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Entrevista (1987) a la

Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén

“Somos lesbianas por opción”

Milena Vodanovic

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La siguiente entrevista fue extraída
de la Revista APSI Nº 206, del 22 al 28
de junio de 1987. Además se incluyen tres cartas
respondidas a la revista con motivo de la entrevista,
que ilustran las repercusiones que esta generó.
Dos de ellas aparecieron en la APSI Nº207,
del 29 de junio al 5 de julio de 1987.
La tercera en la APSI Nº209,
del 13 al 19 de julio de 1987.
Hacia el final, a su vez, incluimos
el extracto de una investigación histórica
que analiza las repercusiones en torno a esta entrevista.
Las imágenes incluidas forman parte de la publicación
de la Revista APSI Nº 206.

Ningún derecho reservado.


Haz que corra, compártela, reprodúcela, piratéala.
Que libres sean las palabras, los saberes
y la vida entera.

Primera Edición de Tierra Desvelada Ediciones.


Impreso en Santiago Waria, 2019.

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  Son lesbianas. Son feministas. Son lesbianas-feministas.
Se agrupan en el colectivo Ayuquelén, palabra mapuche que
quiere decir algo así como “la alegría de ser”. En este caso,
la alegría de ser lesbianas. Funcionan al alero de la casa de la
mujer La Morada, ahí, en el barrio Bellavista. Son las únicas
lesbianas agrupadas y organizadas como tales que hay en
Chile. Su punto de vista es particular. Quieren producir
pensamiento propio, un pensamiento “lésbico-feminista”,
dicen. Su lesbianismo, que entienden como opción –y no
como un defecto, enfermedad o desviación–, es para ellas un
instrumento de protesta social, punta de lanza de
revoluciones estructurales. Un asunto político, al fin.

  APSI conversó con cuatro mujeres de Ayuquelén una de


estas tardes. Nerviosas estaban. Era la primera vez que
concedían una entrevista. “Creemos que ha llegado el
momento de hablar”, dijeron. Acordaron no dar nombres ni
aceptar fotos: “Todavía tenemos miedo al rechazo”,
confesaron. “Miedo a nuestras propias familias, a los
compañeros de trabajo… Vivimos en un cerco con
demasiadas presiones”. Conversamos sentadas en el
suelo, entre cojines de muy feministas colores: lilas, morados,
fucsias. Ahí estaban (los nombres son de fantasía) Isabel,
28 años, secretaria; Inés, 30 años, diseñadora gráfica y
fotógrafa; Sofía, 38 años, también diseñadora gráfica; y
Elena, de 34 años, matrona. Ninguna milita en partido
político. Inés lo hizo hasta hace poco, en el Mapu, pero ahora
sólo es simpatizante. En estos momentos se preparan para
viajar a México y asistir al primer encuentro de lesbianas
latinoamericanas, caribeñas y chicanas,
a efectuarse en octubre.

  He aquí su experiencia, sus miedos,


su propuesta, su lesbianismo.

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  ¿Ustedes son solteras, casadas, tienen pareja?

  Sofía: Mira, yo bueno… con la Elena somos pareja (risas)… Y la Inés


es mi amiga, muy querida. Fue pareja también…

  Inés: Sí, ella fue mi primera pareja.

  ¿Cómo se descubre que se es lesbiana? ¿Cómo se asume esto?

  Elena: Yo fui una mujer heterosexual hasta hace unos 10 años atrás.
Ahora tengo 34. Mi cuestionamiento partió al observar que en mi fa-
milia habían roles muy marcados, y la mujer siempre asumía los infe-
riores. Nadie pudo nunca explicarme por qué. Yo me rebelaba frente
a eso y a ver que se me preparaba para casarme, tener hijos y punto.

  ¿Pololeaste?

  Elena: Cuando uno se plantea como lesbiana lo primero que te di-


cen es que tú tienes una tranca sexual. Yo viví con compañeros; fue-
ron relaciones bastante largas, y funcionaba bien con ellos. Sólo que
discutía mucho acerca de mis derechos dentro de la relación, y eso
producía conflictos. Mi vivencia lésbica surgió en forma natural y re-
lajada: yo tenía 19 años y
desde mucho antes venía
preguntándome por qué
uno pone un límite en la
afectividad con la mujer,
un límite que es cultural.
Me preguntaba mucho
eso, y cuando me tocó vi-
vir mi experiencia lésbica
la viví racionalmente. Fue
como abrir una ventana.
Siempre he pensado que
cuando una mujer asume
quizás no precisamente la
cosa lésbica, sino la po-
sibilidad de una relación
distinta, se le abre un

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mundo de perspectivas.

  Inés: De niña yo siempre me sentí mucho más amiga de mi madre.


Desde chiquitita, además, fui anti-matrimonio. Llevé una vida hete-
rosexual hasta hace unos tres años atrás, pero siempre pensaba: si
con las mujeres tengo tanta afinidad y comunicación, puede que algún
día surja la atracción sexual también. En 1983 participé en el Segun-
do Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe. Asistí allí a un
taller de lesbianismo que agrupó a alrededor de 500 mujeres y me
sentí absolutamente identificada con las lesbianas. Me dije a mí mis-
ma: “Inés, estay puro hueviando, tu erís también” (risas) y me solté
las trenzas feliz de la vida, porque había un clima muy permisivo, con
mucha energía.

  ¿Te costó asumir esa situación?

  Inés: Apareció una persona de la cual me enamoré, me embarqué


en esa relación y junto con eso me asumí. Se sumó el que, por eso, me
echaran del trabajo: yo participaba en el Domos, un grupo de mujeres
que ahora es una casa de la mujer. Resulta que con Sofía confecciona-
mos una agenda. Ellas encontraron que la agenda era tremendamente
lésbica y estimaron que no podía haber una lesbiana encargada de las
comunicaciones en el Domos. Así me lo hicieron saber, y fuera. Eso fue
tan fuerte que me asumí súper rápido. Para mí el lesbianismo es mu-
cho más que una cuestión sexual, tengo que reconocer que en la cama
lo paso mucho, pero mucho, mucho mejor con una mujer que con un
hombre. Con los hombres no lo pasé nunca mal, a pesar de haber sido
violada en una oportunidad. Pero después de eso seguí teniendo com-
pañeros y no tuve problemas. Lo que pasa es que desde que empecé a
vivir mi sexualidad con mujeres me di cuenta de que si con un hombre
tenía dos orgasmos en una noche, con una mujer puedo tener muchos
más (risas)… ¡Y seguido! (más risas).

  Sofía: Desde chiquitita chiquitita para mí siempre fue muy atractivo


el mundo de lo femenino. Creo que me enamoré, muchas veces, de
las compañeras de mi hermana, de las amigas de mi mamá… ¡y de mi
misma mamá estaba enamoradísima! Fue a través de las noticias, las
amistades y mi misma mamá como me enteré que amar a otra mujer,
era una cosa terrible, enferma. Me enteré que ser lesbiana significaba
violencia, droga, orgías, qué se yo, un montón de cosas tremendas. De
ahí para delante mi existencia fue muy jodida. Tuve que hacer doble

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vida y soportar las indicaciones que me daban de cómo tenía que ser
una buena mujer, un buen matrimonio y todo ese rollo social. Yo no
quería casarme ni tener hijos. Quería ser una persona caminando li-
bremente por el mundo. En los primeros años de universidad tuve una
relación con una mujer. Sentí que era una experiencia muy importante
en mi vida…

  Y también sentirías culpa, supongo.

  Sofía: El sentimiento de culpa era muy grande, y por lo mismo sen-


tí la necesidad de conversar este acontecimiento de mi vida con mi
mamá. Ahí quedó el despelote. Fue una cosa casi trágica, diría yo. Se
derrumbó mi mamá, le explotó su existencia. Pasaron muchos años
hasta que se dio cuenta que yo había asumido mi existencia lesbiana, y
que era feliz así. Entonces me aceptó. Nunca me preguntó ni se metió
en mi vida, pero empecé a sentirla solidaria conmigo.

 Isabel: Como a los 19 ó 20 años me empecé a preguntar por mi


identidad sexual. Yo tenía una muy buena amiga que se puso a polo-
lear y se habló de matrimonio. A mí me dieron unos celos terribles.
“¿No seré lesbiana?”, pensé, pero el sólo pensarlo me chocó, ¿entien-
des? Me hice la tonta y no me pregunté nada más hasta que incons-
cientemente me involucré con un grupo de niñas de mi barrio, de las
que se decía que eran “marimachas”. Allí se vivía el lesbianismo, pero
en forma bastante oculta. Recién después de que se terminaba una
fiesta se formaban algunas parejitas. Yo había tenido muchos amores
platónicos con mujeres, y hacía como un año que me gustaba una niña
de ese grupo, pero no me atrevía a decirle nada. Un día me atreví y le
di un beso. Me dio mucho susto, y a la vez fue como un alivio. Luego,
por curiosidad, llegué a un local gay, el Atlantis, que estaba en Mer-
ced. Allí conocí a una mujer, de la cual me enamoré, y conocí también
a las chiquillas del Ayuquelén. Fue aquí, en el Ayuquelén, donde crecí y
me asumí como lesbiana. Con mi pareja terminamos hace poco. Para
mí fue muy fuerte, porque era “la pareja” y no he tenido otra.

  Ustedes han aludido a que la relación con la mujer les resulta más
gratificante que con los hombres. ¿Por qué?

  Inés: Para mí, hay una cuestión de identidad. De mayor conocimien-


to, de afinidad. Hay una comunicación, más armonía.

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  Elena: Uno se plantea honestamente como uno es. En las relaciones
heterosexuales generalmente tú empiezas a ser como la otra persona
espera que tú seas.

  Pero al escucharlas, uno se da cuenta de que a ustedes les choca-


ron las relaciones heterosexuales que les tocó vivir, y las que ven a
su alrededor…

  Inés: ¡A mí me chocaron hartas cosas! Lo principal fue depender.


Yo no podía tener mi proyecto; mi proyecto tenía que estar siempre
supeditado al de él. Me chocó también la experiencia de posible ma-
ternidad. Yo decidí que no quería tener un hijo, decidí abortar, y tuve
que decidirlo sola. Eso lo viví fuertemente: en ese momento no existió
más el compañero. En el momento en que apareció un hijo todo era
problema mío, carga mía… Eso me jodió mucho.

  Elena: En las relaciones heterosexuales te hacen sentir insegura.


Mis compañeros siempre trataban de hacerme creer que las cosas
eran como ellos pensaban que tenían que ser.

  Inés: En el plano sexual, para mí fue súper fuerte la cosa de tener


que cumplir siempre un rol pasivo. Me cargaba tener que quedarme
debajo, me cargaba que el compadre no me estimulara lo suficiente…

  Elena: Que no respetara tus tiempos… A mí me chocaba mucho que


me obligaran a asumir que la relación sexual plena tenía que ser ne-
cesariamente vaginal. ¿Por qué la relación tenía que terminar siempre
en el coito vaginal? Yo sentía que me querían hacer sentir que no de-
bía vivir mi sexualidad, sino mi sexualidad “para”, para reproducir algo.

  ¿Cómo es eso?

  Sofía: Se da como norma en la relación heterosexual que la penetra-


ción es toda la relación sexual. La sexualidad de la mujer es la vagina
y punto. Y ésa no es la sexualidad de la mujer. La mujer está llena de
puntos muy sensibles y precisamente la vagina no es su punto más
sensible frente a lo sexual.

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  Hasta ahora, los argumentos que ustedes entregan para plantear
el porqué de su lesbianismo no se diferencian mayormente de los
que podría esgrimir cualquier feminista, e incluso mujeres no femi-
nistas, absolutamente heterosexuales, que abogan por una mayor
comunicación e igualdad con sus parejas masculinas. ¿Cuál es el fac-
tor específico que las lleva a vivir una vida lesbiana?

  Inés: Con otra mujer no hay que explicar, tienes tiempos similares,
puedes desarrollarte mejor.

  Sofía: Yo he tenido relaciones sexuales con hombres, pero para mí


no han tenido ninguna significancia. Siento que siempre está la utili-
zación de la mujer por el hombre. Yo no te digo que en una relación
lésbica no se dé de repente la repetición de roles, pero en general, de
acuerdo a mi experiencia, la relación es más horizontal. No hay domi-
nación.

  ¿Cómo es eso del rechazo a la maternidad que ustedes han insi-


nuado?

  Elena: A mí me encantaría tener un hijo, pero con Sofía (risas).

 Isabel: ¡Claro!, eso es.

  Sofía: A mí me molestó que me impusieran esta cosa de la mater-


nidad. Yo sentí que ser mamá era una cosa “obligada” y por eso me
cargó desde un comienzo. Después uno se da cuenta de por qué es
tan importante ser mamá en esta sociedad: tú estás de proveedora
del sistema con tus hijos, y así vas manteniendo el sistema patriarcal.
La mujer es una máquina precisa para eso. Yo no traería un hijo a este
planeta porque las condiciones de vida están desastrosas. A veces, con
Elena, hemos pensado en adoptar a una niñita. Creo que eso sería ho-
nesto con nuestro pensamiento.

  Elena: Los seres humanos nacemos con una sexualidad indefinida,


libre. Es la sociedad la que nos va marcando, y esa sexualidad delimi-
tada es dirigida hacia la heterosexualidad y se la liga a la producción:
a ser madre.

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  Pero es verdad que fisiológicamente las mujeres estamos destina-
das a ese fin.

  Elena: Anatómicamente mujer y hombre tienen sus aparatos. Pero


aparato reproductor es una cosa, y sexualidad otra. La sociedad pa-
triarcal quiere que todo sea una sola cosa. Nosotras, como lesbianas,
reivindicamos nuestro clítoris: ése es nuestro órgano sexual.

  ¿Cómo asumen ustedes su lesbianismo? ¿Es opción, enfermedad,


un hecho, un instrumento de cambio social?

  Inés: Para mí es una opción de vida, porque al asumirme lesbiana


estoy rompiendo un conjunto de normas impuestas.

  Elena: El lesbianismo es un asunto político. La sociedad siempre ha


dicho que lo privado no es político, en el sentido de que cualquier
cosa que ocurra en el ámbito de la mujer, no implica cambio social.
Nosotras, como lesbianas que asumimos una opción de vida distinta,
hacemos un cambio político en la medida en que socializamos nuestra
opción. Si yo me asumo como lesbiana y cuestiono la cosa de los roles
y del sexo en la sociedad, de cómo la sociedad está estructurada, ésa
es una posición política.

  Ustedes ahora no entregaron nombres verdaderos, no quisieron


fotos. Eso habla de una realidad. Partiendo de ella, ¿cómo ven po-
sible el proceso de darse a conocer públicamente como lesbianas?

  Inés: Es súper difícil que se empiece a dar una apertura en Chile. En


primer lugar, porque Chile es un país altamente homofóbico. Basta ver
el humor que existe: deben circular como diez mil chistes en los que
se hace mofa, en forma estereotipada, de los homosexuales. Además,
en la medida en que la homosexualidad no es reproductora, atenta
contra el sistema. Como grupo, por ahora, nuestra meta es que el mo-
vimiento feminista incorpore en su discurso el cuestionamiento de la
heterosexualidad como norma.

  ¿Cómo ven ustedes que las percibe la demás gente? Hablo de an-
dar por la calle, de ir a una fiesta, hacer vida social…

  Inés: Yo no sé siquiera si podemos hablar de aceptación social.


Vivimos en un getto. Vivimos una vida doble. Hay partes donde no

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me puedo mostrar,
porque el rechazo
me mandaría al ca-
rajo, ¿ves?

  Sofía: Es como si
no tuvieras dere-
cho a tener tu pro-
pia vida. Con cada
pregunta te están
violentando cons-
tantemente. Hay
que desarrollar un
lenguaje sutil que,
en todo caso, enri-
quece mucho a la
relación. De repente vamos con la Elena por la calle y apenas nos roza-
mos el dedito chico, pero eso nos dice mucho. Sería fantástico poder
abrazarnos, hacernos cariñito, regalonearnos, pero por el momento
no se puede. Hay que usar un lenguaje silencioso.

  Generalmente se dice que las lesbianas son anti-hombres; us-


tedes, ¿lo son?

  Elena: Hay una frase muy nuestra: la lesbiana que pretende igua-
larse a un hombre es muy poco ambiciosa. Yo no soy homofóbica,
pero no soporto el rol que el hombre desempeña en esta sociedad.

  Sofía: Si el hombre fuera de otra manera, me plantearía, tal vez,


la posibilidad de ser bisexual. Pero como es ahora, me resulta im-
posible pensar en una relación con él.

  Inés: No es que no me gusten los hombres, es que me gustan


más las mujeres, ¡lo descubrí en la experiencia! Yo creo que hay
hombrecitos lindos, lo que pasa es que son muy pocos.

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La publicación de esta entrevista —primera aparición
pública de la que se considera la primera organiza-
ción homosexual con orientación política en Chile—
generaría repercusiones, debates y algunos conflic-
tos al interior del movimiento feminista del período.
Para reparar en aquello, presentamos a continuación
tres cartas enviadas a la Revista APSI en números
posteriores. Asimismo, hacia el final, el extracto de
una investigación historiográfica que analiza
el conflicto surgido.

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LESBIANAS I

  Señor director.

  Buen artículo y pionero es el publicado en APSI 206 sobre las lesbia-


nas. Me parece que hablar sobre temas relacionados con la sexualidad
es una forma de hacer política, ya que, como repiten por ahí y por allá,
la famosa cama matrimonial no deja de ser un ring y la repartición de
roles al interior de la pareja suele ser un espejo fiel del tipo de relacio-
nes de poder que se transan a nivel macrosocial.

  La realidad homosexual se tapa, se esconde y yo diría que es un re-


verso más o menos exacto del militarismo, una reacción legítima ante
la dictadura patriarcal. El artículo ha levantado polémica y estoy segu-
ra de que ello se debe a que el tema nos toca a todos como sociedad,
en la que supuestamente habría una mayoría de heterosexuales. Yo
pienso que lo que las muchachas de Lesbos entrevistadas fundamen-
tan en torno a su opción política y sexual es relevante para todos, ya
que hace que revisemos nuestros propios patrones de conducta se-
xual y afectiva.

  Las preguntas que levantan las muchachas son vitalizadoras, pues


abren la mente hacia la amplitud que puede llegar a tener la experien-
cia vital a través del sexo.

  Celebro la valentía de las lesbianas entrevistadas, que tienen mu-


chas razones para hacer de su opción una manera de hacer política,
de resistir y denunciar los atropellos que se cometen en el nombre
de la “normalidad” en contra de lo que pervierte su estatus de poder.
Hacía falta escuchar la voz de estas hermanas lesbianas. He aprendido
bastante de ellas. Siga no más así con su revista.

Carla Toro L.

En Revista APSI Nº 207

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LESBIANAS II

Señor director:

  En APSI 206 aparece una entrevista a mujeres lesbianas que se


agrupan en el Colectivo Ayuquelén. Al respecto, habiendo sido aludida
nuestra institución, queremos establecer lo siguiente:

  La Casa de la Mujer “La Morada” (Centro de Análisis y Difusión de la


Condición de la Mujer) es una entidad donde trabaja un grupo de mu-
jeres feministas con todas aquellas mujeres y grupos de mujeres que
se plantean un cuestionamiento a la condición subordinada y discri-
minada de la mujer, condición que proviene de una sociedad sexista,
patriarcal y dictatorial como ésta.

  Constituye parte de nuestros objetivos luchar contra toda forma de


opresión y explotación, sea por razones de sexo, clase, raza, religión.
Esto implica también nuestro profundo respeto por el ser humano y
sus opciones sexuales.

  De acuerdo con lo anterior, “La Morada” facilita un lugar a aquellos


grupos de mujeres que no tienen espacio físico propio y que para su
reflexión, en los términos planteados, así lo requieran. Es en este con-
texto que el grupo Ayuquelén, entre otros, ha contado con un espacio
de reunión en esta Casa.

  Por otra parte, consideramos que un reportaje a un aspecto de la


sexualidad humana, como lo es la homosexualidad femenina, requiere
de una reflexión seria y profunda de la sociedad en su conjunto. Sin
embargo, un tratamiento superficial y sensacionalista, como a menu-
do lo hace la prensa y, en este caso, las mismas entrevistadas, sólo
contribuye a reforzar los prejuicios existentes, atentatorios a los dere-
chos de las personas.

  Finalmente, queremos expresar que si este grupo de mujeres quiso


hacer “visible” su propia realidad, pero desde el anonimato por te-
mor a posibles represalias de una sociedad represora como la nuestra,
debieron considerar que esas mismas represalias pueden existir para
organizaciones como “La Morada”, que trabajan públicamente por y
para todas las mujeres por una sociedad más justa.

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  Por el Colectivo Coordinador, firman: Loreto Bravo, Ingrid Droguett,
Alicia Frohmann, Eliana Largo, Margarita Pisano y Eugenia Velasco (Las
otras dos integrantes del Colectivo Coordinador no firmaron por en-
contrase fuera del país: ellas son Antonieta Saa y Alejandra Valdés).

En Revista APSI Nº 207

PERSPECTIVA ENRIQUECEDORA

Señor director:

  Nosotras, como colectivo de jóvenes mujeres feministas, quisiéra-


mos plantear nuestra posición frente a la entrevista realizada en APSI
206 al colectivo de lesbianas “Ayuquelén”.

  Primero: debemos reconocer nuestro agrado por la entrevista, ya


que es un paso en la desmitificación del lesbianismo. Consideramos
además que estas mujeres poseen una gran entereza y valentía al
mostrar una realidad tan marginal y tan descalificadora socialmente
como lo es el lesbianismo.

  Segundo: dentro de nuestras inquietudes como mujeres jóvenes


están, por supuesto, las de la sexualidad, maternidad, matrimonio y
opción sexual, y pensamos que mostrar una de las opciones que tiene
la mujer en el plano sexual nos facilita una mayor claridad y conciencia
frente a las decisiones que guiarán nuestras vidas. Podemos elegir un
camino tradicional como la maternidad y el matrimonio; sin embargo,
ésta es sólo una de muchas posibilidades para nosotras, como muje-
res de esta década de tanta agitación feminista. He aquí un gran logro
del feminismo en general: el darle a la mujer mayores opciones en los
planos laboral, económico, afectivo, político-social, etcétera.

  La perspectiva de las lesbianas feministas enriquece nuestra visión,


ya que nos permite conocer otras realidades humanas que han sido
sistemáticamente ocultadas por la sociedad por ser consideradas
patológicas e inmorales. Esto no es coincidencia; el hecho de que la

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sociedad oculte el lesbianismo limita las opciones de vida de todas
las mujeres. Las lesbianas feministas han sido marginadas no sólo por
sus elecciones personales, sino también porque no aceptan definiti-
vamente el patriarcado, que se manifiesta como un sistema viciado
y represivo dentro de la familia y las relaciones heterosexuales. Va-
loramos su lucha como una de tantas formas de resistencia al poder
patriarcal. Tanto para las mujeres heterosexuales como para aquellas
que se cuestionan las opciones y los roles sexuales, esta perspectiva
es indispensable.

  Para terminar, quisiéramos decir que nosotras, como seres huma-


nos, observamos las carencias de las relaciones humanas dentro del
sistema actual. Para poder sobreponerse a ellas sostenemos que es
necesaria la libertad de expresión, condición básica y fundamental
para poder crear formas de relación que sean personalmente satisfac-
torias y socialmente productivas.

  María Carolina Perales, Karin Rosemblatt, Catalina Díaz, Lorena Nu-


ñez, Janis Poblete, Elisa Soto, Gloria León, Ana María Gutiérrez, Sarah
Hautzinger, Melinda Phillips.

En Revista APSI Nº 209

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EXTRACTO DE LA INVESTIGACIÓN HISTORIOGRÁFICA
“IDENTIDAD COLECTIVA Y MARGINACIÓN EN LA OPOSICIÓN A
LA DICTADURA CHILENA: AYUQUELÉN Y LAS YEGUAS DEL
APOCALIPSIS (1983 – 1991)”,
Ilán Shats, Santiago de Chile, 2015.

  “(…) El año 1987, Ayuquelén establece una sociedad con la Casa de


la Mujer La Morada con el fin de realizar actividades en su sede y de
esa manera lograr mayor publicidad y apertura, además de estrechar
sus vínculos con el Movimiento Feminista. A los pocos meses, una en-
trevista que sus integrantes otorgaron a la revista de oposición APSI
originó un conflicto que provocó la expulsión de la colectiva de la casa.

  Las entrevistadas fueron cuatro integrantes de la CLFA, quienes no


aceptaron ser fotografiadas ni dar sus nombres reales, apareciendo en
cambio con pseudónimos. La periodista Milena Vodanovic las conduce
por un recorrido que enfatiza en los aspectos de sus vidas sexuales y
afectivas, aunque incluye algunas menciones a los aspectos políticos y
organizativos, como la crítica a la heterosexualidad obligatoria y la vo-
luntad de la colectiva de influir en el Movimiento Feminista. Se puede
percibir en el artículo que el tema era completamente novedoso, tra-
tarlo resultaba osado, atrevido, el desconocimiento sobre la realidad
lésbica era absoluto, la entrevista tiene el tono de una búsqueda de
verdad tras un relato mitológico. Al fin y al cabo, aquella publicación
fue en si misma el mayor acto de visibilización lésbica en la historia del
país a la fecha.

  Una semana después, en el número siguiente de la revista, apareció


publicada una carta al director firmada por el Colectivo Coordinador
de La Morada, titulada simplemente “Lesbianas II” (otra carta, de una
lectora que felicitaba a la revista y a las entrevistadas por su valentía,
se llamaba Lesbianas I), en la cual las firmantes se referían en duros
términos a la agrupación. Su molestia, explicaban, se debía al trata-
miento sensacionalista y superficial que supuestamente habían dado
al tema del lesbianismo, lo cual “sólo contribuye a reforzar los prejui-
cios existentes, atentatorios a los derechos de las personas”, así como
al hecho de que, manteniendo su propio anonimato, dieran a conocer
sus filiaciones con La Morada, exponiendo a posibles represalias a or-

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ganizaciones que trabajaban “públicamente por y para todas las mu-
jeres por una sociedad más justa” (…). Tras este desencuentro, se las
convocó a una reunión junto a representantes de otras agrupaciones,
ocasión en la que fueron expulsadas de la sede.

  Un año después, un grupo del Movimiento Feminista preparó un


documento llamado “Demandas de las mujeres a la democracia”, el
cual sistematizaba muchos de los contenidos ya presentes en el Pliego
de las Mujeres exhibido a la Asamblea de la Civilidad en 1986. El docu-
mento se organizaba en 3 ejes temáticos que contemplaban las princi-
pales transformaciones legales, políticas y sociales reivindicadas por el
feminismo con miras a la democracia: a) Las mujeres en cuanto perso-
nas y ciudadanas; b) Las mujeres en cuanto madres y; c) las mujeres en
cuanto trabajadoras (…). Aquellas propuestas representaban una línea
estatista e integracionista, muy distinta a la radicalidad que caracteri-
zaba a gran parte del feminismo, tal vez por motivos estratégicos, tal
vez como resultado de las dinámicas de poder internas del movimien-
to. Además, como era de esperar, no incluían ninguna mención a la
problemática de lesbianas y otras identidades no-heterosexuales. Fue
publicado en el diario La Época el día 1 de julio de 1988 (…).

  Ayuquelén fue invitada a figurar entre las 22 agrupaciones firman-


tes, para lo cual se organizó una reunión con María Antonieta Saa,
una de las líderes del feminismo institucional y miembro del Colectivo
Coordinador La Morada al momento del conflicto del año anterior. En
aquella instancia, se generó una discusión sobre el nombre con el cual
debía figurar la colectiva: las integrantes de Ayuquelén exigían apare-
cer con su nombre completo, Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén,
y la representante del feminismo proponía que firmaran con el más
neutro Colectiva Ayuquelén. Nuevamente la visibilización de la iden-
tidad lésbica estaba en el núcleo de las tensiones. Finalmente, preva-
leció la postura de Saa por sobre la voluntad de las activistas lésbicas,
quienes, según relatan, se enteraron solo al momento de comprar el
diario que su nombre había sido cercenado (…).

  A partir del análisis de ambos casos descritos, podemos concluir


que la identidad no-heterosexual de Ayuquelén era fuente de exclu-
sión hacia ellas por parte del Movimiento Feminista, pues este no de-
seaba figurar públicamente junto a las lesbianas. Esto seguramente
sucedía por temor a fortalecer el mito según el cual todas las feminis-

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tas son lesbianas, lo cual amenazaba con hacerlas víctimas del enorme
estigma social que conllevaba la homosexualidad femenina. Este fe-
nómeno es observado por Mogrovejo (…) en toda América Latina. Los
temores de las feministas parecen haber sido canalizados a través de
la crítica a la supuesta superficialidad y falta de contenido teórico de
la agrupación, de ese modo, pese a que el feminismo era la “base de la
conciencia lesbiana que Ayuquelén promovía”, la colectiva fue víctima
de “una rigurosidad teórica feminista que a la vez y en la práctica no
las incluía y que facilitaba la inferiorización de la identidad y práctica
política lesbiana” (…).”

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“Es súper difícil que se empiece a dar una apertura en Chile.
En primer lugar, porque Chile es un país altamente homofóbico.
Basta ver el humor que existe: deben circular como diez mil chistes en
los que se hace mofa, en forma estereotipada, de los homosexuales.
Además, en la medida en que la homosexualidad no es reproductora,
atenta contra el sistema. Como grupo, por ahora, nuestra meta es que
el movimiento feminista incorpore en su discurso el cuestionamiento
de la heterosexualidad como norma.”

Inés

“El lesbianismo es un asunto político. La sociedad siempre ha dicho


que lo privado no es político, en el sentido de que cualquier cosa que
ocurra en el ámbito de la mujer, no implica cambio social. Nosotras,
como lesbianas que asumimos una opción de vida distinta, hacemos
un cambio político en la medida en que socializamos nuestra opción.
Si yo me asumo como lesbiana y cuestiono la cosa de los roles y del
sexo en la sociedad, de cómo la sociedad está estructurada,
ésa es una posición política.”

Elena

“Se da como norma en la relación heterosexual que la penetración es


toda la relación sexual. La sexualidad de la mujer es la vagina y punto.
Y ésa no es la sexualidad de la mujer. La mujer está llena de puntos
muy sensibles y precisamente la vagina no es su punto más sensible
frente a lo sexual.”

Sofía

Entrevista a la Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén,


en Revista APSI, 1987.

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