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EL JUEZ PENAL:

El ejercicio concreto de la jurisdicción corresponde a los tribunales, que están


integrados por personas: los jueces ostentan una “representación que le otorga a
un hombre poderes excepcionales sobre sus semejantes, que natural y
políticamente son iguales suyos” De allí que sean éstos los depositarios del poder
estatal de conocimiento y decisión sobre la comisión de delitos, y de aplicación del
Código Penal (art. 75 inciso 12, CN), es decir de juzgar (art. 18, CN) y de penar
(arts. 18, 60 y 115, CN); también y, en garantía del ciudadano, de no hacerlo
cuando no corresponda de acuerdo al derecho constitucional, penal o procesal.

Concepto:
El juez penal es el sujeto designado de acuerdo a los procedimientos
constitucionales, para ocupar un cargo de tal en un tribunal previamente instituido
por la ley para juzgar una (cierta) categoría de ilícitos o de personas, que ejercita el
poder jurisdiccional en un proceso concreto que conduce, controlando que se
respeten los derechos individuales y decidiendo, de modo provisional o definitivo,
sobre la existencia del hecho que se atribuye al acusado y su participación punible.
Para hacerlo deberá fundarse en las pruebas ofrecidas por el acusador y por el
imputado, considerar los argumentos de ambos. La decisión definitiva consistirá en
una sentencia de condena o de absolución, en la que actuará el derecho en el caso
sometido a su decisión.
Es bueno aclarar que su misión no es la de perseguir el delito, sino la de juzgar
acerca de él, por lo que no se mencionan como funciones del juez penal las de
investigar, intervenir en la preparación o formulación de la acusación, o procurar
pruebas de oficio.

Imparcialidad:
La imparcialidad como su nombre lo indica, consiste en no ser parte, es decir, en
ser un tercero frente a ellas, ajeno a sus intereses, y libre de prejuicios (sea a favor
o en contra sobre los hechos que debe juzgar y sus protagonistas).
Se expresa en la actitud de mantener la misma "distancia" de la hipótesis
acusatoria que de la hipótesis defensiva durante todo el proceso y hasta el acto
mismo de la sentencia. Esto se suele graficar con un triángulo equilátero en cuyo
vértice superior se ubica el juez; o se simboliza con una balanza, cuyos dos platillos
están equilibrados y a la misma distancia del fiel.

Independencia:
Se entiende por independencia la libertad para cumplir sus funciones y tomar
decisiones sin interferencias políticas o de grupos de presión, o de otros poderes
del Estado. Pero ella no es un privilegio del juez sino una garantía para el
ciudadano, limitada sólo por la ley.

EL MINISTERIO PÚBLICO FISCAL – EL FISCAL


Concepto:
Ministerio Público Fiscal es el órgano estatal encargado de la persecución penal
pública, es decir, de intentar y lograr, si según el derecho constitucional, penal,
procesal corresponde, el reconocimiento, por parte de los tribunales jurisdiccionales
competentes, de la existencia del poder penal la potestad represiva del Estado en
un caso concreto, y la imposición de la sanción que corresponda al culpable. Pero
si ello no corresponde jurídicamente, deberá concluir a favor del imputado.
Para ello, por medio de los fiscales, cuenta con atribuciones de investigación,
fuentes de información y recursos humanos y materiales para hacerlo - la policía -
también con poderes procesales derivados de la autorización del fiscal para
intervenir en ciertos casos, poniendo de manifiesto que la institución policial no es
parte del proceso.

Regulación constitucional
La Constitución Nacional ha instituido el Ministerio Público Fiscal (art. 120). En el
ámbito de las respectivas jurisdicciones (nacionales o provinciales) tendrá la función
de "promover la actuación de la justicia en defensa de la legalidad, de los intereses
generales de la sociedad" (art.120, CN), de "promover y ejercitar la acción penal
pública".
Será, entonces, el M.P. Fiscal el órgano estatal que debe iniciar de oficio todas las
acciones penales (art. 71, CP), para "perseguir" a "los delincuentes" (art. 274, CP),
debiendo requerir el juicio (art. 18, CN) que permita la aplicación de las penas que
les correspondan, acusándolos ante los tribunales (Federales o Provinciales, según
las cosas o las personas cayeren bajo sus respectivas jurisdicciones, art. 75, inciso
12, CN); o no desarrollar todas o parte de estas actividades cuando se admitan
soluciones alternativas a la pena (v. gr., suspensión del juicio a prueba, art. 76 bis
CP).
El Ministerio Público Fiscal no es un representante del interés de cada uno sino un
representante del “interés del Estado”, no un representante de los ciudadanos.
Pero si, por el contrario, aceptamos que el interés que defiende el Ministerio Público
Fiscal es el “general de la sociedad” sólo, principalmente o también porque es el de
cada uno de sus integrantes como ninguno quiere que le roben, la protección de la
propiedad es interés de todos, nunca podrá dejar de lado un perfil funcional de
agente público al servicio del ciudadano que vea afectado su derecho o interés
concreto por la comisión de un delito, que si bien ha confiado al Estado la tutela de
este, no lo ha renunciado a su favor.

Autonomía
Respecto a la situación institucional, el Ministerio Público Fiscal tiene
"independencia" está fuera y por encima del control de los poderes políticos.

Objetividad:
Para cumplir con la exigencia constitucional de "legalidad" (art. 120, CN) los fiscales
tienen que respetar los derechos del ciudadano garantizados por ella y ser objetivos
en su actuación persecutoria, debiendo procurar la verdad sobre la acusación que
preparan o sostienen y ajustarse a las pruebas sobre ella en sus requerimientos o
conclusiones (resulten contrarias o favorables al imputado), sin atender a órdenes,
sugerencias o presiones de ninguna autoridad o factor de poder, incluyendo a su
propia estructura orgánica.
Este deber de objetividad también tiene su reflejo en los códigos que autorizan al
Ministerio Público Fiscal a pedir el archivo de las actuaciones, el sobreseimiento o
requerir la absolución del imputado.
El Ministerio Público Fiscal entonces no es un acusador nato, sus requerimientos
estarán orientados por lo que "en derecho constitucional, penal y procesal,
corresponda", pues sólo así cumplirá bien su función de promover la acción de la
justicia "en defensa de la legalidad" (art. 120, CN).
Desde luego que el apego a la "legalidad" impide que el Ministerio Público Fiscal
deje de investigar cuando tenga motivos para hacerlo o no acuse cuando cuente
con pruebas para ello, o de cualquier otro modo favorezca deliberadamente la
impunidad.

LA VÍCTIMA
Víctima del delito es la persona que ha sido perjudicada directamente por su
comisión (o sus herederos en caso de muerte).
El derecho a la tutela judicial efectiva La Convención Americana sobre Derechos
Humanos incorporada a la Constitución Nacional, y a su mismo nivel (art. 75 inciso
22) en su art. 25 establece en términos generales la obligación del Estado de
proveer a los ciudadanos sometidos a su jurisdicción una debida protección judicial
cuando alguno de sus derechos haya sido violado, siempre que este derecho les
sea por la Convención, o por la Constitución o las leyes internas del Estado.
Esta protección corresponderá “cualquiera sea el agente” al cual pueda
eventualmente atribuírsele la vulneración, incluso cuando fuere un particular, ya que
en este último caso el Estado habrá incumplido su obligación de evitar que tal
vulneración ocurra y si luego no brinda su protección judicial, en cierto modo la
estaría auxiliando; porque nada hay, en la letra ni en el espíritu de la Constitución,
que permita afirmar que la protección de los llamados "derechos humanos" —
porque son esenciales del hombre— esté circunscripta a los ataques que
provengan sólo de la autoridad, sino también de otros sectores sociales o
individuos.-

La tutela de la víctima
De lo expuesto queda claro que la tutela judicial efectiva, también le corresponde a
quien ha resultado menoscabado en su derecho a raíz de la comisión de un delito,
a la víctima.
Al respecto la jurisprudencia supranacional de la región afirma categóricamente
que, "cuando la violación de los derechos humanos sea el resultado de un hecho
tipificado penalmente, la víctima tiene derecho de obtener del Estado una
investigación judicial que se realice seriamente con los medios a su alcance a fin de
identificar a los responsables, y de imponerles las sanciones pertinentes.

Asistencia técnica
De acuerdo a lo expuesto, la víctima del delito (la verdadera víctima, por cierto)
debe por lo menos recibir la atención, información y respuesta adecuada a su grave
situación individual, familiar y social, para atenuar las secuelas que implica la
comisión del hecho delictivo en su persona y en su grupo familiar y tener asegurada
su integridad y tranquilidad personales durante el proceso.
La víctima merece recibir un trato digno y respetuoso durante el trámite judicial, lo
que implica, por ejemplo, esperar en salas diferentes a la que se encuentra el
imputado, familiares o testigos de aquél.
En los casos en que deba someterse a exámenes médicos, psicológicos o de
cualquier otro tipo, será necesario explicarle el valor de esos estudios para el
proceso, especialmente cuando se trate de personas que carezcan de suficiente
información, nivel educativo o cultural.
En los interrogatorios habrá que evitar ocasionarle un sufrimiento moral o social que
exceda los límites de las necesidades de la investigación o el ejercicio de la
acusación o de la defensa.
Asimismo debe autorizarse que, si fuere menor o incapaz, pueda hacerse
acompañar por una persona de su confianza durante los actos procesales en los
que deba participar, para evitar un agravamiento de la conmoción que le ocasionara
el delito.

Información y asistencia
Por todo esto, la víctima del delito o sus herederos forzosos, tendrán derecho a ser
informados acerca de las facultades que puedan ejercer en el proceso, de las
resoluciones que se dicten sobre la situación del imputado entre otras cosas.-
También le permite actuar en el proceso como querellante.

EL QUERELLANTE DE ACCIÓN PÚBLICA.


Noción.
El querellante particular es la víctima de un delito de acción pública que interviene
facultativamente en el proceso penal, para acreditar la existencia de ese hecho
delictuoso y la responsabilidad penal del imputado, y lograr la condena penal de los
partícipes.
Fundamento
En la actualidad diferentes códigos reconocen el derecho de la víctima a intervenir
en calidad de querellante y recogen su utilidad como contralor de la actividad
judicial y como colaborador de la investigación.

Límite
Tal como hoy legisla el Código Penal, los códigos procesales no podrán conferir
exclusivamente al ofendido la función acusatoria (fuera de los casos de acción
privada) privando a los órganos oficiales de la titularidad de la acción (persecución)
pública. Tampoco podrán aquellos supeditar su ejercicio ni a la previa intervención
del ofendido, ni a cualquier otra condición no prevista por la ley de fondo.
Pero ello no descalifica la posible intervención del damnificado junto con los
funcionarios encargados de perseguir, o sólo frente a la inercia o desinterés de
éstos.
La querella sólo tendería así a facilitar la punición (no a condicionarla)
determinando la intervención del órgano jurisdiccional, que resolverá si ella
corresponde. Y esto también se justificaría por la coincidencia entre el interés de la
víctima en lograr la sanción del ilícito, con el interés estatal en idéntico cometido.

Titularidad y representación.
Puede constituirse en querellante particular el ofendido penalmente por un delito de
acción pública, sus herederos forzosos, entre otros.
La capacidad que se requiere para actuar como querellante es la exigible por las
leyes civiles para estar en juicio, por lo cual si se trata de un menor de 18 años,
insano u otras situaciones que afecten la plena capacidad del ejercicio del derecho,
la instancia deberá ser formulada por el representante legal.
Esta última calidad no sólo emerge de la ley civil sino también de la legitimación
que la ley civil, penal y procesal acuerdan.

Facultades
Se debe permitir al querellante intervenir en el proceso, con facultades para
acreditar la existencia del delito y la participación punible del imputado.-
Los querellantes podrán instar su participación en el proceso como querellante
particular.
Prueba.
El querellante particular podrá actuar en el proceso para acreditar el hecho
delictuoso y la responsabilidad penal del imputado en la forma que dispone este
Código. La intervención de una persona como querellante particular no la exime del
deber de declarar como testigo.

Renuncia
El querellante particular podrá renunciar a su intervención, quedando obligado por
las costas que su intervención hubiera causado.

EL IMPUTADO
Concepto
Imputado es la persona indicada como partícipe de un hecho delictuoso en
cualquier acto de la persecución penal dirigido en su contra y desde el primer
momento de ella, a partir de esa indicación gozará del derecho de defensa en todas
sus manifestaciones.
Por ello, el otorgamiento a una persona e la calidad de imputado, que significa
reconocerlo como sujeto del proceso, importa un indudable beneficio jurídico desde
el punto de vista de su defensa.

Adquisición de la calidad de imputado:


Para adquirir la calidad de imputado se requiere una indicación que puede provenir
de un señalamiento expreso o de un acto objetivo que implique sospecha oficial,
citación a prestar declaración indagatoria, o que genere medidas de coerción, orden
de detención, siempre que atribuya a una persona determinada – identificada o
identificable – alguna forma de participación (autoría, coautoría, complicidad
necesaria o secundaria, o instigación) en un delito.

Actos de particulares
También, se encuentran actos de particulares que pueden dar nacimiento a la
calidad de imputado. Tienen tal efecto, por ejemplo, la querella tanto en los delitos
de acción pública, como en los de acción privada
Pero el Código no exige para generar la calidad de imputado que la atribución
delictiva canalizada a través de cualquiera de los modos señalados ut supra se vea
corroborada por alguna prueba, o sea de por sí idónea para crear sospechas de
participación delictiva. Por lo tanto, la sola existencia de aquella indicación, será
suficiente para hacer adquirir la calidad de imputado.
Semejante situación sólo encontraría justificación si tal status (el de imputado) se
concibe como un modo de posibilitar la refutación de la imputación y la proposición
de pruebas aun antes de que ésta (la imputación) comience a lograr sustento
probatorio: pero tal posibilidad puede lograrse mediante otros modos más “inocuos”
para el honor del meramente “indicado”.

Cesación de la condición.
La calidad del imputado cesa por sentencia condenatoria, o absolutoria, o
sobreseimiento firmes; también por el archivo de las actuaciones en la investigación
fiscal.

Coerción procesal
Pero así como el Código estatuye sobre las situaciones (o requisitos) que deben
concurrir para que una persona pueda ser considerada "imputado" a los fines de
ejercer los derechos de tal, también indica cuidadosamente cuáles son los otros
recaudos que deben reunirse para que esa misma persona pueda ser sometida a
las medidas de coerción.
Si bien la aplicación de tales restricciones presupone la adquisición de tal condición
(la de imputado), este mero hecho no autoriza por sí sólo su imposición.
O dicho en términos más simples, puede haber imputado sin coerción.
Es decir, se puede ser imputado (a los fines del ejercicio de los derechos de tal) sin
por ello quedar automáticamente en condiciones de ser sometido a las medidas
restrictivas de derechos que las leyes autorizan respecto de aquél.-

Incoercibilidad moral
Concepto
Por imperio de normas constitucionales y procesales, el imputado no puede ser
inducido, engañado, constreñido o violentado a declarar ni a producir pruebas en
contra de su voluntad, pues aquéllas le reconocen la condición de sujeto
moralmente incoercible del proceso penal.
La garantía comprende la exclusión de la coacción directa y también de la
"inherente" a ciertas condiciones o circunstancias.
En virtud de esto, se prohíbe no sólo obligarlo a declarar o participar en una
reconstrucción del hecho.
Sólo cuando el imputado actúe como objeto de la prueba (lo que no significa que
sea objeto del proceso), podrá ser obligado a soportar, dentro de ciertos límites, el
respectivo acto procesal. Así sucederá por ejemplo, cuando sea sometido a un
reconocimiento de personas, o a una inspección judicial sobre su cuerpo, o a una
requisa personal, o a una operación pericial, etcétera

LA DECLARACIÓN DEL IMPUTADO


Noción
La declaración del imputado (también llamada indagatoria) es el acto predispuesto
por la ley procesal penal para darle a aquél la oportunidad de que ejercite su
defensa material, también puede guardar silencio, esta actitud (el silencio) no podrá
ser utilizada como presunción de culpabilidad en su contra, aspecto del que debe
ser informado debidamente por el órgano que lleva adelante el acto.
La declaración del imputado es un medio de defensa y no un medio de prueba
existe, no para que aquél confiese, ni para lograr pruebas en su contra, sino para
que pueda ejercitar su defensa material.

Consejo y asistencia del defensor


Ratificando su naturaleza de medio de defensa, el Código consagra la posibilidad
de consejo previo y la presencia del defensor en el acto.
El consejo del defensor, previo a que se lo llame a declarar, versará sobre el modo
de encarar su defensa material (v. gr., declarar o abstenerse).
Este derecho regirá aun estando incomunicado el imputado, pues la incomunicación
sólo puede procurar evitar el entorpecimiento de la investigación, nunca restringir el
derecho a la asistencia técnica.
Respecto de la presencia del abogado en el acto, el código fulmina con nulidad la
declaración del imputado, prestada sin la presencia de aquél. Por ello, lo dicho en
ausencia del abogado durante la declaración carecerá de todo valor probatorio en
su contra.
Con la misma finalidad se dispone que las preguntas que se le formulen (que
contestará sólo si así lo desea) serán claras y precisas, nunca capciosas
(engañosas) ni sugestivas (que indican la respuesta) y que las respuestas no serán
instadas perentoriamente (v. gr., ¡vamos, conteste de una vez!). Y si por la duración
del acto se notaren signos de fatiga o de falta de serenidad en el imputado, la
declaración será suspendida hasta que aquellos
Desaparezcan.-

EL DEFENSOR.
Concepto El imputado goza del derecho irrenunciable de contar con un defensor, o
sea un abogado de su confianza y elección, que a modo de "guardián parcial del
Estado de Derecho" (es decir, del Estado no arbitrario), actúe como un protector de
sus intereses, integrando su personalidad jurídica.
Asimismo el Código establece expresamente el derecho del imputado a hacerse
defender por abogados de su confianza o por el defensor oficial o público.
Si el imputado estuviere privado de su libertad, cualquier persona que tenga con él
relación de parentesco o amistad podrá presentarse ante la autoridad que
corresponda, proponiéndole un defensor.

Función
La defensa del imputado (por la exigencia de igualdad) implica también la
equivalencia de conocimientos jurídicos entre acusador y acusado, lo que requiere
que éste cuente con un abogado que lo asista y represente desde el punto de vista
legal, para no encontrarse en el proceso penal en la situación de “quien no sabe
hablar la lengua que necesita para hacerse entender”.
Atribuciones
Deberá garantizarse, irrestrictamente, la comunicación personal, telefónica y
epistolar entre imputado y defensor, y la reserva de las confidencias que en ella e
trasmitan. Se permitirá al primero contar con el asesoramiento, consejo y asistencia
profesional del segundo, que no deberá ser retaceado en ningún momento del
proceso, en especial antes de cualquier acto que requiera la intervención personal
de aquél (v. gr., su declaración). Se asegurará al abogado su libre actuación como
representante y vocero del imputado ante los tribunales, pudiendo reclamar por
cualquiera de sus derechos, ofrecer pruebas y representar a éste en la actividad
probatoria, alegar en su nombre para contrarrestar y discutir los fundamentos
fácticos y jurídicos de la acusación, y recurrir las resoluciones que lo perjudiquen.

Provisión por el Estado.


La aspiración de igualdad con el acusador requiere que la de defensa técnica sea
proporcionada por el Estado en caso de que por desinterés o indigencia, el
imputado no haya propuesto un defensor particular. Esto exigirá la prestación de un
servicio jurídico gratuito para aquél, por parte de funcionarios estatales letrados,
rentados por el Estado.
La designación del defensor de oficio no perjudica el derecho del imputado a elegir
ulteriormente otro de su confianza, la eficacia en materia de defensa oficial
requerirá que entre el imputado y el defensor exista una relación de confianza (lo
ideal sería que aquél pudiera elegir a su letrado), y que éste sea seleccionado para
su función en atención a su idoneidad, condición que tratándose de funcionarios
estables, deberá ser mantenida en el tiempo Pero la defensa oficial sólo será eficaz,
si se brinda despojada de todo atisbo burocrático, y el defensor público toma
verdadera conciencia de su rol y lo asume con vocación y entusiasmo.

Eficacia de la defensa técnica.


Sin embargo, la mera existencia de defensor suele ser insuficiente por sí sola para
asegurar la pretendida "paridad de partes", pues sólo proporciona una posibilidad
de igualdad formal no siempre expresada como tal en la realidad, la falta de medios
tecnológicos, económicos, humanos y de otra naturaleza, seguramente conspiran
con la paridad de partes y/o principio de igualdad entre las partes, teniendo en
cuenta los recursos que a veces posee el Estado para el ejercicio de la acción
penal y el posterior desarrollo del proceso.-

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