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SIMONE DE BEAUVOIR
La mujer rebelde
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Alice Schwarzer: Hoy en día, el análisis de la situación de las mujeres
que has realizado en El segundo sexo sigue siendo el más radical1. Nin-
gún otro autor ha ido tan lejos, y se puede decir que has inspirado los
nuevos movimientos de mujeres. Pero es sólo ahora, veintitrés años
después, que te has comprometido personalmente en la lucha concreta
y colectiva de las mujeres. Así que en noviembre pasado participaste en
la marcha internacional de mujeres en París. ¿Por qué?
Simone de Beauvoir: Porque creo que, en los veinte años que aca-
ban de pasar, la situación de las mujeres en Francia no ha cambiado
realmente. Han obtenido algunas pequeñas cosas en las leyes concer-
nientes al matrimonio y el divorcio. La disponibilidad de anticonceptivos
ha aumentado, pero de manera insuficiente, ya que sólo el 7% de las
mujeres francesas toman la píldora. En el mundo laboral, tampoco han
logrado grandes avances. Tal vez ahora hay un poco más de mujeres que
trabajan, pero no muchas. En cualquier caso, todavía están confinadas a
situaciones de poca importancia. Son secretarias y no directoras ejecu-
tivas, enfermeras más a menudo que médicos. Las carreras más intere-
santes y rentables están prácticamente prohibidas para ellas, e incluso
desde dentro de las profesiones, su avance está prohibido. Todos esos
factores me hacen reflexionar. Creo que las mujeres, si quisieran cambiar
su situación, deberían tomar su destino en sus propias manos. Además,
los grupos de mujeres que existían en Francia antes del Mouvement de
Libération des Femmes (MLM), creado en 1970, eran reformistas y lega-
listas. No tenía deseos de unirme a ellas. El nuevo feminismo es, por el
contrario, radical. Reitera el eslogan de 1968: cambie la vida hoy mismo.
No cuente con el futuro, actúe de inmediato. Cuando las mujeres del
MLM me contactaron, quise unirme a su lucha. Me pidieron que traba-
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jara en la redacción de un manifiesto pro-aborto diciendo que nosotras,
otras y yo, hemos tenido abortos. Pensé que era un movimiento válido
que llamaría la atención a uno de los problemas más escandalosos que
enfrenta Francia hoy: el problema del aborto. Era por lo tanto natural
para mí ir a las calles y marchar con las activistas del MLM en noviembre
de 1971, adoptando sus lemas como propios: aborto legal y gratuito,
anticoncepción legal y gratuita, maternidad voluntaria.
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especialista de un hospital y una figura respetada en la ciencia médica,
pero cuando abandona a sus pacientes después de un día agotador en
el hospital, se apresura a casa para hacer la cena y servirla a su esposo
e hijos. Ella también es la que espera en la fila durante horas en las
tiendas. Así que, además de todas sus tareas profesionales extremada-
mente pesadas, acumula sus tareas domésticas, al igual que en otros
países. E incluso tal vez más que en Francia, donde una mujer en una
situación análoga tendría ayuda doméstica. Su condición es mejor en un
sentido, pero más difícil, que la de las mujeres en los países capitalistas.
Podemos llegar a la conclusión de que en la URSS como en otros países,
la igualdad entre hombres y mujeres no se ha realizado en absoluto.
riencia sirvió de material para su novela Pabellón del cáncer, que terminó en
1967 (N. de los T.)
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conjunción con la lucha de clases, pero también fuera de esa lucha, sin
subordinar totalmente este cambio al de la sociedad. Y yo diría que hoy
soy feminista de esa manera, porque he llegado a entender que debe-
mos luchar por la condición concreta de las mujeres antes que nuestros
sueños de socialismo puedan hacerse realidad. Y, además, he llegado a
comprender que, incluso en los países socialistas, esta igualdad no se ha
logrado. Por lo tanto, las mujeres deben tomar su destino en sus pro-
pias manos. Por eso me he unido al MLM. Además, he notado, y esta es
también una de las razones, en mi opinión, por la cual muchas mujeres
han creado el movimiento, que incluso en las actividades de la izquierda
francesa y en los movimientos de izquierda, ha habido una profunda
desigualdad entre hombres y mujeres. Las mujeres siempre han sido las
que han hecho las tareas más humildes, tediosas y modestas y los hom-
bres siempre han sido los portavoces, han escrito artículos y han hecho
todas las cosas más interesantes que requieren la mayor responsabili-
dad. Por lo tanto, incluso en el corazón de estos movimientos que, en
principio, están hechos para la liberación de todos, tanto de los jóvenes
como de las mujeres, las mujeres han permanecido inferiores. Y no se
detiene ahí. No lo diré todo, pero muchos izquierdistas masculinos son
agresivamente hostiles hacia la liberación de la mujer. Desprecian a las
mujeres y lo demuestran. La primera vez que se celebró una reunión
feminista en Vincennes, un grupo de izquierdistas masculinos irrumpió
en la sala gritando: “El poder está al final del falo”. Creo que ellos están
empezando a revisar esa posición, pero eso es sólo porque las mujeres
están tomando una acción militante independientemente de ellos.
Alice Schwarzer: En general, ¿cuáles son tus posiciones hacia las nue-
vas feministas, esas jóvenes en la lucha que son más radicales que nun-
ca?
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Alice Schwarzer: Entonces, ¿qué piensas de la regla “sólo para muje-
res” dentro de los grupos, que, en esta etapa, ha sido adoptada por la
mayoría de los movimientos de mujeres?
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cuidado con el paternalismo. Las mujeres no quieren que se les conceda
la igualdad; quieren ganarla, que no es en absoluto la misma cosa.
Simone de Beauvoir: No. Siempre me llevé muy bien con los hombres
que formaron parte de mi vida. Además, muchas mujeres del MLM que
conozco tampoco odian a los hombres, sino que tienen una actitud pru-
dente, un deseo de no dejarse devorar.
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siva? La afirmación de que todo coito es una violación me choca. No
me creo esto. Cuando dicen que todo coito es una violación, están re-
tomando los mitos masculinos. Eso significaría que el órgano sexual del
hombre es una espada, un arma. El asunto es inventar nuevas relaciones
sexuales que no sean opresivas.
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mujeres que escapan a la dominación masculina, siempre que tengan
autonomía profesional. Algunas logran tener una relación equilibrada
con un hombre. Otras tienen aventuras intrascendentes.
Alice Schwarzer: Has hablado de las mujeres como una clase inferior...
Alice Schwarzer: Algunos movimientos han ido aún más lejos. Basa-
dos en el trabajo doméstico, que no es remunerado y no tiene valor
de cambio, definen a las mujeres como una clase separada, fuera de
las clases existentes. Es decir, postulan la opresión patriarcal como la
contradicción principal, más que secundaria. ¿Estás de acuerdo con este
análisis?
Simone de Beauvoir: Encuentro que los análisis sobre este punto son
insuficientes. Me gustaría ver un estudio muy serio hecho al respecto.
Por ejemplo, en Women ́s Estate, Juliet Mitchell3 ha mostrado cómo sur-
ge la pregunta. Pero en este breve libro, ella no pretende resolverlo.
Recuerdo que esa fue una de las primeras preguntas que formulé cuan-
do me reuní con las activistas del MLM: según tú, “¿cómo están articu-
ladas exactamente la opresión patriarcal y la opresión capitalista?”. Por
el momento no veo exactamente la respuesta. Me gustaría trabajar en
este punto en los próximos años. Es extremadamente interesante para
mí. Pero me parece que los análisis que hacen equivalentes la opresión
patriarcal y la opresión capitalista no suenan válidos. El trabajo del ama
de casa no produce ninguna plusvalía: es una condición diferente a la
del trabajador al que le roban la plusvalía de su trabajo. Me gustaría sa-
ber exactamente qué relación existe entre los dos. La estrategia que las
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mujeres deben seguir depende enteramente de esto. Es exactamente
correcto hacer énfasis en el trabajo doméstico no remunerado. Pero hay
muchas mujeres que se ganan la vida y que no pueden ser consideradas
como explotadas de la misma manera que lo es un ama de casa.
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¿Cómo ves la relación entre la lucha de clases y la lucha entre los sexos?
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y la tecnocracia? Eso yo no lo sé. Si el feminismo hace demandas to-
talmente radicales, y si prevalecen estas demandas, en ese momento,
realmente amenazará al sistema. Pero no será suficiente con reorganizar
las relaciones de producción, las relaciones de trabajo y las relaciones
entre los hombres, con eso quiero decir seres humanos. No hay un aná-
lisis suficiente en este asunto porque las mujeres que eran activas en el
feminismo eran mujeres burguesas que luchaban políticamente. Eran
sufragistas que buscaban ganar el derecho al voto. No tomaron una po-
sición en la economía. Y económicamente, ha habido una buena dispo-
sición para conformarse con fórmulas marxistas tales como: cuando el
socialismo esté aquí, automáticamente habrá igualdad entre hombres y
mujeres. Cuando escribí El segundo sexo, me sorprendió mucho que la
izquierda lo recibiera pobremente. Recuerdo una discusión con algunos
trotskistas que me dijeron: “El problema de la mujer es un problema fal-
so. No hay ningún problema. Una vez que tenga lugar la revolución, las
mujeres terminarán naturalmente en su lugar”. También hay comunistas
con quienes tuve muchos desacuer- dos políticos al tiempo, y que me
ridiculizaban mucho. Escribieron artículos que decían que a las mujeres
que trabajan en Billancourt no les importaba “la cuestión de la mujer”.
Una vez que se produjera la revolución, las mujeres serían iguales a los
hombres. Pero no les importaba lo que pasaba con las mujeres antes de
la revolución. También esperaba que las cosas mejorasen mucho más en
los países socialistas que en los países capitalistas. Pero, de hecho, nada
de eso sucedió, aparte de los matices que ya he señalado.
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Simone de Beauvoir: Individualmente, lo primero es trabajar y, si es
posible, rechazar el matrimonio. Después de todo, podría haberme casa-
do con Sartre. Pero creo que fuimos sabios al no hacerlo, porque cuando
estás casado, la gente te ve casado y al mismo tiempo te lleva a conside-
rarte casado. No se tiene exactamente la misma relación con la sociedad
si se está casado que si no se está casado. Creo que el matrimonio es
peligroso para las mujeres. Dicho esto, una mujer puede tener motivos
para casarse: si quiere tener hijos, por ejemplo. Todavía es muy proble-
mático tener hijos cuyos padres no están casados; se encontrarían con
todo tipo de dificultades. Si uno realmente quiere ser independiente, lo
que cuenta es tener un trabajo y trabajar. Ese es el consejo que doy a
todas las mujeres que me hacen esa pregunta. Es una condición nece-
saria que les permite, cuando están casadas y quieren divorciarse, irse,
apoyar a sus hijos y asumir la responsabilidad de su propia existencia.
Dicho esto, el trabajo no es una panacea. Sé muy bien que el trabajo,
como lo es hoy, tiene un lado liberador, pero también un lado alienante,
y que, en consecuencia, las mujeres a menudo tienen que elegir entre
dos tipos de alienación: la del ama de casa o la de la trabajadora de la
fábrica. El trabajo no es una panacea, pero sin embargo es la primera
condición para la independencia.
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que mi libro las había ayudado a comprender su situación, a luchar, a
tomar decisiones. Siempre he hecho el esfuerzo de responder a estas
mujeres y he conocido a algunas de ellas. Siempre he tratado de ayudar
a las mujeres que están en problemas.
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Alice Schwarzer: De hecho, por primera vez en la historia, los movi-
mientos feministas son movimientos revolucionarios. Ya no creen que
puedan cambiar la suerte de las mujeres sin cambiar la sociedad.
Simone de Beauvoir: Rimbaud imaginó que una vez liberadas, las mu-
jeres aportarían algo completamente diferente al mundo. Eso no es lo
que creo. No creo que se desarrollen valores específicamente femeni-
nos una vez que las mujeres hayan ganado su igualdad. He discutido
esto con algunas feministas italianas que dicen que debemos rechazar
los valores y modelos masculinos, que debemos inventar valores com-
pletamente diferentes. No estoy de acuerdo. El hecho es que la cultura,
la civilización y los valores universales han sido la proeza de los hombres
porque fueron quienes representaron la universalidad. Así como el pro-
letariado, al rechazar a la burguesía como clase dominante, no rechaza
toda la herencia burguesa, las mujeres, como iguales a los hombres, de-
ben agarrar los instrumentos creados por los hombres, sin rechazarlos
completamente. Creo que aquí de nuevo es una cuestión de suspicacia
y de estar atentas. Es cierto que, al crear estos valores universales, por
ejemplo, llamaría a la ciencia matemática un valor universal, los hom-
bres con frecuencia les han dado un carácter estrictamente masculino;
masculino y viril. Han combinado las dos cosas de una manera muy sutil
y discreta. Ahora es una cuestión de disociarlos y rastrear esa contami-
nación. Es posible, y es una de las tareas que las mujeres deben realizar.
Pero no debemos rechazar el mundo de los hombres, porque después de
7 El pasaje de Arthur Rimbaud de una carta que éste le envía a Pierre De-
meny el 15 de mayo de 1871 y que Beauvoir cita en El segundo sexo es el
siguiente: “¡Las poetas serán! Cuando se haya roto la infinita servidumbre
de la mujer, cuando viva para ella y por ella, cuando el hombre –hasta ahora
abominable– le haya dado paso, ¡será ella también poeta! ¡La mujer encon-
trará lo desconocido! ¿Sus mundos de ideas serán diferentes de los nues-
tros? Encontrará cosas extrañas, insondables, repugnantes, deliciosas, noso-
tros las tomaremos, nosotros las comprenderemos” Cfr. BEAUVOIR, Simone.
El segundo sexo. Madrid: Ediciones Cátedra, 2015, p. 885 (N. de los T.).
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todo, también es nuestro mundo. Creo que las mujeres liberadas serán
tan creativas como los hombres. Pero no traerán nuevos valores. Creer
lo contrario es creer que existe una naturaleza femenina, que siempre
he negado. Todos esos conceptos deben ser barridos completamente.
Que la liberación de la mujer traerá nuevos tipos de relaciones entre los
seres, y que los hombres y las mujeres cambiarán como resultado de
ello, eso es seguro. Las mujeres deben ser humanos por derecho propio,
al igual que los hombres. Las diferencias que existen entre ellos no son
más importantes que las diferencias individuales que pueden existir en-
tre las mujeres o entre los hombres.
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cometidos contra las mujeres. Las primeras dos reuniones se centrarán
en los problemas de la maternidad, la anticoncepción y el aborto. Se
llevarán a cabo el 13 y 14 de mayo en la sala de reuniones principal de
la sala de la Mutualité. Habrá una especie de comisión de investigación
compuesta por una decena de mujeres que interrogarán a testigos: bió-
logos, sociólogos, psiquiatras, médicos, parteras, y en especial, las muje-
res que han sufrido la condición actualmente impuesta a la mujer. Espe-
ramos convencer al público de que debemos garantizar el derecho de las
mujeres a procrear libremente, es decir, ayudarles a soportar las cargas
de la maternidad, en particular en las guarderías, y también ayudarlas
a rechazar embarazos no deseados mediante el suministro de métodos
anticonceptivos y el aborto. Exigimos que sea restringido y decidido sólo
por la mujer.
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“(...) Ningún hombre que vive hoy fundó este régimen patriarcal, pero se
beneficia de ello, incluso si es uno de los que lo critican. Y él lo ha
internalizado. Debemos culpar al sistema, pero al mismo tiempo
mantenernos, si no hostiles hacia los hombres, al menos suspicaces, y
comportarnos prudentemente para no permitirles invadir nuestras propias
actividades, nuestras propias posibilidades. (...)”
“(...) Todo lo que puedo decir y lo que me llevó a modificar la posición que
tomé en El segundo sexo es que la lucha de clases propiamente hablando
no emancipa a las mujeres. Ya sean comunistas, trotskistas o maoístas, las
mujeres siempre están subordinadas a los hombres. Consecuentemente,
estoy convencida de que las mujeres deben ser verdaderamente feministas,
tomando “la cuestión de la mujer”
en sus propias manos. (...)”
“(...) porque los hombres utilizan la violencia contra las mujeres, tanto en su
lenguaje como en sus gestos. Agreden a las mujeres: las violan, las insultan
y algunas miradas son agresiones. Las mujeres deben
defenderse igualmente con violencia. Algunas mujeres aprenden karate u
otras formas de combate. Estoy completamente de acuerdo. De esta forma,
se sentirán mucho más cómodas con sus cuerpos y en el mundo, que si se
sienten desarmadas cuando se enfrentan a las agresiones masculinas.”
SIMONE DE BEAUVOIR
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