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“Nos cansamos
de aplanar las
esquinas”
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El siguiente testimonio póstumo, fue extraído
de la Revista El Canelo nº30, de diciembre de 1991.
Tanto la fotografía de la pág. 19, como la de la contraportada
no pertenecen a la publicación de El Canelo.
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El miércoles 14 de noviembre de 1990, antes de las 15 horas,
ocurrió la operación-rescate quizás más impresionante y
violenta en toda la historia de Chile. Un comando del
Movimiento Juvenil Lautaro rescató desde el Hospital Sótero
del Río a Marco Ariel Antonioletti Antonioletti un joven de 22
años que desde hacía un año se encontraba encarcelado bajo
acusaciones de asesinato (a tres policías) y asaltos varios.
En la operación murieron tres gendarmes y un carabinero.
Una mujer, presuntamente del comando lautarista,
resultó herida de gravedad.
Dos días después, el viernes 16 de noviembre, en otra
operación no del todo aclarada, policías de investigaciones
abatieron a Antonioletti en un enfrentamiento al interior
de una casa.1
El testimonio que publica el canelo corresponde a una
entrevista inédita hecha a Antonioletti en julio de 1990 en la
cárcel pública. Con ella seguimos con nuestra serie
testimonial titulada Violencia & Marginalidad, que
completaremos en números siguientes. No pretendemos ser
1 Tras ser rescatado Marco Ariel del Hospital Sótero del Río, el opetativo
lautarino cambia la casa de seguridad donde se lo mantendría clandes-
tino: es llevado a una vivienda del sector poniente de Santiago, donde
residía una prima de un militante del MJL, su esposo Juan Carvajal (edi-
tor, por ese entonces, del periódico Fortín Mapocho) y sus hijos. Carva-
jal terminará por delatar a Marco Ariel, comunicándose con personeros
de Gobierno de la Concertación (Ricardo Solari, Belisario Velasco, entre
otros). Un gran contingente de la Policía de Investigación se dirige así,
a la casa de Juan Carvajal. Marco Ariel es asesinado con un certero tiro
entre ceja y ceja. Los policías y el Gobierno aludirían a un enfrentamiento
que no fue tal: ¿qué enfrentamiento permite un tiro tan certero? Juan
Carvajal, luego de abandonar el país un par de años, se desempeñaría en
distintos cargos políticos durante los Gobiernos de la Concertación. Para
más detalles, revisar la entrevista a Andrea Osorio, pareja en aquel enton-
ces de Marco Ariel: “Juan Carvajal es un delator y merece una funa”, El
Mostrador, 19 de noviembre de 2008. (Nota del Editor).
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paladines ni jueces sino que queremos llamar la atención
sobre tal vez los mayores problemas que hoy vive la sociedad
chilena y, democracia mediante, que tienen que ver con la
marginalidad en que se halla una parte significativa de los
jóvenes de la patria y con la violencia que brota
de ella misma.
El lector sacará sus conclusiones. Lo que sí: este testimonio
debe tomarse como ejemplo de un quiste no pequeño que
remueve las bases de nuestra sociedad, tantas veces
ignorado o visto con cierta miopía, propia de quienes no ven
más allá de las superestructuras. Al mismo tiempo, debe
servir como voz de alerta acerca de lo aún no resuelto en
ciertos peldaños del país que imposibilita tal vez la añorada
paz y reconciliación entre los chilenos.
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“El sexo nuestro, el pueblo en armas”
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dar. El machismo abunda, y toda la sexualidad se desarrolla en for-
ma bastante traumática, y además en forma muy incompleta. Por
ejemplo, a nivel de juventud no hay ningún conocimiento de lo que
es la anticoncepción, no hay ningún conocimiento de lo que son los
preservativos. Entonces es toda una cosa muy rara, es como mala
la sexualidad, entonces ser rebelde es decir “hagamos el amor”.
Recuerdo que cuando sacamos el primer documento de lo que era
el sexo nuestro, nosotros partíamos de lo que ocurrió en el Estadio
Nacional, cuando el Papa pregunta si están dispuestos a renunciar a
la sexualidad, y el estadio, en un medio grito, dijo, “no!”. Y católicos,
cristianos, marxistas y todo el mundo dijo “no!”. Y eso yo creo que
demuestra una expresión de la juventud. Las mismas manifestacio-
nes culturales de grupos rock, que hablan de la sexualidad y que le
van dando un perfil, van demostrando una necesidad de la juven-
tud. Es por esto que nosotros planteamos que la revolución, que es
lo que nosotros buscamos, es, en todos los ámbitos, una revolución
de la vida. O sea, que no es una revolución sólo para transformar
las estructuras sociales, económicas y políticas, sino que se trata
de hacer una revolución para transformar las formas de vida, para
aspirar a formas de vida superiores. Y también nuestro concepto es
que para alcanzar la victoria, para alcanzar el poder, para alcanzar
la revolución, tenemos que ir hoy día viviendo las cosas que pre-
tendemos instalar mañana. Desde ese punto de vista nosotros co-
menzamos hace algunos años atrás, el año 87 si mal no recuerdo, a
desarrollar una campaña en la cual pusimos: “Sexo nuestro, pueblo
en armas”. O sea: el pueblo, finalmente, tiene derecho a la sexua-
lidad, y en ese contexto bueno, asaltamos farmacias, sacamos pre-
servativos, sacamos anticonceptivos, después estos elementos los
repartíamos entre la juventud. Y ésa es una manera que nosotros
enfrentamos a la juventud. Nosotros le presentamos alternativas.
Para nada nosotros les decimos: aquí les vamos a resolver el pro-
blema de condones y pastillas. Más bien vamos señalando cuál es
el camino de la integralídad, como nosotros lo vemos, porque al
final ellos verán si están de acuerdo con nosotros o no.
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bién es para la revolución, la música también es parte de la alegría
de los pueblos, la música es parte de la alegría de la juventud”. Bue-
no, y nos metimos a las cassetterías, nos metimos a las disquerías,
sacamos cassettes. Y después estos cassettes los Íbamos a repartir.
Pero cuando llegábamos a repartirlos, montábamos barricadas y
en una plaza poníamos música, nos poníamos a bailar, sacábamos
nuestras armas ¿ya? y nuevamente hacíamos esta imagen: El pue-
blo está luchando por la revolución, pero el pueblo está luchando
por la felicidad. No está luchando por andar escondido en casas de
seguridad ni mucho menos, sino que la revolución se hace aquí, en
la calle, en todas partes. Y nos tomamos esta plaza para huevíar,
para bailar. Y aquí tenemos cassettes, aquí tenemos anticoncepti-
vos, aquí tenemos preservativos.
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nacional, lo que vimos es que en este país los que estaban saliendo
a las marchas del hambre, los que estaban saliendo en los primeros
ocupamientos de territorios era la juventud. Evidentemente un es-
trato social: los pobladores, trabajadores, pero fundamentalmente
la juventud. La juventud que pasa a primera línea. Bueno la mayoría
de los muertos, la mayoría de los encarcelados hoy día son jóvenes.
O sea, la juventud aquí se la jugó y pagó un costo. Y por eso noso-
tros decidimos que fuera un movimiento juvenil. Eso no fue a prio-
ri. Fue partiendo de un análisis de la realidad. La juventud necesita
niveles de organización. Los cabros que se juntan en las esquinas a
tirar piedras, a hacer barricadas, esos cabros necesitan una forma
de organizarse. Y nosotros les dijimos, nuestra propuesta es que
sean brigadas del Movimiento Juvenil Lautaro”.
Un discurso impotente.
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tura nacional, las brigadas funcionan independientes unas de otras
y fíjate que no existen ni estructuras regionales ni locales. Lo que
pasa es que los mapucistas tienen la obligación de pertenecer al
M.J.L. cuando esa instancia existe. El cabro que ingresa al Lautaro
a nosotros no nos interesa que esté dispuesto a salir a marchar con
fusil a la calle, que le pegue al glosario político de “pe a pa”. El cabro
que entra al Lautaro nos interesa que sea un cabro que esté dis-
puesto a pelear, y que esté dispuesto a ir por alcanzar la felicidad,
por alcanzar el desarrollo pleno del pueblo. Ese es el concepto de
lautarino. En ningún caso el huevón parco que le pega al glosario
político. O sea, juventud que al calor de la lucha vive y hace la victo-
ria, sin perder la alegría. Lo cotidiano es muy importante.
2 Esta última afirmación refleja cómo, más allá del significativo discurso
del MJL en torno a la vida sexual de los jóvenes y de la sociedad, este es
desde una visión prejuiciada de las orientaciones e identidades no hete-
rosexuales, sino en clave heteronormada. La heteronormatividad, como
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plena y digna.
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“Nos estamos tomando distintos pedacitos de país”
–¿Y qué crees tú que le pasa a los jóvenes con esta propuesta?
Porque yo me imagino que si yo fuera un joven de la calle, me
sería atractivo un discurso que rescata mi cotidianeidad, pero de
repente no tendría ganas de que eso pase por la política.
–Te vuelvo a insistir sobre una idea que te planteé hace un mo-
mento: a nosotros no nos interesa que los jóvenes se sepan el glo-
sario político. Por lo demás es conocido históricamente, a través de
los mil años de historia del hombre, que jamás un pueblo ha hecho
una revolución conciente de para donde vá. Solamente hacen las
revoluciones concientes de que no quieren seguir viviendo como
están viviendo. Entonces ¿qué es lo que planteo yo?. Si por un lado
hay una toma de terreno, si por otro lado nos tomamos una plaza
y repartimos diferentes productos, si por otro lado hacemos un co-
pamiento territorial como el de La Florida, o como el de San Diego
y como el de Santa Rosa, si por otro lado repartimos camiones de
leche nos estamos tomando distintos pedacitos de país, estamos
apropiándonos de lo nuestro. Y la suma de estas distintas tomas va
a producir una totalidad: apropiarnos del espacio total, apropiar-
nos de la patria entera. Entonces un poco la simbología aquí es la si-
guiente: perfecto a ustedes les gusta la música, la música está fuera
del alcance de su bolsillo, nosotros los invitamos a que vayamos a
ejercer nuestro derecho a tener la música, a tener la leche, a tener
todo este tipo de cosas. Pero aquí hay una cosa de sentido común.
El sentido común es que si nosotros vamos, los pacos no nos van a
entender que “saben que no tengo plata, que estamos cesantes”,
sino que los pacos van a llegar y van a llegar con tutti. Por lo tanto es
necesario organizarse para defenderse. Y eso ya pasa a ser política
inmediatamente. Pasa a ser política pero desde el punto de vista de
que es útil para el pueblo. O sea: nos vamos a organizar, bueno, si
la primera vez no fuimos capaces de detener a los pacos con pie-
dras, la próxima vez iremos con hondas, la próxima con fierros, y
empezaremos a inventar armas caseras. Pero es nuestro derecho,
y lo vamos a defender. Es nuestra población y la vamos a defender.
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–¿Pero cuál es la valorización que hay de la política? Porque,
por ejemplo, si yo soy un tipo marginado, que no tengo acceso a
la música, que me encanta la música...
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nernos a llorar aquí, pero nosotros cuando partimos el año 82, no
teníamos ningún revólver, ninguna pistola, nada. Los primeros asal-
tos que empezamos a hacer lo hacíamos con cuchillas y palos. Todo
el dinero que nosotros hemos tenido para hacer nuestra política,
todas las armas que nosotros hemos tenido, ha sido producto de
nuestro sacrificio, del sacrificio de nuestros combatientes. Bueno,
ésa es una cosa que hay que dejar muy clara. Segundo, nuestra po-
lítica no se trata de que nosotros aquí vamos a tener que ir crecien-
do, teniendo más lautarinos y más mapucistas en el país para llevar
más camiones porque todos tienen que tenerlos. Aquí se trata de
ir marcando huellas. Las primeras recuperaciones que se hacían a
supermercados se hacían con un gran montaje operativo. Llegaban
compañeros con sus ametralladoras, sus fusiles, abrían las puertas,
entraba la población, sacaban las cosas y se iban con los productos.
Bueno, después de eso, durante las protestas, ya no hacía falta ni los
fusiles ni ninguna de esas huevadas, sino que la gente llegaba, abría
las cortinas, sacaba las cosas y se iba. Esa es una huella que quedó
instalada, es inamovible. Surgió esta cuestión de la repartición de
camiones y yo tengo antecedentes de cuatro o cinco camiones que
no tenían nada que ver con esta huevada de las reparticiones y que
se los hicieron papilla en diferentes zonas de Santiago. Y no había
ninguna vanguardia, ni nada por el estilo, sino que fue el pueblo
que vio los camiones y dijo “ese camión es nuestro”. Hace pocos
días atrás en Puente Alto, un lote de cabros sin ninguna afiliación
política decidieron que ellos también tenían que repartir camiones,
y fueron agarraron dos camiones de leche, pero agarraron presos a
los cabros. Bueno, no eran del Lautaro, no eran del Frente, no eran
de ninguna parte. Entonces esa es una huella que va quedando ins-
talada y el movimiento popular lo reproduce porque es necesario,
no porque sea política, no porque sea ideología, no porque sea so-
cialismo, no porque sea ninguna huevada. Simplemente porque es
necesario. Y se organizan y van viendo la forma de salir adelante.
Lo mismo ha pasado con muchas cosas. El año 77 ó 78 algunos “lo-
cos” hicieron barricadas. Era una locura. El 83 para las protestas, de
seguro, ¡hasta tú hiciste barricadas!. ¿Quién no hizo barricadas en
este país? Bueno, eso se desparramó de punta a punta de Chile, y
todo el mundo hizo barricadas. Hasta la vieja de la esquina estaba
sacando huevaditas para echarle a la barricada. Nosotros creemos
que ése es un estado de desarrollo del movimiento popular.
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–Volvamos a la juventud. ¿Qué enganche creen que hoy día tie-
ne la juventud con ésta democracia?
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“No me declaro ni oposición ni ninguna huevada”
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“pero es que ustedes tienen que entender que el presupuesto no
va a alcanzar, que aquí hay que equilibrar la huevada, etcétera”. En-
tonces empiezan a meter la chiva, la justificación. Entonces es una
democracia incapaz de realizarse a si misma. Aylwin para nosotros
nos es indiferente. Nosotros estamos en contra de la obra de la dic-
tadura, estamos en contra de sus estructuras sociales, económicas,
políticas. Si el Aylwin se va a poner del lado del pueblo, si Aylwin
va a empujar efectivamente por desalojar toda la obra de la dicta-
dura en este país, no va a estar, por plantearlo de alguna forma,
en el ángulo de tiro nuestro. Si se pone en nuestra trinchera, en la
trinchera del movimiento popular, perfecto. Ahora, si se pone en la
otra trinchera, va a estar expuesto a nuestros tiros. Pero ése ya no
es un problema nuestro.
–Yo te voy a decir las cuentas que sacamos. Según cifras oficia-
les, hay 5 millones de pobres. Nosotros decimos: seamos tacaños,
seamos pesimistas, el 10% de estos 5 millones, o sea, 500 mil, son
sectores avanzados. O sea, son los que estaban en primera línea en
las barricadas, son los que salían a pelear. Nuestra política es para
esos 500 mil hoy día. Porque esos 500 mil, una vez que se pongan
en movimiento, una vez que se empiecen a desplegar, van a mo-
torizar al conjunto del movimiento popular. No es que hagamos la
revolución con esos 500 mil. Ahora, esos 500 mil también tienen su
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domicilio, bueno, y tenemos también lo que yo te decía: La Granja,
La Victoria, La Legua, los frentes estudiantiles secundarios, lo que
es el Pedagógico, el IPS. En otras ciudades, por ejemplo en Penco
allá en Concepción, en la Antena allá en La Serena. En diferentes lu-
gares está el domicilio de esos 500 mil, y hacia ahí prioritariamente
hoy día hacemos la política. Para motorizarlos, para organizarlos, y
que esta cuestión empuje al conjunto del movimiento popular. Es
cierto que tal vez nosotros llegamos con un cargamento de con-
dones a Vitacura y no nos van a pescar, y lo más probable es que
llamen a los pacos. Pero eso no nos interesa. No trabajamos para
ellos. Estamos orientando el trabajo hacia sectores muy concretos.
–¿Tú crees que hay elementos que puedan caracterizar a los jó-
venes que vivieron bajo la dictadura? Me interesa meterme en el
problema de la violencia y del militarismo.
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hacer una rayita, echarla en una urna y se acabó esta huevá. Claro,
perfecto, te prometo que estaría en primera fila si se pudiera hacer.
Pero no es así. Esta democracia, entre comillas, está resguardada
por los milicos. Y las Fuerzas Armadas están para cautelar la segu-
ridad nacional. Es por eso que nosotros hemos tomado las armas;
es por eso que nosotros hemos salido y hemos fomentado que las
armas sean instrumento de lucha popular. Hemos hablado de que
las armas se tienen que transformar en armas de la vida.
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Marco Ariel, en el aniversario del Mapu-Lautaro al interior
de la cárcel pública, en mayo de 1990.
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“(...)Nosotros en nuestro primer documento planteamos que ya nos
cansamos de aplanar esquinas, nos cansamos de tomar la garrafa y
fumar pitos, o sea, llegó el tiempo de tomarnos la calle,
de apropiamos de lo nuestro. Esa juventud marginada, que no ha
tenido posibilidad de desarrollo y que se ha visto enajenada
por un conjunto de cosas, esa juventud decide pasar a la lucha,
decide pasar a la vanguardia. Estoy hablando de una juventud
que ha sido marginada por años y años. Esa juventud pasa a ser
protagónica en la lucha y esa juventud debe tener
una forma de organizarse.(...)”
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