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Martín Urbina Siles

Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV


Introducción a las Fuentes de las Obligaciones
Teoría General del Contrato
Contratos Consensuales y Solemnes

Apuntes realizados en base a los Tomos I y II del Manual de Derecho Civil, de las Fuentes
de las Obligaciones, del profesor Ramón Meza Barros, y complementados con los apuntes
de clases de los profesores Rodrigo de Alencar, Hernán Corral, Gianfranco Rosso,
Francisca Lira y Juan Andrés Orrego.
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Parte 1 – Introducción a las Fuentes de las


Obligaciones

Contenidos
I. Las Fuentes de las Obligaciones

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Capítulo I – Las Fuentes de las Obligaciones


1. Introducción
2. El Contrato
3. El Cuasicontrato
4. Los Hechos Ilícitos
5. La Ley
6. La Declaración Unilateral de Voluntad
7. Plan de Estudios

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Capítulo I – Las Fuentes de las Obligaciones

1. Introducción
Las fuentes de las obligaciones son los hechos de que proceden, es decir, las causas que
las generan.
Una persona no puede quedar ligada a otra y verse compelida a realizar en su beneficio
una determinada prestación que limita o coarta su libertad sin una causa proporcionada a
este efecto.

Conforme al Art. 1437 CC, las obligaciones nacen, ya del concurso real de las voluntades
de dos o más personas, como en los contratos o convenciones; ya de un hecho voluntario
de la persona que se obliga, como en la aceptación de una herencia o legado y en todos
lo cuasicontratos; ya a consecuencia de un hecho que ha inferido injuria o daño a otra
persona, como en los delitos y cuasidelitos; ya por disposición de la ley, como entre los
padres y los hijos de familia.

Tenemos así cinco fuentes de las obligaciones, que son los contratos, los cuasicontratos,
los delitos, los cuasidelitos y la ley.
Ahora bien, un sector de la doctrina agrega una sexta fuente de las obligaciones, que es
la declaración unilateral de voluntad.

2. El Contrato
El contrato es la fuente más fecunda de las obligaciones, y su importancia se revela en el
mismo articulado del Código, que le destina casi íntegramente un libro entero, mientras
que consagra dos breves títulos a los cuasicontratos y a los delitos y cuasidelitos.
De acuerdo con el Art. 1438 CC, “contrato o convención es un acto por el cual una
persona se obliga para con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa (…)”.
La definición confunde los conceptos de contrato y convención, aunque la doctrina
distingue claramente entre ambos.
La convención es un acuerdo de voluntades sobre un objeto de interés jurídico, que puede
consistir en crear, modificar o extinguir derechos.
Por su parte, el contrato es una especie de convención, que tiene por objeto la creación de
derechos personales o créditos. En otras palabras, el contrato es la convención generadora
de obligaciones.

En el contrato intervienen dos partes, y como expresa el Art. 1438 CC, cada parte puede
ser una o muchas personas.
Una persona, por lo tanto, puede obligarse para con muchas, o muchas para con una sola,
y ser una o múltiples las obligaciones que el contrato genere.

La definición legal ha confundido lo que es el objeto del contrato con lo que constituye
el objeto de la obligación.
El objeto del contrato es la obligación u obligaciones que genera, mientras que el objeto
de la obligación puede consistir en dar, hacer o no hacer.
En otros términos, el contrato tiene por objeto crear obligaciones que, a su vez, pueden
tener por objeto una o más cosas que deben darse, hacerse o no hacerse.
Media entre el contrato y la obligación una relación de causa a efecto, siendo el contrato
la causa, y la obligación, su consecuencia.

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Por otro lado, cabe destacar que el contrato sólo genera obligaciones, y no transfiere el
dominio, el cual se desplaza por la posterior tradición.
El contratante que promete dar una cosa no la enajena, sino que se obliga a enajenarla.
Aquel a quien se dirige la promesa es acreedor antes que adquirente, y tiene el derecho
de reclamar que se le transfiera el dominio. Sólo la tradición de la cosa, el pago de su
crédito, le convierte en propietario.

Los preceptos legales que rigen a los contratos están inspirados plenamente por el
principio de autonomía de la voluntad, siendo las partes contratantes libres de crear toda
suerte de relaciones contractuales.
La ley sólo interviene para sancionar el acuerdo de voluntades y encuadrarlo en el marco
de lo lícito.
Las disposiciones legales relativas a los contratos son, regularmente, supletorias de la
voluntad de los contratantes, y en tal sentido, en el silencio de los que contratan, el
legislador regula las situaciones no previstas de modo expreso, interpretando su presunta
voluntad.
Como en la generación del contrato intervienen dos voluntades, se habla de
consentimiento. El Código Civil no se ocupa de la manera en que se forma el
consentimiento, limitándose a señalarlo como requisito de todo contrato (Art. 1445 CC)
y a expresar los vicios de que puede adolecer (Arts. 1451 y ss. CC).

3. El Cuasicontrato
El Código no define expresamente lo que debe entenderse por cuasicontrato, pero de sus
Arts. 1437 y 2284 se desprende claramente un concepto de esta fuente de las
obligaciones.
El Art. 1437 CC habla de un hecho voluntario de la persona que se obliga, mientras que
el Art. 2284 CC añade que las obligaciones que se contraen sin convención pueden
originarse por el hecho voluntario de una de las partes, y si el hecho de que nacen es lícito,
constituye un cuasicontrato.
Así, podemos definir el cuasicontrato como un hecho voluntario, lícito y no convencional,
que produce obligaciones.

El cuasicontrato presenta las siguientes diferencias con el contrato:


• Mientras el contrato nace del acuerdo de voluntades de dos o más personas, el
cuasicontrato excluye la idea de un concierto de voluntades;
• El concierto voluntario de las partes forma las obligaciones que derivan del
contrato, determinando además su objeto, alcance y modalidades, mientras que en
el cuasicontrato, las obligaciones resultantes tienen un origen muy distinto, dado
que es la ley la que señala la consecuencia del acto.

Conforme al Art. 2285 CC, hay tres principales cuasicontratos, que son la agencia
oficiosa, el pago de lo no debido y la comunidad, sin perjuicio de que, como indicamos
en el Tomo II, el cuasicontrato no es el único origen de la comunidad, y por lo tanto, no
toda comunidad constituye cuasicontrato.
Ahora bien, el Código contempla otros cuasicontratos, como por ejemplo, el Art. 2238
CC dispone que el depósito necesario de que se hace cargo un adulto que no tiene la libre
administración de sus bienes, pero que está en su sana razón, constituye un cuasicontrato
que obliga al depositario sin la autorización de su representante legal.

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4. Los Hechos Ilícitos


Las obligaciones nacen, también, a consecuencia de un delito o cuasidelito.
La obligación consiste en la necesidad en que se encuentra colocado el autor de reparar
los daños causados, sin perjuicio de las sanciones de carácter penal en que pueda incurrir.
Caracterizan el delito y cuasidelito las circunstancias de ser hechos ilícitos y de causar
daño, y es la ilicitud del hecho lo que los diferencia del cuasicontrato.
Si el hecho es ilícito y cometido con la intención de dañar, constituye un delito, y si es
cometido sin la intención de dañar, importa un cuasidelito.
El delito es, por lo tanto, un hecho ilícito, dañino e intencional, y el cuasidelito, un hecho
ilícito, dañino y culpable.

La distinción entre delitos y cuasidelitos carece por completo de interés en materia civil,
lo cual se explica porque las consecuencias de ambos son idénticas, y la reparación del
daño, que es su consecuencia, se verifica tomando exclusivamente en cuenta la entidad
del perjuicio causado.

El delito y cuasidelito son, también, figuras de carácter penal, e importa distinguir el delito
y el cuasidelito civil del delito y cuasidelito penal.
El Art. 1° CP define el delito como toda acción u omisión voluntaria penada por la ley,
mientras que, conforme al Art. 2° CP, las acciones u omisiones que, cometidas con dolo
o malicia importarían un delito, constituyen cuasidelito si sólo hay culpa en el que las
comete.
De esta suerte, lo que singulariza al delito y al cuasidelito, en materia penal, es la
circunstancia de estar penados por la ley.

El Código Civil, entre tanto, señala una fórmula genérica, estableciendo que los delitos y
cuasidelitos son hechos ilícitos que causan daño, castigados con una pena única, que es
la indemnización de los perjuicios proporcionada al daño causado.
Dado que, por lo general, el daño acompaña al delito penal, los hechos delictuosos
constituyen a la vez, normalmente, un delito penal y un delito civil, pero el daño, que es
de la esencia en el delito civil, no lo es en el delito penal.
De esta diferencia de criterios resulta que no siempre los delitos y cuasidelitos penales
serán delitos o cuasidelitos civiles, y viceversa.
Son únicamente delitos penales aquellos que la ley penal castiga y que no causan un daño,
como la vagancia, la mendicidad, el delito frustrado y la tentativa de cometer un delito.
Por otro lado, son delitos civiles exclusivamente aquellos que, a pesar del daño que
causen, no tienen asignada una pena por la ley penal, como la ingratitud del donatario.
Son además sólo cuasidelitos civiles los daños causados culpablemente a las cosas, ya
que el Código Penal sólo castiga los cuasidelitos contra las personas.

5. La Ley
La ley es, en última instancia, la causa de todas las obligaciones, a lo menos mediata.
Pero, en el concepto del legislador, obligaciones legales son aquellas que tienen en la ley
su fuente única, directa o inmediata.
Son obligaciones legales, conforme al Art. 578 CC, las que tienen como causa “la sola
disposición de la ley”.
Tales son, de acuerdo con el Art. 1437 CC, las obligaciones “entre los padres y los hijos
de familia”, entre cónyuges, las que resultan de la vecindad de los predios, etc.

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Las obligaciones legales tienen un carácter excepcional, siendo necesario un texto


expreso de la ley que las establezca.
Se desprende esta conclusión del Art. 2284 CC, conforme al cual, las obligaciones no
convencionales nacen de la ley o del hecho voluntario de una de las partes, y las que nacen
de la ley se expresan en ella.

6. La Declaración Unilateral de Voluntad


A mediados del siglo XIX surgió en la doctrina alemana la idea de que una persona
pudiera resultar obligada por su sola manifestación de voluntad.

En estos casos, una persona resulta obligada por su propia voluntad de obligarse, sin que
intervenga la voluntad de la persona en cuyo beneficio se contrae la obligación.
La aceptación del beneficiario es indispensable para que nazca su derecho de crédito,
porque a nadie es posible imponer un derecho contra su voluntad, pero no sería necesaria
la aceptación para la formación de la obligación.
No hablamos en estos casos de un cuasicontrato, dado que en estos últimos, la obligación
no nace de la voluntad de la persona, quien no ha tenido la intención de obligarse.

La doctrina de la declaración unilateral de voluntad tiende a explicar la fuente de ciertas


obligaciones que no son, notoriamente, el resultado de un concierto de voluntades.
Encuentra su aplicación en la oferta o propuesta de celebrar un contrato.
El contrato se perfecciona por la aceptación pura y simple de la propuesta, pero la sola
oferta liga a su autor y le obliga a esperar una contestación (Art. 99 CdC) y, aun, a
indemnizar los gastos en que la persona a que se dirigió haya incurrido y los daños y
perjuicios que hubiere sufrido, a pesar de arrepentirse antes de la aceptación (Art. 100
CdC).

Otro caso que podemos encontrar en el Código Civil está en su Art. 632, para el caso en
que el dueño de una cosa, al parecer perdida, ofrece una recompensa por su hallazgo,
estando obligado a cumplir su promesa.

La jurisprudencia, tradicionalmente, ha rechazado que esta sea una fuente de


obligaciones, aunque hay fallos relativamente recientes que lo aceptan, y se ha fallado,
por ejemplo, que el pagaré constituye un acto jurídico que genera obligaciones teniendo
como fuente la declaración unilateral de voluntad.

7. Plan de Estudios
Dedicaremos este Tomo y el Tomo V al estudio de las Fuentes de las Obligaciones,
dedicando el presente a la Teoría General del Contrato y a los Contratos Consensuales y
Solemnes, mientras que, en el Tomo V, estudiaremos los Contratos Reales, Aleatorios y
Accesorios o de Garantía, los Cuasicontratos y la Responsabilidad Extracontractual, que
es aquella que nace de los Delitos y Cuasidelitos.
En cuanto a la ley y la declaración de voluntad como fuentes de las obligaciones, no las
estudiaremos de forma específica, puesto que podemos encontrarlas de forma diseminada
entre las demás materias estudiadas.

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Parte 2 – Teoría General del Contrato

Contenidos
I. Teoría General del Contrato

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Capítulo I – Teoría General del Contrato


1. Aspectos Generales
2. Clasificación de los Contratos
A) Contratos Unilaterales y Bilaterales
B) Contratos Gratuitos y Onerosos
C) Contratos Conmutativos y Aleatorios
D) Contratos Principales y Accesorios
E) Contratos Consensuales, Solemnes y Reales
F) Contratos Nominados e Innominados
G) Contratos de Libre Discusión y de Adhesión
H) Contratos Individuales y Colectivos
I) Contratos de Ejecución Instantánea, de Ejecución Diferida, de Tracto Sucesivo y
de Duración Indefinida
3. Categorías Contractuales
A) El Contrato Dirigido
B) El Contrato Forzoso
C) El Contrato Tipo
D) El Contrato-Ley
E) El Subcontrato
F) El Autocontrato
G) El Contrato por Vía Electrónica
4. Los Principios Fundamentales de la Contratación
5. La Autonomía de la Voluntad
6. El Consensualismo Contractual
7. La Libertad Contractual
8. La Fuerza Obligatoria de los Contratos
9. El Efecto Relativo de los Contratos
A) Aspectos Generales
B) Extensión de la Eficacia Contractual
1) Los Efectos del Contrato Entre las Partes
2) Los Efectos del Contrato Respecto de Terceros
C) Excepciones al Efecto Relativo de los Contratos
1) La Estipulación en Favor de Otro
2) La Promesa del Hecho Ajeno
D) La Teoría de la Inoponibilidad
1) Aspectos Generales
2) Inoponibilidades de Forma
3) Inoponibilidades de Fondo
4) Sujetos Activos y Pasivos de la Inoponibilidad
5) Formas de Hacer Valer la Inoponibilidad
6) Efectos de la Inoponibilidad
7) Extinción de la Inoponibilidad
8) Inoponibilidad y Nulidad
10. La Buena Fe Contractual
11. Interpretación de los Contratos
A) Aspectos Generales
B) Métodos de Interpretación
C) Reglas de Interpretación de los Contratos
D) Integración de los Contratos
12. Disolución de los Contratos

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Capítulo I – Teoría General del Contrato

1. Aspectos Generales
Como hemos dicho en anteriores ocasiones, el acto jurídico puede resultar de la
manifestación de una sola voluntad o de un acuerdo de voluntades, y en este último caso,
se denomina convención.
La convención, por lo tanto, es una declaración bilateral de voluntad, tendiente a producir
determinadas consecuencias jurídicas.
Pero nos concentramos ahora en una clase específica de convención, que es aquella que
tiene por objeto la creación de obligaciones, y que se denomina tradicionalmente como
contrato.
El contrato es, por lo tanto, la convención creadora de obligaciones, y es tal el sentido que
le otorga el Art. 1438 CC al definirlo como el acto por el cual una parte se obliga para
con otra a dar, hacer o no hacer alguna cosa.
La definición legal confunde los conceptos de contrato y convención, pero la doctrina
distingue claramente entre ambos, siendo la convención el género y el contrato la especie.

El concepto de contrato abarca todo concierto de voluntades tendiente a la creación de


obligaciones, tanto en el campo de los derechos patrimoniales como en el de los derechos
de familia, sin atender a sus resultados transitorios o perdurables.
Por lo mismo, decimos que no se limita a los bienes, sino que se extiende también a las
personas, y en tal sentido, el matrimonio es también un contrato.

Según dispone el Art. 1445 CC, para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad, es necesario que sea legalmente capaz, que consienta en dicho
acto o declaración y que su consentimiento no adolezca de vicios, que recaiga sobre un
objeto lícito, y que tenga una causa lícita.
En los contratos solemnes, otra condición es indispensable, y es que el contrato cumpla
con la observancia de las formas prescritas por la ley.
La disposición legal citada ha omitido este requisito porque ha señalado las condiciones
generales que debe reunir todo contrato, y porque la observancia de las solemnidades
legales se confunde con el consentimiento.
En los contratos solemnes, el consentimiento de las partes se manifiesta o exterioriza a
través del cumplimiento de las formalidades legales.

Dentro de estas ideas preliminares en torno al contrato, debemos también tener presente
que el Art. 1444 CC establece que, en todo contrato, distinguimos cosas que son de su
esencia, de su naturaleza y accidentales:
• Elementos o Cosas Esenciales
Los elementos o cosas esenciales son aquellos sin los cuales el acto no produce
efecto alguno, o degenera en uno distinto.
Los elementos de la esencia pueden ser generales o comunes a todo acto jurídico,
como son la voluntad, el objeto y la causa, como también pueden ser especiales o
particulares para un determinado acto jurídico, como son la cosa y el precio en el
contrato de compraventa, por ejemplo.

• Elementos o Cosas de la Naturaleza


Los elementos o cosas de la naturaleza son aquellos que, no siendo esenciales para
el acto, se entienden pertenecerle sin necesidad de una cláusula especial, por lo
que si las partes desean excluirlas, deben pactarlo en forma expresa.

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Los elementos de la naturaleza miran a los efectos normales de un acto jurídico,


es decir, a los derechos y obligaciones típicos. A diferencia de los elementos
esenciales, que son de orden público, los elementos de la naturaleza son de orden
privado, y pueden ser modificados o excluidos por las partes en una determinada
relación jurídica.
Algunos ejemplos de elementos de la naturaleza son la condición resolutoria tácita
en los contratos bilaterales, o el saneamiento de la evicción en la compraventa.

• Elementos o Cosas Accidentales


Los elementos o cosas accidentales al contrato son aquellas que ni esencial ni
naturalmente le pertenecen, pero que pueden agregarse en virtud de una cláusula
especial que así lo estipule.
Los clásicos ejemplos son las modalidades del acto jurídico, como la condición,
el plazo o el modo.

2. Clasificación de los Contratos


El Código recoge varias clasificaciones, a las cuales se añaden otras planteadas por la
doctrina, y pasamos a analizar cada una.

A) Contratos Unilaterales y Bilaterales


Conforme al Art. 1439 CC, el contrato unilateral es aquel en que una de las partes se
obliga para con otra, que no contrae obligación alguna, mientras que el contrato bilateral
es aquel en que ambas partes contratantes se obligan recíprocamente.
En esta clasificación de los contratos no se atiende al número de las obligaciones que se
originan, sino a la circunstancia de que se obligue una parte o ambas mutuamente.

Algunos ejemplos típicos de contratos bilaterales son la compraventa, la permuta, el


arrendamiento o la sociedad, mientras que ejemplos típicos de los contratos unilaterales
son el comodato, el depósito o la prenda.

La distinción adquiere gran relevancia por los siguientes motivos:


• La condición resolutoria tácita va envuelta en todo contrato bilateral (Art. 1489
CC), por lo que no se entiende incluida naturalmente en los contratos unilaterales;
• Conforme al Art. 1552 CC, en los contratos bilaterales, ninguna de las partes está
en mora dejando de cumplir lo pactado mientras la otra no cumpla o esté pronta a
cumplir sus obligaciones recíprocas;
• Sólo en los contratos bilaterales se plantea el problema de los riesgos, que consiste
en determinar si la extinción por caso fortuito de la obligación de una de las partes
extingue igualmente o deja subsistente la obligación de la otra.

Ahora bien, existen ciertos contratos que generan obligaciones para una sola de las partes,
pero en los cuales, por circunstancias posteriores a su celebración, nacen también
obligaciones para la parte que inicialmente no contrajo ninguna.
Así ocurre en el comodato, en la prenda o en el depósito, contratos en los cuales, al
momento de perfeccionarse el contrato, se obligan únicamente el comodatario, el
acreedor prendario y el depositario, sustancialmente, a restituir la cosa que les ha sido
entregada.
En estos contratos, sin embargo, y a posteriori, pueden resultar obligados el comodante,
el deudor prendario y el depositante, especialmente a reembolsar los gastos que haya
ocasionado la conservación de la cosa (Arts. 2191, 2235 y 2396 CC).

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Estos contratos toman el nombre de sinalagmáticos imperfectos en la doctrina, aunque


el Código no reconoce la distinción, y considera estos contratos como unilaterales.

Por otra parte, la doctrina agrega también a esta clasificación los llamados contratos
plurilaterales, que son aquellos que provienen de la manifestación de voluntad de más
de dos partes, como ocurre generalmente con el contrato de sociedad.
En la práctica, entre contrato bilateral y plurilateral no hay diferencia cualitativa o de
fondo, sino sólo cuantitativa, por lo que el contrato plurilateral, sin perjuicio de ciertos
rasgos distintivos, sería una especie de contrato bilateral.

B) Contratos Gratuitos y Onerosos


Conforme al Art. 1440 CC, el contrato es gratuito o de beneficencia cuando sólo tiene
por objeto la utilidad de una de las partes, sufriendo la otra el gravamen, y es oneroso
cuando tiene por objeto la utilidad de ambos contratantes, gravándose cada uno a
beneficio del otro.
Un ejemplo de contrato oneroso es la compraventa, dado que procura al vendedor una
suma de dinero, y al comprador la cosa que es objeto de la compraventa.
Un ejemplo de contrato gratuito, por otra parte, es la donación, ya que el donatario no
sufre gravamen económico alguno, y sólo adquiere la cosa que es objeto de la donación,
sufriendo únicamente un gravamen económico el donante.

De lo dicho resulta que los contratos bilaterales son siempre onerosos, ya que, al obligarse
ambas partes, las dos reportan un beneficio y soportan el gravamen que significa la
obligación recíproca.
Los contratos unilaterales son generalmente gratuitos. En el comodato, por ejemplo, la
gratuidad es de la esencia del contrato. Pero el contrato unilateral puede ser también
oneroso, como sucede con el mutuo a interés.

La clasificación ofrece considerable importancia práctica, sobre todo por los siguientes
aspectos:
• Importa la distinción para determinar el grado de culpa de que responde el deudor.
En los contratos onerosos, puesto que ambas partes obtienen mutuo beneficio, el
deudor responde de la culpa leve.
En los contratos gratuitos, responderá de la culpa grave o levísima, según si la
gratuidad cede en provecho del acreedor (depósito) o del deudor (comodato);
• Es relevante también porque determina las condiciones en que el contrato es
atacable por la acción pauliana, ya que para que sean revocables los actos gratuitos
ejecutados por el deudor en perjuicio de los acreedores, basta la mala fe del
deudor, mientras que los actos onerosos son revocables a condición de que estén
de mala fe el otorgante y el adquirente, esto es, que ambos conozcan el mal estado
de los negocios del deudor (Art. 2468 CC).

C) Contratos Conmutativos y Aleatorios


Esta clasificación es una subdistinción de los contratos onerosos, dado que las
prestaciones a que se obligan las partes pueden o no mirarse como equivalentes.
Conforme al Art. 1441 CC, el contrato oneroso es conmutativo cuando cada una de las
partes se obliga a dar o hacer una cosa que se mira como equivalente a la que la otra parte
debe dar o hacer a su vez, y es aleatorio cuando el equivalente consiste en una
contingencia incierta de ganancia o pérdida.

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En el contrato conmutativo, el beneficio que cada parte persigue se mira como equivalente
al gravamen que soporta, por lo que las partes están en situación de apreciar de inmediato
la ventaja o la pérdida que el contrato les acarrea.
El arrendamiento, por ejemplo, es un contrato conmutativo, ya que la obligación de pagar
el precio que pesa sobre el arrendatario se considera como equivalente a la que el
arrendador contrae de procurar el goce de la cosa arrendada, y las partes pueden apreciar,
desde que el contrato se celebra, sus mutuos beneficios y sacrificios.

En el contrato aleatorio, el beneficio y el gravamen recíproco de las partes depende de un


acontecimiento incierto, de modo que no es posible apreciar su magnitud hasta que el
acontecimiento se verifique.
Son contratos aleatorios la renta vitalicia, el juego, la apuesta, el seguro o el préstamo a
la gruesa, por ejemplo.

La distinción entre contratos conmutativos y aleatorios tiene importancia para la rescisión


por causa de lesión.
La rescisión por lesión enorme sólo tiene cabida en los contratos conmutativos, dado que
consiste en una grave desproporción de las prestaciones que las partes miraron como
equivalentes.
Los contratos onerosos, que excepcionalmente son rescindibles por causa de lesión, dejan
de serlo cuando, en vez de ser conmutativos, revisten el carácter de aleatorios.

D) Contratos Principales y Accesorios


Conforme al Art. 1442 CC, el contrato es principal cuando subsiste por sí mismo sin
necesidad de otra convención, y accesorio cuando tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no pueda subsistir sin ella.
El contrato principal, por tanto, es el que tiene una vida propia e independiente, como la
compraventa, la sociedad o el arrendamiento, mientras que el contrato accesorio se
caracteriza porque su finalidad es garantizar el cumplimiento de una obligación, y por su
situación de dependencia respecto de la obligación garantizada.
Los contratos accesorios se denominan, en general, cauciones (Art. 46 CC), y son, por
ejemplo, la fianza, la prenda o la hipoteca.
Como sabemos, el Art. 46 CC define la caución como cualquier obligación que se contrae
para la seguridad de otra obligación, propia o ajena, como la fianza, la hipoteca o la
prenda.

El interés de esta clasificación deriva de la aplicación del principio de que lo accesorio


sigue la suerte de lo principal, ya que el contrato accesorio no puede subsistir sin una
obligación principal, y por consiguiente, las causas que extinguen las obligaciones
principales extinguen igualmente las accesorias que provienen del contrato accesorio.
Por lo mismo, la nulidad de la obligación principal acarrea la de la cláusula penal (Art.
1536 CC), la fianza se extingue total o parcialmente por la extinción de la obligación
principal en todo o parte (Art. 2381 N°3 CC), y la hipoteca se extingue junto con la
obligación principal (Art. 2434 N°1 CC), por dar algunos ejemplos.

Como dijimos anteriormente, los contratos accesorios se denominan, por lo general,


cauciones, y ello porque hay ciertos contratos cuya finalidad no es asegurar el
cumplimiento de una obligación, pero que manifiestamente dependen de otros contratos,
como sucede con las capitulaciones matrimoniales, que sólo surten efectos cuando se
celebra el matrimonio.

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Meza Barros denomina estos contratos como contratos dependientes.

E) Contratos Consensuales, Solemnes y Reales


El Art. 1443 CC establece la última clasificación legal de los contratos, siendo el criterio
distintivo la forma en que se perfeccionan.
De tal forma, y conforme a la disposición citada, el contrato es real cuando, para que sea
perfecto, es necesaria la tradición de la cosa a que se refiere, es solemne cuando está
sujeto a la observancia de ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no
produce ningún efecto civil, y es consensual cuando se perfecciona por el solo
consentimiento.

La regla general es que los contratos sean consensuales, esto es, que se perfeccionen por
el solo acuerdo de voluntades, con prescindencia de todo otro requisito de forma.
El otorgamiento de un instrumento que constate el acuerdo de voluntades puede tener
importancia desde el punto de vista de la prueba, ya que la falta de un acto escrito, en
caso de discusión, dificultará ciertamente la prueba, pero no obsta a que el contrato se
encuentre perfecto.
Para el perfeccionamiento del contrato consensual, es indiferente que se hayan puesto en
ejecución las obligaciones resultantes, por lo que una compraventa será perfecta aunque
el comprador no haya pagado el precio, o aunque el vendedor no haya entregado la cosa.

El contrato solemne requiere la observancia de ciertas formas, por lo que no basta el


consentimiento de las partes para que se repute perfecto.
El consentimiento de los contratantes debe manifestarse o exteriorizarse mediante la
observancia de las formas legales.
El cumplimiento de determinadas formas se justifica por diversos motivos, ya que pone
a las partes a cubierto de un malentendido, atrae su atención acerca de la gravedad del
contrato que concluyen, y les suministra una prueba preconstituida en caso de
controversia.
Son contratos solemnes, entre otros, la hipoteca y la compraventa de bienes raíces.

En los contratos reales tampoco es suficiente el solo consentimiento de las partes, siendo
necesaria, además, la tradición o entrega de la cosa que es objeto del contrato.
La existencia de esta clase de contratos está subordinada al cumplimiento de una
prestación previa de parte del futuro acreedor, y puesto que consiste en la entrega de una
cosa, se les denomina reales.
A esta categoría de contratos pertenecen el comodato, el depósito, el mutuo y la prenda
común, por ejemplo.

F) Contratos Nominados e Innominados


La primera clasificación doctrinaria de los contratos es la que distingue entre contratos
nominados e innominados.
Los contratos nominados, también llamados típicos, son aquellos que han sido
expresamente reglamentados por el legislador, mientras que los innominados o atípicos
son aquellos que no cuentan con tal característica, surgiendo como creación de los
particulares, y como fruto de la autonomía de la voluntad.
Los contratos innominados se rigen por las estipulaciones de las partes, por los principios
generales que gobiernan la contratación, y por las reglas legales dictadas para los
contratos similares.

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G) Contratos de Libre Discusión y de Adhesión


Los contratos de libre discusión son aquellos en los que las partes intervienen por igual
en la formación del contrato, concluyendo sus condiciones de una libre deliberación.
Los contratos de adhesión, por otra parte, son aquellos en que una parte predispone las
cláusulas contractuales, de modo que la otra parte se limita a adherirse o a rechazarlo,
pero sin la opción de modificarlo.
Algunos ejemplos de contratos de adhesión son los contratos de seguros y los contratos
suscritos con Isapres y Administradoras de Fondos de Pensiones, por ejemplo.

Toma importancia para este tipo de contratos lo dispuesto por el Art. 1566 Inc. 2° CC,
conforme al cual, las cláusulas ambiguas que hayan sido extendidas o dictadas por una
sola de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretan en su contra, siempre que la
ambigüedad provenga de la falta de una explicación que haya debido darse por ella.
De esta forma, ante la duda interpretativa por la ambigüedad de la cláusula, debe
interpretarse en contra de la parte que la extendió si se somete a una revisión judicial
posterior, y ello para evitar la estipulación de cláusulas abusivas.

Cabe señalar que los contratos de adhesión se han visto fuertemente regulados en materia
de protección de los consumidores, y en tal contexto, el Art. 1° N°6 de la Ley N°19.496
los define como aquellos cuyas cláusulas han sido propuestas unilateralmente por el
proveedor, sin que el consumidor, para celebrarlo, pueda alterar su contenido.
El párrafo 4° del Título II de la referida ley contempla normas de equidad en las
estipulaciones y en el cumplimiento de los contratos de adhesión, y en este sentido, su
Art. 16 señala que, en los contratos de adhesión, no producirán efecto alguno las cláusulas
o estipulaciones que:
• Otorguen a una de las partes la facultad de dejar sin efecto o modificar a su solo
arbitrio el contrato o de suspender unilateralmente su ejecución, salvo cuando ella
se conceda al comprador en las modalidades de venta por correo, a domicilio, por
muestrario, usando medios audiovisuales, u otras análogas, y sin perjuicio de las
excepciones que las leyes contemplen;
• Establezcan incrementos de precio por servicios, accesorios, financiamiento o
recargos, salvo que dichos incrementos correspondan a prestaciones adicionales
que sean susceptibles de ser aceptadas o rechazadas en cada caso y estén
consignadas por separado en forma específica;
• Pongan de cargo del consumidor los efectos de deficiencias, omisiones o errores
administrativos, cuando ellos no le sean imputables;
• Inviertan la carga de la prueba en perjuicio del consumidor;
• Contengan limitaciones absolutas de responsabilidad frente al consumidor que
puedan privar a éste de su derecho a resarcimiento frente a deficiencias que
afecten la utilidad o finalidad esencial del producto o servicio;
• Incluyan espacios en blanco, que no hayan sido llenados o inutilizados antes de
que se suscriba el contrato;
• En contra de las exigencias de la buena fe, atendiendo para estos efectos a
parámetros objetivos, causen en perjuicio del consumidor, un desequilibrio
importante en los derechos y obligaciones que para las partes se deriven del
contrato.
Para ello se atenderá a la finalidad del contrato y a las disposiciones especiales o
generales que lo rigen. Se presumirá que dichas cláusulas se encuentran ajustadas
a exigencias de la buena fe, si los contratos a que pertenecen han sido revisados y
autorizados por un órgano administrativo en ejecución de sus facultades legales.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

H) Contratos Individuales y Colectivos


El contrato individual es aquel que requiere el consentimiento unánime de las partes a
quienes dejará vinculadas, siendo lo normal entre los contratos.
El contrato colectivo se caracteriza porque afecta a una colectividad o grupo de
individuos, aunque no hayan concurrido a su celebración, por el hecho de pertenecer a tal
grupo o colectividad, como sucede con los contratos que surgen de la negociación
colectiva en el ámbito laboral, que se perfeccionan por el acuerdo de la mayoría
respectiva, y obliga a la totalidad de los trabajadores comprendidos en la negociación.

I) Contratos de Ejecución Instantánea, de Ejecución Diferida, de Tracto Sucesivo y


de Duración Indefinida
Atendiendo su permanencia en el tiempo, los contratos pueden clasificarse de esta
manera.
Los contratos de ejecución instantánea son aquellos en los cuales las obligaciones se
cumplen apenas se celebra el contrato que las generó, de manera que, realizada la
prestación debida, desaparece el vínculo contractual.
Los contratos de ejecución diferida son aquellos en que alguna de las prestaciones
queda sujeta a un plazo o condición.
Los contratos de tracto sucesivo son aquellos en que la ejecución del contrato va
desplegándose de manera regular en el tiempo, renovándose los efectos del contrato
durante tal tiempo, que puede ser establecido por la ley o las partes, como sucede en el
contrato de arrendamiento.
Los contratos de duración indefinida, por último, son aquellos que nacen sin que las
partes fijen un plazo expreso o tácito de vigencia de los mismos, teniendo éstas la
pretensión de que se prolongue en el tiempo por períodos extensos.

La clasificación adquiere relevancia por los siguientes motivos:


• Tratándose de los contratos de ejecución instantánea y de ejecución diferida, la
nulidad y la resolución operan con efecto retroactivo, mientras que en los
contratos de tracto sucesivo y de duración indefinida, toman el nombre de
terminación, y sólo operan para el futuro;
• En materia de riesgos, tratándose de contratos de ejecución instantánea, no se
presenta el problema, pero en los contratos de ejecución diferida, extinguida la
obligación de una de las partes por caso fortuito o fuerza mayor, subsiste la de la
otra parte, por lo que el riesgo corre por cuenta del acreedor.
En cambio, si el contrato es de tracto sucesivo o de duración indefinida, la
extinción por caso fortuito o fuerza mayor de la obligación de una de las partes
extingue la de la contraparte (Art. 1950 CC);
• En relación a la teoría de la imprevisión, sólo cabe respecto de los contratos de
ejecución diferida, de los de tracto sucesivo y de los de duración indefinida.

3. Categorías Contractuales
Las categorías contractuales son ciertas figuras que pueden presentarse en todo tipo de
contrato, sin importar su clase, pero que a pesar de tener un carácter genérico, afectan o
alteran algunos de los principios generales de la contratación, o inciden en ellos.

A) El Contrato Dirigido
El contrato dirigido es una especie de contrato de adhesión, en que el proponente de las
cláusulas es el Estado.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Usualmente, las normas legales relativas a los contratos son supletorias de la voluntad de
las partes, aplicándose en silencio de los contratantes, pero en los contratos dirigidos, las
normas legales asumen un carácter imperativo, por lo que las partes no pueden alterarlas,
sean materia de contenido o de efectos de la convención, así como de las personas con las
que se celebra el contrato.

En nuestro Derecho, respecto del contenido o de los efectos de la convención, son


contratos dirigidos el contrato de trabajo, el matrimonio y el arrendamiento de predios
urbanos, por ejemplo.
Respecto de las personas con las que se celebra el contrato, cabe señalar, por ejemplo:
• El Art. 25 de la Ley de Sociedades Anónimas, que establece en favor de los
accionistas el derecho de compra preferente de las nuevas acciones que se emitan;
• El Art. 10° del Código de Minería establece que el Estado tiene un derecho de
compra preferente respecto de ciertos minerales en los que haya presencia de torio
y uranio.

El fenómeno del contrato dirigido se inicia a comienzos del Siglo XX, especialmente en
el ámbito del Derecho Laboral, introduciéndose paulatinamente por el legislador una serie
de derechos irrenunciables para el trabajador, que las partes, por ende, no pueden excluir
de los contratos individuales de trabajo.
El legislador ha reaccionado ante los contratos de adhesión, creando esta categoría de
contratos con el objeto de proteger a la parte más vulnerable en la convención.

B) El Contrato Forzoso
Los contratos forzosos son aquellos que el legislador obliga a celebrar o a dar por
celebrados.
Ocurre con el contrato forzoso algo similar a lo que acontece con el contrato de adhesión,
y es que ambos son el resultado de la masificación de los vínculos contractuales,
fenómeno creciente a partir de la segunda mitad del Siglo XX.

López Santa María distingue dos categorías de contratos forzosos.


En primer lugar, tenemos los contratos forzosos ortodoxos, que se forman en dos etapas,
interviniendo, en primer lugar, un mandato de autoridad que exige contratar, y luego, la
celebración del contrato respectivo de quien recibió el mandato de la autoridad, pudiendo
elegir a su contraparte y discutir con ella las cláusulas del negocio jurídico, siendo
ejemplos de este tipo de contratos las cauciones que deben rendir los guardadores y el
usufructuario (Arts. 374 y 775 CC).
En estos casos, la segunda etapa conserva la fisionomía de los contratos ordinarios, ya
que la formación del consentimiento implica negociaciones, o al menos intercambio de
voluntades entre las partes, subsistiendo en cierta medida la autonomía de la voluntad.

En segundo lugar, tenemos el contrato forzoso heterodoxo, que se caracteriza por la


pérdida total de la libertad contractual, ya que el legislador constituye el contrato de un
solo golpe, sin distinción de etapas, y sin que el contrato necesite un intercambio de
voluntades.
Tanto el vínculo jurídico como las partes y el contenido negocial se determinan de manera
heterónoma por un acto único del poder público.
Un ejemplo de esto último está en el Art. 71 del Código Tributario, conforme al cual,
cuando una persona natural o jurídica cesa en sus actividades por venta, cesión o traspaso
a otra de sus bienes, negocios o industrias, la persona adquirente contrae el carácter de

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

fiador respecto de las obligaciones tributarias correspondientes a lo adquirido que afecten


al vendedor o cedente.

C) El Contrato Tipo
El contrato tipo es un acuerdo de voluntades en cuya virtud las partes predisponen las
cláusulas de futuros contratos, o las condiciones generales de la contratación.
Al celebrar el contrato tipo, se adopta por los contratantes un formulario o modelo,
destinado a ser reproducido sin alteraciones importantes en diversos casos posteriores que
equivalen, cada uno, a un contrato previamente redactado.
Los contratos tipo son de gran utilidad, especialmente para numerosas figuras jurídicas
estandarizadas, aunque la doctrina advierte también sus peligros, ya que suelen ser, al
igual que acontece en los contratos de adhesión, el instrumento que emplean las empresas
para imponer cláusulas abusivas a los consumidores.
En lugar de fijar un modelo equitativo de contrato futuro, el contrato tipo con frecuencia
se celebra para beneficio exclusivo de quienes predisponen las condiciones de la
contratación.

D) El Contrato-Ley
En virtud del mecanismo de los contratos leyes, el Estado garantiza que, en el futuro, no
modificará ni derogará ciertas franquicias contractuales vigentes.
La ley puede dictarse antes o después del contrato.
En el primer caso, la ley autoriza de un modo general la conclusión de un determinado
contrato, cuyos beneficios o efectos no serán susceptibles de modificación ulterior,
mientras que en el segundo caso, la administración celebra el convenio respectivo con el
beneficiado, y después una ley lo aprueba.

Esta clase de contratos suele estar asociada a garantizar a los inversionistas nacionales o
extranjeros la estabilidad de ciertas normas que regulan una actividad económica, con el
objeto de impedir un cambio sustancial en las reglas que afecte la expectativa de
utilidades considerada por dichos inversionistas.
Un ejemplo de contrato-ley está en la Ley N°18.392 de 1985, que estableció por 25 años
un régimen de franquicias tributarias y aduaneras en favor de las empresas que se
instalaren físicamente en la 12ª Región.

La Corte Suprema ha respaldado la plena eficacia de los contratos-leyes, admitiendo que


ellos se encuentran a medio camino entre los contratos de Derecho Privado y los de
Derecho Público, afirmando que no puede el Estado unilateralmente desahuciarlos,
porque se trata de convenciones de carácter bilateral que producen beneficios y
obligaciones para ambos contratantes, y que deben ser cumplidas de buena fe.
Por lo tanto, la franquicia tributaria, y demás beneficios que el Estado otorga a
particulares a cambio de las prestaciones que éstos han debido realizar en favor de aquél,
constituyen para los terceros un derecho adquirido que incorporan a su patrimonio, y que
no puede ser desconocido por la decisión unilateral del Estado contratante.

Hoy en día, es derecho vigente en Chile que los créditos derivados de los contratos
ordinarios son intangibles.
El legislador carece de atribuciones para modificar los contratos en curso, pues existe
propiedad sobre los derechos personales nacidos del contrato, y nadie puede, en caso
alguno, ser privado de su propiedad, sino en virtud de una ley de expropiación que
indemnice al afectado.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En efecto, el Art. 19 N°24 CPR establece que se asegura a todas las personas el derecho
de propiedad en sus diversas especies sobre toda clase de bienes corporales o
incorporales.
Si una ley, que no fuese de expropiación, modificara o privara a un acreedor de sus
derechos personales emanados de un contrato en curso, dicha ley será inconstitucional,
pues violaría la garantía del derecho de propiedad.
Por ende, y con mayor razón, no podría el legislador alterar las regalías o franquicias
obtenidas por los particulares en virtud de un contrato-ley.

E) El Subcontrato
El subcontrato es un contrato derivado y dependiente de otro contrato previo y de la
misma naturaleza, y en el cual, una parte transfiere a otra, por vía de sucesión constitutiva,
derechos u obligaciones que han nacido para ella de una relación contractual previa, sin
que esta última relación se extinga.
El subcontrato está contemplado en diversas materias, tales como el subarrendamiento,
la delegación del mandato, o la construcción por suma alzada, por ejemplo.

Para existir como subcontrato propiamente tal, se debe cumplir con ciertos requisitos:
• Los derechos y obligaciones que se transfieren deben emanar de un contrato
vigente;
• El contrato base no puede ser un título traslaticio de dominio, ya que si la cosa
ingresa al patrimonio del subcontratante, éste podría celebrar otro acto jurídico
respecto de ella;
• No debe existir una prohibición legal o convencional de subcontratar;
• No puede tener lugar en contratos de garantía, ya que la multiplicación de los
vínculos puede poner en peligro la seguridad y garantía del crédito del primer
acreedor;
• El contrato base no puede atribuir más que la facultad de goce de un objeto.

Importa por la comunicabilidad de cláusulas y efectos, lo cual significa que las


prestaciones emanadas del subcontrato deben ser de la misma naturaleza que las
emanadas del contrato base.

F) El Autocontrato
El autocontrato es el acto jurídico que un sujeto celebra consigo mismo, no siendo
necesaria la intervención de otra persona. En ellos, la actividad y declaración de una sola
parte, en dos distintas calidades, basta para entender el contrato como celebrado.

Existen las siguientes hipótesis de autocontrato:


• Cuando una sola persona actúa como parte directa y como representante de
otra simultáneamente, como el mandatario que compra para sí lo que el
mandante le ha encargado vender;
• Cuando una sola persona actúa como representante de dos partes distintas
de forma simultánea, como cuando una persona es simultáneamente mandataria
del comprador y del vendedor, como sucede con los corredores de bolsa;
• Cuando una sola persona actúa como titular de dos patrimonios (o fracciones
distintas de un mismo patrimonio) sometidos a regímenes jurídicos diversos,
como sucede en la llamada “partición consigo mismo”, que se da, por ejemplo,
respecto del heredero a quien se concedió la posesión provisoria de los bienes del
desaparecido, teniendo sólo el usufructo legal de dichos bienes, de manera que no

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

puede enajenarlos libremente. Ahora bien, si el heredero es además comunero con


el desaparecido en uno o más bienes, tendrá interés en que se precise de cuáles
bienes comunes puede disponer libremente, para lo cual debe efectuar una
partición consigo mismo.

En cuanto a la naturaleza jurídica del autocontrato, Alessandri lo considera un acto


jurídico unilateral, por lo que no cabría la posibilidad de considerarlo como un contrato.
Claro Solar plantea que es un contrato propiamente tal, ya que se manifiestan dos
voluntades distintas por medio de una misma parte, lo cual puede ser aplicable a las dos
primeras hipótesis, pero no a la tercera, en la cual no existe representación en juego.
Para López Santa María, el autocontrato es siempre un contrato, sosteniendo que
razones de orden práctico permiten sostener que jurídicamente la personalidad de un
individuo puede desdoblarse, de tal modo que su voluntad se exteriorice a diversos títulos.
Una voluntad puede descomponerse en dos voluntades o en dos declaraciones diferentes.
Considera que no tiene mucho sentido seguir apegados a la afirmación de que
técnicamente el contrato es siempre un acuerdo de voluntades antagónicas, ya que el
acuerdo de voluntades opuestas, si bien existe habitualmente en los contratos, no es de la
esencia de los mismos.

G) El Contrato por Vía Electrónica


Por contrato celebrado por vía electrónica debemos entender aquel en que la oferta y la
aceptación se transmiten por medio de equipos electrónicos de tratamiento y
almacenamiento de datos conectados a una red de telecomunicaciones.
Así, en términos generales, las adquisiciones a través de internet formalizan la
contratación por vía electrónica, como sería la compra de pasajes de avión o de entradas
para conciertos, por ejemplo.
Estos contratos cuentan con los mismos requisitos de validez que todo contrato, pero no
es necesario para la válida celebración del contrato electrónico el previo acuerdo de las
partes para la utilización de medios electrónicos.

Eugenio Gaete considera que, debido a la realidad virtual en que se desarrolla, el contrato
electrónico produce importantes cambios, sea en torno a las formas documentales como
en cuanto a su contenido mismo, y en relación a los elementos del contrato.
El mismo autor plantea que la forma electrónica altera los siguientes elementos:
• La formación del consentimiento, en cuanto a las etapas de oferta y aceptación,
además del momento y lugar de su formación;
• Desaparece la unidad espacio-temporal propia de la expresión de consentimiento
contractual;
• Se generan cambios en torno a la prueba, especialmente en cuanto a las fuentes y
medios de prueba, así como en la tasación que varía como consecuencia de la
introducción de los contratos electrónicos;
• En materia de asunción de riesgos, por el dinamismo propio de la contratación
electrónica, se producen riesgos que pueden ser involuntarios, provocados por
disfunciones en el sistema de información, o bien voluntarios, originados en actos
culposos o dolosos, y destinados a causar alteraciones en los programas o
disfunciones en los mismos, o en los equipos.

Cuando la ley exige al contrato la forma escrita, se entiende satisfecho este requisito
cuando se contenga en un soporte electrónico.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En cuanto a la prueba de los contratos celebrados por vía electrónica, se sujeta a las reglas
generales del ordenamiento jurídico y, en su caso, a lo establecido en la legislación sobre
firma electrónica.
El soporte electrónico en que conste un contrato es admisible en juicio como prueba
documental.
Por otro lado, las partes pueden pactar la intervención de un tercero de confianza que
archive las declaraciones de voluntad que integran los contratos electrónicos.

Dado que, usualmente, estos contratos son celebrados entre personas que se encuentran
en distintos países, es necesario atenerse a las normas del Derecho Internacional Privado
para determinar la legislación aplicable.

4. Los Principios Fundamentales de la Contratación


El Derecho de los Contratos se encuentra gobernado por varios principios, los cuales han
sido elaborados por la doctrina a través de la larga historia de esta fuente de las
obligaciones, y el estudio de tales principios nos permitirá una mejor comprensión de las
normas que regulan la contratación.

Todos estos principios encuentran su fuente o fundamento en la autonomía de la voluntad,


siendo éstos manifestaciones, consecuencias o limitaciones a ella.
Además de la autonomía de la voluntad como principio fundamental de la contratación,
tenemos la libertad contractual, la fuerza obligatoria de los contratos, el efecto relativo de
los contratos y la buena fe contractual, y pasamos a analizar cada uno.

5. La Autonomía de la Voluntad
El Código consagra el principio de la autonomía de la voluntad, dado que las partes son
libres de señalar las proyecciones del contrato, su duración y, en general, sus efectos.
El legislador sanciona el acuerdo de voluntades reputándolo una ley para los contratantes,
por lo que la libertad de contratación no tiene más limitaciones, en general, que las que
imponen las leyes en defensa de las buenas costumbres y del orden público.
Esta tendencia, que atribuye a la voluntad un vasto poder creador de relaciones jurídicas,
se refleja en múltiples aspectos:
• Los particulares pueden celebrar toda clase de contratos, aunque no sean de
aquellos que la ley ha regulado especialmente, esto es, de contratos innominados;
• Los contratos son generalmente consensuales, por lo que el solo acuerdo de
voluntades es suficiente para que se perfeccionen, independientemente de la
observancia de formas externas;
• Las partes pueden hacer solemnes aquellos contratos que son naturalmente
consensuales, y revestirlos de las solemnidades que juzguen convenientes (Arts.
1802 y 1921 CC);
• En la interpretación de los contratos debe atenderse, en primer término, a la
intención o espíritu de los contratantes.

En suma, las disposiciones legales que rigen los contratos son regularmente supletorias
de la voluntad de las partes, y pretenden interpretar esta voluntad que no ha llegado a
manifestarse.

No obstante lo anterior, se percibe nítidamente una tendencia creciente en la legislación


a limitar el poder creador de la voluntad individual.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El principio de la autonomía de la voluntad descansa en la hipótesis optimista de la


igualdad de los contratantes, quienes pueden formular libremente las normas más
adecuadas para satisfacer sus necesidades.
Pero desde que se reconoce que el contrato no es el fruto de un acuerdo de voluntades en
que las partes actúan en un pie de igualdad, el principio ha debido sufrir considerable
descrédito.
Por ejemplo, una materia de tanta envergadura como el contrato de trabajo escapa a la
libre discusión de los contratantes, y por ello, la ley reglamenta la duración del trabajo, la
remuneración y demás condiciones generales en que debe realizarse, y el Código del
Trabajo proclama la irrenunciabilidad de los derechos que confiere mientras subsiste el
contrato de trabajo (Art. 5° CdT).
Por otro lado, múltiples leyes regulan el precio de venta y arrendamiento de ciertos bienes,
reglamentan las condiciones en que pueden introducirse al país determinadas
mercaderías, etc.

Todo lo anterior produce que la estabilidad del contrato tienda a hacerse más precaria.
El concepto de la lesión adquiere un desarrollo creciente y de causal que justifica la
invalidación de muy contados actos jurídicos, y tiende a convertirse en una causal capaz
de invalidar toda relación jurídica que ocasione a una de las partes un grave daño
pecuniario.
La teoría de la imprevisión plantea la posibilidad de que los tribunales puedan alterar o
modificar las condiciones de un contrato cuando circunstancias posteriores a su
celebración, imprevistas e imprevisibles, hacen variar las circunstancias vigentes al
tiempo de su celebración y originan un grave desequilibrio en las prestaciones de las
partes.

6. El Consensualismo Contractual
Para ser consecuentes con el dogma de la autonomía de la voluntad, ha debido afirmarse
la vigencia del principio del consensualismo contractual, que plantea que los contratos
quedarían perfectos por la sola manifestación de las voluntades de las partes, lo cual ha
surgido en tiempos modernos con la caída paulatina del formalismo.
Esto no significa que no existan contratos en que la ley exija la presencia de formalidades,
pero los contratos consensuales son claramente la regla general en nuestro ordenamiento
jurídico, por lo que es de gran aplicación este principio.

En nuestro Derecho, es posible distinguir dos grupos de contratos consensuales.


En primer lugar, tenemos los contratos propiamente consensuales, que corresponden a
la concepción moderna del contrato como el simple acuerdo de voluntades, como sucede
con el contrato de compraventa de cosa mueble o el contrato de transporte, por ejemplo.
En segundo lugar, tenemos los contratos consensuales formales, los cuales se
perfeccionan por el consentimiento de las partes, por lo que no son reales ni solemnes,
pero para tener plena eficacia, requieren del cumplimiento de formalidades habilitantes,
sean de prueba, publicidad o convencionales.
Por ejemplo, el Art. 9° CdT establece que el contrato de trabajo es consensual, pero que
debe constar por escrito.

Lógicamente, se exceptúan a este principio los contratos solemnes y reales, dado que
requieren algo más que la voluntad de las partes para considerarse perfectos.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

A su vez, las formalidades habilitantes atenúan el consensualismo, aunque sin ser


plenamente excepciones, dado que, aun en su presencia, los contratos pueden seguir
siendo consensuales.

7. La Libertad Contractual
La libertad contractual comprende la libertad de conclusión y de configuración interna de
los contratos.
En base a la libertad de conclusión, las partes son libres de contratar o no contratar, y en
caso afirmativo, para escoger con quién contratar.
En base a la libertad de configuración interna, por otro lado, las partes pueden fijar las
cláusulas o contenido del contrato de la forma que mejor les parezca.

La libertad de contratación es una expresión tan característica de la autonomía de la


voluntad que incluso algunos autores, como Alessandri, los plantean como un mismo y
único principio, en circunstancias que, en estricta doctrina, la libertad contractual es un
subprincipio de la autonomía de la voluntad.

La mayor ruptura o deterioro de la libertad contractual, desde el punto de vista


cuantitativo, está configurada a día de hoy por el contrato dirigido (y en términos más
generales el de adhesión), así como por el contrato forzoso, ya que el primero atenta
contra la libertad de configuración interna, y el segundo contra la libertad de conclusión.
Cada vez que el legislador, por razones de orden público social o económico, fija
imperativamente las cláusulas de ciertos contratos, u obliga a las partes a celebrarlos, se
produce una ruptura del principio de la libertad contractual.

8. La Fuerza Obligatoria de los Contratos


El principio de la fuerza obligatoria de los contratos se expresa en el aforismo “pacta sunt
servandae”, que significa que lo pactado obliga, es decir, que los contratos deben
observarse y cumplirse estrictamente.
Conforme al Art. 1545 CC, todo contrato legalmente celebrado es una ley para los
contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas
legales.
Desde el momento en que un contrato no tiene nada contrario a las leyes, ni al orden
público o las buenas costumbres, las partes están obligadas a respetarlo, al igual que están
obligadas a respetar la ley, y por lo mismo, los contratos sólo pueden ser revocados por
el consentimiento mutuo de los contratantes o por causas legales, y deben cumplirse de
buena fe.

Además, el respeto a esta ley creada por la voluntad de los contratantes se impone a los
jueces encargados de interpretarla, y ellos no pueden modificar los términos de la
convención ni cambiar sus elementos, como no podrían cambiar el texto de la ley, cuyo
cumplimiento tienen por misión asegurar.
Como consecuencia de esto último, cuando una ley nueva, dictada después de la
celebración del contrato, modifica una disposición jurídica que las partes han adoptado
como regla de su vínculo contractual, el juez no debe aplicar la ley nueva al contrato
anteriormente celebrado, ya que al hacerlo, modificaría los términos del acuerdo
celebrado entre los interesados, y conforme al Art. 22 de la Ley sobre Efecto
Retroactivo de las Leyes, operaría la ultra actividad de la ley.
Además, el juez encargado de interpretar los términos de una convención debe inspirarse,
ante todo, en la voluntad de las partes para determinar su sentido exacto.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

9. El Efecto Relativo de los Contratos


A) Aspectos Generales
Conforme al principio del efecto relativo del contrato, éste sólo genera derechos y
obligaciones para las partes contratantes, sin beneficiar ni perjudicar a los terceros, para
quienes los contratos son indiferentes.
Por lo mismo, se dice que, para los terceros, los contratos son res inter alios acta, lo cual
significa que un contrato entre partes no puede afectar a un tercero que no ha participado
en el mismo.

Este principio es otra consecuencia lógica y necesaria del principio de la autonomía de la


voluntad, dado que quien no manifiesta su voluntad no debería verse afectado por
contratos ajenos.
Sin embargo, junto a las partes, se encuentran ciertas personas que aprovechan los efectos
del acto, o que sufren sus consecuencias.
Por esto, es necesario enfocar los efectos del contrato desde el punto de vista de las partes
y de los terceros, esto es, de los que no han sido partes en el acto.

B) Extensión de la Eficacia Contractual


1) Los Efectos del Contrato Entre las Partes
Son partes en un contrato las personas que intervinieron en su celebración, es decir, cuyo
consentimiento le dio vida.
Debe considerarse también como partes a aquellos que, sin intervenir personalmente en
el contrato, actuaron debidamente representados.
El mandante, por ejemplo, es parte en el contrato concluido por su mandatario, porque lo
que una persona ejecuta a nombre de otra, facultada por ella para representarla, produce
los mismos efectos que si hubiere contratado el representado en persona (Art. 1448 CC).

Como señala el Art. 1438 CC, una parte puede estar conformada por una o más personas,
que articulan un solo centro de interés.
Generalmente, se llama autor a la persona que genera, al manifestar su voluntad, un acto
jurídico unilateral, mientras que se reserva la expresión parte a los que concurren para
que se perfeccione un acto jurídico bilateral.
Precisando aún más los conceptos, se habla de partes o de autor para referirse a quienes
generan con su voluntad el acto jurídico, siendo este el elemento decisivo para que tal
hecho acontezca.

Distinta es la situación de aquellos que, si bien también concurren a la ejecución o


celebración del acto jurídico, lo hacen cumpliendo otras finalidades, especialmente
relativas a las solemnidades o las formalidades, como ocurre, por ejemplo, con el notario,
los testigos, o en el caso de la mujer casada en sociedad conyugal que autoriza a su marido
para enajenar un inmueble, los que obviamente no son autores ni partes.

2) Los Efectos del Contrato Respecto de Terceros


El principio de que el contrato no afecta a terceros plantea el problema de averiguar
quiénes son terceros.
Entre los no contratantes hay personas cuya situación es radicalmente distinta, y por lo
mismo, se hace necesario distinguir entre los terceros absolutos y relativos.
Los terceros absolutos son aquellos completamente ajenos a la relación contractual, y a
quienes, por tanto, el contrato no afecta en caso alguno.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Los terceros relativos, por otra parte, son aquellos que, en principio, no se ven afectados
por el contrato, pero que en ciertas circunstancias pueden llegar a verse afectados.

Hablamos precisamente de los siguientes casos de terceros relativos:


• Los Herederos o Sucesores a Título Universal
Los sucesores a título universal no pueden considerarse extraños al contrato, pese
a no intervenir en su celebración, dado que representan al causante y le suceden
en todos sus derechos y obligaciones transmisibles.
Por lo tanto, los herederos se convertirán en acreedores o deudores en los mismos
términos que lo era su causante, de cuya personalidad son la continuación, y cuyo
patrimonio recogen.
Los contratos, por lo tanto, aprovechan y perjudican a los herederos, de modo que
sus efectos pueden invocarse por ellos y contra ellos, sin perjuicio de que tal regla
cuenta con ciertas excepciones:
o Las obligaciones contractuales no se transmiten a los herederos cuando
emanan de contratos intuito personae, esto es, de aquellos que se celebran
en consideración a las personas de los contratantes, y que se extinguen con
la muerte del causante, como ocurre con la sociedad o el mandato;
o Los contratos en que se hubiera expresamente estipulado la terminación
por el fallecimiento de uno de los contratantes;
o Los contratos de que derivan derechos personalísimos, como los de uso y
habitación.

• Causahabientes a Título Singular


Los causahabientes a título singular adquieren de su causante determinados bienes
o derechos, y no le suceden en el todo o en una cuota de su patrimonio, y son el
legatario, el cesionario, el comprador y el donatario.
El derecho del causahabiente a título singular se mide exactamente por el de su
causante, de acuerdo con la regla de que nadie puede transferir más derechos que
los que posee.
Por consiguiente, los contratos por los que el autor había consolidado,
transformado, aumentado o disminuido su derecho, aprovecharán o perjudicarán
al causahabiente a título singular.
El sucesor hace suyas las ventajas atribuidas por su causante al derecho que
adquiere, y soporta las consecuencias de las limitaciones impuestas por el
causante con anterioridad.
Pero los contratos que no afectan al derecho mismo, ni para mejorarlo,
disminuirlo, consolidarlo o transformarlo, no pueden ser opuestos al
causahabiente ni invocados por éste.
Para que los contratos afecten a los sucesores a título singular, deben ser anteriores
a la adquisición y referirse al bien mismo adquirido.

• Los Acreedores de las Partes


El deudor conserva la facultad de gestionar libremente su patrimonio, sobre el
cual, no obstante, recae el derecho general de prenda de los acreedores.
La prenda general se verá incrementada por las adquisiciones que haga el deudor,
y experimentará una disminución con las nuevas obligaciones contraídas.
En este sentido, los contratos celebrados por el deudor afectan a los acreedores, y
les son oponibles, por lo que, aun sin ser partes, no puede considerárseles como
terceros absolutos.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

C) Excepciones al Efecto Relativo de los Contratos


El principio de la relatividad de los efectos del contrato tiene diversas excepciones.
Merece citarse, por ejemplo, el contrato de matrimonio, ya que algunas de sus
consecuencias se imponen aun a los terceros absolutos.
Así, las limitaciones que tiene la mujer casada en el régimen de sociedad conyugal se
imponen erga omnes, y en consecuencia, los que contraten con la mujer no podrán
intentar eludir estas limitaciones a pretexto de que son extraños al contrato de matrimonio
que le da origen.
Lo mismo ocurre con las limitaciones que la ley impone al marido.

Pero esta y otras análogas no constituyen propiamente una excepción al principio general,
en el sentido de que los efectos del contrato alcanzan a terceros porque así lo hayan
querido las partes.
El contrato colectivo de trabajo, en cambio, constituye una excepción, ya que se celebra
con el propósito deliberado de crear derechos y obligaciones para terceros.
Otras excepciones típicas son los convenios de reorganización o de renegociación en el
marco de la Ley N°20.720, y de los acuerdos de mayoría adoptados por las asambleas de
copropietarios de edificios.
En estas hipótesis, surgen derechos y obligaciones para quienes no concurren a celebrar
la convención colectiva o incluso para quienes votan en contra.

De forma tradicional, se plantean como excepciones al efecto relativo de los contratos la


estipulación en favor de un tercero y la promesa del hecho ajeno, que merecen un estudio
particular.

1) La Estipulación en Favor de Otro


El interés de la estipulación a favor de otro deriva de que importantes contratos adoptan
la forma de tal estipulación, como sucede con los contratos de seguros.
En la estipulación a favor de otro intervienen tres personas, que son el estipulante, el
promitente y el beneficiario.
El Código reconoce valor a la estipulación a favor de otro sin restricciones, y en tal
sentido, el Art. 1449 CC dispone que cualquiera puede estipular en favor de una tercera
persona, aunque no tenga derecho para representarla, pero sólo esta tercera persona podrá
demandar lo estipulado, y mientras no intervenga su aceptación expresa o tácita, es
revocable el contrato por la sola voluntad de las partes que concurrieron a él.
La disposición destaca claramente los elementos de la estipulación:
• Una de las partes (estipulante), que no tiene la representación del tercero,
conviene que la otra (promitente) realizará en favor de dicho tercero
(beneficiario) una determinada prestación;
• El estipulante no puede reclamar el cumplimiento de lo estipulado, derecho que
sólo compete al beneficiario;
• La voluntad del beneficiario no interviene para adquirir el derecho, sino para hacer
definitiva e irrevocable la estipulación que, mientras no es aceptada, puede
revocarse por las partes contratantes.

La estipulación a favor de otro requiere que el tercero beneficiario sea realmente extraño
a la convención de que nace su derecho.
Por esto, resulta indispensable que el estipulante no tenga derecho para representar al
tercero, y en tal sentido, si la persona que estipula a favor de otra es su mandatario o

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

representante legal, el beneficiario no es un extraño, sino que parte en el contrato, y no


intervendrían jurídicamente sino dos personas.
Tampoco puede considerarse al beneficiario como un extraño cuando invista la calidad
de heredero, como sería el caso del seguro en que el beneficiario fuera el sucesor del
estipulante.

Pero no basta con que el estipulante no tenga derecho para representar al tercero, siendo
necesario además que obre a su propio nombre.
En caso de obrar sin poder, pero a nombre del tercero, el estipulante será un agente
oficioso, ya que jurídicamente no estipula para otro, sino a nombre de otro.
Se aplicarán, entonces, las reglas de la agencia oficiosa, por lo que, mientras el tercero no
ratifique, no se convertirá en acreedor, y desde que ratifique, dejará de ser un tercero, y
el acto se reputará ejecutado por él, porque el estipulante se considerará retroactivamente
como su mandatario.

De acuerdo con el Art. 1449 CC, mientras no intervenga la aceptación del tercero, es
revocable el contrato por la sola voluntad de las partes que concurrieron a él.
La disposición deja en claro que la revocación es el resultado de un acuerdo de
voluntades, y no un acto unilateral del estipulante, por lo que, más bien, se trata de una
resciliación.

Existen cuatro principales doctrinas que intentan explicar la naturaleza jurídica de la


estipulación en favor de otro:
• Teoría de la Oferta
La teoría de la oferta supone que el estipulante ofrece al tercero el derecho de que
se trata, y éste lo incorpora a su patrimonio por medio de la aceptación.
El estipulante adquiere para sí el derecho y lo incorpora a su patrimonio, y luego
ofrece al tercero transmitirle el derecho, sustituyéndole como acreedor del
promitente.
Aceptada la oferta, interviene un segundo acuerdo de voluntades para transferir el
derecho del estipulante al tercero.
La teoría ha sido totalmente abandonada, dado que, al ingresar el crédito
inicialmente al patrimonio del estipulante, pasaría a formar parte del derecho de
prenda general de sus acreedores, quienes podrían embargar el crédito e
imposibilitar el traspaso al beneficiario.
Además, los herederos del estipulante podrían considerar el crédito como parte
del patrimonio hereditario, y negarse a transferirlo al beneficiario.
Por otra parte, mientras el tercero no acepte la oferta, ésta estará sujeta a todas las
contingencias que pueden afectar a una propuesta, y ya que la oferta caduca por
la muerte o incapacidad sobreviniente del oferente, si el beneficiario no había
aceptado aún, no sería posible consolidar la operación, por lo que no podría
concebirse, por ejemplo, el contrato de seguro de vida.

• Teoría de la Agencia Oficiosa


La doctrina de la agencia oficiosa considera al estipulante como un gestor de
negocios, y reputa interesado al tercero, por lo que el estipulante gestiona intereses
ajenos y no los suyos propios.
La aceptación no sería otra cosa que la ratificación del interesado de una gestión
que le resulta beneficiosa, y los efectos de la ratificación se retrotraerían al

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momento del contrato, ya que la ratificación convierte la gestión en un mandato,


y en suma, se considera que el tercero ha tratado directamente con el promitente.
La doctrina de la agencia oficiosa posee, con relación a la anterior, una doble
ventaja, ya que la gestión puede ser ratificada aun después de la muerte del gestor,
y el derecho no permanece en el patrimonio del estipulante antes de la aceptación,
expuesto a la acción de acreedores y herederos.
Sin embargo, la teoría de la agencia oficiosa es también excluyente de la
estipulación.
En efecto, el estipulante actúa a nombre propio, mientras que el gestor es un mero
intermediario y obra a nombre del interesado. Como consecuencia, permanece
dueño de la situación, por lo menos mientras no intervenga la aceptación del
tercero.
Por otra parte, no media entre el estipulante y el tercero ninguna relación, por lo
que éste no puede reclamar cuentas a aquél, mientras que en la gestión de negocios
nace un conjunto de relaciones jurídicas entre el gerente y el interesado.

• Teoría de la Declaración Unilateral de Voluntad


Según esta teoría, habría en la estipulación en favor de otro una expresión de
voluntad unilateral del deudor, que funciona como fuente de la obligación.
El promitente adquiriría el rol de deudor del beneficiario por su exclusiva
voluntad.
Ahora bien, esta teoría desconoce el contrato que existe entre el estipulante y el
promitente, señalado en el Art. 1449 CC, y no permite comprender por qué sería
necesaria la concurrencia de la voluntad del estipulante junto con la voluntad del
promitente para revocar la estipulación antes de la aceptación del tercero.

• Teoría de la Adquisición Directa del Derecho


Conforme a lo planteado por esta teoría, la estipulación a favor de otro sería una
excepción al principio general de que los contratos no aprovechan a terceros.
Por excepción al principio, el contrato crea directamente un derecho para el
tercero, como los que genera para las partes.
La aceptación del tercero no es sino un presupuesto de la exigibilidad del derecho
por el mismo tercero, pero no una condición para su nacimiento.

Respecto de los efectos de la estipulación en favor de otro, los estudiaremos en


conformidad a la última teoría, que nos parece la más adecuada.
Para analizar tales efectos, es necesario distinguir entre quiénes se producen:
• Efectos Entre el Beneficiario y el Promitente
El beneficiario, desde el momento de la estipulación, pasa a ser acreedor del
promitente, y en consecuencia, puede reclamar el cumplimiento de la prestación
desde que acepte expresa o tácitamente.
Sin embargo, no puede demandar la resolución del contrato, ya que no fue parte
en el mismo.

• Efectos Entre el Beneficiario y el Estipulante


El estipulante y el tercero permanecen extraños, y no media entre ellos ninguna
relación jurídica derivada de la estipulación.
El derecho del tercero nace directamente de la estipulación, sin que primeramente
se radique en el patrimonio del estipulante.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Efectos Entre el Estipulante y el Promitente


La estipulación ofrece la peculiaridad de que el estipulante, pese a su condición
de parte, no puede demandar el cumplimiento de lo convenido, ya que este
derecho corresponde sólo al tercero beneficiario.
Sin embargo, por una vía indirecta, puede el estipulante compeler al promitente al
cumplimiento de su promesa, ya que el Art. 1536 CC dispone que es eficaz la
cláusula penal en que el promitente se sujeta a una pena para el caso de no cumplir
lo prometido.
El estipulante, que no está autorizado para reclamar el cumplimiento de lo
estipulado, puede, en cambio, demandar el pago de la pena y compeler al
promitente a cumplir.
Lo que sí puede pedir en cualquier el caso el estipulante es la resolución del
contrato, a diferencia del beneficiario, dado que sí es parte en el contrato.
Como mencionamos anteriormente, estipulante y promitente pueden consentir en
resciliar el contrato, pero pierden tal posibilidad desde que media la aceptación
expresa o tácita del beneficiario.

2) La Promesa del Hecho Ajeno


Conforme al Art. 1450 CC, siempre que uno de los contratantes se compromete a que,
por una tercera persona, de quien no es legítimo representante, ha de darse, hacerse o no
hacerse alguna cosa, esta tercera persona no contraerá obligación alguna, sino en virtud
de su ratificación, y si ella no ratifica, el otro contratante tendrá acción de perjuicios contra
el que hizo la promesa.

En la estipulación a favor de otro, un tercero adquiere un derecho en virtud de un contrato


a que permanece extraño, y el principio de la relatividad de los contratos sufre una
importante excepción.
En cambio, el principio no admite excepciones cuando, en vez de la adquisición de un
derecho, se trata de la creación de una obligación.
En suma, se puede ser acreedor sin haber consentido, pero sin haber expresado el
propósito de obligarse, no es posible convertirse en deudor.

La promesa del hecho ajeno no constituye una excepción al principio de la relatividad de


los contratos, ya que el tercero no contrae obligación alguna sino en virtud de su
ratificación.
Si ratifica, quedará obligado a la prestación prometida, y quien prometió el hecho ajeno
habrá cumplido su promesa, pero si no ratifica, no contrae ninguna obligación, y el
promitente habrá incumplido su promesa de obtener que el tercero se obligue, incurriendo
en la responsabilidad consiguiente y otorgando al otro contratante la acción de perjuicios.

Conforme al Art. 1536 CC, si se promete por otra persona, imponiéndose una pena para
el caso de no cumplirse lo prometido, valdrá la pena, aunque la obligación principal no
tenga efecto por falta del consentimiento de dicha persona.
La disposición es defectuosa, ya que sugiere que es eficaz la pena sin que haya una
obligación principal. A lo que realmente se refiere es que, si bien la obligación del tercero
no llega a formarse por falta de su consentimiento, la obligación del promitente existe, y
si no obtiene que el tercero dé, haga o no haga lo prometido, infringirá su obligación y
deberá indemnizar perjuicios, los cuales pueden ser avaluados por medio de una cláusula
penal.

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D) La Teoría de la Inoponibilidad
1) Aspectos Generales
La inoponibilidad es la ineficacia, respecto de un tercero, de un derecho nacido como
consecuencia de la celebración de un acto jurídico o de la declaración de nulidad del
mismo.
La inoponibilidad no está tratada de forma sistemática por el Código Civil, sin perjuicio
de que es reconocida como una forma de ineficacia jurídica, y ha sido desarrollada
conceptualmente por la doctrina y la jurisprudencia.
Algunos autores consideran que los únicos terceros que pueden beneficiarse de la
inoponibilidad son los terceros relativos, aunque esto no siempre es así, ya que,
excepcionalmente, los terceros absolutos a un acto jurídico pueden alegar la
inoponibilidad, como ocurre en los casos de inoponibilidad por falta de concurrencia o
consentimiento, que estudiaremos a continuación.
Por otro lado, lo normal es que se haga valer la inoponibilidad como excepción, pero es
posible que se deduzca como acción en ciertos casos, como sucede con la acción pauliana.
La doctrina agrupa los distintos casos de inoponibilidad según sean de forma o fondo
como pasamos a analizar.

2) Inoponibilidades de Forma
Las inoponibilidades de forma son aquellas que se basan en la omisión de ciertas
formalidades exigidas para que los efectos del acto jurídico puedan hacerse valer frente a
terceros, y son las siguientes:
• Inoponibilidades por Omisión de Formas o Medidas de Publicidad
Las formas o medidas de publicidad tienen por objeto proteger a los terceros que
pueden verse alcanzados por los efectos del acto jurídico. Por lo mismo, la
omisión de estas formalidades generan que los efectos del acto no puedan hacerse
valer frente a terceros, y existen varios de estos casos en el Código Civil, como
por ejemplo:
o Conforme al Art. 1902, la cesión de un crédito personal no produce
efectos contra el deudor ni contra terceros mientras no sea notificada por
el cesionario al deudor, o aceptada por éste;
o En virtud del Art. 2513, la sentencia judicial que declara la prescripción
hace las veces de escritura pública para la propiedad de bienes raíces, pero
no vale contra terceros sin la competente inscripción;
o Según dispone el Art. 1707, las escrituras privadas hechas por los
contratantes para alterar lo pactado en escrituras públicas, no producen
efectos contra terceros.

• Inoponibilidades por Falta de Fecha Cierta


Los instrumentos privados cuya fecha es susceptible de ser alterada por las partes,
no hacen fe en contra de terceros respecto de su exactitud, mientras no se produzca
un hecho que a los ojos de la ley dé certeza de tal fecha.
En tal sentido, el Art. 1703 CC dispone que la fecha de un instrumento privado
sólo se cuenta respecto de terceros:
o Desde el fallecimiento de alguno de los que lo han firmado;
o Desde el día en que ha sido copiado en un registro público;
o Desde que conste haberse presentado en juicio;
o Desde que se haya tomado razón de él;
o Desde que le haya inventariado un funcionario competente en el carácter
de tal.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

3) Inoponibilidades de Fondo
Las inoponibilidades de fondo son aquellas que se basan en los efectos de un acto que
afectan injustamente los derechos de terceros.
Tales inoponibilidades son:
• Inoponibilidades por Falta de Concurrencia o Consentimiento
Hablamos aquí de casos en que el acto o contrato no puede hacerse valer en contra
de las personas que no han concurrido como partes a su celebración, como ocurre,
por ejemplo, en los siguientes casos:
o Conforme al Art. 1815 CC, la venta de cosa ajena vale, sin perjuicio de
los derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el
lapso del tiempo;
o Según dispone el Art. 1490 CC, si el que debe una cosa mueble a plazo o
bajo condición suspensiva o resolutoria, la enajena, no habrá derecho de
reivindicarla contra terceros poseedores de buena fe.
Como decíamos anteriormente, no sólo los terceros relativos pueden oponer este
tipo de inoponibilidad, sino también los terceros absolutos.

• Inoponibilidades por Fraude


Son inoponibles por fraude los actos ejecutados en perjuicio de los derechos de
terceros, y la ley otorga a estos terceros ciertos medios para que aquellos actos no
los afecten, como por ejemplo:
o Conforme al Art. 2468 regla primera CC, los acreedores tienen derecho
para que se rescindan los contratos onerosos y las hipotecas, prendas y
anticresis que el deudor haya otorgado en perjuicio de ellos, estando de
mala fe el otorgante y el adquirente;
o Según dispone el Art. 1578 N°3 CC, el pago hecho al acreedor es nulo si
se paga al deudor insolvente en fraude de los acreedores a cuyo favor se
ha abierto concurso.

• Inoponibilidades por Lesión de Derechos Adquiridos


Comprende los casos en que los efectos de un acto no pueden hacerse valer contra
terceros que tienen derechos adquiridos sobre cosas a que el acto se refiere. Por
ejemplo, tenemos:
o Conforme al Art. 94 N°4 CC, el decreto de posesión definitiva de los
bienes del desaparecido, otorgado en favor de otros sujetos, puede
rescindirse en beneficio del desaparecido si reapareciere, recobrando sus
bienes en el estado en que se hallaren, pero subsistiendo las enajenaciones,
hipotecas y demás derechos reales constituidos legalmente sobre ellos;
o Según dispone el Art. 2517 CC, toda acción por la cual se reclama un
derecho, se extingue por la prescripción adquisitiva del mismo derecho.

• Inoponibilidades por Lesión de las Asignaciones Forzosas


Las asignaciones forzosas son aquellas que el testador está obligado a hacer a
ciertas personas determinadas por la ley, que son su cónyuge e hijos.
Si el testador no respeta las asignaciones forzosas, el testamento es válido, pero
inoponible a dichos asignatarios en cuanto los perjudica, y tienen ellos acción de
reforma de testamento para salvarse de ese perjuicio, conforme al Art. 1216 CC.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Inoponibilidad de la Nulidad o Resolución de un Acto Jurídico


Existen ciertos casos excepcionales en que la nulidad de un acto o contrato no
puede hacerse valer en contra de terceros, los cuales tienen el derecho de que,
respecto de ellos, el acto se mire como perfectamente válido. Un ejemplo de esto
está en el Art. 2058 CC, conforme al cual, la nulidad del contrato de sociedad no
perjudica a las acciones que corresponden a terceros de buena fe contra todos y
cada uno de los asociados por las operaciones de la sociedad, si existiere de hecho.
Respecto de la resolución de los actos jurídicos, por regla general, opera con
efecto retroactivo, pero podemos encontrar ciertos casos en que la declaración de
la resolución no es oponible ante terceros de buena fe.
Por ejemplo, conforme al Art. 1490 CC, si el que debe una cosa mueble a plazo
o bajo condición suspensiva o resolutoria la enajena, no habrá derecho de
reivindicarla contra terceros poseedores de buena fe.

4) Sujetos Activos y Pasivos de la Inoponibilidad


La inoponibilidad sólo puede ser invocada por aquellos terceros a quienes la ley ha
intentado proteger, es decir, a quienes perjudican los efectos del acto o la nulidad del
mismo.
Por regla general, la inoponibilidad puede invocarse contra todo aquel que intente valerse
del acto o de su nulidad, pero excepcionalmente, la inoponibilidad por fraude no alcanza
a terceros adquirentes a título oneroso que están de buena fe (Art. 2468 Nº1 CC).

5) Formas de Hacer Valer la Inoponibilidad


Por regla general, la inoponibilidad se hace valer como excepción, aunque en lo que
respecta a las inoponibilidades por fraude o por lesión de las asignaciones forzosas, deben
hacerse valer como acción, dado que el tercero deberá interponer la acción pauliana o la
acción de reforma del testamento, respectivamente.
En el caso de la inoponibilidad por falta de concurrencia, no puede formularse una regla
general. Por ejemplo, cuando el mandatario se excedió en los límites del mandato, el
mandante podrá esgrimir la inoponibilidad como excepción, y en el caso de la venta de
cosa ajena, el dueño deberá interponer la acción reivindicatoria, si no tuviere la posesión,
o invocará la inoponibilidad como excepción, si la tuviere.

Por regla general, en aquellos casos en que la inoponibilidad debe alegarse por vía de
acción, no debe deducirse una acción de inoponibilidad, sino que la inoponibilidad será
el fundamento de la acción que en cada caso corresponda, como la reivindicatoria, la
pauliana, la revocatoria concursal, la de reforma de testamento, etc.
Pero en algunos casos, sí debe interponerse una acción de inoponibilidad, como ocurre
con el usufructo alimenticio constituido en perjuicio de un acreedor hipotecario.

6) Efectos de la Inoponibilidad
Los efectos de la inoponibilidad se traducen en que el acto o la sentencia de nulidad no
pueden perjudicar a terceros, pero sí aprovecharlos.
Sin embargo, nada impide que el tercero renuncie a la inoponibilidad, si tiene interés en
aprovecharse de los efectos del acto o de la nulidad del mismo.

7) Extinción de la Inoponibilidad
La inoponibilidad puede extinguirse por diversas causas.
En primer lugar, la inoponibilidad de forma se extingue por el cumplimiento de las
formalidades omitidas, cuando ello sea posible.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

También puede extinguirse la inoponibilidad por la renuncia del tercero, ya que mira a su
interés personal (Art. 12 CC).
En fin, la inoponibilidad se extinguirá por prescripción en todos aquellos casos en que
deba hacerse valer como acción, ya que las excepciones son generalmente
imprescriptibles y, en consecuencia, no se extinguirá por la prescripción la inoponibilidad
que deba hacerse valer de este modo.

8) Inoponibilidad y Nulidad
Podemos mencionar varias diferencias entre la inoponibilidad y la nulidad, como son, por
ejemplo:
• La nulidad ataca la validez del acto mismo, privándolo de eficacia tanto respecto
de las partes como de los terceros, mientras que la inoponibilidad sólo se dirige a
privar de efectos al acto respecto de terceros de buena fe;
• La nulidad es una sanción de orden público, por lo que no puede renunciarse
anticipadamente, mientras que la inoponibilidad sí puede renunciarse, siendo una
sanción de orden privado, establecida a favor de los terceros de buena fe;
• Si la nulidad absoluta aparece de manifiesto en el acto o contrato, puede y debe
ser declarada de oficio por el juez, mientras que la inoponibilidad nunca puede ser
declarada de oficio.

10. La Buena Fe Contractual


El Art. 1546 CC establece otra regla fundamental relativa a los efectos del contrato entre
las partes contratantes, y es que los contratos deben ejecutarse de buena fe, y por
consiguiente, obligan no sólo a lo que en ellos se expresa, sino a todas las cosas que
emanan precisamente de la naturaleza de la obligación, o que por la ley o la costumbre
pertenecen a ella.
La ejecución de buena fe del contrato significa que debe cumplirse conforme a la
intención de las partes, y a las finalidades que se han propuesto al contratar.

La buena fe contractual tiene como natural corolario que el contrato no sólo obliga a
aquello que fue materia de una expresa estipulación, ya que, sin que sea necesario un
expreso acuerdo de voluntades, se entienden incorporadas al contrato las cosas que son
de su naturaleza, aquellas que la ley indica supliendo el silencio de los contratantes, y las
que la costumbre considera inherentes a la clase de contrato de que se trata.
Se comprende que la conclusión de un contrato sería un problema extremadamente
complejo si las partes hubieran de prever todos sus efectos y todas las consecuencias de
su incumplimiento.
Para Corral, estaríamos frente a un caso excepcional en que la costumbre tiene eficacia
en ausencia de la ley.

La regla del Art. 1546 CC simplifica la tarea de las partes que contratan, y hace posible
que concentren su atención en las estipulaciones fundamentales del contrato.
Tal disposición establece, en suma, el gran principio de que las leyes relativas a los
contratos son supletorias de la voluntad de las partes.

El principio de la buena fe impone a los contratantes el deber de comportarse correcta y


lealmente en sus relaciones mutuas, desde el inicio de sus tratos preliminares hasta incluso
después de la terminación del contrato.
La buena fe equivale a la obligación de cooperación, a la lealtad a la palabra dada, y la
exclusión del dolo y del uso abusivo de los derechos subjetivos.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

11. Interpretación de los Contratos


A) Aspectos Generales
Interpretar un contrato significa determinar el sentido y alcance de sus estipulaciones.
La interpretación del contrato tiene lugar:
• Cuando los términos de que las partes se han servido son oscuros o ambiguos;
• Cuando, a pesar de su claridad, son inconciliables con la naturaleza del contrato o
con la evidente intención de las partes;
• Cuando la comparación de las diversas cláusulas, consideradas en conjunto, hace
surgir dudas acerca de su particular alcance.

De esta forma, cuando no estamos ante ninguna de las tres hipótesis mencionadas, lo que
debe hacer el juez no es interpretar, sino sencillamente aplicar el contrato, y así lo ha
señalado la Corte Suprema.
En nuestra doctrina, ha surgido una discusión en cuanto a si las reglas de interpretación
de los contratos contempladas en el Código Civil son imperativas para los jueces, o por
el contrario, meros criterios orientadores de su labor indagatoria de la voluntad de las
partes.
A juicio de Alessandri, las reglas de interpretación no son obligatorias para el juez en el
sentido que éste se vea necesariamente obligado a seguirlas, ni mucho menos aplicarlas
en un orden preestablecido, sino que tienen el carácter de verdaderos consejos dados por
el legislador al juez.
López Santa María discrepa de la tesis de Alessandri, afirmando que el legislador no
cumple su misión dando consejos, y que las normas sobre interpretación tienen carácter
imperativo, cuya inobservancia por parte del juez puede ser impugnada en casación.
La mayoría de los autores contemporáneos y la jurisprudencia siguen la misma línea.

Las leyes relativas a la interpretación del contrato son normas otorgadas a los jueces del
fondo para que descubran la verdadera intención de las partes contratantes, determinación
que es una cuestión de hecho, y que escapa por tanto al control de la Corte Suprema, por
lo que si se establece sin incurrir en un error de derecho, no cabe la casación en el fondo.
Se ha sostenido en Chile que la Corte Suprema sólo interviene cuando se infringe una ley
vinculada al contrato de que se trate, lo que ocurre en los siguientes casos:
• Cuando se atribuyen a un contrato efectos diversos de los que prevé la ley;
• Cuando se desnaturaliza el contrato al interpretarlo.

Esto se explica porque en ambos casos se infringe tanto a la ley del contrato como a las
disposiciones legales pertinentes a la interpretación de los mismos.

B) Métodos de Interpretación
Existen dos grandes métodos de interpretación, que son el subjetivo, planteado por la
escuela francesa, y el objetivo, planteado por la escuela alemana.
El método subjetivo de interpretación busca determinar cuál es la voluntad real de los
contratantes, primando sobre la voluntad declarada expresamente, y es tal el método que
adopta nuestro Código, tomado del Código francés.
El método objetivo de interpretación, por otro lado, adopta un criterio radicalmente
diverso, según el cual, la declaración de voluntad tiene un valor en sí, independiente de
la intención de sus autores.
Para interpretar el contrato no debe indagarse, por lo tanto, cuál ha sido la intención de
los contratantes, sino el alcance que corresponde atribuir a la declaración, según el uso
corriente, las costumbres y las prácticas admitidas en los negocios.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

C) Reglas de Interpretación de los Contratos


• Regla General: La Intención de los Contratantes
Conforme al Art. 1560 CC, conocida claramente la intención de los contratantes,
debe estarse a ella más que a lo literal de las palabras.
La disposición no significa que el intérprete deba desentenderse de los términos
del contrato, ya que debe admitirse que las palabras, por regla general, traducen
con fidelidad el pensamiento, por lo que, si los términos son claros, lo será
igualmente la intención de las partes.
Sólo está autorizado el intérprete para apartarse del tenor literal del contrato
cuando contraría la intención de los contratantes, conocida claramente.
Para conocer la intención de los que contratan, el Código ha señalado diversas
normas de interpretación, que pasamos a analizar.

• Regla de la Aplicación Restringida del Texto Contractual


Conforme al Art. 1561 CC, por generales que sean los términos del contrato, sólo
se aplican a la materia sobre que se ha contratado.
El acuerdo de voluntades no puede referirse sino a la materia que es objeto del
contrato, y a esta materia debe restringirse el alcance de las cláusulas
contractuales, aunque estén concebidas en términos amplios o generales.
De este modo, si las partes transigen un juicio y expresan que finiquitan toda
dificultad entre ellas, actual o futura, la generalidad de los términos de la
transacción no hace que se entiendan transigidas sino las cuestiones planteadas en
el juicio.

• Regla de la Natural Extensión de la Declaración


Conforme al Art. 1565 CC, cuando en un contrato se ha expresado un caso para
explicar la obligación, no se entenderá por sólo eso haberse querido restringir la
convención a ese caso, excluyendo los otros a que naturalmente se extienda.
Para explicar el alcance de las obligaciones de las partes o para evitar dudas, suele
el contrato prever determinados casos o situaciones.
Por este solo hecho, no se entiende que las partes hayan querido limitar los efectos
del contrato al caso o casos especialmente previstos.

• Regla del Objetivo Práctico o Utilidad de las Cláusulas


Conforme al Art. 1562 CC, el sentido en que una cláusula pueda producir algún
efecto debe preferirse a aquel en que no sea capaz de producir efecto alguno.
Es razonable suponer que las partes no han querido insertar en el contrato
cláusulas inútiles y carentes de sentido.

• Regla del Sentido Natural


Según dispone el Art. 1563 Inc. 1° CC, en aquellos casos en que no apareciere
voluntad contraria, deberá estarse a la interpretación que mejor cuadre con la
naturaleza del contrato.
Las cláusulas ambiguas de un contrato deben entenderse del modo que esté más
acorde con su naturaleza.

• Regla de la Armonía de las Cláusulas


En virtud del Art. 1564 Inc. 1° CC, las cláusulas de un contrato se interpretarán
unas por otras, dándose a cada una el sentido que mejor convenga al contrato en
su totalidad.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El contrato constituye un todo indivisible, ya que sus cláusulas se encadenan unas


a otras, y es irracional considerarlas aisladamente.

• Regla de la Interpretación de un Contrato por Otro


Conforme al Art. 1564 Inc. 2° CC, pueden también interpretarse las cláusulas de
un contrato por las de otro contrato entre las mismas partes y sobre la misma
materia.
Puede el juez, por lo tanto, buscar fuera del contrato mismo que se trata de
interpretar elementos para precisar su alcance.
De otros contratos que anteriormente ligaron a las partes puede fluir con claridad
cuál ha sido su intención al vincularse por un nuevo contrato.

• Regla de la Aplicación Práctica del Contrato


Según dispone el Art. 1564 Inc. 3° CC, también pueden interpretarse las
cláusulas de un contrato por la aplicación práctica que hayan hecho de ellas ambas
partes, o una de ellas con aprobación de la otra.
La aplicación práctica que los contratantes han hecho de las estipulaciones del
contrato, antes de que surgieran discrepancias entre ellos, es decisiva para precisar
su genuino sentido y alcance.
Tal es la interpretación denominada auténtica, cuya importancia real no destacan
suficientemente las disposiciones del Código.

• Regla de las Cláusulas Usuales


En virtud del Art. 1563 Inc. 2° CC, las cláusulas de uso común se presumen,
aunque no se expresen.
Las cosas que son de la naturaleza de un contrato se entienden pertenecerle sin
necesidad de estipulación, y las partes deben estipular su exclusión, por lo que,
sin la presencia de un pacto en contrario, se entienden incluidas.

• Regla Supletoria en Caso de Inaplicabilidad de las Demás Reglas


El Art. 1566 CC establece una regla de ultima ratio, para el caso en que todas las
demás reglas de interpretación resulten inaplicables, y que consiste en que las
cláusulas ambiguas deben interpretarse en contra de aquel de los contratantes que
la extendió, siempre que la ambigüedad provenga de la falta de una explicación
que haya debido darse por tal contratante.
Pero si la ambigüedad no es imputable a ninguna de las partes, se interpretan las
cláusulas ambiguas a favor del deudor.

D) Integración de los Contratos


La integración es una operación diferente a la interpretación, ya que, a diferencia de la
interpretación, que tiende a averiguar el verdadero sentido y alcance del contrato, la
integración consiste en llenar posibles lagunas del mismo.
La integración es ordenada por el legislador, siendo un producto de su voluntad. La ley
agrega al contrato algunas cláusulas que suplen la voluntad de los contratantes en los
casos en que éstos nada hayan dicho.

Algunas formas de integración establecidas por la ley son las siguientes:


• En los contratos dirigidos, la ley impone ciertas cláusulas que integran el contrato,
como sucede en el contrato de trabajo, donde las partes no pueden renunciar a las
disposiciones legales relativas a los horarios, vacaciones o sueldo mínimo, por

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

ejemplo, y en caso que en el contrato nada se estipule al respecto, es la ley la que


suple estas lagunas;
• Otra forma de integrar un contrato es por medio de los elementos de la naturaleza
del mismo, los cuales rigen frente al silencio de las partes.
Los elementos esenciales, en cambio, nunca “integran” el contrato, porque éste
se entenderá inexistente si ellos faltan;
• También puede ser considerada una forma de integración aquella en que un
tercero extraño agrega elementos a un contrato inconcluso o incompleto.
Esta forma de integración se regula por nuestro Código Civil, por ejemplo, en el
contrato de compraventa, para la cual, el Art. 1809 CC dispone que puede dejarse
la determinación del precio al arbitrio de un tercero.
Este caso anormal de integración es admitido por la ley sólo en casos específicos,
regulados por ella de manera expresa.

12. Disolución de los Contratos


Según dispone el Art. 1545 CC, el contrato legalmente celebrado constituye una ley para
los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo o por causas
legales.
De tal forma, decimos que el contrato puede tener fin por un acuerdo de las voluntades
que concurrieron a generarlo y por las demás causas que señala la ley.

En primer lugar, respecto del consentimiento mutuo o resciliación, es aplicable, por


regla general, a todo tipo de contrato, dado que es natural que la misma voluntad que le
dio origen pueda ponerle fin.
Sin embargo, hay contratos en que la voluntad de los contratantes es insuficiente para su
disolución, como ocurre con el matrimonio, así como otros contratos en que es suficiente
la declaración unilateral de uno de los contratantes, como ocurre en el mandato, en el
arrendamiento o en la sociedad, por ejemplo.

Los efectos de la resciliación se extienden únicamente hacia el futuro, y como


consecuencia de que no opera retroactivamente, la resciliación no afecta a terceros, por
lo que los derechos que éstos adquirieron mientras el contrato se mantuvo vigente
subsisten en su integridad.
De este modo, la circunstancia de que se deje sin efecto un contrato de compraventa, a
que siguió la correspondiente tradición, no afectará a los terceros a quienes el adquirente
enajenó la cosa, o a los terceros en cuyo favor constituyó una hipoteca u otro derecho
real.

Cuando el acuerdo de voluntades interviene antes que las estipulaciones de las partes se
hayan cumplido, las obligaciones que genera se extinguen, ya que, suprimida la fuente de
que emanan, las obligaciones no pueden subsistir.
A este caso se refiere el Art. 1567 CC que, entre los modos de extinción de las
obligaciones, señala la convención en que las partes interesadas consienten en darlas por
nulas.
Pero si el contrato se ha cumplido, el mutuo disenso no produce el efecto de extinguir las
obligaciones, que ya se habían extinguido mediante el pago, dado que la ejecución del
contrato libera a las partes de sus obligaciones.
En tal caso, la abolición del contrato hace surgir nuevas obligaciones, que son las
necesarias para deshacer lo hecho.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En cuanto a las demás causas legales, cabe hablar, en primer lugar, de la resolución.
La resolución del contrato es el efecto de una condición resolutoria cumplida,
especialmente de la llamada condición resolutoria tácita en los contratos bilaterales.
La condición resolutoria opera retroactivamente, por lo que suprime los efectos del
contrato para el pasado y para el futuro.
En los contratos de tracto sucesivo, la resolución recibe el nombre especial de
terminación, ya que por la particular naturaleza de estos contratos, la terminación
produce únicamente efectos para el futuro.

En segundo lugar, en cuanto a la nulidad y la rescisión, suponen que el contrato adolece


de vicios que lo hacen sucumbir.
La nulidad y rescisión suprimen los efectos del contrato en el pasado y en el futuro, por
lo que, anulado o rescindido el contrato, deben volverse las cosas al estado anterior, como
si no se hubiera celebrado jamás.
Mientras la resolución afecta sólo, por regla general, a los terceros de mala fe, la nulidad
y rescisión afectan a los terceros sin consideración a esta circunstancia, y sus efectos, por
lo mismo, son mucho más radicales.

Cabe señalar, por último, algunas otras causas de disolución de los contratos, como son
la muerte y el plazo extintivo.
En cuanto a la muerte de uno de los contratantes, es un modo excepcional de disolución
de los contratos, ya que, en principio, los derechos y obligaciones emanados del contrato
se transmiten a los herederos del contratante que fallece, lo cual no ocurre en los contratos
intuito personae, que se disuelven con la muerte de uno de los contratantes.
En cuanto al plazo extintivo, es también una causal de disolución en ciertos contratos,
como en el de sociedad y el de arrendamiento.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Parte 3 – Contratos Consensuales y Solemnes

Contenidos
I. La Promesa
II. La Compraventa
III. La Permuta
IV. La Cesión de Derechos
V. El Arrendamiento
VI. El Mandato
VII. La Transacción
VIII. La Sociedad

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo I – La Promesa
1. Aspectos Generales
2. Requisitos del Contrato de Promesa
A) La Promesa Debe Constar por Escrito
B) El Contrato Prometido Debe Ser Válido
C) Estipulación de un Plazo o Condición
D) Especificación del Contrato Prometido
E) La Promesa Unilateral Para la Celebración de un Contrato Bilateral
3. Efectos del Contrato de Promesa

Capítulo II – La Compraventa
1. Aspectos Generales
2. El Consentimiento de las Partes
A) Aspectos Generales
B) Solemnidades de que Puede Estar Revestida la Compraventa
1) Solemnidades Legales Ordinarias
2) Solemnidades Legales Especiales
3) Solemnidades Voluntarias
C) Las Arras
D) Gastos del Contrato de Compraventa
3. La Cosa Vendida
A) Requisitos que Debe Reunir la Cosa Vendida
B) La Venta de Cosa Ajena
4. El Precio
5. Capacidad Para Celebrar el Contrato de Compraventa
A) Reglas Generales
B) Incapacidades Para Comprar y Vender
C) Incapacidades Para Vender
D) Incapacidades Para Comprar
6. Modalidades del Contrato de Compraventa
A) Venta al Peso, Cuenta o Medida
B) Venta a Prueba o al Gusto
7. Efectos del Contrato de Compraventa
8. Obligación del Vendedor de Entregar la Cosa Vendida
A) Alcance de la Obligación
B) Forma de la Entrega
C) Época y Lugar de la Entrega
D) Contenido de la Entrega
E) Riesgos de la Cosa Vendida
F) La Entrega en la Venta de Predios Rústicos
G) Consecuencias de la Falta de Entrega de la Cosa Vendida
9. Obligación de Saneamiento del Vendedor
A) Generalidades
B) Saneamiento de la Evicción
1) Conceptos Generales
2) Elementos de la Evicción
3) La Citación de Evicción
4) Efectos de la Citación de Evicción
5) Indemnizaciones a que Da Lugar la Evicción
6) Extinción de la Acción de Saneamiento

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

C) Saneamiento de los Vicios Redhibitorios


1) Generalidades
2) Efectos de los Vicios Redhibitorios
3) Extinción de la Obligación de Saneamiento de los Vicios Redhibitorios
10. Obligación del Comprador de Recibir la Cosa Comprada
11. Obligación del Comprador de Pagar el Precio
A) Normas Generales
B) Efectos de la Resolución del Contrato por Falta de Pago del Precio
C) Cláusula de No Transferirse el Dominio Sino por el Pago del Precio
12. Pactos Accesorios al Contrato de Compraventa
A) Pacto Comisorio
B) Pacto de Retroventa
C) Pacto de Retracto
13. Rescisión de la Venta por Lesión Enorme
A) Aspectos Generales
B) Efectos de la Rescisión por Lesión Enorme

Capítulo III – La Permuta


1. La Permuta

Capítulo IV – La Cesión de Derechos


1. Introducción
2. Cesión de Créditos Personales
A) Aspectos Generales
B) Perfeccionamiento de la Cesión
1) Perfeccionamiento de la Cesión Entre las Partes
2) Perfeccionamiento de la Cesión Respecto del Deudor y Terceros
C) Efectos de la Cesión
3. Cesión del Derecho Real de Herencia
4. Cesión de Derechos Litigiosos

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo V – El Arrendamiento
1. Generalidades
2. Arrendamiento de Cosas
A) Ideas Generales
B) Elementos del Contrato
1) El Consentimiento
2) La Cosa Arrendada
3) El Precio
C) Obligaciones del Arrendador
1) Entregar al Arrendatario la Cosa Arrendada
2) Mantener la Cosa en Estado de Servir Para el Fin del Arrendamiento
3) Librar al Arrendatario de Toda Turbación en el Goce
D) Obligaciones del Arrendatario
1) El Pago del Precio o Renta
2) Usar la Cosa Según los Términos o el Espíritu del Contrato
3) Cuidar de la Cosa Como un Buen Padre de Familia
4) Efectuar las Reparaciones Locativas
5) Restituir la Cosa Arrendada
E) Expiración del Contrato de Arrendamiento
1) La Destrucción de la Cosa
2) La Expiración del Tiempo Estipulado
3) La Extinción del Derecho del Arrendador
4) Sentencia Judicial de Terminación del Arriendo
5) Otras Causas de Terminación del Arrendamiento
F) Arrendamiento de Predios Urbanos
G) Arrendamiento de Predios Rústicos
3. Contratos Para la Confección de una Obra Material
A) Aspectos Generales
B) Fijación del Precio
C) Obligaciones de las Partes
D) Extinción del Contrato
E) Contratos Para la Construcción de Edificios
4. Arrendamiento de Servicios Inmateriales
5. Arrendamiento de Transporte

Capítulo VI – El Mandato
1. Aspectos Generales
A) Perfeccionamiento del Mandato
B) El Mandato es Naturalmente Oneroso
C) El Mandato es un Contrato Bilateral
D) El Mandatario Actúa por Cuenta y Riesgo del Mandante
2. Requisitos del Mandato
3. Clases de Mandato
4. Obligaciones del Mandatario
A) Obligación de Cumplir con el Encargo
B) Obligación de Rendir Cuentas
5. Obligaciones del Mandante
6. Extinción del Mandato

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo VII – La Transacción


1. Generalidades
2. Quién Puede Transigir
3. Objeto de la Transacción
4. Nulidad de las Transacciones
5. Efectos de la Transacción

Capítulo VIII – La Sociedad


1. Generalidades
2. Elementos del Contrato de Sociedad
A) Aporte de los Socios
B) Participación en las Utilidades
C) Contribución a las Pérdidas
D) Intención de Formar Sociedad o Affectio Societatis
E) Omisión de los Requisitos Esenciales
3. Clasificación de las Sociedades
4. Administración de la Sociedad Colectiva
A) Formas de Administración
B) Facultades de los Administradores
5. Obligaciones de los Socios Para Con la Sociedad
A) Obligación de Efectuar el Aporte
B) Obligación de Saneamiento
C) Obligación de Cuidar los Intereses Sociales
6. Obligaciones de la Sociedad Para Con los Socios
7. Obligaciones de los Socios Para Con Terceros
A) Obligación a las Deudas
B) Efectos de las Obligaciones Contraídas con Terceros
8. Disolución de la Sociedad
A) Causales de Disolución
B) Efectos de la Disolución de la Sociedad

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo I – La Promesa

1. Aspectos Generales
La promesa es un contrato en que una o ambas partes se obligan a celebrar en el futuro
un determinado contrato.
La promesa de celebrar un contrato es un contrato con fisionomía propia, que difiere de
la simple oferta, ya que supone un acuerdo de voluntades, aunque sólo una de las partes
resulte obligada a celebrar el contrato prometido.
La promesa y el contrato prometido son dos actos jurídicos distintos, aunque medie entre
ambos una íntima conexión.
La promesa tiene por objeto celebrar otro contrato, y produce el efecto de obligar a una
de las partes, o a ambas, a celebrarlo, mientras que el contrato prometido puede tener los
más variados objetos, y producir los más diversos efectos, según su naturaleza.
Ambos contratos se suceden, ya que la celebración del contrato prometido importa el
cumplimiento de la promesa cuyos efectos, en consecuencia, se extinguen.

El Código sólo dedica un artículo a la promesa, que es el Art. 1554, y del cual se
desprenden las características de este contrato:
• Es General
El Art. 1554 CC regula la promesa de celebrar un contrato, cualquiera sea su
naturaleza.
Para Meza Barros, la regla del Art. 1544 CC sólo se refiere a la promesa de
celebrar un contrato real o solemne, dado que el N°4 del mismo artículo indica
que en la promesa debe especificarse de tal forma el contrato prometido que sólo
falten, para que sea perfecto, la tradición de la cosa o las solemnidades que las
leyes prescriben.
Sin embargo, la mayoría de la doctrina, amparada en la jurisprudencia, refuta tal
postura, dado que se confunden los términos de tradición y entrega, siendo esta
última la que caracteriza a un contrato real. Además, es de común ocurrencia la
promesa de compraventa de cosas muebles, que es un contrato consensual.
Cabe destacar, sin embargo, que la ley no admite el contrato de promesa respecto
de ciertos contratos, como ocurre con el acuerdo de unión civil.

• Es De Derecho Estricto
Dados los términos de la norma citada, se deduce que la regla general es no aceptar
la promesa de celebrar un contrato, y reconocerla sólo excepcionalmente, y
cuando cumple con las condiciones que la misma disposición señala.

• Puede Ser Tanto Unilateral Como Bilateral


Dependiendo de si una o ambas partes se obligan a la celebración del contrato, la
promesa puede ser unilateral o bilateral, sin perjuicio de que, como veremos más
adelante, un sector de la doctrina considera inválida la promesa unilateral.

• Es Un Contrato Principal
La promesa es un contrato independiente del contrato prometido, dado que existe
válidamente siempre que concurran en su otorgamiento las circunstancias
indicadas en el Art. 1554 CC.
Es un contrato preparatorio, ya que tiene por finalidad la celebración de otro
contrato, pero ello no obsta a que sea un contrato principal.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Es un Contrato Solemne
El contrato de promesa es siempre solemne, ya que debe necesariamente constar
por escrito.

• Es un Contrato Sujeto a Modalidad


El contrato de promesa debe necesariamente contener una modalidad, siendo de
su esencia que comprenda un plazo o una condición que fijen la época de su
celebración.

El efecto único del contrato de promesa es el derecho de exigir la celebración del contrato
prometido, y en consecuencia, solamente da origen a una obligación de hacer.
La promesa genera, además, una obligación indivisible, que es la de celebrar un contrato,
y en consecuencia, si varias personas celebran el contrato como promitentes vendedores
o compradores, todos ellos deben demandar, o a todos ellos se debe demandar el
cumplimiento del contrato.
La acción para exigir el cumplimiento del contrato prometido tiene carácter mueble,
aunque tal contrato sea el de compraventa de inmuebles.
En efecto, con tal acción no se reclama la entrega de un bien raíz, sino el cumplimiento
de una obligación de hacer, y los hechos que se deben se reputan muebles (Art. 581 CC).
En consecuencia, es competente para conocer de la mencionada acción, si no hay
estipulación en contrario, el juez del domicilio del demandado.

2. Requisitos del Contrato de Promesa


Siendo un contrato, la promesa debe reunir, en primer lugar, todos los requisitos de
existencia y validez que precisan los actos jurídicos.
Respecto del consentimiento, cabe destacar que, en ciertos casos, el propietario de un bien
necesita obtener la autorización o intervención de otra persona, a pesar de ser plenamente
capaz, los cuales son:
• Cuando los cónyuges están casados bajo el régimen de sociedad conyugal, el
marido debe obtener autorización de la mujer, o del juez en subsidio, para
prometer enajenar o gravar los bienes raíces sociales (Art. 1749 Inc. 3° CC);
• Si el inmueble que sirve de residencia de la familia, o los bienes muebles que
guarnecen la residencia principal de la familia se han declarado bienes familiares,
el cónyuge o conviviente civil propietario requiere la autorización del cónyuge o
conviviente civil no propietario para prometer gravarlos o enajenarlos (Art. 142
CC).

Pero, además de los requisitos generales, la promesa debe cumplir con ciertos requisitos
especiales, contemplados en el Art. 1554 CC.
Para algunos, la omisión de estos requisitos generaría la inexistencia del contrato, dado
que la disposición citada establece que, en tales casos, la promesa no produce obligación
alguna. Sin embargo, los requisitos del Art. 1554 CC se exigen en consideración a la
naturaleza del contrato, de manera que su omisión produce la nulidad absoluta, de
conformidad al Art. 1682 CC.

Pasamos a analizar los requisitos especiales que contempla el Art. 1554 CC para el
contrato de promesa.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

A) La Promesa Debe Constar por Escrito


El contrato de promesa es solemne, y la solemnidad consiste en que el contrato debe
constar por escrito.
Este requisito no se exige como medio de prueba o de publicidad, sino como un elemento
indispensable para su existencia, y en consecuencia, no existiendo un instrumento escrito,
no hay promesa, aunque el contrato prometido sea puramente consensual.

De igual forma, el contrato de promesa no puede probarse por ningún medio que no sea
el instrumento mismo que se exige por vía de solemnidad, siendo improcedente incluso
la confesión de parte.

Es suficiente, no obstante, un instrumento privado, aunque el contrato prometido requiera


como solemnidad una escritura pública.
Inicialmente, existió discusión respecto de este punto, y la jurisprudencia estuvo dividida,
sobre todo en torno a la promesa de compraventa de un inmueble, aunque actualmente,
ha tendido uniformemente a considerar que no es necesario el instrumento público.
Esto es de todo sentido, pues la promesa es un contrato distinto e independiente del
contrato prometido, y no cabe aplicar las reglas de un contrato particular a la promesa,
pues ella cuenta con sus propias reglas especiales, y no es un contrato accesorio.

B) El Contrato Prometido Debe Ser Válido


La promesa requiere que el contrato prometido no sea de aquellos que la ley declara
ineficaces o, más exactamente, que no adolezca de vicios de nulidad.
La ley se refiere ciertamente a la nulidad del contrato prometido por omisión de requisitos
intrínsecos o de fondo, y se comprende que los requisitos de forma deben observarse
cuando llegue el momento de su celebración.
Por esto, es nula la promesa de compraventa entre cónyuges no separados judicialmente,
ya que la ley prohíbe la celebración de dicho contrato, y éste adolece, por lo tanto, de
objeto ilícito, pero es válida la promesa de compraventa de bienes de incapaces, celebrada
sin autorización judicial, ya que la autorización es un requisito de forma de la
compraventa, y debe cumplirse cuando este contrato se celebre.

Cabe preguntarse si es válida la promesa de compraventa de bienes embargados, dado


que, conforme al Art. 1464 N°3 CC, hay objeto ilícito en la enajenación de bienes
embargados, y el Art. 1810 CC agrega que no pueden venderse las cosas cuya
enajenación está prohibida por la ley.
Sin embargo, se entiende que la promesa es válida, y debe entenderse celebrada bajo la
condición de que los bienes pueden ser enajenados en el momento de la celebración del
contrato prometido.
De hecho, el embargo es un motivo frecuente para que las partes no puedan celebrar de
inmediato la compraventa, y se vean obligadas a recurrir a una promesa.

C) Estipulación de un Plazo o Condición


La promesa supone que las partes no pueden o no quieren celebrar de inmediato el
contrato que proyectan, y que postergan su realización para un tiempo futuro, por lo que
las obligaciones del contrato de promesa siempre quedarán diferidas para después de su
celebración.
Es indispensable, por lo mismo, establecer cuándo deberán las partes cumplir las
obligaciones que la promesa les impone, es decir, en qué momento debe celebrarse el
contrato prometido.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Este tiempo puede señalarse de dos maneras, esto es, mediante la fijación de un plazo o
por medio de la estipulación de una condición.
Pero no es necesario que el plazo o condición marque el instante preciso en que el contrato
debe celebrarse, bastando que, por medio de estas modalidades se señale la “época” de
su celebración.

Respecto de la estipulación de un plazo para fijar la época de la celebración del contrato


prometido, es la forma más certera para tal finalidad, dado que el plazo es un hecho futuro
y cierto, postergando la celebración del contrato para un tiempo que necesariamente ha
de llegar.
El plazo posterga la exigibilidad de las obligaciones derivadas de la promesa, y es, por lo
tanto, un plazo suspensivo.
Vencido el plazo, por consiguiente, los contratantes podrán deducir las acciones
pertinentes para obtener que se celebre el contrato prometido.
No obstante, la jurisprudencia no ha sido unánime en esta materia, y algunos fallos han
sostenido que el plazo es extintivo, ya que una vez vencido, se extingue la obligación
contraída por el promitente vendedor de ejecutar el contrato prometido.
Sin embargo, esto no tiene mucho sentido, ya que si las partes prometen celebrar el
contrato dentro de tres meses, una vez cumplido el plazo, no podría exigir que se celebre
el contrato prometido, por lo cual decimos que el plazo debe entenderse como suspensivo.
Puede, no obstante, estipularse que el contrato debe celebrarse dentro de un plazo, y que
expirado éste, la promesa quedará sin efecto, pero tal estipulación importa más bien un
pacto comisorio.

En cuanto a la estipulación de una condición que fije la época de la celebración del


contrato prometido, puede ocurrir que las partes no estén en situación de prever con
certidumbre cuándo se encontrarán en situación de celebrar el contrato que proyectan, y
en tal caso, pactarán una condición para fijar la época en que debe celebrarse.
Pero la condición debe ser tal que sirva efectivamente para señalar tal época, por lo que
la Corte Suprema ha resuelto, generalmente, que tal condición debe ser determinada, es
decir, que debe realizarse dentro de cierto plazo, y se ha negado valor a promesas en que
se estipuló una condición indeterminada.

D) Especificación del Contrato Prometido


Por último, la promesa requiere que se especifique de tal modo el contrato prometido que
sólo falte para que sea perfecto la tradición de la cosa o las solemnidades legales, en su
caso.
La especificación del contrato significa que éste se individualice de tal modo que se sepa
de qué contrato se trata, y se precisen sus características para que no se confunda con otro.
Si se promete celebrar un contrato de sociedad, deberá individualizarse a las partes,
indicarse el objeto de la sociedad, el capital de la misma y cómo debe ser aportado, la
forma de la administración, etc.

La especificación del contrato que se promete se justifica sobradamente, ya que la


promesa, de otro modo, sería prácticamente ineficaz, quedando abierta la puerta para
futuras discusiones acerca del alcance de lo estipulado.
La especificación del contrato garantiza el cumplimiento de la obligación u obligaciones
de las partes, y hace posible, en su momento, recabar su ejecución compulsiva.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

E) La Promesa Unilateral Para la Celebración de un Contrato Bilateral


La doctrina ha discutido largamente sobre la validez de las promesas unilaterales de
celebrar un contrato bilateral.
La jurisprudencia se ha inclinado resueltamente por la nulidad de tales promesas y parte
de la doctrina la acompaña.
Los argumentos para sostener la ineficacia de tales promesas son los siguientes:
• La ley exige que se especifique el contrato prometido de forma que sólo falte para
su perfeccionamiento la tradición o las solemnidades legales, y esta especificación
no sería lo cabal que la ley exige si no consta en la promesa el propósito recíproco
de obligarse.
Prometida la celebración de un contrato de compraventa de un inmueble, la
promesa debe expresar que una parte se obliga a vender y la otra a comprar, ya
que, si así no fuera, faltaría, además de la solemnidad legal, el consentimiento
recíproco de las partes, el mutuo acuerdo sobre la cosa, y el precio, esencial en la
compraventa;
• La promesa unilateral en que una de las partes no contrae ninguna obligación y
tiene la prerrogativa de aceptar o no la celebración del contrato prometido sería
nula, conforme al Art. 1478 CC, ya que su obligación estaría sujeta a una
condición potestativa dependiente de su sola voluntad.

Sin embargo, la mayoría de la doctrina rechaza esta postura, y admite la validez de la


promesa unilateral para celebrar un contrato, basándose en los siguientes argumentos:
• Singularizado adecuadamente el contrato prometido, se cumpliría con el requisito
de especificación. Lo importante es que no existan dudas acerca del tipo de
contrato prometido;
• El exigir a las partes que de antemano se obliguen en la promesa a cumplir las
prestaciones propias del contrato prometido sería una inconsecuencia,
considerando que éste último aún no nace a la vida jurídica;
• Si el legislador hubiera entendido que era necesario que ambas partes en la
promesa contrajeran obligaciones recíprocas, ciertamente lo habría expresado,
como lo hizo el Art. 98 CC, que define los esponsales como la promesa de
matrimonio “mutuamente aceptada”;
• No se perciben razones morales o jurídicas para prohibir las promesas unilaterales,
que responden a una sentida necesidad en la vida de los negocios.

3. Efectos del Contrato de Promesa


El Art. 1554 CC concluye que, concurriendo los requisitos legales, “habrá lugar a lo
prevenido en el artículo precedente”.
Esta referencia al Art. 1553 CC pone de manifiesto que de la promesa nacen obligaciones
de hacer. Por lo tanto, podrá el acreedor instar por que se apremie al deudor para la
ejecución del hecho convenido, o para que se le indemnicen los perjuicios derivados de
la infracción del contrato.
El Art. 532 CPC establece que si el hecho debido consiste en la suscripción de un
documento o en la constitución de una obligación, podrá el juez proceder a nombre del
deudor, cuando éste es requerido y no lo hace dentro del plazo que le señale el tribunal.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo II – La Compraventa

1. Aspectos Generales
Conforme al Art. 1793 CC, la compraventa es un contrato en que una de las partes se
obliga a dar una cosa, y la otra a pagarla en dinero.
La compraventa encuentra su origen en el primitivo trueque o cambio directo de una cosa
por otra, el cual, mientras no se conoció la moneda, fue el único medio de que los hombres
se sirvieron para suplir sus necesidades.
Introducida la moneda como medida de valores, el trueque primitivo es reemplazado por
el cambio de cosas por dinero, que facilitando las transacciones, ha permitido que el
intercambio adquiera las vastísimas proyecciones que exige el desenvolvimiento de la
vida contemporánea.

El contrato de compraventa cuenta con las siguientes características:


• Contrato Bilateral
Puesto que las partes se obligan recíprocamente, el contrato de compraventa es
bilateral, siendo las obligaciones principales del vendedor y el comprador las de
dar la cosa vendida y pagar el precio, respectivamente.
Si el vendedor se obliga a dar una cosa y el comprador no contrae la obligación
recíproca de pagarle un precio, o a la inversa, se obliga el comprador a pagar un
precio sin que se le ofrezca una cosa en cambio, no hay compraventa. El contrato
podría importar una donación de la cosa o del precio.

• Contrato Oneroso Conmutativo


Debido precisamente a las prestaciones mutuas que engendra, el contrato de
compraventa es un contrato oneroso, dado que cada parte reporta en el contrato
utilidad de la obligación que para con ella se contrae, y se grava con la que toma
a su cargo.
La compraventa reviste, por lo general, el carácter de un contrato oneroso
conmutativo, ya que las prestaciones a que respectivamente se obligan comprador
y vendedor se miran como equivalentes (Art. 1441 CC), y no obsta para que el
contrato tenga este carácter la circunstancia de que las prestaciones, en el hecho,
no equivalgan, importando solamente que las partes miren o consideren sus
mutuas prestaciones como equivalentes.
Excepcionalmente, sin embargo, el contrato puede ser aleatorio, por lo que la
conmutatividad no es de la esencia de la compraventa. Por ejemplo, el Art. 1813
CC dispone que la venta de cosas que no existen, pero se espera que existan, se
entenderá hecha bajo la condición de existir, salvo que se exprese lo contrario, o
que por la naturaleza del contrato aparezca que se compró la suerte.
De esta forma, cuando aparezca del contrato que se compró la suerte, esté tendrá
el carácter de aleatorio.

• Contrato Principal
La compraventa es un contrato principal, ya que subsiste por sí misma, sin
necesidad de otra convención (Art. 1442 CC).

• Contrato Consensual
Salvas las excepciones legales, el contrato de compraventa es consensual, y se
perfecciona por el solo consentimiento de las partes (Art. 1443 CC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Art. 1801 Inc. 1º CC, expresa, en efecto, que la compraventa se reputa perfecta
desde que las partes han convenido en la cosa y en el precio.
Excepcionalmente, la compraventa puede ser solemne, y la solemnidad consiste,
por lo común, en el otorgamiento de escritura pública, como ocurre en los casos
que prevé el Art. 1801 Inc. 2° CC.

De acuerdo con lo prevenido en los Arts. 675 y 703 CC, la compraventa es un título
traslaticio de dominio, esto es, por su naturaleza sirve para transferirlo.
La compraventa, pues, no transfiere el dominio, ya que el comprador no se hace dueño
de la cosa vendida, ni el vendedor del precio, en virtud del contrato, sino de la tradición
subsiguiente.
Mientras la tradición no se efectúe, comprador y vendedor son solamente acreedores de
la cosa y del precio.
La adquisición del dominio, por tanto, se verifica por medio de dos actos diferentes, que
son el contrato de compraventa, que constituye el título de la adquisición, y la tradición,
que es el modo de adquirir.
Por lo tanto, el contrato sólo genera obligaciones personales, pero nunca reales.

La compraventa tiene una significación interpretativa en el Código Civil que excede sus
límites, ya que, al ser el contrato oneroso conmutativo por excelencia, contiene muchas
reglas que son aplicadas para comprender o interpretar otros contratos de la misma clase,
e incluso, la regulación de la compraventa contiene normas que son citadas para el estudio
de la teoría general de los contratos, y en ello radica su enorme importancia.

Por último, respecto de los elementos del contrato de compraventa, tiene tres esenciales,
que son el consentimiento de las partes, una cosa y un precio.
Las normas de carácter general que reglan la formación del consentimiento, los vicios de
que puede adolecer y sus consecuencias son aplicables al contrato de compraventa, pero
se hace necesario examinar sobre qué debe recaer el consentimiento de las partes y las
formas que a veces debe revestir.
La cosa y el precio constituyen el objeto, respectivamente, de las obligaciones de
vendedor y comprador, y les son aplicables, en general, las normas de los Arts. 1460 y
ss. CC, pero es necesario estudiar las reglas particulares que el legislador ha dado para el
contrato de compraventa.

Las personas que celebren el contrato de compraventa deben ser legalmente capaces, y
son incapaces para celebrarlo, por ejemplo, los que carecen de capacidad para celebrar
cualquier contrato.
Pero como el legislador ha establecido, además, normas particulares que regulan la
capacidad para comprar y vender, es indispensable detenerse, también, a considerar la
capacidad en relación con el contrato de compraventa.

2. El Consentimiento de las Partes


A) Aspectos Generales
Como mencionamos anteriormente, por regla general, la compraventa es un contrato
consensual, y excepcionalmente, es un contrato solemne (Art. 1801 CC).
Por ende, salvo en aquellos casos señalados en la ley, la compraventa se perfecciona con
la oferta y la aceptación, de conformidad a las reglas establecidas en el Código de
Comercio.

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El acuerdo de las voluntades debe existir en relación a la cosa y al precio, y además, según
Pothier, en relación a la venta, por lo que las partes han de estar acordes en que el contrato
que celebran es de compraventa.
En cuanto al consentimiento sobre la cosa que es objeto del contrato, no existirá acuerdo
sobre la cosa vendida cuando los contratantes padezcan de error, sea sobre la identidad
de la cosa específica o sobre la sustancia o calidad esencial de la misma (Arts. 1453-1454
CC).
El acuerdo de voluntades, además, debe recaer sobre el precio, y no existe el
consentimiento a tal respecto cuando el precio en que una de las partes entiende comprar
no es el mismo en que la otra entiende vender.

Por último, falta el consentimiento en la venta misma cuando alguna de las partes sea
víctima de un error sobre la especie de acto o contrato que se celebra, como si una de las
partes entendiera vender y la otra que se le hace una donación.

El consentimiento de las partes debe manifestarse libre y espontáneamente, por lo que, si


es resultado de la fuerza, el contrato adolece de nulidad.
Sin embargo, suele ocurrir que el consentimiento en el contrato de compraventa no se
manifieste espontánea y libremente, tal y como ocurre en las ventas forzadas, como
cuando, a instancias de un acreedor, se venden bienes del deudor para pagarse con el
producto.
Aunque el acreedor vende contra su voluntad, dado que el tribunal le obliga a ello, por el
hecho de obligarse, el deudor ha consentido de antemano en las consecuencias de la
obligación, que otorga al acreedor un derecho de prenda general sobre sus bienes, e
implícitamente, autoriza al acreedor para hacerlos vender si la deuda no es pagada.
El ejecutado no consiente en la venta al tiempo en que se realiza, pero ha consentido antes,
al tiempo de constituirse en deudor, por lo que la venta forzada es una verdadera
compraventa.
Además, conforme a lo dispuesto en el Art. 671 Inc. 3° CC, en las ventas forzadas que
se hacen por decreto judicial a petición de un acreedor, en pública subasta, la persona
cuyo dominio se transfiere es el tradente, y el juez su representante legal.

Como dijimos anteriormente, el contrato de compraventa es, por lo general, consensual,


aunque puede ser solemne en ciertos casos, en los cuales no basta que las partes
convengan en la cosa y el precio para que el contrato se repute perfecto, siendo necesario,
además, que se cumplan las solemnidades o requisitos de forma que la ley prescribe.

B) Solemnidades de que Puede Estar Revestida la Compraventa


Las solemnidades de que está revestida la compraventa pueden ser establecidas por la ley
o por las partes contratantes, por lo que decimos que pueden ser legales o voluntarias.
Las solemnidades legales ordinarias son aquellas de que por la ley está revestida la
compraventa de cierta clase de bienes, como los bienes raíces.
Las solemnidades legales especiales son aquellas que la ley exige para la compraventa
en atención a las circunstancias particulares en que se celebra o a las personas que
intervienen. Tales son las solemnidades que acompañan la venta de bienes pertenecientes
a incapaces.
Las solemnidades voluntarias son las que establecen las partes, sea añadiéndolas a las
que establece la ley, sea para hacer solemne una compraventa que es naturalmente
consensual.

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1) Solemnidades Legales Ordinarias


Las solemnidades legales ordinarias consisten en el otorgamiento de escritura pública.
La escritura pública, es, a la vez, requisito para el perfeccionamiento del contrato y el
único medio de probar su existencia.
El Art. 1701 CC previene que la falta de instrumento público no puede suplirse por otra
prueba en los actos y contratos en que la ley requiere esa solemnidad, y su omisión hará
que los actos se miren como no ejecutados o celebrados.

El Art. 1801 Inc. 2° CC contempla los casos en que la ley exige escritura pública para la
validez de la venta, que son los siguientes:
• La Compraventa de Bienes Raíces
La importancia de esta clase de bienes justifica la exigencia de que la compraventa
debe revestirse de formas que la constaten fehacientemente.
Por otra parte, la tradición de los inmuebles vendidos debe verificarse por la
inscripción en el Registro del Conservador de Bienes Raíces, y tal inscripción
debe hacerse mediante la exhibición de un título auténtico.
Ahora bien, la inscripción no es un requisito de la compraventa de bienes raíces,
sino la forma en que se efectúa la tradición de los mismos, por lo que, aún sin
inscripción, el contrato está perfecto desde que las partes, convenidas en la cosa y
en el precio, otorgan la correspondiente escritura pública.
Cabe destacar que sólo es solemne la compraventa de bienes inmuebles por
naturaleza, ya que la compraventa de bienes muebles por anticipación es
meramente consensual, ya que se reputan tales, aun antes de su separación, para
los efectos de constituir un derecho en favor de otra persona que el dueño (Art.
571 CC).
A su vez, la venta de bienes inmuebles por destinación es también consensual,
puesto que, vendidos separadamente del inmueble, dejan de estar destinados al
uso, cultivo y beneficio del mismo, recobrando su calidad de bienes muebles.

• Compraventa de Servidumbres
Conforme al Art. 698 CC, la tradición de un derecho real de servidumbre se
efectúa por escritura pública en que el tradente exprese constituirlo, y el
adquirente aceptarlo, y esta escritura puede ser la misma del acto o contrato.
Así las cosas, cuando los propietarios de dos predios acuerdan la constitución de
una servidumbre a cambio del pago de un precio, hablamos de la compraventa de
una servidumbre, la cual es solemne, puesto que debe efectuarse por escritura
pública.

• Compraventa de Censos
El titular de un derecho de censo, denominado censualista, puede disponer de él
por acto entre vivos o por causa de muerte, según las reglas generales, siempre
que se trate de un censo sin cargo de restitución o transmisión, por lo que, en tales
casos, puede vender su derecho real de censo, siempre que lo haga mediante una
escritura pública.

• Compraventa de Derechos Hereditarios


Del estudio del objeto ilícito, sabemos que una persona no puede disponer, en
modo alguno, de su derecho a suceder a una persona viva, por lo que no podría
vender su derecho en la futura sucesión, y de hacerlo, tal acto adolecerá de objeto

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ilícito, dado que estaremos ante un pacto sobre sucesión futura, prohibido por la
ley (Art. 1463 CC).
Pero una vez fallecido el causante, el heredero será libre para vender su derecho
en la herencia respectiva, y tal venta, necesariamente, deberá hacerse por escritura
pública.
Debe precisarse que el heredero no está vendiendo el derecho que pueda tener
sobre uno o más bienes determinados de la herencia, sino que aquél que recae
sobre la universalidad de la herencia.

Se discute en la doctrina si el mandato para celebrar el contrato de compraventa de estos


bienes debe constar por escritura pública.
El examen de las normas legales pertinentes lleva a la conclusión de que no es necesario
que el mandato revista las mismas formas que el contrato encomendado al mandatario.
Sin embargo, la doctrina generalmente estima que es necesaria la forma pública, y la
jurisprudencia se ha pronunciado sistemáticamente en el mismo sentido.

2) Solemnidades Legales Especiales


En cuanto a las solemnidades legales especiales, la ley reviste de solemnidades especiales
la compraventa por las circunstancias en que se celebra el contrato o la calidad de las
personas que lo estipulan.
Así, se someten a formalidades especiales las ventas forzadas ante la justicia, ya que la
venta se hace previa tasación del inmueble y la publicación de avisos, en pública subasta,
ante el juez (Arts. 485 y ss. CPC).
La escritura debe ser suscrita por el rematante y por el juez, como representante legal del
vendedor. Para los efectos de la inscripción, no admite el Conservador sino la escritura
definitiva de compraventa (Art. 497 CPC).

Por otro lado, en las ventas de bienes pertenecientes a personas incapaces, las
solemnidades que comúnmente acompañan a la venta son la autorización judicial y la
subasta pública.
Las solemnidades referidas suelen ser aplicables, también, a los bienes muebles.
Tratándose de los cónyuges casados en sociedad conyugal, los Arts. 1749 y 1754 CC
exigen la autorización de la mujer para enajenar y gravar los bienes raíces sociales y los
de la mujer, respectivamente.

3) Solemnidades Voluntarias
Hay casos en los cuales el contrato de compraventa puede llegar a ser solemne no por
mandato legal, sino por la voluntad de las partes.
Conforme al Art. 1802 CC, si los contratantes estipularen que la venta de otras cosas que
las enumeradas en el Art. 1801 Inc. 2° CC no se repute perfecta hasta el otorgamiento
de escritura pública o privada, podrá cualquiera de las partes retractarse mientras no se
otorgue la escritura o no haya principiado la entrega de la cosa vendida.

La ley no ve inconveniente para que las partes puedan elevar a la categoría de solemne
un contrato que por su naturaleza no lo es.
Cuando ello ocurre, estamos en presencia de un contrato condicional, subordinado a la
condición suspensiva de que se otorgue una escritura pública o privada.
Con todo, como la solemnidad emana de la voluntad de las partes, esa misma voluntad
puede modificar la situación, renunciando expresa o tácitamente al cumplimiento de la
solemnidad y celebrando el contrato por el solo consentimiento.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Operará la última hipótesis si las partes dan inicio a la ejecución de las prestaciones
derivadas del contrato, prescindiendo de la solemnidad que ellas mismas habían
estipulado.

Pero la ley también confiere a las partes el derecho a retractarse de la celebración del
contrato mientras no se cumpla la solemnidad pactada, aunque tal facultad desaparece si
comenzó a cumplirse el contrato, o si se cumplió la solemnidad convenida.

C) Las Arras
Las arras consisten en una cantidad de dinero u otras cosas muebles que se dan en garantía
de la celebración del contrato, o bien en parte del precio, o en señal de quedar convenidos.
Por lo tanto, las arras pueden ser de dos clases, y tener una doble finalidad:
• Las Arras Como Garantía
Las arras dadas en garantía de la celebración o ejecución del contrato significan
que las partes no han entendido ligarse definitivamente, sino que mutuamente se
reservan la facultad de desdecirse, perdiendo su valor.
En efecto, conforme al Art. 1803 CC, si se vende con arras, esto es, dando una
cosa en prenda de la celebración o ejecución del contrato, se entiende que cada
uno de los contratantes podrá retractarse, el que ha dado las arras, perdiéndolas, y
el que las ha recibido, restituyéndolas dobladas.
Las arras de esta clase ponen de manifiesto la fragilidad del contrato, puesto que
no son sino un medio de poner a las partes en situación de desistir de él.
El contrato se celebra bajo una condición negativa y suspensiva, que consiste en
que las partes no hagan uso de la facultad de retractación.
La facultad de retractarse sólo puede ejercerse en el plazo fijado por las partes, y
a falta de estipulación, en el plazo de dos meses contados desde la convención.
Sin embargo, si el contrato se reduce a escritura pública, o ha comenzado a
efectuarse la entrega, se extingue la facultad de retractarse desde que ocurra
cualquiera de ambas cosas.

• Las Arras Como Parte del Precio o en Señal de Quedar Convenidos


Esta clase de arras constituyen un testimonio de la celebración definitiva del
contrato, es decir, constituyen un medio de prueba de su celebración.
Las partes carecen de la facultad de retractarse, porque el contrato de compraventa
ha quedado perfecto, a menos que requiera el otorgamiento de escritura pública.
Conforme al Art. 1805 Inc. 1° CC, si expresamente se dieren arras como parte
del precio, o como señal de quedar convenidos los contratantes, quedará perfecta
la venta, sin perjuicio de lo prevenido en el Art. 1801 Inc. 2º CC.
Para que las arras se entiendan dadas en señal de quedar convenidos o como parte
del precio, es necesario que las partes lo convengan expresamente, y que este
convenio conste por escrito.
Si así no fuere, se entienden las arras dadas en garantía, y facultadas las partes
para retractarse (Art. 1805 Inc. 2° CC).
Las arras en garantía, por lo tanto, constituyen la regla general, y para que pueda
atribuírseles otro carácter, es necesario un pacto expreso y escrito.

D) Gastos del Contrato de Compraventa


Supone el legislador que los gastos que demande el contrato de compraventa han sido
tomados en cuenta en el precio, y establece que son de cargo del vendedor, salvo
estipulación contraria.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Art. 1806 CC dispone que los impuestos fiscales o municipales, las costas de la
escritura y de cualesquiera otras solemnidades de la venta, serán de cargo del vendedor,
a menos de pactarse otra cosa.
Los impuestos a que la disposición se refiere son, obviamente, los que graven la
compraventa.

3. La Cosa Vendida
No es concebible un contrato de compraventa sin una cosa que se vende, dado que
consiste esencialmente en el cambio de una cosa por dinero.
Si falta la cosa vendida, la obligación carecería de objeto, por lo que no podría existir, y
por el mismo motivo, carecería de causa la obligación del comprador.

A) Requisitos que Debe Reunir la Cosa Vendida


La cosa vendida, además de reunir todos los requisitos propios del objeto de toda
declaración de voluntad, debe cumplir con ciertos requisitos propios para el contrato de
compraventa, que son los siguientes:
• La Cosa Vendida Debe Ser Comerciable
Según dispone el Art. 1810 CC, pueden venderse todas las cosas corporales o
incorporales cuya enajenación no esté prohibida por la ley.
La compraventa no es propiamente un acto de enajenación, puesto que no
transfiere el dominio, y la cosa sólo se hace ajena por la tradición subsiguiente.
Por lo mismo, si no mediara la disposición citada, podría razonablemente
entenderse que la venta de bienes cuya enajenación la ley prohíbe sería válida, y
nula solamente la tradición.
La compraventa de cosas cuya enajenación está prohibida es nula absolutamente,
dado que estamos ante un disposición prohibitiva.

• La Cosa Vendida Debe ser Singular y Determinada o Determinable


El bien vendido debe ser singular, y en este sentido, el Art. 1811 CC dispone que
es nula la venta de todos los bienes presentes o futuros o de unos y otros, ya se
venda el total o una cuota.
Sin embargo, una persona puede vender todos sus bienes, con tal que se
individualicen o inventaríen en escritura pública, y que no se comprendan en la
venta objetos ilícitos.
En estos casos, se entienden únicamente vendidos, no obstante cualquiera
estipulación en contrario, los bienes inventariados.
Cabe señalar lo que sucede con el derecho real de herencia, que aunque recae
sobre una universalidad de derecho, como es la herencia, puede ser objeto de una
compraventa, y ello porque lo que se está vendiendo no es la universalidad
jurídica, sino un derecho sobre ella, que es un bien singular.

• La Cosa Vendida Debe Ser Determinada o Determinable


De acuerdo con las reglas generales (Art. 1461 CC), la cosa vendida debe ser
determinada, y la determinación puede verificarse específica o genéricamente,
aunque, cuando se determina genéricamente, debe igualmente especificarse la
cantidad.
Pero la cantidad puede ser inicialmente incierta, con tal que el acto o contrato fije
reglas o contenga datos que permitan determinarla.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• La Cosa Vendida Debe Existir o Esperarse que Exista


Conforme al Art. 1461 CC, no sólo las cosas que existen pueden ser objeto de
una declaración de voluntad, sino las que se espera que existan.
Por lo mismo, pueden venderse las cosas presentes y futuras, esto es, las que
existen al tiempo de celebrarse el contrato y aquellas cuya existencia se espera en
el futuro.
La venta de una cosa que al tiempo de perfeccionarse el contrato se supone
existente y no existe, no produce efecto alguno, según dispone el Art. 1814 CC,
y si faltaba una parte considerable de ella al tiempo de perfeccionarse el contrato,
podrá el comprador, a su arbitrio, desistir del contrato, o darlo por subsistente,
abonando el precio a justa tasación.
La buena o mala fe del vendedor, entendiendo por tal su conocimiento o
ignorancia de la inexistencia de la cosa, no influye en la validez del contrato, pero
tiene considerable importancia para otros efectos, ya que si el vendedor supo que
la cosa no existía en todo o parte, debe reparar los perjuicios al comprador que lo
ignoraba.
En cuanto a la venta de cosa futura, es decir, aquella que no existe al tiempo del
contrato, pero que se supone que existirá, se entiende hecha bajo la condición
suspensiva de que la cosa llegue a existir, salvo que se exprese lo contrario, o que
por la naturaleza del contrato aparezca que se compró la suerte (Art. 1813 CC).
En el último caso, lo vendido no es la cosa que se espera que exista, sino la suerte,
es decir, la contingencia incierta de ganancia o pérdida, por lo que hablamos de
un contrato aleatorio, y la no existencia de la cosa no impedirá el
perfeccionamiento del contrato.
A diferencia de la venta de cosa futura, la venta de la suerte no es un contrato
condicional, sino puro y simple.

• La Cosa No Debe Pertenecer al Comprador


La cosa propia puede pertenecer al vendedor o a un tercero, pero nunca al
comprador.
Conforme al Art. 1816 CC, la compra de cosa propia no vale, y el comprador
tendrá derecho a que se le restituya lo que hubiere dado por ella.
Pero será necesario que el comprador tenga sobre la cosa la propiedad plena o
absoluta, por lo que el propietario fiduciario podrá comprar la cosa al
fideicomisario, y la compraventa, válida en tal caso, persigue una finalidad útil
evidente, consistente en evitarse el fiduciario tener que restituir la cosa al tiempo
de cumplirse la condición.

B) La Venta de Cosa Ajena


Mientras la compraventa de cosa propia adolece de nulidad, es válida la compraventa de
cosa ajena.
El Art. 1815 CC establece, en forma perentoria, que la venta de cosa ajena vale, sin
perjuicio de los derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no se extingan por el
lapso de tiempo.
La disposición es la obligada consecuencia de ser la compraventa, en nuestro Derecho,
como lo era en el Derecho Romano, simplemente productiva de obligaciones.
Si en virtud del contrato de compraventa, mediante cierto precio, el vendedor se obliga a
entregar la cosa, a procurar al comprador la posesión tranquila o, aún, a hacerle
propietario de la cosa, nada obsta para que la convención sea válida.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Puede el vendedor contraer la obligación de hacer al comprador propietario de una cosa


que no le pertenece, y la ejecución de la obligación será posible en virtud de un arreglo
entre el vendedor y el dueño de la cosa.

Los efectos de la compraventa de cosa ajena deben considerarse desde el punto de vista
del verdadero propietario y desde el punto de vista de las relaciones entre vendedor y
comprador:
• Efectos Con Relación al Dueño de la Cosa
El dueño de la cosa es totalmente extraño al contrato, y a su respecto, no produce
efecto alguno, por lo que no contrae el dueño ninguna obligación, y conserva
intacto su derecho de propiedad, mientras el comprador no haya llegado a
adquirirlo por prescripción.
El Art. 1815 CC se cuida de advertir que la validez de la venta de cosa ajena se
entiende sin perjuicio de los derechos del dueño de la cosa vendida, mientras no
se extingan por el lapso de tiempo.
El derecho del dueño consistirá en reivindicar la cosa contra el comprador, que
será regularmente quien la posea.

• Efectos Entre las Partes


En primer lugar, la compraventa, seguida de la correspondiente tradición, no
otorga al comprador el dominio del que el vendedor carecía, sino que únicamente
le transferirá los derechos transferibles del vendedor sobre la cosa (Art. 682 CC).
No obstante, el comprador adquirirá la posesión de la cosa, pudiendo ganarla
luego por prescripción (Art. 683 CC), que será ordinaria o extraordinaria según
que el comprador haya estado de buena o de mala fe, respectivamente.
Por otra parte, y como consecuencia de ser ajena la cosa, el vendedor podría verse
en la imposibilidad de entregarla, al no poder conseguirla del dueño, por ejemplo.
En tal caso, el comprador tiene derecho a demandar el cumplimiento del contrato
o su resolución, con indemnización de perjuicios.
Por último, si entregada la cosa al comprador, el dueño la reivindica, el vendedor
estará obligado a sanear la evicción, defendiéndolo en juicio e indemnizándolo en
caso de producirse una privación total o parcial de la cosa vendida, aunque el
comprador no contará con este derecho si compró a sabiendas de ser ajena la cosa
(Art. 1852 Inc. 3° CC).

El vendedor no puede transferir un dominio de que carece, pero si el dueño de la cosa


vendida ratifica el contrato, adquirirá el comprador el dominio retroactivamente.
El Art. 1818 CC dispone que la venta de cosa ajena, ratificada después por el dueño,
confiere al comprador los derechos de tal desde la fecha de la venta.
La disposición es desafortunada en su redacción y, entendida literalmente, absurda y
contraria al sistema del Código, ya que la ratificación no valida el contrato, sino que el
comprador adquiere los derechos de tal desde el momento en que el contrato se celebra,
puesto que la venta de cosa ajena es válida, con prescindencia de la ratificación.
Solamente la ratificación hace posible que se transfiera el dominio, y obviamente, se
entiende transferido desde el momento de la tradición, y no de la venta.

Iguales efectos produce la adquisición por el vendedor del dominio de la cosa vendida,
después de celebrado el contrato.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Art. 1819 CC expresa que, vendida y entregada a otro una cosa ajena, si el vendedor
adquiere después el dominio de ella, se mirará al comprador como verdadero dueño desde
la fecha de la tradición.
La disposición concuerda con el Art. 682 CC, conforme al cual, si el tradente después
adquiere el dominio, se entenderá éste transferido desde el momento de la tradición.
El Art. 1819 Inc. 2° CC señala una consecuencia lógica, al disponer que si el vendedor
la vendiere a otra persona después de adquirido el dominio, subsistirá el dominio de ella
en el primer comprador.
La nueva venta que el vendedor hiciere sería de cosa ajena, dado que la cosa ya no le
pertenece, y es de propiedad del comprador desde que le fue entregada.

4. El Precio
Tampoco se concibe el contrato de compraventa sin un precio, que según previene el Art.
1793 CC, es el dinero que el comprador da por la cosa vendida.
Si falta el precio, carece de objeto la obligación del comprador, por lo que no puede existir
su obligación, y como consecuencia, carecería de causa la obligación del vendedor.

El precio debe reunir los siguientes requisitos:


• El Precio Debe Consistir en Dinero
El Art. 1793 CC establece reiteradamente que el precio debe consistir en dinero.
Si el precio no se estipula en dinero, no hay compraventa, sino otro contrato
diverso, por lo que decimos que el precio en dinero es de la esencia del contrato.
Ahora bien, no obsta para que exista compraventa la circunstancia de que el precio
se pacte en dinero, pero se pague con otra cosa.
Si el precio no consiste en dinero, el contrato será de permuta, pero para que haya
compraventa, no es necesario que el precio consista íntegramente en dinero.
Cuando el precio se estipula parte en dinero y parte en otras cosas, el contrato será
de compraventa o permuta, según la relación que exista entre sus respectivos
valores.
El Art. 1794 CC previene que cuando el precio consiste parte en dinero y parte
en otra cosa, se entenderá permuta si la cosa vale más que el dinero, y venta en el
caso contrario.

• El Precio Debe Ser Real o Serio


Que el precio sea real o serio significa que exista efectivamente una suma de
dinero que se pague a cambio de la cosa. No es real el precio simulado o fingido,
y no es serio en cuanto el precio es irrisorio.
La realidad o seriedad del precio debe existir tanto en relación a la voluntad de las
partes, como en relación con la cosa que se reputa equivalente.
En relación con la voluntad de las partes, el precio real y serio significa que se
tenga efectivamente la intención de pagarse por el comprador, y de exigirse por el
vendedor.
Con relación a la cosa vendida, el precio no será real o serio cuando exista entre
ambos tal desproporción que resulte puramente ilusorio.
Pero aunque el precio debe ser real y serio, no es necesario que sea justo,
entendiendo por precio justo aquel que equivale al valor de la cosa, en oposición
a precio vil, que no refleja tal equivalencia.
El precio vil o insuficiente no implica que la compraventa carezca de precio, por
lo que la vileza del precio no excluye la existencia del contrato, ya que el precio

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

vil es un precio serio, dado que el vendedor ha contratado para recibir


efectivamente ese precio.
Ahora bien, cuando la desproporción entre la cosa vendida y el precio provoca
una lesión enorme en el patrimonio del comprador o del vendedor, ello puede
influir en la suerte del contrato, como estudiaremos más adelante.

• El Precio Debe Ser Determinado o Determinable


La determinación del precio es el señalamiento de la precisa cantidad que el
comprador debe pagar por la cosa comprada.
Esta exigencia es el resultado de la aplicación de las reglas generales que requieren
la determinación del objeto de todo acto o declaración de voluntad (Art. 1461
CC).
Lo normal es que sean las partes las que determinen el precio, lo cual se hace
regularmente en el contrato, aunque no hay inconveniente para hacer la
determinación a posteriori sobre las bases señaladas en el contrato, gozando las
partes de amplia libertad para determinar la manera en que debe fijarse el precio.
Si se trata de cosas fungibles y se vende al corriente de plaza, se entiende el precio
corriente al tiempo de la entrega, a menos de expresarse otra cosa en el contrato.
En este último caso, no se ha determinado el precio en el contrato, pero se ha
fijado una base para su determinación, para lo cual es necesario que se trate de
cosas fungibles, y que expresamente se vendan a precio de mercado.
Sea determinado o determinable, el precio no puede quedar al arbitrio de uno solo
de los contratantes, porque es de la esencia de la compraventa que las partes sepan,
desde el momento de celebrar el contrato, a qué se obligan.
Sabemos que la venta se reputa perfecta, por regla general, desde que las partes
se han puesto de acuerdo en la cosa y en el precio, por lo que si se deja la
determinación del precio al arbitrio de uno de los contratantes, quiere decir que
las partes no se han puesto de acuerdo en el mismo, y por tanto, no puede haber
compraventa.
No obstante todo lo anterior, y conforme al Art. 1809 CC, puede dejarse el precio
al arbitrio de un tercero, y si el tercero no lo determina, puede hacerlo cualquiera
otra persona que convinieren los contratantes, pero en caso de no convenirse, no
habrá venta.
En estos casos, se entiende configurado un mandato que arranca de la voluntad de
ambas partes, considerándose como si ellas mismas hubieran hecho la
determinación, y el contrato pasa a ser condicional, sujeto a la condición de que
el tercero efectúe la determinación del precio.

5. Capacidad Para Celebrar el Contrato de Compraventa


A) Reglas Generales
El Art. 1445 CC establece que para que una persona se obligue a otra por un acto o
declaración de voluntad, es necesario que sea legalmente capaz, y el Art. 1446 CC añade
que toda persona es legalmente capaz, excepto aquellas que la ley declara incapaces.
Para la compraventa, como para todo contrato, la capacidad es la regla general, y la
incapacidad constituye la excepción.
Dispone el Art. 1795 CC, en efecto, que son hábiles para el contrato de compraventa
todas las personas que la ley no declara inhábiles para celebrarlo, o para celebrar todo
contrato.
Así, son incapaces para celebrar el contrato de compraventa, en primer término, las
personas afectas a una incapacidad general para contratar, como son los dementes, los

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

pródigos interdictos, los sordos o sordomudos que no pueden darse a entender claramente,
y los menores de edad (Art. 1447 CC).

Pero además, son incapaces aquellas personas afectas a ciertas incapacidades particulares
del contrato de compraventa, y en tal sentido, el Art. 1447 Inc. 4º CC establece que
existen incapacidades particulares, que consisten en la prohibición que la ley ha impuesto
a ciertas personas para ejecutar ciertos actos.
Las incapacidades especiales del contrato de compraventa pueden ser dobles o simples,
ya que a ciertas personas les está prohibido en absoluto celebrar el contrato de
compraventa, sea comprando o vendiendo, mientras que a otras personas les está
solamente prohibido comprar o vender.
Las incapacidades, por lo tanto, pueden ser de comprar, de vender, o de comprar y vender.

B) Incapacidades Para Comprar y Vender


• Compraventa Entre Cónyuges
Conforme al Art. 1796 CC, es nulo el contrato de compraventa entre cónyuges
no separados judicialmente, por lo que la nulidad afecta al contrato de
compraventa que celebren los cónyuges sea cual sea el régimen de bienes bajo el
cual estén casados.
Esto se explica por dos motivos:
o La ley prohíbe las donaciones irrevocables entre cónyuges, y por medio
de un contrato de compraventa simulado o hecho a un precio vil, se
burlaría fácilmente la prohibición;
o Los cónyuges podrían, mediante una venta simulada, sustraer sus bienes
de la persecución de los acreedores.

• Compraventa Entre el Padre o Madre y el Hijo Sujeto a Patria Potestad


Según dispone el Art. 1796 CC, es igualmente nulo el contrato de compraventa
entre el padre o madre y el hijo sujeto a patria potestad.
La disposición tiene por objeto proteger al hijo, regularmente falto de experiencia,
y evitar al padre o madre el conflicto entre el deber de cautelar los intereses del
hijo y su propio interés.
Sin embargo, es válido entre el hijo de familia y el padre o madre el contrato de
compraventa cuando verse sobre bienes que forman parte del peculio profesional
o industrial del primero, ya que respecto de estos bienes, el hijo no está sometido
a la patria potestad, pero la venta de estos bienes, si fueren inmuebles, debe ser
autorizada por el juez, con conocimiento de causa.

C) Incapacidades Para Vender


Conforme al Art. 1797 CC, se prohíbe a los administradores de establecimientos públicos
vender parte alguna de los bienes que administran, y cuya enajenación no está
comprendida en sus facultades administrativas ordinarias, salvo el caso de expresa
autorización de la autoridad competente.
El funcionario debe obrar dentro de la órbita de sus atribuciones, y no puede ejecutar sino
los actos para que está expresamente facultado.
El Art. 7º CPR previene que ninguna magistratura, ninguna persona, ni grupo de
personas, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, puede atribuirse otra
autoridad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud de la
Constitución o las leyes, y que todo acto en contravención a este artículo es nulo.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Esta norma es impropia del Código Civil, ya que, al decir relación con las atribuciones
de los funcionarios públicos, corresponde más bien al Derecho Administrativo, y de
hecho, la norma está recogida y superada por normas administrativas, como el Decreto
Ley N°1.939 de 1977, que regula la venta de bienes fiscales.

D) Incapacidades Para Comprar


• Prohibición a los Empleados Públicos
Según dispone el Art. 1798 CC, al empleado público se le prohíbe comprar los
bienes públicos o particulares que se vendan por su ministerio, y la prohibición
rige aunque la venta se haga en pública subasta.
Varias disposiciones han ampliado el alcance de la prohibición, y de hecho, el
Art. 22 CdM contiene prohibiciones similares.

• Prohibiciones a los Jueces y Funcionarios del Poder Judicial


El Art. 1798 CC prohíbe a los jueces, abogados, procuradores o escribanos
comprar los bienes en cuyo litigio se ha intervenido, y que se vendan a
consecuencia del litigio, y la prohibición rige aunque la venta se efectúe en pública
subasta.
El Código Orgánico de Tribunales ha ampliado considerablemente el campo de la
prohibición, al disponer su Art. 321 que se prohíbe a todo juez comprar o adquirir
a cualquier título, para sí, para su mujer o para sus hijos, las cosas o derechos que
se litiguen en los juicios de que él conozca, y se extiende esta prohibición a las
cosas o derechos que han dejado de ser litigiosos, mientras no hayan transcurrido
cinco años desde el día en que dejaron de serlo, pero no comprende las
adquisiciones hechas a título de sucesión por causa de muerte si el adquirente
tuviere respecto del difunto la calidad de heredero abintestato.
La disposición se aplica a los fiscales, defensores, relatores, secretarios y
receptores (Art. 481 COT).

• Prohibiciones a los Tutores y Curadores


Según dispone el Art. 1799 CC, no es lícito a los tutores y curadores comprar
alguna parte de los bienes de sus pupilos sino con arreglo a lo prevenido en el
título De la administración de los tutores y curadores.
Para esta materia, el Art. 412 CC distingue marcadamente según se trate de bienes
muebles o inmuebles:
o El guardador no puede comprar los bienes muebles del pupilo sino con la
autorización de los otros tutores o curadores generales que no estén
implicados de la misma manera, o por el juez en subsidio;
o En cambio, la compra de bienes raíces del pupilo está radicalmente
prohibida a los guardadores, y la prohibición se hace extensiva al cónyuge
del tutor o curador, y a cualquiera de sus ascendientes o descendientes.

• Prohibiciones a los Mandatarios, Liquidadores y Albaceas


Conforme al Art. 1800 CC, los mandatarios, los liquidadores y los albaceas están
sujetos, en cuanto a la compra o venta de las cosas que hayan de pasar por sus
manos en virtud de estos encargos, a lo dispuesto en el Art. 2144 CC.
Según la disposición citada, que se incluye dentro de las normas del mandato, el
mandatario no puede, por sí ni por tercera persona, comprar las cosas que el
mandante le ha ordenado vender, ni vender de lo suyo al mandante lo que éste le
ha ordenado comprar, si no fuere con aprobación expresa del mandante.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En cuanto a los albaceas, si bien el Art. 1800 CC se remite a las reglas antes
indicadas del mandato, el Art. 1294 CC establece que lo dispuesto en los Arts.
394 y 412 CC se extiende a los albaceas, esto es, hace aplicables las normas de
las guardas.
Frente a esta contradicción, debe prevalecer la regla del Art. 1294 CC y, en
consecuencia, no puede el albacea, ni las personas ligadas a él, comprar bienes
muebles de la sucesión sino con anuencia de los otros albaceas no inhabilitados,
o del juez en subsidio, y los bienes inmuebles en ningún caso.
En cuanto a los liquidadores, el Art. 44 Inc. 2° de la Ley N°20.720 prohíbe a los
liquidadores y veedores contratar por sí o a través de terceros, o de una persona
jurídica en la que sean socios o personas relacionadas, con cualquier deudor
sometido a un procedimiento concursal.

6. Modalidades del Contrato de Compraventa


Además de las modalidades generales de todo contrato, el contrato de compraventa puede
someterse a modalidades propias del mismo contrato, que están reguladas en los Arts.
1821-1823 CC, y que pasamos a analizar.

A) Venta al Peso, Cuenta o Medida


La venta de las cosas que se aprecian según su cantidad puede hacerse en bloque o al
peso, cuenta o medida.
La venta es hecha en bloque cuando no es necesario pesar, contar o medir para llegar a
determinar la cosa vendida o el precio de la venta, mientras que la venta será a peso,
cuenta o medida cada vez que sea necesario pesar, contar o medir para determinar la cosa
o el precio.

Ahora bien, los efectos de la venta varían según que la operación de pesar, contar o medir
vaya encaminada a determinar el precio total o la cosa que se vende.
Por ejemplo, pueden venderse ciertas cosas determinadas que requieren pesarse, contarse
o medirse para establecer el precio, como si se vendiera toda la cosecha de remolacha que
se encuentra en una bodega a $3.000 el kilo, caso en el cual la venta es perfecta, ya que
las partes han convenido en la cosa y en la forma de fijar el precio.
En este caso, el riesgo de la cosa comprada, es decir, su pérdida, deterioro o mejora,
pertenece al comprador, aunque todavía no se hayan pesado, contado o medido las cosas
vendidas (Art. 1821 Inc. 1° CC).

Pero también puede venderse una cosa que debe pesarse, contarse o medirse para
determinarla, caso en el cual no se trata de pesar, contar o medir para determinar el precio,
sino para determinar la cosa misma.
Por ejemplo, se venden 10 toneladas de trigo, de las contenidas en un silo, a $100.000 la
tonelada, caso en el cual deberá pesarse el trigo para determinar qué parte de todo el trigo
contenido en el silo corresponde a las 10 toneladas.
En esta hipótesis, la venta también es válida desde que se celebra el contrato, pero a
diferencia del caso anterior, los riesgos de la cosa vendida serán de cargo del comprador
sólo desde que las cosas hayan sido pesadas, contadas o medidas (Art. 1821 Inc. 2° CC).

La operación de peso, cuenta o medida determina solamente de cargo de quién son los
riesgos, pero el contrato se encuentra perfecto.
Esta conclusión es indudable en mérito de lo que dispone el Art. 1822 CC, conforme al
cual, si avenidos vendedor y comprador en el precio, señalaren día para el peso, cuenta o

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

medida, y el uno o el otro no comparecieren en él, será éste obligado a resarcir al otro los
perjuicios que de su negligencia resultaren, y el vendedor o comprador que no faltó a la
cita podrá, si le conviniere, desistir del contrato.
Las partes disponen de estas acciones porque el contrato tiene existencia jurídica, y tales
acciones, en suma, se reducen a pedir el cumplimiento del contrato o su resolución, con
indemnización de perjuicios.

B) Venta a Prueba o al Gusto


La compraventa, en general, se perfecciona desde que las partes están acordes en la cosa
y en el precio, a lo cual constituye una excepción la venta a prueba o al gusto.
Conforme al Art. 1823 CC, si se estipula que se vende a prueba, se entiende no haber
contrato mientras el comprador no declara que le agrada la cosa de que se trata, y la
pérdida, deterioro o mejora pertenece, entre tanto, al vendedor.
Sin necesidad de estipulación expresa, se entiende hacerse a prueba la venta de todas las
cosas que se acostumbra vender de ese modo.

El contrato no se perfecciona sino cuando el comprador encuentra la cosa de su personal


agrado, con la lógica consecuencia de que, entre tanto, la pérdida, deterioro o mejora
pertenece al vendedor.
En suma, la venta es a prueba o al gusto cuando expresamente lo convienen las partes, y
cuando las cosas vendidas son de aquellas que se acostumbre vender de este modo,
aunque no medie una expresa estipulación.

7. Efectos del Contrato de Compraventa


Los efectos del contrato de compraventa son los derechos y obligaciones que genera para
las partes contratantes, ya que, como el contrato es bilateral, ambas partes contraen
obligaciones recíprocas.
El Art. 1793 CC enuncia las obligaciones fundamentales de las partes, que son la del
vendedor de dar la cosa, y la del comprador de pagar el precio.
Tales son las obligaciones de la esencia del contrato, por lo que sin ellas no hay contrato,
o existe uno distinto.
Ahora bien, y sin necesidad de una estipulación expresa, las partes contraen otras
obligaciones, como la obligación del vendedor al saneamiento de la evicción y de los
vicios redhibitorios.
Dichas obligaciones son de la naturaleza del contrato, pudiendo los contratantes abolirlas
sin que pierda su peculiar fisonomía, aunque para ello será necesaria una cláusula
especial.
Además, por medio de un convenio expreso, las partes pueden imponerse toda suerte de
obligaciones accidentales.

A modo de esquema, podemos resumir los efectos del contrato de compraventa en las
obligaciones que contrae cada parte, obligándose el vendedor a la entrega de la cosa
vendida y al saneamiento de la misma, y obligándose el comprador a recibir la cosa y a
pagar el precio.
Pasamos a analizar en profundidad cada una de estas obligaciones.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

8. Obligación del Vendedor de Entregar la Cosa Vendida


A) Alcance de la Obligación
Es importante precisar el alcance de la obligación del vendedor de entregar la cosa
vendida, para así decidir a qué se obliga concretamente, ya que podríamos plantear que
se obliga a hacer al comprador dueño de la cosa, o bien a procurarle solamente una
posesión pacífica.
Si el vendedor se obliga a hacer dueño al comprador, incumplirá su obligación cada vez
que la compraventa, seguida de la correspondiente tradición, no convierta al comprador
en propietario, y si la obligación se reduce a procurar una posesión pacífica y útil, el
vendedor cumplirá su obligación mientras el comprador goce de la cosa tranquila y
útilmente, aunque no se haga dueño de ella.
Ahora bien, para que el comprador pueda hacerse propietario, es indispensable que el
vendedor lo sea, ya que de otra forma, la tradición no transferiría el dominio, pues nadie
puede transferir sobre una cosa más derechos de los que tiene.

El Art. 1815 CC proclama la validez de la venta de cosa ajena, por lo que, vendida la
cosa ajena, el vendedor cumple su obligación entregándola, es decir, poniéndola a
disposición del comprador para que goce de ella útil y pacíficamente, y el comprador no
adquirirá el dominio, porque el vendedor no era dueño.
Aunque la venta de cosa ajena deja naturalmente a salvo los derechos del verdadero
dueño, mientras éste no reclame y haga valer sus derechos de dueño, el comprador no
podrá demandar nada al vendedor, pues el derecho del dueño no le turba en el goce de la
cosa comprada.

Por consiguiente, el comprador carece del derecho para pedir la resolución del contrato a
pretexto de que el vendedor no le ha hecho dueño de la cosa.
Por otra parte, la acción resolutoria carece, en este caso, de un objetivo práctico, ya que,
por su intermedio, el comprador perseguiría la abolición del contrato y la restitución de
lo que hubiere pagado, resultado que se obtiene por la acción de saneamiento de la
evicción, por lo que, privado el comprador de todo o parte de la cosa comprada por
sentencia judicial, el contrato queda abolido en el hecho, y el comprador tiene derecho a
que se le indemnice, en primer término, la restitución del precio.

En nuestro Derecho, siguiendo la tradición romana, el vendedor se obliga, por lo tanto, a


proporcionar al comprador la posesión legal y material de la cosa, y la transferencia del
dominio opera como consecuencia de que el vendedor debe dar al comprador la posesión,
haciéndole la tradición de la cosa vendida. La adquisición del dominio se producirá,
consecuencialmente, a condición de que el vendedor sea dueño.

B) Forma de la Entrega
La entrega de la cosa vendida se efectúa de acuerdo con las disposiciones que rigen la
tradición, ya que el Art. 1824 Inc. 2º CC dispone que la tradición se sujeta a las reglas
contempladas en el Título VI del Libro II, por lo que se hace necesario distinguir si se
trata de bienes muebles o inmuebles.
La tradición de los bienes muebles se verifica significando una de las partes a la otra
que le transfiere el dominio, y figurando la transferencia de alguna de las maneras que
señala el Art. 684 CC.

La tradición de los bienes muebles por anticipación, como las maderas y los frutos de
los árboles, se verifica en el momento de la separación del inmueble.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La tradición de los bienes raíces, en general, se efectúa por la inscripción del contrato
de compraventa en el Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces, aunque
esta regla cuenta con ciertas excepciones:
• La tradición del derecho de servidumbre se verifica por escritura pública en que
el tradente exprese constituirlo y el adquirente aceptarlo (Art. 698 CC).
Sin embargo, la servidumbre de alcantarillado en predios urbanos debe inscribirse
(Ley Nº6.977);
• La tradición de las minas debe hacerse por la inscripción en el Registro de
Propiedad del Conservador de Minas (Arts. 92, 101 y 178 CdM).

La cosa vendida debe ser puesta materialmente a disposición del comprador, por lo que
no se entiende cumplida la obligación del vendedor por el hecho de inscribirse el título
del inmueble en el registro del Conservador, aunque mediante la inscripción adquiera
legalmente el comprador la posesión de la cosa.
La posesión legal de la cosa, si no va aparejada de su tenencia material, no brinda al
comprador las ventajas que persigue del contrato.
La falta de entrega real o material autoriza al comprador para reclamarla, o para pedir la
resolución del contrato de compraventa.

C) Época y Lugar de la Entrega


La entrega de la cosa vendida debe efectuarse en la época estipulada, y a falta de
estipulación, la entrega es exigible inmediatamente una vez celebrado el contrato.
El Art. 1826 Inc. 1º CC establece que el vendedor es obligado a entregar la cosa vendida
inmediatamente después del contrato, o a la época prefijada en él.
La época de la entrega que no es el resultado de una expresa estipulación puede resultar
de las circunstancias del contrato. Así, en la venta de un producto agrícola en verde, la
entrega no podrá verificarse antes de la cosecha, por lo que el plazo para la entrega, en
este caso, es tácito.

Sin embargo, el vendedor tiene derecho a retener la cosa vendida en ciertas circunstancias,
por lo que no está obligado, entonces, a entregar la cosa, y carece el comprador del
derecho de reclamarla.
En primer término, no está obligado el vendedor a entregar la cosa cuando el comprador
no ha pagado, o no está dispuesto a pagar el precio.
Para que el vendedor goce de este derecho legal de retención, es necesario:
• Que la cosa no haya sido entregada;
• Que el comprador no haya pagado el precio o no esté pronto a pagarlo;
• Que no se haya fijado un plazo para el pago.

Sin embargo, el Art. 1826 Inc. 4º CC establece que, si después del contrato, hubiere
menguado considerablemente la fortuna del comprador, de modo que el vendedor se halle
en peligro inminente de perder el precio, no se podrá exigir la entrega, aunque se haya
estipulado plazo para el pago del precio, sino pagando o asegurando el pago.
Como la facultad de retener el precio tiende a asegurar el pago, cesa esta facultad del
vendedor cuando el comprador lo cauciona de alguna manera eficaz.

Luego, en cuanto al lugar del pago, y a falta de disposiciones especiales, rigen para
determinarlo las reglas generales de los Arts. 1587-1589 CC.
Por lo tanto, la entrega, en primer término, debe realizarse en el lugar convenido, y a falta
de estipulación, debemos distinguir si la cosa es una especie o cuerpo cierto o es genérica:

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Si la cosa es una especie o cuerpo cierto, la entrega se hace en el lugar en que se


encontraba al tiempo del contrato;
• Si la cosa es genérica, debe entregarse en el domicilio del deudor al tiempo de la
venta, salvo que las partes dispongan, de común acuerdo, algo distinto.

Conforme al Art. 1571 CC, los gastos del pago son de cargo del deudor, por lo que son
de cargo del vendedor los que demande la entrega en el lugar debido, e incumben al
comprador los gastos en que sea necesario incurrir para transportar la cosa ya entregada,
lo cual reitera el Art. 1825 CC al disponer que al vendedor tocan naturalmente los costos
que se hicieren para poner la cosa en disposición de entregarla, y al comprador los que se
hicieren para transportarla después de entregada.

D) Contenido de la Entrega
En conformidad al Art. 1569 CC, el pago debe hacerse, bajo todos respectos, al tenor de
la obligación, y el acreedor no está obligado a recibir cosa distinta de la que se le debe, ni
aun a pretexto de ser de igual o mayor valor la ofrecida.
El Art. 1828 CC reproduce esta regla para la compraventa, al disponer que el vendedor
es obligado a entregar lo que reza el contrato.
La cosa vendida debe ser entregada con sus accesorios y frutos.

En primer lugar, respecto de los frutos, la cosa vendida debe ser entregada al comprador
con aquellos frutos que, según la ley, le pertenecen.
La materia se encuentra regulada en el Art. 1816 CC, del cual podemos extraer las
siguientes conclusiones:
• Los frutos naturales pendientes al tiempo del contrato pertenecen al
comprador, quien no debe ninguna indemnización al vendedor por los gastos
hechos para producirlos, los cuales se han tenido en cuenta para la fijación del
precio;
• Los frutos naturales y civiles que la cosa vendida produzca después de
celebrado el contrato pertenecen al comprador, lo cual es una excepción a las
reglas generales, ya que el comprador no debería hacerse dueño de los frutos
sino desde la tradición. Esta regla cuenta con tres excepciones:
o Cuando las partes han señalado un plazo para la entrega, porque los
frutos pertenecen al vendedor, en tal caso, hasta el vencimiento del
plazo;
o Cuando la cosa debe entregarse cumplida una condición, porque los
frutos pertenecerán igualmente al vendedor hasta que la condición
prevista se cumpla;
o Cuando las partes han estipulado cláusulas especiales, en cuyo caso los
frutos pertenecerán al comprador o al vendedor según lo estipulen en
el contrato.

Respecto de los accesorios de la cosa vendida, el Código no establece una norma general
que disponga que la cosa deba entregarse con sus accesorios, y sólo tenemos el Art. 1830
CC, en cuya conformidad, en la venta de una finca se comprenden naturalmente todos
los accesorios, que según los Arts. 570 y ss. CC se reputan inmuebles.
Pero la regla es igualmente aplicable a la venta de cosas muebles, y así, por ejemplo, la
venta de una nave comprende, además del casco, la maquinaria y las pertenencias fijas o
móviles que la complementan (Art. 827 CdC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

E) Riesgos de la Cosa Vendida


De acuerdo con la regla general del Art. 1550 CC, el riesgo de la especie o cuerpo cierto
cuya entrega se debe es de cargo del acreedor.
El Art. 1820 CC aplica esta norma al contrato de compraventa, y pone los riesgos a cargo
del comprador, al disponer que la pérdida, deterioro o mejora de la especie o cuerpo cierto
que se vende pertenece al comprador, desde el momento de perfeccionarse el contrato,
aunque no se haya entregado la cosa.
Por consiguiente, la pérdida de la cosa vendida, proveniente de un caso fortuito, extingue
la obligación del vendedor de entregarla, pero el comprador, en cambio, deberá pagar el
precio.

Si la cosa se ha deteriorado, o perecido parcialmente, debe el comprador soportar


igualmente el deterioro, porque habrá de recibirla en el estado en que se encuentre.
Sin embargo, y como justa compensación, pertenecen al comprador, sin costo alguno, las
mejoras de la cosa y, como se dijo, sus frutos.
La regla es aplicable a la venta de cosas genéricas que se hace en bloque, o que deben ser
pesadas, contadas o medidas para determinar el precio total.

No obstante lo anterior, la norma cuenta con las siguientes excepciones:


• En la compraventa subordinada a una condición suspensiva, la pérdida fortuita de
la cosa debe soportarla el vendedor, cuando ésta sobreviene pendiente la
condición.
Junto con extinguirse la obligación del vendedor de entregar la cosa, se extingue
la del comprador de pagar el precio.
Soporta el vendedor el riesgo porque sufre la pérdida de la cosa, sin recibir
ninguna compensación.
La pérdida fortuita parcial, o el deterioro pertenece al comprador, porque debe
recibir la cosa en el estado de deterioro en que se encuentre, sin derecho a que se
le rebaje el precio.
La disposición advierte que es necesario que la condición se cumpla, por lo que si
falla la condición, no hay ni ha habido contrato, y la pérdida o deterioro
pertenecerán al dueño de la cosa, es decir, al frustrado vendedor;
• En la venta a peso, cuenta o medida en que las operaciones de pesar, contar o
medir tienen por objeto determinar la cosa vendida, la pérdida, deterioro o mejora
pertenecen al comprador sólo desde que tales operaciones se verifiquen;
• En la compraventa al gusto, los riesgos son del comprador desde que ha expresado
que la cosa le agrada y, mientras tanto, corresponden al vendedor.

F) La Entrega en la Venta de Predios Rústicos


Según dispone el Art. 1831 CC, un predio rústico puede venderse con relación a su
cabida, o como especie o cuerpo cierto, lo cual significa que la venta puede verificarse
tomando en consideración la cabida del predio, o desentendiéndose de ella.
Se comprende que si se vende un predio con relación a su cabida o superficie, pueden
surgir dificultades con motivo de que la cabida real sea mayor o menor que la expresada
en el contrato, y que tales dificultades no pueden plantearse si la venta se hace sin tomar
en cuenta la superficie o cabida del predio.
Importa precisar, por lo tanto, cuándo se entiende vendido un predio con relación a la
cabida, y cuándo como especie o cuerpo cierto.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Conforme al Art. 1831 Inc. 2° CC, se vende con relación a la cabida siempre que ésta se
exprese de cualquier modo en el contrato, y el inciso final añade que, en todos los demás
casos, se entenderá venderse el predio o predios como un cuerpo cierto.
Pero no es exacto que la venta sea hecha en relación a la cabida cada vez que se exprese
en el contrato, ya que si la cabida se indica como un dato meramente ilustrativo, la cosa
debe entenderse vendida como cuerpo cierto.
En líneas generales, la venta se entiende efectuada con relación a la cabida siempre que
la cabida se exprese en el contrato, el precio se fije con relación a ella, y las partes no
renuncien a las acciones resultantes de que la cabida real sea diversa de la que reza el
contrato.

El Art. 1831 Inc. 3° CC establece que es indiferente que se fije directamente un precio
total, o que éste se deduzca de la cabida o número de medidas que se expresa, y del precio
de cada medida.
El Inc. 4° de la misma disposición añade que es también indiferente que se exprese una
cabida total o las cabidas de las varias porciones de diferentes calidades y precios que
contenga el predio, con tal que de estos datos resulte el precio total y la cabida total.

En cambio, un predio se entiende vendido como cuerpo cierto cada vez que la cabida no
se exprese en el contrato y las partes mencionen la cabida, pero expresa o tácitamente
declaren que es un dato puramente ilustrativo, y que no hacen cuestión por los defectos
de ella. Comúnmente, se expresa en el contrato que la venta se hace ad corpus.

En la venta con relación a la cabida, debemos distinguir si la cabida real del predio es
mayor o menor a la expresada en el contrato, y a su vez, si es mucho mayor, un poco
menor, mucho menor o poco menor.
La cabida real será mucho mayor que la expresada en el contrato cuando el precio del
sobrante exceda de la décima parte del precio de la verdadera cabida.
La cabida real será un poco mayor que la expresada en el contrato cuando el precio del
sobrante no exceda de la décima parte del precio de la verdadera cabida.
La cabida real será mucho menor que la expresada en el contrato cuando el precio de la
cabida que falta exceda de la décima parte del precio de la cabida declarada.
La cabida real será un poco menor que la expresada en el contrato cuando el precio de la
cabida que falta no exceda de la décima parte del precio de la cabida declarada.

Si la cabida real es mucho mayor que la expresada en el contrato, el vendedor tendrá


derecho a que se le aumente proporcionalmente el precio, quedando al arbitrio del
comprador desistirse del contrato o aumentar proporcionalmente el precio, y si se desiste,
se le deben resarcir los perjuicios según las reglas generales.
Si la cabida real es un poco mayor que la expresada en el contrato, el vendedor tiene
derecho a que se le aumente proporcionalmente el precio, sin que el comprador tenga la
posibilidad de desistirse del contrato.
Si la cabida real es mucho menor que la declarada en el contrato, el comprador puede, a
su arbitrio, aceptar la disminución del precio o desistirse del contrato, en los mismos
términos que cuando la cabida es mucho mayor.
Si la cabida real es un poco menor que la declarada en el contrato, el vendedor debe
completarla, y si esto no fuera posible, o no se le exigiere, debe sufrir una disminución
proporcional el precio.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La compraventa de un predio rústico como cuerpo cierto no plantea problemas de cabida,


ya que, justamente para zanjar toda dificultad al respecto, los contratantes realizan la
venta ad corpus.
Conforme al Art. 1833 Inc. 1° CC, en estos casos, no habrá derecho por parte del
comprador ni del vendedor para pedir rebaja o aumento del precio, sea cual fuere la cabida
del predio.
Pero aunque no pueda suscitarse cuestión por la superficie del predio, el vendedor debe
entregar todo lo que se comprenda en sus deslindes, por lo que será necesario averiguar
si la parte que falta dentro de los linderos excede o no de la décima parte de lo que en
ellos se comprende. Si no excede, el comprador podrá reclamarla o pedir una rebaja del
precio, y si excediere, podrá pedir la rebaja proporcional del precio o desistirse del
contrato con indemnización de perjuicios.
En virtud de lo dispuesto en el Art. 1835 CC, las reglas de los Arts. 1832-1833 CC son
aplicables a cualquier todo o conjunto de efectos o mercaderías, por lo que, por ejemplo,
si se vende un rebaño de 100 animales, a razón de $20.000 cada uno, y faltan algunos, el
comprador podrá pedir que se le entreguen los que faltan, que se rebaje el precio o desistir
del contrato, según los varios casos.

Las acciones que otorgan los Arts. 1832-1833 CC prescriben en corto tiempo, ya que el
Art. 1834 CC dispone que las acciones dadas en los dos artículos precedentes expiran al
cabo de un año, contado desde la entrega.
Las acciones especiales otorgadas a comprador y vendedor no les privan de la acción
rescisoria por lesión enorme, cuando las diferencias de la cabida sean de tal importancia
que constituyan una lesión de esta índole.

G) Consecuencias de la Falta de Entrega de la Cosa Vendida


El incumplimiento de la obligación del vendedor de entregar la cosa produce las
consecuencias que prevé la regla general del Art. 1489 CC, es decir, el derecho
alternativo para el comprador de pedir el cumplimiento o la resolución del contrato, con
indemnización de perjuicios.
El Art. 1826 Inc. 2° CC reproduce esta regla general, al disponer que si el vendedor, por
hecho o culpa suya, ha retardado la entrega, podrá el comprador a su arbitrio perseverar
en el contrato o desistir de él, y en ambos casos, con derecho para ser indemnizado de los
perjuicios según las reglas generales.
La misma disposición señala las condiciones en que el comprador puede optar por el
ejercicio de estos derechos, estableciendo que es necesario que el vendedor se encuentre
en mora de cumplir, y que el comprador haya pagado o esté pronto a pagar el precio, o
haya estipulado pagarlo a plazo.

9. Obligación de Saneamiento del Vendedor


A) Generalidades
El Art. 1824 CC señala como una segunda obligación del vendedor la del saneamiento
de la cosa vendida.
No basta que el vendedor entregue la cosa vendida, siendo preciso que la entregue en
condiciones tales que el comprador pueda gozar de ella tranquila y útilmente.
No logrará el comprador una posesión tranquila o pacífica de la cosa vendida cuando se
vea turbado en dicha posesión a consecuencia de los derechos que terceros hagan valer
con relación a ella.
No obtendrá una posesión útil si la cosa adolece de defectos que la hacen inadecuada para
el objeto que tuvo en vista al comprarla, ya que, en uno y otro caso, el comprador quedaría

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

defraudado en sus justas expectativas si no dispusiera de recursos para exigir del vendedor
que le ampare en la posesión y subsane los vicios o defectos de la cosa.
Este recurso es la acción de saneamiento.

En virtud del contrato de compraventa, en efecto, el vendedor se obliga a garantizar al


comprador la posesión tranquila y útil de la cosa que vende, obligándose, en otros
términos, al saneamiento.
El Art. 1837 CC señala este doble objetivo de la obligación de saneamiento, al disponer
que la obligación de saneamiento comprende dos objetos, que son los de amparar al
comprador en el dominio y posesión pacífica de la cosa vendida, y responder de los
defectos ocultos de ésta, llamados vicios redhibitorios.

La obligación de saneamiento presenta dos características fundamentales:


• La obligación de saneamiento es de la naturaleza del contrato de compraventa,
por lo que le pertenece sin necesidad de estipulación, pero puede ser modificada,
y aun abolida, sin que por ello el contrato deje de existir o degenere en otro
distinto.
La obligación de entregar la cosa vendida, en cambio, es de la esencia del contrato
de compraventa;
• La obligación de saneamiento tiene un carácter eventual, dado que se hace
exigible a condición de que ocurran ciertos hechos que pueden suceder o no.
Mientras tanto, la obligación permanece en un estado latente, concretándose y
volviéndose exigible si el comprador es turbado en la posesión de la cosa
(saneamiento de la evicción), o si el comprador no logra un adecuado provecho
de la cosa por los defectos de que adolece (saneamiento de los vicios
redhibitorios).

B) Saneamiento de la Evicción
1) Conceptos Generales
La obligación de sanear la evicción tiene por objeto, como expresa el Art. 1837 CC,
amparar al comprador en el dominio y posesión pacífica de la cosa vendida.
Este amparo del comprador se traduce en su defensa cada vez que sea víctima de la
agresión de terceros que pretendan derechos sobre la cosa, que embaracen su goce y
turben su posesión.
Si es privado el comprador de todo o parte de la cosa comprada, está obligado el vendedor
a indemnizarle.

Por tanto, la obligación de saneamiento de la evicción persigue dos fines o se desarrolla


en dos etapas, que son la defensa del comprador contra los terceros que reclaman derechos
sobre la cosa, y la indemnización al comprador si la evicción, no obstante, se produce.
En realidad, la obligación de saneamiento tiene como fin primero y esencial defender al
comprador, por lo que esta obligación de hacer, cuando no puede cumplirse, se convierte
en la de indemnizar perjuicios.

La obligación de saneamiento de la evicción, en cuanto se traduce en defender al


comprador, es una obligación de hacer, y el hecho debido consiste en asumir la defensa
del comprador, pero en cuanto la obligación de saneamiento se convierte en la de
indemnizar al comprador evicto, es una obligación de dar.
El Art. 1840 CC señala las consecuencias de estas características, que en suma, consisten
en que la obligación, en su primer aspecto, es indivisible, y divisible en el segundo.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Conforme a la disposición citada, la acción de saneamiento es indivisible, y puede, por


consiguiente intentarse in solidum contra cualquiera de los herederos del vendedor.
Pero desde que a la obligación de amparar al comprador en la posesión sucede la de
indemnizarle en dinero, se divide la acción, y cada heredero es responsable solamente a
prorrata de su cuota hereditaria.

La misma regla se aplica a los vendedores que, por un solo acto de venta, hayan enajenado
la cosa.
Si son varios los deudores de la obligación de saneamiento, pluralidad que puede ser
originaria o derivativa, la acción del comprador para exigir que se le ampare es
indivisible, ya que no se concibe que los deudores defiendan al comprador por partes,
dado que el objeto de la obligación no es susceptible de ejecución parcial.
Fracasada la defensa y producida la evicción, la obligación de indemnizar al comprador
es divisible, ya que su objeto es pagar una suma de dinero, por lo que se divide entre los
vendedores por partes iguales, y entre sus herederos, a prorrata de sus cuotas.

Para que se haga exigible la obligación del vendedor de amparar al comprador en el


dominio y posesión pacífica de la cosa vendida, es necesario que sea turbado en dicho
dominio y posesión, es decir, que el comprador se vea expuesto a sufrir evicción de la
cosa.
No basta, sin embargo, con que el comprador sea turbado en el dominio y posesión de la
cosa, siendo necesario que el comprador haga saber al vendedor la turbación de que es
víctima para que acuda en su defensa.
En otras palabras, es necesario que el vendedor sea citado de evicción, por lo que, para
que el vendedor esté obligado al saneamiento, se requiere que el comprador se vea
expuesto a sufrir evicción de la cosa comprada y que el vendedor sea citado de evicción.

La evicción es el resultado de una derrota judicial sufrida por el comprador.


En efecto, el Art. 1838 CC dispone que hay evicción de la cosa comprada cuando el
comprador es privado del todo o parte de ella por sentencia judicial.
Pero el concepto que resulta de esta disposición es incompleto, ya que la privación que
sufra el comprador debe provenir de una causa anterior a la celebración del contrato de
compraventa, salvo en cuanto se haya estipulado lo contrario (Art. 1839 CC).
De este modo, la evicción es la privación que experimenta el comprador de todo o parte
de la cosa comprada, en virtud de una sentencia judicial, por causa anterior a la venta.

2) Elementos de la Evicción
De lo expuesto anteriormente se desprenden los elementos de la evicción:
• Privación Total o Parcial de la Cosa Vendida
Lo que constituye esencialmente la evicción es la privación que experimenta el
comprador de todo o parte de la cosa, por lo que la evicción puede ser total o
parcial, y cualquiera que sea la magnitud de la turbación que sufra, el comprador
tiene derecho al saneamiento.
Sufrirá el comprador una evicción total, por ejemplo, cuando siendo ajena la cosa
vendida, el dueño la reivindica, y parcial si un tercero reclama sobre ella un
derecho de usufructo o servidumbre.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Necesidad de una Sentencia Judicial


Puesto que la evicción es una derrota judicial del comprador, supone un proceso
y una sentencia que le desposea total o parcialmente de la cosa, de lo cual
provienen las siguientes consecuencias:
o Los reclamos extrajudiciales que terceros formulen al comprador,
pretendiendo derechos sobre la cosa, no hacen exigible la obligación de
saneamiento, pero le autorizan para suspender el pago del precio, en los
términos señalados por el Art. 1872 CC;
o El abandono voluntario que haga el comprador al tercero, de todo o parte
de la cosa, no obliga al vendedor al saneamiento.
Sin embargo, puede darse el caso de que se produzca la evicción sin una
sentencia judicial, como claramente resulta de lo dispuesto en el Art. 1856
CC, que establece que el plazo de prescripción de la acción de
saneamiento se cuenta desde la fecha de la sentencia, o si ésta no se hubiere
llegado a pronunciar, desde que se restituye la cosa.
Pero el caso previsto es aquel en que el vendedor, citado al juicio, acepta
la demanda y se allana a la evicción, y el comprador, reconociendo
igualmente la justicia de las pretensiones del tercero, restituye la cosa.
En suma, en tal caso, el vendedor acepta dar por evicto al comprador, sin
necesidad de fallo judicial;
o Solamente está obligado el vendedor al saneamiento de las turbaciones de
derecho de que el comprador sea víctima, esto es, aquellas que provengan
de derechos que terceros pretendan tener sobre la cosa.
Las turbaciones de derecho se traducen en el ejercicio de una acción en
contra del comprador.
No debe el vendedor ninguna garantía en razón de las turbaciones de hecho
que sufra el comprador, aunque importen un despojo, por lo que no está
obligado a defenderle, y menos a indemnizarle, porque tales turbaciones
no provienen de una insuficiencia del derecho del vendedor sobre la cosa
vendida.
El comprador, por lo tanto, debe repeler por sí solo las agresiones que
consistan en vías de hecho.

• La Evicción Debe Tener una Causa Anterior a la Venta


El Art. 1839 CC exige perentoriamente que la causa de la evicción sea anterior a
la celebración del contrato de compraventa, al disponer que el vendedor es
obligado a sanear al comprador todas las evicciones que tengan una causa anterior
a la venta, salvo en cuanto se haya estipulado lo contrario.
El Art. 1843 CC insiste en que el comprador debe citar de evicción al vendedor,
cuando se le demanda la cosa por causa anterior a la venta.
Las evicciones motivadas por causas posteriores a la venta las soporta
exclusivamente el comprador, ya que el vendedor es por completo extraño a la
evicción.
Las partes, sin embargo, pueden convenir otra cosa.

3) La Citación de Evicción
Para que el vendedor acuda en defensa del comprador, y quede obligado a indemnizarle,
es necesario que tenga noticia del juicio que amenaza con privarle total o parcialmente de
la cosa.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Por este motivo, el Art. 1843 CC dispone que el comprador a quien se demanda la cosa
vendida, por causa anterior a la venta, debe citar al vendedor para que comparezca a
defenderla.
La falta de citación exonera totalmente de responsabilidad al vendedor, por lo que si el
comprador omitiere citarle, y fuere evicta la cosa, el vendedor no será obligado al
saneamiento (Art. 1843 Inc. 3º CC).

Conforme al Art. 1843 Inc. 2° CC, la citación de evicción debe hacerse en el término
señalado en el Código de Procedimiento Civil, el cual reglamenta la citación de evicción
en el Título V de su Libro III.
Según dispone el Art. 584 Inc. 1° CPC, la citación debe solicitarse por el comprador, y
para que el juez la ordene, deben acompañarse antecedentes que hagan aceptable la
solicitud, y la citación debe hacerse antes de la contestación de la demanda.
En conformidad al Art. 585 CPC, decretada la citación, se suspenderán los trámites del
juicio por el término de diez días si la persona a quien debe citarse reside en el territorio
jurisdiccional en que se sigue el pleito.
Si se encuentra en otro territorio jurisdiccional o fuera del territorio de la República, se
aumentará dicho término en la forma establecida en el Art. 259 CPC.
Vencidos estos plazos sin que el demandado haya hecho practicar la citación, podrá el
demandante pedir que se declare caducado el derecho de aquél para exigirla y que
continúen los trámites del juicio, o que se le autorice para llevarla a efecto a costa del
demandado

Practicada la citación, las personas citadas de disponen del término de emplazamiento


que corresponda para comparecer al juicio, suspendiéndose entre tanto el procedimiento,
y si a petición de ellas se hace igual citación a otras personas, gozarán también éstas del
mismo derecho (Art. 586 CPC).
Cabe señalar que la citación de evicción tiene cabida en todo juicio, y no solamente en el
juicio ordinario.

Además de poder citar de evicción al vendedor, el demandado puede también citar a sus
antecesores, y en tal sentido, el Art. 1841 CC dispone que aquel a quien se demanda una
cosa comprada puede intentar contra el tercero de quien su vendedor la hubiere adquirido,
la acción de saneamiento que contra dicho tercero competería al vendedor, si éste hubiese
permanecido en posesión de la cosa.
El comprador adquiere sobre la cosa todos los derechos de sus antecesores y, entre ellos,
la acción de saneamiento de cada comprador contra su vendedor, por lo que el último
comprador reúne en sus manos todas estas acciones.
De este modo, se evita la innecesaria pérdida de tiempo en que se incurriría si el
comprador tuviera que citar a su vendedor, éste al suyo y así sucesivamente hasta llegar
al responsable de que la cosa sea evicta.

4) Efectos de la Citación de Evicción


El vendedor citado de evicción debe defender al comprador y apersonarse al juicio con
tal objeto, e incumplirá su obligación si no comparece.
Una vez citado el vendedor, puede presentarse una de las siguientes dos situaciones:
• El Vendedor No Comparece
Si el vendedor no comparece, vencido el término de emplazamiento de que
dispone para comparecer, continúa sin más trámite el procedimiento (Art. 587
CPC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Su falta de comparecencia acarrea como lógica sanción la responsabilidad del


vendedor por la evicción que se produzca (Art. 1843 CC).
Pero esta regla tiene una justa excepción, consistente en que el comprador debe
hacer lo que esté de su parte para impedir la evicción, y si deja de oponer alguna
de aquellas excepciones que sólo a él competían, y se produce como consecuencia
la evicción, no será responsable el vendedor, pese a que fue citado y no
compareció al juicio.
Toca al vendedor, para eximirse de responsabilidad, acreditar que el comprador
disponía de una excepción suya que no opuso, y que, por esta omisión, la evicción
se produjo.

• El Vendedor se Apersona en el Juicio


Si el vendedor comparece, se sigue el juicio con él, por lo que la defensa del
comprador se traduce en que el vendedor asume, en lo sucesivo, el papel de
demandado en el litigio.
El Art. 1844 CC previene que si el vendedor comparece, se sigue contra él solo
la demanda.
El comprador, sin embargo, puede seguir actuando en el pleito como parte
coadyuvante, facultad que le concede la misma disposición citada.
Aún más, el comprador deberá intervenir en el pleito si dispone de excepciones
que no puede oponer el vendedor, bajo pena de no quedar éste responsable si, a
causa de la omisión del comprador, la cosa fuere evicta.

El vendedor que comparece al juicio puede percatarse de la justicia de la demanda, de la


esterilidad de sus esfuerzos y allanarse a la evicción.
En tal caso, el comprador puede seguir por su cuenta el juicio, y si sobreviene la evicción,
el vendedor deberá indemnizarle, pero no se comprenden en la indemnización las costas
del pleito, ni los frutos percibidos durante la secuela del litigio, pagados al demandante.
Las costas se han causado y los frutos han debido reembolsarse debido a la obstinación
del comprador, ya que el resultado del juicio mostró que era injustificada.
El vendedor, asimismo, podrá considerar injusta la agresión de que se ha hecho víctima
al comprador, y asumir su defensa en el litigio.

El fallo que se dicte en el juicio instaurado por el tercero puede serle adverso o favorable.
Si la sentencia es adversa para el tercero y favorable al comprador, la defensa del
vendedor habrá sido exitosa, y la evicción no habrá llegado a producirse.
El vendedor queda eximido de indemnizar los daños que la demanda hubiere ocasionado
al comprador, sino en cuanto la demanda fuere imputable a hecho o culpa del vendedor.
Si, por el contrario, la sentencia es adversa para el comprador y favorable al tercero, se
producirá la evicción, ya que el vendedor no habrá cumplido su obligación de amparar al
comprador, y por consiguiente, a la obligación de defenderle sucede la de indemnizarle
de la evicción (Art. 1840 CC).

5) Indemnizaciones a que Da Lugar la Evicción


Las indemnizaciones que debe el vendedor al comprador varían según la evicción sea
total o parcial.
Las indemnizaciones en caso de evicción total, conforme al Art. 1847 CC, son:
• La Restitución del Precio
Según dispone el Art. 1847 N°1 CC, el vendedor debe restituir el precio, aunque
la cosa, al tiempo de la evicción, valga menos.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Esta regla cuenta con una excepción, consistente en que si el menor valor de la
cosa proviene de deterioros de que el comprador se ha aprovechado, debe hacerse
la correspondiente rebaja del precio (Art. 1848 CC).

• Pago de las Costas del Contrato


En virtud del Art. 1847 N°2 CC, el vendedor debe indemnizar las costas legales
del contrato de venta que hubieren sido satisfechas por el comprador.

• El Valor de los Frutos


Tal y como establece el Art. 1847 N°3 CC, el vendedor debe indemnizar el valor
de los frutos que el comprador haya sido obligado a restituir al dueño, sin perjuicio
de lo dispuesto en el Art. 1845 CC.
El pago de los frutos debe hacerse por el vendedor en la medida en que el
comprador deba restituirlos al dueño de la cosa.
La obligación del comprador de restituir los frutos depende de su buena o mala
fe, y se regula por las reglas de las prestaciones mutuas.
No debe el vendedor los frutos posteriores a la fecha en que el vendedor se allanó
a la evicción y percibidos durante la secuela del juicio que el comprador se
empeñó en seguir adelante.

• Las Costas del Juicio


La indemnización comprende, también, las costas que el comprador hubiere
sufrido a consecuencia y por efecto de la demanda (Art. 1847 Nº4 CC).
No se incluyen las costas en que el comprador haya incurrido defendiéndose
después de que el vendedor se allanó al saneamiento.

• Pago del Aumento de Valor de la Cosa


Comprende la indemnización, por último, el aumento de valor que la cosa evicta
haya tomado en poder del comprador, aun por causas naturales o por el mero
transcurso del tiempo (Art. 1847 Nº5 CC).
El aumento de valor de las cosas puede provenir de causas naturales o del simple
transcurso del tiempo, o de mejoras introducidas por el comprador.
Para determinar en qué términos debe pagar el vendedor los aumentos de valor de
la cosa que provienen de causas naturales o del transcurso del tiempo, es preciso
distinguir si ha tenido buena o mala fe.
Si el vendedor está de buena fe, el aumento de valor debido a causas naturales o
al tiempo, no se abonará en lo que excediere a la cuarta parte del precio de la venta
(Art. 1850 CC).
Si el vendedor está de mala fe, debe abonar el total del aumento de valor de la
cosa, sea cual sea la causa de que provenga.
En cuanto a los aumentos de valor que provengan de mejoras, el Art. 1849 CC
dispone que el vendedor será obligado a reembolsar al comprador el aumento de
valor que provenga de las mejoras necesarias o útiles hechas por el comprador,
salvo en cuanto el que obtuvo la evicción haya sido condenado a abonarlas.
El vendedor de mala fe será obligado aun al reembolso de lo que importen las
mejoras voluptuarias.

En cuanto a la evicción parcial, es aquella en que se priva al comprador solamente de


parte de la cosa vendida, y sus consecuencias son distintas según la magnitud de la
evicción.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Si la parte evicta es tal que sea de presumir que sin ella no se habría comprado la cosa, el
comprador tiene derecho a pedir la rescisión de la venta o el saneamiento de la evicción.
En virtud de esta rescisión, el comprador será obligado a restituir al vendedor la parte no
evicta, y para esta restitución, será considerado como poseedor de buena fe, salvo prueba
contraria, y el vendedor, además de restituir el precio, abonará el valor de los frutos que
el comprador hubiere sido obligado a restituir con la parte evicta, y todo otro perjuicio
que de la evicción resultare al comprador.
Para el caso de que la evicción parcial no sea de tanta magnitud, o el comprador no
quisiere pedir la rescisión del contrato, el Art. 1854 CC dispone que el comprador tendrá
derecho para exigir el saneamiento de la evicción parcial con arreglo a los Arts. 1847 y
ss. CC.
Esta vez, el comprador no puede optar entre el saneamiento y la rescisión de la venta, sino
que sólo tiene derecho para pedir el saneamiento de la evicción parcial.

6) Extinción de la Acción de Saneamiento


En cuanto a la extinción de la acción de saneamiento, ésta puede ser total o parcial.
Si la extinción es total, el vendedor queda por completo liberado, y si es parcial, su
responsabilidad se limita a ciertas prestaciones únicamente.

La acción de saneamiento por evicción se extingue por las siguientes causas:


• Renuncia de la Acción de Saneamiento
La obligación de saneamiento es de la naturaleza del contrato de compraventa,
por lo que las partes pueden modificarla y hasta abolirla.
Conforme al Art. 1842 CC, es nulo todo pacto en que se exima al vendedor del
saneamiento de evicción, siempre que en ese pacto haya habido mala fe de parte
suya.
Hay mala fe cuando el vendedor conocía la causa de la evicción, y sin darla a
conocer al comprador, estipuló su irresponsabilidad. La ley sanciona este fraude
con la nulidad de la estipulación.
A contrario sensu, es válido el pacto y la consiguiente renuncia si el vendedor
estaba de buena fe, pero la renuncia no produce sino limitados efectos, puesto que
no exonera por completo al vendedor de la obligación de saneamiento, siendo la
extinción sólo parcial, porque el vendedor debe siempre restituir el precio íntegro,
aunque se haya deteriorado la cosa o disminuido de cualquier modo su valor, aun
por hecho o negligencia del comprador, salvo en cuanto éste haya sacado
provecho del deterioro.
La renuncia sólo extingue por completo la obligación del vendedor si el que
compró lo hizo a sabiendas de que la cosa era ajena, o si expresamente tomó sobre
sí el peligro de evicción, especificándolo.

• Prescripción de la Acción de Saneamiento


La obligación de saneamiento, en cuanto se traduce en defender al comprador, es
imprescriptible.
En cualquier tiempo en que el comprador sea demandado por terceros que aleguen
derechos sobre la cosa vendida, puede citar de evicción al vendedor para que le
defienda.
La obligación sólo se hace exigible cuando el comprador es demandado.
En cambio, es prescriptible la obligación de saneamiento en cuanto se convierte
en la de indemnizar al comprador, una vez producida la evicción.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Art. 1856 CC establece que la acción de saneamiento por evicción prescribe


en cuatro años, pero en lo relativo a la sola restitución del precio, prescribe según
las reglas generales.
En consecuencia, prescribe en cinco años la acción para reclamar la restitución
del precio, y en cuatro años las acciones encaminadas a reclamar todas las
restantes indemnizaciones.
El Art. 1856 CC concluye que se cuenta tal tiempo desde la fecha de la sentencia
de evicción, o si ésta no hubiere llegado a pronunciarse, desde la restitución.

• Otros Casos Especiales Dispuestos por la Ley


En determinadas circunstancias, la ley declara al vendedor parcial o totalmente
liberado de la obligación de saneamiento de la evicción.
Se extingue la obligación parcialmente en las ventas forzadas en que la
indemnización se limita a la devolución del precio, y en el caso de que el vendedor
se allane al saneamiento y el comprador prosiga por sí solo el juicio, caso en el
cual la indemnización no comprende las costas del pleito en que hubiere incurrido
defendiéndose, ni los frutos percibidos durante dicha defensa, y satisfechos al
dueño.
Se extingue totalmente la obligación en caso de que, citado a evicción, el vendedor
no comparezca, pero el comprador no opusiere en el juicio alguna excepción suya,
y por ello fuere evicta la cosa.
También se extingue la obligación de forma total si el comprador y el que
demanda la cosa como suya se someten al juicio de árbitros, sin consentimiento
del vendedor, y los árbitros fallaren contra el comprador, y también cuando el
comprador perdió la posesión por su culpa, y de ello se siguió la evicción.

C) Saneamiento de los Vicios Redhibitorios


1) Generalidades
La obligación del saneamiento pone al vendedor en la necesidad de amparar al comprador
en el dominio y posesión de la cosa, y de responder de los defectos ocultos de ésta,
llamados vicios redhibitorios (Art. 1837 CC).

Podemos definir los vicios redhibitorios como defectos graves, ocultos y contemporáneos
a la venta que hacen inútil o aminoran la utilidad de la cosa comprada, autorizando al
comprador para exigir la resolución de la venta o la disminución proporcional.
A pesar de que la ley utiliza el término rescisión, es preferible hablar de resolución, pues
estamos realmente en presencia de esta última.

Debe el vendedor procurar al comprador la posesión útil de la cosa vendida, y entregarla,


por lo tanto, en estado de servir para los fines que determinaron su adquisición.
Si la cosa adolece de vicios o defectos que la hacen inútil o aminoran su utilidad, habrá
incumplido el vendedor su obligación.
El comprador podrá representarle este incumplimiento, en términos que dependen de la
magnitud de los vicios de la cosa, y de la medida en que la hagan inapta para proporcionar
las ventajas que perseguía el comprador.

Dispone el comprador de la acción redhibitoria, cuya finalidad señala el Art. 1857 CC,
conforme al cual, se llama acción redhibitoria la que tiene el comprador para que se
rescinda la venta o se rebaje proporcionalmente el precio por los vicios ocultos de la cosa
vendida, raíz o mueble, llamados redhibitorios.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Código no ha definido lo que debe entenderse por vicios redhibitorios, pero el Art.
1858 CC señala sus características, de lo cual resulta que, en términos generales, para
merecer el calificativo de vicios redhibitorios, los defectos de la cosa deben ser
contemporáneos a la venta, graves y ocultos.
No obstante, las partes pueden atribuir el carácter de redhibitorios a vicios que no reúnan
estos requisitos, en conformidad con el Art. 1863 CC.

Pasamos a analizar cada uno de los requisitos del vicio redhibitorio:


• Debe Ser Contemporáneo a la Venta
El primer requisito que debe reunir el vicio para ser redhibitorio es haber existido
al tiempo de la venta (Art. 1858 Nº1 CC).
Se comprende que la responsabilidad del vendedor se limite a los vicios existentes
al tiempo del contrato, y que no le quepa responsabilidad por los que sobrevengan
después, ya que el vendedor cumplió lealmente su obligación de entregar una cosa
apta para su natural destino.

• El Vicio Debe Ser Grave


El vicio debe ser grave, ya que no es posible que cualquier defecto de la cosa
atente contra la estabilidad del contrato.
Ha cuidado el legislador de concretar cuándo debe entenderse que los vicios
invisten caracteres de gravedad para ser considerados redhibitorios, al disponer
que deben ser tales que por ellos la cosa vendida no sirva para su uso natural, o
sólo sirva imperfectamente, de manera que sea de presumir que, conociéndolos,
el comprador no la hubiera comprado, o la hubiera comprado a un precio mucho
menor (Art. 1858 Nº2 CC).

• El Vicio Debe Ser Oculto


El requisito más característico de los vicios redhibitorios es que sean ocultos, esto
es, ignorados por el comprador.
Si el comprador conoció la existencia de los vicios, se presume que no les atribuyó
importancia, ajustó el precio teniéndolos en cuenta e, implícitamente, renunció a
la garantía.
Para que los vicios se consideren redhibitorios, es necesario que no los haya
manifestado el vendedor, y ser tales que el comprador haya podido ignorarlos sin
negligencia grave de su parte, o tales que el comprador no haya podido fácilmente
conocerlos en razón de su profesión u oficio (Art. 1858 Nº3 CC).

2) Efectos de los Vicios Redhibitorios


En cuanto a los efectos de los vicios redhibitorios, éstos autorizan al comprador para
ejercitar la acción redhibitoria, para que se rescinda la venta o se rebaje
proporcionalmente el precio (Art. 1857 CC).
Hablamos aquí de dos acciones distintas, que son la acción redhibitoria propiamente tal,
que no es sino una acción resolutoria del contrato de compraventa, y la acción estimatoria
o quanti minoris, que tiene por objeto pedir la restitución de una parte del precio,
proporcional a la disminución de valor resultante del vicio de la cosa.
El Art. 1860 CC reitera que el comprador dispone de ambas acciones, y previene que
puede elegir entre una u otra a su arbitrio.

En virtud del Art. 1861 CC, si el vendedor conocía los vicios y no los declaró, o si los
vicios eran tales que el vendedor haya debido conocerlos por razón de su profesión u

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

oficio, será obligado, no sólo a la restitución o la rebaja del precio, sino a la indemnización
de perjuicios; pero si el vendedor no conocía los vicios ni eran tales que por su profesión
u oficio debiera conocerlos, sólo será obligado a la restitución o la rebaja del precio.

Por su parte, dispone el Art. 1862 CC que si la cosa viciosa ha perecido después de
perfeccionado el contrato de venta, no por eso perderá el comprador el derecho que
hubiere tenido a la rebaja del precio, aunque la cosa haya perecido en su poder y por su
culpa.
Pero si ha perecido por un efecto del vicio inherente a ella, se seguirán las reglas del Art.
1861 CC.

Cabe señalar, además, que en conformidad al Art. 1863 CC, las partes pueden, por el
contrato, hacer redhibitorios los vicios que no lo son naturalmente.

El Art. 1864 CC regula el caso de que sean varias las cosas vendidas conjuntamente, y
algunas de entre ellas adolezcan de vicios, caso en el cual sólo habrá lugar a la acción
redhibitoria por la cosa viciosa, y no por el conjunto, aunque la regla no es aplicable si
aparece que no se habría comprado el conjunto sin esa cosa.

3) Extinción de la Obligación de Saneamiento de los Vicios Redhibitorios


En cuanto a la extinción de la obligación de saneamiento de los vicios redhibitorios, ésta
se produce por las siguientes causas:
• Renuncia del Saneamiento de los Vicios Redhibitorios
Como la obligación de saneamiento es de la naturaleza del contrato de
compraventa, puede suprimirse o renunciarse, sin que por ello el contrato deje de
existir o degenere en otro diverso.
La renuncia sólo produce efectos si el vendedor está de buena fe, y se entiende
que está de mala fe cuando conocía la existencia de los vicios y no los dio a
conocer al comprador, o cuando en razón de su oficio debió conocerlos.
Conforme al Art. 1859 CC, si se ha estipulado que el vendedor no estuviese
obligado al saneamiento por los vicios ocultos de la cosa, estará sin embargo
obligado a sanear aquellos de que tuvo conocimiento, y de que no dio noticia al
comprador.

• Ventas Forzadas
En principio, el vendedor no está obligado al saneamiento de los vicios
redhibitorios en las ventas forzadas, dado que, conforme al Art. 1865 CC, la
acción redhibitoria no tiene lugar en las ventas forzadas hechas por autoridad de
la justicia.
Pero la circunstancia de tratarse de una venta forzada no exonera al vendedor de
la obligación de dar a conocer al comprador la existencia de los vicios si, por su
parte, no los ignoraba.
El Art. 1865 CC dispone que si el vendedor, no pudiendo o no debiendo ignorar
los vicios de la cosa vendida, no los hubiere declarado a petición del comprador,
habrá lugar a la acción redhibitoria y a la indemnización de perjuicios.

• Prescripción de las Acciones que Originan los Vicios Redhibitorios


Conforme al Art. 1866 CC, la acción redhibitoria propiamente tal prescribe en
seis meses respecto de cosas muebles, y en un año respecto de los bienes raíces,

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

en todos los casos en que leyes especiales o las estipulaciones de los contratantes
no amplíen o restrinjan tales plazos, y el tiempo se cuenta desde la entrega real.
Luego, según dispone el Art. 1869 CC, la acción para pedir la rebaja del precio
prescribe en un año para los bienes muebles, y en dieciocho meses para los bienes
raíces.
La regla que fija en un año el plazo de prescripción de la acción para la rebaja del
precio, tratándose de bienes muebles, tiene la excepción del Art. 1870 CC, en
cuya virtud, si la compra se ha hecho para remitir la cosa a un lugar distante, la
acción de rebaja del precio prescribe en un año, contado desde la entrega al
consignatario, más el termino de emplazamiento que corresponda a la distancia.
La disposición, justificada por las dificultades y lentitud de las comunicaciones al
tiempo de entrar en vigencia el Código, no se justifica hoy.
Pero la regla rige a condición de que el comprador, en el tiempo intermedio entre
la venta y la remesa, haya podido ignorar el vicio de la cosa, sin negligencia de su
parte (Art. 1870 Inc. 2º CC).
Cabe señalar que, siendo éstas prescripciones de corto tiempo, los plazos no se
suspenden.

10. Obligación del Comprador de Recibir la Cosa Comprada


La obligación del comprador de recibir la cosa comprada consiste en hacerse cargo de la
misma, tomando posesión de ella.
La manera de cumplirse prácticamente esta obligación varía según la naturaleza de la
cosa, por lo que su recepción puede ser simbólica, del mismo modo que puede serlo la
entrega.
A la obligación de recibir la cosa dedica el Código solamente la disposición del Art. 1827,
que aborda las consecuencias de la mora del comprador, y establece que si el comprador
se constituye en mora de recibir, abonará al vendedor el alquiler de los almacenes,
graneros o vasijas en que se contenga lo vendido, y el vendedor quedará descargado del
cuidado ordinario de conservar la cosa, quedando sólo responsable del dolo o de la culpa
grave.

Por lo tanto, la mora del comprador en recibir la cosa produce dos efectos:
• Debe abonar al vendedor los perjuicios que sean consecuencia de la mora, y la
enumeración del Art. 1827 CC no es taxativa, pues la indemnización comprende,
además de los gastos de almacenes, graneros o vasijas, los de cuidadores y
guardianes, por ejemplo;
• El vendedor queda descargado del cuidado ordinario de la cosa, y sólo responderá
de los estragos que sufra por su culpa grave o dolo.

El Art. 1827 CC no excluye los derechos del vendedor para pedir el cumplimiento o la
resolución del contrato, con indemnización de perjuicios, los cuales resultan, en todo
caso, de la aplicación del Art. 1489 CC.

11. Obligación del Comprador de Pagar el Precio


A) Normas Generales
El Art. 1871 CC dispone la principal obligación del comprador, que consiste en pagar el
precio convenido.
La obligación de pagar el precio, al igual que la de entregar la cosa vendida, es de la
esencia del contrato de compraventa.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Sobre esta obligación del comprador, el Código consigna unas pocas disposiciones, y para
determinar quién debe pagar el precio, cómo y a quién debe pagarse, y demás aspectos
similares, rigen las reglas generales.

Con arreglo a las normas generales, el pago debe hacerse en el lugar señalado por la
convención y, a falta de estipulación, cuando la obligación es de género, en el domicilio
del deudor (Arts. 1587-1588 CC). Por otra parte, las obligaciones deben cumplirse de
inmediato, si las partes no han postergado expresamente su cumplimiento.
El Art. 1872 CC, sin embargo, deroga ligeramente estas normas en lo relativo al lugar y
época en que se debe pagar el precio, al disponer que el precio debe pagarse en el lugar y
el tiempo estipulados, o en el lugar y el tiempo de la entrega, no habiendo estipulación en
contrario.
Por lo tanto, si las partes han expresado su voluntad, es obvio que el pago debe hacerse
en la época y lugar convenidos, por lo que rigen, en consecuencia, las reglas generales,
pero si las partes han guardado silencio, tales reglas generales sufren una derogación, ya
que el pago no deberá hacerse de inmediato y en el domicilio del deudor, sino en el
momento y en el lugar de la entrega.
Como consecuencia, fijado un plazo para la entrega, el mismo plazo rige, sin necesidad
de estipulación, para el pago del precio, y convenido el lugar de la entrega, este convenio
se hace extensivo a la obligación de pagar el precio, que ha de verificarse en el mismo
lugar.

Puede el comprador, sin embargo, excusarse de pagar el precio en la época convenida o


fijada por la ley, en suma, cuando se ve expuesto a perder la cosa.
El comprador evicto tiene derecho a que el vendedor le restituya el precio, y es lógico que
si le amenaza una evicción y no ha pagado el precio, pueda suspender el pago para evitar
una inútil repetición de lo pagado, y el riesgo consiguiente.
El Art. 1872 Inc. 2º CC consagra para el comprador este derecho, al disponer que si el
comprador fuere turbado en la posesión de la cosa, o probare que existe contra ella una
acción real de que el vendedor no le haya dado noticia antes de perfeccionarse el contrato,
podrá depositar el precio con autoridad de la justicia, y durará el depósito hasta que el
vendedor haga cesar la turbación o afiance las resultas del juicio.
El incumplimiento de la obligación de pagar el precio, conforme al precepto general del
Art. 1489 CC, autoriza al vendedor para pedir la resolución del contrato o su
cumplimiento, con indemnización de perjuicios.
El Art. 1873 repite esta norma general, al disponer que si el comprador estuviere
constituido en mora de pagar el precio en el lugar y tiempo dichos, el vendedor tendrá
derecho para exigir el precio o la resolución de la venta, con resarcimiento de perjuicios.
La falta de pago del precio ha de ser imputable al comprador o, en otros términos, es
preciso que éste se encuentre en mora.
No estará en mora el comprador cuando el vendedor no ha entregado o estado llano a
entregar la cosa.

B) Efectos de la Resolución del Contrato por Falta de Pago del Precio


La ley ha reglamentado los efectos entre las partes y respecto de terceros de la resolución
del contrato de compraventa por incumplimiento de la obligación del comprador de pagar
el precio.
Estos efectos, en gran parte, son la aplicación de los principios generales que regulan los
efectos de la condición resolutoria cumplida, con algunas importantes modificaciones.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Así, distinguimos respecto de las personas entre las cuales se producen los efectos:
• Efectos Entre las Partes
Resuelto el contrato, las partes tienen derecho a que se las restituya al estado
anterior a su celebración, y con tal objeto, el comprador debe al vendedor
determinadas prestaciones:
o Tiene derecho el vendedor, en primer término, a que se le restituya la cosa
(Art. 1487 CC);
o El vendedor tiene también derecho a que se le restituyan los frutos que el
comprador hubiere percibido mientras la cosa estuvo en su poder, y los
frutos deben restituirse íntegramente si el comprador no pagó ninguna
parte del precio, o en proporción a la parte insoluta del mismo (Art. 1875
CC).
Por regla general, cumplida la condición, no se deben los frutos percibidos
en el tiempo intermedio, salvo que la ley, el testador, el donante o los
contratantes, según los varios casos, hayan dispuesto lo contrario (Art.
1488 CC), pero cuando la resolución tiene lugar por falta de pago del
precio, la regla general se altera y el comprador debe restituir los frutos en
la forma indicada;
o En caso de haberse dado arras, el vendedor tiene derecho para retener las
arras, o exigirlas dobladas (Art. 1875 Inc. 1º CC);
o Tiene el vendedor derecho para que el comprador le indemnice los
deterioros que haya experimentado la cosa.
Para estos efectos, se considerará al comprador como poseedor de mala fe,
a menos que pruebe haber sufrido en su fortuna, y sin culpa de su parte,
menoscabos tan grandes que le hayan hecho imposible cumplir lo pactado
(Art. 1875 Inc. 3° CC);
o Le asiste al vendedor el derecho de demandar la indemnización de los
perjuicios que el incumplimiento del contrato le haya ocasionado (Art.
1873 CC).
Por su parte, el vendedor debe realizar ciertas prestaciones en favor del
comprador:
o El comprador tiene derecho para que se le restituya la parte que hubiere
pagado del precio (Art. 1875 Inc. 2º CC);
o Tiene igualmente derecho para que se le abonen las mejoras,
reputándosele, para estos efectos, como poseedor de mala fe, por lo que el
vendedor debe abonarle las mejoras necesarias, pero el comprador no tiene
derecho para exigir la indemnización de las mejores útiles o voluptuarias,
y podrá llevarse sólo los materiales de dichas mejoras, siempre que pueda
separarlos sin detrimento y que el vendedor rehúse pagarle el precio que
tendrían una vez separados (Arts. 809, 909, 910 y 912 CC).
Sin embargo, el comprador será reputado de buena fe si probare que su
fortuna, sin culpa suya, ha sufrido menoscabos tan considerables que le
hicieron imposible cumplir el contrato (Art. 1875 Inc. 3º CC).

• Efectos Respecto de Terceros


La resolución del contrato no afecta a terceros de buena fe, ya que el Art. 1876
CC aplica al contrato de compraventa los principios generales de los Arts. 1490
y 1491 CC.
En consecuencia, si la cosa vendida es mueble, los terceros deben estar de mala
fe, o sea, conocer el hecho de que el comprador adeudaba parte del precio, y si la

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

cosa es inmueble, será necesario que en el título respectivo, inscrito u otorgado


por escritura pública, conste la existencia de dicho saldo de precio.

La declaración que las partes hagan en la escritura de compraventa de haberse pagado el


precio tiene considerable importancia, en relación con el ejercicio de la acción resolutoria
por falta de pago del mismo.
El Art. 1876 Inc. 2º CC establece que si en la escritura de venta se expresa haberse
pagado el precio, no se admitirá prueba alguna en contrario sino la de nulidad o
falsificación de la escritura, y sólo en virtud de esta prueba habrá acción contra terceros
poseedores.

Cuando en la escritura se declara íntegramente pagado el precio, la buena fe de los


terceros es indudable, por lo que el legislador no admite que se ponga en duda esta buena
fe, y por lo tanto, aunque comprador y vendedor convengan en que el precio no fue
realmente pagado, no podrá accionar este último contra los terceros.
Para que sea posible al vendedor accionar contra los terceros, no puede impugnar la
veracidad de la declaración de haberse pagado el precio, sino que deberá atacar la
escritura misma en que se contiene la declaración, tachándola de nula o falsificada.

En suma, la ley prohíbe a las partes la prueba directa de que es inexacta la aseveración de
haberse pagado el precio para fundar en esta circunstancia una acción resolutoria y las
consiguientes acciones reales contra terceros.
Se ha discutido si el Art. 1876 Inc. 2º CC rechaza en absoluto toda prueba contraria a la
declaración de haberse pagado el precio, tanto respecto a terceros como entre las partes,
es decir, si sólo rige cuando se trata de entablar acciones contra terceros, o si también
cuando se entabla entre las partes una acción resolutoria.

Alessandri considera que la disposición tiene un alcance absoluto, argumentando que el


artículo es terminante en el sentido de no admitir prueba alguna contra esa declaración,
sin distinguir si es entre las partes o respecto de terceros.

Meza Barros, en cambio, estima que no rige entre las partes, apoyándose en los
siguientes argumentos:
• Del contexto de los Arts. 1875-1876 CC aparece indudablemente que se refieren,
respectivamente, a los efectos de la resolución del contrato entre las partes y
respecto de terceros;
• El Art. 1876 CC señala las condiciones generales en que la resolución del
contrato afecta a terceros, y prevé, enseguida, la situación de los mismos terceros
frente a la declaración de haberse pagado el precio;
• La disposición no se justifica sino como una medida de protección a los terceros,
ante una eventual colusión de las partes;
• En fin, la interpretación contraria conduce al absurdo, ya que no sería siquiera
admisible, como prueba para desvirtuar la aseveración de la escritura, la confesión
del comprador de no haber pagado el precio.
Si el comprador confiesa que no ha pagado el precio, sería insensato negar al
vendedor acción para pedir que se le pague o que se resuelva el contrato, a pretexto
de que no es admisible otra prueba que la nulidad o falsificación de la escritura.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

C) Cláusula de No Transferirse el Dominio Sino por el Pago del Precio


Siguiendo los precedentes romanos, los Proyectos del Código establecían que la tradición
de la cosa vendida no transfería el dominio mientras no se pagara el precio o se asegurara
a satisfacción del vendedor, a menos de estipularse un plazo para el pago.
Sin embargo, el sistema fue abandonado, y el Art. 680 CC dispuso que, verificada la
entrega por el vendedor, se transfiere el dominio de la cosa vendida, aunque no se haya
pagado el precio, a menos que el vendedor se haya reservado el dominio hasta el pago.
Por lo tanto, la condición implícita de no transferirse el dominio a pesar de la entrega, por
no estar pagado el precio, quedó abolida.

Con arreglo al Art. 680 Inc. 2º CC, sería necesaria una expresa reserva, pero en clara
contradicción con tal disposición, el Art. 1874 CC atribuye a la cláusula de no transferirse
el dominio sino por el pago del precio un alcance diferente, al establecer que el dominio,
pese a la estipulación, se transfiere al comprador, por lo que la falta de pago del precio no
impide que se haga dueño, sino que otorga al vendedor el derecho de pedir el
cumplimiento del contrato o su resolución, con indemnización de perjuicios.

De este modo, mientras el Art. 680 CC establece que si el vendedor se reserva


expresamente el dominio hasta que el precio se pague, la tradición no hará dueño al
comprador, el Art. 1874 CC declara enfáticamente que tal reserva no obsta para la
adquisición de la propiedad por el adquirente.
El comprador adquiere el dominio expuesto a resolverse si, constituido en mora de pagar
el precio, el vendedor opta por pedir la resolución del contrato.
El Art. 1874 CC concluye que, pagando el comprador el precio, subsisten en todo caso
las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los derechos que hubiere constituido
sobre ella en el tiempo intermedio.

Alessandri plantea que el dominio de la cosa vendida se transfiere por su entrega, aunque
no se pague el precio, sin necesidad de que así se estipule, de modo que el comprador se
hará dueño desde que se le entregue mediante la tradición, aun cuando no pague aquél, y
la cláusula de reserva no tiene en el hecho importancia alguna, dado que la regla del Art.
1874 CC prima por sobre la del Art. 680 CC por el principio de especialidad.

12. Pactos Accesorios al Contrato de Compraventa


Pueden agregarse al contrato de compraventa diversos pactos accesorios, y el Código
regula tres de ellos, que son el pacto comisorio, el pacto de retroventa y el pacto de
retracto, aunque, conforme al Art. 1887 CC, pueden agregarse al contrato de venta
cualesquiera otros pactos accesorios lícitos, que se rigen por las reglas generales de los
contratos.

A) Pacto Comisorio
El pacto comisorio es, básicamente, la condición resolutoria tácita expresada en un
contrato de compraventa.
Mediante el pacto comisorio, se estipula expresamente que, no pagándose el precio en el
tiempo convenido, se resuelve el contrato de compraventa.
Ahora bien, se entiende generalmente que no es exclusivo a la compraventa, pese a su
ubicación en el Código, por lo que puede estipularse en cualquier contrato bilateral, y
respecto del incumplimiento de cualquier tipo de obligación.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Así, en términos más amplios, podemos definir el pacto comisorio como una convención
mediante la cual las partes de un contrato estipulan que el incumplimiento de la obligación
de una de ellas traerá como consecuencia la resolución del contrato.

El pacto comisorio acepta una clasificación, pudiendo ser simple o calificado.


El pacto comisorio simple es el que acabamos de mencionar, es decir, aquel en que lisa
y llanamente se estipula que se resolverá el contrato en caso de no cumplirse lo pactado.
En los contrato bilaterales, la inclusión de tal estipulación sería inútil, en virtud de la
condición resolutoria tácita que en ellos se subentiende. Por lo mismo, adquiere
importancia en los contratos unilaterales, en que no se subentiende tal condición
resolutoria.

La doctrina distingue otro tipo de pacto comisorio, que se desprende del tenor literal del
Art. 1879 CC: “Si se estipula que por no pagarse el precio al tiempo convenido, se
resuelva ipso facto el contrato de venta, el comprador podrá, sin embargo, hacerlo
subsistir, pagando el precio, lo más tarde, en las veinticuatro horas subsiguientes a la
notificación judicial de la demanda”.
Este es el llamado pacto comisorio calificado, mediante el cual se estipula que el
incumplimiento de la obligación de una de las partes produce la resolución del contrato
de pleno derecho, lo cual no ocurre en el pacto comisorio simple, donde la resolución
debe ser demandada por el contratante diligente.
No obstante, puede evitarse esta resolución de pleno derecho si el deudor cumple con su
obligación en las veinticuatro horas posteriores a la notificación judicial de la demanda,
siendo un plazo fatal.

Algunos autores plantean, no obstante lo anterior, que la resolución no opera de pleno


derecho, dado que el acreedor sigue teniendo derecho de pedir el cumplimiento del
contrato, por lo que la existencia del pacto comisorio calificado no le priva de elegir entre
la resolución y la ejecución de lo pactado.
El hecho de que el deudor puede enervar la acción pagando es consecuencia de que la
resolución no opere de pleno derecho, y tal pago debe necesariamente efectuarse en el
plazo fatal de 24 horas contadas desde que se notifica la demanda, y cumpliendo con los
demás requisitos legales.

B) Pacto de Retroventa
Conforme al Art. 1881 CC, por el pacto de retroventa, el vendedor se reserva la facultad
de recobrar la cosa vendida, reembolsando al comprador la cantidad determinada que se
estipulare, o en defecto de tal estipulación, lo que le haya costado la compra.
El pacto de retroventa importa una condición resolutoria del contrato de compraventa,
dado que el contrato está expuesto a desaparecer por el hecho futuro e incierto consistente
en que el vendedor haga valer su opción de recobrar la cosa vendida.
Se trata de una condición meramente potestativa, porque depende de la sola voluntad del
vendedor.

El pacto de retroventa es un eficaz medio de procurarse dinero el propietario de una cosa


de la que no desea desprenderse definitivamente.
Presenta para el vendedor una ventaja sobre otras garantías, como la hipoteca, ya que
puede procurarse una mayor suma de dinero, dado que el acreedor que presta con garantía
hipotecaria tiene lógicamente en cuenta los gastos del cobro de su crédito y no presta sino
lo que pueda valer la finca, con deducción de tales gastos.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El vendedor confía en que, dentro del plazo fijado, podrá procurarse los fondos para
reembolsar el precio y recobrar la cosa.

Para el comprador, las ventajas son enormes, ya que podrá hacer suya la cosa por el solo
hecho de que el vendedor deje pasar el plazo sin efectuar el reembolso, y la venta se hará,
entonces, irrevocable.
Sus inconvenientes derivan de que, a menudo, sirve para encubrir un pacto comisorio, lo
cual la ley terminantemente prohíbe.
Cuando hablamos de pacto comisorio, no nos referimos al recién estudiado, sino que se
la da tal denominación a la estipulación que se da entre los contratantes cuando se celebra
una prenda o hipoteca para que el prestamista pueda hacerse pago de su crédito con la
cosa dada en garantía.

Para que el pacto de retroventa produzca sus efectos, es necesario que concurran los
siguientes elementos:
• Facultad Concedida al Vendedor de Recobrar la Cosa
Es esencial, como se comprende, que el vendedor se reserve la facultad de
recomprar la cosa vendida.
La estipulación de la reserva debe hacerse en el mismo contrato de compraventa,
y no puede útilmente pactarse después de su celebración, ya que la estipulación a
posteriori importaría una promesa de compraventa.

• Obligación del Vendedor de Reembolsar al Comprador


El Art. 1881 CC previene que el vendedor debe reembolsar al comprador el
precio que se estipulare, y a falta de estipulación, el mismo precio de la venta.

• Plazo Concedido al Vendedor Para Ejercitar su Derecho


Es indispensable un plazo para que el vendedor ejercite su derecho, y el Art. 1885
CC dispone que el tiempo en que puede intentarse la acción de retroventa no podrá
pasar de cuatro años, contados desde la fecha del contrato.

Para el ejercicio de los derechos que el pacto de retroventa genera para el vendedor, y
para que opere la resolución del contrato de compraventa, es necesario que concurran las
siguientes condiciones:
• Que el Vendedor Haga Valer Judicialmente su Derecho
Si las partes se avienen a ejecutar la retroventa, el vendedor reembolsa el precio y
el comprador restituye la cosa, no pueden suscitarse dificultades.
Pero si el comprador se resiste, es indispensable que el vendedor ejercite su
derecho, acudiendo a la justicia.

• Que el Vendedor Ponga el Precio a Disposición del Comprador


En el acto de hacer valer su derecho, el vendedor debe pagar el precio.

• Que el Derecho se Ejerza en Tiempo Oportuno


El vendedor debe invocar el pacto de retroventa en tiempo oportuno, esto es,
dentro del plazo convenido, que no será superior a cuatro años, y expirado este
plazo, el derecho del vendedor se extingue.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Que se dé el Correspondiente Aviso al Comprador


El Art. 1885 Inc. 2º CC dispone que, en todo caso, tiene derecho el comprador a
que se le dé noticia anticipada, que no bajará de seis meses para los bienes raíces,
ni de quince días para las cosas muebles.
Esta regla no tiene lugar cuando la cosa produce frutos de tiempo en tiempo,
mediante trabajos e inversiones preliminares, ya que es justo que la restitución no
pueda reclamarse del comprador sino después de obtenidos los frutos de su
esfuerzo.

En cuanto a los efectos del pacto de retroventa, debemos distinguir si el vendedor ha o no


ejercitado oportunamente su derecho.
Si el vendedor no ejerció su derecho en el plazo convenido o legal, fallará la condición
resolutoria del contrato de venta, caducarán los derechos del vendedor, y los del
comprador se consolidarán definitivamente.
Por la inversa, si el vendedor ejercita su acción en la oportunidad debida, se habrá
cumplido la condición resolutoria, se resolverá el contrato de venta, y las cosas volverán
al mismo estado en que se encontrarían si no se hubiera contratado.

Como en el caso de toda condición resolutoria cumplida, debemos examinar los efectos
entre las partes y con relación a terceros:
• Efectos Entre las Partes
El comprador está obligado, lógicamente, a restituir la cosa, con sus accesorios,
lo cual consagra el Art. 1883 Inc. 1° CC.
El comprador, además, debe indemnizar al vendedor por los deterioros de la cosa,
dado que, conforme al Art. 1883 CC, el vendedor tiene derecho a ser indemnizado
de los deterioros imputables a hecho o culpa del comprador.
Por su parte, el vendedor debe pagar al comprador las mejoras introducidas en la
cosa, siendo obligado al pago de las expensas necesarias, pero no de las invertidas
en mejoras útiles o voluptuarias que se hayan hecho sin su consentimiento (Art.
1883 Inc. 3º CC).

• Efectos Respecto de Terceros


Respecto de los terceros se siguen las reglas generales, por lo que la resolución
del contrato de compraventa les afectará a condición de que estén de mala fe (Art.
1882 CC).

Por último, cabe señalar que el derecho que nace para el vendedor del pacto de retroventa
es intransferible, ya que el Art. 1884 CC prohíbe la cesión, aunque nada dice respecto de
la sucesión por causa de muerte, por lo que no se excluye la transmisión del derecho del
vendedor.

C) Pacto de Retracto
Se llama pacto de retracto o adictio in diem aquel en que las partes convienen que se
resolverá la venta si, en un plazo determinado, se presenta un nuevo comprador que
ofrezca al vendedor condiciones más ventajosas que el comprador primitivo.
El Art. 1886 CC dispone que si se pacta que, presentándose dentro de cierto tiempo (que
no puede pasar de un año) persona que mejore la compra, se resuelva el contrato, se
cumplirá lo pactado, a menos que el comprador o la persona a quien éste hubiere
enajenado la cosa, se allane a mejorar en los mismos términos la compra.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La disposición merece las siguientes observaciones:


• El plazo para mejorar la compra no puede exceder de un año;
• Para evitar la resolución, el comprador, o la persona que hubiere adquirido de él
la cosa, puede mejorar la compra en los mismos términos que el nuevo comprador.
En otras palabras, en igualdad de condiciones, el contrato no se resuelve, y la ley
hace prevalecer el interés del comprador.

Entre las partes y respecto de terceros, el pacto de retracto produce los mismos efectos
que el pacto de retroventa (Art. 1886 Inc. 2º-3º CC).

13. Rescisión de la Venta por Lesión Enorme


A) Aspectos Generales
La lesión es el perjuicio pecuniario que las partes sufren como consecuencia de la falta
de equivalencia de las prestaciones recíprocas de un contrato conmutativo.
No ha podido el legislador desconocer que la compraventa es, en buena medida, un acto
de especulación, y que es legítimo que cada contratante trate de obtener un provecho.
Pero, por otra parte, no ha debido ignorar que un grave desequilibrio de las prestaciones
no ha podido ser consentido sino bajo el imperio de una presión a la que el contratante no
ha sido capaz de resistir, ya que una imperiosa necesidad de dinero ha forzado
seguramente al vendedor a vender a cualquier precio, por lo que su consentimiento se
encuentra profundamente viciado, y la ley acude en su ayuda autorizándole para pedir la
rescisión del contrato.
Pero la estabilidad del contrato requiere que el desequilibrio de las prestaciones sea de
gran entidad para que se justifique la rescisión, por lo que la lesión debe ser enorme.

La rescisión de la venta por causa de lesión enorme tiene lugar siempre que concurran los
siguientes requisitos:
• La Venta Debe Ser Rescindible por Lesión Enorme
La rescisión por causa de lesión enorme tiene cabida sólo en los actos que la ley
expresamente señala, y por este motivo, el legislador creyó oportuno consignar en
el Art. 1888 CC que el contrato de compraventa puede rescindirse por lesión
enorme.
Sin embargo, no tiene cabida la rescisión por lesión enorme en todo contrato de
compraventa, y en términos generales, sólo tiene cabida en la compraventa de
bienes raíces.
En tal sentido, el legislador niega expresamente cabida a la lesión enorme en los
siguientes casos:
o Conforme al Art. 1891 CC, la acción rescisoria no procede por lesión
enorme en las ventas de bienes muebles, y como consecuencia de ello, el
Art. 126 CdC dispone que no hay rescisión por causa de lesión enorme
en los contratos mercantiles;
o Según dispone el Art. 1891 CC, tampoco hay lugar a la acción rescisoria
en las ventas que se hubieren hecho por el ministerio de la justicia, por lo
que las ventas judiciales, forzadas o voluntarias, no son rescindibles por
causa de lesión;
o En virtud del Art. 170 CdM, no hay rescisión por causa de lesión enorme
en los contratos de compraventa y de permuta de una concesión, o de una
cuota o parte material de ella.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Que la Lesión sea Enorme en los Términos que Señala la Ley


La desproporción entre las prestaciones debe ser enorme, y la ley reputa legítima
una diferencia moderada.
Pueden sufrir lesión enorme el vendedor y el comprador, y el Art. 1889 CC
precisa cuándo hay lesión de esta índole para uno y otro.
Sufre lesión enorme el vendedor cuando recibe un precio inferior a la mitad del
precio justo de la cosa, mientras que el comprador sufre lesión enorme cuando
paga un precio superior al doble del justo precio de la cosa.
Para determinar el justo precio, debe atenderse al tiempo de la venta.
La prueba de la lesión incumbe a aquel de los contratantes que deduce la acción
correspondiente.

• Que la Cosa No Haya Perecido en Poder del Comprador


Para que proceda la rescisión por lesión enorme, es necesario que la cosa no haya
perecido en poder del comprador.
En efecto, el Art. 1893 CC previene que perdida la cosa en poder del comprador,
no habrá derecho por una ni por otra parte para la rescisión del contrato.
La disposición se explica porque, rescindido el contrato, debe restituirse la cosa,
y esta restitución se torna imposible cuando la cosa ha perecido.

• Que el Comprador No Haya Enajenado la Cosa


Ninguno de los contratantes puede pedir la rescisión de la venta si el comprador
hubiere enajenado la cosa (Art. 1893 Inc. 2º CC).
La rescisión de la venta por causa de lesión difiere sustancialmente, en tal sentido,
de la rescisión del mismo contrato por otras causas, ya que, por regla general, la
nulidad judicialmente declarada da acción contra terceros (Art. 1689 CC).
Sin embargo, en caso de que el comprador haya enajenado la cosa por más de lo
que había pagado por ella, podrá el primer vendedor reclamar este exceso, pero
sólo hasta concurrencia del justo valor de la cosa, con deducción de una décima
parte (Art. 1893 Inc. 2º CC).

• Que la Acción Correspondiente Se Entable en Tiempo Oportuno


Por último, para que proceda la rescisión por lesión enorme, es necesario que se
deduzca la acción correspondiente en tiempo oportuno.
El Art. 1896 CC dispone que la acción rescisoria por lesión enorme expira en
cuatro años, contados desde la fecha del contrato.
Como prescripción del corto tiempo, y con arreglo al Art. 2524 CC, la
prescripción de la acción rescisoria corre contra toda clase de personas.

La ley proclama que la acción rescisoria es irrenunciable, y ello porque autorizar la


renuncia importaría abolir la acción.
El Art. 1892 CC previene que si se estipulare que no podrá intentarse la acción rescisoria
por lesión enorme, no valdrá la estipulación, y si por parte del vendedor se expresare la
intención de donar el exceso, se tendrá esta cláusula por no escrita.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

B) Efectos de la Rescisión por Lesión Enorme


El objeto de la acción rescisoria es invalidar la compraventa, por lo que sus efectos son
los propios de la nulidad.
Pero la rescisión por lesión enorme tiene una interesante modalidad, dado que se funda
en la desproporción entre las prestaciones de comprador y vendedor, y el restablecimiento
del equilibrio de tales prestaciones desagravia a las partes.
Por lo tanto, si la víctima de la lesión ha sido el vendedor, podrá el comprador hacer
subsistir el contrato aumentando el precio, y si, al contrario, la víctima ha sido el
comprador, puede hacer lo mismo el vendedor restituyendo parte del precio excesivo.
Los efectos de la rescisión serán diversos, por lo tanto, según que el demandado opte por
evitar que el contrato se rescinda o por aceptar la rescisión.

El comprador y el vendedor, víctimas de lesión enorme, tienen derecho para pedir la


rescisión del contrato, y pronunciada la rescisión, nace para los contratantes el derecho
de enervar el fallo, aumentando el precio el comprador o restituyendo parte del mismo el
vendedor.
Debe observarse, en primer término, que la facultad del comprador o vendedor
demandados de aceptar o evitar la rescisión pueden ejercerla “a su arbitrio”, mientras
que el demandante no puede pedir sino la rescisión del contrato.
La opción del demandado nace una vez fallado el pleito y declarada la nulidad, y la
facultad de optar compete al comprador o al vendedor contra quien se pronuncia la
rescisión.
La ley fija la cantidad que debe pagar el demandado para evitar la rescisión, y no están
obligados el comprador y el vendedor a completar el primero el justo precio ni a restituir
el segundo el exceso sobre el precio justo, sino que el comprador debe pagar y el vendedor
restituir una décima parte menos.

De este modo, si el justo precio es $1.000 y el vendedor ha recibido $400, el comprador


debe completar $900, que es el justo precio menos una décima parte, y si el justo precio
es $1.000 y el comprador ha pagado $2.500, no debe el vendedor restituir $ 1.500, ya que
como el justo precio debe aumentarse en una décima parte, y así aumentado asciende a
$1.100, debe restituir como exceso sólo $ 1.400.
En uno y otro caso, comprador y vendedor obtienen una ventaja del 10% sobre el justo
precio, que la ley reputa legítima.
En el primer caso, el comprador habrá pagado $900 por lo que vale $1.000, y en el
segundo, por lo que vale $1.000 habrá pagado, a la postre, $1.100.

El comprador o el vendedor deben abonar frutos e intereses, pero sólo desde la fecha de
la demanda (Art. 1890 Inc. 2° CC).
La disposición añade que no podrá pedirse cosa alguna en razón de las expensas que haya
ocasionado el contrato.

La rescisión de la venta, en principio, da derecho a las partes a ser restituidas al mismo


estado en que se hallarían si no se hubiera celebrado el contrato nulo, con algunas
importantes limitaciones:
• El vendedor debe restituir la cosa y el comprador el precio, con intereses y frutos,
pero sólo desde la demanda;
• Las partes no están obligadas a pagar las expensas del contrato;
• El vendedor no puede pedir cosa alguna en razón de los deterioros que haya
sufrido la cosa, salvo en cuanto el comprador se hubiere aprovechado de ellos;

89
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• La rescisión de la venta por lesión enorme no afecta a los terceros adquirentes,


por lo que, si la cosa se ha enajenado por el comprador, no hay derecho para pedir
la rescisión del contrato;
• La rescisión no afecta tampoco a los terceros en cuyo favor hubiere constituido el
comprador algún derecho real, ya que, conforme al Art. 1895 CC, el comprador
que se halla en el caso de restituir la cosa debe previamente purificarla de las
hipotecas u otros derechos que haya constituido en ella, de lo cual se desprende
que las hipotecas y demás derechos reales no se extinguen de pleno derecho por
la rescisión.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo III – La Permuta

1. La Permuta
Conforme a lo dispuesto en el Art. 1897 CC, la permutación o cambio es un contrato en
que las partes se obligan mutuamente a dar una especie o cuerpo cierto por otro.
La definición no es exacta, ya que, conforme al Art. 1794 CC, cuando el precio consiste
parte en dinero y parte en otra cosa, se entiende permuta si la cosa vale más que el dinero,
y venta en el caso contrario.

Se aplican al contrato de permuta las reglas que rigen la compraventa, por lo que, por
regla general, el contrato de permuta es consensual, ya que, de acuerdo con el Art. 1898
CC, el cambio se reputa perfecto por el mero consentimiento.
Por excepción, la permuta es solemne cuando una de las cosas que se cambian, o ambas,
sean bienes raíces o derechos de sucesión hereditaria.
En tal caso, para la perfección del contrato ante la ley, será necesaria escritura pública
(Art. 1898 CC).

En aplicación de las reglas generales de la compraventa, las cosas que no pueden venderse
tampoco pueden permutarse (Art. 1899 Inc. 1º CC), y además, no son hábiles para
celebrar el contrato de permuta las personas que no son hábiles para el contrato de venta
(Art. 1899 Inc. 2º CC).

El Art. 1900 CC concluye que las disposiciones relativas a la compraventa se aplican a


la permutación en todo lo que no se oponga a la naturaleza de este contrato, por lo que
cada permutante será considerado como vendedor de la cosa que da, y el justo precio de
ella a la fecha del contrato se mirará como el precio que paga por lo que recibe a cambio.

91
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo IV – La Cesión de Derechos

1. Introducción
La cesión de derechos es el traspaso de un derecho por acto entre vivos.
Trata el Título XXV del Libro IV del Código, en sucesivos párrafos, de tres materias
diferentes, que son la cesión de créditos personales, la cesión del derecho real de herencia,
y la cesión de derechos litigiosos.
De este modo, la denominación del Título no es exacta, ya que sugiere que se tratará, de
un modo general, de la cesión de toda clase de derechos, pero en realidad, se ocupa de la
cesión de ciertos créditos o derechos personales, y no trata de la cesión de los derechos
reales, en general, sino sólo del de herencia, y de la cesión de derechos litigiosos, que
naturalmente, pueden ser reales o personales.

2. Cesión de Créditos Personales


A) Aspectos Generales
La expresión créditos personales es redundante, ya que los créditos son necesariamente
personales, en el sentido de que sólo pueden reclamarse de quienes, por un hecho suyo o
por disposición de la ley, han contraído la obligación correlativa (Art. 578 CC).
Ha querido significar el legislador con la expresión créditos personales cierto tipo de
créditos, en que se encuentra precisamente determinado el acreedor, denominados, por lo
mismo, nominativos.

En principio, todos los créditos son transferibles, salvo aquellos que tienen un carácter
personalísimo, pero la manera de efectuar la cesión varía según la forma del título en que
consta el crédito, y desde tal punto de vista, los créditos pueden ser nominativos, a la
orden o al portador.

Los créditos nominativos son aquellos en que se indica con toda precisión la persona del
acreedor, y que no son pagaderos sino precisamente a la persona designada, como es, por
ejemplo, el crédito del vendedor contra el comprador por el precio de la compraventa.

Los créditos a la orden son aquellos en que, al nombre de la persona del titular, se
antepone la expresión “a la orden” u otra equivalente, y tales créditos son pagaderos a la
persona designada o a quien ésta ordene o designe, como sucede con las letras de cambios,
los pagarés y los cheques, por lo general.

Por último, los créditos al portador son aquellos en que no se designa a la persona del
acreedor, o que llevan la expresión “al portador”, como sucede con los billetes de banco,
los bonos hipotecarios y los cheques en que no se ha borrado la expresión “al portador”.

El Código Civil ha reglamentado únicamente la cesión de créditos nominativos, ya que el


Art. 1908 CC prescribe que las disposiciones de este título no se aplicarán a las letras de
cambio, pagarés a la orden, acciones al portador y otras especies de transmisión que se
rigen por el Código de Comercio o por leyes especiales.
La cesión de los créditos a la orden se verifica mediante el endoso (Art. 164 CdC), que
es un escrito puesto al dorso de la letra de cambio y demás documentos a la orden, por el
cual se transfiere el dominio del crédito de que da constancia el documento.
Los documentos al portador se ceden por la mera tradición manual, en conformidad con
el Art. 164 CdC.

92
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La ubicación en el Libro IV, entre la permuta y el arrendamiento, sugiere que la cesión


de derechos es un contrato, pero un atento examen conduce a una conclusión distinta, y
es que la cesión es, más bien, la tradición de los derechos personales o créditos.
Por de pronto, el Art. 1901 CC establece la forma en que se perfecciona la cesión entre
cedente y cesionario, a cualquier título que se haga, dejando en claro que la cesión
requiere un título, y que éste puede adoptar diversas formas.
Un crédito puede cederse, en efecto, a título de compraventa, de permuta, de donación, o
de aporte en sociedad, por ejemplo.

El Art. 1907 CC, por su parte, reglamenta la responsabilidad que contrae el cedente en
la cesión a título oneroso, con lo cual queda en evidencia, una vez más, que es necesario
un título, que también puede ser gratuito, caso en que el cedente no contrae las
responsabilidades que señala la disposición citada.
En fin, el Art. 1901 CC reproduce casi literalmente la regla del Art. 699 CC, al señalar
que la tradición de los derechos personales que un individuo cede a otro se verifica por la
entrega del título hecha por el cedente al cesionario.

B) Perfeccionamiento de la Cesión
Las formas requeridas para la eficacia de la cesión deben ser enfocadas desde un doble
ángulo, es decir, entre las partes y respecto de terceros, ya que, perfecta la cesión entre
las partes, aún puede no estarlo respecto del deudor cedido y de terceros.

1) Perfeccionamiento de la Cesión Entre las Partes


El solo acuerdo de voluntades no es suficiente para que se perfeccione la cesión.
Como no se concibe la entrega del crédito, al ser una cosa incorporal, el legislador la ha
reemplazado por la entrega del título.
Por este motivo, el Art. 1901 CC dispone que la cesión de un crédito personal, a cualquier
título que se haga, no tendrá efecto entre el cedente y el cesionario sino en virtud de la
entrega del título.
En virtud de esta entrega del título, el cesionario se convierte, frente al cedente, en titular
del crédito.
Al efectuarse la entrega, debe anotarse en el documento mismo el traspaso del derecho,
con designación del nombre del cesionario y bajo la firma del cedente (Art. 1903 CC).

Ahora bien, la entrega del título supone que este conste por escrito, por lo que existe
discusión en la doctrina respecto de si es posible la cesión de créditos nominativos que
no constan por escrito.
La mayoría de la doctrina considera que basta con que la escritura de cesión especifique
el crédito de que se trata, lo cual servirá de título, que habrá de entregarse al cesionario,
y ello tiene sentido, dado que de otra forma, quedarían sustraídos del comercio una
enorme cantidad de derechos personales, lo cual iría en contra del espíritu general de la
legislación.

2) Perfeccionamiento de la Cesión Respecto del Deudor y Terceros


La entrega del título deja perfecta la cesión entre las partes, esto es, entre el cedente y el
cesionario, pero para que la cesión se perfeccione respecto del deudor cedido y de
terceros, es necesario que se notifique al deudor, o que éste acepte la cesión.
Mientras no intervenga la notificación o aceptación, para el deudor y terceros el titular
del crédito continuará siendo el cedente.

93
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Art. 1905 CC establece que, en general, se considerará existir el crédito en manos del
cedente respecto del deudor y terceros, por lo cual el deudor puede pagar válidamente al
cedente, y los acreedores del cedente pueden embargar el crédito que se reputa
pertenecerle.
En suma, mientras no medien la notificación o aceptación, la cesión es inoponible al
deudor y a terceros.

En cuanto a la notificación del deudor, debemos hacer las siguientes precisiones:


• La notificación debe ser judicial, practicándose personalmente y previa resolución
judicial, ya que, conforme al Art. 47 CPC, esta forma de notificación se emplea
siempre que la ley disponga que se notifique a alguna persona para la validez de
ciertos actos;
• La iniciativa de la notificación del deudor corresponde al cesionario, quien es el
principal interesado en que la notificación se practique, y tiene además el título
del crédito que le ha sido entregado, aunque no hay inconveniente para que se
cometa este encargo al cedente, que en tal caso, se reputa como representante del
cesionario;
• La notificación debe practicarse cumpliendo con los requisitos legales de toda
notificación personal, y además, con lo dispuesto en el Art. 1903 CC, en cuya
virtud, la notificación debe hacerse con exhibición del título, que llevará anotado
el traspaso del derecho con la designación del cesionario, y bajo la firma del
cedente.

Luego, respecto de la aceptación del deudor, ésta puede ser expresa o tácita,
consistiendo la primera en una explícita declaración del deudor en que aprueba la cesión,
y la segunda en un hecho que la suponga, como la litiscontestación con el cesionario, un
principio de pago al cesionario, etc. (Art. 1904 CC).
El Código no ha dispuesto para la aceptación ningún requisito de forma, por lo que,
prestada la aceptación verbalmente, surge el problema de probarla, para lo cual rigen las
limitaciones a la prueba testimonial de los Arts. 1708-1709 CC.
Si la aceptación consta de instrumento privado, quedará plenamente probada respecto del
deudor cuando el documento sea reconocido o mandado tener por reconocido.

Respecto de terceros, el documento no adquirirá fecha cierta sino desde que ocurra alguno
de los hechos previstos en el Art. 1703 CC, y la aceptación no puede hacerse valer contra
terceros sino desde que el instrumento adquiera fecha cierta a su respecto.
De este modo, puede ocurrir que el deudor deba considerar como su acreedor al
cesionario, mientras los terceros pueden continuar reputando tal al cedente.

C) Efectos de la Cesión
El Art. 1906 CC establece que la cesión de un crédito comprende sus fianzas, privilegios
e hipotecas, pero no traspasa las excepciones personales del cedente.
En suma, el cesionario goza del crédito en los mismos términos que el cedente, aunque la
cesión no transfiere las excepciones personales del cedente, sin perjuicio de que el Art.
1684 CC permite invocar la nulidad relativa a las personas en cuyo favor la establece la
ley y a sus cesionarios.

Por lo general, es indiferente que la cesión se perfeccione por la notificación o por la


aceptación del deudor, pero la distinción ofrece interés para decidir si el deudor cedido
puede oponer al cesionario una compensación que habría podido oponer al cedente.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Conforme al Art. 1659 Inc. 1° CC, el deudor que acepta sin reserva alguna la cesión que
el acreedor haya hecho de sus derechos a un tercero, no podrá oponer en compensación
al cesionario los créditos que antes de la aceptación hubiere podido oponer al cedente.
Es lógico que el deudor no pueda oponer en compensación al cesionario los créditos
adquiridos contra el cedente posteriores a la aceptación, ya que el cedente ha dejado de
ser acreedor y, en suma, ya no median entre ambos obligaciones recíprocas.
Pero tampoco puede compensar el deudor los créditos que adquirió antes de la aceptación
y que hubiera podido oponer al cedente, por lo que la aceptación sin reservas importa una
renuncia de la compensación.

Cuando la cesión se perfecciona por la notificación del deudor, la situación es totalmente


distinta, ya que el deudor podrá oponer al cesionario todos los créditos que antes de
notificársele la cesión haya adquirido contra el cedente, aun cuando no hubieren llegado
a ser exigibles sino después de la notificación (Art. 1659 Inc. 2º CC).

La responsabilidad que contrae el cedente con motivo de la cesión depende de si el título


es gratuito u oneroso.
Cedido un crédito a título gratuito, no cabe ninguna responsabilidad al cedente, pero el
cedente de un crédito a título oneroso, conforme al Art. 1907 CC, se hace responsable
de su existencia al tiempo de la cesión, esto es, de que verdaderamente le pertenecía en
ese tiempo, aunque no se hace responsable de la solvencia del deudor si no se compromete
expresamente a ello, ni en tal caso se entenderá que se hace responsable de la solvencia
futura, sino sólo de la presente, salvo que se comprenda expresamente la primera.
De este modo, por el solo hecho de la cesión onerosa, y sin necesidad de especial
estipulación, el cedente responde de que era efectivamente acreedor al tiempo de
efectuarse.
Se requiere un pacto especial para que el cedente sea responsable de la solvencia del
deudor, por lo que, a falta de estipulación expresa, el cesionario debe soportar los riesgos
de la insolvencia del deudor cedido.
La estipulación que hace responsable al cedente de la insolvencia del deudor comprende
naturalmente sólo su insolvencia al tiempo de la cesión, y el riesgo de la insolvencia futura
debe asumirlo el cedente de manera expresa.

Precisa el Art. 1907 CC en qué consiste la responsabilidad del cedente, quien debe
reembolsar al cesionario del precio o emolumento que hubiere reportado de la cesión,
aunque, por acuerdo de las partes, el cedente puede asumir otras responsabilidades, como
la obligación de indemnizar perjuicios al cesionario, por ejemplo.

3. Cesión del Derecho Real de Herencia


La cesión de un derecho de herencia o legado presupone necesariamente que se haya
abierto la sucesión, dado que el derecho de suceder por causa de muerte a una persona
viva no puede ser objeto de un contrato, aunque intervenga el consentimiento de la misma
persona (Art. 1463 CC), ya que los pactos sobre sucesión futura adolecen de objeto
ilícito, y por lo mismo, de nulidad absoluta.

La cesión puede hacerse especificando los bienes comprendidos en ella o sin


especificarlos, pero las reglas del Párrafo 2° del Título De la Cesión de Derechos sólo
son aplicables cuando falta la especificación de los efectos que integran la herencia o
legado.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En el primer caso, hay en realidad una verdadera compraventa o permuta, según


corresponda, las cuales se rigen por las reglas generales. Por tanto, al hacerse la partición,
si resulta que al cesionario no se le adjudica el bien que adquirió específicamente, el
cedente tendrá las responsabilidades propias de los contratos mencionados, cuando no se
cumple con la obligación de entregar.

Por efectos de la cesión, el cesionario adquiere todos los derechos y contrae todas las
responsabilidades del cedente.
El Código prevé algunas de las consecuencias que derivan de la calidad de heredero o
legatario de que el cesionario queda investido, desde el momento de la apertura de la
sucesión:
• El cedente debe al cesionario todos los elementos activos de la sucesión, por lo
que debe hacerle entrega de los bienes comprendidos en la herencia o legado;
• Debe el cedente al cesionario, igualmente, los frutos que haya percibido, los
créditos que haya cobrado, los precios recibidos por la enajenación de bienes
sucesorios, etc.;
• Por su parte, el cesionario debe reembolsar al cedente los costos necesarios o
prudenciales que haya hecho el cedente en razón de la herencia;
• El cesionario se beneficia del derecho de acrecer, ya que el Art. 1910 Inc. 3º CC
establece que, cediéndose una cuota hereditaria, se entenderán cederse al mismo
tiempo las cuotas hereditarias que por el derecho de acrecer sobrevengan a ella,
salvo que se haya estipulado otra cosa.

La responsabilidad del cedente depende de que la cesión se verifique a título gratuito u


oneroso.
El cedente a título gratuito no contrae ninguna responsabilidad o, en otros términos, no
debe ninguna garantía al cesionario, mientras que, conforme al Art. 1909 CC, el que cede
a título oneroso un derecho de herencia o legado, sin especificar los efectos de que se
compone, no se hace responsable sino de su calidad de heredero o de legatario.
Por lo tanto, no es responsable el cedente de la existencia de tales o cuales bienes, ni de
que formen parte de la herencia o legado, a menos que así se haya estipulado, y sólo
garantiza o asegura al cesionario que se encuentra realmente investido del derecho a la
herencia o legado.

El cesionario se hace responsable del pasivo de la herencia o legado, respecto del cedente,
pero ante terceros, el cedente continúa siendo responsable, por lo que los acreedores
pueden siempre dirigirse contra el cedente y hacer abstracción de la cesión.
El cedente queda siempre directamente obligado, pero tendrá derecho a que el cesionario
le reembolse lo pagado, y cabe señalar que los acreedores pueden igualmente accionar
contra el cesionario, aceptándole como deudor, caso en el cual estamos frente a una
delegación perfecta.

En cuanto a la forma en que debe efectuarse la tradición del Derecho Real de Herencia,
una parte de la doctrina entiende que no se exige inscripción conservatoria, aun cuando
la herencia comprenda bienes raíces, dado que consiste en una universalidad jurídica, un
continente distinto de su contenido, y no corresponde por tanto aplicar las reglas estrictas
de la tradición de bienes inmuebles, siendo aplicables las reglas generales de la tradición,
lo cual se explica porque el Derecho Real de Herencia no es ni mueble ni inmueble, sino
una institución jurídica sui generis, un bien abstracto.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Un efecto práctico de esta doctrina es la imposibilidad de alegar lesión enorme en la


cesión del derecho real de herencia, aunque la misma comprenda inmuebles, pues no
estaríamos ante una compraventa que tenga por objeto esa clase de bienes, sino una
universalidad que no puede calificarse de mueble o inmueble.
Otros autores consideran que, cuando la herencia contenga bienes raíces, la tradición del
derecho real de herencia requiere la inscripción conservatoria, por lo que la naturaleza de
los bienes comprendidos en ella se comunicaría al Derecho Real de Herencia.
La jurisprudencia se inclina por la primera línea doctrinaria de forma casi unánime.

4. Cesión de Derechos Litigiosos


Se llaman derechos litigiosos aquellos derechos que son objeto de una controversia
judicial, cuya existencia es discutida en juicio.
El Código se ha cuidado de precisar, con toda exactitud, cuándo un derecho tiene el
carácter de litigioso, y conforme a su Art. 1911 Inc. 2°, se entiende litigioso un derecho,
para los efectos de los siguientes artículos, desde que se notifica judicialmente la
demanda.
La notificación de la demanda marca el momento en que el derecho comienza a ser
litigioso, y se comprende que este carácter subsistirá mientras no se pronuncie una
decisión judicial, pasada en autoridad de cosa juzgada.

La cesión de derechos litigiosos supone que el derecho sea objeto de una contienda
judicial, pero no importa cesión de derechos litigiosos la transferencia del derecho que se
discute en juicio, ya que la cesión de un derecho litigioso no tiene por objeto el derecho
mismo, sino la pretensión, bien o mal fundada, de obtener una determinada ventaja, que
el cedente cree conseguir en un litigio.
En otros términos, la cesión de derechos litigiosos versa sobre la expectativa del cedente
de ganar o perder el pleito.
El Art. 1911 Inc. 1º CC, no deja dudas al respecto, al disponer que se cede un derecho
litigioso cuando el objeto directo de la cesión es el evento incierto de la litis, del que no
se hace responsable el cedente.
Esta cesión, por lo tanto, tiene un carácter eminentemente aleatorio, puesto que el
equivalente de la prestación que suministre el cesionario envuelve una contingencia de
ganancia o pérdida.
Los derechos sobre los cuales se litiga pueden ser reales o personales, ya que la ley no
establece ninguna distinción.

Sólo el demandante en el juicio puede efectuar la cesión de derechos litigiosos, lo cual


demuestran las siguientes circunstancias:
• El Art. 1913 CC concede el derecho de rescate al deudor, esto es, al demandado,
de lo cual fluye que el demandante es el cedente de los derechos litigiosos;
• El Art. 1912 CC, por su parte, declara que es indiferente que sea el cedente o el
cesionario el que persiga el derecho, pero en todo caso, debe ser demandante en
el juicio.

El Código no ha establecido la forma en que debe efectuarse la cesión de derechos


litigiosos, y no es aplicable el Art. 1901 CC, ya que el derecho del cedente, el evento
incierto de la litis, no consta en ningún título.
En la práctica, se entiende hecha la cesión por el hecho de apersonarse el cesionario al
juicio, acompañando el título de la cesión.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Para que la cesión produzca efectos respecto del deudor, es necesario que éste sea
notificado.

La cesión de derechos litigiosos puede hacerse a distintos títulos, y a tal respecto, el Art.
1912 CC señala que es indiferente que la cesión haya sido a título de venta o permutación.
La cesión puede incluso efectuarse a título gratuito, y el Art. 1913 CC prevé que, en tal
caso, el demandado carece del derecho de rescate.

Los efectos de la cesión de derechos litigiosos deben enfocarse desde un doble punto de
vista.
En primer lugar, respecto de los efectos entre el cedente y cesionario, podemos señalar
que el cedente se desprende de los derechos que le correspondían como demandante en
el juicio, y el cesionario adquiere tales derechos.
No obstante, el Art. 1912 CC expresa que es indiferente que sea el cedente o el cesionario
el que persiga el derecho, y de esta manera, una vez efectuada la cesión, el juicio puede
proseguirlo el cedente o el cesionario.
No debe el cedente al cesionario ninguna garantía por la suerte del juicio, ya que así lo
dispone expresamente el Art. 1911 CC, y debido a que el cesionario ha adquirido un
derecho dudoso y aceptado las contingencias del litigio.

En segundo lugar, respecto del demandado, el más importante efecto de la cesión a su


respecto es el derecho de rescate o retracto litigioso.
El derecho de rescate puede definirse como la facultad del demandado de liberarse de la
prestación a que ha sido condenado en el juicio, reembolsando al cesionario lo que éste
hubiere pagado al cedente como precio de la cesión.
La facultad de rescate persigue la doble finalidad de impedir la especulación de los
adquirentes de litigios y de disminuir el número de pleitos.

Para que el demandado pueda ejercer el derecho de rescate es necesario, en primer lugar,
que la cesión se haya efectuado a título oneroso.
En efecto, el Art. 1913 Inc. 1° CC dispone que el demandado debe pagar al cesionario
el valor de lo que éste haya dado por el derecho cedido, de lo cual se desprende que la
cesión debe efectuarse a un título que importe un sacrificio para el cesionario.
Hecha la cesión a título de venta, el deudor abonará el precio pagado al cedente, y
verificada a título de permuta, deberá el valor de la cosa que el cedente recibió a cambio
de los derechos litigiosos.
El demandado deberá pagar, además, los intereses desde la fecha en que se haya
notificado la cesión al deudor (Art. 1913 Inc. 1º CC).
El segundo requisito para que proceda el derecho de rescate es que debe ser invocado por
el deudor en el plazo perentorio que señala el Art. 1914 CC, que es de nueve días
contados desde la notificación del decreto en que se manda ejecutar la sentencia.

Ahora bien, las circunstancias que justifican el retracto litigioso no se dan en ciertos casos
en que, por lo mismo, la ley lo declara improcedente, los cuales son:
• En las cesiones enteramente gratuitas, ya que no cabría el reembolso del valor
suministrado por el cesionario, y por otra parte, la cesión gratuita no puede
constituir un acto de especulación;
• En las cesiones que se hagan por el ministerio de la justicia;
• Cuando el derecho litigioso va comprendido en la enajenación de otra cosa, de la
cual el derecho litigioso no es sino una parte o accesión, como por ejemplo, si se

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

vende un predio rústico respecto del cual hay derechos de aprovechamiento de


agua en litigio;
• En la cesión que se hace a un coheredero o copropietario por un coheredero o
copropietario de un derecho que es común a los dos;
• Cuando la cesión se hace a un acreedor en pago de lo que le debe el cedente;
• Cuando la cesión se efectúa al que goza de un inmueble como poseedor de buena
fe, usufructuario o arrendatario, cuando el derecho cedido es necesario para el
goce tranquilo y seguro del inmueble.

En general, en todos estos casos se estima que no hay ánimo del cesionario de especular
con la suerte del litigio.
En los demás casos en que la ley permite al demandado ejercitar el derecho de rescate, lo
que se pretende, a fin de cuentas, es desincentivar la cesión de derechos litigiosos con
objetivos especulativos, evitando así la proliferación de juicios que tengan tal origen.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo V – El Arrendamiento

1. Generalidades
El Art. 1915 CC define el arrendamiento como un contrato en que las dos partes se
obligan recíprocamente, la una a conceder el goce de una cosa, o a ejecutar una obra o
prestar un servicio, y la otra a pagar por este goce, obra o servicio un precio determinado.
De la definición resulta que el arrendamiento puede tener un triple objeto:
• La concesión del goce de una cosa;
• La ejecución de una obra;
• La prestación de un servicio.
El Código trata, en párrafos sucesivos, del arrendamiento de cosas y sus modalidades, del
arrendamiento de criados domésticos (derogado por las normas del Código del Trabajo),
de los contratos para la confección de una obra material, del arrendamiento de servicios
inmateriales y del arrendamiento de transportes.
El contrato de arrendamiento, en sus diversas formas, tiene una importancia apenas menor
que la compraventa, ya que satisface la necesidad cotidiana de procurarse el goce de cosas
que no es posible adquirir o de procurarse servicios indispensables, por ejemplo, por lo
que se explica, de este modo, que el Código lo reglamente extensamente.
Algunas formas del contrato, por su excepcional importancia, han adquirido una
personalidad propia, como sucede con el contrato de trabajo, mientras que otras formas,
como el contrato de transporte, se encuentran principalmente reglamentadas por el
Código de Comercio.

En cuanto a las características del contrato de arrendamiento, podemos señalar:


• Es un contrato bilateral, como expresamente indica el Art. 1915 CC, ya que
genera obligaciones para ambas partes;
• Es un contrato oneroso, pues reporta utilidad para ambos contratantes, quienes
se gravan recíprocamente;
• Es un contrato conmutativo, dado que las prestaciones de las partes se miran
como equivalentes;
• Es un contrato principal, ya que subsiste por sí solo, y sin necesidad de otra
convención;
• Es un contrato consensual, ya que se entiende perfecto por el sólo acuerdo de las
voluntades, incluso cuando recae sobre bienes inmuebles;
• El arrendamiento es un título de mera tenencia, ya que quien recibe una cosa en
arrendamiento sólo tiene sobre ella la calidad de mero tenedor;
• Es un contrato de tracto sucesivo, ya que, cumplido su plazo de vigencia, se
renuevan sus efectos conforme a lo estipulado por las partes, salvo que medie
voluntad en contrario.

Estudiaremos a continuación las varias clases de arrendamiento, que son el arrendamiento


de cosas, dentro del cual agregaremos también ciertas normas especiales sobre el
arrendamiento de predios urbanos y rústicos, el arrendamiento para la confección de una
obra material, el arrendamiento de servicios inmateriales y el arrendamiento de
transportes, que cuenta también con ciertas normas especiales.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

2. Arrendamiento de Cosas
A) Ideas Generales
El arrendamiento de cosas es un contrato en que una de las partes se obliga a conceder el
goce de una cosa, y la otra a pagar por este goce un determinado precio.
La parte que confiere el goce de la cosa se denomina arrendador, y la que debe pagar el
precio, arrendatario (Art. 1919 CC).
El arrendatario de predios urbanos recibe la denominación particular de inquilino (Art.
1970 CC), y el arrendatario de predios rústicos, la particular denominación de colono
(Art. 1979 CC).

Cabe hacer un paralelo entre el arrendamiento de cosas y otras instituciones jurídicas:


• El Arrendamiento de Cosas y la Compraventa
El arrendamiento de cosas ofrece notables semejanzas con la compraventa, ya que
ambos contratos son bilaterales, onerosos y conmutativos, requieren como
elementos esenciales la cosa, el precio y el consentimiento de los contratantes, y
las partes contraen prácticamente las mismas obligaciones.
Sin embargo, también existen entre ambos contratos profundas diferencias.
La compraventa es un título traslaticio de dominio, porque naturalmente sirve para
transferirlo, ya que, seguida de la tradición, conduce al comprador a la adquisición
del dominio, a condición de que el vendedor y tradente sea propietario, y en todo
caso, el comprador adquirirá la posesión de la cosa.
El arrendamiento, en cambio, es un título de mera tenencia, por lo que el
arrendatario no adquiere el dominio, y ni siquiera la posesión de la cosa arrendada,
puesto que no la tiene como señor o dueño, sino que reconociendo un dominio
ajeno.
Además, el goce de la cosa que el vendedor se obliga a procurar al comprador es
un goce definitivo y perpetuo, mientras que el goce que el arrendador debe
conceder al arrendatario es necesariamente temporal y, al cabo de terminado el
goce, la cosa debe ser restituida.

• El Arrendamiento de Cosas y el Derecho de Usufructo


Tanto en el arrendamiento de cosas como en el derecho de usufructo se concede
a una persona la facultad de gozar de una cosa ajena, pero la principal diferencia
entre ambos derechos es consecuencia de que el usufructo es un derecho real,
mientras que el derecho resultante para el arrendatario es un derecho personal.
Tiene el usufructuario un derecho real de goce que no impone al nudo propietario
ninguna obligación correlativa, salvo la de no turbarle en el ejercicio de su
derecho, mientras que el arrendatario, en cambio, tiene un crédito contra el
arrendador para que le proporcione el goce de la cosa, por lo que su rol es activo,
debiendo procurar el goce de la cosa al arrendatario.

B) Elementos del Contrato


1) El Consentimiento
El arrendamiento de cosas es consensual, ya que se perfecciona por el solo consentimiento
de las partes acerca de la cosa y el precio.
No es necesario un acto escrito para que el contrato se repute perfecto, aunque el
otorgamiento del contrato por escrito reviste una gran importancia práctica, ya que un
acto escrito, por de pronto, facilita la prueba del contrato, dado que, con arreglo a las
normas generales, no podrá probarse por testigos si el precio excede de 2 UTM.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Es de gran conveniencia práctica que el contrato se otorgue por escritura pública, e


incluso, que se inscriba en el Registro del Conservador de Bienes Raíces, ya que, de esta
manera, las partes pueden disponer de un título ejecutivo para reclamar compulsivamente
el cumplimiento de sus mutuas obligaciones.
Además, en caso de enajenarse la cosa, los adquirentes quedarán obligados a respetar el
arriendo, debiendo respetarlo incluso los acreedores hipotecarios cuando el
arrendamiento se encuentra inscrito con anterioridad a la inscripción de la hipoteca.

Ahora bien, suele el arrendamiento estar revestido de solemnidades legales, aunque tales
solemnidades no son exigidas por la ley en consideración al contrato en sí mismo, sino
en atención a la calidad de las personas que lo celebran.
Así, para dar en arrendamiento los bienes raíces de la mujer, por más de cinco años si son
predios urbanos, y por más de ocho si se trata de predios rústicos, el marido necesita el
consentimiento de la mujer (Art. 1756 CC).

Pueden las partes estipular las solemnidades que juzguen convenientes y dar al contrato,
en consecuencia, un carácter solemne, dado que consagra el Art. 1921 CC una regla
análoga a la señalada para la compraventa, consistente en que si se pactare que el
arrendamiento no se repute perfecto mientras no se firme escritura, podrá cualquiera de
las partes arrepentirse hasta que así se haga, o hasta que se haya procedido a la entrega de
la cosa arrendada.
Como lógica consecuencia de que el contrato no se encuentra perfecto, las partes tienen
el derecho de retractarse.
Puede hacerse uso de esta facultad hasta que se otorgue la escritura prevista o hasta que,
a pesar de no haberse otorgado la escritura, se haya verificado la entrega de la cosa.
Si en el arrendamiento se otorgan arras, se observan las mismas reglas que en la
compraventa.

2) La Cosa Arrendada
La cosa debe reunir los requisitos generales del objeto de toda declaración de voluntad,
es decir, ser lícita, determinada, y existir o esperarse que exista, y dada la naturaleza
especial del contrato de arrendamiento, la cosa arrendada no debe ser consumible.
El Art. 1916 CC establece como regla general que son susceptibles de arrendamiento
todas las cosas corporales o incorporales que pueden usarse sin consumirse, excepto
aquellas que la ley prohíbe arrendar, y los derechos estrictamente personales, como los
de habitación y uso.

Puede arrendarse la cosa ajena, y en tal caso, el arrendatario de buena fe, esto es, el que
ignoraba la circunstancia de ser ajena la cosa, tendrá acción de saneamiento contra el
arrendador en caso de evicción, y el arrendamiento, por cierto, no empece al dueño de la
cosa.

3) El Precio
Como en la compraventa, el precio debe ser real o serio y determinado.
La cantidad a que asciende el precio puede ser incierta, con tal que en el contrato se fijen
normas o se contengan datos que sirvan para determinarlo, pero mientras en la
compraventa el precio debe consistir en dinero, en el arrendamiento puede consistir en
dinero o en frutos naturales de la cosa arrendada (Art. 1917 CC).
En caso de pagarse el precio con frutos de la cosa, puede fijarse una cantidad determinada
o una cuota o parte alícuota de los de cada cosecha, y esta última forma de pago del precio

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

es frecuente en el arrendamiento de predios rústicos, recibiendo la denominación de


aparcería o mediería.

El precio puede fijarse en una cantidad alzada o en una cantidad periódica, y cuando se
paga periódicamente, se llama renta.
El Art. 1918 CC dispone que el precio puede fijarse de los mismos modos que en el
contrato de venta, y en consecuencia, el precio puede fijarse por las partes o por un
tercero, pero no puede dejarse al arbitrio de una de las partes.
La determinación del precio puede hacerse por cualesquiera medios o indicaciones que
lo fijen (Art. 1808 Inc. 2º CC).

C) Obligaciones del Arrendador


El arrendador se obliga, como expresa la definición del Art. 1915 CC, a conceder al
arrendatario el goce de la cosa arrendada, la cual es en realidad la única obligación que
contrae. Sin embargo, esta obligación es compleja, y se descompone en varias
obligaciones señaladas por el Art. 1924 CC, las cuales pasamos a analizar.

1) Entregar al Arrendatario la Cosa Arrendada


La primera obligación del arrendador consiste en entregar al arrendatario la cosa
arrendada (Art. 1924 N°1 CC), obligación que es de la esencia del contrato de
arrendamiento, dado que solo mediante tal entrega puede el arrendatario lograr el goce
que persigue.

Conforme al Art. 1920 CC, la entrega puede hacerse bajo cualquiera de las formas de
tradición reconocidas por la ley, lo cual no es exacto, ya que si la cosa arrendada es
inmueble, la entrega no puede hacerse por la inscripción en el Registro del Conservador,
dado que la inscripción por medio de la cual se hace la tradición de los inmuebles supone
un título traslaticio de dominio, y el arrendamiento es un título de mera tenencia.
La entrega del inmueble, por lo tanto, se verifica poniéndolo materialmente a disposición
del arrendatario o simbólicamente, como por ejemplo, entregándole las llaves.

En cuanto al tiempo y lugar de la entrega, deben observarse las reglas generales, por lo
que la entrega debe verificarse en la época señalada por las partes y, a falta de
estipulación, inmediatamente después de celebrado el contrato.
La entrega se hace, en primer término, en el lugar convenido, y ante el silencio de las
partes, la entrega se verifica en el lugar en que se encontraba la cosa al tiempo del contrato
o en el domicilio del arrendador, según se trate de cosas específicas o genéricas (Arts.
1587-1589 CC).

La cosa debe entregarse en estado de servir al fin para que fue arrendada, ya que, de otro
modo, el arrendatario no podrá obtener el adecuado goce de la cosa que se propuso al
contratar.
Por consiguiente, son de cargo del arrendador las reparaciones de todo género que sea
necesario efectuar antes de que el arrendatario entre a gozar de la cosa.
El arrendatario debe efectuar ciertas reparaciones cuya necesidad se hace presente durante
el arrendamiento, ya que probablemente se han hecho necesarias por su culpa, o de las
personas por quienes responde, pero lógicamente, no es responsable de las reparaciones
que se hacen necesarias por causas anteriores al goce, ya que su necesidad no puede serle
imputable por ningún motivo.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La obligación de entregar la cosa se habrá cumplido imperfectamente si adolece de vicios


o defectos que no permitan obtener de ella el provecho a que está naturalmente destinada,
lo cual da lugar a la garantía por los vicios de la cosa.
La existencia de estos vicios hace responsable al arrendador, en términos que dependen
de su magnitud o importancia, y de su conocimiento por las partes:
• Si el mal estado o calidad de la cosa impide hacer de ella el uso para que ha sido
arrendada, tiene derecho el arrendatario para pedir la terminación del contrato de
arrendamiento, y puede ejercer tal derecho aunque el arrendador no conociera el
mal estado o calidad de la cosa al tiempo del contrato, e incluso en el caso de
haber empezado a existir el vicio después del contrato, pero sin culpa del
arrendatario (Art. 1932 Inc. 1° CC);
• Cuando el mal estado o calidad de la cosa impide parcialmente el goce, o la cosa
se destruye en parte, el juez decidirá, según las circunstancias, si debe tener lugar
la terminación del arrendamiento o la concesión de una rebaja del precio o renta
(Art. 1932 Inc. 2° CC);
• Además del derecho de pedir la terminación del arrendamiento, o la rebaja del
precio, en su caso, el arrendatario tiene derecho a que se le indemnicen los
perjuicios cuando el vicio de la cosa ha tenido una causa anterior al contrato, caso
en el cual la indemnización sólo comprende el daño emergente. Pero si el vicio
era conocido por el arrendador al tiempo del contrato, o tal que debió preverlo o
conocerlo por su profesión, se incluye la indemnización del lucro cesante (Art.
1933 Inc. 2° CC);
• El arrendatario no tiene derecho a la indemnización de perjuicios si contrató a
sabiendas del vicio y no se obligó el arrendador a sanearlo, ni tampoco cuando el
vicio era tal que no pudo ignorarlo sin grave negligencia de su parte, o cuando
renunció a la acción de saneamiento por el vicio, designándolo (Art. 1934 CC).

Para el caso en que el arrendador haya arrendado separadamente la cosa a dos personas,
el Art. 1922 CC dispone que el arrendatario a quien se haya entregado la cosa será
preferido, y si se ha entregado a los dos, la entrega posterior no valdrá. Si no se ha
entregado a ninguno, sin embargo, el título anterior prevalecerá.

El incumplimiento de la obligación del arrendador acarrea las consecuencias que son


comunes a todo incumplimiento, por lo que es indispensable averiguar la causa
determinante del incumplimiento, esto es, si se debe al hecho o culpa del arrendador o a
un caso fortuito.
En efecto, el Art. 1925 CC previene que si el arrendador se pone en la imposibilidad de
entregar la cosa, por hecho o culpa suya, o de sus agentes o dependientes, el arrendatario
tendrá derecho para desistirse del contrato, con indemnización de perjuicios.
Tiene el arrendatario los derechos indicados aunque el arrendador haya creído
equivocadamente y de buena fe que podía arrendar la cosa, pero carece el arrendatario
del derecho de demandar indemnización de perjuicios, y sólo puede demandar la
terminación del contrato, cuando tuvo conocimiento de la imposibilidad del arrendador
de entregar la cosa, o cuando ella proviniere de fuerza mayor o caso fortuito (Art. 1925
Inc. 2º CC).

Conforme al Art. 1926 CC, la mora del arrendador, debida al hecho o culpa suyos o de
sus agentes o dependientes, da derecho al arrendatario a demandar indemnización de
perjuicios.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Pero si, a consecuencia de la mora, se disminuye considerablemente para el arrendatario


la utilidad del contrato, sea por haberse deteriorado la cosa o por haber cesado las
circunstancias que lo motivaron, el arrendatario puede demandar la terminación del
contrato, con derecho para que, además, se le resarzan los perjuicios sufridos (Art. 1926
Inc. 2º CC).

2) Mantener la Cosa en Estado de Servir Para el Fin del Arrendamiento


La segunda obligación del arrendador consiste en mantener la cosa en estado de servir
para el fin del arrendamiento (Art. 1924 N°2 CC).
No basta con que la cosa sea inicialmente apta, ya que la obligación se prolonga por el
tiempo de duración del arrendamiento, lo cual significa que el arrendador debe entregar
la cosa en estado de servir y mantenerla o conservarla en tal estado.
Conforme al Art. 1927 CC, la obligación de mantener la cosa arrendada en buen estado
consiste en hacer, durante el arriendo, todas las reparaciones necesarias, a excepción de
las locativas, las cuales corresponden generalmente al arrendatario.
Con todo, el arrendador debe efectuar incluso las reparaciones locativas si los deterioros
que las han hecho necesarias provienen de caso fortuito o mala calidad de la cosa
arrendada, sin perjuicio de que las estipulaciones de las partes pueden alterar estas reglas.

Las reparaciones locativas, según dispone el Art. 1940 CC, son aquellas que, según la
costumbre, son de carga de los arrendatarios, y en general, las de aquellas especies de
deterioro que ordinariamente se producen por culpa del arrendatario o de sus
dependientes.

Son reparaciones necesarias las indispensables para mantener la cosa en estado de servir
para el objeto para que se la arrendó, y toca al arrendador efectuarlas, aunque puede, en
determinadas circunstancias, efectuarlas el arrendatario por cuenta del arrendador.
Conforme al Art. 1935 CC, el derecho del arrendatario para que se le reembolse el costo
de las reparaciones necesarias requiere:
• Que el arrendatario no las haya hecho indispensables por su culpa;
• Que haya dado pronta noticia al arrendador para que las efectúe, a menos que la
noticia no hubiere podido darse en tiempo oportuno;
• Que el arrendador no haya tratado de hacerlas oportunamente;
• Que el arrendatario pruebe la necesidad de las reparaciones de que se trata.

Según dispone el Art. 1936 CC, el arrendador es obligado a reembolsar el costo de las
mejoras útiles, siempre que haya consentido en que se efectúen con la expresa condición
de abonarlas.
Entendemos por mejoras útiles, conforme al Art. 909 Inc. 2° CC, aquellas que aumentan
el valor venal de la cosa.
En caso de que las mejoras no se hubieren efectuado en las condiciones apuntadas, el
arrendatario puede separar y llevarse los materiales, sin detrimento de la cosa arrendada,
a menos que el arrendador esté dispuesto a abonarle lo que valdrían los materiales
considerándolos separados (Art. 1936 CC).

3) Librar al Arrendatario de Toda Turbación en el Goce


Por último, la tercera obligación del arrendador consiste en librar al arrendatario de toda
turbación en el goce (Art. 1924 N°3 CC).
El arrendador tiene la obligación de librar al arrendatario de las turbaciones de que éste
sea víctima de parte de terceros, y abstenerse de turbarle él mismo.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

De esta manera, la obligación de librar al arrendatario de toda turbación en el goce de la


cosa arrendada se descompone en dos obligaciones, que son la obligación del arrendador
de no turbar al arrendatario, y la de sanear las turbaciones que sean obra de terceros.

En primer lugar, tenemos la obligación del arrendador de no turbar al arrendatario.


El arrendador debe abstenerse de turbar al arrendatario en el goce de la cosa, y cualquier
turbación que sea obra del arrendador, o de personas a quienes éste pueda impedirla, da
derecho al arrendatario a reclamar indemnización de perjuicios (Art. 1929 CC).

Pero el legislador se ha ocupado, en especial, de las turbaciones que provengan de


mutaciones en la forma de la cosa o de la ejecución de trabajos en ella, y en efecto, el
Art. 1928 Inc. 1º CC dispone que el arrendador, en virtud de la obligación de librar al
arrendatario de toda turbación o embarazo, no podrá, sin el consentimiento del
arrendatario, mudar la forma de la cosa arrendada, ni hacer en ella obras o trabajos
algunos que puedan turbarle o embarazarle el goce de ella.

Sin embargo, podría suceder que la cosa necesite urgentes reparaciones, y las
consecuencias varían según la magnitud de tales reparaciones, y la medida en que
embaracen o turben el goce:
• Si tales reparaciones causan una turbación de poca importancia, debe soportarlas
el arrendatario, pero le asiste el derecho de pedir una rebaja del precio o renta
(Art. 1928 Inc. 2º CC);
• En caso de que las reparaciones sean de tal entidad que la turbación resulte
considerable, podrá el arrendatario demandar la terminación del contrato (Art.
1928 Inc. 3º CC).

A las acciones señaladas, encaminadas a pedir una rebaja del precio o la terminación del
arriendo, puede sumarse la de indemnización de perjuicios, lo cual ocurre:
• Si las reparaciones provienen de una causa que ya existía al tiempo del contrato,
desconocida del arrendatario, pero que el arrendador conoció o era tal que tuviese
antecedentes para temerla o por su profesión conocerla (Art. 1928 Inc. 4º CC);
• Si las reparaciones han de dificultar el goce por mucho tiempo, de manera que no
pueda subsistir el contrato de arrendamiento sin grave molestia o perjuicio para el
arrendatario (Art. 1928 Inc. 5º CC).

En segundo lugar, tenemos la obligación del arrendador de sanear las turbaciones que
sean obra de terceros.
Las turbaciones de que el arrendatario puede ser víctima de parte de terceros son de hecho
y de derecho.

Las turbaciones de hecho, resultantes de la ejecución de actos materiales que no importan


pretensión de ningún derecho, no imponen al arrendador ninguna responsabilidad, por lo
que el arrendatario, por los medios de que disponga, debe repeler esta clase de agresiones
que le turban el goce (Art. 1930 Inc. 1° CC).

En cambio, de las turbaciones de derecho es responsable el arrendador, ya que provienen


de una mala calidad de su derecho, y es por lo mismo que el Art. 1931 CC previene que
las acciones de terceros que pretendan derechos sobre la cosa arrendada deben dirigirse
contra el arrendador.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Pero el arrendatario, por su parte, tiene la obligación de dar noticia al arrendador de las
turbaciones o molestias que reciba de los terceros, y la omisión o tardanza en que incurra
le hace responsable de los perjuicios que de ello se sigan al arrendador (Art. 1931 Inc. 2º
CC).

Para determinar los derechos que competen al arrendatario turbado en el goce, es


necesario determinar la importancia de la turbación, esto es, si las vías de derecho de
terceros atentan en forma grave o leve contra dicho goce:
• Cuando la turbación es de escasa importancia, el arrendatario tiene derecho a una
rebaja del precio.
En efecto, el Art. 1930 Inc. 2° CC dispone que si el arrendatario es turbado o
molestado en su goce por terceros que justifiquen algún derecho sobre la cosa
arrendada, y la causa de este derecho hubiere sido anterior al contrato, podrá el
arrendatario exigir una disminución proporcionada en el precio o renta del
arriendo, para el tiempo restante;
• Si la turbación o embarazo fueren considerables, el arrendatario puede pedir la
terminación del contrato.
En tal sentido, dispone el Art. 1930 Inc. 3° CC que si el arrendatario, por
consecuencia de los derechos que ha justificado un tercero, se hallare privado de
tanta parte de la cosa arrendada, que sea de presumir que sin esa parte no habría
contratado, podrá exigir que cese el arrendamiento.

Las acciones referidas pueden aparejarse de un cobro de perjuicios, en los siguientes


términos:
• El arrendatario tiene derecho a que se le indemnicen todos los perjuicios sufridos
si la causa del derecho justificado por el tercero fue o debió ser conocida por el
arrendador al tiempo del contrato, pero no lo fue por el arrendatario, o siendo
conocida por éste, intervino estipulación especial de saneamiento con respecto a
ella (Art. 1930 Inc. 4° CC);
• En cambio, si la causa del derecho del tercero no era ni debía ser conocida por el
arrendador al tiempo del contrato, no será obligado el arrendador a abonar el lucro
cesante (Art. 1930 Inc. 5º CC).

Para la seguridad de las indemnizaciones adeudadas, el arrendatario goza del derecho


legal de retención, que se traduce en que el arrendatario no puede ser privado de la cosa
arrendada mientras tales indemnizaciones no se le paguen por el arrendador, o se le
asegure debidamente el pago (Art. 1937 CC).

De todo lo anteriormente expresado, resulta que el arrendatario puede retener la cosa


cuando se le deban indemnizaciones en razón de:
• La mutación de forma de la cosa arrendada o los trabajos o reparaciones que
emprenda el arrendador que le turben o embaracen el goce;
• Las turbaciones de que sea víctima a consecuencia de los derechos que terceros
justifiquen sobre la cosa arrendada;
• El mal estado de la cosa arrendada;
• Las mejoras útiles introducidas en la cosa, con el consentimiento del arrendador,
y con la expresa condición de abonarlas.

El arrendatario carece del derecho legal de retención en el caso de extinción involuntaria


del derecho del arrendador sobre la cosa arrendada (Art. 1937 Inc. 2° CC).

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D) Obligaciones del Arrendatario


Como contrato bilateral, el arrendamiento impone igualmente obligaciones al
arrendatario, que pasamos a analizar.

1) El Pago del Precio o Renta


El Art. 1942 CC consagra esta obligación, y la determinación del precio se sujeta a la
mismas reglas que en el contrato de compraventa.
La falta de acuerdo de las partes acerca del precio o renta impide que el contrato de
arrendamiento llegue a generarse, pero el legislador desecha esta lógica conclusión
cuando las partes discuerdan acerca del precio, pero se ha efectuado la entrega de la cosa
arrendada.

El Art. 1943 CC previene que si entregada la cosa al arrendatario hubiere disputa acerca
del precio o renta, y por una u otra parte no se produjere prueba legal de lo estipulado a
este respecto, se estará al justiprecio de peritos, y los costos de esta operación se dividirán
entre el arrendador y el arrendatario por partes iguales.

En cuanto a la época del pago del precio, se determina en primer término por las
estipulaciones de las partes, y a falta de éstas, conforme a la costumbre del país, pero en
defecto de normas consuetudinarias, aplican las normas supletorias que establece el Art.
1944 CC, que son las siguientes:
• La renta de arrendamiento de predios urbanos se paga por meses, y la de predios
rústicos por año;
• Si se arrienda una cosa mueble por cierto número de años, meses o días, la renta
se debe inmediatamente después de expirado el respectivo año, mes o día;
• Si se arrienda por una suma alzada, se debe ésta luego de que termine el
arrendamiento.

La falta de pago del precio o renta confiere al arrendador el derecho alternativo de pedir
el cumplimiento del contrato o su terminación, por lo que, en tal caso, las reglas generales
tienen pleno vigor.

Cada vez que se pone término al arrendamiento por culpa del arrendatario, debe éste pagar
los perjuicios que resulten para el arrendador, y esta indemnización comprende,
especialmente, el pago de la renta por el tiempo que falte hasta el día en que,
desahuciando, hubiera podido hacer cesar el arriendo, o en que el arriendo hubiera
terminado sin desahucio.
Para liberarse de este pago, el arrendatario puede proponer, bajo su responsabilidad, otra
persona idónea que le sustituya por el tiempo que falte, prestando fianza u otra seguridad
competente (Art. 1945 CC).

2) Usar la Cosa Según los Términos o el Espíritu del Contrato


El derecho de gozar de la cosa no es ilimitado para el arrendatario, sino que debe
encuadrarse dentro de ciertos límites.
La forma del goce será, en primer término, la que las partes convengan expresamente, y
a falta de estipulación, el goce del arrendatario deberá ajustarse a la presunta intención de
los contratantes, y al natural destino de la cosa (Art. 1938 CC).
En caso de controversia, toca al juez decidir cuál es el destino que debe dar el arrendatario
a la cosa, tomando en cuenta las variadas circunstancias del caso.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La infracción de esta obligación del arrendatario da derecho al arrendador a pedir la


terminación del arrendamiento, con indemnización de perjuicios o limitarse a esta
indemnización, dejando subsistir el arriendo (Art. 1938 Inc. 2° CC).

3) Cuidar de la Cosa Como un Buen Padre de Familia


Puesto que el arrendamiento es un contrato que beneficia a las partes recíprocamente, el
arrendatario, con arreglo a los principios generales, es responsable de la culpa leve.
El Art. 1939 CC ratifica esta conclusión, al disponer que el arrendatario empleará en la
conservación de la cosa el cuidado de un buen padre de familia.

El incumplimiento de la obligación del arrendatario de cuidar de la cosa como un buen


padre de familia le hace responsable de los perjuicios que su conducta ocasione, e incluso
da derecho el arrendador para poner fin al arrendamiento, en el caso de un grave y
culpable deterioro (Art. 1939 Inc. 2º CC).
Por lo tanto, la sanción que el incumplimiento trae consigo depende de la magnitud de la
infracción, y solamente la infracción grave autoriza al arrendador para pedir la
terminación del arriendo, entendiéndose por tal aquella que ocasiona en la cosa un serio
deterioro. Por su parte, la infracción leve sólo puede ser fundamento para una demanda
de perjuicios.

El arrendatario es responsable no sólo de su propio hecho o culpa, sino de la de su familia,


huéspedes y dependientes (Art. 1941 CC).
Como consecuencia de la obligación de cuidar de la cosa, la ley prohíbe al arrendatario
subarrendar o ceder el arriendo, a menos que se le autorice para ello, pero en este caso,
no puede el cesionario o subarrendatario usar o gozar de la cosa en otros términos que los
estipulados con el arrendatario directo (Art. 1946 CC).

4) Efectuar las Reparaciones Locativas


Conforme al Art. 1927 CC, el arrendador debe efectuar las reparaciones necesarias no
locativas y aun éstas si los deterioros que las han hecho indispensables provienen de
fuerza mayor o caso fortuito, o de mala calidad de la cosa.
Pero fuera de estos casos excepcionales, toca al arrendatario efectuar las reparaciones de
esta índole, según dispone el Art. 1940 Inc. 1° CC.

5) Restituir la Cosa Arrendada


El arrendatario debe restituir la cosa en el estado en que le fue entregada, conforme al
Art. 1947 Inc. 2º CC.
Pero, como se comprende, el goce de la cosa suele causar un natural desgaste o
menoscabo, y por este motivo, la disposición añade que en la restitución debe tomarse en
cuenta el deterioro ocasionado por el uso y goce legítimos.
Es probable que las partes hayan dejado constancia del estado en que se encontraba la
cosa, y en tal caso, no surgirán dificultades acerca de cómo debe efectuarse la restitución,
pero si las partes no han expresado el estado en que se entregó la cosa, la ley establece
una presunción de que ese estado fue satisfactorio, presunción que es simplemente legal,
por lo que cede ante la prueba contraria que el arrendatario rinda.

Los daños y pérdidas sobrevinientes durante el goce de la cosa se presumen culpables,


por lo que toca al arrendatario acreditar que no han sobrevenido por su culpa o de sus
huéspedes, dependientes o subarrendatarios (Art. 1947 Inc. 4º CC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La entrega debe efectuarse poniendo la cosa materialmente a disposición del arrendador,


y en el caso de inmuebles, el Art. 1948 CC dispone que la restitución de la cosa raíz se
verifica desocupándola enteramente, poniéndola a disposición del arrendador y
entregándole las llaves.

Terminado el arriendo, el arrendatario debe restituir la cosa, ya que se hace exigible su


obligación, pero para que el arrendatario quede constituido en mora de restituir, es
necesario que sea requerido o reconvenido por el arrendador.
La expiración del plazo estipulado no es suficiente, lo cual es una excepción a las reglas
generales de la mora.
Es necesario el requerimiento, por lo tanto, aunque el arrendador haya dado anticipada
noticia al arrendatario de su intención de poner fin al arriendo.
Constituido en mora el arrendatario, será condenado al pleno resarcimiento de todos los
perjuicios de la mora, y a lo demás que contra él competa como injusto detentador (Art.
1949 CC).
Al igual que el arrendatario, el arrendador goza del derecho legal de retención, y se le
concede este derecho para seguridad del pago del precio o renta, y de las indemnizaciones
que, por diversos conceptos, el arrendatario le adeude.

El arrendador puede hacer valer este derecho para garantía de lo que se le deba como
consecuencia de:
• Usar el arrendatario de la cosa contrariamente a los términos o al espíritu del
contrato;
• Los deterioros que cause por no cuidar la cosa como un buen padre de familia;
• El hecho de incurrir el arrendatario en mora en la restitución de la cosa;
• La terminación del contrato por culpa del arrendatario;
• Por concepto de precio o renta.

Con arreglo a lo dispuesto en el Art. 1942 Inc. 2° CC, el derecho legal de retención recae
sobre todos los frutos existentes en la cosa arrendada, y todos los objetos con que el
arrendatario la haya amoblado, guarnecido o provisto.
Naturalmente, la retención se hace efectiva sobre los bienes indicados a condición de que
pertenezcan al arrendatario, y se presume que le pertenecen, salvo prueba en contrario.

E) Expiración del Contrato de Arrendamiento


El contrato de arrendamiento de cosas termina del mismo modo que los otros contratos,
pero el Art. 1950 CC señala ciertas causales de extinción propias o especiales de este
contrato, que pasamos a analizar.

1) La Destrucción de la Cosa
La pérdida o destrucción de la cosa debe ser total, ya que destruida íntegramente, no podrá
en lo sucesivo el arrendador procurar al arrendatario el goce de la misma, y el
arrendatario, a su vez, quedará liberado de la obligación de pagar el precio, ya que su
obligación carece de causa.

La destrucción total y culpable de la cosa hace responsable al arrendatario de los


consiguientes perjuicios.
El Art. 1945 CC establece que la terminación del arrendamiento por culpa del
arrendatario le obliga a esta indemnización, y especialmente, al pago de la renta por el

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

tiempo que falte hasta la expiración del plazo estipulado, o hasta que, mediante el
desahucio, hubiera podido cesar el contrato.
Si la destrucción es solamente parcial, el juez debe decidir si tendrá lugar la terminación
del arriendo o si se concede al arrendatario una rebaja del precio o renta (Art. 1932 Inc.
2º CC).

2) La Expiración del Tiempo Estipulado


El contrato de arrendamiento es por su esencia temporal, pero su duración puede ser
determinada o indeterminada.
Se entiende que es determinado el tiempo de duración del contrato de arrendamiento si
las partes han convenido expresamente un término, si el tiempo es determinado por la
naturaleza del servicio a que la cosa se destina, o cuando el tiempo es determinado por la
costumbre del país.
En tales casos, la expiración del término pone fin ipso iure al contrato, sin que sea
necesario un aviso previo o una expresa declaración de voluntad de las partes.
Si no se ha fijado un tiempo para la duración del arriendo, o éste no resulta de la naturaleza
del servicio o de la costumbre, el contrato durará indefinidamente, mientras las partes no
expresen su voluntad de ponerle fin.
Arrendador y arrendatario deben darse mutuo aviso de su intención de no perseverar en
el contrato, y este aviso previo se denomina desahucio.
Cuando se haya fijado plazo obligatorio sólo para una de las partes, aquella a que el plazo
no obliga debe desahuciar a la otra parte para hacer cesar el arriendo.

El desahucio es el aviso anticipado que una de las partes da a la otra de su voluntad de


poner fin al contrato.
Este aviso, que debe darse con cierta anticipación, tiende a precaver los perjuicios que a
las partes ocasionaría el término inesperado del arrendamiento.
El desahucio es un acto unilateral, por lo que la aceptación de la parte a quien se dirige
carece de importancia.
A su vez, y conforme al Art. 588 CPC el desahucio puede ser judicial o extrajudicial, y
el desahucio extrajudicial puede ser verbal o escrito.
Sin embargo, el desahucio extrajudicial tiene serios inconvenientes, ya que, dado
verbalmente, no podrá probarse por testigos cuando la cuantía del contrato sea superior a
2 UTM, y otorgado por escrito, el documento queda en poder del desahuciado, y la parte
que dio el desahucio no puede contar con dicho documento para acreditar que formuló
oportunamente el aviso.

El desahucio judicial, como su nombre lo indica, es el que se da por medio de una


notificación judicial. El Art. 588 CPC dispone que el desahucio judicial se efectúa
notificando al arrendador o arrendatario el decreto con que el juez manda poner en
conocimiento de uno u otro la noticia anticipada a que se refiere el Art. 1951 CC.
Notificado de desahucio, el desahuciado dispone de un plazo de diez días para oponerse,
y en caso de no deducirse oposición, habrá de dictarse sentencia que dé lugar al desahucio
y fije día para la restitución de la propiedad.
Si se deduce oposición, se cita a las partes a un comparendo, al que deben concurrir con
sus medios de prueba, para que expongan lo conveniente a sus derechos (Arts. 589-590
CPC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El desahucio es irrevocable, no obstante que se trata de un acto unilateral de voluntad del


arrendador o del arrendatario, por lo que no es posible que uno u otro se retracten
unilateralmente.
El Art. 1952 CC previene al respecto que el que ha dado noticia para la cesación del
arriendo no puede después revocarla sin el consentimiento de la otra parte.

El legislador se ha preocupado de reglamentar minuciosamente la anticipación con que


debe darse el desahucio, y el Art. 1951 Inc. 2° CC establece como regla fundamental que
la anticipación debe ajustarse al período o medida de tiempo que regula los pagos.
De este modo, si el arriendo es a tanto por mes o año, el desahucio debe darse con un mes
o un año de anticipación.
Para precisar con exactitud cuándo debe entenderse terminado el contrato, el Art. 1951
Inc. 3º CC dispone que el desahucio empieza a correr al mismo tiempo que el próximo
período.

Cuando el contrato se ha celebrado por un tiempo determinado, obviamente se extingue


cuando expira dicho término, y si es procedente el desahucio, el contrato termina en el
momento en que expira el plazo del mismo.
Como lógica consecuencia, hasta esa época subsiste el derecho del arrendador de percibir
el precio o renta.
Si el arrendatario restituye anticipadamente la cosa, deberá, no obstante, pagar la renta
hasta el fin del contrato (Art. 1955 CC).

Si terminado el contrato de arrendamiento, el arrendatario continúa detentando la cosa,


sin protesta del arrendador, no se sigue como consecuencia que las partes hayan entendido
prorrogar el contrato.
El Código Civil no admite, sino en términos muy restringidos, la tácita reconducción,
esto es, la renovación del contrato por el hecho de que el arrendatario retenga la cosa con
la aparente anuencia del arrendador.

El Art. 1956 Inc. 1º CC, establece el principio general, consistente en que, terminado el
arrendamiento por desahucio, o de cualquier otro modo, no se entenderá en caso alguno
que la aparente aquiescencia del arrendador a la retención de la cosa por el arrendatario
es una renovación del contrato.
Para que se entienda renovado el arriendo, es necesario que las partes así lo convengan
expresamente, y como una lógica consecuencia de que el contrato no se entiende
renovado, el arrendador puede reclamar en cualquier tiempo la restitución de la cosa.
Si llegado el día de la restitución no se renueva expresamente el contrato, tendrá derecho
el arrendador para exigirla cuando quiera.

Por excepción, el Código acepta la reconducción tácita en los términos de su Art. 1956
Inc. 3°, que dispone al efecto los siguientes requisitos:
• Que la cosa arrendada sea inmueble;
• Que el arrendatario conserve la tenencia de la cosa;
• Que el arrendatario haya pagado, con el beneplácito del arrendador, la renta
correspondiente a un período posterior a la extinción del contrato, o las partes
hayan ejecutado otros hechos demostrativos de su inequívoca intención de
perseverar en el arriendo.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La reconducción importa la celebración de un nuevo contrato de arrendamiento, en las


mismas condiciones que el anterior, por lo que se mantendrá idéntico el precio y las demás
modalidades del contrato, pero variando su duración, ya que, cualquiera que haya sido la
duración del arriendo que terminó, el nuevo arrendamiento durará hasta tres meses si el
bien arrendado es urbano, y hasta que puedan recogerse los frutos pendientes y
aprovecharse las labores realizadas, si se trata de un predio rústico.

Puesto que el contrato que liga en lo sucesivo a las partes es un nuevo contrato, se
extinguen las cauciones constituidas por terceros para la seguridad de las obligaciones
derivadas del primero.
La renovación, en otros términos, no afecta a los terceros, quienes no quedan obligados
sino a condición de que accedan al nuevo contrato.
El Art. 1957 CC dispone, en efecto, que renovado el arriendo, las fianzas como las
prendas o hipotecas constituidas por terceros, no se extenderán a las obligaciones
resultantes de su renovación.

3) La Extinción del Derecho del Arrendador


La pérdida de los derechos que el arrendador tenía en la cosa le deja en la imposibilidad
de satisfacer sus obligaciones, y por ende, determina la extinción del contrato.
La extinción del derecho del arrendador podría producirse por hecho o culpa del
arrendador o por causas independientes de su voluntad, distinción que sólo toma
importancia en relación a las indemnizaciones a que quedará obligado, pues el contrato
terminará de una forma u otra.
Para estos efectos, tiene considerable interés discriminar si la extinción de su derecho le
es o no imputable.

Conforme al Art. 1958 CC, extinguiéndose el derecho del arrendador sobre la cosa
arrendada por una causa independiente de su voluntad, expirará el arrendamiento aun
antes de cumplirse el tiempo que para su duración se hubiere estipulado.
La extinción del derecho del arrendador supone que otra persona adquiere este derecho,
por lo que la expiración del contrato significa, en otros términos, que los terceros que
adquieren los derechos que el arrendador perdió no están obligados a respetar el
arrendamiento.
Se justifica plenamente, de esta manera, que el contrato expire, aunque exista un plazo
señalado para su duración.

Para precisar la responsabilidad del arrendador en caso de expirar el contrato por causas
ajenas a su voluntad, responsabilidad que se traduce en el pago de perjuicios, es necesario
distinguir si estaba de buena o mala fe.
La mala fe del arrendador consiste, en este caso, en haber contratado a sabiendas del
carácter incierto de su derecho, y atribuyéndose la calidad de dueño absoluto.
El Art. 1959 CC prescribe que si el arrendador ha contratado en una calidad particular
que hace incierta la duración de su derecho, como la de usufructuario, o la de propietario
fiduciario, y en todos los casos en que su derecho esté sujeto a una condición resolutoria,
no habrá lugar a indemnización de perjuicios por la cesación del arriendo en virtud de la
resolución del derecho.
Pero si el arrendador tiene un derecho de incierta duración, y contrató atribuyéndose el
carácter de dueño absoluto, será obligado a indemnizar al arrendatario, a menos que éste
haya contratado a sabiendas de que el arrendador no era absoluto dueño.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En cuanto a la expropiación por causa de utilidad pública, es una causa de extinción


del arriendo ajena a la voluntad del arrendador, y prevé el Art. 1960 CC las reglas que
deben observarse en este caso:
• Debe otorgarse al arrendatario el tiempo necesario para finalizar las labores
principiadas y coger los frutos pendientes;
• Si fuere tan urgente la causa de la expropiación que no diere lugar a finalizar las
labores y percibir los frutos, o el arriendo fuere a un plazo que se encuentra
pendiente, y así constare por escritura pública, se deberá al arrendatario
indemnización de perjuicios por el Estado o la corporación expropiadora;
• Si la expropiación abarca sólo una parte de la cosa arrendada, tiene derecho el
arrendatario a pedir la terminación del contrato, cuando la parte de que ha sido
privado sea tanta que sea de presumir que sin esa parte no habría contratado.
Por consiguiente, la expropiación que pone fin al contrato debe ser total, y la
expropiación parcial autoriza solamente al arrendatario para pedir la terminación
del contrato cuando reúne los caracteres anotados.

Ahora bien, la extinción del derecho del arrendador puede operar por su hecho o culpa,
como ocurre cuando éste enajena la cosa arrendada, o cuando por el hecho de no pagar el
precio se declara resuelto el contrato de compraventa que le sirvió de título para su
adquisición, por ejemplo.
Las consecuencias de la extinción del derecho difieren según las circunstancias, por lo
que debemos distinguir si el sucesor en los derechos del arrendador debe o no respetar el
arriendo.

Si el sucesor no está obligado a respetar el arriendo, deben indemnizarse al


arrendatario los perjuicios que la extinción del contrato le ocasionen (Art. 1961 CC).
El arrendador debe indemnizar al arrendatario los perjuicios que sufra con motivo de la
extinción del contrato, y además, debe indemnizar los perjuicios que el subarrendatario
sufriere, por su parte (Art. 1963 Inc. 1° CC).
Lógicamente, estos perjuicios serán indemnizables cuando el arrendador haya autorizado
el subarriendo.
Para cobrar los perjuicios sufridos por el subarrendatario, puede el arrendatario obrar a su
propio nombre, ya que, como no le liga ningún vínculo con el arrendador, no puede el
subarrendatario cobrar directamente dichos perjuicios, siendo necesario que el
arrendatario le ceda su acción (Art. 1963 Inc. 2º CC).
Por su parte, el arrendatario debe reembolsar al subarrendatario las rentas que le haya
anticipado (Art. 1963 Inc. 3º CC).

Si el sucesor debe respetar el arriendo, el contrato subsiste, y el arrendatario no tendrá


derecho a reclamar la indemnización de perjuicios.
De acuerdo con el Art. 1962 CC, están obligados a respetar el arriendo:
• Sucesores a Título Gratuito
Deben respetar el arriendo los sucesores a título gratuito, esto es, los herederos,
legatarios y donatarios del arrendador (Art. 1962 Nº1 CC).
Los herederos deben respetar el contrato porque representan a su causante y le
suceden en todos sus derechos y obligaciones transmisibles.
En cuanto a los legatarios y donatarios, deben respetar el arriendo porque, de otro
modo, el causante tendría que indemnizar los perjuicios al arrendatario, siendo
injusto que se imponga esta responsabilidad al autor de la liberalidad, y la única
manera de ponerle a cubierto es obligar a los sucesores a respetar el arriendo.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Sucesores a Título Oneroso


Los causahabientes a título oneroso deben respetar el arriendo siempre que conste
por escritura pública (Art. 1962 Nº2 CC).
Constituido por escritura pública, consta el contrato de un modo fehaciente, y
tiene una fecha cierta, por lo que los adquirentes quedan en situación de conocerlo
y de efectuar la adquisición de la cosa arrendada a sabiendas de la existencia del
contrato.
Por este motivo, pese a que el arrendamiento es un contrato consensual, tiene
considerable importancia que se le revista de la solemnidad de la escritura pública.

• Los Acreedores Hipotecarios


Para que los acreedores hipotecarios queden obligados a respetar el arriendo, es
necesario que el arrendamiento se otorgue por escritura pública, inscrita con
anterioridad a la inscripción hipotecaria en el Registro del Conservador (Art. 1962
N°3 CC).

Conforme al Art. 1964 CC, el pacto de no enajenar la cosa arrendada, aunque tenga
la cláusula de nulidad de la enajenación, no da derecho al arrendatario sino para
permanecer en el arriendo hasta su terminación natural.

En cuanto al embargo de la cosa arrendada, el embargo trabado por el acreedor o


acreedores del arrendador sobre la cosa arrendada no pone fin al arriendo.
Si la cosa embargada lo ha sido a instancias de un acreedor hipotecario que se la adjudica,
debe respetar el arriendo inscrito con anterioridad a la hipoteca, pero si el subastador es
otro acreedor que no goce del derecho de hipoteca, habrá de respetar el arriendo que
conste por escritura pública, aunque no se haya inscrito, o su inscripción sea posterior a
la hipotecaria.
Mientras se realiza la subasta, el contrato subsiste, y se sustituirán el acreedor o
acreedores en los derechos y obligaciones del arrendador (Art. 1965 Inc. 1º CC).

4) Sentencia Judicial de Terminación del Arriendo


Así ocurre cuando, por infracción de las diversas obligaciones que para las partes derivan
del arrendamiento, se pronuncia por el juez la terminación del contrato.
Del mismo modo, termina por sentencia judicial cuando se declara judicialmente nulo o
rescindido el contrato.

5) Otras Causas de Terminación del Arrendamiento


Algunas otras causas de expiración del contrato que cabe señalar son las siguientes:
• Insolvencia del Arrendatario
La insolvencia del arrendatario suele poner fin al arriendo, ya que en tales casos,
tiene derecho el arrendador para dar por concluido el arrendamiento y para que el
arrendatario le indemnice los perjuicios (Art. 1968 CC).
Pero los acreedores del arrendatario, interesados en la subsistencia del contrato,
pueden sustituirse al arrendatario, rindiendo caución a satisfacción del arrendador.
Por este motivo, el Art. 1968 Inc. 1º CC, expresa que la insolvencia declarada
del arrendatario no pone necesariamente fin al arriendo.

• Caso en que Deben Hacerse Reparaciones en la Cosa Arrendada


Conforme al Art. 1966 CC, el arrendador puede hacer cesar el arrendamiento en
todo o parte cuando la cosa arrendada necesita de reparaciones que en todo o parte

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

impidan su goce, y el arrendatario tendrá entonces los derechos que le conceden


las reglas dadas en el Art. 1928 CC.
En otras palabras, el arrendador puede poner fin al contrato, pero el arrendatario,
a su vez, tiene derecho a que se le rebaje proporcionalmente el precio o renta, y
eventualmente, a que se le indemnicen los perjuicios sufridos.
En cambio, y conforme al Art. 1967 CC, el arrendador no puede en caso alguno,
salvo estipulación contraria, hacer cesar el arrendamiento a pretexto de necesitar
la cosa arrendada para sí.

• Arrendamiento de Bienes del Representado


El padre, madre, marido y guardador no pueden arrendar los bienes de sus hijos,
mujer o pupilos sino por un cierto tiempo.
El Art. 407 CC dispone que el tutor o curador no puede dar en arrendamiento por
más de cinco años los bienes urbanos del pupilo, ni por más de ocho los bienes
rústicos, ni por más tiempo del que falte al pupilo para llegar a la mayoría de edad,
y si lo hiciere, no será obligatorio el arrendamiento para el pupilo o para el que le
suceda en el dominio del predio, por el tiempo que excediere estos límites.
La regla es aplicable, según el Art. 255 CC, al arrendamiento de los bienes del
hijo de familia.
De este modo, el arrendamiento se extingue por la llegada de los plazos indicados,
aunque se haya estipulado un término mayor.
La misma limitación se impone al marido para arrendar los bienes raíces de la
mujer sin su autorización, por lo que los contratos que el marido celebre, con
infracción de lo dispuesto en el Art. 1756 CC, rigen sólo por los plazos que la ley
permite.

F) Arrendamiento de Predios Urbanos


El arrendamiento de predios urbanos está sometido a las reglas generales del
arrendamiento de cosas, y a las reglas especiales que se consignan en el párrafo 5º del
Título XXVI, denominado “Reglas particulares relativas al arrendamiento de casas,
almacenes y otros edificios”.
Rige igualmente la materia la Ley Nº18.101, que pasamos a analizar a continuación.
Conforme al Art. 1° de esta ley, el contrato de arrendamiento de bienes raíces urbanos se
rige por las disposiciones de la misma, y en lo no previsto por ella, por el Código Civil.

Se aplica a los bienes raíces urbanos, y se consideran como tales:


• Los ubicados dentro del radio urbano respectivo;
• Las viviendas ubicadas fuera del radio urbano, siempre que su superficie no
exceda de 1 hectárea.

A su vez, las disposiciones de la ley no aplican para:


• Predios de cabida superior a 1 hectárea y que tengan aptitud agrícola, ganadera o
forestal, o estén destinados a este tipo de explotación;
• Inmuebles fiscales;
• Viviendas que se arrienden por temporadas no superiores a 3 meses, por períodos
continuos o discontinuos, siempre que lo sean amobladas y para fines de descanso
o turismo;
• Hoteles, residenciales y establecimientos similares, en las relaciones derivadas del
hospedaje;
• Estacionamientos de automóviles y vehículos;

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Las viviendas regidas por la Ley Nº19.281, esto es, aquellas arrendadas bajo la
modalidad del contrato de leasing inmobiliario.

El contrato de arrendamiento de predios urbanos es consensual, no obstante lo cual, en


aquellos contratos que no consten por escrito, se presume que la renta será la declarada
por el arrendatario (Art. 20 Ley N°18.101).
Acorde con lo anterior, el Art. 19 de la ley dispone que son irrenunciables los derechos
que esta ley confiere a los arrendatarios.

En caso de mora, los pagos o devoluciones se reajustan según la variación de la unidad


de fomento entre la fecha en que debieron realizarse y aquella en que efectivamente se
hagan (Art. 21 Inc. 1°).
En materia de intereses, éstos se calculan sobre la suma primitivamente adeudada, a la
cual se suma el reajuste recién señalado (Art. 21 Inc. 2°).
En caso de negativa de recibir la renta, el arrendatario puede optar por el pago por
consignación, o bien, podrá depositar esa suma en la unidad del Servicio de Tesorerías
que corresponda a la ubicación del inmueble (Art. 23).

Antiguamente, la materia se encontraba regulada por el DL N°964 de 1975, que establecía


límites para la determinación, cosa que no hace la Ley N°18.101, por lo que no hay límite
para pactar la renta de arrendamiento.

En cuanto al desahucio y la restitución, la ley distingue según la duración del contrato:


• En contratos en que el plazo de arrendamiento se haya pactado mes a mes, y
en los de duración indefinida (Art. 3°), el desahucio dado por el arrendador sólo
puede efectuarse judicialmente o mediante notificación personal efectuada por un
notario.
En estos casos, el plazo de desahucio es de dos meses, contado desde su
notificación, y se aumenta en un mes por cada año completo que el arrendatario
hubiera ocupado el inmueble, aunque dicho plazo, más el aumento, no puede
exceder, en total, de seis meses.
El arrendatario desahuciado puede restituir el bien raíz antes expirar este plazo, y
en tal caso, estará obligado a pagar la renta de arrendamiento sólo hasta el día de
la restitución;
• En contratos de plazo fijo que no excedan de un año (Art. 4°), el arrendador
sólo puede solicitar judicialmente la restitución del inmueble, y en tal evento, el
arrendatario tiene derecho a un plazo de dos meses, contado desde la notificación
de la demanda.
También en estos casos el arrendatario puede restituir el inmueble antes de expirar
el plazo de restitución, y sólo estará obligado a pagar la renta de arrendamiento
hasta el día en que aquélla se efectúe;
• En contratos de arrendamiento de inmuebles sólo destinados a la habitación,
y con plazo fijo superior a un año (Art. 5°), se entiende siempre implícita la
facultad del arrendatario de subarrendar, salvo estipulación en contrario, en cuyo
caso, el arrendatario puede poner término anticipado al contrato, sin la obligación
de pagar la renta por el período que falte.

Cuando el arrendamiento termine por la expiración del tiempo estipulado para su


duración, por la extinción del derecho del arrendador, o por cualquier otra causa, el

117
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

arrendatario continúa obligado a pagar la renta de arrendamiento y los gastos comunes


que sean de su cargo, hasta que se efectúe la restitución del inmueble (Art. 6° Inc. 1°).
Conforme al Art. 6° Inc. 2° de la ley, si el arrendatario abandonare el inmueble sin
restituirlo al arrendador, éste podrá solicitar al juez de letras competente que se lo
entregue, sin forma de juicio, con la sola certificación del abandono por un ministro de
fe. Dicho funcionario levanta acta del estado en que se encuentre el bien raíz al momento
de su entrega al arrendador, y remite copia de ella al tribunal.

Si el plazo del contrato es superior a un año, se entiende implícita la facultad de


subarrendar, salvo estipulación en contrario (Art. 5º), lo que modifica lo dispuesto en el
Art. 1946 CC, y conforme al Art. 22, todo lo dispuesto en esta ley respecto de los
arrendadores y arrendatarios se aplica en su caso a los subarrendadores y
subarrendatarios.

Si se declara sin lugar el desahucio o la restitución, el actor no puede intentar nuevamente


tales acciones sino transcurridos seis meses desde que haya quedado ejecutoriada la
sentencia de rechazo, a menos que se funden en hechos acaecidos con posterioridad a la
fecha de presentación de la demanda (Art. 16).

En cuanto a la terminación del contrato por el no pago de la renta, el Art. 1977 CC


dispone que la mora de un período entero en el pago de la renta da derecho al arrendador,
después de dos reconvenciones, entre las cuales medien al menos cuatro días, para hacer
cesar inmediatamente el arriendo, si no se presta seguridad competente de que se
verificará el pago dentro de un plazo razonable, que no bajará de treinta días.
El Art. 10° de la ley dispone que cuando la terminación del arrendamiento se pida por
falta de pago de la renta, en conformidad con el Art. 1977 CC recién citado, la segunda
de las reconvenciones a que dicho precepto se refiere debe practicarse en la audiencia de
contestación de la demanda.
Al ejercerse esta acción, pueden deducirse también, conjuntamente, la de cobro de las
rentas insolutas en que aquella se funde, y las de pago de consumo de luz, energía
eléctrica, gas, agua potable y de riego, gastos comunes y de otras prestaciones análogas
que se adeuden.
Demandadas tales prestaciones, se entienden comprendidas en la acción las de igual
naturaleza a las reclamadas que se devenguen durante la tramitación del juicio, y hasta
que la restitución o el pago se efectúen.

La Ley N°18.101 establece un procedimiento especial para tramitar los juicios que
versen sobre desahucio, terminación, restitución por expiración del plazo, extinción del
derecho del arrendador, indemnización de perjuicios, u otros que versen sobre las demás
cuestiones derivadas de estos contratos.
El Art. 8° dispone que el procedimiento es verbal, y que queda regido por las normas
procesales que establece tal artículo, las cuales escapan el alcance de nuestro estudio.
El Art. 24 establece multas que van de 1 a 60 UF, y que impone el juez a beneficio fiscal
en los siguientes casos:
• Cuando el arrendatario incurre en falsedad en la declaración, sea acerca de la
existencia o no de subarrendatarios, o de sus nombres;
• Cuando el subarrendador, habiendo percibido las rentas del subarriendo, no paga
la renta del arrendamiento, y a consecuencia de ello, el subarrendatario fuese
lanzado del inmueble;

118
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Cuando el arrendador se niega injustificadamente a otorgar al arrendatario la


autorización para abandonar el inmueble y retirar sus muebles, o el recibo que
acredite el pago de la renta de arrendamiento.

A su vez, el Art. 9° establece que cuando el demandado reclame indemnizaciones


haciendo valer el derecho legal de retención, debe interponer su reclamo en la audiencia,
y el tribunal resuelve en la sentencia definitiva si ha lugar o no la retención solicitada.

En cuanto a los subarrendatarios, el Art. 11 señala que, para que les sea oponible lo
obrado y la sentencia recaída en los juicios de desahucio, restitución o terminación del
arrendamiento por falta de pago de la renta, seguidos contra el arrendatario, debe serles
notificada la demanda, o deben haberse apersonado a la causa.
Luego, según dispone el Art. 12, en los juicios de terminación del arrendamiento por falta
de pago de la renta seguidos contra un subarrendador, los subarrendatarios pueden pagar
al demandante, antes de la dictación de la sentencia de primera instancia, las rentas
adeudadas por el arrendatario.
Si así lo hacen, enervarán de este modo la acción, y tendrán derecho a ser reembolsados
de ellas por el subarrendador, más el interés corriente a contar de su pago, o a imputarlas
a las rentas más inmediatas, y todo ello sin perjuicio de las indemnizaciones que
correspondan.

Por último, y conforme al Art. 13, el cumplimiento de las resoluciones dictadas en los
juicios regulados en esta ley se rigen por las reglas generales, aunque cuando ordenen la
entrega de un inmueble, se aplica lo dispuesto en el Art. 595 CPC, en virtud del cual, si
ratificado el desahucio llega el día señalado para la restitución sin que el arrendatario haya
desalojado la finca arrendada, éste será lanzado de ella a su costa, previa orden del
tribunal.
En estos juicios, y en los de comodato precario, el juez de la causa, decretando el
lanzamiento, puede suspenderlo, en casos graves y calificados, por un plazo que no
exceda de treinta días.

G) Arrendamiento de Predios Rústicos


El Código Civil sometió el contrato de arrendamiento de bienes raíces rústicos a las
normas generales del arrendamiento de cosas y a las especiales del Párrafo 7º, titulado
“Reglas particulares relativas al arrendamiento de predios rústicos”.
El arrendamiento de predios rústicos, no obstante, se rige por leyes especiales, y
actualmente, la materia se encuentra regulada en el DL N°993, cuyo Art. 1° dispone que
tal decreto ley rige al contrato de arrendamiento y cualquiera otra convención que tenga
por objeto la explotación por terceros de un predio rústico, así como las aparcerías o
medierías.

Para estos efectos, se entiende por predio rústico el que define el Art. 1º de la Ley
Nº16.640, sobre Reforma Agraria, es decir, todo inmueble susceptible de uso agrícola,
ganadero o forestal, sea comprendido en zonas rurales o urbanas.

El DL N°993 no se aplica, sin embargo:


• Al arriendo de predios rústicos en el radio urbano si su supercabida es inferior a
una hectárea, caso en el cual el contrato se sujeta a la legislación sobre
arrendamiento de predios urbanos;
• Al arrendamiento de terrenos fiscales;

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• A los contratos de aparcería o mediería a que se refiere el Art. 8º de la Ley


Nº17.729.

El contrato de arrendamiento puede constar por escritura pública o privada, y si reviste la


forma privada, requiere la presencia de dos testigos mayores de dieciocho años.
Pero, al igual que el arrendamiento de predios urbanos, el contrato no es solemne, ya que
la omisión de la escritura no obsta a su plena eficacia y ésta tiene, por tanto, un significado
solamente probatorio.
Si no se pacta por escrito, el contrato se regirá por las disposiciones que regulan
supletoriamente la convención y, en lo no previsto, se estará a lo que declare el
arrendatario, salvo prueba en contrario.

Asimismo, la ley ha establecido una obligación especial para el arrendador, quien debe
declarar en la misma escritura donde consta el contrato, si está afecto al impuesto de
primera categoría sobre la base de renta efectiva determinada por contabilidad completa,
o sujeto al régimen de renta presunta, para efectos tributarios.
La falta de esta declaración impide hacer valer el contrato ante autoridades judiciales y
administrativas mientras no se acredite mediante escritura complementaria la constancia
de la declaración referida.
Acorde con lo anterior, el Art. 75 bis CT dispone que en los documentos que den cuenta
del arrendamiento o cesión temporal en cualquier forma de un bien raíz agrícola, el
arrendador o cedente debe declarar si es un contribuyente del impuesto de primera
categoría de la Ley de Impuesto a la Renta que tributa sobre la base de renta efectiva o
bien sobre renta presunta.
Los arrendadores o cedentes que no den cumplimiento a esta obligación, o que hagan una
declaración falsa respecto a su régimen tributario, son sancionados en conformidad con
el Art. 97, Nº1 CT, con multa de una 1 a 150 UTA, y además, deben indemnizar los
perjuicios causados al arrendatario o cesionario.

El DL Nº993 no contiene ninguna disposición acerca del precio o renta, por lo que rigen
íntegramente las reglas de los Arts. 1917-1918 CC.
Así, el precio o renta puede ser en dinero o en frutos naturales de la cosa arrendada, y
podrá fijarse por cualesquiera medios, por acuerdo de las partes o por un tercero.
El DL N°993 no establece un término mínimo de duración del contrato, por lo que el
contrato tendrá la duración que las partes hayan fijado, y en defecto de estipulación, el
tiempo podrá ser determinado por el servicio especial a que se destine la cosa, o por la
costumbre, y de otro modo, durará indefinidamente.
Conforme al Art. 3°, las personas naturales o jurídicas extranjeras no pueden celebrar el
contrato de arrendamiento en zonas fronterizas.

El contrato de arrendamiento de predios rústicos genera las siguientes obligaciones entre


las partes:
• Obligación del Arrendador de Entregar el Predio en los Términos
Estipulados
Conforme al Art. 1978 CC, si la cabida fuere diferente de la estipulada, habrá
lugar al aumento o disminución del precio o renta, o a la rescisión del contrato,
según lo dispuesto en el título “De la compraventa”.
Las dificultades que puedan surgir con motivo de que la cabida real resulte mayor
o menor que la cabida declarada en el contrato pueden sortearse con la
estipulación de que el predio se arrienda como cuerpo cierto.

120
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Obligación del Colono de Pagar el Precio o Renta


Conforme al Art. 1983 CC, el colono no tiene derecho para pedir una reducción
si la cosecha merma o se pierde por caso fortuito.

• Obligación del Colono de Cuidar de la Cosa


El colono debe gozar de la cosa como un buen padre de familia, y la infracción de
esta obligación da derecho al arrendador para evitar el mal uso o el deterioro del
fundo, exigiendo al efecto fianza u otra seguridad competente, y aun para hacer
cesar inmediatamente el arriendo en casos graves.
A su vez, conforme al Art. 7°, el colono no puede subarrendar ni ceder el arriendo
sin autorización del arrendador, y tal autorización debe serle otorgada por escrito.

• Obligación del Colono de Usar la Cosa Conforme a los Términos y Espíritu


del Contrato
El colono debe conservar los árboles y bosques y circunscribir el goce de ellos a
los términos convenidos, y a falta de estipulación, debe limitarse a usar del bosque
para los objetos que conciernan al cultivo y beneficio del fundo mismo, pero no
podrá cortarlo para la venta de madera, leña o carbón (Art. 1980 CC).
A su vez, el colono no puede derribar los árboles para aprovechar el lugar que
ocupan para plantar o sembrar, salvo que así se haya expresado en el contrato
(Art. 1981 CC).

• Obligación del Colono de Restituir la Cosa


La ley ha previsto la forma en que debe efectuarse la restitución cuando el predio
rústico se arrienda con una dotación de animales, normas que son supletorias a la
voluntad de las partes.
Conforme al Art. 1984 CC, las utilidades de los ganados y aun los ganados
mismos, pertenecen al colono, con la obligación de dejar en el predio, al fin del
arriendo, igual número de cabezas de las mismas edades y calidades.
Si al término del contrato no hubiere en el predio suficientes animales de las
edades y calidades que el arrendatario debe restituir, pagará la diferencia en
dinero.
El arrendador no está obligado a recibir animales que no se encuentren
aquerenciados en el predio.

En cuanto a la expiración del contrato, puede darse por las siguientes causas:
• Desahucio
Cualquiera de las partes puede poner fin al arrendamiento de predios rústicos
mediante el desahucio, si no se hubiere fijado el tiempo de su duración.
Las partes pueden fijar las normas que estimen convenientes para establecer la
anticipación y demás caracteres del desahucio, y a falta de estipulación, rige la
norma del Art. 1985 CC, conforme al cual, el aviso debe darse con la anticipación
de un año.

• Extinción del Derecho del Arrendador


La extinción del derecho del arrendador pone fin al contrato, salvo que el tercero
adquirente deba respetar el arriendo, y éste le sea consecuencialmente oponible.
El Art. 10 del DL Nº993 prescribe que si el arrendador vendiere o transfiriere a
cualquier título el predio arrendado, el nuevo propietario estará obligado a

121
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

mantener los términos del contrato de arrendamiento, salvo acuerdo de éste con
el arrendatario.
La disposición no distingue entre adquirentes a título gratuito y oneroso, y no
señala ningún requisito para que el adquirente deba respetar el arriendo. Sin
embargo, es indispensable que el contrato de arrendamiento tenga, respecto del
tercero, una fecha cierta y anterior a la enajenación.

Cabe señalar, por último, el contrato de mediería o aparcería, que es aquel en que una
parte se obliga a aportar una determinada superficie de terreno, y la otra su trabajo para
realizar cultivos determinados, con el objeto de repartirse los frutos o productos
resultantes, obligándose, además, a aportar los elementos necesarios para la adecuada
explotación de los terrenos, a concurrir a los gastos de producción, a realizar en forma
conjunta la dirección de la explotación, y a participar en los riesgos de la misma (Art. 12
DL N°993).
Quien se obliga a aportar el uso de la tierra se llama cedente, y el que se obliga a
trabajarla, mediero (Art. 12º Inc. 2º CC).

Conforme al Art. 13 del DL N°993, si el contrato se celebra por escrito, debe contener,
al menos, las siguientes estipulaciones:
• Individualización de las partes;
• Ubicación y superficie de los terrenos que se aportan, y la indicación de los demás
aportes a que las partes se obligan, y la forma de efectuarlos;
• Los cultivos que se realizarán;
• La forma en que se distribuirán las utilidades de la explotación y de las pérdidas
que se produzcan;
• La fecha de entrega y de restitución de los terrenos;
• Una cláusula arbitral y la designación de un árbitro, si así lo acuerdan las partes.

Luego, según dispone el Art. 14, en caso de que no se pacte por escrito, se entienden
incorporadas las siguientes estipulaciones:
• Se presumirá que el cedente está obligado a aportar los terrenos y el agua
correspondiente, si aquéllos fueren de riego;
• También se presume que el cedente está obligado a aportar la mitad de las semillas
o plantas, fertilizantes y pesticidas, sea en especies o su valor equivalente en
dinero;
• Asimismo, el cedente debe aportar los dos tercios de los fertilizantes de efectos
duraderos utilizados en el último año de la mediería;
• El mediero, por su parte, deberá aportar el trabajo y el saldo de las prestaciones
complementarias de las que corresponden al cedente;
• Se presumirá, igualmente, que el producto que se obtenga deberá ser distribuido
por partes iguales;
• Se presumirá que el plazo del contrato es de un año, salvo prueba en contrario.

El Art. 12 Inc. 1° señala las obligaciones de las partes:


• El cedente debe aportar el uso de una determinada superficie de terreno;
• El mediero debe aportar el trabajo para realizar cultivos determinados;
• Tanto el cedente como el mediero deben aportar los elementos necesarios para la
adecuada explotación del terreno;
• Ambas partes deben concurrir a los gastos de producción;

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Los dos contratantes deben realizar en forma conjunta la dirección de la


explotación;
• Cedente y mediero deben participar en los riesgos de la explotación;

A su vez, el Art. 15 DL N°993 señala que cedente y mediero deben abstenerse de ceder
los derechos resultantes del contrato, y el Art. 17 agrega que los medieros están obligados
a dar cumplimiento a las disposiciones contractuales, legales y reglamentarias sobre
protección y conservación de los recursos naturales.

Establece el Art. 15 que no pueden cederse los derechos derivados de la mediería o


aparcería, y el mediero no puede establecer submedierías sin autorización previa y escrita
del propietario.
Respecto de la extinción del contrato de mediería, el Art. 18 señala que ello sucede por
las mismas causas de terminación de los contratos en general, y en especial, por las
siguientes causas:
• Por haberse infringido la prohibición de ceder los derechos resultantes del
contrato;
• Por haber establecido el mediero submedierías sin la autorización del cedente;
• Por haberse infringido por el mediero su obligación de dar cumplimiento a las
disposiciones contractuales, legales y reglamentarias sobre protección y
conservación de los recursos naturales, caso en el cual el demandante deberá
acompañar a la solicitud de terminación judicial del contrato un informe técnico
sobre los hechos que sirven de fundamento a su acción;
• Por el fallecimiento o imposibilidad física del mediero, caso en el cual los
herederos del mediero o el mismo, según corresponda, deberá ser indemnizado
por el cedente en un monto no inferior al valor de los aportes efectuados por el
mediero. El fallecimiento del cedente no será causal de término anticipado del
contrato de mediería.

3. Contratos Para la Confección de una Obra Material


A) Aspectos Generales
Con arreglo a la definición del Art. 1915 CC, el arrendamiento puede tener por objeto la
ejecución de una obra, y en tal caso, el contrato puede definirse como aquel en que las
partes se obligan mutuamente, la una a ejecutar una obra material y la otra a pagar por
ella un precio determinado.
La persona que toma a su cargo la ejecución de la obra se denomina, en general, artífice.

El contrato para la confección de una obra material puede importar legalmente una
compraventa o un arrendamiento:
• Si el artífice suministra la materia para la confección de la obra, el contrato es de
venta (Art. 1996 Inc. 1º CC);
• Si la materia es suministrada por la persona que encargó la obra, el contrato es de
arrendamiento (Art. 1996 Inc. 3º CC);
• Si ambas partes suministran la materia, el contrato será de compraventa o
arrendamiento, según cuál de ellas suministre la parte principal.
Si la materia principal es suministrada por el que ha ordenado la obra, poniendo
el artífice lo demás, el contrato es de arrendamiento, y en el caso contrario, será
de venta (Art. 1996 Inc. 4º CC).

123
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Suministrada la materia íntegramente o en su parte principal por el artífice, el contrato es


una compraventa de cosa futura, y por lo tanto, condicional, entendiéndose hecha la venta
bajo la condición de que la obra será bien confeccionada, la que se entenderá cumplida
cuando el que encargó la obra la ha recibido y aprobado.
Por este motivo, el contrato de compraventa no se reputa perfecto sino por la aprobación
del que ordenó la obra (Art. 1996 Inc. 1º CC).
La consecuencia más importante que se sigue de reputarse el contrato como de venta, dice
relación con los riesgos de la cosa, ya que el Art. 1996 CC dispone que el peligro de la
cosa no pertenece al que ordenó la obra sino desde su aprobación, salvo que se haya
constituido en mora de declarar si la aprueba o no.
De este modo, si la cosa perece, el artífice pierde no solamente la materia, sino que el
precio de su trabajo y los riesgos se invierten si el que encargó la obra se constituye en
mora de expresar si la acepta o rechaza.
Si el que encarga la obra proporciona la totalidad o la parte principal de la materia, el
contrato es de arrendamiento, y el arrendamiento de obra se sujeta a las reglas generales
del arrendamiento, con ciertas normas especiales (Art. 1996 Inc. 5° CC).
El problema de los riesgos se plantea de forma distinta, ya que la pérdida de la materia es
soportada por la persona que ordenó la obra (Art. 2000 Inc. 1º y 2º CC).
Sin embargo, el artífice será responsable cuando la materia perece por su culpa o por
culpa de las personas que le sirven (Art. 2000 Inc. 2º CC).
Pero el artífice, aunque la cosa perezca sin culpa suya o de sus dependientes, no puede
reclamar el precio o salario, salvo las excepciones legales (Art. 2000 Inc. 3º CC), y en
este sentido, el artífice comparte los riesgos con el que encargó la obra.

El riesgo es íntegramente de cargo del que ordenó la obra, esto es, pierde la materia y
debe pagar el precio, en los casos siguientes:
• Si la obra ha sido reconocida y aprobada (Art. 2000 Nº1º CC);
• Si la cosa no ha sido reconocida y aprobada por mora del que encargó la obra
(Art. 2000 Nº2º CC);
• Si la cosa perece por un vicio de la materia suministrada por el que encargó la
obra, salvo que el vicio sea de aquellos que el artífice, por su oficio, ha debido
conocer, o que conociéndolo no haya dado aviso oportuno (Art. 2000 N°3 CC).

B) Fijación del Precio


Conforme a las reglas generales, no hay compraventa ni arrendamiento si las partes no
han convenido en el precio o, a lo menos, señalado las normas para determinarlo, ya que
uno y otro contrato sólo se perfeccionan cuando las partes están acordes en la cosa y en
el precio.
Sin embargo, en los contratos de confección de obra material, la ley se aparta de estos
principios, ya que el Art. 1997 CC dispone que si no se ha fijado precio, se presumirá
que las partes han convenido el que ordinariamente se paga por la misma especie de obra,
y a falta de éste, por el que se estimare equitativo a juicio de peritos.
La fijación pericial del precio requiere que las partes no lo hayan convenido, y que no sea
posible recurrir a normas consuetudinarias que sirvan para determinarlo.

Las partes pueden confiar a un tercero la fijación del precio, y si tal tercero fallece, la ley
distingue si ello ocurre antes o después de ejecutada la obra:
• Cuando el tercero fallezca antes de la ejecución de la obra, será nulo el contrato;
• Si el fallecimiento sobreviene después de haberse procedido a la ejecución de la
obra, se fijará el precio por peritos (Art. 1998 CC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

C) Obligaciones de las Partes


El contrato es bilateral, por lo que engendra obligaciones recíprocas.
En primer lugar, el que encarga la obra contrae la obligación de pagar el precio en la
forma convenida, y a falta de estipulación, es exigible una vez que la obra esté concluida,
reconocida y aprobada.
El reconocimiento puede hacerse parcialmente, cuando se ha convenido que la obra se
apruebe por partes (Art. 2001 CC).
El que encarga la obra tiene también la obligación de declarar la aprobación o rechazo
de la obra, y su mora trae como consecuencia que sean de su cargo los riesgos, y que
deba pagar el precio, aunque la cosa haya perecido.

A su vez, el artífice contrae una sola obligación, que es la de ejecutar fiel y


oportunamente la obra.
El artífice tiene la obligación de ejecutar la obra oportunamente, en la forma convenida,
y en caso de pretender el que encargó la obra que no se ha ejecutado debidamente, el Art.
2002 Inc. 1º CC dispone que se nombrarán por las dos partes peritos que decidan.

Con arreglo al Art. 1999 CC, habrá lugar a reclamación de perjuicios, según las reglas
generales de los contratos, siempre que por una o por otra parte no se haya ejecutado lo
convenido, o se haya retardado su ejecución.
El Art. 2002 CC se refiere especialmente al incumplimiento de la obligación del artífice,
disponiendo que si es fundada la alegación de no haberse ejecutado debidamente la obra,
el artífice podrá ser obligado, a elección del que encargó la obra, a hacerla de nuevo o a
la indemnización de perjuicios (Art. 2002 Inc. 2º CC).
Es evidente que si el que encargó la obra suministró los materiales se le deben reembolsar,
pero esta restitución de los materiales podrá hacerse con otros de igual calidad, o en dinero
(Art. 2002 Inc. 3º CC).

D) Extinción del Contrato


El contrato de confección de obra material cuenta con dos causales especiales de
extinción, las cuales son:
• Manifestación Unilateral de Voluntad de Quien Encargó la Obra
El contrato puede tener fin por voluntad del que encargó la obra, y el Art. 1999,
Inc. 2º CC establece en tal sentido que aun en el caso de haberse estipulado un
precio único y total por ella, podrá hacerla cesar reembolsando al artífice todos
los costos, y dándole lo que valga el trabajo hecho, y lo que hubiera podido ganar
en la obra.
La obra está destinada a satisfacer una necesidad del que la encargó, que un
cambio de las circunstancias ha podido hacer cesar, y su desistimiento no lesiona
al artífice, porque debe indemnizársele cumplidamente.

• La Muerte del Artífice


La consideración de la persona del artífice es de suma importancia y, por lo
mismo, su fallecimiento pone fin al contrato.
En cambio, no influye en la suerte del contrato la muerte del que encargó la obra
(Art. 2005 Inc. 2º CC).
El que encargó la obra debe pagar el valor de los materiales preparados que
puedan ser útiles para la obra de que se trata, y deberá igualmente pagar el valor
de los trabajos realizados, que se calculará proporcionalmente, tomando en
consideración el precio estipulado para toda la obra.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

E) Contratos Para la Construcción de Edificios


El contrato para la construcción de edificios es una modalidad especial del contrato de
confección de una obra material, y está definido por el Art. 2003 Inc. 1° CC como aquel
por el cual una persona, llamada empresario, toma a su cargo la construcción de un
edificio por un precio prefijado.
Se trata del sistema de obra a precio alzado, lo cual significa que debe convenirse que la
obra se realice por un precio global e invariable, fijado de antemano.

Para estos contratos, el Art. 2003 CC establece las siguientes reglas:


• Puesto que se trata de un precio fijo, el empresario no puede pedir aumento del
mismo a pretexto de tener costos más altos;
• Si circunstancias desconocidas, como un vicio oculto del suelo, ocasionaren
costos imprevistos, el empresario debe obtener la autorización del dueño para
incurrir en ellos, y si el dueño rehúsa, el empresario podrá recurrir al juez para que
decida si corresponde recargar el costo de la obra, y fije el aumento de precio que
por tal razón corresponda;
• Si el edificio perece o amenaza ruina, en todo o parte, en los cinco años
subsiguientes a su entrega, por vicio de construcción o por vicio del suelo o de los
materiales, distinguimos:
o De los vicios de construcción es responsable el empresario;
o De los vicios del suelo es responsable, en principio, el dueño, a menos que
el empresario o las personas empleadas por él hayan debido conocer el
vicio del suelo en razón de su oficio;
o De los vicios de los materiales es responsable el empresario, si él los
proporcionó, pero si los proporcionó el dueño, éste será responsable, salvo
que el vicio sea de aquellos que el empresario, por su oficio, haya debido
conocer, o que, conociéndolo, no haya dado aviso oportuno al dueño;
• El recibo otorgado por el dueño, después de concluida la obra, sólo significa que
el dueño la aprueba como exteriormente ajustada al plan y a las reglas del arte, y
no exime al empresario de responsabilidad.

Conforme al Art. 2003 N°5 CC, si los artífices u obreros empleados en la construcción
del edificio han contratado con el dueño directamente por sus respectivas pagas, se
mirarán como contratistas independientes, y tendrán acción directa contra el dueño, pero
si han contratado con el empresario, no tendrán acción contra el dueño sino
subsidiariamente, y hasta concurrencia de lo que éste deba al empresario.

Ahora bien, es necesario tener en consideración a este respecto lo dispuesto por el Art.
183 B del Código del Trabajo, el cual, a propósito de la subcontratación, establece que
la empresa principal será solidariamente responsable de las obligaciones laborales y
previsionales de dar que afecten a los contratistas en favor de los trabajadores de éstos,
incluidas las eventuales indemnizaciones legales que correspondan por término de la
relación laboral.
Tal responsabilidad estará limitada al tiempo o período durante el cual el o los
trabajadores prestaron servicios en régimen de subcontratación para la empresa principal.
En los mismos términos, el contratista será solidariamente responsable de las obligaciones
que afecten a sus subcontratistas, a favor de los trabajadores de éstos.
La empresa principal responde de iguales obligaciones que afecten a los subcontratistas,
cuando no pudiere hacerse efectiva la responsabilidad de éstos.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El trabajador, al entablar la demanda en contra de su empleador directo, puede hacerlo en


contra de todos aquellos que puedan responder de sus derechos.
Sin embargo, en los casos de construcción de edificaciones por un precio único prefijado,
no procederán estas responsabilidades cuando quien encargue la obra sea una persona
natural.

Por último, el Art. 2004 CC extiende la aplicación de las reglas 3ª, 4ª y 5ª del Art. 2003
CC a los que se encargan de la construcción de un edificio en calidad de arquitectos.

4. Arrendamiento de Servicios Inmateriales


El arrendamiento de servicios inmateriales es el de aquellos en que predomina la
inteligencia sobre el esfuerzo puramente manual.
La ley distingue tres clases de arrendamiento de esta especie:
• Obra Intelectual Aislada
La primera clase de arrendamiento de servicios inmateriales es aquel que consiste
en la ejecución de una obra en que predomina la inteligencia sobre la obra de mano
(Art. 2006 CC), como lo son las composiciones literarias o musicales, por
ejemplo.
Son aplicables a esta forma de arrendamiento las normas de los Arts. 1997, 1998,
1999 y 2002 CC, relativos a la confección de una obra material.

• Servicios que Consisten en una Larga Serie de Actos


Conforme al Art. 2007 CC, los servicios inmateriales que consisten en una larga
serie de actos, como los de los escritores asalariados para la prensa o secretarios
de personas privadas, se sujetan a las reglas especiales que disponen los artículos
siguientes.
Los servicios de estas personas les dan regularmente la calidad de empleados
particulares, por lo que las disposiciones de los Arts. 2008-2011 CC deben
considerarse derogadas por el Código del Trabajo.

• Servicios Profesionales
Según dispone el Art. 2012 CC, los artículos precedentes se aplican a los servicios
que, según el Art. 2118 CC se sujetan a las reglas del mandato, en lo que no
tuvieren de contrario a ellas.
Esta última disposición se refiere a los servicios de las profesiones y carreras que
suponen largos estudios, o a que está unida la facultad de representar y obligar a
otra persona respecto de terceros.
Estos servicios se sujetan primeramente a las reglas del mandato, y
subsidiariamente, a las del arrendamiento de servicios.

5. Arrendamiento de Transporte
El arrendamiento de transporte es un contrato en que una parte se compromete, mediante
cierto flete o precio, a transportar o hacer transportar una persona o cosa de un paraje a
otro (Art. 2013 Inc. 1º CC).
La persona que se encarga de transportar se llama generalmente acarreador y, según el
medio de hacer el transporte, recibe las denominaciones particulares de arriero,
carretero, barquero o naviero (Art. 2013 Inc. 2º CC).
El Código de Comercio denomina porteador al que se encarga de transportar por tierra,
ríos o canales navegables (Art. 166 CdC).

127
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La persona que encarga el transporte se llama consignante (Art. 2013 Inc. 4º CC), y la
persona a quien se envía la mercadería se llama consignatario (Art. 2013 Inc. 4º CC).

El contrato de transporte se rige principalmente por el Código de Comercio, cuyo Art.


171 establece que sus disposiciones son aplicables a toda clase de porteadores, inclusas
las personas que se obligan ocasionalmente a conducir pasajeros o mercaderías.
Las disposiciones del Código Civil son subsidiarias o supletorias (Art. 2021 CC).

El acarreador tiene las siguientes obligaciones:


• Presentarse a recibir la carga o pasajeros en el lugar y tiempo estipulados;
• Efectuar el transporte, y sólo puede eximirse de ello probando fuerza mayor o
caso fortuito, pero no será excusa suficiente el caso fortuito que pudo con mediana
prudencia o cuidado evitarse (Art. 2016 Inc. 2º CC);
• Velar por las personas o cosas que transporta, y por lo mismo, es responsable de
los daños que sufran las personas por la mala calidad del carruaje, barco o navío
en que se verifica el transporte (Art. 2015 Inc. 1º CC).
Es responsable, asimismo, de la destrucción y deterioro de la carga, salvo
estipulación en contrario, o que se pruebe vicio de la carga o caso fortuito (Art.
2015 Inc. 2º CC).
El acarreador responde de su hecho propio y del de sus agentes o sirvientes (Art.
2015 Inc. 3º CC).

Las obligaciones impuestas al acarreador corresponden igualmente al empresario de


transportes, como responsable de la idoneidad y buena conducta de las personas que
emplea (Art. 2014 CC).

Por su parte, el consignante tiene las siguientes obligaciones:


• Presentar los pasajeros y carga para su transporte, bajo pena de pagar la mitad del
precio o flete (Art. 2019 Inc. 1º CC);
• Pagar el precio o flete del transporte (Art. 2018 CC);
• Reparar los daños ocasionados por hecho o culpa del pasajero o de su familia o
sirvientes, o por el vicio de la carga (Art. 2018 CC).

El fallecimiento del acarreador o del pasajero no pone fin al contrato de transporte, y sus
obligaciones se transmiten a los respectivos herederos (Art. 2020 CC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo VI – El Mandato

1. Aspectos Generales
Conforme al Art. 2116 CC, el mandato es un contrato en que una persona confía la
gestión de uno o más negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la
primera.
La persona que confiere el encargo se llama comitente o mandante, y la que lo acepta,
apoderado, procurador, y en general, mandatario.

A) Perfeccionamiento del Mandato


El mandato es un contrato generalmente consensual, dado que se perfecciona por el solo
consentimiento entre el mandante y el mandatario.
La voluntad del mandante de confiar la gestión de un negocio al mandatario, y la voluntad
de éste de aceptar el encargo, pueden manifestarse tácitamente.
En efecto, el Art. 2123 CC dispone que el encargo que es objeto del mandato puede
hacerse por escritura pública o privada, por cartas, verbalmente, o de cualquier otro modo
inteligible, e incluso por la aquiescencia tácita de una persona a la gestión de sus negocios
por otra.

Cuando un contrato se otorga por escrito, regularmente el instrumento deja constancia del
consentimiento de ambas partes, pero en el mandato, el documento deja constancia, por
lo general, sólo de la voluntad del mandante, que propone al mandatario la realización de
un encargo, que éste puede aceptar o rechazar, y el consentimiento del mandatario,
aceptando el encargo, interviene a posteriori.
El encargo debe ser aceptado por el mandatario, y en tal sentido, el Art. 2124 CC previene
que el contrato de mandato se reputa perfecto por la aceptación del mandatario, que puede
ser expresa o tácita.
Cuando el mandato se otorga por escrito y posteriormente sobreviene la aceptación del
mandatario, generalmente la aceptación será tácita.
Importa aceptación tácita todo acto en ejecución del mandato, por lo que es necesario que
el mandatario ejecute actos positivos de gestión del mandato, y su silencio no constituye
aceptación.
Sin embargo, por excepción, el silencio del mandatario suele importar que acepta el
encargo. En efecto, el Art. 2125 CC dispone que las personas que, por su profesión u
oficio, se encargan de negocios ajenos, están obligadas a declarar lo más pronto posible
si aceptan o no el encargo que una persona ausente les hace, y transcurrido un término
razonable, su silencio se mirará como aceptación.

La persona ausente que hace el encargo confía en que será aceptado por quien hace de su
profesión la gestión de negocios ajenos, y que éste adoptará las medidas encaminadas al
resguardo de sus intereses.
Pero aunque rechacen el encargo las personas que se encargan habitualmente de negocios
ajenos, deberán tomar las providencias conservativas urgentes que requiera el negocio
que se les encomienda (Art. 2125 Inc. 2º CC).

Aunque perfecto el mandato por la aceptación del mandatario, puede éste retractarse, y la
retractación no impone responsabilidad al mandatario si se verifica mientras el mandante
se halla todavía en aptitud de ejecutar el negocio por sí mismo, o de cometerlo a una
persona distinta (Art. 2124 Inc. 3º CC).

129
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En caso contrario, es responsable de los perjuicios que ocasione al mandante su


retractación.
Se explica que el mandatario pueda unilateralmente poner fin al mandato porque, debido
a su peculiar naturaleza, el contrato termina por la renuncia del mandatario (Art. 2163,
Nº4º CC).

Excepcionalmente, el mandato puede ser solemne, ya que el Art. 2123 CC señala que no
se admite la escritura privada para acreditarlo cuando las leyes requieran un instrumento
auténtico.
La norma concuerda con el Art. 1701 CC, en cuya virtud, la falta de instrumento público
no puede suplirse por ninguna otra prueba en los actos o contratos en que la ley exige tal
solemnidad.

En primer lugar, es solemne el mandato judicial, y las solemnidades pueden consistir en


una escritura pública, en acta extendida ante un juez de letras o un juez árbitro y suscrita
por todos los otorgantes, o por declaración escrita del mandante y autorizada por el
secretario del tribunal que está conociendo de la causa (Art. 6° CPC).
En segundo lugar, es solemne el mandato para contraer matrimonio, que debe constar por
escritura pública (Art. 15 de la Ley N°4.808).
Asimismo, debe constar por escritura pública el mandato que confiere la mujer casada
para otorgar su autorización para la enajenación de bienes raíces sociales o inmuebles
suyos, o bienes que el marido esté o pueda estar obligado a restituirle en especie (Arts.
1749, 1754 y 1755 CC).

Se discute si el mandato por el cual se confía la ejecución o celebración de un acto jurídico


solemne debe también ser solemne.
La mayoría de la doctrina y la jurisprudencia sostienen lo afirmativo, basándose en los
siguientes argumentos:
• El consentimiento del mandante, generador del contrato, debe constar de escritura
pública, porque la venta de bienes raíces la requiere, y la observancia de la
formalidad prescrita por la ley es la manera como se expresa dicho
consentimiento;
• Si bien el mandato es regularmente consensual, de acuerdo con lo dispuesto en el
Art. 2123 CC, la misma norma establece que se exceptúa el caso en que debe
constar de instrumento auténtico, y no vale, en tal evento, la escritura privada.

Meza Barros discuerda de lo anterior, planteando los siguientes contraargumentos:


• En primer lugar, el mandante no manifiesta su consentimiento, necesario para que
se genere el contrato de compraventa, cuando encarga al mandatario comprar o
vender.
El mandatario que compra o vende, en cumplimiento del encargo, expresa su
propio consentimiento, y no el del mandante.
Así resulta de la lectura atenta del Art. 1448 CC, conforme al cual, lo que una
persona ejecuta a nombre de otra, debidamente facultada, produce respecto del
mandante iguales efectos que si el mandante hubiese él mismo contratado.
Quien contrata es el mandatario, sólo que en virtud de la representación, el
contrato surte efectos respecto del mandante, como si él hubiere contratado.
• Por otra parte, el Art. 2151 CC establece que el mandatario, en el desempeño del
cargo, puede contratar a nombre del mandante o en el suyo propio.

130
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En el primer caso, se obliga sólo el mandante, y en el segundo, únicamente el


mandatario.
Cuando el mandatario contrata a nombre propio, no cabe duda que es él y no el
mandante quien presta su consentimiento, aunque exista entre ellos un mandato,
por lo que, si obrando de este modo, compra el mandatario un bien raíz para el
mandante, no es posible cuestionar la validez de la compra porque el mandato no
conste de escritura pública.
• El Art. 2123 CC establece que el mandato es regularmente consensual, pero que,
no obstante, no se admitirá en juicio la prueba testimonial, sino conforme a las
reglas generales, y tampoco la escritura privada, cuando las leyes exigen
instrumento auténtico, haciendo alusión, esta vez, a la norma del Art. 1701 CC,
que previene que la falta de instrumento público no puede suplirse por otra prueba,
en los actos o contratos en que la ley requiere esa solemnidad.
La disposición establece que es necesaria la forma pública cuando la ley exige que
el mandato conste de esta manera, y hace falta un texto legal expreso que disponga
que el mandato se constituya por escritura pública.
Por lo tanto, se altera el sentido de la norma cuando se la hace decir que se requiere
la forma pública cuando la ley no la requiere para el mandato, sino para el acto
encomendado.

B) El Mandato es Naturalmente Oneroso


De acuerdo con los términos del Art. 2117 CC, el mandato puede ser gratuito o
remunerado.
El mandato es generalmente oneroso, por lo que el mandante debe pagar una
remuneración al mandatario aunque no medie una expresa estipulación.
Tal conclusión resulta claramente del Art. 2158 Nº3º CC, que señala como una de las
obligaciones del mandante la de pagar al mandatario la remuneración estipulada o usual.
La remuneración del mandatario, denominada honorario, se determina, en primer
término, por acuerdo de las partes, anterior o posterior al contrato.
Puede determinarse, asimismo, por la ley, la costumbre o el juez (Art. 2117 Inc. 2º CC).
La circunstancia de ser el mandato remunerado influye en la responsabilidad del
mandatario, dado que, conforme al Art. 2129 CC, el mandatario es responsable de la
culpa leve en el cumplimiento del encargo, responsabilidad que recae más estrictamente
sobre el mandatario remunerado.

C) El Mandato es un Contrato Bilateral


El mandato remunerado es, obviamente, un contrato bilateral, pero también es bilateral el
mandato gratuito, ya que se obliga el mandatario a cumplir el encargo y a rendir cuentas
de su gestión, y el mandante, a su vez, contrae la obligación de proveerle de los medios
necesarios para el desempeño de su cometido.
El mandante, además, puede resultar obligado por circunstancias posteriores con motivo
de la ejecución del contrato, por ejemplo, a reembolsar al mandatario los anticipos que
haya hecho y de los perjuicios que haya sufrido, sin culpa, por causa del mandato.

D) El Mandatario Actúa por Cuenta y Riesgo del Mandante


Es un rasgo característico y esencial del mandato que el mandatario obre por cuenta y
riesgo del mandante.
El mandatario gestiona el negocio encomendado como algo ajeno, de manera que serán
para el mandante los beneficios que la gestión reporte, y soportará las pérdidas, como si
tal gestión la realizara personalmente.

131
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Esto es evidente cuando el mandatario representa al mandante, ya que el acto ejecutado


por el mandatario compromete sólo el patrimonio del mandante, y la gestión del
mandatario convierte al mandante en acreedor o deudor, por lo que, personalmente, aquél
no se obliga para con terceros, ni los obliga para con él.
Pero aunque el mandatario obre en nombre propio, y no invista la representación del
mandante, en definitiva será éste quien reciba los beneficios y sufra las pérdidas y, en
suma, no obstante, obrará por cuenta y riesgo del mandante

La representación, en cambio, no es de la esencia del mandato.


En el desempeño de su cometido, el mandatario puede obrar a su propio nombre, y en tal
caso, no representa al mandante, ya que para ello es indispensable que lo haga en nombre
del mandante, con arreglo al Art. 1448 CC, y el Art. 2151 CC agrega que obrando a
nombre propio, no le obliga respecto de terceros.

El mandato confiere al mandatario la facultad de representar al mandante, por lo que se


le entiende facultado para obligarle directamente, y como dicha facultad no requiere de
una especial mención, debe concluirse que la representación es de la naturaleza del
mandato, y no de la esencia.
Si el mandatario obra a su propio nombre, se obliga él y no el mandante, por lo que, para
los terceros, el mandatario será el titular de los derechos emergentes del acto realizado,
sin perjuicio de que la relación jurídica entre mandante y mandatario siga vigente, por lo
que, al rendir cuentas, el mandatario deberá ceder al mandante las obligaciones en
cuestión.

2. Requisitos del Mandato


El encargo que constituye el objeto del mandato debe consistir en la ejecución de actos
jurídicos.
Esto se comprueba examinando las facultades que el mandato confiere naturalmente al
mandatario, es decir, pagar las deudas y cobrar los créditos del mandante, intentar
acciones posesorias, interrumpir las prescripciones, contratar las reparaciones de las cosas
que administra, y comprar los materiales necesarios para el cultivo o beneficio de tierras,
minas o fábricas que se le hayan confiado.
El encargo que consiste en la ejecución de un hecho material, como construir un camino
o levantar un muro, no constituye un mandato, sino un contrato de arrendamiento de
servicios o de confección de obra material.

Como dijimos anteriormente, el Art. 2118 CC establece que los servicios de las
profesiones y carreras que suponen largos estudios, o a que está unida la facultad de
representar y obligar a otra persona respecto de terceros, se sujetan a las reglas del
mandato.
No ha calificado la ley la naturaleza de estos servicios, sino que ha dispuesto únicamente
que se sujetan a las reglas del mandato.
A tales servicios son igualmente aplicables, en su caso, las normas del arrendamiento de
servicios o del contrato de trabajo.

En principio, todos los actos jurídicos pueden ser ejecutados por medio de mandatarios,
y la regla tiene muy contadas excepciones, como respecto del testamento, dado que el
Art. 1004 CC establece perentoriamente que la facultad de testar es indelegable.

132
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El mandato se celebra comúnmente en interés exclusivo del mandante, sin perjuicio de


que si el negocio es de mutuo interés para el mandante y el mandatario, del mandante y
de un tercero, o de un tercero exclusivamente, habrá verdadero mandato.
En caso de que el mandatario obre sin autorización del tercero, mediará entre ambos un
cuasicontrato de agencia oficiosa (Art. 2120 CC).
Pero no existe mandato si el negocio interesa solamente al mandatario, ya que semejante
mandato es un mero consejo, que no produce obligación alguna (Art. 2119 Inc. 1º CC),
y dado maliciosamente, obliga a la indemnización de perjuicios (Art. 2119 Inc. 2º CC).

El mandante y el mandatario desempeñan un rol totalmente distinto en el contrato de


mandato, y por este motivo, la capacidad que requieren uno y otro para celebrar el
contrato ha de ser necesariamente diversa:
• Capacidad del Mandante
No ha señalado la ley normas especiales que regulen la capacidad del mandante,
pero la aplicación de los principios generales es suficiente para llenar este vacío.
Basta considerar, en efecto, que el mandante es quien celebra el acto, y que el
mandatario es sólo un instrumento suyo, su representante, por lo que el mandante
debe tener la capacidad necesaria para ejecutar el acto a que el mandato se refiere.

• Capacidad del Mandatario


La ley no requiere siquiera que el mandatario sea capaz para desempeñar sus
funciones, y el Art. 2128 CC dispone que si se constituye mandatario a un menor
adulto, los actos ejecutados por el mandatario serán válidos respecto de terceros
en cuanto obliguen a éstos y al mandante, pero las obligaciones del mandatario
para con el mandante y terceros no podrán tener efecto sino según las reglas
relativas a los menores.
La regla se justifica porque es al mandante a quien afectan las consecuencias del
acto, y la incapacidad del mandatario, por lo mismo, es indiferente.
La incapacidad es una medida de protección que no se justifica, puesto que el
mandatario incapaz no compromete su patrimonio.
Ahora bien, muy distinta es la situación en las relaciones del mandatario con el
mandante y terceros, ya que influye decisivamente en estas relaciones la
incapacidad del mandatario.
Por lo mismo, a menos que en la aceptación del mandato haya intervenido la
autorización de representante legal del incapaz, no serán válidas las obligaciones
del mandatario, por lo que, en definitiva, no podrá reclamársele el cumplimiento
de las obligaciones derivadas del mandato, sino en cuanto se hubiere hecho más
rico.

3. Clases de Mandato
El mandato puede ser, atendida la extensión de los negocios confiados al mandatario,
general o especial.
A su vez, desde el punto de vista de las facultades conferidas al mandatario, puede el
mandato estar concebido en términos definidos o indefinidos.
La ley ha precisado los conceptos de mandato general y especial.
El Art. 2130 CC establece que se llama especial el mandato que comprende uno o más
negocios especialmente determinados, y añade la disposición que se denomina general
el mandato si se da para todos los negocios del mandante, y también, si se da para todos,
con una o más excepciones determinadas.

133
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Esta clasificación interesa para conocer en qué clase de negocios puede legítimamente
intervenir el mandatario.
El mandato puede estar concebido en términos generales o indefinidos, sin precisar los
poderes o facultades conferidos al mandatario.
Puede el mandato, asimismo, estar concebido en términos más o menos precisos, y
definirse con alguna exactitud las atribuciones del mandatario.

El mandato concebido en términos generales o indefinidos plantea el problema de saber


cuáles son las atribuciones que confiere al mandatario.
El Art. 2132 CC resuelve esta cuestión diciendo que el mandato no confiere naturalmente
al mandatario más que el poder de efectuar los actos de administración, y para todos los
actos que salgan de estos límites, necesitará de poder especial.
Solamente queda el mandatario investido de la facultad de ejecutar actos de
administración, aunque el mandato le autorice para obrar del modo que más conveniente
le parezca, o le otorgue la libre administración del negocio o negocios que se le han
encomendado.
El Art. 2133 CC prescribe que la facultad de obrar como mejor le pareciere no autoriza
al mandatario para alterar la sustancia del mandato, ni para los actos que exigen poderes
o cláusulas especiales.

La cláusula de libre administración confiere sólo al mandatario la facultad de ejecutar los


actos que las leyes designan como autorizados por dicha cláusula (Art. 2133 Inc. 2º CC).
En suma, por generales que sean los términos del mandato, y aunque se empleen términos
enfáticos que sugieran una gran latitud de poderes, no se confiere al mandatario sino la
facultad para ejecutar actos administrativos.
No ha definido la ley el concepto de acto de administración, aunque puede deducirse del
tenor del Art. 391 CC, que establece que el tutor o curador administrará los bienes del
pupilo, y es obligado a la conservación de estos bienes, a su reparación y cultivo.
Administrar es adoptar las medidas de carácter material o jurídico tendientes a conservar
los bienes, a incrementarlos y obtener las ventajas que pueden procurar.

El Art. 2132 CC expresa que el mandato confiere naturalmente al mandatario el poder


de ejecutar actos de administración, como son pagar las deudas y cobrar los créditos del
mandante, perteneciendo unos y otros al giro administrativo ordinario, perseguir en juicio
a los deudores, intentar las acciones posesorias e interrumpir las prescripciones en lo
tocante a dicho giro, contratar las reparaciones de las cosas que administra, y comprar los
materiales necesarios para el cultivo o beneficio de las tierras, minas, fábricas, u otros
objetos de industria que se le hayan encomendado.

De este modo, la administración comprende la ejecución de actos de conservación, esto


es, encaminados a impedir la pérdida o menoscabo de los bienes.
Los actos conservativos pueden ser materiales o jurídicos, siendo un acto material de
conservación efectuar las reparaciones que requiera el edificio que se administra, y un
acto jurídico de conservación la interposición de una querella posesoria o la interrupción
de una prescripción que corre contra el mandante.

Pero la acción de administrar no comprende sólo la ejecución de actos puramente


conservativos, sino que abarca, asimismo, la ejecución de actos que tiendan a obtener de
los bienes administrados el provecho o rendimiento que están llamados ordinariamente a
brindar.

134
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Así, la administración de una casa permitirá al mandatario darla en arrendamiento, y la


administración de un fundo facultará al mandatario para vender las cosechas.
Un límite no muy definido separa los actos de administración de los actos de disposición,
caracterizados estos últimos porque cambian o alteran la composición del patrimonio.
La venta de un bien a que sigue la correspondiente tradición es un acto de disposición,
pero el acto será simplemente administrativo si lo que se vende son los frutos de un bien,
como la cosecha de un fundo, porque el acto tiende a obtener su provecho o rendimiento
normal.
El acto, que es de disposición en su esencia, en este último caso pertenece al giro ordinario
del negocio administrado, circunstancia que le convierte en un acto de administración.

El Art. 2132 Inc. 2º CC establece, como regla general, que para todos los actos que
salgan de los límites que señala el mandato, necesita el mandatario de un poder especial
o expreso.
Pero se ha cuidado el legislador de señalar algunos casos en que el otorgamiento de un
poder especial es indispensable:
• Un poder especial es necesario para transigir (Art. 2448 CC), con especificación
de los bienes, derechos y acciones sobre que debe versar la transacción;
• El Art. 7º CPC declara que no se entienden conferidas al mandatario, sin especial
mención, las facultades de desistirse en primera instancia de la acción deducida,
aceptar la demanda contraria, absolver posiciones, renunciar los recursos o los
términos legales, transigir, comprometer, otorgar a los árbitros facultades de
arbitradores, aprobar convenios y percibir.

Ha determinado el Código, asimismo, el alcance de ciertas facultades especiales


conferidas al mandatario:
• El Art. 2141 CC establece que la facultad de transigir no comprende la de
comprometer, y viceversa;
• La facultad de vender comprende naturalmente la facultad de recibir el precio
(Art. 2142 CC).

No establece la ley que se requiera un poder especial para vender, por lo que la facultad
de vender depende de que las cosas vendidas quepan o sean extrañas al giro ordinario del
negocio administrado.

4. Obligaciones del Mandatario


A) Obligación de Cumplir con el Encargo
Aunque el Código no lo dispone expresamente, es obvio que el mandatario está obligado
a cumplir con el mandato, es decir, a ejecutar el encargo confiado, por lo que, toda vez
que de la inejecución del mandato se siga un perjuicio para el mandante, tendrá éste
derecho para que el mandatario le indemnice.

Conforme al Art. 2131 CC, el mandatario debe ceñirse rigurosamente a los términos del
mandato, fuera de los casos en que las leyes le autoricen para obrar de otro modo, y añade
el Art. 2160 Inc. 1° CC que solamente los actos que el mandatario ejecute dentro de los
límites del mandato obligan al mandante.
El Art. 2134 CC dispone que la recta ejecución del mandato comprende no sólo la
sustancia del negocio encomendado, sino los medios por los cuales el mandante ha
querido que se lleve a cabo.

135
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Ahora bien, la regla de ceñirse rigurosamente a los términos del mandato cuenta con
ciertas excepciones, sea porque las instrucciones recibidas resulten impracticables o
porque su rigurosa aplicación pueda producir un daño al mandante.
Tales excepciones son:
• Conforme al Art. 2149 CC, el mandatario debe abstenerse de cumplir el mandato
cuya ejecución sería manifiestamente perniciosa al mandante, y en consecuencia,
el mandatario no puede, a pretexto de ceñirse estrictamente a los términos del
mandato, cumplir un encargo manifiestamente perjudicial para su mandante;
• Conforme al Art. 2150 CC, si el mandatario se encuentra imposibilitado para
actuar de acuerdo con las instrucciones del mandante, no está obligado a
constituirse agente oficioso, es decir, a realizar el encargo de una manera
equivalente, bastándole tomar las providencias conservativas que las
circunstancias le exijan.
Pero si no fuere posible dejar de obrar sin comprometer gravemente al mandante,
el mandatario debe tomar el partido que más se acerque a sus instrucciones, y que
más convenga al negocio.
Toca al mandatario probar las circunstancias, constitutivas de fuerza mayor o caso
fortuito que le imposibiliten para llevar a efecto las órdenes del mandante;
• La recta ejecución del mandato comprende los medios por los que el mandante ha
querido que se lleve a cabo, pero tales medios pueden resultar inadecuados, caso
en el cual, el mandatario puede apartarse de sus instrucciones al respecto, y
emplear medios equivalentes si la necesidad le obligare a ello, y se obtuviere
completamente, de tal forma, el objeto del mandato (Art. 2134 Inc. 2° CC);
• Las facultades concedidas al mandatario se interpretan con algo más de
flexibilidad cuando no está en situación de poder consultar al mandante (Art.
2148 CC).

La pluralidad de mandatarios plantea la cuestión de averiguar en qué términos dividen


entre ellos la gestión del mandato.
Desde luego, si el mandante ha previsto la forma en que debe dividirse la gestión, se estará
a la voluntad del mandante, pero si el mandante no ha expresado su voluntad, podrán los
mandatarios dividir entre ellos la gestión, a menos que el mandante haya dispuesto que
deberán obrar de consuno, y si contravienen tal prohibición, lo que hicieren será nulo
(Art. 2127 CC).

El mandatario, además, cuenta con ciertas prohibiciones o limitaciones, las cuales se


refieren, por lo general, a conflictos de interés que pudieran surgir entre las partes del
mandato, y las cuales son:
• Conforme al Art. 2144 CC, se prohíbe al mandatario comprar para sí lo que el
mandante le ha ordenado vender, y vender de lo suyo al mandante lo que se le ha
ordenado comprar, si no fuere con aprobación expresa del mandante;
• Según dispone el Art. 2145 CC, el mandatario puede prestar dinero al mandante
cuando éste le ha encargado tomar dinero prestado, y en tal caso, el préstamo se
hace con el interés pactado, o en su defecto, al interés corriente.
Sin embargo, le está prohibido tomar para sí el dinero cuya colocación el
mandante le ha confiado, salvo que medie la autorización de éste;
• En virtud del Art. 2146 CC, sin la expresa autorización del mandante, no es lícito
al mandatario colocar a interés dineros del mandante, y en caso de colocar el
dinero del mandante a un interés superior al designado por éste, debe el

136
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

mandatario abonárselo, salvo que se la haya autorizado para apropiarse del


exceso;
• Tal y como establece el Art. 2147 CC, el mandatario puede aprovecharse de las
circunstancias para realizar su encargo con mayor beneficio o menor gravamen
que los designados por el mandante, con tal que bajo otros respectos no se aparte
de los términos del mandato.
Sin embargo, se le prohíbe apropiarse de lo que exceda al beneficio o aminore el
gravamen designado en el mandato, y por el contrario, si negociare con menor
beneficio o mayor gravamen que los designados en el mandato, le será imputable
la diferencia.

Conforme al Art. 2129 CC, el mandatario responde hasta de la culpa leve en el


cumplimiento de su encargo, y tal responsabilidad recae más estrictamente sobre el
mandatario remunerado, y menos estrictamente si el mandatario ha manifestado
repugnancia al encargo, y se ha visto de cierto modo forzado a aceptarlo, cediendo a
instancias del mandante.
Esto no significa que el deudor responda de la culpa grave y de la culpa levísima en dichos
casos, respectivamente, sino que la ley dispone tal cosa como una simple recomendación
al juez para que se muestre más severo o benévolo al decidir, pero siempre operando la
culpa leve.

No es responsable el mandatario, por regla general, del incumplimiento de los terceros de


las obligaciones contraídas para con el mandante por su intermedio. En otros términos,
no responde de la insolvencia de los deudores.
Es natural que así sea, ya que el mandatario es un simple intermediario, y los actos que
ejecuta generan obligaciones entre el mandante y terceros.
Sin embargo, en virtud de una expresa estipulación, puede el mandatario tomar sobre su
responsabilidad la solvencia de los deudores, y todas las incertidumbres y embarazos del
cobro (Art. 2152 CC).
En realidad, en tal caso no existe verdadero mandato, puesto que el mandatario no actúa
por cuenta y riesgo del mandante.
El Art. 2152 CC previene que, como consecuencia de este pacto especial, el mandatario
se constituye principal deudor para con el mandante, y son de su cuenta hasta los casos
fortuitos y la fuerza mayor.

Cabe que analicemos también lo que sucede con la delegación del mandato.
La delegación está permitida, salvo que el mandante prohíba al mandatario delegar, pero
las consecuencias de la delegación son sustancialmente distintas según si el mandante
simplemente no la haya prohibido, o bien la haya autorizado de un modo expreso.
Es necesario distinguir entre las varias hipótesis que pueden presentarse:
• Si se autorizó la delegación, pero sin designar a la persona sobre la cual recae
la delegación, el mandatario no será responsable de los actos del delegado, salvo
que haya escogido a una persona notoriamente incapaz o insolvente (Art. 2135
Inc. 2° CC), y el delegado tendrá acción contra el delegante;
• Si se autorizó la delegación, pero indicando a las personas en quienes se puede
delegar, el mandatario no responderá de los actos del delegado, pues se entiende
constituido un nuevo mandato entre el mandante y el delegado, que sólo puede
ser revocado por el mandante, y no se extingue por la muerte u otro accidente que
sobrevenga al anterior mandatario (Art. 2137 CC);

137
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Si la delegación ha sido prohibida por el mandante, el mandatario no podrá


delegar, y si lo hace, los actos del delegado no obligarán al mandante, a menos
que éste ratifique. En todo caso, conforme al Art. 2138 CC, el mandante puede
ejercer contra el delegado las acciones del mandatario que le ha conferido el
encargo;
• Si el mandante no autorizó ni prohibió la delegación, el mandatario podrá
delegar, pero responderá ante el mandante tanto por los actos propios como por
los actos del delegado, conforme al Art. 2135 Inc. 1° CC.
En cuanto a los terceros que contrataron con el delegado, no tendrán derecho
alguno contra el mandante, salvo que este ratifique la delegación (Art. 2136 CC).

Por último, cabe destacar que, en el mandato judicial, el mandatario puede delegar
siempre que no se le haya prohibido hacerlo, y los actos del delegado obligan al mandante.
(Art. 7° CPC).

B) Obligación de Rendir Cuentas


Según dispone el Art. 2155 CC, el mandatario es obligado a dar cuenta de su
administración, obligación que se justifica porque el mandatario no obra por cuenta
propia, sino por cuenta del mandante, quien debe ser enterado de la forma en que se han
gestionado sus negocios.
Las partidas importantes de la cuenta deben ser documentadas si el mandante no ha
relevado al mandatario de esta obligación.
El mandante puede relevar al mandatario de la obligación de rendir cuentas, pero no queda
exonerado por ello de los cargos que contra él justifique el mandante.

Conforme al Art. 2157 CC, el mandatario es responsable de lo que ha recibido de terceros


en razón del mandato.
La restitución comprende aun lo que el mandatario recibió y que no se debía al mandante,
tocando al mandante decidir la suerte de lo que recibió el mandatario y que no se le debía.
Todavía más, la restitución debe incluir lo que el mandatario ha dejado de recibir por su
culpa, por lo que, encargado de cobrar las rentas de arrendamiento de bienes del
mandante, debe restituir lo que haya percibido por este concepto, así como las rentas que
dejó de percibir por descuido o negligencia.

Debe el mandatario restituir al mandante las especies metálicas que tuviere en su poder,
por cuenta del mandante.
El Art. 2153 CC previene que tales especies perecen para el mandatario aun por fuerza
mayor o caso fortuito, salvo que estén contenidas en cajas o sacos cerrados y sellados
sobre los cuales recaiga el accidente o la fuerza, o que por otros medios inequívocos pueda
probarse incontestablemente la identidad.
El mandatario es, en realidad, depositario de los dineros del mandante, y por tratarse de
un depósito irregular, a menos que se encuentren en sacos o cajas cerradas y selladas, se
hace dueño de estos dineros, con cargo de restituir otro tanto (Art. 2221 CC).
La fuerza mayor o caso fortuito no extinguen esta obligación de género, o en otros
términos, las cosas perecen para el mandatario.

El mandatario debe intereses sobre los dineros del mandante que haya empleado en su
propio beneficio, y sobre el saldo que en su contra arroje la cuenta.
En ambos casos se deberán intereses corrientes, pero en el segundo caso, sólo desde que
el mandatario se encuentre en mora.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

5. Obligaciones del Mandante


Las obligaciones del mandante emanan del contrato mismo o de circunstancias
posteriores, derivadas de su ejecución, y estas últimas, en consecuencia, pueden o no
llegar a existir.
Tales obligaciones son las siguientes:
• Cumplir con las Obligaciones Contraídas por el Mandatario
Conforme al Art. 2160 Inc. 1° CC, el mandante debe cumplir las obligaciones
que a su nombre ha contraído el mandatario, dentro de los límites del mandato.
El mandatario que obró a su propio nombre se obliga personalmente a terceros, y
el mandante no contrae obligaciones.
Pero en sus relaciones con el mandante, el mandatario se reputará haber obrado
por cuenta de aquél, ya que a ello se obligó al aceptar el mandato.
En consecuencia, deberá rendir cuentas de su gestión, y además, el mandante
puede exigirle que le ceda las acciones que le competan contra terceros con
quienes contrató en su propio nombre.
En cuanto excede de los límites del mandato, el mandatario carece de poder, y por
lo tanto, no obliga al mandante, pero éste puede aceptar las obligaciones
contraídas por el mandatario mediante una ratificación, y el mandante queda
obligado si hubiere ratificado expresa o tácitamente cualquier obligación
contraída a su nombre.
La ratificación será expresa si se hace en términos formales, y tácita cuando
resulte de la ejecución de actos que importen su inequívoco propósito de
apropiarse de lo hecho por el mandatario.
Ahora bien, mientras el mandante no queda obligado cuando el mandatario se
extralimita, para que éste último quede personalmente obligado es necesario que
se haya obligado personalmente o que no les haya dado a los terceros suficiente
conocimiento de sus facultades (Art. 2154 CC).
Además, en ciertas circunstancias, el mandatario se convierte en agente oficioso,
lo cual ocurre cuando ejecuta de buena fe un mandato nulo y cuando excede los
límites del mandato por causa de una imperiosa necesidad (Art. 2122 CC).
Cuando por los términos del mandato o por la naturaleza del negocio apareciere
que no debió ejecutarse parcialmente, la ejecución parcial no obligará al mandante
sino en cuanto le aprovechare, y el mandatario deberá indemnizar al mandante los
perjuicios que la ejecución parcial le irrogare (Art. 2161 CC).

• Provisión de lo Necesario para Cumplir el Mandato


Conforme al Art. 2158 N°1 CC, el mandante es obligado a proveer al mandatario
de lo necesario para la ejecución del mandato.
El mandatario no está obligado a emplear recursos propios en el cumplimiento del
encargo, y la falta de provisión de fondos le autoriza para desistirse del encargo
(Art. 2159 CC).

• Indemnizar al Mandatario
El mandante tiene la obligación de procurar que el mandatario quede totalmente
indemne de las resultas del desempeño del mandato, obligación que se justifica
porque el mandatario obra por cuenta del mandante, especialmente en el mandato
gratuito.
La indemnización comprende el reembolso de los gastos razonables causados por
la ejecución del mandato, el reintegro de las anticipaciones de dinero con los

139
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

intereses corrientes, y el pago de las pérdidas en que haya incurrido sin culpa y
por causa del mandato (Art. 2158 CC).

• Remunerar al Mandatario
El mandante está obligado, conforme al Art. 2158 N°3 CC, a pagar al mandatario
la remuneración estipulada o usual.
En consecuencia, el mandante debe pagar la remuneración acordada, antes o
después del contrato, y a falta de estipulación, la remuneración será la usual, esto
es, la que se acostumbra pagar por la clase de servicios de que se trate.
En caso de desacuerdo de las partes, la remuneración será fijada por el juez.
El mandante no puede excusarse de cumplir estas obligaciones alegando que el
negocio encomendado al mandatario no ha tenido buen éxito, o que pudo
desempeñarse a menor costo, salvo que pruebe su culpa.
La infracción del mandante de las obligaciones que le impone el mandato autoriza
al mandatario para excusarse del desempeño del cargo (Art. 2159 CC).
Para garantizar al mandatario sus créditos por el concepto de gastos, anticipos,
pérdidas y honorarios, el Código le otorga le otorga el derecho legal de retención
en su Art. 2162, conforme al cual, el mandatario puede retener los efectos que se
le hayan entregado por cuenta del mandante para la seguridad de las prestaciones
a que éste fuere obligado por su parte.

6. Extinción del Mandato


Las causales de extinción del mandato están señaladas en el Art. 2163 CC, y son las
siguientes:
• Cumplimiento del Encargo
Termina obviamente el mandato por el cumplimiento del encargo para que fue
conferido, ya que el mandatario ha terminado su misión y pagado su obligación.
De esta manera termina, como se comprende, sólo el mandato que se ha otorgado
para un negocio concreto y determinado.

• Llegada del Plazo o Cumplimiento de la Condición


El vencimiento del plazo o el cumplimiento de la condición estipulados ponen
término al mandato.
El efecto propio de estas modalidades es la extinción de la relación jurídica en que
inciden.

• Revocación del Mandato


El mandato es un contrato de confianza, y por regla general, cede en exclusivo
beneficio del mandante, lo cual justifica que el mandante pueda ponerle
unilateralmente fin cuando crea convenirle.
El Art. 2165 CC deja en claro que la revocación es una facultad discrecional del
mandante, al disponer que puede revocar el mandato a su arbitrio, y tiene el
mandante esta facultad aunque el mandato sea remunerado, por lo que la
estipulación de un honorario no importa que el mandato ceda, a lo menos en parte,
en favor del mandatario.
En cuanto a sus formas, la revocación del mandato puede ser expresa o tácita, y
total o parcial.
La revocación tácita se produce por el encargo del mismo negocio a distinta
persona (Art. 2164 Inc. 1º CC).

140
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Será parcial la revocación si ella se refiere sólo a una parte de los negocios
confiados al mandatario, y el otorgamiento de un mandato especial después de
haberse conferido uno de carácter general importa revocación del primero
solamente en aquello sobre que versa el segundo (Art. 2164 Inc. 2° CC).
La revocación, sea expresa o tácita, produce su efecto desde el día en que el
mandatario ha tenido conocimiento de ella (Art. 2165 CC), y la noticia al
mandatario de la revocación puede darse en cualquier forma, pero será prudente
darla por medio de una notificación judicial para que de ella quede constancia
auténtica.
Pero la revocación, aunque sea notificada al mandatario, no puede oponerse a
terceros que, ignorantes de ella, trataron de buena fe con el mandatario.
Por este motivo, el mandante tendrá interés en notificar también a los terceros que,
como consecuencia de sus relaciones con el mandatario, conocen la existencia del
mandato, y podrían ser inducidos a contratar nuevamente con él, por ignorancia
de la revocación.
Revocado el mandato, el mandante tiene derecho a reclamar del mandatario la
restitución de los instrumentos que haya puesto en sus manos para la ejecución
del encargo.
Pero de aquellas piezas que puedan servir al mandatario para justificar sus actos,
debe el mandante darle copia firmada de su mano, cuando el mandatario lo
exigiere (Art. 2166 CC).

• Renuncia del Mandatario


Al igual que el mandante, el mandatario puede unilateralmente poner fin al
mandato, esta vez mediante la renuncia, que debe ponerse en conocimiento del
mandante por cualquier medio, pero no surte sus efectos sino al cabo de un tiempo
prudente para que el mandante pueda adoptar las medidas adecuadas para la
atención del negocio que había confiado al mandatario (Art. 2167 CC).
De esta manera, el mandatario que ha renunciado debe seguir atendiendo los
negocios del mandante por un tiempo prudente, o en otros términos, la renuncia
no pone término instantáneo al contrato.
A propósito del mandato judicial, el Art. 10 CPC dispone que el mandatario debe
poner la renuncia en conocimiento de su mandante junto con el estado del juicio,
y se entenderá vigente el poder hasta que haya transcurrido el término de
emplazamiento, desde la notificación de la renuncia al mandante.
El mandatario que no continúa prestando atención a los negocios que se le
encomendaron debe indemnizar los perjuicios que la renuncia cause al mandante.
Cesa esta responsabilidad del mandatario cuando la renuncia es motivada por la
imposibilidad en que se encuentra de administrar por enfermedad u otra causa, y
a consecuencia de que la gestión le causa grave perjuicio de sus intereses propios
(Art. 2167 Inc. 2º CC).
Entre las causas que imposibiliten al mandatario para administrar, se cuenta, por
ejemplo, el incumplimiento de las obligaciones del mandante, como la de
proveerle de los medios adecuados para cumplir el mandato, caso para el cual el
Art. 2159 CC autoriza al mandatario para desistir de su encargo, y es claro que
tal renuncia no le acarreará responsabilidad por los perjuicios que experimente el
mandante.

141
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Muerte del Mandante o del Mandatario


La consideración de las personas es decisiva en el mandato, ya que el mandante
otorga el mandato en razón de la confianza que le inspira el mandatario, y el
mandatario es movido a aceptar el encargo por la estimación o afecto que le
inspira el mandante.
Tal es la causa de que la muerte de una de las partes ponga fin al mandato.
El mandante no tendrá la misma confianza en los herederos del mandatario, y los
herederos del mandante no inspirarán probablemente al mandatario los mismos
sentimientos de afecto y estimación.
La muerte del mandatario pone siempre término al mandato, mientras que la
muerte del mandante pone por lo general fin al mandato, con ciertas excepciones:
o No termina por la muerte del mandante el mandato llamado a ejecutarse
después de ella, ya que los herederos suceden al mandante en sus derechos
y obligaciones (Art. 2169 CC);
o Tampoco termina por la muerte del mandante el mandato judicial (Art.
396 COT).
Pese a que el mandato termina siempre con la muerte del mandatario, y que sus
obligaciones no pasan a sus herederos, la ley ha adoptado medidas para proveer a
que los intereses del mandante no queden abandonados.
Con este objeto, los herederos del mandatario que fueren hábiles para la
administración de sus bienes, los albaceas, los tutores o curadores y, en general,
todos los que sucedan en la administración de los bienes del mandatario difunto,
deberán cumplir una doble obligación:
o Dar aviso inmediato al mandante de la muerte del mandatario;
o Hacer en favor del mandante lo que puedan y lo que las circunstancias
exijan.
Las omisiones en que incurran al respecto los hacen responsables de los perjuicios
que, por tal motivo, sufran los negocios del mandante (Art. 2170 CC).

• Por Tener el Mandante o el Mandatario la Calidad de Deudor en un


Procedimiento Concursal de Liquidación
Conforme al Art. 130 de la Ley N°20.720, el deudor, sea el mandante o el
mandatario, respecto del cual se dicte la resolución de liquidación, queda inhibido
de pleno derecho de continuar administrando sus negocios, al producirse el
desasimiento, pasando la administración de sus negocios al liquidador de pleno
derecho.

• Interdicción del Mandante o del Mandatario


La interdicción hace incapaz al mandante y al mandatario.
Se comprende que si el mandatario no puede administrar sus propios bienes,
tampoco podrá administrar los ajenos, y por lo que toca al mandante interdicto, la
administración de sus bienes corresponde a un curador. Además, como no puede
administrar sus bienes personalmente, es lógico que tampoco pueda hacerlo por
intermedio de un mandatario.

• Cesación de las Funciones en Cuyo Ejercicio se Otorgó el Mandato


Termina el mandato por el hecho de cesar las funciones del mandante, si el
mandato ha sido otorgado en el ejercicio de tales funciones.

142
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Se comprende que si el mandante cesa en las funciones en cuyo desempeño otorgó


el poder se extinga el mandato, ya que de otro modo, las funciones en que el
mandante cesó, en realidad, se prolongarían en el mandatario.

A las causales que señala el Art. 2163 CC debe añadirse la falta de uno de los mandatarios
cuando éstos son varios y deben obrar de consuno.
El Art. 2172 CC previene que si son dos o más los mandatarios, y por la constitución del
mandato están obligados a obrar conjuntamente, la falta de uno de ellos por cualquiera de
las causas antedichas pone fin al mandato.

Los actos ejecutados por el mandatario después que el mandato ha tenido fin no obligan
al mandante.
Tal es la regla general, aunque este principio tiene excepciones, que encuentran su
fundamento en la buena fe de los terceros con quienes el mandatario contrata:
• Si el mandatario ignora que ha expirado el mandato y cree, por consiguiente, que
el mandato subsiste, los actos que ejecute obligarán al mandante para con los
terceros que, por su parte, ignoraron la extinción del mandato (Art. 2173 Inc. 1°
CC);
• Si el mandatario no ignoraba la expiración del mandato, pero esta circunstancia
era ignorada por los terceros, se obliga igualmente el mandante (Art. 2173 Inc.
2° CC).

143
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo VII – La Transacción

1. Generalidades
Conforme al Art. 2446 CC, la transacción es un contrato en que las partes terminan
extrajudicialmente un litigio pendiente, o precaven un litigio eventual.
La transacción debe reunir todos los elementos propios de todo contrato, y además,
algunos especiales:
• Existencia de un Derecho Dudoso
De la definición del Art. 2446 CC resulta claramente que la transacción requiere
la existencia de un derecho actualmente controvertido o susceptible de serlo.
La transacción tiende, justamente, a poner fin a la controversia ya producida, o a
impedir que se plantee en el futuro.
El carácter dudoso del derecho es un concepto puramente subjetivo, por lo que el
derecho será dudoso cuando las partes le atribuyan este carácter al tiempo de
celebrar la transacción, y la ley no distingue si la controversia actual o posible es
o no fundada.
Por este motivo, no es transacción la simple renuncia de un derecho que no se
disputa (Art. 2446 Inc. 2º CC), y como lógica consecuencia, no puede ser eficaz
la transacción que se celebra en circunstancias de que el litigio a que las partes se
han propuesto poner fin ha terminado por sentencia firme.
El Art. 2455 CC, en efecto, dispone que es nula la transacción si al tiempo de
celebrarse, estuviere ya terminado el litigio por sentencia pasada en autoridad de
cosa juzgada, y de que las partes o alguna de ellas no haya tenido conocimiento al
tiempo de transigir.

• Concesiones Recíprocas
La definición legal omite consignar un segundo elemento característico de la
transacción, y es que es preciso que las partes se hagan mutuas concesiones y
realicen sacrificios recíprocos.
La ausencia de estas mutuas concesiones o sacrificios importaría la renuncia de
un derecho o la remisión de una deuda, y por este motivo, no importa transacción
el desistimiento liso y llano de la demanda, que extingue las acciones o derechos
a que se refiere (Art. 150 CPC).
No es necesario, sin embargo, que el sacrificio a que cada parte se somete sea de
la misma magnitud o importancia.

En cuanto a las características de la transacción, señalamos las siguientes:


• Es un contrato consensual, ya que la ley no lo ha revestido de ninguna forma
externa, perfeccionándose por el solo consentimiento de las partes;
• Es un contrato bilateral, dadas las concesiones recíprocas que se hacen las partes;
• Es un contrato oneroso, puesto que cada parte hace sacrificios en provecho de
otra, y dependiendo de las prestaciones que se hagan en cada caso, el contrato será
conmutativo o aleatorio.

2. Quién Puede Transigir


Conforme al Art. 2447 CC, no puede transigir sino la persona capaz de disponer de los
objetos comprendidos en la transacción.
Por sus resultados, la transacción conduce a una enajenación, y ello es evidente cuando
transfiere el dominio de objetos no disputados, constituyendo un título traslaticio de
dominio.

144
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Cuando se limita a reconocer derechos preexistentes, envuelve siempre la renuncia de un


derecho, a lo menos parcial.
La transacción es, por lo tanto, un acto de disposición, y es lógico que el legislador exija
la capacidad necesaria para disponer de los objetos comprendidos en ella.
Así, no se puede transigir sobre los bienes raíces del pupilo sin previo decreto del juez,
debiendo someterse la transacción celebrada a la aprobación judicial, bajo pena de nulidad
(Art. 400 CC).

La facultad de transigir es de aquellas que no se entienden conferidas a un mandatario sin


especial mención. En otros términos, todo mandatario necesita de poder especial para
transigir, como exige el Art. 2448 Inc. 1º CC.
Pero no es suficiente la expresa manifestación de voluntad del mandante que invista al
mandatario de la facultad de transigir, siendo preciso, además, que en el poder se
especifiquen los bienes, derechos y acciones sobre que se quiera transigir (Art. 2448 Inc.
2º CC).

3. Objeto de la Transacción
Cuando el Art. 2447 CC dispone que para transigir se requiere ser capaz de disponer,
implícitamente establece que los objetos comprendidos en la transacción deben ser
susceptibles de disposición.
Por consiguiente, no son susceptibles de transacción las cosas que no están en el
comercio.

Tal es la regla general, y la ley hace de ella diversas aplicaciones, como son las siguientes:
• La transacción puede recaer sobre la acción civil que nace de un delito, pero no
sobre la acción penal derivada del mismo (Art. 2449 CC);
• No se puede transigir sobre el estado civil de las personas (Art. 2450 CC);
• La transacción sobre alimentos futuros de las personas a quienes se deban por ley
no valdrá sin aprobación judicial, ni podrá el juez aprobarla, si en ella se
contraviene a lo dispuesto en los Arts. 334-335 CC (Art. 2451 CC).
De la lectura de las disposiciones citadas se desprende que no son comerciables
las pensiones alimenticias futuras que se deban por ley, pero sí las pensiones
forzosas atrasadas y las pensiones alimenticias voluntarias, sean atrasadas o
futuras.
• No vale la transacción sobre derechos inexistentes o ajenos (Art. 2452 CC).
Cabe distinguir a este respecto, ya que mientras la primera sería nula
indudablemente, al carecer de objeto, la segunda no es propiamente nula, sino que
solamente no empecería al verdadero titular del derecho.

4. Nulidad de las Transacciones


La transacción es nula por las causas que generalmente invalidan los contratos, pero en
el título De la transacción, el Código se ha ocupado de la nulidad producida por dolo o
violencia y, muy especialmente, por error.
En realidad, no se ha apartado el legislador de los principios generales, pero a propósito
del error, ha abordado ciertas hipótesis particulares que podrían suscitar dificultades.

En primer lugar, respecto del dolo y la fuerza, el Art. 2453 CC dispone que es nula en
todas sus partes la transacción obtenida por títulos falsificados, y en general por dolo o
violencia.

145
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En cuanto al error como vicio del consentimiento, distinguimos entre las hipótesis
planteadas por el legislador:
• Error en la Persona
El error en la persona invalida la transacción, por lo que si se cree transigir con
una persona y se transige con otra, podrá rescindirse la transacción (Art. 2456
Inc. 2º CC).
Conforme a las reglas generales, el error sobre la persona vicia el consentimiento
cuando la consideración de ésta sea la causa principal del contrato.
En la transacción, sin embargo, el error subjetivo vicia siempre el consentimiento,
porque se presume haberse aceptado en consideración a la persona con quien se
transige (Art. 2456 Inc. 1° CC).

• Error en el Objeto
Conforme a los principios generales, vicia el consentimiento el error que recae
sobre la identidad de la cosa específica que es materia del acto o contrato (Art.
1453 CC).
A propósito de la transacción, el Código reproduce esta norma, disponiendo su
Art. 2457 que el error acerca de la identidad del objeto sobre que se quiere
transigir anula la transacción.

• Error de Cálculo
El error de cálculo no invalida la transacción, sino que sólo da derecho a que se
rectifique el cálculo (Art. 2458 CC).
Esta clase de error no muestra una equivocación en el juicio, sino que es un error
de carácter material, resultado de una inadvertencia o falta de atención de los
contratantes.

• Error en el Título
Conforme al Art. 2454 CC, es nula en todas sus partes la transacción celebrada
en consideración a un título nulo, a menos que las partes hayan tratado
expresamente sobre la nulidad del título.
Para la validez de la transacción no basta, por lo tanto, que las partes hayan
conocido y tenido en vista la nulidad, siendo necesario además que hayan
abordado expresamente la cuestión.

• Error en la Disputabilidad del Derecho


Según dispone el Art. 2455 CC, es nula la transacción si, al tiempo de celebrarse,
estuviere ya terminado el litigio por sentencia pasada en autoridad de cosa
juzgada, y de que las partes o alguna de ellas no haya tenido conocimiento al
tiempo de transigir.

• Error Sobre los Derechos Comprendidos en el Objeto de la Transacción


En virtud del Art. 2459 CC, si constare por títulos auténticos que una de las partes
no tenía derecho alguno al objeto sobre que se ha transigido, y estos títulos, al
tiempo de la transacción, eran desconocidos por la parte cuyos derechos
favorecen, podrá la transacción rescindirse.
Con todo, no será nula la transacción que no ha recaído sobre determinados
objetos en particular, sino sobre toda controversia entre las partes, habiendo varios
objetos de desavenencia entre ellas.

146
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En este caso, el descubrimiento posterior de los títulos no es causa de rescisión,


sino en cuanto hubiesen sido extraviados u ocultados dolosamente por la parte
contraria.
Si la transacción comprende varios objetos, y el dolo se refiere a alguno de ellos,
la parte perjudicada podrá pedir la restitución de su derecho sobre dicho objeto.

5. Efectos de la Transacción
La transacción, como todo contrato, produce efectos sólo entre las partes, lo cual formula
de forma innecesaria el Art. 2461 CC.
El Código establece dos consecuencias de este principio:
• Si son varios los interesados en el negocio sobre el cual se transige, la transacción
consentida por uno no aprovecha ni perjudica a los otros (Art. 2461 Inc. 2° CC).
Esta regla debe entenderse sin perjuicio de los efectos que se producen cuando la
transacción importa una novación de la obligación solidaria, consentida por uno
de los varios deudores o acreedores, lo cual afecta a los demás;
• Si se transige con el poseedor aparente de un derecho, no puede alegarse esta
transacción contra la persona a quien verdaderamente compete el derecho (Art.
2456 Inc. 3° CC).

Los efectos de la transacción se limitan a los derechos sobre que se ha transigido, de lo


cual se producen dos consecuencias:
• Si la transacción recae sobre uno o más objetos específicos, la renuncia a todo
derecho, acción o pretensión debe sólo entenderse de los derechos, acciones o
pretensiones relativas al objeto u objetos sobre que se transige (Art. 2462 CC);
• Si una de las partes ha renunciado al derecho que le correspondía a un determinado
título, y después adquiere a otro título un derecho sobre el mismo objeto, la
transacción no la priva del derecho posteriormente adquirido (Art. 2464 CC).

La ley equipara los efectos de la transacción a los de un fallo judicial firme, y en tal
sentido, el Art. 2460 CC proclama que la transacción produce el efecto de cosa juzgada
en última instancia.
La transacción genera una excepción análoga a la de cosa juzgada, por lo que el pleito
que se transigió queda definitivamente terminado, y las partes no pueden reabrir el debate.

Pero median entre la sentencia judicial y la transacción diferencias notorias:


• La sentencia judicial no es susceptible de atacarse por la vía de la nulidad
conforme a las reglas generales del Código Civil, debiendo impugnarse por medio
de los recursos legales.
La transacción, en cambio, está sometida al régimen propio de los contratos, y el
Art. 2460 CC se cuida de advertir que la transacción se asimila a la cosa juzgada,
pero podrá impetrarse la declaración de nulidad o la rescisión, en conformidad a
los artículos precedentes;
• Por otra parte, la sentencia judicial firme constituye un título ejecutivo, mientras
que la transacción traerá o no aparejada ejecución según el título de que conste.

El Art. 2463 CC consigna una norma peculiar a la transacción cuyo cumplimiento se


cauciona con una cláusula penal.
La pena compensatoria, conforme al precepto general del Art. 1537 CC, no puede
acumularse con la obligación principal sino cuando se ha estipulado expresamente que
por el pago de la pena no se entiende extinguida dicha obligación principal.

147
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El Art. 2463 CC, en cambio, dispone que si se ha estipulado una pena contra el que deja
de ejecutar la transacción, habrá lugar a la pena, sin perjuicio de llevarse a efecto la
transacción en todas sus partes.
No hace falta, pues, una estipulación expresa para demandar al mismo tiempo la pena y
el cumplimiento de la transacción.

148
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Capítulo VIII – La Sociedad

1. Generalidades
El contrato de sociedad se encuentra regulado en diversos cuerpos legales, como son el
Código Civil y el Código de Comercio, además de diversas leyes especiales, tales como
la Ley de Sociedades Anónimas o la Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada,
por ejemplo.
El Código Civil establece ciertas normas básicas generales, aplicables a toda especie de
sociedad, y reglamenta especialmente un tipo determinado de sociedad, que es la sociedad
colectiva civil.
Las sociedades colectivas mercantiles se rigen por las disposiciones del Código de
Comercio, siéndoles igualmente aplicables las normas del Código Civil de forma
supletoria, particularmente respecto de sus causas de disolución.

El Art. 2053 CC define la sociedad como un contrato en que dos o más personas estipulan
poner algo en común con la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan.
Hablamos de un contrato consensual, que se perfecciona por el solo consentimiento de
las partes.
Aunque los socios se obligan a efectuar un aporte, no es necesaria la entrega del aporte
para que la sociedad se perfeccione, porque si así se entendiera, estaríamos ante un
contrato real.
Ahora bien, muchas especies de sociedades son solemnes en cuanto a su constitución,
como sucede con todas las sociedades mercantiles, las sociedades anónimas civiles y las
sociedades de responsabilidad limitada civiles, por lo que la solemnidad pasa a ser
prácticamente la regla general.

Además, la sociedad es un contrato intuito personae, ya que la necesaria comunidad de


intereses que nace del contrato presupone una recíproca confianza entre los socios.
Como consecuencia de ello, la sociedad termina por la muerte de uno de los socios, salvo
que exista un pacto en contrario, y para que un tercero se incorpore a la sociedad, se
requiere el consentimiento de los demás socios.
Lo anterior es aplicable a las sociedades de personas, pero no a las sociedades de capital,
como la sociedad anónima, en que la consideración de la persona de los socios es
irrelevante.

Conforme al Art. 2053 Inc. 2° CC, la sociedad forma una persona jurídica distinta de los
socios individualmente considerados.
Como consecuencia de ello, la sociedad tienen un patrimonio propio, distinto del
patrimonio personal de sus socios, por los que los acreedores personales de los socios no
pueden hacer efectivos sus créditos en el patrimonio de la sociedad (Art. 2096 CC), y a
su vez, mientras esté vigente la sociedad, los socios sólo tendrán en su contra un crédito
para reclamar su parte en los beneficios sociales, pero dejan de tener la propiedad sobre
el aporte efectuado.
Además, la sociedad tiene una voluntad propia, que es, normalmente, la de la mayoría de
los socios, y tiene la sociedad su propio nombre, llamado también razón social.
La sociedad tiene ciertas similitudes con la comunidad, aunque median entre ambas
profundas diferencias, como son las siguientes:
• La sociedad tiene su origen en la voluntad de los socios, mientras que la
comunidad, aunque puede tener su origen en un acuerdo de voluntades, en la

149
Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

mayoría de los casos se formará sin que intervenga el consentimiento de los


comuneros, aunque provenga de un hecho voluntario;
• La sociedad es una persona jurídica distinta de los socios individualmente
considerados, por lo que los bienes sociales no pertenecen a los socios, sino a la
sociedad, mientras que la comunidad no constituye una persona jurídica, y los
bienes comunes pertenecen a todos los comuneros proindiviso;
• El legislador protege y fomenta a la sociedad, al ser un poderoso agente
económico y factor de desarrollo, mientras que mira con recelo a la comunidad,
al ser un estado pasivo y esencialmente transitorio, que traba la libre circulación
de las riquezas, y por lo mismo, las normas que dedica a la comunidad están más
bien orientadas hacia su extinción.

2. Elementos del Contrato de Sociedad


Además de los requisitos de existencia y de validez de todo acto jurídico, deben concurrir
en la sociedad ciertos requisitos o elementos de la esencia particulares, que pasamos a
analizar.

A) Aporte de los Socios


Por definición, la sociedad es un contrato en que los socios convienen poner algo en
común con el propósito de compartir los beneficios, y el Art. 2055 CC dispone que no
hay sociedad si cada uno de los socios no pone alguna cosa en común.
La necesidad de efectuar un aporte resulta de que la sociedad, para llevar a cabo sus fines,
debe contar con un patrimonio propio que le permita realizarlos.
El conjunto de los aportes debe formar un fondo común, destinado a explotarse con miras
a un mutuo beneficio.

El aporte de los socios puede consistir en dinero u otros bienes raíces o muebles, o en una
industria, servicio o trabajo apreciable en dinero (Art. 2055 Inc. 1º CC).
De este modo, el aporte puede consistir en bienes de la más variada índole y aun en una
industria, trabajo o servicio, que, más que bienes propiamente dichos, son instrumentos
para la adquisición de nuevos bienes.
No es necesario que los aportes sean del mismo valor ni de la misma naturaleza, siendo
sólo importante que los socios efectúen un aporte.
Una participación en las utilidades a quien no pone algo en común entraña una donación,
sometida a las reglas de la donación entre vivos.

El aporte de los socios debe ser apreciable en dinero y efectuarse a título singular.
Conforme al Art. 2056 CC, se prohíbe toda sociedad a título universal, sea de bienes
presentes o futuros, o de unos y otros, y se prohíbe, asimismo, toda sociedad de ganancias
a título universal, salvo entre cónyuges.
La sociedad universal de bienes presentes o futuros es aquella en que los socios estipulan
poner en común la totalidad de su patrimonio actual o venidero, y la sociedad a título
universal de ganancias es aquella en que los socios se comprometen a compartir la
totalidad de los beneficios que obtengan en sus respectivas actividades.
Solamente tolera el legislador una sociedad a título universal de ganancias entre
cónyuges, aunque la sociedad conyugal, en realidad, sólo tiene de sociedad el nombre.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

B) Participación en las Utilidades


La sociedad persigue un fin de lucro, con el objeto de repartir el provecho entre los
asociados, y la persecución de esta finalidad es de la esencia de la sociedad.
El Art. 2055 CC declara que tampoco hay sociedad sin participación de beneficios.
Todos los socios deben participar en los beneficios, y no hay sociedad si se conviene en
atribuir todos los beneficios a algunos socios con exclusión de otros.

El beneficio que los socios obtengan, del mismo modo que sus aportes, debe ser de
carácter pecuniario, y no se considera beneficio el de índole solamente moral (Art. 2055
Inc. 3° CC).

El derecho de los socios de participar en los beneficios supone que la sociedad obtenga
utilidades, y una remuneración fija, que debe pagarse independientemente del resultado
de los negocios sociales, no importa una participación en los beneficios, sino una
remuneración del capital, industria o trabajo, y quien la recibe no debe ser considerado
como socio.
El Art. 2086 CC establece categóricamente que si por el acto constitutivo de la sociedad
se asegura a una persona que ofrece su industria una cantidad fija que deba pagársele
íntegramente, aun cuando la sociedad se halle en pérdida, se mirará esta cantidad como
el precio de su industria, y el que la ejerce no será considerado como socio.
Si al que aporta su industria se le asigna una cuota del eventual beneficio que la sociedad
obtenga, nada podrá reclamar cuando la sociedad haya experimentado pérdidas, aun
cuando la cuota asignada se le haya reconocido como precio de su industria (Art. 2089
Inc. 2º CC).
Pero la regla es mucho más general, y es que si se asigna en retribución del aporte una
cantidad fija, el aportante no es socio.

La distribución de los beneficios puede hacerse en la forma que determinen las partes
contratantes o un tercero, y en su defecto, la hace la ley.
Conforme al Art. 2066 CC, los contratantes pueden fijar las reglas que tuvieren por
convenientes para la división de ganancias y pérdidas.
La forma como debe efectuarse la distribución puede entregarse al arbitrio de un tercero,
pero el fallecimiento del tercero, u otra causa que le impida cumplir su cometido, trae
como consecuencia que la sociedad no llegue a formarse.
La decisión del tercero no es susceptible de reclamo, a menos que lo resuelto fuere
manifiestamente injusto, y la reclamación no es admisible pasados tres meses desde que
la resolución del tercero fue conocida del reclamante, o si ha empezado a ponerse en
ejecución por él (Art. 2067 Inc. 1º CC).
La determinación de la forma como deben compartirse las utilidades no puede quedar
entregada al arbitrio de ninguno de los socios (Art. 2067 Inc. 2º CC).
Finalmente, la ley, en silencio de las partes, establece que la participación en las utilidades
será proporcional al aporte (Art. 2068 CC).

En cuanto al socio industrial, la regla que hace la participación proporcional al aporte es


inaplicable, siendo la única solución equitativa la determinación del juez.
En efecto, el Art. 2069 CC dispone que si uno de los socios contribuyere solamente con
su industria, servicio o trabajo, y no hubiere estipulación que determine su cuota en los
beneficios sociales, se fijará esta cuota, en caso necesario, por el juez.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

C) Contribución a las Pérdidas


El propósito de obtener beneficios y de compartirlos suele frustrarse, y resultar de las
operaciones sociales una pérdida, que los socios deben igualmente compartir.
Los socios contribuyen a las pérdidas en la forma prevista en el contrato, y a falta de
estipulación, debe hacerse la distribución de las pérdidas a prorrata de la división de los
beneficios (Art. 2068 CC).
En otras palabras, en defecto de estipulación, los socios deben concurrir a las pérdidas en
la misma forma en que participan de los beneficios, esto es, a prorrata de sus aportes.
En cuanto al socio industrial, el Art. 2069 CC dispone que si ninguna estipulación
determinare la cuota que le quepa en las pérdidas, se entenderá que no le cabe otra que la
de dicha industria, trabajo o servicio.

La parte que a cada socio corresponde en los beneficios y en las pérdidas debe calcularse
sobre el resultado definitivo de los negocios sociales (Art. 2070 Inc. 2º CC), de lo cual
se sigue una doble consecuencia:
• Los negocios en que la sociedad sufre pérdidas deben compensarse con aquellos
en que reporta beneficios (Art. 2070 Inc. 2º CC);
• La distribución de las utilidades y pérdidas no se entenderá ni respecto de la
gestión de cada socio, ni respecto de cada negocio en particular (Art. 2070 Inc.
1º CC).

El resultado definitivo de los negocios de la sociedad no puede conocerse sino cuando


ésta tenga fin, pero es obvio que los socios, capitalistas o industriales, no se resignarán a
esperar, a menudo varios años, para percibir los beneficios que persiguen. Por esto, en la
práctica, se aplicarán las cuotas de beneficios o pérdidas a los resultados del balance.
Puede resultar, como consecuencia de esta práctica, que el socio gire en exceso sobre lo
que le corresponda en definitiva, caso en el cual, el socio que reciba mayor cantidad de
beneficios de los que le correspondan según el resultado definitivo de las operaciones,
devolverá el exceso.
Sin embargo, los socios comanditarios no estarán obligados a colacionar los dividendos
que hayan recibido de buena fe, y los accionistas de sociedades anónimas en caso alguno
estarán obligados a devolver a la caja social las cantidades que hubieren percibido a título
de beneficio.

D) Intención de Formar Sociedad o Affectio Societatis


La doctrina señala un último elemento del contrato de sociedad, que es la affectio
societatis, consistente en que las partes deben contratar con el propósito de asociarse, es
decir, con la intención de formar sociedad.
Es un elemento subjetivo, que a la vez debe ser compartido por todos los socios.

E) Omisión de los Requisitos Esenciales


La falta de los requisitos que son de su esencia trae como resultado que el contrato no
produzca efecto alguno, o degenere en uno distinto del contrato de sociedad.
El Art. 2057 CC prescribe que si de hecho se forma una sociedad que no pueda subsistir
legalmente, ni como sociedad, ni como donación, ni como contrato alguno, cada socio
tendrá la facultad de pedir que se liquiden las operaciones anteriores y de sacar sus
aportes.
Por su parte, el Art. 2058 CC añade que la nulidad del contrato de sociedad no perjudica
a las acciones que corresponden a terceros de buena fe contra todos y cada uno de los
asociados por las operaciones de la sociedad, si existiere de hecho.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

3. Clasificación de las Sociedades


• Según Su Objeto o Fin
Atendiendo al objeto o fin de la sociedad, ésta puede ser civil o comercial.
Para calificar las sociedades de civiles o mercantiles, la ley atiende a la clase de
negocios para que ha sido constituida, o en otros términos, a la naturaleza de su
giro.
Las sociedades comerciales son las que se forman para negocios que la ley
califica de actos de comercio (Art. 3° CdC), siendo las demás sociedades civiles
(Art. 2059 CC).
Las sociedades comerciales tienen muchísimo mayor importancia que las
sociedades civiles, y por lo mismo, son de mayor aplicación las reglas del Código
de Comercio que las rigen.
En cualquier caso, puede estipularse que la sociedad civil se sujete a las reglas de
la sociedad comercial (Art. 2060 CC).

• Según su Organización
Conforme al Art. 2061 CC, la sociedad, sea civil o mercantil, puede ser colectiva,
en comandita o anónima, y además, la Ley N°3.918 agrega a las sociedades de
responsabilidad limitada, y la Ley N°20.190 agrega las sociedades por
acciones.
La clasificación atiende tanto a la forma de su administración como a la
responsabilidad que cabe a los socios frente a las obligaciones sociales.

La sociedad colectiva es aquella en que todos los socios administran por sí o por un
mandatario elegido de común acuerdo (Art. 2061 Inc. 2°).
Además de la forma que adopta su administración, las sociedades colectivas se
caracterizan por las siguientes circunstancias:
• Los socios responden con sus bienes propios de las obligaciones sociales, en
forma ilimitada, pero proporcional al monto de sus respectivos aportes;
• La sociedad colectiva forma su nombre o razón social con el nombre de todos los
socios, o de algunos de ellos, y las palabras “y compañía”.

Las sociedades de responsabilidad limitada están reguladas en la Ley N°3.918, y se


distinguen de la sociedad colectiva, fundamentalmente, porque la responsabilidad de los
socios no es ilimitada, sino que responden sólo hasta el monto de sus respectivos aportes,
o de la suma que a más de éstos se indique.
El contrato es siempre solemne, debiendo constituirse por escritura pública, cuyo extracto
debe inscribirse en el Registro de Comercio que lleva el Conservador de Bienes Raíces,
y publicarse en el Diario Oficial.
La razón social debe contener el nombre de uno o más de los socios o una referencia al
objeto de la sociedad, para terminar con la palabra “limitada”, y la omisión de esta
palabra hace responsables solidariamente a los socios de las operaciones sociales.

La sociedad anónima es aquella formada por la reunión de un fondo común,


suministrado por accionistas responsables sólo por sus respectivos aportes, y
administrada por un directorio integrado por miembros esencialmente revocables (Art.
2061 Inc. 3° CC).
Tiene una importancia práctica extraordinaria, ya que prácticamente todos los negocios
de gran envergadura se explotan por sociedades de esta clase.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La sociedad anónima permite reunir grandes capitales, y sustancialmente se caracteriza


porque es una sociedad de capitales más que de personas.
En líneas generales, las características de esta clase de sociedad son las siguientes:
• La administración no corresponde a todos los socios, sino que está a cargo de
mandatarios revocables designados en la forma, por el tiempo y con las facultades
que prevén los estatutos.
Tales mandatarios, conocidos con el nombre de directores, constituyen el
directorio de la sociedad;
• La responsabilidad de los socios se limita al monto de sus aportes o acciones (Art.
2097 CC);
• En cuanto al nombre de la sociedad anónima, la ley sólo establece que debe incluir
las palabras “Sociedad Anónima” o la abreviatura “S.A.”;
• Pueden ser abiertas, cerradas o especiales, en los términos señalados en la Ley de
Sociedades Anónimas.

Las sociedades en comandita son aquellas en que uno o más socios se obligan solamente
hasta concurrencia de sus aportes (Art. 2061 Inc. 3° CC).
Cuenta con las siguientes características:
• La sociedad en comandita tiene dos clases de socios, que son los socios gestores
y los socios comanditarios.
Los socios comanditarios no tienen ninguna injerencia en la administración, que
corresponde exclusivamente a los socios gestores;
• Los socios gestores son responsables de la misma manera que los socios
colectivos, y en sus relaciones entre sí y con terceros se aplican las reglas de las
sociedades colectivas (Art. 2063 CC).
Los socios comanditarios, por su parte, responden hasta la concurrencia de sus
aportes (Art. 2097 CC);
• La razón social se forma únicamente con el nombre de los socios gestores, y el
Art. 2062 CC prohíbe a los socios comanditarios incluir sus nombres en la firma
o razón social, y tomar parte en la administración.
La contravención a esta prohibición les impone la misma responsabilidad que a
los miembros de una sociedad colectiva.

Por último, la sociedad por acciones fue establecida por la Ley N°20.190 de 2007, que
modificó varios cuerpos legales, incluyendo el Código de Comercio, en el cual quedó
contemplada en los Arts. 424 y ss.
Conforme al Art. 424 CdC, la sociedad por acciones es una persona jurídica creada por
una o más personas mediante un acto de constitución perfeccionado de acuerdo a los
preceptos siguientes, cuya participación en el capital es representada por acciones.
En líneas generales, sus características son las siguientes:
• Los accionistas sólo son responsables hasta el monto de sus respectivo aportes,
por lo que entendemos que es una sociedad de responsabilidad limitada, al igual
que la sociedad anónima;
• La razón social debe concluir con la expresión “SpA”;
• A diferencia de las demás sociedades, puede ser creada por una sola persona;
• Rigen supletoriamente las normas que rigen a las sociedades anónimas cerradas,
en todo lo que no se oponga a la naturaleza de las sociedades por acciones.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

4. Administración de la Sociedad Colectiva


A) Formas de Administración
La sociedad colectiva, conforme a lo dispuesto en el Art. 2061 Inc. 2° CC, se caracteriza
porque la administración corresponde a todos los socios, por sí o por medio de
mandatarios designados de común acuerdo.

La designación de administradores puede efectuarse por una cláusula especial del


contrato de sociedad o por un acto posterior (Art. 2071 Inc. 1° CC).
La designación del administrador en el pacto social hace razonablemente suponer que el
contrato se ha celebrado en consideración a que la administración estará confiada a
determinada persona, y conforme al Art. 2071 Inc. 2° CC, si la designación se ha hecho
en el contrato mismo, las facultades administrativas del socio o socios forman parte de
las condiciones esenciales de la sociedad, salvo que en el contrato se exprese algo distinto.
De esto se sigue una doble consecuencia:
• El socio administrador no puede renunciar sino por causa prevista en el acto
constitutivo, o unánimemente aceptada por los demás socios;
• El socio administrador no puede ser removido sino en los casos previstos o por
causa grave, entendiéndose por tal la que le haga indigno de confianza o incapaz
de administrar útilmente.
Cualquiera de los socios puede pedir la remoción del socio gestor, justificando la
causa.

La renuncia o remoción del administrador pone fin a la sociedad, y así ocurre


indefectiblemente cuando la remoción o renuncia tienen lugar sin causa legítima (Art.
2072 Inc. 3º CC).
El Art. 2073 CC prevé, sin embargo, las condiciones en que la sociedad puede continuar,
a pesar de la remoción o renuncia del administrador designado en el contrato:
• En el caso de justa renuncia o justa remoción del administrador, podrá continuar
la sociedad siempre que todos los socios convengan en ello y en la designación de
un nuevo administrador, o en que la administración pertenezca en común a todos
los socios;
• Si hubiere varios administradores, podrá continuar la sociedad, acordándose
unánimemente que ejerzan la administración los que restan.

Muy diversa es la situación del administrador designado por un acto posterior al pacto
social, ya que el nombramiento del administrador, en tal caso, no es condición esencial
de la sociedad, por lo que su renuncia o remoción no requiere expresión de causa, y no
influye en la existencia de la sociedad.
El Art. 2074 CC expresa que la administración conferida por acto posterior al contrato
de sociedad puede renunciarse por el socio administrador y revocarse por la mayoría de
los consocios, según las reglas del mandato ordinario.

En el caso de que no se haya designado administrador en el contrato mismo o en acto


posterior, la administración compete a todos los socios, y en tal sentido, el Art. 2081 CC
señala que se entiende que cada uno de ellos ha recibido de los otros el poder de
administrar.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

La forma como se desenvuelve la administración depende de las personas a quienes se


encuentra encomendada.
La administración puede estar confiada a un administrador, a varios administradores, o a
todos los socios:
• Administración por un Administrador
El administrador goza de libertad e independencia para administrar los negocios
sociales, por lo que, en su gestión, no requiere consultar a sus consocios, e incluso
puede actuar contra el parecer de los demás (Art. 2075 CC).
Debe el socio administrador, sin embargo, sujetarse a las restricciones legales y a
las que se le hayan impuesto en el mandato respectivo.
Con todo, la mayoría de los socios podrá oponerse a todo acto que no haya
producido efectos legales.
En otros términos, la oposición de la mayoría de los socios impide que el
administrador lleve a cabo los actos en proyecto, pero la oposición resulta ineficaz
ante los actos consumados.

• Administración por Varios Administradores


Cuando la administración se confía a varios administradores, cada cual, indistinta
y separadamente, está investido de la facultad de administrar, a menos de
estipularse que han de obrar de consuno (Art. 2076 CC).
Si el título de su mandato prescribe que los administradores obrarán de consuno,
no podrán actuar separadamente, ni aun a pretexto de urgencia.

• Administración Confiada a Todos los Socios


La administración confiada a todos los socios está sujeta a las mismas normas que
indicaremos más adelante, aplicables también a las dos hipótesis precedentes.
Los socios tendrán las facultades que se hayan otorgado mutuamente, y en su
defecto, no podrán contraer otras obligaciones ni hacer otras adquisiciones o
enajenaciones que las correspondientes al giro ordinario de la sociedad
Con todo, el Art. 2081 CC establece algunas reglas aplicables a la hipótesis de
administración por todos los socios:
o Cualquiera de los socios tiene derecho a oponerse a los actos de los demás,
mientras esté pendiente su ejecución o no hayan producido efectos legales;
o Cada socio podrá servirse para su uso personal de las cosas que forman el
haber social con tal que las emplee según su destino ordinario, y sin
perjuicio de la sociedad y del justo uso de los otros;
o Cada socio tiene derecho para obligar a los otros a que hagan con él las
expensas necesarias para la conservación de las cosas sociales;
o Ninguno de los socios podrá hacer innovaciones en los inmuebles que
dependan de la sociedad sin el consentimiento de los otros.

B) Facultades de los Administradores


Las facultades de los administradores serán las que las partes hayan señalado, y debe el
administrador ceñirse a los términos de su mandato.
A falta de estipulación que fije las atribuciones del administrador, se entenderá que no le
está permitido contraer a nombre de la sociedad otras obligaciones, ni hacer otras
adquisiciones o enajenaciones, que las comprendidas en su giro ordinario (Art. 2077
CC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

El objeto de la sociedad determina las atribuciones del administrador, porque obviamente


debe entenderse que los socios han querido dotarle de todas aquellas facultades que sean
conducentes a la realización de los fines sociales.

Corresponde al administrador cuidar de la conservación, reparación y mejora de los


bienes que forman el capital de la sociedad, actos típicos de administración.
En cambio, no le es lícito dar en prenda los bienes sociales, ni hipotecarlos, ni alterar su
forma, aunque las alteraciones le parezcan convenientes (Art. 2078 Inc. 1º CC).
Pero podría ocurrir que los bienes sociales requieran alteraciones o transformaciones
urgentes, y en tal caso, podrá llevarlas a cabo a condición de que sean tan urgentes que
no le hayan dado tiempo para consultar a los consocios (Art. 2078 Inc. 2º CC).
Concurriendo los requisitos apuntados, se considerará al administrador que las efectúa
como agente oficioso de la sociedad.

Como es lógico, solamente los actos ejecutados por el administrador dentro de la órbita
de sus atribuciones obligan a la sociedad, y los actos que ejecute excediéndose de sus
facultades obligan personalmente al administrador (Art. 2079 CC).

Para que los socios excluidos de la administración tomen conocimiento de la marcha de


los negocios sociales, los administradores deben rendir cuenta de su gestión en la época
prefijada, o al menos, una vez al año.
El Art. 2080 CC les impone esta obligación y la época en que deben cumplirla, al señalar
que el socio administrador es obligado a dar cuenta de su gestión en los períodos
designados al efecto por el acto que le ha conferido la administración, y a falta de esta
designación, anualmente.

5. Obligaciones de los Socios Para Con la Sociedad


A) Obligación de Efectuar el Aporte
En virtud del contrato de sociedad, los socios estipulan poner algo en común, o en otras
palabras, se obligan a efectuar un aporte.
El carácter esencial de esta obligación aparece destacado claramente en el Art. 2055 CC,
conforme al cual, no hay sociedad, si cada uno de los socios no pone alguna cosa en
común.
Los aportes deben efectuarse en la forma y tiempo convenidos, y en virtud del Art. 2087
CC, a ningún socio podrá exigirse aporte más considerable que aquel a que se haya
obligado.
Si una mutación de las circunstancias determina que no pueda obtenerse el objeto de la
sociedad sin elevar el monto de los aportes, el socio que no consienta en ello podrá
retirarse, y deberá hacerlo si sus consocios lo exigen.

Conforme al Art. 2082 CC, los aportes al fondo social pueden hacerse en propiedad o en
usufructo, y en uno y otro caso, los frutos pertenecen a la sociedad desde el momento del
aporte, aunque ambos tipos de aportes presentan diferencias.
El aporte es en propiedad cuando el socio se obliga a transferir a la sociedad el dominio
de los bienes aportados, y la sociedad, en tal caso, es un título traslaticio de dominio.
Verificada la tradición, conforme a las reglas generales, la sociedad se hace dueña de los
bienes aportados.
Para cumplir el aporte, los inmuebles aportados deberán inscribirse, a nombre de la
sociedad, en el Registro de Propiedades del Conservador de Bienes Raíces.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

En cuanto al aporte en usufructo, este es tal cuando el socio se obliga a otorgar a la


sociedad solamente el goce de los bienes aportados.
Las relaciones entre el socio que ha efectuado esta clase de aporte y la sociedad serán las
que median entre el nudo propietario y el usufructuario.
Sin embargo, es necesario tener presente que en el usufructo de cosas fungibles, el
usufructuario se hace dueño de ellas (Art. 789 CC).

En cuanto a los riesgos de la cosa aportada, debemos distinguir entre las siguientes
hipótesis:
• Si se Aportó en Propiedad (Art. 2084 Inc. 1° CC)
La sociedad soporta los deterioros de la cosa aportada y la pérdida por caso
fortuito, por lo que, aunque la cosa aportada disminuya o se destruya, no por ello
disminuirán o se extinguirán los derechos del socio aportante en la sociedad.

• Si se Aportó el Usufructo (Art. 2084 Inc. 2° CC)


Conforme al Art. 2084 Inc. 2° CC, los riesgos son de cargo del socio en este caso,
pero la afirmación no es del todo exacta, ya que estamos en realidad ante un riesgo
compartido.
Al decirse que los riesgos son de cargo del socio, la sociedad queda liberada de la
obligación de restituirla al disolverse, y el socio perderá, por ende, su nuda
propiedad.
Pero a su vez, los riesgos también serán de cargo de la sociedad, porque perderá
su derecho de usufructo, conservando el socio su derecho mientras dure la
sociedad, porque ha cumplido su obligación de otorgarle el usufructo.

• Si se Aportó el Cuasiusufructo (Art. 2084 Inc. 3° CC)


Si el aporte consiste en el usufructo de cosas fungibles, es decir, en un
cuasiusufructo, la sociedad se habrá hecho dueña de las cosas aportadas, por lo
que los riesgos serán de cargo de la sociedad, en el sentido de que la pérdida de
las cosas aportadas no la libera de la obligación de pagar su valor al socio.
Para que la disposición sea aplicable, deben reunirse los siguientes requisitos:
o Que se trate de cosas fungibles;
o Que las cosas no sean de aquellas que se deterioran con el uso, porque no
puede pensarse que la intención de las partes ha sido que el socio que
aporta el goce de tales cosas las reciba considerablemente menoscabadas
al tiempo de la disolución de la sociedad;
o Que se trate de cosas destinadas a la venta, porque el aporte sería inútil, y
la sociedad no podría vender dichas cosas, si tuviera que restituirlas en
especie;
o Que se trate de cosas que se aportan avaluadas, porque la estimación de su
valor pone de manifiesto la intención de las partes de que sea ese valor el
que se restituya.
El valor que la sociedad debe reintegrar al socio será, por regla general, el que las
cosas tenían al tiempo del aporte, salvo que las cosas se hayan aportado
apreciadas, porque, entonces, se deberá el valor de apreciación (Art. 2084 Inc. 4º
CC).

Con arreglo a las normas generales, el incumplimiento de la obligación de efectuar el


aporte prometido da derecho para pedir la resolución del contrato con indemnización de
perjuicios.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

A mayor abundamiento, el Art. 2101 CC dispone que la infracción, por hecho o culpa
del socio, de la obligación de poner en común las cosas o la industria a que se obligó en
el contrato, dará derecho a los otros para dar la sociedad por disuelta.
Por su parte, el Art. 2083 CC prescribe que el socio que, aun por culpa leve, ha retardado
la entrega de lo que le toca poner en común, resarcirá a la sociedad todos los perjuicios
que le haya ocasionado el retardo.
Aunque el Código guarda silencio al ocuparse de la sociedad, es evidente que los socios
tiene derecho a reclamar el cumplimiento compulsivo del aporte.

B) Obligación de Saneamiento
De cualquier modo que el aporte se realice, el socio debe asegurar a la sociedad la
posesión y el goce pacífico de la cosa aportada.
El Art. 2085 CC dispone al respecto que el que aporta un cuerpo cierto en propiedad o
usufructo es obligado, en caso de evicción, al pleno saneamiento de todo perjuicio.
La posición del socio frente a la sociedad se asemeja a la del vendedor frente al
comprador.

C) Obligación de Cuidar los Intereses Sociales


Los socios deben velar por los intereses de la sociedad como un buen padre de familia, y
en el cumplimiento de esta obligación, los socios deben anteponer los intereses de la
sociedad a su interés personal, lo cual tiene varias aplicaciones:
• Indemnización de los Perjuicios Causados a la Sociedad
Conforme al Art. 2093 CC, todo socio es responsable de los perjuicios que, aun
por culpa leve, haya causado a la sociedad.
A los socios les está prohibido compensar estos perjuicios con los provechos que
su industria haya procurado a la sociedad, ya que el socio es deudor de la sociedad
por los perjuicios que le haya causado, pero la sociedad no es deudora del socio
por el provecho que le haya proporcionado la actividad de éste.
Por lo tanto, no cabe la compensación porque el socio y la sociedad no son
recíprocamente deudores.

• El Producto de la Actividad de los Socios Cede en Exclusivo Provecho Social


Según dispone el Art. 2091 CC, los productos de las diversas gestiones de los
socios en el interés común pertenecen a la sociedad, y el socio cuya gestión ha
sido lucrativa no tendrá por ello derecho a mayor beneficio producto de ella.

• El Socio que es Acreedor de un Deudor de la Sociedad


En virtud del Art. 2092 CC, si un socio que administra es acreedor de una persona
que es al mismo tiempo deudora de la sociedad, y ambas deudas fueren exigibles,
las cantidades que reciba en pago se imputarán a los dos créditos a prorrata, pero
el socio, sacrificando su interés personal, puede imputar lo percibido al crédito
social, aunque lo anterior no rige si es el deudor quien hace la imputación.

• El Socio que Recibe Íntegramente su Cuota de un Crédito Social,


Permaneciendo Impagos sus Consocios
El Art. 2090 CC establece una última aplicación del principio, al señalar que si
un socio hubiere recibido su cuota de un crédito social, y sus consocios no
pudieren después obtener sus respectivas cuotas del mismo crédito, deberá el
primero comunicar con los segundos lo que haya recibido, aunque no exceda a su
cuota, y aunque en la carta de pago la haya imputado a ella.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

6. Obligaciones de la Sociedad Para Con los Socios


El producto de la actividad de los socios pertenece a la sociedad, y como justa
contrapartida, son de cargo de la sociedad los gastos.
Por este motivo, cada socio tendrá derecho a que la sociedad le reembolse las sumas que
él hubiere adelantado con conocimiento de ella, por las obligaciones que para los negocios
sociales hubiere contraído legítimamente y de buena fe, y asimismo, tiene el socio
derecho a que la sociedad le resarza los perjuicios que los peligros inseparables de su
gestión le hayan ocasionado (Art. 2089 Inc. 1º CC).
Los socios deben concurrir al pago de estas indemnizaciones a prorrata de su interés en
la sociedad, y la parte de los insolventes se dividirá igualmente a prorrata entre todos
(Art. 2089 Inc. 2º CC).

La sociedad es un contrato intuito personae, que descansa sobre la base de la recíproca


confianza de los socios, y en consecuencia, el Art. 2088 CC establece que ningún socio,
aun ejerciendo las más amplias facultades administrativas, puede incorporar a un tercero
en la sociedad sin el consentimiento de sus consocios.
La incorporación de un nuevo socio no es viable sino con el asentimiento unánime de los
asociados, y la regla es sólo aplicable a las sociedades de personas.
Pero no requiere el socio consentimiento de los otros para asociar a un tercero en la parte
que a él corresponde en la sociedad, caso en el cual se formará entre el socio y el tercero
una nueva sociedad, relativa a la parte del socio antiguo en la primera sociedad.

7. Obligaciones de los Socios Para Con Terceros


A) Obligación a las Deudas
El problema de la obligación a las deudas se traduce en averiguar en quién recaen las
consecuencias de los actos ejecutados por los socios, o en otros términos, a quién puede
demandarse el cumplimiento de las obligaciones por ellos contraídas.
En este sentido, es indispensable distinguir si el socio ha obrado personalmente o en
nombre de la sociedad:
• Contratos Que el Socio Celebra a Nombre Propio
El socio que contrata a su propio nombre se obliga personalmente ante terceros, y
no obliga a la sociedad.
La sociedad no queda obligada ni aun en el caso de que reporte beneficio del acto
que el socio ejecuta a nombre propio (Art. 2094 CC).
Ahora bien, aunque no puede accionar directamente contra la sociedad, el
acreedor puede intentar contra la sociedad las acciones del socio deudor (Art.
2094 Inc. 1º CC), lo cual es un caso de ejercicio de la acción oblicua.

• Contratos Que el Socio Celebra a Nombre de la Sociedad


Para que se entienda que el socio obra en nombre de la sociedad, es necesario que
lo declare expresamente, o que resulte de un modo inequívoco de las
circunstancias del contrato, y de otro modo, se entiende que actúa en su propio
nombre, y en caso de duda, debe considerarse que el socio contrata en su propio
nombre (Art. 2094 Inc. 2º CC).
Para precisar los efectos del acto ejecutado por el socio, en nombre de la sociedad,
es necesario averiguar si ha obrado con poder suficiente:
o El socio que actúa invocando el nombre de la sociedad y con un poder
suficiente obliga a la sociedad, y personalmente, no contrae ninguna
obligación, siendo un simple intermediario;

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

o Si el socio contrata en nombre de la sociedad, pero sin poder suficiente,


no la obliga a terceros sino en subsidio, y hasta concurrencia del beneficio
que ella hubiere reportado del negocio (Art. 2094 Inc. 3º CC).
Estas reglas son aplicables aunque haya un socio exclusivamente encargado de la
administración (Art. 2094 Inc. 4º CC).

B) Efectos de las Obligaciones Contraídas con Terceros


El contrato válidamente celebrado por los socios obliga a la sociedad, y todos los bienes
sociales, raíces o muebles, presentes o futuros, con la excepción de los inembargables,
quedan afectos al cumplimiento de estas obligaciones.
Pero, además del patrimonio social, los socios comprometen su propio patrimonio, ya que
es de la esencia de la sociedad colectiva que los socios respondan con sus bienes
personales de las obligaciones sociales.

Los socios responden de las deudas sociales a prorrata de su interés en la sociedad.


El Art. 2095 CC dispone que si la sociedad colectiva es obligada respecto de terceros, la
totalidad de la deuda se dividirá entre los socios a prorrata de su interés social, y la cuota
del socio insolvente gravará a los otros.
La responsabilidad de los socios es, por lo tanto, ilimitada, ya que no queda
circunstanciada a sus aportes, aunque dicha responsabilidad no será solidaria, salvo
estipulación en contrario.
En las sociedades colectivas comerciales la regla es diferente, ya que los socios son
ilimitada y solidariamente responsables de todas las obligaciones legalmente contraídas
bajo la razón social, y les está prohibido todo pacto que tienda a abolir dicha
responsabilidad solidaria (Art. 370 CdC).

Los acreedores de la sociedad, como se ha dicho, pueden perseguir los bienes sociales y
los bienes de los socios, que a prorrata de sus aportes, responden ilimitadamente de las
deudas sociales.
En cambio, y conforme al Art. 2096 CC no es lícito a los acreedores personales de los
socios perseguir sus créditos en el patrimonio de la sociedad, por regla general.
La disposición contiene una aparente excepción al principio, al establecer que los
acreedores de los socios podrán perseguir los bienes sociales por hipoteca, constituida
con anterioridad a la sociedad, o por hipoteca posterior, cuando el aporte no conste por
inscripción en el competente Registro.
Pero si el socio aportó a la sociedad bienes hipotecados, la responsabilidad de la sociedad
proviene de su condición de poseedora de tales bienes y del carácter real del derecho de
hipoteca, y cuando la hipoteca se constituye con posterioridad a la sociedad, pero el aporte
no se ha inscrito en el Registro de Propiedades del Conservador, el socio ha conservado
el dominio al tiempo de hipotecar el inmueble, y en virtud de la inscripción posterior, la
sociedad adquirirá el inmueble con el gravamen.
En suma, no hay una excepción a la regla de que los acreedores personales de los socios
no tienen acción sobre los bienes sociales, sino la aplicación de una lógica y necesaria
consecuencia del carácter real del derecho de hipoteca.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Los acreedores personales de los socios solamente tienen derecho para perseguir los
bienes del socio deudor, y en relación con la sociedad, solamente gozan de los derechos
que les otorga el Art. 2096 CC:
• Pueden los acreedores del socio intentar contra la sociedad las acciones indirecta
y subsidiaria que se les conceden por el Art. 2094 CC;
De este modo, para lograr el pago de sus créditos, los acreedores pueden ejercer
las acciones que al socio corresponden contra la sociedad, como son, por ejemplo,
que se le reembolsen los anticipos que hubiere hecho o se le indemnicen los
perjuicios que su gestión le haya ocasionado (Art. 2089 CC);
• Podrán igualmente los acreedores personales del socio embargarle las
asignaciones que se hagan a su deudor por cuenta de los beneficios sociales o de
sus aportes o acciones (Art. 2096 Inc. 3º CC).
En otros términos, los acreedores podrán hacer efectivo su crédito en los
beneficios que el socio obtenga en la sociedad, ya que tales beneficios son de
propiedad del socio deudor.

8. Disolución de la Sociedad
A) Causales de Disolución
El Párrafo 7° del Título XXVIII del Libro IV del Código Civil se ocupa de la disolución
de la sociedad, conteniendo numerosas causales de disolución:
• Expiración del Plazo o Cumplimiento de la Condición Prefijados
Conforme al Art. 2098 Inc. 1° CC, la sociedad se disuelve por la expiración del
plazo, o por el evento de la condición que se ha prefijado para que tenga fin.
El vencimiento del plazo o el cumplimiento de la condición resolutoria ponen fin
ipso iure a la sociedad, pero pueden los socios, sin embargo, acordar la prórroga
del plazo e impedir, de esta manera, la disolución de la sociedad, prórroga que
debe ser consentida por los socios unánimemente.
Para la prórroga, deben observarse las mismas formalidades que para la primitiva
constitución (Art. 2098 Inc. 2° CC).
La prórroga debe acordarse antes del vencimiento del plazo estipulado, ya que,
vencido el plazo, la sociedad queda irrevocablemente disuelta, y la voluntad de
las partes es incapaz de revivirla.
Solamente sería posible a los socios constituir una nueva sociedad en las mismas
condiciones que la antigua.
Cabe destacar que los codeudores de la sociedad no serán responsables de los
actos ejecutados durante la prórroga si no hubieren accedido a ella (Art. 2098 Inc.
3º CC).

• Término del Negocio Para Que Fue Contraída


Según dispone el Art. 2099 CC, la sociedad se disuelve por la finalización del
negocio para que fue contraída, pero la regla es aplicable plenamente sólo a
condición de que no se haya fijado plazo, ya que si se ha fijado un plazo para la
duración de la sociedad, vencido éste la sociedad se disuelve, aunque no se haya
cumplido el objeto o finalizado el negocio.
La causal se explica porque se ha conseguido la finalidad que las partes
perseguían, y se ha realizado el propósito que tuvieron en vista al asociarse, por
lo que la sociedad carece en lo sucesivo de razón de ser.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Insolvencia de la Sociedad
Producida la insolvencia de la sociedad, no puede satisfacer sus obligaciones ni
llevar a cabo adecuadamente el objeto social, por lo que se disuelve por la
insolvencia sobreviniente (Art. 2100 Inc. 1º CC).

• Pérdida Total de los Bienes Sociales


Conforme al Art. 2100 Inc. 1° CC, la sociedad se disuelve por la extinción de la
cosa o cosas que forman su objeto total.
La pérdida total de los bienes que forman parte del objeto de la sociedad impide
por completo la realización de sus fines, por lo que, frustrado por tal causa el
propósito que llevó a los socios a contratar, la sociedad se disuelve.
La pérdida parcial de la cosa o cosas que constituyen su objeto no pone fin a la
sociedad, pero los socios podrán pedir su disolución si con la parte que resta no
pudiere continuar útilmente (Art. 2100 Inc. 2º CC).
Concordante con esta norma, el Art. 2102 CC expresa que si un socio ha aportado
una cosa en propiedad, subsiste la sociedad aunque esta cosa perezca, a menos
que sin ella no pueda continuar útilmente (Art. 2102 Inc. 1º CC).
En cambio, la pérdida de la cosa aportada en usufructo disuelve la sociedad, a
menos que el socio aportante la reponga a satisfacción de los consocios, o que
éstos determinen continuar la sociedad sin ella (Art. 2102 Inc. 2º CC).

• Incumplimiento de la Obligación de Efectuar el Aporte Prometido


La infracción de la obligación que los socios contraen de poner en común los
bienes que constituyen el patrimonio de la sociedad, conforme a las reglas
generales, faculta a los demás para pedir la resolución del contrato.
El Art. 2101 CC consagra este derecho, al disponer que si cualquiera de los socios
falta, por su hecho o culpa, a su promesa de poner en común las cosas o la industria
a que se ha obligado en el contrato, los otros tendrán derecho para dar la sociedad
por disuelta.

• Muerte de Uno de los Socios


La sociedad es de aquellos contratos que, por excepción, terminan con la muerte
de una de las partes contratantes, al ser intuito personae.
El heredero del socio es, a menudo, un extraño para los restantes socios, y aunque
sucede el heredero en el patrimonio de su causante, no lo hace en las cualidades
que han movido a los socios a ligarse por los vínculos del contrato de sociedad.
Tales consideraciones justifican que la sociedad colectiva, que es una sociedad de
personas, se disuelva por la muerte de uno de los socios.
La muerte de un socio, sin embargo, no pone de inmediato término a la sociedad,
sino que lo hace en el momento en que es conocida por los socios (Art. 2103 CC).
Después de recibida esta noticia, las operaciones iniciadas por el socio difunto que
no supongan una aptitud particular suya deberán llevarse a cabo (Art. 2103 Inc.
3º CC).
Ahora bien, existen casos excepcionales en que la muerte de un socio no disuelve
la sociedad, como ocurre cuando por disposición de la ley o por el acto
constitutivo, haya de continuar entre los socios sobrevivientes del difunto, o sin
ellos (Art. 2103 Inc. 1° CC).
La estipulación de que continuará la sociedad, pero sólo entre los socios
sobrevivientes, impide la disolución de la sociedad, por lo que ésta continúa con
la obligación de pagar a los herederos el haber que correspondía a su causante.

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Los herederos tiene derecho a reclamar lo que tocaba al socio difunto, según el
estado de los negocios sociales al tiempo de saberse la muerte, pero no les cabe
ninguna participación en las utilidades o pérdidas posteriores sino en cuanto
fueren consecuencia de las operaciones que al tiempo de saberse la muerte estaban
ya iniciadas (Art. 2105 Inc. 1º CC).
La estipulación de que continuará la sociedad con los herederos del socio
fallecido, en principio, da derecho a todos los herederos para incorporarse a la
sociedad, excluyéndose solamente a aquellos herederos que por la edad u otra
calidad hayan sido expresamente excluidos en la ley o el contrato (Art. 2105 Inc.
2º CC).
Los herederos que no tengan la libre administración de sus bienes concurrirán a
los actos sociales por medio de sus representantes legales (Art. 2105 Inc. 3º CC).

• Incapacidad Sobreviniente de un Socio


La sociedad expira por la incapacidad sobreviniente de un socio, como si uno de
ellos fuera declarado en interdicción por demencia.
Pero la sociedad puede continuar con el incapaz, caso en el cual ejercerá sus
derechos en la sociedad su representante legal.

• Insolvencia Sobreviniente de un Socio


La insolvencia sobreviniente, del mismo modo que la incapacidad, pone fin a la
sociedad, pero podrá continuar la sociedad con el socio fallido y, en tal caso, los
acreedores ejercerán sus derechos en las operaciones sociales (Art. 2106 Inc. 2º
CC).

• Acuerdo Unánime de los Socios


La común voluntad de los socios que dio vida a la sociedad puede ponerle término
(Art. 2107 CC).

• Renuncia de Cualquiera de los Socios


El Art. 2108 CC establece que la sociedad puede expirar, también, por la renuncia
de uno de los socios.
Cuando la sociedad se ha pactado por un tiempo fijo o para un negocio de duración
limitada, no será lícito a los socios renunciar sino en virtud de autorización
conferida en el contrato, o por causa grave.
Si la sociedad se pacta por tiempo ilimitado, se entiende que dura toda la vida de
los socios, pero éstos tienen la facultad de renunciar (Art. 2065 CC), aunque la
renuncia no importa sólo el retiro del socio renunciante, sino que trae consigo la
completa disolución de la sociedad.
La renuncia de uno de los socios pondrá fin a la sociedad siempre que concurran
los siguientes requisitos:
o Que se notifique a los socios, ya que, conforme al Art. 2109 Inc. 1° CC,
la renuncia no produce efecto alguno sino en virtud de su notificación a
todos los otros.
Sin embargo, cuando la administración de la sociedad se ha confiado a uno
o varios de los socios, la notificación al socio o socios que exclusivamente
administran se entenderá hecho a todos (Art. 2109 Inc. 2º CC).
Los socios que no han sido notificados pueden, a su elección, aceptar la
renuncia o dar por subsistente la sociedad en el tiempo intermedio, según
mejor les convenga (Art. 2109 Inc. 3º CC);

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

o Que la renuncia se haga de buena fe, y se entiende que renuncia de mala


fe el socio que lo hace por apropiarse de una ganancia que debía pertenecer
a la sociedad (Art. 2111 Inc. 1° CC).
Los demás socios, en tal caso, podrán obligar al renunciante a partir con
ellos las utilidades del negocio o a soportar exclusivamente las pérdidas.
Asimismo, podrá excluírsele de toda participación en los beneficios
sociales, y obligársele a soportar su cuota en las pérdidas (Art. 2111 Inc.
2º CC);
o Que la renuncia no sea intempestiva (Art. 2110 CC), y se entiende que
renuncia intempestivamente el socio que lo hace cuando su separación es
perjudicial a los intereses sociales (Art. 2112 Inc. 1° CC).
Cuando la renuncia es intempestiva, continuará la sociedad hasta la
terminación de los negocios pendientes, en que fuere necesaria la
cooperación del renunciante (Art. 2112 Inc. 1º CC).
Los efectos de la renuncia intempestiva son los mismos señalados para la
renuncia de mala fe (Art. 2112 Inc. 3º CC).
Puede ser que el socio no formule una renuncia, sino que, de hecho, se retire de la
sociedad, y el Art. 2113 CC establece que las reglas que rigen la renuncia son
aplicables al socio que de hecho se retira de la sociedad sin renuncia.

B) Efectos de la Disolución de la Sociedad


Disuelta la sociedad, es necesario proceder a su liquidación, esto es, a la división de los
objetos que componen su haber (Art. 2115 Inc. 1º CC).
Las normas que el Código señala para la partición de los bienes hereditarios son aplicables
a la liquidación de la sociedad, siempre y cuando no se opongan a las normas que rigen a
las sociedades (Art. 2115 Inc. 2° CC).
En consecuencia, serán aplicables las reglas relativas a la designación del liquidador, a la
forma de distribución de los bienes, a la garantía que se deben los partícipes en caso de
evicción, etc.

La disolución de la sociedad no es oponible a terceros sino en los siguientes casos:


• Cuando la sociedad ha expirado por la llegada del plazo prefijado para la duración
del contrato;
• Cuando se ha dado noticia de la disolución por medio de tres avisos publicados
en un periódico del departamento, o de la capital de la provincia, si en aquél no lo
hubiere;
• Cuando se pruebe que el tercero ha tenido oportuna noticia de la disolución por
cualesquier medios (Art. 2114 CC).

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

Definiciones

Parte 1 – Introducción a las Fuentes de las Obligaciones

1. Fuentes de las Obligaciones: Hechos o actos jurídicos que generan una obligación.

2. Contrato (Art. 1438 CC): Contrato o convención es un acto por el cual una parte se
obliga para con otra a dar, hacer o no hacer una cosa.

3. Convención: Acuerdo de voluntades sobre un objeto de interés jurídico, que puede


consistir en crear, modificar o extinguir derechos, y sólo en el primer caso se trata de un
contrato.

4. Cuasicontrato: Hecho voluntario, lícito y no convencional que produce obligaciones.

5. Delito Civil: Hecho ilícito, dañino e intencional que produce obligaciones.

6. Cuasidelito Civil: Hecho ilícito, dañino y culpable que produce obligaciones.

7. Declaración Unilateral de Voluntad: Manifestación de la voluntad emanada de una


sola persona en orden a obligarse, sin que para el nacimiento de la obligación sea
necesaria la aceptación del respectivo beneficiario.

Parte 2 – Teoría General del Contrato

1. Tipos de Contratos:
• Contrato Unilateral (Art. 1439 CC): Aquel en que una sola de las partes se
obliga para con otra, que no contrae obligación alguna;
• Contrato Bilateral (Art. 1439 CC): Aquel en que ambas partes resultan
obligadas recíprocamente;
• Contratos Sinalagmáticos Imperfectos: Aquellos que nacen como contratos
unilaterales, pero en que posteriormente emerge una obligación para la parte que
estaba dispensada;
• Contrato Gratuito (Art. 1440 CC): Aquel que tiene por objeto la utilidad de una
de las partes, sufriendo la otra un gravamen;
• Contrato Oneroso (Art. 1440 CC): Aquel que tiene por objeto la utilidad de
ambas partes, gravándose cada una en beneficio de la otra;
• Contratos Onerosos Conmutativos (Art. 1441 CC): Contratos onerosos en que
lo que una parte se obliga a dar o hacer se mira como equivalente a lo que la otra
parte debe dar o hacer a su vez;
• Contrato Oneroso Aleatorio (Art. 1441 CC): Aquel en que el equivalente
consiste en una contingencia incierta de ganancia o pérdida;
• Contratos Principales (Art. 1442 CC): Aquel que subsiste por sí mismo, sin
necesidad de otra convención;
• Contrato Accesorio (Art. 1442 CC): Aquel que tiene por objeto asegurar el
cumplimiento de una obligación principal, de manera que no puede subsistir sin
ella;
• Contrato Consensual (Art. 1443 CC): Aquel que se perfecciona por el solo
consentimiento de las partes contratantes;

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Licenciatura Derecho Civil – Tomo IV

• Contrato Real (Art. 1443 CC): Aquel que se perfecciona mediante la tradición
de la cosa a que se refiere;
• Contrato Solemne (Art. 1443 CC): Aquel que está sujeto a la observancia de
ciertas formalidades especiales, de manera que sin ellas no produce ningún efecto
civil.

Parte 3 – Contratos Consensuales y Solemnes

1. Contrato de Promesa (Art. 1554 CC): Aquel por el cual las partes se obligan a
celebrar un contrato determinado en cierto plazo, o en el evento de cierta condición.

2. Compraventa (Art. 1793 CC): Contrato por el cual una de las partes (vendedor) se
obliga a dar una cosa, y la otra (comprador) a pagarla en dinero (precio).

3. Evicción: Privación que experimenta el comprador de todo o parte de la cosa


comprada, en virtud de sentencia judicial, por causa anterior a la venta.

4. Vicios Redhibitorios: Defectos graves, ocultos y contemporáneos a la venta que hacen


inútil o aminoran la utilidad de la cosa comprada, autorizando al comprador para exigir
la rescisión (resolución) de la venta o la disminución proporcional del precio;

5. Arrendamiento (Art. 1915 CC): Contrato en las dos partes se obligan recíprocamente,
la una a conceder el goce de una cosa, o a ejecutar una obra o prestar un servicio, y la otra
a pagar por este goce, obra o servicio un precio determinado.

6. Desahucio: Noticia anticipada que una de las partes da a la otra de su deseo de poner
término al contrato de arrendamiento.

7. Permuta (Art. 1897 CC): Contrato en que las partes se obligan mutuamente a dar una
especie o cuerpo cierto por otro.

8. Cesión de Derechos:
• En General: Tradición que hace el acreedor de sus derechos en contra del deudor
a un tercero, que pasa a ser acreedor de éste;
• Créditos Nominativos: Aquellos en que se indica con toda precisión la persona
del acreedor, y que no son pagaderos sino precisamente a la persona designada;
• Créditos a la Orden: Aquellos que son pagaderos a la persona designada o a
quien ésta ordene o designe;
• Créditos al Portador: Aquellos en que no se designa a la persona del acreedor, o
que llevan la expresión “al portador”.

9. Mandato (Art. 2116 CC): Contrato en que una persona confía la gestión de uno o más
negocios a otra, que se hace cargo de ellos por cuenta y riesgo de la primera.

10. Transacción (Art. 2446 CC): Contrato en que las partes terminan extrajudicialmente
un litigio pendiente, o precaven un litigio eventual, haciéndose concesiones recíprocas.

11. Sociedad (Art. 2053 CC): Contrato en que dos o más personas estipulan poner algo
en común con la mira de repartir entre sí los beneficios que de ello provengan.

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