Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Documento Trauma, Indicadores Consecuencias ASI
Documento Trauma, Indicadores Consecuencias ASI
Diplomado Especializado Abuso Sexual Infantil:
Diagnóstico y Estrategias de Intervención
Indicadores y Consecuencias de los Abusos Sexuales
en los Niños y Niñas
Docente:
Dr. Mariano Ruperthuz Honorato
CICLOS Capacitación y Consultores
2015
1
Indicadores y Consecuencias de los Abusos Sexuales
en los Niños y Niñas
Mariano Ruperthuz Honorato
Psicólogo, Magíster en Psicoanálisis y Doctor en Psicología
Santiago, 2015.
Contenidos Centrales
El Módulo aborda los siguientes contenidos:
Características de la familia incestuosa.
La alienación sacrificial.
El inicio de la interacción abusiva.
El diagnóstico de Abuso Sexual Infantil
Indicadores de sospecha de Abuso Sexual Infantil.
Indicadores específicos de Abuso Sexual Infantil.
Consecuencias del Abuso Sexual Infantil a mediano y largo plazo.
Objetivos de Aprendizaje
El módulo se propone como objetivo que los alumnos:
1. Aproximarse a las características específicas a nivel familiar, que facilitan la aparición de Abuso
Sexual Infantil.
2. Comprender el fenómeno de acomodación sacrificial de parte de los niños y niñas víctimas de
Abuso Sexual Infantil.
3. Especificidad y criterios diagnósticos de Abuso Sexual Infantil.
4. Discriminar indicadores de sospecha de aquellos específicos de Abuso Sexual Infantil.
5. Conocer las consecuencias del Abuso Sexual Infantil en niños y niñas.
1
Desarrollo
Los equipos de profesionales que trabajan directamente con niños y niñas, independiente de su
naturaleza – ya sean estos clínicos, educacionales, pertenecientes a los centros de salud pública,
privados, entre otros ‐, deben incorporar elementos teórico‐prácticos que les ayuden a discriminar los
signos y síntomas de sospecha, de aquellos que son específicos para la confección de un diagnóstico
certero de Abuso Sexual Infantil. Contar con estos elementos, facilitarán su rápida detección y con ello,
la implementación de estrategias que garanticen la protección de los niños y niñas víctimas de este tipo
de vulneración.
Claramente, la detección del Abuso sexual infantil se puede producir en las distintas fases de su
ocurrencia, lo que obliga a entender que:
a) No se trata de un fenómeno uniforme, ya que combina síntomas y signos de distintas especie y
b) Existe la posibilidad que existiendo Abuso sexual infantil los niños y niñas no presenten ningún
síntoma o signo evidente debido a la presencia de una “acomodación patológica” – natural al
fenómenos del abuso sexual infantil, apoyado en los mecanismos de disociación‐ y la sobreadaptación.
De lo anterior, se desprenden dos ideas de vital importancia: no existen indicadores (síntomas y signos)
que sean en sí mismos definitorios de la presencia de Abuso sexual infantil, sino que su diagnóstico es
posible gracias a la reunión de un conjunto de ellos. Sin embargo, existen alguno que son más
definitorios y específicos que otros (por ejemplo, aquellos que afectan la esfera sexual de los niños y
niñas, presentando conductas que evidencias vulneraciones en esa área). Por otro lado, los niños y
niñas que no presentan síntomas evidentes, no descarta la posibilidad de que exista Abuso sexual
infantil, ya que, muchas veces, el control que ejerce el abusador(a) y las amenazas, obligan a las
víctimas a guardar silencio, facilitando los sentimientos de impotencia e indefensión.
La Familia Incestuosa
Si bien existen casos donde el abuso sexual infantil es cometido por un agresor ajeno a los contextos
familiares de los niños y niñas, la gran porción de los casos ocurren al interior de las familias. Bajo este
contexto, profundizaremos en las características de estas familias, las que apuntan – valga la precisión –
no necesariamente a relaciones consanguíneas, sino que “familiares” apunta a las vinculaciones del
orden primario que envuelven la vida de los niños y niñas. Así, por ejemplo, la casuística muestra que,
en varios casos, el conviviente de la madre de las víctimas – y que luego agrede sexualmente – no es
necesariamente es el padre sanguíneo, pero cumple funciones de autoridad y regulación en la familia
(legal y económica). De esta manera, cuando hago referencia a la noción de “familia” esta apunta a una
estructura de relaciones compartida, basada en el ejercicio de funciones paterno‐filiales, más que en
una estructura basada en lazos biológicos. Además, siguiendo a la antropóloga chilena Sonia
Montecinos, la estructura familiar chilena no respondería a la lógica de madre‐padre e hijos, sino que se
responde a familias con jefatura femenina, quien cumple funciones de cabeza del hogar. Además, las
“familias refundidas” , reúnen a diferentes miembros que generan proyectos familiares con una vida
relativa, develando la participación de varios de sus miembros en distintas familias durante su vida.
Vale decir, un niño o niña que esté bajo nuestro cuidado puede tener una historia familiar en la que uno
2
de sus padres ha protagonizado varias historias familiares.
En este sentido, la familia incestuosa aparece como un constructo que da cuenta de un núcleo familiar
basado en el control de sus miembros a través de mecanismos basados en la sugestión, las mentiras y el
goce sexual ilícito a través de la ley del silencio y las amenazas.
Se rebasa la prohibición del incesto, generando daño significativo a las víctimas, las que son culpadas
por los agresores como causantes de la situación abusiva. La consolidación de este hecho genera la
dificultad de que los niños y niñas puedan verse como víctimas, responsabilizándose de lo ocurrido y
conviviendo con sentimientos de culpa y su consecuente necesidad de castigo. Estos sentimientos
generan fuertes montos de ansiedad y estrés crónico, configurándose los criterios del llamado “Estrés
Post‐Traumático” (DSM‐IV), consolidando un daño significativo para los niños y niñas.
Las consecuencias del abuso sexual infantil se viven de manera rápida en los niños y niñas, alternado su
mundo interno, con fuertes sentimientos de ambivalencia e impotencia, ya que la posibilidad de pedir
ayuda la ve lejana.
La Alienación Sacrificial
El abuso sexual infantil genera una disposición de los niños y niñas a adaptarse a las nuevas condiciones
de vida, tratando de sobrellevar la transformación de su contexto vital el que implica convivir con las
graves vulneraciones a las que son sometidos. ¿Cómo ocurre esto? La noción de trauma relacional es la
clave para entender cómo las víctimas logran “acomodarse patológicamente” al nuevo patrón de
relaciones al interior de sus familias. La transformación de la “realidad cotidiana”, trae aparejadas
nuevas sensaciones internas, las que disparan angustias persecutorias que tienen una base real y que
tensionan de manera significativa a los niños y niñas agrediendo su integridad psicológica. Visto así, el
incremento del malestar subjetivo a causa del A.S.I. se expresará en distintas zonas vitales: conductual,
cognitiva, sexual, emocional y social.
Visto así, la “alienación sacrificial” es una repuesta adaptativa al nuevo contexto vital, donde la
distancia con el agresor se reduce al mínimo, las víctimas se visualizan como un objeto de pertenencia
del abusador, el que con el ejercicio de la Ley del Silencio perpetúa la situación en el tiempo. Así, los
niños y niñas se encuentran en una callejón sin salida, ofreciéndose desvitalizadamente para que el
Otro abusador los posea, goce de ellos sexualmente sin ninguna barrera. Con todo, la desregulación
propia del incesto familiar, provoca graves sensaciones de “indefensión aprendida”, las que se traducen
impotencia y sobretodo profundos sentimientos depresivos. El abusador controla, domina y se adueña
de la víctima, estableciendo una relación particular, íntima, basada en el “secreto” que ambos
comparten y que nadie puede ver todavía. La alienación sacrificial se emparenta con el concepto de
“vampirismo” planteado por Perrone (2007), quien pone de manifiesto el estado de dominio y terror
que el abusador establece con su víctima.
La alienación sacrificial, además, dejará daños a largo plazo en la víctima a nivel de identidad, muchos
niños y niñas actúan según este rol, encarnándolo y asumiéndolo de manera íntegra: se comportan
3
como “sinvergüenzas”, erotizando las relaciones en las que confunden las expresiones de amor con la
sexualidad. Vale decir, para ellos el amor no tiene otra alternativa a la sexualidad.
Ruptura del Contexto Vital
El cambio en las condiciones de vida de los niños y niñas víctimas producto del abuso sexual infantil
implica una ruptura en el ritmo acostumbrado de vivir. Por ello, este quiebre está determinado por la
irrupción de expresiones sexuales inadecuadas para su edad, las que son incomprensibles y tienen un
carácter traumático. En este sentido, lo traumático dice relación con la introducción de parte del Otro
abusador de la sexualidad desprovista de toda comprensión donde, especialmente, la erotización y el
goce corporal que sufren los niños y niñas, generan graves manifestaciones que adquieren autonomía y
se hacen intrusivas, compulsivas y descontextualizadas:
a) Masturbación compulsiva.
b) Juegos sexuales.
c) Preocupación sexual.
d) Trastornos de la identidad sexual.
e) Pareja de un abusador (relaciones futuras).
Todo lo anterior, deben guiar a los profesionales que actúan en este ámbito, ya que el daño específico
del abuso sexual infantilI traerá graves consecuencias en la vida actual y futura de los niños y niñas. La
protección, entonces, dice relación con las víctimas directas de los abusos, pero también debe
reconocerse la existencia de “víctimas secundarias” o distales, las que pueden ser victimizadas por las
conductas sexuales de las víctimas primarias. Además, no se debe perder de vista el impacto que sufren
el resto de la familia tras la develación, generando cuadros ansiosos y depresivos agudos, como sus
principales expresiones.
A esto, se deben contar la existencia de antecedentes de abuso sexual infantil. en la línea materna,
elemento de mucha relevancia, ya que juega a favor de la retraumatización, facilitando la victimización
de un nuevo miembro del círculo familiar. Del mismo modo, los mecanismos que se hacen presentes en
el abuso sexual y que son ejercidos por la víctima, son vivimos con plena fuerza por todos los miembros
que fueron víctimas en su pasado, agredidos por el mismo victimario o no.
El retorno de lo traumático a partir de distintas formas es algo característico del abuso sexual infantil,
donde sus víctimas reviven, mediante flash‐backs, las experiencias propias del abuso, cargadas con la
misma fuerza emocional que permanece actual y disponible para perturbar a los que la padecen. En
este sentido, la interferencia llega a un nivel tan profundo que lesiona las áreas cognitivas, emocional y
social de los niños y niñas – y futuros adultos – impidiéndoles un adecuada integración social. En este
sentido, se disparan respuestas emocionales de alto rango, las que muchas veces no se corresponden
con el estímulo desencadenador. La desproporción de los estímulos en comparación con las respuestas
que provocan es una característica particular del Estrés Post‐traumático vivenciado por las víctimas.
Elementos como olores, imágenes, palabras, lugares, entre otros, traen a la actualidad impresiones
cargadas de angustia, terror y dolor que se hacen presentes interfiriendo en la vida cotidiana de
4
quienes las padecen. Por otro lado, soportar estos fenómenos psicopatológicos implica un costo muy
algo que pagan las víctimas, ya que la capacidad de mediatizar estos montos de energía psíquica se
hace muy difícil para los niños y las niñas.
Las agresiones psicológicas, se diferencia de las agresiones físicas precisamente por su perdurabilidad.
Las impresiones traumáticas permanecen en la memoria de las víctimas y, justamente, su retorno tiene
la función de intento de ser mediatizadas, dosificadas, simbolizadas. Lamentablemente, los niños y
niñas tienen escasas posibilidades de superar estas experiencias si ni logran convivir en un ambiente
protector. Esto ya es una gran tarea para los equipos profesionales que trabajan con víctimas, ya que
este paso muchas veces necesita del alejamiento del agresor, quien es el que tiene el poder económico
en las familias. También la credibilidad de parte del resto de los adultos es un aspecto clave para las
víctimas.
Como lo refiere Eidelsztein (2011), para los niños y niñas más que el abuso mismo, la falta de
credibilidad de parte del resto de los adultos es un hecho aún más traumático.
Como se ha mencionado, es muy difícil que los niños “inventen” o fabulen este tipo de experiencias o
se refieran a ellas con tanto detalle si es que no han vivenciado algún evento similar. Por ello, en el
trabajo con las familias víctimas de abuso sexual infantil se transmite la idea que la credibilidad es un
factor protector y de buen pronóstico para los sobrevivientes.
El comienzo de la Interacción Abusiva
Como señalé anteriormente, el quiebre del equilibrio vital es un momento definitorio del abuso sexual
infantil, donde los niños y niñas ven cómo las pautas que regularmente conocían se alteran,
introduciéndose contenidos, hábitos y pautas relacionales abusivas, basadas en el terror y la amenaza.
La mentira, es una herramienta muy eficiente que es usada por el abusador para controlar a sus
víctimas, amenazándolas que “contará” lo que ellas le han obligado a ser y que el otro adulto –
principalmente la madre – se sentirá muy dolida, decepcionada y molesta por lo que ha ocurrido. Del
mismo modo, los engaños hacen pasar los abusos por “juegos” o “expresiones de amor” las que deben
guardarse en secreto porque el resto “estará envidioso” o “no las comprenderán”. El amor es un
recurso muy usado por los abusadores, especialmente con niños y niñas que tienen historia de
carencias afectivas y sobretodo materiales. La posición aventajada que el agresor tiene en comparación
con los niños y niñas es la base de su poder e influencia sobre ellos. Los mecanismos de control que el
abusador usa, impulsan a las víctimas hacia la soledad y el abandono emocional.
Las figuras protectoras deben buscarse rápidamente en el contexto familiar de los niños y niñas, en
primera, segunda y hasta en tercera línea, tratando de asegurar el cambio de ambiente para ellos. Si
esto sucede y permanece, el pronóstico logra ser positivo, acompañado de un tratamiento reparatorio
oportuno. Este trabajo, que nunca debe ser pensado, desde lo psicológico, a partir de una mirada
exclusivamente intrapsíquica, sino que debe contemplar todas las áreas vitales de los niños y niñas. En
este sentido, el malestar psicológico no es exclusivo de las víctimas ya que influye significativamente en
el resto de los miembros de la familia (otros niños y adultos).
5
La ambivalencia con respecto al agresor es un síntoma permanente en los casos de abuso sexual
infantil, donde los niños y niñas conviven con sus victimarios, los que son queridos y odiados al mismo
tiempo. Este aspecto es muy complejo para las víctimas ya que se sienten atrapados para poder
denunciar al agresor, pero se retienen precisamente porque sospechan las graves consecuencias que se
proyectan en dichos casos.
Los síntomas evitativos tratan de “poner a salvo” a las víctimas, pero esto tendrá repercusiones futuras
ya que influyen en su capacidad de vinculación futura, generando complicaciones para ejercer una vida
sexual activa. La intimidad sexual será un desafío al menos complejo para los adultos con antecedentes
de victimización en la esfera sexual, ya que si no han recibido apoyo terapéutico, existen posibilidades
de sufrir rechazo al contacto físico y sexual.
En la edad pre‐escolar y escolar los niños y niñas víctimas de abuso sexual infantil sufren trastornos de
aprendizaje a causa dificultades cognitivas, especialmente por problemas de concentración y de
memoria.
La sensación de no escapatoria de las víctimas, hacen que su psique recurra a los mecanismos
disociativos, los que hacen que se perpetúe la separación del cuerpo de la mente. Es decir, el abusador
puede poseer el cuerpo, pero la mente permanecer “alejada” de la experiencia para poder atravesarla.
Claramente, esto trae consecuencias graves a nivel emocional, ya que los niños y niñas viven inmersos
en una desintegración interna, que los hace alejarse de sus emociones más verdaderas. La disociación
psíquica es un mecanismo necesario para la supervivencia de experiencias traumáticas, pero también
es un articulador fundamental de alteraciones psicológicas de orden psicótico. Alejarse de la realidad,
disociándose, se podría establecer como un factor, en los casos crónicos, de daño psíquico, facilitando
la conformación de trastornos de la personalidad límites y psicóticos.
Con todo, la traumatización de los niños y niñas puede pavimentar alteraciones psicológicas
significativas que comprometen muchas zonas de su vida futura.
Diagnóstico de Abuso Sexual Infantil
Para llevar a cabo el diagnóstico de abuso sexual infantil, debido a su complejidad, implica que los
profesionales que trabajen en este ámbito tengan en cuenta al menos dos aspectos:
a) Existen síntomas, como veíamos, más definitorios que otros. Y que el diagnóstico de abuso
sexual infantil es un ejercicio complejo, que implica la sumatoria de elementos para poder abarcar
todos sus aspectos. Lo que significa que un síntoma en sí mismo no quiere decir necesariamente que se
está en presencia de un cuadro de abuso sexual infantil.
b) Además, los profesionales que trabajan en esta área deben tener una actitud que fuerce a
realizar siempre un diagnóstico diferencial. Siempre se debe buscar la posibilidad de explicarse la
presencia de los síntomas que se encuentran como producto de otras causas, distintas del abuso sexual
infantil.
6
Esta actitud de perplejidad permanente es necesaria para llevar a cabo un trabajo responsable,
pensando además en las consecuencias no sólo para las víctimas y sus familias, sino que también por la
responsabilidad legal que tienen los equipos que detectan estas situaciones.
Por otro lado, no da igual los indicadores de sospecha, de aquellos que son realmente específicos y
definitorios de abuso sexual infantil.
Gil (2010) divide la acción de los profesionales que detectan signos generales o específicos, que, luego,
profesionales especializados ponderarán y valorarán la probabilidad de abuso sexual infantil. Es
imposible hablar en términos de comprobación o rechazo de lo ocurrido, sino que en términos de lo
altamente probable o altamente improbable. Hay que recordar que ningún profesional estuvo presente
como testigo directo de los hechos abusivos, por lo tanto nunca debe perder esta perspectiva.
En este mismo sentido, si la ponderación arroja que los síntomas y signos que los niños y niñas
presentan son compatibles con abuso sexual infantil es importante que se apunte a resguardar la
protección de las víctimas como principal objetivo. Es contraproducente, comenzar terapia reparatoria,
por ejemplo, si todavía los niños y niñas se encuentran inmersos en un contexto de vulneración. Hacer
esto es someterlos a una grave paradoja: por un lado se le ayuda a superar algo que sigue viviendo.
Visto así, los indicadores de sospecha se distinguen en:
a) Físicos
b) Funcionales y
c) Conductuales
En esta misma línea, las explicaciones que los adultos dan sobre lo que le sucede a los niños y las niñas
son un criterio que facilita el diagnóstico de abuso sexual infantil. Serán los adultos responsables los
que deben explicar la aparición de dichos signos, argumentos que ayudarán a despejar las sospechas o
confirmar la necesidad de seguir recabando información de parte de los equipos profesionales.
Indicadores Compatibles
Son aquellos que dicen relación con situaciones que sólo pueden producirse a partir de la existencia de
alguna forma de abuso sexual infantil. En este punto, es muy importante la actitud de parte de los
profesionales, los que deben evitar la revictimización de los niños y niñas a causa de los constantes
interrogatorios que las víctimas son sometidos por los diferentes programas que intervienen en un
caso.
Indicadores Concluyentes
Son aquellos que afectan específicamente a la esfera sexual, como por ejemplo, las enfermedades de
transmisión sexual (E.T.S). Estos indicadores son de alta probabilidad. A esto se le suma un relato con
indicadores de veracidad, más pruebas sexológicas y estudios psicológicos periciales que entregan una
consistencia interna al diagnóstico.
7
Carrera Moral de las Víctimas de Abuso Sexual Infantil
Los niños y niñas que experimentan abuso sexual infantil, de manera crónica, participan de una
socialización secundaria que tiene esos parámetros como reglas de intercambio. Vale decir, las
sexualidad traumática es un marco referencial para que los niños asuman un rol activo según el papel
que jueguen en la interacción abusiva.
Consecuencias Generales del Abuso Sexual Infantil
Las agresiones sexuales pueden provocar distintas consecuencias en las víctimas. Son existe un cuadro
único que pueda reunir todo lo posible y que sea definitorio con ese nivel de especificidad.
Sin embargo, hay elementos que son centrales para poder mediatizar las consecuencias del abuso
sexual infantil. Estas son, a saber:
a) Edad
b) Tipo de Abuso
c) Tiempo del abuso: no es igual un episodio único que un abuso crónico.
d) Relación con el abusador: conocido o desconocido no produce los mismos efectos.
e) Reacción de los adultos a la hora de pedir ayuda: pensando en la credibilidad que le dan
al relato de los niños y niñas. Esto constituye un factor protector o un elemento que
puede agudizar las reacciones patológicas que presentan los niños. Además, cuenta
como un indicador de la disponibilidad que la red familiar tiene hacia los niños y niñas.
Además, el tiempo del tratamiento permite observar los bloques familiares que se
despliegan en virtud de la develación. Quienes están a favor de las víctimas y quienes
están en contra.
El Modelo de Finkelhor y Browne (1985), permite comprender las zonas problemáticas que el abuso
sexual infantil afecta. Estos son:
a) Sexualización Traumática: la que apunta al incentivo por la presencia de conductas sexuales en
los niños y niñas que no son propias de su edad y que general problemas sobre el cuidado del
propio cuerpo, la sobreatención en los genitales propios y el de los demás, lo mismo que la
posibilidad de transgresión hacia otros niños y niñas.
b) Traición: la que revela las transgresiones en el ámbito de las confianzas básicas que se tenían al
interior del hogar, desprotegiendo y alterando la misión primordial de los adultos responsables
de la crianza de los niños y niñas.
8
c) Impotencia o Indefensión: de parte de la víctima, la que no puede hacer nada, ni tener
escapatoria de parte de su víctima. Se generan sensaciones de indefensión, depresión, ansiedad
y hasta identificación con el agresor. Esto se basa en la necesidad de tener el control de la
situación, exponiendo así a otros niños y niñas a la posibilidad de ser agredidos sexualmente. La
impotencia también apunta a los intentos frustrados por detener el abuso sexual, los que
generando expectativas de cambio en las víctimas, no son más que paréntesis temporales.
Investigaciones como la de SENAME (2012) muestran que las ventanas de cambio en el caso de
los contextos familiares en programas de ayuda son breves, antes de volver a las pautas
relacionales de costumbre.
d) Estigmatización: donde el abusador culpa y personaliza en la víctima la responsabilidad por lo
que ocurre. Esto genera altos montos de vergüenza y culpa, asumiendo la responsabilidad que le
cabe al agresor por los abusos. Es el trabajo que hace el abusador para que sea él la “victima” y
la víctima sea la “culpable” de los abusos.
Echeburúa, (2006) muestra cómo las consecuencias del abuso sexual infantil inundan la mayoría de las
zonas vitales de sus víctimas. Así, las esferas:
a) Física
b) Conductual
c) Emocional
d) Sexual
e) Social.
Dan cuenta del nivel de daño que los niños y niñas experimentan a causa del abuso sexual infantil y
que, desde el punto de vista de los profesionales, sirve como guía para determinar las zonas
problemáticas de aquellas libres de conflicto.
Los niveles de daño se separan en:
a) Leve a Moderado,
b) Grave
c) Profundo.
Esta separación da a entender cómo los factores antes mencionados impactan en la vida de los niños y
niñas, pensando en alteraciones más adaptativas, al comienzo, pasando por trastornos más graves,
como son los trastornos del ánimo más duraderos, para terminar con alteraciones profundas a nivel de
la organización de la personalidad. Cada una de ellas afecta a todas las zonas antes mencionadas,
diferenciándose en el nivel de gravedad. De ahí se puede hablar de consecuencias a corto, mediano y
largo plazo.
9
Preguntas para la Reflexión
1) ¿Por qué en las familias de características incestuosas, al ocurrir un abuso intrafamiliar, para las
víctimas es difícil reconocerse como tales, tendiendo a la ambivalencia y la confusión?
2) ¿Cómo se produce la dinámica traumatogénica de la traición y cuáles son sus implicancias?
3) ¿Cómo impactan las variables moderadoras en la configuración del abuso y el daño asociado?
(edad, de abuso, vínculo con el agresor, duración, reacción del entono, entre otros).
10
Referencias Bibliográficas
Barudy, J (1998): El dolor Invisible de la Infancia. Paidos.
Echeburúa, E, Corral, P; Amor, P (2006): Evaluación del Daño Psicológico en las Víctimas de Delitos
Violentos. Psicopatología Clínica, Legal y Forense. Vol. 4.
Echeburúa, E; Guarricaecheverría, C (2009): Abuso Sexual en la Infancia: Víctimas y Agresores. Un
Enfoque Clínico. 5° Edición. Ariel. Barcelona.
Finkelhor, D. & Browne, A. (1985). The traumatic impact of child abuse: A conceptualization. American
Journal of Orthopsychiatry, 55(4), 530‐541.
Gil, J (2010): Diagnóstico de Maltrato y Abuso sexual infantil. FAPMI, Sevilla.
Perrone, R; Nannini, M. (1997): Violencia y Abusos Sexuales en la Familia. Un abordaje Sistémico y
Comunicacional. Editorial Paidós. Buenos Aires. Argentina.
11