
tenido lugar ha sido el gran proceso natural de la evolución. El a priori del individuo es el resultado del aprendizaje
de la especie.

4. BIBLIOGRAFÍA.

- J. Ferrater Mora: Diccionario de Filosofía. Barcelona, Círculo de Lectores, 1991.

- J. L. Pinillos: Principios de Psicología. Madrid, Alianza, 1999.

- S. Rábade: La estructura del conocer humano. Madrid, Gregorio del Toro, 1966.

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