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Comentario Biblico Concordia Various Authors
Comentario Biblico Concordia Various Authors
Los textos bíblicos que aparecen en esta publicación son de La Santa Biblia, Nueva Versión
Internacional, © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional.
Derechos reservados. Ninguna parte de esta publicación debe ser reproducida, almacenada en un
sistema de recuperación, o transmitida en alguna forma o por algún medio, electrónico, mecánico,
fotográfico, grabado, o de otra forma, previo permiso escrito de Editorial Concordia.
El Comentario Bíblico Concordia llena un espacio vacío en la biblioteca de los cristianos de habla
castellana. Aunque existen otros comentarios bíblicos en un solo tomo, éste tiene la particularidad de
que está escrito desde un punto de vista cristocéntrico y confesional. El lector encontrará en estas
páginas una ayuda profunda para entender el texto bíblico, y en definitiva, el mensaje que Dios tiene
para el mundo pecador a través de la Palabra hecha carne, Jesucristo.
Las introducciones a los diferentes libros de la Biblia fueron preparadas para presentar en forma
breve el trasfondo y los aspectos más importantes de cada uno de ellos. Tales introducciones ayudan
a adquirir un conocimiento claro del tema, y a entender el propósito de cada libro.
Los comentarios, o notas, proveen, en un lenguage conciso, una visión de conjunto de cada
sección, y una explicación de los pasajes allí donde fuere necesario. En este libro la palabra “nota” se
usa como equivalente a comentario.
Las palabras y frases que aparecen en cursiva son citas de los versículos bajo estudio. Las
palabras y frases que aparecen entre comillas (“ ”) son citas de otros pasajes de la Escritura que
tienen relación con los versículos que se están analizando.
Se ha usado el texto bíblico de la Nueva Versión Internacional como base, y se han cotejado otras
versiones castellanas como referencia.
Los autores de esta obra, el Dr. Walter R. Roehrs y el Dr. Martin Franzmann fueron profesores del
Antiguo y del Nuevo testamentos, respectivamente, en el Concordia Seminary en Saint Louis,
Missouri, EUA. El libro fue publicado en 1979 por CONCORDIA PUBLISHING HOUSE con el
título: Concordia Self-Study Commentary.
EDITORIAL CONCORDIA se complace en ofrecer esta obra en castellano con la seguridad de que será
de bendición para todo estudiante de la Biblia.
Agradecemos profundamente al quipo de traductores por su meticuloso trabajo:
El editor
CONTENIDO
Abreviaturas
ANTIGUO TESTAMENTO
Introducción
Génesis
Éxodo
Levítico
Números
Deuteronomio
Josué
Jueces
Rut
1 y 2 Samuel
1 y 2 Reyes
1 y 2 Crónicas
Esdras y Nehemías
Ester
Job
Salmos
Proverbios
Eclesiastés
Cantar de los Cantares
Isaías
Jeremías
Lamentaciones
Ezequiel
Daniel
Oseas
Joel
Amós
Abdías
Jonás
Miqueas
Nahúm
Habacuc
Sofonías
Hageo
Zacarías
Malaquías
NUEVO TESTAMENTO
Introducción
Mateo
Marcos
Lucas
Juan
Hechos
Romanos
1 Corintios
2 Corintios
Gálatas
Las cartas desde el cautiverio
Efesios
Filipenses
Colosenses
1 Tesalonicenses
2 Tesalonicenses
Las cartas pastorales
1 Timoteo
2 Timoteo
Tito
Filemón
Hebreos
Santiago
1 Pedro
2 Pedro
1 Juan
2 Juan
3 Juan
Judas
Apocalipsis
Apéndices
ABREVIATURAS
a. C. antes de Cristo
a. m. antes del mediodía
A. T. Antiguo Testamento
comp. comparar
c. capítulo
ca. cerca de
cc. capítulos
cm. centímetros
d. C. después de Cristo
Dhh Dios habla hoy
ed. edición
ej. ejemplo
heb. hebreo
gr. griego
km. kilómetro
lit. literalmente
m. metro
mss. manuscritos
N. d. T. Nota del traductor
N. T. Nuevo Testamento
NVI Nueva Versión Internacional
p. m. después del mediodía
RV Reina Valera
s. siguiente
ss. siguientes
v. versículo
VP Versión Popular
vv. versículos
EL ANTIGUO TESTAMENTO
INTRODUCCIÓN
Él, que era la palabra eterna hecha carne, nos dejó un ejemplo de cómo debemos valorar y usar
las Escrituras del A. T. Era su Biblia, la palabra escrita de Dios, e investida en cada parte con
autoridad y poder igual a la infalible palabra hablada por él.
Jesús demostró que conocía su Biblia de “cubierta a cubierta”. Le oímos citar y aludir a pasajes
que se encuentran en cada una de sus páginas. Para subrayar sus enseñanzas adujo textos probatorios
de las páginas sagradas pasando desde Génesis a través de Crónicas, el último libro en la disposición
judía del canon de ese tiempo (comp. Mt 23:35). Después de su muerte y resurrección explicó y
verificó “todo lo escrito” acerca de él en los libros históricos (“Moisés”), en “los profetas”, y en los
libros poéticos. (“los salmos”; Lc 24:44–49)
Jesús confirmó y corroboró lo que su Biblia dijo que sucedió en el pasado de Israel. En
numerosas instancias él aprovechó la ocasión para atestiguar la veracidad de datos históricos
registrados en el A. T. Lo que dicen las narraciones antiguas tenía una realidad histórica paralela en
los eventos y circunstancias durante su ministerio, muerte, resurrección y segunda venida.
Los siguientes ejemplos ilustran el uso que les dio a las narraciones bíblicas como un depositario
de hechos registrados.
1. El crimen contra Abel, asesinado por su hermano, y el asesinato de “los profetas” durante todo
el pasado de Israel se repetirán y culminarán con la muerte de Jesús. Cuando sus enemigos lo matan,
ellos “completarán … la medida” de la culpa en que incurrieron sus antepasados al “derramar la
sangre de los profetas”. (Mt 23:2936; Gn 4:8; 2Cr 24:21)
2. “En tiempos de Noé”, cuando “todos los pensamientos del ser humano tendían siempre hacia el
mal”, ellos pensaron que nada podría cambiar la rutina diaria, “hasta que llegó el diluvio y se los
llevó a todos”. Esta situación del pasado distante prevalecerá nuevamente cuando ocurra una
catástrofe aún mayor en “la venida del Hijo del hombre” para juzgar a todas las naciones de la tierra.
(Mt 24:37–39; Gn 6:5–8)
3. “En tiempos de Lot” los habitantes de Sodoma estaban despreocupados de peligro alguno: ellos
“comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y edificaban”, cuando sorpresivamente “llovió
del cielo fuego y azufre y acabó con todos”, excepto Lot y su familia. La historia se repetirá en el día
del SEÑOR, porque también vendrá “de improviso … sobre todos los habitantes de la tierra”. (Lc
17:28–30; 21:34 y s.; Gn 19:24 s.)
4. Los Israelitas una vez “comieron maná en el desierto” el cual Dios “les dio … del cielo”. Jesús
basó en este milagroso hecho histórico su afirmación de que el “Padre da … pan del cielo” en él, “el
pan de vida”. (Jn 6:30–35; Éx 16:14 y s.)
5. “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto” para salvar al pueblo de su época de la
muerte temporal, así “el Hijo del hombre … levantado” en la cruz da “vida eterna” a “todo el que
crea en él”. (Jn 3:14 y s.; Nm 21:8 y s.).
6. “La reina del Sur … vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de
Salomón”. Su búsqueda para aprender de un hombre sabio avergonzó y condenó al pueblo que
rehusó aceptar las enseñanzas de Jesús, a pesar de que ellos tenían en su medio a “uno más grande
que Salomón”. (Mt 12:42; 1R 10:1 y ss.)
7. “Los habitantes de Nínive” que “se arrepintieron al escuchar la predicación de Jonás” estaban
muertos y sepultados. Pero Jesús dice que ellos “se levantarán en el juicio… y condenarán” a sus
contemporáneos basándose en que “a todo el que se le ha dado mucho, se le exigirá mucho”. Todos
los gentiles de esa antigua ciudad aceptaron la predicación de un profeta extranjero; a los escribas y
fariseos se les concedió “uno más grande que Jonás” al tener la oportunidad de escuchar el llamado
de Jesús al arrepentimiento. (Mt 12:41; Lc 12:48; Jon 3:5)
Aquel que vino del seno del Padre adujo textos probatorios de su Biblia para documentar y
confirmar lo que él mismo dijo acerca de la verdadera relación de la humanidad caída hacia Dios.
1. En respuesta a la pregunta de qué debe “hacer” un hombre si espera “heredar la vida eterna”,
Jesús citó lo que “está escrito en la ley” de Moisés. (Lc 10:25–28; Dt 6:5; Lv 19:18)
2. Los hermanos del hombre rico podrían escapar del “lugar de tormento” y en cambio, ser
“llevados por los ángeles al lado de Abraham” si escucharan y creyeran los escritos de ‘“Moisés y
los profetas”. (Lc 16:19–31)
3. Jesús respaldó la misión de Juan el Bautista al citar lo que “está escrito” acerca de él por el
profeta Malaquías. (Mt 11:214; Mal 3:1)
4. A pesar de que los discípulos no entendieron a Jesús en aquella ocasión, él les enseñó “todo lo
que escribieron los profetas” con respecto a la necesidad de su inminente muerte y resurrección si la
raza humana habría de ser redimida. (Lc 18:3134)
Enseñando “no como” los “maestros de la ley” y fariseos sino con “autoridad” (Mt 7:29), Jesús
usó su Biblia para corregir doctrinas falsas en curso y para rebatir la corrupción de las Escrituras
por Satanás.
1. A fin de probar a los maestros de la ley y fariseos que “la tradición de los ancianos” adoptada
por ellos “invalidaba” lo que “Dios ordenaba”, Jesús citó pasajes registrados en el libro de Éxodo
(Mt 15:1–6; Éx 20:12; 21:17).
2. A los saduceos que dijeron “que no había resurrección” Jesús los acusó de no conocer “ni las
Escrituras ni el poder de Dios”. Jesús refutó su herejía con un texto probatorio de su Biblia
indicándoles que lean “lo que Dios les dijo” en Éx 3:6, 16. (Mt 22:23–33)
3. En el sermón de la montaña Jesús repetidamente se opuso a las falsas doctrinas en uso en aquel
tiempo. Para que no se malentendieran sus discusiones sobre porciones legales en su Biblia, él
introdujo sus declaraciones diciendo que él no vino para “anular la ley o los profetas … sino a darles
cumplimiento” (Mt 5:17; comp. Lc 16:17). Durante todo su discurso él no dirigió críticas contra la
validez de lo que estaba escrito en la ley de Moisés, sino más bien se dirigió contra lo que sus
discípulos “oyeron… se dijo a sus antepasados”, referente a su significado y alcance. Una y otra vez
él denunció las erróneas explicaciones tradicionales y las aplicaciones limitadas de los preceptos
divinos. A fin de corregir estas aberraciones, reveló cómo el Dador de Leyes quiso que sus palabras
fueran entendidas, declarando: “Pero yo les digo”. (Mt 5:21–48)
4. Así como Jesús sostuvo la validez de la palabra escrita y se opuso a las opiniones erróneas de
las personas de aquel tiempo, así extrajo textos probatorios de su Biblia para poner en fuga al “padre
de la mentira”, “el príncipe de este mundo” (Jn 8:44; 12:31). Tres veces desarmó las tentaciones del
diablo con la contrarréplica: “Escrito está”. Las palabras que él citó se encuentran en Dt 8:3; 6:16, 13.
(Mt 4:1–11)
Jesús dirigía a sus oyentes hacia su Biblia a fin de probar su reclamo de ser el Salvador de la
humanidad prometido. Las palabras “escritas … por los profetas”, dice él, “dan testimonio” de él y la
misión divina que él vino a cumplir (Lc 18:31; Jn 5:39). Profecías de su sufrimiento, muerte y
resurrección fueron registradas “en todas las Escrituras” (Lc 24:27). Porque “Moisés … escribió de”
él, es tan reprensible rechazar creer la palabra escrita como lo es rechazar sus propias palabras. (Jn
5:45–47)
La palabra de Dios
En instancias demasiado numerosas y variadas para ser citadas aquí, los autores del N. T.
siguieron el ejemplo de su Maestro. Ellos también usaron la Biblia de Jesús como un depositario
autorizado de datos históricos, de verdad doctrinal, de advertencias contra enseñanza falsa, de
testimonio profético a la persona y misión de su SEÑOR resucitado.
La equiparación de Jesús de su Biblia con la palabra de Dios también resuena repetidamente en
sus escritos. Ellos mismos “enseñados por el Espíritu” y facultados para escribir “un mandato del
SEÑOR”, declaran que “las Sagradas Escrituras” y “toda la Escritura” es palabra “inspirada por
Dios”. (1Co 2:13; 14:37; 2Ti 3:14–16)
1. A los judíos se les “confiaron las palabras mismas de Dios”, “la palabra de Dios” (Ro 3:2; Heb
5:12; comp. Hch 7:38).
2. “La buena nueva” del Cristo resucitado, “promesa hecha a los antepasados”, cumplió lo
“escrito en el segundo salmo” y lo que Dios “habló” en Is 55:3 y “dice” en Sal 16:10 (Hch 13:30–35).
3. Pablo guía a sus lectores a instruirse por lo que “dice Dios en el libro de Oseas”. 2:23 y 1:10
(Ro 9:25 y s.)
4. Pablo también aseveró que “el Espíritu Santo estuvo en lo correcto al decir” las palabras
habladas “por el profeta Isaías”. (Hch 28:25–27; Is 6:9 y s.)
5. Según Heb 4:7 Dios está “diciendo” lo que David escribió en Sal 95:7 y s.
6. Lo que está escrito en Éx 33:19 es la palabra que Dios “dice a Moisés”. (Ro 9:15)
Es el deseo y la oración del escritor de que las notas aclaratorias adjuntas hagan
en una pequeña medida lo que Jesús hizo tan perfectamente cuando él “abrió…
las Escrituras” a sus discípulos en el camino a Emaús.
Walter R. Roehrs
GÉNESIS
INTRODUCCIÓN
Contenido
El primer libro de la Biblia, originalmente sin nombre, hoy es conocido por el título que tiene en
la Septuaginta, una antigua versión griega del A. T. Génesis es un sustantivo común y denota un
proceso genético de llegar a existir. En la Septuaginta se usa para traducir la palabra hebrea toledoth
(siempre en la forma plural) que introduce las 10 principales divisiones del libro (2:4; 5:1; 6:9; 10:1;
11:10; 11:27; 25:12; 25:19; 36:1; 37:2; comp. nota 2:4; Mt 1:1).
Ningún otro libro de la Biblia tiene divisiones tan claramente marcadas. Estas 10 secciones a su
vez tienen dos distintos enfoques. Las primeras cinco tratan de la historia universal (2:4–11:26); la
segunda mitad es un registro de individuos y sus familias, los patriarcas elegidos por Dios de entre
las familias de la tierra para ser los portadores de su promesa de salvación. (11:27–50:26)
Asimismo, cada una de las principales partes tiene un denominador común. Así como la segunda
parte relata la implementación del plan de salvación de Dios en las vidas de tres patriarcas, la primera
mitad gira en torno al tema de una crisis triplemente repetida en la historia de la humanidad. Después
que el tiempo y espacio, el escenario de la historia humana, habían sido creados (1:1–2:3), la
respuesta del hombre al Creador precipitó tres situaciones que lo llevaron al borde de la catástrofe.
Pero en cada instancia la justicia de Dios es moderada con clemencia. (1) Adán y Eva se rebelaron
contra su status de criatura. Sin embargo, la sentencia de muerte no fue ejecutada inmediata y
totalmente. Para redimir a sus caídas criaturas de su auto-infligido fatal destino, Dios prometió la
venida de la simiente de la mujer (cc. 23). (2) Pero la familia humana, engendrada por los primeros
padres, no era mejor que ellos, incluso peor. Su “maldad era grande sobre la tierra” al extremo de
provocar a Dios a “borrar de la tierra al ser humano” que había creado. Nuevamente la destrucción
total es alejada: “Noé contaba con el favor del SEÑOR”, y el fin no llegó. Dios hizo un nuevo
comienzo con su pacto con Noé (c. 6). (3) Cuando los sobrevivientes del diluvio se convirtieron en
linaje de naciones (c. 10), el pecado también se multiplicó. Había un desafío unánime hacia Dios,
expresado en la construcción de la torre de Babel. La historia humana parecía haber llegado a un
callejón sin salida por la resultante confusión y separación de Dios (c. 11). Pero su paciencia aún no
había llegado a su fin. En la tabla de naciones aparece el nombre de un hombre por medio de cuyos
descendientes Dios había determinado llevar a cabo su plan de salvar a la humanidad. El nombre de
ese hombre era Sem, el antepasado de Abraham (10:31). De esta manera se había creado el escenario
para la historia de los tres patriarcas, registrada en los cinco “capítulos” que constituyen la segunda
parte del Génesis.
Autor
Desde los tiempos más remotos el Génesis y los siguientes cuatro libros eran considerados por
los judíos como una unidad literaria llamada “la ley” y conocida por nosotros como el Pentateuco
(una palabra griega que significa: conteniendo cinco volúmenes). El tema de los cinco libros es la
creación del pueblo elegido por Dios para ser portador de su promesa de salvación. Génesis refleja
la necesidad de una redención universal y registra los pasos preliminares que Dios tomó para
implementar su plan al seleccionar a los patriarcas, los antepasados de Israel. Los cuatro libros que
siguen al Génesis narran la historia de cómo la familia ancestral se convirtió en la nación de la cual
“según la naturaleza humana, nació Cristo” (Ro 9:5).
El Antiguo y Nuevo Testamentos atribuyen la autoría del Pentateuco a Moisés. Mientras que no
hay una mención explícita de que sea él el autor del Génesis, las Escrituras se refieren a pasajes desde
Éxodo a Deuteronomio como palabra hablada y escrita por Moisés (comp. por ej. Jos 8:31; 23:6; 2R
14:6; Esd 6:18; Neh 13:1; Mr 12:26; Lc 2:22; 5:14; Jn 7:23). Los términos “ley de Moisés”, “el libro
de Moisés” y otros, implican que los cinco libros constituyen una unidad, los escritos de Moisés,
como los llamó Jesús. (Lc 24:27, 44; Jn 5:45–47)
La autoría mosaica es negada por la mayoría de los eruditos modernos del A. T. Ciertos
fenómenos literarios, históricos y teológicos en el presente texto los convencen de que estos cinco
libros son una recopilación de varios orígenes literarios. Que a cada uno de éstos se les dio forma
escrita siglos después del tiempo de Moisés. Aunque no están de acuerdo en el número de fuentes, la
fecha de su composición y el número de libros en que pueden ser rastreados, hay un consenso
general en que el Pentateuco es una fusión de cuatro documentos principales, reconocibles aún por
sus característicos rasgos y rotulados J (yahvista), E (elohísta), D (deuteronomista), P (sacerdotal, P =
Priestercodex). Redactados separadamente a principios de los siglos 10 ó 9 a. C., estas fuentes
independientes fueron combinadas unas con otras al correr del tiempo, efectuándose la redacción
final después del retorno de la cautividad de Babilonia en el siglo VI a. C. En tiempos más recientes
se han hecho esfuerzos para identificar formas literarias distintivas dentro y detrás de estas fuentes
escritas y para encontrar su origen en la tradición oral.
Tal explicación de ciertos fenómenos observados en el Pentateuco (diferencias en vocabulario y
estilo, repeticiones, distintos puntos de vista religiosos) es admitidamente una teoría no probada.
Estas suposiciones y conjeturas no han sido verificadas históricamente, dejan preguntas serias sin
respuesta, y originan nuevas preguntas. Eruditos conservadores han insistido en que estos fenómenos
se pueden explicar de manera no conflictiva con el punto de vista de una autoría mosaica básica del
Pentateuco.
Bosquejo
I. 1:1–11:26 Historia de la humanidad
1:1–2:3 Creación del mundo: Escenario de la historia de la humanidad
A. 2:4–4:26 Historia del cielo y la tierra
1. 2:4–3:24 Desde “Era muy bueno” hasta “Multiplicaré tus dolores en el parto”
2. 4:1–26 Desde padres pecadores hasta descendencia pecadora
B. 5:1–6:8 Historia de Adán
1. 5:1–32 Descendencia de Adán
6:1–8 La perversidad de la descendencia de Adán
C. 6:9–9:29 Historia de Noé
1. 6:9–8:19 Noé y el diluvio
2. 8:20–9:29 Noé después del diluvio
D. 10:1–11:9 Historia de los hijos de Noé: Sem, Cam, Jafet
1. 10:1–32 Tabla de naciones
2. 11:1–9 Torre de Babel
E. 11:10–26 Historia de Sem
II. 11:27–50:26 Historia patriarcal
A. 11:27–25:11 Historia de Abraham, hijo de Téraj
1. 11:27–20:18 Antes del nacimiento de Isaac
2. 21:1–25:11 Después del nacimiento de Isaac
B. 25:12–18 Historia de Ismael
C. 25:19–35:29 Historia de Isaac
1. 25:19–27:40 Antes de la huída de Jacob de Esaú
D. 2. 27:41–33:20 Estadía de Jacob con Labán y retorno a Canaán
3. 34:1–35:29 Posterior historia familiar de Jacob
E. 36:1–43 Historia de Esaú
F. 37:1–50:26 Historia de Jacob
1. 37:1–40:23 Antes y durante la humillación de José en Egipto
2. 41:1–47:31 Después de la exaltación de José
3. 48:1–50:26 La bendición de los hijos de Jacob y su muerte
1:1 En el principio. La mente humana no puede proyectar su imaginación más allá de este punto.
Una traducción alternativa: “Cuando Dios comenzó a crear”. Esta traducción del texto hebreo,
gramaticalmente posible, implicaría que Gn 1 no relata cómo un universo no existente llegó a existir,
sino lo que Dios hizo para producir el orden cosmológico de materia preexistente descrito como
caótico en el v.2. Los primeros dos versículos son considerados cláusulas subordinadas y representan
las circunstancias que existieron cuando la actividad creativa de Dios comenzó (3). Sin embargo, el
primer versículo se traduce mejor como cláusula independiente. Conforme al uso común hebreo
sirve como epígrafe o frase tópica de todo el c.
Cielos y tierra es un término comprensivo para indicar todo lo que llamamos universo,
incluyendo la materia prima con la que Dios formó el universo. En el A. T. el verbo creado está
reservado para una acción de la cual solamente Dios es el sujeto. Ninguna actividad humana es
análoga a ello. La creación produce algo que no tenía una existencia previa. En algunas instancias
Dios usa materia existente para crear (hombre del polvo de la tierra, 2:7); en otras él crea algo que no
existió anteriormente en forma alguna. Sublime en su simplicidad, la breve frase del v.1, por tanto,
expresa la eternal verdad, comprensible únicamente por la fe, de que todo, animado e inanimado,
llegó a existir por mandato divino cuando Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra. (Gn 2:4;
Job 38:4; Sal 8; 89:11–12; 90:2; 104; 121:2; 124:8; 146:6; 148:1–6; Pr 8:23; Is 40:26,28; 42:5;
45:7,12,18; 65:17; Jer 51:15; Zac 12:1; Jn 1:1–3; Hch 14:15; 17:24; Ef 3:9; Col 1:1617; Heb 1:10; 3:4;
11:3; Ap 4:11; 10:6)
1:2 Un caos total. La materia creada estaba en desorden, todavía “no formada aún … para ser
habitada” y por ende aun carente de seres vivientes y vegetación, los productos finales del proceso
creativo (Is 45:18; Job 26:7; Jer 4:23). La tierra. El enfoque de interés de la narración siguiente y de
todo el relato bíblico cubrirá la vida del hombre en la tierra en relación con su Creador. El abismo. El
abismo acuoso; en hebreo: tehom, un sustantivo masculino; en la mitología babilónica un dragón
femenino, Tiamat, es destruido por el dios Marduc, quien divide su cuerpo para constituir “cielo y
tierra”.
Espíritu de Dios. Una lectura alternativa: “viento” de Dios; algunas versiones recientes: “un viento
poderoso”, eliminando la presencia divina y describiendo meramente la turbulencia del “caos total”.
Como en el griego, la palabra hebrea denota “viento” o “aliento”, pero también admite el significado
de “espíritu”, humano y divino. Las Escrituras en otra parte atribuyen la actividad creativa al Espíritu
de Dios (Job 33:4; 26:13; Sal 104:30). Iba y venía, revoloteaba por encima, como un pájaro (Dt
32:11), expresando su poder y deseo de dar forma a lo que no tenía forma y ordenar el caos.
2:4–3:24 DESDE “ERA MUY BUENO” ASTA “MULTIPLICARÉ TUS DOLORES EN EL PARTO”
11:10 Descendientes de Sem. El quinto “capítulo” genealógico de Génesis (11:1026) continúa con
la línea de descendencia que finalizó con Noé (c. 5). La línea antediluviana de descendencia es dada en
un marco similar al que abarca aquí el período desde el diluvio hasta Abram. Ambas están limitadas a
los nombres de 10 personas; ambas proporcionan la edad del padre al nacer su hijo y el total de años
vividos; ambas agregan la nota de que cada antepasado “tuvo otros hijos y otras hijas” además del
hijo mencionado con nombre; en ambas, el décimo antepasado es un hombre con tres hijos (11:26;
5:32). En la tabla de naciones algunos de los descendientes de Sem ya fueron mencionados (10:21–31)
junto con aquellos de sus dos hermanos, Cam y Jafet. En ese contexto ellos forman una parte de la
familia universal de naciones. La genealogía de este cap., sin embargo, traza una línea recta a través
del resto de la humanidad al omitir todos los nombres y líneas de descendencia que no for-man un
eslabón directo entre Sem y Abram, el padre de la nación elegida.
11:16 Éber. Las primeras cinco generaciones de la línea elegida fueron mencionadas en 10:22–25
(Sem-Arfaxad-Selaj-Éber-Péleg). En los vv. 20–26 de este c. fueron agregados otros cinco para
concluir con Téraj, el padre de Abram. Reú, Serug y Najor sólo aparecen aquí y en listas
genealógicas similares. (1Cr 1; Lc 3)
11:24 Najor. El abuelo y el hermano de Abram tenían el mismo nombre (26; Jos 24:2). En Gn
24:10 se menciona una ciudad con este nombre.
11:26 Setenta años. Después del diluvio la edad de los hombres disminuyó considerablemente.
Para una comparación ver c. 5.
36:1 Descendientes de Esaú. Ver la introducción para el significado del término “descendientes”
en las divisiones en “capítulos” del Génesis. -Casi todos los nombres que aparecen en esta historia
genealógica permanecen desconocidos. Su recopilación parece no servir al avance del A. T. hacia su
cumplimiento en el Nombre de nombres. Podríamos tener la impresión de que leyendo este catálogo
de nombres sin sentido es tan sólo un acto de penitencia. Pero este capítulo también está escrito para
“nuestra instrucción”. Nos enseña que la corriente de toda historia toma su curso en los canales del
hacer de Dios. La historia de salvación fluye de y regresa a ella. La línea de Abraham es desviada de
la corriente principal de las naciones (c. 10; 11:1–9; 12:12; 13:5–12); la descendencia de Agar, los
ismaelitas, se bifurcan de la familia de Abraham (25:12–18); los descendientes de Esaú se separan en
otra dirección. Estos registros de historia “secular”, a pesar de ser breves, son recordatorios de que
Dios tiene un plan universal de salvación. No sólo “Israel según la carne”, sino “todas las familias de
la tierra” serán bendecidas en la simiente de Abraham. (12:3; 49:10; Am 9:11, 12; Gá 4:29; Hch 2:21)
Porque la historia genealógica de Esaú tiene varios aspectos y propósitos (comp. los títulos de los
párrafos en el texto), ocurren algunas repeticiones como también variaciones de los nombres. Elifaz,
por ej., es mencionado más de una vez (vv. 4, 10, 15). Dos de las tres esposas de Esaú parecen tener
más de un nombre. (26:34; 28:9; 36:2–3)
El segundo libro del Pentateuco se llama Éxodo (salida, partida), el nombre dado en la
Septuaginta, una traducción griega del A. T. de la era pre-cristiana. Describe su contenido sólo en
parte. Además del relato del rescate (la liberación) de los descendientes de Abraham, el Éxodo
registra cómo la promesa dada a las familias patriarcales era implementada por el pacto con sus
descendientes, que ahora eran una nación. Las estipulaciones de su relación con Dios están
entremezcladas con relatos históricos. La historia de la peregrinación de Israel por el desierto y la
legislación del pacto es elaborada en Levítico y Números.
El pacto era un contrato formal. Al ratificar sus términos los firmantes atestiguaron que habían
llegado a un acuerdo satisfactorio de los asociados en una empresa conjunta o de los oponentes en
una disputa. El pacto de Dios con su pueblo era una adaptación de su modo de terminar una disputa.
Como todas las analogías derivadas de relaciones y conceptos humanos, el pacto no representa en
todos los aspectos un paralelo exacto del trato de Dios con sus criaturas. No obstante, sirvió para
expresar su deseo de restablecer una relación reconciliadora de su pueblo rebelde consigo mismo.
Porque estaban bajo el justo veredicto de muerte, ellos no tenían derecho a regatear con Dios. Por
eso él misericordiosamente tomó la iniciativa y estableció los términos por los cuales hizo posible
que el hombre pueda volver a su favor y a una vida en armonía con él. Reducido a su requerimiento
básico, los términos del pacto estipularon que el pecado, la causa de la rotura, sea expiado por
redención, simbolizada por el sacrificio substituto de animales y otros ritos de purificación. El
pueblo no tenía cosa alguna para contribuir. Llegaron a participar del pacto por: 1) aceptar el regalo
del perdón inmerecido; 2) dedicar agradecidos cada aspecto de sus vidas a la voluntad y
mandamientos de su Redentor. Por ello el “viejo pacto” es una representación simbólica de lo que se
propuso Dios convertir en realidad por medio del “nuevo pacto”. Las formas y los símbolos
prefigurados debían dar paso a su esencia en el sacrificio expiatorio de su Hijo.
Autor
Como es de esperar, los registros egipcios no mencionan la liberación de sus esclavos. Los reyes
egipcios de esa era no son identificados en la narración bíblica por sus nombres personales pero se
refiere a ellos con su título convencional de faraón (significa “casa grande”). Estos factores, entre
otros, han convertido la fijación de la fecha del Éxodo en un asunto de debate. En recientes años una
opinión preponderante favorece la así llamada “fecha tardía”; ca. 1290 a. C. bajo los faraones de la
dinastía 19. La “fecha temprana”, en la mitad del siglo 15 durante el reinado de la dinastía 18, es
favorecida principalmente porque se ajusta fácilmente a la estructura de la fecha cronológica del A.
T. Una de éstas es dada en 1R 6:1. Este versículo indica que Salomón comenzó a construir el templo
del SEÑOR en el “año 480 después que el pueblo de Israel salió de Egipto”, que coincidió con el
cuarto año de su reinado, computado de ser 967 a. C. Al agregar 480 a esta fecha emerge el año 1447
a. C. Si el Éxodo ocurrió 200 años más tarde (la fecha tardía), la figura 480 debe ser considerada
como un número simbólico para la finalización de una era, es decir, 40 (una generación)
multiplicada por 12 (las tribus de Israel). Se deberá tomar en cuenta otras referencias bíblicas, tales
como los 430 años de la esclavitud egipcia y los aproximadamente 300 años del período posterior de
los jueces. Para arribar a la solución del problema, los datos filológicos, históricos y arqueológicos
referentes a Egipto y Canaán deben encuadrar en el contexto de las fechas propuestas. Así, por ej., la
construcción de las ciudades de almacenaje Pitón y Ramsés (1:11) se sugiere como uno de los
factores principales que apoya la fecha tardía, dado que ninguno de los faraones fueron llamados
Ramsés antes de la dinastía 19, comenzando ca. 1290 a.C.
La ruta exacta desde Egipto al Monte Sinaí también se determina con dificultad. El curso tomado
depende de la identificación del Mar Rojo (13:18) y de los lugares en donde acampó Israel, tales
como Sucot (12:37), Baal Zefón (14:2), Migdol (14:2). Comp. los comentarios de las notas.
Bosquejo
1:5 Setenta personas. Los números 70 y 12 tienen un rol significativo en las Escrituras (24:9;
15:27; Nm 11:24, 25; Lc 10:1; para 12 ver 15:27: 24:4; 28:15–21; Lv 24:5; 1R 18:31; Mt 10:1; 14:20;
Ap 21:12, 14). José forma el eslabón entre la historia anterior de la familia de Jacob y su
asentamiento en Egipto, el escenario de un nuevo acto en el drama de la salvación.
1:6 Murió. Después de la muerte de José y toda aquella generación el plan de redención de Dios
para todas las naciones parecía haber sido sepultado con ellos. Durante siglos no pasó nada -al menos
no se registró nada- que trajera a los descendientes de Abraham de vuelta a la tierra prometida. En
escala menor, pero igualmente misterioso, el tiempo parece arrastrarse indefinidamente entre
nuestras oraciones y la hora de acción de Dios. “¿Hasta cuándo, SEÑOR, hasta cuándo?” ha sido el
grito lastimero de muchos cuya hora de liberación parecía no llegar nunca. (Sal 6:3; 13:1; 35:17;
74:10; 89:46; Hab 1:2)
1:7 Se multiplicaron. Al contrario de todas las apariencias, Dios no había olvidado su pacto. La
tierra de Egipto era el lugar que él había elegido para dejar que la familia patriarcal crezca a ser “una
gran nación”. (Gn 17:4–6; 22:17; 35:11; 46:3; Hch 7:17)
1) 1:8–14 La esclavitud
1:8 Otro rey. Siglos del devenir histórico están comprimidos en una frase. Para la identificación
del faraón ver la Introducción.
No había conocido. A José, al otrora benefactor de Egipto, lo habían olvidado totalmente o el
nuevo faraón (tal vez el primero de una nueva dinastía) deliberadamente invertió las relaciones
amistosas de sus antecesores con la familia de José. Para el significado de conocer comp. nota Gn
18:19. También sucedieron cambios entre los descendientes de Jacob. Nuevas generaciones
reemplazaron a los testigos oculares de la misteriosa cadena de eventos que los llevó a Egipto (Gn
37–47). A pesar de que sin duda las promesas divinas a los patriarcas fueron transmitidas de padre a
hijo por palabra oral, el asentamiento en esta tierra extranjera gradualmente les hizo perder su
significado como un paso en preparación del pueblo elegido para el rol que debían desempeñar en el
plan universal de salvación de Dios. Las “ollas de carne” de Egipto eran tan apetitosas que la visión
de la tierra prometida se desvaneció de su vista (16:3). Pero Dios no permitió que la historia de la
salvación llegue a un fin en “los pepinos… y el ajo” de Egipto (Nm 11:5). Para formar a este pueblo a
ser sus instrumentos, él hizo a Egipto su casa de cautiverio de manera que les “amargaban sus vidas
con trabajos pesados” (vv. 13–14). Dios aún sabe cómo ayudar a sus hijos para que vean la vida en su
perspectiva apropiada. Él tiene maneras para evitar que ellos se “amolden a este mundo”, que pongan
sus mentes en las “cosas que están en la tierra” antes que “en las cosas de arriba”. (Ro 12:2; Col 3:2;
Heb 2:16, 18; 11:16)
1:11 Pitón y Ramsés. Para la identificación de estas ciudades ver la Introducción.
1:14 Trabajos pesados. Los pastores y vaqueros eran presionados a hacer trabajos no
acostumbrados y -tal vez para ellosdegradantes, obligándolos a hacer mezcla y ladrillos, y a toda
clase de trabajos en el campo.
2) 1:15–22 La amenaza a su existencia
1:15 Parteras. Son registrados los nombres de sólo dos mujeres, no las suficientes para las
necesidades de tan grande nación. Sin duda había muchas más, pero estas dos se distinguieron de
alguna manera especial para que sus nombres permanecieran en la memoria del pueblo.
1:16 Sus partos. Lit. “un par de piedras”. Al parir un hijo la madre estaba sentada o acurrucada
sobre un par de piedras o ladrillos.
1:17 Temían a Dios. Dios se enfada por la destrucción del fruto de las entrañas.
1:20 Trató muy bien. Porque las parteras “temían a Dios” antes que a los hombres, él las bendijo.
La explicación de por qué fallaron en ejecutar el mandato del faraón probablemente era verdad. Pero
aunque haya habido alguna confabulación con las madres parturientas, ¿habremos de atrevernos a
“envidiar” la generosidad de Dios a las parteras? (Mt 20:15; Ro 9:14–16; Éx 33:19; 2Cr 19:7). Sin
sancionar nuestras debilidades, Dios continúa bendiciéndonos a pesar de nuestra imperfección.
1) 12:29–36 Primogénitos en Egipto heridos a muerte; liberación de Israel 12:36 Despojaron a los
egipcios.
2) 12:37–42 La salida de prisa de Israel 12:37 Ramsés. Comp. 1:11 y la Introducción.
Sucot. El nombre del primer sitio al cual llegaron los israelitas en su huida (13:20; Nm 33:5–6)
puede ser una palabra adaptada al hebreo (“cabinas, tabernáculos”) para una ubicación egipcia,
todavía no identificada con certeza.
Unos seiscientos mil hombres. El número más exacto para esta cifra redonda era 603.550 (sin los
levitas) según el censo en Nm 1:46. Si se agregarían a las mujeres y niños a este total, los israelitas
que partieron serían más de dos millones de personas. Comp. Números, Introducción, “los números
en…”
12:38 Una multitud mixta. Se compuso de gente de varias afinidades raciales y sociales (Neh 13:3:
“de descendencia extranjera”; Jer 25:20: “forasteros”; Jer 50:37: “mercenarios”). No se nos dice si
eran seguidores temporarios de campamentos o si estaban incorporados a Israel por el rito de la
circuncisión. (Nm 11:14)
12:40 Cuatrocientos treinta años. A Abraham se le dijo que sus descendientes serían extranjeros y
esclavos por un período de 400 años en “tierra que no era de ellos” (Gn 15:13–14). Pablo escribe que
la ley vino “cuatrocientos treinta años después”, el incidente previamente mencionado por él son “las
promesas… hechas a Abraham”. (Gá 3:16–17)
La Septuaginta y un manuscrito del Mar Muerto agregan “y Canaán” a la frase en Egipto. La
pregunta de si se debe aceptar que los 430 años comienzan con la residencia de Abraham en Canaán o
con el arribo a Egipto de sus nietos es un factor decisivo para fijar la fecha del Éxodo. (Comp. la
Introducción)
35:1–38:31 EL TABERNÁCULO
1) 35:1–36:7 Materiales provistos por el pueblo
35:2 Un sábado consagrado. En la visión de Moisés del tabernáculo en el monte Sinaí, la ley del
sábado era la coronación de las ordenanzas del pacto de Dios (31:14–17); al transmitir las directivas
divinas al pueblo (vv. 4–19), Moisés las puso a la cabeza de las instrucciones subsiguientes (vv. 1–3).
Se acordaron estas posiciones prominentes, también en la historia posterior de Israel, porque es el
propósito del alfa y omega erigir un lugar para la morada reconciliadora de Dios con los hombres.
No era un medio para merecer el favor de Dios, más bien sintetizó simbólicamente su designio final:
redimir a la creación de su gemido fútil y doloroso concediéndole una oportunidad para compartir el
reposo del sábado del Creador y a restaurar al hombre a la tranquilidad primitiva del paraíso. (Ro
8:22; Heb 4:9–10; Mt 11:28; Ap 21:3)
35:5 Un corazón generoso. Los materiales para la construcción del tabernáculo debían ser
suministrados por ofrendas voluntarias de “todos los que en su interior se sintieron movidos” a
hacerlo (v. 21). Israel respondió generosamente al punto de haber superabundancia. (vv. 20–29)
36:3 Les entregó. Las ofrendas del pueblo recibidas por los obreros artesanales autorizados eran
“suficientes para hacer todo el trabajo, y más” (vv. 2–7). Cuando los corazones de los hombres son
movidos por el Espíritu de Dios, ellos desbordan en generosidad. (Sal 116:12; Col 2:6–7; 3:15; 1Co
15:57–58; 2Co 8:3; 9:13–15; 1Ti 1:1214)
2) 36:8–38 Construyendo las partes estructurales
36:8 Hicieron el santuario. Los materiales y partes del tabernáculo y las variadas vestiduras del
sumo sacerdote son enumeradas varias veces después que sus especificaciones le fueron dadas a
Moisés en el monte Sinaí. Mencionadas brevemente en el informe de los materiales acumulados
(35:4–9), se repiten con más detalles en la sección siguiente que registra su fabricación. Otros
resúmenes aparecen en varios puntos: justo antes de completar el trabajo (39:32–43); cuando Moisés
recibe órdenes de erigir las partes armadas (40:2–9); cuando él había cumplido con las directivas
(40:17–33). Igual que muchos martillazos, estas repeticiones aparentemente cansadoras ante todo
hacen comprender la incansable misericordia de Dios, quien condesciende a usar estos materiales
profanos para simbolizar su presencia y favor. Simultáneamente el pueblo es recordado
enérgicamente de que el regalo de la bondadosa y reconciliadora presencia de Dios debe ser
comprendida por una perseverante obediencia de fe, demostrada por la incesante labor en la
construcción del tabernáculo. Mientras emergió gradualmente en su forma completada, “la tienda de
reunión” le dio al pueblo seguridad tangible de su acceso a un Dios amante, y de su comunión con él.
La frecuente reiteración de tales cláusulas como “como el SEÑOR se lo había ordenado a Moisés”
(por ej., nueve veces en el c. 39) fue para eliminar todas las dudas de que Dios deseaba que su gracia
fluya hacia el pueblo por canales de su propio designio y ningún otro. Alterar los medios de gracia
establecidos o con arrogancia trazar otros resultaría en la pérdida del estado de gracia de Israel.
Diez cortinas. Al relatar la construcción del tabernáculo sus partes son enumeradas en orden
invertido a su previa enumeración (comp. 25:10, nota). Comenzando con el cuerpo exterior y
procediendo a sus componentes interiores, la secuencia aquí es como sigue: a) la tienda y sus
coberturas (8–19; 26:1–14); b) el santuario interior de oro (20–34; 26:15–29); c) la cortina divisoria.
(35–38; 26:31–37)
3) 37:1–38:20 Haciendo el mobiliario; construyendo el atrio exterior
37:1 El arca. El marco estructural del tabernáculo completado era provisto del mobiliario
necesario, hecho por Bezalel: a) el arca del pacto (vv. 1–9: comp. 25:10–20); b) la mesa del pan de la
Presencia (10–16; comp. 25:23–30); c) el candelabro de oro (vv. 17–24; comp. 25:31–39); d) el altar
del incienso. (vv. 25–29; comp. 30:1–5)
38:1 El altar de los holocaustos. La división del capítulo interrumpe la enumeración del
mobiliario del tabernáculo empezada en el capítulo anterior. A la lista precedente se agregan: e) el
altar del incienso y el lavamanos (vv. 1–8; comp. 27:1–8; 30:17–21); f) el atrio exterior. (vv. 9–20;
comp. 27:9–19)
38:8 Espejos. Antes que el uso del vidrio era conocido, los espejos fueron hechos de bronce
pulido.
4) 38:21–31 Rindiendo cuentas
38:21 Las cantidades de materiales. El informe de la construcción del tabernáculo es seguido de
un registro de los materiales que habían sido “ofrendados por el pueblo” para su construcción. (vv.
21–31)
Contados…bajo la dirección de Itamar, el hijo de Aarón, fueron puestos a disposición de los
artesanos Bezalel y Aholiab. El oro de “las ofrendas” (comp. 35:5) era usado para embellecer el
“santuario” interior (v. 24); la plata reunida por un impuesto a los censados (30:11–16) para “las
bases fundidas del santuario, y las bases de la cortina” (vv. 25–28); el bronce, también “contribuido”
(35:5), para hacer los objetos en contacto con fuego, por ej., el altar de bronce (vv. 29–31). Es muy
difícil estimar el valor total de estos materiales en vista del cambiadizo poder adquisitivo de los
sistemas monetarios. Para una fuente de esta riqueza ver 12:35–36.
38:26 Seiscientos tres mil quinientos cincuenta hombres. Para este total del censo ver Números,
Introducción.
El nombre dado a este libro por la Septuaginta y la Vulgata es un resumen adecuado de sus
contenidos si el término Levítico es entendido en el sentido más amplio, significando un compendio
de prácticas rituales ejecutadas y supervisadas por personal autorizado de la tribu de Leví. A pesar de
que todo israelita participó directa o indirectamente en los ritos prescritos, ciertas funciones
ceremoniales estaban reservadas para el hermano de Moisés, Aarón, y sus hijos de la tribu de Leví
(Éx 2:1). Algunos miembros de esta familia levítica fueron escogidos para ser sacerdotes, y uno de
ellos fue el jefe oficiante, el sumo sacerdote. Pero “todos los hijos de Leví” eran encargados para
asistir en la ejecución de ritos ceremoniales (Éx 32:28–29) y para que instruyeran a la gente en la ley
del SEÑOR. (2Cr 17:7–9)
El libro Levítico es la continuación lógica del libro Éxodo. “La gloria del SEÑOR”, que había
llenado la Tienda de reunión terminada, era inaccesible hasta para Moisés (Éx 40:34–35). ¿Cómo
podía Israel “estar delante” de ese Dios y vivir en comunión con él? ¿Cómo podía Israel ser una
“nación santa” (Éx 19:6) y cumplir con la demanda de una vida santa, presentada en el decálogo (Éx
20) y elaborada en las leyes del pacto (Éx 21–23)? Levítico no sólo repite la demanda de santidad
para la comunión pactada con Dios (Éx 19:6; Lv 11:45), también contempla, en la perspectiva de la
santidad, a todas las ordenanzas y directivas para su vivencia entre su pueblo y el encuentro de ellos
con él. Por eso no sorprende encontrar la palabra “santa” unas 90 veces en sus páginas. También
acentúa que el medio para alcanzar la santidad es expiación (que ocurre más de 40 veces). Expiación
por pecados, simbolizada por el sacrificio vicario de animales, quitó la barrera entre el Dios santo y
el pueblo profano. Al aceptar el pacto de misericordia Israel se comprometió a consagrar todos los
aspectos de vida a Dios de acuerdo con su santa voluntad. Debían responder en santa obediencia a
normas de comportamiento moral y a una variedad de reglas ceremoniales.
Levítico no registra ningún movimiento de Israel hacia la tierra prometida. Desde el final de
Éxodo no cambia su ubicación: a la puerta de la Tienda de reunión “en (más bien que “sobre”) el
monte Sinaí”. (1:1; 27:34)
Desde que ya no se requiere que consideremos las formas exteriores de santidad presentadas en
Levítico, puede ser que nos sintamos inclinados a encontrar la lectura de estas provisiones del viejo
pacto sin relevancia. No obstante, debería ser más que de interés pasajero por dos razones. En primer
lugar, juega un importante papel en el plan divino de salvación. Era el medio de Dios de educar a su
pueblo por lecciones objetivas concretas en lo que ellos necesitaban saber para su salvación. Por
medio de una profusión de ceremonias exteriores él dejó inequívocamente claro lo que es el pecado
y por qué constituye la barrera entre los hombres rebeldes y el Dios santo. A menos que sea quitado
por expiación vicaria, el hombre profano no puede aparecer en la presencia de Dios, y mucho menos
vivir una comunión saludable con él. Al hacer que los animales sean portadores sustitutos y
expiatorios del pecado, eran una sombra simbólica de lo que estaba por ser una realidad por medio
de la vida expiatoria y muerte de ese Hijo de Israel que también era el Hijo de Dios.
En segundo lugar, al aceptar por fe la santidad imputada de aquél que murió y resucitó por
nosotros, nos hace una “nación santa”, consagrada a la voluntad del Redentor por medio de
renunciamiento y rendición a él de todos los aspectos de la vida a él, que es tan total, sin reservas e
intransigente como la santidad que se espera de Israel. (1P 2:9; 1Jn 1:7–9; Heb 9:11–14)
Librados de las formas exteriores del ritual de Israel no podemos sino demostrar que no queda a
criterio nuestro hacer caso de las directivas: “Sean santos en todo lo que hagan, como es santo quien
los llamó; pues escrito está: ‘Sean santos, porque yo soy santo’… vivan con temor reverente mientras
sean peregrinos en este mundo …para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta… ya sea que
coman o beban o hagan cualquier cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.” (1P 1:15–17; 2:5; 1Co
10:31)
Autor
16:1 La muerte de los dos hijos de Aarón. Nadab y Abiú sufrieron la penalidad extrema por violar
las prescripciones para ritos santos (10:1–7). No sea que Aarón también muera (v. 2) él no debía
entrar a la parte del “santuario que está detrás de la cortina, delante del propiciatorio que está sobre el
arca”, con excepción del “día anual del sacrificio expiatorio” (v. 34; 23:27–28; 25:9; para
“propiciatorio” ver Éx 25:17, nota). A pesar de ser conocido popularmente como “Yom Kippur” (día
de expiación), la forma plural puede indicar que los ritos de este día tenían el propósito “de hacer
propiciación por ustedes para purificarlos de todos sus pecados” (v. 30). El singular y culminante
carácter de esta propiciación una-vez-al-año también es aparente en el hecho de que la realización de
sus ritos estaba restringida al sumo sacerdote.
16:4 Se pondrá. Porque principalmente era un día de humillación y oración, el sumo sacerdote no
usó todas las galas reales de su oficio (v. 4; Éx 28) hasta que se hizo expiación. (vv. 23–24)
16:5 Tomará. Las instrucciones preliminares (vv. 1–5) también indican los animales requeridos
para los sacrificios. Para sí mismo Aarón debía traer “un novillo para el sacrificio expiatorio por sí
mismo y su familia y un carnero para el holocausto” (v. 3); por el pueblo él debía tomar dos machos
cabríos para un sacrificio por el pecado y un carnero para el holocausto. (v. 5)
16:8 Azazel. Esta es la trasliteración de la palabra hebrea. No ocurre otra vez en al A. T. a pesar de
que el libro no canónico de Enoc habla de un ángel caído con el nombre de Azazel. Algunas
traducciones que usan chivo expiatorio consideran que la palabra está compuesta por el sustantivo
chivo y el verbo partir: “el chivo de partida”. Otras sugieren que es un nombre propio para un
demonio del desierto porque Aarón debía echar suertes para determinar cuál de los machos cabríos
era para el SEÑOR y cuál para Azazel. Debe recordarse, no obstante, que este macho cabrío será
presentado “ante el SEÑOR” (v. 10). Más aún, en el próximo capítulo, v. 7, está prohibido el sacrificio
a “ídolos” de forma de machos cabríos. La preposición delante de esta palabra es la misma en todas
las instancias aunque es traducida aquí para, pero ante en v. 10. Dado que esta preposición también es
el signo para el infinitivo (como nuestro “a” quitar), algunos han tratado de explicar esta palabra
enigmática como un verbo que significa alejar. Cualquiera que fuera el significado de la palabra
asociada con este macho cabrío, para soltarlo en “tierra solitaria” “en el desierto” claramente
simbolizó que en forma vicaria cargó con todas las “iniquidades”, “transgresiones” y “todos los
pecados” del pueblo (v. 21) y los quitó de Israel y de la vista del SEÑOR (Mi 7:19; Sal 103:12; Is 53:6,
11, 12; ver también la remoción visionaria de la iniquidad de Israel al lejano país de Babilonia, Zac
5:5–11).
16:16 Impurezas del pueblo. La sangre del sacrificio por el pecado debía quitar del Lugar Santo y
“del altar” (v. 18) todo lo hecho por el pueblo para profanarlos.
16:20 Macho cabrío vivo. Era mantenido vivo a fin de que Aarón lo presente ante el SEÑOR
“como propiciación” (v. 10) por todos los pecados de Israel. Éstos fueron transferidos al animal
cuando puso sus dos manos sobre su cabeza y confesó “sobre él” toda la culpa de Israel.
16:24 Volverá a vestir. Después de ejecutar los ritos en el Lugar Santísimo, vestido como
prescripto en e v. 4, Aarón concluyó las ceremonias después de volver a vestir toda la vestidura de su
oficio.
16:29 Un estatuto permanente. Los demás festivales anuales se debían celebrar en fechas fijas
dadas en el c. 23. El séptimo mes en nuestro calendario es setiembre/octubre. La observancia del día
de la expiación también requirió que el pueblo se vea acongojado, es decir, debían mostrar su
arrepentimiento genuino por medio del ayuno.
16:34 Un estatuto permanente. A pesar de que se prescribe explícitamente que se debía hacer
expiación por el pueblo de Israel una vez al año en el día de expiación, no hay referencia en el A. T.
de su observancia posterior. Por ello, algunos sabios presumen que se originó después del cautiverio
en Babilonia. Pero un argumento basado en el silencio siempre es precario. El escritor de Hebreos
sabía el valor de este ritual e interpretó su significado prefigurado. (vv. 9–10)
23:2 Fiestas establecidas. Lit. “los encuentros”, la palabra hebrea es simplemente la forma plural
del mismo sustantivo en la frase “la Tienda de reunión”. Se proveyó un lugar en el tabernáculo donde
el Dios santo podía encontrarse en comunión santa con su pueblo purificado y santificado para
reunirse con él. Este capítulo indica que iba a haber días especiales de “encuentros” en la Tienda de
reunión. La observancia de estos recurrentes días semanales y anuales recalcaba la necesidad de
Israel de esfuerzos continuos para mantener su estado como una “nación santa”. La mayoría de estos
días festivos se podían celebrar únicamente después que Israel hubo entrado a la tierra prometida y se
haya establecido una economía estable de agricultura.
23:3 Sábado. El único día de convocación santa que debía ser celebrado más de una vez al año era
el séptimo día de cada semana. Su observancia exigió primeramente lo que el nombre significa:
reposo. No se debía hacer ningún trabajo. (vv. 7, 21, 35)
23:4 Fiestas solemnes. La fiesta de la “Pascua del SEÑOR” junto con la de los “Panes sin
levadura” (v. 6) era la primera de las tres fiestas del peregrinaje (Éx 23:14–15). También era la
primera en el calendario del año ceremonial o eclesiástico de Israel. Este “primer mes”, llamado
aviv, coincidiría con nuestro marzo/abril. Era el mes cuando Israel “salió de Egipto”. Por qué y cómo
debía ser celebrado está registrado en Éx 12:1–20, 43–49 y se vuelve a exponer en Dt 16:1–8.
23:6 Pan sin levadura. Asociada estrechamente a la pascua, comenzando al día siguiente y
durando siete días, era la fiesta de los Panes sin levadura. (Comp. Éx 12:14–20; 23:14–15; Nm 28:16–
25)
23:10 Primicias. Mientras los israelitas celebraban sus festividades, simultáneamente debían
expresar su dependencia de Dios para la continua preservación de su vida. En el segundo día de los
Panes sin levadura ellos debían traer como prenda un sacrificio de sus primicias y “mecer la gavilla
ante el SEÑOR” (Éx 29:24; Lv 8:27). La palabra hebrea para gavilla es traducida gómer en Éx 16:36.
Era un recipiente conteniendo una décima parte de un efa: dos litros. Así como la recolección de estas
primicias sólo era el comienzo de la cosecha completa, así Cristo, el “grano de trigo” que murió, por
su resurrección vino a ser “primicias de los que durmieron”. (Jn 12:24; 1Co 15:20; Stg 1:18; Ap 14:4;
Ro 8:23; 11:16)
23:13 Ofrenda de libación. Traducido “libación” en Éx 29:40 y 30:9, esta ofrenda consistió del
producto agrícola en forma líquida. El énfasis de la palabra hebrea está en el hecho de que era
derramada, la única manera en que una porción de esta oblación podía ser presentada ante el SEÑOR
(Éx 30:9; Gn 35:14). No aparece como una ofrenda independiente sino acompañada de ofrendas de
comida, como aquí (y en Nm 6:5, 17; 15:24; 29:31), y también ofrendas por fuego. (Nm 28:7 y ss.)
23:15 Siete semanas completas. Este festival se llama “la fiesta de las Semanas” (Éx 34:22; Dt
16:10, 16), porque era celebrada 7 semanas o sábados después de la fiesta de los Panes sin levadura,
mayo/junio en nuestro calendario. Dado que debía comenzar después de 49 días, el N. T. se refiere a
ella como Pentecostés, la palabra griega para “cincuenta” (Hch 2:1). “Una ofrenda de cereal de grano
nuevo” (16; hebreo: “una ofrenda de cereal nuevo”) que debía consistir de harina, hecha de las
“primicias” (no es la misma palabra hebrea usada en el v. 10) de la última cosecha. Los “dos panes”
traídos de su “lugar de residencia” representaron el pan ordinario de los israelitas. Esta prenda de
gratitud por su subsistencia diaria era, por lo tanto, “cocida con levadura” (v. 17). Dejando algo de la
cosecha “para los pobres” era otra manera de reconocer que ellos debían su subsistencia al SEÑOR
(v. 22). Esto anticipó las palabras de Jesús. (Mt 25:40)
23:24 Del mes séptimo. Como el séptimo día de la semana era santo al SEÑOR y 7 semanas de
días marcaron un día santo (vv. 15–22), así el séptimo mes (nuestro setiembre/octubre) del año tenía
un significado especial. Era el mes de tres fiestas: la fiesta de las Trompetas (vv. 23–25), el día del
Perdón (vv. 26–32), y la fiesta de las Enramadas (vv. 33–36). Esto puso fin al año agrícola o civil (Éx
23:16; 34:22) y su primer día era, por tanto, un día de Año Nuevo, anunciado haciendo sonar las
trompetas.
23:27 El día diez. El único festival anual fijado previamente en el calendario era el día del Perdón
(vv. 16–29). No era necesario describir los ritos que debían ser observados en esta ocasión solemne
porque fueron detallados en el c.16.
23:34 La fiesta en las Enramadas. El nombre del tercer festival durante el séptimo mes derivó de
la clase de estructuras en las que los israelitas debían vivir durante la semana que duraba su
observancia. Consistiendo sólo de “ramas de palmeras” y “ramas de árboles frondosos” (v. 40), estas
chozas debían recordarles a los israelitas sus moradas en el desierto cuando no vivían en casas
permanentes. “Tabernáculos” de la RV sólo confunde. La estructura portátil que le sirvió a Israel de
santuario también es llamada un tabernáculo, a pesar de que la palabra hebrea es diferente. El gran
número de sacrificios que debían traer en estas fiestas es descrito con más detalles en Nm 29:12–38.
Debía ser una ocasión particularmente feliz en la que los israelitas se “regocijarán en la presencia del
SEÑOR su Dios” (40; Dt 12:12, 18; 16:11; 27:7). El viejo pacto prescribió muchos requerimientos
exigentes de santidad. Pero no era una religión de tristeza y resignación servil. Provistos de los
medios de comunión con el Dios santo y alegrados por sus promesas, los israelitas sabían de la
“alegría de la salvación” (Sal 51:12; 27:6; 33:1; 42:4; 43:4; Is 12:3; 29:19; 35:2, 10; Jer 15:16) No es
de sorprenderse que la santidad efectuada por la sangre del nuevo pacto debía destruir la tristeza y
producir alegría “con un gozo indescriptible”. (1P 1:8; Ro 5:2; 14:17; Gá 5:22; Fil 1:18; 4:4; 1Ts
5:16)
24:2 Aceite puro. Para la construcción del candelabro ver Éx 25:31–40; 37:17–24. Las
obligaciones del pueblo de traer aceite puro de oliva y la tarea de los sacerdotes de mantener las
lámparas encendidas “toda la noche” (Éx 27:20–21) son repetidas aquí en un contexto que pone el
énfasis en la necesidad de mantener la santidad continuamente (v. 4; comp. Éx 30:7–8; 1S 3:3).
24:5 Doce tortas de pan. Las instrucciones para hacer la mesa de la Presencia ya se había dado y
llevado a cabo (Éx 25:23–30: 37:10–16). Aquí se describe el pan para la mesa, y se recalca su parte en
el mantenimiento de la santidad: “un pacto perpetuo”, “un deber perpetuo” (vv. 8, 9). Los sacerdotes
debían comer este pan; pero el incienso colocado al lado de “cada hilera” o pila de panes para “una
ofrenda memorial”, debía ser presentado por fuego. (1S 21:1–6; Mt 12:4)
24:10–23 Penalidades por la profanación de la santidad
24:11 Blasfemó el nombre. A Israel se le concedió el regalo de entrar en comunión con el Dios
santo. Pero el abuso de su santo nombre no sólo cortó los lazos de paz sino que también expuso al
ofensor al fuego consumidor de su ira (comp. 10:1–7). Este caso estableció el precedente de que todo
blasfemo, “tanto el extranjero como el nativo,” “será condenado a muerte”. (v. 16)
24:17 Quite la vida a otro. La santidad de Dios demanda que la vida humana se considere su don
inviolable. Las penalidades por quitar la vida o herir el cuerpo, ya adelantadas en Éx 21:12, 23–36, se
declaran aquí aplicables también al “extranjero”.
Autor
Moisés otra vez domina la escena, diferenciándolo no sólo del pueblo sino también de todos los
demás profetas. Dios habló con él “cara a cara” (12:8). El registro de las estadías en el desierto se le
atribuye directamente a él (c. 33). Esos eruditos que operan con alguna forma de fuente de hipótesis
(ver Génesis, Introducción) asignan las secciones igual que algún material histórico a la tradición P
que alcanzó su forma presente después del regreso del cautiverio de Babilonia en el sexto siglo a. C.
Las partes restantes del libro son identificadas como ramas de J y E o una combinación de ambos.
Un estudio del libro de Números debe incluir algunos comentarios sobre los datos numéricos
registrados aquí y en otras partes de la Biblia. Las siguientes breves observaciones están basadas en
dos principios guías. En primer lugar los números del texto original no deberían ser considerados
como invenciones fantasiosas y por lo tanto imposibles y falsos. Era intención de que representen un
cálculo de personas y elementos que conformaron los hechos en el caso. En segundo lugar, debería
hacerse todo esfuerzo para determinar lo que el texto original decía en realidad y cómo llegó a leerse
tal como está ahora.
Es un hecho conocido que errores en números son la principal fuente de erratas aun en
publicaciones modernas a pesar de correctores de manuscritos y escrutinio editorial. La transmisión
de datos de números en manuscritos del A. T. no era la excepción. Pero el problema era más grave
por los factores singulares de los registros de figuras en el lenguaje hebreo. Los escritores y copistas
no tenían numerarios arábicos. La palabra para un número tenía que ser deletreada en consonantes sin
vocales fijos. Cuando las abreviaturas, consistentes de la primera letra de la palabra, entraron en uso,
se convirtieron en otra fuente de confusión. Las letras individuales del alfabeto también fueron
forzadas a servir para asignar números, por ej., a para 1. La primera letra del alfabeto hebreo
también podía ser la abreviatura deletreada para la palabra mil. Grupos de trazos verticales y
horizontales aparecen en antiguos documentos arameos para especificar el número de miles y cientos
en una figura dada. Éste y factores similares encontrados por copistas de los manuscritos antiguos
pueden ser motivo de muchas dificultades numéricas en el presente texto.
Discusiones han sido provocadas particularmente por números que parecen excesivamente altos.
Por ej., el censo en el libro de Números totaliza 603.550 y 601.730 hombres capaces de portar armas
(1:46; 26:51). Por consiguiente la población de Israel debe haber sido de 2,5 a 3 millones de personas.
Se han hecho varios intentos para reducir estos números. No se debería consideralos válidos a
ninguno si la intención es motivada para eliminar la milagrosa intervención de Dios en sostener a su
pueblo en el desierto.
Es aparente que la mayoría de los números altos implicaron la palabra hebrea para mil, eleph. Sin
embargo, esta palabra también significa familia o clan (1:16; 10:4: “jefes de las tribus”; ver también
Jos 22:21, 30). Cuando las mismas consonantes son proporcionadas con diferentes vocales, la palabra
indica “jefes” (Gn 36:15 y ss.; Éx 15:15). Se ha sugerido, por ende, que en muchas instancias este
hebreo eleph no representó un número, como lo asumieron copistas posteriores, sino que se refirió a
un individuo: un militar guía de miles, un comandante de un grupo grande, un oficial, un soldado
totalmente equipado. Durante las generaciones cuando Israel estaba bajo dominio extranjero, este
significado militar de la palabra se perdió de manera tal que los copistas del texto solamente lo
entendieron e interpretaron como un número.
Tomando la palabra eleph en el sentido de un comandante y la palabra para cien significando un
contingente de soldados, un escritor reciente propuso que el texto de los números sugeridos
originalmente significaba: 580 guías de 235 contingentes, cada uno de ellos consistiendo de unos 25 a
100 hombres. El total de la fuerza combatiente entonces es estimada en 18.000 hombres y la
población entera en más o menos 72.000. El segundo censo en el c. 26 es computado con resultados
comparables. Debería notarse que un grupo tan grande de gente aún tenían necesidad de pan del cielo
y agua de la roca para mantenerlos vivos durante 40 años de deambular por el desierto. El mismo
escritor sugiere que además de hacer errores no intencionales de varias clases los copistas
posteriores aparentemente agregaron un cero o dos a los números originales (una manera moderna
de expresarlo) a fin de hacer la historia de Israel más impresionante. Es conocido el hecho de que la
enseñanza rabínica glorificó el pasado más allá de los límites de los registros bíblicos. Por ej., el
número de varones levitas es dado como 22.000 (3:39). Al dejar un cero y hacer del número 2.200, el
resultado estaría en mucho mejor proporción al total de todos los varones primogénitos en Israel,
que es dado en 2.273 (3:43). Admitidamente tales intentos para arribar al intento del texto original
descansa sobre las conjeturas que permanecen siendo tentativas.
Bosquejo
9:15–23 LA NUBE
9:17 Se ponían en marcha… acampa ban. La directiva final para salir de Sinaí y para el viaje por
el desierto dio órdenes explícitas para la marcha. La primera de éstas vino de Dios mismo en la
forma de una nube. Ella guió a Israel en su viaje fuera de Egipto (Éx 13:21–22; 14:19–20). Cuando la
nube originalmente se posó sobre el tabernáculo terminado, el propósito para el que iba a servir en el
futuro fue detallado brevemente (v. 15; Éx 40:34–38). Iba a ser la señal para interrumpir el viaje y
acampar. Esta función es repetida aquí y explicada con más detalles porque Dios estaba por guiar a su
pueblo a su modo en el camino hacia la tierra prometida. Israel demostró su fe en la guía de Dios en
su salida y su entrada; ellos “aceptaron el mando del SEÑOR”, aun cuando él demoró su marcha
hacia adelante por un mes o más. (vv. 17–22; comp. Sal 16:11; 27:11; 119:105; 139:3, 142:3)
27:12 Aberín. Un pico de esta cadena de montañas era el monte Nebo (33:47; Dt 32:49; 34:1). La
designación de Josué como también los eventos registrados en los siguientes capítulos sucedieron
antes “del día mismo” en que Moisés cumplió la orden de subir a esta montaña para “reunirse con los
suyos” (Dt 32:48–52). La mención de su inminente muerte lo alertó a Moisés de la necesidad de
designar a su sucesor.
27:14 Meribá. Comp. 20:10–13.
27:21 Urim. Dios se había comunicado con Moisés “cara a cara” (Éx 33:11; Dt 34:10). Su sucesor
debía actuar de la misma manera según su palabra. Pero la voluntad del SEÑOR le debía ser
transmitida a Josué por medio de Eleazar, quien mediante el juicio del urim consultará al SEÑOR.
30:2 Hace un voto. La sección anterior había tratado con ofrendas prescriptas pero no había
repetido las reglas previas que gobernaban las “ofrendas por votos y ofrendas voluntarias (29:39; Lv
5:4–6; 27; Nm 6). La regla general debía quedar vigente: todos los votos debían ser cumplidos (vv. 2,
9). Pero ahora se agregan reglas especiales para votos por las mujeres cuando afectaban las
relaciones “entre un hombre y su mujer, y entre un padre y su hija” (v. 16). En ciertas instancias la
cabeza de la casa podía “anular” la promesa, siempre que haya hecho conocer sus objeciones “el día
en que se enteró” de ella.
30:3 Se compromete en algo. El propósito de las reglas adicionales era para salvaguardar la
armonía conyugal. El voto de abstención de relaciones sexuales podían hacer las mujeres sólo con el
consentimiento de sus maridos o los hombres con quienes se estaban por casar (comp. 1Co 7:1–7).
Sin embargo, una viuda o mujer divorciada sin lazos familiares, podía hacer votos de cualquier clase.
(v. 9)
33:1 Etapas. Lit. “levantando campamento”, este sustantivo es derivado del verbo traducido
repetidas veces en este capítulo: “partieron”.
33:2 Moisés anotaba. El viaje de Israel bajo el mando de Moisés había llegado a su fin. Habiendo
llevado a su pueblo hasta una distancia de tiro de su meta final, él compiló una lista de sus
acampamentos. Para el lector moderno esta colección de datos estadísticos puede ser tan poco
excitante como los cuadros genealógicos en Génesis. Pero cada eslabón en esta larga cadena de
nombres de lugares incitó a un cántico de alabanza en los corazones de los israelitas porque un
poderoso Dios perdonador había estado con ellos a cada paso del peregrinaje desde Egipto hasta el
Jordán. Él no abandonó a sus esclavos escapados, sin importar dónde “acamparon” o de dónde
“partieron”. Cada creyente, particularmente un ciudadano mayor, sólo necesita oír los nombres de los
campamentos de su peregrinaje para ser movido a volver a narrar agradecido lo que Dios hizo por él
en estas circunstancias.
33:5 De Ramsés. Moisés examinó el pasado del pueblo desde el éxodo (Éx 12:37; 13:4) hasta su
llegada “a las llanuras de Moab” 40 años más tarde (vv. 38, 49). La lista contiene los nombres de
lugares registrados en las narraciones anteriores de su peregrinar por el desierto. El viaje de Egipto
al desierto de Sinaí es recapitulado en los vv. 5–15 (Éx 12:37–19:2). Pero esta sección también
contiene los nombres de dos lugares hasta ahora no mencionados (vv. 12–14). En los versículos
restantes del capítulo los nombres de muchos más lugares complementan la narración incompleta de
la marcha de Israel desde el monte Sinaí dada en los capítulos anteriores de Números. Por otra parte
este registro no menciona campamentos mencionados en el registro anterior (21:18–19). La
ubicación de algunas de estas paradas no pueden ser identificas. Consecuentemente la ruta exacta de
su peregrinaje, particularmente durante los últimos 38 años, no puede ser establecida con certeza. El
modelo esquemático de estas notas geográficas no excluye la posibilidad de que los israelitas a veces
se dividieron en grupos más pequeños. Puede ser que a uno o varios de ellos no se les prohibió
cruzar territorio amonita o edomita y acampar en lugares como Punón, que fue identificado como
ubicado dentro de las fronteras de Edom. (vv. 41–49)
36:13 Conclusión
36:13 Mandamientos y ordenanzas. Este versículo resume las directivas que hasta ese momento
habían sido transmitidas a los israelitas por Moisés después de arribar a las planicies de Moab. Antes
de morir él tenía más para decirle a su pueblo. Sus instrucciones finales están contenidas en
Deuteronomio.
DEUTERONOMIO
INTRODUCCIÓN
Contenido
El libro de Deuteronomio es una secuela apropiada de los primeros cuatro libros del Pentateuco.
Continúa con la historia de cómo Dios puso en marcha su eterno plan para salvar a la humanidad
perdida de la maldición del pecado. Él reveló sus intenciones de gracia en términos que ellos podían
entender. Así como los hombres hacen un contrato o convenio y hacen que sus estipulaciones
constituyan una base de armonía entre las partes, así hizo Dios un pacto con sus criaturas rebeldes. Él
se comprometió a proveer un camino para hacer volver a la raza perdida a una comunión vivificante
consigo mismo. (Para los términos del pacto ver la Introducción del libro de Éxodo.)
El primer libro de la Biblia relata cómo Dios se comprometió a bendecir a todas las naciones por
medio de Abraham y sus descendientes, los ancestros de la simiente de la mujer. Éxodo registra cómo
él implementó su promesa a los patriarcas: él creó la nación del pacto y proclamó los términos del
pacto en el monte Sinaí. Levítico contiene instrucciones ampliadas de cómo el pueblo escogido debía
expresar sus relaciones pactuales con él. El libro Números testifica el hecho de que Dios ha cumplido
sus promesas del pacto: él trajo a la segunda generación de los anteriores esclavos egipcios a “la
tierra de Moab”. Solamente el Jordán los separó de la tierra prometida. Los eventos registrados en
Deuteronomio ocurrieron en ese ambiente.
Un largo capítulo de la historia del pacto llegó a su fin en la tierra de Moab. Con la ocupación de
Canaán comenzaría una nueva etapa. Anticipando las necesidades del pueblo en su nuevo entorno,
Moisés se “avino a explicar esta ley” que continuaría determinando su estado como una nación del
pacto. Cada generación debía obligarse a los mismos principios básicos del pacto que los padres
habían aceptado en el monte Sinaí. Solamente ajustes menores eran necesarios para cubrir las
necesidades de la vida en el ocupado Canaán. Allí los israelitas ya no serían una comunidad
estrechamente ligada moviéndose de campamento en campamento. Ellos tendrían residencias
permanentes ubicadas en partes del territorio separadas por grandes distancias.
Los datos históricos sólo sirven para mostrar el ambiente para la acción del libro. Su suceso más
importante es la palabra hablada por Moisés. Casi todas las páginas están dedicadas al registro de los
mensajes de partida del líder al pueblo en este período de transición de su historia.
El nombre “Deuteronomio”, por el cual se lo conoce, refleja este aspecto característico de su
contenido. En la Septuaginta, una antigua traducción griega del A. T., fue designado deuteronomion,
es decir, “una segunda ley”. Los traductores derivaron este título de traducción de la frase “una copia
del libro de la ley” (17:18). Sin embargo, el propósito primario del libro no es el de promulgar una
segunda o nueva ley. En forma de sermón reitera y expone los mismos términos básicos del pacto
hecho en Sinaí.
El lector moderno puede pensar que hay poco en estas instrucciones para un pueblo antiguo que
sea de algún valor para él. Varios factores habrán de cambiar tal opinión. Le debería ser de interés,
ante todo, porque por el viejo pacto Dios estaba tomando pasos para implementar su plan para
reconciliar al mundo consigo mismo. Además, ningún cristiano va a considerar a este libro como
irrelevante si recuerda que el Mediador del nuevo pacto repetidamente usó sus palabras a fin de
concretar sus propias necesidades y para instruir a sus seguidores en su relación con Dios (Mt 4:4, 7,
nada que ver con la producción literaria del 10; 22:37; ver también Hch 3:17–26). Deuteronomio. En
su opinión él ni siquiera Finalmente, el hombre moderno, igual que pronunció “las palabras de esta
ley”. No el antiguo Israel, vive en un período turbu-obstante, su punto de vista de la fecha de su lento
de transición. Él encara cambios que origen es tan variado como para invalidarafectan drásticamente
su modo de vivir. se uno al otro. Presume que el Deuterono-Debe aferrarse a la palabra de ”la Roca”
mio abarca el lapso desde el tiempo de (32:4) si no ha de estar abrumado por el rugiente mar de
nuevas incertidumbres.
Autor
Hasta que salga de la escena, Moisésmantiene el centro del escenario del quintolibro que lleva su
nombre. Sus discursos, directivas legislativas y el impartir bendi-ciones constituyó su contenido. Él
tambiénescribió “esta ley” (31:9, 22, 24) que élhabía expuesto. Jesús y los escritores del N.T. testifican
acerca de su origen mosaico (Mt 19:6–8; Mr 12:19; Ro 10:5–8; 1Co 9:8–9; Heb 10:28). Se puede
asumir que el rela-to de su muerte en el último capítulo fueagregado por un asociado
contemporáneo, probablemente Josué o Eleazar. Algunosestudiosos también le acreditan al
mismoescritor el haber suministrado el otro mate-rial narrativo que provee el entorno de
losdiscursos de Moisés.
Los patrocinantes de la fuente hipotética del Pentateuco (ver Génesis, Introducción) mantienen que
Moisés tuvo poco o nada que ver con la producción literaria del Deuteronomio. En su opinión él ni
siquiera pronunció “las palabras de esta ley”. No obstante, su punto de vista de la fecha de su origen
es tan variado como para invalidarse uno al otro. Presume que el Deuteronomio abarca el lapso
desde el tiempo de Samuel hasta el período post-exílico, unos seis siglos más tarde. Algunos
mantienen que desde un núcleo básico mosaico el libro creció por agregados sucesivos y ediciones
durante un largo lapso de tiempo. Su autor o autores pertenecieron a una escuela de escritores que
fueron llamados deuteronomistas. Su mirada programática de la historia, expresada en sus principios
básicos en el Deuteronomio, dominan también los libros de Josué hasta Reyes. De acuerdo con una
teoría ampliamente aceptada Deuteronomio fue producido, por lo menos en su esbozo básico, en el
tiempo del rey Josías. Su(s) escritor(es) trataron de fomentar la centralización de adoración en
Jerusalén y escondieron el libro en el templo. Allí fue encontrado por los hombres de Josías en 621 a.
C., cuando él renovó la casa de Dios. Sin embargo, esta teoría viola los reclamos expresos del libro.
También fracasa en establecer un entorno que esté en armonía con las circunstancias generales y
específicas reflejadas en el texto.
Bosquejo
28:1–14 BENDICIONES
28:2 Estas bendiciones. Las tribus estaban ubicadas en igual número sobre los dos montes a fin de
ratificar lo que el pacto pronunciaría para “bendecirlos” y “para las maldiciones” (27:11–13).
Aparentemente las bendiciones fueron dichas desde el fondo del valle hacia el monte Guerizín y las
maldiciones hacia el monte Ebal. También se puede asumir que “todo el pueblo” respondió con un
“amén” a ambos pronunciamientos, como se indica que hicieron en 27:15–26 (Jos 8:33–35). Las
bendiciones (vv. 1–14) no eran solamente una recompensa del individuo por cumplir ciertos
mandamientos. Por la obediencia de Israel permanecerían siendo la nación del pacto de Dios “santa
para él” por la cual su plan de salvación universal se pondría en efecto. A la inversa las maldiciones
(vv. 15–68), el resultado de romper el pacto, haría a los descendientes de Abraham inútiles como
portadores de la promesa de Dios de bendecir a todas las naciones. (Gn 12:3; Hch 3:25 y s.; Gá 3:8 y
s.; Lv 26)
28:10 Reconocerán. Una manera hebraica de decir que Dios ha elegido a Israel para ser “su
posesión exclusiva” (7:6; 14:2; 26:18; Éx 19:5 y s.). Mientras servía sus propósitos, Dios “quebraría y
estorbaría todo consejo perverso y voluntad que no… dejaría que venga su reino”. (Lutero)
28:15–68 MALDICIONES
28:20 El SEÑOR enviará. Los vv. 7–14 son una elaboración del séxtuplo “bendito serás”
pronunciado en los vv. 3–6. De manera similar los vv. 20–68 desarrollan en mayor detalle el séxtuplo
“maldito serás” de los vv. 16–19.
32:50 Morirás. El día de la muerte de Moisés anunciado previamente había llegado. (Nm 27:12–
13)
32:51 Fueron infieles. Comp. Nm 20:13.
Su lugar en el Canon
En la agrupación rabínica de los libros del A. T., Josué es el primero de una segunda categoría
canónica después del Pentateuco. Llamada “los Profetas” consiste de dos subdivisiones: “los Profetas
Anteriores” y “los Profetas Posteriores”. El segundo subtítulo abarca los libros desde Isaías hasta
Malaquías, exceptuando Lamentaciones; Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes son llamados los
“Profetas Anteriores”. Estos cuatro libros históricos registran los eventos desde la muerte de Moisés
hasta el cautiverio babilónico en el siglo 6 a. C. A pesar de que son una crónica del pasado, la clase de
historia que presentan justifica ser llamados “proféticos”. Sus autores inspirados sabían que cada
eslabón en la cadena de causa y efecto era forjado por el SEÑOR de la historia. Él ve el final desde el
comienzo; forma los eventos para sus propósitos; anuncia lo que él quiere que ellos logren por
medio de sus anunciantes y vaticinadores, los profetas. Otras naciones registraron los datos y sucesos
antiguos. Pero sus archivistas no podían interpretar la historia desde la perspectiva de “los Profetas
Anteriores”.
Autor
Los cuatro libros de “los Profetas Anteriores” son anónimos. La Escritura en ninguna parte lo
menciona a Josué como el autor del libro que lleva su nombre. Siendo principalmente el oficial del
“comandante del ejército del SEÑOR” (5:14), también se ocupó en la actividad literaria. Él escribió
las palabras del pacto renovado “en el libro de la ley de Dios” (24:26). Tenía una reseña escrita del
territorio y la usó al repartir “la tierra al pueblo de Israel” (18:1–10). Algunas secciones implican que
el escritor era testigo ocular de los eventos (5:6; 14:4). Rahab aún vivía cuando él produjo su
registro. Pero el libro también contiene el relato de la muerte de Josué (24:29 y s.). Registra la
fidelidad de Israel al pacto durante “los días de los jefes que sobrevivieron a Josué” (24:31). Tales
declaraciones indican que el libro, substancialmente en la forma presente, fue escrito no mucho
tiempo después de la muerte de Josué. Igual que Lucas, su escritor desconocido se puso “a compilar
un relato de cosas que se han cumplido” durante su vida. (Lc 1:1–4)
Algunos sabios modernos aplican la hipótesis acerca del orígen del Pentateuco a Josué. Ellos
encuentran hilos de composición en este último que ellos han aislado en los cinco libros de Moisés.
La redacción de este “Hexateuco” fue la obra de un editor posterior al exilio (comp. Génesis,
Introducción, “Autor”). Una teoría algo diferente ha obtenido apoyo creciente. Sus proponentes
enlazan el último libro del Pentateuco con Josué y los otros “Profetas Anteriores”. Juntos forman un
registro del pasado de Israel desde Josué al cautiverio babilónico que es llamado historia
“deuteronómica.”. Haciendo extractos de varias tradiciones, el compilador de este complejo literario
escribió la historia desde un punto de vista que está enunciado en el quinto libro de Moisés. Según su
filosofía de la historia, el bien o el mal, sucedían como el resultado directo de la obediencia o
desobediencia al pacto de Israel. Él aplicó esta teoría tan inflexiblemente que a veces dio un cuadro
distorsionado del verdadero curso de los eventos. Sin embargo, el axioma de que Dios es movido a
formar la historia por la respuesta positiva o negativa del hombre apuntala el mensaje del A. T. desde
Génesis a Malaquías. El libro de Josué sólo es un ejemplo de que así Dios permite que se “haga su
voluntad”.
Fecha de la conquista
Como secuencia inmediata a los 40 años del peregrinaje de Israel por el desierto, los eventos
registrados en Josué dependen para su fecha de la asignada al Éxodo (ver Éxodo, Introducción).
Excavaciones de ciudades cananeas han ratificado a la mayoría de sabios modernos en su convicción
de que la así llamada fecha tardía es correcta. Hallazgos arqueológicos en esos sitios indican que
fueron destruidas en el siglo 13 a. C. Sin embargo, el libro de Josué no menciona la destrucción por
fuego de las ciudades con excepción de Jericó y Hazor. El problema de la fecha está rodeado por
otras dificultades. La correspondencia de los reyes cananeos, fechada ca. 1400–1360 a. C. y
encontrada en Amarna en Egipto, menciona que fueron amenazados por invasores llamados Habiru.
La relación de estos últimos con los hebreos aún es un asunto muy debatido.
Bosquejo
1:1–5:15 Preparativos
2:1–24 EXPLORACIÓN
2:1 Espías. Josué y Caleb habían sido dos de los 12 hombres a quienes Moisés había enviado de
Cades “a espiar la tierra de Canaán”. El informe de la mayoría aterró al pueblo. Como ellos se
rebelaron contra la directiva del SEÑOR de entrar a la tierra desde el sur (Nm 13), Josué envió a dos
hombres para explorar la tierra, especialmente a Jericó, una de las ciudades “fortificadas y muy
enormes” (Nm 13:28). Su propósito era asegurar al pueblo que la situación no había cambiado. Ellos
no podían confiar en sus propios recursos para conquistar la ciudad. Debían creer que “el SEÑOR
verdaderamente les ha entregado todo el país en sus manos”. (v. 24)
Jericó. La caída de esta ciudad, a 8 km. al oeste del Jordán, debía darle a Josué una cabecera
estratégica en el centro de Canaán. Desde allí él sería capaz de atacar hacia el sur y el norte. Los
espías se fueron del último campamento mencionado en Nm 25:1, más o menos a 8 km. al este del
Jordán. Sitín, palabra hebrea para acacias, probablemente le debía su nombre a estos árboles.
Casa de una prostituta. En esa clase de casa pública, la cual también puede haber servido como
una posada, ellos esperaron que la presencia de dos extraños no iba a atraer atención. Sin embargo,
esta estratagema no atenuó la sospecha que tenían de que ellos habían “llegado para espiar el país”. (v.
3)
2:6 Los escondió. Rajab escondió a los espías sobre el techo chato de su casa (Jue 16:27; 1S 9:25;
Mr 2:4). Ella había estado secando manojos de lino, los que son cosechados en marzo/abril.
Consecuentemente el cruce del Jordán ocurrió en la primavera, cuando sus aguas estaban
desbordadas. (3:15)
2:9 Yo sé. Todos los habitantes habían oído de las señales y prodigios que el SEÑOR había hecho
en favor de Israel. Sólo Rajab, aun siendo mentirosa y prostituta, se volvió al “Dios arriba en el cielo
como abajo en la tierra” (v. 11; Heb 11:31; Stg 2:25; Dt 4:39; 2R 5:15; Mt 21:31 y s.). No una deidad
israelita, el SEÑOR tuvo un lugar en su reino para mujeres paganas como Rajab, Tamar, Rut. Hasta
les concedió la distinción de ser eslabones en el linaje de Jesús (Mt 1:3–6). La infinita gracia de Dios
cubre la multitud de pecados del más deshonroso paria que dice: “¡Oh Dios, ten compasión de mí, que
soy pecador!” (Lc 18:13)
2:10 Sijón y Og. Comp. Nm 21:22–34. Amorreos. Comp. nota Nm 21:21.
Destruyeron completamente. Comp. Dt 2:34; Lv 27:26, notas.
2:15 La muralla de la ciudad. Construida sobre una muralla separada o sobre las dos murallas
rodeando la ciudad, su casa estaba lo suficientemente en alto como para que ella pueda dejar bajar a
los espías por la ventana. (1S 19:12; Hch 9:25)
2:18 Cordón rojo. Tal vez era la “soga” con la cual ella bajó a los espías. Su color no parece tener
ningún significado especial excepto que más tarde identificó a su casa, a pesar de que no se menciona
otra vez. (6:22–25)
2:22 Tres días. Usadas también por ladrones, las cuevas en las montañas de Jericó ofrecían buenos
lugares para escondites. (Lc 10:30)
2:24 Ha entregado. Desde un punto de vista militar la misión de los espías había sido fútil. Ellos
no encontraron ningún punto débil en las defensas de Jericó; no tenían ninguna sugerencia para una
estrategia de ataque. Pero confirmaron la necesidad del pueblo de tener fe en que el SEÑOR daría
todo el país en sus manos. Lo que él había hecho y prometido hacer hizo que los habitantes estaban
todos muy amedrentados.
11:1 Rey de Jazor. El éxito de Israel en el centro de Canaán (c. 9) y en el sur (c. 10) llegó a los
oídos de los reyes del norte. Ellos también formaron una coalición en un desesperado intento de
parar la marea invasora. El rey de Jazor encabezó el contraataque. Jabín pudo haber sido su título
más bien que su nombre (Jue 4:2). Excavaciones han revelado el gran tamaño de su ciudad
amurallada. Situada como a 16 km. al noroeste del mar de Galilea, todo el complejo proporcionó
espacio para una población estimada en 40.000 habitantes. El ejército reunido representó una
abigarrada formación de guerreros del norte (“bajo Hermón”) más “los jebusitas del territorio
montañoso”, posiblemente contingentes que habían huído hacia el norte después de la campaña en el
sur. (vv. 1–4)
11:5 Merón. Alimentado por fuentes a unos pocos km. al noroeste de Jazor, sus aguas fluyen hacia
el sur al mar de Galilea.
11:6 No les tengas miedo. Josué estaba por encontrarse con un enemigo no sólo sumamente
superior en número sino también equipado con las más formidables armas: carros de guerra.
11:8 Los persiguieron. Los confederados derrotados huyeron hasta Sidón y Misrefot Mayin, ambos
en la costa del Mediterráneo, y hasta Mizpa, tal vez el mismo Mizpa (v. 3), ambos deletreados igual
tienen el mismo significado de atalaya.
11:11 Quemaron a Jazor. Aparte de Jericó y Hai sólo Jazor fue incendiado por Josué.
Excavaciones recientes fijan la fecha de su destrucción en la mitad del siglo 13 a. C. Es posible que
Josué quemó sólo la parte baja de la ciudad que cubrían más o menos 7 km.2(v. 13)
11:12 Como Moisés… le había mandado. Comp. Dt 7:2 y ss.; 20:16 y ss.
13:32–33 RECAPITULACIÓN
13:33 Ninguna herencia. Los levitas no recibieron herencia dentro de los límites de un área
determinado. Esta provisión excepcional es mencionada en varios puntos de la distribución tribal
(13:14; 14:3; Nm 18:20). Designados a traer “las ofrendas por fuego”, el SEÑOR Dios de Israel los
compensará por sus servicios sacerdotales con ciudades dentro del territorio de todas las tribus a
quienes ellos representaron en el santuario. (Dt 10:8–9; 18:1; Jos 21)
19:51 RECAPITULACIÓN
19:51 Dividir los territorios. En este resumen de la división de Canaán la palabra herencias otra
vez pone la posesión de la tierra de Israel en su perspectiva apropiada. Cada porción de tierra era
puramente un regalo, sus límites particulares determinados por sorteo… en presencia del SEÑOR.
Ningún sistema de control centralizado, feudal u otro, fue prescripto. Las tribus formaron una unión
de 12 “estados confederados”. “Su constitución” era el pacto.
20:2 Ciudades de refugio. Dentro de las herencias tribales algunas áreas debían ser dominio
“federal” que sirvieran a la asistencia social corporativa de la nación. Seis ciudades de refugio fueron
designadas para que venganzas sangrientas no pongan en peligro la vida física (c. 20); las ciudades
levíticas debían proveer subsistencia para aquellos que sirvieron las necesidades espirituales de la
comunidad. (c. 21)
Por medio de Moisés. (Nm 35:11, 12)
20:6 Sumo sacerdote. El texto hebreo dice “el sumo sacerdote”. Eleazar, quien ofició en esa
capacidad en ese tiempo, es llamado simplemente “el sacerdote” para diferenciarlo de todos los otros
que también ejecutaron funciones sacerdotales. (19:51; 21:1)
20:7 Designaron. Lit. “santificaron”, es decir, ellos apartaron estas ciudades del uso profano u
ordinario y les asignaron un propósito divino. Moisés ya había separado tres ciudades al este del
Jordán y ordenó que se haga lo mismo al oeste del Jordán (Dt 4:41–44; 19:1–10). En los siguientes
versículos son mencionadas las seis ciudades. Su ubicación hizo que fueran accesibles a todos los
fugitivos. Al oeste del Jordán, Cedes sirvió en la región al norte; Siquén, la central; Quiriat Arbá la
sur. Al este del Jordán, Béser en el desierto; Ramot en el centro; Golán en el norte.
21:1 Los levitas. El anterior relato de la división de la tierra es entremezclado con la nota “a la
tribu de Leví Moisés no le dio tierras por herencia” (13:14, 33; 14:3; 18:7). Según la lista de sus
“ciudades… junto con las tierras de pastoreo” (v. 2) no fueron parte de las anteriores asignaciones
tribales. Los levitas debían “recibir su sustento” de las contribuciones de todas las tribus. Por medio
de Moisés Dios ya les había previsto esto. (Nm 35:1–8)
21:3 Las siguientes poblaciones. Esta lista de nombres puede fascinar al lector moderno tan poco
como la enumeración de nombres de lugares en los capítulos anteriores. Sin embargo, cada dato
geográfico aquí también agrega una pincelada a un cuadro con un mensaje para Israel y también para
nosotros. Dispersos en todo el territorio, con su sola presencia los levitas fueron una demostración
viviente de que, en el análisis final, era verdad para todos los israelitas: de que “el SEÑOR… es su
herencia”. Ellos no habían expulsado a los cananeos por derecho de conquista como otras naciones
tomaron el territorio de pueblos vencidos. Al cumplir su tareas delante del SEÑOR, los sacerdotes y
sus asistentes levíticos actuaron como los representantes intermediarios de una “nación santa”,
elegidos en todas sus funciones como “un reino de sacerdotes” (Éx 19:6; Nm 8:5–26; 18:22 y ss.).
Todos los israelitas eran sacerdotes en el sentido de que les fue dada existencia nacional para un
único propósito: servir al SEÑOR y cumplir su propósito. Para su entorno el creyente del N. T. tiene
una obligación similar. En el mundo pero no del mundo, él debe testificar a sus compañeros
transeúntes que “aquí no tenemos una ciudad permanente” (Heb 13:14). Siendo él mismo un
peregrino y exiliado, él les debe servir como guía hacia una “herencia que es indestructible,
incontaminada e inmarchitable”. (1P 1:3–4; Ro 8:17)
21:4 Las familias. El asentamiento de los levitas en áreas ampliamente separadas no rompió sus
lazos familiares internos. Los primeros en recibir sus ciudades por sorteo fueron los clanes de la
tribu nombrada “como los hijos de Leví”: Coat, Merari, Guersón. Entre los coatitas los descendientes
de Aarón formaron un grupo especial: los sacerdotes (Nm 3:10). Estas cuatro familias recibieron un
número específico de ciudades dentro de la herencia de tres grupos de tribus. (vv. 4–7)
21:8 Estas poblaciones. Los diferentes grupos de los levitas son seguidos por una lista de
ciudades ordenadas según su ubicación en cada herencia tribal (vv. 8–42). Algunas de éstas también
fueron ciudades de refugio, por ej., Hebrón. (11; 20:7)
21:41 Posesiones de pueblos. Josué repartió Canaán antes de que fue ocupada efectivamente por
los israelitas. Las ciudades levíticas fueron asignadas bajo las mismas circunstancias.
21:45 Promesas. Dios cumplió sus pro-mesas en la medida en que Israel le respondía en fe.
22:1 Convocó. Josué había derrotado las fuerzas enemigas que se habían resistido a la entrada de
Israel a Canaán (cc. 112). A pesar de que mucho territorio aún quedaba sin ser ocupado, él repartió la
tierra prometida entre las 12 tribus (cc. 1321). Los tres capítulos finales (22–24) contienen sus
discursos al pueblo. En todos ellos él recalcó el hecho de que la independencia de Israel no era un fin
en sí mismo. Dios lo había creado para ser su instrumento de salvación para “todas las familias sobre
la tierra” (Gn 12:3). Tenía un futuro solamente si llevaba. a cabo su plan eterno (Ef 1:4–10). En la
forma de un pacto Dios había expresado cómo el pueblo escogido debía servir a su propósito
(Éxodo, Introducción, “Contenido”). Por ello, el título a la herencia de Israel estaba sujeto a términos
divinamente establecidos y ratificados por el pueblo. Para que el pueblo no olvide el papel que ellos
debían desempeñar en la tierra prometida –lo que sucedería pronto– Josué recalcó su singular
relación con Dios en tres ocasiones: a) cuando despidió las dos y media tribus (c. 22); b) cuando
“reunió a todo Israel” para una convocación solemne (c. 23): c) cuando pidió a “todas las tribus de
Israel” a comprometerse en lealtad con el pacto. (24:1–28)
22:2 Moisés… les ordenó. Comp. Nm 32.
22:4 Ha dado descanso. Las obligaciones de Israel hacia el pacto eran una respuesta al inmerecido
regalo de Dios.
22:5 Amen al SEÑOR. La obediencia al mandamiento y la ley debía fluir de un compromiso
interior con Dios. Todo el corazón y toda el alma debía dedicar su amor a Dios.
22:6 Los envió a sus hogares. Separados por el Jordán del resto de Israel, las tribus que habían
sido despedidas no debían olvidar su solidaridad pactual con sus hermanos.
22:8 Compartan. Bajo el pacto del A. T. no había separación de iglesia y estado. Por eso se
proporcionaron reglas para procedimientos políticos y sociales. (Nm 31:27; 1S 30:24)
22:9 Siló. Comp. 18:1, nota.
22:10 Un altar. Relatado con muchos detalles (vv. 10–34), el episodio del altar a la orilla del
Jordán demuestra claramente que Israel era consciente de su relación y obligaciones con el pacto.
Uno de los términos básicos del acuerdo estipuló que el Dios de Israel era “el SEÑOR”. No era
divisible en varias fuerzas de la naturaleza como los baales a los que los cananeos trataron de
aprisionar por ritos mágicos dondequiera que decidan hacerlo. Sólo en el lugar que el SEÑOR escoja
para “que su nombre habite” –en ese tiempo era Siló (18:1)– debían traer sus ofrendas de fuego y
sacrificios. El altercado por el altar mostró, además, que los israelitas sabían lo que significaba que
ellos eran “la asamblea del SEÑOR”. No meramente un conglomerado político de tribus sueltamente
confederadas, sino la una “nación santa” y el “reino de sacerdotes”, ellos eran responsables por
cualquier “traición” y “rebelión” de sus miembros. (Comp. Ef. 2:13–22; Ro 16:17; 1Co 5:1–13)
22:11 El territorio de los israelitas. Aquí se refiere a Canaán, al territorio al occidente del Jordán
como en los vv. 9 y 32 (ver también Nm 32:32; 35:14). El altar era “enorme” (v. 10), literalmente
“grande para ser visto”, es decir, se podía ver a gran distancia. Visible del lado este del río, era un
“testimonio” (vv. 27, 34) para las tribus de Transjordania de que ellos también tenían “una porción
del SEÑOR”. A fin de expresar esta solidaridad con sus hermanos en Canaán, ellos se
comprometieron, y a “las generaciones después” de ellos, a “adorar (lit. “a temer”) al SEÑOR” (v.
25). Por eso, su explicación del propósito del altar no era una equivocación tortuosa fabricada en una
situación desesperada. Expresó su intención original.
22:13 Finés. El asunto estaba en el área de relaciones del pacto que era una preocupación especial
de los sacerdotes. Por eso, no Josué sino el futuro sumo sacerdote encabezó la delegación de “diez
jefes” (Jue 20:28). El pueblo podía confiar en que él no haría ningún compromiso porque en una
ocasión anterior había probado su aborrecimiento de la idolatría. (Nm 25:6–13; ver también Dt
13:14)
22:17 Peor. Comp. Nm 25. Aquí la idolatría pública había sido abolida. Sin embargo, el pueblo no
se había purificado de su tendencia latente de “darle la espalda al SEÑOR”.
22:19 Impura. Ellos debían encontrar una posesión al occidente del Jordán antes que entregarse a
ritos prohibidos si les parecía que su herencia, lejos del tabernáculo, era impura.
22:20 Acán. Comp. c. 7.
22:28 Réplica. Exteriormente una réplica del altar del SEÑOR, no era la intención, insistieron, de
ser un lugar para ofrendas por fuego, ni para sacrificios.
24:31 Toda la vida de Josué. Repetido en Jue 2:7 este versículo tiene insinuaciones siniestras.
Enlaza una era cuando “Israel sirvió al SEÑOR” con el siguiente período deprimente de los jueces
cuando Israel “sirvió a los baales”. (Jue 2:11; 3:7; 10:6)
El libro de los Jueces se asemeja al anterior libro de Josué. Ambos presentan un capítulo de la
historia de Israel después que un gran líder salió de la escena. Lo que pasó “después de la muerte de
Moisés” está registrado en el libro conocido por el nombre de su sucesor (Jos 1:1). El libro de Jueces
a su vez relata los eventos “después de la muerte de Josué” (1:1). Ambos relatos ocupan
aproximadamente la misma cantidad de páginas: ambos registran solamente incidentes selectos de sus
respectivos períodos; ambos interpretan la historia desde el mismo punto de vista. (Ver Josué,
Introducción)
Pero también hay aspectos divergentes. El primer libro de los “Profetas Anteriores” (ver Josué,
Introducción) resume el período relativamente corto de la conquista bajo Josué; el segundo cubre un
tramo de tiempo medido por siglos antes que por décadas. En el primero, la atención central está
sobre la acción concertada por todo Israel, en el segundo sólo hay una cooperación tribal hasta cierto
límite. En el primero, el panorama para el futuro parecía brillante a pesar de que mucho territorio de
Canaán no fue ocupado aún cuando Josué murió; nubes oscuras sobrevuelan las páginas del segundo.
Al no actuar según la promesa de Dios, herencias tribales terminaron en manos de los cananeos. La
lealtad al pacto casi se desvaneció. Floreció la adoración idólatra. El colapso de los principios
morales y sociales llevaron a la anarquía y hasta a la guerra civil. Tal apostasía trajo retribución
divina. Una y otra vez Dios puso al pueblo escogido bajo el azote y dominio de la invasión
extranjera. Fue una era en la historia de Israel que merece ser llamada la edad oscura.
Pero fiel a su promesa pactual Dios no dejó que la noche de extinción caiga sobre la nación de la
cual, según la carne, “la Luz del mundo” debía venir. Cada vez que “la ira del SEÑOR ardía contra
Israel” y ellos gemían: “hemos pecado”, él les “hizo surgir caudillos” (2:14–18). Éstos le deben su
título judicial al hecho de que Dios les delegó autoridad y poder para fallar en litigios en un nivel
nacional como también un nivel internacional. Sobre la base de la ley divinamente establecida ellos
presidieron sobre casos de la corte en Israel (4:4 y s.). Sin embargo, por lo común ellos trajeron
justicia divina para resolver las disputas de Israel con las naciones. Por medio de los jueces “el
SEÑOR, el Juez” de “toda la tierra” (11:27; Gn 18:25) reivindicó el derecho a la existencia del pueblo
escogido mientras ellos llevaran adelante su plan eterno de bendecir a todas las naciones por la
simiente de Abraham. Cuando invasores extranjeros amenazaron frustrar su divina voluntad, él
pronunció sentencia sobre ellos y los caudillos la ejecutaron: “ellos liberaron” a los portadores de la
promesa “del poder de esos invasores” (2:16). Para la total realización del plan de Dios ver Mt 19:28.
“El Espíritu del SEÑOR” llamó a los caudillos a su tarea y los equipó con la habilidad para
cumplirla (11:29 etc.). Se hizo costumbre el llamarlos “carismáticos”, es decir, hombres
especialmente dotados. Otros guías en Israel fueron ungidos con poder de arriba: Saúl (1S 11:6),
David (1S 16:13), los profetas (Is 61:1; Zac 7:12). A pesar de este talento divino los caudillos no
siempre fueron modelos de integridad moral. El libro de Jueces no encubre sus caídas al pecado, sino
que permite que el lector vea los pies de barro de estos ejemplares de fe heroica. (Heb. 11:32)
Autor
En común con los otros “Profetas Anteriores”, el libro de Jueces es anónimo. Porque contiene un
registro histórico que se extiende por siglos, el autor desconocido tenía que recurrir a fuentes para la
información sobre eventos que no sucedieron mientras él vivía. Si esas fuentes fueron escritas u
orales, o ambas, no puede ser determinado con certeza. En una introducción (1:1–3:6) él da la razón
implícita de por qué los caudillos aparecieron en la escena durante los siglos después de la muerte de
Josué. La sección principal del libro (3:7–16:31) es un relato de los caudillos individuales y sus
proezas. En los capítulos finales (vv. 17–21) el libro relata dos historias de depravación sacrílega y
moral de Israel por lo cual “se encendió la ira del SEÑOR”.
Pero el autor es más que un relator de crónica. Él interpreta lo que registra. Los eventos suceden
según un modelo de causa-efecto que es tan consistente como el SEÑOR de la historia es inalterable.
Cada vez que los israelitas “violaron” el “pacto” (2:20), Dios cumplió sus amenazas de castigo por
medio de opresores extranjeros; cada vez que el pueblo apóstata penitentemente “clamaba al SEÑOR”
(4:3, etc.), él cumplió su promesa de perdonar y “levan-tar jueces que los libren” (2:16). Este ciclo
recurrente –pecado, castigo, arrepentimiento, liberación– que es repetido por el autor al punto de la
monotonía, tiene un doble efecto. El lector no puede sino estar impresionado con la santidad
inflexible de Dios, de la cual el hombre no puede burlarse con impunidad. Al mismo tiempo, cada
pecador penitente puede tener la seguridad de que Dios no se vuelve sordo a su clamor por
misericordia, sin importar cuán vil sea su crimen, ni cuántas veces él debe clamar por perdón.
Según la tradición rabínica el autor del libro de Jueces era Samuel. Pero en el libro mismo no hay
ninguna referencia, ni en otros libros bíblicos, para sustentar esta afirmación. No obstante, es muy
probable que el libro fue escrito durante o muy poco después del tiempo cuando esta figura
imponente de la historia de Israel apareció en la escena. Una fecha en el comienzo del reinado de
David, ungido por Samuel, es sugerida por comentarios casuales de circunstancias que prevalecieron
cuando el autor compuso el libro. Ver también Josué, Introducción, “Autor”.
Cronología
Unas 20 referencias al tiempo aparecen en el libro. Sin embargo es difícil arribar a una
cronología absoluta para el período de los jueces. Enlazado como está con la conquista de Canaán
bajo Josué, su comienzo y duración dependen de la fecha asignada al Éxodo (ver Éxodo,
Introducción, “La fecha de Éxodo”). La suma de los años asignados a la duración de cada opresión,
caudillaje y período de descanso subsiguiente da un total de unos 400 años. Esta cantidad es
demasiado alta para el intervalo entre el Éxodo y el tiempo de David y Salomón. Esta dificultad se
resuelve en parte si algunos períodos de opresión y liberación ocurrieron simultáneamente en varias
partes del territorio. Además, los datos cronológicos casi invariablemente son dados en números
redondos de 40, su múltiple de 80, o su mitad de 20. Estos factores justificarían reducir el período de
los jueces a un lapso de tiempo de alrededor de 300 años (11:26). La fecha tardía del Éxodo (siglo 13
a. C.) sólo permite 200 años para esta era de la historia de Israel.
Bosquejo
II. 3:7–16:31 Contenido central: Qué hicieron los caudillos para liberar a Israel
3:7 Hicieron lo que ofende. En el prólogo (1:1–3:6) el autor presenta el escenario dentro del cual
los jueces debían actuar su parte. Un perfil esquemático del drama también fue anunciado por
adelantado. Cada escena iba a tener su(s) propia(s) figura(s) principal(es). Sin embargo, en cada
instancia la trama sería tan uniforme como es repetitivamente monótona la maldad de Israel, como el
juicio de Dios al pecado sigue con certeza inevitable, y como su misericordia a los pecadores
penitentes permanece constante. Al permanecer con el modelo invariable de todo el drama, el autor
usa fórmulas estereotipadas para introducir y desarrollar los distintos actos. (3:12; 4:1; 6:1; 10:6;
13:1)
3:8 Cusán Risatayin. Condensado en cuatro versículos, el relato de Otoniel, el primer libertador,
omite todos los detalles. Su brevedad incluye preguntas que ya no pueden ser contestadas con certeza.
El nombre del opresor no vuelve a aparecer otra vez en las Escrituras ni se conoce de fuentes extra-
bíblicas. Cusán puede ser un nombre propio o una designación étnica (Hab 3:7). Es improbable que él
mismo se llamara “Risatayin”, es decir, “de doble maldad”. Lo más probable es que este epíteto se lo
pusieron otros para describir su carácter. (Comp. tales nombres como Iván el Terrible y Luis el
Insano)
Mesopotamia. Lit. “el Aram [Siria] entre los dos ríos”, un término general para el área más allá
de la frontera norte y este de la tierra prometida. (Gn 24:10)
3:9 Otoniel. La ubicación de su patrimonio en el extremo sur de la tierra prometida (1:11–15: Jos
15:13–19) hace que el lector se pregunte cuántas tribus “del pueblo de Israel” “sirvieron” al opresor:
¿Otoniel acaso dio un guadañazo a varios territorios desde el lejano norte hasta la herencia de Judá a
lo largo del Mar Muerto? ¿O habrá subido desde el sur para liberar a sus hermanos norteños?
3:10 El Espíritu del SEÑOR. Otoniel y los otros jueces no eran figuras heroicas. Tampoco
pudieron obligar a Dios a compartir su poder con ellos por medio de una intoxicación narcótica o
ritos extáticos como los que estaban en boga entre los cananeos adoradores de sus dioses. De su libre
y soberana voluntad el SEÑOR “levantó” un salvador, dotándolo con la iniciativa necesaria para
emprender la tarea y la fuerza para llevarla a cabo (6:34; 11:29; 13:25; 14:6, 19; 15:14; 1S 10:10; 11:6;
16:13). Los receptores de este especial don de gracia o carisma fueron llamados carismáticos. Para el
poder energizante del Espíritu ver Gn 1:26–28; 2:7.
El SEÑOR entregó. Los israelitas fueron victoriosos bajo Moisés y Josué porque y cuando el
SEÑOR luchó por ellos (Éx 14:14). Los caudillos fueron capaces de salvarlos de sus opresores sólo
cuando el SEÑOR entregó en sus manos a sus enemigos.
3:11 Cuarenta años. Ver Introducción, “Cronología”. Otoniel trajo alivio temporario de
enfermedades temporarias. Él y sus sucesores fueron meramente sombras de Aquél sobre quien Juan
vio al Espíritu “descender y permanecer” (Jn 1:33 y s.; Is 11:1–5), quien al llevar los pecados del
mundo “desarmó a los poderes y a las potestades” (Col 2:15); quien ganó la batalla para nosotros
“contra fuerzas espirituales malignas” (Ef 6:12); quien nos aseguró un reposo especial de manera que
ningún poder podrá “apartarnos del amor de Dios” (Heb 4:9 y s.; Ro 8:38); quien enviará “al
Consolador.. al Espíritu de verdad” (Jn 15:26; Hch 2). Murió Otoniel, pero Aquél que se “sentó a la
derecha de la Majestad en las alturas” “reinará por los siglos de los siglos”. (Heb 1:3; Col 3:1; Ap
11:15)
3:31 Samgar. El breve relato de este libertador omite la información generalmente proporcionada
en forma estereotipada: el “mal” que Israel hizo; la opresión; su duración; la “paz” que siguió a la
liberación. Estos detalles también faltan en el registro de Tola y Jaír (10:1–5) y de Ibsán, Ellón,
Abdón (12:8–15). Por ello se hizo costumbre llamar a estos seis los caudillos menores.
Hijo de Anat. Anat era una diosa cananea. Samgar, un nombre no-israelita, se encuentra
frecuentemente en fuentes extrabíblicas. Si bien por nacimiento él no era un miembro del pueblo
elegido, puede haber unido su suerte con los israelitas a fin de parar la intromisión de los filisteos.
No obstante, hijo de Anat también puede ser una referencia a su lugar de nacimiento en Bet Anat. (Jos
19:38; 15:59)
Una vara. Una vara para arrear bueyes de unos 2,5 a 3 m. pies de largo. Provista con una punta de
metal, se convirtió en una improvisada lanza.
5:1 Débora y Barac cantaron. Esta explosión de exuberante agradecimiento por la liberación de
Israel es una obra maestra poética. Palpita con emoción genuina; está salpicada con osadas figuras
del lenguaje; sus frases cortas, abruptas crean un efecto altamente dramático; su lenguaje arcaico e
imágenes están en armonía con su fervor espontáneo. Tales excelentes cualidades sugieren que fue
compuesta por Débora. Barac se unió a ella en el canto igual que “Moisés y los israelitas” entonaron
su cántico en honor al SEÑOR (Éx 15:1). Puede haber sido preservado en tales antologías de cantos
de guerra como “el libro de Jaser” o “el libro de las guerras del SEÑOR” (Nm 21:14, nota). El texto
en su forma presente a veces es difícil de traducir. Aparentemente los copistas posteriores ya no
entendieron algunos de sus términos y expresiones antiguos.
5:2 ¡Bendito sea el SEÑOR! Las primeras líneas del poema expresan el tema. Es un llamado para
alabar “al SEÑOR, el Dios de Israel” (v. 3), quien por su omnipotencia (vv. 4 y s.) levantó a Israel de
la profundidad de la humillación (vv. 6–9). Los “triunfos del SEÑOR” (vv. 10 y s.) fueron obtenidos
cuando el pueblo se reunió al llama-do de Débora y Barac para la acción contra el opresor a pesar de
que algunas tribus fallaron en cooperar (vv. 12–18; 22 y s.). “Los reyes de Canaán” fueron
arrastrados por el poder del Gobernante del universo (vv. 19–21). Su comandante sufrió una muerte
ignominiosa a manos de una mujer (vv. 24–27) mientras su madre espera en vano que vuelva (vv. 28–
30). La victoria del SEÑOR demostró la futilidad de toda oposición a su soberana voluntad. (v. 31)
2) 5:4–5 El poder de Dios
5:4 De Seír. Expresado en lenguaje poético, los vv. 4 y 5 recuerdan demostraciones previas del
poder del SEÑOR: En Sinaí y durante el peregrinaje de Israel por el desierto. (Dt 33:2; Sal 68:7–9,
nota)
3) 5:6–9 La degradación de Israel
5:6 Samgar. Comp. 3:31, nota.
5:7 Me levanté. El v. 12 se dirige a Débora. Este hecho no excluye necesariamente su autoría del
poema. En la literatura antigua los escritores a veces se refieren a sí mismos de esta manera.
5:8 Nuevos dioses. Desarmados y acobardados por el enemigo, los agricultores y comerciantes
tenían miedo de seguir adelante. Esta humillación era el juicio de Dios cuando Israel aceptó “otros
dioses además” del SEÑOR.
Cuarenta mil. Comp. Josué 4:13, nota.
4) 5:10–11 Los triunfos del SEÑOR
5:10 Asnas blancas. Los nobles y los ricos que podían darse el lujo de montar animales de color
claro, las monturas con ricos tapetes (12:14), como también los menos favorecidos que caminan,
debían reunirse en “las puertas” y “repetir”, es decir, cantar antifonalmente su canción de
agradecimiento.
5:11 Triunfos. Más literalmente “justicia” o “actos de justicia”; otras traducciones de la misma
palabra hebrea son: “obras salvadoras” o “actos salvadores (1S 12:7; Is 45:24; Mi 6:5); “actos de
justicia” (Dn 9:16); “justicia” (Sal 103:6). Por medio de los jueces humanos el Juez del cielo y la
tierra restauró a su penitente pueblo del pacto el derecho de servir el propósito para el cual ellos
fueron elegidos: para ser bendición para todas las naciones.
5) 5:12–18 Respuesta tribal
5:13 El ejército… vino. Débora y Barac, movidos a la acción por el llamado de Dios, fueron
capaces de despertar a por lo menos seis tribus a una aventura de fe contra condiciones desfavorables
aparentemente insuperables.
5:14 Maquir. Los maquiritas, descendientes de Manasés, ocuparon territorio en ambos lados del
Jordán (Gn 50:23; Jos 13:31; 17:1–3, 7–9).
5:15 Grandes resoluciones. Los distritos de Rubén y otras tribus son reprendidos con sarcasmo
mordaz por su falta de cumplir sus obligaciones contractuales con sus hermanos en lucha.
6) 5:19–23 Inútil oposición al poder de Dios
5:19 Meguido… Tanac. Comp. 4:7, nota.
5:20 Desde los cielos. ¡Cuán inútil era para “los reyes de Canaán” el “apoyarse en la caballería” y
“confiar en sus carros de guerra”! El SEÑOR que puso las estrellas en su curso reclutó las fuerzas de
la naturaleza, borrando la pequeña fuerza de hombres orgullosos. Los antiguos vecinos de Israel
adoraron los cuerpos celestes antes que a su Creador. Astrólogos modernos que dan horóscopos, no
han avanzado más allá de esta idolatría primitiva.
5:23 Meroz. Tentativamente identificado con un sitio como 11 km. al sur de “Cades en Neftalí”, el
hogar de Barac. Se conjuró una maldición sobre sus habitantes, sin duda porque su cobarde rechazo
a unirse con los miembros de su propia tribu era más reprensible que el silencio de las otras tribus
que no cooperaron. (vv. 15–17)
Ayuda del SEÑOR. Esta frase pudo haber significado: ayuda proporcionada por intervención del
SEÑOR. También pudo ser una manera osada de decir que el SEÑOR se dignó usar su colaboración a
fin de obtener su propósito. (1Co 3:9; 2Co 6:1)
7) 5:24–27 Sísara. Víctima de la astucia de Jael
5:24 La más bendita. Comp. 3:30, nota.
8) 5:28–30 La premonición de la madre de Sísara
5:28 Madre de Sísara. En los versículos finales (vv. 28–30) la escena cambia sorpresivamente al
hogar del general asesinado. Aquí las damas de su madre tratan de mitigar su presentimiento por la
demora en volver. Lo patético de la situación es aumentado por el hecho de que ellas estaban dando
falsas esperanzas.
9) 5:31 La conclusión jubilosa
5:31 Tus enemigos. El epílogo del poema expresa una verdad universal. En la dirección de Dios de
la historia, la derrota de Sísara es sólo un ejemplo de su determinación de “quebrantar e impedir todo
mal consejo y voluntad perversa, … que no permitan que su reino venga” (Lutero; Sal 68:2 y s.; 82:8;
92:7 y s.). A su tiempo él destruirá todo “dominio, autoridad y poder” y “pondrá a todas las cosas en
sujeción bajo” los pies de su Hijo crucificado y resucitado. (1Co 15:24–28)
10:1–2 Tola
10:1 Salvar a Israel. Luego de un tiempo no especificado después de Abimélec, el segundo así
llamado caudillo menor, “salvó” a los israelitas “del poder de aquellos que los saquearon” (2:16). El
registro omite todos los detalles, hasta la identidad del opresor. El propósito del libro de Jueces no es
para glorificar al hombre; provee testimonio del hecho de que el “poder de Dios se perfecciona en la
debilidad” (2Co 12:9). Lo que lograron los caudillos, ya esté registrado extensamente o apenas
esbozado, sirvió al plan de la historia del SEÑOR para traer la salvación a todas las naciones.
Samir. Tola vivió en una ciudad no identificable en Efraín, a pesar de que su nombre aparece en la
ascendencia de la tribu de Isacar (Gn 46:13; Nm 26:23). El verbo traducido vivió tiene a veces el
significado de “sentado” en el sentido de ocupar el asiento de autoridad.
10:3–5 Yair
10:3 Gobernó a Israel. El relato no especifica cómo Yaír, igual que los posteriores tres caudillos
menores (12:8–14), ejercieron la función de un caudillo. Ningún opresor extranjero es mencionado
sobre los cuales hayan gobernado. Sin embargo, la breve mención en el registro no excluye la
conclusión de que ellos también fueron los instrumentos de la justicia divina en mantener el derecho
a la tierra prometida del pueblo elegido. Es muy posible de que ellos también fueron árbitros
judiciales en disputas internas, una función atribuida a Débora (4:5) y a Samuel. (1S 7:15–17)
10:4 Treinta hijos. En el ejercicio de su gobierno, Yaír dejó que 30 hijos, muy difícilmente todos
hijos de una esposa, administren a 30 ciudades. Cabalgando sobre asnos los marcó como hombres
distinguidos y ricos. (12:14)
Javot Yaír. Lit. “las villas de tiendas de Yaír”. Localizadas al este del Jordán y al sur del Mar de
Galilea, estas aldeas fueron llamadas así cuando fueron capturadas por el homónimo de Yaír, el hijo
de Manasés (Nm 32:41). “Camón”, el lugar del entierro de Yaír, estaba en la misma región.
12:1 Efraín. El libertador de Israel de la opresión extranjera encontró hostilidad interna. Celosa de
su prestigio, la poderosa tribu de Efraín se levantó en armas contra el galaadita Jefté, justificando la
acción con cargos inventados: a) que él no había pedido su ayuda; b) que Jefté y sus galaaditas eran
“fugitivos de Efraín”, es decir, traidores renegados “en medio de [las tribus de José] Efraín y
Manasés”.
12:4 Derrotaron a Efraín. Jefté no apaciguó a sus detractores con “una respuesta suave” como
había hecho Gedeón. Él derrotó las fuerzas efrainitas que habían cruzado el Jordán al pueblo “Zafón”
de los galaaditas. (v. 1)
12:6 Shibolet. Los galaaditas “ocuparon los vados del Jordán”, cortando de esta manera la
retirada hacia el lado oeste del río. A los “fugitivos de Efraín” se les ordenó que digan “Shibolet”, la
palabra hebrea para espiga o arroyo. Así como su acento lo identificó a Pedro como un galileo (Mt
26:73), así el dialecto de un efrainita lo traicionaba, porque no podía pronunciarlo correctamente,
sino que diría Sibolet.
Cuarenta y dos mil. Un número extremadamente grande, a menos que la palabra hebrea mil no fue
usada en el sentido numérico. (Ver Introducción al libro de Números, “Los Números…”)
12:8–10 Ibsán
12:8 Ibsán. Los próximos tres caudillos (vv. 8–15) completan la nómina de los así llamados
caudillos menores, siendo los otros tres Samgar, Tola, Jaír (3:31; 10:1–5). El breve relato de su
actividad –8 versículos– menciona el hecho que los autoriza a tener un lugar en el libro: los tres
gobernaron a Israel. El nombre Ibsán ocurre solamente aquí. Se supone que Belén es una ciudad en
Zabulón (Jos 19:15) antes que el lugar de nacimiento del Salvador de la humanidad.
12:11–12 Elón
12:11 Ayalón. A las consonantes hebreas del nombre de esta ciudad se le pueden haber
proporcionado vocales para deletrear Elón, es decir, un lugar en Zabulón llama-do así por el
caudillo. En todo caso no es el Ayalón danita, donde “el sol se detuvo” a la orden de Josué. (Jos
10:12)
12:13–15 Abdón
12:13–15 Piratón. El lugar del entierro de Abdón estaba en la región montañosa de los amalecitas.
Aparentemente esta área llegó a ser llamada así porque era el sitio de algún encuentro con estos
descendientes saqueadores de Esaú, que frecuentemente se aliaban con los enemigos de Israel. (3:13;
6:13; 7:12; 10:12)
13:1 Filisteos. Jefté había liberado a los israelitas de los amonitas (10:6–12:7). Simultáneamente
con la invasión desde el este de estos últimos, el SEÑOR había “vendido” al pueblo apóstata “en las
manos de los filisteos”, quienes invadieron el territorio israelita desde el oeste y sudoeste. Los cc.
13–16 relatan la historia de Sansón, quien debía “comenzar a librar a Israel de la mano de los
filisteos”. (v. 5)
Sansón, el último de la línea de hombres registrados en el libro de los que “gobernaron a Israel”
(16:31), difiere de sus predecesores en unos cuantos aspectos: a) su nacimiento de una madre estéril
fue preanunciado por el ángel del SEÑOR; b) desde el nacimiento fue destinado a ser nazareo; c)
flagrante y repetidamente sucumbió a los impulsos de la carne; d) él no era líder de campañas tribales
o nacionales contra el enemigo; más bien buscó cómo quebrar el poder de los filisteos él sólo (pero
ver 3:31); e) él murió sin haber logrado una victoria decisiva sobre el adversario nacional. No
obstante, la historia de la vida de Sansón es tan sólo otro capítulo en el tema básico que se desarrolla
en el libro de los Jueces. Sus logros no son registrados a fin de entretener al lector con cuentos de
proezas humanas. Aunque sus hazañas, similares en algunos aspectos con aquellas encontradas en las
epopeyas heroicas de la mitología antigua y el folklore, están designadas a revelar cómo la fuerza de
Dios se evidencia en débiles vasijas de barro. En ningún lado se lo retrata como un superman, dotado
por la naturaleza con músculos abultados y una inmensa estructura. Al contrario, él “sacó fuerzas de
flaqueza” cuando “por fe” -a veces solamente como “una mecha que apenas arde”- él invocó al
SEÑOR”. (15:18; 16:28; Heb 11:32, 34; Is 42:2; Mt 12:20)
17:1–13 EN EFRAÍN
17:1 Un hombre. El c. 16 termina la narración de los caudillos y sus actividades. Los capítulos
finales (17–21) ilustran en mayor detalle por qué “en el tiempo en que los caudillos gobernaban”, “el
SEÑOR se enfureció contra Israel” (3:8: Rt 1:1). Ellos contienen dos historias que elaboran la
denuncia: “Israel hizo lo que ofende al SEÑOR” (3:7, 12; etc.). Dos observaciones son
inequívocamente claras. Por un lado, la ofensa era comprensible: el pueblo quebrantó los términos
del pacto que gobernó su relación con Dios igual que con sus compañeros, es decir, las dos tablas de
la ley. Además, la ofensa no era un pecado de debilidad sino abiertamente rebelde y miserablemente
malvado.
La primera de estas historias revela una flagrante desatención de la prohibición divina de hacer y
adorar imágenes hechas por el hombre. Hasta un levita prostituyó su oficio sagrado para llegar a ser
un sacerdote tribal de un culto idólatra (cc. 16–17). La segunda narración es un cuento sórdido de
depravación moral, un crimen sexual de degeneración bestial. (cc. 19–21)
17:3 Tallada… fundido. La plata era moldeada en un bloque sólido y luego grabada para darle los
contornos deseados, o era tallada en madera y luego cubierta con el metal.
17:5 Efod y terafín. Comp. 8:27; Gn 31:19, nota.
17:5 No había rey. Durante el período de los caudillos no había rey en Israel quien, encargado de
hacer cumplir la ley divina, impidiera a cada uno “hacer lo que mejor le parece” (Dt 12:8).
Evidentemente el autor vivió en un tiempo cuando esperaba que la autoridad central de la monarquía
ejerza tal contención sobre todo Israel. (18:1; 19:1; 21:25; 1R 2:1–4)
17:7 Judá. Él no era un miembro de la tribu de Judá sino de aquella familia de levitas que
recibieron su herencia dentro del territorio de Judá. Para la distribución de los levitas entre las tribus
ver Nm 35; Jos 21. Aparentemente un joven aventurero, él vivió un tiempo en Belén antes de ir en
busca de un lugar nuevo “donde vivir”. (v. 9)
17:10 Padre. Un título de respeto por su oficio (Gn 45:8; 2R 6:21). A cambio, Micaías corrí con
las necesidades físicas del levita como si él fuera “uno de sus hijos”. (v. 11)
17:13 Sacerdote. Micaías sabía que sólo un levita debía realizar funciones sacerdotales. Al mismo
tiempo él era lo suficientemente descarado para esperar que el SEÑOR lo prospere por haber
empleado a un levita renegado para hacer lo que Dios había amenazado castigar (Dt 5:8–9; 11:2628).
Los hombres todavía emplean sacerdotes para decirles “lo que mejor les parece” antes que el total
consejo de Dios.
21:25 Le parecía mejor. El libro finaliza con una nota deprimente. En un estribillo final resume
una vez más el caos religioso, moral y social que ensombreció este período de la historia de Israel
(17:6; 18:1; 19:1). Los dos episodios previos (cc. 17 y s.; 19–21) dan evidencia detallada de este
estado de cosas sin ley cuando cada hombre sencillamente hizo lo que le parecía mejor. Los caudillos
llegaron y se fueron sin efectuar un cambio duradero. “Cada vez que un caudillo moría”, el pueblo
“volvía a corromperse aún más que sus antepasados” (2:19). Hasta los reyes como David restauraron
el orden sólo temporariamente. No obstante, el SEÑOR “soportó” al pueblo del pacto hasta que “le
trajo a Israel un Salvador, Jesús, como él había prometido”. (Hch 13:16–23)
RUT
INTRODUCCIÓN
Contenido
Dos libros del A. T. llevan nombres de mujer: Rut y Ester. Ellas no sólo eran heroínas en dramas
separados por siglos en tiempo, sino también diferentes en cómo la trama en la cual Rut desempeñó
un papel contrasta con el de sus contemporáneos, los jueces de Israel. Éstos eran figuras públicas,
representantes tribales y nacionales, árbitros en disputas internacionales. No obstante, Rut tiene un
nicho en la galería de los grandes de Israel porque fue hallada “fiel en lo poco” (Lc 16:10), sobre
todo en la manera en que ella encaró y resolvió las crisis domésticas que ocurren frecuentemente en
el diario vivir de un ciudadano común. Las escenas en Jueces están teñidas con crímenes contra Dios
y el hombre: traiciones, brutales guerras, masacres, ciudades en ruinas. En estos “oscuros siglos” de
Israel, el libro de Rut vierte un rayo de luz: piedad filial, fidelidad matrimonial, responsabilidad
social, tranquilidad rural.
El A. T. demuestra aquí que la historia es más que un registro de batallas, fechas y dinastías de
reyes. Ciertamente es confortante saber –y el A. T. proporciona abundante evidencia– que “el Juez de
toda la tierra” tiene el poder de dirigir el destino de naciones aunque “los reyes de la tierra se
sublevan …contra el SEÑOR” (Gn 18:25; Jue 11:27; Sal 2:1 y s.). Sin embargo, es igualmente
confortante tener la seguridad de que “el que está sentado en los cielos” no está tan ocupado
manejando el universo como para no preocuparse de las vicisitudes de pequeña gente común. Es
parte de “los secretos del reino de los cielos” (Mt 13:11) que un creyente modesto –una mujer
campesina, una convertida como Rut– puede alcanzar el status de la realeza. Dios permite que
circunstancias extrañas y una resuelta obediencia de fe de su parte se combinen para hacer de ella la
bisabuela del ilustre rey israelita David, y por ende antepasado según la carne, del Rey de reyes. (Mt
1:5)
Una palabra clave en el desarrollo de la trama es “pariente”. Etimológicamente este término no
tiene nada que ver con relación de sangre como tal. Su significado original se refiere a las funciones
que una persona debía y tenía el privilegio de cumplir por virtud de sus lazos de sangre con otro.
“Pariente” es el participio de un verbo traducido “redimir”. Era el privilegio y deber de un
“redentor” a) salvar de extinción el nombre de su hermano casándose con su viuda (matrimonio
levirato; Dt 25:5); b) evitar que la tierra del fallecido pariente se pierda para sus herederos (Lv
25:25). “Redención” (4:6) de un nombre de familia y de la propiedad proporcionó estabilidad social
en la nación del pacto por la cual Dios prometió levantar a ese “Pariente” de toda la humanidad que
habría de “redimir a Israel de todas sus iniquidades”, quien en el tiempo cumplido trajo “redención
por medio de su sangre, el perdón de nuestras transgresiones”, a todos aquellos que estaban bajo “la
maldición de la ley”. (Sal 130:8; Gá 3:13; Ef 1:7; Heb 2:14 y s.; 1P 1:18)
Tiempo
“Los días cuando los caudillos gobernaban” (1:1) abarcaban una era que se extiende durante
siglos (ver Jueces, Introducción). Las últimas dos narraciones de Jueces describen condiciones que
no prevalecieron mucho tiempo “después de la muerte de Josué” (Jue 1:1; nota 18:30). Sin embargo,
los eventos de la vida de Rut evidentemente ocurrieron en las décadas finales de ese tiempo
turbulento. En aquella época no había “rey en Israel” (Jue 17:6). Pero tan sólo dos generaciones
mediaron entre Rut y David (4:17). Saúl, el primer rey, pronto es ungido por Samuel, el último de los
jueces.
Lugar en el canon
En la Biblia hebrea Rut no sigue al libro de los Jueces. Aparece en la tercera de las divisiones
mayores del canon del A. T., llamado simplemente “los Escritos”. Sigue a los Salmos, Job,
Proverbios, y precede a Cantares, Eclesiastés, Lamentaciones, Ester, con los cuales constituye un
grupo litúrgico especial. Conocidos como “los Rollos”, estos libros eran leídos en determinados días
festivos. Rut era elegido para la Fiesta de Semanas (Pentecostés), también llamada la Fiesta de
Cosechas (Lv 23:15), presumiblemente por la prominente actividad de cosechas en la narración.
Autoría
Hay consenso general en que la historia de Rut es una de las más “bellas” producciones literarias
de una naturaleza “idílica y épica” (Goethe). Entre sus excelentes características está el uso efectivo
del diálogo en más de la mitad de sus versículos. La tradición rabínica asegura que Samuel escribió
esta exquisita breve historia. Sin embargo, su autor permanece desconocido. El tiempo de la
composición tampoco puede ser establecido con certeza. Algunos eruditos ponen una fecha tan tarde
como el retorno de la cautividad babilónica, unos cinco siglos después de los eventos de la historia,
principalmente porque consideran que el libro es una novela histórica y no una narración de eventos
reales. Su autor urdió el cuento a fin de contrarrestar las prohibiciones contra matrimonios mixtos,
impuestas por los guías post-exílicos Esdras y Nehemías. Este punto de vista no es más que una
conjetura. Pistas apoyando una fecha tardía, extraídas del libro mismo, pueden enfrentarse con
contraargumentos válidos. No hay una razón convincente por la cual Rut no pudo haber sido escrito
durante o poco después del reinado de David.
Bosquejo
1:1 Una época de hambre. Antes de que Rut entra en la trama de la historia, había ocurrido un
desastre cuando los caudillos gobernaban (ver “Tiempo” en la Introducción). Era el primer eslabón
en una cadena de circunstancias que “sucedió” (2:3) por providencia divina para moldear el destino
de la heroína. Causadas por sequía, plagas de langostas, u otras causas naturales, épocas de hambre
frecuentemente eran motivo de emigración en busca de sustento (Gn 12:10; 26:1; 41:56). En esta
instancia la falta de alimento podría haber resultado por invasión a los campos prontos a ser
cosechados, por saqueadores nómadas, tales como los madianitas y amalecitas (Jue 6:36). Ciertos
campos en el país posiblemente hayan sido saqueados en forma frecuente.
Belén. La alacena estaba vacía inclusive en un lugar llamado “la casa del pan” (su derivación de
un dios cananeo Lajmi no es bien fundada). Aunque humilde y todavía no uno de los lugares más
renombrados en Israel, es identificado por la frase “en Judá” para distinguirlo de otro Belén en
Zabulón (Mi 5:2; Mt 2:6; 1S 16:1; Jos 19:15–16). El nombre más antiguo de la ciudad era Efrata (Gn
35:16, 19; 48:7). Por eso, cuando los habitantes de Belén en este episodio son llamados “efrateos” (v.
2), el propósito puede haber sido para identificarlos como una familia prominente, largamente
establecida en una herencia ancestral (comp. 19–21). La historia de Rut comienza con ciudadanos de
Belén y termina con el David, el belenita (4:22), en cuya casa Dios “levantó un poderoso salvador”.
(Lc 1:68 y s.)
Tierra de Moab. Lit. “los fértiles campos de Moab”. Gente en busca de alimento naturalmente iban
a buscarlo en un país con áreas fértiles. Moab consistió de una meseta de gran extensión, de 1.000 m.
de altura y surcada por cañadas profundas (Is 16:10 y ss.; Jer 48:33). A fin de residir allá, es decir,
tomar residencia temporal, los belenitas tenían que viajar desde su hogar 9 km. hacia el sur de
Jerusalén, rodear la punta norte del Mar Muerto e ir hasta la mitad de la ribera del este, unos 160 km.
1:2 Elimélec. Un nombre frecuentemente era elegido para describir una cualidad de su portador.
Elimélec significa “mi Dios es Rey” o “Dios es Rey”. Noemí, derivado de un sustantivo común que
significa favor, deleite, hermosura, belleza, es considerado como gozar del “favor de Dios y de toda
la gente” (Lc. 2:52; Sal 90:17; 27:4). La connotación etimológica de Majlón y Quilión no está
indudablemente clara. Sus nombres parecen derivar de raíces que significan respectivamente ser débil
o enfermizo y ser frágil, decadente, consumiéndose.
1:4 Mujeres moabitas. Los moabitas no son mencionados explícitamente entre las naciones de
Canaán con quienes los israelitas tenían prohibido casarse entre sí (Dt. 7:1–3). Sin embargo, la ley
decretó que un moabita no deberá “entrar en la asamblea del SEÑOR inclusive hasta la décima
generación”. Si era o no según los requisitos para la pureza étnica de Israel, el SEÑOR permitió que
la esposa de tal matrimonio llegara a ser antepasado del Salvador de todas las naciones. (Ef 2:11–22)
Orfa… Rut. Porque se sabe tan poco del idioma moabita, es muy difícil determinar el significado
preciso de los nombres de las esposas. Orfa está relacionado a la palabra hebrea análoga para cuello,
usado figurativamente en la frase “de cuello duro”, es decir, obstinado o testarudo (Éx 32:9, etc. pero
ver también Cnt 4:4). Rut parece ser una forma contráctil de un sustantivo que en hebreo significa
“compañía, amistad, compañerismo”.
1:6 Regresó. No es necesario suponer que los hijos de Noemí estaban casados al comienzo de los
“diez años” (v. 4) de su residencia moabita. Al no ser bendecidos con hijos, los casamientos sin duda
se concretaron poco tiempo antes de sus muertes y también de la decisión de Noemí de regresar a
casa.
1:8 Casa de su madre. Bajo el cuidado y guía de sus madres las viudas habrían asumido su status
prematrimonial, haciéndolas elegibles para volver a casarse. Aparentemente sus padres –por lo
menos el de Rut– vivían aún.
1:9 Nuevo hogar. RV descanso. La palabra hebrea tiene más significados que alivio de un trabajo
cansador. Se usa frecuentemente para indicar el exitoso logro de nuestro esfuerzo, la meta de
actividad incansable. (Paralelo de “herencia”, Dt 12:9; Jos 21:43–45; Sal 95:11; “lugar donde repose”,
Is 11:10)
1:13 Amargura mayor. La primera parte de este versículo haría buen sentido si fuera: “El amargo
(destino que me ha sobrevenido) es demasiado oneroso para ustedes (para que lo compartan
conmigo).” Noemí adujo buenas razones por las que sus nueras no tenían perspectivas de establecer
un hogar si se quedaban con ella: 1) ella ya era demasiado vieja para tener hijos, el deber de los
cuales sería concretar un matrimonio levirato con ellas (Dt 25:5); 2) aún si ella se casaría y fuera
capaz de concebir hijos, no se podía suponer que las hermanas enviudadas los esperarían hasta que
crecieran. La mano del SEÑOR se ha levantado, castigándola con golpes de adversidad tan severos
como para dejar su futuro desolado por frustraciones-¿por qué habrían de unir sus suertes con la de
ella? Noemí se humilló “bajo la mano poderosa de Dios”, tal vez no sin un poco de resentimiento,
considerándolo la fuente de todo lo que estaba pasando, igual que toda la Escritura. (v. 21; 1P 5:6; Dt
2:15; Jue 2:15; 1S 5:9; Is 51:17; Hch 11:21; 13:11; Heb 10:31)
1:16 Adonde tú vayas. El que su cuñada acató las directivas de Noemí no evitó que Rut le confiara
su futuro oscuro, con presagios de penurias, “al SEÑOR”, el Dios de Noemí y de Israel. Su respuesta
a Noemí puede servir como texto para enlaces, como ya fue muchas veces, si la lealtad de una nuera
hacia su suegra se usa como ejemplo para la relación entre marido y esposa.
1:17 Que me castigue el SEÑOR. Ya no siendo una adoradora de Quemós, la deidad nacional
moabita (Nm 21:29), Rut declaró estar dispuesta a “renunciar a todo”, invocando el nombre del Dios
del pacto de Israel, y de ser pasible a las terribles consecuencias en caso de que ella quiebre su voto.
Para similares juramentos en los que la fórmula “que Dios me castigue sin pie-dad” no ponen límites
al castigo por infidelidad ver 1S 14:44; 2S 3:35.
1:20 Mara. Antes de irse, Noemí había sido la favorecida o hermosa; ahora ella volvió una viuda
agoviada, “vacía”, sin hijos. El Todopoderoso había colmado su vida de tal amargura que su presente
condición se describiría mejor si la gente la llamaran “Sra. Amargura”. Resignada y aún perpleja al
punto de recriminación –¿cuántos creyentes no han compartido su perplejidad?– ella no comprendió
que en su providencia Dios estaba uniendo su nombre con aquel a quien se le otorgó el nombre que
está “sobre todo nombre”, porque él “salvará a su pueblo (incluyéndola a ella) de sus pecados”. (Fil
2:9; Mt 1:21)
2:1 Booz. El primer capitulo nos cuenta cómo “Rut la moabita” llegó a vivir en Belén. Sin
embargo, aun allí ella podría haber permanecido una viuda desconocida si no hubiera llegado a
conocer a su futuro esposo. Su nombre Booz, tal vez compuesto por una preposición y un sustantivo
(como Emanuel), puede significar “en él hay fuerza”. Aparece sólo otra vez como el nombre de la
columna izquierda del templo de Salomón. (1R 7:21)
Pariente. A esta altura en la historia Booz todavía no es llamado un “pariente” en el sentido
técnico de “redentor” como en v. 20; 3:2; 12; 4:3 (ver Introducción). La palabra hebrea usada aquí es
un término más general que lo introduce sólo como un asociado, un pariente de la familia de
Elimélec -un hábil uso del elemento de suspenso de parte del autor.
2:2 Recoger las espigas. “Al extranjero, al huérfano, y a la viuda” se le permitía ir “detrás de los
segadores” (v. 3), a recoger las espigas de grano que pasaron por alto o hayan dejado. (Lv 19:9;
23:22; Dt 24:19)
2:3 Y sucedió. El destino de Rut era trazado por una serie de circunstancias que aparentemente
suceden por casualidad. Sin embargo, su historia demuestra que no hay tal cosa como destino ciego.
Designado por “la mano del SEÑOR” (1:13), hasta el más insignificante cambio de eventos tiene el
propósito providencial de dar a cada individuo, ya sea labriego o rey, la chance para desempeñar un
papel particular en la vida. (Lc 10:21; 2S 1:6; Éx 2:14 y s.)
2:4 En eso llegó. Y “sucedió” (v. 3) que apareció Booz en la escena en el momento justo para
conocer a Rut, de quien había recibido buenas referencias.
2:7 Un rato. Otras versiones reproducen la intención de la palabra del capataz. El texto hebreo
tendría sentido si fuera: “Así [como] la ves [ahora] sentada en la casa [el cobertizo para los
segadores] ha sido [sólo] por un poco de [tiempo].”
2:19 El nombre del hombre. Sorprendida que Rut trajo a casa más de veinte kilos de cebada,
considerablemente más que el rendimiento de un día de espigueo, Noemí concluyó que “el SEÑOR”
en su gran “bondad” ha dirigido a su nuera al campo de “un pariente”. Si Booz también actuara en la
capacidad de un pariente (ver Introducción), este encuentro casual tenía la esperanza de ayuda
adicional y más permanente. En primer lugar, Rut debía permanecer “junto a las criadas de Booz”.
2:22 No se aprovechen. No es necesario dar este significado al verbo hebreo, que ciertamente con
frecuencia tiene. Noemí tiene el temor de que si “ellos (es decir, alguna gente) la encuentran” a ella
allí, Booz se podría ofender cuando lo oyera.
2:23 Cosecha de cebada y de trigo. Durante los tres meses, de abril, mayo y junio.
3:1 Le dijo. Noemí ahora se propuso lograr lo que evidentemente había tenido en mente desde el
momento en que ella oyó del encuentro de Rut con un pariente (2:19). “Demasiado vieja para volver a
casarse” ella (1:12), la viuda mayor ideó una manera para que su nuera se acerque a Booz con el
pedido de que asuma su rol de pariente, lo cual significaría un casamiento levirato con ella (vv. 1–5)
No adverso a la propuesta, Booz, sin embargo, postergó actuar hasta que se informe de sus derechos
en el asunto a un “pariente más cercano” que él (vv. 6–13). Después de enviar a Rut de regreso a
Noemí (vv. 14–18), Booz se puso en marcha para esclarecer la situación. Cuando el pariente más
cercano renunció a su “derecho para redimir” (4:16), el futuro novio había certificado públicamente
el hecho de que tenía derecho legal a casarse con Rut. Al mismo tiempo él se obligó públicamente a
adquirir el título de la propiedad del suegro fallecido de Rut, sin duda alguna gravada con deudas, a
fin de devolvérsela a la familia de Elimélec.
Un nuevo hogar. Comp. v. 1:9.
3:2 Pariente. Una traducción más discriminatoria sería: “un conocido”. Noemí tenía esperanza de
que su pariente lejano actuaría en la capacidad de pariente, un redentor.
3:4 Te acuestas allí. Noemí instruyó a Rut cómo hacerle saber a Booz que ella no “había ido en
busca de hombres jóvenes” para buscar un marido, sino que estaba dispuesta a que él “haga su parte
de pariente más cercano”, es decir, casarse con ella. Tal vez la nuera moabita necesitó instrucciones
específicas porque no conocía este extraño procedimiento. Sin embargo, no se conoce ningún
paralelo que confirme la suposición de que aún era una costumbre aceptada en Israel. Las
circunstancias ciertamente eran inusuales, exigiendo medidas drásticas. Ordinariamente los
matrimonios eran pactados por la cabeza masculina de la casa. En este caso, una mujer sin marido
tenía que encontrar un camino para que su protegida enviudada proponga matrimonio, que era
obligatorio por ley para un pariente cercano. Booz no interpretó la acción de Rut como un ardid para
seducirlo a tener relaciones íntimas, imponiéndole así una obligación con ella. No se puede
determinar si Noemí estaba preparada a que Rut tome tal curso, si fuera necesario.
3:7 Montón de grano. Aprovechando la ventaja de una brisa nocturna, Booz había estado “aventando
la cebada” (v. 2) en la “era”, que era propiedad comunal. Él durmió allí para cuidar “el montón de
grano” que le había sido imposible transportar a su granero.
Sus pies. La palabra hebrea no es un sustantivo usual para pies. Fuera de este capítulo se repite
solamente en Dn 10:6 en la frase traducida “brazos y piernas”. El contexto sugiere que Rut “destapó el
lugar a sus pies”, que aquí no necesariamente es un eufemismo para genitales masculinos. (Éx 4:25,
nota)
3:8 Sobresaltado. El significado básico del verbo es temblar, usualmente porque uno tiene miedo.
Tal vez Booz despertó temblando porque tenía frío. Se dio vuelta se puede traducir “se inclinó hacia
adelante”.
3:9 Borde de su manto. Lit. tus “alas”. Booz había alabado a Rut por haberse refugiado bajo las
“alas” del “SEÑOR, el Dios de Israel” (2:12; tantas veces de la protección de Dios en los salmos:
17:8; 36:7; 57:1; 91:4, etc.). Ahora le pidió a su pariente que le deje encontrar seguridad bajo sus
“alas”. No obstante, ella implicó más. El mismo sustantivo es usado para indicar las alas de una
prenda, es decir, su falda. La expresión “extender el borde del manto” sobre una mujer significa que
la tomará por esposa. (Ez 16:8; Dt 22:30)
3:11 Mujer ejemplar. Una frase general que indica varias clases de excelentes cualidades. Otras
versiones: “virtuosa”; también en Pr 12:4; 31:10.
3:14 Había dicho. Evidentemente en el sentido de “se dijo a sí mismo”, “pensó”. (Gn 20:11)
3:15 20 kilos. El hebreo (“seis de cebada”) no especifica qué medidas eran. Sea cualquiera el peso
exacto, el obsequio era tan generoso que él puso la carga sobre ella, es decir, le ayudó a colocarla
sobre su hombro o cabeza.
3:17 Manos vacías. La misma palabra se traduce “vacío” (1:21). El SEÑOR estaba llenando sus
manos y su corazón vacíos.
4:1 La puerta. Booz se sentó allí donde funcionaba la corte y se legalizaban transacciones
comerciales, “los ancianos de la ciudad” servían como testigos, jurado y juez.
4:3 Pariente. La traducción literal “hermano” es preferible (comp. 3:2). El término hermano no
sólo indica a un miembro de la misma familia sino también a parientes más lejanos. Lv 25:25 estipula
una cláusula para un “compatriota” que empobreció.
4:4 Sino tú. No hay nadie quien te puede disputar tu reclamo de “ser el pariente más cercano”.
4:5 Adquieres a Rut. (RV tomar también a Rut la moabita. Booz, quien comprendió totalmente la
situación, le explicó al posible pariente redentor que Rut también tenía derecho a la propiedad (v. 9).
La redención obligaba al pariente a conservar el nombre del fallecido al casarse con la viuda sin
hijos. Legalmente el heredero de la propiedad, el primer hijo de ese matrimonio, perpetuaría el
nombre del hijo de Elimélec.
4:6 Perjudicar. El pariente no estaba en condiciones financieras de asumir la responsabilidad por
otra propiedad más que la herencia de su familia inmediata.
4:7 Se acostumbraba. A pesar de que ya no estaba en boga, el autor sabía de la costumbre por la
cual una transferencia voluntaria de propiedad era atestiguada públicamente. En los casos en que un
pariente rechazaba hacer que se cumplan sus obligaciones –como lo fueron en esta instancia por
Booz, un pariente más lejano– el procedimiento era totalmente diferente. (Dt 25:7–10)
4:10 He tomado… a Rut. Él había adquirido el derecho legal para casarse con ella. El dinero
pagado por el campo era el equivalente del acostumbrado precio por la novia. (Gn 25:18)
4:11 Raquel y Lea. La gente invocó sobre Rut las bendiciones de tal fertilidad, la cual hizo a las
dos esposas de Jacob matriarcas de Israel, los hijos de sus criadas, Bilhá y Zilpá, siendo reconocidos
como perteneciendo a sus amas.
4:12 Fares. Al ofrecer sus buenos augurios a la pareja desposada, las mujeres mencionaron a un
ancestro de Booz menos conocido (18–21) porque le nació a Judá de Tamar, quien como Rut había
perdido a su esposo. (Gn 38:1, 8, 15)
4:17 Un nombre. No era costumbre de las mujeres de una comunidad darle el nombre a un niño.
No obstante, las circunstancias del matrimonio de Rut tampoco eran muy usuales. Noemí lo trató al
hijo de Rut como suyo propio. Obed, significa “sirviente”, le había nacido a Noemí en el sentido de
que por medio de él, el nombre de su marido seguía vivo. Misteriosamente Dios hizo que Rut, la
joven campesina moabita, llegó a ser la bisabuela del gran rey David de Israel.
4:18 Descendientes. Para este término ver nota Gn 2:4. Como para verificar oficialmente el status
de Rut, aludido en el versículo anterior, el libro cierra con una genealogía, comenzando con Fares, el
hijo de Judá, y terminando con David, su descendiente famoso. El registro de nombres no es
completo. Por ej., tiene que haber habido eslabones intermedios entre “Salomón”, el esposo de Rajab,
que vivía en el tiempo de la conquista bajo Josué (Mt 1:5), y Booz, que vivía “cuando gobernaban los
caudillos”. (1:1)
PRIMERA Y SEGUNDA
SAMUEL
INTRODUCCIÓN
Contenido
El Libro de los Jueces ofrece poca esperanza para la supervivencia de Israel. Por violar principios
religiosos, morales y sociales, la nación parecía estar ahogándose en un mar de caos. La integridad
familiar, como ilustrada en el Libro de Rut, ya no podía escapar de ser ahogada por la corriente de
disolución nacional.
No obstante, en su infinita compasión Dios no abandonó su pacto de dar salvación a todas las
naciones por medio de los descendientes de Abraham (Gn 12:3). Los libros de Samuel registran no
sólo cómo el pueblo elegido fue salvado de una extinción que lo amenazaba, sino también como se
elevó a las alturas de un poder imperial. Todo esto sucedió bajo el reinado de David, ancestro y
prototipo del “Rey de Israel”, “el soberano de los reyes de la tierra” (Jn 1:49; Ap 1:5; 22:16 y Ro 1:3).
Su ascenso desde las praderas hasta un palacio real es más que una epopeya de un héroe nacional. Fue
el Señor que “lo había establecido a él como rey sobre Israel y había engrandecido su reino”. (2S
5:12)
El cambio de una anarquía a una categoría de imperio fue a la vez gradual y abrupto. Samuel
estableció un cierto orden, el último de los jueces (Hch 13:20), después de que Elí había dejado a la
nación en un desastre político y religioso. Las condiciones volvieron a mejorar bajo el primer
reinado de Saúl, el primer rey. No obstante, a su muerte, Israel parecía ser incapaz de evitar que los
filisteos los absorbieran.
Pero en unos pocos años Israel pasó por experimentar una reversión completa de su fortuna. Bajo
la guía de un hasta entonces niño pastor, se embarcó en una marcha ininterrumpida desde una
servidumbre degradante a una sin precedente y una nunca más obtenida gloria. Por medio de
maniobras astutas David unió a las tribus y en dos enfrentamientos libró a la tierra de la ocupación
filistea; en una rápida sucesión una nación vecina tras otro fue incorporada a su dominio.
“David siguió a Dios con integridad y rectitud de corazón” (1R 9:4; Hch 13:36). Sin embargo, este
“ungido por el Dios de Jacob, el dulce cantor de Israel” (2S 23:1), “fue concebido pecador por su
madre” (Sal 51:5). Necesitaba el perdón divino no menos que todo hombre, “hecho a imagen y
semejanza de Adán” (Gn 5:3). No obstante, “en la casa de su siervo David”, el adúltero y asesino,
Dios prometió de antemano por sus profetas levantar “un cuerno de salvación para nosotros” (Lc
1:69; 2S 7:8 y ss; Ro 1:3). Debido a su vida sin pecado y muerte vicaria del Hijo de David y Señor, las
buenas nuevas llegan a cada pecador penitente. “El Señor ha perdonado ya tu pecado, y no morirás”.
(2S 12:13)
El tiempo
Los eventos de los dos libros de Samuel ocurrieron durante un período que se extendió algunas
décadas más allá de un siglo. Durante estos años no fue molestado por las potencias mayores del
mundo. Humanamente hablando, el imperio de David no pudo haberse realizado si Egipto hubiera
estado en la anterior cumbre de poder, o si la máquina de guerra de los Asirios hubiera asomado en
escena siglos antes de su aparición. El Señor de la historia cronometró de tal manera el ascenso y la
caída de las naciones para dar a Israel su día de esplendor.
La monarquía
Durante siglos Israel era “un reino de sacerdotes” sin un rey. En este sentido no era de ninguna
manera “como otras naciones de su entorno (1S 8:4 y s.). Desde tiempos inmemoriales todos los
estados –el imperio egipcio como también los pequeños estados ciudades de los cananeos– eran
gobernado por soberanos que ejercían un poder absoluto. Aún más, cuando la monarquía fue
eventualmente introducida en Israel, debía ser distinta a la regencia despótica de sus autócratas
vecinos. El hombre en el trono de Israel, debía ser un gobernante teocrático no menos importante de
lo que había sido Moisés. Escogido por Dios y ungido según sus instrucciones, era rey por la gracia
de Dios en el pleno sentido de la palabra. Lejos de estar libre para gobernar arbitrariamente, estaba
sujeto a una constitución, elaborada por Dios mismo, la Ley Mosaica (1R 2:1–3). Israel era tanto
iglesia como estado. No obstante, no debía haber una usurpación real de funciones sacerdotales.
Autor
Las Escrituras no identifican al autor de los dos libros, ahora conocidos por el nombre del
hombre que conectó la era de los jueces con los reyes. La tradición rabínica de que “Samuel escribió
el libro que lleva su nombre” evidentemente no tenía la intención de ser tomada en serio, siendo que
la mitad de los eventos registrados sucedieron después de su muerte (1S 25:1). Por su agrupación
bajo “los profetas anteriores” en el canon hebreo ver la introducción de Josué.
Es evidente que el autor desconocido tenía acceso a documentos existentes en producir lo que
originalmente comprendía un solo volumen. Registros escritos son mencionados en 1Cr 29:29. Vea
también 2S 1:18 y nota. Hay indicaciones de que el tiempo de la composición fue no mucho después
que las tribus del norte se separaron de la “unión” a la muerte de Salomón, el hijo de David. Se hace
referencias abundantes a los dos reinos “Israel” y “Judá”. (1S 27:6; 2S 20:14, etc.)
Aquellos investigadores que sostienen que los cinco libros de Moisés son el producto de un largo
proceso de compilación y edición, afirman que pueden aislar dos o más hilos en los libros de Samuel
que tienen las mismas características distintivas que aquellos identificados en el Pentateuco (véase
Introducción a Génesis, “Autor”). Los escritores hicieron uso de una historia del reino de David
producida por un cronista agregado a la corte real. De estas fuentes los compiladores
presumiblemente incorporaron algunos relatos duplicados de los mismo eventos, los que a veces
contienen detalles y puntos de vista contradictorios. No obstante, debidamente interpretados, estos así
llamados dobletes se mezclan en una narrativa armoniosa y consistente.
Bosquejo
1:1 Elcaná. El primer libro de Samuel establece un puente entre las caóticas condiciones de los
jueces, cuando “cada uno hacía lo que le parecía mejor” (Jue 17:6; 21:25) y el estable gobierno de
David. Las dos figuras guías de este período de transición fueron Samuel, el último Juez, y Saúl, el
primer pero ineficaz rey. La historia de Samuel (cc. 1–8) se lee como un capítulo del Libro de los
Jueces: (a) nuevamente sacrilegio y adoración a “otros dioses” “provocando así la ira del Señor”
(Jue 2:12 y c. 17); (b) como él lo había hecho en tiempos de Sansón, “el Señor los entregó en la mano
de los filisteos” (Jue 13:1 y ss.); (c) cuando “la mano del Señor estaba en contra de ellos por su mal”,
los israelitas se arrepintieron de sus pecados (Jue 2:15); (d) nuevamente el Señor consintió en “hacer
surgir a” un juez “que los librara” (Jue 2:16; 1S 7:15. La función judicial de Samuel fue también
similar a la de sus predecesores: (a) presidía las cortes de justicia local. (Comp. Jueces, Introducción,
“Contenido”)
El padre de Samuel, un efraimita, esto es, un residente de Efraín, era del linaje de Coat, el
segundo hijo de Leví (1Cr 6:22–28, 33–38) Su familia cercana era descendiente de Zuf y por ende
llamada Zufim. El nombre de su pueblo natal Ramatayim también es un nombre común que significa
“altura”. Aparece aquí en forma dual: “las alturas mellizas”. El singular es usado para “Rama” en
todas las otras referencias (19; 2:11, etc.). Es generalmente identificado con el Rama a ocho km al
norte de Jerusalén.
1:2 Dos esposas. Acerca de poligamia en el A. T. vea nota en Gn 16:2. Es posible que Elcaná se
casara con Penina porque Ana demostró ser estéril.
1:3 Cada año. Tres veces al año todos los varones debían “presentarse ante mí, su Señor” (Éx
34:23). Es posible que durante la época de disturbio Elcaná participara sólo de una de las tres fiestas
de peregrinación. Sin embargo, el texto es posible que diga que una vez al año él no hacía el viaje
solo sino que llevaba a sus mujeres consigo. Vea también nota en el v. 21.
Señor de los ejércitos. Este título divino aparece aquí por primera vez. Se lo encuentra más de 270
veces en los pasajes subsiguientes. La transliteración de la palabra hebrea es “Sebaot”. Las huestes o
ejércitos bajo el mando de Dios no están limitados a las fuerzas combativas de Israel (17:45). Él tiene
el poder de dirigir todo poder creado, “los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos”. (Gn 2:1)
Silo. Comp. nota en Jos 18:1.
1:5 Una porción. Esta traducción basada en la Septuaginta, es preferible a la de “una porción
digna.” Elcana dividió las porciones equitativamente entre los miembros de su familia. Porque Ana
no tenía hijos, tenía sólo derecho a su porción. En estas ocasiones ella era especialmente consciente
de la desgracia de su esterilidad. “Su rival” aprovechaba su dilema “para atormentarla” con
comentarios hirientes.
1:9 Elí. Él era el sacerdote, esto es, el sumo sacerdote. Sus hijos, Ofni y Finees, “sacerdotes del
SEÑOR” (v. 3). Debido a la edad avanzada del padre seguramente actuaban en muchas instancias en su
lugar. Sentado “junto a la puerta del santuario,” el anciano podía seguir actuando como consejero y
juez. El tabernáculo, levantado por Josué en Silo, permaneció allí hasta la captura de la ciudad por los
filisteos (4:11; Jos 18:1; Jue 18.31; Jer 7:12). Es posible que estuviera provisto con estructuras
adicionales como postes de puertas. Templo y “tabernáculo” son usados indistintamente (Éx 25:9; Sal
27:4). En 2S 12:20 la tienda bajo la cual se guardaba el arca es llamada “la casa del Señor”.
1:11 Toda su vida. Dedicado desde su juventud al servicio continuo en el santuario, el hijo de Ana
habría de asumir obligaciones que excedían las tareas levíticas nor-males (Nm 8:24–26). Además no
debería cortarse el cabello. El cabello largo era parte del voto nazareo, ver notas en Nm. 6:2, 13.
1:16 Mala mujer. Lit. “una hija de Belial” (comp. nota en Jue 19:22) Elí pensó que estaba “ebria”
(Hch 2:13) porque su comportamiento levantó sospechas. En lugar de alegrarse delante del Señor,
ella se “desahogó,” como lo hacen algunos ebrios; ella parecía estar murmurando incoherentemente,
moviendo sus labios pero no orando audiblemente como era costumbre.
1:21 Su promesa. Los viajes de Elcaná a Siló para el sacrificio acostumbrado pueden haber tenido
el propósito de “cumplir su promesa” hecha voluntariamente además de los viajes anuales prescritos.
(nota en Nm 30:2)
1:22 Destetado. Las mujeres amamantaban a sus hijos de 2 a 3 años. No se da su edad cuando es
dejado en el santuario. (v. 24)
1:23 Su palabra. Ninguna promesa específica de Dios es mencionada a no ser que las palabras de
Elí (v. 17) sean investidas con sanción divina. La Septuaginta dice “tus palabras”, significando: que el
SEÑOR te ayude a cumplir tu promesa.
2:1 Elevó esta oración. Su adoración incluyó un himno que tiene la veta temática del Magnificat
de María (Lc 1:46–55). Ella alabó al Señor fuera de quien no hay otro Dios (1 y s.). Con él nada es
imposible: (a) Él destruye toda resistencia a fin de ayudar al necesitado (vv. 3–5); (b) los asuntos de
vida y muerte están en sus manos (v. 6); (c) como Creador gobierna el universo; por eso los
poderosos no están fuera de su control y los pobres pueden dirigirse a él por vindicación (vv. 7 y s.);
(d) también en el futuro el Señor lo hará a su modo; no obstante a toda oposición, “los fundamentos
de la tierra” reconocerán el gobierno de su Rey, el ungido o Mesías. (vv. 9 y s.)
2:5 La estéril. Una referencia directa al motivo de la acción de gracias de Ana.
2:10 Su ungido. Ana recibe un destello de un futuro mejor. El período de los jueces estaba
llegando a su fin. Su hijo habría de iniciar el reinado, ungiendo a ambos Saúl y David. El reinado
ilustre de este último no sería un fin en si sino sólo la sombra de lo porvenir: el eterno reino del
propio Hijo de Dios quien será “de la casa y familia de David” (Lc 2:4). Jesús fue el Cristo, la
equivalencia griega para el hebreo “el ungido”, que en su forma transliterada es “Mesías”. (Jn 1:41;
4:25)
2:11 Volvió a su casa. Elcaná había acompañado a Ana a Siló. (1:25)
2:12 Perversos. Lit. “hijos de Belial” (comp. 1:16). Los tiempos eran malos al igual que bajo los
jueces anteriores (Jue 8:27; 17:7 y ss.). Hombres que deberían haber promovido el verdadero culto
del Señor lo corrompían. El sumo sacerdote no reprimía con firmeza a sus sacrílegos hijos cuando
en el santuario: (a) “trataban con desprecio las ofrendas del Señor” a fin de servir “a sus propios
apetitos” (11–17; comp. Ro 16:18; Fil 3:19); (b) “dormían con las mujeres que servían a la entrada del
santuario.” (v. 22)
2:13 Era costumbre de estos sacerdotes. Los hijos de Elí no respetaban las reglas prescritos para
ofrendar “un sacrificio,” esto es, en una ofrenda de carne: (a) tomando la carne que podían conseguir
aunque tenían sólo derecho al pecho y la pierna (Lv 7:34); (b) exigiendo su parte antes de que la
correspondiente a Dios fuera quemada sobre el altar; (c) usando “fuerza” para intimidar a los
adoradores.
2:18 Efod. No afectado por el mal ejemplo de Ofni y Finés, Samuel servía en la presencia del
SEÑOR, vestido de un efod de lino. Esta no era una prenda de vestir usada por el sumo sacerdote,
hecha de un material mucho más costoso (vea notas Éx 28; 39:1). Aun cuando el efod no es
mencionado entre las vestimentas prescritas para los sacerdotes, su material (lino) o su diseño se
distinguía de ropas de lino no usadas para propósitos ceremoniales. Los sacerdotes llegaron a ser
conocidos por aquellos que “usaban el efod de lino” (22:18). David danzó ante el Señor, “vestido tan
sólo con un efod de lino” (2S 6:14). La madre de Samuel le proveía a su hijo en desarrollo de “una
pequeña túnica,” una larga vestimenta exterior de la clase usada por los hombres de categoría.
2:25 La voluntad del Señor. Cuando las reprimendas de Elí no hicieron impacto en los corazones
de sus hijos, endurecidos por desobediencia hecha a propósito, Dios decretó su castigo. Dios no lleva
a hombres al pecado a fin de tener una excusa para tomarles la vida; al mismo tiempo el castigo del
transgresor es el resultado inevitable de su santa voluntad. (Acerca del endurecimiento del corazón
vea nota en Éx 4:21; Jos 11:20.)
2:26 Seguía creciendo. El relato de la caída de la casa de Elí es intercalado con notas acerca del
progreso de Samuel (2:11; 18–21; 26; 3:1, 19). Desconocido para los hombres, Dios tenía un líder
futuro en preparación.
2:27 Hombre de Dios. El fin del sacerdocio de la casa de Elí es anunciado aquí en detalles por un
profeta (vv. 27–36), confirmado más tarde cuando Samuel transmite el juicio de Dios a su mentor.
(3:2–18)
Antepasados. Elí era un descendiente de Itamar, el hijo menor del primer sumo sacerdote, Aarón,
a quien Dios se había revelado. (Éx 4:4–16; 29:9; 1Cr 24:3)
2:31 De tu familia. El cumplimiento de las palabras proféticas fue cuando Ofni y Finees cayeron
en batalla contra los filisteos. Más tarde el nieto de Elí, Abiatar, fue depuesto de su oficio por el
“ungido” rey Salomón (v. 35) y reemplazado por Sadoc, un descendiente del tercer hijo de Aarón,
Eliazar. (1R 2:27; 1Cr 6:3–10)
2:35 Jamás. La “casa” de Elí (v. 31) dio lugar a la “segura casa” de Sadoc, cuyos descendientes
mantuvieron el oficio por siglos. Pero su casa también llegó a un fin en el cautiverio babilonio. Sin
embargo, lo que todo “sacerdote fiel” del A. T. hizo fue diseñado por Dios para ser una promesa del
Sumo Sacerdote que no tenía necesidad de sucesores. Por su “sola ofrenda” de “su propia sangre,”
Jesucristo “una vez para siempre” aseguró “una eterna redención.” (Heb 9:11–14; 10:11–18)
3:1 No era común. Antes de que viniera “un hombre de Dios” a Elí (2:27), no hubo revelación por
palabra o por visión desde los días de Gedeón (Jue 6:11 y ss.). Este capítulo nos dice cómo Dios
transmitió de nuevo su Palabra a “todo Israel” por medio de Samuel con tanta claridad que todos
sabían que “era profeta del Señor” (vv. 20–21) Cuando por primera vez vino “la palabra del SEÑOR”
a Samuel, él no se dio cuenta de que “el SEÑOR lo estaba llamando”. Porque no había recibido un
llamado así antes, él “todavía no conocía al SEÑOR” como fuente de comunicación (vv. 2–9). El
primer mensaje que recibe el joven profeta confirma brevemente la intención divina de rechazar la
casa de Elí (vv. 2–9; comp. 2:27–36). A pedido de Elí él le participa la triste noticia. (vv. 15–18)
3:3 Lampara de Dios. El candelabro de los siete brazos en el santuario debía arder “desde la noche
a la mañana” (Lv 25:1–3; Éx 25:31–40). El llamado de Dios a Samuel vino poco antes del amanecer.
No es necesario pensar que dormía junto al arca en el santísimo. Dios prometió “hablar con” Israel
desde el arca de Dios que estaba en el templo. (Éx 25:22; Nm 7:89)
3:10 Se le acercó. Además de llamarlo, Dios se reveló a sí mismo a Samuel en una forma visible.
3:14 Podrá expiar jamás. Comp. nota en 2:25.
3:17 Lit. Le castigue sin piedad. Por el significado del juramento vea nota en Rut 1:17.
3:20 Todo Israel. El desempeño de Samuel como un reconocido profeta en todo Israel es relatado
en c. 7. La sección intermedia (cc. 4–6) relatan la muerte de Elí y la captura del arca por los filisteos.
En estas horas de extrema necesidad Samuel “clamó al Señor, y el Señor le respondió” (7:2, 9). Por
Dan a Beerseba, vea nota en Jue 20:1.
4:1 Los filisteos. Para su presencia en Canaán vea nota en Gn 21:32. Mientras los hijos de Elí
“blasfemaban contra Dios” en el santuario (3:13) “todo el pueblo de Israel” también provocaba la ira
del SEÑOR por su adoración a “dioses extranjeros” (7:3 y s.). Como en los días de Sansón, “El
SEÑOR los entregó en las manos de los filisteos” (Jue 13:1) y las fuerzas israelitas sufrieron dos
desastrosas derrotas (vv. 2–4, 5–11). En la segunda batalla el enemigo capturó el arca del pacto. Las
nuevas de la catástrofe tuvieron dos efectos trágicos: la muerte de Elí (vv. 12–18) y de su nuera, esta
última en el parto. (vv. 1922)
Ebenezer. “Roca de ayuda”; este lugar al igual que el lugar donde 20 años después Samuel erige
una roca, dándole este nombre (7:12), sigue sin ser identificado. El campamento filisteo estaba cerca
de Afec. Significa “baluarte” o “fortaleza”, de hecho varios lugares llevaban este nombre (Jos 19:30;
1R 20:26). Este Afec se hallaba a unos 32 km. al este de Siló y cerca de 18 km. de la costa del
Mediterráneo. Los israelitas salieron a enfrentarse con los filisteos a fin de controlar su dominación
hacia el norte a lo largo de la costa. Es posible que solamente las tribus del norte die-ran batalla
porque ellas estaban directamente afectadas por la invasión. Para circunstancias similares vea notas
Jue 10:7; 13:1.
4:2 Cuatro mil. Vea Números, Introducción, “Los Números…” Si la palabra hebrea para mil aquí
y en 10 no tiene un valor numérico sino indica a hombres completamente armados, las pérdidas
serían reconocidas en términos de héroes caídos. La “matanza” de cuatro y luego 30 de estos
guerreros fue un golpe decisivo, los otros no tenían “espada o lanza.” (13:22)
4:3 El arca. Comp. notas Éx 25:10, 16, 17,18. Como los hombres han hecho desde siempre, los
israelitas creían que Dios estaba obligado a cumplir sus súplicas. Llegaron al extremo de pensar que
el “Señor de los ejercitos” (vea nota en 1:3), al que tenian encerrado en un arca como un amuleto de
buena suerte, produciría el resultado deseado. Pero Dios no es un títere manipulado por el hombre. Él
es el Dios soberano del pacto. No es una cosa encerrada; para él, a quien “los cielos y cielos de los
cielos no pueden contener” (1R 8:27), el arca era el símbolo de su bondadosa condescendencia de ser
accesible a aquellos que buscaban Su perdón y ayuda. Por el uso del arca en incursiones militares
anteriores vea Jos 3: 6; 6: 6.
4:6 Hebreo. El término usado por los extranjeros para los israelitas. Comp. nota en Gn 14: 13.
4:10 Derrotaron. Después de la decisiva derrota del ejército israelita los victoriosos filisteos sin
lugar a duda marcharon sobre Silo y la destruyeron. (Jer 7:12, 14; 26:6, 9)
4:12 Ropas hecho pedazos. Demostraciones de emociones no eran consideradas no varoniles.
Rasgar los vestidos y echarse tierra en la cabeza era una costumbre de expresar el duelo.
4:18 Había dirigido. Elí aún pertenecía al período en la historia de Israel cuando los agentes
humanos de la justicia de Dios llevaban el título de juez. (Para el sentido amplio de este término vea
Jueces, Introducción.) Él se desempeñó en este oficio por cuarenta años, la cifra redonda hallada
frecuentemente en Jueces. (Jue 3:11; 5:31; 8:28, etc.)
4:19 Nuera. La nueva de la derrota mató a un anciano. También transformó el gozo de una madre
de que “un hombre es nacido en el mundo” en un dolor fatal. Antes que ella muriera, la nuera de Elí
expresó su congoja dándole el nombre de “Icabod” a su hijo, que significa “¿Dónde está la gloria?”
Dios había usado el arca para manifestar su “gloria” (Lv 16:2). Su captura significó el fin del pacto
de relación divina con Israel. Su gloria “se había ido” (literalmente “ido al exilio”; comp. nota en Jue
18:30).
5:1 Captura del Arca. Los capítulos precedentes demostraron que Dios no puede ser obligado por
el uso mágico de medios de gracia tales como el arca. La próxima sección (5:1–7:2) aclara del
mismo modo que ni los filisteos ni su pueblo pueden profanar impune su gloria. Los primeros
sufrieron un desastre cuando trataron de reducir al Creador al nivel de un dios hecho por el hombre
como su ídolo Dagón. Los israelitas sufrieron dolor cuando degradaron los santos misterios al
invocarlos con una curiosidad sacrílega. Sin embargo, hay una parte positiva en esta historia del arca.
A causa de su maltrato por hombres, Dios conservó y restauró el arca al penitente Israel, y dejó que
siguiera testificando su pacto con el pueblo escogido para que fuera el portador de su promesa a
todas las naciones.
5:2 Dagón. Acerca del ídolo filisteo vea nota en Jue 16:23.
5:5 Umbral. La práctica supersticiosa no estaba restringida a Asdod (Sof 1:9). El umbral era
considerado el lugar desde donde los malos espíritus ejercían su influencia sobre aquellos que
entraban en la casa. La clase de humillación sufrida por Dagón le dio a los habitantes de Asdod razón
adicional para no “pisar el umbral” del templo de su ídolo.
5:6 Tumores. La desintegración de Dagón demostró que Dios no tolerará “ningún otro dios
delante” de él (Éx 20:3). A no ser que los filisteos no lo entendieran, el Señor los aterrorizó y afligió
con una infecciosa y mortal epidemia de tumores. Traducido úlceras en Dt 28:27, estas hinchazones
pueden haber sido síntomas de la peste bubónica, esparcida por roedores. La Septuaginta lee en 12:
“la tierra bullía de ratones.”
5:11 Devuelvan. Cuando en cada una de las tres ciudades “aparecieron los tumores” los habitantes
relacionaron la aparición de la plaga con la presencia del arca del Dios de Israel.
6:3 Ofrenda compensatoria. Después de 7 meses los “sacerdotes y adivinos” de los filisteos
sugirieron un experimento para probar si sólo era una coincidencia que el pueblo sufriera una
epidemia tan pronto el arca era llevado a su ciudad. Si “devolverla” y ellos “recobraran la salud”,
sería prueba de que había una relación causa - efecto entre el arca y “la causa de esta calamidad” (v.
9). Permitiendo la posibilidad de que el “Dios de Israel” había sido ofendido, devolverían Su reliquia
con una ofrenda de culpa, el mismo término usado como sacrificio de reparación en la adoración de
Israel. Sin embargo, la ofrenda filistea habría de lograr su propósito por medio de magia por
coacción. Produciría resultados automáticamente si consistía en réplicas áureas de los tumores y ratas
“según el número de jefes [de las cinco ciudades principales] de los filisteos.” (Comp. 17)
6:6 Se van a obstinar. Los sacerdotes citaron a Faraón como ejemplo de advertencia. Aunque el
éxodo no es mencionado en los registros egipcios, no era desconocida la derrota sufrida por la
poderosa potencia mundial del Nilo.
6:7 Carreta nueva. Los filisteos tomaron todas las precauciones para no malograr el experimento
por usar medios inapropiados. A fin de mostrar su respeto por el arca, más tarde los israelitas lo
transportaron en la misma clase de vehículo (2S 6:3). Los filisteos idearon dos pruebas más para
asegurarse que su desgracia no había “sucedido… por accidente” (v. 9). Las vacas jóvenes no habían
sido uncidas a carro, y por lo general se hubieran empacado. Fuera de eso las dos vacas lecheras
tenían terneros de los cuales normalmente no se habrían separado.
6:12 Bet Semes. Sobreponiéndose al instinto materno, las vacas se fueron a una ciudad limítrofe
en Israel, a unos 18 km. al sur de Ecrón.
6:15 Levitas Bet Semes era una de las ciudades asignadas por Josué a los levitas (Jos 21:16). La
gran piedra en el campo de cierto Josué sirvió como altar para el holocausto y sacrificio.
6:18 Las ciudades. No sólo las cinco ciudades principales sino también otras pertenecientes a los
cinco jefes hicieron contribuciones en oro.
La gran piedra. El texto hebreo tiene “hasta Abel,” un lugar desconocido. Abel y la palabra para
piedra (como en Eben-ezer) son muy similares.
6:19 Mirar. Dios le demostró a los filisteos que no permitía ser burlado. Cuando el pueblo
escogido trató de manosear los símbolos del fuego devorador de Su santidad, también aprendieron
que él tomaba en serio lo que dijo: “no mirarán… las cosas sagradas; de lo contrario, morirán” (Nm
4:20). Todo traspaso de la voluntad divina, sea que el hombre la considere un pecado venial o mortal,
expone al perpetrador a la ira divina. En esta conexión son apropiadas las palabras de Jesús:
“Recuerden a la mujer de Lot.” (Lc 17:32; nota en Gn 19:26)
Setenta hombres. El manuscrito hebreo en el cual se basa RV agrega otros 50.000. Esta enorme
cifra, sin lugar a duda, es una corrupción del texto.
6:20 Presentarse. El arca no debía ser tocado por manos no autorizadas (Nm 1:50 y s.; 4:5). Pero
histéricos por el temor, los hombres de Bet Semes creyeron que la muerte le sobrevendría a
cualquiera que “guardara el arca.” (7:1)
7:1 Quiriat Yearín. Hay un consenso general en que se lo debe identificar con un lugar 14 km. al
este de Jerusalén. No se da razón por qué los hombres de esta ciudad en particular se llevaron el arca.
Un ciudadano por otra parte desconocido, Eleazar hijo de Abinadab, fue consagrado para guardar el
arca contra futuras desacralizaciones.
7:2 Veinte años. Permanece allí hasta que David lo lleva a Jerusalén (2S 6). Los primeros veinte
años de este largo intervalo transcurren en silencio. Era un tiempo de apostasía y desorden general,
durante el cual la Palabra del Señor era “rara” (3:1). A fin de producir un hambre por ella, el Señor se
ve obligado a quitarla a los que la rechazan. El profeta Amos amenazó con esa “hambruna …de oír la
palabra del Señor”. (Am 8:11, vea también las directivas de Jesús a sus discípulos en Mt 7:6)
7:3 Dijo Samuel. Cuando “Israel buscaba con ansiedad al Señor” (v. 2), él “levantó un libertador,”
como lo había hecho muchas veces en el pasado (Jue 2:16; 3:15). Samuel, el último de los jueces, fue
llama-do para actuar como juez, de modo similar a sus predecesores: (a) ejecutó el juicio divino
sobre los filisteos (3:14); (b) puso en práctica la ley del Señor en los asuntos internos de Israel,
celebrando juicios en varias ciudades (vv. 15–17). Pero, también fue el instrumento para lanzar una
nueva clase de liderazgo en Israel. Al ungir a Saúl y David estableció la monarquía.
7:4 Baal y Astarté. Comp. nota en Jue 2:13.
7:5 Ruegue por ustedes. Moisés aglutina a las doce tribus en una nación. Cuando Israel estaba a
punto de perder su identidad nacional, Samuel lo salva de la amenaza de desintegración. Este proceso
fue de tan largo alcance que le mereció el reconocimiento de segundo fundador de la nación. Los dos
hombres tuvieron éxito porque “clamaron al Señor a favor de Israel, y el Señor les respondió” (v. 9;
Éx 15:25; 17:4, etc.). Permanecieron vivos en la memoria de Israel como sus grandes intercesores
(Jer 15:1; Sal 99:6). El líder secular o espiritual quien ora por su pueblo posee recursos ilimitados.
Mizpa. Habiendo penetrado profundamente en el territorio israelita, los filisteos lanzaron un
ataque a pocos km. de Jerusalén. (Vea notas en Jue 10:17 y 20:1)
7:6 Sacaron agua. Echar agua significaba completa humillación ante el Señor.
7:9 Lo ofreció en holocausto. Después de la destrucción de Silo y la muerte de Elí, Samuel asumió
las funciones sacerdotales.
7:10 Truenos. Los israelitas no podían atribuirse crédito por la victoria. La derrota de los filisteos
fue el resultado de la confusión producida por el Creador, comandando las fuerzas de la naturaleza a
favor de su pueblo, como lo hiciera en ocasiones previas. (Éx 9:23 y s.; Jos 10:10 y s.)
7:11 Bet Car. Única mención, este lugar queda sin identificar. Del contexto parece ser un lugar
cercano al territorio filisteo.
7:12 Ebenezer. Comp. 4:1, nota. La locación de Jesana es desconocida.
7:13 Volvieron a invadir. Los filisteos no fueron expulsados de sus bases de operación fijas a lo
largo de la costa del Mediterráneo. Además, hubo batallas contra los filisteos todos los días de
Samuel. Sin embargo, Samuel puso fin a su ocupación de ciudades israelitas. No fue hasta en los días
de Saúl, cuando los israelitas sirvieron nuevamente a “otros dioses” (8:8), cuando los filisteos
pudieron reanudar sus incursiones al corazón del territorio de Israel.
7:14 Amorreo. En ocasiones este término designa a todos los habitantes no israelitas de la Tierra
Prometida (Gn 15:21 nota). Pero también es usado para un grupo étnico particular de cananeos. (Nm
21:21 nota)
7:16 Atendía los asuntos del país. En Mizpa Samuel juzgaba a Israel en sus controversias (v. 6).
Pero él también administraba justicia en litigios de un israelita en contra de otro, como lo había
hecho Débora (Jue 4:4 nota). Él juzgaba a intervalos en un circuito de ciudades al norte de Jerusalén.
Todas estaban próximas a Rama, su lugar de nacimiento y residencia, excepto Gilgal, que estaba a 24
km. al este en el valle del Jordán. (Jos 4:20, nota)
7:17 Un altar. El abuso del santuario había ocasionado su destrucción en Silo y la interrupción de
los sacrificios prescritos. Sin embargo, aun en las regulaciones externas del A. T. del ritual eran
secundarias ante el requisito primario de que el pueblo adorara al Señor. Así fueron levantados
altares en Rama y otros lugares.
16:1 Llena de aceite tu cuerno. Los capítulos restantes de 1S (16–31) relatan lo que sucedió después
del rechazo de Saúl hasta que la muerte puso fin a su trágica carrera. Sin embargo, el registro de los
hechos durante sus últimos años no está diseñado en primer lugar para preservar la crónica de su
reinado. Su propósito es más bien dar un informe de la elección de su sucesor y de la larga
capacitación con la cual Dios preparó al pastor de Belén para su rol de rey. Después de que Samuel
ungiera a David en privado (16:1–13), el príncipe escogido pasó por un riguroso aprendizaje (16:14–
2S 4) antes de que finalmente llegara a ser el reconocido gobernante de todas las tribus. (2S 5:1–5)
16:2 Me matará. En ocasiones previas se había atrevido a denunciar al rey sin que le importaran
las consecuencias (cc. 13, 15). Tal vez la preocupación de Samuel se debió al hecho de que si Saúl lo
mataba a él, la orden divina de ungir al sucesor no podría ser llevada a cabo. Vea el repentino temor
de Elías a Jezabel la mujer de Acab (1R 19:1–3). A fin de dar cumplimiento a Su propósito el Señor
declaró que Samuel no le debía al rey una explicación de cada motivo de su visita a Belén; él debía
anunciar sólo que iba para ofrecer sacrificios al Señor.
16:4 Con mucho temor. Samuel era conocido por anunciar juicio divino.
16:5 Purifíquense. Comp. Éx 19:10, nota.
16:11 Está cuidando el rebaño. A “pastores en los campos” de la misma Belén los coros
celestiales habrían de anunciar el nacimiento del “buen pastor,” quien habría de entregar su “vida por
las ovejas”. (Jn 10:11)
16:12 Era buen mozo. El Señor no está restringido “a la apariencia externa” en su evaluación de
una persona (comp. v. 6). No obstante, el don del Creador, la atracción física, puede ser añadida para
acentuar un servicio más efectivo a su causa.
16:13 El Espíritu del Señor. Vea Jue 15:14, nota; también 1S 10:6, nota. Los versículos restantes de
este capítulo comienzan el informe de lo que Dios hizo para preparar a David para su rol como
sucesor de Saúl. Fue un largo y, en su mayoría, arduo programa educacional. En ocasiones es díficil
determinar la exacta secuencia de los incidentes. Es evidente que el autor no los registró a todos ellos
en una secuencia cronológica estricta; a algunos de ellos los miró telescópicamente desde un punto
de vista tópico. El informe de David tocando el arpa en la corte (vv. 14–23) es un buen ejemplo.
Resume ciertos aspectos de su relación con Saúl que no necesitan entrar en conflicto con los detalles
registrados en conexión con los siguientes encuentros de una clase diferente, ej. al tiempo de matar a
Goliat.
1:1 La muerte de Saúl. La muerte de Saúl fue un significativo punto decisivo en la vida de David.
Sin embargo, no llegó a ser de inmediato rey después de que su perseguidor bajara de la escena. Los
capítulos de apertura de 2S continúan el registro de hechos que fueron parte en su asunción al trono.
David seguía en Siclag (1S 30), cuando un amalecita sobreviviente de la batalla le llevó la nueva de la
derrota de Israel en el monte Guilboa. Esperando agraciarse con David, el mensajero aducía que
había ultimado al mortalmente herido rey (vv. 1–10). Sin embargo, su informe fue un tiro en contra.
David lo hizo ejecutar por el testimonio de su “boca” porque había alzado su “mano para matar al
ungido del Señor”. (vv. 11–16; 4:10 y ss.)
1:10 Diadema. Más lit. “[la insignia de] la consagración”. La misma palabra es usada para la
diadema de los sumo sacerdotes (Éx 29:16). Posiblemente haya sido una banda enjoyada alrededor
del yelmo de Saúl usada como insignia de oficial, al igual que las estrellas en los birretes de nuestros
generales.
1:13 Extranjero. Un no israelita quien residía con el pueblo escogido y por lo tanto estaba sujeto a
las leyes del país. (Éx 20:10)
1:17 Lamento. En su elegía, encomiando la muerte del rey y de sus hijos, David pidió recordar
sólo los buenos aspectos del reinado de Saúl. Su dolor sobre su previo perseguidor no fue menos
sincero que su pena por perder a “su hermano Jonatán”. ambos “su amistad y su amor”. El poema que
compuso para la ocasión es una joya artística. Consiste de tres estrofas de dispar longitud, cada una
introducida por el refrán “¡Cómo han caído los valientes!” (19, 25, 27). El último verso no es más
que un reprimido llanto.
1:18 Lo enseñaran. El texto hebreo tiene: “para enseñar a los niños de Judá a reverenciar.” Es
posible que la palabra “reverenciar” designe la clase de poema que David compuso. Para el libro de
Jaser vea Jos 10:13, nota; Jue 5:1, nota.
1:19 ¡Cómo! Esta interjección exclamatoria, característica de esta clase de elegía, introduce una
frase que tiene el sentido: cuán trágica ha llegado a ser la situación que los poderosos han caído.
1:21 Sobre el monte Guilboa no habrá más “campos [productivos] de primicias,” esto es, frutos
escogidos, calificados para usar como ofrendas. El escudo de Saúl, no ungido con aceite, fue dejado
para desintegrarse y oxidarse en pedazos. (Is 21:5)
1:23 Inseparables. Unidos el uno al otro en vida en una relación padre - hijo, tendría el mismo
destino en la muerte.
1:24 Las vestía. En los primeros tiempos de su reinado Saúl proveyó más de lo esencialmente
necesario para su gente.
2:1 Ciudades de Judá. Más de 7 años (v. 11) habrían de pasar antes de que David se sentara en el
trono, ocupado primero por Saúl. Fue un tiempo de confusión, intrigas, asesinatos, y encuentros
sangrientos. Primero indicó Dios a David que abandonara los territorios dominados por los filisteos
y volviera a las ciudades de Judá (1S 30:2631). En Hebrón, unos 32 km. al sur de Jerusalén, él
permitió –no se menciona directiva divina– que los hombres de Judá lo ungieran “rey de su tribu.”
Desde allí David envió un mensaje a Jabés de Galaad, alabándolos por “su lealtad a Saúl” (1S 31:11–
13). Pero también les sugirió que acepten su liderazgo, como lo había hecho la casa de Judá (vv. 4b-
7). Sin embargo, Abner el general de Saúl prolongó la división entra las tribus. En un despliegue de
poder tomó a Isboset, hijo de Saúl, y “lo hizo rey sobre Israel,” esto es, de todo el territorio al norte
de Judá a ambos lados del Jordán. (vv. 8–11)
2:8 Isboset. Comp. 1S 14:49, nota. Él sobrevivió la batalla de Guilboa si es que tomó parte en ella.
La referencia a él da la impresión de que carecía de capacidad física y mental para tomar con mano
firme los asuntos del estado. Su improvisada capital era Majanayin, al este del Jordán y muy lejos del
control filisteo. (Gn 32:1, nota)
2:10 Dos años. Su reino finalizó después de que David “fuera rey en Hebrón… siete años y seis
meses.” En la confusión que siguió a la victoria filistea, evidentemente le tomó a Abner 5 años para
asegurar la semblanza de un gobierno real para el hijo de su primo muerto. (1S 14:50, nota)
2:12 Gabaón. Una ciudad en el límite entre Benjamín y Judá, a unos 8 km. al norte de Jerusalén.
Cuando las fuerzas del norte y sur se enfrentaron a través del “estanque” o reserva de agua (Jer
41:12), los generales opositores acordaron que hombres escogidos de ambos lados “midan sus
armas”, esto es, den una exhibición de su destreza con las armas en combates individuales. El
resultado de la contienda determinaría qué ejército era el victorioso (1S 17:8–9). Cuando ninguno de
los luchadores sobrevivió al mortal juego, los dos ejércitos se pelearon en una batalla “muy dura”,
en la cual los siervos de David salieron victoriosos. (vv. 12–17)
2:18 Asael. Este hermano de pies ligeros del general de David se rehusó abandonar su
persecución del opositor general Abner, que finalmente se volvió y lo mató (vv. 18–23). Joab más
tarde venga la muerte de su hermano. (3:27 y ss.)
2:24 Se lanzaron tras Abner. Después de perseguir al enemigo en retirada todo el día, Abner
finalmente aceptó una tregua, sugerida por Joab (vv. 24–28). Después de esto los dos ejércitos
retornaron a sus respectivas bases, Majanayin y Hebrón (vv. 29–31). El lugar de Amá y Guiaj es
desconocido.
3:1 La guerra… se prolongó. El c. 2 registra la única batalla en esta larga lucha.
3:2 Hijos. Mientras “David consolidaba más y más su reino” políticamente, también engrosaba el
número de su círculo doméstico. Además de Ajinoán y Abigaíl (1S 25:42 y s.) tomó otras cuatro
esposas.
3:3 Absalón. La madre del hijo que habría de conducir una revuelta contra David (cc. 13–18) era
la hija de un reyesuelo arameo cuyos dominios se hallaban al este del Mar de Galilea. Amnón y
Adonías también producirían dolor a su padre. (c. 13; 1R 1:5; 2:25)
3:5 Eglá. La cuarta mujer, Jaguit, y la quinta, Abital, no tienen otra identificación fuera de sus
nombres. No se sabe por qué Eglá debía ser llamada mujer de David en una lista de mujeres que
igualmente eran sus mujeres.
3:6 Su posición fue consolidada. Un desarrollo decisivo en la lucha por el trono fue la decisión de
Abner de abandonar al hijo de Saúl y promover la causa de David. La acusación de Isboset de que el
general de su padre había asumido abiertamente prerrogativas reales condujo a un distanciamiento
entre los dos hombres (vv. 6–11). Las negociaciones de Abner con David mediante mensajeros fueron
exitosas; la demanda del último de que Mical, su primera esposa, le fuera devuelto se le concedió (vv.
12–16). Abner se aseguró de que las tribus del norte cumplieran su promesa de apoyar a David (vv.
17–19), y luego tuvo una entrevista con él en Hebrón. (vv. 2021)
3:7 Rizpa. Era habitual que un rey se hiciera cargo del harén de su predecesor. Isboset acusó a
Abner de convertirse a sí mismo en el sucesor de Saúl.
3:9 C astigue sin piedad. Véase la nota en Rt 1:17 por esta fórmula de juramento. Aparentemente
era de conocimiento público que el Señor había jurado “establecer el trono de David sobre Israel y
Judá.”
3:10 Dan hasta Berseba. Comp. segunda nota en Jueces 20:1.
3:14 Mical. No se da ninguna razón de la demanda de David que se le devolviera a la hija de Saúl
(lS 18:17–29; 25:44). Quizás esperaba ganar así el apoyo de los seguidores de Saúl si tenía una
relación familiar con el rey muerto.
3:15 Paltiel. En 1S 25:44 su nombre aparece en forma abreviada, Palti.
3:16 Bajurín. En las cercanías de Jerusalén.
3:18 Libraré a mi pueblo. No se registra una promesa tal hecha a David. Quizá Abner la inventó
con el fin de ganar el apoyo de los “ancianos de Israel”.
3:22 No con David. Al enterarse de la visita de Abner a David, Joab acusó al general de Saúl de
doblez (vv. 22–25), con engaño lo hizo volver a Hebrón, y con la ayuda de Abisay lo asesinó para
vengar “la muerte de su hermano Asael.” Después de pronunciar una maldición sobre la casa de los
asesinos (v. 28 y s.), David se declaró inocente del crimen y “lamentó la muerte de Abner”. No
obstante, “aun habiendo sido ungido rey,” no se atrevió a castigar a los “hijos de Sarvia,” porque
eran “demasiado fuertes” para él. (vv. 31–39)
3:26 Sira. Hoy desconocido, pudo haber estado no lejos al norte de Hebrón.
3:29 Un cojo. Descendientes masculinos que apenas tenían la capacidad de hacer cosas que
mujeres hacían con facilidad.
3:33 Un canalla. En su canto fúnebre, David lamenta particularmente la manera de matar a Abner.
Sólo un canalla podía morir sin defenderse a sí mismo. Pero el general caído, victima de una
traición, no pudo defenderse, pese a que no estaba “atado ni encadenado”.
3:39 Que el Señor le pague. Comp. 1R 2:5 y ss.
4:1 Se acobardó. La muerte de Abner, hacedor de reyes y hombre fuerte en la casa de Saúl, dejó
las tribus el norte sin un guía adecuado. Isboset era incapaz de tomar decisiones firmes (vv. 1–3);
Mefiboset, hijo de Jonatan, era un inválido (v. 4); abandonado y sin adecuada protección, Isboset fue
decapitado “cuando estaba acostado en su cama.” Cuando los asesinos le trajeron la cabeza del
muerto a David, éste “ordenó a sus soldados” que mataran a los que habían dado muerte a “un
hombre inocente”.
4:2 Benjamín. El hijo de Saúl, un benjaminita, cayó víctima de los de su propia tribu, procedente
de Berot, una ciudad a 11 km. al norte de Jerusalén, y una de las ciudades de los gabaonitas (comp.
Jos 9:3–27). No se da ninguna razón por qué los berotitas huyeron hacia la no identificada Guitayin.
Quizás habían sido afectados por la acción de Saúl contra los gabaonitas. (21:1 s)
4:4 Mefiboset. Su nombre aparece como Meribaal en lCr 8:34. Boset (vergüenza) fue sustituido
por la palabra “baal” para expresar repugnancia hacia el ídolo cananeo. (Nota de 2:8)
4:7 Arabá. Siguieron la grieta del valle que se extendía desde el mar de Galilea al golfo de Acaba
(Dt 3:17). Abner había transitado este camino en la dirección opuesta. (2:29)
5:1 Las tribus de Israel. La muerte de Isboset quitó el último obstáculo para la unificación de la
dividida nación bajo el reinado de David. Abner ya había prometido apoyar al hombre que Samuel
había ungido en privado (l S 16:13) y Judá había decidido seguir (3:17–19); “todos los ancianos de
Israel” vinieron hasta Hebrón y “ungieron a David rey (también) sobre Israel”.
5:2 Guía (Pastor). Esta expresión figurada describe la relación de un rey y su pueblo, que ocurre
aquí por primera vez, y que de aquí en adelante es usada frecuentemente para designar realeza (Ez
34:5, 8, 12 y 23). El reinado de David y sus sucesores era una parte del plan divino de salvación para
ser realizado mediante “nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas” (Heb 13:20; 1P 5:4; Mt
25:31 y ss). Para la expresión príncipe véase 1S 10:1, nota.
5:6 Sobre Jerusalén. Los restantes capítulos de 2S describen el reinado de David. Al registrar lo
que sucedió, la secuencia cronológica a veces da lugar a un ordenamiento topológico. Los versículos
que siguen inmediatamente después de la coronación mencionan dos requisitos esenciales para un
reinado efectivo: (1) el establecimiento de una capital (vv. 6–10), donde Hiram, rey de Tiro, “edificó
una casa para David” y su familia (vv. 11–16); (2) sacó a los filisteos invasores. (vv. 17–25)
Los Jebuseos. Estos cananeos mantenían su control sobre “la fortaleza de Sión” a pesar de los
esfuerzos de los israelitas de desalojarlos (Jue 1:8; Nm 13:29). Los jebuseos se sentían tan a salvos en
sus defensas naturales de su inexpugnable ciudadela que el esfuerzo de defensores de cojos y ciegos,
así le querían hacer creer a David, eran suficientes para evitar un ataque.
5:8 El acueducto. Esta observación enigmática sugiere que los hombres de David sorprendieron a
la guarnición deslizándose por el acueducto que se extendía hasta un manantial fuera de la ciudad
para proveerla de agua.
5:9 El terraplén. La palabra hebrea, si lleva el artículo, significa “llenar con” y sugiere la
construcción de fortificaciones en esa parte de la “fortaleza” que no estaba protegida contra ataques
por precipicios naturales. (lR 9:15; 11:27; 2Cr 32:5)
5:12 Engrandecido su reino. No para su propia glorificación sino por amor a su pueblo de Israel,
de quien había de descender el mayor Hijo del gran David y en cuyo “Sión” todas las naciones
encontrarían refugio. (Is 2:2–4; Mi 4:2)
5:14 Salomón. Sobre poligamia véase nota en Gn 16:2. Cómo David llegó a ser el padre de
Salomón se relata más adelante. (11:3 y s.; 12:24)
5:17 Subieron. Cuando David había sido ungido rey sobre Israel, los filisteos se dieron cuenta de
que el que hasta ahora era su vasallo ya no promovía sus intereses Las dos derrotas que David
infligió a los invasores pueden haber precedido su captura de Jerusalén. La fortaleza a la cual se
dirigió fue probablemente su base anterior de operaciones, Adulán. (1S 22:1–5) Desde aquí “subió al
valle de Refayin, al sudoeste de Jerusalén”. (Jos 15:8)
5:21 Se los llevaron. En 1Cr 14:12 se agrega que los quemaron.
5:25 Gabaón hasta Guézer. Gabaón, que significa altura, puede haber sino el nombre no
identificado de un lugar al sur de Jerusalén y no el sitio de la exploración de Jonatán (lS 14:1 y ss.).
Guézer se encuentra a 30 km. al noroeste de Jerusalén.
9:1 Familia de Saúl. Otra característica notable del reinado de David fue su rechazo de abusar de
su poder en su trato con miembros de la familia de Saúl. En sus días el rey de una nueva casa
gobernante generalmente exterminaba a los sobrevivientes de su rival. David, en cambio, “ejerció
justicia y equidad” (8:15). No solamente se negó a dañar a Mefiboset, el hijo de Jonatán y nieto de
Saúl, sino que también proveyó generosamente para su sustento. El relato no especifica el tiempo de
este even-to. Cuando murió su padre, Mefiboset tenía tan sólo 5 años de edad (4:4); cuando David lo
llevó a su mesa ya tenía un hijo propio. (v. 12)
9:3 Bondad de Dios. En 1S 20:14 la misma frase se traduce “el amor leal del Señor.” Así como
Dios cumple amorosamente con sus promesas, así David quería confirmar el pacto de ese juramento”
en el nombre del Señor” cuando hizo su pacto con Jonatán. (1S 20:17, 42)
9:4 Lo Debar. Un lugar no identificado. Pero la ubicación de la casa de Maquir aparentemente
estaba cerca de Majanayin, el centro transjordano del malogrado reino de Isboset. (2:8, 29; 17:27)
9:7 El campo de Saúl. Su campo y base de operaciones había estado en Guibeá. (1S 10:26; 14:4)
9:11 Mesa de David. Como una medida precautoria David mantuvo al heredero al trono de Saúl
bajo vigilancia en la corte. Más adelante Siba acusó a Mefiboset –quizá falsamente– por deslealtad.
(19:25 y ss.)
9:12 Micaías. Un posible contendiente para ocupar el trono. Los descendientes de Jonatán por
Micaías se encuentran en 1Cr 8:34 y ss.
10:1 Los Amonitas. La guerra de David con los amonitas, brevemente mencionada en un resumen
previo (vv. 8–12), se describe con mayor detalle que cualquier otra de sus hazañas militares (cc. 10–
12) porque marca un punto decisivo en su reinado. Como en sus campañas anteriores derrotó al
enemigo, pero en este caso perdió la batalla contra sí mismo. Cuando la guerra estaba en su apogeo,
fue “arrastrado y seducido por sus malos deseos” para cometer adulterio y asesinato (Stg 1:14). Este
crimen doble contra la santidad del matrimonio y la vida humana tuvo consecuencias trágicas para el
resto de su carrera.
10:2 Janún. Saúl había librado a Jabés de Galaad de la amenaza de Najás, el padre de Janún (lS
11). No obstante, el penúltimo obró con lealtad, o sea, cumplió con los términos del pacto con David.
Pero por una razón desconocida el hijo revirtió la política de su padre.
10:4 Afeitaran… razgaran. Considerado un insulto denigrante, violando el senti-do de integridad
personal de un hebreo.
10:6 Sirios. Antes que David pudiera negociar directamente con los amonitas, tuvo que eliminar a
sus confederados sirios. Su exitoso encuentro con estos últimos, brevemente resumido en 8:3 y ss., se
describe aquí con mucho detalle. Los sirios que Janún contrató vinieron de varios estados-ciudades:
Bet Rejob, cerca de las fuentes de agua del Jordán al norte del Mar de Galilea (notas en Nm 13:17 y
Jue 18:28); Sobá (comp. nota en 8:3); Macá, directamente al sur de Bet Rejob en el borde del Manasés
transjordánico (Dt 3:14); Tob. (Comp. nota en Jue 11:1)
10:8 La entrada. De la ciudad capital de los amonitas, Rabá. (11:1)
10:16 Hadad Ezer. Comp. nota en 8:3. Después de haber sido derrotados en Rabá por Joab, que
estaba al mando de “las mejores tropas”, sin duda la élite del cuerpo de veteranos de David (16:6;
20:7), los sirios buscaron refuerzos desde más allá del Éufrates. Para enfrentar esta nueva amenaza
David ahora “reunió a todo Israel”y dirigió él personalmente el ataque contra Sobac el general de
Hadad Ezer.
Jelán. Un lugar no identificado, quizá en la vecindad de Damasco.
10:18 Setecientos carros. Sobre la diferencia entre el número de sirios abatidos registados aquí y
los en 8:4 y 1Cr 19:18 véase la nota en 8:4.
11:1 David mandó a Joab. El relato de la guerra con los amonitas se reanuda porque la segunda
fase suministra la ocasión de la caída en el pecado de David. Los crímenes atroces del “hombre según
el corazón de Dios” (1S 13:14) no se suprimen o minimizan. Todos los detalles sórdidos son
registrados fielmente. Esta Escritura está escrita también “para nuestra instrucción”; para nuestra
advertencia; “si alguien piensa estar firme, tenga cuidado de no caer” (1Co 10:11 y s.); para nuestro
consuelo: hay perdón ante Dios aun para los pecados más despreciables si seguimos el ejemplo de
David y penitentemente nos acercamos a él con sincera oración por perdón como en el Salmo 51.
11:2 Allí vio. Desde la azotea del palacio de David, construido a mayor altura que las otras casas,
tenía un panorama de los que le rodeaban. Véase también la orden que le dio a Urías de “irse a su
casa”. (11:8)
11:3 Betsabé. Si identificamos a su padre con Elián que fue el hijo del “hombre fuerte” de David,
Ajitofel (vv. 23–34), entonces era la nieta de este último. En 1Cr 3:5 es llamada “Bet Súa, hija de
Amiel”. El nombre Urías (el Señor es luz) de su marido hitita indica que su familia reconocía al Dios
de Israel.
11:6 Envió este mensaje. Los restantes versículos de este capítulo describen los esfuerzos que hizo
David para ocultar su adulterio. Primero tramó de hacerlo aparecer como que Betsabé había
concebido un hijo con su marido durante la licencia del mismo del frente (6:13). Cuando Urías
rechazó la oportunidad de tener relaciones con su mujer, David trató de encubrir su adulterio
recurriendo al homicidio. Con el fin de hacer a Betsabé su esposa y aparentar ser el legítimo padre de
su hijo, dio órdenes a su general Joab de inventar una maniobra traicionera para lograr que el
marido muriera en la batalla. (vv. 14–26)
11:8 RV Y lava tus pies. Puede ser una expresión eufemística para cohabitar.
11:11 RV Bajo tiendas. Urías rehusó las comodidades de su hogar mientras que estaba en las filas,
donde no existía este privilegio. El arca también estaba cubierta bajo una tienda; se supone que había
sido llevada al campo de batalla como se deduce de 1S 4:3 y 2S 15:24.
11:13 Emborracharlo. David no tuvo éxito en desbaratar las inhibiciones de Urías. Volvió a
dormir con la guardia real de su señor.
11:16 Puso a Urías. Joab sustituyó su propio plan por la orden de David (v. 15). Sin preocuparse
por la suerte de “algunos oficiales de David”(v. 17), Joab no siguió el esquema de David de matar
solamente a Urías. Estaba seguro de que el rey no lo castigaría por insubordinación mientras que
podía informarle: “Urías el hitita ha muerto.” (vv. 21, 24)
11:21 Yerubéset. Es una referencia a Gedeón. Su otro nombre era Yerubaal (nota de Jue 6:32);
ocurre aquí en una forma que sustituye la palabra “vergüenza” por la detestada “baal”original. Para la
historia de la muerte de Abimelec, el hijo de Gedeón, véase Jue 9:50–54.
11:27 Por esposa. A los efectos de hacer aparecer al hijo de Betsabé como legítimamente suyo,
David la aceptó como una de sus esposas, después de que ella hubiera observado el tiempo de luto
por su marido, posiblemente un período de 7 días.
12:1–25 El arrepentimiento y la restitución de David
12:1 Envió a Natán. David guardó lo que “hizo… en secreto” encerrándolo en un corazón
impenitente por casi un año (vv. 12, 14). Entre los pueblos vecinos de Israel su crimen hubiera pasado
desapercibido como una prerrogativa de un rey absolutista. No obstante, un profeta intrépido del
Señor citó al culpable real ante el tribunal de justicia y lo procesó como un criminal digno de muerte.
A David también se le aseguró que la compasión del Señor es lo suficientemente grande para
perdonar aun el crimen más horripilante si el pecador se arrepiente. En su parábola Natán presenta un
caso hipotético de injusticia grosera. Cuando David pronunció la sentencia de muerte sobre el que
cometió el crimen (vv. 1–6), el profeta declaró que el rey, culpable de una atrocidad similar o más
grave aún, era el convicto de su propio veredicto.
12:5 Merece la muerte. Las circunstancias de la villanía del hombre rico indignó de tal manera a
David que le impuso un castigo que exedía los requerimientos legales. (Éx 22:1)
12:7 Ese hombre. Natán fue tan intrépido en su denuncia de los pecados del rey como lo fueron
Samuel (1S 15:26), Elías (1R 21:17 y ss.), y Juan el Bautista. (Mr 6:18)
12:10 Jamás se apartará. Aun siendo perdonado, el pecado de David contra Urías y su mujer
produjeron una larga secuela de consecuencias trágicas en la familia real: incesto y fratricidio,
insurrección y violación de sus mujeres por un hijo y la ejecución de un príncipe rebelde. (vv. 13–19)
12:13 Contra el Señor. Penitentemente David reconoció la magnitud de su culpabilidad. Poniendo
las manos en uno de sus semejantes era en última instancia un desafío contra el creador y protector de
sus criaturas, como señaló Natán. (v. 9: Sal 51:4; 32:5)
12:18 El niño murió. Mediante ayunos y tirado en el suelo, David “trató de convencer al Señor”
para la recuperación del hijo quien, si hubiera vivido, habría sido un constante recuerdo de las malas
acciones del padre. No obstante, cuando el niño murió, David se sometió a los castigos de Dios,
alentado por la idea de un reencuentro con la criatura.
12:25 Jedidías. David llamó al segundo hijo de Betsabé Salomón (el pacífico). El nombre
Jedidías, que aparece sólo aquí, significa “amado por el Señor”. Está formado por la mismo raíz
etimológica de la cual se deriva el nombre David, y fue designado así para dar tanto al padre y al hijo
la aseguranza del favor divino.
12:26 Contra Rabá. El relato de la guerra contra los amonitas se reanuda desde 11:1, donde se
interrumpió para hablar del pecado de David y el nacimiento de Salomón; lo último ocurrió después
de la campaña final que se describe en los siguientes versículos.
12:27 Depósitos de agua. Después de que Joab tomó esa parte de “la ciudad real” (v. 26) donde
estaba la residencia del rey y que protegía también la reserva de agua, la caída de Rabá era sólo
cuestión de tiempo.
12:30 Al rey de ellos. Una sola palabra en hebreo, cuyas consonantes pueden sustituirse por
vocales, por lo que se escribe “Milcom,” en lugar de Moloc, el nombre del dios amonita (Jer 49:1;
Sof 1:5). La corona capturada del rey pesaba un talento, unos 33 kilos. Quizás solamente la piedra
preciosa de la misma la pusieron sobre la cabeza de David.
13:1 Tamar. Los próximos seis capítulos relatan cómo el pecado de David contra la santidad del
matrimonio tuvo consecuencias trágicas en su propia familia. Miembros de su propio ámbito
doméstico cometieron crímenes lascivos que le causaron sufrimientos indecibles. Sus hijos se
hicieron culpables de incesto (vv. 1–19), fratricidio (vv. 22, 28–29), rebelión (cc. 15–20). Tamar, la
hermana carnal de Absalón, fue violada por Amnón, su medio hermano e hijo mayor de David.
13:2 Muy difícil. El primo de Amnón, Jonadab, elaboró un plan para llevar a Tamar, recluida en
los cuartos de las mujeres, a la casa de Amnón.
13:13 No se opondrá. El matrimonio con una hermanastra, prohibido según la ley de Israel (Lv
18:9, 11), no era fuera de lo común entre otras naciones. Aparentemente Tamar trató primero de
disuadir a Amnón con la sugerencia de que David permitiría un matrimonio tal. Después de que el
agresor “la violó”, no obstante, ella pensó que una unión tal sería menos degradante que ser
abandonada. (v. 16)
13:15 Vete. El cambio repentino de Amnón de la pasión a la repugnancia y la crueldad no son
descomunales en casos de una personalidad patológica.
13:18 Túnica larga. Aquí se usa la misma palabra que cuando se habla de la túnica de José (nota de
Gn 37:3). Se menciona su túnica distintiva porque, vestida así, todos los que la veían sabían que era
una de las hijas vírgenes del rey.
13–20–14:33 Fratricidio
13:21 Se enfureció. Al castigar a Amnón, el enojo de David duró poco. Quizás como otros padres,
él no se sintió justificado para invocar sanciones de la ley para el tipo de pecado del que él mismo era
culpable. Pero la indulgencia con uno de sus hjijos le dió al otro la oportunidad de urdir venganza
para su hermana.
13:23 Pasados dos años. Absalón esperó tanto tiempo pensando que Amnón se habría olvidado
del asunto. Baal Jazor estaba a más o menos 24 km. al norte de Jerusalén, cerca de un lugar llamado
Efraín. Probablemente otro nombre por Ofra, una ciudad de Benjamín. (Jos 18:23)
13:31 Sólo Amnón. Parece raro que Jonadab conocía el plan de Absalón de matar a Amnón desde
el día que violó… a Tamar. Ostensiblemente el “amigo” del hermano muerto (v. 3) puede haber sido
el agente secreto de Absalón en una artrera conspiración para eliminar al hijo mayor de David,
normalmente el sucesor del rey. Si así fuere, el crímen de Amnón y su muerte fue el primer paso del
despiadado plan de Absalón de acceder al trono.
13:34 Joronayin. El texto hebreo: “desde un camino detrás de él” no tiene sentido si se quiere
significar que la gente de acercaba desde una dirección opuesta desde la que estaba mirando el
centinela.
13:37 Guesur. Absalón fue “ el hijo de Macá, la hija del rey Talmay de Guesur” (3:3), gobernante
del reinado de Siria al este del Mar de Galilea. Si David hubiera sido conciente, podía haber
demandado la extradición de Absalón. Indulgentemente al omitir de castigar a su hijo inescrupuloso,
David sólo sembró viento para recoger torbellino, como lo demuestra el capítulo siguiente.
14:1 Joab…se dio cuenta. Promovido ya sea por un falso sentido del deber hacia el rey, o por el
deseo de adelantar su propia influencia en la corte, Joab por un ingenioso estratagema logró una
reconciliación partial enre David y Absalón. Mandó traer a una mujer astuta para presentarse ante el
rey y pedirle un veredicto al respecto de un caso simulado en el cual ella asume el rol de una madre
de un hijo culpable de fratricidio (vv. 1–7). Cuando el veredicto de David fue que no serviría a ningún
propósito si el “vengador de la sangre” habría de terminar con la vida del culpable (vv. 8–11), la
mujer hábilmente insinuó que con “esta decisión el rey se comprometió él mismo “dejar regresar a
su hijo desterrado” (vv. 12–17). Aun cuando David descubrió que Joab había puesto “estas palabras en
labios” de esta mujer “a los efectos de cambiar el curso de los acontecimientos” (vv. 18–20), permitió
a su general hacer regresar a Absalón, pero confinó a su hijo problemático a “su propia casa”. (vv.
21–24)
14:2 Tecoa. Un pueblo cerca de 9 km. al sur de Belén: también el hogar del profeta Amós. (Am
1:1)
14:11 Vengador de sangre. Continuó en vigencia la práctica de vengar la sangre de una persona
asesinada por el más cercano de la familia. (Nm 35:11, nota, v. 19)
14:13 Se declara culpable. Si David margina las demandas de la justicia en el caso de ella, así
argumenta la mujer, también el mismo debe revocarse y perdonar a su propio hijo, para no hacerse
culpable de injusticia.
14:14 Arrebata la vida. Otra versión agrega al texto “de él quien”. Esto sugiere que un hombre, en
este caso David, quien maquinó medios para llamar de regreso al desechado, no incurrirá en el
desagrado de Dios. Si Dios es el sujeto de ambos verbos, la mujer puede sutilmente recordar al rey
que Dios no arrebató su vida, a pesar de que era culpable de muerte.
14:20 Para disimular el asunto. Con este movimiento astuto, Joab le abrió la posibilidad a
Absalón de suceder a su padre en el trono más bien que a uno de los otros hijos de David.
14:24 Sin presentarse ante el rey. Estar desterrado de la corte era una desventaja seria para alguien
que aspiraba al trono.
14:25 Su hermosura. Una descripción del atractivo físico de Absalón se intercala en este punto
porque ayuda a explicar por qué ganó apoyo popular para su conspiración contra David.
14:26 Pesaba dos kilos. El cabello de Absalón era pesado según la medida oficial del rey. Si la
figura correcta es preservada en el texto, pesaba dos kilos.
14:31 Fuego a mi campo. La belleza exterior de Absalón contrarrestaba con la fealdad de su ser
interior. Informado del arbitrario e inescrupuloso tratamiento de su protector Joab, el lector no se
sorprenderá cuando se le cuenta brevemente que este pillo traicionero se volvió aun contra su padre.
14:33 Besó a Absalón. La plena reconciliación con el rey preparó el escenario para el trágico
drama que se va a describir en los próximos capítulos: la rebelión de Absalón.
15:14 Huir. Porque Abaslón “engatusó a doscientos hombres de Jerusalén” de unirse a él (v. 11).
David temía que Absalón pudiera juntar suficiente apoyo en la capital misma como para hacer
peligroso el sitiarla. Pues él no sabía qué cantidad de conspiradores había dentro de sus muros.
15:18 Los quereteos y peleteos. Comp. nota en 8:18. Los guititas constituían quizá el núcleo de su
banda original de forajidos que le permanecieron fieles durante su huída a Gat. (1S 23:13; 27:1 y ss.)
15:19 Itay. A diferencia de los quereteos y peleteos, este soldado filisteo aventurero había
ingresado sólo “ayer” al servicio de David. No obstante, Itay decidió probar suerte con el rey más
bien que permanecer con el autodesignado rey Absalón. La confianza de David en este mercenario
desconocido no estaba fuera de lugar. (Comp. 18:2)
15:23 El arroyo de Cedrón. David huyó hacia el este hacia el desierto de los vados del Jordán,
cruzando el arroyo desde el cual el Rey de reyes partió hacia la “vía dolorosa” a los efectos de
cargar sobre sí mismo la culpa de la rebelión de la humanidad contra el Creador. (Jn 18:1)
15:24 Abiatar. En el texto hebreo se lee: “Y Sadoc subió.” Cualquiera que haya sido la razón por
qué David se dirige solamente a Sadoc (v. 25), el rey fugitivo prefirió dejar la seguridad del arca en
las manos de Dios más bien que hacer de su mera presencia una garantía de éxito. Por una confianza
supersticiosa en el arca véase 1S 4:3 y ss.
15:28 Me informen. Es verdad que Absalón no sería tan vil como para poner las manos sobre los
sacerdotes, David los reclutó para enviarle noticias de la situación en Jerusalén mientras que aún
estaba en los vados del desierto del Jordán.
15:31 Ajitofel. Quizá por los mensajeros enviados por los sacerdotes, David se enteró de la
desconcertante noticia de que la conspiración de Absalón fue planeado por el astuto Ajitofel.
15:32 Husay. Desde la cumbre “del monte de los Olivos” (v. 30) mandó a su “amigo” regresar a
Jerusalén. Haciendose pasar como un desertor de la causa de Absalón, debía “hacer fracasar los
planes de Ajitofel” (v. 31). Identificado como un arquita (Jos 16:2), no hay duda de que Husay tenía
demasiada edad y sería una “carga” para acompañar al rey, obstaculizando los veloces movimientos
del mismo.
16:1 Siba. Antes de que David alcanzara el Jordán, ocurrieron dos incidentes en los que tenía que
tratar con miembros “de la familia de Saúl.” Primero Siba, el criado del hijo cojo de Jonatán
Mefiboset, acusó a su señor de favorecer la revolución de Absalón (vv. 1–4). Un poco más tarde Simí,
un pariente lejano de Saúl, maldijo a David, invocando la venganza del Señor sobre el rey por haber
derramado “toda la sangre de la casa” de su predecesor. (vv. 514)
16:3 Va a devolver. Siba arriesgó su futuro al buscar su suerte con David. Pero para sacar el
máximo provecho de su decisión, maliciosamente exageró las aspiraciones de su amo de recuperar el
reino de su padre.
16:4 Todo lo que antes fue. Aceptando las acusaciones de Siba, al pie de la letra, David no tardo en
recompensar al criado renegado.
16:5 Bajurín. Un monte al este del Jordán. (3:16; 17:17–21)
16:7 Asesino. En su furia salvaje, Simí hizo responsable a David ante el Señor por las muertes en
la casa de Saúl, refiriéndose quizás a la sangre derramada durante la “larga guerra entre la casa de
Saúl y la de David” (3:1) o a la muerte de Isboset y su general Abner (3:27; 4:1–3) o la ejecución de
los siete hijos de Saúl. (21:1–9)
16:12 Toma en cuenta. Aun cuando David rebatió la rebelión con todos los medio a su alcance,
dejaría que el Señor, al que apeló Simí, haga justicia a su manera. Si “el Señor ha ordenado” que Simí
lo maldiga, él se sometería a esta aflicción como un castigo divino por su “iniquidad”.
17:24 Majanayin. Sorprendentemente David recibió apoyo pleno de la gente de la primera capital
de Isboset en “Galaad”. (2:8–10)
17:25 Amasá. Absalón nombró comandante a su primo, hijo de la hermana de David. En el texto
hebreo al padre de Amasá Itrá se le llama “israelita”; en 1Cr 2:17 se dice que era un ismaelita. Quizá
debía esta última designación a sus asociaciones con los ismaelitas, entre los que era conocido como
“Itrá el israelita”.
17:27 Sobí…Maquir…Barzilay. Las provisiones de los hombres de David eran suministrados por:
(1) Sobí, al que David evidentemente había designado como su gobernador en Rabá, la capital
amonita, después de que Janún había sido destituido (10:1 y ss.); (2) Maquir, el benefactor de
Mefiboset (9:4); (3) Barzilay “un hombre anciano pero muy pudiente” de Roguelin al norte de
Majanayin pero al sur de Lo Debar. (Comp. 19:31–39)
18:1 David pasó revista. El ejército novato de Absalón bajo el mando de un guía inexperto no
podía competir con las tropas bien disciplinadas y superiores en número mandadas por un estratega
veterano. Persuadido de no “ponerse” a la cabeza de la vanguardia de las tres columnas en que había
dividido su ejército (vv. 1–5), David, no obstante, se puso en ventaja por el terreno escabroso entre
Majanayin y el Jordán, llamado “el bosque de Efraín.” En un campo de batalle tan dividido el ejército
rebelde no podía desplegar sus fuerzas numéricamente superiores. Aún más, una vez puestos en fuga,
los contingentes delanteros se llevarían por delante a los de atrás en una plena confusión. Durante el
pánico que siguió, las fuerzas de Absalón fueron aniquiladas, y las junglas de los bosques hicieron
fácil presa de ellos para las espadas de los hombres de David (vv. 6–8). Contrariando las órdenes de
David “no me traten duro al joven Absalón,” Joab lanzó “tres lanzas” al cuerpo del rebelde
suspendido en las ramas de una encina (vv. 9–15), y lo enterraron en “un gran hoyo del bosque”. (vv.
16–18)
18:7 Veinte mil. Un número muy elevado. Quizá la palabra hebrea para mil aquí significa la clase
de soldados muertos. (Vea la introducción de Números)
18:9 Trabado…Colgado. Aunque no se menciona, posiblemente el cabello largo de Absalón le
hizo más difícil librar su cabeza que se había trabado en una forma de horquilla de las ramas bajas de
la encina.
18:14 En el pecho (original: corazón) Si corazón denota aquí un órgano vital, no hubiera habido
ninguna necesidad de que el escudero de Joab matara a Absalón. De modo que en el corazón o pecho
no puede significar otra cosa que las flechas de Joab dieron en el blanco, atravesando el cuerpo en
sus partes más vitales. (Véase “al corazón mismo de los mares”. (Jon 2:3)
18:17 Muchísimas piedras. Estas piedras hicieron del hoyo una fosa de criminal (Jos 7:26). El
“pilar” que Absalón se hizo levantar para sí mismo quedó como monumento para conmemorar su
incontrolable vanidad y como prueba de su mal andar.
18:18 Ningún hijo. Ya sea que los tres hijos (14:27) de Absalón murieron jóvenes o que no tenía
esperanzas de que hicieran algo lo suficientemente notable para preservar su nombre en recuerdo.
21:1 Los días de David. Los últimos capítulos del libro (cc. 21–24) contienen mayormente
pantallazos de incidentes aislados que por alguna razón no fueron incluidos en los acontecimientos
previos de la vida de David. El primero de estos cuadros es la historia de la expiación de culpa de los
asesinatos que pesaban sobre Saúl y los de su casa. Habían sido cometidos por el rey anterior, quien
manchó la tierra con la sangre de los gabaonitas, que mató violando un tratado (Nm 35:31–34; Gn
4:10; Jos 9:15). La consecuencia fue una hambruna de 3 años. Informado de la causa por un oráculo,
David mandó ejecutar a siete de los hijos de Saúl.
21:3 Bendecir la herencia. La expiación de la sangre de los gabaonitas quitaría la maldición sobre
Israel y su prometida herencia, y dispondría otra vez a Dios para bendecir la tierra.
21:6 Para colgarlos. Ya sea que los colgaron en palos o que dejaron expuestos sus cuerpos para
ser vistos como prueba de sus muertes.
21:8 Merab. En el texto hebreo se lee Mical, evidentemente un error de copista por la hija mayor
de Saúl (véase nota en 1S 18:19). El hijo de Rizpa Mefiboset no era el hijo de Jonatán que tenía el
mismo nombre (v. 7) por el que David había pedido “beneficio”. (vv. 9:1 y ss.)
21:9 Los entregó. David no se sintió obligado a obrar de acuerdo con la previsión legal de que los
hijos no debían “ser matados por culpa de los padres” (Dt 24:16) ya sea porque el Señor los había
declarado culpables (v. 1) o porque de alguna manera eran cómplices del crimen.
En presencia del SEÑOR. Estaban en exhibición conforme a la voluntad divina (nota en 1S 15:32).
De acuerdo con el texto hebreo de v. 6 los gabaonitas pidieron como lugar de ejecución “Guibeá de
Saúl, el escogido del Señor”. Por esta designación de Saúl, los gabaonitas parecían implicar que el
crimen era particularmente atroz por haber sido cometido por alguien divinamente elegido para
cumplir la ley.
21:10 Siega. Era fines de abril o principios de mayo. La patética vigilia de la madre duró hasta
que llegaron las lluvias, generalmente no antes de octubre.
21:12 Jabés de Galaad. A los efectos de probar que sus motivos de ejecutar a los hijos de su
primer rival no eran por rencor personal, David les dio a ellos como a los restos de su padre una
sepultura digna. Saúl había sido enterrado apuradamente en Jabés de Galaad. (1S 31:11–13; 2S 2:4b)
21:14 Zela. La tumba ancestral de Saúl era un lugar en Benjamín que no ha sido identificado.
21:15 Reanudaron la guerra. Este apéndice (vv. 15–22) suministra algunos detalles de las luchas
de David con los filisteos. Enumera cuatro hechos heroicos de sus hombres que en el curso de varias
campañas derribaron a soldados enemigos de una estatura similar a la de Goliat.
21:17 Lámpara de Israel. Una expresión figurada para la “casa” de David, que no debía ser
extinguida. (7:12 y s.; 1R 11:36)
21:19 Goliat. 1Cr 20:5 tiene una lectura mejor: “Eljanán, hijo de Yaír, mató a Lajmí, hermano de
Goliat.” Sólo son necesarios cambios pequeños en el texto hebreo para corregir errores de los
copistas del texto de Samuel.
23:1 Últimas palabras. Sus últimas palabras proféticas. No debemos necesariamente asumir que
David compuso este salmo momentos antes de su muerte. De éstas leemos en 1R 2:1 y ss. “Ya estaba
próximo a morir”, como presintiendo su fin.
23:2 El Espíritu del Señor. Habiéndose identificado para la posteridad en el v. 1, por inspiración
divina David pronuncia un “oráculo” profético. Ninguna oposición de parte de “hombres impíos”va a
frustrar que se guarde el “pacto eterno” que hizo con su “casa” (notas en 7:11 y 13). Las bendiciones
que recibió David “gobernando en el temor a Dios” son como una muestra de los beneficios que
Dios otorgará a todos los hombres en el reino “del Príncipe de Paz”, Hijo y Señor de David.
23:8 Soldados valientes. En su lucha por obtener el trono y extender su dominio sobre pueblos
vecinos, David comandaba un ejército formidable. Los próximos versículos enumeran los nombres
de hombres que merecen una mención especial por el papel que desempeñaron. Primero, en orden de
ser reconocidos por su lealtad y valor, había un grupo muy distinguido de “Tres Grandes” (vv. 8–12).
Los próximos en la lista de honor eran los famosos “treinta.” Tres de éstos, que quizás formaron otro
grupo especial aparte de los tres primeros, arriesgaron sus vidas para calmar la sed de David (vv. 13–
17). El comandante de los 30 era Abisay, el hermano de Joab (18:1 y s.). Además figuran las hazañas
de tres héroes anónimos, mencionados en vv. 13–17, y la audaz proeza de otro “entre los treinta”,
Benaías (vv. 20–23). Luego sigue una lista llena de hombres que ganaron un lugar en el cuerpo de
élite de los “treinta”. (vv. 2438)
23:18 Treinta. Si el texto hebreo que aquí habla de “tres” es correcto, entonces Abisay era jefe del
trío mencionado en los vv. 13–17 que formaban una clase propia, aunque no del mismo rango
elevado que los primeros “tres”. (v. 23)
23:20 Ariel. La transliteración de una palabra hebrea rara que en Ez 43:15 es traducida “fogón del
altar”. Si éste es el significado, Abisay entró en dos santuarios moabitas y destruyó sus altares.
23:39 Treinta y siete. Este total se compone de los 31 nombres enumerados en los vv. 24–38, más
los tres del primer grupo (vv. 8–12), más los tres en la segunda categoría (vv. 13–22). A Joab, el
comandante en jefe no se lo menciona. Mientras que algunos “de los hombres poderosos morían”,
otros nombres fueron agregados a la lista de honor de “los treinta.” En 1Cr 11:41–47, 16 nombres
más son agregados a la galería de la fama.
24:1 La ira del Señor. El último capítulo agregado nos presenta otro episodio de otro ejemplo de
las consecuencias del pecado similar al incidente registrado en c. 21. Una vez más, la ira del Señor se
encendió contra Israel. No se nos dice porqué en esta oportunidad la gente como un todo cayeron
bajo el juicio de Dios. Por una razón privativa de Dios, eligió un hecho pecador de David como
ocasión inmediata para un castigo nacional. Motivado por el orgullo o la codicia del poder, el rey
ordenó un censo de sus fuerzas armadas (vv. 1–9). Al darle a elegir entre distintos castigos, se decidió
por una “pestilencia de tres días” (vv. 1014). Pero porque “el Señor se arrepintió del castigo
enviado,” la plaga devastadora no alcanzó el desarrollo de su curso completo (vv. 15–18). Cuando
David construyó un altar al Señor sobre una “era”que había comprado de su dueño jebusita, el Señor
“detuvo la plaga que afligía a Israel”. (vv. 18–25)
Incitó a David. Aun cuando Dios mismo “no tienta a nadie” (Stg 1:13 y ss.), a veces crea
situaciones en las que el hombre tiene que tomar la decisión de seguir sus malos deseos o de vencer
la tentación. Es muy natural que Satanás aprovecha tales circunstancias para desviar al hombre hacia
la desobediencia. (Comp. 1Cr 21:1)
24:5 Cruzaron el Jordán. Todas las tribus de Israel desde “Dan hasta Berseba” debían ser censadas.
Comenzando desde Aroer, una ciudad de Rubén al este del Mar Muerto, los que hacían el censo se
movieron hacia el norte hasta Jazer sobre el borde de Gad, y continuaron por “Galaad” hasta “Dan”
al norte del Mar de Galilea. Al oeste del Jordán siguieron hacia el sur desde “Tiro” hasta “Sidón” por
“todas las ciudades” pobladas por remanentes de “los heveos y cananeos” (Jue 1:27; Gn 34:2) hasta
llegar a “Berseba en el Néguev”, las tierras al sur de Judá debajo del Mar Muerto.
24:9 Los Resultados. Los totales de 800.000 hombres valientes de Israel y 500.000 de Judá
presupondrían una población de cinco a seis millones en Israel. En 1Cr 21:5 los números son 300.000
más en un caso y 30.000 menos en el otro. Un número menor resulta si la palabra hebrea por mil no
se toma en su significado numérico sino denotando soldados plenamente armados a diferencia de
todos los hombres en edad militar, una distinción que copistas posteriores ya no entendían. Aparte de
esto existe la posibilidad de una transmisión defectuosa de los números mismos Operando con estas
suposiciones, se ha propuesto la siguiente computación para Israel: 80.000 hombres en edad de
conscripción más 30 hombres armados con espadas; para Judá 40.000 y 70 respectivamente. (Véase:
Introducción de Números: “Los Números…”)
24:14 Manos del Señor. Porque las otras opciones, hambre y derrota por enemigos, involucraban
la posibilidad de codicia y hostilidad humana, David prefirió sujetarse a un castigo impuesto
directamente por el Señor.
24:16 Ángel. Comp. Éx 12:23. Para el Señor se arrepintió véase nota en 1S 15:11; Gn 6:6; nota en
Éx 32:14.
24:17 Ha pecado. Este versículo explica que la mano del ángel destructor fue detenida (v. 16)
porque el Señor se dio cuenta de que el arrepentimiento de David era sincero.
24:18 Arauna el jebuseo. Antes que David tomara a Jerusalén, la ciudad era conocida como Jebus.
El nombre del residente original, quizás un hitita, tiene la escritura variante de hebreo de “Ornán” en
1Cr 21:15.
24:22 Tome. David sabía que su ofrecimiento de un obsequio no debía tomarse en serio. Vea la
adquisición de tierra de Efrón en nota de Gn 23:11.
24:24 Cincuenta monedas de plata. El texto hebreo de 1Cr 21:25 dice 600 monedas de oro, o sea
50 ciclos. Es posible que David compró los bueyes, la leña y un pequeño sitio para el altar por 50
ciclos, pero pagó una suma mayor por todo el área donde sería edificado el templo.
24:25 Altar. El libro concluye sin describir los últimos días y la muerte de David. Pero la compra
del sitio del templo y la erección de un altar en el mismo anticiparon la edificación del templo,
registrado en los primeros capítulos de 1 Reyes.
PRIMERA Y SEGUNDA
REYES
INTRODUCCIÓN
Contenido
Los hijos de Abraham, elegidos de entre los descendientes de Adán para ser los portadores de la
bendición prometida por Dios para todas las naciones (Gn), llegaron a ser “un reino de sacerdotes y
una nación santa” (Éx 19:5 y s.) cuando en el Monte de Sinaí el Señor hizo un solemne pacto con los
hasta entonces esclavos de Egipto.
Perdonándoles sus repetidos períodos de infidelidad, el Señor los llevó a la tierra prometida (Éx
hasta Dt), los asentó dentro de sus límites (Jos), y continuó abundando con su gracia cuando por sus
periódicas apostasías merecían ser abandonados en manos de sus opresores. (Jue)
Luego Dios vinculó las promesas del pacto con la casa real de David, durante cuyo reinado Israel
ascendió a alturas sin precedentes de gloria nacional. (S 1 y 2)
Los dos libros de Reyes relatan cómo Dios “arrancó a Israel de la tierra” porque persistía en
despreciar la base de su pacto: “No tendrás otros dioses delante de mí.”A la muerte del hijo de David,
Salomón, el reino se dividió en dos facciones, casi siempre enfrentados hostilmente uno contra el
otro. Cerca de dos siglos después, los asirios sojuzgaron las 10 tribus del norte (Israel), llevándose
gran número de ellos al exilio. Cerca de un siglo y medio después la mitad sureña (Judá) cayó en
poder de los conquistadores babilónicos.
A esta altura el pueblo elegido debía haberse extinguido, sepultado bajo las arenas del tiempo,
junto con sus vecinos menores e incluso sus conquistadores. Pero Dios no faltó de cumplir su pacto
con David de “establecer el trono de su reino para siempre” (2S 7:13). De la raíz de Isaí y cuando
Israel ya no tenía rey sino el césar de Roma, Dios puso en “el trono de su padre David” a aquel Hijo
de David de cuyo “reino no habrá fin”. (Lc 1:32 y s., 68 y ss.)
Propósito
Los libros de Reyes demuestran que el Señor de la historia ejecuta sus amenazas y guarda las
promesas “de su pacto santo”. La destrucción de la ciudad santa, la quema del templo y la
subyugación del pueblo elegido no eran accidentes del destino sino azotes del látigo de Dios sobre
una nación apóstata. Ya no siendo útil como instrumento de su eterno plan de salvación, Israel como
un estado político estaba descartado.
A pesar de este funesto final, los libros de los Reyes están abiertos para el futuro. Desde sus
páginas se reflejan referencias repetidas del hecho garantizado que la Palabra del Señor no vuelve
“vacía” sino que puede “cumplir lo que él” se propone (Is 55:11). “Las sagradas y seguras
bendiciones de David”, que le prometen “un reino para siempre”, no serían una excepción (Is 55:3;
2S 7; Hch 13:34). También éstas serían realizadas. Dios no dejó faltar su buena voluntad de gracia ni
el poder para que su Palabra se cumpliera, a pesar de las apariencias de que sería todo lo contrario.
(2Cr 21:7)
La liberación del rey davídico Joaquín de un encarcelamiento humillante, relatado en los últimos
cuatro versículos de 2 Reyes, es una señal de cosas mayores que vendrían. A la manera propia de
Dios y cuando su tiempo.” se había cumplido,” vendría un Hijo de David tan “altamente exaltado” que
delante de él “se doblaría toda rodilla en el cielo y en la tierra y bajo la tierra.” (Fil 2:9 y s.)
Historia profética
Los libros de los Reyes merecen un lugar en la agrupación del canon judío llamado “Los Profetas
Anteriores” (véase la Introducción de Jueces). Aunque dentro del formato de los anales, en sustancia
son una proclamación profética continuada de que el curso de la historia está determinado “según el
propósito y previo conocimiento de Dios”. (Hch 2:23)
Acontecimientos de una era de cuatro siglos son seleccionados para mención porque ilustran y
documentan el tema generalizado: Dios cumple sus convenios, sus amenazas y sus bendiciones.
El logro político no es el criterio primario para evaluar el reinado de cerca de 40 reyes. Se los
valora y se les da prominencia proporcional a base de que si hicieron “lo que era bueno (o malo) a la
vista del Señor”.
Las crisis religiosas durantes los reinados de reyes tales como Acab o Ezequías ocupan mucho
más espacio en el relato que la política exitosa de un rey como Omrí, que se granjeó reconocimiento
internacional.
Cerca de un tercio de las páginas de esta historia sermonística está dedicada a Elías y Eliseo,
siendo los reyes contemporáneos no más que un contraste para su actividad profética. (1R 17–22; 2R
1–9)
Estructura
Solamente tres hombres se destacaron en la escena de los libros de Samuel. En los primeros 11
capítulos de 1 R, el centro de atención sigue siendo una sola persona, Salomón. No obstante, el lector
se encuentra con una formación asombrosa de personajes dominantes en el resto de los libros.
Después de la muerte de Salomón 19 reyes de Israel y 12 de Judá (además de una reina) ascendieron y
descendieron del escenario. A las dificultades se agrega que algunos reyes del norte y del sur tienen
nombres iguales o similares. Esta masa de información está puesta dentro de un marco estructurado
de fórmulas introductorias y terminales para cada rey. Entre los asuntos regulares de información
suministrada están (1) la fecha de la ascensión al trono en términos de los años de regencia del rey
contemporáneo del norte o del sur respectivamente; (2) la edad del nuevo rey; (3) el tiempo del
reinado; (4) una evaluación del carácter del rey.
En Crónicas hay un relato paralelo de David y sus sucesores.
Autor
Al igual que en el caso de otros libros de “Profetas Anteriores”, el autor de los libros de los
Reyes es desconocido. La tradición rabínica que se lo atribuye a Jeremías lo recomienda por un
número de razones. No obstante, porque fue llevado a Egipto pronto después de la caída de Jerusalén
(586 a. C.), difícilmente podía haber estado en Babilonia para presenciar la liberación de Joaquín de
la prisión, que tuvo lugar en 561 a. C., el año 37 de su cautividad. (Jer 43:5 y s.; 2R 25:27–30) La
mayoría de los eruditos modernos sostienen que los libros de los Reyes fueron sometidos a por lo
menos dos redacciones o revisiones. En gran medida el producto final le debe su punto de vista
histórico a un supuesto editor, llamado el deuteronomista (véase introducción de Josué), quien
impuso su filosofía de historia en todos los libros de “Profetas Anteriores” La teoría de una autoría
múltiple y un proceso de revisiones está basada en una hipótesis sin prueba. No hay razón por qué
estos libros no pueden ser el producto de un hombre. Si vivió unos cuatros siglos después de los
acontecimientos que se describen en los primeros capítulos, el autor desconocido por cierto tenía que
extraer de crónicas existentes datos pertenecientes a eras antes de su tiempo. Tres fuentes tales, de las
que sacó datos para su propósito especial, son explícitamente citadas (1R 11:41; 14:19, etc.; 15:7, etc.).
Otros documentos estaban disponibles, tales como la sección histórica de Is 36–39 y las crónicas
mencionadas en 2Cr 9:29; 12:5; 13:22.
Cronología
Una de las características de los libros de los Reyes es un intrincado sistema de cronología
sincronizada. Cantidades de acontecimientos en cada reino están fechadas en relación con
determinados puntos del tiempo en el otro reino al igual que en los reinos de gobernantes
extranjeros. Cualquier intento de demostrar que estas fechas coinciden unas con otras —en instantes
específicos y en las sumas totales— lo debe establecer el sistema imperante de fechar sobre las que
están basadas las mismas. Una vez que los distintos métodos de computar los años de reinado, usados
en las fuentes del autor, han sido descubiertos, la mayoría de las aparentes inconsecuencias
desaparecen. Pero debemos tomar en cuenta también que en el manejo de tantos datos numéricos
algunos errores pueden haberse deslizado en el texto.
Bosquejo
2:10 Durmió con sus padres. Una locución circunstancial para los moribundos que muchas veces
puede haberse referido al entierro en una tumba ancestral, pero que también era usada de una manera
general en el sentido de unirse a los padre en la suerte común del hombre mortal. El período de vida
de David no excedió las tres veintenas más diez. (2S 5:4)
3:1 Matrimonio. Alianza. El relato del reinado de Salomón comienza con una breve revista de
algunos de sus políticas características (vv. 1 y s.). Su casamiento con una princesa egipcia quizá no
ocurrió al comienzo de su reinado. Pero es un ejemplo destacado de su práctica generalizada de
multiplicarse con mujeres extranjeras (11:1). Otra característica prominente de su carrera fue su
extenso programa de construcciones y su tolerancia de prácticas religiosas. Directa o indirectamente
todas contribuyeron para su caída, lo que explica por adelantado por qué “su corazón se había
apartado del Señor”. (11:9)
11:41 Acontecimientos de Salomón. Están en una de las numerosas fuentes desconocidas, a la cual
es remitido el lector por información que no se halla en los libros de los Reyes. (Vea Introducción,
“Estructura”)
11:42 Cuarenta años. En esta cuenta pueden estar incluidos los años durante los cuales gobernó
junto con su padre.
22:41 Josafat. Después de consagrar siete capítulos a hechos durante los reinados de Omri y Acab
(cc. 15–22) y antes de continuar con la historia de Israel (2R cc. 17), el autor intercala una breve nota
de 10 versículos acerca de un contemporáneo en el trono de Judá. Siendo el sucesor de un padre que
no titubeó en llamar a los asirios contra su rival del norte (15:16–24), Josafat “estaba en paz con el
rey de Israel” (v. 44). Esta reversión de la política resultó en algo más que en el cese de hostilidades.
Josafat lucha junto a dos reyes de Israel: con Acab contra los sirios (vv. 1–4, 29 y ss.) y con Jorán el
hijo de Acab contra los moabitas. (2R 3:4–8)
22:49 No se lo permitió. Aunque aliado con el reino del Norte, Josafat retuvo su independencia al
menos en la medida de rehusar ayuda a Ocozías en una expedición marítima. Su propósito era retener
el comercio iniciado por Salomón. (10:22, nota)
8:16 Jorán. En este período del reino dividido los gobernantes tenían el mismo nombre. En Israel
el rey Ocozías tenía a Jorán como sucesor; en Judá la secuencia fue al revés: Jorán fue sucedido por
Ocozías. La forma abreviada de Jorán es usada para los dos reinos. La historia del Jorán israelita,
comenzada en el c. 3, fue interrumpida por un extenso relato de las actividades de Eliseo (4:1–8:15).
Sin embargo, antes de reasumir el informe de este rey norteño, el autor inserta breves noticias de dos
gobernantes de Judá: Jorán (vv. 16–24) y Ocozías (vv. 25–29). Este último es introducido aquí porque
el próximo capítulo relata cómo él y su contemporáneo norteño, Jorán, fueron muertos en una
revuelta dirigida por el general israelita Jehú.
8:19 Lámpara. Comp. 1R 11:36, nota.
8:20 Sublevaron. Antes Edom fue gobernada por un regente (1R 22:47). “Zaír” posiblemente era
un pueblo en la frontera entre Edom y Judá.
8:22 Libná. Jorán también perdió el control de una ciudad en el borde del territorio filisteo 24 km.
al sur de Jerusalén donde acampó el ejército de Senaquerib tiempos más tarde. (19:8)
8:25 Ocozías. Su asociación con el rey de Israel (9:16) explica las circunstancias de su muerte, que
son descritas más tarde.
10:32–36 PÉRDIDA DE
TERRITORIOS; MUERTE DE JEHÚ
10:32 Reducir. El celo por el Señor no garantizaba automáticamente un éxito externo. Durante el
reinado de Jehú los sirios invadieron territorio israelita “desde el Jordán al este”, extendiéndose
hacia el sur hasta “Aroer” cerca del “Arnón,” un río que desemboca en el Mar Muerto a medio
camino entre su punta norte y su extremo sur. (Comp. 8:12)
12:1 Cuarenta años. Un niño rey de 7 años cuando comenzó su reinado, Joás tuvo sólo 47 cuando
“sus… ministros… lo asesinaron” (v. 21). El rey “hizo lo que agrada al SEÑOR”, hasta la muerte de
Joyadá el sacerdote, quien “le enseñaba”, también después de su niñez y juventud (2Cr 24:17s.). La
reparación del edificio del templo, finalizada por su insistencia, es ejemplo del celo de Joás por el
culto al Dios verdadero. Él colocó los impuestos religiosos regulares y las ofrendas voluntarias en
un fondo especial de construcción. Después de 23 años no había dinero en este tesoro, porque los
sacerdotes no distribuían las entradas del templo según lo ordenado. Se hacían necesarias medidas
más drásticas (vv. 4–8). De aquí en adelante los sacerdotes manejarían sólo las contribuciones para su
supervivencia: “el dinero de los sacrificios expiatorios y por la culpa.” “Comenzaron a poner en el
cofre” toda otra ofrenda traída por los donantes “al templo del SEÑOR”. Este sistema de colecta
produjo todos los fondos necesarios para la reparación. (vv. 9–16)
12:2 Toda su vida. Mejor traducción: “todo el tiempo que le dirigió el sacerdote Joyadá”. (Así RV;
vea 2Cr 24:2, 17 y s.)
12:3 Altares paganos. Reformas por otros reyes igualmente tuvieron sólo un éxito parcial. (1R
15:14; 2R 14:4)
12:4 Ofrenda sagrada. Un término general para todo el dinero apartado para fines sagrados. Entre
estas contribuciones estaba el obligatorio impuesto al templo y las contribuciones voluntarias. (Por el
desglose de impuestos vea Éx 30:11–16; por regulaciones concernientes a las ofrendas voluntarias
vea Éx 35:5; Lv 27:1–8)
12:5 Propio tesorero. (RV Familiares). Los sacerdotes deberían recolectar fondos de aquellos
fieles con quienes tenían relaciones personales. Según 2Cr 24:5 la solicitud se extendió a “toda
Israel.” Si el término familiares, que se da sólo aquí y en el v. 7, se refiere a compañeros que
oficiaban en el templo, entonces los sacerdotes también debían pedir contribuciones para el fondo de
sus asociados.
12:9 Cofre. En el tiempo de Jesús había una urna en el templo para contribuciones especiales
llamada “el tesoro” (Mt 27:6). Joyada colocó el cofre junto al altar del holocausto que estaba en un
patio fuera del templo mismo. (2Cr 24:8)
12:13 Para hacer. Al principio todo el dinero recolectado era necesario para reparar las
estructuras. Después de que éstas fueron completadas, los fondos seguían entrando “y fueron
utilizados para hacer utensilios para el templo del SEÑOR”. (2Cr. 24:14)
12:16 Sacrificios expiatorios y por la culpa. Para directivas acerca de estas ofrendas vea Lv 4:3;
5:15, nota; Nm 18:8, nota. 12:17 Gat. Para llegar a esta ciudad filistea, unos 40 km. al sudoeste de
Jerusalén, el rey sirio había atacado desde el norte “todas las fronteras”. (10:32)
12:18 Objeto consagrado. El piadoso rey Asá tuvo que recurrir a la misma salida humillante. (1R
15:18)
12:20 Lo asesinaron. Un informe más completo de la conspiración y asesinato se da en 2Cr 24:20–
26. Por Bet Millo vea Jue 9:6, 20; 2S 5:9, nota; 1R 9:15. La locación de Sila sigue desconocida.
13:1 Ascendió al trono de Israel. Antes de continuar con el reinado de Amasías, el próximo rey de
Judá (12:21; c. 14), el autor gira el relato a dos gobernantes contemporáneos en el reino del Norte:
Joacaz (vv. 19) y Joás (vv. 10–25). El primero de ellos siguió los pasos de Jeroboán (1R 12:2633),
encendiendo así “la ira del SEÑOR”, quien “los puso (a los de Israel) bajo el poder del” rey de Siria.
(v. 3)
13:5 Un libertador. Israel fue salvado de la opresión de los sirios, porque éstos tuvieron que
defender sus fronteras orientales de las incursiones de los asirios. El alivio de la presión siria fue
evidente, en particular bajo los próximos dos reyes de Israel: Joás (v. 25) y Jeroboán II. (14:27)
13:7 Diez carros. El poderío militar de Israel se había desvanecido. Según los registros asirios,
Acab fue una vez capaz de presentar en el campo de batalla un contingente de caballería de 2.000
carros.
13:1 Joás… Jeoás. Los reyes de Judá (12:1–21) y de Israel tenían el mismo nombre: Jeoás. Ambos
también son conocidos por la forma abreviada: Joás (12:19). Después de dar un breve resumen del
gobierno de Joacaz de Israel (vv. 1–3; comp. 14:15), el autor registra tres eventos que tuvieron lugar
durante la gestión de este rey: (1) una acción simbólica de Eliseo, prometiendo victoria sobre Siria
(vv. 14–19); (2) resurrección de un cadáver arrojado a la tumba de Eliseo (vv. 20 y s.); (3) rescate de
ciudades tomadas de Israel por los sirios. (vv. 2225)
13:12 Contra Amasías. El próximo capítulo registra lo que sucedió en la batalla entre dos reyes.
(14:8:14)
13:14 Cayó enfermo. Habían pasado unos 50 años desde que Eliseo había puesto en el trono a Jehú
(9:1–13). Ahora anciano y aquejado de una enfermedad terminal, tenía un mensaje más que dar. Él le
indicó a Joás que disparara una flecha “al oriente.” El vuelo de la flecha en dirección a Transjordania
ocupada por Siria y a la misma Siria simbolizaba que Israel sería capaz de quebrar la dominación de
este inveterado enemigo. Sin embargo el número de victorias de Israel fue reducido cuando el rey
golpeó el suelo con su flecha sólo tres veces en lugar de más. (vv. 14–19)
13:16 Sobre las del rey. Este gesto simbolizaba que la flecha vino a ser “¡Flecha victoriosa del
SEÑOR!” al transmitirle poder divino al rey. (Por otros actos simbólicos vea Jos 8:18, nota; 1R 22:11
nota; Jer 19:10 y s.)
13:22 Oprimió. Mejor traducción: “había oprimido.” La condición servil de Israel bajo el
predecesor de Joás es recordada en conexión con la liberación obtenida según la promesa dada en el
v. 19.
13:24 Ben Adad. Comp. 1R 15:18, nota; 20:1, nota.
14:1 Hijo de Joás. Este capítulo reasume la historia del reino del sur que finalizó en 12:21 con la
nota de que Amasías sucedió a su asesinado padre Joás. El nuevo rey, por exceptuar a los hijos de los
asesinos de Joás del castigo, es citado como ejemplo de querer hacer lo recto. En la guerra contra
Edom demostró su habilidad de conducir las fuerzas de Judá a la victoria (vv. 1–7). Pero sobrestimó
su destreza cuando lanzó un insensato y arriesgado desafío al rey de Israel, quien lo aplastó como
bestias salvajes pisotean un cardo (vv. 8–14). Al parecer esta desastrosa derrota encolerizó a sus
súbditos que tramaron “una conspiración contra él” y “lo mataron”. (vv. 15–22)
14:6 Ley de Moisés. Vea Dt 24:16; también Ez 18:4, 20.
14:7 Edomitas. Se “sublevaron contra Judá” unos 50 años antes durante el tiempo de Jorán de Judá
(8:20–22). Al derrotarlos Amasías abrió las rutas de comercio al sur de “Elat” en el golfo de Acaba
(v. 22; por el uso de Salomón de este puerto vea 1R 9:26–28). El valle de la Sal era una región
pantanosa al sur del Mar Muerto. Sela, que significa “roca”, fue conocida más tarde por el nombre
griego “Petra”. Joctel, que significa probablemente “conquistada por Dios”, mantiene el uso de su
nombre hasta este día, esto es: al tiempo cuando fue escrito el informe de la campaña edomita, citada
por el autor de Reyes.
14:8 Enfrentemos. Un desafío para un combate cara a cara.
14:9 Un cardo. Una parábola similar fue contada por Jotán (Jue 9:8–15).
14:11 Bet Semes. Localizada cerca de 24 km. al oeste de Jerusalén.
14:13 Puerta de Efraín. Una puerta del lado norte en la ruta a Efraín . La puerta de la Esquina
estaba en la esquina noroeste de la muralla de la ciudad.
14:19 Laquis. Cerca de 56 km. al sudoeste de Jerusalén.
14:21 Azarías. Aunque Amasías y su padre fueron víctimas del asesinato, la dinastía de David
continuaba. En el reino del Norte los regicidas establecían nuevas casas reinantes.
14:25 Restableció las fronteras. El autor sólo usa siete versículos (vv. 23–29) para el largo y
políticamente destacado reinado de Jeroboán II (vea Introducción, “Historia Profética”). Durante su
reinado tanto Siria como Asiria eran demasiado débiles como para impedir la extensión de su
dominio al norte hasta la entrada de Jamat (1R 8:65, nota) y al sur hasta el mar del Arabá, esto es: el
Mar Muerto. La prosperidad que siguió a esta expansión trajo degeneración moral, males sociales y
corrupción religiosa y a su vez llevó a los profeta Amós y Oseas a hacer vehementes denuncias y
amenazas de horribles castigo. (ej. Am 2:6–8; Os 4:1 y s.)
14:25 Jonás. La situación internacional que posibilitó el aumento de poder de Jeroboán no era un
accidente de la historia. El Señor de las naciones lo hizo conocer anticipadamente a través del mismo
profeta que escogió para llevar un mensaje de arrepentimiento a los asirios (Jon 1:1). Gat Jefer era
un pequeño pueblo al norte de Nazaret.
15:1 Azarías. Al largo reinado del próximo rey de Judá (52 años), también llama-do Uzías (vv. 13,
30, 34), no le es concedido más lugar que a su contemporáneo Jeroboán en Israel (14:23–29). En su
caso tam-poco hay un informe de su actividad política y militar, aunque extendió las fronteras de Judá
de modo que el territorio de los dos reinos en este tiempo se acercaba en tamaño al imperio de David.
(14:22; 2Cr 26:615)
15:5 Con lepra. El informe en 2Cr 26:16 y ss. afirma que el SEÑOR le cubrió con esta enfermedad
porque él usurpó la función sacerdotal al ofrecer el incienso en el templo.
15:8 En Samaria. Los próximos 25 versículos (vv. 8–31) cubren 22 años de historia israelita.
Durante estas dos turbulentas décadas, siguiendo al vigoroso reinado de Jeroboán II, no menos de
cinco reyes reclamaron el trono. Uno se mantuvo sólo un mes; tres fueron asesinados; sólo uno
sucedió a su padre.
15:10 Lo mató. Zacarías fue el último descendiente de Jehú, cumpliéndose la palabra del Señor de
que los hijos de éste último estarían sobre el trono de Israel hasta “la cuarta generación” (v. 13;
10:30) Para Ibleam vea 9:27, nota.
15:13 Un mes. Salún el asesino de Zacarías fue abatido por otro conspirador, Menajem, quien
combatió toda resistencia con las más bárbaras atrocidades. (v. 16; Os 13:16; Am 1:13)
15:16 Tifsa. Adjudicada a Efraín (Jos 17:8), esta ciudad está situada a unos 24 km. al sur de Tirsá,
para la cual vea 1R 14:17, nota.
15:19 Tiglat Piléser. (Pul) El rey asirio Tiglat Piléser (29), conocido en Babilonia como Pul,
reinó desde 745–728 a. C. Con su ayuda Menajem fue capaz de mantenerse en el trono, poniendo fin a
la sangrienta rivalidad por el trono. Seis años después de la muerte de Pul el ejército asirio capturaría
a Samaria y daría fin a la independencia israelita.
15:20 Medio kilo. A fin de poder cumplir con la exigencia de “treinta y tres mil kilos de plata”,
más de 50.000 ricos tuvieron que contribuir con el equivalente a 30 dólares. Esta prosperidad general
pronto terminó.
15:23 Dos años. Conspiraciones e intrigas continuaron en el reino del Norte. Después de ocupar el
trono por sólo 2 años, Pecajías perdió su vida en otra asonada militar. Pecaj, “su oficial” quien
conspiró contra él, a su vez fue abatido por Oseas (v. 30), el último de los reyes israelitas.
15:25 Torre del palacio. En esta parte del palacio del rey, Zimri, un anterior pretendiente al trono,
tuvo también una muerte violenta. (1R 16:18)
15:27 Veinte años. La cronología de este período presenta problemas particularmente serios. Un
modo sugerido para sincronizar los dos reinos, es asumir que los datos contienen graves errores de
copistas; todo esto se produce por aumentar los números en 10. Se cree que el texto original decía 10
en lugar de 20 en este versículo; 7 en lugar de 17 y 6 en lugar de 16 en 16:1–2; 5 en lugar de 25 en
18:2.
15:29 Conquistó. Pecaj y Rezín, su alia-do sirio, cuyo país era un Estado entre Israel y Asiria,
trataron de detener las conquistas de Tiglat Piléser forzando a Judá a la alianza contra el enemigo
común. Debido a esta maniobra, mencionada brevemente en el v. 37 y luego explicada en 16:5 y ss.,
Tiglat Piléser invadió ciudades y territorios israelitas a ambos lados del Jordán. Sólo Samaria y la
zona adyacente retuvieron una especie de independencia bajo Oseas, el próximo rey israelita, quien,
sin embargo, gobernó sólo por la gracia del dominador asirio (17:3). La deportación de los
habitantes de los territorios invadidos, iniciada por Tiglat Piléser, tenía el fin de romper la resistencia
al conquistador.
15:32 Jotán. Antes de continuar la historia de Oseas y el fin de Israel (c. 17), el autor reasume el
informe de los reyes de Judá allí donde lo había dejado a principio del capítulo (vv. 1–7). A Jotán, el
primero de ellos, se le dedica la misma clase de informe breve que es dada a todos los reyes
mencionados en este capítulo. (vv. 32–38)
15:35 Reconstruyó. La puerta que reparó puede ser la citada en 11:19 ó en Jer 20:2.
15:37 Comenzó a enviar. Durante el reinado de Jotán comenzó a aumentar la presión sobre Judá
por la coalición norteña; su pleno efecto se mostró en los días de su hijo Acaz. (16:5 y ss.)
16:2 Reyes de Israel. El informe no deja dudas acerca de que Acaz emuló a los reyes del norte en
maldad. Él no sólo se entregó a todas “las prácticas abominables” del culto cananeo a Baal (vv. 1–4)
sino, después de recibir ayuda de Tiglat Piléser en su lucha contra los reyes de Israel y Siria (vv. 5–9),
hizo construir un altar asirio en el templo de Jerusalén. (vv. 10–18)
16:3 Sacrificó en el fuego a su hijo. Lit. “hizo pasar por el fuego a su hijo” esto es: como una
ofrenda al ídolo (RV). En el relato paralelo (2Cr 28:3) se usa el verbo hebreo “quemar”; así también
en el informe del sacrificio humano por el rey de Edom (17:31). El nieto de Acaz, Manasés,
igualmente “sacrificó en el fuego a su propio hijo” (21:6). Moisés les advirtió a los israelitas que no
adopten la práctica cananea, quienes “queman a sus hijos e hijas en el fuego como sacrificios a sus
dioses.” (Dt 12:31; Jer 7:31; 19:4 y s.; Ez 16:20; 20:31)
16:5 Hacerle guerra. Vea 15:29 por la razón de esta así llamada guerra sirio efraimita, que
también fue la ocasión para la profecía del Emanuel. (Is 7)
16:6 Edom. Así lo da la Septuaginta en lugar de Siria. Las palabras hebreas para Edom y Aram
(Siria), que originalmente no tenían vocales, están compuestas de consonantes que son muy similares.
Para otra posible confusión en el texto vea 3:26 nota. Antes, Uzías había vencido a los edomitas; Elat,
la sureña ciudad portuaria había sido ocupada por Amasías. (14:7, nota, v. 11)
16:10 Damasco. Siria y su capital Damasco estaban en el camino del conquistador hacia Palestina.
Tiglat Piléser por ello “lanzó un ataque contra Damasco y conquistó la ciudad” antes de invadir a
Israel (15:29 nota). Él llevó cautivo a los sirios a “Quir”, probablemente una ciudad a orillas de
Eufrates donde habían residido antes de migrar más al norte y este (Am 9:7). Diez años más tarde la
capital de Samaria sufriría la misma suerte de manos de los asirios.
Plano del altar. Acaz manifestó una vil sumisión a Tiglat Piléser al darle al culto del ídolo asirio
un lugar en el templo de Jerusalén. “El altar de bronce,” construido por Salomón (1R 8:64), perdió su
lugar de prominencia ante la réplica del “gran altar” del dios asirio Asur, cuyo culto el conquistador
ya había establecido en la ex capital de Siria. (14 y s.)
16:15 Usaré yo. Es posible que el rey apóstata fuera tan lejos, en su profanación del altar de
bronce, que lo usó para examinar las entrañas de los animales sacrificados para averiguar la buena o
mala suerte, un modo de adivinación usado también por el rey de Babilonia. (Ez 21:21)
16:18 Quitó. No es clara la causa de estos cambios estructurales en el templo, “por deferencia al
rey de Asiria”, esto es, como un favor a él.
17:1 Nueve años. El fin del breve reinado de Oseas también marca la caída de Samaria y la
disolución del reino norteño. La breve descripción de los hechos que condujeron a esta catástrofe (vv.
1–6), es seguida por una extensa revisión de la razón por qué esta calamidad vino sobre Israel. Desde
el tiempo en que Dios sacó a su pueblo escogido de Egipto, ellos “rechazaron los decretos y
advertencias… y el pacto”, “provocando así su ira”. El Señor fue muy paciente con sus hijos
apóstatas. “No hicieron caso” cuando una y otra vez él los llamó al arrepentimiento. Finalmente la
medida de sus iniquidades estuvo llena. “Se enojó mucho con Israel y lo arrojó de su presencia,”
como había dicho por todos sus “siervos los profetas”. (7:23)
17:3 Salmanasar. Según los registros asirios, la conspiración de Oseas contra Pecaj tuvo éxito
porque aceptó el apoyo de Tiglat Piléser (15:29). Cuando el hijo de este último, Salmanasar llegó al
trono, el rey títere de Israel no permaneció por mucho tiempo un vasallo que pagaba tributo.
Engañado por una promesa de ayuda desde Egipto, que nunca llegó, sacudió el yugo asirio.
Salmanasar no perdió el tiempo para poner fin a la insurrección. Ignorando las tardías promesas de
lealtad, “lo metió en la cárcel,” capturó a Samaria después de un sitio de 3 años, y “deportó a los
israelitas a Asiria”.
17:4 So. El referido rey no puede ser armonizado con seguridad con un faraón conocido por ese
nombre en los registros egipcios. Si So es una transliteración del sustantivo común egipcio que
significa visir, la oración dice: “Éste había enviado emisarios al visir del rey de Egipto.”
17:6 Rey de Asiria. En los anales de Salmanasar sucesor de Sargón (722–705 a. C.) él se da crédito
por destruir a Samaria. Alega haber tomado 27.280 prisioneros al exilio; no cabe duda de que era el
nivel social superior. Los asentó en Jalaj, un lugar no identificado; en Gozán, una ciudad sobre el río
Jabor, que desembocaba en el Éufrates medio, y en la ciudad de los medos al sur del Mar Caspio.
Aquí las así llamadas “Tribus perdidas” fueron despojadas de su identidad nacional. La mayoría de
ellas fue integrada a la población de los nuevos hogares.
17:7 Esto sucedió. La desaparición del reino del Norte y la posterior caída de Jerusalén (vv. 19 y
s.) fue el resultado de que Dios dirige la historia mundial. La orgullosa y cruel Asiria, ignorando que
servía a su propósito, fue su instrumento, la vara de su ira sobre un pueblo que no quería guardar su
pacto. (Is 10:5 y ss.)
17:10 Aserá. Comp. Gn 28:28, nota: 1R 14:23 y s.
17:16 Astros del cielo. Divinidades astrales; su culto estaba prohibido Dt 4:19 nota, 17:3.
17:22 Los pecados de Jeroboán. Comp. 1R 14:16, nota.
17:23 Hasta el día de hoy. El tiempo en que fue escrito el informe del cual el autor de Reyes
extrajo su relato. Así en los vv. 34, 41.
20:12 En aquel tiempo. Como en el caso de la enfermedad y curación de Ezequías (vv. 1–7), su
recepción de la embajada babilónica no es dada con una fecha exacta. Siendo que este incidente
sucedió después de que Ezequías estuvo enfermo, sin lugar a duda precedió a la invasión de los
asirios (c. 17 y s.). En aquel tiempo Ezequías no había vaciado “los tesoros del palacio real” de su
plata y oro (18:15). La recuperación de la enfermedad de Ezequías fue sólo una cortina diplomática
para el propósito verdadero de la misión. Los enviados babilonios vinieron para conseguir apoyo en
el oeste para un movimiento de resistencia contra la dominación asiria. Ezequías mostró los recursos
con los que podría contribuir en un intento conjunto para librarse del yugo asirio (vv. 12–15). Isaías
censuró el orgullo del rey basado en su propia fuerza y su confianza en una alianza foránea. La
invasión de Senaquerib le enseñaría pronto al engreído rey lo fútil de su alarde. Irónicamente, la
misma nación unida en la alianza se llevaría algún día los tesoros y habitantes de Jerusalén a su tierra
de Babilonia. (vv. 16–19)
20:18 Eunucos. Es la palabra hebrea que se traduce con “oficial” en Gn 37:36; 1R 22:9; 2R 8:6. En
algunos casos éstos eran hombres castrados. (2R 9:32; Est 2:3; Is 56:3)
20:19 El mensaje… es bueno. Ezequías parece haber estado agradecido porque la amenaza del
exilio no se llevaría a cabo durante su vida. Tal vez hasta esperaba que si Dios posponía este desastre,
podría ser movido a alejarlo totalmente si la próxima generación se arrepintiera verdaderamente.
20:20 El acueducto. En el resumen del reinado de Ezequías se hace mención especial del túnel que
hizo a través de la roca sólida desde las Fuentes de la Virgen o Fuentes de Gijón fuera de Jerusalén
hasta el estanque de Siloé dentro de las murallas de la ciudad. Más de 560 m. de largo, esta asombrosa
obra de ingeniería fue descubierta hace cerca de un siglo. En sus paredes había una inscripción
relatando su construcción.
21:2 Hizo lo que ofende. Ezequías había esperado en vano por un sucesor que con una devoción de
todo corazón a Dios pudiera salvar a Jerusalén de la maldición pronunciada sobre ella por Isaías
(20:1619). El gobierno de 55 años de su hijo fue más largo y más perverso que el de cualquier otro
rey de Judá. Lo que él y el pueblo hicieron fue peor que las repugnantes ceremonias de las naciones
que el Señor había expulsado delante de los israelitas (vv. 1–9). A través de “sus siervos los profetas”
Dios anunció que Jerusalén merecía plenamente el destino del reino del Norte (vv. 10–15). No
obstante, un poco más de medio siglo transcurrió antes de que el juicio divino hundiera la ciudad.
(2Cr 33:10–13)
21:3 Reconstruyó. “Las abominables prácticas” de Manasés recorrieron toda la gama desde
baalizar el culto al Señor en los lugares altos a la descocada adopción de los ídolos de la fertilidad de
Canaan y la veneración de los astros del cielo, importada por los asirios. Acerca de lugares altos vea
Dt 12:2, 5, nota; acerca de Aserá, Gn 28:18, nota; acerca de astros del cielo, 2R 17:16, nota.
21:6 Sacrificó en el fuego a su propio hijo. Comp. 16:3, nota; acerca de adivinas, 1S 28:3, nota.
21:7 Habitar para siempre. Comp. 1R 8:29; Dt 12:5, nota.
21:11 Amorreos. El nombre de cierto grupo nacional de moradores pre-israelita de la Tierra
Prometida, que en ocasiones es usado como término general para todos los diversos grupos étnicos
de Canaán. (Gn 15:16, 21, nota)
21:13 El mismo cordel… la misma plomada. Instrumentos usados para erigir edificios según las
especificaciones ya determinadas. Judá descubrirá que su destino se corresponde, según medición
exacta, con las palabras pronunciadas aquí (24:3 y s.). El fin de la dinastía de Acab y la destrucción de
Samaria fueron ejemplos de advertencia, de que la condenación de la apostasía por el Señor no debe
ser ignorada.
21:16 Tanta sangre inocente. Al igual que Jezabel él persiguió a los profetas; como Acab recurrió
al asesinato jurídico toda vez que un Nabot se cruzara en su camino. (1R 18:4; 21)
21:19 Dos años. Amón continuó con la política de su padre. Después de reinar sólo dos años fue
asesinado. Sin embargo, sus “ministros” o cortesanos no tuvieron éxito en apoderarse del trono. “El
pueblo” (11:20, nota) mató a los conspiradores y perpetuó la casa de David “proclamando rey a su
hijo Josías.” Los hechos del nuevo rey llenan los próximos dos capítulos.
21:26 Jardín de Uza. Por alguna razón, Amón y su padre no fueron sepultados en “la ciudad de
David” con sus predecesores sino en una tumba privada no identificada. (12:21; 14:20, etc.)
22:1 Josías. Durante los años de su infancia el niño rey de 8 años evidentemente estuvo bajo la
tutela de ancianos como Jilquías, el sumo sacerdote quien le enseñaba lo “que es recto a los ojos del
Señor” (para un caso paralelo vea 11:21; 12:2) Durante su reinado de tres décadas Josías promocionó
vigorosamente el retorno nacional a la fidelidad del pacto (22:323:25). A la edad de 20 ordenó que se
hicieran reparaciones con el dinero que “el pueblo había llevado” (vv. 3–7). Al ser puesta en marcha
la operación, se descubrió un libro. El sumo sacerdote lo reconoció como “el libro de la ley” (vv. 8–
10). Aterrorizado por su condenación a la prevaleciente apostasía (vv. 11–13), el rey envió una
delegación a la profetiza Huldá, pidiéndole que “consultara al Señor” cómo “todas las palabras del
libro” se aplicaban a él y a toda la nación (vv. 14–20). Cómo reaccionó a sus palabras se relata en el
próximo capítulo.
22:3 El año dieciocho. 2Cr 34:3 y ss. afirma que Josías comenzó su reforma 10 años antes que
emprendiera la reparación del templo. En este proyecto siguió los procedimientos adoptados dos
siglos antes por Joás, que de modo similar llegó al trono a una edad temprana. (12:10 y ss.)
22:8 Libro de la ley. El libro o rollo contenía “ la ley,” un definido cuerpo de legislación de
indiscutible autoridad. Sus enseñanzas existían en forma escrita y eran conocidas como “el libro de la
ley de Moisés”. (14:6; vea también Jos 1:8; 8:34) Una copia sobrevivió a la persecución religiosa de
Manasés (55 años) y de Amón (2 años). Es posible que estuviera escondida en el fondo del arca del
tesoro como 2Cr 34:14 parece indicar. Porque el rey pudo leer “todo lo que está escrito en el libro”
en una asamblea del pueblo (23:2), el rollo descubierto puede no haber contenido todos los escritos
de Moisés sino sólo una parte conocida como Deuteronomio. (Vea Deuteronomio, Introducción,
“Autor”)
22:13 Ira del Señor. “Lo que dice este libro” que amenaza con “voy a enviar desgracia sobre” una
ciudad y nación apóstata (v. 16) estaba claramente resumido en pasajes tales como Dt 28:7 y ss.; 31:16
y ss.; Lv 26:14 y ss.
22:14 Huldá. El título profetiza se le confiere también a Miriam, hermana de Moisés (Éx 15:20), a
Débora (Jue 4:4), a una mujer llamada Noadías (Neh 6:14), a la mujer de Isaías (Is 8:3), y a Ana (Lc
2:36). Huldá vivía en un sector de Jerusalén llamado el “barrio nuevo”. No se da ninguna razón por
qué no se consultó a Jeremías, quien comenzó su ministerio en el año décimotercero de Josías. (Jer
1:2)
22:20 En paz. Sin cuestionar la validez del libro o inquirir acerca de su origen, Huldá reveló su
veredicto de que la ira de Dios contra el pueblo “no sería apagada.” Sin lugar a duda la reforma
legislativa de Josías se encontró con resentimiento y complacencia sólo exterior que a la larga dejó
sin tocar el corazón y alma del pueblo. Sin embargo, debido a la sinceridad del arrepentimiento del
rey, Jerusalén quedaría intacta durante su vida aunque él mismo moriría en una batalla. (23:30)
23:1 El rey mandó. En la esperanza de que la destrucción de Jerusalén, predicha por la profetiza,
aún podría ser evitada si él y el pueblo cumplieran con “el libro de la ley,” Josías (1) “se
comprometió a seguir al SEÑOR”. (vv. 1–3); (2) limpió el templo y sus alrededores de altares,
imágenes y atavíos de idolatría (vv. 4–14); (3) destruyó los falsos altares en Betel y “todos los
santuarios de los lugares altos” (vv. 15–20); (4) revivió la celebración de la fiesta de Pascua (vv. 21–
23); (5) ordenó al pueblo a abolir las prácticas supersticiosas. (vv. 24 y s.)
23:3 La columna. Comp. 11:14, nota.
Este pacto. En una ceremonia solemne Josías y el pueblo se comprometieron “a seguir las
palabras del pacto que están escritas en este libro”. Para renovaciones similares del pacto que Dios
hizo con Israel en el monte Sinaí, véase notas Dt 5:2; 26:16; y Jos 24:1, 25, notas.
23:4 Ordenó a Jilquías. Todas las acciones emprendidas por Jilquías para limpiar el templo y la
tierra de falsas adoraciones están enumeradas en la sección siguiente (vv. 4–14). Algunas de éstas
antecedieron al encuentro del libro de la ley (2Cr 34:3–7). Asignó la supervisión de las operaciones
al sumo sacerdote, a los de segundo rango y por lo tanto a los que le seguían en rango (25:18), y a
los que vigilaban la administración, más luego identificados como levitas en 2Cr 34:9. Para Asera
véase nota Gn 28:18.; 1R 14:24 nota: para huestes del cielo, 2R 17:16, nota. Betel era el sitio del altar
ilegítimo de Jeroboán. (v. 15)
23:5 Sacerdotes-idólatras. Una sola palabra en hebreo, este término para oficiantes de adoración
idolátrica ocurre solamente aquí y en Os 10:5; Sof 1:4. Se los diferencia de “ los sacerdotes de los
lugares altos” (v. 9) que profesaban adorar al SEÑOR pero en santuarios fuera del templo de
Jerusalén.
Astros del cielo. Posiblemente los signos del zodíaco. La palabra hebrea ocurre otra vez en una
forma ligeramente diferente en Job 38:32, donde otras traducciones transliteran “Mazzaroth”. En
nuestra era científica moderna los horóscopos aumentan en popularidad.
23:7 Prostitutas del culto masculino. Comp. 1R 14:24, nota.
23:8 Gueba hasta Berseba. Territorio de Judá extendido desde Gueba, unos pocos kilómetros al
norte de Jerusalén (1R 15:21, nota) hasta Berseba. Para la expresión “desde Dan hasta Berseba” véase
Jue 20:1, nota.
23:9 Comidas sagradas. Aunque les estaba prohibido oficiar junto al altar, estos sacerdotes
populares no obstante no tenían que buscarse una ocupación secular, sino que les estaba permitido
participar de los emolumentos de sus hermanos, los hijos leales de Aarón. (Nm 18:8–20)
23:10 Tofet. Un lugar donde se sacrificaban niños por el fuego a Moloc, la palabra hebrea para rey
(meléc) provista con las vocales de la palabra vergüenza (boset; véase Jer 7:32. Quizás Tofet
representa una vocalización similar para una palabra que significa hoguera. Del hebreo para “valle
de Jinom” (ge-hinnom) proviene la palabra del N. T. “Gehenna del fuego”. (Vea Mt 5:22, nota)
23:11 Caballos… Carros. Equipo dedicado al dios del sol para su viaje a través del cielo. La
habitación del eunuco y el recinto se desconocen.
23:12 Acaz… Manasés. Comp. 21:1–5.
23:13 Colina de la corrupción Aparentemente una referencia a una parte del monte de los Olivos.
Para Astarté véase nota en Jue 2:13.
23:16 La palabra del SEÑOR. Comp. nota 1R 13:2.
23:18 Profeta de Samaria. Comp. 1R 13:31 y s.
23:21 La Pascua. Para un relato más detallado de esta celebración véase 2Cr 35:1–19.
23:24 Adivinos… Hechiceros. Comp. nota en 28:3. Para cosas detestables vea nota en Gn 31:19.
23:26 No se tornaron. Las provocaciones de la gran ira de Dios estaban tan arraigadas en la gente
que los decretos oficiales de Josías no produjeron una reforma popular.
23:2 Necao. Josías fue capaz de llevar a cabo sus reformas aun en el anterior reino del norte
porque por algún tiempo Asiria había perdido el dominio sobre Palestina. En 612 a. C. su capital
Nínive fue destruida por los babilonios y los medos. En la consecuente disputa por el gobierno del
mundo, el faraón Necao (609–594 a. C.) marchó por el medio de Palestina para unirse a fuerzas
asirias sobrevivientes contra el poder creciente de Babilonia. El ejército aliado fue derrotado en
Carquemis sobre el Éufrates superior en 605 a. C. En un intento de bloquear el avance egipcio por
Palestina, Josías se opuso a Necao en Meguido, uno de los pasajes más estratégicos por las laderas
del Carmel (Jue 4:7, nota; 1R 9:15, nota; 2R 9:27). Josías perdió la vida en esta batalla.
23:30 Su cadáver en un carro. Tener éxito en emprendimientos mundanos no era un asunto
corriente en la vida de Josías, aun cuando en sus esfuerzos para reformar a la gente “no había un rey
como él”. (25; 18:5 y s.)
23:33 En Riblá. Después de matar a Josías, Necao avanzó hacia el norte más allá de Tiro y Sidón
hacia Riblá sobre el río Orontes en el territorio de Jamat. Aquí en la posterior base de operaciones de
Nabucodonosor (25:6) el faraón destituyó a Joacaz, hijo de Josías, llamado también Salún (Jer. 22:11)
y lo encarceló. No hay dudas de que Necao temía que “la gente del territorio” lo habían hecho rey
porque seguiría la política anti-egipcia de su padre.
23:34 Eliaquín. Necao cambió el nombre de su designado para el trono a los efectos de
impresionar a su vasallo con su autoridad. Por una actitud similar véase 24:17. El vencedor también
exigió tributo que el rey títere pagaba “al establecer un impuesto sobre el país”. (11:20, nota)
23:36 Veinticinco años. No se da ninguna razón por qué la gente eligió a Joacaz, que era dos años
menor que su hermano (v. 31). Jeremías describe con mayor detalle el mal que Joacim hizo a los ojos
del SEÑOR. (Jer. 7:16–18; 22:18 y ss.; 25; 26)
24:1 Nabucodonosor. El dominio que Necao ejerció sobre Palestina fue breve. Después de
derrotarlo en Carquemis, Nabucodonosor lo persiguió hasta los límites de Egipto. Joacim no tuvo
otra alternativa que someterse al nuevo conquistador del mundo. Al regresar a Babilonia,
Nabucodonosor se llevó consigo un grupo de rehenes constituido por miembros “de la familia real y
de la nobleza”. Entre éstos estaba Daniel y sus socios (Dn 1:1 y ss.). Cuando después de tres años los
babilonios sufrieron serios reveses en una batalla con Necao, Joacim se rebeló. Su confianza en
Egipto ya no tenía garantía (v. 7) Quince años más tarde Nabucodonosor arrasó a Jerusalén
completamente.
24:2 Envió contra él. Nabucodonosor no estaba, desde ya, en condiciones de enfrentar
personalmente y con toda su fuerza a la rebelión. De modo que esta vez el SEÑOR envió contra
Joacim a los caldeos, o sea, babilonios, tropas de ocupación estacionadas en las vecinas Siria, Moab
y Amón. Bandas de guerrilleros de estas regiones se les unieron para hostigar el territorio de Judea.
24:8 Joaquín. Tres años después de la fugaz revuelta de Joacim, Nabucodonosor estaba en
condiciones de armar un ataque en gran escala contra Jerusalén. Entre tanto Joacim, de sólo 36 años
(vv. 23–36) había muerto o fue asesinado. Su hijo de 18 años también llamado Jeconías y Conías (1Cr
3:16; Jer.22:24), aguantó sólo tres meses. En el año 597 a. C. se “rindió al rey de Babilonia,” que lo
llevó “cautivo desde Jerusalén a Babilonia”. Nabucodonosor lo deportó con su familia real, los
funcionarios del palacio y un gran segmento de la población, dejando atrás sólo “a la gente más
pobre.” Entre estos cautivos estaba el profeta Ezequiel (Ez 1:2 y s.) El conquistador también se llevó
muchos objetos saqueados del templo y de la ciudad. En lugar del destituido Joaquín hizo rey al
tercer hijo de Josías, cambiando su nombre de Matanías a Sedequías. (v. 17)
25:2 Estuvo sitiada. Una década después de la primera captura de la ciudad (24:10) “la ira del
SEÑOR” irrumpió sobre Jerusalén y Judá con desenfrenada vehemencia. El profeta Jeremías instó al
rey a cumplir su solemne promesa de lealtad hacia el supremo señor babilónico (Jer 27). No obstante,
el Sedequías de carácter débil se inclinó hacia un grupo de la ciudad que lo presionó a que apoyara la
rebelión. La esperada ayuda desde Egipto fue una desilusión (Jer 37:5–11; Ez 17:15 y ss.). La
paciencia de Nabucodonosor también había llegado a su fin. Dirigió entonces el sitio de Jerusalén
desde su cuartel general en Riblá (comp. 23:33, nota). Después de un año y medio más o menos la
fortificación de la ciudad comenzó a ceder. Sedequías y sus hombres trataron en vano de escapar
hacia el valle del Jordán, llamado “el Arabá”. Un castigo cruel le esperaba al rey capturado. Por
orden de Nabucodonosor “ante sus propios ojos degollaron a sus (dos) hijos y después le sacaron los
ojos (a él), lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia”. (vv. 1–7)
25:4 Por la puerta. Ya no se la puede identificar; esta puerta parece haber estado del lado este de la
ciudad.
25:8 Nabuzaradán. En el año 587 a. C., un mes después que “se abrió una brecha en el muro” (v.
4), el general de Nabucodonosor llevó a cabo sus órdenes de reducir a escombros al templo, los
muros y otras estructuras de la ciudad. “Deportó al exilio” a casi toda la gente que había quedado en
la ciudad (vv. 8–12). Grandes cantidades de bronce, plata y oro, rescatadas del mobiliario y los
utensilios del templo, fueron enviadas a Babilonia como botín de guerra. (vv. 13–17)
25:13 Columnas de bronce. Las dos grandes columnas, llamadas Jaquín y Boaz, que Salomón hizo
levantar a la entrada del templo, también se las llevaron. (1R 7:15–22)
25:21 Hizo ejecutar. Nabucodonosor no sólo desahogó su furia sobre el rey y sus hijos; también
ejecutó a los guías espirituales, los funcionarios políticos y “sesenta ciudadanos de la ciudad”. Estos
últimos eran los ciudadanos más prominentes que tenían una influencia considerable en cuestiones
del estado. (Comp. 11:20, nota)
Fue desterrado. Otras naciones que sufrieron la suerte de Israel y Judá fueron extinguidas. Incluso
los captores de Samaria y Jerusalén, Asiria y Babilonia, desaparecieron bajo las arenas del tiempo.
No obstante, Dios no permitió que las ruinas de Jerusalén y la cautividad babilónica llegaran a ser la
tumba de su pueblo elegido. Humanamente hablando, sus esperanzas de revivir estaban tan muertas
como los esqueletos secos en la visión de Ezequiel (Ez 37:1–14). Pero Dios quedó fiel a la pro-mesa
de su pacto de bendecir a todas la naciones por la simiente de Abraham (Gn 12:3). Por su “aliento de
vida” (Gn 2:7) resucitó el cuerpo nacional de su tumba babilónica. Revivido Israel, retuvo su
identidad para que el Hijo de David pudiera decir: “la salvación viene de los judíos”. (Jn 4:22)
25:22 Guedalías. Judá estaba ahora reducida a una provincia de Babilonia. El padre del
gobernador, Ajicán, había ido a rescatar a Jeremías de la violencia de una turba cuando el profeta los
urgía a someterse a los babilonios (Jer 26:24). No hay dudas de que Nabucodonosor confió la
gobernación al hijo con la esperanza de que él también apoyaría la no resistencia. Para un relato más
completo de la administración desafortunada de padre e hijo véase Jer 40–41.
25:23 Mizpa. Guedalías estableció su cuartel general a algunos km. al norte de la destruida
Jerusalén en una ciudad que un rey anterior de Judá había fortificado (1R 15:21, nota). Aquí el
gobernador se encontró con los capitanes de las fuerzas que habían eludido el sitio de Jerusalén.
25:24 Oficiales. Lit. “servidores”, sin duda funcionarios al comando de la guarnición de
Babilonia.
25:25 Ismael. Este miembro fanático de la familia real actuó por instigación del rey vecino Amón,
adonde había huído durante el sitio y la caída de Jerusalén. (Jer 40:13 y s.)
25:26 A Egipto. Temiendo que que no estaban seguros en ninguna parte de Palestina del temible
brazo extendido de Nabucodonosor, huyeron a Egipto llevándose con ellos a Jeremías (52:30). Cinco
años más tarde el rey de Babilonia exiló a otro contingente de Jerusalén, posiblemente como
represalia por la traición de Ismael, o en anticipación de otro incidente similar.
25:27 Evil Merodac. El hebraizado nombre del hijo de Nabucodonosor Amel Marduc. Joaquín
había estado en prisión durante 37 años, desde 597 a. C. cuando se “entregó al rey de Babilonia”
(24:12). Como una profecía de un futuro más brillante, el relato de los reyes termina con el
reconocimiento de realeza acordado a un descendiente dinástico de David. El nieto de Joaquín fue
Sorobabel, quien con Jesuá el sacerdote “levantó un altar al Dios de Israel” en Jerusalén para los
repatriados del exilio de Babilonia. (Ez 3)
PRIMERA Y SEGUNDA
CRÓNICAS
INTRODUCCIÓN
Contenido
En los libros que anteceden a las Crónicas hay una progresión histórica desde la creación y la
edad de los patriarcas hasta la formación del pueblo elegido (Gn-Dt); desde la ocupación de la tierra
prometida por Israel hasta el período turbulento de los jueces (Jos, Jue, Rut); desde los días de gloria
de David y Salomón hasta la caída de Jerusalén y la cautividad babilónica (1 y 2 S; 1 y 2 R)
Puede ser sorprendente saber que los dos libros de Crónicas atraviesan el mismo milenio del
pasado. La historia comienza otra vez con Adán y termina sólo un cuarto de siglo después del último
evento registrado en el último capítulo de 2R (la liberación del rey Joaquín de una prisión babilónica
en 562 a. C.). Los últimos dos versículos de 2Cr relatan que cuando el rey persa Ciro llegó a ser el
amo del mundo en 538 a. C., emitió un decreto de amnistía general, permitiendo a los exilados
regresar a su tierra natal. No se menciona ningún suceso postexílico en Crónicas, pero sí aparece una
lista de gente que volvió a vivir en su tierra.(1Cr 9; véase también los descendientes de David, 1Cr
3:10–24).
No obstante, este repaso de edades pasadas no es simplemente una condensación de la historia
como se relata desde Génesis hasta los Reyes. El lector pronto descubrirá que no se encuentra con un
resumen equilibrado del pasado de Israel. Mientras algunos acontecimientos tienen una contraparte en
Samuel y Reyes, Crónicas no está pensado como una recapitulación de estos libros.
Una indicación obvia de un interés especial de Crónicas es el gran número de páginas asignadas a
algunas fases particulares de historia en comparación con otros. De sus 65 capítulos, casi un tercio
están dedicados al relato de un solo individuo: David (1Cr 10–29). Por contraste, los eones que
precedieron a su reinado están comprimidos en listas de nombres genealógicos introductorias que
comprenden nueve capítulos (1Cr 1–9), el mismo número dedicado a las actividades de otro
individuo: Salomón, el hijo de David (2Cr 1–9). Aún más, los 400 años del reino dividido después de
la muerte de Salomón hasta la cautividad babilónica se cubren con sólo 7 capítulos más que los
acordados de los 40 años del reinado de David. (2Cr 10–36; 1Cr 10–29)
En su repaso del pasado desde la Creación hasta Ciro, Crónicas no sólo asigna una cantidad de
espacio fuera de lo común a David y Salomón –casi la mitad de sus páginas– sino que también
restringe sus informes de estos dos reyes casi enteramente a un solo aspecto de sus reinos. Sus logros
políticos reciben sólo una atención pasajera; sus vidas privadas son practicamente ignoradas. El
interés se concentra en lo que estos hombres, en el pináculo de la gloria externa de Israel, hicieron
para adelantar la edificación espiritual de su pueblo. Hay informes extensos y detallados de cómo
planificaron, construyeron y dedicaron al templo; cómo promovieron las verdaderas formas de
adoración; cómo fomentaron la música cómo un aspecto prominente de los cultos, y cómo cuidaban
de que únicamente personal autorizado oficiara en el templo.
Propósito
Hay una razón por qué, en un relato que abarca milenios, la preocupación de David y Salomón
por el templo, sus servicios religiosos y los oficiantes fuera tan grande. Crónicas tenía algo que decir
desde el pasado a gente que apenas sobrevivió a ser extinguida en la tierra de sus captores
babilónicos. Aun cuando volvieron a pisar el suelo de sus padres, no podían cerrar los ojos a ese
hecho humillante de que eran “esclavos” del rey de Persia (Neh 9:36). La posibilidad de llegar a ser
“una luz para las naciones” aparecía estar sepultada bajo las ruinas del templo y los escombros de la
ciudad santa. (Is.49:6)
A esta banda de inmigrantes, carentes de espiritualidad, Crónicas les recuerda la historia en la
perspectiva del “pacto eterno” de Dios con David (Is 55:3). Para aquellos que lamentaban: “Nuestra
esperanza está perdida”, el recordatorio de Dios “conforme a mi constante amor por David” les
proclamaba: “Se vislumbra esperanza en tu futuro” (Ez 37:11 y Jer 31:17). Así, por ejemplo, cada
nombre en la lista de los antepasados antiguos (1Cr 1–9) no era simplemente una entrada estadística
al archivo. Las genealogías que retrocedían hasta Adán eran una continua letanía, monótona desde
luego, pero entonada con persistencia para hacer sintonizar aun a los corazones que dudaban con el
tono de su mensaje: Aunque todo parecía ser lo contrario, ustedes son el pueblo al que el creador de
la humanidad ha escogido con el fin de bendecir a todas las familias de la tierra. (Gn 12:1–3)
Por la misma razón, Crónicas continúa dejando brillar la gloria de Israel bajo David y su hijo en
medio de los oscuros días del período postexílico. A un pueblo que le debía una precaria existencia a
la gracia de un amo extranjero, el pasado les cantaba: Lo que estos guías de Israel fueron capaces de
lograr, demostró que el Señor de la historia tiene la capacidad de hacer que su reino venga de
acuerdo con lo que su consejo y voluntad determinen. Las naciones se levantan y caen de acuerdo con
su mandato.
Pero Crónicas repasa la historia en su propia y única forma aún por otra razón. “Enfrentando una
gran calamidad y humillación” (Neh 1:3), la comunidad postexílica, por cierto, necesitaba ser
alentada. Pero igualmente fue necesario instruirla en lo que es justo. De su pasado, el pueblo elegido
debía aprender también que no tenían futuro si obstinadamente “pecaban contra tus (Dios) normas,
que dan vida a quien las obedece” (Neh 9:29). El pecado cardinal era la idolatría. Anulaba todas las
promesas del pacto divino e invocaba maldiciones atroces. Una devoción indivisa del corazón debía
ser expresada mediante ritos prescritos por Dios por oficiantes destinados por él en el lugar por él
designado. El templo, por lo tanto, que fuera planificado por David y construido por Salomón, pero
ahora en ruinas, hablaba de lo que había sido y de nuevo debe ser central en la relación de Israel con
Dios. Aquí estaba el latido del corazón de la nación; aquí la gracia y la misericordia sustentaban su
vida.
Por lo antedicho, la historia de Israel demostró que su caída comenzó cuando ya no más adoraba
a Dios de acuerdo con sus ordenanzas. La negligencia en cumplir las formas establecidas para la
adoración fue el síntoma externo de un mal interior. Era una prueba de que la gente no amaba al
Señor con todo su corazón, con toda su mente y con toda su alma. La desobediencia ritual fue la
prueba de ser la fuente de la que fluía el agua podrida de su deslealtad hacia el pacto, incluyendo los
pecados contra sus semejantes.
Autor
En ninguna parte las Escrituras tratan de identificar al autor de Crónicas. La tradición judía
sugiere que Esdras fue el que las escribió. Muchos eruditos modernos sostienen que forman una
trilogía con los libros de Esdras y Nehemías. Se cree que los tres fueron escritos por un escritor
anónimo, llamado “el cronista”. Se puede decir mucho a favor de este punto de vista. Sin embargo,
los contenidos de Crónicas no sugieren una fecha de composición posterior al último cuarto del
quinto siglo a. C. (Comp. 3:18, nota
Fuentes
Hay más referencias a fuentes en Crónicas que en cualquier otro libro del A. T. Cubriendo siglos
de historia pasada el autor dependía para su material mayormente de relatos.
Para los cinco siglos desde Saúl hasta el exilio, menciona una gran variedad de documentos a los
que les debía datos históricos. No cabe dudas de que estaba familiarizado con los libros canónicos de
Samuel y Reyes, que abarcan el mismo período. No obstante, para mucho de su material regresó a las
fuentes sobre las que están basados estos libros. (Vea por ej. 1R 14:19, 29)
Para una lista detallada de nombres que componen los primeros nueve de los capítulos que
también aparecen en otra parte, el escritor debe haber tenido acceso a otros registros estadísticos,
aparte de las tablas genealógicas preservadas en los libros canónicos.
Nombre
En la Bibia heblrea, estos dos libros llevan el título “Palabras (con relación a eventos) de los
Días”. El nombre “Crónicas” deriva de la palabra latina chronicum, un término que Jerónimo,
traductor de la Vulgata, aplicó a éstos. Sostiene que son “un chronicum para toda la historia divina”.
Bosquejo
1:1 Adán. Los primeros nueve capítulos consisten casi exclusivamente de tablas de nombres. El
lector moderno puede creer que esa casi interminable lista de nombres propios, mayormente
desconocidos e irrelevantes, tienen tanto valor espiritual para él como la misma cantidad de páginas
de una gruesa guía telefónica. Sin embargo, en el esquema de cosas del escritor bíblico, es como una
piedra individual en un mosaico. Podrá tener poca belleza en sí, ni llevar una firma de identificación,
pero es un componente necesario en un cuadro significativo. A su manera y en su lugar contribuye al
mensaje que el artista quería comunicar al ensamblar tantos pedacitos chicos en un cierto orden. En
tanto que el lector se enfrenta con estos primeros nueve capítulos, lo mismo que con otras listas de
nombres en Crónicas, no tiene necesidad de detenerse y meditar en cada nombre de este viejo
mosaico genealógico. Pero vistos en un conjunto, estos capítulos trazan el modelo del plan de
salvación de Dios que tiene importancia no sólo para la comunidad de los postexilados de Israel, sino
también para el creyente de hoy día al recordar que “la salvación proviene de los judíos” (Jn 4:22).
También para él es más que una compilación estéril de estadísticas antiguas, si mira el todo en la
perspectiva correcta. En sus casi incontables componentes, descubrirá un motivo central que tiene la
intención de “instruirlo” para que “tenga esperanza” (Ro 15:4). Véase las genealogías de Jesús, Mt
1:1–17 y Lc 3:23–28.
Sin una fórmula introductoria de ninguna clase, los primeros versículos trazan la descendencia de
Israel desde Adán, de “quien” Dios “hizo todas las naciones para que habitaran sobre toda la
tierra”(Hch 17:26). Desde el mismo principio de todas las familias de la tierra, Dios eligió a los
antepasados de los sobrevivientes del exilio babilónico a los efectos de que de ellos, a su vez, había
de venir la salvación universal por medio “de un solo hombre, Jesucristo” (Ro 1:3 y 5:17–19).
Después del diluvio se desarrollaron tres grupos étnicos de la raza humana a partir de la familia de
Noé. De sus tres hijos, Sem sería el antepasado de Abraham, el padre de los creyentes (1:27). Su hijo
Isaac fue escogido para ser el portador de la promesa. De los mellizos de éste, fue Jacob el
progenitor de las 12 tribus de Israel, “la posesión de Dios de entre todos los pueblos”. (1:28–2:2; Éx
19:5)
Con algunas variantes de escritura, la mayoría de los nombres en este capítulo aparecen también
en Génesis (véase las notas de los cc. 5, 10, 11, 16, 21, 25 y 36). No obstante, las listas no son
exhaustivas. Caín y Abel, los hijos de Adán, por ejemplo, no se mencionan en el v. 1, porque la línea
de descendientes procedía de su otro hijo, Set.
1:4 Noé. Un patrón esquemático parece determinar el número de nombres que están en la lista de
la era que precede a las 12 tribus de Israel. La línea del pueblo escogido consistía de dos cadenas
ancestrales, teniendo cada una 10 eslabones: (a) Desde Adán hasta Noé (1:4); (b) desde Noé por Sem a
Abraham (v. 27). Más bien la simetría que la totalidad parecen ser la base en otros casos. Por sus tres
hijos (Sem, Cam y Jafet) Noé llegó a ser el progenitor de 70 grupos étnicos (vv. 5–23). Elegido de
una masa de gente para ser el patriarca de Israel, Abraham igualmente señoreó tres ramas de
descendientes. Si se toma en cuenta a su hijo Isaac, el número de sus vástagos de su otro hijo, Ismael,
y su concubina Cetura, igualmente totalizan 70 nombres (vv. 28–42). La línea de descendientes por
medio de Isaac y Jacob se encuentra en una lista separada en el capítulo 2. Véase los tres grupos de 14
nombres en Mt 1:2–17.
1:11 Egipto. En distintos casos, el país o el área ocupada por varios grupos es tomado en cuenta,
en lugar de su relación racial. Comp. Gn 10:1, nota.
1:28 Abraham. El escritor de Crónicas no se detiene para relatar la historia de los patriarcas, pues
asume que el lector la conoce de Génesis 12–50.
2:1 Israel. En el c. 1 el autor traza la línea de descendencia desde Adán según un orden de familias
y naciones hasta Jacob (1:34), el antepasado inmediato de la gente por la que Dios determinó bendecir
a “todas las familias de la tierra” (Gn 12:3). En los próximos seis capítulos (vv. 2–7) traza la
genealogía de los 12 hijos de Jacob, de los que derivaron las tribus de Israel.
2:3 Judá. No es el primogénito, pero se le da un lugar importante. Su historia genealógica ocupa
tres capítulos (vv. 2–4); es el primero registrado porque conduce a David, su sucesor dinástico y
hacia tales guías de la comunidad postexílica como Zorobabel. (3:19)
Los cananeos. El autor considera importante mencionar el linaje no-israelita en el árbol
genealógico de Judá. Tampoco habla de la relación incestuosa de Judá con su nuera Tamar (v. 4; Gn
38). Jesús, el Salvador de judíos y gentiles, de prostitutas y pecadores, tiene en su antepasado humano
no solamente las cananeas Tamar y Rajab, sino también a Rut, la moabita, y Betsabé, la mujer del
hitita Urías. (Mt 1:3–6)
2:7 Acar. El Acán (en Josué) aquí llama-do Acar, que produce desgracia, debido a su egoísmo le
hizo problemas a los israelitas cuando conquistaron Canaán. Por el juego de palabra de este nombre
véase nota en Jos 7:24.
2:9 Quelubay. Este nombre aparece en otras dos formas: “Caleb” (vv. 18, 24, 42, 49; 4:15) y
“Quelub” (4:11). Casi no puede ser que todas las referencias sean una y la misma persona, aun cuando
“Caleb, hijo de Hezrón” y “Caleb, hijo de Jefone” tenían una hija llamada Acsa (vv. 18, 49; 4:15; Jos
15:13, 17). Por la historia de Caleb, compañero de Josué que espiaron la tierra de Canaán, véase Nm
13 y s.
2:15 David. Saltando por siglos y siglos, la línea descendiente del autor desde Adán rápidamente
llega a David, cuyo significado en la relación pactual con Dios es el tema básico de Crónicas. Los
primeros capítulos de inmediato llaman la atención a su importancia, enumerando no sólo sus
antepasados, sino también sus descendientes hasta el período postexílico (c. 3). De los ocho hijos de
Isaí, aquí se nombran sólo siete (1S 16:10 y s.; 17:12). Sin duda uno fue omitido de esta lista
genealógica por alguna razón, al no dejar descendientes. Eliab, mencionado aquí, y Eliú en 1Cr 27:18
pueden ser una variante del mismo nombre. Por los antepasados de David véase también Rt 4:18–22.
2:16 Hermanas. Se las menciona aquí, porque sus hijos desempeñaron un papel importante en el
reinado de David. El más influyente fue Joab. (2S 2:18 y ss.; 3:26 y ss.; 11:1 y ss.; 18:9 y ss.)
2:17 Ismaelita. Jéter o Itrá es llamado un israelita en 2S 17:25. Comp. nota allí.
2:18 Caleb. El linaje de David desde Judá por el segundo hijo de Hezrón (v. 9) es seguido por la
genealogía de los otros dos hijos del último, Caleb y Jeramel (vv. 1855). Los clanes que salieron de
estos dos antepasados por un tiempo no estaban unidos a las 12 tribus hasta que Judá los adoptó. Los
quenitas (v. 55) eran una rama de la familia de Caleb. (Jue 1:16; 1S 27:10)
3:1 Hijos de David. No conforme con dar a la tribu de David el primer lugar en el orden general
de la compilación genealógica (nota de 2:15), el escritor de Crónicas le concede una prominencia
adicional a este miembro de la tribu de Judá. Antes de registrar los descendientes de la tribu de Judá
como tal (c. 4), no sólo nos da una lista completa de los hijos de David, sino que también traza la
historia de su familia a través de cinco siglos hasta el regreso del cautiverio babilónico (3:10–24).
Como es el caso, no pocas veces algunas personas en Crónicas llevan un nombre diferente del que se
les da en Samuel y Reyes o aparecen en una forma ligeramente distinta. Daniel, el hijo de Ajinoán, es
llamado Quileab en 2S 3:2–5 (comp. nota allí). “Bet Súa” (v. 5) es una variante de Betsabé. Si Elisama
(v. 6) se lee Elisúa como en 14:5 y 2S 5:15, la repetición del nombre en v. 8 se elimina.
3:15 Johanán. Ninguno de los antepasados de Josías en el trono es conocido por este nombre.
Salún, así también llamado por Jeremías (Jer 22:11 y s.), debe ser identificado con Joacaz, hijo de
Josías, cuyo reinado de 3 meses fue terminado por el faraón Necao. (2Cr 36:3 y s.)
3:16 Jeconías. La forma breve “Conías” aparece en Jer 22:24,28. También es llama-do “Joaquín”
(2Cr 36:9 y s.; 2R 24:6 y s.). En cuanto a la relación de Sedequías, el último rey de Judá, con Josías,
véase nota en 2Cr 36:10.
3:17 Salatiel. La lista de los descendientes de David va más allá del exilado Jeconías o Joaquín,
mencionado en los últimos versículos de 2R. Uno de los guías del período postexílico de la
reconstrucción fue Zorobabel, llamado “El hijo de Salatiel” en Esd 3:2; 5:2 y Hag 1:1. Los dos
versículos siguientes indican que la palabra “hijo” es usada en un sentido lato de nieto o sucesor,
como en otros casos. (Gn 31:55)
3:19 Hijos de Zorobabel. Es difícil determinar desde los próximos versículos cuántas
generaciones de los vástagos de Zorobabel han de ser incluidos en la lista. El v. 21 menciona sus dos
nietos y luego agrega los nombres de otros cuatro descendientes. Partiendo del último nombrado de
estos cuatro, vv. 22–24 traza su línea de descendencia hasta la cuarta generación. Si esta genealogía se
extiende más allá de un mínimo de seis generaciones (La Septuaginta tiene 11), Crónicas no fue
escrito antes de 400 a. C., siendo que Zorobabel aparece activo después del regreso del cautiverio
babilónico en 536 a. C. Por lo tanto parece razonable admitir que todas las entradas después de los
nombres de sus nietos en el v. 21 fueron agregadas más adelante con el fin de mantener la lista
completa.
4:1 Judá. De los vv. 1–23 este c. suple la lista de grupos familiares de Judá dada en c. 2 y luego
continúa para registrar a aquellos de otra tribu sureña, la de Simeón (vv. 24–43). Algunos nombres
del linaje de Judá, que aparecen en el c. 2, son repetidos aquí en distintos contextos. No está en claro
por qué ciertos grupos son apartados para una mención especial. En algunos casos quizá el sitio que
ocupaban los hacían merecedores de notoriedad como, por ej., Belén. (v. 4)
4:9 Jabés. Aquí se registra más bien su piedad que sus lazos familiares. Porque su madre estuvo
en grandes dolores (‘ozeb) cuando nació, le dio un nombre que, al transponer las 2 últimas
consonantes, significa: “Él da dolor.” En respuesta a su oración, su vida fue una vida de bendición
más que de dolor.
4:11 Quelub. Comp. 2:9, nota.
4:17 Hija del faraón. Esta frase puede tener como único propósito decir que era una mujer
egipcia, para distinguirla de su “esposa judía”. (v. 18)
4:21 Selá. Mencionado en 2:3. Sus descendientes se dedicaron a oficios en asentamientos
permanentes (obreros textiles, alfareros) en contraste con la manera seminómada de los clanes
mencionados en los vv. 11–20.
4:22 A Belén. Texto de difícil traducción a partir del texto masorético. La Septuaginta y la Vulgata
dicen “a Belén”.
4:24–43 SIMEÓN
5:1–10 RUBÉN
5:1 Hijos de Rubén. El c. 5 contiene la historia ancestral de las dos y media tribus ubicadas al este
del Jordán. Comienza con Rubén, cuyo territorio se extendía mayormente a lo largo del Mar Muerto
bajando hasta el río Arnón (vv. l-10); encima de Rubén estaba el patrimonio de Gad (vv. 1122); la
media tribu de Manasés ocupaba un área que se extendía hacia el norte desde Gad (vv. 22–26). Las
posesiones israelitas en la Transjordania frecuentemente se dice que consisten de “Galaad” (vv. 9 y s.,
16) y de “Basán” (vv. 16, 23), designando la última la sección norteña. Sin embargo, el término
Galaad a veces se aplica a toda el área al este del Jordán. (Dt 34:1)
Nacido de Lea, Rubén era el mayor de los hijos de Jacob (Gn 29:32). Pero porque había
profanado el lecho de su padre, la doble porción de herencia, la prerrogativa de la primogenitura,
pasó a los hijos de José, Efraín y Manasés. (Gn 29:32; 35:22; 48:5, 14–16; 49:3 y s., 22–26; Dt 21:17)
5:2 Un príncipe. Aun cuando a José le pertenecía el derecho de primogénito, la línea real
mesiánica arrancaba desde Judá. Sobre el término príncipe véase la nota en 1S 10:1.
5:6 Tiglat Piléser. Hay una variante que lee Pilneser. No hay ningún relato de un exilio asirio de
Beerá, y que tampoco puede ser identificado. Sin embargo una deportación de israelitas cautivos por
Tiglat Piléser se menciona en 2R 15:29.
5:10 Agarenos. Para un relato más completo de esta campaña véase v. 18 y ss.
5:11–22 GAD
5:11 Hijos de Gad. Esta lista de descendientes (vv. 11–17) y la guerra de las tribus transjordanas
con sus vecinos hacia el este (vv. 18–22) no se registran en ninguna parte.
5:17 Se registró. Los nombres en los versículos precedentes provienen de un censo, por lo demás
desconocido, que se realizó después de la división del reino. Un registro genealógico de Gad se da en
Nm 26:15–18.
5:18 Hombres valientes. De acuerdo con las cifras del número de ellos y los prisioneros tomados
(v. 21), la palabra hebrea “mil” no tiene un significado aritmético. Véase la introducción al libro de
Números. Las cifras del botín capturado debe haber sufrido un incremento de ceros en el curso de la
transmisión del texto.
5:19 Agarenos. Unas tribus del este, quizás llamados agarenos por ser descendientes de Agar, la
madre de Ismael. Sus confederados Jetur y Nafis están en la lista de los hijos de Ismael. (1:31)
6:1 Hijos de Leví. El énfasis sobre la verdadera adoración comienza a aparecer en la dedicación
del espacio dedicado a la genealogía de los oficiantes autorizados en el templo, casi tres veces el
número de versículos dedicados a las tres tribus en el c. 5. Los tres hijos de Jacob con Lea son
llamados levitas, pero no todos tenían que cumplir las mismas funciones (comp. nota en Dt 18:1). Los
primeros 15 versículos trazan la línea sumosacerdotal del levita Aarón hasta el tiempo del exilio.
Suplementando este grupo altamente seleccionado de los descendientes de Leví, los próximos
versículos (vv. 16–30) resumen la genealogía de sus tres hijos: Guersón, Coat y Merari. Ambas listas
no son exhaustivas.
6:28 Samuel. En cuanto a su condición como levita, vea nota en 1S 1:1. “Vasni” aparentemente no
es un nombre propio sino un adjetivo que significa “y el segundo”.
6:31 Cantores que nombró. Los descendientes de los tres hijos de Leví que estaban a cargo del
“ministerio del canto” reciben una mención especial (vv. 31–47). El escritor de Crónicas destaca el
servicio del canto con acompañamiento musical como un elemento esencial de adoración (vea, por
ej. el c. 25). Los nombres de Hemán, Asaf y Etán (o Jedutún) aparecen en los títulos de los salmos (vv.
88, 89, 50, 62).
6:49 Quemar ofrendas. “El servicio del santuario en el templo”, realizado por los levitas (v. 48),
se distinguía de todo lo relacionado con el Lugar Santísimo, asignado a aquellos hijos de Leví que
eran hijos de Aarón (vv. 49–53). La lista de los sumosacerdotes termina con Ajimaz que oficiaba en
tiempos de David.
6:54 Lugares de viviendas. Porque a “los levitas no le dieron tierras”, el SEÑOR ordenó
asignarles “poblaciones con sus respectivos campos de pastoreo” dentro de las herencias de las otras
tribus (Jos 14:4; 21:3; Nm 35:1–8). Las 13 ciudades adjudicadas a los sacerdotes coatitas se nombran
en primer lugar (vv. 54–60). Todas las tribus designaron territorio a los descendientes no aarónicos
de Coat y las dos otras ramas de las familias levíticas, 35 ciudades en total (vv. 61–65), algunas de las
cuales fueron enumeradas luego. (vv. 66–81)
6:57 Ciudades de refugio. Para su propósito vea Nm 35:11, nota. La única ciudad refugio
mencionada aquí es Hebrón. (v. 55; Jos 21:13)
7:1–5 ISACAR
7:1 Hijos de Isacar. Las genealogías de seis (posiblemente siete) tribus están comprimidas en un
capítulo.
7:2 En el tiempo de David. Es muy posible que los datos suministrados en estos versículos fueron
tomados de un censo que hizo David. (2S 24:1 y ss.)
7:14 Manasés. Miembros de esta tribu que vivían al este del Jordán estaban enlistados en 5:23–26.
Este registro incluye residentes de ambas márgenes del río. A las mujeres se les da un lugar
prominente porque aportaron una corriente étnica no-israelita a la tribu.
7:20–29 EFRAÍN
7:20 Efraín. El segundo de la tribu de José, ocupó territorio al sur de Manasés y norte de
Benjamín. Su hijo más ilustre fue Josué. (v. 27)
7:21 Hombres de Gad. Nada más se sabe de un asalto perpetrado contra los de Efraín de parte de
cananeos aliados con los filisteos de la ciudad de Gad. Si esto sucedió en los primeros días de la
ocupación de Israel de Canaán, Efraín (vv. 22 y s.) es un nombre colectivo para los antepasados de la
tribu.
7:24 Edificó. Es poco común que una mujer esté ocupada en actividades de edificación. Por Bet
Jorón véase notas en Jos 10:10 y 1S 13:15. Uzén Será no es identificable.
7:30–40 ASER
7:30 Aser. La herencia de Aser estaba al oeste y norte de Zabulón. (Jos 19:10, 24, notas)
7:40 Guerreros valientes. El total es considerablemente más bajo que el número de hombres aptos
para la guerra que se le acredita a Aser en 12:36 y Nm 1:41; 26:47. Aquí se mencionan sólo los jefes
de los príncipes.
8:1–28 BENJAMÍN
8:1 Benjamín. La historia ancestral de la pequeña tribu de Benjamín abarca un capítulo entero,
mientras que las genealogías de unas cuantas tribus más grandes están comprimidas dentro del
capítulo previo. A los descendientes del hijo menor de Jacob se les concede tal prominencia debido a
sus vínculos con David, la figura dominante de todo el libro. Antes del exilio muchos de los
benjamitas, cuyo territorio se superponía al de Judá, vivían en Jerusalén, la “ciudad de David” y,
después del exilio, el centro de la comunidad teocrática (Jue 1:21; Esd 1:5). Judá, la tribu de David, y
Benjamín unieron sus fuerzas contra el enemigo común (1R 12:21). El más ilustre de los benjamitas
fue el primer rey de Israel y predecesor de David, Saúl, cuyos antepasados y descendientes están
registrados en 29–40. En el esquema de Crónicas, este capítulo sirve como una transición a la historia
de David y la “casa eterna” que le fue prometida. (cc. 10–29)
Su primogénito. Hay diferencias entre 15 y pasajes paralelos para los que no se conoce una
solución satisfactoria. (7:6 y ss.; Gn 46:21; Nm 26:38–40)
8:6 Aod. El juez de ese nombre era el hijo de Gera (Jue 3:15). Los incidentes mencionados aquí y
en los versículos del texto son desconocidos.
8:28 Jefes. Los nombres en los versículos anteriores (vv. 8 y ss.) no se registran en ninguna otra
parte. Ninguno de ellos es mencionado en la lista de aquellos que regresaron de Babilonia (9:1–9;
Neh 11:19). Por lo tanto éstos vivían en Jerusalén antes del exilio.
9:1 Infidelidad. La historia de la dinastía de David, la gran preocupación de Crónicas, está a punto
de comenzar. Vista en retrospectiva, demostraba que Israel podía ser el instrumento del plan de Dios
para la salvación universal, pero únicamente si se mantenía fiel al pacto, expresado ante todo en la
adoración al verdadero Dios de acuerdo con sus ordenanzas. Debido a su infidelidad, Judá fue
llevado al exilio en Babilonia. Los antepasados de Israel, volviendo hasta Adán (cc. 1–8), por una
parte, y el regreso de la cautividad babilónica, por otra, constituyen el marco dentro del cual toma su
curso esta reseña histórica. En la primera parte de este capítulo se establece la continuidad con el
pasado. El repatriado “pueblo de Judá, Benjamín, Efraín y Manasés” tenía la certeza de que seguía
siendo parte de todo Israel cuyas genealogías están registradas en los capítulos anteriores.
“Jerusalén” (v. 3), la capital de David y el lugar del templo de Salomón, estaba otra vez en el centro
de las cosas (vv. 1–9). Además, los ritos de adoración como “David y Samuel el visionario los
establecieron”, fueron reanudados por los oficiantes autorizados, los sacerdotes y sus asistentes
levíticos (10:34). Los últimos versículos de este capítulo introducen el reinado de David con la
repetición (leída) de los antepasados y descendientes de Saúl, su único antecesor. (35–44; comp. 8:29–
40)
9:2 Servidores del templo. Otras traducciones usan “Nethinim”, una transliteración de la palabra
hebrea que significa “aquellos a quienes se les encomienda una tarea o son apartados para ella”.
Esdras 8:20 explica que era gente “que David y sus oficiales habían asignado para que ayudaran a los
levitas”. La designación Nethinim se encuentra sólo en Cr, Esd y Neh, escritos postexílicos.
Evidentemente se refiere a no-israelitas que fueron obligados a servir en el templo. Véase los
cautivos mencionados en Nm 31:47 y los “leñadores y aguateros” en Jos 9:27. Asociados con los
levitas, también tenían viviendas en Jerusalén y vivían en ciudades levíticas. (Esd 2:70; Neh 3:26, 31;
11:21)
14:1–17 Construir un palacio. Entre el tiempo que el arca permaneció “en la casa de Obed
Edom”(13:13–14) y la exitosa transferencia a Jerusalén (c.15), este capítulo se toma el permiso de
intercalar tres factores adicionales, no relacionados unos con otros ni en cuanto al asunto como tam-
poco al tiempo, que muestran que “el SEÑOR, por amor a su pueblo, lo había establecido como rey
sobre Israel” (v. 2). La estabilidad de su reino se evidenció por: (1) su actividad edilicia con la ayuda
de un rey extranjero, Hiram de Tiro (vv. 1–2), (2) mejores condiciones vivenciales con una vida
doméstica más tranquila y crecimiento de su familia (vv. 3–6); (3) la doble derrota infligida a los
filisteos, que amenazaban la paz en el país (vv. 8–17). Véase notas del suceso paralelo en 2S 5:11–25.
14:4 Hijos. Algunos se mencionan sólo aquí. Los nombres de algunos tienen for-mas variantes en
otras listas.
15:1–16:43 Traslado del Arca: directivas para el culto
17:1–27 David quiere edificar una casa a Dios, y recibe la promesa de una casa eterna
17:1 Bajo una tienda. Lit. “bajo las cortinas”. David ya no quería dejar el arca, el trono simbólico
del Rey de Israel, bajo una tienda armada por él (16:1, nota) mientras que él ocupaba majestuosos
cuartos hechos de cedro. Vea Hag 1:4 para una situación similar. Natán, el profeta, aprobó el plan del
rey de construir a Dios “una casa para que la habite” (v. 4). Pero intervino el SEÑOR y revirtió la
acción: Sería él, Dios, quien le construiría a David una casa dinástica, una estructura que perduraría
para siempre. De esta dinastía saldría el Rey de reyes, el Gobernante de un reino eterno (Ap 22:16; Is
11). Véase notas sobre 2S 7, que con menos variaciones duplica el relato de este capítulo de Crónicas.
21:1- 22:1 COMPRA DEL SITIO DEL TEMPLO DESPUÉS DEL CENSO
21:1 Censo de Israel. Aparte de legar a Salomón una nación políticamente fuerte (cc.18–20),
David hizo generosas contribuciones para el templo al (1) donar un sitio para la construcción (21:1–
22:1); (2) acopiar materiales de construcción (22:2–5). El relato del censo registrado en este capítulo
tiene el propósito de explicar cómo sucedió que David escogió y adquirió la parcela urbana donde
“la casa del SEÑOR” había de ser erigida (comp. 2Cr 3:1; y nota en Gn 22:2). Una de las variantes
más significativas entre este capítulo y el relato paralelo 2S 24 es la descripción de cómo “fue
incitado a censar a Israel”. (Comp. 2S 24:1, nota)
21:5 Resultado. Por el resultado dado aquí véase nota en 2S 24:9.
21:12 Tres años. El texto en 2S 24:13 dice 7 años.
21:15 Ornán. El nombre de este noisraelita aparece en la forma de Arauna en 2S 24:16 y ss.
21:25 Seiscientas monedas. Véase el monto pagado a Ornán de acuerdo con la nota en 2S 24:21.
21:26 Envió fuego. Esta demostración visible de aprobación divina no se menciona en el relato
paralelo, 2S 24, pero por otro caso véase Lv 9:24 (Aarón es consagrado); 1R 18:38 (Elías en el
Carmelo); 2Cr 7:1 (dedicación del templo).
22:2–5 ACOPIO DE MATERIAL DE CONSTRUCCIÓN
22:2 Para la construcción. Además de pagar por el sitio del futuro templo (c. 21), David se hizo
cargo de gran parte del costo de los materiales que entraron en el edificio (vv. 2–5). Para este
programa de acopio reclutó extranjeros, o sea, no-israelitas que fueron obligados a trabajos forzados
en cuadrillas. (2Cr 2:17; 8:7 y ss.)
29:28 Murió muy anciano. Para relatos más completos de “todos los hechos del rey David”, al
lector se lo remite a otros relatos históricos que, ya no accesibles hoy día, contenían aún más
“acontecimientos de todo sus años de gobierno”. Casi la dos tercera parte de los cc. 10–29 de 1Cr
están dedicados a la historia de David. Sin embargo, el centro de interés es lo que hizo para
promocionar el verdadero culto de adoración. Otros aspectos de su reinado son mencionados en
referencia al trasfondo o a la motivación para el quehacer más importante del momento: los
preparativos para edificar el templo. Véase introducción a “contenidos” y “propósitos”.
SEGUNDA CRÓNICAS
11:3 Todo Israel. Las tribus separadas pueden ser llamadas Israel para distinguirlas políticamente
de la gente de Judá y Benjamín (10:3, 16). Sin embargo, estos últimos representan a Israel, el pueblo
de la promesa.
11:5–12:16 Roboán
13:1–22 Abías
14:1–16:14 Asa
17:1–20:37 Josafat
21:1–20 Jorán
21:11–20 RETRIBUCIÓN
21:11 Deslealtad. Complementando el relato en Reyes, los restantes versículos del capítulo
registran el hecho de que la maldad de Jorán no quedó sin castigar (vv. 1115). Judá fue invadida (16 y
s.) y el rey murió de una horrible enfermedad.
21:12 Elías. Apariciones repentinas y sin anunciar eran características de su ministerio. La llegada
de una carta de él parece inusitadamente extraña. No tuvo otro contacto conocido con los reyes de
Judá. Su traslado al cielo se informa con anterioridad (2R 2:1). Su sucesor Elisa, por otra parte,
acompañó al padre de Jorán en su campaña contra los moabitas (2R 3:11). Por lo tanto parece
justificada la sugerencia de suponer que el copista leyó mal y confundió a Elisa por Elías. No
obstante, Elisa pudo haber comenzado su actividad profética durante la vida de su padre espiritual. El
tiempo de la desaparición de la tierra de este último no se indica con anterioridad.
21:14 Plaga. El sustantivo hebreo tiene el significado más general de un severo “golpe” que
puede tener la forma de una enfermedad o epidemia. En 1S 4:17 se lo traduce “masacre”.
21:16 Cusitas o Etíopes. Un grupo similar de asaltantes fue rechazado por Asá, el abuelo de Jorán.
(nota 14:9)
21:17 Joacaz. La forma más común de este nombre es Ocozías (22:1) Ambos nombres significan
“el SEÑOR tomó”. En el primer caso el verbo hebreo tomar (acaz) es precedido por el nombre
divino; en el otro el verbo viene primero. Un rey del mismo nombre ocupó también el trono de
Israel. (2R 13:1)
21:19 Ninguna hoguera. La gente no quemó especias “en su honor” como lo hicieron con “una
enorme hoguera” en el funeral de su abuelo. (16:14, nota)
22:1–9 Ocozías
24:1–27 Joás
27:1–9 Jotán
27:1 Jotán. El relato de su reinado en este capítulo agrega algunos detalles a 2R 15:32–38 y omite
otros.
27:3 Puerta superior. Jotán continuó con el programa de edificación de su padre. Agregó a las
fortificaciones de Jerusalén y de ciudades refuerzos de seguridad. La puerta superior que hizo o
reforzó dio acceso a “la casa del rey” desde la casa del SEÑOR (23:20). Ofel era la parte sur de la
colina del templo.
27:5 Amonitas. Jotán sometió completamente a los amonitas, ya derrotados y hechos tributarios
por su padre (26:7 y s.). Un coro equivalía a 220 litros.
27:7 Sus guerras. Ninguna invasión de importancia parece haber ocurrido durante su vida. Pero
“en aquellos días el SEÑOR comenzó a enviar a Rezin el rey de Siria y Pecaj el hijo de Remalías (rey
de Israel) contra Judá”. (2R 15:37)
28:1–27 Acaz
33:1–20 Manasés
33:1–9 IDOLATRÍA DESENFRENADA
33:1 Manasés. Su reinado de 55 años, el más largo que el de cualquier otro rey, fue también un
récord de apostasía. Por décadas “las repugnantes prácticas” de los cananeos estuvieron en boga,
desde las adivinanzas hasta el sacrificio de niños. La situación se describe con palabras casi idénticas
en 2R 21:1–9.
33:6 Hijos. En 2R 21:6 dice “su hijo”. Para el valle de Ben Hinón vea 28:3; 2R 23:10, nota.
33:21–25 Amón
33:21 Amón. Su breve y desastroso reinado está registrado también en 2R 21:1926 pero que, sin
embargo, no contiene la nota de que “no se humilló ante el SEÑOR, como Manasés, su padre, se
había humillado”. (v. 23)
34:1–35:27 Josías
36:1–4 Joacaz
36:1 Joacaz. Es el primero de cuatro reyes que reinaron en el breve intervalo de dos décadas, los
años restantes antes de la caída de Jerusalén. Por la destitución de Joacaz y la designación de su
hermano mayor Eliaquín o Joacim vea las notas de 2R 23:33, 36; 24:1, 2.
36:3 En Jerusalén. Necao lo encarceló en Riblá “para que no reinara en Jerusalén”. (2R 23:33)
36:5–8 Joacim
36:9–10 Joaquín
36:9 Joaquín. Para un relato más completo de su reinado vea notas 2R 24:8–17. Sin dudas no tenía
ocho sino 18 años cuando comenzó a reinar (2 R24:8), siendo el número de Crónicas un error de
copista.
36:10 Hermano. Sedequías era su her-mano en un sentido lato de “pariente”. Estrictamente, era el
hermano del padre de Joaquín, o sea, el tío. (2R 24:17; 1Cr 3:15)
Los libros de Esdras y Nehemías relatan cómo la cautividad babilónica, la tumba de la identidad
nacional de Israel, llegó a ser la matriz de su nuevo nacimiento.
La nación de la cual, “según la naturaleza humana nació Cristo” (Ro 9:5), era la creación especial
de Dios desde el principio. Del cuerpo de Abraham, “que estaba como muerto”, y de ”la matriz de
Sara que estaba como muerta” vino el hijo de la pro-mesa, “nacido de acuerdo con el Espíritu” (Ro
4:16 y ss.; Gá 4:21 y ss.). El vástago de los patriarcas, que brotó en una cárcel de esclavitud en Egipto,
parecía estar destinado al olvido. Pero Dios habló su poderoso “sal fuera” (Jn 11:43), y una joven
nación”, una nación santa”, “un reino de sacerdotes” llegó a la existencia (Éx 19:6). Resultó ser una
nación desobediente, desleal a su elevado llamado que ahora había llegado a su fin. Su capital y su
templo en ruinas, su tierra desierta y ocupada por enemigos, sus habitantes diezmados y llevados al
exilio, Israel parecía estar destinada a compartir la suerte de todos los pueblos conquistados de la
antigüedad. De acuerdo con el curso normal de los eventos estaba destinada a la desaparición, víctima
de la atrocidad y voracidad del conquistador. Pero una vez más Dios habló una palabra de vida. Había
una resurrección de los “huesos secos” (Ez 37:1–14). Había un segundo éxodo, como anticipado por
los profetas. En la tierra prometida la simiente de Abraham continuaba de ser el pueblo por el que el
SEÑOR de las naciones habría de bendecir “a todas las familias de la tierra”. (Gn12:3)
Hay dos fases de la historia de rehabilitación de Israel. Aunque relatadas en dos libros separados,
cada etapa consiste en un programa de construcción en madera y piedra seguidos por un
restablecimiento de fundamentos morales y espirituales. Esdras narra la edificación del templo (Esd
1–6), Nehemías la construcción de los muros de Jerusalén (Neh 1:1–7:73a). Esdras, el sacerdote,
inicia sólo la primera reforma (Esd 710); en la segunda tiene el apoyo y la colaboración de
Nehemías, el laico (Neh 7:73b13:3) quien, sin embargo, hace también emprendimientos en forma
independiente. (Neh 13:4–31)
El drama de la restitución de Israel comienza 60 años antes de la aparición de Esdras en escena.
En 536 a. C., cuando Jerusalén estuvo en ruinas por medio siglo, un gran contingente de exilados
regresó a su patria. Figuras prominentes en ese período eran los gobernadores Sesbasar y Zorobabel,
y el sumo sacerdote Jesúa. Los regresados tardaron 20 años para completar la edificación del templo
(516 a. C.) Los siguientes eventos registrados son el regreso de Esdras a Jerusalén casi 60 años más
tarde (458 a. C.) y su vigorosa campaña contra los matrimonios mixtos. Después de otro intervalo de
12 años, Nehemías fue autorizado por el rey persa a investigar informes de que los exilados
repatriados estaban “enfrentando una gran calamidad y humillación” (Neh 1:3). A su llegada a
Jerusalén (445 a. C.) de inmediato puso manos a la obra para resguardar a la ciudad contra los
ataques de afuera. Venciendo serias dificultades, levantó los muros de la ciudad, organizó las
guardias para vigilancia, e incrementó la población en todas las áreas dentro de los muros. En la
restitución espiritual del pueblo que siguió, delegó la iniciativa a Esdras. Aparentemente reclamado
por el rey, Nehemías abandonó Jerusalén en 433 a. C. Cuando después de algún tiempo regresó,
encontró que fue necesario corregir abusos que se habían introducido durante su ausencia.
Las contribuciones para la reconstrucción de Israel que hicieron, ambos Esdras y Nehemías, se
desvanecieron de la vista tan abruptamente como aparecieron en escena.
Tiempo
Autores
Las Escrituras no hablan directamente de la autoría de los libros en que Esdras y Nehemías
desempeñan un rol importante. De acuerdo con una teoría muy difundida forman una unidad literaria
con Crónicas, producida por una personaje desconocido al que convenientemente se lo llamó el
cronista. Algunos creen que Esdras es el autor de la trilogía. Hay suficientes similitudes en los tres
libros para sugerir que son la composición de un mismo escritor. Sin embargo, hay también factores
que favorecen una autoría individual. La tradición rabínica, contando a Esdras-Nehemías como un
libro, sostiene que “Esdras escribió su libro” pero agrega significativamente que fue Nehemías quien
“lo terminó”. Si esto es verdad, entonces los relatos en primera persona, que se encuentran en ambos
libros, no serían memorias incorporadas por un compilador, sino notas autobiográficas de los
mismos Esdras y Nehemías. Ambos escritores presentan materiales estadísticos, basados en
documentos corrientes de la época. Solamente Esdras contiene secciones escritas en arameo, que en
aquel tiempo era el idioma de la diplomacia (Ez 4:8–6:18; 7:12–26). Una de las razones sugeridas
para una fecha de la autoría un siglo después del tiempo de Esdras y Nehemías, es la genealogía de la
línea de los sumo sacerdotes. Vea Neh 12:1–11, notas.
Bosquejo
3:1 Reconstrucción. Describir los detalles de las partes de una vieja muralla y listas de gente que
la reconstruyen, no es una lectura placentera. Resulta difícil mantener el interés al leer una
compilación de los nombres de trabajadores que son de un lejano pasado, aparte de ser desconocidos.
Aún más, algunas de las puertas y paisajes a lo largo de las murallas no pueden ser identificados con
precisión. Sin embargo, se conoce lo suficiente de la topografía para establecer que las murallas de
los cuatro lados de la ciudad se describen en el siguiente orden: (1) muralla norte (vv. 1–5); (2)
muralla oeste (vv. 6–12); (3) muralla sur (vv. 13–14); (4) muralla este (vv. 15–32). Algunas
observaciones surgen de esta información algo confusa que hacen también a este capítulo “útil para
la enseñanza” (2 Ti 3:16). El modo sistemático en que este proyecto fue organizado refleja la estatura
y el carácter de Nehemías. Un hombre reconocido por su habilidad administrativa, no vaciló en poner
sus “diez minas” (Lc 19:13) a trabajar para la causa del SEÑOR, pese a que tuvo que soportar burlas
de sus superiores. Un merecido reconocimiento también es una manera como el pueblo que con
entusiasmo gritaba “¡Manos a la obra!” (2:18) demostró que realmente “tenían ganas de trabajar”
(4:6). Diseminados por el capítulo hay referencias acerca de varios grupos que, pese a que no eran
carpinteros ni albañiles de oficio, no vacilaron en aceptar sus asignaciones de construcción: el sumo
sacerdote y los sacerdotes (v. 1), los plateros y perfumistas (v. 8), los gobernadores de distritos (v.
14), levitas (v. 17), servidores del templo (v. 26), comerciantes (v. 31). Algunos incluso estaban
dispuestos a hacer tareas dobles. (vv. 21, 27)
Puerta de las Ovejas. Ovejas para ser sacrificadas eran conducidas por esta puerta, ubicada cerca
del templo en la esquina noreste de la ciudad. La inspección de otras secciones de la muralla
comenzaba aquí y procedía en sentido contra reloj alrededor de la ciudad, terminando donde
comenzó (v. 32). Para la ubicación de otras puertas, torres e hitos, consulte un diccionario bíblico.
6:15 Elul. Agosto/setiembre según nuestro calendario. El muro fue terminado en tan breve tiempo
debido a que suficiente material del viejo fundamento sobró para soportar la superestructura. Al
mismo tiempo, la rápida terminación del proyecto es un tributo al valiente y genial manejo
administrativo de Nehemías y la devoción del pueblo. En el último análisis el éxito fue posible
únicamente “con la ayuda de… Dios”. (v. 16)
6:16 Humilladas. RV Temieron. Los verbos hebreos ver y temer son muy similares.
6:18 Secanías. A la mención de la reacción de los oponentes de la muralla terminada (v. 16) le
siguió un ejemplo final, que, si no hubiera sido por la perspicacia alerta de Nehemías, pudo haber
frustrado el proyecto. Tobías, el aliado del gobernador samaritano Sambalat, se había casado con la
hija de una familia prominente de exilados regresados. Su suegro Secanías era el hijo de “Araj”,
cabeza de un clan (Esd 2:5; Neh 7:10). Había también lazos familiares con “Berequías”, supervisor de
un contingente de obreros de la muralla (3:4, 30). Estos parientes fueron los canales que Tobías usó
para una campaña de propaganda de intimidación.
El libro de Ester no recoge el hilo de la historia donde los dos libros precedentes la dejaron, sino que
complementa el relato del mismo siglo del Israel postexílico en que actuaron Esdras y Nehemías (vea
Introducción a Esdras). Habla de eventos que sucedieron después de la reconstrucción del templo
(515 a. C.; Esd 1–6) pero antes de la llegada de Esdras a Jerusalén (458 a. C.; Esd 7–10). Sin embargo,
no suministra una crónica continua de este medio siglo. La narración está limitada a una serie de
episodios conectados durante la parte primera del reinado de Asuero o Jerjes (486–464 a. C.),
mencionado sólo de paso en Esd 4:6.
Ester es complementario a Esd-Neh también en cuanto a lo que concierne al lugar de la acción. La
escena se mueve desde la recién establecida y nueva comunidad en Jerusalén hacia las provincias
dentro del imperio persa, donde muchos judíos prefirieron permanecer más bien que retornar a su
patria. La corte de Jerjes es el foco de la atención.
Los primeros tres capítulos introducen a los principales actores del drama lleno de suspenso y
repentinos cambios. El primero que aparece en la escena es el rey de Persia. El destino de los judíos,
amenazados por la extinción, está sujeto a los antojos de este todopoderoso gobernante (c. 1). Ester,
que llegó a ser su reina, es la heroína; su primo y guardián, Mardoqueo, es el héroe (c. 2). El villano
es Amán, gran visir de Jerjes. Su complot para destruir a los judíos, aun siendo sancionado por el rey
(c. 3), es frustrado por valientes contramedidas. Los papeles se invierten. No es Mardoqueo, sino
Amán el que es ejecutado. No los judíos sino sus enemigos son matados (cc. 4–9). En la escena final
se establece una fiesta anual llamada Purim para conmemorar el feliz giro de los acontecimientos
Ester y Esdras-Nehemías se complementan mutuamente y en forma muy llamativa por sus
respectivas representaciones de la providencia divina. Al final, todo lo que sucede se atribuye
directamente a la acción de Dios. Él fue quien “dispuso el corazón de Ciro” (Esd 1:1). La mano “de
Dios estaba actuando en favor de” Nehemías (Neh 2:8). En la reseña histórica de Esdras no se
menciona la parte que desempeñaron los grandes hombres en el pasado de Israel; no eran más que
canales por los que Dios gobernaba el universo (Neh 9:637). Algunos pasajes del A. T. parecen hacer
responsable a Dios aun del mal (Nm 31:1, nota; Am 3:6). Ester parece ir hasta el otro extremo. Aquí
hay una sola referencia vaga a la providencia divina. A Dios no se lo menciona a través de todo el
libro, excepto por alguna velada alusión (4:14, nota). Según este esquema de cosas, la gente no
expresaba su confianza en él. No se encuentra oración alguna por ayuda cuando amenaza un desastre
(pero vea 4:3, nota); no hay ningún canto de agradecimiento por ser liberado de algo; solamente
acción, como si todo dependiera del coraje y de los recursos humanos. Este rasgo del libro se hizo
notar fuertemente en tiempos posteriores, de modo que no faltaron los que compusieron agregados
apócrifos a Ester en los que se ponen en boca de Mardoqueo y Ester largas oraciones en las que la
liberación de los judíos es atribuida repetidamente a Dios.
No obstante, aun sin estos agregados apócrifos, la mano guiadora de Dios está claramente
presente en el libro. A pesar de sus muy nobles esfuerzos, los héroes y las heroínas habrían
terminado en la derrota si no hubiera sido por las circunstancias que hicieron posible el éxito. En
momentos cruciales, coincidencias más allá de su control, convergieron para producir situaciones
que evidenciaron la diferencia entre la vida y la muerte. José, por ej., había visto al mismo poder
crear la oportunidad para los sucesos que determinaron su vida. En ambos casos no fue una fuerza
ciega y caprichosa: “en cada caso” Dios “dispuso las cosas para el bien de quienes lo aman” (Ro
8:28). No podía ser obstaculizado por las fuerzas del mal, aun cuando representaban los recursos de
un imperio mundial. Establecía un tribunal universal de justicia donde el bien y el mal tienen su día
(oportunidad) en la corte. Lo que este a veces oculto poder hace, proclama: “Éste es el dedo de Dios”.
(Éx 8:19; Lc 11:20)
Para aquellos tentados a malentender el modo de obrar de la providencia de Dios, el Libro de
Ester dice: “Otra vez está escrito” (Mt 4:7) que Dios espera que los hombres obren su propia
salvación aun cuando él la regala. Él permite que hombres los cosechen los frutos de su labor aun
cuando él los hace crecer. Él deja que los hombres se regocijen con sus logros aun cuando sus
reacciones no siempre son intachables.
Autor
El escritor permanece desconocido. El libro sólo ofrece información general acerca de él. Lo
compuso algún tiempo después de la muerte de Jerjes (464 a. C.) porque se refiere a la biografía del
rey, “escrita en el Libro de Crónicas de los reyes de Media y Persia” (10:2). Tuvo también acceso a
los relatos en poder de Mardoqueo (9:20, 32). Al mismo tiempo traza su propia semblanza de la vida
de los persas para ubicar los acontecimientos en su entorno apropiado. Sus incidentales descripciones
del palacio en Susa, la corte real, sus protocolos y costumbres, han sido hallados tan exactos como
para sugerir que era un contemporáneo de los sucesos que él relata. Una persona tan íntimamente
familiarizada con los detalles de la historia no va a cometer deslices en referencias históricas
mayores, como quieren afirmar muchos entendidos. Desde la primera frase hasta la referencia final
de la documentación (10:2) él se pro-pone escribir lo que realmente sucedió y no lo que produjo su
fantasía en forma de una novela histórica.
Lugar en el Canon
En nuestra Biblia castellana, Ester es el último de los libros históricos; en las Escrituras hebreas,
es el último de los cinco rollos festivos, así llamados porque estaban destinados para las lecturas
públicas en días festivos (vea Introducción a Rut). La fiesta del Purim, cuyo origen se describe en el
libro, viene al final del año eclesiástico judío.
Bosquejo
2:5–18 ESTER
2:7 Ester. Próxima en el reparto de personajes presentados es la heroína (1:1, nota). Su aparición
en la escena es una secuela natural de las circunstancias creadas por un gobernante autocrático
temperamentalmente enfermizo (1:1–2:4). Antes de que comience la acción principal, el lector se
entera de cómo llegó a entrar en el ojo del huracán. Una huérfana judía al cuidado de su primo, Ester
ascendió desde la posición favorecida en el harén real (2:5–11) a un lugar al lado de Jerjes como su
reina. (2:12–18)
Jadasá. Una derivación de un sustantivo común en hebreo que significa mirta. Como hicieron
otros exilados, ella adoptó un nombre foráneo (Dn 1:6 y s.). Ester es una adaptación de la palabra
persa stareh, que significa estrella, o una variación del nombre de una diosa conocida en Babilonia
como Ishtar o en Canaán como Astarot (Jue 2:13, nota; 1R 11:5). La historia secular no tiene ninguna
mención de una reina de Jerjes conocida por nombre. (1:9, nota)
Mardoqueo. Es muy probable que sea una adaptación del nombre babilónico común Mardukaia, o
sea, un devoto del dios Marduk. (Esd 2:2)
La adoptó. Porque su padre y su madre murieron, a Ester se la presenta como la hermosa y
encantadora prima de un exilado judío que fue su guardián. Ambos estaban en el exilio porque su
abuelo común Quis “había sido llevado… con Jeconías” (también conocido como Joaquín) por
Nabucodonosor en 597 a. C., más de 100 años antes. (2R 24:8–16)
2:9 Agradó. Ester comenzó a surgir de la oscuridad, “cuando fue llevada al palacio del rey”; su
encanto cautivó al cuidador del harén real.
2:10 No reveló. Una posible razón de ocultar a “su pueblo y sus semejantes” era el temor de
perjudicar su oportunidad de progresar. En esta conexión surge la pregunta cómo fue capaz de
ocultar su nacionalidad como un secreto sin comprometer sus creencias religiosas. (Comp. Dn 6:10)
2:12 Poder presentarse. Ester tenía que someterse a un régimen prescrito de belleza, que duraba
un año, antes que se la consideraba apta para ser admitida ante el rey Luego se enfrentaba a la
perspectiva de toda muchacha en el harén de pasar sólo una noche con el rey, a no ser que se
“deleitaba en ella y era requerida por nombre” (vv. 12–14). El resultado fue que Ester ganó un lugar
permanente en el palacio porque “el rey se enamoró de Ester más que de todas las demás mujeres… y
la proclamó reina en lugar de Vasti”. (vv. 15–18)
2:14 Segundo harén. Lit “la segunda casa de las mujeres”, donde eran confinadas para el resto de
sus vidas aquellas desafortunadas mujeres que habían tenido el privilegio de satisfacer los deseos del
rey por una noche. De acuerdo con el curso normal de las cosas, Ester habría corrido la misma
suerte.
2:16 Séptimo año. Ester llegó a ser reina 4 años después del rechazo de Vasti (1:3) y un año
después de la derrota de Jerjes en Salamis (480 a. C.), donde su expedición contra los griegos se fue a
pique. El mes “tébet” corresponde a enero/febrero de nuestro calendario.
3:12 Mes primero. Debían pasar once meses antes de la ejecución del decreto (v. 13). Sin duda que
era la fecha determinada por la suerte. La demora aseguraría también que la orden se extendiera hasta
el último rincón del imperio. Ningún judío debía escapar.
Sátrapas. Para la administración del imperio persa vea nota en Esd 4:11.
4:3 Duelo. Mardoqueo y sus paisanos expresaron su consternación ante el inminente y macabro
destino que les esperaba con gemidos y otros ritos de lamentaciones (Gn 37:34). El ayuno
generalmente estaba acompañado de oraciones; vestidos de luto se tendían sobre las cenizas en
arrepentimiento. (4:16; Esd 8:23; Neh 1:4; Is 58:5; Jon 3:5)
4:4 Le contaron. Se necesitaba una acción drástica si se quería frustrar los malvados planes de
Amán (3:7–15). De inmediato Mardoqueo puso en movimiento un contra-complot con la cooperación
de Ester (4:4–8:17). Vacilante al principio, se ofreció a arriesgar su vida “para enfrentarse [sin ser
llamada] al rey para suplicarle que intercediera por su pueblo” (vv. 4–17). Su encanto ganó el
corazón del rey para una audiencia inusual. Sin embargo, se cuidó de no presentarle su petición a
boca de jarro. Solamente después de haber sido él su invitado en dos banquetes, encontró el momento
oportuno de plantearle su súplica. El resultado fue que los papeles se cambiaron contra el delincuente,
y el decreto de matar a los judíos fue anulado y suplantado por otro edicto que permitía a los judíos
defenderse a sí mismos (cc. 5–8).
4:5 Llamar a. Recluida en sus habitaciones, Ester tenía que depender del eunuco, al servicio de
ella para cuidarla, para establecer contacto con su primo (2:11). Al rehusar Mardoqueo ponerse la
vestimenta que ella le envió e insistir en usar ropa de luto “en la plaza de la ciudad”, alertó a Ester
que el motivo de su pesar no era una aflicción personal, sino una calamidad nacional de
proporciones, porque lamentos por un dolor personal no se hacían en público.
4:8 Su pueblo. Ahora las circunstancias hacían necesarias que Ester diera a “conocer a su pueblo o
familiares” (2:10). Si se hubiera identificado ella misma con la raza condenada con anterioridad, el
acceso al rey habría estado en peligro o descartado completamente.
4:11 Una sola ley. La pena de muerte por entrar al interior de la corte sin haber sido invitado era
aplicada incluso a la reina. Ella no pidió una audiencia por los canales de rigor, aparentemente
porque temía ser rechazada. Desde hacía treinta días que el rey no había estado dispuesto para verla,
ya sea por alguna razón de disgusto de Su Caprichosa Alteza, o porque era la víctima de una intriga
cortesana. No tenía otra alternativa que arriesgar su vida para presentarse ante el rey sin autorización.
4:14 De otra parte. Lit. “otro lugar”. Mardoqueo creyó que alivio y liberación para los judíos
vendría ya sea por la intervención de Ester o alguna otra forma. En última instancia, sin embargo,
eran necesarios esfuerzos más que humanos para vencer las fuerzas del mal. La ayuda vendría desde
“el lugar”. Esta palabra vino a ser una designación para Dios, así como “cielo” era usado para
denotar el lugar donde él vive (Mt 5:34; Lc 15:18, 21; comp. “el reino de los cielos” intercambiado
con “el reino de Dios” en Mt 3:2;6:33, etc.). La presencia de Dios hizo de “el lugar” donde Moisés
estuvo parado un “suelo santo”. (Éx 3:5; Jos 5:15)
Al reino (al trono). Ester tenía que tomar conciencia de que su posición como reina implicaba
responsabilidades proporcionales a su distinción como tal. Su buena disposición de vivir al nivel de
ests responsabilidades con el riesgo de perder tanto el honor como la vida, ha alentado a gente en
posiciones claves a poner sus recursos e influencia al servicio de causas justas, venga lo que viniere.
(Neh 2:5, nota)
4:16 Un ayuno. Comp. v. 3, nota. Siendo que hay sólo una referencia indirecta a Dios en el v. 14,
por lo tanto no hay una mención explícita de una apelación a él por ayuda. Vea Introducción,
“Contenido”.
Si perezco. Las palabras heroicas con que Ester declaró su determinación de tomar la ofensiva en
una lucha por la muerte contra un atrincherado poder del mal, han encontrado eco en los corazones
de todos los que tuvieron el coraje de enfrentar lo que parecía ser una decisión suicida.
9:16 Setenta y cinco mil. Sin duda el rey no tenía idea de que tanta cantidad de sus súbditos sería
afectada por el decreto de Mardoqueo. En su malograda campaña en Grecia sacrificó la vida de
muchos miles más. No obstante, un número de 7.500 parece ser más realista. Todos los números de
las víctimas inmoladas, también en los vv. 6 y 15, pueden haber sufrido el agregado de un cero en el
curso de la transmisión del texto. Vea Números, Introducción, “Los números…”
9:19 Día catorce. Este versículo explica una diferencia en la costumbre de observar la liberación
del complot de Amán. Los judíos de las aldeas comienzan a festejar y celebrar un día antes que sus
hermanos que vivían en ciudades como Susa donde las festividades originales eran precedidas por
dos días de matanzas, más bien que de uno.
9:20 Envió cartas. Mardoqueo alentó a todos los judíos a hacer de los días en “que fueron
liberados de sus enemigos” ocasiones para celebraciones anuales (vv. 20–22). La reina Ester apoyó
con su prestigio las ordenanzas de su primo (vv. 29–32). El nombre que la recién ordenada fiesta
adquirió era un recordatorio de cuán cerca estuvo la realidad del “malvado complot”. Todo lo que
quedó a “los enemigos de los judíos” y su seguidores para hacer era esperar el día de la venganza.
Sabían que no podía fallar porque eligieron la fecha con echar lo que ellos llamaron “Purim”, o sea,
la suerte (comp. vv. 3–7, nota). En la “conmemoración anual de estos días” los judíos debían
alegrarse de que no eran las víctimas desamparadas de un destino ciego (vv. 23–28). Puede ser que el
N. T. se refiere a esta fiesta en Jn 5:1.
9:24 Maquinado. Los eventos que fueron la base para el Purim están brevemente resumidos en 24
y s.
9:28 Conmemoración. Hoy día la observación de esta fiesta incluye la lectura del libro de Ester.
9:29 Segunda carta. Ester dio su aprobación a esta clase de carta enviada por Mardoqueo en su
propio nombre.
En nuestras Biblias el Libro de Job sigue a Ester, el último de los libros históricos. Sin embargo,
entre ellos hay un sin fin de contrastes. Se hace difícil hallar dos libros de la Biblia tan diferentes el
uno del otro.
En Ester, es bien obvio que “Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman” (Ro
8:28). En Job, siniestras fuerzas del mal infligen interminables sufrimientos a “un hombre recto e
intachable, que me honra”. (1:8)
En Ester, la providencia divina acude en ayuda de las personas sin una alusión explícita a su vida
espiritual. La cuestión del vínculo de Job con Dios compone el tema central del libro.
Ester registra la liberación de la nación judía. Job es universal en su alcance; demuestra la
necesidad de salvación de toda la humanidad, representada por “un hombre en la región de Uz” (1:1)
allende los confines de la nación de Israel. La incapacidad del héroe de responder a su Creador con
una devoción sin reservas, viene a ser el trance fatal de todos los hijos de Adán. Los mejores de éstos
son incapaces de alcanzar con su Creador un vínculo libre del pecado del amor por uno mismo.
En Ester, la liberación es una cuestión de registro histórico, conmemorado por una festividad
anual. En Job, la restauración del alejamiento de la humanidad de Dios está basada aún sobre la
promesa. Aquel Siervo con el cual Dios estaba complacido, aún estaba por venir.
Los dos libros son diferentes también en estilo y forma de presentación. Ester es, sin disimulo, de
estilo narrativo. Job, cuatro veces más largo, es, en su forma, casi del todo poético.
El libro de Job desarrolla su tema con gran jerarquía. La escena alterna entre el cielo y la tierra.
El conflicto está dado entre el Creador de cielos y tierra y “el príncipe de este mundo”, “el príncipe
de los poderes de este mundo” (Jn 14:30; Ef 2:2). La voz de Dios se oye saliendo “desde la tempestad”
(38:1). El destino del hombre, la mayor gloria de la obra creadora de Dios, está en juego.
Satanás precipita el conflicto. Dice que el hombre ya no cumple con el propósito para el cual Dios
lo creó. Hasta un hombre como Job, arguye, “no honra a Dios sin recibir nada a cambio” (1:9). No
ama a Dios por causa de Él mismo. Es leal a Dios porque servirle es rendidor. Haciendo de Job un
caso probatorio, el antiguo enemigo malo se dispone a probar que Dios debe renunciar al derecho
sobre su criatura. Si Job cede a sus impulsos egoístas, obedece en realidad a las incitaciones non
sanctas de Satanás, y repudia su fidelidad a Dios.
Al comienzo Job sale airoso la prueba. La pérdida de todo –riquezas, hijos, salud– no puede
separarlo del amor de Dios. Job rechaza la sugerencia de su esposa: “¡maldice a Dios y muérete!”
(2:9)
Pero, Satanás no se rinde. Habiendo sido repelidos sus ataques frontales, recurre a maniobras más
sutiles. Disfrazándose de “ángel de luz” (2Co 11:14), se acerca a Job por intermedio de sus piadosos
amigos, trocando sus buenas intenciones de ayudarlo, en un truco diabólico. Éstos tratan de hacerle
entender a Job por qué está sufriendo. Las razones que esgrimen tienen visos de verdad. Así como
Satanás procedió en su tentación con Jesús, así ellos podrían haber afirmado: “Pues escrito está” (Lc
4:9–10). Lo que dicen es, en realidad, sólo una verdad a medias. Cuentan con algunas piezas de un
rompecabezas que ciertamente tienen su lugar en el modelo, pero las colocan donde no caben, y
dejan huecos distorsionantes en la figura completa. El resultado es una caricatura de Dios y de su
trato con la humanidad en general, y con Job en particular.
Esta indagación en el porqué del sufrimiento de Job por parte de sus amigos, y las insinuadoras
respuestas que ofrecen, consiguen lo que los golpes de la adversidad no alcanzaron. La apenas velada
acusación de que Job sufre mucho porque pecó mucho, provoca una defensa por parte de él, que da
pie al argumento de Satanás: Job no sirve a Dios “sin recibir nada a cambio”. De los recónditos
escondrijos del quebrantado corazón del sufriente Job, emergen pensamientos que no habían salido a
la superficie con anterioridad. Al ponerlos en palabras, éstas revelan que no puede evitar que
motivaciones egoístas profanen su amor a Dios. Por más que luche en contra, sucumbe a la gran
mentira de que su piedad merece una recompensa. Al negársela Dios, le exige explicaciones y lo
desafía a vindicar su justicia.
La mayor parte del libro abarca la discusión de Job con sus amigos (cc. 3–37). Sólo aquéllos que
no pasaron por lo que Job pasó, lo tomarán como un discurso pretencioso y latoso por su extensión,
cansador por sus innecesarias repeticiones, artificial en su recurso emocional. Todo hijo de Dios
sabe, perplejo, que esta verdaderamente interminable batalla verbal es, ciertamente, parte de la vida.
La furia de ellos es el eco de emociones conflictivas que, cual una marejada, van agitando su propio
corazón. Atontado por repentinos y salvajes golpes de aflicción, aturdido por el dolor, cegado por
las lágrimas, el hombre desea quedar asido a esa fe que le dice que Dios es bueno. Pero siente la
angustia de pensamientos encontrados, que afloran de las negras profundidades de su corazón, donde
aún se agita el príncipe de las tinieblas. La lucha resultante destroza, literalmente, el corazón. Queda
hecho pedazos entre la determinación de dejar que Dios haga lo suyo, y la diabólica sospecha de que
Dios no es bueno o no es todopoderoso, o ni lo uno ni lo otro. Tal como en el debate entre Job y sus
amigos, se desata una escaramuza tras otra en las largas vigilias nocturnas de dudas y desesperanza.
Los pensamientos impíos no sólo originan un ataque persistente, sino que buscan entrada también a
una interminable variedad de enunciados y proposiciones. Hay veces en que la fe se planta (19:25).
Pero su voz se pierde en el fragor de la batalla. Los gritos de angustia de Job no son los elaborados
sonidos de una representación desde un escenario. Éstos afloran de toda alma torturada, cuando todo
lo que daba sentido a la vida, está amenazado de hundirse en un océano vacío de sentido.
La pregunta acerca del sufrimiento sobresale enormemente por cierto, en el libro de Job. Sin
embargo, no es el propósito del escritor presentar una tesis sobre este tema, mucho menos el querer
resolver los misterios del sufrimiento en la vida humana. Job no encuentra respuestas a sus
persistentes porqués. Sus amigos le proponen motivos para explicar las desgracias que le han sido
infligidas, las cuales son inaceptables para Job, y solamente intensifican su sufrimiento. Tampoco las
atronadoras palabras de Dios (cc. 38–41) ofrecen una explicación racional a la condición de Job. En
verdad, se le hace saber que no espere entender la forma de actuar de Dios con el hombre. Mal
parado queda Job al querer someter al Creador y preservador del universo, a un juicio en el tribunal
de la razón humana. (40:2)
Aun sin haber recibido explicación, el sufrimiento de Job contribuye en gran manera, sin
embargo, al objetivo primario del libro. Es la manera de descubrir la trágica verdad de que ni aun
Job es una excepción al veredicto: “los mortales… a una se han corrompido. No hay nadie que haga
lo bueno, ¡no hay uno solo!” (Sal 14:2–3). En el crisol del dolor, calentado al rojo vivo por la furia
de Satanás, sale a la superficie la impureza del amor de Job. Su piedad se revela como disfrazado
amor por sí mismo. Y, siendo que no es posible amar a Dios y a uno mismo (Mt 6:24), todos sus
“actos de justicia son como trapos de inmundicia” (Is 64:6), una intentona de encubrir, pero en vano,
su verdadero ser.
Probado y hallado deficiente, condenado por su propia boca, Job se entrega a la misericordia de
Dios. Su única esperanza de no quedar bajo la férula de Satanás es “arrepentirse en polvo y ceniza” e
implorar perdón (42:6). Y Dios perdona y rehabilita a su siervo perdido, al no imputarle sus
pensamientos impíos y palabras rebeldes, y recordando sólo que habló “lo que es verdad”. (42:7 y
ss.)
Así concluye el libro de Job. Sin embargo, cualesquiera sean sus características particulares, es
semejante a todos los demás libros del A. T. en este respecto, de que no es la última palabra de Dios a
sus perdidas criaturas. Está abierto al futuro. Así como en Adán todos los hombres están condenados
a estar separados de Dios en completa lobreguez (Ro 5:12; 1Co 15:2122), del mismo modo Job
proporciona la evidencia de que ningún hijo de Adán puede restablecer la comunión con su Creador.
Alguien debe venir y hacerlo por él. En Job, Satanás ganó una batalla; en Jesucristo perdió la guerra.
Por causa de él, “golpeado por Dios, y humillado” (Is 53:4), “obediente hasta la muerte, ¡y muerte de
cruz!” (Fil 2:8), “el SEÑOR atendió a la oración de Job” (42:9), perdonó sus pecados y le permitió
regocijarse en el esplendor de su gracia.
Job necesitaba un Salvador. En el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo para expiar los
pecados, no sólo los de “un hombre en la región de Uz”, sino para ser “el sacrificio… por los
pecados de todo el mundo”. (1Jn 1:7; 2:2)
Corolarios
Los 42 capítulos de Job demuestran la falsedad del gran engaño de que el hombre caído tiene en
sí mismo suficiente bondad como para ganarse la aprobación de Dios. Los corolarios emergentes de
la raíz de esta verdad humilladora, son igualmente detestables para el orgullo humano.
(1) Queda claro de la discusión entre Job y sus tres amigos (cc. 4–28), que Dios está más allá del
alcance de la mente del hombre. En el intento de explicar por qué Job sufre, los amigos no saben
hacer otra cosa sino reducir al eterno “YO SOY EL QUE SOY” (Éx 3:14 nota) a un principio
impersonal de justicia, que opera por una regla basada en la experiencia y la práctica, más bien que
por conocimiento científico, producto de la propia cosecha de ellos mismos. Es cierto que Dios
recompensa la piedad y que castiga la maldad, ya que dijo que lo hará. Pero cuando ellos insisten en
que lo hace según los criterios de ellos, y para su satisfacción, transforman al que gobierna el
universo en nada más que un títere que entra en acción cuando ellos tiran de los hilos.
Eliú, el cuarto visitante de Job (cc. 3237), no procede de mejor manera. Dios, asevera
correctamente, sabe lo que hace; tiene un propósito al castigar al hombre. Pero él también sujeta la
divina providencia a la ley de causa y efecto. Porque “Dios paga al hombre según sus obras; lo trata
como se merece” (34:11). El sufrimiento de Job es tan intenso porque el mal proceder del cual debe
ser purificado, no es menos grave. La corrección se ajusta al crimen. Si Job confiesa su pecado y se
arrepiente de él, habrá una reacción correspondiente por parte de Dios. Él quitará la espina que está
en su carne. (2Co 12:7)
(2) Dios, más allá del alcance del pensamiento humano, se revela al hombre. Pero, lo que de sí
manifiesta no lo hace más accesible a la razón del hombre, o a sus percepciones sensorias. Job oye a
Dios que habla desde la tempestad. Lo que oye no es una respuesta a su pregunta, sino un llamado a
confiarse sin cuestionamientos al creador y preservador del universo (Cc. 38–41).
La fe en su sabiduría y poder no es simplemente una torpe resignación ante un destino ineludible,
impuesto arbitrariamente sobre una víctima indefensa. Perdonado y rehabilitado, Job obtiene la
certeza de que Dios, en el control absoluto de su destino, es tan infinitamente bondadoso y está tan
bien dispuesto, como es poderoso y sabio.
En el libro de Ezequiel se le concede a Job un lugar de honor, junto a Noé y Daniel, como
hombre justo. (Ez 14:14)
Santiago les recuerda a sus lectores la “perseverancia” de Job (Stg 5:11). Habría sido difícil
encontrar un ejemplo mejor de fe tenaz. Golpeado por la adversidad de un modo como pocos, –si es
que los hay–, lo experimentan, no soltó a Dios. Hubo momentos en que se relajó su firmeza. Se
desvió por el sendero de la duda; tomó la senda fangosa del desafío y la rebeldía. Pero, al final
ningún tormento de cuerpo y alma, ni el reproche sarcástico de su esposa o amigos, pudo separar a
Job del amor de Dios.
El ejemplo de Job no es tan sólo un desafío a ir y hacer lo mismo. Que todo hijo de Dios piense
en Job, y se sienta confortado cuando las dudas y los pensamientos satánicos se alzan en su corazón
atribulado. Porque él también se debilitó bajo la tensión. Pero “el SEÑOR, de amor inagotable”, no
desechó a su siervo inepto. En él hay “plena redención”. (Sal 130:7)
La historia de Job nos ofrece, además, la reconfortante advertencia de que Dios “no permitirá que
ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar”. Satanás no puede “atormentar” a Job más
allá de lo que es capaz de soportar. A su modo y a su tiempo, Dios “les dará también una salida”. (1Co
10:13; 2Co 12:7–10).
El creyente del N. T. le lleva ventaja a Job. El evangelio del cumplimiento proclama que la
necesidad del hombre, demostrada en el libro de Job, ha sido satisfecha en la obediencia perfecta y el
sufrimiento inocente de Jesucristo. Sin embargo, no puede estar sin una fe como la de Job. A él
también se le pide que crea que “Dios dispone todas las cosas para el bien” de él, sin importar cuán
malas las cosas aparentan ser. Sus pruebas pueden ser, incluso, más frustrantes que las de Job. Puede
ser tentado a preguntarse si un Dios que dice amarlo tanto que dio a su Hijo para morir por él, no
debiese haberlo eximido del sufrimiento.
Y el creyente de hoy, tampoco es más inmune a la tentación de servir a Dios por razones egoístas,
aunque haya recibido una revelación más completa respecto de la vida eterna.
En vez de pensar que el cielo es un don de gracia, continúa siendo susceptible a las sugestiones
del demonio, de que Dios está obligado a recompensar sus virtudes en el otro mundo. Más aún, la
promesa de reinar con Cristo puede ser insuficiente para satisfacerlo, en momentos en que busca
alivio a las aflicciones aquí y ahora.
Por consenso general, el libro de Job descuella como una de las mayores obras maestras
literarias del mundo. Sin embargo, continúa siendo anónimo. Ninguno de los intentos por identificar
al autor no nombrado ha conseguido aceptación general. Se ha pensado en autores conocidos de
otros escritos bíblicos, como Moisés y Jeremías. Se sugiere un hombre sabio desconocido. Pero, la
época en que supuestamente vivió, se extiende desde la era salomónica hasta muy adentro del período
intertestamentario.
Los intentos por encontrar pistas que conduzcan a un autor en los alrededores y las circunstancias
externas de los eventos registrados, han conducido igualmente a teorías muy dispares. Para ciertos
estudiosos, las referencias fortuitas a ciertas circunstancias sugieren la época de los patriarcas. Otros
creen que la evidencia intrínseca apunta a una edad como un milenio posterior. Se propone, por ej.,
que la acción tuvo lugar en Arabia (la moderna Arabia Saudita) poco antes de finalizar la cautividad
babilónica. Para este punto de vista, se encuentra fundamento en registros babilónicos recientemente
descubiertos, como también en la poderosa influencia del dialecto árabe sobre el hebreo del libro.
El libro proporciona un relato de sucesos en la vida de Job, los que constituyen su mensaje. El
escenario es presentado en forma concisa en una introducción en prosa (cc. 1–2), y un epílogo (42:7–
17). Los capítulos intermedios (3–41) reproducen, en forma poética, una larga discusión del destino
de Job, precipitado por cuatro de sus compañeros, y llevado a su finalización por el Señor mismo.
Bosquejo
1:1 Un hombre. Un miembro de la raza humana, que iba a demostrar que todo hijo de Adán, sin
excepción, debía buscar más allá de sí mismo por un Salvador de las garras de Satanás, y de su
propio ser demoníaco. Si se podía esperar que alguien pasara la prueba de un amor acrisolado a
Dios, sería un varón considerado cabal y recto, temeroso de Dios. Job no era un ateo réprobo. Su
devoción a Dios no era una presunción hueca. Cuando Satanás puso en tela de juicio la sinceridad de
su piedad, ni la pérdida de riquezas, o de sus hijos (c. 1), ni la tortura del dolor físico (c. 2) pudieron
inducirlo a “pecar de palabra” o a “echarle la culpa a Dios” (1:22; 2:10). Aun así, antes de que Satanás
haya terminado con Job, quedará claro que hasta el mejor de los hombres fracasa en amar a Dios “sin
recibir nada a cambio”, por ej., tan sólo por su causa, y sin esperar nada a cambio. (1:9)
Uz. Job vivió “entre los habitantes del oriente”, más allá de los límites de la Tierra Prometida (v.
3; Jue 6:3; Is 11:14; Ez 25:4). Sin embargo, una localización más exacta de su tierra de origen sigue
siendo una cuestión en disputa. Han sido sugeridos: (1) un territorio conocido como el Haurán, al
nordeste de Canaán; (2) una región bajo control edomita, al sur y al este del Mar Muerto; (3) un
asentamiento en la parte de Arabia, conocida hoy como Arabia Saudita. Los amigos de Job son
identificados con nombres de lugares ligados con Edom.(2:11 nota; Jer 25:20; Lm 4:21)
Job. Su nombre, derivado de una raíz hebrea, significa “uno expuesto a la hostilidad”; una
etimología árabe sugiere el significado de “uno que se vuelve o se arrepiente”. Job emerge del
pasado de la humanidad como una figura no identificada. No hay información accesible acerca de sus
antepasados, su filiación racial o nacional, la época de su prosperidad en condiciones de historia
contemporánea. Su historia es algo más que la biografía de un individuo. Expresa en palabras la
condición universal de la humanidad.
1:4 Acostumbraban turnarse. Job valoraba muchísimo a sus hijos, porque existía entre ellos una
muy buena comunicación. Sus siete hijos podían proveer lo necesario para ser anfitriones uno del
otro además de las tres hermanas, cada día de la semana, turnándose cada uno en su día. Sin embargo,
la expresión “su día” puede hacer referencia al cumpleaños de los hijos. El número registrado de
hijos no es solamente una anotación estadística. El total de 10, la suma de siete y tres, sugiere un
círculo familiar completo en todo sentido.
1:5 Holocausto. En los tiempos patriarcales, el jefe de la familia llevaba a cabo las funciones
sacerdotales (Gn 12:7; 35:1). En la cautividad babilónica los judíos se abstuvieron de sacrificios de
animales. Por tanto, se sugiere que Job vivió antes de la promulgación de la ley mosaica, la cual
estableció la presentación de sacrificios como privilegio exclusivo de los hijos de Aarón. (Pero,
véase Jue 6:24)
1:6 Ante el SEÑOR. El lector ha de saber desde el comienzo, que no un ciego destino, sino la
providencia divina es la responsable por las pruebas a las que Job es sometido (6–12). Dios, quien
“conoce los más íntimos secretos”, está por enseñarle a Job una lección de vital importancia (Sal
44:21; 139:1s; Jer 17:10). La pérdida de “sus posesiones” (v. 10) le ofrece una pausa para examinar
los fundamentos de su correspondencia con el Creador. Será confrontado con la pregunta que si
“honra al SEÑOR y vive apartado del mal” (v. 8) por ninguna otra razón sino para complacerlo y
honrarlo a él, o si su piedad está contaminada de raíz con motivos ocultos de amor por sí mismo. El
método educativo de Dios, si bien severo, es necesario a fin de sacar a la luz la ilusión del hombre de
que tiene algún derecho a reclamar el favor de Dios. Para tener vistazos de alguna acción “en la
presencia del SEÑOR” (v. 12) concedida a otros, ver 1R 21:19 y ss.; Is 6; Ez 1:1; Ap 4:1.
Satanás. Es la transliteración de una palabra hebrea utilizada (1) para designar diferentes
antagonistas o adversarios humanos (1S 29:4; 2S 19:22; 1R 5:4; 11:14; Sal 109:6); (2) para señalar al
archienemigo del hombre, el cual no guardó su dignidad entre las huestes celestiales (Jud 6),
llamadas aquí y en otros lugares “hijos de Dios” (38:7; Gn 6:2 nota). Al colocar el artículo definido
como prefijo al sustantivo hebreo, el A. T. lo estigmatiza como “El enemigo” del hombre (14 veces
así en Job y en Zac 3:1–2, pero no en 1Cr 21:1). En la corte celestial representa el papel de abogado
acusador. Pero no es su intención reivindicar el honor de Dios. Su objetivo es “aniquilar” a Job (2:3),
a reclamarlo como súbdito suyo, y a exigir que comparta su destino afuera, en la oscuridad. En sus
crueles ataques contra su víctima humana, tiene a su disposición las fuerzas de la naturaleza (vv. 16,
19). Sin compasión en la persecución de su presa, en ningún lugar se presenta como diabólicamente
intrépido y hábil, excepto cuando tentó a Jesús.
1:9 Sin recibir nada a cambio. No esperando nada a cambio.
1:10 Bajo tu protección. Una protección contra amenazas a su bienestar.
1:11 Maldice. El verbo hebreo, que normalmente significa bendecir, se utiliza para evitar hasta la
mera expresión del horrendo pensamiento de que el hombre invoque una maldición sobre Dios
(nuevamente así en 5; 2:9; 1R 21:10, 13). Si Job reniega de Dios en términos blasfemos como éstos,
Satanás tiene su presa asegurada.
1:13 El día. Con cuatro golpes casi simultáneos, Satanás despojó a Job de sus manadas, rebaños y
reseros, de su riqueza material, sus siervos y sus hijos. (vv. 13–19)
1:15 Sabeanos. Una tribu nómada del desierto arábigo.
1:16 Un rayo. Ver 2R 1:12.
1:17 Caldeos. En una época temprana ocuparon el territorio que se extiende hacia el este, desde el
sur de Babilonia desierto adentro (Gn 11:31, nota). Más tarde conquistaron Babilonia y heredaron el
imperio asirio. Nabucodonosor era caldeo.
1:20. Rasgó las vestiduras. De acuerdo con las prácticas de luto habituales, Job rasgó su manto
exterior, y rapó su cabeza. (2S 15:32; Ez 9:3; Jer 7:29; Mi 1:16)
1:21 Bendito. Otros hijos de Dios han repetido las palabras de este versículo, reconociendo con
humildad a Dios como el dadivoso Señor de toda su prosperidad en esta vida (comp. 1Ti 6:7; Ec
5:15). Sin embargo, sólo aquellos que han compartido los sinsabores de Job, conocen las
conmociones interiores a ser superadas, antes de que pudieran decir con labios temblorosos:
“Bendito sea… el SEÑOR!”
1:22 Echó la culpa. Esta palabra aparece nuevamente sólo en Jer 23:13, donde se la traduce “cosa
sin gusto”. Job no dijo nada que diera a entender que Dios le había resultado ofensivo a él; la dulce
fragancia de la bondad divina no había asimilado un aroma vil.
2:1 Llegó el día. En una segunda audiencia con Dios, Satanás pidió permiso para intensificar la
severidad de la prueba. Si Job amaba a Dios “sin recibir nada a cambio” (1:9), la pérdida de su
posesión más preciosa, su salud, no debería afectar su actitud hacia Dios (vv. 1–6). Reducido por la
enfermedad a un repulsivo montón de carne y huesos (vv. 7–8), Job todavía no dio expresión a
recriminación alguna contra Dios, aun cuando su esposa se convirtió en vocera de Satanás,
apremiándolo a “maldecir a Dios”. (vv. 9–10)
2:4 ¡Una cosa por la otra! Satanás utilizó una frase proverbial para insinuar que Job estaba
dispuesto a pagar el precio de pérdidas materiales, si con esto podría ale-jar amenazas contra su
propia persona. La piedad, dijo, aun era una ganga si le aseguraba al hombre salud y bienestar.
2:7 Dolorosas llagas. En hebreo es un sustantivo singular: “una dolorosa inflamación”, traducido
como “úlceras” o “úlcera” (Éx 9:9–11; Dt 28:27, 35; 2R 20:7), asociado con la lepra (Lv 13:18–20,
23). Por la descripción que Job hace de su enfermedad, muchos estudiosos concluyen que era
elefantiasis. (7:5; 19:17, 20)
2:11 Amigos. El ataque frontal de Satanás fracasó; “Job no pecó ni de palabra” (v. 10). Sin dejarse
intimidar por ello, el tentador echó mano a una estrategia más insidiosa. Reclutó a su servicio a los
tres amigos. Sinceros y bien intencionados, éstos en realidad arrojaron una andanada de diabólicos
dardos en el corazón ya quebrantado y lacerado de Job. Las medias verdades con las que creen
consolarlo, llevan la marca del padre de las mentiras. En sus largas discusiones con Job (2:1126:14),
le provocan una agonía espiritual más allá de lo que puede tolerar. Torturado por la insinuación y,
más aún, descarada acusación de ellos de que la intensidad de su sufrimiento es la consecuencia de
una culpa proporcionalmente grave, Job revela que en su piedad acecha un latente motivo de
ganancia. Su amor a Dios es un amor a sí mismo disfrazado. Job no sirve a Dios “sin recibir nada a
cambio”, sino por lo que espera recibir. Satanás tiene éxito en probar su argumento.
Sus respectivos lugares. Los que visitan a Job son también “del oriente” (1:3), aunque por lo visto
no de su más cercana vecindad. Sus nombres, y el adjetivo descriptivo a continuación de cada uno de
ellos, dan algunas pistas respecto del lugar de su residencia. Esaú, el antepasado de los edomitas, tuvo
un hijo llamado Elifaz (Gn 36:4), quien a su vez fue cabeza de un clan llamado Temán (Gn 36:11; 1Cr.
1:36). En otros pasajes Temán aparece como el nombre de un lugar ocupado por edomitas, la
jurisdicción de los cuales se extendió alguna vez hacia el este Arabia adentro (Jer 49:7; Ez 25:13; Am
1:12; Abd 9). La descripción de los otros dos amigos ofrece aún menos identificación positiva.
Bildad puede haber sido un descendiente de Súa, el hijo de Abraham con su concubina Cetura, y
presumiblemente el fundador de una tribu del desierto emparentada con los madianitas nómades (Gn
25:2; 1Cr 1:32). La única referencia bíblica a Namat que puede asociarse con Zofar, es el nombre de
la madre amonita del rey Roboam (1R 14:21). Su gente tenía posesiones al este del Jordán.
2:13 Se sentaron. Los tres que visitaron a Job no eran de esos amigos que en tiempos difíciles
desaparecen de la escena. Al tener noticias de su calamidad, concordaron en que lo menos que podían
hacer, era expresar su simpatía en persona, con la esperanza de acercarle así algo de consuelo. Sin
lugar a dudas, la presencia silenciosa de ellos al lado de Job, por una semana entera, le hizo sentir
hasta qué punto su sufrimiento afligió sus corazones. Un cálido apretón de manos puede ser una
expresión de dolor compartido aún más efectiva que un torrente de palabras. Cuando los amigos de
Job trataron de “condolerse con él”, se convirtieron en “consoladores importunos”. (16:2)
3:1 Rompió el silencio. Los amigos de Job deben haber arribado algún tiempo después de que Job
fuera abatido. Cuando abrió su boca en presencia de ellos, ya no oyeron palabras de mansa
resignación, como las que había pronunciado cuando la tormenta se descargó por primera vez sobre
su cabeza (1:21; 2:10). Una no mitigada agonía de cuerpo y alma dio lugar a una intensificación
emocional a punto de estallar. Rompiendo todas las ligaduras de control, dio rienda suelta a sus
sentimientos en un prolongado grito de dolor. Con palabras tan punzantes como para desgarrar al
corazón más insensible, Job (a) desea no haber nacido (vv. 1–10); (b) ansía alivio por medio de la
muerte (vv. 11–19): (c) se acobarda ante la idea de una existencia continuada de sufrimiento. (vv. 20–
26)
En su grito no expresa rebeldía contra Dios, no se halla repudio a su soberanía, no hay amenaza
de suicidio. Sin embargo, desde las profundidades recónditas de su alma, aflora a la superficie la
insidiosa pregunta del porqué (vv. 11, 20), y con ella la primera alusión a que esperaba que la pie-dad
fuese recompensada con días felices. Sus amigos retoman el tema; insisten en que saben por qué está
sufriendo. Él, a su vez, rebate la explicación de ellos, de que existe una correlación directa entre la
intensidad de su dolor y la enormidad de su pecado. Sin embargo, al refutar sus incriminaciones, Job
hace declaraciones que revelan con claridad lo que en su queja en este capítulo sólo insinúa, es decir,
que no sirve a Dios “sin esperar nada a cambio”. El autor reproduce el lamento de Job en un lenguaje
en extremo poético.
3:3 Perezca. Perplejo ante una persecución inmerecida, el profeta Jeremías asimismo maldijo el
día de su nacimiento. (Jer 20:14–18).
3:4 Tome en cuenta. En variaciones de figuras de lenguaje casi infinitas, Job desea que el día que
lo trajo a la existencia, nunca hubiera amanecido. ¡Si tan sólo su lugar en la historia hubiese quedado
en blanco! ¡Si tan sólo no fuese uno de los días en los que Dios se interesa!
3:5 Pesadas sombras. RV: sombras de muerte; traducido así también en Sal 23:4. “Negrura del día”
es un eclipse del sol.
3:6 Ninguno de los meses. Que su día de nacimiento y sus aniversarios sean borrados del
calendario.
3:7 Gritos de alegría. El “gozo de que un niño es nacido en el mundo”. (Jn 16:21)
3:8 Que maldigan. Al ir amontonando maldiciones sobre el día que en definitiva condujo a su
sufrimiento, Job utiliza un lenguaje figurado tomado de las supersticiones en boga. Los hechiceros
decían tener la habilidad de pronunciar un encanto sobre determinados días, haciéndolos de mal
agüero.
Leviatán. Las mismas consonantes, con otras vocales, deletrean la palabra para el monstruo
mencionado nuevamente en 41:1; Is 27:1; Sal 74:14; 104:26; Ez 29:3–5. En el pensar mitológico de
aquellos días, este monstruo indómito era el enemigo del orden cósmico en el universo. Si había sido
despertado para traer de vuelta un caos desordenado y vacío (Gn 1:2), su día de nacimiento no se
habría dado en la ordenada secuencia de tiempo.
3:9 Los primeros rayos de la aurora. (otras traducciones: los párpados de la mañana). Una
descripción poética del amanecer.
3:11 Perecí al momento de nacer. Así como Job no habría padecido infortunio si no hubiese
nacido, del mismo modo “descansaría” (v. 13) si hubiera muerto al nacer. (vv. 11–19)
3:12 Me recibieran. Ver Gn 30:3, nota.
3:13 Durmiendo. No había para Job terror en la muerte. Él ansiaba el alivio que traía. Siendo que
pone fin a la actividad terrena y a la conciencia de todos los hombres, sean buenos o malos, pequeños
o grandes, esclavos o libres, Job habría que-dado eximido de todo dolor subsiguiente, si “pudiese
haber estado yacente y reposado”. (Ver v. 13 de NVI)
3:14 Ruinas. La muerte no respeta las personas. Derriba hasta a los reyes que cuentan con
recursos para reconstruir lugares en ruinas.
3:20 Luz. A su deseo incumplido de no haber nacido nunca, o al menos haber muerto al nacer, Job
añade la pregunta de por qué Dios prolonga ahora su desdichada vida. (vv. 20–26)
3:23 ¿Arrincona? Por primera vez Job responsabiliza a Dios directamente por su condición. Ya
no es un “cerco alrededor de él” para brindarle protección (1:10 nota), sino que usa sus cercas de
espinas para evitar su huída de la prisión de la vida (Ap 9:6). Su pregunta de por qué Dios prolonga
su desgracia, tiene implicaciones de resentimiento. Él cree que tiene derecho a esperar un tratamiento
mejor. Este implícito desafío a la justicia de Dios, dio pie para un punto de debate que los tres amigos
estaban ansiosos por discutir. En variaciones prácticamente interminables, argumentan que el
sufrimiento de Job es la recompensa justa por su culpa no confesada. El esfuerzo que realizan los
amigos por responder el porqué de Job, y la refutación de la explicación de ellos por éste,
conforman el grueso del libro. (cc. 4–26)
4:1 Respondió. Los tres amigos de Job están listos para rebatir la pregunta que éste planteó: ¿Por qué
debo sufrir? (3:11, 12, 20). La respuesta de ellos provoca una larga discusión, parecida a un debate. El
asunto puede frasearse así: “Resuelto, que Job sufre mucho porque ha pecado mucho.” En forma
alternada los amigos insisten con la afirmativa; Job defiende la negativa, replicando por turno a cada
uno de los interlocutores en las tres rondas del debate. Sin embargo, en la batalla de palabras
resultante, no existe un desarrollo lógico de un punto de la discusión al otro. En vez de progresar
verticalmente desde A a B a C, etc., el avance del pensamiento es circular; cada interlocutor provoca
círculos concéntricos de argumentación acerca del tema central, repitiendo el asunto y elaborando
pruebas y refutaciones desde varios puntos de vista. Este modo de razonar puede parecer repetitivo y
cansador para nuestra manera de pensar. Pero, considerando el impacto total que produce, resulta
muy efectivo. En su esfuerzo por refutar las falsas acusaciones levantadas contra él, Job admite que
Satanás tiene razón en su afirmación de que ningún hombre sirve a Dios enteramente movido por
amor a él.
Elifaz, el primero de los interlocutores por la afirmativa, presenta la proposición axiomática de
que nadie que es “inocente” o “recto” es “destruido jamás”. Afirma que esta es una verdad (a) con la
que Job mismo alentó a otros (vv. 1–6); (b) que está probada por la experiencia (vv. 7–11); (c) que le
fue revelada a él, Elifaz, en una visión (vv. 12–21); (d) que se aplica a todos los casos, sin excepción
(5:1–7); (e) que es la esperanza de los oprimidos (5:8–16), y que consuela a los que están soportando
castigos disciplinarios. (5:17–27)
4:3 I mpartías instrucción. Job era recto y sin culpa no sólo en esto, de que era temeroso de Dios
(1:8), sino también en su amor por su prójimo. Elifaz le recuerda que “al que tropezaba lo
enderezaban tus palabras”, al consolarlo con aquello que él mismo creía, es decir, que el “temor de
Dios” y la “integridad” del que sufre debieran ser la fuente de su “confianza” y “esperanza”. Job no
debería sentirse “ofendido” o ser “impaciente”, si su amigo le pide ahora que aplique esta verdad a su
propia situación. (vv. 2–6)
4:7 Perecido. Elifaz llega rápidamente a la controversia fundamental que él y sus compañeros
sostendrán a lo largo de la discusión. En sus palabras introductorias (vv. 2–6), sólo lo insinuó. Ahora
lo declara muy abruptamente. Si Job “perece”, según deseó poder (c. 3), no es porque fue inocente o
recto, sino porque solamente estaba cosechando lo que había sembrado. Existe una proporción
directa entre la intensidad del sufrimiento de un hombre, y la severidad del juicio de Dios con
respecto a su pecado. Nadie escapa al “furor de su ira”, aun si pretende ser tan fiero como un león.
(vv. 7–11)
4:12 Me llegó. Elifaz afirma que la doctrina divina de la retribución, expuesta por él, es una
verdad que le ha sido confirmada por revelación. Del modo como un ladrón entra disimuladamente,
así una visión le sobrevino “cuando el sueño cae sobre los hombres”. Esto lo llenó de “espanto” y
“temblor, de modo que se le erizó el pelo del cuerpo”. (Gn 15:12)
4:15 Un espíritu. En heb. “un viento”, una palabra que también se refiere a seres inmateriales; aquí
indudablemente significa un mensajero angélico (Sal 104:4; Heb 1:7). “La cosa”, o él, quedó parado,
pero Elifaz no pudo discernir “su figura” o rostro. (v. 16)
4:17 ¿Simple mortal? La voz que provenía de la visión declaró firmemente la innata depravación
del hombre. Esta verdad axiomática estableció el fundamento de la acusación de Elifaz de que Job
está sufriendo las consecuencias del pecado. El hombre, que rápidamente vuelve al “polvo” del cual
vino, no “ha adquirido sabiduría” si pretende, como Job, que delante de Dios, es decir, desde el punto
de vista de Dios, es justo y puro, y por tanto eximido de la paga del pecado. (vv. 17–21)
4:18 Sus propios siervos. Aun sus ángeles, las criaturas inmateriales de Dios, carecen de la
perfección de la santidad divina. En su presencia se cubren el rostro y los pies con sus alas. (Is 6:2)
4:19 Casas de barro. La existencia transitoria del hombre, el resultado del pecado, es representada
gráficamente. Formado de barro quebradizo, su extensión de vida es la de una polilla. (33:6; Sal
90:5,6; Is 40:6–8)
4:21 Estacas de su carpa. La vida humana se derrumba tan de repente como una tienda de
campaña se precipita a tierra cuando se corta la cuerda que la tensa (comp. 2Co 5:1). La muerte les
sobreviene a los hombres aunque ellos no tengan la sabiduría de darse cuenta de que sus “días son
como una sombra que se alarga”. (Sal 102:11; Job 14:1–2)
5:1 Llama, si quieres. Después de recurrir a su visión, para convalidar su doctrina de la
pecaminosidad del hombre (4:12–21), Elifaz cita ejemplos de la terrible retribución de Dios a los
impíos. Volviéndose directamente a Job, lo desafía a que pruebe que él es una excepción a la regla
universal de que la “aflicción” y la “molestia” son el resultado de la innata depravación de uno (vv.
1–7). Si Job buscara consuelo en quienquiera de sus congéneres, o aun en los santos, por ej., los
ángeles, no encontraría solución mejor a su problema. (4:18; 15:15; Zac 14:5; Dn 4:13; 8:13)
5:2 Mata a los necios. Nuevamente, Elifaz cita un ejemplo de su propia experiencia (4:8–11), para
probar su argumento de que el desastre se abate inexorablemente sobre cualquiera que en su
estupidez actúa como si no tuviese que rendirle cuentas a Dios por sus actos.
5:3 Maldecida. Aunque el necio prosperó por un tiempo, Elifaz lo declaró merecedor de la
maldición de Dios sobre el malo, la cual, en efecto, pone fin a su prosperidad (Pr 3:33; Sal 37:35–36).
Otra traducción sugiere una continuación del pensamiento expresado en la primera línea del
versículo: “Pero repentinamente su tallo se pudrió”.
5:4 Tribunal. Donde se convocaban los tribunales de justicia. (31:21; Dt 25:7)
5:5 Espinas. El pensamiento sugerido por este versículo parece ser que los intrusos atraviesan
hasta un cerco de espinos para comerse la cosecha, o que consumen todo, incluso lo que creció entre
los espinos.
5:6 Del suelo. El sufrimiento no procede de causas fuera del hombre.
5:7 Chispas. Lit. “hijos de una llama”. Siendo que el mal es intrínseco en la naturaleza del hombre,
éste no debería sorprenderse si las dificultades surgen al final tan inevitablemente como las chispas
saltan de un hierro candente al ser martillado.
5:8 Apelaría a Dios. En vez de lamentarse ante hombres y ángeles (1), Job recibe el consejo de
llegar a un acuerdo con su Creador. Dios puede y quiere acudir en ayuda de los que son denigrados
por “las maquinaciones de los astutos”, “los planes de los malvados”, “la opresión de los poderosos”.
Acechando desde esta confortable seguridad se encuentra un insinuante aguijón de reproche. Job
puede encomendar su causa a Dios para vindicación si está sufriendo “injusticia” a manos de
hombres malvados. Si, en cambio, era culpable de crímenes tales como los mencionados, la justicia
divina apunta sus baterías sobre él, y libera a sus víctimas inocentes de sus ambiciosas y crueles
manos. (vv. 8–16)
5:11 Humildes. Este pensamiento encuentra eco en el canto de Ana, y en el Magnificat de María.
(1S 2:7; Lc 1:51–52)
5:13 Astucia. La única cita de Job en el N. T. proviene de este versículo. Pablo exhorta a sus
lectores contra “la sabiduría de este mundo”. (1Co 3:19)
5:17 Corrige. Elifaz propone otra razón por qué Job debería “apelar a Dios” (v. 8). La
Providencia divina “golpea” a los hombres para “sanarlos”. Job debiera sentirse dichoso al saber que
la vara disciplinaria de Dios le inflige dolor, para advertencia de no continuar por un sendero que
conduce a la destrucción. Cuando el Todopoderoso ha alcanzado su propósito disciplinario,
nuevamente protege a sus hijos penitentes del mal, y los cubre de toda clase de bendiciones (vv. 17–
27). Lo que Elifaz proclama es verdadero (Dt 32:39; Sal 94:12; Os 6:1; Stg 1:12; Heb 12:5–11). Sin
embargo, entraña la idea de que Dios, actuando siempre en proporción directa a la culpa del hombre,
tuvo que aplicar una corrección drástica en el caso de Job, porque éste se apartó hasta tal punto del
camino recto.
5:17 Todopoderoso. Comp. Gn 17:1 nota. Los amigos de Job no se refieren a Dios por su nombre
del pacto, el SEÑOR (Éx 6:3 nota). El título Todopoderoso aparece unas 30 veces, casi el doble que
en todos los otros libros del A. T.
5:19 Seis… séptima. La progresión desde un número al próximo más alto, es una herramienta
literaria para designar artículos de la misma categoría a modo de ejemplo más que para el propósito
de proporcionar una lista exhaustiva (Pr 6:16). Otros grupos de números, por ej., “tres… cuatro”, son
utilizados de la misma manera. (Pr 30:18)
5:21 Latigazo de la lengua. Calumnia.
5:23 Un pacto. Elifaz ofrece la anticipación de una fertilidad paradisíaca, y paz. Libre de piedras,
un campo podía rendir una producción máxima. (Is 5:2)
5:24 Faltará. El significado fundamental del verbo es: fracasar en alcanzar el objetivo que uno
busca, o al cual apunta. Por lo general, indica errar el objetivo de la ley, y por tanto es un sinónimo
común para pecado.
6:1 Respondió. En su respuesta a Elifaz, Job (a) nuevamente expresa a gritos su dolor (1–13; ver c.
3); (b) se dirige a sus amigos, manifestándoles que ha quedado defraudado con ellos (6:14–7:6); (c)
vuelve a quejarse con Dios, rogando ser librado del tormento. (7:7–21)
6:3 Impetuosas. El discurso de Elifaz no le trajo consuelo a Job, porque carecía de comprensión
de la enormidad de su “angustia” y “desgracia”, pese a que se lamentó agudamente con palabras
impetuosas y desatinadamente incoherentes.
6:4 Saetas del Todopoderoso. Su sufrimiento es insoportable, porque aguanta no sólo dolor físico,
sino también angustia espiritual y mental. Queda dolorosamente herido por el pensamiento de que
Dios es el causante de su dolor, tan opuesto a sus expectativas.
6:5 Rebuzna. El lamento de Job no es un acto escénico. Así como las bestias hambrientas aúllan su
dolor causado por la inanición, así él reacciona a dolores reales que van royendo sus órganos vitales.
6:6 Desabrida. Los intentos de Elifaz por consolar a Job son para él tan desabridos como
alimento sin sal. La verdolaga, una planta que a veces se utiliza en ensaladas, necesita de condimentos
para darle sabor.
6:9 Aniquilarme. El sufrimiento de Job supera la capacidad de sus amigos de aliviarlo por medio
de sus palabras de confortación; está al borde de la desesperación total. Sólo una rápida muerte le
proporcionaría “consuelo”. (vv. 8–13)
6:10 No haber negado. Job no sabe cuánto tiempo más podrá “esperar” (v. 11). Si su fin llegara
rápidamente, podría morir sabiendo que no hizo ninguna declaración abiertamente opuesta a la clara
voluntad de Dios. Tenía motivos para dudar de su perseverancia. Pronto sus amigos lo oirán objetar
la justicia de Dios.
6:14 Amigo. Después de lamentar su suerte en una especie de monólogo (vv. 213), Job se dirige a
sus amigos más directamente (vv. 14–30). Se defiende contra sus insinuaciones: (a) acusándolos de
falta de amor (vv. 14–23); (b) desafiándolos a presentar pruebas de su mal proceder. (vv. 2430)
6:15 Inconstantes. El texto hebreo del v. 14 se ha prestado para diferentes traducciones. Lo que
quería decir se aclara en la sección que le sigue, donde Job lo ilustra y hace una aplicación de su
sentido. Él no experimentó la clase de “bondad” que tenía derecho a esperar “de un amigo”. Sus
hermanos lo defraudaron tan miserablemente como “confundidos” quedan los viajeros que,
agobiados por el calor y la sed, buscan ansiosamente un arroyo sólo para descubrir que se había
secado con el calor del verano.
6:19 Temá… Sabá. Ubicadas en el desierto arábigo.
6:22 Den algo. Job no tomaba por supuesta la amistad de sus amigos. Todo lo que esperaba era
una palabra amable.
6:24 Equivocado. Job desafía a sus amigos a que prueben que “hay maldad en su lengua” (v. 3).
“Palabras honestas”, arrancadas a “un hombre desesperado”, no deben usarse contra él, sino que
deben ser consideradas de no más valor que “el viento”. Los que lo acusaron de que está equivocado,
serían bastante crueles como para vender a un huérfano o a un ciego como esclavos.
6:28 Mirarme a los ojos. Con una mano aparta Job de sí a sus amigos; con la otra los atrae hacia
sí, en la esperanza de que de alguna manera su “vindicación” redundará en éxito si lo escuchan. Ellos
pueden confiar en su capacidad de “gustar “ o “discernir” la diferencia entre lo que es recto y lo que
es malo.
7:1 Obligación. Job profiere otro grito de dolor. Su vida, mísera, difícil e inquieta como toda
existencia humana, se le hace insoportable por una enfermedad aborrecible y fatal. (Comp. 2:7, nota)
7:7 Recuerda. En los restantes versículos de este capítulo, Job, por vez primera, le habla
directamente a Dios, aunque aún sin dirigirse a él por nombre. Primero continúa con sus sombrías
reflexiones acerca de la transitoriedad de la vida humana; ésta es más veloz que una “lanzadera de
tejedor” (v. 6), transitoria como un suspiro, evanescente como una “nube” que se desvanece y se
esfuma (vv. 7–10). El pensamiento de su propia insignificancia lo lleva entonces a “hablar, en la
angustia de su alma”, a Dios, que se toma la molestia de poner a prueba tan cruelmente a sus débiles
criaturas. En vez de darles tan estrictas reprimendas, estaría más en consonancia con su enorme
superioridad, el pasar por alto y perdonar sus “transgresiones” e “iniquidades”. Si Dios no lo puede
dejar en paz, Job más bien preferiría morir que vivir. (vv. 11–21)
7:9 Sepulcro. Comp. Gn 42:38, nota.
7:10 Nunca más. El hombre no tiene más que una vida que vivir sobre la tierra (10:21;14:7–22; Sal
103:15–16). Aun la victoria de Cristo sobre el sepulcro, no ha impedido que la muerte sea menos
conclusiva como finalización de nuestra vida terrenal. (1P 1:24; Heb 9:27)
7:12 Monstruo del abismo. Las bravías olas del mar y los indómitos monstruos del abismo, con
frecuencia representan a los formidables enemigos de Dios, que amenazan con precipitar su
ordenado universo al caos primigenio. (9:8; 38:8–11; Sal 46:2–3; 65:7; 74:13–14; 89:9; 93:4; Pr 8:29;
Is 27:1; 51:9)
7:14 Sueños. Hecho un despojo por el dolor y la fiebre, Job queda privado hasta del sueño
reparador, por alucinaciones y pesadillas.
7:15 Este cuerpo. Job preferiría que lo estrangularan hasta morir, en vez de continuar sufriendo
en esta “tienda de campaña”, cuyo soporte es la armazón de sus huesos. (2Co 5:1)
7:17 Qué es el hombre? En vez de agradecer a Dios por la superior dignidad del hombre entre Sus
criaturas (Sal 8), y por su continua vigilancia y preocupación por su bienestar (Sal 139), Job se queja
de que el trascendente “vigilante de los mortales” (v. 20) le dé tanta importancia a la despreciable
obra de Sus manos como para tenerlo bajo observación “a toda hora” (v. 18), con la intención de
descubrir mínimas infracciones a su divina ley.
7:19 Tragar… saliva. Un dicho proverbial. Dios no aparta la mirada de Job más tiempo que el que
le lleva a uno tragarse la saliva.
7:20 ¿Por qué? Sin saberlo, los amigos de Job entraron en el juego de Satanás. Con el deseo de
ayudarlo mediante su insistencia respecto de la absoluta e infalible administración de la justicia
divina, lo provocaron llevándolo al punto de que se declarara en rebeldía contra Dios. Job trató de
refutar el principio que ellos esgrimieron, de que el sufrimiento es el castigo propio del crimen.
Como resultado de esto, se opone a Dios por elegirlo a él como señal o blanco de una cruel e
inmerecida retribución. Dios podía, de buena gana, haber pasado por alto la clase de “transgresión”
que él pueda haber cometido.
8:1 Respondió Bildad. Su amigo suhita (2:11 nota) es el segundo que trata de ayudar a Job;
prescribe el mismo remedio que recomendó su compañero (cc. 5–6). Job debe darse cuenta de que
mientras la pie-dad trae consigo bendición sin falta, el sufrimiento siempre es la consecuencia del
pecado, porque la justicia de Dios es inflexible en su reacción respecto del comportamiento del
hombre. Sin refrenarse frente a los sentimientos de Job, Bildad (a) declara lisa y llanamente que el
hombre recibe exactamente lo que se merece (vv. 1–7); (b) cita la experiencia de “generaciones
pasadas”, para substanciar esta verdad (vv. 810); (c) aconseja no dejarse descaminar por el aparente
éxito de los que se olvidan de Dios (vv. 11–19); (d) le promete a Job “risas” por sus lágrimas, si se
demuestra hombre “íntegro”. (vv. 20–22)
8:2 ¡Viento huracanado! Sus palabras son como una tempestad, pero también tan vacías como un
soplo de viento. (15:2; 16:3)
8:3 ¿Pervierte la justicia? En su respuesta sucinta a Elifaz, Job no acusó a Dios de actuar con
injusticia. Sin embargo, Bildad insiste en que la queja desafiante de Job acerca de un tratamiento
áspero (7:20) es, en el fondo, una acusación de que Dios no “paga a cada uno según lo que merezcan
sus obras”. (Ro 2:6; 3:5; 2Cr 19:7)
8:4 Pecaron. Bildad, el auto-decretado médico, siente que debe cortar hondo en el corazón de un
padre apesadumbrado, si es que ha de efectuar una curación. Por doloroso que el proceso sea, Job
debe volver a sus cabales. La muerte de sus hijos, dice Bildad, demuestra que el pecado, por su misma
naturaleza, es implacable en el cobro de su tasa.
8:5 Vuelves la mirada. En sus últimas palabras a Elifaz (7:21), Job dijo que Dios ya no podría
“buscarlo” para hacer llover más golpes sobre él, cuando estuviera muerto. Como réplica, Bildad
exhorta a Job a buscar a Dios, implorando su gracia con suplicación. Así como automáticamente el
castigo siguió al pecado, así con toda seguridad Dios “se levantará” (Sal 7:6; 35:23) a favor de él,
prolongará su vida, y en sus “días últimos” le permitirá cosechar las recompensas por ser “puro y
recto”.
8:8 Generaciones pasadas. Elifaz dijo haber tenido una visión, a fin de convalidar la doctrina de
la justicia divina (4:12 y ss.); Bildad insiste en que ésta está secundada por más evidencia que la que
acumuló en toda su vida. Está fundada sobre la evidencia incontrovertible de generaciones pasadas.
8:13 Los que se olvidan de Dios. La suerte de los impíos no puede presentarse para impugnar la
infalible justicia de Dios (Sal 37:73). Puede parecer que por un tiempo prosperan, pero el juicio
inexorablemente los alcanza. Bildad aduce tres analogías para ilustrar la certeza de su derrumbe final
y decepcionante: (a) se “marchitan” como los juncos en la periferia de un “pantano” cuando el agua
retrocede, privándolos del sustento indispensable (vv. 11–13); (b) sus logros no tienen más
estabilidad que “una telaraña” (14 y s.); (c) se “desarrollan” por un breve tiempo solamente, como
una planta lujuriante que debe ser desarraigada, porque en el suelo rocoso no podría hallar suficiente
humedad para un crecimiento continuo.
8:17 Buscan arraigarse. (Ver RV). En heb. los verbos “vivir” y “ver” son casi idénticos en su
forma.
8:18 Negará haberlas conocido. El malo es destruido, desarraigado por completo. No queda
vestigio de lo que él consideraba “su alegría de vivir” (19). Al ser reemplazado por otros, nadie lo
echa de menos.
8:21 Risas. El juicio de Dios sobre los “hacedores de maldad” es inexorable. Un “hombre
íntegro” puede tener la misma certeza en cuanto a la recompensa por su piedad. Bildad hasta da a
entender que si Job “vuelve la mirada a Dios” (v. 5), y se arrepiente de su pecado atroz por el que
recibió un castigo tan severo, sus lágrimas se cambiarán en risas, tan cierto como que Dios es Dios.
(Comp. 5:17 nota)
9:2 Esto es cierto. Job concuerda con los interlocutores previos, que un hombre no puede ganar
una causa contra Dios (4:17; 8:3). Procesado en el tribunal de justicia de Dios, nunca aparece como
justo, es decir, como la parte vindicada de un pleito. Sin embargo, la velada acusación de que Job
sufre lo que se merece, lo irrita al punto de denunciar la equidad del juicio y los principios por los
cuales es conducido. Insiste en que no puede haber un arreglo imparcial de su caso, porque (a) Dios
no puede ser arrastrado a un tribunal para responder a cargos (vv. 1–12); (b) Dios utiliza su poder
para destruir “a buenos y malos por igual” (vv. 13–24); (c) Dios no permitirá que un árbitro neutral
pruebe la inocencia de Job. (vv. 2535)
9:3 Disputar. En un pleito el hombre no sería rival para la sabiduría de Dios. Desafiado a
justificar sus acciones, podría confundir al hombre miles de veces con preguntas, de modo que no
pudiese “pedirle cuentas a Dios”. (Ro 9:20)
9:4 Poder. Dios es también tan poderoso, que nadie ha tenido éxito en desafiarlo. Cómo puede el
hombre inferior contender con quien “mueve montañas”, “reprende” al sol, las estrellas y las
constelaciones de los cielos, y que lo hace todo sin que el hombre lo vea actuar? (vv. 5–12)
9:6 Columnas. Tal como en otras descripciones poéticas del universo y los fenómenos naturales,
tanto la tierra como los cielos son descriptos como que descansan sobre columnas (26:11; 1S 2:8; Sal
75:3). Sin embargo, según 26:7, Dios “sobre la nada tiene suspendida la tierra”.
9:9 La cosa. Las constelaciones, señaladas con los nombres que nosotros les asignamos, son
mencionadas nuevamente en 3; 31; Am 5:8.
9:13 Rahab y sus secuaces. Dios vence toda oposición con la misma firmeza que Rahab, un
monstruo femenino que representa el caos en el mito babilónico de la creación, y sus cohortes son
representadas como inclinadas y derrotadas ante el poder superior de Marduc, el héroe del poema
épico. (26:12; Is 51:9)
9:15 Pedir misericordia. Aun si Job pudiera “citar” a Dios a comparecer en el tribunal junto a él
(v. 19), la justicia no prevalecería. En vez de ser absuelto, estaría tan abrumado y confundido por la
presencia divina, que se confesaría culpable e imploraría misericordia.
9:22 Destruye. Protestando de su inocencia, y no importándole si paga por ello con su propia vida
miserable, Job expresa la acusación blasfema de que Dios no hace diferencia en su tratamiento con
los buenos y los malos. A estas alturas Job “le echó la culpa a Dios” y “pecó de palabra” (1:22; 2:10).
Satanás había probado que hasta este “hombre recto e intachable” no servía a Dios “sin recibir nada a
cambio” (vv. 1–9).
9:25 Mis días. Toda tentativa de Job por demostrar su inocencia durante el pequeño espacio de
tiempo de su vida, de nada sirve (vv. 25–26). Es inútil (a) fingir alegría en el sufrimiento (vv. 27–28);
(b) entregarse a ceremonias de purificación, que signifiquen pureza de conciencia (vv. 29–31); (c)
procurar un juicio ante un “árbitro” neutral (vv. 32–33); (d) esperar una oportunidad para profesar
abiertamente y sin temor, la convicción de inocencia de uno. (vv. 3435)
9:31 Me aborrecerán. Por más que Job “trabaje” para ser considerado aceptable, Dios lo rechaza
como impuro, como si estuviese cubierto con una inmundicia tan pútrida, que hasta su propia
vestimenta “le aborrecerá”.
9:33 Juez. Dios provee a las necesidades de Job y de toda la humanidad por medio de Aquél que
es el “Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien dio su vida como rescate por
todos”. (1Ti 2:56; Heb 9:15)
9:35 En mí mismo. Job está convencido de su inocencia.
10:1 Queja. Abrumado y sin esperanza de vida (7:11), Job continúa haciéndole cargos a Dios,
acusándolo de obrar injustamente con él (9:2, nota). Dirigiendo ahora sus quejas directamente a Dios,
Job (a) pro-testa que Dios lo está “apretando” ostensiblemente en la búsqueda de algún pecado,
sabiendo todo el tiempo que “no es culpable” (vv. 1–7); (b) afirma que Dios se complace en destruir
al hombre, creado y nutrido por él con el firme “propósito” de reducirlo “nuevamente al polvo” (vv.
8–13); (c) mantiene la opinión de que Dios persigue “al malo” y “al íntegro” sin distinción, como si
estuviese a la caza de “leones” (vv. 14–17); (d) se atribuye el derecho a un breve respiro antes de que
la muerte lo sorprenda como debería haberlo hecho al nacer. (vv. 18–22)
10:2 A Dios. A Job no le queda otra alternativa sino dirigirse a Dios mismo, porque no hay “juez
entre ellos” que pueda ser invocado. Aun estando atontado y perplejo, no “maldice a Dios, y muere”
por propia mano (2:9). Aún sigue esperando que Dios le brinde una solución a su problema.
10:4 Ojos de un simple mortal. El hombre, cuya visión e introspección son imperfectas, se
equivoca con frecuencia al juzgar a los demás. O, puede que los agravie, pues por falta de tiempo
actúa apresuradamente. Pero, “El Señor no se fija en las apariencias, como la gente” (1S 16:7), y por
eso debe saber que Job no es “culpable”.
10:8 Me hiciste. El sufrimiento de Job no lo empuja al ateísmo; reconoce que debe su existencia y
amparo al poder creador de Dios y su cuidado vigilante. Pero deshonra a su Creador al concluir que
lo formó con el claro “propósito” de destruirlo.
10:10 Me derramó. El origen de la vida en la matriz es descrito en lenguaje poético. (Comp. Sal
139:13–16)
10:14 Me vigilas. Job se hunde más y más en el fango de la desesperanza, al afirmar que su
experiencia confirma su aseveración respecto de la intención de Dios al crear al hombre (v. 13). Dios
no será disuadido de su propósito de destruir a Job, ya sea que admita su pecado, o que se plante con
la frente en alto, protestando de su inocencia (vv. 15–16). Cual un cazador decidido a capturar a su
presa irracional, Dios utiliza su poder para “obrar milagros” a fin de abatir a su víctima.
10:20 Déjame. Habría sido un acto de bondad si Job hubiese sido llevado de la matriz a la tumba
(18–19; 3:11 y ss.). Pero, porque sólo tiene una corta vida para vivir sobre la tierra, Dios es injusto y
cruel en hacer que sea una tortura tal.
10:21 Sin regreso. Los últimos dos versículos del capítulo acentúan la finalidad de la muerte como
el fin de la existencia terrenal. El Príncipe de la vida exhortó a sus seguidores a “llevar a cabo la
obra… mientras sea de día”, porque “viene la noche cuando nadie puede trabajar”. (Jn 9:4; comp. Job
7:10, nota)
11:1 Zofar. El amigo namatita (2:11, nota) de Job subraya lo que sus dos compañeros dijeron
acerca de la justicia absoluta de Dios. Sin embargo, él es más directo y rudo en hacer que esta
doctrina se relacione con la circunstancia en que se encuentra Job. Cree que no debe andar haciendo
melindres si ha de corregir a Job y mantenerlo fuera de su problemática situación. Sin gastar aliento
en palabras de simpatía, castiga a su desventurado amigo por desafiar la suprema sabiduría de Dios, e
insiste en que (a) Job no tiene motivos de queja, porque recibe menos golpes que los que en realidad
merece (vv. 1–6); (b) la justicia de Dios, más allá de las objeciones frívolas del hombre pequeño,
nunca deja que los “hombres indignos” escapen al castigo merecido (vv. 7–12), en tanto que
recompensa a los que ponen su corazón “en regla” cuando les son administrados correctivos. (vv.
13–20)
11:3 ¿Te burlarás? La “doctrina” de Job de que Dios lo castigaba aun siendo inocente de todo
crimen (4; 9:21; 10:7), no era solamente un “viento huracanado” de necedad (8:2), sino en realidad un
insulto directo a Dios. Job puede tener la capacidad de engañar y hacer callar a los hombres. Pero el
“entendimiento” de Dios penetra y saca a la luz lo que para la sabiduría humana son “secretos”
obscuros. Si él hablara, podría probar que con más frecuencia actuaba con indulgencia ante los
pecados de Job, que castigándolo como se merecía.
11:7 Los misterios. Job admitió que el poder y la sabiduría de Dios estaban más allá de la
comprensión y explicación humanas (9:4 y ss.). Zofar le recuerda que estos atributos divinos son la
garantía de que ningún “hombre vil” es tan escurridizo o tan poderoso como para escabullirse.
11:12 Asno (RV pollino). Zofar, aparentemente, está citando un proverbio para insinuar que las
perspectivas de que la cabeza hueca de Job se llene de entendimiento son tan remotas como la
posibilidad de que un asno tenga una cría dotada de inteligencia humana.
11:13 Entregas. Tan inexorablemente como que Dios castiga a los malos (vv. 712), también de
modo tan infalible recibirá de nuevo a Job bajo su favor, si éste se arrepiente del pecado por el cual
ha recibido tan severa corrección. En términos mucho más vehementes que los de Elifaz (5:17 y ss.) y
de Bildad (8:20 y ss.), Zofar describe la recompensa de la piedad como un verdadero paraíso sobre la
tierra. Ningún hombre tiene por qué servir a Dios “sin recibir nada a cambio”.
11:15 Llevar en alto. Habiendo librado su conciencia del estigma de la culpa, no debe tener temor
de caminar con la frente en alto.
11:17 Vida. Su extensión de la vida será mucho más grande de lo que esperaba. (7:6; 9:25 y ss.;
10:20)
11:18 Esperanza. Zofar contradice lo dicho por Job (7:6), y repetido en 13:15.
11:20 Malvados. Como una palabra final de advertencia, Zofar le recuerda a Job que todo lo que
los malvados pueden esperar es un fin prematuro de su miserable existencia.
12:2 ¡Morirá la sabiduría! Job comienza su respuesta a la arrogante arenga de Zofar, rebatiendo
la pretensión de una sabiduría superior hecha por el trío de amigos. Con palabras de agudo sarcasmo,
hace a un lado el diagnóstico que ellos hicieron de su caso, afirmando que (a) sus perlas de sabiduría
sólo agregaron el insulto a la injuria (vv. 1–6); (b) lo instruían doctamente con pedantería, acerca de
cosas que con sólo una rápida mirada a la naturaleza resultan obvias (vv. 7–12); (c) pretenden decir
algo novedoso cuando declaran que la sabiduría de Dios es inconmensurable y su poder irresistible,
siendo que todo el mundo sabe por experiencia cómo él hace pedazos la resistencia hasta de los más
poderosos de los hombres, y pone de manifiesto las maquinaciones más astutamente fraguadas. (vv.
13–25)
12:4 Hazmerreír. En vez de arrimarle simpatía, los amigos lo convirtieron en el blanco del
ridículo. Job siente el aguijón de la ignominia tan sutilmente, porque con anterioridad nadie le había
expresado críticas tan destructivas acerca de él. En respuesta a su oración, Dios le otorgó la
reputación de un hombre íntegro e intachable, y la gente lo respetaba.
12:5 Tranquila. Este versículo parece ser el equivalente de nuestro proverbio de que “del árbol
caído, todos hacen leña”.
12:6 Dios… pueden controlarlo. Los amigos se equivocan al afirmar que Dios no deja que los
crímenes de “gente sin escrúpulos” queden sin recibir castigo(11:10 y s.). Éstos roban a sus
semejantes impunemente; irritan a Dios, y no son molestados. Otro grupo de pecadores impunes son
idólatras que tienen un dios que llevan consigo, o que no conocen otro dios sino el poder
simbolizado en sus manos.
12:7 Te darán una lección. Los amigos de Job son ampulosos promulgadores de los hechos más
obvios y reconocidos extensamente. Porque “el eterno poder y la naturaleza divina de Dios se
perciben claramente a través de lo que él creó” (Ro 1:19 y s.; Sal 19:1–6). Quienquiera que puede
percibir sonidos, o que puede comprobar la diferencia en comidas (v. 11), es lo suficientemente sabio
como para hacer las observaciones que ellos pretenden vender como misterios.
12:12 Ancianos. Tal vez mejor traducido como una pregunta, este versículo satiriza la impresión
creada por los amigos, de que su retórica representaba el conocimiento destilado de los sabios
antiguos.
12:13 La sabiduría y el poder. Job se extiende algo en palabras para mostrar que él también está
bien enterado del control absoluto de Dios sobre el destino del hombre (13:1 y s.). Cita ejemplo tras
ejemplo, para ilustrar el hecho de que no existe hombre o nación lo suficientemente fuerte o astuto
como para cuerpear un destino decretado por virtud divina. Sin embargo, Job y sus amigos sacan
conclusiones diferentes de esta verdad.
Los amigos argumentan que Job no es una excepción a la regla de que la calamidad es la
consecuencia del pecado. No debería tratar de esconder el pecado por el cual la poderosa mano de
Dios pesa sobre él. Job, sin embargo, insiste en que no es culpable de un crimen por el que merezca
ser aplastado. Puede haber una sola explicación para su situación: el omnisciente y omnipotente Dios
ejerce su poder indiscriminadamente. En consecuencia, “a buenos y a malos destruye por igual”.
(9:22)
12:22 Abismos. Las intrigas tramadas en el más profundo secreto.
12:23 Destruye. Job teme que, así como Dios crea al individuo con el propósito de causar su ruina
(10:13), así deja que naciones enteras prosperen, sólo para derribarlas.
13:3 El Todopoderoso. Job quiere hablar con Dios mismo, porque sus amigos no son una ayuda.
Lo que ellos pueden decir acerca del poder y la sabiduría de Dios, eso ya lo sabía él todo el tiempo
(12:7–13:2). Y cuando aplican estas verdades generalmente conocidas a Job, en verdad representan
falsamente a Dios (vv. 3–12). Venga lo que viniere, Job está decidido a defender con argumentos su
caso ante un tribunal divino de apelaciones, (vv. 13–16) en la seguridad de que será vindicado (vv.
17–19), a no ser que Dios le cause tal terror, que no pueda hablar libremente (vv. 20–22). Comenzaría
con un interrogatorio, y demandaría saber qué hizo para merecer ser perseguido a muerte. (vv. 23–
28)
13:4 Incriminadores. Job no puede conseguir una audiencia imparcial de sus amigos, porque ellos
encubren la falta de equidad del gobierno de Dios. Los amigos “muestran parcialidad hacia él” (vv. 8,
10), porque tratan de ganarse el favor divino. Todo ese tiempo están ocultando su propia culpa, por
lo que Dios debería causarles terror, si es tan intolerante con la maldad como ellos dicen que es.
13:5 Se callaran la boca. Hasta un necio puede ser tenido por sabio, en tanto mantenga cerrada la
boca. (Pr 17:28)
13:12 Apologías. Los amigos vociferan perogrulladas anacrónicas, lo cual es tan inútil como una
fortificación levantada con materiales tan desmenuzables como barro y cenizas.
13:14 Pellejo. La segunda línea repite el mismo pensamiento que la primera. Nosotros diríamos:
Estoy preparado para tomar mi vida en mis manos (Jue 12:3; 1S 19:5; 28:21). En la desesperación,
Job está dispuesto a arriesgar todo para conseguir una reparación. Así como está, la vida no vale
mucho, de todos modos.
13:15 No tengo esperanza. RV Aunque él me mate en él esperaré. En el pasado Job expresó tal
tenacidad de fe cara a cara con el desastre abrumador (1:21; 2:10; ver también Hab 3:17–18). Sin
embargo, el texto y el contexto no garantizan una afirmación de confianza tan recia en este punto.
Aquí Job se planta desafiante; está preparado para defender su posición, si es necesario aun a costa de
la propia vida. Por otras expresiones de desesperanza ver 7:6; 11:8; 14:7; 17:15–16.
13:16 Impío. Job está tan confiado de poder probar su inocencia si se le concede un juicio
imparcial, que está dispuesto a arriesgarse a morir en el intento.
13:20 Concédeme. Lo que Job pide a Dios consta de dos cosas, en el sentido de que hay un aspecto
negativo y uno positivo en su petición: ¡Para de sofocarme!, así puedo disponer del uso pleno de mis
facultades; no me confundas con un despliegue aterrador de tus poderes de destrucción (v. 21; 9:15,
nota; 9:34 y s.). Si Dios está de acuerdo en no aprovecharse injustamente de él, otro tipo de
procedimientos de un tribunal no le preocupan mayormente. Dios puede “llamar”, quiere decir,
actuar como fiscal, o puede “responder”, o sea, asumir el papel de abogado del reo en el caso.
13:23 Mis pecados. Si Job puede esperar un juicio imparcial, quiere saber en primer lugar por
qué Dios manda un castigo tan severo sobre él. Puede haber sido imprudente en su “juventud” (v. 26),
pero está siendo perseguido y aplastado como si fuese el peor tipo de criminal. (vv. 23–28)
14:1 Hombre. Si Job fuese a “hablar con el Todopoderoso” (13:3), reclamaría que lo estaba
castigando en su persona por crímenes que no cometió (13:23–28). El próximo paso consistiría en
protestar el rudo tratamiento que por parte de Dios recibe él como miembro de la raza humana, de
una vida tan lastimosamente breve, tan irremediablemente propensa a cometer errores. ¿Cómo puede
justificar Dios el hacer que la breve estancia del hombre sobre la tierra sea tan desgraciada, llamarlo
a rendir cuentas por ser lo que es por naturaleza? (vv. 16). ¿Por qué hace sufrir Dios al hombre las
consecuencias del pecado en esta vida, si en la vida venidera no impondrá castigo alguno a los
pecadores penitentes? (vv. 717) ¿Por qué la muerte pone fin a la esperanza del hombre puesta en los
goces de la vida presente, de un modo tan inevitable y final? (vv. 18–22)
14:2 Flores… sombra. Utilizado con frecuencia en lenguaje figurado, para describir la existencia
transitoria del hombre. (Is 40:6 y ss.; Sal 90:5 y s.; 103:15; Ec 6:12; 1P 1:24; Stg 1:9–11)
14:4 ¿Pureza? Para Dios no es razonable tener al hombre bajo vigilancia constante, listo para
saltar sobre él por cualquier paso en falso (3). Porque es tan imposible para el hombre elevarse por
encima de su tendencia hereditaria al mal, como lo es esperar que algo impuro produzca algo puro.
(Sal 51:5; 53:3; Pr 20:9; Jn 3:6; Ro 5:12; Ef 2:3)
14:6 Aparta la mirada. Dios inflige castigo suficiente al acortar la vida del hombre. Así como un
obrero contratado es despachado después de un día de trabajo, así de rápido llega a su fin la tenencia
de vida asignada al hombre sobre la tierra. Por tanto, debe dejársele gozar de ella, sin molestarlo,
mientras dura. (7:19, nota)
14:7 Que retoñe. Un árbol derribado puede renovar su vida enviando desde sus raíces nuevos
retoños. Pero una vez muerto el hombre, “no despertará” para continuar su vida sobre la tierra. Pero
si la ira de Dios no persigue al pecador después de su “liberación” de esta tierra, otorgándole el
perdón completo, ¿por qué impone Dios castigos tan severos sobre el hombre en esta vida? Esta
inconsistencia por parte de Dios es particularmente gravosa porque después de la muerte es
imposible volver a una vida más placentera sobre la tierra. - Los creyentes de hoy cuentan con la
certeza de que Jesucristo venció a la muerte, y revivió la vida y la inmortalidad. Pero también tienen
problemas, a veces, en encontrar consuelo en la promesa de una gran felicidad en el más allá, cuando
Dios les impone cargas pesadas aquí y ahora. La piedad, confiaban, les garantizaría un paraíso sobre
esta tierra.
14:13 Sepulcro. El reino de los muertos. Ver Dt 32:22, nota.
14:14 Ya no vuelve a la vida. (RV ¿volverá a vivir?) Job expresa aquí en la forma de una pregunta
lo que más adelante afirma incondicionalmente (19:25, nota). Compara el tiempo que transcurre hasta
que Dios lo “llama” de su “sueño” (vv. 12, 15), con el período de servicio exigido a un soldado.
14:16 Desearás también. (RV Pero ahora). Si el adverbio hebreo tiene su sentido más
generalizado de “ahora”, como está traducido en RV, entonces Job vuelve a su queja de que Dios no
remite el castigo del pecado en esta vida.
14:20 Del todo. Siendo que Dios inevitable y permanentemente pone fin a la corta vida del hombre
sobre la tierra (vv. 1, 2), por eso la muerte pone fin a la participación en las alegrías y tristezas de sus
semejantes, incluso de sus propios hijos. Ni puede nadie compartir con otro el “dolor” y la tristeza
que la muerte inflige a un individuo, y hacer así más liviana la carga (v. 22). RESUMEN. Un
diagrama de la primera ronda de discursos (cc. 4–14) podría asemejarse a seis círculos concéntricos
del tronco de un árbol. Los tres discursos pronunciados por los amigos, y la respuesta de Job,
representan una serie de círculos, no sólo porque la discusión tiene un movimiento circular. Esto no
significa que los participantes evitan el enfrentamiento con el tema. En renovados enunciados y desde
diferentes ángulos, van trazando líneas que apuntan a la misma pregunta central, como tantos otros
radios desde un perímetro. Los tres amigos insisten en que Job esconde un gran pecado, porque el
castigo de Dios siempre se ajusta al crimen. Job niega que su sufrimiento sea la medida de su pecado.
Sin embargo, azuzado por sus amigos acusadores, Job le suministra a Satanás la evidencia de que
hasta un hombre tan íntegro como él, no sirve a Dios “sin recibir nada a cambio” (1:9). Dolido en
cuerpo y espíritu, Job da a conocer su esperanza de que la piedad arroje dividendos.
En los cc. 15–21, los cuatro participantes en la discusión completan otro ciclo de seis discursos,
cada uno circundando nuevamente el tema en discusión. Cada uno de los interlocutores aprovecha la
oportunidad para desarrollar lo que dijo anteriormente. Su voz es más aguda que antes, y sus palabras
son más cortantes. Job continúa asiéndose de Dios con una mano, en tanto que alza la otra en protesta
contra él, por no tratarlo como se merece. De modo que Satanás se apunta un nuevo tanto.
15:1 Replicó… Elifaz. Ya sin ningún reparo por los sentimientos de su amigo, como
anteriormente lo tuviera (ver c. 4), Elifaz da rienda suelta a una vehemente invectiva contra Job. Éste
ha de saber que por su engreído intento por esconder su culpa, (a) estaba subvirtiendo la base de la
verdadera religión, y al mismo tiempo incriminándose a sí mismo (vv. 1–6); (b) estaba arrogándose
la cualidad de ser más sabio que las “consolaciones de Dios”, que le fueron transmitidas por sus
amigos (vv. 7–11); (c) estaba actuando con furia incontrolable contra la santidad de Dios (vv. 1216);
(d) estaba haciéndose merecedor del terrible destino decretado por la justicia divina para todo aquél
que “levanta su mano contra Dios”. (vv. 17–35)
15:2 El sabio. Una referencia sarcástica a la jactancia de Job de creerse sabio. Sus palabras de
sabiduría tenían tanta sustancia como el viento. No sólo eran “no ventajosas”, sino también
destructivas como el abrasador siroco, “viento del este”, soplando desde el desierto.
15:4 Temor a Dios. Si las palabras de Job son ciertas, no tendría sentido ya exhortar a los hombres
a llevar una vida piadosa de temor a Dios (como anteriormente lo hacía; 4:3–6), o volverse a él en
meditación y oración. (Sal 119:97, 99)
15:6 Te condena. En vez de caracterizarse como una defensa de su inocencia, los ataques de Job
contra la justicia divina eran la evidencia de que estaba ocultando su culpa. Lo que su boca y
“taimada” lengua proferían, tenía su origen en la “iniquidad” que estaba escondiendo.
15:7 ¿Primer hombre? Elifaz continúa ridiculizando la pose de Job como “un hombre sabio” (v.
2). El Temanita sale al encuentro de los comentarios sarcásticos de Job respecto de los que quieren
consolarlo (12:2 y ss.), y asevera que Job habla como si él tuviese la sabiduría del hombre
primigenio antes de ser mancillada por el pecado, o como si estuviera dotado de la sabiduría
sobrehumana, que existía “antes que las montañas fuesen formadas” (Pr 8:2231; Job 38:4, 7) ¿Acaso
él pretende tener un monopolio de la sabiduría, porque tuvo el privilegio único de participar de un
“concilio” celestial? (8; 1R22: 19 y ss.; Jer 23:18). ¿Pretende saber más que toda la sabiduría
acumulada de las edades? (vv. 9 y s.) ¿Por qué es tan arrogante y rechaza “las consolaciones de Dios”,
que le son transmitidas “cariñosamente” por Elifaz? (v. 11) En lo que se refiere a la pretensión de
inspiración por parte de éste, ver 4:12 y ss.; por su notorio propósito de ayudar a Job, ver 5:17–27.
15:13 Rienda suelta a tu lengua. Job se deja llevar por la indignación; echando chispas por los
ojos, no sólo afrenta a los voceros de Dios, sino que se vuelve contra Dios mismo.
15:14 Puro. Elifaz manifestó anteriormente, y Job estuvo de acuerdo, que ningún hombre es
inocente ante Dios (4:17–18; 14:4). Los que son tan “abominables y corruptos” como Job
evidentemente lo es, merecen ser castigados severidad.
15:15 Santos siervos. Ver 4:18, nota.
15:17 Te lo explicaré. No hay verdad en la afirmación de Job de que “algún malvado se apodera
de un terreno” (9:24, 4:12 y ss.). Apoyándose sobre lo que ha “visto” en su visión nocturna, y lo que
“hombres sabios” le han dicho, Elifaz afirma categóricamente que nadie que “haya levantado el puño
contra Dios”, queda sin castigo. (v. 25)
15:19 Sólo. La sabiduría destilada, almacenada por generaciones, estuvo a resguardo de ser
contaminada con nociones falsas, infiltradas de orígenes extraños.
15:20 Atormentado. Aunque en apariencia exitoso, el hombre malvado no tiene paz. Los
tormentos de su conciencia y los presagios de catástrofes no lo dejan librarse del temor angustiante
de “saber que el día de las tinieblas le ha llegado”. (23; Is 48:22; Lv 26:36)
15:23 Vaga sin rumbo. Su aprensión en cuanto al futuro es tan intensa que se imagina su
empobrecimiento como un hecho consumado.
15:25 Atreverse a desafiar. Elifaz habla largo y tendido para describir a los malvados. Éstos se
oponen “obstinadamente” a Dios, como si pudiesen hurtarle el cuerpo a la retribución divina con la
misma eficiencia con que los soldados neutralizan las flechas del enemigo con un pesado escudo
recubierto (v. 26). Están “gordos” de arrogancia (v. 27; Jer 5:28). Viven en ciudades signadas por
Dios para duradera destrucción (v. 28). Pueden acumular “riquezas”, pero éstas tienen tan poca
duración como una planta expuesta al fuego. (vv. 29 y s.)
15:31 Cosas vanas. Pese a todas las apariencias en contra, la buena fortuna de los “impíos” resulta
ser tan falaz como una fatamorgana. Por tanto, los “rectos” y “puros de corazón” no deben “sentir
envidia” cuando ven “la prosperidad de esos malvados” (Sal 37:73). Por supuesto que el discurso de
Elifaz acerca de la imposibilidad de que los criminales puedan escurrirse de las manos de Dios, no
tiene la intención de levantarle el ánimo a Job, sino de quebrar la dura corteza que cubre su falta de
arrepentimiento. La única esperanza para él consiste en que confiese su culpa sin reserva. Siendo que
los amigos no encuentran evidencia de arrepentimiento, temen que su condena está sellada. En el
segundo ciclo de discursos, por tanto, no siguen describiendo las bendiciones reservadas para la
vuelta de Job a Dios. (Comp. 4:17–21; 8:20–22; 11:13–20)
16:1 Job contestó. Todo aquel cuya fe ha sido sacudida hasta sus cimientos por una calamidad
aplastante, quien ha batallado contra el cinismo, y ha sido llevado a la exasperación por huecas
palabras de simpatía, no se sorprenderá ante los cambios abruptos de humor desplegados en el cuarto
discurso de Job. Después de echar a volar unas punzantes palabras de sarcasmo dirigidas a sus
amigos por su especie de consuelo falto de misericordia (vv. 1–5), y después de cuestionar el derecho
de Dios a torturarlo (vv. 6–17), de repente apela a Dios para que lo vindique (vv. 18–22), sólo para
caer de nuevo en un lamento (17:1–3), en recriminaciones contra sus amigos (17:4–5), en un estupor
oscuro de resignación. (17:6–16)
16:2 ¡Valiente consuelo! Consoladores que causan desdicha en vez de mitigar su dolor.
16:3 ¿Peroratas? No él (15:2), sino los amigos son charlatanes. La acusación de que Job es un
criminal, cuyo eco se percibe a través de los discursos, no tiene más sustancia que una bocanada de
aire.
16:4 En mi lugar. Continuando con sus comentarios cáusticos, Job pregunta a sus amigos cómo se
sentirían ellos, si los papeles estuviesen invertidos, si ellos se encontraran en problemas, y él los
consolara con el parloteo hipócrita que descargaron sobre él. Él también podría urdir frases
santurronas, y menear la cabeza en señal de que el dolor de ellos se esfumaría si se arrepintiesen.
16:7 Dios. Los amigos de Job razonan que él debe ser culpable de un crimen atroz, a juzgar por la
intensidad del tormento que lo aflige. Su sufrimiento, es verdad, supera toda descripción. En un
intento por expresar lo que se le pide soportar, recurre a lóbregas figuras de lenguaje. Dios, dice,
actúa en su relación con él como una bestia salvaje (v. 9), como un monstruo quebrantahuesos, como
un arquero cuya lluvia de flechas encuentra su blanco en él, como un guerrero que siembra la muerte
con su espada (v. 13), como un soldado enemigo que derriba la muralla de una ciudad sitiada (v. 14).
Empero, sentado en “arpillera” y llorando “en sombras profundas”, protesta que “sus manos están
libres de violencia” alguna por la que merecería ser castigado. Exterminado. Sus hijos están muertos;
su esposa ha sido arrebatada; sus amigos lo han abandonado. (19:13 y ss.)
16:9 Enojo. El verbo hebreo, emparentado con la palabra para Satanás (1:6, nota), tiene la
connotación de cargar con un resentimiento, de fomentar la enemistad, de perseguir (traducido así
Sal 55:3; Job 30:21).
16:10 Mofa. Los alaridos de dolor y desolación de Job son anticipadores y típicos del lamento de
aquel Sufridor que cargó con todas nuestras iniquidades, incluyendo las de Job. (Is 53; Sal 22)
16:13 Riñones… hígado. Dios desgarró sus órganos vitales.
16:18 Mi sangre. La sangre del inocente Abel clamó a Dios por justicia “desde la tierra” (Gn 4:10;
ver Ez 24:7; Ap 6:9 y s.). Job no quiere que la tierra acalle su sangre hasta que Dios actúe con
respecto a su pedido por un veredicto favorable. En su apelación a “un testigo en los cielos” (v. 19),
Job se contradice. atontado y confundido, al punto de declarar a Dios su “adversario” (v. 9); derrama,
pese a todo, “lágrimas” a Sus pies en súplica humilde, aferrándose a él con desesperación como a su
único amigo. Anteriormente sintió la necesidad de un “árbitro” que lo represente en su juicio ante
Dios (9:33). Ahora pide confiadamente que Dios mismo defienda su causa en el tribunal de justicia
del cielo. Si Dios, su Abogado, “intercede por él”, Dios, el Juez, con seguridad decidirá a su favor.
Este anhelo por un abogado ante Dios, el cual es Dios, se hizo realidad cuando “Dios, por medio de
Cristo nos reconcilió consigo mismo”, de modo que “tenemos ante el Padre a un intercesor, a
Jesucristo, el Justo”. (2Co 5:18 y s.; 1Jn 2:1 y s.)
16:22 Unos cuantos años. Los días de Job están contados: eso es lo que teme. Si es que ha de ser
vindicado en esta vida, Dios debe actuar con prontitud.
17:1 Se agota. Job declaró su confianza en Dios, (16:18–22) pero ésta pronto da lugar a renovadas
quejas y lamentos, al afrontar la dura realidad de su sufrimiento, sin conocer alivio por la
intervención de Dios. Job no es el único en gritar: “¿Hasta cuándo, Señor?” (Sal 35:17; 74:10)
17:2 Burlones. Mientras Dios se tarda, no sólo continúa su aflicción sin disminución, sino que
también sigue siendo el blanco de la hiriente burla que dice que el alivio se encuentra al alcance de la
mano, si confiesa su crimen y se arrepiente del mismo.
17:3 Fianza. Dios debe dejar ver una señal de confianza en él si sus burladores, con sus mentes
“ofuscadas” por Él, han de ser silenciados.
17:5 Desfallecer. El v. 5 es, aparentemente, un dicho sentencioso. Job lo cita para condenar a sus
detractores. Ellos merecen el castigo que le cabe a una persona que denuncia a su amigo con el fin de
enriquecerse.
17:6 Dios. (RV “ Él ”) Sin mencionar a Dios por nombre, Job, una vez más, declara a Dios
responsable por las mofas amontonadas sobre él por parte de sus conocidos. Siendo que Dios lo
torturó al punto de llevarlo al borde de la muerte, ellos creen tener buenos motivos para someterlo al
ridículo y a la difamación.
17:8 Asombrados. Sus amigos hipócritas, que pasan por íntegros e inocentes, están horrorizados
por el destino que le tocó a Job, el impío. Si fuese “justo” estaría, en cambio, “aumentando su
fuerza”. (v. 9)
17:10 Sabio. Si ellos presentan una vez más sus acusaciones falsas, Job está dispuesto a disputar
sus pretensiones de ser sabios, como ya lo hiciera anteriormente. (12:2)
17:12 Noche. Los amigos mantienen firme la esperanza de que la noche del sufrimiento de Job
será transformada en un día soleado y de delicias, así como la luz del amanecer llega cuando más
densa es la oscuridad. Todo lo que tiene que hacer es seguir el consejo sencillo de ellos.
17:13 Sepulcro. Job desespera de encontrar alivio durante el tiempo de su vida. Está por
experimentar la muerte y su asolación, tan íntimamente como conoció a los miembros de su familia
inmediata (v. 14).
17:15 ¿Esperanza? La muerte no le permitirá volver a tener su anterior “tranquilidad” (16:12),
privándolo así de la oportunidad de dejar que otros vean la recompensa que su piedad en verdad
merece.
18:1 De Súah. Comp. 2:11, nota. Bildad, impaciente, obtuso, y desconsiderado como en su primer
discurso (c. 8), declara que la retórica extravagante de Job descubre cuán inflado de vanidad estaba
con su propia importancia. Pero su bravata colérica no podrá dejar sin efecto el principio de la
retribución, establecido por Dios, tan inmutable como las leyes de la naturaleza (vv. 14). Aun si se
diese a la “cacería de palabras” (v. 2) a fin de probar su inocencia hasta agotar por completo su
vocabulario, no podrá probar que es una excepción a la regla universal: Los malvados no escapan al
castigo que merecen. La certeza de su condenación debe hacer reaccionar a Job. (vv. 5–21)
18:2 Entra en razón. En vez de acusarlos a ellos de carencia de entendimiento (17:4), al punto de
ser estúpidos como “ganado” (v. 3), Job mismo debe ponerse a pensar antes de hablar, y escucharlos.
18:4 La tierra. Su enojo vehemente es pura necedad. Es tan imposible que él tenga la razón, como
es impensable que Dios fuera a abolir las leyes de la naturaleza, y dejar que el universo vuelva al
caos.
18:5 Se apagará. En los versículos que siguen, Bildad retoma la pretensión de Job de que
“confiados viven esos que irritan a Dios” (12:6). Es cosa sabida que la condenación de los malvados
es inevitable y espantosa. Esta descripción gráfica implica que Job también sufre las consecuencias de
su maldad. Para la insinuación anterior de Bildad respecto de la culpa de Job, ver 8:11–19.
18:8 Sus pies. Sal 9:15.
18:12 La calamidad. El desastre intenta devorarlo con la misma ansiedad con que una persona
hambrienta clama por alimento; está preparado para lanzarse sobre él en el momento en que lo vea
vacilar.
18:13 La muerte. (RV el primogénito de la muerte) La clase de enfermedad que ocupa el primer
lugar en cuanto al número de víctimas que tenía en su haber. Sin duda una referencia a la terrible
enfermedad de Job.
18:14 El rey de los terrores. Entre los terrores que asuelan al hombre, la muerte reina soberana.
18:15 Azufre ardiente esparcido. Como sobre Sodoma y Gomorra. (Gn 19:24 nota; Dt 29:22 y s.)
18:20 Oriente… occidente. Las nuevas del destino último del hombre malvado producen
consternación de un extremo al otro de la tierra.
19:1 Job respondió. Job comienza su respuesta a Bildad subrayando lo que había dicho
previamente. Sus amigos no son consoladores sino atormentadores incansables. Rehúsan creer que
Dios lo trata injustamente (vv. 1–7) al atacarlo y degradarlo (vv. 8–12), a tal punto que se ha
convertido en un paria, desdeñado incluso por su propia familia (vv. 13–19). En la segunda parte del
discurso hay un cambio de actitud hacia sus amigos y hacia Dios: (a) ya no intercambia
recriminaciones e insultos con sus visitantes, sino que les suplica que al menos tengan compasión de
él en su desgracia (vv. 20–22), y que dejen a las generaciones futuras el juzgar su caso (vv. 23 y s.);
(b) ya no le hace cargos a Dios por infligirle un castigo inmerecido, exigiéndole reparación en este
mundo, sino que con confianza espera ser librado de todo mal cuando vea a Dios en la vida más allá
de la tumba. (vv. 25–29)
19:3 Una y otra vez. (RV Diez veces). Es una expresión idiomática como nuestra “al menos una
docena de veces”. Job se ve obligado a salir a la “caza de palabras” (18:2), porque sus amigos
persisten en atormentarlo con reproches.
19:4 Asunto mío. Job insiste en que cualquier error que él posiblemente haya cometido, no les
concierne a ellos. Sus modales groseros e insultantes hicieron que olviden que la ley del amor exige
la amonestación fraternal. (Gá 6:1)
19:7 No… justicia. Nadie prestó oídos a su protesta de inocencia, porque su “humillación”,
impuesta por Dios “sin motivo”, es considerada una prueba de su culpa.
19:9 Corona. Job consideraba su reputación en pro de la rectitud y la justicia, su gloria mayor.
(29:14)
19:11 Enemigos. Dios actúa como un comandante enemigo que envía oleada tras oleada de “tropas
de refresco” (10:17) contra una ciudad que desea arrasar hasta los cimientos. (16:9, 14)
19:19 Mis amigos. Humillado y desacreditado por la pérdida de renombre, repulsivo por su
enfermedad asquerosa, es escarnecido por sus siervos, bombardeado con silbidos e insultos por los
más jóvenes, rechazado por sus más íntimos amigos y asociados, incluyendo sus hermanos y su
esposa. A aquél sobre quien Dios “cargó nuestras iniquidades”, no le fue ahorrada la ignominia de
ser desechado por los hombres, y el tormento de ser abandonado por Dios. (Is 53:1–6; Sal 22:1; Mt
27:46)
19:22 ¿Desollarme vivo? Comerse la carne de uno era una expresión idiomática por calumniar. A
la aflicción proveniente de la “mano de Dios” (v. 21), los amigos añaden su urgencia insaciable por
desgarrar en trocitos su reputación.
19:24 Para siempre. Job no está a la expectativa de que se le haga justicia mientras viva. Por eso
quiere que su caso se convierta en un asunto no archivable, seguro de que las generaciones venideras
apretarán filas junto a él contra sus amigos.
19:25 Yo sé. La “mecha que apenas arde” de la fe de Job (Is 42:3; Mt 12:20), de repente estalla en
una llama brillante, para ser todo menos una llama extinta, sofocada por las dudas y la desesperación.
Abruptamente muda de opinión respecto de sus quejas contra Dios, para entregarse a él en una
declaración rebosante de confianza incondicional en su poder y voluntad de librarlo. Más allá de su
pedido por un “árbitro” (9:33 y ss.), y su súplica a Dios para ser su defensor (16:18 y ss.), Job se goza
en la esperanza de una completa restauración después de la muerte. (vv. 25–27)
El texto hebreo en forma actual presenta algunas dificultades. Sin embargo, las palabras de Job
han sido preservadas con suficiente claridad como para que surja el siguiente significado: (a) Está a
la expectativa de encontrarse en la presencia de Dios: (b) Dios ya no le va a causar dolor, sino que
será su Redentor; (c) espera que Dios comparecerá para defenderlo, si bien él ha vuelto al polvo de la
tierra, del cual él y todos los demás fueron formados (Gn 2:7); (d) tendrá ojos para ver a Dios,
aunque nada queda de su carne, cubierta de piel como ahora; (e) en esta nueva modalidad de
existencia, su identidad quedará preservada.
La fe de Job en el rescate de todo mal posterior a la muerte era en verdad “la certeza de lo que no
se ve” (Heb 11:1). No vivió para ver la victoria de Dios sobre la muerte, el “último enemigo” del
hombre, victoria que se hizo realidad en la resurrección de su Hijo. Sin embargo, incluso después de
la Pascua, la promesa de la resurrección del cuerpo es aún “la garantía de lo que se espera”. Mediante
qué proceso “lo corruptible se reviste de lo incorruptible”, continúa siendo un misterio que la razón
no podrá entender, pero que ha de ser aceptado por la fe (1Co 15:51 y ss.). Job ya dijo antes lo que
hay que saber: Estará con su Redentor, y verá “a aquél en quien ha creído”. (Fil 1:23; 2Co 5:5; Ap 1:7;
22:4; Mt 24:30; 2Ti 1:12)
Redentor. En heb. este sustantivo deriva de un verbo que denota varias clases de acción, que
benefician a una persona que no es capaz de valerse. Un hombre actúa como redentor de su prójimo
cuando, como su pariente más cercano, (a) lo redime de la esclavitud (Lv 25:25); (b) evita la
extinción del nombre de su pariente, casándose con su viuda (Rt 2:20); (c) venga la muerte de un
pariente cercano asesinado (Nm 35:12, 19–28). La acción redentora de Dios también es para los
hombres bondad inmerecida, visto que son víctimas de poderes de los que, por sí mismos, no pueden
desembarazarse. Dios redimió a Israel cuando esta nación escogida tuvo que enfrentarse a la
extinción en la esclavitud en Egipto, y posteriormente en el exilio babilónico (Sal 77:15; 78:35; Is
43:1,14; 49:7, 26). La redención de Dios acude en auxilio de los huérfanos y las viudas, de los
pisoteados y perseguidos, de los que se encuentran en las garras de la muerte (Pr 23:11; Gn 48:16; Sal
69:18; 119:154; 103:4). Job está persuadido de que el poder redentor de Dios no cesa abruptamente
frente a la tumba. Job se entrega al cuidado de Aquél cuya misericordia perdura desde la eternidad y
hasta la eternidad, aunque no comprenda por qué su vida sobre esta tierra se ha convertido en una
pesadilla intolerable.
Al final. A él, que es el Primero y el Último, el Alfa y la Omega, no lo afecta el transcurso del
tiempo. (Is 41:4; 44:6; 48:12; Ap 1:17; 2:8; 21:6; 22:12 y s.)
19:26 Desde mi carne. Job tiene nuevamente un cuerpo de carne (v. 27), con el cual sus ojos ven a
Dios. Justificado por la fe, y restituido a la comunión con Dios, Job no teme “contemplar su rostro”,
y “conocer de manera perfecta” el misterio de su sufrimiento. (Sal 11:7; 1Co 13:12)
19:27 Yo mismo. Más literal “para mí”. Dios ya no será su “adversario” (v. 11)
No otro. La persona en paz con Dios después de la muerte, no será otro individuo sino el mismo
que ahora sufre y se lamenta.
Me consume. Intentar comprender lo que todo esto significa, es tan abrumador como para dejarlo
exhausto y débil.
19:28 Acosarlo. Convencido de una redención final, Job advierte a sus amigos que tendrán que
responder por perseguirlo. Si persisten en sus acusaciones falsas, la “espada” de la justicia divina los
alcanzará tan ciertamente como una raíz que, si bien oculta a la vista, envía su tallo o tronco a la
superficie. (Sal 7:12; Is 31:8; 34:6)
20:1 De Namat. Comp. 2:11, nota. En el segundo ciclo de discursos, Zofar es nuevamente el último
en tomar la palabra (c. 11). Indignado por las réplicas insultantes de Job, defiende vigorosamente su
argumentación anterior, que cuando un hombre es malvado, el castigo de Dios no deja de alcanzarlo.
Los malvados podrán triunfar por un momento, pero su “algarabía es breve” (vv. 1–11). Sus placeres
no consiguen brindarles satisfacción duradera (vv. 12–19). Los terrores los persiguen hasta que los
alcanza la destrucción (vv. 20–29). Zofar, si bien no se refiere a Job por nombre, lo señala como un
caso claro en el asunto en cuestión.
20:2 Pues. Porque Job lo insultó (19:2, 29), Zofar ha estado mordiéndose los labios para ponerlo
en su lugar con una respuesta que tenía preparada hace tiempo.
20:3 Mi inteligencia. Zofar se precia de haber recibido una revelación especial (4:12 y ss.), o al
menos de hablar sólo después de la debida reflexión, de modo que lo suyo tiene sentido, en tanto que
las palabras de Job no son otra cosa sino “un viento huracanado”. (8:2; 11:2 y s.; 15:2)
20:8 Visión. El éxito de los malvados no tiene más sustancia que las creaciones fantasmales de un
sueño. (Is 29:8; Sal 73:20; 90:5)
20:10 Resarcir a los pobres. Sus hijos se verán forzados a mendigar.
20:12 Dulce. Un placer derivado de ganancias pecaminosas es falaz. Lo que primero parece tan
dulce como un caramelo, el cual el paladar saborea tanto cuanto puede, resulta ser tan amargo como
“veneno de áspid”. (v. 14; Pr 20:17; 23:31 y s.)
20:15 Vomitará. Dios obliga a los malvados a renunciar a su botín, así como el veneno hace que
una persona devuelva lo que ha comido.
20:17 Ríos. Derribado repentinamente como mordido por “un áspid” (v. 16), ya no regodeará su
vista con los canales de riego que transformaron sus campos en “una tierra donde abundan la leche y
la miel”. (Éx 3:8)
20:20 Satisfecha. Su codicia era insaciable; todo lo engulló.
20:22 Abrumará. En la cima de la felicidad, la desgracia repentina lo apretará contra la pared.
20:23 Llenado. Así como se llenó el vientre a reventar con los frutos de la iniquidad, así Dios dará
rienda suelta a su enojo contra él en una medida sobreabundante. Penetrará en lo más íntimo de su
ser, hiriéndolo “en su carne”.
20:24 Flecha. Aunque escape de una lanza de hierro, la punta de bronce de una flecha, clavada en
sus órganos vitales, atraerá sobre él los “terrores” de la muerte.
20:26 No atizado. El fuego que acabará con él no es iniciado ni atizado por el hombre. Es la
ardiente llama de devastación de Dios.
20:27 Los cielos. Job buscaba la vindicación de un “testigo” en el cielo, y quería que la “tierra”
atestiguara la injusticia que se perpetró contra él (16:18s). Zofar contradice, diciendo que la justicia
del cielo suscita influencias de la tierra a levantarse, para asignarle “al malvado la herencia que Dios
le reserva”. (v. 29)
21:1–34 EL SEXTO DISCURSO DE JOB: LOS MALVADOS PROSPERAN
21:1 Job respondió. Zofar y sus dos compañeros se aferraron obstinadamente a su veredicto de
que el sufrimiento de Job era el castigo divino por crímenes no confesados. El castigo por el pecado,
lo mismo que la recompensa por la virtud, era la reacción automática de Dios frente al hombre. Por
tanto, podía haber una sola explicación para el dolor y la desgracia. En este capítulo Job ataca esta
argumentación racionalista esgrimida por sus consoladores. Les pide que lo escuchen a él, y que
encaren los hechos, aunque la verdadera índole de los sucesos los deja a ellos y a él con un enigma
tan atemorizante como insoluble (vv. 16). Porque la experiencia lo prueba más allá de toda duda, que
los malvados, incluso los blasfemos, llegan a ser “cada vez más viejos, más ricos y poderosos” (vv.
7–16). No hay evidencia de que la virtud o la perversidad determine el tipo de vida reservada para el
hombre (vv. 17–26). Porque es asunto conocido que “el hombre malvado” no sólo muere sin haber
recibido su justo castigo, sino que además le hacen hermosos funerales, y es elogiado como un héroe
que merece ser emulado. (vv. 27–34)
21:2 Concédanme… consuelo. En vez de traerle “las consolaciones de Dios”, según habían
manifestado (15:11), resultaron ser “consoladores miserables”. El único consuelo que pueden
prestarle, es escucharlo mientras trata de desembarazarse de sus males.
21:3 Búrlense. Después de que Job haya terminado de hablar, tal vez no se sientan inclinados a
continuar haciéndolo a él el blanco de sus burlas.
21:5 Asombrados. Lo que Job tiene que decir no es “un reclamo a los mortales” (v. 4), sino que
concierne a la providencia divina. Por tanto, los hechos concretos del asunto que está por presentar,
son tan chocantes para él como han de serlo para ellos. Puestos cara a cara con la prosperidad de los
malvados, despavoridos se taparán la boca con la mano (40:4; Mi 7:16). El enigma de los caminos
inescrutables de Dios debe producir “estremecimiento” y miedo intenso.
21:7 ¿Por qué…? Esta pregunta está dirigida esencialmente a Dios, porque él es quien concede a
los malos no sólo alegría “pasajera” (20:5), sino también el goce de cosas buenas, hasta una edad
avanzada y madura. Ellos tienen y conservan todo lo que Job perdió: salud, hijos (v. 8), ausencia de
temor (v. 9), rebaños en crecimiento (v. 10), alegres reuniones familiares (vv. 11 y s.), y una muerte
sin dolor, y en paz. (v. 13)
21:9 Libres de temores. Las declaraciones de los amigos no se ajustaron a la verdad de los hechos.
(15:28; 18:14; 20:28) La vara de Dios. Job sintió sus varazos. (9:34)
21:13 En paz. Una muerte rápida y fácil, y no después de una enfermedad dolorosa y que
incapacita, como la de Job.
21:14 Increpan. Los beneficiados por todas estas cosas buenas no sólo ignoran a Dios, sino que
también se declaran en rebeldía abierta contra él, manifiestan descaradamente su independencia, y
afirman que su prosperidad no es providencia de Dios, sino el producto de “sus manos”. (16; 34:9; Éx
5:2; Dt 8:17; Sal 73:8s; Mal 3:14s)
21:16 Jamás. Job no quiere que el comportamiento impío de ellos lo afecte a él.
21:17 ¿Cuántas veces…? Job cuestiona la validez de las declaraciones de que “la lámpara del
malvado se apagará” (18:5 y s.), que “la calamidad lo acosa sin descanso” (18:12), que “Dios dará
rienda suelta a su enojo contra él” (20:23), que los malvados serán “arrebatados” “como la paja por
el viento”. (18; 15:30)
21:19 Reserva. Si los amigos puntualizan que los malvados pueden escamotear el castigo por sí
mismos, pero que Dios pese a ello se lo aplica a sus propios hijos, Job replica que la justicia no se
hace efectiva si el malhechor no es el primero en “beber de la ira del Todopoderoso”. (20; Éx 20:5;
Sal 75:8; Is 51:17; Jer 25:15; Ap 14:10)
21:22 Impartirle conocimientos a Dios. Job acusa a sus amigos de presumir de decirle al Dios
trascendente cómo administrar justicia, olvidándose de que él era culpable del mismo
comportamiento rebelde, puesto que expresó su disconformidad respecto del trato que Dios le dio a
él. Ver la queja de Job en 9:22–24.
21:27 Lo que están pensando. Job les hace saber a los amigos que se da cuenta de que la
descripción que ellos hacen del horrible destino de los malos iba referida a él. Cometen una injusticia
con sus insinuaciones de que Job recibe lo que se merece. Como una prueba de que la justicia de Dios
no puede reducirse a una fórmula mecánica de acción y contraataque, les exige una evidencia por su
afirmación de que los crímenes no quedan sin castigo en esta vida.
21:33 Cierran el cortejo. Al malvado se le rinden todos los honores al morir. Los que hacen duelo
por él, oyen las alabanzas que se le cantan. Se les dice que ajusten sus vidas al modelo ilustre que fue
el fallecido.
21:34 Discursos sin sentido. Sus argumentos, al ser probados, se desvanecen en el aire. Fue un
falso consuelo decirle que su sufrimiento tendría fin si se arrepentía del pecado por el que era
castigado.
22:1 De Temán. Comp. 2:11, nota. Elifaz, el primero en hablar en los dos ciclos de discusión
previos (4:1; 15:1), nuevamente toma la palabra para dar comienzo a la última ronda de discursos. El
asunto en discusión sigue siendo el mismo. Job, dice una vez más, trajo él mismo la calamidad sobre
sí; es el castigo de Dios por algún pecado no confesado. Sin embargo, el debate ha subido de tono
con vehemencia. No se hace ningún esfuerzo por tener consideración con los sentimientos de Job.
Las insinuaciones de culpa más o menos veladas dan lugar a una acusación directa, con el agregado
de una lista de particularidades. Ignorando las alegaciones de inocencia de Job, Elifaz afirma sin
rodeos que la justicia divina finalmente ha puesto las cosas en su lugar con la “maldad” de su amigo.
No hay otra forma de explicar su sufrimiento (vv. 1–5). Elifaz confronta a Job con una lista del tipo
de “iniquidades” de las que debe ser culpable, para ser castigado así. Porque “temores repentinos
asaltan” a cualquiera que se aprovecha de su prójimo indefenso, aunque se engañe a sí mismo y crea
que Dios “no lo ve” (vv. 6–11). Job no puede eludir el destino que Dios decretó para “hombres
inicuos” en el pasado (vv. 1220). Su única esperanza de poner distancia entre él y la condenación, y de
obtener la bendición que tuvo anteriormente, es “volverse al Todopoderoso”, confesar, arrepentido,
su culpa, y tomar la resolución sincera de “alejar de su casa la maldad”. (vv. 2130)
22:2 Ser de provecho a Dios. Con gran resentimiento, Elifaz suelta, farfullando, algunas preguntas
para probar cuán lógica es su conclusión de que “son incontables tus (de Job) pecados”. Todos
concordarán gustosos en que Dios no tiene motivos de preocuparse por la respuesta humana respecto
de él, como que el comportamiento del hombre agregue a, o quite de, la perfección de Su ser. Él no
castiga el pecado porque está supeditado a que el comportamiento “recto” o “intachable” del hombre
vaya a crear una deficiencia en él.
22:4 ¿Temerlo? Por el significado de temor, ver 1:6 nota; Dt. 6:13, nota. Es cierto que Dios no
necesita al hombre. Sin embargo, de esto no se concluye que le es indiferente la virtud o el vicio (ver
Is 64:5; Lc 17:10). Actuando a partir de principios morales, sencillamente recompensa o castiga al
hombre según sus obras. El sufrimiento de Job sólo puede ser el “juicio” de Dios sobre su gran
“maldad”. (v. 5)
22:6 Demandabas fianza. Elifaz enumera ciertos crímenes atroces contra seres humanos por los
que Job debe ser culpable, para ser castigado tan severamente. Podría ser un acreedor despiadado (Éx
22:26; Dt 24:6,17; Am 2:8), un hombre insensible ante la desgracia humana (7; Is 58:7; Ez 18:16; Mt
10:42), un potentado inescrupuloso codicioso de tierras (v. 8; Is 5:8; Mi 2:2), un explotador, antes que
un apoyo de los desamparados. (v. 9; Éx 22:22–24; Dt 10:17s; 27:19; Jer 7:6s; 22:3)
22:13 Cuestionas. Job pecó contra las leyes que regulan la sociedad. También deshonró a Dios al
sostener que Éste no ve si el hombre guarda sus mandamientos, o no. Al hacer esta acusación, Elifaz
está citando erróneamente a Job. Porque éste dijo en realidad que Dios trata el mal y el bien por igual
(21:23–26), pero no que se muestra despreocupado con los asuntos terrenos. Por las tinieblas, “densas
nubes”, y “lo envuelven” (v. 14), ver Éx 20:18; 1R 8:12; Sal 18:11.
22:15 Trillados caminos. Job se encuentra en el sendero de desagradecidos blasfemadores. En el
pasado este sendero condujo a una destrucción repentina y total. El lenguaje utilizado para describir
las acciones de los juicios de Dios, sugiere que Elifaz piensa en desastres tales como el diluvio (v. 16)
y la destrucción de Sodoma. (v. 20)
22:18 No me dejaré llevar. Elifaz toma distancia de los caminos de maldad de ellos, con la misma
insistencia con que lo hiciera Job. (21:16)
22:21 Sométete a Dios. Si el alejamiento de Job de Dios (vv. 1–14) no es corregido por Job
mismo (vv. 15–20), debe aceptar su sufrimiento como el castigo de Dios por sus pecados,
arrepentirse de ellos, buscar perdón, y estar así en paz con Dios, y aceptar su guía.
22:24 Oro por el suelo. La actitud anterior de Job estuvo motivada por el amor al oro. Si llegara a
considerar este metal precioso de un valor no mayor que el del polvo de la calle, o de los guijarros
del lecho de un río, y más bien hiciese a Dios el “oro” y las delicias de su corazón, gozaría
nuevamente de felicidad y prosperidad.
22:28 Tendrás éxito. Instar a Job a servir a Dios para “tener éxito”, era darle ventaja a Satanás.
Éste estaba esforzándose por probar que hasta un hombre “sin tacha” como Job, no amaba ni servía a
Dios “sin recibir nada a cambio”. (1:9)
22:29 Los altaneros. Comp. Pr 3:34; Mt 23:12; Stg 4:6; 1P 5:5.
22:30 Al inocente. El texto heb. dice que Dios salva hasta a un hombre como Job, quien no es
inocente, si admite sus culpas y se arrepiente de ellas.
23:1 Respondió Job. Job se resintió por la acusación de Elifaz de que es culpable de crímenes no
confesados. Insiste, en oposición, en que Dios es inescrutable en su tratamiento con él
individualmente (c. 23), y con la humanidad en general (c. 24). En lo que concierne a su caso en
particular, Job tiene la certeza de que Dios no podrá culparlo de una transgresión en un tribunal de
justicia (vv. 1–7). Pero Dios sigue siendo inaccesible, y le rehúsa un juicio imparcial (vv. 8–17). El
suyo no es un caso aislado. La injusticia prevalece en una escala extensa. Pues Dios “no se da por
enterado” cuando los menos privilegiados son reducidos a una existencia animal (24:1–12). Los
criminales, que operan bajo el manto de la oscuridad, no son aprehendidos y castigados (24:13–17).
Contrariamente a la afirmación de los amigos, la buena vida de los malvados no conoce freno
(24:18–20), porque Dios condona y hasta recompensa el mal. (24:21–25)
23:2 Sigue siendo. Aun ahora, después de escuchar los esfuerzos importunos de sus amigos por
consolarlo, se encuentra de un humor amargo o desafiante, incapaz de reprimir sus quejidos.
23:3 Encontrarlo. Los alegatos por una respuesta al enigma de su sufrimiento siguen sin
respuesta. Si tan sólo estuviese Dios a su alcance para llevarlo ante un tribunal, tendría un tan buen
“caso” para presentar, que sería “absuelto” de los cargos presentados por sus amigos (v. 7). Al menos
Dios debería “responder” y explicar por qué trata a sus criaturas del modo como lo hace.
23:6 ¿Con todo su poder? Tal como en ocasiones anteriores, Job expresó su recelo de que Dios se
encontraría con él en igualdad de condiciones; y teme ser apabullado por una demostración de poder
aterrador. (9:4 y nota; 13:13 y s.)
23:8 Este u oeste. Ensayando avanzar en todas las direcciones de los puntos cardinales, Job sólo
halla silencio.
23:10 Oro. El juicio no actuaría como un fuego purificador. No hay en su comportamiento escoria
de maldad que necesite ser separada.
23:12 Mandamientos. ¿Qué más podría esperar Dios, sino el cumplimiento de sus mandamientos?
23:13 Soberano. Dios es único en esto de que nadie puede obligarlo a desviarse de un curso que
ha emprendido, por más que al hombre le parezca espantoso que “todo lo que tiene pensado” (v. 14)
lo realizará. Cubierto en “densa oscuridad”, Job está aterrado ante el pensamiento de no saber qué
esperar.
24:1 Tiempos. Dios es responsable por dejar que el crimen inunde la sociedad. La ilegalidad
tendría un rápido fin si Dios, sin demora, emplazara a los villanos a comparecer ante un tribunal. Los
que lo conocen y le toman la palabra, tienen el derecho a esperar una acción de esta clase. Pero sus
tiempos de prosecución y juicio nunca llegan. Por “los días del Señor” como un término que indica
un tiempo establecido de juicio, ver Jer 46:10; Jl 1:15; 2:1 y s.; Am 5:18–20.
24:2 Linderos. Comp. Dt 19:14; Is 5:8; Os 5:10.
24:5 Asnos salvajes. Los pobres son tratados como animales. Explotados, intimidados hasta la
sumisión, forzados a la esclavitud, se mantienen con “forraje” (6:5), el alimento tirado al ganado en
el campo.
24:6 Uvas. Desposeídos de su propia tierra, los pobres no tienen otra cosa para cosechar que las
ocasionales sobras tiradas en el campo y los viñedos del hombre malvado.
24:10 Cargados de trigo. Necesitados desesperadamente de sustento, no se animan a preparar
comida de las gavillas que están cosechando. Ni se les permite tomar algo del aceite que están
prensando de las aceitunas, o algo del vino que exprimen de las uvas.
24:12 El clamor. El clamor de los pisoteados. Si las consonantes del sustantivo hebreo son
reemplazadas por las mismas vocales como en 1:22, resulta una palabra que significa “culpa” o
“conducta reprensible”. Entonces Job dice que Dios no le presta atención a la situación deplorable
recién descripta.
24:13 Se oponen a la luz. Siendo que Dios nada hace respecto de la abierta y flagrante humillación
de los pobres (vv. 1–12), se permite que los crímenes de violencia tales como el asesinato, el
adulterio y el robo, perpetrados en secreto, queden sin ser puestos en evidencia ni castigados. (vv.
1317; Jn 3:19)
24:14 Apenas cae la noche. El texto hebreo tiene “a la luz”, esto es, al estar la luz por ceder el
paso a la oscuridad, o al “crepúsculo”. (v. 15)
24:18 Ustedes dicen. En los vv. 18–20 Job sarcásticamente cita a sus amigos, quienes persisten en
decir que la clase de malvados recién descriptos son arrastrados rápidamente como un leño a la
deriva, que va flotando “como espuma sobre el agua” (8:18; 15:29 y s.; 18:16–20; 20:4–29). Las
palabras de introducción Ustedes dicen, que no están en el texto hebreo, se añaden para llamar la
atención del lector a que estas líneas fueron expresadas en un tono de voz irónico. Algunos
comentaristas creen que los versículos vv. 18–25 son la conclusión fuera de lugar del discurso de
Bildad, de todos modos muy breve (25:16), o que son el comentario final de Zofar.
24:21 Mujer sin hijos. Ocurre precisamente lo opuesto a lo que afirman los amigos. Dios acude en
auxilio de gente tan despreciable como los que maltratan a una mujer indefensa sin hijos o un marido
que cuiden de ella.
24:24 Algún tiempo. Pueden no exceder el promedio de vida de la humanidad, pero parten de esta
vida en paz. La muerte no les llega precedida por una tortura prolongada, como en el caso de Job.
25:1 De Súah. Comp. 2:11, nota. Bildad es el último de los tres amigos en contribuir a la discusión
iniciada en 4:11. Muy poco es lo que tiene que decir. Zofar no tiene nada para agregar. Por lo que
parece, consideran que es inútil extenderse una vez más sobre la ya trillada línea de argumento. Su
retórica está agotada. Incluso es posible que hubieren llegado a la conclusión de que “estaban
equivocados”, como Eliú les dice más adelante. (32:3)
25:2 Poder y temor. Un gobierno que infunde temor. Bildad debate con Job porque éste culpa a
Dios de tolerar graves injusticias en su conducción de las actividades del hombre. El hombre, criatura
de un día, es tan inferior a Dios en poder y perfección moral, dice Bildad, que la crítica que le hace a
la Providencia divina es tan insignificante como las contorsiones de “una lombriz”.
Orden. Dios tiene un control indiscutible de los poderes celestiales. (21; 22; Is 24:21)
25:3 Su luz. Todo queda expuesto a su escrutinio, incluyendo los pecados ocultos. (Sal 90:8)
25:5 No tiene brillo. Comp. 4:18, nota; 15:15.
27:1 Retomando la palabra. El c. 26 registra la última réplica directa de Job a sus amigos. Lo que
tiene para decir ahora (cc. 27–31) tiene más la forma de una disertación, que un desafío o un diálogo
continuado (ver su lamento en c. 3, que precede al intercambio de puntos de vista con los que lo
visitan). A los consoladores dignos de lástima aún les dirige la palabra como al paso (vv. 5, 11, 12).
Queda también claro que el discurso es consecuencia de temas surgidos en la conversación. Pero el
debate ha concluido. Fracasó en solucionar el problema de Job. Aún está “amargado” (v. 2). Bajo
juramento declara que los amigos no tenían “la razón” (v. 5), al afirmar que su sufrimiento sólo
podía ser el pago del pecado (vv. 1–6). Los “impíos” (v. 8) ciertamente merecen el terrible destino
que vieron que le tocó a él (vv. 7–12). Sin embargo, cuando el juicio de Dios alcanza a los malvados,
como finalmente debe alcanzarlos, esto no quiere decir que su desgracia también es una evidencia de
culpa, merecedora del mismo tipo de castigo. (vv. 13–23)
27:2 Juro por Dios. Dando traspiés bajo violentos golpes de infortunio, fastidiado por
“consoladores dignos de lástima”, Job expresó, por momentos, comentarios que estaban cerca de ser
un repudio de Dios. Quienquiera que haya estado deambulando aturdido durante una noche de
aflicción, sabe que el resentimiento y la desesperada determinación de aferrarse a Dios van
agitándose rápida e incansablemente dentro de su ser, en lo más íntimo, como olas del mar una sobre
otra. Job también es arrastrado de aquí para allá por pensamientos conflictivos. Lo que expresa a esta
altura no tiene consistencia lógica. Reconoce la soberanía de Dios al hacer un juramento en su
nombre, mientras que, casi sin tomar aliento, lo acusa de ser un árbitro injusto de su derecho. (34:5)
27:5 Tengan la razón. Job no puede ser acusado de “mentiroso” (v. 4) al declarar su inocencia.
27:7 Enemigos. Job desarrolla su reivindicación de que “no lo remorderá su conciencia” mientras
viva (v. 6). Una persona que por causa de su maldad le resulta odiosa a Dios, es su enemigo por la
misma razón. No siendo uno de los “impíos”, no se merece la retribución que Dios tiene reservada
para los inicuos.
27:11 Les voy a mostrar. Los amigos son “completamente vanidosos”, esto es, cabezas huecas, en
insistir que la mano de Dios pesaba sobre él como castigo, castigo que “ellos han visto” a Dios
imponer sobre los malvados, y que él está por describir en detalle.
27:13. Herencia para los malvados. Los pensamientos expresados en los versículos restantes de
este capítulo presentan diferencias con las declaraciones previas de Job acerca del destino de los
malvados (comp. el v. 14 con 21:8; 15 con 21:32). Estuvo en desacuerdo con sus amigos, cuando éstos
insistieron en que la justicia divina alcanza al criminal infaliblemente. Ahora no vacila en repetir las
mismas expresiones utilizadas por Zofar (comp. el v. 13 con 20:29; el v. 20 con 20:23). Por tanto se ha
sugerido que los vv. 13–23 constituyen el discurso final de Zofar, el cual por una dislocación del
texto fue a parar al contexto equivocado. Sin embargo, si la secuencia de pensamiento resulta ser
como queda sugerida en las notas de 1 y 7, entonces no es necesario un nuevo ordenamiento del texto.
Por momentos Job se apropió las palabras de sus amigos (24:18 y ss.). También dio marcha atrás,
acusando a Dios de injusto, y aún así confiando en él implícitamente. (19:2527)
27:18 Larvas de polilla (ver Biblia de Jerusalén). No dura más que una larva de polilla. (4:19)
27:19 Esfumado. O desaparece su riqueza mientras duerme, no habiendo nada por la mañana, o
por la noche “su vida le es reclamada”. (Lc 12:20)
27:21 Viento del este. Comp. 15:2, nota.
28:1 Hay. (RV ciertamente). La palabra hebrea es también la conjunción “porque”. Si se traduce
así, establece una conexión con el capítulo anterior. La calamidad es la consiguiente “herencia que
Dios tiene reservada para los malvados” (27:13), porque desdeñan “la sabiduría” de temer al Señor y
“el discernimiento” de “apartarse del mal” (v. 28). El desprecio de esta sabiduría es un error fatal, no
importa cuán ingenioso sea el hombre en otros asuntos. Podrá desarrollar técnicas para lograr que la
tierra libere sus tesoros escondidos, de modo que “sus ojos contemplan todos sus tesoros” (vv. 1–11),
pero no es capaz de descubrir la inapreciable gema de la sabiduría, aunque horade por ella en la
vastedad de la Creación, y aunque esté dispuesto a pagar cualquier precio por ella (vv. 1219). Sólo
Dios tiene la llave que conduce a los misterios del universo, porque él lo ha creado, y sabe cómo
controlarlo. El hombre, producto él mismo de esa sabiduría creadora, es verdaderamente sabio sólo
cuando acepta “la sabiduría que desciende del cielo” (Stg.3:15–18). No es un logro intelectual, o la
composición de abstracciones, sino un modo de vida, centrado en el Dios que todo lo sabe. En todos
los asuntos, él es el punto de referencia indisputable y exclusivo. Su voluntad determina toda elección
para la acción. (vv. 20–28)
28:2 Extrae de la tierra. El hombre posee una inventiva muy superior al instinto de los animales
(v. 7). Es capaz de cavar “túneles” en las profundidades de la tierra, (v. 4) para descubrir todo tipo de
depósitos minerales y de piedras preciosas. Ningún emprendimiento tecnológico brinda acceso a la
única cosa necesaria: La sabiduría de vivir en armonía con el Creador, que trae como resultado “la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento”. (Fil. 4:7)
28:13 En este mundo. Las minas podrán dar de sí toda cosa preciosa (v. 10); pero la sabiduría es
“la perla fina de gran valor” (Mt 13:46) que elude la búsqueda del hombre, no importa dónde en el
universo esté buscando, y la cual no puede adquirir por más rico que fuere.
28:16 Oro refinado. Comp. 1R 9:26, nota.
28:22 Destrucción. (Heb. Abadón). Comp. 26:5, nota. Uno puede elevarse hasta los cielos como
“las aves del cielo”, o cavar profundamente en la tierra hasta el mundo subterráneo; la sabiduría
quedará “escondida a los ojos de toda criatura”.
28:23 Sabe llegar hasta ella. Sólo Dios sabe dónde adquirir verdadera sabiduría, porque ésta tiene
su origen en Él. La creación y la preservación del universo constituyen un testimonio de esto (1Co
1:21; 2:7; Ro 11:33 y ss.).
28:28 Y dijo. El hombre depende de Dios por instrucción, si es que ha de quedar capacitado para
ordenar su vida del único modo que merezca ser llamado sabio. Quien no deja que el “temor al
Señor” motive y dirija todo lo que piensa y hace, continúa siendo un necio. Orientado dentro de esta
sabiduría, se desplaza más allá de todo temor servil para conceder a su Creador la admiración, el
respeto, la veneración y la confianza que él se merece (Dt 6:13, nota; Sal 111:10; Pr 1:7; 9:10). El
aspecto negativo de este entendimiento es la resolución de apartarse del mal.
Identificar la piedad con la sabiduría acentúa el problema de Job. Él manifestó abiertamente temer
al Señor y apartarse del mal. Sin embargo, Dios no lo trató como su forma de vida, en armonía con
la sabiduría y el conocimiento, lo merecía. En su discurso, registrado en los capítulos siguientes,
nuevamente le da la razón a Satanás: Job no honra a Dios “sin recibir nada a cambio”. (1:9)
29:1 Retomando la palabra, dijo: En principio Job abona a la doctrina que él mismo acababa de
proponer, que “el temor al Señor es sabiduría” (28:28). Sin embargo, no puede entender por qué una
forma de vida basada sobre el temor a Dios no sigue siendo recompensada con los beneficios que
alguna vez recibiera tan abundantemente. Job cae de nuevo en un monólogo similar al lamento que
precedió a la discusión con sus amigos (c. 3), y hace un repaso final de sus experiencias inexplicables
(cc. 29–31). Tan sólo un poco de tiempo antes, la comunión con Dios y la bondad con su prójimo
redundaban en gran beneficio en su vida (c. 29). Situado en una posición favorable con Dios y con los
hombres, tenía sobrados motivos para esperar una existencia larga y pacífica sobre esta tierra. “Pero
ahora”, ha perdido todo: honra entre los hombres, bienestar físico, comunión con Dios, paz de
conciencia (c. 30). No puede explicarse por qué “cuando esperaba lo bueno, vino lo malo” (30:26).
No incurrió en culpa en pensamientos, palabras o hechos para hacerse merecedor de castigo. Si
pudiese discutir su caso en un tribunal, su demanda de inocencia quedaría afirmada. Pero Dios no le
responde (c. 31). Para alegría de Satanás, el principio fundamental con el que Job opera, confirma la
argumentación del acusador, de la que su amor Dios es en realidad amor a sí mismo. Su “temor al
Señor” fracasó en producir el pago de una buena vida. La ganancia, no el amor, motivó su piedad.
1) 29:1–25 La piedad anterior y la bendición resultante
29:2 Los meses que se han ido. Tan sólo poco tiempo antes, Job se deleitaba en el calor del favor
de Dios. (Nm 6:25)
29:3 Tinieblas. La luz del rostro de Dios lo guió a través de las perplejidades que acechaban en su
camino. (Sal 139:12; Mi 7:8)
29:4 Días de mi apogeo. Del modo como las espigas y los frutos alcanzan su madurez en el otoño,
así Job alcanzó su apogeo, y gozaba de las bendiciones de una íntima comunión con Dios. La palabra
hebrea para amistad tiene la connotación de un compañerismo íntimo y confidente. Se traduce como
“consejo” (15:8), “amigos” (19:19), “(bella) amistad”. (Sal 55:14)
29:6 Ríos de crema. Una figura de lenguaje que indica una sobreabundancia de recursos. Canaán
es descripta como “una tierra donde abundan la leche y la miel” (Éx 3:8; comp. 20:17). Arroyos de
aceite de oliva. Se dice que éstos fluyen de rocas estériles.
29:7 Mi puesto. Hombre temeroso de Dios y protegido por él (vv. 1–4), jefe de una familia feliz
(v. 5), hombre de riqueza incontable (v. 6), Job captaba el respeto de jóvenes y ancianos, de príncipes
y de mendigos (vv. 7–10, 21–15). Cuando se reunía el consejo de los ancianos, o cuando se
pronunciaba juicio en la puerta de la ciudad (Dt 22:15; Rt 4:1), todo el mundo respetaba su opinión,
aclamándolo como “el personaje de mayor renombre entre todos los habitantes del oriente”. (1:3)
29:11 Alababan. El respeto debido a Job no era temor a represalias. Él no había llegado a la cima
aprovechándose del infortunio de los demás. Se ganó la estima de todos por sus acciones de bondad.
Utilizó su riqueza e influencia para ayudar a los pobres, y para enmendar las injusticias infligidas a
los pisoteados.
29:17 Fauces. Job no vaciló en incurrir en la hostilidad de los malvados a fin de rescatar de un
desastre inminente a las víctimas inocentes en las manos de ellos (Pr 30:14).
29:18 Llegué a pensar. Job esperaba que su comunión con Dios y su rectitud dentro de la sociedad
le garantizarían seguridad por el resto de sus días. Esperaba llegar a vivir hasta una edad avanzada
tan confortablemente protegido como un pájaro en su nido.
29:20 Arco. Sustentado como “un árbol plantado a la orilla de un río” (Sal 1:3), su gloria o
renombre entre los hombres no se “marchitará”, ni perderá su tensión el arco de su fortaleza. (Gn
49:24; Sal 18:34)
29:21 Me escuchaba. El primer infortunio que Job va a mencionar, es la pérdida del gran respeto
que le había sido tributado por sus conciudadanos (30:1–15). A fin de acentuar el contraste entre
entonces y ahora, describe una vez más cómo en el pasado los hombres dependían de cada palabra
que él decía.
29:22 Hallaban cabida. Su palabra refrescaba los ánimos decaídos, así como la lluvia revitaliza el
suelo reseco. (Dt 32:2; Pr 19:12)
29:24 Yo sonreía. No importa cuán abatidos estuvieren, su sonrisa restauraba la confianza de las
personas.
29:25 El camino. Cuando él sugería una acción a seguir, la gente aceptaba su consejo.
32:1 Dejaron. Los tres amigos de Job no reaccionaron a su extenso discurso (cc. 2731). Al no
producirse “ninguna respuesta” de parte de ellos, un hombre joven llamado Eliú se adelantó del
círculo de los que escuchaban, para agregar algo a los esfuerzos de sus mayores. Con vigor juvenil y
confianza en sí mismo, se propuso probar que Job estaba “equivocado” (v. 3) al proclamar que él era
justo, y que Dios estaba “equivocado” (40:8). Antes de exponer su desacuerdo, exhorta tanto a sus
mayores como a Job a que atiendan a sus palabras, aun siendo él muy joven. Los tres amigos –dice
él– se darán cuenta cuando él exprese su “opinión”, de que la sola edad de ellos no les era garantía de
sabiduría superior a la de él (vv. 6–14). Es evidente que a ellos “les faltan las palabras”, en tanto que a
él “palabras no le faltan” (vv. 15–22). Dirigiéndose a Job, le asegura que no tiene por qué tener miedo
de oír lo que él tiene para decir. Sus palabras expresan la sincera preocupación de un ser humano por
su semejante (33:17). Concluidos los preliminares, Eliú arremete contra las falacias en el caso de Job
contra Dios. Sus comentarios surgen a propósito de la afirmación recién hecha por Job: “No tengo
pecado”. (Cc. 31; 33:9)
Los discursos de Eliú (cc. 32–37) apuntan a corregir la grieta fundamental en la relación de Job
con Dios, la cual salió a la luz en la discusión con los tres viejos amigos. Job no honró a Dios “sin
recibir nada a cambio” (1:9). Siendo que esperaba una recompensa por su piedad, disparató contra la
administración de justicia de Dios. Antes de que Dios mismo aparezca en escena (cc. 38–42), Eliú
asume el papel de su abogado defensor. Tiene “algo que decir a favor de Dios” para demostrar que su
Hacedor “está en lo justo” (36:2 y s.). Al defender a la providencia divina, Eliú opera, en parte, con
los principios sostenidos por los oradores ancianos. Sin embargo, no trata de relacionarlos primera
y directamente con la condición de Job, como hicieron ellos, sino más bien lo insta a que se vea a sí
mismo en la perspectiva de la perfección absoluta de Dios. Dios –apunta– es justo por la sencilla
razón de que es Dios, el Creador todopoderoso del universo, y el Soberano omnisciente de cielos y
tierra. Sin ser afectado en su Ser por el comportamiento de hombres frágiles, Dios, a pesar de ello, se
preocupa por el destino de la obra de Sus manos. De acuerdo con su buena y misericordiosa
voluntad, utiliza la aflicción para corregirlos y purificarlos.
32:2 En vez de Dios. La queja de Job por estar sufriendo pese a su inocencia (c. 31), era un ataque
a la justicia de Dios.
32:8 Espíritu. El ir acumulando años no siempre hace a una persona más sabia (v. 7). El hombre
recibe verdadera sabiduría a medida que el Espíritu de Dios la provee.
32:13 No vayan a. Una advertencia contra la arrogancia. Por haber fracasado en refutar a Job, no
debieran concluir por eso que ningún otro podrá hacerlo.
32:14 Responderle como ustedes. Eliú no tendrá que presentar los argumentos recalentados de
ellos, por la sencilla razón de que no mantendrá su insostenible línea de razonamiento.
32:18 Me obliga. Eliú siente la misma urgencia interior a hablar que motivó a los profetas a
proclamar su mensaje. (Am 3:8; Mi 3:8; Jer 20:9; 2P 1:21)
32:21 No favoreceré. No tiene una lanza que romper por alguien, ni favores que bus-car. Si lo
hiciera, merece ser silenciado por Dios.
33:1 Te ruego, Job. Eliú abordó a Job de una manera conciliatoria y más íntima en el tono que el
estilo formal y más cauteloso de los tres amigos, quienes no se dirigieron a Job por su nombre.
33:6 T omado de la tierra. Eliú trata de predisponer a Job a un estado de ánimo receptivo para su
mensaje. Es sincero y no persigue un motivo ulterior (3; comp. la impresión de Job de sus amigos
6:25). Por lo demás, no será capaz de “aplastarlo” con un despliegue de poder sobrenatural y
sabiduría sobrehumana como a los que –temía Job– Dios pudiese echar mano para “aterrorizarlo”
(9:16–17, 34–35; 13:20–22). Eliú se encuentra en la relación “respecto de Dios”, el Creador, igual que
Job.
33:9 Limpio. Con la promesa hecha a Job, de una charla honesta hombre a hombre (vv. 1–7), Eliú
lleva adelante su primera defensa “a favor de Dios” (36:2). Ve la necesidad de destacar que su
Hacedor “está en lo justo” (36:3) porque oyó a Job reivindicar repetidamente que Dios lo trató como
a un criminal, pese a que “no tiene pecado” (vv. 8–11). En realidad, Job acababa de hablar largamente
acerca de su inocencia(c. 30). El joven abogado defensor, más sabio que los tres amigos de más edad,
no se enreda en una discusión de las supuestas virtudes de Job, como hicieron ellos sin éxito. Prefiere
construir su caso entero sobre la integridad de Dios. Comienza con una refutación de la acusación de
Job de que al hombre se lo mantiene en completa ignorancia respecto de la voluntad y propósitos de
Dios. Eliú está preparado para presentar evidencia de lo contrario. Es una realidad comprobada, que
Dios se comunica con el hombre por medio de sueños (vv. 1218). Ha de saberse también que utiliza la
enfermedad “para decirle al hombre lo que es justo para él” (vv. 19–28). ¿Puede negar Job que “todo
esto Dios lo hace”? (vv. 2933)
33:12 Dios es más grande. Ya desde el mismo comienzo, Eliú establece la tesis básica que va a
desarrollar en su esfuerzo por corregir a Job. Todo lo que ha de decir ilustrará o apoyará esta
declaración temática. Job, argumenta él, no iba a “considerarse un hombre recto” (32:1) si dejara a
Dios ser Dios, “que vive en luz inaccesible” (1Ti 6:16), que se demuestra infinitamente sabio en su
amorosa preocupación por su criaturas, todopoderoso en la ejecución de su voluntad. Eliú no está
representando falsamente a su cliente divino. Hablando por sí mismo “desde la tempestad”, Dios hace
que Job doble las rodillas y se arrepienta “en polvo y ceniza”, por atreverse a “contender contra el
Todopoderoso”. (Cc. 3842)
33:13 Tus preguntas. Job se quejó de que Dios se negaba a darle respuestas a sus preguntas. (9:16;
19:7; 23:5)
33:14 Una y otra vez. Una forma idiomática de decir “de diferentes maneras”. (Ver también en 29)
33:15 Sueños. En cuanto a los sueños como medio de revelación divina, ver Gn 20:3; 1R 3:5; Job
4:13 y ss.; Mt 1:20; 2:13,19; 27:19.
33:19 Dolor. Job tal vez no tuvo el tipo de sueño recién descrito. Sin embargo, es muy probable
que Dios le habla por otro medio que utiliza para comunicarse con el hombre: una grave enfermedad.
Su propósito es castigar, corregir, purificar.
33:23 Uno que aboga. Uno que media interpretando un lenguaje extranjero (Gn 42:23), o lo que de
alguna manera es ininteligible. El hombre puede interpretar erróneamente el propósito del castigo de
Dios. Eliú dice que un ángel, de los que hay miríadas, está listo para acudir en ayuda del que sufre.
33:24 Sálvalo. El ángel también intercede en favor del hombre. Hace referencia a un rescate, una
expiación de culpa. Él ya lo halló. Ni él ni el hombre lo suministraron. En el tiempo de Job aún no
había sido pagado el rescate completo. El “solo mediador entre Dios y los hombres”, “superior a los
ángeles”, estaba todavía por venir “para dar su vida en rescate por muchos”, para “salvar por
completo a los que por medio de él se acercan a Dios”. (1Ti 2:5; Mt 20:28; 1P 1:18s; Heb 1:4 y ss.;
7:25)
33:26 Orará. Lo que la persona pide en oración con alegría y canta públicamente de alegría (vv.
26–28), prueba que el castigo logró su propósito. Es atraído a Dios. “Su salvación” es algo que
quiere hacer público a los demás.
33:29 Todo esto. Dios no se ha retraído a un silencio distante, como Job se quejaba que lo había
hecho. Él tiene sus propias maneras de hablar a los hombres, y las utiliza no una, sino repetidas veces.
33:32 Darte la razón. Eliú quiere que Job hable con toda libertad, si es que tiene “ algo que decir ”
en apoyo de su queja contra Dios, como hizo en la discusión con sus tres viejos amigos. Su silencio
ahora será tomado como aquiescencia.
34:1 Dijo Eliú. Después de hacer una pausa para una posible réplica a su exposición hecha en
33:12–28, Eliú continúa hablando “a favor de Dios” (36:2). Cuando la piedad le trajo a Job desgracia,
más bien que la recompensa esperada, “se justificó a sí mismo en vez de justificar a Dios” (32:3). Eliú
se dispone ahora a decirle a Job que “no tiene razón” en insistir en su justicia a expensas de la justicia
de Dios. Así como procedió en su primer discurso, construye su caso sobre el axioma: “Dios es más
grande que los mortales” (33:12). Ambos, Job y sus compañeros, desecharon la veracidad de esta
realidad. En efecto, trataron de destronar a Dios: él, Job, al acusar a Dios de “negarse” a hacerle
justicia (vv. 5–6), ellos, al presumir, de acuerdo con sus principios de justicia, de enseñarle a Dios
como debe proceder con los “malvados” (vv. 7–9). Sin embargo, queda establecido como cierto, que
la justicia de Dios está tan por encima de la censura humana y tan por encima del entendimiento del
hombre, como el Creador lo está sobre la criatura. Siendo que él creó a “todo el mundo”, no hay
motivos para dudar de que tenga también la capacidad de proceder con justicia con la obra de Sus
manos. La injusticia y la naturaleza divina son tan incompatibles como el fuego y el agua (vv. 10–15).
Por lo demás, el modo como Dios ha gobernado a escala mundial, es una prueba de que es “justo y
poderoso”. Su justicia no puede ser estorbada por los hombres más poderosos, ni torcida a favor de
los ricos (vv. 16–20). Finalmente, ningún malogro de la justicia divina es posible, porque el
omnipotente Creador y Gobernante justo del universo también es omnisciente. Los malvados no
pueden ocultarle sus crímenes. Tarde o temprano el juicio los alcanza (vv. 21–30). Por eso, cuando el
hombre falible se atreve a dictarle a Dios cuándo o cómo debe actuar en un caso dado, se lo debe
acusar de “rebeldía” (vv. 31–37)
34:2 Ustedes los sabios. En su declaración inicial, Eliú presenta los puntos de vista mantenidos
por los tres amigos sabios, y por Job. Este último es citado en 5–6. Los vv. 7–9 reproducen la
conclusión a la que arribaron los otros tres.
34:9 Ningún provecho saca. Job no es citado al pie de la letra. Sin embargo, fue muy explícito al
decir que su piedad no arrojó los dividendos que esperaba. (9:22, 31s; 10:3; 21:7 y ss.)
34:10 Escúchenme. Eliú va a presentar oposición a ambos bandos en la disputa. Está
completamente de acuerdo con la premisa de que Dios recompensa al hombre “según sus obras” (v.
11). Sin embargo, no toma a su cargo demostrar cómo este principio se aplica en una relación de
causa y efecto a Job. Cuando los amigos lo hicieron, solamente exacerbaron a Job. Eliú traslada la
discusión del hombre a Dios y su Ser trascendente. Decir que Dios no es justo es negar que es Dios,
quien de su propia libre voluntad creó el universo, asume responsabilidad por todas Sus criaturas, y
sabe lo que hacen. El razonamiento de Eliú tiene sentido sólo para los que aceptan la existencia de
Dios.
34:17 ¿Puede gobernar… quien? Puede suceder que entre los gobernantes de la tierra gobierne
uno que odia la justicia. Sin embargo, el Creador hizo a los hombres para gobernarlos con justicia.
34:20 En medio de la noche. De pronto y con expectación (Éx 12:29; Lc 12:20).
Sin intervención humana. Comp. Lm 4:6; Dn 2:34; 8:25.
34:22 Sombras profundas. Ningún hombre puede esconderse de Dios. (25; Sal 139:2; Am 9:2 y s.)
34:23 Examinarlos. (RV No carga). Dios no necesita señalar una fecha para un juicio, o para llevar
a cabo una “indagación” (v. 24) a fin de establecer la culpa del hombre.
34:29 Guardar silencio. Dios puede no actuar de pronto, o según los criterios humanos. Hay veces
en que parece que él esconde su rostro, de modo que nadie puede rastrear sus caminos al tratar con
naciones, individuos, gobernantes.
34:31 Que le dijeras. Dios es justo. Sin embargo, nadie debe ser tan presuntuoso de querer
administrar justicia para él, o “aplicar la ley del talión para conformarla” con su particular noción de
justicia (v. 33), como presumían hacerlo los amigos de Job.
34:34 Los entendidos. Mencionados previamente, en los vv. 2 y 10. Eliú los cita ahora en los
versículos restantes del capítulo. Ellos se jactaban de saber todo el tiempo cuál era la causa del
sufrimiento de Job. Él se lo merecía por “su pecado” al que añadió “rebeldía”, acusando a Dios
injustamente.
34:37 Se ha burlado. (RV Bate palmas contra nosotros) Un gesto similar a nuestro “hacer pito
catalán”.
38:1 El Señor le respondió. En el diálogo con sus amigos, Job exigió repetidas veces tener la
oportunidad de poder interrogar a Dios (13:3, 22; 23:3–9). Estaba confiado de poder probar un
extravío de la justicia divina en su caso. Aunque Dios no le debe una explicación, condesciende
benévolamente a hablarle a su quejosa criatura. Sin embargo, no ofrece una respuesta directa a la
pregunta respecto de qué derecho o razón le asistía en permitir que la desgracia y el dolor tuvieran
cabida en la vida de Job. En vez de esto, apabulla a su interpelante con una andanada de preguntas de
su propia cosecha, destinadas a convencer a Job de que Dios, quien conforma su vida, (a) sabe lo que
hace (cc. 38–39), y (b) está plenamente capacitado para hacer lo que es necesario que se haga, a partir
de su preocupación por el hombre (cc. 40–41).
¡Cuánta necedad por parte de Job, querer dar instrucciones a Dios respecto del curso que su vida
debe tomar, si no puede ni comenzar a comprender cómo armó el Creador el universo y lo mantiene
marchando ordenadamente! (vv. 34–38). Querría él aconsejarlo a él, que (a) dio forma a la estructura
de la tierra (vv. 4–7); (b) hizo que “aparezca lo seco” de “las aguas debajo del cielo” (Gn 1:9 y ss.), y
no permite que vuelva a hundirse en un océano caótico (vv. 8–11); (c) diariamente enciende la luz
diurna sobre la tierra (vv. 12–15); (d) sabe lo que sucede en las regiones más remotas de la Creación,
tanto en las profundidades como en las alturas (vv. 16–21); (e) regula las fuerzas de la naturaleza que
producen la nieve y el granizo (vv. 22–24), la lluvia (vv. 25–27), y la escarcha (vv. 28–30); (f) imparte
órdenes a los cuerpos celestes (vv. 31–33) y a los fenómenos naturales tales como la lluvia torrencial,
producida por las nubes y acompañada por relámpagos (vv. 34–38). Más aún, el Creador y
Administrador del cosmos inanimado y de sus funciones despliega tal conocimiento del mundo
animal y preocupación por el mismo, como para hacer que Job se dé cuenta de cuán absurdo es que
cuestione la sabiduría del modo en que Dios cuida de él. (38:39–39:30)
Tempestad. Dios no es una abstracción del pensamiento humano; él habla de persona a persona.
No es un compinche cordial con quien uno intercambia chocarrerías; no, él está vestido de poder y
majestad. Por otras manifestaciones de su gloria, ver Éx 19:16; 2R 2:1; Is 6:4; Lc 2:9.
38:2 Oscurece consejo. Las palabras de Job eran carentes de sentido, porque hacían parecer “el
determinado propósito y el previo conocimiento de Dios” (Hch 2:23) un oscuro e impenetrable
embrollo de contradicciones.
38:3 Prepárate. Nosotros diríamos: Arremángate, y prepárate para la acción (Éx 12:11; 1R 18:46).
Exigirá esfuerzos heroicos por parte de Job hallar las respuestas requeridas. Pronto se dará cuenta de
cuán necio y temerario fue, al exigir una oportunidad para medir su ingenio con Dios (13:22). Job
anota Cero en la prueba que rinde para explicar cómo dirige Dios el universo y cuida de las bestias
del campo (38:4–39:30). Debido a que es incapaz de comprender las misteriosas actuaciones de Dios
en el reinado extenso de la naturaleza, Job se da cuenta de que no debe intentar aconsejar a su
Creador cómo organizar su pequeña vida.
38:4–39:30 LAS MARAVILLAS DE LA CREACIÓN MÁS ALLÁ DE NUESTRA COMPRENSIÓN
40:2 Contiende. Por una vez objetó Job la divina providencia, clamando repetidamente por una
oportunidad para discutir su caso con Dios en una corte de justicia imparcial (13:3; 23:4; 31:35–37).
Sin embargo, situado cara a cara con su Creador, nada tiene que decir. Lo que él sabe es “de poca
monta” en comparación con la sabiduría superior de Dios. Ya no hay una manifestación abierta de
resentimiento o de recriminación. Pero, el “maestro” divino (36:22) no pone fin a la instrucción en
este punto. No descansa hasta que Job reconoce un cambio interior del corazón.
40:6 El Señor le respondió. Continuando con su enseñanza “desde la tempestad” (38:1), Dios
censura a Job por su fracaso en confiar en la omnipotencia de su Creador. Debe reconocer que no
tiene “un brazo como el de Dios”, porque: (a) no puede “aplastar a los malvados” sobre el polvo de
la tierra, para que la ley y el orden prevalezcan por doquier (vv. 9–14); (b) no puede hacer que las
bestias brutas obedezcan su mandato. Si no puede domesticar a Behemot y a Leviatán, le corresponde
no criticar, sino permanecer en admiración del Dios a quien éstos le deben su fuerza, por ser sus
criaturas. (40:15–41:34)
40:8 Invalidar. Job objetó la administración de justicia de Dios en general, como también en su
propio caso particular. (9:2224; 34:5)
40:10–42:6 LO ABSURDO DE CUESTIONAR EL GOBIERNO DIVINO
40:14 Reconoceré. Si Job fuese capaz de eliminar toda injusticia a nivel mundial, merecería
recibir la veneración tributada a Dios por sus adoradores. ¡Qué espectáculo ridículo ofrece Job!
Sentado sobre un trono de cenizas, apenas capaz de mantener enhiesta la cabeza, tiene la presunción
de decirle al gobernante del universo cómo utilizar su poder.
40:15 Behemot. Una transliteración de la forma plural del sustantivo femenino hebreo behemah, la
palabra corriente para animal, ganado, bestias (Gn 1:24). En los vv. 15–24 queda construida como
sustantivo masculino singular. La descripción parece que le cabe al hipopótamo. Sin embargo,
porque se dice que algunos de los rasgos no son propios del monstruo del Nilo, se sugiere que la
forma plural del sustantivo bestia, es utilizado (en el empleo idiomático hebreo) para expresar el
grado más elevado de bestialidad. Behemot no ha de ser considerado tanto una clase particular de
animal, sino el epítome de vida animal no domesticada, la suma total de todo lo salvaje.
Igual que tú. El propósito de la referencia a Behemot queda claro desde el inicio. Job, que critica
a Dios por el modo cómo utiliza su poder, debe darse cuenta cuán ridículo es su juicio respecto de
este asunto. Él se ha propuesto aconsejar a su Creador, cuando él mismo no puede someter a quienes
han sido creados igual que él.
40:19 Entre mis obras…el primer lugar. Otra traducción dice: “el comienzo de los caminos de
Dios”. Behemot se encuentra a la cabeza de la lista de animales en cuanto a tamaño y fuerza, como
cuando se dice que “el principio de la sabiduría es el temor del Señor” (Sal 111:10; Pr 1:7). Behemot
es tan feroz que sólo su Creador puede acercársele con una espada.
40:23 Jordán. Mejor expresado queda “un Jordán”, o “una corriente de agua semejante al Jordán”,
es decir, un río que corre tan rápido como el harto conocido río en Palestina. En hebreo, el nombre
propio Jordán siempre lleva agregado el artículo definido. En este versículo, y en Sal 42:6, falta el
artículo.
41:1 ¿Puedes…? Dios ilustra su poder incomprensible señalando otra bestia digna de ser temida.
Al igual que la palabra “Behemot” (40:15), Leviatán también es la transliteración de una palabra
hebrea. Pero, a diferencia de Behemot, se la menciona en otros pasajes del A. T. (comp. 3:8, nota).
Según se lo describe en este capítulo, Leviatán tiene muchas características en común con el
cocodrilo. Sin embargo, el v. 31 sugiere un monstruo marino. El lenguaje utilizado para describir a
Leviatán está salpicado de figuras de lenguaje tomadas del folklore mitológico, pero el contenido del
lenguage está completamente desprovisto de mitología (comp. 7:12; 9:13; 3:8, notas). Un retrato de
esta criatura, “que a nada teme”, es presentado ante los ojos de Job para inculcarle la misma lección
que Behemot le debe enseñar. (40:15 nota)
41:5 Jugar con él. Un poco de humor sarcástico.
41:10 ¿Podría hacerle frente? (RV: delante de mí). Si el hombre es tan precavido como para no
meterse con Leviatán, cuánto más debe hesitar en irritarlo a Dios, quien creó a ambos, bestia y
hombre? Ser promotor de demandas contra Dios, es insultar su majestad y soberanía. Job insistió en
que Dios “le pague” (v. 11) por su piedad, a pesar de que él no le debe nada al hombre. (Comp. Ro
11:35; 1Co 10:26; Éx 19:5; Sal 24:1; 50:12)
41:14 Abismo de sus fauces. Su boca.
41:18 Sus ojos… rayos de la aurora. Comp. 3:9, nota.
41:32 Blanca. La estela que deja tras de sí está coronada de blanco, como si fuera la cabeza de un
anciano.
41:34 Los soberbios. Traducido como “bestias salvajes” en 28:8.
42:1 Job respondió. No responde para expresar desacuerdo con los discursos de Dios desde la
tempestad (cc. 38–41). Se da cuenta de cuán equivocado estaba al dudar de la sabiduría, poder y
bondad de su Creador. Está verdaderamente arrepentido de haber enjuiciado a Dios, impugnando sus
motivos, y cuestionando su justicia. El cambio es completo. Cambia de arrogante orgullo a “desdén”
de sí mismo; de pecaminosa insistencia en sus derechos, a “arrepentimiento en polvo y ceniza”. (vv.
1–6)
42:2 Todo. Job aún no entiende por qué el dolor y la angustia debían llegar a su vida. Hasta Dios
no explicó por qué dejó que sucediera. Pero, ahora Job ya no le pide que se justifique. Le alcanza con
saber que Él, que puede hacer todas las cosas, tiene a su cargo también su vida. Se siente satisfecho en
dejar que Él, cuyo propósito no puede ser malogrado, lleva a buen término su buena voluntad y favor
gratuito a su modo, si bien con frecuencia es tortuoso e inescrutable desde el punto de vista del
hombre. (2Co 12:8–10)
42:3 ¿Quién es éste…? Esta pregunta y todas las del 4, fueron dirigidas por Dios a Job (38:2–3;
40:7), quien las repite aquí como una parte de su confesión. Dios tenía razón en imputarle ignorancia,
y en exigirle respuestas inteligentes.
42:5 Te veo. Dios acudió en ayuda de su confundido siervo de un modo otorgado a hombres de la
estatura de Moisés e Isaías (Éx 33:11; Is 6:1). Lo que llegó a saber acerca de Dios de terceros y de
oídas, llegó a su conciencia mucho más directa y convincentemente cuando el Señor se le apareció
visiblemente. La autorrevelación de Dios alcanzó su culminación cuando “el Verbo se hizo hombre
y… hemos contemplado su gloria”. (Jn 1:14; 12:44 y s.; 14:9)
42:6 Arrepiento. Satanás probó su afirmación. Hasta Job, “recto e intachable” como ningún otro
“en la tierra”, tuvo que admitir que fracasó en honrar a Dios “sin recibir nada a cambio” (1:8–9).
Tuvo que arrepentirse, porque su devoción a Dios estaba manchada de amor a sí mismo. Era devoto,
no por amor a Dios, sino por un ancias de ganancias. Cuando Dios no le retribuyó de acuerdo con su
escala de pagos, condenó la política de su Creador. “Así como por medio de un solo hombre (Adán)
el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte”, así Job representa el fracaso
de toda la humanidad en evitar el pago del pecado (Ro 5:12). Pero lo que Job no pudo hacer por sí
mismo, Dios lo hizo cuando “¡la gracia de un solo hombre, Jesucristo, abundó para todos!” (Ro 5:15;
1Co 15:21–23)
42:7 A Job. No se registran palabras de absolución. Los versículos finales del libro (7–17)
documentan la prontitud de Dios de perdonar a todo pecador si se arrepiente en polvo y ceniza.
Cuando el hijo pródigo vuelve al hogar desde las tierras desoladas de la vida licenciosa, su padre no
tiene reparos en hablar de él como “mi hijo”; después de que Job vuelve de sus extravíos por el país
del “nunca-nunca” de la duda y la rebeldía, Dios lo llama “mi siervo” tres veces, como si nada
hubiese acontecido desde que por primera vez lo llamó así (7, 8; 1:8; comp. Jer 31:34; Sal 25:7). Sólo
recuerda lo que Job dijo que era “recto”, borrando de su memoria todo lo que estaba mal.
Muy irritado. Los tres amigos pecaron contra Dios y contra Job. En su pensamiento redujeron al Dios
trascendente a su estatura inferior, (la de ellos) exigiendo que él actúe de acuerdo con su (la de ellos)
escala de justicia. Por su falsa doctrina descaminaron a Job a cuestionar la justicia divina.
42:9 La oración de Job. Dios atendió la intercesión de su siervo perdonado a favor de sus
consoladores, que llegaron a ser sus atormentadores. El Siervo Sufriente que no tuvo necesidad de
“ofrecer sacrificios… por sus propios pecados”, “intercedió por los pecadores” y continúa
haciéndolo ante el trono de Dios. (Is 53:12; Heb 7:24–28; Lc 23:34)
42:10 Lo hizo prosperar. Muchas veces Dios pone a prueba la fe de los hombres al privarlos de lo
que más aprecian en esta vida. Pero no permitirá que los hombres sean tentados más allá de sus
fuerzas. Cuando las pruebas han cumplido con su propósito, él da “una salida”. Job recibió de nuevo
todos sus hijos y el doble del valor de sus posesiones terrenas. Dios puede hacer llover estas
bendiciones sobre él como porque no volverá a considerarlas pagos ganados por piedad.
42:11 Hermanos y hermanas. Durante sus días negros lo evitaron (19:13–15). La moneda de plata
y el anillo de oro que le dieron, eran prendas de estimación para su anfitrión.
42:13 Catorce hijos y tres hijas. No el doble del número original. Los hijos no se cuentan como
otros tantos bueyes u ovejas.
42:14 Por nombre. Las hijas recibieron nombres que expresaban el tierno amor del padre por
ellas: Jemimá–Paloma;Quesías–Flor de Canela; Querén-hapuc: Frasco de afeites.
42:15 Lo mismo que a sus hermanos. De acuerdo con la ley mosaica, las hijas de un hombre
podían acceder a una herencia sólo si tenían hermanos (Nm 27:1–11). Sin embargo, Job permitió que
sus hijas llegasen a ser propietarias por derecho propio, manteniendo así intacto el círculo familiar.
42:17 Plena ancianidad. En paz con Dios y consigo mismo, Job alcanzó la madura ancianidad de
los patriarcas a quienes se asemejó en la muerte (Gn 25:8; 35:29; 50:23). Santiago erigió un epitafio a
su memoria, con la siguiente inscripción: “Ustedes han oído hablar de la perseverancia de Job.”
SALMOS
INTRODUCCIÓN
Contenido
Clasificaciones
En nuestras biblias los salmos están clasificados en cinco “libros” de extensión desigual: 1–41;
42–72; 73–89; 90–106; 107–150. Cada uno de ellos queda marcado por un versículo final de
doxología, el Salmo 150 como una unidad cierra el libro con una exultación de alabanza. Este
arreglo representa una antigua tradición judía. Se enseñaba, aparentemente, que el Pentateuco, la
palabra de Dios al hombre en cinco libros, debía ser equilibrado por la respuesta del hombre con un
número correspondiente de secciones en el Salterio.
Dentro de cada una de estas cinco clasificaciones se encuentran otros grupos que consisten de
salmos ensartados sobre la base de rasgos característicos. En el curso de sucesivas colecciones, los
salmos fueron ordenados en series, lo que quedó determinado al menos en parte, por factores
distintivos tales como el nombre divino particular que se empleó, y el autor.
En el Libro I (1–41) el título “SEÑOR”, que corresponde al pacto, se utiliza casi con exclusividad
(ver Éx 6:3, nota). En el Libro II (42–72) predomina el título “Dios”, más general. En el Libro III (73–
89) es casi pareja la utilización de los dos títulos. En los Libros IV y V se encuentra “SEÑOR” 339
veces, en tanto que “Dios” aparece sólo siete veces.
La clasificación de acuerdo a los autores representó un papel en algunas agrupaciones. El Libro I,
con la excepción del Salmo 1, es un sólido bloque de salmos davídicos; también los salmos 51–72.
Los salmos 42–49 quedan asignados a los hijos de Coré; los salmos 73–83, a Asaf. Sin embargo, se
encuentran salmos de David en los cinco libros. En el Libro V aparece como el único autor
nombrado, aparte de Salomón.
Otros elementos unificadores son: (1) la ocasión en que el salmo debía ser utilizado: Los salmos
“de las subidas” (120–134); (2) un Aleluya de apertura (¡Alabado sea el Señor!), en los salmos 146–
150; (3) el tema tratado; en los salmos 93–100 es el reino ilimitado de Dios.
En muchos casos es imposible reconocer el principio determinante de la secuencia de los salmos.
Modelos
Los títulos diferencian nueve clases de salmos. El fundamento empleado para diferenciar estas
categorías ya no es identificable. No llegamos a entender por qué unos 60 de estos poemas son
llamados “un salmo” a diferencia de otros; por qué cerca de 30 están señalados como “un canto”; por
qué sólo cinco se encuentran rubricados como “una oración”; por qué sólo uno (Sal 145) está
calificado como un “canto de alabanza” (siendo que los judíos llamaban a todo el Salterio “el libro
de alabanzas”); por qué unos 25 están sin clasificar.
Un sólido bloque de 15 salmos (120134) lleva cada uno el nombre de “Cántico de las subidas”, lo
que generalmente se aceptaba para indicar que eran apropiados para recitación o canto mientras los
peregrinos subían hacia Jerusalén.
En tres casos hasta el significado de las palabras hebreas que definen la categoría no puede ser
asentado con certeza. En una transliteración estos términos son; “Maskil” (13 veces), “Miktam” (6
veces), “Shiggaion” (sólo Sal 7).
La erudición moderna intenta ordenar los salmos mediante la determinación de la condición de
vida de la cual surgieron, y por el propósito litúrgico al que debían servir. Esta investigación resultó
de valor en algunos casos. Sin embargo, se ve forzada a operar con suposiciones que no pueden
comprobarse como verdaderas. Los resultados permanecen dudosos.
Desde el punto de vista del propósito y el contenido, sólo es necesario diferenciar dos clases
generales de salmos. Éstos pueden ya expresar un ruego por haber surgido una necesidad, ya ofrecer
acción de gratitud y de alabanza a Dios por algún beneficio. Algunos salmos hasta combinan ambas
formas.
La alabanza a Dios incluye una repetición de lo que él ha hecho. A veces el elemento descriptivo
consiste en una repetición poética de un mensaje u oráculo recibido por profetas inspirados. Hay
promesas de un reino de Dios universal y eterno (por ej., Sal 47; 93) bajo el mando de su Hijo, el
futuro Rey mesiánico. (Sal 2; 45; 72; 89; 110; 132)
En otros salmos la respuesta a Dios consiste en una agradecida revista y una meditativa
apreciación de su revelación en acciones y palabras (Sal 19; 78; 119; etc.), o en una edificante
contemplación de una vida que agrada a Dios (Sal 15; 52; etc.). La razón fundamental de estas
oraciones se encuentra en la convicción de que la hostilidad hacia una persona consagrada a la causa
de Dios es, en último análisis, un intento de frustrar su buena y misericordiosa voluntad. Siendo que
los perseguidores de ellos son los enemigos de Dios, los salmistas oran que “Dios quiera impedir y
malograr todo consejo y voluntad perversos que no permitan que el reino de Dios venga”. (Lutero)
Epígrafe
Todos, con excepción de 34 salmos, llevan títulos o epígrafe. En el Libro III todos los salmos
llevan este encabezamiento, en tanto que 28 de los 34 sin título, o salmos “huérfanos”, se encuentran
en los Libros IV y V. Éstos proveen datos tales como (1) autor; (2) la situación; (3) la clase de poesía
representada (ver “modelos”, arriba);(4) las directivas litúrgicas y musicales.
Se desconoce cuánto tiempo después de la composición de estos salmos les fueron agregados
prefacios con estas notas. Ya estaban mohosos por el paso de los años cuando fueron traducidos al
griego en la Septuaginta, que tuvo su comienzo en el tercer siglo a. C. La traducción de algunos
términos prueba que su significado ya no era conocido en ese tiempo. Las traducciones modernas
recurren a la transliteración de palabras hebreas (por ej., “de acuerdo al Sheminith,” Sal 6, “de
acuerdo al Gittith,” Sal 8). Frases tales como “de acuerdo a la Cierva del Alba” (Sal 22) y “de acuerdo
a los Lirios” (Sal 45) parecen indicar la melodía con la cual debía cantarse el salmo. Sin embargo,
nadie sabe qué eran estas melodías o por qué se las llamaba así. El significado de la palabra hebrea
traducida “director del musical” en 55 epígrafe, parece ser seguro. La palabra transliterada “Selah”,
que aparece 71 veces dentro de, o al final de 39 salmos, parece ser otra notación musical. Lo que
significaba sólo puede conjeturarse.
Autor
Casi un tercio de los salmos aparecen anónimos. Los epígrafes le adjudican cerca de la mitad de
los salmos a David. El Libro I es casi sólidamente davídico. Sin embargo, salmos de David se
encuentran en todas las clasificaciones del Salterio. En 13 títulos se menciona la ocasión cuando el
“dulce cantor de Israel” (2S 23:1) compuso un salmo en particular.
La frase “de David” puede ser traducida también “a David” o “para David”. Por eso se sugiere que
no necesariamente tiene que referirse al autor en todos los 73 casos en que aparece. Sin embargo, esta
interpretación no pretende contradecir las afirmaciones de Jesús y de los escritores del Nuevo
Testamento, quienes declaran que David escribió los salmos 16 (Hch 2:25–28); 32 (Ro 4:6–8); 69 y
109 (Hch 1:16–20; Ro 11:9 y s.); 110 (Mt 22:41–45; Mr 12:35–37; Lc 20:42–44; Hch 2:34); 95 (Heb
4:7). Al Sal 2, que no lleva título, se lo cita como “dijiste en labios de… David… por medio del
Espíritu Santo”. (Hch 4:25 y s.).
Otros autores son mencionados. Hay 12 salmos “de Asaf” (50, 73–83); dos de Salomón (72, 127);
uno “de Hemán” (88), otro “de Etán” (89), otro “de Moisés” (90).
Los descubrimientos arqueológicos prueban que poemas de estructura y formas similares a las de
los salmos, existieron en forma escrita siglos antes del tiempo de David.
Poesía
La poesía hebrea es similar a nuestro verso clásico en su utilización de lenguaje selectivo, figuras
de lenguaje, y recursos retóricos. Sin embargo, los salmos y otros poemas del A. T. no dependen de
la rima de palabras y un modelo métrico estricto, para lograr la cadencia. Un equilibrio en la
fonación, y una cadencia regular de sílabas acentuadas y no acentuadas, da lugar a un arreglo rítmico
de modelos de pensamiento. Lo que se dice en una línea se lo “rima” en la siguiente con un
pensamiento similar o en relación. Tal equilibrio de ideas se logra repitiendo la primera declaración
en otras palabras, expresándola en forma de antítesis, o completándola de diferentes maneras. Debido
a que dos o más líneas se complementan la una con la otra de esta manera, esta característica
distintiva de poesía bíblica es llamada paralelismo.
Sin embargo, las palabras que expresan estos pensamientos paralelos no están ordenadas sin
tomar en cuenta el efecto producido por su secuencia. Si bien no hay un modelo rígido de pies
métricos, hay, sí, un esfuerzo consciente por alinear las palabras, de modo que las sílabas acentuadas
de una línea se sucedan a intervalos medidos y produzcan una cadencia rítmica. El número de sílabas
sin énfasis, que preceden o siguen al énfasis, pueden variar, semejante a nuestro verso no rimado. Por
lo demás, las líneas del mismo salmo no necesitan tener el mismo número de sílabas acentuadas.
La agrupación de unidades más pequeñas en estrofas o estancias puede ser reconocida en algunos
salmos. En unos pocos casos las agrupaciones de versos quedan señaladas por un estribillo. (Sal
42:5–11; 43:5; 46:7–11)
El recurso más estructurado de la forma poética se encuentra en una cantidad de salmos
acrósticos. Reteniendo el paralelismo de pensamiento y el énfasis rítmico, tienen el rasgo adicional
de que la primer palabra de cada verso o grupo de versos comienza con una letra en el orden en que
se da en el alfabeto (por ej. Sal 34). En el Sal 119 hay unidades de ocho versos, comenzando cada uno
de éstos con la misma letra en secuencia alfabética. Es tácitamente imposible traducir estos salmos de
modo tal de reproducir su ordenamiento acróstico.
Salmo 1
1:1–6 Dichoso. El primer salmo es un bien escogido camino de entrada a los sagrados predios de
oración y alabanza. Si el Salterio es la Biblia en miniatura, según lo expresó Lutero, entonces los
primeros seis versículos son el portal conducente a la bóveda del tesoro de la comunión con Dios. La
inscripción encima de la entrada dice Dichoso el hombre. Promete una “perla de gran valor” a quienes
la buscan aquí. Todos los que viven, en y por los salmos no tendrán falta de nada que los haga felices.
No hay restricciones. La invitación a ser dichosos va dirigida a todos los hijos e hijas de los
hombres, quienes quieran sean, o fueren, dondequiera que se encuentren. La felicidad ofrecida es sin
restricciones, sin límites, no afectada por las circunstancias.
La felicidad es una bendición otorgada por Dios. Hay quienes la aceptan y viven acordes con esto
tanto negativa como positivamente. Al evitar un modo de vida defendido por hombres que se burlan
de Dios y lo ofenden (v. 1), ponderan con deleite y repiten sin cansarse lo que Dios ha dado a conocer
para su instrucción (v. 2). Orientados de este modo y firmemente cimentados, sus vidas gozan de una
estabilidad a toda prueba, y una fuente segura de logros que satisfacen (v. 3). Por desgracia están los
que se niegan a vivir vidas así bendecidas. Cualquier tipo de felicidad que en apariencia gozan, es
ilusorio. Ésta se desintegra inevitablemente en la tormenta del juicio de Dios, en el cual los malvados
son barridos como paja por el viento (vv. 45). No existen alternativas ni excepciones. Todos los
hombres son, o bien justos y dichosos, o malos y van a la perdición (v. 6).
El Salmo 1 es la primer bienaventuranza de muchas más que se encuentran en el Salterio. Una y
otra vez sus páginas relumbrarán con la bendición : dichoso es. Al irse repitiendo la bendición, su
carácter distintivo se destaca con más claridad. La dicha,(1) es el producto de la iniciativa de Dios
(65:4), (2) se hace posible gracias a la misericordia de Dios que ofrece perdón (32:1); (3) está
garantizada por el poder de Dios, que nunca falla (2:12; 34:8–9; 40:5;146:5 y s.); (4) surge de una
entrega total a Dios (84:5, 12; 112:1; 128:1); (5) encuentra su cumplimiento en hacer lo que Dios
manda (41:1; 106:3; 119:1–2); (6) se expresa en alabanzas a Dios (84:4); (7) se expresa en una serena
confianza en la bondad de Dios aun en días de dolor (94:12); (8) es compartida en el círculo familiar,
y se extiende a toda una nación (127:5; 33:12; 89:15; 144:15); (9) anticipa la venganza de Dios sobre
los enemigos de su causa. (137:8–9)
1:1 Sigue… detiene… cultiva. El enredo con el mal avanza por etapas: desde ir aceptando
sugerencias erróneas, hasta dejar que los principios falsos se conviertan en una regla establecida de
procedimiento tendiente a lograr un profundo antagonismo hacia Dios. Cada escalón hacia abajo
desciende a un nivel más bajo de perversidad. Primero, hay un acuerdo con el consejo de los
malvados, gente cuya tendencia a hacer lo malo se ha hecho ostensible: después viene la entrega a la
senda de los pecadores, gente cuyo curso de acción corre en colisión con la ley; finalmente, un
sentimiento de parentesco va tomando forma en la compañía de los blasfemos, gente que siente un
placer demoníaco en burlar y ridiculizar a Dios.
1:2 La ley del Señor. Desdeñando las filosofías de vida pergeñadas por el hombre, ya sean urdidas
por los impíos o elaboradas desde “sus pensamientos” (Gn 6:5), se deleita en lo que Dios dice. La
palabra hebrea traducida como ley es un término comprensivo. Por regla general denota los
mandatos o prohibiciones de un código de leyes. Sin embargo, abarca también toda enseñanza que
exprese la voluntad de Dios en pro de la felicidad del hombre, según surge de su pacto de gracia
(acerca del significado de “pacto” ver Éxodo, Introducción, “Contenido”). Vivir en y por esta ley es
un deleite, no una carga odiosa, no un impedimento al goce de la vida. (19:8; 112:1; 119:24, 77, 97,
143, 165, 174)
Medita. Incansable en su determinación de aprender la voluntad de Dios siempre con más
exactitud, se van repitiendo una y otra vez las palabras registradas de revelación divina (Dt. 4:5 y ss.;
Jos 1:8; Mt 4:4). Su meditación no es un ejercicio meritorio, realizado para ser recompensado. Ésta
sólo puede apropiarse bendiciones inmerecidas, que son provistas por la bondad de Dios.
1:3 El árbol. Por la misma descripción figurada de un árbol con sus raíces extendidas hacia Dios,
ver Jer 17:7 y s.; Sal 92:12 y s. Érase una vez dicha perfecta cuando “Dios el SEÑOR plantó un jardín
al oriente del Edén” y lo llenó de toda clase de árboles “hermosos, los cuales daban frutos buenos y
apetecibles”, regados por “cuatro ríos”. (Gn 2:8–10)
Prospera. Alimentado por inagotables corrientes de agua, un árbol bueno da fruto bueno” (Mt
7:17) sin malogro y pese a la sequía y los vientos agotadores. Tal fructificación inmarchitable marca
la vida de un hombre, en la medida en que va canalizando hacia su interior el poder vital y
vigorizante que le llega en la Palabra de Dios (Is 55:10 y s.; Ez 47:12). Prospera incluso en el fuego
de la aflicción y en medio de obvios fracasos, por más inquietantes que las experiencias dolorosas
puedan ser. (Sal 37; 73; el libro de Job)
1:4 Paja. El contraste entre el malvado y “el justo” es la diferencia entre un árbol fructífero y bien
arraigado, y el inestable tamo del grano y la paja lanzados al aire desde una era de trillar, de modo
que el viento los arrastra.
1:5 No se sostendrán. Privados de los beneficios ofrecidos y distribuidos en la asamblea de los
justos, los malvados y los pecadores no están para nada contentos. Han desperdiciado las bendiciones
de perdón y de comunión con Dios, garantizadas a su pueblo del pacto. Expuestos a la ira divina, se
enfrentan a “una terrible expectativa de juicio” (Heb 10:27). La paja será quemada “con fuego que
nunca se apagará” (Mt 3:12; 13:30)
1:6 Cuida. (en inglés y otras versiones: conoce) Para el significado del verbo hebreo “conocer”
más allá del conocimiento intelectual, ver Gn 18:19; Dt 9:24.
Justos. ¿Es posible esperar ser “dichoso” si “no hay en la tierra nadie justo” y si “todos nuestros
actos de justicia son como trapos de inmundicia”? (Ec 7:20; Is 64:6). Dios lo hizo posible porque su
“siervo… justo” hizo que todos quedasen “justificados” al “hacer el Señor recaer sobre él la
iniquidad de todos nosotros” (Is 53; 6, 11). El Sal 1 afirma la venida del “Santo y Justo”, quien
pronunció bendiciones en su propio nombre. (Hch 3:14; 1P 3:18; 1Jn 2:1; Mt 5:3–11; 11:6)El Sal 1
termina con una nota de serena seguridad: (1) Dios determina el destino de todos los hombres; ora
con confianza en su poder sin límites; (2) Dios está sumamente preocupado con “el camino de los
justos”; ora confiando en su bondad inagotable; (3) Dios sabe qué es lo que hace “dichoso” al
hombre; ora contando con su perfecta sabiduría en elegir lo que a usted lo beneficia.
Salmo 2
2:1–12 El Sal 2 es una profecía acerca del reinado de Jesucristo, “ungido… con el Espíritu Santo
y con poder” para ser “Rey de Reyes y SEÑOR de Señores” (Hch 10:38; Ap 19:16; 17:14). En
palabras sublimes, que proceden de “labios de… David… por medio del Espíritu Santo”, las cuatro
estrofas de este poema dramático imaginan el cumplimiento de la promesa que el profeta Natán le
trajo a David (Hch 4:25–27; 13:33; 7:14–16). Pero David no era solamente el inspirado vocero de
palabras divinas; era una presencia profética. Al ir llevando a cabo su eterno plan de salvación, Dios
lo hizo “una figura de aquel que había de venir”, y su reinado “una sombra de las cosas que están por
venir” (Ro 5:14; comp. Jer 23:5; 30:9; Ez 34:23; 37:24; Col 2:17; Heb 10:1). El significado ligado a la
persona de David, y las características de su reinado estaban designados a señalar a un Sucesor “más
grande que Salomón” (Mt 12:42). Los asuntos de correspondencia entre el menor e imperfecto del
momento, y el más grande y perfecto que vendría, son la trama y el tejido en la tapicería de regio
esplendor exhibida en el salmo.
David era rey de Israel por la gracia de Dios, que gobernaba como su vicegerente “en el trono
real del Señor como rey” (comp. 1Co 28:4–7; 29:23); Jesús, el hijo de David, era el Señor de David.
(Mt 22:43)
Por virtud de su coronación para gobernar Israel, el “hijo” adoptivo de Dios (Os 11:1; Dt 32:18),
David, descolló como su “primogénito” (Sal 89:20–27); Jesús, “el Hijo unigénito del Padre”, era
Dios hecho hombre. (Jn. 1:14, 18; 3:18; Fil 2:6 y s.; Heb 1:5; 5:5, 2P 1:17)
David ejercía control sobre un imperio desde Jerusalén y “la santa colina” de Sión; Jesús, “el
soberano de los reyes de la tierra”, es entronizado en “la Jerusalén celestial”, “muy por encima de
todo gobierno y autoridad, poder y dominio”. (Ap 1:5; Ef 1:20–23; Heb 12:22–24)
David sometió naciones que amenazaban las fronteras de Israel (2S 8); delante de Jesús “se
reunirán todas las naciones” después que él haya destruido “todo dominio, autoridad y poder”, de
modo que “el reino del mundo ha pasado a ser de nuestro SEÑOR y de su Cristo, y él reinará por los
siglos de los siglos”. (Mt 25:31 y ss.; 1Co 15:24 y s.; Ap 11:15; Mi 5:4; Zac 9:10).
El salmo es más que una proclama emitida para naciones vasallas rebeldes, por un rey de Israel.
Habla a favor de, y en el nombre del Rey Mesiánico. La confabulación contra el Señor y contra su
ungido, si bien de alcance mundial (vv. 1–3), es tan fútil como la explosión temperamental de un hijo.
No puede destronar al rey sobre Sión (vv. 4–6), El Hijo del Señor y heredero de los confines de la
tierra (vv. 7–9). Por tanto, que los grandes de la tierra sirvan al Señor con temor; los que en él buscan
refugio tengan conocimiento de cuán dichosos son (vv. 10–12). Otros salmos mesiánicos son el 8, 16,
22, 45, 69, 72, 89, 110, 132.
2:1 ¿Por qué? La pregunta no es disparada por la ansiedad respecto del resultado del conflicto.
Expresa estupefacción ante la estupidez de una conspiración que, por su misma naturaleza, está
destinada a ser vana.
Las naciones. En el texto hebreo no existe un artículo definido que preceda los substantivos que
denotan a los grupos conspiradores y sus líderes. Quedan indeterminados en cuanto a número, y sin
especificación de las circunstancias. Cuando quiera y dondequiera que las naciones, los pueblos, “los
reyes de la tierra”, “los gobernantes” (v. 2) promueven movimientos contra el reino del cielo, están
condenados al desastre.
2:2 Reyes de la tierra. Los reyes de la tierra, no importa cuán formidables aparenten ser, son, en
su lucha contra él, que “es rey de los cielos” (v. 4), tan poco efectivos como perros aullando a la luna;
éstos no pueden alterar el curso de los cuerpos celestes. Por casos ilustrativos de enemistad contra
Israel, la nación elegida de Dios, ver Sal 83.
Ungido. Una traducción de una palabra hebrea transliterada “Mesías”. Su equivalente, derivado del
griego, es “Cristo” (Jn l:41; 4:25). En tiempos del A. T. se aplicaba aceite ceremonial en la cabeza de
una persona, para simbolizar su consagración al oficio sagrado de sacerdote, o profeta, o rey (Éx
28:4l; 1R 19:16; 1S 10:1). Siendo que actuaban en lugar de Dios, su categoría hacía que su persona
gozase de inviolabilidad. (1S 24:6; 2S 19:21; 1Cr 16:22)
2:4 Se ríe. A fin de imprimir sobre los poderosos de la tierra cuán absolutamente “en vano” es que
levanten un puño contra el SEÑOR, se lo describe haciendo frente al desafío, del modo como los
hombres reaccionarían ante el relato de un chiste por un comediante. Ver también 37:13; 59:8.
2:5 En (RV Luego). En un tiempo determinado por él. A veces puede parecer que la conspiración
no es cosa de risa, porque él se demora en tomar nota de ella.
2:6 Sión. Jerusalén era “su santo monte”, porque Dios decidió “habitar en ese lugar” (Sal 48:1 y s.;
Dt 12:5, v. 11). Llegó a ser la “Ciudad de David” (2S 5:9). En Jerusalén “se cumplió todo lo que
escribieron los profetas acerca del Hijo del hombre” (Lc 18:31). Juan vio “la ciudad santa, la nueva
Jerusalén, que bajaba del cielo, procedente de Dios”. (Ap 21:2)
2:7 Mi hijo. Declarado hijo adoptivo de Dios al ser puesto “en el trono del reino del SEÑOR”
(1Cr 28:4–7), David era figura de ese “Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de
David, pero según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección.
Él es Jesucristo nuestro Señor” (Ro 1:3–4; Mt 3:17; 17:5; Heb 1:5; 5:5). Su dominio se extiende más
allá de “los confines de la tierra” (v. 8), porque a él “se le ha dado toda autoridad en el cielo y en la
tierra” (Mt 28:18). Dejará que sus súbditos reinen con él. (Ap 2:26 y s.)
2:9 Vasijas de barro. Él desbarata toda oposición con la facilidad y decisión con que se hace
pedazos una pieza de alfarería con una barra de hierro. (Is 11:4; 45:9; ver también Lc 20:18)
2:11 Sirvan… con temor. Temblando ante su “furor” (v. 5), no sea que “perezcan en el camino” de
la rebeldía, los “reyes de la tierra” pueden escapar del desastre si “acuden con temor reverente al
Señor y a sus bondades”. (Os 3:5; Mt 10:28; Heb 10:31; 12:28 y s.; 2Co 5:11; Fil 2:12; comp. Dt 6:13)
2:12 Bésenle los pies. Esta traducción es el resultado de un reordenamiento del texto
consonantado, y una vocalización diferente de sus partes componentes. La versión tradicional (“besen
al hijo”) es declarada sospechosa particularmente porque está basada sobre una lectura que lleva el
sustantivo arameo por hijo (bar) antes que la palabra hebrea (ben) que aparece en el v. 7. Ver los
nombres propios Bar-Jesús (Hch 13:6) y Benjamín. Besar al rey o sus pies era una señal de homenaje
y sumisión (1S 10:1; Is 49:23). El salmo exige coherentemente que se le conceda igual obediencia y
honor al “SEÑOR y a su ungido “ (v. 2). El “rey” del Señor (v. 6) es su “hijo”. (v. 7)
Dichosos. El Sal 1 comienza con una bendición sobre “los justos”, sirviendo como contraste la suerte
de “los malvados”. El Sal 2 pronuncia ruina sobre los enemigos de Dios, contrastada con una
bienaventuranza final sobre aquéllos que en él bus-can refugio. Los creyentes necesitan tener, en todo
momento, la certeza tan dramáticamente expresada en este salmo, de que el curso del universo está
firmemente guiado por las manos del “SEÑOR y su ungido”, pese a todas las apariencias en contra.
Salmo 3
Por la ocasión que motivó este Salmo de David, ver 2S 15–18. El paso de las edades no ha sido
motivo para que su aplicación al presente haya pasado de moda. Ha sido escrito para fortalecer la fe
de todos los que tienen que hacer frente a una conspiración de fuerzas hostiles que intentan
transformar la vida en un caos. Sea cual fuere la crisis, aquí (1) pueden aprender que no necesitan
dudar en contarle sus problemas al Señor (vv. 1–2); (2) son inducidos a calmar sus temores echando
todas sus preocupaciones sobre él, que se preocupa por ellos (vv. 36); (3) son alentados a llamar a
Dios a la acción a favor de ellos (v. 7); (4) se les recuerda que ellos también tienen parte en la
bendición anunciada para todo el pueblo cuya unión con Dios está garantizada por su pacto hecho
bajo juramento. (v. 8)
3:1 Muchos. La oración por ayuda comienza por informar a Dios cuán desesperada es la situación
en que uno se encuentra. Se sobrentiende que él quiere que se le diga qué es lo que sucede, como si no
supiese que el enemigo, en gran número, está en marcha (muchos aparece tres veces en los vv. 1–2) y
tan confiado en la victoria, que ni Dios podría evitarlo. (v. 2)
3:3 Escudo. Declarada como inútil (v. 2), la oración sin embargo surge sobre alas de una
inamovible confianza en la capacidad de Dios de desviar los mortales proyectiles de adversidad,
contra los que cualquier armadura de hechura humana es inapropiada. Para más ejemplos de
protección divina descripta como un escudo, ver Gn 15:1; Dt 33:29; Sal 18:2; 28:7; 84:11; 119:114.
Gloria. Dios exige que la gloria debida a él, no sea entregada “a otros” (Is 42:8; 48:11; Jer 2:11;
Sal 29:1 y s.; 96:7 y s.). Pero Dios es la gloria de los que confían en él, también en el sentido de que
los ampara contra el sufrimiento, vergüenza y desgracias (34:4 y s.; Is 49:23; 50:7; Ro 9:33; 10:11).
Dios mantiene en alto las cabezas gachas por pesadumbre y aflicción. (Comp. la bendición aarónica,
Nm 6:26)
3:4 Monte santo. Jerusalén. Ver 2:6.
3:5 Despertar. Cuando aquél que ni dormita ni duerme (121:2–4) es el escudo que defiende, la
ansiedad no debe ser la causa de noches de insomnio. “Dormirás tranquilo” (Pr 3:24) cuando los ojos
de la fe han visto “caballos y carros de fuego alrededor” de aquéllos a quienes el SEÑOR sostiene.
(2R 6:17)
3:7 ¡Levántate! La oración procede de la confianza en el poder y la buena disposición de Dios de
ayudar (vv. 3–6) a una ardiente súplica por liberación, que como eco repite un antiguo grito de batalla
del pueblo de Dios. (Nm 10:35)
¡Rómpeles los dientes! Los enemigos son comparados con bestias feroces de colmillos expuestos,
atacando a sus víctimas. (7:2; 10:9; 17:12; 22:20 y s.; 58:6)
3:8 Tu pueblo. La salvación que sólo Dios lleva a cabo, es una bendición que el individuo puede
atreverse a exigir, porque Dios ha pactado concederla a toda la comunidad de creyentes.
Salmo 4
4:1–8 Para director musical ver “epígrafe” en la introducción general a los salmos. El
encabezamiento no especifica las circunstancias que dieron origen a este Salmo de David. Sin
embargo, en su contenido es similar a la súplica por ayuda expresada en Sal 3. La misma firme
convicción de que Dios escucha la oración, da vida a ambos salmos. El grito por liberación,
contenido en un versículo, el 3:7, toma por sentado que Dios responderá como lo hizo cuando fue
llamado en una emergencia previa (v. 1). La certeza de ser escuchado queda expresada en la forma de
una exhortación a dos grupos de personas, interpelados como si estuviesen presentes para escuchar
lo que la inagotable intervención de Dios significa para ellos. En primer lugar, aquellos que
motivaron a los fieles a llamar a Dios por ayuda, deben darse cuenta que serán expuestos como lo
que son. Todo su caso de amañadas acusaciones se vendrá abajo tan inevitablemente, como inevitable
es que la vindicación por parte de Dios de aquellos que han sido falsamente acusados, llegue a ser
realidad. La futilidad de oponerse al Señor debe inducirlos a dejar de lado todos los planes malvados,
y de volverse a él con confianza y en obediencia. (vv. 2–5)
Por el lado positivo, una fe firme prorrumpe en una palabra de ánimo a los desesperados y
abatidos. Están convidados a compartir la alegría de saber que están seguros si confiadamente se
entregan a Dios. (vv. 6–8)
4:1 Dios mío y defensor mío. Puede confiarse en Dios que él va pronunciar un veredicto
reivindicador del derecho de los que han sido acusados falsamente. (17:2; 37:6)
Dame alivio. En lenguaje coloquial diríamos: Tú me diste una mano para salir de una situación de
alto riesgo.
Apiádate. Cada vez que Dios atiende una oración, es un acto de piedad inmerecida.
4:2 ídolos vanos. En el caso de David, el honor del rey fue enlodado por la infame campaña de
mentiras de Absalón (2S 15:2 y ss.). Pero las acusaciones del rebelde no sólo eran un infundio, sino
que iniciaron un movimiento que era engañoso también en sus resultados. Aún antes de que haya
llegado la liberación de esta “calamidad”, se advierte a los líderes que sus esfuerzos son un ejercicio
vano. Por otros ejemplos de una interpelación directa a los malvados como parte de una oración, ver
6:8; 52:1–4; 62:3; 119:115.
4:3 Fiel. El término hebreo utilizado aquí señala a una persona que vive en la comunión del pacto
con Dios. Al haber aceptado la promesa de parte de Dios, de un amor firme y continuado, le responde
mediante una determinación inamovible de agradar a Dios en pensamientos, palabras y acciones. En
otros casos la misma palabra se traduce como “fiel” (18:25), “consagrados” (50:5; 89:19; 149:1),
“fieles” (30:4; 31:23, etc.)
4:4 Se enojan. El significado fundamental del verbo hebreo es temblar o agitarse (dicho de la
tierra, Sal 18:7); de los cielos (2S 22:8). Aplicado a las personas, da a entender una agitación
emocional, producida por diversas causas: (Is 32:11), temor reverencial (Sal 99:1), aflicción (2S
18:33), gozo (Jer 33:9). Que los enemigos consideren, en su exaltado estado de ánimo, se le dedican
la debida atención a la clase de acción que incurre en la ira de Dios porque es pecaminosa (Éx 20:20;
Ef 4:26). Que en privado examinen con detenimiento su conciencia y sofoquen todo estímulo que
conduzca a la elaboración de planes malvados.
4:5 Sacrificios de justicia. Solamente los sacrificios ofrecidos con la actitud correcta son
“agradables a Dios” (51:17). Todos los demás son abominación. (Is 1:13)
4:6 ¿Algún bien? A fin de demostrar que la respuesta favorable al ruego por liberación es
esperada con una seguridad tal, como si el cambio deseado ya fuese un hecho consumado, el salmo
agrega una palabra de aliento para los que no “confían en el SEÑOR” (v. 5) como debieran (vv. 68).
Están abatidos porque lo que consideran bueno no se ha hecho realidad. Les parece que las bondades
prometidas en la bendición aarónica aún no se han cumplido. (Nm 6:26)
4:7 Alegría. La comunión con Dios mediante la oración aviva el corazón con alegría hasta en la
hora más obscura.
4:8 Duermo. Los que confiados se entregan al Señor tienen asegurada una paz “que sobrepasa
todo entendimiento” (Fil 4:7). No hay necesidad de horas en vela de solitaria ansiedad entre el
acostarse y quedarse dormido. Con cada anochecer, lo mismo que en el ocaso de la vida, cierran sus
ojos sabiendo que viven confiados.
Salmo 5
5:1–12 Por alguna razón desconocida, el director del musical recibe instrucciones de recitar este
Salmo de David para el acompañamiento de instrumentos de viento (“flautas”, 1R 1:40) y no
“instrumentos de cuerda” (Sal 4). El epígrafe no indica qué circunstancia de la vida proporcionó la
ocasión para su composición. El salmo tampoco provee los detalles necesarios como para establecer
con precisión el momento de la angustia, o los enemigos que la provocaron. La falta de precisiones
sugiere que estaba designado a adaptarse a la necesidad de todos… los justos (vv. 11 y s.) en cualquier
momento que su adversario, el diablo, y sus agentes de carne y sangre andan rondando “buscando a
quién devorar” (1P 5:8). En momentos cono ése lo primero y más urgente es pedir una audiencia en
la corte de justicia presidida por el rey mío y Dios mío (vv. 1–3). La reivindicación y la liberación
están aseguradas. Los malhechores no deben molestarse siquiera en tratar de conseguir una audiencia
para sus mentiras. El Juez no sólo adivina sus maldades, sino que también utiliza su poder para
destruir a los mentirosos (vv. 4–6). Precisamente lo opuesto es la realidad de los que se entregan
confiados a la seguridad que les ha sido prometida por la justicia de Dios. Apelando a su
compromiso de gran amor, y humillándose a sí mismos en la adoración de su temible majestad,
cuentan con la seguridad de un veredicto favorable. Esto le dará firmeza a su derecho de ir en pos de
una senda de vida agradable a Dios (vv. 78). También tendrá un efecto negativo sobre los que
desafían este sistema de control real. Debido a la diabólica persecución desatada contra los leales
súbditos de Dios, son declarados culpables de rebeldía contra el Rey mismo. Siendo que el pueblo de
Dios constituye el blanco inmediato de sus ataques, no tienen por qué dudar en pedirle a él que tome
todas las medidas necesarias para “desbaratar y estorbar todo mal propósito y voluntad perversa que
tratan de impedir que santifiquemos el nombre de Dios y de obstaculizar la venida de su reino” (vv.
9–10); (ver la explicación de Lutero de la tercera Petición del Padrenuestro). Cuando en respuesta a
tal oración Dios acude en rescate de todos los que en él buscan refugio, ¡cantarán jubilosos! (vv. 11–
12)
5:1 Gemidos. Se puede contar con que el Señor atenderá las oraciones, ya sea que éstas queden
expresadas con palabras articuladas, o con “gemidos que no pueden expresarse con palabras”. (Ro
8:26)
5:2 Rey mío. No un potentado de esta tierra de poderes limitados, sino un Rey “excelso y sublime,
sentado en un trono”, quien es Dios, Creador y Soberano de cielos y tierra (Is 6:1 y ss.; Mt 19:26). Es
propio de la naturaleza misma de la fe de proclamarlo a él como rey mío y Dios mío. Es también un
privilegio inmerecido.
5:3 Mañana. No una reflexión tardía o un último recurso, la oración alza su voz hacia el cielo tan
pronto como el peligro se deja percibir. Por una actitud expectante, ver Mi 7:7; Hab 2:3.
5:5 Altivos. Traducido “arrogantes” en 73:3. Éstos no son inofensivos globos de aire, sino
insolentes jactanciosos de sus maldades (75:5). “Por eso no se sostendrán los malvados en el juicio”.
(1:5)
5:7 Gran amor. No se ha de conceder una audiencia sobre la base de méritos. El hombre pecador
no puede comparecer ante Dios excepto mediante una apelación a su bondad comprometida en su
pacto de gracia (Éx 34:6; Nm 14:18; Dt 7:9; nota; Sal 69:13). Para Israel él se dignó estar presente
entronizado sobre el propiciatorio, la tapa del arca del pacto (Éx 25:17, nota; Sal 99:1). Era su casa y
su templo aún antes de que Salomón levantara una estructura de piedra para ese fin. (27:4, 6; 1S 1:9;
2S 6:17)
5:8 Dirígeme. No hay un pedido por bendiciones materiales; ni el deseo por revancha personal.
Solamente una preocupación: tener la seguridad de protección bajo la justicia de Dios, para que el
camino de vida que a él le agrada sea llano, por ej., libre de obstáculos. (Is 40:3–4; Sal 25:4, 5, 12;
27:11; 86:11)
5:9 Sepulcro. Lo que ellos dicen tiene un efecto mortífero. Su apetito por víctimas no queda
saciado, como si fuesen una tumba siempre abierta y lista para tragarse más víctimas.
5:10 Crímenes. No se los acusa de inocentes pecaditos pequeños o pecados de debilidad. La
connotación de este término hebreo para pecado está contenida en la declaración paralela: porque se
han rebelado contra Dios. Demuestran su desafío a Dios tratando de dañar a “los que buscan refugio”
en él. De esta manera persiguió Pablo a Cristo. (Hch 9:4 y s.)
Salmo 6
6:1–10 Éste es el primero de un grupo de salmos conocidos por su uso en la iglesia como los
“siete salmos penitenciales”, siendo los otros el 32, 38, 51, 102, 130. 143. La notación Salmo de David
aparece en todos los epígrafes con excepción del 102 y 130. Sólo el encabezamiento del 51 especifica
qué ocasión provocó el desborde de un corazón penitente.
Sal 6 no contiene ni una confesión explícita de pecado, ni un ruego por perdón. Sin embargo,
vibra con un estimulado sentimiento de culpa, y un miedo turbador por la justicia retributiva de Dios.
Pero no es una complacencia mórbida de autocompasión. Ni finaliza en una completa desesperanza.
Los ruegos a la misericordia de Dios calman la rugiente tempestad de miedo. Al final, triunfa la fe.
Victoriosa en la seguridad de la paz con Dios, desafía todo intento por minar esta convicción.
El cambio de una debilitadora agitación a un estado emocional saludable, se describe breve pero
gráficamente. Una grave aflicción y una dolorosa corrección eran consideradas evidencia del
inextinguible fuego de la ira de Dios sobre el pecado. Un terror frenético apresaba el alma y
estrujaba al cuerpo de toda su fuerza (vv. 1–3). La vida misma parecía irse consumiendo. Había
esperanza solamente si Dios escuchaba la súplica que apelaba a su gran amor, prometido en el Pacto
(vv. 4–5). Para inducir a Dios a la compasión, se le llamaba la atención respecto de más detalles del
lastimoso estado de los acontecimientos (vv. 6–7). El alivio llegaba en una oleada de confianza de que
el Señor había escuchado la súplica, así como lo había hecho en ocasiones previas. La comunión con
Dios vuelta a encontrar era tan preciosa, que impulsó el deseo de que toda amenaza por romperla sea
avergonzada y confundida. (vv. 8–10)
Sheminith. Una transliteración de la palabra ordinaria hebrea por “octavo”, que queda sin traducir
porque ya no hay claridad respecto de su punto de referencia. Aparentemente equivale a nuestro
término musical octava, y prescribe un arreglo en un tono más bajo, o un instrumento con un tono
menor.
6:1 Reprendas. Dios disciplina a los Suyos “así como un padre disciplina a su hijo” (Dt 8:5). No es
raro que el disciplinado se deje llevar por el pensamiento terrible que la ira de Dios ha “caído sobre
él”. (Jn 3:36; Sal 27:9; 38:1–2, 5)
6:2 Sáname. Los huesos tanto como el “alma” (v. 3) estaban angustiados. Los remordimientos de
conciencia y el dolor del cuerpo con frecuencia interactúan. Si en este caso particular la enfermedad
física produjo angustia mental, o fue a la inversa, queda claro que el hombre entero estaba afectado y
necesitaba que la salud le fuese restituida. (38:3 y s.; 51:8; 103:3; 147:3)
6:5 Sepulcro. Comp. Gn 42:38. El único objeto y obligación de la existencia en este mundo es
alabar a Dios recordando su “gran amor”. En la desesperación el sufridor se atrevió a recordarle a
Dios que una muerte temprana imposibilitaría dedicar el espacio pequeño de tiempo de vida sobre la
tierra, para cantar sus alabanzas. El creyente del A. T. posiblemente sabía menos acerca del modo de
vida después de la muerte que lo que sabemos nosotros, si bien nuestra comprensión del tema en
realidad es muy reducida. Pero, con la firme creencia de que el poder de Dios no termina ante la
tumba, se confió a su Creador y Redentor al final de su vida. (Sal 139:8; 31:5; Am 9:2; Lc 23:46)
6:6 Inundo. El lenguaje utilizado para describir su sufrimiento es bien figurado antes que literal
en su significado. Nosotros también decimos: él se ahoga en su tristeza.
6:7 Enemigos. Éstos, o se regocijaban por su desgracia, o porfiaban que era tan grave porque era
un castigo bien merecido por crímenes no confesados, como, por ej., lo hicieron los amigos de Job.
Salmo 7
La espada. Dios es descrito en su proceder contra los malvados, como si fuese un soldado equipado
para infligir heridas mortales. (Dt 32:41; Sal 21:12)
7:14 Concibió iniquidad. La oración restituye la confianza en un orden moral mundial. Porque
“Dios es un juez justo” (v. 11), la maldad no puede triunfar. Concebida y nacida en una mentira, no
tiene más sustancia que una ilusión. Se engaña a sí misma. Se destruye a sí misma. El daño que
proyectaba para otros, provoca su propia caída. (Job 15:35; Is 59:4; Sal 9:15 y s.; 37:14 y s.; 57:6; Pr
26:27)
7:17 Altísimo. Ver Gn 14:18.
Salmo 8
8:1–9 Este Salmo de David es una convocatoria a reverenciar el misterio de lo que Dios hizo en la
creación del hombre y de lo que, de acuerdo con su “propósito… para cuando se cumpliera el
tiempo” (Ef 1:9–10), haría en la redención del hombre. Nos pide alabar las maravillas de la
condescendencia de Dios en darle al hombre dominio sobre la obra de sus manos, al hombre formado
de un puñado de polvo y cenizas. ¡Qué pequeño es comparado con la vasta expansión de los cielos,
desde donde la luna y las estrellas brillan sobre él! Tomando como medida los siglos asignados a su
existencia, ¡cuán frágil y pasajera es la vida del hombre! ¡Cuán débil es comparado con las fuerzas de
la naturaleza puestas a su disposición!
Sin embargo, hay motivos aún más grandes para la admiración y la adoración. Tanto ha tenido en
cuenta Dios la necesidad de sus criaturas caídas, que en su Hijo se manifestó como “Jesucristo
hombre” (1Ti 2:5). “Nacido de una mujer”, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la
muerte” (Gá 4:4; Fil 2:8). Así se dio que Aquél que “bajó del cielo” fue exaltado a la derecha del
Padre “en las regiones celestiales” (Jn 6:38; Ef 1:20). La gloria y el honor con los que Dios coronó a
“los que son de la tierra” prefiguran la exaltación de aquel hijo de hombre por medio del cual todos
los hombres pueden llegar a ser “una nueva creación” (1Co 15:48; 2Co 5:17). El N. T. proclama que
en el “Jesucristo hombre” Dios ha llevado a su cumplimiento lo que prometió en el Sal 8. (Heb 2:6–8;
Mt 21:16; 1Co 15:27; Ef 1:22)
En el epígrafe se deja sin traducir gittith, porque no se conoce su significado. Podría ser una
derivación del nombre de la ciudad filistea de Gat, en cuyo caso parece denotar un instrumento
musical, o una melodía que tuvo su origen allí; o podrá ser la melodía de un canto entonado durante
la vendimia. Otros dos salmos tienen la misma notación musical. (81; 84)
8:1 Nombre. No sólo las palabras utilizadas para dirigirse a él, tales como Dios o SEÑOR, sino
todo lo hace y dice para dar a conocer al hombre quién es él, y cuál “su eterno poder y su naturaleza
divina”. (Ro 1:19 y ss.; comp. Éx 6:3, nota)
8:2 Pequeñitos y niños de pecho. Los primeros versículos dicen que la “gloria” de Dios está tan
firmemente establecida sobre los cielos, que el parloteo de los niños constituye un baluarte
suficientemente fuerte como para evitar y silenciar toda oposición (Is 40:22–24; Mi 1:3 y s.; Hab 3:12
y s.; comp. 1Co 1:27). Jesús se apropió estas palabras cuando sus enemigos objetaron el canto de los
niños que lo aclamaban como el Mesías. (Mt 21:16)
8:4 Ser humano. La palabra utilizada para hombre, en esta frase, es también el nombre propio
“Adán”, llamado así porque fue tomado de la tierra (hebreo: adamah). Porque después de la caída en
pecado todos los hijos de Adán “vuelven a la tierra” (Gn 3:19), por eso el término hijo del hombre
expresa la disposición de la humanidad a la muerte y la corrupción. Jesús se refirió a sí mismo unas
70 veces como “el Hijo del hombre”, llamando así la atención sobre su solidaridad con el hombre
mortal en su sufrimiento y muerte, pero afirmando también su naturaleza divina y eterna, escondida
en su persona humana. (Comp., por ej., Mt 9:6; 25:31; Lc 18:31–33)
8:5 Poco menos que un dios. A Adán, hecho del polvo de la tierra, pero también a su imagen, Dios
lo “coronó” rey “sobre la obra de” sus manos. Como vicegerente de Dios no debía responder a nadie
superior a él sino al mismo Creador. El redactor de Hebreos cita estas palabras en la versión de la
Septuaginta, la traducción griega del A. T. Se refiere a la breve estancia de Cristo en forma humana
como haber sido hecho “menor que los ángeles”, espíritus ministradores en el cielo, que le
comunican al hombre la voluntad de Dios (Heb 2:5–8; 1:14). La gloria y la honra conferidas al
“primer hombre, Adán”, alcanzan un cumplimiento culminante en la exaltación del “último Adán” en
“el mundo venidero”. “Rey de reyes y Señor de señores”, él ejerce poder “a la derecha de Dios en las
regiones celestiales”. (1Co 15:27, 45 y ss.; Ef 1:19–23; 1Ti 6:15; Ap 17:14)
8:9 Soberano nuestro. El himno, con el arreglo de un estribillo (v. 1), formula un llamado a la
adoración.
Salmo 9
9:8 Mundo. Puede dar la impresión de que no todos los pueblos necesitan temer al SEÑOR. Pero
todos deben comparecer ante “el tribunal de Cristo” en este mundo y en el otro. (96:13; Hch 17:31;
2Co 5:10)
9:10 Conocen. Para el significado de conocer en un sentido más amplio que erudición intelectual,
ver Gn.18:19; Dt. 9:24.
9:11 Sión.
9:12 Vengador. Así como Dios no permitirá que el derramamiento de sangre inocente quede sin
castigo (Gn. 4:10; 9:5), así los afligidos que “confían en” él (v. 10) pueden acudir a él en busca de
reparación por cualquier agravio.
9:13 Ten compasión. Tal vez los vv. 13 y 14 son una cita directa de “el clamor de los afligidos” (v.
12). A la vez que el peticionante tiene una “causa justa” para presentar su queja, sabe también que será
un acto de gracia inmerecida si Dios acude en su ayuda.
9:15 Fosa. Cualquiera que expresa un ruego por misericordia, como el que queda exteriorizado
en los vv. 13 y 14, tiene la seguridad de que Dios lo oirá, porque él “ha hecho justicia” en el pasado
(ver 5 y s.). La maldad no puede triunfar. Los pueblos están constituidos por “hombres”, meros
“saltamontes” a la vista de Dios. (v. 20; Is 40:22; Sal 7:14)
9:17 Sepulcro. Por el significado de este término, ver Dt 32:22. Los malvados son lanzados a
través “de las puertas de la muerte” (v. 13), hasta donde habían llevado a sus víctimas. (55:15, 23; 63:9
y s.; ver también Mt 16:18)
9:18 Necesitado… pobre. Estos términos, que ocurren con frecuencia en el Libro de los Salmos,
señalan no sólo a los que han quedado reducidos a la pobreza económica, sino también a los que en
su necesidad no cuentan con recursos espirituales para encomendarse a Dios. Siendo que no tienen
nada de valor alguno para Dios, dependen de su misericordia y bondad para su liberación.
No para siempre… ni para siempre. Por motivos que él conoce, Dios puede a veces demorarse en
responder la oración tanto tiempo que el necesitado y el pobre aparentemente quedan olvidados y
entregados a la perdición. La fe probada de esta manera, se torna impaciente. Siente que debe
acicatear a Dios a la acción. Confundida por la demora de Dios en juzgar “con justicia” (v. 8), lo
confronta con la demanda de querer saber por qué. Él sigue “manteniéndose distante” (10:1). El Sal
10 toma el hilo de este problema y lo trata más extensamente.
Salmo 10
10:1–18 Respecto de la correlación de este salmo con el precedente, véanse los comentarios al Sal
9 en la introducción. Como una continuación del anterior, el Sal 10 elabora un tema concisamente
introducido en 9:18: La tensión sobre la fe de “los oprimidos” (9:9) cuando en apariencia deben
esperar “para siempre” antes de que Dios haga algo para poner fin a su desgracia. Como una
composición por separado, tiene su lugar junto a tales salmos como el 73, 37, 13, dados
expresamente al mismo problema (ver también el libro de Job). El Sal 10 también lamenta lo que
aparece como una notoria contradicción en la providencia divina. Contrariamente a sus pro-mesas,
Dios mira para otro lado cuando los pobres y los indefensos (v. 17) claman por ayuda. La
combinación de circunstancias alcanza proporciones grotescas cuando los que descaradamente
blasfeman contra Dios y expolian sin misericordia a sus semejantes, pueden hacer alarde de que sus
crímenes dejan buenas ganancias (vv. 1–11). Aunque su fe haya sido conmocionada por esto que
observan, estas víctimas indefensas no deben cejar en su asimiento a Dios. Por el contrario, su
demora en responder debe apremiarlos a refugiarse en los brazos de Dios con renovada
“importunidad”, diciendo: ¡Levántate, SEÑOR! (comp. Lc 11:8; Sal 9:19). Porque es una verdad
indiscutible que el Rey de las naciones no sólo tiene el poder de emitir juicio, sino también la buena
voluntad de escuchar la petición de los indefensos. (vv. 12–18)
10:2 Pero se. Mejor traducido tal vez: “Ellos (los pobres) quedan enredados en las artimañas que
ellos (los malvados) han urdido.”
10:3 Alaba. El texto hebreo tiene “ben-dice”. Si al verbo se lo entiende en su sentido ordinario, el
significado viene a ser que el hombre ambicioso, mientras hipócritamente bendice a Dios con sus
labios, con sus crímenes lo menosprecia.
10:4 No da lugar a Dios. Si hay un Dios, sus “juicios están altos y alejados” (v. 5), demasiado
alejados como para preocuparse con los sucesos de los hombres. (v. 13; 14:1; Jer 5:12, Sof 1:12)
10:5 Se burla. Mofándose de Dios, se ríe burlona y desdeñosamente ante la posibilidad de
oposición humana.
10:8 Inocente. Esta palabra, que describe a las víctimas indefensas, aparece una vez en este salmo
(v. 10), pero en ningún otro lugar.
10:11 Olvidado. Todas las apariencias en contrario, debe tenerse en cuenta, sin embargo, que “ni
para siempre se perderá la esperanza del pobre”. (9:18)
10:12 Tu brazo. El poder de Dios es capaz de “romperle el brazo al malvado”. (v. 15; Mi 5:9)
10:15 Que desaparezcan. No existe maldad tan diabólicamente astuta o tan firmemente establecida
como para quedar sin castigo.
10:16 Rey. El Señor es el “Altísimo” (9:2), cuyo juicio alcanza al malvado en Israel como también
a los paganos malvados que amenazan a su pueblo escogido. (Comp. 9:15–18)
Salmo 11
11:1–7 Este salmo breve no es una oración. Habla del Señor en la tercera persona. Aun así
enriquece la vida devocional por sus afirmaciones de total confianza en la victoria final del bien
sobre el mal. Es de la naturaleza de la fe no aceptar otra garantía de seguridad sino las promesas del
Señor. No quiere saber de ningún substituto, aun cuando toda la estructura de una existencia coherente
esté amenazada de hundirse en el caos (vv. 1–3). La fe cuenta con sus motivos propios por su
inamovible confianza en la providencia divina. Reconoce como una realidad que (a) el Señor,
entronizado en los cielos, no se desentiende de lo que el ser humano hace en la tierra (v. 4); (b) los
somete a todos a una prueba, basada sobre criterios absolutos (v. 5); (c) los que son hallados
malvados no pueden escapar a su condenación final; los que son contados como justos se regocijan
en la luz de su rostro (vv. 6–7). “Hombres de poca fe, ¿por qué tienen tanto miedo?” (Mt 8:26)
11:1 Hallo refugio. Comp. 7:1. Un ave puede escaparse del cazador, huyendo hacia escondrijos en
el monte. El creyente perseguido, sin embargo, se resiente por el consejo de buscar solamente
recursos naturales para su seguridad, en vez de recurrir al “SEÑOR, creador del cielo y de la tierra”.
(121:1 y s.; 44:6 y s.; 118:8 y s.; Is 31:1)
11:2 Rectos. Los blancos de los malvados son inocentes de cualesquier crímenes contra sus
perseguidores. (7:3)
11:3 Fundamentos. Cuando el crimen mina las bases de la vida en comunidad, ¿qué le queda al
justo por hacer para escapar al derrumbe?
11:4 Examina. Teniendo su origen en los cielos, la vigilancia divina tiene a todos los hombres en
la mira; incluso lo que el hombre piensa, en los lugares más recónditos de su corazón, no queda sin
ser detectado. (33:13–15; 94:9; 139:1–18; Job 28:14)
11:6 Será su suerte. (RV porción del cáliz). Lo que Dios le asigna al hombre se presenta
figuradamente como algo que ha de beberse de una copa. Para algunos está hasta el borde con
“salvación” (116:13; 23:5); para otros es “la copa de su furia” (75:8; Is 51:17; Jer 25:15). Véase
tambi&n la referencia de Jesús a su inminente pasión y muerte. (Mt 20:22; 26:39)
11:7 Su rostro. El íntegro no es arrastrado por la tormenta de la ira divina, sino que permanece en
la presencia de Dios, donde será “llenado de alegría” (16:11; 17:15; 27:8 y s.). Véase la
bienaventuranza de Jesús para “los de corazón limpio” (Mt 5:8). El N. T. añade la certeza: “su vida
está escondida con Cristo en Dios”. (Col 3:3)
Salmo 12
12:1–8 Hay una buena razón para el frenético grito de Sálvanos, con el que comienza este salmo.
La veracidad en la comunicación, uno de “los fundamentos” (11:3) de la existencia humana, casi ha
desaparecido (vv. 1–2). Como resultado de esto, la gente fiel y sincera está amenazada con la
extinción, a no ser que el Señor ponga fin a las lisonjas y las lenguas jactanciosas (vv. 3–4). En
contraste con la duplicidad de los hombres, las palabras del SEÑOR de poner a salvo a los
oprimidos… son puras, no amalgamadas con engaño (vv. 5–6). Aun cuando los malvados sigan
merodeando, puede confiarse en que el Señor oirá el clamor pidiendo protección. (vv. 7–8)
12:1 Fiel. Comp. 4:3. Elías tuvo una vez el sentimiento de que sólo él quedaba de los que eran
“fieles” al Señor. (1R 19:10; ver también Is 57:1; Os 4:2; Mi 7:2)
12:2 Doblez. Nosotros decimos que un hombre tiene “dos caras”; el indio dice que habla con “una
lengua bífida”; Santiago habla de un hombre “ indeciso” (Stg 1:8). Por daño ocasionado por la
lengua, ver Stg 3:5–10.
12:4 ¿Dominarnos? Cuando dicen “ataquémoslo de palabra”, son ley para sí mismos (Jer 18:18;
Sal 10:4).
12:5 Pobre… necesitado. Llamado “fiel” y “sincero” en el v. 1 Comp. 9:18. Su queja no es en
vano. Dios, por decirlo así, se llama a sí mismo a la acción a favor de ellos. (9:19; 10:12; Is 33:10)
12:6 Crisol. El metal fundido fluía desde crisoles de alfarería hacia receptáculos en o sobre la
tierra.
12:7 Gente. (RV generación) Esta palabra designa aquí a gente que tenía cierta característica en
común, más bien que un período de tiempo durante el que vivieron. (Dt 32:5; Sal 14:5; comp. Mt
12:39; 16:4)
Salmo 13
13:1–6 Puede llevar toda una vida aprender a orar este breve Salmo de David. Cuenta del triunfo
de la fe sobre la desesperanza. La victoria no es fácil. Deja cicatrices de batalla. Cuando la desgracia
no cede, el corazón grita angustiado: “¿Hasta cuándo deberé esperar antes de que Dios me ayude en
respuesta a mi oración?” (vv. 1–2) Si bien penosamente tentado a revolcarse en la compasión por uno
mismo, o hasta a “maldecir a Dios y morirse” (Job 2:9), el hijo de Dios sin embargo es alentado a
abrazarse con más fuerza a Dios en renovada oración (vv. 3–4). Hay alivio. A la prisión de la duda y
el desamparo llega la energía para cantar “salmos en la noche”. (vv. 5–6; Job 35:10; Hch 16:25)
13:1 ¿Hasta cuándo…? La pregunta, repetida cuatro veces, surgió a causa de una circunstancia
desesperada. Al no tratarse de un malestar pasajero, la aflicción llegó a ser tan grave y tan persistente,
que la esperanza por sobrevivir casi llegó a desaparecer (v. 3). Esta apasionada –casi impertinente–
queja por la demora de Dios en responder a la oración, encuentra eco en muchos salmos y ha hecho
erupción en corazones angustiados a través de los siglos. (6:4; 35:17; 74:10; 80:46; 94:3; 119:84)
13:2 Sufrir. La traducción “busca consejo”, tiene sentido. En su corazón el sufridor debe hacer
frente a sentimientos encontrados, al tratar de descifrar el misterio de su padecimiento.
13:3 Ilumina. La aflicción y el dolor hacen que los ojos pierdan su brillo. (6:7; 38:10; Job 17:7)
Sueño. Las Escrituras hablan de la muerte como un sueño. (Job 3:13; Dn 12:2; 1Co 15:51; 1Ts 4:14)
13:4 Alegrará. Cuando una persona que confía que Dios la protegerá contra sus enemigos llega a
quedar abrumada por éstos, el honor de Dios sufre. (25:2)
13:5 Gran amor. Comp. Dt 7:9, nota;Sal 5:7.
13:6 Canto. La confianza en la “salvación” ha vuelto. Hay regocijo como si fuese una realidad.
Salmo 14
14:1–7 Los lamentos por el derrumbe de la ley y el orden, no se destacan como un fenómeno
moderno. En este antiguo Salmo de David se expone la raíz del problema: la corrupción universal de
la humanidad. Por su naturaleza todos los hombres actúan como si no hubiese Dios. Burlándose de
toda autoridad, satisfacen cualquier impulso egoísta que surge de su corazón… corrupto (v. 1). Sin
embargo, el Juez de cielos y tierra está bien al tanto de su corrupción (vv. 2–3). Él contempla con
ojos de juez sus crímenes contra sus semejantes: toma nota del rechazo de ellos de reconocerse
obligados a él (v. 4). Dios no permitirá que vivan en la ilegalidad sin ser castigados. Los que no
tienen “temor de Dios” (36:1) estarán sobrecogidos de miedo (v. 5); los que confían en encontrar
protección en él, pueden esperar confiadamente su salvación (vv. 6–7). El Sal 53 es casi idéntico a este
salmo.
14:1 Necio. Los pensamientos equivocados en su corazón se manifiestan en un modo de vida
moralmente en bancarrota. Jesús, quien “conocía el interior del ser humano”, describe los resultados
de esta fragilidad (10:4; Jn 2:25; Mr 7:21–23. Comp. la cita de este salmo por San Pablo en Ro 3:10–
12.
14:2 Contempla. La estúpida pretensión del hombre a la autonomía y el derecho a la
autosuficiencia, altera la realidad de que debe dar cuenta de su “maldad… muy grande” a un
Observador que todo lo ve. (Gn 6:5, 12; 11:5; 18:21; Sal 33:13; 92:6–8)
14:4 Devoran. Los malvados satisfacen sus apetitos voraces a expensas de los demás, sin ninguna
clase de escrúpulos o impedimentos. (Mi 3:2 y s.; Ez 22:27)
14:5 Allí. En circunstancias donde pensaban que podrían actuar impunemente. (Is 33:14)
Con los. Comp. 12:7.
Justos. Aunque “nadie puede alegar inocencia” ante Dios (143:2), “los pobres” que dependen tan
sólo de su gracia y misericordia, sabrán lo que significa que Dios se acuerda de ellos. (Comp. 9:12,
nota)
14:6 Frustran. Comp. 7:14.
14:7 Que… venga. Aunque oprimido y estafado, el verdadero Israel espera confiadamente el día
cuando el SEÑOR haga volver a Sión a los cautivos. (126:1 y ss.; Zac 2:11 y s.; 2Ts 1:5–10; Ap 21:1–5)
Salmo 15
Salmo 16
16:1–11 Con gran algarabía David se entrega sin reservas a Dios en la vida y en la muerte.
Reconociéndolo a Dios como el SEÑOR del pacto en una breve oración, lo reivindica como su
mayor y único bien (vv. 1–2) su completa devoción a Dios afecta su relación con sus semejantes
positiva y negativamente. De todo corazón concuerda con los creyentes que tienen la misma
mentalidad; no quiere tratos con adoradores de otro dios (vv. 3–4). Con palabras de una fe muy
expresiva, continúa describiendo la gloria de su comunión con Dios. Lo que le toca en suerte en la
vida siempre es precioso, porque el Señor es todo lo que necesita y desea para ser feliz (vv. 5–6).
Agradecido porque el Señor le ha enseñado este modo de vida que satisface, desea más orientación
en una continuada meditación respecto del consejo divino. Al ir haciendo esto, su confianza en el
Señor crece, quitándole todo temor por lo que el futuro pueda acarrear (vv. 7–8). Incluso la muerte
no le causa terror. Siendo que el poder de Dios no cesa ante el sepulcro, éste no puede romper los
lazos que lo unen al Señor viviente. Dicha eterna le aguarda (vv. 911). La exultación de la fe de David
es profética. La esperanza que expresa se hizo realidad cuando, y porque, tuvo su realización en la
vida, muerte y resurrección de Aquél ”quien destruyó la muerte y sacó a la luz la vida incorruptible”
(2Ti 1:10). Pablo y Pedro, citando la Septuaginta, testifican tocante al cumplimiento de este salmo en
el más excelente hijo de David. (Hch 2:25–28; 13:35–37; comp. Sal 2:1–12)
16:3 Sacerdote. Lit. “los santos”, es decir, los que son conocedores de lo que el Señor espera de
los que han sido consagrados para ser su pueblo: “Sean santos, porque yo, el SEÑOR su Dios, soy
santo”. (Lv 19:2)
16:4 Sangrientas libaciones, Este término ha de referirse a la sangre de los animales empleados
en los sacrificios, que era derramada al pie del altar, si bien el sacrificio humano era practicado en el
mundo antiguo y hasta dentro de los límites de Israel. (2R 23:10; Jer 7:31; Is 57:5)
16:6 Tocado en suerte. Una herencia, constituida por bienes raíces, era asignada por sorteo. La
ubicación y extensión quedaban determinadas por líneas de medición. A los levitas, que no recibían
ninguna porción de tierra, Dios les había dicho: “yo soy tu porción; yo soy tu herencia”. (Nm 18:20)
16:10 Sepulcro. Comp. Dt 32:22.
Siervo fiel. David, un pecador, era fiel porque imploraba a Dios por su misericordioso perdón.
Jesús era el “Siervo fiel” de Dios, quien “fue entregado a la muerte por nuestros pecados, y resucitó
para nuestra justificación”. (Hch 2:27; Ro 4:25)
16:11 Llenarás de alegría. La senda de la vida, señalada por Dios, conduce a su derecha, donde la
dicha satisface todo anhelo humano por felicidad.
Salmo 17
17:1–15 Esta Oración de David está formulada en la forma de un alegato ante un tribunal (comp.
7:1–17). El demandante pide frenéticamente por una audiencia (oye, escucha, presta oído [vv. 1–2]).
Espera un veredicto favorable, porque ha “procurado conservar siempre limpia su conciencia” (Hch
24:16). El omnisciente Juez mismo ha examinado su historia personal con respecto a los cargos
presentados contra él (vv. 3–5). Confía también en una reparación, porque el Árbitro a quien apela se
ha comprometido a ser el salvador de los que buscan refugio en él, al tratar de escapar de sus
adversarios vv. 6–9. Éstos, sin embargo, se jactan de sus inescrupulosos y mortíferos ataques contra
sus semejantes (vv. 10–12). Siendo que están por entrar para la matanza, es necesario implorar por un
juicio sumario. Y siendo que no pueden ser disuadidos de su malvado plan, la sentencia que se
pronuncie debe imponerles a ellos y a sus secuaces la pena máxima reservada para tales crímenes (vv.
13–14). El grito de ayuda en el campo de batalla termina en una calmosa y sólida afirmación de fe.
Cualquiera sea el resultado de la lucha inmediata por sobrevivir, habrá una completa justificación del
litigante, y satisfacción por todas sus necesidades, cuando despierte para ver el rostro de Dios (v. 15).
Otros cuatro epígrafes llevan el título Una oración (86; 90; 102; 141; comp. El final del “Libro II”,
Sal 72:20). No es ostensible qué los diferencia de otros salmos que igualmente contienen súplicas
fervientes.
17:1 No engañosos. La evidencia de veracidad se presenta en los vv. 3–5. No hay temor por un
veredicto basado sobre lo que es “justo”.
17:3 Por las noches. El malvado “aun en su lecho trama hacer el mal” (36:4; 4:4). Sin embargo, el
clamor por “vindicación” proviene de un corazón que, al ser sondeado por Dios en sus más
recónditos escondrijos, no presenta síntomas de que alberga pensamientos de maldad, que más tarde
se manifiestan en lo que se dice y hace.
17:4 Violencia. La palabra hebrea es traducida “ladrones” en Jer 7:11; Ez 18:10.
17:7 Gran amor. El salvador, que en su pacto de misericordia prometió ser el refugio de su pueblo
(Dt 7:9), no está incapacitado para obrar milagrosamente lo que ellos piden.
17:8 Niña de tus ojos. Así como un hombre parpadea automáticamente para proteger la pupila del
ojo, así puede confiarse que Dios reaccionará sin falta, cuando “enemigos mortales” amenazan con
hacer daño (Dt 32:10; Pr 7:2; Zac 2:8). Los pollos buscan abrigo bajo las alas de la madre. (36:7;
57:1; 61:4; 63:7; 91:4)
17:13 ¡Vamos… enfréntate! Comp. 7:6. A fin de rescatar la vida de mano de los malvados, se pide
a Dios que golpee antes que ellos, y que los derrote. (Comp. 1R 8:31 y s.)
17:14 Mortales. Los enemigos son materialistas groseros, que “adoran al dios de sus propios
deseos”. (Fil 3:8–9; 1Jn 2:15–17)
Ha sobrado. Éstos han de probar la acumulada medida de la ira de Dios. Esta parte del versículo
puede ser traducida como una caracterización añadida de gente con mente carnal, que rehúsa
reconocer a Dios como el dador de toda cosa buena. Son hombres a quienes “con tus tesoros les has
llenado el vientre”, cuyo deseo por hijos está satisfecho, que tienen de sobra para sus descendientes.
No sólo carecen de principios en su relación con sus semejantes (vv. 10–12), sino que también
rehúsan por completo corresponder a la bondad de Dios.
17:15 Rostro… verte. Si bien Dios no tiene rostro ni forma puede manifestarse en forma humana
(Nm 12:6 y ss.). Sin embargo, todos los anhelos humanos quedarán satisfechos por completo, cuando
los hombres despierten del sueño de la muerte, a la visión beatífica y a “la dicha eterna” a la
“derecha” de Dios. (16:11; Job 19:25 y s.; Dn 12:2; 1Jn 3:2; Ap 22:4)
Salmo 18
18:1–50 Comp. 2S 22, donde este salmo, con pocas variaciones, aparece en su situación histórica.
Salmo 19
19:1–14 Este Salmo de David es una meditación de oración y gratitud acerca de “lo que” Dios dice
al hombre para “traerle paz” (Lc 19:42). “Es propio de los íntegros alabar al SEÑOR” (33:1) si se
tiene en que “la instrucción en la justicia” es proporcionada por el Creador de cielos y tierra (2Ti
3:16). Él habla en la obra cósmica de los cielos. Lo que acontece allí no produce sonidos audibles,
pero es sumamente elocuente. A quienquiera que tenga oídos para oír, le habla del poder y la
sabiduría necesarios para idear y emitir leyes celestiales a fin de mantener el orden y la continuidad
en el universo (vv. 1–4 a). Cuando el sol cumple su recorrido señalado, la gloria de Dios es
proclamada, y resuena su eco hasta los confines del mundo (vv. 4b–6). No menos perfecta es la guía
espiritual provista para los habitantes racionales de la tierra. Siendo que ellos también son obra del
Creador, él sabe lo que necesitan pensar y hacer para estar en paz con Dios y con ellos mismos. Así
como los cuerpos celestes no trazan de ningún modo sus propios cursos, así tampoco el hombre
puede ser ley para sí mismo, a fin de evitar colisiones mortíferas. No obstante, transitar el sendero
señalado por la conducción divina, no viene a ser un yugo fastidioso. La ley del SEÑOR proporciona
satisfacciones que nada sobre esta tierra puede facilitar (vv. 7–10). La ponderación de este tesoro sin
precio lleva a reconocer, humildemente, que el hombre fracasa en obedecer sus cláusulas como
debiera. Propenso a cometer errores de los que puede no tener noción alguna, le es necesario orar
por perdón por errores de los que no está consciente. Puede estar tentado incluso a permitir que el
pecar a sabiendas… lo domine, y termine en manifiesta rebeldía contra su Creador (vv. 11–13). A fin
de que esto no suceda, el salmo concluye con la petición de que estos pensamientos sean aceptables
ante el SEÑOR. (v. 14)
19:1 Firmamento. Comp. Gn 1:6.
19:4 Eco. Otras traducciones proporcionan el significado común de la palabra hebrea: “línea” o
cinta de medir. El pensamiento a transmitir es que para calcular la distancia transversal habría que
extender una línea por toda la tierra. En la Septuaginta, la cual Pablo cita en Ro 10:18, la palabra
hebrea es traducida voz o sonido. En Is 28:10, 13, “a-e-i-o-u”, (línea en RV) indica los sonidos que se
perciben en la expresión profética, desdeñados por los burladores. (Comp. También Ro 1:19 y ss.)
19:7 La ley. La palabra hebrea tora no está restringida en su significado a demandas legales. Tiene
la connotación más común de “instrucción”. Dios, el Creador y Gobernante del universo material (vv.
1–6), es también el SEÑOR que condescendió a hacer un pacto con Israel (comp. Éx 6:3),
comprometiéndole al pueblo elegido su gran amor. La respuesta de Israel a las propuestas de gracia
de Dios está especificada en la ley, para la que se utilizan varios sinónimos en vv. 7–9. Por mandato
ver Éx 25:16, 21. Por un canto de gratitud interminable y cabal por la ley, ver Sal 119. (Comp. Ro
7:12, 22)
Sencillo. No deficiente en agudeza mental, sino consciente de la necesidad de guía, y dispuesto a
aceptarla.
19:9 El temor del SEÑOR. La actitud de reverencia y adoración engendrada por “la ley”. (Comp.
Dt 6:13)
19:13 Pecar a sabiendas. No cometido en ignorancia o debilidad, sino premeditadamente; también
se dice “deliberadamente” (Nm 15:30). Cuando tales pecados dominan al hombre (Gn 4:7), éste es
culpable de una transgresión muy grande, es decir, completa rebeldía.
19:14 . Redentor. Por el significado de este título para Dios, ver Job 19:25, nota.
Salmo 20
20:1–9 Este Salmo de David provee al pueblo de una intercesión por su rey. Este clamor por
ayuda cuando estés angustiado, nace de la convicción de que Dios, quien prometió habitar en medio
de ellos, responderá favorablemente a ofrendas y holocaustos presentados como prendas de una total
dependencia de su bondad y poder (vv. 1–3). Siendo que el rey procura conducción divina en sus
planes, el pueblo ora confiadamente que el SEÑOR cumpla todas sus peticiones por el buen éxito (vv.
4–5). Al confiar que “la diestra” del Señor (17:7) presente batalla por ellos y su representante ungido,
el pueblo celebra la victoria sobre los ataques de enemigos pertrechados sólo con armamento de esta
tierra (vv. 6–8). Todo estará bien si el Señor responde a su pedido de ayuda. (v. 9)
20:1 Nombre. Según se usa en este salmo, –tres veces– (vv. 1, 5, 7), y con frecuencia en otros
lugares en el A. T. (Sal 44:5; 54:6; 118:10; 124:8; Pr 18:10), este término no indica en primer lugar el
sustantivo propio por el que uno se dirige a Dios (tal como el SEÑOR; comp. Éx 6:3, nota), sino que
incluye todo lo que él ha dicho y hecho a fin de revelarle al hombre su divinidad trascendente. La
oración se fundamenta sobre tales manifestaciones del poder de Dios para salvar, como las que
experimentó Jacob. (Gn 35:3; Sal 46:7, 11)
20:2 Santuario Si bien Dios habita en “su santo cielo” (v. 6), el arca del pacto sobre el monte Sión
(3:4) era el símbolo consagrado de su presencia de gracia para el pueblo del antiguo pacto. (Éx 25:8,
22; Nm 7:89; 1S 4:4; 1R 8:27 y ss.)
20:3 Que se acuerde. Las ofrendas y los holocaustos eran formas visibles de oración, por las que
el adorador expresaba su fidelidad a Dios e imploraba su ayuda.
20:6 Ahora. Después de recordar la entrega incondicional del rey al Señor, y después de orar por
él, el pueblo, individual y colectivamente, está tan seguro del rescate por el que suplicaron, como si
ya fuese una realidad consumada. Por ungido ver 2:3, nota.
20:7 Carros… corceles. La formidable maquinaria de guerra de la época, considerada tan decisiva
en los conflictos armados de la antigüedad como la de los arsenales modernos, es valorada por su
poder de destrucción.
Nosotros confiamos. Así como hizo David, al enfrentarse a Goliat. (1S 17:45; comp. También Dt
20:1; Sal 33:16 y ss.; Is 30:15 y ss.; 31:3; Zac 4:6)
Salmo 21
21:1–13 La primera parte de este salmo canta gratitud y alabanza al Altísimo por concederle al rey
lo que sus labios piden, como la petición pronunciada en el v. 4. La expresión de gratitud era
oportuna, porque fue el Señor quien le concedió buen éxito al rey; la alabanza es suscitada por la
magnitud de las ricas bendiciones prodigadas al rey (vv. 1–7). La segunda parte expresa la confianza
en que los enemigos no se saldrán con la suya en querer subvertir el gobierno del Señor,
administrado por su representante en la tierra (vv. 8–12). Sea para él todo el honor y la alabanza (v.
13). En el eterno plan de Dios, de bendecir “a todas las familias de la tierra” (Gn 12:3; 22:18), el reino
concedido al pueblo elegido del antiguo pacto era la sombra de cosas más grandes por venir (comp.
Sal 2). La victoria sobre todos los enemigos del hombre, abarcando hasta el “último enemigo”, la
obtuvo el descendiente del gran rey David, cuando Jesucristo fue levantado de entre los muertos para
ser “coronado de gloria y honra” (Ro 6:9; Heb 2:9; 1Co 15:25 y s.). Nadie puede arrebatarle sus
súbditos de su mano (Jn 10:28). Éstos aguardan ansiosos que llegue el tiempo cuando “el reino del
mundo habrá pasado a ser de nuestro Señor y de su Cristo”, o Ungido (Ap 11:15), quien arrojará a
todos los rebeldes al “fuego eterno”. (Mt 25:41; Ap 20:15)
21:3 Lo has coronado. Dios le añadió brillo al símbolo de la realeza.
21:4 Duradera. La forma habitual de aclamar al rey era: “¡Que viva su Majestad para siempre!”
(1R 1:31; Neh 2:3; Dn 2:4; comp. también 1R 3:14)
21:7 Gran amor. Comp. las promesas del pacto de Dios con David en 2S 7:4–16. (Sal 89:24, 28,
33; Is 55:3)
21:8 Tu mano. El texto hebreo permite que los vv. 8–12 puedan interpretarse como una oración a
Dios: “Tu mano alcanzará”, etc. Lo que el rey lleva a cabo como instrumento del Señor, amalgama el
pensamiento con la actuación de la diestra de Dios. El cambio a tercera persona en el v. 9 no es
inusitado, aparece también en el v. 7.
21:9 Horno encendido. Todos los “enemigos” serán consumidos como paja en el fuego
consumidor del juicio divino. (Is 30:27; 33:11 y s.; Mal 4:1; Mt 3:12)
Salmo 22
22:1–31 Con frecuencia llamado el salmo de la Pasión, o salmo del Viernes Santo, este Salmo de
David fue escrito para “ser cumplido” cuando Jesucristo murió en el árbol de la cruz, y resucitó para
“entrar en su gloria” (Lc 18:31; 24:25 y s.; Jn 19:24). El sufrimiento y la victoria resultante, descritos
en esta “escritura” profética, son de tal índole como para señalar más allá de las experiencias y
logros de los santos del A. T., al “varón de dolores… golpeado por Dios, y humillado… por nuestras
rebeliones” y resucitado para nuestra justificación (Is 53; Ro 4:25). El salmo comienza con una gran
tristeza, y termina en triunfo. Desde una sombría perplejidad y angustiosos gritos por liberación (vv.
1–21), se levanta para entonar un canto jubiloso por la salvación universal (vv. 22–31). El
sufrimiento, sin alivio pese a la oración ferviente, es tan intenso como para provocar el temor de
haber sido abandonado por Dios (vv. 1–2), un miedo tanto más misterioso porque en el pasado Dios
no había dejado de librar a los que confiaban en él (vv. 35). Incrementando la agonía, una gentuza
maliciosa se junta para burlarse de la confianza en la ayuda divina (vv. 6–8). Pero sigue en pie la
realidad de que no hay nadie que ayude, sino el Dios que da la vida y la sostiene desde la infancia (vv.
9–11). La circunstancia es realmente desesperante: (a) los enemigos son fuertes como toros, y feroces
como leones (vv. 12–13); (b) la fortaleza para soportar la tensión va declinando rápidamente (vv. 14–
15); (c) como perros de presa, los malvados se regodean con el efecto producido por su crueldad,
seguros de que podrán repartirse entre ellos los despojos de sus proyectos criminosos (vv. 16–18).
Repentinamente la luz dispersa las tinieblas. Las oraciones brotan ahora de una convicción tan segura
de la liberación como si ya hubiesen sido respondidas (vv. 19–21). La anticipación de ser escuchado
da impulso a la decisión de cantar alabanzas a Dios, en medio de los que temen al SEÑOR, de modo
que ellos también participen del festejo por la salvación lograda (vv. 22–24). Porque sus bendiciones
son patrimonio de todos los que buscan al SEÑOR (vv. 25–26). No hay restricciones en cuanto a
lugar o tiempo. Todos los confines de la tierra (vv. 27–28) y un pueblo que aún no ha nacido se
beneficiarán con la salvación que Dios ha obrado. (vv. 2931)
22:1 Me has abandonado. La humanidad pecaminosa merece ser abandonada por un Dios justo. El
santo Hijo de Dios, al cargar con los pecados del mundo, soportó la agonía de estar separado de su
Padre celestial cuando pronunció las primeras palabras de este salmo. (Mt 27:46)
22:3 Alabanza de Israel. Las aclamaciones de gratitud por la bondad de Dios, proferidas por los
fieles en Israel con tanto vigor y constancia en el pasado, son representadas figuradamente como que
portan, elevado, el trono de su majestad. Para simbolizar su presencia de gracia, se dice que “reina
entre los querubines” sobre el arca del pacto. (80:1; 99:1)
22:6 Gusano. Ya no semejante a un hombre, sino que “¡nada humano tenía su aspecto!” (Is 52:14;
53:2)
22:7 Se ríen de mí. Abandonado por Dios, Jesús fue escarnecido por los que vino a salvar. (Mt
27:39–44; Mr 15:29–32)
22:9 Del vientre materno. No hay “nadie que ayude” si la vida no es sustentada por el creador de la
misma.
22:12 Basán. El ganado criado en los pastizales al este del Mar de Galilea, era proverbialmente
fuerte.
22:14 Derramado. El agotamiento físico y mental, producido por el sufrimiento, es descrito
gráficamente en los vv. 14 y 15. El coraje y la capacidad de soportar son tan inestables como agua
derramada (Jos 7:5; Job 30:16; Ez 7:17); la coordinación corporal decae como si los huesos
estuviesen dislocados; el corazón parece cera expuesta al calor. (Jos 2:11; 2S 17:10)
22:16 Traspasado. El texto hebreo admite la traducción tradicional. “Como un león” no tiene
sentido en el contexto. Es obvia la referencia a la crucifixión de Jesús.
22:18 Se reparten… mis vestidos. De este modo los verdugos de Jesús “cumplieron la Escritura”.
(Jn 19:23 y s.)
22:21 Sálvame de. Ha de dársele preferencia a la traducción: “Tú me respondiste”. Sirve como una
transición a la segunda parte del salmo (vv. 22–31), la cual exulta para la salvación suplicada en los
vv. 1–22. Ver también Heb 5:7.
22:22 Nombre. Comp. 20:1, nota.
22:23 Alaben al SEÑOR. Lo que Dios hizo en respuesta a las oraciones, es proclamado con
gratitud en medio de los que temen al SEÑOR, porque al compartir los beneficios tienen sobrados
motivos para honrarlo.
22:25 Promesas. El reconocimiento por las mercedes recibidas queda expresado en términos de
adoración del A. T. La alabanza es tan necesaria como lo eran los sacrificios de acción de gracias que
se exigían en el cumplimiento de las promesas (Lv 7:1117; Sal 50:14; 61:13; 116:14). Tales ofrendas
eran un servicio de comunión. Los que adoraban hermanados, participaban de los alimentos
consagrados (v. 26). Según queda claro en los vv. 27–31, las limitaciones de las formas rituales del A.
T. deben ser superadas por una invitación sin restricciones, al gran banquete mesiánico descrito en Is
55; 25:6. Comp. Lc 22:30; Ap 2:7; Lc 14:15–24.
22:27 Confines de la tierra. Los que tienen conciencia de la victoria del Señor sobre las fuerzas
del mal, y se vuelven a él por su propia salvación, vendrán de todas las familias de las naciones,
estableciendo de este modo el reino universal de Dios.
22:29 Bajan. Todo hombre mortal que no puede conservar su vida indefinidamente, incluyendo “a
un pueblo que aún no ha nacido” (v. 31), es apto para “servir” al Señor por causa del “rescate… que
él ha obrado”.
Salmo 23
No obstante su lenguaje figurado de un tiempo pasado, el “Salmo del Buen Pastor” sigue siendo
el manantial de energía renovada y consuelo permanente, al cual los hijos de Dios hasta el presente
han recurrido con más frecuencia que a cualquier otro, con excepción de las peticiones formuladas
por el Buen Pastor mismo hecho carne. En la cadencia encantadora de su sencillez y obstinación
poéticas, hay una súplica por la belleza. Sin embargo, es algo más que una combinación hábil de
hermosas palabras y frases, que describen una escena idílica de paz rústica. Encara las duras
realidades de la vida con candor resuelto. El ingenio y los recursos humanos no pueden hacerles
frente. No obstante, la confianza en el poder, la sabiduría y la bondad del Señor puede lograr que la
luz y la esperanza brillen en una existencia obscura y sin sentido. La entrega a su conducción y
cuidado providencial, proporciona una serena paz de espíritu. Nada que sea malo puede acontecer.
Esta forma de ver la vida, no es la decisión estúpida de soportar los inevitables golpes de un destino
ciego con compostura e insensible resignación. Para disfrutar de paz y seguridad, la fe depende de un
Buen Pastor compasivo y atento, que se interesa personalmente por cada oveja en su rebaño. Él
conoce sus apuros individuales, y puede abastecer lo necesario (vv. 1–3). Él está siempre a su lado
para calmar todos sus temores aun cuando, como dice un bien conocido himno, “mudanza y muerte
veo en derredor” (CC 318) (v. 4). Ningún mal puede alcanzarlos si acuden a él por protección. No hay
límites para la alegría por la bondad y el amor que su presencia garantiza (vv. 5–6). Cuando el
creyente del N. T. ora este salmo, oye sonar en sus estrofas la voz del Buen Pastor, que dijo: “Doy mi
vida por las ovejas.” (Jn 10:11 y ss.; Ap 7:17; 1P 2:24 y s.)
23:1 Mi pastor. Los pronombres yo, mi, mío, que aparecen en casi todas las líneas, expresan la
convicción de que el “Pastor de Israel” está preocupado por, y provee a, las necesidades de todo
individuo de su rebaño. (Comp. 80:1; 74:1; 77:20; 78:52, 7072; 79:13; 100:3)
23:3 Me infunde nuevas fuerzas. Un buen pastor no conduce a sus ovejas por áridas tierras
desoladas, donde el alimento y el agua son difíciles de hallar. Él sabe como guiarlas a lugares donde
pueden descansar de jornadas agotadoras, mientras van paciendo en prados de pasturas lujuriantes, y
calmando su sed con aguas saludables. Así el Señor puede proveer lo que sus hijos necesitan para
estar descansados. Él suministra los medios necesarios para renovar la vitalidad, y reanimar los
ánimos decaídos. Por amor a su nombre ver 8:1, nota.
23:5 Un banquete. El Señor puede no sólo conjurar “el peligro” (v. 4), sino que no permitirá
tampoco que los enemigos interfieran cuando él distribuye las cosas buenas de la vida. (78:19 y s.)
Perfume. Los invitados eran provistos con perfume para sus cabezas, como un gesto de
hospitalidad (92:10; Am 6:6; Lc 7:46). Por copa ver 11:6, nota.
23:6 Me seguirán. El suministro de bendiciones no se agota. Éstas se acoplan y acompañan cada
paso a lo largo del camino. Por amor ver Dt 7:9, nota.
Casa del SEÑOR. El origen de la fuerza no es la confianza en uno mismo, sino la perenne
comunión con Dios. Dichoso el hombre que recurre a ella todos los días de su vida.(27:4 y s.; 52:8 y
s.)
Salmo 24
24:1–10 Este Salmo de David dramatiza instrucciones para una vida de adoración agradable a
Dios (comp. Sal 15 por instrucciones similares). El epígrafe no especifica si fue puesto en escena
durante una ocasión en particular, tal como el traslado del arca del pacto a Jerusalén, efectuado por
David (2S 6). No hay tampoco registros que indiquen que fue recitado como antífona cuando grupos
de peregrinos se aproximaban al monte del SEÑOR (v. 3), en observancia de los festivales prescritos
(comp. los Salmos de las Subidas, 120 y ss.; también 68:24 y ss.). Sea cual fuere su origen o tiempo y
lugar históricos, expresa en una vivaz forma de diálogo los ingredientes básicos de una grata
comunión con Dios. Como desde alturas etéreas llega el recordatorio de la trascendente majestad de
Aquél a quien los ritos y las ceremonias van dirigidas: él es el Creador omnipotente del universo;
todo lo que hay en él ya está a su disposición según su buen agrado (vv. 1–2; 136:4–8; Is 6:1). De allí
que surge la pregunta: ¿qué clase de personas se atreven a apropincuarse a su exaltada presencia
esperando recibir una bendición? La respuesta es: sólo aquéllos que “buscan… la santidad” en
pensamiento, palabra y obra (vv. 3–6; Heb 12:14). Puesto que “el excelso y sublime, el que vive para
siempre” (Is 57:15 y s.) condesciende a estar presente entre su pueblo, deben ellos tener conciencia de
cuán “asombroso” es su lugar santo (v. 3; Gn 28:17). A fin de inculcarles qué significa para el Rey de
la gloria entrar y habitar entre ellos, se les ordena dos veces a las puertas a elevar sus dinteles y a
levantarse para su entrada. Cada orden dada a las puertas es seguida de una pregunta y una respuesta
destinadas a fin de subrayar su eminencia. Los adoradores tendrán una audiencia no con un potentado
de esta tierra, sino con el SEÑOR Todopoderoso, de poder ilimitado, invencible en la batalla,
insuperable en la gloria (vv. 7–10). La complacencia de Dios de permitir que su gloria fuese recluida
en el santuario de Israel hecho de manos, era digna de alabanza y adoración. Pero cuando el “Rey de
reyes y Señor de señores” “se manifestó como hombre” y habitó temporalmente entre sus criaturas
“tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos”, “no hay duda de que
es grande el misterio de nuestra fe” (Ap 19:16; 1Ti 3:16; Fil 2:7). Durante el tiempo de Adviento le
damos nuevamente la bienvenida a nuestras vidas con las palabras de este salmo.
24:2 Sobre los mares. La tierra seca, separada de las aguas en la creación, no vuelve al caos. Por
otras expresiones figuradas que describen el modo como Dios establece y mantiene un universo
estable, ver Job 26:7, nota; 38:6.
24:3 Monte del SEÑOR. Comp. 2:6, nota.
24:4 Manos y… corazón. Lo mismo que en Sal 15, no se mencionan requerimientos rituales o
ceremoniales. Sin dejar de ser importantes en tiempos del pacto antiguo, las formas exteriores de
adoración no eran un instrumento mecánico o mágico que automáticamente ligaba a Dios a conceder
una “bendición”. Los sacrificios eran una abominación (Is 1:13) a no ser que el corazón fuese
limpiado de motivos impuros y las manos impedidas de hacer lo malo. (Jer 7:9 y s.)
Adora ídolos vanos. El Señor escudriña “mente y corazón” también por una lealtad íntegra hacia
él (7:9; 26:2). El que adora no ha de tener reservas al profesar: “A ti, SEÑOR, elevo mi alma” (25:1;
86:4; 143:8). Porque el Dios verdadero no compartirá su gloria con ídolos vanos, por ej., con ídolos
que “no son Dios” (Dt 32:21, nota; 1R 16:13, nota; Jer 5:7; 18:15; Sal 31:6). Jurar por dioses falsos es
pronunciar el nombre de Dios a la ligera. (Éx 20:7, nota)
24 : 6 Generación. Comp. 12:7 nota.
24 : 10 SEÑOR Todopoderoso. Comp. 1S 1:3, nota.
Salmo 25
25:1–22 Aunque compuesto en la secuencia artística de un poema acróstico (comp. Sal 9), este
Salmo de David no es un ejercicio pomposo o artificioso de redacción devocional, sino que vibra con
sentimientos que tienen su origen en una experiencia de la vida real. Reflejando una reacción
espontánea a una circunstancia angustiosa, los motivos estallan, se repiten, y se entretejen uno con el
otro, desechando las preocupaciones por una progresión de estricta lógica. En la primera sección (vv.
1–7) se entrelazan una oración por rescate, un pedido por conducción para entender los caminos del
SEÑOR, y un ruego por perdón, con expresiones de confianza en la compasión de Dios. Como
queriendo dar apoyo a la confianza en él, se recuerda su ternura y gran amor por el hombre que teme
al SEÑOR en un himno de alabanza, entremezclado con una segunda oración por perdón (vv. 8–15).
El salmo concluye con un resumen en forma de oración de los temas de preocupación ya
presentados, incluyendo una tercera petición por la remoción de pecados. (vv. 16–22)
25:1 Elevo mi alma. Comp. 24:4, nota.
25:2 Sea yo humillado. La importunidad en la oración llena de coraje para confrontar a Dios con
la sugerencia de que si él no responde a la oración de los “que confían en” él, su honor también
queda comprometido. Los enemigos tendrían derecho a regodearse maliciosamente respecto de la
futilidad de confiar en sus promesas.
25:4 Caminos… sendas. Acoplado al clamor por rescate se encuentra el repetido ruego por
conducción en las perplejidades de la vida (vv. 5, 8, 9, 10, 12). Se necesitan dos cosas: primero, al
rechazar “la senda de los pecadores” (1:1), es apremiante buscar un entendimiento mejor de, y un
asentimiento más completo a la orientación en la vida según está expresado en el pacto de Dios;
segundo, uno debe tener la confianza implícita que la elección que Dios hace de las sendas para
“quienes le honran” (v. 14) siempre está determinada por su “amor y verdad” (v. 10; Éx 33:13; 1R 2:3;
Sal 5:8; 23:3; 27:11; 86:11; 119:35). La preocupación de Dios por el bienestar del hombre culminó
con la llegada de Aquél que es “el camino, la verdad y la vida”, otorgándonos “una vida nueva”. (Jn
14:6; Ro 6:4)
25:6 Gran amor. Comp. Dt 7:9, nota.
25:7 Porque tú… eres bueno.“El hombre que teme al SEÑOR” (v. 12) y “cumple los preceptos de
su pacto” (v. 10) no ha merecido el rescate, la conducción y el perdón que se otorgan. Se atreve a
pedirlos solamente porque puede recurrir a la compasión y gran amor de Dios (vv. 6, 16; Éx 34:6 y
s.), los que “siempre le ha mostrado”. (v. 6)
25:10 Pacto. Por su significado ver Éxodo, Introducción, “Contenido”. Preceptos. Comp. 19:7,
nota.
25:11 Por amor a tu nombre. Comp. 8:1, nota.
25:13 Placentera. Lit. “buena”. Porque él es “bueno” (v. 8), cumple con las promesas ligadas al
pacto. (Dt 4:40; ver también Mt 5:5)
25:14 Amistad. La relación personal e íntima establecida por el pacto.
25:21 Mi protección. El ruego repetido por perdón procede de un corazón sincero, decidido a
hacer “lo que es justo” (v. 9) en el futuro, y esperando ayuda de Dios para mantenerse en una senda de
integridad y rectitud.
25:22 Israel. Dios no permite que “quien en él pone su esperanza”, “sea avergonzado” (v. 3).
Acudirá en auxilio de todos “quienes cumplen los preceptos de su pacto” (v. 10) cuando le presentan
sus angustias individuales o colectivas.
Salmo 26
26:1–12 La circunstancia reflejada en este Salmo de David es similar al ambiente del Sal 7 (comp.
7:1–17 y 7:3, nota). Acusado de un crimen capital, el acusado apela al Señor por un veredicto de
vindicación, al Señor quien puede examinar… las entrañas y… el corazón (vv. 1–3). El acusado
afirma su inocencia (vv. 4–7), y renueva su alegato por liberación (vv. 8–10), confiado en su
absolución. (vv. 11–12)
26:1 Llevado una vida intachable. No una jactancia de perfección moral, tratando de justificarse a
sí mismo, sino una denegación de acciones criminales deliberadas. (Comp. 7:8, nota).
26:2 Examíname. Lit. “fundido” o “purificado” como metal, para analizar los ingredientes
contenidos (17:3; Is 1:25; 48:10; Jer 6:29; 9:7). Para entrañas y corazón ver 7:9, nota.
26:4 Los mentirosos. Lit. “hombres de falsedad o vanidad”, es decir, cuales están consagrados a
“dioses falsos” (24:4, nota). Gente que convive con “malvados” y “cultiva la amistad de los
blasfemos”, malogra las bendiciones de Dios. (Sal l)
26:6 Manos limpias. Un acto simbólico para manifestar inocencia (Dt 21:6 y s.; Sal 73:13; Mt
27:24) o señalar limpieza ceremonial (Éx 20:17–21). El que adoraba, sólo incrementaba su culpa si
aparecía ante el altar cobijando pecados conocidos y no confesados.
26:8 Tu gloria. Comp. Éx 40:34, nota.
26:9 No me incluyas. Los pecadores no “se sostendrán en el juicio” (1:5, nota). Jesús, crucificado
entre malhechores, “fue contado entre los transgresores”. (Is 53:12; Lc 22:37)
26:11 Líbrame… compadécete. Con la certeza de quedar limpio de toda sospecha de crímenes, y
con la determinación de evitarlos llevando una vida intachable como antes, el que suplica sabe no
obstante, que no se ha ganado el derecho a exigir la intervención de Dios a su favor. La ayuda divina
es un acto de pura gracia.
Salmo 27
27:1–14 El centro de este Salmo de David comprende un ferviente llamado al Dios de mi salvación
por rescate de enemigos y adversarios que levantan falsos testimonios y respiran violencia contra su
siervo (vv. 7–12). Como para asegurarse a sí mismo de que no está silbando en la oscuridad, el que
suplica comienza y concluye su petición con audaces declaraciones de fe en el poder y la buena
disposición de Dios de acudir en su ayuda (vv. 1–6 y vv. 13–14). En los versículos iniciales (vv. 1–3)
afirma su convicción de que, con el Señor como su baluarte, no temerá aunque un ejército de
enemigos lo asedie. Continúa diciendo que este sentimiento de completa seguridad le viene de buscar
y mantener una comunión continua con Dios. La adoración en su casa es como encontrar amparo en
el día de la aflicción. Seguro de la derrota de sus enemigos, hace votos de que cantará salmos de
alabanza (vv. 4–6). La oración que sigue está dominada por una nota de confianza (vv. 7–12). Los
últimos dos versículos son como un amén, pronunciado con imperturbable confianza. (vv. 13–14)
27:1 Luz. Dios dispersa la melancolía enervante de perplejidad, desamparo y ausencia de
significado en la vida (36:9; 43:3; 97:11; Is 10:17). Aquél, cuyo nombre significa salvación, es “la luz
verdadera, la que alumbra a todo ser humano”. (Jn 1:9; Is 49:6; Jn 8:12)
27:2 Para devorar mis carnes. La frase “para devorar mis carnes” es utilizada en sentido figurado
en arameo, para describir la ruina provocada por los “falsos testigos” (v. 12). Aquí, como en otras
partes en los salmos, el punto de comparación se encuentra en la ferocidad de los animales salvajes
decididos a devorar a su víctima. (7:2; 14:4; 17:12)
27:3 Un ejército. Si el Señor está de su lado, ¿qué pueden hacer los hombres, aun si miles atacaren
en filas compactas? (118:6; 3:6; Ro 8:31)
27:4 Hermosura. La prometida presencia del Señor en su “morada” o tabernáculo (vv. 5–6), hace
de este santuario edificado por manos, la casa del SEÑOR o palacio celestial (Jos 6:24; 1S 1:9, nota;
3:3). Aquí debía buscarse, y ser hallado, “el favor del Señor” (90:17). “Contemplar su rostro” es una
obligación y privilegio diarios (11:7, nota; 23:6, nota).
27:6 Cantaré salmos. Comp. 33:3; 107:22; Nm 10:10.
27:8 El corazón me dice. El precepto de Dios de buscarlo donde ha de ser hallado, motivó la
decisión de confrontarlo respecto de su promesa de ser “compasivo” y de “ser encontrado” en
respuesta a la oración por rescate. (v. 7; 24:6; Dt 4:29)
27:10 Me abandonaron. Traducido mejor: “Puede una madre olvidar a su niño… dejar de amar al
hijo que dio a luz” como en Is 49:15.
27:11 Tu camino. Comp. 25:4, nota.
27:13 Estoy seguro. La confianza en el Señor como la única esperanza en una circunstancia
desesperada, queda expresada con más vigor, si el versículo se traduce como una oración incompleta:
“Si yo no hubiese estado seguro”. La locución principal que expresa el resultado de encarar la vida
sin Dios, se omite como demasiado horrible hasta para ser contemplado.
Salmo 28
28:1–9 Aunque similar al Sal 27 en cuanto a ambiente y contenido, este Salmo de David sin
embargo, comienza con una oración y concluye en alabanza, invirtiendo así la secuencia de
pensamiento seguida en aquél (comp. vv. 1–14 allí). Aquí los primeros versículos alzan la voz
suplicante que clama por ser rescatado de compartir el terrible destino que merecen los que hacen
iniquidad (vv. 1–5). Los recelos respecto de que el Señor guardará silencio ante la súplica por
intervención, ceden lugar a la convicción de que él ha oído (vv. 6–7). Todo su pueblo puede confiar
que su pastor los salvará y bendecirá.(vv. 8–9)
28:1 Desentiendas. Los hijos de Dios se impacientan cuando parece que él se desentiende de sus
oraciones, y que es necesario importunarlo para que no guarde silencio (35:22; 39:12; 83:1; 109:1).
La circunstancia parece ser tan desesperada, que cualquier demora equivale a dejar que el fogueado
sufridor baje a la fosa, es decir, la sepultura. (30:3; 88:4 y ss.; 143:7)
28:2 Lugar santísimo. La palabra hebrea traducida como “santuario interior” (1R 6:5, 16; 2Cr
4:20; 5:7, 9), señala el lugar santísimo, donde Dios estaba entronizado sobre el arca del pacto (Éx
25:22). Alzar las manos era un ademán de adoración. (63:4; Neh 8:6)
28:4 Págales. Proferido no con ansia de venganza, sino aguijoneado por la preocupación de que
los principios de justicia, establecidos por Dios, lleguen a ser operativos y puestos de manifiesto, no
sea que prevalezca el caos moral (ver la nota sobre “salmos de imprecación”, en los comentarios de
la introducción al libro de los Salmos).
28:8 Su pueblo. Pertenecer al pueblo del pacto de Dios, ungidos o apartados para ser “un reino de
sacerdotes” (Éx 19:6), le confiere a todo miembro el privilegio de hallar un baluarte en su fortaleza.
Por esto una oración final (v. 9) alega con el “Pastor de Israel” (80:1; 74:1; 79:13; 95:7) a continuar
guiando a su heredad con cuidado amoroso. (Dt 9:26, 29; Mi 7:14)
Salmo 29
29:1–11 Este Salmo de David es un magnífico himno de alabanza al terrible poder de Dios, que es
(a) digno de ser adorado por huestes angélicas (vv. 1–2); (b) demostrado de modo patente cuando
ruge en una tormenta (vv. 3–9); (c) benéfico al proporcionar paz a su pueblo. (vv. 10–11)
29:1 Seres celestiales. Dios no es la personificación de las fuerzas de la naturaleza como los
dioses de la tempestad del panteón pagano, sino el Creador soberano de “los cielos y la tierra… y las
estrellas” (Gn 2:1; Sal 33:6). Sus criaturas celestiales quedan alistadas para unirse a las voces “desde
la tierra”, en tributarle humilde homenaje a su gloria y poder. (148:1, 7; 89:6; 1R 22:19; Job 38:7,
nota; Is 6:1–5)
29:2 (Ver traducción alternativa de 2Cr 20:21 vestidos de ropas sagradas, Biblia de Jerusalén) Así
como los sacerdotes de este mundo debían presentarse ante el Señor “vestidos de ropas sagradas”, así
los adoradores celestiales deben estar adornados con reverencia santa. (Éx 28:2; 2Cr 20:21; Sal 96:9)
29:3. La voz del SEÑOR. La Palabra omnipotente del Dios de la gloria, por la que llamó a los
cielos y la tierra a existir (33:6, 9; 148:5) aún resuena en la presagiosa voz de la tempestad (18:12 y s.;
Job 37:1–5). Semejante al estruendo del trueno, la voz del SEÑOR reverbera en los vv. 3–9, devuelta
por el eco siete veces. Procedente de los cielos (68:33 y s.), sale rugiendo sobre los “cargados
nubarrones” oscuros de aguas impetuosas.(18:11)
29:6 Sirión. El monte Hermón, el pico más alto de Palestina (Dt 3:9). El poder generado por la
tempestad arremete “contra todos los cedros del Líbano”, símbolos de “todos los orgullosos y
arrogantes” (Is 2:12 y s.), y convulsiona los riscos en los que están anclados.
29:7 Ráfagas de fuego. Relampagueo zigzagueante.
29:8 Desierto de Cades. El ímpetu de la tempestad que azota la tierra, alcanza también las llanuras
tales como el desierto que Israel atravesó en su ruta a Canaán. (Nm 13:26; 20:16)
29:9 Los robles. Las palabras hebreas para robles y “ciervas” se deletrean con las mismas
consonantes. Otras traducciones sugieren que la tempestad, al dejar desnudos los bosques, afecta a las
hembras ciervos, haciéndolas “parir” prematuramente.
¡Gloria! En su templo celestial, muy por encima de la tempestad furiosa, todos los seres
celestiales (v. 1 y s.) responden a la voz de trueno con un gloria in excelsis.(148:1 y s.; 150:1; Is 6:3)
29:10 Sobre las lluvias. El rey, cuyo “trono está en los cielos” (11:4), y cuya “voz resuena por toda
la tierra” (19:4), es “más poderoso que el estruendo de muchas aguas” (93:4). Así como una vez él
“abrió las compuertas del cielo” y dejó que “se reventaran las fuentes del mar profundo” para
ejecutar juicio sobre un mundo corrupto, así él reina por siempre, serenamente entronizado sobre
todas las fuerzas cósmicas. (93:2)
29:11 Paz. La voz de trueno de Dios (vv. 3–9) tiene que despertar el temor en su pueblo. Sí, debe
darles la seguridad de que su Palabra no es menos poderosa para bendecirlos con todo lo necesario
para su bienestar y paz. Si acuden a él, él puede ordenarles a las rugientes tempestades de la vida:
“¡Silencio! ¡Cálmate!” (Mr 4:39). Cuando “el Verbo se hizo hombre” (Jn 1:14), “una multitud de
ángeles del cielo” cantaron “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los que gozan de su
buena voluntad”. (Lc 2:13 y s.; comp. Jn 14:27)
Salmo 30
30:1–12 Este Salmo de David es un canto de gratitud por una liberación que comprende dos partes.
Hay alabanza ofrecida (a) por la preservación de la vida material; se presenta un reconocimiento
público de que el rescate que se experimenta al borde de la muerte, es un don de la bondad de Dios
(vv. 1–5); (b) por la recuperación de la salud espiritual; la adversidad, el antibiótico de Dios contra el
orgullo y la autosuficiencia, causó la cura (vv. 6–10). El cambio de lamento en regocijo motiva la
promesa de dar gracias a Dios siempre por su compasión. (vv. 11–12)
En el texto hebreo el epígrafe dice: “Un Salmo –un cántico para la dedicación del Templo– de
David”. La inserción apositiva que divide la frase Un Salmo de David, puede ser un agregado de
escriba que refleja la apropiación del salmo para uso litúrgico en un tiempo posterior, tal como para
la fiesta judía de la Dedicación (hanuka), la cual se observaba para conmemorar la nueva
consagración del templo, después de haber sido profanado por Antíoco Epifanio. (1Mac 4:54 y ss.;
2Mac 10:1 y ss.; Jn 10:22)
30:1 Me levantaste. El Señor es exaltado con palabras de alabanza, porque levantó al sufridor
cuando éste se estaba hundiendo en la “fosa” de la muerte, como se levanta un balde de agua de un
aljibe. Si no hubiese sido rescatado, los enemigos habrían exultado con malignidad ante su desgracia,
considerándola un castigo por sus crímenes.
30:2 Sanaste. Comúnmente este verbo se refiere al restablecimiento de una enfermedad. Sin
embargo, se utiliza también en sentido traslativo para indicar alivio de otras calamidades dolorosas,
infligidas por la vara de aflicción del Señor. (Is 19:22; 30:26; 53:5; 57:17–19; Jer 30:17; 33:6 y s.; Os
6:1; 14:4)
30:3 De entre los muertos Mejor traducido: “los que descienden a la fosa”, como en 28:1.
30:4 Fieles. Comp. 4:3 nota. Para similares agradecidas proclamaciones a otros de la bondad de
Dios que transforma una breve noche de llanto en gritos de alegría (v. 5), ver 9:11; 31:23 y s.; 40:10;
116:14.
30:6 Seguro. El Señor tiene un remedio para la confianza en uno mismo, la cual olvida que una
vida libre de cuidados depende de su bondad: él conmueve el “elevado baluarte” de seguridad estable
que sólo él puede proporcionar (v. 7; Dt 8:10 y ss.; 32:15 y ss.). El desaliento resultante causa súplicas
al único “ayudador” (vv. 8–10), y la resolución de reconocerse bajo su dependencia “para siempre”.
(11 y s.)
30:9 ¿Qué ganas? Comp. 6:5, nota.
30:11 Ropa de luto. El vestido de lamentación. (35:13; 69:11; Gn 37:34)
Salmo 31
Salmo 32
32:1–11 En este segundo salmo penitencial (comp. Sal 6:1–10), “David”, dice San Pablo,
“pronuncia una bendición sobre el hombre a quien Dios le atribuye justicia sin la mediación de las
obras” (Ro 4:6). Y verdaderamente David no demanda mérito o dignidad que lo habiliten para la
absolución; incluso sus lágrimas penitenciales, y su remordimiento abyecto, no producen nada que
merezca consideración. Dándole a Dios toda la gloria, se regocija en compartir la dicha que le es
otorgada de pura gracia al hombre a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad (vv. 1–2). Su
gratitud crece al recordar la agonía de mente y cuerpo que soportó (vv. 3–4) antes de que descargara
su conciencia en una confesión honesta, y que Dios le perdonara la iniquidad de pecado (v. 5). La
apreciación por lo que recibió, lo impulsa a instar a camaradas en el sufrimiento a seguir su ejemplo,
y procurar que el Señor sea su refugio cuando el peligro acecha (vv. 6–7). Si no son obstinados, pero
dejan que el Señor los instruya y les dé consejos, no sufrirán las calamidades de los malvados, sino
que se regocijarán al verse envueltos por el gran amor del SEÑOR (vv. 8–11). Por la ocasión de este
salmo, ver el epígrafe del Sal 51. El significado de la palabra hebrea transliterada Maskil no puede
ser determinado con certeza. (Comp. Notas introductorias al libro de los Salmos, “Epígrafe”)
32:1–2 Dichoso. Comp. 1:1–6, nota; 103:1–5. Para describir lo que le trajo bendición, el poeta
utiliza una variedad de sinónimos. La causa de la desgracia del hombre es la transgresión
(desobediencia voluntaria), el pecado (errar el blanco), la iniquidad (culpa en la maleficencia). Dios
elimina lo que separa al hombre de la fuente de salud y de vida, cuando la transgresión es perdonada
(la elevación de una carga aplastante), cuando el pecado es borrado (remoción de la vista y del
recuerdo), cuando Dios no toma en cuenta su maldad (declaración de perdón y cancelación de la
culpa) y produce así un espíritu purgado de engaño impío.
32:4 Se fue debilitando. La palabra hebrea traducida como fuerza, aparece nuevamente sólo en
Nm11:8, donde describe a “pan amasado con aceite”. Utilizando en apariencia una metáfora poco
común, David se describe a sí mismo como siendo avenado de los fluidos corporales, al ser freído en
una tortera (comp. 22:15). Un manuscrito hebreo tiene, “mi corazón fue consumido”.
32:6 Fieles. Comp. 4:3, nota. Si los fieles no se demoran, sino oran en los momentos en que el
Señor “se deja encontrar” (Is 55:6), las caudalosas aguas de la angustia no podrán de ningún modo
alcanzarlos y desbordarlos. (Para un ejemplo del adverbio “sólo” dándole énfasis a un verbo con
“no”, ver Gn 24:8.)
32:7 Liberación. Seguro en Dios, su refugio, puede voltearse en todas las direcciones y encontrar
ocasiones para “gritos de liberación”.
32:8 Yo te instruiré. Para reforzar su consejo de que también otros “invoquen a” Dios en
momentos de “angustia”, David intercala entre sus palabras una breve declaración del Señor mismo,
expresada en la forma de un oráculo divino. (Comp. 25:8; 33:18)
32:9 Caballo. Comp. Stg. 3:3.
32:11 Los justos. Un hombre debe confiar en “el gran amor” del SEÑOR para escapar de “las
calamidades de los malvados”. (v. 10)
Salmo 33
33:1–22 Esta canción nueva de alabanza, proclama en 22 versículos (el número de letras en el
alfabeto hebreo, como en el Sal 38) lo que los “justos” deben y pueden decir cuando son convocados
a “regocijarse… y dar voces de alegría” (32:11). Los primeros versículos (vv. 1–3) presentan seis
indicaciones de cómo se ha de hacer esto. No debe haber gruñidos de disgusto, ni refunfuños de
desánimo, ni recitados de palabras vanas, sino una explosión de júbilo espontánea y a todo pulmón,
acompañada y estimulada por los acordes de la música. Después (vv. 4–19) el salmo deletrea los
motivos por qué es propio de los íntegros alabar al SEÑOR (v. 1). No pueden sino prorrumpir en
cánticos si consideran: (a) que se puede confiar en que el Señor ejercerá también a favor de ellos el
poder de su Palabra, por la que ordenó que cielos y tierra quedasen establecidos firmemente (vv. 4–
9); (b) que su pueblo no tiene que temer los planes y designios de los hombres, porque él puede
desbaratar todos los designios de maldad (vv. 10–12); (c) que nada de lo que los hombres hacen, o
aun lo que piensan, escapa a su contemplación o elude su control, de modo que la confianza en su
mucha fuerza resulta una vana esperanza (vv. 13–17); (d) que el cuidado del Señor, recién descrito,
nunca pierde de vista a lo que le temen cuando necesitan ayuda (vv. 18–19). Este vivo llamamiento a
adorar al Señor omnipotente, omnisciente y de gran amor, produce resultados. A los que lo oyeron,
los motivó a confiar en su santo nombre y a orar por la manifestación continua de su gran amor. (vv.
20–22)
33:1 Los justos. Por las calificaciones de adoradores aceptables, ver 1:5, 6; 15:2–5; 24:3–5; 32:11;
118:19 y s.
33:3 Canción nueva. Compuesta particularmente en respuesta a toda acción de las bondades de
Dios, que “cada mañana se renuevan” (Lm 3:22 y s.; Sal 40:3; 96:1 y s.; 98:1; 144:9; 149:1). Para la
canción nueva de los redimidos en los cielos nuevos y la tierra nueva, ver Ap 5:9; 14:3.
33:4 Palabra del SEÑOR. Ésta es justa, que dice lo que “es justo”, y declara “lo que es recto” (Is
45:19). Con fidelidad lleva a cabo el Señor en todas sus obras lo que dijo que hará.
33:5 Él… ama. Por su Palabra el Señor revela su naturaleza y la clase de gobierno que establece.
Él habla para mantener un orden moral a escala mundial, basado sobre la justicia y el derecho, y
también para guardar las pactadas promesas de su gran amor. (11:7; 18:50; 37:28; 100:5; 103:6;
119:64; 136; Éx 20:5 y s.; Dt 32:4; Jer 32:17 y s.)
33:6 Los cielos.“En el principio” “él habló” y “fue creado” (v. 9) todo lo que no era (Ro 4:17): los
cielos… y todo lo que hay en ellos (Gn 1:1, 16; 2:1) y la tierra, separada de “las aguas del mar” (v. 7;
Gn 1:6). Comp. también 8:3; 19:1; 148:5 y s.; Is 40:26; 48:13.
33:7 Cántaro.(RV como montón, comp. Éx 15:8; Sal 78:13). Las palabras hebreas para una masa
amontonada y para un contenedor de líquido, confeccionado de una piel de animal, son muy
similares. Por términos similares para designar el control del Señor sobre las fuerzas de la
naturaleza, ver 135:7; Job 38:22; Jer 10:13.
33:11 Planes del SEÑOR. Así como los cielos y la tierra no llegaron a existir por casualidad, así
nada que sea contrario a su voluntad y designio, puede desarrollarse en el curso de la historia del
mundo. Las “naciones” y los ”pueblos” no pudieron frustrar su determinación definida de hacer a
Israel el pueblo que escogió por “su here-dad”. (Dt 4:7, 20, 32 y ss.; Is 8:10; 14:24; 40:22 y s.; 46:10)
33:15 El corazón. Desde su trono celestial de soberana majestad, el Señor no sólo conoce a fondo
lo que “toda la humanidad” hace, sino que también examina su mente y corazón. (7:9)
33:17 El caballo. Un “gran ejército de soldados”, equipado con las armas más temibles, está
condenado a la derrota, a no ser que marche bajo el estandarte del Señor de los ejércitos. (20:7; Pr
21:31; Is 40:23 y s.)
Salmo 34
Salmo 35
35:1–28 Por alguna razón desconocida, el epígrafe en el texto transferido no lleva la designación
Un Salmo, sino tan sólo de David. Está compuesto de tres instancias a la justicia de Dios (v. 24) por
un veredicto favorable que exonere a la víctima de acusaciones criminales, que fueron presentadas
contra él por despiadados (v. 11) y desagradecidos pervertidores de la verdad. A no ser que sean
frenados y confundidos (v. 4), intentarán burlarse y regocijarse cruelmente por el éxito de su perversa
conspiración para destruir a una persona inocente que teme a Dios. Cualquiera que haya enfrentado
una catástrofe amenazadora, pergeñada por fuerzas siniestras demasiado poderosas para él (v. 10),
reconocerá que forma parte de la cruda realidad de la vida gritar pidiendo ayuda, no una, sino tres
veces (vv. 1–10, 11–18, 19–21). De esto se deduce que no le parecerá extraño que en cada ruego se le
diga al Señor cuán desesperada es la circunstancia. Pero, si reza este salmo, aprenderá a orar con
confianza, al darse cuenta de que cada petición incluye el voto de alegrarse en el SEÑOR (v. 9),
anticipando la esperada liberación.
35:1 Defiéndeme. Que defienda su “causa” (v. 23) como su abogado, representándolo en un
tribunal. Por un recurso por rescate, presentado en términos de juicio en una corte, ver Sal 7:1–17,
nota.
35:2 Tu adarga, tu escudo. Todas las dudas respecto del poder de Dios que acude en ayuda de “los
pobres y necesitados” (v. 10), desaparecen al recordar que él es “el valiente guerrero”, “el SEÑOR
Todopoderoso”. (24:8; Éx 14:14, 25; 15:3; Dt 1:30; 20:3 y s.; Is 42:13; Jer 50:25)
35:4 Procuran matarme. La circunstancia es una cuestión de vida y muerte, que requiere que los
atacantes queden confundidos y avergonzados. Éstos están tan obsesionados por un odio demoníaco,
que no desistirán a no ser que sean borrados de la escena “como la paja en el viento”, y obligados a
caer en la fosa que “cavaron” para su presunta víctima. (vv. 5; 7 y s.; 1:4; 83:13; Is 17:13; Sal 7:15;
9:15; 57:6). Ver también la nota sobre salmos imprecatorios, en la introducción al Salterio bajo
“Clases”.
35:5 Ángel del SEÑOR. Comp. 34:7, nota.
35:10 Todo mi ser. Cada fibra de su ser.
35:11 Testigos despiadados. Lit. “testigos de violencia”, por ej., tales como los que intentan que su
testimonio falso exponga al acusado a la violencia.
35:12 Por bien.Él no había provocado el ataque pusilánime de ellos. Antes que agraviarlos, había
orado por el restablecimiento de la salud de ellos con tanto fervor como lo haría por los miembros
de su propia familia, demostrando la sinceridad de su simpatía al vestirse “de luto”, la vestimenta de
lamentación y penitencia, y al “ayunar”, una expresión de profunda tristeza. (vv. 13 y s.)
35:13 Me afligía. Otras traducciones sugieren otro gesto de humildad en la oración. La referencia
está dirigida a una intercesión persistente si la última línea del versículo se construye como una frase
subordinada, que introduce el v. 14: “Cuando mi oración volvió (no respondida por un tiempo) a mi
seno… anduve de acá para allá”, etc.
35:16 Me atormentaban. El texto hebreo, tiene sentido si “burladores de una torta” designa a
chocarreros o bufones en los banquetes, que se prestan a decir chocarrerías.
35:21 A carcajadas. Prorrumpen en gritos de ¡hurra!, seguros de obtener “lo que querían”. (v. 25)
35:23 Júzgame (vindícame). Traducido “júzgame” en 7:8.
35:27 Apoyan mi causa. O “rectitud”, por ej., un veredicto de “no culpable” según la imputación,
dado en la corte de la “justicia” de Dios.
Salmo 36
36:1–12 Este Salmo de David concluye en una confiada oración por defensa contra los malvados
(vv. 10–12), con un prefacio de dos razones por qué Dios no puede dejar de intervenir: (a) los impíos
son culpables de arrogante blasfemia, y de tortuosos crímenes contra la persona (vv. 1–4); (b) la
maldad que traman de día y de noche, no puede tener éxito porque Dios fielmente mantiene las
promesas de su gran amor, promesas hechas a los que caminan en la luz de su voluntad revelada, y
porque sus juicios, de alcance mundial, no pueden fracasar en establecer su gobierno de rectitud. (vv.
5–9)
36:1 Dios La vida del impío no está orientada por un “oráculo” del Señor, por lo general
traducido: “Así dice el SEÑOR” (por ej., Am 2:4, 6); el demonio de la transgresión (pecado
voluntarioso y rebelde) inspira su pensamiento, persuadiéndolos de que pueden perpetrar “iniquidad”
y “engaño” con impunidad, y que, si hay un Dios, éste es incapaz de “llamar a cuentas” a quienquiera
que deliberada y provocativamente escoge “no hacer lo bueno”. (10:4, 11, 13; 14:1; Jer 5:12)
36:6 Justicia. Así como Dios no es estorbado en el ejercicio de su “gran amor” por “los rectos de
corazón” (v. 10) por nada debajo de los cielos, de igual manera la ejecución de su justicia sobre los
“malvados” es tan inamovible como las altas montañas, y tan inescrutable como las profundidades
del gran océano.
36:8 La abundancia de tu casa.“Los hijos de los hombres” pueden probar cuán “precioso” es el
gran amor de Dios, al adorar en su casa. La comunión con Dios asegura protección “bajo la sombra
de sus alas” (17:8; 57:1; 63:7) y acceso a una inagotable fuente de felicidad verdadera, y de dicha
eterna. (Ef 3:17–19)
36:9 Tu luz.Ésta brilló con suma claridad cuando “la luz de la humanidad” vino a habitar entre los
hombres, para disipar sus tinieblas (Jn 1:4, 9; 8:12; 9:5; 12:35 y s.). Él es también la fuente (del agua)
de la vida que se convertirá “en un manantial del que brotará vida eterna” cuando los hombres beban
de él. (Jn 4:10–13; 6:35)
36:10 Te conocen. Por el significado de conocer ver Gn 18:19, nota; Dt 9:24, nota.
36:12 Caen a tierra. El juicio de Dios sobre los malvados es tan cierto como si ya hubiese sido
ejecutado, pese a que pueda parecer a veces que él se demora demasiado. (Ver el salmo que sigue.)
Salmo 37
37:1–40 Los “siervos” de Dios pueden estar tentados a cuestionar su justicia cuando sufren
muchas “angustias” (34:19–22). Este Salmo de David trata con otras experiencias de la vida que
pueden estorbar la fe de los justos.Éstos pueden irritarse y hasta registrar enojo (v. 8) cuando, según
ellos creen, Dios deja que los impíos prosperen y no hace nada para impedirles que lleven a cabo sus
designios de maldad. Sin embargo, a Dios no se le ha de imputar injusticia. La culpa está en el
hombre. Corto de vista e impaciente, no puede esperar un poco a que Dios intervenga, siendo que él
tiene su modo propio y su tiempo para administrar justicia. Si bien vuelto despótico (v. 35), el
malvado no quedará sin castigo, porque su hora de juicio le llegará (v. 13), por último,
inexorablemente. La presunción de querer ser Dios, sólo produce angustia. Sin embargo, la confianza
en él calma todo miedo cuanto en el mal puede triunfar, pese a todas las apariencias en contra. Por
esto el llamado a una fe implícita, continua, es el tema que resuena a través de todo el salmo (vv. 3, 4,
5, 7, 9, 34, 39). No aparece desarrollado en una secuencia lógica de un punto al otro. Las
observaciones y los hechos pertinentes se aglomeran repetidamente alrededor del interés central al
igual que tantos círculos concéntricos (para este modo de razonar ver Job 4:1, nota). Para distinguir
la forma acróstica del poema debe tenerse acceso al texto hebreo.
37:1 No te irrites. Un equivalente coloquial sería: no te alteres ni te preocupes (Pr 24:19). Hacerlo
no sólo es inútil; “sólo conduce al mal” (v. 8), y te hace infeliz así como culpable de dudas
pecaminosas. Comp. también Sal 49; 73; Jer 12:1 y s.; Mal 2:17; 3:14 y s.; el libro de Job.
37:2 Pronto. Si bien a veces suficientemente rápido, según la opinión de los hombres, el juicio de
Dios sobre los malvados nunca llega demasiado tarde para destruirlos tan rápida y devastadoramente
como el pasto se achicharra ante el fuego. (90:5 y s.; 103:15; Job 14:1 y s.; Stg 1:10 y s.)
37:3 Haz el bien. El “justo” (v. 16) no tiene derecho a recibir “los deseos de su corazón” por su
fidelidad en hacer el bien. Sin embargo, al dudar de la justicia y bon-dad de Dios, puede sentirse
tentado a actuar como si no le debiese obediencia a su voluntad. (vv. 27, 30)
7:5 Encomienda. Comp. 28:8, nota.
37:9 Heredarán la tierra. Dios no permitirá que un reino de terror despoje a los que “esperan en
él” de su herencia, invalidando así su solemne compromiso de permitir al pueblo del pacto “vivir
mucho tiempo en el territorio que juró dar a sus antepasados” (Dt 30:20). Esta certeza fundamental se
da repetidamente. Es como un título de derechos, asegurándoles a los justos que no se verán privados
del privilegio de ir en pos de la piedad y de gozar de sus frutos. (vv. 3, 11, 22, 29, 34; 25:13; ver
también Is 57:13; 60:21; Mt 5:5)
37:11 Bienestar. Lit. “paz”, por ej., bienestar o prosperidad como en 35:27.
37:13 Ríe. Comp. 2:4, nota.
37:16 Lo poco. Comp. 4:7; 84:10; 1Ti 4:8.
37:25 En la miseria. La experiencia comprueba que Dios no deja abandonados a los justos al
poder de los malvados (v. 33). Los hombres malvados no pueden frustrar la buena voluntad de Dios
de dar “a los pobres y necesitados” (v. 14) su pan diario, o de bendecirlos con la abundancia de los
bienes de este mundo los cuales él quiere que posean.
37:31 En su corazón. Siendo que “en la ley del SEÑOR se deleita” y “medita” en ella “día y
noche”, está en el corazón del justo guardar sus pies de resbalar hacia la senda de los pecadores. (1:2;
40:8)
37:33 Condenen en el juicio. Cuando son injustamente acusados de crímenes, “sus santos” cuentan
con la seguridad de que el Señor, quien “ama la justicia”, los vindicará. (v. 28; ver Sal 7 y 35)
37:34 Lo verás. Si esperan en el SEÑOR, los justo verán el día en que los malvados sean
destruidos como un hecho consumado.
37:35 Cedro frondoso. El texto hebreo: “extendiéndose como un verde (árbol) autóctono”, por ej.,
como un árbol exuberante que crece en su suelo nativo.
37:39 Fortaleza. Los últimos dos versículos resumen la lección del salmo: Si bien los justos
pueden encontrarse con tiempos de angustia, no deben irritarse sino “esperar en el SEÑOR” (v. 34) a
que cumpla su promesa de salvarlos.
Salmo 38
38:1–22 Este Salmo de David comienza y concluye con una oración por rescate de la desgracia
que sobreviene por el efecto debilitador del pecado (vv. 1–2 y 21–22). Enmarcadas por este ruego al
Dios de salvación se encuentran confesiones sin reserva de culpas, y una descripción gráfica de la
lamentable desventura producto de la conciencia de haber ofendido al santo Dios e incurrido en su
ira. La conciencia atormentada causa angustia (v. 8) en el corazón. El dolor no es menos real y
enervante que las aflicciones resultantes de una combinación y lo abandonan (vv. 10–11), y mucho
menos de los enemigos decididos a destruirlo, a cuyas maquinaciones él no responde (vv. 12–14).
Sólo Dios puede ayudar (vv. 9, 15). Y él lo hará porque (a) no permitirá que los enemigos se
aprovechen de su condición desventurada para hacerlo caer (vv. 16–17); (b) en su gran bondad per-
dona a todo el que confiesa sus pecados y se arrepiente de ellos (v. 18), mientras que los adversarios
humanos continúan implacablemente pagando el bien con el mal. (vv. 19–20)
Si bien no es un acróstico, el salmo está formado por 22 versículos, el número de letras del
alfabeto hebreo. (Sal 34)
Para las ofrendas memoriales es una traducción explicativa del infinitivo hebreo: “llamar a la
recordación”, que sugiere que el salmo debía ser recitado mientras los sacerdotes ofrecían el
sacrificio conmemorativo. (Comp. Lv 2:2, nota)
38:1 Reprendas. El Sal 6 tiene el mismo versículo inicial.
38:2 Flechas. Un modo figurado de describir la reacción de Dios ante el pecado (Dt 32:23; Job
6:4; Ez 5:16). Para la mano punitiva de Dios ver 32:4; 39:10.
38:3 Nada sano. Repetido en el v. 7. La mala salud por causa del… pecado, según queda pintado en
los versículos siguientes, cuenta con los síntomas combinados de casi toda enfermedad física
conocida, descriptos en términos tan reales como para dar a entender que se hace referencia al
sufrimiento corporal. (Comp. 6:2, nota)
38:4 Me abruman. La desesperación lo abruma como si las olas de la marea alta rompiesen sobre
su cabeza (69:2, 15; 124:4 y s.; Ez 9:6). Sin tomarse respiro habla de sus maldades como que son un
peso o carga aplastante. (Comp. Mt 11:28)
38:9 Ante ti… están. Decirle a Dios lo que ya sabe no es una parte superflua de la oración.
38:11 Llagas. El sustantivo hebreo es traducido variamente: “golpe” (39:10); “azote” (89:32;
91:10); “asaltos” (Dt 17:8; 21:5); “plaga” (Éx 11:1), frecuentemente asociada con la lepra (Lv 13:2,
nota). Los amigos y parientes cercanos dejan al desventurado que sufre en la estacada. No tienen
remedio para el dolor que le carcome la vida. Como un leproso se lo deja que se arregle como
pueda.
38:13 No les respondo. Consciente de su ofensa a Dios, no se defiende contra los que lo odian
“gratuitamente” (v. 19). El que no conoció pecado, “varón de dolores”, “traspasado por nuestras
rebeliones”, “maltratado y humillado” “ni siquiera abrió su boca”. Desamparado por sus amigos,
abandonado por Dios, estuvo solo soportando “el castigo, precio de nuestra paz”. (Is 53; Lc 23:49; Mt
26:56; 1P 2:22 y s.)
38:16 Burlen. Comp. 13:4, nota.
38:19 Sin motivo. El texto hebreo no necesita ser cambiado si se traduce: “mis enemigos están con
vida (y) fuertes”, o “mis enemigos mortales son poderosos”.
Salmo 39
39:1–13 Este Salmo de David es otro ejemplo de la lucha de la fe para dominar la irritabilidad por
las aflicciones (Sal 37; 73). Bajo los efectos de un golpe devastador, infligido por la mano correctiva
de Dios (vv. 9 y s.), se inflaman los fuegos de la amargura y la duda, atizados por la observación de
que los malvados, prósperos y aparentemente sin ser molestados, acopian escarnio y burlas sobre los
que son fieles al Señor. Ardiendo bajo la superficie por un tiempo (vv. 1–3), las llamas del
descontento estallan en una queja que dice que Dios hace la vida, tan breve y nada satisfactoria, aún
más desgraciada (vv. 4–8). La fe, puesta a prueba penosamente, sin embargo no suelta a Dios, su
única esperanza en la vida. El discurso cede lugar a una ardiente oración de que Dios permita que la
alegría ilumine los días que le quedan a un peregrino sobre la tierra (vv. 12 y s.). Para Jedutún ver
1Cr 16:42, nota.
39:1 A mí mismo. Si los malvados lo escucharan cuestionar a la providencia divina, se gozarían
maliciosamente por su circunstancia embarazosa, y ridiculizarían la confianza en Dios (13:4; 35:26;
38:20). Así Job “no pecó ni de palabra” tampoco, cuando la calamidad lo golpeó por primera vez.
(Job 2:10; 1:22)
39:2 Ni aun lo bueno. Lit. “de lo que es bueno”, por ej., él reprimió la urgencia de argüir ante
Dios, si bien su condición estaba lejos de ser buena.
39:4 Hazme saber. Aunque en la forma de una oración, las palabras que salen a borbotones de su
corazón “ardiente” son un escape para una a medias encubierta, casi sarcástica recriminación contra
Dios, por lo que está haciendo para acortar su vida, un efímero “soplo” de “agitación” inservible, sin
cambios. (Job 14)
39:5 Soplo. Un hálito de viento. (62:9; 90:10; 94:11; 103:15; 144:4; Ec 1:2 y s.)
39:7 Mi esperanza. La confianza en el Señor lleva la ventaja en el alma lista para la lucha. La vida
sólo tiene sentido, si el hombre toma la resolución de esperar a que el Señor “aleje” la corrección
cuando ésta, en su buen agrado, ha cumplido su propósito para el cual fue destinada. (62:1 y s.)
39:8 Necios. Es un necio, porque dice “No hay Dios”. (14:1, nota; 10:4, nota)
39:11 Polilla. Dios puede destruir lo que el hombre considera valioso y hermoso, así como una
polilla come y hace agujeros en la mejor prenda de vestir. (Is 50:9; Os 5:12; Job 13:28)
39:12 Peregrino. El salmo concluye con una súplica afligida, rogando que Dios “aparte de él la
mirada”, dejándolo en paz más bien que infligirle más castigo, para que los poco días de su
peregrinación vuelvan a ser luminosos y alegres. (Job 10:19 y s.; 14:6; Sal 119:19)
Salmo 40
40:1–17 Este Salmo de David combina un cántico de alabanza por las maravillas de salvación en
el pasado (vv. 1–10) con un ruego de que su gran amor proporcione protección de los males que aún
representan una amenaza para la vida y el bienestar (vv. 11–17). Había sobrados motivos para una
explosión de alegría: Dios escuchó la oración del hombre que puso su confianza en el SEÑOR cuando
la desgracia parecía inevitable (vv. 1–5). La gratitud fue sincera. No era una cuestión de articular
simplemente palabras de gratitud, o de participar en formas de adoración externas. Expresó su
sinceridad como un sacrificio vivo, que ofrece a Dios una alegre obediencia a su voluntad, según está
expresada en su ley (vv. 6–8). Era solamente natural que un hombre tan abundantemente bendecido
quisiera proclamar las alegres nuevas de la salvación a todos los que se encontraban al alcance de su
voz (vv. 9–10). Sin embargo, siendo que la vida sigue estando llena de males incontables, la alabanza
se convirtió en una súplica por la continuación del gran amor y la fidelidad de Dios (vv. 11–12). Una
ayuda de esta clase avergonzará a los que están más decididos a hacer daños mortales, y al mismo
tiempo motivará a todos los que buscan al Señor a alegrarse y regocijarse (vv. 13–17). Con sólo
ligeros cambios los vv. 13–17 aparecen como el Sal 70.
40:2 Fosa de la muerte. Parecía no haber esperanza de supervivencia. La catástrofe es descripta
figuradamente como inevitable, y horrible como la lenta pero segura muerte de una persona
abandonada a morir en un calabozo pavoroso, o ahogarse en un pantano cenagoso. (Gn 37:23 y s.;
Jer 38:6; Sal 69:2, 14)
40:3 Cántico nuevo. Comp. 33:3, nota.
40:4 Dioses falsos. Lit. “una mentira”; traducido así en Am 2:4.
40:5 A favor nuestro. El individuo percibió la ayuda de Dios como miembro que era del pueblo
del pacto. La historia de Israel registra más maravillas que las que es posible enumerar. Anunciarlas y
proclamarlas requiere un interminable cántico de alabanza. (Dt 4:34 y ss.; Sal 92:5; 106:2; 139:17 y s.)
40:6 No te complacen. La “ley” de Moisés exigía ofrendas de sacrificio de varias clases. Siendo
que se deleita en hacer “la voluntad” de Dios (v. 8), el creyente agradecido no tiene la intención de
desdeñar los estatutos que prescriben la adoración formal. Sin embargo, declara enfáticamente que su
ofrenda de gratitud no es el cumplimiento superficial de un ritual. Sobre el altar de Dios coloca, al
mismo tiempo, el sacrificio de su obstinación y la ofrenda de una consagración sincera. Por otras
declaraciones categóricas por motivo de contraste, ver Dt 5:2, nota; 1S 15:22, nota; Sal 51:16 y s.; Is
1:11–13; Jer 6:20; 7:22; Os 6:6.
40:7 Aquí me tienes. Entro al santuario para ofrecer sacrificios. Citados en Heb 10:5–7 según la
Septuaginta, los vv. 6 y s. alcanzan su sentido último cuando son pronunciados por Jesús hablando de
sí mismo, cuyo autosacrificio voluntario sobre el altar de la cruz quitó una vez y para siempre la
barrera del pecado entre Dios y el hombre.
40:12 Iniquidades. Alabar a Dios no es obra meritoria. El salmista tiene conciencia de merecer las
consecuencias del pecado de las que es culpable pese a los esfuerzos por evitarlas.
40:15 Se burlan de mí. Comp. 35:21 nota.
40:16 Grande es el SEÑOR. Comp. 34:3, nota; 35:27.
Salmo 41
41:1–13 Varios salmos llaman verdaderamente felices a los que se encuentran en una relación de
pacto con Dios: su transgresión es perdonada (32:1 y s.); pueden buscar refugio en Dios (34:8; 46:1);
lo ado-ran (65:4); se deleitan en su ley (1:2). Este Salmo de David pronuncia una bienaventuranza
eterna sobre los que “honran” a su “Creador” siendo compasivos con sus semejantes (Pr 14:31). Los
versículos iniciales (vv. 1–3) exponen el principio general que Jesús afirmó cuando dijo: “Dichosos
los compasivos, porque serán tratados con compasión” (Mt 5:7). La validez de este axioma queda
confirmada por una experiencia personal, relatada en los versículos siguientes (vv. 4–10). Puede dar
la impresión de que la desgracia en vez de la felicidad es la recompensa del benefactor de los débiles.
Y verdaderamente hubo un tiempo cuando estuvo al borde del desastre. Enemigos maliciosos se
aprovecharon de su desgracia como que fuese una prueba de su corrupción; un amigo en quien
confiaba le hizo frente. Sin embargo, si bien muy consciente de su pecaminosidad, presentó un
alegato ante Dios para que bondadosamente lo encontrara inocente de las ofensas criminales de que
lo acusaban. Su oración no fue en vano. Dios sostuvo su integridad. Declarado inocente de cargos
falsos y aliviado de su sufrimiento, siguió gozando de la bendición de la presencia de Dios para
siempre. La bendición pronunciada en los vv. 1–3 continúa siendo verdad (vv. 11–12). El v. 13 es una
doxología que indica el fin del “Libro I” del Salterio. Ver “Clasificaciones” en las notas
introductorias al Libro de los Salmos.
41:3 Cuando esté enfermo. El texto hebreo tiene sentido si es traducido: “Tú cambias todo su estar
en la cama en su enfermedad”, vale decir, al estado opuesto del bienestar. La enfermedad, una de las
aflicciones del “día de la desgracia” de la que Dios “lo protegerá”, se usa a veces figuradamente para
indicar dolor de varias clases que resulta de un golpe de adversidad postrador. (6:2, nota; 30:2; Dt
32:39; Jer 6:14; 15:18; Os 5:13; 6:1)
41:4 Sáname. Lit. “sana mi alma”.
41:9 Me ha puesto la zancadilla. Lit. “hizo un gran talón contra mí”, por ej., hacerme una
zancadilla o patearme con su talón como un caballo o una mula. Lo que un pérfido “amigo íntimo” le
hizo a un benefactor bondadoso quien también era pecador (v. 4), prefiguró la traición al Hijo del
hombre sin pecado a mano de su discípulo. (Jn 13:18)
41:10 Darles su merecido. No dice nada acerca de pagar mal por mal. Todo lo que desea es poder
desquitarse con ellos por sus acusaciones cuando Dios vindique su “integridad.
Salmo 42
42:1–11 Los Sal 42 y 43 deben estar juntos, aunque por alguna razón desconocida aparecen como
unidades separadas en casi todos los manuscritos hebreos, como también en las versiones antiguas.
Compuestos en la misma forma poética, y empapados con lágrimas de la misma fuerza emocional, se
complementan uno con el otro también en el contenido. El refrán que señala las dos partes
componentes del Sal 42, aparece nuevamente al final del Sal 43. Este último no lleva epígrafe para
identificarlo como una composición independiente, mientras que cada salmo del “Libro II” (4272)
está señalado así. Combinados, los dos salmos forman una trilogía de tres ciclos que giran alrededor
de un centro común: un deseo ardiente muy intenso por Dios y la comunión con él en los santos
atrios del templo (vv. 1–5; 6–11; 43:1–5). Este tema es desarrollado en cada una de las tres partes por
medio de círculos concéntricos compuestos por lamentos acerca de circunstancias que impiden la
participación en la adoración en el templo, manifestaciones de miedo de ser abandonado por Dios,
preguntas impacientes de porqué, autoamonestaciones respecto de esperar en Dios, e invocaciones
pidiendo la intervención divina para quitar los obstáculos que impiden el acceso al monte santo y su
altar. Para el término masquil ver Sal 32:1–11. Para los hijos de Coré ver 2Cr 20:19, nota.
42:1 Agua. Para describir su frustrado deseo ardiente de adorar en “la casa de Dios”, el autor se
compara con un ciervo que con frenesí busca manantiales, y sólo encuentra que “los arroyos de agua
se han secado”. (Job 1:20; ver también Sal 63:1; 84:2; 119:20; Is 55:1)
42:2 Dios de la vida. No un ídolo de metal o madera inanimados (Is 40:19 y s.), sino que el Señor
de la vida es una “fuente de agua viva” inagotable, la única fuente en la que el hombre puede calmar
su sed de verdadera felicidad. (Jer 2:13; 17:13; comp. Jn 4:10; 7:37 y s.)
¿Presentarme ante Dios? Tres veces al año todos los israelitas varones debían “presentarse ante
su SEÑOR y Dios” en adoración corporativa (Éx 23:17). Impedido de hacerlo por alguna razón no
determinada, el salmista suspira por el momento en que nuevamente pueda “ir con la multitud a la
casa de Dios”. (v. 4)
42:3 ¿Dónde está tu Dios? Comiendo el “pan de lágrimas” (80:5), el adorador frustrado tiene que
oír que los hombres ridiculizan su deseo de honrar a Dios quien, afirman ellos, nada hace par ayudar
a sus devotos (v. 10; 79:10; 115:2; Jl 2:17). Estos “adversarios” burladores (v. 10) parecen ser una
“nación” extranjera e “impía”, quienes lo capturaron en una incursión, y lo obligaron a vivir en la
tierra del “enemigo”. (43:1 y s.)
42:4 Yo solía ir. Al lamentarse por su condición gravosa, recuerda las felices vivencias del pasado
para mantener su esperanza de que Dios nuevamente va a posibilitar que se lo adore en obediencia a
sus directivas.
42:5 ¿Por qué? Como si estuviese conversando con su alma, se reprocha a sí mismo por
lamentarse, y se anima a poner su esperanza en Dios. El mismo soliloquio aparece al final de otras
dos explosiones de dolor (v. 11; 43:5). Toda alma puesta a prueba, sabe que la batalla con la duda no
se gana en una escaramuza.
42:6 La tierra del Jordán. Las oraciones se elevan en alguna tierra innominada allende los límites
de la Tierra Prometida, donde el Jordán nace en la cadena montañosa del Hermón. El monte Mizar,
lit. “monte de la pequeñez”, ya no es posible identificarlo.
42:7 Cascadas. Ondas y olas de pesadumbre se precipitan sobre él con el sonido y la furia del
Jordán cayendo en cascadas por los saltos de agua, y produciendo sonidos estruendosos en el
sostenido ritmo de olas sucesivas del abismo.
42:10 Mortal agonía. El autor siente la burla de los adversarios, como si hubiese recibido un
golpe aniquilador.
Salmo 43
43:1–5 Comp. Sal 42:1–11.
43:1 Hazme justicia. Aunque el autor sigue todavía con el cuestionamiento de “por qué” Dios los
deja “andar de luto” (v. 2), se aferra a él en oración, pidiéndole que defienda su causa contra gente
mentirosa y perversa que lo ha privado de su sagrado privilegio de “llegarse al altar de Dios”. (v. 4)
43:3 Luz y… verdad. Para que el sombrío pensamiento de haber sido desamparado por Dios pueda
convertirse en gozo, Éste ha de dejar que la luz de su rostro y su inagotable fidelidad, sean su
compañía y guía constante. (36:9; 25:10)
Salmo 44
44:1–26 Este salmo registra un pedido de ayuda cuando Dios, en su providencia, permitió que “las
angustias del justo” asumieran las proporciones de una calamidad nacional (34:19; Sal 7). Vemos
aquí cómo el pueblo elegido, aturdido y perplejo por los reveses de un correctivo calamitoso, alza su
voz colectivamente en una súplica al Señor de las naciones. Lo que sucedió era un profundo misterio.
En aquellos tiempos pasados Dios estableció a los padres de Israel en la Tierra Prometida, pese a la
oposición del enemigo (vv. 1–3). Durante generaciones acudió en auxilio de sus descendientes, de
modo que por siempre se gloriaban por su fidelidad y poder (vv. 4–8). Ahora, sin embargo, la
confianza está severamente perturbada. Las huestes del Señor de los ejércitos sufren derrotas
humillantes a manos de enemigos despiadados que saquean, matan, y toman prisioneros (vv. 912).
Como resultado de esto, la nación escogida por Dios para que lo glorifique, debe soportar el
escarnio y la ignominia de vecinos impíos (vv. 13–16). La catástrofe es aún más frustrante porque
estaban firmemente decididos a guardar el pacto que Dios había hecho con ellos (vv. 17–19). Siendo
que él sabe que ellos no son culpables de pecados viles, tales como la idolatría, concluyen por tanto,
que siempre los llevan a la muerte por su causa, por ej., por ninguna otra razón sino porque son su
pueblo (vv. 20–22). Abatidos hasta el polvo bajo el peso del dolor, la nación eleva su ruego
corporativo por socorro, con la misma importunidad y resolución con que las personas oran por
alivio de sus cargas personales (vv. 23–26; 7:6 y ss.). Para el término masquil y los hijos de Coré, ver
Sal 42.
44:1 Nos han contado. En obediencia al mandamiento de Dios, los padres se ocuparon de que toda
nueva generación estuviera enterada de cuán milagrosamente rescató Dios de Egipto a las 12 tribus, y
les dio la tierra de la promesa. (Éx 10:2; Dt 6:20 y s.; 32:7; Jos 4:6, 21; Sal 77:11 y s.; 78:3 y s.)
44:2 Estableciste. La joven nación fue establecida en su nueva patria tan firmemente como una
planta anclada al suelo por sus raíces. (80:8 y s.; Éx 15:17)
44:3 Tú los amabas. Ellos le debían su buena fortuna sólo a la inmerecida bondad de Dios, y al
poder de su mano derecha.
44:4 Mi Dios. Como portavoz de la nación, el autor a veces se pasa a la primera persona del
singular. (vv. 6, 15)
Decreta. Las victorias de los hijos de Jacob eran los actos de salvación de Dios. Algunas
traducciones señalan que en el texto hebreo el verbo “decreta” u “orden” está en el modo imperativo.
Si se admite esta lectura, entonces el salmista ya a esta altura transmite una breve oración que amplía
en los versículos finales.
44:8 Gloriaremos. Comp. 20:7, nota; 33:16; 34:2. Por el nombre de Dios, ver Éx 6:3, nota.
44:10 Retroceder. Los enemigos que derrotaron a los “ejércitos” (v. 9), no están identificados,
haciendo que no pueda saberse con certeza cuando ocurrió este desastre en la historia de Israel.
44:12 Vendido. La acción punitiva de Dios en los días de los Jueces, es descripta como la entrega
de su pueblo “en manos de sus enemigos” (Jue 2:15, nota). Sin embargo, en la circunstancia presente,
Dios, aparentemente, cerró un mal trato, negociándolos sin recibir a cambio nada que sirviese a su
honor. Por el contrario, “las injurias y ultrajes” acumulados sobre su pueblo por vecinos impíos (vv.
13–16), trajeron deshonra a su nombre.
44:17 Nunca te olvidaremos. Así como la persona que sufre niega la acusación de que es culpable
de ofensas criminales (7:3 nota), del mismo modo la nación como un todo rechaza el cargo de
abierta apostasía. Para la verificación de su fidelidad apela a Dios mismo, quien “conoce los más
íntimos secretos”. (vv. 21)
44:22 Por tu causa. Dios los afligió y le dio al enemigo la ocasión para ridiculizar la confianza
de ellos en él. Sufren por causa de Dios en el sentido de que es él quien los estuvo castigando por
motivos que sólo él conoce Por tanto, sometiéndose a su voluntad inescrutable, argumentan con Dios
para que los rescate por causa de su “gran amor”. (vv. 23–26; comp. Ro 8:35–39)
Salmo 45
45:1–17 Este salmo aumenta la percepción de la profecía mesiánica registrada en Sal 2 (comp. vv.
1–11 de éste, y 2S 7). Los reyes davídicos, sentados “en el trono real del SEÑOR” (1Cr 28:4–7;
29:23), fueron escogidos no sólo para establecer el reino de Dios en sus días, sino también para que
su reinado prefigurara el cumplimiento del plan de salvación divino, que se manifestaba en la historia
de Israel para culminar en el Mesías. El esplendor y majestad del gobernante de esta tierra (vv. 2–3),
su victoria sobre los enemigos (vv. 4–5), la estabilidad de su trono, su reinado justo y benevolente, y
el brillo de su corte (vv. 6–9), son ponderados en términos designados para despertar expectativas de
que Uno “más grande que Salomón” vendría, quien, aunque en la forma de siervo, “es el resplandor
de la gloria de Dios, la fiel imagen de lo que él es”. (Mt 12:42; Heb 1:3, 9)
A esta visión del futuro añade el salmo otro rasgo. Continúa describiendo a la novia real (v. 9) de
pie a la derecha del rey de Israel (vv. 10–15). Unida a su señor por lazos íntimos de matrimonio, ella
también llegó para ocupar una posición de honor y gloria, que en su sentido más amplio se hizo
realidad cuando “Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella… para presentársela a sí mismo como
una iglesia radiante” (Ef 5:25–27; 2Co 11:2; Ap 19:7 y s.; 21:2). El salmo concluye con una mirada
expectante a las generaciones futuras, cuando las promesas de Dios para el rey de Israel se verán
cumplidas (vv. 16–17). La tonada de “Los lirios” puede referirse a una melodía según la cual debía
cantarse el salmo. Para Masquil y los hijos de Coré ver Sal 42. Canto nupcial es una traducción de la
frase hebrea “una canción de amabilidades”.
45:1 Se agita. El corazón del escritor borbotea con pensamientos acerca del tema (lit. la
“palabra”) de los versos (lit. la “obra”) que está por componer. Están dedicados al rey, a quien, sin
embargo, no nombra. El cuadro que dibuja con la pluma de hábil escritor (Ez 7:6), tiene los rasgos
de la casa gobernante davídica, más que de algún monarca individual.
45:2 Más apuesto. Comp. Is 33:17; Sal
50:2. Dios los ha favorecido también con un encantador flujo de palabras.
45:3 ¡Oh valiente! Sólo una palabra en hebreo, aparece como modificadora en el título mesiánico
“Dios fuerte”. (Is 9:6)
45:4 Gloriosas hazañas Acciones que inspiran pavor, cuando defiende la causa de los pobres
frente a los poderosos, y aplasta toda oposición a su gobierno.
45:6 Tu trono, oh Dios.(ver Biblia de Jerusalén: Tu trono es de Dios). Esta traducción dirige estas
palabras al rey davídico de acuerdo al contexto. Divinamente asignado a ocupar el trono del reino del
Señor, es verdaderamente un tipo profético de Aquél en quien el Padre delegó “toda autoridad en el
cielo y en la tierra” (Mt 28:18; Col 1:15 y s.). Al citar estas palabras, el autor de Hebreos, que adopta
la versión de la Septuaginta y que vivió posterior al cumplimiento de la profecía, deja atrás los
aspectos provisionales y preliminares de la promesa, para enfocar directamente sobre su objetivo
final: Una proclamación de la deidad del Mesías. (Heb 1:8 y s.)
45:7 . Ungió. El óleo derramado sobre el rey en la ceremonia de la coronación (1S 10:1; 16:13),
no sólo le confería una posición relativa por encima de todos los demás, sino que señalaba el gozo
superabundante que, en regio esplendor, iba a recibir en el ejercicio de sus poderes reales. (Is 61:1, 3)
45:8–9 Damas de honor. Ataviado con vestimentas perfumadas, el rey concedía audiencias en
palacios adornados con marfil. Su bella consorte, “princesa” que era, tomaba asiento a su lado.
Sumado al esplendor de la sala del trono había damas de honor, quienes también eran princesas. Para
el oro más fino ver 1R 9:26, nota
45:12 La gente de Tiro. Al rendirle honores a su ”señor” y rey, la “reina” comparte el prestigio y
las riquezas de su real esposo. La ciudad fenicia de Tiro, famosa en el mundo antiguo por su riqueza,
representa la aprobación y el favor concedidos a la esposa del rey. Todo esto no era sino una sombra
de cosas que habrían de cumplirse cuando el Rey de reyes desposó a sus seguidores de “todas las
familias de las naciones” (22:27) como su novia, ofreciéndole con liberalidad los inapreciables
tesoros de su reino de gracia. En la esperanza de reinar con él en la gloria, “el Espíritu y la novia
dicen: ¡Ven!” (Ap 22:17; 21:2, 9; ver también Is 60:4–7).
Salmo 46
46:1–11 Parafraseado por Lutero en su “Himno de batalla de la Reforma”, este heroico himno de
fe ofrece un potente antídoto contra el miedo ante las amenazas del más espantoso desastre. Al que es
hijo de Dios se le recuerda que Dios no pierde la supremacía, cualesquiera que fueren las
circunstancias. Siendo que él tiene bajo su control todos los poderes que son una amenaza, no hay
razón por qué los que buscan amparo en Dios no debieran estar serenos y calmos, aunque ominosas
nubes de desastre oscurezcan el cielo. Aunque el mismo universo fuera a desmoronarse en un
cataclismo, causando el retemblar de los montes, y su consecuente hundimiento en el fondo del mar,
como tragados por atronadoras olas gigantescas de un maremoto, Dios aún seguirá en pie, un bastión
de fortaleza sobresaliendo sobre el bullente caos (vv. 1–3). El poder del Creador se manifiesta como
una ayuda segura también contra los “gobernantes de la tierra” (2:10), cuando éstos tratan de
aniquilar la ciudad de Dios, escogida para ser su santa habitación. Aunque se agiten, no podrán
desecar las corrientes de su misericordia, las cuales alegran a sus ciudadanos (vv. 4–7). Sin embargo,
no son los muros levantados por manos humanas, ni los armamentos, ni los carros y los caballos
(20:7) los que hacen a Jerusalén inexpugnable. Es el SEÑOR Todopoderoso, quien en el pasado ha
traído desolación al destruir al enemigo, y quien aún puede poner fin a las guerras en todos los
confines de la tierra. Que las naciones queden advertidas de desistir de sus fútiles intentos de impedir
su voluntad de ser enaltecido en la tierra (vv. 8–11). La palabra Selah señala el final de las tres
secciones en los vv. 3, 7, 11. Las dos últimas de éstas contienen un refrán conclusivo el cual, sin
embargo, no se encuentra en el v. 3, como podría esperarse. Alamot, lit. “vírgenes”, puede ser una
melodía, propuesta como adecuada para el canto del salmo. (Ver “epígrafes” en las notas
introductorias al Salterio.)
46:1 Ayuda segura. Lit. “una ayuda en problemas aprobada muchísimo (como confiable)”.
46:2 Mar. Lit. “mares”. “Los montes retiemblan”, sacudidos hasta sus cimientos, como si
estuviesen por desaparecer en las aguas del caos primitivo. (Gn 1:2)
46:4 Río… corrientes. La presencia de Dios en medio de la ciudad en la cual se encontraba su
templo, era el origen de la alegría, así como una vez “del Edén nacía un río que regaba el jardín”.
(Gn 2:10; ver Sal 36:8; Is 41:18; Jer 2:13; Zac 14:8; Ez 47:1 y ss.)
46:5 Al rayar el alba. Lit. “a la vuelta de la mañana”, por ej., cuando la noche se volvió día
(90:14). La mañana de la ayuda milagrosa de Dios amaneció sobre Israel en el Mar Rojo, y en la
asediada Jerusalén en tiempos de Ezequías. (Éx 14:27s; 2R 19:35)
46:7 El Señor Todopoderoso. Para este título de Dios, ver 1S 1:3 segunda nota; Sal 24:10. Por Dios
de Jacob ver 20:1 nota; 75:9; 76:6, etc. La frase con nosotros compone la primera parte del nombre
“Emanuel”. (Is 7:14)
46:9 Fin a las guerras. La paz no se logra por superioridad militar, o por la destreza del hombre.
Llega cuando “los portentos del SEÑOR” (v. 8) destruyen la capacidad militar de los enemigos de su
pueblo.
46:10 Quédense quietos. Lit.“desistan”, por ej., de sus intentos por desafiar al Señor de las
naciones. La iglesia de Jesucristo, mientras él “está en ella” (v. 5), no tiene motivos para “temer
aunque” (v. 2) esté acometida por “los poderes de la muerte”. (Mt 16:18; Jn 10:27 y ss.)
Salmo 47
47:1–9 El hombre finito se ve obligado a atribuirle a Dios términos y conceptos humanos (tales
como padre, juez, creador), para llegar a tener alguna ligera noción de lo que Dios es y hace. En este
salmo y en alguno otros (93; 96–99), Dios es descrito como el gran rey de toda la tierra (v. 2),
sentado en su santo trono, desde el cual reina sobre las naciones (v. 8). Todos los pueblos (v. 1) son
requeridos a reconocer que él es “enaltecido en la tierra” (46:10). Siendo que su dominio universal,
él dispone la historia del mundo para sus propósitos soberanos. Dos ejemplos son citados para
demostrar que Dios lleva a cabo su plan de salvación para beneficio de toda la humanidad (cada uno
comienza con la conjunción porque en los vv. 2 y 7). (1) Gritos de alegría es lo que se exige para
conmemorar la victoria de Israel sobre “naciones más grandes y más fuertes que” ellos, cuando Dios
le entregó a su pueblo escogido su heredad, la tierra de Canaán prometida a sus padres (vv. 1–5; Dt
4:38; 32:8–14). (2) Salmos solemnes deben cantarse para el rey de toda la tierra porque, de un modo
especial como Rey de Israel, él cumple la pro-mesa hecha a Abraham, de que por medio de él “todas
las familias de la tierra” serán bendecidas. (vv. 6–9; Gn 12:3, nota; 17:6; 35:11)
47:1 Aplaudan. Israel aclamaba a sus reyes con fuerte aplauso y toques de trompeta. (2R 11:12;
9:13; 2S 15:10; 1R 1:34)
47:4 Orgullo de Jacob. El pueblo escogido tenía motivos para estar orgulloso de su heredad, “¡La
más hermosa de todas!” (Ez 20:6; Is 58:14)
47:5 Ha ascendido. Los vecinos de Israel realizaban una fiesta anual para celebrar la renovada
entronización de su rey deificado. No existe evidencia real de que un rito similar era efectuado en
Jerusalén todo primer día de Año Nuevo. Dios está representado aquí como que vuelve a su trono
celestial después de haber bajado para poner en orden las cosas mundanas. Para otros ejemplos de
esta manera figurada de describir cómo el Dios trascendente baja, a fin de intervenir en los asuntos
humanos, y después asciende para reasumir su lugar en el cielo, ver Gn 11:5, 7; 17:22; 35:13; Jue
13:20; Is 31:4. Igualmente Jesús, habiendo cumplido su misión sobre la tierra, volvió a la diestra del
Padre; desde allí vendrá a juzgar a vivos y muertos. (Ef 1:20; Col 1:16; Ap 5:13; 19:16)
47:7 Un salmo. Una clase especial de salmo llamada “masquil”, un término hallado en los
epígrafes de algunos salmos, como el 42, 44, etc.
47:9 Reúnen. Los nobles de los pueblos que no pertenecían a Israel, son vistos en adoración
común con el pueblo del Dios de Abraham, el padre de todos los creyentes. (Is 2:2–4; 60:10 y s.; Gá
3:6–14; Ro 9:24)
Los imperios de la tierra. Los nobles, llamados así porque debían proteger a sus súbditos. (84:9;
89:18)
Salmo 48
48:1–14 El pueblo de Dios está seguro en la ciudad de Dios (Sal 46), “el rey de toda la tierra” (Sal
47), porque, dice el Sal 48, mientras el gran Rey está en las fortificaciones, él la convierte en refugio
seguro. Seleccionada para ser su residencia real, llega a ser “la bella colina”, la alegría de toda la
tierra (v. 2; Lm 2:15); el monte Sión sobre el cual está fundada, llega a ser un monte santo (vv. 1–3).
Los intentos por parte de “los reyes de la tierra” (2:2; 76:12) por destruir el fundamento de su reino,
son vanos. Es como si a mera vista de la ciudad, sus fuerzas armadas se desintegraran, sobrecogidas
por el pánico y destrozadas cual un barco demolido a pedazos por el viento (vv. 4–8; Is 29:8). Una
protección tal, proporcionada por la derecha de Dios, demanda una gozosa meditación sagrada de su
gran amor (vv. 9–11). Al avistar el pueblo liberado las fortificaciones de la ciudad intactas, deberán
ocuparse de que las generaciones futuras también lleguen a saber que tienen a un Dios como éste
como su Dios para siempre. (vv. 12–14; 102:18)
48:2 En la parte norte. El monte Sión constituía geográficamente el extremo norte del complejo
de la ciudad. Sin embargo, la frase puede ser un modo figurado de proclamar a Jerusalén la capital de
toda la tierra, indisputable y sin rival. Esto desestima la noción en boga entre los pueblos vecinos, de
que “el trono de los dioses” sobre un monte en la parte norte, era el centro del universo (Ez 28:2; Is
14:13). Así como el Dios de Israel es “el gran Rey sobre todos los dioses” (95:3) los que, sin
embargo, existen sólo en las mentes de sus devotos (Sal 24:4, nota; 31:6), así también “el monte del
SEÑOR” (24:3), escogido para ser su ciudad de trono terrenal, era el lugar desde el cual eran
administrados los asuntos mundanos.
48:4 Hubo reyes. No están identificados por nombre o nacionalidad. Lo repentino de su aplastante
derrota, trae la reminiscencia de lo ocurrido en una noche al rey asirio Senaquerib (2R 18 y s.; Is 36 y
s.), quien reclamaba para sí el título de “gran Rey” (v. 2; comp. 2R 18:19, 28), y cuyos comandantes
eran también reyes (2R 1819; Is 36–37). Todos los “gobernantes de la tierra” deben “dejarse enseñar”
a no atacar “la ciudad del SEÑOR Todopoderoso”. (v. 8; 2:2, 10; 46:6, 10)
48:7 Las naves de Tarsis. Comp. 1R 10:22, nota; 2Cr 20:36 y s.; Jn 1:3. El viento del este, temido
particularmente por su efecto asolador sobre las mieses (Is 27:8; Jer 18:17; Ez 17:10), está a las
órdenes de Dios para quebrar el orgullo de las hazañas del hombre simbolizadas por los barcos de
Tarsis. (Is 2:16)
48:10 Tu nombre. Las manifestaciones de la gloria y del poder de Dios emiten alabanza a los
confines de la tierra. Para el nombre de Dios, ver Éx 6:3, nota. La victoria (lit. “justicia”) de Dios es
evidente en sus “justas decisiones” ejecutadas sobre los enemigos de Sión.
48:11 Aldeas.(RV hijas) El A. T. se refiere con frecuencia a los poblados aglomerados alrededor
de una ciudad, como hijas. (97:8; traducido “aldeas” en Nm 21:25; Jos 17:16)
48:14 Para siempre. Cuando “la gloria del SEÑOR se elevó de en medio de la ciudad” de
Jerusalén (Ez 11:23) a consecuencia de su infidelidad, cayó presa de sus enemigos. Pero lo que Dios
había comenzado en la Sión antigua, lo continuó en la Jerusalén el pacto nuevo, para ser completado
al final del tiempo. (Ef 2:19–22; Mt 16:18; Heb 11:10; Ap 21:10–22:5)
Salmo 49
49:1–20 Algunas traducciones indican, por medio de notas, que en varios versículos no queda
determinado con facilidad el significado del texto transmitido. Sin embargo, la claridad y el impacto
del salmo no quedan afectados por diferentes lecturas. Se parece al Sal 37 y 73 en la brega con el
enigma de la distribución desigual de los bienes de este mundo, agravado por haberse observado que
los inicuos utilizan su riqueza y poder para oprimir a los pobres. La solución ofrecida aquí, hace
hincapié en la naturaleza transitoria de las posesiones terrenales. Cuando llega la muerte van
desapareciendo de la existencia, mientras que el poder de Dios de redimir a los Suyos, no cesa ante la
tumba. Esta sabiduría e inteligencia son proclamadas a los pueblos todos, por uno que tiene
facultades perceptivas a un oráculo divino (vv. 1–4). Aunque su mensaje esté en forma poética, está
basado sobre los hechos de la vida. Los que tuvieron por dios a “mamón” (Mt 6:24), han utilizado su
riqueza para que también esta vida sea desdichada. Pero en tiempos de desgracia (vv. 5–6) como
éstos, fortalece los ánimos saber en primer lugar, que los opresores no pueden comprar inmunidad
contra la muerte ni con todas las riquezas del mundo (vv. 7–9). Incluso la sabiduría, más preciosa que
el oro o la plata, no puede evitar el destino inexorable que aguarda a estos hombres, lo mismo que a
las brutas bestias (vv. 10–12). Sin embargo, si bien los hombres de riqueza y sabiduría no pueden
evitar ser llevados en manada a la tumba como borregos, los que como el salmista se entregan en las
manos del Dios viviente han de saber, por encima de todo, que Él, con su poder, rescatará su alma de
las garras del sepulcro, haciéndolos partícipes de su vida imperecedera (vv. 13–15). En contraste,
para el hombre cuya vida consistió sólo “en la abundancia de sus bienes”, la muerte es la negación de
su vida, porque no puede llevarse “la abundancia de bienes” de esta vida. (vv. 16–20; Lc 12:15; 16:25)
49:1 Pueblos todos. Lo mismo que en los Sal 46–48, el tema a ser discutido concierne a los
habitantes todos del mundo, donde, sin embargo, permanecen por un breve “tiempo de vida” tan sólo.
(39:5)
49:4 Proverbios. Lo que estaba por proponer en la forma poética de dichos proverbiales, llegó a
sus oídos por inspiración divina.
49:7 Nadie puede. En algunos casos la ley de Israel permitía a un hombre pagar por “el rescate de
su vida”; en otros, no se debía aceptar rescate alguno (Éx 21:30; Nm 35:31). Pero, sea que, pagado
por él mismo o por otro en su lugar, el importe que “bastaría” para pagar el castigo por el pecado y
para rescatar de la muerte la vida del hombre a fin de que “viva para siempre”, no se encuentra ni aun
en las arcas de los más ricos.
49:14 Están destinados al sepulcro. Esta traducción no exige cambios muy drásticos en el texto
hebreo tradicional. Éste tiene sentido como una declaración insertada, que espera ver la diferencia
entre la muerte de los inicuos materialistas y “los justos”.
49:15 Me llevará. El rescate que ningún hombre puede reunir para salvar su vida (v. 7), lo paga
Dios mismo liberando a su criatura que se muere, para compartir su gloria (73:24; 16:10). El verbo
traducido llevará, es utilizado también en la acción de Dios cuando “quitó” a Enoc y Elías. (Gn 5:24;
2R 2:3, 5)
49:17 Con él descenderá. Es decir, a la muerte. (Job 1:21; 1Ti 6:7)
Salmo 50
50:1–23 Los participantes de cualquier clase de culto formal pueden sentirse tentados a “hablar
sólo por hablar”, y a cumplir con todas las genuflexiones y señas simbólicas de adoración y
devoción, mientas que “sus corazones están lejos de “ Dios (Is 29:13; Mt 6:7). Debido a que tenían que
observar muchos ritos, las personas del pacto antiguo debían ser alertadas constantemente respecto
del peligro de caer en una observancia estrictamente mecánica del ritual prescripto. El Sal 50 es un
relato mordaz de religiosidad externa, que denuncia la hipocresía como una afrenta degradante a
Dios, y un manto para esconder el mal hecho al prójimo. Es una ofensa tan seria y despreciable, que
uno se imagina a Dios que viene en persona a presidir el juicio. Presenta cargos contra todos los que
pretenden ser los consagrados, y los pronuncia culpables de un crimen tan nefando que amenaza con
hacerlos pedazos, y que no habrá nadie que los salve (v. 22). De nada sirve rehusar el requerimiento
expedido por el juez. Su jurisdicción se extiende de oriente a occidente (vv. 1–2). Sus emblemas de
autoridad son un fuego que todo lo destruye; sus alguaciles, una tormenta rugiente. Los cielos y la
tierra son llamados al estrado de los testigos, para dar testimonio de la justicia del veredicto
pronunciado sobre los que él ha escogido de entre todas las naciones para ser su pueblo (vv. 36).
Ellos pervierten el propósito de los sacrificios y holocaustos si creen que pueden colocar a Dios en la
posición de deudor de ellos, dándole lo que ya le pertenece (vv. 7–11). Además, la carne de toros y la
sangre de machos cabríos no tienen el efecto de dotes parafernales mágicas, que automáticamente
tuercen a Dios a concederles sus deseos. Los sacrificios son un componente del pecado del que adora,
a no ser que sean presentados con la actitud correcta. No han de ser otra cosa sino un medio exterior
de reconocimiento por la impagable deuda de gratitud debida a Dios, de expresión de la ilimitada
subordinación a su bondad, por ayuda en el día de la angustia, y de cumplir con la obligación de
honrarlo (vv. 12–15). Las persona que sólo simulan su devoción a Dios en sus actitudes de adoración,
no tienen escrúpulos tampoco en declamar externamente las leyes de su pacto, y al mismo tiempo
menospreciarlas asociándose con criminales y dando rienda suelta a sus bocas para lo malo, aun
contra los integrantes de su círculo familiar íntimo (vv. 16–21). Al final de la confrontación, Dios
amenaza castigar a todos los que se olvidan de Dios, exhorta a cada uno de ellos a enmendar su
conducta, y promete salvación a quienes Lo honran con gratitud sincera (vv. 22–23) Asaf era uno de
los hombres nombrados por David, para proveer música para los cultos divinos del templo. (1Cr
15:16 y s., 19; 25:1; 2Cr 29:30)
50:1 El Dios de dioses. La acumulación de nombres divinos en el v. 1, que se repite sólo en Jos
22:22, deja en claro desde el principio, que el Juez no puede ser ignorado cuando habla y convoca a
la tierra. Como SEÑOR de Israel, el Dios del pacto, tiene una grave querella a presentar contra su
pueblo infiel. (Éx 3:15, nota; Am 3:2)
50:2 Desde Sión. La llegada del Señor desde Jerusalén, “la ciudad del gran Rey” (48:2, nota), es
tan pavorosa como cuando “descendió a la cumbre del monte Sinaí”. (Éx 19:18, 20; 20:18 y s.; Dt
33:2)
50:4 El SEÑOR convoca. Comp. 4:3, nota. El pecado de hipocresía no lo perpetran los impíos y
burladores cabales. Es un acto de infidelidad a una declarada lealtad a Dios, es pretender estar en el
pacto con él, pacto que se hizo con un sacrificio, y que se mantuvo operativo por la participación
externa en las formas de culto requeridas. (Éx 24:5–8)
50:7 Testificar. Dios actúa como abogado acusador, y como juez.
50:8 No te reprendo. La acusación contra su pueblo no es que hayan dejado de ofrecer sacrificios
y holocaustos, o que tales ritos Le repugnan, lo que los próximos versículos parecen sugerir. Por
denuncias similares, no del uso sino del abuso de las formas de culto prescriptas, denuncias
expresadas en términos categóricos, ver 40:6, nota; 51:18 y s.; Os 6:6; Am 5:21–26; Is 1:11–15; Jer
7:21–23.
50:14 Ofrece Dios tu gratitud. Los animales sacrificados son un insulto a Dios, a no ser que el
sacrificio esté motivado por un corazón agradecido, el cual (corazón) le es ofrecido a Dios en una
completa subordinación a su misericordia inmerecida (Os 14:2; Ro 12:1). El pago de promesas (Lv
7:16) es también una señal de gratitud.
50:16–17 Recitar. Los hombres pueden ser capaces de farfullar las leyes y el credo del pacto, y
con todo rechazar la instrucción divina para sus vidas, dándoles la espalda a las palabras de Dios a
las que profesan lealtad (Jer 5:3; 7:27). Personas como éstas, son verdaderamente malvadas.
50:21 ¿Cómo tú? Éstos muestran su desprecio por Dios, tratando de hacerlo parecer tan tolerante
con el mal como lo son ellos, interpretando como indiferencia a su demora en actuar.
Salmo 51
51:1–19 Cualquiera que se sienta abrumado por un sentimiento de culpa, o torturado por una
conciencia estimulada, puede encontrar alivio y sanidad si se aproxima a Dios con las palabras de
este altamente atesorado cuarto salmo de los así llamados salmos “penitenciales” (comp. Sal 6:1–10).
La contraparte también es verdad. Cualquiera que sea insensible respecto de las consecuencias del
pecado se dará cuenta de lo terrible que es ofender al santo Dios e incurrir en su ira, si reza este
salmo. Los versículos iniciales (vv. 1–2) son un grito angustioso por misericordia. Todo lo que sigue
está fundado sobre esta súplica por sola gratia, gracia sola. No hay otro modo posible. No hay tal
cosa como negar la realidad del pecado. Las transgresiones, resultados de una maldad profundamente
arraigada por dentro, no sólo le son conocidas al que las practica, sino que por sobre todo están
expuestas con toda claridad ante Dios quien, para ser Dios, no puede sino pronunciar una sentencia
de condenación sobre todo lo que es malo (vv. 3–5). El pecador no tiene nada que alegar en su
defensa, no hay excusas, no hay circunstancias atenuantes, no hay ignorancia de la ley. Para que pueda
vivir en armonía con su Creador y tener paz de conciencia, gozo y alegría interior, Dios debe actuar
no conforme a lo que demanda la justicia, sino en conformidad con su inmensa bondad. Son
necesarias dos dádivas de pura compasión: (1) Dios debe cancelar la culpa de rebelión contra él y
borrar toda… iniquidad (vv. 69); (2) siendo que el perdón es su prerrogativa únicamente, por lo tanto
él solo puede generar el deseo y la aptitud para hacer lo que agrada a su santo Espíritu (vv. 10–12).
Equipado con un corazón limpio y una firmeza de espíritu renovada, el pecador perdonado siente la
compulsión de hacer dos cosas: (1) desea compartir con pecadores como él el gozo que ha
encontrado, animándolos a que se vuelvan a Dios; (2) quiere entonar cánticos de alabanza a Dios, y
ofrecerle no meras palabras o sólo ritos exteriores, sino la gratitud sincera de un corazón
quebrantado y arrepentido (vv. 13–17). El salmo concluye con una oración por Sión y sus adoradores
(vv. 18–19). Para la ocasión de este Salmo de David, al que se alude en el epígrafe, ver 2S 11 y s.
51:1–2 Transgresiones. Diversos aspectos de desobediencia a la voluntad de Dios quedan
expresados con tres sinónimos: transgresiones – maldad – pecado. Para las connotaciones de éstos
ver 32:1–2, nota; también Éx 34:6 y s. Cada uno de ellos, por turno, está asociado a un tipo de acción
diferente que indica su remoción: (1) Las transgresiones son un feo borrón en una página o la entrada
de una deuda que debe ser borrada toda, por ej., suprimida de los registros (Is 43:25; Sal 109:14; Nm
5:23; Hch 3:19; Col 2:14). (2) La maldad es como un trapo sucio que debe ser lavado
meticulosamente. En tiempos antiguos esto requería una acción vigorosa. Las telas eran batidas sobre
piedras planas en una corriente de agua, o pisoteadas para aflojar la suciedad. Por el lavado de
vestimentas para conseguir limpieza ceremonial ver Éx 19:10. (3) El pecado es una mancha que la
“lejía” y “mucho jabón” no pueden quitar (Jer 2:22); afloja sólo ante la acción limpiadora de Dios. La
sangre de animales era rociada sobre el altar para simbolizar que estaba purificado “de las impurezas
de los israelitas” (Lv 16:19). Pero el poder intrínseco que la sangre de chivos y toros no tenían para
llevar a cabo, se hizo realidad en la sangre de Jesús, el Hijo de Dios, la cual “nos limpia de todo
pecado” y de “toda maldad”. (Heb 10:14; 1Jn 1:7, 9)
51:4 Contra ti. El mal hecho al prójimo es algo más que injusticia social; ofende a su Creador.
Para alcanzar a sus víctimas el asesino y el adúltero derriban las murallas de seguridad y de bienestar
que el dador de la ley ha levantado alrededor de ellas para su protección. José y David sabían
absolutamente que todo pecado, ya fuera contra la primera o la segunda tabla de los Diez
Mandamientos, era un repudio a la santa voluntad de Dios. (Gn 39:9; 2S 12:5)
Justa. Comp. Ro 3:4.
51:5 Me concibió. El acto de marido y mujer que da inicio a la vida no es en sí mismo
pecaminoso. Ni puede una persona presentar como excusa por sus hechos malvados su innata
propensión al mal. Al reconocer la verdadera naturaleza del pecado, el pecador penitente sabe que no
es solamente lo malo que hace ocasionalmente lo que debe confesar. El acto malvado trae a la
superficie lo que él es en los más profundos escondrijos de su ser. (Gn 8:21; Job 14:4; 15:13; Sal
58:3; Is 6:5; Jer 17:9)
51:7 Hisopo. La rama de un arbusto con hojas fragantes utilizadas en aspersiones rituales. (Éx
12:22; Lv 14:1–9; Nm 19:419)
Más blanco que la nieve. Aunque los pecados “sean como escarlata”, Dios puede lavar sus
manchas completamente. (Is 1:18, Ap 7:13 y s.)
51:8 Huesos. Un “corazón quebrantado” y un “espíritu quebrantado” (v. 17) pueden hacer que una
persona se sienta completamente quebrantada. (Comp. 6:2, nota)
51:10 Crea. Sólo Dios puede hacer lo que este verbo describe. Así como él hizo que llegaran a
existir “los cielos y la tierra”, y “formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz hálito de
vida”, así la creación de un corazón limpio, animado por una renovada firmeza de espíritu, reclama
la palabra del Creador: “¡Que exista!” (Gn 1:1, 3, 27; Jer 24:7; 32:39; Ez 36:26; Jn 3:3; 2Co 5:17)
51:14 Derramar sangre. El plural de la palabra hebrea para sangre se utiliza a veces para señalar
la culpa en que se incurrió por derramarla. (Dt 19:10; 1S 25:26, 33)
51:16 No te deleitas. Respecto del aparente repudio de todos los sacrificios para denotar énfasis
en cuanto a la necesidad de sinceridad en los actos de adoración, ver 40:6, nota; 50:8, nota.
51:18 Levanta los muros. La traducción en otras versiones es interpretativa, y sugiere que este
versículo fue escrito después que Jerusalén había sido destruida por los babilonios. Sin embargo, la
oración con que el salmo concluye puede, asimismo, reflejar el pensamiento de que por cuantos
pecados tales como los de David “conmocionan a la ciudad” y provocan su “destrucción”, “la justicia
enaltece a una nación”. (Pr 11:11; 14:34; 29:8)
Salmo 52
52:1–9 Cuando un varón prepotente utiliza su gran riqueza para oprimir a sus semejantes y hasta
se jacta de la destrucción que está tramando, el justo puede sentirse tentado a preguntarse si a Dios le
inquieta. Este Masquil de David les asegura a los que confían en el gran amor de Dios que la justicia
prevalecerá, no obstante todas las apariencias contrarias. Difiere de otros salmos con el mismo
propósito (por ej., Sal 10) en que no llama en primer lugar la atención de Dios al lamentable estado
de las cosas y le pide que intervenga, sino que sin demora denuncia a los que obran la maldad (vv. 1–
4) y anuncia el juicio que inevitablemente arrojará fuera al hombre que no buscó refugio en Dios (vv.
5–7). Por contraste, el justo, seguro para siempre bajo la protección de Dios, lo alabará porque él es
bueno (vv. 8 y s.). Para el significado de Masquil ver Sal 32. Para el registro de la vileza de Doeg ver
1S 21:1–9; 22:9–23.
52:1 Varón prepotente. Los malvados son interpelados directamente también en 4:2; 6:8; 119:115.
Para advertencias contra la confianza puesta en bienes de esta tierra, ver 49:5 y s.; Job 31:24–28; Jer
9:23. La segunda frase le dice al hombre poderoso cuán vacua es su jactancia y cuán fútil su trama
porque sus pretendidas víctimas pueden contar con las promesas del pacto de que Dios las protegerá.
52:4 Lengua embustera. La calumnia y las acusaciones falsas destruyen a un hombre como si se
“lo hubiesen tragado”. (35:25; 27:2, nota)
52:6 Burlas. Los que responden a la gracia perdonadora de Dios tratando de ser justos con su
conducta, quedarán sobrecogidos de temor cuando vean el tremendo juicio llevado a cabo con los
malvados (40:3). Ellos se burlan, no con una algazara vindicativa por la “caída del enemigo” (Pr
24:17; Job 31:29) sino con la gozosa certeza de que Dios frustra los designios malvados del que
“practica el engaño” (v. 2) y que se jacta de que su gran riqueza le permite desafiar y desviar el curso
del juicio divino. (Ap 18:20; 19:1 y ss.)
52:8 Olivo verde. El bienestar bajo la providencia de Dios es comparado con un árbol robusto que
toma sustento de las corrientes del río que sale de la casa de Dios.(46:4, nota; 1:3; 92:12–15)
52:9 Fieles. Comp. 4:3, nota.
Salmo 53
53:1–6 Este salmo es sustancialmente idéntico al Sal 14, ver notas allí. En los vv. 2, 4, 5, y 6 el
nombre divino del “Señor” es remplazado por el término Dios. En el v. 5, el contenido de 14:5 y s. es
retomado. El epígrafe es más elavorado. Majalat puede denotar un acompañamiento o melodía (Ver
“Epígrafe” bajo las notas de la Introducción de los Salmos). Para masquil, ver el Sal 32.
Salmo 54
54:1–7 Este salmo puede servir de mode-lo en una circunstancia cuando el desastre parece
demasiado inminente como para dar tiempo a las “muchas palabras” (Mt 6:7). Sus pocos versículos
son difícilmente algo más que un alarido de preocupación angustiosa. Rompe en una exclamación
(vv. 1–2) por ayuda ante gente violenta y de sus maquinaciones asesinas (v. 3), seguida por una
condensada afirmación de fe en Dios como socorro (vv. 4–5) y un voto de presentar una ofrenda
voluntaria por su liberación de todas las angustias (vv. 6–7). Para la circunstancia en la vida de David
a la que se refiere en el epígrafe, ver 1S 23:19 y ss.
54:1 Tu nombre. El nombre de Dios es más que la palabra por la que los hombres se dirigen a Él.
Es la suma total de las manifestaciones de su supremacía divina (8:1, nota; 20:1, nota). Prominente
entre sus características se destaca su poder.(66:7; 71:18)
54:3 Gente extraña. Esta traducción está basada sobre algunos manuscritos hebreos y las
versiones antiguas. La palabra para “extraños” (RV) es muy similar en el deletreo. Estos hombres son
identificados por rehusarse a reconocer a Dios y por hostigar cruelmente la vida de los que le son
fieles. (10:4; 14:1)
54:6 Ofrenda voluntaria. Una señal de gratitud no exigida por ley (Éx 35:29; 36:35; Lv 7:16). Es
un compromiso ofrecido tan confiadamente como si la liberación ya fuese un hecho consumado.
54:7 Han visto la derrota. Comp. 52:6, nota.
Salmo 55
55:1–23 La traición ejecutada por un amigo confiable o un socio entrañable, es una de las
experiencias más amargas de la vida. Cuando la perfidia consumada por un traidor obtiene apoyo
popular y amenaza subvertir el orden moral y cívico, entonces ascienden hasta Dios las oraciones
fervientes por intervención divina. Este fue el caso cuando el hijo de David, Absalón, encabezó una
rebelión contra su padre. El derrocamiento parecía destinado a tener éxito. Ajitofel, el consejero y
confidente de David, se unió a los conspiradores. Jerusalén era un foco tal de intrigas que obligó al
rey a buscar refugio en campo abierto del otro lado del Jordán (2S 15). Los versículos iniciales del
salmo son un ruego a Dios por alivio de la opresión de los impíos (vv. 13), la cual ha enervado a la
víctima designada a tal punto que desea que pudiese salir volando lejos del viento borrascoso y de la
tempestad que lo circundan (vv. 4–8). Sin embargo, esto es sólo un sueño estéril. Si ha de haber un
final para las contiendas y violencia, Dios debe llevar confusión a las filas de los malvados
intrigantes (vv. 911). Hasta es necesario algo más drástico. El mejor amigo, vuelto traidor, y los que se
dejaron engañar por él sólo pueden ser contenidos por una muerte súbita (vv. 12–15). Siendo que
rehúsan temer a Dios, él debe proveer protección contra sus designios asesinos (vv. 16–19),
particularmente en vista de la vileza del promotor de la conspiración (vv. 20–21). La convicción de
que Dios no dejará que gente sanguinaria y mentirosa tenga éxito es tan fuerte que todos son
animados a encomendar sus afanes al SEÑOR. (vv. 22–23)
55:3 Causan sufrimiento. RV sobre mí echaron iniquidad.
55:6 De una paloma.“Miedo y temblor… y terror” provocan el lastimoso clamor por huir de la
realidad sobre las alas de un pájaro que pueda volar hasta encontrar reposo “en las grietas de las
rocas, en las hendiduras de las montañas” (Cnt 2:14; Jer 9:2). En los versículos siguientes este
pensamiento ansioso da lugar al único alivio verdadero del desastre: El refugio en Dios. (Comp. 11:1,
nota)
55:9 ¡Confunde su lenguaje! En una ocasión Dios frustró la tentativa de construir “una torre que
llegue hasta el cielo”, cuando confundió el idioma de sus constructores y “los dispersó desde allí por
toda la tierra”. (Gn 11:1–9)
55:10 Rondan. “Intrigas y maldad” acechan en la ciudad.
55:13 Un hombre como yo. Lit. “un hombre de mi rango”. El traidor tenía acceso a los
pensamientos y secretos de su benefactor. Ver el angustioso saludo de Jesús a Judas (Lc 22:48), pero
también el ¡ay! pronunciado sobre su delator. (Mr 14:21)
55:15 Vivos al sepulcro. Una referencia a la muerte repentina que arrasó con el rebelde Coré y sus
compañeros. (Nm 16:31–33)
55:19 No cambia de conducta. El texto hebreo puntualiza que los villanos rehúsan cambiar su
modo de vida impío y en vez de ello tener temor de Dios. Su intención homicida no puede ser
contenida a no ser que Dios los destruya.
55:20 Levantan.(RV Extendió el inicuo) Este sustantivo surge del contexto. El texto sólo tiene: “Él
extendió”, etc. Es sólo natural que una oración proferida en un frenesí de emociones se vuelva a la
brutal decepción perpetrada por un amigo falso que no cumplió su compromiso de confianza.
55:22 Afanes. La palabra hebrea traducida así sólo se da aquí en el A. T. La traducción resultante
lleva el pensamiento consolador de que si bien por un lado la sabiduría y el amor de Dios determinan
lo que sucede en la vida, él no permite que se desarrolle una circunstancia para la cual no provee
también la fuerza necesaria para “poder aguantar” “lo que ha dado”. (1Co 10:13; Sal 37:5; 1P 5:7)
Salmo 56
56:1–13 Este Mictam de David (comp. Sal 16) anticipa la heroica declaración de fe de Pablo: “Si
Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?” (Ro 8:31; ver también Heb 13:6).
Dos veces el desafío como un refrán interpola el salmo: ¿ Qué puede hacerme un simple mortal? (vv.
4, 11). Este antídoto contra el temor no es una abstracción especulativa. Es un grito triunfante de
desafío, precedido en ambos ejemplos por una descripción concreta de una calamidad amenazadora
(vv. 1–3 y 57). El fundamento de la confianza es la simple declaración: Confío en Dios (vv. 4, 10),
ampliada en los vv. 8 y s. La seguridad de ser escuchado transforma la oración en un voto final
alentando a presentar ofrendas de gratitud a Dios por la esperada liberación. “ La tórtola en los robles
lejanos ” parece ser una melodía o arreglo musical designado para la interpretación del salmo
(comp. “Epígrafes” en las notas introductorias del Salterio). Para el episodio en la vida de David a
que se refiere, ver 1S 21:10 y ss.
56:1 Ten compasión. Una palabra en hebreo, traducida “Ten compasión de mí”(51:1) y “Ten
compasión de mí” (57:1). Esto deja en claro desde el mismo comienzo que la respuesta a la oración
es un acto de inmerecida bondad por parte de Dios.
Me atacan mis opresores. Mejor traducido: “suspirar por”, por ej., en vigorosa persecución, o
“tirar un mordisco” (así también en v. 2 y 57:3).
56:2 Arrogantes. El sustantivo que aparece aquí se construye mejor adverbialmente para describir
la acción arrogante del enemigo antes que como un epíteto divino, para lo cual se utiliza una palabra
hebrea diferente en 57:2 y en otras circunstancias.
56:4 Palabra. La fe está fundada sobre lo que Dios dijo que haría. Alabar estas promesas es
confesar una gozosa confianza de que su Palabra “no volverá a mí vacía” (Is 55:11). Una confianza
como ésta no es silbar en la oscuridad. Porque un simple mortal (en inglés: carne), es decir, el
hombre mortal, débil, se seca como la hierba “ porque el aliento del SEÑOR sopla sobre ella ”. (Is
40:6–8; Sal 118:6)
56:7 ¡Humilla a esos pueblos! El texto hebreo tiene sentido si se lo traduce como: “¿Escaparán
por iniquidad?”
56:8 Mi llanto en tu libro.(RV lágrimas en tu redoma.) Nada escapa a los ojos vigilantes de Dios;
tampoco es indiferente a las lágrimas vertidas por sus hijos. Es como si recogiera a todas ellas en un
recipiente para líquidos, que en tiempos antiguos era el pellejo de un animal (Gn 21:14 y s.; Jue 4:19),
y las registrara en un libro. (Mal 3:16; Sal 139:16)
56:12 Ofrendas de gratitud. Comp. 50:14 nota.
Salmo 57
Salmo 58
58:1–11 Este Mictam de David es otro ruego por desagravio, similar a los dos salmos precedentes
así designados en el epígrafe. Surge también de una crisis producida por fuerzas hostiles tan
formidables que los esfuerzos humanos no pueden hacerles frente. El ruego por intervención divina
es efectuado con el elevado grado de confianza que anima a los otros llamados de auxilio. Se
diferencia de éstos por las circunstancias de las que se espera ser librado y se busca ayuda. En este
caso una demoníaca perversión de las cortes de justicia amenaza la existencia de los justos, es decir,
la parte inocente. El lenguaje es, fuera de lo común, vívido y pintoresco. Los 11 versículos del salmo
están con una disposición de ánimo desafiante. Los que no juzgan con rectitud sino utilizan su
autoridad para desatar la violencia son arrastrados sumariamente a la corte suprema de la justicia
divina (vv. 1- 2). Los cargos contra los reos son presentados en una amarga denuncia de su incrustada
maldad (vv. 3–5). Volviéndose abruptamente de ellos hacia “el SEÑOR, el juez justo” (2Ti 4:8; Heb
12:23), el abogado de las indefensas víctimas demanda un castigo por sus despreciables acciones en
términos de tal concreta vehemencia cual el espantoso salvajismo de los crímenes de ellos (vv. 6–9).
Cuando la sentencia sea ejecutada, como seguramente lo será, quedará restaurada la confianza en un
orden mundial justo. (vv. 10–11)
Para “ No destruyas ” ver el epígrafe de Sal 57.
58:1 Gobernantes.(RV congregación. Otras traducciones: dioses. Ver Biblia de Jerusalén). El
sustantivo hebreo, traducido así, aparece nuevamente sólo en el epígrafe del Sal 56, donde se lo
traduce “terebintos” o robles. Si deriva de una raíz que señala incapacidad o malogro para hablar, el
sentido sería: “¿Mediante silencio decretas lo que es justo?”, lo que implica la acusación de que los
jueces no abren la boca para “defender los derechos de los pobres y necesitados” (Pr 31:8 y s.).
Deletreado con vocales diferentes y un ligero cambio en las consonantes, el sustantivo viene a ser la
forma plural de el, la palabra común para Dios, pero que se utiliza también para ídolos, los “no
dioses” (Is 31:3; Dt. 32:21; Dn 11:36). Si la lectura correcta es dioses, entonces la idea expresada sería
que los jueces actúan como lo hacen porque están poseídos por un espíritu de perversidad tan
demoníaco e inmoral como los ídolos de la adoración popular. La traducción “congregación” de la
RV está basada sobre la tradición rabínica. Para una acusación similar de jueces injustos ver Sal 82.
Los profetas alzan la voz contra el mismo ultraje. (Is 1:23; 5:23; 10:1 y s.; Jer 5:28, etc.)
58:8 Babosa. Deja detrás de sí un rastro de viscosidad que rápidamente se seca.
58:9 Verdes o secos. La clase de juicio que ha de sobrevenirles a los jueces es descrito
figuradamente. Ha de ser tan súbito y completo como un soplo de viento que barre con las espinas,
utilizadas como combustible, antes que todas ellas se hayan inflamado.
58:10 Venganza. El pago no es autoadministrado, sino que se lo deja en manos de Aquél que dice:
“Mía es la venganza”. (Dt 32:35; Ro 12:19; Heb 10:30)
Empapar sus pies. El A. T. no es quisquilloso en el uso del lenguaje gráfico. La alegría de los
justos, sin embargo, no es la satisfacción por sed de sangre. La victoria de Dios sobre las fuerzas del
mal y su restablecimiento de la “justicia” son un motivo legítimo de alegría. (Ap 18:20; ver también
Ap 6:10; 19:2, 17–18)
Salmo 59
59:1–17 El cuarto en una serie de salmos llamados Un Mictam de David, es otro grito
desesperado más por alivio de un desastre inminente. Toda persona incapaz de desembarazarse por
sus propios medios de una compacta trama de circunstancias tejidas por poderes malignos, no se
quejará respecto de repetición si consigue enviar más de una oración al trono de la misericordia, en
las sombrías noches de ansiedad pasadas en vela. Ni lo considerará extraño si el salmo carece de una
sólida continuación ordenada de pensamiento. Él sabe que es ciertamente parte de la vida que los
temores pueden calmarse al ir contándole a Dios sus problemas sólo para que estos temores lo
acosen de nuevo y lo estimulen a súplicas tan fervientes como aquéllas con las que comenzó. En la
primera mitad del salmo 59 (vv. 1–10) hay (1) un cuádruple grito por liberación (vv. 1–2) de los
malhechores quienes, sin mediar provocación, acechan a su víctima (vv. 3–4a); (2) un ruego
apasionado para que Dios tome nota de, y castigue a, todos los que traicioneramente conspiran
contra él (4b-5); (3) una severa denuncia contra hombres sedientos de sangre, dañinos como una
jauría de perros furiosos, y descaradamente blasfemos (vv. 6–7); (4) una afirmación de confianza en
el poder de Dios, para confundir a los enemigos (vv. 8–10). Pero la lucha por paz mental continúa. En
la segunda parte del salmo (vv. 11–14) comienza de nuevo por doquiera la frenética búsqueda por
seguridad en el poder y el gran amor de Dios.
59:4 Cometido mal alguno. La conspira ción mortal es del todo incierta. (7:3, nota) ¡Levántate!
Comp. 7:6, nota.
59:5 Dios Todopoderoso. Comp. 1S 1:3 nota; Sal 24:10; 46:11. El ruego por ayuda no está dirigido
a un ídolo impotente. El Dios de Israel, suficientemente poderoso como para destruir naciones
malvadas (9:5, nota; 10:16, nota), puede ejecutar justicia sobre un puñado de hombres tan perversos
en su oposición a su gobierno como los paganos impíos. Este pensamiento se repite en el v. 13.
59:7 Espadas por sus fauces. En este versículo no se compara a los enemigos con perros, como
en el v. 6. Por tanto el texto hebreo tiene sentido si se traduce: “Ellos profieren (palabras) con sus
bocas; en sus labios hay espadas.” (Para “proferir” ver 119:171; 145:7; para “espadas”, 55:21; 57:4)
¿Quién va a oírnos? Lo que expresan es una negación descarada de la obligación de dar cuenta de
su conducta a Dios (10:13; 14:1; 64:5; 94:7). Pero por “las palabras de sus labios” “caerán en la
trampa de su orgullo”. (v. 12)
59:8 Te ríes. Comp. 2:4, nota; 37:13.
59:10 Para hacerme ver. Comp. 52:6, nota; 54:7.
59:11 No los mates. Si Dios “los consumiera en su enojo” (v. 13) instantáneamente, podría quedar
olvidada muy pronto la lección de su justicia distributiva. Esto no sucedería fácilmente si fuesen
destruidos uno por uno mediante una serie de juicios. (Is 26:10)
59:16 Por la mañana.“Si por la noche se derraman lágrimas, por la mañana renace la alegría”.
(30:5)
59:17 A ti, fortaleza mía. La oración puede transformar la turbación y el terror en un canto de
alabanzas, esperando con ansias la demostración del gran amor de Dios.
Salmo 60
60:1–12 Este Mictam de David es una oración para que a Israel, derrotada en una batalla, se le
conceda la victoria sobre enemigos inveterados, y así quedar preparado para vivir a la altura del
enorme privilegio de ser la nación del pacto, elegida para ser el instrumento de Dios para bendición
universal. Se busca alivio de una excitadísima consternación, resultante de un desastre militar (vv. 1–
5); y éste se busca (1) en la rememoración de las promesas que Dios ha hablado, y en que se le
conceda a Israel la posesión de la tierra pese a toda oposición (vv. 6- 8); (2) dirigirse a Dios en
oración y confianza buscando ayuda contra el enemigo (vv. 9–12). El epígrafe se refiere a
expediciones militares emprendidas por David y su general Joab. Éstas no se mencionan en el
resumen de victorias registradas en 2S 8, y en 1Cr 18. Shushan Eduth es una transliteración de las
palabras hebreas “El lirio del testimonio”, señalando sin duda la melodía o el arreglo musical
prescripto para la interpretación del salmo. Los “lirios” son mencionados también en los epígrafes de
los Sal 45, 69, 80.
60:1 Oh Dios. El salmo expresa la fe en el control que Dios ejerce sobre el destino de las
naciones. También reconoce y lamenta el hecho de que Dios tiene motivos para estar enojado con
Israel y que ha utilizado a sus enemigos como un castigo de “duras pruebas”. (44:9 y s.; 74:1; 89:38 y
s.)
60:2 Sacudido la tierra. El sentimiento de congoja es descrito con figuras de lenguaje en extremo
emotivas. Es como si las bases mismas de la existencia estarían por desmoronarse.
60:3 A beber un vino. Cuando Dios castiga el pecado, se dice que hace beber a los hombres “la
copa de su furia”. (Is 51:17; Jer 25:15 y s.; comp. Sal 11:6, nota)
60:4 La señal. En vez de dar la orden de derrotar al enemigo, Dios, por así decir, levantó la señal
de retirada (Jer 4:6). Las palabras para arco y “verdad” tienen las mismas consonantes en hebreo. Aún
reivindicando ser “el amado” de Dios, el pueblo ruega que la huida se convierta en victoria.
60:6 En su santuario. Las promesas de Dios son hechas con un juramento por su “santidad”
(89:35; Am 4:2). Las próximas líneas Le recuerdan Lo que dijo. El pueblo escogido habría de ocupar
la Tierra Prometida, cuya extensión completa estaba representada por los territorios mencionados.
Las naciones vecinas no podrán ofrecer resistencia. (Gn 15:18 y ss.; Jos 1:2–6)
60:8 Me lavo las manos. El poder de Dios para vencer toda oposición es descrito con figuras de
lenguaje altamente antropomórficas. De Moab, adyacente al Mar Muerto, se dice que no es más que
una jofaina en la que Dios se lava los pies. A Edom, ubicada en la cercanía, le tira su sandalia como
un amo que le asigna a su esclavo la tarea de limpiarla (pero vea también Rut 4:7–9, donde la sandalia
desempeña un papel en la adquisición de propiedad).
60:9 ¿Quién….? Una pregunta retórica, confesando que no hay esperanza de lanzar un
contraataque sobre la ciudad fortificada de Edom, a no ser que Dios, quien había rechazado a su
pueblo, conceda “ ayuda contra el enemigo ”.(v. 11)
60:12 Con Dios. Con este lema inscripto sobre sus estandartes, “los fieles” de Dios (v. 4) son
armados para emprender la lucha con enemigos de toda clase y descripción.
Salmo 61
61:1–8 Este Salmo de David aboga por el fin del destierro, y por la vuelta a la establecida
confianza de la comunión con Dios provista por la participación en la adoración en el templo (vv. 1–
4). La oración, pronunciada con total confianza (v. 5), continúa con la invocación de bendiciones
sobre el rey a quien Dios le confió el mantenimiento de las reglas necesarias para la vida religiosa de
Israel. (vv. 6–8)
61:2 Desde los confines de la tierra. El alejamiento del santuario en Jerusalén es percibido tan
agudamente que el lugar del exilio bien podría haber estado en el lugar más remoto del mundo.
(Comp. 84:1–4, 10)
Donde esté yo a salvo. Un “refugio” que esté fuera del alcance de fuerzas hostiles, no puede ser
provisto por recursos humanos. (18:2; 27:5; 62:7)
61:4 Casa. Comp. 15:1, nota; 27:4, nota. Para refugiarme debajo de tus alas, ver 17:8, nota; 57:1.
61: 5 La heredad. La Tierra Prometida o la gente que vive en ella. (Éx 6:8; Sal 111:6; 94:5)
61:7 Que reine siempre. Para promesas mesiánicas hechas a David, ver 2S 7; 1Cr 17:16–27. Nótese
la referencia de David a sí mismo en la tercera persona. (Jer 30:8 y s.; Ez 34:23 y s.)
62:1–12 En este Salmo de David la palabrita sólo tiene el sonido de trompetas, que hace resonar
los cielos con poderosas notas de confianza en Dios, la inamovible roca de salvación, y de calculado
desafío de hombres malos, que se desvanece como un soplo del viento. Su toque de trompeta algo
ensordecido por una variedad de traducciones (“sólo”, “pero”), este adverbio da comienzo a seis de
los doce versículos hebreos con el floreo de la corneta de un heraldo. En los vv. 1, 2, 5, 6 invita a las
almas atemorizadas a calmar sus temores porque pueden refugiarse en Dios, la única protección al
amparo de la cual pueden sentirse seguras.
En los vv. 4 y 6 llama la atención respecto de los peligros contra los que sólo Dios puede proveer
protección. Por un lado, no se puede disimular el hecho de que hay monstruos de iniquidad que no
tienen remordimientos por derribar a su víctima (vv. 3 y s.); por el otro lado, es exactamente tan
cierto también que hombres débiles, arrogantes, aunque estén armados con el poder y los recursos de
la perversidad, no son más que “una brizna de polvo en las balanzas” de la justicia de Dios (Is 40:15),
una decepción de grandeza cuando el poder que pertenece a Dios los barre fuera. (vv. 912)
62:1 Halla descanso. Los hijos de Dios pueden tener problemas a veces para “guardar silencio
ante el SEÑOR, y esperar en él con paciencia” (37:7). Es, por tanto, con justa razón que los vv. 1s se
repiten en 5–7. (Comp. 42:5, 11)
62:3 ¿Todos ustedes? Los hombres que “sólo quieren derribar” a otros no dudarán en aunar
fuerzas para la consecución de sus maquinaciones crueles.
62:8 Pueblo mío. La persona que ha encontrado suelo firme bajo sus pies al abrir su corazón ante
Dios, se siente compelida a recomendar esta cura de temores mordientes a otros.
62:9 No pesan nada. Las balanzas antiguas consistían de dos platos que balanceaban uno opuesto
al otro (Job 31:6). Puestos en la balanza por Dios, los hombres, “tanto débiles como poderosos”
(49:2), todos ellos no pesan nada.
62:11 Una… y dos veces. Una forma idiomática de decir “repetidamente”. (Job 33:14, nota; 40:5)
62:12 Pagarás. Comp. Jer 17:10; Ro 2:6; Col 3:25; Ap 2:23.
Salmo 63
63:1–11 Orar este Salmo de David es poner las prioridades de la vida en una perspectiva correcta.
Siendo que el gran amor de Dios es mejor que la vida, el ansia de comunión con él en su santuario y
el deseo de alabarlo con labios jubilosos (v. 5), debe predominar sobre todas las demás emociones
del corazón (vv. 1–4). Es solamente natural que el alma, con sus necesidades más recónditas
satisfechas, también se aferre a su mano derecha, seguro de que estará protegido contra enemigos
crueles (vv. 5–8), los cuales están condenados a una muerte ignominiosa por su oposición a Dios (vv.
9–11). Por el episodio en la vida de David a que se hace referencia en el epígrafe, ver 2S 15:23, 28;
16:2, 14; 17:16.
63:2 Te he visto. Al adorar su poder y su gloria y contemplar su “gran amor”, Dios llega a ser
muy real a los ojos de la fe. (v. 3; 27:4, nota)
63:3 Mejor que la vida. La posesión terrena más preciada del hombre. (Comp. 36:7 y s.; 73:26)
63:5 Suculento banquete. La grosura era considerada la parte más selecta de la carne. (Gn 45:18;
Lv 7:23, 25)
63:11 El rey. Comp. 61:7, nota.
Salmo 64
64:1–10 Aunque similar a otros gritos pidiendo ayuda en gran necesidad, este Salmo de David
servirá de ayuda en particular a quienquiera que esté cara a cara con conspiraciones insidiosas,
urdidas con astucia demoníaca. Después de una breve súplica por rescate (vv. 1–2), la queja se
reanuda contra la pandilla… de malhechores, que emboscados tienden sus trampas, sin temor de que
puedan ser llamados a cuenta (vv. 3–6). Sin embargo, Dios les disparará sus flechas antes de que sus
flechas y espadas (v. 3) logren su intento (vv. 7–9). Las proezas de Dios en mantener un orden
mundial justo harán que los corazones de la humanidad entera sientan temor (v. 9), pero incitará a
todos los que busquen refugio en él, a que se regocijen. (v. 10)
64:3 Su lengua. El daño que proyectan infligir es tan mortal como las armas de un asesino. (55:21;
57:4)
64:5 ¿Quién las verá? Es difícil determinar cuánto de los vv. 5 y 6 deba ser puesto entre comillas,
para lo que la escritura hebrea no tiene equivalente. Pero, ora citados directa o indirectamente, estos
versículos describen la osadía fanática con que los malvados se animan en sus planes impíos. Nadie,
ni siquiera Dios, se jactan, puede hacer nada para detenerlos. (10:4, nota; 14:1, nota; 59:7, nota; 94:7)
64:7 Sus flechas. Cuando Dios dispara sus “llameantes saetas” de juicio (7:12 y s), las “flechas” (v.
3) de ellos se vuelven inofensivas. El daño que sus lenguas harían llega a ser su propia ruina.
Salmo 65
65:1–13 Cuando Pablo escribió a los colosenses: “Canten salmos, himnos y canciones espirituales
a Dios, con gratitud de corazón”, podría haber tenido en mente también este Salmo de David (Col
3:16; Ef 5:19 y s.; Fil 4:6; 1Ts 5:18). Aquí, los sagrados recintos del santuario y los prados floridos,
el refrigerio espiritual y las gotas de lluvia fructificadoras, las bendiciones del alma y una generosa
cosecha de los sembrados –todo tan fácilmente dado por supuesto– son tramados en un sublime canto
de jubilosa gratitud a Dios. La alabanza le pertenece a él por (1) el privilegio de encontrarse como el
pueblo del pacto de Dios en su casa para ser saciados con los dones que surgen de la comunión con
él en su santo templo (vv. 1–4); (2) su control de la historia mundial, inamovible dentro del tumulto
de los pueblos (vv. 5–8); (3) los campos, reblandecidos con las lluvias, mandados a producir una
cosecha muy abundante. (vv. 9–13)
65:2 Todo mortal. La primera y más importante razón por qué “la alabanza pertenece” a Dios es su
misericordia al cancelar los “pecados” y las “transgresiones” que corrompen a todo mortal,
incluyendo al pueblo a quien él escogió para ingresar en un pacto con él. (v. 4; Os 14:2)
65:3 Nos abruman. Para el peso abrumador de pecados no confesados y no perdonados, ver 32:3 y
s.; 38:4.
65:4 Saciémonos. Para las bendiciones de la comunión con Dios y de la adoración en su casa, ver
36:8, nota.
65:5 Imponentes obras. Dios puede responder a las oraciones porque posee el poder que inspira
temor reverente, para llevar a cabo salvación hasta los confines de la tierra. Sus obras de justicia
determinan el destino de los pueblos hasta “los confines de la tierra”. Toda oposición cede y da lugar
al temor delante del “poder” que “formó las montañas”. (Comp. 66:3–5)
65:7 El rugido de los mares. Comp. Is. 17:12.
65:8 Del oriente al occidente. La extensión más remota desde el este al oeste alcanzada en el
“circuito” del sol. (19:6)
65:9 Fecundas.(RV visitas) No para una visita social, sino para poner en ejecución sus propósitos.
(Éx 4:31; 13:19; 32:34; traducido “castiga” en Sal 59:5; 89:32)
Los arroyos de Dios. El suministro de lluvia de Dios es como un río que corre constantemente,
desde el cual los canales irrigadores llevan agua a un sembrado.
65:11 Coronas. En el lenguaje poético del salmo, el año es personificado y la cosecha abundante
se vuelve una corona de oro sobre su cabeza. (Comp. 103:4)
Tus carretas. Una palabra en hebreo; traducida “nubes” por la RV. Es como que Dios pasó a través
del campo enriqueciendo el suelo para que produzca el mejor de los rendimientos. Por “abundancia”
ver 63:5, nota.
Salmo 66
66:1–20 Una de las bendiciones que con frecuencia se toman por supuestas, es la calidad de
miembro en la comunión de los santos, y el privilegio de poder participar en la adoración pública.
Un israelita, nacido dentro del pueblo escogido, estaba propenso a olvidarse de dar gracias a Dios
por crear y establecer una nación cuyos ciudadanos participaban de estos beneficios dados en prenda
en un pacto de misericordia y gracia. En este salmo, llamado un canto, un escritor anónimo ofrece un
antídoto para esta clase de ingratitud. Está tan conmovido por el pensamiento del lugar y función
únicos que Dios asignó a Israel en la historia mundial, que solicita a los habitantes de toda la tierra a
reconocer su glorioso nombre y poder y rendirle alabanzas (vv. 1–4). Los pensamientos del autor
retroceden en el tiempo a las proezas de Dios que demuestran estos atributos cuando convirtió el mar
(Rojo) en tierra seca, permitiendo a Israel escapar de Egipto (vv. 5–7). Consciente de ser parte de esta
nación favorecida, el salmista continúa hablando de nuestro Dios, quien, para que ellos fuesen “Su
propiedad exclusiva entre todas las naciones” (Éx 19:5) nos ha puesto a prueba con pesada carga y ha
protegido nuestra vida hasta ese mismo día (vv. 8–12). Pero lo que Dios hizo para toda la nación, lo
hizo también para el autor en medio de su angustia. Al ofrecer el salmista los holocaustos
prometidos, quiere que todos se enteren de lo que el Dios de Israel ha hecho por él, y que está
preparado a hacer por todos los temerosos de Dios y los que confían en su amor.(vv. 13–20)
66:3 “ ¡Cuán imponentes! ” Comp. 65:5, nota.
66:5 Tierra seca. Comp. Éx 14:21; Jos 3:17.
66:10 Nos has puesto a prueba. Así como la plata es purificada fundiendo el mineral y separando
las impurezas, así Dios hace pasar a su pueblo por el horno de la aflicción para purificarlos de la
escoria de la infidelidad. Durante el tiempo de los Jueces Dios tuvo a mano algunas naciones “para
poner a prueba a todos los israelitas” por medio de ellas. (Jue 3:1)
66:12 Dado un respiro. Una palabra en hebreo. Aparece nuevamente sólo en 23:5, donde describe
superabundancia. Cambiando una letra hebrea, se convierte en un sustantivo que señala un lugar de
libertad de acción ilimitada.
66:13 Me presentaré. Aparte de las bendiciones que el salmista tenía en común con todos los
miembros del pueblo escogido, tiene sobrados motivos para invitar a todos los “temerosos de Dios”
a alabarlo por “todo lo que él ha hecho” por él, en particular cuando se encontraba “en medio de su
angustia” y “clamó” por ayuda.
66:18 Abrigado maldad. Si hubiese tenido motivos impuros, o si hubiere pedido algo pecaminoso,
Dios no habría escuchado a la voz de su plegaria.
Salmo 67
67:1–7 El estribillo de este cántico (vv. 2 y 7) subraya su motivo misional. Está comprometido
con el propósito que Dios tenía en mente cuando eligió a Israel para ser la nación del pacto. Dios
hizo llover dones materiales y espirituales sobre los descendientes de Abraham, pero no para el goce
de ellos solamente. Los eligió para que a través de ellos su salvación se dé a conocer también entre
todas las naciones. Sin embargo, para ser una bendición a todas las naciones, ellos necesitaban la
gracia de Dios para vivir y actuar de tal modo como para que los pueblos se dieran cuenta de que
ellos eran los agradecidos beneficiarios del Dios de salvación.
67:1 Resplandecer su rostro. Palabras de la bendición aarónica. (Nm 6:24–26)
67:2 Caminos. Una evidencia de las continuadas dispensaciones de bondad y de misericordia del
Señor. Para el uso de camino en los tiempos apostólicos, ver Hch 9:2; 18:25; 19:9, 23.
67:6 Dará entonces su fruto. El fracaso de la cosecha habría sido una señal de infidelidad al pacto,
haciendo a Israel un “oprobio entre las naciones”. (Jl 2:17, 19; ver también Lv 26:3–4; Jer 33:9)
Salmo 68
68:1–35 Requiere un serio esfuerzo acompañar en el canto de este Salmo de David, con frecuencia
celebrado como un himno de rara grandeza. Está compuesto en una elevada clave de encumbradas
figuras de lenguaje. Hay cambios caleidoscópicos de escenas. Hay alusiones crípticas a eventos
ocurridos en el pasado sombrío de un pueblo antiguo. El pasado, el presente y el futuro se absorben
mutuamente, y nuevamente se separan. El establecimiento de Jerusalén como el centro del reino de
Dios sobre la tierra, y su presencia en el templo como su residencia real y corte, son celebrados
como la culminación de la marcha triunfal de Dios a lo largo de siglos de historia. Pero al mismo
tiempo estos picos de logros se convierten en el lugar estratégico desde el cual es posible percibir el
punto culminante y la meta del gobierno de Dios en la historia: La salvación de todas las naciones de
la tierra. Sin embargo, el requisito principal para alcanzar las elevadas notas de alabanza de este
cántico, es un corazón que estalla en éxtasis al pensar en la majestad trascendente y misericordia
condescendiente de Dios. Este salmo satisface una necesidad en la vida de un hijo de Dios cuando el
deseo por darle gracias por lo que él es y hace, es solamente una mecha humeante, y necesita ser
despabilada para que surja una viva llama de adoración y culto.
Los versículos iniciales (vv. 1–4) anuncian el tema del salmo. Los justos tienen sobrados motivos
para regocijarse delante de Dios. Cuando él se levanta para actuar a favor de ellos, toda oposición
por parte de los impíos se desintegra como cera que se derrite en el fuego. Él, que cuenta con las
fuerzas de la naturaleza que responden a su señal y llamada, y está entronizado en su morada santa en
los cielos, condesciende en hacerse el campeón de la causa de las víctimas de la injusticia y la
opresión (vv. 5–6). A fin de justificar estas declaraciones de poder invencible al servicio de la
justicia, se incorporan varios episodios del pasado de Israel (vv. 7–18). Con colores brillantes pintan
(a) como, haciendo estremecer los cielos y la tierra, Dios llevó a su pueblo escogido a través del
desierto y lo introdujo a la tierra que manaba leche y miel (vv. 7–10); (b) como entonces y más tarde
los reyes y sus tropas no pudieron desposeer a Israel de su heredad (vv. 1114); (c) cómo, después de la
conquista de la Tierra Prometida, en un acto de elección soberana Dios hizo del alto monte de Sión la
sede terrena de su reino, aunque tenía a mano bien cerca, picos montañosos más elevados. Esto
señaló un punto decisivo en la historia del mundo. Aquí la ejecución del eterno plan de salvación de
Dios alcanzó una nueva plataforma desde la cual anticipar cosas aún más grandes por venir. Aquí se
desarrolló un drama de alto vuelo, descrito en un lenguaje altamente imaginativo y audaces analogías
humanas (vv. 15–18). Lo que el Dios que salva ha hecho en el pasado, y hace día tras día, asegura la
continuación de su victorioso y beneficioso gobierno en el futuro (vv. 19–23). Nuevamente la venida
de Dios para habitar en una casa hecha de manos es proyectada fugazmente sobre la pantalla de la
memoria, con el reflector enfocando los carros celestiales de su entrada triunfal (v. 17) y cambiando
hacia la jubilosa recepción que le es ofrecida por la gran congregación reunida de todas las tribus de
Israel (vv. 24–27). A continuación viene una breve oración para que Dios ejecute el propósito de
hacer del templo en Jerusalén su cuartel general sobre la tierra. Que su poder y su fuerza procedan
desde allí para vencer la oposición más poderosa (vv. 28–31). El Dios de Israel no es una deidad
tribal, confinado en un santuario en Jerusalén, sino que cabalga por los cielos y hace que el estruendo
de su voz de trueno proclame su poder… en las alturas; por tanto los reinos de la tierra son
exhortados a adorar y cantarle salmos al Señor.(vv. 32–35)
68:1 Que se levante Dios.“Cada vez que el arca se ponía en marcha” en una jornada a través del
desierto, Moisés decía: “¡Levántate, SEÑOR! Sean dispersados tus enemigos” (Nm 10:35). Los ecos
de este antiguo grito de guerra debían despertar a los justos a regocijarse, recordándoles que cuando
Dios entra en acción a favor de ellos, los que le odian no pueden frustrarlo.
68:4 Cabalga por las estepas.(RV: cabalga sobre los cielos). Una osada figura de lenguaje para
describir el poder ilimitado al mando de Dios (36:5; 45:4; 57:10; Dt 33:26). Para el significado de
nombre ver 8:1, nota.
68:5 Morada santa. Desde alturas celestiales (Dt 26:15) Dios interviene en asuntos terrestres;
protege a los débiles y agraviados, y destruye a “los rebeldes”. (vv. 10–14)
68:8 Los cielos se vaciaron. La imaginería poética, que glorifica el poder de Dios de controlar las
fuerzas de la naturaleza, es similar a la exteriorización de los sentimientos en el canto de victoria de
Débora. (Jue 5:4 y s.; comp. Éx 19:18)
68:9 Abundantes lluvias. Ya sea para ser entendido literalmente respecto de la caída de lluvias en
Canaán (Dt 11:11), o figuradamente de los aguaceros de bendiciones otorgadas a su herencia y
“rebaño”. (61:5, nota)
68:11 La palabra. El Señor sólo necesita hablar para obtener el resultado deseado (33:9; 148:5; Is
48:13; 55:11). Mensajeras la proclaman (una palabra en hebreo, con una desinencia femenina) son las
mujeres, que se quedaron en casa “en medio de los corrales de las ovejas” y que al volver el ejército
celebraron la victoria con cantos y danzas. (Éx 15:20; 1S 18:6)
68:14 Zalmón. Lit. “colina negra”, mencionada nuevamente sólo en Jue 9:48. No existe registro de
una batalla que puso en fuga a los reyes de la tierra. El versículo parece ser otro modo altamente
figurado de describir cómo acudió Dios en ayuda de Israel. La derrota de ejércitos poderosos tenía el
efecto de la blanca nieve cayendo sobre los obscuros declives de una montaña.
68:15 Montañas de Basán. El monte Hermón, sus tres picos elevándose mucho más alto que Sión,
“el monte donde a Dios le place residir” (comp. 132:13 y s.), dominaba Basán, un territorio al este y
norte del Mar de Galilea.
68:17 Del Sinaí. Dios es representado como que viene directamente desde el tronar y los
relámpagos del monte Sinaí a residir sobre Sión, aunque hayan mediado siglos entre estos eventos.
(Comp. Dt 33:2)
68:18 Ascendiste. La victoriosa marcha de Dios a través del pasado de Israel, que culminó con el
establecimiento de su gobierno en Jerusalén, tuvo como su meta última y cumplimiento, la entrada
triunfal de Cristo en la Jerusalén celestial para gobernar como Cabeza y Protector de su iglesia.
(Comp. Ef 4:8)
68:21 Testa enmarañada. Los soldados enemigos tenían “la testa cabelluda” (RV) (Dt 32:42)
porque habían jurado no cortarse el cabello hasta haber ganado la batalla.
68:22 Los regresaré. No hay posibilidad de escaparse ni esconderse de Dios. (139:7 y ss.; Am 9:2–
4)
68:23 Empapen los pies. Comp. 58:10, nota. Para la referencia a perros ver 1R 21:19; 22:38.
68:24 Procesiones. La procesión que se tiene en mente tuvo lugar cuando David trajo el arca,
símbolo de la presencia de Dios, a la ciudad de Jerusalén. (1Cr 13:5–8; 15:25–28)
68:26 Descendientes de Israel. Las 12 tribus procedieron de los lomos de Jacob.
68:27 Benjamín. Todo Israel estaba representado. Benjamín (la tribu de Saúl) y Judá (la tribu de
David), ambas situadas en el sur, estaban acompañadas por Zabulón y Neftalí del lejano norte, y por
todos los príncipes de los territorios situados en medio.
68:29 Bestia de los juncos. Egipto, descrito como un cocodrilo o un hipopótamo (comp. Job
40:15, nota; 41:1, nota), es simbólico de los enemigos de Israel. La manada de toros bravos son los
gobernantes hostiles; sus becerros son sus subordinados. Si bien se nos escapa el significado preciso
de algunas palabras en éste y en el versículo siguiente, el pensamiento general queda claro: Los
enemigos más formidables deben retirarse delante del Señor y de la extensión de su reino.
68:33 Su voz de trueno.“Los cielos, por altos que sean, no pueden contener” al Dios adorado por
Israel en Jerusalén (1R 8:27). Su voz es el trueno, que va resonando por los cielos; él manifiesta “su
poder… en las alturas”. (Comp. 29:3–9; 19:1–6)
Salmo 69
69:1–36 Este Salmo de David tiene dos rasgos notables: (1) Es citado con más frecuencia que
cualquier otro salmo en el N. T., con excepción del 22 y 110; (2) pide la ejecución de la justicia divina
sobre los impíos perseguidores en términos cuya vehemencia es igualada sólo en tales salmos como
el 35, 109, 137. No es posible determinar todos los detalles de la situación. Sin embargo, es evidente
que aquí se encuentra un celoso siervo de Dios (v. 17) quien (1) está afligido por Dios (vv. 26, 29); (2)
como resultado es acusado falsamente de crímenes; (3) por tanto teme por su vida. Acosado por el
pánico y desconcertado, irrumpe en la presencia de Dios, gritando: Sálvame (v. 1) y después repite y
compone intermitentemente su grito por ayuda (vv. 6, 13–18, 29). Entremezcladas entre estas
recurrentes súplicas se encuentran (1) una descripción lacrimosa del estado desesperado de las cosas
(vv. 1b-4; 712; 19–21); (2) una franca confesión de su pecaminosidad ante la vista de Dios (v. 5); (3)
una súplica ardiente para que Dios vindique la causa de los que en él esperan haciendo que su ardiente
ira alcance a los que persiguen a sus fieles (vv. 22–28). Los versículos finales muestran cómo la
oración cambió las cosas. El alma atemorizado adquiere calma, segura de que el SEÑOR oye a los
necesitados. La alabanza por la ayuda ansiada reemplaza el extravío y la desesperación (vv. 30–36).
Los lirios, que se encuentra también en el epígrafe de Sal 45, ha de referirse a la tonada de acuerdo
con la cual debía cantarse el salmo.
69:1 Cuello. La palabra hebrea es el sustantivo que aparece muy seguido y que por lo general se
traduce “alma” o “vida”. Comp. Is. 8:8, donde se utiliza una palabra diferente para cuello. La creciente
amenaza para la vida es descripta en términos similares en 14 y s.; comp. también 40:2; 88:6 y s.;
124:4 y s.
69:4 Sin motivo. Inocente del crimen de robo, de que se lo acusaba (v. 4), el salmista no obstante se
confiesa culpable de agravios ante la vista de Dios (v. 5; comp. 35:19; 59:3 y s.; ver también Lv 6:4).
El odio inmerecido por parte de los hombres que él estaba soportando, cumplía el propósito de ser
un tipo, que prefiguraba la persecución y el sufrimiento de aquel Siervo justo que no tenía pecados
que confesar, y que no había ofendido ni a Dios ni al hombre. (Jn 15:25)
69:5 Insensato. Cometer un pecado es la peor clase de insensatez (38:5); tratar de esconderlo de
Dios es una tontería aún más grande.
69:7 Por ti. Los enemigos lo persiguen a él porque odian a Dios y a cualquiera que es piadoso
(44:22, nota; Jer 15:15). Un exitoso desafío a Dios pondría a prueba la fe de todos los que confían en
sus promesas.
69:9 El celo por tu casa. La promoción de la causa de Dios resultó en aflicción e insultos, en vez
de bendiciones. Ver las referencias a este versículo en el N. T. en Jn 2:17 y Ro 15:3.
69:11 Me visto de luto. La vestimenta de lamentación y penitencia. (Gn 37:34; 2R 19:1; Sal 30:11;
35:13)
69:12 A la puerta. Donde los hombres se reunían para intercambiar novedades y hacer negocios.
69:13 Tiempo de tu buena voluntad. Cuando, según el buen agrado de Dios, podría esperarse una
respuesta favorable a la oración. (Is 49:8)
69:18 Redímeme. El fundamento de la oración no es el celo por la casa de Dios, sino su
misericordia inmerecida. Ver la nota sobre “redentor”, Job 19:25.
69:19 Tú bien sabes. La oración le cuenta a Dios los pecados que él ya conoce (v. 5). Al mismo
tiempo ofrece la oportunidad de arrojar al seno de Dios los problemas de uno, los que también
conoce.
69:21 Vinagre. A Jesús le dieron “vino mezclado con hiel” (Mt 27:34); en respuesta a su reclamo
“tengo sed” le dieron a beber vinagre. (Mt 27:48; Jn 19:29)
69:22 Banquetes. Los hombres que eran los invitados de ellos habrían de ponérseles en contra y
tenderles una trampa en un complot traicionero.
Fiestas de sacrificio. El texto hebreo tiene sentido si se traduce: “Y a los que están en paz (es
decir, se sienten seguros) que se les (es decir, la mesa de hospitalidad) convierta en una trampa”. Ver
el uso que Pablo le da a los vv. 22–23 en Ro 11:9 y s.
69:25 Desiertos. Ver la referencia de Pedro a este versículo en Hch 1:20.
69:26 Afligido. Dios lo ha afligido con un castigo que queda sin definir. Los enemigos añaden
insulto al ultraje con su aserción de que Dios lo castiga por crímenes no confesados. Ver la misma
clase de argumentación por parte de los amigos de Job, en Job 4:1 y ss.
69:28 Libro de la vida. Ver Éx 32:32 y s.; Is 4:3; Ap 3:5; 13:8; 20:12, 15; 21:27. Por la imprecación
sobre los enemigos, ver 35:4, nota; 58:10, nota.
69:31 Cuernos y pezuñas. Los animales aceptables para el sacrificio debían ser maduros (cuernos)
y ser clasificados como limpios (patihendidos, Lv 11:3). Ver notas sobre 40:6; 50:8; 51:16.
69:34 Los cielos y la tierra. Cuando la “salvación” de Dios llega a un individuo, se pide a todos
los que “buscan a Dios” a que acompañen en alabar a Dios, porque pueden esperar que él acuda
también en ayuda de ellos. Toda la creación refleja su gloria.
69:35 Reconstruirá. Ver 51:18, nota.
Salmo 70
70:1–5 Con la excepción de un cambio en el nombre divino, y por otras variaciones menores, este
salmo duplica el 40:13–17. Comp. las notas allí.
Salmo 71
71:1–24 Las personas cuya vida ha llegado al punto en que le faltan las fuerzas (v. 9) con
frecuencia se sienten solitarias y tristes. Para alguien que peina canas (v. 18) y que, agregado a las
enfermedades comunes de la vejez (vv. 9, 18), debe cargar con un peso penoso poco común, este
salmo le brinda consuelo como también una buena lección en piedad. El desconocido autor no pasó
su juventud viviendo en el desenfreno ni su madurez idolatrando el consuelo de criaturas antes que al
Creador. Enseñado por Dios desde su niñez, anduvo en sus caminos. Se sabía de memoria más de un
cántico entonado por la congregación en el culto. Pequeñas porciones de varios salmos (tales como
el 31 y el 22) le venían a la memoria cuando componía versos que expresaban sus propios
sentimientos. El resultado de sus esfuerzos no fue una obra maestra brillante de poesía artística.
Incluso carece de una progresión lógica de pensamiento. Las declaraciones de confianza en Dios, las
oraciones por liberación, y los votos de dar gracias a Dios por la ayuda ansiada fluyen dentro y fuera
de una y otro caprichosamente. Estos elementos multiformes son unidos uno con el otro en los vv. 1–
11 sólo para ser entretejidos unos y otros nuevamente en los vv. 12–24, con la leve diferencia de que
en la segunda mitad hay un énfasis más sostenido sobre las alabanzas que se cantan. Pero pese a tales
defectos de estilo, se hace oír fuerte y clara la retórica de la fe. En vez de permitir que este hombre
temeroso de Dios complete los años que le quedan de vida en paz, el Señor lo hizo pasar por muchos
infortunios (v. 20), los que sus enemigos – impíos, malvados, violentos (v. 4)– explotaron para
amenazar su vida. Pero no es un anciano desilusionado y amargado, listo para “maldecir a Dios y
morirse” (Job 2:9). Se entrega con confianza al Ayudador, de quien ha dependido desde que nació; su
oración es: Rescátame y líbrame (v. 2); aún le queda una misión en esta vida: Dar testimonio del
poder y la bondad de Dios.
71:1 Me he refugiado. El texto hebreo tiene sentido si se traduce: “Sé tú mi roca de refugio adonde
pueda yo siempre acudir; da la orden de salvarme”.
71:6 Del vientre materno. Comp. 22:9 y s.; Is 46:3.
71:7 Motivo de asombro. Una palabra que se encuentra con frecuencia en la combinación que se
traduce “señales y prodigios” (Éx 7:3; Dt 6:22, etc.) La intención aquí es que la aflicción grave que
Dios per-mite que sufra una persona que ha declarado abiertamente su rectitud con su devoción a la
piedad, era interpretada por sus enemigos como una prueba de que estaba sufriendo un castigo bien
merecido por un crimen oculto.
71:13 Acusadores. Un participio del verbo del cual deriva “Satanás”. (Job 1:6 segunda nota)
71:15 Tu justicia. Alabar a Dios por lo que ha hecho innumerables veces en la causa de “justicia”
y salvación, es algo que anima al longevo sufridor a “tener esperanza siempre” de que él también
tendrá ocasión de “gritar de júbilo” por tal acción de vindicación y rescate en su propio caso.
71:16 Soberano SEÑOR.(RV Vendré) Para “entrar por sus puertas con acción de gracias”. (100:4)
71:18 Poder. Lit. “brazo”; ver Éx 6:6; Dt 4:34; 26:8; Is 40:10; 51:5; 52:10; Jer 27:5.
71:20 Darme vida. Dios puede ayudar aun si la víctima perseguida está como muerta y sepultada
en las profundidades de la tierra.
71:21 Mi honor. Lit. “grandeza”. La intervención de Dios silenciará a los “acusadores” y
detractores y le restituirá el respeto debido a un siervo de Dios.
71:22 Santo de Israel. Este título de Dios es apropiado para un canto de alabanza (78:41; 89:18)
porque trae a la memoria que el soberano, trascendente Señor de la creación entró en un pacto con un
pueblo a quien había liberado de la esclavitud.
Salmo 72
72:1–20 Si el epígrafe es traducido Un salmo de Salomón o “Un salmo para Salomón”, esto no
afecta la intención y el significado de este cántico. En cualquiera de los casos, expresa una ansia y
esperanza por las bendiciones de justicia absoluta y paz universal. Este proyectado ideal es vertido en
el molde de las promesas hechas a David y su casa (2S 7). Sin embargo, ni su gobierno ni el de
ninguno de sus sucesores fue algo más que una anticipación imperfecta de lo que se esperaba en
respuesta a las peticiones y los deseos expresados en este salmo (comp. Sal 2, notas). La era mundial
de “en la tierra paz” (Lc 2:14), prefigurada por el reinado de aquéllos que se sentaron “sobre el trono
del reino del Señor sobre Israel” (1Cr 25:8), fue iniciado cuando el Hijo de David, “más grande que
Salomón” (Lc 11:31), vino para ocupar “el trono de su padre David” (Lc 1:32). Pero su dominio…
hasta los confines de la tierra (v. 8) todavía “no se puede someter a cá lculos” (Lc 17:20). Hasta que
“el Hijo del hombre venga en su gloria” para “sentarse en su trono glorioso” como Juez de “todas
las naciones” (Mt 25:31s), su iglesia, atacada desde adentro y desde afuera, suplica: “¡Ven, Señor
Jesús!” (Ap 22:20). Por esto, nos ponemos devotamente al lado de los santos del A. T. al decir, en las
palabras de su salmo: “Venga tu reino”. Este poema profético del pasado remoto describe lo que el
rey de Israel debía ser y hacer como un tipo del Rey mesiánico: (1) su reinado de justicia redunda en
bienestar para el pueblo, y gran prosperidad (vv. 1–7); (2) su dominio incorpora a todas las
naciones… hasta los confines de la tierra (vv. 8–11), quienes reciben los beneficios de su gobierno,
no menos que su propio pueblo (vv. 1214); (3) su reinado universal perdurará para siempre, y
producirá un interminable despliegue de bendiciones. (vv. 15–17)
72:1 Tu justicia. Siendo que “el juicio es de Dios” (Dt 1:17), su representante sobre el trono de
Israel debía ser el ejecutor de la justicia divina, haciendo justicia a “los pobres”, “los necesitados”,
los oprimidos (comp. 2S 8:15; 1R 3:6–9). Ver promesas mesiánicas tales como Is 9:6 y s.; 11:1–5; Jer
23:5; 33:15.
72:5 Que viva. El texto hebreo expresa el pensamiento de que el pueblo “temerá” a Dios (Dt 6:13
nota) por las bendiciones que les llegan a través de su vicegobernador, el rey. El deseo de que el rey
viva mucho tiempo es expresado en el v. 15. (Ver también 89:36 y s.; 1S 10:24)
72:8 De mar a mar. El dominio universal está expresado en términos geográficos utilizados para
indicar expansión mundial (Zac 9:10). El río es el Éufrates. (Gn 15:18; Éx 23:31)
72:10–11 Tarsis. Comp. 48:7; 1R 10:22, nota. Por Sabá ver 1R 10:1, nota; por Seba, Gn 10:7, nota;
Is 43:3. Para el tributo pagado por “todos los reyes” al Mesías, ver Is 45:14; 49:23; 60:1 y ss.; Mt 2:1,
11.
72:14 Valiosa su vida. No barata y para derrochar, sino altamente valorizada y protegida de ser
arrebatada por la opresión y la violencia.
72:16 Que abunde el trigo. Los vv. 16 y 17 tal vez deberían ponerse entre comillas, para indicar
que son las palabras de la “oración” hecha “por él sin cesar” (v. 15). Una fertilidad del suelo jamás
soñada y una población prolífica se le adscriben figuradamente a la era mesiánica. (Am 9:13; Jl 3:18;
Is 30:23 y ss.; Zac 10:10; Is 49:19–21; 54:1–3)
72:18 Bendito sea Dios el SEÑOR. Una doxología similar se encuentra al final del “Libro I” (Sal
41:13). Comp. las notas introductorias al Salterio, “Clasificaciones”.
72:20 Terminan. Este versículo es una nota para indicar que en esta colección de salmos no se
incluyen más “oraciones de David”. En el “Libro III” (73–89) solamente el Sal 86 es atribuido a
David.
Salmo 73
73:1–28 Este Salmo de Asaf (comp. Sal 50) es el relato de un casi –cómo a un creyente poco le
faltó para perder su fe en la bondad de Dios, pero emergió de su lucha con la duda más firmemente
convencido que nunca, de que Dios jamás es otra cosa sino bueno… ¡con los puros de corazón! (v. 1)
Para beneficio de todos los que por razones similares puedan sentirse tentados a cuestionar si el bien
es estar cerca de Dios (v. 28), prosigue contando qué fue lo que por poco le hizo perder su asimiento
a Dios, y qué lo hizo volver a aferrarse a él para conducción en la vida y esperanza en la muerte.
Había llegado al borde de la falta de fe al ver la prosperidad de esos malvados, la cual adquirieron
por medio de malicia y opresión en vociferante desafío al merecido castigo divino. El asunto se
volvió sumamente confuso cuando, por un lado, Dios no hizo nada para frenar su violencia
arrogante, incluso ahorrándoles las complicaciones comunes a la existencia humana y, por otro lado,
dejar que su azote de aflicción descargara severos golpes sobre él, por más que fuera inocente de los
crímenes de ellos (vv. 2–14). No resolvió su problema por medio del raciocinio, por una sumisión
filosófica ante lo inevitable, por consolarse a sí mismo con el pensamiento de que la virtud es una
recompensa en sí misma. Descartando toda consideración de mérito, encontró la clave a un modo de
vida satisfactorio, radiante y victorioso, cuando entró en el santuario de Dios. En los recintos
sagrados de sabiduría eterna, comprendió las cosas, vistas en su perspectiva real. Corto de vista debía
ser para dejarse perturbar por el éxito pasajero de los malvados, cuando, conforme al tiempo de Dios
el destino de ellos distaba tan sólo un instante (vv. 15–20). También se dio cuenta de cuán necio e
ignorante había sido su percepción de los valores. Comprendió que nada en la tierra importaba
excepto estar con Dios. Confiar en su consejo para guiarlo era saber que nada podía dañarlo en el
camino de la vida, viniera lo que viniese. Los designios de Dios van más allá de los límites del
tiempo: su propósito final es acogerme en gloria, cuando mi cuerpo y mi espíritu… desfallecen (vv.
21–26). En vista de todo esto, no hay motivo para dudar si el bien es estar cerca de Dios.(vv. 27–28)
73:1 Puros de corazón. Todos los que se consuelan con la tesis axiomática del salmo de que Dios
es bueno, deben saber que él examina “mente y corazón” por una devoción no fingida a él (7:9, con
nota; Mt 5:8). Tómese nota de las repetidas referencias al corazón en vv. 7, 13, 21, 26.
73:3 Envidia. El salmista no fue ni el primero ni el último en sentirse inquieto al ver que Dios
aparentaba ser bueno con los malvados más bien que con “los de corazón limpio” (Mt 5:8). (Sal 37;
49; 94; Job 21:716; Jer 12:1 y s.)
73:6 Collar. Despliegan su orgullo y violencia como si fuese una pieza de pedrería, usada como
adorno.
73:10 Acude a ellos. La descripción gráfica de la influencia de los malvados sobre otros, no se
pierde si el versículo es traducido: “Por tanto su gente se vuelve hacia allí y aguas abundantes
escurren de ellos.” Multitudes de admiradores los buscan, ansiosos para saturarse con recetas de éxito
que fluyen de los labios de hombres que lo han hecho apetecible.
73:11 “ ¿Cómo puede Dios saberlo? ” “Los arrogantes” (v. 3) desafiaron a Dios a que los frene.
Una blasfemia tal sin castigar hizo que pareciera increíble que Dios mantiene un orden moral a nivel
mundial. (10:4, nota)
73:13 Mis manos lavadas. Comp. 26:6 nota.
73:15 Linaje. Comp. 12:7, nota.
73:17 Santuario. La palabra hebrea, también en su forma plural, aparece en 68:35; Ez 28:18. A fin
de solucionar lo que parecían ser evidentes contradicciones de la vida, el que duda, perturbado, fue a
averiguar qué había revelado el santo Dios respecto de este asunto.
73:20 Como quien despierta de un sueño. El texto hebreo tiene sentido si el versículo se traduce:
“Como un sueño (se desvanece) al despertar, así, oh Señor, desprecias tú su (nebulosa) apariencia, al
ponerte en movimiento”. Para otras referencias respecto de la existencia fantasmal del hombre, ver
39:5, nota; 39:6; Job 20:8; para el despertar de Dios, ver 7:6, nota; 35:23.
73:24 Me acogerás en gloria.“Ni la muerte ni la vida” pueden separar al creyente de su Dios. (Ro
8:38 y s.). Comp. 49:15, nota.
Salmo 74
74:1–23 Este salmo brotará de los corazones y labios del pueblo de Dios con tanto fervor como
lo fue en el antiguo Israel, cuando y dondequiera que poderes crueles y opuestos a Dios amenazan
reducir a ruinas eternas todo lo que es sagrado, convirtiendo en mataderos los santuarios y
suprimiendo el culto. Cuando este lamento y oración se articuló por primera vez, el templo de
Jerusalén estaba en ruinas, quemado hasta los cimientos por el conquistador babilónico. Por un largo
período no hubo banderas ni palabras de un profeta que dijera que el reino del terror llegaría a su fin.
En esta tenebrosa noche de congoja uno de “los descendientes de Asaf” (2Cr 35:15) clamó a Dios
pidiendo que defienda su santo nombre de la burla y la ofensa de los necios (vv. 18–22). Su súplica
inicial (vv. 1–11) comienza y concluye con la pregunta de por qué ha abandonado Dios al pueblo a
quien “adquirió”, en las manos de burladores (vv. 1, 11). Al presentar su súplica, aprovecha la
ocasión de llamar la atención de Dios sobre la completa profanación de su santuario (vv. 4–8).
Actuando luego como el portavoz del pueblo, el salmista cambia abruptamente a una manifestación
de fe en el poder de Dios. La catástrofe no ocurrió porque él no pudo evitarla, porque Dios es el
Creador de cielos y tierra y el Señor de la historia (vv. 12–17). A este omnipotente Rey del universo
el predispuesto creyente le hace una súplica final, importunándolo a que subyugue a Sus blasfemos
adversarios, según se comprometió a sí mismo que haría, en su pacto con el pueblo escogido, al
presente oprimido, pobre y necesitado (vv. 18–23). Para Masquil ver Sal 32:1–11, nota.
74:1 ¿Por qué? La misma pregunta respecto del trato misterioso de Dios con las personas
individualmente (10:1; 22:1) se convierte aquí en un lamento a favor de toda una nación, llamada las
ovejas de su prado (79:13; 95:7; 100:3; Jer 23:1; Ez 34:31). Siendo que por décadas no había
perspectivas de una mudanza de las calamidades, a la aturdida “asamblea” le pareció que Dios la
había rechazado para siempre, y que el “santuario” estaba condenado a quedar en “ruinas eternas” (v.
3; comp. Is 58:12; 61:4). Efusiones similares de pesar y súplica se encuentran en Sal 79 y en el libro
de Lamentaciones.
74:4 Sus banderas. Emblemas y estandartes levantados por los babilonios para señalar control
absoluto sobre la “habitación” de Dios.
74:5 Talando. El texto de este versículo, si bien “incierto”, tiene sentido si es traducido: “Daba la
impresión como que los hombres estuviesen blandiendo sus hachas en amplios golpes en un monte
frondoso”.
74:6 Adornos de madera. Comp. 1R 6:29 y ss.; para una descripción de la demolición del templo,
ver 2R 24:13; 25:9, 13–17.
74:8 Santuarios. La misma palabra traducida “asambleas” en v. 4. Se utiliza aquí en el plural para
designar las diversas partes del templo (comp. 73:17, nota) o recordar con cuanta frecuencia Dios se
había encontrado allí con su pueblo para que éste le rindiese culto (Éx 25:22; 29:42, etc.). La
traducción “sinagogas” (RV) es errónea.
74:9 Banderas. Dios “obró sus señales milagrosas” cuando “rescató” a su pueblo (78:42b-43).
Después que Ezequiel fue llevado a Babilonia y Jeremías a Egipto, ya no había ningún profeta para
responder a la pregunta de hasta cuándo le sería permitido al enemigo insultar el nombre de Dios.
(Comp. Lm 2:9; Ez 7:26)
74:11 Cruzado de brazos. La segunda línea de este versículo es un grito impetuoso reclamando un
fin a la inacción de Dios: “Destruye (a los que se burlan retirando) tu mano derecha de tu seno”,
donde descansa retraída.
74:14 Leviatán. Comp. Job 3:8, nota; 41:1, nota; Sal 68:30, nota.
74:15 Que brotaran fuentes. El “Rey” de la creación utilizó su poder sobre las cosas y poderes que
había hecho, cuando obró “salvación” (v. 12) para Israel: Dividió el Mar Rojo; proveyó agua de una
roca; secó las aguas salidas de cauce del Jordán. (Éx 14:21; 17:5 y s.; Jos 3:13)
74:19 Tu tórtola. Comp. 68:13; Is 38:14; 59:11.
74:20 Rincones. Hasta los lugares de escondrijo no garantizaban seguridad contra los despiadados
conquistadores.
74:21 El pobre y el necesitado. Comp. 9:18, nota.
Salmo 75
75:1–10 Este Salmo de Asaf en efecto suministra una réplica a la pregunta “¿Por qué?” surgida en
el salmo precedente. Se encuentra aquí una palabra profética de Dios que ofrece certezas que el
individuo recibió cuando “entró en el santuario de Dios” (73:17). Los altivos y los impíos no pueden
desafiar la autoridad moral del creador y su gobierno. Cuando él lo decida su poder soberano
ordenará justicia (vv. 2–5; comp. Hch 17:31). Además, los impíos de la tierra no pueden eludir sus
juicios, no importa a donde se dirijan buscando protección (vv. 6–8). La confianza en la pro-mesa de
que “¡El juez ya está a la puerta!” (Stg 5:9) es tan firme que el salmo comienza y finaliza con acción
de gracias y regocijo (vv. 1, 9–10) Para sígase la tonada de “ No destruyas ” ver Sal 57:1–11, nota.
75:1 Invocamos tu nombre. Esta traducción exige una corrección del texto que si se lo deja como
está puede ser traducido: “porque cercano está tu nombre, el cual hicieron conocer tus obras
maravillosas”. Para el significado de nombre ver 8:1, nota.
75:3 Columnas. Comp. Job 9:6, nota; 26:7, segunda nota.
75:4–5 Soberbia.(Otras versiones traducen: Cuerno) Siendo que los animales tales como los
bueyes confían en sus cuernos, éstos con frecuencia se utilizan como símbolos de fuerza. (v. 10;
89:17; Lc 1:69)
75:8 Copa. Comp. 11:6, nota. El vino está bien mezclado, es decir, mezclado con aditivos para
incrementar su efecto intoxicante. (Comp. 60:3)
75:10 Aniquilaré. El texto hebreo “yo cortaré” provee otra palabra del Señor, agregada sin una
fórmula introductora, como en los vv. 2–5, o registra la determinación inflexible del salmista de
actuar como el instrumento de la justicia distributiva de Dios.
Salmo 76
76:1–12 La confianza en el poder de Dios que puede implantar justicia sobre la tierra (75:10)
prorrumpe en un cántico de exultación en este Salmo de Asaf. Celebra la derrota de esos hombres
aguerridos que hicieron gala de “soberbia” (75:4) en un ataque contra Jerusalén, morada terrena y
residencia real del “Rey” del cielo (1–6; 74:12). Su victoria sobre poderosos enemigos en el pasado
inspira un himno en alabanza de su declarado propósito e incontestable capacidad para salvar a los
pobres de la tierra dondequiera que y cuando son amenazados por la furia de Edom, sean gobernantes
o reyes. (vv. 7–12)
76:2 Salén. Antiguo nombre de Jerusalén, que incorpora las consonantes de la palabra hebrea para
paz. (Gn 14:18, nota; Comp. Sal 122:6–9)
76:3 Allí. Utilizando su “morada en Sión” como una base de operaciones, Dios “hizo pedazos” las
fuerzas enemigas, lo que resultó en su completa derrota. Si bien no es mencionado explícitamente, el
incidente que se conmemora es, probablemente, la destrucción del ejército de Senaquerib en tiempos
del rey Ezequías. (2R 18:1319:37)
76:10 La furia de Edom. Cuando Dios frustra los planes malvados de los hombres, lo ilusorio de
sus pretensiones voluntariosas a una autodeterminación será tan obvio, que las pretendidas víctimas
de su ira tendrán sobrados motivos para alabarlo. Cada victoria sobre lo que aún queda de Jamat, es
decir, todo mínimo intento antagónico, brilla como una joya con la que se adorna. (Comp. Gn 50:20;
Éx 9:15 y s.; Ro 9:17; Jer 13:11)
Salmo 77
77:1–20 El tiempo exacto y las circunstancias de la calamidad que hicieron surgir la lucha,
cargada de perplejidad, con Dios en oración y registrada en este Salmo de Asaf no están claramente
señalados. El énfasis está puesto sobre la angustiosa brega de fe por mantenerse asido de Dios cuando
ya no había ninguna evidencia de su gran amor, porque en su enojo ya no quiso tener compasión (8 y
s.). El salmo ofrece fortaleza e instrucción a los hijos de Dios torturados por noches insomnes de
sufrimiento. Lo primero a tomar en cuenta es, que el salmista, si bien completamente confundido y
aturdido, no cesó de orar ni durante el día ni por las noches (vv. 1–2). Aunque parece que Dios no
oye, insiste en argüir con Él, pidiéndole que explique por qué se ha olvidado Dios de sus bondades,
como las que manifestó en los tiempos de antaño (vv. 3–10). Al ir orando, ve de pronto el pasado
desde una perspectiva animosa. Recuerda las hazañas y los milagros del SEÑOR, los que obró cuando
rescató a su pueblo indefenso de la esclavitud de Egipto. Y allí deja las cosas, sin ir más allá,
satisfecho con saber que él y su pueblo continúan estando en las manos del Dios santo y Creador
todopoderoso del universo. (vv. 11–20)
77:6 Reflexiona. El lamento del salmista aparece en un contraste más agudo con su anterior
disposición de ánimo alegre, si el texto queda sin cambios y se traduce: “Por las noches recuerdo mi
música de instrumentos de cuerda”. (Comp. Lm 5:14; Sal 42:8; Job 35:10)
77:10 Haya cambiado. Según lo señalan las preguntas en 7:9, el esforzado salmista cree que la
explicación a su dificultad sólo puede ser la negativa del Altísimo a hacer uso de su diestra de poder
para “tener compasión”, como lo hizo en el pasado de acuerdo con su “gran amor” y sus “promesas”.
Sin embargo, el pensamiento mismo de que Dios puede cambiar parece volverlo a la realidad. En vez
de acusar al Altísimo de ser contradictorio, trueca su lamento en un canto que alaba la inmerecida
bondad y el poder irresistible que Dios manifestó cuando redimió a su pueblo de la esclavitud y los
guió “como un rebaño”.
77:13 ¿Cómo nuestro Dios? Comp. Éx 15:11, nota; 20:3 segunda nota.
77:16 El propio abismo se estremeció. Las “obras poderosas” y las “maravillas” ocurrieron en el
tiempo del éxodo de Egipto porque el Redentor de Israel tuvo a su disposición el poder ilimitado del
Creador del universo, y pudo sujetar las aterradoras fuerzas de la naturaleza. Hay una mezcla
chispeante de motivos en las dramáticas figuras de lenguaje con las que el poeta describe el poder
cósmico a las órdenes de Dios, cuando guió a su “pueblo como un rebaño por medio de Moisés y de
Aarón”.
Salmo 78
78:1–72 Una mirada al pasado en los salmos precedentes inmediatos, sirve para ahuyentar las
dudas respecto de si Dios quiere y puede promover y salvaguardar el bienestar de Sus hijos, colectiva
e individualmente. El Sal 78, que es el segundo en extensión en el salterio, echa una ojeada en la
historia de Israel con un propósito diferente. Pinta un cuadro de días ya idos en blanco y negro; el
tenebroso y misterioso poder de la maldad sobre el hombre, y los rayos brillantes de la misericordia
paciente de Dios. El contraste no es solamente tan absoluto como la noche y el día, sino que las
respectivas características opuestas son tan extremas como para desafiar la comprensión. Es
imposible medir la profundidad de la depravación del hombre; la bon-dad paciente de Dios sobrepasa
todo entendimiento. Lejos de ser una epopeya de logros heroicos, la historia de Israel es, desde sus
mismos comienzos un registro deplorable de ingrato moqueo ante la ayuda milagrosa de Dios, y de
decidida rebeldía contra su voluntad. Pero el Señor, que escogió a Israel para que fuera su “propiedad
exclusiva entre todas las naciones” (Éx 19:5), no era un dios nacional como los ídolos dentro, y
alrededor de, Canaán, que dependían de adoradores humanos y estaban sujetos al destino de sus
devotos. Cuando los israelitas rompieron el pacto, el enojo de Dios vino sobre ellos (v. 31) para
castigar y destruir. Sin embargo, el enigma de la infidelidad irracional de Israel encontró su
contraparte en las maravillas de la inefable paciencia y misericordia de Dios. Si él no hubiese sido
“grande en amor y fidelidad… y que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado” (Éx 34:6 y s.), no
habría habido historia de Israel para escribir. La historia del antiguo Israel en una tierra extraña,
registrada para nuestro aprendizaje, se repite miniaturizada en la vida de todo creyente. Allí también
se encuentra el ritmo diario del abuso de la gracia y del pecado perdonado. (1Co 10:1–11; Heb 2:14;
3:7–9)
En los versículos iniciales el salmista expide una convocatoria a sus contemporáneos para que
presten atención a la enseñanza de la historia que él está por presentar, no sea que se olviden de las
proezas de Dios y lleguen a ser tan obstinados y rebeldes como lo fueron sus antepasados tantas veces
(vv. 1–8). No es su intención presentar un examen cronológico de todo el pasado. En cambio, escoge
episodios de diferentes eras, a fin de demostrar cuán irracional y persistentemente perverso había
sido Israel como nación. Una y otra vez el pueblo había olvidado las proezas de Dios y las maravillas
que les había mostrado cuando los rescató de Egipto, proveyó para sus necesidades en la travesía por
el desierto, y los estableció en la Tierra Prometida. Con justo enojo Dios dio muerte a sus hombres
más robustos en el desierto. Cuando lo buscaban, y con ansias se volvían de nuevo a él… él les tuvo
compasión; les perdonó su maldad (vv. 9–39). Pero aún así, ¡cuántas veces se rebelaron contra él en el
desierto cuando las señales y portentos de las plagas infligidas sobre los egipcios debían haber
estado frescos en sus mentes! Siempre dispuesto a perdonar, Dios finalmente trajo a su pueblo a esta
su tierra santa, expulsando naciones (vv. 40–55). Sin embargo, la actitud del pueblo no cambió.
Establecidos en la Tierra Prometida, rápidamente se rebelaron contra el Altísimo al adorar a los
ídolos de los baales de Canaán. Furioso, Dios dejó que manos enemigas quemaran el tabernáculo de
Siló y se llevaran el arca, que había sido guardado allí. Pero nuevamente despertó el SEÑOR como
quien despierta de un sueño, e hizo retroceder a sus enemigos (vv. 5666). Dios inició una nueva era
cuando dejó que la tribu de Judá proveyera un guía experto en la persona de su siervo David; y bajo
Salomón construyó su santuario sobre el monte Sión (vv. 67–72). Aquí llega a su fin la revista del
autor acerca del pasado de Israel. Nosotros sabemos que incluso este nuevo comienzo no trajo
resultados permanentes. Finalmente, Dios no vaciló en dejar que los asirios se alzaran con la mitad
septentrional del reino, y en entregar a Jerusalén y el templo en las manos de los babilonios, según lo
expresa el lamento del próximo salmo. Y, sin embargo, después de algunas décadas trajo de vuelta a
un remanente de la cautividad, y un nuevo capítulo de historia de salvación comenzó.
78:2 Parábolas… misterios. Traducido “proverbio” y “enigma” (49:4; Pr 1:6). El salmista está por
explicar un oscuro misterio al adoptar un método de instrucción que imparte sabiduría por medio de
analogías y ejemplos. El “maestro que ha venido de parte de Dios” (Jn 3:2) llevó esta herramienta de
instrucción a un nivel de perfección sin precedentes en el pasado y por siempre inasequible. (Mt 13:34
y s.)
78:5 Decreto… ley. La ordenanza de que una generación le hable a la otra de “las señales que
realizó Dios” era de vital importancia, y tanta, que ésta se repite una y otra vez. (Éx 10:2; 12:26 y s.;
13:8, 14; Dt 6:4–25)
78:9–10 La tribu de Efraín. Los descendientes de los hijos de José, Efraín y Manasés, eran las dos
tribus más fuertes que se separaron de la casa de David después de la muerte de Salomón. A causa de
su antigua posición de líderes, los efraimitas son citados como ejemplos de infidelidad
decepcionante. Siendo que fracasaron en cumplir con el pacto de Dios y se negaron a seguir sus
enseñanzas, se los compara con soldados que, si bien armados para el combate, eluden su deber el
día de la batalla.
78:12 Región de Zoán El territorio en la vecindad de una ciudad ubicada en la región del delta del
Nilo, conocida en griego como Tanis, y destinada a llegar a ser una capital de Egipto (v. 43; Is 19:11,
13; 30:4; Ez 30:14). En la tierra de Egipto Dios hizo milagros, las diez plagas (Éx 712). Otras
“maravillas” seguirían: el paso a través del Mar Rojo (v. 13; Éx 14:16, 21; 15:8); la guía “con una
nube… y con luz de fuego” (v. 14; Éx 13:21; Sal 105:39); el agua de una roca. (v. 15; Éx 17:6; Nm
20:11; Sal 105:41)
78:18 A prueba. Traducido “pusieron a Dios a prueba” Éx 17:2, 7, nota; Sal 95:9; 106:14 (comp.
1Co 10:9; Heb 3:9). Los israelitas tenían un “deseo insaciable” (v. 30) por la satisfacción de sus
necesidades físicas tan sólo. (Comp. Éx 16:2 y s.)
78:23 (Y) desde. El milagro más grande en la historia de Israel fue la paciencia que tuvo Dios con
un pueblo increíblemente contumaz, impermeable a actos tanto de bondad como de juicio. Y él, aun
así, continuó siendo “compasivo” y “no los destruyó”. (38; Éx 34:6 y s.)
78:27 Nubes de pájaros. Comp. Éx 16:13; Nm 11:31.
78:31 Dio muerte a sus hombres más robustos. Comp. Nm 11:33.
78:33 Se esfumaron como un suspiro. Terminarían sus días en el desierto. (Nm 14:28–30, 35;
26:63–65)
78:36 Le mentían. Aun cuando el castigo de Dios les infligía heridas, y el pueblo “se volvía de
nuevo a él” (v. 34), simplemente lo halagaban con la boca a fin de inducirlo a poner fin al castigo.
78:43 Señales en Egipto. Siete de las diez plagas, a las que se alude brevemente en los vv. 11 y s.,
son enumeradas. (vv. 4451)
78:50 La plaga. Comp. Éx 11:1, nota.
78:51 Cam. Nombre ancestral para Egipto. (Gn 10:6; Sal 105:23, 27; 106:22)
78:60 Siló. En aquel tiempo los israelitas eran invadidos por los filisteos. Siló, donde estuvo el
tabernáculo por algún tiempo, fue destruida (Jer 7:12; 26:6); el arca del pacto, llamada aquí el
“poder” y la “gloria” de Dios, fue arrebatada; los hijos de Elí, el sumo sacerdote, fueron muertos (1S
4:10 y s.); el “fuego” de la ira d Dios consumió “a sus jóvenes”, desposeyendo a las “doncellas” de
prometedores esposos.
78:64 No pudieron hacerles duelo. Las circunstancias eran tales que era imposible llevar a cabo
los acostumbrados ritos funerarios. (Job 27:15)
78:65 Despertó. Comp. la frecuentemente repetida oración de que Dios se despierte o se mueva
(7:6, nota; 35:23; 44:23; 59:4). Los filisteos fueron derrotados por Samuel, Saúl y David. (1S 7:5–14;
14:47; 2S 5:25
78:67 Descendientes de José.(Biblia de Jerusalén: Tienda …) Un nuevo capítulo comenzaba en la
historia de Israel cuando Dios “escogió a David… para que fuera el pastor de Jacob, su pueblo” (vv.
70 y s.). El arca no fue devuelta a Siló en el territorio de las tribus de José. Fue llevada a Jerusalén a
“la tribu de Judá”, donde Salomón construyó el templo.
Salmo 79
79:1–13 No debe sorprendernos encontrar otra ferviente oración por rescate del mismo desastre
como consecuencia del cual surgió el Sal 74 (comp. notas allí). Si parece que Dios va a estar enojado
para siempre (v. 5) porque dejó que nuestro mundo se derrumbara alrededor de nosotros y nos dejó
cegados por las lágrimas en las ruinas de nuestras esperanzas, entenderemos por qué Israel envió
más de un grito de angustia al trono de la misericordia, cuando todo lo que tenía sentido y era
sagrado fue hecho pedazos y profanado, Los babilonios destruyeron la ciudad sagrada, quemaron el
templo, y se llevaron al exilio a todos los habitantes, con la excepción de los más pobres. Estos
desastres que derriban, parecían haber extinguido todas las estrellas de promesa con las que Dios
había tachonado los cielos del futuro de Israel. Desde esta negra noche surge el lamento de dolor que
le cuenta a Dios de las heridas mortales infligidas por el enemigo (vv. 1–4). Pero porque en el último
análisis los paganos que han devorado a Jacob y al país lo han dejado en ruinas no eran otra cosa
sino los instrumentos del enojo de Dios, el salmista se dirige a él y a su misericordia por alivio y
reparación (vv. 5–13). Su oración no es un ejercicio desapasionado en la composición de versos.
Viene con calor de un alma chamuscada por el reconocimiento de pecados pasados y presentes, pero
también exasperado por el oprobio que la derrota de la causa de Dios ha acumulado sobre su honor.
La gloria de su nombre está en juego. Para restituirlo y mantenerlo se requiere la venganza de la
sangre de Sus siervos.(vv. 9–10)
79:1 Tu herencia. Con frecuencia a Israel se lo designa así. (Dt 4:20; 9:26; Sal 74:2)
79:2 Fieles. Comp. 4:3, nota.
79:3 Entierre a los muertos. Comp. Dt 28:26; Jer 7:33; 14:16. Se consideraba que era una gran
calamidad si un cadáver no era sepultado como correspondía. Hasta un criminal debía ser enterrado
inmediatamente después de su ejecución. (Dt 21:22 y s.)
79:5 ¿Hasta cuándo? Comp. 13:1, nota. Para celo ver Dt 4:24, nota.
79:6 Enójate.(Biblia de Jerusalén: Derrama) Comp. Ap 16:1. Para el significado de reconocen, con
la connotación de una relación personal, ver Gn 18:19 nota; Dt 9:24, nota.
79:9 Nuestros pecados. Si bien “los pecados de “ sus padres (v. 8) causaron la destrucción de
Jerusalén (Jer 25:1–14), los hijos de ellos no pretendían ser mejores. No tienen mérito alguno sobre
el cual fundamentar la consideración de su súplica.
79:10 ¿Por qué van a decir las naciones? Para una audacia similar en la oración, ver Éx 32:11,
nota; Nm 14:13 nota. La venganza queda en las manos de Dios. (58:10, notas; Dt 32:43; Neh 4:4, nota;
Ap 6:10)
Salmo 80
Salmo 81
81:1–16 La meditación sobre este Salmo de Asaf será de ayuda para evitar los riesgos ligados a
las ceremonias de culto. El llamado a cantar alegres (vv. 1–5b) es necesario cuando la adoración en
la casa de Dios corre peligro de degenerar en un desempeño melancólico del deber o una
declamación profana de las formas. La segunda parte del salmo (vv. 5c-16) es un recordatorio
necesario de que “el obedecer vale más que el sacrificio” (1S 15:22, nota). Las ceremonias externas
son una abominación a no ser que representen la ofrenda de una obediencia viviente, presentada en
repuesta de gratitud por los inmerecidos hechos de salvación de Dios. Para gittith (la canción del
lagar), ver Sal 8.
81:2 ¡Entonen salmos! Aunque sus for-mas estaban rígida y minuciosamente prescriptas por
“estatuto”, “ordenanza”, y “decreto” (vv. 4–5), el culto en Israel no debía ser una hosca observancia
de reglas. Las festividades anuales particularmente estaban señaladas a proporcionarle al pueblo una
ocasión para “cantar al SEÑOR con alegría” (33:1–22; 66:1 y s.; Dt 12:12, 18; 16:11; 27:7; Ez 3:11).
El “día de nuestra fiesta” mencionado en v. 3 probablemente se refiere a un acontecimiento
particularmente gozoso, la fiesta de las Enramadas. (Comp. Lv 23:34, nota)
81:5 Escucho. Según lo muestran los versículos siguientes, el que habla está por presentar un
oráculo que tiene sanción divina. No representa un mensaje que ya había conocido porque se originó
en su propio pensamiento.
81:7 Oculto en el nubarrón. Comp.
18:11 y s.; Éx 13:21; 14:9 y s.; 24:15–18. Meribá. Comp. Éx 17:7, nota; Sal 95:8.
81:9 Ningún dios extranjero. Se cita el primer mandamiento como que abarca todo aquello que
Israel debía “escuchar”. (Vv. 8, 11, 13; comp. Éx 20:3, notas; Dt 5:7, nota)
81:12 Los abandoné. Dios no convierte al hombre en un mecanismo que automáticamente
responde cuando se enciende la corriente eléctrica. Él deja que las voluntades obstinadas actúen como
mejor les parece si rehúsan “andar por” sus “caminos”. (v. 13; Dt 29:18 y s.; Hch 7:42; Ro 1:24, 26,
28)
81:15 Ante él. El antecedente es Israel.
81:16 Miel de la peña. Comp. Éx 3:8; Dt 32:13 y s.; Sal 147:14.
Salmo 82
82:1–8 En tiempos antiguos los tribunales eran con frecuencia corruptos como lo siguen siendo
hasta hoy. Este Salmo de Asaf le asegura a los fieles israelitas y a todos los creyentes que Dios está
preocupado por los derechos del individuo. Aquí él mismo acusa formalmente y condena a los jueces
venales e injustos, como lo hicieron en su nombre sus portavoces y profetas (Am 5:10- 12; Mi 3:9 y
ss.; 7:3; Ez 45:9; ver también Éx 22:22; 23:6 y ss.; Lv 19:15). Un crimen particularmente nefando en
Israel era la perversión de la justicia. Las leyes eran legislación divina, dada por él mismo y
administrada por quienes designó para “impartir justicia… por el SEÑOR” (2Cr 19:6 y s.). Siendo
que “el juicio es de Dios” (Dt 1:17), un caso llevado ante los jueces de Israel era, en un sentido real,
un juicio “presidido por Dios” (comp. Éx 21:6; 22:7, nota). En este salmo Dios llama a los
administradores de Sus leyes dioses e hijos del Altísimo (vv. 1, 6). En vista de sus repetidas
declaraciones donde confía la autoridad legal en Israel a agentes humanos, y los hace responsables
por la ejecución de sus leyes, es tan sólo razonable concluir que también aquí Dios está confrontando
a hombres de carne y sangre (comp. 58:1, nota). De acuerdo con el testimonio combinado del A. T.,
todos los dioses, excepto el Señor, existen solamente en la imaginación de sus fieles. Es inconcebible
que el santo Dios invistiera a un consejo de tales “no-dioses” con el derecho de dispensar justicia
sobre la tierra como Sus diputados (comp. 24:4 segunda nota; 31:6). El autor del Sal 82 aborda el
lenguaje y las características de un consejo mítico como éste para provocar por parte del verdadero
Dios una condenación sumamente dramática de Sus jueces designados en Israel. (Comp. Jn 10:34 y s.)
82:1 Consejo. Por lo general traducido “congregación”. Israel es llamado “la asamblea del
SEÑOR”. (Nm 27:17; 31:16; Jos 22:16 y s.; Sal 74:2)
82:5 Cimientos. Comp. 11:3, nota.
82:8 Levántate. Comp. 7:6, nota.
Salmo 83
83:1–18 Los hijos de Dios no cesan de orar aun cuando Dios parece guardar silencio (v. 1). Este
salmo es otra apasionada súplica por protección contra un ataque que se espera de una coalición de
fuerzas malignas. No queda indicado con claridad el tiempo preciso en que Israel estuvo tan
aterrorizado. Sin embargo, no cabe duda respecto del intento diabólico y mortal que los enemigos
tenían en mente. Había conspiraciones astutas en marcha contra el pueblo de Dios, destinadas a
destruir su nación y a borrar el nombre de Israel de los anales de la historia (vv. 3 y s.). El peligro se
describe como que una confederación de enemigos inveterados estaban convergiendo como un solo
hombre sobre la nación del pacto desde los cuatro puntos cardinales. Después de llamar la atención de
Dios respecto de la circunstancia crítica (vv. 18), el salmista procede a componer su petición por
rescate en el marco de la historia: ¡Haga Dios nuevamente lo que hizo en tiempos pasados cuando sus
enemigos trataron de contrarrestar los planes que tenía para su pueblo escogido! (vv. 9–18)
83:1 Impasible. Los corazones angustiados y temerosos se impacientan y tratan de picanear a Dios
a la acción. (Comp. 7:6, nota)
83:2 Tus enemigos. No es por orgullo nacionalista que los israelitas identifican a sus enemigos
también como enemigos de Dios. Ellos confiaban en su condición de “los protegidos” de Dios. Él
prometió protegerlos “al amparo” de su presencia, porque los escogió a ellos para llevar a buen fin
su plan eterno de bendecir a todas las naciones a través de ellos. (31:20; 27:5; Éx 19:5, segunda nota)
83:6 Edom. Diez son los pueblos mencionados como “confabulados” (v. 5) contra la nación del
pacto de Dios. Los ataques serán lanzados desde todas las direcciones: Edom, Moab, Ismael, Amón,
Amalec, Agar, Guebal desde el sur y el este; los filisteos y los habitantes de Tiro desde el oeste y el
norte; Asiria desde el norte y el este. Desde esta última región llega apoyo para “los descendientes de
Lot”, es decir, las tribus asociadas con los moabitas y los amonitas ya mencionados (Gn 19:37, nota).
Así, pues, los seguidores de Dios son “odiados por todas las naciones”. (Mt 24:9)
83:9 Madián. Comp. Jue 6 a 8; para Sísara y Jabín ver Jue 4 y 5. Endor era una localidad cercana
a la escena del combate contra Sísara y Jabín. (Jos 17:11; Jue 5:19 y ss.)
83:11 Oreb y Zeb… Zeba y Zalmuna. Príncipes y reyes madianitas. (Jue 7:25, nota; 8:4–21)
83:17 Que perezcan. Dios hará lo que sea necesario para contener a hombres rebeldes a fin de que
no frustren Sus planes de salvación. Si pueden ser impelidos a “buscar” y reverenciar su “nombre”,
santo y bueno (v. 16); si no, que Dios los destruya. (58:10, nota; 79:10, nota; Jue 5:31, nota)
Salmo 84
84:1–12 Siendo que el “gran amor de Dios es mejor que la vida” (63:3), no ha de haber deleite
mayor que estar en comunión con él en adoración. Puede ser que quede indicada una necesidad de
examinar qué significa el Señor para nosotros si el deseo ardiente de estar en comunión con el Dios
de la vida (v. 2), expresado en este salmo (vv. 1–4) parece ser un pedacito de retórica pomposa, o si la
delineación rapsódica (vv. 5–12) de la bienaventuranza, culminación, y satisfacción final que deriva
de una visita a los atrios del SEÑOR (v. 2) no parece tener visos de verdad. El creyente del A. T. se
regocijaba con el privilegio de entrar a la presencia de Dios en su morada de piedra y madera. El
creyente del N. T. no puede ser menos exuberante en alabar al SEÑOR Todopoderoso quien en el
Verbo hecho hombre “habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14). Por el término
gittith (La canción del lagar) ver Sal 8; por los hijos de Coré, 2Cr 20:19, nota.
84:3 Casa. Si hasta las aves que hacen sus nidos en los muros del templo se sentían seguras allí,
estos santos atrios demostraron ser un refugio contra las tormentas de la vida y un abrigo de paz
serena para los que se congregaban allí como “la familia de Dios”. (Ef 2:19)
84:6 Las Lágrimas. Nombre de un lugar desconocido, transitado por los peregrinos en su camino
a Jerusalén. La palabra hebrea, que significa un árbol de bálsamo (2S 5:23 y s.), es similar a una raíz
que significa llorar. De las dos líneas siguientes del versículo se desprende que se está hablando de un
lugar seco, estéril. Suele utilizarse en un sentido figurado. Todos los que hacen de la comunión con
Dios la meta de las “sendas” de la vida, encuentran la fortaleza para marchar a través de los lúgubres
corredores de la peregrinación sobre esta tierra como si fuesen sendas de verdor.
84:7 Se presentan. A los adoradores que “buscan” el “rostro” del Señor, él se les “manifestará”, es
decir, estará presente para “mostrar su favor” y concederles la paz. (27:8; Lv 9:4; Nm 6:26)
84:8 Mi oración. El salmista interrumpe la descripción de las bienaventuranzas de la adoración
con una breve oración, pidiéndole a Dios que permita que los servicios en el templo continúen sin
interrupción.
84:9 Tu ungido. El rey, de quien dependía el bienestar de la nación. (28:8; 61:6 y s.; 63:11)
Salmo 85
85:1–13 Una ruptura con un pasado desafortunado y una resolución de comenzar la vida de nuevo
puede fracasar en producir los rápidos resultados esperados. Los pecados son perdonados; la
decisión de transitar los caminos de Dios es sincera; al principio todo va bien. Pero entonces llegan
infortunios más bien que bendiciones, desengaños más bien que buen éxito. En tal circunstancia será
provechoso recurrir a este salmo. Éste fue compuesto en un tiempo en que Israel, perdonada su
infidelidad, había vuelto de la cautividad babilónica para iniciar una vida nueva en su propio país (vv.
1–3), pero muy pronto se encontró en circunstancias tan deplorables como para argüir con Dios que
no prolongue su enojo eternamente (vv. 4–7). A los fieles temerosos se les recuerda que Dios nunca
deja de cumplir su promesa de paz a su pueblo (vv. 8–9). Cuando su salvación llegue a ser una
realidad absoluta, nada podrá corromper la bienaventuranza que él regala. (vv. 10–13)
85:1 Bondadoso. Por medio de la cautividad babilónica el enojo de Dios alcanzó a su pueblo
rebelde. Su restauración era, por lo tanto, un acto de la misericordia perdonadora de Dios. (Comp.
44:3, nota; 147:10 y s.; 149:4)
85:6 Darnos nueva vida. Traducido “danos vida” (80:18). Unas condiciones adversas amenazaron
con ahogar la vida de la recién nacida comunidad. Para los problemas de ésta ver Ez 4:4 y s., 24; Neh
1:3; Hag 1:5–11.
85:8 Voy a escuchar. En su condición de esperanza no cumplida, el autor, como un miembro del
pueblo del pacto, quiere dejar que Dios diga algo respecto de esa circunstancia (73:17, nota).
“Fortalecerá las rodillas que flaquean” (Job 4:4) para escuchar lo que él ha prometido a “los que le
temen”. Para el significado de fieles ver 4:3, nota.
No se vuelva a la necedad. La advertencia pregonada en el texto hebreo de que la bondad de Dios
no ha de ser abusada, viene muy al caso. Los males sociales y religiosos estaban tomando
incremento.
85:9 Gloria. La presencia de Dios en el templo. (1R 8:11; Éx 40:34, nota; Ez 43:4; Sal 63:2)
85:10 Se encontrarán… se besarán. La “salvación” que Dios finalmente llevará a término es
descripta en figuras de lenguaje arrobadoras. Será como si la campiña melancólica, que los
hostigados y empobrecidos habitantes conocían, fuese transformada en un verdadero paraíso de
bienestar y fertilidad. El crimen, la necesidad y la opresión no asolarán el país, sino que el amor y la
verdad de Dios, su justicia y paz se pasearán serenamente por el paisaje y dialogarán dulcemente el
uno con el otro sin ser molestados. Al mismo tiempo, estas manifestaciones divinas y las bendiciones
consecuentes producirán su complemento en las vidas de los hombres. En respuesta a las bendiciones
de lo alto, el pueblo también practicará el amor y la verdad; ellos también abrazarán la paz y la
justicia. Para llevar a cabo tales condiciones idílicas Dios “creará un cielo nuevo y una tierra nueva”
(Is 65:17 y ss.; 2P 3:13; Ap 21:1). Esta última “rendirá su fruto” (v. 12) con superabundancia. (Os 2:21
y s.; Am 9:13; Is 30:23 y s.)
Salmo 86
86:1–17 No se dan detalles de la amenazadora catástrofe de la cual este salmo surgió, excepto lo
que dice que gente altanera tenía planes sobre la vida de una víctima inocente (vv. 2, 14). De aquí que
cualquiera que se encuentre en angustia (v. 7) puede apropiarse de este Salmo de David y dejar que le
cuente a Dios respecto de sus particulares miedos y necesidades. Parecerá apropiado, además, porque
está compuesto en gran parte de palabras, frases y expresiones que aparecen en otros salmos y libros
del A. T. Aunque no posee originalidad en el lenguaje y las frases, tiene su origen en la clase de
actitud de corazón que pese a todo lo convierte en un modelo digno de ser copiado y emulado. Este
suplicante es ejemplar en evaluarse a sí mismo respecto de su relación con Dios. Ora porque es fiel
(v. 2), es decir, aprovecha al máximo el privilegio de poder dirigirse a Dios, privilegio que le fuera
concedido en el pacto; él es pobre y está necesitado (v. 1), no es autosuficiente y dueño de su propio
destino; confía en Dios por ayuda; es el siervo de Dios (vv. 2, 16), o esclavo, completamente rendido
a su Dueño, el Señor. Pese a sus pecados, se atreve a allegarse a la presencia del Dios santo porque
cree que él también es bueno y perdonador (v. 5); pese a sucumbir a infidelidades al pacto, tiene
confianza de que Dios es grande en amor y verdad (v. 15). También es digna de ser señalada la
estructura del salmo. Entremezclados entre el clamor angustioso del comienzo (vv. 1- 7) y la
reanudación en los vv. 14–17, se encuentran dos elementos que fácilmente se omiten al orar en
horribles aprietos: (1) alabanza y adoración del Creador y Rey del universo (vv. 8–10); (2) gratitud y
la promesa de dedicar la vida entera al liberador. (vv. 11–13)
86:2 Fiel.(RV Piadoso) Así traducida, la palabra hebrea puede dar la impresión de que el salmista
se siente con derecho a orar por causa de su vida virtuosa. Para el significado de la palabra ver 4:3,
nota.
86:5 Perdonador, grande. Aquí y en v. 15 el autor le toma a Dios la palabra, pidiendo ser el
beneficiario de aquellos rasgos distintivos divinos que el Señor mismo manifestó poseer cuando
estableció relaciones de pacto con Israel. (Éx 34:6 y s.; Nm 14:18)
86:8 Entre los dioses. Comp. Éx 15:11; 20:3, nota; Dt 3:24.
86:11 Dame integridad de corazón. Más literal “haz uno mi corazón”, es decir, no permitas que
nada me distraiga de hacer que la meta de mi vida sea conducirme con fidelidad, de modo que tu
nombre sea santificado. (Comp. Jer 32:39; Ez 11:19; Sal 73:25)
86:16 Tu hijo fiel.(RV hijo de tu sierva) Un término paralelo para sierva, traducido “hijo de…
esclava” en Éx 23:12.
86:17 Una muestra. La ayuda de Dios contra “una banda de asesinos” debe lograr que se
avergüencen, haciendo que vean claramente que no pueden dañar a quien Dios protege.
Salmo 87
87:1–7 Este salmo corto nos recuerda las maravillas del reino de Dios y que nosotros
pertenecemos al mismo aunque no podemos reclamar descendencia de la nación del pacto del A. T.
(Ro 11:17–24). Nos ayudará a no considerar nuestra calidad de miembros dentro del pueblo de Dios
como algo natural, si nos dejamos llevar por la admiración y el entusiasmo con que el salmista de
antiguo anhelaba el tiempo cuando “todas las naciones… vendrán, y ante ti se postrarán”, Señor
(86:9). Él se imagina las cosas gloriosas que han de venir en la perspectiva de Israel como el centro
del dominio mundial de Dios. Sión, la ciudad de Dios, fundada por Dios para llegar a ser la capital de
una República internacional de naciones. (vv. 1–3)
Los extranjeros de lejos y de cerca tendrán derecho a de nacimiento y a la ciudadanía en esa
ciudad (vv. 4–6) y participar de este modo en el júbilo de que todas las necesidades quedan satisfechas
(v. 7). Para otras profecías respecto del reinado universal de Dios con Jerusalén como centro, ver Is
2:2–4; 56:3–8; 60:1–3; Mi 4:1–4; Zac 8:20–23; para el cumplimiento ver Gá 4:26; Ef 2:11–22; Heb
11:10; 12:22–24; Ap 7:9; 15:4; 21:10–14.
87:4 Me reconocen. Dios es el que habla. Para el significado de reconocer en un sentido más
amplio que conocimiento, ver Gn 18:19, nota; Dt 9:24; Sal 9:10; 36:10. Las cinco naciones que no son
israelitas, a las que se les atribuye el privilegio de quien nació ciudadano de Jerusalén, representan el
dominio global de Dios: Rahab es la orgullosa Egipto (Is 30:7); Babilonia, el país de los grandes
imperios; Filistea, un estado vecino más pequeño, muchas veces una espina en la carne de Israel;
Tiro, el centro fenicio del comercio marítimo; Cus, una tierra remota del continente africano no
señalada en los mapas.
87:6 Anotará. El Señor es representado como quien lleva un registro de los pueblos a quienes se
les otorgó el privilegio de la ciudadanía.
87:7 Cantan y bailan. Están contentos porque desde Jerusalén fluyen los orígenes y las corrientes
de bendición que satisfacen toda necesidad que puedan tener. (46:4, nota; Zac 14:8; Is 12:3)
Salmo 88
88:1–18 Es natural que este salmo entristecerá al lector. Un alma, colmada de calamidades y al
borde del sepulcro (vv. 3 y ss.), eleva un lastimoso grito de ayuda, como lo hizo tantas veces antes,
sólo para quedar llorando en las tinieblas (v. 18). Sin embargo, por esa misma razón, este Masquil
(comp. Sal 32) es un ejemplo brillante de una fe tenaz que lucha con Dios en oración y que se niega a
dejarlo ir (Gn 32:26). Había una gran necesidad de oración. El rogante, afligido desde joven por una
enfermedad terrible que ha hecho que sus amigos lo aparten, siente que está muy cerca de la muerte
(vv. 3, 4, 8, 15, 18). Día y noche, y cada día (vv. 1, 9) clamó por alivio a aquél cuyo enojo ha recaído
sobre él, abrumándolo y haciéndolo aborrecible (vv. 7 y s.). Pero no había una relajación en los
violentos ataques que lo rodean como un océano (vv. 16 y s.). Sin embargo, frente a todos los
rechazos no “maldijo a Dios y se murió” (Job 2:9). Denodadamente volvió a orar una vez más,
confiado de que en algún momento y de alguna manera el Señor probará que es el “Dios de mi
salvación.” Verdaderamente, oh sufridor de antaño, “qué grande es tu fe” (Mt 15:28). El término
cántico en el epígrafe parece ser inapropiado a no ser que simplemente pida una interpretación vocal
más bien que hablada. Majalat leannot son palabras hebreas transliteradas, que sugieren tal vez una
melodía melancólica para el cántico. Un hombre de nombre “Hemán” se encontraba entre los que
David había nombrado para supervisar la música instrumental del templo (1Cr 15:17, 19), pero
Hemán el ezraíta queda sin ser identificado.
88:5 Ya no recuerdas. Para la muerte como que pone fin a la relación terrenal del hombre con
Dios, ver 6:5, nota; 30:9; 31:12; Job 10:21, nota; Is 38:18.
88:8 Me han quitado. En Israel los leprosos eran apartados de la sociedad. Los amigos y
“conocidos… se quedaron mirando desde lejos” a Jesús, quien llevando la maldición de los pecados
del mundo, estuvo colgado de la cruz abandonado por Dios. (Lc 23:49)
88:10 Darte gracias. Una evidencia más de que el que sufre no había perdido su fe, es su deseo de
dar a conocer el gran amor y la fidelidad de Dios a sus compañeros. Mediante varias preguntas (vv.
10–12) osadamente le recuerda a Dios que con la muerte “viene la noche cuando nadie puede
trabajar”. (Jn 9:4)
88:11 Destructor. Un término más para muerte. (Job 26:5, nota)
88:15 Ya no puedo más. La palabra hebrea traducida así, aparece sólo aquí.
Salmo 89
89:1–52 En el salmo anterior a éste un individuo continúa luchando con Dios en oración aun
cuando desde su juventud ha rogado en vano por alivio de una enfermedad postradora y
deformadora. En este salmo es una calamidad nacional que pone a prueba severamente la fe de Israel
en el poder de Dios y su buena disposición a cumplir Sus promesas. Estaba en juego algo más que la
supervivencia de un antiguo pueblo. El plan de Dios de hacer de la descendencia de Abraham una
bendición a “todas las familias de la tierra” (Gn 12:3) parecía haber salido mal. Parecía que para
siempre (v. 46) prevalecería una circunstancia tan angustiosa como para dar ocasión a la pregunta de
si Dios no estaba faltando en honrar su compromiso juramentado a David, de que su descendencia
vivirá por siempre (v. 36). ¿Cómo podría surgir de la casa de David el reinado universal y eterno del
Mesías si su sucesor dinástico era derrotado en la batalla y su trono derribado por tierra? (vv. 38–45;
comp. 2S 7:816; Sal 2:1–11)
Aunque ya no puede ver donde está el amor de antaño del Señor (v. 49), el salmista continúa
persistentemente con su petición por justicia distributiva (vv. 4651). Con la determinación de no
soltarse de Dios, prologa su breve oración con un canto magnífico en el que ensalza precisamente el
atributo divino que parecía haber dejado de funcionar: La grandeza del amor del SEÑOR y su
fidelidad (v. 1). No obstante todas las apariencias en contra, no renunciará a la convicción de que
Dios quiere y puede cumplir su palabra, particularmente la promesa jurada a David (vv. 118). Por
tanto le recuerda a Dios con mucha verbosidad cómo se comprometió por su santidad (v. 35) a no
apartar la fidelidad de su amor de David ni de sus hijos, aun si éstos se apartaren de su ley (vv. 19–37).
A Dios le deja que armonice los deplorables hechos de la realidad con la prometida visión de gloria
futura (vv. 38–45). La confianza en las promesas de Dios no resultó fallida. Su “grande y seguro
amor por David” se mantuvo firme con “un pacto eterno” (Is 55:3). En el tiempo por él establecido y
según su criterio, Dios “nos envió un poderoso salvador en la casa de David su siervo”, porque “de
los descendientes de éste, conforme a la promesa, Dios ha provisto a Israel un salvador, que es Jesús”
(Lc 1:69; Hch 13:23; comp. 15:16). Habiéndosele dado “el trono de su padre David”, él gobierna en
un reinado “que no tendrá fin”, ya sea en términos de tiempo o de jurisdicción territorial (Lc 1:32 y
s.; comp. Ap 1:5). Etán el ezraíta, mencionado en el epígrafe, queda sin ser identificado.
Probablemente estuvo relacionado con el Etán a quien David puso a cargo de la música del templo
junto con Hemán. (1R 4:31; 1Cr 2:6)
89:1 La grandeza de tu amor… tu fidelidad. Siendo sinónimos que señalan el mismo atributo
divino, estas palabras elevan consigo el tema del salmo (vv. 1, 2, 5, 8, 14, 24, 33, 49), y ponen en foco
diferentes aspectos que le conciernen. Lo que proclaman respecto de Dios es el fundamento de la fe
del salmista. Él ora porque confía que Dios es fiel a su palabra (vv. 5–18). Aun si le parece que Dios
“ha revocado el pacto con” David, su “siervo” (vv. 19–45), apela a Dios para que “recuerde” lo que
ha prometido. (vv. 46–52)
89:3 Pacto con… David. Los cuatro primeros versículos anuncian el tema del salmo: La fidelidad
de Dios según queda manifestada en general (vv. 1, 2, 5–18) y según está solicitada en particular en
vista de la prenda dada por Dios a David. (vv. 3, 4, 19–37)
89:4 Para siempre. Para este aspecto del pacto, ver 2S 7:13, nota; Sal 45:6, nota.
89:5 Los cielos. Al cantar la fidelidad de Dios, el salmista conjura, en primer lugar, cualquier
aprensión respecto de que el “Dios Todopoderoso” (59:5, nota) carece del poder de llevar a cabo lo
que prometió. Alabado y adorado por personajes angelicales y seres celestiales, Dios exige
obediencia a los poderes de la naturaleza. Éstos se encuentran a su disposición porque son una parte
del universo creado por él. (vv. 513)
89:6 ¿Seres celestiales? Comp. 29:1, nota.
89:10 Rahab. Comp. Job 9:13, nota; 7:12, nota; 3:8 segunda nota; Sal 74:13.
89:12 El Tabor y el Hermón. Elevados picos montañosos en Canaán.
89:14 La justicia y el derecho. Dios no es un potentado arbitrario y caprichoso que utiliza su
poder para causar perjuicio a sus súbditos.
89:15 Dichosos. La convicción de que los que confían en Dios tendrán sobrados motivos para
regocijarse sobremanera en su “nombre” (v. 16), es decir, en lo que él hace para manifestar su
preocupación por ellos, es un corolario al axioma de fe en el poder ilimitado de Dios y su justicia
infalible. (8:1, nota)
89:18 Escudo … rey. Israel tiene garantizada la seguridad porque su rey es el designado
representante del Santo de Israel.(71:22, nota)
89:19 En una visión. Lo que Dios le hizo ver a Natán con ojos proféticos, registrado en 2S 7 y
resumido brevemente en vv. 3 y s., es relatado nuevamente aquí con la profusión artística del poeta.
(vv. 19–37)
89:27 Primogenitura. Así como toda la nación era el “primogénito” de Dios (Éx 4:22), así en un
sentido especial lo era también el que ejerce la primacía sobre los reyes de la tierra porque él se sentó
sobre “el trono del reino del SEÑOR”. (2:7, nota)
89:32 Castigaré sus transgresiones. Los libros de los Reyes registran cuántas veces la vara de
castigo de Dios se hizo sentir con dureza sobre los “hijos” y herederos de David. Finalmente, tanto el
pueblo como el rey alcanzaron un grado de desobediencia donde ya no servían al propósito del pacto
de Dios, forzándolo a recurrir a un medio diferente para poner en ejecución su plan de salvación.
89:43 En la batalla. La derrota militar que derribó “por tierra el trono” de David (v. 44) debe ser
una referencia a la captura y destrucción de Jerusalén por los babilonios. Uno de los últimos reyes de
Israel, Joaquín, fue destronado en “los días de su juventud”. (v. 45; 2R 24:8–13)
89:47 ¡Cuán efímera es mi vida! El texto hebreo, en una sintaxis sumamente comprimida,
devuelve como un eco el pensamiento de 39:5: “Ante ti, mis años no son nada”. (Comp. Job 7:6–8;
9:25 y s.)
89:52 Bendito. Este versículo es la nota de doxología que pone fin al tercer Libro de los Salmos.
Ver las notas introductorias sobre el salterio, “Clasificaciones”.
Salmo 90
90:1–17 Esta Oración de Moisés es una fuente de fortaleza y consuelo duraderos ante todo en
tiempos de desamparo. Trae luz y calor a la oscuridad fría de la existencia humana. El ruego final por
alivio de un período de tristeza, descrito sólo en términos generales, y por una vuelta a tiempos
alegres y placenteros (vv. 13–17) lleva un prefacio con un honesto reconocimiento de los motivos
por qué el hombre mortal necesita implorar por el amor (v. 14) de Dios, si es que la vida sobre la
tierra ha de ser algo más que un poco de espuma rutilante sobre la cresta por un instante, para luego
hundirse inevitablemente en un mar de futilidad (vv. 1–12). Lamentablemente es una gran verdad que
los mortales (v. 3) inspiran rápidamente un poco de aire unas pocas veces antes de volver al polvo de
la tierra del cual fueron sacados (Gn 3:19). Podrán profesar fríamente que el último latido del
corazón es la consecuencia natural dentro del ritmo de la naturaleza. El salmista no se deja enredar en
argumentos tan falaces. Él sabe que la vida instintivamente aborrece la muerte. Pero, si bien toma
distancia del feo segador ceñudo, está convencido al mismo tiempo que volver al polvo (v. 3) no es
una disolución en un vacío impersonal. Porque la vida se marchita y se seca al llamado de su
Creador. Queda en las manos de él, quien es Dios desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos
postreros (vv. 1–6). Simultáneamente, la certeza de la muerte es un llamado al arrepentimiento. Los
hombres mueren después de una corta vida de pesadas cargas y calamidades, porque por causa de su
ira son consumidos. La muerte es la paga del pecado (vv. 7–10; Ro 6:23; 5:12). A los que Dios da un
corazón con sabiduría, éstos consideran el furor de su enojo (vv. 11–12). Verdaderamente penitentes,
se vuelven a él, implorándole que se compadezca de quienes él ha afligido, y que en su misericordia
bendiga su debilidad con el esplendor de sus obras (vv. 1317). Moisés es llamado hombre de Dios en
Dt 33:1; Jos 14:6.
90:1 Por todas las generaciones. Cuando, en las tormentas de la vida, todo refugio terreno y todo
plan humano por refugio se derrumba, el Señor continúa siendo el refugio del hombre, elevándose
sobre las ruinas del tiempo, y manteniéndose firme “aunque las montañas se hundan en el fondo del
mar”. (46:2 y s.; comp. 71:3; 91:9; Dt 33:27)
90:2 Montes. Estos representan lo que en la experiencia del hombre es permanente e inamovible
(Dt 33:15; Sal 65:6; 104:5–9; Hab 3:6). En una figura de lenguaje osada se dice que el Creador los
trajo a la existencia así como una mujer pare un hijo. Para descripciones poéticas similares respecto
del origen del mundo y sus habitantes, ver Job 38:8; 15:7; Dt 32:18.
90:3 Al polvo. En un agudo contraste con Aquél que no está sujeto a la corrupción del tiempo, los
hombres “habitan en casas de barro, cimentadas sobre el polvo y aplastadas como polilla” (Job 4:19;
comp. Sal 104:29). En una seguidilla de metáforas, la brevedad de la vida es comparada al chapoteo
de gotas de lluvia en un aguacero impetuoso; a “un sueño” que pasa raudo por la mente; a “hierba”
que se “marchita y se seca” después de haber estado lozana sólo un día; a un “suspiro”, un hálito de
aire aspirado y espirado en una sola moción veloz. (vv. 5, 6, 9, comp. Job 14:1 y s.; Sal 37:2; 73:20;
103:15 y s.; Is 40:6 y ss.; Stg 4:14)
90:4 Horas de la noche. La noche estaba dividida en tres peíodos de cuatro horas, siendo cada uno
de ellos una vigilia.
90:10 Pesadas cargas y calamidades. Nuestros años de vida, si bien pocos y transitorios, ya no
son vividos en el Jardín del Edén, sino en medio de “los cardos y espinas” de la maldición del pecado
(Gn 3:17 y ss.). Esta estimación de la vida no es una embotada resignación a un destino irracional; no
es el lamento de un pesimismo morboso; ni es el alarido inútil de una víctima indefensa, aplastada
por un ogro monstruoso. En tanto encara los hechos honesta y realmente, no se detiene en negaciones
y desesperanza, como lo proclaman los versos restantes del salmo.
Alcancemos. El texto hebreo tiene “orgullo”. Incluso los logros de los que el hombre tanto se
enorgullece se truecan en decepción. Lo que las pesadas cargas y calamidades produjeron pronto
pasa, escapándosele de las manos al irse pasando las fuerzas de cuerpo y mente.
90:12 Enséñanos. Mediante su propia razón y poder el hombre mortal no puede verse a sí mismo
desde la perspectiva que los ve Aquél que es el “único inmortal” (1Ti 6:15 y s.). Sólo si Dios concede
un corazón con sabiduría puede su criatura cegada por el pecado, llegar a saber lo suficiente como
para reconocer “el furor de” su “enojo” (v. 11) y allegarse a su “gran amor”(v. 14) por redención. (Dt
5:29; 32:29; Sal 39:4–6; Os 14:9)
90:13 ¿Volverás? Sobre la base establecida en la primer parte (vv. 1–12), el salmista llama la
atención de Dios a sus problemas particulares y los de sus consiervos. Éstos le piden que permita que
la radiación de su “favor” ilumine sus días, que se han vuelto tan tristes por severos golpes de
aflicción.
Salmo 91
91:1–16 El Sal 90 encara el horror de la muerte con realismo; este salmo parece estar ciego
respecto de los peligros que amenazan con extinguir la existencia del hombre. El desconocido autor
observa serenamente las vicisitudes de la vida del otro lado de los muros de un refugio que le brinda
la certeza de absoluta seguridad. Habiéndose acogido, por fe, al abrigo del Todopoderoso (vv. 1–2),
desafía sin más ni más a todo poder hostil y dañino a que lo hostigue (vv. 3–8). Dentro de este refugio
inexpugnable se encuentran los ángeles de Dios en permanente acción de guarda, previniendo toda
clase de accidentes (vv. 913). El salmista, ansioso por compartir con otros su punto de vista optimista
sobre la vida, les dice a todos: Ustedes también pueden sentirse seguros si depositan “toda ansiedad
en él”, porque “él cuida de ustedes” (1P 5:7). Para fundamentar esta pretensión, el escritor deja que
Dios mismo proclame su promesa de liberación segura a todos los que se acogen a él (14–16). Este
oráculo final de Dios previene de extraer conclusiones falsas de este salmo. La fe en Dios no
transporta a una persona al país de Jauja de puros deleites, como todo creyente bien sabe. Ciertamente
hay momentos en que él también siente angustia y necesita llamar a Dios para que lo libre y lo
proteja (vv. 14 y s.). Aun así, el que habita al abrigo del Altísimo (v. 1) puede estar seguro de que no
hay calamidad o desastre que él no pueda alejar. Si Dios lo quiere así, ningún mal ha de sobrevenirle
y ninguna calamidad llegará a su hogar.(v. 10)
91:1 Sombra. Un escape del sol abrasador (Is 25:4). Ver también la frase “la sombra de tus alas”
(17:8 segunda nota) y la referencia a “refugio” “bajo sus alas” en el v.4.
9l:3 Mortíferas plagas. Más lit. “Una plaga de destrucción”. Las consonantes del término hebreo
para plaga, aceptan también el deletreo del sustantivo común para “palabra”cuando son provistas con
otras vocales. De acuerdo con 38:12 el enemigo tiende “trampas” para sus víctimas desprevenidas
porque “maquina su ruina”, es decir, forja cargos contra ellas ante un tribunal, con la esperanza de
que sean sentenciadas a muerte. (Comp. 5:9, nota; Sal 64:1–10, 3, nota)
91:5 Noche… día. Cuando confías en Quien jamás duerme ni se adormece (121:4), no necesitas
temer que si un ataque vendrá traicioneramente bajo la cobertura de la oscuridad o descaradamente a
plena luz del día. (Comp. 11:2; 64:3)
91:6 Peste… plaga. Las enfermedades mortales se contraen en la sombras, es decir, mediante un
proceso invisible y misterioso. Al mediodía había peligro de insolación (121:6). Puede ser que el
autor esté rebatiendo simultáneamente nociones supersticiosas, en boga entonces, de que la
enfermedad era el resultado de actividad demoníaca. (Comp. Is 34:14; Lv 17:3, nota)
91:7 Mil… diez mil. Dios hizo que los Suyos sobrevivieran a la catástrofe del Diluvio (Gn 8:18), a
la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gn 19:29), a la carnicería de incontables egipcios en el tiempo
del Éxodo (Éx 12:12 y s.). Ellos vivieron para “ver a los impíos recibir su merecido”. (v. 8)
91:10 Ningún mal… ninguna calamidad. Dios no permitirá que nada suceda que no esté dispuesto
“para el bien de quienes lo aman” (Ro 8:28), por más difícil que sea a veces para ellos creerlo cuando
se encuentran en”momentos de angustia” (v. 15) y sus ojos están irritados por el llanto. (6:6; 42:3)
91:11 Te cuidan. Jesús nos dio una clave para el significado de este salmo. Por un lado, rechazó el
intento de Satanás de hacer que sea una excusa para ensayar con las promesas de protección de Dios
(Lc 4:912). Por el otro lado, no quitó nada de la certeza absoluta de que el poder de Dios salva a sus
discípulos, aunque se encuentren con enemigos tan poderosos como un “león” y tan mortíferos como
una “víbora”.(v. 13; Lc 10:19)
Salmo 92
92:1–15 “La alabanza le viene bien”(33:1) al escritor de este salmo, porque el Altísimo lo ha
librado de los enemigos (vv. 9, 11), dejando que caigan en la fosa que cavaron para su presunta
víctima (9:15 y s.; 7:15 y s.; 35:8). Sin embargo, al pedir que “aclamen alegres a Dios” (66:1; 81:1 y
s.; 98:4) sólo menciona fortuitamente sus propios motivos para alegrarse (vv. 10–11). Él quiere dar
gracias al SEÑOR no sólo por lo que ha hecho para llenarlo de alegría, sino sobre todo por el gran
amor y fidelidad, de los que todas sus obras son una evidencia (vv. 1–4). A la gente insensata y necia
les puede parecer que Dios ha perdido el control, o que es contradictorio al permitir que florezcan
todos los malhechores. Es posible que la prosperidad de éstos hiciera que también el autor ”envidiase
a los que come-ten injusticias” (37:1; 73:2 y s.). Pero ahora se da cuenta de cuán profundos son los
pensamientos de Dios. Pese a apariencias superficiales y momentáneas en contra, los malhechores son
enemigos de Dios, y para siempre serán destruidos. Después de servir a los propósitos de Dios
perecerán y serán dispersados (vv. 5–9). Además, en tanto que las obras de Dios demuestran que los
malhechores no pueden burlarlo, prueban también que él es justo al cumplir con las promesas hechas
a los justos. Al canto de alabanza de ellos el salmista añade su propia voz (vv. 12–15). No queda claro
por qué este salmo es más apropiado para cantarse en sábado que otros himnos de gratitud, según la
estipulación del epígrafe.
92:1 Nombre. Por sus “obras” (v. 4) Dios revela quien es. (8:1, nota; Éx 6:3, nota)
92:10 Las fuerzas de un toro. Comp. 75:4–5, nota.
92:11 Me has hecho ver. La “salvación”(91:16) de “los justos” (v. 12) obrada por el Señor
provoca el perecimiento de sus “enemigos” y los de ellos. (v. 9; comp. 52:6, nota; 54:7)
92:13 La casa del SEÑOR. Comp. 52:8, nota.
92:15 No hay justicia. Bendecir a los justos y destruir a los malhechores necesariamente se
complementa lo uno con lo otro, conforme con la moral del orden mundial de Dios. (Comp. 7:14,
nota)
Salmo 93
93:1–15 Si el hombre ha de alabar a Dios, quien reside “exaltado para siempre” “en luz
inaccesible” (92:8; 1Ti 6:16), debe recurrir a pensar en él en términos de relaciones humanas (comp.
Sal 47:1–9). Este salmo nos invita a inclinarnos en humilde adoración ante el Rey, cuyo trono está en
el cielo y que llevó a cabo sus designios reales sobre al tierra, al hacer de Jerusalén “la ciudad del
gran Rey” (48:2; 24:8; 29:10; Is 24:23; Zac 14:16). Cuánto más impresionados quedan sus súbditos
con su majestad, tanto más quieren aparecer en su corte para cantar himnos de alabanza, como los
que siguen uno tras otro en los Sal 93–100. El primero de estos introduce brevemente algunos de los
temas que serán desarrollados en una consumada e interminable efusión de elocuencia poética: (1) La
soberanía eterna del reinado del Rey (vv. 1–2); (2) su desprecio por todos los desafíos de fuerzas
hostiles (vv. 3–4); (3) el éxito seguro de sus sagrados estatutos. (v. 5)
93:1 El SEÑOR reina. Dios, que reina “desde siempre” (v. 2) y “para siempre (v. 5), no necesita de
pompa o ceremonia humana alguna para ser entronizado, ni puede ningún plan humano destronarlo.
Él no es como los ídolos, a quienes los vecinos de Israel sometieron a tales afrentas. (47:5, nota)
93:3 Las aguas. Por el mar, que representa hostilidad a Dios, ver Job 7:12 nota; 9:13; 3:8 segunda
nota: Sal 89:10; 104:5–9.
93:5 Estatutos. Lo que Dios declara que es su santa voluntad, se hará efectivo; esto es digno de
confianza. Casa puede ser que se refiera al templo donde Dios escogió estar simbólicamente
“entronizado entre querubines” (80:1; 99:1; Éx 25:22), o la casa dinástica del rey, como en 2S 7:16.
Salmo 94
94:1–23 Hasta los rectos (vv. 15, 21) pueden llegar a dudar a veces que “el SEÑOR reina”, y que
sus “estatutos son dignos de confianza” (93:1, 5). Este salmo aquieta tales recelos. Mantiene en alto la
soberanía del Rey, al afirmar que él es el J uez de la tierra (v. 2; comp. también 50:4; 96:10, 13; 98:9;
Gn 18:25; 1S 2:10). Nadie se encuentra más allá de los límites de su real dominio; nadie puede evitar
ser arrastrado ante su tribunal. Siendo que el Rey y Juez tiene el encargo de corregir los agravios, sus
súbditos leales confiadamente lo instan a levantarse contra los impíos y a darles su merecido a los
soberbios (vv. 13). La tardanza de la justicia distributiva de Dios es inquietante, particularmente en
vista de los crímenes nefandos cometidos con alegría satánica contra gente inocente como las viudas,
los huérfanos y los extranjeros de paso (vv. 4–7). Dirigiéndose a los malhechores, el salmista procede
a exponer la estupidez de pensar que su desvergonzado menosprecio de la ley queda sin ser detectado.
Su comportamiento es semejante al de los animales irracionales si creen que el que nos puso las
orejas no oirá lo que dicen, o que el que nos formó los ojos no podrá ver lo que hacen (vv. 8–11). A
continuación el escritor se vuelve a los que estos criminales bestiales han sumido en obscuros días de
aflicción. Los pronuncia dichosos si dejan que el Señor los instruya en que (1) él utiliza a los impíos
para afligir a los rectos; (2) que la situación nunca se sale de la raya. Cuando ha alcanzado su
propósito, Dios se ocupa de que al impío se le cave una fosa (vv. 12–15). Finalmente el autor del
salmo agrega su testimonio propio a la validez de los principios que ha enunciado tan confiadamente.
El también se encontró en suma necesidad de ayuda contra los que conspiran contra la gente honrada;
él también sintió la aparente incongruencia entre las promesas de Dios y su fracaso en impedir que
reyes corruptos opriman al inocente. Aunque llevado al borde de la desesperación, continuó sin
embargo confiando en el gran amor del Señor. Y resultó ser digno de confianza, porque Dios se
convirtió en su protector y su refugio. (vv. 16–22)
94:1 Dios de las venganzas.“El Rey cuyo nombre es el SENOR” también es “un Dios que a cada
cual le da su merecido” (Jer 51:56 y s.). Las víctimas de la malicia e injusticia no deben tomarse
venganza ellas mismas, sino “dejar el castigo en las manos de Dios” (Ro 12:19; Lv 19:18; Dt 32:35,
41, 43; Heb 10:30). Sin embargo, porque Él les ha asegurado un orden mundial con moral, no es
necesario que vacilen en recurrir a él para que se manifieste como “un vengador de… rebeliones”.
(99:8; Jer 11:20)
94:5 Herencia. Comp. 61:5, nota.
94:6 Las viudas. Los impíos “se ufanan” (v. 3) porque podían matar y asesinar a tales víctimas
como las que con frecuencia no contaban con ninguna defensa excepto la explícita advertencia del
Señor de no “maltratarlas” ni “oprimirlas” (Éx 22:21 y s.)
94:7 No ve. Comp. 10:4 nota; 14:1, nota.
94:10 Corrige a las naciones. Si el Creador de las percepciones sensoriales del hombre determina
también el destino de todas las naciones, ¿pueden acaso ciudadanos individuales ser tan obtusos como
para pensar que ellos, que no son más “que un soplo” (11; 39:5), podrán actuar impunemente contra
los miembros del “pueblo” de Dios? (v. 5).
94:12 Dichoso. Comp. 119:71; Pr 3:11 y s.; Job 5:17; Heb 12:5 y s. Para que el hombre pueda
comprender el misterio del sufrimiento, debe dejar que el Señor lo instruya respecto de su
significado mediante su ley, es decir, sus instrucciones reveladas.
94:16 ¿Quién se levantó…? Una pregunta retórica que recibe respuesta en los versículos
siguientes.
94:20 Reyes corruptos. Lit. “trono de destrucciones”. El Rey de justicia no puede compartir su
trono de autoridad con los que por decreto fraguan la maldad, es decir, pervierten la justicia bajo la
pretensión de legalidad.
Salmo 95
95:1–11 Este salmo combina un animador llamado a doblar la rodilla (v. 6) ante el gran Rey de la
creación (vv. 1–5) y Pastor de su pueblo escogido (vv. 6–7a), con la solemne advertencia de que si
han de ser aceptables los cánticos de aclamación (v. 2), deben provenir de los labios de aquellos que
oyen hoy su voz y no la desobedecen como lo habían hecho los israelitas durante sus 40 años de
peregrinación por el desierto (vv. 7b-11). Comp. Sal 81 por una mezcla similar de temas.
95:1 Vengan. Conocida como el “Venite”, la traducción al latín de la primer palabra, esta primera
parte del salmo sirve como un “invitatorio” en las iglesias que utilizan liturgias primitivas.
95:3 Sobre todos los dioses. Comp. 24:4 segunda nota; 48:2, nota; Éx 20:3, notas; Dt 10:17.
95:7 Hoy. La demora en responder al ofrecimiento de salvación con frecuencia es desastrosa (Lc
19:42). Para la referencia a “Meribá” y “Masá” (v. 8) ver las notas sobre Éx 17:7 y Nm 20:13. Para la
sublime responsabilidad de los que conocen la salvación en Jesucristo, dada a conocer como una
promesa en el antiguo pacto a través de las “obras” de Dios, ver Heb 3:7–4:13.
Salmo 96
96:1–13 El pensamiento puesto en el Rey cuyo “trono se estableció desde el principio” y cuyos
“estatutos son… para siempre” (93:2, 5), inspira un cántico nuevo seguido de otro en alabanza de sus
maravillas. En la primera parte de este salmo se emite un requerimiento a Israel, quien tuvo el
beneficio de su victoria y sabía cuán digno de alabanza y de ser temido era, de proclamar su gloria
entre las naciones (vv. 1–6). Al escuchar las buenas nuevas, los pueblos todos han de entrar en sus
atrios tributándole la gloria que merece su nombre (vv. 79). Un panorama más grande aún se presenta
a la vista. La alabanza por el ejercicio del dominio en el pasado y en el presente por parte del Creador
y Rey, se torna en una expectación jubilosa por su venida final para juzgar al mundo con justicia, y a
los pueblos con fidelidad. Entonces será notorio que su reinado ha alcanzado su último propósito. El
hombre y el universo en que vive se unirán con “las estrellas matutinas” en un canto siempre nuevo,
con este tema y estribillo: “ ¡El SENOR es rey! ” (vv. 1013; Job 38:7; comp. también Ap 5:9; 14:3).
Este himno de exuberante regocijo, que se encuentra en 1Cr 16:23–33, pero con variaciones menores,
está compuesto en gran parte por frases, aires y temas que se dan en otros salmos y en los cc. 40–66
de Isaías.
96:1 Un cántico nuevo. Comp. 33:3, nota; 40:3; 98:1; 149:1; Is 42:10.
96:2 Nombre. No simplemente el título por el que uno se dirige a Dios, sino todo lo que hizo para
manifestarse a sí mismo mediante “sus maravillas”. (3; 8:1, nota; Ap 15:3 y s.)
96:5 No son nada. (RV ídolos) Lit. cosas de nada, vacías de realidad; traducido “ídolos inútiles” en
97:7. Todos los dioses de las naciones existen solamente en la imaginación de sus adoradores. (Lv
19:4, nota; 26:1; Is 2:8, 18, 20; 10:10 y s.)
96:6 Son sus heraldos. Los cortesanos que se encuentran alrededor del trono del Rey para
prestarle servicios, y que representan su reputación, son las cualidades de esplendor y majestad…
poder y belleza.(Comp. 89:14)
96:7 Tributen. Comp. 29:1 y s., donde los “seres celestiales” son llamados a rendirle al Señor el
homenaje de su adoración.
96:11 Alégrense… regocíjense. Los que se entregan confiados al Rey no deben temerle el día en
que “viene ya para juzgar la tierra!” (v. 13). Será una ocasión para regocijarse, porque “se acerca su
redención”. (Lc 21:28)
96:12 Los árboles… cantan. Por mucho tiempo “sometida a la frustración”, “la creación misma ha
de ser liberada” para dar testimonio de la gloria de su Creador en la perfección restaurada de “un
cielo nuevo y una tierra nueva” (Ro 8:19–25; Ap 2l:1 y s.; Is 44:23; 49:13). La bienaventuranza
resultante de las relaciones de paz entre el hombre y su hacedor, es descripta en términos de una
armonía primigenia en el mundo animal, y de productividad paradisíaca de las plantas, en pasajes
como Is 11:6–9; 35:1–10; 55:12 y s.; Am 9:13.
Salmo 97
97:1–12 Este salmo real adquiere un significado especial en los momentos en que parece difícil
hallar evidencia de “rectitud” y “justicia” en el gobierno del Creador y Rey, tan confiada y
positivamente declarado en 96:13. Una vez más es emitida la proclamación absoluta: El SEÑOR es
rey! No sea que alguien dude de la validez mundial de este derecho, le sigue una declaración del
irresistible poder del Juez de ejecutar rectitud y justicia (vv. 1–5). Los cielos… y todos los pueblos
sabrán con qué inevitable finalidad son ejecutados sus juicios. Los intentos por estorbar sus decretos
al confiar en otros dioses “además” de él, serán avergonzados; el monte Sión, “la ciudad del gran
Rey” (48:2), y todos los que adoran al SENOR… altísimo, por encima de toda la tierra se regocijan
cuando él ejecuta los principios inalterables de su reinado (vv. 69). Qué consuelo es saber que este
Rey trascendente del universo no está demasiado ocupado en dirigir asuntos nacionales e
internacionales, como para preocuparse con los problemas de cada uno de los fieles que son justos y
rectos de corazón! (vv. 1012)
97:2 Oscuros nubarrones. La pintura del “SEÑOR, dueño de toda la tierra” (v. 5) es una
composición de pasajes utilizada para describir las manifestaciones del pasado de su grandeza etérea,
particularmente en el tiempo del éxodo de Israel afuera de Egipto. (77:16, nota; Éx 19:16–18; 20:21;
24:27; Dt 4:24; Jue 5:4s; Sal 46:6; 50:3 y s.; 114:3–8; Mi 1:3 y s.; comp. también Is 10:7; 2P 3:10–12)
97:7 ídolos inútiles. Comp. 96:5, nota.
97:10 Fieles. Para el fundamento de este título ver 4:3, nota.
97:12 Alégrense. Con una confiada expectativa de que a su manera y a su hora “él los libra de
manos de los impíos”. Los “fieles” de hoy día también pueden ser tentados a dudar que el SEÑOR
reina” cuando los impíos parecen controlar su destino. Pero tanto más motivo tienen para a legrarse
en el SEÑOR, porque cuentan con la agregada seguridad de que Dios “juzgará al mundo con justicia,
por medio del hombre que él ha designado” en “el día de Cristo Jesús”. (Hch 17:31; Fil 1:6; Ro 2:16;
1Co 1:8)
Salmo 98
98:1–9 Repitiendo las palabras de inicio y conclusión del Sal 96, este salmo (designado así en el
epígrafe) es otra variación sobre el tema “el SENOR reina” (93:1). Sólo “los insensatos” (92:6)
consideraran fastidioso cantar aun otro canto en alabanza a su real honor. Un cántico nuevo (96:1,
nota) se pide cada vez que el pueblo de Israel pondera las maravillas hechas en señal de fidelidad a
sus promesas del pacto, y como demostración de su poder sobre todos los confines de la tierra (vv.
1–3). La fidelidad hacia su pueblo escogido demostrada ante las naciones, debería impeler a los
habitantes de toda la tierra a participar alegremente en aclamar al SENOR, el Rey (vv. 4–6). Hasta la
naturaleza inanimada está invitada a darle una atronadora bienvenida a su Creador, cuando viene a
juzgar la tierra.(vv. 7–9)
98:1 Maravillas. Una palabra en hebreo, traducida “maravillas” en Éx 3:20; Jos 3:5; Neh 9:17,
para subrayar los hechos maravillosos necesarios para crear al pueblo del pacto; “no fue su brazo”
(44:3, comp. nota allí) el que les dio la victoria.
98:8 Los ríos. Comp. 93:3, nota.
Salmo 99
99:1–9 Otro cántico gozoso en alabanza del Rey, “el SEÑOR, dueño de toda la tierra” (97:5), este
salmo desarrolla un aspecto cardinal de su reinado soberano, en una referencia al paso a “su santo
nombre” (97:12). La característica asignada al Señor con este adjetivo, eleva su reinado a un nivel de
perfección muy por encima de todos los conceptos humanos respecto de señorío (Lv 11:45, nota;
19:2, nota). Siendo que el Señor que reina es santo, nunca hay un uso arbitrario o caprichoso de su
poder. Su santidad se manifestó en el pasado cuando actuó con justicia y rectitud entre las naciones de
acuerdo con sus pro-mesas a Israel (vv. 1–5). Sin embargo, este Rey trascendente del universo no se
recluyó en una santidad de desdeñoso silencio. Escogió a hombres para comunicar su voluntad a sus
criaturas caídas. Y cuando les habló, fielmente transmitieron y cumplieron con sus estatutos (vv. 6–7).
Todo ese tiempo sus súbditos perversos “pudieron presentarse ante él, Dios santo” (1S 6:20) sólo
porque él era para ellos un Dios perdonador. Pero aquellos que presumen de poder abusar de su
bondad, han de saber que Dios es infalible en castigar sus rebeliones.(vv. 8–9)
99:1 Entre querubines. El Señor, delante de quien “las naciones temblarán” (Éx 15:14 nota; Dt
2:25) condescendió a estar presente “en Sión”, y recibir allí el homenaje de un pueblo escogido para
dejar que su reino venga. (48:2, nota; 80:1, segunda nota).
99:3 ¡Él es santo! El tema del salmo queda subrayado por la repetición en forma de estribillo en
los vv. 5 y 9, de la imputación al Rey de una cualidad que, según Isaías vio y oyó, hace que
flamígeros serafines prorrumpan en un extasiado canto de alabanza. (Is 6:1–3)
99:5 Estrado. Para representar la etérea majestad del Rey, se dice que su estrado es la tierra entera
(Is 66:1; Mt 5:34 y s.), el monte Sión (Lm 2:1), el templo. (Sal 132:7)
99:6 Sacerdotes. Así como los oficiantes designados en el templo actuaban como mediadores
entre el Dios santo y los pecadores que adoraban, así tres prominentes líderes del pasado de Israel
intercedieron ante el Rey, en favor de su pueblo. Para Moisés ver Éx 14:15; 17:11; 32:31 y s.; Nm
14:13–19; para Aarón, Nm 16:44–48; 17:10 y s.; para Samuel, 1S 7:8–10; 12:16–23; ver también Jer
15:1.
99:7 Columna de nube. Comp. Éx 33:911; Nm 12:5; 1R 8:10 y s.
Salmo 100
100:1–5 Este salmo es un final adecuado para la serie de cánticos que celebran la significación de
la proclamación: “El SEÑOR es rey” (93–99). Una vez más, los fieles son convocados a presentarse
en su cámara de audiencia, para arrodillarse con regocijo en sus corazones y cánticos de júbilo en sus
labios, al rendirle homenaje a su Creador y Rey (vv. 1–3). Su adoración no puede ser sino un
estallido espontáneo de júbilo, porque hay favores reales interminables por los que deben darle
gracias a él.(vv. 4–5)
100:1 Habitantes de toda la tierra. Todo el salmo pide a “su pueblo y a las ovejas de su prado”
(74:1, nota) a que “vengan a sus atrios con himnos de alabanza”.
100:3 Nos hizo. Su pueblo ha de reconocer (comp. Dt 9:24; Gn 18:19, nota) que el SEÑOR sólo es
Dios (Dt 4:35, 39; Jos 24:15, 18, 21; 1R 18:39), porque él no sólo les dio vida física, sino que por
medio de un creativo: “¡que exista!”, los llamó también a ser su pueblo escogido. (Gn 1:3; Dt 7:6–11;
32:6–15; Is 43:1, 21; 44:2)
100:5 El SEÑOR es bueno. Siempre e invariablemente, incluso cuando permite que los ojos de
aquellos que le sirven estén cuajados de lágrimas. Comp. el estribillo en Sal 136.
Salmo 101
101:1–8 En este salmo David, el administrador terrenal del “trono real del SEÑOR” (1Cr 28:4–7),
el Señor alabado en los Sal 93–100 con “alegres aclamaciones”, promete reinar de acuerdo con los
principios que son “el fundamento” del “trono” de su Señor Soberano celestial (89:14). Para alcanzar
esta meta, el ocupante “del trono del SEÑOR” (1Cr 29:23) en Israel se compromete (1) a vivir una
vida de perfección (vv. 2–4); (2) a establecer un régimen en el cual los de conducta intachable tienen
protección total de la ley (vv. 5–8). Incluso David, “un hombre más del agrado del SEÑOR” (1S
13:14), no alcanzó en lo personal y administrativo el ideal expuesto en el salmo. La justicia perfecta
no predominará hasta que “la raíz y la descendencia de David”, él mismo, “santo, irreprochable,
puro”, “venga en su gloria” y “como el pastor, separe las ovejas de las cabras” (Ap 22:16; Heb 7:26;
Mt 25:31 y s.). No obstante, todos los que “han sido puestos como obispos para pastorear la iglesia de
Dios” tienen la responsabilidad de “procurar de conservar siempre limpia su conciencia delante de
Dios y de los hombres”. (Hch 20:28; 24:16)
101:1 Amor.(RV Misericordia) La palabra hebrea para este atributo de Dios es traducida “amor
inmutable” en casi todo otro caso. Para su significado ver Dt 7:9 nota. En el v. 1, quien es objeto de la
inmerecida distinción de actuar como substituto del Señor, lo alaba por su amor inmutable (gran
amor) al confiarle el ejercicio de la justicia divina 89:1–4, 49; Is 55:3; Sal 72:1), y luego procede (vv.
2–8) a prometer que cumplirá con las tareas que le fueron delegadas, de un modo que agrade a su
superior. (Comp. Dt 17:18 y ss.; 1S 8:1118; Sal 122:3–5)
101:2 ¿Cuándo me visitarás…? Esta pregunta interpuesta puede ser que se refiera a una
circunstancia peculiar en la vida de David (por ej., la demora en llevar el arca a Jerusalén, 2S 6:6–11)
o puede ser que refleje su anhelo por el cumplimiento de la pro-mesa dada a su casa en 2S 7.
Salmo 102
102:1–28 El quinto de los siete “Salmos penitenciales” (Comp. 6:1–10) despliega una osada
empresa de fe del modo en que pide que Dios lo libere bondadosamente del dolor infligido por los
golpes desmenuzadores de su enojo e indignación (v. 10). Después de abogar por una audiencia ante
el trono de compasión (vv. 1–2) y llamar la atención a su condición lastimosa, en un lenguaje y
términos utilizados por peticionantes en rogativas similares (vv. 3–11), el fortificado sufridor adopta
una estrategia poco común en la lucha con el Señor en oración. Confiadamente pide para su propia
persona lo que Dios ha prometido hacer por su pueblo escogido en conjunto. Así como el momento
señalado llegará indefectiblemente cuando el SEÑOR, que reina eternamente, se levante y tenga
piedad de Sión, rescatándola de la amenazadora extinción nacional, así está obligado a aliviarlo a él,
el miembro individual de la comunidad del pacto, de su agonía personal, tan pronto como haya
servido al propósito proyectado (vv. 12–17). Del regocijo (vv. 18–22) en la certeza de la restauración
de los “huesos secos” de Israel (Ez 37:114) el que suplica se vuelve nuevamente a su propia condición
lastimosa. Aunque su vida pese a todo pende de un hilo (vv. 2324), no tiene recelo acerca de confiarse
en las manos del Creador todopoderoso de cielos y tierra, y eterno Guardián de sus siervos (vv. 25–
28). Este salmo debe enseñarle al creyente del N. T. a aplicarse a sí mismo individualmente lo que
Jesucristo, “el mismo ayer y hoy y por los siglos” ha prometido a su iglesia cuando dijo: “Las
puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella”. (Heb 13:8; Mt 16:18; ver también 1Jn
2:17)
102:1 Escucha… mi oración. El Señor no exige innovaciones de expresión en la oración. La
invocación introductora (1 y s.) está compuesta por frases estereotipadas, que aparecen en otros
salmos. (Comp., por ej., 18:6; 31:2; 39:12; 56:9; 59:16; 69:17)
102:3 Como el humo. En los vv. 3–11 el sufridor narra su calamidad como si el Señor no estuviese
enterado. Dolores del cuerpo, la mente y el espíritu roen sus partes vitales. Si el alivio no llega, la
vida habrá pasado tan rápidamente como el humo desaparece con un golpe de viento (37:20; 68:2; Is
51:6) o como la hierba se seca cuando el solano la azota. (4; 37:2; Is 40:6–8)
102:6 Lechuza. Así traducido en Sof 2:14; pero “pelícano” en Lv 11:18; Dt 14:17; “búho” en Is
34:11. Cualesquiera otras características que este pájaro pueda haber tenido, él era un símbolo
proverbial de soledad melancólica.
102:8 Maldecir. Los enemigos lo ofen den en su desgracia, interpretándola como un castigo bien
merecido por crímenes ocultos, como lo hicieron los amigos de Job. Están tan seguros de su
diagnóstico, que invocan un destino como el de él sobre otros malhechores. (Comp. Jer 29:22; Is
65:15; ver también Nm 5:21, 27)
102:12 Reinas eternamente. La vida humana –en el mejor de los casos precaria y frágil, siempre
transitoria y moribunda– tiene sentido sólo cuando queda encomendada a la salvaguarda de aquél que
estuvo presente para “afirmar la tierra” (v. 25), quien “permanece por todas las generaciones (v. 24;
Is 41:4), quien es “siempre el mismo”, sin sufrir alteración frente al poder erosivo del paso del
tiempo. (27; Is 34:4; 51:6; Mt 24:29; Heb 1:10–12)
102:13 Te levantarás. Comp. 7:6, nota. La fe es tan impertinente como para decirle a Dios que el
momento señalado para la acción por parte de él, ha llegado! Por el tiempo anunciado cuando “el
SEÑOR reconstruirá a Sión” (v. 16) después del exilio babilónico, ver Jer 25:11 y s.; 29:10; Is 40:2.
102:22 Pueblos… y los reinos… para adorar. Comp. 22:26 y s.; 96:7–9; Is 2:2–4.
102:23–24 A la mitad… del curso. Habiendo vivido tan sólo la mitad de los días normales de la
vida humana. (Comp. 55:23)
Salmo 103
103:1–22 El Sal 102 es un grito agónico por alivio de una calamidad personal, basado sobre la
promesa de Dios de “tener pie-dad” (102:13) de su nación escogida en conjunto. En este Salmo de
David hay un agradecimiento jubiloso por favores de la bondad divina, los que el individuo comparte
con todos los miembros del pueblo del pacto. Ocupando el primer lugar de importancia entre las
bendiciones recibidas, y esencial a su bienestar general, se encuentra una dádiva de pura gracia: El
otorgamiento de perdón por un Dios santo, a su criatura que lo agravia (vv. 1–5). El pueblo de Israel,
en su conjunto, habría perecido hacía tiempo si el Señor no hubiese perdonado sus iniquidades, y en
cambio los hubiera tratado como se lo merecían. Desde el comienzo mismo, bajo la guía de Moisés,
dependían del gran amor de Dios. Este amor es tan maravillosamente ilimitado como el vasto espacio
entre el cielo y la tierra; otorga una amnistía completa e irrevocable, enviando todos los actos de
rebeldía tan lejos de la vista como distante se encuentra del este el horizonte del oeste; y es tan tierno
como la compasión de un padre por sus hijos (vv. 6–13). Dios, que formó al hombre del barro, sabe
cuánto necesita de su gran amor la obra transitoria de sus manos. A medida que las generaciones de
los hombres vienen y van, “el amor del SEÑOR es eterno”; no importa cuántos hijos de sus hijos
extraen de ese amor su sustento, éste “se renueva cada mañana” (vv. 14–18); Lm 3:22 y s.). Constante
e inagotable, este gran amor no es una afinidad impotente. Éste que es clemente y compasivo (v. 8), no
es otro que el Señor cuyo trono está establecido en el cielo, cuyo reinado domina sobre todos, cuya
palabra de mando es ejecutada por ejércitos de ángeles. Estos poderosos siervos que cumplen su
voluntad son instados a unir sus voces al coro de alabanza proveniente de labios humanos, lo mismo
que todas sus obras repiten cual eco la alabanza a su gloria. (vv. 19–22)
103:1 Alaba. Los hombres alaban a Dios doblando la rodilla (95:6) para reconocer con humildad
y gratitud los “favores” otorgados por él.
103:2 Olvides. Los que se benefician con la bondad de Dios son propensos a presuponer que
algunos de los dones más preciosos del Señor son de ellos, porque Él los dispensa tan liberal,
regular y espléndidamente. Existe incluso el riesgo de que una ayuda espectacular en momentos de
gran necesidad, como la liberación de Israel de Egipto, pueda ser echada al olvido. (Dt 4:9, 23; 6:12;
32:18)
103:3 Pecados. Si Dios manifestara “su santo nombre” (v. 1), el hombre apóstata sería consumido
en el fuego de su ira. Sin embargo, el pecador perdonado ya no tiene por qué estar atemorizado. Su
pecado cancelado, busca empeñosamente a su Benefactor, y le trae una ofrenda de gratitud que
expresa sus sentimientos más íntimos.
Dolencias. La convalecencia de una enfermedad –la consecuencia del pecado– y la liberación de
la muerte –la paga del pecado– son también dádivas inmerecidas del “gran amor y compasión”.
(Comp. Dt 29:22; Éx 15:26; 2Cr 21:18; Jer 16:4; Ro 6:23)
103:5 Tu vida. El texto hebreo tradicional reza: “Quien satisface con bienes tu compostura”, es
decir, “tu alma”. Comp. 16:9, donde una traducción literal reza: “Mi gloria [es decir, mi alma] se
regocija”; así también 7:5; 57:8; 108:1.
Como a las águilas. Para el águila como un símbolo de vitalidad y súbita liberación de energía,
ver Is 40:31.
103:6 Justicia. Esta palabra que está por la intervención de Dios en favor de su pueblo, es
traducida “actos de justicia” (Jue 5:11), “beneficios” (1S 12:7), “actos de justicia” (Dn 9:16), “hazañas
redentoras”. (Mi 6:5)
103:8 Clemente y compasivo. Un eco de las palabras compasivas transmitidas a Israel por Moisés
en Éx 34:6 y s.
103:9 Rencor eternamente. Comp. 30:5; Is 57:16.
103:11 Le temen. Comp. Éx 20:6; Dt 7:9–11; Lc 1:50.
103:14 Condición. Lo que llegó a ser cuando “el SEÑOR formó al hombre del polvo de la tierra”
(Gn 2:7, nota). Para una súplica apasionada en busca de misericordia, basada sobre la naturaleza
frágil del hombre, ver Job 7.
103:15 Como la hierba. Para comparaciones similares con la existencia pasajera del hombre, ver
90:5; Job 14:1 y s.; Is 40:6; 1P 1:24.
103:17 El amor… es eterno. La salvación era por la gracia de Dios para los que cumplían “su
pacto” (v. 18) en los días antes de que “se manifestaran la bondad y el amor de Dios nuestro
Salvador”, Jesucristo. (Tit 3:4; comp. Ef 2:4–10)
Salmo 104
104:1–35 El último versículo del salmo precedente contiene un breve requerimiento a “todas sus
obras” a “alabar al SEÑOR”. Este salmo enumera lo que el Creador aún hace en el universo que
“cuenta la gloria de Dios”, si bien lo hace “sin palabras, sin lenguaje” (19:1–6; comp. 148:1–9).
Cuando el universo llegó a ser, “todos los ángeles gritaban de alegría”, porque Dios “consideró que
era muy bueno” (Job 38:7; Gn 1:31). El salmista declara que la causa de su júbilo queda manifestada
en la perdurable excelencia del producto terminado. Por lo tanto hace de guía en un viaje por el país
de las maravillas de los fenómenos naturales. Llegado a cierto punto, una y otra vez, pide al lector a
hacer un alto y escuchar. Si tiene oídos para oír, quedará en trance por los sonidos estereofónicos de
la música y el canto, convergiendo con él desde todas las direcciones. En la misma corte del Rey de
la creación, el esplendor de la obra de sus manos proclama su gloria y majestad: La luz que creó al
principio es su manto real; su palacio consiste de aposentos afirmados en el “firmamento” (Gn 1:7 y
s.) sobre las aguas; los cortesanos y sirvientes que se ocupan de su majestad son las nubes, los
vientos, las llamas de fuego (vv. 1–4). Cuando Dios hizo “que aparezca lo seco” (Gn 1:9), la tierra
habitable que emergió aún subsiste porque él cuidó que no quedara inundada nuevamente por las
aguas primordiales del abismo (vv. 5–9; Jer 5:22). Pero el Creador no sólo preserva a la tierra de
convertirse en caos. De ella surgen cantos de alabanza también porque él la provee con lo que es
indispensable para la existencia de la vida vegetal y animal: Perennes manantiales y lluvias desde sus
altos aposentos (vv. 1013). Regado de esta forma, el suelo puede producir forraje para los animales y
alimento y vino para la gente (vv. 14–18). Nuevamente las alabanzas al Creador son devueltas por el
eco una y otra vez en el cielo abovedado, donde las luces que puso en el firmamento nunca dejan de
hacer lo que él les ordena (vv. 19–23), “que es gobernar el día y la noche, y separar la luz de las
tinieblas” (Gn 1:18). Un himno a la infinita sabiduría y poder del Creador se levanta también de las
criaturas que aún pueblan la tierra, y de los animales, grandes y pequeños, que abundan en el mar (vv.
24–26). Digno de admiración es también el amplio almacén de provisiones que el Creador mantiene
para que a su tiempo les dé su alimento (vv. 27–30). Si la creación material y animal canta su gloria,
¿no debería el hombre, dotado de la capacidad para la meditación respecto de las obras de Dios, y
provisto de voz para cantar al SEÑOR, exhortar a su alma a alabar al SEÑOR de un modo que agrade
a su Creador? Si el hombre no se alegra en el SEÑOR, se alínea con los malvados que han perdido el
derecho a la existencia. (vv. 31–35)
104:1 Alaba al SEÑOR! Estas son las palabras de principio y de final de este salmo y del Sal 103.
Para su significado ver 103:1, nota.
104:3 Tus altos aposentos. Comp. Job 26:7 segunda nota; Sal 24:2, nota; 33:6 nota. Cabalgas.
Comp. 68:4, nota.
104:7 Reprensión. Comp. Job 7:12, nota.
104:14 Que la gente cultiva. Lit. “para utilidad del hombre”. El sentido también puede ser: “Plantas
que sirven a la necesidad del hombre”.
104:15 Vino. Comp. Ec 10:19; Jue 9:13.
104:16 Árboles del SEÑOR. Llamados así porque deben su crecimiento al Señor. La cláusula que
modifica puede ser restrictiva, refiriéndose a árboles no plantados por manos humanas.
104:18 Tejones. En Lv 11:5 están clasificados como impuros.
104:19 La luna… y el sol. En la poesía mitológica de los vecinos paganos de Israel, el sol es la
fuerza deificada de la creación. Si bien existen similitudes en lenguaje y forma entre estos himnos
antiguos y el salmo, hay también una diferencia fundamental. El salmista no adora a la naturaleza o
cualquier parte de ella. Alaba al Creador de “los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos”,
incluyendo el sol y la luna. (Gn 2:1)
104:23 La gente. El salmo no menciona con pormenores cómo Dios creó al hombre y al mundo
animal. Toma en cuenta un universo existente y su movimiento de precisión automática regulado de
tal forma, que tanto “los animales del bosque” (v. 20) como los seres humanos, puedan continuar con
sus actividades de acuerdo con un plan permanente.
104:26 Leviatán. Ver Job 3:8 segunda nota; 41:1, nota; Sal 74:14; Is 27:1. Si en él, las dos últimas
palabras del versículo, son traducidas “con él”, es decir, con Leviatán, entonces el pensamiento que se
expone es que hasta el más grande de los monstruos marinos es algo con lo que el Señor puede
“jugar” como con una mascota animal. (Job 41:5)
104:30 Espíritu. La misma palabra es traducida “aliento” en el v. 29. El ciclo de vida y muerte no
se mantiene por una ley inherente a la naturaleza. El aliento, esencial en todas las criaturas, llega al
darles la vida el Espíritu de Dios; la vida termina cuando él “les quita el aliento”. En un sentido más
elevado esto es verdad respecto del hombre, en cuya “nariz” Dios “sopló… hálito de vida”. (Gn 2:7;
comp. Ec 12:7; Sal 31:5; Ez 37:9)
104:35 Que desaparezcan. Los pecadores y los malvados, que emiten roncos sonidos de rebelión y
blasfemia, no tienen cabida en un mundo proyectado para alabar a su Creador.
¡Alabado sea el SEÑOR! En su forma transliterada, esta exclamación es la muy conocida palabra
“aleluya”, que se encuentra también al final del salmo siguiente. La sagacidad moderna, que
incursiona en la extensión y el intrincamiento de las asombrosas maravillas de la naturaleza, no
descubiertas en vida del que escribe, no ha hecho caer en desuso este salmo. Por el contrario, cada
nuevo descubrimiento no es sino un motivo adicional para participar en este coro de aleluyas a partir
de un sentimiento de adoración más profundo.
Salmo 105
105:1–45 El salmo 104 convida al lector a que escuche resonar “la gloria y majestad” (104:1)
desde las maravillas producidas por el Creador de cielos y tierra. Este salmo emite un llamado a dar
gracias al SEÑOR y sentirse orgullosos de su santo nombre por todas sus maravillas y obras de toda
clase. Porque el omnipotente Rey de la Creación es también el Señor de la historia. Con poder
ilimitado y sabiduría incomprensible, señaló el curso de los pueblos de la tierra con un propósito
fijado en mente: Crear y preservar a Israel, la nación que él escogió para bendecir a todas las
naciones. Los descendientes de Abraham y los hijos de Jacob deben animarse unos a otros para
cantarle, entonándole salmos (vv. 1–6). ¿Cómo podrían no hacer esto si tan sólo recuerdan las
maravillas que ha realizado desde los días de sus ancestros: Abraham, Isaac, Jacob? Habiendo
prometido que les daría la tierra de Canaán, “el Juez de toda la tierra” (Gn 18:25) no permitió que les
hicieran ningún daño, aunque permanecieron siendo extranjeros en la tierra que andaban siempre de
nación en nación (vv. 7–15). Dios escogió su propio modo de mantener su pacto con ellos. Utilizó la
envidia de los hermanos de José para llevarlo a Egipto, donde zafó de la esclavitud para ser el
segundo en autoridad después del faraón (vv. 16–22). Después Dios provocó hambre para llevar al
padre de José, sus hermanos y sus familias a Egipto. Sin embargo, cuando la descendencia de ellos se
multiplicó en tal número como para suscitar los temores de los egipcios, éstos recurrieron a medidas
represivas destinadas a exterminar con el tiempo a los hebreos (vv. 23–25). Pero, fiel a su pacto, Dios
vino al rescate. Apoderados por Dios, Moisés y Aarón hicieron señales milagrosas y maravillas, las
que finalmente aflojaron la sujeción de los opresores (vv. 26–36). Sacados de la casa de servidumbre
“con actos portentosos y gran despliegue de poder” (Dt 26:8), los esclavos liberados habrían sido
abrumados por el ejército egipcio que los perseguía, si Dios no hubiese acudido en ayuda de ellos
con otro milagro. En el desierto, más allá del Mar Rojo, habrían perecido si Dios no hubiese provisto
para su sustento con agua de una roca y con pan del cielo (vv. 37–42). Finalmente, les entregó las
tierras que poseían las naciones, los territorios en la Tierra Prometida antes ocupados por una
variedad de pueblos. Los israelitas no merecieron lo que Dios hizo por ellos. Sin embargo, si ellos
habrían de ser el pueblo del pacto y servir a los propósitos de Dios, debían responder con gratitud
por la gracia inmerecida, con sincero empeño por observar sus preceptos y poner en práctica sus
leyes (vv. 43–45). El relato en prosa de la fidelidad del pacto por parte de Dios, que llena muchas
páginas de historia registrada comenzando con Gn 12, queda comprimido aquí en unos pocos versos
de poesía. El tratamiento artístico del asunto tomado en consideración es evidente por el lenguaje del
poeta, la selección y omisión de incidentes, y el orden de sucesión en que son presentados. Los
primeros 15 versículos de este salmo aparecen nuevamente en 1Cr 16:8–22, donde son citados como
representativos de la gratitud de David en el momento en que el arca del pacto fue llevada a Jerusalén.
105:1 Den gracias. Las palabras iniciales también de Sal 106, 118, 136. Los que adoran cumplen
con esta directiva al invocar su nombre, mejor traducido “proclamar su nombre” (comp. Éx 33:19).
Respecto del significado de “nombre”, ver 8:1, nota; 33:21; Éx 6:3, nota.
105:7 Decretos. Para “tener siempre presente su pacto” y mantenerlo, Dios ejecutó “milagros”
punitivos sobre todos los que amenazaban frustrar su buena y misericordiosa voluntad.
Particularmente dignas de mención fueron las plagas infligidas a los egipcios, y descriptas con cierto
detalle en los vv. 26–36.
105:9 Pacto. Respecto del sentido de este término significativo, ver las notas introductoras al
libro del Éxodo titulado “Contenido”. Para el pacto con Abraham, ver Gn 12:1–3; 15:7–18; 17:2–14;
con Isaac ver Gn 26:1–5; con Jacob ver 28:10–15.
105:12 Extranjeros. En una tierra ocupada por muchas “naciones” (v. 44) los patriarcas quedaron
como una minoría extranjera, en ocasiones forzados a “andar de nación en nación”. (Comp. Gn
12:10; 26:1; 28:10)
105:14 Reprendió a los reyes. Tales como Faraón y Abimelec. (Gn 12:17; 20:3)
105:15 Ungidos. El óleo ceremonial derramado sobre las cabezas de los sacerdotes y reyes,
simbolizaba que eran apartados (consagrados) para funciones asignadas particularmente a ellos por
Dios. Por lo tanto sus personas eran sacrosantas (2S 1:14, 16). El “juramento” que Dios hizo a los
patriarcas (v. 9), hizo de ellos sus funcionarios especiales a quienes ningún hombre debía molestar
(comp. Gn 26:11). A modo de los profetas en la historia más tardía de Israel, los patriarcas
anunciaban con palabras y hechos lo que Dios estaba por hacer. (Gn 20:7; comp. Éx 7:1 y s.)
105:17 Envió delante… a un hombre. José explicó el misterio de la conducta extraña de Dios con
él, cuando le dijo a sus hermanos: “Dios me mandó delante de ustedes para salvar vidas”. (Gn 45:5)
105:18 Cuello. El crudo anuncio de que el patrón egipcio de José “mandó que lo echaran en la
cárcel” (Gn 39:20), es embellecido por una cuestión de efecto artístico. La palabra “cuello” es el
mismo sustantivo más comúnmente traducido “alma” o “persona”.
105:19 Lo que él predijo. Según había relatado sus sueños. (Gn 37:5–11)
105:22 Instruir. Si se retiene “atar”, la lectura del texto hebreo tradicional, el sentido sería que
José tuvo la autoridad de enviar a prisión hasta a príncipes, mejor traducido “jefes” u “oficiales”,
tales como “el jefe de los coperos” y “el jefe de los panaderos”. (Gn 40:9, 16)
105:23 Israel. El patriarca “Jacob” en el v. 10.
105:25 Trastorno. Como resultado de la bendición de Dios, su pueblo “se multiplicó”. Esto a su
vez hizo que los egipcios los odiaran, temiendo que unos inmigrantes de Canaán se estaban poniendo
“más fuertes y numerosos” que ellos. (Éx 1:9 y s.)
105:26 Moisés… y a Aarón. El salmista cita algunas de las plagas egipcias, para ilustrar la clase de
“señales milagrosas” y “maravillas” que realizaron, con el poder que Dios les otorgó. El poeta se
toma la libertad de invertir el orden de los sucesos en el relato en prosa. Hay momentos en que
agrega toques de realismo que no se encuentran en el registro de Éx 7–12.
105:27 El país de Cam. Comp. 78:51, nota.
105:28 No entendieron. Si se retiene el texto hebreo tradicional (RV no fueron rebeldes), se refiere
a la obediencia de Moisés y Aarón. Sin embargo, es posible que se prevé el efecto final de las plagas
sobre los egipcios: Ellos ya no ponían impedimentos para que Israel se fuera. (Comp. v. 38; Éx 12:33)
105:37 Oro y plata. Comp. Éx 12:35 y s.
105:39 Sombra. La nube proveyó un escudo protector “quedando entre los egipcios y los
israelitas”. (Éx 14:19 y s.; comp. Is 22:8)
105:40 Pidió el pueblo. Respecto del espíritu rebelde que impulsaba su reclamo, ver 78:18–31 y el
salmo siguiente.
105:45 ¡Alabado sea el SEÑOR! Una palabra en hebreo, y conocida en su forma transliterada
“aleluya”. El pueblo del pacto nuevo tiene sobrados motivos para participar en el coro de aleluyas del
antiguo Israel. Porque si pertenecen a Cristo, son también “la descendencia de Abraham y herederos
según la promesa” (Ga 3:29; Ro 4:16; 9:7 y s.). Ellos también se benefician con lo que “el Dios de
Abraham, de Isaac y de Jacob” hizo “para mostrar misericordia a nuestros padres al acordarse de su
santo pacto”. (Mr 12:26; Lc 1:72)
Salmo 106
106:1–48 El Sal 105 alaba las “obras maravillosas” y los “milagros” con los que está tachonada la
historia de Israel. Sin embargo, el Sal 106 señala que su bondad es tanto más admirable y digna de
alabanza, si se considera la realidad de que Dios no dejó de mantener sus promesas del pacto, aunque
fue resistido con ingratitud y rebeldía. Después de emitir un llamado a dar gracias por las proezas del
SEÑOR y rogar por una participación personal en la compasión mostrada a Israel en conjunto (vv. 1–
5), el salmista deja que la fidelidad de Dios brille en todo su esplendor contra el negro decorado
escénico del vergonzoso pasado de Israel. Sin importarle la sucesión cronológica, se vuelve a un
número de páginas en el registro deplorable de vil ingratitud de Israel. En primer lugar recuerda siete
ejemplos de deslealtad del tiempo del éxodo y la subsiguiente peregrinación por el desierto: (1) Falta
de confianza en su gran poder para salvarlos antes de cruzar el Mar Rojo (vv. 6–12; Éx 14:10–12); (2)
haber puesto a prueba a Dios con su demanda por agua y carne (vv. 13–15; Éx 15:24; 16:2 y s.; Nm
11:4 y ss., 31–34); (3) rebelión contra Moisés y Aarón (vv. 16–18; Nm 16; Dt 11:6); (4) la adoración
del becerro de oro en el monte Sinaí (vv. 19–23; Éx 32; Dt 9:8–21); (5) rehusarse a creer en la
promesa de Dios de darles una bella tierra después de escuchar el informe de los espías (24:27; Nm
13 y s.); (6) haber sucumbido a la degradante adoración de Baal Peor de los moabitas (vv. 28–31; Nm
25); (7) haber murmurado porque hubo “una gran escasez de agua” en Meribá (vv. 32–33; Nm 20:2–
13). Por otra parte, los israelitas no dejaron olvidada su perversidad en el desierto. Ésta, en el peor de
los casos, llegó a un nivel más bajo después de que Dios los trajo a la Tierra Prometida: Ofrecieron
sacrificios a los ídolos de Canaán (vv. 3439). La bondad de Dios no puede ser abusada impunemente.
Así como sucedió en el desierto, su ira… se encendió contra su pueblo. Instigados y guiados por
Dios, sus enemigos los oprimieron. Sin embargo, por su gran amor les tuvo compasión y muchas veces
Dios los libró cuando clamaron a él (vv. 40–46). El salmista concluye con una súplica que Dios
continúe siendo el Salvador que perdona a su pueblo también en su día (v. 47). La doxología (v. 48)
cierra el cuarto libro del Salterio. (Ver la Introducción bajo “Clasificaciones”)
106:1 Alabado sea el SEÑOR! Ver 105:45, nota. Para gran amor ver Dt 7:9, nota.
106:2 ¿Quién puede proclamar…? Si el hombre tan sólo dejara de pensar, descubriría que “las
proezas” del SEÑOR son aún “más de lo que es posible enumerar”, por no decir nada de
proclamarlas adecuadamente. (40:5, nota)
106:5 Tus escogidos. La elección de Dios de que Israel “fuese el pueblo de su propiedad” fue un
acto de amor inmerecido. (Dt 4:20, 37; 10:15)
106:6 Lo mismo que nuestros padres. Más lit. “Nosotros hemos pecado con nuestros padres”. El
salmista no pretende ser más santo que los padres cuyo deshonroso registro de perversidad está por
documentar. Para la actitud opuesta ver Ez 18:2.
106:7 Se rebelaron. Esta traducción está basada sobre un ligero cambio en el texto hebreo
tradicional, el cual reza: “Pero ellos se rebelaron junto al mar, (es decir) junto al Mar Rojo”. Para las
palabras de rebeldía de ellos antes de cruzar el mar, ver Éx 14:11 y s.
106:9 Desierto. Mejor traducido “pradera” (comp. 65:13). Dios los condujo por las profundidades
como un pastor conduce a sus ovejas por un lugar de pastura.
106:12 Creyeron.(Éx 14:31)
106:13 Sus planes. Se rehusaron a esperar a que Dios llevara a cabo su plan según su modo de
obrar. (Comp. 33:11; 73:24; 107:11)
106:14 A prueba. Comp. 78:18, nota.
106:16 Consagrado. Aarón era santo, es decir, apartado para servir a Dios en el sagrado oficio del
sacerdocio. Todos los sacerdotes son llamados santos. (Lv 21:68)
106:17 Datán… Abirán. El tercer cabecilla, Coré, no se menciona aquí ni en Dt 11:6.
106:19 Horeb. Otro nombre para Sinaí. (Éx 3:1, segunda nota)
106:20 Motivo de orgullo. Lit. “su (de ellos) gloria”, es decir, Dios, quien le reveló su gloria a
ellos. (Jer 2:11; Ro 1:23)
106:22 Tierra de Cam. Comp. 78:51, nota.
106:23 Brecha. La ira destructora de Dios estaba por avanzar sobre Israel como soldados
enemigos precipitándose a través de una brecha en el muro, devastando una ciudad. La intercesión de
Moisés cerró el boquete y la destrucción fue evitada.
106:24 Menospreciaron esa bella tierra. Ellos prefirieron la certidumbre de la existencia como
esclavos en Egipto, a confiar en la promesa del Señor de que los guiaría a Canaán, “una tierra donde
abundan la leche y la miel”. (Éx 3:8, 17; Jer 11:5; Ez 20:15)
106:27 Dispersarlos. Esta traducción está basada sobre el texto de Ez 20:23.
106:28 Sin vida. En vez de adorar “al Dios viviente” (Jer 10:10) participaron con los moabitas en
los sacrificios a Baal Peor, una forma sin vida, inerte, de su propia hechura (115:4–8). Por la historia
de Finés, ver Nm 25.
106:32 Por culpa de ellos. Provocado, por las repetidas murmuraciones de la gente, a proferir
palabras “irreflexivas”, Moisés perdió el derecho a guiarlos a la Tierra Prometida. (Nm 20:10, nota;
Dt 1:37; 4:21)
106:34 El SEÑOR les había señalado. Comp. Dt 7:1–6; 20:16–18.
106:37 Sus hijos. Comp. 2R 3:27, nota; 16:3, nota; 23:10. Para adoración de “demonios” ver Dt
32:17, nota.
106:39 Corrompieron. La infidelidad a Dios es descripta frecuentemente como la actitud y
actividad de una esposa adúltera y una ramera promiscua. (Éx 34:16; Jer 2:33; 3:1; Ez 16:15–34)
106:41 Entregó. Una declaración que aparece en el libro de los Jueces a intervalos regulares. (Jue
2:14; 3:8; 4:2; 6:1; etc.)
106:47 De entre las naciones. Dios hizo efectiva su amenaza de dispersar al desobediente Israel
“entre las naciones” (Lv 26:33; Dt 28:64). Sin embargo, Dios también respondió la oración de “hacer
que sus enemigos le muestren clemencia” (1R 8:46–53). Pablo advierte a los israelitas del nuevo
pacto, que tengan cuidado, no sea que se consideren inmunes a las tentaciones que ocasionaron la
caída de Israel de acuerdo con su naturaleza pecaminosa. (1Co 10:1–13; Ro 11:17–22)
Salmo 107
Salmo 108
108:1–13 Este salmo combina extractos del Sal 57 y Sal 50, ambos atribuidos a David. Los vv. 1–5
repiten 57:7–11; los vv. 6–13 duplican 60:5–12. No hay claridad respecto de qué produjo la
combinación de estos dos componentes, uno alabando el amor de Dios (vv. 1–5), el otro rogando que
Dios mantenga su promesa de ayudar (vv. 6–13). Ver las notas sobre estas secciones en sus
colecciones primitivas.
Salmo 109
109:1–31 Este Salmo de David surge de la misma clase de circunstancia desesperada de la cual se
busca alivio en los Sal 35 y 69. El que suplica se enfrenta con los autos de un procedimiento judicial.
Si queda convicto de los horrendos crímenes de los que es acusado, pierde todo: Reputación,
posesiones, familia, incluso la vida misma. Temiendo lo peor, desesperadamente apela por
vindicación ante Aquél que “juzgará al mundo con justicia” (9:8). Lo hace con una buena conciencia y
absoluta confianza, porque al acusarlo sus acusadores hablan con lengua engañosa. Todo esto es tanto
más reprensible y perverso, porque él les mostró toda clase de bondades en el pasado (vv. 1–5). A fin
de disipar toda posible duda respecto de su intento enconado, hace pública la acusación de ellos
respecto de él (vv. 6–20) de la propia lengua engañosa y difamadora de ellos (v. 2). La perspectiva de
ser hallado culpable de estos crímenes cobardes, y de sufrir los castigos impuestos por la ley sobre el
ofensor, lo dejó hecho una ruina física y mental. No conoce otra defensa sino orar pidiendo la
intervención divina en su favor (vv. 21–25). El veredicto de Dios, declarándolo inocente, hará que al
mismo tiempo sus atacantes quedaran avergonzados (vv. 26–29). Al orar, tiene tanta seguridad de que
será escuchado, que se compromete a dar muchas gracias al SEÑOR después de ser salvado. (vv. 30–
31)
109:1 Oh Dios, alabanza mía. El autor está seguro de que el Dios a quien alabó por bendiciones en
el pasado, vendrá en su rescate también en esta mortal amenaza a su existencia (Jer 17:14). Por la
súplica no guardes silencio, ver 83:1, nota; 7:6, nota.
109:4 Me encomiendo a Dios. Con sus “expresiones de odio” ellos están devolviendo “mal por
bien”, porque él pronunció palabras de oración por ellos (comp. 35:12, 13, notas). Jeremías invocó el
castigo de Dios sobre gente que “cavó una fosa” atentando contra su vida, aunque él trató de
escudarlos de la ira divina intercediendo por ellos. (Jer 18:20–23)
109:6 Pon. Si bien no están presentados formalmente como conversación directa, este versículo y
los siguientes están resumidos en el v. 20, representando las palabras de “los que calumnian” al
demandado. Provistos de comillas y la palabra de introducción “dicen” (como, por ej., en 2:2 y s.;
52:6 y s.), repiten los cargos presentados contra el demandado, y les añaden el castigo que le espera
después de ser declarado culpable.
Su acusador. Un término judicial similar a nuestro “fiscal”. Estaba parado a la derecha del
demandado en el tribunal para “acusar”, es decir, procesarlo (vv. 6, 20, 29). El hebreo es transliterado
“Satanás” cuando se da a entender al acusador del hombre delante de Dios. (Job 1:6, segunda nota;
Zac 3:1)
109:8 Oficio. La palabra hebrea tiene, casi sin excepción, el sentido de “cargo señalado” u
“oficio”, así traducido por la Septuaginta y citado por Pedro con referencia a Judas. (Hch 1:20)
109:16 Persiguió. En vez de utilizar su posición para promover el bienestar de los pobres y
menesterosos, como hizo Job (Job 29:11–17), se enriqueció explotándolos. El castigo por la opresión
de los desamparados era ciertamente severo. (Éx 22:23 y ss.)
109:20 Que así les pague. Lo mejor es considerar este versículo como un resumen de la
declaración escrita de los cargos contra el demandado presentada ante la corte por los acusadores.
Entendido de esta manera, debe ser traducido: “Ésta es la obra de mis acusadores”. Ellos afirman
arrogante e hipócritamente que sus esfuerzos serán coronados por el éxito, porque cuentan con el
apoyo y la sanción del SEÑOR.
109:21 Pero tú. Después de describir el horrible destino que le aguarda si es condenado (vv. 6–
19), el atosigado demandado pide a Dios que limpie su reputación de los cargos forjados contra él,
por causa de su nombre.(Nm 14:13 nota; Éx 32:11 nota; Sal 79:9, 10, nota)
109:22 Pobre y necesitado. Se encuentra a sí mismo compartiendo la suerte de aquéllos a los que
supuestamente “persiguió hasta la muerte”. (v. 16)
109:23 Como de una langosta. No tiene asimiento más firme a la vida que el que tiene un insecto a
una vestimenta. Mediante el toque de un dedo puede ser desprendido. Sus enemigos al parecer señalan
a su salud quebrantada como una prueba “del SEÑOR” (v. 20) de que es culpable según se lo acusa.
Los amigos de Job insistían en que su enfermedad era un castigo divino por crímenes graves e
inconfesos.
109:28 Que ellos me maldigan. Lo que ellos dijeron está registrado en los vv. 6–19. Será
compensado cuando Dios bendiga a su siervo al vindicarlo. La segunda línea de este versículo puede
ser traducida: “Cuando se levanten, que queden avergonzados, pero deja que tu siervo se alegre”.
109:29 Cubiertos de deshonra. Si Dios prueba que el acusado es inocente, su intervención no hará
más que exponer la maldad de los acusadores para su vergüenza y oprobio. Por la pregunta que si es
justificable invocar un resultado como éste sobre un enemigo aun cuando “Dios, que es justo, pagará
con sufrimiento a quienes los hacen sufrir a ustedes” (2Ts 1:6), ver 58:10 notas; 35:4, nota.
Salmo 110
110:1–7 Con no menos de 17 citas tomadas del mismo, el Nuevo Testamento presta un inequívoco
testimonio a la intención profética de este salmo y a su cumplimiento en aquel Hijo de David a quien
Dios “resucitó de entre los muertos y lo sentó a su derecha en las regiones celestiales” (Ef 1:20).
Jesús mismo desafió a sus enemigos a confutar la realidad de que “en el Libro de los salmos”
“David, hablando por el Espíritu”, hermanó al hijo de David y Señor de David (Mt 22:43 y s.; Mr
12:36; Lc 20:42; ver también Mt 26:64; Hch 2:34; 7:55; Ro 8:34; Col 3:1; Heb 1:13; 8:1; 10:12; 1P
3:22). Los pasajes citados, y otros, permiten que los brillantes rayos de la gloria mesiánica ganen
terreno más allá de las formas preliminares de la monarquía y el sacerdocio. En siete
misteriosamente sublimes versículos, el salmo aclama la venida de (1) un rey de la casa de David, a
quien Dios confiará soberanía mundial (vv. 1–3; 2S 7); (2) un mediador quien, si bien según el orden
de Melquisedec, será sin embargo diferente de aquel sacerdote regio de antiguo, en que él será un
sacerdote para siempre.(vv. 4–7)
Cada función es asignada mediante una solemne declaración del Señor (vv. 1 y 4), seguida por
una breve descripción de las circunstancias que predominarán (2–3 y 57). Ver Sal 2 notas, por la
monarquía davídica como un tipo del Mesías.
110:1 Así dijo el SEÑOR. Para el nombre el SEÑOR, también en los vv. 2 y 4, ver Éx 6:3, nota. Lo
que el Señor dice, queda expresado en el original mediante el sustantivo “oráculo”, es decir, una
comunicación o revelación divina que los profetas transmiten a sus oyentes con la introducción: “Así
dice el Señor.” (2Cr 34:26)
Mi Señor. El substantivo hebreo señala a una persona respetada o superior. Es utilizado como un
título al dirigirse a reyes y otros dignatarios (Gn 19:2; 23:6; 1S 22:12; 2S 13:32). El rey a quien, o
“respecto” de quien habla este oráculo profético, es declarado ser por esa mismísima palabra de
Dios, “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” (Ap 19:16). Su exaltación a la derecha del poder
ha de coincidir con la derrota de los enemigos, reducidos a servir de estrado (Jos 10:24; 1R 5:3). Por
el cumplimiento de esta promesa, ver Hch 2:25; 1Co 15:23; Heb 1:13; 10:13.
110:3 Ordenadas en santa majestad. Las palabras del texto hebreo tradicional “en santa majestad”
aparecen también en 29:2 nota; 96:9. Aquí dan a entender que las tropas que estarán dispuestas (lit.
“son ofrendas voluntarias”) lo hacen con el decoro propio de “un reino de sacerdotes”. (Éx 19:6,
primera nota)
Tu juventud. Los jóvenes voluntarios que constituían las tropas reales, son descriptos en un
lenguaje en extremo figurado. Son tan numerosos como miríadas de gotas de rocío dadas a luz por la
aurora; así como cada mañana produce un nuevo surtido de rocío, así siempre habrá tropas de
refresco a mano para completar las filas del ejército real.
110:4 Jurado. Para promesas solemnes hechas a David, ver 89:3 y s., 35; 132:11. Para Melquisedec
ver Gn 14:18, nota; Heb 5:6, 10; 7:1 y ss.
110:5 A tu mano derecha. El desempeño de las funciones reales y sacerdotales no quedará
frustrado por fuerzas opositoras del mal. Dios proveerá el poder para aplastar a los reyes en el día
de su ira. Para otras referencias respecto de la derecha de Dios, ver 18:35; 20:6; 118:15 y s.; 139:10.
110:6 Cabezas. Un sustantivo singular usado colectivamente respecto de líderes hostiles como en
68:21.
110:7 Beberá. Lo que el Señor hace a la derecha del Rey al ejecutar juicio “sobre toda la tierra”,
queda fusionado con una acción consumada por el Rey. Éste es como un guerrero quien en la
persecución del enemigo hace un alto junto a un arroyo para refrescarse y luego continuar y
mantener en alto su cabeza al sobrepujar a sus enemigos (3:3; 27:6). Jesús recibe “autoridad para
juzgar”, pero también ejerce como Juez soberano. (Jn 5:27; Mt 25:31 y ss; Hch 10:42)
Salmo 111
111:1–10 El Sal 111 y el 112 constituyen dos movimientos de un oratorio de gran alabanza. El
primero de éstos canta acerca de perennes arroyos de bendición, física y espiritual, que fluyen del
pasado y entran en las vidas de cada nueva generación; el tema de la segunda aria es la dicha del “que
teme al SEÑOR” (112:1). Ambos salmos están vaciados en el molde de un poema acróstico, un rasgo
que se reconoce sólo en el texto hebreo. Después de un “Aleluya” de introducción (104:35, segunda
nota), las primeras palabras de todas las líneas comienzan con letras que se siguen en el alfabeto
hebreo (ver notas de introducción al Sal 9). En el Sal 111 el poeta prorrumpe en un cántico en
compañía de los rectos pensando en las obras del SEÑOR. Al estudiarlas y deleitarse en ellas, los
motivos para regocijarse se multiplican. No sólo son grandes y majestuosas ellas mismas; también
revelan la gloria y majestad de Dios, su naturaleza de ser clemente y compasivo… recordando siempre
su pacto… fiel y justo. Lo que él hizo tiene significado para siempre. Pagó el precio del rescate de su
pueblo y estableció su pacto para siempre; por eso sus preceptos también debían ser establecidos
para siempre. Por tanto, vivir en el temor al SEÑOR no sólo es una oportunidad de alabar al SEÑOR
(v. 1) por sus maravillas (v. 4) de redención, es también sabiduría de primer orden, porque provee a
todos los que cumplen sus preceptos con bendiciones verdaderas y permanentes, como lo declarará el
salmo siguiente.
111:1 Con todo el corazón. El mandamiento de “Amar al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón” (Dt
6:5) no puede sino llenar ese corazón con un irresistible impulso de alabar al SEÑOR.
111:4 Memorables. Los grandes festivales de Israel debían ser conmemoraciones de las obras
maravillosas que Dios llevó a cabo para hacer de los que habían sido esclavos de Egipto, su
“propiedad exclusiva”, y al mismo tiempo despertar la conciencia en todos los futuros celebrantes de
su condición de miembros del pueblo del pacto. (Éx 19:5 y s.; 12:14; 13:8; 23:14–17)
111:5 Da de comer. El salmista piensa primero en la alimentación milagrosa acaecida durante la
peregrinación de Israel por el desierto.
111:6 La heredad de otras naciones. Canaán estaba ocupado por muchas naciones, antes de que
Israel tomara posesión del mismo. (Éx 3:8, 17)
111:9 Rescate. Los descendientes de los patriarcas no eran un pueblo que surgió por esfuerzo
propio. No habían merecido tam-poco ser rescatados de la esclavitud de Egipto, ni habían merecido
la relación de pacto con Dios. Por el concepto de pacto, ver las notas introductorias al libro del
Éxodo, “Contenido”.
111:10 El temor del SEÑOR. Para que la existencia humana tenga sentido, sea satisfactoria y
gratificante, debe adoptarse como punto de partida axiomático el obrar por reverencia y temor ante
“las maravillas” de Dios (v. 4), absteniéndose de lo que él aborrece, y haciendo lo que le agrada.
Cualquier filosofía de vida que no tenga su principio basado sobre tal relación con Dios, no es
sabíduria sino necedad de necedades. (Pr 9:10; 1:7)
Salmo 112
112:1–10 Este salmo es una continuación del precedente (ver las notas introductorias de aquél). El
hombre que “se deleita en” “las majestuosas obras” de “rescate” de Dios y de su fidelidad al “pacto”
(111:2, 4, 5, 9) también halla gran deleite en (obedecer) sus mandamientos (112:1). Según “el temor
del SENOR” (111:10, nota) motiva y controla su pensamiento y obra, no puede sino cantar otro
“aleluya” en vista de los ríos de bendiciones que fluyen a su vida.
112:1 Dichoso. La primer palabra en el Libro de Los Salmos (Sal 1, nota introductoria). Por
contraste, la ira de Dios aguarda a quienes “la palabra del SEÑOR los ofende” (Jer 6:10 y ss). La
bienaventuranza pronunciada sobre el que teme al SEÑOR es elaborada en lo que resta del salmo. La
lista de bendiciones no está agotada. Ni debe ser considerada como garantía de cobertura de que Dios
no permitirá que “el justo” sea entristecido por “malas noticias” de desastres (v. 7), o que dejará que
“el justo” (v. 6) se quede sentado perplejo “en las tinieblas” de aflicción y dolor (v. 4). Por el papel
que desempeña el sufrimiento en tales circunstancias, ver el libro de Job, y los Sal 37 y 73.
112:3 Su justicia. Siendo que “la justicia (de Dios) permanece para siempre” (111:3), su hijo fiel
asimismo es “firme” y “seguro” en hacer lo que es recto.
112:4 Dios. Un agregado innecesario al texto. La persona piadosa intenta ser semejante a la
divinidad: Clemente, compasivo y justo (comp. Éx 34:6). Y en la medida en que tiene éxito, canaliza
bendiciones divinas hacia sus semejantes. Siendo que el hombre que teme a Dios es el tema de
discusión por todo el salmo, el versículo debería decir: “Él envía rayos brillantes en las tinieblas,
(que actúan como) una luz para el justo (porque) es, etc.”
112:8 Verá derrotados a sus adversarios. Comp. 92:11, nota.
112:9 Poder. Comp. 75:4–5, nota.
Salmo 113
113:1–9 Haciéndose eco del canto de alabanza de Ana, y previendo el Magnificat de María (1S
2:1–10; Lc 1:46–55), este salmo solicita a los “siervos del SEÑOR”, en todo tiempo y en todo lugar, a
alabar y ensalzar su glorioso nombre (vv. 1–4). Nadie queda excluido. Nadie debe pensar que el
Señor, entronizado sobre los cielos en majestad trascendente, tiene demasiadas preocupaciones como
para ocuparse de los problemas menores de la existencia humana. Por el contrario, son precisamente
“los humildes” (Lc 1:52), la gente menuda, los despreciados, los que no tienen perspectivas de éxito
en la vida, los que tienen sobrados motivos para llamar al Rey sublime de los cielos y la tierra (v. 6)
nuestro Dios (v. 5). Ya que “el excelso y sublime, el que vive para siempre” (Is 57:15) condesciende a
levantar del polvo al pobre y per-mite que una vida hasta entonces estéril, produzca satisfacciones
supremas, este llamado a alabar al SEÑOR debe encontrar un eco sumamente favorable en todo
corazón (vv. 5–9). Con el paso del tiempo los Sal 113–118 quedaron combinados en una unidad
litúrgica llamada el “Alel”, es decir, el canto de alabanza prescripto para la celebración de las
grandes fiestas de Israel. En la celebración de la Pascua, los Sal 113–114 son entonados antes de las
comidas, y los Sal 115–118 después de haber comido. No hay duda de que estos fueron los “salmos”
cantados por Jesús y los discípulos en la ocasión de su última Pascua. (Mt 26:30)
113:1 El nombre del SEÑOR. Para entender el significado de esta frase, repetida en los dos
versículos siguientes, ver 8:1 nota; Éx 6:3, nota.
113:7 Levanta al pobre. Los vv. 7 y 8 son tomados casi literalmente del cántico de Ana. (1S 2:8)
113:9 Estéril. Una mujer que, como Ana, estaba incapacitada de concebir hijos, se consideraba a sí
misma condenada a una de las decepciones más crueles de la vida. (1S 1:2, 10)
Salmo 114
114:1–8 Este corto salmo “Alel” (ver nota introductoria al Sal 113) cita eventos memorables de la
historia de Israel, como evidencia de que el Señor no carece de poder para levantar “a la (nación)
necesitada del muladar” de la esclavitud, y de permitir que “la mujer estéril”, destinada a la extinción
nacional en “el país donde era esclava”, llegue a ser “la jubilosa mujer con hijos” (113:7, 9; Éx 20:2;
Is 54:1). En un vivaz lenguaje de hechura poética el poeta recuerda (1) cómo el creador del universo
ordenó a las fuerzas de la naturaleza para que preparasen para los hijos de Israel un paso seco a
través del Mar Rojo y el Jordán (v. 3; Jos 4:23); (2) cómo el Monte Sinaí “se sacudía violentamente”
cuando les fue dada la ley (v. 4; Éx 19:18); (3) cómo Dios “hizo brotar agua de la más dura roca”
para que los viajeros del desierto no perecieran de sed. (v. 8; Dt 8:15; Éx 17:6; Nm 20:11)
114:2 Santuario de Dios. De la degradación en “el polvo” (113:7) de la servidumbre bajo un amo
extranjero, Dios levantó a la nación escogida, dividida más tarde en Judá e Israel, para que fuera “un
reino de sacerdotes y una nación santa”, el “trono” sagrado y centro de su dominio (Éx 19:6; Jer
3:17). Lo que Dios hizo para redimir a los descendientes de Abraham, fue una parte de su plan para
salvar a toda la humanidad de la esclavitud del pecado, y de la tiranía de Satanás.
Salmo 115
115:1–18 Las “maravillas memorables” (111:4) como las que Dios llevó a cabo en el pasado (Sal
114), no para recompensar un buen comportamiento sino sólo para la gloria de su nombre, hacen que
una generación posterior de israelitas tenga el coraje y la confianza de pedirle a Dios que actúe
también en favor de ellos. Éstos no presentan tampoco un reclamo al mérito; también pueden poner
su esperanza en persuadir a Dios a que intervenga, sólo porque su honor está en juego. Después de
haber vuelto de la cautividad babilónica, este pueblo escogido para llevar bendiciones a los confines
de la tierra, quedó como el blanco del ridículo entre las naciones.Éstas atribuían la degradación que
aún mordía fuerte en el ánimo de los exiliados que habían vuelto, a la impotencia del Señor de llevar
a su cumplimiento sus pro-mesas de esplendor futuro. Penosamente expuestos a pruebas por la
verdad aparente de semejante mofa, esta comunidad desconsolada recibe el consejo de apelar a Dios,
para que vindique su honor por causa de su amor y su verdad (vv. 1–2). Esta audaz maniobra de fe
está basada sobre la convicción de que el Dios verdadero y viviente, puede hacer lo que le plazca,
mientras que todos los que confían en el poder atribuido a los ídolos están condenados a la desilusión
y la ignominia (vv. 3–8). Sin embargo, siendo que hasta ese momento nada había sucedido que
cambiase la circunstancia aflictiva, se procede a una emisión de tres llamados a confiar en el SEÑOR,
cada uno de ellos apoyado por la certeza de que él no dejará de ser su ayuda y su escudo (vv. 9–11).
Una confianza como ésta no está fuera de lugar. El SEÑOR… bendice a los que confían en él, porque
se ha acordado de ellos en el pasado (vv. 1213). Con su bendición que vela por ellos (vv. 14–15),
tienen sobrados motivos para alabar al SEÑOR desde ahora y para siempre (vv. 16–18). Jesús
resumió este salmo para sus seguidores con estas palabras: “No tengan miedo, mi rebaño pequeño,
porque es la buena voluntad del Padre darles el reino”. (Lc 12:32)
115:2 “¿Dónde está su Dios?” Comp. Ez 36:6, 20; Sal 42:10; 79:10, nota.
115:4 Ídolos. Para sátiras similares respecto de la estupidez de adorar dioses falsos, ver Dt 4:28; Is
44:9–20; Jer 10:1–16.
115:9 Pueblo de Israel. El llamado a “confiar en el SEÑOR” que alterna con el idéntico motivo
para actuar (vv. 9–11) se presta para recitado o cántico antifonal. Comp. Ez 3:10 y s.; Neh 12:40;
también Sal 118:2–4; 135:19 y s.
115:11 Los que temen al SEÑOR. Este epíteto se aplica a los que de todo corazón se entregan al
poder y amor de Dios, ya sean de extracción israelita, o gentil (Éx 18:21; Sal 31:19; 40:3; 69:4; 66:16;
1R 8:41–43; Mal 3:16; Hch 10:1 y s.; Ap 19:5). La confianza y el temor no son ingredientes
incompatibles en la relación de un creyente con Dios.
115:17 Los muertos. Comp. 6:5, nota; 88:5, nota.
Salmo 116
116:1–19 Si bien este salmo registra lo que un individuo dijo e hizo para dar gracias a Dios por
arrebatarlo de las fauces de la muerte, no está fuera de lugar que sea incluido en los Sal del “Alel”,
cantados durante la celebración de la Pascua (comp. Sal 113, nota introductoria) para recordar un
rescate nacional. Además, el salmista está tan ocupado en alabar a Dios, que no aclara como fue
llevado al borde del desastre, o qué es lo que Dios hizo para permitirle que viviese. Por lo tanto,
quienquiera que por algún motivo tuvo un encuentro cercano con el torvo segador, puede orar este
salmo con tanto fervor como lo hiciera su antiguo autor. Éste no compuso calmosamente una
disertación bien conformada, yendo con lógica de un punto a otro. Por lo que parece, su experiencia
fue tan reciente y terrible, que no ha conseguido recuperar la tranquilidad mental (v. 7). Aún hay
temblor en su voz y algún desarreglo en la continuidad de su presentación. Está convencido de que el
Señor aceptará su aleluya, aunque le falte originalidad poética y deba mechar su canto con
fragmentos de himnos compuestos por otros cantores sagrados.
116:1 Yo amo. El autor no se toma la libertad de preguntar por qué Dios lo deja sufrir angustia y
aflicción (v. 3). Su primer impulso es afirmar que como resultado de su calvario está íntimamente
ligado al Señor con ataduras de amor. (5:11; 18:1; 40:16)
116:3 Lazos de la muerte. Los vv. 3 y 4 son un eco de 18:4–6.
116:6 Sencilla. Comp. 19:7, segunda nota.
116:10 Sigo creyendo en Dios. Nada dijo impulsado por incredulidad. Citando la primer línea de
este versículo de la traducción de la Septuaginta, Pablo amplía el punto de vista a fin de incluir a
todos los que hablan impelidos por la fe. (2Co 4:13)
116:11 Desesperación. Perdió la fe en los hombres, porque demostraron ser mentirosos (12:2;
78:36). Tal vez las mentiras de ellos eran responsables de la perplejidad del autor.
116:13 Copa de salvación. Los malvados beben de la copa de la ira de Dios (comp. 11:6, nota). Por
haber llenado Dios la copa del escritor con bendición, éste eleva este símbolo de su redención a lo
alto, para que todos lo vean, es decir, quiere que todos oigan lo que Dios ha hecho por él. Para el uso
de vino en los ritos de adoración del A. T., ver Éx 29:40 y s.; Nm 28:7.
116:15 Mucho valor. La vida de sus fieles (4:3, nota) es una cuestión de sumo interés para el
Señor. (72:14, nota)
116:16 Tu hijo fiel. Comp. 86:16, nota.
Salmo 117
117:1–2 Contenido en dos versículos, este salmo, el más corto de todos, tiene un alcance de visión
ilimitado. Tiene la osadía de emitir una convocatoria a una asamblea compuesta por todas las
naciones y todos los pueblos. Es para que le canten alabanza al SEÑOR por las bendiciones
disponibles para ellos, porque en su gran amor y fidelidad Él ha mantenido sus promesas con la
nación del pacto. San Pablo cita este salmo junto a otros pasajes del A. T., para proclamar que el plan
de Dios de salvación universal se hizo realidad total en Cristo Jesús. (Ro 15:9–12; ver también Gá
3:28; Col 3:11)
Salmo 118
118:1–29 El último de los salmos de “Alel” (comp. 113, nota introductoria), muy probablemente
señaló también el final del “himno” cantado por Jesús y sus discípulos, al celebrar su última Pascua
(Mt 26:30). El autor le da a su canto de acción de gracias el marco de una gran festividad. En el
espíritu se une a una muchedumbre de peregrinos, saludados por un cántico invitatorio para dar
gracias al SEÑOR (vv. 1–4). Obedeciendo a la convocatoria, emerge del grupo para asumir el papel
de solista del mismo. Entona su propio agradecimiento a Dios. Pero lo hace de tal forma, que permite
a los demás adoradores a pensar en su rescate personal, como también en la preservación de gracia
como miembros del pueblo elegido (vv. 5–18; para otro canto como éste en primera persona, ver Is
12:1 y s.). Al ir viendo el autor la proximidad del grupo festivo en su marcha hacia el templo, pide
que se abran sus puertas, porque tiene conciencia de que sólo los justos pueden esperar entrar a la
presencia del Señor, para darle gracias por su salvación (vv. 19–21). A esta altura el autor nuevamente
se une a los que adoran, ahora reunidos en el atrio del templo. Canta junto con ellos en su regocijo
por las actuaciones del SEÑOR y su petición por ser bendecidos… en el nombre del SEÑOR (vv. 22–
27). Al finalizar, el salmista hace votos de continuar dando gracias a Dios en respuesta a la bien
conocida letanía de alabanza, que en el v.1 le sirvió como Introito a este culto de acción de gracias.
(vv. 28–29; 136:1, 26; Jer 33:11)
118:4 Temen al SEÑOR. Comp. 115:11, nota.
118:7 Veré por los suelos. Comp. 92:11, nota.
118:8 Confiar en el hombre. Comp. 40:4; 56:4, 11; Jer 17:5–8; Heb 13:6.
118:10 Todas las naciones. Como portavoz de una reunión festiva, el salmista coloca su propio
rescate y el de los reunidos dentro de la perspectiva de la victoria de Israel sobre enemigos
nacionales.
118:12 Consumieron. El hebreo “fueron extinguidos” tiene sentido. El asalto iniciado por los
enemigos fue como un fuego de zarzas que ardió sólo un breve instante.
118:13 Me empujaron. Si se retiene el hebreo “Me empujaste” (RV) se refiere al Señor que “ha
castigado” (v. 18) a su pueblo con dureza (comp. Dt 8:2–5; Is 54:8), o a las naciones hostiles que son
interpeladas como la amenaza colectiva a la existencia de Israel.
118:19 Puertas de la justicia. Dios condescendió a presentarse en el templo, para escuchar la
oración de Israel y para ejecutar juicio justo. (20:2, nota; comp. Jer 31:23; también Sal 15 y 24)
118:22 Piedra angular. Ya sea la piedra angular de un fundamento, que soporta y une las paredes
de un edificio (Is 28:16), o la piedra clave de un arco, sin la cual la estructura se derrumba. Los
“justos” en Israel eran despreciados por los malvados; como nación, Israel era el hazmerreír de sus
vecinos. Lo que Dios hizo para honrar a los que los constructores desecharon fue una profecía de la
exaltación de Jesucristo, “despreciado y rechazado por los hombres” (Is 53:3), para ser “la cabeza
de… la iglesia” y “de todo poder y autoridad”. (Col 1:18; 2:10; Mt 21:42; Mr 12:10; Lc 20:17; Hch
4:11; Ef 2:20; 1P 2:7)
118:25 Danos la salvación. Este grito, en su forma transliterada “Hosanna”, fue asumido por la
multitud para aclamar a Jesús como el Mesías, cuando entró en Jerusalén el Domingo de Ramos. (Mt
21:9; Mr 11:9; comp. Lc 13:35; 19:38)
118:27 Ú nanse. El significado exacto de esta directiva litúrgica nos es desconocido. Al parecer
era un llamado a los que adoraban a que saltasen y danzasen alrededor del altar, blandiendo palmas
(comp. Lv 23:40). Los cuernos del altar eran proyecciones verticales en sus esquinas. (Éx 29:12; Lv
4:7, 18)
Salmo 119
119:1–176 La extensión de este salmo resulta del diseño grandioso proyectado por el autor para
su poema. Se asignó a sí mismo la tarea de producir un acróstico de gran extensión (ver Introducción
a los Salmos, “Poesía”). Los poetas que utilizaban esta herramienta estructural, por lo general se
contentaban con que la primera palabra de cada versículo comenzase con una letra en una continuidad
alfabética (por ej., Sal 34). En este salmo ocho versículos sucesivos comienzan con la misma letra.
Las 22 letras del alfabeto hebreo arrojan un total de 176 versículos. Como añadidura, el autor
determinó que cada versículo de estas 22 secciones contenga un sustantivo que denote los medios de
los que Dios se vale para comunicarse con el hombre, tales como la ley, la palabra, el precepto, el
testimonio, etc. En variaciones sin fin, el autor proclama la dicha de “los que oyen la palabra de Dios
y la obedecen” (Lc 11:28). Juntar versículo sobre versículo tiene la intención de transmitir la
magnitud de la complacencia de Dios, de revelarle a su criatura distanciada lo que necesita saber para
quedar reunida a su Creador. La reiteración de palabras y frases, estimula el lenguaje de un amante
que no se cansa de entonar el idéntico “te amo” en los oídos de su amada.
El molde rígido y apretado dentro del cual el autor vació su poema, lo limita en la utilización de
características y convenciones que tienen que ver con la poesía. El paralelismo, la característica
básica del verso hebreo, desempeña un papel menor. El lenguaje figurado y las imágenes vívidas, dan
lugar a un formalismo reiterativo. Se hace difícil discernir una progresión en el pensamiento de una
sección a la siguiente. Incluso dentro de una unidad alfabética, el orden de los versos puede ser
invertido sin un serio cambio en su alcance. Las reglas de la retórica y los cánones de la poesía
pueden ser dejados de lado si tan sólo todas las líneas, como tantas flechas, apuntan directamente al
objeto de contemplación: La bondad incomprensible e inefable de la revelación divina. A su modo el
desconocido salmista ha creado una magnífica pieza de literatura devocional. Todos los que
comparten su gratitud a Dios estarán encantados de cantar junto a él. Ayudará también a reavivar los
rescoldos agonizantes de devoción en los corazones de aquellos cuyo amor por la Palabra de Dios
corre peligro de enfriarse.
Más de 12 sinónimos se utilizan para designar lo que Dios hizo saber al hombre; de éstos, el
término “ley”, que aparece 25 veces, necesita clarificación. No es antitético a “evangelio”, pero
comprende toda forma de instrucción dada para beneficio del hombre (comp. 1:2, nota). Pero incluso
cuando se hace referencia a “preceptos” y “estatutos”, según se los encuentra escritos en la ley de
Moisés, tales respuestas prescriptas a la bondad de Dios no son consideradas como un yugo gravoso.
La satisfacción más grande del autor es llegar a saber lo que agrada a Dios, y hacerlo. La Palabra de
Dios, en su forma escrita, no es una letra muerta, sino una dinámica generadora de vida. Ésta sustenta
al escritor cuando es ridiculizado y perseguido. Lo provee de todo lo necesario para que la vida
tenga sentido y sea satisfactoria.
119:1 Dichosos. En los tres primeros versículos, el autor pronuncia una bendición sobre todos los
que comparten su actitud respecto de la ley del SEÑOR, la cual describe en lo que resta del salmo.
119:37 Cosas vanas. Comp. 24:4, segunda nota; 31:6, nota.
119:51 No me aparto. Aquí y en el v. 55 el salmista no pretende perfección moral. A diferencia de
los malvados que escarnecen la ley, está decidido a atesorarla y obedecerla. En su esfuerzo por
obedecerla depende de Dios, quien debe “enseñarle bondadosamente” para mantenerse alejado de
“caminos torcidos”. (vv. 29, 26, 73)
119:83 Un odre. El pellejo de los animales se utilizaba como contenedor de líquidos. Tal “botella”
podía hacerse quebradiza y encogerse si se la dejaba expuesta al humo del fogón por un período de
tiempo prolongado.
119:97 Medito. Comp. 1:2, segunda nota.
119:109 Mi vida. Pese a su piedad, el escritor debe hacerle frente a amenazas contra su vida.
119:130 Nos da luz. Lit. “Puerta” o “abertura”. Por medio de las palabras de Dios la luz penetra el
obscuro mundo de confusión y frustración del hombre.
119:132 Como haces siempre. Lit. “conforme a juicio”. Dios se volverá a él conforme a su
decisión, anunciada en su palabra, de bendecir a los que aman su nombre.
Salmo 120
120:1–7 Los siguientes 15 salmos (120134) llevan el epígrafe Cántico de los peregrinos.(RV
Gradual). Siendo que la palabra hebrea traducida subidas es utilizada frecuentemente para designar
los peldaños de una escalera, la tradición rabínica decidió que la palabra se refiere a las gradas que
conducían desde el Atrio de las Mujeres al Atrio de los Israelitas. Los levitas estaban parados sobre
estas gradas, a cargo de la música vocal e instrumental para las grandes festividades. De acuerdo con
una explicación muy aceptada, el Cántico de los peregrinos era un pequeño himnario especial, que
consistía de varias clases de salmos breves (sólo el Sal 132 tiene más de 9 versículos), los que a los
peregrinos les parecían apropiados para cantar mientras “iban rumbo a Jerusalén” para observar las
tres grandes fiestas (Mt 20:18; Jn 7:8). Sin embargo, ya no se sabe con exactitud sobre qué
fundamento se procedía en la selección de estos salmos. Algunos de ellos no parecen ser
particularmente apropiados.
El Sal 120, que encabeza esta lista, viene al caso. Aquí un individuo agradecidamente testifica que
el Señor respondió a su oración cuando se encontraba en… angustia (v. 1). Las palabras que dirigió a
Dios en ese momento (v. 2), y a los que lo atormentaban (vv. 3–4), indican que casi sucumbió a las
puntiagudas flechas de la calumnia. Se estremece al pensar retrospectivamente en el tiempo en que
acampó entre los que aborrecen la paz, mientras que él tan sólo ama la paz.(vv. 5–7)
120:1 Invoqué. La circunstancia descripta en el salmo requiere que el primer versículo sea
traducido: “Yo invoqué… y tú respondiste”.
120:3 ¿Qué… añadir? El sufridor pide la imposición de una pena sobre sus perseguidores,
quienes “afilan su lengua como espada” (64:3) con la fórmula de juramento: “Que me castigue el
SEÑOR con toda severidad”. (Rt 1:17, nota; 1S 3:17)
120:4 Retama. Un arbusto que alcanza una altura de aproximadamente 4 m. Proporcionaba un
calor intenso.
120:5 Mésec… Cedar. Mésec fue un hijo de Jafet, y Cedar de Ismael (Gn 10:2; 25:13). Sus
descendientes ocuparon territorios en Asia Menor y el desierto de Arabia, respectivamente. El autor
utiliza sus nombres metafóricamente, y sugiere que sus enemigos actuaron como los más bárbaros
paganos.
Salmo 121
Salmo 122
122:1–9 Este Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120) puede ser de ayuda para evitar que
nuestras reuniones de adoración (Heb 10:25) degeneren en un formalismo hueco o en un fastidio
cansador. La actitud expuesta en este salmo de David revela la clase de experiencia emocionante y
privilegio sagrado que era para un participante de una de las grandes festividades de Israel, ir a la
casa del SEÑOR (vv. 1–2). Dentro de la ciudad santa percibía el éxtasis de la comunión con las tribus
del SEÑOR, al unirse para alabar su nombre (vv. 3–5). Agradecido a Dios por fijar a Jerusalén como
el lugar de su morada, pide que sus recintos sagrados queden preservados para todos los que buscan
la paz que ofrecen. (vv. 6–9)
122:4 La ordenanza que recibió Israel. Comp. Éx 23:17; 34:23; Dt 16:16. Para nombre del SEÑOR,
ver 8:1, nota; Éx 6:3, nota.
122:6 Paz de Jerusalén. En el original esta frase representa un juego de palabras. En hebreo, la
palabra para paz y la última parte del nombre de la ciudad, “salem”, están compuestas por las mismas
consonantes. Comp. 76:2, nota. Para la Jerusalén de antaño como una sombra de cosas por venir, ver
Heb 12:22 y ss.
122:9 La casa del SEÑOR. El salmo concluye donde comienza (v. 1), en el lugar donde habita la
gloria de Dios.
Salmo 123
123:1–4 Este Cántico de los peregrinos es pertinente para los labios de un peregrino rumbo a
Jerusalén (comp. Sal 120) que confía que Dios, cuyo trono está en el cielo (v. 1; 2:4; 115:3, 16),
vindicará a sus “fieles” (97:10) que aguardan expectantes que él ponga fin al desprecio y las burlas
acumulados sobre ellos por largo tiempo, por sus prósperos y orgullosos vecinos. (vv. 34; ver
también 17:10 y s.; 35:19–26; 44:1316; 69:8; 102:3–11; Neh 2:19; 4:1 y ss.)
Salmo 124
124:1–8 Los peregrinos rumbo a Jerusalén encontraron en este Cántico de los peregrinos (Sal
120) una expresión adecuada para su disposición de ánimo festiva. Cantaron alabanza a Dios por
impedir una catástrofe que amenazaba su existencia. Aunque no es posible identificar la ocasión de la
celebración, la descripción de su liberación es tan gráfica como para dar la impresión de un suceso
reciente. Como si hubiese ocurrido tan sólo ayer, se rememora el ataque furioso del enemigo. Éste
habría tragado vivo y arrastrado a Israel, si el Señor no hubiese llegado en su ayuda (vv. 1–5).
Liberados a último momento como las aves… de la trampa del cazador, el agradecido Israel bendice
el nombre del SEÑOR, confiándole al mismo tiempo su futuro a él, creador del cielo y de la tierra.(vv.
6–8)
124:1 Ahora. La palabra hebrea no señala tiempo, pero es una partícula que expresa urgencia. Para
otras exhortaciones a la alabanza, ver 118:2; 129:1. Para un reconocimiento similar de fracaso si el
Señor no hubiese estado de parte de un peregrino fortificado, ver Gn 31:42; también 94:17; 119:92;
124:2.
124:2 Todo el mundo. El desafío de los hombres, hechos del polvo de la tierra, se basa sobre la
confianza en el Creador del “cielo y de la tierra”. (v. 8; 56:11; 118:6)
124:8 Nuestra ayuda. Este versículo ocupa un lugar prominente en la adoración del Israel del
pacto nuevo, acosado por enemigos aborrecibles (Mt 24:9; Jn 15:18 y ss.; 16:1 y ss.). También tiene al
Señor “de nuestra parte”. (Mt 10:31; 16:18; 18:20; 28:20)
Salmo 125
125:1–5 Cantando este Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120), los viajeros rumbo a Jerusalén
fortalecían su fe en la infalible protección de Dios sobre los que confían en el SEÑOR (v. 1), y que
expresan su fidelidad a él siendo buenos y rectos de corazón (v. 4). Aun cuando los malhechores estén
al mando, tentando también a los justos a que extiendan sus manos hacia la maldad… el cetro de los
impíos (v. 3) prevalecerá tan sólo el tiempo que el Señor lo permita. Por esto su pueblo (v. 2) puede
orar confiadamente por la derrota de los que van por caminos torcidos, para que haya paz en Israel.(v.
5)
125:1 Como el monte Sión. Tal como “la ciudad de Dios… no caerá” aunque “las naciones se
agiten” contra ella (46:4–6), así los baluartes de protección con los que Dios circunda a su pueblo
fortificado, son tan inconmovibles como las colinas… que rodean a Jerusalén.(v. 2; 78:69; 87:5; ver
también Zac 2:5; 2R 6:17)
125:3 La heredad asignada. Comp. Nm 26:55; Jos 18–19.
125:5 Deséchalos. Comp. 104:35, nota; Pr 2:21. El pueblo de Dios del nuevo pacto tiene la certeza
de paz hasta los fines del tiempo, aunque “las puertas del reino de la muerte” ataquen a su iglesia. (Mt
16:18; 28:18–20; Gá 6:16)
Salmo 126
126:1–6 Por la circunstancia reflejada en este Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120), ver las
notas sobre Sal 85. Las canciones jubilosas y las risas a carcajadas que resonaron cuando Dios liberó
a su pueblo de la extinción en el exilio babilónico, dieron lugar a lágrimas y llantos después de la
vuelta a la patria. Allí, su fe en la promesa de Dios de hacer volver a Sión a los cautivos (vv. 1–3) se
vio probada por inesperadas molestias y dolorosos desengaños. Acudieron a la oración en busca de
alivio, y se fortalecieron con la seguridad de que en su sabiduría, Dios puede dejar que sus hijos
siembren con lágrimas para que en el tiempo de la siega puedan, cantando, recoger sus gavillas (vv.
4–6). Los viajeros acosados por “muchas dificultades” en el camino al “reino de Dios”, han
encontrado en este salmo el coraje y la fortaleza para continuar su peregrinación. (Hch 14:22; comp.
Sal 30:5; Lc 6:21; Ap 7:17)
126:1 Soñando. Lo que Dios hizo pareció demasiado bueno como para ser cierto.
126:2 Otros decían. Las naciones ya no decían: “¿Dónde está su Dios?” (79:10, nota; 115:2, nota)
126:4 Del desierto.(RV Negeb) Áridas áreas en el sur de Palestina. Así como en esa zona los
lechos secos de los arroyos pueden convertirse de pronto en torrentes impetuosos, así el Señor dejará
que un diluvio de bendiciones se vierta en el desierto de las esperanzas de Israel.
Salmo 127
127:1–5 En este Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120) los viajeros rumbo a Jerusalén traen a
la memoria las bendiciones que Dios les confiere a su vida hogareña. Reconocen con gratitud que sin
su bendición sus esfuerzos por proveer lo necesario para la vida, serían en vano. Dependen de él para
el éxito de la construcción de una casa, la protección de su ciudad, el afán por el pan de cada día (vv.
1–2). Los hijos en sus hogares también son sus dones, los que Él puede conceder, o retener. (vv. 3–5;
comp. Gn 20:17 y s.; 30:1 y s.)
127:1 La casa. El texto hebreo tiene “una casa”, es decir, cualquier casa y no necesariamente la
casa del Señor, como la frase “De Salomón” en el epígrafe podría inducir a uno a creer.
127:2 Porque Dios concede. Una traducción mejor de la última línea de este versículo reza como
sigue: “Tanto (como es adecuado) le da él a su amado mientras duerme. Esta no es una ratificación de
negligencia y trivialidad. Destaca la realidad de que las bendiciones de Dios vienen tan silenciosa,
discreta y benignamente como que lo único que el hombre hace es dormir.
127:3 Herencia del SEÑOR. Los hijos, como tantas “flechas” en la “aljaba” de un guerrero, eran
garantía de seguridad y prosperidad en la sociedad del A. T.
127:5 En los tribunales. Comp. 69:12 nota; Job 5:4, nota.
Salmo 128
128:1–6 En este Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120) los caminantes hacen recordar el uno
al otro, como lo hicieron en Sal 127, que la bendición doméstica y el éxito de sus labores diarias son
dones de la bondad de Dios. Se destacan dos pensamientos: (1) Todo aquel que teme al SEÑOR y va
por sus caminos, puede confiar en su promesa de dicha y prosperidad (vv. 1–4; ver 1:1, nota); (2) El
bienestar individual y su perdurabilidad requieren que Dios, quien habita en Sión, conceda
prosperidad y otorgue paz a todo Israel.(vv. 5–6; 125:5)
128:1 Temen al SEÑOR. Comp. 111:10 nota; 112:1, nota.
128:2 Gozarás… prosperidad. En su sabiduría, Dios hace excepciones a la regla. Comp. Sal 37,
73; el libro de Job.
Salmo 129
129:1–8 Según se da el caso en Sal 124, así Israel mira aquí (1) con gratitud retrospectiva a su
liberación de los malvados y despiadados atormentadores (vv. 1–4), y luego (2) mira expectante hacia
la continua intervención de Dios, para que los designios de todos los que odian a Sión se marchiten
como plantas en suelo poco profundo. (vv. 5–8)
129:1 Desde mi juventud. Desde los primeros comienzos de Israel como nación. (Os 2:15; 11:1)
129:6 En el techo. Las plantas que crecen en una delgada capa de tierra magra sobre el techo plano
de una casa, son “marchitadas” por el sol ardiente, y mueren sin dar fruto. (Is 37:27; Sal 37:2)
129:8 La bendición del SEÑOR. Los segadores en los campos de cosecha se saludaban
mutuamente con una bendición. (Rt 2:4)
Salmo 130
130:1–8 Los viajeros con rumbo a Jerusalén para participar en una fiesta, aprovechan la ocasión
de este Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120) para (1) recordarse mutuamente cuán dichosos son
debido a que Dios escucha sus oraciones por perdón, y los saca así del abismo y de la desgracia de su
separación de él, hacia el resplandor y bendición de su favor (vv. 1–4); (2) animarse uno al otro a
continuar esperando al SEÑOR a que provea el don más precioso de su amor inagotable: La
redención de la maldición de todos sus pecados (vv. 5–8). El Sal 130 es el sexto de los “Siete Salmos
penitenciales”, por lo cual ver Sal 6:1–10.
130:1 Profundidades. El pecado arroja al hombre a una sima de la cual no puede salir de nuevo
hacia Dios y la vida, por su “propia razón o poder” (Lutero). Si la misericordia divina no construye
un puente sobre el abismo, los pecadores continúan estando en terribles problemas: Obsesivos
temores debido a la justicia distributiva, los tormentos de una conciencia acicateada, el sufrimiento
físico y mental como preludio de un sufrimiento eterno en la oscuridad, exterior. (40:2; 69:2, 14; Is
59:2)
130:3 Tomaras en cuenta los pecados. Si Dios no los borrara de nuestro registro, seríamos
incapaces de mantenernos en pie en su tribunal.
130:4 Ser temido. La misericordia perdonadora de Dios no es una mercancía barata. Si “voces
suplicantes” pidiéndola provienen de un corazón verdaderamente penitente, entonces el que la recibe,
dándose cuenta de la tremenda ofensa contra Dios que es el pecado, decidirá no incurrir en su ira e
insultar “al Espíritu de la gracia”. (Heb 10:29; ver también Neh 1:4–11; 1R 8:38–40; Ro 2:4)
Salmo 131
131:1–3 Una persona que confiesa que su misma existencia depende de la misericordia de Dios
(Sal 132), también desea triunfar del apremio de una ambición presuntuosa, y un orgullo pecaminoso.
Ya no aspira a grandezas desmedidas ni proezas que excedan a las fuerzas que Dios le ha dado,
porque para alcanzar estas metas debe recurrir a medios y recursos ilegales. Sin ser un holgazán,
incapaz de aprovechar al máximo su potencial, sin embargo “ha aprendido a estar satisfecho” en
“cualquier situación” en que Dios le concede éxito. (Fil 4:11; ver también Sal 18:27; 37:5; 101:3;
138:6; Stg 4:6; 1P 5:5)
Salmo 132
132:1–18 Este salmo, el más largo de los Cánticos de los peregrinos (comp. Sal 120), le ofreció a
los caminantes con rumbo a Jerusalén una oportunidad (1) para recordar cómo la ciudad de David
llegó a convertirse en morada para el SEÑOR (vv. 110) y (v. 2) para asegurarse a sí mismos de su
pacto solemne de hacerla para siempre su lugar de reposo (vv. 11–18). Lo que David juró al SEÑOR
(2) y lo que el SEÑOR le juró a David es reproducido aquí en la imaginativa forma de una dramática
personificación. En los vv. 3–5 David es presentado como el que habla; en los vv. 6–10 lo acompaña
el pueblo en la ocasión en que el arca fue transferida a Jerusalén; en los vv. 11–18 el Señor aparece en
escena para repetir en lenguaje poético lo que dijo del glorioso futuro de David y sus descendientes
como sus ungidos representantes, y de Sión, escogida para ser la residencia terrenal del Rey del cielo,
y la base de operaciones de su reino eterno. Estas promesas parecían no alcanzar su cumplimiento
cuando Jerusalén fue nivelada a ras del suelo, y la dinastía davídica llegó a un vergonzoso final. Pero
las esperanzas y añoranzas expresadas en este salmo se cumplieron en “Jesucristo, hijo de David”, en
quien “toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal”, y cuyo “reinado no tendrá fin”. (Mt
1:1; Lc 1:3–33, 68–79; Col 2:9)
132:2 Sus juramentos. La decisión de David de edificar el templo (2S 7:2) y la respuesta del Señor
(2S 7:4–16) no están precedidas de una fórmula de juramentar. Al decir que ellos juraron, el poeta
quiere subrayar la sinceridad del voto de David y la absoluta certeza de que Dios “no revocará” su
palabra comprometida. Para el Poderoso de Jacob ver Gn 49:24; Is 1:24; 49:26; 60:16.
132:6 Efrata. Comp. Rt 1:1, segunda nota; 1 y s. 17:12, nota. Aquí el término puede referirse a un
distrito en el que estaban ubicados los campos de Yagar es decir, Quiriat Yearín (vv. 1 y s. 6:10–7:2),
desde donde David transfirió el arca a “la tienda de campaña que David le había preparado” en
Jerusalén. (2S 6:17)
132:8 Levántate. Comp. 2Cr 6:41, nota.
132:10 Ungido. Comp. 2:3, nota.
132:11 En tu trono. Comp. 2S 7, notas.
132:17 Poder. Comp. 75:4–5, nota; Lc 1:69. Dícese que el Rey mesiánico es un “vástago” o
“retoño” del “trono de Isaí”, el padre de David (Is 11:1; Jer 23:5; 33:15; Zac 3:8; 6:12). Para el sentido
figurado de la lámpara, ver 1R 11:36, nota.
Salmo 133
Salmo 134
134:1–3 El último Cántico de los peregrinos (comp. Sal 120), entonado tal vez por los adoradores
de vuelta a sus hogares, exhorta al oficiante que permanece en el santuario, a bendecir al SEÑOR de
noche y de día (comp. 1Cr 9:33; 23:30; Is 30:29) e invoca una bendición de despedida sobre la
congregación que se dispersa desde Sión, la morada de Aquél que es el creador del cielo y de la
tierra.(Comp. Nm 6:22–26; Dt 21:5)
Salmo 135
135:1–21 El escritor de este salmo recogió hermosas flores del jardín de sus Escrituras, y las
juntó en un bouquet, agradable a la vista y perfumado con la “fragancia” de acción de gracias y
alabanza (2Co 2:14 y s.). Las selecciones del escritor, tomadas de la Biblia de sus días, quedan
asentadas por un “aleluya” (vv. 1 y 21). Con un llamado a alabar el nombre del SEÑOR, anuncia
brevemente por qué “es bueno dar gracias al SEÑOR” (vv. 1–4; 92:1; 147:1). En la parte principal (vv.
5–18) resume y justifica las razones sugeridas: (1) Dios, el Creador, reina, supremo en la naturaleza
(vv. 5–7); (2) Dios, el Señor de la historia, conforma el destino de las naciones para el beneficio de su
pueblo Israel (vv. 8–12), y seguirá haciéndolo eternamente (vv. 1314); (3) Dios, el Señor viviente,
nunca fracasa en actuar, como los ídolos de los paganos que no tienen vida (vv. 15–18). Por tanto, un
vigoroso llamado a congregarse es emitido a los oficiantes del templo y a todos los que temen al
SEÑOR, a que se unan para alabarlo por las bendiciones que fluyen hacia ellos desde Sión.(vv. 19–21)
135:1 Siervos del SEÑOR. El primer versículo del autor es un eco de 113:1.
135:4 Su propiedad. La elección de Israel por parte de Dios para ser “posesión suya” (RV) fue un
acto de inmerecida bon-dad divina (Éx 19:5, segunda nota; Dt 7:6 y ss.; 14:2; 26:18). Esto mismo tiene
validez respecto del “pueblo que pertenece a Dios” del nuevo pacto. (1P 2:9)
135:5 Que todos los dioses. Comp. Éx 20:3, notas; 15:11; 18:11; Dt 3:24; 10:17; Sal 84:7.
135:6 El SEÑOR hace. Para una descripción similar del control que Dios ejerce sobre las fuerzas
de la naturaleza, ver 33:7; 115:3; Job 38:8–11.
135:8 Él… hirió. Por alusiones a sucesos del pasado de Israel desde el éxodo hasta la conquista de
Canaán en los vv. 8–12, ver Éx 7–15; Dt 4:38; 7:1 y s.; Nm 21:21–35.
135:13 Tu nombre… es eterno. Para el significado de nombre ver Éx 3:15, nota; 6:3 nota; Sal 8:1,
nota.
135:15 Ídolos. Los vv. 15–18 reproducen 115:4–8; ver también Dt 4:28; Is 44:9 y ss.; Jer 10:3 y ss.
135:20 Los que temen al SEÑOR. Comp. 115:11, nota; 118:4.
Salmo 136
136:1–26 Este salmo, con frecuencia llamado “Gan Alel” (comp. 113:1–9), es similar al Sal 135
en propósito y contenido. También emite un llamado a dar gracias al SEÑOR (vv. 1–3), y luego
presenta prácticamente las mismas razones por qué el pueblo escogido tiene una deuda de gratitud
con el Dios de dioses y SEÑOR omnipotente. Fue el Creador de los cielos y la tierra (vv. 4–9) quien
creó a Israel al (1) liberar a los descendientes de Abraham del poderoso faraón de Egipto (vv. 10–
16); (2) derrotar a los reyes que se opusieron a su plan de entregarles la Tierra Prometida como
herencia (vv. 17–22); (3) rescatarlos de los enemigos que amenazaban su seguridad nacional, y
proveer a sus necesidades materiales (vv. 23–25). Sin embargo, este canto de alabanza difiere en su
estructura no sólo respecto del Sal 135, sino también de todos los otros salmos. Está moldeado en la
forma de una letanía en la que la segunda línea de sus 26 versículos consiste en el idéntico estribillo:
Su gran amor perdura para siempre. Si se omiten estas respuestas que se repiten, las primeras líneas
de cada versículo cuentan sucesos del pasado de Israel en una continuidad histórica.
136:1 Gran amor. Para el significado de esta palabra clave, ver Dt 7:9, nota.
136:2 Dios de dioses. Comp. las referencias en la nota a 135:5.
136:5 Con inteligencia. El mundo creado refleja la habilidad de su constructor y arquitecto, lo que
excede la comprensión humana. (Pr 3:19; Jer 51:15)
136:6 La tierra sobre las aguas. Comp. 24:2, nota; Is 42:5; 44:24.
136:7 Grandes luminarias. Los vv. 7–9 son un eco de Gn 1:14–16.
136:11 Sacó… a Israel. Los sucesos de la historia no se dieron por accidente. Ni tampoco el
coraje o valentía de Israel fue determinante de su destino. El Señor es quien levanta y destruye
naciones.
136:19–20 Sijón… Og. Mencionados también en 135:11.
136:26 Dios de los cielos. El Dios de Israel, quien trasciende todo lo mundanal, “está en los
cielos” y “puede hacer lo que le parezca”. (115:3; ver también Ez 1:2; Neh 1:4; 2:4; Dn 2:18; Jn 1:9)
Salmo 137
137:1–9 En un exabrupto emocional de un fervor inigualable, un poeta desconocido declara su
amor por Dios, su templo, y su pueblo. Quedó entristecido hasta las lágrimas cuando a él y a sus
compañeros de exilio en Babilonia, les fue negado el privilegio de adorar en Jerusalén, y fueron
ridiculizados por su opresores por su incapacidad de servir al Señor del modo en que se les pedía que
lo hicieran (vv. 1–3). Para el poeta, y para todo miembro del pueblo de Dios, era imposible olvidar…
a Jerusalén, puesta por encima de su propia alegría, porque sería un crimen por el cual merecería ser
castigado severamente (vv. 4–6). Los enemigos, tales como Edom y Babilonia, que tratan de frustrar
el reinado de Dios, le son entregados para destrucción total. (vv. 7–9)
137:1 Ríos. Las dos principales corrientes de agua de Babilonia eran el Tigris y el Éufrates. Por
añadidura, una red de canales de irrigación suministraban agua a la tierra. (Comp. Ez 1:1; 3:15)
137:2 Álamos. No nuestros sauces llorones, sino árboles pertenecientes a la familia de los álamos.
137:3 Cántico de Sión. Jerusalén y el templo estaban en ruinas. Con burlona alegría los opresores
pedían a los cautivos que entonaran canciones acerca de la gloria de Sión, como solían hacerlo en
salmos tales como el 46 y 47. En realidad preguntaban: “¿Dónde está tu Dios?” (42:3; 79:10; 115:2)
137:7 Edomitas. Los descendientes de Esaú, el hermano de Jacob, eran los inveterados enemigos
de Israel hasta el día… de Jerusalén, es decir, el día de su destrucción, cuando alentaban a los
babilonios a arrasarla hasta sus cimientos.(Abd 8-l5; Am 1:11 y s.; Is 34:5 y ss.; Jer 49:7 y ss.)
137:8 Hija de Babilonia. En el libro del Apocalipsis, Babilonia es el símbolo de todos los poderes
opuestos a Dios. Los “santos, apóstoles y profetas” quedan invitados a alegrarse por la caída de la
“madre de las prostitutas y de las abominables idolatrías de la tiera”. “Una inmensa multitud en el
cielo” se oye cantando alabanzas a Dios, porque “ha vindicado la sangre de sus siervos”. (Ap cc. 17,
18, 19)
Que has de ser destruida. Mejor traducido: “Tú que estás destinada a ser devastada.”
137:9 Pequeños. El salmista invoca a Dios para que mantenga su amenaza de “darle su merecido a
Babilonia… por todo el mal que han hecho en Sión” (Jer 51:24; Ap 18:6). Dios dijo también que “ante
sus propios ojos estrellarán a sus pequeños” (Is 13:16). Esta clase de crueldad no era poco frecuente
en el mundo antiguo (2R 8:12). Los niños aún se cuentan entre las víctimas de la guerra moderna.
Pedirle a Dios que inflija sobre sus enemigos y los enemigos de su pueblo, la clase de castigo con
que Él mismo amenazó y que después ejecutó, es una ofensa contra la ley del amor, si viene motivado
por un deseo de revancha personal. (Comp. Nm 31:2, nota)
Salmo 138
138:1–8 En este “Salmo de David” la acción de gracias es ofrecida por una respuesta a una
oración apremiante en tiempo de crisis. Lo que Dios concedió fue una demostración tan notable de su
gran amor y fidelidad como para demandar una alabanza resonante por su indiscutible poder y por
humilde adoración de su bondad (vv. 13). No sólo los beneficiarios más cercanos, sino también todos
los reyes de la tierra deben sentirse motivados a reconocer sus caminos al tomar en cuenta a los
humildes y mirar de lejos a los orgullosos (vv. 4–6). La infalible protección de Dios en el pasado, es
garantía total de que en el futuro también el SEÑOR cumplirá en mí su propósito.(vv. 7–8; 57:2)
138:1 Delante de los dioses. La alabanza del único Dios ha de ser considerada como una
denegación de objetos de adoración falsamente llamados dioses.(Ver también 29:1, nota; 48:2, nota;
82, nota de introducción; 95:3, nota; 96:5, nota; Éx 20:3, segunda nota.)
138:2 Tu nombre y tu palabra. El texto hebreo sugiere el siguiente significado: Al mantener esta
palabra de promesa particular, Dios sobrepujó manifestaciones previas de su nombre.(Éx 6:3, nota)
138:4 Reyes de la tierra. Comp. 102:15; 2:2, nota, 10.
Salmo 139
139:1–24 El centro temático de este Salmo de David es la palabra examinar. El ruego: Examíname,
oh Dios (v. 23) tiene su contraposición en la declaración: SEÑOR, tú me examinas (v. 1). La oración
registrada al final del salmo (vv. 19–24) surgió como consecuencia de una circunstancia desesperada.
El acusado debía enfrentar el cargo de un crimen mayor en un tribunal. (Por una circunstancia
embarazosa similar, ver notas sobre Sal 35, 69, 109). Declarándose inocente de haber ido por mal
camino (v. 24), punible con ejecución, sometió su caso al “juez de toda la tierra” (Gn 18:25), y apela a
él para que rinda un veredicto en concordancia con sus declarados principios de justicia. Solicitó que
Dios les quite la vida a los impíos, un destino que él mismo deberá compartir si es hallado culpable
según los cargos. Este clamor por la intervención divina viene precedido en el salmo por una
confesión de fe emotiva, que afirma la indiscutida supremacía de Dios sobre el destino humano (vv.
1–18). El rogante le dice al Señor por qué se entrega a su cuidado. Nada peligroso puede suceder,
porque (1) Dios sabe todo, incluso los pensamientos no expresados de la mente (vv. 1–6); (2) Dios
está accesible, no importa dónde en el universo surge la necesidad de ayuda (vv. 7–12); (3) Dios obra
desde la concepción embriónica de la vida, e interpreta la biografía completa del hombre antes de su
nacimiento. (vv. 13–18) 139:2 A la distancia. Dios conoce las intenciones del hombre antes de que
éstas lleguen a su mente.
139:5 Me envuelve. Nada le queda oculto a la omnisciencia de Dios. Circunda al hombre por
completo, del modo como una ciudad sitiada queda cercada por fuerzas enemigas.
139:7 ¿Adónde podría alejarme? Las preguntas de este versículo no están motivadas por un deseo
de substraerse al control de Dios. Los siguientes versículos dejan en claro que su omnipresencia le da
al rogante la seguridad de que siempre y en todo lugar está al alcance de la asistencial “mano
derecha” de Dios.
139:8 Abismo. Comp. Dt 32:22, nota; Job 26:6; Am 9:2–4.
139:13 Me formaste. Por una descripción poética similar respecto de la actividad de Dios en la
formación de la vida, ver Job 10:10 y s.; Jer 1:5.
139:14 Admirable… maravillosas. El texto hebreo tiene sentido si se traduce: “Yo estoy hecho para
ser maravilloso de un modo por demás admirable.”
139:15 Lo más profundo de la tierra. Lo que se desarrolla en lo más recóndito del vientre de la
madre, queda oculto a la vista como si estuviese en las obscuras profundidades de la tierra.
139:16 En gestación. Así como Dios ve y forma al embrión antes del nacimiento, así conoce
también todos los días de la vida de una persona, antes de que cualesquiera de ellos hubieren
comenzado a manifestarse y llegar a ser parte de la historia. Para otras referencias al libro de
registros de Dios, ver Éx 32:32; Mal 3:16; Dn 7:10.
139:18 Si terminara de hacerlo. Los verbos hebreos “despertar” y “terminar de hacerlo” son
similares en la forma. El significado del versículo es: “Cuando yo llegue al final” (de llevar cuentas
de los preciosos pensamientos de Dios), o “cuando yo despierte” (después de haber sido dominado
por el sueño debido al esfuerzo), “seguiría estando contigo (enumerando tus grandes obras)”, tan
numerosas son.
139:20 Con malicia te difaman. El texto hebreo se traduce: “Ellos hablan maliciosamente de ti.”
139:24 Mal camino. Heb. “Un camino de dolor”, es decir, un camino de vida que merece ser
castigado con consecuencias dolorosas. (1:6)
Salmo l40
140:1–13 Ver notas sobre Sal 64. Esta oración por ayuda contra intrigas insidiosas, es muy
similar a aquellas notas. Comp. también Sal 58.
140:10 Brasas. Las ciudades malvadas de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por una lluvia de
fuego y azufre (Gn 19:24; Sal 11:6; 120:4). La referencia a ciénagas profundas puede ser una alusión
a una falla de la tierra que se tragó a la tribu rebelde de Coré. (Nm 16:32)
Salmo 141
141:1–10 En este salmo se busca ayuda contra enemigos tan taimados como los descriptos en Sal
140. Estos malhechores presentan una doble amenaza. Tienden “trampas” y redes para víctimas
inocentes (vv. 8–10). Pero también son peligrosos porque el éxito de sus malas obras y la vida
extravagante que pueden permitirse, tienta a los fieles a seguir su mal ejemplo. Siendo que no confía
en sus propias fuerzas para resistir la seducción de “amoldarse al mundo actual” (Ro 12:2), el
salmista se vuelve al Señor en oración (vv. 1–2). Le pide que ponga un centinela a la puerta de sus
labios, de los pensamientos de su corazón, y de la complicidad de sus manos (vv. 3–4). Al mismo
tiempo promete aceptar la reprensión de la justicia, no sea que comparta la condenación que aguarda
a los malvados. (vv. 5–7)
141:2 Sacrificio vespertino. La plegaria, el sacrificio de los labios, será tan bienvenida al Señor
como el “aroma grato” de incienso y ofrendas presentadas por fuego (Éx 29:18, 25; Lv 23:18; Gn
8:20 y s.). Israel debía ofrecer sacrificios al despuntar el día y al caer la tarde. (Éx 29:39–41; Nm 28:4;
comp. Dn 9:21)
141:4 Banquetes Ellos “se daban espléndidos banquetes todos los días” con “el pan de la maldad”
y “el vino de la violencia”. (Lc 16:19; Pr 4:17)
141:5 Me reprenda. Es difícil determinar el sentido exacto de los vv. 5–7. Parecen referirse en
terminología idiomática a circunstancias que ya no son discernibles con claridad. Sin embargo, el
propósito básico es la determinación de no “compartir” su “suerte” con los que últimamente deben
fracasar. (Pr 1:14)
Salmo 142
142:1–7 Este Masquil de David es una atestiguación del poder de la oración para cambiar las
cosas aun cuando no se perciba ningún cambio exterior en una desgracia. Encontramos aquí un
pedido de ayuda al SEÑOR, que le cuenta a él de angustias que ya le eran conocidas (vv. 1–3a; Mt
6:32; Sal 1:6). La ruina parece inevitable. Nadie se preocupa; nadie me tiende la mano (vv. 3b4). Pero
la oración destierra los sentimientos de soledad y desamparo. Nadie está solo en el sufrimiento; nadie
se encuentra más allá de la esperanza. Al corazón inquieto le llega la certeza de que, sea lo que fuere
lo que el futuro pueda tener en reserva, debe presentarse una ocasión para alabar el nombre del Señor
por lo que ha hecho en la hora de la prueba y por medio de ella (vv. 5–7). Para “Masquil” ver Sal 32.
Para la circunstancia en la vida de David a la que se hace referencia en el epígrafe, ver Sal 57.
142:1 A voz en cuello. La circunstancia es tan alarmante, que la oración no queda confinada a
suspiros no articulados, sino que prorrumpe en palabras audibles.
142:4 A mi derecha. Donde se encontraba el abogado en un tribunal. (16:8; 109:31; 121:5)
Salmo 143
143:1–12 Quienquiera que haya sido llevado por presión desde afuera, e inquietud interior, a
dirigirse al Señor con las palabras del salmo precedente, dará la bienvenida a la oportunidad de
apurar su demanda ante el trono de misericordia en el cielo, con este Salmo de David. Aquí también
encontramos frenéticas súplicas para que el Ayudador divino responda pronto, a fin de evitar que la
vida, ya obligada a morder el polvo por los enemigos de Dios, baje a la fosa de la muerte (vv. 1, 3, 7,
11, 12). Sin embargo, esta súplica por liberación es muy explícita en su confesión de que Dios debe
actuar “por pura bondad y misericordia paternal y divina” (Lutero), porque nadie puede alegar
inocencia ante él (v. 2). A causa de esta confesión de pecaminosidad, el Sal 143 ha sido incluido en
los “Siete Salmos penitenciales” (comp. Sal 6). Este reconocimiento penitente de los fracasos del
pasado por estar a la altura de las exigencias de santidad por parte de Dios, reconoce también cuán
necesario es que el buen Espíritu del Señor enseñe y guíe a su siervo a hacer su voluntad. (vv. 10, 12)
143:1 Por… tu justicia. Repetido en el v. 11. Si Dios hace lo que es recto por la fidelidad a su
pacto de misericordia, la respuesta a la oración será “justicia” y “liberación” para los que “han
puesto su confianza” en su “gran amor” (v. 8; 51:14; 98:2; 103:6; Os 2:19). Sobre esta base se atreven
a suplicar: “¡Júzgame!” (7:8, nota; 35:24, nota; 43:1; comp. 143:2)
143:2 Nadie puede alegar inocencia. Si Dios llevara a los hombres a juicio por sus pecados, nadie
podría escapar a la sentencia de muerte. (14:3; 51:5; 130:3; Job 4:1719; 9:2; 15:14; 25:4; Jn 8:7; Ro
3:9, 30; Gá 2:16)
143:8 Por la mañana. Comp. 30:5; 59:16; 90:14; 130:6.
143:10 Tu buen Espíritu. Comp. Neh 9:20; Sal 51:11 y s. Por un terreno sin obstáculos ver 25:4,
nota; 26:12; 27:11.
Salmo 144
144:1–15 Este salmo consiste de oraciones pronunciadas por y para el rey (vv. 111) y el pueblo
(vv. 12–15). Con variedad de metáforas populares, el gobernante de la nación rinde homenaje al
“gran rey de toda la tierra” (47:2) como la fuente infalible de bendiciones nacionales (vv. 1–2). Y
siendo que incluso una persona de la realeza no es más que un suspiro transitorio y una sombra fugaz
como todo ser humano (vv. 3–4), eleva peticiones al trono celestial por protección desde las alturas
contra enemigos traicioneros (vv. 5–8), y promete un cántico de gratitud, confiado de que la súplica
por liberación será atendida (vv. 9–11). Seguros contra la agresión de afuera, los ciudadanos se
vuelven a las necesidades internas, invocando sobre sí mismos las bendiciones corporales (vv. 12–
15). El pensamiento y el lenguaje de este salmo, tienen mucho en común particularmente con el Sal
18, pero también con los Sal 33, 102, 103, 104.
144:3 ¿Qué es el mortal…? La existencia evanescente del hombre se menciona repetidamente en el
A. T. Comp. 8:4; 39:4 y s., 11; 62:9; Job 7:16; 8:9.
144:8 Diestra. En alto al pronunciar un juramento.
144:10 Tu siervo. David es llamado el siervo de Dios en 89:3.
144:12 Columnas. Así como las columnas ornamentales embellecen un palacio, así adornen las
hijas un hogar.
144:15 Dichoso el pueblo. Comp. 33:12.
Salmo 145
145:1–21 Este es el único salmo que lleva el título Salmo de alabanza. Una palabra en hebreo, este
término llegó a aplicarse en su forma plural “alabanzas, a todo el Salterio. Deriva de la misma raíz
contenida en el llamado a adoración “Aleluya” (“Alaben al Señor”), expresado en los versículos
iniciales y finales de los restantes cinco salmos (146–150). Esta serie final de himnos confirma lo que
los santos (145:10; 148:14) y los “fieles” (149:1) deben decirle a Dios sobre todo, al estar en
comunión con él. En verdad, pueden clamar a él por ayuda cuando los golpean el desastre y el dolor;
pueden suplicar por perdón de pecados y liberación de las dudas. Pero si son lo que dicen ser, su
deseo último y delicia constante serán “cantar al SEÑOR un cántico nuevo” (149:1) de alabanza y
gratitud. Si una repetida exultación por su creador, proveedor, y redentor, según resuena una y otra
vez a través de estos salmos, llega a parecer cansadora, debiera ser para ellos la ocasión de hacer un
alto para pensar en su relación con Dios. El Sal 145 es como un floreo de trompetas dando comienzo
a la “alegre aclamación a Dios” (66:1) que se escucha en los Sal 146–150. Se deleita en la grandeza y
la bondad de Dios, el preservador y rey del universo. Moldeado en la forma de un acróstico
alfabético, y salpicado de frases bíblicas convencionales, tiene sin embargo un requerimiento
artístico. Hay una progresión efectiva dentro de un círculo en constante expansión de los que fueron
convocados a alabar al Señor. En los vv. 1–3 el salmista se exhorta a sí mismo a glorificar a Dios, el
rey. Después, generaciones sucesivas glorificarán la grandeza de sus obras (vv. 4–7) y su compasión
(vv. 8–9). Y después todos… sus fieles reconocerán agradecidos la gloria y esplendor de su reino (vv.
10–13). En los vv. 14–20 todos los caídos y quienes lo invocan conocerán su fidelidad y gracia, en que
escucha sus oraciones. El salmo concluye con una sobresaliente convocatoria a que todo el mundo
alabe su santo nombre.(v. 21)
145:1 Tu nombre. Los hombres tienen una vislumbre de la grandeza “insondable” de Dios (v. 3), a
medida que él la va descubriendo en “proezas”, “obras maravillosas”, “portento”, “obras
grandiosas”. (vv. 4, 5, 6, 12; comp. 8:1, nota; 20:1, nota; Éx 6:3, nota)
145:10 Fieles. Comp. 4:3, nota.
145:13 Reino eterno. A Dios pertenece “el reino y el poder y la gloria para siempre”. (Éx 15:18;
Jer 10:11; Dn 4:3, 34; Mt 6:13 ver nota en NVI)
145:15 Los ojos de todos.Éste y el versículo siguiente son utilizados con frecuencia como una
oración antes de las comidas. (104:27 y s.; 136:25)
145:21 Todo el mundo. Toda alabanza terrenal llegará a un clímax en un “nuevo cántico” entonado
por “gente de toda raza, lengua, pueblo y nación” al cordero entronizado, que ha sido “sacrificado” a
fin de “comprar gente para Dios”. (Ap 5:9)
Salmo 146
146:1–10 Los últimos cinco salmos son como una respuesta a la convocatoria a “prorrumpir en
alabanzas al SEÑOR y… alabar su santo nombre” (145:21). Conocido como el “Alel” final (comp.
Sal 113, nota de introducción), cantan “aleluyas” en incansables variaciones y reiteraciones del tema
propuesto. Después de una autoexhortación introductora a cantar salmos a… Dios hasta el último
aliento de vida (vv. 12; 104:33), el autor del Sal 146 exulta en el Señor como el único fundamento
para la esperanza en la existencia humana. Es inútil poner… confianza en gente poderosa porque hasta
los hombres más poderosos no son sino mortales habitantes de la tierra, desmenuzándose en el polvo
del cual procedieron (vv. 3–4; Gn 3:19; Sal 104:29; 118:8 y s.). Pero, el Señor siempre es capaz de
guardar la fe y mantener un orden moral mundial, porque el poder del Creador es inagotable (vv. 5–
7a; 121:2; Éx 20:11). Además, es tan bueno y misericordioso, como poderoso. Es el campeón de la
causa de los desafortunados, y trae alivio a los que se encuentran privados de bienestar (vv. 7b-9).
Nunca deja de tener todo bajo su control: Porque, el SEÑOR reina para siempre.(10; 145:21)
146:1 Alabado sea el SEÑOR. Comp. 105:45, nota.
146:5 El Dios de Jacob. Comp. 20:1, nota.
146:9 Extranjero. Residentes extranjeros en Israel. (94:6)
146:10 Oh Sión. Comp. 99:1, nota; 102:15 y s., 21 y s.; Is 52:7.
Salmo 147
147:1–20 El entretejido de pensamientos que recorren este salmo de aleluya, se mantiene unido
por un tema doble de alabanza:(a) Hay exultación en vista del grande poder y entendimiento… infinito
del Creador (v. 5). Componer un himno de adoración del ilimitado poder y del inescrutable
conocimiento de Dios, no es una concesión repugnante, o una tarea desagradable. Cuán bueno es
cantar salmos a nuestro Dios.(v. 1; 92:1). (b) Ni es aterrador darse cuenta de que el destino de uno
queda determinado por un Dios tan todopoderoso. Porque Él no es un déspota cruel y sin corazón.
Cuán agradable es alabarlo por sobre todo, porque él es justo (v. 1). La grandeza y la bon-dad
divinas sirven como melodía y contrapunto en las tres estrofas del salmo, las cuales llevan como
introducción un llamado a participar en el canto: (1) El que determina el número de las estrellas
controla la historia para el beneficio de su pueblo escogido: Él reconstruye a Jerusalén, destruida por
el conquistador babilónico, y reúne a los exiliados de Israel (vv. 1–6; comp. Neh 12:2743). (2) Él, que
alimenta a todas las criaturas, se complace en los que le temen (vv. 711). (3) Él, que ordenó que el
universo llegase a existir, y quien emite órdenes a las fuerzas de la naturaleza, a Jacob le ha revelado
su palabra, y le enseña a Israel por sus leyes y decretos, cómo vivir con él en una armonía establecida
por el pacto. (vv. 12–20)
147:4 Nombre. Comp. Is 40:26
147:9 Alimenta. Entre los vecinos de Israel las fuerzas de la naturaleza eran deidades que debían
ser aplacadas, para que “la hierba creciera en los montes”.
147:10 Bríos del caballo. A Dios no le agrada que uno ponga su confianza en la fuerza del caballo
de guerra y en hombres armados, más bien que en él, quien es que provee toda la energía y
elementos.
147:11 Que le temen… que confían. En la respuesta del hombre a Dios, la veneración a su
grandeza y el temor a ofenderlo, van de la mano con la confianza implícita en su gran amor.
147:15 Su palabra. La palabra de Dios nunca fracasa en efectuar lo que él quiere que sea hecho o
conocido. (33:9; 148:5; Is 48:13; 55:10 y s.)
147:20 Ninguna otra nación. La elección de Israel, en detrimento de otras naciones, es un misterio
de la sabiduría y misericordia divinas. Comp. Dt 4:8. 32–38; 7:6 y ss.
Salmo 148
148:1–14 El coro convocado para alabar al Señor en este salmo, es tan multitudinario que necesita
el domo del universo como sala de conciertos. Sus filas están compuestas por todas las criaturas
animadas e inanimadas que existen en los alcances absolutos del espacio celeste (vv. 1–4) lo mismo
que en el mundo terrestre, desde los monstruos de las profundidades del océano hasta los árboles
frutales en las colinas (vv. 510). Hay un sector especial compuesto por coristas, que abarca reyes de la
tierra y todas las naciones, ya sean hombres o mujeres, niños o ancianos (vv. 11–14). Como si
instintivamente conocieran el texto de su canto, se menciona sólo al paso el porqué del pedido que
alaben el nombre del SEÑOR. Sin voz ni lenguaje, el sol, la luna y las estrellas tienen, sin embargo,
mucho que decir en honor de Aquél que dio una orden y todo fue creado, y quien dejó todo afirmado
para siempre (vv. 5 y s.; 19:1). Sobre la tierra, el relámpago y el granizo, la nieve y la neblina… los
montes… y todos los cedros son elocuentes en la proclamación de la gloria de su hacedor (vv. 8 y s.).
Sin embargo, su pueblo y sus fieles tienen mayores motivos por qué adorarlo a él, que las maravillas
de su creación. Él, cuyo esplendor está por encima de la tierra y de los cielos, condescendió a
singularizar al pueblo de Israel para un don de gracia especial. Permitió que fuesen su pueblo cercano
en una comunión de pacto, y cuando parecía que estaban destinados a la extinción, le dio poder a su
pueblo, es decir, los restableció con una vitalidad nacional. (vv. 13 y s.; 89:17, 24; 92:10; comp. Lc
1:69)
148:2 Ejércitos. Las huestes del “SEÑOR Todopoderoso” consisten de sus ángeles como también
de luminarias celestes (46:7, nota; 29:1, nota; 103:19 y ss.; Neh 9:6; Job 38:7, nota). Éstas no son
deidades independientes, sino mensajeros que obedecen a Quien dijo: “Que haya luces en el
firmamento”. (Gn 1:14)
148:4 Altísimos cielos. Traducido más lit. “lo más alto de los cielos” en Dt 10:14, comp. nota allí;
Neh 9:6; pero ver 1R 8:27; 2Co 12:2.
148:7 Monstruos marinos. Comp. Gn 1:21; Sal 68:30, nota; 74:14, nota.
148:13 Nombre. Comp. Sal 8:1, nota.
148:14 Fieles. Comp. 4:3, nota.
Salmo 149
Salmo 150
150:1–6 Si fue, o no fue, escrito expresamente como una doxología final para todo el Salterio, el
Sal 150 conduce la alabanza a Dios a un resonante final (comp. las doxologías al final de los cuatro
“Libros” precedentes: 41:13; 72:18 y s.; 89:52; 106:48). Un coro masivo está reunido en el santuario
de Dios sobre la tierra, y se le unen voces angélicas en su poderoso firmamento.(v. 1). Con la ayuda de
una orquesta completa, hace vibrar los cabrios del universo con el sonido de la música. Para motivar
esta estruendosa explosión de alabanza, no se necesita otra cosa sino llamar la atención a las proezas
e inmensa grandeza de Dios. (v. 2)
PROVERBIOS
INTRODUCCIÓN
Propósito
El libro de los Proverbios está proyectado para enseñar sabiduría. En la consecución de esta meta
declarada, procede sobre la base de dos axiomas indisputables.
(1) Opera con la indiscutible suposición de que el hombre puede ser instruido porque puede
pensar y beneficiarse del pensamiento de sus semejantes. Aunque mancillados e impedidos por el
pecado innato, los hijos e hijas de Adán están equipados por el Creador con poderes racionales.
Pueden aprender a hacer bien las cosas (Gn 41:39; Éx 31:3). Nacen con la capacidad de razonar de
causa a efecto, de aprender de sus experiencias y de las de los demás, de formular principios de
conducta para el interés y bienestar individual y social.
En las antiguas culturas que circundaban a Israel se aprovechaban al máximo estos atributos
naturales de la humanidad. Hombres de intelecto agudo sondearon profundamente en los misterios de
la existencia humana. Los filósofos proveyeron una guía para adquirir satisfacción y felicidad en la
vida. La cordura acumulada por generaciones circuló ampliamente en la forma de dichos populares.
Gran parte de esta sabiduría, producto de la inteligencia humana, expresa verdades válidas. El
libro de los Proverbios también contiene máximas que son el resultado del poder de raciocinio del
hombre. Hablan en favor de sí mismas por la sencilla razón de que son razonables lógica y
experimentalmente.
(2) La segunda presuposición que sirve de fundamento a la sabiduría que enseña el libro de los
Proverbios, es el axioma de la total dependencia de Dios, y la responsabilidad con él.
En su máxima expresión el hombre no es autónomo ni infalible en su pensamiento. El hombre es
verdaderamente sabio sólo si “el temor del SEÑOR es el principio del conocimiento”. (1:7; comp. Sal
111:10, nota; Pr 14:26 y s.; 3:5; 16:3; 18:10)
Por su propia sagacidad el hombre no puede determinar el curso de su vida, porque “los pasos
del hombre los dirige el SEÑOR. (20:24; comp. 16:9, 25; 19:21)
Con cada paso que da, debe tener conciencia de que “el SEÑOR juzga los corazones” y “los
motivos”. (21:2; 16:2)
No hay aspecto o detalle de la vida que sea secular en el sentido de que sea inmune a la santa
voluntad de Dios. Practicar el mal no sólo es una ofensa a la sociedad, sino que es “aborrecible al
SEÑOR”. (3:32; 6:16; 15:8–9, 26; etc.)
Las leyes de Dios del orden moral y de alcance mundial no pueden ser quebrantadas
impunemente, porque “la maldición del SEÑOR cae sobre la casa del malvado” y “los malvados no
quedarán impunes”. (3:33; 11:21)
Estructura
La palabra española “Proverbios”, que aparece en el título del libro, puede dar lugar a equívocos.
El sustantivo hebreo así traducido denota ciertamente una verdad evidente, breve, expresiva.
(Comp. por ej., Gn 10:9; 1S 10:12; Ez 16:44; 18:2)
Pero no queda restringido a este significado. En otros contextos y en los encabezamientos de
otras declaraciones, se lo traduce: “Discurso”, “alegoría”, “dicho trillado”, “mofa”, “canto burlón”.
(Nm 23:7, 18; Job 29:1; Ez 17:2; Jer 14:9; Is 14:4; Mi 2:4) Esta variedad de formas literarias tiene un
denominador común en la etimología del término hebreo. Derivado de una raíz que significa “ser
como”, o “asemejarse”, llegó a aplicarse a toda composición que comprendía una comparación o
deducciones a partir de puntos de similitud.
Una gran parte del libro de los Proverbios está compuesta de breves dichos sentenciosos que se
asemejan a nuestros proverbios. Sin embargo, para mantenerse dentro del alcance más amplio de
significados del término hebreo, también incluye largos discursos sobre diferentes aspectos de la
sabiduría y su aplicación a la vida. Las disertaciones de esta clase se encuentran particularmente en
los capítulos iniciales y finales. (1–9; 30–31)
Tanto los epigramas como los ensayos, son expuestos en la forma de paralelismos, la
característica básica de la poesía hebrea (ver Introducción a los Salmos, “Poesía”). Las máximas
proverbiales consisten casi exclusivamente de dos líneas, mientras que la alabanza de una mujer
virtuosa es cantada en un poema acróstico de más de 20 versículos. (31:10–31)
La calidad artística literaria que adorna estas enseñanzas de sabiduría indica que hubo individuos
de talento poético responsables de su formulación final. Existió en Israel la profesión de hombres
“sabios” (22:17; 24:23) ocupados, entre otras cosas, con la aplicación de ciertos principios generales
“dados a conocer… a Moisés” (Sal 103:7), a las complejidades de la vida diaria. Así como el pueblo
de Dios estuvo afligido por profetas falsos, así también hubo consejeros que diseminaban sabiduría
espuria. (Is 5:21; Jer 8:8; 18:18; Ez 7:26)
Autor
Valor
El libro de los Proverbios roza una gran variedad de temas sin ordenarlos, sin embargo, en una
serie temática o en unidades lógicas. Por lo tanto, un bosquejo no puede hacer otra cosa sino aislar
determinadas agrupaciones de contenido similar.
I. 1:1–9:18 Poemas de introducción que enseñan la naturaleza y el valor de la sabiduría.
II. 10:1–22:16 Proverbios de Salomón, un mosaico de máximas compuestas de dos líneas.
III. 22:17–24:34 Dos grupos de instrucciones que incorporan “los dichos de los sabios”.
A. 22:17–24:34 El grupo principal
B. 24:33–34 Un apéndice
IV. 25:1–29:27 Proverbios de Salomón, copiados por “los escribas de Ezequías”, rey de Judá unos
300 años después de Salomón.
V. 30:1–31:31 Cuatro composiciones adicionales que ensalzan y alaban la sabiduría.
A. 30:1–14 Los dichos de Agur.
B. 30:15–33 Cinco proverbios numéricos entrelazados con advertencias contra la necedad.
C. 31:1–9 Los dichos del rey Lemuel.
D. 31:10–31 Un poema acróstico en alabanza a la mujer ejemplar.
1:1–33 El título del libro (v. 1) se expande en cinco versículos (vv. 2–6) los que, en sinónimos
acumulados y reiteraciones paralelas, declaran el propósito de estas colecciones de proverbios:
Inculcar sabiduría. No es necesario buscar y determinar qué es sabio. Comienza y finaliza con un dato
preciso: El temor del SEÑOR (v. 7). El único requisito para aprender es una relación personal de total
entrega al Señor. Lograrlo es algo más que el dominio académico de los hechos. El progreso en la
sabiduría queda determinado por el grado en que el temor del Señor penetra y controla el estilo de
vida de una persona en todas sus ramificaciones. Nadie completa el curso, no importa cuánto se
esfuerce; nadie se anota un puntaje perfecto, no importa con cuánto empeño lo intente.
Inmediatamente después de la declaración del propósito de la introducción, comienza el curso.
Los versículos restantes (8–33) y los cc. 2–9 presentan unidades de instrucción versificadas. No son
proverbios en nuestro sentido del término, sino poemas de extensión variada, que alaban la sabiduría
y exhortan a todos a conseguirla. Las lecciones individuales no están claramente delimitadas. Tratan
acerca de una variedad de temas, utilizando el principio pedagógico de la repetición. El tratamiento
de “hijo mío” puede ser considerado con frecuencia una indicación de encabezamiento de capítulos.
Se utiliza 13 veces para este propósito. (1:8; 2:1; 3:1, 11, 21; 4:1, 10, 20; 5:1; 6:1, 20; 7:1, 24)
El c. 1 formula la advertencia de la sabiduría contra la incitación al robo por parte de malas
compañías y su promesa de dinero fácil (vv. 8–19). A fin de frustrar esta invitación a la perdición, la
sabiduría “clama” rogando por aceptación de los buenos consejos y advertencias contra las horribles
consecuencias del no vivir en “el temor del SEÑOR”. (vv. 20–33)
1:1 Proverbios de Salomón. Por el significado del término hebreo proverbios ver Introducción,
“Estructura”. Por las contribuciones de Salomón al libro de los Proverbios, ver Introducción “Autor”.
1:2 Sabiduría. En los contextos en que aparece esta palabra clave en casi cada página del libro (37
veces), señala un comportamiento prudente y una acción sabia, más bien que la sabiduría abstracta y
teórica del filósofo. Los sinónimos en el contexto inmediato de la primer aparición (vv. 2–6) llevan a
la misma conclusión. El intelecto del hombre entra en juego. Sin embargo, no elabora sabiduría. Su
función consiste en aplicar los criterios aprendidos a la elección del curso de acción correcto en las
complejidades de la vida. “Los inexpertos”, tanto como “los sabios”, se ven frente a este desafío
todos los días.
1:4 Inexpertos. Sin carecer de inteligencia, pero abiertos y susceptibles a las sugerencias. Tales
personas sin experiencia e inmaduras son fácilmente “zarandeadas… de aquí para allá por todo
viento de enseñanza:. (Ef 4:14; Sal 19:7, segunda nota)
1:6 Proverbio… parábola… enigmas. La sabiduría ha de enseñarse en forma de parábolas que son
propuestas para despertar el interés, pero que también requieren una cavilación concentrada y sin
prejuicios, para que su contenido no llegue a ser enigmático. (Mr 4:13; Lc 8:10). En una parábola, el
lector u oyente debe sentir el elemento de mofa y sátira (Hab 2:6, “burla”). Por enigmas ver Jue
14:22; Ez 17:2; también traducido “preguntas difíciles” (1R 10:1), “misterios” (Sal 78:2), “enigmas”.
(Nm 12:8)
1:7 El temor del SEÑOR. El ingrediente indispensable de nuestro conocimiento. Por el significado
de esta frase, ver Sal 111:10; nota; 147:11, nota; Job 28:28, nota.
1:8 Hijo mío. La comunicación de la sabiduría comienza con las correcciones de un padre y las
enseñanzas de una madre, que son el deber de ambos (10:1; 15:20; 19:26; 20:20; 23:22, 25; 30:17). “El
sabio” se dirigió también a su alumno como “hijo mío”.
1:12 Sepulcro. La muerte personificada, como en Is 5:14. Por el término mismo, ver Dt 32:22,
nota.
1:16 Corren… a hacer lo malo. Este versículo, que aparece también en Is 59:7, provee a Pablo de
una descripción de la corrupción natural del hombre. (Ro 3:15)
1:17 De nada sirve. El sentido de este versículo parece ser que los pájaros entran a la red aunque
ven al cazador colocarla, pero los que “van” cuando los “pecadores los quieren engañar”, son más
estúpidos aún, ya que ellos mismos arman la trampa en la cual son atrapados.
1:20 La sabiduría. Un sustantivo femenino en hebreo, la sabiduría es personificada como una
mujer. Por otros ejemplos de este recurso retórico, ver cc. 8 y 9.
1:21 En las esquinas de calles transitadas. El texto hebreo tiene sentido si se traduce: “A la entrada
de (calles) ruidosas”, por ej., donde las calles, llenas del alboroto del comercio intenso, se abren en
todas las direcciones.
1:26 Ría. Un acto de estupidez, cuando ha sido llevado a cabo, frustra todos los intentos por dar
marcha atrás, y de evadir sus resultados funestos.
1:28 No les responderé. Es demasiado tarde para buscar “consejos” cuando uno está sufriendo
“desgracias” y sobreviene “el miedo” causado por la elección que uno ha hecho de sus acciones,
contrarias al “temor del SEÑOR”.
1:31 El fruto de su conducta. Las leyes que crean y gobiernan un orden moral a nivel mundial, son
inflexibles. Éste está construido sobre una regla absoluta de lo que es recto y lo que es malo. Si es que
de alguna manera ha de funcionar, las acciones buenas y las malas inexorablemente deben tener
consecuencias opuestas. Sin embargo, Dios no es un paquete de principios éticos; no es una
computadora que automáticamente arroja datos programados. Dios es una Persona, el Legislador que
se reserva el derecho de cómo y cuándo castigar la maldad, de cómo y cuándo conceder una
recompensa de gracia a la pie-dad.
2:1–22 La segunda parte del capítulo precedente (vv. 20 y ss.) catalogó las consecuencias dañinas
por desobedecer el llamado de la sabiduría, concluyendo con la nota positiva de que quien “obedezca
vivirá tranquilo, sosegado y sin temor del mal” (v. 33). En el c. 2 un maestro de la sabiduría le dice a
su hijo y alumno algo acerca de la clase de vida que tienen asegurada quienes buscan la sabiduría
como a la plata, como a un tesoro escondido (vv. 1–4). Ricos beneficios les aguardan porque (a) ellos
comprenderán el temor del Señor, y quedarán así preservados del mal en el camino de la vida (vv. 5–
8); (b) sabrán cómo escoger una senda justa y tener placer en hacerlo (vv. 9–11); (c) sabrán cómo
evitar quedar enredados con hombres malvados (vv. 12–15), y cómo librarse de las seducciones
fatales de una mujer adúltera (vv. 16–19); (d) no perderán su herencia de bendiciones del pacto. (vv.
20–22)
2:4 Tesoro escondido. La sabiduría, que tiene su comienzo en el temor del Señor, queda sin ser
descubierta si el hombre confía en su propia inventiva para descubrirla. Incluso cuando “el SEÑOR
da la sabiduría” (v. 6), el hombre puede rechazarla, y lo hace. Por lo demás, buscarla queda siendo
una búsqueda de por vida en pos de una perfección que nunca se alcanza del todo.
2:8 Fieles. Comp. Sal 4:3, nota.
2:16 Mujer ajena. Ella es “ajena” o “extraña” porque al “abandonar al compañero de su juventud”,
es decir, su legítimo esposo, invade territorios de intimidad donde no tiene derecho a estar. Las
advertencias contra los pecados sexuales llenan capítulos enteros. (Ver cc. 5 y 7; también 6:20–35;
9:13–18)
2:17 Su pacto con Dios. Infiel a su esposo, “la mujer ajena” rompe relaciones también con Dios,
quien no tolerará la infidelidad marital. (Éx 20:14; Mal 2:13–16)
2:18 Sombras. Los sabios de antiguo sabían que la vida no termina con la muerte.“Los muertos”
(9:18; 21:16) siguen viviendo en una existencia misteriosa que es nebulosa, porque la vitalidad
corporal ha cesado. (Sal 88:10; Is 14:9; Job 26:5)
2:21 Habitarán la tierra. Comp. Sal 37:9, nota.
3:1–35 El curso en sabiduría continúa en tres unidades de instrucción, cada una de ellas
encabezada por un llamado del maestro a su hijo (vv. 1, 11, 21). Las lecciones tienen un contenido
entrelazado. Una triple exhortación a no olvidar y despreciar, sino conservar la enseñanza, es seguida
de (a) seguridad de bendiciones resultantes de seguir en pos de la sabiduría; (b) máximas individuales
a ser practicadas. Pero cada sección también desarrolla un aspecto diferente del tema: En los vv. 1–10
se encuentra una exhortación a confiar en el Señor y no ser sabio en la propia opinión; en los vv. 11–
20 se le dice al hijo que acepte la disciplina del Señor como una prueba de su amor paternal;
habiendo manifestado su sabiduría en la creación del universo, no comete un error en aplicar
reprensiones; los vv. 21–35 hacen hincapié en cómo comportarse sabiamente en el trato con el
prójimo de uno.
3:2 Prosperidad. Por lo general traducida “paz”, la palabra hebrea denota todo lo que tiene que
ver con la salud, la perfección y la ejecución completa de alguna cosa.
3:3 El amor y la verdad. Dios ostenta estos atributos a la perfección. El término que aquí se
traduce ‘amor ’, también se traduce con frecuencia “gran amor” (Gn 24:27; 32:10; Éx 34:6; Sal 85:10;
comp. Dt 7:9, nota). En su trato con Dios y con sus semejantes, la persona sabia cultivará estas
cualidades divinas. (14:22; 16:6; 20:6)
Llévalos. Nunca los pierdas de vista. (Éx 13:9, nota; Dt 6:8; 11:18)
3:4 Buena fama. Traducido “buen juicio” en Sal 111:10.
3:8 Cuerpo. Esta traducción, basada sobre la Septuaginta, demanda la adición de una letra a la
palabra hebrea para “ombligo”.
3:9 Primeros frutos. Los israelitas debían honrar al SEÑOR como el Dador de sus riquezas,
ofreciéndole los primeros frutos del campo y de los rebaños. (Éx 23:19; Nm 28:26; Dt 18:4; 26:2;
15:19)
3:11–12 Disciplina del SEÑOR. Citado según la Septuaginta en Heb 12:5 y s.; ver también Dt 8:5;
Job 5:17; 33:16 y ss.
3:18 Árbol de la vida. Una alusión a Gn 2:9, que se da repetidas veces en el libro de los
Proverbios. (11:30; 13:12; 15:4)
3:19 Afirmó… la tierra. Comp. Sal 24:2, nota; 104:24; 136:5, nota. La parte asignada a la sabiduría
en la Creación es tratada extensamente en 8:22–31.
3:27 No niegues. Lo que el hijo debe hacer para “conservar el buen juicio y la discreción” (v. 21)
queda ejemplificado mediante cinco especificativos “no” en su relación con sus semejantes (vv. 27–
31), seguidos de una serie de declaraciones que le hacen saber que la clase de vida que escoge, le trae
la maldición o la bendición del Señor. (vv. 32–35)
3:32 Amistad.(RV comunión íntima). Traducido “amistad” en Sal 25:14; ver nota allí.
3:35 Merecen. El verbo hebreo tiene sentido si se traduce “cargarán con la ignominia” como
recompensa por su necedad.
4:1–27 Un padre sabio ofrece tres lecciones más para (a) inculcar en sus hijos y alumnos cuán
crucial es que adquieran sabiduría (vv. 1–9); (b) instarlos a escoger las sendas de rectitud antes que
la funesta senda de los perversos (vv. 10–19); (c) razonar con ellos a que anden derecho, sin desviarse
ni a diestra ni a siniestra.(vv. 20–27)
4:2 Enseñanzas. Traducido “saber” en 1:5, la palabra hebrea deriva de una raíz que significa
tomar, recibir. No es una enseñanza no experimentada, teórica, la que se ofrece; ha soportado la
prueba de una larga experiencia, siendo transmitida de padre a hijo por generaciones.
4:7 ¡Adquiere sabiduría! La sabiduría no sobreviene sin más ni más. Adquirirla requiere un
esfuerzo determinado, que comienza con una decisión deliberada de actuar.
Por sobre todas las cosas. Más lit. “Con todo lo que tienes”. La sabiduría es una “perla de gran
valor”; cualquiera haría una gran inversión si “vendiera todo lo que tiene y la comprara”. (Mt 13:45 y
s.; Pr 23:23)
4:10 Años… aumentarán. Una larga vida ocupa un lugar prominente entre las recompensas
prometidas por andar “por sendas de rectitud”. (3:2, 16; Éx 20:12; Dt 5:16; Sal 21:4; 91:16)
4:14 Senda. El estilo de vida de un hombre es denominado con frecuencia una senda o camino.(Sal
1:1, 6; 25:8; 119:101)
4:23 Mana la vida. Así como el agua surge de un manantial subterráneo, así la acción sabia se
origina en convicciones y motivaciones interiores. A no ser que uno ame al Señor con todo su
corazón, el potencial del mal no queda eliminado en su origen. (Dt 6:5 y s.; Sal 119:2, 10; Mt 12:34;
Mr 7:21; Lc 6:45)
4:25 En lo que tienes delante. No alcanza con comenzar a adquirir sabiduría (v. 7). Debe haber un
esfuerzo continuado e ininterrumpido por mantenerse en carrera. (Fil 3:13 y s.; 1Ti 6:12 y s.)
4:26 Endereza. Este raro verbo hebreo puede que derive de una raíz que significa allanar un
sendero para continuar hacia adelante, o de una raíz que significa pesar, evaluar, examinar.
5:1–23 Tal como en nuestros días, las tentaciones a pecar contra la vida sexual divinamente
ordenada, inducía a muchos en Israel a seguir “la senda de los perversos” (4:14). Reconociendo la
atracción seductora de la inmoralidad sexual, en particular para los jóvenes, el libro de los
Proverbios advierte una y otra vez descarnadamente contra sus placeres falaces. Ya mencionado en
2:16–19, y luego repetido brevemente en 7:5–27, las violaciones de las reglas de castidad son también
el tema de dos lecciones de instrucción que conforman el c. 5 (ver también 22:14; 23:27 y s.; 29:3;
30:20; 31:3). Cada unidad cuenta con la introducción del llamado convencional a poner atención o a
prestar oídos a las palabras de sabiduría (vv. 1, 7). En los vv. 1–6 el maestro advierte a su hijo contra
el error fatal de sucumbir ante las astucias de la adúltera; en una sección más larga (vv. 723)
continúa, en primer lugar, discurriendo con sus hijos, para que se alejen de la adúltera, porque
intimar con ella sólo trae desgracia y remordimientos (vv. 7–14), y después sigue con la
recomendación de una saludable alternativa a la vida licenciosa y la promiscuidad: La satisfacción del
impulso sexual natural en la relación amorosa del matrimonio. (vv. 15–23)
5:2 Retengas el conocimiento. Guarda los labios de hablar lo que es perjudicial y necio.
5:3 La adúltera. Comp. 2:16, nota.
5:4 La hiel. El sabor amargo de esta planta se utiliza figuradamente para describir lo que resulta
al fin cuando uno es engañado por las melosas palabras de “la adúltera”. (Jer 9:15; ver también Sal
55:20 y s.)
5:5 Al sepulcro. La infidelidad marital no es una calaverada inocente o un frívolo pecadillo. Trae
consecuencias fatales. (2:18; 7:27)
5:6 Toma en cuenta. Sobre los dos significados de este verbo en hebreo, ver 4:26, nota.
5:9 A otros. El marido de la adúltera será cruel en la explotación de la oportunidad para la
extorsión y el escándalo, hasta que nada quede de lo que a la víctima le llevó años en acumular.
5:12 ¡Cómo pude aborrecer! Económicamente en la ruina, quebrantado físicamente, caído en
desgracia socialmente, el galanteador siente pesar lleno de remordimiento por no haber ”atendido a
la voz de mis maestros” (v. 13).
5:14 Al borde de la ruina. El adulterio era una ofensa capital en Israel. (Lv 20:10; Dt 22:22; Ez
18:10–13)
5:15 Bebe el agua. Con palabras desinhibidas y arrobadoras, que se asemejan al lenguaje sin
empacho del Cantar de Cantares, el sabio habla en favor de la “satisfacción” de las relaciones
sexuales legítimas. El pozo, manantial, y “fuentes” de los que debe provenir la satisfacción sensual, es
“la esposa de tu juventud”, es decir, la esposa con la que el esposo se casó en su juventud. (Comp. Cnt
4:12, 15)
5:16 Tus fuentes. Tu progenie.
5:21 La vista del SEÑOR. Los patrones de castidad y fidelidad marital no son establecidos por la
sociedad. Ni el consentimiento a hacer lo malo lo convierte en bueno. Lo que un hombre hace
sexualmente, queda bajo el escrutinio y el juicio de Aquél que los creó “hombre y mujer” (Gn 1:27).
Por amonestaciones en el N. T., ver 1Co 6:18; 2Ti 2:22; 2P 1:4.
6:1–35 En este capítulo el hijo recibe otras dos lecciones en sabiduría. La primera (vv. 1–19)
consiste en cuatro preceptos en espacios separados pero relacionados entre sí, que tienen que ver con
un comportamiento prudente que ilustra la “gran insensatez” (5:23): (1) No arriesgues la pérdida de
todo lo que posees en inversiones especulativas (vv. 1–5); (2) en vez de perder el tiempo con
proyectos de cómo hacerse rico rápida y fácilmente, aprende de la hormiga cómo ser industrioso, y
de este modo a proveer para el futuro (vv. 611); (3) no incurras en el castigo señalado para la
destrucción de la buena reputación y la provocación de disensiones (vv. 1215); (4) evita dañar a tus
semejantes de ninguna de las maneras ejemplificadas por las siete ofensas que le son detestables al
SEÑOR (vv. 16–19). En la segunda agrupación de instrucción el hijo es instado a tener presente
siempre el mandamiento del padre y la enseñanza de la madre, de no ser la víctima de una adúltera
seductora, una insensatez por la que se destruye a sí mismo.(vv. 20–35)
6:1 Salido fiador. Obviamente el hijo no recibe la instrucción de “volverle la espalda al que quiera
tomar de ti prestado”, o de ignorar el mandamiento de prestarle a alguien necesitado, incluso sin
interés (Mt 5:42; Éx 22:14; Lv 25:35 y s.). La clase de fianza de que se trata, parece referirse a un
contrato con prestamistas profesionales o “comerciantes” (Ez 27:27), por el que un inversionista
firmaba un pagaré. El libro de Proverbios advierte repetidas veces contra tales transacciones
arriesgadas. (11:15; 17:18; 20:16; 22:26 y s.; 27:13)
6:3 Ve corriendo. Trágate tu orgullo e importúnalo para que te libere de tu compromiso.
6:6 Fíjate en la hormiga. Con respecto a algunas cosas el hombre es más estúpido que los
animales (Job 12:7 y s.; ver también Pr 30:24–28; 1R 4:33). Para llegar a ser sabio, debe ser advertido
contra la indolencia innumerables veces. (10:26; 13:4; 15:19; 19:24; 20:4; 21; 25; 22:13;24:30–34;
26:13–16)
6:10 Un corto sueño. Hay ironía en la voz del maestro. El haragán siempre necesita un poco más
de descanso cuando es llamado a trabajar. Su frívola excusa se repite en 24:33 y s.
6:13 Hace guiños. Un gesto en boga en aquel tiempo, de señalar de un modo insinuante hacia la
persona difamada.
6:15 Destruido, y no podrá evitarlo.“Hay un Dios que juzga” (Sal 58:11) también la calumniosa
habladuría que destruye la reputación de un hombre.
6:16 Detestables. Los pecados mencionados no sólo son ofensas contra la sociedad, sino también
cosas que el SEÑOR aborrece. Por los números seis y siete, ver Job 5:19, nota.
6:24 La mujer malvada. Ella es una “mujer ajena” infiel. El hijo no será engañado por su lengua
seductora y su belleza, acrecentada por maquillaje facial, si se mantiene obediente a la enseñanza
paterna.
6:26 Pedazo de pan. Esta oración puede ser traducida: “Por causa de una ramera el hombre queda
reducido a un pedazo de pan”, esto es, a una existencia pobre. Ambas versiones señalan que las
relaciones sexuales con “la mujer ajena” tienen consecuencias más desastrosas que unirse a una
ramera, cuyo honor nadie defenderá. El adúltero despoja al marido de una posesión preciada, por la
que éste “no aceptará nada (de dinero) en desagravio” (v. 35), cosa que sí haría en el caso del hurto de
sus pertenencias.
6:30 Al ladrón.“Si lo atrapan”, debe purgar la condena completa por su crimen, aunque puede
haber sido impelido a hurtar por hambre. “El que comete adulterio” (v. 32) no sale bien parado con
facilidad. Podrá amontonar “muchos regalos”, pero no aplacará “los celos” del esposo. (vv. 34 y s.)
7:1–27 El capítulo entero está dedicado a otra advertencia contra el adulterio (comp. c. 5; 6:20–
35). No es superfluo. La inmoralidad, cometida en nombre del amor, ejerce un atractivo
particularmente engañoso para los inexpertos y los jóvenes (v. 7; comp. 1:4, nota). Para que el hijo no
sea atraído por palabras seductoras a las garras de una adúltera (v. 5), debe abrazar las enseñanzas de
la sabiduría y permanecer asido de ellas (vv. 1–5). Para fortalecerlo contra el peligro de caer víctima
de esta tentación insidiosa, se recalcan la astuta estrategia y el seductor encanto de la tentadora, en una
dramática exhibición de un encuentro entre ella y una víctima ingenua (vv. 6–23). La moraleja que los
hijos han de extraer de esto, queda resumida en una breve instancia a no extraviarse por sus caminos,
en los que innumerables víctimas han muerto. (vv. 24–27)
7:2 La niña de tus ojos. Comp. Sal 17:8, nota; Dt 32:10.
7:8 Se encaminó. Vagando por la ciudad, se encuentra sobre el camino que lleva a la casa de ella.
7:10 Apariencia de una prostituta. Comp. Gn 38:14 y s. Ella tiene solapadas intenciones, o más lit.
“cautelosa de corazón”, quiere decir: ella guarda sus intenciones escondidas mediante palabras y
acciones engañosas.
7:14 Sacrificios de comunión. Con la pretensión de ser religiosa, ella ceba la trampa con la
promesa de que está preparando una comida exquisita con la carne de un sacrificio que debía ser
comido en casa sin demora. (Lv 7:15)
7
:20 La bolsa del dinero. El esposo no los sorprenderá. Ha emprendido “un largo viaje” para llevar
a cabo muchas transacciones comerciales.
7:22 En seguida. En un súbito, impensado impulso. El versículo continúa comparando al joven
embaucado con una víctima que va camino al matadero. No hay resistencia a la ruina inminente, ni
posibilidad alguna de escapar de ella.
8:1–36 La instrucción en un comportamiento de vida prudente alcanza aquí un clímax. En
encumbrados vuelos de imaginación poética, se le aplica a la sabiduría la forma de una mujer etérea
de cualidades nobles (1:20, nota), la antítesis de la ordinaria “adúltera” descripta en el c. 7. En
contraste con las seducciones susurradas a todo viajero, la sabiduría grita a voz en cuello desde las
terrazas en dirección a la muy transitada plaza de la ciudad, con la esperanza de llegar a la audiencia
más numerosa posible (vv. 1–5). La mujer inmoral, acechando desde las sombras, es tortuosa y falaz;
no hay maldad ni doblez en las cosas importantes que habla la sabiduría (vv. 6–9). Frecuentar la casa
de la adúltera era poco menos que “ir derecho al sepulcro” (7:27); los que aman la sabiduría, según
queda ejemplificado en el gobierno de reyes buenos, obtienen bienes duraderos (vv. 10–21). No hay
duda de que la sabiduría puede producir fruto… mejor que el oro fino (v. 19). Es la creación
primordial de Dios, un principio cósmico misterioso por el cual él planeó el universo, dejó que
emergiese del caos, y lo guarda de la desintegración (vv. 22–31). Siendo que la sabiduría opera tan
infalible e indefectiblemente como las leyes de la naturaleza, suplica a los hijos a no descuidar sus
enseñanzas, si es que quieren ser dichosos (vv. 32–36). Por el propósito profético de la sabiduría
personificada, ver Introducción, “Valor”.
8:4 Hombres… toda la humanidad. Traducido “débiles como poderosos” en Sal 49:2. La obtención
de la sabiduría no queda restringida a un círculo exclusivo de filósofos.
8:5 Los inexpertos. Comp. 1:4, nota.
8:12 Convivo con la prudencia. El producto secundario de la asociación cercana con la sabiduría,
es que “infunde sagacidad en los inexpertos”. (1:4)
8:13 Teme al SEÑOR. Comp. 1:7 nota; 2:5.
8:14 El consejo… el entendimiento… el poder. El rey mesiánico está equipado con estos dones de
sabiduría, que lo habilitan para reinar “con justicia” y “dar un fallo justo”. (Is 11:2–4)
8:18 Prosperidad. La palabra hebrea ordinariamente tiene el significado de “justicia”, como en el
v. 20 y 10:2. Si aquí se traduce así, afirma que la prometida riqueza no necesita ser adquirida por
medios injustos.
8:19 Fruto. La sabiduría es llamada “árbol de vida” en 3:18; ver también 8:35.
8:22 Me dio la vida. No es la palabra en hebreo que generalmente se utiliza para señalar la
actividad creadora de Dios; se usa en el título “Creador del cielo y de la tierra” (Gn 14:19, 22; comp.
Dt 32:6; Sal 139:13). La sabiduría en favor de la que se habla en el libro de los Proverbios, no es la
maquinación de hombres falibles. Su validez deriva de él, de Dios, quien no produjo nada que no
fuera “muy bueno”. La sabiduría es tan confiable como las leyes de la naturaleza, porque es la
personificación mediata de los principios que operaban cuando el Creador “afirmó la tierra… (y)
estableció los cielos” (3:19; Sal 104:24; 136:5; Jer 10:12). Por la terminología poética que describe el
origen del universo, ver Job 38; Sal 104.
8:26 El polvo. Un sustantivo plural en hebreo, para indicar las incontables partículas que
conforman la sustancia del mundo habitable. (Is 40:12)
8:27 Horizonte.(RV Cuando trazaba el círculo.) Traducido “cielo” en Job 22:14; pero ver Is 40:22.
8:28 Estableció. El texto hebreo tiene sentido si se traduce: “Cuando las fuentes del abismo eran
fuertes”, es decir, en su amenaza de inundar de nuevo la tierra seca.
8:30 Yo, afirmando. La lectura alternativa “niño pequeño” sugiere que Dios se llenaba de alegría
con la perfección de su obra, así como uno la encuentra en un niño juguetón. Lo que él hizo “con
sabiduría” (3:19) era el origen del regocijo.
8:32 Y ahora. La sabiduría que actúa en el mundo físico, es una fuerza determinante de no poca
importancia en el orden moral mundial, que uno deja de tomar en consideración a costa de la propia
vida de uno.
9:1–18 El último capítulo en la primera gran división del libro de los Proverbios (ver
Introducción “Bosquejo”) se presenta en la forma de una prueba de verdaderofalso, dando por
terminadas las unidades poéticas de instrucción en la sabiduría (cc. 1–8). Una de dos formas de vida,
opuesta una a la otra, debe ser elegida. Ambas son representadas figuradamente como mujeres; cada
una de ellas hace la misma invitación a los transeúntes de venir y participar de un banquete listo para
ser consumido (vv. 4, 16). La primera en competir por invitados en su casa es Doña Sabiduría (vv. 1–
6). Comer y beber lo que ella tiene para ofrecer, prolonga la vida (v. 11). Su rival es Doña Necedad.
Ella puede ofrecer solamente aguas robadas y pan que debe ser comido a escondidas. Al comienzo,
su vianda sabe engañosamente a gloria y miel; al final queda probado que es veneno letal (vv. 13–18).
Un grupo de proverbios que son de peso en la elección que ha de hacerse, separa las llamadas de las
dos anfitrionas. Pedirle al burlón que acepte la invitación correcta, es un esfuerzo inútil y que no
cuenta con agradecimiento, en tanto que el sabio, motivado por el temor del SEÑOR, le da la
bienvenida a toda oportunidad de llegar a ser más sabio. Todo individuo debe decidir cuál será su
curso de acción. (vv. 7–12)
9:1 Siete pilares. La sabiduría, su perfección y muchas facetas señaladas por la forma plural del
sustantivo hebreo (como en 1:20; 24:7), no es la figura cósmica personificada del capítulo anterior.
Aquí es una mujer saludable que habita una casa imponente. Tiene una sala sostenida por siete
pilares, o sea., de acuerdo con los requerimientos de una morada espaciosa y confortable.
9:5 Vengan. La invitación hecha por las “doncellas” de la sabiduría se oye nuevamente en la
parábola de Jesús del banquete de bodas. (Mt 22:1–14; Lc 14:15–24)
9:7 Burlón. Deliberada y maliciosamente se burla de la sabiduría, amontonando desprecio sobre
cualquiera que lo corrige o reprende.(15:21; 21:24; Sal 1:1)
9:10 Temor del SEÑOR. Comp. 1:7, nota.
9:13 Escandalosa. La caracterización tiene implicancias que ya se oyeron en la descripción de la
mujer vulgar en el c. 7. (Comp. 7:11)
9:17 Aguas robadas. Para la naturaleza pecaminosa del hombre existe una demoníaca atracción en
el goce de lo que es robado, o lo que se come a escondidas por tratarse de fruta prohibida. (20:17)
9:18 La muerte. Comp. 2:18, nota.
La sección que comienza aquí y termina en 22:16, consiste de 375 proverbios en nuestro sentido
del término, quiere decir, máximas breves y dichos enérgicos (ver “Bosquejo”). En la mayoría de los
casos son la esencia de una observación perspicaz producto de la experiencia. Sin embargo, son más
que reglas nacidas del sentido común respecto de lo que es provechoso para la vida. Los nueve
capítulos precedentes de cortos ensayos sobre la sabiduría, les dan un entorno que borra la distinción
entre lo secular y lo sagrado. Lo que es bueno tiene su norma y su motivación en “el temor del
SEÑOR” (1:7; 9:10). Las personas cometen la más grande necedad y se destruyen a sí mismas cuando
hacen lo que es “detestable” (3:32; 6:16: 8:7); son verdaderamente sabias cuando “honran al SEÑOR”
(3:9 y s.). Este orden de las cosas siempre da resultado, incluso cuando pueda parecer que por un
tiempo la sabiduría no es recompensada, y la necedad queda sin recibir su castigo.
El libro de los Proverbios también hace a un lado la noción de que un israelita no necesitaba
hacer otra cosa para estar bien con Dios, que cumplir con los gestos de las ceremonias rituales. Las
detalladas leyes levíticas de adoración tienen un duplicado complementario en los requerimientos de
una vida diaria piadosa, inculcados mediante la forma pedagógica de dichos proverbiales. No dejan
duda en cuanto a que sea lo que fuere lo que un hombre pensaba, decía y hacía cada día y momento de
su vida, era santo o profano, una acción de fidelidad al pacto, o rebeldía. Según queda declarado
categóricamente en el Decálogo, la primera clase de comportamiento contaba con la promesa de
bendición; la otra incurría en una maldición.
La sabiduría, así definida, es el cordel sobre el que van ensartadas selectas perlas de instrucción.
No se intenta agruparlas en un sistematizado arreglo de temas. Sin embargo, son semejantes en la
forma. Cada una está vaciada en el molde literario de la misma clase de paralelismo poético, que
consiste de dos líneas, de las cuales la segunda casi invariablemente rima con la primera, al ser
repetida en una declaración antitética.
10:1 Proverbios de Salomón. Ver Introducción, “Autor”.
10:4 Atraen riquezas. Las riquezas son una bendición de Dios. Son perniciosas sólo cuando son
“mal habidas” o convertidas en objeto de confianza engañosa. (vv. 2, 22; 3:16; 11:4, 18, 28; 13:22)
10:6 Encubre violencia. Repetido en el v. 11. Los malvados no divulgan sus planes perversos, para
caer sobre su víctima por sorpresa.
10:8 El necio. Lit. “uno de labios necios”.
10:10 Guiña. Dando a entender doblez.
10:12 El amor cubre. Comp. 17:9; 1P 4:8; 1Co 13:7; Stg 5:20.
10:13 Garrotazos. Los necios deben ser contenidos con “azotes”. (19:29; 26:3)
10:15 Baluarte. Repetido en 18:11. Así como los muros de una ciudad fortificada proveen
seguridad contra la invasión, del mismo modo la riqueza es protección contra las penalidades
resultantes de la pobreza.
10:18 Disimula. Este versículo es uno de los pocos en esta sección del libro donde la segunda
línea completa el pensamiento de la primera con una aserción positiva y no antitética.
10:21 Orientan a muchos. Los justos satisfacen la necesidad que otros tienen de un buen consejo.
10:23 Se divierte. La mala conducta provee diversión al necio.
10:26 Vinagre… humo. Causas de irritación.
11:1 Aborrece… aprueba. Casi todos los proverbios tienen que ver con las relaciones humanas.
Pero el bien y el mal no se determinan simplemente mediante un contrato social. La manera como un
hombre trata a su semejante es un aborrecimiento o una aprobación para Dios, quien ha establecido
reglas absolutas de conducta también en el aspecto de la vida en comunidad (11:20; 12:22; 15:8 y s.,
26, etc.). El legislador no es, sin embargo, un observador indefenso, complacido cuando las acciones
del hombre son buenas, disgustado cuando son malas. Ejecuta castigos por infracción a sus leyes, y
recompensa el cumplimiento de las mismas. Una verdadera ventisca de proverbios gira en torno a
estas verdades. La proliferación y la reiteración se hacen necesarias por varias razones: (1) Los
hombres son muy propensos a actuar de tal modo como que en las cosas seculares no hubiese
reglamentos y sanciones que derivan su validez del todopoderoso hacedor de cielos y tierra. (2) Esta
noción es muy difícil de erradicar, porque con frecuencia los malvados parecen ser bendecidos con
las cosas buenas de la vida, en tanto los justos se consumen en degradación, pobreza y debilidad.
Hacen falta cientos de proverbios para mantener fresca en la memoria de hombres cortos de vista la
realidad de que Dios mantiene un orden moral a nivel mundial, pese a todas las apariencias en contra.
(3) Los hombres creen con frecuencia que tienen motivos para dudar de la equidad del gobierno de
Dios, porque suponen que pueden dictarle cómo, cuándo y dónde administrar justicia. Él se ha
reservado para sí mismo el derecho de fijar el modo, tiempo y lugar apropiados para bendecir a “los
que tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5:6) y, por el contrario, dejar que los malvados sufran
aflicción. (4) Hay una profusión tan grande de proverbios, además de éstos, como para dejar en claro
que el principio del bien y del mal se aplica a todos los aspectos de la actividad humana.
Balanzas adulteradas. Lit. “balanzas de engaño”. Explícitamente prohibida por ley, y denunciada
por los profetas (Lv 19:35; Dt 25:15; Am 8:5; Mi 6:11), la deshonestidad en los negocios ha sido una
tentación tan atractiva en el lejano pasado como lo sigue siendo hoy. (16:11; 20:10, 23)
11:4 Ser rico. Comp. 10:4, nota. No importa lo inmensa que sea, la riqueza no puede comprar la
inmunidad frente a la justicia distributiva. (Comp. Lc 12:16–21; 16:19–31)
11:8 Calamidad. El hecho de que se per-mite que los justos pasen por circunstancias penosas y
deban ser salvados, no impugna la justicia y la benevolencia de la providencia divina, tal como lo
aclaran con mayores detalles el libro de Job y salmos como el 37 y 73.
11:15 Fiador. Comp. 6:1, nota.
11:16 La mujer bondadosa. La alabanza a una mujer ejemplar es cantada in extenso en 31:10–31,
pero vea también 12:4; 18:22; 19:14; 21:9; 25:24. Aquí se contrasta su suave encanto por el que
obtiene honor, con la tácticas de la fuerza bruta, por medio de las cuales los hombres violentos ganan
riquezas. La Septuaginta añade tres líneas al texto, las cuales están incorporadas en algunas versiones.
11:19 Obtiene la vida… la muerte. El sucinto texto hebreo tiene “sólo a la vida” y “a la muerte”, es
decir, el justo y el malvado van en seguimiento de un curso que conduce respectivamente a la vida y a
la muerte.
11:22 Argolla de oro. Usadas por las mujeres en el dedo, pero también en la oreja y la nariz
(25:12; Gn 24:22; Is 3:21), las joyas son tan inapropiadas en el hocico de un cerdo como la ausencia
del buen gusto y el refinamiento lo es en una mujer bella.
11:25 El que reanima. Una comparación basada sobre el uso de la irrigación. Cuanta más agua se
utiliza, tanto más abundante es la cosecha.
11:28 El follaje. Comp. Sal 1:3; 92:12 y ss.
11:29 Sirviendo. Pese a la tacañería del necio, su tesoro queda sólo lleno de viento. Al final se ve
forzado a ganarse la subsistencia al servicio del sabio.
11:30 Violento. El texto hebreo tiene sentido si se traduce: “El que es sabio salva vidas”, es decir,
coloca a la gente bajo su influencia, convirtiéndose así para ellos en un árbol de vida.(3:18; 15:4)
12:1 Disciplina. Se tiene en mente la clase de “instrucción” (1:2, 7, 8; 4:13, etc.) que censura y
corrige el comportamiento equivocado, con el propósito de contener la tendencia a continuar en él.
En 16:22 se traduce “castigo”.
12:4 La mujer ejemplar. Ver Rt 3:11, donde la misma frase se traduce “una mujer de valor”. Una
mujer desvergonzada destruye a un hombre con tanta seguridad como la carcoma, o sea, una
enfermedad mortal, va carcomiendo el tuétano de sus huesos.(Comp. 14:30; Job 13:28)
12:8 Sabiduría. Necesaria para decidir el curso de acción correcto.
12:9 Don Alguien. Ser tal asumiendo una fachada falsa. La cláusula un Don Alguien, puede ser
traducida “quien tiene un sirviente”. El sentido es entonces, que un hombre puede, bajo circunstancias
modestas, tener a alguien que trabaje para él; pero si es sabio, no hará un profuso despliegue de
riqueza que no posee.
12:10 Sueña despierto. Repetido casi palabra por palabra en 28:19. Es aconsejable una labor
honesta, más bien que algún proyecto de hacerse rico rápidamente, que termina en bancarrota.
(Comp. 6:1, nota)
12:12 Prospera. El versículo se torna comprensible si se traduce: “El malo desea lo que los
hombres malvados tratan de atrapar, pero la raíz de los justos produce (frutos)”. El contraste está
entre lo que los malvados codician por medios astutos y violentos, y las cosas buenas que prosperan
naturalmente en las vidas de los justos.
12:21 Ningún daño. Comp. Sal 91:10, nota.
12:26 Es guía de su prójimo. El texto hebreo arroja esta traducción: “Una persona justa está en
mejor posición que su prójimo”, cuyo destino queda descrito en la línea siguiente.
12:27 Atrapa. Este verbo hebreo no aparece en ningún otro lugar en el AT. El perezoso no se
mueve para conseguir lo que necesita. La segunda línea del versículo marca el contraste: “El diligente
ya posee una gran riqueza”.
12:28 Se evita la muerte.(RV En sus caminos no hay muerte). Una traducción alternativa dice: “Y
su camino lleva el cartel ‘no; hay muerte’”. La justicia no conduce a la muerte.
13:8 Pone a salvo su vida. En el texto hebreo las últimas palabras de este versículo son idénticas al
final del v. 1: “No hace caso a la reprensión”. El sentido podría ser que el hombre rico es la víctima
de una extorsión o de un secuestro, porque para ser puesto a salvo puede pagar a los que lo
atormentan, quienes, sin embargo, no ven que sea provechoso hacerle exigencias amenazadoras al
pobre.
13:9 Brilla radiante. Así como se dice que el rostro de un hombre feliz brilla radiante, del mismo
modo los justos son una luz, que arde con fuerza y esparce alegría en todo su entorno. (4:18 y s.; Job
29:2 y s.; Sal 18:28; 97:11; 112:4)
13:11 Dinero mal habido. Lit. “riqueza de vanidad”. Los hombres que se enriquecen de la noche a
la mañana mediante proyectos especulativos, pueden convertirse en pobres con la misma rapidez.
Poco a poco (lit. “por una mano”) indica la acumulación más gradual de riqueza mediante trabajo
duro o inversiones honestas.
13:12 Esperanza frustrada. El fracaso o la demora en hacer realidad las aspiraciones de uno, lo
convierte en un enfermo cardíaco. El logro, por otro lado, tiene el efecto vigorizador de comer del
árbol de la vida.(3:18, nota).
13:13 La instrucción. El menosprecio de la voluntad revelada de Dios resulta en desastre.
Desdeñarla significa incurrir en la responsabilidad de una deuda que, a costa de la vida misma, debe
ser pagada hasta “el último centavo”. (Mt 5:26)
13:15 No cambia.(RV es duro). Esta frase reemplaza una palabra en el texto hebreo que significa
“constante, perpetuo”. El camino de los que son infieles a la sabiduría no lleva el fruto del aprecio
entre los hombres, sino que no cambia, vale decir, queda estéril, improductivo.
13:24 No corregir. No corregir y echar a perder al hijo (19:18; 22:15; 23:13 y s.; 29:15, 17). Los
educadores modernos podrán aconsejar otros métodos de contener a un niño. Pero queda en pie la
realidad de que los padres les prestan a sus hijos un servicio de amor si proveen una formación
basada sobre la firmeza y el principio de la disciplina.
14:1 Sabia. Tal como en el c. 9, la sabiduría es personificada. Allí Doña Sabiduría queda
contrastada con Doña Necedad, la que sale de su casa para atraer a los desprevenidos a su
condenación. Aquí se compara a la sabiduría con la señora de la casa que incrementa el bienestar de
su hogar, mientras que la necia… la destruye.
14:3 Arrogancia. A causa de su forma sucinta y comprimida, algunos proverbios no se entienden
con facilidad. Si en este versículo se deja el texto original sin cambios, surge la siguiente traducción
interpretativa: “En la boca de un necio hay un renuevo (brotando) de orgullo, pero los labios de los
sabios los preservan (de arrogancia)”. La palabra hebrea para “renuevo” aparece nuevamente sólo en
Is 11:1, donde dice que “brotará… del tronco de Isaí”.
14:6 No la halla. La persona que se burla de Dios, no hallará sabiduría, porque desdeña “el temor
del SEÑOR”, “el principio del conocimiento”. (1:7)
14:12 Muerte. La forma plural “muertes” en hebreo, sugiere que hay muchos senderos que se
desvían del único camino recto, y que todos terminan en desastre.
14:13 Alegrías… tristeza. Risas y lágrimas, alegrías y penas, muchas veces éstas se suceden
rápidamente una a otras.
14:17 Prudente. La palabra hebrea se utiliza en un buen sentido en 1:4; 2:11; 3:21; 8:12. Pero en
otros contextos puede indicar también una reflexión dirigida a hacer lo indebido. Si aquí tiene el
sentido de “intrigas” (como en 12:2; 24:9), entonces el versículo apunta a que la persona iracunda
comete locuras, y el hombre intrigante “es aborrecido”.
14:22 Amor y verdad. Comp. 3:3, nota.
14:24 Su sabiduría. El texto sin alteraciones de este versículo dice: “La corona de los sabios es su
riqueza, pero la necedad de los necios (sigue siendo) necedad”. Siendo éste, aparentemente, uno de
los “enigmas” empleados para enseñar sabiduría (1:6, nota), tiene sentido si se lo explica así: Las
riquezas coronan los esfuerzos de los sabios, mientras que la necedad no produce otra cosa sino
necedad.
14:30 Al cuerpo. La salud mental y física interactúan. Una furia que causa gran detrimento y que se
menciona frecuentemente, es la envidia. (6:34; 27:4)
14:31 Su Creador. Ser bondadoso con los semejantes no es sólo un gesto humanitario. Las
relaciones humanas son la preocupación de Aquél que creó a todos los hombres, tanto a los pobres
como a los ricos. (Job 31:13 y s.; Pr 17:5; 19:17; 22:2; Mt 25:34–40)
14:33 Ni siquiera la conocen. El versículo describe un contraste entre el corazón de los sabios y
los necios, que queda expresado en una cantidad de otros proverbios (10:14; 12:23; 13:3): La
sabiduría actúa calladamente en el primero, mientras que los otros parlotean acerca de lo que
consideran como sabiduría.
15:2 Destila. El verbo en el texto hebreo dice que los sabios prestan su lengua para el buen uso de
diseminar conocimiento, en contraste con la boca de los necios, la que escupe necedades.(vv. 7, 23;
16:21)
15:4 Lengua que brinda consuelo. Más lit. “Cuando sana, una lengua es un árbol de vida”. La
palabra insidiosa se traduce “hipocresía” en 11:3.
15:7 El corazón. El corazón determina la clase de palabras que los sabios pronuncian.
15:8 Ofrendas. Las ceremonias externas no son, por sí mismas, aborrecibles al SEÑOR. Sin
embargo, es oportuna una advertencia sobre el peligro de utilizarlas como un pretexto para la
maldad.
15:10 Descarriado.(RV el camino). La misma palabra es traducida “senda” y definida como “la
senda… de la vida” en 12:28.
15:11 Sepulcro… muerte. Comp. Job 26:5, nota; ver también Sal 139:8; Pr 27:20.
15:16 Poco. Comp. 16:8; 17:1; Sal 37:16.
Angustias. Cuando se adquieren grandes riquezas mediante métodos deshonestos y opresivos, las
víctimas despojadas levantarán una gritería perturbadora contra el abuso atroz.
15:17 Verduras. No necesariamente con propiedades medicinales. Se refiere a cualquier plato de
verduras o legumbres. (Dt 11:10; 1R 21:2)
15:25 Linderos de las viudas. Las viudas representan la clase de personas a quienes los soberbios
fácilmente pueden embaucar o robarles sus posesiones. (22:28; 23:10 y s.; Dt 19:14; Sal 94:6; 146:9)
15:26 Palabras puras. El texto hebreo dice: “Pero limpias son las palabras de deli-cia”. Así como
sólo eran aceptables al Señor las ofrendas de animales ritualmente limpios, del mismo modo “las
palabras amables” (16:24) le agradan, mientras que aborrece los planes de los malvados.
15:30 Una mirada radiante. Una mirada vivaz y alegre envía rayos de gozo a los corazones de los
demás.
15:33 Humildad. Uno debe aprender primero a encorvarse bajo la “corrección” del Señor, a fin de
adquirir la actitud correcta que lo haga merecedor de la honra de los demás.
16:1 El hombre propone. Los primeros nueve versículos de este capítulo se agrupan alrededor de
una realidad relevante: El hombre propone, pero Dios dispone. Ya desde el principio debe recordarse
que incluso la capacidad de pensar, y la habilidad de expresar un pensamiento en palabras, las
propone el hombre solamente porque las ha recibido de Dios.
16:4 Hasta el malvado. Dios no crea un hombre con el propósito de destruirlo (comp. Éx 9:16,
nota; Ro 9:17). Sin embargo, nada sucede por casualidad o por malentendidos respecto de los
propósitos de la providencia divina. Por tanto, los malvados no son tampoco los dueños de su
destino. Inevitablemente vendrá un día del desastre cuando la decretada justicia distributiva los
alcanzará. Ver también Gn 50:20; Is 10:5 y ss.
16:6 Se perdona. Ver 10:12; 17:9. Con amor y verdad un hombre ha de hacer reparaciones por el
daño hecho a su semejante. Haciendo esto, se evitará el mal desde un principio si el temor del SEÑOR
gobierna el corazón.
16:10 Del rey. En Israel el rey debía gobernar como el representante de Dios (comp. notas de Sal
2; 110). Cuando se colocaba a la altura de esa responsabilidad, era el representante, administrador, y
guardián de un modo de vida sabio. Sus decretos tenían la validez de un oráculo profético; sus
decisiones promovían la justicia divina. Desafortunadamente los reyes de Israel no estuvieron a la
altura de este ideal. (28:15; 29:12; 31:3–5)
16:16 Más vale… que oro. Los versículos siguientes expresarán en palabras que la sabiduría es
mucho mejor que el oro o la plata.
16:21 Saber. Traducido “saber” (1:5) y “enseñanzas” (4:2). Cuando la sabiduría es sustentada por
labios convincentes, más dispuestos estarán los hombres a quedar convencidos de su valor.
16:25 Muerte. Ver 14:12, nota.
16:26 Lo obliga a trabajar. Por naturaleza el hombre está constituido de tal modo que el hambre
lo obliga a esforzarse, si no quiere morir extenuado. Esta observación confirma las advertencias de
la sabiduría contra la pereza. (6:6–11; 24:30–34)
16:30 Guiña. Esté en guardia contra el hombre cuyas expresiones faciales traicionan sus astutos
planes que traman algo perverso.
16:31 Las canas. Dios corona el camino de la justicia con “muchos años”. (3:2; 10:27; 11:19, etc.)
16:33 Las suertes. Son echadas por manos humanas, pero Dios determina el veredicto que
resultará. Respecto del uso de echar suertes, ver la nota sobre el urim y el tumim Éx 28:15, 30;
también Nm 26:55; 33:54; Pr 18:18.
17:1 Banquete donde hay discordia. Lit. “Sacrificios con discordia”. La carne de los sacrificios
que se comía en los domicilios hacía que la comida fuese una ocasión festiva, porque había una
existencia muy escasa de carne. Sólo un hombre rico podía permitirse hacer banquetes.
17:2 Gobernará. El siervo sabio podía esperar ser manumitido por su señor, y recibir autoridad
para gobernar al hijo sinvergüenza. Por ejemplos de siervos que se ganaron la estima de sus
superiores y fueron recompensados por ellos, ver Gn 15:2; 24:2; 39:2–6; 2S 16:4.
17:3 Crisol. Así como la plata y el oro son purificados de escoria, del mismo modo el Señor pone
a prueba las mentes y el corazón de los hombres, en procura del metal de devoción de absoluta
pureza. (27:21; Sal 7:9; 17:3; 66:10; Jer 6:27; 9:7; 1P 1:7)
17:6 Orgullo de los hijos. Es verdaderamente gratificador si los hijos pueden enorgullecerse del
carácter y los logros de su padre.
17:7 Lenguaje refinado. Uno no debe esperar un discurso sobresaliente en sabiduría, en labios de
un necio. Mucho más fuera de lugar está la mentira en labios de una persona de carácter noble.
17:8 Vara mágica. Un soborno obra como una vara mágica sobre quienes lo aceptan, tildados
como “malvados” en el v.23.
17:14 Romper una represa. Un agujero en una represa debe ser taponado mientras es pequeño,
para que no llegue a convertirse en el canal de una inundación devastadora. Del mismo modo una
pelea, si no se la detiene al iniciarse, va creciendo en vehemencia y destructividad.
17:16 Adquirir sabiduría. La sabiduría no puede adquirirse mediante una inversión impersonal de
dinero. Solamente un deseo interior por tenerla es moneda corriente cuando uno se propone
comprarla.
17:17 En la adversidad. Un amigo, si verdaderamente lo es, estará preparado en todo tiempo para
actuar como amortiguador contra la adversidad de un hermano.
17:18 Fiador. Comp. 6:1, nota.
17:19 Abre mucho la boca. Vivir a lo grande y ostentosamente despierta la envidia de los demás, y
acarrea la ruina.
17:23 Soborno en secreto.(RV soborno del seno). Los pliegues de la vestimenta que sirven como
bolsa. (6:27)
17:27 Controla sus impulsos. No pierde los estribos.
18:1 Egoísta. El versículo insiste en la experiencia común si se lo traduce: “Quien se separa (de
otros) busca la gratificación de su (propio) deseo (10:24; 11:23); se rebela contra toda sana
sabiduría”. Todo aquel que se declara a sí mismo independiente de las restricciones sociales, en
realidad se esfuerza por dar rienda suelta a los impulsos egoístas y, como resultado de esto, hace que
sean imposibles las relaciones pacíficas con los demás.
18:2 Su propia opinión. Un necio carece del suficiente conocimiento como para esconder,
mediante el silencio, su falta de discernimiento. Revela su necedad al hablar torpezas.
18:8 Lo más íntimo. Unos bocados escogidos de calumnia, devorados ansiosamente, dejan una
profunda impresión.
18:11 Ciudad amurallada. Comp. 10:15, nota. Cuando un rico pone su confianza en la riqueza en
vez de ponerla en el Señor (v. 10), puede resultar que la protección que busca exista sólo “en su
imaginación”.
18:12 Humildad. Comp. 15:33, nota.
18:14 Podrá levantar. Un hombre puede mantenerse firme ante el sufrimiento físico; pero cuando
su ánimo está abatido, se derrumba.
18:16 Se abren. Una persona generosa hace amigos. La buena voluntad que genera abre caminos
para su progreso.
18:18 Echar suertes. Comp. 16:33, nota.
18:19 El hermano ofendido. El texto hebreo arroja otro sentido si se traduce: “Un hermano
ofendido es más difícil (de ganar) que una ciudad amurallada; los litigios (entre hermanos) son como
una tranca en las puertas de una ciudad”. Es una observación comprobada que la reconciliación se
hace más difícil cuanto más emparentadas están las partes en discusión.
18:20 Sacia. Cosechamos lo que siembran nuestras palabras. (12:14; 13:2; 18:21)
18:24 Amigos. Hay personas que cortarían a un amigo en trozos si les resultara ventajoso. Una
experiencia de esta naturaleza no debe, sin embargo, conducir al cinismo. Es posible encontrar un
amigo que se mantenga fiel, cueste lo que costare. (17:17; 1S 18:1–3)
19:1 Pobre. El hombre pobre que se niega a violentar su conducta intachable para enriquecerse,
vale más como persona que aquél que condesciende al embuste. Este último también es un necio al
pensar que la ganancia mal habida trae felicidad.
19:4 Riquezas. Comp. 14:20.
19:6 Quienes reparten regalos. Una palabra en hebreo traducida “príncipe” y “honorable” (8:16;
17:7, 26; 25:7). Pueden comprar gratitud y amistad con regalos.
19:7 Lo aborrecen. Porque continuamente implora por ayuda.
Los busca. El v. 7 consiste de tres líneas, mientras que todos los proverbios en esta sección del libro
están limitados a dos. Por ninguna parte los encuentra puede ser traducido: “Pero ellos no están”,
quiere decir, lo evitan para estar lejos de su súplica persistente.
19:10 Vivir entre lujos. La abundancia no le va bien, porque sólo le proveería los medios para
hacer un despliegue más extravagante de su necedad. Así también es muy poco probable que un
esclavo, quien sin pensar obedece órdenes, supiera cómo reunir autoridad administrativa para
gobernar los asuntos de los príncipes.
19:13 Gotera constante. Un techo con goteras hace que sea desagradable habitar una casa. (27:15;
Ec 10:18)
19:18 De su muerte. Un padre firma efectivamente la certificación de la muerte de su hijo, si deja
de corregirlo. O el senti-do puede ser: el padre no debe descuidar la disciplina, pensando que al hijo
ya no se le puede disuadir de apartarse de una vida de crímenes que tarde o temprano le costará la
vida.
19:19 Aumentará su enojo. Un hombre de mal carácter es incurable. El que intente disuadirlo para
que no tenga que afrontar las consecuencias de su iracundia, sólo aumentará su enojo.
19:22 Mentiroso. Aunque un pobre carezca de los medios para probar su deseo de ayudar, más
vale tenerlo a él por amigo que a la persona con recursos cuyas promesas de ayuda demuestran ser
mentiras.
19:23 Conduce a la vida. Aunque impreso en tres líneas en español, este versículo consiste de dos
declaraciones paralelas. La segunda y tercera líneas constituyen una única declaración, que explica
cómo el temor del Señor afecta a la persona entregada a él: se va a dormir bien alimentado, y sin
temor por problemas.
19:24 Llevarse. Un toque de humor irónico: El perezoso es demasiado haragán hasta para llevarse
el bocado a la boca.(26:15)
19:25 Se hará prudente. Sacudido por golpes de retribución, el insolente “se irrita contra el
SEÑOR” (v. 3), pero el inexperto (1:4, nota) aprende de la suerte que aguarda al malvado, a vivir con
prudencia.
20:1 La insolencia.“Los que no sueltan la botella de vino” (23:29–35) muestran el efecto
estupefaciente de éste en sus burlas a Dios, y sus pendencias entre ellos mismos.
20:5 Los capta. Hay personas que utilizan un lenguaje encubierto con el fin de mantener ocultas
sus verdaderas intenciones en un profundo secreto, pero el que es inteligente sabe cómo descubrirlas
indagando bajo la superficie de las palabras del intrigante.
20:6 Proclaman. Las declaraciones de lealtad a otros son muchas, pero las personas dignas de
confianza en cuanto a su pro-mesa de prestar ayuda, son raras.
20:9 ¿Quién puede afirmar…? La respuesta evidente es: Nadie. Esta confesión de fracaso humano
universal de mantener el corazón limpio de pecado, se refiere también a “un justo quien lleva una vida
sin tacha”. (7; ver también Sal 14:3; 51:5, nota; Job 14:4, nota)
20:11 El niño. La clase de formación de carácter que un individuo necesita, es ostensible a edad
temprana.
20:12 Para oír… para ver. Estos sentidos con los que el Creador ha dotado al hombre, han de ser
utilizados para adquirir conocimiento respecto del modo de vida que se conforme con la voluntad
revelada de Dios. (Jer 5:21; Ez 12:2)
20:14 Se jacta. No era poco común que un comprador pretendiera encontrar imperfecciones en la
mercadería ofrecida a la venta, para adquirirla a un precio reducido, sólo para jactarse más tarde de
su habilidad en conseguir una ganga.
20:16 La prenda. La vestimenta exterior era depositada por el prestatario como garantía por un
préstamo (Éx 22:25 y s.). Por la clase de transacciones comerciales a que se hace referencia aquí, ver
6:1, nota. Este proverbio parece decir con ironía sutil, que cuando alguien ha realizado una inversión
especulativa con extraños, lo único que puede hacer es tratar en vano de hacerles cumplir su contrato,
el cual por lo regular no tendrá valor.
20:18 Afirma. Para que los “planes” no queden condenados al “fracaso”, deben ser revisados por
“muchos consejeros” (15:22; 11:14), según lo demuestran en gran escala los desastrosos resultados
de un pleito mal asesorado. (Lc 14:31)
20:25 Consagrar. Si en un rapto momentáneo de las emociones, una persona hace un voto
irreflexivo respecto de cosas sagradas, puede llegar a encontrarse metido en la situación difícil de no
poder cumplir con lo que ha prometido.
20:26 Avienta… desmenuza con rueda de molino. En la administración de justicia, el rey actúa
como un agricultor que avienta el trigo para limpiarlo del tamo, o pasa “una rueda de carreta” sobre
los tallos para separar los granos de las espigas. (Sal 1:4; Job 21:18; Is 28:27 y s.; Am 1:3)
20:27 Espíritu.“El hálito de vida” que Dios sopló en la nariz del hombre, lo distingue de todas las
demás criaturas (Gn 2:7, nota). Este hálito penetra, ilumina, y vigoriza todas las facultades del
hombre.
20:30 Los golpes y las heridas. Comp. 13:24, nota. En la educación de sus hijos adultos, el Padre
celestial recurre también a golpes de adversidad que cortan hondo, para curar la maldad atrincherada
en lo más íntimo de su ser.
21:1 Un río. En las manos del SEÑOR hasta los pensamientos de un rey son como el agua en un
canal de irrigación, el que un agricultor puede desviar hacia los canales que elige.
21:3 Sacrificios. Comp. 15:8, nota; Sal 40:6, nota; Is 1:10–17; Am 5:21–24.
21:9 Rincón de la azotea. Donde se encuentra solo y acurrucado, buscando distancia. Este
versículo se repite en 25:24. Ver también 19:13; 21:19; 27:15.
21:11 Al insolente. Comp. 19:25, nota.
21:12 El justo. Dios, el Juez justo, es a quien aquí se tiene en mente. Si se piensa en un hombre de
buena reputación, el proverbio tal vez le diga: Si te enteras de una casa soberbia que ha sido
construida con las ganancias del crimen, no olvides que hay alguien que hace tropezar al malvado
hasta que éste acaba en la ruina.(3:33; 14:11; 15:25)
21:14 Discreto. Comp. 17:23, nota.
21:16 Los muertos. Comp. 2:18, nota.
21:18 Pagará. Cuando el justo es liberado de problemas, y el malvado en cambio queda atrapado
en ellos, el castigo demandado es, por así decir, un pago de rescate que libera al justo de sufrir su
suerte. Ver Is 43:3, donde se dice que las catástrofes infligidas sobre los egipcios son el precio del
rescate que liberó a Israel de la esclavitud.
21:20 Las riquezas. Siendo que un hombre sabio no disipa su dinero en “placeres” (v. 17), siempre
tiene a mano un acopio de cosas que su familia desea para su subsistencia y conveniencia. “Perfume”,
un producto que solía hallarse en las casas de Oriente, que servía también para hacer la vida más
placentera. (Sal 104:15)
21:25 Codicia. Siendo que el perezoso siempre quiere vivir descansadamente, muere de privación.
(6:6 y ss.; 19:24; 26:13 y s.)
22:1 Buena reputación. Una buena reputación es necesaria si uno quiere disponer de la buena
voluntad y el respeto de sus semejantes.
22:2 Creado. Comp. 14:31, nota; 17:5; 29:13.
22:3 El inexperto. Comp. 1:4, nota; 14:16; 27:12.
22:8 El cetro de su ira. Cuando la desgracia bien merecida alcanza al que siembra maldad, ya no
podrá infligir golpes a sus víctimas inocentes.
22:9 Generoso. Lit. “el que es bueno de ojo”, es decir, una persona cuyos ojos hacen brillar su
genio benevolente como una “lámpara” (Mt 6:22). Un ojo maligno traiciona al hombre “tacaño”,
“mezquino”. (23:6; 28:22)
22:12 Protegen. El Señor se ocupa de que el saber provea un modo de vida tolerante, pero
desbarata las manifiestas intenciones del perverso.
22:13 Un león. El holgazán es el blanco del ridículo, como en 19:24; 26:13 y ss. Busca las excusas
más descabelladas para su indolencia.
22:15 Corazón juvenil. La innata tendencia al mal de un niño debe ser reprimida con una
disciplina inflexible. (13:24; 22:6; 29:15, 21)
22:17 Escucha mis palabras. Este versículo introduce otro grupo de dichos sabios similares en
forma, como también en contenido, a “los dichos de los sabios” (1:6) que se encuentran en los cc. 1–
9. Los intercalados “proverbios de Salomón” (10:1–22:16) son una colección miscelánea de dichos
respecto de vivir sabiamente, cada uno limitado a un verso de dos líneas. En 22:17–24:22, lo mismo
que en la primera sección del libro, hay unidades más extensas que tratan un tema determinado. Aquí
también el propósito no es ofrecer máximas experimentadas –proverbios en nuestro sentido del
término– sino exponer consejo y prevención al “hijo” o alumno en la escuela de la sabiduría,
suplicándole que no se desvíe de una conducta agradable a Dios. Siendo que es descaminado con tanta
facilidad, las advertencias contra los peligros a lo largo del camino que fueron emitidas previamente,
son repetidas y expuestas nuevamente.
22:20 Treinta dichos. El texto hebreo tradicional tiene aquí solamente una palabra que significa
“hace tres días”, “tiempo atrás”. Representa el intento del hombre sabio de recalcar la importancia de
su instrucción; una vez más insta a aceptar los sabios consejos expuestos tiempo atrás en forma
escrita. Una nota marginal en el texto hebreo recomienda leer una palabra que se parece mucho al
adverbio de más arriba, pero significa “oficiales”o “capitanes”, y es utilizada para dar a entender
cosas de alto rango, “cosas excelentes” o “cosas nobles”, como en 8:6. Provistas de otras vocales, las
consonantes de la lectura marginal deletrean el adjetivo numeral treinta. Esta traducción está
ampliamente aceptada, porque proporciona un enlace con un antiguo documento egipcio, intitulado
“La instrucción de Amen-em-Opet”, cuya fecha varía desde 1300 a. C. a 300 a. C. En este tratado
sobre cómo vivir sabiamente, el escritor pide al lector “ver estos treinta capítulos” escritos sobre el
tema. Por lo demás, un buen número de exhortaciones en los cc. 22–24 del libro de los Proverbios
son similares a preceptos ofrecidos por el sabio egipcio. Por la posibilidad y la significación de una
sugerida interdependencia de los dos documentos, ver Introducción, “Propósito y contenido”.
22:26 Salgas fiador. Comp. 6:1, nota.
22:27 Cama. La exclusión de derechos, obrada por acreedores inescrupulosos, puede dejarte sin
un lugar donde dormir.
22:28 Linderos antiguos. El mojón colocado en el linde de una propiedad a veces consistía tan
sólo de unas piedras amontonadas. Comp. 23:10; Dt 19:14; 27:17.
23:2 Domina tu apetito. Sujétate como si tu vida dependiese de ello.
23:3 Tal comida… un engaño. El anfitrión puede estar engañándote si crees que te ofrece vino y
manjares por amistad hacia ti.
23:7 Como un pelo en la garganta. Si sus cálculos interiores no divulgados fuesen conocidos,
sería evidente que lo que dice no es su intención, cuando interpreta el papel de un anfitrión generoso.
23:8 Tus cumplidos. Al ir descubriendo su verdadera personalidad, la comida te produce náuseas y
te das cuenta de que el intercambio de cumplidos fue malgastar aliento.
23:11 Defensor. Comp. Job 19:25, segunda nota; Sal 19:14; Is 41:14, etc.
23:13 No se morirá. No una prematura muerte criminal. Ver también 19:18, nota; 13:24; 22:15;
29:15.
23:15 Regocijará. Nada dará mayor satisfacción al maestro, que ver que el hijo transita el camino
de la sabiduría.
23:21 Indolencia. El entorpecimiento producido por beber y comer en exceso.
23:23 Adquiere… sabiduría. Comp. 4:7, nota.
23:27 Prostituta. La palabra hebrea se traduce así en 6:24, pero “mujer ajena” en 2:16 (comp.
nota); 5:20; 7:5. Tener relaciones con una adúltera, es como caer en un pozo profundo y estrecho del
que no hay manera de salir.
23:29 Lamentos Los “que no sueltan la botella de vino” se imaginan víctimas de ataques violentos
y golpizas.
23:30 Licores. Comp. Sal 75:8, nota; Pr 9:2
23:34 Sobre el mástil. El sentido del versículo parece ser que para una persona intoxicada, todo lo
que se encuentra debajo de y alrededor de ella, parece elevarse y caer como las olas del mar.
23:35 Me han golpeado. En este versículo el ebrio habla en el momento en que comienza a
recuperar la sobriedad. Recuerda vagamente haber estado en algún alboroto, pero no tiene memoria
de haber senti-do dolor alguno, anestesiado como estaba por el alcohol. Adicto a embriagarse, desea
despertar de su sopor sólo lo suficiente como para buscar otro trago.
24:1 Envidies. Comp. vv. 19 y s.; 23:17; Sal 37:1, nota.
24:3 La casa. La prosperidad de los hombres malvados se apoya sobre arenas movedizas,
mientras que una vida construida con sabiduría es como una casa con cimientos sólidos (Mt 7:24 y
s.). Sus “cuartos” son un depósito seguro para los “tesoros” acrecentados por una vida prudente.
24:5 Aumenta su fuerza. El texto hebreo dice sencillamente: “Un hombre sabio es poderoso; un
hombre entendido posee una fuerza formidable”, dejando que el versículo siguiente explique por qué,
en contra de todas las apariencias, estas declaraciones son verdaderas. (20:18, nota)
24:7 En la asamblea del pueblo. Siendo que la sabiduría está más allá del alcance de un necio,
nada tiene que pueda contribuir a las deliberaciones de los ancianos de una ciudad, cuando se reúnen
a las puertas de la misma, la sala de deliberaciones de aquellos días. (Dt 21:19; 22:24)
24:10 Si… te desanimas. El versículo parece decir: Para que tenga valor, tu fortaleza debe poder
resistir la prueba del día de la aflicción.
24:11 Rescata.“El testigo veraz libra de la muerte” (14:25). Guardar silencio en el juicio de una
persona acusada de una ofensa capital, pretendiendo no saber nada del caso, y contribuir así a un
extravío de la justicia, es un crimen que no queda sin ser detectado y castigado por el Señor “que pesa
los corazones”. (12; 21:2; 1S 16:7)
24:13 Come la miel. La sabiduría es así de deliciosa y dulce. Por la misma comparación ver 16:24;
Sal 19:10; 119:103.
24:16 Siete veces podrá caer. Dios ayuda a incorporarse sobre sus pies a un hombre justo, no
importa cuántas veces cae (Sal 37:23 y s.), pero una desgracia sola basta para hundir a los malvados,
porque fracasan en buscar perdón y rescate del Señor.
24:18 Aparte. Una alegría perversa y autojustificante por el enemigo caído, acarrea una culpa y un
castigo más grande que el crimen por el cual el Señor lo abatió.
24:21 Al rey. En Israel debía gobernar como representante de Dios. El texto hebreo de la segunda
línea puede retenerse. Puntualiza que juntarse con rebeldes que ya no temen al Señor ni al rey, hace
que el hijo quede expuesto a compartir el desastre y la ruina de ellos.
24:23–34 Un apéndice.
24:23 Dichos de los sabios. Los vv. 2334 representan un apéndice a “los dichos de los sabios”
presentados en 22:17.
24:26 Un beso en los labios. Decir la verdad cuando uno es interrogado respecto de algún otro, es
un gesto de amistad merecedor de la muestra del amor más íntimo.
24:30 Perezoso. Esta invectiva contra la indolencia, comparativamente larga (vv. 30–34), no es la
primera ni la última advertencia emitida contra este vicio en el libro de los Proverbios. Los últimos
dos versículos son un eco de 6:10 y s. Ver también 10:26; 13:4; 15:19; 19:24; 20:4; 21:25; 22:13;
26:13–16.
25:1 Salomón. Ver Introducción, “Autor”. Los cc. 25–29 son una colección de máximas que los
escribas de Ezequías seleccionaron de una compilación más grande de los dichos de Salomón. En los
primeros tres capítulos es evidente una agrupación tópica de los temas en consideración, mientras
que en los cc. 28 y 29 no se nota una continuidad lógica, como es el caso en la primera colección de
los proverbios de Salomón (cc. 10–22). También salta a la vista que los cc. 28 y 29 consisten, casi por
entero, de máximas breves, de un versículo, similares a proverbios en nuestro sentido del término y
los de los cc. 10–22, mientras que en los cc. 25–27 se ofrece consejo de sabio en unidades literarias
más extensas. Los primeros siete versículos del c. 25, por ej., se concentran en pensamientos que
tienen que ver con el rey.
25:2 Ocultar un asunto. Por ser Dios y no hombre, Dios está más allá del alcance de la
comprensión humana, incluso cuando se revela a sí mismo a los hombres (Dt 29:29; 1R 8:12; Is 40:13
y s.; 45:15; 55:8 y s.; Ro 11:33; 1Co 2:7). Por lo tanto les incumbe a ellos glorificarlo a él. Los reyes,
sin embargo, serán honrados si utilizan su sabiduría y autoridad judicial para investigar asuntos que
necesitan ver la luz si su trono ha de quedar “afirmado en la justicia” (v. 5). Al mismo tiempo, ellos
también pueden, en una u otra ocasión, proceder de un modo que sea “impenetrable” (v. 3), quiere
decir, mantener sus planes y maniobras en profundo secreto.
25:8 Al tribunal. Un litigio apresurado puede convertirse en un bumerang. Intenta primero dirimir
una disputa con un hermano fuera del tribunal, haciéndole ver su falta “a solas con él”. (Mt 18:15; Ro
12:18)
25:11 Dichas a tiempo. La palabra precisa dicha “cuando es oportuna”, es “muy grata” (15:23),
hermosa y preciosa como oro colado en forma de naranjas con filigranas de plata.
25:13 Frescura de nieve. Durante los calurosos día de la cosecha, los trabajadores en el campo se
refrescaban con una bebida refrigerada con de nieve, para evitar una insolación.(2R 4:18 y s.)
25:15 Se convence. No será un exabrupto iracundo, sino paciencia y una “respuesta amable”
(15:1) lo que pueda apaciguar a un enojadizo y arbitrario príncipe. La persuasión amable puede
quebrantar la resistencia, por más que fuere dura como un hueso.
25:16 Miel. La miel es saludablemente deliciosa. Pero cuando una persona la consume en grandes
cantidades, su dulzura produce hartazgo. Exactamente así, dice el v.17, si la amistad y la buena
vecindad son llevadas a extremos descomedidos, se convierten en una intrusión ofensiva a la
intimidad.
25:20 Canciones. Un despliegue de alegría festiva es ofensiva cuando las personas no están en
vena para ello. Echarle vinagre a un pote de “lejía” es un malgasto ridículo de recursos.
25:26 Manantial turbio. Ver sucumbir a un hombre justo ante influencias malas, es tan triste y
decepcionante como llegar a un arroyo de aguas límpidas o a un manantial que ha sido enturbiado y
contaminado por patas que lo hollaron.
25:27 No hace bien. El texto hebreo complementa la primera línea del texto si se traduce: “Ni (es
bueno) buscar gloria sobre gloria”.
26:1 La nieve. Los próximos 12 versículos, con excepción del v.2, tienen algo descortés que decir
respecto del necio. Aquí se argumenta que es una situación incongruente que un necio ocupe un
puesto de responsabilidad que los hombres consideran de suma importancia.
26:2 Sin motivo. Una maldición pronunciada sin mediar provocación por “un necio y rezongón”
(10:8), tendrá tan poco efecto como pájaros revoloteando sin rumbo y sin anidar en ningún lado.
26:3 El garrote. Comp. 10:13, nota.
26:4 No respondas. El tratamiento dado a un necio puede variar según las circunstancias. Como
regla general, debe darse por descontado que no tiene sentido entrar en discusión con él para
convencerlo de su necedad. A veces, sin embargo, puede ser aconsejable “responderle”, según indica
el v.5, aunque no sea por otro motivo que para evitar que crea que es “sabio” porque no escucha
ninguna réplica.
26:8 Atar una piedra. Ajustar una piedra a una honda tan firmemente que el proyectil no pueda
salir disparado, frustra el propósito de la misma.
26:10 Como arquero. Ya no queda claro con quién se compara aquí al necio. Una traducción
sugerida del versículo, más acorde con el texto hebreo tradicional, es la siguiente: “Un maestro
artesano se las arregla con cualquier (labor), pero quien contrata a un necio es semejante a una
persona que contrata a quienquiera que acierte a pasar por allí”. Un trabajador elegido así al azar,
evidentemente no estará capacitado para realizar el trabajo; en realidad, puede llegar a hacer más
daño que bien.
26:12 Quien se cree. El caso más desesperanzado de necedad es la persona altanera: Su vanagloria
lo hace impermeable a cualquier sugerencia tendiente a ayudarlo a vencer su ignorancia. (5; 3:7; Is
5:21; Ro 1:22)
26:13 Un león. Los vv. 13–16 están dirigidos contra la estupidez de la pereza. Por observaciones
sarcásticas similares, ver 22:13, nota; 6:6, nota.
26:16 Siete sabios. Aquí, como en otras ocasiones, siete no es un numeral, sino que señala un
número redondo de personas o cosas, cuantiosas para ilustrar el asunto en consideración. (25; 6:16;
9:1)
26:17 Un perro. Los perros no estaban domesticados en el antiguo Israel. Quienquiera que sujetase
a uno de estos animales cimarrones por las orejas, con seguridad era mordido.
26:22 Ricos bocados. Comp. 18:8, nota.
26:23 Baño de plata.“Plata de escoria” es el residuo metálico que queda después de que la plata ha
sido desprendida de la ganga. Las palabras de amor apasionado, dichas por un hipócrita, son como el
acabado brillante hecho con esta sustancia y aplicado a las vasijas de barro, para ocultar el material
que se encuentra debajo.
27:3 La ira. Lo que un necio dice o hace para incomodar e irritar a los demás.
27:4 Envidia. Nada apacigua a un esposo enfadado. (6:30, nota)
27:6 Que besa. Un amigo, por ser fiel a su compromiso de ser un amigo de verdad, infligirá
heridas de reproche, pero sólo escasamente y según la necesidad. Un enemigo falaz, sin embargo,
hará llover una profusión de besos importunos sobre una persona, para una pretendida expresión de
amistad.
27:9 Fortalece. La segunda línea del versículo puede ser traducida como para expresar que el
buen consejo de un amigo produzca el mismo efecto agradable sobre el ánimo, que el aceite y el
perfume tienen sobre el cuerpo. El versículo dice entonces: “Así como el aceite y el perfume alegran
el corazón, del mismo modo el amigo de alguien es dulce por efecto del consejo del alma”, o sea,
consejo que viene del corazón, con toda sinceridad.
27:10 Casa de tu hermano. Siendo que el pariente más cercano puede estar muy distante para
prestar ayuda en una emergencia repentina, no tengas reparos en acudir a un amigo cercano,
confiado de que él te será “más fiel que un hermano (18:24, nota)
27:11 Me desprecian. La conducta sabia del alumno refutará la controversia de que el maestro
infunde principios equivocados, o que le falta efectividad en inculcar lo que es recto.
27:13 Fiador. Comp. 6:1, nota; 20:16, nota.
27:14 El mejor saludo. Los saludos dados a gritos y con profusión, hacen que el vecino que
adivina la falta de sinceridad, responda con una maldición.
27:15 Gotera constante. Comp. 19:13, nota; 21:9, 19.
27:16 La domine. Tratar de refrenar a una “mujer gárrula, que siempre pelea”, es como tratar de
dominar el viento; su mano retiene aceite, quiere decir, es tan inútil como tratar de retener algo tan
fluido y suave como el aceite para que no escurra entre los dedos.
27:17 El hierro se afila con el hierro. Si te asocias el tiempo suficiente con una persona, algunos
de sus rasgos te rozarán sin importar lo diferentes que tú y él son en sus personalidades. (13:20; 22:24
y s.)
27:20 El sepulcro, la muerte. Comp. 15:11, nota.
27:21 Plata… oro. Comp. 17:3, nota. Para valorar el carácter de un hombre, presta atención a las
personas o cosas que él alaba, o a las personas que lo alaban a él.
27:23 Rebaños… ovejas. Un pastor que de día en día cuida de sus animales, no amasará de la
noche a la mañana grandes “riquezas”, ni tendrá una “fortuna” de renombre (v. 24), pero puede estar
seguro de tener lo suficiente para alimentar y vestir a su familia; progresivamente hasta podrá
incrementar sus posesiones. Ver 6:1, nota, por una advertencia contra la especulación con planes de
enriquecimiento rápido.
28:2 Los caudillos se multiplican. Un país no puede prosperar cuando los gobernantes acceden al
poder sólo para ser depuestos a su vez por regímenes nuevos. También es cierto que cuantos más
funcionarios públicos tiene un país, tanto más grande es la carga impositiva para mantener la
burocracia.
28:3 Los pobres. Un funcionario empobrecido o un hacendado que hacen demandas crueles a sus
subordinados, son como una lluvia torrencial que arrasa con todo, dejando a las víctimas
desprovistas de las provisiones para vivir.
28:4 La ley. Aquí y en los vv. 7 y 9 la palabra hebrea carece del artículo definido. En 3:1; 4:2; 7:2
el que instruye en sabiduría utiliza el mismo término para señalar su “enseñanza”. Las personas que
rechazan los preceptos propuestos aquí, sancionan y promueven por eso mismo el estilo de vida de
los malvados, lo cual para el Señor es una abominación.
28:9 Aborrece. La oración es una hipocresía blasfema si el peticionario no hace al mismo tiempo
un sincero esfuerzo por vivir de acuerdo con la enseñanza de la sabiduría. (15:8, nota)
28:11 Lo desenmascara. Un hombre pobre puede no tener una abundancia de dones de este mundo,
pero si es inteligente, puede poner en evidencia la pretensión del hombre rico de dárselas de sabio,
como impostura y egoísmo.
28:17 Un fugitivo. De acuerdo con la ley de Israel, “el vengador” podía rastrear y ejecutar a un
“asesino” (Nm 35:19 y ss.). Nadie debía obstruir la justicia ayudando a escapar al criminal.
28:18 En la fosa. Las palabras hebreas para “fosa” y “uno” son las mismas, excepto por una letra.
Si se lo deja sin cambiar, el texto hebreo tradicional apunta a que “el de caminos perversos tendrá
aflicción en uno” de ellos; esto es, aunque su doblez queda sin ser castigada por un tiempo, tarde o
temprano uno de sus crímenes lo hará trastabillar.
28:20 Prisa. Toma la determinación de enriquecerse sin importarle las tácticas que deba emplear.
28:24 Amigo. Cualquiera que por violencia o engaño se adueña de la propiedad de sus padres, y
después agrega el insulto al daño al negar descaradamente haber hecho algo malo, es tan degenerado
que no tendrá reparos en desatar un baño de sangre, cobrando tantas vidas cuantas cobró el “ángel
exterminador” que hirió de muerte a todos los primogénitos egipcios. (Éx 12:23, 29; ver también 2S
24:16)
29:4 Tributos.(RV P resentes) Contribuciones en forma de impuestos o pagos exigidos a cambio
de favores políticos.
29:9 Pleito. Si es llevado ante el tribunal, un necio demuestra su falta de entendimiento al
interpretar alternativamente el papel de loco y de payaso, causando confusión interminable.
29:10 Los asesinos. Si se mantiene el texto hebreo, el sentido es: “Los justos muestran
preocupación por su vida”, o sea, por la vida de los íntegros.
29:13 En común. Aunque diferentes con respecto a muchas cosas, el pobre y el opresor tienen en
común un don muy precioso: La visión de los ojos, que les fuera dada por el mismo Creador quien
no es indiferente tampoco a lo que le sucede al pobre en manos del opresor. (22:2; 14:31, nota; 17:15)
29:15 Malcriado. Comp. 13:24, nota.
29:16 Su caída. En su tiempo y a su modo, Dios pondrá fin al triunfo de la maldad.
29:18 Visión. Las reglas divinas de conducta, comunicadas por revelación, están designadas para
evitar que los hombres se comporten como animales desenfrenados. “Desmandarse” (Éx 32:25) de tal
freno trae consecuencias horribles.
29:19 Sólo con palabras. Se necesita algo más que un castigo verbal si un esclavo remolón debe
ser enseñado a hacer las cosas correctamente. El castigo corporal, sin embargo, debía quedar
restringido dentro de ciertos límites. (Éx 21:2–11, 20, 26 y s; ver también Dt 5:14 y s.; 15:12–18;
23:15 y s.)
29:21 Niño. Este sustantivo hebreo aparece sólo aquí. Si una letra estuviese escrita en forma un
poquito diferente, deletrearía la palabra para “menear la cabeza”, dando a entender que el criado se
volvería obstinado y desobediente.
29:24 Juramento. Cualquiera que comparte el botín de un ladrón, y por consiguiente no lo
identifica cuando se lleva a cabo una audiencia pública para testificar respecto de este asunto, es el
peor enemigo de sí mismo.
29:25 Temer a los hombres. Tener miedo de vivir sabiamente porque los semejantes puedan
sentirse ofendidos, no contribuye a la tranquilidad mental. La deferencia hacia la reacción de los
hombres tampoco resuelve los problemas, sino que incrementa el riesgo de quedar atrapado en
circunstancias que amenazan no sólo la dignidad, sino la vida misma. Hacer resueltamente lo que es
justo y confiarle las consecuencias al Señor, por otro lado, eleva a alturas de serenidad no alcanzadas
y no arruinadas por las vicisitudes de la vida.
30:15 Tres cosas… una cuarta. En los vv. 15–33 se aboga por la sabiduría mediante el recurso
retórico de elevar un número dado al siguiente más alto. El propósito era indicar que se podían
presentar suficientes datos como para sustentar la validez de un hecho establecido (Job 5:19, nota; Pr
6:16). No existen motivos para dudar de que Agur conocía esta forma antigua de composición
literaria. La primer cosa a ser discutida es la codicia. Insaciable cual una sanguijuela, nunca se sacia
con lo que consume, lo mismo que los ejemplos que serán citados nunca dejan de exigir más: El
sepulcro (en heb. She’ol), su buche siempre abierto para recibir nuevas víctimas; un “vientre estéril”,
exigiendo siempre ser fertilizado pero sin generar un hijo; “la tierra”, nunca saturada
permanentemente de humedad; “el fuego”, cuya permanencia depende de una continua provisión de
combustible.
30:17 Desdeña a su padre. Así como para algunas cosas está en su naturaleza “no saciarse nunca”
(vv. 15 y s.), del mismo modo, pero al revés, es innatural para los hijos tratar a sus padres
desdeñosamente. Aquí se describe gráficamente el castigo que merecen los hijos que hacen lo que
dice el v. 11.
30:18 Causan asombro. El sabio, por más sabio que sea, se halla confundido por fenómenos
naturales misteriosos que dan testimonio de la sabiduría superior de Aquél cuyo “que exista” los
originó: La habilidad de un águila para remontarse sobre los vientos y sustentarse en el aire; el modo
de locomoción de la serpiente, sin patas; el paso del barco surcando el mar sin dejar un rastro; el
hombre, creado “hombre y mujer” y dotado del poder de la procreación.
30:20 La adúltera. Otro enigma perturbador es: cómo pueden ser prostituidas las prerrogativas
del santo matrimonio a un nivel tan bestial, como para considerar que la promiscuidad en las
relaciones sexuales no es otra cosa que la satisfacción natural de un apetito físico.
30:21 Temblar la tierra. Se provoca una situación intolerable si: A una persona tosca,
completamente incompetente se le confía poder real (19:10, nota); un rústico patán dispone de los
medios para vivir suntuosamente; una mujer deja de ser amada por su esposo (Gn 29:31, nota); una
sierva se impone a su dueña.(Gn 16:4)
30:24 Pequeñas… sabias. Aunque no impresionan por su tamaño o fuerza en el mundo animal,
estas cuatro criaturas irracionales pueden enseñarles a los seres humanos algunas grandes lecciones
de cómo vivir sabiamente: “Las hormigas”, que guardan las provisiones para el invierno en el verano
(6:6 y ss.); “los tejones” o “tejones de las rocas” (Lv 11:5), una clase de marmotas que construyen sus
casas en la seguridad de los escarpados peñascos (Sal 104:18); “las langostas”, que son virtualmente
irresistibles en el ataque, debido a una estrategia disciplinada y unificada; “las lagartijas”, que
disponen de recursos suficientes como para meterse en los lugares por lo general fuertemente
custodiados, como los “palacios”.
30:29 Garbo. Tres cosas han sido escogidas del mundo animal para servir como ejemplos de la
clase de comportamiento digno de “un rey”. La palabra hebrea traducida “gallo” que figura en la
Septuaginta, no aparece en ningún otro lugar en las Escrituras. La sugerencia de que se trata de un
término poético para un caballo de guerra, es seductora.
30:32 Te has engreído. Si estúpidamente te has dado aires, imitando el porte de un rey (vv. 29–31),
refrena tu vanidad del modo como debes refrenar tu impulso por maquinar maldad.
30:33 Sonándose fuerte. Se citan los resultados de tres clases de acción, expresados por el mismo
verbo. Los dos primeros son ejemplos de circunstancias observables de causa y efecto, que se
mencionan para demostrar la validez de un principio del comportamiento humano. Tan seguro como
que el constante batir de la leche produce mantequilla, y una continua presión ejercida sobre la nariz
la hace sangrar, tan seguro es que uno terminará peleando si deja que la ira le perturbe los ánimos.
31:1 Lemuel. No hay pistas que conduzcan a su identidad. Por Masa ver 30:1, nota. Su madre
quería que fuese un buen rey, y con toda seriedad lo exhortó a evitar: La inmoralidad sexual (v. 3); la
embriaguez (vv. 4–7); la negligencia respecto de los necesitados (v. 8); la parcialidad judicial (v. 9).
La instrucción por parte de ambos padres se da por descontada tomando en cuenta pasajes tales como
1:8, nota; 6:20. Sin embargo, aquí sólo se habla de la enseñanza de una madre.
31:2 Votos. Comp. el voto de Ana (1S 1:11). El nombre del hijo “Lemuel”, que significa “a Dios”,
parece dar a entender que la madre prometió dedicárselo a Dios.
31:4 Se den. Si la palabra en el texto hebreo ha de ser leída “donde”, es parte de una cita directa, y
la fórmula introductora se entiende así: “No conviene a los reyes decir: ‘¿Dónde hay licor fuerte?”
31:6 Dales. Si bien por un lado ha de evitarse el exceso de indulgencia respecto de las bebidas
alcohólicas (20:1; 23:29–35), por otro lado su uso se recomienda para aliviar el dolor de los que
están por morir, y para ”alegrar el corazón” de los amargados. (Sal 104:15; Mt 27:34, 48; 1Ti 5:23)
31:8 Los que no tienen voz. No tienen voz para defender su causa.
31:10 Mujer ejemplar. La primera letra de la palabra inicial es también la primera de las 22 letras
del alfabeto hebreo. De aquí en adelante cada versículo comienza con una palabra cuya primera letra
es la que sigue en la continuidad alfabética. Ver el Libro de los Salmos, Introducción, “Poesía”. Las
condiciones económicas y sociales han cambiado desde que este poema fue escrito. Sin embargo, los
principios de virtud, expresados aquí en términos de una cultura pasada, no están fuera de moda. Un
ama de casa moderna será la mejor esposa y madre, si emula a su hermana de la antigüedad. Una
buena esposa similar, lit. “una mujer de valor” (Rt 3:11, nota), puede ser difícil de hallar, pero la
búsqueda vale la pena; ella excede el valor de las piedras preciosas (comp. 3:15; 12:4; 19:14). Como
compañera y ama de casa exhibe los rasgos opuestos a los de las mujeres tan claramente denunciadas
en el libro de los Proverbios. (2:16–19; cc. 5 y 7; 11:22; 19:13; 21:19; 22:14; 23:27 y s.; 25:24; 27:15 y
s.)
31:14 De muy lejos. Su equivalente moderno hace lo que sea necesario para conseguir ofertas.
31:16 Lo compra. Su hábil administración de los recursos hace posible que la familia incremente
sus posesiones. Para poder ocuparse de tales actividades de negocios, las mujeres de aquel tiempo
debían de haber gozado de una libertad considerable.
31:20 Entonces como ahora, las mujeres se ocupaban en tareas de caridad.
31:21 Si nieva. Durante los inviernos su familia se vestía con ropas abrigadas. Podía permitirse
comprar telas de color escarlata, y púrpura (v. 22), aunque no fueran baratas. (2S 1:24; Jer 4:30)
31:23 En la comunidad. Lit. “en las puertas”, donde se reunían las autoridades del lugar. Lejos de
ser un impedimento a su esposo, ella lo ayudó a conseguir que ocupara un puesto respetado en la
comunidad.
31:24 Cinturones. Los hombres distinguidos usaban cinturones anchos o fajas, que eran costosos
porque estaban bordados con ornamentos.
31:25 El porvenir. Debido a su fuerza y dignidad de carácter, no había necesidad de sentir
aprensión del futuro.
31:30 Engañoso. Un rostro bello puede encubrir una personalidad desagradable (11:22). La mujer
que teme al SEÑOR posee una cualidad esencial que no puede ser alterada por arrugas y alguna
enfermedad deformante.
ECLESIASTÉS
INTRODUCCIÓN
Propósito
Tanto Proverbios como Eclesiastés, pegados uno al otro en nuestra Biblia en español, pero
separados en el canon hebreo, ofrecen consejo respecto de temas prácticos de la vida cotidiana. Sin
embargo, no se repiten sino más bien se complementan uno al otro.
Eclesiastés advierte contra el peligro de sacar de las enseñanzas de Salomón y de los otros sabios,
la conclusión de que vivir en el temor del Señor cambia mágicamente este valle de lágrimas,
“sometido a la frustración” como lo está (Ro 8:19–22), en un cielo sobre la tierra. Esperar que la vida
con sabiduría traerá como resultado la dicha impoluta del Jardín del Edén, es vivir en un paraíso de
necios.
En realidad, Eclesiastés les dice a los que malinterpretan el libro de los Proverbios: “También
está escrito” (Mt 4:7). A fin de despabilar a sus lectores atrapados en un ensueño de dicha utópica, el
autor hace declaraciones que parecen ser irreconciliables:
Niega la vida, y sin embargo la afirma.
Percibe que la vida no tiene sentido, pero con todo exhorta a la piedad.
Desaprueba la sabiduría, pero aconseja vivir con sabiduría.
Deplora la futilidad de la vida, no obstante considera que es bueno estar con vida.
No encuentra evidencia de un orden moral mundial, pero advierte contra un comportamiento
irresponsable.
Sin embargo, Eclesiastés también sabe cómo reconciliar estas incongruencias. A fin de salvar el
lógico abismo entre éstas, uno sólo tiene que recordar su relación con Dios, y algunos corolarios
que de esto resultan:
Si la vida es el don del todopoderoso
Creador de cielos y tierra, ésta lleva entonces el sello de su designio.
Si las vicisitudes de la vida suceden bajo su supervisión, nada de lo que acontece carece de
sentido.
Si la sabiduría comienza y termina en el temor del Señor, mal corresponde a la criatura de polvo
y ceniza dictaminar cómo o cuándo su Creador ha de dar cumplimiento a sus promesas, y ejecutar
sus amenazas.
Si él gobierna el universo, nadie debe dudar de que en el mundo están operando las leyes de un
orden moral.
Si él cuida de los resultados de las labores del hombre, es presuntuoso quejarse respecto de la
futilidad de la vida.
Autor
El título del libro no nos ofrece ninguna pista respecto de la identidad de su autor. Eclesiastés no
es un sustantivo propio. No se lo encuentra tampoco en ningún otro lugar en las Escrituras. Sin
embargo, la raíz de la cual deriva se da con frecuencia en el verbo que significa reunirse, convocar
un encuentro, y en el sustantivo que denota una asamblea o convocatoria. Basado sobre la analogía de
las composiciones similares de substantivos hebreos, la palabra “Cohelet” queda traducida
correctamente por el derivado griego “eclesiastés”, es decir, uno con competencia o autorizado para
dirigirse a un conjunto de personas. El equivalente español “El Predicador” puede desorientar. No fue
primordialmente un predicador desde el púlpito, sino más bien un maestro alrededor de quien la
gente se congregaba para ser instruida en sabiduría.
Lutero estuvo entre los primeros en sugerir que la referencia al Maestro como “el hijo de David”,
quien fuera “rey sobre Israel” (1:1, 12), no apunta necesariamente a hacer de Salomón el autor del
libro. El escritor desea sugerir que un hombre con la sabiduría, la riqueza, la experiencia en asuntos
mundanos como Salomón, confirma las conclusiones a las que se ha arribado en este tratado. Incluso
hay alguna indicación de que el autor quería que el libro fuese entendido como un resumen fidedigno
de las enseñanzas del Predicador, más que de las propias.
Una fecha de publicación de esta sabiduría salomónica no surge de referencias a eventos
históricos conocidos. La descripción de las condiciones sociales y económicas predominantes es
también demasiado vaga como para precisar un momento particular en la historia de Israel.
A causa del modo que el autor tiene de desarrollar su tema, la continuidad de pensamiento no se
presta fácilmente para la división de materias. Este estilo de composición tiene una eficacia muy
particular, propia para persuadir; por tanto no le quita nada al impacto que ejerce sobre el lector. El
todo es como una pieza de tapicería que no puede dejar de llamar la atención. Su trama es tan negra
como la noche; entretejidos de un lado al otro, se encuentran hilos de brillantes matices. Las líneas
así creadas no forman un modelo regular, pero el cambio abrupto en los colores hace más impactante
el contraste. Las notas en el texto destacan cómo las diferentes secciones contribuyen al diseño total.
1:4 Va, … viene. La primera circunstancia frustrante a ser tomada en cuenta con respecto a ese
“vivir bajo el sol”, es estar aprisionado sin miras de poder escapar, en un universo al que el hombre
no le puede poner trabas en su avance independiente y predeterminado. Quiera o no, está atrapado en
un circuito cerrado de circunstancias inalterables. La vida no es más que andar en círculos. No
alcanza metas nuevas, sin importar cuántas generaciones traten de cambiar las cosas. El día de
mañana será como el de hoy, tan seguro como que el sol sale y se pone (v. 5), tan inevitablemente
como que el viento cambia de dirección (v. 6), tan inexorablemente como que los ríos van a dar al
mar para ser reciclados. (v. 7)
1:8 Expresar. Arrastrado a la deriva como un resto de naufragio en el correntoso río de la vida, el
hombre solamente se agota si trata de explicar lo que ve y oye a lo largo del camino.
1:11 No habrá memoria. Si hay algo que parece ser “nuevo bajo el sol”, es sólo porque la gente
olvida “lo que ya ha acontecido”. (v. 9)
1:12 Reiné… sobre Israel. Aunque no mencionado por nombre, “el hijo de David” (v. 1) que se
encontraba en una condición que le permitía ensayar “todo cuanto se hace en esta vida” (v. 14)
buscando el origen de la felicidad, era Salomón. Hablando en su nombre, el Maestro es todo menos
ateo. Dios ha constituido al hombre de tal modo, afirma, como para implantar en él la necesidad “de
investigar con sabiduría” (v. 13) todo acerca de la vida (3:11). Al mismo tiempo, Dios permite que
esta búsqueda por respuestas a preguntas cruciales, llegue a ser “una tarea penosa” (v. 13) y “correr
tras el viento” (v. 14). Impedido de alcanzar la autosuficiencia por su propia habilidad, se le recuerda
al hombre su condición de criatura y sus limitaciones. Cuanto más descubre respecto de sí mismo y
del ambiente que lo rodea, tanto más grandes son sus “problemas”, y tanto más “sufre” al no poder
resolver notorias contradicciones, o hallar las piezas que encajen en el rompecabezas de la vida.
1:17 La necedad y la insensatez. Tener comprensión de la sabiduría debe habilitarlo a uno a
distinguirla de lo que es opuesto. Pero en el análisis final llegó a conocer la diferencia entre ambas, y
se dio cuenta de que no era muy importante.
2:13 Más provecho… que en la insensa tez. Surge esta pregunta: Si la sabiduría no es necesaria
para el goce de los sentidos (vv. 1–12), ¿qué provecho hay entonces en ser sabio en vez de ser
insensato? La respuesta: Es indudablemente cierto que la sabiduría enciende una vela, disipando algo
de la oscuridad de la existencia humana, pero su luminosidad no puede penetrar las consecuencias
últimas de la vida. La muerte, misteriosa e inexorable, amortaja tanto al sabio como al necio. Por
consiguiente, si “un mismo final les espera a todos”, ya sea sabio o necio, nada hay “bajo el sol” que
haga que la vida valga la pena.
2:24 Nada hay mejor. Con esta traducción como introducción, los versículos finales de este
capítulo permiten una vislumbre dentro de las sombrías cargas de la vida “bajo el sol”. El hombre
puede comer y beber, y llegar a disfrutar de sus afanes, si recuerda (1) que aun las simples
necesidades básicas cotidianas provienen de Dios; (2) que él sí hace distinción entre “quien es de su
agrado”, y el hombre que es un “pecador” deliberado. No obstante, es otro ejercicio en la vanidad,
tratar de entender cómo y cuándo Dios hace que esta diferencia sea notoria (3:12, 22; 5:18; 8:15; 9:7;
11:9). Sin embargo, el texto hebreo no tiene la forma común para expresar el comparativo mejor,
sino que dice sencillamente “bueno”. Traducido así, el versículo dice: “Nada bueno hay inherente en
el hombre que lo habilite para”, etc. El hombre, creado como ser racional, procura entenderse a sí
mismo y su mundo. Pero su aptitud innata para pensar no es “buena” cuando trata de explicar las más
elementales realidades de la vida (3:11). Debe llegar a la conclusión de que las cosas más sencillas
que lleva a cabo, lo mismo que sus logros más elevados (1:12–2:17), no valen la pena. Sólo el mirar
más allá de sí mismo, y darse cuenta de que todo lo que es y posee y puede hacer proviene de Dios, el
Creador y Juez de todos los hombres, le permite al hombre “comer y beber, y disfrutar”. (3:13)
3:1 Un tiempo. En los vv. 1–9 el Maestro señala otro aspecto frustrante de la existencia humana si
el alcance de visión queda restringido a las observaciones hechas bajo el cielo. El hombre no sólo es
llevado a través de la vida como un bulto sobre una cinta transportadora cósmica, que él no puso en
movimiento y la que no puede hacer parar (1:4–11), sino que aun durante la corta duración de su
estadía sobre la tierra, debe aguardar la llegada de circunstancias propicias para cada cosa que se
dispone a realizar. Para comenzar, nada tiene que ver con fijar el momento de su aparición en escena,
y cuando ha de abandonarla (v. 2). Y entre su primer vagido y su último suspiro, debe depender del
desarrollo de las circunstancias que determinan qué es lo que puede o debe hacer (vv. 2–8). El
“provecho” que obtiene de este estado de cosas puede ser solamente fatalismo, sorda resignación, y
amargura (v. 9). Sin embargo, cuando el hombre pone sus miras por encima de lo que ve “bajo el
cielo”, y permite que Dios, quien “hizo todo” (v. 11), entre en su campo de visión, ya no necesita
considerarse víctima de los accidentes del tiempo y de las circunstancias. Lo que el creador de “las
estaciones” (Gn 1:14) per-mite que suceda, siempre es “hermoso en su momento” (v. 11), de modo
que hay un tiempo propicio para todo (v. 1). Ciertamente el hombre es capaz de “afanarse” con
pensamientos acerca del sentido de la vida, porque “Dios ha impuesto al género humano” la habilidad
de pensar. Cuando Dios sopló “en su nariz hálito de vida” (Gn 2:7), también “puso en la mente
humana el sentido del tiempo”, lo que significa que el hombre tiene conciencia de que la vida es algo
más que cosas materiales, temporales y transitorias (comp. Lc 12:23). No obstante, también es cierto
que el hombre, quebrantado por el pecado, no puede concretar el deseo innato de entender por qué
“todo” lo que Dios hace es “hermoso en su momento” (v. 11; 8:17). De aquí que es necesario que el
hombre “tema a” Dios (v. 14) en lugar de tratar de “ser como Dios”, que ve las cosas “de principio a
fin” (v. 11), que decide qué le ha de deparar cada momento a su criatura, que levanta la maldición de
la vanidad de la existencia humana. Al aceptar este “don” de Dios, el hombre no “come y bebe”
simplemente para mantenerse con vida en un mundo que carece de sentido, sino que tiene motivos
para “disfrutar de todos sus afanes” (v. 13). Por breve que pueda ser la extensión de su vida, los
hombres pueden “alegrarse y hacer el bien”. (v. 12)
3:2 Un tiempo. El escritor no es sólo un profundo pensador, sino también un poeta competente.
Como si estuviese tañendo una campana, hace que la palabra tiempo repique extendiéndose sobre la
existencia humana, al comienzo y en el medio de 14 líneas consecutivas. La sujeción del hombre a un
esquema de cosas que no son de su elección o factura, resuena sobre todo lo que hace, en 14 pares de
ejemplos. Cada línea, por turno, aporta detalles pertinentes, que van desde un tipo de acción, hasta su
polo opuesto.
4:1 Luego me fijé. Desde una cosmovisión no más elevada que los horizontes humanos, el
Maestro observó al hombre “correr tras el viento”, porque no puede eludir los males de la sociedad.
Para probar su punto de vista, enumera varios ejemplos: En una sociedad hay hombres que pueden
atormentar tanto a sus semejantes, que es preferible la muerte a seguir viviendo (vv. 1–3); están los
que se sienten motivados al éxito por “envidia” y rivalidad (vv. 4–6); al miserable “jamás le parecen
demasiadas sus riquezas”, adquiridas en una terca carrera tras las cosas materiales (vv. 7–12); la
aprobación y estima demostradas a un gobernante vienen y se esfuman así como los vítores se
truecan en mofa. (vv. 13–16)
4:2 Más felices. Por la misma preferencia de morir a seguir viviendo, ver 6:3; 7:1; Job 3:11 y ss.;
Jer 20:14 y ss.
4:5 Acaba muriéndose de hambre. Un necio se destruye a sí mismo por su fracaso en proveer lo
necesario para la vida (Pr 6:6 y ss.; 10:4 y s., etc.). La pereza no es remedio contra la envidia. Una
solución parcial al problema se ofrece en el versículo siguiente: Sentirse satisfecho con poco.
4:9 Más valen dos que uno. En los vv. 912 el Maestro aduce tres proverbios para demostrar que el
hombre debe poder beneficiarse de emprendimientos en común. La asociación y la cooperación con
otros debe lograr al menos que la vida sea relativamente más gratificante.
4:13 Rey viejo pero necio. Un joven pobre pero sabio, quien como José es elevado al poder desde
la lobreguez, podrá subirse a la cima de la popularidad por un tiempo. Pero “también esto es
absurdo”, darse cuenta de que “los que vienen después” le darán la espalda también, olvidándose del
motivo que los llevó a “quedar contentos con él”. (Comp. Éx 1:8)
5:1 Cuida tus pasos. Dejando de lado los comentarios negativos respecto de la existencia humana,
vista desde el poco ventajoso punto de observación “bajo el sol”, el Maestro provee líneas de
conducta a seguir en la comunión del hombre con Dios (vv. 1–7), y agrega entonces uno que otro
consejo de cómo hacer frente a una situación obrada por sus semejantes (vv. 8–9). En el trato con
Dios es imperativo que uno sea consciente con cuánta sagrada reverencia y temor debe el hombre,
que se encuentra “sobre la tierra”, moldeado de “polvo y ceniza” (Gn 18:27), arriesgarse a entrar en
comunión con Él, que “está en el cielo”. Es un sacrificio de necios entregarse a ritos externos de
adoración, sin la sincera intención de conformar la vida de uno con la voluntad de Dios (1S 15:22;
Sal 50:7 y ss.; Pr 21:3; Is 1:11 y ss.; Am 5:22 y ss.). Es también un error estúpido pensar que Dios
escucha las oraciones ofrecidas en el santuario, simplemente porque se recitan muchas palabras.
Pocas palabras, habladas sinceramente, son mucho más aceptables que rezar mecánicamente letanías
sin senti-do (vv. 2–3). Los votos no deben hacerse frívolamente (Pr 20:25); pero cuando están hechos,
deben ser cumplidos (vv. 4–5; Dt 23:21–23). No trates de minimizar tu pecado, diciendo que lo hiciste
“sin querer” cuando te presentes “ante el mensajero”, es decir, el sacerdote de Dios en el templo (vv.
6–7; Lv 4; Mal 2:7)
5:3 Tiene pesadillas. Incluso en asuntos mundanos tiene vigencia este dicho proverbial; así como
la preocupación desmedida termina en pesadillas, que en nada contribuyen a solucionar el problema,
del mismo modo nada se gana prestando oídos a la cháchara sin sentido de un necio.
5:7 Muestra temor a Dios. El Maestro ha estado examinando los ensayos por encontrar sentido y
satisfacción en la existencia humana, evaluada desde un punto de vista “bajo el cielo”. Una indagación
despiadada respecto de lo mejor que el hombre puede llegar a hacer, confirma su veredicto inicial:
“Lo más absurdo de lo absurdo” (l:2). Esta estimación negativa, sin embargo, no lo precipita al
agnosticismo, ateísmo, nihilismo. Frente a todo esto, formula dos comprensibles declaraciones de fe,
“la certeza de lo que no se ve” (Heb 11:1). Más allá del alcance de la visión física hay un Dios, afirma.
Éste, sin verse afectado por los estragos del tiempo, mantiene un control total sobre todo lo que creó
y lo que permite que suceda, en el cielo y en la tierra. A esta realidad axiomática le añade un
corolario que define la íntima correspondencia del hombre con él, que es Dios “desde los tiempos
antiguos y hasta los tiempos postreros” (Sal 90:2). Es esta corta pero abarcadora orden: Muestra
temor a Dios. Aunque los necios niegan su existencia, reconoce tú su derecho a determinar el curso
de tu vida; aunque preferirías tomar por otro camino, puedes creer que él sabe adonde te conduce;
aunque por momentos él parece sucumbir ante las fuerzas del mal, teme tú su poder capaz de anular
toda resistencia.
5:8 Asombres. No te quedes anonadado, y no pierdas la fe en el gobierno de Dios en el mundo, si
ves que hay agentes corruptos en todos los niveles de gobierno humano.
5:9 El rey. Si aquí se habla de un monarca de esta tierra, se aconseja a sus súbditos que, pese a los
burócratas opresivos, traten de obtener el mayor provecho del propósito del rey de gobernar un país
con campos cultivados. Porque él no permitirá que la explotación llegue a ser tan opresiva, y llegue a
tal grado la confiscación, como para dejar al país sin ingresos estatales. Mayor sería el provecho
mencionado aquí si el rey se refiere al Rey de reyes, ante quien todos los potentados de esta tierra
deben rendir cuentas.
5:10 Nunca tiene suficiente.“Abundancia, riquezas” y poder no hacen feliz al hombre, a no ser que
reconozca todo lo que tiene –si mucho o poco– como “don de Dios” (v. 19). Contemplar las riquezas
sólo “bajo el sol”, y hacer de ellas la meta suprema de la vida, sin considerar al Dador de las mismas,
hace que la vida termine en absurdidad. El Maestro llama la atención no sólo al hecho de por qué el
esfuerzo por conseguir y amasar fortunas materiales fracasa en satisfacer el anhelo del hombre por
sentirse realizado, sino también a por qué la posesión de las mismas va acompañada de males que le
son ahorrados al hombre pobre: (a) Quien ama el dinero nunca se sacia; es como un hombre que bebe
agua salada para apagar su sed (v. 10); (b) el hombre rico debe desembarazarse de pordioseros y
parásitos (v. 11); (c) pasarse de comida trae como consecuencia indigestión e insomnio (v. 12); (d) las
riquezas, acumuladas “en perjuicio de su dueño”, en vez de ser gastadas para su placer, pueden llegar
a perderse “en un mal negocio” o inversión, dejando a un “padre” con nada más que lo que tenía
cuando “salió del vientre de su madre”, para dar en herencia a su “hijo” (13–17; Job 1:21; Sal 49:17;
Lc 12:20). No obstante, la riqueza por sí misma no tiene por qué ser algo malo, porque todo lo que
“Dios nos ha concedido” es bueno. Aceptándolo de la mano de Dios, el hombre rico puede “disfrutar
de sus afanes”, no menos que el hombre pobre a quien le ha “tocado” tener sólo lo suficiente para
“comer y beber”, a fin de sustentarse “en todos sus afanes”. (vv. 18–20; 2:24; 3:12, 22; 8:15; 9:7)
5:13 Un mal terrible. La riqueza puede ir desgastándose por diferentes motivos, del mismo modo
que los tejidos del cuerpo pueden ser destruidos por una enfermedad insidiosa.
5:20 Le llena. La persona que se contenta con lo que Dios le da, no tiene preocupaciones
enfermizas en cuanto a su vida. Dios deja que ocupe su tiempo con pensamientos y actividades
designadas a llenarle de alegría el corazón.
6:1 Un mal. Los vv. 1–9 prosiguen con la discusión respecto de las limitaciones de las riquezas en
la búsqueda del hombre por la felicidad. Dios, el Dador de la “abundancia, riquezas y honores”,
también debe otorgar la capacidad de “disfrutar de todo ello”. Un hombre podrá llegar al punto de
“no faltarle nada que pudiera desear”, podrá disfrutar de la bendición de una familia de “cien hijos”,
para compartir con ellos sus posesiones fabulosas, podrá serle concedida una vida de “muchos años”,
durante la cual pueda aprovechar las incontables bendiciones recibidas, pero si Dios no le
proporciona la adecuada disposición de ánimo para “saciarse de las cosas buenas” que tiene a su
disposición en tanta abundancia, tal persona “no se encuentra en mejor situación” que los muertos
que ya nada tienen, o el niño nacido muerto que nunca adquirirá cosa alguna (vv. 1–6). Lo que es
cierto en cuanto al dinero también vale para el “mucho trabajo del hombre”, dedicado a adquirir
cosas materiales. Puede esforzarse en obtener mucha “comida” y todo lo que hace falta para
satisfacer sus necesidades físicas insaciables, pero cuanto más se infla, tanto más insaciable se vuelve
su deseo (vv. 7–9). “Luchar” contra este orden establecido respecto de la existencia de las criaturas,
trae como resultado que “aumentan los absurdos” cuanto más “aumentan las palabras” que se gastan
referentes al tema. El hombre ve las cosas desde una perspectiva muy restringida. Esto no le permite
concluir “qué le conviene” incluso durante “esta breve y absurda vida suya”, y no hablemos de
determinar mediante observaciones hechas “bajo el sol”, “qué sucederá en esta vida después de su
muerte”. (vv. 10–12; comp. Job 42:1–6)
6:9 Vale más. Este versículo es un proverbio similar a nuestro dicho popular: Más vale pájaro en
mano que cien volando.
6:10 Recibido su nombre. Antes de que el hombre aparece en escena, Dios ha nombrado, quiere
decir, ha establecido, lo que es: humanidad, y cuales serán sus limitaciones.
7:1 Vale más. Si bien nadie puede concluir de los sucesos “bajo el sol” “qué le conviene al
hombre” (6:12), el Maestro sin embargo insiste en que una actitud o acción en una circunstancia dada,
es mejor que lo opuesto (ver las máximas “vale más… que” en Pr 16:19; 21:9, 19; 25:7, 24). La
persona “que teme a Dios” (v. 18) hará la elección correcta, sin exigir que Dios primero “enderece”
lo que él parece haber “torcido” (v. 13). Ni se rehusará a distinguir entre bueno y malo porque su
Creador no le per-mite “saber” cómo los “buenos tiempos” desplazados por “los malos”, tienen
sentido dentro de un esquema eterno de las cosas (v. 14; 3:18). Satisfecho con aceptar todas las
circunstancias, buenas o malas en su opinión, como “las obras de Dios” (v. 13), está bien dispuesto a
obedecer directivas que prescriben cómo hacerle frente a los problemas de la vida.
El día en que se muere.“Le conviene al hombre” (6:12) considerar con realismo a la muerte, y qué
consecuencias trae para posesiones tan valiosas como una buena reputación. Si bien vale más que el
buen perfume (comp. Pr 22:1), es también algo que el hombre deja tras de sí con sus despojos
mortales. Si no hubiese nacido, no se habría esforzado por adquirir algo tan transitorio como todo lo
demás bajo el sol. (4:3; 6:3–5)
El Maestro procede a aconsejar qué es lo que uno ha de pensar y hacer en un mundo en el cual la
muerte pone fin hasta a un logro tan noble como el buen nombre. Porque si la vida “proviene de
Dios” (2:24), tiene sentido (a) prestarle seria consideración a su brevedad (vv. 1–8); (b) someterse
humildemente a la providencia de Dios (vv. 9–14); (c) evitar la autojusticia tanto como la maldad sin
inhibición (vv. 15–19); (d) reconocer la depravación humana universal (vv. 19–22); (e) aceptar que
hay cosas que superan la comprensión humana. (vv. 2325)
7:2 Un funeral. En este capítulo el Maestro se detiene con alguna extensión en la mortalidad del
hombre. No aboga por una preocupación mórbida y debilitante respecto de la muerte, lo cual
contradiría su repetida exhortación a que el hombre “coma y beba, y llegue a disfrutar de sus afanes”.
(2:24; 3:12, 22; 5:18; 8:15). Su propósito es advertir contra el intento del “necio” de escaparle a la
realidad dura y fea del inexorable fin de todo hombre. Es estúpido tratar de olvidarlo mediante
festivales, “risas” y “diversión”. (Comp. Sal 39:4; 90:12; 102:11)
7:6 Crepitar de las espinas. La hilaridad fatua puede llegar a producir ruidos estrepitosos,
similares al sonido de espinas que arden. Pero las carcajadas de los necios son también de corta
duración, como un fuego de ramazón.
7:10 Tiempo pasado. No es de sabios exigir saber por qué Dios permite que venga un tiempo que
parece malo, en comparación con uno mejor del pasado.
7:11 Sabiduría sumada a la heredad. Aunque la sabiduría no puede diferir la muerte, hay un
provecho en poseerla, si uno le permite que determine qué ha de hacer con las cosas materiales,
particularmente las que uno ha recibido sin haber trabajado por ellas. (2:18 y s.)
7:12 Dar vida. Si el dinero se utiliza con discreción, puede hacer que la vida sea más tolerable que
la existencia en una terrible pobreza. Sin embargo, la verdadera sabiduría es provechosa comparada
con la posesión de cosas materiales, porque es esencial para una felicidad que satisfaga. (Pr 3:18, 21s;
4:13; 10:17; 13:14)
7:13 Torcido. Lo que sucede en la vida, muchas veces no parece tener sentido (v. 15; 1:15; 3:16;
4:1). No obstante, deja que Dios decida qué es bueno o malo para ti en un tiempo determinado. Puedes
hacerlo con confianza, porque él no es corto de vista como tú, sino que ve todo “de principio a fin”.
(3:11; comp. Job 1:21; 2:10)
7:16 Demasiado. En este versículo y en el siguiente, el Maestro no aboga por la reducción de los
patrones de comportamiento ético. Lo que dice es más bien una advertencia respecto de dos actitudes
opuestas, las cuales provocan la ira de Dios. Una de esas actitudes es hacer de una escrupulosa
obediencia de la ley el fundamento para una exigencia autojustificante del favor de Dios, como
hiciera Job cuando esperaba un tratamiento mejor en vista de su buen comportamiento. No menos
abominable a Dios es el hombre que cree que no importa cuán malvado es. “Quien teme a Dios saldrá
bien en todo” (v. 18). Esta sentencia se aplica a los peligros de ambos puntos de vista dañinos. El que
teme a Dios no lo insultará pretendiendo obligarlo mediante una vida externa respetable; ni desafiará
al divino legislador burlándose de todo lo que es decente.
7:19 Más fortalece. La sabiduría es un capital mayor que la protección provista por los
gobernantes de una ciudad, cualquiera sea su número. (9:13–18)
7:20 Nadie tan justo. La sabiduría, enraizada en el temor a Dios, percibe la verdadera naturaleza
del género humano (1R 8:46; Sal 19:13; Job 15:14 y s.). Debido a que no hay nadie que haga el bien y
nunca peque, nadie queda justificado diciéndole al santo Dios qué está “derecho” y qué “torcido” en
su administración de los asuntos de esta tierra (v. 13). No debe tampoco nadie enojarse cuando oye
“todo lo que se dice” acerca de él. Su propio “siervo” puede tener sobrados motivos para maldecirlo.
(21 y s.)
7:23 Fuera de mi alcance La sabiduría humana ofrece ventajas sobre la insensatez (2:13 y s.; 7:11,
19). Sin embargo, no es capaz de resolver los misterios de la existencia humana. Llegar a entender
completamente “todo cuanto existe”, sigue siendo una meta distante, inalcanzable, y de una
profundidad inmensurable. (v. 24; Job 11:7; c. 28; Ro 11:33 y s.)
7:26 Amargo. En su intento por comprender el sentido de la vida, el Maestro se topó con misterios
y contradicciones las cuales la sabiduría no era capaz de explicar. No obstante, cuando se dedicó de
lleno “a conocer todo lo que se hace en esta vida” (8:9), llegó a ser lo suficientemente sabio como
para arribar a las siguientes conclusiones negativas: (a) El género humano, creado “perfecto”, ha
degenerado y sucumbe a “trampas” de maldad (vv. 26–29); (b) las autoridades civiles pueden llegar a
ser despóticas y arbitrarias (8:1–9); (c) el destino que merecen “los malvados” lo sufren “los
hombres justos” (8:10–15); (d) aun “el hombre sabio” “no puede comprender” el propósito de Dios
en “todo lo que ha hecho en esta vida” (8:16–17); (e) la muerte es la suerte que toca a todos los
hombres, sin hacer diferencia en su forma de ser (9:110); (f) los más capacitados y fuertes no están a
salvo de los accidentes de los “buenos y malos tiempos”. (9:11–17)
Trampa y… redes. La “mujer ajena” es descripta en términos similares en Pr 2:16 y ss.; 5:3 y ss.;
7:25 y ss.
7:27 Lo que he hallado. Buscando una por una la razón de las cosas, no arrojó el total que diera
cuenta de la siniestra perversidad de la mujer mala, y la necedad del “pecador” que sucumbe a sus
artimañas.
7:28 Entre mil. Es difícil encontrar la sabiduría entre los hombres y, de acuerdo con un proverbio
en boga en aquel tiempo, uno debe extender aún más la búsqueda a fin de encontrar una mujer sabia
(Pr 31:10). El Maestro no es un misógino (comp. 9:9). Su razonamiento en este caso es: El género
humano, tanto el hombre como la mujer, ya no son “perfectos” como lo fueron cuando Dios los creó.
Ahora, “a una se han corrompido” (Sal 14:3; Ec 7:20). Empujados por un poder misterioso y
demoníaco, idean medios para corromper lo que había sido creado para ser una bendición, como lo
es la íntima relación entre el hombre y la mujer.
8:1 El sabio. La sabiduría del hombre puede fracasar en ofrecer una respuesta satisfactoria
respecto de un asunto (comp. 7:23 y s.). Sin embargo le provee la necesaria discreción para evitar una
confrontación directa con un gobernante despótico, quien “domina sobre el hombre, para su mal” (v.
9). En vez de actuar precipitadamente, aguarda el “cuándo y cómo” establecido para traerle alivio a
su “problema”, aunque es “grande” lo que “tiene en su contra” y no sabe cuánto tiempo ha de vivir.
(vv. 6–8)
8:10 Vi. Otra observación idiotizante que hace de la existencia humana una “absurdidad”
irracional (v. 14), es el honor acordado a los malvados al final de sus vidas, y el escamoteo que hacen
a la justicia distributiva. Tal estado de cosas incita a otros a seguir su ejemplo. Al quedarse sin una
explicación referente a este aparente derrumbe de un orden moral mundial, el hombre sólo puede
asirse de la seguridad de que de algún modo y en algún momento, Dios hará una diferencia entre
“quienes temen a Dios” y quienes no.
8:15 La alegría. Visto dentro de la limitada perspectiva de la sabiduría humana, no hay para el
hombre nada mejor en esta vida. Pese a todo, no es necesario que se deje abrumar por un pesimismo
melancólico o una sorda resignación. El hombre no es el juguete de una ciega fatalidad. Debido a que
lo que le queda de tanto afanarse en esta vida es lo que Dios le ha dado, el Maestro puede celebrar la
alegría. Por el mismo consejo, ver 2:24, nota; 3:12, 22; 5:18–20; 9:9; comp. 5:7, nota; Pr l6:9; 20:24;
21:2.
9:1 Me dediqué de lleno. El Maestro continúa indagando por ver si puede entender “con
sabiduría” (7:23–25) “todo lo que se hace en esta vida” (3, 6). En este capítulo registra su
descubrimiento de otras dos circunstancias que acarrean insatisfacción. Descubre, antes que nada, que
siendo que los justos y los sabios… están en las manos de Dios, hay un mismo destino “para todos…
para el bueno y para el malo” por igual: “Su fin está entre los muertos”. De ahí que si el hombre va a
juzgar por el modo en que la providencia de Dios opera, no sabe si es objeto del “amor u odio”
divinos. (vv. 1–6)
9:4 Perro vivo. El género humano se rebela contra la perspectiva de la muerte. Estar vivo, aunque
sea la vida de un perro, se considera mejor que ser el cadáver del potentado más poderoso que
durante su vida recibió el trato de personaje célebre de parte de muchos.
9:5 No saben nada. Habiendo muerto el hombre, llegan a su fin las aspiraciones y actividades
mundanas.
9:9 Lo que… ha tocado. Como cuando encara otros problemas que se resisten a ser solucionados,
así el Maestro no deja que su incapacidad de racionalizar la muerte lo induzca a declarar que la vida
carece de sentido (comp. 8:15, nota). A fin de compensar el lúgubre pensamiento acerca de la muerte,
agrega varios versículos que explican cómo quiere Dios que el hombre goce de la vida.(vv. 7–10)
9:10 Con todo empeño. Siendo que la vida ha de llegar a su final, le conviene al hombre aplicarse
a la tarea que le ha sido asignada, con entusiasmo y toda la energía que le ha sido dada, antes que
“venga la noche cuando nadie puede trabajar” (Jn 9:4). Por el significado de sepulcro, ver Dt 32:22,
nota.
9:11–17 Accidentes, la ruina del má sabio y del más fuerte
9:11 Me fijé. En una observación final respecto de las realidades frustrantes de la vida, el Maestro
llama la atención al hecho de que los mejores esfuerzos, las más encomiables destrezas, y las más
nobles actitudes no son garantía de protección contra “una desgracia que de pronto le sobreviene a
los hombres”. (v. 12)
9:12 Su hora. El hombre no determina cuándo es su “tiempo para morir” (3:2). La muerte puede
sobrevenirle por sorpresa, atrapándolo como a un pez en una red y un ave en una trampa.
9:13 Notable caso de sabiduría. La sabiduría en este mundo no puede responder todas las
preguntas. No obstante, “las palabras de los sabios”, aunque con frecuencia “menospreciadas”,
pueden lograr más “que las armas de guerra” para salvar una ciudad. (vv. 13–18)
10:1 Sabiduría. La respuesta del Maestro a la absurdidad de hacer que tenga sentido la necedad
vista “en esta vida”, (v. 5) se resume en cuatro palabras: “Muestra temor a Dios” (5:7), cree que hay
un Dios; tiembla en su presencia porque él “al justo y al malvado los juzgará” (3:17); confía en la
sabiduría superior de su providencia, con la certeza de que “Dios hizo todo hermoso en su momento”
(3:11). En los cc. 10 y 11 el Maestro aplica estos principios axiomáticos de la religión revelada, a
circunstancias concretas según van surgiendo en la vida cotidiana. Insiste en que es importante de qué
manera reacciona una persona ante circunstancias antagónicas. En la forma de dichos proverbiales,
similares a las directivas prácticas del libro de los Proverbios, señala los valores positivos de
comportarse sabiamente, y toca los siguientes temas: (a) Los peligros que es necesario evitar (vv.
111); (b) los efectos de las palabras sabias y de la cháchara necia (vv. 12–15); (c) el gobierno bueno y
malo (vv. 16–20); (d) el coraje para hacer inversiones; (e) la libertad y la responsabilidad de “la
juventud”. (11:9–10)
Apestan. Aun una pequeña necedad basta para que apeste lo que debiera ser una experiencia
agradable. El hombre sabio sabe cómo sacar el mayor provecho de lo que para comenzar es
detestable o peligroso. Si es un agente del gobierno, actuará con compostura y paciencia cuando
queda al descubierto ante “el ánimo exaltado del gobernante”, quien probablemente cometa “un
error”, porque no es capaz de otra cosa sino de “necedad” (vv. 4–7). Si uno se gana la vida con otras
ocupaciones, “la acción sabia” ayudará a que el trabajo sea “bien ejecutado” sin salir lastimado, y sin
malgastar energías. (vv. 8–11)
10:4 Paciencia. La sumisión a las inmerecidas explosiones de ánimo exaltado de un déspota, en
vez de una vehemente denuncia de su necedad, se aconseja también en 8:2–9; Pr 16:14; 15:1, 18.
10:6 Los capaces. Los que poseen una riqueza de sabiduría. (Comp. Pr 19:10, nota)
10:8 La fosa. No necesariamente una para atrapar a un enemigo, como en Sal 7:15 y s.; Pr 26:27.
Aquí se expone el pensamiento de que en el desempeño de diferentes ocupaciones “los instruidos”
(9:11) deben ponerse en guardia contra accidentes.
10:10 Pierde su filo. La utilización de herramientas apropiadas y en buen estado son necesarias, si
el gasto de energía se ha de hacer con sabiduría y con provecho.
10:11 Si la serpiente muerde. Este proverbio puntualiza que aun una habilidad sumamente
especializada, como la que puede tener un encantador de serpientes, no tiene valor alguno si no se
aplica en el momento conveniente.
10:12 Son su ruina. Por advertencias similares en cuanto a las consecuencias desastrosas de la
necedad, ver Pr 10:14; 14:3; 18:7.
10:14 Aun después. Al necio… no le faltan las palabras respecto de cosas que aun la persona más
sabia no pretende conocer.
10:15 El camino a la ciudad. El necio tanto se fatiga a sí mismo hablando incesantemente, aunque
no conoce las cosas más obvias, tales como seguir el camino bien demarcado a la ciudad.
11:1 Lanza tu pan. El Maestro continúa dando consejos respecto de vivir sabiamente, lo que
comenzó en el capítulo anterior. En un mundo en el que los “buenos y malos tiempos” (9:11) pueden
llegar a sabotear un proyecto cuidadosamente planeado, es no obstante una necedad negarse a
comprometerse en empresas de riesgo por temor a las pérdidas que puedan sobrevenir. El v. 1 cita un
proverbio que, aunque más preciso y gráfico, es el equivalente de nuestro dicho: El que no arriesga,
no gana. Presenta el ejemplo de un mercader, ocupado en hacer negocios, sobre el agua del mar. Una
tempestad puede echar a pique sus barcos y su fortuna. Pero esta posibilidad no lo desalienta de
invertir enormes sumas en un negocio arriesgado. La verdad expresada en este dicho se aplica
frecuentemente a obras de caridad. El asunto de que se trata es que las obras de misericordia y bondad
no son una mala inversión. Como las naves enviadas al mar, vuelven cargadas con ricos dividendos,
aunque sea después de algún tiempo.
11:2 Comparte. El proverbio de este versículo llama la atención a ser precavidos al hacer
inversiones. Debido a que alguna calamidad pueda venir sobre la tierra, es de sabios no poner todos
los huevos en una sola canasta, según reza nuestro refrán.
11:3 Nubes. El resultado de las empresas del hombre depende de circunstancias que están más allá
de su control, tales como los estragos causados por las fuerzas de la naturaleza. No puede evitar que
las nubes se descarguen, ni puede manejar la dirección del viento, que derriba un árbol que donde
cae, allí se queda. Sin embargo, es de tontos no “sembrar” porque “el viento” podría llevárselo, o no
cosechar las mieses maduras porque podría llover. (v. 4)
11:5 No sabes. El hombre, que ni siquiera sabe como llega a existir en el vientre de la madre, no
debe esperar entender la obra de Dios, creador de todas las cosas, antes de comenzar un proyecto que
puede ser lucrativo o no. Debido a que es el mundo de Dios, es bueno estar con vida (v. 7). Él concede
“muchos años”, deja que el hombre “los disfrute”, aprovechando al máximo las oportunidades que
éstos le ofrecen, antes de que la edad avanzada traiga consigo “los días tenebrosos” que no dejan
dudas en cuanto a la transitoria absurdidad de la vida. (v. 8; 2:24 y s.; 3:13; 5:18; 8:15; 9:7–10)
11:9–10 Joven. Nada debe reprimir la exuberancia y vitalidad que se agitan dentro de la gente
joven, con excepción de dos hechos que llaman a la sensatez: (1) Ellos también deben dar cuentas a
Dios por todo lo que hacen (v. 9; Pr 16:2); (2) no deben arriesgarse a demorar el disfrute de la vida
en todo su vigor, porque el anhelo de vivir mengua rápidamente. La brevedad de la juventud es parte
de lo “absurdo” de la existencia humana (v. 10), como lo dejarán dolorosamente claro los primeros
versículos del capítulo siguiente.
12:1 Acuérdate… de tu Creador. La división moderna del texto en capítulos no per-mite notar la
estrecha conexión entre estos versículos y los inmediatamente precedentes. El Maestro procede aquí a
elaborar dos razones que había presentado sólo de paso, abogando por una vida positiva y de
iniciativa en el temor de Dios, “creador de todas las cosas” (11:5): (a) “Los días tenebrosos”, que
deterioran la juventud vigorosa, no son sólo “muchos” (11:8); vienen rápida, inevitable e
irrevocablemente. Por lo tanto, “joven”, “alégrate” (11:9) ahora, antes que las debilidades de la vejez
transformen la vida en una carga. Nótese que la conjunción antes aparece tres veces, vv. 1, 2, 6. (b)
No hay modo de evitar el “juicio”, recién mencionado en 11:9. El Juez ante quien el joven también
debe responder por el modo cómo se alegró en la vida, no es otro que el Creador. Siendo que las
criaturas hechas para estar en bienaventurada comunión con él se rebelaron, languidecen bajo una
ineludible sentencia de muerte. Sus cuerpos se deterioran hasta que vuelven al polvo del cual él los
hizo. Su “espíritu volverá a Dios, que es quien lo dio” (v. 7). El que otorga y quita la vida ha señalado
“un tiempo” cuando “al justo y al malvado los juzgará Dios” (3:17; 12:14; Ro 14:10; 2Co 5:10). No
fuese que un hombre joven pasara por alto recordar que no puede “escapar del juicio de Dios” (Ro
2:3), el Maestro pinta un cuadro tétrico pero verdadero, de “los días tenebrosos” (11:8) que vienen tan
seguro como que la noche sigue al ocaso. Nada puede evitar el deterioro físico. Desecada y víctima
de los embates del clima, la casa de arcilla se desmorona, y finalmente se derrumba, quedando un
montón de escombros. (Job 4:19; Is 38:12; 2Co 5:1 y s.; 2P 1:13 y s.)
12:2 Dejen de brillar. Los “días malos” de la vejez son el invierno de la vida: Desabrigados y
sombríos, fríos y tormentosos.
12:3–4 Un día. Hábil poeta que es (3:2, nota), el Maestro cuenta la triste historia del deterioro
corporal y el embotamiento de los sentidos, utilizando una sarta de figuras de lenguaje gráficas, que
describen una casa que se ha venido a menos en los días malos. Traduciendo el lenguaje pictórico a
prosa, entendemos que dice: Los brazos de un hombre (los guardianes de la casa), en un tiempo
firmes y de músculos recios, tiemblan incontrolablemente; sus piernas (los hombres de batalla) están
encorvadas y deformes; sus muelas (las molenderas) se detendrán incapaces de masticar su alimento;
la vista (los que miran a través de las ventanas) está apagada; los oídos (las puertas de la calle) se
irán cerrando al ruido, de tal modo que los sonidos familiares (el ruido del molino) irán
disminuyendo y se oirán apagados; el sueño, que ha dejado de ser tranquilo y reparador, llega a ser
espasmódico y de corta duración, de modo que uno se levanta cuando empieza a clarear el alba (al
elevar su canto las aves); la música (sus trinos) se oirán apagados, apenas perceptibles sus alegres
melodías.
12:5 El temor. Cuando el vigor se ha ido y los sentidos están adormecidos, como acaba de
describirse, la más pequeña elevación parece ser una altura demasiado grande para escalar. Ahora
también están los peligros del camino que uno antes dejaba atrás sin temor. Estas incapacidades son
irreversibles. El invierno de la vida no pasa hacia una primavera rejuvenecedora, como lo hace el
invierno en el ciclo anual de las estaciones. Los árboles como el almendro florecerán nuevamente, y
las criaturas como la langosta aparecerán nuevamente en escena, pero esta renovación en la
naturaleza ignora al anciano. No servirá de nada la alcaparra; no hay nada que lo revigorice y
reavive su gusto por la vida. Porque ha llegado el tiempo en que debe dejar su morada pasajera en un
cuerpo acabado, y encaminarse “al hogar eterno”, una existencia de duración sin final. Los que le
sobreviven lo rodean sin saber qué hacer. Solamente pueden darle un funeral adecuado, alquilando
los servicios de los que lloran, según la costumbre de aquel tiempo. (Jer 22:18; 34:5; Am 5:16; Mt
9:24)
12:6 Cordón de plata. Así como el Maestro compaginó fascinantes comparaciones para describir
“los días malos” que van anunciando el continuo caminar del hombre hacia la tumba (vv. 2–5), del
mismo modo utiliza ahora impactantes confrontaciones para describir el daño irreparable que inflige
la muerte al robarle al hombre su posesión más preciada sobre la tierra (vv. 6–8). La candela de la
vida mundanal no puede ser encendida de nuevo si ha sido apagada. Un cordón de plata, roto en tiras,
no puede ser remendado; una vasija de oro, quebrada hecha añicos, no puede ser restaurada a su
antiguo esplendor; un cántaro, estrellado contra la fuente, ya no puede proveerle al hombre el agua,
elemento indispensable para la vida; cuando la polea utilizada para subir el agua del pozo está hecha
pedazos, el hombre se queda sin un elemento de primera necesidad.
12:7 Volverá entonces al polvo. Un hombre muerto deja atrás lo que es “corrupción” (1Co 15:42;
Gn 3:19; Sal 103:14); lo que Dios sopló en una porción de arcilla para darle vida, no está expuesto al
deterioro, sino que volverá a Dios, que es quien lo dio.(Gn 2:7; comp. Sal 104:29)
12:8 Lo más absurdo de lo absurdo. Nadie va a negarle al Maestro el derecho de haber sido quien
demostró la verdad de la tesis enunciada tan audazmente desde el principio: “¡Todo es un absurdo!”
(1:2). En su búsqueda por calmar el inquieto espíritu del hombre y hacer que sea verdaderamente
feliz, experimentó todo lo que hay “en esta vida”. Sin embargo, nada encontró allí que supliese esta
necesidad. Lo peor y lo mejor que el hombre puede hacer, tener o pensar, no tiene más sustancia que
la brisa que refresca su frente acalorada por un instante.
12:9 Ser sabio. El Maestro era un instructor competente, confiable y de muchos recursos. Dotado
por su Creador con la aptitud de ser sabio, no se aisló en una torre de marfil, deleitándose
egoístamente con abstrusas y profundas reflexiones filosóficas. Lo que sabía lo hizo comprensible
para la gente, en la forma de proverbios cuidadosamente seleccionados. No sólo estaba decidido a
escribir “palabras… de veracidad”, sino que también se preocupó de presentar sus enseñanzas de una
manera atrayente. (v. 10)
12:11 Palabras de los sabios. Coleccio nadas en forma escrita para un estudio continuo, las
enseñanzas impartidas por los sabios como el Maestro, tienen dos rasgos dignos de elogio: (1) Son
como aguijones. Así como se utilizaban palos aguzados para aguijonear a los animales a que avancen
(Hechos 26:14), del mismo modo los aguzados dichos de los sabios aguijonean a los descuidados a
darle importancia al sentido de la vida. (2) Son como clavos. Así como una estaca clavada en el suelo
mantenía afirmada una tienda, del mismo modo las palabras de los sabios dejan puesta la verdad con
tanta firmeza, que ningún viento de opinión que acierta a pasar, puede arrebatarla. No obstante, a fin
de estimular correctamente y de promulgar principios de acción inamovibles, deben ser dados por un
solo pastor. La autoridad y la confiabilidad de un maestro de sabiduría no depende de su propio
pensamiento creador, sino de su buena voluntad y fidelidad de hacerle llegar al rebaño que le ha sido
confiado, lo que el “Pastor de Israel” le encomienda que diga. (Sal 80:1; 74:1; 78:52; Is 40:11)
12:12 Ten presente. Los dichos sabios, dados por “un solo” Autor, son contrastados con muchos
libros de muchos autores, y con mucha lectura realizada por infinidad de investigadores. Cualquier
estudio que quiera determinar qué es el hombre, y qué debe hacer, y que no comienza y termina con
la comunión con su “Creador” (12:1) y con las “palabras… de veracidad” “dadas por un solo pastor”
(10 y s.), confirmará el veredicto del Maestro: “Mientras más sabiduría, más problemas; mientras
más se sabe, más se sufre”. (1:18)
12:13–14 El fin. La búsqueda por algo que sea creíble y que pueda satisfacer el ansia de felicidad
y realización del hombre, ha sido completada. Todo lo que hay “bajo el sol” –riquezas, placeres,
juventud, anhelos intelectuales, sabiduría, necedad– ya se ha escuchado todo y ha sido hallado
insuficiente. No obstante, el Maestro no aboga por ponerle fin a esta existencia desprovista de
propósitos, mediante el suicidio. La vida tiene sentido, pero solamente cuando la luz es esparcida
sobre lo que “era un caos total”, por aquél que hizo “que la luz resplandeciera en las tinieblas” (Gn
1:2 y s.; 2Co 4:6). Tres palabras bastan para resumir la única filosofía de vida satisfactoria: “Teme a
Dios” (comp. 5:7, nota; también 3:14; 7:18; 8:12 y s.). A una persona orientada de este modo, le
resultará lo más natural “cumplir sus mandamientos”. Pero con un compromiso sin restricciones con
el Creador de uno, viene también la posibilidad de “llegar a disfrutar de los afanes”, de dejar que “el
corazón disfrute”, y de “alegrarse” con vitalidad juvenil (2:24; 3:13; 5:18; 9:7–10; 11:9). Por lo
demás, la injusticia –la prosperidad de los malvados y la opresión que ejercen sobre los justos (8:10
y s., 14; 4:1–3)– ya no tiene por qué dar origen a resentimientos. Porque toda obra, aun la realizada
en secreto, la conoce “el Juez de toda la tierra” (Gn 18:25). Nadie puede evitar ser llevado ante Dios,
quien lo juzgará.
CANTAR DE LOS CANTARES
INTRODUCCIÓN
Los intérpretes concuerdan en un aspecto de este libro. Por consenso general es lo que su título
(1:1) dice ser: “El Cantar de Cantares”, es decir, poesía de excelencia superlativa.
Más allá de esta opinión respecto de su calidad artística, las opiniones son diversas, y van en todas
las direcciones en cuanto a su forma y significado. En esta joya lírica la emotividad surge con tal
fuerza, las disposiciones de ánimo cambian tan rápidamente, los vuelos de la fantasía planean a tal
altura, que difícilmente dos comentaristas explican del mismo modo cómo está todo entretejido, y
qué está señalado a decir.
Estructura
Algunos exegetas consideran al Cantar como una serie de poemas que expresan el deleite en la
misteriosa, compulsiva atracción de los sexos del uno por el otro, según se manifiesta en el deseo
innato en el hombre y en la mujer, de llegar a fundirse “en un solo ser” (Gn 2:24) en la unión
matrimonial.
Sin embargo, existe una variedad de opiniones respecto del número de unidades o episodios que
pueden identificarse, y respecto de la contribución que cada uno de éstos aporta a la interpretación del
tema. Algunos estudiosos sostienen que no existe una conexión estructural entre las partes que lo
componen. Según ellos, el libro es una compilación de poemas eróticos y cánticos de bodas –tal vez
30– que tuvieron su origen independientemente, sin estar relacionados unos con otros. Otros detectan
agrupaciones mayores, o baladas, cada una variación sobre el tema del amor humano.
Opuesta a la teoría de una composición más o menos ordenada, está la opinión de que sus
unidades están ligadas por un esquema comprehensivo. Se dice que el autor desarrolló un tema
central en una estructura cercana a lo dramático. Aunque no está designado a ser una obra escénica en
el sentido general de la palabra, el poema no obstante exhibe características asociadas comúnmente al
drama: un reparto de personajes, diálogos de principio a fin, un argumento, y la resolución de un
conflicto.
No hay escenas preliminares que van llevando a la crisis. Las primeras palabras provienen del
escenario de una colisión de intereses bien desarrollada. Al ir recitando sus versos, los actores
manifiestan su incorporación a la trama: Un dilema confuso que se le presenta a la heroína, una joven
del campo, atractiva, nada sofisticada, llamada la Sulamita (6:13). Llevada a la corte del rey contra su
voluntad para ser una dama en la circunscripción real, debe elegir entre aceptar una posición de
prestigio y brillo, o guardarle fidelidad a su amado prometido, un campesino común. El conflicto
queda resuelto cuando el amor triunfa sobre el señuelo de ganancias materiales. Debido a que la
contienda tiene lugar en el corazón de la Sulamita, la evidencia de su lucha victoriosa sale a la
superficie en su diálogo con el rey, en sus monólogos y soliloquios, en sus imaginarias
conversaciones con su amado.
Aunque dramático en su estructura, el Cantar no tiene por qué estar basado sobre un suceso real.
La trama y los personajes bien pueden haber sido creados por un hábil poeta. Dejó que actores
esbozados con agudeza hagan su aparición en la escena de una obra, dándoles en el reparto papeles
destinados a producir el efecto deseado de este poema.
Sin embargo, la circunstancia retratada era fiel a la vida de aquel entonces. Reyes como Salomón
tenían una corte, agraciada con muchísimas concubinas y damas de compañía (1R 11:3). Sin duda
alguna, había exploradores que recorrían la comarca en procura de mujeres idóneas para completar
las filas de tal harén.
En las notas añadidas se trata al Cantar como una unidad literaria, que semeja a un drama al
extremo que el autor comunica el mensaje de su poema, haciendo aparecer a personas en la escena,
dejándoles interpretar papeles apropiados en una trama reconocible. Lo que deben decir, antes que lo
que deben hacer sobre el escenario, constituye el efecto dramático y su reacción.
Significado y propósito
Como parte del canon inspirado, el Can-tar también se “escribió para enseñarnos” (Ro 15:4), si
bien el nombre de Dios no se menciona (comp. Libro de Ester). El autor no nos dice en ningún lugar
con precisión qué enseñanzas se han de extraer de su poema. Sencillamente deja que hable por sí
mismo, confiando en que la disposición de ánimo de principios sublimes, creada en contraposición a
aspiraciones ruines, hace superflua la instrucción directa y prosaica.
Debido a la ausencia de una explícita declaración de propósitos, hay diferencia de opiniones
respecto del significado y la aplicación de estas efusiones de emoción líricas. La diferencia de
opiniones surge principalmente en respuesta a la pregunta que si el poeta está describiendo la unión
matrimonial de un hijo e hija de Adán, o si habla figuradamente de una relación divino-humana.
Al abordar el problema, es necesario recordar dos reglas básicas de interpretación bíblica: (1)
Debe permitírseles a las Escrituras interpretarse a sí mismas sin contradecirse; (2) un libro, o partes
de él, debe ser interpretado en sentido literal, a no ser que resulte una contradicción con pasajes de
claridad indiscutible.
Aplicando estos principios al Cantar, nótese que no queda prohibido, sino que más bien se anima
a exultar por las maravillas concedidas por el Creador a sus principales criaturas (ver, por ej., Sal 8;
139). Las diversas actitudes y sentimientos casi místicos relativos a la sexualidad, no son una
excepción. La atracción física y espiritual que un hombre siente por una mujer, es un designio del
Creador (1Ti 4:3; Ro 14:14). Cuando el deseo por la unión se consume en el matrimonio, el éxtasis
del orgasmo cuenta con la sanción divina (Gn 1:28; 2:24). No obstante, deja de ser “muy bueno” (Gn
1:31), y más bien llega a ser algo sucio y vergonzoso, cuando los hombres y las mujeres prostituyen
su capacidad de amar y de ser amados, reduciéndola al nivel de un instinto animal, que busca ser
satisfecho como el ansia por comida y bebida.
Existe, naturalmente, un modo de hablar respecto de las relaciones de hombre y mujer, que es
ofensivo y degradante. Sin embargo, no se encuentran comentarios obscenos, o chistes salaces, en el
Cantar. Su lenguaje es descriptivo, sin tapujos, pero no lascivo; sensual, pero no vulgar; amoroso,
pero no obsceno. Evita la mojigatería victoriana, como también el exhibicionismo verbal y gráfico
de lo que es puramente físico como un fin en sí mismo.
Un segundo rasgo a ser tomado en cuenta en el Cantar, es su sublime doctrina respecto del
matrimonio. Pese a su realismo, queda invadido por un tono idealista. La pareja desposada imagina la
vida compartida como muy cercana a la felicidad extática experimentada por el hombre y la mujer a
quienes Dios mismo unió en el Jardín del Edén. De acuerdo con la prístina ordenanza del
matrimonio, existe sólo uno a quien se ha de aferrar cada uno de los que forman esta pareja, con la
exclusión de todos los demás. Esperan entrar en un estado santo, santificado por un voto de fidelidad
eterna.
Si bien no hay una aplicación directa en el Cantar, el matrimonio, la comunión más íntima y
exclusiva de la que los seres humanos son capaces, se utiliza figuradamente en las Escrituras para
describir el pacto solemne de Dios con el género humano caído. Su promesa de amor inmerecido y
redentor, debe despertar y motivar la respuesta nupcial de una devoción total e indivisa hacia él. El
comportamiento idolátrico y apóstata de Israel en el A. T., con frecuencia es descrito gráficamente
como infidelidad marital y fornicación vergonzosa. Desposado con Dios “para siempre” por un voto
de “gran amor”, se lo acusa de interpretar el papel de una mujer adúltera y meretriz promiscua (ver,
por ej., Os 1–3; Ez 16). Los mensajeros proféticos no utilizan palabras bonitas para describir el
horrendo crimen de las prostituciones espirituales de Israel.
En el N. T., el Hijo de Dios encarnado es presentado en el papel de Novio celestial. Habiendo
purificado a su novia, la iglesia, de toda “arruga o mancha” con su propia sangre, la adorna con
brillantes vestimentas de justicia, el vestido de novia de la salvación. (Ef 5:25–33; 2Co 11:2; Mt 22:2–
14; 25:1–13)
La unión matrimonial se utiliza figuradamente en las Escrituras, para simbolizar no sólo una
condición que subsiste en una relación humano-divina, sino también para prefigurar acontecimientos
y desarrollos aún por cumplirse en el plan de salvación de Dios.
La unión del hombre y de la mujer en matrimonio adopta, en el A. T., los contornos de un tipo
profético de cosas más grandes por venir en tiempos mesiánicos, cuando Dios cumplió lo que había
prometido hacer, de renovar todas las cosas. Entonces el Paraíso perdido llegó a ser el Paraíso
recuperado. El género humano no tenía por qué tener miedo al Creador, como lo tuvieron los
primeros esposos, después que “tomaron conciencia de su desnudez” (Gn 3:7, 10). Dios quitó la
vergüenza de su desobediencia, re-creó al hombre y a la mujer a su imagen, y los declaró “muy
buenos”, dignos de vivir en comunión armoniosa con él. Ver pasajes tales como Os 2:14–23; Jer 33.
El N. T. registra el cumplimiento de estas profecías en la vida, muerte y resurrección de
Jesucristo. En sus páginas el simbolismo del matrimonio predice en una sucesión apropiada la
felicidad paradisíaca que aguarda a su “casta” novia, la iglesia. Dios vendrá a hacerla suya en las
“bodas del Cordero”. Anhelando a su Novio, la iglesia ora, diciendo: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 14:4;
19:7; 22:20)
En la descripción ideal que el Cantar hace de la pareja desposada y de su expectativa de la
felicidad suprema, uno detecta no sólo reminiscencias de la perfección que alguna vez existió en el
Jardín del Edén, sino que también oye sugerencias de un deseo ardiente por su vuelta en “el mundo
venidero”. (Heb 2:5; 6:5)
Autor
Bosquejo
El Cantar de cantares está expresado enteramente en estilo directo, como uno lo espera de un
drama. Sin embargo, carece de todas las indicaciones comunes para un escenario. Los interlocutores
no son presentados, como sucede en el Libro de Job (Job rompió el silencio… A esto respondió así
Elifaz… A esto Job respondió…). Su identidad debe deducirse de lo que dicen.
En las notas agregadas se presume que la trama se desarrolla como sigue: La Sulamita ocupa el
centro del escenario, y es quien tiene los diálogos más extensos. Responde a las propuestas tentadoras
del rey, como también a los comentarios hechos por las damas de la corte. En espíritu está en
comunión con su amado ausente. Transportada a su lado sobre alas de la fantasía, exalta su
masculinidad y sus dotes, y escucha, a su vez, las alabanzas que él canta a su belleza. Deleitándose con
la perspectiva del encuentro con él, se ve a sí misma de vuelta al lado de su prometido, para ofrecerle
su regalo de bodas celosamente guardado: su amor virginal.
1:1 Cantar de los cantares. Para otros ejemplos de substantivos con esta combinación para
expresar el grado superlativo, ver Gn 9:25 (RV Siervo de siervos); Éx 30:36, (lit. Lo más santo de lo
santo); Ez 26:7; Ap 17:14, etc.
1:2 Ah, si me besaras. El drama comienza con la exacerbada protesta de una muchacha
desesperada que ha sido llevada a los departamentos del rey, para ser su concubina. Sus primeras
palabras traicionan su estado mental de excitación, casi histérico. Comienza con una ardiente súplica
dirigida a su lejano y amado pastor, a fin de que la tranquilice y fortalezca con sus caricias, más
gratas que el vino (vv. 2–4), y de pronto se vuelve abruptamente a las damas de compañía de la corte
(vv. 5–6), tan sólo para volverse repentinamente al “amor de su vida”. Confundida y perpleja, fantasea
que él sólo debe decirle a dónde ha llevado sus rebaños, para que puedan tener su encuentro (v. 7).
Hasta lo oye dándole las deseadas instrucciones. (v. 8)
1:5 Hijas de Jerusalén. Las damas de compañía del rey. Aparecen nuevamente en 2:7; 3:10; 5:8,
16, y el papel que desempeñan se parece al del coro en el drama griego.
Morena. Bronceada y tostada por la constante exposición al “sol”, su complexión es “morena” en
comparación con la de las pálidas damas de la corte. Las tiendas de las tribus nómadas como las de
Cedar, se hacían de pelo de cabras negras. (Gn 25:13; Sal 120:5, nota)
Pabellones de Salmá. Pese a la pigmentación obscura de su piel, ella compara su belleza con
cortinados ricamente bordados, como los que tenía Salomón. Para la referencia a su nombre, ver
Introducción, “Autor”.
1:8 Ve tras. Este versículo, interpretado arriba como que habla el pastor, puede ser la réplica
sarcástica de las hijas de Jerusalén, apurando a la simple muchacha campesina a que vuelva a su
modesta ocupación.
1:9 Me recuerdan. El rey la corteja con lisonjas y la promesa de joyas preciosas (vv. 9–11).
Nosotros, hoy, no adularíamos a una dama comparándola con las yeguas. Cada cultura tiene sus
conceptos propios respecto de la belleza.
Amada mía. Tanto el rey como el pastor se dirigen a la Sulamita con este término cariñoso, que
aparece sólo en el Cantar (1:9, 15; 2:2, 10, 13, etc.). Es la forma femenina del sustantivo masculino
para amigo (2S 13:3; 1R 4:5; 16:11; 2Cr 20:7). Ella, a su vez, llama al pastor “mi amado” (1:13; 2:8,
etc.). Esta palabra se utiliza en el plural, aquí en el Cantar y en otros lugares, para designar las
caricias y abrazos de los amantes. (1:2, 4; 4:10; 5:1; 6:1; 7:13; Pr 7:18; Ez 16:8; 23:17)
1:12 Mesa. Un diván circular en el que el rey comía en una posición reclinada. Mientras él se
deleita en banquetes, ella bebe la fragancia de su amado, que le llega esparcida en la brisa de la
remembranza. Los pensamientos puestos en él son un per fume tan dulce como el nardo (Mr 14:3), la
“mirra” (Mt 2:11; Mr 15:23), y las flores de la “alheña”, un arbusto llamado así porque sus hojas
liberan un tinte rojo al ser machacadas. “Engadi” es una hondonada surtida de manantiales, al oeste
del Mar Muerto.
1:15 Bella. Delirante con el aroma de la imaginada presencia del amado (vv. 1214), la Sulamita
deja que también el sonido de su voz la transporte. Lo oye cuchichear su admiración por ella (v. 15),
y después repite los cumplidos que le devolvió bajo un pabellón encantado de alfombras de verdor y
arcadas de cedros y pinos. (vv. 16–17)
2:1 Rosa de Sarón. No la clase de flor que nosotros llamamos rosa, sino la del azafrán, que crecía
profusamente en Sarón, una planicie a lo largo del Mar Mediterráneo. Contrariando la propuesta del
rey de convertirla en una parte más de la vida artificial de la corte, ella se considera una flor silvestre
que no debe ser trasplantada (v. 1). La mención de una azucena le recuerda como su pastor le había
susurrado que, comparada con ella, todas las otras “mujeres” eran “espinas” (v. 2). Para ella él
sobresale “entre los hombres” cual “manzano”; su fruto se destaca “entre los árboles del bosque” (vv.
3–4). Volviéndose de nuevo a las “hijas de Jerusalén” (comp. 1:5), les pide que le provean los
nutrimentos que puedan mantener vivaz y alerta su devoción hacia su amado pastor (v. 5), y que cesen
en sus esfuerzos por “despertar” en ella amor por ningún otro, el rey inclusive. (v. 7)
2:4 La sala del banquete. Lit. “casa de vino”. El “deleite” que su amado le brindó en el jardín del
amor (v. 3), era tan embriagador como el vino.
2:5 Pasas… manzanas. Según la creencia popular, estas frutas tenían, se decía, el poder de
estimulación erótica similar a la mandrágora. (7:13; Gn 30:14, nota)
2:7 Gacelas y cervatillas. De delicada belleza, y sin embargo fácilmente excitables, estos animales
de la región rural de la Sulamita simbolizan la belleza y la excitabilidad del amor (Pr 5:19). Por ser
algo sagrado, conjura a la mujeres en el nombre del amor, así como Jonatán le confirmó a David un
pacto bajo juramento “por el cariño que le tenía” (1S 20:17). Consigue sacarles la misma solemne
promesa a las mujeres en 3:5 y 8:4.
2:8 Aquí viene. La Sulamita se planta ante los requiebros del rey, conjurando a su amado. En su
imaginación lo ve llegando para buscarla. Rehusándose a permitir que las mujeres “despierten” en
ella “amor” por el rey, fantasea que ve a su pastor cortejándola en medio de los estimulantes encantos
de un día primaveral (vv. 8–14). Ante el requerimiento de él de escuchar su voz, ella entona un aire
popular acerca de “zorras” y “viñedos”, lo que tal vez le dé a él una pista donde buscarla (v. 15).
Vuelta a la realidad que la confronta, declara que ella y su amado se prometieron el uno al otro con
exclusión de todos los demás (v. 16; repetido en 6:3). Por tanto, ella desea con ansia que él venga en
medio de la brisa fresca del atardecer. (v. 17; comp. 4:6, 16)
2:12 Tórtolas. Un ave migratoria (Jer 8:7); su vuelta al clima septentrional anunciaba la llegada de
la primavera.
2:15 Atrapen a las zorras. Ella tenía un modo recatado y disimulado de dejar que su pastor,
“espiando” y “atisbando” (v. 9), supiese donde encontrarla. Entonaba un verso de una canción popular
en que mencionaba viñedos, donde sus hermanos la ponían a trabajar como “cuidadora”. (1:6)
2:17 Escarpadas. La palabra hebrea parece derivar de un verbo que significa cortar en trozos,
trozar.
3:1 Por las noches. La angustia por estar separada de su amado, y el temor corrosivo de haberlo
perdido, al amor de su vida, per-turban el sueño de la Sulamita. Sueña que tiene que salir a buscarlo
por las desconocidas calles de Jerusalén. Después de varios intentos fallidos, lo encuentra. “No lo
soltó” hasta que pudo hacerlo suyo en “la casa de su madre” (1–4). Animada por el final feliz de su
imaginaria búsqueda en procura de él, nuevamente conjura a las hijas de Jerusalén a no tentarla con
entregar su amor a otro. (5; 2:7, nota)
3:3 Centinelas. Mencionados también en Sal 127:1; 130:6; Is 21:11 y s.; 52:8
3:6 Que sube. No sea que alguno pudiese dudar de la clase de propuesta tentadora a la que la pobre
muchacha campesina tiene que enfrentarse, el poeta deja que la Sulamita dé un vistazo al lujo y los
honores que podría compartir si se uniera a las hijas de Jerusalén, en la corte de un rey tan magnífico
como Salomón. Se ve a sí misma en medio de los espectadores que describen el esplendor de una
procesión real, y el honor rendido a la figura principal. Como si fuese verdadero, oye al rey
diciéndole: “Todo esto te daré” (Mt 4:9) si olvidas la fidelidad prometida a tu empobrecido pastor.
(vv. 611)
3:7 Carruaje. Según queda indicado por la palabra “carruaje” (v. 9) (ver Biblia de Jerusalén:
“Palanquín”), el transporte del rey no eran unas simples parihuelas, sino un símbolo de riqueza y
realeza ornamentado. Su esplendor era de la clase por la que Salomón había llegado a ser proverbial.
(Ver Introducción, “Autor”.)
3:11 Salgan. Las jóvenes solteras en la parábola de Jesús oyen el grito: “¡Ahí viene el novio!
¡Salgan a recibirlo!” (Mt 25:6). En tiempos antiguos la reina viuda, la madre del rey, ejercía
considerable influencia. (1R 1:11–31; 15:10, nota)
4:1 Cuán bella eres. El pretendiente real puede ser el que habla en los vv. 1–6. Corteja a la
Sulamita alabando sus encantos físicos. Al parecer es preferible presumir que ella trata de triunfar
sobre la tentación por las riquezas y la conveniencia, tan vívidamente retratadas en 3:6–11,
imaginándose a su amado a su lado, y repitiendo las cosas dulces que él en una ocasión le había
susurrado al oído (vv. 1–5). Se le presenta tan real que precipitadamente promete encontrarse con él
en medio de las fragancias de la naturaleza, de la “mirra” y el “incienso” (6; 2:17). Dándose cuenta
prontamente de la imposibilidad de tal encuentro, se contenta con pensar que lo oye afirmar que ella
lo ha cautivado con su belleza embriagadora, y su pureza (vv. 7–15). No puede contener un grito de
deleite ante este pensamiento de intensa emotividad. A viva voz invita al amado a “venir al jardín de
él” y a probar sus “exquisitos frutos” de amor (v. 16). Como oyéndola, él responde ansiosamente a su
invitación. (5:1)
4:2 Ovejas recién trasquiladas. Las figuras empleadas para exaltar los diferentes rasgos de belleza
física, tienen su base en comparaciones que a nosotros nos parecen extrañas, y más bien descorteses.
(1:9, nota)
4:4 Piedras labradas. Esta expresión hebrea aparece sólo aquí. Puede tener relación con una raíz
que describe a la torre edificada con hileras de piedras.
4:8 Desciende… conmigo. Para poder unirse a su prometido, la novia debe escapar de la corte
real, la que es descripta figuradamente como las cumbres de los montes. Allí se encuentra fuera de su
alcance. Allí también debe repeler la tentación, peligrosa e insidiosa como bestias salvajes que
acechan en los acantilados. Amaná forma parte de la cordillera del Líbano con proyección lateral, de
la cual se elevan a grandes alturas los picos Senir y Hermón.(Dt 3:8, nota)
4:12 Jardín cerrado. El amor virginal de ella se compara con una jardín amurallado, al que
ningún extraño ha logrado acceder, y con un sellado manantial, cuyas aguas están custodiadas para
refrescar a ningún otro sino a su propietario legítimo. Ver v. 16, donde la Sulamita alude a su
virginidad como “el jardín de él”, guardado exclusivamente para su prometido. Aunque inflexible en
su resolución de mantenerla intacta para él, ella muestra una delirante desinhibición en la expectación
del éxtasis de la unión marital.
5:1 He entrado. El primer versículo de este capítulo es la respuesta del pastor a la apasionada
invitación de la Sulamita a “que venga a” su “jardín” (4:16). Al acceder a venir, él imagina las
festividades de sus nupcias en su apogeo. Él, “el novio”, “se llena de alegría” (Jn 3:29), invitando a
los convidados a alegrarse con él.
5:2 Dormía… velaba. Ansiando por su amado ausente, y temerosa de perderlo, el descanso de la
Sulamita queda perturbado por un sueño (comp. 3:1–4). La vehemencia de su agitación y frustración
queda reflejada en el final de pesadilla. En su mente afiebrada oyó que él llamaba a su puerta tarde a
la noche, después de que ella ya se había acostado a dormir. Pero cuando ella, toda encendida de
excitación por el sonido de su voz abrió la puerta, él ya no estaba. Su búsqueda “por la ciudad” en
procura de su amado, fue en vano. Sólo le trajo humillación y golpes a manos de “los centinelas”
(comp. 3:3, nota), quienes la confundieron con una mujer desvergonzada (vv. 1–7). Volviéndose a las
“mujeres de Jerusalén”, les ruega que le digan a su amado que ella no está enojada con él, sino
“enferma de amor” (v. 8). Ellas la ridiculizan con una pregunta que sugiere que es tonta por
enamorarse de él, con la exclusión de “otros hombres” (v. 9). Su respuesta a la desdeñosa insinuación
de ellas, es una descripción entusiasta del físico arrobador de su amado, y de sus encantos
masculinos. (vv. 10–16)
5:10 Apuesto. Los rasgos de belleza masculina que a la Sulamita le parecen “un encanto” (v. 16),
son descriptos en superlativos de figuras de lenguaje. Algunas de ellas pueden no atraernos según
nuestro canon de belleza, pero todas expresan su fascinación en términos que para ella tienen
significación.
5:12 Palomas. Del mismo modo se afirma que los ojos de la Sulamita son como palomas (1:15;
4:1). Las pupilas inmersas en el blanco de los ojos, son comparadas con palomas que se bañan en
leche. La frase montadas como (ver Biblia de Jerusalén: Posadas junto a), más lit. “sentadas sobre
abundancia”, puede referirse a un abundante caudal (de agua) en los arroyos, o a la ubicación del
cristalino en el centro del globo del ojo.
5:14 Oro… zafiros. El físico de él le resulta a ella más atractivo que las costosas joyas de la corte
real.
5:16 Mi amigo. El género masculino del sustantivo que con mucha frecuencia se atribuye a la
Sulamita, es traducido “amada mía”. (1:9, segunda nota)
6:1 A buscarlo. Las hijas de Jerusalén continúan con sus comentarios socarrones (comp. 1:8, nota;
5:9). La Sulamita acaba de describir a su amado de un modo tan vívido, como si estuviese parado
frente a ellas (5:10–16). Recordándole que no ha sido visto por ningún lado, y que ella ha solicitado
la ayuda de ellas para encontrarlo (5:8), pretenden solidarizarse con su desventura, preguntando
dónde podrían buscarlo. Saben demasiado bien que en su respuesta ella nuevamente deberá contarles
de la modesta ocupación de él como pastor, tan por debajo de la posición que ella puede compartir
con ellas en la corte. (vv. 2–3)
6:4 Tú… eres bella. La tentación de la Sulamita de abandonar a su amado alcanza un clímax
cuando el rey, cual despechado mozalbete enamoradizo, farfulla alabanzas insinceras a su belleza,
con la esperanza de vencer su resistencia (6:4–7:9). Sin embargo, el real galanteador descubrió en
esta encantadora joven una fuerza de carácter tan imponente como las estrellas del cielo. (Comp.
6:10)
Tirsá… Jerusalén. Por un tiempo la capital del reino del norte (1R 16:15, 23), Tirsá era
considerada ser poseedora de un encanto tal, como para merecer un nombre que en hebreo significa
“deleitable”. Jerusalén era “la belleza perfecta”. (Sal 50:2; Lm 2:15; Sal 48:2)
6:5 Aparta. El rey estaba tan encendido de amor, que no podía sostener la mirada de ella, la que lo
había sometido como un ejército que conquista una ciudad fortificada.
6:8–9 Reinas… concubinas Entre las fascinadoras damas de la corte no hay ninguna comparable a
la Sulamita.
6:10 ¿Quién es ésta…? El rey repite lo que las “reinas” y “concubinas” expresaron, cuando la
hermosa muchacha fue llevada a la corte.
6:11 Descendí. La Sulamita interrumpe al rey para explicar como llegó ella a ser el centro de
atracción de la corte. No llegó allí con la intención de buscar fortuna. Por el contrario, mientras
vagaba sin rumbo fijo por los alrededores de su poblado nativo, se encontró de pronto cara a cara
con una partida de exploradores reales. No era necesario relatar cual fue la secuela obvia de este
encuentro.
6:12 Sin darme cuenta. Este versículo se traduce e interpreta de diferentes maneras. El sentido
parece ser que inconscientemente su pasión o impulso por querer admirar los brotes y retoños en un
día de primavera (comp. 2:10–13), la llevó a las carrozas reales.
6:13 Vuelve. En la Biblia hebrea este versículo da comienzo al c. 7. Para demostrar su falta de
interés en las palabras aduladoras del rey, la desarraigada pastora probablemente se alejó de su galán
real. Él le ruega que lo siga escuchando.
Sulamita. Esta palabra es la única pista que puede conducir a conocer su identidad. Puede indicar
que provenía de un pueblo llamado Sulam, así como la expresión “el galaadita” le dice al lector que
Jefté era nativo de Galaad (Jue 11:1; así también Elías, el tisbita, 1R 17:1; Abisag, una sunamita, 1R
1:3). No obstante, debido a que el nombre Sulam no es mencionado en Las Escrituras, se cree que es
un deletreo diferente de Sunén, una aldea en el valle de Jezrel (Jos 19:18; 1S 28:4; 2R 4:8). De
acuerdo con otra explicación, la palabra Sulamita tiene las mismas consonantes que componen el
nombre de Salomón más una terminación femenina (comp. 2S 12:25 nota). La nobleza de carácter
desplegada por esta muchacha campesina, le da el derecho a ser llamada salomonesa, el
complemento femenino real de un monarca que gobernaba en la época áurea de paz de Israel.
Las danzas. La segunda parte del v. 13 es, por lo que parece, la indignada respuesta de la Sulamita
al pedido del rey de permitirle regodear la vista en su belleza. Ella se niega a rebajarse como si
estuviese exponiendo sus encantos como una danzarina. La danza de los campamentos bien podría ser
el nombre de una danza bien conocida.
7:1 Las curvas. Sin amedrentarse por la reacción negativa de la doncella, el rey continúa tratando
de ganársela, elogiando su belleza. Sus encantos son descriptos nuevamente mediante comparaciones
que nos impresionan como extrañas.
7:4 Hesbón. Una ciudad en una región de abundantes lluvias, ubicada unos 32 kilómetros al este
del extremo más septentrional del Mar Muerto (Nm 21:25–30). Bat Rabín es desconocido. Lit. “hija de
multitudes”, parece designar una ciudad con una puerta por la que pasaba un gran número de
personas.
7:5 Carmelo. Un pico parecido a un promontorio, que da sobre el Mar Mediterráneo. Usado como
sustantivo común, se traduce “tierras fértiles”, “campo fértil”, “tierra fructífera”. (2Cr 26:10; Is
16:10; Jer 4:26)
Rizos. El pensamiento que surge es, que sus “ondeantes rizos” son como hilos que aprisionan a un
hombre en las redes del amor. Hasta un rey queda cautivado por ellas.
7:8 Palmera. En un exabrupto de imaginación sensual, el rey expresa su ardiente deseo de treparse
a la palmera y adueñarse de sus racimos, es decir, de conseguir que ella comparta con él sus
embriagadores encantos en un abrazo apasionado.
7:9 Tu boca. Lit “paladar”, es decir: boca. Así como se dice que “la fragancia” de su “aliento” (lit.
“nariz”) es “la de manzanas” (v. 8), del mismo modo su boca es embriagadora como el buen vino, que
se desliza con suavidad (Pr 23:31) al ir humedeciendo los “labios de los que dormitan” (ver Biblia de
Jerusalén, v.10), despertándolos y estimulándolos para sensaciones de placer.
7:10 De mi amado. A esta altura la batalla entre las fuerzas contendientes ha alcanzado su clímax.
El galanteo del rey con la Sulamita, que culmina en un “crescendo” de efusión emocional (vv. 1–9),
señala también el momento decisivo del drama. La respuesta de la heroína es el canto de victoria del
verdadero amor, victoria obtenida sobre asaltos impetuosos de tentación. Comienza repitiendo su
declaración de total y exclusiva entrega a su amado (v. 10; comp. 6:3). Después, soñando con el día en
que pueda invitarlo a pasear con ella entre las fragancias sensuales de los “retoños” de primavera,
ansía el momento en que pueda entregarse en sus brazos amorosos. (vv. 1113)
7:13 Mandrágoras. Comp. Gn 30:14, nota.
8:1 Propio hermano. En su fantasía la Sulamita se retrotrae a los días en que el decoro de la
doncellez no le permitía hacer de su amor un espectáculo público. Si su amado hubiese sido su
hermano, podría haber tomado la iniciativa, invitándolo al círculo familiar, y sirviéndole el mejor
“vino” y “néctar” (v. 2). Ahora, liberada del embrollo de las inhibiciones, habla sin rubor de su
anhelo por rendirse a su abrazo (3; 2:6). Una vez más se dirige a las hijas de Jerusalén, diciéndoles lo
fútil que sería todo intento por “despertar” en ella “amor” por ningún otro. (4; 2:7 nota; 3:5)
8:5 Apoyada sobre el hombro de su amado. En los versículos finales del Can-tar, la Sulamita se
imagina a sí misma liberada de la corte por un rey derrotado. Viéndose de vuelta en su hogar
campestre, oye a los lugareños expresar su sorpresa de verla unida a su amado (v. 5a). La feliz pareja
pasa al lado del manzano donde la madre de él lo dio a luz, y donde el amor de ella por su amado
surgió a la vida (v. 5b). A continuación, ella le pide que acepte su promesa de eterna devoción, como
si ésta fuese un anillo sellador llevado por él para significar y sellar su promesa mutua. En su mente
no hay duda de que el amor de él, lo mismo que el de ella, “es fuerte como la muerte”, e inmune a
todas las tentaciones de romper el vínculo (vv. 6–7). Después imagina un encuentro con sus
hermanos. Les asegura que ha conservado su virginidad (vv. 8–10), aunque significó resistir la
tentadora oferta de convertirse en una concubina del rey (vv. 11–12). Orgulloso por la victoriosa
batalla de ella frente a los halagos reales, su amado está ansioso por que les cuente a él y a sus
“amigos” de su sensacional experiencia en la corte (v. 13). Al caer el telón sobre el drama, la
Sulamita grita a su amado que “se apresure” para que sus sueños se hagan realidad. (v. 14)
8:6 Un sello. Los cilindros selladores, tallados, llevados con frecuencia como pendientes o
anillos, eran prendas de una responsabilidad contractual, y emblemas de probidad personal (Gn
38:16–18; 41:42; Jer 22:24). La promesa recíproca de los amantes debía ser certificada públicamente.
8:7 Todas sus riquezas. La negativa de la Sulamita a malvender su amor por una vida de riquezas y
molicie, es un ejemplo de cuán invencible puede y debe ser el amor verdadero.
8:8 Pequeña hermana. Al volver a su hogar en sus pensamientos, la Sulamita se encuentra con sus
hermanos. Recuerda como, aun antes de haber alcanzado la edad de la madurez, ellos se preocupaban
por mantener intacta su virginidad. Confiaban que habrá seguido siendo una poderosa “muralla”,
capaz de resistir todo intento de violar su virtud. Pero, si hubiese abierto la “puerta” a una intrusión
no permitida, la encerrarían “con paneles de cedro” a fin de prevenir molestias ulteriores (v. 9). Más
que nada, ella podrá encontrarse con la mirada del amado, y recibir su alabanza por haber mantenido
intacto su honor (v. 10). Porque había rechazado la propuesta de permitírsele vivir en el lujo
salomónico de las fabulosas riquezas del rey, representadas como “frutos” producidos por una
extensa “viña” (v. 11). Nada pudo inducirla a abandonar su “viñedo”, un dominio reservado tan sólo
para su amado. (v. 12; 4:12, nota)
8:11 Baal Jamón. El nombre de un lugar no identificado. Según da a entender su significado
(dueño de una multitud), puede ser una expresión figurada del enorme tamaño del viñedo: Necesitaba
ejércitos de cuidadores para labrarlo.
Salomón. Por el significado de su nombre ver Introducción, “Autor”.
ISAÍAS
INTRODUCCIÓN
Datos personales
Isaías, príncipe entre los profetas del A. T., casi no dejó espacio en su libro de 66 capítulos, para
alguna información respecto de sí mismo. Con la excepción del nombre de su padre Amoz (no
Amós, el profeta de Tecoa), no tenemos ninguna otra pista en cuanto a sus antecedentes. Su esposa,
desconocida al extremo de ser llamada “la profetisa”, es mencionada porque concibió hijos cuyos
nombres compendian el mensaje doblemente punzante de amenaza y pro-mesa, que le fuera
encomendado proclamar (7:3; 8:1–4). Su propio nombre, que significa “la salvación del Señor” o “el
Señor salva”, indica que la predicación de la Ley está destinada a allanar el camino para el consuelo
del Evangelio, que es presentado de un modo tan efectivo –particularmente en la segunda parte del
libroque ha sido llamado el evangelista del Antiguo Testamento.
Su llamado al oficio de profeta no es tampoco tanto una autobiografía informativa, sino más bien
una solemne declaración de su acreditación por parte del “SEÑOR Todopoderoso” (c. 6). Lo que
tiene que “decirle a este pueblo” no es el vocingleo de un triste buhonero, ni las alucinaciones de un
optimista frustrado. Aunque él mismo sea “un hombre de labios impuros” e inútil hasta que no “haya
sido borrada su maldad”, queda autorizado a transmitir las palabras “del Rey”, que nunca vuelven
vacías (55:11), para que “toda la tierra esté llena de su gloria”. (6:3)
Su rápido acceso a los monarcas terrenales de la época, ha sido interpretado como una señal de
que procedía de noble cuna. Cualquiera que haya sido su clase social, no hay duda respecto de la
incomparable calidad de su estilo literario, su destreza en adaptar estructuras retóricas a diferentes
sentidos, su habilidad de combinar palabras y frases para lograr la atmósfera apropiada para la
ocasión. Cuando condena el pecado, el tronar de la condenación pasa de una oración a la otra; cuando
expone el consuelo del evangelio, es como si las aves trinaran dulces melodías después del paso de la
tempestad.
Ubicación histórica
Estructura
Isaías nos presenta las verdades reveladas de Dios, de acuerdo con un esquema de retórica que se
diferencia de nuestro sistema de composición. Remitidos a la lógica aristotélica, ordenamos los
hechos en una línea de forma progresiva, que va de un conjunto de información al siguiente. Después
de haber agotado un aspecto del tema, vamos a la siguiente unidad pertinente a la discusión. Isaías y
sus compañeros profetas, no están limitados por nuestros cánones literarios. Ellos desarrollan sus
mensajes en un movimiento circular de pensamiento. En vez de elaborar las cuestiones del tema
verticalmente, completando el punto “A” antes de avanzar al “B”, trazan una serie de círculos
concéntricos alrededor de un tema enunciado. A fin de dejar bien en claro un asunto, lo retoman una
y otra vez, circundándolo con razonamientos adicionales, observaciones e ilustraciones. El resultado
no es una repetición tediosa, sino una herramienta efectiva de enseñaza, que no ha per-dido su
atractivo para los lectores de todas las edades.
Autor
Hasta hace dos siglos atrás, los intérpretes cristianos consideraron los 66 capítulos del libro
como el acopio literario de “la visión que recibió Isaías hijo de Amoz” (1:1). Hoy, la mayoría de los
estudiosos de la Biblia, niegan que el profeta nombrado en el epígrafe sea el autor de grandes
porciones del libro. Los cc. 40–66 son atribuidos a escritores que vivieron por lo menos dos siglos
más tarde. Los cc. 1–39 no corren mejor suerte. Grandes secciones, y también más pequeñas, han sido
declaradas espurias, notablemente los cc. 27–29, y 32–35. Después de que la mutilación de la crítica
ha seguido su curso, lo que queda como auténtico no llega a más de 1/5 del libro. El rechazo a
aceptar estos “resultados ciertos”, atrae el estigma de oscurantismo, o el cargo de porfiado
menosprecio de hechos patentes.
Todos los que proponen diezmar este documento antiguo, admiten que su caso está basado
enteramente sobre evidencia interna, esto es, sobre conclusiones tomadas del libro mismo según la
interpretación de ellos. Sólo la aceptación de que hubo varios autores, argumentan, puede explicar la
falta de uniformidad que encuentran en tres aspectos: Estilo literario y vocabulario, conceptos
teológicos, y el punto de vista histórico de los escritores.
No existe en la literatura antigua, religiosa o profana, una evidencia externa y objetiva que pueda
validar esta teoría. Ningún manuscrito o documento antiguo, incluyendo los rollos del Mar Muerto,
avala las divisiones del libro en el Deuteroisaías (cc. 4055), y el Tritoisaías (cc. 56–66). El Nuevo
Testamento habla de sólo un Isaías. Las referencias de cualquier parte de su libro, cc. 1–39 lo mismo
que los cc. 40–66, son citadas como habladas “por medio del profeta Isaías” (Hch 28:25–27; Jn
12:37–41). El rechazo de este testimonio debe asumir una teoría de la inspiración que hace que los
escritores del Nuevo Testamento estén sujetos a error. Siendo el producto de su tiempo, no podían
conocer los efectos de la erudición científica. Afirmar que Jesús también se avino a un punto de vista
tradicional pero equivocado, choca con lo que las Escrituras enseñan respecto de la persona del Hijo
de Dios.
Bosquejo
VIII. 36:1–39:8 Jerusalén liberada de los asirios, arrasada por los babilonios.
1:1 Visión. El epígrafe le informa al lector como llegó el autor a publicar el contenido del libro
(ver también 2:1; 13:1). No contiene su propia estimación de los sucesos, o su interpretación de las
señales de los tiempos (comp. Jer 23:16). Dios abrió milagrosamente el ojo de su mente,
habilitándolo a que viera cosas desde su infalible punto de vista, y a imaginar cosas por venir, dentro
de la perspectiva del eterno plan de salvación de Dios (ver Nah 1:1 por el mismo término aplicado a
un libro entero; también Sal 89:19, nota). Lo que el profeta recibió no fue la fantasía de un visionario
emocionalmente perturbado. Fue un profeta a quien se le concedió el conocimiento profundo de las
duras realidades de las cosas.
Isaías. El hombre cuyas predicciones y profecías están registradas aquí, llevó un nombre
sugestivo de su encumbrado oficio. Compuesto por substantivos hebreos, probó ser lo que debía ser
el propósito fundamental de su misión: Proclamar “la salvación de nuestro Dios”. (52:10)
Amoz. El nombre de su padre no nos ofrece ninguna pista respecto de la ascendencia de Isaías o de
su posición social, siendo que aparece sólo en la fórmula estereotipada: Isaías, hijo de Amoz. Según
lo indica el estudio de las letras, no estaba emparentado con el profeta Amós. Lo que importa no es
quién o qué era Isaías, sino qué cosas la visión lo motivó y habilitó a decir. Sus palabras aquí
registradas, dejan en claro que él no tenía propuestas tentativas para sugerir, que valieran la pena de
ser tomadas en consideración. Ni tampoco expresó una sola declaración encubierta en el ambiguo
lenguaje de un oráculo délfico. Confrontó a sus oyentes con alternativas inequívocas, expuestas con
tanta claridad, y repetidamente, que sólo quien fuera deliberadamente obstinado podría dejar de
entender cual era la coyuntura.
Judá y Jerusalén. La gente que oyó la voz de Isaías vivió en la región de la Tierra Prometida que
permaneció leal a la dinastía davídica, cuando las tribus del norte se separaron después de la muerte
de Salomón, unos dos siglos antes de que el profeta comenzó a enseñar. Lo que vio tuvo que ver con
Judá y Jerusalén, en el papel que les tocó desempeñar en el plan de Dios de obrar la salvación de
todas las naciones de la tierra. La visión expuso la maldad del pueblo escogido, en los colores
lóbregos de su despreciable culpa. El juicio debía venir. Sin embargo, Dios no se dejaría poner
obstáculos. Castigados y llevados de vuelta a la patria desde el cautiverio babilónico, un resto fue
nuevamente el portador de su pro-mesa de redención universal. Todos los acontecimientos futuros
fueron trazados de modo tal, que sucedió lo que Isaías tenía que decir acerca de Judá y Jerusalén, a
fin de que cuando llegó el cumplimiento del tiempo, “la salvación” provino “de los judíos” (Jn 4:22).
En el fin del tiempo los redimidos de Dios constituirán el Israel espiritual, reunidos de todas las
naciones, protegidos contra “las puertas del reino de la muerte”, preservados por la fe en la venida
desde el cielo de una “nueva Jerusalén”. (Mt 16:18; Ap 3:12; 21:2, 10; Gá 4:26)
1:2–31 Se rebelaron. Los mensajes de Isaías no están dispuestos en un orden estrictamente
cronológico, como lo evidencia el c. 6, el cual registra su autorización a proclamar lo que dice el
SEÑOR. El c. 1 sin duda debe su posición en el libro a las consideraciones de su contenido, más bien
que a su prioridad en cuanto al tiempo. A los sermones se les concede el primer lugar, porque
proporcionan una visión previa de todo el volumen. Presentan los dos temas básicos, que son
elaborados en todos los capítulos subsiguientes: La ira de Dios consume a los pecadores
impenitentes. El primer c. deja en claro también que ambas, la amenaza de muerte y la promesa de
vida, no son una especulación frívola o un pensamiento voluntarioso. Detrás de éstas se encuentra el
Santo de Israel (v. 4), el título de Dios característico de los mensajes de Isaías, desde el principio al
fin.
Sin preliminares, las primeras palabras sueltan una andanada a gran escala contra el pecado,
haciendo volar por los aires todo disimulo de respetabilidad, y poniendo al descubierto cuán
ofensivo y artificial es el estilo de vida de Israel. Volviéndose contra la bondad paternal de Dios, el
pueblo se hunde a un nivel inferior al del bruto animal (vv. 2–4). Ciegos y obstinados, insisten en la
rebelión, pese a que su comportamiento vergonzoso les ha procurado heridas, moretones y llagas
abiertas (vv. 5–6). A fin de hacerlos reaccionar, Dios permitió que su país llegase a ser presa de
extraños, que casi lo dejaron tan desolado como Sodoma y Gomorra, las ciudades que Dios destruyó
mediante fuego del cielo (vv. 7–9; Gn 19:24 y s.). Lo que hizo que el pecado de Israel fuese tanto más
detestable e insultante para Dios, fue el intento de coaccionarlo a que hiciera lo que ellos querían,
practicando los gestos externos de los ritos de adoración (vv. 10–17). Pese a todo, Dios estuvo
dispuesto a ser reconciliado con los perpetradores del más vil de los crímenes, con tal que buscasen
su perdón, e hicieran patente la evidencia de un arrepentimiento genuino en sus vidas (18–20). Sin
embargo, no sea que alguien considerase innecesario este ofrecimiento de gracia, Isaías rápidamente
revierte a una acusación hecha contra la que fue ciudad fiel. Es un hecho lamentable que la rebeldía
contra Dios es evidente en el modo flagrante y pusilánime con que sus leyes de justicia social son
burladas (vv. 21–23). Que nadie tenga la presunción de pensar que el Fuerte de Israel dejará que
asesinos… ladrones, y explotadores de viudas y huérfanos, se burlen de sus demandas por justicia
cívica. Así como un orfebre no vacila en limpiar el mineral para quitarle todas sus impurezas sin
valor, del mismo modo el SEÑOR Todopoderoso limpiará la corrupción en el fuego de su enojo. Lo
que quede, nuevamente será llamado “Ciudad de justicia” (vv. 24–26). Llegará el tiempo cuando Sión
deberá ser redimida, como lo fue I s rael de la esclavitud egipcia (Éx 15:13). La justicia y la rectitud
divinas, rescatarán y redimirán al pueblo escogido del exilio babilónico. Ciertamente, los rebeldes y
pecadores a una serán quebrantados, pero un “remanente” (10:20 y ss.) será traído de vuelta a la
patria. Consagrados a la justicia y entregados a la rectitud, serán considerados dignos de llevar
adelante los planes de Dios de redimir a todo el género humano. (vv. 2731)
1:2 ¡Oigan, cielos! Israel es llamado a comparecer en juicio ante el tribunal. Para sostener la
validez de los cargos contra los acusados, Dios llama como testigo del caso a su obra de creación en
la naturaleza. (Dt 4:26; 32:1; Sal 50:4). Cargados de años, el cielo y la tierra habían sido espectadores
de lo que sucedía en Israel. Fueron testigos de como Dios crió hijos hasta hacerlos hombres con el
más tierno cuidado de un padre, tan sólo para que le retribuyan su bondad rebelándose contra él. (Dt
32:6, 18, 20)
1:4 Santo de Israel. Este título para Dios aparece 39 veces en el Libro de Isaías, y sólo cinco veces
en todos los demás libros del A. T. Sirve como llave para entender todo lo que Isaías tiene que decir.
El ingrediente básico del significado de “santidad”, es el concepto de separación (comp. Lv 11:45,
nota). Todos los atributos de perfección que distinguen a Dios de sus criaturas, están comprendidos
en la palabra ”santo”. Él no está manchado con tachas morales. Transciende la comprensión humana
en sabiduría, poder y majestad, del modo en que los cielos están muy por encima de la tierra.
Impulsado por amor, que supera una explicación racional, este Santo condesciende a establecer una
relación de pacto con Israel. Ningún poder de la tierra será capaz de evitar que la nación escogida
lleve a cabo su programa de liberar al género humano de “la paga del pecado” (Ro 6:23), mientras
sea instrumento fiel de su gracia salvadora. Sin embargo, si llegara a convertirse en una nación
pecadora, pueblo cargado de culpa, no escapará a la vara de su santo enojo.
1:7 Desolado. Durante la vida de Isaías, Judá soportó campañas de destrucción a manos de varios
enemigos. La desolación más devastadora fue el resultado de una invasión comandada por el rey
asirio Senaquerib (comp. 2R 18:13, nota). La nación parecía una persona golpeada hasta quedar hecha
pulpa, y con heridas desde la coronilla hasta la planta del pie. (Comp. Dt 28:35)
1:9 Sodoma… Gomorra. Los únicos sobrevivientes de estas ciudades fueron la familia de Lot (Gn
19:24–29). “El Santo de Israel” es capaz de castigar la transgresión, porque él es “el SEÑOR
Todopoderoso” (1S 1:3 segunda nota; Sal 24:10; 46:7). En el v. 24 es llamado “el Fuerte de Israel”.
1:11 Sacrificios. Los impíos “habitantes de Sodoma eran malvados y cometían pecados muy
graves contra el SEÑOR” (Gn 13:13). El pueblo escogido era tan malo, o peor, que ellos. Habiéndole
sido dado ritos y ceremonias gratos para adorar al Dios verdadero, los utilizaron para encubrir sus
crímenes con santurrona hipocresía. Dios estaba harto de semejante abuso blasfemo de sacrificios y
oraciones. Respecto del enfático rechazo de un formalismo exterior desprovisto de participación
interior, ver 1S 15:22, nota; Sal 40:6, nota; 50:8, nota; 51:16, nota; Jer 6:20; Am 5:2124; Mi 6:7.
1:18 Pongamos las cosas en claro. Israel, forzado a presentarse ante el tribunal de la justicia
divina (v. 2), acusado de crímenes escarlatas y púrpuras, está parado allí y hallado culpable según los
cargos. En vez de pronunciar sentencia contra los reos convictos, el Juez les propone un perdón
completo de sus delitos. En realidad no hay alternativa para la discusión, como si hubiese una
posibilidad de evitar el pago completo del castigo de algún otro modo que no sea una declaración de
amnistía inmerecida. Lo único que queda por aclarar es, si los acusados están dispuestos a entregarse
sin reservas a la clemencia del tribunal (Ro 4:5; 11:6). Si lo están, no les queda más que probar la
sinceridad de su súplica por perdón siendo hijos ”obedientes” (v. 19), y ya no más “malhechores”
rebeldes y corruptos. (v. 4)
1:24 Mis enemigos. Al Santo de Israel lo aflige mucho ver como toda virtud que esperaba
encontrar en la “Ciudad fiel”, ha cedido lugar a su correspondiente vicio: La indivisa entrega a Dios,
a la prostitución idolátrica; la pureza de la devoción, a la contaminación con elementos abominables;
la equidad cívica, a la explotación política (vv. 21–23). Sin embargo, la lamentación de Dios no es un
retorcimiento de manos desesperado por una circunstancia que escapa a su dominio. Cuando los
hombres se rebelan contra Dios, se convierten en sus enemigos y adversarios que se exponen a su
enojo, y no pueden escapar a su venganza distributiva.
1:27 Será redimida. Tan inflexible como fue la determinación de Dios de quitar las “escorias” y
las “impurezas” de su pueblo infiel (v. 25), tan irrevocable fue también su resolución de no dejar que
el imperio babilónico engullese a la nación de cuyo medio vendría el prometido Redentor de todo el
género humano. No sería un accidente de la historia, sino el ejercicio de la justicia y la rectitud
divinas lo que ocasionaría la liberación del resto que, indefenso, enfrentaba el exterminio (6:13;
10:20 y ss.; 11:11, 16). Estos “rescatados por el SEÑOR volverán… a Sión” (35:10; 51:11; Sal 25:22).
Jerusalén será nuevamente el puesto avanzado terrenal de un reinado celestial, hasta que llegue a ser
la capital espiritual de un Israel formado por “todas las naciones”. (2:2; 27:13; 66:18–23; Sal 2:6,
nota; 48:2, nota; Heb 12:22 y s.)
1:28 Serán quebrantados. No sea que los pecadores presuman de que pueden seguir siendo
rebeldes impunemente porque “Sión será redimida”, Isaías se apresura a reiterar la advertencia de
que no podrán escapar a su perdición.
1:29 Encinas. El pueblo cayó tan bajo en su rebeldía contra Dios, que se entregó a los ritos
inmorales de los cananeos de la adoración de la naturaleza, que se practicaba en jardines y bosques.
(57:5; 17:8; 2R 16:4; 17:10; ver también la nota referente a “estela”, Gn 28:18)
2:2 En los últimos días. Lit. “al final de los días”. Traducida “en los días por venir” (Gn 49:1; Dt
31:29), esta frase apunta a un tiempo futuro en el que se completará lo que Dios inició en la historia
del pueblo escogido (Nm 24:14; Dt 4:30; Jer 23:20; 30:24; Os 3:5). Sin embargo, prefigura también el
resultado final que Dios prometió llevar a cabo en el cumplimiento del tiempo, extensivo hasta el
mismo fin. (Ez 38:16; Dn 10:14; Mt 13:40; Hch 2:17; Heb 1:1 y s.; 9:26;1P 1:20)
El más alto de los montes. Isaías y Miqueas (4:1–4) utilizan lenguaje figurado, para describir lo
que Dios llevará a cabo en los últimos días de la era mesiánica. No hablan de rehacer físicamente el
mundo y sus montañas, o de la formación de un imperio político mundial. La Jerusalén que Dios
promete crear está construida de “piedras vivas”, “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y
los profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular” (28:16; 1P 2:4–8; Ef 2:19–22). Sus
ciudadanos constituyen la iglesia de Jesucristo, contra la que “las puertas del reino de la muerte no
prevalecerán” (Mt 16:18). No siendo un punto geográfico sobre el globo, esta Jerusalén no tiene
límites terrenales. Encierra en su abrazo a “extraños y extranjeros” de todas las naciones, al llegar a
ser “conciudadanos de los santos y… de la familia de Dios” (Ef 2:19), y aprender “sus caminos” y a
“andar por sus sendas” (v. 3). Las bendiciones que encuentran en su ciudadanía, no se ganan o
conservan por la fuerza de las armas. Aunque constituida por “gente de toda raza, lengua, pueblo y
nación” (Ap 5:9 y s.), esta ciudadanía posee el fundamento para una armonía perfecta. Ya
naturalizados, los alistados de una nacionalidad vivirán en paz con los que vienen de otra nación.
Para una descripción de la Jerusalén de “los últimos días”, ver Ap 21:9–27.
2:4 Arados. Los beneficios espirituales disponibles para “todas las naciones” en la “Jerusalén” de
“los últimos días”, están retratados en Isaías como la restauración de la bienaventuranza del Jardín
del Edén: Una paz imperturbable, armonía en el mundo animal, fertilidad paradisíaca de la tierra.
(11:1–9; 32:15–20; 65:17–25)
2:6 Has abandonado. Isaías se vuelve para dirigirse a Dios. Queda perfectamente justificado que
él retenga su favor, sin dárselo a un pueblo escogido para ser el portador de las promesas recién
enumeradas (vv. 2–4), pero que ahora es culpable de pecados comunes en las naciones paganas: La
adivinación y la nigromancia (Dt 18:10; Lv 19:26, 31); confiar en las alianzas con extranjeros, la
adoración de ídolos, “la obra de sus manos” (vv. 8, 18, 20). Por una exposición más extensa de la
locura de doblar la rodilla ante el producto del carpintero y del forjador de metales, ver 40:18–20;
44:9–20; Jer 10:1–16.
2:10 Métete en la roca. El orgullo de la autosuficiencia desaparecerá, cuando los hombres
busquen en vano refugiarse del terror del SEÑOR. (19, 21; Lc 23:30)
2:12 Un día. El juicio no puede ser cuerpeado. Judá no escapará al castigo insistiendo que Dios
debe preservar a su pueblo escogido, pese a su comportamiento (Am 5:18–20; Mt 3:7–10; 23:33). Ni
hay nada orgulloso y arrogante en la naturaleza o en los logros humanos, capaz de evitar la
humillación cuando “él se levante para hacer temblar la tierra” (vv. 19, 21). La descripción que Isaías
hace del huracán ante el cual “la altivez del hombre será abatida” (v. 17), contiene sugerencias
respecto del juicio final y universal, que ha de venir cuando dejen de “existir el cielo y la tierra” (Mt
5:18). Este día de ira queda descrito más extensamente en los cc. 24 y 34.
2:13 Basán. Utilizado aquí como paralelo del Líbano, Basán señala el territorio ubicado al este del
Jordán, y que se extiende hacia el norte al monte Hermón. (Dt 3:3, nota)
2:16 Tarsis. Comp. 1R 10:22, nota.
2:20 Ídolos. Por el significado de este término hebreo, ver Sal 96:5, nota.
2:22 Soplo. Si Dios lo retirara, “la humanidad entera volvería a ser polvo” (Job 34:14 y s.). En un
llamado final al arrepentimiento, Isaías advierte a su audiencia que dejen de confiar en el hombre,
quien “se marchita y se seca” en el transcurso de un día (Sal 90:5 y s.; 103:15 y s.), y por consiguiente
es muy poco lo que vale. Confiar en una criatura, formada “del polvo de la tierra” (Gn 2:7), antes que
en el Creador, ciertamente terminará en un desastre.
3:1–26 Retira. El “día” de juicio del Señor (2:5–22) no sólo acarreará un inconveniente apenas
perceptible, o un descoyuntamiento menor de la vida. La ley y el orden se derrumbarán como un
edificio desprovisto del sostén de sus columnas. Los dignatarios sin principios e ineptos, acarrearán
el caos civil (vv. 1–5). No habrá quien tenga la voluntad o los medios, de asumir la jefatura en el
estado de anarquía instalado (vv. 6–8). Los que asumen la pose de jefes son opresores, y hacen lo
imposible por crear confusión (vv. 9–12). Los ancianos y jefes, responsables por la justicia, engordan
con el despojo del pobre (vv. 13–15). El derrumbe social quedará evidente en la condición deshonrosa
de la mujer. Desfilando con toda clase de adornos que impone la moda del momento, y con ojos
seductores, estas señoras insípidas apresurarán el día cuando, despojadas de todo adorno reluciente, y
violadas por invasores crueles, serán forzadas a adornarse con ropa de luto. (vv. 16–26)
3:2 Adivino. Las personas a quienes el pueblo se dirigía en vano para mantener la estabilidad,
incluían al intérprete de presagios, “al sabio hechicero” (ver Biblia de Jerusalén.) y “al hábil
encantador”. La práctica de la hechicería y la adivinación, estaba prohibida bajo penas severas. (Éx
22:18, nota; Dt 18:10–12)
3:6 Manto. En su frenética búsqueda por un líder para que restablezca una apariencia de orden y
justicia, el pueblo tratará de encontrar a un hombre que posea solamente el necesario “abrigo” contra
los elementos (Éx 22:26 y s.). Pero incluso él no tiene “ni pan ni manto”. (v. 7)
3:7 Médico. Las heridas del cuerpo necesitan el vendaje practicado por un médico, para evitar que
sean fatales.
3:9 Descaro. Lit: “La expresión de sus rostros”. Una mirada a sus expresiones faciales, revela que
se burlan de todo lo que es decente, con la misma insolencia de los habitantes de Sodoma.
3:10 Al justo. El “ay” pronunciado sobre “los malvados” (vv. 9, 11), no se aplica a los rectos. En
medio de los terrores del juicio, “les irá bien”. (2P 2:9; Lc 21:28)
3:17 Sarna. Una enfermedad del cuero cabelludo, que provoca la calvicie.
3:18 Adorno. El guardarropa de una persona vestida a la moda del momento, consistía de unos 20
artículos de atavíos y adminículos. Al usuario no le preocupaba que estos artículos caros fueran
adquiridos “pasando por encima de los pobres”. (v. 15)
3:24 Vergüenza. El texto hebreo tradicional puede traducirse: “En vez de belleza, estigma”, o sea,
la señal de la esclavitud.
3:26 Las puertas. El cambio de “trajes lujosos” a “ropa de luto” vendrá, cuando la hija de Sión,
Jerusalén, sea asolada por la guerra, y sus “valientes” caigan en el campo de batalla. Entonces la
población masculina quedará tan diezmada, que las antes orgullosas mujeres soportarán la “afrenta”
de no tener hijos, a no ser que se degraden convirtiéndose en concubinas.(4:1)
4:1 Siete mujeres. Este versículo concluye la sección de juicio que comenzó en 3:16. Comp. 3:26,
nota.
4:2 En aquel día. El día del juicio (2:11, 12, 17, 20) es necesario para lavar “la inmundicia de las
hijas de Sión” (v. 4). No obstante, sus explosiones “abrasadoras” (v. 4) son los medios que conducen a
un final constructivo. Mediante los sobrevivientes de Israel, Dios llevará adelante su plan de salvación
universal, según queda descrito en 2:1–4. En 4:2–6 se describen nuevamente, en lenguaje figurado, las
bendiciones que serán otorgadas. En ese tiempo, “el SEÑOR omnipotente hará que broten la justicia y
la alabanza ante todas las naciones”, “así como la tierra hace que broten los retoños” de un suelo ya
no abrumado con el peso de la maldición que hizo que produjera “cardos y espinas” (61:11; 27:6; Gn
3:17 y s.; comp. también Am 9:13; Zac 9:16 y s.). En Jeremías (23:5; 33:15) y en Zacarías (3:8; 6:12) el
mismo Mesías es llamado el “Renuevo”. Ver también Is 11:1, donde se dice que él es “un retoño del
tronco de Isaí”.
4:3 Santos. Así como los descendientes de Abraham fueron escogidos para ser una “nación santa”
(Éx 19:6 segunda nota; Lv 11:45, nota), del mismo modo “todas las naciones” que constituyen el
Israel “nacido por el Espíritu” (2:2; Gá 4:29; 1P 2:9), serán convocadas y consagradas a que, “libres
del temor… le sirviéramos con santidad y justicia”. (Lc 1:74 y s.)
4:5 Nube… humo… fuego. Aunque aún expuestos a las fuerzas del mal, los que están “inscritos
para vida” (v. 3) tendrán la presencia, guía y protección que Dios en una ocasión dio a conocer “en
una columna de nube” y “una columna de fuego”, cuando el Israel de antes vagó por el desierto hacia
la Tierra Prometida. (Éx 13:21 y s.; 14:19 y s.; Sal 99:7; Fil 4:3; Ap 21:27)
5:1–30 Viña. En los vv. 1–7 Isaías utiliza una parábola hábilmente desarrollada, para presentar con
claridad el fracaso de Israel de llevar a cabo el propósito para el cual Dios lo escogió y bendijo
como nación: La salvación de todas las naciones, según queda figurada en 2:1–4 y 4:2–9. Las
primeras líneas se parecen a la clase de canto alegre que sus oyentes escuchan deleitados, en ocasión
del regocijo por una generosa vendimia. Su encanto lírico es ponderado por acordes que hacen
recordar una canción dedicada a su viña (lit. “una canción de mi amado”; comp. Cnt 1:9 segunda
nota). Repentinamente, al final del v. 2, la nota de alegría se vuelve lamento. Pese al tierno cuidado
dado a las viñas, éstas no dieron buenas uvas, sino al contrario, uvas agrias (más lit., una masa
hedionda y putrefacta). La aplicación comienza con el v. 3. El Señor, el dueño de la viña, dice qué
clase de fruto tenía él el derecho de esperar de los habitantes de Jerusalén, a cambio del ilimitado
cuidado y bendición que les había otorgado. Así como cualquier dueño de un viñedo que no produce
otra cosa sino un fruto pútrido inútil, tiene todo el derecho de destruir y abandonar su sitio podado y
cultivado, del mismo modo el Señor dejará que el pueblo de Israel se convierta en un desecho
desolado. (vv. 5–7)
Dejando de hablar en parábolas, Isaías procede a catalogar las uvas agrias que llegaron a la
madurez, partiendo del pecado de origen de Israel: El rechazo ingrato de la bondad de Dios. En una
sucesión de denuncias, introducidas por la exclamación ay, el profeta presenta una lista detallada,
acusando a la nación apóstata en seis imputaciones: (1) Despojar a los pequeños dueños de tierra de
sus bienes de familia (vv. 8–10); (2) embriaguez disoluta (vv. 11–17); (3) burla cínica del poder de
Dios, de pedirles cuentas por su maliciosa condescendencia en practicar iniquidad (vv. 18–19); (4)
burlar los patrones de lo que es bueno y malo (v. 20); (5) autonomía arrogante (v. 21); (6) perversión
de la justicia por jueces venales, valientes para beber vino (v. 22). En los primeros dos “ayes”, se
pronuncia sentencia inmediatamente después de la declaración de culpabilidad. (vv. 9 y s.; 3–17), en
tanto que el anuncio de desastre inminente, que comienza con por eso, sigue a los últimos cuatro en
una sección por separado, y más extensa (vv. 24–30). Porque han rechazado la ley del SEÑOR
Todopoderoso, los consumirá el fuego de su ira (vv. 24 y s.) cuando él requerirá a una nación lejana a
ejecutar juicio contra ellos. (vv. 26–30)
5:2 Lagar. Esperando una buena vendimia, el dueño excavó una roca que le servirá de lagar.
5:5 Mi viña. Por otros ejemplos de la comunión de Dios con su pueblo, descripta como viñedos
bajo su cuidado, ver 3:14; 27:2–5; Jer 2:21; 12:10; Sal 80:8–13. Ver también la parábola del viñedo, de
Jesús. (Mr 12:1–9)
5:7 Gritos. A saber, por ayuda.
5:8 Casa tras casa. Por medio de usura, extorsión y negocios moralmente sospechosos, los
grandes amos del dinero obtenían los títulos de casas y fincas, hasta no dejar lugar que el pequeño
dueño de tierras pudiese llamar suyo exclusivamente. (Am 5:10–13; Mi 2:2)
5:10 Un tonel. La tierra se volvió improductiva. El rendimiento está dado en términos antiguos de
unidades de medida de líquidos y áridos. Un tonel y una medida contenían aproximadamente 23 litros.
Diez medidas equivalían a un jómer. (Comp. Éx 16:16, nota)
5:12 Los hechos del SEÑOR. En el estupor de su embriaguez, los jaraneros no se molestaron en
pensar en “los milagros” y “las maravillas” que Dios les había mostrado en su historia. (Sal 78:11 y
s.)
5:13 Será exiliado. El profeta ve el castigo como un hecho consumado.
5:14 Su garganta. La muerte es comparada con una bestia insaciable. Por sepulcro (seol), ver Dt
32:22, nota.
5:16 Exaltado. La ejecución de la justicia redundará en la gloria del Dios santo.
5:17 Cabras. El texto hebreo tradicional tiene “forasteros”, es decir, gente que no es del lugar, y
busca pastura para sus rebaños. Mediante el ligero cambio de una letra, la palabra hebrea deletrea
cabritos, traducido así también por la Septuaginta.
5:18 Arrastran iniquidad. El pueblo desafía a Dios a que haga algo respecto de su
condescendencia al pecado, al que están apegados tan firmemente, como si fuesen bestias brutas
enjaezadas con cuerdas y sogas para tirar de una carreta.
5:25 No se aplacó su ira. Las dos últimas líneas de este versículo son un refrán con el que Isaías
puntualiza su mensaje de condena en 9:12, 17, 21; 10:4.
5:26 Señas. La palabra hebrea también se traduce “insignia” y “estandarte” (11:10, 12; 13:2; 18:3;
30:17; 31:9; 49:22; 62:10). “Asiria, vara de” la “ira” de Dios (10:5), tiene la autoridad de infligir
destrucción total. Sus soldados, revistados y unidos para la acción bajo una bandera nacional, son
descriptos como irresistibles, en los versículos siguientes.
6:1–13 Vi. La “visión que recibió Isaías” (1:1, nota), compendiada en los cc. 1–5 (1:2 nota),
transmite un mensaje de parte del SEÑOR Todopoderoso”. Para que el profeta y los que lo escuchan
tengan conciencia de su validez, se le concede una ojeada a la gloria del Rey (v. 5) en cuyo nombre
debe hablar (vv. 1–4; comp. Jn 12:41). Sin embargo, Isaías, un hijo de Adán de labios impuros y
expuesto a la maldición del pecado, está condenado si llega al punto de entrar ante la presencia del
“Santo de Israel” (5:19; comp. Éx 33:18, nota), por no decir nada de pretender actuar como su
mensajero (v. 5). Solamente después de que su maldad ha sido borrada por una brasa… del altar (vv.
6–7), se siente animado el pecador perdonado, a ofrecer voluntariamente sus servicios como
embajador de Dios (v. 8). El Señor acepta el ofrecimiento de Isaías de ser su vocero. Prestando
servicio en calidad de tal, el profeta no debe expresar sus propias opiniones. Por tal motivo, Dios
pone en sus labios purificados las palabras exactas que debe decirle a este pueblo. La comunicación
que le ha sido asignada no es de las placenteras. Debe proclamarle a una nación apóstata, que su país
quedará en total abandono. Siendo que rehusarán atender al llamado al arrepentimiento, sólo una
parte del tronco quedará en pie cuando Israel, el roble que el Señor plantó (comp. Jer 11:16 y s.), será
talado por el hacha del juicio divino. (vv. 913)
6:1 Rey Uzías. Por el registro del reinado de este rey, también llamado Azarías, ver 2R 15:1–7;
2Cr 26. Los monarcas humanos vienen y van, pero no hay momento en que el Señor no está sentado
en un trono, excelso y sublime, desde el cual gobierna el universo que él ha creado. (66:1; 1R 22:19;
Sal 9:7; 29:10; Ez 1:26 y ss.)
Las orlas. Los reyes de la tierra vestían un manto con una larga orla o sayo, que arrastraba. La
vestidura regia con la que el Rey de reyes se presentó a Isaías, era tan larga y ancha que llenaba el
templo. La palabra hebrea para templo denota también “el palacio real”, y así se traduce en Dn 1:4; Pr
30:28.
6:2 Serafines. Un sustantivo plural hebreo transliterado que se da sólo aquí y en el v. 6, como un
nombre para cosas celestiales. Derivado de un verbo que significa quemar, la misma palabra se
utiliza para criaturas serpentinas, traducida “serpientes venenosas” (Nm 21:6, 8; Dt 8:15) y serpiente
voladora” (Is 14:29; 30:6). Para la jerarquía de ángeles llamados querubines, ver 1R 6:23, nota.
Apareciéndose a Isaías con rasgos que semejan un hombre con seis alas, los serafines llevan a cabo
dos funciones. Alaban a Dios con un himno antifonal con efectos atronadores, no de esta tierra (vv.
3–4). Luego uno de ellos se entrega a un acto simbólico: Cauteriza “los labios impuros” de Isaías con
“una brasa” tomada “del altar” (vv. 5–7). La expiación por el “pecado” y la “maldad” (v. 7),
simbolizada mediante ofrendas de sacrificio en el Antiguo Testamento, fue hecha por “el Cordero de
Dios” sobre el altar de la cruz. (Jn 1:29; 1P 3:18; 1Jn 1:7)
6:8 Por nosotros. Dios, quien “es el único SEÑOR” (Dt 6:4), habla en la primera persona del
plural. (Gn 1:26, nota; 3:22, nota)
6:10 No sea que vea. El resultado de la predicación de Isaías y su propósito, son examinados
juntos. “Por la dureza de su corazón” (Ef 4:18; Mr 6:52), la advertencia de Dios respecto del juicio
por venir, será rechazada por este pueblo, y sellará su condena. (Mr 4:12; Hch 28:26 y s.; Ro 11:8;
comp. también Éx 4:21, nota)
6:13 Simiente. Aunque la devastación anunciada con amenaza, alcanzará al pueblo apóstata como
nación, habrá un núcleo que es santo, es decir, declarado digno de llevar a cabo el propósito para el
cual Dios escogió a Israel. (4:3 y ss.; Éx 19:5 y s.)
7:1–25 Para atacarla. Este capítulo ofrece un notorio ejemplo de la dureza de corazón por parte
del auditorio de Isaías, dureza que no los dejaría “convertirse y ser sanados”, según había dicho Dios
(6:9–13). Al rey Acaz se le dice que crea, si quiere permanecer firme antes que ser doblegado por el
ataque combinado de Rezin, rey de Siria, y Pecaj, de Israel (vv. 1–9). Enmascarando su incredulidad
con excusas santurronas, rehúsa el ofrecimiento de una señal milagrosa, que demostrará el poder de
Dios de salvarlo (vv. 10–12). Aunque Acaz rechaza la propuesta, el Señor le da a la dinastía de David
una señal de su propia elección: La señal de Emanuel (vv. 13–17). La campaña siria e israelita
fracasará en alcanzar su objetivo. No obstante, a causa de la continua apostasía del pueblo, Dios
llamará a otra nación, los Asirios, para que asolen el país, reduciéndolo a zarzas y espinos. (vv. 18–
25)
7:1 Acaz. Para el registro de su reinado, ver 2R 16; 2Cr 28. Para Jotán, ver 2R 15:32–38; 2Cr 27.
Para Rezín, ver 2R 15:29 nota. Para Pecaj, ver 2R 15:25–31.
7:3 Sear Yasub. Habiendo recibido un nombre que significa “un resto volverá”, el hijo mayor de
Isaías era una proclamación viviente de la supervivencia de Israel. Aunque diezmados por la guerra y
llevados al exilio, un núcleo del pueblo escogido seguirá siendo el instrumento del plan de salvación
universal de Dios (11:11, 16; 37:4, 31 y s.; 46:3), mientras que por el contrario extirpará “nombre y
descendencia” de las naciones que tratan de frustrar su buena y generosa voluntad. (14:22; 30; 15:9;
16:14)
Campo del lavandero. Comp. 2R 18:17, segunda nota.
7:6 Tabel. No se conoce a ninguna persona con este nombre. En su forma hebrea puede expresar
escarnio: “Un inútil”. Ver la expresión “hijos de Belial”, traducida “hombres perversos”. (Jue 19:22
primera nota, 1S 1:16, nota)
7:8–9 La cabeza de Siria. Lo que plane-an los dos enemigos “no se cumplirá ni sucederá” (v. 7),
porque Siria y Efraín tienen por cabeza a frágiles seres humanos, que residen en capitales levantadas
por manos humanas. Éstos no pueden destruir a Jerusalén en contra de la voluntad del Rey de reyes,
que “habita en el monte Sión” (8:18), la base de sus operaciones terrenales. (2:3; Sal 46:1–11)
Sesenta y cinco años. Hasta los habitantes del Reino del norte, que no fueron llevados al exilio por
los asirios, dejarían de ser pueblo de nacionalidad sin mezcla, porque extranjeros importados serían
incorporados como parte de la población ya después de la caída de Samaria (2R 17:24), y nuevamente
durante el reinado del rey asirio Asarhaddón (681–669 a. C.), seis décadas después de que Isaías
comenzó su ministerio.
Creen… permanecerán firmes. La fe y su efecto en la vida, quedan combinados en un juego de
palabras, para el que no hay equivalente en español. Una forma diferente del mismo verbo hebreo, se
utiliza para describir lo que significa creer, y cual es el resultado de la fe. Sirviendo de fundamento al
concepto de fe en el A. T., se encuentra la determinación de apoyarse firme e incondicionalmente en
las promesas de Dios. Mientras permanece firme e inamovible en esta posición de confianza, el
creyente –y sólo él– puede estar seguro de que permanecerá firme. Bajo sus pies encuentra suelo
firme, “aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo del mar”. (Sal 46:2; Mt
24:29)
7:14 La joven. El N. T. demostró el significado último de la señal Emanuel. Ésta fue dada para
predecir que Dios dejaría que su Hijo naciera de la Virgen María por la operación de su Santo
Espíritu. “Nacido de una mujer”, una “que era virgen”, el Hijo de Dios encarnado era ciertamente
Emanuel, “Dios con nosotros”, porque él vino para “salvar a su pueblo de sus pecados”, su enemigo
más grande. (Gá 4:4; Lc 1:34; Mt 1:21 [comp. Mt 1:18–25, nota])
El contexto del nacimiento virginal del Salvador como fue profetizado, prepara para el
cumplimiento preliminar de la señal: La liberación del dominio de los “dos reyes” (v. 16) que
amenazan con la destrucción de Jerusalén. Dentro de los nueve meses en que una mujer joven en edad
de casarse, que se suponía debía ser virgen antes de su boda (comp. Dt 22:1321), concibe y da a luz un
hijo, será tan evidente que Dios estaba con su pueblo para salvarlos, que ella llamará a su hijo
Emanuel, es decir, “Dios con nosotros”. Llegado el momento en que él “sepa elegir entre lo bueno y
rechazar lo malo”, o sea, la edad de la discreción, el enemigo no sólo habrá desistido de su proyecto
de conquista, sino que su propia “tierra… quedará abandonada”, asolada por el emergente imperio
asirio (v. 15 y s.). Ver Os 11:1 (Mt 2:15), por otro ejemplo del modo particular en que Dios conducía
la historia de Israel, para dejar que el acontecimiento prefigurara lo que él llevaría a cabo en la vida
de su Hijo encarnado.
7:15 Cuajada con miel. Pasaría un tiempo hasta que el país se recobrara de los destrozos de la
guerra. En vez de vivir de los productos de la agricultura, tales como granos y carne, los
sobrevivientes a la invasión se mantuvieron con alimentos derivados de un modo de vida pastoril:
Leche cuajada, y miel recolectada de los árboles en los bosques. (vv. 21–25)
7:18 Silbido. Llamados por Dios, los ejecutores de su juicio se arrojarán sobre Israel como
enjambres de moscas y abejas, infestando todos los escondrijos y grietas. Palestina se convertirá en el
campo de batalla de los asirios y los egipcios, ambos determinados a anexarla a sus imperios
respectivos.
7:20 Afeitará. Asiria, la nación que Acaz estúpidamente pidió prestada para aliviar la presión
desde Siria e Israel, y descripta ahora como una navaja, despojará al país desde un extremo al otro.
(2R 16:7 y ss.)
8:1–22 Escribe. Los cc. 7 y 8 tienen varios rasgos en común. Ambos interpelan respecto de la
misma circunstancia (comp. 7:1, nota). Así como el nombre dado al hijo mayor de Isaías predijo el
fracaso de los enemigos de conquistar Jerusalén (7:3 y ss.), del mismo modo el significado del
nombre del hijo era un anuncio profético de que Damasco, la capital de Siria, y Samaria, la capital
del Reino del norte, serían conquistadas y saqueadas por el rey de Asiria (8:1–4). A esta promesa de
alivio de desastre inmediato, Isaías agrega nuevamente el anuncio del posible juicio de Israel: Las
fuerzas asirias asolarán el país de Acaz a lo largo y a lo ancho, como un incontenible diluvio (vv. 5–
8; comp. 7:17 ss.). Una nación impía como los asirios, puede servir como la “vara” del Señor para
castigar a su pueblo escogido (10:5). No obstante, cualquier intento por parte de los gobernantes de la
tierra, de frustrar su voluntad soberana, será desbaratado (8:910). Por tanto, lo que debe meter temor
y susto no es una conspiración de hombres impotentes como la conjura de Siria e Israel contra Judá;
lo que demostrará ser fatal, es el rechazo de rendir santo respeto y temor al SEÑOR Todopoderoso.
Todos los que se entregan a él hallarán un refugio en su santuario, una “ayuda segura en momentos
de angustia” (Sal 46:1). A quienes, en las dos casas de Israel, lo injurian y “confían en el hombre”
(Sal 118:8), él será una piedra de tropiezo que los hará caer y quebrantará (vv. 11–15). Firmemente
convencido de que lo que el SEÑOR le habló no dejará de cumplirse, Isaías ordena a sus discípulos
que mantengan archivado el registro escrito y sellado de su testimonio y ley (vv. 16–17). Su propio
nombre (el Señor salva), y los nombres que les puso a sus hijos, también serán señales y presagios
vivientes de lo que el futuro traerá según él lo predijo (v. 18). Prestar atención al abracadabra de los
agoreros, antes que a la ley y al testimonio de Dios revelados, le acarreará a un pueblo tan sólo las
tinieblas de la aflicción y lo arrojará a la oscuridad total de la desesperación. (vv. 19–22)
8:1 Con un estilete común. Publicado en grandes letras de escritura común, el nombre debía ser
leído, y su significado comprendido, no sólo por los capacitados en ortografía, sino por el público
ilustrado en general.
Maher Salal Jasbaz. Comp. la nota de la NVI, por la traducción de este nombre largo y de extraña
pronunciación. El mensaje que debe transmitir cada vez que se utiliza para dirigirse al muchacho,
aparece en el v. 4.
8:2 Urías. Un sacerdote con este nombre se menciona en 2R 16:10, 11, 15. El otro testigo,
Zacarías, no es identificable. No es el profeta que lleva ese nombre.
8:6 Corrientes de Siloé. Esta corriente, que surge del manantial de Guijón (1R 1:33, segunda nota),
y fluye suavemente a lo largo de la pared sudeste y vierte en un estanque dentro de la ciudad (el
estanque de Siloé; comp. 7:3), simboliza la calma seguridad de la providencia divina, que la fe acepta
con tranquila confianza (Sal 46:4, nota). Habiendo rechazado la promesa de seguridad de Dios “por
temor frente” al enemigo amenazador, “este pueblo” sufrirá últimamente la invasión extranjera,
descripta como desbordantes “crecientes del río”, es decir, el Éufrates, que fluye a través de un
territorio dominado por el rey de Asiria.
Se regocija. (Ver Biblia de Jerusalén: Desmoralizado). Esta traducción se apoya en la substitución
del sonido hebreo de una “s” por otro.
8:8 ¡Oh Emanuel! Los habitantes del país son interpelados de esta forma, porque no resultarán
dañados si tan sólo “creen” (7:9) y expresan su fe, diciendo: “Emanuel”, o sea, “Dios está con
nosotros”. (10; 7:14, nota)
8:13 Santuario. El templo del “SEÑOR Todopoderoso, que habita en el monte Sión” (v. 18),
estaba destinado también a ofrecer asilo a las personas que involuntariamente hubiesen cometido un
homicidio. (Éx 21:13, nota; 1R 1:50, nota; ver también Ez 11:16)
8:18 Me tienen, con los hijos. Citado en el N. T. Comp. Heb 2:13, nota.
8:19 Pitonisas… agoreros… consultar a los muertos. Recurrir a varios medios de ocultismo para
descubrir lo que está encubierto, en vez de consultar … a su Dios (v. 21), era rechazar al Señor y
volver a caer en un paganismo craso (comp. Dt 18:10–12; Lv 19:31; 1S 28:3, nota). Los que practican
la adivinación y el espiritismo, susurran y musitan, es decir, hacen que sus voces tengan sonido de
misterio y de ultratumba.
9:1–21 No habrá más penumbra. Así como la luz irrumpió en la oscuridad primordial (Gn 1:3),
del mismo modo 9:1–7 deja que un relámpago de visión profética irrumpa en “las tinieblas de
aflicción” (8:22) “para dar luz a los que viven en tinieblas, en la más terrible oscuridad” (Lc 1:79).
Imperturbable frente a la infidelidad del pueblo escogido, el celo del SEÑOR… llevará a cabo (v. 7)
lo que era necesario, de modo que los hombres en todo lugar puedan “recibir su herencia, el reino
preparado para [ellos] desde la creación del mundo” (Mt 25:34; Ef 1:4; 1P 1:20). Para establecerlo y
sostenerlo, un niño le nacerá al trono de David (v. 7), a quien se le confieren títulos que ningún
gobernante de esta tierra tiene derecho a exigir. No es solamente el hijo de David, sino también su
Señor (Mt 22:42–45). El reinado de justicia, rectitud y paz del Mesías, comenzó cuando las huestes
angelicales anunciaron el nacimiento de un hijo (v. 6) “envuelto en pañales y acostado en un pesebre”
(Lc 2:10 y ss.); alcanzará su culminación cuando él “venga en su gloria, con todos sus ángeles” (Mt
25:31; ver también Lc 1:68 y s.; 2S 7:12–29). La gran luz de la promesa es como el destello de
relámpagos cruzando los cielos de Israel; rápidamente cede el lugar a las densas tinieblas que
estaban por envolver a la gente del tiempo de Isaías. En los versículos restantes (8–21), anuncia
nuevamente el juicio que debe sobrecoger y purificar a la nación escogida, si es que ha de ser la
portadora de la salvación ofrecida en los vv. 1–7. Sin doblegar por anteriores golpes de adversidad
disciplinarios, todo el pueblo se entera por infaustas experiencias, cuán fatal resulta ser la confianza
en uno mismo, en abierto desafío a Dios (vv. 8–12). El rehusarse a querer reconocer al que lo ha
castigado, no queda limitado a un pequeño grupo aislado, o a una sola clase de la población; la
cabeza y la cola –desde los más encumbrados hasta los más bajos niveles– todos ellos son impíos
(1317). Una condescendencia sin freno al pecado como ésta, es autodestructiva; termina en anarquía
en el gobierno, en caos en la sociedad, y en una autocomplacencia individual tan despiadada, que
nadie se compadece de su hermano, y aún así tan poco satisfactoria, que se quedan con hambre. (vv.
18–21)
9:1 Zabulón y… Neftalí. Las tierras por heredad de estas dos tribus, constituían la frontera norte
de Israel al oeste del Jordán. Al otro lado del Jordán hacia el este, se encontraba la región llamada
Galilea (es decir, circuito o distrito) tierra de paganos. A través de estos territorios corría el camino
del mar, una carretera con dirección este-oeste, que terminaba al llegar al Mediterráneo. Siendo que
el enemigo invasor venía desde el norte, estos distritos distantes serían los primeros en caer víctimas
del poder del conquistador, y los últimos en ser liberados de su dominación.
9:4 Madián. En los días de los Jueces, Gedeón liberó a Israel del yugo de los merodeadores
“madianitas… amalecitas y otros pueblos del oriente” (Jue 6:2 y s. nota; c. 7; Is 10:26; Sal 83:9). La
derrota de éstos a manos de un puñado de israelitas, se cita como evidencia de que los enemigos
poderosos deben fracasar en sus intentos, cuando se oponen al reinado que Dios pro-mete establecer.
9:5 Consumidas por las llamas. Los símbolos de la subyugación y todo rastro de un conflicto
sangriento, desaparecerán. (Sal 46:9, nota; Ez 39:9)
9:6 Estos nombres. Cuatro juegos de dos substantivos hebreos describen la persona y la obra del
Rey mesiánico. Todos son títulos atribuidos a Dios mismo. La sabiduría de su consejo, y el
providencial ordenamiento de los acontecimientos, se hace patente cuando lleva a cabo maravillas y
milagros por los que el Señor recibe alabanzas (Éx 15:11; Is 25:1; Jer 32:18). Ningún simple mortal
merece ser llamado “Dios fuerte” (Éx 15:11; Sal 89:8). Aunque nacido de una mujer, él es el Padre
eterno, que reina y gobierna todas las cosas “desde ahora y para siempre” (v. 7). Él es el Príncipe de
paz que proporciona curación de la fatal disensión entre Dios y el hombre, “dando muerte a la
enemistad” mediante su cruz, a fin de que los caídos hijos de Adán ya no tengan por qué mostrarse
antagónicos con su Creador, consigo mismos, y con sus semejantes. (Comp. notas de 2:2, 4; también
11:1 y ss.; Ef 2:16)
9:7 El celo del SEÑOR. Así como Dios prohíbe celosamente tener otros dioses además de él (Éx
20:3 segunda nota, 5 nota; 34:14; Dt 4:24 nota; Sal 78:58; 79:5; Ez 16:38), del mismo modo los que
confían en él, cuentan con la seguridad de que ninguna oposición puede estorbar su ardiente deseo de
establecer y sostener su reino desde ahora y para siempre. (37:32; Is 63:15; 2R 19:31)
9:10 Si se caen los ladrillos. En este versículo Isaías registra un proverbio que la gente cita para
expresar su perversa determinación de continuar en su camino de maldad, pese a los reveses
mediante los cuales Dios los estaba llamando al arrepentimiento.
9:11 Adversarios. “Los adversarios de Rezín”, el rey sirio, eran los asirios, quienes asolaron Siria
antes de proseguir hacia el sur, para destruir el Reino del norte. Antes de que Rezín y Pecaj, rey de
Israel, aunaran fuerzas contra Judá, el Reino del sur, varios reyes Sirios habían llevado a cabo
importantes incursiones dentro de territorio israelita. (2R 10:32 y s.; 13:22)
9:12 La ira. Las últimas dos líneas de este versículo constituyen un refrán final, que se encuentra
nuevamente al final del v.17, v.21 y 10:4. Comp. 5:25, nota.
9:14 La cabeza y la cola, la palmera y el junco. Desde las formaciones superiores hasta los niveles
más inferiores de la sociedad, la nación entera se encuentra condenada como “impía”, y que merece
grandemente el castigo administrado por la “mano” de Dios. (v. 17)
9:15 Los profetas. En vez de asumir el liderazgo impartiendo lineamientos morales a los jefes de
gobierno, los hombres que profesan ser los voceros de Dios, se convierten en lacayos lamebotas.
Nosotros diríamos: La cola menea al perro.
9:20 Comerán. Cuando los hombres actúan motivados únicamente por el egoísmo, injurian no
sólo a sus semejantes, sino que finalmente se destruyen a sí mismos, al volverse a su vez víctimas de
la ley de la jungla.
10:1–34 ¡Ay! Este capítulo comienza con una acusación contra la nación del pacto, similar a los
cargos registrados en 9:8–21. Los primeros cuatro versículos declaran que la riqueza acumulada con
la ayuda de jueces injustos, y a expensas de los pobres y las viudas, desaparecerá en el día del castigo.
Aunque esta sección constituye una estrofa, indicada por el refrán final, que también se encuentra en
9:12, 17, 21, queda separada de las denuncias precedentes por un ay introductor, una fórmula que
introduce un lamento como en 5:8, 11, 18, 20, 21, 22. De esta manera, la última de una serie de
amenazas contra Israel, queda enlazada con el “ay” pronunciado contra Asiria en los versículos
siguientes (5–19). Dios ciertamente convocó a una nación cruel y rapaz para ser la vara con la cual,
en su justa ira, estaba por hacer llover golpes devastadores sobre su pueblo escogido. Ellos merecían
todo el enfurecimiento de su enojo, porque habían descendido al nivel de una nación impía, apartada
del Señor por un modo de vida tan depravado, como el de una comunidad pagana.
El instrumento elegido por Dios para ser su vengador, estaba bien equipado para desempeñar su
cometido. Una nación tras otra cayó ante la máquina de guerra asiria, al ir aproximándose a Jerusalén
(vv. 5–11). Sin embargo, el Azote de Dios (como los europeos llamaron más tarde a Atila, el huno)
pensó destruir reinos y naciones, para satisfacer su propia ambición imperialista. Arrogantemente
exigió reconocimiento por sus victorias, atribuyendo sus éxitos a su poder y sabiduría (vv. 12–14).
Pero este poderoso conquistador también debía ser tan sólo un instrumento en la mano del Príncipe
de naciones. El que lo había constituido, lo destruiría cuando ya no sirviera a sus propósitos. (vv. 15–
19)
A estas alturas, la visión de Isaías respecto de eventos futuros, fue más allá de la caída del imperio
asirio, que acaeció un siglo completo después de que él habló (612 a. C.). Isaías vio aquel día en el
futuro aún más distante en que, después de haber transcurrido otro siglo, un pequeño remanente del
pueblo de Dios que sobrevivió, volverá a su patria. Castigados por la adversidad y el exilio, volverán
a buscar el apoyo de Aquél que no los defraudará como lo hicieron los asirios, a quienes acudieron
en busca de ayuda. (vv. 20–23)
Después de proporcionar un vistazo dentro de una era por venir, el profeta deja ver a sus
contemporáneos qué les espera en el futuro más inmediato. Dios no permitirá que los asirios tomen
por asalto a Jerusalén, aun cuando se les permitirá avanzar hasta las mismas puertas de la ciudad (vv.
2432). El ejército del invasor, orgulloso de su avance victorioso, y desdeñoso de cualquier posible
oposición, será destruido tan vertiginosa y completamente, como un bosque de árboles tan
esplendorosos como los cedros del Líbano, es abatido por un huracán de fuerza increíble. (vv. 33–34)
10:5 Garrote de mi enojo. Dios estaba por utilizar a los asirios como un instrumento de castigo.
Debían esgrimirlo como sus agentes. A su requerimiento debían hacer desbordar su furor sobre el
pueblo apóstata.
10:7 No se lo propuso. El conquistador asirio rehusó considerarse a sí mismo como quien hace lo
que Dios le ordenó. No aceptó órdenes de nadie. No tenía otro pensamiento sino satisfacer su ansia de
destruir, de aniquilar a muchas naciones, y de reemplazar a los reyes de éstas por sus comandantes.
Desafió lo que llamó los “ídolos” de Jerusalén (v. 11), a que protegieran a la ciudad contra el ejército
que él había hecho invencible.
10:9 Calnó… Damasco. Las ciudades mencionadas en este versículo, fueron conquistadas por lo
asirios en su avance hacia el sur contra Jerusalén. La más sureña de éstas era Samaria, la capital del
Reino del norte, y la más lejana era Carquemis, más de 480 km. al norte. Las otras ciudades estaban
situadas entre estos dos puntos.
10:12 Castigaré. Aun antes de que el rey asirio concluya su arenga de arrogante orgullo (comp.
vv. 13 y s.), se inserta una advertencia de que el Señor lo tiene firmemente atraillado. No siendo
impotente ni inexistente como los ídolos de los reinos conquistados, el Señor no permitirá que el
fanfarrón blasfemo haga algo más que la tarea determinada que se le asignó.
10:14 Chillara. Las hordas asirias conquistaron y saquearon pueblos con tan poco esfuerzo como
el que se necesita para recoger huevos de un nido abandonado por la pájara. Ésta no se atreve a
aletear para defenderlo, o aun a abrir el pico en estridente protesta contra el hurto.
10:15 Quien pesa más. La madera y el hierro quedan inertes y pasivos, aun cuando transformados
en herramientas. Así como estas herramientas no determinaron como debían ser labradas, del mismo
modo no pueden ordenarle a la soberana voluntad de su fabricante cuándo y cómo ha de utilizarlas.
Dios, habiendo modelado a los asirios para ser instrumentos de juicio, los destruirá si rehúsan serle
útiles.
10:17 La luz de Israel. Dios es como una llama que brilla benignamente sobre su pueblo fiel, y al
mismo tiempo destruye a sus enemigos con la fuerza irresistible de un incendio forestal que devora
todo a su paso, ya sean “árboles majestuosos” (v. 19), o humildes espinos y zarzas. (27:4; 29:6; 30:27)
10:18 De extremo a extremo. (RV Alma y cuerpo.) La destrucción del frondoso orgullo y
presunción asirios será tan completa, como si los dos componentes del hombre fuesen eliminados.
10:20 Remanente. Este término, que aparece nuevamente en los dos versículos siguientes, deja en
claro el significado del nombre del hijo mayor de Isaías (7:3). Contiene un mensaje de esperanza: El
pueblo escogido no será extinto. Pero también pre-dice serias bajas en la población: “Sólo un
remanente” sobrevivirá a la “destrucción… decretada” por “el SEÑOR Todopoderoso”. (vv. 21 s.;
comp. 9:6)
10:23 La destrucción. El Señor ejecutará por completo lo que ha decretado, demostrando su
autoridad de determinar el destino de todo el país. (RV en medio de la tierra.)
10:26 Un látigo. Debido a que los asirios abusaron de la comisión de ser “la vara” y “el garrote”
sobre Israel (v. 5), ellos mismos recibirán azotes infligidos por la cólera del Señor. Dos incidentes
del pasado son citados para ilustrar este hecho. Un pequeño grupo comandado por Gedeón, armado
sólo con antorchas y trompetas, aplastó a las temidas hordas madianitas (Jue 7; comp. también 1S
14:6). Lo único que Moisés tuvo que hacer para destruir el ejército del Faraón, fue extender su vara…
sobre el mar por orden de Dios. (Éx 14:1629)
10:27 De los hombres. Algunas traducciones están basadas en cambios en el texto hebreo
tradicional. Si se dejan inalteradas, las palabras tienen sentido al traducir: “Y el yugo será sacudido en
vista de la gordura”. Así como los bueyes llegan a ser tan gordos y fuertes como para sacudirse de
encima el yugo, del mismo modo Israel tendrá la fuerza suficiente para liberarse de la gravosa
opresión.
10:28 Ayat. Los vv. 28–32 rastrean el avance del enemigo por ciudades situadas al norte inmediato
de Jerusalén. Aunque algunas de las localidades no pueden ser identificadas con certeza, puede
suponerse que éstas también son puntos a lo largo de la misma ruta. Termina en “Nob” (v. 32), situada
entre “Jerusalén” y “Anatot” (v. 30), ésta sólo a 4 km. al norte del objetivo de la campaña. Parece que
algunos de los nombres de los lugares son mencionados, porque permiten un juego de palabras, que
no puede ser reproducido en una traducción. Mediante esta descripción dramática y sumamente
poética de una imaginada línea de avance, tan directa y sin impedimentos, Isaías trata de convencer a
sus oyentes de la realidad de la amenaza de Dios, de utilizar a una nación tan cruel como los asirios,
como vara de su ira.
10:33 Desgaja. Después de que los asirios hubieren servido a los propósitos para los que Dios los
contrató (10:5 nota), “talará” su orgullo blasfemo.
11:1–16 Un retoño. En este capítulo la visión profética tiene un alcance dentro del futuro, que
abarca más allá de la caída de Asiria, recién predicha en lenguaje figurado. Un siglo debía transcurrir
antes de que este extenso imperio, que se mantuvo tan “alto” y “elevado” como los cedros del
“Líbano”, fuese “derribado” (10:33 y s.). Isaías ve ahora lo que habrá de suceder varias décadas más
adelante. El hacha del juicio divino talará a la altura de un tronco también al reino establecido por
David, el hijo de Isaí. Sin embargo, este estado de cosas desastroso en la historia de Israel, no es más
que el punto de partida de un plan de largo alcance a través de los siglos y del tiempo. Isaías ve un rey
que nace de las raíces del tronco davídico, cuyo gobierno afectará la historia humana hasta el fin del
tiempo. Surgiendo como un vástago del linaje de Isaí, este Hijo de David es más grande que Salomón
y que todos los reyes de origen humano (Mt 12:42). Él es el Mesías prometido, provisto
permanentemente por el Espíritu del SEÑOR con cualidades distintivas personales y perfectas tales, y
con una capacidad ejecutiva tal, como para asegurarle conocimientos que superan grandemente los
del monarca más ilustrado y capacitado (vv. 2–3a). Él juzga con justicia absoluta. El veredicto que
pronuncia, es ejecutado en toda la tierra (vv. 3b-5). Él hace que sus súbditos puedan disfrutar
interiormente de una “paz… que sobrepasa todo entendimiento” (Fil 4:7). En sus vidas se produce un
cambio dramático. Es una transformación no menos radical, que la vuelta atrás de los predominantes
instintos hostiles en el mundo animal, a la armonía que prevalecía en el Jardín del Edén, antes de que
el pecado del hombre hiciera de toda la creación una arena de conflictos. (vv. 6–9; 65:25; comp. nota
acerca de “Príncipe de paz” en 9:6; también Ro 8:19–23)
El Rey mesiánico tiene la autoridad de renovar todas las cosas, y de dar el ser a “una nueva
creación” (2Co 5:17) porque él, un retoño del tronco de Isaí, es al mismo tiempo la raíz de Isaí, la
fuente de vida del linaje real de David. Por lo demás, en tanto que un gobernante de esta tierra, como
lo fue David, pudo incorporar algunos estados vecinos a su imperio, el Rey de aquel día gobierna
sobre un imperio sin límites territoriales y sin ser molestado por el paso del tiempo. Los pueblos (sin
tomar en cuenta la diversidad racial) y las naciones (sin tomar en cuenta la ubicación geográfica), no
dejarán de congregarse junto a él como tropas leales, por propia iniciativa, ni de agruparse junto a un
estandarte o bandera, el símbolo de su lealtad. (v. 10)
Los versículos finales del capítulo (1116), completan el cuadro profético del nuevo reino
davídico. Las alusiones y analogías del A. T., sirven una vez más como tipos de las cosas más
grandes por venir. La universalidad del reino del Mesías, anunciada en términos generales (v. 10), es
representada gráficamente al comparar lo que Dios hizo en el pasado, con lo que sucederá cuando
vuelva a actuar. En el albor de la historia de Israel, Dios le dio el ser a la nación escogida al rescatar a
los esclavizados y proscriptos hijos de Jacob de un país, Egipto. En aquel día, el nuevo Israel quedará
compuesto por pueblos reunidos de los cuatro puntos cardinales. El profeta se figura esta cosecha
internacional bajo la bandera del Mesías, según las disposiciones que Dios tomará para recobrar al
remanente de su pueblo después de que el reino de David había llegado a ser un tronco (v. 1), y el
remanente de sus ciudadanos dispersado en los países que rodean a Palestina (vv. 11–12; ver la
combinación cosmopolita de pueblos en la reunión de Pentecostés, Hch 2:8–11). Otros aspectos del
reino mesiánico, también vaciados en moldes del Antiguo Testamento, serán (a) armonía interna (v.
13); (b) victoria sobre los enemigos de afuera (v. 14); (c) su establecimiento por medio del dominio
divino de la naturaleza y de la historia. (vv. 15–16)
11:1 Un vástago. Este término se utiliza para designar un rey humano, en Dn 11:7. Durante el
reinado del Mesías, el pueblo es llamado “el retoño plantado” por Dios, en Is 60:21 (comp. también
4:2). Un sinónimo de esta palabra hebrea aparece como un título mesiánico en Jer 23:5; 33:15; Zac
3:8; 6:12. (Comp. también Ap 5:5, Hch 13:22 y s.)
11:2 Reposará. “El Espíritu del SEÑOR reposó sobre” algunos hombres en el pasado por un
tiempo limitado, y para un propósito particular (Éx 25:31; Nm 11:25; Jue 3:10; 6:34; 2S 23:2; 2P
1:21). La afluencia de los dones del Espíritu no cesará en su misión de equipar al Hijo más grande del
gran rey David, con toda clase de características distintivas y habilidades para ser un Gobernante
perfecto (42:1; 61:1–3; Jn 1:32; Hch 10:38; Ap 1:4; 3:1; 4:5). Los seis atributos reales, ordenados en
tres pares, devuelven el eco del significado del mismo número de nombres dados al Rey en 9:6. Para
el significado de “conocimiento”, ver Gn 18:19, nota; Dt 9:24, nota; para “el temor del SEÑOR”, ver
Dt 6:13, nota.
11:4 Vara de su boca. Comp. 49:2; Os 6:5; Ap 1:16.
11:6 El lobo… con el cordero. El cese de las hostilidades entre los hombres, utilizado en 2:1–4
para describir la clase de paz de que gozarán los súbditos del Rey, se extiende para incluir la
eliminación del miedo entre animal y animal, y entre hombre y animal, según ha existido desde la
intrusión desgarradora del pecado en la dicha del Paraíso. (Comp. 65:25)
11:9 Monte santo. Comp. 2:2, segunda nota.
11:10 Raíz de Isaí. Comp. Ro 15:12; Ap 5:5; 22:16.
11:11 Asiria … Egipto. Dos imperios mundiales, contiguos a Palestina desde el norte y el sur,
respectivamente. Patros y Cus eran territorios egipcios a lo largo del Alto Nilo. Elam estaba situado
en la parte superior del Golfo pérsico. Sinar es un término bíblico para la Mesopotamia (Gn 10:10).
Jamat señalaba la frontera más septentrional de Israel (Nm 34:8; Jos 13:5; Am 6:14). Las regiones
más remotas son las islas y regiones costeras del Mediterráneo.
11:13 Efraín… Judá. Por las contiendas entre las divisiones del norte y del sur del reino de David,
ver 7:17; 9:21. La disensión y la rivalidad desaparecerán, a fin de que la gente llegue a quedar bajo el
mando del Príncipe de paz. Incluso los de diferente nacionalidad y orígenes raciales, pueden abrigar
la esperanza de gozar de sus bendiciones. (Gá 3:28 y s.; Col 3:11)
11:14 Laderas. (RV hombros) Visto desde las colinas de Judea, el territorio ocupado por los
filisteos se parecía a la espalda de un hombre.
11:15 Secará. El Señor quitará todos los obstáculos que impiden el acceso al reino mesiánico, así
como en el pasado el Mar Rojo tuvo que abrirse ante su mandato para “Israel, cuando salió de
Egipto” (v. 16; Éx 14:15 y s.). Ante el poder que el Señor está pronto a utilizar en defensa del
“remanente de su pueblo”, toda oposición debe quedar hecha polvo. No sólo puede abrir un camino a
través del mar; puede secar… el golfo del mar de Egipto (tal vez quiera decir el Golfo de Suez). Él
sólo tiene que pasar su mano sobre el Éufrates, conocido simplemente como el río, y éste quedará
reducido a una gota. Ver las palabras de Jesús respecto de su iglesia, Mt 16:18.
12:1–6 Alaben. Los seis versículos de este capítulo son una secuela del capítulo precedente. Allí el
tema es el reinado bendito y universal de “la raíz de Isaí”, que será establecido “en aquel día” (11:10 y
s.); aquí, los que comparten la salvación proporcionada en aquel día, alabarán a Dios individual y
colectivamente, por sus bendiciones, y prometerán dar a conocer entre los pueblos sus obras, para
que puedan darse a conocer en toda la tierra. Los súbditos del Rey mesiánico tienen sobrados
motivos para estar agradecidos. Aunque han merecido la ira de Dios, él ya no está enojado con ellos.
No tienen por qué temerle, sino que pueden confiar en él a fin de que sea su fuerza. Los cánticos de
salvación entonados por el nuevo Israel, tienen la forma y el contenido de los himnos del A. T. Para
melodías similares, ver Éx 15 (el cántico de Moisés); 1Cr 16:8–36; Ez 3:11; Sal 105:1–6; Is 35:10;
40:1 y s.; Jer 33:10 y s.; pero vea también el “nuevo cántico” del “pueblo de Dios”, en Ap 5:8–14;
14:3; 15:3 y s.
12:3 Fuentes de la salvación. Dios es la única fuente de “agua viva”. (Jer 2:13; Jn 4:10; 7:37 y s.)
12:6 Santo de Israel. El título característico para Dios, de Isaías. (1:4, nota)
13:1–14:27 Babilonia
13:1–22 Isaías… recibió. Por ser un hombre “que oye las palabras de Dios, que contempla la
visión del Todopoderoso… y tiene visiones” (Nm 24:4), tenía algo más que una visión normal. En
los cc. 7–12 registra una visión anticipada del Rey mesiánico que brota “del tronco de Isaí” (11:1), y
gobierna hasta el fin del tiempo. Continuando con su visión a través del tiempo en los cc. 13–23,
compone esbozos de lo que sucede cuando “los reyes de la tierra se rebelan… contra el SEÑOR y
contra su ungido” (Sal 2:2). Si bien se describen varios personajes, las figuras están señaladas a
enseñar una y la misma lección: Ningún poder de la tierra puede evitar la venida del reino
profetizado, o derribarlo estando ya establecido. A fin de convencer a los contemporáneos de Isaías
en cuanto al dominio absoluto de Dios en la historia, pinta la inevitable ruina de las naciones que
intentaron evitar que el pueblo escogido ejecutase su papel asignado en el plan divino de salvación
universal. Sin embargo, en el alcance y la perspectiva de la visión profética, las escenas se mezclan al
irse sobreponiendo éstas. Los inveterados enemigos de Israel y su sino, se convierten en una
transparencia a través de la cual la luz de la revelación divina penetra, e ilumina aun la más remota
edad del futuro. Sobre las ruinas de la antigua Babilonia, Moab, Filistea, etc., destellan los
relámpagos del juicio de Dios sobre los arrogantes y los violentos (v. 11) de todos los tiempos, y
culmina en el cataclismo de aquel día del SEÑOR (vv. 6, 9) en que “la tierra, con todo lo que hay en
ella, será quemada”. (2P 3:10)
Por lo tanto, lo que Isaías tiene que decir respecto de antiguos reinos e imperios distantes
enterrados bajo las arenas del tiempo, interesa no sólo al historiador y arqueólogo. Concierne al
miembro actual del reino de Dios, como algo tan vital como lo fue para el ciudadano de Jerusalén,
siete siglos antes de que llegara el Príncipe de paz. En todas las circunstancias y en todo tiempo, “es
mejor refugiarse en el SEÑOR, que confiar en el hombre” (Sal 118:8; 40:4; Jer 17:5). Nadie tiene por
qué temer que se produzca un derrumbe del orden moral mundial. El Creador de cielos y tierra no
sucumbirá a las fuerzas de maldad, sin importar cuan diabólico es su designio, ni cuanto poder
engendran. Por medio de Isaías, Dios ya ha pronunciado sentencia contra ellos. Y la ejecutará tan
seguramente como lo hizo en el caso de las naciones prósperas en tiempos del profeta.
13:1 Profecía. El término introductor del castigo pronunciado contra las naciones extranjeras, no
es la palabra que aparece más de 300 veces en la frase “oráculo del Señor”. Derivado del verbo que
significa “alzar, elevar”, el sustantivo utilizado aquí se puede traducir “carga”. Interpretado de este
modo, describe lo que el profeta tiene que decir, como la imposición de una carga sobre los
interpelados, y que los aplasta bajo su peso. Esta connotación se encuentra en el contenido de los
mensajes con esa clase de introducción. En muchos casos las palabras que siguen están cargadas de
denuncia de pecado y amenaza de castigo. Sin embargo, el término puede quedar asociado a la
expresión idiomática hebrea, “alzar la voz”. En ese caso, denota simplemente un mensaje expresado
en alta voz. Este significado más general, parece ser el indicado cuando se lo utiliza en títulos de
libros enteros (Nah 1:1; Hab 1:1; Mal 1:1; comp. también Pr 30:1 ambas notas). Los cc. 13–23
representan una colección de 11 oráculos. Con la excepción del c. 22, todos ellos están dirigidos
contra naciones paganas. Para agrupaciones similares de profecías contra estas naciones, ver Jer 46–
51, y Ez 25–32.
Babilonia. La nación que destruirá la ciudad santa y llevará a sus habitantes al exilio, es la primera
en ser emplazada. En el Apocalipsis, Babilonia es utilizada simbólicamente como la personificación
de la hostilidad hacia Dios y su pueblo. (Ap 14:8; 16:19; 17:5; 18:2, 10, 21)
13:2 Llamen a gritos. En los vv. 2–16, se ve en primer lugar la condena que más tarde es
proclamada en particular sobre Babilonia (vv. 17–22), dentro de la perspectiva mayor de una “día del
SEÑOR” final, universal (vv. 6, 9, 13). Cuando “el SEÑOR Todopoderoso” convoca a su ejército,
vienen los reclutas en cantidades innumerables “de los confines del horizonte” (vv. 2–5). Es
imposible escapar de la “devastación del Todopoderoso” (vv. 6–8); “en el día de su ardiente ira”,
convierte “en desolación la tierra” al ordenarle al universo a volver al caos primordial (vv. 9–16).
Siendo que está dentro de su jurisdicción y autoridad “castigar por su maldad al mundo” (v. 11), su
sentencia de culpable, pronunciada contra “la gloria y el orgullo de los caldeos” (19), también será
ejecutada tan inexorablemente, que “no se prolongarán sus días”. (vv. 17–22)
13:3 Mis consagrados. Seleccionados por Dios para ejecutar su santa voluntad. (Éx 19:6, segunda
nota)
13:6 El día del SEÑOR. Comp. 2:11 nota; Jl 1:15; 2:1–11; Sof 1:7, 14–18.
13:12 Ofir. Comp. notas de Gn 10:24; 1R 9:26.
13:17 Los medos. “El furor del SEÑOR Todopoderoso” no tiene dificultad en encontrar agentes
para bajar el copete de “soberbia” y “orgullo” de los hombres, “en el día de su ardiente ira” (vv. 11,
13). Atentos a su seña y llamado, vienen de la misteriosa y “lejana tierra” (v. 5) de Media. Ubicada
debajo del Mar Caspio y a lo largo de la elevada cadena montañosa de los Zagros, Media significaba
para los israelitas el fin del mundo. A sus guerreros no les importaba la plata, es decir, rechazan toda
oferta de soborno.
13:19 Los caldeos. En el tiempo de Isaías, Babilonia era una provincia del imperio asirio. Las
revueltas contra la dominación extranjera eran instigadas por líderes cuya base de operaciones se
encontraba en Caldea, en el sur de Babilonia (Gn 11:31, nota; Job 1:7, nota). El rey Ezequías,
desgastándose también bajo la dominación asiria, fue abordado por un rey caldeo rebelde, llama-do
Merodac Baladán en el A. T., para que aunaran fuerzas en una guerra de liberación (c. 39; 2R 20:12–
19). Isaías se opuso a la alianza extranjera, porque estaba motivada por la confianza en los hombres,
antes que en Dios. La locura de la maniobra política propuesta, pronto se hizo evidente. El rey asirio
Senaquerib destruyó Babilonia y masacró a sus habitantes. Por lo demás, los mismos babilonios que
propusieron una alianza ofensiva, capturaron y destruyeron Jerusalén un siglo más tarde (586 a. C.).
Porque mientras tanto el imperio asirio siguió su curso, según fue predicho en 10:12 y ss. Fue
“abatido” (10:33) en el 612 a. C. por una Babilonia revitalizada, ayuda da por los Medos. No obstante,
medio siglo después de la caída de Jerusalén, también Babilonia vino a quedar bajo el juicio del día
del Señor. Incorporada al imperio medo-persa de Ciro en el 538, nunca volvió a recuperar su
independencia. Finalmente desapareció completamente de la vista, hasta que la pala del arqueólogo
excavó sus ruinas de las arenas del desierto.
13:20 El beduino. Hasta para las tribus beduinas estará demasiado desolada.
13:21 Cabras salvajes. Isaías adopta el lenguaje del folklore popular, según el cual unas criaturas
demoníacas en forma de machos cabríos peludos, rondaban por el desierto.
14:1–27 Compasión de Jacob. Vistas dentro de la perspectiva del “día del SEÑOR “(13:6, 9, 13),
las intervenciones divinas en los asuntos mundanos parecen tener lugar dentro de la medida de
tiempo que llamamos un día. Sin embargo, la visión profética brinca a través de todas las barreras de
la cronología, moviéndose de aquí para allá entre escenas separadas por siglos y milenios de
computación humana. Cada manifestación del “furor del SEÑOR Todopoderoso” (13:9, 13) en un
determinado momento de la historia, predice la alborada de un día final en que él “convertirá en
desolación la tierra, y exterminará de ella a los pecadores” (13:9). El c. 14 presenta el anverso del
juicio de Dios sobre los que se oponen a la llegada de su reino. Cuando éstos son eliminados, los
descendientes de Jacob, purificados en el fuego del exilio, pueden asumir nuevamente el papel
asignado a ellos en el plan de Dios de salvación universal. (vv. 1–2)
Los redimidos, llenos de júbilo por la finalización de la cruel esclavitud bajo el rey de Babilonia,
prorrumpen en un canto de desafío, dirigido a sus opresores. Con sarcasmo mordaz, los convierten
en el blanco de sus chanzas por su ridículo intento de destronar al Creador del universo (vv. 3–21).
Como para añadir la firma del Señor Todopoderoso a esta sublime sátira respecto del orgullo
humano, los siguientes dos versículos introducen al Señor como pronunciando palabras de condena
contra la arrogancia de Babilonia, en circunstancias en que las esperanzas de Israel por sobrevivir,
parecían sepultadas para siempre (vv. 22–23). Finalmente, el Señor refuerza su declaración con un
juramento solemne, afirmando que ningún poder sobre la tierra puede impedir lo que él ha
determinado para toda la tierra. Como una garantía de que en cualquier tiempo enemigos tales como
Babilonia no podrán obstaculizar sus planes, predice la liberación del dominio de un invasor
extranjero, que los oyentes de Isaías habrán de conocer en el futuro cercano. Dios destrozará a
Asiria, la que había asolado el país y amenazado con la conquista de Jerusalén (vv. 24–27). Por el
cumplimiento de esta profecía, ver cc. 36–37.
14:2 Los pueblos. El regreso desde Babilonia, parecido al rescate del esclavizado Israel del
dominio egipcio (comp. 40:3–5), sirve a su vez como el tipo de la sumisión de “todo gobierno y
autoridad, poder y dominio”, al Redentor del género humano. (Ef 1:21)
14:4 Sátira. Derivado de una raíz que significa “ser como, ser similar a”, este término se traduce
“parábola” o “enigma” (Sal 78:2; Ez 17:2; 24:3); cuando comparaciones como éstas ilustran verdades
generalmente aceptadas, caen en la categoría de “proverbios” (Pr 1:1; Sal 49:4; Ez 12:22 y s.); cuando
lo que se quiere establecer en una parábola o proverbio es la burla, la palabra hebrea se traduce
“canto de burla”, o simplemente “objeto de burla” (Mt 2:4; Jer 24:9; Hab 2:6). La oda que comienza
en el v.4, desata un torrente de burla vitriólica sobre los enemigos de Dios. Línea tras línea de versos
sumamente imaginativos, echan por tierra las pretensiones de hombres arrogantes. Son figuras tan
ridículas, porque deben dejar atrás toda su “majestad” al descender al sepulcro y su deterioro (vv. 4–
11). En los vv. 12–21 se presenta gráficamente la futilidad de hombres sujetos a la muerte, que
quieren “ser como Dios” (Gn 3:5), por medio de una parábola extraída de un cuento pagano acerca
de una deidad celestial. Descontenta por ser una estrella brillante en el cielo, que determinaba el
destino de los reinos terrenales, pretendió ser “semejante al Altísimo”, sólo para “caer por tierra”.
Habiéndosele negado hasta una “sepultura”, su cadáver “es pisoteado”. Esta espléndida sátira tiene la
fuerza de un proverbio. Se aplica todas las veces que poderes antidios proyectan desafiar y destruir al
reino de los cielos. En todo tiempo resonarán “gritos de júbilo y victoria en las casas de los justos”.
(Sal 118:15)
14:9 Sepulcro. Para el significado de esta palabra hebrea transliterada, ver Dt 32:22 nota. Para
muertos, ver Pr 2:18, nota.
14:12 Lucero de la mañana. Esta palabra hebrea, que aparece sólo aquí, significa “el que brilla”.
La traducción “Lucifer” (portador de la luz) en algunas traducciones deriva del nombre latín para
Venus. Esta identificación se adapta a la frase apositiva lucero de la mañana, es decir, estrella
matutina. En la mitología babilónica y cananea, los cuerpos celestes se convertían en deidades
personificadas. Ver la descripción del N. T. de la derrota y caída de Satanás, el Lucifer que se
convirtió en el archienemigo de Dios y de su pueblo. (Lc 10:18; Ap 9:1; 12:9)
14:13 Monte de los dioses. Los paganos creían que sus dioses residían en una montaña elevada en
el extremo norte. Allí celebraban asamblea.
14:19 Vástago repugnante. Una palabra en hebreo, se traduce “retoño” en 11:1 y 60:21. Un
renuevo, tronchado antes de que crezca y se convierta en un roble robusto, se considera desprovisto
de valor. Así será vomitado el opresor sobre el montón de desperdicios. Será tan repudiado por sus
crímenes, que no recibirá sepultura, un destino considerado muy degradante. (Jer 22:19; 36:30)
14:27 ¿ Quién podrá detenerla? La fe en esta promesa motiva al creyente a rogar, “que Dios
desbarate y estorbe todo mal propósito y voluntad que tratan de obstaculizar la venida de su reino”.
(Lutero)
14:28–32 Filistea
14:28–32 Murió el rey Acaz. Cuando Acaz murió en el 7l5 a. C., hacía seis años que Samaria, la
capital del Reino del norte, había sido conquistada por los asirios. Los filisteos, todavía ocupando
territorios en la costa del Mar Mediterráneo, también llegaron a ser tributarios de los reyes asirios.
En un tiempo en que parecía que el bastón de la dominación extranjera estaba roto, los mensajeros
filisteos llegaron a Jerusalén y propusieron una acción conjunta contra el enemigo común. Esta
profecía (comp. 13:1, segunda nota) está dirigida contra enredos extranjeros. Si el pueblo escogido
confía en su alianza con su Señor y guarda su pacto, ningún ejército de hombres puede hacerle daño a
Sión, la que el SEÑOR ha afirmado. Los filisteos, por otro lado, deben prepararse para la venida de
los asirios desde el norte en oleadas sucesivas, cada una de ellas más aterradora que la anterior, hasta
que ni siquiera sobrevivientes habrá en su país.
15:1–16:4 Moab
15:1–9 Profecía contra Moab. El tercer oráculo (comp. 13:1, segunda nota) que proclama la ruina
de naciones extranjeras (cc. 13–23), está dirigido contra los descendientes de Lot, el sobrino de
Abraham (Gn 19:30–38). Cuando los israelitas se encontraban en su largo peregrinaje desde Egipto
hacia la Tierra Prometida, les fue negado el paso a través del territorio moabita, que estaba situado al
este del Mar Muerto (Nm 21:10–24:25; Dt 2:8 y s.; Jos 24:9; Jue 11:15–18). En un exabrupto poético
de denuncia y lamento, Isaías describe la inevitable destrucción decretada por el Señor contra este
nada fraterno vecino del pueblo escogido. Trasladándose en espíritu de un lugar a otro, el profeta oye
gemidos recorriendo la frontera de Moab (v. 8). Es algo tan lastimoso, que su propio corazón grita de
compasión por las víctimas (v. 5; 16:9). Las palabras contra Moab desbordan al c. 16. Para otros
pronunciamientos contra el mismo enemigo, ver Jer 48; Ez 25:811; Am 2:1–3.
Ar… Quir. Isaías presenta una lista de ciudades y lugares de todas las partes de la nación
condenada. La ubicación exacta de algunos lugares ya no puede ser indicada con precisión.
15:9 Un león. No se dice quien ha de ejecutar el juicio sobre Moab. Sometida por varios
invasores, desapareció de la faz de la tierra.
16:1–14 Envíen corderos. En la primera parte de este c. (vv. 1–5), la visión profética cuenta con la
habilidad de ver a Moab como una de las naciones paganas que busca salvación en el reino
mesiánico, llamado aquí un descendiente de David (v. 5). Hay esperanza para los fugitivos de Moab (v.
4), si buscan refugio en el monte de la hija de Sión (v. 1), donde “un retoño del tronco de Isaí”
gobierna con justicia y fidelidad (v. 5; 11:1–5; 9:7). Esta visión del futuro distante, se desvanece
rápidamente al volver Isaías abruptamente al Moab de sus días. El juicio divino la sorprenderá, dice,
porque es culpable de orgullo y arrogancia (vv. 6–7). El pensamiento de su inminente condena
provoca una nueva expresión de gemidos (vv. 8–12), similares en tono y contenido al lamento que
resuena en todo el c. 15. El oráculo concluye con una breve advertencia, declarando que la amenaza
contra Moab, pronunciada también en el pasado, será ejecutada sin demora. (vv. 13–14)
16:1. Selá. Esta palabra hebrea se utiliza a veces como nombre propio, para designar a una de las
ciudades cabeceras de Edom (2R 14:7; en su forma griega: “Petra”). Si aquí tiene este significado, el
contexto insinúa que unos fugitivos de la asolada Moab, huyeron a la plaza fuerte edomita. Pero aun
en esta ciudadela fortificada naturalmente, “los fugitivos de Moab” no se sintieron seguros; sus
emisarios se dirigen al monte… de Sión en busca de “refugio… del destructor” (4). Sin embargo, la
palabra hebrea transliterada “Selá” aparece con mucha frecuencia como un sustantivo común, con el
significado de “peñasco” (por ej., 22:16; 32:2). Por lo tanto, puede ser que aquí se refiera al terreno
rocoso de la altiplanicie moabita, que se eleva a una altitud de 900 m.
16:6 Orgullo. El pecado que se encuentra en la raíz de la rebelión contra Dios. (Gn 3:5; Is 25:11;
Jer 48:29; Sof 2:10)
16:7 Tortas de pasas. Los viñedos y los campos que producían los ingredientes de estas
exquisiteces, serán destruidos (Cnt 2:5; 2S 6:19). En Os 3:1 las “tortas de pasas” quedan asociadas con
la adoración idolátrica, en la cual también participaban los moabitas. (v. 12)
16:14 Tres años. Así como un jornalero es tomado por un tiempo de servicio ni más ni menos que
el que queda especificado en un contrato, del mismo modo el Señor ha fijado un día en que el
esplendor de Moab no existirá más.
17:1–14 Damasco. La capital de Aramea o Siria, la siguiente nación que será el blanco de una
profecía (13:1, segunda nota). Debido a que el Reino del norte, también llamado Efraín y Jacob (vv.
3–4), compartió su suerte con su vecino del norte (c. 7), ambos estados compartirán el mismo destino
(vv. 1–9). En el 732, los asirios conquistaron Damasco. Diez años más tarde Samaria, la capital de
Israel, cayó en manos de los mismos invasores. La desolación que dejaron a su paso, es descripta en
los vv. 4–6. Isaías agrega entonces el motivo por qué este segmento del pueblo escogido fue
castigado tan severamente. Eran culpables de la misma idolatría que era practicada en las naciones
paganas (vv. 10–11). En los versículos finales (vv. 12–14), la condena de Siria e Israel es trasladada
hacia la más amplia perspectiva del juicio que espera a todos los que se rebelan contra el reino de
Dios.
17:3 Ciudad fortificada. Damasco era como un baluarte contra el avance asirio, en dirección sur y
hacia Israel.
Sus riquezas para … Siria, subyugada y caída en desgracia, es llamada irónicamente la riqueza de
los hijos de Israel.
17:5 Valle de Refayin. Un valle fértil al suroeste de Jerusalén, mencionado en Jos 15:8; 18:16; 2S
23:13.
17:8 Aserá. Comp. 1:29, nota; Gn 28:18, nota.
17:9 Las ciudades fortificadas. Los habitantes de Canaán desposeídos por Israel. (Gn 10:15–19
nota; 15:21, nota)
17:10 Plantas más selectas. El culto pagano, adoptado por Israel de sus vecinos, estaba dedicado a
las misteriosas fuerzas de la fertilidad en el hombre, las bestias y la vegetación. Los ritos en honor de
este dios de la naturaleza personificado, incluían el cultivo de “plantas selectas”. El florecimiento de
éstas simbolizaba el regreso a la vida de la deidad, después de que el frío del invierno la había
llevado a la muerte. Isaías advierte que “el día del dolor y de la enfermedad incurable” (v. 11) vendrá
tan inexorablemente, como que las flores seguramente se marchitarán.
17:12 Rugido. Para un himno similar, que exulta por la victoria de Dios sobre las fuerzas
combinadas de maldad, ver Sal 46 y 76. La destrucción de Siria e Israel “en aquel día” (vv. 4, 7, 9), es
colocada dentro del marco de los juicios divinos que culminan el día final, cuando toda la oposición
contra él “ya no existe”. (Comp. 13:1–16)
18:1–7 Cus
18:1–7 Cus. En el c. 17 Isaías expuso la necedad de poner la confianza en una alianza con el
vecino septentrional de Israel, en vez de confiar en “el Dios de… salvación” (17:10). El objetivo de
fuerzas combinadas era frenar la invasión asiria. Ahora advierte del peligro de concertar un pacto
defensivo con el mismo propósito, con una nación ubicada muy al sur de la frontera de Judá. En
tiempos de Isaías los etíopes (cusitas), cuyo territorio se situaba sobre la costa del Alto (es decir, el
del sur) Nilo, vencieron a sus dominadores del norte, los egipcios. Fundaron la así llamada vigésimo
quinta dinastía, y tuvieron bajo su dominio no sólo al país de los faraones durante 60 años, sino que
también desempeñaron un papel en política internacional (2R 19:1; Jer 46:9; Is 20). El profeta les
indica a los emisarios extranjeros, que vuelvan a la tierra de zumbantes langostas, de enjambres de
mosquitos (vv. 1–2). Ni los etíopes, ni ninguna otra nación, pueden hacer nada para cambiar el curso
de la historia según lo trazó el Señor. Los habitantes del mundo deben escuchar cuando él los llama a
rendir cuentas (vv. 36). En aquel tiempo, pueblos de naciones tan distantes como Etiopía, reconocerán
al Señor Todopoderoso como Rey (v. 7). En lenguaje escatológico, el monte Sión representa el
gobierno que él ejerce en su iglesia universal. (2:2, segunda nota)
18:1 Ríos de Cus. Los “canales” y “arroyos” (19:6) que constituyen el Nilo.
19:1–20:6 Egipto
19:1–25 Contra Egipto. La advertencia contra una alianza con Etiopía, la dinastía entonces en el
poder en el valle del Nilo (c. 18), tiene como secuela una profecía (comp.13:1, segunda nota) dirigida
contra Egipto, el término más inteligible por el que era conocida la tierra de los faraones. En la
primera parte del c. (vv. 1–15), Isaías predice el juicio de Dios que sobrecogerá a esta poderosa
nación. Cuando el Señor llegue a Egipto montado sobre una nube ligera (Sal 68:4, nota), los ídolos
(Sal 96:5, nota) no podrán evitar que se desencadene una guerra civil devastadora. Pese a la frenética
actividad de los que consultan… a los espíritus de los muertos, de las pitonisas y de los agoreros, el
pueblo será obligado a servir a crueles amos (vv. 1–4). Las aguas del Nilo se agotarán; entonces
quedará sellado el destino de Egipto. Sin el agua para riego no habrá alimento para comer, ni textiles
para tejer (vv. 5–10). Los consejeros del rey, por más sabios que fueren, se volverán necios, incapaces
de penetrar lo que está sucediendo. (vv. 11–15)
La segunda parte del c. consiste de seis profecías, cada una de ellas proyectada para su
cumplimiento en aquel día (vv. 16, 18, 19, 21, 23, 24). Mediante esta frase significativa, la visión
profética viaja a través de las edades venideras, dejando ver el propósito para el cual Dios escogió a
los descendientes de Abraham, e intervino en la historia del mundo en favor de ellos. Lo que hace en
Egipto, se convierte en el símbolo de su designio para todas las naciones. Sus juicios han de llenar de
espanto los corazones de los hombres (vv. 16–17). En países anteriormente tan hostiles como Egipto,
habrá ciudades y comunidades que jurarán lealtad al SEÑOR Todopoderoso (18; 65:16). Gente
idolátrica como los egipcios, clamará al SEÑOR por causa de sus opresores, para que los defienda y
los libre en tiempo de aflicción. Debido a que ellos reconocerán al SEÑOR (comp. Gn 18:19, nota), le
traerán ofrendas agradables. Él, a su vez, los tratará a ellos como lo hiciera desde antiguo con los
israelitas, hiriéndolos y sanándolos para mantenerlos leales a él (vv. 19–22). La adoración del Dios
verdadero será el eslabón que unirá a naciones tan alejadas en kilómetros y mutuamente antagónicas,
como Asiria y Egipto (v. 23). En aquel día se materializará la promesa dada a Abraham, de que por
su intermedio “serán bendecidas todas las familias de la tierra” (Gn 12:3), sea que fueren Israel,
Egipto o Asiria. (vv. 24–25)
19:4 Crueles amos. Cuando los asirios invadieron Egipto, trataron al país conquistado con su
rudeza habitual.
19:11 Zoán. Una ciudad capital en el delta del Nilo. “Menfis” (v. 13), otro centro administrativo,
estaba situada unos cuantos kilómetros al sur. Aquí prestaban servicio en la corte los consejeros… de
Faraón, renombrados por su sabiduría (1R 4:30; Hch 7:22). No obstante, prestaron consejos
insensatos cuando trataron de evitar o explicar el terrible desastre, porque no sabían “lo que el
SEÑOR… ha planeado contra Egipto”. (v. 12; comp. 41:20; 44:25; 47:1215)
19:17 La tierra de Judá. La base de operaciones terrena del Señor, desde la cual trajo espanto
para los egipcios.
19:18 Idioma de Canaán. El idioma hebreo, utilizado por Israel para adorar al Señor
Todopoderoso.
Ciudad del Sol. Probablemente una referencia a la ciudad de On, un famoso centro de adoración
del sol, cerca de El Cairo, la que los griegos llamaron Heliópolis. Otras versiones, siguiendo el texto
tradicional, traducen “ciudad de destrucción”. Las palabras hebreas para sol y destrucción, son casi
idénticas. Si lo que se busca es un juego de palabras, entonces el nombre de una de las ciudades indica
que cuando sus ciudadanos juraron lealtad al Creador de tierra y cielos y sus constelaciones (45:12),
fue abolida la veneración al sol. Por esta razón tuvo una mención especial entre las ciudades
nombradas, dada en una cifra redonda como cinco.
19:20 Un salvador. En el tiempo de los Jueces, Dios permitió que invasores extranjeros castigaran
a los apóstatas israelitas. Cuando éstos se arrepintieron, el Señor les “levantó un libertador”. (Jue 3:9,
15)
20:1–6 Asdod. Isaías transmitió la voluntad de Dios a la gente, no sólo en palabras, sino a veces
también mediante demostraciones de percepción visual. Podían verlo representar con pantomima
expresiva, lo que le habían oído decir en oráculos hablados (comp. 8:18; Jer 2:2 y ss.; Ez 4–5).
Descalzo y vestido sólo con un taparrabo, personificó a los cautivos de guerra etíopes y egipcios,
llevados al exilio por el rey de Asiria. Isaías no vivió el tiempo suficiente para ver convertida en
realidad histórica la escena que él había actuado. Sin embargo, sólo tres años más tarde, pudo alertar
a su audiencia respecto del destino de Asdod, como un ejemplo visto con anticipación, de lo que les
aguardaba a todos los que procuraban ser librados del rey de Asiria aunando fuerzas con Egipto.
Porque en el 711 a. C. los habitantes de esta ciudad filistea tuvieron que rendirse al “Tartán” o
comandante en jefe de un rey asirio. Los egipcios no dieron señales de acudir en ayuda de la ciudad
arrasada, ayuda que habían aceptado prestar. Habiendo andado durante tres años… desnudo y
descalzo, Isaías no fue solamente una lección objeto, sino también una señal y presagio del desastre
que habría de sobrevenirles a los egipcios mismos. Por eso, el ofrecimiento de una alianza,
presentado por los “emisarios” del país “del Nilo”, debía ser rechazado (18:2). Por lo visto, el rey
Ezequías hizo caso a la advertencia del profeta, porque los asirios no dispusieron un ataque contra
Jerusalén en ese tiempo.
20:1 Sargón. Mencionado sólo aquí en Las Escrituras, el nombre de este rey asirio desapareció de
otros registros antiguos, hasta que las ruinas del imperio que él ayudó a construir fueron
desenterradas por los arqueólogos. Comenzó a reinar en el 722 a. C., el año en que Samaria, la capital
del Reino del norte, llegó a ser víctima de la máquina de guerra asiria.
21:1–10 Babilonia
21:1–10 Este capítulo contiene oráculos concernientes a tres naciones extranjeras. El primero está
dirigido contra Babilonia. En el tiempo de Isaías, “Merodac Baladán… un rey de Babilonia, le envió
cartas y un regalo a Ezequías” (39:1). Su misión ostensiblemente era felicitar a Ezequías por haberse
repuesto de su enfermedad. Sin embargo, el objetivo verdadero era atraer al rey de Judá a una alianza
contra la dominación asiria. Cuando los “emisarios” del “Nilo” (18:2) llegaron a Jerusalén con el
mismo propósito, Isaías advirtió contra el pacto propuesto. Los egipcios, dijo, ni siquiera serían
capaces de defenderse a sí mismos contra su enemigo común (cc. 1820). Es precisamente la misma
necedad, declara ahora, unir fuerzas con Babilonia. Porque ésta también está destinada a ser presa del
invasor y destructor. El profeta no vacila en hacer esta espantosa predicción, porque no está basada
en sus propios cálculos falibles. Así como los torbellinos, no provocados ni dominados por el
hombre, pasan por el desierto del sur de Canaán, del mismo modo Isaías fue atrapado en una visión.
Poco a poco una escena dramática va tomando forma ante los ojos de su mente. Ve a un agresor, aún
sin nombrar, que urge a sus satélites Elam y Media al ataque y al asedio contra una ciudad (v. 2). La
perspectiva de la horrible carnicería que inevitablemente seguirá, aflige al profeta con un dolor tan
agudo como los dolores de una parturienta (vv. 3–4). Tantos más motivos tiene para esperar lo peor,
porque la víctima del ataque, tampoco identificada hasta el momento, felizmente no está advertida de
la tormenta que se avecina (v. 5). A fin de tener una mejor perspectiva visual de lo que está
sucediendo, se le dice a Isaías en la visión, que interprete el papel de un centinela, quien encaramado
en un lugar elevado, puede inspeccionar desde allí un amplio campo de operaciones (vv. 67). Después
de haber estado de pie en su torre por lo que pareció un tiempo largo, pudo distinguir a un hombre y
animales de carga con material bélico. Finalmente, logró enfocar toda la escena. La ciudad atacada es
Babilonia. Y el resultado es anunciado: ¡Ha caído, ha caído Babilonia! (vv. 8–10)
21:1 Desierto junto al mar. El río Éufrates, que corre por las bajas planicies de Babilonia, es
llamado un mar. La misma palabra hebrea, traducida “río”, es utilizada para designar al Nilo en 19:5.
21:5 ¡Engrasen los escudos! Inadvertidos del enemigo que se aproxima, los babilonios son
convocados a las armas desde las mesas de banquete. Aceitar o ungir el escudo, puede haber tenido el
propósito de darle poderes mágicos para evitar golpes mortales. O puede ser que la superficie de los
escudos fuese engrasada, sencillamente para hacerla resbalosa, a fin de que las armas de asalto
pudiesen ser desviadas con más facilidad.
21:9 Babilonia. Los repetidos intentos por conseguir la independencia de la dominación asiria,
fracasaron. En el 689 Senaquerib conquistó y saqueó la ciudad rebel-de. Sin embargo, unos 70 años
más tarde, se convirtió en el centro del imperio que habría de engullirse también a la tierra de Judá.
En el N. T., Babilonia es un símbolo de la hostilidad hacia Dios. (Ap 14:8; 18:2)
21:10 Trillado como el trigo. La visión de Isaías debe asegurarle a su pueblo, víctima de duros
golpes asestados por poderes extranjeros, que el Dios de Israel es el SEÑOR Todopoderoso, quien
domina el destino de las naciones. (Comp. v. 17).
21:11–12 Edom
21:11–12 Seír. Esta breve profecía (13:1, segunda nota) está dirigida contra Dumá, siendo Seír un
sinónimo de ésta (Gn 36:8; Nm 24:18). Dumá no se conoce como nombre de un lugar. En hebreo, la
palabra aparece como un sustantivo común, que significa silencio (Sal 94:17; 115:7). Puede ser que
aquí se la utilice figuradamente, para designar el destino final de Edom. Después de períodos
alternados de mañanas que siguen a las noches, terminará muda como la tumba.
21:13–17 Arabia
21:13–17 Arabia. La siguiente profecía está dirigida contra los pueblos nómades, cuya base de
operaciones principal era la península de Arabia, a lo largo del Mar Rojo (13:20; Jer 3:2). Los de
Dedán y los guerreros de Cedar, comerciaban llegando por el norte hasta Tiro (Ez 27:20 y s.). Temá
fue un importante punto de encuentro de caravanas.
22:1–25 Jerusalén
22:1–25 Valle de la Visión. Esta designación críptica para Judá y su capital Jerusalén, apunta al
motivo de por qué una profecía contra ellos (13:1, segunda nota) se incluye en una sucesión de
pronunciamientos contra naciones extranjeras. El pueblo escogido vivía en una tierra bendecida más
abundantemente que cualquiera de sus vecinos. Dios condescendió a revelarse a sí mismo aquí, por
medio de Isaías y otros profetas (1:1, notas). Sin embargo, sus habitantes demostraron no ser mejores
que los paganos. En realidad, actuaron como si Dios no existiese. Isaías alude a dos ocasiones en que
manifestaron una ingratitud tan perversa y una arrogancia tan detestable, que llegaron al punto de
incurrir en una sentencia irrevocable de destrucción (vv. 4, 14). Cuando el rey asirio Senaquerib
asesinó a las tropas que trataron de frenar su avance hacia Jerusalén y ejecutó a los líderes fugitivos
(vv. 2b-3), llenos de carros de combate estaban los valles preferidos de la ciudad, y apostados junto a
las puerta estaban los jinetes (vv. 5–8a). Los ciudadanos se fijaron en esto, e improvisaron las
defensas contra el enemigo que atacaba, como se esperaba que lo hiciesen. Sin embargo, no se fijaron
en quien, hace mucho tiempo, decretó este día de pánico (vv. 8b-11, 5). Y cuando el ángel del Señor
ahuyentó al invasor, de nuevo se comportaron como paganos. Celebraron tumultuosamente desde las
azoteas (vv. 1b-2a). Pero no se les ocurrió pensar que la devastación de los campos y el asedio a la
ciudad, eran el llamado de Dios al arrepentimiento. De modo que, en vez de llorar y lamentarse por
su pecado (v. 12), ajustaron su culpa dedicándose a banquetear desenfrenadamente; en vez de
confiarse a la providencia de Dios, quisieron vivir según el principio del fatalismo ateo. La
satisfacción de los deseos carnales se convirtió en la meta de su vida (v. 13). No se te perdonará este
pecado, porque es de la clase que no quiere perdón (v. 14). Isaías rehúsa unirse a los rebeldes. Solo e
inconsolable, solamente puede llorar amargamente. (v. 4)
22:6 Elam. Comp. 11:11, nota. Quir se menciona en la historia de los sirios (Am 1:5; 9:7).
Utilizada como sustantivo común, en hebreo la palabra significa ciudad. Probablemente más de un
lugar fue llamado así.
22:8 Judá… indefensa. En el tiempo del Éxodo, Dios proveyó una nube que cubría a Israel, para
su protección.
Palacio del bosque. Comp. 1R 7:2, nota.
22:9 Estanque inferior. Éste y “el estanque antiguo”, fueron utilizados en una nueva red de
abastecimiento de agua para la ciudad. (Comp. 2R 20:20, nota)
22:15 Sebna. Este mayordomo, un oficial de alto rango responsable directamente ante el rey, era
un ejemplo notorio del orgullo autocomplaciente del que Isaías acusó al pueblo en los versículos
precedentes (114). “Destituido de su cargo”, no será sepultado en un sepulcro… en las alturas”, un
monumento a su grandeza. Cuando muera, no será fama sino ruina, lo que le espera. Su cadáver
quedará tirado insepulto en una “tierra inmensa” (vv. 15–19). Su sucesor, “Eliaquín” (mencionado
junto a Sebna en 2R 18:18, 26, 37; 19:2; Is 36:3, 11, 22; 37:2), fue considerado digno del título
“siervo” del Señor. Pero él también fracasó en estar a la altura de lo que se esperaba de él. Unos
parientes en busca de favores, y amigos, consumaron su caída. (vv. 20–25)
22:22 Llave de la casa de David. La autoridad de determinar el destino eterno del género humano,
fue investida en el más grande Hijo del gran rey David. (Ap 3:7)
23:1–18 Fenicia
23:1–18 Tiro. Fenicia, llamada Canaán (v. 11), debe su título de centro comercial de las naciones
(v. 3), al tráfico marítimo que fluía hacia, y fuera, de Tiro y Sidón, sus dos grandes ciudades
portuarias. La última profecía contra una nación extranjera (13:1, segunda nota), anuncia el inminente
juicio sobre éstas, descrito como un drama de alto nivel en el remoto escenario del Mar
Mediterráneo (vv. 1–14; ver también Ez 26–28). Grupos de comerciantes en viaje de retorno, que
hacen una última escala en la cercana isla de Chipre, son instados a gemir porque destruidas están…
de Tiro… su casa y su puerto. (vv. 1–4). Desde aquí las noticias corren a Egipto y a las remotas
colonias fenicias, arrancando gritos de angustia dondequiera que son oídas (vv. 5–14). No habrá
barcos navegando el mar durante setenta años, es decir, no hasta que el decretado período de juicio
haya cumplido su curso. Entonces, las ganancias de renovadas y riesgosas empresas comerciales,
llamadas despectivamente la venta de una prostituta, se consagrarán al SEÑOR, de quien proceden
“toda buena dádiva y todo don perfecto” (vv. 15–18; Stg 1:17), Tiro y Sidón, víctimas de varios
invasores de la antigüedad, hace tiempo que no han desempeñado un papel como centros comerciales
marítimos.
Barcos de Tarsis. Comp. 2:16; 1R 10:22, nota.
23:3 Sijor. Un sinónimo para el Nilo, y traducido así en Jer 2:18.
23:4 El mar ha dicho. El mar, madre personificada de Sidón, lamenta la desaparición de los
barcos, como si nunca los hubiese parido.
23:10 Hija de Tarsis. La destrucción de Tiro y Sidón liberó a sus colonias de la sujeción impuesta
a sus puertos por sus amos fenicios.
23:13 Caldeos. Eran la clase gobernante de Babilonia, que atrajo la destrucción de su capital,
como resultado de las rebeliones contra la dominación asiria (comp. 21:9 nota). La misma clase de
desastre le espera a Tiro. El texto del versículo no necesita ser cambiado si se traduce: “¡Mira la tierra
de los caldeos! ¡Ese pueblo ya no existe! Asiria la ha convertido en refugio de las fieras del desierto;
levantaron…” etc.
23:15 Setenta años. Una cifra redonda de los años que vive un rey y de los de todos los hombres
(Sal 90:10), como también de la duración del exilio babilónico. (Jer 25:11 y s.; 29:10; Zac 1:12; 7:5)
24:1–23 Arrasa la tierra. En los cc. 2427 “la visión que recibió Isaías” (1:1 primera nota) se hace
más amplia en lo que ésta puede abarcar. El foco de concentración en los cc. 1–12 está puesto en el
pueblo escogido. Los cc. 13–23 tienen que ver con naciones individuales, que desempeñaron un papel
en la historia de Israel. Ahora, todo el conjunto de naciones entra en el campo de la visión. Sin
embargo, los ojos del visionario son abiertos para captar no sólo una más amplia escena de la
acción, sino también para atisbar más hondamente en el futuro, hacia la misma consumación de los
siglos. Lo que todo “día del Señor” (2:11, nota) deberá ejecutar –ya sea juicio o liberación– alcanzará
un clímax decisivo en aquel día (v. 21; 25:9; 26:1; 27:1, 2, 12, 13), cuando todas las naciones dejarán
de existir, porque los cielos y la tierra habrán llegado a su fin. La derrota de todos los poderes de
maldad quedará manifiesta incontestablemente. No habrá tristeza ni muerte para dañar, o ponerle fin
a, la dicha de los que heredan el reino de Dios. Esta cataclística consumación de la historia está
anunciada por la autoridad que procede del Creador del universo, quien puede “anunciar el fin desde
el principio”. (46:10)
El modo en que el portavoz de Dios relata lo que ha de suceder en aquel día, se denomina
apocalíptico, es decir, revelador (comp. el libro del “Apocalipsis” del N. T.). Al ir penetrando su
mirada las edades aún por venir, va proyectando una tras otra diapositivas preñadas de los colores de
escenas contemporáneas, de instituciones y acontecimientos. El pasado, el presente y el futuro se
entremezclan en una perspectiva caleidoscópica. El apóstol Juan les ofrece a sus oyentes algo de la
comprensión de la existencia más allá de las dimensiones del tiempo y del espacio, al utilizar
términos y conceptos que para ellos tienen significado mediante la comparación. Así, por ej., el
monte Sión en Jerusalén es el trono desde el cual reinará el SEÑOR Todopoderoso. Los ancianos de
Israel constituyen la congregación que adora, reunida alrededor del trono celestial (v. 23; Ap 4:4, 10;
5:6, 8, 11, 14; 7:11; 11:16; 14:3; 19:4). “Moab” representa a los enemigos de Dios, “pisoteados…
como se pisotea la paja en el muladar”. (25:10)
Los cc. 24–27 son como una película documental del reinado eterno de Dios, que se iniciará
después de que todas las cosas temporales hayan desaparecido. Ya los primeros versículos del c. 24
figuran un tiempo en el que el SEÑOR arrasa la tierra y la devasta, de modo que todas las
instituciones sociales y económicas dejan de funcionar (vv. 1–3). Esta desolación universal es el
resultado del pecado; su maldición consume a la tierra (vv. 4–13). Desde los confines del universo
surgen gritos de alegría y de aclamación, que glorifican al Dios de Israel, Vencedor indiscutido
sobre las fuerzas del mal (vv. 14–16a). Sin embargo, el profeta aún no ha arribado al punto donde él
puede unirse a estos cantos de alabanza. Todavía puede ver a los traidores (que) maquinan traiciones
por algún tiempo aún. Prorrumpe en lamentos, porque éstos triunfan con aparente impunidad (v. 16b).
No obstante, él sabe que la ruina final es inevitable. No podrán evitar el terror, fosa y trampa de la
justicia distributiva, así como la gente del tiempo de Noé no pudo escapar a la muerte cuando las
ventanas de lo alto quedaron abiertas (vv. 17–20; Gn 7:11). En aquel día los poderes demoníacos en
el cielo y en la tierra, por siempre prisioneros entre rejas, ya no contenderán o se interpondrán entre
la meta última del SEÑOR Todopoderoso. Cuando el sol y la luna y todo el universo habrán
desaparecido a la voz de su mandato, el Señor dará comienzo a un reino del cual su reinado sobre el
monte Sión fue tan sólo un símbolo y una promesa. (vv. 21–23; 60:19–22)
24:5 Pacto. Dios accedió a ser benevolente con los pecadores hijos de Adán. En agradecida
respuesta a esta bondad inmerecida, ellos debían obedecer las leyes y los estatutos que gobernaban su
comportamiento con Dios y sus semejantes. Un pacto, o convenio, basado en estos términos, ya
existía desde el tiempo de Noé, y debía ser efectivo por los siglos y milenios por venir. (Gn 9:1–17)
24:10 Caos. Esta palabra hebrea es traducida “sin forma”, cuando se la utiliza para describir la
vacuidad y confusión primordial de la tierra (Gn 1:2). Toda ciudad, en un tiempo una comunidad
organizada de grandes multitudes, será un montón de ruinas.
24:21 Poderes celestiales. Comp. 1S 1:3, segunda nota.
24:23 Monte Sión. Comp. 2:2, segunda nota.
25:1–12 Te exaltaré. La derrota de toda oposición a la venida del reino eterno de Dios, provoca
cantos de alabanza en los labios de los que, reunidos “desde los confines de la tierra”, se arremolinan
en rededor del trono de gloria celestial. (24:14–16). Los primeros versículos de este c. registran el
tema del canto de aquéllos. Es un himno de gratitud por las maravillas que Dios ha hecho para
proveer un resguardo contra la tormenta… de los crueles. Destruidos según los planes desde tiempos
antiguos y llevados a cabo fielmente de acuerdo a lo prometido, los enemigos ya no pueden
aterrorizar al desvalido y al necesitado (vv. 15). Esta dicha evoca interminables rondas de canciones
en un banquete al que todos los pueblos están convidados. Los manjares son especiales, los vinos
selectos y añejos. La disposición de ánimo de los invitados es serena y alegre. El manto de tristeza
que envolvía a todas las naciones, ha sido quitado. La muerte, causa principal de las lamentaciones, es
devorada para siempre (comp. 1Co 15:54–57). Nada queda que pueda hacer aflorar lágrimas a sus
ojos. Ya no sufrirán el oprobio que sus enemigos amontonaban sobre ellos, cuando Dios parecía
hacer oídos sordos a las oraciones de sus hijos (vv. 6–8). La contemplación de la “dicha eterna” (Sal
16:11) lleva a renovados cantos (v. 9). La celebración no debe parar nunca. A todos los enemigos el
Señor los hará caer y abatirá… hasta dejarlos hechos polvo sobre la tierra, así como Moab, enemigo
inveterado de Israel, cayó en el foso del olvido. (vv. 10–12)
25:2 La ciudad. Comp. 24:10, nota.
25:6 Manjares especiales. Considerados exquisiteces.
Vinos añejos. Se los deja descansar sobre su sedimento fermentado, para mejorar la fuerza y el
sabor.
25:8 Devorará a la muerte. Juan cita este versículo al describir la cena de las bodas del Cordero
que tendrá lugar después de que las primeras cosas han dejado de existir”. (Ap 19:9; 21:1–4)
25:10 Moab. Comp. 16:1, notas. En 34:5 y ss. y 63:1 y ss. quedan representados por Edom, también
emparentado con Israel, los poderes hostiles que deben ser vencidos.
26:1–21 Salvación. Se retoman los aires de regocijo que resuenan a través del c. 25. Esta canción
también es entonada en aquel día cuando prevalece la perfecta paz (v. 3). Los débiles y los desvalidos
no tienen que tener miedo de nadie. El Señor abate a todo enemigo. Incluso la muerte, “el último
enemigo”, ha sido sorbida (25:8; 1Co 15:26). La tierra de Judá, por un tiempo la tierra de la
promesa, de Israel, ha llegado a ser la tierra de la plenitud para todas las naciones (vv. 1–6). Desde
este lugar conveniente en el reino eterno de Dios, los pensamientos se transportan al tiempo en que
los redimidos vivían por fe, no por vista. Si esperamos en Dios y le entregamos nuestra vida entera,
veremos que no es en vano, como no lo fue para ellos, aunque pudieron haber surgido dudas cuando
él los corregía (v. 16). Nadie debe tener dudas respecto del deseo sin rodeos de Dios y de su poder
ilimitado, de hacer llana la senda del justo (vv. 7–9). Si el malvado no aprende lo que es justicia…
actúa con iniquidad y no reconoce la majestad del SEÑOR … de establecer la paz, sus llamas de
juicio lograrán que sea consumido (vv. 10–15). Lo que debe hacerse en la angustia es buscar al Señor,
porque los esfuerzos humanos por salvar son abortivos (vv. 16–19). El pueblo es instado a ser
paciente hasta que el SEÑOR vaya a salir de su morada para castigar la maldad de los habitantes del
país. (vv. 20–21)
26:11 Que sean consumidos por el fuego. Para esta clase de ruego, ver las notas sobre Sal 35:4;
58:10; Neh 4:4.
26:13 Otros señores. Gobernantes extranjeros, a quienes estaban forzados a servir.
26:14 No se levantarán. Muertos e idos, no revivirán sobre esta tierra para esclavizar a sus
habitantes.
26:18 Viento. Una mujer con dolores de parto, es recompensada por el surgimiento de una nueva
vida. La “corrección” que ellos soportaron era igualmente dolorosa, pero parecía improductiva, sin
arrojar resultados apetecibles.
26:19 Muertos vivirán. El poder de Dios no cesa ante la tumba. Cuando él lo ordena, los cuerpos
muertos de las personas vuelven a la vida. Por lo tanto, él puede disponer también la resurrección de
toda una nación aparentemente sepultada para siempre en el exilio. (Ez 37:1–14)
Sus muertos. Comp. 14:9; Pr 2:18, nota.
27:1–13 El SEÑOR castigará. Este c. agrega más vistazos proféticos dentro del reino que Dios
hará surgir en aquel día (vv. 1, 2, 6, 12, 13), cuando todo lo que es temporal y mundanal haya
terminado y todo Leviatán nativo de oposición haya sido muerto (v. 1). El enfoque está puesto no
tanto en la dicha del “banquete” celestial (25:6–8), sino más bien en el modo en que Dios llevó a cabo
“planes… desde tiempos antiguos” (25:1), para establecer su reinado de “perfecta paz” (26:3) entre
sus súbditos reunidos “desde los confines de la tierra” (24:16). Dios hizo “maravillas” (25:1) en y
para un pueblo escogido, para ser el instrumento de su voluntad soberana y designio de gracia. Sin
embargo, en la perspectiva de la visión apocalíptica, la historia de Israel es al mismo tiempo el
registro del proceder de Dios con todos los que “participarán en el banquete con Abraham, Isaac y
Jacob en el reino de los cielos” (Mt 8:11). Dios está preocupado por ellos del mismo modo en que el
guardián de una viña escogida está vigilante para cuidar de ella… día y noche (vv. 2–5). Espera que la
viña “dé buenas uvas” (5:2, 4), porque desea llenar el mundo con sus frutos. Cuando los hijos de Israel
rindieron las “uvas agrias” (5:4) de rebeldía, Dios no continuó teniendo compasión de ellos, como si
estuviese afectado por ceguera. A fin de corregirlos y purificarlos, los entregó en las manos de
extranjeros. Pero no fueron golpeados como… quien los golpeaba, para no levantarse nunca más.
Ellos se arrepintieron y repudiaron todos los dioses falsos. Dios los perdonó y permitió que
nuevamente echaran raíces en su patria (vv. 6–11), sin importar que hubiesen sido dispersados a los
cuatro vientos (vv. 12–13). Así, en aquel día los redimidos de Dios llegarán como una corriente hacia
dentro de la Jerusalén celestial, desde todos los rincones del globo, agradecidos por el cuidado
providencial y la disciplina paternal que los llevó hasta allí.
27:1 Leviatán. Comp. Job 41:1, nota; Sal 74:14; 104:26; también Job 9:13, nota; Is 51:9; Ap 12:9;
20:2.
27:4 No estoy enojado. Pero si llegara a encontrar allí zarzas y espinos, los quemaría totalmente.
Los malvados no escaparán al fuego de la ira divina, a no ser que “hicieran las paces” con Dios. (v. 5)
27:7 Quien lo golpeaba. Las naciones que Dios utilizó como una vara de corrección sobre
“Jacob” e “Israel”, no volvieron a levantarse después de su caída.
27:8 Con guerra y destierro. La frase preposicional hebrea se traduce mejor “por un sonido
amedrentador”, la clase de sonido que ahuyenta a los animales de su escondrijo. Dios empujó a Israel
al exilio así como uno espanta una gallinería fuera del patio.
27:9 Quedará expiada. Dios no destruyó a su pueblo. Un exilio temporario era toda la corrección
que se necesitaba para llevar a Israel al arrepentimiento. Para Aserá, ver Gn 28:18, nota; Is 17:8.
27:10 Ciudad fortificada. Así como en 24:10; 25:2, se refiere al núcleo de hostilidad permanente
destruido, al que Dios “no le tiene compasión”. (v. 11)
28:1–29 Ay. En los cc. 13–27 la “visión que recibió Isaías” (1:1, primera nota) abarcó más allá de
las fronteras de la Tierra Prometida. Al ir pasando revista a una nación extranjera tras otra, el profeta
vio el fracaso de la oposición foránea a la venida del reino de Dios. En los cc. 28–33 el enfoque de la
atención vuelve al pueblo escogido. Así como en los cc. 1–12, Isaías denuncia el vergonzoso abuso
de su sublime llamado. El Santo de Israel no tolerará su apostasía (28:1; 29:1, 15; 30:1; 31:1; 33:1).
No obstante, el fuego de la destrucción está designado a purificar la plata de la escoria. Dios no
dejará a un lado su plan de salvar a todo el género humano. Habrá un remanente fiel (28:5; 7:3, nota).
Los descendientes de Abraham, éstos seguirán siendo los canales de su gracia para “todas las familias
de la tierra” (Gn 12:3). Sin embargo, las promesas de misericordia, a veces intercaladas
abruptamente, no suavizan o abrogan las amenazas de juicio. El juicio de los pecadores impenitentes
es inevitable. El primero en ser requerido y sentenciado es Efraín, el Reino del norte, también
llamado Israel (vv. 1–6), por autocomplacencia disoluta. Judá, el Reino del sur, no queda mejor
parado. Sus líderes espirituales y cívicos podrán burlarse de la advertencia profética, como que es
parlería pueril (vv. 7–10). Pero cuando queden heridos, enredados y atrapados, se darán cuenta de que
la palabra del SEÑOR no es cosa de risa (vv. 11–13). Es una completa necedad idear medios propios
para evitar la destrucción. Quedará demostrado que han hecho de la mentira su refugio y del engaño
su escondite (vv. 1415). Solamente el que confíe en las promesas de salvación de Dios, tiene suelo
firme bajo sus pies. Todos los demás se darán cuenta con terror absoluto de que lo decretado … por
el SEÑOR Todopoderoso no puede tolerar una contraorden. (vv. 16–22)
Sin embargo, Dios “no quiere la muerte de nadie” (Ez 18:32). Cuando su propósito es traer de
vuelta al errante y al descarriado, no disciplina por más tiempo, ni más severamente, que lo necesario
para obtener el resultado deseado. Actúa como un agricultor, provisto por su Creador con sabiduría
para trabajar con sentido y discernimiento. En la primavera ciertamente rotura el suelo con un arado
y lo desmenuza con un rastrillo. Pero deja de hacerlo tan pronto como ha trabajado la tierra
adecuadamente para recibir la simiente que ha de producir los frutos ansiados. Cuando llega el
tiempo de la cosecha, trilla y golpea las cañas con el mayal para desgranar las espigas. Pero escoge
herramientas de cosecha que harán el trabajo sin dañar las variadas clases de frutos. Incluso cuando
utiliza equipo pesado, procede con cuidado, no vaya a desmenuzar el grano. Así procede Dios, no
corta surcos en las vidas de los hombres porque se complace en herirlos. Ni inflige infortunio más
severo que el necesario para alcanzar resultados saludables. (vv. 23–29)
28:1 Corona de los borrachos. Samaria, la capital de Efraín, se alza sobre el valle fértil que la
circunda. Pero, lo mismo que la flor marchita que los jaraneros borrachos tuercen en guirnaldas para
adornar sus frentes, su gloriosa hermosura “será pisoteada”. (v. 3)
28:2 Fuerte y poderoso. Los asirios eran el instrumento con el que el Señor cuenta para ejecutar su
amenaza. Comp. 17:1, nota.
28:4 Higo maduro. Así como una persona que encuentra el primer fruto de la temporada se lo
traga paladeándolo, del mismo modo el conquistador sin demora satisfacerá su apetito por conquista.
28:5 En aquel día. En los vv. 5 y s. un relámpago de luz penetra la inminente lobreguez,
permitiéndole a Isaías una visión instantánea de una escena llena de luz, que emergerá de la
amenazada destrucción. El juicio de Dios está designado a preservar un remanente de su pueblo, que
no estará borracho de autosuficiencia, sino que para él el SEÑOR Todopoderoso será una hermosa
corona, una diadema gloriosa.
28:7 También sacerdotes y profetas. Isaías apunta ahora un dedo acusador hacia el denigrante
espectáculo de sacerdotes y profetas borrachos en Jerusalén.
28:10 Niños que repiten: A-b-c-ch-d, ae-i-o-u. Los líderes corruptos hacen un chiste irreverente
del mensaje del profeta. Es un insulto, dicen, ser instruidos como si fuesen niños crédulos.
Burlonamente sugieren que sus palabras suenan como una risa de una guardería, compuesta (en el
original) de repetidos monosílabos.
28:11 Lenguas extrañas. Debido a que el pueblo rechazó palabras de advertencia, habladas
claramente en su propia lengua, Dios hablará con ellos de un modo que no dejarán de oír, aunque no
entenderán el lenguaje del conquistador extranjero.
28:12 Descanso. Podrían haber evitado la catástrofe, si hubiesen hecho caso a la propuesta de
Dios de darles reposo y seguridad.
28:15 Pacto con la muerte. La confianza en sus propios medios de protección, los hizo sentirse
tan seguros como si hubiesen hecho una alianza con la muerte misma, a fin de obtener inmunidad
contra el sepulcro (comp. Dt 32:22, nota). Previendo el día en que comprenderán su estúpida
balandronada, Isaías deja que hablen con ironía profética de sus maniobras como que han hecho de la
mentira su refugio y que buscan un escondite en el engaño. Comp. sus propias palabras en v. 18.
28:16 Cimiento. No son los recursos humanos, sino que es la fe en Dios la que provee la única
base sólida para la esperanza. Dios ciertamente llevará a cabo su amenaza de destruir Jerusalén. Pero
no renunciará a su proyecto de construir una Sión indestructible, edificada con “piedras vivas” y
cimentada sobre una piedra angular y preciosa. El N. T. proclama el cumplimiento en Jesucristo y su
iglesia. (1P 2:4–6; Ro 9:33; Ef 2:20)
Confíe. Comp. 9:7, nota.
28:20 Demasiado estrecha… demasiado corta. Este versículo puede ser un dicho proverbial que
Isaías cita, para ilustrar su argumento de que todos los esfuerzos humanos por desafiar la voluntad de
Dios, quedarán probados como engañosamente ineficaces.
28:21 Perasín… Gabaón. En estos lugares Dios intervino una vez para darle a Israel la victoria
sobre sus enemigos (2S 5:20; 1Cr 14:11; Jos 10:9–14). Ahora Dios estará del lado del enemigo, e
infligirá de este modo un castigo por desobedecer su ley, sin importar lo extraño que pueda parecer y
lo insólita que es esta tarea con relación a sus intenciones de gracia.
28:25 Eneldo… comino. Semillas pequeñas utilizadas como especias.
28:27 Rastrillo. Una pesada rastra de madera, con púas de hierro, que se arrastraba sobre el grano
disperso en la era de trilla. En Am 1:3 se refiere a una máquina de guerra.
29:1–24 Ay. La palabra hebra generalmente traducida “ay”, como en el v. 15. da comienzo a la
pronunciación de juicio sobre la ciudad de David (comp. la nota siguiente). Contrariamente a la
opinión popular, era desechable, aunque multitudes se congregaban allí para guardar fiestas
prescriptas y ofrecer sacrificios. La observancia de ritos es una abominación para el Señor, si no
expresa arrepentimiento sincero, un ruego por misericordia, y una entrega completa del corazón a su
santa voluntad. Dios no permitirá ser burlado cuando el pueblo profana sus medios de gracia,
convirtiéndolos en instrumentos insultantes para compelerlo a favorecerlos, pese a una clara
desobediencia. Ese falso sentimiento de seguridad dará lugar a llanto y lamento cuando el Señor haga
venir sobre ellos los horrores de una ciudad sitiada y la convierta en un extenso altar, sobre el que los
enemigos masacrarán a sus habitantes como si fuesen animales destinados al sacrificio (vv. 1–4). No
obstante, todas las naciones… que luchan contra el monte Sión quedarán desilusionadas si creen que
pueden frustrar el establecimiento del reinado de Dios (vv. 5–8). Sin embargo, Israel no puede
tampoco servir a sus propósitos, si el pueblo persiste en su porfiada rebeldía contra él.
Embriáguense, dice el Señor, con el vino de la decepción; y luego, haciendo eses en un ciego estupor
de orgullo, no le dejan a Dios otra alternativa que entregarlos a sus desengaños, derramando sobre
ellos un espíritu de profundo sueño, “no sea que vean con sus ojos, y oigan con sus oídos”. (vv. 9–12;
6:10, nota; 2Ts 2:11; Ro 11:8; Éx 4:21, nota)
Tan impregnada tienen la falsa noción de que las formas de adoración, asimiladas por
inteligencia y emitidas mecánicamente, logran y mantienen una relación favorable con el Señor, que
a éste le queda algo más que decir acerca de las personas que lo alaban con la boca, pero cuyo
corazón está lejos de él. Si se creían que podían esconder su falta de adoración a Dios con piadosos
responsorios, descubrirán para su desgracia que ese Dios que en el pasado llevó a cabo “prodigios”
para rescatar a su pueblo de la esclavitud egipcia (Éx 3:20), hará una vez más prodigios maravillosos,
pero ahora para ejecutar juicio horrendo por sus insolentes ofensas contra su majestad. (vv. 13–14)
Un tercer ay llega, provocado por un error fatal similar respecto de la naturaleza de Dios. Los
que dirigen los asuntos de estado, actúan como si el Señor no tuviese conocimiento de sus maniobras
tortuosas, proyectadas en la oscuridad de ocultos planes. Esta suposición arrogante y ridícula falsea
su relación de criatura con el Creador. Él continúa ejerciendo la autoridad sobre sus vidas, tan
seguramente como un alfarero que diseñó y modeló una vasija de barro, puede disponer de la obra de
sus manos (vv. 15–16). Sin embargo, siendo que el Santo de Israel es el Creador de cielos y tierra,
puede no sólo ejecutar sus amenazas de ayes sobre los obstinados insolentes, sino también llevar a un
cumplimiento cabal lo que promete a los pobres y los más necesitados. Ellos heredarán el reino en
aquel día cuando él creará “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia” (vv. 17–
21; 2P 3:13; Is 65:17; 66:22; Ap 21:1–8). Los descendientes de Jacob, purificados por medio de la
aflicción, nuevamente servirán al Dios de Israel al ir él haciendo que se cumpla su promesa de que
Abraham y sus descendientes sean una bendición para todas las familias de la tierra. (vv. 22–24)
29:1 Ariel. Un sustantivo compuesto que consiste de las palabras hebreas para “hogar” y “de
Dios”. En Ez 43:15 y s. se traduce “fogón del altar”. Jerusalén, conquistada por David, lleva ese
nombre porque Dios la estableció como un centro de adoración en el que el altar de los holocaustos
desempeñaba un papel prominente. Siendo que los sacrificios ofrecidos sobre él estaban imaginados
a obligar a Dios a hacer que la ciudad fuese inconquistable a toda costa, él castigará semejante mofa
de su santo nombre. Toda Jerusalén será para Dios un Ariel, un hogar de su ira consumidora. (v. 2)
29:4 Humillada, desde el suelo. Los gritos de júbilo, por lo general oídos cuando las multitudes
celebraban “fiestas”, se convertirán en “lamentos” parecidos a los sonidos fantasmales emitidos por
los que profesaban la consulta a los muertos. (Comp. 8:19, nota)
29:6 Vendrá. Así como el SEÑOR Todopoderoso luchó contra su pueblo con fuerza irresistible
(28:2), del mismo modo moverá cielo y tierra cuando llegue el tiempo de intervenir en favor de
“Ariel”. (v. 7)
29:8 Aún tiene hambre. El monte Sión puede parecer una presa fácil para la multitud de… naciones
formadas en orden de batalla frente al mismo. Pero su deseo de conquista se ve satisfecho en tan poca
medida como un sueño puede proveerle a un hombre el alimento y la bebida por los que implora.
29:10 Profundo sueño. De la clase que Dios hizo venir sobre Adán (Gn 2:21). Debido a que ellos
mismos “cierran sus ojos”, la proclamación profética los deja completamente insensibles al llamado
de Dios al arrepentimiento. A Isaías se le dijo que debía esperar esta reacción a su ministerio. (6:9 y
s.)
29:13 Boca… labios. Jesús citó este versículo para exponer la recitación hipócrita de
prescripciones religiosas. (Mt 15:8 y s.; Mr 7:6 y s.; ver también Ez 33:31)
29:14 Sabios. Comp. 1Co 1:19.
29:16 Alfarero. La misma comparación se utiliza para definir la relación con el Creador, en 45:9;
Jer 18:1–11; Ro 9:20–23; ver también Is 10:15, nota.
29:17 Líbano. Dios, que puede transformar alturas boscosas en campo fértil, puede también
efectuar cambios que produzcan condiciones de dicha total para los que se confían a su gracia y
poder. Los versículos siguientes ilustran lo que hay en reserva para ellos.
29:22 Abraham. Dios fue el redentor de Abraham cuando lo sacó de “Ur de los caldeos”, donde su
padre “adoraba a otros dioses” (Gn 11:27–32; Jos 24:1–3). “Con gran despliegue de fuerza” redimió
más tarde a los descendientes del patriarca de la esclavitud egipcia. (Dt 9:26)
30:1–33 Hijos rebeldes. El cuarto ay (comp. 28:1–29, nota) agrega dos características a la
acusación de Dios contra su pueblo, contenida en los dos capítulos anteriores. (1) Identifica a Egipto
como la nación con la cual se estaban encaminando negociaciones secretas. Una alianza con Faraón,
se esperaba, haría que los habitantes de Judá se sintiesen tan protegidos contra la conquista asiria
como si hubiesen “hecho un pacto con la muerte” (28:15 nota). (2) Isaías diagnostica este acto de
desobediencia y todas las transgresiones de Israel, como síntomas de una y la misma enfermedad. Su
nombre es incredulidad: Rehusarse a confiar en las promesas de Dios y rechazar sus principios de
conducta. Esta orientación perversa de sus vidas, por otra parte, es fundamental para determinar la
actitud de Dios hacia ellos. Lo obliga a tratarlos como rebeldes. La pretensión de éstos de ser sus
hijos, solamente amontona pecado sobre pecado, y por lo tanto agrava la severidad del castigo que
los aguarda. Hacer alianzas con Egipto es contrario a los planes y al Espíritu de Dios; confiar en los
hombres en vez de hacerlo en sus pro-mesas, no les brinda ninguna ayuda ni provecho, sino sólo
vergüenza y frustración (vv. 1–5). Las riquezas y tesoros enviados a Faraón para lisonjearlo y obtener
su favor no darán resultado, no sirve para nada, como una fatamorgana del desierto que se aparece
en el arduo camino hacia Egipto. (vv. 6–7)
Pero, mientras que estas maquinaciones son una ejercitación en la futilidad, la palabra hablada
por Isaías soportará la prueba a la que la somete el tiempo. No debe tener miedo de escribirlo en un
rollo de cuero. El registro escrito quedará como un testimonio eterno que confirmará la advertencia
del profeta, de que un pueblo rebelde e hijos engañosos no podrán escapar del juicio que él predijo.
Porque sus negociaciones con Egipto no fueron un simple cálculo fallido, una movida equivocada en
el juego de la política internacional, sino un acto deliberado de desafío, una manifestación de
desprecio por el Santo de Israel y por la palabra. Tendrán noticias de Él; porque no permitirá que su
crimen quede sin castigo. Una destrucción súbita y total devastación los alcanzará (vv. 8–14). ¡Qué
triste fue todo esto! Su salvación del dominio asirio debían buscarla solamente en la serenidad y la
confianza en el SEÑOR omnipotente. Pero, como no lo quieren, prefiriendo por el contrario confiar
en los caballos veloces de los carros de guerra egipcios, saldrán huyendo delante de sus
perseguidores en una fuga precipitada (vv. 15–17). No puede ser de otro modo. Siendo que el Señor
se ve confrontado con crímenes tan nefastos, por eso no puede actuar en este momento sino como un
Dios de justicia, aunque siempre desea tenerles piedad y mostrarles compasión. Por lo tanto también
es cierto que todos los que en él esperan no necesitan tener miedo de que ha abandonado su plan de
establecer su reinado. Aflicción y adversidad son medios educativos empleados por el maestro para
corregir la indocilidad y obtener obediencia placentera a su instrucción. (vv. 18–22)
Para fortalecimiento de los fieles, Isaías agrega una descripción brillante de la dicha perfecta que
los aguarda cuando el prometido reinado mesiánico llegue a su completa perfección. El paraíso
perdido se convertirá en el paraíso recobrado (vv. 23–26). No habrá enemigos capaces de impedir su
buen voluntad y gran amor; no tendrán defensa contra el fuego consumidor … de su ira (vv. 27–28).
Los contemporáneos de Isaías tendrán pruebas del poder de Dios de proteger a su pueblo contra una
abrumadora superioridad. La máquina de guerra asiria, contra la cual toda resistencia parecía inútil,
no será rival para las armas que se encuentran en el arsenal celestial del Señor. Cuando el SEÑOR…
golpea con su bastón, el ejército más grande y mejor pertrechado no es otra cosa que leña seca para
el fuego, encendida por un torrente de azufre ardiente. Milagrosamente rescatada, Jerusalén cantará
espontáneamente al son de panderos y de arpas. (vv. 29–33)
30:4 Zoán. Un centro administrativo en el delta del Nilo. Janés puede ser el nombre de otra ciudad
en la misma región, o un término egipcio para el palacio real de Faraón. Sea como fuere, la cuestión
parece ser que había negociaciones encaminadas con representantes oficiales de Faraón.
30:6 Sentencia. Por el significado de este término, ver 13:1, segunda nota. El Néguev es el desierto
al sur de Judá, donde las caravanas que cargaban el tributo para Egipto debían estar preparadas para
lidiar con bestias peligrosas. Tal vez fue elegida esta ruta en vez del camino real abierto a lo largo de
la costa del Mediterráneo, para evitar ser detectados.
30:7 Rahab. Comp. Job 9:13, nota; 3:8 segunda nota; 7:12, nota; Sal 87:4; Is 51:9. Egipto emite los
sonidos de un monstruo furioso. Pero son todo bravatas. Esta bestia feroz carece hasta de la fuerza
para mover-se.
30:8 Escríbelo. Isaías recibió una orden similar en 8:1.
30:10 Cosas agradables. Cosas para el gusto de ellos. El pueblo clamaba por visionarios que no
veían la verdad y por profetas que proclamaban ilusiones, sabiendo perfectamente que estos
impostores no les enseñaban “el camino” y “la senda” que les fue revelada por “el Santo de Israel”.
30:13 Se desplomará. El desastre provocado por su iniquidad llegará tan inesperadamente como
cuando un muro alto con sólo una grieta, de pronto comienza a combarse y se desploma en un
montón. La demolición resultante será tan aplastante como cuando uno “hace añicos” la “vasija” de
barro del “alfarero” en pedacitos tan pequeños que no sirven para nada útil.
30:15 En el arrepentimiento. Para la salvación era necesario un cambio del corazón, un retorno de
la desafiante voluntad propia a la confiada entrega a Dios, de la frenética búsqueda por ayuda “en los
bríos del caballo” y “en la agilidad del hombre” (Sal 147:10) a la tranquila confianza en el Señor
(32:17). La serenidad que otorga la fe no es una irresponsable falta de acción o un pacifismo irreal,
sino la imperturbable calma mental que sabe que ninguna empresa planeada y ejecutada en el temor
del Señor, puede salir mal. Por similares llamados a la fe, ver 7:4; 28:16.
30:20 Maestro. Dios aplicará la vara de adversidad y aflicción sobre su pueblo descarriado, para
llamarlos de vuelta al “camino” que debían andar. Cuando nuevamente habiten en Jerusalén” después
del exilio en Babilonia, entonces comprenderán por qué fueron disciplinados. Aprendida la lección,
decidirán actuar en cada instancia de sus vidas como si Dios estuviese parado a sus “espaldas”
guiándolos a escoger el curso de acción agradable a él.
30:23 Suculento y abundante. La dicha no terrena que ha de venir, es descripta en términos
terrenales no sólo en los vv. 2326, sino también en pasajes tales como 35:5–7; 60:17–22; 65:17–25; Jl
3:18; Am 9:13–15; Ap 21:23; 22:5.
30:27 El nombre del SEÑOR. “En el día de la gran masacre” (v. 25), al poner fin a todos los
ataques contra su reinado, el Señor pondrá de manifiesto el irresistible poder a su disposición. Sus
labios emiten órdenes que reverberan en el firmamento en retumbantes truenos; el fuego consumidor
de los relámpagos responde a las órdenes emitidas por su lengua.
30:31 Asiria. La voz del SEÑOR hizo “salir al ángel del SEÑOR (que) mató a ciento ochenta y
cinco mil hombres del campamento asirio”. (37:36; 2R 19:35, nota)
30:33 Una pira de fuego. Una sola palabra en hebreo y sólo un poquito diferente de “Tofet” en el
deletreo, es el nombre del lugar en el “valle de Ben Hinón” al sur de Jerusalén, donde se quemaban
niños en sacrificios ofrecidos a un ídolo llamado desdeñosamente “Moloc” (2R 23:10, nota; Jer 7:31
y s.; 19:6, 10–15). El juicio de Dios es descrito como un sacrificio en 34:6; Jer 46:10; Ez 39:17–20;
Sof 1:7 y s.
31:1–9 Egipto. Lo mismo que en el c. 30, Isaías pronuncia un ay contra la dinastía de los malvados
que se apoya en la caballería y los carros de guerra de Faraón (vv. 1–3) y aboga por una penitente
vuelta a la fe en el SEÑOR Todopoderoso, el unico que puede salvarlos de la amenaza asiria. (vv. 4–9)
31:2 Sin embargo… es también sabio. Los políticos confabuladores podrán pensar que son muy
astutos. Pero no pueden pasar por encima del Señor. Sus palabras los pondrán en ridículo. Es un
error fatal actuar como si “hombres” mortales, como los “egipcios”, no tuviesen que rendir cuentas
al “SEÑOR”, quien los creó del polvo de la tierra, y como si la “carne” con que él vistió a los
“caballos” de corta existencia pudiera afectar el curso de la historia contrariamente a su “espíritu”
eterno.
31:4–5 León… aves. Isaías utiliza dos ilustraciones del mundo animal, para demostrar lo inútil que
era “descender a Egipto en busca de ayuda” (v. 1). Dios es como un león que no se deja ahuyentar
para evitar que se lleve su presa –nada puede disuadir al Señor de su determinación de combatir sobre
el monte Sión. Él es como aves pájaras que extienden sus alas sobre sus crías de esta forma el Señor
protegerá a Jerusalén.
31:9 Fortaleza. El Señor Todopoderoso es la inamovible Fortaleza de Israel (Sal 18:2; 31:3; 71:3;
Is 33:16). El rey de Asiria y el dios en el que confía, quedarán expuestos como engañosas arenas
movedizas cuando los soldados y los oficiales son forzados a huir a causa del terror.
32:1–20 Con rectitud. En los vv. 4–9 del capítulo anterior, Isaías predice la destrucción del ejército
asirio que amenaza destruir a Jerusalén. La inesperada liberación de la ciudad sitiada no fue un golpe
de suerte. Llevada a cabo por intervención divina, era un eslabón en una cadena de acontecimientos
que sucedieron “según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios” (Hch 2:23). Por
siglos se estaba desarrollando un programa de largo alcance. Los versículos iniciales y finales del c.
32 registran la visión que recibió Isaías respecto del propósito último de Dios (vv. 1–8; 15–20).
Ningún poderío militar, tal como el que queda representado por la máquina de guerra asiria, y
ninguna perversidad en Israel, tal como la exhibida por las mujeres frívolamente despreocupadas (vv.
9–14), disuadirán al Señor de la historia de alcanzar su meta: Establecer su reinado mesiánico y
poner sus bendiciones al alcance de todas las naciones. Quienes permiten que el rey, retratado en 9:6
y s. y 11:1–5, establezca su dominio en sus corazones, son descriptos como una república ideal. Sus
líderes, rectos y justos, proveen seguridad (vv. 1–2); los súbditos, en un tiempo ciegos y sordos a la
verdad, actúan según el modelo de probadas buenas costumbres (vv. 3–4) y ya no pretenden
solamente ser buenos y sabios (vv. 5–8). Esta comunidad transformada no llegará a existir porque el
género humano tal vez crezca a niveles de introspección espiritual más elevados. Es una comunión de
santos, cuyos corazones han sufrido un cambio porque el Espíritu de Dios ha sido derramado sobre
ellos. (v. 15)
32:3 Ojos… oídos. El reverso de la ceguera y sordera que se dará como resultado de la
predicación de Isaías. (6:10, nota)
32:4 Lengua tartamuda. Personas que dudan en enunciar sus convicciones con claridad porque
están confundidas, o porque temen dar a conocer lo que piensan.
32:9 Confiadas. Las mujeres, denunciadas por su amor por el lujo (3:16–26), reciben la
advertencia de que su falso sentido de seguridad desaparecerá cuando, “en poco más de un año”,
deberán enfrentar la inflexible realidad de un completo desastre.
32:15 El Espíritu. El Espíritu, que “reposará” sobre el Rey mesiánico (11:2, nota), será
“derramado sobre” el pueblo, persuadiéndolos a aceptarlo a él como su Señor. Ver también Ez 39:29;
Jl 2:28 y s.; Hch 2:1 21.
32:19 El bosque… la ciudad. Lenguaje figurado para describir la derrota de las fuerzas hostiles al
Reino que viene. “La ciudad” se manifiesta como el núcleo de la oposición. (24:10; 25:2)
33:1–24 Ay. El sexto y último de los sermones de Isaías que comienzan con la exclamación ay,
reitera el mensaje central de los cinco precedentes (28:1–29, nota). El tema desarrollado en todos
ellos es el axioma, que supera toda argumentación, del absoluto dominio de Dios y de su infalible
liderazgo del curso de la historia. Todo lo que sucede o sucederá es la ejecución de su amenaza o el
cumplimiento de su promesa. Ambos son instrumentos de su plan de pro-veer redención para todo el
género humano. Ha de haber personas que escaparán a las mortíferas consecuencias de su rebelión
contra su Creador, porque “se (les) perdonará la iniquidad”. (33:24)
No obstante, si bien el c. 33 refuerza esta tesis englobante, tiene también algunas características
particulares. Un extraño destructor es el blanco del ay proferido en el primer versículo y no los
malvados dentro de Israel, como es el caso en los demás primeros anuncios de juicio (28:1; 29:1, 15;
30:1; 31:1). En los cc. 28–32 hay amenazas de destrucción y promesas de liberación, que siguen unas
a las otras abruptamente. En el c. 33 son más frecuentes los cambios. Se siguen aquí unos a otros los
que hablan sin haber sido anunciados y que continúan hablando cual lo hacen los personajes de un
drama. En el v. 2 el pueblo de Jerusalén aparece en escena expresando una oración por salvación en
tiempo de angustia. Seguidamente el profeta ocupa el escenario para asegurarles a los que ruegan,
que el Dios que con el estruendo de su voz dispersa las naciones, continúa siendo tan poderoso como
para proveer a Sión de todo lo que necesita para su seguridad (vv. 3–6). El pueblo a su vez responde
con un lamento, recalcando cuán imperiosamente necesitan la ayuda por la que acaban de suplicar
(vv. 7–9). Dios mismo participa ahora del diálogo. La más fiera oposición, declara, es tanta más
cizaña y paja en el fuego de su enojo (vv. 10–13). La presencia flamígera del Señor infunde el terror
entre los impíos en Israel. Éstos se preguntan si alguien podrá escapar del fuego consumidor de un
Dios santo y justo. El profeta responde su pregunta. La hoguera eterna, les informa, aguarda a
aquéllos que demuestran su falta de amor a Dios por el maltrato cruel infligido a sus semejantes (vv.
14–16). Por otro lado, los que esperan en (v. 2) el Señor, pueden estar seguros de que sus
tribulaciones cesarán cuando él lo ordene. En la nueva Jerusalén del reinado mesiánico no habrá
enemigos que los acosen; las enfermedades y la muerte, que son la paga del pecado, no los
angustiarán; estando perdonada su iniquidad, quedan bendecidos por siempre jamás. (vv. 17–24)
33:1 Traidor. El ataque a Sión no contó con una provocación. El enemigo se sintió motivado por
un deliberado deseo de conquista. Sin embargo, Dios lo tiene atraillado. Puede avanzar solamente
hasta donde Dios lo necesita como “la vara” de su “ira” (10:5–19). Vendrá un tiempo cuando el
destructor … será destruido (Hab 2:1–15). “Pero el que se mantenga fiel hasta el fin será salvo.” (Mt
10:22)
33:4 Orugas… langostas. Cuando un enjambre de estos temidos insectos se lanza sobre un campo,
devoran todo lo de valor (Jl 1:4). De este modo nada habrá quedado para los “pueblos” y “naciones”
después que el Señor deja que sus despojadores caigan con sus garras sobre ellos.
33:6 Tus tiempos. Los interlocutores de Isaías vivieron para ver a Jerusalén liberada de los asirios.
El creyente tiene seguridad porque sabe que sus tiempos están en las manos de Dios. (Sal 31:15, nota)
33:7 Sus valientes. Esta palabra, que aparece sólo aquí, es traducida por algunas versiones como
si estuviese compuesta por los sustantivos “leones de Dios”, es decir, guerreros intrépidos. Sus
componentes consonantes son casi idénticos a los que deletrean el nombre “Ariel” y sugieren la
traducción alternativa “pueblo de Ariel”. (Comp. 29:1, segunda nota)
33:8 Testigos. Un ligero cambio en una consonante hebrea de esta palabra, deletrea el sustantivo
para “ciudades”. En su avance hacia Jerusalén, el rey asirio Senaquerib tomó “todas las ciudades
fortificadas de Judá” (36:1). Por esto, sentía sólo desprecio por la posibilidad de que éstas acudiesen a
liberar a Jerusalén.
33:9 Líbano… Carmelo. Las regiones más fértiles de Palestina (35:2). Para Sarón, ver Cnt 2:1,
nota; para Basan, Nm 21:23, nota; Carmelo se traduce “huertos” (Is 16:10), (Biblia de Jerusalén:
“Vergel”) “la espesura”. (Mi 7:14) (ver Biblia de Jerusalén: “Campo feraz”)
33:11 Conciben. Lo que el enemigo planea y elabora, no tiene más sustancia duradera que la
cizaña y la paja al ser arrojadas al fuego.
33:14 ¿Quién… puede habitar? Para la misma clase de respuesta a una pregunta similar, ver Sal
15 y 24 y las notas allí.
33:17 En su esplendor. El rey de la república de naciones mesiánica no vestirá “de luto”, como lo
hizo el rey Ezequías (37:1; comp. también Sal 45); su dominio no queda circunscrito a una ciudad
amurallada, sino que alcanza a una tierra que se extiende hasta muy lejos, más allá de las fronteras
nacionales.
33:18 Dentro de ti meditarás. Todo el temor y la humillación que los ciudadanos de Jerusalén
alguna vez experimentaron será tan sólo un recuerdo. No habrá que pagar impuestos; no se
encontrarán con conquistadores arrogantes cuya lengua foránea no entienden (v. 19); no habrá
necesidad de preocuparse por las fortificaciones de la ciudad. (v. 20)
33:21 Ríos y canales. La protección pro-vista por el Señor se compara con un foso de
profundidad suficiente como para repeler el ataque por tierra, pero no navegable para las naves de
guerra enemigas. (Comp. Sal 46:4, nota; Ez 47:1–12)
33:23 Tus cuerdas se han aflojado. El barco del estado de Israel no era un buque confiable cuando
Isaías le habló a su pueblo.
34:1–35:10 EL DÍA DE LA VICTORIA EN EL REINADO DE DIOS
34:1–17 Naciones. Así como la sentencia profética pronunciada sobre las naciones extranjeras
aisladamente en los cc. 13–23 es seguida en los cc. 24–27 por una visión de un “día” al final del
tiempo, cuando toda la maldad llegará a su fin y reinará una dicha inmaculada (24:21; 25:9; 26:1;
27:1), del mismo modo las seis exclamaciones de “ayes”contra los malvados (28:1; 29:1, 15; 30:1;
31:1; 33:1) tienen un duplicado en un día de venganza universal (v. 8), según queda figurado en los cc.
34 y 35. Cuando este día amanezca, no habrá más historia que registrar. Porque el mundo de cielos y
tierra, donde todas las naciones representaron su pequeño drama, dejará de existir (vv. 1–4). Todos
los que –como los edomitas de la antigüedad– fueron enemigos del pueblo de Dios –y por lo tanto
sus enemigos– verán el terrible desagravio (v. 8) por sus crímenes. Nadie opondrá resistencia o
intentará escapar. Cuando la espada del juicio divino desciende en juicio, los malvados tendrán tan
pocas probabilidades de sobrevivir como los animales que esperan la matanza en un sacrificio (vv. 5–
6). La tierra de ellos, alguna vez un huerto bien regado, será transformada, cataclismo de fuego y
azufre mediante, en un desierto de lamentos tan yermo y estéril como el caos y la desolación (v. 11)
que existieron antes de que el Creador dijera: Haya campos fructíferos y un mundo habitable. (vv. 5–
17)
34:4 Astros del cielo. Las huestes o el ejército de “todas las naciones” (v. 2) no son rival para “el
SEÑOR Todopoderoso” (1:24). A su voz de mando los cielos y la tierra se desintegrarán lo mismo
que él una vez ordenó que llegasen a existir. (13:10; 24:21, 23; 51:6; Mt 24:29; 2P 3:10; Ap 6:13 y s.)
34:5 Se ha embriagado. La “espada violenta, grande y poderosa” (27:1) del enojo del Señor, queda
personificada. Actúa como un hombre embriagado de furia. Cuando desciende en juicio, ejecutará el
edicto de destrucción total que en su momento fuera declarado contra Jericó. (Jos 6:21, 24)
Edom. Los descendientes de Esaú, el hermano de Jacob, son el símbolo de hostilidad continua
hacia el pueblo de Dios (Sal 137:7, nota; Is 63:1; Ez 25:12–14; Am 1:11 y s.). En 25:10 es Moab,
emparentado con Israel a través de Abraham (ver también 11:14); en el Libro del Apocalipsis es
Babilonia (Ap 16:19; 17:5; 18:10). Para recurrir a pueblos, eventos y escenas históricas en la visión
de Isaías del tiempo del fin, ver 24:1, nota.
34:6 Sacrificio. Para otras instancias del juicio de Dios comparado con la “matanza” de animales
de sacrificio, ver 30:33 nota; Jer 46:10; 51:40; Ez 39:17–20; Sof 1:7 y s. La representación real de una
masacre sangrienta, infligida por la espada de la justicia divina, ofende solamente a los que rehúsan
creer que “¡terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!” (Heb 10:31). Comp. el horror resultante
de “la ira del Cordero”. (Ap 6:16)
34:8 Venganza. Dios no se entrega al desquite como lo hacen las personas cuando arreglan
cuentas con un enemigo. Él actúa como un juez que impone el castigo que el criminal convicto
merece. En un tribunal, Dios toma las medidas necesarias para que “Edom” perciba el justo
“desagravio” por ofensas contra Sión (35:4; Ez 25:14, 17; Sal 94:1). Comp. la sentencia de “castigo
eterno” contra los que no hicieron el bien al “más pequeño de” sus “hermanos”. (Mt 25:31–46)
Día. Aunque los malvados podrán evitar por un tiempo la paga del pecado, Dios tiene fijado en su
calendario una fecha en que ellos recibirán el merecido castigo por sus acciones. (2:12; 61:2; 63:4;
Jer 46:10; 51:6; Hch 17:31)
34:11 Desolación… caos. Las palabras hebreas así traducidas son vertidas como “un caos total” en
Gn 1:2. (Comp. Is 24:10, nota)
34:14 Cabras montesas… aves noctur nas. Comp. 13:21, nota; Lv 17:3, nota; 2Cr 11:15, nota. La
palabra traducida aves nocturnas, que aparece sólo aquí, puede ser un pájaro que, como el “búho” (v.
15), frecuenta lugares desolados. En la erudición rabínica es el nombre propio de un demonio
femenino.
34:15 Buitres. Aves de rapiña.
34:16 Libro del SEÑOR. Lo que el profeta habló en el nombre del Señor, se convertirá en un
registro escrito que posibilitará a las generaciones futuras comparar la profecía y la ejecución
completa de la misma.
35:1–10 Alegrarán. El “día de venganza” (34:8) contra los enemigos de Dios, simbolizado por los
edomitas (c. 34), será al mismo tiempo un día de alegría eterna para los rescatados por el Señor (v.
10), prefigurados por la vuelta de Israel de la cautividad a la Tierra Prometida. ¡Que los redimidos (v.
9) sean fuertes (v. 4) en la fe! Porque la dicha que los aguarda sobrepasa el entendimiento. Isaías lo
describe como una renovación de los ayes acarreados por la rebeldía del género humano contra el
Creador. Lo que en la naturaleza era un desierto, será nuevamente un paraíso fértil; las enfermedades
y las dolencias físicas, –las consecuencias del pecado– ya no arruinarán la existencia humana; sea lo
que fuere lo que ocasionó la tristeza y el gemido…, se alejará (v. 10). Este c. es la lección del A. T.
para el último domingo del año eclesiástico.
35:2 Gloria del Líbano. Por el reverso, ver 33:9, nota.
35:4 Venganza… retribución. Comp. 34:8, nota.
35:5 Se abrirán… los ojos. Citado por Jesús (Mt 11:5). Ver también Is 29:18; 30:20 y s.
35:8–10 Calzada. Para descripciones similares de la era mesiánica y su consumación en el fin del
tiempo, ver 11:6–12; 40:1–11; 41:17–19; 43:14–21; 48:20 y s.; 65:17–25.
36:1–37:38 El rey Ezequías. Los cc. 3639 combinan historia y profecía. Registran la destrucción
del poderoso ejército de Senaquerib ante las puertas de Jerusalén. Este cambio imprevisto de los
acontecimientos no se dio por accidente. Demuestra que se puede confiar en que la palabra de la
promesa hablada por Isaías en el nombre del Señor se cumplirá. Sin embargo, en el curso de los
acontecimientos, el rey Ezequías desempeñó un papel que a su vez dio ocasión a la proclamación
profética de cosas terribles por venir. Un siglo más tarde, anunció Isaías, Dios convocará a los
babilonios a que hagan lo que no permitió que hicieran los asirios: Arrasar a Jerusalén y desterrar a
sus habitantes.
Los cc. 36 y 37 cuentan la historia de la profecía cumplida; los cc. 38 y 39 relatan cómo
circunstancias concomitantes fueron la ocasión para renovados planes en el futuro. Juntos, estos
relatos históricos proveen un eslabón que une las dos grandes divisiones del Libro de Isaías. En los
cc. 1–35 habla en primer lugar a sus contemporáneos, enfrentando la invasión asiria. En 40–66 prevé
los problemas de su pueblo, particularmente después de que los babilonios han destruido Jerusalén,
según él lo había predicho.
La historia relatada en los cc. 36–39 es casi idéntica al relato que se encuentra en 2R 18–20. Ver
las notas allí, respecto de las fechas históricas del período.
Para la actividad de Isaías como historiador, ver 2Cr 26:22; 32:32.
38:1–39:8 Por aquellos días. Los acontecimientos relatados en los cc. 38 y 39 tuvieron lugar antes
del sitio de Jerusalén por los asirios. Comp. 2R 20:1, nota.
38:9–20 Escribió. (Otras traducciones: Un escrito) Cambiando una letra en la palabra hebrea,
deletrea “Mictam”, el título que aparece en Sal 16 y Sal 56–60. La oración de Ezequías refleja estos
salmos en su estructura y contenido. El rey ya sanado recuerda la angustia que se había apoderado de
él cuando su enfermedad amenazaba con acortar sus días en esta tierra de los vivientes (vv. 10–13).
Ahora sabe que sus oraciones fervientes han sido respondidas (vv. 14–15). Se da cuenta también de
que siendo que es Dios quien sostiene y guía su vida mediante las cosas que él dice y hace, incluso
esta reciente angustia estuvo destinada para su bien. No puede haber dudas respecto del propósito de
gracia de Dios, porque le dio la espalda a todos los pecados de Ezequías para olvidarlos por siempre.
Por eso le dice a Dios: Hoy te alabo yo. Y continuará haciéndolo todos los días que se le permita estar
entre los que viven (vv. 1619). No sólo animará a sus hijos a hacer lo mismo, sino que pedirá a toda la
congregación, reunida para la adoración en el templo del SEÑOR, a acompañarlo en cantar alabanzas
a Dios. (v. 20)
La oración de Ezequías después de haber sido librado de la muerte, puede ser de utilidad también
para los que, aún en las garras de terribles calamidades, se vuelven a Dios suplicantes, creyendo
firmemente que “el que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha” (Sal 126:5; comp. también Sal
56–60). Este himno no se encuentra en el relato de 2R 20.
38:11 Veré… al SEÑOR. Del modo como da a conocer su poder y bondad. (Comp. Sal 38:10)
38:12 Casa. Ezequías compara su vida con la carpa de un pastor, la que puede ser desmantelada
muy rápidamente, y con el producto finalizado de un tejedor, el cual está por sacar del telar.
38:16 Tales cosas. Cuando “la palabra del SEÑOR” (v. 4), hablada por Isaías, prolongó la vida del
rey, éste comprendió que “no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del
SEÑOR”. (Dt 8:3)
38:18 Nada te agradece. Para el pensamiento de que “los que habitan este mundo” (v. 11) dejan de
alabar a Dios cuando descienden a la fosa, ver Sal 6:5, nota.
38:21 Pasta de higos. Los vv. 21 y s. agregan detalles narrativos que en el relato de 2R 20 están
agregados inmediatamente a la promesa de que la extensión de vida del rey será alargada.
49:1–57:21 El camino del perdón abierto para todos los pecadores por el Siervo impecable
49:1–26 Escúchenme. El que habla, sin haber sido anunciado como en 48:16, es el siervo (3, 5, 6),
quien explica ahora por qué “el SEÑOR omnipotente lo ha enviado” a él (48:16, nota; comp. 42:1,
segunda nota). Destinado anticipadamente y equipado para una misión de alcance mundial, demanda
intrépidamente no sólo la atención de Israel, sino también la de naciones distantes, porque tiene un
mensaje de importancia vital para ellas. Aunque por un tiempo le pareció que en vano ha trabajado,
recibe la fortaleza necesaria para llevar a cabo su misión de ser una luz para las naciones de todas
partes y de llevar la salvación hasta los confines de la tierra. (vv. 1–6)
El Señor corrobora inmediatamente las palabras del Siervo, dirigiéndose a él y prometiéndole
que aun los poderosos de la tierra le rendirán homenaje, por más que fuera despreciado y aborrecido
cuando, “tomando la naturaleza de siervo”, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la
muerte” (v. 7; Fil 2:7 y s.; comp. también Is 53:2 y s.). Pese a las apariencias en contra, el día de
salvación del Señor hará patente la evidencia de que el Siervo fue ayudado y guardado contra el
fracaso, de modo que por amor a él Dios concertó un pacto, comprometiéndose a redimir al pueblo
del poder de tinieblas demoníacas. Los cautivos liberados serán reinstalados en sus propiedades, que
parecían perdidas y destruidas para siempre. No se verán frente a obstáculos que el Señor no pueda
quitar. Porque él es tan poderoso como lo fue cuando de modo milagroso suplió la necesidad de su
pueblo que se encaminaba a la Tierra Prometida desde el cautiverio en Egipto. Con el objeto de tener
compasión de sus pobres, el Señor hará maravillas tan grandes, que hasta la naturaleza inanimada –
cielos, tierra, montañas– es convocada a gritar de alegría (vv. 8–13). Es extraño, por tanto, que Dios
tenga que hacer lo imposible para convencer a Israel y a las naciones de la restitución de su libertad,
según lo hace en los restantes versículos del c.. Incansablemente misericordioso y maravillosamente
elocuente, él les brinda la solemne certeza de su inagotable amor y de su irresistible poder de hacer
que sus pro-mesas se cumplan. (vv. 14–26)
“La visión que recibió Isaías” (1:1), aquí como en todo lugar, presenta una visión de hechos
futuros que se parece a una fotografía instantánea, producto de una doble exposición. Hay momentos
en que parece haber dos cuadros. El regreso de Israel de la cautividad babilónica tiene contornos
perceptibles como un evento descollante en la ejecución completa de la promesa de Dios. Al mismo
tiempo, sus rasgos son absorbidos dentro de la acción formadora de la imagen de una redención, de
la cual era tan sólo un modelo preliminar y tipo anticipador: La salvación de todo el género humano
de la esclavitud del pecado. Israel, castigada por sus pecados e incapaz de salvarse a sí mismo o a sus
compañeros pecadores, representa la condición del mundo frente a la maldición de Dios. Israel
perdonado y restaurado prefigura lo que Dios hará para dar la bienvenida al hogar a todos los hijos e
hijas pródigos, que se han descarriado por el lejano país de la obstinación rebelde. Israel que
repuebla sus ciudades restauradas, es una muestra de una gran multitud que ingresa incesantemente
dentro del reino de Dios que ha sido establecido, desde todos los rincones del globo. Israel re-creado
por una orden de Dios dada a las potencias mundiales, es una miniatura profética de los redimidos de
todos los tiempos, que viven en un mundo de reinos e imperios regidos por el Señor de señores y
Rey de reyes. Dentro de la perspectiva profética, las escenas pueden mezclarse y aparecer nuevamente
en perfiles separados. La revelación divina no está sujeta a las dimensiones del tiempo y del espacio.
No existe distancia temporal o geográfica entre lo cercano y lo lejano. Isaías predice el regreso de
Israel del exilio, pero puede describirlo también como un hecho consumado. El Siervo puede
contarles a las naciones del mundo el éxito que obtuvo en sus luchas para redimirlas de la ira de
Dios, y sin embargo habrían de transcurrir siglos antes de aparecer en la escena y llevar a cabo su
misión. Visto a través de la linterna de proyección de la fe, la ejecución completa prometida y la
promesa cumplida están perfectamente enfocadas.
49:1 En el vientre. Así como los voceros de Dios, tales como Jeremías, Juan el Bautista, y Pablo,
fueron escogidos para sus tareas antes de que nacieran, del mismo modo el Siervo fue llamado y
equipado para llevar su propio mensaje de salvación a una audiencia de alcance mundial, antes de
encarnar en el vientre de una virgen. (Jer 1:5; Lc 1:15; Gá 1:15)
49:2 Una espada afilada. Los moradores de “costas lejanas” y “naciones distantes” (v. 1) reciben
un mensaje que determina su destino. Lo que oyen de la boca de este mensajero, tiene el filo cortante
de una espada afilada y da en el blanco con la fuerza penetrante de una flecha pulida (Jer 1:10; 23:29;
Heb 4:12). Nada puede embotar estas palabras, porque la mano del Señor las mantiene escondidas en
su vaina y su aljaba. El Siervo mismo es el “Verbo” de Dios, escondido desde la eternidad “con
Dios” hasta que se “hizo hombre”. (Jn 1:1, 14)
49:3 Mi siervo. Dios redimió a Israel, su siervo desobediente, del exilio babilónico, para “mostrar
su gloria” (44:23; 60:21; 61:3). Cuando perdonó a sus rebeldes hijos (1:2) y puso en movimiento
imperios para restituirlos a su servicio, desplegó compasión y poder dignos de alabanza y honra.
Pero si Dios iría a ser glorificado en la redención del género humano desde los grilletes del pecado,
necesitaba un israelita impecable, un Siervo quien “según la naturaleza humana” fuera de la raza de
Israel (Ro 9:5), pero “apartado de los pecadores” (Heb 7:26). Nada sino el perfecto servicio y
obediencia que Dios exigía, pero que Israel no pudo prestar, será suficiente para rescatar a un mundo
de pecadores, incluyendo a Israel, de la prisión de total oscuridad. Al Siervo, habilitado para este
rescate, dijo Dios: “Tú eres mi hijo”. (Sal 2:7)
49:4 En vano he trabajado. La redención se logró mediante un sufrimiento y agonía tan intensos
que el Siervo “en los días de su vida… ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas”
(Heb 5:7; Mt 26:39; 27:46). Un ángel se le apareció para confirmarle la justicia de su causa y la
seguridad de la recompensa. (Lc 22:43; comp. Is 40:10, nota)
49:6 No es gran cosa. Dios le promete éxito al Siervo en una tarea de alcance mundial. Será una
luz para las naciones y no sólo para las tribus de Jacob; ha de efectuar una salvación que beneficie
no sólo a los preservados… de Israel, sino que se extienda hasta los confines de la tierra. Pablo citó
este versículo cuando llevó el mensaje de “la luz del mundo” (Jn 8:12) a los gentiles. (Hch 13:47;
comp. Hch 26:23; Lc 2:32)
49:7 Despreciado. El que irá a ser una “luz para las naciones” fue aborrecido por las naciones
(comp. 53:3). Pero “las tinieblas no han podido extinguirla” (Jn 1:5). Lo que el Señor hizo mediante
su Siervo escogido es “la victoria que vence al mundo” (1Jn 5:14). Incluso reyes y príncipes habrá
entre sus súbditos, que se postrarán humildemente ante el “Rey de reyes y Señor de señores”. (1Ti
6:15; Is 52:15)
49:8 Respondí. El Siervo no gastó sus “fuerzas sin provecho alguno…en vano” (4). Desde la
favorable ubicación de las alturas eternas, Dios ve el resultado del mortal combate como una cosa del
pasado. El tiempo de la humillación se ha convertido en el momento propicio; el día de la agonía se ha
vuelto día de salvación. Y así como el sufrimiento del Siervo fue vicario (53:5 y s.), del mismo modo
su victoria dispuso a Dios a extender amparo y salvación al pueblo de Israel y a todos los “cautivos”
(v. 9) retenidos por Satanás en el calabozo babilónico del pecado y la muerte. (42:125, nota)
49:10 Hambre ni sed. La restauración al favor de Dios lograda por el Siervo, es descripta con
palabras que expresan seguridad material y provisión de necesidad corporal. (40:11, nota; Ap 7:16 y
s.)
49:12 Región de Asuán. El Asuán moderno en la primer catarata del Nilo. Sin embargo, el
significado de la palabra hebrea “sinín”, que aparece sólo aquí, no es seguro. Una traducción
propuesta es “tierra de los chinos”.
49:14 Sión dijo. La liberación de Israel y las naciones, descripta como una realidad cierta (vv. 1–
13), es vista ahora desde el punto de vista humano de una promesa en la que se puede confiar (vv. 14–
26). Por lo tanto, el Señor aboga cariñosamente por fe en su incansable amor y poder ilimitado.
49:18 Adorno. Los redimidos, que vienen de los cuatro puntos cardinales, adornan a Sión como
joyas en el vestido de una novia.
49:19 Demasiado pequeña. Sión, al parecer “estéril… y rechazada” (v. 21), se convertirá en la
madre de una descendencia tan inesperadamente numerosa como para que la antes asolada… tierra de
Palestina quede superpoblada. Sin embargo, la recobrada población de Israel es sólo la presentación
previa al estreno de una nación espiritual. Compuesta por pueblos rescatados con la sangre del
Siervo, se extiende a través de todas las fronteras nacionales. (Comp. 1:27, nota; 44:5, nota; 48:19,
nota; 54:1–3; Gá 4:26; Ap 5:9 y s.)
49:22 Alzaré mi mano. El Señor sólo tiene que levantar su estandarte para asegurarse la
disposición de las naciones y sus gobernantes a promover el bienestar de sus hijos e hijas. (5:26,
nota; 18:3; 62:10)
49:26 Coman su propia carne. La oposición al pueblo de Dios es autodestructiva. Él hará que “los
hombres… se ataquen entre sí con sus espadas” (Jue 7:22; comp. Is 9:19 y s.; Zac 11:9; Ap 16:4–7).
Los poderosos de esta tierra no son rivales para el Poderoso de Jacob. (1:24, nota)
50:1–11 Dice el SEÑOR. Lo que él dice no es esencialmente nuevo. Lo mismo que en el c. 49, el
Señor exhorta a su pueblo temeroso y desesperado a creer sus promesas de liberación. Si bien no
queda nombrado expresamente, el Siervo aparece nuevamente en su papel de Redentor de Israel y de
las naciones (comp. 49:1 y ss.), hablando de su misión en el modo intemporal de la profecía. su tarea,
que le fue asignada antes del inicio del tiempo, ha sido coronada por el éxito, si bien siglos de
historia irían a transcurrir sucesivamente antes de que su venida se convirtiera en un evento en la
cronología humana. La liberación de Israel del exilio babilónico y su repatriación al país de origen
continúan ocupando el primer lugar en la visión de Isaías, tan sólo para convertirse en la señal de la
salvación del género humano de la maldición del pecado, y la prenda de la restauración de todas las
naciones a la comunión con su Creador.
Sin embargo, este c. también aporta sus propias contribuciones al tema en discusión. En los
versículos iniciales el mensaje de esperanza es desarrollado por medio de dos comparaciones
tomadas de las relaciones humanas. Los desterrados, aunque castigados y repudiados por sus
iniquidades y transgresiones, no son como una mujer irrevocablemente repudiada por su esposo
después de que obtuvo un acta de divorcio. Ni son como los hijos a quienes un padre vendió como
esclavos para pagar a sus acreedores. Si el Dios de gracia y todo poder está de acuerdo en renovar
los lazos rotos por infidelidad y desobediencia, es extraño en verdad que no haya una respuesta a su
pregonada intención de rescatar y liberar a los exiliados (vv. 1–3). El perdón, dice el Siervo, es una
realidad. El camino de regreso al Señor está expedito. Él puede transmitir esta palabra de alivio a
todos los que están fatigados, prisioneros del temor y la desesperación, en vista de su obediencia
perfecta a la voluntad de Dios y su buena disposición a ser la víctima inocente del sufrimiento y la
humillación. Dios lo vindicó, declarándolo inocente. La culpa que él asumió está expiada (vv. 4–9).
Sin embargo, el ofrecimiento del Siervo de libertar de los poderes de la oscuridad no es una cuestión
para ser tratada con indiferencia. Los luminosos rayos de luz, si son rechazados, se vuelven fuego
destructor. (vv. 10–11)
Estas verdades, presentadas en una serie lógica, están unidas también por una herramienta
literaria unificadora. Cada afirmación significativa es introducida por la exclamación así dice (vv. 1,
2, 9a, 9b, 11, RV). Cada declaración así resaltada es, a su vez, la respuesta a una pregunta
inmediatamente anterior (vv. 1, 2, 8, 10). El contenido del c. puede ser resumido así: He aquí, los
pecadores no tienen por qué desesperar; he aquí, sus pecados han sido expiados; he aquí, el peligro
de rechazar el perdón.
50:1 Acta de divorcio. Para las reglamentaciones de los procesos de divorcio, ver Dt 24:1–14; Mt
5:31; 19:7. Para el pecado descrito como infidelidad marital, ver 54:4–8; Jer 3:8; Ez 16; Os 2:1–5.
Los he vendido. Para ejemplos de acreedores que hacen esto, ver 2R 4:1; Neh 5:15; Mt 18:25.
50:2 Los ríos en desierto. Comp. Sal 107:33, nota.
50:4 Me. Quien habla sólo puede ser el Siervo, identificado por nombre en 42:1; 49:6.
Me despierta el oído. Mientras que el rebelde Israel se mostró sordo a la voz de Dios, Jesús pudo
afirmar: “Hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado (Jn 8:2729). Por tanto, una palabra de él
era suficiente para sostener… al fatigado y darles descanso a “todos…(los) que están cansados y
agobiados”. (Mt 11:28)
50:6 Ofrecí mi espalda. Para el cumplimiento cabal, ver Mt 26:67; 27:28–31, 39 44.
50:7 Mi rostro como el pedernal. Comp. la resolución de Jesús de que se cumpla “todo lo que
escribieron los profetas”. (Lc 18:31; 24:44)
50:9 ¿Me condenará? Cargado con los pecados del mundo, pero vindicado y exonerado cuando
“resucitó”, él “está a la derecha de Dios” defendiendo la atribuida inocencia de todos los que recurren
a él por justificación. (Ro 8:31–34)
51:1–23 Escúchenme. Podríamos sentirnos inclinados a pensar que Dios ha hablado suficientes
palabras de consuelo por medio de su profeta (40:1; 49:13). Sin embargo, él sabe qué “tardos de
corazón para creer” (Lc 24:25) son incluso los que…buscan al SEÑOR (v. 1), a quienes él llama
pueblo mío (v. 4) y que conocen lo que es recto (v. 7). Los que se cansan de leer otro capítulo de
aliento y certeza establecida, no saben cuán incansablemente paciente debe ser Dios si ha de vencer
las dudas de sus hijos desesperanzados y persuadirlos a que crean la promesa de salvación (vv. 6, 8).
Por tanto, en este capítulo él aboga nuevamente por la fe en su poder redentor.
Aunque el mensaje es el mismo, no se trata de una repetición monótona de frases idénticas. Dios
hace que la invitación sea atrayente mediante nuevas variaciones, que se repiten una y otra vez, sobre
el tema. Aquí llama la atención mediante un triple llamado a escuchar y prestarle atención a él (vv. 1,
4, 7). Los descendientes de Abraham, por lo visto condenados a la aniquilación en el exilio
babilónico, deben aprender de su pasado que no hay nada “imposible para el SEÑOR” (Gn 18:14).
Fue tan sólo por un milagro de poder y de gracia que llegaron a ser una gran nación. Porque el
antepasado de ellos y su esposa Sara, estuvieron sin hijos hasta edad avanzada (Gn 16:2; 17:17;
18:11–14). De modo que la “mano” del Señor no es “tan corta” (50:2) que no pueda, según promete,
restaurar la incendiada Sión y hacer que en sus ruinas resuenen nuevamente la alegría y (el) regocijo.
(vv. 1–3)
Al mismo tiempo, la rehabilitación de Israel es recubierta con la luz de una salvación universal,
que beneficia a las naciones y a las costas lejanas más allá de las fronteras de Palestina, y que
permanecerá para siempre (vv. 4–6). Esta salvación no puede ser frustrada, aunque quienes la anhelan
sufren el reproche de los hombres… (y) sus insultos (vv. 7–8). En su congoja han de unirse al profeta
en orar intrépidamente al Señor, pidiéndole que despierte y se vista de fuerza como lo hizo en las
generaciones de antaño. Pueden hacerlo con la seguridad de que no tienen por qué temerle a ningún
simple mortal, que no es más que hierba. Porque él les ha confiado a los rescatados del SEÑOR la
proclamación de su Palabra, en la cual se compromete a consumar su plan de salvación en un cielo y
una tierra nuevos (vv. 9–16; 59:21; 65:17). El pueblo esclavizado ha de levantarse también de la
pasmosa pérdida de esperanza en la buena disposición de Dios de perdonarles sus pecados. Con
seguridad Dios no dejará que se burlen de él, como ellos bien saben, porque han bebido la copa de su
furia… hasta el fondo. No obstante, tan cierto como que él ha de ejecutar su amenaza de castigo, tan
confiable es también su promesa de que ellos jamás volverán a beber de la copa que los hacía
tambalear. Cuando Dios aboga por su pueblo, los que los atormentan probarán el vino de su furia con
el mismo efecto paralizador. (vv. 17–23)
51:1 Roca… cantera. Israel no se creó a sí mismo. Llegó a existir lo mismo que las piedras
talladas y extraídas de la veta de una roca en una cantera.
51:2 Solo uno. Abraham, “ya en decadencia”, llegó a ser “numerosos” cuando “por la fe… Sara…
recibió fuerza para tener hijos”. (Heb 11:11 y s.; Hch 7:5)
Costas lejanas. En 42:1–4 se le asigna al Siervo la tarea de la salvación de alcance mundial, aquí
atribuida a Dios. El N. T. dice también que Jesús “resucitó” y que fue “resucitado” por el Padre. (Hch
10:41; Ro 6:4; 1Co 15:4)
51:6 Se esfumarán. El mundo material es transitorio, pero las palabras del Señor “jamás pasarán.
(Mt 24:35; 5:18)
51:7 Conocen lo que es recto. No sólo se les informó cómo y por qué irán a estar en una relación
de justicia con Dios, sino que esta ley o enseñanza estaba también en su corazón, motivándolos y
modelando sus vidas. Para el significado más amplio de conocer en Las Escrituras, ver Gn 18:19,
nota; Dt 9:24, nota.
51:9 Despierta. A los peticionarios, que por largo tiempo han sido víctimas de la opresión, les
parece que el Señor duerme, impasible ante su clamor. (Sal 7:6, nota; 44:23)
Rahab… monstruo marino. Comp. 30:7, nota; 27:1, segunda nota.
51:11 Volverán los rescatados. La respuesta a la oración de “los redimidos” (vv. 9 y s.) llega
cuando “todavía estarán hablando” (65:24). Todo el versículo es casi idéntico a 35:10.
51:16 Mis palabras en tu boca. En 49:1 y ss. la “boca” del Siervo se “hizo… una espada afilada”
como vocero de Dios. También se le promete protección divina. Es tan sólo natural que ambos, el
Siervo-Redentor e Israel, el siervo que ha de ser redimido, representen un papel en el plan de
salvación de Dios, visto que a ambos se les confiere el título de siervo. Sin embargo, no prestan el
mismo servicio (49:3, nota). Dios redimió y preservó a Israel de modo que el Siervo pudo decir: “La
salvación proviene de los judíos” (Jn 4:22). El mensaje de salvación se mantuvo vivo en Israel y fue
divulgado desde Jerusalén y Samaria “hasta los confines de la tierra”. (59:21; Hch 1:8; 13:47)
51:17 Copa de su furia. Comp. Sal 60:3, nota.
51:23 Pasemos sobre ti. Los conquistadores pasaban sobre los cuerpos echados de sus víctimas.
52:1–15 Despierta… despierta. Habiendo sido instado por santos medrosos a “despertar” de una
aparente indiferencia con su pueblo (51:9), el Señor, a su vez, les ordena levantarse” del estupor del
desaliento (51:17) y a despertar de la pesadilla de la desesperanza. Pese a todas las apariencias en
contra, Dios llevará a cabo el propósito para el cual los escogió “entre todas las naciones” (Éx 19:5)
para que fueran “una nación santa” (Éx 19:6, segunda nota) y Jerusalén la ciudad santa. Pueden tener
la seguridad de la liberación, porque el que llamó a sus opresores a que fuesen la “vara” de su “ira”
(10:5) puede con la misma facilidad desarmarlos. Él no va quedarse observando ocioso cuando su
nombre es blasfemado por los gobernantes de Babilonia, quienes afirman: “Son el pueblo del
SEÑOR, pero han tenido que abandonar su tierra” (vv. 1–6; Ez 36:20; Ro 2:24). Si su pueblo tiene los
oídos de la fe, pueden oír ya ahora las buenas nuevas de la paz y la salvación proclamadas desde la
cima de los montes; si tienen los ojos de la fe, pueden ver… que el SEÑOR vuelve a Sión, lo que les ha
sido anunciado por los centinelas desde sus elevados puestos de observación. La alegría no conoce
ataduras. Hasta las ruinas de Jerusalén, seguras de ser reconstruidas, son requeridas a prorrumpir
juntas en canciones de alegría, exultantes por la renovada prueba de que Dios reina. El regreso de
Israel del destierro debía ser un paso importante hacia el establecimiento del reino mesiánico del
“retoño… del tronco de Isaí” “sobre el trono de David” (11:1; 9:7). Será un reinado universal, porque
todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios. (vv. 7–10). Queda en manos de los
exiliados proveer lo necesario para el plan divino. Si actúan confiados en las promesas de Dios y
responden con la obediencia de la fe, pueden tener la seguridad de contar con la misma clase de
protección que Dios proveyó para los esclavos que liberó de la esclavitud egipcia. (vv. 11–12; comp.
Éx 13:21 y s.; 14:19 y s.; Nm 10:34)
Sin embargo, el gobierno mundial de Dios no vendrá por la fuerza de las armas o de conquistas
militares. Será efectuado de un modo contrario a los cálculos humanos. Dios consentirá que su
Siervo triunfe y sea muy enaltecido mediante un sufrimiento tan intenso, que quedará desfigurado no
teniendo nada de humano… su aspecto. su victoria, aunque parecía ser una derrota, será decisiva.
Muchas naciones y reyes se asombrarán al enterarse (vv. 13–15). Los últimos tres versículos de este c.
son un puente entre éste y el c. 53. Son la introducción del cuarto y último de los “Cánticos del
Siervo”, que será desarrollado por entero en el c. siguiente. Al mismo tiempo, estos versículos están
ligados a las buenas nuevas (v. 7) proclamadas en una sección previa de este c.. En respuesta a la
pregunta de cómo cumplirá Dios su promesa de proveer salvación a todos los confines de la tierra (v.
10), presenta a su Siervo-Redentor.
52:1 Incircuncisos… impuros. El destierro ocurrió cuando Jerusalén fue saqueada y destruida por
los babilonios, quienes no observaron los ritos estipulados por Dios en su pacto con Israel.
52:3 Por nada. Esta frase, si bien no idéntica en hebreo, aparece nuevamente en cada uno de los
dos versículos siguientes. Resalta el soberano dominio de la historia por parte de Dios, como
también la inmerecida bondad de la redención de su pueblo por él efectuada. Cuando los “vendió”
(50:1), sus opresores no tenían derecho a reclamar a su presa como su propiedad. Por esto, cuando
los esclavizados cautivos irán a “ser redimidos”, será una transacción “sin dinero”. Dios no les debe
a las naciones opresoras ninguna compensación por su pérdida, tan seguro como que sus víctimas
nada tienen para ofrecerle a su Redentor por su liberación. Son salvados por gracia sola. (Ro 3:23 y
s.)
52:4 Asiria. Destruyó y desterró a las 10 tribus del Reino del Norte en el 722 a. C. (2R 17)
52:5 Aquí. En Babilonia, el escenario de la ignominia de Israel.
52:6 Mi nombre. No sólo el apelativo “Señor”, sino lo que el gran “Yo soy” hizo y dijo para
revelarse a sí mismo (Éx 6:3 nota; 3:14, nota). “Conocer” ese nombre es reconocer y aceptar el
camino de la salvación revelado por él. (Gn 18:19, nota; Dt 9:24, nota)
52:7 Qué hermosos. San Pablo cita de este versículo para señalar la necesidad de proclamar el
evangelio si ha de ser de beneficio alguno. (Ro 10:15)
52:8 Con sus propios ojos. Con tanta claridad como cuando una persona mira directamente a los
ojos de otra. (Nm 14:14)
52:10 Todas las naciones. También llamadas “toda la humanidad”. (40:5; 49:26; 66:16, 24)
52:11 Utensilios. Ciro permitió a los desterrados llevarse consigo “los utensilios que
Nabucodonosor se había llevado del templo del SEÑOR en Jerusalén”. (Esd 1:7)
52:15 No… oído. El regreso del exilio babilónico, con reminiscencias de la liberación de Egipto,
también fue bien diferente en muchos modos. (Éx 12:39; Dt 16:3)
53:1–12 Ha creído. Cuando “los rescatados del SEÑOR” (51:11) reflexionan acerca de las
palabras del cuarto y último de los “Cánticos del Siervo” (42:1, nota), se sienten apremiados a
quitarse el calzado de sus pies, porque aquí están pisando “tierra santa” (Éx 3:5) y se encuentran en el
Lugar Santísimo del templo de la salvación. Para los creyentes del N. T., esta “visión que recibió
Isaías” (1:1) expresa lo que sienten cuando en espíritu se encuentran al pie de la cruz del Gólgota:
Arrepentida tristeza por lo que les toca en el sufrimiento del varón de dolores; humilde gratitud
porque el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad por la que ellos debían haber soportado los
tormentos del infierno.
Los sucesos del Viernes Santo y de la Pascua constituyen una tan misteriosa interacción de la
justicia y la misericordia divinas, como para que en la mente de los orgullosos y autosuficientes surja
la pregunta que si es éste el modo en que se ha revelado el poder del SEÑOR (v. 1; Jn 12:38; Ro 10:16;
para la frase “el poder del SEÑOR”, ver 40:10; 51:9; 52:10; 63:12). Porque, según el juicio de
patrones humanos, el Siervo parecía ser el menos indicado para ser el agente de una misión celestial,
por haber sido despreciado y rechazado por los hombres (vv. 2–3). El misterio queda resuelto y al
mismo tiempo acrecentado, cuando se da a conocer el motivo de su horrenda tortura. Sus
sufrimientos… dolores y heridas no son “el castigo… justo” de sus acciones, porque “éste… no ha
hecho nada malo” (Lc 23:41). Traspasado por… rebeliones en que no participó y molido por…
iniquidades de las que no era culpable, soportó el castigo y las heridas que mereció el género
humano caído y de los que no pudo escapar. Debido a que el SEÑOR hizo recaer sobre él la iniquidad
de todos nosotros, los culpables pueden marcharse completamente libres (vv. 4–6). Al ser golpeado
por Dios y humillado (v. 4) habiendo tomado el lugar de otros, el Siervo ni siquiera abrió su boca
para protestar contra la injusticia del castigo, o para quejarse del gran rigor de la prueba (Mt 26:63;
Hch 8:32; lP 2:22 y s.). No hubo tampoco una multitud de simpatizantes que lo aclamaron. Lo
contrario sucedió. Su paciente y voluntaria obediencia hasta la muerte se convirtió en una carga más
difícil de llevar porque la gente de su descendencia no fueron capaces de darse cuenta de su inocencia
(comp. Jn 1:10 y s.). Sometido por ellos y maltratado sin haberlo merecido, lo llevaron a su tribunal
para juzgarlo y condenarlo; y así fue arrancado de la tierra de los vivientes. Estaba por recibir la
ignominiosa sepultura de un criminal convicto, cuando un rico llamado José de Arimatea obtuvo el
permiso para proveerle un lugar de descanso honorable. (vv. 7–9; Mt 27:57–60)
Después de que en los vv. 7–9 el profeta ha dado su aprobación a lo que la comunidad de
creyentes tenía que decir acerca de su redención (vv. 1–6), procede a rememorar que el Siervo ofreció
su vida en expiación porque la voluntad del SEÑOR había resuelto, en un plan eterno, dejar que la
redención del género humano fuese el fruto de la aflicción de su alma (Hch 2:23; 4:28; Mt 26:24; Mr
8:31; 9:12). Y como para rubricar las palabras de su vocero, el Señor mismo, como en 42:1, ratifica
su total satisfacción con el sufrimiento vicario de mi siervo. Porque él, el justo… cargó con las
iniquidades de ellos, los transgresores, aun siendo muchos, pueden estar en pie en la presencia del
santo Dios y quedar justificados. Incluso los grandes y los fuertes de esta tierra serán una parte (RV) y
el botín de su victoria sobre el imperio de la maldad. (vv. 10–12; comp. 49:23)
53:2 Vástago tierno. No un árbol robusto, firmemente arraigado, sino un débil renuevo. Dios
permitió que su Hijo creciera como un vulnerable cuerpo humano. El Siervo era ciertamente “un
retoño” de “la raíz de Isaí” (11:1, 10). Sin embargo, el reinado visible de la casa de David había sido
desarticulado, y en la tierra seca del imperio romano no tenía perspectivas de ser revivificado.
53:4 Nuestras enfermedades. Los males y las enfermedades son las consecuencias del pecado. (Mt
8:16 y s.; 1P 2:24)
53:7 Cordero. Juan el Bautista lo llamó “el Cordero de Dios” (Jn 1:29, 36). Ver también Hch 8:32–
35; 1P 1:18 y s.; Ap 5:6, 8, 12, etc.
53:10 Expiación. Una palabra en hebreo, traducida “sacrificio por la culpa” en Lv 5:15 y s. Su
propósito en el ritual era “hacer restitución” por el daño hecho y así satisfacer la demanda de
santidad. Siendo que el Siervo satisfizo por completo la culpa en que incurrió el mundo por su
pecado, sus días no terminaron en la muerte. Al morir y resucitar, llegó a ser el origen de la vida en
una descendencia espiritual innumerable. (1P 1:3 y s., 23; 1Jn 5:1)
53:11 Por su conocimiento. El Siervo conocía e hizo la voluntad de Dios de un modo tan perfecto
que, en virtud de su obediencia, el género humano desobediente recibe el derecho de ser justificado
(Jn 17:25; Ro 5:18). También es cierto que al conocer y aceptar al Siervo, los pecadores son
justificados a juicio de Dios. (Lc 1:77; Jn 17:3; 2Co 4:6)
54:1–17 Hijos. La expiación vicaria, llevada a cabo por el Siervo (c. 53), dejó expedito el camino
para que los hijos e hijas de Adán, a su vez, lleguen a ser siervos del Señor (54:17). Redimidos,
perdonados y justificados en virtud de la expiación de sus pecados hecha por el Siervo, son
designados “su descendencia” (53:10). Ellos participan de su vida al haber “nacido de nuevo…
mediante la palabra de Dios que vive y permanece”. (1P 1:23)
Esta posteridad espiritual es descripta en el c. 54 como los hijos de una mujer estéril que
milagrosamente pare tantos descendientes que rebosan las fronteras de su tierra nativa. Todos de una
y la misma familia, constituyen sin embargo una comunidad compuesta por las naciones (vv. 1–3).
No habrá un solo momento en que la madre tendrá que soportar el oprobio de ser una viuda privada
de hijos. Porque su esposo, que es también quien la hizo, cuidará de ella con compasión y con amor
eterno. El enojo que mereció será acortado a un momento (vv. 4–8). Porque así como Dios mantuvo
su juramento de no enviar otro diluvio para destruir la tierra (Gn 9:8–17), del mismo modo su fiel
amor no fracasará en hacer que esté en vigencia el pacto de paz universal diligenciado por el Siervo.
(vv. 9–10; 42:6; 49:8)
En un pasaje final (vv. 11–17), discurre respecto de la descendencia del Siervo como una ciudad
construida de piedras preciosas y bañada en esplendor celestial. Dentro de sus muros todos los
ciudadanos cuentan con la certeza de una completa protección contra cualquiera que forja un arma
para destruirla. Nadie puede privarlos de su herencia. La “descendencia” del Siervo (53:10), delineada
aquí en un amplio conjunto de imágenes y vista dentro de la perspectiva profética de “la voluntad del
SEÑOR” ultimada (53:10), es la santa iglesia cristiana, la nueva Jerusalén compuesta por todos los
santos de la tierra y “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los profetas, siendo Cristo
Jesús mismo la piedra angular” (Ef 2:19–22; Gá 4:27). Aunque afligidos y atormentados (v. 11), estos
futuros y gozosos “conciudadanos de los santos” son fortalecidos con la visión de “la ciudad santa,
Jerusalén, que bajaba del cielo”. (Ef 2:19; Ap 21:10 y ss.; 3:12)
En el primer plano de este cuadro del futuro se encuentra la liberación de Israel del exilio
babilónico. Aunque no mencionada por nombre como en 52:1, “Sión… ciudad santa”, destruida y
despoblada, recibe adjudicado el papel de una mujer, por mucho tiempo estéril y desamparada (v. 1;
comp. 50:1). En contra de toda expectativa, será bendecida con hijos, que llenarán su carpa hasta
rebasar. Sin embargo, la repoblación de las ciudades desoladas (v. 3) de Judá no era un objetivo
porque sí, sino más bien un medio que tiende a un objetivo. Estaba designada para allanar el camino
para la dispersión de la “descendencia” del Siervo a los confines de la tierra. Él “verá” hijos e hijas
espirituales, que “no nacen de la sangre… ni por voluntad humana, sino que nacen de Dios”, que
constituirán un “linaje escogido” incorporando a “gente de toda raza, lengua, pueblo y nación”.
(53:10; Jn 1:13; 1P 2:9; Ap 5:9)
54:1 Mujer estéril. Así como Sara, a la que le fueron negados hijos hasta la edad de 90 años y que
no esperaba dar a luz un heredero (Gn 17:17), del mismo modo no había perspectivas, de acuerdo
con los cálculos humanos, de que Jerusalén llegase a tener vida ciudadana. La promesa de un hijo
puso en aprietos la fe de Sara. El c. 54 es un llamado a creer en el renacimiento de Israel para que por
medio de éste “sean bendecidas todas las familias de la tierra”. (Gn 12:3)
54:3 Desalojará naciones. No por medio de un sometimiento político o militar, sino mediante la
conquista de los corazones y mentes de la gente. (49:7; 66:23; Gn 22:17 y s.; Mt 5:5)
54:4 Vergüenza de tu juventud. La humillación de la esclavitud egipcia, cuando Israel llegó a ser
una nación por primera vez (Jos 5:9). El exilio babilónico fue su viudez, visto que ella, ahora en su
madurez, soportó el oprobio de ser una mujer sin hijos. (1S 1:5 y ss.; Gn 30:1)
54:8 Arrebato de enojo. Una momentánea explosión colérica más bien que una continua efusión de
enojo, el salario completo del pecado.
54:10 Cambien de lugar las montañas. Por otras confirmaciones de la absoluta confianza que
merecen las promesas de Dios, ver 51:6; Sal 89:33 y s.; Mt 24:35.
54:11 Turquesas. (Otras traducciones: Antimonio) Utilizado por las mujeres como sombreado de
los ojos (2R 9:30; Jer 4:30). La misma palabra indica uno de los objetos acopiados por David para el
templo. (1Cr 29:2)
54:12 Rubíes. Otras traducciones: Carbúnculos.
54:13 El SEÑOR… instruirá. Jesús cita estas palabras para señalar a los que se convierten en sus
discípulos. (Jn 6:45)
54:15 Que te ataque. El antagonismo contra la Jerusalén mesiánica no tiene su origen en Dios.
Los esfuerzos por destruir lo que él ha construido no pueden tener éxito (41:11–16), porque todo
“herrero” que “forja armas” designadas para destruirlo depende de él, su Creador, por cada nuevo
latido de su corazón. Para el uso y dominio de los impíos poderosos como “vara” de su ira, ver 10:5,
12.
55:1–13 Vengan. La concurrencia al banquete de la salvación preparado por el Siervo (c. 53),
contrariamente a los cálculos humanos, no queda restringida para los más selectos social y
financieramente. Como si fuese un pregonero ciudadano, voceando para llamar la atención de los
ciudadanos, Dios hace pública la invitación: “Vengan, porque ya todo está listo” (Lc 14:17). Todo el
mundo puede permitirse aceptar, porque no hay que desembolsar pago alguno para ser admitido.
Pero, si bien a los invitados no les cuesta dinero, solamente este banquete puede ofrecerles la clase de
sustento por el que vivirán. Ninguna otra cosa puede salvarlos de morir de hambre y sed espiritual.
No importa cuánto salario inviertan para encontrar su propio alimento y no importa cuánto gasten en
las cocciones que otros les sirven, se darán cuenta de que todo lo que es producido por las manos o
las mentes de mortales moribundos, carece del alimento necesario para sustentar la vida eterna. Todo
eso es “comida que es perecedera” y no “la que permanece para vida eterna” (Jn 6:27). Esta invitación
a comer lo que es bueno no es un engaño. Queda garantizada para todos y por siempre por un pacto
eterno. Dios se comprometió a guardar su promesa de constante amor por David. De “la raíz de Isaí”
vendrá ese Hijo de David para “establecer” su “trono… para siempre” (11:1–10; 9:6 y s.; 2S 7:12–16).
Su reinado abarcará los pueblos, sin restricciones en cuanto a número, raza, o momento en la historia
del mundo. Él convocará a naciones mucho más allá de las fronteras de Israel. (vv. 1–5)
Nadie queda obligado a obedecer el requerimiento. Sin embargo, quienes lo menosprecian deben
considerar la posibilidad de haberlo oído por última vez (49:8; 2Co 6:2; Jn 12:35). Por lo demás, en
tanto que todos están invitados, no hay lugar en el reinado de gracia para el malvado que rehúsa
abandonar… su camino, o para el perverso que tiene pensamientos respecto de su propia justicia y se
siente insultado por el ofrecimiento de Dios que es generoso para perdonar sus pecados. Que nadie
presuponga que puede venir con sus propias propuestas porque no puede concebir los caminos y los
pensamientos de Dios para salvar al género humano caído. (vv. 69)
Aunque el plan de salvación de Dios no tenga sentido para los justos en la propia estimación, no
puede dejar de realizarse. Su palabra, que ordena su curso de acción, no es un sonido vacío, sin
sentido. Una vez pronunciada, desata el poder necesario para cumplir lo que Dios tiene pensado, tan
seguramente como la lluvia y la nieve (que) descienden del cielo llevan en sí el poder conferido por
Dios para hacer que la tierra seca produzca vegetación (vv. 10–11; 9:7; Sal 107:20; 147:15 y ss.). Por
tanto, la salida de Israel de Babilonia no es una aventura incierta. Será una ocasión para alegría y paz
con la expectación de una salvación tan gloriosa, que toda la naturaleza queda convocada a alegrarse.
(vv. 12–13; Sal 98:7 y ss.)
55:2 No es pan. “No sólo de pan vive el hombre”; y el agua, aun la extraída del pozo de Jacob, no
satisface. (Dt 8:3; Jn 4:10–14; 6:27; Sal 42:1 y s.; 63:1; Pr 9:4–6; 1P 2:2)
55:3 Amor por David. El esclarecido reinado que Dios bondadosamente le concedió fue, a su vez,
una garantía profética del reino eterno que será establecido por el Hijo de David y Señor de David,
según lo proclamó Pablo en Hch 13:34; comp. también Sal 21:7; 89:34–37; Jer 30:9; Ez 34:23 y s.
55:4 Como testigo. El testimonio de Dios para los pueblos por medio del rey de Israel, alcanzó su
claridad total con “Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de la resurrección, el soberano de los
reyes de la tierra”. (Ap 1:5; Jn 18:37)
55:7 Generoso para perdonar. No existe límite para la disposición de Dios de perdonar. Él va a
perdonar a, y tener misericordia de, cada pecador arrepentido, no importa cuánto el pecado “abundó”
(Ro 5:20). Todos los demás siguen siendo malvados y perversos ante sus ojos, por más respetados
que fueren por sus semejantes.
55:10 No vuelvan allá. Antes de que la lluvia y la nieve son llevados nuevamente hacia el cielo
como niebla (Job 36:27), logran el propósito para el cual fueron enviadas. Del mismo modo, la
“palabra” de Dios “no vuelve” como un eco “vacío” sin resultados. Siempre lleva a cabo lo que él
quiso que fuera hecho. (45:23; 46:10 y s.; Sal 33:9; Jer 1:9 y s.; Heb 4:12)
55:13 Zarzas… cipreses. Comp. 35:1, nota.
56:1–12 Observen el derecho. De acuerdo con el c. 55, nada de lo que una persona tiene o puede
hacer, le da derecho a él o a ella de participar del banquete de salvación de Dios. El dinero no puede
comprar una invitación; el trabajo agotador no abre la puerta. El pan y el agua de vida son ofrecidos
libres de todo pago, a todos “los que tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5:6; Is 55:1–5). Es posible,
sin embargo, que uno se excluya a sí mismo de este banquete de misericordia y perdón. Nadie que
insista en hacer lo que es “malvado” y “perverso”, será admitido (55:7; comp. Mt 22:11–13). Los
primeros dos versículos del c. 56 presentan instrucciones positivas respecto de la clase de
comportamiento por medio del cual probarán la sinceridad de su decisión de “volver al SEÑOR” los
que aceptan el don de la salvación (55:7). En respuesta a esta inmerecida misericordia y bondad, se
sienten felices haciendo lo que es justo por sus semejantes (justicia) y por Dios (el sábado).
No sea que los preceptos para una vida santa sean malinterpretados en el sentido de querer decir
que un pecador llega a ser digno de la redención haciendo buenas obras, los versículos
inmediatamente siguientes (3–8) ofrecen las bendiciones de la salvación a dos clases de personas
quienes, según las leyes de Israel, no tenían derecho a unirse a la congregación en sus cultos de
adoración: (a) El eunuco (vv. 35), que era declarado ritualmente impuro porque había sido castrado
por los que lo habían puesto a cargo de los alojamientos de las mujeres (Dt 23:1 y s.; 2R 9:32; 2Cr
18:8 (traducido “funcionario”); Jer 29:2; 38:7; Hch 8:27); (b) los extranjeros (vv. 68), es decir, los que
no eran miembros por nacimiento del pueblo escogido. A éstos se les negó el derecho de servir a
Dios en el templo y se les permitió unirse a la congregación que adoraba solamente después de que
sus familias habían residido en Israel por varias generaciones. (Éx 12:43 y ss.; Dt 23:3–7)
Si bien por un lado nadie tiene que temer que hay normas físicas o raciales con las que es
necesario conformar para ser considerado apto para entrar a formar parte de la familia de Dios, por
el otro lado debe agregarse sin demora que él no tolerará que se abuse de su bondad. Pertenecer a
Israel y hasta ocupar puestos de confianza en esta nación grandemente favorecida, no proporcionará
inmunidad contra el enojo de Dios. su juicio alcanzará a los que no producen los frutos del
arrepentimiento y en cambio se burlan de su santa voluntad. En los restantes versículos del c. (9–12),
Dios utiliza un lenguaje vehemente para denunciar a quienes están asignados a resguardar el bienestar
espiritual y nacional de su pueblo. Los guardianes y pastores de Israel se han excluido a sí mismos de
las bendiciones del favor divino, por negligencia en el desempeño de sus sagrados deberes, por su
codicia por ganancia personal, y por su entrega a los apetitos lujuriosos. En el c. siguiente la nación
entera es acusada, porque no es mejor que sus líderes.
56:2 El sábado. La observancia del sábado era una parte de la vida consagrada, prescripta en el
pacto de Dios con Israel. De todos los requisitos rituales, fue seleccionada para una promesa especial
desde el mismo principio. “En todas las generaciones venideras” irá a ser “una señal” del “pacto
perpetuo” de Israel con el Señor (Éx 31:12–17; Ez 20:11 y s.; Is 58:13 y s.). El quebrantamiento del
sábado era castigado apedreando al culpado (Nm 15:32–36). Por medio de Jeremías, Dios amenazó
con destruir Jerusalén por la omisión de “observar el reposo del sábado” (Jer 17:19–27). Después del
destierro, Nehemías advirtió que “al profanar el día sábado” harían que “aumente la ira de Dios sobre
Israel”. (Neh 13:15–22)
56:3 Un árbol seco. Un eunuco no podía esperar tener descendencia propia para perpetuar su
nombre. Pero Dios le promete bendiciones espirituales que “serán mejor que tener hijos e hijas”. (v.
5)
56:7 Holocaustos y sacrificios. La adoración de todos los pueblos, descripta aquí con modalidades
del Antiguo Testamento, será agradable a Dios. Porque Jesús declaró que el templo “será… casa de
oración para todas las naciones”. (Mr 11:17; ver también 1R 8:41 y ss.)
56:8 Desterrados de Israel. Comp. las notas sobre Is 11:11–16 y 44:5; también Jn 10:16.
56:10 Guardianes. Los profetas debían prevenir a Israel respecto de los peligros espirituales (Ez
33:1–9; Jer 6:17). Debido a que eran semejantes a “perros mudos” que no “pueden ladrar” a fin de
alertar a la gente, “los animales del campo” reciben una invitación libre, por así decir, para que
“devoren” el país.
56:11 Pastores. Para denuncias similares referidas a funcionarios de Israel, ver Jer 23:1–4; 25:32–
38; Ez 34.
57:1–21 Perece. Al irse diluyendo en la distancia el áspero canto de borrachera (56:12), van
llenando el aire los lúgubres acentos de una endecha. Lamenta la muerte de hombres justos. Sus vidas
fueron tronchadas (Ec 7:15) porque los “guardianes” “ciegos” y “pastores” “mudos” (56:10 y s.)
estaban demasiado ebrios para ver, y eran demasiado malvados como para actuar contra los males
insoportables dentro de la sociedad. Estas prácticas devastadoras fueron toleradas tanto tiempo, que a
nadie le importa cuando un justo tras otro perece y muere (vv. 1–2). Sin embargo, la ausencia de una
protesta popular contra un gobierno de políticos sin principios, indica que el pueblo mismo era tan
malo como sus líderes. ¡Acérquense! es la citación que reciben para escuchar la acusación formal
contra ellos. El abuso de sus semejantes es un síntoma de una enfermedad profundamente arraigada:
Una ruptura de las relaciones con el Creador y el rechazo de sus leyes (Pr 14:31). “Han abandonado
al SEÑOR” (1:4), el Creador de cielos y tierra, y prefirieron adorar a las fuerzas de la naturaleza con
las que él proveyó a su creación. Cuando se entregaron a “las costumbres abominables” por las que
Dios desalojó a los cananeos delante de ellos (Dt 18:9–14; 9:4 y s.), en efecto le hicieron muecas
despectivas con la boca y le sacaron la lengua con burla desafiante dirigida a él, quien creó los seres
vivientes (v. 16). Siendo una de las religiones más degradantes del mundo antiguo, el baalismo era un
culto de la fertilidad, que incluía ritos tales como la prostitución sagrada (masculina y femenina) y el
sacrificio de niños (vv. 3–6). En el tiempo de Isaías el pueblo no cayó en esta horrible idolatría sólo
ocasionalmente o en un momento de debilidad. Eran devotos apasionados que cumplían con las
prescripciones del culto tan religiosamente que se cansaron. Pero en su celo perverso no desmayaron
y no abandonaron sus prácticas vergonzosas. (vv. 7–10)
Debido a que el Señor guardó silencio tanto tiempo, no le tuvieron temor. Sin embargo, por más
paciente y longánimo que sea, él no será burlado. El falso reclamo de justicia, sus obras necias y su
confianza en toda una colección de ídolos … pidiendo ayuda, que los salven, de nada le servirá al
malvado el día de ajuste de cuentas, cuando a todos ellos se los llevará el viento como paja. La
palabra profética no era una amenaza sin fundamento. Un siglo después de haber sido proferida,
Jerusalén fue arrasada y sus ciudadanos llevados al exilio. Pero aun estas horribles predicciones no
fueron las últimas palabras del Señor. Ligadas a ellas está la certeza de que él no abandonará su
promesa de darle a Israel un papel en su plan de salvación universal. Quienquiera que se refugia en él,
poseerá de nuevo la tierra de la promesa y tendrá el privilegio de adorar en el monte santo. (vv. 11–
13)
Con la finalidad de que Israel continúe siendo el portador de las bendiciones a “todas las familias
de la tierra” (Gn 12:3), serán emitidas órdenes de “quitar los obstáculos” que se encuentran en el
camino del… pueblo de Dios y que impiden su regreso a la patria. Nadie podrá dar una contraorden a
estas órdenes. Porque quien las da es el excelso y sublime, no afectado por los cambios y deterioros
del tiempo e incólume ante la oposición a su santa voluntad. Al mismo tiempo, este Señor
trascendente condescenderá a estar con quienquiera que esté contrito y (sea) humilde de espíritu
(comp. Sal 34:18). Aunque no tolera a los malvados, él no estará siempre enojado; antes bien,
reanimará el espíritu de los humildes y… los quebrantados (comp. Sal 51:17). A los que lloran porque
él los ha castigado por su codicia perversa, se les asegura que él sanará su tristeza de arrepentidos
con el consuelo de su gracia que otorga el perdón. La proclamación de la alabanza de ellos ya no será
un lamento, sino un cántico de alegría y de celebración por la paz y la tranquilidad con que él sanará
sus vidas quebrantadas y atribuladas. Sin embargo, en tanto que él ofrece esta bendición a todos, estén
lejos o cerca, están los que la pierden porque insisten en continuar siendo malvados. Iguales a las olas
del mar agitado que no puede calmarse, están presos en un flujo y reflujo de acontecimientos que
arrojan como resultado sólo fango y lodo. (vv. 14–21)
57:2 Mueren en paz. La perfecta paz en la presencia de Dios que aguarda a los que van por el
camino recto “contritos y humildes de espíritu”. (v. 15; Sal 49:15, nota; Job 19:25, nota)
57:3 Hijos… descendientes. La hechicería, la práctica de las artes mágicas, estaba prohibida
estrictamente porque los hechizos y encantamientos, en efecto, pretenden coaccionar a Dios y
repudiar su señorío en la vida humana (Éx 22:18, nota; Lv 19:26; 20:6, 27; Dt 18:9–12). El adulterio y
la prostitución, crímenes despreciables al ser practicados físicamente, describían la degeneración
espiritual de la unión de Israel con los ídolos (Os 1–3; Jer 3:1–3; Ez 16:1–52). La gente, culpable de
estos crímenes, posee una naturaleza depravada. Son llamados también “camada de rebeldes,
descendencia de mentirosos” (v. 4) y “generación de malhechores”. (vv. 1–4)
57:5 Dan rienda suelta a su lujuria. El adulterio espiritual de Israel se expresó con los ritos
lascivos del culto cananeo de la fertilidad. Durante el reinado del rey Manasés, que llegó a su fin
menos de 40 años antes de la caída de Jerusalén, fue practicado con una negligencia desenfrenada (2R
21:1–17). Por una referencia a robles ver 1:29, nota; por la frase debajo de todo árbol frondoso, ver
Dt 12:2; por dar rienda suelta, ver 2R 16:3, nota; 23:10, nota.
57:6 Piedras lisas. Las piedras enhiestas, alisadas por arroyos que fluían al ser alimentados por
las lluvias, eran objetos del culto pagano (Gn 28:18, nota). Los idólatras abandonaron neciamente al
Dios vivo por una roca inanimada, considerándola su herencia y destino. (61:7; Sal 16:5 y s.; 73:26;
119:57; 142:5)
57:8 Has puesto tus símbolos. En vez de escribir las prescriptas palabras de fidelidad al Señor en
los postes de sus puertas (Dt 6:9, nota), colocaron una inscripción o una figura dentro de sus hogares,
que eran una dedicación de éstos y de sus ocupantes a un ídolo.
Contemplaste su desnudez. Lit “contemplaste una mano”. En un contexto de actos lascivos,
“mano” puede ser un eufemismo por el miembro viril. (Ez 23:20)
57:9 Moloc. Comp. Lv 18:21, nota.
Sepulcro. Comp. 28:15, nota; Dt 32:22, nota.
57:15 El excelso y sublime. Comp. 40:22; 66:1; 1Ti 6:15 y s.
57:17 Codicia. La perversa raíz de los obstinados caminos de Israel fue el materialismo, “el amor
al dinero”. (1Ti 6:10; 1S 8:3; Sal 119:36; Is 33:15; 56:11; Jer 22:17)
57:19 Lejos… cerca. Ver 43:5–7, nota introductoria.; 44:5, nota; c. 49 nota introductoria.
57:21 No hay paz. Este versículo es casi idéntico a 48:22.
El camino a la gloria no es la gran vía de logros humanos que conduce a planos aún más
elevados de perfección moral; no es una senda hacia un paraíso social y económico trazado y
pavimentado por una mente muy ilustrada y por un sentido de responsabilidad ética en crecimiento.
Librados a sus propias habilidades, ninguno de todos los hijos e hijas de Adán pueden evitar por sí
mismos precipitarse de cabeza por “el camino que conduce a la destrucción” (Mt 7:13). Si es que ha
de haber un camino a la gloria, Dios debe proveerlo. Y lo hizo, dice Isaías. Rescató a los cautivos del
pecado, incapaces de liquidar su paga de muerte, o de aportar el rescate para su liberación. El camino
a la gloria está construido sobre el sólido terreno apisonado de la misericordia redentora de Dios y
su poder de salvar a sus criaturas caídas (cc. 40–48). Éstas pueden transitar el camino conducente a la
gloria, porque no tienen que sufrir el castigo de la rebeldía contra su Creador. El Siervo, su propio
Hijo, lo pagó por ellos al sufrir y morir en su lugar (cc. 49–57). El camino a la gloria, abierto a
todos los que se arrepienten y aceptan la expiación vicaria por sus pecados, se expande muy lejos
dentro del futuro. Se extiende desde el triunfo de Israel sobre la aniquilación nacional en el exilio
babilónico, hacia la era de un pacto nuevo. Otorga el acceso a las inestimables bendiciones del
reinado espiritual del Mesías. Conduce a vistas panorámicas en “un cielo nuevo y una tierra nueva”
(65:17; 66:22). Presenta a la vista “la gloria que habrá de revelarse” después de que “los sufrimientos
actuales hayan pasado. (Ro 8:18)
En la “visión que recibió Isaías” (1:1) este camino “con más y más gloria” (2Co 3:18) aparece en
toda su extensión en la mente del visionario. La perspectiva profética habilita a su visión a vagar de
un punto a otro en todas las direcciones, desembarazado de las dimensiones del tiempo y del espacio.
Escenas del futuro inmediato y del fin del tiempo, alternan y se mezclan una con la otra. Para
beneficio de sus contemporáneos, describe escenas distantes de gloria en términos y conceptos que
ellos podían entender. La liberación de Israel de la servidumbre babilónica, si bien también sólo una
promesa en ese momento, provee las palabras y el colorido para retratar la emancipación del género
humano de la esclavitud del pecado. Jerusalén prefigurada como reconstruida y la Tierra Prometida
nuevamente poblada y próspera, sirven como tipos para la fundación y expansión de un nuevo Israel
según el Espíritu, congregado de todas las naciones. Las descripciones de las bendiciones que serán
disfrutadas por los ciudadanos de una Sión internacional, tienen los contornos de los recursos y la
grandiosidad de un impero de este mundo, que se extiende desde Jerusalén hasta los confines de la
tierra. La reasunción de las relaciones pacíficas con el Creador, es descripta como el regreso de la
armonía y la dicha que alguna vez predominó en el Jardín del Edén. (Para un uso similar a éste de la
historia antigua y sus instituciones como visión anticipada y sombra de cosas más grandes por venir,
ver las notas de 22 y 11:6, y los comentarios introductorios al c. 40).
El lector puede sentirse confundido por encontrar las promesas de un futuro glorioso, registradas
en los cc. finales del libro, entremezcladas con duras denuncias de pecados y horribles amenazas de
juicio. La condena de una conducta impía puede dar la impresión de estar fuera de lugar en medio de
las afirmaciones de la seguridad de la certeza de la salvación. Sin embargo, Dios sabe cuán necesaria
es la perseverante predicación de la Ley y del Evangelio, porque “nada hay tan engañoso como el
corazón. No tiene remedio” (Jer 17:9). Por naturaleza tiene la tendencia perversa de responderle a
Dios de dos modos diametralmente opuestos. O se hunde en una obtusa desesperación, o se infla de
presuntuoso orgullo. El Libro de Isaías tiene la intención de impedir ambos extremos. Se repiten
palabras de consuelo y de ánimo con tanta frecuencia que se vuelve monótono. (Comp. 45:1, nota)
Al mismo tiempo, se hacen oír severas advertencias una y otra vez, contra el engaño de que Dios
será misericordioso con los que voluntariosamente se burlan de su santa voluntad. No se puede
repetir con suficiente frecuencia, particularmente cuando se describen las bendiciones de su reinado,
lo que los últimos versículos del capítulo precedente resumieron en una frase: “No hay paz para los
malvados” (comp. también 48:22). Para apoyar esta declaración, se hace hincapié en dos hechos: (a)
Es un insulto a la gracia redentora de Dios si las personas pretenden honrarlo cumpliendo con las
formas exteriores del culto, mientras que en su corazón y en sus vidas siguen siendo malvados; (b) la
bondad de Dios no puede ser pisoteada impunemente. No es paz, sino tinieblas de afuera y rechinar de
dientes, lo que aguarda a los que siguen los impulsos de su corazón perverso.
58:1–14 En el c. 58 el profeta recibe instrucciones de gritar con toda su fuerza contra la
observancia hipócrita de dos ritos religiosos: (a) Que el pueblo desee acercarse a Dios por medio de
ayunos y oraciones mientras se ríe haciendo mofa de sus órdenes de no explotar a sus semejantes, es
una abominación al Señor y no ayudará a que el cielo atienda sus ruegos. Si, en cambio, se abstienen
de comer y se humillan haciendo duelo y cubriéndose de ceniza como prueba de la sinceridad de su
devoción a Dios, no se rehusarán a desbaratar la injusticia hecha a los oprimidos… a los pobres sin
techo… al desnudo (vv. 1–7). Entonces el SEÑOR responderá y hará llover bendiciones sobre ellos
(vv. 8–12). (b) Lo mismo vale para la manera como observan el sábado. (vv. 13–14)
58:2 Me buscan. Comp. 1:11, nota; Os 6:6.
58:3 Ayunamos. La abstención de comer debía ser una expresión exterior y demostración de pesar
o arrepentimiento sincero. Era parte del ritual prescripto para el día de la propiciación (Lv 16:29–31;
23:27–32). Algunos individuos o toda la comunidad escogían ayunar en otros momentos, cuando
sentían la necesidad de “afligir” sus almas. (Lv 16:29 [RV]; 2S 12:22; Sal 69:10; Jl 1:14; comp.
también Zac 8:19)
Hacen negocios. Lo que debía ser una ocasión para la autonegación, se convirtió en una
oportunidad para incremento propio a expensas de los demás.
58:4 Reñir. El ayuno sólo los ponía de mal humor.
58:5 Incline. Comp. las palabras de Jesús acerca de ”hacer… obras de justicia delante de la gente
para llamar la atención”. (Mt 6:1, 16–18)
58:7 A tus semejantes. Personas que tienen los mismos padres o antepasados. (Gn 29:14; 37:27; 2S
5:1)
58:8 Entonces. (v. 10) Repetido en 9 y 10. Cuando la sinceridad de su fidelidad a Dios se hace
evidente en que se abstienen de maltratar a sus semejantes, él los guiará y protegerá como lo hizo en
su penoso viaje desde Egipto a Canaán. (Éx 14:19; Is 52:12, nota)
58:12 Reconstruirá. La ciudad de Jerusalén irá a quedar en ruinas por generación y generación
(RV). Irá a ser reconstruida porque Dios se sentirá impulsado a empezar de nuevo su plan de
salvación universal por medio de un resto arrepentido del pueblo escogido.
58:13 El sábado. Comp. 56:2, nota.
58:14 Herencia de… Jacob. Comp. Gn 28:13, segunda nota.
59:1–21 Isaías agrega otro c. al tema anunciado en 57:21 y desarrollado en el c. 58: “No hay paz
para los malvados”. Debería ser evidente por sí mismo que la comunión con Dios sólo es posible
para los que se arrepienten de su rebeldía (v. 20) y que “los malvados no heredarán el reino de Dios”
(1Co 6:9). Sin embargo, el profeta no está apaleando un caballo muerto. La naturaleza humana se
comporta de un modo irracional en su desafío al Creador. Hasta intenta fanfarronear frente a él al
tolerar el comportamiento criminal más repugnante en su misma presencia. La experiencia de Israel
es una lección objetiva. Lo que sucedió fue “escrito para advertencia nuestra… a fin de que no nos
apasionemos por lo malo, como lo hicieron ellos” (1Co 10:6, 11). Dios escogió a los descendientes
de Abraham para que desempeñaran un papel significativo en su plan de proclamar un camino a la
gloria para el género humano arrastrado a la deriva en un curso conducente a eterna vergüenza e
ignominia (comp. nota introductoria a los cc. 58–66). Isaías vio con anticipación que sería imposible
para Dios progresar en la historia en un camino recto hacia su objetivo. El comportamiento de Israel
estaba necesitado de un desvío. Rehusó ser “un reino de sacerdotes y una nación santa” (Éx 19:6). En
vez de esto, la corrupción y los crímenes florecieron con un descuido tan descarado y desenfrenado,
como para imposibilitar su asociación con Dios. Sus iniquidades… los separan de su Dios de un
modo tan firme e impenetrable como el firmamento creado en medio de las aguas que están abajo y
las que están arriba. (vv. 1–8; Gn 1:6)
Sin Dios en medio de ellos, su perdición estaba sellada. No pasó mucho tiempo antes de que
Jerusalén fuese arrasada y sus habitantes llevados al exilio por un rey pagano. No obstante, el plan de
salvación de Dios no había llegado a un camino sin salida en Babilonia. La vara de su enojo magulló
profundamente. Isaías oyó al pueblo esclavizado y quebrado gimiendo como palomas en la oscuridad
de su desesperanza. Pese a todo, el duro golpe de la aflicción iría a tener también un efecto salutífero.
Entregándose sin reservas a la misericordia de Dios, los depurados sobrevivientes reconocieron su
culpa e hicieron una completa confesión de los males hechos a Dios y a sus semejantes. (vv. 9–15a)
Isaías refiere como sucesos del pasado lo que Dios irá a hacer para la ejecución completa de su
plan de salvación universal (comp. el tiempo pasado de los verbos en c. 53). Cuando el SEÑOR vio…
que no hay nadie que intervenga y libere a su pueblo, él mismo presentó batalla a los enemigos de
ellos. La visión profética habilitó a Isaías a mirar más allá de los sucesos que irían a acontecer unos
dos siglos más tarde. La redención de Israel de la servidumbre babilónica iría a iniciar un programa
para extender el reinado de Dios hasta el fin del tiempo. Todos los enemigos de su reino perecen
derrotados, de modo que su nombre y su gloria pueden ser honrados en las costas lejanas, en el
occidente y en el oriente. El Redentor de Sión se compromete en un pacto solemne a mantener con su
Espíritu y sus palabras a los que se arrepienten de su rebeldía… desde ahora y para siempre. (vv. 15b-
21)
59:3 Manos… labios. La naturaleza humana es tan depravada e insolente, de modo que los
miembros del cuerpo que son utilizados para “multiplicar oraciones” (1:15) son también los
instrumentos de homicidio y engaño.
59:5 Huevos de víbora… telarañas. Dos comparaciones tomadas del mundo de los animales
describen a estos monstruos de iniquidad. Son una “camada de víboras” (Mt 3:7). Sus maquinaciones
son como una red tejida por una araña, que está diseñada para atrapar otros insectos y no cumple un
propósito constructivo.
59:7 Pies. Comp. el uso que Pablo hace de los vv. 7 y s. en Ro 3:15 y ss.
59:9 Justicia… derecho. El pueblo de Dios espera que él someta a juicio a los malvados y traiga
“la salvación” (vv. 11, 17) a los que recurren a él. En el v.14 este par de substantivos señala los
principios que han de regir la administración de la justicia en los tribunales humanos. En Israel se
daba audiencia “en la plaza”.
59:16 Asombrado. Dios es descrito como una persona que en vano busca a alguien para
solucionar un problema serio. En los versículos siguientes se le asigna el papel de un guerrero de
antaño que se pre-para para la batalla. Ef 6:13–17 habla del equipo del creyente para la lucha
espiritual.
59:17 Celos (Otras traducciones: Furor). Con frecuencia traducida “celo”, la palabra hebrea
denota el ardor provocado por los celos. (9:7, nota)
59:20 Redentor. Este título para Dios aparece con frecuencia (41:14; comp. 43:1, 4). Para su
significado, ver Job 19:25, segunda nota.
A Sión… de Jacob. En Ro 11:26–27 Pablo cita los vv. 20 y s. de acuerdo a la antigua traducción
griega, llamada la Septuaginta. Leyendo “desde Sión” y “desde Jacob”, esta versión retiene la
intención del pasaje profético y pone énfasis en su alcance. Por medio de la restauración de la Sión
material y la redención de los descendientes corporales de Jacob iría a suceder que la “salvación
proviene de los judíos” (Jn 4:22). Y desde esta sola nación las “buenas nuevas” de “la paz” (52:7)
irían a ser anunciadas para la salvación de “todo Israel” (Ro 11:26), una República espiritual de
naciones compuesta por creyentes judíos y gentiles y llamada la iglesia. Los c. siguientes de Isaías
desarrollan el tema de cosas esclarecidas y gloriosas por venir.
60:1–63:6 EL CAMINO FUERA DE LA OSCURIDAD A LA LUZ DE LA GLORIA
63:7–64:12 Dios ha abierto un camino desde las tinieblas del género humano hacia la luz de su
gloria. Es una autopista en todo el sentido del término. “Sobre los pueblos la bandera” (62:10) hace
señas a todos a que procuren el acceso a ella. No hay que pagar peaje por su construcción o uso.
Todo ha sido hecho para “quitarle todas las piedras” (62:10) que puedan llegar a ser un peligro para
el viajero. Nadie será emboscado. Todos los asaltantes de la autopista están derrotados y muertos,
avenados de su “sangre vital” (63:6). Bien extraño por cierto, muchos rehúsan tomar el camino
abierto a la salvación, y prefieren quedarse en “el camino que conduce a la destrucción” (Mt 7:13).
Igualmente increíble es la locura de muchos que, habiendo estado en “el camino que conduce a la
vida” (Mt 7:14), se apartan de él, seducidos por las ruinosas luces de la autodeterminación.
Descarriados, pensando que son suficientemente sabios como para encontrar y aventurarse por un
sendero a la felicidad de su propia creación, fantasean ser libres para seguir sus propios instintos.
Pero, espantados, descubrirán que cualquier camino de vida no pavimentado con la perdonadora
compasión de su Creador y no protegido por sus indicaciones, termina en “la oscuridad… afuera”,
donde “habrá llanto y rechinar de dientes”. (Mt 8:12)
Isaías dedica el resto de su libro a corregir dos conceptos equivocados que sus oyentes y lectores
están inclinados a acoger, respecto del camino por el que Dios desea conducirlos a la gloria. Es un
error fatal, por un lado, pensar que pueden “seguir indecisos” (1R 18:21) con dos opiniones
diferentes, de andar con un pie con Dios y con el otro transitar altivos por las alcantarillas abiertas
del pecado. Y es un error igualmente grande, por otro lado, por parte de los que se han apartado del
sendero de la justicia, dudar de la buena disposición de Dios de llevarlos de vuelta, si se arrepienten y
suplican por misericordia. Isaías tuvo que corregir a Israel respecto de ambas consideraciones.
Predijo desastre seguro para una “nación pecadora, pueblo cargado de culpa” y tan depravado que se
atrevió a “levantar sus manos… llenas de sangre” al Señor en una pose de oración (1:4, 15). Un siglo
y medio más tarde, el ejército babilónico se los llevó al destierro. El profeta vio con anticipación
también cuán rápidamente la arrogancia y la impudicia se pueden transformar en desesperanza y
desesperación frente a duros golpes de corrección. En vez de reprender instructivamente al pueblo
agobiado de tristeza, respecto de la justa y santa voluntad de Dios, Isaías los guía en una oración
basada en la fe en la promesa de que si bien “sus pecados son como escarlata ¡quedarán blancos
como la nieve!” (1:18)
Hablando en favor de su pueblo, pero al mismo tiempo como uno de ellos, el profeta expone su
intercesión en la forma de un salmo que alaba al Señor por la multitud de cosas buenas que ha hecho
por los descendientes de Israel desde el mismo comienzo (vv. 7–9; comp. Sal 89; 111; 145–150).
Aunque ellos pronto se rebelaron y afligieron a su santo Espíritu, el Espíritu del Señor les dio
descanso en la Tierra Prometida, haciéndose él mismo un nombre glorioso (vv. 10–14). Animado por
el registro de la buena disposición de Dios de tolerar a su pueblo errante en el pasado, el rogante se
atreve a pedir que el mismo celo, poder y compasión divinos acudan nuevamente en su rescate. A no
ser que Dios obre así, parecerá que sus siervos, un resto fiel, confiaron en vano en sus promesas. (vv.
15–19; 65:8 y s.)
El rogante continúa su lucha con Dios en el próximo c. En los vv. 1–4 afirma su convicción de
que si Dios tan sólo rasgara los cielos y descendiera, podría vencer toda oposición, porque hasta las
montañas temblarían ante ti (Éx 19:18). Sin embargo, la salvación de su pueblo es una acción de
absoluta gracia. Debido a que todos ellos se desviaron y sus actos de justicia son como trapos de
inmundicia, merecen marchitarse como hojas que el viento arrastra (64:5–7). Sólo pueden suplicar
que Dios no se acuerde siempre de sus iniquidades y confiar que él no va a afligirlos más de lo que
los ha afligido. (64:8–12)
63:8 Hijos. Ellos defraudaron al Señor. Habiendo recibido una lluvia de favores, no obstante se
rebelaron contra él. (10; 1:2)
63:9 Él fue angustiado. (RV) Esta traducción incorpora una antigua corrección del texto hebreo.
Expresa el hecho consolador de que Dios no es un tirano sin sentimientos, sádico. No le causa placer
cuando debe afligir, sino que siente el dolor en su propio corazón. En Jesucristo tenemos “un sumo
sacerdote” quien es capaz “de compadecerse de nuestras debilidades”. (Heb 4:15)
Ángel de su faz (RV). Comp. Éx 23:20, nota.
63:10 Afligieron. Comp. la advertencia de Pablo. (Ef 4:30)
63:15 Celo. Comp. 9:7, nota; 42:13, nota.
63:16 Nuestro Padre. Una oración que utiliza este término para Dios, es una humilde confesión de
dependencia y una súplica ferviente por ayuda. Así como los hijos necesitan un padre para llegar al
ser, del mismo modo Israel le debe su existencia como nación al Señor (Éx 4:22 y s.; Os 1:1); así
como los hijos dependen de su padre para seguir con vida, del mismo modo Israel ruega al Señor
que sea su Redentor. Si bien sus antepasados naturales, los patriarcas, están muertos e idos, el amor y
poder paternos del Señor de redimirlos son constantes a través de los siglos.
63:17 Nos desvías. La importunidad de la súplica se hace tan atrevida, que llega a quejarse de que
Dios trata a su pueblo como si la resistencia perversa y obstinada de ellos a su misericordia lo ha
provocado a endurecer el corazón de ellos, como hizo con el de Faraón. (Éx 4:21 nota; Ro 1:24, 26,
28)
63:18 Por un tiempo. Si el santuario ha de quedar destruido por siempre, entonces el período
durante el cual Israel adoró allí fue realmente corto.
Ver las notas introductoras de 63:7 64:12 para el enlace de este c. con el c. 63.
64:1–2 Rasgaras los cielos. Dios parece haber retirado su presencia del pueblo aplastado por la
adversidad y privado de la esperanza. Ellos sienten que para ver su condición lamentable, él debe
“mirar bien desde el cielo” (63:15); para ayudarlos, debe descender de su distante aislamiento. Sin
embargo, sus mentes no tienen dudas respecto de lo que su intervención en favor de ellos puede
lograr. Las montañas temblarán y temblarán las naciones tan seguramente como cuando el fuego
enciende la leña y hace que hierva el agua.
64:4 Ni ojo alguno ha visto. Pablo utiliza este versículo para maravillarse ante la sabiduría
incomprensible que “Dios nos ha revelado” en el evangelio de la salvación. (1Co 2:9 y s.)
64:5 Sales al encuentro. Para bendecir.
Ser salvos. Ya sea que se traduzca como una declaración, una pregunta, o un deseo, la última frase
de este versículo indica a la causa subyacente en todo sufrimiento agudo: Persistimos en desviarnos
de tus caminos.
64:7 Nos has entregado. Más lit: “Tú nos has derretido por causa de nuestros pecados” así como la
cera se desintegra delante de una llama.
64:8 Nuestro Padre. Comp. 63:16, nota.
Alfarero. Dios creó y modeló el destino del pueblo escogido así como un artesano le da a la
arcilla la forma de una vasija. (29:16, nota)
64:10 Desierto… desolación. Isaías predijo la destrucción de las ciudades de la nación santa (Éx
19:6) y de su “casa” de adoración (5:5 y ss.; 6:11). Viendo con anticipación también qué efecto tendrá
esta catástrofe en el pueblo, prevé su necesidad del consolador mensaje de perdón. Aunque tienen
sobrados motivos para esperar la aniquilación nacional, Dios les asegura la supervivencia y la
restauración si ellos humildemente y arrepentidos piden al Señor que se quede “quieto” y no los
“aflija” “sin medida” (v. 12). Con todo, las palabras de Isaías tenían la intención de beneficiar no sólo
a los desterrados en Babilonia más de cien años después de su muerte. Fueron “escritas” también para
la ”enseñanza” de personas derribadas por las adversidades hasta “el fin de los tiempos”, para que
“mantengan… (la) esperanza”. (1Co 10:11–13; Ro 15:4)
65:1–25 Los últimos dos cc. del libro son la respuesta del Señor al grito proveniente de las
profundidades, registrado en 63:7 64:12. Su mensaje está marcado por agudas distinciones. Da nuevas
seguridades de redención a los que lo buscan a él (v. 10); repite las amenazas de juicio que él infligirá
a los que no lo buscaban (v. 1). Ver la nota introductora al c. 58 por (1) el motivo por qué ambos, ley
y evangelio, son proclamados con tanta frecuencia; (2) la visión de la historia del mundo hasta su
consumación; (3) la redención de Israel de la servidumbre babilónica en esta gran perspectiva del
futuro.
Dios declara qué lo hace enojar violentamente. Este enojo arde todo el día cuando él ve cómo un
pueblo rebelde, deliberadamente escoge ir por mal camino. Porque, ignorando sus persistentes
ruegos por una fidelidad indivisa a él, lo provocan dándole el honor que le corresponde sólo a él, a
ídolos que eligieron a su gusto (vv. 1–7). No obstante, hay también algunos “que no se han
arrodillado ante Baal” (1R 19:18). Por amor a estos siervos él no los destruirá a todos (comp. Gn
18:26 y ss.). Rescatados de la condenada masa de perdición, escaparán hacia la tierra prometida del
favor inalterable de Dios. No sea que los que abandonan al SEÑOR se jacten de pensar que pueden
insultarlo y de algún modo participar también de la dicha prometida, él se apresura a agregar, sin
respirar, cuán terrible será su castigo (vv. 8–12). A fin de animar a los siervos obedientes a
permanecer fieles y a fin de advertirles a los desobedientes de los horrores que les aguardan, el
Señor describe una vez más el gozo y la desdicha que resultarán cuando él “separará… las ovejas de
las cabras”. (vv. 13–16; Mt 25:31 y ss.)
A partir de la reconstrucción de Jerusalén por los liberados exiliados babilónicos, el camino a la
gloria se remonta a una Jerusalén no edificada por manos humanas, sino una que Dios creará. En ella
habrá lugar para incontables miríadas que podrán alegrarse… y regocijarse por siempre. No tendrá
una ubicación geográfica en este mundo, porque el Señor creará un cielo nuevo y una tierra nueva. El
pensamiento y la imaginación humanos, tensados hasta el límite, no pueden comprender o expresar
lo que los mortales pueden esperar encontrar en el paraíso recuperado. Si esperan tener algún aviso
secreto de qué los espera allí, los escritores sagrados recurren a negativas diciendo lo que no volverá
a oírse en ella y lo que nunca más habrá en ella. Las cosas pasadas que hicieron que la existencia
mundana fuese triste y dolorosa ni siquiera se traerán a la memoria. El tiempo no tendrá un efecto de
envejecimiento; ya no habrá quien trabajará en vano; los hijos no nacerán para morir; los animales
hostiles no harán daño ni destruirán. (vv. 17–25; comp. Ap 21:1–4; 2P 3:11–13)
65:1–2 Un pueblo rebelde. Citando partes de estos versículos de la antigua traducción griega
llamada la Septuaginta, Pablo amplía el alcance de su aplicación (Ro 10:20 y s.). Cuando el Israel
primitivo hizo oídos sordos a los repetidos llamados del Señor a la fidelidad, e insistió en cambio en
seguir sus propios caminos, ellos, el pueblo escogido, descendieron al nivel de los paganos quienes,
lo mismo que ellos, no lo buscaban. Después de que los judíos de los días de Pablo rechazaron el
Evangelio, había llegado para él el tiempo de “dirigirse a los gentiles” quienes antes no preguntaban
por el Señor. (Hch 13:46)
65:3 En los jardines. Comp. 1:29, nota; 17:10, nota; 66:17. Isaías la emprende a latigazos contra
los ritos paganos y métodos de adivinación, de los cuales Israel era culpable desde los días de sus
padres (v. 7; ver, por ej., Jue 2:11 y ss.). Durante el reinado del rey Manasés, sucesor de Ezequías, los
sacrilegios de las formas más groseras estaban a la orden del día. La grave acusación contra estas
prácticas detestables descriptas en éste y en el c. siguiente es demasiado vívida, concreta y detallada
como para justificar el punto de vista de que son sólo una condena figurada de un culto formal
insincero. Dios “no guardó silencio” (6). Permitió que los babilonios destruyeran la nación infiel.
Después del exilio, los profetas no consideraron necesario acusar a sus contemporáneos de caer en
“sus acciones pasadas” (v. 7), aunque fueron llamados a reconvenirlos por otros males.
65:4 Se sienta entre los sepulcros. Con el propósito de entregarse a formas ocultas de adivinación,
tales como consultar a los muertos (comp. 8:19). Por la prohibición de comer carne de cerdo, ver Dt
14:8; Lv 11:2, nota.
65:5 Manténganse alejados. Pretendien do ser santos por su contacto con fuerzas divinas,
arrogantemente se consideran cargados de poderes sobrenaturales que pudiesen ser dañinos para los
no iniciados.
65:8 No voy a dañarlo. Comp. Sal 57:111, nota, por el uso de estas palabras para indicar la
interpretación musical de los Sal 57–59. Aparentemente se tiene en mente un harto conocido cántico
de vendimia (comp. 16:10). Al dueño de la viña se le dice que no deseche un racimo entero de uvas si
algunas de ellas están secas o pasadas, porque quedan muchas buenas para hacer un vino excelente.
Del mismo modo, dice Isaías, el Señor no descartará a toda la nación y no los destruirá a todos,
porque aún hay siervos fieles en su medio con los que él puede lograr el propósito para el cual
constituyó al pueblo escogido.
65:10 Sarón… Acor. Para estos sitios, uno en la frontera oeste y el otro en la del este de la Tierra
Prometida, ver 33:9, nota; Cnt 2:1, nota; Jos 7:24, nota; Os 2:15.
65:11 Fortuna… Destino. Los nombres de deidades paganas. sus devotos recurrían a ellas en
comidas y bebidas rituales, para que les coincidieran buena suerte y un destino auspicioso.
65:15 Una maldición. Los nombres de los que fueron destruidos por la ira de Dios serán
utilizados en una fórmula de juramento, cuando un juicio de la misma severidad es invocado contra
subsiguientes enemigos de Dios y de sus escogidos. La segunda línea del versículo mantendrá la
fraseología de la imprecación si se traduce: “Que haga el SEÑOR contigo lo mismo” (Jer 29:22; Nm
5:21). A sus siervos, por otro lado, les dará un nombre diferente al de los que merecen ser malditos.
Cualquiera de ellos tendrá el derecho de “invocar una bendición” orando al “Dios de la verdad”, de
cuyo Amén a sus peticiones pueden estar seguros.
65:20 Cien años. El tiempo ya no tendrá su efecto envejecedor en los que antes estuvieron
subyugados por la fatal maldición del pecado.
66:1–24 En el último c. del Libro de Isaías el Señor amplifica su respuesta a los fieles que oran,
comenzada en el c. 65 (comp. 65:1–25, nota). Continúa “metiendo cuña” con un mensaje bífido,
insistiendo en que el SEÑOR dará a conocer su poder entre sus siervos, y su furor entre sus enemigos
(v. 14). Que los fieles tomen coraje; que los malvados queden advertidos. Este tema contrastante es
desarrollado de modo muy semejante al del c. anterior. Los pasajes de amenaza y de promesa se
suceden uno al otro abruptamente. Las bendiciones y las maldiciones están proyectadas para tener
efecto dentro de un extenso espacio de tiempo, pasando de un punto a otro entre el futuro más
inmediato y el final de la historia. El incendio de Jerusalén por los babilonios se convierte en un
modelo a pequeña escala de la conflagración desatada por un fuego que no será extinguido, cuando el
Señor juzgará… a todo mortal (vv. 16, 24; ver Mt 24, donde Jesús realiza un desplazamiento casi
imperceptible desde la destrucción de Jerusalén a su segunda venida). Por el contrario, la vuelta del
cautivo Israel a Jerusalén y la Tierra Prometida, se convierte en el símbolo profético de un
movimiento universal cuando, de entre las naciones (v. 20), toda la humanidad vendrá a postrarse
ante el Señor. Se congregarán en el sagrado monte de Jerusalén los que perdurarán cuando Dios
hará… el cielo nuevo y la tierra nueva (vv. 22 y s.; 65:17 y ss.). Sin embargo, mientras el vocero del
Señor repite los mismos principios básicos que determinan el destino de los que se deleitan en sus
abominaciones (v. 3) y de los que tiemblan ante su palabra (v. 5), también presenta nuevos aspectos a
considerar, brindando claridad con sorprendentes figuras de lenguaje.
En los versículos iniciales Isaías expone el engaño, en boga en aquellos días y que predomina
hasta nuestros días, de que las formas de culto tienen un efecto mágico en Dios, hechizándolo y
obligándolo a pasar por alto los crímenes incluso de aquellos que “tienen las manos llenas de
sangre” (1:15). Todas estas cosas que utilizaban para neutralizarlo a él son suyas para comenzar
porque su mano… (las) hizo. Entronizado en el cielo y teniendo a la tierra como el estrado de sus
pies, Dios no puede estar encerrado entre las paredes de la clase de casa construida por sus criaturas
mortales. Siendo que ellas deliberadamente han escogido burlarse del Señor haciendo lo que era
malo, en vez de “escuchar” a su llamado (65:12), han de saber que en su incuestionable soberanía él
escogerá aflicciones para ellos. Aun así, “el excelso y sublime, el que vive para siempre” y a quien
“los cielos, por altos que sean, no pueden contener”, condesciende a ser guardado como reliquia en
el corazón de todos los contritos y humildes de espíritu (57:15; 1R 8:27) Comp. la invectiva de
Jeremías contra los que hicieron del templo un amuleto de la buena suerte (Jer 7:1–15), y la
advertencia de Esteban contra la misma necedad (Hch 7:49 y s.). Puede ser cierto que los que tiemblan
ante su palabra serán perseguidos por causa de su nombre y soportarán el escarnio incluso de sus
hermanos (comp. Mt 24:10 y ss.), pero son éstos los que serán los avergonzados (vv. 1–5). El Señor no
es un prisionero detrás de paredes construidas por hombres. Desde… el templo, considerado
indispensable para él e inviolado, la voz del Señor grita atronadoramente su determinación de dar a
sus enemigos su merecido. (v. 6)
No obstante, en tanto que “el día de la venganza” es inevitable, “el año del favor del SEÑOR”
también es seguro que vendrá (61:2). No solamente Jerusalén será restaurada por los exiliados
liberados, sino que habrá una Sión no de ladrillos y piedras, sino habitada por una comunidad
espiritual nacida tan milagrosamente como si una mujer diera a luz una nación… en un momento y
antes que le llegaran los dolores (vv. 7–9; Jn 1:13; 1P 1:23). La nueva Jerusalén será también como
una madre cuyos pechos brindarán el consuelo y el alimento necesarios para satisfacción y
crecimiento. (vv. 10–14)
Que nadie suponga, sin embargo, que en la “Ciudad del SEÑOR” (60:14) hay lugar para los
enemigos. Todos los que despiertan su enojo por medio de desobediencia flagrante, juntos perecerán.
Porque cuando gente de toda nación y lengua serán congregadas y verán su gloria, él juzgará a los
que insistieron en desafiarlo por medio de sus acciones y sus ideas malvadas. (vv. 1518)
Pero también estarán los que se regocijarán por la revelación de su gloria. La historia de éstos
comienza con el regreso del exilio babilónico. Habrá sobrevivientes cuando el Señor les de una señal
anunciando su liberación. Desde, y por medio de, ellos saldrá el llamado a participar en la salvación
hacia una extensión de naciones de alcance mundial, que ignoraban la fama y la gloria del Señor. El
resultado de hacer conocer su gloria entre las naciones queda retratado en el retorno de Israel desde
Babilonia. Lo que irá a suceder en aquel tiempo es tan sólo una sombra de cosas mucho más grandes
por venir. La distinción entre judío y gentil desaparecerá. Las ordenanzas del Antiguo Testamento en
la casa del Señor serán abrogadas. Ya no serán sólo los levitas los que tengan derecho a ser
sacerdotes. El Israel según la carne es sólo un tipo de todos los hermanos, unidos no por los lazos
naturales de una familia, sino por los vínculos de una fraternidad espiritual (2:2 y ss.). Por virtud de
esta sagrada comunión, ellos mismos se convierten en una ofrenda al SEÑOR, substituyendo las
ofrendas de grano requeridas por el pacto antiguo (comp. 2Co 2:14 y s.). En el final todo lo viejo ya
no existirá. El universo de la primera creación dará lugar al cielo nuevo y la tierra nueva, donde toda
la humanidad vendrá a postrarse ante el Señor (vv. 1923). Así como la adoración de ellos no tendrá
fin, del mismo modo el fuego al cual quedan condenados los que se rebelaron contra el Señor, no se
apagará. (v. 24)
66:3 Sacrifican… matan. La utilización de las ofrendas prescriptas (toros, corderos, grano,
ofrendas de incienso) a modo de elemento mágico para inmovilizar al Señor es para él tan horrorosa
como el sacrificio de seres humanos o de animales impuros como los perros y los cerdos.
66:5 Sea glorificado. Los hermanos que… odian a los que tiemblan ante la palabra del Señor, son
tan degenerados que blasfemamente desafían al Señor a que vindique su honor y traiga alegría a los
que sufren por causa de su nombre. Para un desafío a Dios similar a éste, ver 51:8, nota; 28:10, nota.
66:7 Estar con dolores de parto. El v. 8 identifica a la mujer como “Sión”, que desempeña la
misma clase de papel en 49:19, nota; 54:1–17, nota; Gá 4:26.
66:12 Riqueza de las naciones. Comp. 61:5–6, nota.
66:17 Uno que va al frente. Ya sea la persona que dirige los ritos de iniciación, o la diosa a la cual
se consagran. Para jardines, ver 65:3, nota. Las ratas eran animales impuros. (Lv 11:29)
66:19 Las naciones. Los que son mencionados para simbolizar la reunión de los redimidos, se
encontraban en el perímetro exterior del primitivo Israel: Tarsis al oeste (1R 10:22, nota); Pul, Lidia
en África (Jer 46:9); Tubal y Javán (RV) al norte (Ez 27:13); Javán es traducido “Grecia” en Zac 9:13;
comp. Gn 10:2–4, nota.
66:24 Gusano… fuego. Jesús utilizó estos términos para describir el tormento del infierno. (Mr
9:43–48)
Repulsivos. Traducido “confusión” en Dn 12:2. Una nota amenazadora tal vez no sea un modo
agradable de concluir un libro, pero Jesús también finalizaba parábolas con la fiera contingencia de
“llanto y rechinar de dientes” para todos los que no tuvieron oídos para oír.
JEREMÍAS
INTRODUCCIÓN
El marco
En los días de Jeremías, la existencia de Israel como nación se había tornado tan crítica que a
Jeremías se le había llamado el profeta de última hora. Sin embargo, la duración de su ministerio no
se mide por minutos y horas, sino por décadas. Comisionado a trasmitir la palabra del Señor cuando
aún era un joven, desempeñó su cargo de profeta a lo largo del reinado de cinco reyes de Judá.
Durante 40 años intentó apartar a su pueblo del curso suicida de la apostasía. Pero sus ruegos y sus
advertencias tropezaron con oídos sordos. Tal como lo había predicho, llegaron los días en que
Jerusalén y el templo caerían en ruinas. Pese a que sus palabras proféticas resultaron veraces, un
grupo de refugiados, que fue dejado en el país por el conquistador babilónico, persistió en ignorar
sus llamados de atención y le llevaron a Egipto, donde se desvanecieron sus rastros.
Dios conminó a los grandes poderes mundiales del tiempo de Jeremías a tomar en serio el juicio
pronunciado por su portavoz. Cuando el joven profeta inició su carrera en el año 627 a. C., el reino
del sur llamado Judá era de hecho un estado vasallo de los asirios, la nación a la cual Dios había
escogido un siglo antes para que destruyera a Samaria, la capital del reino del norte. Quince años
después de que Jeremías fuera llamado a la acción, se había producido la caída de Nínive, la capital
de Asiria, y los babilonios se habían puesto en marcha para conquistar el mundo en derredor de ellos.
En 605 a. C. el general babilónico Nabucodonosor derrotó al faraón Necao en la batalla de
Cárquemis, 644 km. al norte de Jerusalén. Eliminado así el rival en la lucha por dominar a Palestina,
el ejército babilónico se dirigió hacia el sur y redujo a Judá a una provincia de su emergente imperio.
Cuando un par de años más tarde, Joaquim se negó a pagar el tributo pactado, Nabucodonosor, ahora
ya ascendido al trono de Caldea, aplastó la insurrección. En un inesperado despliegue de moderación,
no destruyó a Jerusalén, sino que se limitó a llevar consigo a Babilonia a Joaquín, sucesor de Joacim,
junto con un grupo de ciudadanos de la clase más bien alta. Sin embargo, al rebelarse también
Sedequías, al cual Nabucodonosor había implantado como rey, la paciencia de éste se acabó. Tal
como lo había predicho Jeremías, Jerusalén y el templo fueron reducidos a ruinas y prácticamente el
pueblo entero fue llevado al exilio.
Datos personales
Cabía esperar que Dios eligiera a un hombre con el temperamento adecuado, como para afrontar
la tarea frustrante y tan poco popular asignada a Jeremías. Sin embargo, éste al parecer no poseía
ninguno de los rasgos psicológicos que le permitieran llevar adelante con ánimo mas templado la
onerosa misión que se le había encomendado. Como varón de unos veinte años de edad en el
momento en que le llegó el llamado divino, Jeremías no tenía deseo alguno de terciar en debates
públicos o de confrontarse con los altos funcionarios civiles y eclesiásticos. Su felicidad había
consistido en ser un miembro de bajo perfil de una familia sacerdotal en su ciudad natal de Anatot,
situada a unos pocos km. al norte de Jerusalén. No le era posible hacer públicos los oráculos de Dios
sin sentirse implicado emocionalmente. Las palabras que tenía que llevar a su pueblo caprichoso y
condenado a muerte no fluían de sus labios en forma de anuncios objetivos. Muy al contrario: le
horadaban el corazón. Inserto entre el ardiente amor a sus compatriotas y la irrenunciable obligación
de hablar acerca de su ineludible perdición le arrojó a un estado de gran turbación. En los momentos
de intensa angustia llegó al extremo de maldecir el día en que había nacido, a invocar el juicio sobre
sus opositores, y a culpar a Dios por la resistencia que éstos oponían a su mensaje.
Sin embargo, sería una injusticia tildarle de “profeta llorón”. Hombres de mayor temple
claudicaron ante tensiones emocionales menos violentas. Hay que reconocer que el profeta no
permitía que sus sentimientos o preferencias personales determinaran sus actos y su discurso.
Aferrándose a la promesa divina de apoyo, halló la fortaleza necesaria para anunciar el mensaje que
le fuera encomendado, a despecho de un ridículo ostracismo social, los padecimientos físicos y las
amenazas de muerte. Ya fueran reyes, príncipes, sacerdotes o la turba hostil: a todos ellos les dirigió
la verdad que Dios le había revelado, sin diluirla con sus opiniones subjetivas o bajarle el tono con
un cobarde doble discurso. Y si la tradición no nos miente, sufrió la muerte de mártir, castigo
supremo por el coraje que habían mostrado en su combate contra el mal.
Dios impuso exigencias inusuales también con respecto a la vida privada de Jeremías.
En el desempeño de su difícil tarea tuvo que permanecer soltero y renunciar a los sencillos
placeres de la vida familiar. Hasta tuvo que abstenerse de participar en todo encuentro social, ya sea
en momentos de euforia o de duelo.
Rechazado por sus parientes, la gente de su propio pueblo lo tenían por traidor. El aislamiento
por parte de aquellos a quienes él tanto amaba, llegó a su punto culminante cuando se le prohibió
interceder por ellos.
Lo único que hubo para sustentar al profeta solitario en su agobiadora tarea era la convicción que
su fe le daba de que Dios le había escogido para ser su portavoz. Tuvo que sacar fuerzas apoyándose
en el significado de su nombre Jeremías, traducido de diversa manera: “El SEÑOR derriba”, “El
SEÑOR exalta”, “Designado por el SEÑOR”.
A pesar de que Jeremías no habría salido airoso de un moderno test de su personalidad que le
acreditaría la capacidad para desempeñarse en un cargo público, su libro da cuenta de una innegable
habilidad como escritor. Sería de esperar que un hombre proveniente de una familia sacerdotal de
Anatot (1:1) estaría en condiciones de impartir instrucciones prosaicas referentes a la ley. Pero este
educador del pueblo se expresa en pasajes poéticos de sublime belleza y de fuerte atracción
emocional. Sabe cómo emplear recursos retóricos de diversa índole para causar un buen efecto. Hace
gala de una notable versatilidad, que le permite tratar el mismo tema una vez y otra, pero con siempre
nuevas variantes. Y lo sorprendente es que una actividad que se extiende por más de 40 años, no cae
en repeticiones excepto en unos pocos pasajes.
Composición
La manera cómo el mensaje de Jeremías fue puesto por escrito no tiene paralelo en la
composición de los manuscritos bíblicos. El rollo que contenía el registro de su actividad profética
por espacio de más de dos décadas fue quemado en el cuarto año del reinado de Joacim (608–597).
Siguiendo el dictado de Jeremías, su secretario Baruc hizo una nueva copia de todo lo que el Señor le
había dicho al profeta y que había figurado en el original. En el transcurso de los tiempos fueron
agregadas muchas otras cosas semejantes (36:4, 32). A medida que Baruc transcribía estas cosas, le
dio forma de una biografía, pero con referencias también a su maestro en tercera persona.
La colección de los escritos de Jeremías tal como la poseemos hoy día, no fue conformada
siguiendo un orden estricto. Algunos oráculos al parecer pronunciados en distintos tiempos, fueron
agrupados según su contenido temático. En otras instancias puede observarse una secuencia
cronológica. Sin embargo, ni un principio lógico ni uno cronológico determinan el orden general en
que un capítulo sigue al otro, como se puede ver en el bosquejo que agregamos.
Bosquejo
II. 2:1–20:18 Las amenazas y promesas proféticas signadas por circunstancias y eventos anteriores
a la caída de Jerusalén
A. 2:1–6:30 Breves palabras introductoras y tema. Denuncia de apostasía Esperanza para los
que retornan con ánimo penitente
B. 7:1–13:27 Ininterrumpida declaración referente a la apostasía, promulgada dentro de un
marco dramático, y apoyada por una acción simbólica y una breve parábola
C. 14:1–15:21 Juicio inexorable sobre una nación incorregible, pese a las aseveraciones de
falsos profetas y a despecho de la intercesión y el dolor de Jeremías
D. 16:1–17:27 Afirmación del inminente desastre, dramatizada por el estilo de vida
inconvencional de Jeremías, desastre provocado por la encarni zada perversidad de Israel,
y desencadenado por el derecho de Dios y su poder para determinar el destino de la
generación humana
E. 18:1–20:18 Jeremías, colocado en el cepo y golpeado a causa de sus llamadas al
arrepentimiento, pregona su mensaje ilustrándolo con el rompimiento de cántaros de barro;
un profundo desaliento y amarga queja
III. 21:1–38:28 Amenazas y promesas proféticas relacionadas con los jefes de Israel
A. 21:1–23:8 Rechazo de la casa reinante de David. Ventura del reinado mesiánico
B. 23:9–9:14 Reprensión de las autoridades espirituales: los jefes, profetas, y sacerdotes
C. 24:1–25:38 Profecías inalterables: el futuro de Israel y la historia del mundo bajo la figura
de dos canastas de higos y la copa de la ira del SEÑOR
D. 26:1–29:32 Las profecías inalterables acerca del juicio, cuestionadas por los falsos profetas
E. 30:1–33:26 Profecías igualmente inalterables en cuanto a un futuro venturoso en contraste
con la aparente desesperanza del presente
F. 34:1–36:32 Anuncios proféticos a raíz del comportamiento de los reyes y el pueblo en
general
G. 37:1–38:28 Profecías no disimuladas proclamadas en privado a un rey débil
1:1–19 A modo de prefacio para el libro, los primeros tres versículos ofrecen informaciones
acerca del profeta: su nombre, linaje, lugar de nacimiento, y la era de su actividad. En los versículos
restantes del capítulo, Jeremías aporta datos que acreditan su autorización para hablar, y de su
reclamo de ser escuchado. El es el embajador de Dios el Señor que delinea la vida de los individuos y
determina el destino de las naciones y… los reinos. Consagrado para el oficio de profeta antes de que
naciera, sus años jóvenes no fueran los de un visionario fantaseador, ni los de un auto designado
despertador de las masas. Su misión era la de decir palabras, cargadas de poder para destruir y
demoler todo cuanto se oponga al señorío de Dios y para construir y plantar todo lo que promueve su
advenimiento. (vv. 4–10)
No sería más que natural que el joven tímido, sensible e inexperto, procedente de una pequeña
ciudad, quedara atónito ante los resultados de tan vasto alcance que su ministerio habría de producir.
Por lo tanto, el Señor le revela que todo lo que tiene que hacer es anunciar lo que habría de acontecer.
Cargar con la responsabilidad por el efecto de sus amenazas y promesas: esto no es de su
incumbencia. Es el Señor el que está alerta para que se cumpla su palabra; es él también quien
convoca a todas las tribus de los reinos del norte para que obedezcan sus órdenes (vv. 11–16).
Además, el profeta no tiene necesidad de cifrarse en la eficiencia de sus propias palabras o dones, ni
en su aguante para llevar a buen término su difícil cometido. Tropezará con violenta oposición. Pero
todo intento de intimidarle o de imponerle silencio, resultarán tan inoperantes como saetas disparadas
contra una ciudad fortificada, una columna de hierro, y contra un muro de bronce. (vv. 17–19)
1:1 Anatot. Pequeña ciudad ubicada a unos cinco km. al nordeste de Jerusalén, asignada a los
levitas (Jos 21:18). Jilquías, el padre de Jeremías, muy probablemente era miembro del grupo
familiar asociado con Abiatar, el sumo sacerdote a quien Salomón había ordenado regresar a sus
tierras en Anatot (1R 2:26). El sumo sacerdote, igualmente de nombre Jilquías, que desempeñaba este
cargo durante el reinado de Josías, y por ende contemporáneo de Jeremías (2R 22: 4–14), pertenecía
a una familia sacerdotal diferente.
1:2 Josías. Respecto del relato acerca de su reinado véanse los cc. 22 y 23 de 2R.
1:3 Joacim-Sedequías. Comp. 2R 23:262R 25:26. De los últimos 5 reyes de Judá se mencionan
sólo tres, pues los otros dos ocuparon el trono no más de tres meses cada uno. Sus nombres: Joacaz,
hijo de Josías, llamado también Salún (22:11) fue deportado por el faraón Necao; el hijo de Joaquim
llamado Joaquín (con la variante Conías) y Jeconías (22:24 y 24:1), fue separado del cargo y llevado
a Babilonia por Nabucodonosor. (2R 23:31–33; 24:12)
Quinto mes del año undécimo. El día séptimo de este mes fue destruida la ciudad de Jerusalén. (2R
2:8) Desde los días en que la palabra de Dios había llegado por vez primera a Jeremías, en el
decimotercer año del reinado de Josías (640–608), hasta el trágico punto final de la historia de Israel
(586 a. C.) habían transcurrido más de 40 años. Cuando ya no era posible fechar los eventos a base de
los años de gobierno de un rey, la cautividad de Jerusalén sirvió de pauta para encuadrar el
ministerio de Jeremías (41:1). Sin embargo, no existen datos para establecer la duración de su
actividad entre los refugiados que le habían llevado consigo a Egipto. (43:5 y ss.)
1:5 Profeta para las naciones: respecto de las palabras dirigidas directamente a éstas ver los
cc.46–51; en cuanto al escenario universal en tiempo de Jeremías ver Introducción, “Marco”.
1:6 Muy joven. Si bien desconocemos la fecha exacta del nacimiento de Jeremías, al menos
podemos suponer que a la sazón tenía unos 20 años de edad. Dios venció la hesitación del joven ante
la asunción de su tarea, tal como lo hizo en el caso de otras personas que él llamó a su servicio. (Éx
3:1–4:17, Jn 6:11–17; 1Ti 4:12, Gá 1:15 y ss.)
1:9 En tu boca mis palabras. Una declaración simple pero categórica de un hecho que la fe acepta
tal cual. Es una falsa teoría en cuanto al milagro de la inspiración si se sugiere como explicación que
en el mensaje del Dios que formó (v. 5) a Jeremías se deslizaron errores cuando su portavoz lo
proclamó. Queda totalmente descartada la posibilidad de que la palabra del Señor (v. 4) dejó de ser
confiable en algunos de sus aspectos por el hecho de que fue transmitido por un intermediario falible.
Jeremías no se cansa de insistir en que lo que dice él es “lo que dice el SEÑOR”. (vv. 8–19, 3:1; 4:1;
5:22, etc.)
1:11–12 Una rama de almendro. El Señor dio a su profeta dos lecciones objetivas para afirmarle
aún más en la certeza de que las palabras puestas en su boca serían palabras fieles por ser la palabra
del SEÑOR. Un árbol como cualquier otro y una olla que hierve sirven para abrirle visiones
similares a las que tuvo el profeta Amós (Am 7:1–9; 8:1). En primera instancia, el mensaje es
comunicado por medio de un juego de palabra que consiste en que el término para “almendra”
(shaked) es parónimo de la forma verbal “estoy alerta” (shoked). Así como el almendro tiene la
propiedad de estar alerta, por ej. de despertar y florecer al comenzar la primavera, así el Creador del
universo estará alerta desde un mismo comienzo para que su palabra se cumpla. (v. 12)
1:13 Una olla que hierve. El hecho de que el fuego debajo de la olla fue avivado por un viento
desde el norte en señal de que desde esta dirección “se derramará la calamidad sobre todos los
habitantes del país” (v. 14). Jeremías estaba en vida aún cuando se cumplieron estas amenazas. Los
babilonios que invadieron a Palestina lo hicieron desde el norte, tal como Jeremías tuvo que
preanunciarlo. (4:6; 6:22; 25:9)
1:19 Pelearán contra ti. Al recibir el encargo divino, el profeta no tenía motivo alguno para
abrigar la ilusión de que su tarea tendría una acogida favorable por parte del pueblo. La violenta
oposición con que habría de tropezar fue tipo de la hostilidad que el profeta de Nazaret tendría que
soportar.
2:1–6:30 Breves palabras introductoras y tema: Denuncia de apostasía Esperanza para los que
retornan con ánimo penitente.
2:1–37 No se dice cuándo esa palabra del Señor vino a Jeremías. No es, necesariamente, el primer
discurso que pronunció. A este discurso se le dio un lugar de importancia en el registro de sus
actividades proféticas porque le provee al lector un resumen de su enseñanza.
El c. 2 señala que la apostasía de Israel tenía una larga historia. Desde su comienzo, la
consagración de Israel al Señor se asemejaba a una fugaz luna de miel. Apenas Dios había hecho
subir a los antepasados desde Egipto a una tierra fértil, ya la contaminaron. Dos fueron los pecados
que habían cometido: habían abandonado a Dios, fuente de agua viva, y habían adorado a dioses
falsos (baales), que resultaron ser cisternas rotas. Semejante infidelidad insensata no tenía paralelo
entre los pueblos gentiles, que permanecieron fieles a sus ídolos ancestrales a pesar de que estos no
eran dioses. (vv. 1–13)
Una evidencia más de su deserción fue su confianza en alianzas exteriores en lugar de confiar en
el Señor para quien todas las naciones “no son nada ni tienen valor alguno” (Is 40:17) Igual proceder
necio siguió en boga por largo tiempo. Pero Dios no permitió que se burlaran de él. Fue un siglo
anterior a los días de Jeremías que Israel, el reino del norte, cayó en manos de los asirios, a cuyo rey
Tiglat Piléser anteriormente habían acudido en busca de apoyo (2R 16:5–9). Los invasores asirios
dejaron desolado el país, redujeron a las ciudades en ruinas y convirtieron a Israel en sus esclavos.
Las tratativas con Egipto dieron un resultado no menos desastroso que las hechas en tiempos
anteriores. Es que los de Menfis y los Tafnes eran oportunistas, ansiosos de aprovechar la situación
internacional en provecho propio. La lucha librada por la supremacía entre las grandes potencias,
representada por el Éufrates en el norte y el este, y el Nilo en el sur y al oeste, habrían de terminar
con la subyugación de Palestina, sea cual fuere el contendiente que se alzaría con la victoria. (vv. 14–
19)
La negación de Israel de confiar en el Señor y de servirle se expresó en forma de un descarado
culto a Baal, practicado desde hace mucho. Deleitándose desvergonzadamente en los seductores ritos
de fertilidad, propios del culto a este ídolo, el pueblo escogido se degeneró (vv. 20–22). Como si
fuesen bestias ardiendo en celo, no hubo quien pudiera frenarlos en su búsqueda por satisfacer su
insaciable deseo. (vv. 23–25)
Demasiado tarde se dieron cuenta de lo funesto que había sido dar las espaldas al Creador y
haber confiado su suerte a un trozo de madera y a una piedra, símbolos de los impotentes dioses.
Inexorablemente caerían en desgracia como el ladrón cuando le descubren, y con vergüenza tendrán
que caer en la cuenta de que sus ídolos de fabricación propia eran incapaces de salvarlos. (vv. 26–28)
Cuando les sobrevenga el desastre, no habrá razones para litigar con el SEÑOR. Vanas habían
resultado las advertencias divinas. Pues ellos se negaron a prestar atención a las correcciones y los
castigos. Y ni aún los actos de bondad de parte de Dios los retuvieron de insistir en sus ansias de ser
libres y de ir por sus propios caminos malvados. Pues su olvido de todo el bien que Dios les había
hecho fue tan anormal y tan irracional como el proceder de una novia que no piensa en ponerse su
atavío. (vv. 29–32)
Insensibles ante la bondad, y sordos para las advertencias, con ligereza corren de aquí para allá,
para deleitarse en la sensual pasión de adorar a los ídolos, y para dar rienda suelta a su voracidad que
los hace exprimir la sangre de gente pobre e inocente; y con toda su culpabilidad por sus atroces
crímenes, tienen la impudicia de insistir en ser inocentes y no haber pecado. Sin embargo, no podrán
escapar del juicio divino, porque aquellos en quienes confían, a su vez serán rechazados. (vv. 33–37)
2:2 Cariño de novia. Jeremías no está idealizando el pasado. Pese a que en los días de “Esponsales
con su SEÑOR”, los israelitas habían murmurado y pecado contra él cuando los condujo por el
desierto, ellos siguieron siendo su pueblo del pacto al cual el Señor había asegurado la tierra
prometida. Respecto del uso de los lazos matrimoniales para simbolizar la relación de Dios con su
pueblo, vean Os. 2; Ap. 21:2.
2:3 Consagrada al SEÑOR. Dios había protegido a Israel, pueblo escogido para ser el portador de
su promesa, como un hombre cuida de las primicias de su cosecha y declara que todo aquel que
comiere de ellas sufrirá las consecuencias.
2:4 Tribus todas del pueblo. Jeremías se remonta a la historia de los dos reinos, el del norte
llamado Israel, o Jacob, y el del sur, integrado en su mayoría por la tribu de Judá. En 3:6–10 se
compara la culpa en que habían incurrido los dos hermanos.
2:5 Lo que nada vale. Expresión referida a las deidades paganas que en 14:22 se traduce con
“ídolos falsos” y con “ídolos inútiles” en 2R 17:15.
2:8 Sacerdotes - expertos en la ley - profetas. A pesar de su conocimiento de la ley de Dios, los
jefes religiosos y civiles la pervirtieron deliberadamente, conduciendo así al pueblo por camino
equivocado. Respecto del prolongado conflicto de Jeremías con las autoridades véanse los cc. 20–38.
2:10 Chipre, Cedar. El Señor acusa a su pueblo de una deslealtad como se había hallado ni aun
entre las naciones paganas que habitaban en la región entre el Mar Mediterráneo al oeste (Chipre) y
los pueblos nómadas al este, por ej. de Cedar. (Is. 21:13, nota; 60:7, Jer. 49:28)
2:11 Su gloria. Comp. Sal. 106:20, nota.
2:12 Oh cielos. Comp. Is. 1:2, Dt. 32:1.
2:13 Agua viva Comp. Is. 55:1–13; Sal. 36:9.
2:14 Esclavo nacido en la esclavitud. Nacido de una sierva, y por ende destinado a permanente
esclavitud.
2:16 Los de Menfis y los de Tafnes. Ciudades de Egipto. Capital de Egipto septentrional la primera,
y la segunda, fortaleza fronteriza a la cual fue llevado Jeremías después de la caída de Jerusalén.
(43:7)
2:18 ¿Qué sacas? Su maldad los castigará (v. 19) sea cual fuere la nación extranjera a la cual
recurran en busca de socorro. En Cárquemis (605 a. C.) las fuerzas combinadas de Egipto y Asiria no
consiguieron frenar a los babilonios en su marcha hacia Palestina. Las insurrecciones contra el
dominio ejercido por parte de estos últimos (los babilonios), inspiradas en la promesa de ayuda
prometida por los egipcios, tam-poco prosperaron.
2:20 Quebraste el yugo. Los términos del pacto que Israel había aceptado no lograron hacerlos
desistir de su maldad. Su adoración de Baal sobre toda colina alta y bajo todo árbol frondoso había
hecho de la novia (v. 2) del Señor una prostituta tanto física como espiritualmente.
2:21 Vid selecta. Comp. Is. 5:1–30, notas.
2:22 Aunque te laves. La iniquidad del pasado es una mancha en el interior que no se puede hacer
desaparecer mediante ceremonias exteriores.
2:23 En el valle. En el valle de Hinón, al sur de Jerusalén, se ofrecían sacrificios de niños a
Moloc, otro nombre para Baal. (7:31; 19:5; 2R 16:3; 21:6; 23:10 2Cr 33:6)
2:25 Con pies descalzos como se forzaba a los esclavos a hacerlo.
2:27 Un trozo de madera …una piedra. Una columna de madera, llamada “asera” representaba a la
deidad - madre, y una columna de piedra, llamada “mazzebah”, a la deidad masculina.
2:30 Devoró a sus profetas. Para verificarlo, véanse los siguientes pasajes: 1R 18:13, 2Cr. 24:20 y
ss. Neh 9:26; Jer 26:2023, Mt 23:29–36.
2:34 Gente pobre inocente. Inocente, porque no cometía crímenes tales como el irrumpir en una
casa para robar.
3:1–25 En los cinco primeros versículos, Dios continúa levantando cargos en contra de su pueblo
apóstata. Así como lo hizo en el c. 2, compara su pecado con la perversidad incorregible de una
mujer libertina que en forma promiscua se entrega a infame prostitución con sus numerosos amantes.
Reacios a toda admonición, descaradamente, hacían todo el mal posible. Dios no puede guardar
rencor eternamente, y tolerar nuestra infidelidad, -así decían- porque él los había escogido antaño
“para ser su propiedad exclusiva entre todas las naciones”. (vv. 1–5; Éx 19:5)
Sin embargo, estos versículos iniciales no sólo añaden una acusación más a la cuenta de las tantas
otras registradas en el c. 2 sino que introducen además el motivo que se habrá de detallar en los
versículos que siguen a continuación. A pesar de que el pueblo infiel se niega a sufrir las nefastas
consecuencias de sus crímenes atroces, aún no es demasiado tarde para eludir el castigo que pendía
sobre sus cabezas. “Dios, clemente y compasivo” (Éx 34:6), incluso en la situación presente está
dispuesto a perdonar todos los adulterios, con tal de que ellos vuelvan al Señor (vv. 1, 7, 10, 12, 14,
22; 4:1). Al mismo tiempo, la historia de Israel, el reino del norte, debía servir para demostrar a
Judá, la hermana del sur, que no se puede desoír impunemente el llamado al arrepentimiento. Por
cuanto la apóstata Israel hizo oídos sordos a la súplica del SEÑOR, él la había enviado al exilio
asirio un siglo antes. Judá, la falsa, doblemente culpable por su terca persistencia en los mismos
pecados monstruosos, no escapará el mismo destino. (vv. 613)
Por otra parte, si los hijos infieles vuelven de todo corazón y no sólo fingen volverse (v. 10), el
Señor no se limitará a perdonar sus ofensas sino que los restaurará y les asignará de nuevo el papel
en su plan de redención universal para el cual había escogido a Abraham y sus descendientes (vv. 14–
18; Gn 12:3). Pero con grande desilusión Dios tuvo que constatar que el pueblo del tiempo de
Jeremías persistía en su postura como hijos desobedientes y una mujer infiel (vv. 19–20). Según los
versículos finales, Dios espera que cuando él llama a sus hijos infieles a volverse, lo hagan con gritos
y con súplicas angustiosas. (vv. 2125)
3:1 Se divorcia de su mujer. La ley de Moisés establecía que es ilícito que un hombre se vuelva a
casar con la mujer de la cual se había divorciado, si ésta entre tanto se había casado con otro hombre
(que a su vez la había despedido) (Dt 24:1–4). El punto en cuestión es que según las normas humanas,
no cabía esperar que el Señor permitiera que Israel vuelva a él luego de haberse prostituido con sus
tantos amantes. Pero el perdón no es sólo una posibilidad. Dios ruega a los pecadores que lo acepten.
3:2 Como un beduino. Como un hombre merodea por el desierto en acecho de una víctima, así
Israel se sentaba junto al camino, ávida por encontrar alguna oportunidad para contaminarse con
amantes. (Gn 38:14 y s.; Pr 7:10–12)
3:4–5 Padre. Castigos paternales en forma de sequía no pudieron refrenar a Israel de arrojarse a
todo el mal posible. Profesaban un amor filial. Pero lo que acababan de decir fue desmentido por lo
hecho inmediatamente después.
3:6 Josías. En el año 13 de su reinado, la palabra del Señor vino por primera vez a Jeremías (1:2).
La próxima fecha que se da (c. 21) menciona a Sedequías, el último de los reyes a Judá.
3:7 La hermana Judá. Después de la muerte de Salomón, las tribus del norte, llamadas Israel, se
separaron del reino davídico. De las dos tribus restantes se formó Judá. No obstante, el término Israel
se sigue usando como designación general para la nación del pacto (vv. 20, 21). En Ez 16 hallamos
una descripción gráfica del adulterio cometido por ambas hermanas.
3:14 Apóstatas. La prédica de arrepentimiento de Jeremías no surtió efecto, y a la nación apóstata
le sobrevino el desastre. Los babilonios venidos desde el norte arrasaron el país y llevaron consigo a
sus habitantes. (1:14 y s.; 4:6; 6:22–24; véase c. 52) Pero aún entonces, el camino de regreso al Señor
quedará abierto. El perdón del Señor lo mantendrá expedito. Por medio de un remanente de
sobrevivientes, traídos de vuelta a Sión, Dios hará que “en aquellos días” y “en aquel tiempo” no sólo
los descendientes de Abraham sino “todas las naciones” podrán llegar a ser ciudadanos con plenos
derechos en el reino mesiánico.
En esta comunidad espiritual, extendida por todo el mundo, que en el N. T. se llama “la iglesia”, el
Señor tiene su “trono”, del mismo modo como su “presencia” fue simbolizada mediante su
entronización sobre “el arca del pacto”, y como su gloria tuvo su habitación en el templo de
Jerusalén (16–18; Éx 25:22; 1R 8:10 y ss). Respecto de la antigua Jerusalén y el Israel restaurado,
unido y floreciente como tipos de la “Jerusalén de arriba” y “el retoño de Abraham”, “nacido
conforme al Espíritu” (Gá 3:29; 4:26, 29) véase Is 2:2; 60:1–11; 62:1 12.
3:19 Mis hijos. Naciones fuera de Israel.
3:21 Lomas estériles. Donde practicaban la prostitución. (v. 2)
3:24 Vergonzosa idolatría. Sinónimo empleado para Baal (Os 9:10) traducido con “vergüenza”.
(Jer 11:13)
4:1–31 El c. 4 dice algo más sobre la necesidad de arrepentimiento. Como en los dos capítulos
precedentes, éste tópico crucial es el centro temático en cuyo derredor se desarrollan aspectos
pertinentes a la manera de círculos concéntricos trazados en torno de un punto dado. En el ciclo
recurrente de admoniciones a volver, los vv. 114 subrayan la necesidad de un cambio radical de los
corazones que se exterioriza en fidelidad, en justicia y en rectitud, si Israel habrá de escapar del
desastre y pro-mover de nuevo la expansión del reino de Dios entre las naciones.
Los versículos restantes del capítulo (531) nuevamente giran en torno de las funestas
consecuencias de la impenitencia, con lo que se amplía la amenaza (2:19) de que es “cosa mala y
amarga… abandonar al SEÑOR”. Con una claridad como si se tratara de un hecho ya consumado, la
visión profética hace ver a Jeremías qué sucederá cuando “ el furor del SEÑOR, encendido como el
fuego, traerá calamidad del norte y gran destrucción sobre la tierra de Judá. (vv. 5–8)
Los jefes religiosos y civiles serán acobardados por el terror. En su huída, los habitantes de
Jerusalén buscarán refugio en Jerusalén, pero lo buscarán en vano, porque “los vencedores vendrán
de una tierra lejana” para destruir esa última de las ciudades fortificadas. (vv. 5, 9–18)
Ante el cuadro de un desastre tras otro que caerá sobre el país y el pueblo que Jeremías amaba, el
profeta no puede callar el dolor que agita su corazón (vv. 19–21), aún cuando el Señor le recuerda
que el pueblo necio e insensato tiene merecido el castigo decretado (v. 22). Al volver a contemplar la
desolación que se avecina, el profeta quedará horrorizado al ver por anticipado lo completa que será
dicha desolación. Siente como si el universo fuera nuevamente un caos total, como lo era antes de
que el Señor cambiara ese caos en un mundo habitable (vv. 23–28). Demasiado tarde, Jerusalén se
dará cuenta de lo inútil que es coquetear con las naciones circundantes como si éstas fuesen amantes a
los cuales se puede seducir con encantos femeninos y engaños. Esos falsos amantes la desprecian y
solo buscan su muerte. Jeremías oye los angustiosos gritos de la hija de Sión al acercarse sus
asesinos. (vv. 2931)
4:2 Juras. El pueblo de Dios es amonestado a que invoque el nombre del Señor en vez de jurar
por dioses falsos, lo cual es idolatría. (Dt 10:20; Éx 20:3)
Por él. Por el nombre de Dios verdadero. Cuando el retoño de Abraham en el cual habrán de ser
bendecidas a su vez todas las familias de la tierra (Gn 12:3) se puso a adorar abominaciones (v. 1) y
parecía estar predestinado a la destrucción a causa de su apostasía, el nombre de Dios era
“blasfemado entre los gentiles”. (Ro 2:24; Is 52:5, nota; Ez 36:20–23)
4:3 Terrenos no labrados. Cuando un agricultor desea obtener una cosecha, no puede esparcir las
semillas sobre la superficie endurecida del suelo aún sin cultivar, ni sembrarla cuando los espinos la
ahogarán. De igual manera, los frutos de fidelidad, justicia y rectitud (v. 2) no pueden surgir de un
corazón encerrado en el impenetrable caparazón de impenitencia, ni crecer entre la maleza de deseos
pecaminosos. (Os 10:12, Mt 13:7, 22)
4:4 Circuncídense. El mero cumplimiento exterior de la ley que requería el cercenamiento físico
del prepucio no es un seguro contra la ira del SEÑOR. Para ser más que una formalidad carente de
sentido, la señal del pacto tiene que remover la testarudez innata en los corazones y hacerlos
receptivos para lo que dice el SEÑOR. (Gn 17:11; Dt 10:16; 30:6; Col 2:11)
4:6 Bandera: Señales para guiar a los fugitivos a las “ciudades fortificadas” al abandonar la
campiña abierta en busca de refugio.
4:8 Luto. Vestimenta que se ponía como expresión de dolor o desmayo. (6:26; 48:37; Gn 37:34; Is
15:3; 31:1)
4:10 Engañado. Jeremías no es un espectador indiferente de la horrible escena que se desarrolla
ante su visión profética. Aquí y en los vv. 19–21 inserta exclamaciones de horror y pena al observar
la invasión y destrucción de su tierra amada. No puede reprimir un grito conmovedor al pensar en
que el pueblo escogido llegó a ser tan terco y reprobado, rehusando toda corrección y “endureciendo
su rostro más que una piedra”, (5:13) al punto de que Dios determinó hacer caer sobre ellos una cruel
desilusión en cuanto a la veracidad de las profecías de los falsos profetas que decían “Ningún mal
vendrá sobre nosotros” (5:12, 31; 2Ts 2:11). Otros casos del juicio de endurecimiento se citan en Éx
4:21; 2R 22:22; Ez 14:9 y s.
4:12 Para eso. Para el propósito que se acaba de mencionar, es decir, para “Aventar y limpiar” el
trigo en la era. (Sal 1:14)
4:15 Dan y Efraín. Las fuerzas invasoras habían avanzado hacia el sur desde la ciudad más
septentrional de Israel hasta las colinas en la frontera con Judá, unos 16 km. al norte de Jerusalén.
4:18 Calado en el propio corazón. Un viento mortífero.
4:20 Mis carpas y pabellones. La destrucción de los pueblos y aldeas del país se asemeja a un
soplo que toca lo más íntimo de la persona. Es como si Jeremías fuese un beduino cuya guarida se la
llevó el viento.
4:23 Caos total. Lo que en Gn 1:12 se traduce con “desordenada y vacía” en RV.
4:27 No destruido por completo. Un rayo de la luz del evangelio: Dios no permitirá que su pueblo
escogido sea extinguido, o que pierda su identidad nacional al ser absorbido por otras naciones.
Quedará un remanente que sobrevivirá y volverá a ser el instrumento de Dios con que él bendecirá a
todos los pueblos. (3:14 y ss., 5:10, 18; Is. 6:13, Am 9:8)
5:1–31 Jeremías traza otro círculo de mensajes en torno de lo que fue el centro de su prédica
registrado en los capítulos anteriores: la ineludible paga por los pecados (comp. 4:1–3). Las
advertencias acerca del inminente juicio son reforzadas por la evidencia de la culpabilidad en que
está sumido el pueblo entero. Los crímenes contra Dios y contra los conciudadanos son cometidos
tanto por los líderes como por la plebe. Dios no puede perdonar actos tan deleznables como si fuesen
pecados de debilidad, no puede sino castigar a una nación que hace tales cosas. (vv. 1–9)
Para dar curso a la sentencia pronunciada sobre su pueblo más que infiel, Dios no seguirá
protegiéndolos como si fuesen una viña altamente apreciada (Is 5), sino que mandará contra ellos a
un destructor que arrasará su viña y arrancará sus sarmientos. Cuando se produzca esta devastación,
quedará demostrado que los profetas que la predijeron no fueron meros charlatanes. Las palabras de
Dios puestas en la boca de Jeremías también darán la prueba de que son un fuego que consume a la
nación apóstata como si fuese un montón de leña. Pues a despecho de afirmaciones en contrario, el
Señor de los ejércitos traerá una nación lejana que devorará, cual monstruo, no sólo la cosecha sino
también a los habitantes. Los que logren escapar, serán llevados al cautiverio en una tierra extraña.
(vv. 10–19)
Lo dicho por Jeremías con tanta frecuencia e insistencia debiera haber servido para llevar al
pueblo a temor y temblor ante Dios. Sin embargo, el profeta recibe la orden de seguir adelante con
sus declaraciones y proclamas acerca de lo necio e insensato que es el pueblo al pensar que Dios no
los castigará por la desenfrenada perversidad que emana de su corazón terco y rebelde. Pues mientras
la naturaleza inanimada no excede los límites que le fijó el Creador, las obras de maldad de sus
criaturas racionales no tienen límite. En respuesta a las bendiciones materiales que Dios derrama
sobre ellos, no le hacen justicia al huérfano; se han vuelto poderosos y ricos a expensas de los
menesterosos. Esta situación es tanto más espantosa y terrible por cuanto falsos profetas, y sacerdotes
inescrupulosos alientan al pueblo en su desobediencia a la ley, y no hacen nada para advertirles que al
final no pueden esquivar la ira divina. Como adormecido, el pueblo quiere que las cosas sean así.
(20–31)
5:1 Recorren para buscar. Por causa de apenas 10 justos Dios estuvo dispuesto a no destruir la
ciudad de Sodoma. (Gn 18:2333; comp. además Ez 22:30; Sof 1:12)
5:2 Juran en falso. Usan el nombre de Dios en solemnes fórmulas de juramento con intención de
dar fuerza a mentiras y maldades.
5:5 El yugo. Comp. 2:20.
5:7 Suplí sus necesidades. Moisés previó cómo Israel, nutrido con “miel y aceite” pagaría la
generosidad de Dios con su adhesión a los ídolos que no son dioses. (Dt 32:15) Jeremías no recurre a
eufemismos para disimular el pecado mediante un lenguaje pulido. Lo tilda de adulterio, como en
2:20 y ss.
5:12 Han negado. En efecto, Israel se da la mano con los “malvados” y “necios” que dicen: “¡Dios
no existe!” (Sal 10:4; 14:1)
5:13 Así. Jactanciosamente, sugieren que cuando sobrevenga el desastre, no azotará más que a
quienes lo predijeron.
5:14 Dios todopoderoso. Para el significado de este término comp. 1S 1:3, donde RV lo traduce
con “Jehová de los ejércitos”.
5:15 Lenguaje. Comp. Is 28:11.
5:16 Presagian la muerte. Sus flechas son mortales para el blanco en que dan. (Comp. Sal 5:9)
5:18 Por completo. Comp. 4:27
5:21 No ve. Comp. Is. 6:10, nota (en RV).
5:22 Límite del mar. Comp. Sal 104:9; Job. 3:8; 7:12; 9:13.
5:27 Jaulas. Cestos de mimbre.
5:29 No he de castigar. Repetición a modo de refrán del v. 9.
6:1–3. En este capítulo, el llamado al arrepentimiento está en el centro de otro ciclo de
acusaciones y amenazas de terribles consecuencias. Las continuas expresiones de ruegos y
advertencias pueden aturdir al lector como aburridas repeticiones. Sin embargo, la incansable
reiteración en la prédica profética, lejos de ser una multiplicación sin sentido de palabras, subraya la
paciencia y bondad de Dios por una parte, y por la otra parte, la perversidad de la naturaleza humana.
Por 40 años, Jeremías suplicó a su pueblo que se arrepientan, y lo único que consiguió fue ser
rechazado una y otra vez con insolencia. Sin embargo, como lo vuelve a demostrar este capítulo, la
proclamación de uno y el mismo mensaje no es la monótona repetición de frases trilladas. El profeta
sabe cómo cambiar el aspecto formal de sus discursos mediante una rica variedad de recursos
retóricos y poéticos. En los primeros 6 versículos destaca en tono dramático la certeza de la gran
destrucción que habrá de sufrir el pueblo impenitente. Con sus ojos espirituales ve al invasor desde el
norte ocupado en febriles preparativos para poner sitio a Jerusalén. La ciudad que antaño había sido
recomendada como refugio para gente proveniente de poblaciones desprotegidas, (4:6) está a punto
de ser destruida. Por esto se insta a sus habitantes para que huyan de en medio de ella en busca de un
lugar seguro. Mientras las tropas enemigas esperan la señal para el ataque, se escucha la voz del
propio Dios que los alienta a juntarse para levantar una rampa contra Jerusalén, pues esta ciudad
debe ser castigada, porque como agua que brota de un pozo, así brota de Jerusalén la maldad.
La corrupción abarca no sólo a una pequeña minoría o a una determinada capa de la sociedad.
Esto hace que la ira de Dios se derramara sobre todos por igual, desde el más pequeño hasta el más
grande, y desde el profeta hasta el sacerdote. Para garantizar que ninguno de los ofensores podrá
quedar oculto, se escucha una orden más del Señor de los ejércitos. Cada uno de los soldados
enemigos debe actuar como si fuese un vendimiador que repasa los sarmientos para ver si no pasó
por alto uno u otro fruto. (vv. 9–15)
La ejecución de este juicio de aniquilamiento no es un injustificado arranque de ira de parte del
SEÑOR. Desde un principio, él había enseñado al pueblo el buen camino, pero en el devenir de su
historia también había puesto centinelas para ellos que debían amonestarlos a no apartarse de los
senderos antiguos, los únicos en que podrán hallar el descanso anhelado para sus almas. (comp. 7:25).
Pero en deliberada desobediencia a sus palabras y enseñanzas divinas, ellos no hicieron más que
agregar insultos a su injuria, dedicándose a prácticas hipócritas de una adoración formal. (16:21)
Pero el Señor tiene un instrumento de retribución, capaz de hacer realidad sus órdenes. Del norte
vendrá un ejército; una gran nación será traída para arrasar el país y esparcir el terror por todas
partes. (vv. 22–26)
Como reiteración que justifica la ejecución del proceso primitivo, el Señor autoriza al profeta a
exponer lo total e inalterable que es la maldad de Israel. El pueblo es similar a un trozo de mineral
del cual no se puede extraer ningún metal precioso, ya que no está compuesto sino de bronce y de
hierro y de escoria de plata que para nada sirve. (vv. 27–30)
6:1 Benjaminitas. Las tribus de Judá y Benjamín eran los dos componentes del reino del sur, Tecoa
estaba situada a unos 17 km. al sur de Jerusalén, y Bet-Haqueren a unos 10 km. en dirección hacia el
oeste.
Desde el norte. Comp. 1:13
6:3 Pastores. Las tropas invasoras, dirigidas por sus comandantes, dejarán el país pelado, como
manadas de ovejas que acampan cada una en su pastizal.
6:4 ¡Ay… se alargan! Como lo hace entender la nota en RV, 1995, Edición de Estudio, estas
palabras son una exclamación del vencido pueblo de Israel al ver que las negras sombras del desastre
los iban rodeando. Pero también es posible tomar estas líneas como una expresión de disgusto de
parte de los vencedores por cuanto la caída de la noche ponía fin a sus ataques. Del v. 5 se desprende
que su intención era continuar el ataque en las horas nocturnas.
6:10 Tapados. Comp. nota al pie de página.
6:11 Derramaba. Cuando la ira del Señor se derrame sobre la ciudad, todos sus habitantes, desde
los niños de la calle hasta la gente madura, llegarán a ser víctimas de la guerra.
6:14 Curan. Los falsos profetas rehusaron informar al pueblo acerca de lo grave que era su
enfermedad. Diciendo que todo está bien, habían puesto un parche sobre la herida cancerosa de la
nación. El término bíblico “Paz” denota más que la ausencia de guerra. Su sentido más amplio surge
cuando se lo traduce con “bienestar”, como en 29:11; 33:9.
6:16 Deténganse en los caminos. Al llegar a una encrucijada, los viajeros tendrán que decidirse
por la dirección que quieren tomar. Pueden optar por “el camino que lleva a la destrucción” o por el
buen camino en que hallarán el descanso que su corazón anhela. (Comp. Mt 7:13; 11:29)
6:18 La congregación. El conjunto de naciones llamadas a atestiguar el “mal” que Dios se dispone
a traer sobre su pueblo.
6:20 Sabá. En el sudoeste de Arabia (Is 60:6) se usaba una caña dulce aromática en la preparación
de incienso (Éx 30:23). Las ceremonias que no expresan un compromiso del corazón son una
abominación para el SEÑOR. (1S 15:22; Is 1:11)
6:21 Obstáculos. Dios tomará medidas para que el camino de los rebeldes pagados de sí mismos
termine en el desastre. (Is 8:14; Ez. 3:20; 14:3 y s, 7)
6:22 Desde los confines de la tierra. Los babilonios provenían de un país muy distante de Israel.
(25:32; 31:8)
6:26 Luto. Comp. 4:8.
6:29 Los fuelles soplan. Para avivar el fuego que habrá de fundir el mineral en un proceso de
refinación. El plomo se usaba para separar la plata de metales básicos. Israel se había resistido a esta
purificación. Siguieron siendo y siguen siendo aún un bloque sólido de ‘desecho’, indigno de ser
salvado.
Los elementos esenciales que constituyen el cuerpo de la predicación de Jeremías los hallamos en
los cc. 2–6. Aparentemente una selección de varios períodos de su ministerio, la serie de estos
discursos representa el núcleo de su prédica. El tema fue: Vuelvan al Señor. Un sermón le sigue al
otro, en una disposición que se asemeja a otros tantos círculos trazados en torno de un centro común.
Así como los anillos en el tronco de un árbol indican los años que tiene, así cada nuevo intento de
obtener una respuesta de parte de Israel es una testificación de lo paciente y bondadoso que es Dios. A
esto habrán de seguir unos 40 cc. más. Varios parajes ubicados en la circunferencia de la exposición
cíclica de los cc. 2–6 llegan a ser, a su vez, puntos esenciales alrededor de los cuales giran extensas
advertencias y detalladas promesas.
En los cc. 7–13 el llamado al arrepentimiento va dirigido al pueblo que atesta el templo en actitud
de adoración; los resultados perniciosos de la impenitencia quedan demostrados con el ejemplo de un
cinturón podrido; a lo mismo apunta el ejemplo de un cántaro de vino.
7:1–34. En el c. 7 Jeremías pone al descubierto la enormidad del pecado de Israel. De pie en la
puerta de la casa del Señor, lanza su acusación sobre la asamblea del pueblo que está actuando como
si la estructura construida con manos humanas pudiera impresionar a aquel “a quien no pueden
contener los cielos, por altos que sean”. (1R 8:27). A este Dios lo habían reducido a un ídolo
impotente al que sus adoradores no le permitían abandonar su lugar de residencia ni mucho menos
destruirlo, no importa qué hagan ellos para deshonrarle. En opinión de ellos, la casa en que se debía
reverenciar el nombre de Dios no pasa de ser una cueva en que pueden resguardarse los ladrones
entre una y otra incursión contra sus desgraciadas víctimas. No cabía excusa para la herejía blasfema
de que el templo garantizaba inmunidad contra las consecuencias de actos delictuosos, pues el Señor
había hablado persistentemente contra la profanación de su santidad por medio de sus servidores los
profetas. (v. 25)
Era preciso también recordar a los malhechores lo que el Señor había hecho en Siló. En esta
ciudad a escasos 27 km. al norte de Jerusalén, estuvo guarecido por algún tiempo el arca del pacto.
Pero cuando el cofre sagrado había quedado al nivel de un vistoso adorno, fue capturado por los
filisteos, y la ciudad fue destruida (1S 4; Sal 78:60 y ss.). Además, Efraín, el reino del norte devastado
por los asirios un siglo antes, debía servir de ejemplo aleccionador de que Dios no tolerará por
tiempo indefinido el abuso cometido con su santo nombre. (vv. 3–15)
Asimismo, el tiempo de gracia se había acabado para Judá. Ante la inminencia de la hora del
juicio, Jeremías no debía seguir con su intercesión a favor de ellos. Por desgracia, la única respuesta
que obtuvo a sus súplicas por un cambio de corazón fue una descarada e irrestricta adoración a la
reina del cielo, una deidad astral, patrocinadora de la fertilidad. (vv. 16–20)
La falsa sensación de seguridad que tenía el pueblo provenía no sólo de su idea en cuanto a la
inviolabilidad del templo, sino también de la perversión del propósito de las ceremonias allí
celebradas por orden divina. Tenían firmemente arraigada en su endurecido corazón la teoría
perniciosa de que los ritos de holocaustos y sacrificios practicados en forma mecánica obligaban a
Dios a pasar por alto su oposición al andar por el camino de una conducta moral como él lo había
ordenado. Pese a que Jeremías recurrió a un lenguaje drástico para apartarlos de esa distorsión
pagana de las formas de adoración, no tuvo más éxito que sus predecesores a quienes Dios había
enviado día a día a un pueblo de dura cerviz, desde un mismo comienzo. (21:28; Is 1:11; Am 5:21)
Por todo esto, Judá había llegado ahora a ser la “generación de la ira de Dios”, pueblo cuya
medida de iniquidad había llegado al punto culminante (v. 29; Mt 23:32; 1Ts 2:16). Sin el menor
escrúpulo habían cometido una maldad tan detestable como lo era la de emplazar sus abominables
ídolos en la casa del SEÑOR, y tan repugnante como el sacrificar a sus hijos a los ídolos. Sin duda
alguna, el Señor tenía sobradas razones para ejecutar su amenaza de que el país se convertirá en
desolación. (vv. 30–34)
7:2. Párate a la entrada. Un sermón más breve pero similar fue predicado en el atrio de la casa
del SEÑOR, según 26:1–6. La falsa confianza en la seguridad que brindaba el templo fue una de las
causas fundamentales de la caída de Israel. Así, pues, una segunda advertencia, lanzada en el mismo
lugar que había servido de escenario para su fatal herejía, no sería de ningún modo superflua.
También es posible que el c. 26 dé un resumen de la dramática prédica de Jeremías a los efectos de
aclarar las circunstancias que hicieron que al profeta le arrastraran a la muerte, cosa que se describe
en los versículos inmediatamente posteriores, pero no agregados al c. 7.
7:4 El templo del SEÑOR. Una expresión desafiante que se repite muy a menu-do.
7:10 Estamos a salvo. Creen que pueden esquivar el castigo por sus crímenes cometidos contra
Dios y sus prójimos si usan el templo como ladrones que buscan refugio en una cueva, sólo para
abandonar su escondite para lanzarse a nuevas aventuras.
7:11 Cueva de ladrones. La hipocresía con que el pueblo realizaba sus prácticas de adoración puso
en boca de Jesús esta descripción, y sigue siendo uno de los principales elementos de engaño usados
por Satanás.
7:16 No intercedas. Se repite en 11:14; 14:11; comp. Éx 32:10.
7:18 Reina del cielo. Véanse los pasajes 44:15–19, 25, que hablan de la confianza que se
depositaba en este ídolo.
7:19 ¿Pero no es a mí…? La idolatría del pueblo no tiene efectos perjudiciales para el Dios
trascendente; pero por ser la causa que le mueve a castigarlos por insultarle, tendrán que atenerse a
las consecuencias.
7:21 Cómanse la carne. La carne de los animales sacrificados en los holocaustos tenía en su
totalidad que ser consumida por el fuego. Pero dado que los sacrificios presentados a la manera
como lo hacía el pueblo eran una abominable ofensa a Dios, pocas consecuencias traería si se
refrenaba o no refrenaba al pueblo de comer lo que Dios había prohibido.
7:22 No les dije nada. Jeremías no niega que los ritos sacrificiales de Israel son de origen divino.
Pero para sacar a sus oyentes del peligro de atribuir poderes mágicos a una presentación mecánica de
sacrificios, da a sus palabras un tono desafiante. El punto que él rechaza categóricamente es la idea de
que Dios prescribió ciertos ritos de adoración como sustitutos para la observancia de sus
mandamientos. En Dt. 5:2, 3 se recalca con similar énfasis retórico la afirmación de que “no fue con
los padres de Israel con quienes el Señor hizo este pacto”. (sino con nosotros en el monte de Horeb)
7:27 No te escucharán. También la prédica de Isaías había caído en saco roto. (Is 6:9–10)
7:31 Tofet. Comp. 2R 23:10. “Valle de Bet Hinón” ver 2:23.
7:32 Valle de la matanza. En el lugar preciso en que habían sacrificado a sus hijos, ellos mismos
serían asesinados y quemados.
7:33 Los cadáveres. La profanación de cadáveres se consideraba un bochornoso agravio.
8:1–22 Mientras continúa el presagio de que “vendrán días” en que el lamento por los muertos
insepultos apagarán los “gritos de alegría” (7:32–34), los versículos iniciales de este c. agregan dos
rasgos más al cuadro de los eventos trágicos de aquel tiempo: (1) no solo “los cadáveres de este
pueblo” (7:33) no recibirán un sepelio honorable sino que “sus huesos serán sacados de sus tumbas”
por sus enemigos “ávidos de hallar algún tesoro”; además de esto, (2) “expuestos al sol y a la luna, y
a todas las estrellas del cielo”, los profanados esqueletos servirán de irónico testimonio de lo
insensato que fue la adoración de estas deidades astrales. (vv. 1–3; comp. 7:18)
La causa de este negro destino que espera al pueblo es, como lo expresa el c. 7, “un terco y
malvado corazón” (7:24). Su perpetua “vuelta a las andadas” es contraria a la experiencia humana y al
sentido común. Incluso las aves migratorias, que actúan puramente por el instinto que Dios implantó
en ellas, muestran una mayor responsabilidad ante su Creador que estas criaturas racionales.
“Aferrándose al engaño”, se niegan obstinadamente a “dejarse guiar por las leyes del SEÑOR”. (vv.
4–7)
Sin cesar se ufanan de su sabiduría, y afirman estar automáticamente a salvo del infortunio
gracias a la presencia física de “ la ley de Dios ” en su medio. Pregonada por los mismos hombres a
quienes incumbe la tarea de ser los custodios y maestros de la revelación divina (los escribas, los
sabios, los profetas y los sacerdotes), esta sabiduría absurda es rechazada por la ley del SEÑOR, que
da por tierra con sus al parecer más sólidos principios. Semejante doctrina falsa acerca de la relación
entre el hombre y Dios inevitablemente socava la estabilidad social. La situación se ha agravado hasta
el extremo de que “ todos practican el engaño, desde el más pequeño hasta el más grande; sin
avergonzarse en lo más mínimo (vv. 8–13). Tan inevitable es la situación que amenaza al pueblo a
causa de toda esa iniquidad, que Jeremías ya oye a las víctimas de la invasión clamar en común, pero
en vano, por algún lugar que les dé seguridad. Pero aún el huir hacia las ciudades fortificadas será un
fracaso (vv. 14–15). Como vocero de Dios, Jeremías anuncia la devastación del país entero por un
enemigo tan mortal como serpientes venenosas contra las cuales no hay encantamiento capaz de
anular su peligrosidad. (vv. 16–17)
La visión del inminente descalabro –así afirma el profeta– es tan vívida que su corazón desfallece.
La herida que Israel se infligió no tiene cura. El mejor bálsamo de Galaad, y el más hábil de los
médicos resultan impotentes ante esa enfermedad fatal. El final ya está golpeando la puerta, pues el
Señor no está más en Sión para preservar al pueblo que provocó su ira con sus ídolos. (vv. 18–22)
8:1 Los huesos: Repetidas veces se hace alusión a los “huesos” en este pasaje que suena como
toque de difuntos por la muerte del pueblo.
8:6 He escuchado. El Señor esperó en vano que el pueblo desista de su loca carrera en pos de la
mentira y el engaño. (5; comp. Sal 14:1–3, nota en RV, 1995, Edición de Estudio)
8:8 Los escribas. Los hombres capaces de manejar la pluma para escribir y responsables por la
preservación y exposición de la ley del Señor que ellos han falsificado (“practican el engaño”, como
se traduce en 6:13). La falsificación de la cual se los acusa no se refiere al contenido de los
documentos; antes bien, como lo indica el v.11, pervierten la verdad revelada al decir “paz, paz”,
cuando en realidad no hay paz. (Comp. 6:14)
8:10 Sus mujeres a otros hombres. Los vv. 10–12 son una repetición de 6:12–15, a modo de refrán.
8:13 Yo he dado. Por cuanto el Señor había querido encontrar uvas en la viña, ahora los privará
del sostén físico que les había brindado en los tiempos pasados.
8:14 Hemos pecado. Cuando ya es demasiado tarde y Dios ha resuelto destruirlos, el pueblo se da
cuenta de lo equivocados que estuvieron al haber “pedido paz” cuando en realidad merecían “terror”.
(v. 15; comp. 14:19)
8:20 Pasó la cosecha. Aparentemente, una expresión proverbial que Jeremías oyó decir al pueblo
en el exilio como alusión a su frustrado deseo de liberación.
8:22 Bálsamo en Galaad. El territorio al este del Jordán (Dt 2:36) gozaba de fama como productor
y exportador de una goma o especia apreciada por sus cualidades curativas. (46:11, Gn 37:25; Éx
27:17)
9:1–26 El corazón del profeta está enfermo dentro de él a causa del mal terminal de su pueblo y su
rechazo del remedio capaz de devolverle la salud. Por esto sigue dando salida a su agobiante
angustia, tal como lo hizo en 8:18–22. Su lamento personal y su llamado a las plañideras (v. 17),
como si la muerte ya hubiera ocurrido, no es una barata treta publicitaria. Incluso sus explosiones
emocionales son parte de un intento permanente de llamar a la razón a sus oyentes. En consecuencia,
hallamos lamentos entre los cuales se intercalan nuevos reproches por la culpabilidad; gritos de
dolor alternan con amenazas de una retribución inexorable. La devoción por su país y el amor a sus
habitantes no le empañan la vista respecto de los desenfrenados crímenes que habían destruido el
mismo fundamento de la vida en comunidad. La false-dad, la iniquidad, el mal, la opresión y el
engaño han convertido a la sociedad en una banda de ladrones. Su vida al margen de la ley es tan
repugnante que el profeta preferiría vivir en el desierto para no tener que ver todo esto. (vv. 1–6)
Pero Dios lo ve, y no le queda otra alternativa que castigarlos por esto (vv. 7–9). Esto lleva a un
nuevo lamento, porque en su ira, Dios convertirá en desolación las ciudades de Judá, las dejará sin
habitantes (vv. 10–11). Y si más tarde, algún otro se cree sabio pero no llega a entender por qué está
arruinado el país, desolado como un desierto, habrá de saber que Dios había advertido de antemano a
los adoradores de los baales qué los esperaría por haber seguido tan abiertamente la terquedad de su
corazón en lugar de obedecer su voz y vivir conforme a su ley. (vv. 12–16)
Cuando el Señor haga efectiva su amenaza, el pueblo que había abandonado el país para servir a
sus señores extranjeros sentirá un dolor tan fuerte que se le aconsejará llamar a las plañideras, como
era habitual en los funerales. Pues en efecto, en su país natal había entrado la muerte. (vv. 1722)
El c. termina con la advertencia de que no confíen en recursos humanos o en prácticas mecánicas
de ceremonias. Ni lo uno ni lo otro podrá apartar de ellos el día de ajuste de cuentas. (vv. 23–26)
9:2 Adúlteros. La infidelidad a Dios fue la causa originaria de la serie de crímenes contra sus
semejantes, enumerados en los vv. siguientes. (2:2; 2:20 notas en RV, 1995, Edición de Estudio)
9:3 Conocen. En cuanto al sentido que tiene este verbo para indicar más que una ignorancia mental
véase Gn 18:19; Jue 2:10.
9:4 Hermano. Israel seguía en los pasos de su engañoso ancestro Jacob. Respecto del juego de
palabras que hay en el significado de este nombre véase Gn 25:26. (nota en RV, 1995, Edición de
Estudio, también 27:36)
9:7 Refinarlos. De la escoria del pecado, según la descripción en 6:27–30.
9:10 Gemiré. RV levantaré lloro. Si se retiene la lectura del texto hebreo, lo que se dice en este v.
son palabras de Jeremías, quien en el v. siguiente da la palabra al SEÑOR.
9:15 Ajenjo. Comp. Pr 5:4, nota.
9:17 (Las plañideras) más expertas. Entrenadas para guiar las voces de lamento en los funerales.
(Mt 9:23)
9:19 Abandonar el país. El vocero inspirado por Dios no sólo predice la cautividad babilónica
sino que además anticipa lo completamente avergonzados que quedarán los exilados después de
haber sido devastados.
9:21 Por nuestras ventanas. Personificación de la muerte para describir en términos dramáticos la
matanza en masa por parte del enemigo. (Comp. 15:7–9; 18:21)
9:25 Circuncidado. La RV 1995 Edición de Estudio tiene “a todo circuncidado, y a todo
incircunciso”. Aunque marcado físicamente por la “señal del pacto” (Gn 17:11) el pueblo de Israel no
era mejor que los paganos.
9:26 Se rapan las sienes. Una costumbre pagana, prohibida por el SEÑOR. (Lv 19:27)
10:1–25 “Elegido entre todos los pueblos de la tierra” para ser un “reino de sacerdotes y una
nación santa”, (Dt 7:6, Éx 19:6), “la casa de Israel es incircuncisa en su corazón”, y por lo tanto, en
nada mejor que sus vecinos paganos (9:26). Vez tras vez, Jeremías se vio obligado a acusar a su
pueblo apóstata recurriendo a las formas más crudas de la adoración de ídolos (20:10 y ss.; 27 y ss,
4:1; 7:17 y ss., 30 y s.; 8:19 etc.). Este insulto más grave al Rey de las naciones, el verdadero Dios, el
Dios viviente era no sólo el colmo de la depravación sino también de la insensatez, como Jeremías lo
destacó repetidas veces.
Los primeros 16 versículos de este capítulo registran el más extenso y más acerbo
desenmascaramiento de la confianza en algo que un artífice produjo cortando un árbol en el bosque y
labrándolo con un cincel para finalmente afirmarlo con clavos y martillo (3 y s.). Similares en tono y
contenido a las sátiras de Isaías con respecto a la idolatría (Is 40:18–20; 41:7; 44:9–17; 45:20; comp.
también Sal 115:3–8; 135:1518), las irónicas tiradas de Jeremías llevan en sí el sello de su propia
individualidad. La estupidez de imitar la conducta de las naciones (v. 2) traerá resultados calamitosos.
Arrojando a los habitantes del país, Dios se dispone a echarlos de la ciudad después de que ésta ha
quedado sitiada por el enemigo. (vv. 17–18)
La expectativa del inevitable desastre es para Jeremías tan real que le impulsa a proferir palabras
de lamento con las cuales el pueblo exilado llorará su infortunio que les parecerá tan fatal como una
carpa devastada que nunca jamás será levantada. (vv. 1921). En su espíritu, el profeta oye además el
gran estruendo producido por la embestida del enemigo que viene del norte. (v. 22; comp. 1:13)
Hablando en nombre del pueblo, Jeremías añade una súplica en el sentido de que la justicia de
Dios sea temperada por la misericordia, en atención a la debilidad innata en la naturaleza humana (vv.
23–24; comp. Job 14:1). Como quiera que sea, Dios habrá de derramar su furor sobre las naciones
que tan desvergonzadamente devoran a Jacob para satisfacer sus propias ganas de conquistar. (v. 25;
comp. Sal. 79:6)
10:2 La conducta de las naciones. La “conducta” (el camino en RV 1995, Edición de Estudio) o
estilo de vida es una de las expresiones características de Jeremías (2:36; 3:13 [donde se traduce con
favores]; 3:21; 4:18; 5:4; 6:27; 7:3, 5, 23 etc.). Aún antes de que los israelitas entraran en Palestina,
Dios les advierte que no imiten las costumbres abominables de estas naciones. (Dt. 18:9)
Las señales del cielo. Los eclipses de sol y los de luna eran considerados presagios de desastres.
Los supersticiosos idólatras se aterrorizaron ante dichas señales, pero no temieron (v. 7) al Dios que
extendió los cielos. (v. 12)
10:3 Sin valor alguno (otras versiones traducen: vanidad). Término hebreo que denota que algo es
tan efímero, vacío, insustancial como un soplo de aire. En el libro del Predicador (Ec 1:2) lo de “sin
valor alguno” y “vanidad” se traduce también con ‘absurdo’ (Santa Biblia Internacional). Es una de
las expresiones favoritas de Jeremías cuando habla de ídolos. Ocurre además en v. 15 (no valen
nada), 2:5 (“lo que nada vale”) 8:19 (“dioses inútiles y extraños”), 14:22 (“ ídolos falsos ”), 51:18
(“absurdas”). Isaías emplea la palabra en otro sentido.
10:7 Todos los sabios. Alusión sarcástica al saber sobrehumano que se les atribuía a los ídolos
(comp. Is 44:7). Los había en tal cantidad que se los clasificaba según su autoridad y poder, de modo
que constituían “reinos” o jerarquías.
10:9 Tarsis. Comp.1R 10:22; Ez 27:12. Ufaz. Mencionada además en Dt 10:5, esta localidad
permanece sin identificar. Tal vez es otro nombre de Ufir, célebre por su oro. (1R 9:26)
10:11 Todos los dioses … desaparecerán. El v. entero está concebido no en hebreo sino en arameo,
el idioma de la diplomacia internacional ya en tiempos de Isaías (2R 18:26); más tarde se convirtió en
la lengua popular de Palestina. Jeremías anticipa las dificultades del pueblo exiliado, descritas en
forma sumamente gráfica. Si los israelitas llevados a Babilonia transmitían estas palabras a sus
captores que les habían sugerido adorar a sus ídolos, las respuestas de estos últimos en idioma
arameo no eran difíciles de entender para los cautivos.
10:12 Es él. Los vv. 12–16 se repiten en 51:15–19.
C on su sabiduría comp. Pr 8:22.
10:13 Depósitos. Lenguaje figurado que aparece también en Sal 33:7; 135:7; Job 37:9; 38:22.
10:15 Obras ridículas. Término que se usa también en 51:18, pero en ninguna otra parte del A. T.
Jeremías lo emplea para poner al descubierto la ridiculez de los ídolos.
10:17 Recoge. A los exiliados se les permitió llevar consigo sólo algunos efectos personales al
ponerse en marcha hacia Babilonia.
10:19 Enfermedad. La recuperación de esta enfermedad no se produjo con la rapidez con que el
enfermo lo había pensado en un primer instante.
10:20 Carpa. Comp. 4:20. En Is 54:2 se usa la misma figura retórica para la promesa de la
restauración.
10:21 Los pastores. Comp. 2:8.
10:24 Justicia mitigada por la compasión. Traducción alternativa: “con juicio”.
11:1–23 Usando siempre nuevos giros para expresar la necesidad de Israel de arrepentirse para
evitar la autodestrucción, Jeremías intenta en este c. despertar a sus oyentes de su fatal estado de
complacencia al tildar su apostasía de “revuelta” contra Dios. Su impiedad no fue un pecado
cometido en un momento de debilidad, sino una conspiración deliberada para desafiar a Dios que los
llamaba a la lealtad. Tampoco pudieron alegar que su mala conducta se debía a su ignorancia, pues en
el monte de Sinaí Dios había hecho con ellos un pacto solemne. Conforme a los términos de este
pacto, él sería su Dios y ellos su pueblo, si en respuesta a su inmerecida bondad obedecerían Su voz y
cumplirían Sus mandamientos. Pero siguiendo la terquedad de su malvado corazón, y a despecho de
las persistentes advertencias, Judá no obedeció ni prestó atención a lo dicho.
Por esto, la maldición que pesaba sobre la desobediencia al pacto entrará en vigor. Escogido para
ser su amada (v. 15) o pueblo amado (12:7), a la nación del pacto le espera la inminente destrucción.
La intercesión de Jeremías, y la hipócrita observancia de ritos y ceremonias en la casa de Dios, de
nada servirán para alterar el destino. (1:17)
En tales circunstancias, no puede sorprender a nadie que los rebeldes, fraguando una
conspiración contra Dios, tratarían de silenciar también la voz de su mensajero. Después de que el
Señor había revelado a Jeremías que la gente de su propia ciudad de Anatot buscaban cómo
arrancarle de la tierra de los vivientes, esa misma gente le amenazó de muerte si no desistía de
profetizar en nombre del SEÑOR. Pero tampoco estas inicuas maquinaciones quedarían impunes, pues
en realidad no eran otra cosa que una revuelta más contra Dios mismo. Respondiendo al clamor de
Jeremías de que Dios haga caer su venganza sobre los perseguidores de su enviado, el Señor de los
ejércitos le autorizó para anunciar el mal que vendría sobre los hombres de Ana-tot. (vv. 18–23)
11:2 Pacto. En los 8 vv. siguientes, este vocablo ocurre en cuatro oportunidades más. Abarca todo
lo esencial en la relación que estableció Dios con el hombre. De su uso como sinónimo de ‘religión
bíblica’ hablan por ej. los siguientes textos. Gn 618; 17:2, 10; Éx 24:6–8; Dt 29:1. El libro hallado en
la casa de Dios en los tempranos días del ministerio de Jeremías fue denominado “el libro de la ley”,
2R 22:8, y “libro del pacto”, 23:2 (en RV).
11:3 Maldito sea. Los que se rebelaron contra el señorío de Dios se hicieron a sí mismos objeto
de las amenazas de castigo expuestas claramente en Éx 20:5; Dt 27:1526; 28:15–68.
11:14 No me ruegues. Comp. 7:16–20.
11:15 Carne consagrada. Carne que se ofrecía en diversas clases de ritos.
11:20 Cómo te vengas. El profeta no abrigaba en su corazón y en su ánimo ningún deseo de
venganza personal. Incluso estaba dispuesto a dar su vida para salvar a su pueblo. No obstante, su
causa como vocero de Dios es también la causa del Señor. Los que le dicen ‘no profetices’, de hecho
están diciendo a Dios que él no tiene derecho de imponerles Su voluntad. Por esto, si Dios rechaza la
intercesión de Jeremías, no es porque pensaba que éstas brotaban de un corazón impulsado por
motivos impuros. Al contrario: justifica el ardiente celo del profeta por su Señor cuando éste le
ordena declarar a los hombres de Anatot que se “morirán a filo de espada” y “ por hambre” (vv. 22 y
ss). En términos similares, Jesús amenaza a sus adversarios con que “ no escaparán de la
condenación del infierno”. (Mt 23:33)
12:1–17 Pese a que Jeremías encomendó su “causa” al Señor para que éste se encargue de ella,
quedó perplejo ante la tardanza con que se produjo la administración de la justicia divina. Deseaba
ver “cómo Dios ejecutaría la venganza sobre los enemigos de ambos (11:20). Pero no pasó nada. En
cambio, tanto estos enemigos como también los malvados y engañosos en la nación seguían
floreciendo y prosperando. Difícil resultó para Jeremías armonizar la realidad de su vida diaria con la
convicción de que Dios era justo.
El caso de Jeremías fue rechazado categóricamente por el tribunal. El demandante –así rezaban
las palabras del juez– no tiene ni competencia ni jurisdicción para determinar cómo y cuándo los
criminales convictos y confesos debían ser sometidos a juicio. Con este fallo, se le dice a Jeremías
que confíe en el omnipotente y omnisciente Dios quien sabrá cómo proceder con los que se habían
portado en forma traicionera con Jeremías, y también sabrá “cuándo habrá de comenzar el momento
de su castigo” (11:23). Pues el profeta tendrá que vérselas con misterios aún mayores del gobierno
del Señor. (vv. 1–6)
Entre tanto, él puede esperar tranquilo, con la promesa de que el pueblo malvado no saldrá sin
castigo. En efecto, para aquel que no está atado por consideraciones en cuanto al tiempo oportuno, la
destrucción de su casa y la desolación del país que él escogió para que sea su hermosa parcela para él
todo esto ya son hechos consumados. A pesar de que su ardiente ira le exige dejar a su pueblo amado
en poder de sus enemigos, le duele tener que ver cómo bestias salvajes, pese a actuar por órdenes de
él mismo, han hecho de su hermosa parcela (o viña) un desierto desolado. (vv. 7–13)
Los vecinos malvados que tocaron su heredad serán sometidos al mismo juicio reservado para la
casa de Judá. Sin embargo, también ellos están incluidos en la salvación general cuyo mediador será
la descendencia de Abrahán (Gá 3:16). Si aprenden los caminos que Dios enseñó a Israel, entonces
serán establecidos en medio de un pueblo al cual Dios constituyó para que sea una comunidad
espiritual, sin distinción de razas o limitaciones geográficas. (vv. 1417)
12:1 ¿Por qué…? Jeremías no fue el primero ni será el último en plantear la pregunta: ¿Cómo se
puede armonizar la prosperidad de los malvados con la justicia de Dios? Véase el libro de Job (por
ej. 21:7); Hab 1:5–13; Sal 10; 37; 73; 94.
12:2 A flor de labios. Comp. Is 29:13–14, donde se habla en términos similares respecto de la
hipocresía.
12:5 ¿Cómo competirás con los caballos? Dios no tiene por qué contestar, ni tampoco le da a
Jeremías una respuesta directa a su pregunta “¿por qué?” (v. 1). El problema no existiría si el profeta
tuviese una fe firme, libre de dudas, en la sabiduría superior de Dios, y su poder ilimitado de hacer lo
correcto en el momento correcto. En lugar de someter a Dios a un interrogatorio, la confianza de
Jeremías en la forma cómo Dios maneja las cosas tropezará con menos dificultades una vez que se
vea capacitado para sobrevivir pruebas aún más severas en lo futuro.
La espesura del Jordán. Los bancos en el lecho del río Jordán eran una espesa jungla y una
guarida de leones. (49:19; 50:44)
12:7 Mi pueblo amado. Dios se entristece al ver que el amor que él había derramado sobre su
pueblo escogido fue respondido con un abuso tan malicioso que no pudo menos que “aborrecerlos”
(v. 8) por su abierta rebelión contra él.
12:9 Ave de muchos colores. Así como un ave, fácil de reconocer por su plumaje brillante, es
atacada cuando se mezcla con una bandada extraña, así Israel será hecho pedazos por sus enemigos
extranjeros.
12:10 Pastores. Comp. 6:3 los jefes con sus ejércitos; 23:1.
12:16 Jurar. Comp. 4:2.
Serán establecidos. Pablo usa la imagen de un olivo silvestre injertado en un olivo cultivado para
explicar cómo Dios a su tiempo cumplirá su promesa de incorporar a miembros de naciones paganas
al Israel espiritual. De esta manera, todos los creyentes, sean judíos o gentiles, serán salvos. (Ro
11:13–26; comp. Is 2:2; Jer 16:19)
13:1–27 Dios no permitió que Jeremías entregara a Israel a su suerte. En este c. se describe cómo
el Señor da a su profeta la orden de dejar en claro de un modo inequívoco que la amenaza del juicio
es incontrastable. Así lo confirman una demostración visual (vv. 1–11) y una parábola a modo de
ilustración (vv. 12–14). En cada una de estas enseñanzas, el punto de comparación y su aplicación no
dejan lugar para interpretaciones ambiguas. Un cinturón de lino provee el material para una lección
que se destaca por su dramatismo y objetividad. Esta pieza de la vestimenta masculina que se llevaba
ajustada a la cadera simboliza la estrecha relación que Dios deseaba tener pero no pudo mantener con
el pueblo escogido. Como este cinturón echado a perder por el contacto con elementos
desintegrantes, así el pueblo idólatra ya no servía para nada. Así como una vestimenta fuera de uso se
tira a un montón de desechos, este pueblo malvado ha llegado a un punto de decaimiento espiritual en
que ya no era digno de ser salvado de la mano de sus enemigos. La parábola contiene la misma
lección acerca de la amenaza divina. Al profeta se le indica llamar la atención al hecho simple e
indiscutible de que un cántaro de barro, una vez vacío, se llenará de vino. Así, el Señor llenará de
vino (otra versión: de embriaguez) a todos los habitantes de este país, de modo que ya no estarán en
condiciones de distinguir entre amigos y enemigos, y los condenará a muerte sin piedad ni lástima.
Los versículos restantes de este capítulo son un llamado urgente a que el pueblo preste oídos a las
advertencias expresadas en forma de una acción simbólica y una parábola. Ya se han cernido las
tinieblas sobre la fortuna de la nación. Si el pueblo en su soberbia desoye la advertencia y el llamado
a dar la gloria a Dios, caerá sobre ellos la noche de un desastre tan aplastante que Jeremías se deshará
en lágrimas al sólo pensar en ello (vv. 15–17). El rey y la reina madre serán despojados de sus
insignias reales, las ciudades desde el norte hasta el Néguev al sur de Jerusalén serán cerradas por el
enemigo que les pondrá sitio, y los habitantes de Judá serán exiliados en su totalidad. (vv. 18–19)
A medida que la tormenta desde el norte los arrollará, tendrán que darse cuenta de que la
desgracia y la violencia de que son víctima no la sufren como un incidente de la historia, sino que son
la infalible ejecución del juicio divino por sus muchos pecados. Dios no pudo actuar de otra manera,
porque la depravación estaba demasiado enraizada en la naturaleza del pueblo. Tan saturado estaba
todo su ser, que ya no había posibilidad de cambiar su conducta, así como el etíope no puede cambiar
de piel, y el leopardo no puede quitarse sus manchas. En consecuencia, debían saber que el horror
que les ha tocado en suerte, aunque en apariencia debido a las fuerzas superiores de sus enemigos,
obedecerá a la determinación y a los designios del Señor que no está dispuesto a tolerar por más
tiempo sus abominaciones y vergonzante prostitución.
13:4 El Perat (Éufrates). El gran río a cuyas orillas estaba situada Babilonia. Para llegar allá,
Jeremías tenía que hacer un viaje de más de 644 km. No existen razones para dudar que realizó esta
extensa gira dos veces, según la orden recibida. Sea como fuere, la lección por enseñar es la misma
si el término hebreo para Éufrates (Perat) se toma como referencia a Pará, un lugar mencionado en
Jos 18:23, ubicado a pocos km. al norte de Jerusalén. Otro acto simbólico realizado a plena vista del
pueblo es el que se detalla en 27:2; 28:10. Comp. también Ez c. 4.
13:13 Llenaré de vino. La ejecución del juicio divino se describe como el resultado atolondrador
de “haber tomado de la mano del Señor la copa de su furia”. (Is 51:17; comp. Sal 60:3; Is 51:21; 63:6;
Jer 48:26; 49:12; 51:7)
13:18 El rey y la reina madre. Jeconías (Conías) y su madre aparecen como amenazados también
en 22:26. Véase 2R 24:817; Jer 29:2 respecto del cumplimiento de la amenaza, y 1R 2:18 respecto de
la influencia de Betsabé, la madre viuda del rey Salomón.
13:20 El rebaño. A los reyes se les llamaba pastores en 10:21; 23:1–4.
13:22 Arrancado las faldas. Por lo visto, la humillación en público de una prostituta. (v. 26; 2:20;
Os 2:10; Nah 3:5)
13:25 Mentira. La palabra empleada para “dioses falsos” en 10:15.
13:27 Relinchos. Comp. 5:8.
14:1–15:21 Juicio inexorable sobre una nación incorregible, a despecho de las aseveraciones de
falsos profetas, y pese a la intercesión y el dolor de Jeremías
14:1–22 Por cuanto el pueblo se había mostrado “tan acostumbrado a hacer el mal” que ya eran
incorregibles (13:23), por fuerza tuvo que caer sobre ellos el exterminio total con la espada, el
hambre y la peste (v. 12). El Señor intentó disciplinarlos y corregirlos. Cierto es que, habiéndolos
castigado con una devastadora sequía (vv. 16), aparecerían estar congojados por su reincidencia en
las iniquidades (vv. 7–9). No obstante, seguían con placer el tránsito por la senda del mal. Por eso, al
no tomar a pecho ni siquiera este llamado a un arrepentimiento sincero, no podían esperar que el
Señor hiciera otra cosa que castigar sus pecados (v. 10; comp. 2:27; 4:10). Pues él no está dispuesto a
modificar su resolución de exterminarlos, ni por las intercesiones hechas a favor de ellos por
Jeremías, ni por las vacías ceremonias que practicaban. (vv. 11–16)
Este tétrico destino los espera con una certeza tal que el profeta, al verlo de ante-mano, derramará
amargas lágrimas, como si el duro golpe ya hubiera caído sobre el pueblo (vv. 17–18). Igualmente,
ya suenan en sus oídos los lamentos con que el pueblo humillado confiesa su culpa, rechaza los
dioses falsos, aguarda tiempos de salud y expresa su esperanza en el Dios verdadero. (vv. 19–22)
14:1 Sequía. En hebreo “sequías”. Puede ser que el plural indique la severidad e inusual duración
de la plaga. Puede ser también que esté viva aún en la memoria de los contemporáneos del profeta.
14:2 Ciudades. En hebreo “puertas”. Expresión figurada para quienes habitan en el interior de las
ciudades amuralladas.
14:3 Agarrándose la cabeza. Actitud con que David expresó su aflicción.
14:7 En razón de tu nombre. Comp. Is 48:9; Ez 20:9, 14, 22, 44.
14:10 Vagabundear. Apartarse de “los senderos antiguos, que son el buen camino” (vv. 6–16).
14:11 No ruegues. A pesar de que Dios le había dicho explícitamente que el castigo de su pueblo
ya no admitía demora (7:16), Jeremías seguía lidiando con Dios, como antaño lo había hecho
Abraham a favor de la condenada Sodoma (Gn 18:2233). Se atreve a encarar una vez más al Juez
divino porque tiene un nuevo argumento que presentar. Aboga por clemencia para con las masas,
conducidas por mal camino por parte de los falsos profetas (v. 13). Sin embargo, el pueblo al que
profetizan (v. 16) no tiene excusas para rechazar las persistentes enseñanzas recibidas por el Señor
(7:13; 25:3; 35:14). Respecto de las denuncias contra los profetas heréticos véanse 5:12; 6:14; 8:11,
etc.
14:17 La virginal hija. Dios prometió guardar inviolado a su pueblo escogido para sus sagrados
propósitos.
14:19 Esperábamos tiempos de paz. Quizás un dicho popular que expresaba la desilusión al ver
frustrada su esperanza en una seguridad engañosa.
14:21 Trono glorioso. En el templo.(17:12)
15:1–21 Dios hizo oídos sordos a los ruegos a favor del pueblo (14:11), pero no porque Jeremías
fuera inaceptable como mediador. Hombres de la talla de Moisés y de Samuel habrían corrido la
misma suerte. Verdad es que sus intercesiones en períodos críticos del pasado efectivamente habían
salvado a los israelitas de la destrucción con que el Señor los había amenazado. Sin embargo, a causa
de la impenitencia de Israel en tiempos de Jeremías, aquellos grandes hombres del pasado no habrían
sido más aptos que el profeta de Anatot para despertar en el Señor una disposición menos rígida en
cuanto a este pueblo. Por esta razón, Jeremías debía seguir anunciando que, desterrado de la
presencia del Señor, su pueblo estaba destinado a ir por el camino hacia el juicio implacable mediante
la peste, la espada, el hambre y el cautiverio. Hasta los reinos de la tierra más allá de los confines de
Israel se llenarán de espanto ante la despiadada matanza de los jóvenes y la masacre del resto por la
mano del enemigo. (vv. 1–9)
En lo que queda del c., Jeremías desnuda su alma acongojada ante Dios que reprueba, corrige y
rehabilita a su desencantado siervo. Si el lector se siente inclinado a aburrirse ante esa repetición al
parecer interminable de advertencias dirigidas una vez tras otra a una audiencia impenitente, tendrá
una leve idea por qué el predicador de estos inusuales sermones queda como aplastado bajo el peso
emocional de su frustrante cometido. Es cierto: en ningún momento le faltó coraje para enfrentarse
hasta con las más altas autoridades civiles y espirituales de su nación con una denuncia inequívoca de
sus malas acciones. Pero así y todo, cansado y desilusionado, estuvo pronto para decir con Elías, el
famoso contenedor por la religión verdadera: “¡Estoy harto, SEÑOR, quítame la vida!” (1R 19:4). En
el delirio de una ira reprimida, profiere palabras de una protesta tan violenta contra Dios que bien le
haría merecedor de la acusación de blasfemia. Lejos de ser una columna de hierro (1:18) sino una
caña quebrada, se puso a cuestionar la forma en que Dios administraba la justicia. Su fe pendía de un
hilo. Pero no por eso “cultivó la amistad de los blasfemos” (Sal 1:1), ni siguió el consejo que la
mujer de Job dio a su terriblemente afligido esposo: “¡maldice a Dios y muérete” (Job 2:29). Aun
despotricando contra el SEÑOR, se dirige a él en busca de una respuesta a su problema. (vv. 10–18)
Dios no tarda en acudir en rescate de su vocero desatinado y fanfarrón. Sin entrar en
explicaciones acerca del misterio de la divina providencia (como en el caso de Job), el Señor le
recomienda volver del desierto de la duda a una confianza sin restricciones en la promesa recibida al
ser nombrado “profeta para las naciones” (1:5). Si está dispuesto a ser de nuevo la boca del SEÑOR,
volverá a ser el muro de bronce, igual como lo había sido antes, contra el cual todos los ataques se
estrellarán (comp. 1:18 y s). Será una vida nada fácil, pues los malhechores seguirán peleando contra
él. Pero el Señor le salvará y librará. (vv. 19–21)
15:1 Moisés y Samuel. De su exitosa intervención a favor del arrepentido pueblo de Israel se habla
en Éx 17:11; 32:11 y ss.; Nm 14:13 y ss; 1S 7:9; 12:19 y ss; Sal 99:6.
15:4 Manasés. El abuelo de Josías; durante el reinado de éste, Jeremías inició su ministerio (1:1 y
s.). El reinado inicuo de Manasés se describe en 2R 21; 2Cr 33.
15:6 Cansado de tenerte compasión. Como en los días del diluvio (Gn 6:5–7) Dios no toleraría
por más tiempo que se abuse de su compasión.
15:7 Aventará. Los dispersará como paja sin valor que se lleva el viento durante la trilla. Comp.
4:12; Sal. 1:4.
15:9 La que tuvo siete hijos. El número siete se usaba comúnmente como expresión para una gran
cantidad de hijos (1S 2:5; Rt 4:15). Las madres bendecidas de esta manera verán a sus hijos abatidos
“en pleno día”, es decir, en su temprana juventud.
15:10 ¡Ay de mí! Job maldijo dos veces el día en que había nacido. (Job 3:3; 10:18 y s; comp. Jer
20:14 y ss.)
No he prestado ni me han prestado. Los asociados con Jeremías podrían tener un motivo para
maldecirle si les sacaba una ventaja en transacciones financieras.
15:11 “S ea así, Yahvé ” en el original hebreo. Texto de difícil traducción, da un buen sentido si se
traduce como sigue “El Señor respondió: De veras te libraré para bien, de veras haré que el enemigo
(ya no te maldecirá sino que) te suplique en tiempos de calamidad” como se hace en RV. 1995,
Edición de Estudio. Respecto de las súplicas a Jeremías por parte de los enemigos para que el profeta
interceda a favor de ellos véase 21:1 y s; 37:3; 42:1 y ss.
15:12 Romper el hierro. Los invasores babilónicos venidos desde el norte ejercerán un dominio
inquebrantable sobre sus víctimas.
15:15 Tomar venganza. Comp. 11:20.
15:16 Las devoraba. Como el cuerpo asimila los alimentos, así las palabras del Señor no tenían el
carácter de mensaje impersonal, pronunciado con indiferencia, sino que penetraban en lo más íntimo
de su ser, trayéndole gozo y alegría. (Ez 3:1 y ss.)
15:17 Tú estás conmigo. Lo que Jeremías tuvo que decir no fue de su propia confección; habló
impelido por el encargo y la autoridad divinas. El mismo reclamo aparece en Is 8:11; Ez 3:14; 8:1.
15:18 ¿Por qué? Dios no contesta esta pregunta. Sus hijos “viven por fe, no por vista”. (2Co 5:7)
Torrente engañoso. Jeremías se siente tentado a pensar que “la fuente de agua viva” (2:13; 17:13)
se había convertido en “arroyos inconstantes” (Job 6:15) que no tardan en secarse.
15:20 Muro de bronce. Dios no prometió hacer más fácil el ministerio de Jeremías; simplemente
repite la promesa que le hizo cuando le “nombró profeta para las naciones”. (1:15; 18 y s. Comp.
además 12:5)
16:1–17:27 Afirmación del inminente desastre, dramatizada por el estilo de vida no convencional
de Jeremías, desastre provocado por la encarnizada perversidad de Israel y desencadenado
por el derecho de Dios y su poder para determinar el destino de la generación humana
16:1–21. Cuando Jeremías se quejó de “haber vivido solo” (15:17), condenado al ostracismo por
el pueblo airado a causa de su mensaje, el Señor no le prometió aliviar la carga de su servicio de
embajador. Los versículos iniciales de este c. hablan de exigencias aún mayores de su vida personal.
A los fines de ser una “señal” viviente (Ez 24:24) del temible desastre pronosticado por la palabra
hablada, al profeta se le exige efectuar tres cambios drásticos en lo que comúnmente se consideraba
norma para la conducta social: 1) no casarse, porque familias enteras serían borradas por la espada y
el hambre; 2) abstenerse de participar de los habituales banquetes fúnebres a los que estén de luto,
pues la mortandad será tan general que no habrá sobrevivientes para organizarlos; 3) no aceptar
invitaciones para entrar en una casa donde haya una celebración, porque ya no quedarán motivos para
“expresiones de alegría y de regocijo” (vv. 1–9). Preguntado por mirones desfachatados a raíz de qué
acontecería esta calamidad tan grande, debía responderles: el Señor ya no tendrá clemencia con una
generación que había hecho mal en ir tras otros dioses, en lugar de adorar al Dios de sus
antepasados. (vv. 10–13)
Al mismo tiempo, el desastre que se avecinaba no debía ser el punto final del divino plan de
salvación universal. Antes bien, el Señor hará volver a su tierra a los castigados exilados, para
cumplir así con su promesa pactada (vv. 14–15). Pero primero debían erradicar la adoración de los
detestables ídolos. Todos los que habían profanado la tierra con sus abominaciones, tendrán que
pagar el doble por su pecado. Los ejecutores del juicio divino los pescarán con la facilidad con que
los pescadores llenan sus redes, los cazarán como los cazadores abaten a sus presas. (vv. 16–18)
Mirando hacia el futuro, Jeremías imploró al Señor que sea su refugio en el día de la angustia.
Pero también se alegró al ver aproximarse el tiempo en que las naciones desde los confines de la
tierra rechazarán a los ídolos fabricados por manos humanas y adorarán al único Dios verdadero (vv.
1920). La visión de Jeremías no era un sueño vano; porque el Señor le aseguró que la manifestación
de su poder hará que las multitudes sabrán que su nombre es el SEÑOR. (v. 21)
16:6 Hacerse heridas… raparse la cabeza. Prácticas paganas en conexión con funerales,
contrarias a la ley mosaica. (Comp. Lv 19:27–28; 21:5; Dt 14:1)
16:7 Copa del consuelo. En un banquete preparado por los amigos de los que estaban de duelo, los
huéspedes bebían vino de una copa común para expresar su participación en el dolor.
16:14 Vienen días. Días en que fugaces rayos de sol mesiánicos atravesarán el encapotado cielo
del más profundo abatimiento. Véase 3:14, 18 y s; 4:27; 5:10, 18; 27:22; 30:3; 31:31 y ss.; 32:37 y ss;
33:14 y ss.
16:18 El doble. Al castigo infligido al pueblo en su patria, el Señor añadirá un segundo factor
inesperado: el cautiverio en una tierra lejana.
Cadáveres. Los ídolos, tan impotentes y exánimes como cuerpos de difuntos, profanarán la tierra
del mismo modo como una persona quedaba ritualmente impura por el contacto con un cadáver. (Nm
19:11–22); además, Os. 6:10)
17:1–27 La razón “por qué el Señor presagió todo este infortunio que caería sobre su pueblo” se
expone claramente en 16:10 13. En este c. Jeremías todavía agrega algunos cargos serios al proceso
judicial. El mal obrar que motivaría la deportación del pueblo no era una circunstancia aislada ni un
pecado cometido en un momento de debilidad. Antes bien, era la paga por la depravación arraigada
en la profundidad de los corazones. El diseño de este relajamiento de costumbres aparece como una
“inscripción esculpida con cincel de hierro en tablas de piedra o de metal” (vv. 1–4; comp. Job 19:24).
Además, los que atentaban contra la ley divina no podrán alegar ignorancia en cuanto a la forma
cómo el Señor reaccionaría ante la terquedad de los corazones malvados. Bastaba con recordarles los
principios establecidos por el gobierno divino, reducidos a dos simples alternativas: deificar al
hombre y caer bajo maldición, o confiar en el Señor y gozar de su bendición (vv. 5–8). Debía darse a
conocer, además, que nadie puede ocultar ante los ojos de Dios lo que ocurre dentro de un corazón
engañoso y corrupto. Nadie podrá esquivar la retribución por sus malas acciones, ideadas y llevadas a
la práctica por los deseos de su mal corazón. (vv. 9–11)
Estas palabras incriminatorias que Jeremías estuvo autorizado a dirigir a la gente malvada en
general, le dieron el coraje para exponer su propio caso ante el trono de gloria de la esperanza de
Israel. Sintió la necesidad de ser curado de la herida que horadaba su corazón mientras bregaba
duramente por la causa del SEÑOR. Lo que más le dolía era la demora (o falla) del Señor en
avergonzar a los que se mofaban abiertamente de ese cuento del día de la calamidad que Jeremías
tenía el encargo de anunciar. Los insultos y el odio que tuvo que aguantar le afectaban tanto más por
cuanto no habría proferido las profecías acerca del descalabro si no hubiese tenido el mandato de
hacerlo. Al fin y al cabo, lo que estaba en juego era el honor de Dios si él toleraba que se
desacreditara a su embajador. Dado que sus enemigos le perseguían no por razones personales sino
por ser el portavoz del Señor, el profeta pidió a su Mandante que los destrozara y vuelva a
destrozarlos. (vv. 12–18)
La respuesta del Señor a la solicitud de vindicación planteada por su impaciente servidor no fue
una reprimenda ni un despido del oficio profético. En lugar de ello, le comisionó hablar la palabra
de Dios al mayor número posible de oyentes, y le ordenó hacer frente a los reyes de Judá y a todos
los habitantes de Jerusalén que entran por estas puertas. A medida en que éstos se aglomeraban en la
plaza pública, debía demostrarles cómo la maldita autodeificación o la bendita confianza en el Señor
(vv. 5–8) se manifestaban en las respectivas actitudes. El ejemplo concreto de Jeremías debía ilustrar
cómo la observancia o la transgresión de la ley del sábado revelaba quién era el que dominaba en el
corazón: el Señor, o la codicia pecaminosa. El compromiso sin reservas con el Señor garantizaba a
la nación Su permanente presencia en medio de ella; el repudio flagrante de su llamado a la
obediencia avivaría las llamas de la destrucción en las puertas y los palacios de Jerusalén. (vv. 19–27)
17:1 Los cuernos de sus altares. La sangre de las ofrendas sacrificiales vertida sobre el altar en un
meramente exterior rito de expiación no podía borrar el pecado de Judá. Solamente a los adoradores
penitentes se les aseguraba el perdón, simbolizado en las mencionadas ceremonias. (Lv 4:7; 16:18; Éx
27:1 y ss.)
17:2 Imágenes de Aserá. Comp. Gn 28:18, nota; Jue 2:13; Jer 2:20.
17:5 Se apoya en su propia fuerza. (Otra versión más ajustada el original heb.: “pone carne por su
brazo”, comp. RV, 1960). Porque “toda carne es hierba” la confianza en recursos humanos es necia
idolatría. (Is 40:6; Sal 103:15 y ss.)
17:8 Á rbol plantado junto al agua. El mismo lenguaje se usa en el Sal. 1.
17:9 No tiene remedio. “Incurable”; comp. 15:18; 30:12.
17:11 La perdiz. Habiendo empollado huevos puestos por otra clase de ave, la perdiz descubrirá
bien pronto que la nidada ajena la abandonará.
17:19 Puerta del pueblo. Pese a que en los textos 20:2 y 37:13 se menciona una puerta denominada
“de Benjamín” este texto en el original hebreo (de Benjamín) bien puede referirse a una entrada para
los “hijos del pueblo” (así en VR 1960), o sea, una puerta por la cual entra y sale todo el mundo,
reyes o plebeyos, sacerdotes o laicos.
17:21 El día sábado. En Is 56:2 se habla de la observancia del mandamiento referido al sábado;
pero esta observancia puede servir también de piedra de toque para la obediencia a la ley en un todo:
La carga prohibida consistía en artículos ofrecidos en venta por quienes buscaban ganancias
deshonestas. (6:13; 22:17)
18:1–23 Jeremías recibe la orden de bajar a la casa del alfarero para recibir allí una lección
objetiva en los principios que rigen el gobierno divino y a los cuales el Señor se atiene tanto en la
redacción como en el cumplimiento de sus promesas y amenazas. Lo que el profeta ve hacer al
alfarero cuando la vasija que estaba modelando se le deshizo en la mano, esto había de servir como
parábola dramatizada acerca de la manera cómo el alfarero celestial procede con el barro que él
transformó en hijos e hijas de Adán. Sin embargo, el punto de comparación se limita expresamente a
un solo paso en el operar del hombre que trabaja en el torno. Este hombre no descarta la porción de
barro cuando el producto no resulta satisfactorio, sino que lo remodela para formar otra vasija. De
igual modo el Señor se reserva el derecho soberano de librar a la casa de Israel o cualquier otra
nación del mal de ser echado al montón de desechos de la historia si el barro de los corazones
humanos da muestras de ser manejable, es decir, no endurecido ni resistente al llamado de volver de
su mal camino. Pero asimismo puede acontecer también lo contrario. La promesa de Dios de
construir y plantar una nación no se hace efectiva en forma automática. Si el pueblo de Israel hace lo
malo, desoyendo la orden del Señor de enmendar su conducta y sus acciones, él se arrepentirá del
bien que había pensado hacerles, y preparará una calamidad contra ellos. (vv. 1–11)
La respuesta negativa que Jeremías recibió a su solemne declaración puso en evidencia que los
corazones de sus oyentes, endurecidos por su terquedad y sus caprichos personales, no resultaban
dúctiles como para permitir una remodelación. (v. 12; comp. el mismo veredicto en 7:24; 9:13 y s.;
11:8; 13:10; 16:12; 23:17)
Lo que hizo Israel para que el Señor decidiera elaborar un plan en contra de ellos no fue una leve
desviación del comportamiento ideal. Sus malas acciones eran el fruto de una depravación tan
irracional y tan antinatural que ni entre las naciones paganas “se ha oído algo semejante”. En
consecuencia, el castigo estará a la altura del crimen. En el día de su calamidad, el Señor dejará
desolado a su país, objeto de burla constante para todo el que pase por él. Los esparcirá delante del
enemigo y los expulsará al exilio (vv. 13–17). Esta severa acusación no hizo más que incrementar la
resistencia de Israel a ser remodelado. La hostilidad contra el mensajero de Dios creció desde la
obstinación (v. 12) hasta la resolución de tramar un plan con la idea de acallar por siempre la molesta
voz del profeta. (v. 18)
Para protegerse de los protervos jefes y su plan de asesinarle, Jeremías acude al Señor que le
había prometido ponerle como ciudad fortificada “contra los reyes de Judá, sus autoridades, sus
sacerdotes, y contra la gente del país” (1:18). En una apasionada súplica por vindicación, le pide a
Dios que lleve a cabo sus amenazas de castigar sin misericordia a sus perseguidores a quienes el
Señor le había enviado para anunciarles dicha amenaza como palabra del Señor en los vv. 15–17 y en
reiteradas otras ocasiones (comp. por ej. 4:6 y ss; 5:6 y ss, 9:20 y ss; 13:24 y ss.; 15:7). El
endurecimiento de sus corazones -sostiene Jeremías- había llegado a un punto tal que el Señor ya no
podía perdonar su iniquidad. (vv. 19–23)
18:8 Arrepiente. El verbo comúnmente usado para describir el remordimiento que siente una
persona por haber cometido un pecado se aplica aquí al cambio de actitud que Dios asume ante la
forma cómo el pueblo responde a sus promesas o amenazas. (Comp. 6:6 y s.; Éx 32:14; Nm 23:19; Jer
26:3)
18:9 Construir y plantar. Aquí y en el v. 7 Dios usa el mismo lenguaje como en el llamado de
Jeremías para el cargo de embajador. (1:10)
18:13 La virginal Israel. Comp. 14:17.
18:14 Líbano. Monte Hermón, o Sirión, montaña cubierta de nieves eternas. (comp. Dt 3:8 y s)
Este v. contrasta la constancia que impera en la naturaleza inanimada con la antinatural vuelta de
Israel a “ídolos inútiles”. (v. 15)
18:17 Viento del este. Comp. 4:11; 13:24.
18:18 El sacerdote… el sabio… el profeta. Los guías espirituales rechazaron la advertencia de
Jeremías de que “estaban engañando al pueblo con su proclama: ‘Paz, paz’, cuando en realidad no
había paz” (8:8–12; 4:9 y s., 14:13 y ss.). En vez de hacer caso de las palabras del profeta, convinieron
en usarlas como cargos falsificados, a la manera como lo hicieron los opositores de Jesús cuando
tramaron cómo tenderla a Jesús una trampa con sus mismas palabras y luego lo acusaron de “agitar a
nuestra nación”. (Mr 12:13, 2; Lc 12:53 y s.; 23:2)
12:20 Me presenté ante ti: Jeremías intercedió por su pueblo hasta que el Señor le prohibió
hacerlo. (7:16; 11:14; 15:1)
18:21 Sus hijos: No por ello, el castigo que Dios amenazó infligir (y luego lo hizo) fue menos
pavoroso: “Hambre y espada” habrán de consumir “a sus esposas, sus hijos y sus hijas” (14:16).
Comp. además Sal 137:9.
18:23 No perdones. Vendrá “el día de la ira” en que el Señor ya no borrará sus pecados. (2Co 6:1 y
s; Heb 3:7 y ss. Sal 95:8 y ss.)
19:1–15 Obedeciendo a una segunda directiva divina, Jeremías dio expresión a la amenaza de
castigo a Judá mediante otra parábola dramatizada (comp.18:1 y ss.). Como punto de comparación
aparece nuevamente el cántaro de barro de un alfarero. Llevado fuera del muro de la ciudad, dicho
cántaro debía ser roto en mil pedazos para no poder ser reparado nunca más.
Antes y después de que Jeremías cumpliera con la orden recibida, explicó el significado de esta
acción dramática. Fue una lección objetiva de la manera cómo Jerusalén y Judá serían hechas
pedazos.
Para anticiparse a las objeciones de que el pueblo escogido no tenía porqué esperar un vuelco tal
de los acontecimientos, Jeremías usó como prefacio a la acción simbólica una revelación de los
horrendos crímenes del pueblo. El mismo lugar donde estaban oyendo sus palabras y viendo la
destrucción del cántaro, fue un testigo mudo y a la vez elocuente del abismo de depravación al que se
había precipitado el pueblo. Pues allí mismo, en el valle de Ben Hinón y en un lugar llamado Tofet, se
los acusó no sólo de quemar incienso a otros dioses sino también de haber llegado al extremo de
quemar a sus hijos en el fuego como holocausto a Baal. El horror de la guerra caería sobre ellos,
forzándolos a incurrir en canibalismo. El descalabro se extendería no sólo al lugar extramuros donde
se habían cometido esas monstruosas atrocidades, sino que el Señor haría pedazos a esta nación y a
esta ciudad, como quien hace pedazos un cántaro de alfarero. (vv. 1–13)
Jeremías quería que este oráculo de perdición llegara al mayor número posible de oyentes. Por
esto retornó de Tofet y se paró en el atrio de la casa del SEÑOR, donde pudo repetir ante todo el
pueblo lo dicho momentos antes. (vv. 14–15; comp. 7:2)
19:2 La puerta de los alfareros. Muy posiblemente, otro nombre para la puerta del Basurero, que
llevaba del basural de la ciudad al valle de Hinón al sudoeste de Jerusalén. (Neh 2:13; 3:13 y s; comp.
Jer 2:23)
19:4 Sangre inocente. La de los niños, que no habían merecido ser ejecutados.
19:6 Tofet. Comp. 7:31 y s; Is 30:33.
19:8 Objeto de burla. Palabras muy similares a las de 18:16.
19:9 Se coman la carne. Pronosticado en Dt 28:53; cumplido de acuerdo con Lm 2:20; 4:10.
19:13. Astros de los cielos. Comp. 7:18.
20:1–18 Cuando Jeremías “se paró en el atrio de la casa del SEÑOR” (19:14), el sacerdote Pasur
usó su autoridad como “ oficial principal de la guardia del templo ” (Hch 4:1; 5:24) para castigarle
por su osadía de “hablar contra este lugar santo” (Hch 6:13). Después de haber mandado que le
golpearan por su blasfemia, le hicieron pasar la noche puesto en una especia de picota, con la
intención de ridiculizar y desacreditar a ese sacrílego charlatán. Sin embargo no agobiado por el
dolor físico ni acobardado por la oposición oficial, Jeremías hizo pública la amenaza de muerte
contra la nación apóstata con mayor énfasis y en forma más directa que antes. Al “destructor desde el
norte” (4:6; 6:22; 10:22) le identificó como Babilonia. Una de las víctimas de la guerra y la
deportación sería Pasur (vv. 1–6). En este episodio, Jeremías dio la prueba de ser una “columna de
hierro” (1:18) a la cual ninguna oposición podía doblegar. Sin embargo no se nos presenta como
héroe auto-proclamado. Los vv. restantes del c. revelan la desesperada necesidad que tenía de que
Dios le fortaleciera con el vigor espiritual imprescindible para el desempeño de la tarea tan poco
grata que le aguardaba. Se puso a discutir con el Señor por haberle asignado una tarea para la cual se
sentía temperamentalmente incapaz. Tenía una aversión natural a ser el permanente hazmerreír de la
gente. No era amante de controversias, y no obstante, tenía que anunciar a gritos “ violencia y
destrucción”. Incluso intentó ignorar el impulso divino de hablar como un profeta inspirado. Hasta le
aterrorizó el cuchicheo de sus amigos de tiempos pasados que esperaban que tropiece.
A fin de sobreponerse a su frustración y su miedo, tenía que hacer memoria de que el Señor le
había prometido estar con él “para librarle” (1:8), de modo que sus perseguidores no lograrían
hacerle daño. Impaciente a causa de la demora de su vindicación, pero al mismo tiempo esperanzado
de que el Señor no tardaría en intervenir, le ruega que le haga ver su venganza sobre sus enemigos
(vv. 1–12). Ese ruego no sólo aplacó sus temores sino que también le dio el coraje de alabar al Señor
cual si éste ya le hubiera liberado del poder de los malvados (v. 13). Sin embargo, en el momento en
que apartó sus miradas del Señor y las dirigió a su propio interior, recayó en los lúgubres lamentos
por su triste suerte. Destinado como estaba para ver problemas y aflicción, y vergüenza al servicio del
SEÑOR, deseaba no haber nacido jamás. (vv. 14–18)
El repentino cambio anímico desde el canto de alabanza al Señor (v. 13) a la más profunda
melancolía (vv. 14–18) no sorprenderá a nadie que haya lidiado con Dios en las noches de insomnio
de la duda. Pues sabe por experiencia propia que no es nada imposible recaer en auto-conmiseración
y agresiva queja en el mismo momento en que uno pensaba tener un fuerte asidero para su fe si se
atenía a las promesas de Dios.
20:1 Pasur. Nombre de algunos sacerdotes y oficiales principales de la guardia del templo. (21:1;
38:1; Neh 7:41; 10:3)
20:2 Puerta de Benjamín. Aparentemente, el nombre de dos puertas: una en el muro de la ciudad, y
la otra en el precinto del templo. Las dos daban hacia el norte. (37:13; 38:7; comp. 17:19)
20:3 Terror por todas partes. Haciendo un juego de palabras con este nombre, el propio Pasur
aparece como la personificación de la amenaza de muerte que él había declarado “blasfemia”. Otros
nombres que son a la vez un mensaje viviente aparecen en Is 7:3; 8:3 y s.
20:6 Profetizaba mentiras. Jeremías no tuvo que esperar mucho tiempo para que se produjera su
desagravio personal por el maltrato que había sufrido por Pasur. Su atormentador será exiliado a
Babilonia, y allá morirá, por haber contradicho la palabra de Dios que en su nombre había anunciado
Jeremías. Referencias a las falsas profecías se hallan en 8:11; 14:13; 23:17.
20:7 Me sedujiste. El primer significado que este verbo tiene en hebreo es “persuadir a una
persona a actuar de una manera determinada”. Por lo común se refiere a la incitación a cometer un
delito. Así una mujer puede ser “persuadida” a cometer adulterio o fornicación (Éx 22:16). Pero el
mismo verbo se usa también cuando un hombre “persuade” a una mujer a ser su esposa hablándole
con ternura (Os 2:14). En este texto declara Jeremías que no llegó a ser profeta por voluntad propia.
Fue necesario “persuadirle” a aceptar un cargo que no le traería más que pena y dolor. Respecto de la
seducción de los falsos profetas véase 1R 22:22; Ez. 14:9.
20:9 Un fuego ardiente. Al confesar su poca inclinación a ser profeta, Jeremías da al mismo
tiempo un testimonio acerca del misterio psicológico de la inspiración divina. Mediante la milagrosa
acción de Dios, Jeremías llegó a ser el instrumento para la transmisión de la verdad infalible.
20:10 Escucho a muchos decir con sorna. (en el original: cuchicheando) Comp. 11:19; 18:18.
20:12 Tu venganza. Comp. 11:20: la venganza del Señor que hace justicia a los perseguidos y
oprimidos.
20:14 ¡Maldito el día! La misma vehemente protesta por el tipo de existencia para la cual fue
destinado por nacimiento brotó también de los labios de Job. (Job 3:2–19;10:18; el mismo deseo de
que la muerte ponga fin a su miseria lo expresa también Elías, 1R 19:4)
20:16 Las ciudades. Sodoma y Gomorra, Gn 19:24 y s.
20:17 No me mató (RV 1995) el sujeto de la frase es “Dios”.
La próxima sección mayor del libro de Jeremías (cc. 21–38) contiene una colección de oráculos
que surgen de la confrontación del profeta con los infieles guías de Israel. Reyes, profetas y
sacerdotes pusieron más empeño en hacer fracasar el plan de salvación universal de Dios, que en
promoverlo. Pestilencia, espada, hambre y exilio los aguardan tanto a ellos mismos como al pueblo
llevado por ellos al mal camino. Sin embargo, el Señor de las naciones dirigirá la historia del mundo
en manera tal que del Israel castigado y restaurado brotará un vástago justo en la persona del Rey,
Profeta y Sacerdote mesiánico. Su gobierno, su palabra y sacrificio proveerán un escape de la
maldición del pecado para todo el género humano.
Otro rasgo distintivo de esta sección es que en casi cada una de sus partes se le dice al lector en
qué tiempo y bajo qué circunstancias “ la palabra del Señor vino a Jeremías ”, a diferencia de los cc.
precedentes, en que se ofrece apenas un dato u otro referente a la historia. Sin embargo, el arreglo de
los eventos no obedece exclusivamente a su secuencia cronológica. Así, por ej., el c. 21 relata un
incidente que ocurrió en los años postreros del gobierno de Sedequías, último rey de Judá. Por otra
parte, el c. 25 nos cuenta lo que Jeremías dijo durante el reinado de Joacim, que ascendió al trono
más de 10 años antes que su hermano Sedequías.
21:1–14 En tiempos de Sedequías, el rey babilónico Nabucodonosor “marchó con todo su ejército
y atacó a Jerusalén” (2R 25:1). Una delegación enviada por Sedequías le solicitó a Jeremías “
consultar al SEÑOR, ” para ver si tal vez, el Señor quisiera hacer otro de sus milagros, como el
milagro que había hecho para derrotar a los asirios en los días de Ezequías (2R 19:35). La respuesta
del Señor, el Dios de Israel, selló la suerte de la ciudad. En vez de acudir en ayuda de sus defensores,
el Señor peleará contra ellos con la peste, la espada y el hambre. Al rey y a los sobrevivientes de los
horrores del asedio los entregará en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia. (vv. 1–7) La única
alternativa para salvar su vida sería rendirse al enemigo como presa del vencedor. (8:10)
Pese a que Sedequías era un descendiente de la dinastía de David con la cual el Señor había hecho
un pacto solemne (2S 7:22 y ss.) no tendrá descendencia. Los reyes de Israel no necesariamente serán
déspotas arbitrarios. Pero si hacían oídos sordos a la demanda de hacer justicia, se acarrearán la ira
encendida del Señor que nadie podrá extinguir. La ciudad del rey y su palacio, a pesar de estar
ubicados sobre una roca como torre que dominaba la llanura circundante, no ofrecerán protección.
(vv. 11–14)
21:1 Pasur. No es la misma persona que se menciona en 20:1.
Sofonías. Mencionado otra vez en 29:25; 37:3. El Sofonías que aparece como “el sacerdote de
segundo rango” en 52:24 quizá no sea la misma persona.
21:2 Nabucodonosor. En hebreo y arameo bíblico Nebukadnezar, o más exactamente
Nebukadrezar (El Dios) Nebo, protege a mi heredero” (2R 24:1; etc.).
21:4 Caldeos. Comp. Job 1:17. Pueblo semita radicado al sur de Mesopotamia.
21:8 Vida… y muerte. La elección de alternativas cruciales es representada también como
bifurcación en el camino, Dt. 30:15, 19.
21:9 El que se rinda. Los desertores salvaban su vida. (38:2; 39:9; 52:15)
21:12 Cada mañana. El hacer justicia era algo que se debía ejercer sin dilación.
21:13 Reina del valle. Jerusalén, que sobresalía del paisaje alrededor, parecía ser una roca
inexpugnable.
22:1–30 Según el c. 21, Jeremías fue enviado para anunciar el juicio divino a Sedequías, el último
rey de Judá, y luego se le dio la autorización para acusar a toda la casa del rey David (21:12). En este
c., el orden de las acusaciones del profeta es a la inversa. Las primeras exhortaciones y advertencias
se dirigen a un rey no mencionado por nombre, que representa a todos los que ocuparán el trono de
David. Si no obedecen estas palabras de admonición, esta casa se convertirá en un montón de ruinas.
(vv. 1–19)
Luego, a los tres reyes inmediatamente anteriores a Sedequías se los coloca en orden
cronológico. El destino de cada uno demostrará cómo la amenaza lanzada contra la dinastía entera
afectará a cada uno de sus miembros en particular. La suma total de sus mandatos apenas llegó a
cubrir una década. Dos de ellos eran hijos de Josías, en cuyo decimotercer año Jeremías fue instalado
en su oficio (1:12). El tercero era nieto del mismo rey piadoso. Por el primero, Salún, llamado
también Joacaz, no debían llorar ni hacer lamentaciones, por cuanto nunca volverá ni verá más la
tierra en que nació; una vez que el faraón Necao le hubo depuesto y llevado a Egipto (10:12; comp.
2R 23:31 y ss.) Joacim, a quien el faraón Necao nombró en lugar de su her-mano, no saldrá impune
por derramar sangre de inocente y practicar opresión y violencia al ponerse a competir con el
programa edilicio de Salomón. A su muerte, las circunstancias habrían de ser tales que
imposibilitarán sepultarle en forma decente (vv. 13–19; 36:30; comp. 2R 23:36–24:6). Conías, más
conocido con el nombre Joaquín, sólo reinó tres meses antes de ser llevado junto con su madre a
Egipto, donde ambos murieron. (20:30; comp. 2R 24:8)
22:1 Ve a la casa. Desde el área del templo al palacio real, situado en un nivel inferior.
22.3 Practiquen la justicia. Las mismas instrucciones que le dieron a la casa de David, comp.
21:12.
22.3 Sangre inocente. Incluso la de un profeta del Señor. (26:20 y ss.)
22:6 Galaad… Líbano. Aun cuando la casa del rey de Judá fue de tanto aprecio para el Señor
como lo fueron el fértil territorio de Galaad y la cumbre arbolada del Líbano para el pueblo, Dios no
titubeará en dejarla en un estado de desolación, semejante a un desierto y una ciudad deshabitada.
22:7 Los cedros más hermosos. Así como fueron talados los majestuosos cedros del Líbano, Dios
derribará a los hombres prominentes de la nación.
22:20 Sube. La exhortación va dirigida a Jerusalén. Los habitantes iban a tener motivos para hacer
oír sus lamentos por todas partes: desde las alturas del Líbano, desde el monte Hermón que se yergue
sobre el distrito montañoso al E. del Jordán; desde Aberín donde Moisés había tenido una fugaz
visión de la Tierra Prometida (Nm 27:12; Dt 32:49). Conducidos por el mal camino por sus guías,
llamados “pastores”, gemirán como una parturienta al sufrir las consecuencias de su “maldad”. (vv.
22 y s.)
Amantes. Llamados ídolos en 3:1 y aliados foráneos en 4:30 y 30:14. Es un término usado como
paralelo de “pastores” en el v. 20.
22:23 Ay de los que habitan en el Líbano. El rey y sus nobles se sentían tan seguros como las aves
en su nido construido en las copas de los cedros.
22:30 Sin hijos. En su registro genealógico, ninguno de los descendientes habrá de llevar el título
de “rey”, aun cuando tuviera hijos (1Cr 3:17 y s.), y su nieto Sorobabel vendrá a desempeñar un papel
de importancia en los años posteriores al exilio babilónico. (Ez 3; Hag 1:1; 2:2)
23:1–8 El procesamiento de los pastores malvados (c. 22) continúa en los versículos iniciales de
este c. Dios seguirá sus pasos y les dará su merecido por el mal desempeño de sus funciones y por la
maldad con que han dispersado y mal encaminado al rebaño que el Señor había confiado a su
cuidado. (vv. 1–2; Sal. 80:1; 95:7). Sin embargo, Dios no permitirá que esa maldad frustre su
anunciado propósito de que la descendencia de Abraham sea el instrumento para “bendecir a todas las
familias de la tierra”. (Gn 12:3)
A fin de llevar a cabo su plan de salvación universal (16:19) primero hará volver al resto del
cautiverio babilónico (vv. 3–4). Luego dispondrá el curso de la historia de una manera tal que
vendrán días en que él establecerá el reino mesiánico sobre la tierra. De la raíz del linaje de David
hará brotar un vástago o descendiente. A diferencia de los reyes de Israel, este Descendiente será una
persona enteramente justa (Zac. 3:8; 6:12 y s; comp. también Is 4:2; 9:7; 11:1). Como lo indica su
nombre, sus súbditos obtendrán también un beneficio particular de su señorío. Les dará la posibilidad
de llamarle: El Señor es nuestra Justicia. Invocando sus méritos antes de que Dios establezca su trono
de justicia, ellos, a pesar de ser en sí mismos “pecadores injustos”, serán llamados justos (vv. 5–8; Ro
3:21–26). Y esta promesa, Dios la cumplió en “Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios
sabiduría, justificación, santificación y redención”. (1Co 1:30)
El lenguaje y los conceptos de la profecía se mueven entre cumplimiento preliminar y final, entre
“sombra” y “lo que ha de venir”. (Col 2:17) La reunificación de Israel y Judá en una sola nación es
una señal de la unidad espiritual del reino mesiánico. Salvado de la extinción en Babilonia, y con el
permiso de morar seguro (v. 6) en su patria, el Israel según la carne anticipa la bienaventuranza
perfecta que espera al Israel según el Espíritu. El Gobierno de pastores buenos alcanza su estado de
plenitud cuando Jesucristo reinará con sabiduría en el país y pondrá en práctica el derecho y la
justicia para los que estaban sujetos a condenación bajo la ley.
23:4 Pastores. En cuanto a la profecía anticipada acerca del Buen Pastor véase Ez 34; el
cumplimiento se describe en Jn 10:1 18.
23:6 El Señor es nuestra salvación. Si el nombre del Rey se traduce como una frase (el Señor es
nuestra victoria; versión Dhh) y no como una combinación de dos sustantivos a modo de aposición,
(Jehová, justicia nuestra, RV, 1995), el contexto requiere la siguiente interpretación: El Señor lleva
este título porque es por medio de él que llegamos a ser justos ante los ojos de Dios.
23:9–40 No solamente los reyes (21:123:8) sino también el conjunto de hombres a quienes el
Señor había confiado el cuidado espiritual del “pueblo de su prado” (Sal 95:7) profanaban su oficio
sagrado, mediante su enseñanza falsa y vida licenciosa. En numerosas ocasiones Jeremías puso en
evidencia lo que eran (2:8, 26; 5:31; 14:13–16; 27:9 y s., 16–18; 32:32). En los vv. restantes de este c.
desarrolla un amplio panorama de su tergiversación criminal de la verdad divina y anuncia su juicio
definitivo en el año de su castigo (v. 12). Las santas palabras del Señor que el profeta tuvo que
proclamar son tan terroríficas que al mismo proclamador se le estremecen los huesos como si fuera
un borracho, tal el impacto que le causaron. (vv. 912)
Pero no puede sino hablar en esta forma, pues los profetas de Jerusalén carecen de todos los
requisitos que debe reunir un portavoz del Altísimo: (1) En lugar de ser un ejemplo de piedad para el
rebaño, fortalecen las manos de los malhechores cometiendo crímenes tan execrables como el
adulterio (vv. 13–15); (2) En vez de reprender a quienes se comportan de una manera pecaminosa,
como era su deber cuando estaban en el consejo del Señor para atender a su palabra, alientan y
fortalecen en su pueblo falsas esperanzas asegurándoles que no les sobrevendrá ningún mal (vv. 16–
22); (3) Lejos de reverenciar al Señor Todopoderoso que llena los cielos y la tierra y ante el cual no
se puede ocultar hombre alguno, dan valor de profecías a las mentiras y delirios de su mente y se
cuentan unos a otros sus sueños, y ni se les ocurre hablar con fidelidad de la palabra de Dios, que por
contraste es como fuego, y como martillo que pulveriza roca; (4) En lugar de confesar sinceramente de
qué carga o mensaje se trata cuando el pueblo les pregunta: “¿Qué ha respondido el SEÑOR?”, ellos
distorsionan las palabras del Dios viviente. Si continúan usando el término “la carga del SEÑOR”
cuando no es más que la palabra de un hombre cualquiera, ellos mismos llegarán a ser una carga
para el Señor, el cual los afligirá con un oprobio eterno, y una humillación eterna. (vv. 33–40)
23:11 En mi propia casa. Los ídolos fueron colocados hasta en el templo. (2R 21:5; Ez. 8:6 y ss.)
23:15 Alimentos amargos (en el original: ‘ajenjo’). Comp. 9:15; Pr. 5:4. Ajenjo: planta medicinal
de sabor amargo, que a veces se usaba con bebidas fermentadas, como el vino o vinagre, para aliviar
el dolor. (RV 1995)
23:17 Que gozarán de bienestar. Otros ejemplos de esa irresponsable forma de mimar a los
malhechores se hallan en 4:10; 6:14; 14:13; Is 30:10.
23:18 En el consejo del SEÑOR. Ellos no gozaban del privilegio de estar asociados íntimamente
con el SEÑOR, como fue el caso con aquellos otros profetas a quienes él había encomendado la tarea
de “revelar su secreto”. (Am. 3:7)
23:19 El huracán del SEÑOR. La misma amenaza aparece en 30:23 y s.
23:20 Al final de los tiempos. Lo que significa esta frase, usada a menudo por el profeta, se puede
ver en Is. 2:1.
23:25 He tenido un sueño. Más de una vez. Dios usó sueños para revelarse a los hombres (Gn
28:12 y s. Nm. 12:6; Jl 2:1; Mt. 1:20; 2:12, 19). Pero estos falsos profetas engañaban al pueblo con
“sueños mentirosos (v. 32) productos de los delirios de su mente”. (v. 26)
23:27 Se olvida de mi nombre. A los profetas que con sus propias enseñanzas contrariaban las
enseñanzas reveladas por Dios, se los sindicaba como impostores. (Dt 13:1 y s; 18:21 y s.)
23:33 El mensaje (el vocablo hebreo también significa ‘carga’) del SEÑOR. Por lo común, la
palabra ‘carga’ se aplica al peso o bulto que lleva una persona o una “bestia de carga” (17:21; 2R
5:17). Pero por trasferencia, tiene también el significado de ‘mensaje’ o ‘declaración’ (Is 13:1). En los
vv. 33–40 Jeremías juega con este doble sentido. Cuando el pueblo pregunta con sorna: “¿Qué
mensaje (otras versiones, ‘carga’, ‘oráculo’) tenemos del SEÑOR?” (v. 33), la respuesta será:
“Ustedes mismos son una carga para el SEÑOR que él no está dispuesto a llevar por más tiempo, sino
que los echará de su presencia (v. 39), a pesar de que los he guiado como lo hace un padre con su
hijo”. (Dt. 1:31)
24:1–25:38 Profecías inalterables: el futuro de Israel y la historia del mundo, bajo la figura de
dos canastas de higos y la copa de la ira del Señor
24:1–10 Por cuanto Jeremías, a diferencia de los falsos profetas (c. 22) “ha estado en el consejo
del SEÑOR” (23:18), recibió una visión de lo que en verdad será el transcurso de los eventos en la
historia futura de Israel. El Señor le mostró dos canastas, una de las cuales contenía higos muy
buenos, y la otra, higos muy malos. Estas dos cosas, tan comunes y corrientes, llegan a ser lecciones
objetivas acerca de la verdad revelada.
Higos buenos son para el Señor los exiliados a los cuales Nabucodonosor había llevado a
Babilonia después de haber sacado de Jerusalén a Jeconías junto con todos los artesanos, etc. (22:24 y
ss.; 2R 24:1016). Castigados, humillados y sinceramente arrepentidos, ya no se opondrán a que el
Señor les dé un corazón nuevo, de modo que él podrá mirarlos favorablemente y hacerlos volver a su
tierra natal. Los higos malos son el pueblo que quedó en Jerusalén sin ser llevado al cautiverio. Por
persistir en su autosuficiencia e impenitencia serán exterminados de la tierra de sus antepasados.
(Comp. Dt 28:37)
24:1 El SEÑOR me mostró. Otros objetos de conocimiento común a los cuales se les asigna un
sentido simbólico son una rama de almendro (1:11), una olla que hierve (1:13), los vasos de un
alfarero (cc. 18 y 19), y un yugo. (27:2)
24: Higos muy buenos: Considerados una fruta deliciosa (Is 28:4; Os 9:10). Tal vez se los ofrecía
como frutas tempraneras (Éx 23:19). Si los higos malos, igualmente “expuestos delante del templo
del SEÑOR” se tenían también como frutas que sirven al mismo propósito, ello significaba una
descarada expresión de desprecio hacia el SEÑOR. Presentar algo defectuoso era una abominación
ante él. (Mal 1:6–14)
24:7 Un corazón que conozca. En la terminología bíblica, ‘conocer ’ tiene un significado más
amplio que una mera ‘cognición intelectual’, comp. Dt 9:24.
24:8 En la tierra de Egipto. Los que habían sido llevados allá por el faraón Necao (22:10 y ss.; 2R
23:31–34) o los que habían buscado refugio en aquella tierra ante la invasión de los babilonios.
25:1–38 Desde el comienzo de su ministerio “en el decimotercer año” de Josías (1:2) hasta el
cuarto año de Joaquim, veintiséis años más tarde, Jeremías había hablado en repetidas ocasiones a
todo el pueblo de Judá. De acuerdo con el resumen en los vv. 1–7, lo que les dijo era diametralmente
opuesto a las falsas verdades propaladas por aquellos cuyas versiones no procedían de la boca del
Señor (23:16). Como estos impostores embaucaban a sus oyentes diciéndoles que “gozarán de
bienestar” (23:17), Jeremías declaró en términos inequívocos que si no desistían de provocar al
Señor corriendo tras otros dioses, el desastre total era inevitable. Pero el pueblo no había obedecido
la verdad predicada por Jeremías durante más de dos décadas y por todos sus siervos los profetas que
el Señor les había enviado constantemente en el pasado.
Pero el Señor de los ejércitos no estaba dispuesto a que se burlen de él por más tiempo. Tenía a
mano un siervo al cual le encargó la tarea de ejecutar el juicio sobre su pueblo apóstata y todas las
naciones vecinas. Este siervo era Nabucodonosor, el rey de Babilonia. En estos mismos momentos se
estaba poniendo en marcha hacia el sur desde Cárquemis en el Éufrates superior, donde había
derrotado al faraón Necao en el año 605 a. C. (46:2; 2R 23:29). Ese azote ‘desde el norte’ (1:14; 4:6)
reducirá todo el país a horror y desolación, obligando a sus habitantes a servirle por espacio de
setenta años. Entonces los babilonios, llamados también los caldeos, serán a su vez castigados por su
iniquidad (vv. 8–14). Pues el SEÑOR, el Dios de Israel, por cuya orden debía ser destruida Jerusalén,
la ciudad que llevaba su nombre, dará los pasos pertinentes para que también todos los habitantes de
la tierra reciban su merecido castigo (v. 29). La desolación que les espera se describe con frecuencia
como proveniente de una copa de vino de ira que Jeremías, en su calidad de copero divino, los
obligará a beber. Ninguna nación, ni las potencia mundiales como Egipto y Babilonia ni alguno de
los estados de menos importancia, estará en condiciones de negarse a tomar la copa de la mano del
profeta y beberla. (vv. 15–29)
Para que nadie piense que la suerte que correrán los reinos e imperios, mencionada por vía de
ejemplo, es solamente una contingencia de la historia, le da instrucciones a Jeremías para detallar los
motivos de la terrible caída. El destino no sólo del pueblo de su rebaño sino también de todas las
naciones de la tierra queda así sellado porque el Señor insiste en litigar contra toda carne según las
leyes inalterables de su justicia. No hay resistencia posible. Pues el Señor rugirá desde lo alto, tronará
su voz desde Jerusalén hasta los confines de la tierra. (Am 1:2; Jer 2:11; 3:16)
Desdeñando cualquier intento de oposición él tiene sobrada razón para gritar como los que pisan
la uva en un lagar (30:31). La gran tempestad del juicio tendrá un efecto tan devastador que no
quedarán sobrevivientes para enterrar a las víctimas del Señor (vv. 32–33). Tan segura será la
materialización de la matanza y la dispersión en la forma como fue anunciada, que el profeta puede
llamar a los pastores o reyes a estallar en llantos y gemidos y gritar como si ellos mismos y su
rebaño ya hubiese sufrido la ardiente ira del SEÑOR. (vv. 34–38)
25:6 La obra de sus manos. Los ídolos. (1:16; 10:3 y s.)
25:9 Mi siervo. Designación que reaparece en 27:6; 43:10. En Is. 42:1 se aplica este término a
varias personas.
25:10 El molino… y la lámpara. Un silencio mortal y una oscuridad impenetrable apagarán los
gritos de gozo y alegría.
25:11 Setenta años. Por la computación de este lapso véanse los textos 2Cr 36:21 e Is 23:15.
25:13 En este libro. El registro de todas las palabras que Dios habló a Jeremías hasta el cuarto año
de Joacim fue quemado por el rey, lo que hizo necesario escribirlo en un rollo nuevo, tarea que
realizó Baruc según lo que le dictaba Jeremías (c. 36). La frase “hasta el día de hoy” (v. 18) puede
haberse incorporado en esta segunda edición.
25:14 Les daré. A los Babilonios.
25:15 Esta copa de mi ira. Comp. 13:13.
25:17 Todas las naciones. En los vv. siguientes se las enumera según su ubicación en una línea que
va desde el sur (sudeste y sudoeste) hasta el norte (noreste y noroeste). Los oráculos dirigidos a todas
ellas se hallan en los cc. 46–51, que en la Septuaginta, la traducción del A. T. al griego, siguen a las
palabras “en este libro”, v. 13 del c. 25.
25:26 Babilonia. El texto hebreo tiene “Sheshach” (o Sesac como también en 51:21), criptograma
que alude a Babilonia. Conocida como Athbash, la última letra del alfabeto fue sustituida por la
primera, y la penúltima por la segunda, etc.
25:30 Ruge. Comp. Am 1:2; Jl 2:11; 3:16.
26:1–29:32. Las profecías inalterables acerca del juicio cuestionadas por los falsos profetas.
30:1–24 Obedeciendo al mandato divino recibido, Jeremías preanunció el juicio inexorable sobre
una nación que se hallaba en flagrante rebelión contra el Señor de los ejércitos. Esta misión
impopular la llevó a cabo sin importarle que hombres que pretendían hablar en nombre del mismo
Dios, le pusieran en ridículo y le hicieron oposición (cc. 26–29). Sin embargo, la orden recibida era
no sólo para “destruir y demoler” sino también para “construir y plantar” (1:10). Como lo
documentan los cc. 30–33, se le dio autorización para elaborar los “planes de bienestar” concebidos
por Dios y detallados brevemente en los vv. 10–14 del c. precedente y también en otros pasajes.
(16:14)
La visión de bendiciones futuras que le fue concedida contempla en lo que a enfoque y tiempo se
refiere, el período desde la restauración nacional de Israel en el futuro más inmediato hasta la
liberación de la humanidad de las ataduras espirituales en la era mesiánica. No existía el peligro de
que el futuro mostrara que se había equivocado. El Señor le ordenó escribir en un libro todas las
palabras de su profecía, porque ellas resistirían el examen de los tiempos por venir. El punto
panorámico del tiempo en que se originó la visión era el exilio. La dispersión del pueblo escogido
no sólo había ocurrido ya, conforme a la predicción, sino que incluso se iba acercando a su fin, una
vez alcanzado su propósito punitivo. (vv. 1–3)
La convulsión que acompañaba el derrumbe del imperio babilónico llena de terror los años de
exilio. Se teme que el cataclismo universal terminaría en una situación aún peor. No obstante, en este
tiempo de angustia, el Señor encaminará el evento de una manera que Jacob será liberado de ella.
Pues lo usará para dar inicio a aquel día en que levantará a un David cuyo reino universal no tendrá
fin. (vv. 4–9)
Dirigiéndose en forma directa al pueblo que todavía permanecía en la tierra de su cautiverio,
Jeremías les da la seguridad de que Dios puede y quiere disponer el camino de toda la nación de tal
suerte que los descendientes de Jacob no quedarán borrados de la historia como lo querían sus
opresores. Justamente castigados, pero bondadosamente devueltos a una vida en paz y tranquilidad, a
los sobrevivientes del exilio se les acordará de nuevo el cargo de siervos de Dios y se les confiará el
papel para el cual el Señor los había escogido. (vv. 1011)
Desde un punto de vista humano, ellos realmente estaban condenados a la extinción. Pues la herida
que se les había infligido a causa de sus pecados escandalosos parecía incurable. No obstante, el que
los hizo estallar en gritos de dolor, es capaz también de restaurarlos. Pues desatará una tempestad
huracanada sobre los enemigos que hacían creer que la pobre Sión no le importaba a nadie. (vv. 12–
17)
Después se le concede a Jeremías una visión acerca de los resultados que tendrá la intervención
de Dios a favor de su afligido pueblo. Traídos de vuelta a su patria, harán resurgir sobre sus ruinas a
la ciudad de Jerusalén, entonarán cánticos de gratitud por la restauración de sus fortunas, y verán
restablecida su comunidad. Pero con todo esto, su bienestar físico y nacional no será un fin en sí
mismo.
Renovada su propia relación con Dios fundada en el pacto, serán sus instrumentos para reparar
también la relación rota de la humanidad con su Creador. En efecto: de entre ellos surgirá un Príncipe
y un Gobernante, la sola persona con las credenciales para acercarse al trono de justicia como
intermediario de un mundo pecador (vv. 18–21). Al final de los tiempos se hará evidente que la
resistencia ofrecida por los malvados a los propósitos del corazón de Dios será barrida por el fiero
torbellino de su ira (vv. 23–24)
30:2 Un libro. Otra referencia a un registro escrito de las palabras de Jeremías se halla en 25:13;
36:2.
30:3 Vienen días. Son los días que arrancan con el derrumbe de Babilonia y se extienden hasta los
últimos días de la era mesiánica. (8:24; 23:5, 7; 31:31; 16:14)
30:6 Las manos sobre las caderas. Los hombres estallarán en gritos como mujeres con dolores de
parto. (4:31; 6:24)
30:7 Jacob. La promesa de restauración se hace no sólo a las 10 tribus del reino del norte,
llamadas a menudo Jacob o Israel, sino también a ‘Israel y Judá’. (v. 3, 3:7)
30:9 David. El vástago justo que surgirá del linaje de David, que aquí lleva el nombre de su
ancestro real. (23:5; Ez 34:23; 37:24; Os 3:5; Lc 1:32 y s.)
30:11 Con justicia. Comp. 10:24. Los vv. 10–11 reaparecen en 46:27.
30:14 Amantes. Aliados. Comp. 22:20.
30:21 Acercaré hacia mí. El sumo sacerdote del antiguo pacto no debía acercarse, so pena de
muerte, al santo Dios, pese a su propia autoridad y carácter. El Gobernante y Príncipe venidero, que
combinará las funciones de rey y de sacerdote, tendrá acceso al trono divino sin presentar
previamente sacrificios por sus propios pecados en razón de no tenerlos. (Heb 27:26 y ss)
31:1–40 En los 40 vv. de otro c., Jeremías dice nuevamente que vendrán días en que el Señor
restaurará las fortunas de su pueblo (30:3). Las reiteradas aseveraciones acerca de las inmerecidas
bendiciones del Señor no son una simple pérdida de tiempo y espacio. Pues el corazón humano,
“engañoso más que cualquier otra cosa y desesperadamente corrupto” (17:9) es tan reluctante a
aceptar los dones de la misericordia divina como proclive a ignorar las insistentes llamadas al
arrepentimiento. Atento a esta debilidad humana, el Señor hace hablar a Jeremías por extenso del
tiempo aquel en que todas las familias de Israel, ahora dispersadas y esclavizadas a causa de su
apostasía, serán reunidas una vez más en su patria y juntas elevarán sus voces de adoración en Sión.
La liberación del desierto de su exilio será un milagro de la gracia como aquel que liberó a sus
ancestros de la esclavitud en Egipto sólo porque “ contaban con el favor ” divino (Gn 33:1216). Pues
únicamente el amor eterno y la inalterable fidelidad es capaz de ver a Israel como una virgen después
de haberse “prostituido con muchos amantes”. (vv. 1–6; 3:1)
Tan asombroso es el hecho de que el Señor haya salvado a su pueblo, que el mundo de las
naciones es llamado a cantar jubiloso en honor de Jacob. A su vez, los redimidos entonarán sonoros
cánticos en las alturas de Sión porque ni aún los prisioneros en las tierras mas distantes y los que
padecen de dificultades físicas serán dejados atrás. (vv. 7–14)
Todo esto exige que se tenga confianza en las promesas de Dios. En la escena contemporánea no
había nada que pudiera hacer pensar en semejante cambio en el curso de la historia. En efecto: si
Raquel, ascendiente común de los benjaminitas y algunas tribus norteñas aún estuviese en vida, se la
podría oír llorar por sus hijos, abatidos, llevados al cautiverio y desaparecidos. Sin embargo, el
Señor también le diría que seque sus lágrimas, porque sus hijos volverán del país enemigo. (vv. 1517)
El Señor escuchó como se lamentaban por su conducta en el pasado, al reconocer que se habían
comportado como un ternero sin domar. Castigados y avergonzados, imploran al Señor que los
restaure y acepte como suyos (vv. 18–19). Y el Señor no desoye sus penitentes ruegos. Entra en
consejo consigo mismo. Su disposición a tratarlos nuevamente como hijo amado y niño preferido a
pesar de su caprichosa insolencia es un misterio de amor, que se escapa a una explicación racional (v.
20). Pero es la pura verdad que él está por convocar a la recuperada virgen Israel para que vuelva a
sus ciudades. De no dar una respuesta apropiada, volverá a mostrarse como hija infiel, reacia a creer
que el Señor ha creado algo nuevo. (vv. 21–22)
Para vencer dudas e incredulidad, el Señor en su bondad hace que Jeremías repita siempre de
nuevo la promesa de redención. En otros cinco oráculos más, que llenan lo que resta del c., los
pusilánimes y los que abrigan dudas reciben la renovada garantía de un futuro glorioso: (1) Jerusalén
será aclamada de nuevo como “morada de la justicia” (vv. 23–26); (2) La tierra de Israel y Judá será
repoblada y gozará de prosperidad; cada ciudadano reconocerá su responsabilidad individual en la
vida comunitaria (vv. 27–30); (3) El Señor promoverá también el tipo de reconstrucción espiritual
necesaria si ellos habrán de ser su pueblo, y él su Dios. Por cuanto ellos quebrantaron el pacto que
Dios hizo con sus padres, él no solamente lo renovará sino que también creará la motivación interior
para guardarlo. La respuesta a este nuevo pacto será una compulsión espontánea de observar la ley
divina que él pondrá en su mente y escribirá en su corazón. Seguirá siendo un pacto de gracia. Si ellos
sufren una recaída en lo que a una obediencia perfecta se refiere, él perdonará su iniquidad y no se
acordará más de su pecado (vv. 3134); (4) La materialización del reavivamiento del pueblo escogido
no puede fallar. Pues la promesa respectiva la hace el mismo Dios que puso en movimiento el
universo y tiene cuidado de que no se hunda en el caos (vv. 35–37; 33:20 y s; Is 54:9 y s.); (5) Una
visión final le muestra a Jeremías una Jerusalén reconstruida torre por torre y puerta por puerta. (vv.
38–40)
31:1 Todas las familia de Israel. Restaurado en el favor de Dios, el pueblo escogido ya no será
dividido por contiendas intestinas como ocurrió a partir de la muerte de Salomón. La eliminación de
la brecha entre el reino del norte (Israel, Efraín y Samaria) y el reino del sur (Judá) restablecerá la
adoración en conjunto “en las alturas de Sión” (v. 12). La restaurada unidad en la fe prefigurará
también los lazos de hermandad con los cuales el Señor unirá a todos los creyentes unos con otros en
una comunión de los santos, redimidos de las ataduras del pecado por su Hijo. (Jn 10:16)
31:7 La mejor de las naciones. Israel debía su preeminencia sola y únicamente a la elección del
Señor para que sea su instrumento en bendecir a todas las naciones. Esta distinción inmerecida
explica también el otorgamiento de otros títulos honoríficos similares: “mi primogénito” (v. 9; Éx
4:22); “hijo amado”, “niño preferido”. (v. 20)
31:14 Colmará de abundancia. Gracias a la restaurada prosperidad, el pueblo estará en
condiciones de brindar el sustento a los sacerdotes tal como se exige por ej. en Lv 7:34.
31:15 Ramá. Ocho km. al norte de Jerusalén. Allí falleció Raquel en el parto cuando ella y su
esposo Jacob estaban viajando a Belén (Gn 35:16; 1S 10:2). Llorando desde su sepulcro la pérdida de
su descendencia por obra de un despiadado conquistador, volverá a derramar amargas lágrimas
cuando las madres de Belén lamenten la muerte de sus hijos muertos a mano de Herodes. (Mt 2:17 y
s.)
31:16–17 Tus obras. Sus dolores de parto y sus trabajos relacionados con la crianza de hijos no
serán en vano, porque un “remanente de Israel” (v. 7) sobrevivirá y retornará a su patria.
31:18 Hazme volver. El verbo hebreo que ocurre dos veces en esta frase, frecuentemente denota un
retorno al Señor del hombre arrepentido (3:12, 14, 22). Una restauración, sea física o espiritual, sólo
se puede producir cuando la opera el SEÑOR.
31:22 Regresará a su esposo. (Otra versión: la mujer cortejará al varón; RV 1995). El resultado
del acto creador de Dios es “algo nuevo” que antes no existía. La restauración de Israel tendrá
resultados para los cuales no existen precedentes. Ya no habrá necesidad de hombres fuertes para
mantener en jaque a los intrusos. Las mujeres tendrán medios suficientes para rodear a sus maridos
con las defensas adecuadas.
31:26: Desperté. La revelación que había tenido Jeremías era como un sueño agradable. Como él,
también Jacob despertó de su sueño en el cual había tenido una visión de ensueño. (Gn 28:16)
31:27 Simiente de hombres y de animales. La población humana y los rebaños de animales
crecerán como si fuesen brotes de las semillas que la mano del Señor dispersó sobre la tierra.
31:29 Uvas agrias. Si el pueblo se quejase por considerarse víctima de un error judicial,
incurriría en la actitud de hijos que se quejan de que se les destemplaron los dientes cuando en
realidad, los que comieron uvas agrias no fueron ellos sino sus padres. En aquellos días en que Israel
gozará de nuevo del favor de Dios, (32:38) los redimidos ya no seguirán mencionando a aquella
comparación para desligarse de la responsabilidad por sus maldades (Dt 34:16, Ez 18). La sentencia
de que ‘cada uno morirá por su propia iniquidad’ (v. 30) estaba en desacuerdo con la amenaza de
Dios en Éx 20:5: “Cuando los padres son malvados y me odian, yo castigo a sus hijos hasta la tercera
y cuarta generación.” (Comp. Jer 32:18)
31:31 Un nuevo pacto. El término ‘pacto’ para describir la manera cómo Dios restablece la
relación de ‘Benefactor bondadoso’ para con la humanidad rebelde ya aparece en Gn 9:8. Lo que
Dios resolvió hacer para que Israel y todos los pecadores puedan llamarse “mi pueblo” (v. 33) se
concretó en este nuevo pacto sellado con la sangre del único Mediador entre Dios y los hombres. (Éx
24:8; Lc 22:20; 1Co 11:25; Heb 8:8–13)
31:33 En su corazón. La inscripción creativa y transformadora de la voluntad divina en el corazón
de los hombres fue necesaria para poner en acción al pueblo porque la raíz de su pecado yacía en su
perversa y terca voluntad de “obedecer ciegamente a su malvado corazón”, como Jeremías lo destaca
en tantas oportunidades. (3:17; 4:4, 14; 5:23; 7:24, etc.)
31:34 Conoce al SEÑOR. No se trata de un nuevo conocimiento intelectual sino de un
reconocimiento de una relación sagrada (24:7). El nuevo pacto crea la convicción de que
pertenecemos a la familia de Dios, convicción que nos auto-identifica y que está al alcance de todos “
desde el más pequeño hasta el más grande ”.
31:38 Reconstruida. Con los ojos del alma, Jeremías ve a la santa ciudad surgir de sus ruinas.
Referencias a la “torre de Jananel” y a la puerta de la Esquina se hallan en Neh 3:1, 28; 2R 14:13.
“Gareb” y “Gra” quedan sin identificar. El “valle donde se arrojan los cadáveres” es el valle de Bet
Hinón. (Jer 19:2)
32:1–44 Aquí, la promesa de redención, proclamada en los dos cc. anteriores es realzada por una
visualización de lo que significa actuar con la convicción fundada en la fe, de que “para el SEÑOR,
nada es demasiado difícil” (vv. 17, 27). Jeremías recibe la orden de llevar a la práctica lo que había
estado predicando. De acuerdo con los vv. 1–5, el evento en cuestión se produjo cuando según
cálculos humanos, esperar la sobrevivencia de Israel era un desatino completo. Dentro de pocos
meses, así pronosticaba Jeremías, la ciudad de Jerusalén será rodeada por las rampas de ataque de
Nabucodonosor, y no quedará piedra sobre piedra. Los esfuerzos del profeta para apartar la tragedia,
llamando al arrepentimiento al rey y a los habitantes, serán pagados con el encarcelamiento del
molesto pronosticador en el patio de la guardia del palacio real.
A todo esto, cuando vino a verle su primo pidiéndole que le compre un lote de terreno, propiedad
de la familia en su pueblo natal de Anatot (1:1) y actualmente en manos del enemigo, Jeremías le
compró este campo por diecisiete monedas de plata, firmó la escritura, la selló y pagó el precio
convenido. Por más ridícula que podía aparecer semejante transacción, Jeremías vio en ella el
mandato de Dios de hacer que su acción reafirmara con más fuerza aún que su prédica, la certeza de
que las casas, los campos y los viñedos volverían a ser ocupados por el pueblo que ahora parecía
estar condenado a la extinción. (vv. 6–15)
Tal como lo hiciera también en otras circunstancias penosas, Jeremías actuó en obediencia a los
impulsos de la palabra de Dios. Sin embargo, esta ocasión sirvió para demostrar cómo la fe tiene que
luchar contra la duda, incluso en el corazón de un profeta. Pero también sirvió para demostrar de qué
manera se obtiene la victoria. El profeta discutió su problema con el SEÑOR. Conocía y era capaz de
citar todo un arsenal de verdades bíblicas en apoyo de la exhortación de no cuestionar el poder de
Dios, su sabiduría, su justicia y su bondad. No obstante, la aplicación del axioma doctrinal a la
dificultad del momento presente no era cosa tan fácil. No le entraba en la cabeza qué sentido podía
tener comprar un campo cuando la ciudad estaba a merced del enemigo invasor, los caldeos. (vv.
1625)
El Señor acudió en ayuda de su desconcertado siervo. La dificultad de Jeremías, dijo, era su falla
de actuar también en este caso con plena confianza en los principios básicos de la fe tal como lo
había manifestado en su oración. Si se atenía en la práctica a su denodada confesión de que “para
Dios no hay nada imposible” (v. 17; comp. v. 27), no preguntaría por más tiempo si la adquisición del
terreno de su propiedad pero situado en una región conquistada por el enemigo, tenía sentido o no,
pensando en el futuro. Para desbaratar la infundada duda de Jeremías, el Señor procedió a “predicar
al pie de la letra” lo que Jeremías había dicho en cuanto al milagro del juicio y la gracia que
ocurriría en el futuro de Israel. Al Dios de toda la humanidad, que había dado a Nabucodonosor,
Conquistador del orbe entero, la orden de ser el ejecutor de su ira sobre su pueblo porque éste no
había hecho otra cosa que maldades, se le podía creer también cuando decía que “se regocijará en
favorecerlos”, precisamente como Jeremías había anunciado que lo haría (vv. 26–41). Así, la compra
de la propiedad en Anatot venía a ser una señal de la restauración de toda la tierra a sus legítimos
dueños. (vv. 42–44)
32:1 En el año décimo. “En el cuarto mes del año siguiente, los babilonios” abrieron una brecha
en el muro de la ciudad. (39:2)
32:2 El patio de la guardia. Cómo fue que a Jeremías le echaron allí se relata en los cc. 37 y 38.
32:7 El derecho de comprarlo. Por los pasos legales a seguir este caso véase Lv 25:25; Rt 4:5.
32:8 Vino a verme. El primo de Jeremías atravesó las líneas del enemigo durante un intervalo en
el asedio cuando Nabucodonosor tuvo que rechazar una incursión del ejército del faraón. (37:11 y s.)
32:9 Compré el campo. En el N. T., la compra de este campo y las 30 monedas de plata (siclos)
pagados como salario a Zacarías (11:12 y s.) se citan como la predicción profética de la adquisición
del campo del alfarero. (Mt. 27:9)
32:14 La copia sellada… la copia abierta. Una copia del contrato se enrollaba y sellaba para
impedir que alguien la abriera. La otra quedaba abierta para una rápida y fácil consulta.
32:17 No hay nada imposible. En su respuesta a la oración de Jeremías, Dios repite la aserción de
éste en forma de una pregunta retórica (v. 27). De la misma manera preguntó a Sara. (Gn 18:14)
32:28 Así dice el SEÑOR. Lo que dijo acerca del pecado de Israel y su castigo es como un eco de
las palabras inspiradas que había dicho Jeremías. (Véase, por ej., el c. 7)
32:35 Moloc. Nombre ridiculizante que se daba a Baal. Véase Lv 18:21.
32:40 Pacto. El mismo término de amplio significado lo usó Jeremías para describir la relación
que el Señor establecerá con su castigado pueblo (31:31). Será un pacto eterno. Dios nunca cesará de
suministrar la fuerza para un compromiso de todo corazón con su voluntad, que aquí y en otros
lugares se llama “temor” de Dios. (Dt 6:13)
32:44 En los alrededores. En la tierra de Benjamín, al norte, en las ciudades de la Shefelá o la
región montañosa de la llanura, en el oeste, en el Néguev, al sur. (Gn 12:9; Jos 15:21; Jer 17:26)
33:1–26 Lo que se escribe aquí es una conclusión apropiada de las profecías acerca de las
bendiciones futuras, ordenadas de una manera que una sigue a la otra, comenzando por el c. 29. La
palabra del Señor que vino a Jeremías por segunda vez en momentos en que se hallaba en prisión (v.
32) puede aparecer como una reiteración superflua de las buenas nuevas proclamadas con tanta
frecuencia y claridad que a nadie de debía resultar difícil entenderlas. Pero si al mismo Jeremías le
hacía falta escuchar una y otra vez las cosas grandes y ocultas que proclamaba, (comp. c. 32), era
evidente que el evangelio de la no merecida salvación de la humanidad también debía ser repetido
una y otra vez si había de cumplir con su propósito no sólo de combatir la oposición innata con que
tropezaba, sino también de evitar que la fe en ese evangelio comience a flaquear. (vv. 1–3)
No puede sorprender, por lo tanto, que en las profecías anotadas en este c. no aparezca nada
esencialmente nuevo. Contrariamente al falso optimismo difundido por los profetas mentirosos, aquí
no se intenta en modo alguno minimizar, igual que antes, la ira de Dios provocada por el pecado, y la
severidad del castigo que esperaba a los pecadores impenitentes (vv. 4–5). Pero Jeremías se refiere
también una vez más a la futura vida de Israel y de Judá en paz y prosperidad después de haber sido
perdonado su pecado y su rebelión. (vv. 6–13)
Además, como ya fue el caso con visiones anteriores acerca del eterno plan de Dios para la
salvación de la humanidad, la visión de Jeremías con respecto a las ‘cosas buenas’ que habían de
ocurrir no se limita al retorno del pueblo escogido desde el exilio, sino que se entiende también a los
días y al tiempo en que el ‘vástago’ brotado del linaje de David establecería su reino universal de
gracia. Al describir, en este pasaje, los beneficios que traerá dicho reino, Jeremías da un panorama
más detallado que el referido en 23:5 y s. Los súbditos del Rey no solamente estarán facultados para
llamarle “el Señor de nuestra justicia”; a más de esto, y en virtud de su justicia que les será imputada,
ellos mismos llevarán el sagrado nombre de “ El Señor es nuestra Justicia ”. Tendrán pleno acceso al
trono de Dios gracias a Su mediación, prefigurada por los sacrificios presentados por los sacerdotes
de Israel. También las muchas y específicas promesas se cumplirán con la misma certeza con que
Dios hace que se alternarán los días y las noches. (vv. 14–26)
33:2 Nombre. Por el nombre propio “SEÑOR” véase Éx 3:15 (nota en RV, 1995, Edición de
Estudio).
33:4–5 Las casas…. derribadas. Los últimos días de Jerusalén se nos describen en un lenguaje
lacónico que hace entrever los frenéticos esfuerzos para salvar a la ciudad. Derribarán las casas para
fortificar el muro. (Is 22:10) Pero será un intento tan desesperado como vano. El lugar que habían
ocupado los edificios se llenará de los cadáveres de los defensores.
33:9 Motivo (nombre) de gozo. Ya no sucederá que “todos los que pasen por ella se quedarán
espantados al ver su completa destrucción”. (18:16; 19:8, Dhh)
33:11 Grito de gozo. El reverso del caos y de los lamentos cuando las ciudades sufrían las
consecuencias del pecado con que se les había amenazado en 7:34; 16:9; 25:10 y s.
33:15 Un vástago justo. Comp. 23:1–8 y 23:6.
33:17 Nunca les faltará un descendiente. Sedequías fue el último de los descendientes de David
que reinó en Jerusalén. El trono del rey mesiánico “será afirmado para siempre” (comp. 2S 7:1, 6,
13). Este Rey otorgará rango real a sus súbditos. Ellos “reinarán con él” “por los siglos de los
siglos”. (2Ti 2:12; Ap 22:5; 3:21, comp. también Mt 25:34)
33:18 Sacerdotes levitas. Sacerdotes de la tribu de Leví (Dt 18:1). La promesa de un “sacerdocio
eterno” (Nm 25:13) se hará realidad, porque el Vástago mesiánico será sacerdote “para siempre para
los que por medio de él se acercan a Dios” (Heb 7:2128). La hueste innumerable de aquellos que han
sido reconciliados con Dios mediante su sacrificio perfecto “llegarán a ser un sacerdocio santo, para
ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta”. (1P 2:5, 9, Ap 1:5 y s.; 5:9 y s.)
34:1–36:32 Anuncios proféticos de muerte a raíz del comportamiento de los reyes y el pueblo en
general
34:1–22 La advertencia que Jeremías dio al rey Sedequías de que se sometiera a los invasores
babilónicos (cc. 27 y 28) cayó en saco roto. Como consecuencia, Nabucodonosor y todos sus aliados
combatieron contra Jerusalén y contra las ciudades de Judá que aún quedaban. A raíz de esto Dios
envió al profeta de nuevo al rey para avisarle que la continuación de la resistencia conducirá
inevitablemente a la captura de la santa ciudad y su destrucción por el fuego. Sedequías mismo tendrá
que comparecer ante el rey babilónico. Si bien se le concederá morir de muerte natural, el prisionero
no podrá eludir un severo castigo. (vv. 1–7; 32:4; 52:9–11)
Pero el rey no fue el único en hacer oídos sordos a la instrucción divina. Los jefes y todo el
pueblo (v. 19) mostraron su desprecio tal de la ordenanza de regularizar los derechos de sus
conciudadanos, que serán entregados en manos de sus enemigos que atentan contra su vida. A
instancias del rey, todo el mundo había convenido en dejar libres a sus esclavos hebreos (v. 9),
presumiblemente por la razón de que como hombres libres, estos ex esclavos serían colaboradores
más aptos en la defensa de la ciudad. Sin embargo, cuando Nabucodonosor levantó el sitio para hacer
frente a un ejército egipcio que se aproximaba, los que habían sido los amos de los esclavos
quebrantaron la solemne promesa y obligaron a sus esclavas y esclavos a someterse de nuevo a la
esclavitud (v. 16). Por una violación tan caprichosa de un pacto con Dios, sus cadáveres servirán de
alimento a las aves de rapiña y a las fieras del campo. (vv. 8–22)
34:5 Quemaron especias. Era costumbre quemar especias en los funerales de un rey. (2Cr 16:14)
34:7 L aquis y Azeca. Las únicas ciudades fortificadas al sudoeste de Jerusalén no pudieron
resistir por más tiempo. Cacharros hallados en las ruinas de Laquis son testigos mudos de la
desesperada lucha contra la maquinaria bélica de los babilonios.
34:9 Esclavos hebreos. Ningún varón o mujer hebreos, vendidos a la esclavitud por deudas debía
quedar privado de libertad por más de seis años. (Éx 21:2; Dt 15:1)
34:17 Libertad a la guerra. El castigo por un crimen, que es una profanación del nombre de Dios,
aún cuando se trata de un crimen cometido contra un prójimo, se llama aquí irónicamente una
liberación. El liberarse del servicio a Dios implica independizarse de la protección divina.
34:18 El novillo. Al celebrar (“cortar”) un pacto, las respectivas partes pasaban entre los pedazos
de un novillo ‘cortado’ en dos mitades, con lo que declaraban que en caso de romper el contrato,
merecían ser cortados en pedazos. (Gn 15:10)
35:1–19 Lo que se narra en este pasaje ocurrió unos 10 años antes que los eventos descritos en el
c. 34. Aunque no obedece a un orden cronológico, se registra aquí porque igual que el c. anterior,
aporta una prueba más de que Dios estaba en su pleno derecho cuando amenazó con destruir a su
pueblo rebelde. Su infidelidad para con Él se pone aquí en claro contraste con la fidelidad a una
ordenanza procedente de manos humanas, observada estrictamente por un grupo conocido como los
“recabitas”. Por espacio de siglos, este clan madianita no se desviaron del estilo de vida austero y
seminómada que les ordenó su antepasado Jonadab (comp. 2R 10:15; Jue 16:1; Nm 10:29). En los días
de la invasión babilónica se vieron forzados a buscar refugio en Jerusalén. Ante una numerosa
concurrencia, reunida en una de las salas de la casa del SEÑOR, dieron una muestra de su obediencia
a una de sus ancestrales reglas de conducta. Pues cuando Jeremías les sirvió jarras y copas llenas de
vino, rehusaron beber un solo trago. (vv. 1–11)
Entonces, Jeremías se dirigió a los varones de Judá. Lo que acababan de ver y oír constituía una
lección objetiva en cuanto a la enormidad de su pecado de desobediencia. Pues (1) habían
transgredido la ley del Dios que les había dado la Tierra prometida, y no meramente una disposición
de dudoso mérito procedente de uno de sus semejantes. (2) Habían violado la orden divina de no ir
tras otros dioses. (3) Esta violación la habían cometido no una sola vez, sino por mucho tiempo. (4)
No pudieron alegar ignorancia de la ley de Dios, porque el Señor les envió persistentemente a Sus
profetas para instruirlos y para llamarlos al arrepentimiento. Esta obstinada y deliberada iniquidad no
podía quedar impune, mientras que el tipo de fidelidad inclaudicable de los recabitas había de servir
para siempre como ejemplo de servicio grato a Dios. (vv. 12–19)
35:3 Hijo de mi tocayo Jeremías. Esta persona, de la cual se desconocen otros detalles, llevaba el
mismo nombre que el profeta.
35:4 Maseías. Mencionado también en 21:1. Como guardián del umbral, fue un sacerdote de
segundo rango en el templo. (52:24; 2R 25:18; 12:9 y s.)
35:19 Está a mi servicio. Los descendientes físicos de los recabitas ya no constituían un grupo
identificable. Sin embargo, su clan se cuenta por legiones. Pues la leal-tad demostrada por ellos sigue
viviendo como una virtud propia de incontables personas que se dedican a andar por este mundo ante
los ojos del SEÑOR.
36:1–32. El episodio que se registra aquí es el tercero de una serie de incidentes que documentan
la bochornosa impenitencia con que Israel provocó la ira y el furor con que el Señor había
amenazado a este pueblo (v. 7, comp. los cc. 34 y 35). Con un despliegue de calculada frivolidad, el
rey Joacim cortó en jirones el rollo en que estaba escrita la palabra de Dios y los tiró al fuego trozo
tras trozo. Cómo fue que se llegó a ese acto se cuenta en los vv. 1–19. Jeremías recibió la orden de
hacer otro esfuerzo por persuadir a la casa de Judá a que vuelvan de un mal camino. Como no pudo
ir a la casa del Señor por estar detenido (v. 5), Dios le mandó escribir en un rollo todas las palabras
que había hablado durante 23 años a partir de los días de Josías (vv. 1–2). Este trabajo lo realizó su
secretario Baruc siguiendo el dictado de Jeremías. Una vez que el escrito quedó terminado, lo que
llevó un par de meses, Jeremías le dio a Baruc la orden de leer en voz alta la palabra de Dios ante un
numeroso público que se había congregado para celebrar un día de ayuno. (vv. 1–10)
Un oficial del templo de nombre Micaías comunicó lo que había escuchado allí a todos los jefes,
que en estos momentos se hallaban en la sala del cronista para una sesión de gabinete. Ansiosos de
enterarse del contenido del rollo, pidieron a Baruc que les leyera todo lo que figuraba en el rollo.
Tan perturbados quedaron por lo que acababan de escuchar, que resolvieron cerrar el rollo para
poner al rey al tanto de todo lo ocurrido. (vv. 11–19)
Por orden de Joacim, el rollo fue llevado ante el rey para ser leído en su presencia, de lo que se
encargó uno de sus consejeros, un tal Yehudí. Cada vez que Yehudí terminaba de leer tres o cuatro
columnas, el rey las cortaba del rollo y las tiraba al fuego de un brasero encendido, hasta que cada
una de estas odiosas palabras quedaba reducida a ceniza. No cabe duda de que tanto Jeremías como
Baruc estaban a punto de correr la misma suerte que Urías (26:20–23), pero el Señor los había
escondido (vv. 20–26). El intento pueril del rey de imponer silencio a la palabra de Dios falló.
Poniendo por escrito lo que Jeremías le dictaba, Baruc reconstruyó el rollo, incorporándole también
las profecías acerca de todos los males que caerían sobre Joacim, sus servidores y los habitantes de
Jerusalén a causa de su iniquidad. Al correr de los tiempos, se agregaron muchas palabras del mismo
tono, con lo que quedó completado el libro que ahora tenemos ante los ojos gracias a la providencia
divina. (vv. 27–32)
36:5 Se me ha prohibido. En estos momentos, Jeremías no se hallaba en prisión. Parece que las
autoridades del templo le prohibieron presentarse allí después de haber tenido con ellos los choques
que figuraban en 20:1–3 y 26:1–11.
36:6 Día de ayuno. Observado sin duda en vista del avance de Nabucodonosor sobre Jerusalén
después de haber derrotado al ejército egipcio en la batalla de Carquemis. Comp. 25:1–38 y 46:2.
36:22 Un brasero encendido usado para la calefacción. En aquella región, el mes noveno (nuestro
diciembre) cae en invierno.
36:30 Ninguno… ocupará el trono. Respecto del castigo impuesto a Joacim véase el c. 22 vv. 1–30.
Los cc. 37 y 38 son un informe acerca de la intrepidez y firmeza con que Jeremías proclamó la
palabra de Dios durante los últimos años que precedieron a la destrucción de Jerusalén. En tres
entrevistas en privado con Sedequías, el profeta no titubeó en exponer el destino azaroso que
aguardaba al rey, a la ciudad, y a sus habitantes. Ni los azotes, ni el encarcelamiento, ni las amenazas
de muerte proferidas por parte de las autoridades lograron que el profeta se acobardara y se desviara
de su cometido de decir la verdad.
Su primera discusión con el rey se produjo en momentos en que Nabucodonosor había levantado
el asedio a Jerusalén para hacer frente a un ejército egipcio bajo el mando del faraón Hofra (40:30;
también 32:1–15). Una delegación enviada por el rey vino a Jeremías para decirle: “Ora por nosotros
al Señor nuestro Dios” para que las tropas babilónicas fueran obligadas a retirarse definitivamente de
Jerusalén; pero en vez de esto, el profeta anunció que el retorno del enemigo para incendiar a la
ciudad era inevitable (vv. 1–10). Aprovechando una tregua en la lucha, el profeta de Anatot quiso
trasladarse al territorio de Benjamín para tomar posesión de una herencia. Llegó hasta una de las
puertas de la ciudad, donde lo detuvo un capitán de la guardia acusándolo de querer pasarse al
enemigo. Sin más trámite, los jefes le azotaron y le encerraron en un calabozo subterráneo en la casa
de un tal Jonatán. (vv. 1115)
Después de haber permanecido allí por mucho tiempo durante el cual se reanudó el sitio,
Sedequías mandó traerle en secreto al palacio para una nueva consulta. El rey, totalmente
desorientado por no ver otros recursos para salir del paso, se aferró a la vana esperanza de que
Jeremías podía tener una palabra del Señor que indicara alguna vía para superar la crisis. Sin
embargo, Jeremías solamente repitió la amenaza de que no había forma alguna de salvar a Sedequías
de caer en las manos del rey de Babilonia (comp. 34:2 y s.). Dado que había quedado al descubierto
que las predicciones de los profetas populares eran falsas, mientras que él, Jeremías transmitía la
fidedigna verdad de Dios, rogó que no se le enviara de nuevo al calabozo, donde moriría con toda
seguridad. Entonces el rey, temeroso de exponer a Jeremías a un posible daño que podrían causarle
los jefes, ordenó ponerle en prisión preventiva en el patio de la guardia y proveerle de comida. (vv.
16–21)
37:3 Ora. Jeremías tenía prohibido interceder por el pueblo que persistía en oponerse a la
voluntad de Dios. (7:16; 11:14; 15:1)
37:13 Puerta de Benjamín. Comp. 20:2.
37:21 Calle de los Panaderos. Cada comercio y oficio solía ubicarse en la misma calle.
38:1–28 En el patio de la guardia donde Sedequías había ordenado ponerlo a Jeremías, el profeta
gozaba de total libertad para contar a todo el pueblo que transitaba por allí que únicamente el que
pasaba a los caldeos tenía alguna posibilidad de escapar con vida, aunque solamente con lo que
llevaba puesto. Arrastrado ante la presencia del rey por los enfurecidos jefes, fue acusado de
traicionero que desmoralizaba a los soldados. Demostrando una vergonzosa cobardía, el rey entregó
al valiente profeta en manos de sus enemigos. Éstos, si bien no se atrevieron a matarlo en público, lo
echaron en la cisterna que pertenecía a uno de ellos. En el lodo de este foso, el prisionero tenía la
seguridad de morirse de frío y de hambre.
Sin embargo, la diabólica conspiración de aquellos jefes abortó. La ayuda llegó de donde menos
se la esperaba. El hombre que le salvó la vida al profeta no era israelita sino un etíope de nombre
Ebedmálec, funcionario de la casa real. Cuando éste apeló a la conciencia del rey para que no dejara
morir de una muerte lenta a un hombre inocente, el débil pero bien intencionado rey no sólo dio su
consentimiento a la operación de rescate, sino que hizo más aún: dio órdenes a un grupo de hombres
para encargarse del asunto. Así fue como Jeremías fue sacado de la cisterna con ayuda de algunas
ropas y trapos viejos, y de nuevo permaneció en el patio de la guardia. (vv. 7–13)
De ahí lo llevaron ante el rey para una tercera y última entrevista. Acosado por su indecisión, el
rey se dirigió una vez más al profeta, ansioso de que éste le mostrara cómo escapar a último
momento de la grave crisis (vv. 14–16). Pero Jeremías le confrontó con la misma alternativa ingrata:
o se r endía ante los jefes del rey de Babilonia, o en caso contrario la ciudad sería destruida, y él,
Sedequías, caería en las manos de los airados vencedores. Como se desprende del c. siguiente, el rey
desoyó la voz del Señor (vv. 17–23). Al final de la entrevista, Sedequías dio una nueva muestra de su
cobarde temor a los jefes. Trató de intimidar a Jeremías para que no divulgue una palabra de lo que
habían hablado, sino que se limite a mencionar su solicitud (la del profeta) de no ser mandado de
vuelta a la celda subterránea en la casa de Jonatán. El profeta se lo prometió, y así obtuvo el permiso
de permanecer en el patio de la guardia. (vv. 24–28)
38:1 Guedalías. Después de la caída de la ciudad, una persona del mismo nombre fue impuesta en
el cargo de gobernador de Nabucodonosor. (39:14; 40:5)
38:2 El que se pase a los babilonios. Al parecer, el número de los que siguieron las repetidas
advertencias de Jeremías (21:9) fue lo suficientemente grande como para que el rey les tuviera terror.
Si él también se pasaba al enemigo, su temor era que los remanentes en Jerusalén se levantasen contra
él por ser el culpable de la destrucción de la ciudad. (v. 19; 39:9)
38:7 Ebedmélec. Cómo fue que este hombre llegó a ser “siervo del rey” (tal es el significado en
hebreo de su nombre, por otra parte desconocido) no se sabe. La recompensa que recibió se
menciona en 39:15–18.
38:10 Tres hombres. Todos los manuscritos hebreos, a excepción de uno solo, hablan de 30
hombres. Tal vez, un contingente más numeroso fue necesario para prevenir la interferencia de
ajenos en la empresa.
38:14 Tercera entrada. Puede tratarse de la entrada particular del rey al templo, a la que se hace
referencia en 2R 16:18.
38:21 La palabra… que el Señor me ha revelado. El Señor dio a su profeta la capacidad de
describir lo que iba a suceder en forma tan gráfica como si hubiese sido testigo de la tragedia. Oye a
las mujeres que aún quedaban en la casa del rey mofarse de él con un cántico de lamento por el hecho
de que sus amigos más fieles lo habían dejado plantado. (v. 22)
39:1–18 “La palabra del Señor que vino a Jeremías” de aquí en adelante (40:1), como por ej. lo
que se registra en 42:9 y ss, fue promulgada en el marco de una profecía cumplida. Como ya se venía
prediciendo tantas veces y con palabras tan claras en los cc. 1–38, Jerusalén fue tomada por las tropas
babilónicas, el rey Sedequías fue llevado en cadenas a Babilonia, y los habitantes de Jerusalén y de
Judá fueron conducidos al exilio, con excepción de algunos de los más pobres. (vv. 1–10)
Sin embargo, Dios no sólo concretó sus amenazas; también cumplió con su promesa de estar con
su profeta “para librarlo” (1:8; 15:20 y ss.). Apresado por los jefes de su propio pueblo, fue sacado
del patio de la guardia por una orden de Nabucodonosor dada a Nabuzaradán, su comandante en jefe,
y dejado en manos de sus oficiales principales. Los hombres del rey acataron la orden recibida de no
causarle daño, y lo confiaron a Guedalías, el recientemente nombrado gobernador. Así fue que
Jeremías se quedó a vivir con el pueblo que aún quedaba en Palestina, y continuó con su ministerio
profético en medio de ellos. (vv. 11–14)
También Ebedmélec, el hombre que salvó a Jeremías de morir en el calabozo, (38:7–13) recibió
su recompensa. Por su acción fue librado a su vez de perecer bajo la espada del enemigo. Sin duda, la
promesa respectiva que se le dio en aquel entonces se insertó aquí para demostrar que Dios no se
olvidó de hacer por un etíope lo que había hecho por su profeta. (vv. 15–18)
39:3 Jerusalén fue tomada. Comp. 2R 25, donde se relata en términos similares la historia de la
caída de la ciudad. El tema vuelve a repetirse en el último c. del libro de Jeremías.
Los jefes. Los comandantes y jefes de las tropas de Nabucodonosor no se mencionan en el c. 25 de
2R. Aparentemente, dos de ellos llevaban el nombre Nergal Sarézer. Comp. los nombres de estos
oficiales en RV 1960: “Nergal-Sarezer, Samgar-nebo, Sarsequim el Rabsaris, Nergal-Sarezer el
Rabmag”. Rabsaris y Rabmag son títulos de funcionarios en la administración de Nabucodonosor,
según 2R 18.
39:12 Atiende a todas sus necesidades. Informado por algunos desertores israelitas respecto de las
repetidas advertencias de Jeremías de no ofrecer resistencia a los invasores. Nabucodonosor veía en
el profeta perseguido un defensor de una política pro-babilónica.
39:14 Se quedó a vivir en medio del pueblo. El tratamiento favorable de Jeremías por parte de los
babilonios no se menciona en los otros dos relatos. Si figura aquí y en los cc. siguientes es para
proveer el marco dentro del cual se desarrolló el ministerio profético entre el pueblo que
Nabucodonosor había dejado en Palestina.
39:18 Tu vida será tu botín. Preservado en vida tal como lo fue Jeremías, Ebedmélec recibió
“recompensa de profeta”. (Comp. Mt 10:41)
40:1–16 El bosquejo “esquelético” de la suerte corrida por Jeremías durante y después de la caída
de Jerusalén (39:13 y s.) lo cubre de carne el c. 40. Los vv. 1–6 registran lo que ocurrió después de la
primera liberación de Jeremías del patio de la guardia, que le posibilitó proclamar la palabra de Dios
en medio del pueblo que había permanecido en el país bajo el gobierno de Guedalías. Por algún
tiempo pudo moverse libremente en medio de los pobladores sobrevivientes que hubo entre las
ruinas de la ciudad. Pero luego fue apresado y encadenado por soldados que evidentemente no le
conocían. Cuando su contingente de prisioneros a punto de ser exiliados a Babilonia llegó a Ramá,
lugar de reunión de la asamblea general, 8 km. al norte de Jerusalén, Nabuzaradán, comandante de la
guardia, puso en libertad a Jeremías después de haberse enterado de quién se trataba. Acatando la
orden real de “atender a todas sus necesidades” (39:12), el comandante en jefe de las tropas
babilónicas le dio la elección entre acompañarle a Babilonia donde podría vivir en paz y seguridad, o
poner fin a sus idas y venidas y regresar a Guedalías. Jeremías se decidió por esto último y se dirigió
a Mizpa, unos cuantos km. al norte de Ramá, donde Guedalías tenía su cuartel general.
Por un tiempo, todo le fue bien, gracias a cierto orden que el gobernador había establecido en el
país. Sin embargo, Ismael, jefe de una banda de guerrilleros que había logrado esquivar a los
babilonios, tramó una conspiración para matar a Guedalías, a pesar de que él y otros iguales a él
habían aceptado a Guedalías como gobernador. Guedalías no creyó las advertencias que le llegaron
acerca de este acto de traición (13:16), lo que derivó en los hechos que se relatan en el c. siguiente.
40:2 El Señor tu Dios. Palabras similares de un pagano que reconoció el poder del Dios de Israel
de regir el destino de su pueblo se hallan en Ez 1:3 y s; 6:1–12; Jer. 22:8 y s.
40:8 Ismael. Parece que este hombre ‘de estirpe real’ (41:1) le tenía envidia a Guedalías, que no
era descendiente de David. Puede ser también que actuó bajo los impulsos del odio hacia un
colaborador de los babilonios.
40:14 Balís. A todas luces, el rey de Amón, al este del río Jordán, estaba pescando en río revuelto.
Esperaba poder sacar alguna ventaja del desorden que reinaría una vez derrocado un gobierno
central en Judá. Después del exilio babilónico, otro amonita, de nombre Tobías, trató de impedir la
reconstrucción de Jerusalén. (Neh 4:1–9)
41:1–18. Por no haber dado crédito a las advertencias de Johanán y otros oficiales leales al
gobierno de Guedalías (40:13–16), éste fue muerto por Ismael, hombre de su confianza. Los judíos y
los soldados caldeos que formaban la comitiva del gobernador en su cuartel general en Mizpa,
corrieron la misma suerte. Los asesinos agarraron a sus víctimas por sorpresa; pues éstas no podían
imaginarse que un hombre que comía en la mesa con Guedalías, quebrantaría el pacto sagrado de la
hospitalidad (vv. 1–3). Como paso siguiente, este villano desalmado masacró a setenta de los ochenta
peregrinos indefensos que estaban por ir a traer ofrendas de cereales e incienso en las ruinas del
templo de Jerusalén. (vv. 4–8)
Temiendo las represalias por su absurdo baño de sangre, el asesino se llevó en cautiverio al resto
del pueblo que había que-dado en Mizpa, y se dispuso a cruzar el río Jordán para reunirse con sus
confederados, los amonitas (vv. 9–10; comp. 40:14). No llegó muy lejos: en Gabaón, 5 km. al sur de
Mizpa, fue alcanzado por Johanán y los jefes militares que estaban con él, quienes pusieron en
libertad a los prisioneros secuestrados. Ismael logró escapar con ocho de sus hombres. Los jefes
empero no llevaron el pueblo rescatado de vuelta a Mizpa, por temor a que también los caldeos
pudieran tenerlos por rebeldes. En consecuencia, pusieron en marcha a todo el grupo hasta llegar a
Guerut Quimán en las vecindades de Belén, desde donde pensaban continuar a Egipto para pedir
asilo. (vv. 11–18)
41:1 En el mes séptimo. Si este incidente se produjo en el año en que cayó Jerusalén (39:2), el
gobierno de Guedalías duró sólo tres meses. Según parece, para lograr la restauración de Jerusalén
se había necesitado un período más largo de tiempo que el descrito en 20:7–12. Tal vez, las medidas
punitivas tomadas por Nabucodonosor cuatro años más tarde fueron una venganza por el asesinato de
Guedalías. (52:30)
41:5 Cuerpos llenos de cortaduras. Este rito de duelo, mediante el cual los peregrinos expresaron
su dolor por la destrucción de Jerusalén, parece que lo adoptaron de sus vecinos paganos. (16:6)
41:9 El rey Asá. Comp. 1R 15:22.
41:10 Todo el resto. Si bien no hay una mención específica, es evidente que Jeremías se hallaba
entre el pueblo que fue llevado cautivo.
41:12 Gran estanque. Comp. 2S 2:13.
41:17 Guerut Quimán. Una posada en la cercanía de Belén que llevaba el nombre de Quimán, hijo
de Barzilai y acompañante de David. (Comp. 2S 19:37 y ss.)
42:1–22 Los primeros 6 vv. siguen sirviendo de marco para “la palabra de Dios que vino a
Jeremías” (40:1) después del asesinato de Guedalías (cc. 40 y 41). “En su marcha hacia Egipto”, los
sobrevivientes del fracasado “golpe de estado” de Ismael llegaron a las vecindades de Belén (41:17).
Allí hablaron con Jeremías si éste podía conseguir de Dios la conformidad con que ellos
abandonarían la Tierra Prometida.
Como en una ocasión anterior, (28:11) Jeremías no se atrevió a darles su propia opinión al
respecto, sino que esperó diez días hasta que pudo decirles: “Así dice el SEÑOR”. La respuesta que el
Señor le autorizó a darles fue: (a) el aviso de que permanezcan en esta tierra, donde el Señor los
protegerá de los babilonios (vv. 7–12); (b) la seria advertencia de que en Egipto los esperará una
muerte segura. Temiendo que el pueblo resolviese proseguir en el curso predeterminado, Jeremías
les rogó que no rechazaran la guía del Señor que habían solicitado y recibido. (vv. 18–22)
42:10 Los edificaré y no los derribaré. El breve resumen del mensaje divino que Jeremías debía
transmitirles. (1:10; 18:7–9; 24:6; 31:4, 28; 33:7)
42:19 Les hago una advertencia seria. Dios no quiere ser reducido a un sello de goma para
autorizar aspiraciones humanas.
43:1–13 Los hombres arrogantes llevaron a cabo su resolución de desoír “la voz del SEÑOR”.
Haciendo caso omiso de sus directivas explícitas, y desacreditando al profeta, se llevaron a toda la
gente que aún quedaba en Judá, incluso a Jeremías y Baruc, a Tafnes, una ciudad fronteriza de Egipto
(vv. 1–7; 2:16). Aquí, el exiliado profeta les anunció el castigo que esperaba a los fugitivos rebeldes:
perecerán en la tierra donde creían estar a salvo de los babilonios. Pues Nabucodonosor actuaría
también allá como servidor de Dios, conquistando y saqueando a Egipto. Para confirmar de una
manera drástica la certeza de su profecía, el Señor le ordenó tomar unas grandes piedras y
depositarlas en la entrada al palacio del faraón como símbolo del trono del rey babilónico y de su
indisputado dominio sobre Egipto. (vv. 8–13)
43:5 Por todas las naciones. Moab, Amón y Edom se mencionan como algunos de los países
desde los cuales retornó el pueblo durante el gobierno de Guedalías. (40:11 y ss.)
43:10 Mi siervo. Comp. 25:9.
43:11 Castigaré la tierra. Un fragmento de una crónica babilónica describe la invasión de
Nabucodonosor a Egipto, en el año 567 a. C.
43:13 Obeliscos. Lit. pilares. Heliópolis distaba unos pocos km al sur de Cairo.
44:1–30 En el país del cual el Señor había librado tiempo atrás a los esclavizados israelitas,
Jeremías dio su último oráculo conocido, acción que probablemente fue la causa de que sufrió el
martirio. La ocasión fue una gran reunión de judíos que en un momento u otro habían huido a
diversas partes de Egipto en busca de refugio (v. 15). No habían aprendido nada de lo ocurrido en el
pasado. A despecho de las repetidas advertencias en contra de la idolatría por parte de los siervos de
Dios, los profetas, y a despecho también de todo el mal que el Señor había hecho caer sobre
Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá a causa de este pecado capital (la idolatría), siguieron
provocando la ira de Dios ofreciendo incienso a otros dioses en la tierra de Egipto (vv. 1–10). Sin
embargo, con ir a tierras extrañas no escaparon de la jurisdicción divina. Dios los castigará en
Egipto tal como los había castigado en Jerusalén. Todos perecerán excepto unos pocos fugitivos. (vv.
11–14)
La respuesta de aquella asamblea a la amenaza de juicio revela el grotesco misterio de la
perversidad humana. La turba idólatra no sólo se comprometió solemnemente a quemar incienso en
honor de la Reina del cielo como lo habían hecho hasta entonces, sino que atribuyeron todas las
calamidades del pasado al hecho de que habían descuidado las libaciones que se le debían (vv. 15–19).
Jeremías hizo frente a esta interpretación blasfema de la historia insistiendo en que fue precisamente
su adoración de esa deidad-madre lo que condujo a que ellos llegasen a ser una desolación y un
desecho y una maldición. (vv. 20–23)
Paciente hasta el final, Jeremías prosiguió con sus esfuerzos por disuadirlos de continuar en su
carrera hacia el suicidio. En una última alocución hizo un presagio específico. El castigo les
sobrevendrá, dijo, una vez que el Señor haya entregado en manos de sus enemigos a Hofra, faraón de
Egipto. (vv. 24–30)
44:1 Migdol Ciudad en la frontera noreste de Egipto. Respecto de Menfis véase 2:16. Región del
sur o Patros: territorio en el Nilo superior, más o menos a la altura de Amán. (Is 11:11)
44:4 Una y otra vez. Jeremías no fue el primero de los profetas en advertir al pueblo acerca del
juicio venidero. (7:25; 25:4; 26:5)
44:11 Todo Judá. Nadie debía pensar que sería posible escapar de Dios, si bien “un pequeño
número” sobrevivirá y “retornará a la tierra de Judá”. (14, 28)
44:15 Un grupo numeroso. El propósito de esta reunión multitudinaria puede haber sido el de
celebrar un festival en honor de la Reina del cielo, una deidad astral y diosa de la fertilidad. (Comp.
7:18)
44:17 Teníamos…. en abundancia. Durante el reinado de Manasés, promotor de las “prácticas
abominables de las naciones” (2R 21:1–9). Después de que su nieto abolió la idolatría (2R 23:4–20),
todo nos fue mal, gritaron. Una cosmovisión que no toma en cuenta al Señor de la Historia hace una
interpretación equivocada de las causas tanto de la prosperidad como de las calamidades.
44:19 ¿Acaso nuestros maridos no lo sabían? Las mujeres, que aparentemente desempeñaban un
papel más activo en la veneración de la diosa-madre, contaban con el pleno apoyo de sus maridos.
Comp. Nm 30:2, 3.
44:25 Cumplieron nuestros votos. Irónicamente hablando.
44:30 Hofra. Este faraón, al que solamente aquí se lo menciona por nombre, trató de socorrer a
Jerusalén durante el sitio que Nabucodonosor había puesto a la ciudad (37:5). Tal como lo había
predicho Jeremías, fue muerto en un levantamiento de sus enemigos.
45:1–5 Este c. tiene carácter de apostilla. Explica cómo fue que Baruc, el fiel secretario de
Jeremías, sobrevivió la destrucción de Jerusalén y pudo acompañar a su mentor hasta los momentos
finales. Según su propio informe, su vida fue un “ botín de guerra” conforme a la promesa que Dios
le había hecho 15 años antes de la destrucción de Jerusalén. Fue en aquellas circunstancias que él
escribió, y luego volvió a escribir, todas las palabras que le fueron dichas por el SEÑOR. (36:1 y s,
27 y s.)
45:3 ¡Ay de mí! El honesto escriba confiesa que compartió el dolor de Jeremías al pensar en su
penosa pero infructuosa tarea (8:18 y ss; 12:1 y ss; 15:15–21; 20:7 y s.). No obstante, su dolor no es
más que un ligero desfallecimiento en comparación con el dolor inmenso que debe sentir Dios al
tener que destruir lo que él había construido para que permanezca por siglos. (Os 11:1–9)
45:5 Grandes cosas. Cualquiera que desee ser grande en el reino de Dios tiene que dejar de lado
toda ambición egoísta. (Mt 20:26–28)
Botín de guerra. Comp. la misma pro-mesa que le fue dada a Ebedmélec. (39:15 y ss.)
El Creador y Señor del universo dio a conocer el curso de la Historia del mundo antiguo por
boca de Jeremías, al cual llamó para ser un “profeta a las naciones”, y al que le dio “autoridad sobre
las naciones” (vv. 1–5, 10). Los oráculos reveladores del destino de estas naciones se agrupan en
capítulos sucesivos, tal como en Isaías (1333), Ezequiel (25–32) y Amós (1:3–2:3). La antigua versión
griega del A. T., llamada “Septuaginta”, agrega estas denuncias más detalladas dirigidas contra las
potencias extranjeras en 25:1 y las presenta en una secuencia diferente.
“La palabra del Señor tocante a las naciones” contenida en los primeros cuatro cc. de esta sección,
proclama la derrota de Egipto por los babilonios, y la supremacía que éstos ejercieron sobre algunos
estados menores que se extendían desde la tierra del Nilo hasta el lejano noreste. A su vez, los cc. 50 y
51 apuntan a la destrucción del imperio babilónico conforme a “la palabra que habló el Señor a
través de Jeremías”. (50:1)
46:1–28 La primera palabra del Señor concerniente a las naciones está encuadrada dentro de los
esfuerzos de Egipto por disputarles a los babilonios el dominio universal después de la liquidación
del imperio de los asirios en el año 612 a. C. En efecto: el faraón Necao hizo una exitosa invasión a
Palestina y la redujo a un estado vasallo por cuatro años después de haber derrotado y muerto al rey
Josías en Meguido. Sin embargo, el ambicioso conquistador egipcio no fue un competidor de peso
para Nabucodonosor, rey de Babilonia. Los vv. 1–12 expresan el regocijo por la derrota aplastante
sufrida por Necao el año 609 en la batalla de Carquemis sobre el Éufrates, a unos 480 km. al norte de
Jerusalén. El lenguaje de Jeremías adquiere un tono de elevado dramatismo. Llamadas a la lucha (vv.
3 y s, 7–9) van seguidas abruptamente por anuncios de la derrota y dispersión de las altaneras fuerzas
egipcias (vv. 5 y s.; 10 y ss.). Por otra parte, la victoria de los babilonios no fue producto de la suerte
bélica. El Señor de los Ejércitos estaba realizando un sacrificio (o venganza), y Egipto fue la víctima
elegida.
Los babilonios no descansaron tras esta victoria. La invasión de Nabucodonosor a las tierras del
faraón, anunciada brevemente en 43:10–13, da ocasión para un segundo poema brillante (vv. 13–24).
Algunas palabras en prosa resumen la historia y cuentan cómo los efectos de la invasión se hicieron
sentir hasta en la remota Tebas, unos 640 km. río arriba del Nilo (vv. 25–26). El c. termina con el
recuerdo de que el gobierno universal de Dios tiene una meta claramente definida: El Señor hace que
las naciones surjan y se derrumben a fin de establecer su reino mediante un “siervo” castigado y
restaurado: “Israel”. (vv. 27–28)
46:9 Etiopía. Put (Libia) Lud (Lidia). Los egipcios reclutaron “soldados mercenarios” (v. 21)
procedentes de estas regiones. Etiopía estaba situada en el Nilo superior al sur de Asuán. Con Put y
Lud se designan dos territorios africanos al oeste del delta del Nilo. (Is 66:19)
46:10 Un sacrificio. Véase Is 34:6.
46:11 Galaad. Famosa por su bálsamo. (8:22)
46:14 Migdal… Menfis… Tafnes. Véase 43:7; 44:1
46:15 Tu fortaleza (según la versión griega LXX: Apis; así por ej. en Dhh). La palabra hebrea se
traduce con ‘paladines’ (Sal 103:20), y ‘toros’ (Is. 34:7; Sal. 22:12, RV). Apis es el nombre del toro
sagrado que se veneraba en Egipto. En el v. 25 se menciona al dios Amón.
46:17 Puro ruido. Las pomposas declaraciones del faraón en cuanto a la destreza de su ejército se
tornaron en fanfarronada sin fundamento.
46:18 Tabor…. Carmelo. Así como estos montes se alzan sobre la región fronteriza de Palestina,
así también el conquistador babilónico descollará por sobre todos sus opositores. (2R 18:21; Is. 36:6)
46:27 No temas. Los vv. 27 y s. se hallan también en 30:10 y s. En este contexto de amenazas contra
las naciones, son una reiteración de que los planes de Dios para preservar a Israel no serán
desbaratados por los altibajos de la política internacional.
47:1–7 En la ruta que siguió la invasión babilónica por el valle del Nilo (c. 46) están situadas las
ciudades, repúblicas de los filisteos en la parte sudoeste de Palestina. Las fuerzas del conquistador
procedente del norte se volcarán sobre Egipto como un torrente desbordado, dejando tras sus pasos
un país devastado.
47:1 La atacada Gaza. Antes de que los babilonios derrotaran a los filisteos, la ciudad de Gaza,
una de sus fortalezas más meridionales, había sucumbido al asedio de un faraón no nombrado.
47:4 Tiro y Sidón. Aliados fenicios de los filisteos.
Caftor. Puede referirse a Creta, desde donde los filisteos habían emigrado a Palestina.
47:5 Ascalón (Anakim). El texto original hebreo reza: “los remanentes del valle”, es decir, de la
entera llanura filistea a lo largo del Mediterráneo. La Septuaginta traduce “Anakim”, los habitantes
primitivos de Palestina. (Nm 13:22)
48:1–47. Desde la frontera sud-oeste de Israel (c. 47) la tormenta del juicio divino se desplaza al
ancestral territorio de los moabitas, situado a lo largo de la ribera oriental del Mar Muerto.
Descendientes de Lot, sobrino de Abraham (Gn 19:37), los moabitas desempeñaron un papel en la
historia del pueblo escogido desde los mismos comienzos (comp. Nm 22–24). En tiempos de
Jeremías, “bandas de moabitas” asolaron a Judá después de que Nabucodonosor había invadido a
Palestina (2R 24:2). Un poco más tarde, emisarios del “rey de Moab” intentaron envolver a Sedequías
en una conspiración contra los babilonios. (27:1 y ss.)
El oráculo “concerniente a Moab”, sobrepasado en extensión solamente por la amenaza contra los
babilonios (cc. 50–51), tal vez consiste de denuncias proclamadas en diversas ocasiones y luego
compiladas para formar una unidad. Los poemas, concebidos en un lenguaje mayormente figurativo,
tienen intercalaciones en prosa. Un rasgo más del pronunciamiento de Jeremías contra esta nación
foránea es la frecuente adaptación hecha por Jeremías de palabras proféticas anteriores para
formular su propio discurso. Isaías es una de sus fuentes más citadas, cc. 15–16.
Los 47 vv. del c. constituyen una serie de círculos concéntricos alrededor de un doble tema
central: (a) la devastación y gran destrucción (v. 3) de que será víctima Moab; (b) las causas de su
ruina. En los vv. 1–27 se enfoca en particular el primero de estos temas, y en los vv. 28–47 el énfasis
recae sobre el segundo. Pero siempre hay interrelaciones entre ambos. Si el lector siente cierto
cansancio ante una invectiva tan extensa contra un pueblo tan antiguo y olvidado, conviene tener en
cuenta que se trata de advertencias repetidas que fueron ignoradas por siglos y siglos. Orgullo, auto-
suficiencia, vida apartada de Dios, son los factores que aún hoy día hacen caer en el abismo a las
naciones.
48:1 Nebo… Quiriatayin. En la estela sagrada de Moab o Mesá encontrada el siglo pasado en
Transjordania (2R 3:4, nota en RV 1995 Edición de Estudio) se mencionan los nombres de unas
cuantas ciudades. Algunas de ellas, como “Madmén”, (v. 2) no aparecen en ningún otro lugar de las
Escrituras, por lo que no se las puede identificar.
48:7 Quemós. El dios de los moabitas. (Nm 21:27; 1R 11:7; 2R 3:22)
48:10 Maldito. Cuando se realiza el trabajo del Señor tocante a los malhechores, los que se
muestran negligentes en la instrumentación de dicho trabajo también atraen sobre sí la ira divina.
48:11 Desde su juventud. Por largo tiempo, Moab pudo eludir las deportaciones que sufrieron
Israel y Judá. Esto los hizo reposar sobre sus heces, como se hace reposar el vino sobre su sedimento
fermentado para que mejore su calidad. (Is 25:6) El cambio que se habrá de producir por la
intervención de los babilonios se espera con la misma metáfora en el v. 12. Los babilonios
trasvasarán el vino, vaciarán las vasijas, y hasta romperán los cántaros.
48:13 Betel. Lugar en que los israelitas rendían culto a ídolos tan impotentes como Quemós. (1R
12:28 y s.)
48:20 Arnón. El río que divide en dos el territorio de Moab y desemboca en el Mar Muerto.
48:26 Emborrachen a Moab. La misma metáfora que se usa también en 13:13; 25:15.
48:29 El orgullo de Moab. Jeremías repite en tono lúgubre las denuncias de Isaías contra Moab.
Comp. v. 29 con Is 16:6; 31 con Is 16:7, 11, 33 con Is 24:7 y s.
48:37 Cabeza rapada. Una práctica para expresar dolor; comp. 16:6.
48:45 Sijón. Un amorita que reinó sobre Moab. Los vv. 45 y s, reproducen lo escrito en Nm 21:28
y s; 24:17.
48:47 En los días venideros. En la era mesiánica, Moab será uno de los “muchos pueblos” (Is 2:3)
que integrarán la grey de los redimidos por el Señor.
49:1–39 Este c. anuncia a otros cuatro grupos nacionales del mundo antiguo el destino infausto
que los espera. Si a estas cuatro acusaciones se añaden las tres dirigidas contra Egipto, Filistea y
Moab (cc. 46–49), el total de los oráculos concernientes a las naciones se eleva a siete, número usado
con frecuencia para indicar plenitud. El “Juez de toda la tierra” (Gn 18:25) determina el surgimiento
y la caída de todas las estructuras de poder humano en todo lugar y en todo tiempo. Desde Moab (c.
48) el juicio decretado pasa a los dos estados vecinos: Amón, directamente al nordeste (vv. 1–6) y
Edom, directamente al sudeste; luego a Damasco (Siria) al norte de Palestina (vv. 23–27), de ahí a
Cedar y Jazor, al sur-este (vv. 28–33) y finalmente a Elam, muchos km. más al sur y este. (vv. 34–39)
49:1 Los amonitas eran descendientes de Lot, y como tales, un pueblo emparentado con Israel. (Gn
19:38; Dt. 2:19)
¿No tiene hijos? Cuando los asirios llevaron al cautiverio a los israelitas residentes al este del
Jordán, los amonitas ocuparon el territorio que había sido asignado a la tribu de Gad, alegando que
ellos y no Israel eran los legítimos herederos de aquellas tierras (2R 15:29). Los anteriores actos
hostiles contra los israelitas se describen en Jue 3:13; 1S 11:1; 2Cr 20:1.
Después de la caída de Jerusalén, el rey de los amonitas fue quien hizo matar a Guedalías (Jer
40:13 y s.) El dios de los amonitas era Milcom (1R 11:5), y su capital, Rabá.
49:3 Hesbón era, según 48:34, una ciudad moabita. Tal vez fue conquistada por los amonitas, o
hubo dos ciudades con el mismo nombre. Hai es una localidad amonita, no identificada, aunque hay
pruebas fehacientes de que en la tierra de Israel existía un asentamiento con este nombre. (Gn 12:8;
Jos 7 y 8)
49:7 Edom. Descendientes del hermano gemelo de Jacob (Gn 36:1), los edomitas eran los
enemigos inveterados de Israel. (Am 1:11). Habitaban al sur del Mar Muerto. Algunas de sus
principales ciudades eran “Temán”, “Dedán” y “Bosra”. En el mundo antiguo, los edomitas gozaban
de reputación por su descollante sabiduría. (Job 2:11; 15:18; Abd 8)
49:12 No estaban condenados. Si serán castigadas naciones no culpables de crímenes tan anti-
fraternales como los cometidos por los edomitas, Edom sin duda alguna merecía beber la copa del
juicio divino.
49:14 He oído un mensaje. En el c. 48, Jeremías citó un pasaje de Isaías (Jer 48:29). En los vv. 14–
16 en Jer 49 se dice prácticamente lo mismo que en Abd 1–4. Hay también llamativas similitudes en
los vv. 7, 9 y 10 con Abd. 8, 5, 6.
49:23. Damasco. La capital de Siria, a más de 90 km. al nordeste del Mar de Galilea. Jamat
quedaba más o menos 170 km. al norte de Damasco, y Arfad otros 170 km. al norte de Jamat. De las
invasiones a Israel que en tiempos anteriores hicieron los reyes de Siria se nos informa en 2R 10:32 y
s.; 13:3, 7, 22.
49:27 Prender fuego. El v. es una cita casi verbal de Am 1:14.
49:28 Cedar… y Jazor. Los asentamientos y aldeas en el desierto al sud-este de Siria, tales como
Cedar, fueron ocupados por beduinos descendientes de Ismael, el hijo que Abraham tuvo con Agar.
(Gn 25:12 y s., Jer. 2:10)
49:32 Los que se rapan las sienes. Comp. 9:26.
49:35 Elam. Situada a 340 km. al oeste de Babilonia. La ciudad elamita de Susa habría de
convertirse en una de las capitales del imperio medo-persa. (Dn 8:1 y s.)
49:39 Cambiaré la suerte. Comp. 48:47. Los elamitas aparecen como parte de la multitud reunida
en Jerusalén el día de Pentecostés. (Hch. 2:9)
50:1–51:64 Babilonia
50:1–51:64. La palabra del Señor acerca de los babilonios registrada en los cc. 50 y 51 consta de
solamente 11 vv. menos que la “palabra” dirigida al conjunto de los siete grupos nacionales en los cc.
46–49. La extensión de este oráculo está en proporción directa con el importante papel que el imperio
babilónico desempeñó en el destino del pueblo escogido. La caída de esta potencia mundial fue uno
de los momentos críticos en la historia de la redención. El propósito de Dios de traer salvación al
mundo entero a través de los descendientes de Abraham parecía haber quedado frustrado cuando
Nabucodonosor destruyó la santa ciudad y desnudó a la Tierra Prometida de sus habitantes. En el
curso normal de los acontecimientos, el pueblo de Israel exiliado irá perdiendo su identidad personal
a medida que era absorbido gradualmente en el crisol de grupos étnicos del mundo antiguo.
Si la salvación realmente “debía provenir de los judíos” (Jn 4:22), primero debían ser rotas las
mortíferas cadenas de los babilonios. Con los ojos que el Espíritu Santo le abrió, Jeremías previó
este evento crucial. En dos extensos cc. lo describe como un hecho ya consumado, a pesar de que en
aquel tiempo Babilonia estaba en el pináculo de su poder imperial.
Sin embargo, aunque el lector se da perfecta cuenta de lo fundamental que es el tema tratado en
estos cc., puede abrigar dudas acerca de la forma cómo el profeta lo presenta. Los 110 versículos
pueden causarle la impresión de que aquí hay una desordenada y repetitiva acumulación de palabras.
Para que esa aparentemente difusa producción literaria pueda ejercer su pleno impacto, es necesario
recordar que la retórica hebrea no está sujeta a nuestras reglas de composición occidentales (véase el
párrafo ‘Composición’, en la Introducción). Para nosotros debe existir una progresión vertical de un
aspecto lógico de un tópico al otro. Los poetas antiguos construían círculos de palabras en torno de
un tema. En cada uno de estos círculos se hacía resaltar un hecho o un énfasis de importancia para el
asunto en discusión. En los cc. 50 y 51, los círculos con que Jeremías rodea un tópico céntrico son: la
destrucción de Babilonia como preludio necesario de la restauración del exiliado pueblo de Israel.
Línea tras línea, y en vívidos y brillantes colores, se traza ante nuestros asombrados ojos el
cuadro de un drama arrebatador, versículo por versículo, rayos de luz de un lenguaje rico en
imágenes y metáforas iluminan el escenario. Aunque separado por km. y décadas de los babilonios,
Jeremías se dirige a éstos, a los enemigos y destructores de Babilonia, y a los liberados del exilio,
como si les estuviera hablando cara a cara. Hay poemas donde objetos inanimados, como un martillo
y una espada, se tor-nan en actores vivos de destrucción. A veces se oye como un estallido de ironía.
Al final, una acción simbólica acentúa la palabra hablada.
Según 51:59, Jeremías anunció a los babilonios su tétrico destino, cinco años antes de su
conquista de Jerusalén. Pudo hacerlo sin temor de equivocarse. En una visión profética elevó su vista
muy por encima de lo que ocurriría en un futuro relativamente cercano, a la fundación del reino
mesiánico que ocurriría siglos después de sus días. Lo que dice acerca de la caída de Babilonia es,
prácticamente, la elaboración de profecías más breves pronunciadas en diversos momentos (comp.
25:12–14, 26; 27:7; 29:10). Tenía bien en claro también el propósito del colapso de Babilonia: el
retorno de los exiliados israelitas a la tierra de sus padres (comp. 23:1–8; 24:6; 30:3, 8; 33:6 y ss.)
Partiendo de ese vistazo al futuro, Jeremías habla retrospectivamente de la destrucción de Jerusalén y
del templo como si fuese un acontecimiento del pasado relatado por él con anticipación. Como si
también fuese una historia ya registrada, proclama de idéntica manera: Babilonia cayó hecha pedazos:
(50:2; 51:8). La venganza de Dios aniquilará a los babilonios así como su encendida ira envía “la
espada, el hambre y la peste” a las ciudades de Judá. (50:28; 51:11; 24:10)
Todo esto no era un mero episodio histórico. Los exiliados, llevados al arrepentimiento como
resultado de su esclavitud, (29:12 y s.) habrán de servir de nuevo al plan salvífico de Dios. Cuando
tiempo atrás habían rehusado responder al castigo, Jeremías les escribió una carta comunicándoles
que el exilio babilónico sería aún de larga duración por no haber logrado que ellos doblen sus
rodillas como señal de sentirse culpables (c. 29). El imperio babilónico mismo estaba sujeto al eterno
propósito de Dios y su voluntad. Apareció en escena cuando Dios necesitaba un “siervo” (25:9; 27:6;
43:10) para castigar a su pueblo apóstata. Sucumbió en el desierto de la historia porque estaba
pecando contra el SEÑOR, persiguiendo sus propios intereses y estorbando así el advenimiento del
reino de Dios. (50:14)
50:2 Bel… Marduc. La confianza en ídolos no conducía a nada. En cuanto a Bel véase Is 46:1.
Marduc, forma hebrea del dios babilónico, aparece en los nombres “Merodac Baladán” y “Evil
Merodac”. (2R 20:12; 25:27)
50:3 Una nación del norte. Babilonia, el enemigo “desde el norte”, llegará a ser víctima de
invasores provenientes desde la misma zona. Los medas (51:11, 28) procedían de un territorio situado
al nordeste de Babilonia. Después de la caída de Asiria (612 a. C.) extendieron sus conquistas hasta
muy adentro de Asia Menor. Aunque desplazados de su posición dominante por sus parientes, los
persas, formaban parte integrante del imperio medo-persa. La ciudad de Babilonia, dejada intacta por
Siro después de haberla conquistado, cayó más tarde en un estado de desolación.
50:5 Pacto eterno. Lo que significa este término puede leerse en Jer. 32:40.
50:7 No somos culpables. Esta pretendida inocencia se refuta en 2:3.
50:12 La patria (otra traducción: la madre) de ustedes: La ciudad de Babilonia.
50:13 Desolación. En pasajes anteriores, Jeremías usa este término para expresar la perdición, o
condenación a la muerte, de Jerusalén. (18:16; 25:9)
50:17 El rey de Asiria. Comp. 2R 17:6.
50:19 Carmelo… Basán. Territorios en Israel, famosos por su fertilidad y su exuberante
vegetación.
50:21 Meratayin… Pecod. Juego de palabras sobre los nombres de localidades en Babilonia.
50:28 Venganza por su templo. Los israelitas fueron los culpables de su destrucción por usarlo
como una especie de amuleto que les daba licencia de pecar a su gusto (comp. 7:2). La culpa de
Babilonia era su arrogante pretensión de que la destrucción del templo demostraba que Marduc era
más poderoso que el Santo de Israel.
50:30 Los jóvenes caerán. Con las mismas palabras Jeremías anuncia la condenación de Damasco,
49:26.
50:34 Redentor. El hebreo sugiere como otro significado “Defensor”, aplicado a Dios. Comp.
Job. 19:25.
50:38 Secas. Las palabras hebreas ‘espada’ y ‘sequía’ se escriben con las mismas consonantes.
50:39 Fieras. Los vv. 39 y ss. son un eco de Is 13:19–22.
50:41 Viene un ejército… viene un pueblo. Los vv. 41–43 adaptan la amenaza de muerte dirigida a
Judá (6:22–24) a los babilonios. En los vv. 44–46 hace lo mismo en ocasión de su inventiva lanzada
contra Edom, en 49:19–21.
51:1 Así dice el SEÑOR. Continúa aquí el oráculo contra Babilonia iniciado en el c. anterior.
Leb Camay: Criptograma que alude a “Caldea, es decir Babilonia”. (RV. 1995, Edición de Estudio,
51:1, nota)
51:2 Gente que… avente. Designación figurativa para ‘destructores’; comp. 15:7; 4:12.
51:3 Que no tense su arco. En los primeros dos renglones de este v. se dice a los defensores que la
resistencia es en vano. Y en los renglones siguientes se “invita” a los atacantes a probarlo. El texto
hebreo, de difícil traducción, puede interpretarse también como directiva positiva dada al enemigo:
“Dejen que los arqueros tensen su arco”.
51:6 Huyan. Se está hablando a los exiliados, como también en el v. 45 y en 50:8.
51:7 Copa de oro. Sinónimo de ‘copa de ira’ para designar el juicio divino; comp. 13:13 y 25:15.
Babilonia, usada por Dios como instrumento para castigar a las naciones, se llama aquí “de oro”
debido a su poderío y esplendor imperiales.
51:8 Traigan bálsamo. Dicho en tono irónico a los simpatizantes y aliados de los babilonios. En el
v. siguiente, éstos admiten que la herida de Babilonia es incurable; por esto optan por abandonarla a
su suerte.
51:10 El Señor nos ha vindicado. Lo que dirán los agradecidos exiliados acerca de su liberación,
en vista de su posición en el esquema de salvación elaborado por Dios.
51:11 Los reyes de Media. Jefes de varias tribus, unidas en el ataque a Babilonia.
51:13 Muchas aguas. Las aguas del Éufrates fueron divididas para formar una red de canales para
la irrigación.
51:15–19 El Señor hizo la tierra. Con palabras idénticas se describe la impotencia de los ídolos en
10:12–16. La voz de alerta contra el confiar en objetos de burla (v. 18) en vez de confiar en el
Creador mismo, fue una alarma necesaria ante el desatino de Israel, pero fue de no menor pertinencia
cuando los babilonios confiaban en su dios Marduc para que los defendiera contra el Señor
Todopoderoso o “SEÑOR de los ejércitos”. (v. 19)
51:20 Mi mazo. Así como en su tiempo, los asirios fueron “la vara” de la ira de Dios (Is 10:5–11),
así los babilonios fueron llamados a ser el mazo para destrozar a las naciones en su ascenso,
planeado por Dios, a la categoría de Imperio. Ambos, la vara y el mazo, serán echados al montón de
basura por haberse erigido en instrumentos de auto-agrandamiento en perjuicio del reino de Dios.
51:25 Monte. Babilonia estaba situada en una planicie. Figurativamente hablando, adquirió
preeminencia por sus conquistas.
51:27 Ararat, Mini y Asquenaz. Distritos en el territorio de Media.
51:31 Corre uno tras el otro. Los mensajeros del desastre vendrán y se irán en rápida sucesión.
51:34 Me … Israel está hablando de sus delicias o posesiones atesoradas que serán removidas
totalmente por los babilonios.
51:36 Sus manantiales. El Éufrates, sus canales y embalses.
51:38 Rugirán. Los babilonios, que actuarán como cachorros de león, hambrientos y como
inflamados por su febril ansia de cazar una presa, servirán de alimento para el Señor que los sumirá
en un “sueño perpetuo” y los cambiará de bestias depredadoras en víctimas domésticas, destinadas a
“ser sacrificadas”.
51:41 Babilonia. Comp. 25:26. De Babilonia y Asiria venía la mayor parte de las invasiones. (Jer
1:14–15)
51:42 El mar. Una oleada tras otra, los enemigos inundarán a Babilonia.
51:46 No desfallezcan. Los rumores acerca de convulsiones políticas en el mundo antiguo podrían
infundir temores en los exiliados, no sea que su suerte en un ambiente extraño se tornaría aún peor.
51:48 El cielo y la tierra. Así como el universo entero está llamado a dar testimonio de las
acusaciones de Dios en contra de su pueblo, así se lo convoca también a unir sus voces en cánticos de
júbilo para festejar la derrota de sus enemigos. (Dt. 4:26; 30:19; Is 44:29; 49:13)
51:50 Huyan sin demora. Habiendo escapado de la espada, los exiliados deben considerar su
liberación como una señal de Dios de su retorno a Jerusalén.
51:55 Rugen como olas. El ataque de los enemigos se asemejará a la irresistible fuerza del mar y
su ensordecedor rugido.
51:59 El profeta Jeremías mandó. Una copia escrita de las palabras dichas en contra de Babilonia
debía llevarse a Babilonia, y allí grabarse en una piedra y arrojarse en medio del Éufrates para
simbolizar que de “esta manera se hundirá Babilonia, y nunca más se levantará” (vv. 59–63). Otros
actos simbólicos se citan en 19:1 y ss., 27:1 y ss. 32:1 y ss.; 43:8 y ss. El ejecutor de la acción
proyectada habrá de ser Seraias, hermano de Baruc, el secretario de Jeremías (32:12), así como había
sido el acompañante de Sedequías en el viaje de este último a Babilonia en el año cuarto de su
reinado. Es muy posible que el rey de Judá, que gobernó por la gracias de Nabucodonosor,
emprendió este viaje para asegurar a su soberano que él, Sedequías, no alentaba la revuelta en
Jerusalén (comp. c. 28). Antes se había enviado una delegación a Babilonia, al parecer por la misma
razón. (29:3)
51:61 Asegúrate de leer. Seraías debía buscar el momento y lugar oportunos para cumplir con su
cometido. No se hace mención de audiencia alguna. Es de suponer, pues, que la lectura se hizo en
privado.
51:64 Aquí concluyen. El próximo c. relata la caída de Jerusalén, como apéndice de las palabras de
Jeremías.
52:1–32 El último c. del libro de Jeremías sirve de declaración jurada que da fe de que el profeta
hablaba la palabra del Señor (vv. 1–11 etc.). Lo que predijo llegó a ser un hecho histórico. La historia
comienza con el reinado de Sedequías, el último rey de Judá (vv. 1–3), describe la caída de Jerusalén
y la profanación del templo (vv. 4–27), enumera en orden cronológico las deportaciones a Babilonia
(vv. 28–30), y termina relatando cómo Joaquín, encarcelado por Nabucodonosor, fue indultado,
sacado de su confinamiento y tratado en forma digna por Evil Merodac, quien más tarde sería uno de
los reyes de Babilonia (vv. 31–34). Excepto algunas omisiones y agregados menores, la información
acerca de estos eventos aparece también en el c. 39 y en 2R 24:18 a 25:30.
52:12 A los 10 días. Según 2R 25:8, el general (o: ministro) de Nabucodonosor llamado
Nabuzaradán llegó a Jerusalén tres días antes de impartir la orden de saquear el templo y prenderle
fuego.
52:13 La casa del SEÑOR. Los ornamentos del templo y los vasos sagrados se describen aquí con
detalles mayores que en los cc. paralelos de 2R 25:13–17.
52:28 En el año séptimo. Sin duda, un error del copista: séptimo en vez de decimoséptimo. La
indicación de la fecha, aquí como también en el v. 12, se basa en un sistema que cuenta los años de
reinado de un rey, mientras que 2R 25:8 se basa en otra forma, igualmente aceptable, de computar los
años. Véase Introducción a los libros de los Reyes, “Cronología”.
Tres mil veintitrés. Aparentemente, este número se refiere sólo a los judíos tomados prisioneros
en la ciudad de Jerusalén. La cifra 10.000 en 2R 24:14 representa el número total de los prisioneros,
incluyendo también a los 4.000 mencionados aquí en el v. 30.
52:30 Fueron desterrados. Esta deportación no figura en los relatos paralelos.
52:31 Joaquín. Con este incidente concluye también el informe en 2R 25, donde finaliza con una
nota de esperanza.
LAMENTACIONES
INTRODUCCIÓN
Contenido
Este libro, que sigue a los escritos de Jeremías y precede a los de Ezequiel, no contiene oráculos
del tipo como los hallamos en éstos u otros libros proféticos. Aquí, el lector se encuentra con odas
que más bien se parecen a salmos. Sin embargo, mientras las composiciones líricas del Salterio
expresan sentimientos dictados por una variedad de circunstancias y experiencias, cada uno de los
cinco poemas que figuran en Lamentaciones es como un estallido de dolor causado por un mismo
acontecimiento trágico: la caída de Jerusalén. Gotas de lágrimas caen sobre cada uno de los
renglones. Sollozos ahogados y el eco de incontenibles gemidos resuenan en cada estrofa. Sostenidos
lamentos y casi interminables gritos de dolor por algo que ocurrió en tiempos y lugares tan remotos
parecen no tener mucho sentido para el lector moderno. No obstante, cualquier persona que sufrió la
devastación de su tierra natal por los horrores de la guerra, o cuya vida parece un caos, no tendrá
dificultad en reconocer que también esta parte de las Escrituras “se escribió para enseñarnos”. (Ro
15:4)
Estructura
Los primeros cuatro cc. de Lamentaciones constan de 22 estrofas cada uno, dispuestas
alfabéticamente. Acerca de esta particularidad del arte poético, véase la Introducción a los Salmos,
párrafo “Poesía”, y también la secuencia de los párrafos del Salmo 119. Dado que el alfabeto hebreo
tiene un total de 22 letras, los cc. 1, 2 y 4 están compuestos por 22 estrofas cada uno. En el c. 3, tres
renglones sucesivos comienzan con la misma letra hebrea, también en orden alfabético, lo que da un
total de 66 estrofas. El c. 5, en que no se aplica el esquema acróstico, igualmente está forma-do por
22 estrofas, lo que nos hace pensar en la expresión “de la A hasta la Z”.
Autor
En la Biblia hebrea, los 266 renglones de este libro no llevan título excepto la exclamación
adverbial “Cómo”, la palabra con que arranca el texto, y que introduce también los cc. 2 y 4.
La designación “Lamentaciones” aparece como título para los cinco poemas en la antigua versión
griega denominada ‘Septuaginta’. Este título va acompañado en la Septuaginta por una nota: “Y
sucedió que después de que Jeremías había sido llevado al cautiverio, y dejada en ruinas la ciudad de
Jerusalén, el profeta se sentó a llorar y a lamentarse sobre Jerusalén, diciendo…” Esta tradición
antigua sigue viviendo en el título actual de “Lamentaciones de Jeremías”. Según 2Cr 35:25, el
profeta de Anatot efectivamente “compuso un lamento”. Sin embargo, no hay pruebas en las
Escrituras para atribuir la autoría de las endechas de este libro al hombre frecuentemente llama-do
“el profeta del llanto”. Los argumentos basados en criterios internos, como vocabulario, estilo
literario y enfoque, no son lo suficientemente contundentes como para aprobar o rechazar la tesis de
que estas luctuosas letanías sean obra de la pluma de Jeremías. Tomando en cuenta el contenido, lo
único evidente es que el autor es un contemporáneo de los trágicos eventos que motivaron su
lacerante dolor. Pero a pesar de que el autor de los poemas permanezca en el anonimato, no por ello
hay que restarles el carácter de autoritativos - tan poco como los salmos de origen desconocido son
inferiores a aquellos cuyo autor se menciona por nombre.
Al sopesar los diversos argumentos respecto de la autoría pueda ser de importancia también
fijarse en el lugar que el canon hebreo asigna a este libro. No es la continuación de las profecías de
Jeremías, sino que forma parte de la tercera división de los libros del A. T. llamada simplemente
“Los Escritos”. Y a su vez, en esta colección de varios tipos literarios aparece como uno de los cinco
libros titulados “Los Rollos”, y está prescrito como lección bíblica en días específicos del calendario
litúrgico. El libro de Lamentaciones servía, y sirve aún, para conmemorar la destrucción del templo,
que se observa el día noveno del mes Ab. (julio/agosto)
1:1–22 En el primer lamento, la santa ciudad de Sión, destruida y desolada, aparece personificada
como viuda en un estado de humillación y abandono. Los vv. 111 describen su situación penosa. En
los vv. 12–22, las palabras con que el poeta lamenta la miseria de esta viudez llegan a su punto
culminante. Aquí y allá hay alguna desviación de este esquema general: en el v. 11 se registra una
palabra de la viuda humillada; en el v. 17 también es la viuda la que habla de sí misma, pero en
tercera persona. Ambas partes tienen ciertos elementos característicos en común, así también con los
cuatro cc. restantes. Pero en ninguno de ellos hay indicios de que los rudos embates de la aflicción
hayan inducido a las víctimas a entregarse a una sombría resignación ante lo inevitable. Para mitigar
en algo el dolor, se da curso libre y abierto a las lágrimas; no se le baja el tono al desconsolado
llanto; al contrario: sollozos reprimidos hienden el aire al comparar el bienestar de los tiempos
pasados con la pesadilla de la vergüenza y lobreguez del presente.
Pero al mismo tiempo, el constante lamento no se convierte en una práctica de morbosa auto-
conmiseración. Ni tampoco se atribuye la tragedia a un cruel destino que de un modo ciego y
caprichoso determina la muerte de los humanos. Los abatidos dolientes confiesan repetidas veces que
el Señor obró con justicia cuando permitió que los babilonios destruyeran a Jerusalén, porque grave
es su pecado, y ha llegado a ser basura e inmundicia (vv. 8, 17). No obstante, tan innegable como es la
multitud de sus pecados (v. 5), tan cierto es también que los arrepentidos gritos pidiendo restauración
serán escuchados. Vendrá el día en que el Señor pueda volver a usar al pueblo castigado y perdonado
como instrumento de su misericordiosa y buena voluntad.
1:1 Viuda. En el Israel de antaño, la existencia de una mujer privada de su esposo era
extremadamente dura, a despecho de leyes explícitas que le aseguraban protección. (Éx 22:22; Dt
10:18; comp. Sal 94:6; 146:9)
1:2 Amantes. La confianza de Israel en naciones extranjeras tales como los egipcios se describe
como prostitución. (v. 19; Jer 3:1; 4:30; 30:14)
1:12 ¿Acaso no les importa? Si bien el texto hebreo presenta dificultades, está claro que se trata de
una invitación a los que pasan por el camino a fijarse en lo grave que es el sufrimiento de Sión. En la
liturgia del Viernes Santo, el dolor de Israel se usa como tipificación del padecimiento de Jesucristo
cuando el Señor descargó… su ardiente ira sobre el Cordero que quita el pecado del mundo.
1:14 Como un yugo que se me ha colgado al cuello. Israel no pudo zafarse de las consecuencias de
sus transgresiones.
1:21 Para que sufran. Por cuanto los perseguidores de Sión son también enemigos del Señor por
el mal que hacen (v. 22) al oponerse a su reino, el ruego por su aniquilamiento es justificado. El día
del Señor trajo consigo el castigo de Sión por sus pecados (Am 5:18–20; Jer 31:15 y s.). Cuando
vuelva a amanecer, Sión será restaurada, y sus enemigos, destruidos. (Jer 46:10; 47:4; 50:27)
2:1–22 Los mismos motivos elegíacos que componen el c. 1 rodean también, cual círculos, el
tema trágico en cada nuevo c. de esta obra poética. Con una crudeza particular, cada renglón recalca
el reconocimiento de que la catástrofe nacional sobrevino porque el Señor en su ira desde el cielo
echó por tierra el esplendor de Israel. En su furiosa indignación no hizo alto ni ante el estrado de sus
pies, el templo (Sal 99:5; 132:7). Cubrió con su enojo a la santa ciudad entera, a todo el pueblo y a sus
jefes, poniendo así fin a sus fiestas solemnes y sus sábados y todas las funciones de un gobierno
teocrático (1:10). La severidad del juicio divino sobre Sión se describe en forma dramatizada como
“la hija de Sión que llora por sus hijos e infantes que desfallecen y se mueren de hambre”. (vv. 11–12)
El poeta no sabe qué hacer para consolar a la afligida hija de Sión. No puede remitirse al ejemplo
de otros que han corrido una suerte aún peor. Tampoco puede librarla del pecado en que incurrió al
permitir que profetas engañosos la estimulen en su iniquidad con oráculos falsos y desorientadores
(vv. 13–14). La hija de Sión no puede esperar señales de simpatía ni por parte de los que en un tiempo
veían en ella la ciudad de belleza perfecta, ni mucho menos por parte de sus enemigos. (vv. 15–16)
Puesto que quien causó esta demolición despiadada es el SEÑOR, de él tiene que venir también el
socorro. Solamente la oración ferviente e incesante ofrece esperanza (vv. 17–19). Respondiendo a
esta exhortación, la hija de Sión vuelve al escenario e importuna al Señor con sus quejidos para que
se sienta movido a misericordia al ver los horrores que tiene que padecer su pueblo. (vv. 20–22)
2:4 Las tiendas. En tiempos anteriores, la hija de Sión residía en Jerusalén.
2:6 Morada. En el huracán de la ira divina, la estructura masiva del templo se desintegró como
una endeble choza hecha de hojas y ramas.
2:7 Gritos. El festivo cántico de los gozosos adoradores cedió el lugar a los roncos aullidos de
los invasores.
2:8 Tomó la vara y midió. La demolición del muro fue hecha con la misma precisión con que los
constructores suelen erigir un edificio. (2R 21:13; Is 34:11)
2:9 No hay visiones. En la ciudad arrasada, toda ley civil y religiosa había perdido vigencia.
Tampoco existía la posibilidad de que los profetas recibieran y transcribieran palabras inspiradas de
orientación de la boca del SEÑOR. Después de la deportación de Jeremías a Egipto (Jer 40) no se oyó
en Palestina voz profética alguna por décadas.
2:12 Heridos de muerte. Las condiciones en la Jerusalén sitiada se describen en 2R 25:3; Jer 52:6.
2.14 Profetas. Respecto de las invectivas de Jeremías contra los que difundían visiones falsas y
engañosas véase Jer 14:13 y ss.; 26:7 y ss.; 27:10, 15; 28:5–16; 37:18 y s. Los que son conducidos por
caminos errados por charlatanes religiosos comparten la culpa de quienes los engañaron.
2:15 Belleza perfecta. Jerusalén llevaba el nombre honorífico “la ciudad del gran Rey”. (Sal 48:2;
50:2)
2:19 Vigilancia. Las oraciones continua-ban por la noche, dividiéndola en tres períodos llamados
“vigilias”.
2:20 Comerse el fruto de sus entrañas. Comp. 4:10; Lv 26:29; Dt 28:53 y ss.; Jer 19:9. “¡Terrible
cosa es caer en las manos del Dios vivo!” (Heb 10:31)
3:1–66 Emplazados entre dos cc., los 66 versículos de este lamento se levantan como una ola
encrespada por el huracán sobre un mar de lágrimas. La forma poética alcanza un nuevo nivel de
versatilidad artística, con una triplicación del diseño acróstico. Siguiendo el orden alfabético, cada
letra hebrea forma el inicio de tres versículos, como un clavo que a fuerza de otros tantos martillazos
penetra los pensamientos uniéndolos. Dentro de este marco, elementos de diversa índole práctica se
mueven con una libertad que a veces casi confunde al lector. Algunos de los versículos se asemejan a
cierta clase de salmos en que un gravemente acongojado individuo ruega por ser liberado de su pena
y dolor. Otros hay en que predominan los lamentos colectivos o nacionales. A veces, la sumisión a la
voluntad divina y la confianza en su misericordia resuenan como los cánticos de fe y triunfo del
Salterio. Las exhortaciones a cómo se ha de sobrellevar el castigo se leen como páginas de los
Proverbios o de Job. La nación enlutada habla con el singular “yo” y “mí” así como en el plural
“nosotros” y “nos”. Diálogos y soliloquios diseminados aquí y allá logran incrementar la agilidad
del relato. El pueblo golpeado es personificado como “hombre que ha sufrido la aflicción” y también
como “hija (NVI capital) de mi pueblo”. (vv. 1, 48)
Como en el caso de otras lamentaciones, un gemido desde las profundidades del dolor emana de
los versículos iniciales. La naturaleza torturante de los embates que hacen a la persona estallar en
gritos de dolor se describe en una secuencia de conmovedoras figuras retóricas. Todo es tan
espantoso que la víctima se siente como encerrada en una oscura cámara de tormentos de la cual no
hay escapatoria (vv. 1–9). Parece como si el Señor la estuviera desgarrando como una bestia salvaje,
o le hubiera clavado en la carne una flecha tras otra. En lugar de recibir muestras de simpatía, ha
llegado a ser el hazmerreír de sus semejantes (vv. 10–15). Como resultado, está a punto de declarar
que la esperanza en el Señor es una desilusión total (vv. 16–20)
Y sin embargo, no se hunde en la desesperación. Llegan a su mente las palabras de una verdad que
nadie ni nada podrá alterar. Pese a que todo parece indicar lo contrario, es un hecho incontrovertible
que “el gran amor del Señor nunca se acaba” (vv. 2124). De esta premisa debe seguir necesariamente
que el Señor es bueno con los que en él confían, aun cuando tienen que “ llevar un yugo ” en el
generalizado descalabro nacional (vv. 25–27). En este contexto, el autor se acuerda del mensaje
acerca del sentido y de la meta que transmiten aquellos que han pasado por las aflicciones sin caer en
desmayo. Todos ellos convienen en dos axiomas: a) no le causa ningún placer a Dios afligir a los
hijos de los hombres; b) el Señor está dispuesto a tener compasión tan pronto que el castigo haya
cumplido con su propósito. Por lo tanto, es igualmente cierto que no tolerará injusticia y opresión
que sólo sirve para satisfacer la codicia y el capricho de malhechores. Por más poder que tengan los
malvados, no escaparán del castigo, porque el Señor tiene el poder de ejecutarlo. (vv. 34–39)
Pero esto sí: la esperanza en Dios no puede tener como base algún mérito humano. Los pecados
no pueden ser expiados por el sufrimiento. Si ha de existir una vía de escape de las consecuencias del
haber incurrido en transgresión y rebeldía contra el SEÑOR, es imprescindible una confesión plena
de ser culpable, y un ruego sin reserva por obtener perdón. Pero por cuanto en el pasado, el pueblo se
había negado a volver al camino del SEÑOR, él derramó su ira sobre la nación rebelde. Y la
devastación y destrucción sólo llegará a su fin cuando el Señor se digne mirarnos desde el cielo y vea
un cambio en los corazones (vv. 40–51). Por otra parte, no se debe dudar por un solo momento de
que por una penitente apelación a la misericordia de Dios, él puede ser movido a perdonar pecados y
sanar las heridas que infligió. La liberación es tan segura como si ya se hubiese producido. Para
despertar confianza en la fidelidad de Dios, el poeta hace aparecer en escena a un anónimo para dar
testimonio de que el Señor escuchó un clamor desde lo más profundo de la fosa (vv. 52–57).
Convencido de que al exponer su causa pone en juego el honor de Dios, el anónimo se atreve a
insistir en que Dios persiga a los asaltantes y los borre de este mundo. (vv. 5866)
3:1 La vara de su ira. Por una similar explosión del ánimo causada por el sufrimiento que le
infligió el Señor véanse los siguientes textos: Job 16:6–17; 19:8–22; Sal 38; 88; 109; 143.
3:6 En las tinieblas. La vista física es apagada por la muerte. (Sal 6:5)
3:15 Ajenjo. Comp. Pr 5:4; Jer 9:15.
3:16 Morder el polvo. Tiene que masticar piedras en lugar de pan. (Comp. Mt 7:9)
3:18 Mi esperanza… se acaba. Otras víctimas de padecimientos también se sienten tentadas a
perder la esperanza. (Job 21; Sal 73:12–14)
3:24 Todo lo que tengo. Puede reclamar la ayuda de Dios con tanta confianza como un heredero
reclama el derecho a su herencia. (Sal 16:5; 73:26; 119:57; 142:5)
3:26 Bueno es. Las adversidades nos son enviadas por Dios con un propósito saludable, y
debieran ser sobrellevadas con humilde sumisión a su sabiduría superior. (Job 5:17 y s.; Sal 37:7 y s.;
Pr 3:11 y s.)
3:33 No porque sea de su agrado. Dios no siente un sádico deleite con torturar a sus criaturas.
Ciertamente, puede afligir a los hijos de los hombres, como lo describen los vv. 1–18; pero su
“compasión” y “su grande amor” (v. 32) hacen que los dolores no duren más de lo necesario. (Sal
103:9; 30:5; Jer 3:12; 31:20; Os 11:8 y s.)
3:38 Lo bueno y lo malo. Comp. Is 45:7.
3:42 No has querido perdonarnos. A menos que los transgresores y rebeldes busquen el perdón
del SEÑOR, sus pecados siguen imperdonados, provocando una fatal separación entre ellos mismos
y Dios. (Is 59:2 y ss.)
3:53 Enterrar vivo. (O: arrojar en una cisterna). Si bien Jeremías fue arrojado en una cisterna (Jer
38:7–13) su muerte se habría producido por inanición antes que por el encarcelamiento. El hombre
sufriente que habla aquí describe en forma drástica lo profundo de los desastres mortíferos de los
cuales el Señor lo liberó.
3:64 Dale su merecido. Acerca del clamor de Jeremías por verse vindicado comp. Jer 17:12–18 y
18:23; además 2Ti 4:14.
4:1–22 Sigue otro lamento por la caída de Jerusalén, pero no como mero ejercicio trillado de
exhibición emocional. Un punzante dolor suele causar más de una hora de insomnio. La humilde
entrega a la mano conductora de Dios sólo es posible después de haber lidiado larga y duramente
contra resentimientos y amargura. En efecto: el poeta da rienda suelta a las exclamaciones de angustia
porque éstas han de servir a un propósito saludable. La intensidad de su sufrimiento debe llevar a
serias reflexiones acerca de la gravedad de los pecados cometidos contra Dios si él los castiga con
medidas tan severas. El penitente reconocimiento de haber ofendido al Dios de amor no es en vano,
pues una vez que el castigo se ha cumplido (v. 22), brillará de nuevo el sol del restablecimiento en el
favor divino. También en este c. se aplica el método acróstico.
Los primeros dos versículos deploran la total pérdida de status que experimentó la nación. Los
habitantes de Sión, que antaño valían su peso en oro, hoy son de tan poco valor como vasijas de
barro, producto barato de un alfarero.
La evidencia de esta degradación es descorazonadora. Los infantes mueren de hambre porque a
sus madres les faltan las fuerzas para alimentarlos. Los pequeñuelos yacen sobre montones de ceniza,
moribundos o ya muertos, porque el pan que piden, nadie se lo da. Comparado con Sodoma, el
pueblo escogido recibe un “castigo más severo” (vv. 3–6; comp. Lc 12:47). Que el Señor no refrenó
su ira se pone de manifiesto también en la suerte de la población adulta. Hombres en la plenitud de su
vigor languidecen y son arrebatados por el hambre. Mujeres, a pesar de ser compasivas, tratan de
combatir su consunción comiendo a sus propios hijos (vv. 7–11). Como lo reconocen incluso los
gentiles, nada de esto habría ocurrido si el Señor no hubiera permitido al enemigo cruzar las puertas
de Jerusalén. Pero lo permitió, porque los crímenes de los profetas y sacerdotes no podían quedar
impunes (vv. 12–16). También los reyes y los jefes políticos se hicieron culpables al rechazar al
SEÑOR, esperando en vano el socorro por mano de una nación incapaz de socorrerlos, como Egipto.
(vv. 17–20)
Sin embargo, todavía queda una esperanza para el futuro. Una vez que el castigo haya logrado
que la hija de Sión entre en razón, el Señor hará que desempeñe nuevamente el papel que Dios le
asignó en su plan de salvación universal, mientras que los enemigos suyos y los del pueblo, tales
como los edomitas, perecerán. (vv. 21–22)
4:3 Avestruces. Proverbiales por abandonar a sus crías. (Comp. Job 39:13–16)
4:6 Nadie le tendió la mano. El castigo de Sodoma, destruida en un instante, fue menos severo por
cuanto los sodomitas no tuvieron que soportar los horrores de un prolongado sitio ni las crueldades
perpetradas por agentes humanos. Por más detalles respecto de la culpabilidad de Israel, que indujo a
Dios a tratar con más rigor a su pueblo escogido, véase Jer 23:14; Ez 16:48.
4:10 Cocinaron a sus propios hijos. Desgraciada situación a que se alude en 2:20 y que fue
preanunciada en Jer 19:9.
4:12 No creían. Defendida por el SEÑOR, Jerusalén volvió a ser inexpugnable incluso para
invasores tan poderosos como lo fue Senaquerib (Is 36 y s.). La pro-mesa de la protección divina
creó una falsa sensación de seguridad, denunciada por Jeremías en los cc. 7 y 26.
4:13 Derramar… sangre. Por sus falsas enseñanzas, los jefes religiosos llevaron al pueblo por
mal camino, y así se hicieron responsables por el baño de sangre que siguió a la caída de la ciudad. A
más de esto, estuvieron envueltos directamente en las maquinaciones asesinas contra el justo. (Jer
26:7, 20–23)
4:15 ¡Largo de aquí, impuros! Al final, el repudio popular contra los falsos profetas y los
sacerdotes alcanzó un grado tal que se los esquivó como a leprosos incluso después de su dispersión
entre las naciones. (16; Jer 29:21 y s.; Lv 13:45)
4:17 Desfallecen nuestros ojos. El pueblo confiesa haber hecho oídos sordos a las advertencias de
Jeremías en contra de la insensatez de tratar de esquivar el castigo con que los amenazó por sus
alianzas con Egipto y otras naciones. (Jer 2:18, 36 y ss.; 27:3; 37:5–10)
4:20 El ungido del SEÑOR. En tanto que un rey, como representante del régimen teocrático del
SEÑOR, ocupaba el trono en Jerusalén, el pueblo sentía que su existencia entre las naciones estaba
asegurada. Pero su confianza en los reyes, considerada tan esencial para su bienestar como lo era la
respiración para su vida física, se vino abajo cuando el rey Sedequías fue apresado como un animal
por los babilonios (Jer 52:8–11). Jeremías ya había predicho que la administración irresponsable de
su cargo por parte de Sedequías traería resultados trágicos. (Jer 37:17 y s.)
4:21 Edom. El inveterado enemigo de Israel es elegido para ejemplificar la suerte que espera a
todos aquellos que intentan impedir la venida del reino del SEÑOR. Ningún poder hostil, sea grande
o pequeño, es capaz de sustraerse a beber de la copa de la ira de Dios que deja al que la bebe tan
desvalido y débil como un borracho. Otros presagios acerca de lo que ocurrirá con Edom se hallan
en Abd 11–14; Jer 49:7–13; Ez 25:12–14; Mal 1:2–5.
5:1–22 El último lamento se asemeja a la forma de los cc. precedentes sólo hasta el punto de que
tiene tantos versículos como letras tiene le alfabeto hebreo. Se discontinúa el método acróstico. El
contenido, por su parte, acentúa la convicción de que el Señor no cerrará sus oídos a los sollozos
provocados por las dificultades y contratiempos; que acepta una sincera confesión de la culpa; y que
está dispuesto a dar una respuesta a quien apela humildemente a su misericordia. Como si le fallara la
memoria respecto de lo que le ha sucedido a su pueblo, los quejidos de los remanentes en el país
después de la caída de Jerusalén sue-nan fuertemente en sus oídos. Nuestro oprobio, dicen, nos duele
tanto más cuando pensamos en la libertad, la paz y el esplendor de los días que se fueron, y los
comparamos con la opresión, las preocupaciones y la degradación que padecemos en la actualidad.
Diseminadas en esta retrospección a su situación deplorable hay frases que reconocen sin
restricciones que de hecho, lo que les está pasando lo tienen bien merecido. No pueden declarar
inexacta la extensa lista de los pecados nacionales desde el tiempo de sus padres hasta sus propios
días (vv. 7, 16). La desazón y el arrepentimiento aumentan cada vez que se piensa en que el monte
Sión donde gozaban del privilegio de acercarse a Dios en adoración y oración, se halla desolado (vv.
1–18). La súplica de que los días vuelvan a ser como los del pasado parte del supuesto de que
posiblemente, Dios no haya decidido rechazarlos para siempre. Convencidos de que su trono
permanece eternamente, cuentan con su buena voluntad de restablecer las relaciones entre él y su
pueblo, de manera que su reino celestial pueda hacerse visible sobre la tierra por medio de ellos. (vv.
19–22)
5:6 Egipto y Asiria. Extender una mano de amistad y alianza hacia las potencias mundiales del
Nilo y del Éufrates era una práctica de la política nacional que se remontaba a los días de los “ padres
”, como lo hace constar el v. 7. Repetidas veces, los profetas alzaron su voz de alerta contra este
rechazo de la protección que Dios les había prometido. (Is 30:2 y ss.; 31:1; Jer 2:18, 36; Ez 16:28;
23:5, 12; Os 5:13; 7:11; 12:1)
5:7 A nosotros nos tocó (“nosotros heredamos”). El v. 16 demuestra que los suplicantes no
tuvieron la osadía de acusar a Dios por castigarlos por pecados que ellos no cometieron, como lo
hicieron algunos de sus contemporáneos al citar un dicho proverbial blasfemo (Jer 31:29). Si bien los
padres no vivieron el tiempo suficiente como para ver que las amenazas del juicio divino no eran
ninguna fantasía, su propia generación era tan culpable como aquéllos (Éx 20:5; Dt 5:19; Jer 15:4;
16:11–13; 32:18). Ni aun “ los justos ” (4:13) que tienen que soportar el mismo desastre que los
inicuos se quejan de ser tratados injustamente.
5:8 Esclavos. Lacayos serviles de los babilonios que, como gobernadores, habían impuesto
cargas sobre el pueblo. (Mal 5:15)
5:9 A los peligros del desierto (lit. “Por causa de la espada”). Hordas de beduinos que los
amenazaron cuando con duro esfuerzo intentaron labrarse una existencia en la frontera del país.
5:11 En Sión y en los pueblos. Las ruinas de Jerusalén y de otras ciudades eran lugares propicios
para perpetrar toda clase de crímenes.
5:21 Permítenos volver. Los pecadores no pueden volver a una relación de Padre a hijos con Dios
“por su propia razón o poder” (Lutero). Necesitan que el Espíritu despierte en ellos la iniciativa y el
poder.
5:22 ¿Nos has rechazado? Los insistentes y apasionados ruegos en estos 5 cc. parecen terminar en
una pregunta dictada por la incertidumbre y la duda, antes bien que en una exclamación que indique
una firme confianza y una gozosa anticipación. Sin embargo, la pregunta es un atrevido desafío a
Dios a ser fiel consigo mismo. Si él es, en efecto, mi “Dios clemente y compasivo, grande en amor y
fidelidad”, como él mismo lo afirma (Éx 34:6), no puede negarse a perdonar y ‘restaurar ’ a sus hijos
caprichosos pero arrepentidos. Esta confianza en la misericordia perdonadora de Dios halla su
expresión positiva en 3:31 33.
EZEQUIEL
INTRODUCCIÓN
El marco histórico
Las palabras de Ezequiel abundan en más datos cronológicos exactos que cualquier otro libro
profético. La fecha clave es el 597 a. C., año en que “el rey Joaquín fue deportado” (1:2) en ocasión
de la campaña punitiva de Nabucodonosor, y sirve como punto de referencia para indicar en qué año,
mes y día se produjo tal y tal evento (catorce en total), incluso para la forzada estadía de Ezequiel “a
orillas del río Quebar, en la tierra de los caldeos”(1:3). Allí fue llamado para desempeñar su cargo de
profeta, en el quinto año de su cautiverio (1:2). Y el año que él señala como el último en que le llegó
la palabra del Señor fue el “año vigésimo séptimo” del exilio (29:7). Salta a la vista que su propósito
es indicar la fecha exacta en que se produjeron algunos acontecimientos significativos de su carrera,
tales como su ordenación, la recepción de la noticia de que había caído la ciudad de Jerusalén, la gran
visión acerca de la restauración (1:2; 33:21; 40:1). Sin embargo, no llegamos a entender por qué las
palabras dirigidas a las naciones extranjeras (cc. 2532) fueron de una importancia tal como para
insumir la mitad de los 14 datos.
La única dificultad en computar una fecha a base del exilio de Joaquín se presenta en el primer
versículo: “El año treinta” que se menciona allí, muy posiblemente se refiere a la edad del profeta. Si
tal es el caso, un relato que abarca estas tres décadas nos trae a la mente lo fatídicos que fueron estos
años en la historia de Israel. Cuando nació el profeta, habían transcurrido 100 años desde que los
asirios deportaron a las diez tribus norteñas y destruyeron su capital Samaria. Cuando Ezequiel tenía
diez años (612 a. C.) el imperio asirio colapsó, y los babilonios se hicieron dueños del mundo de
Israel. Siendo un muchacho de 15 años, se enteró de que Nabucodonosor había derrotado al faraón
Necao en la batalla de Carquemis, en el norte de Palestina, donde los egipcios habían desafiado la
supremacía de Babilonia. En su marcha de retorno a Babilonia, Nabucodonosor había llevado
consigo un cierto número de habitantes de Jerusalén en calidad de rehenes, entre los cuales el joven
Daniel había de adquirir notoriedad. 25 años tenía Ezequiel cuando el mismo rey babilónico llegó a
Jerusalén para sofocar una rebelión contra la dominación extranjera. Como advertencia contra
futuras insurrecciones, Nabucodonosor llevó a Babilonia a Joaquín junto con la clase alta de la
población. Entre ellos se hallaba “el sacerdote Ezequiel” (así en la versión RV 1995), (Ez 1:3). Era el
tiempo en que Ezequiel estaba por iniciar su servicio en el templo, pero el Señor tenía otros planes
con él. Llamado a ser su portavoz, desempeñó su cargo profético antes y después de la destrucción de
Jerusalén. Aparentemente, ya no estaba con vida para ver el retorno de Israel desde el exilio, que él
predijo con imperturbable confianza. Más de tres décadas habían de transcurrir desde el 27. año de su
cautiverio –el último dato registrado en su libro– hasta el día en que el rey persa Ciro firmó el
decreto de su liberación.
La persona
Ezequiel estuvo dotado de un caudal tan amplio de facultades mentales y emocionales que a gente
de capacidades más limitadas les podrá resultar difícil imaginarse cómo en una y la misma persona
pudieran concentrarse características tan diversas, y hasta contrastantes. Era capaz de producir
poemas ricos en imágenes y de alto valor artístico, así como también relatos en prosa cargados de
minucias cansadoras y concebidas en un estilo pedestre. Pedante y absorbido por un montón de
detalles, podía elevarse también a alturas sublimes de belleza literaria. Por desplegar diversos y a
veces contradictorios rasgos de carácter, se ha querido descubrir en él cierto grado de
desdoblamiento de la personalidad. Y algunos críticos llegaron al extremo de considerarle víctima de
una esquizofrenia paranoica. Esa anomalía mental, arguyen, iba acompañada de ataques de epilepsia.
Sin embargo, Ezequiel no padecía de ninguna enfermedad física ni mental. Actuó en obediencia a
la “palabra del SEÑOR”. Esta palabra, al “llegar hacia él”, moldeó su mensaje y dirigió sus acciones.
Nada tuvo que ver con estados de trance auto-provocados. En todo momento, él era “la mano del
SEÑOR” que le elevaba a visiones extáticas. Cuando da la impresión de ser un hombre severo y
desalmado, fue porque el Señor hizo que “su rostro fuese terco y obstinado” para encarar la “frente
endurecida” de un pueblo impenitente. (3:4–11)
La demanda de Dios de que Ezequiel se someta totalmente a su servicio se hace evidente también
en la forma inusual, y frecuente en que Dios se dirige a él como: “hijo de hombre”. Una sola vez,
Dios le llamó por su nombre (24:24). Más de 90 veces usó una frase que se puede traducir también
con “hijo de Adán”. Privilegiado como hombre que recibía visiones de parte de Dios y que tenía la
hermosa misión de predicar la verdad divina, sin embargo el mensajero de Dios debía tener en mente
que también él, al igual que el primero de los humanos, fue “sacado de la tierra y debía volver al
polvo y a la ceniza” (comp. Gn 4:19). No hay nada en las palabras o en la conducta de Ezequiel que
permita pensar que él necesitaba esas exhortaciones a la humildad que aparecen término medio, dos
veces en cada capítulo. No obstante, cualquiera que ha sido llamado al ministerio público de la
palabra sabrá que la tentación de sentir un orgullo personal por ello es un riesgo peligroso y dañino.
Cuando nuestro Señor hablaba tan a menudo de sí mismo como “el Hijo del hombre”, lo hacía para
expresar su solidaridad con aquellos a quienes él había venido a salvar. Pero el mismo título lo usó
también para auto-definirse como “el Hijo del hombre que está sentado a la derecha del
Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo” (Mt 26:64), a quien se le dio autoridad, poder, y
majestad, y “cuyo dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será destruido”.
(Dn 7:14)
La autoría
Contenido
Por su contenido, el mensaje de Ezequiel sugiere una división natural en tres secciones mayores.
Los cc. 1–24 son una serie de amenazas de juicio contra el impenitente Israel. Los cc. 33–48 traen
promesas de restauración. Los cc. intermedios (25–32) anuncian la ruina de siete naciones vecinas
para permitir así el resurgimiento del pueblo escogido. El propósito de la predicación de la ley y del
evangelio se resume en la breve aseveración: “Sabrán que yo soy el SEÑOR” (39:6), que se repite
más de 60 veces a lo largo del libro.
Bosquejo
III. 33:1–48:35 Israel, castigado, será restaurado, y vendrá el prometido reino de Dios
A. 33:1–39:29 El mensaje de la restauración
B. 40:1–48:35 Las visiones acerca de la restauración
23:1–24:27 LA CULPA Y EL CASTIGO, REPRESENTADOS UNA VEZ MÁS POR UNA ALEGORÍA
Y UNA ACCIÓN SIMBÓLICA
Aunque no siguen en orden cronológico, los próximos 8 cc. están agrupados para formar una
unidad temática. En todos ellos, la palabra del Señor se dirige no a la rebel-de casa de Israel sino a
siete naciones paganas. En el esquema general del libro de Ezequiel, esta colección de siete oráculos
sirve de interludio literario. Deja al lector en suspenso acerca de si un fugitivo vendría a
Nabucodonosor con la noticia de que el sitio de Jerusalén había resultado exitoso, como lo predijo
Ezequiel en los dos versículos finales del c. anterior. Al mismo tiempo, la catástrofe de la extinción
anunciada a las naciones extranjeras hace las veces de preludio a la tercera y última sección del libro.
En los cc. 33–48 Ezequiel predice que ninguna nación será capaz de invalidar el plan divino de
valerse de los descendientes de Abraham para traer salvación a todas las familias de la tierra (Gn
12:3). Pues mientras que las naciones hostiles están destinadas a permanecer sepultadas bajo las
arenas de los tiempos, Israel, purificada y redimida, volverá a desempeñar su papel en el
establecimiento del reino del Mesías, juntando a pueblos de todas las razas y haciéndolos
conciudadanos … de la familia de Dios. (Ef 2:19)
Abundan las colecciones similares de oráculos contra los enemigos de Israel, por ej. Is 13–23; Jer
46–51; Am 1:1–2:3. La importancia que estos oráculos contra pueblos del mundo antiguo tienen para
el lector de los tiempos modernos se desprende de Is 13:1–22.
Seis de las naciones condenadas limitan con el territorio israelita: Amón al este del Jordán, Moab
al este del Mar Muerto, Edom al sur, Filistea al oeste (c. 25), Tiro y Sidón al noroeste (cc. 26–28). La
séptima nación es Egipto, rival en la lucha por el dominio de la Palestina entera. (cc. 29–32)
No puede ser meramente casual que las naciones condenadas son siete en total, y que la séptima es
enjuiciada por siete palabras del Señor que llegaron a Ezequiel en siete ocasiones (29:1, 17; 30:1, 20;
31:1; 32:1, 17). Como en otras instancias, el número siete indudablemente indica plenitud. Cualquier
estructura de poder terrenal, mencionada o no, tendrá que salir derrotada si intenta impedir el
advenimiento del reino de Dios. Puede parecer extraño que Babilonia no esté incluida en esta lista de
naciones extranjeras que desafiaban el control de Dios sobre la historia del mundo. Hay dos razones
que sugieren el por qué de esta omisión. Cuando Ezequiel pronunció estas palabras, el rey de
Babilonia no estaba obstaculizando los propósitos de Dios. Pese a que actuaba por motivos egoístas,
con la destrucción de Jerusalén estaba llevando a cabo una tarea asignada por Dios. En segundo
lugar, Ezequiel estaba tratando desesperadamente de combatir la idea de que Dios no podía entregar a
su pueblo escogido en manos del enemigo. Una profecía acerca de la caída de Babilonia sin duda
había confirmado a sus oyentes en su falsa esperanza.
25:1–7 Respecto de las relaciones de los amonitas con Israel véase Jer 49:1.
25:8–11 En cuanto a las relaciones de los moabitas con Israel véase Is cc. 15 y 16; Jer 48.
25:12–14 De la enemistad inveterada de los edomitas contra Israel se habla en Is 21:11; Jer 49:7,
12, 14; Am 1:11.
25:15–17 La conflictiva relación entre los filisteos e Israel se describe en Is 14:28 y Jer 47.
25:17 Sabrán. Esta declaración acerca del propósito final de Dios se halla con frecuencia en los
sermones dirigidos a Israel. Su reiterada aparición también en estos oráculos da pie a la esperanza de
que también naciones de origen pagano serán llevadas al conocimiento de la verdad salvadora
garantizada en el eterno pacto de gracia de Dios. (25:7, 11, 14; 1Ti 2:4)
26:1–14 Unos 56 km. al noroeste del Mar de Galilea está situada la ciudad portuaria de Tiro,
“poderosa en el mar” (v. 17). Junto con su ciudad hermana Sidón, aproximadamente 40 km. más al
norte en la costa del Mediterráneo, los fenicios crearon un imperio comercial que en su tiempo no
conocía rival. Sus barcos traían a sus depósitos las mercaderías de todo el mundo y llenaban de
tesoros sus arcas (comp. Is 13). Sin embargo, las riquezas acumuladas mediante su comercio mundial
no lograron sustraer a los fenicios al control divino. En cinco ocasiones, la palabra del Señor llegó a
Ezequiel, ordenándole que anuncie el desastre a las dos opulentas ciudades (26:1; 27:1; 28:1, 11, 20).
Debido a su mayor prominencia en aquellos días, Tiro fue también el primer blanco de las denuncias.
En este c., su engañoso sentimiento de seguridad fue sacudido por un triple Así dice el Señor (vv. 7,
15, 19). Para ejecutar su juicio sobre la ciudad, Dios hará que se levanten muchas naciones contra
ella, que la convertirán en una roca desnuda (vv. 3 y s., 14). Uno de los ejecutores de la orden de
destrucción impartida por el Señor será el rey de Babilonia.
26:1 Al año undécimo. Como en este mismo año fue conquistada la ciudad de Jerusalén, la noticia
de su caída no debe haber tardado mucho en llegar a Tiro, donde fue recibida con malicioso
regocijo.
26:2 Las puertas de las naciones. Por su ubicación geográfica entre el Mediterráneo y el desierto,
Jerusalén estaba en una situación ventajosa para ejercer el control sobre el tráfico caminero entre las
naciones del mundo antiguo, y de cobrar impuestos sobre las mercancías en tránsito a través de su
territorio.
26:6 Sus pobladores (texto original: sus hijas). Ciudades fenicias de menor importancia.
26:7 Nabucodonosor. Después de haber conquistado a Jerusalén, sitió a Tiro - sitio que duró 13
años. A pesar de haber destruido la ciudad en tierra firme, su sistema de defensas situado sobre una
isla, dos km. y medio mar adentro, logró resistir y no fue demolido sino en el año 332 a. C. por
Alejandro Magno. Antes de poder tomar la roca fortificada, tuvo que construir un istmo artificial
para llegar a ella. La resistencia de Tiro contra Nabucodonosor se describe en 29:18.
26:15–18 Las ciudades satélites de Tiro y sus colonias marítimas temblarán ante la súbita caída de
una estructura al parecer invencible. Sus voceros, llamados “ los príncipes del mar ”, entonarán un
lamento sobre la ciudad demolida como si se tratara del cadáver de una persona.
26:19–21 La endecha por la debacle de Tiro estaba muy en su lugar. Pues así como un muerto no
puede retornar desde la fosa a la tierra de los vivientes, así la ciudad no podrá ser encontrada nunca
jamás.
27:1–9 Ezequiel recibe la orden de entonar una lamentación sobre Tiro como solían hacerlo los
dolientes cuando alguien era “llevado a la fosa” (26:20). La elegía profética comienza con un elogio,
como era habitual cuando alguien había fallecido (comp. el lamento de David por Saúl y Jonatán, 2S
1:17–27). A Tiro se la compara con una majestuosa nave, de belleza perfecta, de sólida construcción y
equipada en forma excelente, ataviada profusamente, y manejada por marineros expertos.
27:5 Senir. El pico más elevado del Anti-Líbano, más conocido como monte Hermón. (Comp. Dt
3:8)
27:7 Elisá. Quizás sea una ciudad en la isla de Chipre.
27:8 Arvad. Una isla 161 km. más al norte, asociada con Zemer. (comp. Gn 10:18)
27:9 Guebal. Un puerto marítimo al sur de Arvad, conocido también como Byblos.
27:10–11 Los mejores barcos tirios podían navegar sin riesgo hacia puertos lejanos porque su
puerto de matrícula estaba guardado por mercenarios contratados aquí y allá.
27:10 Lidia y Fut. Territorios de la costa africana, al oeste del delta del Nilo. (Jer 46:9)
27:11 Gamad. Nombre de una tribu que habitaba junto al monte Hermón.
27:12–25a El esplendor y la opulencia que destacaba a las pomposas naves tirias se debieron a su
lucrativo comercio con mercaderías selectas traídas de las regiones más remotas del mundo antiguo.
27:12 Comerciaba contigo. La lista de los países con los cuales Tiro mantenía provechosas
relaciones comerciales nos ofrece un verdadero mapa de la Antigüedad. “Javán” (v. 13) es la actual
Grecia; “Tumbal” y “Mésec” quedaban en Asia Menor; “Bet Togarma” (v. 14) era un territorio que
más tarde era conocido con el nombre de Armenia; “Rodas”, (v. 15) la mundialmente conocida isla
en la costa de Asia Menor; “Edom” (v. 16) al sur de Judá; “Damasco” (v. 18), la capital de Siria;
“Jelbón”, al norte de Damasco; “Uzal” (v. 19), un centro comercial en la Arabia meridional; “Dedán”
(v. 20), en el centro de Arabia; “Cedar” (v. 21), en Arabia del norte; “Sabá y Ragama” (v. 22), en el
extremo sur de Arabia; “Jarán, Cané, Edén” en la Mesopotamia; “Asiria” tomó su nombre de Assur,
el segundo hijo de Sem, que salió de Babilonia y se estableció en Asiria; “Quilmad” no se puede
identificar.
27:25 Naves de Tarsis. Barcos capaces de transportar cargas pesadas y recorrer largas distancias.
(Comp. 1R 10:22)
27:25b-36 Repentinamente, el mismo mar que había sido la vía por la cual la nave traía a puerto
las riquezas, se convirtió en el causante de su naufragio. Hecha pedazos por un viento del este, la
orgullosa embarcación se hundió en el fondo del mar, con pérdida de toda la carga y los hombres que
iban a bordo. Los habitantes de la zona costera, que presenciaron la catástrofe desde la orilla,
estallaron en lamentaciones, horrorizados ante el hecho de que la poderosa nave se hundiera tan de
repente y para siempre.
27:27 Tu riqueza. Tiro es el tipo de autosuficiencia y auto-determinación. Toda estructura de
poder contraria a Dios correrá la misma suerte que aquella ciudad. Es por esta razón que S. Juan hace
de Babilonia el símbolo de la oposición contra Dios, y en el libro del Apocalipsis describe su caída
en términos que recuerdan el naufragio de Tiro.
28:1–10 Ezequiel resume el pecado de Tiro en su profecía contra el jefe del estado, el rey. El
profeta le condena con palabras de su propia boca, citando su fanfarronada blasfema: Yo soy un dios,
sentado en un trono de dioses. El rey sucumbió a causa de su auto-deificación que le hizo
considerarse tan sabio como un dios, al punto de que en su sabia habilidad para el comercio había
acumulado oro y plata y una enorme riqueza. Sin embargo, este arrogante delirio de riqueza llegará a
su fin; y cuando se vea invadido por las más feroces de las naciones, irá a parar al sepulcro igual
como todos los mortales.
28:3 Más sabio que Daniel. En su oportunidad, Nabucodonosor le había dicho a Daniel: “No hay
para ti ningún misterio difícil de resolver” (Dn 4:9; 1:20; comp. Ez 14:14). Al rey de Tiro le faltó “el
temor al SEÑOR”, sin el cual aun el hombre más dotado de inteligencia no hace otra cosa que
estragos. (Pr 9:10; 3:7; 26:12; Is 5:21; Jer 9:23 y s.)
28:7 Las más feroces de las naciones. Designación con que se caracteriza a los babilonios también
en los siguientes textos: 30:11; 31:12; 32:12.
28:10 La muerte de los incircuncisos. La circuncisión era la señal del pacto con Dios (Gn 17:10–
14). En contraste con su arrogancia de atribuirse honores reales, el rey sufrirá la ignominiosa muerte
de los “incircuncisos filisteos”, que fueron derrotados por David y luego abandonados en el campo
de batalla sin que nadie los sepultara. (1S 17:26, 36, 51)
28:11–19 La derrota y muerte del rey ocurrirá con una certeza tal que Ezequiel recibe la orden de
entonar un cántico de lamento en su memoria en anticipación a sus funerales. El rey de Tiro correrá
la misma suerte que todos los que en rebelde orgullo se levantan contra su Hacedor, siendo éste el
pecado primordial que destruyó a la perfecta creación divina. La elegía de Ezequiel se destaca por sus
alusiones figurativas a la caída de Adán en Edén (v. 13) y la expulsión de Satanás desde el cielo al
fondo del abismo (v. 17). Como en los vv. 1–10, el poeta vuelve a los detalles con que se describen los
repugnantes relatos míticos de los eventos prístinos que eran del conocimiento del rey de Tiro. Por lo
tanto, el orgullo no es un leve desvarío sino una orientación de la vida en radical oposición a Dios.
Es además un pecado insidioso por cuanto sedujo a las criaturas de Dios cuando aún eran de
hermosura perfecta, de conducta irreprochable. (vv. 11, 15)
28:12 Modelo de perfección. Cuando se lo maneja en forma apropiada, el sello reproduce con
exactitud lo que está grabado en él. Así, el rey era un modelo de sabiduría y hermosura. La exhibición
que hacía de estos rasgos era tan perfecta como si él fuese un facsímil de ellos en su forma ideal.
28:13 Toda clase de piedras preciosas. Las siete piedras preciosas de que se habla aquí estaban
engarzadas también en cuatro hileras en el pectoral del sumo sacerdote (Éx 28:17–20). La antigua
versión griega llamada Septuaginta añade tres piedras más, con lo que se llega a un total de 12, el
número prescripto para la vestimenta sacerdotal. Ezequiel continúa con los detalles de la mitología
cananea. El vanidoso rey alardeaba con “estar sentado en el trono de los dioses” (v. 2). En este Edén,
él estaba cubierto de piedras preciosas y “caminaba sobre piedras de fuego” (v. 14), tal vez los astros
de las alturas celestiales (comp. Is 14:12, 13). En el relato bíblico, el Edén, “ jardín de Dios, ” era un
paraíso terrenal, abundante en árboles frutales, al cual Ezequiel se refiere en 31:9, 16, 18; 36:35.
28:14 Elegido querubín protector. Esta traducción, basada en la Septuaginta, hace de un ser
angélico el acompañante y protector del rey en el santo monte de Dios o de los dioses. Sin embargo,
una vez que el rey había “cometido pecado”, el mismo querubín le expulsó de su asiento en las
alturas, y Dios arrojó al pecador a la tierra (vv. 16 y s.; comp. c. 10). La traducción adoptada por la
NVI interpreta el texto en el sentido de que el propio rey es el querubín que aparece como guardián
del jardín, tanto aquí como en el v. 16.
28:16 Tu comercio. Por un momento, el lenguaje figurado da lugar a la descripción “en vivo y en
directo” de la fuente de la riqueza de Tiro en que se basaba su orgullo.
28:18 Tus santuarios. Por la gran cantidad de sus pecados … ha profanado los santos recintos
sagrados “en el santo monte de Dios”. (v. 14)
28:20–23 Situada a unos 40 km. al norte de Tiro, a Sidón le espera el mismo destino que a su
ciudad hermana.
28:24–26 En marcado contraste con Tiro y Sidón, a la casa de Israel se le abre un futuro glorioso.
El pueblo escogido sobrevivirá el cautiverio, volverá de entre las naciones y habitará seguro en su
propio país. De este modo, el divino plan de salvación, al parecer invalidado por el exilio,
nuevamente seguirá su camino. Rescatado de las cadenas del pecado, un Israel espiritual será
congregado de entre todas las naciones bajo el bienaventurado gobierno del Rey Mesías, descrito en
los cc. 33–48. (Comp. Is 43:1–28; 52:1–15; 58–66; Jer 23:1–8; 33)
29:1–32:32 Egipto
29:1–5 Estos vv. introducen los oráculos contra Egipto, la séptima nación extranjera que será
citada ante la corte de justicia de Dios (comp. cc. 25–32). Siete veces la palabra del Señor se dirigió a
Ezequiel para anunciar la caída que sufrirá el orgulloso país de los faraones. Si bien Israel tenía
relaciones también con otros pueblos, las siete naciones que se acusan y condenan en los cc. 25–32
representan la totalidad de las potencias mundiales que responden a la dirección de Dios (comp. Dt
7:1). Ninguna concentración de poderío humano, sea mencionada específicamente en estos cc. o no,
es capaz de obstaculizar o invalidar el plan de salvación elaborado por Dios. En varios períodos
desde el pasado remoto hasta nuestros días actuales, parecía que fuerzas adversas a Dios habían
arrojado a Dios de su trono y dado por tierra con su reino. En tales ocasiones, las víctimas de la
opresión satánica se habrán hallado al borde de la desesperación. Por ende, no es una inútil pérdida
de espacio cuando Ezequiel llena ocho capítulos (25–32), o sea, una sexta parte del libro entero, con
la imperiosamente necesaria aseveración de que siempre ha sido, es y será el beneplácito de Dios
Padre dar el reino a la “pequeña manada” (Lc 12:32), aun cuando algunos como “Edom”, “Tiro” o
“Egipto” traten de impedirlo.
No menos significativo es el hecho de que la mitad de estos cc. están dedicados a una serie de
siete profecías contra Egipto. A diferencia de las otras seis naciones citadas, Egipto había alcanzado
el nivel de potencia mundial, por lo cual podía ser considerado una temible obstrucción al gobierno
de Dios. En las instancias en que Ezequiel estaba escribiendo sus denuncias contra el faraón, éste
estaba desafiando la supremacía babilónica en el mundo antiguo. Por algún tiempo, el resultado de
esta contienda entre los dos gigantes era totalmente imprevisible. Los incrédulos israelitas dentro y
fuera de su país tenían los ojos puestos en los egipcios esperando que éstos podrían romper el cerco
alrededor de Jerusalén, con lo cual las profecías de Ezequiel acerca de su caída quedarían
desenmascaradas como un error. Pero estaban muy equivocados: no fue una astuta apreciación
personal de las señales del tiempo sino la certeza de la inspiración divina lo que le dio a Ezequiel la
visión y el coraje para anunciar, sin temor alguno de equivocarse, que la lucha por el dominio
universal terminaría en el desastre para Egipto. Los ejércitos del Nilo no tenían la fuerza suficiente
como para detener a Nabucodonosor en la tarea que Dios le había asignado, a saber: conquistar a
Jerusalén, y castigar al pueblo escogido enviándolo al exilio. En este papel como vara de castigo de
Dios para Israel, el rey de Babilonia había de iniciar el juicio divino sobre el país de los faraones,
reduciéndolos a la categoría de “reino de menor importancia” (v. 15) entre todos los demás. Postrado
y decadente, no se hallará en condiciones de terciar con Israel después del retorno del exilio, cuando
los descendientes de Abraham reingresarán en el servicio como portadores de las promesas para
todo el género humano.
Ezequiel pone de relieve los milagros de la supervivencia de Israel entre naciones e imperios
hostiles, dando a conocer las fechas exactas en que recibió siete de los oráculos dirigidos contra
ellos, lo que representa la mitad de los oráculos fechados que trae el libro entero (26:1; 29:1, 17;
30:20; 31:1; 32:1, 17). La palabra del Señor registrada en los versículos iniciales del c. le “llegó”
después de haber comenzado el sitio de Jerusalén. (Comp. 24:1)
29:3 Dragón. La clase de animal marino apropiada para caracterizar al gobernante del valle del
Nilo es el cocodrilo. Puesto que es Dios el que creó a los “grandes animales marinos” (Gn 1:21),
éstos no son quiénes, ni tienen el poder para, iniciar una discusión con él acerca de su derecho a
ejercer el control sobre ellos; porque así como los llamó a la vida, tiene en sus manos también la
dirección del futuro de esta vida (Sal 148:7; 74:13 y s.). La oposición a Dios es representada a veces
por el dragón, identificado como Rahab o Leviatán. (Comp. Job 41:1; 9:13; Is 30:7; 51:9)
29:4 Los peces. Países satélites que confían en Egipto.
29:6–12 La destrucción de Egipto será tan completa como si su tierra fértil a lo largo del Nilo se
hubiese convertido en ruina y desolación total. (v. 10)
29:6 Un bastón de caña. Sedequías tuvo que hacer el triste descubrimiento de que recurrir a
Egipto en procura de ayuda era tan insensato como apoyar el peso de su propio cuerpo en uno de
esos juncos o cañas que crecían en los bancos del Nilo. (Jer 37:6 y s.; 44:30; comp. también 2R 18:21;
Is 36:6)
29:10 Desde Migdol hasta Asuán. La entera extensión norte-sur del país, desde la región del Delta
hasta el lejano sur, la Asuán de hoy día.
29:11 Cuarenta años. Un número simbólico para indicar la duración total del castigo impuesto.
(Comp. Nm 14:33)
29:12 Dispersaré y esparciré. La rendición de Egipto a la dominación extranjera será tan completa
como cuando Israel fue llevado al exilio.
29:13–16 El resurgimiento de Egipto se describe con los mismos términos usados también para el
retorno de Israel después de su exilio “entre las naciones donde se hallaba disperso” (28:25). Sin
embargo, Dios hará a los egipcios tan pequeños que jamás podrán volver a dominar a otras naciones.
29:14 Patros. Ciudad situada en el Alto Egipto (es decir, Egipto del sur) donde los faraones
formaron un reino humilde desde Tebas, la capital antigua.
29:17–21 La humillación de Egipto comenzará con su conquista por las tropas de Nabucodonosor
que se apoderarán de sus riquezas y saquearán sus despojos. Según un fragmento de una crónica
babilónica, Nabucodonosor invadió a Egipto en el año 567 a. C. (comp. Jer 43:11). Al hacerlo, sirvió
a los propósitos de Dios, quien no quería que Egipto se interpusiera en la restauración de Israel.
29:17 El año veintisiete. La última palabra del Señor que recibió Ezequiel lleva esta fecha. Le
llegó en el año 571 a. C., 15 años después de la caída de Jerusalén.
29:18 No sacaron provecho… de Tiro. No cabe duda de que los tirios pusieron a salvo sus riquezas
llevándolas a la isla mar adentro que Nabucodonosor no fue capaz de conquistar (comp. 26:7). A la
gente adinerada de Tiro se la llama “la recompensa para el ejército de Nabucodonosor” y para él
mismo.
29:21 La fuerza (en heb. “el cuerno”). El cuerno es un símbolo usado a menudo para expresar
“fuerza” (Sal 89:17, 24; Jer 48:25; etc.). Cuando nació Cristo, Dios “envió un poderoso salvador”.
(Sagrada Biblia, Versión Nácar-Colunga, “levantó en favor nuestro un cuerno de salvación en la casa
de David su siervo”, Lc 1:69; Sal 132:17)
Hablarás con libertad, RV 1995, siguiendo el original: Abriré tu boca. Después de la caída de
Jerusalén, la lengua del profeta fue soltada (3:27; 24:27), y Ezequiel fue dotado de una elocuencia
especial para proclamar la salvación de Israel y del mundo.
30:1–4 En una palabra del Señor que no lleva fecha, la inevitable e inminente perdición de Egipto
se describe como una catástrofe desencadenada por el día del Señor que arrasará no sólo a Israel sino
también a las naciones. (Comp. 7:10; Is 2:12)
30:5–9 La destrucción del poder de Egipto tendrá vastas y serias consecuencias. Los que la
sobrevivan también caerán.
30:5 Put (Etiopía) y Fut. Estas regiones, mencionadas frecuentemente como un con-junto de
pueblos, probablemente estaban situadas en África, al oeste del Delta. (27:10; Jer 46:9)
Arabia. La forma más acertada de deletrear este nombre hebreo con la correspondiente
marcación de vocales es: “el pueblo mixto” (comp. Jer 25:20), es decir, compuesto por grupos con
ciertas afinidades raciales y sociales, aliados con el ejército o los ciudadanos de Egipto.
Libia. El texto hebreo tiene Cub, nombre de un lugar no identificable. Cambiando una consonante
resulta “Lub”, Libia.
30:10–12 Dios desolará el país del Nilo por la mano de Nabucodonosor, rey de los babilonios, los
más feroces de las naciones. (Comp. 28:7; 29:17–21)
30:10 Opulencia. En 31:2, la misma palabra hebrea se traduce con “grandeza”. (o multitud)
30:13–19 Ningún área de Egipto quedará al margen de las medidas punitivas que Dios tomará.
Sobre una ciudad tras otra en todo el territorio egipcio, caerá el juicio divino. Ubicados en el Delta se
hallan Zoán, Pelusium, Pibeset y Tafnes; río arriba se encuentran Menfis y On (Heliópolis); el Egipto
meridional es la zona llamada Patros, donde estaba situada la ciudad de Tebas. (Karnak)
30:20–26 Dado a conocer unos 4 meses antes de la caída de Jerusalén, este oráculo proclama la
derrota de las huestes egipcias bajo el faraón Ofra, la “caña” en que se apoyaba Israel en vano para
obtener su ayuda (Is 36:6; comp. Jer 37:5 y ss.; 2R 24:7). Ya que sus dos brazos fueron quebrados, su
país yacía indefenso a los pies del rey de Babilonia.
30:24 Mi espada. Si bien el texto reza “ pondré… en manos del rey de Babilonia”, (v. 25) las que
deciden la suerte de las naciones son las armas de Dios.
30:26 Dispersaré… y esparciré. Comp. 29:12.
31:1–9 La caída de Egipto desde su gloria imperial hasta la desgracia y la servidumbre se
asemejará a la súbita caída a tierra de un majestuoso cedro. Así, Asiria (comp. v. 3), sólo 3 décadas
antes, se había hundido en el olvido desde el dominio universal que había ejercido. También Egipto
creció hasta gran altura, elevándose por sobre todos sus rivales. La cuestión es si lo acontecido con
Asiria resultará como una advertencia para el faraón, rey de Egipto, de que “al orgullo le sigue la
destrucción”. (Pr 16:18; comp. también la caída de Tiro, descrita en el c. 27 como el hundimiento
repentino de una orgullosa nave)
31:1 En el mes tercero. Dos meses después de que Ezequiel había recibido la palabra del Señor en
30:20–26.
31:3 Fíjate en un cedro. Nada impide leer el texto original hebreo así: “Asiria era un cedro del
Líbano” (comp. 31:1–9). El imperio asirio se erguía cual una torre, muy por encima de las demás
naciones, como un cedro del Líbano. Pero cuando había llegado al pináculo de su gloria,
repentinamente desapareció de la vista como si fuese un árbol endeble talado apenas crecido. Egipto,
igual a ese árbol imponente (v. 7), será igual a él también cuando, despojado, ya no será más que una
ruina sin esperanza de resurgir.
31:8 En el jardín de Dios. Ni aun los árboles del Edén igualaban al cedro en belleza y altura.
31:10–14 Puesto que el cedro se negó a reconocer que quien “lo había hecho bello” (v. 9) sino que
se ufanaba de su elevada estatura, Dios lo desechará y lo abandonará a su suerte. La identificación
figurativa de una nación con un árbol a veces se presta para describir aspectos propios de un ser
humano. Por esto se dice que el cedro tiene un corazón altivo, y que bajará a las regiones profundas
de la tierra como cualquier mortal. A la naturaleza pasajera de todos los logros humanos se refieren
textos tales como Is 40:6 y ss.; Sal 90:5 y s.; 103:14 y ss.
31:11 Déspota invasor. Es decir: Nabucodonosor, que es llamado “rey de la más feroz de las
naciones” en 30:11.
31:15–18 La caída del cedro desde su imponente altura a la impotente humildad es como un
cataclismo cósmico, que afecta al abismo, sus ríos y sus muchas aguas, al Líbano, todos los árboles
del campo, a todas las naciones sin excepción. El destino decretado para el árbol altanero es tan
irreversible como es imposible para los que han descendido al sepulcro retornar a su anterior campo
de actividades. La muerte pone fin a todos los logros humanos, ya sean grandes o pequeños. Los que
no han llegado a ser “cedros” de éxito serán consolados con que aun los más encumbrados de entre
los hombres tendrán que terminar donde terminan los más humildes - en el sepulcro. El faraón y
todos sus súbditos no serán una excepción en el alcance de este decreto del Creador.
31:15 Abismo (Seol). Comp. 32:22.
31:19 Incircuncisos. Comp. 28:10.
32:1–16 Un año después de la caída de Jerusalén, Ezequiel recibió mediante la palabra del Señor
la orden de proclamar una lamentación por el faraón. La endecha que tenía que componer no debía
ser una expresión de compasión y tristeza por el infortunado fin que ya se acercaba para el rey, sino
una mofa por su pretensión de ser un león entre las naciones que con su rugido las obligaba a
someterse a su dominio. No estará seguro ni en su propio país. Pues se asemeja a un dragón en los
mares, es decir, a un cocodrilo en el Nilo que Dios atrapará en su red, lo arrastrará por tierra, y
dejará que todas las bestias salvajes se sacien de su carne (comp. vv. 2–6; comp. 29:3–5). El juicio
sobre él se materializará de un modo infalible, porque se precipitará sobre él con la fuerza del día del
Señor cuyas órdenes son obedecidas por las estrellas, el sol, la luna y todas los astros luminosos de
los cielos (vv. 7–8; comp. Is 2:12; Jl 2:10 y s.; Am 8:9). Cuando la tierra sea convertida en desolación,
y todos los que viven sobre ella sean abatidos, entonces las hijas de las naciones harán el papel de
plañideras y entonarán este lúgubre lamento. (vv. 9–16)
32:2 Un dragón. Egipto se describe como “dragón” también en 29:3–5.
32:3 Tenderé mi red. En 12:13 y 17:20 se usa la misma figura retórica para expresar que nadie
puede resistirse a la fuerza con que Dios somete a los hombres. Lo que se dice a continuación acerca
de la rendición del monstruo se asemeja al lenguaje de un antiguo mito en que un dios del panteón
pagano impone su supremacía dando muerte a un dragón rival. La derrota de los enemigos de Dios
se expresa a veces en términos similares, aunque hay una marcada diferencia en cuanto al tema en sí.
El poder soberano del Señor de los ejércitos jamás se cuestiona. Le basta con emitir su palabra
todopoderosa para lograr que los hombres, los ángeles y los demonios se ajusten a su divina
voluntad. Las fuerzas todas de la naturaleza están a su disposición.
32:17–31 En el séptimo y último oráculo contra Egipto, Ezequiel llega a un punto culminante con
su descripción de lo completamente inútil que es todo intento de inmiscuirse en los planes y decretos
de Dios. El profeta deplora la desventura de las multitudes de Egipto, y conjura para ello un cuadro
de lo que pasa en las regiones más profundas, cuadro que en su espectral grandeza deja atrás incluso
al Infierno de Dante. Cuando Egipto es condenado a seguir el camino de todo ser mortal, los
príncipes poderosos que ya antes han descendido a la tumba estarán allí para saludar al recién
llegado. Por más que Egipto se había vanagloriado de sobrepasar en hermosura a todos los que
sembraron el terror en la tierra de los vivientes (v. 23), también tiene que descender a la fosa común
en que yacen todas las ambiciones humanas. Comparte una misma suerte con gente fornida como
Asiria (v. 22), Edom (v. 29) y los príncipes del norte (v. 30). Cuando el faraón se encuentre con ellos,
sólo podrá consolarse con el pensamiento de que a los demás no les va mejor que a él. (v. 31)
32:17 El mes duodécimo. Este dato, incluido en el texto según el v. 32:1, se omite en el texto
hebreo. La versión griega dice: del primer mes. (32:17, nota en Dhh).
32:21 Incircuncisos. Comp. 28:10.
32:22 Asiria. El poderoso imperio asirio desapareció de la faz de la tierra en el año 612 a. C.,
menos de 30 años antes de que Ezequiel pronunciara este oráculo.
32:24 Elam. Una nación al este de Babilonia, de formidable poder en el mundo antiguo hasta que
fue subyugada por los asirios.
32:26–27 Mésec y Tubal. Pueblos en Asia Menor, mencionados en 27:13 y 38:2. No yacían, es
decir, no descansaban en el sepulcro con los guerreros heroicos a los cuales se les concedía un
funeral con honores militares.
32:28 Estarás tú. Palabras dirigidas al faraón.
32:29 Edom. Comp. 25:12–14.
32:30 Los príncipes del norte. Al norte de Judá e Israel había estados sirios y ciudades fenicias. De
estas últimas se menciona específicamente a las ciudades sidonias.
Los cc. 33–48 forman la tercera sección mayor de las profecías de Ezequiel. Dejando en la tumba
y en el olvido a las hostiles naciones foráneas (cc. 25–32), estos oráculos proclaman la gran noticia
de que Israel, al parecer condenado igualmente a la extinción, resurgirá del sepulcro de su exilio para
servir al divino plan de salvación universal. Al concretar este plan, Dios continuará allí donde lo
había interrumpido (durante el cautiverio). El pueblo escogido pasará por un nuevo éxodo a la tierra
prometida, y volverá a disfrutar del cuidado especial del Señor que había hecho el pacto con ellos.
Mas esta restauración no es un fin en sí mismo. Al propio tiempo servirá de copia o modelo de lo que
Dios hará finalmente por medio de los descendientes de Abraham: bendecirá a todas las naciones
llevándolas a una restablecida relación de amor y fidelidad para con él.
Este futuro glorioso aparece en la perspectiva de una visión profética. El pacto nuevo se describe
con los términos de las promesas de antaño. El porvenir inmediato y las escenas del más distante
reino mesiánico se funden en una sola imagen panorámica de la salvación de Dios, ya cumplida, y en
vigencia hasta los confines de la tierra. Lo que Dios hará en favor de su pueblo y lo que hará “cuando
se haya cumplido el plazo” (Gá 4:4) hasta el fin de los tiempos, el profeta lo describe en palabras que
abren una brillante visión hacia el futuro. Siempre existirá un Israel de Dios. Lo integrarán no sólo
los hijos de Abraham según la carne, sino “todos los que han nacido de nuevo, no de simiente
perecedera, sino de simiente imperecedera, mediante la palabra de Dios” (1P 1:23). Congregado de
entre todas las naciones y lenguas, el sacerdocio real de los creyentes adorará al Redentor en espíritu
y en verdad. Aunque ya no rigen para los fieles de los días venideros las miles y miles de
prescripciones que gobernaban todas las fases de la vida política, social y ritual de Israel, servirán
para recordar a los redimidos en la era mesiánica que la medida de su devoción y consagración no
debe ser menor en su alcance, no menos incondicional, y no menos sincera. Así como el Israel de
antaño vivía seguro bajo la poderosa mano del Creador del universo, así también se impedirá que las
fuerzas combinadas de los más fieros enemigos inflijan un daño al pueblo de Dios del nuevo pacto.
El reino del hijo del gran David, más grande aún que su padre, sobrepasará los límites de la Tierra
Santa que fue prometida y donada a las 12 tribus de Israel. Sus bendiciones fluirán en torrentes
siempre más caudalosos de agua viva a todos los rincones del mundo que gemía bajo la maldición
del pecado.
33:1–39:29 El Mensaje de restauración
33:1–9 Antes de que la noticia de la captura de Jerusalén por parte de Nabucodonosor llegara al
país de los caldeos, Ezequiel es preparado para su nueva tarea: ser el predicador de la restauración.
De hecho, las instrucciones que recibe son como una reiteración de su nombramiento para el oficio
de profeta. Para ello se hacía necesaria una orientación básica. Como el mensaje de la redención era
algo diametralmente opuesto a la amenaza con la ira de Dios que había anunciado a la “casa rebelde”
en los cc. 124, el profeta podría haber llegado a la conclusión de que la Buena Nueva debía y podía
proclamarla sobre una base diferente. Por esto, el Señor le dirigió su palabra para asegurarle que
seguía siendo un “ centinela ” (vv. 1, 7), aun como dispensador del evangelio. Lo que debe anunciar
es, no menos que antes, una cuestión de vida y muerte. Antes como ahora, es una tarea cargada con la
mayor de las responsabilidades, tanto para el predicador como para los oyentes. La salvación no debe
entenderse como un seguro que vale para todo un grupo. A cada individuo en particular se le debe
hacer saber con una claridad que no admite equívocos que si no acepta personalmente el mensaje que
le permite escapar de una inevitable muerte, no habrá salvado su vida (v. 5). De la designación
anterior de Ezequiel para el cargo de centinela que primera y primordialmente debía advertir a sus
oyentes contra el peligro mortal que encerraba la impenitencia, se hablaba en 3:16–21.
33:10–20 Como predicador de la restauración, Ezequiel tuvo que habérselas con dos clases de
respuestas negativas que, si bien la una decía lo contrario de lo que decía la otra, no eran más que las
dos caras de la misma moneda del descreimiento. La primera respuesta se llama: Desesperación.
Cuando los que estaban juntos con él en el cautiverio se vieron cara a cara con las consecuencias de
las transgresiones y los pecados, se resignaron estoicamente a ser consumidos en vida a causa de
ellos. Para contrarrestar esa falsa idea, fruto de una desesperación fatalista, el centinela tiene que
hacer sonar la trompeta del mensaje de que el Señor no se alegra con la muerte del malvado. La
puerta de la salvación está abierta de par en par. Pero esto sí: es preciso que cada individuo reciba el
don de la vida como don destinado a él personalmente, y que lo retenga, pues existe el peligro de
perderlo por un retorno a la senda del pecado (vv. 10–16). En cuanto al principio de la
responsabilidad individual, véase también el c. 18. El segundo obstáculo para la aceptación de la
redención que encontró Ezequiel fue la presuntuosa acusación de que “Dios no actúa con justicia”
cuando juzga a cada uno según su conducta. (vv. 17–20; comp. 18:25)
33:21–22 La noticia de que la ciudad había caído marca una nueva etapa en el ministerio de
Ezequiel. No sólo llegó a ser el profeta de la restauración, sino que al predicar la redención, las
anteriores restricciones en materia de comunicación ya no existían. (Comp. 3:22–27; igualmente,
24:27)
El año duodécimo. Les llevó un año y medio a los fugitivos eludir las fuerzas de ocupación
babilónicas e iniciar su marcha hacia el exilio. Algunos manuscritos hebreos y las versiones antiguas
rezan: “El año undécimo” con lo que el intervalo queda reducido a seis meses.
33:23–33 Otro factor esencial de la prédica de restauración es el hecho de que no elimina la
necesidad de arrepentirse si es que al individuo se le han de otorgar las bendiciones de la redención.
Ezequiel tuvo que enfrentar a dos grupos distintos con su demanda de que cambiaran sus actitudes y
su conducta. El primero de estos grupos lo formaban los habitantes que vivían en las ruinas de la
tierra de Israel y que habían logrado eludir la masacre y la captura que fueron la secuela de la caída
de Jerusalén. No doblegados por el desastre nacional, insistían con arrogancia en que, al fin y al
cabo, ellos eran los herederos de la santa tierra que le había sido prometida a Abraham, a pesar de
que persistían en los mismos pecados cometidos por el pueblo de Judá antes de la ruina de Jerusalén
(vv. 2329; comp. 18:6–13; 22:6–12). El segundo grupo al que había que decirle que el evangelio no es
una comodidad barata, eran los propios compañeros de exilio de Ezequiel. Tal como lo veían ellos,
la prédica del profeta era como canciones de amor que podían escuchar con solaz, pero que no los
comprometían a practicar lo que el mensaje del predicador les exigía. Insensibles a lo que habían
oído, sólo buscan las ganancias injustas. (vv. 30–33)
33:24 Abraham … un solo hombre. En su impertinencia, los impenitentes sobrevivientes de la
caída de Jerusalén pretendían poseer el país (v. 25) por el simple hecho de que Abraham, el receptor
de la promesa de posesión, era un solo hombre, ellos en cambio eran muchos. Sin embargo, no
tardarán en darse cuenta de que la gente que comete pecado a voluntad, no heredarán el reino. Con su
impenitencia, ellos mismos se excluyen de las bendiciones que brinda este reino, pese a que Ezequiel,
el profeta de la restauración, las hacía extensivas a todas las naciones.
34:1–10 Orientándose en los principios que rigen para el que proclama la restauración (c. 33),
Ezequiel procede acto seguido a repetir sus promesas de redención en una situación signada por el
derrotismo y el más negro pesimismo. Hasta ahora, unos pocos rayos de esperanza habían logrado
filtrarse a través de la opresiva lobreguez provocada por el presentimiento de un horrendo juicio
(comp. 11:16–20; 16:60; 20:40–44; 28:25 y s.; 29:21). Estos breves destellos de un futuro luminoso
empero le dieron a Ezequiel y a sus oyentes la certeza de que el divino plan de salvación universal no
yacía olvidado en el sepulcro del exilio. Ahora, el sol de la gracia redentora ya puede romper las
obscuras nubes y arrojar brillantes haces de esperanzada luz sobre un mundo entenebrecido por el
pecado. La esplendorosa luminosidad de la revelación divina fluye hacia los siglos venideros,
enfocando a los redimidos de Dios, seguros y felices bajo la protección y el gobierno de un “siervo
de David”, el “príncipe mesiánico” que negocia y pone en vigencia un “pacto de paz”. (vv. 23–25)
Ezequiel contempla esta transformación de un estado de juicio y condenación a un estado de gozo
y deleite en la perspectiva de una visión profética. Pasado, presente y futuro se diluyen uno dentro del
otro adquiriendo la dimensión única de un hecho intemporal. En el cuadro pintado por el profeta, los
colores del símbolo se mezclan con los de la realidad, y luego vuelven a separarse visibilizando cada
uno su matiz característico. El pacto antiguo se emparenta con el pacto nuevo al solo efecto de
recobrar sus contornos antiguos.
Sin embargo, visto desde el punto panorámico del proyectado cumplimiento, el cuadro
caleidoscópico y surrealista que traza el profeta acerca del venidero reino de Dios tiene afinidades
claramente reconocibles con lo que las Escrituras describen en la prosa más llana de la realidad
histórica. Después de una aparente demora, el plan eterno de Dios para la redención de sus criaturas
humanas volvió a seguir su curso cuando él juntó a los antiguos israelitas, esparcidos cual ovejas
sobre las colinas, y los trajo del exilio a su tierra natal. De en medio de ellos surgió un príncipe “de
la casa y familia de David” (Lc 2:4). No era un rey terrenal con autoridad limitada como lo fueron
sus predecesores humanos. Fue el fundador de un reino espiritual. Si bien este reino no es de este
mundo, su ámbito es el mundo entero. Sus súbditos proceden de todos los estratos raciales y
nacionales. Tienen acceso a los recursos inagotables de la gracia del divino rey, de modo que aun los
más pobres y más débiles poseen todo lo que necesitan para la vida de aquí y ahora y para la vida en
el más allá. Al final, la injusticia y los padecimientos propios de su mundo pecador y descorazonado
quedarán atrás cuando el Rey diga: “Vengan ustedes, a quienes mi Padre ha bendecido; reciban su
herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo” (Mt 25:34; RV 1995). Él
puede otorgar a los hombres el don de la vida perdurable porque es el Buen Pastor que dio su vida
por sus ovejas. (Jn 10:1–18; Heb 13:20 y s.; 1P 2:25; 5:4)
En los primeros versículos de este c., Ezequiel hace ver cómo los destrozos causados por el
pecado pervierten las relaciones e instituciones humanas. Para documentarlo cita el pasado de Israel.
Por cierto tiempo, los pastores (es decir, los jefes políticos y religiosos) habían explotado y
esquilado a las ovejas (el pueblo) en vez de proveerlas de lo necesario para una vida decorosa. Como
resultado de su gobierno egoísta y rapaz, las ovejas andan dispersas por toda la tierra (v. 6), como
exiliados en tierras extrañas.
34:2 Pastores. Acusaciones similares contra los jefes de Israel se hallan en Jer 10:21; 23:1–4; Ez
22:25–30.
34:5 ¡Por falta de pastor! Comp. la compasión que tuvo Jesús con el pueblo de sus días. (Mt 9:36)
34:6 Mis ovejas. Por cuanto Dios escogió a los descendientes de Abraham para servir a su plan de
salvación, se los llama “el pueblo de su prado, y rebaño bajo su cuidado” (Sal 95:7; 74:1; 79:13;
100:3). Las ovejas que oyen la voz del Buen Pastor y le siguen, están a salvo de daños y peligros,
porque “nadie podrá arrebatárselas de la mano”. (Jn 10:27–29)
34:8 Mis pastores. Dios tenía un derecho a esperar de ellos que gobiernen su rebaño como sus
representantes.
34:11–16 No se haría ningún bien a Dios con reemplazar a los malos pastores con otros
gobernantes, terrenales, no adictos a él. La sociedad humana no es capaz de elevarse de las arenas
movedizas de la corrupción persuasiva con sus propios pasos tambaleantes. Dios mismo tiene que
acudir en rescate. Él tiene no sólo el poder de hacerlo sino también la compasión que le mueve a
buscar a los que andan errantes, vendar a los lisiados y fortalecer a los débiles.
34:11 Buscar a mi rebaño. El cuidado suave y amante prodigado a sus miserables criaturas caídas
en el pecado que se describe en estos versículos demuestra que el Dios del A. T. no es un ogro
monstruoso que halla placer en aplastar a sus indefensas víctimas. Antes bien, es el Padre que envió a
su Hijo “para buscar y salvar lo que se había perdido”. (Lc 19:10)
34:16 Pastorearé. Si se adopta la palabra “destruiré” del texto hebreo, el final de este v. sirve
como introducción al pensamiento desarrollado en los versículos siguientes: Dios amenaza con hacer
caer su justo juicio sobre los depredadores de los débiles.
34:17–22 El trato inhumano en las relaciones inter-humanas no se limitaba al abuso que los
pastores hacían del rebaño. En el conjunto de la grey, los carneros y los machos cabríos eran las
ovejas gordas que oprimían y dañaban a las débiles y flacas.
34:23–24 Para quebrantar el poder y el dominio del pecado, Dios tuvo que enviar a este mundo a
su propio “vicegobernador”, el siervo David. Este pastor y príncipe divino-humano no destruirá a las
ovejas sino que las alimentará con el “pan del cielo”. (Jn 6:32–40)
34:23 Un único pastor. Las 12 tribus de Jacob quedaron divididas en dos reinos después de la
muerte de Salomón. Bajo el gobierno del Mesías, el Hijo más grande aún que su gran padre David,
habrá “un solo rebaño, y un solo pastor” (Jn 10:16). Nadie ocupará el trono después de él, porque él
será “el príncipe eterno” (37:25). Su descendencia de la casa real de David se menciona en 2S 7:11–
26; Is 9:5 y s.; 11:1 y s.; Jer 30:9.
34:25–31 Las bendiciones espirituales para sus súbditos cuando el “siervo de David” enviado por
Dios “sea su rey” (v. 24) son el resultado de un pacto de paz. Dios se compromete a sí mismo a
restaurar la armonía y la bienaventuranza que él había hecho reinar en un paraíso aún no echado a
perder. Su rebaño conocerá la “paz… que sobrepasa todo entendimiento” (Fil 4:7). La restauración de
Israel acabará con un estado en que la humanidad había vivido extrañada de Dios. Él dará la
bienvenida a los redimidos en el “reino eterno de su Hijo amado” donde hay “alegría y dicha eterna
con toda su plenitud”. (Sal 16:11; Col 1:19)
34:25 Pacto de paz. Este pacto saludable pone fin al quebranto de la existencia humana. El hombre
puede vivir en paz con Dios y consigo mismo. Como lo previsto en este pacto nunca será abrogado,
Ezequiel lo llama “un pacto eterno”. (16:60; 37:26; comp. Is 24:5; 55:3; 61:8; Jer 32:40)
34:26 Lluvias de bendición. La bienaventuranza de la restablecida comunión con Dios se describe
en Is 2:4 y 11:6 como el Paraíso devuelto a su estado prístino.
35:1–15 En el c. 34, Dios había hecho grandes promesas. ¿Será capaz de llevar a cabo su plan? En
el presente c., (35:15), declara que Edom con su proverbial enemistad contra el pueblo escogido no
podrá impedir la restauración de Israel. Todos los intentos de apoderarse de la tierra prometida
quedarán en la nada, a pesar de que Jerusalén yacía en ruinas y todo el país estaba a merced de los
invasores y conquistadores. En cambio, el territorio del enemigo quedará reducido a un desierto
desolado (vv. 19). La cínica alegría de Edom cuando quedó devastada la herencia del pueblo de Israel
por las tropas babilónicas cederá a la aflicción y al dolor. Así, el malvado propósito de devorar lo
que en tiempos pasados fueron los dos reinos de Israel y Judá terminará en un sonado fracaso (vv.
10–15). Edom, denunciado ya en 25:12–14, es no sólo la imagen en miniatura de todas las
demostraciones de hostilidad contra el antiguo pueblo de Dios, sino también el caso típico de “todo
mal consejo y toda mala voluntad que Dios tiene que desbaratar y estorbar para que pueda venir a nos
su reino”. (Catecismo Menor de M. Lutero; comp. también Sal 137:7)
35:2 La montaña de Seír. El único pasaje en que a Edom se lo menciona con este nombre.
Proviene de la cadena montañosa que cruza este país situado al sur del Mar Muerto.
35:10 El Señor vive allí. Por algún tiempo parecía que Dios había abandonado la tierra santa. Fue
cuando permitió que los babilonios la profanaran y saquearan. Pero a pesar de todo, no dejó de ser la
tierra de liberación y esperanza, pues ya estaban por cumplirse las promesas en cuanto a la libertad
de la humanidad de la tiranía espiritual. Cuando “la herencia del pueblo de Israel” (v. 15) ya no esté
confinada dentro de límites geográficos, y cuando Jerusalén sea la madre espiritual de los redimidos
de entre todas las naciones, se podrá decir: “El Señor vive allí” (48:35; comp. Gá 4:26)
36:1–15 Para implementar su plan de redención de toda la humanidad, aparentemente paralizado
por el exilio, Dios reservará y preservará la tierra prometida para el retorno de Israel de su
cautividad, llenará las ciudades de mucha gente y hará llover sus bendiciones sobre ella. Da fuerza
dramática a estas promesas dirigiéndolas en derechura a las montañas de Israel. Con un solemne
juramento (v. 7), Dios asegura a estas montañas que su destino será diferente del que espera a la
“montaña de Seír”, la cual será convertida en una “desolación perpetua” (35:1, 9). Pues él está en
contra del resto de las naciones y de todo Edom que con mucha alegría y profundo desprecio pensaba
que Dios les había entregado su tierra para destruirla y saquearla (v. 5). En el ardor de su celo
volcará las mesas de los desvergonzados depredadores. Cuando su pueblo Israel haya regresado a
casa, la tierra santa será nuevamente su herencia.
36:2 y ss. Por eso … La inalterable secuencia de causa y efecto que Dios observa en su dirección
de la historia la subraya la quíntuple reiteración de su divino Por eso. (vv. 3, 4, 5, 6, 7)
36:5 Celo. Cómo el significado de esta emoción se aplica a Dios se aclara en Dt 4:24.
36:8 Ya está por regresar. En el calendario de Dios, “el día en que Israel regresará ya está cerca”,
a pesar de que habrán de transcurrir décadas hasta que termine el exilio. (Ro 13:12; Hab 2:3; 1P 4:7;
Ap 1:3; 22:10)
36:12 Los privarás. Los estragos causados por “la espada… el hambre… y la pestilencia” con que
Dios castigó al pueblo devoraron a jóvenes y viejos. (6:11)
36:16–38 Israel no estaba en condiciones para salvarse a sí mismo y regresar a su patria. Su vida
en una tierra extraña estaba a punto de hacerlos perder su identidad como nación. Sin embargo, el
exilio no fue un mero capítulo en su historia. Dios mismo lo planeó y lo llevó a la práctica porque el
pueblo había profanado la tierra con su conducta y sus acciones, lo que hizo que Dios derramara su
ira sobre ellos. Los hizo abandonar su tierra, a pesar de que su derrota y humillación invitaría a
todas las naciones, dondequiera que llegaran, a profanar su santo nombre. Los vencedores atribuían
la desgracia de Israel al hecho de que el Señor no había sido capaz de proteger a su pueblo y de
usarlo como canalizadores de sus bendiciones para todo el mundo (vv. 16–21; comp. Nm. 14:15 y s.).
A estas blasfemias paganas había que ponerles coto porque frustraban los propósitos para los cuales
Dios había llamado a Israel. Al intervenir en el curso de la historia salvando a Israel de la extinción,
Dios se valdrá de su pueblo para vindicar la santidad de su nombre, de modo que todas las naciones
sabrán que él es el SEÑOR. (vv. 22–24)
Pero si los exiliados habían de ser portadores dignos y creíbles de las promesas de Dios, él no
sólo tenía que devolverles el país de sus padres sino que también tenía que proveerlos de los medios
para limpiar su impureza, y darles un nuevo corazón y un espíritu nuevo. Equipados así
espiritualmente y dotados de fuerzas, responderán a su bondad andando en sus decretos y observando
sus ordenanzas. La sinceridad de su arrepentimiento y de su cambio de actitud se mostrará en que se
aborrecerán a sí mismos por sus iniquidades y sus obras abominables del pasado (vv. 25–32; 6:9;
20:43). La restauración del país desde su estado de desolación a la re-población de sus ciudades, y la
transformación interior del pueblo escarmentado, impresionará de tal modo a las naciones que
quedaron a su alrededor que se darán cuenta de que era el Señor quien había hecho que sucediera
todo eso. (vv. 33–38)
36:22 Santo nombre. El nombre de Dios encierra en sí todo lo que él es y todo lo que ha revelado
acerca de sí mismo (Éx 6:3; Sal 8:1). Su característica esencial es la “santidad”, es decir,
trascendencia por sobre todos los conceptos, definiciones y comprensiones limitados de los
humanos. Si, como lo dice él mismo, su principal motivo para rescatar a Israel de su cautiverio es “su
interés por” defender su santo nombre (v. 21), ninguna de sus criaturas caídas y rebeldes debe tener la
osadía de insinuarle que su primordial móvil para salvarlos debiera ser su amor y su compasión
(comp. c. 20). Es más: por medio de su profeta Ezequiel, Dios revela que al actuar por causa de su
santo nombre, él se siente constreñido además a desempeñar el papel de Buen Pastor que en su
misericordia está dispuesto a “salvar lo que se había perdido”, “vendar a los heridos” y “dar fuerzas
a los débiles” si es que éstos habrán de ser salvos (34:1316). No es por casualidad que Jesús enseñó a
sus discípulos a comenzar sus peticiones con “Santificado sea tu nombre”, continuando con otras dos
peticiones en pro de su nombre - haciendo que venga a nos su reino y se cumpla así su voluntad.
(Comp. también Sal 115:1)
36:26 Un nuevo corazón… un espíritu nuevo. Estas bendiciones espirituales que emanan del nuevo
pacto se especifican en Jer 31:31, 33, 35.
36:35 Un jardín de Edén. Un retorno a la exuberante fertilidad y la tranquilidad perfecta del
paraíso volverá a hacerse realidad en el bienestar espiritual y la paz en el reino prometido por Dios.
(Is 2:2; 2:4; 35:1–10; 55:13)
37:1–14 Después de haber desinflado el orgullo y la necia auto-estima de sus oyentes (c. 36),
Ezequiel tuvo que luchar con otro problema: vencer su reluctancia de aceptar el evangelio de la
restauración, reluctancia que provenía del extremo opuesto del espectro de las emociones humanas.
Debido a que el corazón de los exiliados seguía siendo “engañoso… y desesperadamente corrupto”
(Jer 17:9), no recibieron la gloriosa promesa de la redención con expresiones de júbilo, sino con
melancólicos suspiros de desaliento: “Ya no tenemos esperanza. ¡Estamos perdidos!” (v. 11). Pero el
Buen Pastor no se desalienta: busca también a las ovejas dispersas entre las desoladas regiones de la
duda taciturna y desesperanza sombría. Le concedió a Ezequiel una visión que debía convencer a sus
oyentes de que su derrotismo provenía de su reluctancia de creer en un Creador que “llama las cosas
que no son como si ya existieran” (Ro 4:17; Dt 32:39; Sal 33:9). Es verdad que, humanamente
hablando, las esperanzas de Israel de poder sobrevivir parecían haber muerto, sepultadas en la tumba
del exilio. Las perspectivas de un reavivamiento nacional se presentaban tan irreales como era irreal
imaginarse que de un valle sembrado de esqueletos, secos y desmembrados, pudiera surgir nueva
vida. Pero por el mandato de Dios, trasmitido por su profeta, la muerte tuvo que entregar a sus
víctimas. Los huesos, devueltos a su anterior función y posición, se cubrieron de tendones y carne.
Finalmente, a estos huesos se les dará “aliento de vida”, capacitándolos para funcionar como seres
vivientes.
Esta visión debía recordar a los exiliados que el Dios que había prometido devolver la vida a la
nación muerta, era el mismo Señor que “formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz
hálito de vida” (Gn 2:7). Debían recordar además que aquél que prometió “abrir sus tumbas” (v. 12)
había demostrado, mediante su profeta, su poder de obligar a la muerte a dar libertad a los que ya
habían caído en sus manos. (1R 17:17–24; 2R 4:18–37)
La revelación del poder de Dios para resucitar a los muertos arroja haces de luz sobre el futuro,
más allá del rescate de Israel de la muerte en las sepulturas del cementerio babilónico. Un Israel
revivido no es sino el barro terrenal que Dios usará para llamar a la vida a su pueblo lleno del
Espíritu, integrado por gente de todas las naciones, “en otro tiempo muertos en sus transgresiones y
pecados”, pero ahora “vivos para Dios en Cristo Jesús” (Ef 2:1; Ro 6:11). Finalmente, aquél que es
“la resurrección y la vida” despertará a los que “duermen en el polvo de la tierra… algunos de ellos
para vivir por siempre, pero otros para quedar en la vergüenza y en la confusión perpetuas” (Jn
11:25; Dn 12:2; comp. Jn 5:25–29). Otros destellos veterotestamentarios de la vida perdurable con
Dios se hallan en Job 19:25; Sal 49:19; 73:24; Is 26:19.
37:1 La mano del SEÑOR. El mismo tipo de influencia sobrenatural sobre Ezequiel se menciona
en 1:3.
El Espíritu. En hebreo, esta misma palabra se emplea para “ aliento ” (vv. 5, 6, 8, 9, 10) y
“vientos”. (v. 9)
El valle. Muy probablemente, el mismo “campo” donde el Señor le apareció a Ezequiel en los
primeros días de su ministerio. (3:22)
37:15–28 El Israel restaurado servirá como punto de partida del venidero reino de Dios. De
acuerdo con el c. 34, este reino se diferenciará de todo otro dominio terrenal en que allí no habrá una
sucesión de gobernantes, sino un solo Pastor y Rey: “David, el siervo de Dios”. En la segunda parte
del c. 37 se detalla otro aspecto de este gobierno ininterrumpido e infinito. Será una potencia
soberana y universal que tiene derecho a la lealtad de todas las naciones que habitan el orbe. Aquél en
quien se cumplió esta profecía combinó estos dos aspectos de su reino mesiánico cuando habló de
que habrá “un solo rebaño y un solo pastor”. (Jn 10:16; comp. Gá 3:26–29)
Así como en el inicio de su ministerio, Ezequiel recibió la orden de dar un marco dramático a su
anuncio del juicio a punto de desatarse sobre Israel (4:1 y ss.; 5:1 y ss.), también hizo uso de un acto
simbólico para trazar la imagen de las promesas de Dios. Los instrumentos de la instrucción eran dos
simples varas de madera. Simple era también la acción. En una de estas dos varas debía escribirse el
nombre Judá, como se llamaba a la parte sur del dividido reino de Salomón. La otra vara debía
representar a José o Efraín, nombre que a menu-do se les daba a las 10 tribus, que se habían separado
del reino salomónico y ahora constituían el reino del norte. Como segundo acto, Ezequiel debía
juntar en su mano los extremos de ambas varas, de modo que formasen una sola. Esa pantomima de
subsanar la antigua ruptura política tenía por objeto dar forma visible a la Una Nación, el pueblo
purificado y santificado de Dios reunido de entre todas las naciones, bajo Un Rey que será un
príncipe perpetuo que gobernará conforme a un eterno pacto de paz. (Comp. Jer 33:14–26)
37:23 Sus ídolos. El un rey derramará sobre la una nación bendiciones tales que sus súbditos
podrán vencer la tentación de contaminarse a sí mismos con la reincidencia en las abominaciones de
la idolatría. (Comp. 36:17, 27)
37:24 Mi siervo David. Designación del rey mesiánico en 34:23.
37:26 Pacto de paz. El propósito de este pacto se describe en 34:25.
37:27 Habitaré entre ellos. Dios estará presente dónde y cuándo su pueblo se reúna para rendirle
culto “en espíritu y en verdad”. (Jn 4:19–26)
37:28 Mi santuario. Antes de que Ezequiel se explayara en el homenaje y el servicio a Dios que le
rendirá el pueblo del nuevo pacto como a su redentor y rey (cc. 40–48), les asegura por anticipado
que ningún enemigo será capaz de silenciar su cántico de alabanza o de impedir que se extienda el
reino de Dios.
38:1–23 Los cc. 38 y 39 ocupan un lugar lógico en la secuencia y el arreglo del libro de Ezequiel.
Su función es dar una respuesta a la pregunta, provocada por la promesa acerca del inalterable
bienestar que el profeta acababa de promulgar: ¿Será que “David, el siervo de Dios”, el “ un rey” de
la “ una nación”, realmente gobernará “por siempre jamás” y hará efectivos los términos de su
“pacto eterno” (37:22, 24–26), o se combinarán fuerzas siniestras para destruir su reino de paz?
A los efectos de calmar para siempre todos los temores, la visión profética dirige las miradas a
los tiempos que vendrán, y al fin mismo de todos los tiempos. Nuevamente, la restauración de Israel a
la tierra de sus padres sirve de muestra de una redención que abarcará al mundo entero. Las siete
naciones paganas a las que se acusa en los cc. 25–32 no lograron impedir la reinstalación en la tierra
prometida de los exiliados procedentes de Babilonia donde habitarán seguros bajo la protección de
Dios. Partiendo de este punto de la promesa cumplida, el profeta enfoca la era en que Israel ya no
será el nombre de una nación sino el título simbólico de una comunidad espiritual, abierta a todas las
razas y naciones. No cabe duda de que en estos “últimos días” (v. 16) de la era mesiánica, poderes
demoníacos intentarán destruir el reino del Príncipe de paz, que no es de este mundo y por lo tanto
parece ser una presa fácil para sus enemigos. Pero, dice Ezequiel, sucederá que aun en tales
circunstancias en que “los reyes de la tierra se rebelen, y los gobernantes se confabulen contra el
Señor y contra su ungido” (Sal 2), él “los hará pedazos como vasijas de barro”. Su suerte está
decidida por ese “ Así dice el Señor omnipotente ”, repetido siete veces (38:3, 10, 14, 17; 39:1, 17, 25;
comp. 29:1–5). Como el ataque habrá de ocurrir en un futuro lejano, también los que lo lanzarán se
describen como enemigos procedentes de los confines más remotos del mundo antiguo en que vivía
el Israel de aquel entonces.
El cabecilla de aquella confederación de gente malvada es Gog de la tierra de Magog. No hay
ningún otro pasaje bíblico en que aparezca este nombre como jefe de un estado extranjero. Su base de
operaciones debe inferirse de la residencia de sus aliados: Mésec y Tubal, Gómer y Bet Togarma.
Mencionados en Gn 10:2 y s. como descendientes de Jafet, son representantes de pueblos que vivían
en las partes más remotas del norte (v. 15; 27:13 y s.; 32:26). Como aliados de estos atacantes
oriundos del norte aparecen Persia en el oeste y Cus (Etiopía) y Fut (Egipto) en el sur. La forma en
que se presenta a estos enemigos, su ataque y su derrota, dan la certeza de que aquí no se habla de una
fantasía, sino de algo muy concreto: Dios protegerá a su reino espiritual, la iglesia, de un modo tal
que “las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mt 16:18). A Gog lo
encontramos también en la profecía neotestamentaria de Ap 20. El marco es el mismo. Su ataque se
produce después del establecimiento del reino mesiánico, y su derrota es igualmente desastrosa. Esta
aseveración, concebida en términos claramente simbólicos, acerca de la perdurabilidad del divino
reino de gracia, se ha cumplido en forma literal con la preservación de la santa iglesia cristiana.
Una interpretación al pie de la letra de tales profecías apocalípticas que identifica a los enemigos
con naciones determinadas del escenario histórico, no sólo peca de ser excesivamente especulativa,
sino que también hace violencia a la imaginería bíblica. Por lo común apunta a un reino terrenal de
Cristo, una premisa que va en contra de claras afirmaciones de las Sagradas Escrituras.
38:4 Te haré volver. Dios da vía libre al “plan perverso” (v. 10) y a los infames proyectos
humanos, pero los mantiene bajo control y los hace servir a sus propósitos. Fue así como usó las
ansias de poder de los asirios y los babilonios. (Is 10:5; Hab 1:5 y ss.; comp. también 2S 24:1)
38:8 Después de muchos años. El significado de este término, sinónimo, a veces, de “los últimos
días”, se explica en Is 2:2.
38:11 Ciudades sin muros. Gog espera tropezar con escasa o ninguna resistencia al disponerse a
conquistar y saquear a ciudades desprovistas de muros protectores. (Zac 2:4) Este detalle de la
profecía va más allá de las defensas físicas de la Jerusalén restaurada. Poco después del retorno de
Babilonia, Nehemías rodeó a Jerusalén de una muralla. (Neh 1–7)
38:12 El centro del mundo. Comp. 5:5.
38:13 Sabá. Mencionada como ciudad que mantenía relaciones comerciales con Tiro (27:22).
Dedán estaba asociada con Edom (25:13). En cuanto a Tarsis, véase 1R 20:22.
38:16 Mi santidad se manifieste. Comp. 36:22.
38:17–23 El asalto a Israel no es un ataque secreto. Dios ya sabía del mismo antes de que fuera
planeado, y sus siervos los profetas ya habían hablado de él en días pasados.
38:17 Los profetas… profetizaron. Si bien no mencionaron a Gog por su nombre, predijeron la
derrota de los enemigos de Dios que, al igual que Gog, se levanten contra él.
38:10 En aquel día. El juicio que se ejecutará se describe dentro del marco cósmico del “postrer
día del SEÑOR” en pasajes tales como Is 24:18–20; 29:5–8; 66:15 y ss.; Jl 2:30–3:16; Am 5:18–20;
Sof 1:14–18; Zac 14:1–5.
38:21 Convocaré a la guerra contra Gog (Dhh Haré venir sobre Gog toda clase de males). El texto
hebreo reza: “Convocaré a una espada a todas mis montañas”, forma que no necesita mayores
modificaciones. La espada, junto con la peste y el hambre, aparece a menudo como instrumento para
el castigo. (5:1, 12, 17; 6:3; 11:8, etc.)
39:1–16 De acuerdo con un formalismo literario hebreo, la embestida y la derrota de Gog se
repiten (vv. 1–6) en un breve resumen del c. 38, a los efectos de detenerse algo más en detalles que
previamente fueron mencionados más o menos de paso. El tema que ahora se quiere destacar es que
los redimidos habrían sido una presa fácil si el Señor no hubiese intervenido por amor a su santo
nombre (vv. 7–8) rescatándolos de la mano de un enemigo capaz de destruirlos. El ejército de Gog,
engrosado con otros pueblos numerosos que venían con él era por cierto un “ejército poderoso… que
como un nubarrón cubrirá el país” (38:15 y s.). Lo abultado de su número lo evidencian los siguientes
factores: (a) las armas que abandonaron en el campo de batalla después de su derrota proveyeron a
Israel de suficiente leña para hacer fuego durante siete años; (b) sus cadáveres llenaron todo el valle;
(c) se hizo necesario un esfuerzo organizado que demandó siete meses para buscar y sepultar a todos
los enemigos caídos en la batalla. (vv. 9–16)
39:11 Valle de los viajeros (comp. v. 11: “Valle de los ejércitos de Gog”). Llamado así porque era
el valle por donde pasaba la ruta usada por los que se trasladaban de Israel a los territorios al oeste
del Mar Muerto. El entierro de Gog y toda su multitud había que hacerlo fuera de los límites de la
tierra santa.
El ejército de Gog (en hebreo Hamongog). Según el v. 16 se levantará allí una ciudad llamada “ El
Ejército ” (heb. Hamonah) en alusión a una fosa común ubicada en aquel lugar.
39:12 Purificar el país. Cadáveres insepultos convertían el país en ritualmente impuro. (Dt 21:23;
comp. Nm 9:6; 19:11; 35:33 y s.)
39:17–24 Un segundo pensamiento del c. 38 que convenía detallar en estos párrafos es que el
juicio de Dios demuestra su “grandeza” y “santidad”, de manera que “se dará a conocer ante muchas
naciones” (38:23). En atención al horrible resultado de su siniestro plan, Gog y todos los enemigos
del Señor iguales a aquél, tendrán que darse cuenta de lo descabellado que es tratar de destruir su
reino. En vez de destronar a Dios, terminarán por ser un festín sacrificial, muertos sin nadie que los
socorriese, como los animales ofrecidos en los altares de Israel; su carne la comerán y su sangre la
beberán todas las aves del cielo, y todas las fieras (vv. 17–21). El juicio sobre las naciones
contribuirá a la gloria de Dios también en otro aspecto: las naciones conocerán que la casa de Israel
fue al exilio no porque los dioses paganos hayan sido más poderosos que el Dios de los israelitas,
(36:20) sino porque él los entregó en las manos de sus adversarios como castigo por lo impuro de su
vida y por sus transgresiones. Al mismo tiempo, los exiliados debían llegar a reconocer que en
verdad, no merecían ser librados del poder de quienes los habían llevado al cautiverio.
39:17 Gran sacrificio. Respecto del destino de los enemigos de Dios comparado con la matanza
de animales para los sacrificios véase Is 34:6.
39:19 Basán. Una región particularmente fértil al otro lado del Jordán, célebre por su producción
de rebaños de bueyes engordados. (Nm 21:33)
39:20 Caballos y jinetes. Los guerreros mejor equipados y más fuertes no escaparán de caer presa
de las aves y las fieras, invitadas al festín en la mesa que les va a preparar el SEÑOR.
39:25–29 A pesar de que Ezequiel habla de cosas que ocurrirán en el futuro, la vindicación de la
santidad de Dios (v. 27) no es un sueño utópico que nunca se convertirá en realidad. Comenzará
ahora mismo, con la liberación del exilio babilónico. Cuando el que los envió al exilio los haya
congregado en su tierra natal, se enterarán de que han vuelto a ser los portadores de la promesa
divina, válida para el mundo entero. Al reasentamiento físico en su patria le seguirá su renovación
espiritual cuando Dios derrame su Espíritu sobre la casa de Israel. (Comp. 36:26)
39:26 Olvidarán. Una traducción del texto hebreo más a tono con el contexto es: “Cargarán con su
vergüenza” (comp. R. V. 1995 sentirán su vergüenza), pensamiento que aparece también en 6:9; 16:61;
20:43; 36:31.
39:28 Sin dejar a nadie atrás. Algunos de los exiliados no tenían deseos de regresar; no obstante,
Dios creó la posibilidad de que todos pudieran hacerlo.
El libro de Daniel gira en torno de dos temas generales. En los cc. 1–6, el autor relata, en tercera
persona, lo que le sucedió a él mismo y a tres jóvenes compañeros en la corte de Nabucodonosor y
de Belsasar, el último rey de Babilonia, y la suerte corrida por ellos durante el reinado de Ciro,
primer rey de Persia.
En los cc. 7–12, el autor pasa a primera persona y habla de las visiones que tuvo, cuatro en total.
Las primeras dos se ubican en el período babilónico, y las dos restantes, en la época posterior a la
fundación del imperio persa.
La forma
Dado que las revelaciones acerca del futuro le llegaron a Daniel por vía de visiones y sueños, su
discurso profético está concebido en forma de imaginería simbólica. Los animales que pasan a través
de las páginas del libro no han de considerarse como especímenes reales del mundo zoológico de
una era determinada, sino como representantes de pueblos, reyes, y reinos. La estatua enorme
compuesta de diversas clases de materiales, no es un fenómeno de aparición instantánea, sino que
significa la sucesión de diversos centros de poder en la historia universal. A su vez, los números que
indican el comienzo o la duración de un evento que se relata, no deben computarse en términos
matemáticos, sino que tienen un significado figurativo, desligado de especulaciones matemáticas. La
profecía volcada en esta forma, se llama apocalíptica. Contó con no pocos imitadores entre los
autores de la literatura extra-bíblica que circulaba en el período entre el Antiguo Testamento y el
Nuevo. En el libro neotestamentario “El Apocalipsis de Juan”, este tipo de simbolismo preanunciador
es una de las características dominantes.
Los cc. 2–7 del libro de Daniel están escritos no en hebreo, sino en arameo, lengua emparentada
con el hebreo. Todavía, los estudiosos de las Escrituras no han dado con una explicación satisfactoria
de esta particularidad.
Autor
El libro se presenta como composición de un escritor de nombre Daniel, que fue llevado a
Babilonia por Nabucodonosor en el año 606/5 a. C. En Mt 24:15, Jesús se refiere al “horrible
sacrilegio” en el lugar santo y dice que de esto habló “el profeta Daniel”.
A pesar de estos testimonios positivos, una hipótesis de amplia difusión afirma que el libro fue
escrito por un desconocido en el siglo II a. C. Según dicha hipótesis, el autor intentó infundir ánimo a
sus contemporáneos para que permanecieran fieles a la religión verdadera en circunstancias en que
sufrían una severa persecución por parte de un rey llamado Antíoco Epífanes (175–163 a. C.). Para
fundamentar su propósito, y evitar al mismo tiempo una referencia directa a aquel régimen
despótico, el autor se valió de un recurso literario. Presentó como “profecías” ciertos ejemplos de
heroica resistencia y perseverancia que hubo en tiempos pasados, y dio a eventos de días anteriores y
actuales la forma críptica de predicciones acerca de lo por venir.
Este enfoque negativo se respalda en supuestas evidencias internas y externas. Se dice que el
relato de ciertos acontecimientos, en especial los ocurridos en épocas remotas, contienen
inexactitudes históricas. A la validez de algunos de estos cargos nos habremos de referir en un
momento oportuno.
Un argumento más a favor de una autoría espúrea parte del supuesto de que el libro de Daniel es
de redacción tan tardía que el canon hecho de los libros proféticos ya había quedado concluido, razón
por la cual “Daniel” fue incorporado en la colección tercera y final de las Sagradas Escrituras,
llamada “Los Escritos”. Sin embargo, a esto se puede oponer una razón diferente para la ubicación
del libro en el listado usado por el canon hebreo. Daniel no tuvo un llamado expreso al oficio
profético como lo tuvieron voceros anteriores y posteriores de la verdad divina. Si bien le fue
otorgado el don de la profecía, su cargo permanente era el de estadista y consejero de los reyes.
Bosquejo
3:8–23 LOS TRES AMIGOS DE DANIEL SON SENTENCIADOS A MUERTE POR DESOBEDECER
LA PROCLAMA DEL REY
3:8 Acusaron a los judíos. Quizás los caldeos sugirieron someter a los tres amigos a una prueba
de lealtad a Nabucodonosor porque sentían envidia de esos extranjeros judíos que “habían sido
puestos al frente de la provincia de Babilonia” (v. 12), y esperaban haber dado con una forma de
eliminarlos. Por alguna razón no incluyeron en su conspiración al judío Daniel. No obstante, si
Daniel hubiese quedado afectado por la orden del rey, no existe duda acerca de lo que habría hecho,
como el c. 6 lo demuestra en forma concluyente.
3:15 Ahora que escuchen. RV 1995 Ahora pues, ¿estáis dispuestos para…? El rey les dio una
oportunidad más para obedecerle, suponiendo que su incumplimiento no era intencional.
3:16 No hace falta que nos defendamos. Los tres hombres no inventaron ninguna circunstancia
atenuante para su proceder que podría inducir al rey a exculparlos o hacer una excepción tocante a
ellos.
3:17 El Dios… puede liberarnos. No dudaron por un momento del poder de Dios para
mantenerlos con vida en el horno en llamas. “Pero aun si” Dios en su providencia resolviera no
hacerlo (v. 18), ellos estaban dispuestos a sujetarse a su divina voluntad, aun sin entender el por qué la
obediencia a Su mandamiento de no servir a otros dioses podría tener para ellos un resultado tan
funesto. (Comp. Job 1:21; Sal 27:1–3; 118:6–9; Hab 3:17 y s.)
3:19 Siete veces. Un giro idiomático para denotar intensidad, o un número indeterminado pero
considerable. (Comp. Lv 26:18; Job 5:19; Pr 6:16; Mt 18:21 y s.)
3:22 Mataron a los soldados. Los encargados de la ejecución que arrojaron a los tres hombres al
fuego desde lo alto del horno encendido, sucumbieron al calor infernal que irradiaban las llamas.
En este c., la historia de cómo Dios castigó al rey babilónico por haber procedido con “soberbia”
(v. 37) es relatada en su mayor parte por Nabucodonosor mismo. En un comunicado dirigido “a
todos los pueblos y naciones que habitan en este mundo, y a toda lengua” (v. 1) el rey cuenta cómo
fue amonestado en contra de la arrogancia mediante un sueño que Daniel le interpretó (vv. 1–27), y
cómo se recuperó de una degradante enfermedad de que cayó víctima por haber desoído la
amonestación. En una sección intercalada en este comunicado, escrita en tercera persona, confiesa
cómo había dado lugar a la auto-glorificación, y cómo la retribución con que se le amenazó lo
rebajó al estado de un animal salvaje. (vv. 28–33)
4:1–3 LA SALUTACIÓN QUE INTRODUCE EL EDICTO
4:2 Señales y milagros. Redactada después de haberse producido por acontecimientos que
constituirían el tema del relato, la proclama comenzó con una alabanza al Dios Altísimo cuyo
“decreto” (v. 24) Daniel le había dado a conocer. Las palabras ardientes con que se expresó el rey dan
realce a su conversión al monoteísmo (comp. Sal 145:13). Sin embargo, todos los milagros
experimentados no pudieron persuadirle a renunciar a “su Dios” (v. 8). Seguía sosteniendo que “el
espíritu de los santos dioses” era el que daba a Daniel la capacidad de interpretar el sueño. (vv. 9, 18;
comp. 5:11, 14)
6:10–18 DANIEL ES ECHADO AL FOSO DE LOS LEONES POR DESOBEDECER LA NUEVA LEY
6:10 Se arrodilló. No fue un acto de vana ostentación lo que movió a Daniel a desobedecer el
decreto. Tampoco fue una invitación al martirio por su parte, convirtiéndose en el centro de un
espectáculo público. Antes bien, plenamente consciente de lo que serían las consecuencias de su
actuar, se puso a orar dónde, cómo y cuantas veces acostumbraba hacerlo. El dormitorio (o
habitación) era un espacio enrejado en el techo del edificio (Jue 3:20; 1R 17:19; Hch 9:37, 39). En
cuanto a la postura de arrodillarse al orar véase 1R 8:54; de la “dirección a Jerusalén” se hace
mención en 1R 8:30, y de las “tres veces al día”, en el Sal 55:17.
6:17 Una piedra. La boca del foso, cerrada por barras o por una puerta, estaba construida a prueba
de violaciones. La piedra colocada frente al foso tenía por objeto garantizar la seguridad de que
nadie podía efectuar una modificación sin romper el sello con que el foso fue sellado.
7:1–28 Una visión que revela el carácter transitorio de los reinos de esta tierra, y el advenimiento
del reino celestial y eterno del Hijo del hombre
Este c. constituye una transición de la parte narrativa del libro (cc. 1–6) al registro de algunas
visiones que tuvo Daniel (cc. 712). La primera de estas visiones (c. 2) destaca y detalla la revelación
que tuvo Nabucodonosor en un sueño (cuyo contenido al parecer no recordaba) y que Daniel repitió
con palabras e interpretó para el rey. Los cuatro reinos o imperios sucesivos mencionados en
aquellos cc., (el babilónico, el medo-persa, el greco-helenístico y el romano) simbolizados por
cuatro partes metálicas de una estatua, son representados ahora por “cuatro bestias enormes que
salían del mar” (7:3). En ambos cuadros simbólicos, el dominio pasajero de las potencias mundiales
que vienen y se van cede el lugar al reino eterno y universal del SEÑOR. En el c. 2, “una roca que
nadie desprendió” “hizo pedazos” a las estructuras hechas por mano de hombres y estableció un
reino “que llenó toda la tierra” (2:34 y ss.). En el c. 7, aparece un “hijo de hombre” (“alguien con
aspecto humano”, NVI) al cual se le dio autoridad, poder y majestad, independientes de las
limitaciones del tiempo y del espacio. (vv. 13 y ss.)
Otros detalles del reino mesiánico, no mencionados en el c. 2 pero revelados en el c. 7, son: por
un lado, la fiera lucha contra el mismo por parte de poderes demoníacos, y por otro lado, la íntima
relación entre el “Príncipe celestial” y el pueblo de su reino, llamado “los santos del Altísimo” (v. 18,
22, 27). Si bien estos “santos” no son seres divinos y no aparecen en la escena “entre las nubes del
cielo” (v. 13), sin embargo están destinados a “heredar el reino” y “sentarse en tronos” ejerciendo
funciones propias de reyes. (Mt 19:28; 25:34; Lc 22:28–30; Ro 8:17; 2Ti 2:11 y s.; Ap 3:21; 5:10; 20:4)
El c. 7 sirve de complemento al c. 2 por razón de que explica en forma más amplia por qué son
demolidos los reinos de esta tierra: es que son intrínsecamente bestiales por naturaleza.
La interpretación básica de la visión “que se le dio a conocer a Daniel” (vv. 16 y ss.), deja sin
definir ciertas circunstancias que pertenecen al tema. Para descubrir su sentido, hay que tener en
cuenta su carácter simbólico. Como “las bestias” no son especímenes zoológicos que reaparecerán en
un marco histórico futuro, sino que representan a gobernantes humanos y dinastías, sus detalles
particulares tienen significado figurativo antes que literal. El número cuatro denota alcance global y
universalidad (Ez 1:5). De igual manera, tampoco a otros numerales se les debe asignar su usual
valor aritmético, sino que se les debe tomar como símbolos descriptivos. Esto vale también para los
datos cronológicos. Lo que dicen en cuanto a meses, años, etc. no se debe entender en términos de
meses y años calendario, sino como datos encuadrados dentro del simbolismo propio de la visión
respectiva.
Dios reveló al vidente Daniel diversas características de dos eras venideras, simbolizadas, a
grandes rasgos, por el pecho de plata y los muslos de bronce de la estatua del c. 2, y el oso y la
pantera del c. 7.
La primera de estas eras abarcará el imperio medo-persa. Irresistible en sus días de apogeo, fue
destruido por Alejandro Magno. A su vez, el tan extraordinario y rápido ascenso a la categoría de
gran potencia del imperio alejandrino se derrumbó con la muerte de su monarca a la temprana edad
de 33 años (323 a. C.). El mundo que él había conquistado se lo repartieron sus cuatro generales.
Palestina llegó a quedar integrada al área dominada por los sucesores de Seleuco, llamados
seléucidas. El octavo en la línea fue Antíoco IV, con el sobrenombre de Epífanes, quiere decir [buen]
manifiesto. (175–163 a. C.)
En un esfuerzo por consolidar sus dominios, tomó medidas drásticas para helenizar u
“homogeneizar” a sus súbditos, no sólo en lo político sino también en lo social y religioso. Las
escrituras sagradas de los judíos fueron declaradas prohibidas. El templo en Jerusalén fue profanado.
En su recinto sagrado se erigió un altar consagrado a dioses paganos. A los nonconformistas se los
castigaba con severidad. Los sacrificios prescritos por la ley de Moisés tuvieron que suspenderse. El
oficio sumosacerdotal igualmente fue humillado. Esta persecución causó bajas y deserciones en las
filas de los creyentes fieles. Pero con todo su furor, Antíoco no logró obstruir ni mucho menos
impedir la creación del reino venidero por el poder del Hijo de hombre (c. 7). A Daniel se le dio la
seguridad de que ese régimen del mal “será destruido” (8:25). Este triste y a la vez confortante cuadro
de acontecimientos futuros también le llegó a Daniel en forma de una visión.
La cuarta y última de las visiones evoca recuerdos acerca de visiones anteriores que tuvo Daniel
en el sentido de que se le dio la capacidad de divisar “cosas que tienen que ver con el porvenir”
(10:14), tanto con el futuro más inmediato como con el futuro más remoto. Pero también tiene rasgos
que son únicos en las revelaciones divinas.
No hay otra profecía que trate con tanta extensión, y con tantos detalles, de eventos que se habrán
de producir entre dos naciones paganas. Treinta versículos (11:5–35) están dedicados a describir el
sórdido drama de batallas, intrigas, asesinatos, crueldades y traiciones que comenzará unos 200 años
después de la muerte de Daniel y se prolongará por espacio de un siglo y medio aproximadamente.
Las fuentes extra-bíblicas nos informan que los antagonistas en esta guerra sucia eran dos generales
de Alejandro Magno y sus descendientes, que después del fallecimiento de Alejandro en el año 323 a.
C. ejercieron su dominio con suerte cambiante en Egipto y Siria-Asia Menor respectivamente.
En las tierras del Nilo, seis reyes con el nombre de Tolomeo o Ptolomeo gobernaron esta parte
del ex-imperio alejandrino. Los rivales en el norte se llamaban o Seleuco o Antíoco. La visión no los
identifica con estos nombres propios sino que se refiere a ellos con la designación general de “los
reyes del sur” y “los reyes del norte”.
Sin embargo, los acontecimientos predichos en la visión no tuvieron el propósito de ofrecer un
panorama anticipado de lo que sería la historia secular del mundo. Se los menciona porque afectan al
pueblo israelita, portador de la promesa de Dios de redimir a todas las naciones. Por su ubicación
geográfica, la Tierra Prometida llegó a ser la manzana de la discordia y el campo de batalla de los
reyes del sur y los del norte en sus esfuerzos por extender sus territorios a expensas del rival. Como
habitantes de la zona entre Siria al norte y Egipto al sur, el pueblo del pacto corría peligro de perder
su identidad nacional. Además, se hicieron intentos serios de erradicar la religión del Dios
verdadero. La persecución de los adoradores del Señor alcanzó una severidad particular bajo el rey
seléuci da Antíoco IV, llamado también Antíoco Epífanes, que gobernó desde el año 175 hasta 163 a.
C. Pero lo que sucedió no fue un simple incidente en la historia del país. En la visión se le hizo
entender a Daniel que se trataba de un tiempo de testimonio y purificación. El oro de la fe debía ser
acrisolado en las llamas de la aflicción. Pero no por eso, el curso de los eventos mundiales se saldría
de su cauce. “La hora final” (11:35) para el reino de la maldad ya estaba marcada por el Creador del
cielo y de la tierra.
La aseveración de que el control de la historia estaba en las manos de Dios, y la amonestación,
ligada con esta aseveración, de seguir siendo fieles en las horas de tribulación, no tenía como único
fin redundar en beneficio del pueblo del Pacto Antiguo. Esas verdades reveladas son válidas y útiles
para todos los tiempos, y especialmente durante las duras pruebas que precederán el Día del Juicio
Final. En 11:36–45, la luz de la visión penetra en un área muy distante. Lo que había de suceder dos
siglos después de los días de Daniel, debía ser a su vez una profecía acerca del fin de los tiempos.
Entonces, el archi-enemigo de Dios y de su pueblo, prefigurado en la persona de Antíoco Epífanes,
hará un esfuerzo final, monstruoso, para arrebatar el reino de las manos del Hijo de Dios. El Nuevo
Testamento tiene mucho más que decir acerca de este archi-enemigo, llamándole “el anti-cristo” y
describiendo su carácter insidioso. (1Jn 2:18, 22; 4:3; 2Jn 7; 2Ts 2:3 y ss.)
Otra particularidad de esta visión es la aparición de un “varón”, un jefe de los ángeles, que entró
en batalla con el demoníaco “príncipe de Persia”. Este príncipe cae vencido con la ayuda de “Miguel,
uno de los príncipes de primer rango” en el mundo celestial de los espíritus. (10:13, 20)
Por último, lo que llama la atención es también el relato inusitadamente extenso de la visión. Un c.
entero (10) se invierte en la descripción, a modo de introducción, de las circunstancias
concomitantes. El c. 11, que contiene el mensaje profético mismo, es uno de los más largos del libro,
y a su vez, va seguido de un epílogo que ocupa otro c. (12) con el cual finaliza el libro.
1:2–2:1 El casamiento de Oseas se realiza por mandato de Dios; no solamente su mente, corazón,
voluntad y palabras, sino toda su vida, comenzando con los aspectos más personales y privados,
deben estar al servicio de la palabra del SEÑOR; esto es inspiración plenaria, por cierto. Su
matrimonio refleja la historia del pueblo infiel de Dios (v. 2); los nombres de sus hijos son
proféticos que proclaman las consecuencias de la apostasía de Israel: el reino de Israel llegará a su
fin; el arco de su fuerza militar será quebrantado (vv. 4–5); la compasión y el perdón del SEÑOR por
su pueblo llegó a su fin en lo que a Israel concierne, el futuro de Judá no se ha cortado aún (vv. 6–7);
la existencia de Israel como pueblo de Dios llegó a su fin, el pacto está anulado (vv. 8–9). Y no
obstante, en esta oscuridad infausta de un futuro sin rey, sin pie-dad y sin nombre alumbra una luz. En
un futuro que se ha dejado completamente indefinido, se criarán innumerables hijos a Abraham (v.
10), un pueblo llamado hijos del Dios viviente, un pueblo unido bajo un Rey en una adoración
común; habrá un día cuando Dios siembra y habrá una gran cosecha, un día cuando los nombres de
pesimismo serán transformados en nombres de bendición. (2:1)
1:2 Prostitución es un término clave en Oseas por la infidelidad de Israel al SEÑOR, el Dios del
pacto. Enfatiza el carácter personal de un lazo que Israel está cortando y la horrenda forma que
adquirió la apostasía del pueblo, de participar en el culto licencioso de fertilidad a Baal, en el cual la
prostitución sacra desempeñaba un papel vital (comp. 2:5; 3:3; 4:10, 12, 13, 14, 15, 18; 5:3; 9:1). Si
Gómer (v. 3) realmente fue una prostituta en el sentido común, no necesariamente se afirma aquí. Era
una esposa de prostitución en eso de que, como el resto de su pueblo, participaba del rito de la
fertilidad del culto a Baal; quizás se sometía a una clase de rito de iniciación marital para asegurarse
de la fecundidad de su futuro matrimonio.
1:4–5 Jezrel es una ciudad lindera en el territorio de la tribu de Isacar (Jos 19:1718), una
residencia real del rey Acab. Fue allí donde mataron a Nabot por las maquinaciones de la reina
Jesabel, con el fin de que su viñedo fuera agregado a los jardines palaciegos de Acab (1R 21). La
palabra del SEÑOR por boca de Elías que predijo que la sangre de Nabot clamaría desde Jezrel por la
sangre de Acab (1R 21:19) se cumplió cuando Jehú mató a Jorán (el hijo y sucesor de Acab) y a
Jesabel y arrojó sus cuerpos sobre el lugar marcado por la sangre del terreno en Jezrel; y fue a
Jezrel que se envió el canasto que contenía las 70 cabezas de los hijos de Acab, matados a pedido de
Jehú, (2R 9:1–10:11). Dios decidió y mandó el exterminio de la estirpe de Acab, y Jehú fue su
instrumento elegido (1R 21:19; 2R 9:1–10), pero Dios no quiso la brutalidad masiva con que Jehú
ejecutó su comisión. La casa de Jehú será castigada por la sangre de Jezrel. Es la historia del
derramamiento de sangre que aquí le da a Jezrel su tono siniestro. El nombre mismo tiene un sonido
más auspicioso, porque significa “Dios siembra, ” y a este sentido alude el profeta en 1:11 y 2:22.
1:10 Cuando el pueblo de Dios, por su culpa, haya destruido toda posibilidad del cumplimiento de
la promesa de Dios, entonces la promesa hecha a Abraham se cumplirá: “Multiplicaré tu
descendencia … como la arena del mar” (Gn 22:17; comp. 32:12). La gratuidad pura de esta promesa,
que Pablo habría de enfatizar con tanta fuerza sobre en contra del mérito de “las obras de la ley, ”
encuentra aquí una de las más vigorosas expresiones. Siendo que el cumplimiento de la promesa es
dada a No mi pueblo, a hombres que habían perdido del todo el derecho del título Hijos del Dios
viviente, Pablo puede aplicar este pronunciamiento de Oseas a los gentiles en el pueblo de Dios. (Ro
9:25–26)
La palabra (se les llamará) “Hijos del Dios viviente, ” le dará al pueblo reunido el don que
buscaban perversamente en Baal: vida.
1:11 El un solo jefe probablemente se refiere al Rey mesiánico del pueblo. Comp. 3:5, donde se
dice que el arrepentido pueblo de Dios “buscará nuevamente al SEÑOR su Dios, y a David su rey”
(comp. Ez 34:23–24; 37:15–28). El término “rey” que uno espera aquí, quizás se evita porque la
reciente historia de Israel le había dado una connotación mala a la palabra “regente”. (Comp. 1:4; 7:7;
8:4; 10:3, 7, 15; 13:10–11)
Las palabras y resurgirán de su país posiblemente se refieren a una peregrinación conjunta del
pueblo unido a la casa de Dios en Jerusalén. En la época de la división del reino, el primer rey de
Israel (el reino del norte), Jeroboán, había instalado santuarios en Betel y Dan para rivalizar con
Jerusalén, no sea que la “gente siga subiendo a Jerusalén para ofrecer sacrificios en el templo del
SEÑOR” y sean debilitados en su lealtad hacia él. (1R 12:25–33)
La grandeza y maravilla del cambio producido por la gracia redentora de Dios se refleja en la
transformación que sufrió la palabra Jezrel: la ominosa sangre de Jezrel y el valle de Jezrel como la
escena del juicio de Dios (1:4–5) son remplazados por el gran día de Jezrel en el que “Dios siembra”,
o sea, recrea a su perdido y condenado pueblo. (Comp. 2:22–23).
2:1 Llamen es un imperativo plural. Se invita a la gente a saludarse unos a otros con los términos
que anuncian el fin del juicio de Dios y la renovación de su gracia; y así expresan su refundada
unidad en una confesión común en alabanza a la compasión de su Dios.
2:2–23 Entre el rechazo total de 1:2–9 y el con todo de 1:10 hay una pregunta sin responder:
¿Cómo pueden ser estas cosas? ¿Cómo pueden los condenados hijos de prostitución llegar a ser hijos
del Dios viviente? El c. 2 contesta esta pregunta, no en el sentido de que “explica” el misterio del
triunfo del amor de Dios, sino en el sentido que demuestra cómo ese inexplicable amor persistente
persigue sus fines. Ni un ápice de este juicio es retractado; la mujer adúltera que se pasó por
prostituta debe ser desechada (v. 2), degradada (v. 3), matada de sed (v. 3) y ninguna compasión ha de
ser demostrada a los hijos de prostitución (v. 4). Pero una serie de tres asombrosos por eso (vv. 6, 9,
14) pone en claro que el juicio desatado contra la esposa y sus hijos no es la furia ciega de un hombre
indignado y fuera de sí; el juicio de Dios es disciplinario y restaurador. Dios cerrará todo paso a esta
díscola mujer, excepto el camino que la conduce de regreso a él (vv. 6–8). Le quitará todos los
adornos con que vanidosamente se ufanaba y se olvidaba del Dador (vv. 9–13). Y luego (aquí la
figura de la mujer y la realidad literal de la historia de Israel se mezclan), cuando Israel haya
regresado a sus comienzos mendigantes en el desierto, Dios escribirá su historia de nuevo; él lo
tentará con las bendiciones de su pacto en el desierto, y lo regresará, ya restaurado a la fidelidad de
su juventud, a la fructífera tierra de promesa y le concederá un futuro y una esperanza. (vv. 14–15)
El contenido de esa esperanza está ilustrado en tres pasajes, cada uno comenzando con en aquel
día (16, 18, 21). Dios hará nuevas todas las cosas; Israel recibirá un corazón nuevo y fiel (vv. 16–17).
Dios hará un nuevo pacto y contraerá esponsales nuevos ese día y atará a Israel con lazos de
bendiciones: su vida en la tierra (animales del campo, etc., v. 18), su vida en la historia (arcos, espada,
guerra, v. 18), su vida con su Señor (vv. 19–20), todo será auténtico y seguro; conocerá al Señor (v.
20). La armonía primaria entre Dios y la creación y el hombre y la creación serán restauradas.
Cuando Dios y su pueblo sean uno, entonces todas las cosas en el mundo estarán bien. (vv. 21–23)
2:2 Échenle en cara. Los hijos de Israel deben suplicar a su madre Israel; cada miembro
individual del pueblo debe llamar al arrepentimiento al pueblo como un cuerpo.
2:3 Desnudaré por completo. Para la degradación pública como castigo por infidelidad comp. Ez
16:37–39.
2:5 Amantes, los Baales (comp.12–13) se habla en plural de ese ídolo de la fertilidad porque era
adorado en numerosos santuarios bajo una variedad de nombres locales.
2:7 Volver es el término característico para arrepentimiento. Respecto del concepto comp. Lc
15:17–19.
2:8–9 Para grano, vino y aceite como bendiciones típicas del pacto comp. Dt 7:13; 11:14; 28:51. Su
castigo consistirá en que perderá las mismas cosas que buscaba obtener por su devoción a Baal.
2:14 Por los días del desierto como un tiempo de intimidad no turbada entre el Señor y su pueblo
comp. Jer 2:2.
2:15 Y allí, lit. “y desde allí”, la historia de Israel comenzará de nuevo, y habrá un nuevo ingreso a
la tierra prometida con sus placenteros viñedos. El Valle de Acor (que significa “desgracia”),
escenario del delito de Acán y su castigo (Jos 7, ante todo los vv. 24 y 26), ya no será más un lugar
con un nombre ominoso, sino la entrada a la nueva tierra y un día mejor. (Comp. Is 65:10)
Corresponderá al amor del SEÑOR, comp. 16, 19, 20.
2:16 Baal es tanto un nombre propio y un sustantivo común que significa “señor” o “esposo”. De
aquí en adelante, Israel ya no va a combinar ni confundir la adoración al Señor con la adoración de
Baal como lo hizo hasta ahora.
2:18 Comp. Lv 26:6; Is 11:6–8; Ez 34:25, 28.
2:19–20 Dios comenzará de nuevo, un comienzo tan enteramente nuevo que la prostituta y
adúltera será tratada como novia vírgen (esponsales), sus pecados serán perdonados y olvidados por
la compasión del SEÑOR. La obsequiará con regalos de novia (comp. Gn 24:53), y todos estos
regalos hablan de su amor del pacto y de su fidelidad hacia un Israel que no los merece, la rectitud,
justicia, amor inamovible, compasión y fidelidad de Dios, todos toman su color de la idea del pacto –
la rectitud y justicia de Dios son su fidelidad de mantener vivo el pacto que él ha iniciado– y todos
dicen: “Lo llamaré ‘Pueblo mío’; y él me dirá: ‘Mi Dios’”(comp. v. 23). Y todos conocerán al
SEÑOR, el Dios del pacto; y serán uno con él en mente, corazón y voluntad. Comp. Mt 11:27, donde
Jesús describe su singular unidad con el Padre, al que ama y obedece, en las palabras: “Nadie conoce
al Hijo sino el Padre.” Para todo el pasaje comp. Jer 31:31–33.
2:21–22 Responderé tiene el sentido de que es “voluntario”. Cuando el pueblo de Dios (Jezrel,
Dios siembra), plantado por Dios en su tierra (v. 23), busque por grano, vino y aceite, las bendiciones
materiales del pacto (comp. vv. 8–9), esas bendiciones estarán a mano, puesto que la tierra los
suministrará; y la tierra estará en condiciones para eso, porque el cielo les dará su lluvia; y dará su
lluvia porque el Señor ordena esa bendición.
3:1–5 La historia del casamiento de Oseas, que simboliza la relación del Señor con su pueblo, se
relata dos veces. En el primer c. se habla de Oseas en tercera persona, con el énfasis en los hijos de
esa unión ominosa. En el tercer capítulo se repite brevemente una vez más, con Oseas mismo en
primera persona. La idea de privación y disciplina en vista a la restauración de la mujer adúltera,
desarrollado en abundancia en capítulo dos, se vuelve a repetir (v. 3); y lo que las acciones
simbólicas expresaron es trasladado a los términos literales de la historia de Israel. (vv. 4–5)
3:1 Tortas de pasas eran usadas como ofrendas en el culto de las diosas de fertilidad. (Comp. Jer
7:18; 44:19)
3:2 Si el pago se hacía, parcialmente en monedas de plata (siclos) y parte en una medida de
cebada, ya sea para comprar un esclavo o como una dote para una novia, no se puede establecer. El
jómer es una medida de capacidad, quizás unos 220 litros; el létec, que sólo se menciona aquí,
equivale 110 litros.
3:3 Ni yo te voy a tocar, o sea, no habrá relaciones sexuales. El amor del profeta, como el del
SEÑOR, elige el camino de la severa abstinencia para el bien de la esposa.
3:4 El Señor le quitará a su pueblo todo lo que contribuyó para su apostasía. Israel será privado de
su existencia nacional por un tiempo (sin rey ni príncipe) y vivirá sin las formas legítimas de religión
que los sacerdotes y el pueblo habían desvirtuado (sacrificio, efod). Y, desde luego, las instituciones
paganas que llegaron a ser parte de la vida religiosa de Israel también serán eliminadas (pilar y
terafim). El significado de efod no es del todo claro; aparentemente era una prenda sacerdotal (Éx
28:28–29), de alguna manera relacionada con la obtención de oráculos que declaraban la voluntad de
Dios. El pilar (o massebah) es el pilar sagrado encontrado en lugares de adoración cananeos y en
santuarios israelitas corrompidos por la influencia de los primeros; es una señal de la presencia de
una deidad. La Biblia menciona tales pilares en conexión con otros objetos de cultos idolátricos (Éx
34:13; Lv 26:1; Dt 7:5; 12:3; 16:21–22; 1R 14:23; 2R 3:2; 17:10; 18:4; Os 10:1–2; Mi 5:13). Los
terafim que ocurren en estrecha conexión con efod, son probablemente figuras de ídolos usados
como medios de adivinación. (Comp. Ez 21:21; Zac 10:2)
3:5 El pueblo disciplinado por el castigo de Dios será un pueblo penitente; regresarán y vendrán
con temor al SEÑOR. Serán un pueblo unido, bajo una cabeza (comp. 1:11), o sea, David su Rey, el
Mesías que Dios en su bondad le dará a su pueblo en los últimos días (comp. Jer.30:9). Para el aspecto
de los últimos días que designan el futuro definitivo de Dios (el fin de los días), comp. Gn 49:1; Nm
24:14; Is 2:2; Jer 23:20; 30:24; 48:47; 49:39; Ez 38:16; Mi 4:1; Dn 10:14.
Nota: Los cc. 4–14 forman un extenso comentario sobre la infidelidad de Israel, retratada en los
cc. 1–3; el profeta delata las manifestaciones concretas de esa infidelidad en la vida de la nación, traza
su historia, y amenaza al Israel infiel con las consecuencias. Sólo en dos puntos se levanta la
oscuridad por la visión de un distante día brillante en la inolvidable ilustración del amor de Dios por
Israel en el c. 11 y en el canto de arrepentimiento y promesa con que concluye el libro en el c. 14.
4:1–19 El corazón de este capítulo parece ser el procesamiento de los sacerdotes (vv. 4–10). Los
versículos de apertura (1–3) sintetizan la dominante corrupción universal del pueblo de Israel; el
pacto estaba siendo escandalosamente violado y el Dios del pacto ignorado. En los vv. 4–10 la
responsabilidad por esta corrupción se atribuye a los sacerdotes irreverentes, negligentes y
codiciosos. Y los vv. 11–19 ilustran las consecuencias de la negligencia de los sacerdotes en la vida
de la gente: embriaguez (v. 11), magia e idolatría (vv. 12–13), inmoralidad sexual (vv. 13–14),
persistencia tenaz en el pecado y la apostasía (vv. 16–19). Un espíritu demoníaco de apostasía se
posesiona del pueblo; son barridos por una tempestad (torbellino, v, 19) de idolatría. A las
acusaciones les siguen amenazas de castigo (vv. 5, 6, 7, 9, 10, 14, 19); y a Judá, el reino del sur, se lo
amonesta a no seguir en las pisadas de la apostasía de Israel. (v. 15)
4:1 Controversia. Para similares acusaciones del pueblo ilustradas como una escena de juicio en
el que Dios es el acusador y juez, comp. Is 3:13–15; 5:3–7; Jer 2:413; Mi 6:1–8.
Fidelidad y bondad son las cualidades necesarias para mantener vivo el pacto según el cual cada
persona ama a su prójimo como a sí mismo; la palabra traducida con bondad denota ese sentido de
solidaridad que emana de la apreciación de la bendición del pacto (el “inamovible amor” de Dios,
comp. 2:19) y se enfrenta a las obligaciones persona a persona del pacto, o sea amar y actuar con
lealtad. Conocimiento de Dios es tanto el conocimiento y reconocimiento de él, su gracia activa y su
apelación que hace a la gente. (Comp. 2:20; 4:6; 6:3, 6; 8:2; 13:4)
4:3 Toda la Creación es golpeada por el pecado de la humanidad (comp. Gn 3:17), de la misma
manera en que participa de la bendición del perdón y restauración. (2:18, 21–22; comp. Ro 8:19–22)
4:4 Que nadie acuse. Hay que culpar a los que corresponde, a los sacerdotes.
4:5 T ropiezas. Significa “caer, llegar a la ruina”, comp. 5:5; Is 31:3, el verbo está en tiempo
presente para describir el curso errático, de ningún provecho para la gente, que tomaron los
sacerdotes y profetas.
Tu madre dejará de existir. Sentido oscuro. Quizás madre significa la nación. Algunos
investigadores enmiendan el texto para que se lea “Tú has destruido a tu pueblo”, que da buen sentido
con el contexto.
4:6 Mi pueblo. Dios es celoso por los suyos. (Comp. 1Co 3:17)
Rechazaste el conocimiento. El fracaso de los sacerdotes no se debe a su ignorancia perdonable,
sino a su deliberada eliminación de la verdad conocida. Para el verdadero sacerdote como instructor
del pueblo, comp. Dt 33:10; Mal 2:6–7.
Me olvidaré de tus hijos. Algún día el sacerdocio hereditario llegará a su fin, así como la
condición de rey. (Comp. 1:4; 3:4)
4:7 Su gloria, el honor de su oficio sacerdotal.
4:8 El pecado de mi pueblo es su comida, etc. Codician la porción del sacerdote por el sacrificio
del pecado, Lv 6:26; 7:7. Y así fue que la “religión” florecía, mientras que el conocimiento del Señor
y su ley languidecían. (Comp. el v. 6)
4:9 De tal pueblo, tal sacerdote. Ambos serán castigados.
4:10 La maldición del pecado aparece incluso mientras se está pecando, y no sólo en el
subsiguiente castigo del mismo. Su ambición queda insatisfecha, y los ritos de fertilidad que practican
(hacer de prostituta) no producirán fertilidad.
4:11–19 El ejemplo de los sacerdotes tiene un desastroso efecto sobre el pueblo.
4:11 Vino. Excesos alcohólicos forma-ban parte del culto de fertilidad como una expresión de
gratitud al dios o dioses que daban el vino e inducían al frenesí religioso.
4:12 Adivinación por medio de palos de madera reemplaza el verdadero conocimiento. (v. 6)
Tendencia a prostituirse. El pecado es un poder personal que los posesiona e inspira.
4:13–14 Novias, nueras. Dios castiga sus pecados al dar rienda suelta al pecado en sus familias; la
licencia que ansían (al participar en los cultos de fertilidad) llega a ser una licencia que no quieren
(en la ruina de su familia y su pueblo). Los padres se duelen y se conmueven cuando sus hijos llegan
a ser delincuentes como ellos. Por el castigo de pecado con pecado comp. Ro 1:24, 26, 28. (“Dios los
entregó.”)
4:15 El ejemplo de Israel debe ser una advertencia para Judá. Guilgal, cerca de Jericó, el sitio de
un santuario israelita (comp. 9:15; 12:11; Am 4:4; 5:5). Bet Avén (“casa de la iniquidad”) es una
referencia irónica amarga de Betel (“casa de Dios”), otro santuario israelita. (Comp. 1R 12:2633; Am
5:5)
Por la vida del SEÑOR. Este es en sí mismo un juramente legítimo, pero como fue usado por
israelitas que frecuentaban Guilgal y Betel (donde la adoración del Señor estaba abominablemente
corrompida) llegó a ser una burla para el Dios viviente que no tolera otros dioses a la par de él.
4:16 Israel no es sólo culpable sino terco en su culpa; quizás Oseas está aludiendo a que el pueblo
hacía caso omiso de sus advertencias. Comp. 9:7, donde representa a Israel como que llama al profeta
“necio y loco”. A los tales el Señor no se les puede manifestar como el Buen Pastor.
4:17 Que se quede con ellas (las imágenes). Dios entrega a Efraín (Israel) a su pecado como
castigo por su pecado. (Comp. los vv. 10, 14)
4:18 Su gloria es, aparentemente, el Dios de Israel; su vergüenza los excesos de su adoración
idolátrica.
4:19 Israel es atrapado y arrastrado hacia adelante en su pecado como impulsado por un
torbellino o “espíritu, ” como la misma palabra se traduce en el v. 12; su infatuación por la adoración
idolátrica (altares) puede terminar sólo en vergüenza.
5:1–7 Nuevamente se dirige a los sacerdotes (comp. 4:4), pero ahora como parte de un grupo al
que le es confiada la administración de la justicia (el sacerdocio, los ancianos de la comunidad y la
corte real). La justicia, ordenada para garantizar la libertad, paz y seguridad a los miembros del
pueblo del pacto, llegó a ser lo opuesto en sus manos; los guardianes de la justicia llegaron a ser
cazadores de hombres que atrapan (trampa, red, fosa) a los que debían cuidar y preservar. El Dios del
juicio los castigará (vv. 1–2). No hay esperanza de escapar de este castigo; el Dios omnisciente y que
todo lo ve, conoce y ve el pecado de Israel (v. 3). La esperanza de escapar por arrepentimiento
(volver) está cortada, porque están atrapados en sus pecados por el espíritu de prostitución que los
obsesiona; son orgullosos de las obras (vv. 4, 5) que los hacen culpables, ¿cómo se desprenderán de
éstos para volver a Dios? Su floreciente “vida religiosa” tampoco los librará del juicio; puesto que
buscan al Señor con ofrendas (rebaños y hatos) pero no con sus corazones, que han sido infieles a su
SEÑOR. El Señor se ha retirado de ellos; y sus observancias religiosas (nueva luna), apóstatas e
idolátricas, no los salvarán sino que los destruirán. (vv. 6–7)
5:1 Casa de Israel quizás signifique aquí a los ancianos de las distintas comunidades en su
capacidad como administradores de la justicia. Por las funciones judiciales de los ancianos, comp. Dt
19:12; 21:2–20; 22:15–18; 25:7–9.
5:1–2 Las alusiones a Mizpa, Tabor y Sitín permanecen oscuras. Quizá estos lugares habían sido
escenas de evidentes perversiones de la justicia.
5:3 Efraín e Israel se usan indistintamente para designar el reino del norte.
5:4 Sus malas obras no les permiten. Comp. 7:2 y Jn 3:19–20. Volver a Dios significa asomarse a
la luz en la que las obras de los hombres son expuestas por lo que son, y el hombre se opone a esa
exposición Para espíritu de prostitución, comp. 4:12; para no conocer al Señor, comp. 2:20; 4:1, 6;
6:6.
5:5 La arrogancia de Israel, los éxitos y logros culturales, políticos y “religiosos” de los que
Israel se enorgullecía. (Comp. 7:10)
Judá no le hará caso a la advertencia del profeta (4:15) y compartirá la suerte de Efraín. (Comp. v.
10)
5:7 Han dado a luz hijos de otros padres. Dado que quebrantaron el pacto (traicionado), sus hijos
no recibirán las bendiciones del pacto; ellos son “No mi pueblo”, ya no “hijos del Dios viviente”.
(Comp. 1:9.10)
5:8–6:6 LA GUERRA QUE NADIE GANÓ: LA CULPA, TANTO DE ISRAEL COMO DE JUDÁ
5:8–6:6 En esta sección Judá se menciona con frecuencia poco usual en Oseas (6 veces en 14
versículos), junto con el reino del norte. Si buscamos una situación histórica durante el tiempo de
Oseas en la cual tanto Israel como Judá estaban culpablemente involucrados, sería la guerra entre
Siria y Efraín (735–734 a. C.). El rey Pecaj de Israel había formado una alianza con Rezín de
Damasco con el fin de deshacerse de la supremacía de Asiria que ambos habían reconocido
previamente. Esta coalición anti-asiria tenía una posibilidad de éxito contra el capaz y agresivo rey
Tiglat Piléser III de Asiria solamente si una mayoría de estados vecinos podían ser convencidos, o
forzados, a participar en ello. La guerra siro-efraemita fue un intento hecho por las fuerzas conjuntas
de Rezín y Pecaj para forzar a Judá a entrar a la coalición (2R 16:5–9; Is 7:1–17). Sitiaron a
Jerusalén; el rey Acaz de Judá se salvó al someterse a Tiglat Piléser como su vasallo, quien intervino
exitosamente en su favor al capturar Damasco y devastar su territorio y despojó a Israel de toda su
tierra excepto la capital Samaria y el territorio inmediatamente alrededor. Las palabras de Oseas
(5:8–11) sugieren que Judá en ese momento apoyó a los asirios al lanzar una campaña contra Israel
desde el sur, forzando así a Israel a pelear en dos fronteras. El resultado de todas estas intrigas y
políticas de poder fue: que Damasco fue reducida al nivel de una provincia asiria. Israel fue
despojado de tierras y de su independencia, y Judá reducido a un vasallo de Asiria. Nadie ganó, tanto
Judá como Israel aumentan su culpa por confiar en una alianza foránea más bien que en el Señor
(5:13; comp. Is 7:9) y por su lucha fratricida.
5:8 Suena la alarma en Israel; un enemigo se está acercando desde el sur. Guibea, Ramá y Bet Aven
(Betel, comp. 4:15), y Benjamín: todos están en la ruta de un invasor que se acerca desde el sur. El
invasor es la nación hermana Judá; la época es durante la guerra siro-efraimita. (735–734 a. C.)
5:9 La desolación de Efraín (el reino del norte) a mano de Tiglat Piléser, apoyado por Judá, es un
castigo merecido, un gusto anticipado del día de castigo que espera a Israel con la caída de Samaria y
el fin del reino en 722–723 a. C.
5:10 El hecho de que el castigo de Israel es merecido no aclara la culpa de Judá. Al invadir
territorio de su hermano (y anexarse parte del mismo), Judá se somete a la maldición de Dt 27:17:
“Maldito sea quien altere los límites de la propiedad de su prójimo.” (Comp. Dt 19:14)
5:11 La vanidad de Efraín al confiar en maniobras y maquinaciones políticas para asegurar su
existencia nacional se describe aquí. (Comp. v. 13)
5:12 Lo que tanto Efraín como Judá olvidan es que, pese a sus maniobras, no pueden evadir al
Señor su Dios; en su juicio sobre ellos está activo imperceptible pero inexorablemente como la
polilla y la carcoma.
5:13–14 Tanto Judá como Efraín buscan la cura de su enfermedad en el lugar equivocado, en el
poder visible y palpable de Asiria; pero no lo tendrán como su sanador, sino como su juez (león, v.
14).
5:15–6:6 El Señor espera en su morada (lugar) celestial por el arrepentimiento de Efraín y Judá, a
los que puede responder con su gracia sanadora (5:15). Deprimidos por la guerra, muestran una
especie de arrepentimiento amanerado; con una liturgia penitencial hermosa y rebuscada expresan su
deseo y determinación de volver al Señor para ser sanados (6:1) y tener vida en él (6:2). Pero falta lo
más importante: no reconocen su culpa (5:15; comp. 14:2, donde Israel reconoce su culpa). El Señor
no puede responder a un modo tal de penitencia, que pronto desaparece como una nube o rocío
matutinos (6:4). Todavía no han respondido a la tajante y clara palabra de Dios pronunciada por el
profeta (6:5); siguen usan el aparato de adoración (sacrificios y holocaustos) para evadir la vida
esencial de la adoración, la adoración espiritual de un amor inamovible; pese a todos los deseos
expresados de que conocen al Señor (comp. 6:3), no conocen ni reconocen al Dios de amor en sus
vidas comunitarias, que es el genuinamente esencial conocimiento de Dios. (6:6)
6:3, 6 Para la conexión orgánica entre conocimiento de Dios y una vida vivida para Dios, comp.
2:20; 8:2–3; y Jer 31:3334, donde el conocimiento de Dios se pone en paralelo con inscribir la ley de
Dios en el corazón.
6:7–11a A Israel se lo encuentra culpable en su vida interior (5:1–7) y en sus opiniones políticas
exteriores (5:8–6:6). Ahora se agrega una tercera acusación: la culpa de Israel es de larga data. Desde
la entrada a la tierra prometida en adelante (v. 7), la historia de Israel se caracteriza por su infidelidad
y violencia. (6:7–11)
6:7 En Adán (un pueblo) las aguas del Jordán “dejaron de fluir y formaron un muro” mientras
“que el pueblo pasaba” hacia la tierra prometida (Jos 3:16). Desde un principio Israel respondía con
infidelidad hacia la gracia de Dios que obraba maravillas.
6:8–9 Nada seguro se sabe de los sucesos en Galaad (aquí una ciudad, mientras que en otras partes
se trata de un lugar o una montaña) o en Siquén al que alude Oseas. La magnitud de la corrupción de
Israel está indicada por el hecho de que incluso los sacerdotes estaban involucrados en
derramamientos de sangre.
6:11 Cosecha. Ellos segarán lo que han sembrado. Para cosecha como una ilustración del juicio,
comp. Is 17:4–5; Jer 51:53; Jl 3:13; Ap 14:18–19.
6:11b–7:16 Dios quiere restaurar (6:11b) y redimir (7:13) a Israel; pero los esfuerzos del sanador
(7:1) sirven sólo para revelar lo incurable que es la enfermedad del pueblo. La vida privada está
corrompida por fraudes, latrocinios y asaltos (7:1). La vida en la corte real está corrupta por la
traición (7:3), el adulterio (7:4), la embriaguez (7:5) y la intriga (7:6) que conduce al asesinato de sus
reyes (7:7). En el plano internacional, Efraín se mezcla con poderes paganos (naciones, 7:8) y pier-de
su personalidad (7:8), sus fuerzas y su juventud sin darse cuenta (7:9). Persigue una política foránea
sin sentido e inconsistente, revoloteando de una gran potencia a otra (7:11); y habiendo abandonado a
su único, grande y verdadero aliado, se porta en forma ridícula y sin sentido como una paloma
(7:11). Y lo peor de todo es la completa ausencia del arrepentimiento; Nadie entre ellos invoca al
Señor en medio de una serie de magnicidios que desfiguran la historia de Israel (7:7); no vuelven al
Señor su Dios pese a estar escurridos y disecados por estar asimilados con poderes extranjeros
(7:10). Cuando claman al SEÑOR, no lo hacen de corazón (7:14). Ignoran al que fue Testigo de mucha
memoria de sus malas acciones (7:2); con lengua insolente (7:16) hablan mentiras contra el Dios que
los podría sanar (7:13); maquinan maldades contra el Dios que los hizo grandes (7:15). Si Israel ha de
ser sanado, ello sólo puede lograrse por la cirugía radical del juicio divino. (7:12, 13, 16)
7:1 Para Dios el Sanador, comp. 5:13; 6:1; 11:3; 14:4. Samaria, capital del reino del norte.
7:2 Sus malas acciones los tienen cerca dos, como un círculo de testigos acusadores en la
presencia (faz) de Dios.
7:3 El rey y los príncipes no sólo fracasan como administradores de la justicia (comp. 5:1); sino
que ellos mismos alientan y promueven la maldad y la mentira.
7:4 La ilustración del horno encendido del panadero parece designada para retratar la vitalidad
febril y furiosa con que los adúlteros llevan adelante sus intrigas amorosas, y que se podría
parafrasear así: “Son como un horno encendido que mantiene su calor aun cuando el panadero ha
cesado de atizar el fuego mientras que está amasando la masa con levadura.” En el v. 6 una figura
similar es aplicada a la intriga política.
7:5–7 La interpretación del v. 5 es incierta: quizá la referencia alude a una reunión de bebedores
del rey con sus cortesanos en una fiesta ocasional que termina en una parodia salvaje de burla hacia
Dios. Una atmósfera tal de irreverencia disoluta conduciría naturalmente a intrigas palaciegas y
revoluciones que eran una característica marcada de la historia del reino del norte. Comp. 1R 15:25–
30; 16:8–10; 16:15–19; 2R 15:8–10, 14, 25. Estos últimos tres textos se refieren a una década en
tiempo de Oseas. Vea también Os 8:4.
7:8 Una torta cocida sobre cenizas calientes se quemaría en la parte inferior si no se da vuelta; el
daño no se notaría. Comp. “ni cuenta se da”, v. 9.
7:10 La arrogancia de Israel. Israel está orgulloso de haber llegado a ser una nación entre las
naciones, adquiriendo un matiz cultural y religioso de ellos, pero va perdiendo su individualidad
como el pueblo elegido de Dios. El “éxito” de Israel lo adquiere al costo de su infidelidad al Dios de
Israel; este testimonio en contra de él, lo tilda de culpable.
7:12 La figura de la “paloma” en 11 conduce a la ilustración de Dios como el Pajarero vengador.
7:14 No me invocan de corazón. Comp. 6:1–3 y el comentario allí. Se laceran a sí mismos como
hacen los devotos de Baal (comp. 1R 18:28), para reforzar sus peticiones; pero aun en eso no buscan
a Dios (comp. 10) sino su propio provecho (grano y vino). Intentar de usar a Dios como un medio
para un fin, es tanto como rebelarse contra él.
7:16 Se vuelven a Baal, en lugar de volverse al SEÑOR. (Comp. el v. 10)
Un arco engañoso. La palabra traducida engañoso puede ser suplantada por “flojo, descuidado.”
En cualquier caso, significa un arco que es inútil para el que lo empuña. Para el pueblo de Dios como
un arma en la mano de Dios usado para ejecutar su voluntad, comp. Zac 9:13.
Insolencia de sus lenguas. Comp. los príncipes “escarnecedores” del v. 5.
En Egipto se burlarán de ellos. Serán ridiculizados en el país cuyo favor y apoyo trataron de
ganar esforzadamente. (v. 11)
8:1–14 Han quebrantado mi pacto y se han rebelado contra mi ley (v. 1). Estas palabras son el
porqué de la acusación e indican la razón del inminente juicio en este capítulo. El pueblo se ha
retirado de su Dios y se opuso a su voluntad; y por esta alienación y oposición ha falsificado toda su
vida. Su confesión es falsa, pues profesan conocer a Dios y no obstante rechazan el bien que una
genuina confesión involucra y produce (vv. 2–3). Tienen reyes falsos y dioses falsos. Sus reyes no lo
son por la gracia de Dios (v. 4), y pese a que su primer rey, Jeroboán, señaló hacia los becerros de
oro que había fabricado, diciendo “He aquí vuestros dioses, oh Israel, que te sacaron de la tierra de
Egipto” 1R 12:28), el becerro de Samaria es un ídolo, no el Señor su Dios; es obra de un escultor (v.
6), no el Hacedor de Israel. (v. 14)
Sus reyes falsos practican una política falsa, estéril y desastrosa, de dependencia de aliados de
entre las naciones, cuyos favores tienen que comprar, en lugar de depender del SEÑOR, como podían
y lo harían si realmente lo conocieran a él (comp. 2); Su adoración es falsa adoración, y sus muchos
altares son altares para pecar (v. 11). Se deleitan en los sacrificios y sus fiestas alegres (v. 13); pero
el amor inamovible (comp. 6:6) al que la ley de Dios los obliga es algo que no conocen; la ley ha
llegado a ser algo extraño para ellos (v. 12). Su confianza es una confianza falsa; se han olvidado de
su Hacedor y ponen su confianza en las trampas del poder político, palacios, ciudades fortificadas y
fortalezas; y en eso Judá es tan culpable como Israel (v. 14). Y sobre toda esta false-dad, el juicio del
verdadero Dios es inminente. (vv. 1, 3, 6, 7, 10, 13, 14)
8:1 Un buitre, o águila, ambos carroñeros, pájaros impuros, aquí probablemente refiriéndose al
poder de Asiria (comp. 3, “el enemigo”) preparándose para bajar en picada sobre Israel. Comp. Dt
28:49; Is 8:8.
Casa del SEÑOR, la tierra santa. Comp. 9:15; Jer 12:7; Zac 9:8.
8:2 Para la súplica de conocer al Señor, sin una base por cierto, comp. 6:3, 6. Vea también 4:1, 6
para la conexión entre conocimiento de Dios y vivir de acuerdo con su voluntad. Para profesar la fe
sin practicarla, comp. Is 29:13; Mt 15:8–9.
8:4 Reyes… ídolos. La conexión entre realeza e idolatría fue siempre estrecha. Alianzas con
poderes foráneos establecidas entre reyes, generalmente involucraban concesiones hacia la religión
del aliado. En Israel la conexión era particularmente estrecha, puesto que Jeroboán había levantado
becerros de oro y establecido santuarios en Betel y Dan con el fin de alejar a su gente de la adoración
en Jerusalén, 1R 12:25–33. Comp. también 3:5, donde se habla de un retorno al Señor y al rey
mesiánico como un solo acto, y la nota en 1:11.
8:5 Purificarse de las manchas de la idolatría, y servir al Señor con corazón puro. (Comp. Sal
26:6; 73:13)
8:7 Para retribución en términos de sembrar y segar comp. Pr 22:8; Job 4:8; Gá 6:7.
Israel siembra un curso vano y ateo y segará destrucción. El grano sembrado no produce
alimento, y lo poco que produce es el botín del enemigo.
8:8 Se lo han tragado. En este tiempo, Israel quizás había sufrido enormes pérdidas de territorio.
(Comp. 2R 15:29)
Vasija inútil, a la que no se le hace caso y es desechada.
8:9 Se apartaron como asno salvaje. El animal apartado del rebaño es quizá la figura para Israel
despojado de la mayor parte de su territorio y que ya no pesa en la política internacional.
Subieron a Asiria, por asistencia.
Ha comprado amantes, como un hombre que compra los favores de una prostituta; con esto
quiere significarse alianzas obtenidas por regalos y concesiones. (Comp. v. 10)
8:10 Volver a reunirlos, para llevarlos al exilio. Cesarán… de ungir reyes. Comp. 1:4; 3:4.
8:11 Los altares se han convertido en altares para pecar porque los cultos han venido a ser un
sustituto para la religión más bien que una expresión de la misma (comp. 12) y porque el culto
mismo fue corrupto por crecimiente idolatría.
8:13 Comp. 6:6.
Regresar a Egipto, no literalmente; Egipto es una figura para “casa de servidumbre”. (Comp.
11:5–7)
8:14 Para ciudades y fortalezas como para expresar una voluntad pecadora de autonomía, comp.
Mi 5:11.
9:1–17 Algunas de estas palabras, quizá no todas, fueron pronunciadas en la fiesta de la cosecha,
celebrada para dar gracias por los buenos dones de la buena tierra que el Señor les había dado a sus
padres. El profeta interrumpe el ruido de la fiesta de alegría y exultación (v. 1) con severas palabras
de acusación. La exultación es una alegría pagana desmedida (como la de los gentiles v. 1), les dice,
no como la alegría pura de una esposa fiel a su Marido, sino como la algarabía beoda de una
prostituta. No están agradeciendo al SEÑOR, sino a Baal, y en eso están siguiendo en las pisadas de
sus padres (v. 10). Lo triste es que han persistido tercamente en su pecado al despreciar, odiar y
perseguir a los profetas cuya voz de alerta los llamaba a regresar a Dios (vv. 7–8); todos sus
príncipes son tan rebeldes como el pueblo (v. 15). Toda su maldad comenzó con ellos mismos (v. 15).
Por lo tanto el Señor ya no los ama más (v. 15), los abandonará (v. 12), los castigará (v. 9). En los
venideros días de castigo y retribución (v. 7) les quitará la fertilidad y fecundidad que buscaban con
Baal; privación (v. 2), desolación (vv. 6, 11), esterilidad (vv. 11, 14), pérdida (vv. 12, 13, 16) será su
suerte. En todo este vocabulario terrorífico de pesimismo un motivo es prominente y persistente: el
castigo del exilio. La gente será expulsada de la tierra que fue la ocasión y la escena de su pecado (vv.
3, 4, 6, 15, 17). Las alegres fiestas que han pervertido y corrompido cesarán. (vv. 4–5)
9:1 Las palabras aquí traducidas como alegrarse y hacer fiestas o exultar se usan con frecuencia
como expresiones de regocijo religioso, especialmente sacrificios (con sus fiestas) y festividades (Dt
12:7, 18; 16:11; 27:7; Sal 9:14; 13:5; 14:7; Jl 2:21, 23; Hab 3:8). Es muy probable que Oseas
pronunció estas palabras en un festival de cosecha.
Paga de prostituta. Para la imagen, comp. 1:2 y la nota allí. Israel piensa de la cosecha como una
recompensa que le dan sus amantes (2:5, 13), los baales a los que se entrega en ritos licenciosos.
9:3 A Egipto, la casa de la servidumbre. El alimento de un país pagano como Asiria sería impuro
siendo que no estaba consagrado al Señor por la ofrenda de los primeros frutos. (Lv 29:9–14; Ez
4:13)
9:4 Pan de lágrimas, se hacía “impuro” estando en la misma casa de un cadáver. (Comp. Nm
19:14–15)
No tendrán cabida en la casa del SEÑOR, o sea, en los primeros frutos que consagran el todo a
Dios. (Comp. Lv 23:914)
9:6 Recogerá, para entierro. Menfis, ciudad principal del norte de Egipto. Ortigas y espinas
crecerán en los sitios de sus mansiones lujosas y lugares de adoración.
9:7 Que lo sepa, que lo encuentre, que lo experimente. En Jer 26:21 el Señor dice que las naciones
deben conocer su poder (lit. “su mano”), o sea, que lo sentirán en su carne.
El profeta es un necio, etc. Estas palabras habría que destacarlas entre comillas; este es el
concepto popular de un profeta que anticipó derrota y exilio en una fiesta importante; son las trampas
de la gente y sus hostilidades (comp. v. 8) por las verdades que los hacen hablar así.
9:8 Para el profeta como centinela que pone en alerta a la gente por el peligro, comp. Ez 3:13; Mi
7:4. Un pueblo perverso recompensa los servicios del centinela con conspiraciones secretas contra él
(trampas de pajarero) y con hostilidad abierta incluso allí donde la palabra de Dios deber ser
bienvenida y escuchada, en la casa de Dios.
9:9 Guibeá. Posiblemente es una referencia al crimen atroz de los hombres de Guibeá registrado
en Jue 19–21, un hecho tan terrible que todo Israel se levantó para vengarlo y exterminó a la tribu de
Benjamín, a la que Guibeá pertenecía. (Comp. 10:9)
9:10 Uvas encontradas en un oasis en el desierto serían altamente apreciadas, y el primer fruto de
la higuera era una delicia muy deseada. Como tales Dios apreció y amó a los padres.
Baal Peor. Los padres recompensaron el primer amor de Dios con una apostasía imbécil, aun
antes de entrar en Canaán. Para esta historia vea Nm 25.
El objeto de su amor, el dios Baal Peor, al que Israel “se unió”. (Nm 25:3)
9:11–14 Efraín ha desechado su gloria, su posición como el pueblo elegido de Dios. El pueblo
que buscaba su bendición y fertilidad de Baal y no del Señor son apropiadamente castigados con la
esterilidad (vv. 11, 14) y pérdida de seres queridos. (vv. 12, 13; vea también v. 16)
9:14 Algunos ven en este versículo un pedido de intercesión de parte del profeta: le pide al Señor
que deje morir esa raza más bien que afrontar el futuro fatídico que los esperaba. Quizás el profeta
comienza una intercesión por una nación tan pecadora y termina obligando al Señor a ejecutar la
decretada sentencia sobre ellos.
9:15 Guilgal. Comp. 4:15; Am 4:4; 5:5, donde Guilgal es el sitio de un santuario idolátrico. Pero
la referencia aquí parece referirse a un suceso específico que no puede ser identificado.
Mi casa, la tierra santa (comp. 8:1). No volveré a amarlos. Para esto 14:4 es un maravilloso
comentario.
9:17 Andarán errantes entre las naciones. (Comp. Dt 28:65–67)
10:1–15 Los oráculos de este capítulo están agrupados en forma suelta, más bien que organizados
alrededor de dos ilustraciones agrícolas, Israel como una frondosa (o degenerada) vid (v. 1) y Efraín
como una novilla que le gusta trillar (v. 11). El capítulo continúa con un tema que se toca en 6:7 y más
explícitamente tratado en 9:9–10, con la idea de que el pecado de Israel tiene una larga historia; el mal
presente es la continuación de un pasado malo (v. 9; comp. 11:1). Este tema persiste en los cc. 11–13.
10:1–10 Israel, una vid plantada por el Señor en buena tierra (comp. Is 5:1–2, 7), ha dado frutos,
pero es un fruto degenerado de una vid en proceso de degeneración. La historia de Israel es una
historia de fracasos. La religión se hizo idolatría (vv. 1, 5, 6, 8). La realeza se ha degenerado a tal
punto que los súbditos del rey lo consideraban una nulidad vana (v. 3); sus palabras no tienen sentido,
sus juramentos y convenios no tienen valor, su ejecución de justicia (dictámenes) es una perversión
mortal de justicia (v. 4). Los antiguos días de Guibeá (v. 9) son el comienzo de una historia que puede
terminar sólo en juicio sobre Israel, sobre sus altares e ídolos (vv. 2, 5, 6), sobre los reyes de Israel y
la idolatría que fomentaban (vv. 7–8), sobre el pueblo caprichoso que continuaba en las sendas
trazadas en los días de Guibeá. (vv. 9–10)
10:1 Pilares, los pilares sagrados de los lugares de adoración cananea, denotando la presencia de
una deidad que adoptaron los israelitas.
10:2 Su corazón es escurridizo, repartido entre el Señor y Baal. (Comp. 1R 18:21)
10:3 No hemos temido al SEÑOR. El pueblo reconoce el juicio de Dios por el hecho de que habían
sido maldecidos con una caótica sucesión de reyes degenerados (comp. 7:7). Pero en lugar de
arrrepentirse se dejaron llevar por una duda cínica en cuanto al valor de cualquier realeza.
10:4 Los pleitos… como mala yerba. (Comp. Am 6:12)
10:5–6 Temen por. Como no “temían al SEÑOR” (v. 3), ahora tienen un dios del que deben tener
miedo, un ídolo que vino a ser un tributo pagado al amo de Asiria, un dios de quien avergonzarse.
Becerro de Bet Avén. Comp. 8:5 y 4:15; 5:8.
10:7 El rey de Samaria, arrastrado por el agua turbia del poder político, desaparecerá.
10:8 Los sitios cúlticos (lugares elevados) establecidos y promovidos por la casa real (comp. 1R
12:31) que llevaron a Israel a la idolatría (pecado) perecerán junto con el rey.
Avón significa “maldad” y probablemente tiene sentido figurado, refiriéndose a Dan y Betel, que
“llegaron a ser pecado” (1R 12:30; comp. 2R 17:7–18). Algunos lo toman como un modo de referirse
específicamente a Betel, llamado Bet Avén en 4:15; 5:8; 10:5.
Montañas, cúbrannos. Comp. Lc 23:30; Ap 6:16; e Is 2:10, 19.21.
10:9–10 Guibeá. Comp. 9:9. Guibeá puede incluir también una referencia a los comienzos de la
realeza en Israel: el hogar de Saúl estaba en Guibeá (1S 10:5, 10, 26; 15:34; 22:6; 23:19). La doble
perversión significaría entonces que Israel llegó a ser culpable tanto de inmoralidades groseras
inauditas (Jue 19:30), y negó su verdadera existencia bajo Dios el Rey (Jue 8:23), y demandaron un
rey que los gobernara “a la manera de las naciones” (1S 8:4), y así llegó a ser un pueblo díscolo.
10:11–15 A la novilla trilladora se le permite comer hasta saciarse (11; comp. Dt 25:4). Israel se
deleitaba con recibir buenos regalos del SEÑOR, las bendiciones del pacto, pero esquivaba su cerviz
de las obligaciones del pacto. Cuando los profetas lo llamaban a buscar al Señor con sembrar justicia
y cosechar frutos de amor (v. 12), sembraron maldad y cosecharon crímenes, y vivían de mentiras (v.
13), atrincherándose a sí mismos en su error con la fuerza de sus carros y guerreros (v. 13). Por lo
tanto no estará mirando por la lluvia de salvación (v. 12); más bien debe esperar la tormenta de Dios
que destruirá al rey de Israel y levantará un estruendo de guerra contra el pueblo. (vv. 14–15)
10:14 La identidad de Salmán es incierta y el evento a que se refiere es desconocido. Bet Arbel era
una ciudad en Gilead.
11:1–11 Una vez más el profeta mira hacia atrás al comienzo de la historia del Israel rebelde.
Previamente había trazado la historia hacia los pasados días oscuros de los jueces (Guibeá, 10:9;
comp. 9:9), al tiempo de la entrada de Israel a la tierra prometida (en la población Adán 6:7), y al
tiempo de las peregrinaciones (Baal Peor, 9:10). En 12:3 retrocederá aún más a los ancestros que le
dieron su nombre a Israel, el patriarca Jacob. Oseas ve a sus contemporáneos “completar la medida
de sus padres, ” como Jesús les dijo a sus contemporáneos (Mt 23:32). Ahora vuelve a mirar hacia
atrás al éxodo (v. 1) y retrata la historia de Israel como una larga revolución contra el amor del
Padre, desobediencia hacia la voz del amor quien les dio libertad y nacionalidad (v. 2), la voz del que
pacientemente enseñó a su hijo a caminar y lo levantó en sus eternos brazos, cuando crecía cansado y
a los tumbos, la voz del Sanador de todas sus enfermedades (v. 3), la voz del agricultor compasivo
que le quitó el yugo y con ternura alimentó al que le sirvía. (v. 4)
La lógica de la ley, respecto de crimen y castigo requiere una retribución, y el amor herido puede
reaccionar con desprecio, rechazo y con odio (vv. 5–7). La gente que se ha retirado (v. 7) de su
libertador volverán al yugo (v. 7) a la casa de la servidumbre en Egipto (v. 5); la gente que no quiere
que el Señor reine sobre ellos (comp. Éx 15:18) tendrán como su rey (v. 5) al severo amo asirio.
Pero Dios es amor, no lógica (vv. 8–9), y su corazón es más grande que la ley. Porque él es Dios y
no un hombre, el Santo separado de los pecadores; su amor sobrepasa toda medida humana y no está
atrapado en las cosas que dominan el amor humano; persiste donde el amor humano falla y termina.
Por lo tanto él no va a dar rienda suelta a su ira para destruir a Efraín. (v. 9)
Dios en su santidad no va a destruir; ni tampoco puede su amor ignorar y tolerar la rebelión del
hombre. Su amor tratará como corresponde con el pecado del hombre. Con el rugir de un león el
Señor declarará tanto su inexorable enojo contra el pecado como su inextinguible amor por sus
hijos; y a ese rugido sus despistados hijos a la final vuelven temblando a su casa (vv. 10–11). Ese
rugir se oyó últimamente en el Calvario, y toda la historia desde entonces es la historia de la
humanidad que regresa a casa.
11:1 Llamé a mi hijo. Comp. Éx 4:22–23. Mateo ve a esta palabra “cumplida” cuando Dios llamó a
su Hijo Jesús desde Egipto (Mt 2:15) y lo restituyó a la “tierra de Israel” (Mt 2:21). El amor redentor
de Dios que llamó a su hijo desde Egipto y persistió en medio de la desobediencia de Israel, fue
“cumplido, ” esto es, alcanzó su medida plena cuando llamó a su Hijo, que previamente fue llevado
hasta allí por la indiferencia de su pueblo y la enemistad del rey (Mt 2:3–14), de vuelta a su pueblo y a
su tierra para cumplir mediante su ministerio y muerte las promesas dadas a los padres y manifestar
su compasión hacia los gentiles. (Ro 15:8–9)
11:3 Sanaba. Para Dios el sanador, comp. 7:1; 14:5; Dt 32:39; Is 6:10; 19:22; 30:26; 57:18–19; Jer
3:22; 17:14; 30:17; 33:6.
11:4 Quité de su cerviz el yugo. Esto puede referirse al acto de liberar de la servidumbre bajo otra
nación. (Comp. 7; Jer 27:8; 28:4; Dt 28:48; Is 47:6)
11:8 Admá, Zeboyín. “Ciudades del valle” que fueron destruidas junto con Sodoma y Gomorra.
(Gn 19:24–29; Dt 29:23)
11:10 Vendrán temblando. Comp. “En los últimos días acudirán con temor al Señor y a sus
bondades.” 3:5.
Estos dos capítulos de Oseas son probablemente los más difíciles. Aparte de ser difíciles en
detalle, resulta arduo descubrir la estructura definida y la línea lógica que uno encuentra pronto, por
ejemplo, en los cc. 11 y 14. Puede ser bueno, entonces, trabajar hacia atrás de lo que aparece al final y
punto culminante del libro, desde la oración de arrepentimiento que Oseas pone en labios del pueblo
penitente en 14:1–3. De acuerdo con estos versículos, tres cosas son esenciales para el verdadero
arrepentimiento: (a) una honestidad absoluta y radical que llama al pecado por su nombre y lo
confiesa (“iniquidad” 14:1–2), no un recital fácil de la necesidad del hombre (comp. 6:1–3) sino un
enfrentamiento pleno con el SEÑOR, el juez y perdonador. Solamente labios que se han confesado así
son aptos para la alabanza (14:2). (b) Un renunciamiento de la idolatría que divide y destruye la
lealtad de la fe (“obras de nuestras manos”, 14:3). (c) Un renunciamiento de la voluntad propia en pro
de la autonomía, ya sea política (Asiria, 14:3) o militar (“caballos”, 14:3), la disposición de aparecer
ante Dios como un “huérfano”, uno que clama por “compasión” sincera (14:3, con ningún
pensamiento en campeones humanos y garantes de seguridad. El camino del arrepentimiento conduce
hasta acá. Las mentiras y los engaños (11:12), la idolatría de Israel, y la idea de la autonomía son tres
bloqueadores del camino, y la palabra profética busca apasionadamente removerlos.
Primero, la vida de Israel es una mentira. Su religión es un complejo de mentiras y engaños, una
adoración aparentemente ofrecida al Señor pero en realidad dedicada a Baal (11:12; comp. 13:1–2).
Su vida política está marcada por una falsedad que va en aumento (12:1). Lo que caracteriza su vida
comercial son balanzas fraudulentas (12:7). Son verdaderos descendientes del astuto Jacob que
suplantó a su hermano (12:3). Y siendo que el engaño nunca logra evitar un encontronazo que quiere
evadir, la violencia (12:1), la opresión (12:7), y crímenes (12:14), también figuran entre los pecados
de Israel.
Segundo, Israel ofrece sacrificios en altares condenados (12:11), puesto que la adoración de
Israel es idolátrica y una amarga provocación de la ira de Dios (12:14; 13:2). Israel está muerto en el
pecado de la idolatría. Israel ha olvidado al SEÑOR, su Dios desde la tierra de Egipto (13:4, 6); Baal,
imágenes fundidas, ídolos de plata, becerros (13:1–2), éstos son los objetos de su devoción y el
enfoque de su lealtad.
Tercero, se han enriquecido, han amasado una gran fortuna para sí (12:8; les di de comer,
quedaron saciados, y se olvidan de Dios quien les dio de comer (13:6). Exigieron que fueran reyes
que los gobernaran para que fueran “como todas las naciones”, y se los dieron, pero no se dieron
cuenta de que fue la ira de Dios que les dio este respaldo para su idea de autonomía (13:10–11). Se
han rebelado contra su Dios. (13:16)
Y así el profeta expone a la vista el triple pecado que impide el arrepentimiento de su pueblo. Y
amenaza a sus paisanos con la justa y temible venganza de Dios (12:2, 1112, 14; 13:3, 7–9, 12, 13–14,
15–16). Pero no solamente amenaza: sino que también los impulsa y lleva al arrepentimiento. Si no
son como Jacob el usurpador (12:3), pueden llegar a ser como el Jacob que lloró y buscó el favor del
ángel; el Señor Dios de las huestes aún puede hablar con ellos por medio de bondadosas promesas
así como habló con Jacob en Betel (12:4–5). Aún pueden con la ayuda de Dios volver a su Dios y
seguir esperando en él, aferrándose al amor y la justicia mientras caminan humildes con su Dios
(12:6; comp. Mi 6:8). El Dios con el que tienen que ver cuando se enfrentan con la palabra profética
(ese gran don de Dios, 12:10, 13) es el Dios al que conocieron en la tierra de Egipto (12:9; 13:4), el
único Dios, el Salvador que los conocía, amaba y los atendía en el desierto, donde no había ayuda
humana (13:4–5). Si él hace que vuelvan a vivir en carpas como en los días del desierto, lo hará a los
efectos de dar un creativo comienzo nuevo. (12:9). Con este Dios todas las cosas son posibles, incluso
el milagro del renacimiento de un Efraín muerto. (13:1, 13)
11:12 Judá errante… Dios santísimo. El texto y la traducción de este medio versículo son muy
inciertos. Comp. 8:14; 10:11, donde a Judá se lo ve en una luz desfavorable. Se han propuesto varias
correcciones del texto; una que no involucra alteraciones muy radicales expresa: “Y Judá se aleja de
Dios y se une a un culto de prostitutas.”
12:1 Arría el viento… viento. La figura señala hacia la sin sentido e inútil política exterior de
Israel buscando alianzas ahora con una potencia mayor (Asiria) y luego con otra (Egipto). Les da
aceite como tributo.
12:3–4 Para el pecado de Israel visto en perspectiva histórica del pasado, comp. 6:7; 9:10; 11:1;
13:4–6.
12:3 Agarrado del talón de su hermano. Comp. Gn 25:26; 27:36.
12:4 Luchó con el ángel. Gn 32:22–31. Génesis no dice que Jacob lloró y rogó que lo favoreciera;
pero las palabras de Oseas son una auténtica interpretación de las palabras de Jacob en Gn 32:26,
especialmente en vista del temperamento sumiso y humilde de Jacob en aquella noche. (Gn 32:10)
Se encontró con Dios en Betel. Comp. Gn 28:10–19.
12:6 Con la ayuda de Dios debes volverte a él. Para arrepentimiento (volver) como obra y don de
Dios, comp. 1R 18:37; Jer 31:18; Lm 5:21.
Amor… justicia…confiar en Dios. Comp. Mi 6:8.
12:8 Efraín interpreta su prosperidad como una señal de que Dios aprueba su manera de actuar.
12:9 La fiesta fijada, la fiesta en carpas o tabernáculos, cuando a los israelitas se les recordaba su
pasado en el desierto habitando 7 días en carpas. (Lv 23:42–43)
12:10–14 Si la vida de Israel es una mentira (11:12; 12:7), la mentira es deliberada. Israel no puede
excusarse por ignorar cosas, dado que Dios desde el principio de la historia de Israel alumbró su
camino con la revelación profética (12:13 y 10); desde el tiempo de Moisés hasta el presente Dios
multiplicó visiones y dio parábolas por los profetas (v. 10). Israel es responsable y será castigado. (v.
14)
12:10 Parábolas. Los profetas hablan el vívido, impresionante e inolvidable lenguaje de las
imágenes y figuras. Su habla tiene el poder persuasivo de la poesía.
12:11 Galaad. Comp. 6:8 La referencia es oscura.
Guilgal, escena de adoración idolátrica; comp. 4:15; 9:15.
12:12 El punto de esta renovada referencia a Jacob (comp. vv. 2–4) no es fácil de ver. Quizás el
profeta trae a la memoria este poco glorioso episodio (Gn 28:5 y ss.) en la vida del patriarca para
recordarle a Israel que la grandeza de su historia no está en los heroicos logros humanos sino en la
gracia de Dios que la llenó con su revelación. (Comp. 4, allí Dios habló con él)
12:14 Reproches. La conducta de Israel ha sido un insulto para el Dios de Israel.
13:1 Por culpa de Baal murió. Comp. 8:4. Por estar muerto en pecado en medio de la vida, comp.
Ef 2:1; Col 2:13; Lc 15:24. La gente buscaba vida en el culto de fertilidad, y encontró la muerte.
13:2 Besan becerros. Para los becerros de Samaria, comp. 8:5, 6; 10:6. Para el beso como una
expresión de homenaje religioso, comp. Job 31:26–27; 1R19:18.
13:3 Neblina, rocío, paja y humo son todos insubstanciales y transitorios. La ventana era como
una ventana sin vidrio por donde se escapaba el humo.
13:4 Fue durante el éxodo de Egipto que Dios se manifestó a sí mismo como el Dios de liberación
radical, liberación de una situación humanamente sin esperanza, el Dios de salvación, el Salvador.
(Comp. Éx 15:2; 14:13)
13:5 Te conoció: te amó y te dio provisiones.
13:6 Comp. Dt 32:15–18.
13:9–11 Cuando Dios procede a ejecutar su juicio, ninguna ayuda humana puede intervenir, ni
siquiera el rey al que Israel demandó al Señor (1S 8:5, 19) para hacer de ellos una nación poderosa en
medio de las naciones (1S 8:20). Esa demanda había sido en sí misma una rebelión contra el Señor
(1S 8:7). Les había dado un rey en su enojo (v. 11). Y la historia de la realeza en Israel demostró ser la
crónica de la ira de Dios (v. 11; comp. 2R:7–8), una crónica que termina con el fin del reinado. (v. 11;
comp. 1:4; 3:4)
13:12 Guardada… tomado nota. Como un rollo, arrollado, atado y guardado, para ser presentado
como evidencia contra Efraín en el juicio. (Comp. Dt 32:34–35)
13:13 Todavía hay oportunidad para Efraín; puede arrepentirse y nacer de nuevo. Pero es un hijo
poco sabio, que no puede o no quiere reconocer los signos de los tiempos (dolores de parto), y está
en peligro de perder la oportunidad.
13:14 Es un tanto dudoso traducir la primera parte de este versículo como una afirmación: (Yo he
de rescatar… yo he de redimir, y tomar la pregunta que sigue (¿dónde está?…) como una expresión
de triunfo divino sobre las plagas y la destrucción de la muerte y del sepulcro. En ese caso la palabra
traducida misericordia sería interpretada como “arrepentimiento”, en el sentido de Sal 110:4, donde
se dice que el Señor ha jurado y no se arrepentirá de ello, o sea, “no cambiará su idea”. De modo que
aquí, Dios concederá nueva vida (v. 13) por su irrevocable voluntad; él quiere arrepentimiento y no la
muerte del pecador. (Comp. Ez 18:23, 32)
13:15 Viento del este, el solano que todo lo reseca.
14:1–9 Hay un solo camino que conduce al renacimiento y la nueva vida (13:13–14), y ese es el
camino del arrepentimiento. El profeta ilustra el verdadero arrepentimiento con las palabras que pone
en los labios de su juzgado y humillado pueblo que vuelve al Señor su Dios (v. 1). A diferencia de la
oración en 6:1–3, que el Señor no puede aceptar, esta oración no guarda silencio en cuanto a la
iniquidad (vv. 1, 2); no evade el pecado de la idolatría y la egolatría rebelde. Renuncia a la
dependencia de un poder político (Asiria, v. 3), un poder militar (caballos, v. 3), o ídolos (cosas
hechas por nuestras manos, v. 3) y expresa la disposición de vivir dependiendo sólo de la
misericordia de Dios (huérfano, v. 3). Esta oración es una confesión y adoración (v. 2, el fruto de
nuestros labios). A esto la vigilante compasión de Dios puede responder con sanidad y con amor
espontáneos (v. 4), y con bendición (vv. 5–8). Dios ya no será más el arrasador viento del este (13:15)
para su pueblo sino el rocío (v. 5), una sombra contra el sol ardiente (v. 7), una fruta permanente para
refrescar y sustentarlos (v. 8). Una última advertencia contra la idolatría está incluida en la promesa
(v. 8), el Dios que los amará de pura gracia (v. 4), los ama con un santo y celoso amor. Y con una
sobria amonestación de escuchar y hacer caso a las palabras del profeta que contienen todo lo que
concierne a la vida y a la muerte concluye el libro.
14:2 Piensa en lo que es bueno, o sea el único bien que podemos ofrecer, el fruto de nuestros
labios, nuestro agradecimiento y alabanzas.
14:3 Para el caballo como el símbolo del poder militar, comp. Sal 20:7; Is 31:3; Ez 17:15. A la luz
de estos últimos dos pasajes uno podría ver aquí una referencia a la alianza con Egipto. (Comp. 12:1)
14:6 Líbano. Referencia a los aromáticos cedros del Líbano. (Comp. Cnt 4:11)
14:7 Vino del Líbano, aparentemente famoso como los cedros.
JOEL
INTRODUCCIÓN
A Joel, hijo de Petuel, se lo conoce sólo por su profecía. Las fechas asignadas a su actividad
profética sobre la base de evidencias en el libro mismo se extienden desde cerca de 800 hasta cerca de
400 a. C. La última fecha es aceptada por la mayoría de los investigadores hoy día. No se menciona
ningún rey, pero aparecen sacerdotes y ancianos como líderes de la comunidad. El templo está en su
lugar, y los sacerdotes, ritos y ofrendas son prominentes. Mucha gente sigue todavía esparcida en el
exilio. Los griegos aparecen como un pueblo que viene desde lejos, a los que se le vendían esclavos
judíos, pero aún no como gente conquistadora que a los judíos les eran conocidos desde los días de
Alejandro Magno. Todo esto parece señalar a una fecha después del exilio y después de las reformas
de Esdras y Nehemías, pero antes del tiempo de Alejandro. Las evidencias no son absolutamente
definidas, y algunos eruditos se inclinan a la tradicional fecha más temprana. El lugar de la actividad
profética de Joel era Jerusalén, probablemente.
La ocasión de la profecía de Joel está clara. Una plaga de langostas de una magnitud sin
precedentes había invadido su país. Casi no puede haber dudas de que está hablando en forma literal
de una verdadera plaga de langostas. La certeza de su descripción, hasta en sus detalles, está
confirmada por testigos oculares tanto antiguos como modernos. No hay ninguna garantía de tomar
el retrato que pinta Joel de la invasión de las langostas como una descripción alegórica de un ejército
invasor de los enemigos de Israel, como se ha dicho.
Pero Joel, iluminado por el Espíritu, no da más que una descripción superficial de la plaga; la
interpreta en profundo como un acto significativo del Dios del juicio y de la salvación. Pide a la
gente que mire debajo de la superficie de devastación y desesperación y que vea en la plaga, en
primer lugar un indicio (o señal premonitoria) de la venida del gran día del SEÑOR, que les pide que
clamen a él (1:1–20); en segundo lugar, al usar la sugestiva expresión “los del norte” por las
langostas (2:20), pide a su pueblo ver en ellos el inicio o el amanecer de la última visita del juicio de
Dios que se aproxima, que pide a la gente volver al Señor y encontrar libertad en él (2:1–27); y, en
tercer lugar, su visión profética, ya no fijada meramente en la presente plaga, se abre al futuro y nos
da una representación a toda escala del día del Señor que se acerca, las señales portentosas que
proclaman su acercamiento, la norma según la cual se tomarán sus divinas decisiones, y la finalidad
de estas decisiones para bien o mal. (2:28–3:21)
La profecía de Joel se eleva al nivel de textura o trama de la revelación a Juan en lo que a
profecías del A. T. se refiere, de una u otra manera. Es su profecía del derramamiento del Espíritu en
los últimos días (2:28–29) que es citado por Pedro y explícitamente señalado como el cumplimiento
en el maravilloso y asombroso evento de Pentecostés (Hch 2:14–21). Pedro retiene (y por cierto
intensifica) el énfasis de Joel sobre el hecho de que el derramamiento del Espíritu es el comienzo del
fin (Hch 2:17, “en los últimos días”) y es un don designado por Dios para obrar el arrepentimiento
“antes del día que venga el SEÑOR.” (Hch 2:20, 38, 40)
La profecía de Joel acerca del Espíritu hará su efecto saludable en la iglesia si la iglesia permite
que se le recuerde que ese don del Espíritu es un don del último día para ser utilizado sobriamente en
responsabilidades del último día, que “vivir por el Espíritu” significa “ andar por el Espíritu” en
disciplina guiados por él (Gá 5:25). Al obrar así, la iglesia debe evitar la egocéntrica intoxicación
por el “Espíritu” que Pablo tan severamente recriminó en la iglesia de Corinto, y puede llegar a ser,
en virtud de su sobria y responsable esperanza, un poderoso instrumento en la mano de Dios, tal
como la iglesia apostólica lo ha sia de Corinto, y puede llegar a ser, en vir-sido y puede serlo otra
vez.
Bosquejo
I. 1:1–20 La plaga de las langostas: señal anunciadora del día del SEÑOR
A. 1:1–14 La convocatoria del profeta: invoquen al SEÑOR
B. 1:15–20 La respuesta del pueblo: el clamor del penitente
II. 2:1–27 “El que viene el norte”: el amanecer del día del SEÑOR
A. 2:1–11 La invasión “del que viene del norte”
B. 2:12–17 Vuelvan a mí, dice el SEÑOR
C. 2:18–27 La remoción “del que viene del norte” y la restauración de la vida
1:1–20 LA PLAGA DE LAS LANGOSTAS: SEÑAL ANUNCIADORA DEL DÍA DEL SEÑOR
1:1–14 El venidero día del Señor es proclamado por una señal anunciadora que pide al pueblo de
Dios estar alerta a ello y responder a su venida. De éstos la plaga de las langostas es una; pide a los
hombres clamar al Señor (1:14, 19). A la comunidad se la apela por cuatro veces según el nivel social
que representan (ancianos, vv. 2–4; bebedores de vino, vv. 5–7; cultivadores del suelo, vv. 11–12;
sacerdotes, vv. 13–14) y como un todo con la poética designación virgen (vv. 8–10). La respuesta
demandada es que todos los habitantes del país clamen al Señor que está apresurándose con su día del
juicio y liberación. (vv. 14–15)
1:2–4 Los ancianos representan al pueblo (todos los habitantes). Como los hombres memoriosos,
guardianes de las tradiciones del pueblo que constituyen un puente entre las generaciones, y como
hombres de autoridad cuya palabra tiene un peso especial en la comunidad, a ellos se les dice que
escuchen y que hablen. Ellos han de marcar el carácter sin precedentes de la plaga (únicamente
comparable con la octava plaga del éxodo, Éx 10:14) y de preservar la memoria de esto, no sólo
como otro dato histórico, sino como un hecho elocuente de Dios que señala hacia el fin de la historia
y su juicio sobre ésta.
1:4 Los distintos nombres de langostas pueden ser los nombres de distintas variedades o de las
langostas en distintas etapas de desarrollo; o, como parece ser lo más probable, pueden ser
simplemente una forma poética para sugerir lo completamente destructivas que son las hordas de
langostas. Cada enjambre sucesivo destruye lo que el anterior había dejado.
1:5–7 A los borrachos se les dice que despierten ante el significado de la plaga y por lo tanto
lloren y giman. Se dirige a ellos como un caso extremo de una tendencia de la gente como un todo;
ellos representan a todos los tomadores de vino, a los que “se regocijan de la vida” estando
ociosamente relajados y corriendo el peligro de permanecer sordos a lo que el Señor les está
diciendo en cuando a su día (comp. Lc 21:34). El Señor les está quitando el don menor del vino que
alegra el corazón del hombre (Sal 104:15) con el fin de implantar en ellos la necesidad y el deseo del
don mayor del arrepentimiento y salvación.
1:6 El inmenso número y la organización disciplinada de las langostas (comp. 2:7) sugiere la
comparación con una nación (comp. 2:2; Pr 30:25). La frase se levantan en contra muchas veces es
usada de un ejército invasor. (Comp.2:5)
1:8–10 Aquí, en el medio de un quíntuple llamado (precedido por la palabra “ancianos” y
“borrachos” y seguido por la advertencia a los “labradores del suelo” y los “sacerdotes”), se le habla
al pueblo en forma corpórea como una virgen que se lamenta de la muerte de su novio de la juventud.
Formalmente, parece ser sólo una comparación (como una novia), pero la virgen que se lamenta es
más que una comparación. Es una designación de Israel, al que el profeta muchas veces representa
como una virgen, especialmente cuando retrata sus horas de fracasos y desánimos (Is 37:22; Jer
14:17; 18:13; 31:4, 21; Lm 1:15; 2:13; Am 5:2). Igualmente su relación actual con el Señor se
menciona como noviazgo o casamiento (Jer 2:2; Os 1–3). En esta hora de su historia, cuando la plaga
ha puesto fin, no sólo a las bendiciones del pacto (granos, vino y aceite) sino también a la adoración
en el templo (ofrendas, casa del SEÑOR, sacerdotes), el pacto mismo es cuestionado; Israel es de
verdad la novia virgen que está sepultando su esperanza. Es hora de “clamar al SEÑOR”.
1:9 Para la ofrenda encendida (holocaus-to), acompañada de ofrendas de cereales y libaciones,
comp. Éx 29:38–46; Nm 28:1 10. El cese de estas ofrendas significaba que la divinamente ordenada
relación normal entre el Señor y su pueblo (comp. Éx 29:42–46) había sido interrumpida. Y así la
plaga acarreó no sólo miseria física sino también angustia espiritual. El “regocijo y la alegría” de
una comunión asegurada con Dios de acuerdo con el pacto son eliminados “de la casa del SEÑOR”.
(v. 16)
1:11–12 Si los labradores del campo son confundidos, esto significa que la vida natural, la
existencia económica, de todo el pueblo está amenazada. Cuando gimen, ya no hay más alegría para
los hijos de los hombres, y llegó la hora en que todos “cla-men al SEÑOR”.
1:13–14 En la advertencia a los sacerdotes se esclarece completamente la angustia y el imperativo
de esta hora. Con nueve exhortaciones se dirige a ellos, pidiéndoles que reconozcan la hora y que
hagan que la gente reunida reconozca lo mismo. Cuando la severa visitación de Dios interrumpe los
diversos medios de la adoración, queda una sola cosa por hacer: El pueblo tiene que vestir sus
prendas de arrepentimiento y dolor (vístanse de luto) y gemir con lamentos de arrepentidos. Dios
insiste en decir: clamen al Señor (vv. 14, 19). Deben clamar como el pueblo cierta vez clamó desde la
casa de la servidumbre en Egipto (Éx 2:2325; Nm 20:16; Dt 26:7; 1S 12:8), como Israel clamó desde
las profundidades de su pecado y desesperación en los días de los jueces (Jue 3:9; 4:3; 6:3. comp. 6:1:
10:1014; 1S 12:10: 1R 8:52; Neh 9:26–27), y así empeñarse por alcanzar la ya disponible compasión
de su Dios (comp. 2:13) antes que el día venidero suprima toda posibilidad de clamar.
1:13 Arpillera de luto es la señal de dolor, muchas veces el dolor del arrepentimiento. (Comp. 1R
21:27–29; 1Cr 21:1617; Is 22:12; Jer 4:8; comp. 4:1–4; Dn 9:35; Jon 3:5–9; Mt 11:21)
1:15–20 La pronta y poderosa palabra profética rindió su efecto. El clamor en que irrumpió la
gente es un lamento por la asolación producida por las langostas. Pero es más que eso: el lamento es
religioso, que expresa dolor sobre la relación rota con Dios, pesar por la suspensión del gozo y
alegría de la adoración en su casa. (v. 16). Y, sobre todo, en el clamor está el reconocimiento que esta
asolación es una visitación de Dios, la sombra arrojada por el día venidero del SEÑOR, que vendrá
como devastación del Todopoderoso (v. 15), con una insoslayable demostración de poder (ante
nuestros ojos, v. 16). Quizá aún la inesperada referencia al fuego y a las llamas en los vv. 19 y 20 es
también una indicación de que el pueblo está reconociendo el desastre como una visitación de la ira
de Dios, puesto que fuego es uno de los símbolos más comunes del A. T. de la ira de Dios: “El Señor
nuestro Dios es un fuego devorador” (Dt 4:24; comp. Sal 89:46; Jer 4:4; 15:4; 21:12; Lm 1:13; 2:3; Ez
22:31; Sof 3:8; Is 66:24). Y el reconocimiento lleva al arrepentimiento; el lamento llega a ser un
clamor penitente por compasión: Ati clamo, SEÑOR. (v. 19)
2:1–27 LA INVASIÓN DEL QUE “VIENE DEL NORTE”: EL AMANECER DEL DÍA DEL
SEÑOR
2:1–27 En el c. 2 que empieza con el mandato de tocar la trompeta y dar la voz de alarma en la
santa ciudad, el profeta hace un nuevo comienzo en su interpretación de la plaga de las langostas. La
langosta sigue siendo la ilustración, pero sólo una vez es mencionada expresamente al final del
capítulo y casi incidentalmente (v. 25). La plaga ha venido a ser la ocasión de su profecía más bien
que el tema; se la ve, no tanto como un anuncio del día del Señor sino como la iniciación del mismo,
como el arranque de la marcha de Dios hacia ese ominoso Día, como algo presente que lleva en sí el
germen del futuro. A la langosta se le da un nuevo y sugestivo nombre, el que viene del norte (v. 20;
vea nota 2:1–11), que la marca como parte de la actividad del arrollador juicio de Dios, que conduce
al, y culmina en, el día del SEÑOR. Todo lo que ha sido ilustrado en el primer capítulo, aparece
ahora en un relieve más elevado: el día del Señor (no mencionado en el c. 1 hasta el v. 15) ahora
aparece como el verdadero comienzo; el llamado al arrepentimiento es más explícito y está más
desarrollado (vv. 12–17); y la promesa de renovación y restauración del Señor es
correspondientemente más rica y plena. (vv. 18–27)
2:1–11 La expresión: “El que viene del norte” no aparece hasta el v. 20, en la pro-mesa de
restauración del SEÑOR. Pero esta expresión tan fuerte (y tanto más llamativa siendo que las
langostas normalmente venían del este o sudeste) es una preparación para la descripción precedente
del avance destructor de las langostas. Para los israelitas, “viene del norte” tendría un sonido
ominoso, puesto que el norte era la región desde la cual Palestina era invadida por las grandes
potencias del mundo; y desde el norte, de acuerdo con los profetas, el juicio de Dios vino sobre Israel
(Jer 1:14; 4:6; 6:1; 13:20). El norte es la zona septentrional del desastre; de ahí, según Ez, vendrá el
misterioso Gog, quien encabeza el último ataque concentrado de las naciones hostiles contra el
pueblo de Dios (Ez 38:15). “El que viene del norte” puede sugerir entonces todas las visitaciones de
juicio de Dios ya sean naturales o sobrenaturales. Al llamar a las langostas las “que vienen del norte,
” Joel las está alineando con todos los instrumentos de juicio de Dios que no solamente proclaman
sino que introducen el día del SEÑOR.
Consecuentemente, a las langostas se las describe como un pueblo invasor (v. 2) de un poder
incomparable y sin precedentes, cuya venida trae consigo tinieblas y oscuridad misteriosas (v. 2). Son
una hueste de caballería cuya política de tierra arrasada hace que la tierra sea un desolado desierto
(vv. 3–5), un increíble ejército de disciplina y avance firme hace palidecer de angustia las caras de la
gente (vv. 6–8). Al aparecer esta hueste, el cosmos mismo se convulsiona: tierra, cielo, sol, luna y
estrellas se estremecen (vv. 10–11). Y no es de extrañar, porque éste es el propio ejército del SEÑOR;
él es la voz de comando, y ellos ejecutan su omnipotente palabra (v. 11). Ellos son los que presentan
como ujieres al grande y terrible día del Señor ante el cual no puede permanecer hombre alguno.
2:1 La Trompeta, señal de peligro inminente, está asociada también con la venida del Señor en Sof
1:16. Compare también las trompetas en Ap 8–9, donde el sonido de la quinta trompeta introduce la
plaga de las langostas monstruosas. (Ap 9:1–7)
2:12–17 ¿Quién puede soportar la venida de estas huestes, el amanecer de este Día? Solamente el
Señor puede crear la posibilidad de escape. Esperanza de escape, de acuerdo con su segura palabra (v.
12), hay sólo en el arrepentimiento, en volver a él, volver con todo corazón (v. 12) a él cuyas antiguas
promesas lo revelan como el Dios de un gran corazón compasivo (v. 13). Él puede restituir a su
pueblo penitente las bendiciones de la tierra y una adoración renovada (Ofrendas de cereal y de
libaciones, v. 14). A él el pueblo afligido debe volver corporativamente en solemne asamblea (v. 15),
guiados por los sacerdotes que apelan al pacto por el que el Señor bondadosamente se ha ligado a sí
mismo con su pueblo. (tu pueblo, tu herencia, v. 17)
2:13 La descripción del Señor como bondadoso, etc., es una cita del catecismo de Israel. (Comp.
Éx 34:6; Sal 86:15; 103:8; Jon 4:2)
2:14 La esperanza por bendiciones es, desde luego, la bendición de una buena cosecha y una
fertilidad renovada en general (comp. Dt 7:13–14; 16:15–17). Pero esta bendición material no es un
aspecto aislado de la vida; es un don reconocido como buen don divino en formade ofrenda de cereal
y de libaciones para el Señor y como tal una parte integral de toda la vida vivida para Dios. (Comp.
26–27: comerán… alabarán… conocerán)
2:16 Santificar la congregación es convocar al pueblo para una asamblea con propósitos
sagrados.
La mención del novio demuestra que el llamado al arrepentimiento incluía absolutamente a todos.
El novio era exceptuado del servicio militar, “para felicidad con su mujer que había tomado” (Dt
24:5); no está exceptuado de este acto corporativo de arrepentimiento.
2:17 Para la ubicación del pórtico y el altar vea 2Cr 8:12. Los sacerdotes probablemente
describen dando sus espaldas hacia el altar de holocaustos y enfrentando al santuario, el lugar de la
presencia de Dios. Por la burla, ¿Dónde está tu Dios? comp. Sal 42:3, 10; 79:10;115:2; Is 36:19;
37:13; Mi 7:10. La burla implicaba que el Dios de Israel era impotente para ayudar. La imploración de
los sacerdotes era en honor a la preocupación de Dios.
2:18–27 La gran reversión de fortunas es el quehacer del Señor y sólo de él (vv. 1820). Su santo
amor (celo) por su honor como el Dios de Israel y su pena por su pueblo, en pronta respuesta a su
penitente súplica, restituyó la ruina dejada por el invasor y arrojó de sus fronteras al norteño, quien
había hecho grandes cosas como ejecutor de su palabra y había tenido su día (comp. vv. 11, 21). Por
cuanto el Señor ha hecho grandes cosas, la tierra arrasada (v. 21), los animales hambrientos (v. 22), y
los muertos de hambre hijos de Sión (v. 23) son convocados para dejar el miedo y alegrarse (v. 23).
Los años que las langostas habían convertido en ruinosos van a ser restaurados (vv. 24–25). El Señor
de la vida le restituye vida, vida plena a su pueblo. Comerán de su abundancia, alabarán su nombre, y
conocerán que él es su Dios, el único Dios. De aquí en adelante la vida será un todo armonioso,
donde la economía del hombre, su liturgia y su teología serán un himno elevado a la gloria de Dios.
(vv. 2627)
2:23 Como en tiempos pasados (como vindicación). La burla: “¿Dónde está tu Dios?” (v. 17) ya no
les podrán lanzar más como un reproche.
2:28–3:21 La plaga de las langostas ahora desaparece por completo. Con todo su terror, no fue
más que un susurro que anunció, preparándolo para el día cuando el Señor rugirá desde Sión (3:16).
La última parte del libro de Joel (2:28–3–21) habla de la verdadera venida del día del SEÑOR, de los
portentos que proclaman la venida del juicio para la iglesia y el mundo (2:28–32); del cómo del
último juicio (el lugar en el que se encuentra el pueblo de Dios, 3:1–8); y luego de la ejecución del
último juicio, retratado como guerra (3:9–12), como una cosecha (3:13) y como una decisión y
división definitiva. (3:14–21)
2:28–32 El primer portento es el derramamiento del Espíritu sobre todo el género humano, con el
resultado de que todos, hijos e hijas, profetizarán (vv. 28–29). El pueblo de Dios como un todo
llegará a ser para la humanidad lo que el profeta munido del Espíritu había sido hasta entonces para
Israel: el declarador e intérprete de la voluntad y obra de Dios. Y así Israel preparaba el camino para
el juicio en el Día del SEÑOR, puesto que los profetas fuerzan una decisión y crean una división,
como lo demuestra el ejemplo de Elías en el Monte Carmelo (1 R 18:21). El Espíritu expone los
pecados humanos y es un poderoso condenador (Mi 3:8; comp. Jn 16:7–11). Bajo la inspiración del
Espíritu los profetas llaman a la humanidad al arrepentimiento, como hizo Pedro cuando la profecía
de Joel llegó a los últimos días de su cumplimiento. (Hch 2:14–40)
Dios hablará por medio de una nación de profetas; también advertirá y amenazará a las naciones
por prodigios en el cielo y en la tierra antes que llegue el terrible día (vv. 30–31). Un universo
tambaleante advertirá a toda la gente de su destino y les indicará (este es el énfasis mayor) los medios
de su liberación con que el Señor los llama. Los sobrevivientes serán aquellos que atendieron su
llamado y, en obediencia al mismo, i nvocan el nombre del Señor (v. 32). La nota clave antes de la
música severa del juicio de Joel es concerniente a la palabra del Señor quien “es Señor de todos y
bendice abundantemente a cuantos le invocan”. (Ro 10:12)
2:28 Al citar este pasaje en Pentecostés, Pedro sustituye “en los últimos días” (Hch 2:17) por el
después de esto de Joel; concuerda con la verdad del texto al parafrasearlo así, puesto que el
derramamiento del Espíritu en Joel está intimamente conectado con los últimos días, la venida del día
del Señor (v. 31). Y encontramos el derramamiento del Espíritu asociado con las últimas
manifestaciones de la gracia creadora de Dios en otros profetas también. (Comp. Is 32:15; 44:3–4; Ez
36:26–27; 37:1–14; Zac 12:10)
3:1–8 La gente destinada a ser los mensajeros de Dios a las naciones se destaca grandemente en el
cuadro del juicio. Como esta gente ha sido el eje escondido sobre el que gira la historia, así será el
centro manifiesto del último juicio de Dios. La meta del juzgamiento de Dios es la redención de su
pueblo (v. 1); y el destino de los hombres en el juicio dependerá de la manera cómo han tratado con
el pueblo de Dios (v. 2). Así como le hicieron a Israel, así se les hará a ellos. “Los creyentes juzgarán
al mundo” (1Co 6:2). Es digno de notar que el Señor se identifica a sí mismo con su pueblo (¿quieren
cobrarse algo? v. 4), así como Jesús se identifica a sí mismo con el más pequeño de sus hermanos en
su retrato del último juicio. (Mt 25:40, 45)
3:2 Josafat, que significa “el Señor juzga”, es un nombre simbólico, no geográfico. El mismo
valle es llamado el “valle de la decisión” en el v. 14.
El juicio pronunciado será el cumplimiento final de la promesa hecha a Abraham: “Maldeciré a
los que te maldigan.” (Dt 12:3)
3:3 El hecho de que hombres echaban suertes para adquirir cautivos judíos, vendían un niño
esclavo por lo que costaba alquilar una prostituta, y una niña esclava por el precio de vino para
emborracharse, indica el brutal desprecio con que las naciones trataron al pueblo de Dios. (Comp.19)
3:4–5 Tiro, Sidón y Filistea son citados como casos típicos, como Egipto y Edom en 19. La
violencia despreciable con que trataron al “pueblo” y a la “herencia” (vv. 2–3) y los tesoros de su
templo (v. 5) indica que están animados por un rencor secreto contra el verdadero Dios; quieren
pagarle vengándose por algo, pese a que nunca les había hecho daño ni mal alguno.
3:6–8 El juicio será estrictamente de acuerdo con la ley del desquite, un ojo por un ojo, un
esclavo por un esclavo, deportación por deportación (comp. Éx 21:23–25). Los griegos son
mencionados como un pueblo que estaba, para el sentir del judío, particularmente distante. Los
sabios eran otro de esos pueblo lejanos, una nación de comerciantes que vivían en el rincón sudoeste
de la península de Arabia.
3:9–21 El juicio
3:19–21 Al juicio se lo presenta de tres maneras. Como una gran guerra (vv. 9–12); los hombres
poderosos del mundo son convocados para prepararse y aparecer alineados en batalla contra el
SEÑOR. Y así la rebeldía del hombre pecador y su sublevación contra Dios se pone de manifiesto.
Extrañamente la batalla no se ilustra de ninguna manera. El Señor se sentará para juzgar (v. 12) con
soberana majestad, y ese es el repentino fin de toda rebelión contra él.
Segundo, el juicio se retrata como una cosecha (v. 13), con lo cual es asentuado el carácter
deliberado del juicio de Dios. El juicio no es una rara explosión de furia sino una largamente
preparada y largamente esperada y deliberada rendición de cuentas.
Tercero, el juicio está descripto como una última decisión y división (vv. 14–21), con un fuerte
acento en una salida positiva del juicio para el pueblo de Dios. Dios ha permitido y ha vencido el
último asalto concentrado contra él (vv. 9–12); con mucha paciencia ha permitido que el grano y los
yuyos crecieran juntos hasta la cosecha (v. 13, comp. Mt 13:24–30, 36–43). Ahora, en el día del
SEÑOR, ha venido el tiempo para la separación final. Las ruidosas multitudes se han reunido en el
valle de la Decisión (v. 14). El ruido, que ha llenado páginas de la historia, es silenciado por la voz
del Señor que rugirá desde Sión, el lugar donde habita su gloria (v. 16; comp. Sal 26:8; 76:2; 132:13–
14). El rugido de esa voz va a sacudir al universo (vv. 15–16) y pronunciará una maldición de
desolación sobre pueblos como Egipto y Edom, opresores y enemigos de su pueblo (v. 19). Pero para
su pueblo esa voz habla de paz eterna: el SEÑOR, su refugio y fortaleza (v. 16), su ciudad quedará
establecida para siempre en seguridad (vv. 17, 20), su tierra, será una tierra de plenitud paradisíaca (v.
18) y, ante todo, habrá una comunión inquebrantable con su Dios: Ustedes sabrán que yo soy el Señor
su Dios. (v. 17)
3:10 En Is 2:4 y Mi 4:3 encontramos justo lo opuesto de lo que aquí se expresa (“Convertirán sus
espadas en arados”, etc.) en una descripción de un paraíso pacífico de los “últimos días”. Joel (si es
posterior a ellos) está usando irónicamente una expresión bien conocida, para indicar que los
enemigos de Dios deben esperar un paraíso que es lo contrario. Si Joel es anterior, entonces Isaías y
Miqueas están usando una expresión que Joel hizo conocer para expresar la idea de que la nueva era
pondrá fin a una antinatural agonía de guerra.
3:14 La palabra hebrea para multitudes sugiere tanto número como ruido.
3:18 El valle de las acacias no puede ser bien identificado. El original Shittim significa acacias
que crecen en suelo árido; puede ser que signifique que aun tierras ahora áridas serán bien regadas.
3:21 Para un tono triunfante de las palabras el Señor habita en Sión, comp. Is 24:23 y las hermosas
palabras con que concluye la visión de Jerusalén de Ezequiel: “Y desde aquel día el nombre de la
ciudad será: Aquí habita el SEÑOR.” (Ez 48:35)
AMÓS
INTRODUCCIÓN
Amós profetizó ante todo, quizá exclusivamente, en el reino del norte, Israel, durante el largo
reinado de Jeroboán II (784–746 a. C.). Aquellos fueron días importantes. El vecino del norte de
Israel, Damasco, había sido aplastado en 805 a. C. y no presentaba amenaza; una sucesión de reyes
débiles de Asiria no podían molestar a Palestina. Hasta la ascensión de Tiglat Piléser III de Asiria en
745 a. C., al menos, Israel estaba en libertad de expandir su territorio, dominar las rutas de comercio
que pasaban por su país, desarrollar una clase mercante próspera y una rica cultura material, además
de adorar a su Dios en numerosos santuarios con un ceremonial rico y hermoso. Sacerdotes y
profetas profesionales dieron sus bendiciones a este status quo. (Comp. 2R:23–29)
Políticamente exitoso, materialmente próspero, culturalmente adelantado y religiosamente activo,
Israel tenía el aspecto de una canasta de exuberante y rica fruta madura (Amós 8:1). Pero la fruta
estaba llena de gusanos y podredumbre. Con poder y prosperidad los israelitas violaban ambos
mandamientos del amor. No amaban al Señor su Dios con todo su corazón; su adoración se moría en
el formalismo y estaba perforada como a tiros con elementos viciosos adoptados por sus vecinos
paganos. No amaban a sus prójimos como a sí mismo; la nueva clase de ricos influyentes y
poderosos explotaban y oprimían a los pobres y creaban amargas divisiones dentro de la familia del
pueblo de Dios. Siendo que los miembros del círculo de profetas callaban, Dios levantó un agricultor
de Tecoa en el sur para pronunciar su aniquilante “No” a todo esto. Ese agricultor fue Amós. (Am
7:14–15)
Habló ese “NO” de Dios sin tapujos, tan incisiva y explícitamente que los sacerdotes de Betel,
cuidadosos por los intereses reales y vigilantes por la seguridad del rey, le prohibieron permanecer
en el país (Am 7:10–13). El sacerdote Amasías no fue el último en encontrar el mensaje de Amós
opresivamente negativo. Todavía es peligrosamente fácil ignorar el hecho de que el “NO” de Amós
hacia las falsas religiones y la complacencia política de Israel, a los cultos, a la brillante prosperidad
de las clases superiores, a la esperanza fácil de Israel y a los mansos profetas del entorno casero, es
un poderoso “SÍ” a Dios en la gloria de su divinidad; que el profeta no puede hablar sus grandes
palabras de promesa hasta que no haya sacudido a los pecadores en su incrustada complacencia que
los aísla contra el llamado al arrepentimiento y de la fe; que, fuese la respuesta de Israel a su Dios lo
que fuere, sólo él puede visualizar al nuevo pueblo de Dios como surgiendo, por el milagro de la
gracia, de los restos del naufragio.
El N. T. pocas veces cita, o siquiera alude a, las palabras de Amós. Esteban cita Am 5:25–27 en su
último llamado a Israel (Hch 7:42–43). Santiago cita Am 9:11–12 en el concilio apostólico al pedir
que se incluya libremente a los gentiles en la iglesia (Hch 15:15–18). Y desde luego hay ecos de
Amós en el Apocalipsis de Juan, el libro del N. T. de la profecía en el cual todas las antiguas voces
proféticas se oyen de nuevo (Ap 8:3; 10:7; 11:18). No obstante, el mensaje de Amós sigue viviendo
poderosamente en el N. T. Su “NO” a toda falsedad y pecado humano que profanan el santo nombre
de Dios, se oye nuevamente en Juan el Bautista, quien con razón ha sido llamado el Amós de los
últimos días; en el incesante llamado del Señor al arrepentimiento; en la proclamación de Pablo de la
ira sin excepción de Dios sobre todo lo impío y corrupto del hombre, aun del hombre “religioso”; en
la sin igual antítesis del evangelista lista Juan entre las tinieblas y la luz; en ladenuncia despiadada de
Santiago contra losricos; en resumen, dondequiera el evange-lio del N. T. hace oír su voz y se
inclinaante el veredicto del Juez, al que toda carnedebe acudir, y dondequiera que insiste en ellazo
inquebrantable entre adoración y vida. Además en las narraciones navideñas deMateo y Lucas vemos
revestidos en lacarne y la sangre de la historia la promesade Amós de que Dios levantaría la
caídacasa de David de sus ruinas para darleesperanzas a la humanidad. (Am 9:11–12)
Bosquejo
I. 1–2 Epígrafe
1:1–2 Epígrafe
1:1–2 Amós profetizó durante reinados brillantes, tanto en el sur (Uzías) como en el reino del
norte (Jeroboán II). En el reino del norte, la escena de su ministerio, el reinado de Jeroboán II
representa el último gran florecimiento político y cultural de Israel. Pero las palabras de Amós dicen
un “No” a este brillo mórbido; sus palabras no son palabras de crítica humana sino de juicio divino.
En ellas el SEÑOR, Dios del pacto, rugirá su veredicto devastador, al cual su creación, las montañas
alfombradas de pastos y cubiertas de árboles, escucharán admiradas.
3:1–6:14 Los oráculos de los cc. 3–6 son una elaboración detallada del procesamiento y
condenación de Israel que se encuentra en 2:6–16. Los cc. 3, 4 y 5 comienzan con la misma fórmula:
Oigan esta palabra, indicando una agrupación de oráculos, pero no parece haber una progresión
regular de pensamientos en esta sección. Quizás sea mejor tomar cada unidad más o menos por
separado; los oráculos, desde luego, se mantienen unidos por una presuposición común y un tema
común, y eso debemos tenerlo en mente.
3:1–2 Este oráculo probablemente está designado para responder a una objeción que se hizo
contra los oráculos de condenación de Amós. “Nosotros somos el pueblo elegido de Dios”, dirían
los israelitas; “¿cómo te atreves a amenazarnos así? Dios no se va a negar a sí mismo y abandonar a
sus electos, con los que él mismo se ha comprometido”. La respuesta de Amós es que la elección no
es sólo un privilegio de una protección mágica contra el mal; la elección establece un lazo personal
entre Dios y sus elegidos e involucra responsabilidad. “A todo el que se le ha dado mucho, se le
exigirá mucho” (Lc 12:48). El castigo que amenaza a Israel no es una contradicción de su elección
sino una consecuencia de la misma (por tanto, v. 2).
3:1 Toda la familia. Aparentemente se dirige tanto a Judá como a Israel; ambos podían cobijarse
en la idea de la elección y evadir, así, la palabra profética. Pero en lo que sigue, Samaria (el reino del
norte) sola se destaca. (3:9, 12, 14; 4:4; 5:5, 15; 6:6, donde Sión y Samaria se mencionan juntos)
3:2 El verbo hebreo conocer, RV (escoger, NVI) es más fuerte que el equivalente español. Conocer
involucra una conexión y comunión personal entre el conocedor y el conocido y así a veces
involucra la idea de elección, o escoger. Comp. Gn 18:19, donde la NVI correctamente traduce
“escogido”; Dt 9:24; Jer 1:5; Os 13:5; y en el N. T., Ro 8:29.
El Por lo tanto debe haber sido asombroso para oídos israelitas; para la complacencia religiosa
del pueblo elegido comp. 5:18; 6:1; 9:10; Mi 3:11; Jer 7:10. Juan el Bautista atacó esa misma
complacencia de sus días, Mt 3:9.
3:3–8 El Señor ha hablado
Este oráculo también sale al encuentro de una objeción: “¿Quién eres tú para amenazar a Israel
con la condenación? ¿Con qué autoridad dices estas cosas?” La respuesta de Amós es que él es un
profeta y habla por la autoridad de Dios (3:8). Continúa con su respuesta con una serie de
cuestionamientos retóricos que llevan a la conclusión de que no hay un efecto si no hay una causa
(3:3–5) y no hay causa sin un efecto (3:6–8). En su caso la causa es el Señor Dios y el efecto es su (de
Amós) discurso profético, aunque duro y no bienvenido.
3:7–8 El v. 7 interrumpe la secuencia de preguntas y parece, a primera vista, interrumpir el
argumento. Pero es esencial ser tomado en cuenta. Los oyentes de Amós concordarán que es el Señor
el que envía desgracia (mal) sobre una ciudad (v. 6); también concordarán en que el Señor Dios
anuncia la aparición del desastre venidero por medio de sus siervos profetas (v. 7). Con seguridad,
entonces, la palabra profética que el profeta DEBE hablar (tan seguro como un hombre
instintivamente teme cuando oye el rugido del león) tiene la autoridad de Dios aun cuando sea una
palabra de desastre o fracaso. (v. 8)
3:9–12 Que se reúnan las fuerzas paganas para contemplar la culpa de Samaria
3:9–12 Los grandes poderes paganos, Asiria y Egipto, son convocados en los montes de Samaria
para contemplar la opresión, violencia y rapacidad almacenadas dentro de esta capital espléndida;
incluso la moralidad pagana se conmoverá al verlo, y estará de acuerdo con el juicio de Dios sobre
las defensas y fortalezas de Samaria (vv. 9–11). Ese juicio consistirá en una destrucción total, y que
Israel no sueñe siquiera en un “rescate.” Habrá justo los suficientes “rescatados” de la destrucción
como para dar testimonio de la muerte violenta de Samaria. (v. 12)
3:10 Los tesoros acumulados en Samaria son llamados violencia y saqueo porque fueron
adquiridos por la violencia y la injusticia. (Comp.2:6–8; 4:1; 5:11–12; 6:12; 8:4–6)
3:12 La palabra rescatados parece ser usada irónicamente. De acuerdo con Éx 22:13, un hombre al
que se le confiaron las ovejas de su vecino no estaba obligado a restituir un animal que fuera
“destrozado por bestias”, y menos si podían ser demostradas evidencias de una muerte tal, como por
ej. dos patas o un pedazo de oreja. De modo que si algo sobra de Samaria después del violento juicio
de Dios, va a ser justo lo suficiente para atestiguar su juicio. Las palabras con el borde de los divanes,
etc. son oscuras. Las intenciones de explicarlas son ingeniosas más bien que convincentes.
3:13–15 A los que se les pide escuchar y testificar parecen ser los poderosos y ricos en Israel, que
habitan en lujosas casas de invierno, de verano, y adornadas con marfil (v. 15). Con su persona y
destino serán testigos del hecho de que su “religión”, asiduamente practicada en santuarios como el
de Betel, no escudará a Israel contra la ira de Dios. Su ira destruirá los altares (v. 14), monumentos
para sus cultos vacíos y sus casas (v. 15), monumentos de su rapacidad y lujuria.
3:13 La palabra traducida contra quizás sería mejor traducirla “en” o “dentro de.”
3:14. Betel, uno de los mayores centros religiosos en el reino del norte. (Comp. 1R 12:29–30)
3:14. Los cuernos del altar serían agarrados por un hombre que busca refugio en el santuario,
comp. 1R 1:50. Los israelitas ya no tendrán ese beneficio de asilo.
3:15 Casa de invierno, comp. Jer 36:22. La casa de marfil del rey Acab recibe una mención
especial en 1R 22:39. Las excavaciones en Samaria han recuperado cantidades de material con
incrustaciones de marfil.
4:1–3 A las damas de Samaria Amós se dirige como a las vacas de Basán, ganado de buena raza
de tierras fértiles. Viven despreocupadamente como el ganado en el lujo a costillas de sus pudientes
maridos, a los que como buenas esposas acosan a un mayor esfuerzo económico. Toman sus cócteles
sin pensar ni sentir nada en sus corazones respecto de los pobres, y así comparten la culpa de sus
maridos que oprimen a los desvalidos y maltratan a los necesitados (v. 1). Y el Señor Dios ha jurado
que compartirán el castigo; serán cazadas como un pez con ganchos y pasarán por las brechas del
muro de una ciudad en ruinas, y las arriarán como ganado (una tras otra) al exilio. (vv. 2–3)
4:1 Basán, un distrito al este del Jordán famoso por su ganado. (Comp. Sal 22:12)
4:2 Con garfios. Esto no es meramente una figura del habla; los cautivos eran realmente
arrastrados con garfios. (Comp. 2Cr 33:11)
4:3 Hermón. Desconocido. Algunos eruditos sugieren la lectura “hacia el monte Hermón, ” o sea,
hacia la región (Basán) de donde habían venido.
4:4–5 La “religión” florecía en Israel; el pueblo de Israel amaba (v. 5) sus peregrinaciones a Betel
y Guilgal; “les encantaba” ofrecer sacrificios y dar su diezmo (v. 4) y daban con publicidad sus
ofrendas voluntarias (v. 5). ¿Por qué un austero profeta como Amós debía denunciar su religión con
tanta mordacidad, como diciendo: Sus días del Señor son domingos del pecado y el repicar de
campanas es rebeldía (v. 4)? Por cuanto no salieron a encontrarse con su Dios en Betel y Guilgal
(comp. 4:12), no se volvieron a él (4:6, 8, 9, 10, 11) y en realidad no lo buscaban (5:4, 6, 14). En su
adoración se buscaban a sí mismos, su propia seguridad, o sea, la continuación del presente orden de
cosas podridas.
4:4 Betel fue “el santuario del rey y… un templo del reino”. (7:13)
Guilgal, ubicada en el valle del Jordán cerca de Jericó, fue un santuario antiguo con una larga
tradición. (Jos 4:19–24; 5:89; 1S 11:12–15)
4:4 Por la ley concerniente al diezmo comp. Dt 14:22–29. Los israelitas, al igual que los fariseos
de los días de Jesús, aparentemente fueron más allá de los requerimientos de la ley con el diezmo y,
como ellos, “descuidaron las cosas de más peso de la ley: justicia, misericordia y fe”. (Mt 23:23)
4:5 Lo que es leudado. Esto en realidad estaba prohibido por la ley, Éx 23:18; Lv 2:11; un celo
religioso extravagante y desobediencia coexiste en un extraño seguimiento.
Proclamar… publicitar. Comp. Mt 6:2.
4:6–13 Israel no había buscado al SEÑOR, pero él ha estado buscando a Israel. Su amor habló un
lenguaje duro cuando clamaba: Vuelvan a mí (vv. 6, 8, 9, 10, 11). Habló el lenguaje del hambre (v. 6),
sequía (vv. 7–8), pulgón, moho y langostas (v. 9), de pestilencia y guerra (v. 10), y de grandes
desastres comparables a la destrucción de Sodoma y Gomorra (v. 11). Pero fue el lenguaje y la obra
del amor; el grito angustioso del SEÑOR: Todavía no han regresado a mí, que recurre en el grito de
Jesús sobre Jerusalén: “¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina sus pollitos
debajo de sus alas, pero no quisiste!” (Mt 23:37). Israel había rehusado encontrarse con su libertador,
por lo tanto se encontrará con su Dios como juez (v. 12) en toda su temible majestad como el Dios de
los ejércitos (RV). (v. 13)
Para un poema profético de pensamiento similar e igual estructura, con un solemne refrán, comp.
Is 9:8–10:4.
4:6 Diente limpio, RV hambre. Los dientes están limpios porque no tienen nada que morder y
masticar.
4:7 A tres meses de la cosecha la lluvia es esencial para la maduración del grano. El carácter
parcial de la visitación puso en claro que el Señor no tenía en mente destruir a su pueblo, sino que
buscaba despertar su conciencia para atraerlo a sí mismo. Comp. las visitaciones parciales (un cuarto,
un tercio) en el libro de Apocalipsis. (Ap 6:8; 8:7, 9, 10, 11, 12)
4:10 Como las de Egipto, como las plagas con que Dios visitó a los egipcios antes del éxodo. (Éx
7–12)
El hedor de sus campamentos, causado por los muchos cadáveres dispersados allí sin enterrar.
(Comp. Is 34:3)
4:11 Tizones arrebatados del fuego. Figuradamente por un rescate inesperado de último minuto en
una situación desesperante.
4:12 Por eso. Alude misteriosamente a la espera del terror del último juicio que viene; las
visitaciones previas de Dios habían dado a Israel un indicio de ello, pero sólo un indicio. Lo que el
pueblo de Dios debe enfrentar cuando se encuentren con Dios, cuyo amor repetidamente rechazaron,
es indescriptible.
4:13 La doxología final alaba al Dios de Israel como Creador, Revelador y Señor de todos los
sucesos, exaltado sobre la tierra; ¿quién puede escapar a la omnisciencia y omnipotencia del Señor
que tiene innumerables huestes de servidores celestiales a su disposición?
5:1–3 El Señor está dolorido por su pueblo rebelde (2:6–11); lo mismo también su siervo el
profeta se duele. En una especie de ritmo lánguido, peculiar de los lamentos sobre los muertos,
entona una endecha sobre la virgen de Israel, cuyo terrible destino es tan real que puede hablar del
mismo como ya acontecido (caído, v. 2). La tierra en la que el Señor le prometió para darle descanso
(Dt 12:10) será su tumba, su lugar de descanso en un sentido trágicamente diferente (v. 2). La ciudad
será diezmada, la casa de Israel lamentará 900 hijos por cada mil que van a la guerra. (v. 3)
5:2 La palabra virgen frecuentemente se usa para personificar comunidades tales como Jerusalén
(Is 37:22; Lm 2:13), el pueblo de Dios (Jer 14:17), Judá (Lm 1:15) o naciones extranjeras (Jer 46:11;
Is 23:12; 47:1). Aquí el término es particularmente apropiado, siendo que sugiere el tiempo ilimitado
de su muerte; muere antes que su vida es premiada con la maternidad.
5:3 Por la idea de la ciudad diezmada, con la sugestión, si bien leve, de una esperanza para el
remantente, comp. Is 6:13.
5:4–17 Todos estos versículos desarrollan el tema anunciado en 4: búsquenme y vivirán (comp. 6,
14). El tema es tratado en forma negativa, con advertencias y reproches (que enfrenta a los oyentes
con las duras realidades de su situación ante Dios y cortan toda otra posibilidad para buscar
seguridad) y con repetidas amenazas del juicio divino. Que los israelitas no busquen vida en las
sendas de su acostumbrada y confortable piedad que los lleva a los peregrinajes a Betel y Guilgal o
incluso tan lejos hacia el sur como Berseba en Judá; ese camino conduce al exilio y la nonada, pero
no a la vida (v. 5). Honesta y radicalmente deben enfrentar los errores mortales de sus caminos
actuales y volver de ellos enteramente; ya no más deben atreverse a buscar el mal (v. 14); no deben
tener el atrevimiento de convertir la sana y vivificante corriente de justicia en la amargura de una
injusticia perforada por los gusanos o echar por tierra la justicia que debe ser el señero y vigilante de
las sendas pacíficas del pueblo de Dios (v. 7). Deben abandonar el lujo que han adquirido a expensas
de la explotación del pobre (v. 11), con transgresiones y pecados, con soborno y con pervertir la
justicia (v. 12). Ya no deben por más tiempo silenciar las voces que reprueban su maldad y hablan la
verdad de Dios, creando así un clima, un tiempo malo, en el cual el silencio es el único recurso del
prudente (vv. 10, 13). Ha llegado el tiempo cuando deben escuchar, si quieren vivir, la voz profética
que amenaza su modo de vida con el juicio de Dios, con el exilio (v. 5), con fuego consumidor (v. 6),
con destrucción que reduce a la nada la fortaleza (v. 9), con una masa de moribundos que llenan las
plazas públicas con lamentos y gritos de angustia (v. 16), con una plaga como la de aquella noche
temible en que el Señor pasó en medio de la tierra de Egipto e hirió de muerte a los primogénitos de
la tierra. (v. 17, comp. Éx 12:12)
El tema búsquenme y vivirán, también es desarrollado positivamente, con exhortaciones y
promesas que marcan a éste como el más brillante y esperanzado pasaje en todo el sombrío mensaje
de Amós. La búsqueda que alienta el profeta no es una búsqueda desesperada por un Dios
desconocido; es un tornarse de un Señor revelado a un Dios bondadoso del pacto (v. 15), al que Israel
conoce desde antiguo. Buscarle a él no es un buscar místico vago para ser absorbido en una vida de
deificación: es conocer y hacer su voluntad revelada, odiar el mal y hacer el bien, en simples actos
concretos como hacer valer la justicia en los tribunales (v. 15). Las promesas son el milagro del
amor del pacto de Dios, que persiste aun en vista de la desobediencia y apostasía de su pueblo. A la
luz de esa desobediencia terca, el profeta puede pronunciar la promesa sólo como un “quizás”: Tal
vez así el SEÑOR, el Dios Todopoderoso, tenga compasión del remanente de José (v. 15). Pero de parte
de Dios la promesa permanece, brillante y segura: El Señor de los ejércitos en su ilimitado poder (v.
8) estará con ellos (v. 14), y su presencia significa vida (vv. 4, 6), vida plena: “Porque en ti está la
fuente de la vida, y en tu luz podemos ver la luz.” (Sal 36:9)
5:4 Busquen (comp. vv. 6 y 14) se usa aquí en un sentido global para describir el camino del
arrepentimiento y la fe. Comp. Dt 4:29; Jer 29:12–14; Os 3:5; 5:15; Sof 1:6; y la palabra de Jesús, Mt
6:33; la secuencia de los imperativos es aleccionadora; sólo al buscar al Señor (vv. 4, 6), el
compasivo Dios del pacto, uno encuentra la fuerza para buscar el bien y no el mal, de “producir
frutos que demuestren arrepentimiento”, como Juan lo expresó. (Mt 3:8)
5:5 Betel y Guilgal fueron santuarios israelitas del norte, Berseba está en Judá en el lejano sur; un
peregrinaje a ese lugar indicaría un extenuante celo religioso, dispuesto a hacer trabajo extra para
tener un crédito adicional, como lo fue en realidad.
5:8–9 La doxología para el Señor de la Creación y de la historia indica cuán inevitable es su
juicio (vv. 6, 9) y lo que significa tener a ese Dios “con nosotros” como garantizador de la vida. (v.
14)
5:8 Pléyades y Orión. Comp. Job 9:9; 38:31.
5:10 En la puerta (según RV, o el espacio dentro de la puerta) de una ciudad era el escenario de la
administración de la justicia (tribunal). (Comp. 15; Dt 21:19; Rut 4:16, 11; Is 29:21)
5:14 Tal como lo afirman, o sea, como ahora sostienen que es él, en su falso senti-do de seguridad
(comp. 9:10; Mi 3:11). Lo que es ahora un alarde sin fondo puede llegar a ser, si Israel se arrepiente,
una realidad viviente.
5:15 El término remanente para designar a aquellos que sobreviven al juicio de Dios sobre el
pueblo, y constituyen el núcleo germinal del nuevo pueblo al que le pertenece el futuro redentor de
Dios, aparece aquí por primera vez en la profecía; la idea misma es más antigua (comp. 1R 19:18).
Para Amós, comp. 5:3; 9:8–10; para la idea en profecías subsiguientes, comp. Is 4:2–3, 6:13; 7:3;
10:20–22; 28:5–6; 37:4, 31–32; Mi 4:7; 5:3; Sof 2:7, 9; 3:12–13.
José designa el reino norteño, Israel (Comp. Sal 80:1; Ez 37:16) o todo el pueblo de Dios. (Comp.
Sal 77:15; 81:5; Abd 18)
5:16–17 La alternativa terrible de buscar al Señor y encontrar vida en él, es ilustrada como una
visitación de Dios mismo (v. 17) que llena toda la tierra con gemidos, gritos de angustia y lamentos.
Los llorones profesionales (especializados en lamentos) no son suficientes para la tarea; los
campesinos, por otra parte despreciados y oprimidos, son convocados también. El desastre general
une a oprimidos y opresores. (v. 16)
5:18–20 Los israelitas se sentían seguros: Miraron al pasado cuando Dios eligió a Israel y “alejó
el día de la desgracia” (6:3), y por cierto que Dios no podía rechazar al pueblo que había elegido.
Amós ya había destruido su complacencia en ese aspecto (3:2). Pero tenían otro apoyo para su
complacencia, su expectativa confidente de que el día del SEÑOR, el día cuando el Señor
manifiestamente retomaría su poder y reinaría, significaría luz y triunfo para su pueblo y oscuridad y
destrucción para sus enemigos. Ahora Amós remueve también ese apoyo. El día del Señor revelará al
Señor como el enemigo justo de toda injusticia, incluso la de su propio pueblo. Su juicio vendrá sin
anticipación e irremediablemente: un hombre puede huir del mismo como el hombre huye del león,
sólo para encontrar su paso cerrado por un oso; de alguna manera elude al oso, corre a su casa y se
reclina jadeante contra la pared, y el juicio de Dios lo encuentra allí como una serpiente que cae del
techo y lo muerde (v. 19). Para un pueblo que vive seguro en su pecado y está sordo para el llamado
de Dios, ese día será oscuridad y no luz. (v. 20)
Para el día del Señor comp. nota en Sof 1:7.
5:21–27 Entre la elección y el día del SEÑOR, los israelitas descansaban confortablemente con
los cultos, el aparato de adoración. Mientras que se celebraban las fiestas señaladas, se cumplía
debidamente con las asambleas solemnes (v. 21), se ofrecían apropiadamente los sacrificios
(holocaustos, ofrendas de cereales y ofrendas de paz, v. 22), y se conducía debidamente la liturgia con
el bullicio del canto y la música de las cítaras, se sentían seguros de que Israel estaba bien con Dios y
todo estaría bien (v. 23). Estos cultos eran ordenados por Dios y la ley, y estaba entre los dones de
Dios para su pueblo; pero no estaban designados y dados como un sustituto para las saludables aguas
de la justicia y los siempre fluyentes arroyos de la rectitud que sólo pueden preservar y fomentar la
vida dentro del pacto. Cuando el pueblo le da mal uso al culto y lo corrompe con agregados
idolátricos (v. 26), llega a ser una abominación para Dios quien lo ha ordenado. Su pueblo le ofrece
la cáscara y retiene el grano, pero él aborrece y rechaza eso (v. 21). Hubo un tiempo en el desierto
cuando la vida del pacto crecía y florecía sin la elaboración del culto (v. 25); y habrá un tiempo en el
exilio (v. 27), cuando Israel, desprovisto del culto y sus dioses falsos (v. 26), será reducido a las
simplicidades esenciales de la vida y de la adoración.
5:26 Sicut y Quiyún eran dioses astrales asirios asociados con el planeta Saturno. Tendrán que
cargar, e s un comentario severo de la impotencia de estos ídolos en agudo contraste con el
Todopoderoso Dios. (v. 27)
6:1–14 Pablo dice de aquellos que conocían a Dios pero no lo honraron como Dios que “se
extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón” (Ro 1:21). La
inutilidad y el sin sentido del pensamiento de aquellos que han eliminado a Dios del centro de su
existencia es la nota común de todas las denuncias de este capítulo que están dirigidas tanto a los
reinos del sur y del norte (el v. 1 se dirige tanto a Sión [Jerusalén] como a Samaria, y en el v. 14 se
menciona a los extremos límites norte y sur que cubren el territorio). Los hombres notables de las
primeras de las naciones vivían tranquilos y confiados (v. l) bajo el triste engaño de que son la gran
excepción del juicio del justo Dios (v. 2), pensando inútilmente que pueden alejar el día de la
desgracia de su juicio al ignorarlo (v. 3). Llenan el vacío que quedó en sus vidas suplantando a Dios
con muebles exquisitos, carnes selectas (v. 4), improvisan canciones (v. 5), beben vinos elegidos en
cantidades, y se perfuman con esencias finas (v. 6). No pueden o no quieren ver que la perversión de
la justicia es tan inútil e insensata como tratar de galopar con caballos por las rocas o arar en éstas
con bueyes (v. 12). Se regocijan por las pequeñas conquistas como si fueran los señores del mundo, y
se agradecen ellos mismos por sus victorias. (v. 13)
Este pensar impíamente inútil invita al juicio del Dios que no puede ser burlado. Los hombres
notables de las primeras de las naciones que piensan que pueden alejar el día de la desgracia, están
acercando el año (comp. nota en el v. 3) de violencia que los destruirá; marcharán a la cabeza de los
desterrados, y sus diversiones se terminan (v. 7). Su arrogancia y los monumentos que han levantado
para su orgullo serán arrasados (v. 8). Vendrá el tiempo cuando unos pocos sobrevivientes del juicio
tendrán miedo de hacer mención del nombre del Señor (al que alguna vez pueden haber invocado para
su salvación, Jl 2:32), a no ser que el Señor los encuentre en su escondite y los destruya (v. 10). El
Señor levantará contra ellos una nación que los oprimirá por todo el territorio que los éxitos de
Jeroboán II recuperó para Israel. (v. 14; comp. 2R 14:25)
6:1 A quienes acude el pueblo de Israel, para rendirles cortesía o pedir su consejo, para obtener
sus favores o recibir ayuda legal.
6:2 El sentido general de este versículo difícil parece ser: ¿Son ustedes, Sión y Samaria, algo
mejor que ciudades de Siria (Calné, Jamat) o de Filistea (Gat), condenados a ser destruidos por el
conquistador asirio? ¿Tienen alguna razón para creer que ustedes están automáticamente exceptuados
del juicio de Dios? El pensamiento sería similar al de 1:2–2:8: La justicia imparcial de Dios ejecuta
juicio sobre toda injusticia en todas las naciones, o comp. 9:7–8. Pero la última línea de este versículo
queda oscura.
6:3 Un pequeño cambio de una letra de la palabra hebrea traducida asiento daría una palabra que
significa “año”, que cabe bien como un paralelo o contraste para la palabra día, mientras que asiento
de violencia no parece dar mucho sentido.
6:6 Sin afligirse, lit. “enfermo”. Carecen de todo sentido de solidaridad con su nación enferma, un
sentimiento que Pablo describe en 1Co 12:26; comp. Ez 9:4, donde aquellos que “giman y hagan
lamentación por todos los actos detestables que se cometen en la ciudad” están exentos del juicio, y
las bienaventuranzas de Jesús de los que lloran Mt 5:4.
6:9–10 El cuadro esbozado con pocos trazos es este: El Señor ha “entregado la ciudad” como
había amenazado (v. 8). Tantos son los muertos que, contrariamente a la costumbre en boga, son
cremados. Los familiares que llegan para realizar los últimos ritos, no encuentran a nadie en la casa,
excepto uno escondido en el último rincón, tan completamente desmoralizado por el terror de la
plaga que tiene miedo mencionar el nombre del Dios vengador, porque pronunciar el nombre de
Dios puede delatar su presencia a Dios y desencadenar sobre él mismo, también, el juicio que dejó
vacía la casa de su familia (así es como razona su pobre mente medio enloquecida).
La cremación no era la forma acostumbrada de sepelio en Israel; la quema de los cuerpos
mutilados de Saúl y sus hijos fue algo excepcional. (1S 31:12)
6:12 Comp. 5:7.
6:13 Lo Debar y Carnayín son nombres de ciudades al este de Jordán, aparentemente capturadas
por los israelitas. Fueron escogidas por el profeta porque sus nombres se prestaban para un juego de
palabras macabro. El orgullo imbécil de Israel se alegra por la captura de una cosa de nada (Lo
Debar) y en la manifestación de su poder. Carnayín significa cuernos, que son un símbolo de la
fortaleza victoriosa. (Comp. Sal 132:17–18)
6:14 La ciudad de Jamat marca el límite norte y el arroyo Arabá el límite sur del territorio de
Israel. (Comp. 2R 14:25)
7:1–9:6 El Señor Dios revela su secreto a su siervo el profeta en una gran variedad de formas
(3:7); los profetas hablan “en muchas y variadas maneras” (Heb 1:1). La plasticidad gráfica de las
visiones comunica tanto al profeta como al pueblo una clara idea acerca del carácter ágil y vívido de
la palabra de Dios que subraya y enfatiza el mensaje ya trasmitido oralmente. Las cinco visiones de
Amós repiten estemensaje del juicio inminente; pero no son una mera repetición, una serie
ininterrumpida e indiferenciada.
Después de cada una de las primeras dos (la visión de las langostas, 7:1–2, y el juicio por fuego,
7:4) el profeta intercede por su pueblo (7:2, 5) y el Señor Dios se compadece (7:3, 6). Al profeta y a la
gente se les recuerda que su Dios no es un destino mecánico implacable sino una Persona con una
voluntad y un corazón, que no desea la muerte del pecador, para quien “la oración del hombre justo
tiene gran poder”. (Stg 5:16)
La tercera visión, la de la cuerda de plomada en la mano del Señor (7:7–9), que interrumpe la
intercesión, es seguida por la narración del encuentro de Amós con Amasías, el sacerdote de Betel
(7:10–17). La historia del profeta silenciado por el sacerdote que le ordena abandonar la tierra pone
en claro por qué una intercesión ya no es posible; un pueblo que conscientemente rechaza la palabra
de Dios se está condenando a sí mismo, está cometiendo el pecado que lleva a la muerte (1 Jn 5:16) y
se retira de la intercesión del hombre.
Después de la cuarta visión de la canasta de fruta madura, que presagia el fin del pueblo de Israel
(8:1–3), una serie de oráculos recalca una vez más la culpa, y el castigo que conlleva, de los
ambiciosos y deshonestos opresores del pobre (8:4–10) y apunta hacia una forma de retribución
divina de la que hasta ahora no habló Amós: Dios castigará la negligencia y el rechazo por parte de la
gente de su Palabra al entregarlos a la agonía de una vida sin Palabra, al enviar hambre al país… de
oír las palabras del SEÑOR. (8:11–14)
La quinta y última visión, que presenta al Señor ordenando la destrucción de su santuario
profanado y a los reunidos en él (9:1–4), se extiende sobre la imposibilidad de escapar a su juicio (vv.
2–4) y es seguido por una doxología en la cual el profeta se inclina ante la majestad del Juez
omnipotente cuyas palabras lo impulsaron a profetizar. (8:5–6; comp. 3:8)
7:4 Fuego aparece con frecuencia en los profetas como una ilustración del juicio consumidor de
Dios (comp. por ej., 1:4, 7, 10, 12, 14; 2:2, 5). El gran abismo, las aguas subterráneas, Ez 31:4
7:7 Para la cuerda de plomada como expresión del juicio de Dios, comp. 2 R 21:13; Is 28:17;
34:11; Lm 2:8.
7:8 El pueblo de Israel es medido y encontrado infiel, y por lo tanto no puede haber más
suspensión de juicio (no volveré a perdonarlo), ya no habrá más intercesión por parte del profeta.
Comp. “Ha sido puesto en la balanza, y no pesa lo que debería pesar”, Dn 5:27.
7:9 Tanto la vida religiosa (lugares altos, santuarios) y la vida política (casa o dinastía de
Jeroboán) de la nación caen bajo el juicio.
7:10 Amasías quiere hacer callar a Amós, no porque sus palabras son falsas, sino porque van
contra el interés nacional (el país ya no aguanta tanta palabrería) y amenaza la seguridad del rey (v.
10) y del reino (porque es el santuario del rey… es el templo del reino, v. 13).
7:11 Por la amenaza del exilio, comp. 5:27; 6:7; 9:4. El informe de Amasías no exagera.
7:12 Amasías insinúa que el motivo de Amós es su codicia; ganarte el pan significa “ganarte la
vida”.
7:14–15 La respuesta de Amós sale al encuentro tanto de la insinuación como del mandato de
Amasías de callarse en Israel. No tiene necesidad de profetizar para vivir, él tiene su medio de vida
como pastor de ovejas y cultivador de higueras. Y él sólo acepta órdenes del Señor quien lo ha
llamado y comisionado como profeta.
Al decir no soy profeta ni hijo de profeta Amós simplemente quiere decir que no es un profeta
profesional, un miembro del círculo profético, que razonablemente puede caer bajo la sospecha de
ser interesado (por este sentido técnico de hijo de profeta, comp. 1R 20:35). El contexto inmediato
(profetiza, v. 15) pone en claro que él insiste en su autoridad profética, y que sus oráculos demuestran
que asigna un elevado valor a la institución de profecía. (2:11; 3:7–8)
7:16–17 Las señales de un verdadero profeta están en las palabras de Amós dirigidas al sacerdote;
él posee la autoridad y el valor de hacer predicciones amargas y más que improbables para ese
tiempo: Amasías verá como su esposa será violada por los soldados del invasor, sus hijos asesinados
y su propiedad dividida (medida y repartida, 17), y él mismo morirá como cautivo en un país pagano
(inmundo) junto con su pueblo.
8:1–3 Una canasta de fruta madura puede parecer un símbolo sumamente adecuado para el reino
del norte durante el reinado de Jeroboán II, brillante, llamativo y hermoso. Pero la fruta madura de
verano (qayits) tiene un sonido ominoso en hebreo; en sonido y deletreo está cerca de la palabra para
fin (qets), y a esto el profeta agrega su predicción de lamentos en el templo y el silencio de los
muertos en la calle.
8:3 Silencio. Los hombres estarán tan abrumados por el desastre que las lamentaciones usuales
(5:16) serán omitidas. (Comp. 6:9–19)
8:4–10 La “canasta de frutas maduras” (1) está llena de frutas putrefactas; está llena de “extorsión
y rapacidad” (4, comp. Mt 23:25). Como al principio (2:6–8) así también al final, una vez más se
refiere a los opresores de los pobres. Las fiestas sagradas (luna nueva, sábados) son muy largas en su
afán de volver a sus negocios, negocios fraudulentos con medidas disminuidas (efa pequeño) y
precios aumentados (siclos grandes), mercadería inferior (desechos de trigo) y balanzas falsas (vv. 5–
6). El Dios en quien se jactan (orgullo de Jacob, v. 7; comp. Ro 2:17) es el testigo recordador de sus
acciones (v. 7) y los visitará inculpando a las cabezas responsables. Los terremotos harán que la tierra
tiemble bajo sus pies apresurados, tan inestable como las aguas agitadas del Nilo, y todos los
habitantes de la tierra estarán de luto (v. 8). La luz del día se oscurecerá, las fiestas se trocarán en
llantos de luto, sus canciones en lamentos, el duelo será tan amargo como el desesperante lamento
sobre un único hijo; el día de los negocios ambiciosos terminará como un día amargo por cierto. (vv.
9–10)
8:5 Efa, una medida de áridos. Siclo, un peso (de plata pagado como un precio, 11 gramos), más
adelante una moneda.
8:6 Comprar al pobre, etc. Comp. 2:6.
8:7 El orgullo de Jacob probablemente significa al Señor mismo; comp. 6:8, donde jura por sí
mismo y 4:2 donde jura por su santidad.
8:9 Por oscuridad como un símbolo de juicio y desastre, comp. la descripción de Amós del día
del Señor en 5:16–20; para el eclipse como una señal predecible y acompañamiento del “grande y
terrible día del SEÑOR”, comp. Jl 2:31; 3:15.
8:10 Calvicie como señal de duelo, comp. Mt 1:16.
8:11–14 El juicio de Dios nunca es tan terrible como cuando le da a los culpables el objeto de su
deseo como castigo. Aquellos que rehúsan ver la luz son condenados a la ceguera (Jn 9:39); los que
no quieren aceptar el don que Dios ha puesto en sus manos, serán despojados incluso de lo que tienen
(Mt 13:12). A aquellos que quieren que se hagan las cosas con Dios pero van por su propio camino,
los entrega al camino que sus corazones desean. Los entrega a la degradación, perversión e
insensatas maldades unos con otros. (Ro 1:24, 26, 28)
Es este tipo de juicio que pende sobre las cabezas de los israelitas, que les dicen a sus profetas,
“que no profetizaran” (2:12), que aborrecen al que habla la verdad de Dios (5:10), y que envía
mensajes proféticos incómodos desde el santuario real (7:1013). No quieren oír; no deben oír. Habrá
un hambre más terrible que el de pan y agua; la gente tendrá hambre y sed por oír las palabras del
Señor (v. 11), andarán errantes por todo el mundo y no las encontrarán (v. 12). Incluso los más
jóvenes y fuertes se desmayarán de sed (v. 13). Los que abandonaron las regiones claras de la Palabra
divina por el turbio mundo del mito y culto de fertilidad (Asima) tropezarán en ese mundo sombrío y
caerán para nunca más levantarse. (v. 14)
8:14 El nombre Asima (que se encuentra también en 2 R 17:30) es probablemente una corrupción
intencional de Ashera, el nombre de la diosa madre cananea. Su significado es “culpa” y sería la
manera del profeta de dar nombre a la diosa y condenar su adoración en un solo aliento. Jurar por
una deidad es reconocer su existencia y poder.
El dios de Dan sería el becerro de oro levantado en Dan por Jeroboán I. (1R 12:28–29)
El significado del camino de Berseba es oscuro. Berseba era un antiguo y reconocido santuario y
no está a la misma altura con Asimá y el dios de Dan. Quizás Amós está castigando un juramento
inútil (por… la vida) que expresa una creencia supersticiosa en la eficacia salvífica de una
peregrinación a Berseba. Los musulmanes hasta hoy juran por la Meca.
9:1–6 El profeta contempla al Señor parado junto al altar en el santuario, quizás en Betel, y lo
escucha ordenar su destrucción. Con esto se corta el último refugio de la gente, y sigue una
destrucción total (v. 1). El santuario ya no puede ser su refugio, puesto que lo han profanado; han
recurrido a él, no con el fin de buscar al Señor y vivir (5:4, 6), sino transgredir (4:4–5); se acostaron
junto al altar sobre la ropa que tomaron en prenda y han bebido el vino de extorsión para sus fiestas
sacrificiales (2:8). Han corrompido el culto con mezcolanzas idolátricas (2:7; 5:26; 8:14); lo han
hecho una abominación a los ojos del Señor (5:21–23). Ahora se tienen que preparar para
encontrarse con él (4:12). A su ira no la pueden escapar, ni en las profundidades ni en las alturas del
cielo y de la tierra (vv. 2–3). Aun en la cautividad no se despegarán de él; su ojo los encontrará, y su
espada los matará (v. 4). Pues él es el Dios de los ejércitos, que tiene soberano control del cielo y de
la tierra (v. 5). Su Palabra que alguna vez derramó las aguas del juicio sobre la tierra aún tiene poder
de hacerse cargo de los culpables. (v. 6)
1–14 Estos versículos son casi idénticos con Jer 49:7–16. La relación entre los dos permanece un
problema sin resolver.
1 Las naciones son representadas como las que hablan (nosotras), que planean atacar a Edom
(ella) en obediencia al mandato del SEÑOR. En 2:14 el Señor mismo habla.
3 La capital de Edom era Selá, que significa roca.
5–6 La comparación con ladrones y vendimiadores señala cuán completamente devastador será el
juicio sobre Edom. El tiempo verbal pasado en el v. 6 y los del v. 7 son proféticos: el destino de Edom
es tan seguro que se lo ve como ya realizado.
7 Los aliados no proporcionan asilo a los fugitivos de Edom. Siendo que los edomitas tenían
reputación por su sabiduría, ya no se puede entender cómo pudieron ser engañados tan
vergonzosamente por sus aliados. Su ceguera es parte del juicio de Dios sobre ellos. (v. 8)
8 Monte de Esaú es el país montañoso de Edom.
9 Temán, es el nombre de uno de los clanes que descienden de Esaú y del territorio que ellos
ocupaban; es usado por el profeta como una expresión paralela de Edom.
10–14 Esta descripción del comportamiento de Edom con la caída de Jerusalén es tan vívida y
dramática que la mayoría de los investigadores ven en ella el recuerdo de un evento reciente y creen
que Abdías profetizó poco después de 586 a. C.
15 El Señor hará caer los hechos de los edomitas sobre sus cabezas. Este desquite justo es una
prenda y una anticipación del grande y último “día de la ira cuando Dios revelará su justo juicio” y
“pagará a cada uno según lo que merezcan sus obras” (Ro 2:5–6). Para el día del SEÑOR, vea Sof 1:7
y la nota allí.
16 Para beber de una copa como una expresión que designar el sufrir bajo el juicio de Dios,
comp. Sal 11:6; 75:8; Is 51:17, 22; Jer 25:15; 49:12; Hab 2:15–16; Ez 23:31–33: Zac 12:2; Mt 20:22; Jn
18:11; Ap 14:10; 16:19.
17 Aquí hay una insinuación de que el pueblo de Dios será tanto librado de sus enemigos como
limpiado de sus pecados. El monte Sión será santo, y ya no desfigurado por el pecado del pueblo,
sino enteramente dedicado al SEÑOR. (Comp. 21)
18 La casa de Jacob significa el reino del sur; la casa de José, el reino del norte. Un pueblo
reunido servirá los propósitos de Dios.
19–20 Los israelitas sureños (Néguev) poseerán Edom; los israelitas del oeste (Sefelá) ocupará
Filistea; el resto (Benjamín) ocuparán los territorios de Efraín y Samaria hacia el norte y Galaad (al
este del Jordán). Un pueblo unido (v. 17), incrementado por los exilados que regresaron (v. 20)
desbordará los límites de la tierra prometida a los padres.
20 Comp. 2R 17:6; 18:11.
Sarepta es una ciudad fenicia ubicada entre Tiro y Sidón; representa el límite norte de la
restaurada expansión del pueblo hacia dentro del territorio fenicio. La identidad de Sefarad es
incierta.
21 Este versículo es por demás importante para un buen entendimiento de la profecía de Abdías,
que a veces es criticada como que respirara un espíritu de nacionalismo estrecho y vengativo.
Primero, la palabra salvador (RV) o libertador (NVI) señala el juicio sobre Edom como una cuestión
de Dios y la liberación de Israel como obra de Dios; porque salvador en el A. T. se usa para aquellos
libertadores a los que levanta el SEÑOR, los equipa con su Espíritu, y los conduce a la victoria,
contra todo cálculo humano, cuando Israel desesperada y arrepentida “clama al SEÑOR” (Jue 3:9,
15). La historia de Gedeón, con su énfasis en la iniciativa de Dios, la presencia fortalecedora de Dios,
el Espíritu de Dios y el éxito en vista de cosas asombrosas es una buena ilustración de lo que se
quiere decir con salvador (Jue 6–7). Segundo, la afirmación final (y el reino será del SEÑOR) le da
toda la gloria a Dios. Suyo es el triunfo, no de Israel, y suyo es el reino y el poder y la gloria por los
siglos de los siglos. Y nosotros podemos ver, aunque débilmente, más allá de los salvadores que
gobiernan sobre Edom, la figura del Salvador en quien el reino de Dios fue encarnado en la tierra
(Mt 12:28), el Señor a quien debe rendir homenaje “toda raza, lengua, pueblo y nación” (Ap 5:9). Y la
iglesia del N. T. puede aprender de Abdías a creer en él, confesarlo, y orar por la venida del reino,
como lo hizo Abdías en los días del exilio, días no menos oscuros y desespernates que cualquiera de
los que la iglesia del N. T. ha conocido hasta ahora.
JONÁS
INTRODUCCIÓN
Otros libros proféticos del A. T. contienen narraciones (por ej., Is 7: 1–17; 36–39; Am 7:10–17);
el libro de Jonás es todo narración, y el mensaje profético del libro está expresado en esa narración.
Es muy poco afortunado y engañoso que dicha narración ha venido a conocerse como la historia de
Jonás y la ballena. La ballena o “enorme pez, ” aparece sólo en un episodio, y no el más importante,
de un total de tres versículos (1:17; 2:1, 10). Y la historia es, en rigor, no la historia de Jonás
tampoco; es la historia de Dios el compasivo que trata con su siervo Jonás el profeta. Dios es el actor
principal en el drama; su “palabra” inicia y lleva adelante la acción (1:1; 3:1, 3). Fue él quien “lanzó”
un “viento fuerte sobre el mar” (1:4), para impedir la huida del profeta y para enfrentar a los
marineros paganos con el “Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme” (1:9). “Dispuso
un enorme pez que tragara a Jonás” (1:17) cuando la suerte reveladora de la voluntad divina recae
sobre él (1:7, 14) y lo señala como el culpable. Dios da la “orden” y Jonás es devuelto a la tierra
firme (2:10; comp. 2:6). Su palabra proclamada por el profeta obra arrepentimiento en Nínive (3:2–9;
note especialmente 2 y 3); perdona eljuicio a la ciudad malvada (3:10); “dispuso una planta” (4:6),
“un gusano” (4:7), y el “viento oriental” (4:8) que obliga al enojado profeta enfrentar y contestar la
pregunta con que termina la historia. (4:10–11)
La historia es la historia de Dios. Es una historia sin un héroe; Jonás es como la figura principal
en ciertas novelas, un “antihéroe.” Es un “hebreo” que “teme al Señor” que puede confesar y de hecho
lo confiesa como Señor, el omnipotente y omnipresente “Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra
firme” (1:9), y no obstante trata de huir de su presencia (1:3). Él sabe, al orar desde lo profundo, que
“la salvación viene del Señor” (2:9), y confiesa que el Señor es “un Dios bondadoso y compasivo,
lento para la ira y lleno de amor, ” un Dios que “cambia de parecer” (4:2). Y no obstante prefiere
morir antes de ver la longanimidad y la compasión de Dios en plena acción (4:3). Es avergonzado
por el comportamiento de los paganos a los que les envidia la compasión de Dios. Un capitán de
barco pagano convoca al profeta dormido a la oración (1:6). Marineros paganos “reman fuerte” para
salvar su vida en peligro (1:13) y a regañadientes obedecen su orden de tirarlo por la borda (1:14,
15); la conciencia de ellos es más sensible que la de él. “Temen profundamente” y “ofrecen un
sacrificio” al “Señor” (1:16) cuya palabra y voluntad Jonás desprecia. Los hombres de la malvada
Nínive se arrepintieron en luto y cenizas y “creyeron a Dios” cuando el profeta los amenazó con que
su ciudad sería destruida (3:5–9) y encuentran en él un Dios compasivo (3:10), mientras que el profeta
con furia suicida protesta contra la inmerecida compasión de Dios (4:1), la misma compasión a la
que él le debe la vida. (c. 2)
La historia es de Dios y termina con la pregunta de Dios: “¿No habría yo de compadecerme de
Nínive?” (4:11). La respuesta de Jonás no está registrada, pero la historia no deja en dudas cómo Dios
quería que Jonás la contestara, o cómo todos los lectores del libro de Jonás deben contestarla. Esa
pregunta de Dios se renueva en la parábola de Jesús de los obreros en el viñedo, cuando el
propietario generoso pregunta a los que protestan por la gracia conferida a otros: “¿O es tu ojo malo
porque yo soy bueno?” (“¿O te da envidia de que yo sea generoso?”, Mt 20:15; comp. 18:33). El A. T.
y el N. T. presentan la cuestión como perpetuamente inquietante para hombres e iglesias
autosatisfechos que reclaman la ilimitada compasión de Dios para ellos mismos, y, no obstante, la
limitarían para otros. La historia de Jonás nos recuerda que estas protestas “éticas” contra la
compasión para con personas “indignas” provienen de una raíz no ética, o sea, de la desobediencia a
la Palabra de nuestro Dios bondadoso.
Bosquejo
1:1–17 El profeta Jonás, cuyo llamado lo obliga a presentarse ante su Dios (comp. 1R 18:15),
alerta y dispuesto a cumplir su voluntad, trata de evadir, huyendo a un país lejano, la poco grata
comisión de ir y proclamar contra la gran ciudad de Nínive (v. 2). Pero no puede escapar a su Dios
huyendo (v. 3), ni durmiendo (v. 5), ni ahogándose (vv. 12, 17). La compasión de Dios que busca aun
a la malvada Nínive no será frustrada, y Dios no dejará escapar a su profeta.
1:1 Jonás el hijo de Amitay, comp. 2R 14:25.
1:2 Nínive, capital de Asiria, ubicada en la orilla este del río Tigris, peor representante del
orgullo, el poder y la brutalidad de los reinos de este mundo, era el azote de las naciones y el
enemigo más encarnizado del pueblo de Dios. Para una ilustración de la arrogancia asiria, comp. Is
10:5–19; para el sentimiento de terror y odio que ese poder inspiraba, comp. Nahúm, especialmente
1:11; 2:12; 3:1, 4, 7, 19.
Proclama contra ella, comp. 3:4
Su maldad ha llegado hasta mí (comp. Jer 51:19; Ap 18:5). Es tan grande que la justicia de Dios no
puede pasarla por alto.
1:3 Tarsis, probablemente Tarteso en el sudoeste de España, para los hebreos “el fin de la tierra”.
Jope, la ciudad portuaria sobre la costa del Mediterráneo.
Huir… de la presencia del SEÑOR.. El profeta sabe en lo profundo de su corazón que no puede
escapar de él, comp. Am 9:24; Sal 139; pero la desobediencia es ciega porque no quiere ver. El
motivo de la huida de Jonás no se menciona hasta 4:2; no es tanto el carácter inaudito de la misión (él
es el único profeta que es enviado a una potencia extranjera y hostil) con sus dificultades y peligros.
Jonás más bien sabe que la proclamación del juicio es al mismo tiempo un llamado al
arrepentimiento y así una oferta de misericordia (comp. Jer 18:8), y él envidia a Nínive la posibilidad
de una compasión divina que él como un miembro del pueblo del pacto del Señor había
experimentado en su propia persona.
1:5 Dormía profundamente. Comp. los discípulos en Getsemaní, que esquivaron la realidad
dolorosa de la hora con dormir, cuando el imperativo de la hora era “Estén alerta y oren” (Mt 26:41).
Hay una tremenda ironía en el hecho de que un capitán pagano tiene que convocar al profeta (cuyo
oficio es interceder) a la oración.
1:7 Para acertar al culpable echando suertes, comp.1S 14:40–42; Pr 16:33.
1:11, 13 Los marineros paganos se muestran reacios a matar al profeta; se esfuerzan a sí mismos
por salvar al hombre que no se quería esforzar para salvar a la Nínive pagana.
1:14 Oh SEÑOR, tú haces lo que quieres, porque por sorteo, Dios había señalado a Jonás como el
culpable.
1:16 Lo que Jonás había buscado evitar con su huida se cumple como resultado de su huida: el
Señor fue “buscado por los que no preguntaban por” él. (Is 65:1 RV)
1:17 Jonás había tratado de escapar del Señor arrojándose a la muerte (1:12). No tiene éxito; el
profeta que se negó a orar (1:5) se ve obligado a clamar al Señor “de lo profundo.” (c. 2; Sal 130:1
RV)
2:1–10 En el vientre del pez, en lo profundo del mar, Jonás aprende a orar otra vez; pidió auxilio
desde las entrañas del sepulcro (v. 2), desde el ámbito de la muerte. Tres cosas debemos tomar en
cuenta en cuanto a su oración. Primero, el contenido en forma de salmo del c. 2 no es una simple
transcripción de lo que Jonás pronunció entonces y allá. Su oración es vista retrospectivamente,
desde el punto estratégico de su liberación, y tanto su petición pasada como su acción de gracia
presente se relatan aquí. Y así todo el lapso de tiempo de experiencia de Jonás, desde su caída al agua
(1:15) hasta su regreso a tierra seca (2:10), está registrado en forma muy escueta.
Segundo, la oración se concentra en las realidades religiosas internas de la situación de Jonás,
con prácticamente ningún énfasis sobre el aspecto físico de su liberación de haber sido tragado y
vomitado por el gran pez. Las olas y ondas que pasaron sobre él son de Dios, son sus acciones de
juicio (v. 3). Se siente destinado a la fosa, el sepulcro, desprovisto de luz y vida (vv. 6, 2); y lo peor de
su profunda miseria es que ha sido expulsado de la presencia de Dios (v. 4). Encuentra lo que una vez
buscó por su huida (1:3), o sea, una agonía inaguantable. Dos veces invoca al templo, el signo y la
corporación de la presencia de Dios entre su pueblo en el país desde donde huyó (vv. 4, 7). Cuatro
veces pronuncia el nombre del Señor, el Dios del pacto de Israel; clama a él (v. 2), se acuerda de él (v.
7), le agradece por su liberación de la fosa (vv. 6, 9), y confiesa como el Autor de toda su salvación
(v. 9), al que le debe toda su lealtad (v. 8).
Tercero, es importante tomar nota de lo que la oración (por toda su elocuencia y sinceridad) NO
dice. Jonás no menciona su desobediencia, excepto en forma indirecta quizás en el v. 8 (donde ídolos
vanos, lit. “vanidades mentirosas”, pueden referirse a su propio modo de vida). No pronuncia
ninguna sílaba en cuanto a su misión no cumplida; sus pensamientos son todos para Jerusalén y el
templo (v. 4), no el de Nínive. Quizás inconscientemente está eludiendo con su silencio lo que alguna
vez esquivó con su huida. El Señor ha llevado a su siervo por un camino largo, pero aún no está
preparado para contestar la gran pregunta de Dios a la manera de Dios. (4:11)
2:2 Sepulcro, el submundo, el ámbito de la muerte.
2:6 Cimientos de las montañas. La tierra y las montañas se conciben como que tuvieran sus
cimientos en las aguas. (Comp. Sal 24:1–2; Job 38:4–11)
Cerrojos, o sea, barras de una puerta. El lugar de los muertos tiene puertas que se abren para
recibir a los difuntos, pero no se abren para ponerlos en libertad.
La fosa, lugar donde habitan los muertos. (Comp. Job 33:18, 30; Sal 16:10; 30:9; 49:9; Is 38:17)
2:7 Me acordé. Acordarse es más que un recordar intelectual; cuando uno se acuerda del Señor,
éste llega a ser una presencia viviente en la mente y el corazón; la fe es reavivada y se hace posible un
orar confidente (comp. Sal 42:4–8). “Recordar” corre como una hebra roja por Deuteronomio;
Moisés pide a los israelitas acordarse de Dios (Dt 8:18), sus grandes obras (Dt 7:18; 8:2; 24:9; 11:2–
3), los días pasados (Dt 32:7), su condición previa como esclavos en Egipto (Dt 15:15; 16:12; 24:18,
22). Este recordar era para modelar y gobernar su vida bajo el pacto.
2:8 Abandonan su verdadera lealtad, abandonan al que le deben lealtad.
3:1–10 Una narración sencilla relata el inmerecido milagro de Jonás por segunda vez (vv. 1–2), el
cumplimiento de su misión (vv. 3–4), y sus consecuencias. Los habitantes de Nínive creyeron (v. 5) a
Dios y se arrepintieron; rey y pueblo, hombre y bestia se unieron en un acto comunitartio de
penitencia; todos claman con todas sus fuerzas a Dios (v. 8). La vigilante compasión de Dios vio lo
que hicieron, y Dios cambió de parecer… y no llevó a cabo la destrucción (v. 10). Al siervo de Dios,
el profeta, se le había enseñado someterse a la voluntad misericordiosa de Dios. Pero queda una
pregunta: ¿Aprendió a amar esa voluntad?
3:1 Para una segunda oportunidad, después del fracaso y abandono, compare la historia de Simón
Pedro (Jn 21:15–19); la experiencia de Pedro le enseñó llamar a Dios “el Dios de toda gracia.” (1P
5:10)
3:4 La segunda parte de este versículo es el discurso profético completo de Jonás; su historia es el
mensaje del libro que lleva su nombre.
Destruida. La misma palabra se usa para la destrucción de Sodoma y Gomorra, Gn 19; 25.
3:5–6 Ayuno (comp. Jl 2:12, 15), vistieron de luto (comp. Jl 1:13), y cenizas (comp. Job 42:6; Dn
9:3; Mt 11:21) son las manifestaciones comunes para el dolor y el arrepentimiento.
3:8 RV Rapiña en sus manos, posesiones obtenidas por la violencia.
3:9 Comp. Jl 2:14.
4:1–11 El último encuentro entre Dios y su siervo Jonás pone en evidencia la raíz mala de la cual
brotó la desobediencia que primero se manifestó en la huida (c. 1) y luego en las ominosas omisiones
en su oración (c. 2). Esa raíz es ser yo (auto): autoamor, auto-estima, auto-compasión. Dos veces está
enojado, enojado hasta morir y prefiere morir (vv. 1, 3, 8, 9), primero porque el Señor ha sido
demasiado bondadoso para con los que no lo merecen; él se siente como el hermano mayor resentido
en la parábola del hijo pródigo, que ve en la generosa bienvenida de su padre a su her-mano inútil un
desprecio hacia su yo merecedor (Lc 15:28–30). Está enojado porque se siente herido en su auto-
estima, donde todos los hombres buenos fácilmente se sienten lastimados. En su herida auto-estima
realmente se atreve a reprochar a Dios con todo lo que constituye la gloria de su nombre como
Señor, el Dios del pacto de Israel (v. 2). Luego otra vez está enojado porque el Señor no es lo
suficientemente bondadoso con él mismo. Presa de autocompasión pide morir cuando la bondadosa
disciplina de Dios dispuso quitarle la sombra que lo protegía del sol. (vv. 6–9)
En contraste, el amor de Dios se manifiesta en todo su esplendor. Las palabras que el profeta
enojado lanzó contra Dios como un reproche, lo presentan como el Dios que habita entre las
alabanzas de Israel, un Dios bondadoso y compasivo, lento para la ira y que abunda en amor
constante, el Dios que ama sin límites, y castiga sólo cuando es necesario, y por lo tanto un Dios que
se arrepiente del mal (v. 2). Su profeta es pronto para ira, pero él es lento para la ira aun cuando se
enfrenta con un egoísmo huraño; no permitirá que su siervo prejuicioso muera, y convierte su
reproche en una paciente pregunta doble (vv. 4, 9). Y la tercera pregunta (vv. 10–11) enfrenta al
profeta con el misterio ante el que todo el mundo debe inclinarse en adoración, el misterio del amor
de Dios, su amor por Nínive, rebelde y enemiga, el amor del Creador por sus criaturas que formó y
acogió como en familia (esfuerzo… hacer… crecer, v. 10) y no abandonará. No podemos entender su
amor, porque Dios es Dios y no un hombre (Os 11:8–9), y su amor va mucho más allá del alcance del
amor humano (Ro 5:7–10). Pero podemos, y debemos, inclinarnos ante su amor para adorarlo; y es
esa adoración obediente a la que la última pregunta de Dios a su profeta se refiere v. 11.
4:2 Comp. Éx 34:6; Sal 86:15; 103:8; 145:8–9; Mi 7:18; Lm 3:33; Jl 2:13.
4:3 Que me quites la vida. Otros siervos de Dios también suspiraban por la muerte; Moisés,
porque creía que la carga de su tarea era insoportable (Nm 11:10–15); Elías, porque su misión
aparentemente había fracasado (1R 19:4, 14); igualmente Jeremías (Jer 15:10; comp. 20:14–18). Pero
Jonás quiere morir porque su misión había sido un éxito, en contra de su expectativa y deseo.
4:5 El resguardo de la enramada hecha de ramas frondosas pronto sería insuficiente, cuando las
hojas se marchitaban y caían; y así, la cobertura de la planta sería bienvenida.
4:8 Viento oriental, el caliente y abrasador viento solano. (Comp. Is 27:8; Jer 4:11; Ez 17:10; Os
13:15)
4:11 No distinguen su derecha de su izquierda. Los inmaduros y los ignorantes pero penitentes
paganos son sujeto de la misericordia de Dios, quien no los dejará en la ignorancia. (Comp. Is 2:1–4;
Mi 4:15)
¿No habría yo de compadecerme [de Nínive]? Cualquiera que pudiera haber sido la respuesta de
Jonás, cuando se cumpla el tiempo Uno más grande que Jonás (Mt 12:41) apareció quien dio toda la
respuesta con todo su corazón y la escribió con su sangre. Los reproches de aquellos que, como
Jonás, criticaron su compasión gratuita cayeron sobre aquél (Lc 15:2; Ro 15:3), que en persona era la
respuesta de Dios para las ovejas extraviadas, la búsqueda de Dios por la moneda perdida, la
bienvenida de Dios para el hijo pródigo penitente (Lc 15). Él, el enteramente obediente,
voluntariamente fue a la misión para la cual la compasión de Dios por los ninivitas lo había
nombrado, a profundidades mayores que las que el desobediente Jonás había conocido, y fue
resucitado otra vez por Dios que quiere que todos los hombres sean salvados. El que anunció la
misericordia de Dios, proclamó plenamente su último llamado al arrepentimiento, no sea que esa
gracia sea recibida en vano. (Mt 12:4041)
MIQUEAS
INTRODUCCIÓN
Miqueas de Moréset, una pequeña villa al sudoeste de Jerusalén, fue un contemporáneo de Isaías
(742–701 a. C.). Vea la Introducción de Isaías para las condiciones políticas de aquel tiempo. Tiene un
pasaje en común con Isaías (Mi 4:1–3; Is 2:2–4), y otros pasajes de Miqueas muestran una marcada
afinidad con pasajes en Isaías (Mi 1:10–16; Is 10:27–32; Mi 2:1–5; Is 5:8–12; Mi 5:10–14; Is 2:6–26).
Pero mientras que Isaías se mueve en el mundo de las cortes y reyes, donde el Señor habla por medio
de él a los grandes eventos políticos y las cruciales decisiones políticas del día, la palabra de Miqueas
se concentra más exclusivamente que la de Isaías sobre las condiciones internas de su pueblo y el
juicio que los pecados sociales de Judá y su corrupción religiosa atraerá sobre Judá y Jerusalén. Aquí
sus denuncias son inflexibles, sus anuncios de juicios sin compromiso y su llamado al
arrepentimiento penetrante y dinámico. En su visión del futuro de Dios para su pueblo y la
humanidad, más allá del juicio inevitable, otra vez está de acuerdo con Isaías; ambos profetas hablan
del futuro reino universal de Dios y el adviento del Mesías de la línea de David en elevada forma
poética y con una exaltación inspirada que hacen de sus palabras una marcada y señalizada parte del
énfasis que el A. T. da a la promesa que hallará su cumplimiento en el N. T.
1:1. EPÍGRAFE
1:2–7 La primera palabra de Miqueas es una proclamación del inminente juicio de Dios contra las
ciudades capitales de Israel y Judá (vv. 5–6). Dondequiera que el juicio de Dios se descarga,
concierne a cada uno y a todos: él es el Dios con el que toda la humanidad tiene que ver. Su ira se
revela como un juicio sobre TODA impiedad y maldad (Ro 1:18), dondequiera que se manifieste,
especialmente en el juicio sobre su pueblo (1P 4:17), cuya historia es el corazón palpitante de su trato
con la raza humana. Por lo tanto todos los “pueblos” (v. 2) son convocados para que escuchen la
anunciación del profeta del juicio de Dios. Él se manifestará a sí mismo en la tierra y toda la creación
se acobardará ante la majestad terrible de su presencia (vv. 3–4). Cosa tan terrible es el pecado de su
pueblo, pecado concentrado y focalizado en las capitales, Samaria y Jerusalén. Samaria será la
primera en sentir la mano pesada de Dios contra quien se ha rebelado: Esa orgullosa y hermosa
ciudad será humillada, segará la cosecha amarga de su idolatría llamada “prostitución”.
1:2 Para el pensamiento de que el juicio sobre el pueblo de Dios involucra y concierne a toda la
humanidad comp. Sof 1:24; 1 P4:17.
1:2–3 El santo templo y morada de Dios significan aquí su hábitat celestial. Comp. Hab 2:20; Is 63:15.
1:4 Las montañas se derriten…como cera; los valles se parten…como partidos por el agua,
abriéndose en muchas cascadas al caer.
1:5. En la poética audaz de la profecía las capitales de Israel y de Judá son llamadas la
transgresión y el pecado de los respectivos países, puesto que son el centro y el foco de la vida
nacional, donde se encuentra un liderazgo responsable, donde el pecado nacional está concentrado y
desde el que también es diseminado. Así en el N. T. el lamento de Jesús sobre el pecado y destino de
su pueblo es un lamento sobre la “ciudad capital”. (Lc 19:41–44)
1:6 Un montón de ruinas. Comp. 3:12, donde la misma amenaza es dirigida a Jerusalén.
Arrojaré sus piedras. Samaria, que el rey Omri había hecho la capital cerca de 880 a. C., tenía una
ubicación elevada magnífica (Isaías llama a la ciudad “la altiva corona de los borrachos de Efraín”. Is
28:1, 3); la actividad edilicia de Omri y su hijo Acab la habían convertido en un lugar de hermosura y
poderío militar. Resistió las fuerzas de Asiria, el ejército más poderoso de su tiempo, por 3 años
antes de caer rendida en 722–21 a. C.
1:7 Aquí la “transgresión” (v. 5) de Israel es definida como idolatría (imágenes, ídolos). Jeroboán,
el primer rey del reino del norte, había introducido deliberadamente y fomentado una fusión de
cultos paganos de la fertilidad con la adoración del Señor con el fin de alejar a su pueblo del templo
y de la adoración en Jerusalén (1R 12:25–30). Las imágenes se refieren posiblemente a los dos
becerros de oro que Jeroboán mandó hacer y los instaló para la adoración (“Aquí están sus dioses,
oh Israel, que los sacaron de Egipto.” 1R 12:28)
Paga y ganancia de una prostituta describe la infidelidad de Israel hacia el pacto de Dios con una
imagen muchas veces usada por Oseas, el profeta del reino del norte y un contemporáneo mayor de
Miqueas (comp. Os 1:2; 2:5; 3:3; 4:10, 12, 13, 14, 15, 18; 5:3; 9:1). Enfatiza tanto el carácter personal
del lazo del pacto que Israel está violando y la forma horrenda que toma la apostasía del pueblo, al
participar del culto de fertilidad licencioso de Baal, en el cual la prostitución sacra desempañaba un
papel vital. Las pagas destinadas a ser quemadas con fuego eran quizás los adornos de los santuarios
con el dinero ganado por dicha prostitución. Todo el aparato de idolatría fue juntado de la devoción
idolátrica de Israel a Baal; el conquistador que saquea a Samaria juntará esas cosas para usarlas para
su idolatría. De la paga de una prostituta… hasta la paga de la misma: así como se ganó, así se gastó,
un negocio sucio y degradante desde el comienzo hasta el final; la forma que el castigo de Dios toma,
debe mostrar a Israel cuán bajo que ha caído el pueblo.
1:8–16 Dios no quiere la muerte del pecador (Ez 33:11). Su Hijo lloró sobre el destino de
Jerusalén (Lc 19:41–44); su profeta lamenta la suerte de la Samaria herida (v. 8) y contempla con
profundo dolor un destino similar amenazando a su propio país, Judá, y su capital Jerusalén (v. 9). Al
invasor lo ve avanzando desde el sudoeste hacia Jerusalén y cómo ciudad tras ciudad sucumben a su
poder. Y tienen que sucumbir, porque el mal desciende sobre ellos desde el Señor (vv. 12, 15). Muros,
carros y guerreros no tienen valor; en vano esperan ansiosos por el bien que no viene (v. 12),
desesperados se revuelcan en el polvo (v. 10), gimen (v. 11) y emigran (vv. 11, 16). El profeta se
inclina ante el juicio de Dios; pero no puede menos que simpatizar con la agonía de su pueblo. Con
tristeza ruega a Jerusalén colocarse la señal del dolor por sus hijos perdidos, las ciudades
conquistadas. (v. 16)
1:8 Ir despojado (descalzo) y desnudo es tanto una expresión de dolor como una anticipación dela
vestimenta del cautiverio. (Is 20:2–4)
Al aullido del chacal se alude sólo aquí en la Biblia; el gemido del avestruz se ha descrito como
“el mugido ronco de un buey dolorido”. (Comp. Job 30:27–29; Is 13:2122)
1:10–16 La idea general de este pasaje es razonablemente clara. Un invasor se está acercando a
Jerusalén desde el sudoeste. Ciudad tras ciudad caen ante su paso y Jerusalén misma está gravemente
amenazada (v. 12). Esto correspondería a la situación del año 701 a. C., cuando Senaquerib capturó 46
ciudades amuralladas de Judá y sitió a Jerusalén (2R 18:13–19:37). Una apreciación plena en detalles
se hace difícil por el hecho de que (a) no todas las ciudades pueden ser identificadas; y (b) que el
hebreo abunda en juegos de palabras que no pueden ser reproducidos en nuestros idiomas; por
ejemplo, Bet Leafrá (v. 10) significa “casa de polvo”; y la miseria de sus habitantes por lo tanto queda
expresada en la orden: Revuélquense en el polvo. Aún más, el texto ha sufrido cambios en la
transmisión, por lo que muchos eruditos recurren a enmiendas conjeturales en orden de salvar
dificultades.
1:10 No lo anuncien en Gat es probable que sea una expresión proverbial derivada del lamento de
David sobre Saúl y Jonatán (2S 1:20). El sentido general es: “No revelen nuestra situación
desesperante a los enemigos, ya sea por aviso o lamento público, no sea que se burlen de nuestra
desgracia.”
1:11 Pásate, RV al cautiverio. Los habitantes de Zanán buscan seguridad encerrándose en sus
fortificaciones. Las últimas dos líneas del versículo son apenas entendibles; su significado quizá es:
“No esperen buscar refugio en Bet Ésel; los gemidos de sus habitantes indican que ha caído y no
puede ofrecerles protección alguna.”
1:13 Laquis puede haber sido una de las “ciudades de los carros” (1R 10:26, RV), un centro y
símbolo de poder militar. La ciudad por lo tanto sería el comienzo del pecado y el hogar de las
transgresiones de Israel porque la posesión de caballos y carros hacían que los hombres confiaran
también en ellos más bien que en el Señor (comp. Sal 20:8; Os 14:3). Vea también 5:10–11, donde la
purificación y restauración del pueblo de Dios es efectuada limitando el número de caballos, carros,
centros y fortalezas.
1:14 Moréset tiene un sonido similar a la palabra hebrea por “mujer desposada”, a la que se le dan
regalos de despedida cuando abandona la casa paterna. Moréset estará perdida para Judá como una
novia que se va está perdida para su familia. Aczib (de una palabra raíz que significa “mentir,
engañar”) será una cosa engañosa (como un arroyo que se seca en verano) porque desilusiona la
esperanza de que pudiera ser una defensa contra los invasores.
1:15 La flor y nata de Israel. Es probable que signifique los soldados, o la nobleza; comp. 1S
4:21; Is 5:13, donde algunas versiones traducen la misma palabra hebrea con “hombres honrados.” Si
vienen a Adulán, el significado probable es: Ellos regresarán a los comienzos pobres y sin promesas
de la historia de Israel como un reino. David se refugió contra Saúl en una cueva cerca de Adulán (1S
22:1–2). Israel será como el perseguido David fuera de ley, con sólo la promesa y esperanza de un
reino para seguir viviendo. Esto estaría en armonía con 5:2, donde se dice que el futuro gobernante
mesiánico saldría no de Jerusalén sino del “pequeño” Belén, el lugar de comienzos insignificantes.
1:16 A Sión (comp.13) se alude. Por cabeza rapada como señal de duelo, comp. Is 3:24 y Amós
8:10, donde está asociado con ropa de luto.
2:1–5 Aquellos que no aman al Señor su Dios con todo el corazón (c. 1) tampoco pueden amar a
su prójimo. Un corazón vacío de Dios se llena de codicia. Esta codicia es un mal inquieto; de noche,
cuando debieran dialogar en sus camas con su propio corazón y en silencio con su Dios (Sal 4:4), los
ricos hambrientos de tierras dialogan con su codicia para planificar e idear proyectos cómo
conseguir más bienes (v. 1). Es un mal despiadado; lo que el codicioso planifica de noche, por la
mañana lo lleva a cabo. Para lo que tienen el poder de hacer, lo hacen, sin contemplación por sus
víctimas o por el Dios de Israel, quien ha asignado a cada uno su herencia (vv. 1–2). Ellos conciben
maldad (v. 1), Dios concibe (v. 3) su castigo: los despiadados hambrientos por tierras quedarán sin
tierras; Los conquistadores invasores se repartirán sus campos que adquirieron pecando (vv. 3–4).
Nunca más tendrán parte de la tierra de la promesa. (v. 5)
2:1 Comp. Is 5:8–10. Acostados hacen planes malvados en el sentido de que “elaboran planes”
para llevarlos a cabo.
2:3 La nación es llamada su familia, un grupo en el cual los lazos de la sangre cuentan como un
poder que une a la gente; los despiadados reniegan de estos lazos e invocan el juicio divino.
2:4 Dios reparte la porción de su pueblo cuando les da sus tierras que heredaron a los captores.
2:5 Aquí hay una alusión a la división original de la tierra prometida entre las tribus por sorteo
(Nm 26:55; Jos 14:2, etc.). Cuando llegue el tiempo de la restauración (comp. 12–13), los despiadados
explotadores de los pobres serán excluidos de la repartición de la tierra.
2:6–11 Una indiferencia brutal por los derechos de los semejantes (2:1–5) y una falta de respeto
cínica por la palabra de Dios van mano a mano (2:6–11). Los nobles terratenientes quieren un
predicador poco serio que les bendiga sus banquetes (v. 11), y no un perturbador de su placentera
seguridad que los amenaza con desgracias (v. 6). Se olvidan de que tienen que ver con el Espíritu del
Señor cuando el profeta les habla (v. 7). Bajo el impulso del Espíritu debe reprochar sus
transgresiones y pecados (vv. 8–9) y debe anunciarles el castigo que les espera. (v. 10)
2:6 Por la protesta contra la profecía desagradable comp. Is 30:9–10; Am 2:12; 5:10; 7:16. Por el
agradable sentido de seguridad comp. 3:11.
2:7 Este versículo difícil tiene varias interpretaciones. Algunos traductores lo toman como la
respuesta del profeta a sus críticos, y el sentido parece ser: “¿Es ésta la manera como miembros del
pueblo de Dios han de responder a la voz de Dios que habla por su profeta? ¿Es la disconformidad de
ustedes con mi mensaje un producto del Espíritu que inspira mi mensaje (Comp. 3:8)? ¿Son las
acciones impías y las palabras imprudentes de ustedes la obra de Dios, o sea, es el Señor del pacto el
causante de que ustedes quebranten su pacto? Mis palabras, por más severas que sean, hacen bien al
que los acepta con un corazón bueno y honesto y se arrepiente.” La frase ¿Es impaciente el Espíritu
del SEÑOR? también puede interpretarse “¿Es demasiado corto el Espíritu del Señor?” o sea, “¿es
incapaz de lograr su meta de exponer y corregir el pecado (comp. 3:8), es falsa mi acusación?”
2:8 Los despojan de su manto, o sea, se apoderan del mismo como un pago de una deuda, sin
tomar en cuenta las implicaciones del mandato de ser compasivo, Éx 22:26–27.
2:9 Mi gloria, las posesiones con las que el Señor los ha honrado.
2:10 Levántense y pónganse en marcha al exilio. La tierra en la que el Señor les prometió
descanso (Dt 12:9–10) ya no más puede albergarlos; la amenaza de Lv 18:28 se cumplirá: “Si ustedes
contaminan la tierra, ella los vomitará como vomitó a las naciones que la habitaron antes que
ustedes.”
2:12–13 LA PROMESA PARA EL REMANTENTE DE ISRAEL
2:12–13 Las palabras inspiradas del profeta “hacen bien al que camina rectamente” (2:7). Por lo
tanto la palabra del juicio no es la única palabra ni la última que el profeta ha de hablar. Aunque Israel
falle muchas veces, la palabra de Dios no fallará, y el pacto de la voluntad de Dios creará un nuevo
futuro donde la voluntad egoísta del hombre ha cortado toda esperanza. El Buen Pastor congregará a
su rebaño (v. 12); los pobres pisoteados y sin un guía tendrán un guía que los conduce a la libertad de
la vida y el Señor será su Rey. (v. 13)
2:12 Para la transición abrupta de amenaza a promesa, comp. el final del c. 3 y el comienzo del 4;
Is 4:2; 9:1–2; Jer 30:16; Os 1:9–12; 2:14; 11:7–9; 13:16; 14:1–7.
El SEÑOR, EL Rey Pastor, reunirá su rebaño y restaurará a sus ovejas a su pastoreo de antaño; el
exilio anticipado en 1:11, 16; 2:4, 10 es el trasfondo. Todo tu pueblo y el remanente de Israel se usan
aquí como sinónimos; el remanente (los que sobreviven el juicio) es el verdadero Israel en su
totalidad. El remanente tiene un poder germinador; es una “simiente santa” (Is 6:13), que llega a ser
una multitud de hombres jubilosos.
2:13 El exilio es descrito como una prisión. El que abre la brecha es el guía divinamente
nombrado que conduce al pueblo de Dios a la libertad, así como lo había sido Moisés y como Cristo
habría de ser en un sentido más elevado. Cuando el guía de los pobres pisoteados y sin rumbo haya
hecho su tarea, entonces el Señor es Rey y viene el reino de Dios.
3:1–4 “Los que piensan en el mal y elaboran planes malvados estando acostados” (2:1) no son un
fenómeno aislado en la vida del pueblo: la misma estructura del gobierno es corrupta. Las cabezas y
los gobernantes de Israel, que debieran conocer la justicia, o sea, entenderla y administrarla para que
cada miembro del pueblo del pacto pueda gozar la seguridad y las bendiciones del pacto, son los que
odian el bien y aman el mal; toda su actitud es una antítesis de la justicia. Y sus obras son una
expresión de su actitud: Brutalmente explotan y arruinan al pueblo de Dios (mi pueblo, vv. 2–3). La
justicia viene a ser un medio para sus fines; ignoran a Dios cuando no lo necesitan. No lo encontrarán
en tiempos malos cuando están en apuros; no responderá a su llamado, y el rostro del Señor que
alguna vez iluminó a su pueblo con bendiciones, esconderá su rostro ante ellos. (v. 4)
3:4 Comp. Pr 1:28; Is 1:15.
3:5–8 Los que administran la justicia de Dios han perdido su derecho de existencia y se han
separado de Dios; los profetas, los portadores de la palabra de Dios para su pueblo, han abdicado.
“Con el estómago lleno, invitan a la paz; con el vientre vacío, declaran la guerra” (v. 5). Han llegado
a ser los profetas que el pueblo prefiere (2:11); pero Dios no puede utilizarlos. El sol de la revelación
se les ocultará, y las tinieblas del silencio de Dios los dejarán avergonzados (vv. 6–7). El malgastado
y profanado don es quitado: “del que no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mt 13:12). Miqueas se
puede oponer enfáticamente a los falsos profetas por ser un profeta verdadero; porque él deriva su
poder, no de aquellos que halaga sino del Dios al que sirve. El Espíritu creador del Señor y su justicia
imparcial le da el poder para oponerse y exponer los pecados del pueblo. (v. 8)
3:5 Para el carácter codicioso y egoísta de los profetas, comp. 11. Declaran la guerra, lit.
“santifican la guerra”, eso es, declaran una guerra santa, amenazando a los hombres con la venganza
del Señor mismo.
3:7 Humillados… avergonzados, porque sus predicciones del pasado y sus garantías han
demostrado ser falsas a la luz de los eventos (comp. v. 12) y porque ahora no reciben una respuesta
de Dios. Los últimos días de Saúl proveen un comentario macabro y trágico en cuanto a las palabras
ninguna respuesta de Dios (1 S 28:6, 15–19). Para les tapará la boca como una expresión de dolor y
de vergüenza por ser excluidos, comp. Lv 13:45; Ez 24:17, 22.
3:8 La similitud entre este autorretrato del profeta inspirado y el del Mesías en Is 11:2–4 ha sido
destacado muchas veces. Nuestro SEÑOR, el cumplimiento de toda profecía y EL profeta de los
últimos días (Hch 3:22), tienen los mismos rasgos muy proféticos, autoconscientes e intrépidos en la
exposición del pecado del hombre, comp. por ej., Mt 23. Para el Espíritu como el que expone el
pecado del hombre comp. Jn 16:7–11. Para la contraparte de la integridad profética e intrepidez,
comp. 2Co 2:15–17; 4:1–6.
3:9–12 Miqueas introduce el anuncio de la destrucción y desolación de Jerusalén (v. 12) con una
amplia acusación final del liderazgo responsable de Judá, aquellos que hicieron de Jerusalén “el
pecado de la casa de Judá” (1:5). Edificaron a Sión (v. 10), la convirtieron en un esplendor con casas
de invierno y de verano, decoradas con marfil, y casas de piedra labrada (comp. Am 3:15; 5:10). Pero
edificaron con sangre e injusticia; la ciudad es un monumento a la abominación de la justicia y su
perversión a la equidad (v. 9), con que explotaron y arruinaron al pobre (comp. 2:1–2, 8–9; 3:2–3).
Todas las disposiciones saludables dadas para le preservación del pueblo de Dios (la administración
de la justicia, la instrucción de los sacerdotes, la palabra profética) tenían que servir a sus propósitos
egoístas (v. 11). Y coronaron sus pecados con el pecado de la blasfemia. Invocan al Señor como
garantía y fianza por la vida nacional corrupta que ellos crearon (v. 11). Por lo tanto no han sido ellos
los que edificaron a Jerusalén sino los que la destruyeron. Pero Dios no puede ser burlado: “El Dios
santo se mostrará santo en rectitud” (Is 5:16). Por lo tanto Jerusalén debe caer; su lugar no se
encontrará más.
3:11 Se apoyan en el SEÑOR. Comp. Jer 7:1–15; Mt 21:12–13.
3:12 La casa es la casa del SEÑOR, el templo (4:1). Quizá a propósito Miqueas lo llama
simplemente la casa, para indicar que Dios abandona el templo profanado: Ya no más puede ser
llamado suyo. Comp. Ez 10:18–19; 11:22–23, y Mt 23:38 donde Jesús llama al templo, pronto a ser
destruido, no la casa de Dios sino “la casa de ustedes”, o sea, la casa de aquellos que han invocado
sobre la misma el juicio de Dios. Esta profecía de Miqueas fue largamente recordada en Judá; cien
años más tarde salvó la vida de Jeremías cuando recogió el mensaje de Miqueas del juicio sobre
Jerusalén. (Jer 26:16–19)
4:1–5 Dios limpiará la pizarra de la manchada historia de Israel pero su mano poderosa la
escribirá de nuevo. El arruinado y despoblado monte Sión no es la última escena en el drama de sus
tratos con el pueblo de Dios y, por medio ellos, con toda la humanidad. El Señor es Señor del futuro,
y en los últimos días, cuya fecha sólo él conoce y determina, el monte de su templo lucirá
maravillosamente en un mundo vuelto a ser creado (v. 1). No sólo los israelitas piadosos irán hacia
allá; Sión y Jerusalén serán objeto de peregrinación de todas las naciones, atraídas hacia ese lugar
por el poder de la palabra del Señor (v. 2).
Con esa palabra el Señor juzgará: hará que prevalezca su voluntad justa, y establecerá un orden
eterno de rectitud y paz; los instrumentos de la guerra y la ciencia de la guerra se volverán obsoletos,
y la larga y triste historia de la guerra entre naciones terminará (v. 3). Cada uno gozará lo creado por
Dios, la parra y la higuera, sin temor para siempre (v. 4). Ese futuro áureo es verdadero, aunque sea
remoto, porque la boca del Señor Todopoderoso lo ha dicho (v. 4). El profeta por lo tanto conduce a
su pueblo hacia un Amén de fe en respuesta de la revelación de su futuro reino: “Cualesquiera que
sean los dioses que ahora reclamen la lealtad de las naciones, el futuro pertenece al Señor nuestro
Dios, y a él solo; y a la luz de su revelación (nombre) andaremos hasta que venga su reino.” (v. 5)
4:1–3 Estos versículos son casi idénticos con Is 2:2–4. La cuestión de si un profeta depende del
otro, y si así fuere, a cuál de los dos, fue discutida larga e inútilmente.
4:1 Para la expresión escatológica en los últimos días comp. Gn 49:1; Nm 24:14; Jer 23:20; 30:24;
48:47; 49:39; Ez 38:16; Dn 10:14; Os 3:5. Para la peregrinación de las naciones a Jerusalén comp. Is
66:18–23; Jer 3:17; Zac 8:20–23.
4:3 Para el sentido positivo de juez y juzgar como establecer un reino de rectitud y paz comp. Sal
96:10–13, donde se le pide a toda la creación regocijarse por el advenimiento del Juez divino, quien
es el Salvador.
4:4 Para la expresión, quizás proverbial, bajo su parra y su higuera comp. 1 R 4:25; 2 R 18:31;
Zac 3:10.
4:6–8 En el universalismo radical del futuro reino de rectitud y paz, la hija de Sión (el pueblo
antiguo de Dios, v. 8) no ha sido olvidada, ni es insignificante su papel en el establecimiento del
reino. El Señor reunirá los miembros perdidos y extraviados de su rebaño y hará de ellos el
remanente, el núcleo vital de una nación fuerte, su pueblo universal de los últimos días, y él reinará
sobre ellos en la nueva ciudad de Dios para siempre (vv. 6–7). La promesa hecha a David (2S 7:11–16)
y renovado por los profetas (por ej., Is 9:5 y ss.; 11:1 y ss.) tampoco será olvidada. El dominio
anterior, el reino eterno del hijo mayor del gran David, llegará a la hija de Sión (v. 8), el reino de
Dios (v. 7) está cerca. (Mr 1:15)
4:6 Lastimadas (rengas), que se quedan atrás y excluidas de la vida en común del rebaño, son una
ilustración apropiada de los israelitas exilados, privados de la vida nacional y la comunidad de
adoración en el templo. (Comp. Sof 3:19–20)
A las que he afligido (lastimadas). El exilio no es un accidente triste, sino el juicio de Dios. Las
promesas de los cc. 4–5 no ignoran el juicio anunciado en los cc. 1–3 sino que lo presuponen. (Comp.
10, 11; 5:1, 3, 10–14)
4:7 Para la idea del remanente, esa porción de la comunidad que por encargo de Dios sobrevive a
su juicio y por lo tanto es la esperanza de la continuación de la vida del pueblo de Dios y la salvación
de la raza humana comp. 2:12–13; Is 4:2–4; 7:3; 10:20–22; 11:10–16; 28:5–6; 37:31–32; Jer 23:3; 31:7;
Sof 2:7, 9; Sof 8:6, 11–12; 9:7; Ro 9:27; 11:5. Esta idea importante juega un papel significativo aun
donde el término no se encuentra, como en la historia de Noé (Gn 6:5–8; 7:1, 23), Lot (Gn 19:1–29),
José (Gn 45:7) y Elías (1R 19:13–18).
4:8 La Torre del Rebaño es la torre desde la cual el Buen Pastor vigila su rebaño; Dios
nuevamente levantará su vivienda entre su pueblo sobre el monte santo y les dará un Rey ungido.
4:9–13 La gloria de los últimos días todavía no llegó; el camino de la gloria conduce por una
agonía tan intensa que la hija de Sión tiene que retorcerse y gemir como una mujer con dolores de
parto; sin un rey que la proteja, con ningún consejero para guiarla, se verá obligada a abandonar la
ciudad de su agrado y atravesar los largos kilómetros de campo abierto hacia el país de su exilio (vv.
9–10). Pero el padecer sufrimiento de parto es sufrir para un propósito y una esperanza; desde lo más
profundo de su sufrimiento, allí es donde el Señor la va a redimir de la mano de sus enemigos. Suya
será la victoria, y suya la gloria de su amor redentor (v. 10). Los enemigos de Sión, que agredieron al
Dios de Sión en su ataque contra ella (v. 11), recibirán su recompensa merecida. Serán juntados como
gavillas en la era, y el pueblo de Dios se tornará en buey con pezuñas de bronce para trillarlos. Este
no será un triunfo nacional personal de parte de Sión. Los trofeos de victoria (sus granos) serán
dedicados al SEÑOR, quien, en redención y juicio, se manifiesta a sí mismo como el Señor de toda la
tierra y dador de la victoria. Suya será la gloria. (vv. 12–13)
4:9 Rey y consejero son paralelos, refiriéndose a la misma persona. Comp. Is 9:6, donde
“Consejero admirable” es el primero de los cuatro nombres dados al Rey mesiánico. Lo que la
pérdida del rey significó para Israel puede deducirse de Lm 4:20, donde el rey es llamado “el aliento
de nuestras vidas… de quien habíamos dicho: a su sombra tendremos vida entre las naciones”. (RV)
4:10 Puesto que Asiria, no Babilonia, era el poder mundial que amenazaba la existencia de Israel
en días de Miqueas, la mención de Babilonia presenta una dificultad. La dificultad es histórica más
bien que teológica; eso es, el mensaje de Miqueas para nuestros días no está afectado por ello. Puede
ser que Babilonia fue incluido en el texto por una generación de creyentes posterior que aplicó la
profecía a ellos mismos cuando Asiria había caído y Babilonia vino a ser la ejecutora del juicio de
Dios sobre su pueblo infiel.
4:11 Que sea profanada, desechada, removida de su correcta relación con su Dios. Su enemistad
está dirigida hacia el Dios de Israel; quieren demostrar que la “santidad” (consagración a Dios) de la
ciudad no es de ningún valor. “Se recrean nuestros ojos a la vista de Sión.” (RV)
4:13 Yo, el SEÑOR. El cuerno es un símbolo de la fortaleza. Comp. Dt 33:17; Sal 132:17. Pezuñas.
Para el buey que trilla comp. Dt 25:4 Para trillar como una ilustración de juicio comp. Is 2:10; Mt
3:12.
Dedicar, o consagrar, los trofeos de la victoria al Señor indica que la causa y la victoria son del
Señor. Esta dedicación de los trofeos al Señor (por destrucción absoluta) es un rasgo constante de las
guerras santas de Israel. (Nm 21:2–3; Dt 13:13–19; Jos 10:28–40; Jue 1:17; 1 S 14:3)
5:1–15 Todos los oráculos de este capítulo se ocupan con la gran liberación de “los últimos días,
” los días del Mesías. El capítulo comienza (v. 1) y termina (vv. 10–15) con el juicio de Dios que
precede a esa liberación. Las dos secciones centrales tratan con el gobernante y libertador del
pequeño Belén y el pequeño clan Efrata de David (vv. 2–6) y el “remanente de Jacob” bajo el reino
benigno del Mesías. (vv. 7–9)
5:1–6 EL GOBERNANTE Y LIBERTADOR PROCEDENTE DEL PEQUEÑO BELÉN
5:1–6 Como en la profecía de Isaías, así en Miqueas la figura brillante del Mesías surge de la
oscuridad del juicio divino sobre el pueblo de la promesa (comp. Is 9:2; 11:1, “tronco de Isaí”, la
línea real de David fue recortada hasta sus humildes comienzos). El Israel del tiempo del profeta es
un suelo sin promesa, ¿qué promesa pudiera crecer en él? Su capital es sitiada, su rey es impotente,
insultado y degradado (v. 1). El futuro mesiánico no puede ser un desarrollo de potencialidades que
están en Jerusalén o en la línea davídica; Dios hará un comienzo nuevo y creativo. Volverá a la villa y
el clan de David (la palabra de Natán se cumplirá, 2S 7:16), donde aquella vez escogió al joven David
antes que a sus robustos hermanos (1S 16:1–13). Allí, en un lugar y un clan demasiado pequeño para
figurar estadísticamente, levantará un Gobernante de acuerdo a su propio corazón (para mí).
Este gobernante será más que cualquier hijo de David, y más que David mismo; sus orígenes se
remontan a la antigüedad, hasta tiempos remotos; pertenece a una orden muy anterior a David y la
declinación trágica de su dinastía, una orden que perdurará y triunfará cuando la línea de David haya
fracasado (v. 2). El juicio de Dios debe seguir su curso antes de que él aparezca: Dios entregará,
sometido al juicio, a su pueblo hasta el tiempo de Su nacimiento. Misteriosamente, a su padre no se lo
nombra aquí; parece que a la paternidad humana, tan significativa en la realeza humana histórica, no
se le da importancia aquí. Sólo se menciona a la madre, y en forma muy vaga (ella que está en
dolores de parto). Hay un gran misterio acerca de la persona del gobernante. Pero no hay duda acerca
de lo que su venida significará: un pueblo de Dios reunido, el reino de un Rey Pastor que es una
encarnación de la fortaleza del Dios del pacto (SEÑOR) y de su majestuosa revelación (nombre), un
reino que significa seguridad para su pueblo, un reino universal hasta los confines de la tierra (vv. 3–
4). Su reino es un reino de paz; ningún poder mundial invasor volverá a molestar a Israel. Bajo la
bendición de su reinado será invenciblemente fuerte y victorioso. (vv. 5–6)
5:1 Es probable que la situación es la de 701 a. C., cuando Senaquerib sitió a Jerusalén, 2R 18:13
-19:37; Is 36–37.
5:2 Efrata es el nombre de un clan de Judá, al que pertenecía David, Belén el pueblo donde vivía
el clan (Rut 1:2; 1S 17:12) Los dos nombres pueden ser usados en forma sinónima, como aquí y en Rt
4:11.
La palabra de Miqueas respecto del Libertador de Belén es citado por Mateo en Mt 2:6 como
cumplida por el nacimiento de Jesús en Belén. Él (o los escribas que contestan la pregunta de
Herodes) interpreta mientras cita, como era costumbre entre los judíos. Su expresión “pequeña entre
los clanes” está en armonía con la intención de Miqueas de que Belén no era demasiada pequeña a los
ojos de Dios. Ni Miqueas ni Mateo están interesados en Belén meramente como un lugar; para ambos
la pequeña Belén está en contraste con la gran Jerusalén, el humanamente “probable” lugar de
nacimiento del Mesías. Tanto para el evangelista como para el profeta la Belén pequeña significa que
“Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios… a fin de que en su presencia
nadie pueda jactarse”. (1Co 1:27, 29)
5:3 Para el nacimiento del Mesías como niño de ascendencia misteriosa (con la sola mención de
la madre) y conectado con el regreso del remanente (el resto de sus hermanos) comp. Is 7:3, 10–17.
5:5 Asiria como el poder mundial amenazando a Judá en días de Miqueas; en un pasaje orientado
hacia el indefinido futuro mesiánico, los asirios vienen a ser el símbolo de todos los poderes hostiles.
Para el uso proverbial de números acumulativos (siete, ocho) comp. Is 17:6; Am 1:3; Pr 6:16;
30:15.
5:6 Nimrod es el fundador de Babilonia, y de todo el imperio babilónico-asirio, considerado su
territorio. (Comp. Gn 10:8–12)
Espada… daga. Vv. 10–11, significa que la gente renovada será despojada de todo poder militar;
dicha expresión (lo mismo que la de los vv. 8–9) es una expresión pictórico para fortaleza y victoria,
y no para ser tomado literalmente.
5:7–9 El pueblo de Dios como una bendición y una maldición entre las naciones
5:7–9 Bajo el gobernante que viene de Belén el pueblo será bendecido; y serán una bendición
para muchos pueblos, una bendición tan grande como el rocío y la lluvia dispensadores de vida.
Poseen esta bendición para repartirla, no por virtud de un genio nacional o un talento natural por la
religión, sino porque han llegado a ser un instrumento de bendición de la mano de Dios. Serán como
el rocío del Señor, que ningún hombre puede producir y controlar; es estrictamente su don gratuito y
soberano. (v. 7)
Serán una bendición, y la promesa de Abraham se cumplirá en ellos (Gn 12:2). Siendo que son la
propia bendición de Dios y siendo que el hombre se opone a su bendición, serán también una
maldición entre las naciones: “maldeciré a los que te maldigan, ” dijo el Señor a Abraham (Gn 12:3).
El mismo remanente (comp. 2:12; 4:7) que fue llamado rocío del SEÑOR, es llamado ahora león
devorador (v. 8), una nación invencible que triunfa sobre sus enemigos. (v. 9)
5:7 Para el pueblo de Dios como una bendición para la humanidad comp. la palabra de Jesús
concerniente a sus discípulos como la sal de la tierra y la luz del mundo. (Mt 5:13–16)
5:10–15 La nación que el profeta ha acusado tan severamente (cc. 1–3) todavía no es un pueblo
preparado para recibir e impartir la bendición de Dios, y no es confiable para servir de ocasión e
instrumento de su maldición. Antes de que pueda llegar a ser un rocío bendito del Señor o el león de
su juicio, ella misma debe ser purgada por su juicio. Y la purga se concretará; el Señor les quitará
todos los instrumentos por los que los hombres buscan asegurarse y afirmarse a sí mismos separados
de Dios, ya sea políticos (caballos, carros, ciudades y fortalezas) o “religiosos” (sortilegios,
adivinaciones, imágenes, pilares, ídolos caseros, Aserá, ciudades). Antes de que Israel pueda recibir
una bendición o ser una bendición, debe ser enseñado a caminar humildemente con su Dios. (Comp.
6:8)
5:10–14 Comp. Os 8:14; 10:13; Is 2:6–8; 30:15–17; 31:1–3.
5:13 Pilares (monumentos sagrados) son los pilares de piedra sagrados, señales de la presencia
de una deidad, ante todo Baal, levantados en los santuarios paganos y adoptados por Israel.
5:14 Imágenes de Aserá (lit. aserim) son pilares de madera que representan a Aserá, la diosa de la
fertilidad muchas veces asociada con el dios de la fertilidad Baal. Pilares y aserim son denunciados
en Dt 12:2–3. (Ver Aserá en el glosario de NVI)
Ciudades son mencionadas tanto en la lista del dispositivo político para la autorealización del
hombre, junto con las fortalezas (v. 11) y aquí, entre los dispositivos “religiosos” de autonomía
humana, siendo que ciudades son tanto centros de poder político-militar y centros de adoración
corrupta. (1:5; 3:9–12)
6:1–7:20 EL CAMINO DE REGRESO A DIOS
6:1–7:20 Los primeros tres capítulos del libro de Miqueas son casi enteramente condenaciones y
amenazas; cc. 4–5 son casi enteramente promesas. En los cc. 6–7 estos dos temas son recurrentes,
pero aquí la amenaza y promesa están más estrechamente interconectadas. La controversia del Señor
con su pueblo (vv. 1–5), recordando los hechos salvíficos de antiguo, abren la puerta para el
arrepentimiento (vv. 6–8). La voz del Señor que acusa a la ciudad y la amenaza con la destrucción y
vergüenza (vv. 9–16) es introducida con una frase que insinúa, por lo menos, que es una voz que
puede ser oída y obedecida (“es de sabios temer su nombre”, v. 9). El profeta se lamenta de la triste
degeneración total de su pueblo y las temibles consecuencias que acarrea (7:1–6), y termina con la
confesión profética de confianza en el Dios de la salvación (7:7), una confesión en la que los del
remanente se unirían. Y la sección concluye con una maravillosa liturgia de arrepentimiento,
promesa, oración y alabanza, que no ignora el inminente juicio (vv. 7–9) pero puede mirar más allá
porque alaba al Dios cuya incomparable gloria es que él es el Dios que perdona la iniquidad. (7:8–20)
6:1–8 La acusación profética toma ahora la forma de una querella (v. 2) en la cual el Señor y su
pueblo son partidos de la primera parte y de la segunda parte en la escena de un tribunal. Las antiguas
montañas y los firmes cimientos de la tierra (v. 2), en cuya presencia todo el drama de la elección y
liberación de Israel se ha desarrollado, son testigos. ¿Qué derecho tiene el pueblo de Dios de estar
hastiado del Dios del pacto, de ignorarlo a él y su reclamo del pacto sobre ellos? Su hastío es una
discriminada y equivocada ingratitud; el Señor no se ha hastiado de ellos, sino que los ha llevado
sobre sus brazos eternos para sacarlos de la casa de la servidumbre al descanso y la libertad de la
tierra prometida, proveyéndoles guías proféticos, sacerdotales y carismáticos y convirtiendo la
maldición de sus enemigos en bendición. Sus hazañas redentoras (v. 5) dan prueba de su fidelidad al
pacto y son una acusación dirigida a la infidelidad de su pueblo (vv. 3–5). La gente no tiene respuesta
a esta acusación. Lo único que puede preguntar es: “¿Cuál es el camino de regreso a Dios cuyo pacto
hemos violado? ¿Es por el camino de ofrendas extraordinarias, libaciones sin límites o sacrificios
humanos inhumanos?” (vv. 6–7). El hecho de que hagan la pregunta así es en sí mismo una indicación
condenable de que han crecido en su “hastío” y olvido hacia su Dios. Porque el Señor les había
declarado lo que es bueno. Su ley puso de manifiesto su voluntad pactual para su criatura, el hombre;
y sus profetas les han llamado la atención en vano para que se vuelvan y hagan esa voluntad. Amós
les pidió que hicieran lo justo; Oseas les había enseñado, en palabras escritas con lágrimas, amar la
misericordia; e Isaías los exhortó a humillarse ante su Dios. (v. 8)
6:2 Para la controversia entre el Señor y su pueblo comp. Is 3:13–16; 5:3–4; Os 4:1; 12:2. En Jer
25:31 la controversia del Señor es con toda la nación.
La creación de Dios (las montañas y los cimientos de la tierra) perdura para siempre; es
prepotentemente anormal que su pueblo (y también la creación, comp. 43:1, 6, 7, 15; Mal 2:10)
puedan fallarle.
6:4 A Aarón y Miriam se los menciona sólo aquí en los profetas. Que sus nombres se mencionen
en conexión con el éxodo es del todo natural. (Comp. 4:14–16, 27–31; 15:20–21)
6:5 Para la historia de Balac y Balán vea Nm 22–24, ante todo 22:6, 18, 38; 23:8, 11, 12, 20.
Sitín era para los israelitas el último baluarte hacia el este del Jordán antes de la entrada a Canaán,
Guilgal el primer campamento sobre la orilla oeste (Jos 3:14:20). Conocer los actos salvíficos del
Señor es encontrarse con ellos como realidades vivientes en la vida de uno y actuar en concordancia
con la voluntad del pacto que Dios reveló en ellos, hacer justicia, amar la misericordia y humillarse
ante Dios (8). Comp. Is 1:2–3, donde “Israel no conoce” significa que Israel no actúa de acuerdo con
el hecho de que Dios lo ha criado como su hijo; y Os 4:1–2, donde “desconocimiento de Dios”
significa “perjurar, mentir y matar, etc.”
6:7 El sacrificio humano no fue, desde luego, una parte del sistema sacrificial prescrito por la
Ley; casos que ocurrieron en la historia de Israel (2R 16:3; 21:6) son marcados como una “práctica
abominable” pagana.
6:8 Ya te ha declarado Comp. Mr 10:19.
Practicar la justicia. Comp. Am 5:24.
Amar la misericordia. Comp. Os 6:6.
Vivir humilde. Comp. Is 29:19.
Este pasaje parece que estuvo en la mente de Jesús cuando habló de “asuntos más importantes de
la ley”. (Mt 23:23)
6:9–16 Se oye de nuevo al SEÑOR, no como una parte litigante que reclama ante la ley, sino
como Acusador y Juez. Se dirige a los comerciantes y traficantes astutos, sagaces, que son hombres
exitosos que operan con medidas adulteradas (v. 10), balanzas falsas, pesas alteradas (v. 11) y
lenguas engañosas (v. 12) y recurren a la violencia (v. 12) cuando la honestidad fracasa. El Dios de la
“justicia” y “misericordia” (v. 8) no puede olvidar el engaño ni absolver a los malhechores. Por lo
que (v. 13) él los castiga en su propia forma de pecar; él condena a estos hombres sensatos y exitosos
a una vida que no da sentido y no sabe de éxitos (vv. 14–15). Y los castigará por sus pecados. Ellos
van por los caminos de Omri y de Acab, esos inescrupulosos, brillantes y exitosos monarcas de
Samaria, cuyos “éxitos” arruinaron a la ciudad espléndida que construyeron (1:6–7); así como
vivieron, así les irá también - lo mismo su ciudad caerá en desgracia y será desolada. (v. 16)
6:10–11 En cuanto a pesas y medidas adulteradas comp. Dt 25:13–16; Pr20:10; Am 8:5–6.
6:16 Nada se sabe de ciertos decretos específicos de Omri que se avendrían bien al presente
contexto. Éstos, lo mismo que las prácticas de la casa de Acab, describen los temperamentos y los
métodos de estos poderosos y exitosos reyes, por lo demás irreverentes. (1R 16:21–22:40)
Para el significado de ridículo como “objeto de desprecio”, comp. Jer 25:9; Lm 2:15–16; Ez
27:36.
7:1–7 El profeta en su búsqueda por un hombre piadoso (v. 2) entre su pueblo, está frustrado y
desilusionado como alguien que está entre los árboles frutales y los viñedos después de que los
cosecheros han recogido hasta el último higo y el último racimo de uvas (v. 1). El hombre piadoso
(que ama la misericordia y que camina en humildad junto a su Dios, (6:8) y el hombre honrado (que
practica justicia, 6:8) ya no existe: ahora vale hombre contra hombre, hermano contra hermano (v. 2).
Príncipes y jueces y magnates en su intensa e inescrupulosa búsqueda de su autoestima, constituyen
una enmarañada red del mal, un cerco de zarzas y espinos que atrapan y lastiman al incauto (vv. 3–4).
El día de su castigo, que sus centinelas, los profetas, anticiparon, el día de su confusión, ya no es un
evento lejano, ya está cerca (v. 4). Ya sienten el gusto amargo de su destino en una sociedad donde
todos los lazos que unen a la gente están rotos y nadie puede confiar en nadie (vv. 5–6); este es el
resultado de un despiadado individualismo del que hicieron su filosofía de vida. Para una sociedad tal
no hay una esperanza humana; el profeta y los que ponen atención a su palabra, no pueden menos que
buscar al SEÑOR, el Dios de su salvación; sólo él puede responder a sus oraciones en pro de un
pueblo mejor y un día mejor, más allá del presente día del juicio. (v. 7)
7:4 Para los profetas como centinelas sobre el pueblo de Dios comp. Is 21:6; Jer 6:17; Éx 3:17.
7:5–6 Comp. Ro 1:28–31 por un caso similar del juicio de Dios; Dios abandona a gente al
infierno social que su “mente ruin” ha creado. Nuestro Señor usa el lenguaje de Miqueas para
representar la tragedia de la división que su venida produce. (Mt 10:34; Lc 12:53)
7:7 Comp. Is 8:16–18.
1) 7:8–10 Arrepentimiento
7:8–10 Por más deprimente que sea la presente perspectiva, la palabra profética, hablada en el
Espíritu del Señor (3:8), finalmente no habrá sido hablada en vano. Todavía habrá un remanente del
pueblo de Dios que en arrepentimiento estarán de acuerdo con el juicio de Dios sobre un pueblo
pecador y que en fe esperan la liberación del Dios que justifica al impío. Caídos en tinieblas,
soportando la indignación del Señor contra el que pecaron (el remanente no consiste en santos sin
pecado sino en creyentes), saben que el Señor será su luz, que el Dios que ahora está ocultando su faz
ante ellos, los conducirá a la vida y la victoria
7:8 Enemiga mía. Uno pudiera pensar en un pueblo vecino tal como Edom, notoriamente
vengativo hacia Israel (comp. Is 34:8 y ss.; Sal 137:7; Abd 10–15). La alegría del enemigo por el mal
de Israel es una burla hacia el Dios de Israel (comp. v. 10) y así invita a su juicio.
7:9 Para la aceptación en arrepentimiento del juicio de Dios, comp. Sal 51:3–4; Ro 3:4. También
Lc 7:29, donde se habla de “pecadores que reconocieron que el camino de Dios era justo y fueron
bautizados por Juan”.
Liberación, lit. “justificación”. El idioma de este pasaje es parte del trasfondo del A. T. del uso de
Pablo de “justicia de Dios” y “justificación por la fe.” Ro 1:17; 3:21 31.
2) 7:11–13 Promesa
7:11–13 A un pueblo penitente le es dada la promesa ilimitada. Los muros de la ciudad hecha
ruinas serán reconstruidos y las fronteras del pueblo de Dios serán extendidas para contener gente de
todas las naciones (vv. 11–12), que acudirán a la ciudad de Dios para escapar del juicio de la tierra
desolada por culpa de sus habitantes.
7:11 Para la extensión de las fronteras de la tierra santa en el siglo venidero comp. Is 26:15; Am
9:12; Abd 19–20; Sof 2:4;10:10.
7:12 Como el punto culminante (de mar a mar, etc.) lo indica, el propósito del versículo es
mostrar la extensión universal de las fronteras del pueblo de Dios.
7:13 La tierra, o sea, todo lo que no está dentro del precinto sagrado de la tierra santa. (Comp. Ap
22:15)
3) 7:14–15 Oración
7:14–15 Un pueblo con una promesa tal para vivir puede orar con nuevo fervor y confianza. Oran
al Pastor de Israel para que guíe a su pueblo de regreso a las pasturas verdes de la tierra prometida (v.
14). Y su oración es escuchada; serán testigos otra vez de las maravillas del día cuando el Señor sacó
a su pueblo de Egipto. (v. 15)
7:14 Basán y Galaad, tierras buenas al este del Jordán que alguna vez pertenecieron a Israel, Jer
50:19.
Para Dios y Cristo el Buen Pastor comp. 2:12; 4:6; Sal 23:1; 80:1; Is 40:11; Jer 23:16; Ez 34:11–
24; 37:24–28; Zac 9:16; 10:3; Mt 18:10–14; (Lc 15:3–6); Mr 6:34; Jn 10:11–18; Heb 13:20.
4) 7:16–17 Promesa
7:16–17 Verán con admiración más cosas maravillosas que sus padres vieron cuando salieron de
Egipto. Las naciones no sólo temblarán de terror y espanto como a causa del éxodo cuando vieron el
poderoso y desnudado brazo del Dios de Israel (Éx 15:1416); con espanto volverán al Señor y se
unirán con Israel en santo temor al Dios redentor.
7:16 Llevarán la mano a la boca, o sea, reducidos al silencio, Job 21:5; 29:9.
7:17 Volverán temerosos al SEÑOR, en arrepentimiento y santo temor. (Comp. Os 3:5)
5) 7:18–20 Alabanza 7:18–20 El libro de Miqueas termina con una de las mayores doxologías del
libro del A. T. en donde tanto abundan. Es cantado en alabanza al supremo Perdonador. Él per-dona
con alegría y manos llenas porque su mayor placer es amar en serio (v. 18). Él perdona con
compasión y por lo tanto en forma absoluta; Él pisotea las iniquidades de su pueblo penitente bajo
sus pies, y arroja sus pecados en lo más profundo del mar, para nunca más aparecer como acusadores.
El Dios que bendijo a Abraham y lo hizo bendición para todas las familias de la tierra (Gn 12:1–3),
que cumplió con Jacob (Gn 28:13–15) y se comprometió él mismo a bendiciones con un juramento
(Gn 22:1518) no se dejará impedir de bendecir a causa de los pecados de la simiente de Abraham y
las transgresiones de los hijos de Jacob. Él, el juez, puede y quiere ser el libertador que tratará con la
transgresión y el pecado en forma radical y definitiva. Con esto, la luminosa sombra de la cruz cae
sobre la última página del antiguo libro de Miqueas.
7:18 El poder de Dios de encarar con su incomparable grandeza la tragedia desesperante del
pecado humano es lo que más impresión causa en el hombre: “Pero en ti se halla perdón, y por eso
debes ser temido”. (Sal 130:4)
7:20 Comp. Lc 1:55.
NAHÚM
INTRODUCCIÓN
Nada se sabe de la persona de Nahúm; incluso el sitio de su hogar, Elcós, es incierto. El tiempo de
la actividad del profeta está entre la caída de Tebas, Egipto, 363 a. C., que él menciona (3:8–8), y la
caída de la capital de Asiria, Nínive, en 612 a. C., que él anticipó. Su mensaje, que está expresado en
un lenguaje poético de lo más poderoso y apasionado que se conoce en el A. T., puede ser resumido
en la buena nueva de 1:15 “¡Celebra tus peregrinaciones, Judá! ¡Paga tus votos! Porque no volverán a
invedirte los malvados”. La presión ejercida durante siglos por el imperio asirio, exitoso en todo el
cercano este, el triunfo de los asirios sobre el reino del Norte, Israel, 722 a. C., el señorío de los
asirios sobre Judá y la infiltración de las ideas y los ídolos asirios en la vida del reino del norte, no
eran meramente asuntos de preocupación nacional para el pueblo de Dios. No era meramente que su
orgullo patriótico estaba herido. Su fe fue sacudida mientras que observaban el triunfo de este reino
del mundo. Cuando vieron que su tierra que el Señor le había dado a sus padres, caía en manos de un
poder que ignoraba y ridiculizaba su señorío, eran un pueblo que andaba en las tinieblas y moraba en
una tierra de profundas tinieblas. ¿Dónde estaba su Dios? ¿Se había olvidado de su pueblo? ¿Había él
abdicado?
Nahúm fue facultado para traer la respuesta de Dios a esta oscura agonía de su pueblo, y
pronunciar su palabra de juicio sobre los “incesantes males” (3:19) del orgullo imperial asirio y su
palabra de pro-mesa para su pueblo sufriente. Si hay una ironía y una burla en la palabra de Nahúm,
eso no es una expresión de orgullo nacional de Judá o de vindicaciones humanas. Es más bien una
expresión de fe en la superioridad soberana del Dios de Judá. “El que está sentado en el cielo se ríe de
ellos; el Señor se burla de ellos”. (Sal 2:4). La iglesia puede, en sus horas oscuras, sacar coraje de
esta risa de Dios y puede aprender a esperar confiadamente para el día cuando él ponga su rey sobre
la colina santa que es más alta y permanente que el monte Sión.
1:2–11 El oráculo concerniente a Nínive comienza con un himno que es muy amplio en su
adoración de la ira celosa, el poder vengativo, y la bondad fidedigna del SEÑOR. El poder de los
asirios no aparece hasta el versículo 11. El himno es también marcadamente tradicional en su
lenguaje e imaginación; casi cada giro de su estilo poderoso puede ser un paralelo de los profetas o
poetas de Israel. Es como si el profeta estuviera copiando del libro de himnos de su pueblo, así como
los hombres de la iglesia hoy día se vuelcan al “Te Deum”. “Castillo fuerte” o “Dios, nuestro auxilio
en los pasados siglos” para grandes ocasiones, usando el lenguaje de sus padres para expresar la
oración y alabanza de la fe de hoy en día. Esta introducción general, tradicional para los cánticos de
triunfo sobre la inminente caída de Nínive sirve para un propósito: dirige los ojos de los hombres
sobre el Dios de sus padres, sobre su ira, su misericordia, su poder, y así bloquea el demasiado
humano impulso de considerar el triunfo de Dios como un triunfo personal, cargado de
resentimiento y orgullo egoísta. Hace que los hombres digan: “No a nosotros, oh SEÑOR, no a
nosotros, sino a tu nombre damos gloria” (Sal 115:1 RV). Y así el profeta ayuda a su pueblo a
responder a la convocatoria para que sigan celebrando sus peregrinaciones y cumplan con sus votos
con un regocijo matizado por un santo temor.
1:3 La frase lento para la ira aclara que la ira divina no es meramente una furia insensata sino una
acción deliberadamente judicial del Dios que no deja a nadie sin castigo.
1:3–5 El gran poder de Dios manifestado en la naturaleza es tal que toda la naturaleza tiembla y es
anonadada frente a su acercamiento.
1:4 El secarse del mar y de los ríos recuerda los poderosos hechos que acompañaron al éxodo de
Egipto (Éx 14:21; 15:19) y la entrada a la tierra prometida. (Jos 3:13–17; 4:23)
Basán (famoso por su fertilidad y sus poderosos robles), el monte Carmelo (cuyas laderas son
ponderadas en la Biblia por su belleza y fertilidad) y el Líbano (notable por sus vinos, cedros y
cipreses) no pueden hacer frente a la presencia aniquiladora de un Dios celoso y vengativo.
1:6–11 El himno cierra con tres preguntas desafiantes (6, 9, 10), todas designadas para mostrar
cuán irresistible es la ira de Dios.
1:6–8 Primera pregunta: Nadie puede resistir la indignación divina que viene inescapablemente
como lava ardiente y como un terremoto. Hay solamente una puerta abierta para el hombre:
refugiarse en él. Quienquiera que haga así, encuentra su gracia, una fortaleza en el día de los
problemas y más que eso: Dios conoce al hombre o sea, entra en una relación personal con el
hombre, lo hace a él su propiedad y tiene consideración hacia él. Para este sentido de conocer comp.
Sal 1:2; 37:18; 1Co 8:3; Gá 4:9 y para lo negativo “ no conocer ” Mt 7:23.
1:9–10 Segunda pregunta: Quizás se dirige a Nínive o Asiria. No habrá necesidad de tomar
venganza una segunda vez porque el primer juicio será el final. Esto se concretó en Nínive; nunca
más se levantó después de sucumbir. Las espinas enredadas (o entretejidas) son probablemente una
alusión a la fuerte defensa de Nínive.
1:11 Tercera pregunta: Esto parece ser una alusión a las palabras burlonas y despectivas del
comandante en jefe, enviado por el rey Senaquerib para demandar la rendición de Jerusalén en 701 a.
C. Comp. Is 36:1, especialmente vv. 16–20 por infame consejero.
1:12–15 El himno es seguido por 3 oráculos, todos conectados en forma directa con la venida de
la catástrofe de la caída de Nínive. El primero (vv. 12–13) es una promesa de liberación dirigida a
Judá. La segunda (v. 14) está dirigida a Nínive y anticipa el fin de su nombre, sus dioses y su vida. La
tercera (v. 15) es un grito de regocijo anunciando la venida del MENSAJERO quien proclama las
buenas nuevas a Judá.
1:12 A Nahúm se lo critica a veces porque él no trata como otros profetas los pecados de su
pueblo. Pero aquí sí que lo hace; el verbo usado aquí para afligir muchas veces es usado para el
castigo de Dios de su pueblo por sus pecados: 1R 8:35; 11:39; 2R 17:19–20; Is 64:12; vea también Is
53:7 donde es usado con respecto al Siervo quien sufre por los pecados de su pueblo. Para Asiria
como el instrumento de Dios para disciplinar a su pueblo pecador, “la vara de su enojo” comp. Is
10:5 y ss.
1:15 La primera mitad del versículo se encuentra también en Is 52:7; contiene, y ayuda a definir,
dos términos que llegaron a ser centrales en la proclamación del Nuevo Testamento: buenas nuevas,
el evangelio como noticias de la acción de Dios que libera a su pueblo de una situación desesperada;
y paz, en el sentido de una condición, deseada y creada por Dios, de estabilidad, salud y bienestar. Las
palabras de Nahúm son por lo tanto uno de los incontables postes indicadores que señalan a Cristo
cuya venida significaba paz en la tierra (Lc 2:14) y quien “es nuestra paz” en persona. (Ef 2:14)
Judá, al observar sus fiestas y cumpliendo sus votos, ofrecerá alabanza y gratitud al Dios que ha
eliminado a su opresor (los malvados). Las fiestas de Israel conmemoran los hechos salvíficos de
Dios (por ej. la Pascua), y el cumplimiento de sus votos es, como el salterio nos enseña, la expresión
de agradecimiento a Dios. (Comp. Sal 22:25; 50:14–15; 61:8; 65:1)
2:1–13 En un estilo de ritmo vivaz el profeta ilustra, en una serie de flashes dramáticos, la
inminente caída de la ciudad; la ciudad oye cómo se acerca el enemigo y se prepara para enfrentar el
ataque (v. 1); el enemigo aparece en magnificencia terrorífica y recio vigor militar (vv. 3–4); toda
defensa es inútil (v. 5); hay pánico y la gente huye del palacio y de la ciudad (vv. 7–8); el enemigo
saquea el inmenso tesoro de Nínive (v. 9). El resultado es una escena de desolación, ruina y angustia
(v. 10) que está en fuerte contraste con el anterior poder brutal, agresivo y orgulloso de Nínive y su
regocijo por su saqueo (vv. 1112). La palabra final del Señor (v. 13) marca la caída de Ninive y
provee la transición al c. 3.
2:1 El enemigo queda sin nombre; está identificado sólo por su efecto sobre Nínive (destructor).
El último análisis Dios mismo es el destructor. Las voces de mando (vigías en el terraplén) van
dirigidas a los gobernantes y al pueblo de Nínive.
2:2 Esta palabra aclara que el Señor está obrando aquí y que el juicio terrible a punto de ser
proclamado no es un fin en sí mismo. Dios nunca está simplemente en contra de algo o alguien; su
juicio sirve a su propósito de salvación, de restauración de su pueblo oprimido y explotado, que
ahora es una semblanza de un árbol con ramas peladas y quebradas y también despojada de hojas y
frutos.
2:5 Aparentemente es el rey de Asiria quien convoca a sus oficiales para supervisar una
desesperada defensa de la ciudad. Todos van corriendo hacia la muralla, tropezando en su apuro, sólo
para encontrar que no pueden rechazar al enemigo porque los atacantes están protegidos por un
parapeto portátil, o sea una estructura movible que los protege contra cualquier proyectil tirado
sobre ellos desde la muralla.
2:6 Las puertas del río pueden ser puertas que abren hacia el río o puertas esclusas que se abren
para desagotar el foso y permitir que el enemigo pueda entrar a la ciudad. En cualquier caso la
apertura de puertas parece ser el momento decisivo en la toma de la ciudad; sobreviene el pánico,
huida y pillaje. (vv. 6b-9)
2:7 La reina de Nínive y sus doncellas se enfrentan el cautiverio; son degradadas y llevadas al
exilio. La palabra traducida “palacio” en el v. 6b puede significar también “templo”; algunos
intérpretes por lo tanto toman la palabra doncella como significando la estatua de Istar, la diosa asiria
de la guerra y de la fertilidad; las criadas serían entonces las prostitutas cultuales a su servicio. Esta
interpretación parece la más probable, dado que doncella no dice nada y no hace nada (natural en una
estatua) mientras que las criadas se lamentan y se golpean el pecho.
2:8 La imagen de la fosa agotada ilustra la huida precipitada de las masas de soldados que en su
pánico son sordos al comando de sus oficiales (¡deténganse!).
2:9 Los invasores se describen como apurando uno al otro mientras que saquean la ciudad.
2:10 Devastación y desesperación son la secuela del saqueo. El cuerpo, a pesar de ser el asiento de
la fuerza del hombre (comp. 2:1) es el lugar visible afectado por la aflicción (Sal 66:11) y la angustia
(Is 21:3).
2:11–12 La prominencia del altivo y feroz león en la religión y el arte asirios puede haber
sugerido la ilustración usada aquí para contrastar el orgullo y el regocijo de Nínive por los frutos de
su brutal conquista militar con la desolación y ruina que la esperan ahora.
2:13 El juicio de Dios efectuará la caída de Nínive, no meramente una combinación de factores
políticos y militares; Dios, no meramente las naciones que se levantan para destruir a sus tiranos;
Dios, el Dios de la justicia esta en contra de ella. Los mensajeros son los enviados de Asiria y
oficiales que representan el poder político de Asiria y del imperio como lo representan los carros y
su poder militar.
3:1–7 Esta segunda visión cubre en breves palabras buena parte del tema de la primera. Pero hay
un énfasis sobre la culpa de Nínive, preparado por 2:13 y tocado en 2:2 (“saqueadores”) 2:11–12
(“fosa de leones”) pero aún no del todo explicados.
Aquí Nínive es tildada como la ciudad de la sangre, mentira y rapiña (v. 1) y como la prostituta de
mortal encanto el poder imperial que combina poder militar brutal con diplomacia engañosa para
acarrear sobre sí misma el odio de todos los que fueron sus víctimas; no hay nadie que lamente la
caída de Nínive. (v. 7)
3:2–3 Nuevamente el ataque sobre Nínive es ilustrado en una serie de exclamaciones. El énfasis
que recae sobre la multitud de muertos es nuevo.
3:4 La prostituta es aquí la ilustración de una seducción y engaño maliciosos. Para un ejemplo de
los encantos mortales de Asiria vea las palabras del general enviado por Senaquerib para demandar a
Jerusalén que se entregue en Is 36:13–20, especialmente 16–17.
3:5–6 El castigo de Nínive es ilustrado en términos de una degradación pública a la que son
expuestas las prostitutas o mujeres adúlteras. (Comp. Ez 16:35–43)
3:8–13 Predecir la caída de Nínive le debe haber aparecido a los contemporáneos de Nahúm,
quizás a Nahúm mismo, un destino, o en el mejor de los casos una idea descabellada: ¿cómo podía
ser devastada esta organización imperial intrincada, con sus vastos recursos políticos y militares, con
esta ciudad de sus inexpugnables fortificaciones? La respuesta dada a los hombres de poca fe son
estas palabras: Dios el destructor había destruido antes ciudades invencibles: Tebas de Egipto (No-
Amón) tan estratégicamente ubicada como Nínive (v. 8), apoyada por auxiliares poderosos (v. 9),
capital de un orgulloso imperio, había caído hacía poco tiempo (663 a. C.) en manos del rey
Asurbanipal de Asiria y había sufrido el cruel destino de una ciudad capturada (v. 10). La copa del
juicio de Dios que Asiria había acercado a los labios de Tebas debía ser tomada ahora por Nínive.
(vv. 11–13)
3:8 Tebas no estaba ubicada sobre el mar pero las anchas aguas del Nilo la protegían en forma
efectiva.
3:9 Una dinastía etíope gobernaba a Egipto durante el tiempo en que Tebas fue capturada. Put es
probablemente la tierra de Somalia sobre el mar Rojo. Los libios vivían hacia el oeste de Egipto.
3:10 Sobre sus nobles echaron suertes para determinar de quién serían esclavos. (Comp. Jl 3:3; Ab
11)
3:11 La ira de Dios es frecuentemente ilustrada como una copa de la cual los enemigos de Dios
deben beber para su confusión y caída. (Comp. Sal 75:8; Is 51:17, 22; Jer 25:15–29; Lm 4:21; Ez
23:32–34; Hab 2:16)
3:13 La palabra mujeres describe a los hombres como que habían llegado a ser débiles y
miedosos. Las barras son cerraduras que aseguran las puertas de la ciudad.
3:14–17 En una serie de órdenes irónicas se le dice a Nínive que haga lo imposible para
defenderse a sí misma, que se provea de agua (necesaria en caso de un estado de sitio, v. 14), que se
realice nuevas construcciones, para reforzar sus ya de por sí monumentales construcciones (v. 14),
incremente el personal de la explotación económica y la administración política y militar de los
territorios conquistados (vv. 15b-17a). Pero todo va a ser en vano; el fuego y la espada del enemigo
van a devorar todo lo que tienen por delante, como una manga de langostas (v. 15 a), y el enjambre de
oficiales desaparecerá tan repentina y misteriosamente como una manga de langostas. (vv. 15a, 17b)
3:15 Para un retrato vivido de la devastación producida por las langostas vea Jl 1:4- 2:11.
3:17 Los escribas probablemente eran funcionarios encargados de la recolección de impuestos en
países subyugados. El punto de comparación con los saltamontes y las langostas es la misteriosa
celeridad de su desaparición.
3:18–19 Un poema breve en un estilo de un lamento por los muertos, acentuando la finalidad del
destino de Nínive, lleva el libro de la visión de Nahum a un fin sombro e impresionante.
3:18 Pastores (esto es guías) y nobles duermen el sueño de muerte abandonando detrás de ellos a
un pueblo sin guía e impotente como un rebaño dispersado.
3:19 El destino de Nínive es irrevocable, Dios la ha herido de muerte. Y entre todos los millones
de seres humanos sobre quienes Asiria alguna vez reinó no hay nadie para lamentar su caída. Todos
aplauden con las manos en un regocijo salvaje y reivindicativo por su ruina. Ésa es la cosecha
levantada por hombres que habían sembrado maldad incesante.
HABACUC
INTRODUCCIÓN
Fue la tarea profética de Habacuc interpretar para el pueblo de Judá el significado del surgimiento
del poder mundial babilónico que sucedió a Asiria como conquistador y dominador de las naciones
del cercano oeste. Nínive, la capital de Asiria, cayó ante Babilonia en 612 a. C. La caída del señorío
asirio hizo surgir la esperanza de que nuevamente pudiera haber un pueblo de Dios independiente y
poderoso, una esperanza que el rey Josías de Judá se esforzó en realizar. Cuando Josías murió en una
batalla contra el faraón Necao en 609 a. C., esa esperanza murió con él. Judá fue sometido al dominio
de Egipto, y cuando Egipto fue derrotado por el babilónico Nabucodonosor en el año 605 a. C., el
poder babilónico surgió como la próxima amenaza a la libertad y la existencia misma de Judá.
Joacím, el malvado sucesor del buen rey Josías, llegó a ser un vasallo (aunque uno infiel) de
Babilonia, y su país sufrió repetidas incursiones de las tropas babilónicas (2R 24:1–2). Es en este
periodo entre 605 y 597 a. C. (la fecha del primer sitio y rendición de Jerusalén) que la actividad
profética de Habacuc puede ser ubicada con más naturalidad. Los días prometedores de Josías, el
reformador de la vida religiosa de su pueblo y el restaurador (como se esperaba) del reino davídico,
condujeron a los días de Joacím que “hizo lo que ofende al SEÑOR” (2R 23:37); El mal abunda en el
país y la amenaza que presentan los babilonios ya no es una nube del tamaño de una mano sino una
enorme tormenta seguida de grandes desastres.
Habacuc desmiente la noción falsa pero muy divulgada de que los profetas eran los naturalmente
dotados intérpretes independientes del propósito de Dios en la historia. En la historia de Habacuc hay
una serie de preguntas angustiantes a las que él mismo no encuentra respuesta. Necesitaba una
revelación, una respuesta de Dios, para capacitarlo a entender e interpretar lo que veía en la historia
de su propio pueblo y de las naciones. Él vio en sus mismos connacionales cómo la voluntad de Dios
del pacto de Judá era desobedecida, y cómo Dios desoyó aparentemente el grito del profeta de
“¿hasta cuando?” (1:2–4). Cuando Dios al fin responde a la protesta del profeta, dirige sus miradas
hacia la historia de las naciones, a los caldeos (babilonios) que él estaba levantando para ser el azote
de su pueblo desobediente. (1:5–11)
El profeta acepta la respuesta del Señor en fe (1:12); pero la respuesta del Señor levanta más
preguntas que respuestas: ¿cómo puede Dios permitir, e incluso promocionar el mal a los efectos de
que de ahí pueda surgir el bien? ¿Cómo pueden sus ojos puros mirar sobre esta crueldad monstruosa
y exitosa de una nación que hace de su poder su derecho y deifica su propio poder (1:12–17)? En
tensa expectativa, el profeta está a la espera de la respuesta del Señor a su renovada protesta. (2:1). La
respuesta del Señor no es un diagrama que aclara el misterio de cómo Dios gobierna la historia; la
respuesta misma dice que todo puede ser comprendido, sólo desde el punto de vista estratégico del
fin, la meta y conclusión de los tratos de Dios con la humanidad (2:3). Esto le da a la fe una luz para
su camino y vida, puesto que enfrenta a cada persona con una pregunta, ya sea o no un miembro del
pueblo de Dios, y la pregunta es: ¿cómo se presenta usted ante el Dios cuyos caminos no puede
comprender? ¿Confía usted en sí mismo o vive por la fe en él (2:4)? El destino del individuo cuya
alma no es recta en él sino que está inflamado por el vino y lleno de arrogancia y codicia (2:4–5) está
retratado en la quíntuple maldición pronunciada sobre él, amenazándolo con retribuciones del
SEÑOR, ante quien toda la tierra debe guardar silencio (2:6–20). Para la persona creyente, humillada
por la sobria respuesta de Dios, ahí aparece la visión de Dios que como de antiguo actúa para la
salvación de su pueblo (3:1–15). La fe sabe ahora que sólo en él hay vida. El profeta, sacudido y
temblando, ha olvidado ya sus cuestionamientos impacientes y puede esperar tranquilo hasta que la
visión haya alcanzado su tiempo señalado (3:16; comp. 2:3) y puede enfrentar un futuro acerca de
cuyas realidades macabras no tiene ilusiones, regocijándose en el Dios de su salvación. (3:17–19)
La pregunta hecha por Habacuc obedecía a una ocasión histórica particular y la respuesta que
recibió era para fortalecer su fe y la de su pueblo en esta situación particular. Pero la pregunta de
Habacuc es perenne y la respuesta del Señor es válida más allá de la primera ocasión. En este siglo de
comunicaciones rápidas e intensas, que vuelcan todos los desastres del mundo en nuestros oídos hora
tras hora, la pregunta que inquietó a Habacuc es más grande e insistente que nunca: ¿Por qué Dios no
hace algo? Y seguimos adelante con el engaño presuntuoso de que los caminos de Dios (aun después
de la grande y misteriosa revelación de su amor en la cruz) deben de alguna manera hacerse
transparentes para nosotros. La respuesta divina dada a Habacuc es que basta con que esos caminos
sean luminosos; que hay cuestiones que no tenemos derecho de preguntar y respuestas que no
tenemos derecho de esperar; y que Dios ahora mismo está haciendo algo por nosotros, y es más: que
está haciendo algo que es de una importancia decisiva y permanente para cada uno. Se nos pregunta si
estamos conformes con poner nuestra mano en la de él y caminar con él hacia la meta; si en medio de
las incertidumbres oscuras y amenazantes del futuro del mundo y de nuestro propio ser, nos dejamos
enseñar por él para pronunciar el resuelto SÍ a sus caminos, de la misma forma que nuestro Señor
Jesucristo pronunció antes que nosotros, y si nos hacemos eco del canto final de Habacuc: “Aún así,
yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!”
1:1–4 Habacuc le protesta al Dios del pacto (SEÑOR), el dador de la ley (v. 4) y el guardián de su
funcionamiento (justicia), que la voluntad del pacto de Dios está siendo violada en medio del pueblo
del pacto. ¿Por qué el Dios de la justicia es sordo a su grito y aparentemente indiferente a la violencia
(v. 2), equivocaciones, problemas y destrucciones (v. 3), y el triunfo del malvado sobre los justos? (v.
4)
1:2 Violencia, quebrantar la ley y violar la justicia, es una palabra recurrente en Habacuc. (Comp.
1:3, 9; 2:8, 17)
1:4 El verbo traducido se descuida literalmente significa “se torna frío”. La ley es como una
mano helada que no puede luchar con el mal. Las expresiones que usa el profeta (conflicto, contienda,
ley y justicia) no parecen referirse a condiciones dentro de Judá sino más bien, como algunos
piensan, a la violencia a nivel internacional.
El grito de Habacuc es un grito de fe angustiada y titubeante, pero fe al fin. Grita justo porque está
convencido de que Dios es el Dios de la justicia y el Guardián del pacto y tiene la voluntad y el poder
de intervenir.
1:5–11 La réplica del Señor es una respuesta a la reconvención del profeta. La maldad y la
violencia en Judá no quedarán sin castigo, los caldeos serán su azote para castigar a Judá (comp.
1:12). Pero los términos mismos con que él describe este azote indican que la respuesta del Señor es
una que, lejos de ser una demostración de su justicia que hace innecesaria la fe, llama por el
asentimiento de la fe que cree aunque no pueda ver. Pues el trabajo que el Señor está realizando es
una obra asombrosa, una obra increíble (v. 5). Realizará su obra con una herramienta oxidada, una
nación despiadada e impetuosa (v. 6), rápida para conquistar territorios, comparable solamente con
bestias depredadoras (leopardo, lobos y buitres, v. 8), desdeñosa hacia toda autoridad establecida
(reyes, gobernantes, v. 10), sin dejarse intimidar por cualquier obstáculo en su camino (v. 10).
Ciertamente son, de acuerdo a la descripción del Señor de ellos, la verdadera personificación de lo
que están designados a castigar: la violencia es el fin y objeto de su ser (v. 9); su fuerza es su derecho
(v. 7), y su poder es su dios (v. 11). Hombres culpables (v. 11) son los instrumentos de la justicia
divina.
1:5 Los verbos mirar, ver, etc., son plurales; el profeta se dirige a todo el pueblo tanto malvados
como creyentes.
1:6 Los caldeos son los babilonios. Para el uso de Dios de naciones paganas como instrumentos
de su justicia vea Is 10:5–27; Jer 25:1–13; 51:20–23. Dios incluso se puede referir a Nabucodonosor
rey de Babilonia como a su “siervo”. (Jer 25:9; 27:6; 43:10)
1:10 En lugar de abrir una brecha en el muro de una fortaleza estos conquistadores levantaron una
rampa de tierra a la par de la muralla para escalarla.
1:12–17 La respuesta del Señor a la primera reconvención del profeta exigía fe; y el profeta
respondió con fe. Reconoce el propósito divino de usar a los caldeos como un juicio y castigo de
Judá y se aferra al SEÑOR, (mi santo Dios mi Roca), convencido de que separado de él está muerto
(no morirás, v. 12).
Pero su fe no puede estar de acuerdo con la repugnante manera cómo Dios encamina las cosas.
Todavía siente que debe atreverse a cuestionar esa forma, y desafía a Dios a rendir cuenta de su
propio actuar: ¿puede Dios, se atreve Dios a usar como sus instrumentos hombres que son culpables
de las mismas cosas que ellos deben castigar (v. 13, comp. v. 4)? ¿Puede el que creó a la humanidad a
su imagen rebajar a la gente al nivel de peces y reptiles (v. 14), permitiendo a estos despiadados
pescadores caldeos juntar a quienquiera en su red (v. 15)? ¿Se atreve Dios a alentar y fomentar la
autoglorificante idolatría del conquistador que adora su red y sus mallas, los instrumentos de su
conquista? (v. 16). ¿Este despiadado pescador internacional continuará teniendo éxito? ¿Vendrá
alguna vez el juicio? (v. 17)
1:12 Con roca se designa a Dios como un refugio confiable y seguro. (Comp. Dt 32:4, 18; 1S 2:2).
2:6–20 El destino del conquistador arrogante intoxicado está ilustrado por la burla que les hacen
las naciones violentas y la gente que ha sufrido bajo su mano. Las cinco maldiciones ilustran la
retribución divina que recae sobre él.
2:6–8 Primera maldición: contra el que se hace rico con lo ajeno. El severo acreedor llega a ser
asustado deudor; el saqueador es saqueado.
2:6 La prenda es un pedazo valioso de propiedad personal que se le da al acreedor como una
garantía de que el deudor debe pagar. El conquistador se carga a sí mismo con prendas cuando somete
a la gente conquistada a la obligación que tienen de pagarle impuestos o tributos.
2:9–11 Segunda maldición: contra aquel que llena su casa con ganancias injustas. La palabra clave
aquí es casa; note el término nido (v. 9) casa (v. 10) piedra, muro, vigas del enmaderado (v. 11). Casa
parece ser usada en un sentido doble, o sea, de una vivienda y de una dinastía. El conquistador aspira
a una fuerte y gloriosa posición dinástica que encuentra su expresión en un palacio real de piedra y
madera. La piedra y la madera obtenidas por la violencia, atestiguan contra él (v. 11), y la vergüenza
(v. 10) borrará su gloria.
2:12–14 Tercera maldición, contra el que construye una ciudad sobre asesinatos. El poder y el
prestigio de un estado y su casa real están focalizados y expresados en la ciudad capital, donde su
vida política, económica y religiosa están centralizados. También esto fracasará porque está
edificado sobre el derramamiento de sangre (v. 12) y el trabajo forzado de gente conquistada y
esclavizada (v. 13): el Señor de los ejércitos ha decretado que una ciudad tal no llegará a nada y será
destruida por el fuego (v. 13) de su juicio, (comp. Am 1:4, 7, 10, 12, 14; 2:2, 5). La meta de los
caminos de Dios es que la tierra sea llenada con el conocimiento de la gloria del Señor (v. 14).
Cuando la meta haya sido alcanzada, cuando él sea conocido, adorado y confesado como el Señor
por todos, ya no habrá lugar en la tierra para ciudades fundadas sobre la iniquidad y gloria del
hombre.
2:15–17 La cuarta maldición, contra el que emborracha a su prójimo. El lenguaje de la ebriedad
parece ser figurado, designado a ilustrar el poder conquistador tanto como usando la maña o la
fuerza para vencer la oposición y como deleitándose con la degradación de los vencidos. La
retribución punitiva divina los tratará así como ellos trataron a otros: tendrán que beber la copa del
juicio de Dios (comp. Is 51:17, 22; Jer 25:15–16; Lm 4:21), y el desprecio y la vergüenza (16) que a
otros infligieron recaerá sobre ellos.
2:17 La violencia que cometiste contra el Líbano se refiere a la tala de sus cedros para fines de
construcción de parte del conquistador (comp. Is 14:8; 37:24). La destrucción de animales puede
referirse a la caza mayor en la zona. El conquistador expresa su desprecio hacia el conquistado al
explotar su tierra como provisión de madera o coto de caza que adquirió a fuerza de saqueo. (Comp.
8)
2:18–20 Quinta maldición, contra el constructor de ídolos. Las primeras cuatro maldiciones son
muy obviamente descripciones del hombre cuya alma no es recta, como se ilustra en el v. 5. La quinta
maldición no tiene similitud con las anteriores en las que no se mencionan ídolos. Quizá esta última
maldición tiene el propósito de redondear o resumir la ilustración del hombre autónomo dada en las
maldiciones anteriores: El individuo autónomo y egoísta en sus principios, su determinación y su
búsqueda para su propia ganancia (vv. 6–8), que establece su propia dinastía (vv. 9–11), construye su
propia ciudad (vv. 12–14), y con arte y astucia alimenta su propio orgullo (vv. 15–17) y se fabrica sus
propios dioses (vv. 18–19). Sus dioses son meramente una proyección de él mismo (comp. 1:11, 16) y
su impotencia estúpida es la más deprimente clase de comentario del modo de ser inútil y fatuo de
una persona autónoma y egoísta. Si estos son sus dioses, fracasará de verdad.
2:18 Comp. Is 40:18; 44:9–20.
2:18–20 ¿Puede esto ofrecernos revelaciones? El punto principal de la crítica de Habacuc contra
los ídolos es que no pueden ofrecer una revelación, la palabra, de la que se alimenta la fe. El ídolo es
un maestro de mentiras (18) porque sólo puede decir lo que ya está en el corazón mentiroso del
artesano; es mudo (18, 19), carece de alien-to de vida (lit. “No tiene espíritu”): no puede inspirar
verdadera profecía, como lo puede el Dios verdadero. Al contrario, el SEÑOR, ante cuya presencia
toda la tierra guarda silencio (v. 20), es el Dios que habla y responde (2:1), da visiones que no mien-
ten (2:2–3), imparte conocimiento de su gloria (2:14), y puede dar a conocer su poderosa obra (3:2).
Él es un Dios en que la gente puede creer; pese a que ahora está en silencio sobre su trono en su santo
templo, vendrá la hora en que hablará y actuará abiertamente. (Comp. c. 3)
Los cinco ayes piden al profeta y su pueblo “vivir por fe, no por vista” (2Co 5:7). El poder del
mundo condenado no parecía estar condenado cuando Habacuc escribió esta visión; más bien estaba
en el ápice de su poder y gloria. Y los años siguientes habrían de traer más demostraciones del
asombroso éxito del proceder egocéntrico del individuo cuya alma no es recta; en 597 a. C. Babilonia
subyugó a Jerusalén, y en 586 a. C. Jerusalén fue destruida.
3:1–19 Es característico del pensamiento bíblico que Habacuc contrasta la persona mala bajo la
quíntuple maldición (2:6–20) no con el hombre creyente justo sino con la visión del Dios de la
salvación (3:3–15). Así hace Pablo en Romanos donde la terrible ilustración de la humanidad bajo la
ira de Dios (Ro 1:18; 3:20) es seguida por la proclamación de la justicia de Dios en acción (Ro 3:21–
31; comp. Ef 1:1–3 y 410). Esto destaca el hecho de que la fe no es una virtud en nosotros sino,
primero y ante todo, un recibir de Dios, un modo como el Dios de la salvación trata con nosotros.
El encabezamiento, la oración de Habacuc (v. 2), es una indicación de lo que sigue más bien que
una descripción de la misma. La oración, o súplica, de Habacuc consiste sólo en un versículo (v. 2). A
esto le sigue la visión de Dios que se encamina hacia la salvación de su pueblo, que es la respuesta de
Dios a su oración (vv. 3–15), y el capítulo termina con la reacción del profeta a la visión. (vv. 16–19)
3:1 Según Sigionot, es probablemente una indicación musical para el uso de la oración en el culto.
Se cree que sigionot describe un tipo de música alegre y movida. Observe también la indicación
musical al final (v. 19).
3:2 En su oración Habacuc recuerda también la obra anterior del SEÑOR, sus poderosas acciones
para la liberación de su pueblo (principalmente el éxodo), e implora al Señor actuar así y
manifestarse también ahora, en medio de nuestros días, para r ememorar su misericordia del antiguo
pacto en medio de su ira que la gente pecadora tenía bien merecida. (Comp. 1:2–4)
3:3–5 A Habacuc le es otorgada una visión de Dios, proveniente de Sinaí como hizo antaño
cuando llevó a su pueblo por la tierra de Edom (Temán, monte Parán, v. 3) hacia la tierra prometida,
revestido de esplendor (gloria, alabanza, brillantez, rayos, vv. 3–4) y armado con un terrorífico
poder para destruir (pestilencia, plaga, v. 5).
3:3 Temán, el distrito norte de Edom y Parán, un monte en Edom, hacia el sudeste de Palestina,
marca la ruta del SEÑOR, avanzando de Sinaí hasta Palestina.
3:6–7 La venida del Señor sacude al mundo (tierra, montes, colinas, v. 6) y llena de asombro a las
naciones (Cusán, Madián, v. 7). Sus caminos son como los de antes, cuando las naciones temblaban
ante la noticia de sus actos poderosos en bien de su pueblo. (Éx 15:13–18)
3:6 La tierra se estremece. RV Midió la tierra, o sea, la reclamaba como su propiedad.
3:7 Cusán parece ser un nombre poético para Madián, un pueblo nómada hacia el sur que se sintió
amenazado por el acercamiento del Dios de Israel. Las cortinas de sus campamentos son la tela de la
cual estaban hechas las tiendas de estos nómades; son personificadas y descritas como llenas de
temor, como lo eran los moradores de las tiendas.
3:8–10 También las aguas (ríos, mar, torrentes, abismo), aparecen como gimiendo ante los
furiosos arranques del divino “Hombre guerrero.” (Comp. Éx 15:3)
3:10 Las manos levantadas desde el abismo son las enormes oleadas que se levantan.
3:11 Como la tierra y el agua, los cielos están pasmados por el furioso esplendor de aquél cuyas
flechas y lanzas brillan con una luz que hace empalidecer al sol y la luna.
3:12–15 Aquí por fin el propósito de la venida de Dios (v. 2) llega a aclararse inequívocamente: es
para cumplir el propósito proclamado en la visión e inscrita en tablillas aguardando su tiempo (2:2–
3). Cuando Dios visita la tierra con furia, pisotea las naciones en su enojo, aplasta la cabeza de los
malvados, conquista a los brutales conquistadores de los pobres (vv. 13b-14), y pone fin a los poderes
del caos (mar, aguas), entonces lo que estaba aclarado en las tablillas se aclarará en el juicio: aquel
cuya alma no es recta en él, fracasará (2:4). Y entonces los que anduvieron por fe y no por vista,
vivirán (2:4), quiere decir, cuando Dios continúa con la salvación de su pueblo y de su Ungido, o sea,
los que son marcados y consagrados como suyos. (v. 13)
3:13 Para ungido como una designación del pueblo de Dios, comp. Sal 28:8. Es posible una
referencia al Mesías; entonces el significado sería que Dios, al salvar a su pueblo, vindicaría a su Rey
ungido. (Comp. Zac 9:9; Is 52:13–15; 53:10–12)
3:16–19 La respuesta del profeta a la visión es una de temor santo; está conmovido hasta lo más
profundo de su ser. Lo que ve ahora es: Este es un Dios al que hay que temer, y un Dios al que uno no
debe cuestionar. Sabe que no puede dar ninguna respuesta cuando es desafiado en cuanto a su
“reclamo” (2:1). Pero este temor no es incompatible con la fe. Éste es un Dios que con toda seguridad
cumple con su palabra, un Dios en el cual uno puede encontrar descanso, no importa con qué dureza
lo presionan a uno los enigmas y las agonías de la historia: Yo espero con paciencia (v. 16). Aún más,
este es un Dios al que uno puede amar. Aferrarse a él en fe es regocijarse en él, encontrar en él un
gozo que es independiente incluso de sus buenos dones y dependiente de él solamente: “Si estoy
contigo, ya nada quiero en la tierra.” (Sal 73:25)
3:19 Los pies de la gacela son ligeros y seguros, aun en terreno difícil.
Dios camina en los lugares altos de la tierra (comp. Am 4:13; Mi 1:3) en majestad triunfante y
llevará a los suyos con él en su marcha de triunfo. (Comp. Dt 32:13; 33:29; Sal 18:33)
Nota: La palabra fe aparece una sola vez en Habacuc (2:4); pero toda su profecía es una palabra de
fe, una fe angustiada, que cuestiona, busca, que encuentra reposo en Dios, y jubilosa al final,
garantizada por el amor de Dios, y todo esto frente al obstáculo para la fe que radica en la
escandalosamente misteriosa forma cómo Dios gobierna la historia. Cuando Pablo cita 2:4 en su
exposición temática de la justificación por la fe en Ro 1:17 no es más que correcto asumir que está
citando porque es consciente de este contexto original de la fe en Habacuc. Para Pablo como para
Habacuc, la fe está confrontada con una acción de Dios que es un enigma ofensivo, o sea, la debilidad
e insensatez de la cruz; porque tanto para Pablo como para Habacuc, la fe es fe sin obras, pues para
ambos es “esperar con paciencia” para que Dios haga su obra salvadora. Para ambos la fe no es uno
de los aspectos de la existencia del hombre delante de Dios sino que es la totalidad de la reclación con
él.
SOFONÍAS
INTRODUCCIÓN
Después del fin de la actividad profética de Miqueas (cerca de 700 a. C.) hay un largo silencio de
la profecía escrita. No es hasta cerca de 630 a. C. que la voz de la profecía se oye nuevamente, en las
palabras de Jeremías, Nahúm, Habacuc y Sofonías. Estos 70 años interinos de silencio corresponden
al reino de Manasés (687–642 a. C.). Su reinado estuvo marcado por la introducción de la idolatría en
gran escala y por la injusticia y la crueldad (2R 21:1–18; 23:26; 24:3–4); vive en la historia de Judá
como el peor de sus reyes. Había, no hay dudas, profetas que protestaban, pero Manasés, que
“derramó mucha sangre inocente” (2R 21:16), tuvo éxito en silenciar sus protestas, por lo menos por
un tiempo. Las cosas no mejoraron durante el breve tiempo del reinado de su hijo Amón (642640 a.
C.; 2R 21:19–26). En el reinado del buen rey Josías (640–609 a. C., 2 R 22:123:30) la palabra de Dios
llegó a ser oída y obedecida una vez más cuando Josías (que tenía sólo 8 años de edad cuando
ascendió) en el decimoctavo año de su reino temblaba ante la palabra de la ley (2R 22:11–13),
consultaba al Señor (2R 21:13), e inició celosamente reformas esperadas largo tiempo.
La profecía de Sofonías lleva impresa en el sello del tiempo de los primeros años del reinado de
Josías. El legado de los días de Manasés pesan sobre Judá, envenenando la vida del pueblo de Dios.
Sofonías enfrenta esto con una amenaza de juicio implacable. Sus palabras concernientes al día del
Señor están entre las más poderosas que conoce el A. T. Pero el tiempo está también marcado por la
presencia de un rey cuyo “corazón era penitente”, que se humillaba ante el Señor cuando escuchaba la
palabra de la ley y rasgaba sus vestimentas y lloraba por sus culpas y las del pueblo (2R 22:19).
Sofonías tiene palabras de consuelo y esperanza para los arrepentidos, “los humildes de la tierra”
(Sof 2:3; 3:12–13); y le es dada una visión que mira más allá de la culpa en que incurrió Manasés, aún
más allá de las reformas de Josías (sin efecto a la larga) hasta el día cuando Dios el Rey toma en sus
manos el poder para darle la victoria a sus siervos y renovarlos en su amor. (Sof 3:1420)
Al hablar la saludable palabra de juicio y liberación a su generación, Sofonías está renovando la
voz de la profecía. Los principales temas de la profecía previa recurren y son aunados por él; temas
de Amós, Oseas, Isaías y Miqueas reviven en las palabras de Sofonías. Bucero, uno de los hombres
de la Reforma, llama a Sofonías un “compendio breve de los oráculos de los profetas”.
Sofonías por lo tanto pertenece a la comunidad destacada de los que dan testimonio de Cristo.
Cristo es el centro escondido de la proclamación de Sofonías de su juicio y liberación radical; su
cruz, que es su juicio sobre los pecados del hombre y la absolución de Dios en un solo acto, es la
respuesta final a la pregunta levantada por Sof 3:8–9, esa abrupta transición del juicio inexorable a
una gracia y salvación inexplicables. En Cristo, el enteramente humilde israelita, que en cada paso de
su vida humana buscó refugio en el nombre del Señor (Sof 3:12; comp. Mt 4:1–11), en él el juicio
contra su nación rebelde y desviada fue ejecutado y a la vez “quitado” (Sof 3:15); él murió por esa
nación, y no sólo por ella, “sino también por los hijos de Dios que estaban dispersos”. (Jn 11:51–52)
Sofonías es una lectura saludable en un tiempo en que la proclamación del juicio en la iglesia es
menos frecuente e insistente que en las palabras de los profetas y apóstoles, para despertar tanto el
temor santo como la confianza plena que es la marca de los que aguardan el día del que Sofonías
habló, el día que conocemos como el día de nuestro Señor Jesucristo.
1:1 Ezequías puede ser el rey Ezequías (2R 18–20). Esto implicaría que la lista de los antepasados
es más extensa que la de cualquier otro profeta. No que esto sea de mucha importancia; el mensaje
divino es más importante que el mensajero. Sofonías vive en la historia y es importante para nosotros
porque la palabra del Señor le vino a él.
1:2–3 Esta tajante amenaza de juicio recuerda la palabra del Señor la noche del diluvio: “Voy a
borrar de la tierra al ser humano que he creado. Y haré lo mismo con los animales, los reptiles y las
aves del cielo” (Gn 6:7). El hombre y el mundo creado para él son juzgados en conjunto. La ira del
Señor hiere “a toda impiedad e injusticia de los seres humanos” (Ro 1:18). Para nadie hay esperanzas
de escapar, y menos para Judá. (v. 4), el pueblo favorecido de Dios. (Comp. Ro 2:9, 17–29)
1:4 Este lugar es Jerusalén.
1:4–6 La “impiedad” de Judá, su herencia funesta desde el reinado de Manasés, se describe aquí:
adoración de la diosa de la fertilidad cananea Baal, adoración de las estrellas del cielo (introducida
desde Asiria), y el compromiso idolátrico entre el dios amonita Moloc (lit. Milcón) y el Señor Dios,
invocando (y reconociendo) a ambos en un mismo juramento. (2R 21:1–9)
1:4 La adoración de Baal será exterminada totalmente; ningún rastro, ni siquiera un nombre
quedará de la misma. Para este sentido de remanente y nombre comp. Is.14:22.
1:6 Buscar al Señor y consultarlo a él significa consultar al sacerdote (Mal 2:6–7) y profeta (2R
22:13–14) a los efectos de obtener por medio de ellos directivas de la palabra de Dios. (Comp. Is
8:19–20)
1:7 El día del Señor (también llamado el “gran día del SEÑOR” en el v. 14, “el día de la ira del
Señor “en el v. 18 y en 2:2–3, o simplemente “ese día” en 10 y 3:11) es un tema que corre a todo lo
largo de la profecía de Sofonías. “Día” ocurre en un sentido pleno 17 veces en este libro. La idea del
día del Señor se encuentra en los libros proféticos desde Amós en el siglo octavo hasta Malaquías en
el quinto. Esto significa el día cuando el Señor se levante para manifestar su justicia de un modo final
y temible, en el juicio sobre sus enemigos y para la liberación de aquellos que se someten a él y bus-
can refugio en su nombre (Sof. 3:12). Los profetas pintan aquel día con colores tomados de las
guerras del pasado de Israel, los días inspiradores de fe del éxodo, la entrada a la tierra prometida y
el tiempo de los poderosos libertadores del cual nos cuenta el libro de los Jueces, cuando el Señor
peleó para su pueblo contra fuerzas muy superiores con milagrosas manifestaciones de su poder
tanto en la naturaleza (tinieblas, terremotos, etc.) como en el hombre (pánico, miedo). La historia de
Gedeón es un ejemplo clásico (Jue 6–7, comp. Is 9:4). Con estos colores los profetas ilustraban la
última guerra santa, ahora a uno nivel universal. El ataque de Dios afecta no sólo a un enemigo
histórico en particular de su pueblo; afecta a todos los hombres, todas las naciones y toda la creación.
El cosmos es sacudido por la furia del juicio de Dios, pues éste es el último día de las cuentas de
Dios, la crisis en su trato con las naciones y con su pueblo. Israel no queda automáticamente
exceptuado; el día del Señor es “contra todos los orgullosos y arrogantes” (Is. 2:12). La
proclamación profética del día del Señor corrige la falsa esperanza del pueblo elegido, destruyendo
toda seguridad complaciente y excluyendo todos los sueños egocéntricos de un claro triunfo
nacional. En otras palabras, hace de su esperanza una esperanza religiosa, en la justicia y la
compasión del SEÑOR, “que sólo él será exaltado en ese día” (Is 2:17). La proclamación del día del
Señor es un llamado fuerte y dinámico al arrepentimiento. El N. T. rescata este pensamiento con gran
vigor, centralizándolo en Jesucristo. Jesús mismo habla del día del Hijo del hombre (Lc 17:24; Mt
25:31 y ss.), y los apóstoles proclaman el día del Señor Jesucristo como el día del juicio definitivo y
de liberación final (Hch 2:20; 1Co 1:8; Fil 1:6, 10; 2:16; 2Ts 1:5–12). Los principales pasajes del A. T.
que tratan del día del Señor son: Is 2–1222; 13:6–16; comp. 22:5–14; Jer 46:10–12; Ez 7:14–27; Jl
1:15; 2:1–11; 2:28–32; 3:1431; Am 5:18–20; Abd 15–21; Sof 1:7–18; 2:2–3; 3:11–13; Zac 12–14.
Para la ilustración del juicio de Dios como un sacrificio comp. Is 34:6–7; Jer 46:10; Ez 39:17–20.
Aquí Judá es la víctima en cuestión; los invitados para la participación en el sacrificio son
posiblemente los poderes extranjeros empleados por Dios para castigar a su pueblo. Hay una triste
ironía en el hecho de que el sacrificio, el don bondadoso de Dios para su pueblo, dado “para la
expiación” de sus almas (Lv 17:11), viene a ser la ilustración para la ejecución de su juicio contra su
pueblo. La gracia de Dios abusada y tomada a la ligera llega a ser, al final, un tesoro acumulado de
ira. (Ro 2:4–5)
1:8 Los hijos del rey son miembros de la familia real, parientes de Josías e influyentes en la corte.
Josías mismo quizás era aún menor de edad en ese tiempo de la profecía y por lo tanto no se le
menciona. (Comp. 3: 3)
Los atavíos extranjeros son censurados porque son parte de la ola de influencia foránea,
incluyendo la adoración de dioses extraños que arrastraban tras sí la corte y el país bajo Manasés y
los primeros días de Josías.
1:9 Saltar sobre el umbral puede referirse a una superstición pagana (comp. 1S 5:5) o, quizá más
probable en vista de la segunda parte del versículo, a algún acto de violencia o fraude, tal como
obtener la casa de otro por prácticas astutas y un embargo forzoso.
1:10–11 La Puerta del Pescado (Neh 3:3; 12:39), Barrio Nuevo (2R 22:14), las colinas, el Mortero
(probablemente un valle en forma de plato hondo) eran hitos o localidades en Jerusalén, bien
conocidos por los contemporáneos de Sofonías. Ya no se pueden identificar con certeza.
1:12 Registraré con lámparas es registrar a fondo como la mujer que buscaba por su moneda
perdida (Lc 15:8), de modo que nada se escapa al ojo del que busca.
A los que reposan tranquilos como vino sobre su sedimento, es una imagen tomada de fabricar
vino y se usa para describir a gente que se han asentado en una indiferencia religiosa y que no
calculan con la presencia y el poder de Dios, y toman todas sus decisiones sin pensar en él. Se
asemejan al vino que reposa sobre su sedimento esperso, pesado e inmóvil.
Dicen en su corazón (RV) es una manera hebrea de decir “piensan”. (comp. Is 14:13; 47:8, 10;
49:21)
1:14 El día del Señor se describe como acercándose a toda prisa, uno no puede calcular cuándo
viene, ni atreverse a contemplarlo como algo muy distante. Su venida llama al temor y al
arrepentimiento, porque está cerca en cada momento: en los días de Sofonías, en los días de Jesús
(Mt. 24:34), en los días del vidente de Patmos (Ap 1:3), y en los nuestros.
1:18 Algunos ven aquí una alusión a la invasión de los escitas del oeste de Asia (cerca de 630–625
a. C.). El faraón Saméticos rechazó a estas hordas de invasores del sur de Rusia cuando amenazaban a
Egipto. Hay bastante falta de certeza acerca de esto, pero es verdad que el Señor en su DÍA no puede
ser rechazado. “El Señor tu Dios es… el grande, el poderoso y el terrible Dios, quien no es parcial y
no toma partido.” (Dt 10:17)
2:1–3:13 CÓMO MANDA A TODOS LOS HOMBRES EN TODAS PARTES A ARREPENTIRSE
2:1–3 La nación que no tiene vergüenza se refiere generalmente a Judá, y ciertamente Judá merece
esta acusación (comp. 3:5, 7). Pero la sugerencia de que Filistea (como la representante de las
naciones acusadas en el c. 2) es la aludida, mientras que a Judá se apunta con tu humilde de la tierra,
es atractiva. Luego la palabra a las naciones se retoma con los vv. 4 y ss. (“por”) y la directiva a Judá
en 3:1 y ss., con sendas amenazas y promesas en la misma sección. La estructura de 2:1–3:13 sería la
siguiente:
Arrepiéntete, oh Filistea (vv. 1–2), porque el juicio viene sobre las naciones (vv. 4–15). Sin
embargo, hay también esperanzas para las naciones. (v. 11; comp. 3:9)
2:1 Hagan su asamblea, para encontrarse con su juez.
2:3 Estos humildes de la tierra son lo opuesto a los que se han alejado del Señor y no lo buscan
(1:6), la oposición de los indiferentes que reposan tranquilos, ignorando a Dios (1:12). Son ellos los
que bus-can primero el reino de Dios y su justicia. (Mt. 6:33)
2:4 Las ciudades enumeradas son las cuatro ciudades mayores de los filisteos. Gat, el quinto
miembro de la federación filistea original, había sido reducida a la insignificancia en el tiempo de
Sofonías. (2Cr 26:6)
Los enemigos de Asdod estarán tan seguros de su victoria y superioridad en fuerza que pueden
atacar al mediodía, en pleno día, sin necesidad de sigilo y estratagema.
2:5 Los filisteos son llamados quereteos (cretenses) porque originalmente vinieron de Creta.
El tener la palabra del Señor contra uno significa una destrucción segura, porque no hay potencia
más fuerte, para bien o para mal, que la palabra. (Comp. Is 9:8–12)
2:7, 9 La mención del remanente de Judá aquí, en medio de las amenazas a Filistea, retoma la
promesa del v. 3. Los humildes de la tierra heredarán la tierra.
2:8–15 Desde los filisteos en el oeste, la palabra profética se movió hacia el este, hacia Moab y
Amón (vv. 9–10), luego hacia el sur a Etiopía (v. 12), y luego hacia el norte hacia Asiria. (vv. 13–15)
2:11 Los dioses de la tierra se morirán de hambre porque los adoradores ya no les traen las
ofrendas habituales como un sustento de vida de su deidad.
2:12 Etiopía puede ser un término despectivo para Egipto, que había sido gobernado por una
dinastía etíope.
2:13 Por el carácter de Nínive y el sentimiento que esta “ciudad sanguinaria” inspira en naciones
que están sujetas a ella, ver especialmente al profeta Nahúm.
2:14 Los umbrales son los de las columnas de templos y palacios abandonados y en ruinas. Por
trabajos en cedro como una señal de riqueza y lujo ver Jer 22:14–15.
2:15 Nínive se deifica a sí misma; las palabras “Yo y nadie más”, etc., se encuentran en los labios
de Dios en Is 45: 6. Compare el alarde del rey de Babilonia en Is 14:14. Es la forma política del
pecado original del hombre, el querer ser “igual a Dios”. (Gn 3:5, 22)
Agitar el puño no es, como entre nosotros, un gesto de amenaza, sino que expresa una exultación
maliciosa por la caída de un enemigo.
3:1–7 A Jerusalén se le habla. Toda esperanza de perdón y renovación se basa en “los humildes de
la tierra” (2:3), porque la capital, Jerusalén, donde se concentran el poder y la influencia es rebelde y
corrupta (manchada). La rebeldía de Jerusalén se detalla en la descripción de sus funcionarios y
jueces rapaces, los profetas irresponsables y los sacerdotes irreverentes (vv. 34; comp. vv. 5 y 7),
cuyo carácter y acciones están en visible contraste con la pura y constante justicia del Señor que
reclama a Jerusalén como su ciudad (v. 5). Donde el funcionario y el juez siguen su propia
inclinación egoísta y ni profetas ni sacerdotes tienen la conciencia y el coraje de protestar, la ciudad
de Dios llega a ser la ciudad opresora.
3:3 Nuevamente no se menciona al rey. Ver nota 1:8.
3:5 La justicia del Señor es su actividad de mantener latente su pacto entre su pueblo. Sus juicios
sobre las naciones, destinadas a despertar a su pueblo para que sea consciente de sus deberes para con
el pacto, son un ejemplo de tal justicia divina.
3:8–13 Por lo tanto (v. 1) introduce el anuncio del juicio universal. El juicio tocará tanto a las
naciones (v. 8) como a Israel (vv. 11–13). Lo milagroso en esto es que en ambos casos el juicio sirve
para el propósito salvador de Dios y tiene una salida positiva. Su hablar a las naciones se hace puro,
como lo fue en el caso de Isaías alguna vez (Is 6:6–7), y los gentiles irrumpen en una adoración
unánime del Señor (v. 9). En el caso de Israel, la salida del juicio divino se enfatiza de tal manera que
casi oscurece la idea del juicio. Pero habrá juicio para Israel también: los reemplazantes deben ser
traídos de regreso del exilio que fue su castigo (v. 10), los orgullosos y altivos serán eliminados (v.
11), y sólo quedará el remanente humilde (v. 12). Pero hay algo más que una insinuación de juicio en
los vv. 15 y 18. Es para una feliz salida que el Señor pide paciencia a sus siervos fieles. (v. 8)
3:8 Para la idea acerca de Dios como testigo (como también juez) del pecado del hombre comp.
Mal 3:5.
3:9 El nombre de Dios significa el carácter y propósito de Dios revelados; invocar el nombre del
Señor es responder en fe y adoración a su revelación. (Comp. Gn 12:8; Sal 75:1; 79:6; Is 65:1; 1R
18:24–25, 3637)
3:10 La hija de mis esparcidos (RV) significa “Mi pueblo esparcido”, así como “hija de Sión”
significa “mi pueblo de Sión”.
3:11 Está dirigido a Judá-Jerusalén.
3:12 Esta promesa Jesús la reafirmó y la hizo universal en sus bienaventuranzas de los pobres en
espíritu, los que lloran y los humildes (Mt 5:3–5). No solamente las pronunció, sino como el Siervo
de Dios e Hijo obediente, las vivió y las hizo plena realidad en la fe y vida de los creyentes.
3:13 Las últimas palabras del versículo significativamente son introducidas por la partícula
“porque” (RV). La nueva vida de fe, justicia y verdad descrita en los vv. 1213 sólo es posible por una
acción salvadora de Dios; el amor renovado (v. 17) del Buen Pastor crea un nuevo pueblo de Dios.
3:14–20 El final que convoca al regocijo se centraliza en la figura del Dios del pacto como Rey
(v. 15), en el que están unidas la majestad y la misericordia. Él es Juez (v. 15), Guerrero (v. 17),
Amante (v. 17) y Pastor (vv. 19–20) para su pueblo.
3:15 Cuando Dios levanta el castigo contra alguien, esa persona está justificada, y nadie puede
atemorizarla ni acusarla. (Comp. Ro 8:31–34)
3:16 No se debiliten tus manos, por terror o desesperación. (Comp. Is 13:7; Jer 5:24)
3:19 La oveja que cojea son los exilados (como ovejas rengas que no pueden seguir el paso de la
manada) que han perdido el contacto con su comunidad, pero el Buen Pastor las restituye a la vida y a
la adoración comunitaria. (Comp. Mi 4:6–7)
HAGEO
INTRODUCCIÓN
En 538 a. C. se produjo el grande e improbable evento anticipado por Jeremías (Jer 25:11–14;
29:10–14; 33:7–13): “Para que la palabra del Señor por boca de Jeremías se cumpliera, el Señor
dispuso el corazón del rey Ciro de Persia para que éste promulgara un decreto” permitiendo a los
judíos exiliados dentro del imperio persa regresar a su país y reconstruir la casa del Señor Esd 1–4.
La historia del regreso del exilio se narra en el libro de Esdras. No es una historia esplendorosa, la
historia de aquellos pocos judíos que regresaban y su intento de reasentarse en la tierra y de
reconstruir el templo. Es una historia de frustraciones y dificultades desalentadoras y de
postergaciones; el nuevo templo no fue consagrado hasta 516 a. C. (Esd 4:24). Es la historia de un
sentimiento creciente de decepción y apatía por parte del remanente que regresaba. El único
esplendor que realmente posee la historia, es el triunfo de la palabra del Señor en ese “día de
modestos comienzos” (Zac 4:10). En este triunfo los profetas Hageo y Zacarías desempeñaron su
parte. Por ellos la palabra llegó a Zorobabel, representante de la línea mesiánica, a Josué, el sumo
sacerdote y al remanente del pueblo (Esd 5:1–2; 6:14). La Palabra les dio a todos, líderes y pueblo,
ojos para ver el más grande de los días de pequeñas cosas, una esperanza para el futuro que Dios les
estaba abriendo a ellos y a la humanidad, y nuevo coraje de poner manos a la obra que este su día le
pedía a ellos. “Los dirigentes judíos pudieron continuar y terminar la obra de reconstrucción,
conforme a la palabra de los profetas Hageo y Zacarías hijo de Idó.” (Esd 6:14)
El tiempo cuando nuestro Señor caminaba en la tierra era un día de modestos comienzos; él
mismo lo llamó “un día de plantar una pequeña semilla de mostaza” (Mt 13:31–32). Él vivió y murió
en aquel día con el ánimo sereno que les daría vergüenza a otros hijos de los hombres, en su continua
conversación con los profetas (comp. Lc 9:30–31) en cuyas palabras él escuchaba la voz de su Padre.
La iglesia aprende a escuchar la palabra profética y puede aprender a ver en su día de modestos
comienzos el día que Dios está preparando para sacudir la tierra y el cielo; y así la iglesia aprende a
mantenerse firme en aquello que no puede ser sacudido y debe permanecer cuando Dios aparece en el
día grande, el día de nuestro Señor Jesucristo. (Heb. 12:25–29)
1:1 El epígrafe nos da la fecha de la profecía (520 a. C.), afirma la autoridad del profeta (la
palabra del Señor vino), e indica a qué personas está dirigida. El contenido del mensaje clarifica que
se dirige a la gente en las personas de sus líderes. Comp. 2:2, donde “el remanente del pueblo” es
mencionado expresamente.
1:2–11 Con un reproche (vv. 2–4), una amonestación (vv. 5–6), y un mandato que retoma el
reproche una vez más (vv. 7–11) Hageo pone en línea las prioridades de la vida: el hecho obvio y
olvidado de que Dios viene primero, que el estado de nuestra vida depende enteramente de nuestra
relación con él. “Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán
añadidas”, dijo Jesús. (Mt 6:33)
1:2 La expresión este pueblo lleva en sí un dejo de reproche. (Comp. Is 6:9)
1:4 La gente habita en casas techadas. En el templo de Salomón el lugar más sagrado estaba
“revestido… con tablas de cedro” (1R 6:14–18). Ahora las casas de la gente están revestidas con
cedro, mientras que la casa de Dios está vacía.
1:5–6 y 9–11. Una descripción vívida del vacío y la inutilidad de una vida egoísta que se olvida de
Dios. Esto le recuerda a uno la parábola de Jesús del rico necio (Lc 12:16–21), narrada para
demostrar que “la vida del hombre no consiste en la abundancia de sus posesiones” (Lc 12:15), que
“el que junta tesoros para sí mismo y no es rico en Dios” (Lc 12:21) está ciertamente poniendo su
dinero en una bolsa con agujeros y no puede encontrar un depósito tan seguro para que el soplo del
aliento de Dios no desparrame con un soplido las piedras juntadas. Jesús sigue siendo el uno y
verdadero israelita en éste y en todos los aspectos. Él había determinado vivir según la palabra de
Dios y no solamente de pan (Mt 4:4); aunque no tenía una casa techada que podía llamar suya (Mt
8:20), él estaba consumido por el celo de la casa de Dios (Jn 2:17), aun cuando ese celo le costó la
vida. (Jn 2:21)
1:8 Las colinas que rodeaban Jerusalén estaban bien provistas de madera en los días de Hageo y
podían suministrar la madera necesaria. No había necesidad de juntar piedras; Lamentaciones habla
de “piedras santas” que estaban “desparramadas en la cabecera de las calles” en la caída Jerusalén.
(Lm 4:1)
1:10 El rocío es muy importante para la agricultura en los veranos sin lluvia de Palestina.
1:12 La palabra remanente tiene fuertes connotaciones religiosas: se refiere a los sobrevivientes
que por el arrepentimiento se alejaron del pecado y del intento de encontrar seguridad en la alianza
con poderes del mundo, sino que ahora “se apoyan en el SEÑOR… verdadero”, y así regresan no
sólo a su patria sino también al “Dios Poderoso” (Is 10:20–21) cuyo juicio ha barrido a la
impenitente masa de la nación.
Obedecieron y sintieron temor expresan la parte interior y exterior de la misma acción. “Temer” a
Dios es tomarlo con seriedad radical como Dios, someterse a su Palabra en completa confianza,
como hizo Abraham cuando estaba dispuesto a sacrificar a Isaac: “Ahora sé que temes a Dios, porque
ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.” (Gn 22:12)
1:13–14 A su pueblo penitente y obediente Dios le renueva su antigua promesa dada a Isaac,
Jacob, Moisés y Gedeón: “Yo estoy contigo.” (Gn 26:24; 28:15; Éx 3:12; Jue 6:12, 16)
2:1 La fecha, el día 21 del séptimo mes, es significativa porque este sería el último día de la fiesta
de las Enramadas (o Tabernáculos), comp. Lv 23:33–43. Esta fiesta conmemoraba la liberación del
pueblo de Dios de Egipto. La ley decía: “Durante siete días vivirán bajo enramadas… para que sus
descendientes sepan que yo hice vivir así a los israelitas cuando los saqué de Egipto” (Lv 23:42–43).
En este día el corazón y la mente del pueblo estarían a tono con la alusión del profeta en el v. 5.
2:2–9 Cuando los líderes y el pueblo recordaban las grandes promesas de restauración dadas por
Jeremías, Ezequiel e Isaías (Is 40–55) y ahora veían lo que realmente se les presentó, o sea, un templo
que, comparado con el primero, parecía ser una “nada” a sus ojos, se apoderó de ellos la desilusión y
el desánimo. A este mal humor el Señor responde con una fuerte palabra de aliento: “¡Ánimo! ¡No
teman! Ésta es MI palabra y DEBE TENER éxito; todo el poder es mío como Señor de la creación y
de toda la historia está obrando aquí y el resultado final será más glorioso que cualquier cosa que
puedan recordar del pasado.”
2:4–9 Se vienen tres oleadas de promesas: La primera (v. 4) es una repetición de la promesa hecha
en 1:3; pero es reforzada ahora (v. 5) por el recuerdo del éxodo, la poderosa obra de Dios con la cual
comenzó la historia de Israel. La palabra hice en la frase la promesa que les hice a ustedes, es la
palabra que generalmente se usa para designar el establecimiento de un pacto. Se podría traducir: “La
palabra del pacto del que les hablé a ustedes.” Por lo tanto, todo el amor espontáneo del pacto de Dios
con su pueblo se les recuerda ahora como un aliciente. (Comp. Dt 7:6–9)
La segunda ola de promesas, mi espíritu permanece con ustedes (v. 5b) es una ampliación de la
primera. La mención expresa del Espíritu pone en claro que la presencia del Señor entre su pueblo es
una presencia de trabajo activo y creativo. El A. T. habla del Espíritu como activo en la Creación (Gn
1:2) y activo en la historia, dando poder a grandes libertadores como Moises (Nm 11:17) y Gedeón
(Jue 6:34), rey ungido (1S 16:13), dando poder a los profetas de hablar del juicio de Dios y la palabra
redentora (Mt 3:8). El Mesías prometido de la línea de David y el prometido Mesías-Siervo habrán de
hacer su obra redentora en el poder del Espíritu que descansa sobre ellos (Is 11:2; 42:1). El Espíritu
del Señor habrá de limpiar y renovar a su pueblo al final de los días (Ez 36:26–27; Jl 2:28–29); toda
la creación será transfigurada por el poder creativo del Espíritu. Esta presencia de Dios ha de ser una
presencia contínua de acuerdo con la promesa dada por medio de Hageo; el Señor se mantendrá fiel a
su propósito bondadoso.
La tercera ola de promesa (vv. 6–9) muestra esta presencia activa y permanente haciendo su obra.
Una vez antes, en el éxodo, el Señor había sacudido cielo y tierra (las 10 plagas y la contaminación
de las aguas) y había sacudido al reino del faraón a los efectos de liberar a su pueblo; ahora una vez
más, pero a escala mundial, todas las naciones serán sacudidas. El ruido de la revuelta que corrió por
el imperio persa en aquel entonces e hizo que Israel estuviera ansioso por su futuro no tiene por qué
turbarlos; todas estas sacudidas están bajo el control del Señor y sirven su propósito. El propósito
ahora es que él pueda tener su morada entre los hombres y reinar sobre ellos en un lugar concreto (el
templo) donde pueda enfocarse y concentrarse su gracia: en este lugar yo les haré prosperar. La
palabra traducida “prosperidad” es muchas veces traducida “paz”, quiere decir entereza, integridad,
solidez, salud, el estado normal de cosas que el Creador planeó para el hombre y para el mundo. La
bendición de Dios sobre su pueblo termina con paz (Nm 6:26); paz puede resumir lo que la fe pueblo
del pacto espera de Dios, todo lo que un Dios del pacto bondadoso puede conceder.
La promesa se viene escuchando desde el éxodo y la concertación del pacto con Israel. También
mira hacia delante; abre una ventana hacia el N. T. La Carta a los Hebreos nos recuerda que la
sacudida de Dios de cielo y tierra y de todos los reinos no ha alcanzado aún su punto culminante (Heb
12:25–29); la palabra del Señor que vino hacia Hageo todavía está obrando.
La promesa dada por medio de Hageo (Yo estoy contigo) se ha cumplido y vive en Emanuel y en
la promesa de Emanuel de “he aquí, yo estoy contigo” (Mt 1:23; 28:20). La visión de Hageo de un
templo mayor, enriquecido por los tesoros de las naciones, lleno de la gloria de la presencia de Dios,
ha llegado a ser historia en aquél que es más que ese templo de madera y piedra, en aquél en quien
todas las naciones están unidas en una adoración (Ef 2:19–22). Su promesa de paz se ha cumplido y
avanza hacia un mayor cumplimiento en el el Cristo que es “nuestra paz” (Ef 2:14). Nuestro Señor
retomó la promesa del profeta del “Espíritu permanente” y la llevó al punto culminante con el
cumplimiento en el N. T. cuando le dijo a sus discípulos: “Él [el Espíritu] mora con ustedes y estará
con ustedes” (Jn 14:17). “Tenemos la palabra profética más segura.” (2P 1:19)
2:10–19 Un mes antes de este tiempo Zacarías había pronunciado su primer llamado al
arrepentimiento: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes –afirma el Señor Todopoderoso–” (Zac
1:3). La tercera palabra de Hageo refuerza ese llamado. La gente ha de saber y recordar que el gran
futuro que se les ha abierto por la palabra del Señor es puramente el quehacer creativo del Señor y su
dádiva. Por su gracia este pueblo, manchado por su pasado ignominioso y por su falta de respuesta a
la pro-mesa de Dios, tiene un futuro y una esperanza y puede esperar una bendición. La
contaminación heredada del pueblo y el asombroso poder de esa contaminación es una figura en una
imagen tomada de la ley ceremonial: lo que es ceremonialmente santo (por ej. carne de sacrificio,
carne santa, v. 12) no comunica su “santidad” a lo que toca indirectamente, mientras que la impureza
ceremonial se desparrama para infectar aun lo que viene en contacto directo con ello. ¡Así es con este
pueblo! (v. 14); ellos mismos son impuros y su impureza infecta todos sus emprendimientos, incluso
la ofrenda de sacrificios. La bendición prometida será una luz que alumbra en las tinieblas.
2:15–17 El pasado inmediato es evidencia de la contaminación interior de la gente; habían sido
penosamente lentos para emprender la reconstrucción del templo del Señor de tal modo que hubo
necesidad de arremeter contra esa impenitencia endurecida (no obstante no se volvieron a mí) con
castigos repetidos de escasez y desastres.
2:18–19 Ahora que el castigo y la pro-mesa habían hecho su trabajo, amanece un nuevo día. La
últimas semillas que estaban en el granero habían sido sembradas en fe y esperanza, y esa esperanza
no avergüenza. Los árboles también darán su fruto. Pues a partir de hoy yo los bendecirá (v. 19). La
bendición que Dios derramó sobre la Creación (Gn 1:22, 28), la bendición que le dio a Abraham para
todas las familias de la tierra (Gn 12:2–3), la bendición que los hijos de Aarón depositaron sobre el
pueblo de Dios, que pronunció y transmitió la luz del rostro del Señor sobre ellos (Nm 6:2227), la
palabra potente está ahora libre para hacer su obra. La palabra acelera su paso hacia el día cuando
Pedro le dice a la gente junto a la puerta Hermosa acerca de Jesús, la palabra de bendición final de
Dios: “Cuando Dios resucitó a su siervo, lo envió primero a ustedes para darles la bendición de que
cada uno se conviera de sus maldades.” (Hch 3:26)
Como las anteriores promesas de bendición sobre el pueblo, la promesa dada a Zorobabel es pura
gracia; deriva su poder y cualquier probabilidad de ser cumplida exclusivamente de la libre elección
del amor de Dios (v. 23). Porque Zorobabel no es un probable candidato a la grandeza; él no es rey
en Israel sino meramente un gobernador de Judá, y el reino de David es una provincia sometida al
imperio persa. La promesa dada a David parece haberse marchitado y muerto. Aún más, Zorobabel es
nieto del rey Joacim, contra quien Jeremías había proferido esa terrible maldición:
“Anoten a este hombre como si fuera un hombre sin hijos; como alguien que fracasó en su vida.
Porque ninguno de sus descendientes logrará ocupar el trono de David, ni reinar de nuevo en Judá.”
(Jer 22:30)
En efecto, Jeremías había usado la figura de un anillo de sellar en su maldición (Jer 22:24). Sólo
la palabra divina de pro-mesa puede eliminar esa maldición. El Señor promete ahora hacer a
Zorobabel como un anillo de sellar. El anillo de sellar, especialmente el de un rey, era una apreciada y
celosamente guardada posesión: con el mismo, el rey estampaba su sello en documentos y los
marcaba como asuntos oficiales del rey. Con Zorobabel el Señor Todopoderoso pondrá su marca en
la historia y señalará como empresa del rey. El hacer estremecer cielos y tierra y volcar tronos de
otros reinos servirá para establecer su reinado. Él dará a su reinado su sello particular de que no será
“de este mundo” (Jn 18:36). La promesa mesiánica tiene la misma dinámica que la de Zacarías: “No
será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu, dice el Señor Todopoderoso.” (Zac 4:6).
Ambos hallaron su cumplimiento en Jesús, el humilde Rey elegido por Dios que vino a la ciudad real
sin caballos y carros, sino sólo con la palabra del Señor Todopoderoso como su autoridad para
reinar.
ZACARÍAS
INTRODUCCIÓN
Zacarías provenía de una familia sacerdotal (Neh 12:4) y él mismo está enumerado entre los
sacerdotes en Neh 12:16. Su actividad profética está estrechamente asociada con Hageo (Ez 5:1–2;
6:14). Todas las proclamaciones de Hageo están fechadas 520 a. C.; las de Zacarías indican que estuvo
activo hasta 518 a. C. (Zac 7:1). Cuánto más tiempo pudo haber continuado profetizando después de
eso no es conocido. (Para el problema de la fecha de los cc. 9–14 ver la nota al comienzo del c. 9.)
La situación a la cual Zacarías dirige la Palabra del Señor (cc. 1–8) es por lo tanto la misma que
la dirigida por Hageo. Y su mensaje refuerza y suple al de Hageo. La diferencia entre ellos es una de
acento y forma; donde Hageo urge, Zacarías alienta y continúa el contenido de la promesa divina en
una serie de visiones extrañamente magníficas. Al decir “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos
se está acercando” ambos lo conectan con que se está acercando el reinado de Zorobabel, el
representante de la línea mesiánica y el vehículo de la esperanza mesiánica. Ambos atan el
cumplimiento de la promesa con la reconstrucción del templo como el lugar en el cual y desde el
cual el Señor actuará para la salvación de su pueblo y toda la humanidad.
Algunos encuentran este énfasis en la reconstrucción del templo desalentador y hablan de él como
una limitación lamentable de parte de estos profetas. Pero aun aparte del hecho que fueron
comisionados y autorizados de hablar justo ESTA palabra a su pueblo y presumiblemente entendieron
la voluntad de su Señor mejor que nosotros, uno puede preguntarse: ¿Qué hubiera sucedido si el
templo no hubiese sido reconstruido, si esta personificación de la presencia y garantía no se hubiera
perfilado en 516 a. C.? O, ¿si hubiera llegado a ser un amigable y tranquilo proyecto comunitario en
el cual se unían creyentes y medio-creyentes (comp. Ez 4:1–3), y no un acto urgente de fe y esperanza
realizado en el poder del Espíritu de Dios? El Señor tiene preferencia por el singular y lo concreto.
Como en los días de Isaías, así en los días de Zacarías y Hageo, su voluntad concerniente a su
promesa es: “Si ustedes no creen en mí, no permanecerán firmes” (Is 7:9); y creer es siempre creer
en y actuar sobre una promesa particular y concreta de Dios como hizo Abraham (Ro 4:17–22). En
520 a. C. su promesa estaba centrada en el templo, y creer la promesa significaba reconstruir el
templo.
La iglesia sólo puede estar agradecida por una Palabra como Hageo y Zacarías han hablado, una
Palabra que tanto nos intoxica con visiones de un gran futuro y nos hace sobrios para la comprensión
de que debemos, si creemos, asegurarnos ese futuro y poner manos a la obra, con ladrillos y mezcla
AHORA mismo, aunque parezca mundano.
Bosquejo
1:1–6 Alos remanentes que retornarondesde el exilio babilónico el profeta renue-va la vieja
exclamación profética: ¡arre-piéntanse! Sus padres aprendieron el arre-pentimiento de la ira de Dios,
de la des-trucción de la ciudad y del templo y dellargo cautiverio; la presente generación esinvitada a
aprender arrepentimiento de labondad de Dios, que tiene el sentido de lle-varnos al arrepentimiento
como dice Pablo(Ro 2:4). Cualquiera que sea la forma quetoma el llamado al arrepentimiento
nodebemos jugar con ello; porque en laPalabra profética tenemos que ver con laPalabra divina, que
nos sobrepasa(v. 6) yvive y obra aún después de que el profetaque lo habló ya está muerto y
desaparecido(v. 5).
1:1 La fecha del oráculo profético subraya el hecho de que la palabra de Dios sedirige a nosotros
concretamente y nosenfrenta en una situación específica conuna demanda a la que no podemos
escapar.
1:3 Vuelvanes la palabra regular usadapor el profeta para describir el arrepenti-miento, que es
una reversión radical (efec-tuada por Dios, comp. Lm 5:21; Jer 31:18;1R 18:37) de uno mismo y el
pecado haciaDios, en confianza y obediencia.
1:6 Ellos se arrepintieron, después deque el juicio del exilio les había tocado yacusado. Las
palabras del v. 4 (no me escu-charon ni me obedecieron) describen suactitud antes del exilio.
1:7–6:8 Las ocho visiones transmiten enmúltiples imágenes cómo la bondad deDios obra para
conducir a los pecadores alarrepentimiento; son como un comentario pictórico sobre la Palabra: Yo
voy a regresar a ustedes (1:3). La primera y última visión son unidades independientes; las visiones
de 2 a 7 están dispuestas en pares.
La conversación directa interpreta el mensaje de la segunda y tercer visión. Los judíos que aún
residían en Babilonia son convocados y alentados de regresar a Sión garantizándoles el amor de
Dios (la niña de sus ojos, v. 8) y su determinación de castigar a sus opresores (v. 9). Todas las
promesas antiguas encontrarán un nuevo cumplimiento (habitar en medio de ti, v. 10: heredar a Judá
como su porción, v. 12; escogerá a Jerusalén, v. 12). La conversación directa agrega dos asuntos
nuevos a lo que se dijo en las visiones: (a) El profeta con sus aparentemente extravagantes promesas
será vindicado (vv. 9, 12); y (b) la gracia de Dios para con Israel se les ve como el comienzo y el
medio de su gracia para todos los hombres: muchas naciones se unirán al SEÑOR… y serán su
pueblo. (v. 11; para esta nota universal de Zacarías, comp. 8:18–20; 9:6–7, 10; 14:9, 16)
2:13 El profeta se desploma con asombro ante este prospecto universal y ruega a toda carne (el
hombre en su fragilidad) guardar silencio en adoración ante el Dios que está a punto de ejecutar sus
propósitos.
3:1–4:14 Un templo nuevo, una Jerusalén nueva y una Sión nueva son impensables sin sacerdote y
rey. Al profeta se les muestra que están prontos para integrar el plan de Dios y serán adecuados para
sus elevados oficios por el Señor mismo. 1) 3:1–10 La cuarta visión: el sumo
sacerdote de la nueva era
¿Qué hombre de carne y sangre puede atreverse servir como sacerdote ante Dios como
representante de un pueblo pecador? Ciertamente no Josué el entonces sumo sacerdote en funciones.
Satanás tenía todo el derecho de acusarlo, y lo hizo. Solamente el Señor mismo puede silenciar la
acusación, puesto que su gracia había escogido a Jerusalén pese a todos los pecados de la misma. Ha
rescatado un tizón del fuego de su juicio (el exilio). Puede quitar la ropa sucia (símbolo de la culpa
de Josué y su pueblo) y vestirlo con ropas espléndidas y hacer de él un sacerdote fiel que gobierne
sobre la casa de Dios. Puede incluso darle a Josué un lugar de acceso a Dios como los ángeles. La era
mesiánica amanece; el Siervo de Dios, el retoño (Mesías, comp. Jer 23:5; 33:15) ha de venir, y eso
significa la remoción de la culpa del hombre, la justificación de los impíos, significa paz y
prosperidad idílica.
3:1 Para Satanás como acusador comp. Job 1:6–12; 2:1–6; Ap. 12:10.
3:5 El turbante es parte de la vestimenta sumo-sacerdotal (Éx 28:4). Éx 28:38 lo asocia con el
oficio expiatorio del sacerdote, y se lo menciona entre las vestimentas sagradas usadas por el
sacerdote en el Día de la Expiación (Lv 16:4). La expresa mención del mismo es, por lo tanto, muy
apropiada en este contexto de perdón y reconciliación.
3:7 Entre estos que están aquí son los ángeles que están en la presencia de Dios (comp. v. 5 e Is
6:2). Zacarías tiene un sentido muy fuerte del abismo que separa al hombre de Dios; un ángel, al
contrario, hace de medio para la divina revelación que recibe (por ej., 1:12–14). Es por lo tanto una
fuerte expresión de la plenitud del perdón de Dios que un ser humano tenga acceso directo a Dios.
Ésta es una anticipación del mundo por venir, donde seremos “como ángeles”. (Mt 22:30)
3:8 Los amigos de Josué son posiblemente los sacerdotes que servían bajo él, el sumo sacerdote.
Desde la restitución del sacerdocio, lo mismo que la reconstrucción del templo, es para hacer entrar
la nueva era, son hombres de buen presagio; señalan hacia el venidero Mesías, el Vástago del que
Jeremías había hablado (Jer 23:5–6; 33:15–16; comp. Is 4:2). Zacarías nuevamente se refiere a él en
6:12, en conexión con la edificación del templo.
3:9 El significado de la piedra… puesta ante Josué no está claro; quizás se refiere a un ornamento
en el turbante sacerdotal. (Comp. Éx 28:36)
3:10 La expresión debajo de su vid y de su higuera encierra la idea de paz y felicidad. (Comp. 1R
4:25; Mi 4:4)
2) 4:1–14 La quinta visión: rey y sacerdote, los dos ungidos
El rey ungido de la amaneciente nueva era no es meramente una figura política, sino que él
realiza su tarea con el poder del Espíritu del Señor (v. 6). Él es una figura religiosa y por lo tanto
íntimamente asociado con el sacerdote. Juntos, el sacerdote ungido y el rey ungido, están al servicio
del Señor de toda la tierra (v. 14). Este imaginariamente elaborado candelabro de oro con siete
lámparas y 49 llamas y las dos plantas de olivos a sus lados parece indicar que bajo el ojo vigilante
del Señor omnisciente, estos divinamente instituidos y autorizados líderes serán los medios por los
que la gracia de Dios (aceite, v. 12) es suministrada al pueblo de Dios para la vida en el nuevo
Jerusalén y adoración en el nuevo templo.
4:7–10 La estructura del relato de estas visiones es como sigue. Primero hay una descripción
detallada de la visión (vv. 2–3). Luego sigue una declaración del significado general de la visión:
Zorobabel llevará a cabo su tarea asignada en el poder del Espíritu; ni siquiera la más imponente
oposición (gigantesca montaña) puede frustrarlo; colocará la piedra principal sobre el templo nuevo
entre gritos de alabanza a su belleza (vv. 4–10). Y tercero, se da una interpretación más detallada de la
visión que agrega el detalle significativo (v. 12) de los tubos de oro del que fluye el aceite dorado.
(vv. 11–14)
4:6 Por mi Espíritu enfatiza el hecho que el poder y el triunfo de esta empresa son del Señor y
sólo de él.
4:10 La plomada será vista en la mano de Zorobabel al alinear la piedra principal de la estructura
y la pone en su lugar.
5:1–11 LA SEXTA Y LA SÉPTIMA VISIONES: LA ELIMINACIÓN DEL PECADO DE LA NUEVA
JERUSALÉN
6:1–8 LA OCTAVA VISIÓN: EL ESPÍRITU DE DIOS ALCANZA A LOS EXILIADOS DEL NORTE
Los cuatro vientos, los carros de Dios, salen para ejecutar su voluntad en toda la tierra. La
voluntad de Dios es de salvación para toda la gente. Pero él traerá salvación para todos por medio de
Israel (“La salvación proviene de los judíos”, Jn 4:22). Por lo tanto el interés está centrado en el carro
que va hacia el país del norte, hacia Babilonia, donde están los remanentes del exilio. Hacia allá el
carro trae el Espíritu de Dios para incitar a los exiliados de unirse a sus hermanos en Jerusalén, la
ciudad de la promesa, el almácigo del que el futuro de Dios crecerá y se desparramará.
6:8 Muchos toman la expresión hicieron reposar mi Espíritu (RV) como que significara que el
celoso enojo de Dios contra Babilonia ha sido satisfecho. Esto es posible. Pero el verbo hacer
reposar significa básicamente “causar que repose” o “de recostar”, “depositar”; la idea de “reposar”
no está necesariamente expresada. Y parece más aceptable que la última de las visiones de esperanza
debe expresar una nota de esperanza como punto culminante de la serie.
6:9–15 Las visiones de esperanza son seguidas por una Palabra del Señor que pide al profeta
realizar una acción de esperanza: tomar el oro y la plata que trajeron un grupo de exiliados
regresados y hacer coronas para Josué y Zorobabel. (La coronación de este último no se menciona
con palabras, pero el hecho de que el texto hebreo habla de coronas y que Zorobabel es aquí, como
en 3:8, designado como el retoño mesiánico indica que él también debe ser coronado). La ceremonia
se realiza en privado, en la casa de Josías (v. 10), y las coronas no serían usadas por lo pronto, sino
que permanecerían en el templo como un recordatorio (v. 14). La ceremonia es simbólica, señalando
hacia el futuro, y el cumplimiento de la profecía mesiánica permanece indefinido y abierto. El punto
importante es: Ahora, al construirse de nuevo el templo, comienza la nueva era en la que el poder
sacerdotal y real obran armoniosamente en conjunto (v. 13), y la gente, con los exiliados a retornar,
han de unirse en obediencia a la voz del SEÑOR, su Dios. (v. 15)
Siendo que el oráculo es sin fecha, en contraste con el anterior y posterior (7:1) pronunciamiento,
pareciera tomarlo como la conclusión o el epílogo de las ocho visiones.
6:11 La lectura del texto hebreo, coronas (plural), parece ser preferible al singular adoptado por
algunas versiones. Es notable cómo el sacerdocio y el reinado están tan íntimamente ligados tanto
aquí como en las visiones de la investidura de Josué y los Dos Ungidos (3:1–10; 4:1–14). La profecía
encontró su cumplimiento final en nuestro Señor que es a la vez sacerdote y rey. (Heb 6:20–7:2;
comp. Sal 110:4)
6:15 La última frase, si ustedes se esmeran en obedecer, etc. Nos recuerda que la promesa de Dios
es una palabra personal que evoca una respuesta personal, la obediencia de la fe.
7:1–8:23 Una delegación de Betel hace averiguaciones con los profetas y sacerdotes de Jerusalén
sobre las observancias de los ayunos que conmemoraban el incendio del templo en 586 a. C. ¿Es
necesario seguir observando los ayunos ahora que el templo está siendo reconstruido? (7:1–3). La
respuesta del profeta va más profunda que la pregunta. En primer lugar trata del verdadero
significado de ayunar y toda adoración ritual (7:4–6). Luego, mirando al pasado de la historia de
Israel, el profeta llama a la memoria porqué sus fiestas se tornaron en ayunos y por qué su gozo se
convirtió en llanto (7:7–14). Y tercero, el profeta proclama cómo sus ayunos volverán a ser fiestas
otra vez por la voluntad y obra redentora de Dios, y lo que esto involucra para la conducta del pueblo
de Dios (8:1–23). Es en esta última sección de pro-mesas exuberantes que la respuesta directa a sus
preguntas les es dada. (8:18–19)
7:1 La fecha es 518 a. C. y se hicieron progresos en cuanto a la terminación del templo que se
llevó a cabo en 516 a. C.; la pregunta de Betel era más que natural.
7:3 El incendio del templo tuvo lugar en el quinto mes. (Jer 52:12; 2R 25:8)
7:5 El ayuno del séptimo mes probablemente conmemoraba el asesinato de Guedalías, gobernador
nombrado sobre las ciudades de Judá por el rey de Babilonia después de la caída de Jerusalén (2R
25:2226; Jer 41:1–3). Su muerte a manos de nacionalistas judíos fanáticos resultó ser un golpe grave
para la gente que permanecía en el país.
7:5–6 La pregunta retórica en cuanto al ayuno de Israel implica el mismo juicio que el que dio
Jesús sobre el ayuno de los fariseos (Mt 6:16–18); carecía de sinceridad e integridad. El ayuno que
significaba una expresión de dolor por el pecado y la urgencia de la oración, había llegado a ser un
acto de piedad egocéntrica. El ayuno de Israel (comer y beber) estaba viciado por la misma falta
básica; su egoísmo le robaba a la adoración el contenido y el significado.
7:7–14 ¿Por qué la historia de Israel llegó a ser por 70 años una historia de ayuno y “duelo”?
Porque al principio cuando el territorio estaba intacto (v. 7), no escuchaba la voz de los profetas sino
que resistió al Espíritu que hablaba por los profetas (vv. 7, 11–12). No tenía oídos para una palabra
como la de Miqueas que puso delante de ella un cuadro simple e inolvidable de verdadera adoración:
“Practicar la justicia, amar la misericordia y humillarte ante tu Dios” (Mi 6:8). El pueblo de Israel no
escuchaba al Señor cuando los llamó por los profetas, y así llegó la hora en que él tampoco los
escuchaba a ellos. Su conversación con Dios se terminó y la ira de Dios los diseminó y dejó su país
desolado.
7:8 Esta palabra del Señor a Zacarías resume lo que el Señor había dicho a su pueblo “por su
Espíritu por medio de los antiguos profetas”, o sea, antes del exilio.
8:1–23 ¿Qué es lo que trae grandes cambios en la fortuna de Israel? ¿Cómo pueden ayunos llegar
a ser temporadas de gozo y alegría, y de animadas fiestas? (v. 19). No por un acto de parte de Israel
sino por la gracia de su misericordioso y poderoso Dios del pacto, el Todopoderoso SEÑOR.
Zacarías derrama un aluvión de “palabras bondadosas y consoladoras” (comp. 1:13) para representar
su misericordia y poder restauradores. Diez palabras de promesa, cada una introducida por la
fórmula: Así dice el Señor Todopoderoso, ilustra la apertura de puertas de su amor. En el curso de
estas promesas la cuestión de los ayunos recibirá su respuesta (vv. 18–19). El templo renovado (v. 9)
y la adoración aceptable de Israel (toda la vida dedicada a Dios en amor el uno para el otro, vv. 16–
17) ha de ser la respuesta de Israel al fiel amor del Dios del pacto (Amen, pues, la verdad y la paz, v.
19). Y así, por la misericordia creadora de Dios Israel puede llegar a ser una luz que ilumina a los
gentiles. (vv. 20–23)
8:6 Algunas versiones traducen correctamente la palabra hebrea aquí como maravilloso, en vez de
imposible como lo hace la NVI. Se usa también con el nacimiento de Isaac en Gn 18:14. (“¿Acaso hay
algo imposible para Dios?”) El nacimiento de Isaac, hijo de la promesa, a padres ancianos “casi
muertos” (Ro 4:19) y la restauración de Israel en la nueva era ambos parecen milagros de gracia y
requieren fe.
8:9 La respuesta de fe a las grandes pro-mesas divinas es el hecho concreto de edificar el templo.
8:13 Dios mantiene su promesa que hizo hace mucho desde Abraham (tú serás una bendición).
(Comp. Gn 12:2)
8:19 Aquí el ayuno del cuarto mes y del décimo es agregado a la lista de los ayunos. A los muros
de Jerusalén se les abrió la primer brecha “en el noveno día del cuarto mes” (2R 25:3–4; comp. Jer
39:2). Sedequías, el rey títere instalado por el rey de Babilonia, se rebeló contra el conquistador
babilónico “en el décimo mes” (2R 25:1). Estos eventos pueden haber dado origen a la práctica de
ayunos en el mes que ocurrieron.
8:23 Nosotros de origen gentil nunca debemos olvidar lo que le debemos a los judíos; entramos
al reino haciendo uso de la túnica judía. La advertencia de Pablo a los cristianos gentiles
complacientes es válida hasta el día de hoy. (Ro 11:17–24)
Nota de Introducción: Los primeros ocho capítulos del Libro de Zacarías mencionan al profeta
por su nombre y fechas de sus pronunciamientos; la situación histórica en que su palabra profética es
hablada puede ser reconstruida con exactitud razonable. En los últimos seis capítulos no se menciona
el nombre del profeta, ninguna de sus profecías es fechada, y los temas históricos específicos de la
primera mitad del libro (tal como la reconstrucción del templo) no aparecen. Igualmente el estilo y
tono de estos capítulos difiere considerablemente. Algunos eruditos toman en cuenta para esta
diferencia asignando estos capítulos a un período posterior en la vida de Zacarías, cuando las
condiciones habían cambiado. Otros lo asignan a otro profeta desconocido o aun a otros profetas.
Entre los que creen que estos seis capítulos son la obra de algún otro que Zacarías, hay poco acuerdo
en cuanto a la fecha y trasfondo histórico de estas profecías. Algunos eruditos fechan porciones de
las mismas tan temprano como el octavo siglo a. C. Otros asignan todos o la mayoría de ellos al
cuarto o tercer siglo.
Ya sea que estas palabras sean los pronunciamientos de profetas sin nombres o de Zacarías no es
una cuestión de primera importancia. El N. T. da testimonio a valores permanentes y a la elevada
autoridad de lo que Dios ha causado aquí ser escrito para nuestra enseñanza, especialmente lo que
concierne al significado de la pasión y muerte de nuestro SEÑOR. Comp. Mt 21: 1–5 (Zac 9:9); Mt
26:28 (Zac 9:11); Mt 9:36 (Zac 10:2); Jn 10:12 y ss. (Zac 11:4 y ss., 15 y ss.); Mt 26:15 (Zac 11:12); Mt
27:9–10 (Zac 11:13); Jn 19:37 (Zac 12:10); Mt 26:31 (Zac 13:7); Mt 21:12 (Zac 14:21).
La incertidumbre en cuanto al trasfondo histórico crea ciertas dificultades para el entendimiento
de estos oráculos vivientes; algunos problemas son insolubles. Pero como todas las palabras de Dios,
estas palabras son mayores que su primera ocasión y pueden ser provechosas para enseñar, para
reprender, para corregir y para instruir en la justicia aun cuando el trasfondo histórico está más allá
de nuestro conocer. Los últimos seis capítulos del libro de Zacarías pueden ser estudiados
provechosamente como un comentario vívido sobre el Reino para cuya venida la iglesia ora en el
Padrenuestro.
9:9–1 El reino de Dios no es meramente un reino SOBRE la historia. Su reino “viene”; su Palabra
se hace carne y entra a nuestra historia. Su reino será un reino EN la historia, y ese reino encarnado
significa bendición para todas las naciones. El Rey que viene a Sión es el lado opuesto “del orgullo
de los filisteos” (v. 6); él viene humilde, montado en un asno y levanta la mirada hacia Dios por
vindicación y victoria (triunfante, victorioso), no por un poder secular humano. Su reino “no es de
este mundo”; su única arma es la Palabra que habla de paz a toda la humanidad. Pone fin a todos los
armamentos (carros, caballos de guerra) y el horror y la agonía que crean. El Rey Siervo, este Rey
de Paz, será la última Palabra en la historia, puesto que su dominio no tiene límites. En él Dios habrá
conquistado su mundo para hacerlo suyo.
El N. T. señala hacia el cumplimiento de esta profecía de la entrada de Jesús en Jerusalén (Mt
21:4–5, Jn 12:14–16). Allí, al venir desarmado y montando un asno, el animal de paz, para
manifestarse como el Rey de Jerusalén, vemos en mayor concentración su deseo de humildad que
caracteriza todo su ministerio. Este era el deseo que manifestó en su determinación de vivir por cada
palabra que procedía de la boca de Dios (Mt 4:4), en sus bienaventuranzas para los pobres y humildes
(Mt 5:3.5), en su apacible humildad de corazón (Mt 11:29), en su rechazo de que sus seguidores
pelearan por él o de convocar legiones de ángeles en su defensa (Mt 26:51–53; Jn 18:36) en su firme
confianza que su Padre haría de sus enemigos su estrado, y lo sentaría a la diestra del trono celestial
(Mt 22:41–45; 26:64). Y así creó y dio una paz que el mundo no puede dar.
9:10 Efraín y Jerusalén, los reinos del norte y del sur, divididos desde los trágicos días de Roboán
(1R 12:1–20; comp. 11:2640) volverán a unirse en los días del Mesías, cuyo reinado de paz unirá a
todas las naciones bajo su dominio (de mar a mar) universal.
9:11–17 La Palabra de Dios zarandea a las naciones para su última salvación, y presenta ante
Israel la promesa del Príncipe de Paz. Pero Dios tiene también una Palabra para el tenebroso presente,
para la angustia actual de su pueblo en su cautividad. No se ha olvidado de su pacto ratificado con
sangre expiatoria (Éx 24:1–8); recuerda la sangre de su pacto (v. 11), por lo que dijo: “Yo seré su
Dios”; y él librará a su pueblo de todo mal. Yo los voy a librar de la cautividad; los prisioneros son
prisioneros de esperanza que se les asegura una doble recompensación para su sufrimiento (v. 12). El
Señor mismo peleará por su pueblo y le dará victoria sobre sus enemigos (vv. 13–15). Bajo su
poderosa mano su pueblo llegará a ser guerrero con arco, flecha y espada (v. 13). Él pondrá en
libertad a su pueblo y lo bendecirá con la plenitud fructífera de la tierra prometida. (vv. 16–17)
9:11 Cisterna seca sugiere una vida seca y sin esperanza en el exilio.
9:12 Fortaleza probablemente se refiere a la ciudad originaria de los cautivos, Jerusalén. La doble
recompensa es la victoria sobre sus enemigos (vv. 13–15) y una bendecida y segura existencia en su
país. (vv. 16–17)
9:13–15 La batalla será una guerra santa en la cual Dios mismo es el guerrero, el arquero, el
lancero (el que blande, v. 13) el hombre de la espada y el trompetero.
9:13 Qué poder particular griego, si es que hay tal, se quiere identificar con Grecia no se puede
determinar. (Comp. nota en 9:1–8)
9:15 La salvaje imaginación de beber sangre, desde un recipiente lleno de sangre que se usaba en
los sacrificios o con el que se empapaba el altar contra el que se tiraba la sangre del animal
sacrificado (Éx 24:6), sugiere una carnicería sin temor y decisiva para la victoria.
10:1–2 Israel estaba constantemente tentada a olvidar que el Dios cuyo reinado es sobre todos (Sal
145:13) es también el Dios de las necesidades diarias, el Dios que da al hombre su alimento a su
determinado tiempo (Sal 145:15). Olvidaron a su creador y se inclinaron a ídolos y adivinadores para
ayudarles y aconsejarles en cuestiones críticas de la lluvia de primavera, tan esencial para la
maduración de los cereales (v. 1). Este ignorar a Dios se venga a sí mismo o, más bien, Dios se venga
de ellos; los hombres que no quieren dirigirse al buen pastor están condenados a carecer de líder en
un rebaño afligido. (v. 2)
10:2 Los terafin eran ídolos usados para instrumentar la adivinanza. (Comp. Ez 21:21)
10:3–11:3 El Señor Todopoderoso cuida de su rebaño (v. 3) la casa de Judá es un rebaño que
desesperadamente necesita cuidado. La gente no solamente está sin pastores propios (comp. v. 2);
están bajo el dominio de pastores extraños, tiranos foráneos que los oprimen. El Señor
Todopoderoso, por lo tanto, intercederá por ellos y hará de las impotentes víctimas poderosos
vencedores (vv. 3–6). Él los proveerá con guías genuinos de sus propias filas (v. 4), que los
conducirán al triunfo contra enemigos superiores porque el Señor está con ellos (v. 5). Un pueblo
reunido (Judá y José, v. 6) tendrán la suficiente fortaleza para luchar con regocijo de victoria. Como
un pueblo arrepentido lo llevarán a su hogar, librados del dominio de fuerzas extrañas (vv. 10, 11).
Las maravillas del éxodo se repetirán (v. 11) y el pueblo se exultará en la fuerza que le fue dado por
Dios (v. 12). El orgullo y el poder de los reinos de este mundo serán abatidos, como cedros y robles
orgullosos talados y consumados por el fuego. (11:1–3)
10:3 Los pastores y guías (lit. “machos cabríos”, comp. Dn 8:5–8, 21) son aquí amos extranjeros
(comp. Jer 25:34) que explotan al rebaño a diferencia del Señor que cuida de su rebaño.
10:4 El prometido gobernante mesiánico es comparado con una piedra angular que determina la
estructura de toda la casa; con una estaca de tienda, cuya firmeza asegura la estabilidad de la tienda; y
también a un arco de batalla, que provee para la defensa de la gente. El gobernante saldrá de ellos, o
sea será un miembro de su propio pueblo. (Comp. Dt 17:15)
10:6 El Señor contestará sus oraciones.
10:8 Señal, lit. “silbido”, comp. Is 7:18.
10:9 Para recordar en el sentido de “recordar y arrepentirse” comp. Dt 30:1–2.
10:10 Egipto y Asiria son citados como ejemplos de poderes foráneos (los pastores del v. 3) que
afligieron al pueblo de Dios. Así como el Señor una vez liberó a su pueblo de su tiranía, así lo hará
nuevamente. Los exiliados regresados serán tan numerosos que incluso las fronteras del gran reino
de David (Galaad, Líbano) no serán capaces de contenerlos a ellos.
10:12 La lectura del texto hebreo (caminarán en mi nombre) quizás es preferible. El pueblo
renovado será renovado interiormente; caminará (o sea conducirá su vida) a la luz de la revelación
(nombre) que el Señor le concederá.
11:1–2 Para cedros y robles como símbolos del poder orgulloso comp. Is 2:12–13, 17; 10:33; Ez
31:2–3, 10. Líbano y Basán son localidades famosas por sus árboles.
11:3 Hay una tétrica ironía en el hecho de que los amos extranjeros son llamados pastores y
leones en el mismo instante. Porque no son verdaderos pastores que cuidan sino leones devoradores,
es que ellos pierden su gloria y su lugar (jungla).
11:4–14 En esta era el reino de Dios trabaja contra obstáculos y oposiciones; se las tiene que ver
con conflictos hirientes cuando se encuentra con el orgullo de los filisteos (9:6), la sabiduría
orgullosa de Tiro y Sidón (9, 2), los opresores del pueblo de Dios (9:11–12), el poder de Asiria y el
opresivo cetro de Egipto (10:11). Debe consumirse en las llamas de los gigantescos cedros y robles
del reino de este mundo (12). Aún en medio del pueblo de Dios, el reino de Dios debe luchar para
vencer la superstición e idolatría (10:2). Pero la oposición más gravosa al reino es el que es ofrecido
por la ingratitud y el desprecio del rebaño al cual el rey envía su Buen Pastor.
12:1–14:21 Los cc. 12–14 son en cierto modo paralelos a los cc. 9–11; el tema aquí también es la
venida del reino de Dios. Pero hay un nuevo énfasis en la renovación y purificación interior del
pueblo de Dios (12:10–13:6); un retrato más amplio y pleno de la inclusión de los gentiles en el reino
de los últimos días (14:9, 16–19); y ante todo la figura del rey humilde y pobre (9:9–10) y el Buen
Pastor (11:4–14) emerge con gran claridad en el traspasado (12:10) y el Pastor herido (13:7–9) y está
a la par del Siervo sufriente de Is 53 como una de las interpretaciones más claras y profundas de él
que es el reino de Dios en persona en todas sus palabras y obras, y no menos en su sufrimiento y
muerte.
12:1–9 La misión del Buen Pastor ha finalizado en un fracaso, y el pueblo de Dios ha sido
entregado en manos de pastores inútiles. Si el pueblo de Dios ha de tener un futuro y una historia,
solamente un acto creativo de Dios puede hacerlo posible. Es el Dios que creó los cielos, la tierra y el
espíritu humano que dará fuerzas y la victoria a su pueblo. Su iniciativa en la Palabra se afirma desde
un comienzo, y su actividad es enfatizada a través de todo en cada versículo y sección.
12:1 Para Dios el creador como el actor omnipotente en la historia y la segura fuente de
liberación comp. Is 40:12–31; 42:5–9; 51:12–16.
12:2 La copa de embriaguez (o intoxicación) ilustra a Jerusalén como algo que es ansiosamente
buscado por las naciones y que a la final es su propia caída. Para copa e intoxicación como una
ilustración de la ira y juicio de Dios comp. Sal 75:8; Is 51:17, 22; Jer 25:15, 17, 28; 49:12; Ez 23:31–
35; Hab 2:16. Las palabras Judá será sitiada parece indicar que habrá oposición contra Jerusalén, la
ciudad de Dios desde dentro del mismo pueblo de Dios. En el v. 5 Judá se la muestra como
representando y reconociendo a Jerusalén como la verdadera ciudad de Dios y en el v. 7 Judá incluso
tiene preeminencia en la victoria que da el SEÑOR.
12:3 Jerusalén es ilustrada como la piedra sobre la cual las naciones prueban su fuerza pero
desembocan en lamentos. La iglesia es como un yunque sobre el que se han gastado muchos
martillos.
12:4–6 El Señor abrirá sus ojos o sea considera con bondad a la casa de Judá; el bondadoso y
efectivo mirar de Dios (comp. 9:8; Éx 3:7) es un fuerte contraste a la ceguera e impotencia de sus
enemigos. La bondad de Dios conduce a Judá al arrepentimiento (v. 5; comp. Ro 2:4), y Judá llegará a
ser un instrumento del juicio (como un bracero de carbones vivos o una antorcha en medio de
materiales combustibles). 12:7 Judá llegó tarde a la batalla con una pésima foja de enemistad previa, y
no obstante es el primero en gozar los dones de la victoria. Esto marca a la victoria como pura gracia
de Dios y su don, no es algo adquirido por los humanos; ni siquiera una casa real o la santa ciudad
puede reclamar un crédito personal en eso. El último será el primero. Así Miqueas vio venir al
Mesías, no desde Jerusalén sino desde la pequeña Belén, y gobernar no con el poder de la casa real en
la ciudad real sino “en el poder del SEÑOR”. (Mi 5:2–4)
12:8 Como David, el poderoso rey guerrero, Dios hará reyes a todos los miembros de su pueblo
(comp. Ap 1:6; 5:10). El ángel del Señor es una forma en la cual el Dios invisible hace conocer su
presencia a la gente. Comp., por ej., Gn 22 donde “ángel del SEÑOR” (Gn 22:11, 15) alterna con
“Dios” (Gn 22:12) y “SEÑOR” (Gn 22:16). La casa de David será como Dios, como se manifestó a sí
mismo a su pueblo en la historia. Aquí hay un indicio de la encarnación.
12:10–13:6 La renovación interior del pueblo de Dios
12:10–13:6 El Señor no sólo le dará a su pueblo la victoria sobre sus enemigos; por su Espíritu
creará un corazón limpio dentro de ellos.
13:7–9 Jesús se aplicó a sí mismo y a sus discípulos las palabras de Zacarías que se refieren al
Pastor herido y las ovejas dispersas (Mt 26:31). Y lo cierto es que el pastor puede ser únicamente el
Buen Pastor; el Señor lo llama mi Pastor y el hombre en quien confío (v. 7), un término que el
Levítico aplica repetidamente a alguien unido a otro por un lazo cercano e íntimo, el “hermano”, el
“vecino”, un miembro compañero del pueblo del pacto (Lv 19:15; vea también 6:1; 18:20; 19:11;
24:19; 25:14, 15, 17). Él es entonces el Buen Pastor de Dios, el don de Dios dado a su pueblo,
despreciado por el pueblo, valuado en 30 monedas de plata (11:7–14); él es el Traspasado por el que
la gente algún día llorarán cuando el Espíritu obre el arrepentimiento en ellos. (12:10)
Antes de que pueda venir la bendición de la victoria y de la renovación por el Espíritu, el Pastor
debe morir (comp. Jn 7:39; 16:7). Su muerte no es un accidente sino una deliberada acción judicial de
Dios (espada, v. 7, comp. 11:17). Zacarías habla oscuramente de lo que Is 53 dice con más claridad: la
divinamente dispuesta muerte de Alguien sobre el que el Señor cargó la iniquidad de todos nosotros
(Is 53:5–6). Este es el misterio de la cruz, el misterio del amor confiado de Dios que a nada le teme.
Misteriosa es también la secuela: El resultado para el rebaño no es felicidad inmediata sino un tiempo
de prueba que tamiza y separa (vv. 8–9a), que examina y purga al pueblo de Dios hasta que lleguen a
ser el oro refinado que el Gran Refinador desea. No es hasta entonces que su mano pesada se retira de
sobre ellos. Sólo ENTONCES responderá a la confesión y alabanza de su pueblo con las palabras
beatíficas: Ellos son mi Pueblo (v. 9b). Jesús conocía este aspecto de su misión en la tierra, y estaba
enteramente de acuerdo con la voluntad de Dios cuando afirmó que había venido para traer la espada
que divide y el fuego refinador a la tierra. (Mt 10:34; Lc 12:49)
14:1–21 El último capítulo resume el mensaje de los cc. 9–13 al retratar sobre una gran tela con
letras monumentales el Día venidero del Señor cuando él mismo viene a establecer su reino, al librar
su santa ciudad del ataque masivo final de las naciones (vv. 1–5), al transfigurar a toda la tierra bajo
su reino (vv. 6–11), al herir con una terrible plaga a toda la gente que rechaza su reinado (vv. 12–15),
al unir a todos los sobrevivientes de todas las naciones en una adoración comunitaria (vv. 16–19), y al
abolir la distinción entre “sagrado” y “profano”, consagrando cualquier cosa al uso y gloria del
SEÑOR. (vv. 20–21)
1:2–5 Israel, el pueblo que Dios había elegido, debía ser recordado de ese amor selectivo del
Señor por ella. Ese amor fue el origen y la base de la existencia de Israel (Dt 7:7–8) y la fuerza
motriz de su carrera fiscalizada por Dios mismo. De este amor depende todo. Si esta estaca se afloja,
todo se viene abajo: la historia de Israel pierde todo su significado, su adoración se convierte en
formalidad, su fe no tiene objeto y su esperanza no tiene base. A mitad del siglo quinto a. C., este
desanimado y desilusionado pueblo bajo la dominación persa, tenía una necesidad especial de la
certeza del amor de Dios por ella. A no ser que estuviere firmemente convencida de ese amor de
Dios, nada podía interesar a Israel, ni verdadera adoración ni acciones correctas. Malaquías apela a
su pueblo, así como Pablo a la iglesia “por la misericordia de Dios” (Ro 12:1). Esta nota se oye en
todos sus reproches, amonestaciones y mandatos.
Aquí al principio ilustra el amor de Dios al contrastar la suerte de la nación de Israel, los
descendientes de Jacob, con el destino de la nación de Edom, los descendientes de Esaú que había
ocupado el vecino territorio de elevadas colinas hacia el sur del Mar Muerto. El juicio de Dios pesaba
sobre este amargo y vengativo enemigo de Israel (comp. Abdías; Sal 137:7; Jer 49:7–22; Ez 35; Am
1:11–12). La elevada tierra-fortaleza estaba baldía, pero ante todo, Edom no tenía futuro. Ninguna
brillante esperanza mesiánica iluminaba su cielo oscuro. El destino de Edom señalaba hacia el hecho
que el Señor que ama a Israel tiene el poder de implementar su amor: ¡ Grande es el Señor aun más
allá de las fronteras de Israel! (v. 5)
1:3 Posiblemente una alusión a un reciente desastre, la invasión de Edom por árabes nabateos, que
expulsaron a los edomitas de su país.
1:6–2:9 La nota que sonó en el prólogo (vv. 2–5) sigue sonando en este oráculo, o sea, que el
amor de Dios está hablando. Es el amor paternal del Dios de Israel que le dijo a faraón: “Israel es mi
primogénito. Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo para que me rinda culto” (Éx 4:22–23). Este es un
amor íntimo, el amor de un padre que busca una respuesta de amor de su hijo. Esa respuesta, como
todas, es una comunión íntima, no permanece abstracta y generalizada sino que se manifiesta en
hechos particulares concretos de obediencia y servicio tal como la Ley prescribía a los sacerdotes y a
la gente. Los sacerdotes, representantes del pueblo delante de Dios y mensajeros del Señor
Todopoderoso (2:7) para el pueblo, son hijos desnaturalizados y siervos infieles cuando se tornan
flojos y descuidados en sus deberes: desprecian el nombre de su Padre, o sea, a Dios como se les ha
revelado. Él se reveló a sí mismo en el pacto con Leví, un acto de amor que dispensaba vida y paz
(2:5) y estaba designado a evocar temor, una obediencia de respeto sagrado. Es por eso que
Malaquías, hablando por su Dios, se vuelve tan exigente en cuanto a la calidad de los animales
ofrecidos a Dios en sacrificio. No está meramente preocupado si el ritual es correcto, está
preocupado por la respuesta del hombre al amor de Dios. Ofrecer a este gran Rey (v. 14) menos de lo
que ofrecería al gobernador persa (v. 8), menos que lo mejor, es un sacrilegio de despreciar y
profanar el amor del pacto del Padre de Israel e invocar su maldición. (v. 14)
1:8 La Ley prescribía que los mejor elegidos animales debían ser ofrecidos para el sacrificio. (Lv
22:20–22; Dt 15:21: 17:1)
1:9 Implorar el favor de Dios es, desde luego, irónico: Si damos a Dios lo que ningún amo
político aceptaría, él estará complacido.
1:10 Un sacrificio que no es la expresión genuina del amor de un hijo y la devoción de un siervo
es una abominación para Dios. (Comp. Is 1:12–17; Os 6:6)
1:11 La adoración aburrida y descuidada de Israel hace que la adoración oscura y vacilante de los
gentiles parece ser buena al compararla; las ofrendas parecen ser puras comparadas con las
“mancilladas” de Israel (v. 7). El hebreo tiene una forma de hacer contrastes absolutos mientras que
nuestra manera de hablar es hacer contrastes relativos, comp. Gn 29:30–31, donde en el v. 31 “Lea fue
odiada” recoge lo que fue expresado en el v. 30 como “amó a Raquel más que a Lea”. Para la idea de
una adoración universal de Dios para evocar con esto una revelación general vea Hechos 17:26–27;
para una última estimación sobre una adoración tal vea Ro 1:19–23.
1:14 La culpabilidad del sacerdote es incrementada por el hecho de haber engañado al laico.
2:2 Honrar el nombre de Dios significa que su revelación debe tener un valor supremo en nuestra
vida de adoración personal.
Las bendiciones de los sacerdotes son probablemente los estipendios de sus oficios.
2:3 Una expresión brutalmente fuerte del pensamiento: “Así como ustedes han profanado mi
nombre, así yo los voy a profanar a ustedes.”
2:4 Por el pacto de Dios con Leví (su elección para el sacerdocio), comp. Dt 18:1–8; 33:8–11.
2:5–7 Este cuadro luminoso de la bendición sobre el sacerdote y las bendiciones que nos vienen
por un verdadero sacerdote constituyen el contraste de un cuadro oscuro de un sacerdocio corrupto y
corruptor de los vv. 8–9. El último cuadro contiene una acusación que no se mencionó antes: La
adulación de los sacerdotes para con los grandes y ricos sólo tiene éxito para ganarse el desprecio de
todos.
2:10–16 El Dios que amó a Israel es el padre que llamó a la existencia (creó, v. 10) una nación
cuyos miembros debían ser una familia viviente unidos en amor, amor por Dios y por el hermano en
una unidad inquebrantable. Cuando ese único amor es violado, el otro también es violado. Cuando los
israelitas son infieles uno con el otro, profanan el pacto que Dios hizo con sus padres (v. 10), o sea no
respetan la santidad de la vida familiar que el Dios del pacto había creado para ellos. Divorciar a su
mujer de la juventud es una violación del pacto de amor; y lo mismo es también cuando se casa con
una mujer extraña.
La reacción violenta del profeta hacia los matrimonios mixtos no es una parte de una exclusividad
nacionalista; su preocupación no es nacionalista o ética sino religiosa. La ley (Dt 7:3–4; 17:17) y el
ejemplo del rey Salomón (cuyo amor por mujeres extrañas tornaron su corazón de una devoción
pura hacia el SEÑOR, 1R 11:1–13) ambos aclararon que el peligro en los matrimonios mixtos es la
tentación a la idolatría que está involucrada. La mujer extraña es hija de un dios extraño (v. 11); su
existencia está determinada por su Dios, una unión con él enajena al marido de la adoración del
verdadero Dios. Y así él profana el santuario del Señor (v. 11); ya no es para él, el santuario del Dios
único quien reclama toda su adoración con un amor celoso. Un hombre que viola el amor de Dios,
por divorcio o casarse de nuevo con una mujer extraña, cae bajo la maldición de perder la cosa que
él buscaba en el matrimonio: hijos que lo apoyen en los tribunales (para dar testimonio y respuesta) y
de interceder para él en el templo. (ofrecer un sacrificio, v. 12)
2:11 La Biblia usa la expresión “hijo de” o “hija de” para expresar lo que es característico del
hombre y de la mujer. Como la hija deriva su vida y su carácter de su padre, así la hija de un dios
extraño tiene su existencia determinada por su Dios.
2:13–16 Así como el matrimonio con un extraño profana el santuario así divorciar la mujer de su
juventud cubre el altar del Señor con lágrimas (v. 13). Hombres que han despreciado el amor de él
que creó el matrimonio, que es el testigo recordatorio de cada pacto matrimonial (v. 14) y odia la
violencia del divorcio (v. 16), no pueden dejar el altar con la alegre certeza de que Dios ha aceptado
su sacrificio. En lugar de la paz que esa certeza da hay lágrimas y llantos y gemidos de hombres
atormentados por el temor del Señor que ya no lo considera una ofrenda o lo acepta con beneplácito
(v. 13). El temor es bien fundado; están delante de él como hombres cuya s vestimentas están
cubiertas por la violencia (v. 16). Este civilizado asunto del divorcio es a sus ojos una cosa viciosa y
violenta. (Comp. Is 1:15)
2:14–15 Este reproche contiene una de las más cálidas y tiernas descripciones del matrimonio que
encontramos en todo el A. T. La santidad del compromiso de amor sin egoísmo bajo la presencia y la
bendición del Señor (compromiso), el fervor del amor de recién casado (la mujer de tu juventud), la
permanente afección de compañerismo de los últimos años (tu compañerismo), la prole divina con la
cual el Creador bendice la unión, todos están aquí.
2:17–3:6 Aún cuando convoca para dar cuenta aquellos que cuestionan la justicia de Dios,
Malaquías los enfrenta con el Dios de amor. De hecho es el amor de Dios que hace que los humanos
tropiecen con él al “vanagloriarse de las riquezas de su bondad y la grandeza de su paciencia” (Ro
2:4; comp. Sal 50:21). Ellos juzgan a Dios de acuerdo a sus mezquinos y vindicativos egos y no
pueden concebir un amor que excede todas las medidas y comparaciones humanas (comp. Os 11:9) y
por lo tanto puede en su firmeza ser paciente y tolerante con el pecador: yo el Señor no cambio; por lo
tanto oh hijos de Jacob no son consumidos (3:6). Pero este amor no es simplemente una tolerancia del
mal; la gente puede marginar al Señor por largo tiempo con sus charlas inútiles que mal interpretan
su paciencia amorosa como si estuviera aprobando al pecador (2:17); pero vendrá el día cuando el
amor de Dios será un testigo ligero contra los que no tienen amor (3:5). Pero aún entonces su ira no
es ciega, no es furia destructiva; Dios es el refinador y el batanero (3:2–3) quien va a restaurar a su
pueblo hacia una devoción ni pensada y hacia un temor limpio y santo, de modo tal que su adoración
y su vida lleguen a ser un servicio genuino a su padre y maestro. (Comp. 1:6)
3:1 Jesús mismo señaló a Juan Bautista, el precursor de Cristo, como el cumplimiento final de
esta promesa (Mt 11:1011). Entonces el Señor al que buscan y el mensajero del pacto son ambos
designaciones del Mesías y encuentran su cumplimiento en Jesús; él se introduce en el último juicio
(Jn 9:39), y en él la voluntad del pacto de amor de Dios encuentra su máxima expresión. (Mt 26:28)
3:2a Los que preguntan, ¿adónde está el Dios de la justicia? no han considerado lo terrible que
será su venida para aquellos que han despreciado su bondad.
3:2b El batanero es el artesano que limpia la recién cortada lana y las recién tejidas telas de su
aceite natural. Las lejías alcalinas usadas para ese fin eran fuertes y picantes.
3:5 Las viudas, huérfanos y extranjeros son mencionados en la ley como objetos preferidos del
amor de los israelitas. Necesitan ayuda sin que espere recompensa de ellos; hay campo para practicar
el genuino amor. Comp. Dt 10:17–19; 14:2829; 16:11, 14; 24:19, 21; 27:19. Para asalariados vea Dt
24:14–15.
3:6 Muchos eruditos toman este versículo con la sección siguiente, pero parece ser muy
apropiado para la conclusión de esta sección.
3:7–12 El Dios del pacto reprocha a su pueblo por su larga historia de rebeliones (se han
apartado, v. 7). El reproche es severo: El hombre roba a Dios (v. 8). Este sacrilegio presuntuoso es
castigado con una maldición (v. 9). El pago honesto del diezmo no es toda la respuesta a esta
situación temerosa; en su compasión el Padre está con su hijo desviado y le pide que tome un primer
paso hacia él en obediencia a la voz del Padre y dar así un gesto concreto de respuesta hacia el amor
de su Padre. Y la respuesta de éste es libre y generosa: Saldrá al encuentro del hijo que regresa, como
el padre en la parábola del hijo pródigo (Lc 15:20) y derramará sobre el pródigo una bendición que
sobreabunde. (v. 10)
3:7 Volver o volverse es el término normalmente usado por los profetas para expresar la idea del
arrepentimiento. Comp. 4:6 donde Elías es presentado como un predicador de arrepentimiento: “Él
reconciliará los corazones.”
3:10 El diezmo (la contribución anual de los productos del campo), previsto para el sustento de
los levitas que servían en el templo; por eso la expresión, y habrá alimento en mi casa.
3:12 Una nación encantadora también puede ser traducido “la tierra en la cual [el SEÑOR] se
deleita”, y esto cabría bien en el contexto. (Comp. Is 62:4)
3:13–4:3 El tema de esta sección es similar al de 2:17–3:6; se formula la misma pregunta: ¿Dónde
está el Dios que gobierna y hace justicia? Pero el énfasis aquí está en el efecto que la pregunta tiene
sobre los que temen al Señor (v. 16); los hace vacilar en su fe. Es la pregunta suscitada en Sal 73:23,
donde el salmista exclama “…yo estuve a punto de caer… Sentí envidia de los arrogantes al ver la
prosperidad de esos malvados… En verdad ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis
manos lavadas en la inocencia?” La respuesta es la misma que en el Sal 73; a los fieles se les asegura:
HAY un Dios que gobierna y es el que dijo: “Yo los he amado” (1:2). Él no se olvida de ninguno de
los que lo han amado con amor de hijo y servido con el respeto de un siervo; los nombres de todos
ellos están escritos en el inolvidable libro (v. 16). Las palabras que habló con motivo del éxodo (Éx
19:5) y al entrar en la tierra prometida (Dt 7:6) siguen en vigencia; sus fieles serán su posesión
especial en el día que juzgará al mundo. Su compasión los va a salvar (v. 17) en el día que haga
distinción entre los que sirven a Dios (v. 14) y aquellos cuya situación no es muy clara. Los malvados
conocerán ese día como un fuego consumidor; pero para los justos habrá otra luz y otra temperatura
ese día: gozarán de la brillante temperatura sanadora del sol de la salvación de Dios (sol de justicia,
4:2). Con la exuberante vitalidad de una manada de becerros bien alimentados vivirán y saltarán,
mientras que los malvados quedarán hechos polvo y cenizas.
3:16 Para el libro de memorias comp. Éx 32:32; Sal 56:8; 139:16; Is 4:3; Dn 12:1; Fil 4:3; Ap 3:5;
13:8; 17:8; 20:12, 15; 21:27.
4:2 La justicia de Dios se refiere a su fidelidad al pacto que implica salvación para su pueblo; el
Señor es un “Dios JUSTO y Salvador” (Is 45:21). Comp. el uso que le da Pablo a “justificación”
como acción redentora de Dios, Ro 3:21.
4:4–6 Estas últimas palabras de Malaquías parecen indicar que le había sido dado al profeta de ver
anticipadamente que él sería la última voz de la profecía para los siguientes siglos. Al concluir, pues,
señala a su pueblo hacia la Ley, el fundamento permanente de su existencia como pueblo peculiar de
Dios. Su camino hacia un gran futuro les prometió (v. 2; comp. 3:17) ser un camino bajo la Ley; la
Ley debe ser su “custodio” para llevarlos a Cristo (Gá 3:24). Por lo tanto la primera de las palabras
de conclusión de Malaquías señala hacia atrás: “Acuérdense de la ley de mi siervo Moisés” (v. 4). La
otra palabra final señala hacia delante, hacia el día que será un gran día para los hijos y siervos
obedientes del SEÑOR, pero un día terrible para los que son impenitentes y no están preparados.
Israel puede esperar un último gran don del Señor que la ama; y ese será un día que no vendrá
desprevenido. Habrá una voz profética que “en el espíritu y con el poder de Elías” (Lc 1:17) va a
preparar a los hombres para ese día. Esa voz obrará arrepentimiento en la gente, restaurando la
armonía entre las generaciones y así “disponer… un pueblo preparado” (Lc 1:17). Al escuchar y
hacer caso a esa voz, Israel puede escapar a la destrucción que amenaza a los que rechazan la última
oferta del amor de Dios.
La palabra de Malaquías preparó e hizo posible las reformas de Esdras y Nehemías. Su palabra
inspirada ayudó a producir a aquellos pacientes y piadosos esperanzados personajes que nos salen al
encuentro en los primeros capítulos del Evangelio según San Lucas, hombres y mujeres como
Zacarías, Elisabet, Simeón y Ana, que “obedecían todos los mandamientos y preceptos del SEÑOR,
rectos e intachables” (Lc 1:6), sumergidos en las Escrituras y asiduos al templo mientras que
esperaban la consolación de Israel (Lc 2:25). Su palabra de esperanza alcanzó su plenitud cuando
Dios envió a su Hijo y Siervo para cumplir toda justicia y ser en persona el Sol de la Justicia con sus
rayos sanadores para su nación y para todas las naciones; en él el llamado al arrepentimiento de Dios
alcanzó su plenitud en la convocatoria urgente del Bautista para huir de la ira que venía (Mt 3:7).
Moisés y Elías, los hombres de Dios hacia los que Malaquías señalaba a su pueblo, aparecen junto
con Jesús en el monte cuando se transfiguró (Mt 17:3). Todos los que llaman a Jesús Señor los
escucharán a ellos, y a la profecía de Malaquías.
EL NUEVO TESTAMENTO
INTRODUCCIÓN
El Nuevo Pacto, comúnmente llamado el Nuevo Testamento, de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo, estrictamente hablando, no es en realidad un sólo libro: es una colección de documentos
de distintos estilos literarios, de origen variado y de fechas diferentes. Sin embargo, con todo
derecho damos a estos documentos un título común y tratamos a esta colección como un libro, por la
variedad y diversidad de todas las voces testimoniales observadas en él que se unen para decir
aquello que solamente por la inspiración del Espíritu Santo podemos decir: Jesús es el Señor (1Co
12:3). Desde el Evangelio según San Mateo hasta el Apocalipsis de San Juan el Nuevo Testamento es
una gran aclamación de adoración a Jesús de Nazaret como el Señor. Una anticipación de aquel día en
el cual se doble toda rodilla ante él, y “toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de
Dios Padre”. (Fil 2:10–11)
Para nosotros “Señor” se ha convertido en un término más bien pálido e incoloro; para oírlo hoy
como los autores del Nuevo Testamento quieren que se oiga, necesitamos recordar qué hizo que este
título fuera uno que pudo inspirar la extrema lealtad de los creyentes, de manera que para ellos la
vida había que vivirla para el Señor y morir por él fuera la coronación de gloria. Para los autores del
Nuevo Testamento no había otro título que expresara tan precisa y comprensivamente todo lo que
Jesús significa para la fe como “Señor”. “Señor” lo vistió en su propia gloria. El ángel que anunció
el nacimiento del Salvador a los pastores lo proclamó como “Cristo el Señor” (Lc 2:11). En
Pentecostés Pedro afirmó que Dios, quien justificó al crucificado y lo exaltó en gloria a su mano
derecha, para desde entonces derramar el Espíritu sobre el nuevo pueblo de Dios, “lo ha hecho Señor
y Mesías” (Hch 2:36). Pablo puede resumir la confesión de la iglesia en Jesús como Hijo de David e
Hijo de Dios con las palabras “Jesucristo nuestro Señor” (Ro 1:4), y “la palabra de fe” que los
apóstoles proclaman dice: “si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor… serás salvo” (Ro 10:9).
La iglesia esperando su retorno, ora: “¡Ven, Señor Jesús!” (Ap 22:20); y “Señor” será la palabra que
aclama al Hijo y Siervo de Dios en el fin de los días. (Fil 2:11)
Una palabra que en su uso ordinario recorrió la gama desde un saludo respetuoso (“Señor”) al
reconocimiento de deidad fue de esta manera el primer credo de la iglesia del Nuevo Testamento. Por
él los creyentes reconocieron y se comprometieron con Jesús como el único quien por virtud de su
vida y muerte redentoras se había ganado el derecho y el poder de reinar sobre todos los tiempos,
toda la historia y toda vida, el único en el cual ellos podían encontrar vida y salvación, el único
nombre dado bajo el cielo en el cual podamos ser salvos (Hch 4:12).
Cuando los escritores del Nuevo Testamento miraron (con ojos del corazón iluminado por el
Espíritu) al pasado, ellos contemplaron allí su señorío. En el principio ellos lo vieron a él presente y
activo en la creación, siendo en persona la palabra de Dios que habló vida y luz para todos (Jn 1:3–4;
Col 1:15–17). Ellos sabían que toda la historia se desarrolló hacia su venida y su señorío como hacia
su juicio y conclusión (Hch 17:30–31), que todo trato de Dios con nosotros, cada manifestación de su
rectitud, culminó en su cruz (Ro 3:25–26). El señorío de Jesús les dio la llave para el entendimiento
de la historia iluminada particularmente por la luz de la revelación de Dios, la historia de Israel
registrada e interpretada proféticamente en el Antiguo Testamento; ellos reconocieron a su Señor
como al aún-no-revelado centro y corazón de la historia que comenzó con el llamado y bendición de
Abraham. Dondequiera Dios trató benignamente a su pueblo, su Señor estaba allí; si la misericordia
de Dios le dio de beber agua a su pueblo en el desierto, la roca de la cual saltó esa agua era Cristo
(1Co 10:4). Su Espíritu movió a los profetas de Israel a profetizar acerca de él (1P 1:10), de manera
que el testimonio de todos los profetas es testimonio de él (Hch 10:42–43), y él es el “sí” de todas las
promesas antiguas de Dios (2Co 1:20). Cualquiera de las señales del favor de Dios que hayan
iluminado el camino de Israel a través de su historia, todas eran pre-señales de él, el sumo Hijo de
David, el Ungido de Dios, el Cristo; el Profeta (Hch 3:22; 7:37); el Cordero pascual que libera al
pueblo de Dios para el éxodo final y la última redención (1Co 5:7); el Sacerdote-Rey quien se ofrece
a sí mismo como el perfecto sacrificio final e inaugura el nuevo y eternal pacto. (Heb 7–10)
Cuanto más miraran hacia atrás, dondequiera miraran en el pasado, ellos vieron el acercamiento
de la gloria de su Señor. El Espíritu del cual Jesús prometió que “me glorificará” (Jn 16:14), abrió
sus ojos para ver su gloria también en el pasado inmediato, en la forma de siervo en su ministerio en
los días de su estado humano. Ellos vieron en Juan el Bautista al enviado por Dios para “enderezar el
camino del Señor” (Jn 1:23). La pequeña frase con la que Lucas introduce la resurrección del único
hijo de la viuda de Naín podría servir como título en todos los evangelios sinópticos: “El Señor se
compadeció” (Lc 7:13); y la exclamación de remate en el cuarto evangelio es la confesión de Tomás
al crucificado y resucitado Jesús: “¡Señor mío, y Dios mío!”. (Jn 20:28)
El Espíritu les enseñó a ver la gloria de su señorío incluso en su pasión, justo ahí. Ellos lo vieron
a él como Señor “la noche en que fue traicionado”, cuando él se dio a sí mismo a los suyos en
majestuoso autosacrificio (1Co 11:23). Los “gobernantes de este mundo” que lo crucificaron,
crucificaron al “Señor de la gloria” (1Co 2:8). Una vez que el Espíritu prometido había llegado, ellos
pudieron ver su vida entera únicamente a la luz de su resurrección, como la gloria del Señor que bajó
a las profundidades de culpa y muerte por la humanidad, la gloria de aquel que “según el Espíritu de
santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección”. (Ro 1:4)
El Hijo de Dios con poder es Señor del presente, la “cabeza de todo para la iglesia” (Ef 1:22).
Aquellos que por la gracia de Dios son “su cuerpo, … la plenitud de aquel que lo llena todo por
completo” (Ef 1:23) pueden y deben decir “ nuestro Señor reina”. Él, el Cordero que había sido
sacrificado, es el Señor que controla toda la historia; él y solamente él puede tomar de la mano de
Dios el libro sellado del consejo de Dios, romper los sellos, abrir el libro y apresurar en su camino a
los caballos que hacen estrago e historia y así, ya sea que lo sepan y quieran o no, llevan a cabo los
claros designios de Dios y obran su voluntad soberana (Ap 5–6): porque el Cordero que había sido
sacrificado es el “Señor de señores y Rey de reyes”. (Ap 17:14)
En el mundo todos deben obedecerle a él, y todas las cosas deben servir su propósito; en la
iglesia somos privilegiados y se nos permite servirle. Aquí su reinado y señorío son reconocidos,
proclamados y alabados. Aquí Jesús es Señor, excluyendo a todos los otros “señores” y “dioses”,
cualesquiera otros señores pretendan tener señorío sobre nosotros (1Co 8:5–6); aquí él es todo y está
en todos (Col 3:11). Aquí su palabra habita con toda su riqueza y la paz de Cristo gobierna en sus
agradecidos corazones (Col 3:15–16). Todo lo que sus hijos hagan de palabra o de obra, es hecho “en
el nombre del Señor Jesús” (Col 3:17), hecho de tal manera que él es conocido y reconocido como el
autor de toda buena voluntad y obra.
Nada puede cuestionar este amplio señorío. Los sufrimientos no pueden opacar su gloria para
aquellos que lo llaman Señor. Así que nos regocijamos “en nuestros sufrimientos… también nos
regocijamos en Dios por nuestro Señor Jesucristo” (Ro 5:3, 11). Ni siquiera el último y más
poderoso enemigo, ante cuya embestida cesa toda otra lealtad al señorío, ni siquiera la muerte puede
terminar su reinado: “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así
pues, sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. Para esto mismo murió Cristo, y volvió a
vivir, para ser Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven” (Ro 14:8–9).
Vivimos para él; todos vivimos en agradecimiento a él y en responsabilidad hacia él.
Cualesquiera sean los problemas y agonías de una iglesia, Pablo los pone a todos bajo el juicio del
Señor crucificado (1Co). Bajo este señorío ni siquiera la acción más casual es asunto de indiferencia.
Santiago les recuerda a sus iglesias que donde se sienta una persona en la iglesia, de cómo pobres y
ricos son tratados en la casa donde Jesús es llamado Señor, es asunto de suma y eterna preocupación
para aquellos que “tienen la fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo”. (Stg 2:1–13)
“Jesús es el Señor”, su señorío brilla desde el pasado, e ilumina el presente. Pero por encima de
todo, él es el Señor del futuro. Bajo su señorío, por el poder del Espíritu otorgado por él, la palabra
del Señor crece en el terreno infestado de espinas de este mundo y trae fruto destinado a llenar
eternamente los graneros de Dios (Hechos). Frágiles vasijas de barro, difamados, perseguidos,
moribundos mensajeros llevan a los gentiles el tesoro eternal (2Co 4:7–17) que sobrevive todos los
poderes opositores y toda inteligencia humana. El libro de Hechos cierra con la figura del
encarcelado Pablo enseñando “acerca del Señor Jesucristo sin impedimento y sin temor alguno” (Hch
28:31) en Roma, la puerta del mundo gentil y la entrada al futuro. El futuro le pertenece a este Señor;
los emperadores de Roma quienes son aclamados “señores” por súbditos fervientes no tienen futuro
comparable al de él. Por ello, la iglesia, el pueblo de Dios, reunido bajo su señorío, es animado por
una sola esperanza (Ef 4:4), por la viviente, segura y confiada expectativa que su Señor ha de retornar
para manifestar y ejercer su señorío en gloria abierta. Cuando el pueblo de la iglesia se reúne para
comer el pan y tomar de la copa dada por el Señor como señal y medio de su inquebrantable
comunión con ellos, ellos lo hacen con sus ojos fijos en el futuro; ellos “proclaman la muerte del
Señor hasta que él venga ” (1Co 11:26). Ellos oran, “¡Ven Señor Jesús!” (1Co 16:22; Ap 22:20); ellos
oran con regocijo pues saben que “el Señor está cerca” (Fil 4:5); ellos saben que esperar su día es una
espera para “que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna”. (Jud 21)
Ellos pueden orar con confianza y con regocijo por la futura venida de su Señor. Porque el futuro
ya no es más un proyecto tenue y distante; la opaca y ominosa pared que separa el presente del futuro
se ha vuelto para ellos delgada y trasluciente. Porque ellos han recibido el Espíritu, y el Espíritu es
garantía de primeros frutos, y un sabor anticipado del mundo venidero (Ef 1:4; 2Co 1:22; Ro 8:23).
Ellos “han tenido parte en el Espíritu Santo”; ellos “han saboreado el don celestial… y han
experimentado… los poderes del mundo venidero” (Heb 6:45). “Por el Espíritu, por fe, ” ellos
perciben el aire fresco y eterno del nuevo mundo de Dios y en ese aire pueden vivir la vida de fe,
obrando por amor.
Martín Lutero ha captado esta nota principal de testimonio del Nuevo Testamento y lo ha
expresado con su genialidad y vigor característicos en su Catecismo Mayor:
Si te preguntan: “¿Qué crees… con respecto a Jesucristo?” contesta brevemente, “Creo que
Jesucristo, verdadero Hijo de Dios, ha llegado a ser mi Señor”. ¿Qué significa, “que ha llegado a ser
tu Señor”? Significa que me ha redimido del pecado, del diablo, de la muerte, y de toda desdicha.
Porque antes yo no tenía ni señor ni rey alguno, sino que estaba sujeto a la potestad del diablo…
Jesucristo, un Señor de vida y justicia, de todos los bienes y la salvación y nos ha arrancado… de las
fauces del infierno, nos ha conquistado, nos ha liberado y devuelto a la clemencia y gracia del Padre,
nos ha puesto bajo su tutela y amparo, como cosa suya, para gobernarnos con su justicia, su
sabiduría, su poder, su potestad, su vida y su bienaventuranza.
“Él nos hizo libres… él nos hizo suyos.” La vida bajo el señorío de Jesús no es esclavitud.
Cuando este Señor nos toma como suyos nos da libertad. Él nos da la única genuina libertad que una
criatura de Dios puede encontrar. Dios nos ha creado para sí mismo, y nuestro corazón es inconstante
hasta que encuentra paz en él. Nosotros, los del siglo 21, somos gente con corazón inconstante y
vivimos en una nación y en un mundo lleno de gente de corazón inconstante. No habremos de
encontrar paz (por tanto ninguna libertad) hasta que encontremos paz en Dios bajo el señorío de su
Hijo Jesucristo. Si lo llamamos Señor, él será nuestro Señor y seremos capaces de terminar con el
empeño fútil de andar solos, capaces de poner nuestras vidas en sus poderosas y compasivas manos.
Viviremos bajo él y trabajaremos para él con el propósito y motivo que va más allá de nuestro
pequeño hoy. Porque nuestro Señor oirá nuestras oraciones y él vendrá; la historia no terminará con
un estallido insignificante ni con un gemido desesperado sino con la revelación de nuestro Señor
Jesucristo.
El propósito de estos comentarios es el de ayudar a que la gente oiga con mayor claridad el
testimonio del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento, inducirlos a que presten atención a la
invitación a llamarlo Señor y servirle en obediencia de fe y en constante vigor de esperanza. Esto ha
dictado la manera de interpretación (más bien paráfrasis interpretativa de unidades mayores antes que
presentación de versículopor-versículo) y la selección de temas. Mucho de lo que por sí mismo es
interesante e instructivo fue omitido o escasamente tratado, no sólo para ahorrar espacio sino
principalmente para dejar lugar para lo más importante del Nuevo Testamento: que la gente perciba
las palabras de los escritores llenos del Espíritu, invitándolos a llamar a Jesús, Señor.
Martin H. Franzmann
MATEO
INTRODUCCIÓN
Los Evangelios en forma escrita pertenecen al conjunto de las “enseñanzas” apostólicas. Son el
resultado de esta “enseñanza de los apóstoles” de que habla Lucas (Hch 2:42) como del primero y
básico elemento formativo en la vida de la iglesia primitiva. Los Evangelios no son en primera línea
el kerygma (proclamación del mensaje evangélico) de los apóstoles como lo vemos reflejado en los
sermones de Pedro en el libro de los Hechos, o sintetizado en algunos pasajes paulinos tales como
1Co 15:1–8, que son proclamaciones de los hechos fundamentales que convocan a los hombres a la
obediencia producida por la fe. Antes bien, son la explicación de aquel kerygma, la enseñanza
difundida por los apóstoles que edifica a la iglesia ya llamada a la vida precisamente por el kerygma.
Sin embargo, hay buenas razones para llamar a los Evangelios, Buenas Nuevas (y no
simplemente “enseñanza”). Pues por supuesto, incluyen todo aquello que está incluido también en el
kerygma: el envío del Mesías por parte de Dios en cumplimiento de sus promesas; el ministerio que
desempeñó el Mesías en bien de los hombres, que culmina con su muerte por los pecados de la
humanidad; su resurrección y exaltación, y su promesa de retornar al postrer día. Básicamente, el
bosquejo histórico de los Evangelios es el mismo, como lo demuestra a las claras una comparación
entre el mensaje de Pedro en la casa de Cornelio (Hch 10:34–43) y el Evangelio según San Marcos.
Su contenido no es una biografía de Jesús, sino la trayectoria del Mesías desde los tiempos en que
Juan Bautista preparó el camino delante de él hasta el momento en que Dios le levantó de entre los
muertos. Una y la misma es también la intención básica y primordial, a saber: destacar el significado
redentor de la vida y obra (el “camino”) del Mesías.
La meta del kerygma apostólico es, por lo tanto, lograr que los hombres, impulsados por la fe,
llamen a Jesús “Señor” en toda la plenitud de importancia que esta palabra tenía para los apóstoles, y
para la primera iglesia apostólica. Dicha meta de la “enseñanza” apostólica consiste en que esa fe por
ellos predicada llegue a ser en todo sentido la obediencia de la fe, es decir (como lo expresa Jesús
mismo) que los hombres llamen a Jesús “Señor”, y hagan lo que él les diga (Lc 6:46). Por lo tanto, la
enseñanza apostólica era desde su mismo comienzo la extensión natural y necesaria del evangelio
con fines misionales, el medio orgánico para hacer crecer la palabra del Señor. Como lo demuestran
nuestros Evangelios, esta enseñanza adquirió la forma de un relato siempre más completo acerca de
las palabras y los hechos de Jesús, relato que llenaba el bosquejo del kerygma con los detalles
concretos de lo que Jesús decía y hacía. Así, esta enseñanza llegaba a satisfacer el deseo natural de la
iglesia que vivía en fe y esperanza por poseer un cuadro claro y completo de aquél que era el objeto
de su fe y esperanza. Mas la satisfacción del interés histórico no era el propósito primordial de esta
enseñanza. Si lo hubiera sido, cabría esperar una descripción más detallada, más completa aún de los
acontecimientos. Pero siendo lo que son en realidad, los relatos distan mucho de ser completos. El
apóstol Juan, ya entrado en años, tuvo la oportunidad de suplementar los primeros tres Evangelios
con detalles sacados de sus propios recuerdos; pero así y todo, dejó constancia de que “Jesús hizo
muchas otras señales milagrosas… que no están registradas… ” “tantas, que si se escribiera cada una
de ellas, … los libros escritos no cabrían en el mundo entero” (Jn 20:30; 21:25). De igual manera: si
el interés histórico fuese lo primordial, podríamos preguntar: ¿por qué, entonces, tan pocos
pormenores? Pero como no es así, incluso el informe de Marcos, el más dramático relato de todo lo
acontecido, es más bien escueto, en tanto que Mateo deja a un lado todo lo que no es religiosamente
esencial. Y un rasgo común a todos los evangelistas es el de dar escasa importancia a mucho material
de valor incalculable desde el punto de vista del historiador (por ej. la secuencia exacta de los
eventos). El interés básico de la enseñanza está centrado en lo religioso. Su aspiración es confrontar a
los hombres con el Cristo (Mt 1:1; Mr 1:1), preservar y fortalecer la fe de los hombres en él (Jn
20:31), y conducirlos a obedecer todo lo que él les ha mandado. (Mt 28:20)
Los datos que presentan los Evangelios se atienen fielmente a la verdad histórica: registran
hechos concretos, y su relato acerca de los dichos y hechos de Jesús sigue una secuencia que es la
misma en los primeros tres Evangelios (ministerio en Galilea, período viajero, últimos días, muerte
y resurrección en Jerusalén). Pero su interés y su intención no radica simplemente en presentar una
“historia, ” ni tampoco tratan sólo de reconstruir un cuadro del pasado. Para ellos, la historia es la
vestimenta que lleva el Mesías de Dios para poder revelarse ante los hombres y entrar en sus vidas
como el Cristo presente y poderoso. Lo que reflejan los Evangelios son temas que van en varias
direcciones: las últimas palabras que Jesús dirige a sus discípulos, su comisión que apunta al pasado,
“enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado, ” y la promesa con que garantiza su presencia
perpetua: “Les aseguro que estaré con ustedes siempre.” (Mt 28:20)
El carácter de enseñanza religiosa que tienen los Evangelios se evidencia con toda claridad en el
Evangelio según San Mateo. Dentro de un marco cronológico general que es común a los primeros
tres Evangelios, el ordenamiento de los hechos y los dichos de Jesús siguen una línea tópica más bien
que cronológica. Los temas son agrupados en unidades fácilmente recordables de tres, cinco y siete.
Así tenemos en Mateo tres divisiones mayores en la genealogía de Jesús con que comienza el
Evangelio (Mt 1:1–17), tres ilustraciones de hipocresía y piedad genuina (Mt 6:1–18), tres parábolas
de siembra y crecimiento (Mt 13:1–32). Las palabras de Jesús son reunidas en cinco grandes
discursos (cc. 5–7, 10, 13, 18, 2325); y en el Sermón de la Montaña, Mateo trae cinco ejemplos que
ilustran cuál es la intención verdadera y cuál el cumplimiento correcto de la ley de Dios (Mt 5:21–48).
En este Evangelio, Jesús pronuncia siete “Ayes” contra los escribas y fariseos, y en el gran capítulo
de las parábolas hay justamente siete parábolas. Esta disposición por tópico no es una particularidad
exclusiva de Mateo; en Marcos, por ejemplo, se halla una doble agrupación de cinco disputaciones
cada una entre Jesús y sus adversarios judíos, una vez en Galilea (Mr 2:1–3:6), y una vez más en
Jerusalén (Mr 11:2712:44). Pero en Mateo, este material se trata en una forma más extensa y más
perfectamente desarrollada que en cualquier otro de los escritos de los evangelistas.
Otro dato que ilustra el carácter didáctico del primer Evangelio (dato, por otra parte, no
enteramente peculiar a Mateo) es el uso que Mateo hace de lo que podríamos llamar “el método de
los casos extremos;” quiere decir, Mateo pone de manifiesto el empeño de la voluntad de Jesús
mediante palabras y acciones suyas que indican el límite extremo a que iba Jesús, que es como si
dijéramos, para ponderar la generosidad de alguien: “esta persona es capaz de regalarte su última
camisa.” El primer discurso de Jesús que trae Mateo comienza con las “bienaventuranzas” para los
“pobres”; Jesús promete el reino con todos sus bienes al mendigo, al “pobre en espíritu” (Mt 5:3);
remueve toda limitación de la gracia de Dios y nos la demuestra como tan amplia y tan profunda
como la misma necesidad de los seres humanos. En el relato de Mateo acerca de los milagros de
Jesús, los primeros tres son milagros en casos extremos, que muestran hasta dónde Jesús quiere ir en
su compasión (Mt 8:1–15). Jesús cura al leproso para quien la ley no tiene cura, sino que lo único que
puede hacer es excluirlo del pueblo de Dios. Jesús presta su ayuda al pagano que queda fuera del redil
del pueblo de Dios, y restablece la salud a una mujer a la cual el judaísmo rebajaba al nivel de
criatura de segundo grado del Creador. Ahora, los hombres están en condiciones de medir la
poderosa gracia de Dios que se hace presente y que obra en la persona de Jesucristo. Y asimismo
pueden medir la magnitud del perdón divino que Jesús aplica mediante otro caso extremo: el de
llamar a ser su discípulo, su apóstol y su compañero de mesa, a un recaudador de impuestos, un
individuo al cual la sinagoga tildaba de pecador y lo marginaba de la sociedad. (Mt 9:9–13)
Lo riguroso y englobante que es el llamado de Jesús al arrepentimiento puede verse a través de
otro caso extremo: Jesús conmina a los que se creían justos a que se arrepientan; más aún, extiende
este llama-do al arrepentimiento incluso al hombre que había llegado a ser su discípulo (Mt 18:1–4).
Cuando Jesús ruega a sus seguidores que amen a sus enemigos, ha quitado todas las barreras que
limitaban su amor (Mt 5:44). Cuando amenaza a Pedro –ese discípulo que se declaró dispuesto a
perdonar siete veces– con la ira del divino Rey si no estaba dispuesto a perdonar sin limitaciones, la
plenitud del amor fraternal que Jesús inspiraba en sus discípulos, y lo que esto demandaba de ellos, se
expresa con inequívoca claridad. La forma completa en que Jesús liga a los suyos a su propia persona
puede desprenderse del hecho de que Jesús hace de su propia cruz (clímax de su vida de ministerio) el
impulso y la norma del ministerio de sus seguidores. (Mt 10:38; 16:24; 20:25–28)
Otro elemento destacado de la enseñanza evangelística de Mateo es el empleo de contrastes. En la
genealogía de Jesús, Mateo señala a Jesús como hijo de Abraham e hijo de David, tema culminante en
la historia de Israel (Mt 1:1–17). Pero la sección que sigue inmediatamente a esta sección primera está
en total contraste con ella: aquí se pone de manifiesto que Dios dio a Israel lo que la propia historia
de este pueblo jamás podía darle; el Mesías no es un producto de la historia de Israel, sino la
interpretación creativa de Dios en esta historia de culpa y castigo; Jesús fue concebido por obra del
Espíritu Santo (Mt 1:1823). En las Bienaventuranzas, Jesús promete a sus fieles todas las bendiciones
del reino celestial, toda la gloria del mundo que habrá de venir (5:3–9), y los somete al yugo de la
persecución “por causa de la justicia” (5:10–12). El Cristo multiplica de una manera milagrosa los
panes y los pescaditos y prepara una mesa para miles de comensales en medio de un lugar
despoblado (15:32–39), y no tiene reparos en negarse a mostrar una señal del cielo cuando los jefes
del judaísmo vinieron a pedírselo (16:1–4). La mujer que gastó su dinero de manera pródiga para
ungir el cuerpo del Cristo moribundo, es puesta en agudo contraste con el discípulo que traicionó a
su Maestro por unas monedas de plata (26:613; 26:14–16). El Mesías que en su gracia soberana se
entregó a sí mismo, su cuerpo y su sangre, a sus discípulos, y va voluntariamente a la muerte para
inaugurar el nuevo pacto, aparece lado a lado con el Mesías que dice “Mi alma está muy triste, hasta
la muerte” allá en el jardín de Getsemaní (26:26–29; 26:36–46). El Hijo del hombre que afirma tener
su lugar a la diestra del poder de Dios, y que anuncia que vendrá en las nubes del cielo (26:64), al
estar clavado en la cruz exclama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (27:46).
Estos contrastes son como una especie de claroscuro en forma de narración, similar a un
procedimiento empleado en el arte pictórico que busca crear la impresión deseada no mediante el
trazado nítido de las líneas sino mediante el hábil recurso de presentar las figuras y los detalles en un
modo más bien esbozado, empleando áreas luminosas y sombrías. Por esto, la imagen que se
presenta de Cristo es un retrato del grado absoluto de su gracia para con los hombres, y del grado
absoluto de sus demandas con respecto a ellos. De ahí su exigencia de una comunión irrestricta con
Dios, exigencia que fustiga a sus contemporáneos como blasfemos, y por otra parte, la “humanidad”
del que se humilla y se entrega al sufrimiento, que hace de él la piedra de tropiezo para quienes le
rodean. Es el histórico Jesús de Nazaret el que aparece en este cuadro, pero el mismo a quien todos
sus actos y palabras proclaman como el Cristo, el Hijo del hombre: él es el Hijo, el único de entre los
hombres que da a Dios la gloria que le corresponde, el único que da batalla a Satanás y le vence, el
único que da su vida en rescate por muchos. Él no es un sabio, en el sentido de que su importancia
para la humanidad esté basada sólo en lo elevado de sus ideas. No es un héroe, un hombre cuyo
nombre se registra en los anales de la historia sólo por sus acciones espectaculares. Él es el Cristo, y
para que los hombres lleguen a conocerle, creer en él y tener vida eterna en su nombre, es preciso
que su persona entera, sus palabras y sus obras se tomen como una unidad.
El profundo interés que Jesús mostró por sus discípulos que se hace resaltar en todos los
Evangelios, y su permanente cuidado y preocupación de que los hizo objeto, son otro testimonio más
del carácter “didáctico” de los Evangelios. En cada uno de los cuatro relatos, el primer acto
mesiánico de Jesús (después de su bautismo y tentación) es su llamado de quienes habrían de ser sus
“alumnos” y seguidores más inmediatos. En cada uno de los cuatro, la historia del ministerio de Jesús
es signada por el amplio abismo entre él e Israel por una parte, y la íntima comunión entre Jesús y
sus discípulos por otra parte. Y en los cuatro Evangelios, la revelación suprema del Mesías, su
aparición como el Señor resucitado, es concedida a sus discípulos solamente. Pero es Mateo el que
trae con mayores detalles la manera cómo se llegó a for-mar el círculo de los discípulos, cómo Jesús
los llamó, los entrenó, cómo le “fallaron” en las horas previas a la crucifixión, y cómo el Señor
resucitado les perdonó y restableció con ellos la misma relación que existía antes. Los cinco
discursos de Jesús que determinan la estructura del Evangelio de Mateo iban dirigidos en su totalidad
a sus discípulos. Y la última palabra de Jesús registrada en el relato de Mateo es: “Hagan discípulos”
(Mt 28:19). El pensamiento que trasluce en todos los cuatro Evangelios, a saber, que Jesús no buscó
nada ni halló nada en este mundo a excepción de los hombres que el Padre le había dado, es decir, sus
discípulos, resalta con especial fuerza y claridad en Mateo. Así como a Dios se le conoce por sus
obras, a Cristo se le conoce a través de sus discípulos, los hombres a quienes él llamó y formó a su
propia imagen.
El dato más seguro que poseemos acerca de Mateo es que Jesús le llamó desde su mesa de
recaudador de impuestos. Como Pablo, el llamado de Jesús lo recibió en circunstancias que le
hicieron reconocer vívidamente que era un acto absoluto de la gracia divina, como en realidad lo era.
No cabe duda de que Mateo tenía bien merecido el mote que la sinagoga le asignaba: era un
“pecador”. Al abrazar el oficio de recaudador de impuestos, él había dado las espaldas a la promesa y
a la bendición recibidas por el pueblo de Israel, y había expresado públicamente su indiferencia en
cuanto a la ley; había retornado a una vida cuya nota dominante era un materialismo egoísta. Por
ende, el llamado de Jesús significaba para él la ruptura radical con un pasado pecaminoso. El
arrepentimiento era para él un giro de 180 grados desde el pecado y sus propios hábitos hacia la
gracia de Dios que le puso cara a cara con la persona de Jesús. Su experiencia personal le había
abierto los ojos para darse cuenta con meridiana claridad de la forma total e irremediable en que el
pecado es capaz de separarle a uno de Dios. Y esta experiencia le había dejado grabado con una
nitidez imborrable el hecho que lo único que puede hacer retornar al hombre desde su estado de
separación de Dios a la comunión con él es la gracia de Cristo. Esto le dio a Mateo una clara
percepción de dos temas significativos relacionados con las palabras y las obras de Jesús, temas que
ocupan un lugar preponderante en su Evangelio.
En primer lugar, Mateo vio claramente –y destacó con énfasis– que el llamado de Jesús al
arrepentimiento es un llamado absoluto que abarca al hombre entero. Su Evangelio se caracteriza por
una oposición inflexible a todo compromiso con lo malo, ya sea un compromiso buscado por un
judío o por un cristiano. Deja muy en claro que el llamado a la comunión con Cristo es un llamado a
librar una lucha interminable contra el mal dentro del hombre mismo, que sin cesar amenaza a esta
comunión. No es casual que las palabras con que Jesús impone a sus discípulos el deber de corregir y
ganar al hermano pecador, sean una exclusividad de Mateo; además, él insiste (es decir, Cristo
insiste) en que la necesidad de otorgar perdón al hermano errante es una necesidad que no reconoce
limitaciones de ninguna índole, lo que es corroborado por una de las parábolas más importantes de
Jesús, que también es una parábola que registró sólo Mateo. (Mt 18:15–35)
En segundo lugar: Mateo vio claramente que para llegar a la verdadera obediencia no existe otro
camino que el camino de la fe, esa fe que no es ni más ni menos que la actitud que impulsó al
mendigo a recibir y aceptar la gracia de Dios.
El llamado de Jesús le enseñó a Mateo que “solamente hay uno que es bueno” (Mt 19:17). Y ese
“uno” es Dios mismo. Ningún hombre puede atreverse a hacer de su propia bondad un factor que
pueda hacer pesar ante Dios. Pues Dios, el bueno, es bueno sin restricciones, y totalmente. De esto no
le deben quedar dudas a nadie. Por lo tanto, nadie debe osar presentarse ante Dios con un corazón
dividido, ni tratar de servirle con una dedicación a medias. Esto era precisamente el pecado de los
escribas y fariseos, razón por la cual el Evangelio de Mateo es de todos los libros neotestamentarios
el que más severamente los censura. Pero la censura de Mateo no obedece a motivaciones personales,
sino que tiene un fondo estrictamente religioso. Mateo conocía la falsedad e hipocresía de una
religión que se limitaba a degradar al pecador, y por lo tanto le dejaba amarrado a las cadenas del
pecado, sin poder ayudarle mediante unas palabras de perdón. Los escribas y fariseos le habían
cerrado al pecador las puertas al reino; Jesús vino precisamente para abrírselas.
El llamado de Jesús liberó a Mateo de todas las autoridades que conducían a Israel a su propia
perdición (c. 23), pero no le separó del Antiguo Testamento ni del Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Al contrario: Jesús convirtió a Mateo en un israelita de verdad: su Evangelio se destaca por el uso
profuso y constante del Antiguo Testamento, en medida mayor que cualquiera de los demás
Evangelios. Mateo ve en Cristo la consumación de la historia de Israel, y el cumplimiento de las
profecías del Antiguo Testamento. De las 29 profecías veterotestamentarias que se registran en el
primer Evangelio, 10 son exclusivamente de Mateo. Y esta influencia del Antiguo Testamento no se
limita a citas directas de estos libros. El Antiguo Testamento constituye el omnipresente trasfondo y
la atmósfera que se respira por doquier en este Evangelio. Por ej.: la agrupación de las palabras de
Cristo en los cinco grandes discursos se hace sin duda alguna en alusión a los cinco libros de la ley
(Pentateuco) y las cinco secciones del Salterio. El lugar que ocupa el Evangelio según San Mateo
como primer libro en nuestro Nuevo Testamento no podría ser más apropiado, ya que constituye el
mejor de los enlaces del Nuevo Testamento con el Antiguo.
Mateo es el más austero de los Evangelios: firme en su No a todo lo malo, sin compromiso en la
forma como presenta las exigencias inexorables de la gracia de Dios a los que quieren ser sus
seguidores, casi peligrosamente consciente de lo fácil que es para el hombre olvidarse de esta gracia,
insistente en llamar a los hombres a una sobria y responsable adoración de Cristo. Esa austeridad del
mensaje se refleja en el estilo llano, moderado, casi falto de colorido. Sobre toda la obra parece
extenderse algo así como un manto de serenidad. El aspecto artístico del Evangelio queda limitado
casi por entero a la simetría que reina en su estructura. Es como si Mateo hubiera dicho: “No
podemos dar mayor brillo a la figura de Cristo mediante palabras altisonantes. No podemos hacer
que el lenguaje de su gracia sea más elocuente si lo hacemos más florido. Dejemos que los hechos
hablen por sí mismos y construyamos con ellos un todo clara y límpidamente articulado. Dejemos
que Cristo en persona aparezca en escena y llame a los hombres, como una vez me llamó a mí.
Dejemos que la iglesia vea cómo hizo ese Jesús de Nazaret para reclutar a los hombres mediante el
llamado de su gracia. Dejemos que la iglesia escuche el llamado de Cristo como yo lo escuché aquel
día, y dejemos que nuestras propias palabras no sean más que el vehículo incoloro y transparente de
ese llama-do, y dejemos que la iglesia siga siendo la iglesia de Jesús, el Cristo.” Si el Evangelio de
Lucas se ha exaltado como el libro más bello que jamás se ha escrito, el Evangelio según San Mateo
se puede llamar con justa razón “una de las obras más importantes (“poderosas”) con que cuenta la
iglesia cristiana”. Una comparación de la parábola del hijo pródigo (o más exacto: “perdido”), que
aparece sólo en Lucas (Lc 15:11–32), con la del siervo despiadado, que tiene sólo Mateo (Mt 18:23–
35) puede servir para corroborar lo antedicho. Lucas pinta la acción salvadora de Dios con colores
cálidos y conmovedores, como la actitud de un padre que con los brazos abiertos da la bienvenida en
su casa al hijo que se tenía por perdido, y concluye con una exhortación al hermano mayor a dar su
gozoso asentimiento a ese franco perdón por parte del padre. El énfasis principal recae en lo gratuita
que es la gracia que se manifestó en Cristo, una gracia que parecía ser una ofensa a los ojos de los
fariseos. La parábola de Mateo describe la acción salvadora de Dios como la gracia soberana del rey
que devuelve a la vida y a la libertad a su siervo endeudado, y su objetivo es hacer ver a su discípulo
Pedro qué significa para él esta libertad: con la liberación de pecado y culpa que a él se le otorgó en
forma gratuita, Dios le indica a Pedro la actitud que él debe asumir frente a su prójimo: perdonar
libre y completamente, así como él fue perdonado. La santa obligación que nos impone la gracia de
Dios, el santo temor en que tiene que vivir el hombre perdonado en su relación con su prójimo a
causa de la divina palabra de perdón que a él mismo le llegó: éste es el énfasis principal en la
parábola del siervo despiadado. Sin este énfasis que Mateo pone en su parábola, la iglesia corre el
constante peligro de tornarse indiferente e insensible, con lo que dejaría de ser iglesia. No es nada
extraño que este Evangelio, que fue escrito en primer lugar para judeo-cristianos y que es el más
“judaico” de todos, llegara a ser también el Evangelio principal para los griegos.
El Evangelio está estructurado simétricamente en torno de los cinco grandes discursos de Jesús,
cada uno de los cuales concluye con la misma fórmula, con alguna variante: “Cuando Jesús terminó
de decir estas cosas” (7:28; 11:1; 13:53; 19:1; 26:1). A cada uno de estos discursos le precede una
sección a modo de introducción, y le sigue, como conclusión culminante, la referencia a la muerte y
resurrección de Jesús. Asimismo, cada discurso comienza con el relato de hechos de Jesús que sirven
de preparación para el discurso mismo, y es a su vez interpretado en el transcurso de éste. De este
modo resulta un total de siete divisiones mayores.
Bosquejo
I. 1:1–4:22 Introducción: Jesús, el Mesías, que viene “para cumplir”. La genealogía, y siete
cumplimientos de profecías.
II. 4:23–7:29 Primer grupo de acciones y palabras mesiánicas. El reino que está presente, y el
llamado al arrepentimiento.
III. 8:1–10:42 Segundo grupo de acciones y palabras mesiánicas. El compasivo Pastor-Rey envía a
sus apóstoles a buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
VI. 19:1–25:46 Quinto grupo de acciones y palabras mesiánicas. El Mesías da a sus discípulos una
firme y responsable esperanza.
VII. 26:1–28:20 Conclusión y punto culminante. La pasión, muerte y resurrección del Mesías
completa y corona su ministerio. El Señor resucitado, en la plenitud de su gracia y poder,
encarga a sus discípulos la “gran comisión” universal y permanente que tienen como sus
apóstoles.
Sería una equivocación creer que lagenealogía de Jesús tiene como única fina-lidad servir de
prueba que Jesús es un hijode David. Si tal fuera el caso, no habríasido necesario que Mateo se
remontarahasta Abraham. Tampoco esta prueba fuesede tanta importancia; habría miles de hijosde
David en el pueblo de Israel, y la prue-ba de que un hombre es un hijo de David nodemuestra que él
es ELprometido Hijo deDavid, el Mesías.
Antes bien, Mateo conecta su historiadel Cristo con la historia del trato de Dioscon su pueblo;
sigue las huellas de las ben-diciones de Dios, que comienzan con lalibre gracia con que bendijo a
Abraham(Gn 12:1–3) —en vista de toda la culpabili-dad con que se habían cargado los hom-bres— y
concluyen con el momento en queel Hijo del hombre dirá: “Vengan ustedes, aquienes mi Padre ha
bendecido” (25:34). La genealogía es un breve resumen de laporción veterotestamentaria de esta
histo-ria.
Mateo proclama a Cristo como el perso-naje clave de la historia de la misericordiade Dios para
con su pueblo (comp. 1:21). Dios siempre tuvo en sus manos el control sobre esta historia; Mateo lo
pone en evidencia mediante la forma simétrica de la genealogía (3 x 14 generaciones, 1:17). Dios, el
Señor de la historia, se hace cargo de las generaciones de Israel en la misma forma en que Dios, el
Creador, se hace cargo de los períodos regulares de creciente y menguante de la luna. La historia de
Israel es la historia de su misericordia. Va en línea ascendente desde Abraham hasta el esplendor del
reino de David (v. 6), pero va en línea descendente hasta la deportación a Babilonia (v. 11), señal del
castigo de Dios sobre su pueblo infiel, y termina en la oscuridad: José es un Don Nadie, y su esposa
María es una mujer desconocida.
La presencia de cuatro mujeres en la genealogía pone de relieve que aquí tenemos la historia de la
misericordia divina, de su bendición otorgada libre y espontáneamente. Por lo común, no figuran
mujeres en las genealogías judaicas, y estas cuatro son foráneas a las cuales se les adjudica un lugar
en esta historia. No son las madres famosas que descuellan entre las demás de su raza (Sara, Rebeca,
Raquel, Lea), sino mujeres que por caminos bastante extraños llegan a formar parte del pueblo de
Dios. Tamar, Rajab y Rut no eran israelitas por nacimiento; quizás la misma Betsabé, la “esposa de
Urías, el hitita, ” ocupaba un lugar algo dudoso entre las hijas de Israel. Tampoco eran mujeres de
antecedentes intachables. La referencia que Mateo hace a “la que había sido la esposa de Urías” hace
pensar en el adulterio de Betsabé; Rajab era una prostituta; y las palabras con que Judá se refiere a
Tamar (“su conducta es más justa que la mía”, Gn 38:26) hablan más claramente de la culpa de Judá
que de la inocencia de la desgraciada Tamar. No obstante, estas mujeres aparecen en puntos clave de
la historia de Israel: Tamar al lado de Judá, cabeza de la tribu en que recayó la promesa de un Mesías
(Gn 49:10); Rajab, que desempeña un papel importante en la penetración de Israel en la tierra
prometida; Rut, integrante de la casa de Isaí, padre del rey David; y Betsabé, esposa de David y madre
del rey Salomón. El árbol genealógico de Cristo nos cuenta la historia del fracaso de Israel y de la
misericordia de Dios para con los judíos tanto como para con los gentiles. Cuando aparece EL Hijo
de David, los hombres no pueden hacer otra cosa que gritar: “¡Ten compasión de nosotros, Hijo de
David!”. (9:27; 20:31)
1:1 Tabla genealógica. Lit. “libro de las generaciones” o “historia del origen” como en Gn 5:1,
designación que puede servir de título para el Evangelio entero. Mateo está por escribir un segundo
Génesis, la historia de la nueva creación. (Comp. 4:15–16, con su correspondiente nota)
1:3–6 Respecto del material genealógico que Mateo tenía a disposición comp. Rt 4:18–22; 1Cr
2:1–15.
1:3 Tamar. Véase Gn 38.
1:5 Rajab. Comp. Jos 2 y 6. Rut. Comp. el libro de Rut.
1:6 El rey David. La dinastía (“casa”) de David fue la que recibió la promesa del Cristo, el ungido
para ser rey. (Comp. 2S 7:4–29; 23:1–7.)
Esposa de Urías. Comp. 2S 11:2–12:25.
1:11 Deportación a Babilonia. Comp. 2R 24–25.
1:17 Diecisiete generaciones. En el último bloque figuran solamente 13 generaciones. Quizás, al
copista del texto se le perdió una generación. O tal vez, Mateo quiso insinuar que después de la 13ra.
generación vendría una más, la generación de aquellos que llegarán a ser hijos libres de Dios (17:25–
26) por medio del Hijo (comp. Jn 1:12–13 y Ro 8:29), a saber, la iglesia cristiana.
1:18–4:22 Los siete cumplimientos de la profecía
1:18–4:22 Tanto el comienzo como el final del camino que Jesús recorrió por este mundo resultó
ser una piedra de tropiezo para la fe de su pueblo. Por lo oscuros que habían sido los años de su
infancia y adolescencia decían: “¿No es acaso el hijo del carpintero?… ¿De dónde sacó éste tal
sabiduría y tales poderes milagrosos?” (Mt 13:55–56). Más tarde, viéndole colgado de la cruz, les
vino a la memoria lo escrito en el Deuteronomio (21:23): “Cualquiera que es colgado de un árbol
está bajo la maldición de Dios, ” y decían: “Maldito sea ese Jesús” (1Co 12:3). Mateo proclama a
Jesús como el Cristo, conforme a la voluntad y la palabra de Dios, y acumula las más de las citas
correspondientes del A. T. justamente como testimonios acerca de los comienzos y del final de la
vida de Jesús; dice que precisamente en estos momentos y de esta manera está en acción la voluntad
redentora del Dios de Israel, y precisamente aquí su palabra alcanza la medida plena de sus promesas,
y el efecto de las mismas. Su palabra está siendo cumplida.
Por lo general, las citas que Mateo hace del A. T. son bastante breves; sin embargo, parecen estar
diseñadas para evocar (para los sectores familiarizados con el A. T.) un contexto más amplio. Se
recomienda, por lo tanto, volver al A. T. y leer las citas de Mateo en su contexto original.
Con todo su enojo, el Señor suspira por su “hijo amado”, su pueblo; y mantiene en vigencia la
promesa del nuevo pacto con un pueblo que él mismo renovó perdonando sus faltas y no
acordándose más de sus iniquidades (Jer 31:20; 31:34), pacto que alienta la esperanza por un tiempo
en que la historia del pueblo de Dios ya no será una historia de lágrimas y dolor.
2:16 Los sabios se habían burlado de él. Así es, por supuesto, como lo ve Herodes. Los sabios por
su parte se atuvieron a la máxima: “¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” (Hch
5:29)
2:18. El pueblo de Ramá (1S 10:2) está situado al norte de Jerusalén. Sin embargo, la tradición
ubicó la tumba de Raquel al sur de Jerusalén, cerca de Belén, donde un monumento en su memoria
existió al menos hasta los comienzos del siglo IV d. C.
4:23–7:29 El relato de las acciones mesiánicas que precede al discurso ocupa poco espacio en esta
unidad (4:23–25). Hay allí un pantallazo de la actividad característica, lo suficientemente explícita
para identificar a Jesús como el Cristo, el reino de los cielos en persona (comp. 12:28). La autoridad
con que enseña (7:29) es la autoridad de uno que proclama la venida del reino, que sana enfermos,
que vence el poder del diablo (poderes demoníacos). Su palabra es una palabra mesiánica que otorga
las bendiciones de que habla, y hace a los hombres semejantes a la imagen del Cristo. (Cc. 5–7)
4:23 Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del
reino. Un vívido relato de este enseñar y anunciar se halla en Lc 4:14–21.
4:25 Decápolis. Una federación más bien suelta de 10 ciudades (o más), centros de cultura griega,
situadas en su mayoría al este del Jordán. Decápolis sirve para dar una idea hasta qué puntos al este y
al norte ya se había extendido la influencia de Jesús.
5:1–7:29 El sermón del monte es el relato acerca de cómo Jesús forma la voluntad de su
discípulo, conduciéndole a vivir una vida enteramente guiada por Dios el Rey tal como él se revela
en estos últimos días en su Hijo, una vida que por lo tanto es consagrada por entero a Dios el Rey. El
don del reino y el llamado del reino –llamado al arrepentimiento– es la norma a la cual se debe
ajustar la existencia del discípulo en todos sus aspectos.
8:1–9:34 Diez es el número con que las Escrituras expresan la plenitud, la totalidad, el estado de
completo. Comp. Diez Mandamientos, Éx 20; diez plagas en Egipto, Éx 7–11. Con la enumeración de
diez acciones, Mateo trae una revelación global de la autoridad y la compasión del Mesías, y al
mismo tiempo, de la doble reacción (fe y alabanza, oposición y blasfemia) que esta revelación
provoca. Con su autoridad mesiánica, autoridad al servicio de la compasión (10:1, 7, 8), Jesús
enviará a los Doce a las “ovejas perdidas” (10:6), y su palabra los prepara para la misma doble
reacción (10:12–15, 25, etc.). En la serie de los milagros, Mateo intercala dos relatos que no tienen
que ver con palabras y acciones milagrosas, pero que igualmente hablan de la autoridad que
demuestra el compasivo Jesús en su trato con los hombres.
8:1–17 Las primeras tres acciones vienen a ilustrar la Bienaventuranza de los pobres (5:3); Jesús
efectiviza el poder y la gracia del reino en bien de dos personas que se hallan en un estado de extrema
necesidad: un leproso, para el cual la ley no tenía otra solución que la marginación del pueblo de
Dios; el centurión pagano, a quien la ley excluía de la comunidad de Israel, y la mujer, que según la
opinión de los judíos, era considerada una criatura de segunda categoría. Jesús triunfa sobre el poder
de los demonios (v. 16) que se oponían a la obra de Dios y la hacían el blanco de sus ataques, pero su
triunfo es el triunfo del Siervo cuyo ministerio le lleva a lo más hondo de la miseria humana. (v. 17)
8:2 Leproso. La triste suerte a que la ley exponía a los leprosos se detalla en Lv 13–14.
8:4 No se lo digas a nadie. Comp. 12:1521, donde a Jesús se le retrata como el Mesías que es el
humilde Siervo de Dios, que no quiere llamar la atención a su propia persona ni hacer ostentación
alguna sino que realiza su obra milagrosa por compasión con el pobre hombre desahuciado para que
prevalezca la causa (“la justicia”) de Dios. Jesús no tenía el deseo de suscitar un “movimiento
popular” que dependiera de él como líder; lo que deseaba era que la gente vea a Dios obrando por
medio de él, que se arrepienta, que se dé cuenta de que el reino de Dios estaba cerca (4:17). El Hijo de
Dios tomó la naturaleza de siervo y llevó adelante su obra de siervo “para gloria de Dios Padre”. (Fil
2:11)
Para que sirva de testimonio, de que él no había venido para anular la ley sino para darle
cumplimiento (5:17), y de que al reintegrar al leproso a la vida en sociedad estaba cumpliendo con la
ley cuyo objetivo era que el pueblo de Dios fuese un pueblo limpio e intacto.
8:5 Centurión, oficial a cargo de 100 soldados. Si era un romano, o un mercenario al servicio de
Herodes, en todo caso se trataba de un gentil.
8:9 Un hombre sujeto a órdenes superiores. Lo que quiere decir el centurión es: “Si hasta yo, que
soy un subordinado, puedo hacer que mi palabra tenga el efecto deseado, cuánto más lo podrás tú,
que tienes una autoridad muy superior a la mía.”
8:11 Una vez más, Jesús cumple la ley y los profetas: el gentil, ahora creyente, es integrado al
pueblo de Dios que arrancó con Abraham: Dios le está dando hijos a Abraham. (3:9)
8:12 Los súbditos del reino. Los israelitas, que debían su existencia como pueblo a la decisión de
su Dios y Rey, fueron llamados para ser “un reino de sacerdotes”. (Éx 19:6)
8:17 Comp. Is 54:3. Mateo está evocando al Siervo del Señor prometido en el libro de Isaías, el
Siervo que va por el camino descendiente de un hombre al servicio de los que tienen el corazón
quebrantado y viven sin esperanza en este mundo, camino que le conduce a la muerte expiatoria por
los pecados “de muchos”. Is 53:4 habla de esta muerte reconciliadora; Mateo ve este ministerio hasta
la muerte como ministerio que comienza ya con las curaciones efectuadas por Jesús. Y no es difícil
ver el cómo: pues Jesús usa su poder exclusivamente para servir a otros, jamás para promocionar a
su propia persona (8:4; 9:30). No quiere que se le proclame como Mesías antes de haberse revelado a
sí mismo, mediante su acto de auto-sacrificio, como el Mesías del Dios de toda la gracia. El milagro
provoca un doble efecto en los hombres: hace que brote y se robustezca la fe, y que los incrédulos se
hundan siempre más en una funesta oposición (9:3, 34; Jn 11:47–48). Para vencer o destruir esta
oposición, Jesús no recurrió a actos milagrosos. Por lo tanto, sus acciones bondadosas y compasivas
son pasos hacia la cruz. Su vida de servicio y su muerte redentora son, por ende, un todo orgánico.
(20:28)
8:18–22 PRIMER INTERLUDIO: LO QUE EL HIJO DEL HOMBRE EXIGE, Y LO QUE OFRECE
La respuesta que Jesús da a los que le expresaron su deseo de ser sus discípulos (quiero seguirte,
19) revela que el Hijo del hombre (destinado a poseer “un dominio eterno, que no pasará, y que jamás
será destruido”, Dn 7:14) lleva adelante su ministerio de Siervo con una devoción tan incansable que
ni tiene dónde recostar la cabeza. Demanda de los hombres este mismo estilo de ministerio, y su
demanda se antepone y se sobrepone a cualquier otra demanda, incluso al cumplimiento de lo que
demanda la piedad filial con respecto al padre (vv. 21–22). Su demanda es tan elevada porque también
su dádiva es tan grande; con él está la vida, la única vida en un mundo de muertos (v. 22). Todos sus
milagros proclaman lo que dice esta palabra: “Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia.”. (Jn 10:10)
8:19 Maestro de la ley. La persona que interpretaba la ley; los maestros de la ley (“escribas”) eran
los líderes religiosos del partido de los fariseos.
8:22 Los muertos. Comp. Ef 2:1.
9:35–10:42 Con su autoridad de Mesías compasivo envía a sus 12 apóstoles a Israel con el
encargo de difundir su mensaje, hacer las mismas obras que él hacía, compartir sus sufrimientos y
hallar la vida al perder la suya propia por causa de él.
10:4 Judas… que lo traicionó. La doble reacción de Israel al Mesías se refleja en el círculo de los
Doce; uno de ellos es descubierto como infiel y se convierte en traidor.
10:17 Los azotarán en las sinagogas. Comp. 2Co 11:24, donde Pablo habla de los 39 azotes que
recibió por cinco veces “de los judíos”.
10:20 El Espíritu hablará. Comp. la pro-mesa del Espíritu en función de Consolador, Jn 15:26; 16:7–
11.
10:23 Como indicación del tiempo en que Jesús retornará, este versículo resulta enigmático, dado que
Jesús mismo declaró que “en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, sino sólo el Padre” (24:36).
Pero hay tres cosas que quedan muy claras: (a) Jesús hace de la misión entre Israel una obligación
perpetua para los apóstoles y la iglesia apostólica; (b) los apóstoles no necesitan exponer su vida
innecesariamente, antes bien, tienen que ser astutos como serpientes (v. 16; comp. 7:6) también en
circunstancias delicadas (comp. las huidas de Pablo mencionadas en Hch); (c) la venida del Hijo
del hombre es la esperanza que da sostén a los apóstoles en su difícil y peligrosa misión.
10:24–33 Discípulo y maestro. La enemistad con que tropezó Jesús no retrocedió ni ante la blasfemia;
los hombres tildaron su obra divina de “obra del príncipe de los demonios” (9:34), e identificaron
a Jesús con Beelzebú (v. 25). En vista de ello, Jesús prepara a sus discípulos para lo peor, y los
equipa de la mejor manera: la armadura de su triple no tengan miedo (vv. 26, 28, 31). Puesto que
son miembros de la familia de Cristo, y puesto que soportan el oprobio por causa de Cristo,
también compartirán su reivindicación y su victoria. Una vez que hayan dado a conocer al Cristo
oculto por medio de su prédica (v. 26) y esté a la puerta el juicio, Cristo los reconocerá delante de
su Padre (v. 32) y los conducirá a la gloria. Triunfarán sobre la muerte: sus adversarios, que
matan el cuerpo pero no pueden matar el alma (v. 28) se tendrán que dar cuenta de que Cristo y el
Padre son más poderosos que la muerte. Cristo negará a los que le negaron a él, y él, que puede
destruir alma y cuerpo en el infierno (v. 28) será su Juez.
11:1–13:52 El “controvertido” Mesías oculta su reino ante los que lo han rechazado (los que no
tienen, 13:12), y lo revela con siempre mayor claridad a los que lo han aceptado (los que tienen,
13:12). A los discípulos se les enseña a reconocer al Mesías en la persona de ese Siervo a quien
muchos contradicen, y a conocer los secretos del reino de los cielos. (12:18–21; 13:11)
11:1–12:50 El Mesías, señal que será contradicha (Lc 2:34, RV, 1995)
11:1–12:50 Cuando Jesús envió a los Doce como sus representantes, les adelantó que tendrán que
contar con la contradicción y enemistad de los hombres (c. 10). En esta sección se pone al descubierto
la raíz de esta contradicción: el hombre quiere erigirse en maestro de Dios. De una u otra manera,
todos los contemporáneos de Jesús intentaban imponerle su voluntad y su parecer: Juan Bautista
(11:2–3), esta generación en general (11:16–19), los sabios e instruidos (11:25–30), los fariseos
(12:114; 12:22–32), los fariseos y los maestros de la ley (12:38–42). Sobre este trasfondo de
cuestionamientos, ofensas y oposiciones, el Cristo surge en amenazante majestad. Oponerse a él es
provocar el juicio de Dios, ahora y más tarde (11:6, 19, 20–24, 25; 12:27, 30–32, 33–37, 42, 43–45).
Yla magnitud de la obra divina que Jesús vino a realizar resalta tanto más sobre ese fondo de dudas y
oposición con que la reciben los hombres. (Comp. 11:5; 11:11; 11:21, 23, 25–27; 12:6, 8, 18–21, 28,
41–42)
11:25–30 Jesús conoce al Padre, y el Padre conoce al Hijo (v. 27); ya que “conocer” en el uso
idiomático de las Escrituras incluye la comunión personal entre el que conoce y el que es conocido,
Jesús afirma aquí tener una comunión única, mutua y total con el Padre, el Señor del cielo y de la
tierra que le ha entregado todas las cosas (v. 27), la curación de todas las enfermedades, la victoria
sobre la muerte, el mensaje de las Buenas Nuevas y la inauguración del divino reino de gracia. En
virtud de esta comunión, Jesús alaba a su Padre y le da gracias por haber dispuesto su revelación de
tal manera que se hace visible en ella su buena voluntad (v. 26); los que son como niños pueden
entenderla y aceptarla, y en efecto reciben sus bendiciones, mientras que a los sabios e instruidos les
ha resultado una piedra de tropiezo (también ellos se creían más sabios que Dios, v. 25). Los sabios e
instruidos están en oposición al Hijo; si los escribas y fariseos se dirigen en contra de él, es porque
creen que “fracasará” y perecerá. Jesús, el obediente Hijo y Siervo de Dios, da gracias al Padre por
este “fracaso” y sigue con firme paso por el camino que le llevará a la muerte. Su propósito es y será
el de revelar al Padre; con este propósito invita a los que están cansados y agobiados bajo el peso de
la ley, a que vengan a él en busca de descanso (v. 28), para que encuentren paz y sosiego para su
atormentada vida bajo la beneficiosa dirección de su yugo suave, y para que soporten con paciencia
su carga que es liviana, porque él la ha llevado antes que ellos y en bien de ellos (vv. 29–30). En
medio de todas las maquinaciones en contra de él, Jesús se revela a sí mismo como “Dios de Dios…
que por amor de nosotros y por nuestra salvación, descendió del cielo, y encarnado por el Espíritu
Santo… fue hecho hombre”.
11:29 Yugo. Los rabinos hablaban del “yugo de la ley”; Jesús con su yugo es el “fin de la ley”. (Ro
10:4)
12:43–50 Ante Jesús, nadie puede permanecer neutral (comp. 12:30). Así lo evidencian las dos
breves secciones que siguen. Los que quieren evitar un compromiso serio y sincero (esta generación
malvada), los que están dispuestos a aceptar los beneficios que brindan las obras de Jesús pero se
niegan a dar el paso hacia el arrepentimiento y la fe, se asemejan a un endemoniado que fue sanado:
su corazón es una casa desocupada, que invita al retorno de los poderes demoníacos, ahora
reforzados, de modo que el postrer estado de aquella persona resulta peor que el primero (v. 45).
Jamás el hombre se halla más accesible a la penetración del poder de Satanás que cuando ha sido
tocado por Cristo pero no ha sido llenado por él. En cambio, los que hacen la voluntad de mi Padre
que está en el cielo (v. 50), los que se muestran abiertos a Cristo y llegan a ser árboles buenos que
llevan buenos frutos (v. 33) gracias a la acción de Dios que los plantó (15:13), para éstos, la puerta de
entrada a la casa del Padre está abierta de par en par: llegarán a ser nada menos que verdaderos
hermanos y hermanas de Jesús. (Comp. Ro 8:29)
12:43 El espíritu maligno no tiene otra función que la de destruir lo que la mano de Dios ha
creado; una vez expulsado de una persona, se encuentra como perdido en lugares áridos, buscando
descanso sin encontrarlo.
12:50 Hermana. Jesús asigna a la mujer su lugar de honor no menguado en la familia de Dios.
(Gá 3:28)
13:1–52 Las parábolas de Jesús son claras y sencillas. El material que usa resulta familiar a
cualquier galileo. Familiar les resultaba además el método didáctico de la parábola; también sus
rabíes lo usaban. Lo particular de las parábolas de Jesús es que sirven tanto para ocultar como para
revelar (vv. 11–15). Ocultan los secretos del reino de los cielos (v. 12) ante los ojos de quienes han
rechazado el reino tal como les fue revelado en las palabras y obras de Jesús el Siervo de Dios,
también ante los ojos de quienes no retienen y ni atesoran (no tiene, v. 12) lo que Dios les había dado
ya en el A. T., y más tarde en la persona de Juan Bautista, en las palabras simples y los hechos
elocuentes de Jesús. Las parábolas son ininteligibles para esa gente, porque llenos de orgullo y de
desprecio, creían innecesario usar la clave para el entendimiento de las mismas, que es Jesús. Como
no querían ver en la persona de Jesús la llegada del reino (12:28), tampoco pueden ver (y por el
juicio divino les está vedado ver como castigo por su incredulidad) que Jesús está sembrando la
Palabra del Reino (18:3–9), que él es el Sembrador de la buena semilla de Dios (v. 37), el tesoro que
excede el valor de todos los demás tesoros (v. 44). La prédica de Isaías que en sus días endureció a
Israel en su incredulidad se vuelve a cumplir con todo su vigor en los días de Jesús (v. 14). Por otra
parte, los que tienen (retienen y atesoran) lo que Dios les ha dado en sus repetidas revelaciones, son
enriquecidos por las parábolas; a ellos se aplica el dicho: “se les dará más, y tendrán en abundancia”.
(vv. 12, 51–52)
19:1–20:16 El discípulo con su esperanza dentro de los órdenes de este mundo: matrimonio,
hijos, propiedad
19:1–12 EL MATRIMONIO
El matrimonio es el primero de los órdenes que el Creador instituyó para la convivencia de los
hombres en este mundo (en el principio, vv. 4, 8), un orden cuya santidad el hombre no debiera violar
mediante el divorcio. Aun cuando Moisés lo permitió “por lo obstinado que son los hombres”, el
divorcio llegó a ser una de las “cosas del pasado”, ahora que Jesús introduce la nueva era en la que
las instituciones primarias conservan su valor. Tampoco puede el hombre renunciar arbitrariamente
al matrimonio por considerar oportuno evitar las elevadas exigencias que el matrimonio le impone;
el celibato es un don de Dios del cual él dispone a su libre albedrío (comp. 1Co 7:7, 17). Algunos
reciben este don por causa del reino de los cielos (v. 12).
19:3 Divorcio… ¿por cualquier motivo? Entre los rabinos existían algunas diferencias con
respecto a la interpretación de Dt 24:1–4, que permitía el divorcio (comp. v. 7); un considerable
número de ellos sostenía que el hombre puede divorciarse de su esposa por cualquier causa, por leve
que sea.
19:5 Comp. Jn 1:27; 2:24.
19:12 Eunucos. En su declaración, Jesús usa el término en tres sentidos, todos ellos referidos a
hombres que entran en la categoría de los que pueden renunciar al matrimonio: (a) los que han
nacido con una sexualidad subdesarrollada; (b) en el senti-do común y corriente: los varones
castrados; (c) hombres de una voluntad resuelta que pueden renunciar al matrimonio por causa del
reino de los cielos, quiere decir, hombres que tienen la capacidad de consagrar todo su tiempo y
energías al servicio de Dios, su rey.
19:16–20:16 LA PROPIEDAD
21:12–23:39 Tres episodios en el templo (21:12–22), tres parábolas (21:23–22:14), tres disputas
(22:15–40), el Manifiesto Mesiánico de Jesús (22:41–46) y su severa y vehemente condenación de la
hueca pie-dad de los maestros de la ley y los fariseos (23:1–39) son, en su conjunto, el último
mensaje de Jesús a su pueblo: “Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca”. (4:17)
21:23–22:14 TRES PARÁBOLAS QUE TIENEN QUE VER CON EL ARREPENTIMIENTO: LOS
DOS HIJOS, LA VIÑA, Y EL BANQUETE DE BODAS
21:23–22:14 En las parábolas, Jesús despliega ante los ojos de los hombres de Israel todas las
riquezas que Dios ha derramado sobre ellos, y que les sigue ofreciendo. Por la gracia de Dios, ellos
son hijos de Dios, sus obreros contratados, y sus huéspedes invitados. Por esto, Jesús les pide que
rindan a Dios la obediencia filial y los frutos del viñedo que el obrero debe a quien le contrató, que
vengan al banquete de bodas de su rey, sin demora ni excusas y vestidos con el festivo traje de boda
de la obediencia a la palabra de Dios. La amabilidad de Dios los está invitando; pero si no se quieren
dar cuenta de la seriedad de la hora en que los invita el Dios amable, tendrán que aprenderlo de la
actitud del Dios airado (21:41, 43; 22:5, 6, 13). Y esta ira corta para siempre toda esperanza.
21:25 Del cielo, quiere decir, de Dios. Cielo era un término con que los judíos se referían a Dios;
comp. reino del cielo = reino de Dios.
21:27 Yo tampoco les voy a decir. Si no quieren reconocer a Juan como la voz enviada por Dios
para llamarlos al arrepentimiento y ofrecerles el perdón, tampoco Jesús les puede decir de dónde le
viene su autoridad. Esta autoridad se revela en su servicio y su misericordia que prodiga a los
hombres que conocen y sienten su necesidad de misericordia.
21:32 El camino de la justicia, esto es, el camino que ofrece salvación. De este senti-do de justicia
se habla en 5:6; 6:33.
21:33 Plantó un viñedo. “Viñedo” es un retrato del pueblo de Dios, objeto de su amor y de sus
cuidados; comp. Is 5:1–7.
21:36, 37 Siervo… hijo. Los profetas (Am 3:7) habían trasmitido el encargo del Señor; ahora lo
está haciendo el hijo. Es la última hora.
21:42 La piedra que desecharon los constructores. Sal 118:22–23. El salmo da gracias al Señor
que dio la victoria a un hombre (probablemente el rey) que luchó contra fuerzas superiores y obtuvo
el triunfo sobre ellas solamente porque el Señor vino en su ayuda. Tal vez, Jesús alude también a las
palabras que preceden a las que él citó:
“No he de morir; he de vivir para pro clamar las maravillas del Señor”. (Sal 118:17)
21:46 Buscaban la manera de arrestarlo. Comp. 22:15. El fervoroso llamado de Jesús al
arrepentimiento cayó en oídos sordos; los impenitentes están echando a perder su futuro y su
esperanza.
22:11 Traje de boda. El convidado a la boda recibe su invitación por libre decisión y gracia del
rey; no necesita hacer nada para merecer la invitación, que se extiende a malos y buenos. Pero venirse
sin el traje de boda significa despreciar la gracia del rey y quitarle el carácter solemne a la
invitación; y esto no puede conllevar sino una invitación a ser juzgado. El hombre sin vestido de
fiesta es como la sal que se ha vuelto insípida; y por esto es echado fuera (5:13). Quien recibe la
gracia, y no permite que ésta modele su manera de vivir, la recibió en vano. (2Co 6:1)
22:14 Muchos invitados… pocos escogidos. El llamado de Dios, su invitación, abarca al Israel
entero (v. 3), a todos los hombres, malos y buenos (v. 10); pero el amor de Dios, activo en su palabra,
logra producir su efecto en unos pocos solamente, a los cuales su respuesta al llamado de Dios los
acredita como los que han sido escogidos por Dios, sus electos.
26:1–28:20 La pasión, muerte y resurrección del Mesías completa, cual broche de oro, su
ministerio. El Señor resucitado, perfecto en su gracia y su poder, imparte a sus discípulos su
Comisión grande, universal y perdurable, como apóstoles suyos.
28:1–20 La resurrección
28:1–20 El evento supremo del mensaje de la salvación se relata con palabras más bien escuetas.
El momento mismo de la resurrección está rodeado en todos los Evangelios de un reverente silencio.
Únicamente el anuncio de la resurrección se narra en términos dramáticos (vv. 2–3). No obstante su
carácter milagroso, sigue la línea de la historia previa de Jesús: Aparece la misma terca oposición
por parte de los jefes del pueblo (vv. 11–15), la misma devoción que despertó en las mujeres (v. 1), la
misma personalidad genuinamente humana de Jesús (le abrazaron los pies, v. 9), la misma
inestabilidad de sus discípulos (algunos dudaban, v. 17), la misma Galilea que había sido testigo del
llamado de los primeros discípulos (vv. 10, 16). Jesús sigue siendo el Perdonador y Restaurador; y el
ángel sigue llamando “sus discípulos” a los hombres que por su comportamiento habían perdido el
derecho al discipulado (v. 7). Jesús por su parte llama “mis hermanos” a los hombres que le
abandonaron y negaron (v. 10). La autoridad de Jesús (v. 18) emerge a la luz radiante de la Pascua de
Resurrección, pero no es otra sino “su autoridad en la tierra para perdonar pecados” (9:6). La
autoridad de Jesús, que se muestra también en su compasión sin límites, hace del apostolado de sus
discípulos un apostolado que abarca “a todas las naciones” (19), no ya sólo a las ovejas perdidas de la
casa de Israel. La autoridad otorga la gracia del bautismo y la dádiva de su enseñanza a la humanidad
toda, y promete su presencia fortalecedora por siempre, hasta el fin del mundo (v. 20). Un solo
nombre une al Hijo con el Padre y con el Espíritu Santo. La divinidad de Jesús aparece ahora en plena
luz; y en esta divinidad, él es el Siervo cuya voluntad invariable es hacer discípulos. (v. 19)
28:19 Bautizándolos… en el nombre. Con la frase en el nombre de … el uso idiomático judaico
entendía que una persona era efectivamente encomendada a algo o a alguien. por ej.: un varón
circuncidado “en el nombre del pacto” era encomendado al pacto, puesto bajo su bendición y atado a
sus obligaciones. Un hombre bautizado en el nombre del Padre tiene a Dios por su Padre; como
bautizado en el nombre del Hijo recibe todos los beneficios que emanan del acto redentor del Hijo; y
al ser bautizado en el nombre del Espíritu Santo, hace suyo el poder y la presencia del Espíritu Santo,
fuente inagotable de vida. El bautismo es la promulgación del evangelio de la Trinidad.
28:20 Lo que les he mandado. Como lo relata Mateo a base de las enseñanzas de Jesús, éste no es
un nuevo legislador. Su mandamiento se da a los hombres que han sido bautizados en su nombre,
hombres con los cuales él está presente como su Señor crucificado. “Mandamiento” es lo que Pablo
llama “la obediencia de la fe” (Ro 1:5). Respecto del mandamiento contenido en el don del bautismo
comp. Ro 6:3–14.
MARCOS
INTRODUCCIÓN
1. El segundo Evangelio empieza con la frase: “Comienzo del evangelio de Jesucristo, el Hijo de
Dios.” Hubo quienes pensaban que estas palabras no eran más que el título de la primera parte del
libro, o sea, la sección en que se habla de Juan Bautista, del bautismo y la tentación de Jesús, y de la
preparación para el ministerio mesiánico de Jesús. Pero pese a su brevedad, esa frase inicial es de
alcance mucho más vasto: no simplemente es el título de una sección, sino del libro entero, título de
gran importancia, por cierto. El propósito de Marcos es presentar a los lectores un informe de los
comienzos y los orígenes de las Buenas Nuevas que ellos ya conocían como base de su fe: esta
poderosa y salvadora palabra de Dios proclamada primeramente en palabras y obras (1:14–15), y que
seguía siendo la voz de Cristo cuando salía de la boca humana de los apóstoles y evangelistas.
Marcos responde a la inquietud de los con-versos que en su momento habían oído el mensaje
evangélico (kerygma) básico, y ahora planteaban la pregunta lógica y plenamente justificada: “¿Cuál
fue el comienzo de esta prédica de las Buenas Nuevas que dio un vuelco a nuestra vida? ¿Cuál es su
historia? Cuéntenos algo más acerca de este poderoso Hijo de Dios que nos amó y se dio a sí mismo
por nosotros. Repítenos sus palabras y sus obras, que nos revelarán con claridad cuál es su voluntad
para con nosotros que hemos llegado a ser de los suyos.” Marcos está haciendo lo mismo que hizo
Lucas cuando “compuso un relato ordenado” para Teófilo, para que éste llegue a tener plena
seguridad acerca de lo que le enseñaron (Lc 1:3–4). El libro de Marcos es un libro de enseñanza; es la
elaboración del bosquejo del kerygma para los lectores cristianos. Así lo confirman numerosos
detalles en el libro mismo, por ej.: el sustantivo “evangelio” aparece siete veces en este libro, contra
cuatro veces que figura en la obra mucho más extensa de Mateo, y ninguna vez en Lucas y Juan.
Además, en Marcos, Jesús identifica el “evangelio” tan estrechamente con su propia persona, que
ambos constituyen prácticamente una sola entidad, como cuando Jesús dice: “El que pierda su vida
por mi causa y por el evangelio, la salvará” (Mr 8:35; comp. 10:29).
2. La tradición más antigua de la iglesia apoya el criterio de que este Evangelio es una
“enseñanza.” Papías, obispo de Hierápolis, que compuso un escrito alr. del año 130 d. C. en que
menciona como su fuente a “Juan el Mayor” (tal vez el apóstol Juan, hombre ligado muy de cerca a la
era apostólica) escribe con respecto al segundo Evangelio: “Como intérprete que fue del apóstol
Pedro, anotó en forma exacta, aunque no ordenadamente, todo lo que pudo recordar acerca de las
cosas que dijo o hizo el Señor. Pues él mismo nunca había oído personalmente al Señor ni estuvo
entre sus seguidores, sino que algún tiempo más tarde, como ya dije, [siguió a] Pedro, quien le dio
sus instrucciones según lo requerían [las circunstancias…]. Otros datos antiguos ubican esa
predicación de Pedro y las correspondientes anotaciones de Marcos en Italia, o más precisamente en
Roma. Un antiguo prólogo al Evangelio (uno de los así llamados Prólogos Anti-Marcionitas) dice
que Marcos redactó su informe acerca de la prédica de Pedro “en alguna región de Italia”. Por su
parte, Clemente de Alejandría cita una antigua tradición según la cual Marcos compuso su obra en
Roma a solicitud de los que habían oído predicar a Pedro en aquella ciudad. Como el cristianismo se
había establecido en Italia y en Roma mucho antes de que Pedro había actuado allí, lo más natural es
tomar las dos noticias como referencias a un tiempo en que Pedro estuvo enseñando en Roma, antes
que a una actividad estrictamente misional.
3. Marcos (mencionado en el N. T. también como Juan o Juan Marcos, Hch 13:5, 13; 12:12) era
hijo de una tal María, propietaria de una casa en Jerusalén. En los días del arresto de Pedro en
Jerusalén, 44 d. C., los cristianos en Jerusalén se reunían en aquella casa para sus oraciones, y fue allí
mismo donde Pedro se presentó después de su milagrosa salida de la prisión. Evidentemente, el
apóstol conocía a la familia, y como llama a Marcos “mi hijo” en 1P 5:13, podemos suponer que
Marcos fue convertido por Pedro. En el año 46 d. C., Marcos acompañó a Pablo y Bernabé en la
primera gira misional, pero solamente hasta Perge de Panfilia, desde donde regresó a Jerusalén (Hch
13:13). Bernabé deseaba que su sobrino fuera con ellos también en el segundo viaje misional, pero
Pablo se opuso tan categóricamente que los dos misioneros partieron cada uno con rumbo diferente
(Hch 15:37 y ss.). Bernabé llevó a Marcos consigo hasta Chipre. Según Flm 24, Marcos estuvo
nuevamente junto a Pablo durante la primera prisión de éste en Roma (59–61 d. C.). Como leemos en
Col 4:10–11 y s., Pablo pide a los colosenses que “reciban bien” a Marcos, en el caso de que venga a
visitarlos, y Pedro incluye saludos de parte de su “hijo” Marcos a los cristianos en Asia Menor, lo
que hace pensar en que Marcos había trabajado allí y era bien conocido por muchos. Cuando Pedro
estuvo en Roma desde donde escribió la primera de sus cartas, en la década del sesenta, lo vemos a
Marcos nuevamente con él. Pocos años después, en los días del último encarcelamiento de Pablo en
Roma, Marcos estaba de regreso en Asia Menor. Pablo ruega a Timoteo que traiga consigo a Marcos
cuando venga a Roma (2Ti 4:11). Esta es la última noticia que el N. T. trae de Marcos. Según el
historiador eclesiástico Eusebio, Marcos fue el fundador de la iglesia de Alejandría, Egipto, y su
primer obispo. Se dice que allí sufrió la muerte de mártir.
4. Todas las tradiciones antiguas concuerdan en adscribir el segundo Evangelio a Marcos, el
intérprete de Pedro. En el Evangelio mismo hay apenas una sola evidencia que apunta, aunque no más
que indirectamente, a Marcos. El segundo Evangelio es el único que relata el episodio de “cierto
joven que se cubría con sólo una sábana e iba siguiendo a Jesús, pero soltó la sábana, y escapó
desnudo” (Mr 14:51, 52). Como no se puede hallar otra razón convincente para la inclusión de este
detalle en el relato, muchos suponen que aquel joven era el propio Marcos, el evangelista, que de esta
manera pone su firma al Evangelio. Y no es aventurado señalar la casa de María, madre de Marcos,
como la casa en cuyo “aposento alto”, nuestro Señor celebró la cena pascual con sus discípulos la
noche en que fue entregado.
5. El estilo y el carácter del Evangelio mismo hacen aparecer como probable que el libro fue
escrito para lectores de origen pagano, lo que viene a apoyar la tradición de que el lugar de la
composición fue la ciudad de Roma. Por consiguiente, la fecha de redacción debe caer en los años
sesenta del siglo 1, ya que Pedro no llegó a Roma sino en sus últimos años: Algunos de los
testimonios antiguos afirman que Marcos escribió su Evangelio después de la muerte de Pedro, lo
que requeriría una fecha posterior al año 64 d. C. Pero como la tradición acerca de este punto no es
unánime, la pregunta en cuanto a la fecha exacta debe quedar abierta.
1:1 Comienzo del evangelio. Lo más apropiado es tomar este título como título de la obra entera.
Véase la Introducción, párrafo 1.
2:1–3:6 En su relato de cinco disputaciones en Galilea, Marcos hace ver cómo hombres
“religiosos” (es decir, hombres que querían hacer valer ante Dios su propia justicia legalista y por lo
tanto se rehusaban a aceptar la gracia de Dios) contradicen a Cristo y su prédica del reino de Dios. Lo
que los maestros de la ley y los fariseos rechazaban era: el perdón divino pronunciado por Jesús
(2:1–12); el hecho de que Jesús compartía sin reparos la mesa con pecadores arrepentidos (2:13–17);
Cristo como el Novio que trae la alegría festiva de la nueva era (2:18–22); el Hijo del hombre que es
Señor también del sábado (2:23–28); el Médico que salva vidas en día de sábado, mientras que ellos
(los celosos guardianes de la santidad de este día), estaban profanando el sábado tramando con los
herodianos cómo matar a Jesús. (3:1–16)
2:1–12 La curación de un paralítico. Comp. Mt 8:23–9:8, y comentarios a Mt 9:1, 3, 5, 8.
2:12 Asombrados… comenzaron a alabar a Dios… jamás habíamos visto cosa igual. El carácter
singular de la autoridad de Jesús llama poderosamente la atención de los hombres: están viendo en él
la gloria del Dios de Israel, el Señor “que perdona… los pecados, y sana las dolencias”. (Sal 103:3)
2:13–17 El llamado de Leví, y el compartir la mesa con los pecadores: véase el pasaje paralelo en
Mt 9:9–17.
2:14 Leví. En la lista de los Doce en el primer Evangelio se le llama Mateo y se agrega “Mateo, el
recaudador de impuestos” (Mt 9:9; 10:3). Quizás, en la comunidad cristiana Leví llegó a ser conocido
como Mateo (“don del Señor”).
2:18–22 Jesús, el Novio. Comp. Mt 9:9–17.
2:23–28 Arrancar espigas de trigo en sábado. Comp. Mt 12:1 y ss.
2:26 Abiatar. El sumo sacerdote en la historia del A. T. acerca de David y el (consagrado) Pan de
la Presentación se llama Ajimélec (1S 21:1); su hijo era Abiatar (1S 22:20), estrechamente ligado con
David. Algunos manuscritos importantes, entre ellos Mateo y Lucas, no hacen mención de Abiatar.
2:27–28 El sábado se hizo para el hombre, y no el hombre para el sábado; así que el Hijo del
hombre es Señor incluso del sábado. Jesús veía en la ley de Dios la expresión de una voluntad única y
coherente, la del amor (12:28–34). El Dios que da a los hombres el mandamiento del amor es el Dios
que demuestra a los hombres su amor. Aun los rabinos aseguraban que el sábado se hizo para el
hombre (a fin de moderar el rigor de la ley del sábado en casos de extrema necesidad); pero la idea
de que un hombre puede ser el Señor del sábado era algo inaudito en el judaísmo, y lo era con justa
razón. Jesús puede sobreponerse al sábado solamente por cuanto él es el Hijo del hombre que trae a la
humanidad el amor de un Dios perdonador (2:10); que viene para servir y para dar su vida en rescate
por muchos (10:45). El amor de Dios hace que Jesús sea el fin de la ley.
3:1–6 ¿Hacer el bien o hacer el mal, salvar una vida o matar en día sábado? Comp. Mt 12:1–21. si
el sábado se hizo para el hombre, y si, como el Día del Señor, es el día en que se ha de manifestar el
amor de Dios, los que violan el sábado son los fariseos, y no Jesús. (v. 6)
3:5 Enojo mezclado con tristeza es lo que llena a Jesús ante la reacción de estos hombres que por
la dureza de su corazón no tienen ojos para ver la bondad y compasión del Dios que se les revela en
las obras de Jesús.
3:6 Herodianos, secuaces de Herodes y del gobierno romano, cuya cooperación era necesaria
para matar a Jesús, ya que las autoridades judías no estaban facultadas para imponer la pena capital.
(Jn 18:31)
3:7–8:30 Tres motivos dominantes hay en esta sección del Evangelio. Primero: Pese a todas las
contradicciones, Jesús sigue fiel a su voluntad de tener compasión de todos aquellos que quieren
aceptar el misericordioso reino de Dios presente en sus palabras y obras. Y esta compasión se
muestra de muchísimas maneras: Jesús sana enfermos, libra a los hombres del poder de los
demonios, invita a una gran cantidad de personas a compartir con él un banquete, y hace a una mujer
pagana partícipe de la abundante compasión del Dios de Israel. La elección y el envío de los Doce es
la declaración de su misericordia que abarca al Israel entero (las 12 tribus).
Segundo: El abismo entre Jesús y sus opositores se hace cada vez más profundo. La línea de
demarcación pasa entre Jesús y sus “amigos, ” los maestros de la ley y los fariseos, la gente de su
propio pueblo, los que están dispuestos a aceptarle como profeta pero no le confiesan como el
Cristo, el Hijo de Dios. La muerte de Juan Bautista es el presagio profético de la suerte de Jesús
mismo. Pero ni aun la oposición más encarnizada puede apartar a Jesús de su curso de Hijo obediente
y Cristo servidor. Se retira ante la oposición, hace callar a los demonios que le proclaman Hijo de
Dios, “no puede” hacer obras poderosas ante la gente incrédula de su ciudad, y se niega a dar la
“señal del cielo” que le pidieron sus arrogantes adversarios. Ejecuta el juicio recurriendo sólo al uso
de parábolas, que quitan del “hombre que no tiene” incluso lo que tiene.
Tercero: Cristo profundiza la comunión entre él y sus discípulos y logra con ello que éstos, y
estos solos, sean capaces de confesarle como el Cristo. Escoge a los Doce para formar un grupo con
él, les da participación en su tarea mesiánica, y los declara “miembros de su propia familia.” Su
manera de enseñar mediante parábolas es para sus discípulos una revelación más amplia del reino de
Dios, que los equipa para su futura labor de apóstoles. Les per-mite dar testimonio de su victoria
sobre la muerte y se acerca a ellos caminando sobre las aguas. Hace brotar de la boca de ellos la
confesión que no les había permitido proferir a los demonios, la confesión de fe que coloca a los
discípulos en un lugar aparte tanto de sus enemigos como de sus admiradores, y los ata a él para
siempre; - esa confesión: “Tú eres el Cristo.”
3:7–12 JESÚS SE RETIRA, SANA A MUCHOS ENFERMOS, Y HACE CALLAR A LOS DEMONIOS
3:7 Jesús se retiró. A la voluntad de sus adversario de matarlo (v. 6), Jesús opone su propia
voluntad de servir como el Siervo de Dios que prefiere obrar en silencio, que “no disputará ni
gritará”. (Mt 12:19–20 y s.; 12:15–21)
3:12 Les ordenó terminantemente que no dijeran quién era él. Los que deberán confesar a Cristo
como Dios delante de los hombres son los discípulos que creen en él y que Dios le ha dado, y no los
demonios derrotados y acobardados. (vv. 13–19)
3:20–30 LA ACUSACIÓN DE QUE JESÚS EXPULSA A LOS DEMONIOS POR MEDIO DEL
PRÍNCIPE DE LOS DEMONIOS: UNA BLASFEMIA CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
3:20–30 La controversia en torno de Beelzebú (una de las más agrias discusiones entre Jesús y sus
contemporáneos) y la advertencia contra la blasfemia contra el Espíritu Santo se describe con
mayores detalles en Mt 12:22–37.
3:20 Ni siquiera podían comer. Se está hablando de Jesús y sus discípulos. El relato de Marcos en
tercera persona es un caso particularmente claro acerca de cómo influyó sobre él la prédica que hace
Pedro en primera persona. Véase la Introducción, párrafo 7.
3:21 Sus parientes. Comp. v. 31, “su madre… sus hermanos”. Este versículo ilustra cómo la
agotadora pasión de Jesús en pro de su ministerio fue malentendida y mal interpretada hasta por los
miembros de su familia y sus amistades.
8:31–10:31 La predicción de su pasión (8:31–33), el hacer del camino hacia la cruz la norma para
el camino por el cual tendrán que transitar los discípulos (8:34–9:1), su descenso del monte de la
Transfiguración al abismo de la contradicción y el maltrato por parte de los hombres (9:2–29), la
enseñanza de que la grandeza de un discípulo yace en un poco espectacular servicio prestado a un
niño (9:30–37), una grandeza exenta de necio exclusivismo (9:38–41) y marcada por la negación del
propio YO (9:42–50) –todo esto son marcas de la cruz que Cristo imprime en el corazón de sus
discípulos. Les será preciso andar por la senda oscura de la cruz a la gloria; pero deben andar por
esta senda dentro del marco de los parámetros que Dios estableció para este mundo. Por esto, Cristo
da indicaciones para su relación con el matrimonio, los hijos y la propiedad. (10:1–31)
9:2–29 LA TRANSFIGURACIÓN
9:2–29 Comp. Mt 17:1–27.
9:2 Seis días después. Dado que las indicaciones en cuanto a la secuencia del tiempo son más bien
escasas en el Evangelio según San Marcos, es probable que esta nota (9:2) sirva para establecer un
enlace estrecho entre la Transfiguración, la confesión de Pedro en 8:29 y la propia predicación de
Jesús en 8:31. Al mismo tiempo ofrece un comentario a las palabras “y al tercer día resucitará”.
Pedro, Jacobo y Juan vieron un destello de la gloria que espera a Jesús después de su muerte en la
cruz.
9:14 Los maestros de la ley discutían con ellos (con los discípulos), tal vez con motivo del fracaso
de éstos en su intento de curar al muchacho endemoniado (9:28), un detalle que a los maestros de la
ley les podría servir para desacreditar a su Maestro.
9:15 Todos se sorprendieron. No se dice qué razón tuvieron para sorprenderse; quizás la persona
de Jesús estaba rodeada aún de un halo de la gloria de su Transfiguración. Otros hacen una
comparación con 10:32, donde la inflexible decisión de Jesús de ir a la muerte despertó el asombro
entre sus discípulos.
9:29 Oración y fe aparecen aquí ligadas estrechamente. “Para el que cree, todo es posible” (v. 23),
y la fe obra por medio de la oración.
11:1–12:37 Con palabras y hechos, Jesús afronta a Jerusalén, la capital y el corazón de Israel, con
su proclama mesiánica y su llamado al arrepentimiento.
13:1–37 Comp. Mt 24:1–31. La completa destrucción del templo marca el principio del fin (vv. 1–
2). De ahí en adelante, toda la historia debe ser para los discípulos de Jesús la señal (v. 4) que los
alerta con miras al fin que se viene aproximando. La historia del mundo sacudido por disturbios de
toda índole (vv. 3–8), la historia de la iglesia perseguida, y la predicación del evangelio en todo el
mundo por el poder del Espíritu Santo, a despecho de todas las maldades y los crímenes que cometen
los hombres (vv. 9–13), la aparición del “ horrible sacrilegio ” y la venida de la gran tribulación
como consecuencia de la caída de Jerusalén, junto con el surgimiento de falsos Cristos en estos días
convulsionados (vv. 14–23), conforman la señal que apunta a la venida del Hijo del hombre con gran
poder y gloria para reunir a los elegidos desde todos los rincones de la tierra (vv. 24–27). La parábola
de la higuera prepara a los discípulos para pasar en calma y paciente esperanza por toda esa historia
agitada; las inalterables palabras de Jesús les dan la seguridad de que todo cuanto acontece, está en las
manos del Señor y Creador cuya providencia paternal se demuestra en el tan habitual acercamiento
del verano, año tras año (vv. 28–31); la parábola del retorno del dueño de casa hace que la esperanza
de los suyos sea una expectación vigilante y responsable del retorno de su Señor. (vv. 32–37)
13:9 Los azotarán en las sinagogas. Comp. Hch 5:40; 2Co 11:24.
13:10 Tendrá que predicarse el evangelio. La misma irresistible voluntad divina que tiene bajo su
control las guerras y los rumores de guerras (v. 7) hará que el evangelio corra, crezca y triunfe en
medio de todos los desastres.
13:14 Horrible sacrilegio. Comp. Mt 24:15.
Donde no debe estar, quiere decir, en la tierra santa y el santo lugar.
El que lee, que lo entienda, tanto la referencia a la profecía de Daniel (Dn 12:11; 9:27) como la
advertencia que Jesús acaba de dar, basada en la palabra de Daniel.
13:27 Desde los confines de la tierra hasta los confines del cielo. Esto parece ser una fusión de
dos expresiones: “desde un confín de la tierra hasta otro” y “de un horizonte a otro”.
13:37 Lo que les digo a ustedes, lo digo a todos. Los discípulos deberán transmitir esta advertencia
y amonestación a la comunidad de los fieles.
14:1–16:20 LA PASIÓN, MUERTE Y RESURRECCIÓN DE CRISTO
14:1–16:20 Comp. Mt 26–28. Jesús va a su muerte en completa soledad. Todos los discípulos le
abandonan; Judas le traiciona (14:10, 11, 43–50); los tres que le acompañan hasta Getsemaní no son
capaces de mantenerse despiertos una hora (14:32–42); al ver que le arrestan a Jesús, todos los
discípulos huyen (14:26–31, 43–52) y Pedro le niega (14:66–72). Su propio pueblo le rechaza (14:1,
2, 43–46, 56–65; 15:1–15); todo el mundo se burla del rey de Israel, condenado y moribundo (15:29–
32). La justicia pagana (romana) le deja a merced de la furia de su pueblo (15:1–15), y la soldadesca
pagana le hace víctima de sus groserías (15:16–20). Su Dios le ha desamparado (15:34). Sufre en su
plena y simple humanidad; prueba de ello es su agonía en Getsemaní (14:32–42) y su grito desde la
cruz (15:34). Y no obstante, todo esto lo soporta en silencio, con la majestad del Hijo de Dios. Pese a
todo el sufrimiento, él sigue haciéndose cargo de su misión. Desenmascara al traidor (14:17–21). Con
su carne y su sangre, se entrega a sí mismo a sus discípulos (14:22–25); canta los salmos pascuales en
alabanza a Dios el Libertador en la misma hora en que es arrestado (14:26). Predice el
comportamiento cobarde de sus discípulos (14:27–31); hace retroceder a los que vienen a arrestarle
(14:4849); guarda un inmutable silencio ante el Consejo (14:61) y ante Pilato (15:4–5), no responde
con una palabra a los que se burlan de él (15:16–20; 29–32) y blasfeman contra él (15:27), y expira,
plenamente consciente y lanzando un fuerte grito (15:37). Su muerte es su acto enteramente
voluntario; mediante su sangre derramada en la cruz, él inaugura el pacto nuevo (14:23–24), y al
morir apura la copa del juicio de Dios sobre el pecado de los hombres (15:33–39; comp. 10:38;
14:36). El rescate por muchos (10:45) queda así pagado.
Su resurrección es el perdón puesto en acción. El Cristo resucitado restablece la comunión con
sus discípulos que le abandonaron, y con Pedro, que le negó (16:7). Envía a sus discípulos por todo el
mundo a predicar el evangelio por doquier, para la salvación de todos los hombres – todos los
hombres incluye también a Israel que le rechazó y le mató (16:15, 20).
16:1–20 LA RESURRECCIÓN
16:1–20 Comp. Mt 28:1–20.
16:7 Y a Pedro. El motivo para la mención especial de Pedro fue el hecho de que no solamente
había huido con los demás discípulos, sino que para colmo había negado a Jesús, a despecho de sus
afirmaciones de días anteriores.
16:8 Temblorosas… desconcertadas … llenas de miedo. Puede ser que el libro que relata “el
comienzo del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (1:1) terminaba con esta nota acerca de
asombrado temor y dolor. Tal nota es bastante frecuente en Marcos: los hombres quedaron
asombrados y atónitos ante la palabra de autoridad de Jesús bajo la cual tuvieron que doblegarse aun
los demonios (2:12); ante el Hijo de Dios que calma la tormenta y camina sobre las aguas (4:41;
6:51); ante el Hijo del hombre que tiene poder en esta tierra para sanar y perdonar pecados (2:12);
ante el que vence a la muerte mediante su sola palabra (5:21); ante la gloria de la transfiguración del
Hijo amado (9:6); ante el Cristo que con imperturbable majestad se dirige a Jerusalén y a la muerte
(10:32). Todo esto se repite en un grado aún mayor en la resurrección. Aquellas mujeres temblorosas
llegan a saber - lo que todo discípulo del Resucitado llega a saber - que en este Hijo de Dios está
presente toda la compasión y el poder de Dios; que lo único que cabe es caer de rodillas ante él y
aceptarle como Señor y Dios, servirle, y “llevar a cabo vuestra salvación con temor y temblor” (Fil
2:12), porque aquí, Dios está en Cristo produciendo en los hombres tanto el querer como el hacer
para que se cumpla su buena voluntad (Fil 2:12–13). El final del evangelio es un final solemne: el
momento en que todas las elecciones que se hacen en esta vida se reducen a una sola elección, es en
verdad un momento solemne. Lo que surge de este momento como una imperiosa necesidad es, pues,
hacer correr las Buenas Nuevas por todo el mundo; y la solemnidad de este momento es también la
fuerza impulsiva que hará que este “hacer correr las Buenas Nuevas” no cese hasta el día en que
retorne Cristo, el Hijo de Dios.
16:9–10 Comp. Jn 20:1–18; Lc 24:10–11.
16:12–13 Comp. Lc 24:13–27.
16:14–18 Comp. Lc 24:36–49; Jn 20:1923; 26–31; Mt 28:16.
16:15–16 Comp. Mt 28:18–20.
16:19 Comp. Lc 24:50–53; Hch 1:4–14.
LUCAS
INTRODUCCIÓN
El tercer Evangelio es de todos ellos el más marcadamente “didáctico.” Esto ya se manifiesta en el
prólogo dedicatorio (Lc 1:1–4), en que el autor promete a Teófilo un relato completo y ordenado de
las cosas que Teófilo en parte ya conocía, con el propósito de ofrecerle una información fidedigna
acerca de lo que le enseñaron. Lucas no es el primero en proclamar el evangelio a Teófilo y a sus
lectores paganos en general; antes bien, su intención es extender y completar, ateniéndose al ya
familiar bosquejo básico del mensaje evangélico, el relato de lo que Jesús dijo e hizo (comp. Hch
1:1). Esto se desprende de la forma detallada de su narrativa, y se ve corroborado por el hecho de que
Lucas continúa su relato en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde no sólo incluye “lo que
Jesús comenzó a hacer y enseñar, ” sino también la actividad ulterior que el Señor, ya en su estado de
exaltación, desempeñó por medio de sus mensajeros, guiados por el poder del Espíritu. Las palabras
del prólogo “que se han cumplido entre nosotros ” indican que con su complementación del relato,
Lucas tiene en mente comenzar con el principio mismo. Al igual que Marcos, también Lucas se
dispone a narrar los comienzos del evangelio de Jesucristo; pero a diferencia de Marcos, él no pone
el punto final con la ascensión de Jesús, sino que amplía la historia incluyendo también el avance
triunfal del evangelio desde Jerusalén hasta Roma, el centro del mundo de aquel entonces. Su “relato”
destaca ese vigoroso crecimiento de la palabra del Señor que él y sus lectores han llegado a conocer
por propia experiencia como “poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (comp. Ro
1:16). El Espíritu divino guió la mente de Lucas y le llevó a la convicción de que para llegar al
conocimiento cabal de Cristo es preciso conocer también a la iglesia que el Cristo exaltado creó
mediante su palabra y mediante sus mensajeros.
El Evangelio según San Lucas, junto con su continuación, el libro de los Hechos de los Apóstoles,
presenta enseñanzas diseñadas para lectores de origen no israelita. El nombre Teófilo debe tomarse
como designación real, y no meramente simbólica, de un lector cristiano al que va dedicado el libro.
El adjetivo “excelentísimo” (1:3) le caracteriza como un hombre de cierta posición social elevada -
Pablo y Tértulo usan el mismo término al dirigirse a los gobernadores romanos Félix y Festo (Hch
24:2; 26:25). Al dedicar este libro a Teófilo, Lucas está siguiendo una tradición literaria de antigua
data. El hombre al que iba dedicada la obra a menudo se hacía cargo del costo de la publicación y de
su distribución; y esto muy bien pudo haber sido el caso también con Teófilo. Dado que el escrito
está concebido dentro de las convenciones contemporáneas de la literatura griega, cabe suponer que
fue compuesto para lectores que hablaban este idioma, supuesto que se ve confirmado por el
contenido mismo de la obra.
El autor
A partir de la segunda mitad del siglo 2 d. C., la iglesia antigua coincide en atribuir el tercer
Evangelio y el libro de los Hechos de los Apóstoles a Lucas, “el querido médico” (Col 4:14),
compañero de Pablo en sus viajes y su fiel amigo en sus prisiones. Probablemente era de origen
gentil, pues Pablo hace una distinción entre Lucas y sus colaboradores judíos (Col 4:10–11, 14). Se
unió a Pablo en Troas durante el segundo viaje misional, como lo indica el empleo de la primera
persona plural en Hch 16:11; le acompañó hasta Filipos en el mismo viaje, y al parecer permaneció
allí por los próximos siete años. Le hallamos nuevamente al lado de Pablo en el año 56 d. C. cuando
el apóstol pasó por Filipos en su último viaje a Jerusalén, y ya no se separó de él. Según 2Ti 4:11,
Lucas era también el único que estaba con Pablo en los días de su último encarcelamiento.
La evidencia interna de las dos obras confirma la tradición de la iglesia antigua. El Evangelio y el
libro de los Hechos tienen un mismo autor. Ambos van dirigidos a Teófilo, y se asemejan
notablemente en su lenguaje y estilo; además son inconfundibles las similitudes en lo estructural. Es
de notar también que en un número no escaso de pasajes, el autor habla en primera persona plural
(los así llamados pasajes “nosotros”, como por ej. Hch 16:11–17; 20:521:18; 27:1–28:16), lo que
demuestra que fue un testigo ocular de los acontecimientos relatados. Puesto que estos pasajes
“nosotros” están concebidos en el mismo estilo que el resto de la obra, y cuadran perfectamente en la
narrativa en general, resultaría harto difícil asignarlos a otro autor. Esto habla claramente del autor
como acompañante del apóstol Pablo. De todos los compañeros de viaje del apóstol que se
mencionan por nombre, únicamente Tito y Lucas entran en seria consideración; el resto queda
excluido por el contenido del relato mismo, o por lo poco que se sabe de ellos. Si la iglesia antigua
hubiese estado en dudas acerca del autor, probablemente habría apuntado a Tito, que en las cartas de
Pablo ocupa un lugar más prominente que Lucas. La tradición que asigna el tercer Evangelio y el
libro de Hechos a Lucas tiene, por lo tanto, todas las probabilidades de ser genuina, y merece plena
confianza.
No es más que natural que los investigadores hayan hurgado en el lenguaje de Lucas para
descubrir dónde aparece el “médico.” Los primeros hallazgos en este terreno exageraron en forma
notoria la evidencia de “expresiones de profesionalismo médico” en el lenguaje de Lucas. Estudios
posteriores demostraron que buena parte de lo que se rotuló como “propio del idioma médico” en
realidad no era tal, sino simplemente la común manera de expresarse de la gente culta de aquella
época. Pero si el lenguaje de Lucas no posee el suficiente color de “médico” como para probar que el
autor ejercía esta profesión, al menos confirma la tradición antigua en el sentido de que nada impide
admitir como exactas las palabras de Pablo cuando se refiere a Lucas como el “médico querido”.
En lo concerniente a su aspecto formal, la obra de Lucas se nos presenta como el más “literario”
y más genuinamente griego de los primeros tres Evangelios. El prólogo con su estructura formal, la
familiaridad del autor con el estilo literario griego, su referencia a escritos de otros autores, y su
aseveración de haber “investigado con esmero desde su origen todo esto” para tomarlo como base
para un relato ordenado, todo esto es recomendación más que suficiente para aceptar la obra como
pieza de la literatura griega. Las amplias proporciones de los libros gemelos, su vasto campo de
visión, y su meta bien definida, están en perfecta armonía con las intenciones anunciadas al comienzo.
El lenguaje y el estilo son de una pureza y elegancia que otorgan a esta obra un lugar aparte entre los
demás Evangelios. Por lo general se evitan hebraísmos y arameísmos; también son más bien escasos
los latinismos. Sin embargo, la obra no constituye en modo alguno un compromiso con el
pensamiento y espíritu helenísticos, ni siquiera en el estilo. Cuando la narración tiene como escenario
la tierra de Palestina, como ocurre en el Evangelio y en los primeros 12 capítulos de Hechos, el
lenguaje refleja el colorido semítico de la Septuaginta (la traducción al griego del Antiguo
Testamento). Mas con todas estas particularidades, el Evangelio sigue siendo un Evangelio, y no una
biografía griega. Igualmente, los Hechos de los Apóstoles son historia sagrada de una especie
particular, única: la historia no de un personaje heroico, sino de la palabra del Señor, combatida y
triunfante.
El material peculiar de Lucas pone de relieve el carácter absoluto y completo de la gracia
perdonadora que se manifestó al mundo en la persona de Jesús. Las palabras que salieron de su boca
merecían la aprobación de sus oyentes como “palabras hermosas” (traducción lit. “palabras de
gracia, ” Lc 4:22). Eran palabras que lo identificaban como el compasivo Siervo del Señor que traen
buenas nuevas a los pobres, que devuelven la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos; su
venida es el comienzo del gran Año de Jubileo, la amnistía pregonada por Dios para toda la
humanidad (Lc 4:16–21). La historia del llamamiento de Pedro demuestra claramente que la
convocatoria al discipulado es un acto del divino amor perdonador (Lc 5:111). A su vez, la historia de
la mujer pecadora que le ungió los pies a Jesús, junto con la parábola de los dos deudores, hace ver
que Jesús consideraba el perdón como fuente e impulso para su ministerio como Siervo del Dios
amoroso (Lc 7:36–50). La parábola de la higuera que no daba fruto (Lc 13:6–9) es como un auto-
retrato en que Jesús aparece como el Intercesor a favor de un pueblo que se había hecho culpable del
juicio de Dios. Y en las conmovedoras parábolas del hijo pródigo y del fariseo y el publicano, el
libre y misericordioso perdón de Dios se manifiesta como aguda antítesis del severo legalismo y el
falso orgullo de la piedad farisaica (Lc 15:11–32; 18:9–14). El mismo motivo-guía aparece en la
historia de Zaqueo (Lc 19:1–10). Al Evangelio entero se le podrían poner como título las palabras
mesiánicas en que culmina esta historia: “El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido” (Lc 19:10). Esta intención se manifiesta aun en las horas signadas por la sombra de la cruz -
Jesús intercede por el discípulo que está a punto de negarle (Lc 22:31–34) y en la cruz misma: Jesús
abre las puertas del paraíso al malhechor crucificado a su lado (Lc 23:4243). Y el Cristo resucitado
envía a sus discípulos con el encargo de predicar el arrepentimiento y perdón de pecados en su
nombre. (Lc 24:47)
El Cristo del tercer Evangelio es el Buscador de lo que se había perdido, el Salvador de los
pobres y humildes. Su nacimiento es anunciado a los pastores, gente a la que el judío bueno miraba
con sospecha y desprecio (Lc 2:8–20), y los justos en Israel le tildan de “hombre que recibe a los
pecadores y come con ellos” (Lc 15:2). Un detalle de este cuadro del Jesús como el Salvador
compasivo y comprensivo es la atención especial que en este Evangelio les dedica a las mujeres, que
en el judaísmo y en el mundo antiguo en general ocupaban una posición más bien baja en la escala
social. La historia de la infancia de Jesús es la historia de María, no de José como la presenta Mateo;
además, Lucas se detiene más que los otros evangelistas en hablar de la ayuda que Jesús prestó a
mujeres en las más diversas circunstancias: María y Marta (Lc 10:38–42), la viuda de Naín (Lc
7:1117), la mujer pecadora (Lc 7:36–50), las mujeres en la vía dolorosa (Lc 23:27–31) todos estos
relatos los tiene sólo Lucas. Y además, presenta dos parábolas en que la única figura es una mujer: la
parábola de la moneda perdida (Lc 15:8–10) y la de la viuda insistente (Lc 18:1–8).
El tercer Evangelio pone énfasis en la universalidad de la gracia de Jesús y de su ministerio como
Salvador. Abundan giros y pensamientos del A. T., y las porciones peculiares de Lucas evidencian un
colorido pronunciadamente palestino. No hay otro Evangelio que nos ofrezca como los primeros cc.
de Lucas, una imagen tan fiel de los judíos que con piedad sincera esperaban el cumplimiento de las
promesas del Señor. Sin embargo, todos estos detalles que caracterizan el ministerio terrenal de Jesús
en su relación directa con los judíos constituyen más bien el telón de fondo. Para la interpretación
que Jesús hace de la ley, que ocupa un espacio tan amplio en Mateo (5:17–48) no hay paralelo en
Lucas. Su Evangelio tampoco trae informes acerca de las discusiones con los maestros de la ley y los
fariseos sobre el tema de la tradición de los antepasados (Mt 15:1–20) ni se detiene en contar la
historia de la mujer sirofenicia y su segunda parte: la supuesta primacía de Israel en gozar de las
bendiciones del evangelio (Mt 15:21–28). El enfoque de la obra de Lucas es de índole universal,
misional; la vida de Jesús la ubica en el marco de la historia de su tiempo. Los nombres de Augusto y
Tiberio aparecen sólo en Lucas (Lc 2:1 y ss.; 3:1 y ss.). Su genealogía de Jesús no termina con
Abraham, sino que se remonta hasta Adán, el padre de todo el género humano (Lc 3:23–38), con lo
que pone de relieve la importancia global que tiene el Cristo. Algunos toques aquí y allá acercan esta
universalidad a los ojos del lector; por ej., Lucas es el único en mencionar el hecho de que algunos
soldados, de origen pagano, vinieron a Juan para ser bautizados (3:14); ningún otro evangelista
muestra un interés tan marcado en los samaritanos (Lc 9:52 y ss.; 17:11 y ss.; 10:29 y ss.). La visión de
Lucas se dirige al día en que Samaria recibirá con gozo la palabra de Dios (Hch 8:8, 14), el día en
que Pedro fue guiado por el Espíritu divino a predicar el evangelio ante un centurión romano y los
de su casa (Hch 10), y el tiempo en que la palabra del Señor emprenderá su marcha triunfal que la
llevará “hasta los confines de la tierra”. (Hch 1:8)
El énfasis que pone Lucas en el carácter enteramente gratuito de la gracia de Dios en Cristo Jesús,
esa gracia paternal que inspira pensamientos de compasión solidaria al hombre y le libera las manos
para un amor que ve a su propia vida como un servicio obvio que se renueva con cada día (Lc 17:7–
10), podemos ver quizás la motivación para un énfasis igual en la antítesis radical entre las riquezas
mundanas (lit. el dinero injusto) y el reino de Dios. El evangelista que describe con tanta claridad el
poder transformador de la gracia de Dios, describe con no menor claridad los elementos en la
enseñanza de Jesús que advierten contra el poder deformador de las riquezas. El cántico de María
(Magnificat) ensalza la gloria de Dios que “a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los
despidió con las manos vacías” (Lc 1:53). Sólo Lucas registra la exhortación de Juan Bautista: “El
que tiene dos camisas (túnicas) debe compartir con el que no tiene ninguna” (Lc 3:11). Sólo en Lucas,
el “¡ay de ustedes los ricos!” forma el contraste con el “Dichosos ustedes los pobres” (Lc 6:24). Nadie
más que Lucas relata el rechazo de Jesús del hombre que solicitó sus buenos servicios para hacer
valer sus derechos legítimos como heredero: “Hombre, ¿quién me nombró a mí juez o árbitro entre
ustedes?” (Lc 12:14–15). Y en ningún otro sino en Lucas se hallan las parábolas que hablan de la
engañosa seguridad del hombre rico (Lc 12:16–21) y del uso correcto e incorrecto de las riquezas.
(Lc 16:19–31; 16:19)
El evangelista que recibió el encargo de escribir el Evangelio del Espíritu Santo (nombre muy
acertado para el libro de Hechos) por supuesto destaca la actividad del Espíritu Santo en la vida de
Juan Bautista (Lc 1:15, 17) y en la vida y el ministerio de Jesús (Lc 1:35; 3:22; 4:1, 14, 18; 10:21). El
“año del favor del Señor” (Lc 4:19) motiva una serie de cánticos inspirados. Elisabet, “llena del
Espíritu Santo, ” bendice a la madre de su Señor (Lc 1:41, 42); Zacarías, “lleno del Espíritu Santo,
profetizó” en los días de su vejez acerca del hijo que le habrá de nacer y que será el precursor del
Señor (Lc 1:67–79). El Espíritu Santo estaba con Simeón (Lc 2:25), y éste, “movido por el Espíritu”
(Lc 2:27) bendijo al Niño que llevaba en sus brazos como “la salvación de Dios en persona” (Lc
2:2932). El don que traerá el Mesías será “el bautismo con el Espíritu Santo” (Lc 3:16); los discípulos
cuentan con la promesa del Espíritu para su tarea de dar testimonio ante el mundo (Lc 12:11, 12;
24:49). El Espíritu Santo es la mejor dádiva que el Padre celestial dará a quienes se lo pidan. (Lc
11:13)
Algunos estudiosos de las Sagradas Escrituras creen poder ver la influencia de Pablo en ese
énfasis religioso que trasciende a través del Evangelio de Lucas. El énfasis en el carácter absoluto de
la gracia de Dios en Cristo Jesús, en la universalidad de la obra redentora de Cristo, y en el Espíritu
Santo que marca y potencia la nueva era es indiscutiblemente un tema central también en la prédica de
Pablo. La antítesis que Lucas señala entre las riquezas injustas y el reino de Dios tiene su contraparte
en la antítesis paulina entre carne y Espíritu. Y por cuanto Pablo ejerció su ministerio apostólico al
son de oraciones y expresiones de agradecimiento y no se cansó de animar a las iglesias a que
también ellas sean constantes en la oración, puede ser que el énfasis de Lucas en la oración se deba en
algo a la influencia de Pablo. Lucas supera a los demás evangelistas en sus descripciones de Jesús en
actitud de oración (Lc 3:21; 5:16; 6:12; 9:18; 9:28–29; 22:41 y ss.; 23:34, 46), y en mencionar las
enseñanzas de Jesús acerca de la oración. En el Evangelio de Lucas, Jesús ilustra la diferencia que
separa a la piedad falsa, egocéntrica de la piedad genuina del alma arrepentida poniendo lado a lado
las oraciones de los fariseos y la del recaudador de impuestos (Lc 18:9–14); y dos parábolas,
pensadas específicamente como estímulos para la oración, también las trae sólo Lucas. (Lc 11:5–8;
18:1–8)
Si de los cuatro Evangelios, el de Mateo es el más austero y a la vez más imponente, si el de
Marcos presenta el relato más vívido y dramático de los hechos del Cristo, el de Lucas se destaca por
la calidez de su narración, que logra fácilmente cautivar el interés y la simpatía del lector. Es Lucas el
que brindó a la iglesia la mayor cantidad de motivos para los cánticos neotestamentarios; es la
historia del nacimiento de Jesús según San Lucas la que más marcadamente influyó en las
celebraciones navideñas de la iglesia. Y el mensaje de la iglesia ha sido enriquecido inmensamente
con los relatos conmovedores y a veces hasta patéticos de Lucas, tales como los de la viuda de Naín,
el llanto de Jesús sobre la infiel Jerusalén, la mirada con que Jesús llama a Pedro al arrepentimiento,
las dolientes mujeres de Jerusalén, y la aparición de Jesús a los discípulos en el camino a Emaús.
El bosquejo básico de Lucas es el mismo que el de Marcos. A diferencia del bosquejo de éste,
Lucas comienza con un extenso informe acerca de la infancia y juventud tanto de Juan Bautista como
de Jesús mismo; al relato de Marcos lo aumenta mediante dos voluminosas inserciones (Lc 6:20–8:3,
entre Marcos 3:19 y 3:20; y Lc 9:51–18:14 entre Marcos 9:50 y 10:1) y mediante un considerable
material adicional en la historia de la pasión y la resurrección. Es más bien inexplicable la omisión
de los temas que cubren los capítulos 6:45 a 8:26 en el Evangelio de Marcos. Bajo estas
circunstancias, es muy difícil presentar en un simple bosquejo la obra tan original de Lucas con todos
sus matices propios. En consecuencia, aquí lo limitamos a un mínimo. Para llegar a una apreciación
cabal del acento individual del tercer Evangelio se recomienda: (a) estudiar los pasajes que le son
peculiares a Lucas, y (b) estudiar Lucas y Hechos como un todo unificado.
Bosquejo
1:1–4 Prólogo
I. 1:5–2:52 Juan y Jesús: el precursor y el Mesías
II. 3:1–22 El ministerio de Juan
III. 3:23–9:50 El ministerio de Jesús en Galilea
IV. 9:51–18:30 El ministerio itinerante de Jesús
V. 18:31–21:38 Los últimos días de Jesús en Jerusalén
VI. 22:1–24:53 La muerte, resurrección y ascensión de Jesús
1:1–4 PRÓLOGO
1:5–2:52 Pablo dice respecto del evangelio de Dios que es el evangelio “que Dios por medio de
sus profetas ya había prometido en las Sagradas Escrituras” (Ro 1:2). Todos los evangelistas se
atienen a este dicho de Pablo. Mateo conecta su historia con la de Abraham y David y ve el camino
del Mesías como iluminado paso a paso por la palabra de los profetas (Mt 1–4). Para Marcos, el
evangelio comienza “tal como está escrito en el profeta Isaías” (Mr 1:2). Juan se remonta a la
Creación (Jn 1:1) y a Moisés (Jn 1:17). Los primeros dos capítulos de Lucas, en su totalidad material
exclusivo de él, también vuelven a la palabra de Dios de los tiempos antiguos. El estilo, en marcado
contraste con el matiz griego del prólogo, adopta la arcaica simplicidad de la narrativa del A. T. y la
arquitectura balanceada del arte poético veterotestamentario. El contenido abunda en ideas, formas de
lenguaje, instituciones y personajes históricos. Pero todo esto sirve a un mismo fin: dejar bien en
claro que el evangelio es el evangelio de Dios, el cumplimiento del plan y de la promesa de Dios;
todo habla de la gran novedad, las buenas noticias (1:19; 2:10) acerca de lo que Dios está haciendo
ahora, en los últimos días, vale decir, en los días nuestros.
1:5–25 La “buena noticia” (v. 19) fue comunicada por primera vez en medio de lo que constituía
el ambiente consagrado a Dios en el Pacto antiguo (el sacerdocio y el templo), durante el momento
en que se quemaba el incienso. A un sacerdote de edad ya muy avanzada y a su esposa estéril, el ángel
les anunció el nacimiento de un hijo que habrá de ser el “recipiente” de la gracia de Dios, el profeta
escogido y precursor lleno del Espíritu Santo, que deberá preparar los corazones de su pueblo para
la venida del Señor. Así habló el Señor para el cual nada es imposible; ante él debe guardar silencio
toda voz humana de cuestionamiento. El hombre no puede más que recibir, en la sujeción total que le
dicta su fe, las palabras que se cumplirán a su tiempo.
1:5 Herodes, rey de Judea. Comp. Mt 2:1. Lucas usa el nombre Judea en sentido amplio como
designación de todo el territorio habitado por los judíos, la Palestina entera, no solamente la región
del sur. (Comp. 23:5)
Grupo de Abías. La octava de las 24 divisiones en que estaba distribuido el cuerpo de sacerdotes.
El turno de servicio de cada grupo duraba una semana por vez. (Comp. 1Cr 24:10, 19)
1:7 Estéril… anciano. Igual que Abraham y Sara, a los cuales el hijo prometido les nació contra
todas las posibilidades humanas. (Gn 18:10–14)
1:10 Hora de ofrecer el incienso. El incienso se ofrecía dos veces al día, a la mañana y al caer la
tarde (Éx 30:7–8). Con incienso se simboliza también la oración en general; comp. Sal 141:2; Ap 5:8;
8:3–4.
1:3 Le pondrás por nombre Juan. Juan significa: “El Señor, el Dios del pacto, ha tenido
misericordia.” Dios mismo, por medio del ángel, dio al niño este nombre significativo. (Comp. Mt
1:21)
1:15 Un gran hombre. Juan es el único hombre en el N. T. (aparte de nuestro Señor, 1:32) al que se
llama grande en un buen sentido.
Jamás tomará vino. Juan debe llevar una vida enteramente consagrada a Dios, como los nazareos
(Nm 6:1–21; Jud 13) del A. T. La idoneidad para desempeñar la tarea que le fue encomendada se la
dará Dios: “Será lleno del Espíritu Santo”. (Comp. Mi 3:8)
1:16 Se vuelvan al Señor es el término habitual que se usa en el A. T. para “arrepentirse”. (Comp.
1R 18:37)
1:17 El espíritu y el poder de Elías. Comp. Mt 11:14; 17:13. Por la voz del profeta Malaquías, Dios
había prometido enviar al “profeta Elías” antes que llegue el “día grande y terrible del Señor”, para
“hacer volver los corazones” de su pueblo (quiere decir: los conduzca al arrepentimiento), a fin de
que la venida de Dios no los encuentre sin que estén preparados, y resulte un día verdaderamente
desastroso para ellos (Mal 4:5, 6). Ahora el gran día del Señor se aproxima, y el precursor prometido
está por aparecer. Su venida es una manifestación de la gracia del Señor. (Comp. v. 13)
Para reconciliar a … lit. para hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos, Mal 4:5. Los
padres, los hombres piadosos de antaño que aguardaban el cumplimiento de las promesas de Dios
(1:55, 72) ya no sufrirán el oprobio de los hijos que abandonaron la esperanza y el camino de sus
mayores.
1:19 Gabriel. Comp. Dn 8:16; 9:21.
Estoy a las órdenes de Dios como su servidor, para transmitir sus mandatos. Comp. Gn 41:46,
donde la frase “estoy a las órdenes” se traduce con “comenzó a trabajar al servicio de”.
1:22 No podía hablarles, quiere decir, pronunciar la bendición con que concluía su servicio en el
templo.
1:24 Se mantuvo recluida. A Zacarías se le prohibió hablar (v. 20). Elisabet se abstuvo
voluntariamente de hacer pública la maravillosa promesa de Dios por cinco meses hasta que quedó a
la vista que las palabras que trajo el mensajero de Dios “se iban a cumplir a su tiempo”. (v. 20)
1:25 La vergüenza. El no tener hijos se consideraba una vergüenza, una desgracia, comp. Gn
30:23; 1S 1:11.
6:17–49 Comp. Mt 5:1–7:29. Una breve introducción indica que el ministerio de Jesús atrajo no
solamente una gran multitud de sus discípulos sino también a mucha gente, interesada pero aún no
decidida a comprometerse, de entre toda Judea y Jerusalén, y de regiones tan remotas como Tiro y
Sidón en el noroeste, donde vivía una numerosa colonia judía. Había llegado el tiempo de extender su
ministerio mediante sus discípulos, y a ellos se dirige en este sermón. (v. 20)
Los tres temas principales que Jesús desarrolla en primer lugar ante sus discípulos son: (1) el
evangelio del soberano y libre favor de Dios, anunciado a los pobres (vv. 20–26); (2) el imperativo
de un amor que da y perdona espontáneamente; y (3) el concepto de un ministerio (guiar, v. 39) que
ha de ser para ellos la expresión de su discipulado desempeñado con fe y obediencia. (vv. 39–40)
7:11–17 Otro episodio que figura sólo en Lucas. Es la primera narración en que Lucas llama a
Jesús Señor (v. 13). Esta autoridad divina, para la cual la distancia no constituía un obstáculo (vv. 6–
8), y la gracia que pasó por encima de las limitaciones de la religiosidad de Israel para ayudar a un
centurión creyente aunque gentil (v. 9), aparecen aquí aunadas en el relato de la compasión de Jesús
con la viuda y su palabra de poder dirigida al hijo único que yacía muerto ante la vista de todos. Aquí
está el Señor, “el día” que “descendió desde el cielo para dar luz a los que habitan en tinieblas y en
sombra de muerte” (1:78, 79). Aquí hay motivos para un santo temor y para alabar a Dios: ha surgido
(v. 16) el largamente esperado “ profeta, poderoso en obras y en palabras” (24:19). Cumplida está la
profecía de Zacarías: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a redimir a su pueblo”
(1:68). La predicación del evangelio a los pobres ha manifestado su poder: el muerto se incorpora y
comienza a hablar. (v. 22)
7:13 Se compadeció. La palabra griega usada en este pasaje se emplea exclusivamente para
designar la compasión de Dios o de Cristo (Mt 9:36; 14:14; 15:32; 18:27; 20:34; Mr 1:41; 9:22; Lc
15:20). La única excepción es la compasión del buen samaritano. (Lc 10:33)
7:16 Gran profeta. Comp. Dt 18:15, 18; Hch 3:22–23.
Dios ha venido en ayuda (otra traducción: visitó). Comp. 1:68.
9:28–36 LA TRANSFIGURACIÓN
9:28–36 Comp. Mt 17:1–27. Los datos más importantes que Lucas en particular aporta a este relato
son su referencia al Jesús orando (vv. 28, 29), el contenido de la conversación entre Jesús y Moisés y
Elías (v. 31), y la designación de Jesús como mi escogido por parte de la voz del cielo. (v. 35)
9:31 Hablaban de la partida de Jesús… a Jerusalén. La partida que Jesús estaba por emprender
hacia Jerusalén es su camino hacia la muerte, que él no sufre como una fatalidad, sino que encara
como un acto final, de su propia y libre decisión. La palabra griega para partida es “éxodos”, que
indica que la muerte de Jesús no será una derrota sino un victoria, por cuanto devuelve a su pueblo la
libertad. El Mesías, Siervo del Señor, ha sido enviado “a proclamar la libertad a los cautivos y a
poner en libertad a los oprimidos” (4:18) en el éxodo final.
9:35 Mi escogido. Este título nos recuerda la palabra del Señor concerniente a su Siervo que
salvará a su pueblo: “Este es mi siervo, mi escogido, en quien me deleito” (Is 42:1). Más acerca del
Siervo se halla en Mt 8:17 y 12:18–21.
9:51–18:30 Esta sección contiene mucho material exclusivo de Lucas y característico para su
Evangelio, en especial el así llamado Informe del Viaje. (9:51–18:14)
11:37–54 LOS AYES DE JESÚS SOBRE LOS FARISEOS Y LOS MAESTROS DE LA LEY
11:37–54 En tres ayes sobre los fariseos y tres sobre los guías teológicos del pueblo, los maestros
de la ley (escribas), Jesús saca a la luz la falsedad de una piedad que se opone a él y trata de tenderle
una trampa (vv. 53–54). El contenido de las amenazas de Jesús lo relata Mateo en 23:1–39.
11:38 No se había lavado antes de comer, como lo prescribía la tradición de los ancianos. Comp.
Mt 15:2; se trata de la tradición rabínica respecto de la purificación ritual. (nota en RV 1995)
11:40–41 El que hizo lo de afuera… El Dios que creó al hombre lo creó como hombre entero, lo
de afuera y lo de adentro, de modo que el hombre debe su ser entero a su Creador. Entregarse a él
con una devoción sin fisuras es la base para toda piedad genuina (limosnas), y es una pureza que
trasciende la preocupación de los fariseos en cuanto a lo que es “puro” y lo que es “impuro”. (Comp.
Mt 15:10–20)
11:44 La gente anda sobre ellas y se contamina por su contacto con el muerto. La piedad farisaica,
con toda la admiración que despierta, es lo que en realidad contamina al hombre.
11:49 Dios dijo en su sabiduría. Sabiduría es la sabiduría personificada de Dios (comp. 7:35). Los
fariseos continuarán resistiéndose al propósito de Dios (7:30) para su propia perdición.
14:1–35 Lo único que Jesús buscó y halló en esta tierra eran los hombres. Sea que esté hablando
con los fariseos en un banquete (v. 1), o que esté invitando a las multitudes (v. 25) a que renuncien a
todos sus bienes y se hagan sus discípulos (v. 33), siempre está buscando y hallando a personas. Y su
voluntad es hacer de estas personas sal de la tierra (v. 34), hombres entregados por entero a Dios,
hombres en que la naturaleza y la función son una y la misma, hombres que son lo que profesan ser, y
hagan lo que corresponde a lo que son, que expresen su naturaleza y función de sal salando a todo lo
que toquen. Más aún: lo que Jesús dice tanto a los fariseos como a las multitudes sólo tiene sentido
como palabras de Uno que tiene derecho a reclamar como propiedad suya a todos los hombres con
todo su ser, porque él se está entregando a ellos también enteramente, como la bondad salvadora de
Dios y su divina voz de invitación en persona.
15:1–32 Una vez más (comp. 5:29–30), la asociación espontánea de Cristo y su perdón con los
pecadores provoca la indignación de los “justos”, los fariseos y los maestros de la ley (vv. 1–2). En
tres parábolas, Jesús trata de abrir los ojos a sus opositores a lo maravilloso y glorioso que acontece
a la vista de ellos: es el inicio del último capítulo de la historia del Señor que prometió buscar y
salvar lo que se había perdido (Ez 34:16; comp. Lc 19:10). Las dos parábolas gemelas de la oveja
perdida (vv. 3–7) y la moneda perdida (vv. 8–10) ponen en claro: Dios está en Cristo para buscar lo
que le pertenece; estos pecadores son criaturas suyas en las cuales él tiene un interés como
propietario (comp. Jn 10:1117), por cuyo retorno él está dispuesto a cargar con toda clase de
dificultades, a bus-car con cuidado (v. 8), y cuya recuperación es motivo de gran gozo para él y para
todos sus ángeles (v. 10). Hay alegría en el cielo (v. 7) en estos momentos en que Jesús admite a
pecadores a sentarse a la mesa junto con él; ¿qué motivo puede haber entonces para murmuraciones
en la tierra? (v. 1)
Esta búsqueda es el tema implícito en las primeras dos parábolas; se hace explícito en la tercera
(vv. 11–32) que cuenta la misma historia en el marco de padre e hijo: amor que espera,
arrepentimiento y regreso, perdón sin restricciones, y exuberante júbilo. La parábola del hijo perdido
desemboca en la conversación entre el regocijado padre y el enojado hijo mayor, el justo, que
siempre había permanecido en casa trabajando y sirviendo y jamás había desobedecido una orden
paterna (v. 29). En la reprensión del padre, notablemente suave y de tono reconciliador (vv. 31–32),
Jesús trata de conquistar a los justos a que den su gozoso asentimiento a su misión - no sin apuntar a
la grave enfermedad que los afectaba a ellos mismos a causa de su pensamiento egoísta. Al fin de
cuentas, este egoísmo es el mal de que padecen ambos, el hijo mayor y el hijo perdido. El hijo menor
dijo: Dame (v. 12); el hijo mayor dijo: Nunca me has dado. (v. 29)
15:2 Come con ellos. A la importancia de la comida en común se refiere Mt 14:15–21.
15:8–32 Sólo en Lucas.
15:8 Diez monedas de plata. Quizás estas diez monedas de plata hayan sido parte de su dote que
adornaba su tocado, una posesión de grande estima.
15:11–32 Sólo en Lucas.
15:13 Juntó todo lo que tenía, es decir, lo convirtió en dinero contante y sonante.
15:21 Que se me llame tu hijo. El padre no le permitió a su hijo terminar el discurso de
arrepentimiento que había preparado (comp. 19 “trátame como si fuera uno de tus jornaleros”); el
hijo que regresa arrepentido es hijo con todos los honores (vv. 22–23). El perdón de Dios se otorga
al instante, y plenamente. (Comp. Mi 7:18–19) 15:22 La mejor ropa es un símbolo de perdón. Comp.
Zac 3:4.
15:29 ¡Cuántos años te he servido! El hijo mayor sintió que se le había tratado en forma poco
correcta. Durante toda su vida había trabajado en beneficio de la casa paterna; el hijo menor había
despilfarrado toda su fortuna.
15:31 Tú siempre estás conmigo. Esto es lo que significa vivir como hijo del pacto: estar en
comunión permanente con Dios.
15:32 Este hermano tuyo estaba muerto. Comp. Ef 2:1–2: “muertos en sus transgresiones y
pecados, en los cuales andaban”.
17:12 Un pueblo. Según la interpretación que los judíos hacían de la ley (Lv 1314), los leprosos
quedaban excluidos de Jerusalén y de todas las ciudades amuralladas, y sólo se les permitía vivir
en grupos aislados dentro o cerca de aldeas abiertas.
21:5–38 Textos que abarcan el tema entero: Mt 24:1–25:46; Mr 13:1–37; Lc 17:22–37 y 17:20–
18:30.
Las palabras de Jesús acerca del futuro y del fin del mundo son palabras de profecía; “el que
profetiza habla a los demás para edificarlos, animarlos y consolarlos” (1Co 14:3). Tal como lo
hicieron los profetas veterotestamentarios antes que él, Jesús predice el futuro cercano, el futuro
lejano y el futuro aún más remoto: la destrucción del templo (v. 6), la aparición de falsos profetas y
falsos Cristos (v. 8), guerras y desastres en el mundo entero (vv. 10–11), persecución y martirio que
afectarán a la iglesia (vv. 12–17), la caída de Jerusalén (vv. 2024), angustia y desmayo de terror entre
los hombres por los acontecimientos que se producirán en los tiempos postreros, y la venida del Hijo
del hombre (vv. 25–28). Pero todas estas predicciones de Jesús for-man el marco y andamiaje para la
estructura de sus órdenes, advertencias y promesas, que sirven para la edificación, animación y
consolación de sus discípulos y de su iglesia en los últimos días, a fin de que tuvieran fuerzas para
escapar de todo lo que está por suceder, y presentarse delante del Hijo del hombre, seguros de su
justificación y victoria final. (v. 36)
23:32–38 LA CRUCIFIXIÓN
23:32–38 Comp. Mt 27:32–66. Jesús “es contado entre los transgresores” (22:37; Is 53:12). En el
ápice de su ministerio de Siervo, a punto ya de “derramar su vida hasta la muerte” (Is 53:12) como
Salvador del género humano, es hecho objeto de burlas por su (aparente) incapacidad de deshacerse
de los jefes de su pueblo y de los soldados romanos; una burla es también la inscripción en un letrero
colocado a su cabeza, que decía: “Éste es el Rey de los judíos” (comp. Jn 19:19–22). Pero aún en estos
momentos de humillación extrema, se revela el poder del Siervo para salvar: su amor constante e
invencible intercede por los transgresores (v. 34; versículo peculiar a Lucas) en instantes en que “está
cargando con el pecado de muchos”. (Is 53:12)
23:33 Calavera, traducción del arameo “Gólgota”. El porqué de esta designación permanece
oscura.
23:34 Perdónalos. Comp. la oración de Esteban, Hch 7:60.
No saben lo que hacen. Comp. Hch 3:17; 13:27; 1Ti 1:13.
23:35 El Escogido, nombre dado al Siervo. (Comp. Is 42:1; 9:35)
1. El propósito central que guía todo el Evangelio lo expone Juan mismo: “Jesús hizo muchas
otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro.
Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al
creer en su nombre tengan vida” (Jn 20:30–31). El libro no es un llamado a la obra misional. Se
dirige a creyentes y trata de profundizar y fortalecer su fe en Jesús como el Cristo. A este efecto trae
a la memoria e interpreta las palabras y los hechos de Jesús, sus “señales” o acciones de especial
importancia. Es, por lo tanto, como los primeros tres Evangelios, “enseñanza” en el sentido de Hch
2:42. No cabe duda de que, como los demás Evangelios, tiene como fondo una larga historia de
enseñanza verbal. Como lo indica también la tradición antigua, es el resultado de muchos años de
testimonio apostólico oral acerca de Cristo que Juan llevó a las iglesias de Asia Menor. Algunos
estudiosos ven indicios de que el libro tuvo su origen en la vida de adoración como se practicaba en
la iglesia de Asia Menor, y se basan para ello en los siguientes factores: el estilo simple pero
cautivante del Evangelio, su estructura dramática, su forma altamente selectiva de trazar la trayectoria
de Jesús, y el frecuente uso de dichos de Jesús que comienzan con un solemne “Yo soy.” Es muy
probable que tengan razón.
2. La enseñanza de Juan no fue un discurso en el vacío. La iglesia a la cual él se dirige era una
iglesia inserta en el mundo, con sus conflictos y expuesta a tentaciones. Cuáles eran estos conflictos y
tentaciones se desprende de ciertos puntos de particular relevancia que se encuentran a lo largo de la
obra. El evangelio de Cristo el Crucifica do era motivo de tropiezo para los judíos y locura para los
gentiles (los “griegos”), en los días de Juan no menos que en los días de Pablo (1Co 1:23). El odio
encarnizado de los judíos de Asia Menor había perseguido a Pablo (Hch 20:19; 21:27); y la misma
actitud de exasperada ofensa de los judíos ante la cruz la hallamos también en Esmirna, donde se
volcó en contra de las generaciones posteriores a Juan en tiempos del martirio de Policarpio.
Además, en las cartas a las iglesias en Esmirna y Filadelfia en el libro del Apocalipsis (escritas
probablemente al mismo tiempo en que Juan compuso su Evangelio) aparecen referencias a los
judíos como opositores del Evangelio, “hombres que dicen ser judíos, pero que, en realidad, no son
más que una sinagoga de Satanás” (Ap 2:9; 3:9; comp. Jn 8:44). El conflicto con los judíos no había
terminado con la muerte de Jesús ni con la de Pablo. Al contrario; conforme al relato del cuarto
Evangelio, había recrudecido aún más. El Evangelio de Juan presenta el conflicto entre Jesús y los
judíos en un tono más violento aún de lo que lo hace el Evangelio de Mateo. Hablando de estos
adversarios de Jesús, la mayoría de las veces los llama simplemente “los judíos”. Conocía muy bien
los distintos matices de los diversos partidos judíos, pero la diferencia entre fariseos y saduceos ya
no es de importancia ni para él ni para sus lectores. Para Juan, este pueblo es lisa y llanamente el
pueblo que rechazó a Jesús como su Mesías, y “judío” equivale prácticamente a “judío incrédulo” (Jn
2:18, 20; 5:10, 16, 18; 6:41, 52; 7:13; 9:22; etc.). Los “judíos” eran los opositores de Jesús, ciegos y
tercos en su reacia a reconocerle, y llenos de un inextinguible odio, evidente en su afán de
perseguirle. Negaban que era el Hijo de Dios (Jn 5:18; 8:40–59); buscaban la manera de matarle (Jn
5:18; 8:40, 59; 10:31, 39; 11:8, 50), y en todo su comportamiento se mostraban no como verdaderos
hijos de Abraham sino como hijos del diablo (Jn 8:3944). Jesús predijo que este odio sería
persistente; creerán prestarle un servicio a Dios si mataban a los discípulos de Jesús (Jn 16:2). El
Espíritu que Jesús enviará a sus discípulos capacitará a éstos para continuar la lucha que él había
librado durante toda su vida contra estos adversarios suyos. (Jn 16:2–4, 7–11)
3. La estructura del Evangelio puede obedecer en parte al hecho de que Juan dedica un espacio tan
amplio al ministerio de Jesús en Jerusalén porque esta ciudad era el foco más violento de oposición a
Jesús. Pero esto fue sólo en parte el motivo. El motivo principal que guió la pluma del evangelista fue
el rechazo general que el pueblo de Israel opuso a su Mesías; que el juicio sobre la ciudad de
Jerusalén ya era un hecho consumado; y que se había abierto una brecha insalvable entre el pueblo de
Dios de los siglos pasados y el nuevo Israel, la iglesia. Pero esto no quiere decir que el cuarto
Evangelio tenga un sesgo anti-semita. Juan está en un todo de acuerdo con los demás evangelistas y
con Pablo (Ro 9:1–5) en su apreciación positiva de lo que los judíos habían recibido por la gracia de
Dios, y en su esperanza de que los judíos puedan beneficiarse también en el futuro con esta gracia.
Las duras acusaciones que Juan lanza contra los judíos deben entenderse, pues, como un llamado al
arrepentimiento dirigido a este pueblo obstinado. Es en el cuarto Evangelio donde Jesús declara a la
mujer samaritana que “la salvación proviene de los judíos” (Jn 4:22); la Escritura que habían recibido
los judíos era para el Jesús de Juan la misma autoridad suprema que para el Jesús de Mateo (por ej.,
Jn 10:35). El rebaño por el cual el Buen Pastor da su vida es un rebaño congregado de entre los hijos
de Israel (Jn 10:16); la hora de los gentiles, la hora para los griegos deseosos de ver a Jesús todavía
está por llegar (Jn 10:16; 12:20, 32). El mismísimo sumo sacerdote de Israel tiene que declarar que
Jesús es ese “un solo hombre que muere por todo el pueblo” (Jn 11:50–51). El título que se puso a la
cabeza del Crucificado rezaba “Rey de los judíos” (Jn 19:19). Jesús es “el Rey de Israel” (Jn 1:49), y
el Evangelio sigue suplicando al judío a que llegue a ser un “israelita verdadero, ” un “israelita en
quien no hay falsedad” mediante el reconocimiento de Jesús como Rey de Israel, así como lo hizo
Natanael (Jn 1:47). Este motivo dominante resalta con tanta fuerza que un expositor moderno lanzó y
defendió la teoría de que el cuarto Evangelio es más que nada un llamado misional dirigido a los
judíos - una exageración, por supuesto, pero una indicación de la tendencia que atraviesa este
Evangelio.
4. Hay otra forma de oposición judía a Jesús y su iglesia, menos directa, que también se combate
en el cuarto Evangelio. Entre el pueblo de Israel hubo personas que llegaron a ser discípulos de Juan
el Bautista, pero que no aceptaban el testimonio que daba Juan acerca de Jesús como el Cristo.
Continuaban existiendo como un grupo aparte o secta, y aparentemente su reverente estima por el
Bautista era tan profunda que le asignaban los títulos y las funciones del Mesías. El incidente
registrado en Hch 19:1–7 (el encuentro de Pablo con “discípulos” que sólo conocían el bautismo de
Juan) parece indicar que este movimiento había extendido sus ramificaciones hasta Éfeso, ciudad
donde fue compuesto el cuarto Evangelio. Esto puede ser la razón por qué dicho Evangelio pone
tanto énfasis en destacar que la importancia y el honor de Juan el Bautista radicaba en su
subordinación a Jesús como el Cristo: “Juan no era la luz, sino que vino para dar testimonio de la
luz” (Jn 1:8); según el relato de Juan, el Bautista no estaba dispuesto a admitir ningún título
honorífico, sino que se consideraba a sí mismo meramente “una voz en el desierto” - toda su
importancia se deriva de su función como el heraldo de Cristo (Jn 1:19–23). A Cristo le toca crecer, y
a él, Juan, le toca menguar; y el crecimiento del Cristo es lo que constituye para Juan la mayor de las
alegrías (Jn 3:28–30). A sus discípulos, el Bautista les predica al Cristo como el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo (Jn 1:29–36). Pero el evangelista no piensa para nada en minimizar la
verdadera estatura del Bautista: ve en él a un “hombre enviado por Dios” (Jn 1:6), un testigo válido y
poderoso del Hijo único del Padre (Jn 1:14, 15). Solamente el evangelista Juan registra el testimonio
dado por el pueblo respecto de Juan el Bautista (“Todo lo que dijo acerca de este hombre [Jesús] era
verdad, ” Jn 10:41), y él sólo recoge las palabras con que Jesús mismo puso su sello a la misión del
Bautista: “Ustedes enviaron a preguntarle a Juan, y él dio un testimonio válido de la verdad … Juan
era una lámpara encendida y brillante.” (Jn 5:33, 35)
5. El mensaje del Evangelio era motivo de tropiezo para los judíos y una locura para los gentiles
(“griegos”). Por esto, el Evangelio va dirigido también contra una perversión del mismo por parte de
los gentiles, resultado precisamente de su negación del mensaje evangélico. Según Ireneo, padre de la
iglesia del siglo 2, el Evangelio de Juan fue escrito para combatir la herejía de Cerinto. Sin que esto
haya sido el propósito primordial de la obra, sin embargo, la declaración enfática de que el Hijo
eterno, el “Verbo que se hizo hombre” (Jn 1:14), parece apuntar a uno de los dogmas de la secta de
Cerinto. Pues este Cerinto negaba que el “Cristo celestial” se haya identificado en ninguna forma real
y permanente con el hombre, la criatura de la carne; sostenía, en cambio, que el que padeció y murió
no era el Cristo sino solamente el hombre Jesús (en el cual el Cristo habitó en calidad de huésped a
partir del tiempo de su bautismo hasta la víspera de su pasión). Esto puede haber sido también el
trasfondo histórico para el hecho de que en el cuarto Evangelio, y sólo allí, a Jesús se le aclame
desde el inicio mismo de su ministerio como el “Cordero de Dios” el Cristo que con su muerte quita
el pecado del mundo (Jn 1:29), y que al final de este ministerio sea adorado por Tomás como el
Cristo Crucificado. Tomás dice “Señor mío, y Dios mío” al Cristo que lleva en su cuerpo las marcas
de la crucifixión (Jn 20:27–28). Tal vez, la insistencia con que Juan afirma en los primeros versículos
de su Evangelio que “por medio de él (el Verbo) todas las cosas fueron creadas, y sin él, nada de lo
creado llegó a existir” (Jn 1:3), igualmente apunte a Cerinto, quien sostenía que el mundo fue creado
no por el Dios Altísimo que envió al mundo al Cristo celestial, sino por un ser que se había separado
de Dios. El hecho de que la Primera Carta de Juan se dirija abiertamente contra una herejía como la
de Cerinto, confiere una alta posibilidad a la sugerencia de que también el Evangelio tenga cierto
carácter polémico con dirección a Cerinto.
1. Juan comienza su Evangelio con un breve resumen temático que en esencia contiene el mensaje
de todo el libro (Jn 1:118). Todo lo que sigue es, en realidad, meramente un desarrollo ampliado y
más profundo de este resumen, el desenvolvimiento de todo lo que el resumen lleva implícito. Las
palabras y los hechos de Jesús que componen el conjunto del libro no pretenden ser un cuadro
completo de la actividad de Jesús (Jn 20:30); son más bien una selección de un material mucho más
voluminoso (material con que, de esto no cabe duda, los lectores de Juan ya estaban familiarizados a
partir de los demás Evangelios). El arreglo es libre y presentado en forma estilizada, con un solo
objetivo: proclamar qué o quién es Jesús, y qué significa para la humanidad; presentar a Jesús a los
hombres tal como Juan el Bautista y otros testigos fueron guiados por el Espíritu Santo a mostrarle:
como la verdadera Palabra de Dios, el Hijo único en el cual Dios ha revelado toda su voluntad para
con los hombres, la gracia y fidelidad divinas en persona, representadas en la historia de un ser
humano cuya vida fue una vida de testimonio.
2. Por lo tanto, el Evangelio no sigue una línea recta, sino que describe más bien la forma de una
espiral que se eleva a siempre mayor altura y cubre un campo siempre más amplio, y no obstante,
permanece siempre dentro del mismo área: el área marcada por los primeros 18 versículos del
Evangelio. Por ejemplo: el tema de la cruz se toca ya en la primera unidad, 1:10–11: “El mundo no lo
reconoció … los suyos no lo recibieron.” Reaparece en el testimonio de Juan el Bautista, 1:29: “¡Aquí
tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Y la espiral vuelve al mismo punto en
3:14: “Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo del
hombre.” Y los ejemplos se multiplican: en 6:51: “Este pan es mi carne, que daré para que el mundo
viva”; en 8:28: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy”; en 10:11:
“Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por sus ovejas”; en 12:24: “Ciertamente les aseguro
que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho
fruto”; y una vez más en 12:31, 32: “El juicio de este mundo ha llegado ya, y el príncipe de este
mundo va a ser expulsado. Pero yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos a mí mismo.”
Basten estos pocos ejemplos que acabamos de citar; pero no son los únicos. El giro de la espiral
vuelve a tocar el tema de la cruz en el c. 13, pues la cruz es el trasfondo luminoso sobre el cual se
destaca la acción de Jesús cuando lava los pies a sus discípulos (13:1–20) y, cual hilo que recorre los
últimos discursos de Jesús, aparece por ej. en 15:13, 18–21; 16:20. Y este movimiento no se extingue
con el momento de la crucifixión; continúa con la narración de la aparición de Jesús a Tomás –
Tomás reconoce en Jesús al Crucificado (Jn 20:25–29)– y es visible en el relato de la última
conversación de Jesús con Pedro, porque las palabras de Jesús “Apacienta mis corderos” (21:15–19)
recuerdan en forma inequívoca al Buen Pastor que da su vida por sus ovejas.
Bosquejo
1:19–4:54 Esta primera sección es un desarrollo de la palabra que constituye el tema: “Vino a lo
que era suyo” (1:11). Esta revelación de su presencia tuvo como escenario cada una de las tres
regiones de la tierra de Israel: Judea, Samaria y Galilea.
1:19–34 Comp. 1:6–8, 15. “Él vino para dar testimonio de la luz” (1:8). En esta acción testimonial,
Juan mismo vio la única función que le tocaba cumplir, pero cumplir sin descanso ni desmayo. Al ser
interrogado por una delegación enviada desde Jerusalén, rechazó todo título u honor que pudieran
menguar los títulos y honores que correspondían solamente a la Luz. Él, Juan, no es el Cristo (v. 20)
ni el Elías esperado para los días postreros (v. 21), ni tampoco el profeta como Moisés del cual se
dice en Dt 18:15: “El Señor tu Dios levantará entre tus hermanos un profeta como yo.” Juan no es más
que la voz que grita en el desierto (v. 23; comp. Is 40:1 y ss.). Sólo este grito es lo que da la
importancia y el significado a la obra de Juan, puesto que es el paso preparatorio para la revelación
del que está por venir, el Desconocido que ya no debe permanecer desconocido por más tiempo (vv.
21–28). El don que traerá consigo este Desconocido es el “bautismo con el Espíritu” de los últimos
días, pues él es el Cordero de Dios, a quien Dios destinó para ser el sacrificio por el pecado del
mundo. Sobre él descansará el Espíritu prometido en la profecía que vendrá a reposar sobre el
vástago de Isaí (Is 11:2); él es el Eterno, el Hijo de Dios.
1:35–51 “El Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros” (1:14). Esta fue la primera declaración de
Juan relacionada con su discipulado. La historia de los comienzos de este discipulado transcurre
“entre humanos;” es una historia que tiene como escenario la tierra. Asociaciones naturales y
normales desempeñan su papel para establecer el contacto de los hombres con el Verbo. Una palabra
de su maestro Juan el Bautista dirige la atención de sus discípulos al Cordero de Dios (v. 36); el
hermano lleva al hermano al encuentro con Jesús (vv. 40–42), y un hombre de Betsaida pasa la noticia
a un compañero suyo (vv. 43–45). Las primeras palabras de Jesús a sus primeros discípulos no
podrían haber sido más sencillas: ¿Qué buscan?… Vengan a ver. (vv. 38–39)
Sin embargo, a través de este “hombre” Jesús luce la gloria eterna del Verbo: la voz de Juan le
proclama como el sacrificio final y universal de Dios (v. 36). Todas las palabras de las antiguas
promesas son como flechas que indican el camino hacia él (v. 45). Él conoce el interior del ser
humano (comp. 2:25), y su conocimiento produce un efecto que deja turbado al escéptico Natanael
(vv. 47–49). Los primeros cinco discípulos tienen el impulso irresistible de confesar emocionados:
¡Tú eres el Mesías! (v. 41) ¡Tú eres el Rey de Israel, el Hijo de Dios! (v. 49)
Pero todo esto no fue sino un anticipo y una muestra de lo que habrán de ver en él: verán cosas
aún más grandes que éstas (v. 50). La primera y avasalladora experiencia que los discípulos tuvieron
respecto de él fue la de su gracia (comp. 1:16). Se encontraron con él como con el Cordero de Dios,
la respuesta suficiente e inequívoca a su necesidad desesperada como miembros de un mundo
sumergido en el pecado (v. 36; comp. v. 29). Jesús tomó la iniciativa (¿Qué buscan? v. 38) y los invitó
al lugar donde él se hospedaba y a compartir la mesa con él (v. 39). Llamó a Felipe, hombre de
méritos prácticamente desconocidos, a unirse a su grupo en formación (v. 43). Cuando llamó Cefas
(piedra) a Simón, fue por un acto de gracia; porque se refería a un ministerio con el cual Simón fue
privilegiado y para el cual fue capacitado y equipado: a participar en la propia obra de Cristo de
levantar un templo nuevo (comp. 2:19), un nuevo Israel (comp. Mt 16:1619). En su gracia perdonó a
Natanael su juicio despectivo en cuanto a Nazaret, y cumplió el deseo que abrigaba en su corazón este
israelita verdadero en quien no había falsedad (vv. 45–49). Su promesa de cosas aún más grandes es
una promesa de “gracia sobre gracia” (v. 16). En el Verbo que se hizo hombre y habitó entre
nosotros, los discípulos verán la obra de Dios que abre el cielo y desciende al mundo, y que busca,
establece y mantiene con el hombre una relación en la persona del que se llama a sí mismo el Hijo del
hombre. (vv. 50–51)
1:39 Eran como las cuatro de la tarde, en el original “la hora décima.” Juan parece contar las
horas a la manera de los romanos, a partir de la medianoche. “La hora décima” sería entonces la hora
décima a partir del término de la cuarta vigilia (romana) de la noche. (3–6 a.m.)
2:1–12 La primera manifestación de la gloria de Jesús consiste en una dádiva; y esta dádiva está
en la misma línea que la bendición de su Padre sobre la Creación que llegó a existir por medio del
Verbo (1:3), sobre la “carne” que Jesús adoptó como suya (1:14). Jesús bendice el matrimonio con su
asistencia a una fiesta de casamiento, y con su dádiva (el cambio de agua en vino) bendice el vino que
alegra el corazón del hombre (comp. Sal 104:15). Él entrega su regalo en obediencia al Padre,
esperando la hora que él considera la indicada (v. 4) en soberana independencia de todos los demás,
incluso de su solícita madre (vv. 3–4). Regala con generosidad: una dádiva pródiga tanto por su
cantidad como por su calidad (vv. 6, 10). La primera señal de Jesús es similar a la última de sus
señales registradas por Juan, pues ambas son casos absolutamente extremos. Así como la última señal
(c. 11) demuestra –mediante el dominio de Jesús sobre la muerte– que su poder de dar dones no
conoce límites, así la primera señal demuestra que su voluntad de dar tampoco conoce límites: aún la
más leve necesidad (el problema de un novio y la sombra sobre la alegría festiva) basta para
despertar su compasión y para brindar su ayuda. Los discípulos deben tomar conocimiento de la
libertad y la confianza con que pueden pedir en el nombre de su Maestro. (14:13; 15:16)
2:4 Mujer. No hay nada de irrespetuoso en la forma como se expresa Jesús.
2:6 Las ceremonias judías de purificación. Comp. Mr 7:3–4.
2:10 El encargado del banquete es un hombre que conoce bien cuáles son sus obligaciones, y
cuáles las costumbres de los invitados; pero lo que ve aquí es un milagro en forma real y concreta.
2:11 Señales, los milagros y su importancia como revelación de la mente y la voluntad de Dios.
(comp. 6:26)
2:13–22 Según las palabras de Juan, los discípulos contemplaron la gloria del Verbo hecho
hombre como “la gloria del Hijo unigénito, ” una gloria que el Hijo recibió del Padre por su
obediente subordinación de su propia persona (humana) al Padre (1:14). El Hijo obediente vela con
mucho celo por el honor del templo, la casa de su Padre. Está en contra de que los hombres intenten
servir a Dios y al dinero (Mammón) en sus recintos sagrados (vv. 13–16; comp. Mt 6:24). Las
autoridades del templo representan para él un desafío: si él se dispone a reformar el culto de
adoración de Israel invocando su autoridad profética (más aún: mesiánica), es preciso que se
autentique mediante una señal, una demostración milagrosa de su autoridad (v. 18). Jesús, que nunca
deja sin respuesta la solicitud de un creyente, se niega como siempre a dar una “señal” para satisfacer
la demanda de un incrédulo e impenitente. Por esto da a los jefes del templo una respuesta enigmática
(v. 19), cuyo significado pleno aun sus propios discípulos llegaron a entender sólo después de su
resurrección. Pero pese a su carácter enigmático, su respuesta fue un llamado inequívoco al
arrepentimiento. Jesús les dice a los jefes del templo que si siguen con sus prácticas, acarrearán
indefectiblemente el juicio divino sobre el templo profanado. El futuro del pueblo de Dios yace no en
lo que hagan o no hagan los custodios del templo, y ni siquiera en el templo mismo, sino en el Hijo
al cual ellos se resistirán, lo condenarán, y hasta llevarán a la muerte. Pero él se levantará de la
muerte como el templo nuevo y viviente, centro y a la vez foco para la adoración de los hombres (v.
19). La sorna con que los judíos recibieron su llamado al arrepentimiento (v. 20) es una prueba clara
de que Jesús conocía los pensamientos de sus corazones cuando no accedió a su demanda por una
señal. La suerte está echada: los suyos, su pueblo, no lo recibirán (1:11). Pero a los que lo reciban, él
manifestará su gloria tanto por su negación de dar una señal como por su buena disposición de
proceder en sentido contrario. La fe de los discípulos crece. Ven en él el significado profundo y
definitivo de las palabras del A. T. concernientes al Justo que padece insultos (Sal 69:9) y llegan a
comprenderle como a Aquél cuya palabra tiene el mismo poder inquebrantable como el que poseen
sus Sagradas Escrituras. (v. 22; comp. 10:35)
2:13 La Pascua. Es un rasgo característico de Juan el de dedicar tanto espacio a la asistencia de
Jesús a las grandes festividades que se celebraban en Jerusalén. Los demás Evangelios prácticamente
no hacen mención de este hecho, si bien las palabras de Jesús en Mt 23:27 y Lc 13:34; 19:41 hacen
pensar en que Jesús desempeñó su ministerio también en aquella ciudad.
2:19 En tres días, el tiempo en que vienen a aparecer los primeros síntomas de descomposición de
un difunto; comp. 11:39, “lleva cuatro días allí”.
2:23–3:21 El Hijo eterno da el derecho de ser hijos de Dios a todos los que creen en su nombre
(1:12). ¿Qué es “creer”? ¿Qué implicancias tiene la fe? La breve noticia referente a los muchos que
creyeron … al ver las señales que hacía (2:23) –una fe que Jesús no pudo aceptar (2:24)– parece estar
diseñada a hacer surgir esta pregunta, y la conversación con Nicodemo (3:1–21) parece estar
diseñada a dar la respuesta. La palabra creer ocurre 8 veces en estos 24 versículos (contra 5 veces en
los 73 versículos precedentes).
Creer es más que ver señales y sentir cierta atracción por el que las produce. Jesús conocía el
interior del ser humano (2:25), y por esto sabía también que la postura de un simpatizante no es la
postura de la fe. Él no puede acceder a la curiosidad, aunque sincera, de un mero espectador. (2:22–
25)
Creer es más que el franco interés religioso de un hombre bueno en Jesús como un Maestro
venido de parte de Dios (3:12). Esto se desprende claramente de la forma bastante brusca con que
Jesús rechaza el cumplido de Nicodemo (3:3). Creer es dejar que Dios sea Dios (reino de Dios, 3:3,
5); es vivir a base de un milagro cuyo autor es el solo Dios. La fe se nutre del milagro de un nuevo
nacimiento procedente desde lo alto (3:3, 5), nacimiento operado por el agua del bautismo de Juan y
por el bautismo espiritual que otorga el Hijo de Dios (3:5; comp. 1:32–33). La fe no puede preguntar,
como lo hace Nicodemo: ¿Cómo es posible que suceda esto? (3:9; comp. 3:4); porque la pregunta
acerca del cómo sólo cabe en el ámbito humano en que domina la carne; el Espíritu está por encima
de este tipo de preguntas. El hombre puede hallar una analogía para la forma misteriosa en que actúa
el Espíritu al pensar en las diversas fuerzas que actúan en la Creación de Dios en forma igualmente
misteriosa, por ej., en el viento cuyo soplido y cuya existencia el hombre percibe con sus sentidos
naturales, sin poder explicar, sin embargo, de dónde viene y a dónde va (3:8). El maestro de Israel
tiene a su disposición las Sagradas Escrituras que hablan de la existencia del Espíritu y que son para
él la base de su enseñanza (3:10; comp. por ej. Ez 36:27). El milagro de los profetas (con quienes
Jesús se asocia como El Profeta, hablamos, 3:11) puede guiar a Nicodemo a un encuentro, fundado en
la fe, con el milagro mayor del Hijo del hombre, testigo válido de las cosas celestiales… que
descendió del cielo. (3:12, 13)
Otra fuente donde el maestro de Israel puede informarse son los libros de Moisés (Nm 21:4–9)
que hablan del milagro del amor de Dios manifestado a un pueblo alzado en rebeldía contra él (Nm
21:5, 7) y que ha perdido todo derecho a su amor. En la misma fuente puede hallar un paralelo del
milagro del amor supremo que hará que el Hijo del hombre sea levantado a la cruz y al trono de
Dios (3:14; comp. 8:28; 12:32, 34). Pero esto no exime a Nicodemo de la sumisión total de su fe a lo
que le dice Jesús; sólo puede ayudarle el creer en el Hijo del hombre y gracias a ello hallar la vida
eterna en él (3:15). El milagro del amor de Dios demostrado a su pueblo puede prepararle para la fe
en el amor inmotivado y universal de Dios hacia el mundo que le es hostil, ese amor que dio a su
Hijo unigénito en bien de la vida de sus enemigos, ese amor que obró la salvación y la vida eterna
para todos (3:16). Frente a este milagro, es imposible que la fe pregunte por el por qué, ni tampoco le
corresponde pedir razones, porque la fe es la búsqueda desesperada por la vida en medio de la
muerte, a la vista del juicio y la condenación (3:18). Y este juicio no es un even-to que se producirá en
un futuro lejano; alcanza ahora mismo a los hombres que prefieren las tinieblas a la luz, que hacen lo
malo y rehuyen la luz por temor a que sus obras queden al descubierto (3:19–20). Para el incrédulo,
el Juicio Final se ha corrido al tiempo presente. Pero para la fe, el milagro final se produce ahora: el
creyente pasa del estado pasivo de ser traído al mundo y de ser amado, al estado activo de practicar
la verdad, de traducir esta verdad en hechos que llevan en sí el sello de Dios, obras hechas en
obediencia a Dios. (3:21)
4:1–42 Nicodemo, fariseo de muchas luces, personaje importante y maestro de Israel; Juan el
Bautista, testigo, voz y amigo del novio, una lámpara encendida y brillante en Israel; y en tercer
lugar, la mujer samaritana: en verdad, una compañía mal constituida. Pues esta mujer era ajena al
mundo judaico; ningún judío de buena ley posaría sus labios en una jarra que contenía agua de
Samaria (v. 9). En torno de la mujer se levantaba una muralla de vanidad sectaria y prejuicios (v. 12);
cercada por un horizonte bajo de deseos y satisfacciones físicos (v. 15), vivía con su sexto esposo, y
tenía un pasado y presente que prefería no sacar tanto a la luz (vv. 1618). Y sin embargo, ella también
forma parte de esa nube de testigos de los cuales Juan era el primero (v. 39). Si la historia de
Nicodemo demuestra que la fe es lo único que cuenta con el aval de Dios, la historia de esta mujer
demuestra que lo único que hace falta es la fe. (4:21–26)
El amor de Jesús, algo brusco en su conversación con el maestro de Israel, le hace adoptar un
tono bastante más suave ante esa triste figura de la prostituta samaritana. Paso a paso, y con paciencia
ejemplar, la conduce a ver en él más que un judío cansado, sediento y, por qué no, impertinente (v. 9),
más también que un personaje misterioso que le asegura que tiene algo muy valioso para darle (vv.
10–15), un profeta que sabe adivinar sus pecados secretos y que la puede llevar, por encima de las
rivalidades entre el monte Guerizín en Samaria y el monte Sión en Jerusalén, a una adoración nueva
y verdadera, abierta a todos los hombres, una adoración hecha posible y aceptable por el don del
Espíritu y su revelación de la verdad (vv. 16–24). Y la conduce, finalmente, a un reconocimiento
incipiente de que él es el Cristo cuya venida resuelve los enigmas religiosos del pasado (vv. 25–26,
29). Así, la mujer se torna en creyente y testigo, y recibe la recompensa de un testigo: volvió al
pueblo y contó a la gente su experiencia; y los que la escucharon, van a ver a Jesús, se quedan con él,
y encuentran en él al Salvador que, si bien reafirma la primacía de los judíos en los planes divinos de
salvación (v. 22), no excluye de esta salvación a nadie. En una palabra: encuentran al Salvador del
mundo. (vv. 28–30, 39–42)
Para Jesús, este breve momento de evangelización en un punto de su viaje a Galilea (vv. 3–4) fue
mucho más que un episodio fugaz. Estaba haciendo la voluntad del Padre que busca adoradores (v.
23), y esto era el alimento por el cual vivía. Él, el paciente Sembrador, ve que los campos en que sus
discípulos habrán de trabajar como segadores ya están maduros para ser segados, y se alegra junto
con esos segadores que van a cosechar el fruto del trabajo que con no poca fatiga han hecho otros
(Juan el Bautista y Jesús, vv. 35–38). El Salvador del mundo pasea su mirada por la ruta misional que
atraviesa Samaria y se prolonga hacia los rincones más apartados del mundo. Y su gozo está
colmado.
4:43–54 La segunda señal que Jesús da en Galilea (comp. 2:11) le muestra nuevamente como el
Dador de cosas importantes. Sorprende la reserva y el rigor con que pro-cede. En vez de compadecer
al pobre padre que se ha venido desde una distancia de 29 km. para conseguir ayuda para su hijo
moribundo le dirige un reproche (v. 48). Pero su demora y su reproche no se deben a que no esté
dispuesto a acceder al ruego del padre, sino a su propósito de dar mucho más de lo que aquél había
pedido. Y en verdad, le da mucho más: restituye la salud a su hijo que estaba a punto de morir, y a él
mismo le da una fe en su palabra (v. 50) que no depende de señales y prodigios y con fuerza
suficiente como para perdurar más allá de la crisis que la había provocado, una fe viva que se
comunicó a toda su familia. (v. 53)
4:48 Si no ven señales y prodigios. El plural “si (ustedes) no ven” incluye a la mayoría de los
galileos. (Comp. v. 45)
5:1–12:50 La palabra que sirvió como tema del comienzo del libro (1:11) sigue como
pensamiento básico en toda la sección de los cc. 1 a 4 (comp. 2:23–25; 3:11; 3:32; 4:44). Pero es en la
sección siguiente (cc. 5–12) donde dicho tema se desarrolla en forma aún más amplia, llegando a ser
el motivo dominante de los relatos y discursos en que Jesús se revela a sí mismo en medio de un
pueblo hostil y empedernido.
5:1–18 Jesús llevó la gracia y la verdad de Dios a la vida de un inválido incurable, y lo hizo,
como era su costumbre, del modo más discreto posible (se había escabullido, v. 13). Dio a entender
al hombre sanado que la restauración de su salud fue el efecto de la gracia divina que tocó su vida, y
que debía cuidarse de no haber recibido esta gracia en vano (no vuelvas a pecar, v. 14). Esta acción le
puso en conflicto con su pueblo, porque con ella había quebrantado la tan celosamente observada ley
del sábado (v. 18). El conflicto se convirtió en mortal cuando Jesús adujo en su defensa que había
actuado en perfecta unión con su Padre, el Creador que había trabajado y que seguía trabajando sin
tregua ni pausa desde la Creación en adelante, en días sagrados lo mismo que en cualesquier otros
días (aún hoy está trabajando, v. 17). Así como lo veía su pueblo, Jesús estaba defendiendo su
sacrilegio con una blasfemia, llamando a Dios su propio Padre, con lo que él mismo se hacía igual a
Dios. (v. 18)
5:19–29 La réplica de Jesús a esta acusación es su referencia al misterio de la revelación que le
une con el Padre. No es que él se esté haciendo a sí mismo igual a Dios cuando habla del Padre en
este sentido peculiar; su relación de Hijo está encuadrada dentro del marco de la obediencia (v. 19) y
se desenvuelve conforme a la ley enunciada por Juan el Bautista: “Nadie puede recibir nada a menos
que Dios se lo conceda ” (3:27). La iniciativa no es la de Jesús mismo sino la del Padre; pues el Padre
ama al Hijo y le muestra todo lo que hace (vv. 19, 20): la vida eterna y la muerte eterna (v. 21), y el
juicio que es la prerrogativa exclusiva del Padre (v. 22; comp. Dt 32:35). El Padre corona al Hijo con
su propia gloria y honor; por esto, la palabra del Hijo es la divina espada de dos filos, instrumento de
juicio y de vida eterna (v. 24), ya ahora y también en lo futuro (vv. 25, 28); ahora, porque la vida que
Dios tiene en sí mismo está presente ahora, en el Hijo del hombre, y es dada al hombre ahora (comp.
v. 24). La alternativa es el juicio entregado al Hijo del hombre en este tiempo presente (v. 27) y que
será ejecutado en el tiempo venidero; porque la voz que se oye en el momento actual (v. 25) es la voz
que se oirá de nuevo en el postrer día cuando abra los sepulcros y haga manifiesto el juicio que ya se
está encaminando en estos días que corren. (vv. 28–29)
5:30–37a El Hijo tiene testigos vivientes que bien pueden hablar de la verdad y del
desprendimiento personal que son los factores que rigen la condición de “Hijo” de Jesús. Ahí está el
testimonio de Juan que llamó a Jesús “el Cordero de Dios” (1:29, 36) y “el Hijo de Dios” (1:34). Su
testimonio es válido no por ser la palabra de un hombre sino porque Juan era una lámpara encendida
por Dios mismo; los propios judíos decidieron, al menos por algún tiempo, disfrutar de esa luz (vv.
33–35). Y ahí está el testimonio de las obras que el Padre ha encomendado al Hijo para que las llevara
a cabo; la palabra en acción que trae alegría y alivia males es la palabra de Dios aplicada a las
necesidades de los hombres (v. 36). Y la voz del Padre ha dado su testimonio en aprobación del Hijo
y de su bautismo. (37; comp. 1:33, 34)
5:37b-47 El Acusado se convierte ahora en Acusador de quienes levantaron cargos en contra de
él: “Ustedes que muestran tanto celo por el sábado y el honor de Dios, ” les echa en cara, “ni siquiera
conocen a Dios; su celo no pasa de ser un celo de ignorantes” (comp. Ro 10:2). Si la palabra de Dios,
la Escritura, realmente hubiese hallado un lugar en sus corazones (vive en ustedes, v. 38) y en la
diligencia con que la estudian (v. 39), ustedes deberían y podrían darse cuenta de la autenticidad del
Verbo eterno que ha oído y visto a Dios; deberían y podrían creer en él y hallar vida eterna en él (vv.
39, 40). Si su amor egoísta por la gloria que se rinden unos a otros (v. 44) no hubiese sofocado en su
corazón el amor a Dios (v. 42), recibirían al Hijo que sin buscar su propio honor viene en el nombre
de su Padre (v. 43) para hacer su voluntad. La gloria que busca no es una gloria humana, sino la del
Padre (v. 41). Así como on las cosas, ustedes pueden creer sólo en un mesías que está tan centrado en
su propia persona como lo están ustedes (v. 43b). El Moisés en quien ustedes cifran su esperanza (v.
45) se levanta ante el Padre acusándolos: “Ustedes no creyeron en sus escritos dándoles su
importancia esencial como testimonios de mí.” (vv. 4547; comp. 1:45; 3:14)
6:1–71 La historia de la alimentación de los 5.000 (con que Jesús los invita a seguirlo) y su
secuela, la historia de Jesús que viene a sus discípulos caminando sobre las aguas (expresión de su
firme voluntad de que se unan a su propia persona) nos resultan familiares, como quizás resultaron
familiares a los primeros lectores del Evangelio de Juan por los relatos de los primeros tres
Evangelios (comp. por ej., Mt 14:133). Lo particular del cuarto Evangelio (aparte de ciertos detalles
como la referencia a la Pascua, v. 4) es su énfasis en los hechos de Jesús como señales, como actos
asombrosos cuya importancia va más allá de la que tienen los hechos en sí: del “don” conducen al
“Donante” mismo (comp. v. 26). Previamente, Juan había mencionado la desconfianza de Jesús
respecto de una “fe” que se nutre solamente de señales; de una fe de esta naturaleza, Jesús “no se
podía fiar” (comp. 2:23–25). Lo que sigue a la historia de la alimentación de los 5.000 en el
Evangelio de Juan (v. 15) explica por qué el que “conocía el interior del ser humano” no podía fiarse
de una fe tal: en ella hay lugar para la voluntad egoísta del hombre que no quiere aceptar una
enseñanza que le lleve del Padre al Hijo (vv. 4445), sino que se empeña en hacer rey al que sólo el
Padre puede hacer rey y también Señor (comp. Hch 2:36). La fe que se nutre de señales es un apetito
que crece a base de lo que la nutre; no puede conformarse con una sola señal que se le da, sino que
pide otra. (v. 26)
El discurso de Jesús en cuanto al pan de la vida pone en claro cuál es el verdadero significado y la
función real de la señal (vv. 26–71). La señal de la multiplicación de los panes, aparte de ser una
demostración más del poder de Jesús y de su compasión con el hombre y sus necesidades, apunta a
algo más: por encima de su valor como comida que es perecedera, a la comida que permanece para
vida eterna (v. 27); por encima de cualquier obra que Dios exige (v. 28) y que el hombre puede
realizar si se empeña, a esa una obra de Dios que él realiza a impulsos de su gracia, a la fe en el Hijo
del hombre al cual Dios envió no sólo para dar (v. 34) sino para ser el verdadero pan del cielo que da
vida al mundo (vv. 32, 33, 35). Jesús en su persona es el pan de vida (vv. 35, 48), vida eterna (vv. 40,
51). Su persona es el Verbo que se hizo hombre (comp. 1:14), la carne del Cordero de Dios (1:29), del
Crucificado cuya sangre (vv. 53, 55, 56) es derramada por la vida del mundo. Todo aquel que come
esta carne y bebe esta sangre (en el sacramento que, antes de morir, el Hijo del hombre instituyó en
perpetua memoria de su muerte y como vehículo de sus bendiciones) - todo aquel tiene vida eterna, y
será resucitado por el Hijo del hombre en el día final (v. 54) por cuanto estará en comunión
permanente con aquel que comparte la vida con el Padre, fuente y creador de toda vida. (v. 57)
Con cada palabra que dice Jesús, la señal adquiere mayor luminosidad y apunta a cosas que
superan las que Dios dio a su pueblo por medio de Moisés (vv. 31, 32, 49, 58; comp. 1:17).
Inevitablemente, la “señal creará mucha oposición” (Lc 2:34). Los judíos murmuran cuando el hijo de
José (v. 41) sostiene ser el Hijo de Dios que ha bajado del cielo (vv. 38–40); comienzan a disputar
acaloradamente entre sí (v. 52) cuando la gracia del Hijo del hombre y el amor de Dios los ponen
frente a este don increíble de la vida eterna en la carne y sangre del Hijo del hombre, “dada y
derramada a los cristianos para que las comamos y bebamos” (M. Lutero, “Catecismo Menor”).
Incluso muchos de los discípulos consideraban que “ esta enseñanza de Jesús es muy difícil;” creían
que eran palabras que causaban tropiezos, por lo que muchos de ellos le volvieron la espalda a Jesús
y ya no andaban con él (v. 66), justo en los momentos en que encontraron las “cosas mayores” que
Jesús les había prometido, esos momentos en que les fue concedido ver la gloria plena del Hijo del
hombre. (comp. 1:50–51)
Sin embargo, la señal no fue dada ni interpretada en vano; su objetivo fue hacer que “los hombres
creyeran que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y que al creer en su nombre, tuvieran vida” (20:30,
31). En Simón Pedro (v. 68) y en los Doce (v. 67) nació una fe que los unió firmemente a su Maestro
que tenía palabras de vida eterna, aún en la hora del cruel ataque de Satanás del que cayó víctima
Judas, uno de los Doce. (v. 71)
6:4 Faltaba poco tiempo… para la Pascua. La fiesta con que se conmemoraba el Éxodo (Éx 12)
hace recordar a Moisés, el primer libertador de Israel, y la provisión con el maná (comp. 6:31, 32,
49, 58). Los versículos citados son el desarrollo del tema anunciado en 1:17.
6:14 El profeta. El profeta prometido en Dt 18:15, 18–19 y el Mesías aparecieron estrechamente
asociados en el pensamiento religioso del pueblo judío; comp. 6:15 (rey) y 7:40–41.
6:23 Tiberias, una ciudad a la orilla oeste del mar de Galilea, fundada por Herodes Antipas y
llamada así en honor del emperador romano Tiberio. A su vez, el mar de Galilea llegó a designarse
como “mar de Tiberíades, ” por el nombre de la ciudad.
6:27 Dios el Padre ha puesto su sello de aprobación. Comp. 3:33.
6:31 Les dio a comer pan del cielo. Sal 105:40; comp. 78:24; Neh 9:15.
6:34 Danos siempre ese pan. Comp. 4:15.
6:45 En los profetas está escrito. Comp. Jer 31:34; Is 54:13.
6:62 ¿Qué tal si vieran al Hijo del hombre subir a donde antes estaba? Entonces tendrían tanta
más razón para hablar de “tropiezo, ” porque el Hijo del hombre subirá a donde estaba antes de ir a la
cruz para padecer la muerte de un criminal.
6:63 Espíritu… carne… palabras. Cuando Jesús haya subido a donde estaba antes, derramará su
Espíritu sobre los que creen en él (7:39). El Espíritu guiará a los creyentes a toda la verdad (16:13);
les dará la capacidad de comprender que la carne de Jesús, que de por sí no tiene más valor que
cualquier carne humana, es el sacrificio del Cordero de Dios, entregado a la muerte para que el
mundo tuviera vida (6:51). El Espíritu recordará y confirmará en el creyente las palabras de Jesús
que confieren a su carne este significado y este poder (14:26); de este modo, pues, el Espíritu dará
vida.
6:64 Hay algunos de ustedes que no creen. Para tales personas, ni el testimonio del Espíritu ni las
palabras de Jesús pueden producir efecto alguno.
6:69 Tú eres el Santo de Dios. El uso de este término indica que la confesión de Pedro es más
inclusiva de lo que el término “Cristo” (o “Mesías”) comúnmente trae como connotación. En su
confesión de Mt 16:16, ese “más” se expresa en las palabras “el Hijo del Dios viviente.” Lo que Pedro
confiesa es la divinidad de su Señor.
6:70 Uno de ustedes es un diablo: Como hombre “inspirado” por el diablo (13:2, 27), Judas llegó
a ser parte del ataque diabólico contra Jesús (comp. 14:30) que con justicia le identifica con el autor
del ataque.
7:1–11:54 La gente de Galilea rechazó la palabra que se les predicó (c. 6). Jesús va de Galilea a
Judea para anunciar allí su mensaje en toda su amplitud y por última vez (7:6, 8) a Jerusalén, el
corazón y centro de Israel. La palabra de gracia y de verdad se le ofrece a Israel en la persona del que
sanó por completo a un hombre en un día sábado (7:23), que ofrece ríos de agua viva (el Espíritu) a
una tierra seca, que es la luz del mundo (8:12) que trae al hombre libertad del pecado y de la muerte
(8:32, 51), que abre los ojos a los ciegos (c. 9) y va a la muerte como el buen pastor que da su vida
por sus ovejas (10:11, 14), que es la resurrección y la vida (11:25). La prédica de Jesús muestra a su
pueblo “las muchas obras buenas que proceden del Padre” (10:32) que son un testimonio elocuente de
cuánto amó Dios al mundo. Si estos días se convierten en una serie de agrias y acaloradas disputas,
no es por intención de Dios sino por la terquedad de los hombres. Jerusalén es el prototipo de esa
humanidad que prefiere las tinieblas a la luz (comp. 3:19), lo que se ve en la actitud impulsiva de los
hombres de Jerusalén que toman piedras para arrojárselas a Jesús (8:59; 10:31). Y al final resuelven,
tras largas deliberaciones (11:47, 57), quitar de en medio al que es la luz del mundo.
7:14–52 Jesús fuerza a su pueblo vacilante (v. 12) a tomar una decisión. Los confronta con su
enseñanza (v. 16): llamarla la enseñanza de una buena persona (comp. v. 12), de un rabí de muchos
estudios versado en la ciencia popular rabínica, no basta para tanta admiración (v. 15). Su enseñanza
es una Palabra divina, y es preciso conocerla y reconocerla como tal en obediencia a la voluntad de
Dios (v. 17), marcada por su candor abnegado como la palabra del Hijo obediente que busca
glorificar al que lo envió (v. 18). Las personas que no obedecieron la voz de Dios que les hablaba en
la ley que recibieron por medio de Moisés, están muy mal preparadas para oír la voz de Dios que les
llega en la enseñanza del Hijo; inevitablemente tienen que integrarse a las filas de los que odian al
Hijo porque éste testifica que sus obras son malas (v. 7); y ese odio conduce a que finalmente traten
de matarle. (v. 19)
Jesús los pone ante la realidad de un milagro (v. 21) de curación que hizo en un día sábado (comp.
c. 5). Esto, en sí, no es algo que simplemente deba despertar asombro (v. 21). Es la obra de Dios
(comp. 5:17), no menos que la de hacer su voluntad practicando una circuncisión en el sábado para
cumplir la ley de Moisés (v. 23). Los que juzgan con justicia (v. 24), con un juicio que desea regirse
por la voluntad de Dios, son capaces de mirar por encima de la apariencia de ilegalidad al carácter
real del hecho, y aprobarlo como bueno.
Jesús los pone también ante la realidad de su inminente muerte (vv. 25, 32). Esta muerte no será
una exitosa medida en contra tomada por los fariseos junto con los jefes de los sacerdotes (v. 32)
contra uno que “está engañando a la gente” (v. 12). Antes bien, será la decisión voluntaria del Hijo
que retorna a su Padre (v. 33) que le apartará para siempre de las persecuciones de los hombres (v.
34). Este acto espontáneo del Hijo trae la bendición del Espíritu sobre todos los que han creído en
Jesús (v. 39) y en este espontáneo acto de amor el Hijo será glorificado. (v. 39)
¿Y el resultado de todo esto? Por causa de Jesús la gente estaba dividida (v. 43). La división llegó
muy a lo profundo y causó muy variadas reacciones: unos se burlaron de Jesús diciendo que estaba
endemoniado (v. 20), o deliberadamente entendieron mal su alusión a su muerte, como si se refiriese
a un viaje proyectado a nuestra gente dispersa entre las naciones para enseñar a los griegos (v. 35);
no faltaban tampoco los que sospechaban que después de todo, las autoridades no estaban actuando
con el debido rigor en su oposición al Cristo (v. 26) cuando veían en Jesús no más que al profeta
prometido y al Cristo que todavía estaban esperando (vv. 40, 41). Otros en cambio reaccionaron en
forma muy diferente: en muchos de entre la multitud (v. 31), su incipiente reconocimiento del Cristo
no quedó sepultado bajo las ideas preconcebidas que tenían acerca de él (vv. 27, 41–42). Estos muchos
creyeron en él (v. 31). Hasta en el círculo de las autoridades que buscaron cómo matar a Jesús (v. 25)
y mandaron unos guardias del templo para arrestarlo hubo serias discrepancias acerca de lo que
convenía hacer. A los guardias, impresionados por las palabras de Jesús (v. 46), y a Nicodemo que
aventuró una tímida objeción a la ilegalidad de las medidas que se barajaron (v. 51). los redujeron al
silencio (vv. 47–49, 52). Pero por supuesto, todavía no estaba dicha la última palabra.
13:1–17:26 “Mas a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser
hijos de Dios” (1:12). El informe acerca de la última cena de Jesús con sus discípulos y de las últimas
palabras que habló con ellos, es el informe acerca de su amor que sirve a los hombres y les “da
buenas cosas” (Mt 7:11): Amó a los suyos hasta el fin (13:1). Su “servicio de amor” hacia sus
discípulos se manifiesta en el acto de lavarles los pies. Al dar el nombre de su delator, Jesús muestra
a sus discípulos el camino que tiene que tomar al servicio del amor: es el camino a la cruz. Esto le da
ocasión para decir a los suyos que el camino de ellos también tiene que ser el camino del amor
(13:2–38). Su advertencia les servirá como preparación para el tiempo en que ya no contarán con su
presencia física. Les revela los beneficios que obtendrán con su partida: les promete que el Padre les
enviará el Espíritu. El Espíritu será su Consolador en su conflicto con el mundo, los guiará a toda la
verdad, y consumará la presencia del Cristo en medio de ellos (cc. 14–16). Incluso cuando Jesús
ruega en favor de su propia glorificación (17:1–6), no deja de recordar también a sus discípulos
(17:2b3), y la mayor parte de su oración es una intercesión por ellos 17:7–19) y por todos los que han
de creer en él por el mensaje que ellos les traen (17:20–23), por todos los que son suyos “porque le
han sido dados por el Padre”. (17:24–26)
17:1–26 Ahora que había llegado la hora suprema de su vida en esta tierra, Jesús ora. Ora por sí
mismo (vv. 1–5), rogando al Padre que le conceda el don prometido (comp. 12:28) de la glorificación
por medio de la pasión y la muerte, y que los suyos tengan vida eterna por el conocimiento del único
Dios verdadero que de tal manera amó al mundo que dio a su Hijo unigénito por la salvación del
mundo (comp. 3:16) para que así, el Hijo obediente, Jesucristo, pueda glorificar al Padre y luego
volver al lugar que desde la eternidad venía ocupando a la diestra de la gloria del Todopoderoso. (v.
5)
Jesús ora por sus discípulos (vv. 6–19), los hombres que le dio el Padre (v. 6), que aceptaron y
creyeron las palabras del Padre y las guardaron (v. 8); los hombres por medio de los cuales el Hijo ha
sido glorificado (v. 10); y esta gloria le corresponde con justa razón como Salvador que se consagra
a sí mismo como un sacrificio (v. 19) por los pecados también de sus discípulos. Ora al Padre para
que los preserve en un mundo que les es extraño (v. 16) y hostil (v. 14), los santifique en la verdad (v.
17) de su palabra, y de esta manera los capacite para ser apóstoles del Hijo enviado para salvar al
mundo. (v. 18)
Asimismo, Jesús ora por sus discípulos futuros, las personas que habrán de llegar a la fe en él por
la palabra de sus testigos (vv. 20–26). Ruega para que todos sean uno (v. 21) en unidad perfecta (v.
23), unidos los unos con los otros así como Jesús está unido con el Padre, y unidos con Jesús y el
Padre, a fin de que haya una línea ininterrumpida de testigos válidos (el Hijo, los discípulos del Hijo,
y los discípulos de los discípulos), testigos del amor del Padre que obra en y mediante todos ellos
(vv. 21, 23). Jesús ora para que todos aquellos que le ha dado el Padre, todos aquellos que conocen al
Hijo y aprendieron de él el nombre de Dios, “Padre” estén con él para que vean su gloria que ha
tenido y tiene desde la eternidad hasta la eternidad. (v. 24)
17:9 No ruego por el mundo. El ruego de Jesús por la salvación del mundo está incluido en su
ruego por sus testigos (vv. 21, 23, “para que el mundo llegue a la fe … y al conocimiento”).
17:11 Protégelos con el poder de tu nombre, quiere decir, protégelos como hijos tuyos, creyentes
por la revelación hecha en la persona del Hijo que les ha manifestado tu nombre.
17:12 A fin de que se cumpliera la Escritura. Comp. 13:18; Sal 41:9.
17:17 Santifícalos. Apártalos de todo lo que sea malo y haz de ellos tu propiedad exclusiva para
que sean tus fieles servidores. (Comp. 18)
17:19 Por ellos me sacrifico a mí mismo. Comp. 10:36, donde el acto de santificación o
consagración se atribuye al Padre; el Hijo hace libremente lo que debe hacer, en obediencia al Padre.
(Comp. 10:18)
17:25 Oh Padre justo. Dios es justo tanto al someter a juicio al mundo que le rechazó (no te
conoce) como en su glorificación del Hijo obediente y los que creen en él (reconocen que tú me
enviaste).
18:1–20:31 En la pasión, muerte y resurrección de Jesús, sus discípulos vieron su gloria, la gloria
del Buen Pastor que muere por su rebaño, la gloria del Rey cuyo reino no es de este mundo, la gloria
del Señor que en ejercicio de su ministerio de amor, y aún clavado en la cruz, encomienda a su madre
al cuidado del “discípulo amado”, la gloria del Verbo que se hizo verdadero hombre, y que dijo:
“Tengo sed.” Es la gloria del Salvador del mundo, que al término de su obra redentora exclamó: “
Todo se ha cumplido ”, la gloria del resucitado Señor de la vida que exhaló sobre sus discípulos su
hábito creativo y les dio el Espíritu Santo que los capacitó para su tarea de apóstoles, la gloria del
Señor y Rey que disipó la empedernida duda de Tomás y declaró dichosos a los que no han visto y
sin embargo creen.
18:1–11 Jesús salió para hacer frente al ataque del príncipe de este mundo. Lo hizo con un
resuelto “Levántense, vámonos de aquí” (14:30, 31). Esta resolución no decae en esos momentos de la
confrontación con su traidor, cuando ve que el amigo que había compartido el pan con él (13:18) se
convirtió en la encarnación de la voluntad de Satanás (comp. 13:2, 27). La serena majestad con que
toma la iniciativa y sale al encuentro de sus captores, les pregunta dos veces seguidas: “¿a quién
buscan?” (vv. 4, 7) y se entrega en sus manos, tiene un efecto desconcertante sobre ellos (v. 6). Ama a
los suyos hasta el final; el Buen Pastor va a la muerte en forma totalmente voluntaria (comp. v. 4)
para que su grey pueda permanecer con vida (vv. 8–9; comp. 10:11). Y sigue siendo hasta los últimos
momentos el Hijo obediente que no se niega a beber el trago amargo que el Padre le dio a beber. (v.
11)
18:9 Lo que había dicho. Comp. 17:12.
18:10 El cuarto Evangelio es el único que identifica al que empuñó la espada con el discípulo
Pedro y que menciona el nombre del siervo del sumo sacerdote, Malco.
18:11 Beber el trago amargo. El trago amargo (“la copa”) simboliza el sufrimiento bajo el juicio
punitivo de Dios; comp. Mt 20:22; 26:39.
18:12–27 El rasgo más destacado de esta parte de la narración de Juan es el hecho de que
prácticamente omite la historia del proceso de Jesús ante el alto tribunal de su nación (comp. por ej.
Mt 26:57–68). El interrogatorio ante Anás (18:13; comp. Mt 26:57) no es un acto judicial, y la
comparecencia ante Caifás se menciona sólo de paso (v. 24). No constituyen mucho más que el
trasfondo para la historia de la negación de Pedro (vv. 15–18; 25–27). La razón de esta omisión no
hay que buscarla muy lejos; Juan acaba de describir el “proceso” de Jesús ante sus propias
autoridades; el relato de los cc. 7–12 demuestra que los intentos de juzgar y condenar a Jesús ya
venían de mucho tiempo atrás. Comp. 11:1 54.
18:13 Anás. Véase Lc 3:2. Juan sigue usando el título de sumo sacerdote para Anás, a pesar de que
éste había sido destituido por el gobernador romano en el año 15 (vv. 15, 19; comp. v. 22). Según la
ley, el sumo sacerdocio era un cargo vitalicio, de ahí que Anás siguiera gozando de gran respeto y
ejerciendo una considerable influencia aún por muchos años después de su destitución.
18:14 Comp. 11:49–51.
18:15 Otro discípulo. Véase 13:23.
18:19 Interrogaba a Jesús acerca de sus discípulos. Probablemente, con este interrogatorio se
buscaba hallar algún indicio para incriminar a los discípulos, y así poder procesarlos también a ellos.
Jesús los protege (vv. 20–21), así como había salido en defensa de ellos al ser arrestado en
Getsemaní.
18:27 Cantó el gallo. Comp. 13:38.
18:28–19:16 Los discípulos, instruidos por el Espíritu Santo que glorifica al Hijo (16:14)
contemplan la gloria de su Señor en su pasión (18:1–20:31); allí, y precisamente allí, contemplan
también la luz del mundo; pero la luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas libran una batalla
feroz, aunque sin éxito, para extinguir la luz (1:5). La nación en cuyo bien Jesús va a la muerte
(11:50–51) está en las primeras líneas de esta batalla. La nación cuya gloria consiste en que “de ellos
es la promulgación de la ley” (Ro 9:4) es muy escrupulosa en la observancia de los puntos de orden
más bien secundario de la ley (18:22, 28), pero usa esa misma ley para burlarse de la luz del mundo
que pone al descubierto que sus obras son malas (3:19; 19:7). “De ellos, según la naturaleza humana,
nació Cristo” (Ro 9:5); sin embargo, ellos dan su voto de preferencia al bandido Barrabás (18:40) y
rechazan al consagrado Rey que Dios les había dado (19:15), gritando a voz en cuello no tener más
rey que el emperador romano. (19:15)
Pero no es solamente su propia nación la que trata de dar muerte al rey y de extinguir la luz.
Judas, que llegó a ser su instrumento dócil, es culpable de un pecado más grande (19:11); sin
embargo, también el mundo de los gentiles toma parte en esta batalla y comparte la culpa. Pilato,
representante del mundo de los gentiles, dueño de un poder que le fue dado de arriba (19:11), elegido
para ser el ejecutor de la ira de Dios sobre los malhechores (comp. Ro 13:4), no hace uso de este
poder para proteger al hombre cuya inocencia él mismo había atestiguado por tres veces (18:38;
19:4, 6). El designado por Dios para ser el custodio de la verdad y de la justicia se desliga de su
responsabilidad con un escéptico: “¿Y qué es la verdad?”, y entrega al que es la gracia y la verdad de
Dios encarnada para que lo crucifiquen. (18:38; 19:16)
El mundo se ha mancomunado para apagar la luz; y Pilato dijo una verdad que ni él mismo
comprendía cuando presentó en público al Rey de los judíos, azotado, con una corona de espinas
sobre su cabeza, y vestido con un manto de color púrpura, con las palabras: ¡Aquí tienen al hombre!
En efecto, Jesús es el Hombre, no meramente el judío, sino el Hombre sobre quien pesa el castigo
por el pecado de la humanidad, y en quien yace oculta la esperanza del mundo.
18:28 El palacio del gobernador romano, la sede de su gobierno. Los judíos no entraron en el
palacio para no contaminarse ritualmente mediante la entrada a esa residencia de un pagano. La
contaminación los excluiría de la celebración de la Pascua. (Comp. 11:55)
18:32 La clase de muerte que iba a sufrir. La predicción de Jesús de que “habrá de ser levantado
de la tierra” (8:28; 12:32) se cumplió con su crucifixión, la forma romana de ejecución de un reo; los
judíos en cambio aplicaban la lapidación como castigo para la blasfemia.
18:34 La pregunta de Jesús permite determinar si el interés de Pilato respecto del “Rey de los
judíos” surge, como el de los sabios procedentes del Oriente (Mt 2:2), de un genuino interés
religioso en la personalidad de ese “rey”, o si es simplemente una pregunta formal y oficial. La
réplica de Pilato tanto en este momento (v. 35) como instantes más tarde (v. 38) revela su indiferencia
en cuanto a cualquier pretensión mesiánica (a no ser que represente un peligro para el gobierno
romano); igualmente le tiene sin cuidado todo un mundo de ideas acerca de la “verdad” (revelación
divina) que representa Jesús. Pilato “no está de parte de la verdad”. (v. 37)
18:36, 37 Jesús confirma su estado de “rey” en términos que puede entender también un gentil. Él
no es un rey con súbditos que luchan por él para que pueda conquistar y mantener su trono; ningún
gobernador romano tiene que sospechar de él como de un individuo que abriga intenciones
sediciosas. Su “realeza” se ubica en un plano totalmente distinto. Él vino para dar testimonio de la
verdad de Dios que libera a los hombres de la codicia de ser rey o de quitar o poner reyes.
19:6 Los guardias (18:12, 18) son los guardias de los judíos.
19:7 Una ley, en particular la ley contra la blasfemia, Lv 24:16.
Se ha hecho pasar por Hijo de Dios. Comp. 10:33.
19:11 Poder… dado de arriba. Comp. Ro 13:1.
El que me puso en tus manos, a saber, Judas, el instrumento de Satanás. (13:2, 27)
19:12 No eres amigo del emperador. El carácter crónicamente suspicaz del emperador Tiberio
(durante su reinado hubo unos cuantos procesos por sedición y traición) y la foja de servicios muy
poco ejemplar de Pilato como gobernador convertían esta velada amenaza en un argumento de peso.
19:14 El Empedrado… Gabatá. Este Empedrado podía ser un lugar pavimentado con piedras (cosa
notable en una ciudad donde las calles pavimentadas eran la excepción), o un patio con piso de
mosaicos. El significado de la palabra hebrea Gabatá es dudoso.
19:14. Preparación para la Pascua… cerca del mediodía (original gr.: como a la hora sexta; la
hora judía se contaba a partir de las seis de la mañana, NVI Jn 1:39, nota); la preparación para la
Pascua viene a ser, propiamente, la “víspera de Pascuas”. A la tarde se sacrificaban las víctimas
pascuales; Jesús, el Cordero verdadero (1:29; comp. 1Co 5:7) confiere cuerpo a esta sombra del A. T.
muriendo al tiempo señalado. (Comp. 19:36)
Aquí tienen a su rey. Las palabras burlonas de Pilato expresan una verdad “que sobrepasaba
ampliamente su entendimiento”. (Comp. Fil 4:2)
19:17–42 Jesús muere, así como había vivido, cumpliendo la voluntad del Padre, conforme a las
Escrituras (vv. 24, 28, 36, 37); su muerte es la muerte real de un ser humano, consciente de los lazos
de parentesco que le unen a la familia humana (vv. 25–27), con padecimientos comunes a los
humanos (v. 28: Tengo sed); no obstante todo esto, muere como el Buen Pastor divino que da su vida
por los que son sus ovejas, como quien voluntariamente pone fin a su obra (v. 28: sabía que ya todo
había terminado).
19:22 Lo que he escrito, escrito queda. Comp. 19. Según los designios de Dios, Señor de la
Historia, la testarudez del gobernador, cansado de discutir con un pueblo que no quiere respetarle ni
puede entenderle, esa testarudez sirve a la proclamación de la verdad. La confesión de Natanael al
comienzo de la actividad pública de Jesús halla un extraño eco en su final: “¡Tú eres el Rey de Israel!”
(1:49)
19:24 Para que se cumpliera la Escritura. Comp. Sal 22:18.
19:26 El discípulo a quien él amaba. Comp. 13:23.
19:28 Para que se cumpliera la Escritura. Comp. Sal 69:21.
19:29 Caña (lit. una rama de hisopo, NVI 19:29, nota). El hisopo es una pequeña planta con flores
aromáticas. Puesto que el corto tallo de esta planta parece inadecuado para llevar el vinagre a los
labios del crucificado, algunos intérpretes supusieron que el texto sufrió cierta transformación: por
error, hisopo aparece en lugar de una palabra de apariencia similar (hyssos), que significa jabalina.
19:31 Preparación. Comp. 19:14. Este sábado era un día muy solemne, ya que coincidía con la
Pascua.
Le quebraron las piernas para acortar la agonía.
19:34 Sangre y agua. Hay quienes quieren ver en esto un simbolismo que apunta a la santa cena y
al bautismo.
19:35 El que lo vio, el discípulo amado del v. 26, testigo ocular de los eventos y autor del
Evangelio. (Comp. 21:24)
También ustedes crean, los lectores del Evangelio.
19:36 Para que se cumpliera la Escritura. Esta observación es una referencia al cordero pascual
(Éx 12:46; Nm 9:12) o al Sal 34:19–20, que habla del cuidado de Dios por el hombre justo, librándole
de sus angustias: “Le protegerá todos los huesos, y ni uno solo le quebrarán.”
19:37 Otra Escritura. Zac 12:10.
20:1–29 A los discípulos se les da una garantía total de que la resurrección es un hecho concreto;
es preciso que sepan: “Porque yo vivo, también ustedes vivirán” (14:19). El testimonio silencioso de
la tumba vacía es suficiente para uno de los dos discípulos que recibieron este testimonio: Vio y creyó
(v. 8). María ve al buen pastor “que llama por nombre a las ovejas” (10:3, 14), al tan bien conocido
Maestro (v. 16), pero que todavía está ligado a este mundo, por lo cual María no le puede seguir ya en
estos momentos (v. 17). A los diez discípulos, reunidos a puerta cerrada por temor a los judíos (v. 19)
Jesús les aparece como el vencedor crucificado (v. 20). Derrama sobre ellos su paz (v. 21) y el
Espíritu Santo, el que los provee de las fuerzas que necesitan en el ejercicio de su apostolado (v. 21
así yo los envío a ustedes). Tomás, el escéptico, ya no puede seguir abrigando sus dudas y su
incredulidad (v. 27) cuando ve al Crucificado con las marcas de su lucha y las señales de su victoria
en su cuerpo. Con esta nuevamente recobrada fe, Tomás exclama: ¡Señor mío, y Dios mío!
20:4 El otro discípulo. Comp. 13:23.
20:6–7 Los bien ordenados lienzos y el sudario, puesto aparte, son pruebas evidentes de que aquí
no se trata de la obra de saqueadores de tumbas. (Comp. 13, 15)
20:9 Hasta entonces no habían entendido la Escritura, que dice que Jesús tenía que resucitar.
Como sus mentes todavía no estaban abiertas como para entender las Escrituras (en el sentido de Lc
24:45–46) con sus claros testimonios acerca de la resurrección de Jesús, la fe del “otro discípulo” (v.
8) es tanto más destacable.
20:17 Mis hermanos… mi Padre, que es Padre de ustedes, mi Dios, que es Dios de ustedes. Cada
una de estas palabras es una expresión de la expiación completa obrada por Jesús. En verdad: “Todo
se ha cumplido.” (19:30)
20:20 Los discípulos se alegraron. Comp. 16:20, 22.
20:23 Comp. Mt 16:19; 18:18.
20:30–31 Conclusión: el propósito del Evangelio
21:1–25 El epílogo, escrito por Juan mismo o por uno de sus seguidores (comp. v. 24 estamos
convencidos), relata cómo el Cristo apareció por tercera vez a sus discípulos después de haber
resucitado (v. 14; comp. 20:19, 26). Nuevamente, esta vez en Galilea y en medio de sus ocupaciones
diarias como pescadores, le vieron en su gloria como Señor, lleno de gracia y de misericordia.
Espontáneamente, participa con ellos en el desayuno común (1:14). Tres veces, su amor perdonador
reinstala en su tarea como pastor apostólico a Simón, que le había negado tres veces (vv. 15–17), con
lo que el cobarde “Simón” se convierte de nuevo en “Pedro, ” partícipe en la edificación de la iglesia
de Cristo (1:42; comp. Mt 16:18). Acto seguido le da a entender a Pedro la clase de muerte con que
glorificaría a Dios (vv. 18–19). Y él solo, Jesús, determina cuál será el destino del discípulo que él
amaba (vv. 20–23). Y es este discípulo, al que el Señor consagró por entero al apostolado, el que da
testimonio del Verbo en su mensaje escrito. Y los hombres que han llegado a la fe y que han hallado
la vida gracias a esta palabra (comp. 20:31) saben (lo que desde entonces ocurrió con millones y
millones de lectores con una certeza a toda prueba) que este testimonio es verídico. (v. 24)
21:11 Pescados de buen tamaño, ciento cincuenta y tres. El número 153, como también toda esta
historia de la pesca, fue interpretado a menudo en forma alegórica como visión promisoria de la
misión mundial de los apóstoles. Sin embargo, el texto mismo no ofrece indicio alguno que apoye tal
interpretación alegórica. La explicación más natural del número 153 parece ser ésta: que los pescados
que sacaron con la red eran, efectivamente, 153.
21:19 La clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios, vale decir, el martirio. murió en
Roma como mártir, probablemen-Una tradición confiable dice que Pedro te crucificado, bajo el
emperador Nerón.
HECHOS
INTRODUCCIÓN
Título de la obra
1. “Hechos de los Apóstoles” difícilmente pueda ser el título de la segunda parte de su obra, dado
por Lucas mismo. Como indicación del contenido, el título es incorrecto. De los apóstoles, solamente
Pedro y Pablo son realmente personajes principales. Juan aparece en pocas ocasiones en los primeros
capítulos y luego desaparece. Santiago, hijo de Zebedeo, aparece solamente como mártir, con una
breve frase, dedicada a su ejecución. Por otra parte, hombres que no son apóstoles juegan un rol
considerable en el relato: Esteban, Felipe, Bernabé, Silas, Agabus. Además, si el título pretende ser
entendido en el sentido sugerido de obras similares, en uso en la antigüedad, como los Hechos de
Alejandro, de Callisthenes, o los Hechos de Hannibal, de Sosylus, podría ser engañoso. Indicaría un
relato de heroísmo y proeza humanos. Por supuesto el término “apóstol” mismo, como definido por
Jesús y usado por los apóstoles mismos, tendría que haber excluido tal idea, porque el apóstol es, por
definición, nada por sí mismo y todo en virtud de la misión dada por su Señor. Pero, ¿hubiera Lucas
elegido un título que sugeriría la idea de la grandeza humana? Su libro relata la historia de hombres,
porque los hombres son instrumentos en el crecimiento y el triunfo de la palabra de Dios. Al libro de
los “Hechos…” hay que considerarlo como la continuación directa del Evangelio de Lucas, con el
Cristo exaltado como personaje dominante. (Hch 1:1)
I. 1:1–6:7 La palabra del Señor en Jerusalén a palabra apostólica, llena del Espíritu, crea y sostiene
en Jerusalén una iglesia que supera tensiones internas y triunfa y crece, a pesar de la oposición
externa.
Afirmación concisa: “Y la palabra de Dios se difundía; el número de los discípulos aumentaba
considerablemente en Jerusalén, e incluso muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.” (6:7)
II. 6:8–9:31 La palabra del Señor triunfa sobre la persecución. La Palabra va a Samaria, y el
perseguidor Saúl llega a ser el instrumento escogido por el Señor. Afirmación concisa:
“Mientras tanto, la iglesia disfrutaba de paz a la vez que se consolidaba en toda Judea, Galilea y
Samaria, pues vivía en el temor del Señor, e iba creciendo en número, fortalecida por el Espíritu
Santo.” (9:31)
III. 9:32–12:35 La palabra del Señor llega a ser luz para los gentiles. (Comp. Hch 6:23) Pedro,
poderoso en palabra y obra, predicó el evangelio al centurión romano. La Palabra llegó a
Antioquía en Siria y crea una iglesia predominantemente gentil (Bernabé y Saulo). Pedro es
rescatado “de la mano de Herodes y de todo lo que esperaban los judíos”; él es preservado para
promover el crecimiento de la Palabra, abogando por la libertad de los gentiles de la ley (Hch
15:7–11), mientras el rey perseguidor es destruido. Afirmación concisa: “Pero la palabra de Dios
seguía extendiéndose y difundiéndose”. (12:24)
IV. 13:1–16:5 La palabra del Señor une a judíos y gentiles en una iglesia única y libre.
El primer viaje misional de Pablo; la controversia y su resolución en el
Concilio de Jerusalén. Afirmación concisa: “Y así las iglesias se fortalecían en la fe y crecían en
número día tras día.”(16:5)
V. 16:6–19:20 La palabra del Señor avanza, en conflicto y triunfo, a Macedonia, Acaya y Asia. El
segundo y tercer viaje misional de Pablo.
Afirmación concisa: “Así la palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador.”(19:20)
3. Puede ser, como suponían algunos eruditos, que el propósito de Hechos es aclarar al mundo
romano que el cristianismo no es un movimiento traidor y subversivo, sino inocente de cualquier
intento político peligroso; puede ser que sus predicadores “han trastornado al mundo entero” (Hch
17:6), pero en ningún sentido son una amenaza a la estabilidad del imperio. Ha sido indicado con
frecuencia que Lucas repetidamente destaca que las autoridades romanas consideran al cristianismo
políticamente inocente (comp. Hch 18:14–15; 23:29; 25:18–19; 26:32). Pero este propósito es
secundario. El propósito principal de la obra es religioso. Describe el impacto del Cristo resucitado y
exaltado al mundo entero. Cristo confronta a los hombres con la palabra inspirada de los mensajeros,
que él mismo escogió. Él confronta a toda clase y condiciones humanas: judíos, samaritanos,
griegos, romanos, los elevados y los bajos, al rey y al discapacitado, afables filósofos
metropolitanos y supersticiosos, patanes excitables del campo. A todos confronta con la demanda
clemente de su señorío salvador. Sea que la respuesta es la sumisión de la fe, o la resistencia de la
incredulidad, o la burla del escepticismo, él es el Señor, delante del cual se dividen los caminos de los
hombres, el Cristo, que reúne al nuevo pueblo de Dios de entre todas las naciones de la tierra.
4. El libro no pretende ser una historia de la iglesia primitiva, ni siquiera una historia de las
primeras misiones; sería lamentablemente incompleto como cualquiera de los dos. Es la continuación
de la historia del Cristo, por lo tanto puede ser selectivo en recordar los hechos históricos, como el
mismo evangelio. De todos los caminos que transitó el evangelio, Lucas elige sólo uno: el camino a
Roma. Incluso el segmento de la historia total de las misiones no es completamente presentado. Hay,
por ejemplo, grandes lagunas en el registro de la carrera de Pablo, su ministerio de 2 años en
Corinto y su ministerio de 3 años en Éfeso apenas son ilustrados mediante incidentes típicos, antes
que cronológicos. Toda la obra ilustra, más que cronologías, el trayecto de la palabra que proclama y
presenta al Cristo. Lucas elige incidentes y acciones que iluminan y presentan en un claro perfil el
impacto de la palabra a los hombres, las tensiones y los conflictos que resultan cuando la palabra del
Señor es escuchada, y el progreso triunfante de aquella palabra, a pesar de tensiones y conflictos.
5. Si entendemos al libro así, en sus propios términos, el final no parece tan raro o débil. Muchos
hallaron el final enigmático e inadecuado: ¿Por qué no se cuenta el resultado del juicio de Pablo?
Cualquiera de los dos, su liberación o su martirio, hubiera constituido un final más adecuado a la
obra, antes que el que a Lucas le pareció adecuado. Algunos eruditos sugirieron que Lucas tal vez
intentó agregar un tercer volumen a su obra, uno que concluiría la historia, relatando la liberación de
Pablo, su viaje a España, y su muerte como mártir. Pero no hay una clara indicación de que Lucas
intentó tal continuación de su libro; tampoco es muy plausible la sugerencia de que Lucas no registró
el final del juicio de Pablo, porque el resultado fue el martirio, y que no deseaba concluir su relato
del evangelio victorioso, con un aspecto triste y negativo. Considerando el relato de Lucas sobre el
martirio de Esteban (Hch 7:54–60) y, tomando en cuenta la propia disposición de Pablo hacia el
martirio, como relatado por Lucas (Hch 20:24; 21:13) ni Lucas, ni Pablo consideraron el martirio
como algo negativo o deprimente.
6. El hecho es que el final presente, como el final de Hechos, así como el final de la obra de dos
partes, tiene sentido. No es simplemente el final, sino la conclusión de Hechos; la meta, indicada en
Hch 1:8 se alcanzó: el evangelio es proclamado en Roma, la capital del mundo entero. Éste es el
hecho que cuenta; ante esto, la suerte de cualquier hombre, hasta la de Pablo, palidece en
insignificancia. Y el final presente es una conclusión significativa a la obra completa. Cuando Jesús
“comenzó a obrar y enseñar” en su propio pueblo de Nazaret, ofreció a la gente el perdón gratuito,
basándose en una palabra de Isaías (Lucas 4:1821). Se encontró con objeción y resistencia de su
propio pueblo (Lc 4:22–23; 28–30). Y él indicó que la palabra, que ellos rechazaron, iría a los
gentiles (Lc 4:24–27). La predicación de Jesús se está cumpliendo ahora; los judíos de Roma siguen
la corriente puesta por los judíos de Galilea y Jerusalén y las ciudades de Asia, Macedonia y Acaya.
Están rechazando las buenas nuevas que Dios ofrece. Nuevamente se escucha al profeta Isaías, esta
vez pronunciando palabras de tremendo juicio para la gente que no quieren escuchar (Hch 28:2527).
Pero los propósitos de Dios se llevan a cabo a pesar de todo: “Esta salvación de Dios se ha enviado a
los gentiles, y ellos sí escucharán.” (Hch 28:28)
1:1–6:7 La palabra apostólica, llena del Espíritu, hablada por hombres bajo la orden y promesa
del Señor Jesús (1:8), crea y sostiene en Jerusalén una iglesia que supera tensiones internas, y triunfa
y crece a pesar de oposición externa.
1:1–11 El primer vínculo indica claramente que Hechos es la continuación del Evangelio de
Lucas; se refiere al evangelio como el primer libro. Teófilo es mencionado nuevamente, como en el
comienzo del evangelio (Lc 1:1–4), y las palabras Jesús comenzó a hacer y enseñar implican que este
segundo tomo contará lo que Jesús continuaría haciendo y enseñando por su Espíritu, mediante sus
apóstoles. Esta continuidad con el evangelio se destaca también en la cuenta de los 40 días (1:2–5),
que vuelve a la pasión (v. 3) y presenta a Jesús, continuando su enseñanza del reino de Dios, el tema
de su enseñanza en el evangelio (comp. 4:43; 8:1; 9:2, 11; 11:20). En la ascensión, la nube que recibe a
Jesús recuerda la nube en la transfiguración en el evangelio (Lc 9:34). Y las palabras de los dos
hombres… vestidos de blanco (v.10) mantiene el lazo con la historia del evangelio (Galileos… vendrá
otra vez de la misma manera… v. 11).
1:4 La promesa del Padre, el espíritu santo prometido. (Comp. Lc 24:49; Jn 14:16, 26; 15:26)
1:7–8 Jesús aleja los pensamientos de sus discípulos de la idea de un reinado en Israel hacia un
ministerio en el poder del Espíritu por el vasto mundo.
1:8 Jerusalén… Judea… Samaria… confines de la tierra. Estas etapas en el avance del evangelio
señalan la estructura de Hechos. (Comp. Introducción)
1:12–14 La espera de los discípulos
1:15–26 Cuando Jesús designó a los 12 apóstoles (Lc 6:13), ofreció su gracia mesiánica, y su
demanda mesiánica, a las 12 tribus de todo Israel. Después de la intercesión por los hombres que lo
crucificaron (Lc 23:34), esos ofrecimiento y demanda tienen que ser afirmados nuevamente. Por eso
Judas tiene que ser remplazado (v. 22). Dios quiere que todo Israel sea confrontado con Cristo
crucificado y resucitado (comp. 2:36; 3:25–26) y su perdón ofrecido de nuevo. (Comp. Lc 24:47)
1:16 Boca de David en los Salmos. (Comp. v. 20 el libro de los Salmos) 1:18–19: Comp. Mt. 27:3–
10.
1:20 Comp. Sal 69:25; 109:8.
1:22 El bautismo de Juan marca el comienzo del relato del evangelio en todos los evangelistas.
1:26 Echaron suertes. El echar suertes para determinar la voluntad de Dios es una disposición del
A. T. (comp. Lv. 16:8–10). Éste es el último caso del mismo en la Biblia. Hay que considerar que
ocurre ANTES de Pentecostés.
2:1–13 Pentecostés
2:1–13 La iglesia sigue las pisadas del Señor de la iglesia. Jesús emergió de Nazaret para realizar
su ministerio público en Israel (Lc 3:23), fue preparado y proclamado para este ministerio mediante
una manifestación, el otorgamiento “dramático” del Espíritu Santo descendiendo sobre él “en forma
de paloma” (Lc 3:22). De manera que su iglesia, que emergía de la quietud y de la oración del
aposento alto (Hch 1:1314), fue preparada mediante un otorgamiento milagroso del Espíritu,
manifestado por una violenta ráfaga de viento y fuego (2:2–3), para un ministerio de testimonio, en
palabra (2:14–36, 38–40) y obra. (2:42–47)
2:1 Pentecostés. El término significa “quincuagésimo” (día) y nombra la Fiesta de las Semanas,
celebrada al final de la cosecha de granos, siete semanas después de la Pascua (Lv 23:15; Dt 16:9).
Esta fiesta del reconocimiento agradecido de la bondad del creador atraía a peregrinos judíos de todo
el mundo a Jerusalén. (Comp. vv. 9–11)
2:2–3 como una ráfaga violenta… como de fuego. La manifestación misteriosa y poderosa del
Espíritu es relatada en un lenguaje que es sugestivo, antes que descriptivo.
2:4 Hablar en otras lenguas (comp. 2:6, 8, 11.). La maldición de Babel es cancelada (Gn 11:7, 9);
la iglesia es capacitada por el Espíritu para hablar a los hombres de todas las naciones en sus propias
lenguas y llegar a ser el nuevo pueblo de Dios reunida de todas las naciones, la cosecha de Dios de
una nueva humanidad, unida en Cristo.
2:12–13 La historia de la iglesia es la continuación de la de Jesús (comp. 1:1–11, nota);
nuevamente hay una “disensión entre los judíos a causa de estas palabras” (Jn 10:19–21). Algunos son
movidos a preguntar y buscar, otros a burlarse.
2:14–47 “Comenzando con la Escritura… le anunció las buenas nuevas acerca de Jesús” (Hch
8:35). Las palabras con las cuales Lucas describe el testimonio de Felipe al eunuco de Etiopía, son
una caracterización apta de toda proclamación neotestamentaria (comp. la proclamación de Jesús en
Nazaret, Lc 4:16–21). Pedro interpreta el milagro de Pentecostés como el cumplimiento de la
profecía del A. T. de Joel, que prometió el derramamiento del Espíritu sobre toda carne (v. 17) en los
últimos días (Jl 2:28–32). Este derramamiento introduciría el día de ajuste de cuenta final de Dios, el
grande y esplendoroso día del Señor (v. 20). En aquel día solo el que invoque el nombre del Señor será
salvo (v. 21). Y aquel Señor, proclama Pedro, no es otro sino Jesús de Nazaret, que fue un hombre
acreditado por Dios ante ustedes con milagros, señales y prodigios (v. 22) a quien Dios resucitó,
vindicó y glorificó, aunque su pueblo lo crucificó (vv. 32, 36). Él es el dador del Espíritu; él es el
Señor que juzgará; él es el Señor y Cristo, a cuyo nombre los hombres deben clamar para ser
salvados de esta generación perversa (v. 40).
2:15 Las nueve de la mañana, demasia do temprano para cualquiera, aun el más disoluto, para
estar borracho. La acusación es rechazada, más que refutada, por ser un disparate.
2:22–36 Esta parte del sermón de Pedro quiere mostrar que Jesús es el Señor del v. 25, que su
crucifixión no fue un accidente adverso, sino una parte del plan definido de Dios para su Siervo (v.
23), que Dios revocó el veredicto de los hombres sobre él, levantándolo de los muertos, como David
previó y predijo (Sal. 16:8–11; Hch 2:2534), que el hijo sublime de David fue realmente manifestado
(Dios lo ha hecho Señor y Mesías, v. 36).
2:30 Dios le había prometido bajo juramento. Salmo 132:11.
2:34 El Salmo 110:1 es agregado al testimonio del Salmo 16, para indicar que la resurrección de
Jesús no solamente significaba supervivencia, sino señorío y la gloria de ser entronado junto a Dios;
Jesús realizó (lo que no se puede decir del autor del salmo…) la ascensión a los cielos, para allí
gobernar y triunfar.
2:39 A quien el Señor, nuestro Dios, llame. Cuando los hombres “invoquen el nombre del Señor”
(v. 21), será como resultado del llamamiento eficaz de Dios.
2:41–47 El obrar del Espíritu no solamente transformó el lenguaje galileo rudo de los discípulos
(v. 7), sino la totalidad de su vida interior, haciéndola una vida centrada en la enseñanza inspirada de
los apóstoles, una vida de fraternización en la mesa de su Señor (partiendo el pan) y de oración, una
vida nueva, marcada por un amor comunitario activo (vv. 44–45), y una adoración a Dios “con
alegría y generosidad” (v. 46). Así, sus obras reforzaron el testimonio de sus palabras; los hombres
sentían la presencia divina entre ellos, y sobrevino temor a toda persona (v. 43); la conducta entera de
los discípulos entre su gente, sea en adoración pública en el templo (v. 46), o en sus hogares (v. 46),
fue tal que ganaron la estimación general del pueblo (v. 47) y el Señor lo usó para ganar a los
hombres (v. 47: añadía al grupo).
3:1–4:31 Los apóstoles Pedro y Juan hicieron lo que como apóstoles de Cristo tenían que hacer,
eran pobres, pero equipados por Cristo para enriquecer a muchos (2Co 6:10). Al mendigo lisiado en
la Puerta Hermosa del templo, dieron la riqueza de la compasión sanadora de Cristo, de manera que
de un salto se puso en pie y comenzó a caminar (3:8). Hablaron –como tenían que hablar– como
testigos de Cristo en Jerusalén (1:8); no se atrevieron a presentar esta obra del siervo de Dios, Jesús,
como si viniera de su propio poder o virtud (3:12). El apóstol de Cristo debe orientar a los hombres a
apartarse de sí mismos y enfocarse en el Dios de Abraham y de Isaac y de Jacob y su siervo Jesús
(3:13). Fue su fidelidad a la obra que su Señor les había dado lo que los condujo a su primer choque
con las autoridades judías, no algún manifiesto provocativo promulgado en el nombre del Mesías
rechazado, ni algún programa planificado de oposición al judaísmo. De hecho, los apóstoles (como
su Señor antes que ellos) iban siempre a buscar y hallar a las ovejas perdidas de la casa de Israel,
donde vivían. Fueron al templo de Israel a la hora indicada para la oración (3:1), hablaron en el
idioma del libro sagrado de Israel, en términos del Dios de Abraham y de Isaac y de Jacob (3:13), en
términos del Siervo, cuya suerte e importancia (para Israel y todas las naciones), predijo Isaías (3:13,
26), en términos de la promesa de Moisés, de un profeta como él mismo (Dt 18:15–16, 23), uno, cuya
palabra significaría bien o aflicción a cada alma, si fuese aceptada o rechazada, en términos del pacto
de Dios con Abraham con sus pro-mesas y bendiciones para todos los pueblos del mundo (3:25; Gn
22:18). Hablaron de la amnistía de Dios para las maldades de su pueblo (3:26). Y cuando fueron
llamados para responder ante la corte suprema de su pueblo (4:5) hablaron sencillamente, como el
Espíritu Santo los impulsaba (4:8), no callándose acerca de la culpa de aquellos que habían
crucificado a Jesucristo de Nazaret (4:10), ni concerniente acerca de la salvación (4:12) que Dios
ofreció a su pueblo y la alabanza con la cual la iglesia responde a la persecución de mano de sus
compatriotas judíos; no se halla rastro alguno de un espíritu vengativo. Estos hombres de la iglesia se
inclinan ante el creador y Señor de la historia (4:23–26), quien guía las acciones de reyes,
gobernadores y naciones a hacer lo que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que
sucediera (4:27–28; comp. Sal. 2:1–2). Ellos encomiendan su futuro a la mano de Dios todopoderoso
(toma en cuenta sus amenazas, 4:29), pero no oran por venganza; piden “proclamar tu palabra sin
temor alguno”, y por el don de sanidad en sus obras (4:29–30). Ellos andan por el camino humilde
del siervo Jesús y son confirmados en ese camino mediante un derramamiento renovado del Espíritu
Santo y una clara manifestación de la presencia del Espíritu entre ellos (tembló el lugar, 4:31).
Si los hombres de Israel tuviesen que sufrir la catástrofe de ser endurecidos en su pecado, como
amenazó Isaías (comp. Hch 28:26–27), y así dejar que los gentiles here-den la salvación prometida
por Dios, la culpa sería de Israel, no de los apóstoles, ni del Señor. Ellos habían anunciado la
salvación de Dios en su totalidad, inspirados y movidos por el Espíritu.
3:1 La hora de la oración… las tres de la tarde. La hora de la oración coincidía con la ofrenda de
los dos sacrificios diarios, temprano en la mañana y a la hora novena (RV).
3:2 Hermosa. Probablemente puede ser identificada con una puerta oriental, la que –según
describe una fuente contemporánea– fue hecha en bronce de Corinto, “excediendo largamente en
valor a aquellas, laminadas con plata y oro”.
3:11 Pórtico de Salomón. Comp. Jn 10:23. Este pórtico pronto llegó a ser un lugar de reunión
regular para los cristianos de los primeros tiempos en Jerusalén. (Comp. 5:12)
3:14 Santo y justo. Comp. Is 53:11; Hch 7:52; 22:14; Stg 5:6; 1Jn 2:1.
3:17 Ustedes actuaron por ignorancia (comp. Lc 23:34; 1Ti 1:13). Por lo contrario, comp. Heb
10:26, “si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente”, y Heb 6:4–6.
3:25 Herederos de los profetas y del pacto, destinados a heredar la promesa anunciada por los
profetas y la bendición, prometida por el pacto (v. 26).
3:36 Primero a ustedes para darles la bendición. (Comp. Ro 1:16)
4:1–2 Los saduceos, miembros del parti-do en el cual la aristocracia sacerdotal era la más
influyente, estarían naturalmente en la vanguardia de la oposición al cristianismo por dos razones:
(1) Buscaron quedar bien con los romanos y por eso miraban con suspicacia cualquier movimiento
mesiánico que podría acercar la intervención romana, poniendo fin a su posición privilegiada
sacerdotal (comp. Jn. 11:48). Por principio negaron la resurrección de los muertos (comp. Mt 22:23,
Lc 20:27, Hch 23:8). Que los cristianos proclamaran la resurrección de la muerte en Jesús (¡un
“pretendiente” mesiánico, a quien los romanos habían ejecutado!), era políticamente inaceptable y
teológicamente ofensivo a los saduceos.
4:1 El capitán de la guardia del templo. Un oficial a cargo de la guardia del templo (compuesto
por levitas) y responsable de mantener el orden en el templo. Era segundo en autoridad, solo ante el
sumo sacerdote. (Comp. 5:24, 26)
4:6 Anás y Caifás. Aunque Anás había sido depuesto del sumo sacerdocio, alrededor del l5 d. C.,
continuaba siendo muy influyente durante el sumo sacerdocio de sus hijos y su yerno Caifás (comp.
Jn 18:13). Era considerado como un sumo sacerdote virtual (comp. Lc 3:2), donde su nombre está
conectado con el de Caifás, fijando el comienzo del ministerio del Bautista. Juan y Alejandro no
pueden ser identificados.
4:9 Procesado por haber favorecido a un inválido. Comp. las palabras de Jesús en Jn 10:31.
4:11 Comp. Mt 21:42, donde Jesús cita Salmo 118:22, para interpretar su misión y su significado
en el mismo sentido.
4:25–26 Sal 2:1–2.
4:27 Herodes. Comp. Lc 23:6–12.
4:32–6:7 El ángel del Señor liberó a los apóstoles prisioneros a fin de que pudieran comunicar al
pueblo todo este mensaje de vida (5:20), la vida nueva posibilitada por la resurrección de Jesús de
entre los muertos. Estas palabras, por el poder del Espíritu, crean la vida del nuevo mundo de Dios en
medio del antiguo: son palabras que deben ser vividas y que deben ser expresadas (4:20). En medio
del mundo antiguo, pueden ser vividas y pronunciadas solamente en medio de una lucha constante
(Pablo llama a los cristianos a “ponerse la armadura de la luz” para vivir “como a la luz del día”, Ro
13:12–13).
Las Palabras de esta vida crearon en la joven iglesia la unanimidad de corazón y alma (4:32),
inspirada por el Espíritu, una unanimidad que no quedó en lo sentimental y teórico; se expresó en la
donación sacrificial de campos y casas para la comunidad, compartían sus posesiones (4:32). Pero la
iglesia no solamente cobraba ánimo en el ejemplo de Bernabé (4:36–37), correctamente llamado
consolador; la iglesia tenía que soportar el choque, viendo a Ananías y Safira intentando la blasfemia
temerosa de mentir al Espíritu Santo y tentando su majestad omnisciente (5:3, 9). La iglesia tenía que
soportar la experiencia saludable pero aplastante del gran temor que se apoderó de toda la iglesia y
de todos los que se enteraron de estos sucesos, cuando el juicio de Dios colocó a los blasfemos a sus
pies (5:1–11). Las palabras de esta vida llegaron a ser “un olor a muerte” (2Co 2:16) a aquellos que
no se inclinaron ante ellas.
La palabra de vida tenía que ser pronunciada; y los apóstoles la proclamaron con tal vigor que
sus oponentes saduceos tenían motivo para quejarse de que los apóstoles han llenado a Jerusalén con
sus enseñanzas (5:28). La oración de los discípulos de que Dios extienda su mano para sanar y hacer
señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús (4:30) fue escuchada. Tan fuerte
enfatizó Dios sus palabras con muchas señales y milagros, realizados por las manos de los apóstoles,
que la gente los elogiaban (5:13). Pero no se salvaron de persecuciones; y aunque el oficialismo trató
cuidadosamente con ellos (5:26), la nueva audiencia ante el concilio confrontó a los apóstoles con los
saduceos que querían matarlos (5:33). Solamente las palabras prudentes de un maestro de la ley de los
fariseos, Gamaliel (5:34–39), los frenó hasta ese momento, contentándolos con una renovada orden
de silencio y una paliza (5:40) antes de liberar a los apóstoles.
Amenazas y golpes no lograron silenciar los testimonios inspirados de que Jesús es el Mesías
(5:42); pero la dedicación de los apóstoles a su tarea principal de la oración y el ministerio de la
palabra (6:4) fue impedida, o por lo menos amenazada, por una disensión interna, concerniente a la
distribución diaria de los alimentos a las viudas (6:1); pero Dios dio a la iglesia hombres llenos de
Espíritu y de sabiduría (6:3), de manera que las palabras de esta vida pudieran ser vividas y
proclamadas sin confusión de prioridades. Lucas podía mirar hacia atrás, a la variada historia de la
Palabra en Jerusalén, con las palabras de calma y confianza: la palabra de Dios se difundía: el
número de los discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. (6:7)
4:36 Bernabé, por primera vez mencionado aquí, es un buen ejemplo de la validez de la ley de
Jesús: “Al que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia” (Mt 13:12). Él tiene las “palabras de esta
vida” y acepta la exigencia que estas palabras le presentan, compartiendo activamente en la vida de la
iglesia. Y a él, más le es dado. Él toma la iniciativa de unir a Pablo (Saulo) con la iglesia de Jerusalén
(9:27); él tiene el privilegio de ser el emisario de la iglesia en Jerusalén a la nueva iglesia gentil en
Antioquía (1:22–23); él es asociado con Pablo en la administración de la caridad de la Antioquía
gentil a la Jerusalén judía (11:30; 12:25) y en el primer avance misional de Pablo al mundo gentil
(Hch 13–15). Que pablo se mencione a sí mismo en 1Co 9:6 muestra que él permaneció siendo el
mismo hombre altruista y generoso a lo largo de su ministerio, ricamente bendecido como “un
hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe”, como Lucas lo caracteriza en 11:14.
Consolador. Cómo se deriva el significado del nombre Bernabé no es claro. Probablemente era el
don de su discurso animador que le ganó este nombre. (La palabra “animado” en 11:23 puede ser
traducida también “consolado”).
5:4 Estas palabras muestran cómo el compartir la propiedad era completamente voluntario. El
término “comunismo cristiano”, aplicado a veces a este aspecto de la vida de la iglesia en Jerusalén
es, en el mejor de los casos, engañoso.
5:12 El pórtico de Salomón. Comp. 3:11.
5:17 Saduceos. Comp. 4:1–2.
5:21 Consejo, otro nombre de la corte suprema (Sanedrín), constituido por sumos sacerdotes,
ancianos y escribas. (Comp. 4:15)
5:24 Capitán de la guardia del templo. Comp. 4:1.
5:26 Apedreado por el pueblo. El apedreamiento era el castigo fijado por blasfemia (Lv 24:15–16).
El pueblo interpretaría como un acto blasfemo el ataque a hombres tan claramente distinguidos por
las marcas del favor de Dios (comp. v. 12) y caracterizados por santidad de vida.
5:30 Colgándolo en un madero. El lenguaje del A. T. (Dt. 21:22–23) recuerda el acto que uno,
ejecutado de tal manera, era considerado como castigado por Dios. (Comp. 1Co 12:3)
5:31–32 Somos testigos… y así lo es el Espíritu Santo (comp. Jn 15:26–27). Cualquier persona con
ojos y oídos podría haber sido testigo de la crucifixión de Jesús; solamente hombres, dotados con el
Espíritu, podrían testificar que el crucificado es maestro y salvador, en el cual Dios ofrece a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados.
5:34 Gamaliel, renombrado y recordado maestro de la ley, mencionado por Pablo como su
maestro, en 22:3. Por las diferencias entre saduceos y fariseos, en enseñanza y disposición (y
consecuentemente en su actitud hacia el cristianismo) comp. 23:610.
5:36 Tadeo, desconocido. Un Tadeo, como un falso mesías, apareció varios años después (44 d.
C.).
5:37 Judas, el Galileo, líder de una rebelión contra Roma, cuando el legado romano afirmó el
reclamo de Roma al señorío sobre Israel en términos drásticos, ordenando un censo (con propósitos
de impuestos). Judas y sus seguidores hallaron en esto un conflicto intolerable con el señorío del
propio Dios sobre su pueblo. Sus seguidores se hicieron notar más tarde como zelotes. Comp. Lc
6:15; Hch 1:13; para el censo comp. Lc 2:1–2, nota.
5:41 Alégrense cuando los odien. Comp. Lc 6:22–23.
6:5 Los nombres indican que los siete escogidos para supervisar la obra caritativa eran helenistas
(6:1); uno de ellos no era judío por nacimiento, sino convertido al judaísmo (prosélito).
6:7 Esta es la primera de seis afirmaciones concisas (comp. 9:31; 12:24; 16:5; 19:20; 28:31) con la
cual Lucas indica el plan, o el diseño, de su historia. (comp. Introducción, párrafo 2)
9:32–12:25 El relato de Lucas ya aclaró que la palabra, viva y activa, no podría ser retenida en
Jerusalén; tenía que abrirse camino y comenzar el progreso conquistador por el mundo, en Samaria
y más allá. Como posteriores eventos mostrarán (comp. c. 15), la transición de la palabra del mundo
judío al mundo gentil sería tensa y con peligro para la iglesia, ya que la admisión de gentiles causaría
una hendidura entre el cristianismo gentil y judío. Esta parte de Hechos (9:32–12:25) revela cómo el
Señor de la iglesia actuó para impedir este peligro cuando trató con sus siervos Pedro, Bernabé,
Saulo (Pablo), y con su nuevo pueblo en Jerusalén. Pedro, poderoso en palabra y obra (9:32–43), es
enseñado divinamente para superar su exclusivismo judío (10:9–29); cuando es impulsado a llevar el
evangelio al centurión romano Cornelio, ve la amplitud de la misericordia de Dios con ojos nuevos y
se asocia libremente con personas, a las cuales había considerado anteriormente como inmundas
(10:3435); Bernabé, el levita (4:36), es enviado por la iglesia de Jerusalén a Antioquía en Siria, donde
la Palabra llamó a la existencia a una iglesia predominantemente gentil (11:20–21); se alegró (11:23)
por la gracia de Dios que unió Antioquía con Jerusalén, gentiles y judíos en un nuevo pueblo de Dios.
Y a través de Bernabé, aquel hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe (11:24), Saulo es
conducido a la obra entre los gentiles de Antioquía. El lazo, establecido entre cristianos gentiles y
judíos por el envío de Bernabé a Antioquía, se fortalece más cuando los cristianos gentiles de
Antioquía son motivados a responder a las necesidades de los cristianos judíos en Jerusalén,
enviando ayuda mediante Bernabé y Saulo (11:27–30; 12:25). Los cristianos palestinos entendieron
que no se podía esperar una acomodación al judaísmo. El judaísmo contestó con un fuerte no al
evangelio, aprobando la acción de Herodes en ejecutar al apóstol Santiago y encarcelar a Pedro
(12:1–3). Santiago no es reemplazado por un apóstol, como lo fue Judas al comienzo (1:15–26, nota);
las 12 tribus escucharon, pero en vano, el testimonio de los 12 mensajeros de Jesús. Pero Pedro es
librado del poder de Herodes y de todo lo que el pueblo judío esperaba (12:11) para continuar con el
ofrecimiento de la gracia de Dios a “un pueblo desobediente y rebel-de” (Ro 10:21; comp. Gá 2:7, 9)
y llegar a ser campeón de la libertad gentil de la ley (Hch 15:7–11), mientras el juicio de Dios golpea
al rey perseguidor. (12:20–23)
9:34 Jesucristo te sana. Estas palabras son la interpretación breve, perfecta, de la naturaleza de las
poderosas obras realizadas por los apóstoles. (Comp. Ro 15:18–19)
10:1 El regimiento italiano. Un regimiento, la décima parte de una legión, consistente en 600
hombres, o más, con caballería auxiliar agregada. El nombre italiano indica que la tropa ha sido
alistada en Italia y que, probablemente, eran ciudadanos romanos.
10:2 Como muchas veces en Hch (10:22, 35; 16:14; 17:4, 17), estas palabras, usadas para describir
a Cornelio, indican a un gentil que fue atraído al judaísmo y, en cierto sentido, “convertido” a la fe
judía. Éstos son frecuentemente los escuchas más receptivos del evangelio. La palabra “adorador”
(18:7) se usa también en este senti-do. Cornelio dio ayuda valiosa al pueblo judío.
10:14 Impuro o inmundo. Las dos palabras son sinónimas, designando alimentos prohibidos por la
ley.
10:25–26 Comp. 3:12; 14:14–15. Los apóstoles son hombres altruistas y consistentemente se
niegan a aceptar cualquier honor que corresponda a su Señor, en completa antítesis a la tendencia
humana como se nota, por ej. en Herodes. (12:22)
11:2 El partido de la circuncisión, aquellos cristianos judíos que insistían que los gentiles podrían
integrarse al nuevo pueblo de Dios solamente por el judaísmo, o sea por la sumisión a la
circuncisión y la ley de Moisés. (Comp. 15:1, 5; Gá 2:11–12)
11:8 Impuro o inmundo. (Comp. 10:14)
11:17 Comp. 15:7–8.
11:18 Se apaciguaron, no necesariamente convencidos; una indicación que la objeción, presentada
por el partido de los de la circuncisión (11:2) sería escuchada nuevamente. (Comp. 15:1, 5)
11:22 La iglesia de Jerusalén continúa con la práctica, comenzada en Samaria (8:14–17),
estableciendo y fomentando solidaridad entre las antiguas y las nuevas iglesias.
11:26. Llamados cristianos por primera vez. El término “cristiano” fue aplicado primeramente a
los seguidores de Jesús por los forasteros; en las tres menciones del N. T. el término es usado, o por
forasteros, o reflejando su actitud. (1P 4:16)
12:28 C laudio, emperador romano, 4154 d. C.
12:1 Herodes, el rey Herodes Agripa I, nieto de Herodes el Grande, fue criado en Roma, donde
halló amigos entre los miembros de la familia real. Por el favor de varios emperadores romanos,
expandió ampliamente su territorio, hasta que prácticamente igualó al de su abuelo, Herodes el
Grande. Al mismo tiempo buscó, y ganó, el favor de sus súbditos, presentándose a sí mismo como un
campeón devoto del judaísmo. Su disposición de aceptar honores divinos, a la manera de los
gobernantes paganos (12:22), indica que su judaísmo era más superficial que sustancial.
12:3 Días de pan sin levadura, los siete días que siguen inmediatamente, y que están estrechamente
relacionados con la Pascua. (Éx 12:8; 13:3–10)
12:12 Juan… Marcos. Comp. Introducción al Evangelio de Marcos.
12:17 Santiago, el hermano del Señor, aparece aquí como el líder reconocido de la iglesia de
Jerusalén. (Comp. Gá 1:19; 2:9, 12; e introducción a la epístola de Santiago)
12:24 La tercera de las afirmaciones de Lucas (Comp. Introducción, párrafo 2). A pesar de las
tensiones internas y persecuciones externas, la palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose.
12:25 Comp. 11:27–30.
13:1–16:5 El primer viaje misional de Pablo (cc. 13–14), la controversia judaica y su resolución
en el concilio de la iglesia en Jerusalén (c. 15). Vea la Introducción a Gálatas.
13:2 Apartado. El verbo usado sugiere la idea de consagración para una tarea particular. (Comp.
Ro 1:1)
13:5 Juan. Comp. 12:12, nota e Introducción al Evangelio de Marcos.
13:8 Hechicero. Comp. 8:9–24.
Esto es lo que significa su nombre. La nota explicativa no es clara; Barjesús (v. 6) no significa
“hechicero”, y este significado puede ser dado a Elimas sólo por maneras indirectas y no
convencionales. Tal vez, lo que Lucas intenta decir es que el hechicero tenía dos nombres, uno judío
y el otro griego, como hizo Saulo (Pablo). (v. 9)
13:9 S aulo, o sea Pablo. Como ciudadano romano (22:27–28) Saulo/Pablo sin duda tenía ambos
nombres, judío y romano, desde su juventud. Lucas, a partir de aquí, comienza a llamarlo por su
nombre romano, cuando el evangelio se introduce al mundo romano más amplio y lo menciona antes
que Bernabé mientras, hasta aquí, Bernabé ha sido mencionado primero. En el mundo romano, la
iniciativa reside en Pablo.
13:20 Hijo del diablo. La expresión es hebraica e indica que el hechicero deriva su naturaleza y
carácter, como opositor al evangelio, del diablo.
13:5 Mensaje de aliento. Comp. Heb 13:22.
13:6 Temerosos de Dios, prosélitos. (Comp. 10:2)
13:16–41 El primer sermón registrado de Pablo, en la sinagoga de Pisidia de Antioquía, se lee
como una expansión del resumen del evangelio que Pablo mismo da en Ro 1:1–5: “El evangelio de
Dios, que por medio de sus profetas ya había prometido en las Sagradas Escrituras. Este evangelio
habla de su Hijo que, según la naturaleza humana descendía de David, pero que según el Espíritu de
santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor.
Por medio de él, y en honor a su nombre, recibimos la gracia.” Pablo proclama el evangelio de Dios;
es su palabra concerniente a su acción salvadora. “Dios” Es la primera palabra de su sermón (v. 17) y
él es el sujeto actuante a través de la historia que se desarrolla desde Abraham (nuestros antepasados,
v. 17) hasta Jesús (vv. 17–30). Él proclama un evangelio “que Dios prometió antes”: la historia de este
pueblo Israel (v. 17) es el registro de una historia que se desarrolla hacia el cumplimiento de la
promesa de Dios a Israel, para todas las naciones (vv. 32–33), y las voces del salmista y profeta “en
las Sagradas Escrituras”, son el testimonio interpretativo permanente de la obra salvadora de Dios en
la cruz y la resurrección (vv. 33, 34, 35). El evangelio de Pablo es enfáticamente el evangelio de Dios
“referente a su Hijo”, la narración de Pablo de la historia de Israel salta sobre miles de años, de
David (v. 22), el recibidor de la promesa mesiánica (2S 7:8–16), al Salvador, Jesús, el cumplimiento
de la pro-mesa (v. 23); y a Juan el Bautista se le asigna un lugar en aquella historia, que es
caracterizada como estrictamente preliminar (v. 24) y subordinada a la del Hijo. El Hijo, según el
evangelio de Pablo, es la encarnación y revelación de la gracia de Dios. Todos en Israel sabían que la
historia de Israel, según el A. T., es un relato de la falta persistente y de la gracia indómita de Dios;
esa gracia sobrepasó hasta la última falta y desobediencia culminante (el rechazo al Hijo y Salvador,
vv. 27–28), levantando a su Hijo de la muerte y levantando testigos y evangelistas para testificar a su
pueblo culpable la buena nueva del cumplimiento de la promesa, hecha a nuestros antepasados (vv.
31–32).
Lo que no pudo hacer la ley, Dios lo hizo: Israel es libre; liberada por el perdón de pecados,
proclamado en Jesús. Ante este milagro increíble de la gracia, Israel tenía que inclinarse en temor y
fe (vv. 40–41).
13:39 Liberado. El original tiene aquí la palabra de Pablo: “justificado”; son “liberados” por el
veredicto absolvente de Dios. (Comp. Ro 8:3)
13:46 Era necesario… primero a ustedes. La promesa fue dada a Israel (vv. 32, 34); el
cumplimiento en Jesús, Hijo de David e hijo de Dios, se realizó en Israel (33); Jesús encomendó a sus
discípulos a predicar el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones,
“comenzando por Jerusalén” (Lc 24:47–49). Por esta “necesidad” de proclamar a Jesús, “a los judíos
primeramente” en los escritos del mismo Pablo: comp. Ro 1:16.
13:47 Comp. Is 49:6; Lc 2:32. La palabra pronunciada, concerniente al siervo Mesías, es aplicada
por Pablo a los siervos del Siervo, en quien habla y actúa. (Comp. Ro 15:18; 2Co 13:3)
13:51 Se sacudieron el polvo de los pies, como una señal de que toda comunión entre ellos
finalizó por su incredulidad y enemistad. (Comp. 18:6; Mt 10:14)
14:11–12 “Los dioses han venido a visitarnos”… Zeus… Hermes. Zeus, dios principal de los
griegos, y Hermes, mensajero de los dioses, estaban ligados a una secta local, y una historia
recontada por el poeta romano Ovidio, relata como un matrimonio anciano, Filemón y Baucis,
entretienen a los dos dioses cuando han venido a visitarnos, tomando forma humana. Fue esta
conocida historia que motivó a los nativos a identificar a Pablo y Bernabé como dioses, y a tratar de
honrarlos con sacrificios.
14:14 Se rasgaron la ropa, como signo de su aflicción y horror ante la acción idólatra. Comp. Mt
26:65, donde el sumo sacerdote reacciona ante la “blasfemia” de Jesús con la misma acción.
14:15 Dejen estas cosas sin valor y vuélvanse al Dios viviente. Para el resumen de la predicación
de Pablo a los paganos, comp. 1Ts 1:9–10; en Hch 17:21–31, Lucas da un relato más completo de la
predicación de Pablo a los escuchas paganos, donde Pablo no puede, como en la sinagoga,
presuponer un conocimiento del A. T. (Comp. 13:16–41)
14:17 No… dejado de dar testimonio. Comp. Ro 1:19–20.
14:19 Apedrearon a Pablo. Comp. 2Co 11:15.
14:23 Nombraron ancianos. Comp. Tit 1:5. La misión apostólica apunta, no a un “movimiento”
entusiasta, sino a una iglesia, sólidamente arraigada y fundada, como es evidenciado, no solamente
por el nombramiento de ancianos, sino también por la práctica de Pablo de re-visitar territorios ya
evangelizados (comp. Hch 15:36; 16:4–5), su ministerio mediante cartas y su empleo frecuente de
emisarios a las iglesias.
15:1–16:5 Para el origen y el significado de la tensión que llevó al concilio apostólico, y la
solución de la tensión: comp. la Introducción a Gálatas.
15:5 Circuncidarlos y exigirles, los gentiles recién convertidos, sobre cuya conversión Pablo y
Bernabé habían informado. (vv. 3–4)
15:7–9 Para la experiencia de Pedro, comp. 10:1–11:8.
15:10 ¿Por qué tratan de provocar a Dios, poniendo un yugo… etc.? Como mostró la experiencia
de Pedro (7:9), y como la experiencia de Pablo y Bernabé mostrará (v. 12), Dios trató a los gentiles
con la gracia libre (v. 11); nadie tiene el derecho de experimentar con Dios, para ver si quiere tratar
según la manera humana, es decir, la manera de poner un yugo (de la ley) sobre el cuello de los
discípulos, lo cual Dios mismo no impuso. Experimentar con Dios es propio de la magia, no de la fe.
15:13 Santiago. Para la posición e influencia de Santiago, el hermano del Señor, en la cristiandad
judaica comp. 12:17, e introducción a la carta de Santiago.
15:15–18 Santiago cita al profeta Amós (9:11–12) concerniente a la inclusión de los gentiles en la
salvación del Mesías prometido; su uso del plural “profetas” indica que el sentimiento no es el de
Amós solamente. (Comp. por ej. Is 11:9–10; 42:4, 6; 49:6; Jer 12:14–17)
15:20 Comp. vv. 28–29, donde el consejo de Santiago aparece como el requisito oficial de
cristianos judíos a cristianos gentiles.
15:22 Judas… Barsabás. Conocido solamente por este pasaje y vv. 27 y 32.
Silas, conocido también por la forma latinizada de su nombre; Silvano llega a ser prominente en
la historia de las misiones entre los gentiles (Hch 15:40 y cc. 16–18; comp. 2Co 1:19; 1Ts 1:1; 2Ts
1:1), asociado con Pablo y Pedro (1P 5:12; comp. Introducción a 1 Pedro).
15:28 Los requisitos necesarios. Comp. Introducción a Gálatas, párrafo 10.
15:37 Juan llamó a Marcos. Comp. Introducción al Evangelio de Marcos.
15:38 Los había abandonado en Panfília. Comp. 13:13
16:1 Timoteo. Comp. Introducción a 1 Timoteo.
16:3 Por causa de los judíos, lo circun cidó… en aquella región. Cuando, en el caso del gentil
Tito, la circuncisión fue exigida por hombres, intentando poner el yugo de la ley sobre el cuello de
discípulos gentiles (Hch 15:10; Gá 2:3–5), Pablo no consintió. Aquí, en el caso de Timoteo, hijo de
una madre judía, Pablo, en su libre voluntad, marcó a su futuro compañero y colaborador como un
miembro de Israel a fin de no ofender a los judíos. La disposición de Pablo de “hacerse todo para
todos… a fin de salvar a algunos” (1Co 9:22; comp. vv. 1923), le dio una flexibilidad asombrosa.
16:5 Y así las iglesias, etc. La cuarta afirmación resumida de Lucas (comp. 6:7; 9:31; 12:24),
apareciendo, como se nota, al final de una serie de eventos que tenían en sí la semilla de la discordia
y la disolución, es iluminada mediante palabras escritas por el apóstol, quien jugó un rol tan
significativo en aquellos eventos: “Al vivir la verdad con amor, creceremos hasta ser en todo como
aquel que es la cabeza, es decir, Cristo. Por su acción todo el cuerpo crece y se edifica en amor,
sostenido y ajustado por todos los ligamentos, según la actividad propia de cada miembro.” (Ef 4:15–
16)
16:6–19:20 Lucas conluye esta sección con las palabras: “Así la palabra del Señor crecía y se
difundía con poder arrollador” (19:20). Este lenguaje es más fuerte que el de las afirmaciones
sumarias anteriores (comp. 6:7; 9:31; 12:24; 16:5), pero no demasiado fuerte si se tienen en cuenta los
acontecimientos. Los seis años que cubren este período son testigos de los progresos de la palabra
del Señor en un área mucho más grande que el cubierto en los períodos anteriores. Al final de este
período, Pablo pudo escribir a los cristianos de Roma: “Comenzando desde Jerusalén, he completado
la proclmación del evangelio de Cristo por todas partes, hasta la región de Iliria [al noroeste de
Grecia]” (Ro 15:19), y pudo mirar hacia Roma y España como los próximos pasos de sus viajes
misionales (Ro 15:23–24, 28). Este período vio el paso del evangelio desde Asia hasta Europa
(16:1012) y lo vio firmemente plantado en dos centros estratégicos: Éfeso en Asia y Corinto en
Europa.
La Palabra prevaleció ante la oposición y el conflicto. Sea que la oposición haya venido de la
sinagoga (17:5–8, 13; 18:6, 1217), de la superstición y la avaricia de los gentiles (16:16–24), de los
exorcistas judíos itinerantes (19:13), o de la indiferencia de los filósofos atenienses (17:23), tuvo
éxito en infligir, a los mensajeros de esa Palabra, golpes, prisión, y hasta el tener que salir de los
lugares donde habían querido hacer su trabajo. La oposición no tuvo éxito en estorbar el progreso de
la Palabra ni siquiera cuando invocó el largo brazo de la ley romana. El jubiloso resumen de Lucas
es una lectura de los hechos, así como el Espíritu los ilumina, y es una justificada alabanza al Dios
que cuidó su Palabra para que prevaleciera a pesar de la oposición, mediante la guía de su Espíritu
(16:6–7), por medio de visiones (16:8; 18:9), por medio de una suave voz que abrió el corazón de
Lidia (16:14), y por el terremoto que liberó a los prisioneros de la cárcel en Filipo (16:26), y que
hizo que el asustado carcelero hiciera la pregunta que es la puerta abierta para el evangelio:
“Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?” (16:30)
16:6–10 Dios está a cargo, hasta en el itinerario. Su Espíritu (que es el Espíritu de su Hijo Jesús
continuando la obra que él inició en la tierra, 16:7; comp. 1:1) aleja a sus mensajeros del próximo
paso lógico, la evangelización del resto de Asia Menor, y los llama a cruzar a Europa para predicar
el evangelio en Macedonia.
16:6 Frigia y Galacia, esto es, aquella parte de la provincia romana de Galacia, la cual es una
parte del aérea antigua de Frigia y una parte de Galacia, escenario de la obra de Pablo en su primer
viaje misionero.
Asia, la provincia romana con este nombre, en Asia Menor occidental, cuya capital era Éfeso.
16:6–8 El Espíritu corta las líneas “lógicas” de avance hacia el oeste (Asia), y hacia el norte
(Bitinia) y guía a Pablo y sus compañeros a Troas en el noroeste de Asia Menor y a Macedonia hacia
el norte, en Grecia.
16:10 Nos preparamos para partir hacia Macedonia. El cambio de tercera persona plural de los
vv. 6, 7, y 8 a nosotros, indica que Lucas se unió al grupo de Pablo en Troas. Otras secciones de
“nosotros”, además de Hch 16:10–17, están en: 20:5–16; 21:1–18; 27:1–28:16; probablemente ésta era
la forma en que Lucas indicaba que él era un testigo ocular de los eventos allí registrados.
16:11–40 Filipos
17:1–9 Tesalónica
17:10–15 Berea
17:10–15 Los hombres de la sinagoga de Berea mostraron ser de sentimientos más nobles que los
de Tesalónica, por ej., aceptaron el evangelio, pero “examinaban las Escrituras” [A. T.] (comp. 1Co
15:3–4), con el resultado de que muchos de los judíos creyeron (v. 12). Pero nuevamente el apóstol fue
forzado a irse antes de que se completara la fundación de una iglesia en Berea.
17:16–34 Atenas
17:16–34 “Los griegos buscan sabiduría” (1Co 1:22), Pablo escribió a los Corintios unos 5 años
después de su visita a Atenas. En este aspecto, los atenienses eran los más griegos de los griegos, y el
vigor intelectual, que había hecho de la Atenas del quinto y cuarto siglo (a. C.), “el ojo de Grecia”,
todavia no se había acabado enteramente; el clima intelectual de Atenas favoreció la filosofía (v. 18),
y los extranjeros que vivían allí (v. 21) fueron atraídos allá por su atmósfera cultural (escuchar y
comentar alguna cosa nueva, v. 21). Pero, si Atenas era el escenario del triunfo de la sabiduría
humana, era también el escenario del notable fracaso de la sabiduría: “el mundo no conoció a Dios
mediante la sabiduría” (1Co 1:21). La ciudad estaba llena de ídolos (v. 16) y los hombres sumamente
religiosos (v. 22) de Atenas eran perseguidos por el temor que persigue a todo politeísmo, es decir,
que algún dios, o diosa, pudieran haber sido pasados por alto u ofendidos; el altar con la inscripción
al dios desconocido (v. 23) testificaba de este temor y del fracaso de la sabiduría. Es a este temor y
fracaso que Pablo apuntó en su discurso (22:31). Dirige a los hombres a la separación, de los tristes
esplendores de su idolatría, al único, verdadero Dios, el Creador todopoderoso que no vive en
templos construidos por hombres (v. 24), el Señor de toda la historia que atestigua de sí mismo a los
hombres por sus obras (v. 25) y su voluntad de ser hallado por los hombres (v. 27). En su gran
paciencia, Dios pasó por alto (v. 30) el culpable fracaso del hombre de hallarlo, pero el tiempo de su
paciencia está llegando al final, el día en que juzgará al mundo con justicia (v. 31) está cerca; y el juez
está designado: el hombre a quien él levantó de entre los muertos. La proclamación de Pablo a los
griegos es como su proclamación a los judíos; él “testifica a judíos y a griegos a convertirse a Dios
y creer en nuestro Señor Jesucristo” (Hch 20:21), el libertador y juez, tanto de judíos como de
griegos. La sabiduría humana no es fácilmente persuadida de sus fracasos; la mente vacila frente al
milagro de la resurrección de entre los muertos. Algunos se burlaron, mientras que otros disfrazaron
su rechazo con una solicitud cortés que el tema fuera hablado en otra ocasión (v. 32) Pero algunos…
creyeron (v. 34), y estos “algunos” (comp. 1Co 9:22) son el futuro de la iglesia y del mundo.
17:18 Los filósofos epicúreos y estoicos representan a las dos clases de fe ampliamente difundidas
(y, estrictamente hablando, eran fe antes que filosofías) de la antigüedad tardía.
Charlatán. Este término contemporáneo, usado literalmente para pájaros que recogen semillas,
designaba a una persona que recogía fragmentos de enseñanza y cultura y los ostentaba sin haberlos
hecho realmente suyos.
17:19 Areópago, nombre de una colina, cerca del Acrópolis de Atenas y de un juzgado antiguo
que se reunía allí. En los días de Pablo, este juzgado se ocupaba principalmente de asuntos de
educación y religión. Como “predicador de dioses extranjeros”(v. 18) Pablo estaba bajo este
escrutinio.
17:22 Religiosos. Este término podría ser usado en un sentido despectivo (“supersticioso”) o
positivo (“religioso”). El uso del mismo de Pablo es probablemente neutral; sus palabras
subsiguientes indican que él no intentaba ni insultar ni alabar.
17:24 No vive en templos construidos por hombres. (Comp. Is 42:5; 66:1–2; Hch 7:49–50)
17:27 Comp. Ro 1:19–21.
17:28 Las citas son de dos poetas griegos, Epimenides (comp. Tit 1:12, nota) y Aratus. Los
griegos sabios sentían la presencia y la obra de Dios, sin embargo no querían abandonar a sus ídolos
para responder a él con gratitud y alabanza. (Ro 1:21)
17:30 Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia. Comp. Ro 3:25.
18:1–17 Corinto
18:1–17 Corinto era el centro del segundo viaje misional más lejano y más importante de
evangelización (Hch 15:36–18:22). Para el carácter y la subsiguiente historia de la iglesia en Corinto,
vea las Introducciones a las cartas a los Corintios. Pablo fue animado a extender el tiempo de su
ministerio allí (v. 11) por el hecho de que encontró a Aquila y Priscila, judíos compatriotas (v. 2) y
practicantes de la misma artesanía (v. 3), que llegaron a ser sus “colegas en Cristo Jesús, ”
mereciendo la gratitud de Pablo y de “todas las iglesias de los gentiles” (Ro 16:4). Su encuentro con
ellos era de ánimo también en otro aspecto: le posibilitó mantenerse a sí mismo, trabajando en su arte
(v. 3) y así “liberar al evangelio de recompensa” (1Co 9:18; comp. 2Co 11:711) a sus convertidos en
Corinto. Pero el aliento decisivo vino del Señor mismo, quien apareció a Pablo en una visión de
noche y le prometió obras fructíferas y protección contra ataques (v. 10). El Señor cumplió ambas
promesas; la iglesia creció (comp. v. 8) a pesar de la hostilidad de la sinagoga (v. 6); y el ataque
unido de los judíos a Pablo delante del tribunal del procónsul romano Galión (vv. 12–17) fracasó en
su propósito.
18:2 Claudio… había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma. Claudio
(emperador romano 41–54 d. C.) virtualmente mandó a los judíos a abandonar Roma por sus
modales turbulentos, prohibiendo sus asambleas; desde entonces los judíos devotos fueron privados
de la oportunidad de adorar, y obligados a irse.
La acción de Claudio probablemente afectó también a los cristianos judíos, aunque no está claro
si Aquiles y su mujer fueron convertidos en Roma, o ganados para Cristo por Pablo en Corinto.
18:3 Fabricantes de tiendas. Las tiendas, hechas de tela-fieltro de pelo de cabras eran producidas
en Cilicia, la provincia natal de Pablo.
18:5 Silas y Timoteo llegaron de Macedonia. Comp. 17:15 y 1Ts 3:6.
Dedicado exclusivamente, o talvez mejor, “completamente absorbido en…” la predicación. El
informe de Timoteo, sobre la fidelidad de la iglesia de Tesalónica, libró a Pablo de su ansiedad sobre
la joven congregación para poder entregarse a la obra en Corinto con vigor renovado. (Comp. 1Ts
3:1–8)
18:12 Galión… gobernador de Acaya. Con cuartel general en Corinto, Galión era gobernador
(procónsul) en 51–52 ó en 5253 d. C.
18:13 En contra de nuestra ley. Galión percibió que la “ley” involucrada, no era la ley romana,
sino la ley judía, y por eso rehusó reconocer la acusación presentada contra Pablo. (Comp.vv. 14–15)
18:17 El maltrato de Sóstenes no era una acción romana oficial, sino un arranque de sentimiento
popular antisemita de parte de espectadores. Algunos identifican a Sóstenes, “jefe de la sinagoga”,
con aquel Sóstenes, a quien Pablo llama “nuestro hermano” en 1Co 1:1; si los dos son idénticos (es
posible, pero seguro que no), uno debe asumir que Sóstenes fue convertido más tarde en miembro de
la iglesia, como Pablo, a la cual había perseguido anteriormente.
18:24–19:20 Éfeso
19:21–28:31 Cuando Pablo estaba por dejar Éfeso, “se propuso en espíritu ir a Jerusalén”,
diciendo, “Después de estar allí, tengo que visitar Roma”. (19:21)
El tengo que lo impulsó hacia Jerusalén y Roma, era el tengo de la voluntad del Señor, quien le
apareció en Jerusalén y le dijo, “Así como has dado testimonio de mí en Jerusalén, es necesario que
lo des también en Roma” (23:11). Era un camino, parecido al de Cristo, era un camino de amor,
porque él fue llevando donativos. “Volví para traerles donativos a mi pueblo”, dijo durante su juicio
ante Félix (24:17). Le dio mucha importancia a estos donativos y ofrendas, porque vio en éstos la
expresión concreta de lo que había escrito a los Corintios, referente a los miembros del cuerpo de
Cristo: “Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento” (1Co 12:26); en estos
regalos de los gentiles a cristianos judíos, vio realizado el milagro de la unión de la iglesia. (Ro
15:25–29; comp. 15:7–9)
Pablo sabía que el camino que emprendía era peligroso (Ro 15:31). Sabía cuánto le odiaban sus
compatriotas incrédulos, y cómo deseaban desesperadamente deshacerse de él; se hallaba en “peligro
de parte de mis compatriotas” más que antes (2Co 11:26). Sus temores fueron confirmados en
Corinto, donde “tramaban un atentado contra él, cuando estaba a punto de embarcarse para Siria”
(20:3) y se vio obligado de cambiar su itinerario para evitar la muerte. Y cuando viajó hacia
Jerusalén, el Espíritu le advirtió, directamente y a través de la voz profética, que “prisiones y
sufrimientos” le esperaban. (20:22–23; comp. 21:4, 10–11)
Con todo, se fue dispuesto y en forma resuelta a Jerusalén, porque vio en esta entrega de
donaciones a Jerusalén una parte de su ministerio que había recibido del Señor Jesús, de “dar
testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (20:24). ¿A quién deseaba testificar Pablo?
Ciertamente a sus hermanos judíos-cristianos; la donación de las iglesias gentiles les hablaría
inequívocamente de la gracia universal de Dios. Pero ciertamente también a sus “parientes de raza”,
judíos que aún no habían obedecido al evangelio. Su odio hacia él no engendró odio en su corazón;
su misión a los gentiles no significaba el fin de su amor hacia sus “parientes”o la suspensión de sus
esfuerzos a su favor (Ro 9:1–5; 10:1; 11:13, 14). “Vine a mi pueblo para traerle donativos y presentar
ofrendas”, dijo Pablo inequívocamente en su juicio (24:17); evidentemente esperaba que, a la vista de
los donativos entregados a Jerusalén por países gentiles, a los cuales los judíos, hasta entonces,
habían mirado en vano por caridad, podría abrir los ojos de por lo menos algunos a la gracia de
Dios y a su “don inefable”.
Lucas destaca este proceder de Pablo como un proceder a la manera de Cristo, de dar, de
sufrimiento, de amor hacia su pueblo, los judíos. Hasta externamente la vida de Pablo tiene la
impresión de la vida de su Señor: después de los viajes sigue un tiempo de prisión y sufrimiento. El
paralelismo entre el Señor y su apóstol aparece en la historia del arresto y encarcelamiento de Pablo.
Como Jesús, es juzgado ante el Sanedrín (22:30–23:10; comp. Lc 22:6670), ante el gobernador
romano (24:1–23; 25:6–12; comp. Lc 23:1–5, 13–25), y ante un rey judío, Herodes Agripa II
(25:2326:32; comp. Lc 23:6–12). En esto se asemeja también a Jesús, al tratar hasta lo último de llevar
a los hombres de Jerusalén bajo las alas de Cristo que puede salvarlos (comp. Mt 23:37); incluso,
cuando la turba de Jerusalén gritaba por su sangre, nuevamente les habló en su propio idioma,
buscando lograr una audiencia, destacando todo lo que él y ellos tenían en común por la gracia de
Dios.
Pablo apeló ante su pueblo en vano. Fue encarcelado en Jerusalén, y transferido a Cesarea, cuando
la furia de su pueblo nuevamente amenazaba su vida (23:12–35), fue encarcelado allí por dos años
bajo el gobernador Félix, quien esperaba un soborno de Pablo o de sus amigos (24:26), y cuando esto
no sucedió, dejó a Pablo en prisión hasta finalizar su período, deseando “congraciarse con los
judíos” (24:27). Cuando, incluso el justo y consciente Festo, sucesor de Félix como gobernador,
quería prolongar su ya extendido juicio, transfiriéndolo a Jerusalén para ser juzgado, Pablo hizo uso
de su privilegio como ciudadano romano, apelando al emperador (25:11): “Has apelado al
emperador. ¡Al emperador irás!”, dijo Festo (25:12). Pablo fue enviado a Roma. El largo viaje a
Roma con sus peligros y desastres, a través de los cuales Pablo fue guiado sin percance a la meta, que
le fue dada por su Señor, es, como fue, un resumen de toda su carrera como un apóstol de Jesucristo;
nuevamente el poder del Señor se perfeccionó en la debilidad de su apóstol. La promesa de Jesús, que
Pablo testificaría de él en Roma, fue cumplida (23:11); y la promesa más radical de Jesús, a los doce
(1:8), también se cumplió; el evangelio es proclamado en Roma, la capital del mundo; pasó por la
puerta que se abre hacia el mundo entero, hasta los confines del mundo. Se ve a Pablo, al final de
Hechos, “predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo sin impedimento y sin
temor alguno.” (28:31)
20:3 Allí se quedó tres meses … Pablo estuvo probablemente la mayor parte de ese tiempo en
Corinto, donde escribió su Carta a los Romanos. Comp. la Introducción a Romanos.
20:4 Sópater… Aristarco, etc. Los hombres mencionados eran probablemente representantes de
iglesias gentiles que llevaron los donativos de los gentiles a los santos pobres de Jerusalén. (Comp.
1Co 16:3–4)
20:5–6 Nos… nosotros … Comp. 16:10. Lucas se reencuentra con Pablo en Filipos.
20:6 Fiesta de los Panes sin levadura … los siete días siguientes a la Pascua, y tan estrechamente
asociados con aquella fiesta, que prácticamente los dos términos son intercambiables.
20:8 La presencia de muchas lámparas se relaciona con la somnolencia de Eutico (v. 8); que hayan
habido muchas lámparas de aceite encendidas pudo haber creado una atmósfera densa.
21:4 Encontramos a los discípulos y nos quedamos con ellos. Párrafos como éste (comp. 8:16)
muestran la relevancia de las amonestaciones a la hospitalidad cristiana en las cartas de Pablo (Ro
12:13; 1Ti 3:2; 5:10; Tit 1:8), de Pedro (1P 4:9) y Heb 13:2.
21:8 Felipe el evangelista… uno de los siete. Comp. 6:6; 8:5–13, 26–40.
21:10 Ágabo. Comp.11:28.
21:11 Tomando el cinturón de Pablo. Como los profetas del A. T., Ágabo refuerza su mensaje
mediante acción simbólica. (Comp. 1R 11:29–36; Is 20:2–4; Ez 4:1–17)
21:13 Me parten el alma, o sea, “tratando de derrumbar mi resolución.” (Comp. 14)
21:27 Los siete días, requeridos para el rito de la purificación para un Nazareo que incurrió en
una profanación. (Comp. Nm 6:9)
Judíos de Asia. La ruptura de Pablo con la sinagoga de Éfeso (19:9) y su éxito misionero
subsecuente, aparentemente volvió a los judíos de Asia especialmente amargos hacia él (comp.
20:19). Estaban presentes en Jerusalén para Pentecostés (20:16).
21:28 Ha metido a unos griegos en el templo. A los gentiles se les permitía estar en el patio
exterior del templo, pero que un gentil entrara al precinto interior era una ofensa punible con la
muerte.
21:30 Toda la ciudad se alborotó. Los sentimientos religioso-nacionales eran fuertes durante los
grandes festivales. La guarnición romana, acuartelada en la fortaleza Antonia, adyacente a los
precintos del templo (comp. vv. 31, 34), era frecuentemente reforzada a la espera de desórdenes como
los relatados aquí. (vv. 30–35)
21:31 Comandante (tribuno), oficial romano a cargo de una cohorte, una división de una legión.
21:36 “¡Que lo maten!” La multitud proliferó el mismo grito, referente a Jesús en su juicio. (Lc
23:18)
21:38 Egipcio. El comandante identificó a Pablo con un impostor egipcio, quien apareció en
Jerusalén algunos años antes.
Pretendía ser un profeta y prometió a sus seguidores que los muros de Jerusalén caerían delante
de él, y que el poder romano sería vencido. Cuando las tropas romanas aplastaron la revuelta, el
egipcio desapareció.
Los asesinos eran judíos, cuyo celo por la libertad judía los llevaba a asesinar a judíos
sospechosos de colaborar con los romanos. Hombres de este tipo se unirían a revueltas tales como
las fomentadas por los egipcios.
22: 1–21 Las últimas palabras de Pablo a su pueblo son un monumento de su amor inagotable por
Israel (comp. Ro 9:1–5; 10:1–2; 11:13–14). Cada palabra suya está marcada para ganar a los hombres
que trataron de matarlo (21:31) y que pronto clamarían nuevamente por su sangre (22:22). Les habla
en su idioma materno (21:40), no sin impresión (22:2). Su manera de dirigirse a ellos (padres y
hermanos, 22:1) y sus primeras palabras a ellos (yo soy judío, 22:3) reconocen su parentesco con
ellos. Ha sido criado en su ciudad, ha estudiado bajo ese maestro reverenciado, Gamaliel, educado en
la ley de nuestros antepasados, que son sus padres tanto para ellos como para él, celoso de Dios como
cualquiera de ustedes lo es hoy día (v. 3; comp. Ro 10:2). El hombre, por quien el perseguidor ciego
recibió su vista, viendo a su nuevo Señor, fue un hombre devoto, de acuerdo con la ley, bien
considerado por todos los judíos que vivían allí, en Damasco (vv. 12–13); este hombre, Ananías,
actuó en obediencia al Dios de nuestros padres y habló de Cristo en términos familiares a los judíos,
a base del A. T. (El Justo, v. 14; comp. Isaías 53:11). El impulso y deseo propio de Pablo ha sido de
testificar a su Señor entre los judíos (vv. 17–20); fue la palabra arrolladora de su Señor lo que lo
envió a los gentiles (v. 21), no algún desagrado o resentimiento hacia su pueblo. La sustancia de las
palabras de Pablo es también fundamentalmente judía; su llamamiento a ellos es la historia de su
conversión. El judío estaba acostumbrado por el A. T. a apelar en forma narrativa; con razón llamó a
los libros que conocemos como “libros históricos”, los Profetas Anteriores (desde Josué a 2 Reyes).
22:22–30 Ante la palabra “gentiles” (v. 21) el prejuicio y la furia del populacho surgió de nuevo
(22:23; comp. 21:28). El comandante (tribuno) decide interrogar a Pablo bajo tortura (v. 24) pero es
impedido cuando descubre que Pablo es ciudadano romano (vv. 25–29). Deseando saber con certeza
de qué acusaban los judíos a Pablo, decidió llevarlo delante del consejo. (v. 30)
22:24 Interrogado a latigazos. Esta manera de obtener evidencia por tercer grado era bastante
común; pero aplicarlo a un ciudadano romano era ilegal. (vv. 2526)
22:25 Sujetando, preparativo para el latigazo. Antes de ser juzgado sin el debido proceso de la ley.
(Comp. 16:37)
22:28 Me costó una fortuna. El centurión dudaba que un hombre tal, como lo veía delante de él,
tuviera los medios para obtener la ciudadanía romana, como él mismo lo había hecho.
23:1–11 “Muy poco me preocupa que me juzguen ustedes o cualquier tribunal humano”, así había
escrito Pablo a los Corintios (1Co 4:3). La Corte Suprema judía ciertamente demostraba, que esta
corte humana no era competente para juzgar a un apóstol de Jesucristo. El sumo sacerdote que
presidía, Ananías, comienza los procedimientos con una fuerte ilegalidad, exponiéndose a sí mismo
como una “pared blanqueada” (vv. 2–3). Los integrantes del consejo están divididos desesperada y
violentamente, saduceos contra fariseos. Pablo, serenamente independiente de juzgamiento humano,
utiliza la ruptura entre fariseos y saduceos para distanciarse a sí mismo de la jurisdicción de hombres
incompetentes de juzgarlo (vv. 6–10). Hay solamente uno que es competente para juzgar al apóstol, y
su palabra es de garantía (ánimo) y promesa. (v. 11)
23:11 Con toda buena conciencia. Comp. 2Ti 1:3.
23:4 Pared blanqueada, cuya apariencia exterior linda esconde de los ojos humanos la debilidad
de su estructura, destinada al juicio de Dios. (Comp. Ez 13:10–16)
23:5 Las palabras de Pablo podrían ser irónicas: “No me había dado cuenta de que es el sumo
sacerdote …, que actúa de una manera tan impía y no-sacerdotal.”
No hables, etc. Comp. Éx 22:28.
23:8 No hay resurrección. Comp. Lc 20:27.
23:34 Cilicia, provincia romana, cuyos habitantes estarían bajo la jurisdicción romana.
23:35 Palacio de Herodes. El cuartel general del gobernador (pretorio) en Cesarea, se hallaba en
un edificio que había sido el palacio de Herodes el Grande.
24:1–23 El primer juicio de Pablo delante del gobernador finaliza inconcluso (v. 22, suspendió la
sesión). Pablo contesta a la segunda acusación presentada contra él (intentar profanar el templo, v. 6)
destacando que esta permanencia en Jerusalén ha sido breve (doce días, v. 11), y pacífica, (v. 12). En
cuanto a la primera acusación (cabecilla de la secta de los nazarenos, es decir, cristianos, v. 5), la
admite francamente (v. 14), pero insiste que él ocupa el mismo fundamento religioso que sus
oponentes (ley… profetas, v. 14; la esperanza de Israel, v. l5), implicando que en el caso hay una
diferencia teológica dentro del judaísmo, un caso que una corte romana no está dispuesta, ni es capaz
de adjudicarse (comp. la actitud de Gálio, 18:13–15). Si verdaderamente ha sido un agitador entre los
judíos (v. 5), la agitación que provocó es teológica, no política (vv. 20–21; comp. 23:6–10).
24:1 Tértulo. Desconocido.
24:14 “El Camino” comp. 9:2.
24:14–15 Ley… profetas… esperanza. Para la actitud de Pablo ante las escrituras del A. T. comp.
Ro 3:21; 15:4.
24:18 Judíos de Asia. Comp. 21:27.
24:21 Exclamé en presencia de ellos. Comp. 23:6.
24:24–27 Historiadores romanos y judíos concuerdan en dar a la mujer de Félix un carácter malo;
su mujer judía, Drusila, abandonó a su primer esposo, para casarse con él. Sea lo que fuera lo que lo
movió a pedirle a Pablo a “hablar acerca de la fe en Cristo Jesús” (v. 24) no podía esperar palabras
sobre justicia, dominio propio y juicio futuro (v. 25). Con un pasado como el de él, y con semejante
mujer a su lado, no es de asombrarse que tuviera miedo (v. 25) y terminara la entrevista.
24:27 Congraciarse con los judíos, probablemente para compensar la amargura engendrada por
su administración, una amargura tan grande que los judíos enviaron una delegación a Roma a
presentar acusaciones contra Félix.
25:1–12 El nuevo juicio ante Festo no produce nada realmente nuevo; el proceso y la defensa son
los mismos que en el juicio ante Félix (vv. 6–8; comp. 24:2–21). Cuando Festo se inclina a hacer un
gesto conciliatorio para los judíos, al transferir el juicio a Jerusalén (v. 9), Pablo hace uso de su
privilegio como ciudadano romano al apelar para que su caso fuera tratado en Roma.
25:13 El rey Agripa. Herodes Agripa II, hijo de Agripa I (Hch 12:1–4, 20–23), el último de los
herodianos, obtuvo y retuvo su poder por su devoción y subordinación a Roma; por eso su pronta
visita de cordialidad a la llegada del recién arribado gobernador romano. Drusila, mujer de Félix, era
su hermana, como lo era Berenice. Había chismes escandalosos, aparentemente no infundados, que su
relación con Berenice era incestuosa. Desconcertado por el hecho de que tenía en sus manos un caso
de apelación, que no entendía (comp. vv. 26–27), Festo festejó la oportunidad de consultar a alguien
“bien informado de todas las tradiciones y controversias de los judíos”. (26:2)
25:23–26:23 Pablo habla en defensa de su evangelio por última vez en tierra judía, ante el último
rey judío. Así como en sus palabras ante el populacho en el patio del templo (c. 22), destaca la
continuidad entre el pasado judío y su posición presente como un apóstol de Jesucristo, el evangelio
que proclama es el cumplimiento de la pro-mesa, dada a los padres judíos, el contenido cumplido de
la esperanza de las 12 tribus de Israel. Que Pablo fuera acusado por su esperanza judía por judíos (v.
7) es ironía suprema y, a la vez, trágica.(vv. 4–8)
Pablo admite que antes era tan ciego al propósito y a la obra de Dios en Jesús, como sus
acusadores lo son ahora (vv. 911). Recién cuando Dios dijo: “que la luz resplandeciera en las
tinieblas…” y esa luz brilló en su corazón “para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece
en el rostro de Cristo…” (2Co 4:6), recién entonces dejó de perseguir a Jesús y comenzó a
proclamarlo a judíos y gentiles. (vv. 12–18) No pudo ser desobediente a la visión celestial (v. 19), que
le sobrevino cerca de Damasco, como tampoco pudo desobedecer a la voz de Dios que le habló desde
el A. T. (v. 22). La amenaza de muerte no lo puede detener, porque está seguro de la ayuda de Dios,
mientras continúa la obra de Cristo mismo, proclamando “la luz a su propio pueblo y a los
gentiles…” (vv. 1923)
26:4 Cómo he vivido desde que era niño. Comp. 22:3.
26:6 Enjuiciado por la esperanza en la promesa. Comp. 23:6. 26:9–18 Comp. 9:1–8; 22:4–16.
26:9 Combatir en nombre de Jesús, o sea, oponerse a todo lo que Jesús representa, a todo lo que él
significa para aquellos que creen en él.
26:14 Cabezazos contra la pared, resistir al guía divino.
26:18 Comp. Col 1:13.
Santificados, hechos propiedad de Dios, sus “santos”.
26:22 Lo que los profetas y Moisés ya dijeron. Comp. Lc 24:44–47.
26:23 Luz a su propio pueblo y a los gentiles. Comp. Is 42:7, 16.
26:24–32 Ambos, Festo y el rey, parece que son más profundamente afectados por las palabras de
Pablo que lo que aparentan estar. Ambos se esfuerzan por retornar a una esfera más tranquila, de
sentido común; Festo, con su fanfarronada “estás loco” (v. 24), Agripa, con su débil broma, cuando
fue confrontado por la apelación personal de Pablo (vv. 27–28). Ambos coinciden (31–32) en que
Pablo es inocente.
27:1 El batallón imperial. Un batallón era una décima parte de una legión; los batallones,
ubicados en Palestina, eran 760 de infantería y 240 de caballería. Se sabe de un batallón de Augusto,
ubicado en Siria en ese tiempo, pero el origen y significado del término “Agustino” no son claros.
27:9 El ayuno. El día de la Expiación, el gran día de ayuno anual en Israel (Lv 16), significa el
Yom Kippur moderno. La época es otoño, cuando los viajes por el mar se tornaban peligrosos y
normalmente era suspendida la navegación hasta la primavera. (Comp. v. 12)
27:17 Amarraron con sogas todo el casco del barco. Para prevenir que se rompiese el casco de
madera en fuertes tempestades, era reforzado por sogas, que se pasaban por debajo del barco y con
las cuales se lo envolvía.
Sirte, bancos de arena, distanciados de la costa del norte de África, al sur de Creta y temidos por
los marinos.
27:24 Comp. 23:11.
27:27 Adria, el mar Adriático, aunque sus límites no son los mismos que en el uso moderno.
28:15 Pablo dio gracias a Dios y recobró ánimo. Su Señor cumplió su promesa (23:11); el
anhelado deseo de poder ver Roma también le fue concedido (19:21; Ro 1:13; 15:22, 29, 32), y el
hecho de que los cristianos romanos hayan venido unos 65 km. para encontrarse con él, le dio la
seguridad de que su carta produjo fruto; los cristianos romanos no desilusionarían la esperanza de
Pablo de poder “continuar su viaje” a España con su ayuda. (Ro 15:24)
28:17–29 En Roma, Pablo lleva el evangelio primeramente a los judíos, como ha sido su práctica
consistente. Él invita a los líderes locales de los judíos a su casa y les explica por qué ha venido a
Roma como prisionero (17:20). No hizo nada contra su pueblo (v. 17), ni tiene alguna acusación
contra el pueblo que todavía llama mi nación (v. 19). Él es inocente de cualquier trasgresión a la ley
romana (v. 18). Por la esperanza de Israel estoy encadenado (v. 20). Esta esperanza se ha cumplido en
Jesús, proclamada por Pablo. En el relato de Pablo se halla implícitamente un llamado al
arrepentimiento y una petición por una audiencia imparcial.
Los líderes están dispuestos a darle una audiencia (vv. 21–22) y en el día fijado, Pablo los
confronta a base de las Escrituras con la esperanza de Israel cumplida: reino de Dios… el reinado de
Dios, actualizado y establecido por Jesús (v. 23). Nuevamente Pablo aprende por experiencia de que
“no todos los que descienden de Israel pertenecen a Israel” (Ro 9:6); “unos se convencieron, pero
otros se negaron a creer” (v. 24).
Cuando Jesús comenzó su ministerio en Nazaret, invitó a sus conciudadanos a heredar la
esperanza de Israel, con palabras de gozosa promesa de Isaías (Lc 4:18–19; Is 61:12). Con todo, la
respuesta de su pueblo fue tal que insinuaba que la buena nueva iría de ellos a los gentiles (Lc 4:23–
27). Ahora es el deber amargo de Pablo de despedir a sus conciudadanos con una palabra de Isaías de
otra índole: El pueblo que no quiere oír la voz de su Dios, no la oirá (vv. 25–27), y la salvación que
rechazaron irá a los gentiles. (v. 28)
28:28 A los gentiles. Comp. 13:46.
28:30–31 Pablo queda como prisionero, pero el mensaje de Jesús del reino de Dios (comp. 1:3) y
el testimonio de Pablo acerca de Jesús como el Señor, el gobierno real de Dios en persona, resuena,
sin embargo, abiertamente y sin obstáculos, y el final de esta proclamación no ha llegado todavía.
ROMANOS
INTRODUCCIÓN
1. Es históricamente natural y apropiado que la carta a los Romanos haya sido siempre de interés
especial e importante para la cristiandad occidental. Porque con esta carta, Pablo mira hacia el
occidente. La esperanza de llegar a Roma fue algo que había acariciado “por muchos años” al tiempo
de escribirla (15:23). Encontró a Aquila y Priscila alrededor del año 50 d. C. Un edicto del emperador
Claudio, que expulsó a todos los judíos de Roma, trajo esta pareja a Corinto, destinada a llegar a ser
tan querida y valiosa para él, donde Pablo estaba entonces comenzando su obra. Podían contarle de la
iglesia (o mejor dicho, las iglesias) en aquella ciudad clave del imperio, su vida, sus problemas y sus
posibilidades, especialmente las posibilidades como centro misionero para la parte occidental del
imperio romano. Era este último aspecto el que, sin duda, era de mayor interés para Pablo, cuya
estrategia misional tenía como objetivo mayor la fundación de iglesias en las ciudades claves del
imperio. Esta estrategia lo llevó de Antioquía a Corinto y a Éfeso.
2. Era probablemente al final del verano del año 55 d. C., cuando Pablo estaba a punto de concluir
su obra en Éfeso y listo para regresar a Jerusalén con los donativos juntados entre los gentiles para
los empobrecidos santos en Jerusalén, cuando expresó su largamente acariciada esperanza de ir a
Roma. “Después de estar allí, tengo que visitar Roma” (Hch 19:21). Nuevamente habló de esta
esperanza cuando escribió a los corintios desde Macedonia, algunas semanas después: “Esperamos,
según vaya creciendo la fe de ustedes, también nuestro campo de acción entre ustedes se amplíe
grandemente, para poder predicar el evangelio más allá de sus regiones.” (2Co 10:15–16). “Más allá
de sus regiones…” esta expresión, que surge de un hombre que forjó su camino hacia occidente,
“desde Jerusalén hasta la región de Iliria” en el noroeste de Grecia (Ro 15:19), ciertamente apunta a
occidente.
3. La carta misma nos capacita para fijar el tiempo del escrito con bastante acierto. Pablo está por
terminar su obra en el este, de manera que “ya no queda un lugar donde trabajar en estas regiones”
entre Jerusalén e Iliria (Ro 15:23; comp. 15:19). Está por ir a Jerusalén con los donativos, juntados en
Macedonia y Acaya (Ro 15:2527; comp. 2Co 8 y 9). Todo esto apunta al final del así llamado “tercer
viaje misional” y al invierno del 55–56 d. C.
4. El lugar del escrito es bastante acertado también. Pablo pasó tres meses en el sur de Grecia al
final de su tercer viaje misional. Había prometido a los corintios que quedaría con ellos o “pasar el
invierno allí…” con ellos (lCo 16:6). Corinto parece ser entonces el lugar más acertado del escrito.
Esto está confirmado por tres menciones en la misma carta. En 16:23, Pablo envía saludos de “Erasto,
el tesorero de la ciudad”; Erasto está relacionado con Corinto en 2Ti 4:20, y una inscripción hallada
en Corinto menciona a un Erasto como un oficial de la ciudad allí. En Ro 16:1, Pablo encomienda a
los hermanos en Roma una mujer, llamada Febe, una diaconisa de la iglesia de Cencrea, la ciudad
portuaria oriental de Corinto (ella es probablemente la mensajera de la Carta a los Romanos). En Ro
16:23, Pablo menciona a Gayo como su anfitrión y transmite sus saludos a los romanos. Un Gayo era
un miembro de la iglesia en Corinto (1Co 1:14); pero como Gayo era un nombre romano muy
común, esto no es una evidencia de peso.
5. El párrafo, mencionado arriba, supone que el capítulo 16 es una parte original e integral de la
carta. Muchos eruditos lo dudan y están inclinados de ver en este capítulo una carta, sin duda de Pablo
(con la posible excepción de versículos 25–27), dirigida a la iglesia en Éfeso, que de alguna manera
fue agregado a la Carta a los Romanos cuando se juntaron las cartas de Pablo. Los argumentos para
estas hipótesis son principalmente los siguientes: (1) La carta parece llegar a su final en 15:33 con tal
bendición, como es común al final de una carta paulina. (2) La doxología final (16:25–27) está
colocada en varios lugares de manuscritos antiguos; algunos lo colocan después de 14:23, otros
después de 15:33, y algunos después de 16:23. Esto pareciera indicar que el capítulo 16 no era una
parte fija de la carta en la tradición del manuscrito. (3) Pablo saluda a 26 personas en este capítulo;
parece improbable que Pablo tuviera tantos amigos en Roma, cuando sería muy natural para él tener
muchos amigos en Éfeso, el escenario de su actividad misional por más de 2 años. (4) Parece
improbable que Aquila y Priscila hayan cambiado su lugar de residencia tantas veces como este
capítulo, como parte de la Carta a los Romanos, indicaría. Ellos se mudaron de Roma a Corinto, de
Corinto a Éfeso, y luego otra vez a Roma (Hch 18:2, 19; Ro 16:3); y algunos años después se
hallarían nuevamente en Éfeso (2Ti 4:19). (5) No hay ninguna preparación en los primeros 15
capítulos para la severa advertencia de 16:17–20; el tono de la advertencia parece ser más brusco y
autoritativo que la manera en que Pablo usualmente se dirige a una iglesia, que él mismo no ha
fundado, y que no conoce personalmente.
6. Estos argumentos no son concluyentes. (1) 15:33 es una bendición de clausura, pero una
posdata extensa a la carta no es inherentemente improbable. (2) La variada posición de la doxología
apunta al uso litúrgico variado en las iglesias; probablemente no todas leían el último capítulo, o
capítulos, en sus cultos públicos. Esto no dice nada en cuanto a la extensión natural de la carta, porque
hasta los manuscritos que colocan la doxología antes, contienen todos los 16 capítulos de la carta. (3)
No tenemos manera de afirmar cuántos amigos podría haber tenido Pablo en Roma. Parece incierto,
de todas maneras, que él destacara unas dos docenas de personas con saludos personales, si hubiera
escrito a Éfeso, donde conocía –y era conocido– por todos los miembros de la iglesia; eso hubiera
sido falta de tacto, y Pablo no era así. En una carta a una iglesia desconocida sería natural para él
destacar a aquellos, a los que conocía personalmente, con saludos especiales, y así acercarse a la
iglesia como un todo. (4) Las mudanzas de Aquila y Priscila no presentan problema alguno. Los
viajes eran relativamente fáciles y seguros dentro del Imperio Romano, de manera que la gente con
intereses comerciales podía moverse libremente en busca de ventajas comerciales; y además, Aquila
y Priscila probablemente viajarían con el evangelio. (5) No conocemos exactamente la situación
histórica para saber si la advertencia seria de 16:17–20, podría ser probable en una carta a los
romanos. Los cc. 12–15 se presentan con fuertes imperativos; Pablo modera la brusquedad de sus
imperativos con una diplomática referencia a la madurez de los cristianos romanos y a su capacidad
de mutua corrección (15:14). Asimismo modera la brusquedad de Ro 16:17–20, reconociendo la
obediencia ejemplar de los romanos al evangelio (16:19). Para concluir: es difícil explicar cómo una
carta a los efesios llegó a atarse tanto a la carta a los romanos, y no hay un solo testigo cabal por la
omisión del capítulo en todos los manuscritos que llegaron a nosotros. Cualquier hipótesis que
separa el último capítulo del resto de la carta, debe ser sostenido por argumentos más serios que los
presentados hasta ahora.
El propósito de la carta
7. Pablo escribió su carta a los romanos desde Corinto, durante el invierno del 5556 d. C. Su
propósito al escribir es delicado –pero claramente– afirmado en la carta misma. La carta es para
preparar su visita a Roma. Pero Roma no es su última meta. Y no puede serla, porque Pablo tenía la
ambición, como apóstol a los gentiles, “de predicar el evangelio adonde Cristo no sea conocido”,
para no “edificar sobre fundamento ajeno” (Ro 15:20). La tarea del apóstol es colocar fundamentos,
no de edificar sobre fundamentos ya puestos por otros (1Co 3:10). El fundamento fue puesto en
Roma, hacía ya largo tiempo en Roma. El lenguaje de Pablo en su carta a los romanos indica que la
iglesia allí ya existía por un tiempo; la fe de los cristianos romanos ya es proclamada “en el mundo
entero…” (1:8); su obediencia es conocida por todos (16:19); Pablo había deseado por muchos años
llegar a ellos (15:23). Fuentes no-cristianas indican que había una iglesia en Roma, por lo menos tan
temprano como el año 49 d. C., y probablemente anterior todavía. Ni Pablo, u otra fuente temprana
destacada, apunta a una sola personalidad destacada como fundadora de la iglesia de Roma; el
cristianismo llegó a Roma probablemente por la acción de unas cuantas personas desconocidas, tales
como los “visitantes de Roma” que estaban presentes en Jerusalén en Pentecostés (Hch 2:10), y que
regresaron después a Roma, trayéndoles la palabra de Dios “anunciando las buenas nuevas de la paz
por medio de Jesucristo…” (Hch 10:36)
8. Los “visitantes de Roma”, presentes en Pentecostés, con toda probabilidad eran judíos, y la
iglesia de Roma, sin duda, era fuertemente judía en los comienzos. En el tiempo en que Pablo
escribió a los romanos, la iglesia ya no era predominantemente judía; por cierto, Pablo habla de ella
y a ella, como a una iglesia básicamente gentil (1:13–15; comp. 1:5–6; 11:13, 28–31). Pero quedaba en
ella, sin duda, un fuerte elemento judío-cristiano. La presencia de este elemento ayuda a explicar por
qué Pablo en su carta expone su evangelio, presentándolo en contraste con el judaísmo (las obras de
la ley, la circuncisión, la descendencia de Abraham) y por qué habla tan extensamente (cc. 9–11) de la
relación entre el Israel antiguo y el Israel nuevo, la iglesia.
9. Pablo planea pasar un tiempo en Roma para enriquecer, y ser enriquecido, por su relación con
los cristianos romanos, y para proclamar allí el evangelio (1:11–13; 15:24). Pero está mirando más
allá de Roma: a España (15:24–28). Pablo esperaba que los romanos le “ayuden a continuar el viaje”
(15:24). La expresión “me ayuden a continuar el viaje” parece haber llegado a ser como un lema para
apoyar, moral y materialmente, a misioneros de parte de iglesias establecidas o cristianos
individuales (Hch 20:28; 21:5; 1Co 16:6, 11; 2Co 1:16; Tit 3:13; 3Jn 6). Evidentemente, Pablo espera
que Roma llegue a ser su base misional en occidente, lo que Antioquía de Siria le fue para el oriente.
10. Esto explica porqué la Carta a los Romanos, una carta escrita solamente para preparar su
visita a Roma, trata el evangelio en forma tan profunda y sólida. Así proclamó Pablo este evangelio,
y así intenta proclamarlo en el oeste. Todo lo que sabemos de la predicación misional de Pablo y de
los métodos misionales (por ejemplo, su práctica de visitar de nuevo iglesias ya establecidas y su
contacto continuo con ellas por cartas o mediante emisarios personales) aclara que no tenía como
meta crear un movimiento indeciso, emocional y entusiasta, sino más bien una iglesia de Dios firme,
fundada, basada y establecida, en la cual la palabra de Cristo more ricamente. Lo que él buscaba, y
por lo que luchaba para que una iglesia fuera su base en occidente, era un entendimiento pleno y
concienzudo del evangelio. En su base anterior en el oriente, este entendimiento común era algo que
podía presuponer. Antioquía había sido profundamente influenciada por Bernabé, y Pablo mismo
predicó y enseñó en Antioquía un año entero antes de que el Espíritu Santo lo enviara adelante en su
misión más amplia a los gentiles (Hch 11:26; 13:1–3). Lo que logró un año de ministerio en el
oriente, una breve visita y una sola carta tenía que lograr en el occidente. Esta carta tenía que ser
plena y rica.
El contenido de la carta
11. El tema de la carta se anuncia en que aclaran la relación de Pablo con los 1:16–17; es el
evangelio como el poder de romanos con respecto al movimiento hacia Dios para salvación. Este
tema se desarro-el occidente del evangelio. El siguiente lla en cuatro grandes movimientos de pen-
bosquejo puede servir como guía: samientos que revela el poder creativo del evangelio (1:18–15:13).
Este cuerpo de la carta es precedido y seguido por secciones que aclaran la relación de Pablo con los
romanos con respecto al movimiento hacia el occidente del evangelio. El siguiente bosquejo puede
servir como guía:
Bosquejo
I. 1:1–15 Introducción
6:1–8:39 El poder creador del evangelio, como poder de Dios, no queda exhausto en la creación
de un estado nuevo para el hombre; crea una vida nueva en el hombre, y es a este aspecto de la
salvación que Pablo dedica los próximos tres capítulos. Su evangelio proclama la misma obra que da
al hombre un estado nuevo por la fe, es decir, la muerte y resurrección del Hijo de Dios, que da al
hombre una vida nueva en la obediencia de la fe. Mediante esta obra de Dios el hombre es liberado
para obediencia. Lo libera del poder del pecado (c. 6, especialmente 6:3–4, 11), de la ley (c. 7,
especialmente 7:4–6), y de la muerte (c. 8, especialmente 8:3–4, 10–11).
6:1–14 LIBERADO DEL PECADO POR PARTICIPAR EN LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE
CRISTO MEDIANTE EL BAUTISMO
6:1–14 Si el pecado creciente significa gracia abundante (5:20), una lógica satánica bien podría
concluir que el hombre podría continuar en pecado (v. 1). Pero tal lógica es imposible para el
hombre con fe. Porque la fe sabe que el hombre no puede desafiar una acción de Dios. Mediante una
acción de Dios por la muerte y resurrección de su Hijo, hecha nuestra por el bautismo, continuar en
pecado llegaría a ser no solamente reprensible sino imposible, tan imposible como dar marcha atrás
la obra irreversible de la muerte y la resurrección de Cristo. La muerte y la resurrección nos abarca a
todos y nos introduce a una vida totalmente nueva, la vida de resurrección de Cristo, en la cual no hay
lugar para pecar. La proclamación de Pablo en los vv. 5–10 no es otra cosa que la enfatización de esta
doble afirmación: (a) la realidad de nuestra unión con Cristo mediante el bautismo; (b) la calidad
totalmente nueva de nuestra vida de resurrección.
Tres veces declara la realidad de nuestra unión con el Cristo moribundo y resucitado (vv. 5, 6, 8).
Una muerte real tuvo lugar, una muerte con sepultura, como fue la de Jesús (v. 4); la muerte de un
criminal (crucificado, v. 6) que destruyó nuestro ego viejo y criminal (cuerpo pecaminoso, v. 6) y
nos libró para probidad; una muerte que abre un futuro en el cual podamos vivir como Cristo vive
ahora, dándole la espalda al pecado y dirigiéndola a Dios (v. 10). Nuestra vida presente recibe su
carácter, dirección y propósito del hecho de que viviremos con él, quien ahora vive una vida más allá
de la muerte; una vida entregada totalmente a Dios, ya que él murió una muerte expiatoria al pecado,
una vez para siempre. Ahora, y recién ahora, Pablo pronuncia sus primeros imperativos (vv. 1113).
Ahora que su palabra reveló el camino andado por Cristo antes de nosotros y para nosotros, él puede
ordenarnos entrar al mismo camino. Y nos da valor y fuerza para entrar, pronunciando la promesa: el
pecado no tendrá dominio sobre ustedes… porque están bajo la gracia (v. 14). Entramos, no por la
compulsión de la ley, sino por el poder habilitador de la gracia.
7:1–25 Pablo marcó una división fuerte entre el evangelio y la ley. (3:28; comp. 3:20)
La obra y el efecto de la ley son contrarios a los del evangelio. Son negativos y destructivos.
Acusa al judío (2:17–24) y declara a todos los hombres responsables ante Dios (3:19). Hace del
pecado una realidad conocida y experimentada en la vida del hombre (3:20) y por eso “acarrea
castigo” (4:15); incrementa la trasgresión iniciada por Adán. (5:20)
Los hombres pueden vivir en relación con Dios solamente cuando la gracia reemplaza a la ley
como el poder impulsador en sus vidas (6:14). ¿Por qué tiene la ley, la palabra de Dios, este efecto
misterioso sobre el hombre, y por qué tiene el hombre que ser liberado de esto para ser un santo de
Dios? Pablo contesta esta pregunta en 7:7–25. Antes de esto, él responde a otra pregunta relacionada:
¿Cómo es posible que el hombre sea liberado de la ley, aquella palabra de Dios, santa, justa, y buena?
(7:12)
7:1–6 ¿CÓMO PUEDE EL HOMBRE SER LIBERADO DE LA LEY?
7:1–6 La liberación de la ley no es un acto arbitrario del hombre. Es una liberación, según los
términos de la propia ley, por medio de muerte, que corta ataduras legales, como muestra la analogía
de matrimonio. Por la acción de Dios nosotros morimos a la ley “mediante el cuerpo crucificado de
Cristo” (v. 4) y hemos quedado libres por él a “fin de servirle con el nuevo poder que nos da el
Espíritu”.
7:6 Nueva vida en el Espíritu. Ésta, la primera referencia al Espíritu, apunta hacia el tema del c. 8,
“la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús”. (8:2)
9:1–11:36 Tan cierto como el evangelio crea un nuevo estado del hombre delante de Dios (cc. 1–
5) y crea una vida nueva dentro del hombre que lo libera para servir a Dios por el poder de su
Espíritu (cc. 6–8), tan cierto crea también un Israel nuevo, un nuevo pueblo de Dios en los últimos
días. El nuevo Israel tiene una continuidad con el antiguo; sus miembros pueden llamar a Abraham
“padre” (4:12) y andar en sus pasos de fe (4:12). Pero hay también una discontinuidad trágica y
perturbadora; hay muchos gentiles, hijos del creyente Abraham, pero pocos entre los judíos que
“siguen las huellas de fe” de Abraham (4:12). Es bastante natural entonces que, cuando Pablo habla
del nuevo Israel, lo haga en referencia constante al Israel antiguo, como en los capítulos 9–11, y que
comience con la naturaleza de la elección de Israel (lo que hace de Israel el pueblo de Dios, c. 9), y
con el motivo del rechazo del Israel antiguo (c. 10), antes de retornar al prospecto del Israel nuevo,
inclusivo (todo Israel, 11:26), la iglesia de Dios, elegida entre judíos y gentiles. (c. 11)
11:1–36 Dios es libre e Israel es culpable; los capítulos 9 y 10 bastarían “para justificar los
caminos de Dios con el hombre”. Pero no es la misión de Pablo proveer una teocracia, vindicar a
Dios; él es un apóstol de Jesucristo (1:1), que sabe que no hay límites para las posibilidades creadoras
de Dios (Mt 19:26) y que podía ver en el espectáculo desesperante de las ovejas perdidas de Israel el
campo de cosecha de Dios. Pablo, su siervo, tiene la mente de Cristo. Aun más: Pablo ha sido
apartado para el evangelio de Dios (1:1) y sirve al Creador, cuya palabra nunca falló (9:6), cuya
Palabra ordenó: “Que la luz resplandeciera en las tinieblas” (2Co 4:6; Gn 1:3; comp. Is 9:2). Su
Palabra puede hacer brillar la luz incluso desde la oscuridad presente de Israel; su palabra tiene
utilidad para las ramas muertas, cortadas del árbol de Israel (11:17), porque Israel se endureció en la
resistencia a Dios (11:25). El amor todopoderoso de Dios está en aquella palabra. Una proclamación
del evangelio de Dios que se queda en la teocracia sería una proclamación incompleta; más allá de la
libertad (c. 9) y la justicia (c. 10) de Dios, la sabiduría ilimitada de Dios abre prospectos para su
nuevo pueblo, de lo cual un apóstol debe hablar.
11:25–27 EL MISTERIO
11:25–27 Pablo afirma de otra manera lo que ya había dicho con la figura del árbol y las ramas. A
esta manera la llama misterio, una declaración profética referente a los consejos ocultos de Dios, los
que solamente Dios puede revelar. Hay tres elementos en este misterio: (1) El endurecimiento de
Israel es solamente parcial, y aún hay un tiempo de gracia para Israel; (2) este tiempo de gracia
durará hasta que haya entrado la totalidad de los gentiles esto es, al final de esta era, cuando llegue el
juicio; hasta el final de esta era, la integración de los gentiles continuará provocando a Israel a celos,
y Dios continuará llamando a Israel al arrepentimiento; (3) y así –por la dirigencia de la sabiduría de
Dios de la historia del gentil y del judío– todo Israel (el total del pueblo de Dios de entre los gentiles
y los judíos) será salvado. Lo que la imagen del árbol y de las ramas abrió como algo posible (vv.
23–24), el misterio se impone como una acción de Dios. Lo que Dios puede hacer, lo hará. Bajo la
bendición de su liberación mesiánica (Sión, v. 26), bajo el nuevo pacto del perdón (v. 27), todo el
pueblo de Dios, limpiado y restaurado, volverá a casa, a él.
11:26–27 Pablo combina el pensamiento básico de Isaías 59:20–21 con toques de Salmo 14:7 y
Salmo 53:6; el cuadro del nuevo pacto contiene reminiscencias de Jeremías 31:33–34.
11:33–36 DOXOLOGÍA
11:33–36 Todos los hombres llegan a la mendicidad (11:32); solamente Dios es rico, y solamente
él es sabio; nadie puede darle un consejo (v. 34), y nadie puede ganarse su favor (v. 35) en la obra que
es solamente suya: la salvación del hombre. Él está al comienzo como el creador de todos, el dador
de todos los dones. Él tiene las riendas de la triste historia del hombre en sus sabias y todopoderosas
manos. Él traerá a casa a toda su creación, para que todos testifiquen eternamente a su gloria.
14:1–15:13 La unanimidad es esencial para la vida del nuevo pueblo adorador de Dios. Que esta
unanimidad no abarca una uniformidad monótona de fe, lo mostró Pablo ya en 12:3–8, donde destaca
la individualidad de la fe en los variados ministerios de la iglesia, donde dones diferentes, según la
gracia que se nos ha dado (12:6) a cada creyente sirve, no para interrumpir, sino para mantener y
promover la unanimidad y salud de la iglesia. Las diferencias en la fe se hacen palpables y crean
tensiones también en otras áreas. No todos son igualmente fuertes en la fe. Es dado a algunos el ver la
nueva vida y la adoración en forma constante, y verla en forma total en todas sus implicaciones para
la acción. Transitan por la vida despreocupados de los escrúpulos, con una autoconfianza gozosa y
libre. Otros no tienen el poder de la fe para apropiarse de una vez para siempre de la libertad para la
que su Señor los ha liberado (Gá 5:1); transitan tímidamente y más circunscriptos que los fuertes,
preocupados por dudas e inhibiciones. Son los débiles en la fe.
Pablo usa diferencias de convicción referentes a alimentos y bebidas y a la observancia de días
sagrados, para ejemplificar sus enseñanzas; puede ser que en Roma los débiles fueran cristianos
judíos, procedentes de una parte donde las prescripciones dietéticas (alimentos “limpios” e
“inmundos”) y la estricta observancia del sábado eran importantes para la piedad; mientras los
gentiles, no tan condicionados por su pasado, respiraban más aliviados en la atmósfera libre de la
iglesia, ellos eran los “fuertes”. De todas maneras, estas diferencias no eran, por su carácter
meramente externo, un asunto insignificante; eran un asunto de fe, por lo tanto un asunto de inquietud
central en una comunidad de creyentes. La diferencia en la actitud hacia los alimentos afectaba la
comida comunitaria, tan importante en la vida de la iglesia primitiva como símbolo y expresión de
fraternidad (comp. 1Co 11). Pablo se dirige primeramente a los dos grupos juntos (14:12), luego a
los fuertes solamente (14:1315:6), y luego apela nuevamente a ambos. (15:7–13)
14:13–15:6 AL FUERTE
14:13–15:6 Pablo se identifica con el fuerte (14:14; 15:1, los fuertes en la fe) y destaca su
obligación de amor, tanto negativamente (14:13–23) como positivamente (15:1–6). Negativamente:
todo lo que no se hace por convicción es pecado (v. 23), incluso el uso de la libertad de la fe, sin
consideración por su efecto perjudicial al hermano más débil, es pecado; porque dejar el camino del
amor, perjudicando al hermano (v. 15), abusando de la libertad de uno, de tal manera que se destruye
al her-mano por quien Cristo murió (v. 15), llevando descrédito sobre su libertad cristiana (del bien, v.
16), empleándola despiadadamente (v. 16), destruyendo la obra de Dios en el hombre, su fe y su
salvación (v. 20), haciendo tropezar al hombre (v. 21) y haciéndolo caer (v. 20) por el uso fanfarrón
de la libertad de uno, dando rienda suelta a la libertad de tal manera, que la conciencia de uno llega a
ser incierta (dudas, v. 23), no son frutos de la fe. Positivamente: la fe mira a Cristo, y la vida de fe
recibe su contención y forma de la vida de Cristo; él no se agradó a si mismo (15:3), pero se entregó
a sí mismo enteramente a una vida, vivida para otros (los débiles, quienes más lo necesitaban), de tal
manera que sus conciudadanos correctos lo reprochaban por la pródiga liberalidad de su gracia, y así
reprochaban a Dios por enviar a su Hijo para buscar a los perdidos. El clamor del salmista llegó a
ser el clamor del Cristo: sobre mí han recaído los insultos de tus detractores (Sal 69:9; 15:3). Cristo
halló el modelo de su vida en las Escrituras del Antiguo Testamento, y la iglesia de los últimos días
que serviría y amaría conforme al ejemplo de Cristo Jesús (15:5) puede encontrar el modelo y el
poder para su vida allí también, y así hallar fuerza para levantarse por encima de tensiones y
dificultades a una vida de doxología unánime, plena de esperanza.
15:14–16:27 CONCLUSIÓN
2. Pablo mismo preparó el camino para su ministerio en Éfeso mediante su visita a esa ciudad
durante su regreso de Corinto a Palestina hacia el final del segundo viaje. (Hch 18:19–21). Los
hombres de la sinagoga fueron tan conmovidos por sus palabras que le pidieron que se quedara. Él
prometió regresar a Éfeso, dejando a Aquila y Priscila allí. Como manifiesta su contacto con Apolos
(Hch 18:24–26), no guardaron silencio concerniente a la fe que estaba en ellos. Por medio de ellos, el
estudiado y elocuente Apolos llegó a ser un testigo hecho y derecho de Cristo (Hch 18:26), y así
preparó el camino para Pablo. Probablemente, los 12 “discípulos” que conocían solamente el
bautismo de Juan y no habían oído del derramamiento del Espíritu Santo en los últimos días (Hch
19:1–7), habían sido ganados por Apolos. Pablo los bautizó, posando sus manos sobre ellos a fin de
que reciban el Espíritu Santo. Así comenzó su obra en Éfeso. El comienzo fue escaso, solamente 12
hombres, pero la fundación era, como siempre, esencialmente suya propia (Ro 15:20), y la construyó
con esmero.
3. Ese esmero le generó conflicto. El relato de Lucas sobre el ministerio de Pablo en Éfeso es
todo, menos completo. No da datos cronológicos de esto, pero presenta una serie de tres conflictos,
cada uno de los mismos resulta en un triunfo para la causa del apóstol de Cristo. El primer conflicto
fue con la sinagoga (Hch 19:8–10). Se permitió aquí a Pablo testificar en la sinagoga por un período
inusualmente largo, por 3 meses, y con éxito considerable. Los judíos de la provincia de Asia estaban
particularmente amargados con él, y eran ellos quienes más tarde instigaron el tumulto en Jerusalén
que resultó en el arresto y la prisión de Pablo (Hch 21:27–28). Como era inevitable, la ruptura con la
sinagoga llegó: “Algunos se negaron obstinadamente a creer, y ante la congregación hablaban mal
del Camino ” (Hch 19:9), y Pablo se retiró de la sinagoga para continuar con sus enseñanzas en la
escuela de Tirano. Allí continuó por 2 años, y el conflicto con el judaísmo resultó ser un triunfo para
la palabra del Señor: “Todos los judíos y los griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a
escuchar la palabra del Señor” (Hch 19:10)
4. El segundo conflicto, generado por la voluntad cristocéntrica de Pablo, era el conflicto con la
magia, por la que Éfeso era notoria (Hch 19:11–20). El hecho de que “Dios hacía milagros
extraordinarios por medio de Pablo” (Hch 19:11) elevó la mirada supersticiosa sobre la cristiandad
como una clase de magia nueva y más potente; pero la experiencia de los exorcistas judíos, que
trataron de usar los nombres de Jesús y Pablo en su comercio dejó en claro que Jesús es Señor con
poder personal y augusto, un Señor que puede defender su nombre contra el abuso de aquellos que lo
consideraban como un poder que podrían manipular y emplear. “La palabra del Señor crecía y se
difundía con poder arrollador”, y la conciencia de los creyentes fue vivificada. La línea entre magia y
religión fue trazada clara y críticamente para ellos por este incidente. Confesaron sus errores y
quemaron sus infames libros efesios de hechizos y conjuros, y “la palabra del Señor crecía y se
difundía con poder arrollador” (Hch 19:20). La palabra mágica, por la cual los hombres buscaban
poder, resultó impotente ante la palabra divina.
5. El tercer conflicto, y más peligroso, fue el conflicto con la religión comercializada del estado
de Éfeso (Hch 19:23–41). El celo del platero Demetrio y su gremio era algo menos que un fervor
puramente religioso; pero la furia de los gremialistas y de la enorme vociferante turba urbana que
alzaron es, con todo, una ilustración del poder demoníaco que describe Pablo en su primera carta a
los corintios, que actúa en la adoración de dioses, que no son dioses (1Co 10:19–20). La furia de
aquel poder demoníaco cayó sobre Pablo y los cristianos de Éfeso; pero el conflicto logró una
vindicación de Pablo y sus seguidores, de manera que Pablo pudo dejar Éfeso con una reputación
inmaculada y con el respeto de hombres como los ancianos y el secretario del consejo municipal (el
oficial más importante de la ciudad de Éfeso). Esto era algo que Pablo valoraba; a la brevedad de
haber dejado Éfeso escribió: “Procuramos hacer lo correcto, no sólo delante del Señor sino también
delante de los demás.” (2Co 8:21; comp. Col 4:5–6)
6. Lucas mismo da un indicio que los años en Éfeso estaban llenos de dificultades y peligros, más
allá de aquellos anotados por él en su registro de aquellos años. Él registra las palabras de Pablo a
los ancianos de Éfeso que hablan de las pruebas que le sobrevinieron por los complots de los judíos
(Hch 20:19), habla del complot contra la vida de Pablo en Corinto un poco más tarde (Hch 20:3), y
apunta a que los judíos de Asia eran especialmente rencorosos en su odio a Pablo (Hch 21:17). Las
palabras de Pablo de este período además llenan el cuadro de este tiempo como un período de
peligros. Pablo habla en Primera Corintios de que su gran oportunidad en Éfeso está empañada por
muchos adversarios (1Co 15:9), y que había luchado “contra las fieras” (1Co 15:32), sea que la
expresión deba ser tomada literalmente o, como es más probable, figuradamente, es una expresión
vívida de peligro extremo. En los versículos que abren Segunda Corintios, Pablo da gracias por una
liberación inesperada de peligro desesperante en la provincia de Asia (2Co 1:8–10). Y cuando habla
en su Carta a los Romanos del hecho de que Aquila y Priscila arriesgaron sus cuellos por él,
probablemente se refiere al período de Éfeso también. (Ro 16:4)
7. Pablo no es un santo pálido sobre un trasfondo de oro. Él amó la vida, justamente porque la
consagró completamente a Cristo, y esperaba vivir para ver a su Señor cuando regresara en gloria
(1Co 15:51; 2Co 5:1–5). Aunque estaba listo para sacrificar su vida, sin embargo no estaba dispuesto
a derrocharla. Y así sufrió en una manera genuinamente humana. Tuvo temor, encarando peligros y
atormentado por sus temores. Pero en su debilidad humana, que nunca negó, sino más bien afirmó
(1Co 2:3–4), se aferró en fe al hecho de que todas las cosas que son y suceden, proceden de Dios el
Padre y son mediadas por el Señor Jesucristo, de manera que vio en todo lo que le sobrevino el
actuar paternal de Dios hacia él, y el señorío de Cristo ejercitado sobre él y por él (1Co 8:6). Siempre
de nuevo experimentó la verdad de lo que el Señor le había dicho: “Te basta con mi gracia, pues mi
poder se perfecciona en la debilidad” (2Co 12:9). Así, un período marcado por peligros, era para
Pablo también un período vigorizante; lo vemos a en las cartas de este período dando la bienvenida al
sufrimiento como esencial para la vida cristiana y una parte saludable de ella (Ro 5:3–5; 8:35–39) y
jactándose de sus peligros y aflicciones como que son la gloria de su vida como apóstol. Habla
irónicamente cuando contrasta la complacencia segura de los corintios con su propia existencia
lamentable y atacada (1Co 4:813), y la única jactancia que realmente se permite a sí mismo contra las
jactancias de sus detractores en Corinto es un gloriarse en sus sufrimientos (2Co 11:23–33). Ve en la
paradoja de “moribundos, pero aún con vida” (2Co 6:9) la cumbre de su apostolado.
8. Fue un período peligroso; también fue un período arduo. La evangelización de Éfeso fue
también la evangelización de la provincia de Asia. Sea que hombres como Epafras, quien trajo el
evangelio a Colosas en el interior, haya obrado bajo la supervisión directa de Pablo o no, no puede
ser aclarado; seguramente él y otros como él deben haber consultado a Pablo frecuentemente en el
transcurso de sus obras, como lo hizo Epafras más tarde cuando una herejía amenazó a las ciudades
del interior (Col 1:7–8; 4:12). El envío de Timoteo y Erasto a Macedonia (Hch 19:22) indica que las
iglesias allí también necesitaban ayuda. Pero el trato de Pablo con su hija amada, brillante y
voluntariosa, la iglesia de Corinto, nos da la más vívida imagen de lo que Pablo quería decir cuando
habló de la presión diaria de “preocupación por todas las iglesias” (2Co 11:28). Si el crecimiento de
la palabra del Señor en este período significaba conflicto, si significaba, “conflictos por fuera”,
también significaba para Pablo una ansiedad personal y pastoral; significaba “temores por dentro”.
(2Co 7:5)
9. La iglesia de Corinto era una iglesia brillantemente dotada, “llenado de toda riqueza, tanto en
palabra como en conocimiento… no faltando ningún don espiritual” (1Co 1:5, 7). Corinto había
tenido el beneficio de un ministerio de Pablo mucho más largo que cualquiera de las otras ciudades
griegas. Pablo era el “padre” de los cristianos en Corinto: su vida en Cristo tenía la marca de él,
inequívoca e imborrable. Podemos medir de Hechos y de las cartas de Pablo, lo que significaba tener
a Pablo como padre, cuán rica herencia este padre dio a sus hijos. (Comp. 2Co 12:14)
10. Tenían también el beneficio del ministerio de Apolos, el Alejandrino elocuente y ferviente,
poderoso en las Escrituras (Hch 18:24). Su llegada a Corinto, con cartas de recomendaciones de
Éfeso (Hch 18:27–28) aparentemente llevó a un contacto renovado con la sinagoga en Corinto, que
había roto brevemente con Pablo (Hch 18:6–8, 28). Tal vez era Apolos quien ganó para Cristo al jefe
de la sinagoga, Sóstenes, a quien la multitud había golpeado ante el tribunal de Galión (Hch 18:17).
Pablo incluye a Sóstenes con él mismo en su primera carta a los corintios (1Co 1:1). El hecho de que
Pablo destaque a Apolos es significativo; Pablo le dice a la iglesia de Corinto, gobernada por una
camarilla: Aquí está uno que recibió el evangelio de Apolos y es uno conmigo en todo lo que les
digo, tal como lo es Apolos mismo. (1Co 3:5–9; 16:12)
11. Cuando Pablo escribió su primera carta había en la iglesia de Corinto aquellos que decían:
“Yo sigo a Cefas” (1Co 1:12). Ellos declararon una adhesión especial a Simón Pedro y usaron la
forma original Aramea de su nombre oficial (Cefas). Esto indicaría que eran judíos que llegaron a
Corinto de una de las iglesias judías del este, a las cuales Pedro había evangelizado. La presencia de
aquellos cristianos de las zonas donde Pedro había obrado, sin duda significaba un enriquecimiento
de la iglesia de Corinto, pero también creó tensiones. Los variados componentes de la joven iglesia,
los convertidos originalmente por Pablo, los convertidos por Apolos, y los nuevos llegados del este,
no podían aún, o no querían, unirse en aquella unión variada, libre y rica, la cual Pablo describió
como esencial para la vida de la iglesia (1Co 12). Apolos mismo había obrado en completa armonía
con Pablo; no hubo nada que reprocharle, como muestra cada mención de él en la primera carta. Pero
allí estaban aquellos, convertidos o admiradores de Apolos, quienes comparaban este bien
presentado, enérgico y brillante predicador con Pablo y lo hallaron más a su gusto que a Pablo, el
siervo de Dios que había venido a Corinto “con debilidad que temblaba de miedo” (1Co 2:3), quien
francamente se describió a sí mismo como “un mal orador” (2Co 11:6), y predicó a Cristo
crucificado con insistencia resuelta (1Co 2:2). Los nuevos llegados del este, la gente de Céfas, muy
naturalmente sintieron ser los representantes de un cristianismo más maduro, más original que
aquellas iglesias, fundadas por Pablo. Habían recibido la Palabra de Pedro, el “primero” de los
apóstoles que había visto al Señor Jesús y vivió con él; Pablo era, a sus ojos, un apóstol de un rango
no igual como los doce, el niño “nacido fuera de tiempo” (1Co 15:8), no realmente un miembro
pleno de la hermandad apostólica. Se sintieron como podrían sentirse los miembros fundadores de un
club antiguo y honorable hacia miembros nuevos quienes, además de ser nuevos, no serían miembros
plenos si ellos no hubieran aflojado un poco las reglas.
12. La iglesia estaba llena de tensiones y agitación, y la situación externa de la iglesia no ayudó en
nada a mejorar su condición interna. Esta iglesia vivía en Corinto, donde todo el brillo de la mente
griega y todos los caprichos de la voluntad griega, mezclada con una afluencia de religiosidad
Oriental para producir un clima moral, que hasta los griegos hallaron singularmente vicioso.
13. La iglesia de Corinto, sin embargo, nunca ha sido probada, refinada y unificada por
persecución. La política de no interferencia que el procónsul romano, Galión, enunciaba hacia los
judíos (Hch 18:14–16), aparentemente permaneció válida con sus sucesores y, mientras la iglesia, sin
duda, tenía que aguantar las presiones sociales y las animosidades que cualquier oposición a la
cultura prevaleciente y la religiosidad despertaba, estaba libre de cualquier persecución. Los
cristianos de Corinto esperaban la “manifestación de nuestro Señor Jesucristo” (1Co 1:7), pero
estaban más tentados que otras iglesias de acomodarse y ubicarse en el mundo mientras esperaban.
Disfrutaban de seguridad y tenían tiempo para especular sobre las implicancias del evangelio, ya que
no eran llamados para afirmar el evangelio en acción frente a persecución.
14. Así era el clima de la vida congregacional en Corinto. Todo lo que era potencialmente dañino
y perjudicial en ella fue cristalizado e intensificado por la aparición de un cuarto grupo en la
congregación. Ya que Pablo nunca describe este grupo, es difícil hacerse un cuadro claro de esa
gente, y a veces es imposible ver dónde la línea entre ellos y la gente de Cefas, por ejemplo, es
establecida. Pero lo siguiente parecería ser una caracterización justa de ellos: Vinieron desde afuera
de la iglesia de Corinto. Pablo los distingue de aquellos que declararon su aceptación de él o de
Apolos, los hombres que obraron en Corinto (1Co 1:12). Sus palabras en 2Co 11:4 destacan
explícitamente a este grupo como llegados nuevos a Corinto: “Si alguien viene y predica otro Jesús
que aquel que nosotros predicábamos…” La referencia despectiva de Pablo en 2Co 3:1 a “algunos”
que necesitan cartas de recomendación, da la posibilidad de que ellos vinieron con tales cartas de una
de las iglesias del este (que no necesariamente implica que cualquiera de las iglesias del este eran
responsables de la enseñanza que desarrollaron en Corinto). Eran judíos y orgullosos de eso,
hebreos, israelitas, descendientes de Abraham (2Co 11:22). Pero no eran judaizantes de la clase que
perturbaba a las iglesias de Galacia; no escuchamos nada de circuncisión y de la reimplantación de la
ley mosaica en conexión con estos hombres. Uno puede imaginarse que afirmaron ser los herederos
de la verdadera tradición judeocristiana y por esa razón se consideraban calificados para guiar a la
iglesia a través de las primeras etapas de aquella tradición hacia las riquezas plenas del conocimiento
y la libertad en Cristo.
15. Lo que trajeron a Corinto era una clase de liberalismo brillante y persuasivo que operaba
(como lo hace característicamente el liberalismo) con lemas y reclamos genuinamente cristianos. Si,
de acuerdo con Pablo, predicaron “otro Jesús”, ellos, sin duda afirmaron que predicaron al Jesús
genuino; si proclamaron “otro evangelio” y tenía e impartían “otro espíritu”, era Pablo quien así lo
dijo, no ellos; ellos afirmaban que su evangelio era el verdadero evangelio y su espíritu el verdadero
Espíritu de Dios (2Co 11:4). El lema que trajeron con ellos o desarrollaron en el curso de sus
actividades en Corinto era tan cristiano como un lema puede ser “Yo pertenezco a Cristo” (1Co 1:12;
2Co 10:7). Pablo mismo usa la frase para designar al cristiano. (1Co 3:23; comp. Ro 8:9)
16. Ellos exaltaban a Cristo y esperaban su regreso; atesoraron el don del Espíritu y enfatizaron
los dones dados por el Espíritu. (2Co 11:4; comp. 1Co 7:40). Pero exaltaron al Cristo como el dador
del conocimiento y consideraron los dones del Espíritu principalmente como un medio para conocer
a Dios, como el camino hacia la sabiduría (1Co 3:18–20; 8:1–3, 10, 11; 13:9). Este conocimiento,
afirmaron, los hizo libres; el conocimiento y la sabiduría que poseían los llevó más allá de cualquier
revelación previa de Dios, más allá de la Escritura del Antiguo Testamento, más allá de cualquier
cosa, contenida en la Palabra apostólica. Ante este conocimiento final de Dios, que pretendían poseer,
todas las pautas previas llegaron a ser insignificantes, todos los lazos anteriores fueron soltados,
todos los viejos tabúes fueron deshechos: “Todo me está permitido”, esa era su jactancia (1Co 6:12;
10:23). Trajeron una atracción intelectual y un mensaje embriagador; no es sorprendente que
atrajeron seguidores e influenciaron hondamente a la iglesia entera.
17. Su profunda influencia en la vida de la iglesia fue también dañina en extremo. Podemos
rastrear sus comienzos en la referencia de Pablo a una carta (ahora perdida) que escribió a los
corintios antes de nuestra primera carta (1Co 5:9). En aquella carta anterior Pablo les había exigido a
los corintios que denegasen tener fraternidad con “hombres inmorales”. Esta exigencia fue
cuestionada por la iglesia, talvez hasta rechazada por ser no clara e impracticable. (1Co 5:9–11)
18. Tal vez eran “algunos de la familia de Cloé” (1Co 1:11) quienes entregaron la carta anterior a
los corintios; ellos entonces podrían haber visto y podrían reportar a Pablo cómo fue recibida, cómo
la iglesia se partió en fracciones por esos asuntos (1Co 1–4). Probablemente eran ellos los que
reportaban a Pablo las condiciones que resultaron de esta nueva proclamación de libertad absoluta en
Corinto; ellos podían contarle a Pablo por qué su carta fue cuestionada y contradicha: los nuevos
maestros decían que el nuevo conocimiento liberaba a los hombres, y por lo menos un cristiano de
Corinto usó drásticamente esa libertad (1Co 5:1): ¿Por qué un hombre no podía tener la libertad de
“convivir” con la mujer de su padre (probablemente su madrastra) después de la muerte de su padre?
Lo que dice el A. T. ya no lo ataba más (Dt 22:30; 27:20), y la autoridad de Jesús y sus apóstoles fue
sustituida por la nueva revelación del Espíritu. La iglesia de Corinto como un todo, no solamente
toleraba esta inmoralidad, sino que hasta estaba “orgullosa” de esto (1Co 5:2); estos hombres sentían
que demostraban su madurez espiritual, tolerándolo. La gente de Cloé podía contarle a Pablo también
del derrumbe de la disciplina en la iglesia, cómo las diferencias entre hermanos cristianos no eran
arreglados en la iglesia, sino que eran llevados a las cortes paganas; los predicadores de la nueva
libertad no tenían serio interés en mantener la iglesia pura llamando a los hermanos equivocados al
arrepentimiento (1Co 6:111). Pablo tiene que golpear con ahínco en los hechos morales elementales
para atravesar la complacencia de la gente intoxicada por la nueva libertad. (1Co 6:9–11)
19. La nueva libertad, predicada en Corinto, concedió al cristiano la libertad de asociarse con
prostitutas. La ley que demandaba de ellos pureza sexual fue colocada al mismo nivel de la ley
concerniente a comestibles puros e impuros (1Co 6:1220), o por lo menos la satisfacción del deseo
sexual fue colocado al mismo nivel que la satisfacción del hambre (1Co 6:13). El hecho de que el
Concilio Apostólico expresamente impuso a la conciencia de los cristianos gentiles la abstinencia de
la inmoralidad, no hizo ninguna impresión en Corinto. (Hch 15:29)
20. No todos en Corinto fueron completamente llevados por el racionalismo elocuente de los
nuevos maestros o profundamente intoxicados por la libertad que ofrecieron, que él no formuló
ninguna pregunta o no levantó ninguna objeción. Hombres como Estéfanas (1Co 16:15) así como
Fortunato y Acaico (1Co 16:17) vieron que era urgente que Pablo fuera consultado explícitamente y
extensamente sobre las cuestiones levantadas por la nueva teología del conocimiento y la libertad, y
ellos se ocuparon que fuera consultado. La congregación escribió una carta a Pablo (1Co 17:1) y le
presentó una serie de cuestiones sobre puntos donde era evidente que la enseñanza de los nuevos
maestros no era solamente diferente a la de Pablo, sino contradictoria.
21. La primera cuestión era referente al matrimonio (1Co 7). La forma que toma la respuesta de
Pablo a su pregunta aclara qué rumbo estaban andando los nuevos maestros. Siguiendo su ideal de
auto- realización religiosa, vieron en el matrimonio solamente un impedimento para la vida religiosa
y se propusieron hacer de la iglesia una asociación de célibes sin tomar en cuenta los peligros
morales involucrados en esta imposición masiva del celibato, sin tomar en cuenta la autoridad del
Señor Jesús, quien bendijo a niños pequeños y declaró el lazo, que unía al hombre con la mujer,
inviolable (Mt 9:3–9, 13–15), e hizo del celibato un don, reservado para aquellos “a quienes se les ha
concedido” (Mt 19:11). Eran contrarios a la manera de pensar y practicar de los apóstoles mismos,
porque los apóstoles vieron en la familia, y todos los órdenes naturales, instrumentos primarios que
la gracia de Dios podía emplear: “Tú y tú familia serán salvos”, dijo Pablo al carcelero de Filipos
(Hch 16:31). Pero los nuevos maestros no solamente trataron de mantener alejados a hombres y
mujeres del matrimonio (el pasaje de “solteros” y de “casados” repara en esto, 1Co 7:25–38);
aparentemente también permitieron a hombres y mujeres librarse de sus parejas, especialmente
parejas paganas, a fin de ser “libres para el Señor”, nuevamente en contradicción al mandamiento
expreso de Jesús (1Co 7:10–11). Talvez la licencia que concedieron respeto a la asociación con
rameras (1Co 6:12–20) está relacionada con esta actitud hacia el matrimonio: si un hombre no podía
ser continente y sin embargo deseaba ser libre del impedimento del matrimonio, la asociación con
una ramera sería una solución, ya que “todo me está permitido”. (1Co 6:12)
22. A la pregunta “¿Puede un cristiano comer alimentos sacrificados a los ídolos?” (1Co 8–10),
los nuevos maestros tenían una respuesta preparada y simple: “Todos tenemos conocimiento” (1Co
8:1), lo que significaba que, ya que el conocimiento da libertad, “todas las cosas son lícitas”, incluye
la carne sacrificada y consagrada a los ídolos. En su piedad egocéntrica, hinchados en su
conocimiento, no consideraron el daño que su libertad podía hacer al hermano, cuyo conocimiento
no era suficientemente profundo todavía para hacerle capaz de ejercer tal libertad. En su
complacencia autosegura no vacilaron en considerar que los poderes demoníacos están detrás de toda
falsa adoración de falsos dioses, aunque los dioses mismos no son nada. Descuidaron el ejemplo de
advertencia de Israel, registrado para ellos en el A. T. Se mofaban del ejemplo de los apóstoles, cuyos
conocimientos eran tan grandes como los de ellos, cuya sabiduría era más profunda y ciertamente
más seria y realista que la de ellos. Pablo recordaba a los corintios: “Imítenme a mí, como yo imito a
Cristo.” (1Co 11:1)
23. Pero no fue solamente en la familia y la vida privada que la intoxicación de la nueva libertad
obró mal; también infectó la vida de adoración de la iglesia (1Co 11–14). Las mujeres mostraron su
nueva libertad, apareciendo en el culto sin el velo, que era la insignia de su femineidad y el
reconocimiento del lugar que Dios, el Creador y Redentor (1Co 11:3, 8) les había asignado (1Co
11:2–16). Agregaron problemas también a la confusión de un culto público ya caótico mediante una
presunción no femenina de una autoridad docente que, ni Jesús, ni los apóstoles les habían dado (1Co
14:33–36). Pero la voz de Jesús, la voz de sus discípulos, la práctica de las iglesias de Dios (1Co
11:16) no disuadían a los defensores y adherentes de la nueva libertad; no obstante estaban
“dispuestos a discutir sobre el tema”.
24. Este espíritu de individualismo desenfrenado hizo de las comidas de fraternidad de la iglesia
un escenario de festejo y parranda en los cuales los ricos menospreciaban a los pobres e hicieron de
la Cena del Señor, celebrada en conexión con la comida común, cualquier cosa, menos la Cena de
Señor. La Cena, que conmemoraba y hacía efectivamente presente la entrega total y el sacrificio del
Señor Jesucristo, y que fue designada para unir al pueblo del Señor al comer del mismo pan y
participar del mismo cáliz, llegó a ser el escenario y el medio para la autoafirmación del hombre y la
división de la iglesia (1Co 11:17–34). Cuando el conocimiento es la piedra principal de la estructura
religiosa y no gobierna más el amor (1Co 13), son sacrificados la decencia y el orden, y la
edificación ya no es posible, los mandamientos saludables de los apóstoles son descuidados (1Co
14:37–38), y el ejemplo de las iglesias de Dios en todas partes no significa nada. (1Co 14:36)
25. Todo lo que caracteriza a los que falsamente afirman “pertenecer a Cristo” aparece en forma
concentrada y peculiar en su negación de la resurrección corporal de los muertos (1Co 15), su falsa
espiritualidad, que desprecia y degrada el cuerpo junto con todas las cosas naturales; su falsa
concepción del conocimiento, que los hizo manipuladores de ideas; que podía desechar el hecho
central de toda la historia, la resurrección corporal de Jesucristo de la muerte; su falsa concepción de
la libertad, que los motivó a oponerse, no sólo a Pablo, sino a todos los apóstoles, y al testimonio de
Cristo del A. T. En su intoxicación de libertad (Pablo tiene que decirles que lleguen al sano juicio, a
desintoxicarse, (1Co 15:34), ellos se sintieron libres de sacrificar el hecho central de la proclamación
apostólica frente al prejuicio griego. La idea de una resurrección corporal era particularmente
ofensiva a los griegos, como lo muestra la reacción de los estoicos y epicúreos. (Hch 17:32)
26. Llegó a ser suficientemente claro entonces que, cuando estos hombres decían: “Pertenecemos
a Cristo”, lo decían en un sentido exclusivo, como un slogan de lucha. La libertad que les dio su
“conocimiento”, su “libertad” en el Espíritu, necesariamente involucró una ruptura con la autoridad
de Pablo, quién plantó la Palabra en Corinto; hay alguna evidencia que consideraron a Pablo
sustituible e innecesario para la iglesia de Corinto y pidieron que no venga nuevamente a Corinto; las
palabras de Pablo en 1Co 4:18–19 lo insinúan: “Algunos de ustedes se han vuelto presuntuosos,
pensando que no iré a verlos. Lo cierto es que, si Dios quiere, iré a visitarlos muy pronto y ya
veremos no sólo cómo hablan, sino cuánto poder tienen esos presumidos.” Una ruptura con Pablo
significaba necesariamente una ruptura con Apolos, quien regó donde Pablo había plantado; y
significaba una ruptura con toda la autoridad apostólica. Las palabras de Pablo concernientes a su
arrogancia (1Co 4:18–19) y su beligerancia (1Co 11:16; 14:38) parecen indicar que eran altamente
autocráticos y despreciaban cualquier poder, menos el de ellos mismos, un hecho confirmado por la
ironía amarga del reproche de Pablo a los corintios en 2Co 11:20–21: “Aguantan incluso a cualquiera
que los esclaviza, o los explota, o se aprovecha de ustedes, o se comporta con altanería, o les da de
bofetadas.” Ellos, y aquellos que fueron más completamente integrados por ellos, constituían una
pandilla en la iglesia; y como una pandilla produce más pandillas a manera de reacción, allí
sobrevino el estado triste y dividido de la iglesia, con la cual Pablo trata tan poderosamente en los
primeros cuatro capítulos de su primera carta. En Corinto, la línea divisoria entre la iglesia (donde
Cristo solamente es el Señor) y el mundo (donde los hombres encabezan movimientos y demandan
lealtad), llegó siendo arriesgadamente difusa.
27. Nuestra primera carta es la respuesta de Pablo a esta situación, ya que lo aprendió de gente de
Cloé, de Estéfanas, Fortunato y Acaico, y de la carta de la iglesia de Corinto. Si todos los problemas
en Corinto tienen una raíz común, todas las respuestas de Pablo a los desarreglos varios y los
pecados en la iglesia también tienen un denominador común. La primera carta, con toda su variedad,
es una sola respuesta unificada, una sola demostración brillante de cómo se hace sentir una autoridad
genuinamente apostólica. Y el denominador común, el poder unificador, es la cruz de Jesucristo vista
en su pleno significado a la luz de la resurrección.
28. Pablo opera con los lemas de los nuevos líderes, pero al relacionarlos todos con la cruz les da
un contenido radicalmente diferente. Si ensalzaron al Cristo como el dador del conocimiento y la
libertad, Pablo lo exalta como el Señor de la gloria que fue crucificado por los gobernantes de este
mundo. Si ellos vacían la cruz de su poder (1Co 1:17), él está resuelto a no saber nada, sino de la cruz
(1Co 2:2); y coloca nuevamente a la cruz clara y directamente en el centro de la iglesia, la cruz, que
con su gracia pura que todo lo incluye, presenta una demanda total al hombre, cuerpo y alma, para
llaver una vida completamente para Dios (1Co 6:19–20). La cruz, que pronuncia un juicio aniquilador
sobre toda la grandeza humana y sobre todas las pretensiones humanas de sabiduría, corta toda
jactancia del hombre y marca como monstruosa y antinatural cualquier agrupación de grandes
hombres en escuelas y facciones que dan su lealtad a hombres, y no a Cristo.
29. Si se jactan de poseer el Espíritu y fomentan una espiritualidad que descuida el cuerpo y
alimenta el ego religioso, Pablo interpreta el Espíritu por la cruz, por aquel evento en la historia en la
cual el Hijo de Dios sufrió en la carne por hombres en la carne, aquel evento en el cual Dios dio su
inequívoco sí al cuerpo que él creó. Pablo proclama un Espíritu que mora en el cuerpo humano y
coloca una demanda de consagración sobre él (1Co 6:19). Proclama un Espíritu que capacita a los
hombres para decir que Jesús es el Señor (eso es, Jesús el crucificado, a quien los judíos llaman
maldito, porque colgó del madero 1Co 12:3, comp. Gá 3:13), un Espíritu que da dones a la iglesia
“para el bien de los demás” (1Co 12:7), cuyo don más alto es el amor que no busca lo suyo. (1Co 13)
30. Si ellos se jactan de un conocimiento que los hace “sabios según las normas de esta época”
(1Co 3:18), un conocimiento que infla a los hombres (1Co 8:1) y los hace jactarse de los hombres, y
crea pandillas apegadas a hombres, Pablo proclama la sabiduría ofensiva de la cruz (1Co 2:6–13),
que empequeñece al hombre, tanto al judío como al griego, y lo hace glorificarse del Señor
solamente. Pablo proclama una gracia entera e íntegra de Dios, la gracia de la cruz, y esa gracia da
un conocimiento que no es primordialmente el saber del hombre, sino el saber de Dios del hombre;
significa que un hombre tiene un conocimiento que importa cuando Dios lo conoce (quiere decir
ama, elige y lo llama), y así el hombre es capacitado para amar a Dios. (1Co 8:1–3)
31. Si ellos tienen y ejercitan una libertad que anula toda autoridad, exalta el ego del hombre y
descuida al hermano, Pablo proclama la libertad del hombre cristiano, que es señor sobre todas las
cosas porque él es de Cristo (1Co 3:21–22) y en ésta, su libertad, llega a la ley de Cristo y se esclaviza
a sí mismo a todos los hombres a fin de salvar a algunos por todos los medios (1Co 9:21–22). Pablo
conoce la libertad como libertad del pecado y del egoísmo, un ser liberado para ministrar al prójimo.
32. Éstas son la convicciones básicas que apoyan el tratamiento pleno y múltiple de Pablo a todas
las preguntas presentadas por la situación en Corinto. Ningún bosquejo de la carta puede tratarlo
debidamente. Lo siguiente puede ser suficiente para indicar el alcance de la carta.
Bosquejo
1:1–4:21 El evangelio del crucificado es lo opuesto de aquella sabiduría de este mundo que
fomenta la grandeza humana y crea facciones centradas en los hombres. La cruz de Cristo destruye
toda grandeza humana. Si los hombres en la iglesia de Corinto buscan “sabiduría” y crean facciones,
Pablo busca la unidad de la iglesia, sujetando a todo hombre al crucificado y desacreditando todos
los partidos, incluyendo aquel que llevaba su nombre.
1:1–9 La salutación (vv. 1–3) sigue prácticas epistolares antiguas pero ha sido hecha
cuidadosamente cristiana en los tres de sus componentes (remitente - receptor saludo). El remitente,
Pablo, se identifica a sí mismo como mensajero llamado y autorizado por Cristo Jesús; los
receptores son caracterizados como llamados a ser santos, miembros separados y santificados, del
único pueblo santo de Dios; y el saludo invoca en los lectores las bendiciones características del N. T.
del favor (gracia) inmerecido de Dios y el bienestar e integridad que crea el favor de Dios (paz).
1:1 Sóstenes. Anteriormente líder de la sinagoga de Corinto (Hch 18:17), probablemente
convertido por Apolos. Comp. Introducción, párrafo 10.
1:1–2 Llamado… a ser un apóstol… llamados a ser santos. El paralelismo es significativo: Pablo
llama ya a los corintios a ser “imitadores” de él mismo. (4:16; 11:1)
1:2 Santos… junto con todos… etc. Pablo, incluso aquí, advierte a sus lectores contra ese
individualismo porfiado que tan punzadamente censura en 14:36.
1:4–9 El agradecimiento acostumbrado reside en la riqueza del dote de la iglesia. Para algunos,
esto parece una felicitación vacía en vista del estado lastimoso de la iglesia, como se revela en los
capítulos siguientes. Pero Pablo no felicita a la iglesia; él agradece a Dios. La realidad de los dones
de gracia no se ponen en duda por el hecho de que algunos de los receptores abusaron de ellos. Fiel
es Dios, dice Pablo, “¿han sido fieles ustedes?” (v. 9)
1:7 Que se manifieste nuestro Señor Jesucristo en el día postrero. (Comp. Col 3:4)
1:10–17 Dios, quien es fiel, ha llamado a los hombres “a tener comunión con su Hijo Jesucristo,
nuestro Señor” (v. 9). Todos están sujetos a él (como todos han sido bautizados en su nombre); hasta
los más grandes y sobresalientes son siervos (comp. 3:5). Hacer pequeños dioses de líderes humanos
es cuestionar el único señorío del crucificado, es olvidar lo que el bautismo en su nombre significa
(entrega a él, incorporación a él, comp. 12:12–13), es perder de vista la verdadera naturaleza del
evangelio como poder.
1:11 La familia de Cloé. Comp. Introducción, párrafo 18.
1:12 Por las facciones en Corinto, comp. Introducción, párrafos 9–19.
1:13 Crucificado… bautizado. Por la conexión entre la muerte de Cristo y el bautismo en su
nombre: comp. Ro 6:3–4.
1:14 Con la ironía Pablo no intenta despreciar al bautismo, en el cual coloca el mayor valor
(comp. por ej. 6:11, “lavado”; 12:12–13; Ro 6:1–11). Más bien (como la referencia al crucificado en
el v. 13) aleja la atención de Pablo hacia su Señor. Por la práctica de dejar el acto del bautismo a
subordinados de Pablo, comp. Hch 10:48.
Crispo. Líder de la sinagoga de Corinto, convertido por Pablo. (Hch 18:8)
Gayo. Comp. Ro 16:23. Si se puede identificar con el Gayo de Hch 19:29 y 20:4, es dudoso.
1:17 Los discursos de sabiduría humana vacían la cruz de su poder, porque substituyen un logro
del hombre (persuasivamente captando su sistema razonable y racional) por el acto poderoso de la
liberación de Dios.
1:18–2:5 La cruz de Cristo (v. 17) y la palabra de la cruz son los actos de Dios para nosotros, los
hombres, y para nuestra salvación (comp. 1Co 5:18–19); por eso ambos son el poder de Dios (comp.
Ro 1:16–17). A este poder no se lo reconoce por un examen crítico, sino siendo salvado y llamado
por él (vv. 18, 24). Su carácter divino se manifiesta en el hecho de que no responde a las expectativas
y exigencias de los hombres, ni de los judíos, quienes esperan ser arrollados hacia la salvación por
señales que hacen innecesarios el arrepentimiento y la fe, ni de los griegos, quienes esperan ser
llevados a la salvación por razonamientos y argumentos racionalmente aceptables (vv. 22–23). El
evangelio no es “invención humana” (Gá 1:11). Un hombre hubiera hecho el comienzo en Corinto
con convertidos de otra índole (1:26–31); Dios obró en libertad soberana cuando llamó a los
corintios. Obró, como sólo Dios puede obrar, creativamente (escogió… lo que no es nada v. 28; él es
nuestra sabiduría, nuestra justificación, santificación y redención, v. 30). Un hombre hubiera
escogido a un mensajero de otra índole (2:1–5) no a un Pablo con su debilidad… miedo y temblor
(2:3) y su ausencia de palabras sabias y elocuentes (2:4). La obra salvadora de Dios excluyó toda
auto-presunción del hombre (jactancia, vv. 29, 31; comp. Ro 3:27) e hizo que la fe del hombre
descanse en él, pues sólo él puede ser su lugar de descanso. (2:5)
1:19 Comp. Is 29:14; Sal 33:10.
1:21 El mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, la sabiduría de Dios, manifestada
en su creación, que los hombres contemplan y “conocen” y, con todo, se niegan a agradecer y
glorificar al sabio creador (Ro 1:19–23). Por la conexión entre sabiduría y creación en el
pensamiento bíblico, comp. Job 28:20–28; Pr 8:1, 22–31.
1:22 Judíos y griegos representan a la humanidad, especialmente lo “mejor” de la humanidad, los
favorecidos religiosos y la élite intelectual.
Los judíos piden señales milagrosas. Comp. Mt 12:38; 16:1; Jn 4:48; 6:30.
Los griegos buscan sabiduría. Comp. Hch 17:20–21; 31–32, cuando Pablo habla del juicio de Dios
y de la resurrección de Jesús, los griegos pierden interés.
1:24 Llamados. Por el llamado efectivo de Dios, comp. 1:1–2 y Ro 8:28–30. Sabiduría (comp. v.
30) apunta hacia adelante, al tema desarrollado en 2:66 y ss. (el evangelio como la sabiduría de Dios).
1:28 Lo que no es nada. Comp. Ro 4:17.
1:31 Que se enorgullezca. Comp. Jer 9:23–24.
2:2 …Y de éste crucificado. Comp. Introducción párrafos 27 y 28.
2:4 Espíritu. Comp. 3:12–13.
2:6–16 La palabra de la cruz es también una palabra de sabiduría (comp. 1:24, 30); ciertamente es
la única sabiduría que da la respuesta de Dios al aprieto en el que se encuentra el hombre, y tiene
perfecto senti-do. Pero solamente los maduros (v. 6) pueden reconocerlo como tal, esto es, solamente
los que han experimentado el poder salvador como el llamado de Dios (1:18, 24). Son aquellos que
han aceptado lo que por su gracia él nos ha concedido (v. 12), quienes lo aman por sus favores
inexpresables (v. 9). Se han desprendido para siempre de la sabiduría de este mundo y de los
gobernantes de este mundo (vv. 6, 8); aquellos, en su camino de autorrealización no tienen
entendimiento en cuanto a los misericordiosos propósitos de Dios y chocan con ellos. Los
gobernantes de este mundo crucificaron al Señor de la gloria (v. 8). Para ellos, la sabiduría amorosa
de Dios permanece un misterio y una cosa escondida (v. 7). A aquellos, que han experimentado el
amor de Dios y han respondido a su amor, él les revela su sabiduría por medio de su Espíritu (v. 10).
El Espíritu es el intérprete de Dios, válido (vv. 10–11) y único (v. 14). Por el poder del Espíritu, el
hombre puede dejar este mundo y entrar al nuevo mundo de Dios (comp. Heb 6:4–5) donde él es libre
e independiente de todos los juicios de este mundo (v. 15); de él es la mente del Señor, nada menos. (v.
16)
2:6 Los gobernadores de este mundo… terminarán en nada. El nuevo mundo de Dios, preparado
por su amor, juzgará y destruirá todo poder autosuficiente (Mt 20:25). (Comp. 13:8, 13)
2:7 Destinado… para nuestra gloria. Comp. Ro 8:28–30.
2:9 Está escrito. En nuestro A. T. no se halla tal pasaje. Por el pensamiento en el A. T. comp. Is
52:13; 64:4; 65:17.
2:16 Comp. Is 40:13. El pasaje 40:13 es un himno fuerte sobre el poder soberano de Dios al
servicio de su amor salvador.
3:1–4:7 Ahora que Pablo aclaró la naturaleza del evangelio como el poder y la sabiduría de Dios,
puede esperar ser entendido cuando habla del lugar y la función de los hombres como proclamadores
de esa palabra sabia y poderosa. Hombres como Pablo y Apolo no pueden ser cabezas de camarillas
competidoras (3:3–4), como las tenían los corintios; ellos son meramente servidores (3:5; 4:1),
colaboradores de Dios (3:9), sembradores y regadores para él, que creadoramente da el crecimiento
(3:6, 9); son meramente administradores de los misterios de Dios, responsables ante Dios por su
administración (4:1–5; comp. 3:12–15). La iglesia que encontraron y fomentaron no es de ellos, sino
de Dios, el campo y edificio de Dios (3:9), el templo de Dios, habitado por el Espíritu de Dios (3:16–
17). Si los corintios realmente quisieran ser lo que reclaman ser, hombres espirituales, y no más
niños en Cristo (3:1), no más hombres inmaduros, hombres ordinarios, hombres atrapados por la
sabiduría de este mundo (3:1–4), tienen que aprender a considerar así a estos proclamadores, y a sí
mismos. No deben atreverse a hacer de Pablo o Apolo la meta de sus lealtades (3:4), el fundamento de
su jactancia, y la ocasión de sus engreídas rivalidades (3:21; 4:6). Ellos no pertenecen a Pablo o
Apolo (3:4); estos hombres son partes del gran don de Dios a ellos (3:21–22; 4:7). Tan cierto como
Cristo fue crucificado para ellos y son bautizados en su nombre (2:7–8; 1:13), son de Cristo y así
pertenecen a Dios (3:23). Así pueden aprender a … no ir más allá de lo que está escrito, esa palabra
de Dios que exalta a Dios y silencia las pretensiones de los hombres. (Comp. las citas del A. T. en
1:19, 31; 2:9, 16; 3:19–20)
3:1 Inmaduros. Otras traducciones usan carnales. Carne designa al hombre en su estado natural de
enajenación de Dios y enemistad contra él (Ro 8:5–8; note la antítesis de “Espíritu”), incapaz de
comunión con Dios como “hombre no-espiritual” (2:14). Comp. “hombre ordinario” (v. 3), “hombre
con criterios humanos” (v. 4). Pablo se pregunta si los corintios no habrían recibido la gracia de Dios
en vano.
3:13 Día… fuego. El día es el día del juicio; fuego es un símbolo común del juicio de Dios, que
pondrá a prueba la calidad del trabajo hecho por los proclamadores de la Palabra. Para el juicio de
Dios como un fuego consumidor comp. Mal 3:2; 4:1; Mt 3:11–12.
3:15 Salvado… pero como quien pasa por el fuego. Ni el obrero despreocupado está excluido de la
compasión perdonadora de Dios. Pero Pablo repite su advertencia (“Cada uno tenga cuidado cómo
construye”, v. 10) en términos severos; el obrero despreocupado está jugando con fuego eterno. Por
la expresión comp. Zac 3:2; Jud 23.
3:16–17 Templo de Dios. Comp. 6:19; 2Co 6:16. El templo de Dios, la iglesia, es destruido cuando
los hombres substituyen la sabiduría de este mundo por la locura de la cruz. (vv. 18–20)
3:19–20 Está escrito. Job 5:13; Sal 94:11.
3:21 Todo es de ustedes. Comp. Ro 8:32, 37–39.
3:23 Ustedes son de Cristo, quien los compró “con un precio” (6:20; 7:23; comp. Hch 20:28).
Pablo le da al lema partidario “Yo soy de Cristo” (1:12; comp. Introducción, párrafo 14–15) su
verdadero significado refiriéndolo a Cristo crucificado.
Cristo es de Dios. Dios dio “toda autoridad en el cielo y en la tierra” (Mt 28:18; comp. 11:27) a su
Rey ungido, su Hijo obediente. (Comp. 15:27–28)
4:3 Que me juzguen ustedes o cualquier tribunal humano. Comp. 2:15. Como hombre espiritual
(7:40), Pablo no puede some-terse a cualquier juicio, basado en las pautas de la sabiduría de este
mundo, tal como los corintios lo han aplicado a él y a Apolo. (3:4; 4:6)
4:7 ¿Quién ve algo diferente en ti? Mejor: ¿Quién te distingue de los demás?, quiere decir, ¿qué te
destaca como alguien especial? Todos ustedes han recibido a apóstoles y maestros como dones del
Cristo ascendido (Ef 4:7–12); por eso no pueden jactarse de cualquiera de ellos como su reclamo
privado de distinción.
4:8–21 Pablo, “llamado… a ser apóstol de Jesucristo” (1:1), anda el camino de Jesús, el
crucificado, el camino que los sabios de este mundo rechazan como locura (v. 10; comp. Mt 11:25), el
camino de debilidad, privación, deshonor y muerte, donde se pierde la vida por causa de Cristo para
hallarla en él (comp. Mt 16:25). Con ironía mordaz acusa a los corintios, hombres “llamados a ser
santos” (1:2), por dejar el camino de su santidad. Las beatitudes de Jesús, en cuanto a los pobres,
hambrientos y perseguidos, ya no se aplican más a ellos (comp. Mt 5:3, 6, 10). En su arrogancia, ya
no son más los humildes, a quienes Jesús prometió la tierra como heredad (Mt 5:5), ya no más
imitadores de su humilde apóstol (vv. 12–13) y padre en Cristo Jesús (v. 15). Pablo apunta a la
enfermedad básica, de la cual sus facciones son un síntoma; dejaron atrás la cruz, siguiendo al
espejismo de la sabiduría y el poder. Llamándolos a ser imitadores de él (v. 16), los está convocando,
con todo su lenguaje amargo, a volver como sus hijos amados (v. 14) a la única y duradera fuente de
sabiduría, poder y vida, al evangelio (v. 15). La misión de Timoteo es de fortalecer la petición del
apóstol a fin de que lleguen a ser una vez más la iglesia “apostólica”.
4:9 En el último lugar… hombres sentenciados… espectáculo para todo el universo. Pablo parece
contemplar una clase de procesión de hombres condenados, de los cuales los apóstoles son la última
y más triste porción. El universo entero, tanto ángeles como hombres, observan sin comprenderlo,
sus sufrimientos.
4:13 Deshecho… escoria, son palabras de injuria, que expresan profundo desdén.
4:15 Padre… por el evangelio. Comp. 1:30; Flm 10.
4:16 Imitadores. La imitación incluye la aceptación de la palabra apostólica y la sumisión a la
autoridad apostólica, así como también la emulación. (Comp. 11:1; Fil 3:17; 1Ti 1:6; 2Ti 3:7, 9)
4:17 Timoteo. Comp. 16:10.
Mi manera; La proclamación e instrucción de Pablo. Por camino en este sentido, comp. Sal 25:4–
5.
4:18–19 Arrogante… gente presumida. Por la arrogancia de los hombres en Corinto que se
opusieron a Pablo y lo despreciaron, comp. 2Co 10–13, especialmente 11:20.
5:1–6:20 Comp. Introducción, párrafo 16–19. Pablo tiene que ver con tres casos de gran abuso de
la libertad cristiana.
5:1–13 Incesto
6:1–11 Litigio
6:1–11 El nuevo pueblo de Dios, por virtud de su bautismo (lavado, v. 11) ha sido santificado y
justificado en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios (v. 11); ellos pertenecen
a Cristo (3:22) y por eso fueron destinados para juzgar al mundo y a los ángeles, conjuntamente con
él (vv. 2–3). Ellos pertenecen, como hombres dotados con el Espíritu de Dios, al nuevo mundo de
Dios y por eso no pueden realizar su tarea tratando con hermanos que tienen discrepancias el uno con
el otro en cuanto a los poderes de este mundo juzgado y moribundo.
6:7 Una derrota para ustedes, porque es una rebaja del nivel en el cual todos los santos realmente
viven (v. 2) como herederos del futuro (vv. 1–3) en obediencia a la palabra de Jesús (Mt 5:39–42).
Aquí también llegaron a ser “carnales, ” “hombres ordinarios, ” “inmaduros”. (3:1, 3, 4)
6:12–20 Comp. Introducción, párrafos 16 y 19. Pablo cita un lema de los patrocinadores de la
“libertad” en Corinto (Todo me está permitido, v. 12) y un poco del razonamiento con lo cual
defienden su posición: que el hombre espiritual, de conocimiento, es libre de asociarse con
prostitutas: indulgencia sexual, reclamaron, es semejante a satisfacer al hambre, una parte de la vida,
moralmente indiferente, en este mundo pasajero (v. 13). Entonces expone su especioso lema y
tenebroso razonamiento a la luz de la cruz. El Cristo que murió por los pecados del hombre declaró
que ser indulgente con el pecado es estar esclavizado al pecado (v. 12; Jn 8:34), y de la esclavitud, su
cruz redimió al hombre (comprado por un precio, v. 20), con una redención total de la persona
corporal. Su gracia declaró pertinencia al cuerpo del hombre (para el Señor, v. 13), lo marcó para la
resurrección y vida eterna (v. 14), lo hizo un miembro de sí mismo (v. 15), un templo del Espíritu
Santo (v. 19), un lugar de santidad inviolable, no más a disposición del hombre para hacer lo que le
agrada (no son sus propios dueños, v. 19), sino el instrumento de su adoración (v. 20; comp. Ro 12:1).
Si los corintios unen a este cuerpo con una prostituta (v. 16), profanan lo que la cruz hizo santo; si
indultan esta libertad esclavizante, niegan a su “único soberano y Señor, Jesucristo” (Jud 4). El
carácter corporal de este acto, lejos de hacer el acto indiferente, lo hace particularmente atroz.
7:1–40 El mismo desprecio del cuerpo y la vida corporal del hombre, que halló expresión en una
conciencia liviana sobre la fornicación (6:12–20) levantó en Corinto una conciencia delicada
concerniente al matrimonio, y fomentó el impulso hacia un celibato universal. La carta de la iglesia a
Pablo (asuntos que me plantearon, v. 1) probablemente citó un lema de la nueva enseñanza: Es mejor
no tener relaciones sexuales (v. 1) e indicó los problemas que surgieron por la aplicación de este
principio. Gente casada hacía experimentos ascéticos para los cuales no estaban siempre de acuerdo
(vv. 2–5). Algunos consideraron divorciarse de sus parejas, especialmente parejas paganas, como un
camino hacia una vida religiosa, más plena (vv. 10–16). Se sembraron dudas entre los solteros y las
viudas en cuanto a sus derechos de casarse o casarse nuevamente (vv. 8–9, 25–28, 3940). Sea lo que
fuere el significado exacto de los vv. 36–38 (ver nota sobre este pasaje), indica la misma
incertidumbre concerniente al matrimonio como el resto. Pablo responde plenamente a estos asuntos
con sobriedad evangélica, porque las afirmaciones de la nueva enseñanza eran parciales y legalistas.
Cristo, así lo dice el apóstol a su iglesia, compró al hombre por un precio (7:23) y lo destinó para
la gloria. Sus vidas, dentro de los órdenes de este mundo (matrimonio, esclavitud, comercio) tienen
un carácter provisional, que pronto cesará, porque la apariencia de este mundo pasará para dar lugar
al nuevo mundo de Dios. Como hombres redimidos no deben apegarse a las cosas de este mundo (vv.
29–31) y deben enfocar siempre una devoción indivisible al Señor que los compró (v. 35). Esto le da
al celibato su valor y su lugar en la vida de la iglesia, y Pablo es el primero en apreciarlo, siendo él
mismo célibe (vv. 7, 8, 26, 38, 40). Pero el celibato es un don que solamente la gracia libre de Dios
puede conceder (v. 7); el hombre no puede simplemente reclamarlo o tomarlo por sí mismo, mucho
menos imponerlo a otros como una regla, sin tomar en cuenta sus limitaciones. Además, si la vida en
este mundo tiene un carácter provisional, también tiene un carácter preparatorio; los hombres deben
vivir su vida presente con la fe que el llamado de Dios los ha convocado a ser de él en el lugar donde
estén, y servirle allí (17:24). No deberían, jovialmente, en entusiasmo ciego, librarse por sí mismos
del lazo matrimonial que la palabra de su Señor redentor santificó (v. 10); y no deben escoger un
rumbo de devoción célibe que los lanzará al pecado. (vv. 2–5, 9, 36)
7:1 Me plantearon por escrito. Comp. Introducción, párrafo 20, y 8:1; 11:2; 12:1; 16:1.
7:4 Hasta en estas palabras bien adecuadas sobre el aspecto físico del matrimonio, está claro que
el amor erótico es transfigurado por aquel amor específicamente cristiano que no busca lo suyo
(13:4–7); los esposos simplemente existen el uno para el otro.
7:10 El Señor. Jesús no tiene una palabra específica sobre la mujer que busca el divorcio, ya que
bajo la ley judía ella no podía pedir el divorcio. Pero su palabra sobre la inviolabilidad del
matrimonio, Mt 19:6, cubre el caso.
7:11 Si se separa. Mejor: “si ya es divorciada”.
Que no se vuelva a casar. Ella es libre de casarse nuevamente, después de la muerte de su marido.
(vv. 39–40)
7:12 A los demás, a aquellos casados con cónyuges paganos.
Les digo yo (no es mandamiento del Señor). Aunque Pablo es enfático en cuanto a su autoridad
apostólica (1:1; 7:25; 7:40) y va tan lejos hasta declarar que “Cristo está hablando por medio” de él
(2Co 13:3; comp. Ro 15:18), hace una cuidadosa distinción entre su palabra y una palabra,
pronunciada por Jesús en los días de su carne.
7:14 El esposo no creyente ha sido santificado por la unión con su esposa creyente. Santificado no
es lo mismo que salvación, como se ve en el v. 16; la fe de la mujer no “salva” automáticamente al
esposo no creyente. El pensamiento parece ser más bien éste: cuando Dios, en su gracia, llamó a la
mujer, la llamó como ella era, estando dentro de la más íntima de las asociaciones humanas con un
no creyente. Su gracia la alcanzó también así y es suficiente para ella así. El esposo pagano es, lo
reconozca o no, participante en un matrimonio cristiano y es consagrado en este aspecto por la
gracia divina que es más alta que el matrimonio. La mujer cristiana puede y debe “quedar con Dios”
en aquélla condición en la cual fue llamada (v. 24). No vive en una unión no-santa, y los hijos de su
matrimonio no son inmundos, sino destinados a formar parte del santo templo de Dios (3:16–17) por
la gracia del bautismo, como ella bien lo sabía cuando trajo a sus hijos a ser bautizados.
7:16 Tanto el apóstol como la iglesia saben que solamente pueden “salvar a ALGUNOS por todos
los medios posibles”. (9:22)
7:17 Pablo generaliza desde su afirmación concerniente al matrimonio mixto (vv. 12–16) e ilustra
su regla con el ejemplo de la circuncisión (vv. 18–19) y la esclavitud. (vv. 21–22)
7:23 Los cristianos, redimidos por un precio, “no están sujetos al juicio de nadie” (2:15), llegarían
a ser esclavos de los hombres si aceptaran y actuaran según el juicio de los hombres, concernientes a
la importancia y al significado de tales cosas como la circuncisión (vv. 18–19) o la esclavitud. (vv.
21–22)
7:26 La crisis actual, el tiempo de la “gran tribulación” que precede al regreso de Cristo. (Comp.
7:29; Mt 24:21, 29; Lc 23:29)
7:31 Este mundo, en su forma actual, está por desaparecer, y la nueva era, cuando el matrimonio
no exista más, está cerca. (Mt 22:30)
7:36–38 Alguno, un hombre comprometido, que determinó mantener su relación con su prometida
como puramente espiritual, tenerla como su comprometida (38). El consejo de Pablo al tal es el
mismo que le da a los solteros y a las viudas, vv. 8–9; el matrimonio no es pecado. El que se casa con
su prometida hace bien, pero a aquél, a quien le ha sido dado no casarse, hace mejor.
Pero es más cierto que el alguno del v. 36 es el padre de la señorita. La palabra, traducida con
prometida en los vv. 36, 37, 38 es, en griego, simplemente “virgen”; y la palabra traducida
matrimonio es usada mayormente para “dado en matrimonio” por el padre. El pasaje probablemente
debiera ser interpretado así: “Si alguno piensa que no está tratando a su virgen (hija, por no
permitirle casarse) como es debido, si ella es completamente madura como, déjenlo hacer como él
desea; déjenlos (la hija y el hombre joven involucrado) casarse, no es pecado. Pero el que está firme
en su corazón, no estando bajo necesidad alguna, sino por decisión de su voluntad, y lo ha
determinado en su corazón, de mantenerla como virgen (hija), hará bien. De manera que aquel que da
a su virgen al casamiento hace bien, y aquel que se refrena de darla en matrimonio hará mejor.” 7:39–
40 Aparentemente un apéndice a los vv. 10–11, 15. (Comp. 7:11)
7:39 En el Señor, eso es, con un hermano cristiano, con un sentido pleno de lo que involucra un
matrimonio cristiano.
8:1–11:1 Comp. Introducción, párrafos 16 y 22. Sacrificado a los ídolos (8:1) llegó a ser un
problema para los cristianos, porque en los sacrificios a las deidades paganas, solamente una parte
del animal sacrificado era realmente ofrecido a la deidad; el resto era, o vendido en la carnecería
(10:25), o comido en comidas festivas en un templo del ídolo (8:10; comp. 10:27). Era comprensible
que algunos cristianos se preocuparan en sus conciencias en cuanto a participar de alimentos
“contaminados” por el contacto cercano con la idolatría repugnante. El hombre de conocimiento
(8:1), alegremente confiado en la libertad (8:9) que le daba su conocimiento, sobrepasó los
escrúpulos de aquellos hermanos más débiles, participando libre y públicamente (8:10) de los
alimentos ofrecidos a ídolos. Pablo, justo como siempre, en prim r lugar consiente plenamente con
lo que es cierto en el reclamo que el conocimiento da libertad (8:1–6; 10:19–20, 27, 29); el cristiano
sabe de la soberanía exclusiva de su Dios y Señor y es libre para siempre de todos los otros dioses y
señores (8:5–6). Entonces Pablo procede a purificar el conocimiento del egoísmo y el orgullo,
haciendo hincapié en la obligación de amor a aquellos que no tienen ese conocimiento como ellos lo
tienen (8:7–13), el hermano débil arruinado por el conocimiento del hombre fuerte. Señala, entonces,
a su propio ministerio como ejemplo de altruismo, amor pleno que lo hace a él, libre como era, el
esclavo de todos (9:1–23), llevando una vida de una autodisciplina severa (9:24–27). Esta disciplina de
Cristo, a quien Pablo “imita”, y convoca a los fuertes y entendidos a imitar (10:31–11:1), es el yugo
de Cristo a cuyo amor pleno deben su existencia (8:6), quien murió por el hermano a quien
menosprecian y arruinan (8:11), el Señor Jesús encarnado (9:1), cuyas bendiciones redentoras
conocen y experimentan en la Cena del Señor. (10:16–17; comp. 10:1–4)
El Señor ha templado la osadía de la fe de sus discípulos con santo temor, cuando les enseñó a
orar (Mt 6:13) y cuando les rogó a velar y orar para que no caigan en tentación, la noche en que fue
traicionado (Mt 26:41). Pablo imita a su Señor en esto también. Él profundiza el conocimiento del
saber (no quiero que desconozcan, 10:1) con el conocimiento de que aquel que piensa que está firme
pueda, si no fuera por la gracia de Dios, caer (10:12–13), como Israel cayó una vez a pesar de todo lo
que Dios le había dado (10:1–11). Él hace más modesto el conocimiento de ellos con relación al
desprecio que le tienen a los ídolos, apuntando al hecho de que la nulidad de los ídolos llega a ser una
realidad demoníaca cuando es adorada, una realidad con la cual ningún adorador de Dios puede
conformarse. (10:14–22)
Luego, habiendo puesto un fundamento de amor pleno y temor reverente, Pablo puede dar
indicaciones breves y bien fundadas referentes al contacto con los alimentos ofrecidos a ídolos.
Estos capítulos, juntamente con Ro 1415, son el tratamiento clásico apostólico en cuanto al uso y
abuso de la libertad que Cristo nos dio. (Gá 5:13)
8:1 y 4 Comp. Introducción, párrafo 16. Estas palabras probablemente fueron lemas que usaban
los nuevos líderes. Por la relación conocimiento-amor, comp. 13:2.
8:2 Para la reconstrucción radical, efectuada por el evangelio en el pensamiento del hombre,
comp. las palabras de Pablo sobre sabiduría en 3:18.
8:3 Es conocido por él (Dios). El conocimiento real no es un logro del hombre, sino el don de
Dios al hombre. No tanto un conocer, sino un ser conocido, o sea, ser amado, elegido y llamado por
Dios. Comp. Mt 11:27, donde Jesús describe el conocimiento del Padre como el don gratuito al
cansado y cargado, y Ro 8:29 (“conoció de antemano”).
8:5 Señor era un título común de deidad en las religiones orientales, muchas de las cuales habían
llegado a ser populares en el mundo romano, y eran usadas por el deificado emperador romano.
8:6 Para Padre como fuente y meta de la creación y la historia, comp. Ro 11:36. Para
JESUCRISTO como mediador, tanto de la creación como de la salvación, comp. Jn 1:3; Col 1:16–20;
Heb 1:13.
8:7 Acostumbrados a los ídolos, como poderes reales e influyentes en su vida. (Comp. 12:2)
Para sacrificada a un ídolo, comp. 10:19–20.
8:8 Lo que comemos no nos acerca … así lo demuestra la segunda parte del versículo. Nuestro
comer o beber es realizado “para la gloria de Dios” (10:31), cuando es motivado por el amor al
hermano. (8:13)
8:10 Animado, lit. “edificado”, la misma palabra griega que en 8:1. Los que hicieron tal uso
imprudente de su libertad, como se describe aquí, evidentemente argumentaron que su ejemplo
“edificó” al hermano débil, lo animó a llegar a ser igualmente libre; el entendimiento pastoral de
Pablo rechaza tales medidas ásperas como injuriosas y destructivas. La conciencia débil es
“contaminada” (v. 7), “herida” (v. 12), y el hombre débil “cae” y es “destruido”(13:11) ya que es
llevado a actuar en violación de su conciencia. (Comp. Ro 14:14)
9:1–2 Pablo desarrolla luego el pensamiento de 8:13. Él es libre como cualquiera (comp. 8:9;
9:19) y tiene “derechos” (vv. 3, 5, 6, 12, 18) de índole especial como apóstol, autenticado por su
propia historia (ha visto a Jesús, comp. 15:8) y por la existencia de la iglesia apostólica que su
ministerio produjo (sello).
9:5 Acompañado por una esposa. Esto aumentaría la carga impuesta a las iglesias que sostenían a
los apóstoles.
Cefas, la forma aramea del nombre Pedro.
9:6–14 Pablo demuestra su derecho de ser mantenido de parte de la iglesia por el principio de la
igualdad en las ocupaciones en la vida ordinaria (v. 7; comp. vv. 10–12), por lo fijado por la ley en el
A. T. (vv. 810, 13), y por una apelación al mandamiento de Jesús. Cuando desistió de su derecho (v.
15), estaba renunciando a derechos indiscutibles.
9:9 Ley. Dt 25:4. Al apóstol, que tenía oído para el gemir de lo infrahumano en la creación, y
sabía de la promesa y esperanza que abarcaba a toda la creación (Ro 8:18–22), difícilmente se lo
pueda imaginar negando el cuidado de Dios a todas sus criaturas, o que los bueyes están por debajo
de su dignidad. Por el contrario dice, de manera muy dramática, que la provisión de Dios por bueyes
que trillan encarna un principio de su dominio sobre toda la creación.
9:12 Obstáculo al evangelio. Tal obstáculo sería la suspicacia de que el apóstol predicaba por
ganancia (comp. 1Ts 2:5; Hch 20:33; 3Jn 7). Hasta en Corinto, Pablo tuvo que frenar tal suspicacia.
(2Co 12:1418)
9:13 Servicio en el templo Nm 18:8–32; Dt 18:1–3. Pablo, de vez en cuando, habla de su propio
ministerio como “deber sacerdotal de proclamar el evangelio”. (Ro 15:16)
9:14 El Señor ha ordenado. Mt 10:10; Lc 10:7–8.
9:15–18 El hablar de Pablo de enorgullecerse (vv. 15, 16) y recompensa (vv. 17, 18) suena raro,
viniendo de un hombre que tan rigurosamente excluye toda jactancia del hombre en su relación con
Dios (1:29; Ro 3:27). Puede ser entendido solamente en el contexto de la gracia; escuchamos a Pablo
hablando nuevamente de motivo de jactancia en 15:10, cuando dice: “He trabajado con más tesón que
todos ellos.” Allí, la jactancia es precedida y seguida por un reconocimiento agradecido por el obrar
de la gracia de Dios en él y por él. De manera que aquí la jactancia y la recompensa son un
reconocimiento triunfante de la divina gracia que hizo de él, no solamente un esclavo obediente con
obligación… que se le ha encomendado (vv. 16–17) que no puede reclamar una recompensa por hacer
lo que debe hacer (comp. Lc 17:7–10), sino que esta gracia lo ha hecho un “imitador” de Cristo
(11:1), un hijo libre, que da libremente (por mi propia voluntad, v. 17; gratuitamente, v. 18), como dio
el Hijo (Gá 1:4; 2:20; comp. Mt 10:8). Así puede esperar tener parte en el gozo de su Maestro (Mt
25:21). Todo es de gracia, y así la “jactancia” de Pablo es, en último análisis, una jactancia “en el
Señor”. (1:31)
9:19–27 “El amor edifica” (8:1). El solo deseo de Pablo de edificar la iglesia viviente, no
solamente lo llevó a renunciar al sostén financiero, lo cual era su derecho (9:318); también lo hizo
esclavo de todos (v. 19), en obediencia a la ley de Cristo (comp. Gá 6:2). Se hizo todo para todos (v.
22), a los judíos… bajo la ley (v. 20), a los gentiles sin la ley (v. 21), a los débiles hermanos cristianos
(v. 22). Buscó y halló al judío donde vivió, bajo la ley, nunca burlándose de los santuarios judíos,
nunca despreciando la alta majestad de la ley o echando dudas sobre las promesas, dadas a Israel, u
ocultando el hecho de que el evangelio es dado “primeramente al judío” (Ro 1:16). Buscó y halló al
gentil donde él estaba, fuera de la ley, sin imponerle la ley, y luchó para liberarlo de la ley (comp.
Gá). Los capítulos 8–10 de 1Co son evidencias permanentes de cómo entró simpáticamente a los
temores y escrúpulos del débil, tratando amablemente con ellos como un enfermero o un padre (1Ts
2:7, 11), protegiéndolos de la ofensa de los fuertes desconsid rados. Él sigue este asunto con la
intensa devoción de un atleta en entrenamiento (vv. 24–25), con el conocimiento de que solamente
aquel que vive y comparte el evangelio puede … participar de sus frutos (v. 23), y en la comprensión
sombría de que aún tiene que encarar el juicio de su Señor (comp. 4:4) y puede todavía ser
descalificado en la carrera y perder el premio. (v. 27; comp. Fil 3:14)
10:1–22 Pablo hace recordar lo que el “sabio” y el “fuerte” ignoran: que la gracia de Dios, y sus
dones, colocan al hombre en una relación personal y responsable con él; no “asegura” al hombre
contra el pecado y el juicio en forma mágica y automática. El Israel antiguo es un ejemplo de
advertencia; Israel experimentó la misma gracia que obra maravillosamente, que los cristianos
experimentaron en su bautismo, Israel tenía una cena sobrenatural dada por el Señor para nutrir su
presencia en la iglesia. Y, con todo, Israel cayó y provocó el juicio de Dios (vv. 1–10). De la historia
de Israel, el nuevo Israel de los últimos días, la iglesia, puede aprender: Si alguien piensa que está
firme, tenga cuidado de no caer (v. 12). No que los cristianos vivan en completo terror; ellos saben
que el Dios fiel, que los llamó a la hermandad de su Hijo (comp. 1:9), queda a cargo en forma
protectora de sus vidas en luchas (v. 13). Pero la advertencia queda en pie; la adoración de ídolos está
en completa oposición a la adoración de Dios. La comunión con el crucificado, siempre renovada y
nutrida en la mesa del Señor, es total y exclusiva y hace de toda otra comunión una comunión con
demonios. El Señor, que da su cuerpo y sangre en su cáliz y sobre su mesa es un Señor celoso (v. 22).
¿Qué hombre “fuerte” se atreve a fantasear que puede desafiar el señorío de Cristo con impunidad?
(vv. 14–22). (La implicación parece ser que cualquier comer de carne ofrecida a ídolos, que concede
realidad a los ídolos, desafía su señorío.)
10:2 Bautizados en Moisés. Para marcar el paralelo entre Israel y la iglesia, Pablo llama al Éxodo
(nube… mar, Éx 13:21; 14:22, 29) un bautismo. Allí, en el éxodo (como ahora en el bautismo) Dios
actuó lleno de gracia para la salvación del hombre (Éx 14:13; 15:2). En ambos casos, la persona del
mediador (Moisés, Cristo) es de importancia decisiva, de manera que el bautismo es en él. Que la
mediación de Cristo para la salvación está en un nivel más alto que la de Moisés, se sobreentiende.
(Comp. Jn 1:17)
10:3–4 La comparación del maná y el agua de la roca de Israel (comida… bebida sobrenatural)
con la cena cristiana del Señor, marca nuevamente el paralelo entre Israel y la iglesia, y acerca la
advertencia de la historia de Israel.
Roca… acompañaba… era Cristo. Hablando de la roca que los acompañaba Pablo usa un poco de
tradición judía, que deduce de los dos relatos del agua de la roca (Éx 17:6; Nm 20:11), que la roca
acompañó a Israel a través del desierto. Al decir que la roca era Cristo mira hacia atrás a la historia
de Israel, desde la posición ventajosa de su culminación en Jesucristo, y dice: Dondequiera que
hallemos a Dios obrando en su gracia con el hombre, allí Cristo está presente; toda la historia pasada
de salvación tiene a Cristo como su centro encubierto en él, todas las “promesas de Dios habladas y
realizadas, son sí en Cristo”. (2Co 1:20)
10:5–11 Por el relato de los pecados de Israel en el desierto y el juicio de Dios sobre ellos, comp.
por 10:5 (tendidos en el desierto) Nm 14:29–30; por 10:6 (apasionados por lo malo) Nm 11:4, 34; por
10:7 (idólatras) Éx 32:4–6; por 10:8 (cometer inmoralidad… perecieron en un solo día Nm 25:1–18;
por 10:9 (poner a prueba al Señor… serpientes) Nm 21:5–66; por 10:10 (murmurar… sucumbieron)
Nm 16:30–49.
10:10 Destructor. El ángel destructor de Dios. (Comp. 1Cr 21:12, 15)
10:14–22 Los cristianos de Corinto saben cuán profunda y vital es la comunión (v. 16) en lo
divino, cómo domina y forma la vida de los participantes. Esto lo saben de la Cena del Señor, en la
cual se encuentran con su Señor, y son bendecidos por la presencia misma de su Señor redentor
encarnado (sangre, cuerpo, v. 16); su alimentación comunitaria en su participación comunitaria del un
pan (en el cual su único Señor está presente real y efectivamente) crea una vida comunitaria (un solo
cuerpo, v. 17). Lo saben también por las Escrituras, escritas para su instrucción (comp. v. 11); y los
sacerdotes que, de acuerdo con la ley (Lv 7:6; comp. 1Co 9:13), comen los sacrificios, son, por este
acto, participantes en el altar, y de la deidad cuya presencia representa el altar; “el Señor es su
herencia” (Dt 18:1–5). Por la profundidad y realidad de esta participación en lo divino, pueden juzgar
por sí mismos (v. 15) cuán peligroso y envolvente puede ser una participación en lo seudo-divino, lo
demoníaco. El participar en la copa y mesa de demonios, le da a los demonios poder sobre ellos (por
lo que un hombre entrega su corazón, éste llega a ser su dios, comp. Mt 6:21; Ef 5:5; Col 3:5); ellos
provocan al Señor celos, el único que tiene el derecho de tener poder sobre ellos, y desafían su
autoridad. (v. 22)
10:16 ¿No significa que…? Que Pablo use una pregunta retórica muestra que apela a una creencia
muy común en la iglesia; él argumenta desde la presencia real de Cristo, no sobre ella. (Comp. 11:27–
29)
10:20 Los demonios. Comp. Dt 32:17.
10:22 Provocar… a celos. Comp. Dt 32:21.
10:23–11:1 La sabiduría pastoral de Pablo infundió fe (8:4–6), amor (8:7–9:27), y temor (10:1–
22). Sobre esta base puede dar un consejo sucinto: Hasta la conciencia más débil puede crecer
suficientemente fuerte para comer la carne que llegó desde el templo del ídolo al mercado
comunitario; la demanda soberana del creador (v. 26) no se cuestiona aquí. El fuerte, en su fortaleza,
puede privarse de su libertad en una situación en la cual la conciencia de otro está involucrada, sin
que su libertad interior disminuya. Lo que importa finalmente es que toda vida debe ser vivida para la
gloria de Dios; y Dios es glorificado cuando los hombres lleguen a ser imitadores del apóstol de
Cristo y así de Cristo mismo, quien anduvo el camino del siervo, no buscando su propia ventaja, sino
la de muchos, para que puedan ser salvados, para la gloria de su Padre. (Comp. Fil 2:11)
10:23 Todo está permitido. Comp. 6:12.
10:26 Del Señor es la tierra. Comp. Sal 24:1; 50:12.
10:28 Ofrecido en sacrificio. La expresión, diferente de la usada en 8:1, indica que el informante
está convencido, hasta cierto grado, de la realidad del dios a quien la carne ha sido ofrecida.
10:30 Doy gracias. El acto de gratitud reconoce el hecho de que es la creación de Dios (v. 26) y su
don. (Comp. Ro 14:6; 1Ti 4:4–5)
11:2–16 Comp. Introducción, párrafo 23. Pablo vuelve a la pregunta sobre el lugar de la mujer en
la iglesia en 14:34–36, donde trata la cuestión de su rol en las asambleas públicas de instrucción y
adoración. Aquí establece el hecho básico de que el lugar de la mujer en la iglesia no osa negarle el
lugar de criatura de Dios, como mujer. Dentro del modelo de las costumbres y valores de la iglesia
primitiva, una mujer negaba su femineidad si oraba o profetizaba con la cabeza descubierta (v. 5,
comp. v. 6). El desechar el velo significaba que se mofaba de la voluntad de aquél que le impuso una
autoridad (v. 10); ella tiene su verdadero lugar en un orden de subordinación: Dios -Cristo - hombre -
mujer (v. 3). El hecho de que Cristo, el Hijo de Dios, está incluido en este orden aclara que esta
“subordinación” no tiene nada de servil o degradante en sí; Cristo es “subordinado” como el Hijo
que libremente obedece, ama, y que busca la gloria de su Padre y halla la meta y el clímax de su
ministerio en colocar todo lo que su ministerio ganó a los pies de su Padre (15:28; comp. Fil 2:11).
Dentro de este orden, establecido por Dios en la creación (vv. 8–9; comp. Gn 2:21–23), el hombre y
la mujer tienen su lugar como cristianos (en el Señor, v. 11) y viven sus vidas conjuntamente,
complementándose mutuamente. Pablo no deja lugar para orgullo masculino cuando asigna la
dirección al hombre. (vv. 11–12)
Éste es el argumento principal de Pablo, basado en el relato de la creación en Génesis y el hecho
del Cristo encarnado; finaliza apelando al sentido de estado “natural” de sus lectores (orden natural…
enseña, vv. 13–15) y al ejemplo de los apóstoles y las iglesias apostólicas. (v. 16)
11:2 Evidentemente, Pablo reconoce la lealtad de la iglesia hacia él y su enseñanza (tradiciones…
transmitidas), probablemente citando de su carta. (Comp. 7:1)
11:3 La cabeza de, autoridad sobre. Dios es cabeza de Cristo. Comp. 3:23.
11:6 Que corte su cabello. Ironía: que lleve a cabo la negación de su femineidad en un todo. Si
“deshonra al que es su cabeza” (v. 5), quitando la insignia de su femineidad, que lo deshonre del todo.
11:7 Gloria, aquí en relación con imagen, en el sentido de “reflejo de su gloria”. (Gn 1:16)
11:8 Comp. Gn 2:21–23.
11:12 Todo proviene de Dios. El mismo Dios, que hizo a la mujer “una ayuda adecuada para él”
(Gn 2:18) también la hizo “la madre de todo ser viviente”. (Gn 3:20)
11:17–34 Comp. Introducción, párrafo 24. La Cena del Señor es la Cena del Señor de gloria,
crucificado para el hombre (2:8); es el don de su cruz, efectivamente presente en la iglesia para
enriquecerla y unificarla. Hacer de ella la cena del hombre, una cena en la cual la real y redentora
presencia física del Señor no es reconocida, hacerla una parranda y la expresión de una voluntad
facciosa y despectiva, es invitar el juicio de Dios sobre su iglesia.
11:18–19 En la química del gobierno de Dios sobre la iglesia, las divisiones llevarán a facciones,
a fin de que lo falso y lo genuino puedan ser reconocido, enfrentándose abiertamente el uno al otro, y
la verdad gane.
11:21–22 La comida común, una expresión de fraternidad (comp. Hch 2:42, 46) y amor, perdió
ese carácter cuando cada uno se adelantaba con la comida que había traído, humillando a los que no
tenían nada.
Casas donde comer, cuando la nutrición física y el placer eran todo el propósito de la comida.
Una comida común, durante la cual la Cena del Señor es celebrada, tiene un carácter distinto.
11:23–26 comp. Mt 26:26–28; Mr 14:2224; Lc 22:19–20, y las notas allí.
11:23 Recibido del Señor. El significado y la santidad de la Cena no se basa en alguna autoridad
intermediaria humana, sino que deriva del Señor mismo.
11:24–25 En memoria de mí. Comp. Lc 22:19. Memoria incluye un acordarse con fe y un
reconocimiento agradecido, y una confesión de la acción redentora divina. (Comp. Sal 6:5)
11:26 Proclaman la muerte del Señor. El cuerpo y la sangre, así interpretado por las palabras del
Señor mismo (“por ustedes”) apuntan al Señor de la gloria crucificado. Hasta que él venga apunta al
Señor de la gloria, resucitado y que regresa; un eco de la palabra de Jesús referente a la fraternidad
futura con sus discípulos, en Mt 26:29 y Mr 14:25, cuando instituyó su Cena.
11:27 De manera indigna. Como el v. 29 aclara, la “indignación” se halla en sin discernir el
cuerpo en su santidad y significado para el hombre, comiendo y actuando como que el Señor presente
no estaría presente, sino que falló en cuanto al cumplimiento de su promesa, como que si su muerte
redentora no tuviera significado, como que si su “Beban de ella todos, ” no uniera a todos sus
discípulos. Lo “indigno” es impenitencia e incredulidad. Comp. los “dignos” de Mt 10:11, 13.
11:32 Nos disciplina. Los juicios del Señor son disciplinarios y correctivos, designados para
crear arrepentimiento y para guiar a los hombres a justicia y vida. (Comp. Heb 12:5–11)
12:1–14:40 Comp. Introducción, párrafo 24. El Espíritu Santo coloca a los hombres bajo el
señorío de Jesús, el crucificado; los dones que el Espíritu concede tienen que ser entonces la
expresión de la voluntad donante del Señor y tienen que ser usados en servicio mutuo en la iglesia, el
cuerpo de Cristo, donde (como en el cuerpo humano) ningún miembro puede ser solitario y
autosuficiente, y todos los miembros son necesarios (c. 12). El don más valioso del Espíritu es el don
del amor indispensable que libera al hombre para el servicio (c. 13). Ningún don del Espíritu se usa
correctamente cuando se usa para fomentar el individualismo en la adoración y crea una confusión
que no edifica. El Dios que dio a su Hijo para que sea la paz del mundo es un Dios de paz y no de
confusión; él quiere que todas las cosas sean hechas decentemente y en orden. (c. 14)
12:1 Dones espirituales, dones “inspirados” por el Espíritu Santo (v. 11), repartidos a varios
individuos en la iglesia “para el bien de los demás” (v. 7). Para una lista de tales dones (que no intenta
ser exhaustiva), vea vv. 8–10, 28, y comp. Ro 12:6–8.
12:2 Se dejaban arrastrar, por “espíritus” demoníacos (comp. 10:20). El hombre nunca es
autónomo; como es sujetado, sea al pecado o a la justicia (Ro 6:18, 22), así es inspirado por un
espíritu que lo lleva a rechazar a Jesús como el maldito (comp. Gá 3:13) o por el Espíritu, quien lo
lleva a confesar a Jesús como Señor (v. 3).
12:3 Jesús es el Señor. Esto se llamó apropiadamente el primer credo de la iglesia. Confesar a
Jesús como Señor es anticipar la aclamación universal que lo aclamará Señor al final de los días (Fil
2:9–11) y de entrar a la salvación de los últimos días ahora mismo. (Ro 10:9)
12:9 Fe. En diferenciación con la fe que es la posesión común e indispensable de todos los
cristianos, ésta es la peculiar “medida de fe” (Ro 12:3), dada a algunos, que los capacita a “mover
montañas” (13:2; Mt 17:20; 2l:2l). Los hombres con este don reciben su vida tan íntegramente de Dios
y pueden vivir su vida tan íntegramente para Dios que se atreven a cosas consideradas imposibles
12:10 Discernir espíritus, si son demoníacos (comp. v. 2, nota) o de Dios, de Cristo o del
anticristo. (1Jn 4:1–3)
Diversas lenguas, glosolalia, una especie de expresiones devocionales, inspiradas por el Espíritu,
que no emplea la mente del orador como lo hace en el hablar profético (14:13–19) y permanecen
incomprensibles para los escuchas, a no ser que les sea interpretado por alguien dotado con el don de
interpretación (14:6–9). Pablo ensalza el don de lenguas, tanto para él mismo como para la iglesia
(14:5, 18, 39) pero está movido a protestar contra una estimación exagerada y un empleo
irresponsable y egoísta (c. 14). Es significativo que menciona este don como último, tanto aquí como
en 2:28.
12:12 Así sucede con Cristo. Uno esperaría que Pablo dijera “con la iglesia”; el hecho de que
Pablo dice Cristo muestra cuán ligado está Cristo y su iglesia.
12:13 Hecho para beber, o sea, “se nos dio para beber” (no hay un pensamiento de compulsión).
La referencia es a la Cena del Señor.
12:22–24 Miembros del cuerpo… más débiles… menos honrosos… menos presentables. El interés
de Jesús por los “pequeños” en su iglesia (Mt 18:5, 10, 14) se refleja aquí en las palabras de Pablo. Él
protege a los miembros menos dotados de la iglesia contra la sociedad indiferente y despreciadora de
Corinto. La analogía de los miembros menos honorables del cuerpo habilita a Pablo a remarcar dos
puntos: Dios, creador y redentor, los puso donde están, y los hizo una parte indispensable del
organismo entero.
12:28 Apóstoles… profetas… maestros. Comp. Ef 4:11.
12:31 Los mejores dones, aquellos que sirven especialmente al bien común (v. 7), que son una
manifestación de amor (c. 13), para la edificación de la iglesia. (c. 14)
13:1 Lenguas humanas y angelicales, el don inapreciable en Corinto. (Comp. 12:10 nota, 28; c. 14)
Metal que resuena… platillo, un sonido que no significa nada.
Amor. La pregunta de si Pablo habla de amor a Dios o al hombre está fuera de lugar. Se refiera a
ambos; palabras como “paciente” y “bondadoso” (v. 4) indican que el amor al hombre está incluido,
y la cercana conexión entre amor y fe y esperanza (v. 13, comp. v. 7) muestra que el amor a Dios
también está incluido. Pablo ve a los dos como una unidad, como lo hizo Jesús. (Mt 22:34–40; comp.
Mt 22:15–40, nota)
13:2 Fe. Comp. 12:9.
13:3 El cuerpo… consumido por las llamas. Hasta la gracia heroica del martirio no tiene valor si
no es una expresión de amor como lo fue la muerte de Cristo, una muerte “para muchos”.
13:4 No envidioso. La palabra no aparece seis veces (ocho veces en griego) en la enumeración de
las cualidades del amor, una indicación que este amor va en contrapelo del querer y hacer normal del
hombre. No es de esta era o de este mundo, sino un don de Dios, una anticipación del mundo
venidero. (Comp. vv. 8–13)
13:7 El amor es capaz de soportar toda presión que trata de suprimirlo (soporta, espera) porque
es completamente abierto a Dios (todo lo cree) y al gran futuro de Dios para los hombres (todo lo
espera). Por la conexión intrínseca entre amor y esperanza, comp. Col 1:4; Ro 13:8–11; entre amor y
fe, Gá 5:6; 1Ti 1:5.
13:12 Velado, porque la realidad divina es percibida de segunda mano, por reflexión,
mediatamente más que por un encuentro directo cara a cara.
13:13 Fe, esperanza, amor. Comp. v. 7. Como estos tres coexisten en conexión necesaria ahora, así
quedarán para siempre, continuamente por la eternidad, juntos; el amor es lo más excelente porque
sin él hasta la fe que remueve montañas (v. 2) y la esperanza que dedica su vida en la esperanza del
mundo venidero (v. 3) es nulo y sin valor.
14:3 Habla a los demás para edificarlos. Comp. 12:7 “para el bien de los demás”. Éste es el mayor
énfasis del capítulo: vv. 4, 5, 6 (“edifica”), 12, 17, 19 (“instruir”), 25 (“adorará a Dios”), 26, 31
(“aprender… ser alentado”). Los dones reciben su lugar y su valor en concordancia con el poder de
edificar a todos; por eso la profecía (predicación inspirada) es superior a los dones auto-edificantes
de lenguas (vv. 4, 5).
14:13–19 La palabra entendimiento ocurre cuatro veces en siete versículos. Las cartas de Pablo
testifican de la actividad intelectual intensa que produce el Espíritu. El anti-intelectualismo hallará
poco alivio en la palabra apostólica, que reconoce la mente del hombre como un don de Dios.
14:21–25 En la ley. Ley es usada para el A. T. en general. (Comp. Ro 3:19, donde los Salmos son
llamados “ley”.) La cita es de Is 28:11–12; allí el profeta amenaza a las gentes que se mofaban (Is
28:9–10) de la clara palabra profética: Dios les hablará en una manera encubierta por hombres de
lenguas raras como un castigo por su impenitencia e incredulidad, “para que se vayan de espaldas
cuando caminen y queden heridos, enredados y atrapados” (Is 28:13). Así, el lenguaje inentendible de
lenguas raras llega a ser una señal, una prueba de la presencia y actividad de Dios, para los
incrédulos, para endurecerlos judicialmente en su incredulidad; mientras el mensaje claro de profecía
llega a ser una prueba de la actividad presente de Dios para los creyentes, para establecerlos y
afirmarlos en su fe. No llamará locos a los hombres que hablan abiertamente para Dios; se
arrepentirán y adorarán a Dios.
14:29 Examinen lo dicho. Comp. 1Ts 5:19–21
14:32–33 El don de profecía está bajo el control de los profetas. Los profetas no pueden evadir su
responsabilidad por la confusión indecorosa alegando que la inspiración los compele a hablar; los
profetas no son locos, sino voceros lúcidos y responsables del Dios de orden (paz).
14:34–35 Las mujeres… guarden silencio. En 11:3–16, Pablo estableció la regla básica para el
comportamiento de la mujer: hasta en la oración y la profecía, donde ella es la más religiosa y
espiritual, la mujer no debe olvidar o negar su creada femineidad. Esto se aplica ahora al
comportamiento en las iglesias, las asambleas o reuniones. Lo que dice la ley (Gn 3:16) es sustentado
por el evangelio: la mujer tiene que subordinarse y no asumir una función en la iglesia más allá de
aquella que el Señor le ha asignado. (Comp. 1Ti 2:11–12; 1P 3:1; Ef 5:2233)
14:36 La iglesia de Corinto no es ni la primera ni la única iglesia y por eso no puede reclamar
una posición privilegiada en este punto; la palabra de Dios gobierna a todas las iglesias por igual.
14:37 Mandato del Señor, ya que Cristo habla en Pablo (2Co 13:3; Ro 15:18) y su palabra es
palabra de Dios para los hombres. (1Ti 2:13)
14:38 No es reconocido, esto es, no reconocido por Cristo como suyo. Si continúa en
desobediencia a la palabra apostólica, debe esperar a que el Señor le diga en el postrer día: “Nunca te
conocí”. (Mt 7:23)
15:1–58 Comp. Introducción, párrafo 25. A las fanfarroneadas de algunos que al negar la
resurrección de Cristo niegan la resurrección de los muertos en Cristo, Pablo opone su mordaz y
detallada proclamación del significado central de la resurrección de Cristo y aclara la pregunta en
cuanto a cómo resucitarán corporalmente los muertos.
15:1–34 La resurrección de los muertos permanece o cae con el hecho firmemente atestiguado de
la resurrección de Cristo, que murió por nuestros pecados; Pablo presenta a los testigos del hecho.
(vv. 1–11). Tan firmemente está establecido el lazo entre los dos, entre la resurrección de Cristo y la
resurrección de los que son de él, que lo contrario también es cierto: La resurrección de Cristo
permanece o cae con la resurrección de los muertos cristianos. Y si la resurrección de Cristo cae,
todo está per-dido; la cruz realmente “pierde su eficacia” (1:17), la muerte de ningún mártir puede
asegurar el perdón de los pecados; lo que los apóstoles proclaman es nada y peor que nada: una
mentira; lo que cree la iglesia es nada; y la esperanza de la iglesia es nada. El sufrimiento y el
martirio cristiano perdieron todo significado y propósito (vv. 1219, 29–32). Pero, lo cierto es que
Cristo ha sido levantado de entre los muertos (v. 20), y ése es el hecho predominante de toda la
historia. Tan cierto como que todos los hombres están bajo el juicio de Dios al morir en Adán, tan
cierto es también que todos los hombres están bajo el juicio absolvente de Dios, destinados a ser
vueltos a la vida; destinados a participar en su reinado, en su triunfo sobre la muerte, y en su
obediencia final al Padre, para que Dios sea todo en todos (vv. 20–28). Pero los corintios han
prestado oído a algunos que no tienen conocimiento de Dios para alardear de todo su conocimiento y
sabiduría. En su intoxicada alucinación permitieron en su medio a mala compañía que los arruinará
moralmente, manipulando aquello de lo cual depende la vida cristiana entera. (vv. 32–34)
15:3–4 Los eruditos están de acuerdo que estas frases son una cita de un catecismo cristiano
temprano.
15:4 Fue levantado. El tiempo verbal de levantado es diferente en griego del de los dos verbos
precedentes, siendo un perfecto presente que indica un hecho completado con resultados duraderos;
Pablo enfatiza el hecho que la resurrección de Cristo es de poder y significado duraderos.
15:5 Cefas, Pedro. Comp. 1:12
15:7 Jacobo; aparentemente Jacobo, el hermano de Jesús, prominente en la primera iglesia.
Comp. Introducción a la carta de Santiago.
Todos los apóstoles, aparentemente un grupo mayor que el de los originales “doce” (v. 5),
hombres comisionados por el Cristo resucitado. (Comp. Ro 16:1–16, nota)
15:8 Nacido fuera de tiempo. Pablo no llegó al apostolado por el camino normal, como discípulo
del Señor en la tierra (comp. Hch 1:21–22); así, aparece como un nacido anormal y violento.
15:11 Creído, llegar a creer, llevado a la fe.
15:17 Todavía en sus pecados. En cuanto al mismo pensamiento expresado en forma positiva (la
salvación es por fe en el Cristo resucitado) comp. Ro 10:9.
15:21–22 Adán… Cristo. Comp. Ro 5:12–21, nota.
15:23 Las primicias. Cristo es el comienzo y la garantía de la cosecha plena de la resurrección de
los muertos.
15:25 Enemigos debajo de sus pies. Comp. Sal 110:1; Mt 22:41–44.
15:27 Todo a su dominio. Comp. Sal 8:6. En el “hombre” (v. 21) Jesucristo, las palabras del
salmista referente al hombre llegan a la verdad plena. (Comp. Heb 2:5–9)
15:28 El Hijo mismo se someterá. El ministerio total de Cristo como servidor y su exaltación
subsiguiente son “para la gloria de Dios el Padre”. (Comp. Fil 2:11)
15:29 Bautizados a favor de los muertos. Ya que el bautismo a favor de los muertos no se explica,
ni siquiera se menciona en ninguna parte del N. T., uno puede solamente conjeturar en cuanto a lo que
se refiere Pablo aquí. Se han hecho muchas conjeturas, ninguna realmente satisfactoria. Una que se
acerca a las condiciones del argumento de Pablo es ésta: un hombre es movido para aceptar la fe y
ser bautizado por las súplicas de un pariente o amigo moribundo; recibe el bautismo en nombre (a
favor de) el muerto, o sea: en la esperanza de hallar la persona amada en la vida en el mundo
venidero. Si no hay resurrección y ninguna vida en la vida en el mundo venidero, una acción tal es
obviamente insensata.
15:31 El orgullo que siento por ustedes. Para el deleite orgulloso de Pablo en sus iglesias como la
“corona” de sus sufrimientos y labores, el “sello” de su apostolado en el Señor, comp. 9:2; 2Co 1:14;
1Ts 2:19–20. Pablo puede regocijarse en su obra y en sus convertidos solamente como el que los
guió a la vida eterna, implantando en ellos a “Cristo… la esperanza de gloria”. (Col 1:17, comp. v.
24)
15:32 Luché contra las fieras, probablemente una expresión figurativa por haber encarado
peligro extremo; Pablo tenía “muchos adversarios” en Éfeso (16:9), y probablemente se refiere a un
incidente en Éfeso cuando habla de gran “aflicción” y un “peligro mortal” en la provincia de Asia.
(2Co 1:8–10)
Comamos, etc. Comp. Is 22:13, donde el dicho se halla en la boca de hombres desesperados y
temerarios quienes rechazaron el llamado de Dios al arrepentimiento.
15:33 Malas compañías, etc. Pablo está citando un dicho de Menander, un dramaturgo popular.
Buenas costumbres. Para el poder moral de la resurrección, comp. Ro 6:4, 12–14.
15:34 Vuelvan a su sano juicio. Lit. “¡desintoxíquense!” Solamente aquel que es intoxicado por el
vino embriagador de la “nueva teología” podía soñar en abandonar la brillante sobriedad de la
esperanza de la resurrección.
Conocimiento de Dios. Conocer a Dios por la fe es conocerlo como el Dios “que da vida a los
muertos”. (Ro 4:17)
15:35–58 Aquellos que niegan la resurrección de los muertos son suficientemente insensatos para
preguntar: “¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vendrán?” (v. 35). Con esto
revelan su ignorancia de Dios (comp. v. 34), aquel que con su pródigo poder creador da a cada una de
sus criaturas su propio cuerpo, adecuado y bello; para él, la muerte de la semilla es la ocasión para
una nueva vida (vv. 36–41). Él puede crear tan ciertamente un cuerpo nuevo, espiritual, para su nueva
criatura, el hombre en Cristo, como creó un cuerpo físico para el hombre en Adán. Él puede
sobrepasar al abismo que separa la carne y la sangre de su reino futuro, vistiendo a los hombres
mortales con inmortalidad (vv. 42–53). ¿Cómo pueden los corintios prestar oído a hombres
insensatos que, en su ignorancia de Dios, echan al viento la victoria sobre el pecado y la muerte, dada
por el Señor Jesucristo, la certeza triunfante de vida que hace a los hombres, no teorizantes
teológicos o polémicos, sino firmes, inamovibles, siempre abundando en la obra del Señor? (vv. 54–
58)
15:38 Dios le da el cuerpo. Pablo argumenta, no desde la “naturaleza”, sino desde Dios, el
creador, quien puede proveer cuerpo (v. 38), carne (v. 39), y gloria (v. 40) como él quiere.
15:44 Cuerpo espiritual. “Espiritual” puede significar simplemente “sobrenatural” (así se traduce
la palabra en 10:3–4), o puede designar un cuerpo que es la morada perfecta y el instrumento del
Espíritu (comp. 6:19), la clase de cuerpo al cual aquellos, que tienen “las primicias del Espíritu”,
desean tan intensamente. (Ro 8:23)
15:45 El primer hombre… Adán, Comp. Gn 2:7. El último Adán, Cristo.
15:46 No primero lo espiritual, sino lo natural. Pablo está argumentando contra la idea corriente
en el judaísmo de que el primer hombre es un hombre ideal, el redentor, Jesús, “el último Adán” (v.
45), el “hombre del cielo” (v. 47), el hombre espiritual (concebido por el Espíritu, ungido con el
Espíritu, que obra en el poder del Espíritu) es el Redentor, solamente él.
15:50 El cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios. Comp. 53: “Lo corruptible tiene que
vestirse de lo incorruptible.” Pablo destaca tanto la continuidad y la discontinuidad entre la existencia
presente del hombre y su existencia en el mundo venidero. La palabra “heredar” provee el lazo entre
las dos.
15:54 La muerte ha sido devorada, etc. Comp. Is 25:8.
15:55 Comp. Os 13:14.
15:56 Aquí, Pablo establece la conexión entre Adán, como autor de la muerte para todos los
hombres, y Adán como la fuente de culpa y pecado en todos los hombres (comp. Ro 5:12–21, nota).
Es el pecado que da a la muerte poder sobre los hombres, el pecado es la punzada, o el aguijón, con
el cual la muerte impulsa a los hombres a su reino; “porque por la transmisión de un solo hombre
reinó la muerte sobre los hombres” (Ro 5:17). La ley es el poder del pecado; el pecado
(personificado) crece fuertemente cuando el hombre es confrontado por la ley y se rebela contra la
voluntad de Dios (Ro 7:7–11). Así, la ley llega a “aumentar la trasgresión”. (Ro 5:20)
15:58 Obra del Señor. La fe en el Señor resucitado hizo de Pablo un obrero (v. 10), y hará obreros
de los hombres de la iglesia.
1. Pablo había preparado a la iglesia de Corinto, en su primera carta, para una pronta visita de
Timoteo. Esa visita fue designada por Pablo para fortalecer y llevar adelante la obra, que su carta
había indicado que se realizara, o sea, traer a los corintios de vuelta de su huída de la realidad
cristiana a un individualismo intoxicado y entusiasta, de vuelta a la cruz, de vuelta allí adonde se
hallaba Pablo: “Les ruego que sigan mi ejemplo. Con éste propósito les envié a Timoteo… él les
recordará mi manera de comportarme… como enseño en todas las iglesias” (1Co 4:16–17). Lo que
estos “caminos en Cristo” eran, lo aclara el contexto precedente inmediato: Pablo, irónicamente,
contrasta el deleitoso estado de los corintios, que llegaron a ser reyes, quienes son ricos y gobiernan,
son sabios y fuertes y honorables, con el estado miserable e inacabado del apóstol bajo la cruz, con
hombres sentenciados a muerte, un espectáculo para que ángeles y hombres miren fijamente, tontos,
débiles, en descrédito, hambrientos, sedientos, cubiertos de enfermedades, sin hogar, de constante
mansedumbre, rechazados por el mundo (1Co 4:8–13). Pablo anticipa que la tarea de Timoteo no será
placentera y que la recepción que recibirá será menos que amigable (1Co 16:10–11). La estadía de
Timoteo fue breve y, como la Segunda Corintios no dice nada de esto, no sabemos nada de los
resultados, excepto de lo que podemos deducir de los hechos que siguieron.
2. Timoteo regresó pronto a Pablo, quien así rápidamente se enteró cómo su carta había sido
recibida y cómo estaban las cosas en Corinto. Lo que escuchó lo motivó a interrumpir su obra en
Éfeso e irse a Corinto enseguida. Ésta es la segunda visita, que es indicada en 2Co 13:1–2; 12:21, la
“visita con tristeza” a la cual Pablo alude en 2Co 2:1. La información de Timoteo aclaró a Pablo que
la influencia de los nuevos maestros se extendió y penetró más de lo que él se había dado cuenta. No
había solamente “algunos” que eran arrogantes (1Co 4:18), “algunos” que negaban el contenido
central de la proclamación apostólica (1Co 15:12); la iglesia entera había sido infectada y puesta en
peligro. La existencia misma del “templo de Dios” (1Co 3:17) era amenazada. Era necesaria una
acción inmediata, una acción drástica que debía ser realizada personalmente. La visita, por eso,
comprobó ser una visita dolorosa para los corintios, quienes habían sido bruscamente sacados de su
auto-seguridad por las verdades básicas que su apóstol les iría a decir (2Co 2:2; 13:2); pero era una
visita dolorosa también para Pablo, porque la oposición contra él, bajo el liderazgo de los hombres
que proclamaban pertenecer a Cristo, resultó ser fuerte. Deben haber sido hombres osados,
vigorosos y capaces intelectualmente. Fueron capaces de enfrentar a Pablo y llevarse una parte
grande de la congregación con ellos. Exactamente cómo fueron los tratos de Pablo con la iglesia no
se puede establecer claramente, pero esto es claro: Pablo estaba convencido que la fraternidad con los
nuevos dirigentes ya no era posible, que había que hacer una ruptura (2Co 13:2); dejó Corinto, sin
embargo, sin forzar el asunto inmediatamente. Todavía confiaba que la iglesia llegaría a ver la
necesidad de ruptura tan claramente como él lo vio, y se fue con la promesa que regresaría a Corinto
cuando su obra en Éfeso haya concluido, y que haría una visita doble a la iglesia, tanto antes como
después de la nueva visitación a las iglesias de Macedonia (2Co 1:15–16). Esto era, naturalmente, un
cambio en los planes de viaje que Pablo había anunciado en 1Co 16:5–6.
La carta severa
3. Lo que sigue ahora es la parte más oscura de una historia oscura. La confianza de Pablo, de que
la iglesia vería la luz y caminaría en aquella luz, fue aparentemente decepcionada. Ocurrió un
incidente que tensó más todavía la ya tensa relación entre Pablo y la iglesia. Pablo habla de alguien
que hizo un perjuicio que le causó dolor (2Co 2:5), un perjuicio, no a Pablo directamente, pero que lo
afectó. Ya que Pablo no indica la naturaleza del mal que le hicieron, podemos solamente conjeturar lo
que podría haber sido. Tal vez uno de los hombres leales a Pablo sufrió violencia de parte de un
opositor en el calor de la pelea. De todas maneras, la ofensa fue tan flagrante, y envolvió la autoridad
de Pablo directamente, que la iglesia no podía ignorarlo y seguir siendo en cierto sentido todavía
“su” iglesia, que lo estimaba como apóstol y padre en Cristo. Por eso, Pablo cambió sus planes
nuevamente; en lugar de ir directamente a Corinto desde Éfeso, primeramente fue al norte, hacia
Macedonia, vía Troas. Antes de abandonar Asia escribió una carta (ahora perdida) a la cual se refiere
como una carta “severa”, una carta, escrita “con muchas lágrimas” (2Co 2:4). Esta carta llamó a la
iglesia al arrepentimiento en términos claros: el infractor debe ser tratado y disciplinado y la iglesia
debe volver en obediencia a su apóstol. Pablo despachó la carta por medio de Tito e instruyó a Tito a
reencontrarlo en Troas e informar sobre sus efectos.
El informe de Tito
4. Tito no había regresado a Troas todavía cuando Pablo llegó allí (2Co 2:12); y así Pablo, en una
angustia de duda en cuanto al resultado de la misión de Tito, dejó Troas para ir a Macedonia (2Co
2:13). Y Dios, quien consuela al abatido, lo consoló con la llegada de Tito (2Co 7:5–6), porque Tito
trajo buenas noticias. La iglesia de Corinto hizo caso al llamado de Pablo al arrepentimiento, se
sujetó a su autoridad, disciplinó al infractor, quien también se arrepintió y pidió perdón. La iglesia
estaba lista para perdonarle y solamente esperaba el consentimiento de Pablo para tal curso, antes de
conceder perdón. La iglesia, así limpiada y restaurada por arrepentimiento deseaba ver a Pablo
nuevamente, de manera que los lazos, tanto tiempo en tensión y en peligro, puedan ser confirmados y
fortalecidos otra vez. (2Co 2:6; 7:7–16)
5. Éste fue el lado positivo del informe de Tito y Pablo lo recibió con aquella gratitud exuberante
con la cual recibió cada buen don de Dios; no permitió que el hecho de que había otro lado del
informe, uno negativo, desalentara su gozo. Las noticias de Tito no eran buenas en su totalidad. El
infractor en Corinto había sido castigado por la “mayoría” de la congregación solamente, no por
todos (2Co 2:6). Todavía estaban aquellos en Corinto que se adherían a los nuevos maestros. Ni la
visita de Pablo, ni su carta severa silenciaron a los hombres que maliciosamente malinterpretaron
cada palabra y acción de él, por ejemplo, su cambio en sus planes de viajes (2Co 1:17), o sus cartas
(2Co 1:13), y buscaron siempre socavar su autoridad apostólica. Fue probablemente su influencia la
que paralizó un proyecto que Pablo había promovido con tanta energía y con tan buen éxito inicial: la
ofrenda para los santos pobres de Jerusalén.
Efecto de la carta
7. Pablo pasó los tres meses de invierno, 55–56 d. C., en Grecia, justamente después de que su
segunda carta había sido despachada a Corinto (Hch 20:2–3), y allí escribió su carta a los romanos,
probablemente en Corinto mismo. En Romanos mira hacia atrás a su obra en el área del mediterráneo
oriental como finalizada, mira hacia el oeste con serenidad y confianza (Ro 15:1433). Sin duda, la
segunda carta realizó la obra a la cual fue destinada y la reconciliación con Corinto fue completa.
Valor de la carta
8. La Segunda carta a los Corintios ciertamente es una de las más difíciles cartas de Pablo, lo que
no quiere decir que era difícil u oscura para sus primeros lectores; ellos vivían en la situación que
nosotros debemos reconstruir laboriosamente. Ya que los indicios, dados por la carta misma, no son
siempre suficientemente completos para permitir una reconstrucción completa y precisa de la
situación, la carta es difícil para nosotros, un ángel con el cual luchar si queremos recibir una
bendición. Pero la bendición es rica y digna de la lucha.
9. La carta se asemeja a la carta a los Gálatas, siendo ricamente autobiográfica; vemos aquí a
Pablo, el hombre, en toda su debilidad y angustia humana que él nunca trata de ocultar. Pero Pablo, el
hombre, no puede ser separado de Pablo, el apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios. Y la carta
revela al apóstol con una plenitud con la cual ni siquiera los Gálatas pueden rivalizar. Como en
Gálatas, vemos al apóstol ocupado en batalla, aquí en batalla por la existencia misma como apóstol
de los corintios; y en batalla un hombre demuestra lo que realmente es. La batalla que Pablo prosigue
en esta carta le manifiesta las raíces y bases de su existencia apostólica. De esta revelación
aprendemos que la lucha tiene que ser, y por qué debe ser, en la iglesia de Dios y del Príncipe de Paz,
que hay que trazar líneas y dónde habrá que trazarlas; aprendemos que Satanás obra hasta en lo que
aparece como una forma avanzada y superior de cristianismo, que su arma es siempre la mentira
plausible que imita a la verdad. Uno nunca debe olvidar cuán “amables” y “cristianos” deben haber
parecido los hombres del partido de Cristo. Aprendemos que la lucha es necesaria en la vida de la
iglesia y que puede ser saludable para su vida.
10. Aprendemos también que la necesidad de lucha no necesita endurecer al luchador; la iglesia
que lucha por la verdad no necesita perder el amor que tenía al principio, como hizo la iglesia en
Éfeso (Ap 2:4); los primeros siete capítulos de esta carta testifican el hecho de que el amor, que “no
se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad” (1Co 13:6) es el único amor genuino.
Lutero tuvo estos capítulos especialmente presentes cuando escribió sobre Segunda Corintios: “En su
primera epístola, San Pablo trató severamente con los corintios en muchos puntos y derramó vino
fuerte en sus heridas y los asustó; de la misma manera él ahora… también echó aceite en sus heridas
y es maravillosamente misericordioso con ellos.”
11. Como apóstol, Pablo es un “hombre en Cristo”, un hombre cuya existencia y actividad toda
está formada en Cristo, por el cual Dios reconcilió al mundo consigo mismo. Difícilmente hay una
documentación más vívida de este cristianismo vivido, que Segunda Corintios. Ningún aspecto de la
vida de Pablo está exceptuado de Cristo; si dice: “Sí, llegaré” o “No, no iré”, lo puede decir
solamente a la luz del gran SÍ que Dios le dijo a todas sus promesas en Cristo (1:20). Pablo puede
hablar del ofrendar cristiano solamente en términos de la gracia de nuestro Señor Jesús (8:9). Su
sufrimiento es la marca de Cristo impresa en su vida.
12. Como apóstol, Pablo es un hombre por el cual Cristo habla; es la vasija terrenal que contiene
el tesoro de Cristo. Pablo lucha aquí por su apostolado; esto significa que lucha por Cristo, porque el
apostolado no es nada menos que el poder y la presencia de Cristo entre los hombres. Los hombres
hallarán el tesoro en esta vasija terrenal, o no lo hallarán; conocerán la luz del conocimiento de la
gloria de Dios en la faz de Cristo en el apostolado, o no lo hallarán. No hay nada como esta carta
para ligar a la iglesia a la palabra apostólica del N. T. El énfasis de la Reforma en “Sola Scriptura”
halla justificación poderosa en esta epístola.
13. A través del conflicto al triunfo. Segunda Corintios nació de conflictos; y el triunfo que Cristo
obró a través de la misma, no se limita a la restauración de la iglesia en Corinto del primer siglo. Por
ella, la iglesia puede aún triunfar.
Bosquejo
1:1–7:16 Estos siete capítulos son realmente el agradecimiento con el cual Pablo regularmente
comienza sus cartas (comp. por ej. 1Co 1:4–9); es aquí, como en 1Ts, que es llevado a cabo en una
escala monumental, como un reverenciado y agradecido reconocimiento retrospectivo del ministerio
que Dios, en su gracia, le ha asignado, un ministerio que lo ata a la iglesia de Corinto con un lazo que
nada humano se atreve a deshacer.
1:1–11 El ministerio que Dios le había confiado es pura gracia, y la gracia de Dios lo sostiene en
él. Se describe a sí mismo como “apóstol… por la voluntad de Dios” (v. 1), aquella voluntad divina
que lo hizo un portador de gracia.. y de paz a los hombres, comenzando con una acción de gracias al
“Padre de nuestro Señor Jesucristo”, que lo liberó de peligro mortal en la provincia de Asia, y le dio
consuelo a fin de que pudiera consolar a otros con la fuerza que le fue dada, es decir, la fuerza de con
fiar sólo en Dios que resucita a los muer tos. (v. 9)
1:1 Timoteo, Comp. Introducción, párrafo 1.
Acaya, la provincia romana que abarca la parte sur de Grecia, de la cual Corinto era la capital. La
inclusión de “los santos en toda la región de Acaya” en el saludo, puede indicar que las tendencias y
los eventos inquietantes en Corinto también afectaron a otras iglesias en la provincia.
1:5 Participar… en los sufrimientos de Cristo. Comp. Col 1:24, nota.
1:8 Asia. Se refiere a la provincia romana de Asia. Éfeso era la capital de esta provincia, y los
eventos a los cuales se refiere pueden haber ocurridos allí. Comp. 1Co 16:8–9 (“muchos en mi
contra”).
1:9 Para Dios que resucita a los muertos como objeto de fe que desespera de sí mismo y espera
todo de su poder ilimitado, comp. Ro 4:17–18.
1:11 Pablo involucra a la iglesia en su ministerio: la oración largará una reacción en cadena de
bendición concedida y “acción de gracias para la gloria de Dios” (4:15). El apóstol es enviado, la fe
es creada, la iglesia existe y funciona a fin de que Dios sea glorificado.
1:12–2:17 La gracia del ministerio apostólico de Pablo hace de su vida una vida llena de tensiones
agonizantes; tenía que soportar la malicia de los hombres que malinterpretaron sus cartas y leyeron
toda clase de sutilezas en su transparente “santidad y …sinceridad” (1:12–14), hombres que usaron
sus cambios de planes en cuanto a su visita a Corinto para acusarlo de vacilación y poca
confiabilidad, cuando en realidad había demorado su llegada a Corintio “sólo por consideración de
ustedes” (1:23), la iglesia. Se apoyaba, no en “sabiduría humana” sino en la “gracia de Dios” que lo
guía a actuar siempre con amor (1:15–2:4). Y aquella gracia triunfó; Pablo queda vindicado como el
vocero del Cristo que es el Sí de Dios sobre el cumplimiento de todas sus promesas. La iglesia, por
cuya desobediencia Pablo se había preocupado, se había arrepentido; el hermano ofensor ha sido
disciplinado, y Pablo pide que reafirmen su amor hacia él (2:8; comp. Introducción, párrafo 3).
Gracias a Dios, irrumpe Pablo (2:14) aún antes que contara sobre su encuentro con Tito, quien le
había traído las reconfortantes novedades (comp. 7:5–16; Introducción, párrafo 4), quien en Cristo
nos lleva siempre al triunfo. (2:15–17)
1:12 El motivo. “Me siento seguro de sus oraciones, porque no hice nada para perder la confianza
y el interés de ustedes”, dice Pablo.
1:14 Comprendido en parte, una indirecta de que hay todavía tensiones en la relación de la iglesia
con el apóstol; con éstas, Pablo intenta tratar en los capítulos 10–13. El día del Señor Jesús, cuando
las intenciones de cada corazón sean sacadas a la luz (1Co 4:5), terminará con todos los
malentendidos y tensiones.
1:15–16 Los planes de Pablo, como están proyectados en 1Co 16:5, no preveían dos visitas a
Corinto; talvez Pablo mencionó esta visita doble en una carta o mediante un mensajero. Ahora, las
circunstancias lo movían a volver a su plan original.
1:20 Por medio de Cristo respondemos amén. Como Dios afirmó y cumplió todas sus promesas en
Cristo, así la iglesia habla su amén en acciones de gracias, alabanza y oración POR él, que es el
cumplimiento de todas las promesas y el Señor reinante de la iglesia.
1:22 Sello… Espíritu. Comp. Ef 1:13.
Garantía. Literalmente “pago anticipado”, que en tiempos pasados era una parte correspondiente
del total.
2:4 Les escribí… con muchas lágrimas. Comp. Introducción, párrafo 3.
2:10 Ustedes perdonan… yo también perdono. Para el deseo apostólico de Pablo de que la iglesia
fuera una iglesia madura, capaz de acción cristiana independiente, comp. 1Co 5:1–5; 2Co 13:1–10,
nota.
2:11 Satanás… no se aproveche de nosotros. Donde la iglesia falla en perdonar y restaurar amor,
Satanás (el acusador de los hombres ante Dios, comp. Ap. 12:10) gana una victoria.
2:14 Triunfo. Pablo probablemente piensa en las espléndidas procesiones triunfales con las cuales
los emperadores y sus generales celebraban sus victorias sobre las fuerzas humanas.
2:15–16 Aroma… fragancia… muerte… vida. Lo que Pablo escribe en términos de luz en 4:6 (“luz
para que conociéramos la gloria de Dios en el rostro de Cristo”), lo describe aquí como un aroma. El
aroma es una fragancia vivificante y vitalizadora para aquellos que aceptan el evangelio por fe, pero
una fragancia mortal para aquellos que lo rechazan. La acción del evangelio no es una acción
química, “por fe de principio a fin” (Ro 1:17), llamando a la fe y creando fe. Donde es resistido, el
aroma de vida llega a ser fragancia de muerte.
2:17 No somos de los… que trafican con la palabra de Dios. Pablo se anima a contestar su
pregunta: “¿Quién es competente para semejante tarea?” con un osado “¡[Nosotros] lo somos!”
porque su “capacidad viene de Dios” (3:5) y su poder es el poder de su Palabra, que no diluye o
adultera como los traficantes hacen con sus mercancías. (Comp. 4:2)
Comisionado por Dios, a la vista de Dios. Como es consciente de la FUENTE divina de su
“suficiencia”, así es consciente de su responsabilidad ante él, quien se lo dio.
3:1–3 Dado que su suficiencia es de Dios (comp. v. 4), Pablo no necesita cartas de hombres para
recomendarlo en su ministerio; la iglesia, que por su ministerio apostólico ha tomado posición por
la gracia de Dios, está abierta para la inspección de todos los hombres (v. 2) como su carta de
recomendación, una carta de Cristo… escrita con el Espíritu del Dios viviente (v. 3). Alguien
recomendado de tal manera por la Trinidad, no necesita reforzar su autoridad con cartas de hombres
(como los que pretendían ser de Cristo aparentemente hicieron). (Comp. Ro 10:10)
3:4–4:6 Dios había dado a Pablo su suficiencia como un ministro del nuevo pacto de Dios para
ejecutar un ministerio, no del código escrito de la ley que condena y mata, sino un ministerio del
espíritu que justifica y da vida; un ministerio, no de esplendor transitorio y desvaneciente (v. 7)
(como fue el ministerio legalista de Moisés), sino de una gloria incomparable y duradera, que le da
una osadía (v. 12) que Moisés no podía tener y que Israel no puede conocer hasta que se vuelva al
Señor, Cristo, una osadía en el Señor cuyo espíritu le da libertad al hombre de mirar el rostro de
Dios y que lleva al apóstol (y a todos los que reciben su Palabra liberadora) a su semejanza con más y
más gloria ” (3:18). Esta osadía conlleva una honestidad pura y cándida (4:2), porque el apóstol no es
egoísta, proclamándose aisladamente a sí mismo, sino a Jesucristo como Señor. (v.5), en cuanto a sí
mismo como siervo del hombre, siervo al siervo Jesús (por causa de Jesús, v. 5). Él proclama lo que
puede ser conocido solamente como obra de Dios, sus milagros de la nueva creación, el amanecer
del nuevo primer día, su luz… para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro
de Cristo ”. (4:6)
3:6 Nuevo pacto. Comp. Jer 31:31–33; Lc 22:20; 1Co 11:35; Heb 8:8–10; 10:16. En marcado
contraste a la demanda y compulsión del antiguo pacto legal, el nuevo pacto es un libre ofrecimiento
de perdón, que renueva interiormente al hombre e inspira en él una voluntad que está en armonía con
la voluntad de Dios.
3:7 Glorioso… no podían mirar la cara de Moisés. Comp. Éx 34:29–34.
3:13 Se ponía un velo sobre su rostro. Comp. Éx 34:33–35.
3:15 Siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. Como el velo que Moisés puso
sobre su rostro ocultó de los Israelitas el carácter transitorio del antiguo pacto y sus ordenanzas (v.
12), así ahora, cuando la ley (Moisés) es leída, no pueden ver el significado real de la ley como
testigo, juntamente con los profetas, de la nueva justicia revelada de Dios en el evangelio. (Comp. Ro
3:21)
3:16 Que alguien se vuelve al Señor, eso es, viene a Cristo, reconoce que “Cristo es el FIN DE LA
LEY, para que todo el que CREE reciba la justicia”. (Ro 10:4)
3:17 El Señor es el Espíritu. Comp. v. 6. Dado que el Señor (Cristo) está presente entre su pueblo,
y activo por el poder del Espíritu, ambos están tan estrechamente asociados en el obrar de Dios y en
la experiencia de la iglesia, que Pablo puede identificarlos simplemente para enfatizar el hecho que el
nuevo orden de cosas de Dios (“nuevo pacto… vida”, v. 6; “justicia… esplendor”, v. 9; “gloria”, v.
18) es experimentado por el hombre en Cristo. (Comp. 5:17)
3:18 … con más y más gloria, de esta vida presente con la rica dotación de dones y bendiciones,
derramados sobre nosotros por el Espíritu, a otra vida, en el mundo venidero donde “el Señor
Jesucristo… transformará nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso”. (Fil
3:20–21)
4:4 El dios de este mundo. Dado que el mundo es la humanidad en oposición a Dios (comp. Stg
4:4), Satanás, como inspirador y guía de aquella oposición, es dios para este mundo. Comp. “el
príncipe de este mundo” en Jn 12:31; 14:30; 16:11.
4:6 Hizo brillar su luz en nuestro corazón. Comp. Gn 1:3; 2Co 5:17
4:7–5:10 La gloria del ministerio apostólico es de Dios sólo, no de los hombres; por eso, la
fragilidad y los sufrimientos de los hombres que ejecutan este ministerio, como hombres
atribulados, perplejos, perseguidos y derribados (vv. 8–9), no quita nada de su gloria, porque es
justamente en su debilidad que tan sublime poder viene de Dios (v. 7); en su derrota y muerte, la nueva
vida de Jesús es liberada para los hombres (vv. 10–12). De manera que el sufrimiento y la perspectiva
de morir no desaniman a estos ministros de Dios; ellos obran con la fe de que Dios, que resucitó a
Jesús de los muertos, los resucitará también a ellos con Jesús (v. 12), en la certeza valiente que la
gloria de la nueva creación, hasta ahora invisible, los abrazará en un esplendor eterno que
recompensa con creces su liviana aflicción momentánea (vv. 17–18), en el conocimiento que el
Espíritu, que les fue dado por Dios, es su prenda de una vida corporal nueva y eterna (comp. 5:5).
Anhelan estar en su hogar con su Señor, vestidos con el nuevo cuerpo que el Señor les dará; pero este
anhelo no los hace soñadores débiles e inertes, los hace obreros fuertes y valientes, hombres que
establecen como meta agradar a Cristo. Delante del trono de juicio de él todos deben comparecer
para dar cuenta de su obrar. (5:6–10)
4:7 Vasijas de barro. Vasijas de material terrenal, frágil, y consideradas de valor solamente por su
contenido, el evangelio vivificante.
4:12 La muerte actúa en nosotros, en los proclamadores del evangelio perseguidos y expuestos a
peligros, pero en ustedes la vida, los recipientes del evangelio con su fragancia vivificante. (Comp.
2:14–16)
4:13 Creí, y por eso hablé. Comp. Sal 116:10.
4:15 …haga abundar la acción de gracias. El apóstol vive y muere en el modelo, dado por su
Señor, “para la gloria de Dios el Padre”. (Fil 2:11, comp. vv. 5–11)
4:17 Comp. Ro 8:18.
5:1 … tienda de campaña, el “cuerpo mortal” (Ro 6:12), “muerto a causa del pecado” (Ro 8:10),
que la embestida del hombre puede destruir; el edificio de Dios… no construido por manos humanas
es el cuerpo destinado a existir cuando Dios lo haya levantado y glorificado (1Co 15:42–53). Este
cuerpo nuevo, glorioso, está pensado para estar preparado y listo para el hombre redimido en los
cielos, una nueva vestimenta, lista para ser usada en la gloria.
5:2 Comp. Ro 8:23.
5:3 Hallados desnudos, en un estado incorpóreo.
5:4 Desvestidos en la muerte; revestidos al regreso del Señor. (Comp. 1Co 15:5155)
5:5 Espíritu como garantía. Comp. Ef 1:13–14.
5:8 Preferiríamos ausentarnos de este cuerpo. Aunque a Pablo le desagrada el pensamiento de
“desnudez” que trae la muerte física (comp. 5:3), el pensamiento de estar en el hogar con el Señor
(que es “mucho mejor”, Fil 1:23) supera a aquel temor.
5:11–6:10 El apóstol obra para ganar hombres (persuadir, v. 11), pero con una alta independencia
ante la alabanza o la censura de los hombres. Si los hombres lo consideran loco (fuera de nosotros, v.
13), debido al fervor de su dedicación a Cristo, o sano (cuerdos, v. 13) debido a su planificación
sagaz como el sabio constructor maestro de la iglesia (comp. 1Co 3:10), es insignificante para él; su
“locura” y su “cordura” están ambos al servicio de su ministerio apostólico, manifestaciones de su
amor por Dios y los hombres. Su ministerio se mueve entre los dos polos del temor al Señor (v. 11)
que juzgará a todos los hombres (v. 10), por un lado, y el impulso imponente del amor de Cristo, que
murió por todos los hombres para que todos vivan para él (vv. 14–15), por el otro lado. Las pautas
humanas no son aplicables a este ministerio, porque es nada menos que el ministerio de la
reconciliación, dado divinamente; recibe su contenido y autoridad del acto reconciliador en Cristo,
por el cual la nueva creación de Dios irrumpió victoriosamente en este presente mundo malo para
renovar todas las cosas, y para hacer irrelevante y obsoleto al mundo viejo y sus pautas. El apóstol es
nada menos que el embajador de Cristo, que no conoció pecado, pero fue hecho pecado por Dios (o
un sacrificio por el pecado) para el hombre pecador, a fin de que el hombre pecador pueda hallar la
justificación de Dios en él (5:16–21). Dios mismo realiza su llamado para reconciliación por medio
del apóstol; ahora, en el tiempo aceptable para Dios, en su día de salvación, el llamado de Dios se
escucha en el ministerio que tiene en sí las marcas de la grandeza y el poder DIVINOS. Pablo
presenta nueve ejemplos de dificultades y sufrimientos humanos en los cuales el poder divino se
manifiesta (6:45); da nueve ejemplos del poder divino de gracia que aparece y obra en los
mensajeros afligidos de Dios (6:6–7), y en nueve pares de contrastes redondea el cuadro del
apostolado, humanamente insignificantes y vencidos, divinamente significativos y triunfantes (6:8–9):
moribundos, pero aún con vida. (6:9)
5:11 Persuadir, esto es, buscando persuadir, apelar.
5:12 Los que se dejan llevar por las apariencias, etc. los que dan apoyo a los “que se creen de
Cristo”.
5:16 Considerando a Cristo desde un punto de vista humano. Para Pablo, el judío, Jesús, el siervo
Mesías, falló en alcanzar su expectativa de rey que glorificaría a su pueblo; y Jesús el crucificado
apareció como uno castigado por Dios, comp. 1Co 12:3; Gá 3:13. Ahora (ya no, v. 16), con ojos
iluminados por el Espíritu, puede verlo como el poder y la sabiduría de Dios en persona, en el cual
Dios reconcilió al mundo consigo mismo. (v. 19)
6:1 Reciban su gracia en vano. La gracia es recibida en vano, despilfarrada y malgastada, cuando
(como en el caso de la “que se creen de Cristo” y sus seguidores) se usa para los intereses del orgullo
humano y el egoísmo. (Comp. 2Co 11:20)
6:2 El momento propicio, etc. Is 49:8.
6:4 Nos acreditamos en todo, no obteniendo cartas de recomendación de los hombres (3:1), sino
andando por el camino agotador de los siervos de Dios, que siguen las pisadas del siervo Jesucristo,
sufriendo como él sufrió, sirviendo como él sirvió, y “enriqueciendo a muchos” (v. 10), como él
enriqueció a la humanidad por su propia pobreza. (vv. 8:9)
6:10 Poseyéndolo todo. En Cristo son herederos del mundo (Ro 4:13), de “todas las cosas”. (Ro
8:32)
6:11–7:4 La iglesia vive por arrepentimiento perpetuo (comp. la primera de las 95 tesis de
Lutero). La iglesia de Corinto puede ser una iglesia real, una iglesia apostólica, la “iglesia de Dios en
Corinto” (1:1) solamente atendiendo a la súplica de Dios por medio del apóstol. La reconciliación
con Pablo (tan libre y generosamente ofrecida por él, 7:11–13) puede ser ubicada solamente como
una pieza de la reconciliación renovada de la iglesia con Dios. Y así Pablo recuerda a la iglesia de
Corinto que la súplica de Dios, el reconciliador, es una súplica exclusiva; la reconciliación con Dios
llama a una ruptura radical con todo lo que se opone a Dios.
Les recuerda que si Dios es su padre y ellos son sus hijos e hijas, les incumbe salir del mundo
alrededor de ellos, de no tocar nada impuro (6:17) y de purificarse de todo lo que contamina el
cuerpo y el espíritu, y hacer la santificación (su consagración a Dios) en el temor de Dios (7:1). Pablo
combate una vez más a la cristiandad secularizada con la cual trató en 1Co. Cuando hayan abierto sus
corazones a Dios, pueden abrir sus corazones al apóstol, que los ama como a sus hijos (6:13) con el
amor perdonador y reconciliador de Dios: tienen un lugar en nuestro corazón… con ustedes
viviríamos o moriríamos. (7:3)
6:12 Que se dieran cuenta por ustedes mismos. Nada en Pablo, en quien el Espíritu Santo obra
“pureza, conocimiento… amor sincero” (6:6), impide la reconciliación; los corintios son
restringidos, impedidos y estorbados por sus propios afectos, que están divididos entre Dios y lo que
se opone a Dios. (Comp. 14–16)
6:15 Diablo, lit. “despreciable”, aquí usado para la encarnación de todo lo “despreciable”, el
diablo.
6:16 Templo. Para la iglesia, como templo de Dios: comp. 1Co 3:16–17.
Como él ha dicho. La cita siguiente de pasajes del A. T. (vv. 16–18) consiste de dichos de Lv
26:11–12; Ez 37:27; Is 52:11; Jer 51:45; Os 1:10; Is 43:6.
7:2 A nadie hemos agraviado, etc. Comp. 12:16–17 y cc. 10–13 en general. Estas afirmaciones
reflejan cargos llevados contra Pablo por sus oponentes en Corinto.
7:5–16 Ahora finalmente Pablo relata lo que estaba a punto de decir en 2:13 pero que no pudo
hasta haber dado gracias a Dios por su don; ahora relata de su encuentro con Tito y del informe de
Tito sobre el arrepentimiento de los corintios. Y ahora, el tono de acción de gracias, con el cual
Pablo comenzó y que ha sido su tono constante en todas las descripciones de su apostolado, es
escuchado una vez más en plenitud y claridad. Pablo es consolado (vv. 6, 13) y se regocija (vv. 9, 13,
16); no puede decirlo suficientemente a menudo, tanto más cuando el comportamiento de
arrepentimiento de los corintios ha sido una fuente de consuelo y gozo para Tito también. (vv. 7, 13,
15)
7:10 La tristeza que proviene de Dios… arrepentimiento… salvación… la tristeza del mundo
produce la muerte. Uno es recordado del contraste entre las lágrimas penitentes de Pedro (Mt 26:75) y
el remordimiento suicida de Judas. (Mt 17:10)
7:11 ¡Qué empeño! Comp. 2:5–11, especialmente 2:6.
7:12 Pablo busca, no el castigo para el ofensor (note cómo apela a un tratamiento amoroso de él
en 2:7–8), sino la edificación de la iglesia entera (comp. 13:10). Para la reconstrucción probable del
evento referido, ver Introducción, párrafo 3.
8:1–9:15 Pablo vuelve de la acción de gracias retrospectiva, por todo lo que Dios le había dado a
él y a los corintios, en su ministerio de reconciliación (cc. 1–7) al presente y a la tarea común que
será la expresión y confirmación de la reconciliación entre él y su iglesia (cc. 8–9). Finalizó su
relato, concerniente al informe de Tito con las palabras: “Me alegro de que puedo confiar plenamente
en ustedes” (7:16). Los dos capítulos, en los cuales da instrucciones para la complementación de la
colecta, son una expresión de aquella confianza de forma amable y diplomática.
8:1–7 Pablo destaca el ejemplo de las iglesias de Macedonia quienes, en su pobreza y aflicción
(ver Introducción a Filipenses) abundaron en rica generosidad (8:3), porque la gracia de Dios los
motivó a entregarse a sí mismos (8:5) al Señor y a su apóstol. Cuando los hombres se entregan a sí
mismos, también entregan su dinero.
8:7 Ustedes sobresalen en todo, etc. Comp. 1Co 1:4–7.
8:8–15 Pablo no les dará órdenes; por el contrario, les recuerda lo que ya saben, de la gracia del
Señor Jesucristo, quien se hizo pobre para el enriquecimiento de los hombres y así les provee con el
modelo y el poder para sus ofrendas. Y Pablo les recuerda lo que ellos han realizado; ya habían
comenzado a colectar la ofrenda el año anterior.
8:13–14 Igualdad. La iglesia es el cuerpo de Cristo en el que todos los miembros obran juntos en
forma igual para el bien común. Comp. 1Co 12:12–26 con 12:7.
8:15 Como está escrito. Comp. Éx
16:18. Así como Dios dispuso su donación de pan desde el cielo para su pueblo, de manera que
ninguno tenía demás y a ninguno le faltaba, así la iglesia debe administrar su caridad.
8:16–9:5 Pablo envía a Tito, un entusiasta voluntario (vv. 16–17), y a otros dos hermanos,
encargados de la colecta para ayudar a los corintios en la tarea que comprobará su amor, y hará que
Pablo se jacte en cuanto a ellos, no sea que él (y los mismos corintios) sea avergonzado cuando él
llegue a Corinto con los representantes de las iglesias de Macedonia y no los encuentre preparados.
8:18 El hermano. Ni este hermano, ni el mencionado en el v. 22 puede ser identificado.
8:19 Las iglesias lo escogieron. Comp. 1Co 16:3–4.
8:23 Una honra para Cristo. En su caridad voluntaria, el Cristo que se entregó a sí mismo a la
pobreza para que los hombres fuesen ricos (8:9), es manifestado a los hombres en la gloria de su
gracia.
9:2 Acaya. Comp. 1:1.
9:5 Tacañería. Esto sería lo que representaría un regalo que se da solamente bajo presión, no sería
un regalo voluntario.
9:6–15 Pablo recuerda a los corintios que el dar generosamente produce una gran cosecha; no
solamente recompensará Dios, que ama al dador alegre, tal donación, sino que Dios también será
glorificado en la acción de gracias de los recipientes de la donación. En la descripción de su
ministerio apostólico (cc. 1–7), y en la ejecución de su ministerio (cc. 8–9), la primera y última
palabra de Pablo es la alabanza a la gracia de Dios. Que los gentiles están sujetos a los judíos en
semejante fraternidad, que la necesidad judía provoca una donación gentil, que esta donación es el
fuego que hace subir nubes de incienso grato en Jerusalén a la gloria del Dios del judío y del gentil,
que es gracia, una gracia más grande que lo que palabras humanas pueden decir. ¡Gracias a Dios por
su don inefable! (9:15)
9:7 Dios ama al dador alegre. Pr 22:8, de acuerdo con la versión griega antigua.
9:8 Comp. Fil 4:19.
9:9 Is. 55:10 Justicia. La fidelidad de Dios a su pacto, es usada frecuentemente en sus actos de
amor y liberación de su pueblo. Comp. 1S 12:7, donde RV usa la palabra “hechos de salvación”.
10:1–13:14 Pablo habló la palabra de conciliación en su plenitud; puso delante de los ojos de los
corintios toda la gracia maravillosa de Dios que los unió a él con ellos en el pasado (cc. 1–7). Creció
en la tarea que ahora los une en un esfuerzo común de amor (cc. 8–9). Pero entre Pablo y los
corintios todavía cae la sombra de los hombres que dicen: “Somos de Cristo”, en su sentido peculiar
y exclusivo. Están obstaculizando la plena conciliación. Y no hay posibilidad de conciliación con
ellos; no dieron ninguna señal de un cambio de corazón. Siendo lo que son, tienen que oponerse a
Pablo, porque Pablo es el oponente de toda grandeza humana, incluyendo la suya propia. Se opone a
todas las facciones y partidos en la iglesia, el partido “Paulino” incluido (comp. 1Co 1:12–13). Pablo
sostiene y afirma todo lo que ellos pensaron anular y reemplazar: las Escrituras del A. T., los
mandamientos de Jesús, el apostolado como el vehículo de la presencia y del poder de Cristo, tal vez
una vasija de barro, pero la vasija que Dios mismo eligió y por eso la única vasija. Pablo interpreta
todos los términos que usaron como lemas (“libertad, ” “conocimiento, ” “Espíritu, ” “el señorío de
Cristo”) en un sentido radicalmente diferente del de ellos. No hay posibilidad de transigencia aquí,
ninguna perspectiva de conciliación; y así el mensaje de la conciliación tiene que mostrar el filo de
su exclusividad. Pablo tiene que desenmascararlos por lo que son, mensajeros satánicos que
destruyen la obra de Dios, y debe solicitar a los corintios a que se salgan y se separen de ellos.
Pablo tocó las actitudes, los métodos y las acusaciones de sus oponentes tan temprano como en su
primera carta (1Co 4:1821; 7:40; 14:37), y el anatema para aquellos que no tienen amor al Señor (1Co
16:22) sin duda es dirigido primariamente a ellos. Hay indicaciones en la primera sección de la
segunda carta también de que Pablo está buscando conciliación en una atmósfera cargada de calumnia
y controversia. (Comp. 2Co 1:12–14; 2:6; 3:1–3; 4:2, 5; 5:11 y ss.; 6:3). Pero no es hasta ahora, que la
palabra de conciliación ha sido pronunciada plenamente, que él se encuentra con sus adversarios y
sus acusaciones.
13:1–10 Pablo vendrá y tratará despiadadamente a los que se niegan a arrepentirse; tendrán una
prueba plena del PODER de su autoridad apostólica (vv. 1–4). Pero, típicamente, el apóstol, que es
fuerte cuando es débil, implora a los corintios no poner a prueba su autoridad. Su deseo es, no de
triunfar sobre ellos, sino de edificarlos. Por eso ora para que no hagan nada malo (v. 7), a fin de que
parezca que hemos fracasado (v. 7), ya que él es impotente contra la verdad del evangelio y su obra en
hombres arrepentidos (v. 8). Tal vez en ninguna otra parte aparece la voluntad y la pureza altruista de
Pablo, de su amor apostólico, con luz más brillante que aquí, donde no quiere demostrar con
severidad (v. 10) el poder que le fue dado por el Cristo exaltado, que habla por medio de él.
13:1 … dos o tres testigos, como lo requiere la ley. Dt 19:15; comp. Mt 18:16; 1Ti 5:19; Heb 10:18.
13:4 Debilidad… poder. Tanto en su proclamación misional (1Co 2:1–2), como en su cuidado
pastoral de la iglesia, Pablo está determinado a no saber nada, excepto a “Jesucristo y a éste
crucificado”. Será solamente el siervo del Siervo Cristo, con su debilidad y con su fuerza (de Cristo).
13:11–14 CONCLUSIÓN: AMONESTACIÓN (v. 11), SALUDOS (vv. 12–13), BENDICIÓN (v. 14)
13:11 La amonestación concluyente es una expresión sumaria de la voluntad de reconciliación
(mediante arrepentimiento), que informa la carta entera; la voluntad de Dios que hizo de Pablo un
apóstol de Jesucristo (1:1) es una voluntad de amor y paz.
13:12 Beso santo. Comp. Ro 16:16.
13:14 La bendición trinitaria es una revelación de todo lo que hace la obediencia a la
amonestación del v. 11 (“busquen su restauración, ” etc.) posible e inescapable. El amor pleno de Dios
que irrumpió en gloria sobre la humanidad cuando la gracia del Señor Jesucristo fue manifestada en
pobreza para el enriquecimiento del mundo (comp. 8:9), aquel amor y aquella gracia, transmitidos
por el Espíritu que une a los hombres con Dios y a uno con el otro (hermandad), son las fuentes de la
iglesia viva y que obra en la Palabra apostólica; y con la cual todas las cosas son posibles.
GÁLATAS
INTRODUCCIÓN
La palabra del Señor crece; donde crece, el Señor Jesucristo está presente y obra; y él siempre
está “destinado… a crear mucha oposición” (Lc 2:34). Donde la palabra de Dios crece, el reino de
Dios está presente; Jesús una vez describió la presencia y el obrar del reino, comparándolo con la
obra de la levadura en la masa; donde está el reino, allí hay fermentación, disturbio, cambio y
sacudida. Y así, no es sorprendente, y de ninguna manera contradictorio, de que es una palabra divina
si el crecimiento de la palabra trae consigo tensiones y levanta conflicto, no solamente entre la
iglesia y el mundo, sino también dentro de la misma iglesia. La primera iglesia experimentó tal
tensión y conflicto cuando la palabra del Señor comenzó a crecer en suelo gentil y la cuestión de la
relación entre el gentil convertido y el cristiano judío llegó a ser una cuestión aguda, involucrando,
como lo hizo, la cuestión de la relación entre el nuevo evangelio universal y la antigua ley, dada por
Dios a Israel.
Los apóstoles y la iglesia apostólica sabían desde el comienzo que el Cristo es Señor de todos y
que la palabra del Señor debe crecer en todo terreno bajo el cielo. Jesús había hecho a sus discípulos
sus testigos, no solamente en Jerusalén y toda Judea, sino también en Samaria y hasta los confines de
la tierra (Hch 1:8). El milagro de Pentecostés, se manifestó en viento rugiente, en llamas, y el don de
lenguas, que los hombres de todas las naciones podían entender como suya propia. El hecho de que el
Espíritu había de derramarse sobre “toda carne”, que el evangelio iría a todos los hombres en cada
idioma, que la promesa sobre los últimos días, ahora cumplida en el derramamiento del Espíritu, no
era solamente para los judíos, sino “para todos aquellos a quienes el Señor, nuestro Dios, quiera
llamar.” (Hch 2:39)
Este conocimiento no quedó en mera teoría; ni fue la posesión activa de solamente algunos pocos.
Cuando Samaria recibió la palabra de Dios, predicada allí por Felipe, los apóstoles de Jerusalén
dieron la bienvenida la comunión con los samaritanos y fortalecieron la comunión entre la iglesia de
Samaria y la iglesia de Jerusalén, enviando a Pedro y a Juan allí para otorgarles los dones del
Espíritu en medida plena; y los apóstoles más adelante extendieron aquella fraternidad “predicando el
evangelio en muchos pueblos de los samaritanos” (Hch 8:4–25). Felipe fue incitado por el ángel del
Señor a contar las buenas nuevas de Jesús al eunuco etíope y a bautizarlo, llevando así al nuevo
pueblo de Dios a uno que había sido excluido doblemente del antiguo pueblo de Dios, por el hecho de
que era gentil y por el hecho de que era eunuco (Dt 23:1). De esta manera se cumplía la promesa
hecha por el profeta para tales hombres (Is 56:3–8). Tales incidentes ciertamente no eran aislados.
Lucas reporta incidentes típicos en su relato comprimido de cómo la palabra del Señor crecía, ni eran
éstos desconocidos u olvidados en Jerusalén.
Otro incidente como éste, la conversión del gentil Cornelio, su familia y sus amigos (Hch 10:1–
48), es característico de la actitud de la iglesia palestina. El relato de Lucas marca este incidente como
un punto de giro, un evento que hace época. Lo relata bastante completo, con énfasis en la guía
divina, dada por visiones concedidas a Pedro y a Cornelio; relata el sermón, dado por Pedro en la
casa de Cornelio; y apunta a las manifestaciones impactantes del Espíritu en estos gentiles
convertidos, manifestaciones por las cuales los judíos cristianos estaban “asombrados”.
Lucas también relata el hecho de que la renuencia judía de Pedro para entrar a una casa gentil
tenía que ser superada (Hch 10:9–16, 27), y que había aquellos en Jerusalén que tenían dudas y críticas
en cuanto al paso tomado por Pedro (Hch 11:1–18). Para Pedro, este incidente era de importancia
decisiva y duradera, como muestra la referencia a este caso en el concilio apostólico (Hch 15:7–9).
De que las dudas de los hombres de Jerusalén no fueron totalmente superadas por la respuesta de
Pedro a sus objeciones (Hch 11:4–18) es evidente por el rumbo subsiguiente de los eventos. De
manera que había en la cristiandad judaica dos impulsos conflictivos, tanto la voluntad para la
inclusión de los judíos, como una renuencia judía de aceptar a gentiles no circuncidados como
hermanos, sin reservas o limitaciones.
Allí se hallaban los comienzos y las semillas de conflicto. La tensión se agudizó y fue llevada a la
luz principalmente por tres eventos: la conversión de Saulo, la fundación de una iglesia
predominantemente gentil en Antioquía del Orontes, y el viaje misionero de Pablo y Bernabé a
Chipre y las ciudades de Galacia del sur en Asia Menor. La conversión del fariseo y perseguidor
Saulo es marcada, tanto en los tres relatos de éste en Hechos (Hch 9:1–19; 22:3–21; 26:9–18), como
en la referencia propia de Pablo en sus epístolas (Gá 1:1516; 1Co 15:8–10; Ef 3:3, 8; 1Ti 1:12–16)
como un acto creador de la gracia soberana de Dios, un acto, que hizo de Saulo un “instrumento
escogido” de Dios (Hch 9:15). La historia de Saulo o Pablo, su nombre romano, con el cual fue
conocido en su labor entre los gentiles, y es recordado en la iglesia, nos muestra cómo el Señor de la
historia había preparado su instrumento escogido. Pablo era ciudadano romano (Hch 16:37; 22:25);
un ciudadano de Tarso en Cilicia, no una humilde ciudad griega (Hch 21:39); y un hebreo de los
hebreos (Fil 3:5). Aquí había un hombre cuya historia lo hacía apto para la tarea a la cual la gracia de
Dios lo había llamado. Fue capacitado por esa gracia para llegar a ser todo a todos los hombres; él
podía llevar el evangelio a un mundo dominado políticamente por Roma, a hombres decisivamente
influenciados por la cultura griega y hablando el idioma griego. Y sería el último hombre que
rompería despiadadamente con la cristiandad judía, aun cuando la cuestión de la relación entre
gentiles y judíos en la iglesia hizo agonizadamente difícil la hermandad entre ellos, porque él
permaneció, en el sentido más alto, un hebreo de los hebreos hasta el final (Ro 9:1–15). En Pablo,
Dios dio a la iglesia al hombre cuya palabra y obra inevitablemente intensificarían las tensiones
latentes allí, y también al hombre que trabajaría incondicionalmente por una solución saludable de
aquellas tensiones.
Pablo no fundó la iglesia gentil de Antioquía; lo hicieron algunos judíos, no mencionados,
hombres de Chipre y Cirene, o más bien “la mano del Señor” lo hizo por medio de ellos (Hch 11:20–
21). Pablo no fue el único genio en la iniciación de misiones entre gentiles y en establecer iglesias
gentiles, libres de la ley, como algunas historias románticas lo quieren hacer ver. Tampoco fue el
primero en obrar para un contacto y una comunión entre la nueva comunidad gentil y las iglesias
judías más antiguas. La iglesia de Jerusalén misma lo hizo, enviando a Bernabé a Antioquía, este
“hombre bueno, lleno del Espíritu Santo y de fe” (Hch 11:24). Y fue Bernabé que trajo a Pablo a
Antioquía (Hch 11:25–26). Pero la influencia de la predicación de Pablo en Antioquía debe haber sido
profunda y decisiva. Podemos medir cuán grande fue la influencia de Pablo en el hecho de que fue a
Pablo a quien los hermanos escogieron para ir con Bernabé a llevar alivio a los hermanos en Judea
durante la hambruna (Hch 11:27–30), y por el hecho de que el Espíritu lo eligió para la primera
misión organizada a los gentiles. (Hch 13:1–3)
En el viaje misionero que llevó a Pablo y Bernabé a Chipre y Asia Menor (Hch 1314) surge Pablo
como líder; Lucas ahora lo llama por su nombre romano Pablo (13:9), y ahora habla de los dos
hombres en el orden de “Pablo y Bernabé”, cuando previamente había puesto el nombre de Bernabé
primero. Desde el tiempo del encuentro de Pablo con el procónsul romano Sergio, en Chipre (Hch
13:6–12), Pablo es la figura central en las misiones a los gentiles y llena el resto del relato de Lucas
de cómo creció la palabra del Señor.
La conducción de la misión, que Pablo realizó juntamente con Bernabé, es característica del
enfoque ecuménico de Pablo. Buscó contacto con una sinagoga en cualquier lugar, y halló buena
disposición a sus buenas nuevas, especialmente entre los “prosélitos fieles al judaísmo” (Hch 13:43) y
aquellos gentiles a quienes Lucas describe como “hombres que temen a Dios”, gentiles que, sin estar
completamente convertidos al judaísmo, todavía estaban en la periferia de la sinagoga, atraídos por
la predicación pura de un solo Dios y el carácter elevado de su enseñanza moral. Pablo buscó
contacto con la sinagoga y fue judío a los judíos en su predicación, enfatizando cómo todos los tratos
anteriores de Dios con Israel, desde el tiempo de los patriarcas hasta Juan el Bautista, conducían y
preparaban para el mensaje de Jesús como el Mesías, a quien Pablo ahora les proclamaba (Hch
13:26–41). Pero al mismo tiempo presentó en forma bien clara que su evangelio era el cumplimiento
de las promesas de Dios y no meramente un suplemento de la ley, sino el fin de la ley y la antítesis de
ésta, que la palabra de Dios ahora iba más allá de los confines de Israel a todo el mundo, que por el
Salvador a quien Dios trajo del linaje de David “ todo el que cree es liberado” (literalmente
“justificado”) de todo de lo que no pudieron ser liberados por la ley de Moisés” (Hch 13:39). Él abrió
ampliamente las puertas del nuevo templo de Dios a todos, al judío, al prosélito, al gentil, y dio a
todo hombre acceso directo a Dios en Cristo, y simplemente por fe. Proclamó fuertemente y con
muchas palabras lo que hacía tiempo estaba implícito en el milagro de Pentecostés, en la
evangelización de los samaritanos, en la conversión del eunuco etíope, Cornelio, y los gentiles de
Antioquía.
Como resultado, llegó a la iglesia un gran número de gentiles, sin circuncisión, sin someterse a
las costumbres de Moisés, no por medio del judaísmo, no como prosélitos judíos, sino por vía
directa. Y esa gente era, por lo menos hasta cierto grado, conciente del hecho de que no necesitaban
incorporarse a la iglesia vía el judaísmo, que eran miembros plenos del pueblo de Dios, tal como
eran y como Dios los había llamado. Esto produjo preguntas en las mentes de los judíos cristianos
que aún no captaban –y tal vez no captarían nunca– la novedad total del Nuevo Testamento, que no
podían, o no querían, enfrentar todo lo que estaba implícito en las palabras de Juan el Bautista,
cuando dijo: “Dios es capaz de sacarle hijos a Abraham incluso de estas piedras” (Mt 3:9), o todo lo
que quería decir Jesús, en vista de la fe de un gentil: “Muchos vendrán del oriente y del occidente, y
participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos” (Mt 8:11). No era
que alguien le negara al gentil el derecho de membresía en la iglesia; la cuestión era más bien:
¿Cómo podría el gentil alcanzar tal membresía? ¿Era que todas las ordenanzas antiguas de Dios,
todas las marcas y señales de su pacto con Israel, serían desechadas simplemente por la nueva y
culminante revelación de Dios en Cristo? ¿Sería que el pueblo antiguo de Dios, el pueblo que
reclamaba a Abraham, el creyente, como su padre, simplemente desaparecería, perdido en el
remolino de gentiles convertidos? Así fue creada la tensión en la iglesia que llevó a la convocatoria
del concilio eclesiástico de la iglesia y la carta de Pablo a los Gálatas.
El concilio apostólico
El motivo inmediato del concilio apostólico era la llegada a Antioquía de judíos cristianos,
hombres que insistían en que los convertidos gentiles debían integrarse a la iglesia por el camino del
judaísmo; tales hombres eran comúnmente llamados “judaizantes”. Estos judaizantes llegaron a
Antioquía con la demanda de que los gentiles cristianos debían ser circuncidados “conforme a la
tradición de Moisés” (Hch 15:1; comp. 15:5), y demandaron la circuncisión como necesaria para la
salvación: “Si no son circuncidados… no pueden ser salvos” (Hch 15:11). Este partido, o grupo, tenía
sus precursores en hombres como aquel que llamó a Pedro a rendir cuentas por haber entrado en
casa del gentil Cornelio (Hch 11:1–18). Si Gá 2:1–5 se refiere, como parece ser más probable, a la
visita de Pablo a Jerusalén, 46 d. C. en la época de la hambruna (su segunda visita, Hch 11:30; 12:25),
hombres de esta talla ya habían chocado con Pablo cuando exigieron que su compañero griego, Tito,
fuera circuncidado. Y Pablo resistió fuertemente sus exigencias. Por lo menos algunos de ellos eran
fariseos convertidos (Hch 15:5). Era entonces un grupo o partido dentro de la iglesia y no negaron,
hasta donde podemos ver, expresamente alguna parte del evangelio como fuera predicado por Pablo
y los demás. De hecho parece que habían reclamado el apoyo a sus exigencias de la iglesia de
Jerusalén y de los apóstoles de Jerusalén (Hch 15:24). Talvez Lucas está desaprobando tácitamente
sus exigencias cuando dice que “algunos habían llegado de Judea” (Hch 15:1) y no de Jerusalén.
Eran tan insistentes en sus exigencias, argumentaron tan testarudamente y tan hábilmente con
Pablo y Bernabé, e inquietaron las mentes de los gentiles cristianos en Antioquía (Hch 15:24) que se
resolvió llevar el asunto a los apóstoles y ancianos en Jerusalén (Hch 15:2). En la asamblea de
Jerusalén, que aparentemente incluía, no solamente a los apóstoles y ancianos, sino también a
representantes de “toda la iglesia” (Hch 15:22), las voces de Pedro y Santiago, el hermano del Señor,
se alzaron decisivamente en favor de la libertad gentil de la ley (Hch 15:7–11, 13–21). Esto
concordaba con la posición que previamente habían tomado por el evangelio de Pablo y su
apostolado a los gentiles, 46 d. C. (Gá 2:1–10), y la iglesia judía seguía su liderazgo en rechazar el
imponer a los gentiles “un yugo que ni nosotros ni nuestros antepasados hemos podido soportar”
(Hch 15:10). Pero debe ser recordado que para el cristianismo judío la cuestión de la libertad de los
gentiles tenía dos facetas. La primera parte de la cuestión, ¿debe un gentil llegar a ser un prosélito del
judaísmo a fin de ser salvado? Fue respondida en seguida y decididamente por el concilio. Pero la
otra parte de la cuestión necesitaba ser respondida también y ésta era: ¿Cómo debe ser la relación
entre el judío cristiano circundado, ritualmente puro, y el no circuncidado, ritualmente impuro gentil
cristiano? ¿Cómo deberán convivir y cómo llevarán a cabo aquel acto que surgió tan ampliamente
como una expresión de fraternidad cristiana, o sea, la comunión de la mesa? ¿Cómo comerán juntos?
(Se debe recordar que la comida común y la celebración de la Cena del Señor estaban muy
relacionadas en la primera iglesia.) Para los judaizantes radicales, la respuesta era por supuesto
simple: que los gentiles sean circuncidados y lleguen a ser buenos judíos. Para los judíos de buena
voluntad que buscaron cumplir la misión que Dios le había dado a Israel (Gá 2:8–9), una misión que
les hacía imposible apropiarse de la libertad que le concedieron a los gentiles, la respuesta no era
simple. Y a la luz de estos hechos deben ser entendidas las palabras en la carta enviada a las iglesias,
o sea las palabras: “Nos pareció bien… a nosotros no imponerles a ustedes ninguna carga aparte de
los siguientes requisitos: abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de la carne de animales
estrangulados y de la inmoralidad sexual” (Hch 15:28–29). Los “requisitos”, solicitados a los
gentiles, no son marcados como necesarios para la salvación y por eso no son una reimposición de
la ley sobre ellos; ésta es una solicitud dirigida a los gentiles, una solicitud que les pidió abstenerse
de alimentos y prácticas abominables a los sentimientos judíos, alimentos y prácticas que su pasado
pagano y su entorno pagano hacían natural y fácil para ellos. Es entendible que la abstención de
“inmoralidad sexual” debía ser incluida también a la solicitud cuando recordamos cuán cercanamente
conectada estaba la inmoralidad sexual con el culto pagano, los festivales paganos, y la vida pagana
en general. El así llamado decreto apostólico es por eso todo, menos un triunfo del legalismo judío.
Si una carga de amor fue impuesta sobre los hermanos gentiles, los hermanos judíos también
asumieron una carga no liviana al no esperar ni solicitar más.
La recepción de la carta en Antioquía (Hch 15:31) y más tarde en la provincia de Galacia (Hch
16:4, 5) muestra que las iglesias gentiles no lo consideraban como una derrota de la libertad gentil:
“se alegraron por su mensaje alentador” (Hch 15:31) y “se fortalecían en la fe y crecían en número
día tras día”. (Hch 16:5)
Los hombres de la iglesia aprendieron, a medida que la palabra del Señor crecía entre ellos, a no
usar su libertad como una oportunidad para la carne, sino a “servirse unos a otros con amor” (Gá
5:13). Así, el cristianismo fue protegido contra la reimposición de la ley; el verdadero peligro de que
la cristiandad pudiera degenerarse en una secta judía (y así perecer con el judaísmo) fue impedido. Y
la unidad de la iglesia fue preservada; la nueva iglesia gentil fue mantenida en contacto con la iglesia
judía, de la cual venía el evangelio (comp. Ro 15:27) y así fue fuertemente basada en las escrituras del
Antiguo Testamento, una gran bendición, porque la historia de la iglesia ha mostrado cómo
influencias ajenas y corrosivas acosaron al evangelio una vez que se perdió el contacto con el
Antiguo Testamento. Abandonar el Antiguo Testamento es el primer paso para entender mal,
pervertir, y perder el evangelio del Nuevo Testamento.
La contienda fue decidida en principio por el concilio de Jerusalén. Pero esto no significó que los
judaizantes fueron silenciados para siempre o que su influencia fue completamente neutralizada. Sus
reclamos fueron decisivamente rechazados por la iglesia en Jerusalén; pero ellos, aparentemente,
habían extendido mientras tanto su malicia más allá de Jerusalén y Antioquía a las iglesias que Pablo
y Bernabé habían establecido en Galacia del sur durante su primer viaje misional en Pisidia,
Antioquía, Iconio, Listra y Derbe (Hch 13:14). Lo hicieron con considerable éxito, porque lo que
proclamaron fue un substituto bastante plausible y el evangelio que los convertidos por Pablo habían
escuchado de él. Juzgando por las polémicas de Pablo contra ellos, no negaron alguna enseñanza
positiva que Pablo había llevado a los gálatas; reconocieron y proclamaron a Jesús como el Mesías,
el Hijo de Dios, el Señor resucitado y exaltado, el dador del Espíritu, en cuyo nombre hay salvación;
no negaron que pronto volvería en gloria para consumar la obra de Dios en gracia y juicio. La
evidencia ni siquiera indica que ignoraron o borraron completamente la cruz con su significado
redentor; el énfasis repetido y apasionado de Pablo en el significado central de la cruz, que lo abarca
todo, en sus cartas, indica que para ellos el Mesías de la cruz fue eclipsado por el Mesías en gloria,
que la cruz de Cristo tendía a llegar a ser un episodio que la exaltación reducía a un significado
relativo.
En su propia profesión, no llegaron para destruir la obra de Pablo, sino para completarla (Gá
3:3). La llegada del Mesías, en su proclamación, coronó la historia de Israel y consumó Israel; pero
eso no significaba de ninguna manera el fin de la ley y las ordenanzas sagradas tales como la
circuncisión y el sábado, que Dios mismo había ordenado como la marca y la condición del pacto
entre él mismo y su pueblo para siempre. La venida del Cristo no liberó a los hombres de la ley; el
Cristo confirmó la enseñanza de la ley y profundizó la obediencia que exigía. Por eso, la salvación
por la mediación del Cristo debe ciertamente incluir la ejecución de las obras de la ley. Una herencia
cristiana, basada solamente en la fe, sin la circuncisión y sin la ley, era una herencia rudimentaria e
incompleta; la perfección se halla en la circuncisión y en guardar la ley a lo cual un hombre es
comprometido. Así un hombre llega a ser un verdadero hijo de Abraham y el heredero de la
bendición, prometida a Abraham, un miembro del verdadero y antiguo pueblo de Dios. Deshacerse
de la ley significaría caos moral o a lo mejor, una clase de libertad muy dudosa y peligrosa.
Estos hombres insinuaron que Pablo no les había dicho todo lo que era necesario para su
salvación plena. Después de todo, no era un apóstol de primer rango, no a la altura con los apóstoles
originales de Jerusalén, por medio de los cuales había recibido su apostolado. Sus fallas en insistir
sobre el cumplimiento de la ley eran una debilidad deplorable de su parte, debido, sin duda, a su celo
misional, pero reprobable de todas maneras; él trató de ganar convertidos ablandando el rigor del
evangelio genuino de Dios; en otras palabras, buscó “agradar a los hombres”. Ellos, los judaizantes,
habían llegado ahora para completar lo que Pablo dejó sin terminar, para guiarlos a aquella
perfección cristiana que el evangelio de Pablo nunca podría darles.
Su ataque, entonces, tenía tres puntas. Era (a) un ataque al apostolado de Pablo, (b) un ataque al
evangelio de Pablo por omitir demandas esenciales de Dios, y (c) un ataque que apuntó a los peligros
morales que resultarían de una proclamación de la salvación por mera fe en una gracia de Dios
absolutamente libre y perdonadora.
El ataque era sutil; era también, aparentemente, un ataque organizado bajo un liderazgo único;
Pablo se refiere a una personalidad particularmente responsable por el daño que había sido hecho en
las iglesias de Galacia (Gá 5:10). Y el ataque fue siniestramente exitoso, suficientemente entendible.
Para el judío convertido, esta nueva forma del evangelio prometía una relación más relajada con los
judíos no convertidos; los gentiles convertidos quedarían impresionados por la autoridad de los
apóstoles de Jerusalén que los nuevos predicadores invocaron para su causa. Y el celo de estos
extremistas intransigentes sin duda impresionó tanto al gentil como al judío.
Pablo probablemente escuchó de la actividad de estos hombres y su éxito incipiente, cuando
todavía estaba en Antioquía del Orontes. Dado que estaba por ir a Jerusalén para tratar la cuestión
presentada por los judaizantes con los apóstoles y ancianos allí, no podía ir a Galacia en persona,
como debe haber deseado (Gá 4:20), para enfrentar el ataque y combatir el peligro. Lo enfrentó
escribiendo la carta a los Gálatas que, por eso, habrá que fecharla en el 48 ó 49 d. C.
La carta logró su propósito; los gálatas se unieron fielmente en la colecta de donaciones para los
pobres de Jerusalén (1Co 16:1), una empresa importante al corazón de Pablo, como una expresión de
la unión entre la cristiandad gentil y judía. Un cierto Gayo de Derbe (en Galacia) estaba entre los
representantes de las iglesias gentiles, quien acompañó a Pablo cuando llevaba las donaciones de los
gentiles a Jerusalén. (Hch 20:4)
La carta a los gálatas es una de las cartas más personales y autobiográficas de Pablo, invalorable
por la apreciación histórica de su evangelio y su obra; por eso es valiosa para el entendimiento del
crecimiento de la palabra del Señor. Vemos aquí que el crecimiento de aquella palabra es historia
humana genuina; los instrumentos elegidos por Dios son todo, menos robots, que realizan su obra y
la voluntad del Señor con la intensidad del envolvimiento personal. Los hombres que testifican del
Cristo son sostenidos por el Cristo y su misión llega a ser carne de sus carnes y hueso de sus huesos.
Raramente otra epístola enfatiza tanto el “solo” de “gracia sola, por fe sola” como lo hace esta
exposición tenaz del evangelio según Pablo, con su énfasis en el hecho de que la ley y el evangelio
confrontan al hombre con un intransigente e ineludible “esto o aquello”. La carta de Pablo a los
romanos expone lo mismo más calmada y plenamente, y tiene valor por sí misma; pero no hay una
presentación del evangelio que pueda igualar a esta carta con la fuerza con la que presenta la
exigencia inexorable de la gracia pura. Lutero, quien tuvo que pelear la lucha de Pablo nuevamente,
dijo de Gálatas: “La epístola a los gálatas es mi propia pequeña epístola. Me comprometí con ella; es
mi Catalina de Bora.” (Nota: Catalina de Bora fue la esposa de Lutero)
Se debe recordar que la carta está dirigida a una clase de herejía seria, que parece muy piadosa y
cristiana, y la aplasta con un anatema incondicional. Nuestra era liviana, que discute las herejías con
calma ecuménica, puede aprender de esta carta la seriedad terrible con la cual el evangelio de gracia
que todo lo abarca, excluye todos los movimientos y a todos los hombres que buscan limitar su
gracia.
1:11–2:21 En tres escenarios Pablo defiende su apostolado contra la acusación de que su autoridad
es secundaria y derivada (“ no por investidura… ni mediación humana, ” 1:1): su apostolado es gracia
divina conferida directamente a él (1:1124), reconocida como tal por los apóstoles de Jerusalén, (2:1–
10), independiente hasta de una figura tan poderosa como Pedro. (2:11–21)
1:11–14 El evangelio que yo predico no es invención humana (v. 11): la primera palabra de Pablo
concerniente a su apostolado es una palabra concerniente al evangelio para el cual él es “apartado”
(Ro 1:1) con el cual su apostolado está tan estrechamente identificado que puede referirse a él
ocasionalmente como “mí evangelio” (Ro 2:16; 2Ti 2:8; comp. 2Co 4:3; 1Ts 1:5). Este evangelio, el
corazón palpitante de su apostolado, no lo recibió de ningun hombre; no lo aprendió como aprendió
la ley y las instrucciones de nuestros antepasados a los pies de Gamaliel (Hch 22:3). Cristo vino a él
por revelación, por ese acto de Dios en el cual solamente Dios es activo para darse a conocer a sí
mismo y para hacerse valer a sí mismo en la vida del hombre (v. 12, comp. v. 16). Ningún hombre
contribuyó para esto, menos Pablo mismo; su voluntad y su rumbo estaban en oposición violenta a la
revelación de Dios todo el camino (vv. 13–14, comp. v. 23). Tampoco contribuyeron algo los
primeros apóstoles (v. 17); Pablo no encontró a Pedro hasta 3 años más tarde y entonces tan solo
brevemente (v. 18). Las iglesias… en Judea lo conocían solamente de oídas durante 14 años, y dieron
todo crédito por su conversión a Dios (por causa mía glorificaban a Dios, v. 24). Como ellos, Pablo
puede atribuir su conversión y su llamado al apostolado, solamente a las deliberaciones eternas de
Dios, a su alegría soberana, a su gracia que le perdonó su pasado rebel-de y lo fortaleció para su
ministerio futuro a los gentiles (vv. 15–16). La autobiografía de Pablo es un eco de las palabras de
Jesús a Pedro: “No te lo reveló ningún mortal, sino mi Padre que está en el cielo.” (Mt 16:17)
1:11 Porque. Pablo dice: “soy un siervo de Cristo (v. 10), porque Dios, por su revelación, me hizo
su siervo”.
1:13 Perseguía a la iglesia. Comp. Hch 8:1–2; 9:1–4; 22:4–16; 26:9–18.
1:14 Las tradiciones de mis antepasados son ese cuerpo de interpretaciones de (y añadiduras a) la
ley, que crecieron alrededor de la ley, y gozaron de un prestigio y una autoridad en el judaísmo
prácticamente igual a la ley misma. (Comp. Mt 15:2)
1:15 Me había apartado desde el vientre de mi madre. Pablo describe el control de su existencia en
los términos que usó el Señor cuando llamó a Jeremías a su servicio como su profeta. (Comp. Jer
1:5)
Por su gracia. Pablo encara siempre su apostolado como pura gracia. (Comp. Ro 1:5; 1Co 15:10;
Ef 3:2, 7, 8; 1Ti 1:14)
1:17 Arabia. El reino de los árabes nabateos se extendió hacia el norte hasta una distancia cerca
del sur de Damasco.
1:18 Céfas, forma aramea de “Pedro”. (Comp. Jn 1:42)
1:19 Apóstoles… sólo vi a Jacobo, el hermano del Señor. De acuerdo con esta traducción, se puede
interpretar que Jacobo es un apóstol. Pertenecería entonces a aquel grupo de apóstoles más grande
(además de los doce) que fueron comisionados por el Señor resucitado (comp. 1Co 15:7). Pero las
palabras griegas también pueden ser traducidas: “No vi a ningún otro apóstol, sino que vi a Jacobo, el
hermano del Señor.”
2:1–10 La segunda visita de Pablo a Jerusalén hizo surgir la pregunta que los agitadores en las
iglesias de Galacia habían hecho: ¿Tenía Pablo, o cualquier otro, la autoridad de traer a gentiles a la
iglesia, sin circuncisión? La pregunta estaba destinada de ser presentada, porque Pablo llevó consigo
a Tito, un gentil convertido incircunciso (v. 1). Y la pregunta fue presentada, no por los apóstoles de
Jerusalén, sino por falsos hermanos que se habían infiltrado (v. 4), hombres de la misma laya que
aquéllos, ahora subversivamente activos en Galacia. A aquéllos, Pablo resistió por causa de los
gentiles, por causa del evangelio, por causa de la verdad, por causa de la libertad con la cual Cristo
liberó a los hombres (v. 5). La columna de la iglesia de Jerusalén hizo causa común con Pablo,
reconoció la gracia que Dios le dio a él en su apostolado a los gentiles, no presentó restricciones
sobre sus predicaciones del evangelio de libertad (no me impusieron nada, v. 6), le dieron a él y a
Bernabé la mano derecha de compañerismo, y estuvieron de acuerdo sobre una división de la obra (v.
9). La única petición que presentaron a Pablo y a Bernabé fue que consolidaran el lazo de
compañerismo entre cristianos judíos y gentiles, mediante una caridad activa (nos acordáramos de los
pobres, v. 10), una petición que Pablo cumplió más que en término medio.
2:1 Catorce años después. ¿14 años después de la conversión de Pablo o después de la primera
visita, descrita en 1:18–19? Todo el asunto de la cronología de las visitas de Pablo a Jerusalén y su
relación con las visitas relatadas en Hechos, es un problema complicado y muy discutido, cuya
solución no contribuye mucho al entendimiento de la carta. Con todo, parece mejor identificar esta
visita con aquella de Hch 11:27–30 (en vez de con aquella de Hch 15, como muchos traductores
hacen). La revelación, referida en 2:2 sería probablemente aquella dada por el profeta Ágabo (Hch
11:28): Bernabé estaba con Pablo en aquella visita (Hch 11:30) como también en aquella descrita en
Hch 15; y ya que la visita de Hch 11 era una misión de auxilio (Hch 11:29), las palabras de los
“pilares” a Pablo y Bernabé en Gá 2:10 podrían ser trducidas del griego como: “Nos solicitaron que
continuemos acordándonos de los pobres, lo que justamente yo estaba ansioso de hacer.” Una
discusión privada (2:2) concerniente al evangelio predicado a los gentiles, bien podría haberse
realizado en ocasión de aquella visita.
2:2 Que no fuera en vano. Pablo sabía que si las autoridades de Jerusalén no fueran comprensivas
con su misión a los gentiles, su obra podría ser seriamente perjudicada. Habían mostrado solidaridad
con la obra realizada entre los griegos en Antioquía (Hch 11:20–26); él esperaba la misma
compasión con relación a la obra nueva en lugares más lejanos.
2:6 No me interesa lo que fueron. Esto parece estar en conflicto con lo que dijo en 2:2. Allí Pablo
obviamente concedió mucha importancia a la compasión y el reconocimiento de los hombres en
Jerusalén. El punto que está haciendo aquí es que el evangelio, por no ser “evangelio de un hombre”
(1:11), no puede ser validado por la aprobación de cualquier hombre, así como ningún hombre, ni
Pablo mismo, puede alterarlo, haciendo “otro evangelio” de éste. (1:9)
2:7–9 Esa medida administrativa, o no resultó en la práctica –vemos a Pablo yendo regularmente
a la sinagoga judía en sus viajes misionales (Hch 13:5, l4) y a Pedro, escribiendo a iglesias gentiles
(1P)– o, como parece ser más bien, nunca fue intentado como una regla rígida. El camino de Pablo se
dirigió al occidente al mundo greco parlante; si se encontraba con judíos en aquel camino,
inevitablemente pronunciaría las buenas nuevas “para los judíos primeramente” (Ro 1:16), y él nunca
olvidó a sus parientes ni siquiera en su misión a los gentiles. (Ro 11:13–14)
2:9 Gracia. Comp. 1:15.
Columnas. La iglesia es considerada como la estructura, levantada por el Señor Jesucristo (comp.
Mt 16:18); en esta estructura, estos hombres son prominentes e importantes.
2:10 Que nos acordáramos de los pobres. Para el interés de Pablo en la colecta para los pobres en
Jerusalén, vea: Ro 15:24–28; 1Co 16:1–4; 2Co 8–9; y comp. Hch 24:17.
3:1–14 Primer testimonio: Pablo apela primeramente al testimonio de la experiencia (v. 4) de los
gálatas. Ellos deben su conversión a la proclamación del crucificado; y la cruz es el veredicto de
Dios sobre la humanidad, su rechazo de todas las obras del hombre. Es por escuchar con fe (no por
palabras que demanda y recompensa la ley) que recibieron el Espíritu, y que son testigos de los
milagros realizados entre ellos. Deben estar embrujados para creer que una progresión del Espíritu a
la carne (circuncisión), del evangelio a la ley, es un avance y no un retroceso. (vv. 1–5)
Segundo testimonio: él, entonces, se enfrenta con los judaizantes en su propio terreno, apelando
al testimonio del A. T., concerniente a Abraham; Abraham es el padre del pueblo de Dios como
creyente justificado, y aquéllos que son hombres de fe son sus verdaderos hijos, herederos de la
bendición prometida a todas las naciones. (vv. 6–9; comp. Ro 4)
Tercer testimonio: más adelante, Pablo apela al testimonio de la ley misma. La ley exige hechos y
pronuncia una maldición para todos los que no la obedecen plenamente. Ningún hombre, por lo tanto,
es justificado delante de Dios por la ley; todos los hombres están bajo su maldición y pueden ser
justificados solamente por la fe que mire a aquél, que llevó sobre sí mismo la maldición de la ley en
nuestro lugar. En él, todos los hombres, sean gentiles o judíos, reciben la bendición de Abraham y el
don del Espíritu prometido para los últimos días, por fe. (vv. 10–14)
3:1 Como crucificado. Comp. 2:21. La cruz, como el veredicto aplastante de Dios sobre el hombre
y como la absolución de Dios del hombre por causa de Cristo, ha excluido para siempre la función
del hombre, el camino de la ley como camino de salvación.
3:3 ¿ Tan torpes son, o “pretenden ahora perfeccionarse”?, aludiendo al reclamo de los
judaizantes de que Pablo haya predicado un evangelio “incompleto” en Galacia, que necesitaba ser
suplementado por sus enseñanzas. Esfuerzos humanos probablemente se refiere a circuncisión.
3:6 Para un tratamiento más completo de Abraham como padre de todo el pueblo de Dios, de
todos los creyentes, tanto gentiles como judíos: comp. Ro 4 y las notas allí.
Así. El eslabón de la conexión en el pensamiento es la respuesta que espera la pregunta del v. 5:
“Han recibido el Espíritu porque oyeron y creyeron, tal como Abraham (con el cual la historia del
pueblo comienza) también creyó y fue justificado.” Por eso están siguiendo a Abraham, están delante
de Dios como él estuvo, son justificados como él fue, y son, en el senti-do más acertado, sus hijos.
Creyó a Dios, etc. Comp. Gn 15:6; Ro 4:3.
3:8 Comp. Gn 12:3.
3:10 Bajo maldición. Comp. Dt 27:26. Pablo cita libremente; porque está escrito es implicado pero
no afirmado en Dt 27:26. Pero compare con Dt 28:15 (“obedece todos sus mandamientos y
preceptos”). Para el terror pleno de la maldición, comp. Dt 28:15–68.
3:11 Comp. Hab 2:4; Ro 1:17; y las notas de estos pasajes.
3:12 Fe… el que practica. Salvación por gracia por la fe y salvación por obras, son excluyentes
mutuamente. (Comp. Ro 4:25; 9:32; 11:6)
3:13 Maldición por nosotros. Para una afirmación drástica similar a la expiación vicaria, comp.
2Co 5:21.
Maldito todo el que. Dt 21:22–23 pronunció esta maldición sobre el criminal ejecutado. Para
Pablo, el fariseo no convertido, esto habría sido probablemente la piedra de tropiezo mayor;
probablemente se hubiera adherido al grito, “¡Que Jesús sea maldito!” (1Co 12:3), porque ¿cómo
podría ser el crucificado, al cual la ley consideraba maldito, ser el Cristo, el Señor?
4:1–31 Esta sección tiene más bien un carácter misceláneo, pero las tres unidades de pensamiento
son mantenidas juntas por la idea de relación de hijo. (Comp. 4:7, 19, 31)
5:1–12 La libertad y la ley son incompatibles. La libertad no es un camino, elegido por el hombre,
sino el camino que Cristo estableció. Nadie puede por eso transigir con esto; volver al camino de la
ley, por más liviana que sea la medida (tal como someterse a la circuncisión) es abolir el evangelio
de la libertad y perder al Cristo que nos libertó. (v. 1)
5:3 Obligado a practicar toda la ley. Una vez que el hombre va por el sendero de la ley, debe
hacer todo el sendero. (Comp. 3:10; Stg 2:10)
5:6 La fe que actúa mediante el amor. Los paralelos a estas expresiones en 1Co 7:19; Gá 6:15 son
instructivos. La “nueva creación” (Gá 6:15) significa una vida de “fe que actúa mediante el amor” (Gá
5:6) y así “cumplir los mandatos de Dios”. (1Co 7:19)
5:8 Tal instigación, esto es, aceptar la circuncisión y andar por el camino de la ley, no viene del
que los llamó, porque él los llamó “por la gracia de Cristo” (1:6) y no con las demandas de la ley.
5:11 Predico la circuncisión… persiguiendo. Los oponentes de Pablo evidentemente lo acusaron
de transigir con la circuncisión en ciertas ocasiones; la incidencia de la circuncisión de Timoteo (Hch
16:3) muestra cuán lejos Pablo estaba dispuesto a ir para llegar a ser judío a los judíos “a fin de ganar
judíos” (1Co 9:20). Pero la firme posición de Pablo contra la demanda de que Tito tenía que ser
circuncidado (2:2–5) muestra que nunca vacilaba en el asunto donde “la verdad del evangelio” estaba
involucrada. Aquí la respuesta es simplemente de remarcar el hecho de que aún está siendo
perseguido (por judíos y judaizantes); fácilmente podría haber evitado la persecución con una
pequeña transigencia, pero no lo hizo, dado que la circuncisión y la cruz se excluyen mutuamente.
5:12 ¡Mutilarse del todo! Dado que en Cristo la circuncisión ha llegado a ser sin sentido (v. 6), el
acto es una mera mutilación del cuerpo (comp. Fil 3:2). Con amarga ironía, Pablo desea que los
devotos a la circuncisión (mutilación) anduvieran el insensato camino entero y se mutilasen a sí
mismos, como hicieron, por ejemplo, los devotos paganos de la diosa Cybele. El culto a Cybele,
originado en Pessinus, en la provincia romana de Galacia, sería conocido a los gálatas.
5:25–6:10 La vida en libertad significa el fin de todo orgullo egocéntrico, el fin de la afirmación
egocéntrica y de la envidia (5:25–26). Significa una vida de ministerio humilde y amable al pecador,
un ministerio que actúa consciente de su propia debiliadad (6:1–5). Significa generosidad amorosa
para aquellos que enseñan en la iglesia.(6:6)
Como la vida en libertad de la fe es una vida de amor (comp. 5:6), así es también una vida de
esperanza sobria y responsable. La libertad en Cristo no absuelve al hombre de la responsabilidad de
sus acciones; más bien incrementa su responsabilidad. El hombre cosechará lo que haya sembrado.
Dios lo considerará responsable por lo que haya hecho en su libertad con el don del Espíritu.
5:25 Andemos. La palabra implica un andar en orden, disciplinado, un ser guiado por el Espíritu.
6:2, 5 Llevar sus cargas unos a otros … cada uno cargue con su propia responsabilidad. Los
cristianos se sirven el uno al otro, y con todo, cada hombre es responsable individualmente por la
obra de su propia vida. “Cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios.” (Ro 14:12)
6:4 Algo de qué presumir… que no se compare con nadie, eso es, presumiendo de una supuesta
superioridad propia frente al prójimo.
6:6 Puede ser que los oponentes de Pablo hayan usado el rechazo de Pablo de aceptar sostén para
sí mismo como un pretexto por la negligencia de ellos hacia los maestros de la iglesia. Pablo
siempre insistió en la obediencia al mandato del Señor que “quienes predican el evangelio vivan de
este ministerio” (1Co 9:14; comp. Mt 10:10; Lc 10:7–8), aunque él mismo no hizo uso de este
derecho. (1Co 9:14)
6:7 De Dios nadie se burla con inmunidad; su justicia tratará con aquellos que se mofan de su
voluntad.
6:8 El que siembra para agradar a su naturaleza pecaminosa, esto es: gasta sus energías y su vida
en la clase de actividades enumeradas en 5:19–21. En forma similar, el que siembra para agradar al
Espíritu es iluminado por 5:22.
Corrupción, lo contrario de vida eterna, destrucción eterna en el juicio de Dios.
6:10 Familia de la fe. Comp. Mt 10, 25, donde Jesús llama a sus discípulos “los de su familia”.
6:11–18 CONCLUSIÓN
6:11–18 La conclusión, escrita de propia mano por Pablo (el resto de la carta fue dictada), resume
una vez más el pensamiento principal de la carta, con énfasis especial en los motivos egoístas de los
judaizantes y la motivación altruista, cristocéntrica de Pablo. La carta termina con una súplica que él,
a quien marcó el sufrimiento como propiedad de Cristo, pueda ser dispensado de agonías adicionales
de la mano de los gálatas y con una bendición para todos que caminen por esta regla del evangelio de
libertad y por eso son el verdadero Israel de Dios, verdaderos hijos de Abraham. (Comp. 3:7, 29)
6:11 Con letras bien grandes puede ser por el énfasis. Algunos piensan que la “enfermedad” a la
cual Pablo se refiere en 4:13 puede haber sido una enfermedad de la vista (comp. 4:14), que lo dejó
permanentemente afectado; entonces las letras grandes serían necesarias por su visión imperfecta.
De mi puño y letra. Para la costumbre de Pablo de dictar sus cartas y agregar un epílogo o un
saludo con su propia mano: comp. 1Co 16:21; Col 4:18; 2Ti 3:17. En Ro 16:22, el secretario Tercio,
agrega un saludo de él mismo.
6:12 Evitar ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo. Practicando la circuncisión continúan
identificándose a sí mismos con el judaísmo y esperan ser tolerados como una secta dentro del
judaísmo. La cruz excluye circuncisión, y cada concesión al legalismo, porque en la cruz, Cristo ha
redimido a los hombres de la maldición y del poder de la ley. (Comp. 3:13)
6:14 El mundo, en el cual cuenta el “buen espectáculo” del hombre, y donde se busca la gloria
personal, dejó de existir para aquellos que creen en el Crucificado. Todavía viven en él, así como
viven en la carne (2:20), pero no fija reglas para ellos ni regula su conducta.
6:15 Comp. 5:6; 1Co 7:19.
6:17 Las cicatrices de Jesús. En el mundo griego, los devotos o esclavos de una deidad eran
marcados o tatuados con la marca de su maestro o dueño, y así llegaban a ser sacrosantos. Pablo
llama a las cicatrices de sus sufrimientos marcas de Jesús, que lo consagran al Señor, y que deberían
despertar admiración y consideración amorosa hacia el apóstol.
LAS CARTAS DESDE EL CAUTIVERIO
Las cartas de Pablo a los Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón son conocidas como las
cartas del cautiverio porque todas fueron escritas cuando Pablo estaba en prisión, aparentemente en
Roma, en 5961 d. C. Algunos investigadores fijan la fecha de las cartas del cautiverio en el segundo
año de la prisión de Pablo en Cesarea en 56–58 d. C. (comp. Hch 23:1124, 27). Otros las fechan todas
durante un encarcelamiento, supuestamente en Éfeso, durante su ministerio allí en 52–55 d. C., un
encarcelamiento no mencionado por Lucas en Hechos, pero probable si se tienen en cuenta los años
de tribulación de Pablo en Éfeso. Pero en general, la antigua tradición que asigna las cartas del
cautiverio en Roma, todavía parece la más probable.
El libro de los Hechos relata la historia conmovedora de cómo Pablo subió a Jerusalén por
última vez, llevando donaciones de las iglesias gentiles a la iglesia de Jerusalén, cómo esta acción
cristocéntrica del ministerio a su pueblo, encarando peligro y muerte, lo llevó a su arresto en
Jerusalén, a su prisión de dos años en Cesarea, a su apelación al emperador, y al peligroso viaje que
finalmente lo llevó a Roma, que hacía ya tiempo esperaba hacer (Ro 1:10–11; 15:23, 32; Hch 19:21), y
que su Señor le había prometido (Hch 23:11), pero de una forma que él no había previsto, como
prisionero (Hch 28:20). Quedó como prisionero en Roma por dos años, pero las condiciones de su
encarcelamiento fueron tales que no tuvo tiempo de estar ocioso. Alquilaba sus propias habitaciones,
y sus amigos, los emisarios de las iglesias, y sus colaboradores tenían libre acceso a él (Hch 28:31);
podían animarlo con su presencia e informarle personalmente de las alegrías y penas de sus iglesias.
La madura sabiduría, y el amor eternamente joven del envejecido apóstol estaban a su disposición. Lo
vemos, al final del libro de los Hechos de los Apóstoles, “predicando el reino de Dios y enseñando
acerca del Señor Jesucristo sin impedimento y sin temor alguno”. (Hch 28:31)
El encarcelamiento de Pablo no fue por eso no una interrupción de su ministerio, sino un
ejercicio de su ministerio.
Pablo mismo lo encaró como tal: él ve en sus sufrimientos una extensión de “las aflicciones de
Cristo” (Col 1:24) por la causa de su iglesia; él es “un prisionero por causa de Cristo Jesús” a favor
de los gentiles (Ef 3:1), “preso por la causa del Señor” (Ef 4:1); su encarcelamiento es un
encarcelamiento por el evangelio (Flm 13); él es un “embajador en cadenas” por el evangelio (Ef
6:19–20); y su juicio en Roma es “la defensa y la confirmación del evangelio” (Fil 1:7). Él ve en sus
sufrimientos una parte de la gracia que le fue concedida a él en el don del ministerio, y así se goza en
ellos. (Col 1:24; Fil 2:17)
Entre los frutos que crecieron en aquel árbol de adversidad las cartas del cautiverio no son los
más pequeños. En ellas tenemos la proclamación más profunda de Pablo del significado del Cristo
total que todo lo abarca (carta a los Colosenses) y de la naturaleza y gloria de su iglesia (carta a los
Efesios), un relato corto pero impresionante de cómo el evangelio puede transfigurar los aspectos
mediocres y miserables de la vida humana (carta a Filemón), y una carta cuya nota dominante de
gozo esperanzado en medio de los sufrimientos ayudó, a través de los siglos, a guardar a la iglesia
como una iglesia de adviento, aún bajo persecución (carta a los Filipenses).
EFESIOS
INTRODUCCIÓN
La carta a los Efesios está enlazada, por la evidencia de la carta misma, a la carta a los Colosenses
y a la carta a Filemón. Tíquico es el portador de la carta (Ef 6:21) y dará a los lectores información
más completa referente al apóstol encarcelado (Ef 6:22). Dado que Tíquico es también el portador de
la carta a los Colosenses, y dado que Onésimo está regresando a Colosas con Tíquico (Col 4:7–9),
las tres cartas (Efesios, Colosenses, Filemón) tienen un trasfondo histórico común; proceden del
cautiverio de Pablo en Roma y tienen que ser fechadas en algún momento dentro de los dos años de
aquel cautiverio (59–61 d. C.), talvez en la parte más temprana de éste.
Pero, ¿estaba la carta realmente destinada a la iglesia en Éfeso? Los primeros manuscritos no
contienen las palabras “en Éfeso” en el saludo (1:1), y su testimonio es confirmado por los padres de
la iglesia primitiva. La carta misma no indica en ningún punto que Pablo y los lectores a los cuales se
dirige, se conozcan personalmente; hay pasajes que indican justamente lo contrario (Ef 1:15; 3:2). Si
consideramos cuánto tiempo Pablo había ministrado en Éfeso y qué lazos cercanos estableció aquel
ministerio (Hch 20:36–38), la ausencia de algún toque personal en la carta es muy llamativa.
Similarmente, la carta no da ninguna pista de que Pablo está personalmente enterado de la vida de la
iglesia, no hay detalles concretos, ninguna reminiscencia de contactos personales anteriores. La carta
de Pablo a los Corintios, escrita para una iglesia en la cual él había obrado y con la cual estaba
íntimamente relacionado, presenta un contraste impactante con la carta a los Efesios en este aspecto.
Difícilmente puede uno evitar la conclusión de que la carta, conocida como la Carta a los Efesios
originalmente no era dirigida a Éfeso, por lo menos no a Éfeso sólo.
La mejor explicación del trasfondo histórico de la carta parece ser la propuesta por Beza, Grotius
y Ussher en el siglo 16: Cuando Pablo mandó a Tíquico a Colosas, envió al mismo tiempo una carta
en general, designada especialmente a un grupo de iglesias en Asia Menor que habían sido
evangelizadas bajo su supervisión durante su ministerio en Éfeso, pero que no han sido,
mayoritariamente, visitadas personalmente por él, lugares como Colosas, Hierápolis y Laodicea.
Tíquico habría dejado una copia con cada iglesia en las ciudades por las cuales pasó en su camino a
Colosas, y posiblemente transmitió copias a ciudades que no estaban ubicadas en su ruta. En último
caso, la promesa de Pablo de que Tíquico informaría a las iglesias sobre su estado (Ef 6:21) sería
cumplida cuando Tíquico visitara aquellas iglesias, después de cumplir su misión en Colosas. Cada
copia llevaría el nombre de la iglesia destinataria. Cuando las cartas de Pablo fueron recogidas y
publicadas, probablemente en Éfeso, la carta naturalmente llegó a llevar el título “A los Efesios, ”
dado que Éfeso, sin duda, estaba incluida en el número de iglesias destinatarias y era la más
prominente entre ellas. Algunos copistas, más tarde, probablemente insertaron las palabras “en
Éfeso” en el saludo, para armonizar el texto de la carta con el título. Algunos investigadores están
inclinados a ver en la carta “de Laodicea”, referida en Col 4:16, la carta que conocemos como
Efesios. Podría ser, ya que copiar era una tarea onerosa en la antigüedad, y sería natural y sensible
hacer una copia para dos iglesias, dado que Colosas y Laodicea están ubicados a solamente 20 km. el
uno del otro.
El envío de Tíquico a Colosas proveyó así la ocasión externa para escribir la carta circular, ahora
llamada Carta a los Efesios. Cuales fueron los motivos de Pablo para enviar tal carta, lo podemos
deducir de la práctica misional de la iglesia apostólica, y de una afirmación hecha por Pablo mismo
hacia el final de la carta. La iglesia apostólica siempre buscaba contacto con iglesias recientemente
fundadas. Juan y Pedro fueron enviados a Samaria después que el evangelista Felipe había fundado
una iglesia allí (Hch 8:14). Bernabé fue enviado a la joven iglesia de Antioquía (Hch 11:22). Pablo
llevó consigo a representantes de la iglesia de Jerusalén en sus dos primeros viajes misionales
(Bernabé, Marcos, Silas); mantuvieron contacto con Jerusalén y la cristiandad judía y buscó expresar
y mantener la unidad del Espíritu en lazos de paz mediante la donación de parte de los gentiles para
los santos de Jerusalén; y regularmente visitaba las iglesias que había fundado. Como Pablo
inspeccionaba su obra en el este desde su ventajosa posición en Roma, y vio por los informes de sus
compañeros obreros las tentaciones y los peligros a los cuales las iglesias jóvenes estaban expuestas,
bien podría haberse motivado a hacer mediante una carta lo que no podía hacer en persona, de ir a
través de su territorio una vez más, “consolidando a las iglesias” (Hch 15:41). Éste sería uno de los
motivos para escribirles a las iglesias en el este.
El otro motivo era provisto por la situación peculiar de Pablo. Pablo en Roma se reconoció a sí
mismo como un embajador del evangelio, aunque un embajador en cadenas (Ef 6:20). Nuevamente el
poder del Señor se perfeccionó en debilidad. Las iglesias gentiles vieron más claramente la debilidad
humana del apóstol a los gentiles encarcelado que el poder divino que obró a través de él;
aumentaron en desánimo por las nuevas de su encarcelamiento (Ef 3:13). Además, Pablo encaró una
crisis en su condición de embajador, una que exigiría de él toda la osadía que podía juntar (Ef
6:1820). Por eso, Pablo hizo dos cosas en su carta. Pidió la intercesión de las iglesias, removiéndolos
así del rol del espectador lamentador y haciéndolos participantes activos en su gran tarea de
embajador. Cuando les presentó la grandeza de aquella tarea, la grandeza de la iglesia que la divina
palabra poderosa, proclamada por él, había creado y sostenida. Había escrito recientemente a los
Colosenses como las obras de Dios en la cruz de Cristo habían logrado una paz que abarca al
universo en todas sus partes, y en todos su poderes (Col 1:20); había escrito recién a Filemón y había
visto aplicar el poder del evangelio para sanar la ruptura entre amo y esclavo fugitivo, y cómo
aquella paz sana la vida entera del hombre y remueve sus repugnantes rencores. Ahora habló de
“Cristo, nuestra paz” (Ef 2:4) a todas las iglesias desparramadas y atribuladas y les presentó la
grandeza del nuevo pueblo de Dios que Dios creó, uniendo a judíos y gentiles, anteriormente
enemigos, en una sola iglesia; les presentó la gloria de aquella una, santa iglesia, manteniendo así a
las iglesias conscientes de su gran privilegio en Cristo y de la obligación que el gran privilegio de
membresía en una sola iglesia representa. Si la carta a los Colosenses es la carta de Cristo, la cabeza
de la iglesia, la carta a los Efesios es la carta de la iglesia, el cuerpo de Cristo. Su propósito y alcance
es tan universal como su destino lo es en general.
Contenido de la carta
La carta a los Efesios consiste de dos porciones, la primera es una exposición de lo que es la
iglesia, la segunda, una exhortación concerniente a todo lo que involucra membresía. Podemos
resumir el mensaje de la carta con las palabras de 2:10: “Somos hechura de Dios, creados en Cristo
Jesús para buenas obras… a fin de que las pongamos en práctica.”
Valor de la carta
Pablo está cantando aquí himnos en prisión, como una vez lo hizo en Filipos. Es un himno rico en
contenido, un himno que canta de la “sabiduría multiforme de Dios” y “las insondables riquezas de
Cristo”. Un perspicaz intérprete moderno comparó la carta con la carta a los Romanos; en ambas
cartas, destaca, Pablo elabora el tema fijado en 1Co 1:24: “Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de
Dios.” Mientras Romanos destaca el elemento del poder (Ro 1:16), Efesios enfatiza la sabiduría de
Dios. La iglesia que es siempre propensa a olvidar que es la creación de Dios y le gusta pensar de sí
misma como una estructura de poder que el hombre en su sabiduría ha levantado y puede manejar,
hará bien en sumergirse una y otra vez en este himno de la prisión y aprender del embajador en
cadenas una humildad reverencial ante la presencia de aquella tremenda sabiduría divina.
1:1–2 Saludo
1:3–14 La doxología de apertura (comp. 2Co 1:3 y ss; 1 P 1:3 y ss.) registra el alcance total de las
bendiciones redentoras de Dios: el eterno propósito de Dios que eligió y destinó a los hombres a
pertenecerle a él por Cristo, para la alabanza de su gloriosa gracia (vv. 3–6a); el otorgamiento de su
gracia en la redención obrada por la muerte de Cristo y en la proclamación del misterio de su
voluntad que unirá todas las cosas en él para alabanza de su gloria (vv. 6–12); el cumplimiento final
de su redención, la herencia que el don del Espíritu Santo garantiza a la iglesia para la alabanza de su
gloria. (vv. 13–14)
La iglesia llega a la existencia por la voluntad de Dios en Cristo. Note la repetición constante de
palabras, denotando el plan y propósito de Dios (propósito, voluntad, misterio de su voluntad, plan,
consejo, eligió, destinó, designó) y el hilo conductor de “en Cristo” que se extiende a través de toda
la doxología.
1:3 En Cristo. Comp. vv. 4, 6, 7, 9, 10, 11, 13. Pablo usa esta frase en una variedad amplia de
aplicaciones para indicar el significado único de Cristo en el propósito redentor de Dios, la acción, y
los resultados de su acción en la comunidad redimida ahora, y en el universo al final de los días
(1:10). Cristo, como el representante exhaustivo de la humanidad es el lugar donde (o persona por
medio de la cual) Dios obra por nosotros los hombres y por nuestra salvación; él es por eso el lugar
donde (la persona en la cual) recibimos y disfrutamos todo lo que la acción de Dios ha dado al
hombre.
1:6 Su Amado, Cristo, el hijo amado del Padre. (Comp. Mt 3:17; 17:5; Col 1:13)
1:9 Misterio indica que el gran plan de Dios para la salvación del hombre y la restauración de
todas las cosas puede ser conocido solamente por la revel