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recuperación, o transmitida en alguna forma o por algún medio, electrónico, mecánico, fotográfico, grabado,
o de otra forma, sin previo permiso escrito de Editorial Concordia.

Los textos bíblicos que aparecen en esta publicación son de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, ©
1999 por la Sociedad Bíblica Internacional, usados con permiso.

Editor: Rev. Héctor E. Hoppe


Revisor de estilo: Rev. Ewaldo Beckmann
Tipografía: Elissa E. Fowler
Diseño de la tapa: Florencia Fau-Pieske

Editorial Concordia es la división hispana de Concordia Publishing House.

Impreso en los Estados Unidos de América


DEDICATORIA

Con amor y gratitud a Dios dedicamos este libro a nuestra querida hija,
Irene Eunice

Alaba, alma mía, al Señor;


alabe todo mi ser su santo nombre.
Alaba, alma mía, al Señor,
y no olides ninguno de sus beneficios.
Él perdona todos tus pecados
y sana todas tus dolencias;
él rescata tu vida del sepulcro
y te cubre de amor y compasión;
él colma de bienes tu vida
y te rejuvenece como a las águilas
Salmo 103:1-5

Ramona y Rodolfo Blank


El día de San Miguel y todos los ángeles, 2007
SOBRE EL AUTOR

Rodolfo Blank, hijo de inmigrantes alemanes, nació en 1934 en la ciudad de


Chicago. Realizó sus estudios teológicos en el Seminario Concordia de Saint
Louis, Missouri, donde se graduó en 1959 después de haber realizado su pasantía
(vicariato) en Caracas, Venezuela en 1957-1958.
Desde 1959 hasta 1962 sirvió como el primer pastor de la Iglesia Luterana la
Resurrección en Cambridge, Inglaterra. En enero de 1963 regresó a Venezuela
para servir como misionero y educador.
Fue co-fundador y primer director del Instituto Teológico Juan de Frías, el
programa que prepara pastores, diáconos y líderes laicos para la Iglesia Luterana
de Venezuela. En los años 1989-1990 realizó estudios de postgrado en el
Seminario Fuller de Pasadena, California, donde se graduó con el título M en
Misiología. Durante los años 1990-91 sirvió como profesor en el Instituto
Hispano de Teología en Chicago. En 1991 regresó a Venezuela.
Durante los años 1997-1999 prestó sus servicios como profesor de Misiones
en el Seminario Concordia de Saint Louis, Missouri. En 1990 se radicó en la
ciudad de Caracas, donde sirvió como profesor tanto en el Instituto Teológico
Juan de Frías como en el Seminario Evangélico de Caracas. Desde 2007 vive en
Saint Louis, Missouri desde donde hace diversos ministerios para la iglesia
hispana en los EE.UU. En 1970 el Dr. Blank se casó con Ramona Rivero, hija de
uno de los primeros pastores luteranos venezolanos. Tienen dos hijos, Rodolfo e
Irene, y dos nietas.
Es autor de Juan, un comentario pastoral y teológico al cuarto evangelio,
Teología y misión en América Latina, y Hermenéutica, publicados por Editorial
Concordia.
Contenido
Introducción

División del salterio

Capítulo 1—Los salmos Tora


Salmo 1
Ventana al Antiguo Testamento
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 19
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Cantos
Salmo 119

Capítulo 2—Los salmos reales


Salmo 2
La relación entre el Salmo 1 y el Salmo 2
El Salmo 2 aplicado a nuestra vida: una predicación basada en el Salmo
2
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 45
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 3—Los salmos de entrada


Salmo 24
Ventana al Antiguo Testamento: Las puertas
Ventana al Antiguo Testamento: Los porteros
El Salmo 24 en el Nuevo Testamento
Uso litúrgico
Himnos y cantos basados en los salmos de entrada
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 15
La bendición
Nuestro uso del Salmo 15
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 4—Los salmos mesiánicos


Salmo 110
El estrado de tus pies
Lamanoderecha
¿Una afinidad con Josué, hijo de Josadac?
Una ventana a la persona y obra de Jesucristo
Leyendas acerca de Melquisedec
Nota litúrgica
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 22
La exposición de Lutero
El epígrafe del Salmo 22
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 5—Los salmos penitenciales


Salmo 51
Tres marcos de referencia
Tres calificativos
Tres términos que describen lo que ha hecho el que ora
Tres peticiones
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 130
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 6—Los salmos de los hijos de Coré


Salmos 42-43
El Salmo 42/43 como himno cristológico
El segundo libro de los Salmos
Los hijos de Coré
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 46
El epígrafe del Salmo 46
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 84
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 7—Los salmos que tratan de la creación del


género humano
Salmo 8
La imagen de Dios
El epígrafe del Salmo 8
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 139
Los salmos imprecatorios
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Capítulo 8—Los salmos de los hijos de Asaf
Salmo 73
La teodicea y la ubicación canónica del Salmo 73
La procedencia del Salmo 73
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 77
Una ventana a la vida y a la obra de Cristo
Resumen de las características principales de los salmos de Asaf
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 9—Los salmos marciales


Salmo 68
El dios Mot
La tradición de la guerra santa en Israel
El efod
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 20
La teoría de la guerra santa en los escritos de Gerhard von Rad
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 10—Los salmos del cuarto libro


Salmo 90
Oración de Moisés, hombre de Dios
El cuarto libro de los Salmos
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 91
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Capítulo 11—Un lamento nacional
Salmo 80
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 32
Nota litúrgica
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 12—Los salmos graduales


Salmo 121
Los salmos graduales
Los salmos graduales y el testimonio de Nehemías
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 126
La interpretación de Beyerlin
Resumen y aplicación
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 127
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 128
La primera bendición
La segunda bendición
La tercera bendición

Capítulo 13—Los salmos de la realeza del Señor


Salmo 96
El Señor y los dioses
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 82
Los elohim son espíritus territoriales
Los elohim son poderes demoníacos
Los elohim son las personificaciones de instituciones humanas
Los elohim son los invasores asirios y sus dioses
Los elohim representan la dimensión espiritual de todo movimiento,
ideología, institución o pueblo
Los elohim son los miembros del pueblo de Israel que recibieron la ley en
el Sinaí
Los elohim son los dioses e ídolos adorados por los pueblos paganos y los
israelitas infieles
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 14—Los salmos de confianza y esperanza


Salmo 23
Tranquilas aguas
La casa del Señor
David, cantor y músico
El culto a la muerte
Predicación sobre el Salmo 23
Introducción
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 16
Un rechazo del sincretismo
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Capítulo 15—Los salmos del regreso


Salmo 107
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 145
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación
Salmo 150
El Salmo 150 y el Salmo 1
Preguntas y sugerencias para discusión e investigación

Bibliografía

Índice de textos bíblicos


Introducción
La parte más conocida y utilizada del Antiguo Testamento para la mayoría de los
cristianos y judíos alrededor del mundo es el libro de los Salmos. Esto no debe
sorprendernos, puesto que por miles de años el salterio ha servido como himnario
y libro de oración para millones de creyentes. Es el libro más citado por los
autores del Nuevo Testamento y los padres de la iglesia primitiva. Una lectura de
la vida de Jesús nos mostrará cuán importantes eran los salmos para él en su
ministerio. Nos proponemos por medio de esta obra utilizar el libro de los Salmos
como una guía para ayudar a nuestros lectores a entrar en el fascinante mundo del
Antiguo Testamento para conocer mejor a sus protagonistas, sus luchas, sus
tentaciones y su fe en yahweh. Una de nuestras metas es utilizar el libro de los
Salmos como un puente entre el Nuevo y el Antiguo Testamentos para ayudarnos
a apreciar mejor su unidad. ueremos también oír en los salmos una expresión de
las ansias más profundas de nuestros propios corazones, porque en un sentido
muy real las súplicas, las dudas, las quejas y los temores que se expresan en los
salmos son nuestros, así como son nuestros también las expresiones de júbilo, de
amor, y de éxtasis sagrado.
Los salmos contienen, además, palabras de enseñanza, de consuelo, de
admonición, de ánimo, y esperanza. Aquí una nube de santos y testigos
comparten con nosotros los momentos más íntimos, transcendentales, y
transformadores de sus vidas. Por medio de sus testimonios nos damos cuenta que
no andamos solos en nuestra peregrinación hacia la Ciudad Santa, y que lo que
nosotros experimentamos ya otros lo han experimentado antes.
La presente obra es un comentario teológico y pastoral para ser usado por
líderes de congregaciones y grupos de estudios bíblicos a lo largo del mundo de
habla hispana, y también para los estudiantes en seminarios, institutos bíblicos, y
programas de extensión.
En nuestro estudio tomamos en cuenta las dos corrientes predominantes en la
interpretación de los salmos hoy en día. La primera de estas corrientes da mucha
importancia a la búsqueda del contexto original de los salmos individuales en la
historia de Israel y el antiguo Cercano Oriente. Aquí se investiga los paralelos que
los salmos parecen tener con los cantos sagrados y las oraciones que elevaban a sus
dioses los vecinos paganos de los israelitas: los cananeos, los babilonios, los asirios,
los egipcios y los heteos. Se busca en estos estudios reconstruir el momento
histórico en que un salmo individual o una parte de un salmo tuvo su origen, y de
esta manera aprender algo acerca de las fiestas y ceremonias que celebraban los
antiguos israelitas. Tales investigaciones han arrojado nueva luz sobre muchas de
las instituciones de las cuales nos hablan los libros históricos del Antiguo
Testamento, por ejemplo la guerra santa, el arca del pacto, la fiesta de los
tabernáculos, la monarquía davídica y las prácticas paganas en contra de las cuales
luchaban los profetas de yahweh.
La mayoría de los estudiosos que siguen esta corriente de interpretación no se
interesan tanto en los salmos como composiciones proféticas que contienen tipos,
anticipaciones o profecías de Cristo, pues consideran que al ser entonados
originalmente los salmos tenían que orientarse y tener relevancia antes que nada
para los antiguos israelitas y no para las personas que vivían en el tiempo de
Jesucristo y sus apóstoles. Según muchos eruditos modernos, los salmos son para
nosotros como una ventana para entender mejor el resto del Antiguo Testamento
y la mentalidad de los antiguos israelitas. Nos hablan de sus creencias, sus temores,
sus luchas, sus enemigos, sus aflicciones, y sus victorias. Para muchos de los
investigadores este contexto original de los salmos fue el templo en Jerusalén y las
grandes fiestas litúrgicas que se solían celebrar en Sión, especialmente la fiesta de
los tabernáculos.
En nuestro estudio de los salmos aprovechamos las investigaciones que se han
llevado a cabo en cuanto a su trasfondo. ueremos que los salmos sean para
nosotros una ventana para comprender no solamente la historia del Antiguo
Testamento sino también su teología.
En cierto sentido el libro de los Salmos puede ser calificado como un compendio
de toda la Biblia y de su teología. Ésta, ciertamente, fue la opinión de Martín
Lutero quien escribió en su Prefacio al salterio del año 1524: “Bien se lo podría
llamar una Biblia en síntesis, en la que se encuentra resumido todo el contenido
de la Biblia de la manera más bella y más breve, hecho y preparado como un
magnífico compendio o manual” (1979:63). En otra parte del mismo escrito el
Reformador hace el siguiente comentario en cuanto al salterio: “Hasta me parece
que el Espíritu Santo se ha querido tomar la molestia de componer una Biblia
breve y un libro de ejemplos de toda la cristiandad o de todos los santos, de
manera que si alguien no pudiera leer toda la Biblia tendría aquí casi la suma de la
Escritura resumida en un pequeño libro.”
El estudio de la teología del Antiguo Testamento es una tarea ardua, y pocos
teólogos modernos han intentado escribir una obra completa sobre este tema.
Hasta el momento tenemos en castellano solamente traducciones de dos teologías
completas del Antiguo Testamento, uno escrito por el alemán Gerhard von Rad y
el otro por el erudito suizo Walther Eichrodt. Ambas obras fueron escritas hace
más de 45 años y ya no están al día. Otro título disponible en castellano es una
Introducción a la Teología del Antiguo Testamento por Walter Kaiser Jr. Estudiar la
teología de los salmos es dar un paso importante en el estudio de la teología del
Antiguo Testamento.
En la presente obra no queremos limitarnos solamente a estudiar los salmos
en su contexto original. ueremos aprovechar la segunda corriente que está
ganando terreno entre un grupo cada vez más grande de investigadores. Esta
corriente estudia el libro de los Salmos no como una colección de cantos
individuales, cada uno con un enfoque distinto, sino como partes de un todo que
es mucho más grande que la suma de sus partes individuales. El énfasis aquí es dar
importancia a la posición que ocupa cada salmo en relación con los otros salmos
en el canon. De acuerdo con esta escuela canónica, se destaca que el libro de los
Salmos no fue aceptado como parte del canon del Antiguo Testamento como un
himnario antiguo cuyos cantos individuales tenían poca relación con los otros
himnos en la colección. Se cree más bien que los antiguos redactores y editores
que coleccionaron los cantos sagrados y las oraciones de Israel para ser incluidos
en el salterio los colocaron en un orden bien definido para dar coherencia,
unidad, y dirección a toda la colección.
De acuerdo con esta manera de leer el salterio, todo el libro de los Salmos
tiene una orientación tanto escatológica como mesiánica, y esta orientación no es
el producto de los autores del Nuevo Testamento y de la iglesia primitiva, sino que
ya era parte de la colección de los himnos y oraciones de Israel cuando el salterio
llegó a ser aceptado como canónico. Esta orientación mesiánica fue precisamente
una de las razones principales de su canonización, o sea, llegó a ser imposible
separar el significado del salterio como una obra íntegra y unida de su
interpretación mesiánica; las dos cosas se fundieron. Sin entrar en este momento
en los largos y complicados argumentos que aducen los proponentes de esta
corriente de investigación, se puede decir que para muchos investigadores el libro
de los Salmos nos abre una ventana no solamente a la historia de Israel sino a sus
esperanzas escatológicas y mesiánicas. De acuerdo con esta orientación mesiánica,
el David a quien se alude en tantos salmos, no es tanto el David histórico, sino el
David ideal, quien es a la vez el representante del pueblo de Israel y el libertador
esperado. Según el Salmo 101:1 la primera tarea del rey davídico ideal es entonar
las alabanzas de yahweh (Braulik 2004:23). El lugar donde estos salmos son
entonados, orados y meditados ya no es el templo en Jerusalén sino el salterio
mismo. El mismo libro de los Salmos es ahora el lugar, el refugio y el santuario en
que el Señor se revela y en que los fieles pueden ver la gloria de yahweh, el rostro
del Dios de Jacob (Howard 2005:26).
Estudiar el libro de los Salmos desde una perspectiva canónica quiere decir
leer los salmos en el orden en que aparecen en el salterio como una progresión y
peregrinación que lleva al israelita justo, al pueblo escogido, al rey ideal, y a
nosotros mismos a través de muchos afanes, tribulaciones, amenazas, tragedias,
lamentos hacia la realización del reino de yahweh, la manifestación del gran día
del Señor y la consumación de todos los sufrimientos de Israel y las naciones. Al
fin de la peregrinación, todos los lamentos, sufrimientos y persecuciones que
sufren los suplicantes en los salmos se cambiarán en cantos de victoria y alabanza.
La peregrinación de los fieles por el salterio es como el viaje que emprenden
los creyentes en su Bautismo hasta llegar al fin de su larga jornada, al momento
cuando ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto ni clamor ni dolor porque las
primeras cosas ya pasaron, y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos
(Apocalipsis 21:4). Nuestra travesía por los salmos de yahweh nos llevará a formar
parte de la gran multitud alrededor del trono de Dios y el Cordero donde todos
los lamentos serán convertidos en himnos eternos de alabanza. Por lo tanto, es
nuestro propósito estudiar el libro de los Salmos no solamente como una ventana
al Antiguo Testamento, sino también como una ventana a la persona y obra de
Jesucristo. Estudiamos cada salmo no solamente desde la perspectiva de los
antiguos israelitas cuando entonaban los salmos en sus santuarios, sus hogares y
sus batallas, sino también desde la perspectiva de Jesucristo. ueremos poner cada
salmo en la boca de Jesucristo y preguntarnos lo que significaba este salmo para él
y para su ministerio.
Al mismo tiempo queremos estudiar cada salmo no solamente como las
palabras de los hombres a Dios, sino también como las palabras de Dios para
nosotros. Los salmos fueron colocados dentro de la colección de escritos sagrados
de Israel y de la iglesia no para ser estudiados académicamente sino para ser
entonados, orados y meditados. ueremos aprender a apropiarnos los salmos de
tal manera que dejen de ser los salmos de David, Asaf y los hijos de Coré, y
lleguen a ser nuestros. Tienen que llegar a ser salmos que oramos, cantamos y
meditamos en nuestros momentos de alegría, regocijo, victoria, derrota,
sufrimiento, y tragedia. El salterio nos invita a entonar los salmos cuando nos
sentimos cara a cara con la muerte, cuando estamos sufriendo emocionalmente,
cuando nos sentimos abandonados por todos y hasta por Dios y cuando nos
encontramos atacados y perseguidos por toda clase de enemigos, hasta por el
mismo demonio. En su prefacio al salterio Juan Calvino declaró que el libro de los
Salmos fue escrito para enseñar el verdadero método de orar, adorar a Dios, y
llevar la cruz (Reifsnyder 1997: 284).
En esta obra no ofrecemos una interpretación de cada uno de los 150 salmos
en el salterio. Más bien hemos optado por ofrecer una serie de estudios sobre los
salmos más representativos de su clase o género. Al hacer esto no seguimos las
categorías establecidas hace muchos años por el gran erudito alemán, Hermann
Gunkel, considerado como el padre del estudio moderno de los salmos. Seguimos
a Gunkel cuando hablamos de lamentos individuales, lamentos comunitarios,
salmos reales, salmos de alabanza y acción de gracias del individuo. Hemos
decidido estudiar estas categorías como conjuntos con su propias características y
énfasis teológico, como los salmos de Asaf, los salmos de los hijo de Coré, los
salmos graduales y los salmos de la guerra santa.
Aunque hemos incluido un capítulo que lleva como título “salmos
mesiánicos”, por las razones expresadas arriba y en otras partes de esta obra, hemos
llegado a la conclusión que en un sentido todos los salmos pueden ser catalogados
como mesiánicos y escatológicos.
Lo que proponemos en el futuro es realizar estudios de otros salmos no
incluidos en la presente obra y ofrecer éstos en las páginas WEB del autor, de
Editorial Concordia, y del Centro de Estudios Hispanos del Seminario
Concordia de Saint Louis, Missouri. Para estudiantes que desean profundizar más
en el estudio de los salmos recomendamos los comentarios en español de Hans-
Joaquim Kraus y de Luis Alonso Schökel, además del tomo de Kraus sobre la
Teología de los Salmos. Estas obras se encuentran listadas en la bibliografía al final
de este libro.
Sería un buen ejercicio que cada estudiante de esta obra, al terminar su
estudio de uno de los salmos se haga las siguientes preguntas: ¿ué he aprendido
acerca de la historia de Israel en este estudio? ¿ué he aprendido acerca de la
teología del Antiguo Testamento? ¿ué he aprendido acerca de Jesucristo, su
obra y su misión?
Al final de su introducción al salterio (1979:66), Martín Lutero escribió las
siguientes palabras que bien pudieran servir para animar nos en nuestro estudio y
meditación sobre los salmos: “¿uieres ver pintada la iglesia cristiana en un
pequeño cuadro con colores y figuras vivas? Entonces coloca el salterio delante de
ti, y tendrás un espejo claro y excelente que te mostrará lo que es la cristiandad.
Más aún: te verás retratado también a ti mismo y hallarás el verdadero “conócete a
ti mismo” y, además, al propio Dios y todas las criaturas.”
División del salterio
LOS SALMOS TORA
Asociamos el salterio con la figura de David, el dulce cantor de Israel, así
como asociamos la Tora con Moisés cuando hablamos de la ley de Moisés. Los así
llamados “salmos Tora” nos muestran cuán estrecha es la unión de Moisés con
David, y la adoración con el estudio de la Tora. Es el estudio de la Tora lo que
lleva al hombre justo a entonar los salmos. Del mismo modo, al orar y cantar los
salmos somos llevados a vivir en conformidad con la Tora. Los salmos Tora que se
analizan en el capítulo 1 son:Salmo 1, Salmo 19, Salmo 119.
LOS SALMOS REALES
Así como el primer salmo llama a todos los que entonan las alabanzas del
Señor a andar en la ley de yahweh, el segundo salmo llama a todos a rendirse ante
el Ungido del Señor, o sea ante el rey que Dios ha escogido para gobernar en su
nombre. Los cantos que han tenido su origen en las ceremonias sagradas
relacionadas con la unción, entronización, matrimonio y pactos reales de los reyes
de Judá e Israel han sido designados salmos reales. Al cantar estos cánticos, el
pueblo de Dios no solamente recuerda a David, Salomón, Ezequías y Josías sino
que también aguarda con esperanza la manifestación del rey mesiánico que ha de
venir. Además de los dos salmos tratados en este capítulo se han designado como
salmos reales, entre otros, los siguientes: 20, 72, 89, 110. En el capítulo 2
enfocamos nuestra atención en un salmo que trata de la entronización del rey y en
otro que celebra un matrimonio real: Salmo 2, Salmo 45.
LOS SALMOS DE ENTRADA
El enfoque aquí son los salmos que fueron utilizados por los porteros, es decir,
los levitas, cuya responsabilidad era guardar las puertas del templo con el fin de
dar la bienvenida a los peregrinos y a los adoradores de Dios, y de impedir la
entrada de personas indignas, impuras, e injustas. A los porteros les tocaba
también la tarea de abrir las puertas del templo para permitir la entrada del arca
del pacto, el trono visible del Dios invisible. Entonamos los salmos de entrada
para celebrar la entrada de Dios y su Ungido tanto al templo de Jerusalén como a
la Jerusalén celestial. Los dos salmos de entrada que analizamos en el capítulo 3
son: Salmo 24, Salmo 15.
LOS SALMOS MESIÁNICOS
Aunque en un sentido todos los salmos muestran una orientación mesiánica,
hay algunos cantos en el salterio que son específicamente señalados por los
escritores del Nuevo Testamento como composiciones proféticas que anunciaban
de antemano tanto la Pasión de Jesucristo como su victoria sobre la muerte y las
fuerzas del mal. Algunos cánticos designados como mesiánicos son los salmos 2,
16, 22, 24, 68, 72, 110, 118. Los que comentamos en el capítulo 4 de esta obra
son: Salmo 110, Salmo 22.
LOS SALMOS PENITENCIALES
Por Muchos siglos los pecadores arrepentidos, o sea, los penitentes, eran
requeridos a rezar los así llamados “siete salmos penitenciales” como parte de su
penitencia. Aunque hay más salmos que tocan el tema del arrepentimiento y el
perdón, los siete cantos penitenciales son los salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130 y 143.
Los salmos penitenciales que analizamos en el capítulo 5 son dos que han ejercido
un papel muy importante en nuestras liturgias y en la vida de personas como San
Agustín y Martín Lutero. Estos antiguos cantos nos sirven todavía hoy como
espejos en los que podemos contemplar nuestra condición humana: Salmo 51,
Salmo 130.
LOS SALMOS DE LOS HIJOS DE CORÉ
Doce salmos distribuidos a través del segundo y tercer libro del salterio llevan
el superíndice “Masquil o salmo de los hijos de Coré”. Son los salmos 42 al 49 y
84, 85, 87 y 88. Estos doce salmos provienen de un gremio de cantores y profetas
inspirados conocidos como los hijos de Coré. Entre los lamentos y súplicas que
abundan en estos cantos encontramos no solamente súplicas para ser librados del
reino de la muerte sino también una fuerte esperanza en la resurrección de los
muertos. Los tres salmos de Coré que comentamos en el capítulo 6 son espejos en
los cuales podremos conocer los temores y las esperanzas que bullen en nuestro
ser más profundo: Salmos 42/43, Salmo 46, Salmo 84.
LOS SALMOS UE TRATAN DE LA CREACIÓN DEL
GÉNERO HUMANO
El Dios a quien se canta y se ora en el salterio es designado con frecuencia
como el Creador del cielo y de la tierra. En la presente obra hemos escogido
observar al Creador y su creación estudiando dos salmos que contemplan no
solamente la creación en términos generales, sino especialmente la obra suprema
del Creador: el ser humano. En estos himnos alabamos a Dios por habernos
creado y por habernos asignado una función muy importante en su plan para con
el universo. En muchas partes del salterio encontramos varios salmos en los que se
destaca la obra del Creador en llevar al mundo y al ser humano hacia la
consumación de su proyecto para el universo. Otros cánticos en los que se entona
la gloria del Creador son los salmos 24, 29, 65, 98 y sobre todo el 104. En el
capítulo 7 enfocamos estos temas en los siguientes salmos: Salmo 8, Salmo 139.
LOS SALMOS DE LOS HIJOS DE ASAF
Otro de los celebrados gremios de músicos y profetas inspirados del Antiguo
Testamento era una agrupación conocida como los hijos de Asaf. Asaf fue uno de
los cantores nombrados por el rey David para encargarse de dirigir la música y los
cantos en celebraciones litúrgicas del pueblo de Dios en Jerusalén. Sus
descendientes siguieron en los pasos de su antepasado ilustre tocando sus
instrumentos no solamente para las celebraciones en el templo de Jerusalén y de
Betel, sino también acompañando con su música y sus cantos a los ejércitos de
Israel en sus batallas. Tenemos doce himnos en el salterio atribuidos a los hijos de
Asaf. Son los salmos: 50, y 73 al 83. Muchos de los salmos de Asaf son amargos
lamentos que surgieron de los tiempos cuando Israel fue invadido por ejércitos
extranjeros y cuando sus santuarios y lugares santos sufrieron profanación y
destrucción. En el capítulo 8 analizamos los salmos de lamento enfocándonos en
dos de los salmos de Asaf: Salmo 73, Salmo 77.
LOS SALMOS MARCIALES
Los salmistas con sus cantos no solamente lamentaban las derrotas e
invasiones que sufrieron los israelitas como las que se tratan en el capítulo 8. Los
santos cantores de Israel también celebraron los triunfos de sus guerreros y sus
reyes ungidos especialmente en una de las así llamadas “guerras santas”. Aunque
las guerras santas como una institución del pueblo de Dios ya no están vigentes en
el tiempo de hoy, sirven como anticipaciones de la última batalla del Mesías en
contra de las fuerzas del mal y también de la guerra espiritual de los cristianos en
contra de las asechanzas del diablo y sus agentes. Se pueden encontrar notas
marciales en otros salmos comentados en este libro, como por ejemplo en los
salmos 2, 24, 110. En el capítulo 9 el enfoque será en dos poderosos salmos
marciales: Salmo 68, Salmo 20.
LOS SALMOS DEL CUARTO LIBRO
Muchos de los cantos y oraciones en el cuarto libro del salterio reflejan la
situación del pueblo de Dios que vive en la cautividad y anhela la venida de
yahweh Rey y de un nuevo Moisés para guiar a los exilados a la Tierra Prometida.
En los salmos de este libro encontramos muchos recuerdos de las bendiciones que
Dios había derramado sobre su pueblo en el pasado juntamente con las plegarias
de los fieles que esperan entonar un cántico nuevo para celebrar la restauración de
Israel. Los dos salmos que se comentan en el capítulo 10 forman un conjunto en el
que el primero nos ayuda a entender el segundo y viceversa. La primera expresa la
impaciencia de los creyentes de todos los tiempos para ver terminadas las
aflicciones de su cautiverio.
La segunda refleja la firme esperanza de los fieles de ser liberados de todas sus
aflicciones presentes y futuras: Salmo 90, Salmo 91.
UN LAMENTO NACIONAL
En el capítulo 11 volvemos a comentar uno de los grandes lamentos de los
hijos de Asaf, escrito originalmente después de la terrible destrucción de la casa de
Dios. El salmo pide que termine la indignación de Dios con su pueblo, y la
restauración de sus misericordias para con sus ovejas y su ungido. En este salmo
escuchamos los solemnes tonos de la ley que nos juzga y nos condena. En la
segunda parte del capítulo comentamos otro de los siete salmos penitenciales,
uno de los favoritos tanto de San Agustín como de Martín Lutero. Es un salmo en
el que el salmista se regocija en las buenas nuevas del perdón. A través de todo el
salterio encontramos ecos del mensaje de la ley y del evangelio que caracterizan
tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento: Salmo 80, Salmo 32.
LOS SALMOS GRADUALES
La palabra gradual indica gradas que se suben. En el quinto libro de los
salmos encontramos un grupo de salmos que cantan los peregrinos mientras que
suben o ascienden para adorar a Dios arriba en su santuario en la Ciudad Santa.
Estos salmos, los 120 al 135, son entonados no solamente por los judíos que
suben desde su cautividad en Babilonia regresando al monte Sión, sino también
por los fieles de todos los tiempos que suben para adorar al Señor en su templo,
especialmente en las grandes fiestas de peregrinación. Son cánticos que
entonamos también mientras que subimos a la ciudad de Dios, la Jerusalén
celestial para ver al Rey en su gloria. Los cuatro salmos graduales que comentamos
en el capítulo 12 son: Salmo 121, Salmo 126, Salmo 127, Salmo 128.
LOS SALMOS DE LA REALEZA DEL SEÑOR
En vez de celebrar los momentos sobresalientes en la vida de los reyes de Israel
y Judá, que a menudo fracasaron en sus intentos de llevar adelante el reino de
Dios, y de gobernar de acuerdo con el pacto, los salmos de la realeza del Señor
afirman que el verdadero rey del pueblo de Dios es yahweh, el cual vendrá para
llevar a cabo lo que los reyes humanos no han logrado realizar: el establecimiento
del reino de justicia y shalom, y la renovación de toda la creación. Hay una gran
concentración de los salmos de la realeza del Señor en el cuarto libro,
especialmente los salmos 93 al 100, aunque otros salmos llevan también rasgos de
la teología que se enfatiza en los salmos de la realeza del Señor, entre ellos los
salmos 82, 47 y 24. Los dos salmos escogidos que tratamos en el capítulo 13 para
introducirnos a las particularidades de esta índole son: Salmo 96, Salmo 82.
LOS SALMOS DE CONFIANZA Y ESPERANZA
Muchos de los himnos y oraciones en el salterio han sido atribuidos o
asociados con la vida, las luchas, y las victorias del rey David. Los expertos en la
materia todavía debaten entre sí en cuanto a la paternidad davídica de muchos de
estos salmos. Dos salmos que no solamente reflejan la carrera histórica del
segundo rey de Israel, sino también del nuevo David esperado se comentan en el
capítulo 14: Salmo 23, Salmo 16.
LOS SALMOS DEL REGRESO
El quinto libro de los salmos comienza con el salmo 107 y termina con el
salmo 150. Son salmos que reflejan la euforia, la gratitud y la alabanza, pero
también los desafíos y las dificultades, de los judíos que regresaron de la
cautividad babilónica para reconstruir la Ciudad Santa. Son salmos que nos
instruyen a orar, alabar, y vivir como los redimidos de Dios mientras que
aguardamos la manifestación gloriosa de los hijos de Dios. Los salmos que se
comentan en el capítulo 15 son: Salmo 107, Salmo 145, Salmo 150.
1
Los salmos Tora

SALMO 1
No fue por casualidad que se escogió este canto breve de sólo seis versículos para
ser el primero en el salterio. Este salmo establece la orientación y el tono de esta
maravillosa colección de canciones sagradas, colección que ha servido como
himnario y fuente de devoción del pueblo de Dios por más de tres mil años.
El Salmo 1 recalca el carácter y la fe de quienes son invitados a unir sus voces
con las de los cantores sagrados de Israel en la entonación de los salmos. Este
Salmo 1 es un canto que delinea el camino por el cual el líder del pueblo escogido
conducirá a los justos; y es el camino de la Tora, la palabra de Dios, revelada a
Moisés y los profetas. La responsabilidad de andar en el camino de los justos es,
principalmente, la del ungido del Señor, el rey. El rey, más que cualquiera de los
israelitas, debe ser un ejemplo para los demás miembros del pueblo escogido,
como quien se aplica a estudiar la Tora y a ponerla en práctica. Por cierto, el
Salmo 1 no ha sido escrito solamente para el rey, sino para todo miembro del
pacto.
El canto, como otros en el salterio, es una celebración gozosa de la Tora, no
como pesada carga que debe ser llevada con resignación, sino como la revelación e
instrucción de un Dios de amor y misericordia, que ha actuado en la historia a fin
de rescatar de la esclavitud y opresión a un grupo de desposeídos y marginados.
De ellos hizo una nación de profetas, reyes y sabios, llamados a entonar las
misericordias de Dios ante las naciones. La Tora, celebrada por el Salmo 1, no es
solamente una colección de leyes, sino también el relato de las grandes hazañas de
Dios en la historia en favor de su pueblo. Es el registro de las promesas y pactos de
Dios, cuya voluntad es que todo el género humano sea receptor de sus
bendiciones y de su salvación.
Por el énfasis puesto en la Tora, el Salmo 1 ha sido clasificado como “Salmo de
Tora”. El renombrado erudito alemán Hermann Gunkel (1862–1932) fue quien
dedicó mucho tiempo a la tarea de clasificar los salmos en diferentes categorías.
Gunkel y su igualmente conocido alumno, Sigmund Mowinckel, aseveraron que
cada salmo debía ser estudiado de acuerdo con su función en la adoración del
pueblo de Israel dentro del templo y la sinagoga. Para clasificar los salmos Gunkel
utilizó el término alemán Gattungen (Holladay 1993:266). Muchos libros y
comentarios acerca de los salmos hoy día, siguen empleando el término en la
discusión del contexto de los cantos de Israel. Entre la categoría de salmos
clasificados por Gunkel encontramos, además de los “Salmos de Tora”, los salmos
reales, de lamento de la comunidad, de lamento del individuo, de acción de
gracias individual, de entronización del Señor, etc. Siendo que el propósito de los
salmos de la Tora es comunicar instrucción, se los ha denominado “Salmos
sapienciales”. La palabra sapiencial tiene que ver con la enseñanza de la sabiduría.
Denominamos sapienciales los libros de la Biblia que expresan con énfasis la
conducta del justo y el arte de vivir de uno que teme a Dios. En este sentido, el
Salmo 1 se parece al primer capítulo del libro de Proverbios. Por lo general se
clasifican como sapienciales los libros de Job, Proverbios y Eclesiastés.
El salterio del cual el salmo es parte, está dividido en cinco colecciones o
libros, de los cuales el libro I (Salmos 1–41) es considerado el más antiguo. Esta
colección se caracteriza por la frecuencia con que se refiere a Dios con el nombre
divino yahweh, el nombre sagrado que le fue revelado a Moisés en el monte
Horeb (Éxodo 3:14) y que gozó de gran popularidad en el Reino del Sur ( Judá).
En el segundo libro del salterio (Salmos 42–72), en cambio, predomina más
como nombre de Dios el de elohim. Es un nombre más general y se emplea
preferentemente en los contextos en que se habla de Dios como Dios sobre toda la
creación y Dios de todos los pueblos y naciones. Elohim es el nombre por el cual
los gentiles, o sea, los pueblos que no fueron judíos, se relacionan con el Dios de
toda la creación, mientras que yahweh o YHWH es el nombre sagrado que los
israelitas, los miembros del pacto, emplean en su trato con el Salvador. Otro
nombre para Dios en las Escrituras es adonay. Este nombre solían utilizarlo los
israelitas, para quienes el nombre yahweh era demasiado sagrado como para usarlo
en la conversación diaria y en la adoración de la congregación. Por lo tanto, en la
literatura rabínica y deuterocanónica el nombre adonay comienza a reemplazar a
yahweh. Por eso, muchos eruditos consideran que los salmos que emplean el
nombre adonay son los que se añadieron al salterio en fecha posterior a los demás.
Otra característica del libro I de los salmos es, que contiene una gran cantidad
de poemas con el título “Salmos de David”. La mayoría de los investigadores cree
que los títulos y epígrafes que llevan muchos salmos, no fueron parte original de
éstos, sino que se añadieron en fecha posterior por los escribas y levitas que
organizaron los salmos en las colecciones que constituyeron nuestro salterio. De
todos modos, el Salmo 1 no lleva ningún título o epígrafe y, por lo tanto, nos
resulta más fácil aplicarlo a nuestras propias vidas. Es un salmo para que lo canten
los justos, y yo, en mi uso del salterio, estoy llamado a ser uno de los justos.
Los judíos solían agrupar los cinco libros del salterio con los cinco libros del
Pentateuco, esto es, los cinco libros de Moisés (Stedman 1969:1). Según este
esquema, el primer libro de los Salmos corresponde al libro del Génesis, de la
Biblia. De esta manera, el Salmo 1 sirve como introducción general a todo el
salterio y al primer libro en particular. De todos los salmos del primer libro, sólo
el salmo primero y el segundo no tienen epígrafes. Los rabinos solían llamar a
estos cantos “salmos huérfanos” (Sarna 1993:26). De la relación estrecha existente
entre estos primeros dos salmos hablaremos en nuestra exposición.
El Salmo 1 se diferencia de los otros cantos del salterio en que no es una
oración, lamento o acción de gracias dirigido a Dios. El salmista no habla con
Dios, como en la mayoría de los otros salmos, sino que nos habla a nosotros, los
lectores de esta meditación. En el Salmo 1 el salmista comunica instrucción a los
lectores del salterio; actúa como un maestro de sabiduría que instruye a un grupo
de alumnos acerca de cómo abordar la colección de literatura sagrada. Parece
haber sido escrito o escogido particularmente como una introducción al salterio.
No por accidente está colocado en primer lugar, sino con el propósito de guiarnos
y orientarnos en el uso de los demás salmos. Es por esta razón que algunos
eruditos consideran que los primeros dos salmos no deben ser considerados como
parte integral del primer libro del salterio, sino como composiciones que fueron
colocadas en su presente posición específicamente para servir como una
introducción al salterio en su totalidad. De acuerdo a esta manera de entender el
canon, el Salmo 3 sería el primer canto en el primer libro de los salmos.
Cuando los salmos sapienciales dan instrucción lo hacen empleando tres
técnicas básicas, a saber, testimonio, admonición y observación. En los
testimonios se relata las experiencias pasadas de un individuo o del grupo como
por ejemplo en el Salmo 73. Tomando en cuenta que muchos de los salmos son
oraciones, una de las funciones didácticas del salterio es enseñar al alumno cómo
orar. Muchos de los salmos nos dan el motivo de la oración o de la alabanza que se
ofrece a Dios. Cuando no se da un motivo específico de oración, hay que asumir
que el contexto de todo el salterio nos sirve de motivo. En los Salmos 130 y 103:1
tenemos ejemplos del empleo de la admonición como técnica didáctica en el
salterio. La técnica pedagógica que predomina en el Salmo 1 es la de la
observación, pues somos invitados a observar la suerte de los que andan por los
dos caminos (Firth 2005:165).
1:1 Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los
pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos.

La palabra con que comienza el Salmo 1 es ashrei, que se traduce como feliz,
afortunado o bendito en muchas versiones del AT. Jeremías 17:7–8, un texto muy
enlazado con el Salmo 1, comienza con barak, una palabra más litúrgica, que por
lo general se traduce con bienaventurado o bendito. “Bendito el hombre que
confía en el SEÑOR, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto
al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus
hojas están siempre verdes.” Aquí en 1:1 la palabra dichoso o feliz identifica al que
se ha apartado de la masa pecadora que no respeta la Tora. De él puede decirse:
“¡ué feliz es él!”
El salmo comienza con una descripción de los “dos caminos”, una de las
figuras clave de la Escritura. Jesús mismo utilizó el símil de los dos caminos en el
Sermón del Monte, al decir: “Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la
puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por
ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son
pocos los que la encuentran.” Un escrito conocido como Didajé o La enseñanza
de los Doce Apóstoles, comienza con la afirmación: “Hay dos caminos, uno el
Camino de la vida y el otro el Camino de la muerte, y existe una gran diferencia
entre los dos caminos.” Otro escrito de la iglesia primitiva, conocido como La
carta de Bernabé, afirma: “Hay dos caminos de enseñanza y poder, uno de luz y el
otro de oscuridad. Y hay una gran diferencia entre los dos caminos. Porque por
encima de uno están los ángeles del Señor que traen la luz, mientras que sobre el
otro están los ángeles de Satanás. Uno es el Señor desde la eternidad y hasta la
eternidad y el otro es el gobernador del tiempo presente de iniquidad.”
El Salmo 1 comienza con una descripción del hombre que anda por el camino
de la vida. Menciona primero las cosas que el hombre bueno no hace, lo que evita.
Lo primero que evita es el consejo de hombres malvados. El segundo Libro de
Crónicas (22:3–5), hablando del rey Ocozías de Judá, dice: “También Ocozías
siguió el mal ejemplo de la familia de Acab, pues su madre le aconsejaba que
hiciera lo malo. Hizo lo que ofende al SEÑOR, como lo había hecho la familia de
Acab. En efecto, una vez muerto su padre, Ocozías tuvo como consejeros a
miembros de esa familia, para su perdición. Por consejo de ellos, Ocozías se juntó
con Jorán hijo de Acab, rey de Israel y marchó hacia Ramot de Galaad para
hacerle la guerra a Jazael, rey de Siria, pero en la batalla los sirios hirieron a Jorán.”
Miqueas (6:16) acusa a sus compatriotas con las siguientes palabras: “Tú
sigues fielmente los decretos de Omrí y todas las prácticas de la dinastía de Acab;
te conduces según sus consejos. Por eso voy a entregarte a la destrucción, y a
poner en ridículo a tus habitantes.”
El hombre justo no solamente evita el consejo de los malos; evita estar en el
camino de los pecadores. uiere decir que no adopta el estilo de vida de los
pecadores como un modelo de conducta. Estar con alguien es adoptar su estilo de
vida. Hoy día muchos adoptan la vida de los artistas y miembros de la farándula
como modelos de sus vidas, o buscan conformarlas con la conducta de otros de su
grupo o pandilla. Seguir un camino o modelo de vida equivocado conduce a la
destrucción.
El hombre justo no cultiva tampoco la amistad de los blasfemos, o sea, los que
se burlan de las cosas de Dios. En una nueva traducción de la Iglesia Ortodoxa se
habla de los cínicos (Holladay 1993:183). El libro de los Proverbios habla mucho
acerca del burlador. Burlador o insolente es el nombre de la persona orgullosa y
arrogante que no acepta consejos, disciplina o instrucción. El blasfemo es
semejante a la persona que peca contra el Espíritu Santo, despreciando el mensaje
de salvación que Dios nos ofrece en su Hijo. Al investigar el modo particular con
el que las Escrituras emplean la palabra “senda”, debe quedar bien claro que este
vocablo significa no sólo el estilo de vida de uno, sino también el destino final de
su vida. Se debe tomar en cuenta que mientras el Salmo 1 nos presenta al hombre
justo como un individuo, los malvados constituyen un grupo. Es esta manera se
establece que el hombre justo es llamado a luchar en contra de la presión de una
multitud de impíos que buscan inducirlo a seguir sus pasos. Al mismo tiempo el
salmo nos dice que el Señor a través de su Tora dará al individuo el poder y la
valentía para resistir las presiones del grupo (Goldingay 2006:82).
VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO
Al estudiar los salmos o meditar en ellos, debe buscarse en cada texto ecos de
otros salmos y porciones de la Escritura. En el Salmo 1 se detectan por lo menos
tres importantes ecos de otras partes de la Biblia. El primero se percibe en el libro
de Josué ( Josué 1:7–8): “Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para
obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para
nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la
ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está
escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.”
Claramente se observa que hay muchas semejanzas entre el hombre justo
descrito en el Salmo 1 y Josué hijo de Nun, caudillo de las 12 tribus de Israel. Vale
decir que el hombre justo de quien habla el salmista debía ser una persona como
Josué, alguien que, al final de su vida, pudo decir a los hijos de Israel: “Pero si a
ustedes les parece mal servir al SEÑOR, elijan ustedes mismos a quiénes van a
servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a
los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi
familia y yo serviremos al SEÑOR.” Cada uno de los hijos de Israel es convocado a
andar por la senda del Señor, como lo hizo Josué. Pero, ante todo, el líder ungido
de la congregación de Israel debe ser un hombre justo como Josué.
El segundo eco bíblico en el Salmo 1, y que ha llamado la atención de los
investigadores, proviene del Salmo 2. Así como el Salmo 1 comienza con una
bendición o bienaventuranza, del mismo modo el Salmo 2 concluye con una
bendición. Ambos salmos hablan de un hombre justo y de los malos que
conspiran contra el Señor. Ambos salmos hablan del juicio divino que alcanza a
los que se burlan de los caminos de Dios. En nuestro salterio en su forma actual, el
Salmo 1 constituye la introducción a toda la colección de 150 salmos, aunque no
necesariamente haya ocupado siempre esa posición. Algunos creen que hubo un
tiempo en que el Salmo 2 ocupó el primer lugar en la colección de los cantos
sagrados de Israel. Una variante griega del texto de Hechos 13:33 se refiere al
segundo salmo de nuestro salterio como el Salmo 1. No se sabe exactamente
cuándo se escribió este salmo, aunque la mayoría de los investigadores creen que el
Salmo 1 fue uno de los últimos en ser escrito, muchos años después del exilio.
Holladay, en desacuerdo, afirma que las alusiones al Salmo 1, no sólo en Jeremías
17:5–8, pasaje ya citado, sino también en Jeremías 12:2–3, confirman que el
Salmo 1 fue escrito antes del tiempo de Jeremías.
En Jeremías 12:1–2 el profeta presenta ante el Señor la siguiente queja: “¿Por
qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores? Tú los
plantas, y ellos echan raíces; crecen y dan fruto. Te tienen a flor de labio, pero
estás lejos de su corazón.” La queja de Jeremías se debe a que, aparentemente, los
impíos no reciben su mere cido, como declara el Salmo 1. En vez de ser como paja
arrastrada por el viento, aparecen como árbol plantado a la orilla de un río. Las
hojas de los malvados son las que jamás se marchitan y son ellos los que dan fruto
cuando llega su tiempo, lo cual es totalmente opuesto a lo que afirma el Salmo 1
(Holladay 2002:249). uienes han leído los capí tulos finales de Jeremías saben
que su queja no se justificaba, ya que los impíos de Judá sí llegaron a ser como paja
arrastrada por el viento, el viento recio de Nabucodonosor y la cautividad
babilónica. Pero la trascendencia de la queja de Jeremías registrada en el capítulo
duodé cimo de su libro estriba en que él tenía que haber conocido el Salmo 1 a fin
de presentar su argumento. Estas consideraciones han llevando a Holladay a la
presunción de que, antes de haber sido escogido para ser el primero en el salterio,
el Salmo 1, juntamente con el Salmo 2, constituyeron parte de un ritual de
coronación de los reyes de Judá.
Holladay y varios investigadores más, opinan que los Salmos 1 y 2 fueron
alguna vez dos partes de un mismo salmo. Si así fuera, entonces los Salmos 1 y 2
se interpretan mutuamente. En tanto que el Salmo 1 describe al ungido del Señor,
el Salmo 2 lo identifica como el hombre que ha sido ungido para ser el líder del
pueblo de Dios. Según este modo de entender los primeros dos salmos, los
pecadores y blasfemos que se mencionan en el Salmo 1, son los gobernantes
rebeldes que se confabulan contra el Señor y contra su ungido, en el Salmo 2
(Cole 2002:75–88). Ésta fue seguramente la interpretación de los últimos
compiladores y redactores del salterio, responsables de ubicar el Salmo 1 en
primer lugar.
Tomando en cuenta las preocupaciones de la así llamada libera ción femenina,
muchos traductores modernos prefieren no utilizar en este versículo la palabra
“hombre” (varón) en un sentido restrictivo, que contrasta al hombre con la mujer,
sino un término con el cual las lectoras femeninas puedan identificarse. Por lo
tanto traducen el versículo 1 con un término neutral: “Dichosa la persona que no
sigue el consejo de los malvados.” Otros, cambian el singular por el plural:
“Bienaventurados los que no andan en consejos de malos.” Justifican este cambio
con el argumento de que el autor sagrado presenta un contraste entre los justos y
los malvados y que no es su intención excluir a las mujeres de la compañía de los
justos. Se nos dice que sería más fácil para la mujer identificarse con el salmista
mediante la utilización de términos inclusivos no solamente aquí en el Salmo 1,
sino en todo el salterio. (Holladay 1993:340).
El Salmo 1 utiliza, en hebreo, tres vocablos diferentes para designar a los
impíos. El primero es resha’im, una palabra empleada con frecuencia en contextos
judiciales. Los resha’im son los que han sido declarados culpables por un juez, un
tribunal o Dios. En el salterio y en el libro de Proverbios los resha’im son descritos
como arrogantes, soberbios, vanagloriosos, insolentes, que desprecian a los demás
y hasta confabulan en la cama contra los inocentes. Se aprovechan de los más
débiles de la sociedad, como las viudas y los huérfanos, e intentan pervertir la
administración de la justicia mediante sobornos. Toman prestado y nunca pagan
lo que deben. Su concepto de Dios es el de un ser alejado de todo lo que sucede en
el mundo y, por lo tanto, no le temen. El desprecio que sienten hacia Dios es la
causa de su burla y desprecio por los justos (Sarna 1993:33).
El segundo vocablo que utiliza el salmista para designar a los injustos es la
palabra hebrea hatta’im, un término que implica la idea de desviar del camino o
de no dar en el blanco. Los hatta’im son los pecadores habituados a fracasar
moralmente hasta el punto de haber quedado encallecidos. La tercera categoría de
malvados mencionados en el primer versículo del salmo, son los blasfemos, letsim
en hebreo. En la Biblia, los letsim son calificados con frecuencia como necios,
porque parecen ser incapaces de prever las consecuencias de sus acciones y
palabras (Sarna 1993:35). No toman en cuenta el juicio que les espera en el futuro
y por lo tanto no se arrepienten. El salmista habla de los blasfemos
(escarnecedores, RV), diciendo que están sentados en sus sillas, quizá las sillas
ubicadas junto a la puerta principal de la ciudad, donde se realizan las reuniones
de la comunidad con la participación de todo el pueblo. En tiempos del AT la
puerta de la ciudad hacía las veces de centro cívico.
1:2 sino que en la ley del SEÑOR se deleita, y día y noche medita en ella.

El deleite del hombre justo es la ley del Señor. La palabra hebrea para ley es Tora.
Tora es un vocablo que en su significado abarca mucho más que mandamientos o
prohibiciones. Literalmente quiere decir instrucción. Aquí quiere decir la palabra
de Dios en el sentido más amplio, e incluye no sólo los mandamientos sino
también las bendiciones, alabanzas, promesas, consuelo, declaraciones de perdón,
descripciones de la misericordia, gracia y bondad del Señor y, principalmente, las
profecías de la venida del Ungido del Señor, el Mesías prometido. El conjunto es
Tora y en todo esto medita el hombre justo. Esta meditación en la palabra de Dios
no es una carga para el judío sino un gozo (Salmo 19:10; 119:92–93).
La palabra que la RV traduce como meditar es yehgeh, que significa leer en
tono bajo, como el murmullo de una corriente de agua o de una paloma. Los
antiguos solían leer audiblemente y no en silencio. Leer de modo de poder ser
oído es una gran ayuda para la concentración y facilita el aprendizaje. Es una
práctica que facilita la memorización; y la idea que quiere comunicar aquí el
salmo es la de una persona que día y noche se dedica a la memorización de las
palabras de la Tora. Muchas comunidades monásticas, tanto de la iglesia oriental
como de la occidental, practican todavía la entonación audible y pausada de todo
el salterio. La práctica de leer los salmos en forma audible bien podría ser de gran
ayuda en nuestras devociones y en el intento de entrar en el fondo del mundo de
los salmos. Es muy probable que los escribas y los músicos responsables de la
ubicación de este salmo en el primer lugar en la colección de cantos y oraciones
sagrados, hayan querido que los que utilizaran el salterio también estuviesen día y
noche rezando los salmos audiblemente y de este modo memorizarlos.
Las similitudes entre el versículo 2 y la así llamada “ley del rey” de
Deuteronomio 17:18–19, son tan evidentes que se presume la existencia de
alguna dependencia mutua. Según Deuteronomio, el ideal de un rey de Israel es el
de uno que medita en la Tora todos los días de su vida: “Cuando el rey tome
posesión de su reino, ordenará que le hagan una copia del libro de la ley, que está
al cuidado de los sacerdotes levitas. Esta copia la tendrá siempre a su alcance y la
leerá todos los días de su vida. Así aprenderá a temer al SEÑOR su Dios, cumplirá
fielmente todas las palabras de esta ley y sus preceptos, no se creerá superior a sus
hermanos ni se apartará de la ley en el más mínimo detalle, y junto con su
descendencia reinará por mucho tiempo sobre Israel.” La afinidad del Salmo 1:2
con Deuteronomio es uno de los pormenores que ha inducido a algunos
investigadores a presumir que, en su forma original, el Salmo 1 era leído durante
la coronación del rey y constituía parte del ritual de su consagración.
1:3 Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas
jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!
En la parte central del salmo, la parte principal de la poesía antigua, encontramos
el símil del árbol junto a las corrientes de agua. Como nos lo indican las palabras
del salmo, el árbol no estuvo siempre junto a las corrientes de agua, sino que
anteriormente se encontraba en una planicie árida y seca. Comentando este
versículo, Lutero dice que fuimos trasplantados de Adán a Cristo. Según varios
investigadores, como Creach y Cole, la idea que se expresa en el versículo 3 es la
de un árbol trasplantado al jardín sagrado que era parte de muchos templos de la
antigüedad.
La figura de un árbol plantado junto a las corrientes de agua es la metáfora
central alrededor de la cual gira el contenido del salmo. En la Biblia se utiliza
frecuentemente la figura del árbol como símbolo de individuos, naciones y seres
divinos. En Ezequiel 31:3–5, 7–9 se compara al rey de Asiria y su imperio con un
árbol muy grande, alto y hermoso que extendió sus ramas en todas direcciones,
dando refugio a las aves del cielo y las bestias del campo. En Daniel capítulo 4 se
relata el sueño que tuvo el rey de Babilonia, Nabucodonosor. En ese sueño el rey
se ve a sí mismo cual enorme árbol de altura impresionante, frondoso follaje y
abundantes frutos, pero que fue derribado por su soberbia, megalomanía y fracaso
en reconocer el dominio del Altísimo. En Isaías 11:1, Jeremías 33:15 y Zacarías
6:12, se designa como un renuevo al Mesías que vendrá. “Renuevo de Babilonia”
era el significado del nombre de Zorobabel, uno de los líderes de la comunidad
judía de Jerusalén, posterior a la cautividad babilónica. Jesús mismo, hablando del
reino de Dios, lo compara con una planta de mostaza. El símbolo de la diosa
Asera, cuyos cultos se celebraban con frecuencia al aire libre entre la arboleda, era
un palo sagrado, un tronco o un árbol. Los israelitas apóstatas consideraban a
Asera como la consorte del Señor y acostumbraban plantar árboles representando
esta diosa de la fertilidad, cerca del altar del Señor. Los profetas monoteístas de
Israel, en particular los llamados deuteronomistas, condenaron terminantemente
la adoración de árboles sagrados o la costumbre de plantar árboles como
representaciones de Dios (Oseas 4:12–13; Éxodo 34:13; Deuteronomio 7:5).
Los grandes reyes y conquistadores de Asiria, Babilonia, Egipto, y Persia se
enorgullecía de sus proezas en el campo de la horticultura (Brown 2002:67).
Asurnasirpal II de Asiria, se jactaba de haber traído más de cuarenta especies
diferentes de árboles de las diferentes partes de su imperio, para ser trasplantados
en su “jardín de la felicidad”. Los famosos jardines colgantes de Babilonia hablan
de la alta estima que tenían los caldeos de jardines y parques. Ramsés III de Egipto
habla de las arboledas que cultivó alrededor de sus templos. En Eclesiastés 2:4–6
el rey se dijo: “Realicé grandes obras: me construí casas, me planté viñedos,
cultivé mis propios huertos y jardines, y en ellos planté toda clase de árboles
frutales. También me construí aljibes para irrigar los muchos árboles que allí
crecían.” Nuestra palabra paraíso es de origen persa y se utilizó para designar los
hermosos jardines que eran parte de los templos y lugares sagrados construidos
por los antiguos pobladores de Irán. La idea que nos comunica el versículo tres del
Salmo 1 es, entonces, que Dios en su misericordia y gracia nos ha trasplantado a
nosotros, sacándonos del desierto donde no hay agua y dándonos refugio en el
jardín o paraíso de su templo. El cuadro que pinta el Salmo 1 referido al Señor, es
el del jardinero divino que cuida de cada uno de nosotros con mayor afán y amor
que el que Asurnasirpal II, Nabucodonosor o Ramsés III brindaron a sus
hermosos jardines.
Entre los israelitas, la importancia del símbolo del árbol se ve reflejada en el
templo de Salomón. Sus muros, puertas y ornamentos estaban repletos de figuras
botánicas, como palmas, almendras, granadas y otras frutas o flora, todo lo cual
sirvió para subrayar el poder del Señor de bendecir, y para recordarles a sus siervos
la shalom del Edén (Brown 2002:74).
En el versículo tres encontramos otro eco entre textos, porque en Jeremías
17:6–8 se compara a los malvados con “…una zarza en el desierto: no se dará
cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal,
donde nadie habita.” Y seguidamente describe al “…hombre que confía en el
SEÑOR, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que
extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están
siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto.” La
conexión entre Jeremías y el Salmo 1 no es sólo lingüística sino de ideas, porque
tanto Jeremías como Josué fueron varones que anduvieron en la senda del Señor.
El profeta Jeremías vivió durante la época que marcó los últimos días del
Reino de Judá, antes de que éste fuera destruido por Nabucodonosor, rey del
imperio babilónico. Jeremías llamó a la nación y sus líderes al arrepentimiento, a
que se apartaran de la idolatría, dejasen a un lado la injusticia, la opresión
esclavizante y que no causasen detrimento a los débiles. Pero la prédica de
Jeremías fue desoída por príncipes, gobernantes y altos funcionarios sacerdotales
del país. Como lo revelan sus muchos lamentos, el profeta vivió entre pecadores,
blasfemos, burladores malvados y príncipes corruptos. Éstos procuraron una y
otra vez que Jeremías se sentara con ellos para poner su sello de aprobación a sus
concilios y maquinaciones. Pero Jeremías no quiso transitar la senda de los
pecadores, porque ciertamente hay un camino que al hombre le gusta andar, pero
su fin es juicio y muerte. Jeremías prefirió meditar en la Tora del Señor de día y de
noche; prefirió ser como el árbol en el jardín del templo, alimentado por la
corriente del Espíritu Santo. El anhelo de Jeremías fue cantar el Salmo 1, y no los
estribillos de los malvados y blasfemos. Consecuentemente, los príncipes de Judá
se confabularon contra Jeremías a fin de acusarlo falsamente y matarlo. Golpeado,
escarnecido y maltratado, fue tirado a un pozo profundo quedando hundido en el
fango del fondo. Allí lo dejaron esperando que muriera y dejara de proclamar la
Tora del Señor. En su angustia, Jeremías dio rienda suelta a su queja con palabras
que decían que eran los malvados y no los justos quienes florecían como árboles
verdes ( Jeremías 12:1–2): “Tú, SEÑOR, eres justo cuando argumento contigo. Sin
embargo, quisiera exponerte algunas cuestiones de justicia. ¿Por qué prosperan los
malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores? Tú los plantas, y ellos echan
raíces; crecen y dan fruto. Te tienen a flor de labio, pero estás lejos de su corazón.”
El justo es quien lleva fruto, es decir, se da a sí mismo a otros. No vive para sí,
sino para el prójimo. Los malvados, en cambio, se encierran en sí mismos y en sus
propios proyectos. No están en el mundo para servir, sino que esperan que los
sirvan. Se nos dice aquí que el árbol plantado junto a la orilla de un río no sólo da
fruto, sino que además sus hojas jamás se marchitan. Siempre está verde. Al
parecer el salmista tiene en mente al dátil, un árbol que siempre está verde y da su
fruto cuando llega su tiempo. La intención encerrada en la frase “cuando llega su
tiempo” parece indicar que el hombre justo sabe cuándo hablar y actuar y cuándo
no. A todo le llega su tiempo, el momento oportuno, según nos lo enseña otro
conocido texto sapiencial, Eclesiastés 3: “Todo tiene su momento oportuno; hay
un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un
tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar…”
1:4 En cambio, los malvados son como paja arrastrada por el viento.

En muchas partes del AT aparece la paja como símbolo de lo efímero,


momentáneo, provisional y, al fin, sin importancia. Es un símbolo de lo que
sucederá en el juicio final anunciado por el Señor (Isaías 17:13; 29:5; Sofonías
2:2). Job 21:18 pregona: “Los malvados… (son) como paja que arrebata el viento,
como tamo que se lleva la tormenta.” Y Oseas 13:3 declara: “Por eso serán como
nube matutina, como rocío que temprano se evapora, como paja que se lleva el
viento, como humo que se escapa por la chimenea.” En Israel, entre los meses de
mayo y septiembre, se solía aventar el trigo –por lo general sobre una colina no
muy elevada– en las afueras de la aldea durante la tarde, cuando soplaba la brisa
desde el mar. Después de machacar la espiga, se lanzaban al aire granos y tamo con
grandes palas. El grano, más pesado, caía al suelo y era recogido en el granero,
mientras que el tamo era llevado por el viento. El mensaje es claro. El tamo se
levanta sólo por un instante y después desaparece completamente. No permanece,
no tiene valor ni futuro. Los príncipes blasfemos que conspiraron contra Jeremías
y la Tora del Señor, cayeron abatidos por las espadas de los soldados babilonios, o
fueron llevados cautivos y encadenados a Babilonia, lo mismo que el tamo llevado
por el viento de la ira divina. La maldad se irgue por un instante y luego
desaparece.
Uno de los sentidos en que actúan los que no andan según la Tora del Señor es
que se destruyen a sí mismos. La Tora del Señor tiene por objeto preservarnos de
un estilo de vida que lleva a la destrucción. Los que se abandonan al vicio de las
drogas o del alcohol, desechan la ley de Dios y se destruyen a sí mismos no
abriendo los oídos a los mandamientos cuyo fin es protegerlos del mal. Pero hay
otro sentido que se vislumbra en el salmo, el cual es la destrucción relacionada con
el día del juicio final.
1:5 Por eso no se sostendrán los malvados en el juicio, ni los pecadores en la asamblea de los justos.

¿A qué juicio se refiere, a uno del tiempo presente o al Juicio Final? uizá a
ambos. En primer término se habla aquí de los que han sido declarados culpables
y excluidos de la adoración pública a Dios en el Lugar Santo. Pero esa clase de
malvados no podrán sostenerse tam-poco cuando el Señor vengan en su día a
juzgar la tierra (Nahum 1:6; Malaquías 3:2; Salmo 130:3). Los malvados pueden
pararse ante los tribunales de la tierra y justificarse ante los hombres e incluso
recibir grandes honores de ellos. Sí, pueden lavarse las manos como Poncio Pilato
y declararse inocentes. Pero ante el juicio del Señor y su Ungido no podrán
permanecer de pie.
Los traductores de la Septuaginta refieren explícitamente las palabras de este
versículo al juicio final, ya que traducen: “Por lo tanto los incrédulos no
resucitarán de los muertos en el juicio” (Gillingham 2002:480). Recordemos que
para muchos de los padres de la iglesia del segundo y tercer siglo, los traductores
de la LXX fueron considerados como inspirados por el Espíritu Santo al igual que
los autores del texto original hebreo. Se creía, por lo tanto, que los traductores de
la LXX tuvieron la autoridad –inspirados por el Espíritu Santo– de darle al texto
un significado que no se encontraba en el original hebreo.
En vez de decir que los malos no se levantarán en el juicio, el Tárgum –la
traducción del texto del AT al arameo– declara que los malos no serán
justificados (Wright 2003:199).
1:6 Porque el SEÑOR cuida el camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición.

Si bien puede estudiarse el Salmo 1 refiriéndolo al curso de la vida de Josué hijo de


Nun y al del profeta Jeremías, la iglesia primitiva vio el cumplimiento último del
salmo en Jesús. Para la iglesia primitiva es Jesús el justo de quien habla el salmo, el
justo que nunca siguió el consejo de los malvados. En realidad, ningún otro ser
humano está a la altura de cumplir con todo lo que dice el Salmo 1 acerca de los
verdaderamente justos. El salmista nos presenta un ideal, la persona que Dios
quisiera que fuéremos, con el género humano en el Paraíso antes de la caída.
Ningún ser humano, ni Josué, ni Moisés, ni David han llevado una vida conforme
a todo lo que el salmo dice acerca del hombre justo. Ha habido quienes han
llegado más cerca que otros de la meta que el salmo propone para los justos. Lo
que el salmo hace es convocarnos a fijarnos como meta procurar ser la persona
descrita en los seis versículos del canto. Pero el salmo y la Escritura no nos
autorizan a justificarnos ni ante Dios ni ante la congregación, y decir: “Yo soy el
varón o la mujer” de quien habla el salmo. uizá el fariseo en el templo, de quien
nos habla Jesús en Lucas 18:9–14, intentó justificarse en base al Salmo 1,
pensando en sus adentros: “Yo soy el justo de quien habla el salmo, en tanto que el
recaudador de impuestos que veo aquí en el templo, es uno de los malos que el
mismo salmo denuncia.” Visto a la luz del NT, el hombre justo descrito en los
Salmos 1 y 2, es nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, al entonar el Salmo el
creyente fijará la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe
(Hebreos 12:2).
Para el creyente, Jesús no es solamente el hombre justo del que habla el Salmo
1, sino también el camino del versículo 6. “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (
Juan 14:6) declaró el Señor en el aposento alto. Y en Mateo 7:13 y ss., dijo:
“Porque es ancha la puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción y
angosto el camino que conduce a la vida.” Eusebio e Hilario dijeron que el árbol
plantado a la orilla de un río es, antes que ningún otro, Jesucristo; en segundo
lugar es el hombre justo y también el árbol de la cruz. Cristo el justo, al igual que
Jeremías, fue la víctima de los burladores, blasfemos y malvados. Los príncipes y
gobernantes del pueblo se levantaron contra él así como se habían levantado
contra Jeremías. Finalmente, una lectura del Salmo 1 desde una perspectiva
cristológica tomará en cuenta el hecho de que Jesús es la Tora hecha carne ( Juan
1:14) y, por lo tanto, deleitarse en la Tora y meditar en ella de día y de noche, no
es otra cosa que meditar en la persona de Jesucristo y encontrar nuestra razón de
ser en él.
En nuestro estudio del Salmo 1 hemos señalado que la palabra para designar
los jardines sagrados del antiguo Cercano Oriente es “paraíso”. Estos jardines
sagrados sirvieron como símbolos y recuerdos del paraíso perdido del cual leemos
en Génesis 2 y en las tradiciones de muchos otros pueblos. Como hemos visto, el
Salmo 1 nos habla que la persona justa es como un árbol que ha sido
transplantado en el paraíso de Dios mientras que los impíos son como el tamo
que arrebata el viento. En Lucas 23:43 Jesús le asegura al malhechor arrepentido
un lugar en el mismo paraíso de Dios: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el
paraíso”. Aunque el malhechor arrepentido nunca fue una persona que meditaba
en la Tora de día y de noche, recibe la promesa de compartir la dicha y la
bienaventuranza de los justos. La declaración de Jesús al malhechor arrepentido
nos da la esperanza de que por medio de la fe en el Hijo de Dios, los pecadores
pueden ser perdonados, justificados e incluidos en la congregación de los justos.
Una hipótesis: hasta ahora hemos discutido las ideas de varios investigadores
respecto del origen del Salmo 1 y su función en tiempos del AT. En lo que sigue
queremos presentar nuestras propias ideas al respecto. En primer lugar, es
necesario recordar que el Salmo 1 es un himno para cantar. En la iglesia cristiana
se han escrito decenas de cantos e himnos basados en el Salmo 1. En nuestra
propia experiencia en la iglesia hemos visto que, en el transcurso del tiempo, la
congregación de los fieles tiende a adaptar y aplicar los himnos y cantos a su
propia situación e historia, y a nuevos desafíos. Los himnos se transcriben;
algunas frases y, a veces, algunas estrofas, se suprimen, en tanto que se añaden
otras.
Tomando en cuenta las transmutaciones de los cantos sagrados en el
transcurso del tiempo, queremos proponer la siguiente hipótesis en cuanto al
origen y la función del Salmo 1. En primer lugar proponemos que, ajustándonos a
los estudios de Holladay, el Salmo 1 formó parte de la liturgia para la
consagración de un nuevo rey. Los músicos y cantores entonaron el salmo para
recordarle al nuevo rey sus responsabilidades como guía espiritual del pueblo del
pacto. En esta primera etapa, entonces, el salmo enfocó al rey. Con la cautividad
babilónica todo cambió. Los reyes de la casa de David desaparecieron y los
israelitas que sobrevivieron después de la destrucción de Jerusalén y su templo,
quedaron esparcidos entre las naciones paganas. Aislados unos de otros, los judíos
que se mantenían fieles al Señor se reunían en pequeños grupos. El centro de la
vida espiritual ya no fue el templo sino la familia y la comunidad local. En estos
grupos pequeños se siguieron entonando, estudiando y memorizando los salmos,
pero ahora el enfoque del salmo ya no estaba puesto en el rey y su coronación,
sino en el israelita como individuo ante su Dios. Ocurrió lo que algunos han
descrito como la democratización de muchos de los salmos que anteriormente
tuvieron su enfoque principal en el rey. El israelita, como individuo, es visto ahora
como el varón llamado a deleitarse en la Tora del Señor y no dejarse absorber por
la sociedad inmoral de gentiles alrededor de él.
La tercera etapa comienza a desarrollarse al leer y entonar el salmo como una
descripción del futuro rey Mesías, cuya coronación se celebra en lo que para
nosotros es el Salmo 2. El cambio de enfoque ocurre durante la cautividad
babilónica o durante el período del segundo templo, construido por los judíos
después del regreso a Judea, regreso que se hizo posible gracias al edicto de Ciro el
Grande. Aunque el Salmo 1 se siguió aplicando a los líderes seculares de Judea y a
los israelitas como individuos, los escribas y levitas responsables de la forma final
del salterio, consideraron que hablaba particularmente del rey Mesías. Ésta fue
también la manera en que lo entendieron muchos rabinos y líderes de la iglesia
primitiva. uiere decir que, cuando entonamos el Salmo 1, lo consideramos una
descripción de la clase de personas que Dios quiere que seamos nosotros y
nuestros gobernantes, pero, más que ninguna otra, lo consideramos una
descripción o profecía relacionada a nuestro Señor Jesucristo.
Rechazamos la idea, muy en boga entre algunos teólogos del siglo 19, de que
el Salmo 1 se escribió durante el período de los macabeos, unos 150 años antes de
Cristo. Un salmo acerca del hombre justo, escrito en el tiempo de los macabeos,
habría dicho algo respecto a la circuncisión, la necesidad de guardar el día de
reposo y de no consumir alimentos impuros, cosas que para los judíos fieles
llegaron a ser cuestiones de vida o muerte, debido a las persecuciones de Antíoco
Epífanes. Es interesante observar que ninguno de los 150 salmos menciona la
circuncisión ni los alimentos prohibidos ni la obligación de observar el séptimo
día como día de reposo.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Hacer una comparación del Salmo 1 con el primer capítulo de Proverbios,


haciendo una lista de todas las semejanzas que se puedan encontrar.

2. El título dado al Salmo 1 por Nahum Sarna es “El hombre justo en una
sociedad injusta”. En su opinión, ¿capta este título la esencia del Salmo 1?
¿Por qué sí o por qué no? ¿Pudiera sugerir usted un título alterno?

3. Haga un resumen del origen y la función de las superscripciones que


llevan muchos de los salmos.

4. Escriba un pequeño resumen de lo que se entiende por la palabra hebrea


Tora. ¿Por qué ha sido catalogado el Salmo 1 como un Salmo Tora?

5. Anote todos los ecos del libro del profeta Jeremías que se pueda encontrar
en el Salmo 1.

6. Se ha mencionado que el Salmo 1 es un salmo sapiencial, o sea, una


composición que tiene como una de sus funciones dar instrucción. Sí esto
sea así, ¿cuál sería la enseñanza principal que imparte este salmo a sus
lectores? En la pedagogía antigua toda enseñanza tenía como fin llevar al
alumno a tomar una decisión o a seguir una determinada forma de
conducta. ¿Cuál será la decisión que quiere el salmo que tomemos? ¿Cuál
es la conducta que nos llama a seguir?

7. El Salmo 1 nos instruye, no por medio de términos filosóficos o


teológicos, sino a través de una abundancia de imágenes visuales. Haga
una lista de las imágenes visuales en esta composición y anote cuál, en su
opinión, es la imagen dominante. Explique.

8. ¿En qué sentido pudiéramos calificar a las siguientes personas como el


hombre justo de quien se trata en el Salmo 1: Josué, Jeremías, David,
Jesucristo?
 
SALMO 19
El tema del Salmo 19 es la revelación maravillosa que Dios ha entregado al género
humano. En la primera parte del salmo, se habla de la revelación de Dios en la
naturaleza, revelación que se otorga a todo el género humano; no sólo a los
israelitas sino a todas las naciones. Por lo tanto, se emplea aquí (vv. 1–6) el
nombre elohim, o sea, el nombre universal de Dios, el que se utiliza cuando se
habla de Dios no sólo como Dios de los hebreos, sino de toda la creación. Es el
modo en que se emplea el nombre en el relato de la creación, en Génesis 1, porque
la creación del mundo tiene que ver con todo el género humano y no solamente
con el pueblo escogido.
En la segunda parte del Salmo 19 (vv. 7–14), sin embargo, se emplea siete
veces el nombre yahweh, o Jehová, es decir, el nombre especial que Dios reveló al
pueblo de Israel. Es el nombre particular del Dios del pacto, del pacto entre el
Señor y su pueblo escogido Israel. En el AT, los gentiles, que no formaban parte
del pueblo de Israel, debían dirigirse a Dios usando el nombre elohim. Solamente
los israelitas que eran parte del pueblo del pacto, se dirigían a Dios utilizando el
nombre yahweh. Es significativo que el nombre yahweh se utilice siete veces en el
Salmo 19. Para los escritores de la Biblia, el número siete simboliza lo que es
completo, íntegro, perfecto. Una semana con sus siete días es una semana
completa, perfecta, íntegra.
La segunda parte del salmo trata de la revelación del Señor por medio de su
Palabra o Ley, mejor dicho, su Tora. Aunque todo el género humano recibió la
revelación de Dios en la naturaleza, no todos han hecho caso a esa revelación. La
revelación por medio de la naturaleza o ley natural, indica al género humano la
existencia del Creador, sabio, bondadoso y todopoderoso. La revelación de Dios
en la naturaleza tiene la intención de conducir al género humano a adorar y
glorificar al Creador y no a las criaturas, como lo expresó magistralmente San
Pablo en Romanos 1:20–21 y en Hechos 14:17 y 17:24–29.
Lamentablemente, la mayoría del género humano ha ignorado, o interpretado
erróneamente la revelación de Dios en la naturaleza. Por eso, fue necesario que
Dios otorgase a los hombres una revelación especial, revelación que les hizo llegar
É
por medio de profetas escogidos. Éstos no hablaron solamente de los preceptos
por los que los hombres deben gobernarse, sino también del propósito que tuvo
Dios al crear al mundo y el género humano.
El segundo fragmento del Salmo 19 está subdividido en dos partes. En la
segunda parte (v. 11) el salmista comienza de repente a hablar en primera persona
singular y confiesa su incapacidad de vivir de acuerdo con lo establecido por el
Señor en su ley. Haberse dado cuenta de ello –lo cual es obra de la ley– hace que el
autor del salmo y todos cuantos lo entonan, busquen la liberación en la
misericordia y la gracia de Dios, el Redentor.
El enfoque doble del Salmo 19 en la revelación divina mediante la creación y
la Tora, manifiesta un concepto teológico sumamente importante, a saber: el Dios
de la creación es Dios yahweh, el Dios de la ley y Dios de Israel. Es el mismo tema
declarado por los profetas: “He aquí el que forma las montañas, el que crea el
viento, el que revela al hombre sus designios, el que convierte la aurora en
tinieblas, el que marcha sobre las alturas de la tierra: su nombre es el SEÑOR Dios
Todopoderoso” (Amós 4:13).
Autores como Kraus, Dahood y Holladay, creen que las dos partes del Salmo
19 fueron, originalmente, dos salmos independientes unidos más tarde para
formar el salmo que ahora tenemos en el salterio. Llegan hasta a afirmar que los
versículos 1–6 del Salmo 19 fueron, originalmente, un himno cananeo o
babilónico muy antiguo (predavídico) dirigido a Shamash, el dios sol. Según esta
hipótesis, el salmo al dios sol fue apropiado, adaptado, alterado y finalmente
reciclado, a fin de servir como himno de alabanza al Dios de Israel quien, como
poderoso creador, es el hacedor de todo lo creado, incluyendo el sol. Según la
teoría de Kraus y Dahood, los versículos 7 al 14 constituyeron, originalmente,
parte de un salmo que exaltaba la Tora y que proviene del tiempo del escriba
Esdras, quien trajo la Tora desde Babilonia a Jerusalén.
19:1–2 Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día
comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber.

En Isaías 6 el profeta describe algo de la experiencia que tuvo de la majestuosa


teofanía del Señor en el templo de Jerusalén. Isaías relata como vio al Señor
sentado en su trono alto y sublime y que arriba del Señor había serafines que se
decían uno al otro: “Santo, santo, santo es el SEÑOR Todopoderoso; toda la tierra
está llena de su gloria” (Isaías 6:2–3).
El Salmo 19 también nos presenta una teofanía, o sea, una manifestación de la
gloria luminosa, la shekinah del Señor. Pero aquí en el Salmo no hay ni ángeles ni
serafines que entonan el Sanctus, el himno de gloria al Señor. uienes entonan el
magnífico himno de gloria al Señor en este salmo son los cielos, el firmamento, los
días y las noches, o sea, el espacio y el tiempo personificados.
Los cuatro personajes, esto es, cielos, firmamento, día y noche cuentan,
anuncian, pregonan, informan, pronuncian, borbotan, hablan, emiten, declaran
un discurso. Pero no lo hacen en uno de los idiomas o lenguas que utiliza el
género humano. En los primeros cuatro versículos del Salmo 19 encontramos no
menos de diez vocablos del campo de la semántica. Y lo que se dice es un lenguaje
sin palabras que, sin embargo, se entiende. Luis Alonso Schökel, en su magnífica
exposición de este Salmo, dice que los cuatro personajes se expresan en “una
lengua universal anterior y superior a la confusión babélica”.
Entre los personajes que aquí cuentan la gloria del Creador no se mencionan
la tierra y el mar, porque se sobrentiende que es precisamente a la tierra y todos sus
habitantes que los cuatro personajes presentan su testimonio. Lo que proclaman
el cielo, el firmamento, el día y la noche es la gloria y la obra del Creador.
Reflejados en su creación se ven la gloria, el poder y la sabiduría del Señor. La
naturaleza es el modo en que Dios se revela al mundo. La creación señala al
Creador y su acción y presencia. uien nunca ha visto a Dios, puede verlo en la
belleza y grandeza de su creación. El firmamento, el día y la noche, invitan a todos
los habitantes de la tierra a unírseles en su himno de gloria al Creador, así como
los días y las noches mantienen una sucesión perpetua de alabanza. Cada día y
noche entrega a su sucesor el mensaje de la grandeza del Señor. Los cielos y el
firmamento elevan constantemente su Te Deum al Creador.
19:3–4 Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus
palabras llegan hasta los confines del mundo! Dios ha plantado en los cielos un pabellón para el sol.

El testimonio del cielo, del día y la noche, ha llegado hasta el último rincón de la
tierra. Ningún ser humano que haya observado la actividad del Creador en su
creación, ha de encontrar motivos para repetir las palabras del necio, que
encontramos en el Salmo 53, y que dicen: “No hay Dios.” En sintonía con el
Salmo 19 declara el apóstol Pablo en Romanos 1:20: “Porque desde la creación
del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su
naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que
nadie tiene excusa.”
El mismo apóstol cita nuestro Salmo directamente en Romanos 10:18, en que
se declara que así como el testimonio de los cielos, el firmamento, los días y las
noches, ha llegado a todos los hombres y a todas partes del mundo, así también la
proclamación de la salvación en Jesucristo, el evangelio, se pregona a todas las
naciones por medio de los apóstoles, evangelistas y misioneros. Todo el mundo
queda convocado a escuchar tanto el testimonio del Salmo 19 como también las
buenas nuevas proclamadas por la iglesia.
19:5–6 Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino.
Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro extremo, sin que nada se libre de su
calor.

Al final del versículo cuatro, el salmista nos presenta a un quinto protagonista, un


quinto testigo de la gloria del Creador. El protagonista es el sol, no como deidad
ni como objeto de adoración, sino como un ser creado, uno que sirve a su Creador
y obedece su voluntad.
En hebreo, la palabra para sol, shemesh, es del género femenino (como la
vitalidad materna que da calor a sus hijos). Pero en este salmo se lo compara con
un hombre fuerte, un gibor, o sea, un gran guerrero, héroe, paladín o campeón
que sale recorrer el cielo de un lado al otro, de oriente a occidente. La RV traduce
la palabra hebrea gibor como gigante. Pero en la mayoría de los casos se la utiliza
en hebreo para designar un poderoso campeón. Es la misma palabra que se
encuentra en la profecía mesiánica de Isaías 9:6: “…y se le darán estos nombres…
Dios fuerte (o guerrero divino”).
El sol aparece temprano por la mañana, como un campeón poderoso que sale
de la tienda donde pasó la noche descansando junto a su esposa. Para probar su
fuerza, el sol recorre todo el firmamento en un día solo y llega a su cenit enviando
sus rayos calurosos a cada rincón de la tierra. Así es el creador, quien también
recorre todo el mundo y envía sus bendiciones, su vida y su Espíritu a todas sus
criaturas. Así como nadie puede evitar el calor del sol, así nadie puede tampoco
escapar de la presencia de Dios y de la justicia con que juzgará al mundo. En otros
salmos y textos, no sólo del pueblo de Israel, sino también de otros pueblos de la
antigüedad, el sol ha servido como símbolo de la justicia divina, justicia que nadie
puede esquivar. Así como nadie le escapa al calor del sol, así nadie escapa tampoco
al calor del juicio de Dios. Recordemos que Juan el Bautista comparaba el juicio
de Dios con un fuego, un horno, un bautismo de fuego. La figura del sol con alas
de águila es uno de los símbolos más populares de la iconografía de Egipto y de la
Mesopotamia, en tiempos del AT. En uno de los últimos versículos del AT, el
profeta Malaquías proclama: “Pero para ustedes que temen mi nombre, se
levantará el sol de justicia trayendo en sus rayos salud. Y ustedes saldrán saltando
como becerros recién alimentados” (Malaquías 4:2). Y en el libro del profeta
Isaías leemos: “Préstame atención, pueblo mío; óyeme, nación mía: porque de mí
saldrá la enseñanza, y mi justicia será luz para las naciones” (Isaías 51:4).
En la mitología de la religión del sol se creía que éste, cansado del largo
recorrido por el cielo, llegaba a una tienda allí donde termina la tierra y pasaba la
noche descansando en brazos de su amante el Océano, para levantarse después a la
mañana, renovado y recorrer el cielo una vez más. Muchos intérpretes, como
William Barclay (1980:108), por ejemplo, creen que el poeta hebreo que redactó
el Salmo 19 utilizó estas antiguas tradiciones, transformándolas y reciclándolas, a
fin de que sirvieran como símbolo de la grandeza del Creador. El comentarista
hebreo Nahum M. Sarna (1993:72–73), opina que el Salmo 19 es una polémica
dirigida contra el culto al dios sol, muy popular en días del rey Manasés, un
vasallo de Asiria. Manasés se destacó en promover el culto a las deidades astrales,
incluyendo el culto al dios sol Shamash. Manasés incluso construyó altares para
los dioses astrales dentro del templo del Señor. En la literatura del antiguo
Cercano Oriente, se destacan muchos himnos y salmos compuestos y entonados
en honor de los dioses solares que adoraban los vecinos de los hebreos, como
Shamash en Babilonia, Istanu en Anatolia, Nahhunte en Elam, Utu en Ur de los
Caldeos y Ra o Re en Egipto.
Los investigadores han notado las muchas similitudes existentes entre el
Salmo 19 y el gran himno del rey hereje de Egipto Amenhotep IV, conocido
también como Akhenaton (1353–1336 aC.), en honor de Aten. Akhenaton
introdujo una reforma en la religión de Egipto, intentando reemplazar el
politeísmo tradicional por un monoteísmo que reconocía a un solo dios, Amon
Re, el dios del sol (Brown 2002:92). El culto al dios sol fue también muy popular
en Canaán, antes de la entrada de los hebreos a la tierra de Palestina, según lo
evidencian los nombres de varias ciudades y designaciones topográficas como, por
ejemplo, la ciudad de Bet-shemesh (templo del sol). Sarna cree que el Salmo 19 se
escribió como parte de la reforma del rey Josías, un rey de Judá que hizo lo que
agrada al Señor. Al haber sido encontrado el Libro de la Ley, la Tora, en el templo,
Josías se comprometió a poner en práctica todas las estipulaciones del
Deuteronomio en contra de la idolatría, en particular contra el culto idólatra
promovido por su abuelo, el rey Manasés.
En uno de los libros deuterocanónicos, el Eclesiástico, Jesús Ben Sirá entona
un magnífico himno de alabanza al Creador, quizá basado en la primera parte del
Salmo 19, en la que se habla del sol. Salta a la vista que en este himno no se le
rinde homenaje al sol, como en los antiguos himnos egipcios, sino que se alaba al
Señor que en su sabiduría y poder ha creado el sol:
Orgullo de las alturas, firmamento de pureza,
tal la vista del cielo en su espectáculo de gloria.
El sol apareciendo proclama a su salida:
¡ué admirable la obra del Altísimo!
En su mediodía reseca la tierra,
ante su ardor, ¿quién puede resistir?
Se atiza el horno para obras de forja:
tres veces más el sol que abrasa las montañas;
vapores ardientes despide,
ciega los ojos con el brillo de sus rayos.
Grande es el Señor que lo hizo,
y a cuyo mandato emprende su rápida carrera
(Eclesiástico 43:1–5, Biblia de Jerusalén).

Los padres de la iglesia, como San Justino Mártir, afirmaron que el verdadero
campeón (atleta, gigante) de quien habla el versículo 5 del Salmo 19 no es el sol
sino Cristo, quien salió del cielo, descendió a la tierra y nuevamente volvió al
mismo cielo del cual había venido. Así como el sol recorre su camino por el cielo
cada día, así Cristo, nuestro sol de justicia, también ha acabado su carrera como
un gran héroe.
Una de las estrofas del himno Oh ven, oh ven, Emmanuel (CC 1), habla de la
venida de Cristo como la manifestación del naciente que se levanta por la mañana
para disipar nuestras tinieblas:
¡Oh, ven Tú, Aurora celestial! Alúmbranos con tu verdad;
Disipa toda oscuridad, y danos días de solaz.
Alégrate, ¡oh Israel! Vendrá, ya viene Emmanuel.
19:7 La ley del SEÑOR es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del SEÑOR es digno de
confianza: da sabiduría al sencillo.

La ley, o Tora del Señor, de la que se habla en esta segunda parte del salmo incluye,
como fue explicado en nuestro estudio del Salmo 1, toda la revelación maravillosa
de Dios a sus criaturas. No es solamente la revelación de mandamientos y
prohibiciones, sino también de pro-mesas, palabras de consuelo y alivio,
seguridad del perdón, oráculos de salvación, profecías mesiánicas. En otras
palabras: no hay solamente ley, sino también evangelio.
Lo primero que nos dice el salmista en cuanto a la Tora es que es perfecta. La
palabra “perfecta” (tamiz en hebreo), quiere decir aquí algo sin defecto alguno,
como los animales que se ofrecen al Señor en el templo (Levítico 3:1).
Recordemos que Jesús fue sacrificado como “un cordero sin mancha y sin defecto”
(1 Pedro 1:19). Si la Tora es perfecta, no podrá entonces engañarnos. Podemos
seguir sus consejos con confianza. Las leyes de los hombres son sancionadas
muchas veces para favorecer a ciertos grupos o individuos. Tantas veces los pobres
y oprimidos se quejan, manifestando su disconformidad por las leyes injustas que
favorecen a las clases selectas dominantes. No es éste el carácter de la Tora del
Señor.
Uno de los primeros sinónimos que usa el salmista al referirse a la Tora es
testimonio. Las dos tablas de la Ley que recibió Moisés en el monte Sinaí, son
llamadas “tablas del testimonio” (RV) en Éxodo 31:18 y 32:15. Siendo que las
tablas fueron depositadas en el arca del pacto, éste se llamó “el arca del
testimonio” (Éxodo 31:7 RV). El salmista describe el testimonio como fiel, vale
decir, confiable. Se puede confiar en la Tora porque es el testimonio de Dios de sí
mismo. En ella se da a conocer cuál es la voluntad del Señor.
Este testimonio o instrucción de la Tora, no es sabiduría esotérica que puede
ser comprendida solamente por un cerrado círculo de sabios o gnósticos y no por
el pueblo en general. Se pone énfasis en que la instrucción que brinda la Tora es
absolutamente capaz de instruir y guiar a los más sencillos y humildes. La Tora es
útil para instruir a quienes les falta conocimiento, para catequizarlos.
Los himnos en honor al sol provenientes de Egipto, ponen énfasis en la
perfección del sol y su poder para sostener la vida, del mismo modo en que el
Salmo 19 subraya la perfección de la Tora. Otra similitud entre el Salmo 19 y la
mitología de las deidades solares, tanto en el antiguo Cercano Oriente como en
Grecia, consiste en que los dioses solares como Shamash, Istanu, Apolo y Amon-
Re son dioses que sancionan y promulgan leyes, establecen justicia y pactos para
los seres humanos. En un relieve descubierto en Sippar, se muestra al dios del sol,
Shamash, entregando al rey Hammurabi las leyes que constituyeron el famoso
Código de Hammurabi (Brown 2002:96). Desde los tiempos más antiguos el
templo de Shamash fue conocido como “la casa del juez de la tierra”. Entre los
antiguos babilonios Shamash también era reverenciado como el dios de los
oráculos y el patrón de los profetas y adivinos (Eliade 1958:142).
Para casi todos los pueblos adoradores del dios sol, el día 21 de junio es la
fiesta solar principal, porque es el día en que el sol alcanza su posición más alta, el
cenit. Existen indicios de que también en Canaán se solía celebrar la fiesta
principal en honor al dios sol durante el mes de junio. Después de la llegada de los
hebreos a Canaán en los días de Josué, muchos israelitas se sintieron tentados a
participar en la adoración de Shamash, el dios sol, o de adorar al sol como una
manifestación luminosa del Señor. Textos tales como el Salmo 19, Deuteronomio
17:1–5 y Deuteronomio 4:19 militan contra tal sincretismo; y también las
palabras de Job 31:26–28: “¿He admirado acaso el esplendor del sol o el avance
esplendoroso de la luna, como para rendirles culto en lo secreto y enviarles un
beso con la mano? ¡También este pecado tendría que ser juzgado, pues habría yo
traicionado al Dios de las alturas!”
Según la práctica del yahwismo ortodoxo, los fieles nunca rechazaron por
completo las fiestas y celebraciones religiosas de los antiguos habitantes de
Canaán. Más bien, transformaban estas fiestas, eliminando ideas, prácticas y
conceptos que militaban en contra de su fe en el Señor y la historia de la salvación.
De esta manera, las antiguas fiestas de los cananeos fueron recicladas y purificadas
a fin de servir como vehículos de la fe de Israel. En conformidad con esta práctica,
en lugar de la antigua fiesta que celebraba la cosecha de los granos y la llegada del
sol al cenit, los israelitas la sustituyeron por la Fiesta de las Semanas, también
conocida como la Fiesta de Pentecostés.
Para Israel, la Fiesta de las Semanas sigue siendo una fiesta en la cual el pueblo
celebra la cosecha de los primeros frutos del trigo y la cebada; pero, en vez de
celebrar la llegada del sol al cenit, se celebra el ascenso de Moisés al monte Sinaí,
donde recibe del Señor, y no de Shamash el dios sol, la Tora escrita en dos tablas
por el dedo mismo de Dios (Éxodo 31:18). Ahora, en vez de cantar las alabanzas
al dios sol, Israel emplea el vocabulario de la adoración solar y su iconografía, para
describir las maravillas de la Tora. Con el tiempo, la celebración del Día de
Pentecostés como fiesta de la Tora, llega a reemplazar la fiesta del dios sol. En
Hechos 2, la Fiesta de Pentecostés pasa por una nueva transformación: ahora no
se celebra ni la llegada del dios sol al cenit, ni el ascenso de Moisés al monte Sinaí,
sino la ascensión de Jesucristo a la diestra del Padre. Del Padre recibe Jesucristo, el
Sol de Justicia y la Tora hecha carne, el Espíritu Santo y sus dones para entregarlos
luego a sus discípulos.
19:8 Los preceptos del SEÑOR son rectos: traen alegría al corazón. El mandamiento del SEÑOR es
claro: da luz a los ojos.

En las versiones NVI y RV se habla de los mandamientos y preceptos del Señor.


Otras traducciones tienen la palabra estatutos. Los estatutos o preceptos del
Señor son rectos, es decir que brindan instrucciones correctas. Si uno anda
perdido, tratando de encontrar la dirección que busca, necesita instrucciones
claras y correctas de cómo alcanzar el destino deseado. La literatura de los pueblos
está llena de relatos de personas que tuvieron que desafiar grandes dificultades y
escollos por haber recibido instrucciones equivocadas de cómo llegar al destino
que buscaban. En cambio, las instrucciones correctas y precisas alegran el
corazón; reviven a las personas, les dan nueva energía y ánimo para continuar.
El mandamiento del Señor es claro. La RV dice: “El precepto de Jehová es
puro”, es decir, no adulterado. Los pueblos vecinos de Israel también tenían sus
dioses, ofrecían sacrificios y entonaban himnos, además de impartir enseñanza
religiosa. Eran religiones que, indudablemente, contaban con muchos elementos
loables, enseñanzas buenas y costumbres edificantes. Pero, al mismo tiempo,
tenían elementos equivocados, peligrosos y abominables. Los adoradores de
Moloc, por ejemplo, hacían pasar a sus propios hijos por el fuego, ofreciéndolos
como sacrificios vivos a su dios (2 Reyes 23:10; Levítico 18:21). Y no solamente
los sacrificios humanos, sino también la hechicería, la prostitución ritual y la
homosexualidad, fueron parte importante en la adoración a Baal. Hoy día los
fundamentalistas islámicos utilizan el terrorismo como instrumento legítimo para
lograr sus fines. Los preceptos del Señor, en cambio, son como oro refinado, del
cual se ha separado toda la escoria, todo lo que no sea oro puro.
En la liturgia de la iglesia cristiana, en la Edad Media, este versículo era parte
del Introito y del Ofertorio del tercer domingo de la Cuaresma.
19:9 El temor del SEÑOR es puro: permanece para siempre. Las sentencias del SEÑOR son
verdaderas: todas ellas son justas.
La frase del salmista, “el temor del SEÑOR”, incluye entre otras cosas, la conciencia
de la existencia del Dios omnipotente y sus normas de conducta moral. ueda
implícito en este concepto la idea de que hay un Ser Supremo que castiga a
quienes descuidan el cumplimiento de sus leyes. La frase “el temor de Dios”
subraya también la reverencia y el respeto necesarios al presentarse ante él. Dios
debe ser adorado con reverencia y no con cultos frenéticos y desordenados, los
cuales caracterizaron a muchas de las religiones de la antigüedad. Entre éstos se
cuentan los misterios de Dionisio o Cibeles, o los profetas de Baal que daban
brincos alrededor del altar, sajándose con cuchillos para incitarse a gritar más
fuerte (1 Reyes 18:26–28). La frase “el temor del SEÑOR” se emplea a veces para
designar la enseñanza religiosa respecto a la conducta ética y la instrucción acerca
de las ceremonias, rituales, salmos y oraciones con los que se adora al Dios
verdadero. En 2 Reyes 17:25–28 leemos acerca de un sacerdote del Señor enviado
a los habitantes de Samaria, para enseñarles “el temor de Dios” y de esta manera
estar a salvo de los leones que el Señor había enviado para causar estragos en la
población, debido a que cuando se establecieron en el país, no adoraban al Señor.
Los juicios u ordenanzas del Señor, de los que se habla aquí, son las decisiones
de un juez. El salmista tiene en mente al Señor como juez supremo. El Señor no es
un juez al que puede sobornarse; es un juez justo. Otros de los salmos se quejan de
los juicios de jueces corruptos que se dejan comprar, vendiéndose al mejor postor
y fallando en su favor. Los jueces deben defender al débil y al huérfano, al afligido
y menesteroso y no a los impíos (Salmo 84:3–4). El rey que habla en el Salmo
101, promete nombrar ministros y jueces justos y no corruptos. Aquí en el Salmo
19, el salmista asegura que uno puede estudiar la Tora con mucho provecho,
porque en ella se encuentran las decisiones y juicios de un juez justo.
19:10 Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado; son más dulces que la miel, la miel
que destila del panal.

La palabra que se traduce aquí como “deseable” o “codiciable”, es el mismo


vocablo que encontramos en el Décimo Mandamiento: “No codiciarás la mujer
de tu prójimo.” Indirectamente el salmista nos dice que lo que debemos codiciar
no es la mujer ni el oro del prójimo, ni la sabiduría oculta, sino la Tora. Es
indudable que al escribir estas palabras el salmista tuvo en mente la historia de la
caída en pecado de Adán y Eva, particularmente la parte donde la Escritura dice:
“La mujer vio que el fruto del árbol era bueno para comer, y que tenía buen
aspecto y era deseable para adquirir sabiduría, así que tomó de su fruto y comió”
(Génesis 3:6).
El Salmo 119 tiene muchas afinidades con el Salmo 19. Compara la Tora con
oro (119:72, 127) y miel (119:103). Cuando el profeta Ezequiel comió el rollo de
la Ley, le supo a miel, de sabor tan dulce (Ezequiel 3:3). En tiempos del Antiguo
Testamento, y también en el Nuevo, el único dulcificante que conocían los
hebreos y sus vecinos era la miel. En hebreo, la palabra miel se utiliza tanto para
designar el producto de la colmena, como el jarabe espeso y extremamente dulce,
elaborado del jugo de uvas y dátiles. Aún no se conocía la caña de azúcar, traída
desde la India muchos siglos después.
Tanto el oro como la miel son dorados como el sol y, por lo tanto, los dos
términos se utilizan con frecuencia en himnos paganos para describir al dios sol.
En un texto egipcio, el dios Re afirma: “Mi piel es de oro puro.” Un salmo heteo,
celebrando al Istanu, el dios del sol, declara: “Su mensaje es dulce para todo el
mundo.” Nuevamente observamos cómo el salmista, en su polémica contra el
culto al sol, ha tomado epítetos empleados en salmos paganos y los ha aplicado a
la Tora (Sarna 1993:90–91).
19:11 Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa.

De pronto el salmista da un salto inesperado. Hasta aquí, el salmo ha hablado


en tercera persona acerca de la revelación de Dios; pero ahora, comienza a hacerlo
en primera persona singular. Es como que el salmista ha advertido que la
revelación de Dios declara no sólo la gloria del Creador y su perfecta voluntad
con respecto al género humano, sino que la revelación de la ley del Señor también
revela nuestro pecado. Al revelar el pecado del género humano, la ley nos acusa y
nos condena. El salmista se siente amonestado y acusado por la ley del Señor; se
siente culpable frente a su Creador. Llega a la misma conclusión a la que llegó San
Pablo muchos siglos después: “Concluimos, pues, que la ley es santa, y que el
mandamiento es santo, justo y bueno” (Romanos 7:12), pero yo soy malo.
El galardón, o recompensa, que recibe la persona que guarda las sentencias del
Señor no consiste en riquezas, honor, salud o larga vida, sino en la comunión con
Dios y la seguridad de que nuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios
15:58). El galardón que reciben los siervos del Señor consiste en una vida que
tiene un propósito, significado y finalidad, esto es, una vida que vale la pena
vivirla. El Dios que se nos revela en la Tora, es un Dios que otorga recompensas, y
hay muchas de éstas para quien conoce al Señor. Una de las recompensas que
recibe el que estudia la ley, es la capacidad de resolver las dificultades y los
problemas que se le presentan en la vida. Otra recompensa es no estar condenado
a repetir los errores de otras personas. Los ejemplos de quienes han fracasado y se
han per-dido, están registrados en las Escrituras. Dice en 1 Corintios 10:11:
“Todo esto les sucedió para servir de ejemplo… para advertencia nuestra, pues a
nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos.” La recompensa que recibe aquel
que ha llegado a conocer el amor de Dios en Jesucristo, es poder vivir sin tener
miedo al poder de la muerte, los espíritus malos, las brujerías, el diablo y el juicio
final. Vivir con una conciencia limpia, que no nos ataca y condena en todo
momento, es una gran recompensa.
19:12 ¿uién está consciente de sus propios errores? ¡Perdóname aquellos de los que no estoy
consciente!

Hay tres clases de pecado que amenazan la tranquilidad del salmista. La


primera clase que le incomoda es el pecado por ignorancia y su culpa, o sea, el
pecado cometido inadvertidamente. Fácilmente podía contaminarse el israelita al
tocar o comer algo inmundo, sin darse cuenta. En Levítico 5:17–18 dice: “Si
alguien peca inadvertidamente e incurre en algo que los mandamientos del SEÑOR
prohíben, es culpable y sufrirá las consecuencias de su pecado. Le llevará al
sacerdote un carnero sin defecto, cuyo precio será fijado como sacrificio por la
culpa. Así el sacerdote hará expiación por el pecado que esa persona cometió
inadvertidamente, y ese pecado le será perdonado.”
La segunda clase de pecado que angustia al salmista es el pecado oculto.
Aunque creamos estar haciendo el bien, es posible que en nuestra subconsciencia
estén operando motivaciones egoístas, tendencias perversas, codicia reprimida y
deseos poco claros. Muchos siglos antes de Freud, los salmistas y profetas estaban
enterados de que en nuestro interior operan fuerzas ocultas capaces de llevarnos a
la perdición.
Muchísimas veces nos engañamos a nosotros mismos, como lo expresa 1 Juan
1:8, y decimos que no tenemos pecado. Aunque frecuentemente conseguimos
ocultar nuestros pecados, incluso a nosotros mismos, es sin embargo imposible
ocultarle a Dios nuestros errores. Así como al sol nada le queda oculto al recorrer
el cielo y enviar sus rayos a la tierra, porque todo lo ve, del mismo modo no hay
tampoco ningún pecado que quede oculto a los prístinos rayos de la ley de Dios.
El Señor es como el sol que todo lo ve; el Señor ve lo que el sol no alcanza a ver, las
intenciones y motivaciones de nuestro corazón. Según Eclesiastés 9:1, el hombre
no se conoce a sí mismo; pero unos cuantos textos de la Tora declaran que Dios sí
conoce lo oculto: “Lo secreto le pertenece al SEÑOR nuestro Dios, pero lo
revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que
obedezcamos todas las palabras de esta ley” (Deuteronomio 29:29). “Ciertamente
mis ojos ven todas sus acciones; ninguna de ellas me es oculta. Su iniquidad no
puede esconderse de mi vista” ( Jeremías 16:17).
Así como no hay nada oculto para el sol, nada hay oculto para el Señor y su
ley. El Salmo 90:8 dice: “Ante ti has puesto nuestras iniquidades; a la luz de tu
presencia, nuestros pecados secretos.”
Siglos más tarde San Pablo llegó a la misma conclusión que el salmista,
porque en Romanos 7:7 escribe: “¿ué concluiremos? ¿ue la ley es pecado? ¡De
ninguna manera! Sin embargo, si no fuera por la ley, no me habría dado cuenta de
lo que es el pecado. Por ejemplo, nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley
no hubiera dicho: ‘No codicies’.”
19:13 Libra, además, a tu siervo de pecar a sabiendas; no permitas que tales pecados me dominen.
Así estaré libre de culpa y de multiplicar mis pecados.

El pecado más terrible y digno de ser condenado en que el salmista pudiera caer,
es la soberbia, o sea, pecar a sabiendas, con premeditación. Pecar contra Dios con
premeditación, es desafiar a Dios, tentarlo. Es como decirle: “¡Castígame, si
puedes!” Cuando uno peca inconscientemente, se puede ofrecer un sacrificio por
la culpa para ser perdonado, como lo declara Números 15:24: “Si el pecado de la
comunidad pasa inadvertido, ésta ofrecerá un novillo como holocausto de aroma
grato al SEÑOR, junto con la libación, la ofrenda de cereal y un macho cabrío
como sacrificio expiatorio… y serán perdonados…”
Pero cuando se trata de un pecado de soberbia, la ley del Deuteronomio
declara: “El soberbio que muestre desacato al juez o al sacerdote en funciones,
será condenado a muerte. Así extirparás de Israel el mal. Todo el pueblo lo sabrá, y
tendrá temor y dejará de ser altivo” (Deuteronomio 17:12–13).
Un caso concreto de soberbia lo encontramos en el relato bíblico referido a
Caín, en Génesis 4. El hecho de que el sacrifico de Abel fuera aceptado y el de
Caín rechazado, debía haber servido para inducir a Caín al arrepentimiento. Pero,
en vez de arrepentirse, Caín se puso celoso y triste (anduvo cabizbajo, Génesis
4:6); pero su tristeza no fue la “que proviene de Dios, produce el arrepentimiento
y lleva a la salvación”, sino “la tristeza del mundo [que] produce la muerte” (2
Corintios 7:10). Dios apercibió a Caín, advirtiéndole del peligro en que se
encontraba. Sin embargo, los celos de Caín pronto darían a luz el odio, y éste lo
llevaría luego a derramar la sangre de su hermano Abel. En vez de hacer caso a la
amonestación del Señor, Caín, a sabiendas y con arrogancia, le quitó la vida a su
hermano. Los teólogos de la Edad Media, como Santo Tomás de Aquino,
calificaron la soberbia de pecado máximo.
El salmista, al igual que San Pablo en Romanos 7:23, califica al pecado como
una fuerza que busca apoderarse del ser humano y se opone a la Tora del Señor.
El autor del Salmo pide al Señor en oración ser protegido del mal ejemplo de
los soberbios, los escarnecedores de la Tora del Señor. Lo que el salmo pide es que
seamos preservados de caer en manos de los perversos, quienes tratan de
apartarnos del Señor y hacernos caer en el pecado de rebelión contra nuestro
Creador y Redentor. En realidad, lo que el salmista pide aquí es lo que nosotros
hacemos al orar la séptima petición del Padrenuestro: “Líbranos del mal (o del
maligno).”
19:14 Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh SEÑOR, roca mía y
redentor mío.

Al final del salmo, el autor presenta su meditación y todo su ser como un sacrificio
a Dios. Relaciona al Señor con dos figuras muy prominentes en el AT: la Roca y el
Redentor.
Dios es llamado roca tantas veces en el AT, que esta palabra llega a ser un
sinónimo de Señor, otro nombre que se usa para identificarlo. El salmista se dirige
a Dios como “mi roca” en el Salmo 18:46, o “roca mía” en el Salmo 28:1. En
Deuteronomio 32:18 habla de Dios como “la Roca que te engendró”. Y en
Deuteronomio 32:31, comparando a Dios con los dioses de los demás pueblos,
dice Moisés: “Su roca no es como la nuestra”. David, en su canto de victoria en 2
Samuel 22:32, pregunta: “¿Pues quién es Dios, si no el SEÑOR? ¿uién es la roca,
si no nuestro Dios?” Al llamar roca al Señor, David declara que Dios es su
protector y refugio. Durante los días en que David fue perseguido por el rey Saúl,
consiguió salvarse al encontrar refugio en las cuevas y hendiduras de las rocas del
desierto. En las grietas de las rocas David encontró refugio contra el polvo del
desierto, el calor del sol, las tormentas y las lanzas enemigas. En Jueces 20:47
encontramos el relato de cómo los 600 sobrevivientes de la guerra con la tribu de
Benjamín encontraron refugio en la peña de Rimón. Allí estuvieron a salvo de sus
enemigos. Meditando sobre estos textos, Augustus M. Toplady escribió el célebre
himno en que se canta:
Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí;
Sé mi escondedero fiel; sólo encuentro paz en ti.

En el himno de Toplady, la roca en la cual encontramos refugio, es Jesús. Estando


con Jesús, no nos dañan los ataques de Satanás, ni las acusaciones de la ley ni las
calamidades del Juicio Final. Estando con Jesús, los rayos abrasadores del juicio
divino no nos tocan. El sol de justicia saldrá en su carrera el día del juicio, para
prender fuego a todos los soberbios y malvados; (ver Malaquías 4) pero el fuego
del Juicio Final no alcanzará a quienes encontraron su refugio en Jesús, la Roca.
Otros pasajes bíblicos que también hablan del Señor como nuestra roca y
fortaleza son: Salmo 31:2–3; 62:6; 64:2; 94:22, Isaías 26:4; Habacuc 1:12.
La palabra hebrea que se traduce con nuestra palabra redentor, es go’el. En la
sociedad hebrea el go’el era el familiar más cercano, por lo general un hermano,
quien dentro de las obligaciones del pacto, actuaba como el defensor de uno, o su
fiador. Era la persona que tenía que aceptar ciertas responsabilidades en pro de
uno. Si alguien estaba en peligro de perder una propiedad, era responsabilidad del
go’el ir a comprarla ( Jeremías 32:6–16; Levítico 25:25–28).
Si un miembro de la familia llegaba a ser vendido como esclavo, la
responsabilidad del go’el era comprar su libertad. Si moría un miembro de la
familia sin dejar hijos, era responsabilidad del go’el casarse con su viuda para, de
esta manera, proveer un heredero para el difunto. Es el go’el quien carga con la
obligación de vengar la afrenta sufrida por otro. Si un niño quedaba huérfano, la
responsabilidad de adoptarlo y criarlo como hijo propio recae sobre el go’el. Es esta
palabra go’el, o redentor, la que se usa para describir al Señor, el Dios que acepta la
responsabilidad por su pueblo. Precisamente por haber aceptado el papel de
redentor de Israel, es que el Señor actuó para rescatar a su pueblo de la esclavitud
en Egipto y en Babilonia. En Gálatas 4:4–5 San Pablo expresa: “Pero cuando se
cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la ley,
para rescatar a los que estaban bajo la ley, a fin de que fuéramos adoptados como
hijos.”
Por medio de la ley ha llegado el salmista a conocer su incapacidad de cumplir
la ley. Mediante ella ha llegado a conocer el terrible poder del pecado. Si bien la
ley puede hacerle ver al salmista su pecado y la necesidad de salvación, es sin
embargo incapaz de librarlo de sus pecados. Es por eso que en la oración con la
cual se pone fin al salmo, busca refugio en su Redentor, en su Roca fuerte.
Solamente por la misericordia y la gracia del Redentor que dio su vida por
nosotros, es que se nos brinda vida nueva, esperanza y paz. Sólo así puede el
salmista, y todos nosotros, responder a la invitación de los cielos, del sol, del
firmamento, de los días y las noches, a tomar parte en la liturgia celestial y
glorificar a nuestro Creador y esperar en su justicia. Únicamente con la ayuda de
su gracia y buen Espíritu estaremos capacitados a correr exitosamente nuestra
carrera y a decir con San Pablo: “He peleado la buena batalla, he terminado la
carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia
que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a
todos los que con amor hayan esperado su venida” (2 Timoteo 4:7–8).
El autor del salmo termina su oración ofreciendo los dichos de su boca y la
meditación de su corazón al Señor, su roca y redentor. No es casualidad que el
nombre del Señor aparezca aquí por séptima vez.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Anote todos los sinónimos de ley o Tora, que encuentre en el Salmo 19.

2. Según el salmo, ¿cuáles son las funciones de la Tora?

3. ¿En qué se asemeja la Tora al sol?


CANTOS
¡Cantad al Señor!78 “Cuán grande es él.”
¡Cantad al Señor!74 “Hoy canto el gran poder de Dios.”
¡Cantad al Señor!30 “Jesús es la roca.”
SALMO 119
Todo estudiante de los Salmos ha notado las innumerables semejanzas entre los
Salmos 19 y 119. Hay semejanzas de vocabulario, de temas y teología. Estos dos
salmos, junto con el Salmo 1 han sido clasificados por los investigadores como
Salmos de Tora, porque alaban la Tora como una revelación de la voluntad del
Señor. En Israel se celebraba una fiesta en la cual se daba gracias a Dios por el don
de la Tora. Es la fiesta de Pentecostés, porque 50 días después de haber salido de
Egipto, Israel llegó al monte Sinaí, donde Moisés recibió la Tora de Dios en la
cima del monte sagrado. La fiesta de Pentecostés había sido antiguamente (en
tiempos de los cananeos) una fiesta en honor del dios sol. Ya hemos visto el
simbolismo solar que utiliza el Salmo 19.
La relación de los salmos Tora con la fiesta de Pentecostés, indujo a algunos
investigadores a proponer que el Salmo 119 fue escrito originalmente para una
vigilia a celebrarse en el templo durante la Fiesta. Las muchas secciones de este
salmo, tan largas, se cantaban a diferentes horas del día, durante un período de 24
horas. Se cree que el Salmo 119 tiene su origen en los días del escriba Esdras,
quien trajo la Ley de Moisés a Jerusalén desde Babilonia. Es posible que el mismo
Esdras haya sido el autor del Salmo, y que los enemigos denunciados en sus líneas
fueran los príncipes, sacerdotes y miembros del pueblo que se opusieron a las
reformas que el escriba introdujo en Jerusalén y Judea.
2
Los salmos reales

SALMO 2
2:1 ¿Por qué se sublevan las naciones, y en vano conspiran los pueblos?

Sin duda, el Salmo 2 es uno de los textos más dramáticos de todo el AT. Es un
salmo lleno de acción, color, movimiento, conflictos, violencia, y sonidos. Oímos
las voces, murmuraciones y gritos de los insurrectos armados, incitando a sus
seguidores a la rebelión. Se oye la solemne declaración de un rey el día de su
coronación, y los cantos de un numeroso coro de levitas, acompañados de toda
clase de instrumentos musicales, al celebrar la asunción de un nuevo soberano. Se
oye el alboroto de ejércitos en marcha y el sonido de sus trompetas anunciando su
llegada. Y dominando todo lo demás se oye al Señor, el Dios de Israel, riéndose de
los inútiles intentos de los mortales de querer impedir el establecimiento de su
reino.
El Salmo 2 es el primero, en la parte del salterio, en que se tratan las oraciones
de David; por lo tanto se lo ha designado como salmo real. El lugar tan
prominente que ocupa el Salmo 2, se debe al hecho de que el tema que desarrolla,
el reino del Señor sobre la tierra, es uno de los temas principales de el Libro de los
Salmos (Childs 1979:16). Los salmos atribuidos al rey David, o que tienen
relación con él, se encuentran en su mayoría en los dos primeros libros del salterio.
El último salmo en esta colección es el Salmo 72, otro salmo real, que concluye
con las palabras: “Aquí terminan las oraciones de David hijo de Isaí” (Salmo
72:20). No todos los salmos de esta colección fueron escritos por David, o tratan
acerca de él. La atribución a David de los salmos de esta colección es obra de los
escribas y levitas, que realizaron su trabajo de recopilación y redacción muchos
siglos después de la época del segundo rey de Israel. A veces el vínculo aceptado de
cierto salmo con David o la dinastía davídica es cierto, y otras veces no. Los
epígrafes sobre los salmos en el texto hebreo, no son, entonces, parte integral del
texto inspirado, sino una añadidura, que no es obra del autor. Los investigadores
creen que la mayoría de los salmos fueron escritos por los sacerdotes y cantores del
templo, encargados de dirigir al pueblo de Dios en la adoración (Graus
1993.1.100). Pero, aunque el Salmo 2 no menciona por nombre al autor, en
Hechos 4:25 San Lucas nos señala que aquí encontramos las palabras del mismo
rey David. Según el gran erudito y comentarista judío Rabbi Abraham Ben Meir
Ibn Ezra (1089–1164 dC.), las palabras del Salmo 2:7 se refieren a la unción de
David como rey, y por tal motivo dice: “Yo te engendré hoy”, o bien, se refieren al
Mesías.
El Salmo 2 parece ser un canto sagrado que solía entonarse en ocasión de la
coronación y unción de casi todos los reyes de la dinastía davídica, en el templo de
Jerusalén.
Bien podría haber sido escrito por el propio rey David o uno de los poetas o
profetas sagrados, para su real descendencia en el día de su ascensión al trono. La
inserción de algunas palabras en arameo, en el versículo nueve, ha sido motivo de
que algunos investigadores sugirieran una fecha más tardía para este salmo. Podría
ser, sin embargo, que las palabras hayan sido añadidas después del exilio
babilónico, donde los judíos aprendieron el arameo; pero esto no quiere decir que
el salmo no tuviera su origen en los días en que aún gobernaban en Judá los reyes
de la casa de David.
La circunstancia presentada por el Salmo 2 es la de una insurrección de
algunos vasallos del rey en el día de su coronación. En el antiguo Cercano
Oriente, la muerte del anciano rey y la ascensión al trono del nuevo monarca,
fueron con frecuencia la ocasión para la sublevación de una parte de sus vasallos.
El salmo se entona en el momento del ungimiento y la coronación de un nuevo
rey, ocasión que muchos aprovechan para conspirar e insubordinarse contra la
autoridad del nuevo soberano, suponiendo debilidad e inexperiencia de éste.
Después de la muerte del rey Salomón y la ascensión al trono de su hijo Roboán
(1 Reyes 12), los antiguos súbditos del anciano monarca rehusaron pagar tributos
al nuevo rey y sujetarse a su autoridad. De la época actual se recuerda el derrumbe
de Yugoslavia después de la muerte del mariscal Tito. Volviendo a los tiempos
antiguos, después de la muerte de Asurbanipal, rey de Asiria, Josías, rey de Judá y
vasallo del imperio asirio, trató de independizarse del dominio del hijo de aquél,
Sinsharishkin.
El Salmo 2 comienza con una pregunta que muestra el asombro del salmista
ante la insurrección de los pueblos gentiles contra el rey davídico. La conspiración
de los príncipes rebeldes es, para el salmista, algo vano, o sea, una cosa sin valor,
inútil y sin permanencia. La conspiración es vana y destinada al fracaso, porque
no es solamente una rebelión contra el rey, sino también contra el Señor, el Dios
de Israel. La palabra (¿por qué se) amotinan? (RV) [(¿por qué se) sublevan?
NVI], podría traducirse también como murmurar o cuchichear (Graus
1993.1.201), palabras que, quizá, indican mejor la frenética actividad de los
conspiradores, en su afán por declarar su independencia de Dios. Desde que Adán
y Eva saborearon la fruta prohibida en su afán de “ser como Dios”, el pecado
predilecto del género humano ha sido librarse de Dios y convertirse en seres
autónomos que piensen y actúen como si ellos fuesen dioses.
Respecto de la palabra “pueblos”, ha habido comentaristas que enmendaron el
texto hebreo a fin de que se leyera “guerreros”.
2:2–3 Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes se confabulan contra el SEÑOR y contra su
ungido. Y dicen: “¡Hagamos pedazos sus cadenas! ¡Librémonos de su yugo!”

Las murmuraciones y la rebelión de los reyes y los pueblos están dirigidas contra
el ungido del Señor. En el AT, la palabra “ungido” se emplea para designar a la
persona escogida y consagrada por Dios, para actuar como su instrumento y
representante en la tierra. Los ungidos del Señor fueron los reyes, los sacerdotes y
los profetas. El ungido al que hace referencia el Salmo 2 es el rey davídico, el rey
de la familia de David que es coronado para reinar sobre el pueblo de Dios.
Los reyes davídicos no sólo fueron coronados, sino que también se los ungía
en una ceremonia en la cual el sumo sacerdote derramaba aceite sagrado sobre la
cabeza del nuevo rey. Esto era una señal pública de que había sido escogido por el
Señor. El aceite simbolizaba el Espíritu del Señor y sus dones. A fin de estar
capacitado para gobernar sobre las ovejas del rebaño de la casa de Israel con
sabiduría y justicia, el nuevo rey debía ser guiado por, y contar con el apoyo de, el
espíritu divino. Así como el sumo sacerdote derramaba el aceite de oliva
consagrado sobre la testa coronada, así el Señor debía derramar su espíritu sobre el
nuevo soberano, para que éste pudiera cumplir con su mandato con el poder del
Espíritu Santo.
En 1 Samuel 10 leemos acerca de la dramática historia de cómo Saúl, el
primer rey de Israel, fue ungido por Samuel: “Entonces Samuel tomó un frasco de
aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y le dijo: –¡Es el SEÑOR
quien te ha ungido para que gobiernes a su pueblo!” Lo que aquí llama la atención
es que Samuel no sólo ungió a Saúl con aceite, sino que también lo besó. El beso
sirve como símbolo de homenaje al ungido del Señor e implica sujetarse a él.
Inmediatamente después del relato del ungimiento de Saúl, leemos en el mismo
capítulo 10 de 1 Samuel, que el Espíritu de Dios vino sobre Saúl con poder, y
profetizó entre los profetas que habían ido a encontrarse con él. Dice así: “Los
que desde antes lo conocían, al verlo profetizar junto con los profetas se
preguntaban unos a otros: –¿ué le pasa a Saúl hijo de uis? ¿Acaso él también
es uno de los profetas?”
En el relato bíblico del ungimiento de David como nuevo rey de Israel, se
hace patente la relación entre el ungimiento con aceite y el derramamiento del
Espíritu Santo: “Samuel tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de
sus hermanos. Entonces el Espíritu del SEÑOR vino con poder sobre David” (1
Samuel 16:13). En hebreo, la palabra para “ungido” es mesías. De este modo,
cualquier persona que haya sido ungida con aceite en una ceremonia sagrada,
puede ser designada como un mesías. En griego, la palabra para ungido es cristo.
El trasfondo histórico del Salmo 2 en el AT, es el relato del pacto del Señor
con la casa de David, según lo encontramos en 2 Samuel 7 y 1 Crónicas 17:1–17.
Leemos allí que David, después de haber derrotado a todos sus enemigos y
haberlos sujetado a su dominio, decidió construir en Jerusalén un templo para el
Señor su Dios. Sin embargo, el Señor, hablando por medio del profeta Natán, le
comunicó a David que la tarea de construir una casa para el Señor no sería de él
sino de su sucesor, uno de sus hijos. Las manos de David habían derramado
demasiada sangre, y el Señor quería que su templo fuera construido por uno que
tuviese las manos limpias.
En vez de ser David quien le hiciera una casa al Señor, el Señor prometió
hacerle una casa a David. No sería un palacio de mármol y madera de cedro, sino
una dinastía real, una sucesión de descendientes que reinarían sobre el pueblo de
Dios. El pacto que Dios estableció con David comprendía la promesa de que el
Señor pondría en el trono de David, después que éste hubiese ido a reunirse con
sus antepasados, a uno de su linaje, y afirmaría su reino. Con palabras que nos
recuerdan el Salmo 2, el Señor prometió: “Yo seré su padre, y él será mi hijo… Tu
casa y tu reino durarán para siempre delante de mí; tu trono quedará establecido
para siempre” (2 Samuel 7:14, 16). Pero el Señor puso algunas condiciones al
pacto que hizo con David y su casa: “Así que, cuando haga lo malo (el rey que
sucede a David), lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. Sin
embargo, no le negaré mi amor, como se lo negué a Saúl, a quien abandoné para
abrirte paso” (2 Samuel 7:15).
Además de ser un canto para la coronación de un nuevo rey, el Salmo 2 es una
celebración del pacto entre el Señor y la casa de David. El pacto es la base de la
confianza con la cual el salmista entona el salmo. Sabe que el Señor, fiel a su pacto,
actuará para defender y afirmar a los descendientes de David, para desgracia de los
que traten de poner fin a la dinastía davídica. Pero recordemos que los reyes del
linaje de David también tenían responsabilidades que cumplir. A fin de que los
descendientes de David recordaran cuáles fueron su misión y responsabilidades,
los escribas antepusieron al Salmo 2, el Salmo 1, en el cual se pronuncia dichoso al
hombre que no sigue el consejo de los malvados, sino el camino de los justos. El
hombre justo del que habla el Salmo 1 es, ciertamente, todo aquel que entone los
cantos del salterio; pero, en un sentido muy especial, es el Ungido del Señor, el rey
davídico cuyo ungimiento se celebra en el Salmo 2. El Señor mismo ha prometido
actuar para defender al Ungido del Señor de todos los que se alzaren contra él.
2:4 El rey de los cielos se ríe; el SEÑOR se burla de ellos.

El escenario del salmo cambia a los cielos, en donde se nos invita a ver a Dios
burlándose de las pretensiones de los seres humanos que rehúsan rendir sus vidas
ante el ungido (Comp. Salmo 72:8–11).
Otros textos que mencionan que Dios se ríe, son Salmo 37:13; 59:8; Job 9:23.
2:5 En su enojo los reprende, en su furor los intimida.

A diferencia del dios de los filósofos griegos, que era un ser sin emociones, pasión
o características humanas, los salmos presentan al Señor cual ser de gran
sensibilidad. El Señor es un Dios que ama, tiene celos, se angustia y se encoleriza.
Para los antiguos semitas, la nariz era la sede de la cólera y el rostro la parte del
cuerpo donde se manifiesta la pasión y el furor de la persona airada. El enojo del
Señor no quiere decir que ya haya llegado el momento del juicio, pero servirá
como advertencia de que no tardará en llegar. El cuadro que los salmos presentan
del Señor, no es el de una divinidad que admite con indiferencia los caprichos de
los seres humanos, sino el de un Dios sumamente preocupado por su creación y
por todo lo que acontece entre sus criaturas.
2:6–7 “He establecido a mi rey sobre Sión, mi santo monte.” Yo proclamaré el decreto del SEÑOR:
“Tú eres mi hijo”, me ha dicho; “hoy mismo te he engendrado”.

Notamos un cambio muy importante en el versículo 6; deja de lado la tercera


persona y comienza a hablar en primera persona. El pronombre YO predomina
ahora en los versículos siguientes. ¿uién habla? Sin duda el YO en cuestión es el
mismo Señor. Algunos investigadores creen que el Señor habla directamente por
medio de un profeta o cantor inspirado, mientras que otros afirman que el mismo
rey o su representante está leyendo lo que está escrito en un decreto que solía
leerse como parte de la liturgia, en los actos de coronación. Es el motivo por el
cual algunas traducciones modernas, como la de la Biblia del Peregrino, han
modificado el texto para poner énfasis en el hecho de que la única persona que
habla en todo el Salmo 2 es el rey. En la versión mencionada, se traduce el
versículo 7 de la manera siguiente: “Voy a recitar el decreto del Señor. Me ha
dicho: ‘Tú eres mi hijo’.” En cambio otros afirman que en el Salmo 2 oímos tres
voces, a saber: la del salmista, la del rey y la voz del Señor. Las tres voces son parte
de una liturgia recitada en cada coronación sagrada. Investigadores como Tercien
(2003:78–79) creen que entre los que tenían parte en esta liturgia se contaban el
ungido (v. 7), un coro de levitas (vv. 1, 2, 4, 5, 10–12), otros levitas que
interpretaban el papel de los príncipes rebeldes (v. 3) y un profeta o sacerdote que
recitaba la parte que correspondía al Señor (vv. 6, 8, 9); además el rey, los levitas, y
quizá un profeta del culto hablando por inspiración del Señor.
El decreto oficial, leído por el rey o pregonado por el mismo Señor, sirve para
poner énfasis al hecho de que el nuevo rey ha sido adoptado como hijo del Señor.
Sujetarse al rey es someterse al Señor. Sujetarse al ungido, sin embargo, no es
cambiar una tiranía por otra. El ungido reinará tomando en cuenta al pobre, la
viuda, el extranjero y el que no es capaz de defenderse a sí mismo. El rey gobierna
en paz. Es por esto que el Salmo 2 alcanza su cumplimiento último en la vida de
Cristo y de su iglesia (Hechos 13:33). Jesús es el rey que porta una corona de
espinas y manifiesta su reino en una cruz. Es el rey que se sacrifica por su pueblo y
la humanidad sufriente. En Cristo el enojo y el escarnio de Dios toman la forma
de lágrimas. Los primeros en quedar domeñados por él fueron los que le
crucificaron.
El decreto es divino, pero los príncipes rebeldes ignoran su publicación y
desconocen la verdadera identidad del nuevo rey. Lo que no saben los poderes
insurrectos y que deben entender, es que el rey contra quien se han sublevado es el
Ungido del Señor. Antes de que sea demasiado tarde, los adversarios tendrán que
darse cuenta de que no están luchando en contra de cualquier gobernante de este
mundo, sino contra el hombre a quien el Señor mismo ha escogido. Pelear en
contra del Hijo del Señor es un acto suicida, porque implica combatir en contra
del Creador de cielo y tierra. Si continúan con su aventura de rebeldía, los
príncipes opositores sólo lograrán sellar su propia destrucción. Hay que conocer
la identidad del adversario antes de arremeter contra él. uizá el rey de Judá fuera
para los insurrectos un príncipe insignificante entre los poderosos soberanos de
naciones como Egipto, Babilonia y Asiria. No percibieron su verdadera autoridad.
Su gloria fue para ellos algo oculto; y esta gloria que no advirtieron no es otra cosa
sino la unción divina. Estas consideraciones hallaron eco en varios pasajes del
NT; entre ellos los siguientes: “Más bien, exponemos el misterio de la sabiduría
de Dios, una sabiduría que ha estado escondida y que Dios había destinado para
nuestra gloria desde la eternidad. Ninguno de los gobernantes de este mundo la
entendió, porque de haberla entendido no habrían crucificado al Señor de la
gloria” (1 Corintios 2:7–8). “O supongamos que un rey está a punto de ir a la
guerra contra otro rey. ¿Acaso no se sienta primero a calcular si con diez mil
hombres puede enfrentarse al que viene contra él con veinte mil?” (Lucas 14:31).
Éste fue el error de Senaquerib, rey de Asiria, que invadió Judá y atacó
Jerusalén sin advertir que el rey Ezequías era el ungido del Señor que contaba con
el apoyo del ángel del Señor, el cual entró en el campamento asirio y abatió a
ciento ochenta y cinco mil guerreros (Isaías 37:36). “Él (Saulo de Tarso) dijo:
¿uién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es
dar coces contra el aguijón” (Hechos 9:5 RV).
En este pasaje notamos que Saulo cree que son los miserables cristianos
quienes son objeto de su persecución. Pero en el camino a Damasco el
perseguidor descubre que en realidad está arremetiendo en contra del Señor. Jesús
no le dice: “¿Por qué estás persiguiendo a mis discípulos?”, sino: “¿Por qué me
estás persiguiendo a MÍ?” uien persigue a los ungidos del Señor, en realidad
arremete contra el Señor de la gloria, y tal aventura terminará en fracaso y gran
dolor. Es como una mula o un buey que da coces contra la punta afilada de la
aguijada que el boyero utiliza para azuzar una bestia obstinada. “Todo el que
niega al Hijo no tiene al Padre; el que reconoce al Hijo tiene también al Padre” (1
Juan 2:23).
Debe notarse que el rey de Judá de quien habla el Salmo –a diferencia de los
reyes de Egipto, Babilonia y otros estados del antiguo Cercano Oriente–, no es
considerado un ser divino por nacimiento o por derecho propio. La mitología
mesopotámica habla de los dioses, atribuyéndoles divinidad, como el resultado de
la cópula entre deidades. En Egipto, el faraón fue considerado divino por haber
nacido como resultado de la unión sexual de la reina madre con uno de los dioses,
como Amón Ra (Terrien 2003:84–85). El Ungido de quien habla el Salmo 2, en
cambio, no es divino en virtud de ser un descendiente de Dios, o por ser la
encarnación de un dios. El rey de Judá es hijo adoptivo de Dios en virtud de haber
sido escogido y ungido por Dios, como en el caso del humilde pastorcito de
Belén, David hijo de Isaí (2 Samuel 7:14; Salmo 89:26–27). La autoridad del rey
de Israel no es un poder absoluto, ya que ha sido escogido y ungido para cumplir
una misión. Una parte de esa misión es ministrar justicia para los pobres y
oprimidos. El rey está sujeto a la autoridad de Dios (Deuteronomio 17:14–20), y
si no cumple con su misión corre el riesgo de perder su mandato divino. En 2
Crónicas 7:18, el Señor, refiriéndose al pacto entre Dios y la casa de David,
declara: “Yo afirmaré tu trono real, como pacté con tu padre David cuando le
dije: ‘Nunca te faltará un descendiente en el trono de Israel.’ ‘Pero si ustedes me
abandonan, y desobedecen los decretos y mandamientos que les he dado, y se
apartan de mí para servir y adorar a otros dioses, los desarraigaré de la tierra que
les he dado y repudiaré este templo que he consagrado en mi honor. Entonces los
convertiré en el hazmerreír de todos los pueblos’” (2 Crónicas 7:18–20).
Los escritos del NT afirman que la amenaza contenida en este texto se hizo
realidad cuando los últimos reyes de Judá se apartaron del Señor y de su Tora y se
entregaron por completo a la adoración de dioses falsos, a los sacrificios humanos
y a toda clase de injusticia social y opresión de los pobres. La cautividad
babilónica puso fin a las pretensiones e injusticias de los reyes davídicos. Dejaron
de haber coronaciones reales en las que se entonaba el Salmo 2. De aquí en
adelante, al entonarse el Salmo 2 en la liturgia del segundo templo o de la
sinagoga, se sobrentendió que el Ungido del cual habla el Salmo es el futuro rey
mesiánico. Las repetidas referencias al Salmo 2 en el NT son un testimonio
elocuente del hecho de que la iglesia primitiva identificó al Ungido del Salmo con
nuestro Señor Jesucristo. Él es el eterno Hijo del Señor, y todo el género humano
queda convocado a reconocer su soberanía y besar sus pies, porque ha dado su
vida en sacrificio por la redención de todas las naciones y pueblos. Hay refugio y
bienaventuranza para todos los que confían en él. Al relacionar el Salmo 2 con
Jesús, es preciso poner énfasis en que Jesús fue declarado Hijo de Dios no sólo el
día de su unción en el río Jordán, sino durante todo su ministerio: en su
nacimiento, bautismo (Mateo 3:17), transfiguración (Mateo 17:5), resurrección
(Romanos 1:4) y ascensión a la diestra de Dios. La epístola a los Hebreos (1:5–
14), citando el Salmo 2, afirma que Jesús es el Hijo de Dios desde la eternidad,
porque desde antes de la creación del mundo y de los ángeles, su trono permanece
por los siglos de los siglos. “Porque, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: ‘Tú eres
mi hijo; hoy mismo te he engendrado’?” (Hebreos 1:5).
Debe notarse que así como en el Salmo 2 el rey de Judá es llamado el “Hijo
del SEÑOR”, del mismo modo en Éxodo 4:22 se declara que Israel también fue
adoptado como “hijo” del Señor. Israel, al igual que el rey davídico, fue escogido y
adoptado como hijo para cumplir una misión: ser luz para los gentiles, y no para
servicio o gloria propios.
Los arqueólogos e historiadores del antiguo Cercano Oriente, han hecho
hallazgos en Egipto y países vecinos de Israel, y encontraron textos que contienen
decretos sagrados parecidos al decreto divino a que se hace referencia en el Salmo
2. Son decretos en los cuales los dioses confirman la autoridad de un nuevo
soberano. Por ejemplo, en Egipto salió a la luz un texto en el que el dios Amón Ra
confirma la investidura real y autoridad de la famosa reina Hatshepsut (Graus
1993:1.205).
2:8 Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡tuyos serán los confines de la tierra!

Al ser adoptado, uno se convierte en hijo y hereda privilegios que no tenía con
anterioridad. El Hijo hereda todo lo que tiene su padre, y siendo que todas las
naciones pertenecen al Padre, el Ungido las recibe como parte de su herencia. Es
la razón por la que uno de los privilegios de los ungidos del Señor es el de la
autoridad de juzgar las naciones (Graus 1993.1.210). Jesús también les dio a sus
discípulos la autoridad de juzgar: “–Les aseguro –respondió Jesús– que en la
renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono
glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para
gobernar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28). “¿Acaso no saben que los
creyentes juzgarán al mundo?… ¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?”
(1 Corintios 6:2–3).
Otro de los privilegios del ungido es el de formular peticiones espontáneas
(Salmo 20:5). “Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán,
para que su alegría sea completa” ( Juan 16:24).
Las palabras del versículo 8 del Salmo 2 se parecen a las que Dios habló al rey
Salomón después de que fuera afirmado en su reino: “Pídeme lo que quieras” (2
Crónicas 1:7). La respuesta de Salomón a este ofrecimiento del Señor fue: “Yo te
pido sabiduría y conocimiento para gobernar a este gran pueblo tuyo; de lo
contrario, ¿quién podrá gobernarlo?” Y después leemos: “Entonces Dios le dijo a
Salomón: –Ya que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi
pueblo, sobre el que te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni
esplendor, y ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga, te los
otorgo. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los
tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte”
(2 Crónicas 1:10–12).
Varios comentaristas que escribieron sobre estos versículos, han quedado
consternados por el hecho de que el Salmo 2 habla de una conspiración de los
reyes y príncipes de toda la tierra, y no de algunos pequeños principados vecinos
de Israel y Judá. La promesa al Ungido no se refiere únicamente a la tierra de
Palestina y sus alrededores, sino a los confines de la tierra. Ni siquiera en los días
de la Edad de Oro, o sea, en los días de David y Salomón, llegaron a extenderse las
fronte ras del pueblo de Dios más allá de las aguas del río Nilo y del Éufrates. Esto
ha motivado a investigadores como Alonso Schökel y otros, a concluir que el
Salmo 2 habla de un Ungido ideal, un Ungido futuro y su reino, y no de uno o
varios reyes de la historia de Judá. Según esta manera de pensar, el Salmo 2 se
escribió después de la desaparición del último rey de Judá, y expresa la fe en la
promesa del Señor a David, de que en un futuro último vendrá un Mesías divino
para establecer la soberanía del Señor no sólo sobre Israel, sino sobre todas las
naciones del mundo. La insurrección de los príncipes de la tierra y sus guerreros
será, entonces, la batalla última de todas las fuerzas del mal en contra del reino
mesiánico.
En nuestra opinión, tal interpretación futurista no desfavorece,
necesariamente, la interpretación histórica del salmo. Creemos que éste bien
pudo haber sido entonado en casi todas las ceremonias de coronación del reino de
Judá. Después de la deportación de Sedequías, último rey davídico, a Babilonia,
los grupos de cantores sagrados continuaron entonando el Salmo 2, sólo que
ahora lo hacían en espera de un futuro rey mesiánico, en quien se cumplirían
todas las promesas hechas por los profetas respecto a la casa de David. Es probable
que en fecha posterior los nombres de los pueblos vecinos (que aparecen, por
ejemplo, en el Salmo 60:8), hayan sido reemplazados por la frase “los confines de
la tierra”, y el añadido de algunas frases en arameo.
De todos modos, precisamente porque el rey de Israel gobierna en nombre del
Señor, es que su reinado será universal. Su misión tiene por objeto a todas las
naciones, porque la justicia y la salvación del Señor son para todas las naciones.
Dios prometió a Abraham que en su nombre todas las naciones recibirán
bendición. Durante toda la historia del pueblo de Dios hubo tensión entre dos
diferentes conceptos acerca de la monarquía. Según el primer concepto, sólo el
Señor es rey de su pueblo, y por lo tanto Israel no necesita ni debe querer un rey
humano (1 Samuel, Deuteronomio). El establecimiento de una monarquía fue
para Israel una gran tentación. Fue el intento de establecer una monarquía similar
a la de las otras naciones, con todos los abusos de la autoridad, tales como la
opresión de los pobres, la idolatría, la poligamia y los lujos y la opulencia. Según el
segundo concepto, el rey es el hijo adoptivo de Dios y no ejerce su propia
autoridad, sino que es un instrumento del reino universal de Dios. La tensión
entre los dos conceptos se resuelve solamente en el reino mesiánico de Jesucristo y
la proclamación de su gran comisión, por la que las naciones serán conquistadas
mediante la proclamación del evangelio, y no por la espada (Bauckham 2003:43).
Así como en el Salmo 2 se convoca a todos los reyes y gobiernos del mundo
para que se sujeten a la Tora del Señor, así se convoca a todos los príncipes,
presidentes, dictadores y gobernantes de nuestro mundo para sujetarse a, y doblar
la rodilla ante el Ungido del Señor, nuestro Señor Jesucristo. Ante él se doblará
toda rodilla, y toda lengua confesará que él es el Señor, para gloria de Dios Padre
(Filipenses 2:5–11). La llamada Gran Comisión, de Mateo 28:19–20, no es otra
cosa que el anuncio de que Dios ha dado toda autoridad a su Ungido a convocar a
todas las naciones a sujetarse a él en amor. El decreto que ha sido pregonado por
todo el mundo es su evangelio, y todas las naciones son llamadas a bautizarse en
su nombre y ser instruidas en todo lo que él ha enseñado a sus discípulos.
2:9 Las gobernarás con puño de hierro; las harás pedazos como a vasijas de barro.

En Egipto, y otras partes del antiguo Cercano Oriente, era costumbre que en el
ritual de la coronación del nuevo rey se colocasen en el templo una cantidad de
pequeñas figuras o vasijas, de barro. En cada una de las figuras o vasijas se escribía
el nombre de uno de los pueblos enemigos del nuevo rey, como, por ejemplo:
Filistea, Tiro, Sidón, Moab, Edom, Babilonia, etc. Entonces, tomando en sus
manos una vara de hierro, el rey comenzaba a romper las vasijas, una por una. Este
acto simbólico significaba que, así como el rey hizo pedazos las vasijas, así el Dios
del rey haría pedazos a todos sus enemigos. Por este versículo incluido en el Salmo
2, los investigadores han concluido que algo similar fue parte de la ceremonia de
entronización del nuevo monarca en Jerusalén (Kraus 1993.1.210; Keel
1978:278). En el libro de Keel hay dibujos de las imágenes y vasijas de barro
encontradas en Egipto, cerca de Wadi Halfa, en el año 1962. En los textos de
execración hallados en Egipto, hay una inscripción en la que se ve al faraón en el
acto de quebrar vasijas de barro en las que están escritos los nombres de sus
enemigos (Terrien 2003:85).
En la Septuaginta, la traducción al griego del AT, encontramos una variante
muy interesante. En vez de decir: “Los gobernarás con puño de hierro” [“Los
quebrantarás con vara de hierro” RV], en la Septuaginta reza: “Los pastoreará con
vara de hierro.” Las citas del Salmo 2:9 en el libro de Apocalipsis, son tomadas de
la Septuaginta: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré
autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas
como vaso de alfarero” (Apocalipsis 2:27 RV). “De su boca sale una espada aguda,
para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro” (Apocalipsis
19:15 RV).
Las tres citas del Salmo 2:9 en el libro de Apocalipsis, identifican claramente
al ungido del Salmo 2 con Jesucristo, en tanto que a los pueblos rebeldes los
identifican con Roma y las demás naciones que persiguen a la iglesia de Cristo.
2:10 Ustedes, los reyes, sean prudentes; déjense enseñar, gobernantes de la tierra.

En base al decreto divino por el cual el Ungido ha sido declarado el Hijo del
Señor y recibido autorización de gobernar las naciones en el nombre del Señor, se
les dirige un ultimátum a quienes pretenden sublevarse en contra del rey. Los que
se consideran gobernantes de la tierra, tendrán que darse cuenta de que hay un
juez que los juzgará. Las repetidas referencias al Salmo 2 en el libro de
Apocalipsis, nos recuerdan que el Padre le ha dado a Jesús la autoridad para juzgar
a las naciones (Mateo 28:18). Tenemos que tener presente que el libro de
Apocalipsis se escribió para consuelo de los discípulos y mártires que fueron
perseguidos, acusados y juzgados falsamente, por lo cual eran tenidos por jueces
de la tierra. El Apocalipsis es en realidad un comentario extendido sobre el Salmo
2. Pero el juez supremo es el Ungido del Señor. Cuando el sumo sacerdote Caifás,
en el intento de juzgar a Jesús por el pecado de blasfemia, le preguntó si era el
Cristo, nuestro Señor le contestó con la siguientes palabras: “–Sí, yo soy. Y
ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y
viniendo en las nubes del cielo” (Marcos 14:62). En las Escrituras el título “Hijo
del hombre” se emplea para señalar al supremo juez del tiempo último. En otras
palabras, Jesús le dice a Caifás: En este momento eres el juez y me juzgas a mí;
¡pero cuidado!, vendrá el día en que se trocarán los papeles. Yo seré el juez y tú
serás juzgado. El Salmo 2 les dice lo mismo a los que se jactan de ser los
gobernantes, o jueces, de la tierra. Vendrá el día en que los jueces serán juzgados.
2:11–12 Sirvan al SEÑOR con temor; con temblor ríndanle alabanza. Bésenle los pies, no sea que se
enoje y sean ustedes destruidos en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en
él buscan refugio!

Debido a que para algunos investigadores la frase “con temblor ríndanle alabanza”
no tiene sentido, Kraus ha reordenado las palabras en los versículos 11 y 12, para
que el texto rece así: “Servid al SEÑOR con temor, y con temblor besad sus pies.”
Traducida literalmente, la palabra “honrad” (RVR 1960) [“bésenle los pies”
NVI], debe ser “besad”, y es así como reza la traducción de la Biblia de Jerusalén y
de la Nueva Versión Internacional.
Con temblor besad sus pies (Biblia de Jerusalén)

Bésenle los pies, no sea que se enoje


(Nueva Versión Internacional)

En el antiguo Cercano Oriente, una de las formas de mostrar honor y sumisión


ante un personaje importante, era besarle el rostro o los pies. Como vimos
anteriormente, el profeta Samuel, después de ungir a David como rey de Israel, lo
besó. En sus comentarios referidos al Salmo 2, los rabinos enseñaron que el
Ungido debe ser saludado con un beso, así como suele besarse a un rey o un
maestro. El Talmud establece que, al encontrarse con un maestro, el discípulo
debe besarle la mano (Santala 1992).
Ahora bien, la traducción que tenemos en la Biblia de Jerusalén y la Nueva
Versión Internacional, no dice: “Besad al Hijo”, sino “besad sus pies”. La última
versión de la Reina Valera, sin embargo, sigue hablando del “Hijo” y no de los
“pies”, porque la palabra que aparece en el hebreo es bar, que es la palabra para
“hijo”, en arameo. Lo cierto es que el resto del Salmo 2 está escrito en hebreo, y no
en arameo. ¿Por qué, cuestionan muchos traductores, emplearía el salmista la
palabra hebrea ben, en el versículo 7, y la palabra aramea bar en el versículo 12,
para expresar la idea de hijo? La conclusión a la que llegan los traductores es que
se coló un error en los manuscritos y que en las copias más antiguas –ahora
perdidas–, la palabra debe haber sido “pies”. Otros, como Craigie (1983:64), son
renuentes a cambiar el texto masorético y, por lo tanto, prefieren la traducción
“besad al Hijo.” Craigie cree que la palabra aramea para hijo se emplea aquí
porque el versículo está dirigido a los pueblos gentiles vecinos de Israel, y la
mayoría fueron arameoparlantes. Además, el uso de bar, en vez de pen, evita la
disonancia que resulta en hebreo por la frase ben pen (el Hijo, no sea que).
La expresión del deseo de dicha con que termina el Salmo –“¡Dichosos los
que en él buscan refugio!”–, es una nota de gracia. En vez de terminar con una
amenaza, el salmista invita a todos, rey, israelitas y pueblos extranjeros, a que
procuren protección y paz en el Señor. Las cuerdas de la Tora con las que el Señor
quiere sujetarnos, no son cadenas de hierro sino lazos de amor. Son como los lazos
que se emplean en la celebración de bodas en algunas partes de México para
enlazar a los novios como símbolo del amor del cual habla Cristo en Efesios 5:21:
“Sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo.” El yugo del Ungido no se
parece en nada a las cadenas con que sujetaron a los cautivos israelitas en su exilio
a Babilonia, ni a las imposiciones y pesadas cargas que los escribas y fariseos
pusieron sobre las espaldas de los hombres (Mateo 23:4). La invitación con que
concluye el Salmo 2 es en realidad otra manera de decir: “Vengan a mí todos
ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi
yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán
descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana” (Mateo
11:28–30).
LA RELACIÓN ENTRE EL SALMO 1 Y EL SALMO 2
El Salmo 2 concluye con un anhelo de dicha: “¡Dichosos los que en él buscan
refugio!” Puesto que el Salmo 1 comienza también con un anhelo de dicha:
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados”, los investigadores
que se han dedicado al estudio del canon del AT y de la relación existente entre
los salmos, dicen que estos anhelos de dicha forman un inclusio. En retórica, la
palabra inclusio significa un marco dentro del cual se coloca un contenido. En
otras palabras, los dos anhelos de dicha son como el frente y el reverso de un
sobre. Lo que se encuentra dentro se considera como dos partes de algo completo,
como un díptico. Según este modo de entender la ubicación de ambos salmos al
principio del salterio, van juntos y deben ser leídos así, porque uno sirve para
interpretar al otro.
No hay epígrafe en ninguno de los dos salmos que pueda servir como un
signo que marcara separación. Ya hemos mencionado que la palabra dichoso sirve
como un inclusio, que une los dos primeros salmos en el salterio. Otro nexo es la
mención en ambos de la conspiración de los malvados. En el Salmo 1 leemos
acerca del consejo de los malvados, en tanto que el Salmo 2 hace referencia a los
reyes y gobernantes malvados que se confabulan contra el Señor. Leyendo los dos
salmos juntos, el lector se verá inducido a identificar a los malvados que brindan
malos consejos, del Salmo 1, con los gobernantes rebeldes que se confabulan en
contra del Señor y de su Ungido, en el Salmo 2. El Salmo 1 expresa que la senda
de los malos lleva a la perdición, mientras que el Salmo 2 lo hace en el sentido de
que serán gobernados con puño de hierro (“los quebrantarás con vara de hierro”
RV). El énfasis puesto en la Tora es otro vínculo entre el Salmo 2 y el 1. El rey
justo de quien habla el Salmo 2 viene a ser el hombre justo del Salmo 1, que día y
noche medita en la Tora del Señor. Esta misma Tora es entonces la ligazón que
intentan romper los conspiradores del Salmo 2. En una importante variante del
texto de Hechos 13:33, se identifica al salmo que habla del Ungido del Señor
como el Salmo 1, y no como el 2. Esta circunstancia parece apoyar la hipótesis de
muchos investigadores en el sentido de que antiguamente el Salmo 2 estuvo
ubicado en el primer lugar en el salterio. Se cree que en fecha posterior el Salmo 1
fue ubicado en el primer lugar en el salterio, para servir como introducción
general a toda la colección de salmos. Además, se cree que el Salmo 1 es de fecha
posterior al Salmo 2.
De entre las numerosas y diferentes interpretaciones dadas a este Salmo, vale
la pena mencionar la obra sinfónica del compositor Leonard Bernstein, de origen
judío, llamada Chichester Psalms. La obra comienza con la interpretación de un
movimiento frenético y disonante, que representa los gritos desafiantes de los
insurrectos. Progresivamente se va apaciguando el frenesí del coro que entona las
voces de los gobernantes rebeldes del Salmo 2 y se comienza a cantar las palabras
del Salmo 23, El Señor es mi pastor.
EL SALMO 2 APLICADO A NUESTRA VIDA:
UNA PREDICACIÓN BASADA EN EL SALMO 2
De niño, concurría yo a la escuela dominical, y una de mis historias bíblicas
favoritas era la de la coronación del pequeño rey Joás (2 Reyes 11). Cuando el rey
Ocazías, padre de Joás, perdió la vida en una batalla, la reina madre Atalía decidió
provocar un golpe de estado y tomar para sí el trono del difunto rey. Para poder
llevar a cabo su plan, Atalía tuvo que ordenar la muerte de todos sus nietos, es
decir, los hijos del rey muerto. Siendo hija del rey Acab y su infame esposa Jezabel,
Atalía no tuvo remordimientos. Siguiendo sus instrucciones, los soldados leales a
Atalía entraron en la residencia real con el fin de matar a los pequeños príncipes.
Pero, antes de que los soldados pudiesen llevar a cabo su macabra tarea, Josaba,
hija del rey y esposa del sacerdote Joyadá, logró esconder al más joven de los
príncipes en el templo. Y así el niñito Joás quedó escondido en el templo durante
seis años. Mientras tanto, Atalía, fiel a los principios de su madre Jezabel,
promovió la adoración al ídolo Baal y estableció una verdadera tiranía en la
nación de Judá. Cuando Joás contaba siete años, el sumo sacerdote Joyadá llamó a
todos los fieles que aún adoraban al Señor para un culto especial en el templo, a
fin de renovar el pacto sagrado con el Señor. En medio de las festividades, el sumo
sacerdote tomó al pequeño príncipe y lo presentó a la congregación. Allí mismo
lo ungieron con aceite y lo coronaron como legítimo rey de la casa de David.
Los fieles aplaudieron y gritaron: “¡Viva el rey!” Al oír los cantos y la gritería
en el templo, la reina Atalía abandonó furiosa su palacio. Vociferando: “¡Traición!
¡Traición!”, corrió al templo. Decía: No permitiré esta rebelión. ¿Cómo se atreven
a hacer esto, estos miserables adoradores del Señor? ¡No lo voy a permitir!
Reuniré a todos los sacerdotes de Baal y a todos mis soldados. Enviaré mensajeros
a mis tíos, los reyes de Tiro y Sidón y a todas las ciudades de Fenicia, que también
adoran a Baal. Juntos nos levantaremos en contra del ungido del Señor. Los jeques
de las tribus de beduinos no van a aceptar ser gobernados por los mandamientos
del Señor. Unidos nos alzaremos y acabaremos con el rey Joás. Juntos
desobedeceremos los mandamientos del Señor, con los que nos quiere amarrar.
La situación del rey Joás en el templo parece ser crítica. Se lo ve tan débil
comparado con sus enemigos, que son numerosos. Y mientras éstos gritan
furiosos en la parte exterior del templo, uno de los levitas se acerca para cantar un
himno sagrado, un salmo que siempre solía cantarse en ocasión del ungimiento de
un nuevo rey. El canto es el Salmo 2, el canto del Ungido del Señor; y es nuestro
texto en esta ocasión.
¡ué canto tan hermoso! El Señor le dice al nuevo rey que sus enemigos, con
sus amenazas y maldiciones, en realidad no están luchando en contra de él, el rey.
El que se alza en contra del Ungido, en realidad pelea contra el Señor, y quien se
rebela en contra del Ungido del Señor jamás prevalecerá. El Señor está con su
Ungido, para protegerlo y darle la victoria. El Señor dice: “Mi Ungido es mi Hijo.
Hoy, en el día de su ungimiento y coronación, yo lo he engendrado, adoptado
como mi Hijo. Yo llevo a mi Ungido en mis manos, lo protegeré y haré que todos
sus enemigos se rindan ante su trono y le besen los pies.
¡ué consuelo tan grande fueron para el pequeño rey estas palabras del Salmo
2! ¡uiera Dios que nosotros podamos entonar este salmo con la misma alegría
con que lo hizo el rey Joás! ¡Ojalá pudiéramos se considerados dignos de reclamar
este salmo para nosotros! Todo lo cual nos induce a preguntar: ¿De quién es el
Salmo? ¿uién se atreve a entonarlo? ¿uién es digno de cantarlo?
¿uién podrá entonar el Salmo 2? Sabemos que los reyes de Judá pudieron
cantar el Salmo 2, porque fueron los ungidos del Señor. Y no sólo Joás, sino
también David, Salomón, Ezequías, Josías y muchos más. Fue para ellos que el
Salmo se escribió, porque ellos fueron escogidos y llamados por el Señor para ser
sus Ungidos. Pero el derecho que les cupo a los reyes de Judá de cantar el Salmo 2
no fue un derecho inherente a ellos, sino que tenía que ver con el llamado de
Dios. Y Dios llama a sus Ungidos para servir, y no para ser servidos. El llamado
para ser reyes no los autoriza a explotar al pueblo, sino que les brinda el privilegio
de sacrificarse por el bien del pueblo. El Ungido del Señor es llamado para
cumplir la voluntad del Señor, y no para satisfacer sus propios caprichos. Cuando
los reyes de Judá echaron al olvido su llamado y dejaron de transitar los caminos
de Dios, perdieron su derecho a cantar el Salmo 2. Y cuando finalmente todos los
reyes de Judá se olvidaron del Señor y dejaron de servirle, Dios mismo envió
conquistadores extranjeros que pusieron fin a la casa real de Judá. El Salmo 2 les
fue quitado y entregado a uno más digno.
¿uién puede cantar el Salmo 2? Jesús puede cantarlo, porque él es el Ungido
del Señor. Recordemos la historia del bautismo de Jesús. Un día viene al río
Jordán, donde Juan el Bautista está bautizando. Jesús desciende al agua, y mientras
Juan lo bautiza con agua, se abren los cielos y el Espíritu Santo desciende como
una paloma y se posa sobre él. En ese instante Jesús no es ungido con aceite, sino
con agua y con el Espíritu Santo. De pronto se oye una voz del cielo: “Éste es mi
Hijo amado; estoy muy complacido con él.” ¿De dónde provienen las palabras
“Éste es mi Hijo”? Del versículo 7 del Salmo 2, en que el Señor declara: “Tú eres
mi hijo; hoy mismo te he engendrado.” Por medio de una solemne declaración el
Padre celestial proclama a Jesús como el Ungido del Señor. La declaración le
otorga a Jesús el derecho de entonar el Salmo 2. Es ahora su salmo, y es en Jesús
que el salmo encuentra un significado más profundo. Los reyes de la tierra que se
levantan contra el Ungido del Señor, los gobernantes que juntos se confabulan en
contra de él son ahora Herodes, Poncio Pilato, los saduceos y los escribas, los
ancianos de Israel y los gentiles. Todos ellos le acusaron y condenaron. A mano
airada tomaron al Ungido y lo clavaron en una cruz. Se burlaron de él cruelmente,
y cuando expiró en la cruz se regocijaron. En ese momento, todos los demonios
del infierno gritaron de júbilo: Ahora “¡hemos hecho pedazos sus cadenas! ¡Nos
hemos librado de su yugo!” Somos libres; hemos obtenido la victoria. Pero Lutero
nos dice que en ese mismo momento, cuando sus enemigos gritaban de júbilo, se
escuchó a otro, absolutamente superior a ellos, riéndose. Dios se reía, así como
dice nuestro Salmo: “El rey de los cielos se ríe; el SEÑOR se burla de ellos.” Dios se
reía de todos los se habían alzado en oposición al Ungido. Porque la muerte de
Jesús es, en realidad, un momento de gran victoria. Es el momento en que él pagó
todas nuestras deudas, y de esta manera nos libró del pecado, la muerte y el
infierno, sufriendo en su cuerpo el castigo que merecieron tus pecados y los míos.
Ahora Dios lo exaltó colocándolo a su diestra y dándole absoluta autoridad
sobre todos los dominios, principados, y potestades de la maldad. Allí, a la mano
derecha de Dios, el Ungido reinará hasta que todos sus enemigos sean puestos
debajo de sus pies, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que
están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra, y que toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre.
Jesús puede entonar el Salmo 2, es digno de hacerlo, y lo está haciendo. El
hecho de que Jesús puede cantar el Salmo quiere decir que tú lo puedes cantar
también. Porque en nuestro Bautismo hemos sido incorporados a Jesús. Él está en
nosotros, y nosotros en él. Él es la vid y nosotros las ramas. En él fuimos llamados
y en él hemos sido constituidos reyes y sacerdotes para reinar con él, y hasta para
juzgar a ángeles. Jesús es la cabeza y nosotros los miembros de su cuerpo, la iglesia.
Porque fueron miembros de su cuerpo, los discípulos de quienes leemos en
Hechos 4, entonaron el Salmo 2 como una canción que hablaba de ellos y se
aplicaba a sus vidas. En el libro de Apocalipsis, que como se dijo anteriormente, es
en realidad un comentario extendido del Salmo 2, vemos cómo a los mártires
perseguidos se los exhorta a ver este salmo cumpliéndose en sus sufrimientos, a
causa del evangelio. Y siendo que nosotros hemos sido ungidos en Jesús, podemos
también entonar el Salmo 2 como nuestra propia canción.
¿Y por qué debemos cantar este salmo? Lo cantamos, en primer lugar, para
honrar a Jesús, quien como el Ungido de Dios es nuestro Rey y Salvador. Pero lo
entonamos también porque nos encontramos en una circunstancia similar a la del
rey niño Joás, aparentemente débil y rodeado de toda clase de poderes hostiles.
Hasta nuestra vieja naturaleza humana y nuestro propio pasado se alzan en contra
de nosotros. Satanás y sus demonios nos acusan y condenan. Nos sentimos
acosados no sólo por ellos, sino también por los mandamientos de la ley y nuestra
propia conciencia. El medio en el cual vivimos se rebela en contra de nosotros y
amenaza con llevarnos a nosotros y a nuestra familia por la senda de los
pecadores. La corriente del tiempo presente parece ir en contra de nosotros y en
contra de la iglesia de la cual somos parte. Estas fuerzas hostiles confabulan y
vociferan en contra de nosotros: “¿uién te crees que eres tú que te llamas
cristiano? ¿Crees que puedes escapar a tu destino? Sabes todo lo que hiciste. Estás
consciente de todos los trapos sucios de tu pasado y presente. ¿Cómo irás a
escapar? Todo lo que has sembrado lo cosecharás. Hoy día no podrás vivir jamás
como un verdadero cristiano o criar a tus hijos como cristianos. Las fuerzas del
mal te superan. No vale la pena intentarlo. Las fuerzas rebeldes que se alzan en
contra del Ungido y sus seguidores son muy poderosas y se encuentran por
doquier. Los medios de comunicación nos bombardean con los valores negativos
y las filosofías huecas de nuestro siglo. El cartel de la droga se ha infiltrado en
nuestras instituciones educativas; el SIDA sigue segando millones de vida por
año; la corrupción y la deshonestidad están instaladas en los gobiernos, la
hipocresía y la lucha por el poder en las iglesias. El mundo está superpoblado y
contaminado, y se acaban los recursos naturales del planeta, en tanto que redes de
terroristas internacionales se confabulan contra “el SEÑOR y su Ungido”.
Cuando percibimos las fuerzas hostiles confabulando y amenazándonos,
cuando oímos sus gritos y burlas, cuando escuchamos la acusación de la ley y la
voz de nuestra propia conciencia y las amenazas de Satanás, entonces la
entonación del Salmo 2 nos pone alertas para que escuchemos otro sonido, otra
voz. Porque allá arriba, muy por encima de nuestros enemigos y sus gritos, se oye
el sonido de risas: “El rey de los cielos se ríe.” Debido a que estamos en él y él en
nosotros, toda amenaza y ataque en contra de nosotros es, en realidad, un ataque
en contra del Señor. Y justamente por ser un atentado en contra del Señor, es algo
vano que nunca tendrá éxito. uienes persiguen a los ungidos del Señor, atacan,
en verdad, al Señor mismo. Jesús no le preguntó a Saulo de Tarso: “¿Por qué
persigues a mis discípulos?”, sino: “¿Por qué me persigues a mí?” Siendo que no
sólo persigues a mi iglesia, sino también a mí, tu ataque resulta en cosa vana. Es la
razón por la que podemos entonar con valentía las palabras del Salmo 2 mientras
llevamos a cabo la misión que nuestro Señor nos ha encomendado.
Sin embargo, ¿cómo cantaremos nuestra canción? ¿Con qué espíritu
entonaremos nuestro salmo? Muchos de los reyes de Judá lo cantaron con un
espíritu de venganza. Se nota algo del espíritu de venganza o represalia en el
versículo 9 del Salmo 2: “Las gobernarás con puño de hierro; las harás pedazos
como a vasijas de barro.”
Los arqueólogos cuentan que durante las ceremonias de coronación en el
antiguo Egipto y otros pueblos del Cercano Oriente, se solía colocar en el templo
delante del nuevo rey varias vasijas de barro que llevaban inscriptas cada una el
nombre de una de las naciones enemigas del rey: Filistea, Moab, Edom, Damasco,
Babilonia, etc. Entonces, mientras el coro entonaba un texto semejante al del
versículo 9 del Salmo 2, el nuevo rey hacía pedazos, una por una, las vasijas,
rogando que así hiciera Dios con cada uno de sus enemigos.
Algo de este espíritu de represalia se evidenció en los discípulos de Jesús, en
ocasión en que pasaban por territorio samaritano, sabiendo que los judíos y los
samaritanos no se llevaban bien. Jesús había enviado a unos de sus discípulos a una
aldea cercana con la misión de hacer los preparativos para su llegada, y quizá, para
comprar alimentos para el viaje. Pero los discípulos volvieron donde Jesús,
furiosos. Dijeron: “Esos perversos samaritanos no nos quieren recibir ni
vendernos los alimentos que tanto necesitamos. Recordamos del AT que en una
oportunidad Elías hizo caer fuego del cielo. Y lo que queremos es que ahora hagas
caer fuego del cielo así como lo hizo Elías, a fin de acabar con estos perversos
samaritanos.” Jesús, entonces, los reprendió, y dijo: “Ustedes no saben de qué
espíritu son. Porque el Hijo del hombre no vino para destruir la vida de las
personas sino para salvarla” (Lucas 9:55–56). Jesús no alimentaba en su corazón
un espíritu de venganza y represalia. El día de su bautismo en el río Jordán, Jesús
recibió otro Espíritu, no el espíritu que busca la ley del ojo por ojo y del diente
por diente. El Espíritu que Jesús recibió el día de su bautismo lo hizo ser el amigo
de cobradores de impuestos y pecadores, como Zaqueo y la mujer sorprendida en
adulterio. Ese Espíritu hizo que recibiera con un abrazo a los hijos pródigos de
Israel y que ofreciera el paraíso a un criminal arrepentido. Fue este Espíritu quien
motivó a Jesús a proclamar: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” La
manifestación más sublime del amor de Jesús que perdona y reconcilia, fue la del
Ungido que sacrificó su vida para tu salvación y la mía. Al ver tan grande amor, el
centurión romano al pie de la cruz fue atraído hacia Jesús y se entregó a Cristo, el
vencedor, con las palabras: “¡Verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios!”
Jesús no tuvo necesidad de una vara de hierro para reducir y ganar para sí al
centurión pagano. La única arma que necesitó Jesús fue la cruz, con su mensaje de
amor y perdón.
En el Salmo 2 entonamos las palabras del versículo 8: “Pídeme, y como
herencia te entregaré las naciones; ¡tuyos serán los confines de la tierra!” Dios nos
envía a conquistar las partes más lejanas de la tierra para Jesús. Las naciones de las
que habla el Salmo aún nos rodean, todavía amotinadas y conspirando como en
los días del pequeño rey Joás. Estos paganos rebeldes no sólo se encuentran lejos
de nosotros en algún rincón olvidado de África, Asia, o las islas del mar, sino
también en las ciudades y pueblos en que vivimos, en nuestra vecindad, en las
escuelas y gobiernos y hasta en nuestras propias iglesias. El Salmo 2 nos motiva a
ganarlos para el Hijo. Jesús no necesitó una vara de hierro para ganar a sus
enemigos; le bastó la cruz con su mensaje de amor y reconciliación. Como sus
mensajeros ungidos, no necesitamos nosotros tampoco una vara de hierro, sino
sólo el mensaje de la cruz, que proclamamos y vivimos.
Se nos relata en el libro de los Hechos que en cierta ocasión los discípulos
fueron encarcelados y amenazados por haber proclamado el mensaje de la cruz.
Después de ser puestos en libertad, se reunieron con los suyos y les contaron
acerca de las amenazas e intimidaciones sufridas de parte de los principales
sacerdotes y los ancianos. Todos unidos, entonces, oraron el Salmo 2, pidiendo al
Señor no una vara de hierro para desmenuzar a sus enemigos, sino el poder y el
amor que otorga el Espíritu Santo para sanar y bendecir, y para proclamar el
mensaje del evangelio, sustentados con este poder.
La misma oración que los discípulos elevaron al cielo en aquella ocasión, es la
que elevamos nosotros al entonar el Salmo del Ungido del Señor (Hechos 4:24b-
31):
“Soberano Señor, creador del cielo y de la tierra, del mar y de todo lo que hay
en ellos, tú, por medio del Espíritu Santo, dijiste en labios de nuestro padre
David, tu siervo:
‘¿Por qué se sublevan las naciones
y en vano conspiran los pueblos?
Los reyes de la tierra se rebelan
y los gobernantes se confabulan
contra el Señor
y contra su ungido.’

En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para hacer lo
que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera.
Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar
tu palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales
y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.”
Y concluye el autor del libro de los Hechos con estas palabras: “Después de
haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿ué clase de ayuda nos brinda el Salmo 89:26 para comprender mejor el
Salmo 2?

2. ¿Cuál es el motivo por el que se preservó el Salmo 2 como parte del


salterio, aun después de que terminaron los actos de coronación de los
reyes de Judá?

3. Explique el trasfondo histórico y los términos del pacto que se estableció


entre el Señor y la casa de David.

4. Haga una lista de todos los nexos o lazos que unen los primeros dos
salmos.

5. ¿ué entiende usted por el término “salmo real”? ¿Cuáles son las
características principales de los salmos reales?

6. Diga cuál es el sentido en que se puede hablar del Salmo 2 como el salmo
de las cosas últimas. ¿Es posible detectar señales de cosas últimas en la
lectura del salmo?
 
SALMO 45
El epígrafe colocado sobre el Salmo 45, dice: Al director musical. Sígase la tonada
de “Los lirios”. Masquil de los hijos de Coré. Canto nupcial.
El profesor Tercien cree que “Los lirios” es el nombre de una melodía de amor
popular. Otro intérprete (Goulder 1982:123), sostiene que los lirios en cuestión
son los lirios grabados en piedra en el lugar donde estuvo ubicado el trono real, en
la antigua ciudad de Dan. Los grabados fueron descubiertos en las ruinas de la
ciudad de Dan por el arqueólogo judío, Abrahán Biran. La ciudad de Dan se
encontraba en el norte de Israel. En ese lugar el rey Jeroboán I estableció uno de
los dos santuarios reales, después de la división del Reino.
A fin de ayudar a clarificar el significado del término hebreo Masquil, han
sido propuestas varias sugerencias. Trece salmos del salterio se designan con el
término Masquil, y todos los investigadores están de acuerdo de que se trata de
una clase especial de poema o canto. Lutero creía que los Masquil eran salmos que
brindaban instrucción y, por lo tanto, hay quienes han clasificado los Masquil
como salmos didácticos (Weiser 1962:281). Otros hay que traducen el término
como un canto de amor, o de los amados. Un erudito alemán, H. Schmidt, sugirió
que el término Masquil significa poema hábil o ingenuo, porque dentro del texto
del poema el autor ha utilizado un juego de palabras, o un significado oculto
(Goulder 1982:131). Hablaremos del supuesto significado oculto en nuestra
discusión del versículo 7.
45:1 En mi corazón se agita un bello tema mientras recito mis versos ante el rey; mi lengua es como
pluma de hábil escritor.

Todos los comentaristas concuerdan con que en el Salmo 45 nos encontramos


con un epitalamio, o sea, un poema compuesto en celebración de una boda, un
himno especial a ser entonado como parte de la celebración de un matrimonio.
Aunque el Salmo 45 es el único epitalamio del salterio, no lo es de la Biblia, pues
el libro de Cantares es una colección de epitalamios. Sin embargo, de los
epitalamios bíblicos, el Salmo 45 es el más famoso y, a la vez, muy especial.
Es especial, en primer lugar, porque el autor declara que las palabras de su
canto no son suyas, sino que provienen de un escritor divino. El salmista es
solamente un lápiz o una pluma, en la mano del Espíritu de Dios. Es la lengua por
la cual habla el Espíritu de Dios. Es evidente que el salmista es algo más que un
músico o poeta; es también un profeta. Las palabras del Salmo son también
profecías, semillas sembradas por el buen sembrador, que caen al suelo donde
esperan encontrar buena tierra con la esperanza de germinar, nacer, crecer y llevar
mucho fruto. Por lo tanto, al escuchar las palabras del Salmo, debemos estar
dispuestos a escuchar al Espíritu de Dios. Las letras de la Palabra son semillas que
contienen el Espíritu Santo y, por lo tanto, llevan dentro de sí el poder de
transformar nuestros corazones y vidas.
El término “hábil escritor”, que encontramos en el primer versículo, es uno de
los muchos términos arameos que aparecen en este salmo. Algunos eruditos
opinan que la utilización de palabras arameas indica que el Salmo proviene
originalmente del norte de Palestina, y no de Jerusalén (Weiser 1962:362).
Además, son varios los intérpretes que creen que los doce salmos de los hijos de
Coré, que son parte de nuestro salterio, fueron parte de una colección de cantos
sagrados que tuvo su origen en los santuarios del Reino del Norte. Dicen que la
colección fue llevada a Jerusalén por levitas refugiados, después de la destrucción
de los santuarios de Dan y Betel. Los himnos de Coré fueron reeditados y
adaptados para su uso en la liturgia sagrada, en el templo de Salomón.
En segundo lugar, las palabras del Salmo 45 son muy especiales porque son
parte de la celebración de un matrimonio, mas no de cualquier matrimonio, sino
de uno real. Las palabras inspiradas del salmo procuran su cumplimiento en la
vida del rey y su reina. No son una descripción de lo que el rey es, sino de lo que
Dios quiere que sea. Son una descripción de lo que el rey y la reina serán si, como
buena tierra, reciben la semilla de la Palabra en sus corazones y permiten que
crezca dentro de ellos. Las palabras son una descripción del buen fruto que
producirá el Espíritu de Dios en ellos, si se dejan guiar por la Palabra del Señor.
45:2 Tú eres el más apuesto de los hombres; tus labios son fuente de elocuencia, ya que Dios te ha
bendecido para siempre.

La primera parte del Salmo, que comprende los versículos 1 al 9, está dirigida al
novio real. En la primera estrofa se celebra la belleza, el porte físico del rey, y su
integridad. En Lucas 2:40, se celebran las mismas cualidades al describir el
crecimiento del niño Jesús. Un rey debe poseer valores físicos y morales.
Al rey se lo describe como el más hermoso entre el género humano. ¿A quién
tuvo en mente el salmista al escribir estas palabras? En varios pasajes, el AT habla
de príncipes renombrados por su hermosura. En 1 Samuel 10:23–24 leemos que
cuando Saúl se puso en medio del pueblo, “vieron que era tan alto que nadie le
llegaba al hombro. Dijo entonces Samuel a todo el pueblo: –¡Miren al hombre
que elSEÑOR ha escogido! ¡No hay nadie como él en todo el pueblo!” Y la
Escritura nos dice que David, al presentarse ante Samuel, mostró la siguiente
apariencia: “Era buen mozo, trigueño y de buena presencia” (1 Samuel 16:12).
De otro príncipe real, Absalón, leemos: “En todo Israel no había ningún
hombre tan admirado como Absalón por su hermosura; era perfecto de pies a
cabeza” (2 Samuel 14:25). La descripción más halagadora de un novio real es,
quizá, la que encontramos en Cantares 5:10–16:
“Mi amado es apuesto y trigueño, y entre diez mil hombres se le distingue. Su cabeza es oro puro; su
cabellera es ondulada y negra como un cuervo. Sus ojos parecen palomas posadas junto a los arroyos,
bañadas en leche, montadas como joyas. Sus mejillas son como lechos de bálsamo, como cultivos de
aromáticas hierbas. Sus labios son azucenas por las que fluye mirra. Sus brazos son barras de oro
montadas sobre topacios. Su cuerpo es pulido marfil incrustado de zafiros. Sus piernas son pilares de
mármol que descansan sobre bases de oro puro. Su porte es como el del Líbano, esbelto como sus
cedros. Su paladar es la dulzura misma; ¡él es todo un encanto!”

Muchas semejanzas se encuentran entre la descripción del novio de Cantares 5 y


el novio del Salmo 45. ¿Son tales descripciones exageraciones poéticas al estilo del
antiguo Cercano Oriente, o cumplen otra función? Muchos investigadores, tanto
judíos como cristianos, han asignado el Cantar de Cantares al rey Salomón. Es
sabido que Salomón, al igual que el rey en el Salmo 45, se casó, no sólo con una,
sino con una considerable cantidad de princesas extranjeras como, por ejemplo, la
hija del faraón. ¿Las descripciones de Cantares 5, o las del Salmo 45 son, quizá,
descripciones del gran Salomón? uizá. Pero existe otra posibilidad. En el
Tárgum, y en la literatura rabínica, tanto el Salmo 45 como Cantares 5 son
referidos al rey Mesías que vendrá para rescatar a su novia, Israel. La paráfrasis del
versículo 2, que encontramos en el Tárgum, es: “Tu belleza, oh rey Mesías,
sobrepasa la hermosura de los hijos de los hombres.” Según el famoso intérprete
rabínico, David uimhi, “este Salmo trata del Rey, el Mesías. Se llama un canto
de amor porque tiene que ver con el amor que tiene el Señor para su Mesías”
(Mitchell 1997:248).
Se alaban los labios del novio, no porque son tan bellos, sino porque están
ungidos con gracia. Son labios que hablan a sus súbditos de paz y misericordia.
Son labios que bendicen y no maldicen, que proclaman perdón y no venganza;
son labios que hablan la verdad y no profieren mentiras, ni calumnias, ni falsos
testimonios.
45:3 ¡Con esplendor y majestad, cíñete la espada, oh valiente!

Después de ensalzar la belleza y la gracia del novio, el salmista comienza a halagar


el valor y las grandiosas proezas del rey, campeón de la justicia. El Salmo 45
reconoce que Dios ha ungido al rey para luchar en favor de los oprimidos y
menesterosos, y defender la causa de las viudas y los huérfanos. Es deber del rey
tomar las armas de la verdad y la justicia para defender al pueblo de sus enemigos y
los poderes malignos del caos. En el día de sus bodas, el salmista le recuerda al rey
cuáles son sus responsabilidades y la razón por la cual fue ungido líder del pueblo
de Dios.
Muchos de los temas que se tratan en el Salmo 45, se encuentran también en
el Salmo 72, el último canto en el segundo libro de los salmos. El 72 es un salmo
real, escrito para el rey Salomón y sus descendientes. En este salmo también se
estipula que el rey es ungido para juzgar con justicia, salvar a los hijos del
menesteroso, y aplastar al opresor. El rey ha recibido el mandato de divino de
defender a los pobres y débiles de la rapacidad y la violencia de los opresores, y no
de acrecentar su poder, riquezas y prerrogativas, a expensas de ellos.
En las iglesias orientales, el sacerdote recita las palabras del Salmo 45:3 en su
vestuario, mientras se coloca sobre el muslo el epigonation, o sea, el gran medallón
bordado con una cruz, que suelen llevar los sacerdotes ortodoxos (Holladay
1993:182).
45:4 Con majestad, cabalga victorioso en nombre de la verdad, la humildad y la justicia; que tu
diestra realice gloriosas hazañas.

Uno de los motivos por el cual el canto llegó a ser parte de la liturgia del templo y
ser entonado durante las bodas de los reyes, fue por el énfasis que pone el Salmo
en las responsabilidades morales y éticas de los gobernantes, como lo hace
también Deuteronomio 17:14–20. Es deber del rey ser el defensor de la verdad y
la justicia. En su forma de gobierno deben mostrarse, patentes, las cualidades que
Dios espera de sus líderes. No saldrá de campaña, en expediciones militares, como
los grandes conquistadores de Asiria, Babilonia, Egipto, Macedonia, Roma y
España, con el fin de incrementar sus riquezas, territorios y poder. Su meta no ha
de ser saquear, sujetar y esclavizar, sino establecer la justicia y defender la causa de
los oprimidos y los débiles, y liberar a los esclavizados. Se cree que el autor del
Salmo 45 escribió sus versos influido por Deuteronomio 17:14–20, un pasaje en
el que se establecen las normas por las que el rey justo se ha de guiar, en el ejercicio
de sus responsabilidades reales.
Otro pasaje en el que se ha encontrado una alusión al Salmo 45 es Apocalipsis
19:11–16. En este pasaje se ve el cielo abierto y a Cristo cabalgando un caballo
blanco, para guerrear contra todas las fuerzas del mal, y juzgar con justicia. Se nos
dice que quien monta el caballo blanco se llama Fiel y Verdadero, y lo siguen los
ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos en lino fino, blanco y
limpio.
45:5 ue tus agudas flechas atraviesen el corazón de los enemigos del rey, y que caigan las naciones a
tus pies.

Una de las responsabilidades de los reyes de Israel fue luchar contra los enemigos
extranjeros que desde siempre intentaron acabar con el pueblo escogido. Y en la
última gran batalla contra la ciudad de Dios, tratarán de poner fin al proyecto del
Señor de establecer un reino de justicia y paz que cubrirá toda la tierra. Según los
intérpretes que creen que existe un programa de escatología bien definido y
progresivo, en los salmos de los hijos de Coré, deberá leerse el Salmo 45
conjuntamente con el que sigue, el Salmo 46. En la última gran batalla
escatológica, se celebrará la intervención del Señor en favor de la santa ciudad.
En el uso que le demos al Salmo 45 en nuestra adoración cristiana, tendremos
que poner énfasis en que las saetas que utiliza nuestro rey mesiánico, no son
flechas con puntas de hierro, sino, antes bien, son las palabras de la ley divina cuya
finalidad es obrar el arrepentimiento en la vida de los enemigos del Reino. Las
saetas que deben penetrar los corazones de los enemigos del rey, son las palabras
del evangelio que proclaman la reconciliación obtenida por Jesucristo mediante
su sacrificio en la cruz del Calvario. En nuestra lucha contra los poderes del mal se
nos exhorta a tomar el escudo de la fe y la espada del Espíritu, que es la palabra de
Dios (Efesios 6:16–17), y no las armas de la jihad.
45:6 Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; el cetro de tu reino es un cetro de justicia.

El versículo 6 ha sido un problema, tanto para los intérpretes judíos como


cristianos, porque en el texto hebreo, al igual que en la Septuaginta y el Tárgum,
las palabras están dirigidas al rey, al que se llama elohim (en vocativo). Para evitar
el concepto de que un rey humano sea llamado divino, los intérpretes rabínicos
como Ibn Ezra y David uimhi, han modificado el texto a fin de que rece: “Tu
trono es el trono de Dios.” Otro intérprete, Michael Dahood, ha propuesto la idea
de que en el texto original existió en algún momento un verbo que debía ser
traducido con la frase: “Elohim te ha entronizado.” Sin embargo, tales
traducciones no corresponden con lo que dice el texto hebreo y lo que manifiesta
el autor de Hebreos 1:8, quien cita este pasaje para comprobar la divinidad de
Jesucristo y su superioridad sobre los ángeles. El asunto de que se trata, de que el
rey es llamado elohim, ha sido una de las razones por las que los intérpretes, tanto
judíos como cristianos, designaron al Salmo 45 no sólo como Salmo real, sino
también mesiánico.
De acuerdo con el libro de Hebreos, el rey ideal que contempla el salmo no
fue ninguno de los reyes históricos, cuyos nombres aparecen en los relatos de
Reyes y Crónicas. Desde el punto de vista del NT, el Salmo 45 es un canto
profético que habla del futuro rey mesiánico que vendrá en los últimos días para
desposar a su novia, la iglesia. Como canto profético, tuvo su cumplimiento en
Jesucristo, y no en uno de los reyes de Israel o Judá. La idea de que el futuro
Mesías, aparte de ser un rey poderoso, es también un ser divino, no se encuentra
solamente aquí, sino también en textos tales como Isaías 9:6, donde leemos:
“Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía
reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable,
Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.”
El investigador David Mitchell (1997:250) cree que los redactores del salterio
colocaron el Salmo 45, con su descripción del rey mesiánico, justo y dispuesto a
defender a su pueblo, como la respuesta a la oración angustiada del pueblo de
Dios, oración que se encuentra en la última parte del Salmo 44, justamente antes
del canto nupcial de este salmo: “¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes?
¡Levántate! No nos rechaces para siempre. ¿Por qué escondes tu rostro y te olvidas
de nuestro sufrimiento y opresión? Estamos abatidos hasta el polvo; nuestro
cuerpo se arrastra por el suelo. Levántate, ven a ayudarnos, y por tu gran amor,
¡rescátanos!” (Salmo 44:23–26).
En muchos pasajes del AT y de la literatura de los pueblos vecinos, el término
“trono” se utiliza con frecuencia como equivalente de la palabra dinastía. Decir:
“Tu trono permanecerá para siempre” equivale, entonces, a decir: “Tu dinastía
perdurará para siempre.” Y fue, de hecho, la promesa que el Señor le hizo al rey
David por medio del profeta Natán, en 2 Samuel 7. En otros casos, el término
trono vale como sinónimo de la palabra gobierno (Mulder 1972:73). El cetro es
un símbolo del poder y la autoridad para reinar que el rey ha recibido el día de su
coronación.
45:7–8 Tú amas la justicia y odias la maldad; por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu
Dios te ungió con perfume de alegría! Aroma de mirra, áloe y canela exhalan todas tus vestiduras;
desde los palacios adornados con marfil te alegra la música de cuerdas.

Otros textos que hablan del ungimiento del rey son, el Salmo 2, 1 Samuel 10:11 y
16:3. La mirra es, de los perfumes mencionados en este versículo, el más
conocido, y se la menciona diez veces en el AT, casi siempre en pasajes que hablan
de amores. La única excepción es Éxodo 30:23, en que se menciona a la mirra
como ungimiento ritual (Mulder 1972:125). La mirra es una resina aromática que
con frecuencia se elabora en forma de polvo. Recordemos que la mirra fue uno de
los regalos que los magos le llevaron al niño Jesús y una de las especias aromáticas
que las mujeres compraron para ir a ungir el cuerpo del crucificado. La referencia
a la canela (“casia” en RV) es la única mención de este incienso en toda la Biblia.
Se elabora de las flores secas de la canela (Leupold 1969:357). El áloe es una
madera aromática originaria de la India.
La referencia a palacios de marfil ha motivado a varios intérpretes a proponer
que originalmente el Salmo 45 fue escrito para la boda del rey Acab y Jezabel,
porque en 1 Reyes 22:39 dice: “Los demás acontecimientos del reinado de Acab,
incluso todo lo que hizo, el palacio que construyó e incrustó de marfil, y las
ciudades que fortificó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de
Israel.” Los descubrimientos arqueológicos realizados en las ruinas de Samaria,
confirman el uso de marfil en el palacio de Acab. Los celebrados trabajos en
marfil, de Samaria, están en exhibición en el Museo Británico, en Londres. Como
parte de su denuncia del lujo en que vivían los ricos opresores de Samaria, el
profeta Amós (Amós 3:15) anuncia la destrucción de las casas de marfil:
“Derribaré tanto la casa de invierno como la de verano; serán destruidas las casas
adornadas de marfil.”
Jezabel, es sabido, fue una princesa extranjera (1 Reyes 16:31), proveniente de
la región de Tiro y Sidón y, como indica su nombre, devota del dios Baal. La
mención de las hijas de Tiro que traen presentes para la boda real es, para algunos,
otro indicio de que se trata aquí de la boda de Acab y Jezabel. El texto del Salmo
45 indica, de hecho, que la esposa del rey es una extranjera, y es la causa por la que
el salmista la exhorta a olvidarse de su pueblo natal, la casa de su padre y, por
supuesto, los dioses que hubiere servido hasta entonces.
Michael Goulder es uno de los investigadores que apoya la hipótesis del
alemán Hitzig, de que el Salmo 45 fue escrito originalmente para la boda de Acab
y Jezabel. En su libro sobre los salmos de los hijos de Coré, Goulder menciona
incluso los nombres de algunos de los dignatarios que, quizá, estuvieron presentes
en la celebración; entre ellos, Abdías, el mayordomo de palacio, Elías, el profeta
de Tisbe, Jehú ben Nimsi, y también cierto Nabot de Samaria, que tenía una viña
cerca del palacio real. De acuerdo con la sugerencia de H. Schmidt y otros, la
expresión “tú amas” del versículo 7 es, en verdad, una referencia oculta a Acab,
para quien fue escrito originalmente el salmo, ya que el nombre Acab significa
amado, y proviene de la misma raíz hebrea de la que procede la palabra amado. Al
incluir el nombre de Acab en el texto, el autor cumple con el propósito (v. 17) de
hacer “que tu nombre se recuerde por todas las generaciones”. Se dice que una de
las características de los Salmos de Coré es esconder dentro del texto los nombres
de los reyes para quienes los poemas fueron escritos originalmente (Goulder
1982:132).
Si las palabras del salmista fueron realmente entonadas en ocasión de la boda
de Acab y Jezabel, no vieron, sin embargo, su cumplimiento en ellos. Todo lo
contrario. En vez de olvidar la casa de su padre, y en vez de decir como Rut: “Tu
pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”, Jezabel no renunció a la idolatría
de la casa de su padre; antes bien, hizo venir de su pueblo natal a 450 profetas de
Baal para promulgar el establecimiento de la idolatría en Israel. En lugar de usar
sus labios para decir palabras de gracia, verdad y misericordia, Acab los abrió para
adorar a Baal, para levantar falsos testimonios contra Nabot de Jezrel y
calumniarlo, con la finalidad de apoderarse de su viñedo. En vez de luchar por la
justicia, Acab fue culpable de la muerte de Nabot. En vez de recibir las
bendiciones prometidas en el Salmo 45, Acab y Jezabel perecieron de muerte
violenta. Los mismos perros que lamieron la sangre de Nabot, lamieron la sangre
del rey Acab y su princesa. Las palabras inspiradas del Salmo 45 no hallaron su
cumplimiento en las vidas de Acab y Jezabel, ni tampoco en los demás príncipes y
princesas que se sentaron sobre el trono de Israel. Se cree, por lo tanto, que al no
encontrar el salmo su cumplimiento en Acab y Jezabel, tuvo que esperar a
encontrarlo en Jesús y su iglesia.
Actualmente, la mayoría de los intérpretes han rechazado la tesis de que el
Salmo 45 haya sido escrito originalmente para la coronación o la boda del rey
Acab. Los investigadores como Mulder, señalan enfáticamente que la expresión
“palacios adornados con marfil” es una frase estereotipada que aparece
regularmente en inscripciones acadias de la época. Según Calvino, el rey de la
primera parte del salmo es Salomón, y al mismo tiempo afirma que es Cristo y que
la reina es la iglesia. En la liturgia de Las Horas, de uso en la Iglesia Católica
Romana, el rey es Cristo y la reina la virgen María, paradigma de la iglesia
(Holladay 1993:333).
En su monografía sobre el Salmo 45, el padre carmelita Johannes Mulder ha
realizado un estudio exhaustivo respecto a las expresiones, los términos y las frases
que tienen en común el Salmo 45 y las inscripciones reales halladas en Babilonia,
Asiria y Egipto. Las múltiples semejanzas entre el Salmo 45 y el lenguaje
cortesano hallado en inscripciones asirias del siglo 7 aC., motivaron a Mulder a
sugerir una fuerte influencia de los textos asirios sobre el lenguaje del salmo. Es
sabido que durante el siglo 7 aC., en particular durante el reinado de 55 años de
Manasés, el imperio asirio ejerció fuerte influencia política y cultural sobre el
reino de Judá. Consecuentemente, Mulder sugiere que el Salmo 45 se escribió,
probablemente, para la coronación del buen rey Josías (1972:158). En oposición a
la tesis de Mulder está el asunto de que en ninguna parte del AT aparece algo que
dé a entender que una de las dos esposas de Josías fuera una extranjera de Tiro.
Según el relato de 2 Reyes, las dos esposas de Josías fueron Jamutal hija de
Jeremías, oriunda de Libná, y Zebudá hija de Pedaías, oriunda de Rumá (2 Reyes
23:31, 36).
45:9 Entre tus damas de honor se cuentan princesas; a tu derecha se halla la novia real luciendo el oro
más fino (Lit. oro de Ofir).

La atención del salmista se vuelve ahora hacia la reina, ubicada a la diestra del rey,
ricamente adornada con el oro más fino. Es posible que la reina a la que aquí se
refiere, sea la reina madre, esto es, la madre del rey, no la novia. Según este modo
de entender el texto, las palabras de los versículos 10–12 son los consejos que la
reina madre imparte a la novia que se presenta acompañada de sus damas de
honor (Clifford 2002:225).
Las damas de honor que acompañan a la nueva reina, no son humildes
muchachas campesinas, como en la parábola de las diez vírgenes, de Mateo 25:1–
13, sino las hijas de los reyes vecinos que han llegado para participar en la boda
real. El rey justo y amado quiere lo mejor para su nueva esposa, así como Cristo
quiere lo mejor para la que es suya, la iglesia, de la cual somos parte (Efesios 5:25–
27). Este desvelo de Cristo por adornar a su esposa debe ser emulado por los
esposos cristianos: “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y
se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante
la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni
arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.”
La ubicación exacta de la tierra de Ofir no se sabe. Se cree que se encontraba
en la costa oriental del Mar Rojo, en el sur de Arabia. El oro de Ofir tuvo
renombre de ser el oro más fino. Cristo nos viste con algo más fino que el oro de
Ofir para nuestra participación en las bodas del Cordero y de su esposa. Nos
adorna con el manto blanco de su propia justicia, el manto que reemplaza las
iniquidades y los pecados que nos cubren.
Al leer el Salmo 45 desde el punto de vista de la cruz, debemos advertir la
invitación de desvestirnos del viejo hombre y apercibirnos de ropa, que es Cristo y
su Espíritu.
45:10–11 Escucha hija, fíjate bien y presta atención: Olvídate de tu pueblo y de tu familia. El rey está
cautivado por tu hermosura; él es tu señor: inclínate ante él.

En tanto que el rey recibe alabanzas, la reina, en cambio, recibe una advertencia.
En nuestros cantos también es así, que Cristo recibe las alabanzas, mientras que la
iglesia, frecuentemente, recibe advertencias. En la lectura del salmo, nosotros
ocupamos el lugar de la reina. Lo que se pide de ella, se pide de nosotros. Una de
las cosas que se le piden es que renuncie a los lazos que la unen con la casa de su
padre, esto es, a las prácticas idolátricas y pecaminosas que caracterizan las vidas
de quienes no conocen al Dios verdadero. En Génesis 2:24 se habla del hombre
que deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer; aquí leemos de la mujer
que deja a madre y padre para unirse a su marido.
La segunda cosa que se le pide a la nueva princesa es que honre al rey.
Nuevamente es instructiva una comparación. Esta vez con Efesios 5, en que el
apóstol escribe: “Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque
el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia,
la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas
deben some-terse a sus esposos en todo.”
Al dirigirse a la princesa como “hija”, el salmista asume la categoría de un
maestro de sabiduría que imparte instrucción y buenos consejos a sus discípulos.
En el libro de Proverbios encontramos con frecuencia pasajes donde el autor
comienza su exhortación con las palabras: “Hijo mío” (Proverbios 2:1; 3:1).
45:12–13 La gente de Tiro vendrá con presentes; los ricos del pueblo buscarán tu favor. La princesa
es todo esplendor, luciendo en su alcoba brocados de oro.

La ciudad de Tiro fue conocida en la antigüedad como el más rico y codiciado


centro de comercio del mundo antiguo. Los renombrados marineros de Tiro
navegaban en barcos construidos con los majestuosos cedros del Líbano, surcando
las aguas del Mediterráneo y el Mar Negro, y hasta quizá el océano Atlántico, en
procura de los más diversos y exóticos productos. Los presentes traídos de Tiro
eran los más apreciados por cualquier reina. El célebre rey Hiram de Tiro, ayudó a
Salomón a conseguir muchos de los exquisitos materiales, metales y metales
preciosos, empleados en la construcción del templo (1 Reyes 7:13–22). Tiempo
después los profetas, como Jeremías y Ezequiel, anunciaron la destrucción de Tiro
y la vecina Sidón por su orgullo e idolatría, y por la rapacidad de sus comerciantes.
45:14–16 Vestida de finos bordados es conducida ante el rey, seguida por sus damas de compañía.
Con alegría y regocijo son conducidas al interior del palacio real. Tus hijos ocuparán el trono de tus
ancestros; los pondrás por príncipes en toda la tierra.

El propósito de estos versículos es señalar que aquello a lo que ha renunciado la


novia al casarse con el rey, no es nada comparado con las bendiciones que ahora
recibe al unir su vida con la del príncipe. Las finas vestiduras que le son entregadas
el día de su boda, superan a las que llevó anteriormente. La nueva familia que
formará, aventajará a la familia que ahora tendrá que abandonar. Sus hijos y su
marido, no sus padres, serán el objeto principal de su afecto y lealtad.
En todas las sociedades el matrimonio constituye un momento de transición:
uno termina con su vida de soltero y comienza una vida nueva, la de casado. Así es
también en la vida del nuevo creyente que entra en la santa iglesia cristiana por
medio del Bautismo. Se renuncia a la vida anterior con sus vicios y placeres
pecaminosos, el viejo círculo de amigos con quienes uno anduvo en el camino de
la desobediencia y la rebelión. Al llegar a ser miembro de la iglesia, uno adopta
una nueva familia, inicia una nueva vida, una nueva esperanza y una vida con
nuevos propósitos, y significado. Uno tiene ahora una causa a la que dedicar su
vida, el reino de Dios. Las bendiciones obtenidas por pertenecer al cuerpo de
Cristo son mil veces superiores a todos los placeres de que gozábamos cuando aún
pertenecíamos a la generación perversa y perdida.
La exhortación que brinda el poeta inspirado, o la reina madre, a la nueva
reina, es semejante al consejo ofrecido por el apóstol a los hermanos en
Colosenses 3:5: “Por tanto, hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza
terrenal: inmoralidad sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la
cual es idolatría.”
45:17 Haré que tu nombre se recuerde por todas las generaciones; por eso las naciones te alabarán
eternamente y para siempre.

La bendición más grande que podía sobrevenirle a una madre en Israel era ser la
madre del próximo rey. Tal honor ayudaría a perpetuar su nombre dentro de las
futuras generaciones, porque el nombre de la madre llegaba a ser parte del título
del nuevo rey. En el libro de los reyes siempre se introduce la descripción del
nuevo rey con una referencia a su madre. Así, por ejemplo, leemos en 2 Reyes
22:1–2: “Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén
treinta y un años. Su madre era Jedidá hija de Adaías, oriunda de Boscar.” En el
caso de que su hijo fuera el Mesías prometido, la dicha de la madre la convertiría
en la más bendita entre las mujeres. En resumidas cuentas, la enorme dicha no le
fue concedida a una princesa de Tiro, sino a una humilde muchacha de Nazaret
de Galilea, llamada María.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Mencione algunos de los reyes de Israel y Judá cuyos nombres fueron


sugeridos como el rey para quien el Salmo 45 había sido escrito
originalmente. ¿Cuáles son los argumentos a favor o en contra de cada
uno de estos candidatos?

2. ¿En qué manera pudiera ser utilizado el Salmo 45 como un texto para la
celebración de un Bautismo o una confirmación?

3. ¿En qué sentido es la descripción del rey en la primera parte del salmo
también una descripción de la persona y la obra de Jesucristo?

4. En su opinión, ¿por qué los escribas que editaron el libro de los Salmos
habrán incluido en el salterio el Salmo 45, ya que no gobernaban los reyes
en aquel entonces?

5. ¿Cuáles son para usted las imágenes visuales más instructivas e


impactantes en el Salmo 45?

6. En el himnario ¡Cantad al Señor! página 65 el Salmo 45:7–9 ha sido


escogido para servir como el salmo del día para el Bautismo de Nuestro
Señor que se celebra el Primer Domingo después de Epifanía. ¿Por qué
cree usted que los editores del nuevo leccionario han incorporado al
Salmo 45 para ser leído en este domingo? ¿Cree usted que fue una
decisión acertada?
3
Los salmos de entrada

SALMO 24
El Salmo 24 ha servido de inspiración para la composición de decenas de cantos e
himnos que se han entonado en la iglesia cristiana en el transcurso de los siglos.
Entre los himnos que se han ido entonando es dable mencionar los siguientes:
“Alzaos, ¡oh puertas!, y entrará” (Culto Cristiano, 2), “¡Bendito el Rey que viene!”
(Culto Cristiano, 420), y el famoso coral “¿uién es el Rey de gloria?” del
Oratorio El Mesías, de Jorge Federico Haendel.

Los comentaristas han dividido el Salmo 24 en tres partes:


1. Un himno de alabanza al Creador.
2. Una liturgia de entrada.
3. El advenimiento del Rey de la Gloria.

Pese a que algunos investigadores piensan que el Salmo 24 estuvo compuesto


originalmente por tres salmos diferentes, los que fueron unidos posteriormente
para formar el que ahora tenemos, en esta obra lo trataremos como uno solo.
Como tal, tiene un mensaje poderoso y estimulante para todos quienes deseen
adorar a nuestro Rey de la gloria.
24:1–2 Del SEÑOR es la tierra y todo cuanto hay en ella, el mundo y cuantos lo habitan; porque él
la afirmó sobre los mares, la estableció sobre los ríos.

Los hombres fundan ciudades echando cimientos, levantando columnas,


colocando vigas y grandes bloques de piedra. Lo han hecho en el pasado, y lo
seguirán haciendo. Un dato interesante de la Biblia es que Caín fue quien fundó
la primera ciudad. Y aunque los hombres son capaces de hacer todo esto, sólo
Dios puede echar las bases del mundo, formar la tierra habitada y establecerla
sobre las aguas y sobre las fuerzas del caos y el desorden. Los hombres construyen
sus edificios sobre la roca, pero sólo Dios puede fundar la tierra sobre los mares,
afirmar esta delgada capa de tierra sobre los océanos de magma y hierro fundido,
que se mueven en esa bola de fuego que es el núcleo de nuestro planeta tierra.
Con este gran himno como Introito, la procesión de fieles se acerca al templo
de Jerusalén, el templo del Señor. Es el Palacio de Miraflores en Caracas, la Casa
Rosada en Buenos Aires, y la Casa Blanca en Washington DC, del gran Dios.
La verdad en la que pone énfasis el Salmo 24, en los dos primeros versículos,
es que el Creador que ha fundado la tierra y su plenitud es, al mismo tiempo, el
Dios de su pueblo escogido, el Dios de Israel. Este Dios tan grande y poderoso,
cuya gloria llena todo el universo, es el Dios que se ha comprometido a ser el Dios
de los israelitas, y a manifestarse a ellos, que fueron un pueblo insignificante y
muy frágil. El Creador que no puede ser contenido por los cielos y la tierra, tomó
la decisión de hacer notar su presencia sobre el monte Sión, en la pequeña ciudad
de Jerusalén. El Creador de cielo y tierra manifiesta su presencia en una caja de
madera de acacia recubierta de oro y transportada sobre los hombros de quienes
en este momento se acercan a las puertas del templo. La caja de madera se llama el
arca del pacto y es el objeto más sagrado en el culto de los antiguos israelitas.
Las acciones que se van desarrollando en el salmo nos recuerdan las palabras
del rey Salomón en la ceremonia de dedicación del templo de Jerusalén: “Pero
¿será posible que tú, Dios mío, habites en la tierra con la humanidad? Si los cielos,
por altos que sean, no pueden contenerte, ¡mucho menos este templo que he
construido!” (2 Crónicas 6:18).
Ya que todas las cosas y todas las criaturas han sido creadas por el Señor, todos
le deben lealtad, obediencia, respeto y adoración. Todos deben agradecerle por lo
que han recibido. Para muchos de los pueblos vecinos de los israelitas, sus dioses
eran como los teléfonos celulares de nuestra época, que se cargan y tienen alcance
limitado. Los dioses de estas naciones ejercían poder y autoridad solamente sobre
una extensión geográfica limitada; fuera de las fronteras de su territorio, no
llegaba su influencia. Pero el Salmo 24 declara que el Señor no es el soberano de
una pequeña extensión de tierra, sino que del Señor es la tierra y todo cuanto hay
en ella. En lo que ponen énfasis los primeros dos versículos del Salmo 24, es
aquello en lo que Lutero ha puesto el énfasis en su explicación del primer artículo
del Credo Apostólico:
“Creo que Dios me ha creado y también a todas las criaturas; que me ha dado cuerpo y alma, ojos,
oídos y todos los miembros, la razón y todos los sentidos y aún los sostiene, y además vestido y
calzado, comida y bebida, casa y hogar, esposa e hijos, campos, ganados y todos los bienes; que me
provee abundantemente y a diario de todo lo que necesito para sustentar este cuerpo y vida, me
protege contra todo peligro y me guarda y preserva de todo mal; y todo esto por pura bondad y
misericordia paternal y divina, sin que yo en manera alguna lo merezca ni sea digno de ello. Por todo
esto debo darle gracias, ensalzarlo, servirle y obedecerle. Esto es con toda certeza la verdad” (El
Catecismo Menor de Martín Lutero, copyright © 1997 Editorial Concordia).

El himno de introducción, que encontramos en los primeros dos versículos del


Salmo, nos invita a unir nuestras voces con los que entonan este gran canto de
alabanza y subir al santuario de nuestro Dios para adorarle de todo corazón.
24:3 ¿uién puede subir al monte del SEÑOR? ¿uién puede estar en su lugar santo?

Las palabras “¿quién puede subir al monte del SEÑOR?” dan a entender que el
Salmo 24 es un himno entonado como parte de una procesión en la que una
multitud de personas sube con la intención de entrar en el santuario de su Dios.
En el libro de los Salmos hay dos clases principales de himnos de procesión. La
primera clase es la que tiene que ver con las peregrinaciones de personas
provenientes de diferentes lugares de Israel, o hasta de otras partes del mundo.
Todos éstos venían desde lejos para participar en las grandes fiestas que solían
celebrarse en el templo de Jerusalén o en algún otro santuario de Israel, como por
ejemplo los templos de Betel y Dan. Trataremos acerca de los salmos de
peregrinación en nuestro análisis del Salmo 65.
La segunda clase de salmos de procesión son aquellos en los que el mismo
Señor Dios tiene participación (Keel 1978:323). El Salmo 24, juntamente con el
47 y el 68, pertenecen a esta categoría de cantos sagrados. Así pues, lo que vemos
en el Salmo 24 es una multitud de gente subiendo al monte donde se encuentra el
templo del Señor. Marchando con ellos va un grupo de soldados y de levitas y
sacerdotes que transporta el arca del pacto, en que se encuentra la presencia del
gran Señor Dios.
Al llegar ellos a las puertas del templo, se oyen los gritos de los porteros cuyo
oficio es guardar la entrada al tabernáculo, o de vigilar las cuatro entradas al
templo de Jerusalén: “¿uiénes son ustedes que vienen subiendo al monte Sión?
¿uiénes son ustedes, los que quieren entrar aquí? ¿Acaso no saben que éste es un
lugar sumamente sagrado? Aquí no puede entrar todo el mundo. Nuestro trabajo
es cuidar la entrada al templo, examinar a los que llegan y ver si llenan las
condiciones establecidas para el ingreso. Somos los porteros de la Casa del Señor;
nuestros nombres y funciones se pueden hallar en 1 Crónicas 26. Aquí no deben
entrar gentiles, ni moabitas, ni amonitas, ni personas con defectos físicos. Es
nuestro deber examinar a los peregrinos. No podemos admitir en este recinto
sagrado a leprosos, ni deformes, ni personas que padezcan de hemorragias.”
Las palabras de los levitas porteros son parte de una liturgia de entrada, en
que hay un diálogo antifonal entre los que llegan al templo para adorar y los
levitas cuyo oficio es guardar la entrada del santuario. Los primeros dos versículos
los dicen los peregrinos, y los versículos 3–6 son las palabras de los levitas. No es
éste el único salmo que hace referencia a las personas que podrán entrar al templo
para adorar. Hay una liturgia de entrada más extensa en el Salmo 15.
24:4 Sólo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos
(traducción alterna: con falsedad).

En el versículo 4 tenemos a los levitas que siguen hablándoles a los peregrinos que
quieren entrar, poniendo en claro quién puede pasar. En primer lugar, el que entra
debe tener las manos limpias. No se habla sólo de pureza ritual, de los que han
lavado sus manos y sus ropas. El de manos limpias es el que no ha derramado
sangre inocente, como Caín en Génesis 4, o Joab en 2 Samuel 3:27. El de manos
limpias es aquel que no ha hecho uso de sus manos para hacerle daño a otro, o
para robar los bienes de la viuda y de los huérfanos, o para cambiar de lugar las
piedras de demarcación entre su finca y la de su prójimo. El de manos limpias es
quien no ha tirado la primera piedra contra el inocente y sin recursos, ni redentor
para abogar en su favor.
Para entrar al santuario del Señor, es necesario tener no sólo manos limpias,
sino también un corazón puro. El de corazón puro es el que está libre de los
pecados de los que uno no está consciente de que habla el Salmo 19:12; el que está
libre de la codicia, el orgullo, el deseo de vengarse, la vanagloria, el deseo de
recibir y el de querer orar, ayudar y dar limosnas para ser visto por los hombres; el
deseo de profetizar, enseñar los misterios de la fe y de hablar en lenguas, pero
carente amor (1 Corintios 13).
Los porteros, cuya responsabilidad es cuidar la entrada al santuario, en
realidad no pueden examinar los corazones de los que desean entrar en el templo
para adorar. Los levitas solamente pueden examinar el exterior pero no el interior
de las personas. Pueden darse cuenta de los defectos físicos de las personas como
por ejemplo la lepra, pero no pueden adivinar los pensamientos de su corazón.
Solamente Dios y la misma persona que desea entrar en el santuario son capaces
de determinar si el visitante tiene un corazón limpio o no. En última instancia, el
adorador tendrá que examinarse a sí mismo para determinar la condición
espiritual de su propio corazón (Goldingay 2006:359). Recordamos cómo San
Pablo llamó a los corintios a examinarse a sí mismos antes de participar del cuerpo
y de la sangre de Cristo: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del
pan, y beba de la copa (1 Corintios 11:28).
El que quiera entrar al lugar santo, deberá ser una persona que no ha aspirado
a cosas vanas. Vanidades son todas las cosas transitorias, falsas y pecaminosas.
Cosas vanas son, sobre todo, los ídolos. uienes adoran a Dios en espíritu y en
verdad no sirven a dos señores. No pueden ser como los israelitas del tiempo de
Elías, que pretendían servir al Señor y a Baal a la vez. Ni pueden ser como los que
se llaman cristianos y que el día domingo participan en los cultos cristianos y
durante los demás días de la semana tienen parte en las actividades de la Santería,
el culto de María Lionza, el Candomblé o la Macumba. Recordemos las
conocidas palabras de Elías en el monte Carmelo, dirigidas a los israelitas que
vacilaban: “¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el
SEÑOR, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él” (1 Reyes 18:21).
Las palabras de Jesús a sus discípulos en el Sermón del Monte son igualmente
contundentes: “Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y
amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la
vez a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).
Además, el que es puro de corazón “no jura con falsedad”. El AT abunda en
ejemplos de quienes han jurado con falsedad, como, por ejemplo, los testigos
falsos que testificaron contra Nabot y fueron la causa de su muerte, en 1 Reyes 21.
Recordamos del NT los testigos falsos que se presentaron para atestiguar contra
Jesús, contra Esteban y contra Pablo. El mismo libro de los Salmos contiene gran
cantidad de textos que condenan a los que profieren juramentos engañosos, y
textos que describen la suerte de todos aquellos que juran con engaño: “Tú
destruyes a los mentirosos y aborreces a los tramposos y asesinos” (Salmo 5:6).
“No hacen sino mentirse unos a otros; sus labios lisonjeros hablan con doblez. El
SEÑOR cortará todo labio lisonjero y toda lengua jactanciosa que dice:
‘Venceremos con la lengua; en nuestros labios confiamos. ¿uién puede
dominarnos a nosotros?’” (Salmo 12:2–4).
La gravedad de jurar con engaño estriba en el hecho de que el engañador ha
invocado al Señor como testigo y garante de una promesa hecha con la intención
de engañar a algún otro del pueblo escogido. Significa mezclar al Señor en una
falsedad. Es una acción que no es sólo una violación del pacto, sino una blasfemia
del nombre divino.
En el mundo del AT, los juramentos se acompañaban con la invocación de las
más terribles maldiciones sobre aquel que no cumpliera con su palabra. “¡ue el
Señor me castigue con lepra, pestilencia, hambre, el destierro y toda calamidad si
no cumplo con mi juramento!” Jurar con engaño era invitar a que el desastre
tomara cuenta de uno. Tanto en Mesopotamia como en Israel, se acostumbraba
colocar piedras llamadas kudurrus para marcar los linderos del terreno de uno. Las
piedras se marcaban con los símbolos de animales tales como víboras y
escorpiones. Los símbolos daban a entender: “Si yo, con engaño, llego a cambiar
de lugar esta piedra con el fin de dar mayor extensión a mi terreno a expensas de
mi prójimo, ¡que me piquen las víboras y los escorpiones!” (Keel 1978: 96–97).
En la literatura religiosa mundial, se han utilizado conceptos y lenguaje
semejantes a los que hemos visto en el Salmo 24, para describir el alma del místico
o shaman que, en trance o después de la muerte, intenta subir al trono de Dios y
es impedido por toda clase de guardianes, porteros, ángeles, demonios y
monstruos. Estos guardianes tienen por misión averiguar quién tiene las manos
limpias y el corazón puro. En la religión egipcia, los corazones de las personas
muertas eran colocados en una balanza para ser pesados con el fin de ver si eran
dignos de entrar en la vida. El concepto de purgatorio se originó en el deseo de
purificar [y limpiar] el corazón impuro, a fin de que después el alma del individuo
pueda ascender al santuario divino.
24:5 uien es así recibe bendiciones del SEÑOR; Dios su Salvador le hará justicia.

El de manos limpias y corazón puro recibirá las dos cosas que a un israelita más le
convenían, esto es, bendición (berakah) y justicia (tzedakkah). Bendición es el
favor del Señor, el poder que hace que uno prospere. Uno de los grandes temas del
Génesis, subordinados al tema central, es la bendición. Después de la creación,
Dios bendijo todo lo que había hecho, pero particularmente bendijo a los seres
humanos. Gracias a la bendición de Dios, el género humano puede desenvolverse
como criatura divina. Según Génesis 1:28: “Y los ben dijo [Dios] con estas
palabras: ‘Sean fructíferos y multiplíquense; lenen la tierra y sométanla; dominen
a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el
suelo’.”
En Génesis 12:2–3 leemos acerca de la triple bendición con que el Señor
bendijo a Abram y sus descendientes, y que incluye la venida futura del Mesías:
“Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una
bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra.”
El libro de Génesis es el gran libro de bendición. En la lectura de la historia de
los patriarcas notamos la vehemencia con que actúan, luchando entre sí, para
obtener la bendición mayor. Jacob emplea todas las artimañas que uno pueda
imaginarse, para escamotearles la bendición a su hermano Esaú y a su suegro
Labán. Los hermanos de José estuvieron dispuestos a privar de la vida a su
hermano y venderlo como esclavo, a fin de despojarlo de la bendición privilegiada
que su padre le había otorgado. Tamar (Génesis 38) adoptó la apariencia de una
prostituta para conseguir la bendición para el nombre y el linaje de su difunto
esposo. Bendición quiere decir prosperidad, crecimiento, fertilidad, abundancia,
tierra, cosechas, familias grandes y shalom. Génesis es el libro de bendición y
Éxodo el de justicia. El Señor escucha el clamor de los esclavos hebreos que en su
desgracia piden liberación, justicia. Piden que el Señor decida en su favor contra
sus opresores, los egipcios. Justicia es la intervención del Señor en el
establecimiento de la justicia en la tierra. La Tora es uno de los instrumentos por
los que el Señor promueve la justicia. El hombre justo es el que vive de acuerdo
con el pacto. Ser declarado justo por Dios es ser justificado.
En el Salmo 118:19–20, a las puertas del templo se las llama “las puertas de la
justicia”, porque solamente los justos deben pasar por ellas: “Ábranme las puertas
de la justicia para que entre yo a dar gracias al SEÑOR. Son las puertas del SEÑOR,
por las que entran los justos.”
24:6 Tal es la generación de los que a ti acuden, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob.

Tenemos aquí la declaración de la guardia del santuario, que ha examinado a los


peregrinos que llegaban para adorar. Pueden pasar, son personas verdaderamente
justas. Ellos son la generación de los que buscan el rostro del Señor; son la
congregación de israelitas que quieren adorar al Señor de boca y corazón, que
desean servirle no sólo con la boca, por afuera, sino con toda el alma, con la
mente y todo su ser. La mención de “rostro” ha inducido a algunos comentaristas
a proponer el parecer de que lo que los fieles esperaban ver dentro del santuario,
era una manifestación de la gloria de Dios, la shekinah, la gloria de Dios hecha
visible como un fuego o luz brillante, cual la viera Moisés en el monte Horeb y en
el monte Sinaí. La expresión “Dios de Jacob” es una evidencia más de la
antigüedad del salmo. Es un título que fue más popular en el norte de Israel, antes
de la cautividad babilónica.
uizá nos incomode lo que leemos acerca de las preguntas y exigencias de la
guardia del santuario. Si somos honestos con nosotros mismos, tendremos que
confesar que no somos dignos de subir al monte santo y entrar en el santuario del
Señor. Bien sé que mis manos no están limpias. Yo, con mis manos, he cometido
violencia, matando a Abel. He alzado las manos contra mi Dios y su Tora. Fueron
mis manos las que clavaron las manos del Rey de la gloria en la cruz. Sé muy bien
que mi corazón no es puro, sino que en él moran toda clase de fieras, bestias
salvajes y criaturas repugnantes. Soy consciente de que mi alma se ha entregado a
cosas vanas; y aunque alguna vez acumulara todas las vanidades de este mundo a
cambio de perder mi alma, ¿de qué me vale?
El único que es digno de subir al monte sagrado y entrar en el santuario del
Señor es aquel que con sus manos sanó los enfermos, echó fuera los demonios,
animó a los desfallecidos y proclamó las buenas nuevas a los pobres. Él es el único
que no ha entregado su alma a las cosas vanas ni jurado con falsedad. En la fiesta
de Adviento celebramos el hecho de que él descendió hasta nosotros y se humilló
a sí mismo tomando la naturaleza de siervo y haciéndose obediente hasta la
muerte, ¡y muerte de cruz! Sus manos fueron traspasadas a fin de que mis manos
quedasen libres de culpa. Su corazón se quebró para que mi corazón quedase
purificado. Él jamás entregó su alma a cosas vanas, y así mi alma también fue
liberada de su apego a la vanidad. Él nunca juró con falsedad, antes bien entró al
lugar santo a la diestra del Padre para ser mi mediador, abogado y defensor. En vez
de acusarme, abrió su boca para interceder por mí. Así yo ahora puedo subir con
él al monte santo para alabarle y glorificarle junto con todos los santos, profetas y
creyentes del AT.
Lo que los peregrinos esperan ver en el santuario es el rostro de Dios. ¿ué
quiere decir ver el rostro de Dios? ¿Significa, quizá, contemplar una
manifestación de la shekinah, la luz gloriosa del Señor que guiaba a los israelitas en
su peregrinación hacia Canaán? ¿Se refiere a algo parecido a lo que sucedió
durante la dedicación del templo, según lo relata 2 Crónicas 7:1?: “Cuando
Salomón terminó de orar, descendió fuego del cielo y consumió el holocausto y
los sacrificios, y la gloria del SEÑOR llenó el templo.”
Hay quienes creen que los fieles esperaban ver una visión del Señor en su
carroza de gloria, una visión semejante a la que tuvo Ezequiel a orillas del río
uebar, en Babilonia (Ezequiel 1:4–28). Sabido es que había en Israel grupos de
místicos que por medio de sus vigilias, ayunos y oraciones pretendían elevarse en
espíritu y obtener una visión de la merkabar, la carroza divina del Señor.
¿ué quiere decir ver el rostro del Señor hoy día? En las iglesias cristianas de
América Latina, se entonan decenas de cantos e himnos como éste: “¡Oh, yo
quiero verle!”, canto en el que el creyente expresa su anhelo de ver a Dios. En
Mateo 5:8 nos promete Jesús: “Dichosos los de corazón limpio, porque ellos
verán a Dios.” En Juan 14:8, Felipe le pide a Jesús: “Señor, muéstranos al Padre y
con eso nos basta.” A esto Jesús responde: “¡Pero, Felipe! ¿Tanto tiempo llevo ya
entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí, ha visto al
Padre.” Sabemos que veremos al Padre en la segunda venida de Jesucristo, cuando
éste descienda del cielo con poder y gloria. Pero, ¿será posible ver al Padre antes de
la segunda venida de Jesús, así como creían San Agustín, los padres orientales, y
místicos como Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz? ¿Es posible ver al
Señor en las personas y las comunidades de creyentes que reflejan su justicia y su
amor? Lutero aseveró que es en el evangelio de Jesucristo en que nuestros ojos son
abiertos para ver al Padre en su gran amor y misericordia en favor de nosotros.
24:7 Eleven, puertas, sus dinteles; levántense, puertas antiguas, que va a entrar el Rey de la gloria.

Ahora nos encontramos, en el versículo siete, frente a la puerta principal del


santuario. Un grito de urgencia dirigido a los porteros y un canto entonado frente
a las puertas personificadas, exige que se deje entrar al Rey de la gloria. Se
sobrentiende que el Rey de la gloria es el Señor mismo, que llega en su trono
portátil, el arca del pacto. La frase “puertas antiguas”, o “puertas eternas” (RV),
habla de puertas empotradas hace mucho tiempo. La referencia a puertas
antiguas, ha sido para algunos investigadores evidencia de que el salmo fue escrito
siglos después de la construcción del templo de Salomón, en la época de Ezequías
o Josías. Sin embargo, otros investigadores están igualmente convencidos de que
el Salmo 24 es uno de los más antiguos de la Biblia hebrea. Othmar Keel cree que
la frase “puertas antiguas” (“puertas eternas” RV) se refiere a las puertas del
templo del Jerusalén contemporáneo, ya que el Salmo 24 se escribió mucho antes
de la construcción del templo de Salomón. Según Keel, las puertas antiguas, o
eternas, son las puertas celestiales que sirven de modelo a todas las puertas de los
santuarios construidos por los hombres. En Egipto, las puertas del templo fueron
llamadas “las puertas del cielo”. Siendo que el templo es el lugar donde se ubica la
imagen del dios (Keel 1978:172), las puertas del templo son las puertas del cielo,
porque donde esté presente el dios, en su imagen, allí está también el cielo.
Se dice que la frase “el SEÑOR Todopoderoso” (“Jehová de los ejércitos” RV)
del versículo 10, es señal de la antigüedad del salmo. “El SEÑOR Todopoderoso”,
en hebreo yahweh tzebaot, señala al Señor como Dios guerrero, que sale al frente
de los ejércitos de Israel montado sobre el arca del pacto, para luchar contra los
enemigos de su pueblo. Recordemos que cuando el pueblo de Israel marchó en su
peregrinación desde Egipto a la Tierra Prometida, lo hicieron en formación de
batalla con el arca del pacto al frente. De las palabras del relato en Números
10:33–35 se deduce que el arca del pacto es el trono portátil del Señor en que el
mismo Dios de Israel está presente:
“Los israelitas partieron de la montaña del SEÑOR y anduvieron por espacio de tres días, durante los
cuales el arca del pacto del SEÑOR marchaba al frente de ellos para buscarles un lugar donde
acampar. Cuando partían, la nube del SEÑOR permanecía sobre ellos todo el día. Cada vez que el
arca se ponía en marcha, Moisés decía:

’¡Levántate, SEÑOR!
Sean dispersados tus enemigos;
huyan de tu presencia los que te odian.’

Pero cada vez que el arca se detenía, Moisés decía:

‘¡Regresa, SEÑOR,
a la incontable muchedumbre de Israel!’”

En 1 Samuel 4, encontramos el relato de la primera batalla que los israelitas


presentaron a los filisteos, en Ebenezer. Al ser vencido Israel en los primeros días
de la contienda, los ancianos mandaron traer del Santuario en Siló el arca del
pacto, que se encontraba al cuidado del sumo sacerdote Elí y sus dos hijos, Ofni y
Finés. Dice en 1 Samuel 4:5–8a:
“Cuando ésta [el arca del pacto de Dios] llegó al campamento, los israelitas empezaron a gritar de tal
manera que la tierra temblaba. Los filisteos oyeron la gritería y preguntaron: ‘¿A qué viene tanto
alboroto en el campamento hebreo?’ Y al oír que el arca del SEÑOR había llegado al campamento,
los filisteos se acobardaron y dijeron: ‘Dios ha entrado en el campamento… ¡Ay de nosotros! ¿uién
nos va a librar de las manos de dioses tan poderosos?’”

Según se desprende de este relato, los filisteos sabían que el arca del pacto era el
trono portátil del Dios de Israel. No es sólo un símbolo de la presencia del Dios de
Israel, sino que es el objeto sagrado en que el Dios invisible está presente para
defender a su pueblo y pelear por él.
En cuanto a la arquitectura, no había tantas diferencias entre los santuarios de
las naciones paganas alrededor de Israel y los templos en los cuales se adoraba al
Dios de Israel. Todos los templos tenían un atrio en el que se reunía el pueblo.
Todos tenían su lugar santo para los sacerdotes, y todos tenían un lugar santísimo,
o sea, la habitación de los dioses. En los santuarios cananeos, se instaló el ídolo, o
imagen del dios; pero en Israel estuvo prohibida la fabricación de imágenes o
representaciones del Señor. El Dios de Israel es un Dios invisible que no puede ser
visto por el ojo humano. Sin embargo, este Dios invisible estuvo presente en su
templo, sentado sobre su trono, el arca del pacto.
Como ya se dijo, el arca del pacto era una caja de madera de acacia recubierta
de oro refinado. Encima del arca, uno de cada lado, había dos querubines dorados,
con sus alas extendidas. Los querubines eran una representación de los querubines
que guardan el trono de Dios en los cielos. En la visión que tuvo Isaías en el
templo el día que fue llamado para ser profeta, vio la gloria de Dios que llenaba el
templo y también vio los serafines que volaban alrededor del trono de Dios,
diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena
de su gloria” (Isaías 6:3).
Los querubines son descritos como criaturas celestiales con apariencia de
serpientes de fuego con grandes alas. Entre los dos querubines se encontraba
ubicado el propiciatorio, que también se llamaba silla de misericordia. El
propiciatorio es el asiento visible del Dios invisible.
El cuadro que nos presenta el Salmo 24 es, según algunos investigadores, el
regreso de los israelitas a Jerusalén, de donde habían salido llevando el arca del
pacto. La presencia del Señor en la guerra santa le dio la victoria a su pueblo.
Ahora piden que les permitan entrar en el santuario para colocar el arca
nuevamente en su lugar. Es posible que el Salmo 24 sea aún más antiguo que el
templo de Salomón. Puede haber sido un salmo proveniente del tiempo de los
Jueces y que se entonaba en el santuario de Siló. Y entonces, después de la
destrucción de Siló, fue modificado para entonarlo como parte de la liturgia del
nuevo templo.
Investigadores como Delitzsch creen que el trasfondo del Salmo 24 es el
relato del traslado del arca del pacto a Jerusalén, en los días del rey David, historia
que se relata en 2 Samuel 6:12–15. Después de la destrucción del santuario de
Siló, el arca del pacto cayó en manos de los filisteos, quienes lo colocaron en el
templo de su dios Dagón, como un trofeo de guerra. Pero, la presencia del arca
entre los filisteos provocó el brote de una plaga. Horrorizados, devolvieron el arca
a los israelitas. Durante el reinado de Saúl, primer rey de Israel, el arca se guardó,
casi olvidado, en el pueblo de uiriat Yearín. David, después de vencer a los
jebuseos y quitarles la ciudad de Jerusalén, decidió buscar el arca del pacto, y
traerla a su nueva capital, Jerusalén, la ciudad de David. En 2 Samuel 6:14,
leemos: “Vestido tan sólo con un efod de lino, [David] se puso a bailar ante el
SEÑOR con gran entusiasmo.”
Delitzsch y Mowinckel han intentado reconstruir la ceremonia del traslado
del arca al santuario en Jerusalén. Según esta reconstrucción incierta, la procesión
comenzó en la casa de Obed Edom en la parte vieja de la ciudad. Al salir de la casa
de Obed Edom entonaron el Salmo 68, en el que leemos: “En el santuario pueden
verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey. Los cantores
van al frente, seguidos de los músicos de cuerda, entre doncellas que tocan
panderos” (vv. 24–25). Detrás del rey David con su comitiva de cantores, músicos
y doncellas, marcharon las tribus de Israel: “Los guía la joven tribu de Benjamín,
seguida de los múltiples príncipes de Judá y de los príncipes de Zabulón y Nealí”
(v. 27).
Subiendo el monte santo, la procesión pasó por las puertas de la antigua
ciudadela jebusea, hasta llegar al lugar donde David había erigido el tabernáculo.
Delitzsch cree que las puertas antiguas, o eternas, son las puertas construidas por
los antiguos pobladores jebuseos o incluso por el rey sacerdote Melquisedec, de
quien leemos en Génesis 14. Hay investigadores que creen que David ubicó el
tabernáculo dentro del viejo templo de los jebuseos. Recordemos que antes de
David, la ciudad de Jerusalén no había sido una de las ciudades de Israel. Fueron
David y Joab, general de su ejército, quienes finalmente derrotaron a los jebuseos e
hicieron de Jerusalén la capital del reino y ciudad de David. Muchas de las
edificaciones de los jebuseos se utilizaron entonces para servir al reino de David.
Al llegar la procesión al santuario es que se canta antifonalmente la liturgia de
la entrada, que encontramos en el Salmo 24. El investigador noruego Mowinckel
cree que posteriormente al traslado del arca a Jerusalén, se repetía la celebración
cada año, ya sea en la fiesta del Año Nuevo o en la de los Tabernáculos. De esta
manera, se entonaba el Salmo 24 en una nueva procesión todos los años. O sea
que la mayoría de los investigadores modernos no concuerdan con la
reconstrucción de Mowinckel, Delitzsch y otros más.
24:8 ¿uién es este rey de la gloria? El SEÑOR, el fuerte y valiente, el SEÑOR, el valiente guerrero.

En este versículo, los guardianes del santuario hablan de nuevo, como parte de la
liturgia de entrada. Preguntan a los de la procesión: ¿uién es el Rey de la gloria
que viene con ustedes? La pregunta se refiere a la presencia de la silla de
misericordia o al propiciatorio del arca del pacto. Los que llevan el arca
responden: “El que viene es el Señor mismo, el gran guerrero que ha vencido a
todos sus enemigos, quien derrotó al ejército del faraón y sus carros de guerra en
el Mar Rojo. Aquí viene él, el Señor, que guió a Josué en la conquista de Canaán y
le dio la victoria a David, ayudándolo a vencer a todos sus enemigos. Él merece
sentarse sobre el trono de Israel y gobernar como su verdadero rey.”
Con toda razón la iglesia primitiva del NT también cantó este salmo para
celebrar la victoria de Jesucristo sobre sus enemigos: el diablo, el pecado y la
muerte. En su cruz y resurrección Cristo ha triunfado, y ahora toda autoridad le
ha sido dada para gobernar y reinar en la congregación de los fieles.
Un libro apócrifo, llamado el evangelio de Nicodemo, y que gozó de mucha
popularidad en la iglesia primitiva, dice que el Salmo 24 celebra la llegada de
Jesucristo a las puertas del s heol, el reino de la muerte, para liberar a todos los
fieles que esperaban ser rescatados de aquel lugar tenebroso desde los días de
Adán hasta el tiempo de Juan el Bautista. El Cristo triunfante logró pasar por las
puertas del Hades y llevarse consigo a todos los santos, profetas y patriarcas del
AT y llevarlos a la Jerusalén celestial. Esta tradición gozaba de mucha popularidad
en la Iglesia Oriental. Teólogos de gran fuste, como Cirilo, Gregorio Nacianceno
y Ambrosio, interpretaron el Salmo 24 a la luz de tal creencia. En la iglesia
romana suele hablarse del Limbo de los Padres, o lugar en que se encontraban los
padres del AT, antes de Cristo.
24:9–10 Eleven, puertas, sus dinteles: levántense, puertas antiguas, que va a entrar el Rey de la gloria.
¿uién es este Rey de la gloria? Es el SEÑOR Todopoderoso; ¡él es el Rey de la gloria! Selah

Nuevamente los fieles llaman a las puertas para que les franqueen la entrada, y una
vez más los guardianes del santuario preguntan: ¿uién es este Rey de la gloria?
Los fieles responden, diciendo que es el Señor Todopoderoso, que él es el Rey de
la gloria. La frase “el SEÑOR Todopoderoso” (“Jehová de los ejércitos” RV) yahweh
tzebaot, señala al Señor como rey de todos los ángeles, arcángeles, querubines,
serafines, estrellas, principados, poderes, tronos, espíritus, planetas, cometas, esto
es, todas las huestes celestiales. Los demás espíritus y poderes del universo, no son
dioses que también ejercen autoridad sobre la creación y nuestro destino, sino que
son simplemente miembros del ejército del Señor Todopoderoso y sujetos a sus
órdenes. Los de la congregación del Señor no tienen por qué temer a cualquier
otro espíritu ni rendirle culto a otro poder ni nombrar otro nombre en sus
oraciones, adoración y acción de gracias.
La palabra hebrea selah indica, según algunos investigadores, que aquí se lee
una narración, quizá la historia que sirve de base para la fiesta que celebra el
salmo.
VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO:
LAS PUERTAS
Las puertas fueron en la antigüedad la parte más vulnerable de cualquier ciudad
amurallada. Era por las puertas de la ciudad o del templo, por donde cualquier
invasor humano o espiritual intentaba entrar. Para impedir la entrada del invasor,
solían levantarse grandes torres y otras fortificaciones, para proteger las puertas de
la ciudad. Para poder entrar en la mayoría de las ciudades debía pasarse por lo
menos por dos puertas. Luego de pasar por la primera, se la cerraba, en tanto que
los visitantes quedaban en el espacio entre la primera y segunda puerta, ambas
cerradas. En cierto sentido los visitantes quedaban atrapados entre las dos puertas,
hasta tanto su identidad e intenciones fueran establecidas. A continuación se
abría la segunda puerta para franquearles la entrada a la ciudad. Algunas ciudades
y templos tenían una sucesión de puertas, una después de otra. En muchos
templos antiguos, las puertas de tal sucesión de puertas eran de tamaño cada vez
más reducido, indicando así que uno entraba, sucesivamente, en un espacio tanto
más sagrado. Así fue también en el templo de Jerusalén: el atrio del pueblo de
Israel era menos santo que el lugar santo al que sólo podían pasar los sacerdotes.
El lugar santo, a su vez, era menos santo que el lugar santísimo al que sólo tenía
acceso el sumo sacerdote, una vez al año, el Día de la Expiación.
A fin de impedir la entrada de espíritus malos y otros poderes malignos en los
templos de la antigüedad, se acostumbraba colocar imágenes de leones, dragones,
esfinges querubines y de otras bestias a la entrada de los mismos. Además, era
costumbre proteger tanto las puertas de la ciudad como de los templos, con toda
clase de encantamientos, oraciones y ritos mágicos, incluyendo incienso, para
ahuyentar a los espíritus malignos. Hace años, en la ciudad guatemalteca de
Chichicastenango, vi como los indígenas colocaban a la puerta de la Iglesia
Católica Romana una ristra de hojas “mágicas”, para impedir el paso hacia adentro
de los espíritus de la religión tradicional. No querían que los espíritus de la vieja
religión maya se enojaran, al ver a los mayas rezando a los santos de la iglesia
católica dentro del santuario.
En las puertas de muchos templos en el antiguo Cercano Oriente, se
encontraron grabados los requisitos que tenían que cumplir los fieles antes de
entrar al santuario. Estos requisitos exigían, generalmente, que los fieles se
purificaran por medio de baños rituales. En el atrio del pueblo de Israel, en el
templo de Salomón, había un “mar”, o piscina, de bronce fundido, que medía
cinco metros de diámetro. Era redondo, de dos metros y medio de alto y quince
de perímetro. La enorme fuente descansaba sobre doce toros, tres de los cuales
miraban al norte, tres al poniente, tres al levante y tres al sur. Su capacidad era de
unos ochenta mil litros (1 Reyes 7:23–26). La enorme piscina se usaba para la
purificación de los sacerdotes y levitas antes de su entrada al lugar santo. Los
arqueólogos han encontrado en los alrededores de las ruinas del templo de
Herodes el Grande, una cantidad considerable de pilas de piedra o mikvoth, en las
que los fieles solían lavarse los pies antes de entrar al templo.
En la antigüedad, en particular en Persia y Babilonia, el templo se consideraba
un paraíso en miniatura. Al entrar al santuario, los fieles creían que allí podrían
revivir el gozo de la belleza y la santidad del paraíso perdido. Estando en el
templo, se encontraban realmente en el paraíso. A eso se debe que dentro de la
zona del templo, los arquitectos solían colocar los jardines más bellos, repletos de
toda clase de flores y árboles. Othmar Keel cree que la piscina en el templo de
Salomón fue llamada “el mar”, porque simbolizaba los cuatro ríos del paraíso
mencionados en Génesis 2. Algo del simbolismo del templo como un paraíso en
miniatura, o de una anticipación del paraíso, se ha preservado en la iglesia
cristiana en las bellezas arquitectónica y artística de los templos, las cuales
representan para los fieles la prístina belleza de la Jerusalén celestial. Tenemos el
recuerdo de las magníficas puertas del baptisterio de la catedral de Florencia, en
Italia, hechas por el escultor Lorenzo Ghiberti (1378–1455). Por su
incomparable belleza y esplendor, son llamadas “las puertas del paraíso”. Las
puertas de Ghiberti simbolizan el hecho de que por medio del Bautismo los fieles
ciertamente entran de nuevo en el paraíso perdido.
VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO:
LOS PORTEROS
Los porteros cuyas voces se oyen en el versículo 3, eran miembros de un
gremio especial de levitas y sacerdotes, cuya función era guardar las puertas del
tabernáculo y del templo, y también de cuidar el arca del pacto e impedir que
cualquier persona lo tocara. En 1 Crónicas 15:23–24 se los llama “los porteros del
arca”. El afán por guardar el acceso al lugar santo y en particular al arca del pacto,
se debió a que el arca, el tabernáculo y el templo estaban impregnados de la
santidad del Señor. Y la santidad del Señor podía ser algo sumamente peligroso
para el hombre pecador. Los seres humanos tienen que estar protegidos de la
santidad del Señor, así como se protege a las personas que trabajan con
substancias radiactivas. La radiactividad puede provocar la muerte de una persona
que no viste traje especial de protección. Así también la santidad radiante de la s
hekinah divina puede fulminar al hombre que se atreva a acercarse demasiado a
Dios. Esto fue lo que le sucedió al levita Uza, según queda relatado en 2 Samuel
6:7. Porque Uza, queriendo sostener el arca para que no cayera al suelo, extendió
la mano, la sostuvo y, como resultado de esta acción, cayó fulminado. La santidad
del Señor destruye el pecado y todo lo impuro. Fue la santidad del Señor la que
acabó con los ejércitos del faraón y ayudó a Josué en la conquista de los reinos
cananeos, cuando los israelitas cruzaron el Jordán y entraron en la Tierra
Prometida. Fue por temor a la santidad de Dios que Manoa, el padre de Sansón, le
dijo a su esposa: “¡Estamos condenados a morir! ¡Hemos visto a Dios!” ( Jueces
13:22). Celebrando la santidad del Señor, el profeta Habacuc proclamó: “De
Temán viene Dios, del monte de Parán viene el Santo. Su gloria cubre el cielo y su
alabanza llena la tierra. Su brillantez es la del relámpago; rayos brotan de sus
manos; ¡tras ellos se esconde el poder! Una plaga mortal lo precede, un fuego
abrasador le sigue los pasos. Se detiene, y la tierra se estremece; lanza una mirada,
y las naciones tiemblan. Se desmoronan las antiguas montañas y se desploman las
viejas colinas…” (Habacuc 3:3–6).
En Lucas 2:8–9, se nos relata que los pastores que pasaban la noche en el
campo, turnándose para cuidar sus rebaños, al ver la gloria del Señor que los
envolvió en su luz, se llenaron de temor porque creyeron que, siendo hombres
pecadores, serían fulminados por la santidad y la gloria de Dios. Debe entenderse
que todas las ceremonias, ritos y sacrificios que se enumeran en los libros de
É
Éxodo, Levítico y Números, cumplen la función de proteger a los seres humanos
impuros y contaminados de la santidad del Señor. Servir como sacerdote o levita
en la casa del Señor, era una vocación peligrosa, porque había que saber
desenvolverse en relación con la santidad del Señor sin ser consumido por ella,
como les sucedió a los dos hijos de Aarón –Nadab y Abiú– quienes, al ofrecer al
Señor con sus incensarios un fuego que no tenían porqué ofrecer, cayeron
fulminados. Así leemos en Levítico 10:2: “Entonces salió de la presencia del
SEÑOR un fuego que los consumió, y murieron ante él.”
La santidad del Señor, al igual que la radiactividad, puede concedernos
grandes bendiciones, pero, a la vez, es peligrosa y uno debe desenvolverse en
relación con ella con cuidado. Después de las dos batallas de los israelitas con los
filisteos, en Ebenezer, cuando el arca fue capturada por éstos como botín de
guerra, el Señor descargó su mano sobre los habitantes de las ciudades filisteas de
Asdod, Gat y Ecrón, azotándolos con tumores que causaron gran mortandad.
Para librarse de esta plaga, los filisteos devolvieron el arca a los israelitas
juntamente con una ofrenda de cinco tumores de oro y cinco ratones del mismo
metal (1 Samuel 6:4). Los tumores y ratones de oro posiblemente indiquen que la
peste que había afligido a las ciudades filisteas fue la enfermedad conocida como
peste bubónica. El arca fue puesta por los filisteos en una carreta nueva tirada por
dos vacas y enviada a la ciudad israelita de Bet Semes. Después de esto, leemos que
un gran número de israelitas de Bet Semes murieron porque habían mirado
dentro del arca del Señor (1 Samuel 6). El arca fue llevada entonces al pueblo de
uiriat Yearín donde, por muchos años, casi olvidada, se guardó en la casa de
Abinadab, custodiada por Eleazar, su hijo.
Cuando David fue ungido rey sobre todo Israel, decidió llevar el arca del
Señor a su nueva ciudad capital, recién capturada a los jebuseos. En el primer
intento de transportar el arca a Jerusalén, David descuidó las instrucciones que
Dios había dejado en la ley de Moisés en cuanto al traslado del arca. En vez de
hacerla transportar por los levitas cargándola en los hombros con las varas
encajadas a través de las cuatro anillas sujetas a los costados, hizo colocar el
mueble sagrado en una carreta tirada por cuatro bueyes, tal como habían hecho
los filisteos. Cuando, en un trayecto del recorrido, pareció que el arca caería de la
carreta al suelo, el levita Uza extendió las manos para sostenerla y murió ahí
mismo, herido de muerte por la ira del Señor. Por temor al Señor, cuya ira había
sido provocada, David dejó el arca en la casa de Obed Edom, oriundo de Gat, por
tres meses. El segundo intento de transportar el arca a Jerusalén fue todo un éxito.
Fue este acontecimiento, el traslado del arca de la casa de Obed Edom a Jerusalén
lo que, según muchos intérpretes, celebra el Salmo 24.
Después de la muerte de Uza, David organizó a los porteros en cuatro grupos
para proteger las cuatro entradas al lugar santo. Además de cuidar los objetos y
lugares santos, los porteros tuvieron otras funciones que realizar. Por ejemplo, en
el libro de Nehemías leemos que los levitas porteros tuvieron la responsabilidad
de impedir violaciones del sábado (Nehemías 13:19–22). Según 1 Crónicas 9:20,
el antepasado y jefe de todos los porteros fue Finés hijo de Eleazar, y nieto de
Aarón. Finés demostró gran celo en impedir que el campamento de Israel fuera
contaminado por la impureza al atravesar con la lanza a Zimri, jefe de una familia,
y a su amante madianita. El relato se encuentra en Números 25. Y así como Finés
se esforzó por mantener la pureza del campamento de Israel, sus descendientes, los
porteros, debían esforzarse en impedir la entrada de algo o alguien impuro en la
casa de Dios.
En cierto sentido, los porteros desempeñaban sobre la tierra y en el templo el
papel que les cabe a los serafines y querubines en las esferas divinas. Mientras que
los serafines –en Isaías 6– guardaban el trono del Señor, los querubines y una
espada ardiente (los relámpagos) guardaban –en Génesis 3:24– el camino al árbol
de la vida en el jardín del Edén, con la finalidad de impedir el regreso de Adán y
Eva y sus descendientes, al Paraíso.
Los porteros del AT tuvieron, al mismo tiempo, una función algo semejante a
la de los diáconos en la iglesia primitiva, los cuales fueron responsables de cuidar
que no se acercara a la Santa Cena una persona indigna (impenitente). Se
entendió, de acuerdo a lo escrito por San Pablo, que la santidad de Dios puede
constituir un peligro para el no arrepentido, “porque el que come y bebe sin
discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes
muchos débiles enfermos, e incluso varios han muerto” (1 Corintios 11:29–30).
Durante la época del primer templo, los porteros fueron todos sacerdotes y
estaban organizados en grupos para vigilar las cuatro entradas al templo, cuatro a
la entrada norte, sur y occidente, y seis a la entrada oriental, por donde sale el sol.
Al final de la época del primer templo ocurrió algo que resultó en la degradación
del gremio de los porteros. En el libro de Crónicas y el libro de Ezequiel, los
porteros ya no son considerados sacerdotes sino solamente levitas (Ezequiel
44:10–14). En el AT los levitas eran considerados de rango inferior a los
sacerdotes, los que tenían el privilegio de ofrecer los sacrificios. Algo más tarde
también perdieron el derecho de ser conocidos como levitas y simplemente
fueron designados porteros o guardianes.
Un investigador que realizó un estudio especial respecto de la historia y
función del gremio de los porteros en el AT, llegó a la conclusión de que la
degradación de éstos fue la consecuencia de su participación en un culto herético
que identificaba al Señor con el sol. Consecuentemente, se adoraba al sol como
una forma de rendir culto al Señor. A la participación de los porteros en esta
forma aberrante de culto se refiere el profeta Ezequiel: “Entonces Dios me dijo:
‘Hijo de hombre, ¿ves esto? Pues aún las verás cometer mayores atrocidades.’ Y me
llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo, entre el vestíbulo y el
altar, había unos veinticinco hombres que estaban mirando hacia el oriente y
adoraban al sol, de espaldas al templo del SEÑOR” (Ezequiel 8:15–16).
Según un artículo escrito por un investigador llamado Dan Olson, el culto
solar tuvo su origen y centro en la ciudad de Gabaón, y de allí se extendió a otros
centros del culto del Señor en Israel. Como parte de su reforma, el rey Josías y el
profeta Jeremías lucharon en contra del culto solar en el templo del Señor. En 2
Reyes 23:11, leemos que Josías “se llevó los caballos que los reyes de Judá habían
consagrado al sol y que se habían puesto en la entrada al templo del Señor, junto a
la habitación de Natán Mélec, el eunuco encargado del recinto. Josías también
quemó los carros consagrados al sol”. Según Olson, los adherentes a esta forma
aberrante del culto al Señor, identificaban al “SEÑOR Todopoderoso” (“Jehová de
los ejércitos” RV) con el sol, y los ejércitos con las estrellas. De este modo, el
Señor en forma de sol, gobernaba en medio de las estrellas. Por lo tanto, se rendía
culto no sólo al sol, sino también a las estrellas y demás cuerpos celestes. En 2
Reyes 23:5 leemos que los sacerdotes idólatras de Jerusalén quemaban incienso al
sol, a la luna y a los astros del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos (Olson
2005:223–242). Puede observarse una asociación íntima entre porteros, portones
y los cuerpos celestes, en algunos escritos místicos que circularon entre grupos de
judíos en épocas y siglos anteriores a Cristo. En 1 Enoc 33–36; 72–82, hay una
descripción muy detallada acerca de las procesiones del sol, la luna y las estrellas, y
sus movimientos por las puertas celestes (Olson 2005:240).
Lo que llama la atención en esta reconstrucción de la historia de los porteros
de Israel, es la facilidad con la que un símbolo o metáfora llega a malinterpretarse
y llegar a ser, en parte, la causa de una creencia herética, o práctica errónea. En el
caso del llamado “Culto solar del SEÑOR”, se malinterpretaron expresiones que
comparaban al Señor con el sol. Una de las expresiones bíblicas que comparan al
Señor con el sol, la encontramos en el Salmo 84:11: “El Señor es sol y escudo.”
Otra es el Salmo 80:1: “Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño, tú
que reinas entre los querubines, ¡escúchanos! ¡Resplandece…!” Puede observarse
el mismo fenómeno de un símbolo reemplazando lo simbolizado, en nuestro
contexto latinoamericano. En muchas partes de nuestro mundo hispano, la cruz,
que por siglos ha servido como símbolo de Cristo y su obra redentora, ha llegado
a reemplazar al mismo Cristo y ser el objeto principal de la adoración. Sucede
particularmente en las llamadas fiestas de la Cruz de Mayo. En éstas las plegarias,
los cantos de alabanza y la adoración se dirigen a la madera de la cruz y no a
Cristo. La conexión entre el símbolo y lo que simboliza ha llegado a ser tan
íntima, que lo que se simboliza queda opacado por el símbolo.
EL SALMO 24 EN EL NUEVO TESTAMENTO
Las palabras del Salmo 24:1 son citadas dos veces por San Pablo en 1
Corintios 10:26, 28. Las mismas palabras han servido de base para la oración que
pronuncian los judíos antes de las comidas. Debe darse gracias a Dios por toda
clase de vianda, porque todo lo que se come ha sido creado por el Señor y todas
las cosas creadas por Dios son buenas. No es que, –como creían muchos gentiles–
algunos alimentos y bebidas fueron creados por un dios, y otros por otros dioses,
espíritus o demonios. Por eso San Pablo se expresa así: “no hay nada impuro en sí
mismo” (Romanos 14:14). Toda comida es limpia si se la consume para la gloria
de Dios y en su honor, y con acciones de gracias al Dios verdadero y no a los
ídolos. En cambio, las comidas no deben consumirse en un contexto en el que se
alaba y sacrifica a los ídolos, y cuando se da gracias a dioses falsos como, por
ejemplo, cuando se da gracias a Dionisio el dios del vino, por haber provisto la
bebida para la cena (Garland 2003:492).
USO LITÚRGICO
En la sinagoga moderna se entona el Salmo 24 como un salmo especial para la
Fiesta de Año Nuevo. Según el Talmud, los judíos entonaban este salmo cada
domingo en la época del segundo templo. En la iglesia cristiana, en cambio, se lo
ha utilizado para la Fiesta de la Ascensión, ocasión en la que se celebra la llegada
de Cristo victorioso, quien ha triunfado sobre la muerte y las fuerzas del mal, y
ahora hace su gran entrada en el templo celestial. Las puertas antiguas elevan sus
dinteles para dejar entrar al Rey de la gloria allí de donde había salido el día de su
excelsa encarnación. Delitzsch nos recuerda que originalmente el Salmo 24 fue el
gran himno de Adviento del AT, en que se celebraba la primera venida del Rey de
la gloria a su templo en Jerusalén, y que después fue entonado en espera de la
llegada del Rey Mesías en su venida al mundo, como lo expresa también
Malaquías 3:1.
Por consiguiente, la iglesia cristiana ha entonado el Salmo 24 como himno de
Adviento para celebrar la venida del Logos eterno al seno de la virgen y al corazón
del creyente. Así como la virgen abrió las puertas de su vida para dejar entrar al
Verbo encarnado, así también el salmo nos convoca ahora a nosotros, a fin de que
permitamos que el Rey de la gloria entre en nuestras vidas. ue la condición
humilde de Cristo, que viene como siervo sufriente, no sea para nosotros un
tropiezo, porque lo que trae el niño de Belén es bendición y justificación.
HIMNOS Y CANTOS
BASADOS EN LOS SALMOS DE ENTRADA
Culto Cristiano, 2
Culto Cristiano, 420

Alabemos: 304 ¿Señor, quién entrará?


¿Señor, quién entrará en tu santuario para adorar?
El de manos limpias y un corazón puro y sin vanidades; que sepa amar, que sepa amar.

Señor, yo quiero entrar en Tu santuario para adorar.


Señor, dame manos limpias y un corazón puro y sin vanidades; enséñame a amar, enséñame a amar.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Considerando las diferentes maneras de interpretar el versículo 6 y


meditando al respecto, ¿qué significa para usted buscar el rostro de Dios?

2. Resuma lo que representaba para Israel el arca del pacto. ¿Cuál era su
historia y su función en la historia sagrada del pueblo de Dios?
Descríbalo.

3. Explique la función de una liturgia de entrada. ¿uiénes eran los


encargados de cuidar la entrada al santuario?

4. Discutir el significado de la frase “ver el rostro de Dios”. ¿ué significaba


ver el rostro de Dios en el AT? De qué manera podemos contemplar el
rostro de Dios hoy en día?

5. Resuma la historia del traslado del arca del pacto a Jerusalén en los días
del rey David. ¿Cuáles partes del Salmo 2 pudieran referirse a ese evento?

6. ¿Por qué se presta el salmo 24 para ser entonado por los cristianos en la
Fiesta de la Ascensión?

7. En su opinión, ¿por qué permitió Dios la desaparición de algo tan


sagrado como el arca del pacto? ¿ué sustituto tenemos hoy en día para
lo que representaba el arca del pacto?
 
SALMO 15
Entre la población de la América Latina pueden verse largas colas de personas
esperando entrar en los templos seculares de nuestro mundo moderno. Frente a
estos templos: el Palacio de Justicia, el Banco de la República, la Oficina de
Identificación Nacional, el Ministerio de Trabajo, etc., las personas esperan y se
apretujan en el afán de conseguir lo que les hace falta: una cédula de identidad, un
pasaporte, una recomendación de trabajo, una licencia para conducir, cobrar una
pensión, etc. Pero, antes de que se les franquee la entrada a las salas y corredores
donde operan los que controlan el destino de los ciudadanos, aparece un portero
o vocero del gobierno y advierte: “El que quiera entrar en este recinto, debe
cumplir con los siguientes requisitos: Traer dos fotos de frente, partida de
nacimiento, timbres o estampillas fiscales, dos cartas de recomendación y dos
fotocopias de las documentos vencidos, etc. Para entrar hay, pues, requisitos,
condiciones, estipulaciones. No todos pueden entrar, sino sólo los que cumplen
con las condiciones establecidas.
El Salmo 15 nos conduce a otro grupo de personas que esperan entrar, no a
una sede de poder secular, sino ante la presencia del Señor de señores y Rey de
reyes. ¿Nos encontramos nosotros entre ellas? ¿Lograremos entrar? ¿Cuáles son
los requisitos necesarios para subir al monte santo y habitar en el santuario del
Señor?
Lo mismo que el Salmo 24, el Salmo 15 ha sido clasificado como un salmo de
entrada. La diferencia entre éste y el Salmo 24, estriba en lo siguiente: el Salmo 24
celebra la entrada del Señor en su santuario, y no sólo la entrada de los fieles en el
templo. El Salmo 15, en cambio, tiene que ver únicamente con la llegada de los
peregrinos y, quizá, de los refugiados que anhelan entrar en la casa de Dios.
La mayoría de los investigadores divide el Salmo 15 en tres partes:
1. La pregunta de los peregrinos (v. 1).
2. La respuesta que Dios ofrece por medio de los sacerdotes porteros (vv. 2–5).
3. La bendición que se otorga a los peregrinos (v. 5).
15:1 ¿uién, SEÑOR, puede habitar en tu santuario? ¿uién puede vivir en tu santo monte?
El Salmo 15 comienza con una doble pregunta. Parece ser la pregunta de un
grupo de peregrinos que acaban de llegar al santuario del Señor, a fin de celebrar
una de las tres grandes fiestas obligatorias para los adoradores del Señor. Los
peregrinos han traído sus ofrendas, sus diezmos, aceite y vino, y animales para el
sacrificio. Han venido a pagar sus votos, así como lo hizo Ana al traer a su
pequeño hijo Samuel para servir de ayudante en el santuario, y pagar así el voto
que había hecho ante el Señor (1 Samuel 1). Con toda seguridad han venido
también con ropa limpia y los pies lavados. No padecen tam-poco de una
enfermedad contagiosa. ¿ué más falta? ¿Cuáles son los requisitos que les resta
cumplir para poder entrar en la casa de Dios?
Cabe mencionar aquí, que algunos investigadores proponen que las preguntas
del versículo 1 son las de un perseguido huyendo de un perseguidor de sangre, y
que busca refugio en el santuario. Es sabido que en el templo de Jerusalén había
recintos donde vivían funcionarios del santuario ( Jeremías 35:2, 36; Ezequiel
42). Creen, pues, que la persona que habla en el primer versículo está procurando
cobijo en el santuario, porque se habla no sólo de asistir a una fiesta, sino de
habitar en el santuario y de vivir en el monte santo. Pero los verbos “habitar” y
“vivir” pueden referirse también a las tiendas y santuarios provisionales, los que
solían construir los peregrinos en la zona del templo durante la celebración de la
Fiesta de los Tabernáculos. Además, los peregrinos normalmente procuraban
refugio en una de las ciudades de refugio, y no en el templo de Jerusalén
(Números 35:9–28; Deuteronomio 4:41–43).
Las diferentes opiniones presentadas por los investigadores acerca de la exacta
identidad de los peregrinos, o para cuál de las fiestas llegan, se deben a que el
escritor del salmo no ha querido brindarnos esa clase de información. No nos dice
tampoco cuál es el santuario en cuestión. Se juzga por conjetura que es el templo
de Jerusalén, pero podría ser también el tabernáculo de Siló o cualquiera de los
otros santuarios de Israel como, por ejemplo, los templos de Betel o Dan. El
hecho de que una parte del trasfondo original del salmo haya sido suprimida por
el autor o por los compaginadores del salterio, nos permite con más facilidad
emplear el Salmo 15 en otros contextos. Las preguntas y respuestas del salmo
pueden servir, por ejemplo, para la finalidad para la que Martín Lutero escribió
sus preguntas y respuestas para las personas que querían examinarse previamente a
la recepción de la Santa Cena. En vez de preguntar hoy en día: “¿uién puede
vivir en tu santo monte?”, podríamos expresarlo así: ¿quién podrá acercarse al
altar y recibir la Santa Comunión?, o: ¿cuáles son los requisitos necesarios para ser
bautizados o confirmados?, o: ¿quién puede ser miembro de una congregación
cristiana?, o: ¿cuáles requisitos debo cumplir para estudiar en un seminario o en
un programa de estudios teológicos?
15:2 Sólo el de conducta intachable, que practica la justicia y de corazón dice la verdad;

La respuesta a la pregunta acerca de quién puede entrar en el santuario proviene


de un sacerdote portavoz de los porteros cuya responsabilidad es preservar la
santidad del santuario. La instrucción que se da a los que quieren vivir en el
templo del Señor, se parece mucho al sermón proclamado por el sacerdote y
profeta Jeremías ante las puertas del templo del Señor ( Jeremías 7:1–15). Lo que
llama la atención en la instrucción que se da en los versículos 2 al 5 es que no se
refiere a los primeros frutos, ofrendas, holocaustos, el pago de votos y diezmos. Lo
que quiere el Señor sobre todas las cosas, es conducta intachable y la práctica de la
justicia. Sin estas dos virtudes, todas las ofrendas que traen los peregrinos carecen
de valor.
Parece que el salmo sigue la misma onda de las palabras del profeta Isaías:
“¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? –dice el SEÑOR–. Harto estoy de
holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados; la sangre de toros,
corderos y cabras no me complace. ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿uién
les mandó traer animales para que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo
vanas ofrendas; el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, día de
reposo, asambleas convocadas; ¡no soporto que con su adoración me ofendan!”
(Isaías 1:11–13).
El profeta Miqueas, contemporáneo de Isaías, presenta otra pregunta acerca
de la dignidad de quienes vienen para presentarse ante el Señor en su santo
templo: “¿Cómo podré acercarme al SEÑOR y postrarme ante el Dios Altísimo?
¿Podré presentarme con holocaustos o con becerros de un año? ¿Se complacerá el
SEÑOR con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi
primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mis pecados? ¡Ya se te ha
declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR: Practicar
la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6–8).
La conducta intachable que se exige a los que quieren entrar en el santuario,
consiste en la prioridad que al Señor dará el que es justo. Tener una conducta
intachable no es otra cosa que amar al Señor con todo nuestro corazón, con todo
nuestro ser y con toda nuestra mente (Mateo 22:37). Tal actitud es, según Jesús, el
primero y más importante mandamiento; y es el primer requisito o condición
esperada de la persona justa que anhela entrar en el santuario del Señor.
El segundo requerimiento para el que desea entrar en la casa del Señor es que
practique la justicia. Practicar justicia es vivir conforme a las condiciones del
pacto de Dios y de lo que éste dice respecto a la relación con mis hermanos. Es
vivir en shalom con los demás miembros de la comunidad. Practicar la justicia es
amar al prójimo como a uno mismo. Según Jesús, es el segundo mandamiento más
importante (Mateo 22:39).
15:3 que no calumnia con la lengua, que no le hace mal a su prójimo ni le acarrea desgracias a su
vecino;

El hombre de conducta intachable, según el versículo 2, de corazón dice la verdad.


Aquí, en el versículo 3, vemos que lo que piensa el hombre justo en su corazón es
lo mismo que proclama con la lengua. No hay disparidad entre boca y corazón.
En Romanos 10:10, San Pablo también correlaciona lo que uno cree en su
corazón y lo que expresa con la boca: “Porque con el corazón se cree para ser
justificado, pero con la boca se confiesa para ser salvo.” Muchos son los que dicen
palabras muy bonitas con la boca, las que no concuerdan con los sentimientos
feos que guardan en el corazón.
15:4 que desprecia al que Dios reprueba, pero honra al que teme al SEÑOR;

Otra característica del hombre de conducta intachable es que desprecia a los


réprobos, o sea, a los que han sido condenados por Dios. Podría sonar como que
el salmista estuviera enseñándonos a odiar a nuestros enemigos, en vez de amarlos
y orar por ellos, como enseña Jesús en el Sermón del Monte. Pero la mejor manera
de entender estas palabras es en el sentido de no juntarnos, ni identificarnos ni
tener participación con los malvados en las acciones injustas que practican; es
menospreciar lo que es vil, rechazar la invitación de los malvados de andar con
ellos. Son sentimientos que están en concordancia con el Salmo 1, que dice:
“Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la
senda de los pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos.”
Sentimientos parecidos a éstos encontramos también en la segunda carta de
San Pablo a los corintios: “No formen yunta con los incrédulos. ¿ué tienen en
común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión puede tener la luz con la
oscuridad? ¿ué armonía tiene Cristo con el diablo? ¿ué tiene en común un
creyente con un incrédulo? ¿En qué concuerdan el templo de Dios y los ídolos?
Porque nosotros somos templo del Dios viviente” (2 Corintios 6:14–16).
De este modo el Salmo 15 nos invita a considerar despreciables a los que
menosprecian al Señor. La palabra des-preciar, quiere decir quitar valor y honra a
los que no temen al Señor. Es perverso convertir en héroes y modelos para la
juventud a miembros de la farándula que se ríen de la palabra de Dios, y a grupos
musicales que se jactan de pertenecer a una secta satánica. En las páginas del AT
encontramos infinidad de historias trágicas referidas a personas despreciables,
como ser: Doeg el edomita (1 Samuel 22), El esposo de Abigail, Nabal, dado a
borracheras (1 Samuel 25), Ajitofel el traidor (2 Samuel 17) y Absalón, el hijo
consentido y rebelde de David (2 Samuel 15–18). Los relatos de los hechos de
estas personas se encuentran en las Escrituras con la finalidad de que ellos y sus
actos sean despreciados, para que ni nosotros ni nuestros hijos imiten su ejemplo
ni caigamos bajo la influencia de sus acciones e ideas perversas.
Las Escrituras, antes bien, nos instan a honrar a los que temen al Señor, así
como lo expresa el Salmo 15. Honramos a quienes temen al Señor, no
rindiéndoles culto u ofreciéndoles adoración como si fueran dioses, sino
recordando e imitando su ejemplo. Las historias de Abraham, José, Moisés, Isaías,
Jeremías y el rey Josías, están registradas en las Escrituras para que imitemos su fe,
su perseverancia en las aflicciones, su hospitalidad brindada a los extranjeros, su
generosidad con los afligidos y su amor a Dios. Así también el autor del libro
deuterocanónico conocido como Eclesiástico, nos exhorta a elogiar a los hombres
buenos e ilustres, en los capítulos 44 al 50 de su conocida obra.
15:5 que presta dinero sin ánimo de lucro, y no acepta sobornos que afecten al inocente. El que así
actúa no caerá jamás.

En sus negocios, el hombre de conducta intachable brinda prioridad a las


personas y no a la acumulación de bienes. No es como los líderes religiosos
denunciados por Jesús, que devoraban las casas de las viudas y para aparentar
hacían largas plegarias (Mateo 23:14).
El de conducta intachable no da su dinero para la usura. Usura es
aprovecharse del prójimo, cobrándole intereses por un préstamo hecho en una
emergencia. La usura se condena repetidamente en el AT (Éxodo 22:25; Levítico
25:35–38; Deuteronomio 23:19–20). Se dice que en la antigua Babilonia los
usureros cobraban el 33%, mientras que en Asiria los intereses podían llegar al
50% de la suma prestada (Kraus 1993 1.357). Las denuncias contra la usura en el
AT fueron parte de la realidad vivida en una pequeña sociedad campesina, donde
las personas no pedían prestado a no ser en una circunstancia de necesidad
extrema. Cobrar intereses en una circunstancia como ésta, significaba explotar al
hermano y querer aprovecharse de su desgracia. Hoy día, en el mundo complejo y
superpoblado en que vivimos, los bancos e instituciones financieras necesitan
cobrar algún interés para poder pagar un sueldo justo a sus empleados. Esto no
debe ser considerado usura (Rodd 1963:32). Pero, cuando los bancos e
instituciones financieras cobran intereses exagerados para enriquecerse a sí
mismos y sus socios, mientras que los países llamados “del Tercer Mundo” (o
mundo mayoritario) se hunden en la más servil miseria, entonces deben aplicarse
las enseñanzas del AT y las de Jesús de Nazaret para denunciar, en el nombre de
Dios, el llamado capitalismo salvaje.
Los verdaderos siervos del Señor también se opondrán a toda clase de
cohecho y soborno en los tribunales. La frecuencia con la que se denuncia este
mal en el AT nos demuestra que tanto ayer como hoy el flagelo del soborno ha
sido y es un instrumento por medio del cual los más ricos se aprovechan de los
más pobres (Éxodo 23:8; Deuteronomio 16:19; Isaías 1:23; 29:21; Amós 5:12).
Las palabras del versículo 5 parecen estar dirigidas a las personas que tienen
dinero y que gozan de influencia y poder dentro de la sociedad del salmista, pues
tienen dinero para prestar y se mueven en círculos donde se suelen ofrecer
cohechos. Los que tienen dinero, influencia, y poder siempre se encuentran
sujetos a tentaciones particulares a su posición social y económica y por lo tanto
están en la necesidad de las admoniciones del salmista y las oraciones de todo el
pueblo de Dios (Goldingay 2006:225).
LA BENDICIÓN
Finalmente, el Salmo 15 no termina con una demanda, sino con una promesa
y bendición para todos los que han venido a adorar en espíritu y en verdad. Es la
bendición para todos los adoradores que de corazón afirman su fidelidad al pacto.
Rodd (1963:33) nos recuerda que la promesa de heredar el Reino se brindó a los
que dieron comida y ropa a los necesitados y visitaron a los enfermos y
prisioneros. La promesa de bendición que reciben los justos es la de que no caerán
jamás. Podrán venir las dificultades, los sufrimientos y las persecuciones por causa
del Reino, pero ellos no caerán. Jesús concluyó su Sermón del Monte con una
promesa de bendición muy similar: “Por tanto, todo el que me oye estas palabras y
las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la
roca. Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron
aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la
roca” (Mateo 7:24–25).
NUESTRO USO DEL SALMO 15
Hay dos maneras de abusar del salmo. La primera es utilizarlo para justificarse
a sí mismo ante Dios a la manera en que el fariseo se justificó, en la parábola del
fariseo y el cobrador de impuestos (Lucas 18:9–14). Podríamos sentirnos
tentados a decir en nuestro fuero interior: “Te doy gracias, oh Dios, por no ser
como las demás personas. He cumplido con las diez condiciones expresadas en el
Salmo 15. He tenido una conducta intachable y he practicado la justicia. Siempre
he dicho la verdad de corazón. No soy como los demás que calumnian con la
lengua y le hacen mal al prójimo. No soy como los perversos cobradores de
impuestos que practican la usura y se ajustan al cohecho. Yo sé que habitaré en tu
santuario y viviré en tu santo monte.” Esto es el abuso farisaico. Es engañarse a
uno mismo. Es olvidar lo que se nos dice en 1 Juan 1:8: “Si afirmamos que no
tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad.”
La otra manera de abusar de este salmo es dejarse llevar por la desesperación y
exclamar: “Yo sé que no he estado a la altura de ninguna de las diez condiciones
que exige este salmo de las personas que desean entrar en la presencia de Dios para
adorar. Me encuentro en una condición tal de perdición y perversidad, que no veo
esperanza para mí. Mis pecados son demasiado grandes como para ser
perdonados. No hay remedio para mí. Debo resignarme y aceptar el hecho de que
Dios me ha rechazado para siempre.” Pensar o hablar de este modo, podría
llamarse el abuso del cobrador de impuestos.
¿Cuál es, entonces, la manera correcta de leer o entonar el salmo? Es, en
primer lugar, reconocer que el único ser humano que ha cumplido perfectamente
todas las condiciones requeridas por el Salmo 15 es nuestro Señor Jesucristo; y
que es él quien en verdad es digno de vivir en el santuario del Señor; que es él
quien, en un nivel superior a todos los demás seres humanos, es verdaderamente
digno de subir, no solamente al santo monte Sión, sino de ascender por encima de
todos los cielos (Efesios 4:10; Juan 3:13). Es la razón por la que el Salmo 15 se ha
utilizado en la iglesia cristiana como el salmo para ser entonado en la Fiesta de la
Ascensión.
En segundo lugar, el salmo nos invita a no desesperar ni resignarnos a ser
excluidos de la presencia de Dios. Jesús ascendió a la diestra de Dios para ser,
precisamente, nuestro mediador. Ascendió a la diestra del Padre para abogar a
favor de nosotros, a fin de que nuestro fracaso de cumplir perfectamente todas las
condiciones del Salmo 15 no nos excluyera de la presencia divina. Por su sacrificio
en la cruz y por su obediencia perfecta de la voluntad de Dios, él nos abrió un
camino hacia el lugar santo, donde veremos a Dios en el templo de su santidad.
Siendo que sólo en Cristo podemos escalar el monte santo, nuestra lectura
cristológica del Salmo 15 debe incitarnos a arrepentirnos de toda contaminación
moral y a lavarnos en la sangre purificadora del Cordero de Dios. Nuestra lectura
cristológica del Salmo 15 debe estimularnos a rogar al Espíritu Santo a que nos
ayude a adorar a Dios en espíritu y en verdad, recibiendo de él la fe, la esperanza y
el amor necesarios para cumplir las diez condiciones enumeradas por el salmo.
Al entonar el Salmo 15 reconocemos que solamente con Jesucristo podemos
habitar en el santuario del Señor. Únicamente vestidos con la ropa blanca de su
justicia podemos vivir en su santo monte. Sólo con el poder del Santo Espíritu
podemos vivir una conducta intachable y practicar la justicia. Solamente basados
en su Palabra y amparados por su buen Espíritu, podemos hacer estas cosas y no
caer jamás. Tan sólo en Jesús podemos recibir su promesa y bendición.
Al terminar nuestra investigación de los salmos de entrada, se nos presenta
una inquietud: ¿Por qué decidieron colocar en el salterio dos salmos que hablan
de los requisitos establecidos para la entrada de personas al santuario de Dios?
¿Por qué hay más requisitos para la entrada al santuario en el Salmo 15 que en el
Salmo 24? ¿Por qué es el Salmo 24 menos exigente que el Salmo 15 en cuanto a
las características de los que quieren entrar en el santuario de yahweh para adorar?
Tal vez estas preguntas no tienen una respuesta. Sin embargo, el erudito alemán,
Norbert Lohfink, ha sugerido que el Salmo 15 tiene que ver con la entrada en el
santuario con miembros del pueblo de Israel, mientras que el Salmo 24, en
consonancia con Isaías 2:2–5 y Miqueas 4:13 trata de la peregrinación de las
naciones gentiles a Sión para entregarse a yahweh y para rendirle culto (Lohfink
2000:33–84).
De acuerdo con muchos de los grandes rabinos como Moisés Maimonides e
Hillel, los requisitos para la entrada de gentiles al reino de Dios siempre han sido
menos exigentes que para miembros del pueblo escogido. Por ejemplo,
Maimonides estipula que los judíos están bajo la obligación de guardar toda la
Tora mientras que los gentiles solamente están bajo la obligación de guardar las
estipulaciones del pacto que hizo Dios con Noé. Estos requisitos son casi los
mismos que los que se pidieron para los gentiles que se habían convertido a Cristo
en Hechos 15:28–29, de abstenerse de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de animal
ahogado y de fornicación.
Lo que Lohfink propone es que en el Salmo 24 tenemos una descripción de
yahweh que viene a las puertas eternas de Sión, no solo, sino acompañado con los
representantes de las naciones gentiles que quieren entregarse a yahweh.
Siguiendo esta línea de interpretación, pudiéramos tener en la forma original del
Salmo 24, una alusión a los mercenarios filisteos y cananeos que formaron la
guardia personal del rey David y que con su apoyo llegaron a ser adoradores de
yahweh.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. Lea Isaías 33:14–17. ¿ué semejanzas encuentra entre este texto
profético y el Salmo 15? ¿ué diferencias encuentra? En su opinión, ¿cuál
es la ayuda que nos presta el texto de Isaías para entender mejor al Salmo
15?

2. ¿Cómo podemos subir para entrar en el santuario para adorar a Dios


cuando somos tan conscientes de no haber cumplido con todos los
requisitos mencionados en el Salmo 15?

3. Discuta las maneras en que se puede abusar de este salmo y sacar


conclusiones equivocadas de su lectura.

4. ¿En qué manera pueden los himnos de entrada ser empleados hoy en día
en las celebraciones litúrgicas de la iglesia y en la enseñanza de la
doctrina?

5. ¿uiénes deben ser excluidos de subir al altar para participar en la Santa


Comunión hoy en día?
4
Los salmos mesiánicos

SALMO 110
En Génesis 14:17–20, encontramos el relato de cómo Abraham, con 318
hombres, rescató a su sobrino Lot y demás habitantes de Sodoma y Gomorra que
habían logrado escapar hacia los montes huyendo de uedorlaómer, rey de Elam
y sus aliados. Después de esta sorprendente derrota de sus enemigos, Abraham
llegó a la ciudad de Salén para dar gracias a Dios por haberle concedido la
victoria. El relato de Génesis dice que en Salén Abraham se encontró con
Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios altísimo, el cual le ofreció pan y
vino y lo bendijo con estas palabras: “¡ue el Dios altísimo, creador del cielo y de
la tierra, bendiga a Abram! ¡Bendito sea el Dios altísimo, que entregó en tus
manos a tus enemigos!” (Génesis 14:19–20). Y a continuación dice el relato:
“Entonces Abram le dio el diezmo de todo.”
Los investigadores e intérpretes del AT de todas las épocas, han quedado
intrigados con el relato y la figura misteriosa de Melquisedec quien, además de ser
un rey no israelita fue, al mismo tiempo, un sumo sacerdote que adoraba al Dios
verdadero y que celebró con Abraham lo que algunos creen haber sido una
celebración anticipada de la Santa Cena. uisiéramos saber algo más de
Melquisedec. uisiéramos preguntarle cómo llegó a ser, al mismo tiempo, rey y
sacerdote del Dios altísimo. uisiéramos preguntarle, además, por qué su nombre
aparece en el Salmo 110, el texto más citado del AT en el NT. ¿Cuál es la relación
que existe entre Melquisedec y el rey David por un lado, y entre Melquisedec y
Jesucristo por el otro, siendo que el autor de la Epístola a los Hebreos concede
tanta importancia a la figura de Melquisedec en su exposición de la persona y obra
de Jesucristo? (Hebreos 5:6; 6:20; 7:1–28).
Jesús, en sus debates con los fariseos y saduceos en el templo durante la
Semana Santa, también citó el Salmo 110, preguntándoles en cuanto a la
identidad última del “Señor” de quien se habla en el Salmo: “Mientras estaban
reunidos los fariseos, Jesús les preguntó: ¿ué piensan ustedes acerca del Cristo?
¿De quién es hijo? De David, le respondieron ellos. Entonces, ¿cómo es que
David, hablando por el Espíritu, lo llama ‘Señor’? Él afirma: ‘Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.’
Si David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede entonces ser su hijo? Nadie pudo
responderle ni una sola palabra, y desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más
preguntas” (Mateo 22:42–46).
Las preguntas que Jesús les hizo a sus oponentes acerca de la interpretación
del Salmo 110 dejaron tan confundidos a los fariseos que no se atrevieron a seguir
disputando con él. La cantidad de preguntas y cuestiones que han surgido en
relación con el Salmo 110, deben despertar nuestro interés al disponernos a
profundizar en su estudio.
De acuerdo con el epígrafe, el salmo es “De (o para) David, un salmo
(mizmor)”. Tal designación indica que fue escrito por David o para David. Los
investigadores remisos a aceptar que el mismo David sea el autor del salmo, dicen
que en los salmos y en los libros proféticos el nombre “David” puede utilizarse
como un título para designar a cualquier sucesor del segundo rey de Israel, y no
necesariamente al David histórico. La afirmación es verdadera. Sin embargo,
nuestra opinión es que el Salmo 110 es davídico y profético, por las palabras de
Jesús en Mateo 22, ya citadas.
Según Mateo 22:41–46, Marcos 12:35–37, y Lucas 20:41–44, en el Salmo
110 escuchamos la voz del David histórico profetizando de un nuevo David
mesiánico que vendrá en el futuro para redimir a Israel. El epígrafe davídico del
salmo ha sido y sigue siendo, tanto para judíos como para cristianos, la evidencia
de que se trata de un salmo mesiánico, cuyas palabras no tuvieron su
cumplimiento en David ni en alguno de sus descendientes y que, por lo tanto,
deben tenerlo en otro David que vendrá en el futuro (Davidson 1998:363). El
salmo apunta al futuro rey, el Mesías.
El Salmo 110 se encuentra en el quinto libro de los Salmos, lo cual indica que
llegó a ser parte de lo que llamamos el canon, en una fecha posterior a la
cautividad babilónica. ¿Por qué incluir en el salterio un canto para la
entronización de un gobernante que sería, a la vez, rey y sacerdote, en una época
en que ya no gobernaban reyes de la dinastía de David, a menos que fuera para
celebrar la coronación futura del rey mesiánico por venir? Muchos textos, en los
profetas, hablan de un nuevo David y un retoño del tronco de la dinastía davídica.
En Ezequiel 34:23–24 el profeta habla de un David que vendrá en el futuro:
“Entonces les daré (a las ovejas de Israel) un pastor, mi siervo David, que las
apacentará y será su único pastor. Yo, el SEÑOR, seré su Dios, y mi siervo David
será su príncipe. Yo, el SEÑOR, lo he dicho.”
En cuanto al nombre David, cuyo significado en hebreo es “el amado”, hay
quienes creen que David fue originalmente un título dado al segundo rey de
Israel, quien anteriormente tuvo otro nombre, ahora olvidado. Siendo que David
fue el príncipe “amado” por el Señor, su título llegó a reemplazar su nombre. Es
interesante observar que el segundo rey de Israel es la única persona en la Biblia
llamada David.
Los investigadores que han dedicado sus esfuerzos al estudio de antiguos
textos litúrgicos del antiguo Cercano Oriente, señalan que en el Salmo 110
encontramos extractos de una ceremonia de entronización del rey davídico en
Jerusalén. Incluidos en el salmo, aparecen trozos de la vieja liturgia utilizada en la
coronación de un rey en Jerusalén. La liturgia proviene, en parte, de la época en
que gobernaban los antiguos reyes jebuseos, antes de ser conquistada la ciudad
por David, y ahora incorporados a los cantos que celebran la coronación del
ungido del Señor que vino a remplazar a los antiguos reyes sacerdotes de
Jerusalén, descendientes, quizá, del gran Melquisedec.
110:1 Así dijo el SEÑOR a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies.”

Aquí es preferible seguir la traducción más literal de la Biblia de Jerusalén y de la


Biblia del Peregrino, donde las primeras palabras del Salmo 110 son: “Oráculo de
yahweh a mi Señor.” Esta traducción nos ayuda a identificar el contenido del
salmo como un mensaje profético dado al protagonista del salmo el día de su
unción o el día de su entronización. Solamente en el Salmo 110 encontramos la
palabra “oráculo” (nem) en el salterio. En realidad, la persona para quien fue
compuesto este salmo, recibe en él dos y, quizá, tres oráculos distintos del Señor.
Muchos especialistas en la materia creen que originalmente el Salmo 110 fue
entonado como parte de una antigua liturgia que celebraba la coronación de un
rey de la dinastía de David, en Jerusalén. La palabra “oráculo” indica que el salmo
son palabras dirigidas al rey por un sacerdote o profeta que habla en nombre del
Señor, durante una ceremonia solemne en el templo. Se invita al rey a sentarse en
el lugar de honor, a la mano derecha de Dios. La diestra es el puesto privilegiado,
el sitio de honor y de autoridad. En el Salmo 80:17, el rey es llamado “hombre de
tu diestra”. La designación indica que el poder y la autoridad ejercidas por el rey
son un regalo del Señor, y no algo que el nuevo gobernante haya logrado por sí
mismo. Según Millar (1998:104), en el Salmo 110 tenemos la respuesta al Salmo
109. El Salmo 109 está conectado al Salmo 110 por la palabra clave yamin, mano
derecha.
Cuando hablamos del nuevo rey sentado a la diestra del Señor, tenemos que
imaginar el trono ubicado al lado derecho del arca del pacto del Señor. Es sabido
que en la época de los jueces y de los primeros reyes, el arca no siempre se guardó
en la oscuridad del lugar santísimo sino que, siendo el trono visible del Dios
invisible, se lo llevaba delante del ejército en las guerras santas que libraban los
israelitas con sus enemigos. Era llevado también por los levitas en las fiestas
sagradas que se celebraban sobre el monte Sión. De modo que el arca del pacto es
el trono del Señor, y a la diestra de éste se ubica el trono del rey. Debido a que el
palacio del rey, construido por Salomón, estuvo ubicado al sur, es decir, a la mano
derecha del templo, quizá debamos imaginarnos también al Señor presente en su
templo, y a su diestra el rey sentado en su palacio (Kraus 1995:513).
El primer versículo del salmo habla no sólo de la diestra de Dios, sino también
de los enemigos del Señor. Vencer y aniquilar a todos los enemigos del pueblo de
Dios, es una de las responsabilidades del rey y es parte de su misión divina, lo
mismo que la tarea de administrar justicia y defender los derechos de los más
débiles y de los que son despojados de su derecho (Kraus 1996:160–161).
Ahora bien, si el Salmo 110 es un salmo de David, como afirmó el propio
Jesús ante los fariseos, en Marcos 12:36 y Mateo 22:43, entonces, al referirse
David al Ungido como “mi Señor”, no puede estar hablando de sí mismo, porque
David no puede ser el Señor de David. Ni es posible, tampoco, que David
estuviera hablando de su hijo Salomón u otro de los reyes de Judá que reinaron en
Jerusalén después de Salomón, porque ninguno de estos reyes podía ostentar el
título “Señor de David”. Para ser el Señor de David, el ungido de quien habla el
Salmo tendrá que ser uno que sea más grande que David. ¿uién, entonces, es el
Señor de David? Tanto los rabinos judíos como los autores del NT y Jesús, están
de acuerdo de que se trata del Mesías, el segundo David, cuya venida había sido
anunciada por los profetas inspirados de Israel. De acuerdo con las palabras de
Jesús en Marcos 12:36, el mismo David también es considerado un profeta
inspirado por el Espíritu Santo. Otra evidencia de que el Salmo 110 es un salmo
mesiánico es que los fariseos con quienes Jesús discutió, en este pasaje de Marcos,
no contendieron respecto a la identificación del Mesías con el Ungido del que
habla el salmo. Lo que los fariseos no aceptaron fue que Jesús era el rey mesiánico
profetizado por David.
En su discusión con los fariseos, Jesús les había preguntado: “¿Cómo es que
los maestros de la ley dicen que el Cristo es hijo de David? …Si David mismo lo
llama “Señor”, ¿cómo puede ser su hijo?” (Marcos 12:35, 37). La respuesta a la
pregunta es, por supuesto, que siendo Jesús descendiente del linaje de David
según la carne, es su hijo (Romanos 1:3). Sin embargo, al mismo tiempo, Jesús es
el Señor de David por haber sido designado Hijo de Dios con poder, según el
Espíritu de santidad, por la resurrección de los muertos (Romanos 1:4). Es
posible que en ocasión de la ceremonia de coronación de David como rey, en
Jerusalén, el músico principal le haya dedicado el himno a David. Sin embargo, el
mismo David, hablando por el Espíritu lo relaciona con el Mesías venidero. Es
necesario recordar que los oráculos del Salmo 110 son profecías. Juan Calvino
declaró que no todo lo que encontramos en estas profecías tuvo su cumplimiento
en el rey David y sus descendientes (Davidson 1998:367). Tendría que venir un
segundo David, un David más grande que el propio David, y en él, y sólo en él,
encontrarán su cumplimiento los oráculos del Salmo 110.
EL ESTRADO DE TUS PIES
La promesa de poner a los enemigos del Mesías como estrado de sus pies
proviene de la costumbre de los reyes del antiguo Cercano Oriente de colocar a
los enemigos vencidos en el suelo delante del trono y pisarles después sus cuellos,
convirtiéndolos de este modo en tarima de sus pies. Es precisamente lo que hizo
Josué ( Josué 10:24) con los cinco reyes cananeos después de derrotarlos y
capturarlos en la batalla de Gabaón: “Cuando se los trajeron (a los 5 reyes), Josué
convocó a todo el ejército israelita y les ordenó a todos los comandantes que lo
habían acompañado: ‘Acérquense y písenles el cuello a estos reyes.’ Los
comandantes obedecieron al instante.” Tal rito de victoria lo practicaron también
los pueblos vecinos de Israel, como lo demuestran las figuras talladas y las pinturas
que se exhiben en el museo de Egipto en El Cairo (Alonso 1999:1374). En las
cartas de Amarna, escritas por los pequeños reyes vasallos de Canaán y Siria a sus
superiores en Egipto, dice: “Un estrado para sus pies soy yo.”
En alusión al Salmo 110, San Pablo declara: “Porque es necesario que Cristo
reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Corintios 15:25).
Los enemigos que serán totalmente sometidos de esta forma no serán solamente
los hombres que persiguen a los cristianos y tratan de acabar con la iglesia, sino
también todos los poderes ocultos y satánicos que operan en el universo y prestan
apoyo a los adversarios del reino de Dios. “El último enemigo que será destruido
es la muerte” (1 Corintios 15:26). Interpretando la referencia al “estrado de tus
pies” de una manera más positiva, Clemente de Roma, escribiendo hacia el final
del siglo primero, asevera que el estrado del que habla el salmo son los gentiles que
han sido convertidos a la fe en Jesús por medio de la proclamación del evangelio
por toda la tierra, y que ahora están sujetados a él (Hay 1973:82).
LA MANO DERECHA
En la mayoría de las culturas, tanto antiguas como modernas, la mano
derecha, o diestra, simboliza el lugar de honor, el puesto del huésped privilegiado,
la posición de poder. El virrey siempre se sienta a la derecha del rey. La mano
izquierda, o siniestra, en cambio, repre senta la mala suerte, el reino de la
oscuridad y del demonio. En la parábola del juicio de las naciones (Mateo 25:31–
46), las ovejas se ubican a la derecha del Señor, y las cabras a su izquierda.
110:2 ¡ue el SEÑOR extienda desde Sión el poder de tu cetro! ¡Domina tú en medio de tus
enemigos!

El Señor entrega, aquí, su báculo o cetro al rey. Puede ser éste el momento de la
liturgia sagrada de coronación en que se le entrega al nuevo monarca el cetro con
el cual reinará. En el antiguo Cercano Oriente, el báculo o cetro siempre ha sido
un símbolo de autoridad y poder (Génesis 49:10). Recordemos que Moisés y
Aarón llevaban la vara de Dios (Éxodo 4:20), y que por medio del bastón sagrado
realizaron las señales y prodigios que resultaron en la liberación de Israel. Más
tarde, la vara de Aarón fue depositada en el arca del pacto. En un comentario
rabínico llamado la Genesis Rabbah, se conserva la tradición de que la vara o cetro
que se le entregó al rey en el Salmo 110:2 fue la misma vara de Aarón, y que se le
entregó este cetro a todos los reyes de linaje de David hasta la destrucción del
templo (Hay 1973:32).
En vez de traducir la primera parte de este versículo con las palabras: “Jehová
enviará desde Sión la vara de tu poder” RV, Kraus traduce: “¡Tu cetro poderoso
extiéndelo yahweh desde Sión!” Extender el cetro significa extender el gobierno
del rey tanto en sentido geográfico como en autoridad. En el código de
Hammurabi se encuentra la frase: “ue Shamash (el dios del sol) extienda su
cetro” ( Jonson 1967:130). En Números 24:15–29, donde encontramos la
palabra hebrea nem (oráculo), el profeta Balán declara: “Una estrella saldrá de
Jacob; un rey surgirá en Israel. Aplastará las sienes de Moab.” (“Saldrá estrella de
Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab” RV). Está claro
que en el oráculo de Balán el cetro de quien habla es el mismo Mesías (Delitzsch
1976:3–189). Según San Justino Mártir, quien escribió en el siglo segundo, el
cetro del poder del Ungido se extiende al ser predicado a todas las naciones el
llamamiento al arrepentimiento (Hay 1973:49).
110:3 Tus tropas estarán dispuestas el día de la batalla, ordenadas en santa majestad. De las entrañas
de la aurora recibirás el rocío de tu juventud.

El pueblo se ofrece voluntariamente para servir en el ejército del Señor. Está


reunido en las montañas, cerca de Jerusalén. El rey está vestido con ropa festiva.
La frase “recibirás el rocío” indica que el rey ha sido renovado en vigor y juventud
por el Señor. El adjetivo “dispuestas” indica probablemente que se vislumbraba el
inicio de una guerra santa, ya que según las normas de aquella antigua institución,
los guerreros no podían ser ni mercenarios ni soldados profesionales reclutados,
sino que debían ser voluntarios ( Jueces 7:3), inspirados por el Espíritu del Señor.
Si los que salían a presentar batalla eran guerreros temerosos, cobardes o
mercenarios, se corría el peligro de perder la bendición del Señor (von Rad
1991:79). En la guerra de liberación contra los madianitas, Gedeón envió a su
casa a los hombres que sintieron temor antes de la batalla: “¡Cualquiera que esté
temblando de miedo, que se vuelva y se retire del monte de Galaad!” ( Jueces 7:3).
Una de las arengas proféticas que más caracterizaron a la guerra santa fueron las
palabras: “¡No tengas miedo!” ( Josué 8:1). Las palabras que el Señor le
encomendó al profeta Isaías que le transmitiera a Acaz en ocasión del ataque de
Rezín, rey de Siria y Pecaj, rey de Israel, contra Judá, fueron: “Dile que tenga
cuidado y no pierda la calma; que no tema ante el enojo ardiente de Rezan el sirio,
ni ante el hijo de Remalías; que no se descorazone a causa de esos dos tizones
humeantes” (Isaías 7:4). Sin embargo, tan turbado estuvo el corazón de Acaz que
hasta tuvo miedo de pedir una señal al Señor; y con su cobardía por poco hizo
que su pueblo se quedara sin la bendición del Señor.
Lo que se espera de la milicia consagrada a la guerra santa es que no confíen
en el ser humano, ni en sus armas, ni en su valentía, sino que aguarden
tranquilamente la actuación milagrosa del Señor, que dará la victoria a su pueblo.
Fue lo que sucedió en ocasión de la invasión de Senaquerib (Isaías 36 y 37), en
que el ángel del Señor mató a ciento ochenta y cinco mil en el campamento de los
asirios. En otra ocasión el Señor sembró la confusión en el campamento de los
madianitas; y los opresores de Israel se atacaron entre sí con sus propias espadas (
Jueces 7:22). El mensaje del Señor para sus guerreros es el que anunció Isaías con
estas palabras: “En el arrepentimiento y la calma está su salvación, en la serenidad
y la confianza está su fuerza, ¡pero ustedes no lo quieren reconocer! Se resisten y
dicen: ‘Huiremos a caballo.’ ¡Por eso, así tendrán que huir! Dicen: ‘Cabalgaremos
sobre caballos veloces.’ ¡Por eso, veloces serán sus perseguidores! (Isaías 30:15–
16).
Otra condición que se exigía para la participación en la guerra santa fue la
renuncia a toda actividad sexual mientras durara la misma (1 Samuel 21:5). Los
guerreros se consagraban para luchar en el nombre del Señor ( Josué 3:5). Todo el
campamento tenía que estar ritualmente puro, porque el Señor se encontraba
presente entre los guerreros (von Rad 1991:42). Los guerreros del Señor pelean
no para engrandecerse a sí mismos, ni para tomar botín para sí, sino para cumplir
las órdenes del Señor. El botín que normalmente se toma en la guerra tiene que
ser destruido. Es anatema. El significado original de la palabra hebrea “anatema”
es: “Lo que ha sido destinado para ser destruido.”
No solamente los guerreros, sino también sus armas se consagraban al Señor, a
fin de que el pueblo pudiera luchar en santa majestad. Hay investigadores que en
sus traducciones del hebreo interpretan la frase “en santa majestad” (“en la
hermosura de la santidad” RV) como dando a entender que los guerreros llevan
puestas vestiduras sacerdotales, o sea, que se trata de un ejército de sacerdotes y
levitas armados para la batalla (Zorn 2004:302). La frase “hermosura de la
santidad” aparece también en el Salmo 29:2, en que se describe al rey vestido de
gala.
Una comparación de la traducción del versículo 3 en las diferentes versiones
de los Salmos en castellano, será útil para señalar porqué el pasaje es uno de los
más difíciles de entender de todo el salterio. Nadie, en realidad, está seguro a qué
se refiere la expresión: “el seno de la aurora” y “el rocío de tu juventud” (RV). La
NVI traduce: “De las entrañas de la aurora recibirás el rocío de tu juventud”, en
tanto que en la versión Dhh reza: “Como el rocío que nace de la aurora, tu
juventud se renueva de día en día.” Hay otros que sugieren que la idea que intenta
comunicar el texto es que los guerreros jóvenes que se han prestado a seguir al
Ungido son tan numerosos y resplandecientes en sus vestiduras sagradas como las
gotas de rocío que cubren los montes al amanecer (Zorn 2004:323). Alonso
Schökel (1999:1375) en cambio, sugiere que la idea que se quiere transmitir es:
“Como la aurora engendra el rocío, así yo te he engendrado; desde el nacimiento
recibes la sacra majestad.” De todos modos, estamos ante un texto enigmático,
misterioso y simbólico, capaz de engendrar un sinfín de interpretaciones.
Al interpretar este pasaje desde el punto de vista del NT, los padres de la
iglesia han identificado la tropa armada de guerreros divinos vestidos de ropajes
resplandecientes, con el ejército de mártires, confesores, misioneros y
evangelizadores que han marchado por todo el mundo proclamando el evangelio
a todas las naciones. Son los soldados de Cristo que nombramos en el himno
“Firmes y adelante”, como lo son también los integrantes del victorioso ejército de
mártires de quienes cantamos en el Te Deum Laudamus. En un sentido, la milicia
de guerreros con vestiduras sacerdotales del Salmo 110 prefigura el real sacerdocio
de todos los creyentes de que habla tan elocuentemente San Pedro en su primera
epístola (1 Pedro 2:9).
110:4 El SEÑOR ha jurado y no cambiará de parecer: “Tú eres sacerdote para siempre, según el
orden de Melquisedec.”

Tenemos aquí un nuevo oráculo en que se promulga al Ungido. Se sobreentiende


que quien recibe el mensaje divino es el mismo rey ungido a quien le fue
entregado el oráculo del versículo 1, si bien H. H. Rowley opinó que el Salmo 110
trata acerca de un doble ungimiento. Según Rowley, el oráculo del versículo 1
estaba destinado, originalmente, a David, mientras que el del versículo 4 estaba
destinado a la consagración del sumo sacerdote Sadoc. Pese a la reputación de
Rowley como uno de los expertos del AT más renombrados de su época, pocos de
los entendidos en la materia han aceptado su propuesta. Seguramente, el mensaje
al que quiere poner énfasis el pasaje es que, así como el legendario Melquisedec
desempeñó tanto el oficio de rey como el de sacerdote al mismo tiempo, así
también el gran Señor de quien habla el Salmo 110, es rey y sacerdote a la vez. Si
las diferentes partes del salmo se ordenan como inversión, que es lo que proponen
muchos investigadores, entonces el versículo 4, por su posición central, es
considerado el más importante. El mensaje central del salmo es, entonces, que el
victorioso rey mesiánico cumple funciones sacerdotales.
Uno de los elementos sorprendentes del Salmo 110 es la mención del
misterioso Melquisedec quien, más de quinientos años antes de David, fue rey y
sacerdote de la ciudad de Salén. Hoy día, muchos investigadores, pero no todos,
identifican a la ciudad de Salén con Jerusalén, la ciudad que David arrebató a los
jebuseos con el fin de convertirla en su capital. Muchos investigadores sostienen la
hipótesis de que, cuando David suplantó al último de los reyes de los jebuseos,
cuya suerte desconocemos, el hijo de Isaí tomó posesión no sólo del trono del rey
jebuseo, sino también de sus títulos, atributos, privilegios y prerrogativas, e
incluso de los himnos que se entonaron el día de su coronación.
Por ser un descendiente y heredero de Melquisedec, el último rey de los
jebuseos contaba, entre sus prerrogativas, no sólo con derechos y atributos reales,
sino también sacerdotales, porque los reyes de Salén fueron, como Melquisedec,
no sólo reyes, sino también sacerdotes. Así, dicen los eruditos, es cómo David y
los primeros reyes de su dinastía pudieron reclamar para sí las atribuciones
sacerdotales si bien no pertenecían por nacimiento ni a la tribu ni a la orden de
Leví. Sin embargo, siendo herederos de los privilegios de los reyes jebuseos,
cumplieron funciones sacerdotales como miembros de la orden sacerdotal de
Melquisedec. Éste es, precisamente, el argumento que presenta el autor de la
Epístola a los Hebreos en cuanto a Jesucristo.
Del pasaje de 2 Samuel 24:25 se deduce que David y sus descendientes
asumieron funciones sacerdotales, pues dice: “Allí construyó (David) un altar al
SEÑOR y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el SEÑOR tuvo
piedad del país, y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel.” En otros
pasajes leemos que los hijos de David sirvieron como sacerdotes. El rey Saúl, en
cambio, recibió una dura reprimenda de parte de Samuel, y finalmente se lo
rechazó como rey cuando se atrevió a ofrecer holocaustos y ofrendas de paz al
demorarse Samuel en llegar para ofrecer los sacrificios antes de la batalla.
Uno de los grandes temas de la Epístola a los Hebreos es que Jesucristo es
nuestro sumo sacerdote que ha ofrecido una sola vez el sacrificio perfecto –en la
cruz– capaz de purificarnos una vez y para siempre, siendo él, al mismo tiempo,
tanto la víctima como el sumo sacerdote. Pero, ¿cómo pudo Jesucristo ser nuestro
sumo sacerdote y ofrecer un sacrificio por nosotros, no siendo de la tribu
sacerdotal de Leví? Es la pregunta que, quizá, solían proponer los judíos a los
apóstoles y misioneros cristianos y, en particular, al autor de la Epístola a los
Hebreos. La respuesta que nos ofrece la Epístola es que Jesús, siendo descendiente
de David, es heredero del trono davídico y que, al mismo tiempo, tomó las
atribuciones y prerrogativas sacerdotales según el orden de Melquisedec.
¿UNA AFINIDAD CON JOSUÉ, HIJO DE JOSADAC?
Es posible, de acuerdo con la proposición de varios investigadores, que en la
época del retorno de los cautivos de Babilonia a Jerusalén el Salmo 110 fuera
utilizado para justificar la arrogación de los atributos reales por parte del sumo
sacerdote Josué, hijo de Josadac, después de la muerte repentina de Zorobabel,
gobernador de Judá. Aparentemente, muchos de los judíos que regresaron de
Babilonia, creyeron que el mismo Zorobabel, por ser descendiente del linaje de
David, podría ser el vástago justo profetizado por Jeremías ( Jeremías 23:5). Ver
Zacarías 3:8 y 4:6–10. Recordemos que el nombre Zorobabel significa “renuevo
de Babilonia”. Según Zacarías 4:3, Zorobabel y Josué fueron los dos olivos, o sea,
los dos ungidos que están delante del Señor para guiar a los que volvieron, en la
restauración de Judá. La esperanza de que Zorbabel podría ser el Mesías se frustró
cuando, inesperadamente, murió. Los textos bíblicos no ofrecen detalles de su
muerte. Lo que sabemos es que el sumo sacerdote Josué, y después de él sus hijos,
asumieron la dirección cívica y religiosa de Judá. Con toda seguridad, la
arrogación de los poderes cívicos y religiosos por parte de la misma persona, habrá
engendrado la oposición de más de uno. Se puede percibir el eco de la oposición
en Zacarías 3, en que Satanás estuvo a la derecha de Josué como parte acusadora.
Supuestamente, en aquel momento los partidarios de Josué apelaron a un antiguo
salmo, el 110, para justificar el ejercicio de las funciones gubernamentales y
sacerdotales por una misma persona. Tal teoría podría explicar porqué el Salmo
110 se encuentra en el quinto libro de los Salmos y no en los primeros libros, en
los que se encuentran la mayoría de los salmos de David. Después de todo, una
afinidad entre el Salmo 110 y el sumo sacerdote Josué es simplemente una
hipótesis interesante, pero imposible de comprobar.
110:5 El Señor está a tu mano derecha; aplastará a los reyes en el día de su ira.

La imagen visual que proyecta el salmo es la del rey que va a la guerra en la última
gran batalla contra las fuerzas del mal. En el versículo 1 se pide al rey que se siente
a la derecha del Señor; ahora, en el versículo 5, el Señor está a su mano derecha
para darle apoyo en la contienda. En muchos grabados egipcios se ve a uno de los
dioses ubicado a la diestra del faraón, para prestarle ayuda. Debe notarse el modo
en que el v. 5 obra como una respuesta al clamor del salmista en el Salmo 109, en
que el que suplica se ve acosado por muchos adversarios, que con sus calumnias,
falsos testimonios y burlas, tratan de hundir al pobre que clama al Señor. El Salmo
109 termina con las palabras: “Por mi parte, daré muchas gracias al SEÑOR; lo
alabaré entre una gran muchedumbre. Porque él defiende al necesitado, para
salvarlo de quienes lo condenan” (Salmo 109:30–31).
Y ahora, en el Salmo 110, se celebra la realidad de que el Señor está a la mano
derecha de su Ungido. Su coronación y entronización han servido para taparles la
boca a los que juzgaban al que ora, del mismo modo que la resurrección de
Jesucristo, ascensión y entronización a la diestra de Dios ha servido de tapaboca
para todos aquellos que lo acusaron de ser un endemoniado, falso profeta,
revolucionario y Mesías fracasado. No es accidental que los escribas hayan
colocado al Salmo 110 a continuación del 109. Ambos salmos tienen que leerse
juntos y tienen que entenderse cristologicamente. En 1 Pedro 3:21–22, el apóstol
habla de la entronización de Jesús a la derecha del Padre. Y en Hechos 1:20 cita
también el Salmo 109:8, en que pide que otro sea nombrado para hacerse cargo
del oficio que ocupaba el traidor, Judas Iscariote. Es evidente que Pedro entiende
el Salmo 109 proféticamente, y que Jesucristo es el pobre inocente que pide ser
librado de los traidores y mentirosos que le han perseguido y juzgado.
El Salmo 110 relata cómo fue librado y vindicado el pobre que suplica, al
entregarle el SEÑOR su cetro de autoridad y brindarle un trono de gloria a su mano
derecha. La promesa que Jesús hace en Apocalipsis 3:21 consiste en que los que
han sido perseguidos por causa del evangelio, aparte de ser vindicados, también se
les permitirá sentarse con Cristo en su trono a la diestra de Dios: “Al que salga
vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo
vencí y me senté con mi Padre en su trono.”
110:6 Juzgará a las naciones y amontonará cadáveres; aplastará cabezas en toda la tierra.

Se presenta aquí al victorioso rey y sacerdote como el juez de todas las naciones. El
alcance universal de sus juicios indica que aquí se vislumbra la última batalla
escatológica, además del juicio final, y no simplemente una acción bélica y judicial
local.
Aplastar la cabeza del enemigo es asestarle el golpe mortal, es destruirlo
totalmente. Hay quienes creen que al hablar de aplastar cabezas enemigas, el
salmista podría estar aludiendo a Génesis 3:15, un pasaje en el que el SEÑOR Dios
habla de la venida de la simiente que le aplastará la cabeza a la serpiente. En
Romanos 16:20, y como parte de la bendición final que imparte a los hermanos,
el apóstol Pablo habla del día en que “el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los
pies de ustedes”. Por cierto que será en este sentido que entonaremos el Salmo 110
desde nuestro punto de vista cristológico y escatológico.
110:7 Beberá de un arroyo junto al camino, y por lo tanto cobrará nuevas fuerzas.

Siendo que ignoramos muchas de las costumbres y ritos de entronización del


antiguo Cercano Oriente, desconocemos por tanto el significado de beber agua
de un arroyo en este texto. Los investigadores lo han interpretado de muchas
maneras.
Hay quienes ven aquí una alusión a una parte de una antigua ceremonia de
entronización en que el nuevo rey, después de su coronación, bebía agua del
manantial de Guijón como símbolo de la recepción de vida nueva. En 1 Reyes
1:38, leemos que montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron
mientras bajaban hasta el manantial de Guijón, donde el sacerdote Sadoc lo ungió
como rey. Así pues, la corriente de agua de Guijón desempeñó un papel
importante en la entronización de los reyes en Jerusalén. Siglos más tarde, el rey
Ezequías construyó, a partir de la corriente de Guijón, su renombrado acueducto
que llevó agua al estanque de Siloé (2 Reyes 20:20). Hay otros que opinan que,
después de ganar una gran batalla, el héroe bebe agua para refrescarse, así como
hizo Sansón después de derrotar a los filisteos en Lehí ( Jueces 15:18–19).
UNA VENTANA A LA PERSONA Y OBRA
DE JESUCRISTO
Sin lugar a duda, el Salmo 110 es el texto del AT que gozó de más
popularidad entre los escritores del NT y la iglesia primitiva. Es el texto que se
cita con más frecuencia que cualquier otro en la Biblia Hebrea y es, a la vez, el
texto respecto del que los investigadores han encontrado más alusiones en el NT
(Hengel 1995:133). ¿Cuál fue la razón de tal popularidad del Salmo 110 entre los
primeros cristianos? La respuesta que han ofrecido los investigadores es que el
Salmo 110 ayudó a la primera iglesia a afirmar entre el pueblo judío y entre su
propia membresía, unas de las más trascendentes enseñanzas acerca de la persona
y obra de Jesucristo. Entre los artículos de fe que encontraron apoyo en el Salmo
110, mencionamos los siguientes:

a. La entronización de Jesús a la derecha del Padre para derramar el Espíritu Santo


sobre su iglesia.

De acuerdo con el libro de los Hechos de los Apóstoles, la exaltación de Jesús


a la diestra del Padre conduce sin demora al derramamiento del Espíritu Santo y
sus múltiples dones sobre los suyos, a fin de capacitarlos para proclamar las buenas
nuevas hasta los confines de la tierra. La iglesia pudo y puede cumplir la misión
confiada y sin temor, porque el Señor está a la diestra del Padre supliendo a los
evangelizadores con poder desde lo alto, para fortalecerlos en la proclamación del
mensaje de reconciliación y perdón.
En el día de Pentecostés hay 120 discípulos de Jesús proclamando el mensaje
en diferentes idiomas. En su sermón de ese día, Pedro declara que tal hecho es
evidencia no sólo del cumplimiento de las profecías del libro de Joel (2:28–32),
sino también de que Jesús había sido resucitado de los muertos y se encuentra
ahora a la diestra de Dios. El derramamiento del Espíritu Santo sobre la iglesia es
una prueba de que Jesús vive, porque un muerto no tiene el poder de pro-veer a
los suyos con el Espíritu de poder y valentía. Las señales milagrosas realizadas por
los apóstoles y evangelizadores en el nombre de Jesús (Marcos 16:15–18) son un
testimonio irrefutable de que Jesús habilita a su pueblo para el trabajo misional,
desde la diestra del Padre, por medio de su Espíritu.
La visión de Jesús a la mano derecha del Padre le dio a Esteban coraje y
confianza para confesar a Jesús ante sus acusadores (Hechos 7:56). Esteban fue
confirmado en su fe por medio de la visión. Él sabía que, aunque fuera condenado
por el más alto tribunal de Israel, había sido vindicado y declarado inocente por el
Hijo del hombre, quien había recibido el poder y la autoridad de juzgar a vivos y
muertos. En vez de condenarlo, como el Sanedrín, Jesús lo esperaba para darle la
bienvenida en su reino celestial.

b. La exaltación y entronización de Jesús, vindicación divina.

Tomando en cuenta las afinidades lingüísticas y temáticas existentes entre los


Salmos 109 y 110, puede el estudioso apreciar que el que suplica en el Salmo 109,
acosado, afligido y quebrantado de corazón por las maquinaciones de sus
enemigos es, a la vez, el Señor reivindicado del Salmo 110 que recibe la invitación
a sentarse a la diestra del Señor y a poner a sus enemigos por estrado de sus pies.
Los primeros cristianos no tuvieron dificultad en ver en la ascensión y
entronización de Jesús a la diestra de Dios el cumplimiento de las palabras
proféticas del Salmo 110:1. Las afrentas y burlas de los angustiadores y enemigos
de Jesús se ven reflejadas en las palabras de los impíos en el Salmo 109. Le
acusaron y condenaron injustamente. Y el Padre se declaró en contra de las
mentiras, insultos y acusaciones cuando recibió a Jesús en el cielo como el Señor
de la gloria y le dio un lugar al lado de su trono.
Por tanto, el Salmo 110 se empleó en la iglesia primitiva para dar énfasis a la
realidad de que por medio de su ascensión y entronización a la diestra del Padre,
Dios declaró a Jesús inocente de las acusaciones que en su contra se levantaron,
tanto en el juicio ante Caifás como ante Poncio Pilato. Al mismo tiempo, al
vindicar o justificar a Jesús, el Padre declaró culpables a los líderes de su pueblo y a
las autoridades romanas, por haber crucificado al Hijo de Dios. El mensaje de la
exaltación de Jesús a la derecha de Dios, sin embargo, no se presentó con espíritu
vengativo o con la finalidad de celebrar el fracaso y la condenación de los
responsables de la crucifixión del Mesías y de entregarlos a las llamas del infierno,
sino con el propósito de llamarlos al arrepentimiento. ue Jesús esté a la derecha
del Padre, como mediador y abogado, quiere decir que la conversión y el perdón
son posibles (Hechos 5:30–31).

c. El derecho de Jesucristo de apropiarse los títulos divinos.


En el juicio de Jesús ante el Sanedrín de los judíos, el sumo sacerdote Caifás le
preguntó: “¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito?” (Marcos 14:61). Jesús respondió
con una declaración sorprendente en la que cita el Salmo 110: “Sí, yo soy. Y
ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y
viniendo en las nubes del cielo” (Marcos 14:62). En el diálogo entre Jesús y
Caifás, se atribuyen por lo menos cuatro títulos divinos a Jesús: Hijo de Dios,
Hijo del hombre, el Cristo (Mesías) y el Señor (kurios). Los opositores de Jesús
negaron que el humilde carpintero de Nazaret tuviera el derecho de utilizar tales
títulos para definir quién era y cuál era su misión. La positiva respuesta de Jesús a
la pregunta de Caifás provocó una reacción sumamente enérgica por parte del
sumo sacerdote: “¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Ustedes han oído la
blasfemia! ¿ué les parece? Todos ellos lo condenaron como digno de muerte”
(Marcos 14:63–64).
Lo que no quisieron admitir el sumo sacerdote y los demás miembros del
Consejo Supremo se puso de manifiesto cuando Jesús fue resucitado por el poder
del Espíritu Santo y elevado a la posición de suma gloria y potestad a la diestra del
Padre. La entronización de Jesucristo a la diestra de Dios, profetizada en el Salmo
110 fue, entonces, para los primeros cristianos, la confirmación de que Jesús tenía
pleno derecho a los cuatro títulos divinos mencionados, y otros más.

d. La sujeción de los poderes del mundo, y espirituales, a Cristo.

Es evidente que Pablo alude al Salmo 110:1 al declarar que: “Es necesario que
Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Corintios
15:25). Los enemigos de quienes habla son los mismos que el apóstol enumera en
Efesios 6:12: “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra
poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de
tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.” La
ciudad de Éfeso, donde vivían los destinatarios de la carta de Pablo, fue notoria en
los tiempos del NT por ser un centro de hechicería, brujería y ocultismo. A fin de
asegurarles a los creyentes de Éfeso y la provincia romana de Asia Menor la
superioridad de Cristo y su autoridad sobre todas las fuerzas satánicas, el apóstol
apela al Salmo 110 para afirmar uno de los artículos de fe más importantes de la
iglesia primitiva: la entronización del Señor a la diestra del Padre.
ue Jesucristo esté a la diestra del Padre significa que le han sido otorgados
autoridad y poder. uiere decir que los evangelizadores y misioneros cristianos
pueden salir victoriosos en los “encuentros de poder” con las fuerzas del mal.
Pueden echar fuera a los espíritus inmundos en el nombre de Jesús, y atar a los
agentes de Satanás, como lo hicieron los apóstoles con el hechicero Simón
(Hechos 8:20–24) y el falso profeta Barjesús (Hechos 13:9–11). La Carta a los
Colosenses es otro escrito que pone énfasis tanto en la entronización de Cristo a
la diestra del Padre (Colosenses 3:1) como en la superioridad y autoridad de
Cristo sobre todo espíritu o ángel (Colosenses 1:16; 2:15). El problema que había
en Colosas era que hubo quienes se sintieron tentados a rendir culto no sólo a
Cristo, sino también a otros poderes y espíritus. Las alusiones al Salmo 110 en las
cartas a los efesios y a los colosenses, se prestan para poner énfasis en que la
plenitud de los poderes divinos pertenecen a aquel que está a la diestra de Dios y
que, por lo tanto, no es solamente inútil sino que es también idolatría rendir culto
a cualquier espíritu o ángel fuera de Jesucristo.

e. Jesucristo ha sido constituido juez de vivos y muertos.

Marcos 14:62, un texto que ya ha sido citado, relata la defensa de Jesús ante
Caifás y el Sanedrín, ocasión en la cual Jesús relaciona el Salmo 110:1 con el
Salmo 8:6 y con Daniel 7:13–14, en que se profetiza la venida del Hijo del
hombre con los santos del Altísimo, para establecer su reino eterno y juzgar y
destruir los reinos impíos de las cuatro bestias. Al decir Jesús a Caifás: “Y ustedes
verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en
las nubes del cielo”, se identifica con el misterioso Hijo del hombre, quien será el
juez de vivos y muertos en el Juicio Final. Efectivamente, Jesús le dice a Caifás:
“Ahora tú me juzgas a mí y decretas mi condena. Tú eres el juez y a mí me juzgas.
Sin embargo, se cambiarán los papeles. Llegará el día en que tú, señor Caifás, serás
juzgado, y yo seré tu juez, porque yo soy aquel Hijo del hombre que ha sido
nombrado juez de vivos y muertos. El trono en el cual se sentará el Hijo del
hombre a la diestra del Señor es también un trono de juicio.” Al respecto, es
interesante observar que en el mundo griego Dike, la diosa de la justicia penal,
está representada sentada a la diestra de Zeus, desde donde dicta sentencias en el
nombre del dios (Hay 1973:127).

f. El oficio de sumo sacerdote de Jesús y su intercesión a favor de los creyentes.


El autor de la Epístola a los Hebreos es el único del NT que cita el versículo 4
del Salmo 110. El mismo autor es, al mismo tiempo, el escritor más interesado en
desarrollar las ideas afines con el oficio de sumo sacerdote de Jesús en relación con
el ministerio de los sacerdotes levíticos de la tienda de reunión. Ya en Hebreos 1:3
se afirma que, después de efectuar la purificación de nuestros pecados, el Hijo se
sentó a la derecha de la majestad en las alturas. La idea que se quiere transmitir es
que Jesús se sentó porque había concluido su obra de purificación, una vez y para
siempre. Ya no hay necesidad de seguir ofreciendo sacrificios año tras año, como
hacen los sacerdotes levíticos. El único sacrificio de expiación necesario para
nuestra salvación ya es una realidad. Es el tema que se desarrolla con lujo de
detalles en Hebreos 9, en que se afirma que los pecadores se purifican con el
sacrificio perfecto de Jesucristo, y no por la multitud de sacrificios ofrecidos cada
año por los sacerdotes del antiguo pacto.
En Hebreos 7, se afirma la superioridad del sacerdocio de Jesucristo sobre el
de los sacerdotes levíticos, porque Leví, descendiente de Abraham, rindió
homenaje ante Melquisedec y reconoció su superioridad al entregar Abraham el
diezmo de todo al rey de Salén. El hecho de que el Hijo nunca pecó es otro
argumento que se utiliza para mostrar la superioridad de Jesús y su sacrificio sobre
los levitas y sus sacrificios. Como queda señalado anteriormente, la Epístola a los
Hebreos pone énfasis, en particular, en que el sacrificio realizado por Jesús es
válido porque Jesús no es ningún sumo sacerdote pirata que se ha nombrado a sí
mismo, sino que es un sumo sacerdote legítimo, aunque sus antepasados no
fueron sacerdotes. Así como Melquisedec fue nombrado sumo sacerdote
directamente por Dios, así también Jesús recibió su nombramiento directamente
de Dios. Al igual que Melquisedec, Jesús es rey y sacerdote a la vez.
En el AT, tanto el acusador como el defensor de una persona acusada se
colocan a la derecha del juez para presentar sus argumentos a favor o en contra del
acusado. En Job 1 y 2, Zacarías 3:1, y Apocalipsis 12:10, el acusador es Satanás,
cuyo nombre significa, precisamente, acusador. La persona acusada necesita un
abogado, defensor, paracleto, intercesor y mediador para defenderla de las
acusaciones en su contra. Muchas de las alusiones y citas del Salmo 110 en el NT
se hacen para asegurarles a los cristianos que realmente tienen un abogado, y que
su nombre es Jesucristo que está a la diestra del Padre abogando a favor de los
suyos y defendiéndolos de las acusaciones de Satanás.
Siendo que la sangre del Cordero fue derramada para redimir y purificar a los
creyentes, Satanás perdió el derecho de seguir acusándoles. Por lo tanto, “ha sido
expulsado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche
delante de nuestro Dios. Ellos lo han vencido por medio de la sangre del Cordero”
(Apocalipsis 12:10–11).
El Salmo 110:1 afirma que el rey mesiánico tiene su trono a la derecha del
Señor. Haciendo alusión al salmo e identificando a Jesucristo con el rey mesiánico
a la diestra del Padre, el apóstol Pablo declara en Romanos 8:33–34, que una de
las funciones principales de Jesucristo a la diestra de Dios es la de interceder en
favor de los escogidos. Si Jesús, nuestro abogado, nos defiende, ni las acusaciones
del mismo Satanás tendrán efecto. Consecuentemente, el apóstol declara:
“¿uién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿uién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de
Dios e intercede por nosotros” (Romanos 8:33–34).
LEYENDAS ACERCA DE MELUISEDEC
Los investigadores que se han dedicado al estudio de la extensa literatura
apocalíptica y de los rollos del Mar Muerto, han descubierto una sorprendente
cantidad de textos que tratan de las teorías y creencias acerca de la persona y obra
de la misteriosa figura de Melquisedec, a quien se menciona en el Salmo 110 y en
Génesis 14.
De acuerdo con las interpretaciones de los rabinos, interpretaciones que se
encuentran en obras como la Génesis Rabbah, Melquisedec debe identificarse con
Sem, el hijo de Noé. Según los comentarios rabínicos, Melquisedec le entregó a
Abraham las crónicas de Adán y le enseñó la Tora. El famoso rabino y filósofo
Filón de Alejandría hasta creyó que Melquisedec era la Tora encarnada (Hay
1973:142). Otro rabino, conocido como Isaac de Babilonia, afirmó que
Melquisedec nació circuncidado.
Las tradiciones acerca de Melquisedec que se encuentran en el Libro de
Jubileos, los rollos del Mar Muerto y en los textos gnósticos encontrados en Nag
Hammadi, son mucho más fantásticas. Trece fragmentos de un documento
hallado en la cueva un décima de umram, presentan a Melquisedec como el
guerrero divino y uno de los ángeles principales. En los mismos fragmentos, se
presenta a Melquisedec como el sumo sacerdote escatológico que hará expiación
por todos los hijos de Dios. En los documentos gnósticos provenientes de Nag
Hammadi de Egipto, Melquisedec trae del cielo las aguas del bautismo de fuego, y
se las entrega a los discípulos de Jesús. En los mismos escritos de Nag Hammadi,
se lee acerca de Melquisedec contendiendo con Caronte el barquero y las Hécates,
diosas del averno, por las almas de los difuntos. Melquisedec llevaba las almas a la
gloria.
Entre los autores cristianos, tanto Orígenes como su discípulo Dídimo el
ciego, afirman que Melquisedec fue un ángel. Otros auto-res cristianos opinan
que Melquisedec fue idéntico a Cristo antes de su encarnación. Existen evidencias
de que hubo alguna vez, entre los muchos grupos gnósticos, una secta hereje que
rendía culto al gran Melquisedec, porque creían que el ángel y sumo sacerdote
celestial Melquisedec era, juntamente con Jesucristo, el corredentor del mundo.
Epifanio, uno de los padres de la iglesia, relata que cierto alfarero llamado
Teodoto llegó a la conclusión, en base al Salmo 110 y Hebreos 7:1–3, de que
Melquisedec es superior y es sumo sacerdote mediador, por quien se entrega toda
ofrenda a Dios. La secta de los melquisedequitas, que él fundó, fue considerada
hereje, si bien nunca llegó a constituir una amenaza seria para la iglesia de su
tiempo (Hay 1973:142). Consecuentemente, nunca fue condenada formalmente
por un concilio o por el papa.
Debe tenerse en cuenta que, en contra de la tendencia de la religiosidad
popular y del gnosticismo, de convertir objetos de adoración en seres divinos y
fuentes de nuevas revelaciones extrabíblicas, los grandes personajes de la
antigüedad son, como el misterioso Melquisedec para el autor de la Epístola a los
Hebreos, simplemente testigos y tipos de Jesucristo. Su función no es opacar a
Jesucristo, o acaparar algo de su persona y obra, sino poner en claro que sólo por
el sacrificio de Cristo somos purificados de todo pecado y que, por ende, ni
Melquisedec ni ningún ángel o espíritu celestial son dignos de recibir nuestra
adoración y alabanza. En el mundo de la Nueva Era, así llamada, todavía hay
supuestos gurús que se identifican con Melquisedec y brindan nuevas profecías en
su nombre. Recordemos también que los mormones creen que su profeta, José
Smith, recibió la autoridad sacerdotal de Aarón y de Melquisedec.
NOTA LITÚRGICA
En el himnario ¡Cantad al Señor! (p. 94), el Salmo 110 ha sido escogido para
ser entonado o leído en la fiesta de la Ascensión de Nuestro Señor. Los versículos
1, 4 y 5 del Salmo 110, juntamente con el versículo 5 del Salmo 47, componen el
Introito del día. Se usan las mismas lecturas, oraciones e introitos para cada uno
de los tres años del leccionario.
En el antiguo ciclo trienal de lecturas del AT, que se empleaba en las sinagogas
palestinas, figura el Salmo 110 entre las lecturas para la fiesta de Pentecostés. En el
primer año el seder o lectura del Pentateuco para Pentecostés fue Génesis 14, que
relata la historia de Abraham y su victoria sobre los reyes del oriente seguido de su
encuentro con Melquisedec. La haphtorah, o sea, la lectura de los profetas para el
primer año es Isaías 41:2–14, que trata de un rey que sale en persecución de sus
enemigos. En el segundo año del leccionario el seder es Éxodo 19, que habla del
pacto que el Señor hizo con Israel en el monte Sinaí, según el cual Israel se
convierte en un reino de sacerdotes. Según el libro de Jubileos, el pacto se hizo en
la luna nueva del tercer mes, o sea, Pentecostés. La haphtorah para el segundo año
es Isaías 61:6–10, un pasaje en el cual se encuentra la declaración del Señor: “Pero
a ustedes… les dirán ‘ministros de nuestro Dios’” (Isaías 61:6). Al utilizar el
conjunto de textos como lecturas de la fiesta de Pentecostés, los escribas que
compusieron el antiguo leccionario palestino quisieron poner énfasis en que
todos los israelitas son ministros de Dios. Cada israelita hecho hijo del pacto,
debe ser considerado rey y sacerdote (Guilding 1952:48–50). Esta versión
rabínica del sacerdocio universal de todos los creyentes, debió haber sido útil para
fortalecer el sentido de misión del pueblo judío, después de la destrucción del
templo y la desaparición de la casta sacerdotal.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿ué significa la entronización de Cristo a la derecha del Padre en Efesios
2:6–7?

2. Lea Deuteronomio 7:16–26 y 20:1–9. ¿ué dicen los dos pasajes en


cuanto al concepto y a la ideología de la guerra santa en el libro de
Deuteronomio?

3. Lea el Salmo 109. Haga una lista de las afinidades que ligan el Salmo 109
con el Salmo 110. ¿Cuál es la queja del que ora en el Salmo 109, y cuál la
respuesta que recibe su lamento, en el Salmo 110?

4. Explique por qué el Salmo 110 llegó a ser el más citado por los escritores
del NT. ¿Cuáles son las doctrinas de la iglesia primitiva afirmadas por una
lectura cristológica del Salmo 110?

5. ¿Por qué podemos decir que el Salmo 110 es tanto un salmo real, como
davídico, mesiánico y marcial? ¿Cuál es el enfoque principal del Salmo
110? Explique.

6. ¿ué afinidades han encontrado los historiadores entre las ceremonias de


entronización de los antiguos jebuseos y algunos salmos, como el Salmo
110? ¿ué tradiciones heredaron los reyes del linaje de David de los
antiguos reyes jebuseos?

7. Explique cómo es que Jesucristo es sumo sacerdote según el orden de


Melquisedec.

8. ¿Cuál es su opinión respecto al origen de tantas leyendas y mitos referidos


a la figura de Melquisedec?

9. ¿Por qué es Jesucristo un sumo sacerdote superior a los sacerdotes


levíticos?
10. ¿Cuáles son los temas que deben señalarse enfáticamente al utilizar el
Salmo 110 en nuestra iglesia hoy en día?

11. ¿ué parte del Salmo 110 ha sido para usted de mayor impacto al
estudiar este himno tan antiguo?
 
SALMO 22
Los escribas consideran que el Salmo 22 era un salmo de David, lo mismo que la
gran mayoría de los salmos del primer libro del salterio. Hay muchos incidentes
en la vida de David que pudieron haber servido de inspiración para este salmo. Si
realmente lo escribió David, u otro, sigue siendo materia de debate en el gremio
de los intérpretes y comentaristas. Una cosa, sin embargo, debe ser evidente para
el lector concienzudo, y ésta es, que Jesucristo en la cruz aludió al Salmo 22:1. Y
hay muchas alusiones más al salmo en los relatos evangélicos relacionados con la
pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Son señales evidentes de que este gran
himno es mucho más que el reflejo de un incidente en la vida de David u otro de
los santos del AT. En un nivel más profundo, el Salmo 22 habla de la pasión,
muerte y restauración de un rey más grande que David; y es por tal dimensión de
futuro que el salmo ha sido llamado mesiánico, pues apunta al Rey Mesías,
nuestro Señor Jesucristo.
22:1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis
palabras de lamento.

Al escuchar el clamor del salmista, experimentamos la intensidad de la angustia


del fiel creyente que se siente abandonado por Dios, en quien ha confiado. Al leer
el salmo, sentimos en las palabras del que ora una tensión muy palpable, que vacila
entre la desesperación y la confianza, entre la duda y la fe. En todo el salmo
observamos mucho movimiento y nos damos cuenta, por ejemplo, de cómo el
salmista se desplaza de la angustia a la esperanza, y de la esperanza al abatimiento.
Este desplazamiento lo notamos ya en el primer versículo. El clamor de quien se
siente tan abandonado por Dios va dirigido, sin embargo, a “mi Dios”. Aún en su
desesperación, Dios sigue siendo SU Dios y nunca deja de serlo. La realidad de
que el Dios del que ora, aun en el más profundo desconsuelo, sigue siendo “mi
Dios”, es la base de la esperanza que sostiene al salmista en su aflicción.
Como seres humanos que somos, no se nos hace difícil identificarnos con el
salmista, porque su pregunta es la misma que todos elevamos al cielo en nuestro
sufrimiento y agonía: “¿Por qué, Dios?” Las palabras del salmista son a la vez una
protesta, una queja, una pregunta y un misterio. Son palabras que podemos sentir
pero no entender. Y el misterio del grito proveniente desde el abismo, tiene que
ver con el hecho de que procede de la boca del Cristo crucificado.
LA EXPOSICIÓN DE LUTERO
Las palabras “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” han sido,
en todo tiempo, unas de las más difíciles de entender de todas las expresiones que
encontramos en las Escrituras, en particular las que proceden de los labios de
nuestro Señor Jesucristo. Sin duda, Jesús repitió las palabras del Salmo 22 estando
en la cruz, porque Mateo y Marcos no habrían relatado el suceso si no hubiese
ocurrido, pues las palabras parecen comprometer la divinidad de Jesús según la
confesamos en el Credo, y según la confesaron los primeros cristianos al decir
“Cristo es el Señor”. ¿Cómo puede Jesús ser el Hijo de Dios si el Padre lo ha
abandonado? Los evangelistas Lucas y Juan no incluyeron la declaración de Jesús
en sus relatos de la Pasión, quizá, para no ofender la sensibilidad de sus lectores.
Para continuar, prefiero no presentar mi interpretación del significado de las
palabras del Salmo 22 en boca de Jesús, sino compartir con quienes leen este
comentario, el modo en que Martín Lutero entendió el grito de desamparo de
nuestro Señor. Lo que presento a continuación, es lo que recuerdo de la lectura de
un comentario de Lutero, hace más de cuarenta años, en un tomo que ya no tengo
a mano.
Lutero comienza su exposición del Salmo 22:1 con la observación de que es
imposible que nosotros entendamos toda la profundidad del grito: “Dios mío,
Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, por la sencilla razón de que ninguno de
nosotros ha quedado abandonado por Dios. Hay momentos de nuestra vida en
que creemos que Dios nos ha abandonado, momentos en que sentimos como que
Dios nos habría desamparado. Pero no es así. Si Dios en verdad nos habría
abandonado por completo, no estaríamos aquí, no estaríamos con vida, ni
tendríamos las fuerzas para gritar, lamentarnos y exponer la angustia que
sentimos. Muchas veces, después de gritar “Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” llegamos a entender que en nuestra soledad y desesperación estuvo
el Señor a nuestro lado, sosteniéndonos con sus manos y apoyándonos con su
presencia. Ciertamente, es lo que experimentó el autor del Salmo 22.
La realidad de que aún estamos vivos, respiramos y podemos orar, es la
evidencia de que Dios sigue estando cerca y que su Espíritu no nos ha
abandonado. Los mismos gritos angustiosos que con frecuencia brotan de
nuestras gargantas, son los gemidos indecibles del Espíritu que intercede por
nosotros (Romanos 8:26).
La angustia que sentimos y el estado de abandono en que nos encontramos no
son, tantas veces, el resultado de haber sido abandonados por Dios, sino que
nosotros le hemos abandonado a él. Por cierto, hay veces en que sentimos que nos
encontramos lejos del Señor, no porque él de verdad esté lejos, sino porque
nosotros nos hemos alejado de él. Así se expresa Lutero. Las lágrimas de
arrepentimiento que brotaron de los ojos del hijo perdido de la parábola, fueron
la evidencia de que aun allí, en el lejano país, el Espíritu de Dios obraba en su
corazón y no lo había desamparado.
En la exposición que Lutero hace del Salmo 22, dice que la única persona que
realmente puede decirnos en qué consiste estar desamparado por Dios, es Jesús.
Sin embargo, dice Lutero, hay otra persona que puede ayudarnos a entender lo
que quiere decir “ser abandonado por Dios” Ese hombre es Job, de la Biblia, un
hombre que casi fue abandonado por Dios. La Escritura dice que Job fue un
hombre “recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal” ( Job 1:1).
Fue un hombre muy rico, en bendiciones materiales y espirituales, que anduvo en
los caminos del Señor y que siempre estuvo presto para auxiliar a los necesitados,
los pobres, las viudas y los huérfanos. Job fue un hombre que siempre ofrecía
sacrificios y holocaustos a favor de sus hijos.
Sin embargo, un día el acusador fue a presentarse ante el trono de Dios. “Y el
SEÑOR le preguntó (a Satanás): ¿De dónde vienes? Vengo de rondar la tierra, y de
recorrerla de un extremo a otro, le respondió Satanás. ¿Te has puesto a pensar en
mi siervo Job?, volvió a preguntarle elS EÑOR. No hay en la tierra nadie como él;
es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal.” Es
evidente que Satanás, cuyo nombre en hebreo significa acusador, estuvo tomando
nota de los deslices, faltas y pecados de los seres humanos en su libro, para después
acusarlos ante Dios. De modo que la respuesta del acusador fue: “¿Y acaso Job te
honra sin recibir nada a cambio? ¿Acaso no están bajo tu protección él y su
familia y todas sus posesiones?” ( Job 1:9–10a). En otras palabras, Satanás le
insinuó a Dios que Job le sirve por interés y no con sinceridad. Según el acusador,
Job sirve a Dios y anda en sus caminos porque nunca sufrió; porque Dios lo ha
puesto bajo su protección, a él, a su familia, y a sus posesiones. La protección del
Señor que cuidaba de Job era la que brindan sus santos ángeles, de quienes el
Salmo 91:11–12 dice: “Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus
caminos. Con sus propias manos te levantarán para que no tropieces con piedra
alguna.”
Y ahora, el acusador le dice a Dios: “Pero extiende la mano y quítale todo lo
que posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!” ( Job 1:11). Con estas
palabras, según la exposición de Lutero, el acusador le está diciendo a Dios: “Tú
tienes demasiados ángeles cuidando a Job, su familia y posesiones, y ésa es la causa
por la que Job nunca ha llegado a conocer el sufrimiento. Pero ahora, quita de
alrededor de él algunos de esos ángeles de la guarda, y permíteme quitarle lo que
tiene, y Job se volverá contra ti.” El Señor le contestó a Satanás: “Todas sus
posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas la mano
encima” ( Job 1:12). Lutero comenta que de este modo el Señor le quitó a Job
algunos de los ángeles de la guarda, pero no todos. Satanás recibió poder de
quitarle a Job todo lo que tenía, pero no obtuvo permiso para tocarlo
directamente a él. Los que leyeron los primeros dos capítulos de Job saben bien lo
que pasó. En un solo día Job perdió todos sus bueyes, asnos, camellos, ovejas,
pastores, siervos e hijos. No obstante, en vez de maldecir a Dios, Job se vistió de
luto, se dejó caer al suelo en actitud de adoración, y dijo: “Desnudo salí del vientre
de mi madre, y desnudo he de partir. El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado.
¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!” ( Job 1:21).
Cuando Satanás se dio cuenta de que no había logrado destruir la fe de Job, se
presentó nuevamente ante el Señor, diciendo: “¡Una cosa por la otra! Con tal de
salvar la vida, el hombre da todo lo que tiene. Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a
ver si no te maldice en tu propia cara! ( Job 2:4–5). Dicho de otro modo, Satanás
le dijo: “Job no ha sufrido lo suficiente. Todavía tiene demasiados ángeles de la
guarda alrededor de él. uítaselos, y déjame a mí que le haga sufrir en carne
propia los dolores y agonías de los que se mueren de cáncer o de lepra.” “Muy
bien, dijo el SEÑOR a Satanás, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida” ( Job
2:6). El significado de estas palabras es, según Lutero, que el Señor quitaría de Job
aún más de sus ángeles de la guarda, pero no a todos. Satanás podría tomar el
cuerpo de Job, pero no su vida, su alma, su ser. La vida y el alma de Job seguirían
estando en las manos del Señor.
Sabemos lo que pasó después: “Satanás se retiró de la presencia del SEÑOR
para afligir a Job con dolorosas llagas desde la planta del pie hasta la coronilla” (
Job 2:7). Todo el cuerpo de Job quedó cubierto por una horrible enfermedad de la
piel, quizá cáncer, quizá lepra. Tal era la hediondez de las llagas llenas de pus y
pudrición, que su esposa no pudo aguantar más, y en vez de consolar a su esposo,
le clavó un puñal en el corazón con las palabras: “¡Maldice a Dios y muérete!” (
Job 2:9). La Escritura nos dice que Job llegó a maldecir el día de su nacimiento,
pero nunca maldijo a Dios. A pesar de las acusaciones erradas de sus mejores
amigos, quienes trataron de convencerlo de que sus sufrimientos eran terribles
castigos que Dios le enviaba por sus pecados secretos, Job se mantuvo firme, hasta
que, finalmente, el Señor intervino y le restauró, restituyéndole todo lo que había
perdido.
Esta parte de la historia de Job es bien conocida por todos los que han tenido
la oportunidad y la dicha de leer el libro de Job. Lo que es de interés para nosotros
ahora es la conclusión que saca Lutero de su lectura de Job. Lutero nos dispara la
pregunta: ¿ué habría pasado si el Señor quitaba todos los ángeles de la guarda
que cuidaban de Job? ¿ué, si Satanás se habría apoderado, no sólo de los bienes
materiales de Job y la salud de su cuerpo? ¿ué, si Job hubiera caído
completamente, cuerpo y alma, en manos del Diablo? ¿ué, si hubiese quedado
totalmente desamparado y abandonado por Dios? La respuesta de Lutero a esta
sucesión de preguntas fue: Job habría estado en el infierno, porque el infierno no
es otra cosa que estar totalmente abandonado por Dios y por completo en poder
de Satanás. De haber ocurrido esto, Job podría haber gritado: “Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has abandonado?” Sin embargo, como señala Lutero, no es Job
quien grita ¿por qué me has abandonado?, sino Jesús.
Las meditaciones de Lutero acerca del Salmo 22, le llevaron a concluir que, en
la cruz, Jesús no sufrió tan sólo las burlas de sus enemigos y el efecto de los
terribles latigazos y de la corona de espinas, no sólo la sed, la traición de Judas y la
infidelidad de sus discípulos, no sólo el ardor de los clavos y la agonía de la
muerte, sino que sufrió el infierno mismo, el infierno que consiste en estar
desamparado y abandonado por el Padre. Y Jesús lo sufrió todo no por propia
culpa sino por nosotros y en nuestro lugar. De acuerdo con la exposición de
Lutero, tenemos que entender que Jesús fue abandonado por Dios a fin de que
nosotros nunca estemos abandonados por el Padre, para que en nuestro lecho de
muerte no tengamos que gritar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”, sino poder escuchar la voz del Señor que nos dice: “Te aseguro que
hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
22:2 Dios mío, clamo de día y no me respondes; clamo de noche y no hallo reposo.

En el Salmo 1 vemos que el hombre justo, identificado con el israelita ideal y


también con el rey Mesías, medita en la Tora del Señor de día y de noche. Sin
embargo aquí, en el Salmo 22, el que ora clama al Señor de día y de noche sin
recibir respuesta. Lo que él experimenta aquí es lo mismo que sintió el autor del
Salmo 10:1, al exclamar: “¿Por qué, SEÑOR, te mantienes distante? ¿Por qué te
escondes en momentos de angustia?” Leemos en Apocalipsis 6:10 que las almas
de los que habían sufrido el martirio por causa de la palabra de Dios, y que Juan
vio debajo del altar, gritaban a gran voz: “¿Hasta cuándo?”
22:3–5 Pero tú eres santo, tú eres rey, ¡tú eres la alabanza de Israel! En ti confiaron nuestros padres;
confiaron, y tú los libraste; a ti clamaron y tú los salvaste; se apoyaron en ti, y no los defraudaste.

De repente, el salmista salta de la desesperación a la fe. Es el primero de los


numerosos desplazamientos que observamos en el Salmo 22. El recuerdo de la
misericordia liberadora de Dios en el pasado, motiva el salto de fe. El salmista
recuerda de la historia de Israel y de su propia historia, cómo había extendido
Dios su mano para levantar a los caídos, abatidos y perseguidos. Rememora cómo
Dios se acordó de Agar e Ismael, perdidos en el desierto, sin agua ni esperanza.
Recuerda que el Señor escuchó el clamor de los esclavos hebreos en Egipto, que
gemían al ser azotados por los capataces. Recuerda también el rescate de José de la
cisterna a la cual lo habían arrojado sus hermanos y su liberación de la cárcel del
faraón, en Egipto. El recuerdo de cómo Dios respondió a los que clamaron a él en
su angustia y dolor, es lo que sostiene al que sufre. Al mismo tiempo, el salmista
nos invita a nosotros, oyentes y lectores, a recordar la misericordia de Dios en el
pasado cuando nos sentimos abandonados en nuestro dolor.
El salmista recuerda que Dios está junto al que sufre y ora; que no es el Dios
de los opresores ni de los que se aprovechan de los débiles; y no es tampoco el
Dios de quienes se mantienen indiferentes ante las lágrimas de los pobres. El
recuerdo de la historia de la salvación nos alerta, al salmista y a nosotros, a no
olvidar que el Dios de Israel es el libertador y salvador de los esclavos, los pobres,
las viudas, los refugiados, los encarcelados y los huérfanos. Si en la historia de
Israel y del mundo Dios ha actuado para liberar y salvar a los que viven al margen,
es porque tuvo un plan, papel y propósito para ellos en su reino. La esperanza de
que, después de todo, Dios tiene aún un plan para él, y que todo lo que está
sufriendo tiene cabida, de algún modo, dentro de ese plan, es lo que sostiene al
salmista en su sufrimiento.
22:6–8 Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia. Cuantos
me ven, se ríen de mí; lanzan insultos, meneando la cabeza: “Éste confía en el SEÑOR, ¡pues que el
SEÑOR lo ponga a salvo! Ya que en él se deleita, ¡que sea él quien lo libre!”

Hay otro desplazamiento. El salmista cae nuevamente en la desesperación. Se


siente cual gusano, como algo despreciable, sin valor ni futuro. Así se sintieron los
israelitas en la cautividad, y así se sienten los millones de internados de los campos
de refugiados, los millones de niños que viven en la calle, los millones de niños
africanos cuyos padres han muerto de SIDA, dejando a sus hijos a la deriva y
presas de la desesperación, sobreviviendo como animales y no como seres
humanos creados a la imagen de Dios. En estos versículos se nota que las
metáforas sirven, en este caso, para incrementar la manera de expresarse del
salmista. Porque decir: “Gusano soy y no hombre”, es mucho más gráfico e
intenso que decir: “Tengo una autoestima muy baja.” En muchos de los salmos, y
en particular en el 22, el uso efectivo de la metáfora no sólo llama la atención sino
que nos induce también a identificarnos con el salmista y a compartir su dolor, a
apropiarnos del salmo y hacerlo nuestro, porque expresa de un modo tan gráfico
lo que sufrimos y hemos sufrido. Con la gran abundancia de imágenes visuales el
salmo me ayuda a expresar el dolor que no he logrado expresar con mis propias
palabras.
Un considerable número de comentaristas opina que el que ora se asemeja a
un gusano, porque ha quedado desfigurado por una enfermedad terrible. Sin
fuerzas para incorporarse, el que suplica se arrastra por la tierra cual gusano. Ya no
se considera un ser humano; su enfermedad lo ha deshumanizado y convertido en
el más vil de los insectos. Hace muchos años, el conocido autor checo Franz Kaa
escribió una novela que lleva por título Metamorfosis. En ella, el protagonista
despierta una mañana para descubrir que durante la noche se había convertido en
un insecto grande y despreciable. Sus familiares no pueden creer lo que había
sucedido. Unos dicen: “Pobre hijo mío, ¿cómo pudo haberle pasado esto?” Otros
acuden a los médicos en procura de un remedio que lo convierta de nuevo en ser
humano, en tanto que otros declaran: “Este bicho horrible no es mi hermano, de
modo que nada haré para ayudarle.” Transcurridos muchos meses, se agotan los
esfuerzos de los familiares para ayudarlo y consolarlo. Finalmente, todos
abandonan al pobre insecto a su suerte y lo dejan morir, descuidando sus
obligaciones con respecto a él. Kaa escribió esta terrible parábola referida a la
condición humana, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, cuando las
naciones del mundo abandonaron a su suerte al pueblo natal del autor, y no
hicieron nada por salvar a Checoslovaquia de ser tragada por el imperio nazi y a
los judíos de ser aniquilados en los campos de exterminio. Kaa, por supuesto,
era de raza judía.
Con escalofriante efectividad, la parábola de Kaa describe lo que tantas
veces hacemos los seres humanos al vernos enfrentados con el sufrimiento
deshumanizante de los pobres, los indígenas, los niños de la calle, las víctimas del
SIDA, los que viven al margen, los enfermos mentales, los presos políticos. Por
ellos sentimos en primer lugar lástima, a veces algo de compasión, pero finalmente
nos cansamos de luchar y acompañarlos en su dolor y aflicción. En resumidas
cuentas, quedan abandonados a su suerte los que viven al margen y alguna vez
fueron considerados seres humanos, pero que ahora son vistos como gusanos.
Al ver al que ora acabado y desfigurado por su aflicción, sin fuerzas para
defenderse, sus enemigos aprovechan la ocasión para atacarlo. Hay veces en que a
la persona afligida la atacan no sólo sus enemigos, sino también sus amigos más
íntimos, como sucedió con Job. Al parecer, los reproches, la mofa y el vituperio de
sus enemigos han provocado una nueva caída del salmista. Se siente desprovisto
de fuerzas, incapaz de levantarse y defenderse de los ataques verbales de sus
enemigos. Éstos, como sucede en muchos de los salmos, no están identificados. Es
posible que los enemigos fueran testigos falsos, como los que testificaron en
contra de Nabot, en 1 Reyes 21:13 y causaron su muerte. Los que se ríen del
salmista también pueden ser adversarios como Goliat, quien se burló de la
juventud, baja estatura y aparente impotencia de David, en 1 Samuel 17. El
enemigo puede ser la rival que se burla y se ríe de la mujer estéril, como en el caso
de Ana y Penina, según el relato de 1 Samuel 1. Los enemigos pueden ser los
invasores asirios que se burlaron del rey Ezequías y de su Dios, diciendo: “¿Acaso
alguno de los dioses de las naciones pudo librar a su país de las manos del rey de
Asiria? ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arfad? ¿Dónde están los dioses de
Sefarvayin, de Hená y de Ivá? ¿Acaso libraron a Samaria de mis manos? ¿Cuál de
todos los dioses de estos países ha podido salvar de mis manos a su país? ¿Cómo
entonces podrá el SEÑOR librar de mis manos a Jerusalén?” (2 Reyes 18:33–35).
Los enemigos pueden ser gobernantes poderosos, y sacerdotes, como los que
conspiraron contra el profeta Jeremías y armaron toda clase de trampas para hacer
callar al profeta y destruirlo. Los enemigos pueden ser hechiceros y brujos, que
emplean sus artes diabólicas para hundir al que cree en el Señor. Los enemigos
pueden ser los demonios y espíritus inmundos, siempre presentes para desviar a
los elegidos del Señor de las sendas de Dios. Los enemigos pueden ser los jefes de
los sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos quienes, al pie de la cruz de
Jesús lo escarnecieron diciendo: “Salvó a otros, ¡pero no puede salvase a sí
mismo!” (Mateo 27:41–42). Jesucristo, en la cruz, no tuvo dificultad en
identificarse con la angustia y desesperación del salmista, y de ver en el
sufrimiento y el dolor de éste una descripción del escarnio al que él tuvo que hacer
frente.
Al no identificar a los enemigos, al hablar en términos generales y
estereotipos, los salmos facilitan nuestra apropiación de ellos, y de ver en el salmo
la descripción de nuestra realidad, angustia, y enemigos. El hecho de que los
enemigos menean la cabeza indica que, al igual que los tres amigos de Job, creen
que los sufrimientos del salmista son una prueba concluyente de que no cuenta
con la aprobación de Dios y que, por lo tanto, tiene que ser considerado un
criminal, hereje o falso profeta que está siendo castigado justamente por su
rebelión contra el Señor. Para los opositores de la religión cristiana de los
primeros siglos después de Cristo, la crucifixión de Jesús como si fuese un
criminal fue la prueba de que él no era el Mesías.
Aunque no se los identifica, los enemigos son descritos como animales
salvajes, como toros, fuertes toros de Basán y leones feroces y rugientes con los
colmillos preparados para desgarrar a la presa y tragársela. Nuevamente la
metáfora cumple la función de acentuar la descripción de los enemigos. Tales
palabras impactan más que decir: “Fulano de tal ha iniciado una demanda penal
en mi contra y está sobornando a los jueces para conseguir mi condena.”
22:9–10 Pero tú me sacaste del vientre materno; me hiciste reposar confiado en el regazo de mi
madre. Fui puesto a tu cuidado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre mi Dios eres tú.

Lo mismo que en el Salmo 139:13–16, el que ora recuerda el modo en que el


Señor había actuado para apoyarlo y sostenerlo aun antes de nacer, desde el
vientre de su madre. Un recuerdo como éste cumple con la función de resaltar la
realidad de que el Señor había escogido al que ora para una vocación especial, del
mismo modo en que otros, en las Escrituras, fueron designados para cumplir una
misión divina antes de nacer. Pensamos en hombres como Jeremías, San Pablo,
Sansón, Juan el Bautista y Jesucristo. Al recordarle a Dios la manera en que el
salmista había sido escogido para la misión divina, el que ora dice: “Recuerda, oh
Dios, que tú me escogiste para cumplir una misión. No permitas que sea
aniquilado por mis enemigos antes de poder cumplir con la tarea que tú me
encomendaste.”
22:11–13 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca y no hay nadie que me ayude. Muchos
toros me rodean; fuertes toros de Basán me cercan. Contra mí abren sus fauces leones que rugen y
desgarran a su presa.

La tierra de Basán fue conocida por el tamaño y la calidad de su ganado. No


solamente sus toros gozaban de fama, sino también las vacas. En cierta ocasión el
profeta Amós llamó a las mujeres importantes de la región de vacas gordas de
Basán. Al describir a sus enemigos como fuertes toros de Basán, el que ora pone
de manifiesto que sus enemigos no son personas insignificantes, sino personajes
de enorme poder e influencia, quizá los caciques y terratenientes que controlaban
la economía, la política y la vida social de la región; o sea, la aristocracia local. Son
los que ocupan las sillas y tronos de los blasfemos.
22:14–15 Como agua he sido derramado; dislocados están todos mis huesos. Mi corazón se ha
vuelto como cera, y se derrite en mis entrañas. Se ha secado mi vigor como una teja; la lengua se me
pega al paladar. ¡Me has hundido en el polvo de la muerte!

Según las palabras de la mujer sabia del pueblo de Tecoa, enviada por Joab para
aconsejar al rey David: “Así como el agua que se derrama en tierra no se puede
recoger, así también todos tenemos que morir” (2 Samuel 14:14), parece ser que
la expresión “ser derramado como agua” fue un dicho popular que quería decir
morir, sin esperanza de resucitar. Aunque no está muerto aún, el que ora siente
como si ya lo estuviera. La figura de la cera que se derrite delante del fuego se
emplea también en el Salmo 68:2, para describir la suerte que les espera a los
enemigos del Señor el día de su venida para juzgar la Tierra.
Para algunos comentaristas, como Kraus, el que ora describe con estos
versículos su condición física, su cuerpo agotado por los efectos de la enfermedad
terminal que padece. La fiebre que le quema el cuerpo convierte sus carnes en
agua, fundiendo los tendones como cera y descoyuntando los huesos. Tan
ardiente es la fiebre que la lengua le queda calcinada en la boca (Tostengard
1992:167).
Otros comentaristas opinan que el mal que sufre el salmista parece ser una
enfermedad producida por los espíritus malignos invocados por los hechiceros
para acabar con el fiel siervo del Señor. Leyendo las palabras del salmista, los
lectores relacionados con el mundo del ocultismo quizá llegarían a la conclusión
de que aquí tenemos la víctima de un hechizo, maldición o mal de ojo. Para quien
conoce el mundo oculto del vudú o la santería, no le sería difícil ver aquí a una
persona presa del demonio. Otros intérpretes creen que el salmista emplea
expresiones estereotípicas de la semántica de la enfermedad, con el fin de describir
su condición espiritual. Es decir, al hablar de los síntomas de una enfermedad
terrible, quizá la peste, el que ora expresa cómo se siente frente a otro problema,
como por ejemplo, ser condenado por algo que no hizo, o ser exiliado, o víctima
de un golpe de estado, como lo fue David al ser traicionado por su propio hijo
Absalón.
Los evangelistas vieron en estos versículos una descripción de Jesús
desfigurado como consecuencia de las terribles torturas a las que fue sometido por
quienes le atormentaron: los latigazos, la corona de espinas, los clavos y la sed que
padeció en la cruz. El Salmo 22 no es el único pasaje de las Escrituras que cuenta
cuán desfigurado quedó el Siervo de Dios. En Isaías 52:14, leemos: “Muchos se
asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su
aspecto!” Y en Isaías 53:2: “No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto
no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable.” El Salmo 22 ha servido,
juntamente con el Salmo 88, para dar énfasis a la agonía tanto física como
espiritual de Jesucristo en su Pasión.
22:16 Como perros de presa, me han rodeado; me ha cercado una banda de malvados; me han
traspasado las manos y los pies.

La imagen que aquí proyecta el Salmo 22 no es única en el AT, o en el estudio de


la historia de las religiones, la imagen de un héroe, rey o salvador que ha sido
traspasado, horadado o ensartado. En Zacarías 11:4–17 y 13:7–9 tenemos otra
descripción de un héroe afligido. De tal pastor afligido nos habla también
Zacarías 12:10–11: “Sobre la casa real de David y los habitantes de Jerusalén
derramaré un espíritu de gracia y de súplica, y entonces pondrán sus ojos en mí.
Harán lamentación por el que traspasaron, como quien hace lamentación por su
hijo único; llorarán amargamente, como quien llora por su primogénito. En aquel
día habrá una gran lamentación en Jerusalén, como la de Hadad Rimón en la
llanura de Meguido.” En este pasaje de Zacarías se dice que el llanto por el pastor
o rey será tan grande como las lamentaciones que solían entonar los judíos todos
los años por la muerte del rey Josías, quien fue traspasado por las flechas de los
arqueros en la batalla de Meguido en el año 609 aC. (2 Reyes 23:29; 2 Crónicas
35:24–25). Pocos años después de la muerte de Josías, los judíos fueron llevados
cautivos a Babilonia.
Según Zacarías, las lamentaciones por el pastor traspasado serían también
como el llanto de Hadad Rimón. Hadad es otro nombre del dios Baal, cuya
muerte se celebraba cada año durante el tiempo de la sequía con lamentos rituales.
Esto era parte del culto de Tamuz, mencionado por Ezequiel (Ezequiel 8:14), en
el que participaron algunas mujeres en la casa del Señor en Jerusalén. Algunas
versiones del Tárgum de Zacarías y muchos textos rabínicos, identifican al pastor
afligido de Zacarías 11 y 13 con el héroe traspasado de Zacarías 12,
determinándolo como el Mesías de la casa de Efraín (Mitchell 1997:206).
En el Salmo 89:39 encontramos otra referencia a la figura mesiánica de
alguien que ha sido traspasado, aunque el sentido del pasaje ha quedado opacado
por la traducción de la RV y la mayoría de las demás versiones de la Biblia. En la
RV se lee: “Rompiste el pacto con tu siervo; has profanado su corona hasta la
tierra.” [“Has revocado el pacto con tu siervo; has arrastrado por los suelos su
corona” NVI]. El significado normal del vocablo hebreo que en la RV se traduce
“profanado”, es atravesado o traspasado. La idea de “profanar” es solamente un
significado secundario que el verbo puede tener en hebreo. Si se acepta el
significado principal, entonces este texto también habla de un rey de Israel, esto
es, un Mesías, que ha sido atravesado por una lanza o una espada. Es la manera en
que el salmo ha sido interpretado por el Tárgum, o sea, la traducción dilatada del
texto hebreo al arameo. Si el ungido traspasado de quien habla el Salmo 89:39 es
la misma persona del Salmo 88, la figura que clama al Señor desde el Abadón
[abismo destructor, NVI], tenemos entonces en los dos salmos el retrato de un
gran líder del pueblo de Dios que ha sido atacado por sus enemigos. Muere
atravesado por una lanza y eleva, desde el Abadón, su clamor hacia el Señor. En
apariencia, la muerte de este Mesías no se debió a su desobediencia o infidelidad,
sino a las rebeliones y pecados de su pueblo (Mitchell 1997:253–258).
Algunos comentaristas creen que, tanto el Salmo 88 como el 89, se refieren a
la muerte del buen rey Josías, muerto por el faraón Necao en la batalla de
Meguido. De acuerdo con el Éxodo Rabbah13:1, el ungido que ha sido desechado
y menospreciado por el Señor en el Salmo 89, es el rey Mesías, el gran antitipo del
rey Josías. Según Mitchell, lo que se oye en el Salmo 88 es el clamor del rey Mesías
en su agonía.
22:17–18 Puedo contar todos mis huesos; con satisfacción per-versa la gente se detiene a mirarme. Se
reparten entre ellos mis vestidos y sobre mi ropa echan suertes.

El que suplica es alguien que está tan destruido y demacrado, que se le pueden
contar todos los huesos. Tiene ya la apariencia de un muerto, y pronto será
llevado al seol, el reino de la muerte. Ya no le queda mucho tiempo. Así pues,
mientras el que suplica aún respira, sus enemigos, sin embargo, ya lo consideran
muerto, y por lo tanto lo despojan de sus vestiduras. Mientras todavía yace en su
lecho, medio vivo y medio muerto, le quitan sus peroles y demás trastos.
En su relato de la Pasión, San Juan cita el Salmo 22:18 al describir la manera
en que los soldados se repartieron entre sí la ropa del crucificado y echaron suertes
para ver a quién le tocaba quedarse con su túnica ( Juan 19:24). Lillegard observa
que, para poder contar los huesos de la víctima es necesario desnudarlo primero.
De este modo se considera la desnudez del que suplica como un anticipo de la
desnudez a la que fue sometido el Señor en su Pasión y muerte (Lillegard
1972:56).
22:19–21 Pero tú, SEÑOR, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. Libra mi vida de la
espada, mi preciosa vida del poder de esos perros. Rescátame de la boca de los leones; sálvame de los
cuernos de los toros.

Con frecuencia los salmos describen a los enemigos de los justos como fieras que
intentan acabar con la vida del que suplica. Los enemigos así descritos no son
solamente los seres humanos que conspiran contra el justo, sino también los
demonios y espíritus malos que trastornan los caminos de los justos y procuran su
perdición. Siendo que en el antiguo Cercano Oriente, y en muchas sociedades del
mundo actual, los enemigos del justo emplean las artes satánicas como parte de su
arsenal de armamentos, es imposible separar nítidamente los enemigos humanos
de los espirituales. Los humanos suelen pedir el apoyo de los poderes infernales
para el logro de sus proyectos, en tanto que los poderes y potestades de las
tinieblas hacen sentir su presencia en las injusticias que sufren los siervos de Dios
(Efesios 6:11–18).
Los leones, perros, y toros que se unieron en la conspiración contra Jesús, y
que estuvieron reunidos al pie de la cruz para mofarse de su agonía, no fueron
solamente los saduceos, fariseos y escribas, sino también los príncipes de las
tinieblas. Tanto la lucha de Jesús como la nuestra, no se libra sólo contra carne y
sangre, sino también contra aquel león rugiente, nuestro enemigo el diablo, que
ronda buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8).
22:22–24 Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. ¡Alaben al
SEÑOR los que le temen! ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob! ¡Venérenlo, descendientes de Israel!
Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que
lo escucha cuando a él clama.

De pronto, como sucede en muchos de los lamentos del salterio, nos encontramos
aquí con un cambio radical de tono en el desarrollo del salmo. Los gritos
angustiantes y desesperados del que suplica se remplazan con aclamaciones de
victoria y acciones de gracias. Lo que comenzó como una vigilia fúnebre se ha
convertido en una gran celebración y banquete, en el que comen y se sacian no
sólo los poderosos de la tierra, sino también los más humildes. Hemos llegado al
momento de transición del salmo, en el que pasamos del estado de desconcierto al
de reorganización. ¿ué ha pasado?
Hay quienes creen que el que ora recibió un oráculo de salvación, o sea, un
anuncio de parte de un profeta o levita cantor inspirados, que le comunican que la
enfermedad o el mal que padece será resuelto mediante una intervención
milagrosa del Señor. Nosotros creemos que lo que el que suplica recibió no es
solamente un oráculo de salvación, sino la salvación misma. Según nuestro
parecer, la circunstancia del que ora es muy similar a la del rey Ezequías, conforme
al relato de Isaías 38. Leemos allí que el buen rey Ezequías, que tan valientemente
había enfrentado a los asirios en el asedio de Jerusalén, cayó enfermo de muerte.
El profeta Isaías fue a verlo con el anuncio: “Así dice el SEÑOR: ‘Pon tu casa en
orden, porque vas a morir; no te recuperarás’; Ezequías volvió el rostro hacia la
pared, y le rogó al SEÑOR: ‘Recuerda, SEÑOR, que yo me he conducido delante de
ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada.’ Y
Ezequías lloró amargamente.”
En los versículos 10–20 del mismo capítulo, encontramos el lamento y la
oración que Ezequías elevó al Señor y que, por supuesto, se asemejan bastante al
Salmo 22. Por ejemplo, Ezequías se lamenta de que el Señor, como león, le quebró
todos los huesos (v. 13). En el Salmo 22 se habla de huesos dislocados (vv. 14, 17)
y leones que desgarran (v. 13). En el Salmo 22 los enemigos del salmista parecen
ser sus rivales políticos o, quizá, los demonios que producen la enfermedad,
mientras que en el salmo de Ezequías el enemigo principal es el mismo seol, el
reino de la muerte. En la historia de Ezequías, el momento de transición del
desconcierto a la reorganización ocurre mediante un triple prodigio. En primer
lugar, el rey recibe un oráculo de salvación del Señor, articulado por el profeta
Isaías: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años
más de vida” (Isaías 38:5).
En segundo lugar, el rey Ezequías recibe una señal profética que confirma las
palabras del oráculo de salvación: “Y ésta es la señal que te daré para confirmar lo
que te he prometido: Haré que en la escala de Acaz la sombra del sol retroceda las
diez gradas que ya ha bajado” (Isaías 38:7–8). En tercer lugar, Ezequías sanó de su
grave enfermedad, pues el profeta Isaías tomó una pasta de higos y la aplicó en la
llaga de Ezequías, y el rey se recuperó (Isaías 38:21). Hay quienes creen que la
enfermedad que padeció Ezequías fue la peste bubónica, y que esta pestilencia fue
el instrumento del ángel del Señor para aniquilar a los ciento ochenta y cinco mil
asirios, frente a los muros de Jerusalén (Isaías 37:36). La palabra traducida como
llaga también puede designar un tumor, como los tumores o bubones que
aparecen en el cuerpo del afectado de la peste bubónica (Barker 2001:31–42). Al
relatar la manera milagrosa como Ezequías fue curado de la enfermedad que lo
tuvo a las puertas de la muerte, no proponemos que sea Ezequías el autor del
Salmo 22 ó que existe una relación directa entre la liberación de Ezequías y la del
salmista, sino que decimos que la angustia de Ezequías, la gravedad de su
situación y el modo como experimentó la liberación milagrosa, nos hacen pensar
que algo muy similar pudo haber ocurrido en la circunstancia del que suplica en el
Salmo 22.
22:25–26 Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea; ante los que te temen cumpliré mis promesas.
Comerán los pobres y se saciarán; alabarán al Señor quienes lo buscan; ¡que su corazón viva para
siempre!

Las palabras del que ora nos revelan que el salmista había hecho el voto de dar
testimonio ante todos los hermanos de la gran congregación, de la restauración
que el Señor había obrado en él. En el templo de Esculapio, en la antigua ciudad
de Corinto, los enfermos que habían sido curados solían dejar en el templo del
dios de la medicina pequeñas réplicas de arcilla de las partes del cuerpo que
fueron sanadas. En diferentes partes de México y en ciertos países de América
Central, al rezar a su santo los enfermos prometen traer al altar una ofrenda
votiva, o sea, una pequeña pieza de plata que tiene la forma del miembro sanado.
Nosotros creemos que el voto hecho por el salmista al Señor consistió en
ofrecer un testimonio público de su restauración, y un sacrificio de acción de
gracias al Señor tan abundante, que permitiera la participación de toda la
congregación en el banquete de salvación. Habrá tanta carne y vino que hasta los
más humildes quedarán saciados. Creemos, además, que el testimonio público
ofrecido por el salmista cumpliendo su voto adoptó la forma de un himno de
acción de gracias entonado ante la gran asamblea, y que el Salmo 22 es el tal
himno de alabanza. De modo que el Salmo es el Te Deum Laudamus, un gran
himno de alabanza como el que tenemos en el himnario Culto Cristiano en las
páginas 50–52. Los príncipes cristianos de Europa solían encargar la composición
de un Te Deum para celebrar una gran victoria u otro acontecimiento magno,
como una coronación o el nacimiento de un heredero al trono. El rey Jorge de
Inglaterra, por ejemplo, encargó al insigne compositor musical luterano Jorge
Federico Haendel a escribir el Te Deum de Dettlingen para celebrar la victoria de
sus tropas en la Guerra de la Sucesión Austriaca.
El Te Deum Laudamus de nuestro himnario Culto Cristiano, que es parte del
Oficio de Maitines, no se escribió para celebrar una victoria cualquiera, en su
momento considerada un gran suceso en la historia de las naciones y hoy día ya
casi olvidada. Porque el Te Deum Laudamus que los cristianos entonan en sus
asambleas litúrgicas se canta para celebrar la restauración y el triunfo más grande
de todos los tiempos: la resurrección de Jesucristo de los muertos. Y, como
veremos, el Salmo 22 parece ser un anticipo y una celebración no sólo de la
restauración y victoria del salmista, sino también de las de Jesucristo.
La participación de los más humildes y abatidos de la tierra en el banquete de
salvación, nos habla de la naturaleza del reino de Dios. Como regla general, los
reyes de los gentiles y lo selecto de los que dominan en el mundo, convidan a sus
celebraciones solamente a los de su misma clase social. Pero el Señor procura
primeramente a los que viven al margen respecto de las riquezas mundanas, a fin
de que ellos participen del banquete de la salvación. Por esto Jesús declaró: “Más
bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los
ciegos. Entonces serás dichoso, pues aunque ellos no tienen con qué
recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos” (Lucas
14:13–14). En la Eucaristía, en la cual se nos convida a participar
anticipadamente del banquete de la salvación, los humildes no son puestos al
margen, sino que se les da un puesto de honor, no en virtud de su pobreza, sino en
virtud de aquel que siendo rico se hizo pobre a fin de que nosotros, por medio de
su humillación, pudiésemos llegar a ser ricos. Desde el punto de vista del NT, y
también de los Salmos, los humildes son todos los que reconocen su pobreza
espiritual y no buscan refugio ni en las riquezas materiales ni en supuestas obras
de santidad, sino en la virtud de los sufrimientos del rey Mesías.
22:27–28 Se acordarán del SEÑOR y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él se
postrarán todas las familias de las naciones, porque del SEÑOR es el reino; él gobierna sobre las
naciones.

Por el hecho de que la restauración y victoria del que suplica las celebran no sólo
los israelitas reunidos en el santuario, sino todas las familias de las naciones, queda
claro que, al componer el salmo, el salmista ya tenía en mente no solamente su
propia restauración, sino también la del futuro rey Mesías. La restauración y
resurrección del rey Mesías las celebrarán no sólo los ricos y poderosos; los más
humildes serán saciados en el gran banquete del Hijo del Señor. “Luego dijo a sus
siervos: ‘El banquete de bodas está preparado… Vayan al cruce de los caminos e
inviten al banquete a todos los que encuentren.’ Así que los siervos salieron a los
caminos y reunieron a todos los que pudieron encontrar, buenos y malos, y se
llenó de invitados el salón de bodas” (Mateo 22:8–10). La restauración del que
suplica, celebrada en el Salmo 22, es un tipo de la victoria de Jesús sobre la muerte,
el pecado y todos sus enemigos, tanto terrenales como espirituales.
22:29 Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra; ante él se postrarán todos los que bajan al
polvo, los que no pueden conservar su vida.

No sólo los humildes, sino también los poderosos de la tierra tendrán parte en el
banquete que celebra la restauración del que ora. Los poderosos son los reyes y
gobernantes de las naciones del mundo mencionadas en el versículo 27. Su
participación en la celebración de la victoria del que suplica, implica el
reconocimiento de que él es el Señor que Dios ha escogido para gobernar el
mundo. Es evidente que el salmo tiene en mira no a cualquier moribundo que
haya tenido una curación milagrosa, sino la exaltación y el señorío del rey Mesías.
Llama la atención la frase que se refiere a la reverencia que rendirán al Ungido
del Señor todos los que bajan al polvo. Los que bajan al polvo son los ya muertos.
En Génesis 3:19, el hombre creado del polvo de la tierra es condenado a volver a
la misma tierra de la cual fue sacado: “Porque polvo eres y al polvo volverás.” El
que suplica, aquí en el Salmo 22, y que había sufrido la humillación de los que son
aplastados contra el polvo, contempla ahora, proyectado en el futuro, el homenaje
de todos los que bajan al polvo (Alonso 1995:380).
La realidad de que los muertos rendirán homenaje al que fue liberado y
restaurado, quiere decir que la barrera que separa a los vivos de los muertos ha
sido rota, y que la esperanza de la liberación de la muerte brindada en el salmo
incluye a los que ya se encuentran en el reino de la muerte. Leyendo el Salmo 22
desde el punto de vista del NT, podemos afirmar que solamente en Jesucristo los
muertos podrán llegar a rendir homenaje al Señor. Jesucristo es las primicias, el
primer fruto maduro de la resurrección de todos los muertos. Su resurrección es la
garantía y expectativa de todos los que han bajado al polvo y que carecen de la
capacidad de conservar su propia vida.
22:30–31 La posteridad le servirá; del Señor se hablará a las generaciones futuras. A un pueblo que
aún no ha nacido se le dirá que Dios hizo justicia.

La mención de la posteridad del protagonista del Salmo 22 se hace para indicar


que las generaciones futuras serán quienes se beneficien con sus sufrimientos. Su
liberación será fuente de salvación tanto para los hijos de Israel como para los
gentiles. Todos vendrán para anunciar su liberación a las generaciones no nacidas
aún. Los que han llegado a participar en las bendiciones de su restauración son
llamados a anunciar la justicia del Señor en librarlo del poder de la muerte.
Al entender que el Salmo 22 tiene que ver con la humillación y exaltación del
rey Mesías, podemos afirmar que los que hemos experimentado el poder de su
muerte y resurrección en nuestras propias vidas, hemos sido llamados para
proclamar su gloria a todas las naciones y entonar este salmo como parte de
nuestro testimonio al mundo.
Una parte de nuestro testimonio a las naciones será explicar por qué el Señor
abandonó al rey Mesías y lo dejó a merced de sus enemigos. El NT afirma que la
causa de su sufrimiento no fueron sus rebeliones ni la impotencia o injusticia del
Señor. Sus sufrimientos fueron debidos a las rebeliones e injusticias de nosotros.
La justicia que se anuncia en el Salmo 22 no es sólo la justificación del rey Mesías,
sino la justificación de todos quienes depositan en él su confianza (Lillegard
1972:63).
EL EPÍGRAFE DEL SALMO 22
En la versión Reina Valera Revisada encontramos como título o epígrafe del
Salmo 22: “Al músico principal: sobre Ajelet-sahar, Salmo de David.” (Al director
musical. Sígase la tonada de “La cierva de la aurora”. Salmo de David. NVI). La
frase Ajelet-sahar se cita en hebreo por la dificultad que han encontrado los
intérpretes en su traducción. Literalmente, la frase quiere decir “sobre ‘la cierva de
la aurora’”, quizá un término musical que indica la melodía a interpretar en la
entonación de este canto. Lutero le dio una interpretación simbólica a “la cierva
de la aurora”. Para Lutero, la cierva simbolizaba al inocente perseguido, en tanto
que la aurora representa el momento del día en que el Príncipe de los Dolientes
fue cazado y atrapado. En la liturgia de la iglesia cristiana se ha designado al Salmo
22 como un salmo para ser entonado o leído durante el servicio del Viernes Santo.
Por las repetidas alusiones a los sufrimientos del Rey Mesías y su restauración,
hemos catalogado al Salmo 22 como un salmo mesiánico. uizá la designación de
mesiánico no es la más apta para este canto, porque en un sentido todos los
himnos del salterio pueden describirse como salmos mesiánicos. uizá sea mejor
decir que en este salmo el enfoque mesiánico es más prominente y acentuado que
en la mayoría de los demás salmos. Hay eruditos que prefieren catalogarlo como
un lamento individual e incluso como una acción de gracias individual. Como
hemos visto por los temas tratados en el Salmo 22, bien podría calificárselo tanto
de lamento individual como de acción de gracias, además de salmo mesiánico.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿Cuál es el sentido (v. 10) en el que el Señor actuó como comadrona del
salmista?

2. ¿ué finalidad tienen, o qué función cumplen, las largas reseñas históricas
de los salmos? ¿ué función cumplen los versículos 3–5 del Salmo 22?

3. Haga una lista de los animales salvajes que se encuentran en el Salmo 22.
¿ué significan o simbolizan los animales? ¿ué función cumplen en la
interpretación del salmo?

4. ¿A quiénes se describe como gusanos en Job 25:6 e Isaías 41:14? ¿ué da


a entender el salmista al describirse a sí mismo como gusano?

5. ¿Dónde ocurre, en el Salmo 22, la transición de desconcierto a


reorganización? ¿Cuál podrá haber sido el motivo o causa de la
transición?

6. Haga una lista de las alusiones a la Pasión de Cristo en el Salmo 22. ¿En
qué pueden ayudar estas alusiones para una mejor comprensión de lo que
Cristo sufrió? ¿En qué nos ayuda la Pasión de Cristo para una mejor
comprensión del Salmo 22?

7. ¿Cuál es el voto que parece haber hecho el sufridor? ¿Cuál es el modo en


que piensa cumplir con su voto al ser restaurado?

8. ¿Cómo ayuda el Salmo 22 a entender mejor el dolor de los pobres, los


oprimidos, los que viven al margen y los que padecen enfermedades
mentales?

9. De acuerdo a su opinión, ¿cuál es la enseñanza más importante que nos


brinda el salmo hoy día?

10. ¿ué relación puede encontrar entre el Salmo 22, el Salmo 18 e Isaías 53?
11. ¿ué significa para usted la frase del versículo 3: “¡tú eres la alabanza de
Israel!”?

12. ¿Cuál será la suerte de los animales salvajes, en Ezequiel 39:18; Isaías
34:7–8; e Isaías 11:6–9?

13. ¿ué significa la identificación del que ora con los moribundos y los ya
muertos, en la última parte del salmo?
5
Los salmos penitenciales

SALMO 51
El Salmo 51 es el más conocido de los siete salmos penitenciales. Los otros son:
Salmos 6, 32, 38, 102, 130 y 143. Se los llama salmos penitenciales, no tanto
porque fueran escritos por penitentes, o para ser usados en un rito de penitencia
en el templo, sino porque en la iglesia medieval los sacerdotes católicos solían
pedir a los penitentes que rezaran los siete salmos, como parte de su penitencia o
satisfacción. De acuerdo con la primera regla de San Francisco de Asís, los monjes
franciscanos debían rezar diariamente el Salmo 51, más conocido por su nombre
en latín, Miserere mei, Deus (Holladay 1993:174).
TRES MARCOS DE REFERENCIA
En nuestro análisis consideraremos tres diferentes modos de enfocar el Salmo
51 y de entender el contexto. Los tres enfoques no son necesariamente
contradictorios. Pueden ser, al menos en parte, complementarios, ya que el salmo
se presta y se ajusta a nuevas circunstancias y nuevos contextos. De otro modo, no
habría sobrevivido tantos años dentro del templo, la sinagoga y la iglesia cristiana.
El primer modo de entender el salmo está en relación con el epígrafe que le
fue añadido por los escribas, y que dice: “Al director musical. Salmo de David,
cuando el profeta Natán fue a verlo por haber cometido David adulterio con
Betsabé.” Los eruditos que pusieron el epígrafe al salmo, interpretaron que éste
fue la confesión de pecado del rey David, después que el profeta Natán fuera para
enjuiciarlo por su adulterio con Betsabé, y por ser el autor intelectual de la muerte
de Urías el hitita, según se relata en 2 Samuel 11 y 12. David, después de haber
reinado varios años sobre las doce tribus en Jerusalén, gobernando a su pueblo
con justicia y ecuanimidad, descuidó sus obligaciones cayendo en un terrible
pecado mortal.
Mientras se paseaba por la azotea del palacio, vio desde allí a una mujer muy
hermosa que se estaba bañando. La mujer era Betsabé, nieta de su fiel consejero
Ajitofel y esposa de Urías el hitita, uno de los treinta valientes de David, cuyos
nombres aparecen en 2 Samuel 23:8–39. uizá, como parte de una crisis de la
mitad de la vida, David se obsesionó con Betsabé y no descansó hasta que logró
acostarse con ella y dejarla encinta. Con la intención de encubrir su pecado de
adulterio, y al mismo tiempo añadir a Betsabé a su harén, David consiguió que
Urías el hitita fuera colocado en la primera fila de guerreros en una batalla contra
los amonitas, a fin de que cayera en el combate. Habiendo eliminado de este
modo al esposo de Betsabé, mandó buscarla, ahora viuda, y hacerla su mujer. El
profeta Natán fue enviado a confrontar a David. Por medio de la parábola del
pobre campesino y su ovejita, le hizo ver la gravedad de su pecado. Nos dice 2
Samuel 12:13 que David después de escuchar las palabras del profeta, confesó su
crimen con la declaración “He pecado contra el SEÑOR”. Estas palabras, nos dicen
muchos eruditos, constituyen un resumen de una confesión mucha más profunda
y mucho más larga.
Según los rabinos y muchos intérpretes cristianos, incluyendo a Lutero y
Calvino, la confesión más profunda y extensa es lo que leemos en el Salmo 51.
Siendo que el epígrafe comienza con las palabras “Al director musical”, hay
intérpretes que creen que el salmo fue parte de una solemne ceremonia litúrgica
de confesión y absolución, que solía celebrarse anualmente en un festival en que se
recordaban los acontecimientos principales de la vida de David, mediante
procesiones, lecturas del libro de Samuel y la entonación de las oraciones de
David. Otros investigadores dudan de que David fuera realmente el autor del
Salmo 51. Personalmente no comparto tales dudas. La fuerza, la intensidad y la
profundidad de expresión que encontramos en el salmo, cuadran perfectamente
con lo que sabemos del carácter de David, en base a nuestra lectura de los libros de
Samuel. Claro está, el salmo no menciona a David ni a los demás protagonistas en
el relato del adulterio de David. Pero como en casi todos los otros salmos, tales
referencias han sido suprimidas a fin de facilitar la apropiación de este canto
penitencial tanto por otros penitentes como por la asamblea penitente que se
postra ante Dios en el templo, la sinagoga y la iglesia.
De acuerdo con el segundo modo de enfocar el Salmo 51, el penitente cuya
oración se lee en el salmo no es el rey David, sino otro rey que gobernaba durante
los últimos años del reino de Judá. Edward Dalglish, que ha escrito todo un libro
sobre el Salmo 51, cree que los profundos conceptos teológicos en cuanto a la
naturaleza de la verdadera adoración, que encontramos en el salmo, tienen mucho
en común con las ideas expresadas en los libros de Isaías y Jeremías y, por lo tanto,
provienen de la época de los grandes profetas literarios.
Dalglish cree que el penitente, cuya voz se oye en el Salmo 51, bien podría ser
el buen rey Josías, quien al escuchar la lectura de la Tora después que fue hallada
en el templo por el sumo sacerdote Jilquías, en el decimoctavo año de su reinado,
quedó profundamente conmovido (2 Reyes 22:13). Horrorizado por los juicios
que la Tora anuncia sobre el pueblo idólatra, rebelde y adúltero, el rey Josías,
como representante de todo Judá y en nombre del pueblo mismo, confiesa ante el
Señor todos los pecados cometidos. El penitente, según esta manera de entender
el salmo, no es David, aunque el salmista emplea términos y conceptos, y hay
alusiones, que evocan lo que sucedió en la vida del segundo rey de Israel.
El penitente, según Dalglish, es Jerusalén, todo el pueblo de Judá, que ha sido
condenado por las palabras de la ley y las denuncias de los grandes profetas. Así
como Daniel (Daniel 9) ora, pidiendo perdón por el pueblo rebelde de Judá y
Jerusalén, y Esdras (Nehemías 9 y Esdras 9) confiesa los pecados de Israel, así
Josías, el rey davídico, toma sobre sí mismo la transgresión y rebelión de su
pueblo, se declara culpable por los pecados de Judá e implora, por las
misericordias de yahweh, la absolución.
Hay aún un tercer modo de enfocar el salmo, que corresponde a la lectura
intertextual sugerida por Luis Alonso Schökel. Según Schökel, los Salmos 50 y 51
deben ser considerados como uno solo, en el cual el 51 es visto como la respuesta
que se brinda a la circunstancia planteada en el 50. El Salmo 50 anuncia la venida
escatológica de Dios, para juzgar no sólo a David o a Judá, sino a todo el mundo.
Ante el resplandor del Señor en su epifanía, ante el fuego consumidor de sus
juicios y ante las acusaciones de infidelidad contra su pueblo, ¿qué hará Israel? El
Día del Señor vendrá. ¿Cómo responderá Israel al anuncio de su venida para
juzgar a su pueblo? Según Schökel, el Salmo 51 nos brinda la respuesta: Israel
tendrá que confesar su pecado con toda sinceridad. Entonces podrá recibir la
absolución de Dios. Según este esquema, se puede observar en los Salmos 50–51
tres pasos: acusación, confesión y absolución. La acusación, semejante a las
acusaciones formales en un litigio, se encuentra en el Salmo 50. Esta acusación es
anunciada por el mismo yahweh. La confesión y absolución se encuentran en el
Salmo 51 y son la respuesta de Israel o del rey davídico que habla en nombre de su
pueblo.
Schökel opina que este esquema de acusación, confesión y absolución,
proviene de una liturgia penitencial que solía celebrarse en el templo. Es posible
observar la presencia de los tres pasos en la historia del pecado de David, del cual
ya hemos hablado. En el caso del rey David, la acusación se encuentra en las
palabras de Natán (2 Samuel 12:7 y ss.): “¡Tú eres ese hombre!… ¿Por qué,
entonces, despreciaste la palabra del SEÑOR haciendo lo que me desagrada?
¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de su esposa! ¡Lo mataste con la
espada de los amonitas!” De forma muy resumida, 2 Samuel 12:13 nos brinda la
confesión de David y la absolución de Natán: “¡He pecado contra el SEÑOR!”,
reconoció David ante Natán. “El SEÑOR ha perdonado ya tu pecado, y no morirás,
contestó Natán.”
Según Schökel, la ubicación del Salmo 51 en el salterio inmediatamente
después del Salmo 50, nos indica que debe ser entonado no sólo como una
confesión del rey David, sino de todo el pueblo de Israel. Porque, al igual que el
rey David, el pueblo de Israel está acusado de infidelidad y se encuentra sujeto a la
condenación del Dios de los dioses, quien llega como un fuego consumidor para
juzgar a su pueblo (Salmo 50:4). El Salmo 50 es un incesante llamamiento, de
parte de Dios, a arrepentirse de corazón y no sólo con ceremonias, ritos y
sacrificios. En todo el salmo no se oye la voz del salmista, ni la del penitente, ni la
de Israel. Es Dios, y sólo Dios, quien habla, llama, exhorta, invita, amenaza y
promete. Debe ser obvio que el Salmo 50 es el prólogo que precede el Salmo 51,
en tanto que éste es la respuesta a aquél.
En el Salmo 50 no se oye la voz del penitente, sino sólo la voz de Dios; y en el
Salmo 51 no se oye la voz de Dios, sino sólo la oración del penitente. Los dos
salmos, 50 y 51 fueron colocados juntos intencionalmente en el salterio para ser
entonados juntos y para interpretarse el uno al otro. Son los dos lados de la misma
moneda, son las dos tablas de otro de los muchos dípticos que encontramos en el
salterio.
Así pues, el Salmo 50 se ve como la clave para entender el Salmo 51; es el
único de los Salmos de Asaf, que se halla en el segundo libro de los salmos. Todos
los demás Salmos de Asaf, se encuentran en el tercer libro. Es muy probable que
los levitas y escribas que editaron el salterio, cambiaran el Salmo 50 de lugar,
quitándolo del tercer libro y ubicándolo allí donde se encuentra ahora, el
complemento perfecto del Salmo 51.
Habiendo esbozado los tres diferentes modos de ubicar el Salmo 51 dentro de
la historia del pueblo de Dios y su culto, procederemos ahora a profundizar en su
teología. Es una tarea en la que trataremos de estudiar el salmo desde los tres
puntos de vista mencionados anteriormente.
51:1–2 Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado.

La oración del penitente está dirigida a elohim, el nombre divino predominante


en los cantos y oraciones del segundo libro de los salmos (Salmos 42–72). El
nombre Señor, ( yahweh) predomina en el primer libro (Salmos 1–41).
TRES CALIFICATIVOS
Mientras que en el salmo anterior, el 50, se oye solamente la voz de Dios y no
la del hombre, en el Salmo 51 se oye únicamente la plegaria angustiada del
salmista, y no la voz de elohim. El nombre o calificativo elohim, pone el énfasis en
la universalidad de Dios, en tanto que el nombre Señor pone el énfasis en la
particularidad del Señor como el Dios de Israel. El título elohim que emplea el que
ora en el Salmo 51, pone el énfasis en la plenitud del poder divino del Ser
Supremo. Es el compendio de todo lo divino, y de todo poder y poderes (Kraus
1996:27).
Lo que el salmista reclama tan insistentemente en los primeros versículos de
su oración, no es la justicia de Dios, sino su piedad y misericordia. En la
formulación de la plegaria emplea dos de las palabras hebreas más importantes y
significativas de todo el AT, esto es, hen y jesed. En el hebreo del Salmo 51, el
nombre divino está colocado entre estos dos términos para poner el énfasis en la
realidad de que en ellos tenemos una descripción del carácter mismo de elohim.
La palabra hen destaca la idea del favor que Dios nos otorga, no en base a nuestras
acciones o algo bueno en nosotros, sino en base a su bondad y gracia. El
otorgamiento del favor de Dios no es un derecho que nos cabe a los seres
humanos. Dios elohim no está obligado a brindarle gracia a nadie. La gracia, hen,
fluye de alguien superior a alguien inferior; no tiene su origen en el ser humano
sino en el carácter de Dios.
La otra palabra clave del primer versículo es jesed, un término usado para
indicar la lealtad, solidaridad y amor que unen a los que se han aliado en un pacto
de amor y apoyo mutuos. Jesed es el aglutinante, o lazo de amor, que mantiene
unidos a los miembros de una familia o comunidad. En el monte Sinaí, Dios
estableció un pacto con Israel, y en base al pacto, elohim e Israel formaron una sola
comunidad. Este amor de pacto es superior a un mero sentimiento; es un deber,
una obligación. Al apelar a la jesed de elohim, el salmista le recuerda al Señor que
le tenga compasión en base al pacto que, en su gran misericordia, Dios estableció
con su pueblo Israel (Dalglish 1962:83). Al apelar, el salmista es como la esposa
que pide perdón y clemencia a su esposo, en base al juramento que él hizo el día
de su boda, de amar y perdonar.
Al apelar a las piedades de Dios, el penitente utiliza un tercer término hebreo,
rahamim, que es el plural de la palabra matriz rehem. La palabra, aplicada aquí al
amor de Dios, connota, sin embargo, también el amor profundo de una madre
por la vida que lleva en la matriz. El amor anhelante que una madre siente por su
bebé, no puede desaparecer porque es parte de ella misma. De la misma manera,
Dios elohim, nuestro creador, nuestra madre, es incapaz de descuidar su amor por
nosotros, porque es parte de sí mismo (Dalglish 1962:85).
TRES TÉRMINOS UE DESCRIBEN LO UE HA
HECHO EL UE ORA
A continuación de los tres términos que señalan quién es elohim, siguen tres que
indican quién es el que ora y lo que él ha hecho. De la lectura de los tres términos
–mis transgresiones, mi maldad, mi pecado– es evidente que algo sumamente
grave ha ocurrido. El que suplica ha cometido una acción terrible, algo que no
sólo ha provocado la ira de Dios, sino que también lo ha hundido en la más
profunda angustia espiritual. No sabe cómo librarse de la culpa; lo que ha hecho
está siempre frente a él; está obsesionado con el crimen cometido.
El primero de los tres términos hebreos es “transgresiones”. El salmista emplea
aquí el plural de la palabra hebrea pesha, para subrayar la realidad de que se sabe
culpable de una cadena de actos subversivos en contra de su soberano. Así es el
pecado, un hecho pecaminoso desencadena una serie de acciones sediciosas.
Sucedió así en el caso de David: su acción de espiar a una mujer mientras se
bañaba lo indujo a pecar contra el mandamiento que dice: “No codicies la esposa
de tu prójimo” (Éxodo 20:17). Este pecado, a su vez, indujo al rey David a una
nueva rebelión, la de burlarse del mandamiento que dice: “No cometas adulterio”
(Éxodo 20:14). Finalmente, la cadena de actos subversivos llegó al colmo con el
asesinato premeditado de Urías el hitita, muerto por la espada de los amonitas,
siendo David el autor intelectual del crimen. El término “transgresiones” enfatiza
el hecho de que los crímenes de David eran premeditados y no actos cometidos
involuntariamente en un arranque de ira o de pasión.
Al calificar sus pecados como “transgresiones” el que suplica emplea un
término que por lo general aparece en textos militares y políticos. Los soberanos
de los grandes imperios del antiguo Cercano Oriente, como Asiria, Egipto, y
Babilonia, castigaron las rebeliones de los reinos vasallos con severidad extrema.
En 2 Reyes 3:7 se utiliza la palabra pesha para describir una rebelión militar de
Moab contra Israel. Y en Isaías se la emplea para describir una rebelión de los hijos
contra su padre. Al calificar lo que ha hecho, como transgresiones contra Dios, el
salmista confiesa que su pecado ha sido un acto voluntario, de testarudez y
desafío, y que no tiene excusa. De todos los términos para designar el pecado, en
hebreo, pesha es el más severo (Dalglish 1962:88).
El segundo término empleado para describir la culpabilidad es “maldad”, o
sea, la palabra hebrea awon. El sustantivo transmite el concepto de haberse uno
desviado del camino y tomado por una senda equivocada. Isaías –incluyéndose a
sí mismo– nos compara con ovejas que se han apartado del camino del Señor y
seguido su propio camino, con la intención de hacer la propia voluntad, y no
cumplir con la Tora (Isaías 53:6). Proverbios 16:25 declara: “Hay caminos que al
hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte.” Al seducir
a la mujer de su prójimo, David pensó haber hallado el camino de la felicidad,
pero más tarde comprendió que había escogido un camino de muerte.
La palabra hebrea hata es el tercer término que emplea el salmista para
describir lo que ha hecho: “Límpiame de mi pecado.” El término hebreo
comunica la idea de errar el blanco. En Jueces 20:16 se describe a un grupo de
setecientos guerreros de la tribu de Benjamín como “soldados escogidos que eran
zurdos, todos ellos capaces de lanzar con la honda una piedra contra un cabello,
sin errar”. El propio David había ganado fama con su puntería con la honda. En su
enfrentamiento con Goliat, el campeón filisteo, el joven pastor de Belén no erró.
Cargó la honda, y la primera piedra que lanzó le dio al filisteo en la frente. No
obstante, el hombre que logró dar en el blanco y abatir al enemigo de su pueblo,
no pudo contra la tentación sexual.
Lamentablemente, las vidas de muchos líderes del pueblo de Dios, como David y
Sansón, nos enseñan que es más fácil vencer a un enemigo de afuera que al
enemigo que llevamos dentro. Cuando David ganó la victoria sobre el campeón
de los filisteos dio libertad a todo el pueblo de Israel. Pero al fallar en la lucha
contra su viejo hombre, David puso en jaque mate a su propio gobierno, a su
dinastía, y al futuro del pueblo de Dios.
TRES PETICIONES
Los primeros dos versículos del Salmo 51 no sólo nos ofrecen tres términos
que describen a Dios, a quien el salmista clama, y tres términos que describen al
que suplica y lo que ha hecho, sino que nos brindan también tres verbos
imperativos que sintetizan lo que el salmista quiere de Dios. Las tres cosas que
desea, son: 1) ue Dios tenga compasión de él; 2) que sus transgresiones sean
borradas; y 3) que sea lavado de toda su maldad.
La primera súplica del salmista es que Dios le muestre misericordia,
compasión, gran amor. Misericordia es lo que menos merece el que suplica. Por
sus actos de rebeldía merece la muerte, y que su nombre sea borrado del libro de la
vida para siempre. La compasión, por la que clama tan angustiosa e
insistentemente, no es algo a lo cual el salmista tenga derecho, sino algo inherente
en el carácter de Dios. El gran amor (la gracia) no es una característica del
hombre; no es un poder que él pueda generar en su interior. El gran amor es parte
de la naturaleza de Dios: “El SEÑOR es clemente y compasivo, lento para la ira y
grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor
eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según
nuestras maldades” (Salmo 103:8–10).
La segunda petición del que suplica es que sus transgresiones sean borradas.
La palabra borrar indica aquí la cancelación de algo que está escrito. En el Código
de Hammurabi 37, se estipula que la cancelación de una deuda se efectuará por
medio del pago de la suma que se adeuda y con la rotura de la tablilla en que se ha
registrado el contrato (Dalglish 1962:87). El rey Joacim intentó borrar la
maldición divina que pesaba en su contra, quemando el rollo en que estaban
escritas las profecías de Jeremías ( Jeremías 36:23). La palabra hebrea empleada en
el Salmo 51, y que se traduce como “borrar”, es el mismo verbo que se encuentra
en los siguientes textos bíblicos: “He disipado tus transgresiones como el rocío, y
tus pecados como la bruma de la mañana. Vuelve a mí, que te he redimido” (Isaías
44:22). “ue sea exterminada su descendencia; que desaparezca su nombre en la
próxima generación. ue recuerde el SEÑOR la iniquidad de su padre, y no se
olvide del pecado de su madre. ue no les quite el SEÑOR la vista de encima, y que
borre de la tierra su memoria” (Salmo 109:13–15). “ue sean borrados del libro
de la vida; que no queden inscritos con los justos” (Salmo 69:28). “El sacerdote
escribirá estas maldiciones en un documento, que lavará con las aguas amargas”
(Números 5:23).
Después del incidente del becerro de oro, Moisés se presentó ante Dios para
interceder por su pueblo, y dijo: “¡ué pecado tan grande ha cometido este
pueblo al hacerse dioses de oro! Sin embargo, yo te ruego que les perdones su
pecado. Pero si no vas a perdonarlos, ¡bórrame del libro que has escrito! El SEÑOR
le respondió a Moisés: Sólo borraré de mi libro a quien haya pecado contra mí”
(Éxodo 32:31–33). El que suplica en el Salmo 51 pide que sean borrados sus
pecados, pero no su nombre del libro de Dios. En la cruz del Calvario, hubo uno
que suplicó y que dio su vida como sacrificio, a fin de que nuestras transgresiones
fueran borradas del libro de Dios, pero que nuestros nombres quedasen escritos
en el libro de la vida del Cordero.
El salmista tiene aún otra petición que presentar: ser lavado de toda su
maldad. Hace años, durante la época de Anastasio Somoza padre, visité la ciudad
de Managua. En un recorrido por la ciudad me llevaron al lago que se había
formado en el cráter de un volcán apagado. Observé allí cómo las mujeres pobres
de la ciudad lavaban la ropa a la orilla del lago. Pese a la prohibición del dictador,
tomé algunas fotos de la escena. La palabra que emplea el Salmo 51 para lavar, nos
proyecta la imagen de una mujer a la orilla del río, abatanando los paños sucios
una y otra vez sobre las rocas y torciéndolos, para quitar toda mancha y vestigio de
suciedad. El salmista también desea ser limpiado a fondo, una operación que sólo
Dios puede realizar. En su comentario sobre el Salmo, Lutero habla de la
necesidad de sacar fuera el viejo hombre de nuestro ser, a fin de dar entrada al
Espíritu Santo. Algunos investigadores creen que en el antiguo Israel existía un
rito o liturgia de purificación pública como parte de una ceremonia de penitencia.
Se nos dice que el penitente tenía que bañarse en agua limpia como parte de su
penitencia. Si en realidad existía tal ceremonia o no, lo que nos dice el Salmo 51
aquí es que un baño exterior no es suficiente para la purificación del penitente.
Dios tendrá que lavarlo interiormente.
51:3 Yo reconozco mis transgresiones; siempre tengo presente mi pecado.

Comentando respecto de este versículo, Martín Lutero señala con mucho énfasis
que la diferencia existente entre los verdaderos santos y los falsos es que aquéllos
reconocen sus transgresiones y tienen conciencia de no ser lo que deben ser; se
juzgan a sí mismos y no a los demás. En cambio, los que son falsos e hipócritas, no
perciben su maldad y se imaginan que son lo que deben ser. Se olvidan de sus
transgresiones y juzgan la maldad de los demás (Lutero 1958:167).
51:4 Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia
es justa, y tu juicio, irreprochable.

La declaración del penitente a esta altura de su confesión, es de peso, visto desde


el punto de vista teológico. Su pecado no ha causado un gran daño a los demás; es
un acto de rebeldía contra Dios. Todo pecado es un pecado de oposición a Dios.
No se peca sólo contra los demás, ni sólo contra uno mismo, sino que se peca
también contra nuestro Creador, quien es a la vez el gran juez de todo el universo.
El pecado del rey David (2 Samuel 11), no solamente hizo daño a Urías el
hitita y a Betsabé, sino también a otros, incluyendo el niño que nació y después
murió. También hizo daño al abuelo de Betsabé, Ajitofel, quien posteriormente
traicionó a David en la rebelión de Absalón. El adulterio de David causó, además,
un gran daño a su propia familia, porque desencadenó una larga secuencia de
tragedias, tal como le había predicho el profeta Natán: “Por eso la espada jamás se
apartará de tu familia, pues me despreciaste…” (2 Samuel 11:10).
Sin duda, David se hizo un daño terrible a sí mismo y a su buen nombre. Pero, la
caída del rey fue una ofensa terrible hecha a Dios, porque dio pie a que los
enemigos de Israel blasfemaran el nombre del Señor.
Nuestro ser trata de evitar el dolor que produce el remordimiento, y también
el daño que el arrepentimiento le causa a la estimación que tenemos de nosotros
mismos. Por lo tanto, acusamos a otros, haciéndolos responsables de nuestros
pecados o acusándolos de ser más pecadores que nosotros. Tomar conciencia de la
realidad de que hay personas que tienen un comportamiento peor que el nuestro,
puede ayudarnos a conseguir un poco de respeto por nosotros mismos. Siendo
que tales artimañas son sólo intentos de escurrirle el bulto al arrepentimiento, al
final sirven únicamente para incrementar la fuerza del pecado. En los salmos
penitenciales provenientes de Egipto y Babilonia, se nota una tendencia a atribuir
el pecado del que suplica a su propia ignorancia o bruteza. El que suplica tiende a
decir que es castigado por el pecado de un hermano, una tía u otros miembros de
su familia, o clan. En otros salmos, ignora la causa de sus sufrimientos, o los
atribuye a la mala suerte. Pascal dice: “Hay solamente dos clases de personas: los
justos que se creen pecadores, y los demás pecadores que se creen justos.” Hay
consecuencias sociales producidas por el pecado, pero el pecado es, ante todo, una
ofensa a Dios y una ofensa a la persona que Dios quisiera que el pecador fuera.
51:5 Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre.

El salmista no afirma que haya nacido hijo ilegítimo, o que el mero acto de nacer
sea algo pecaminoso de por sí. La concepción, de por sí, no es pecaminosa, según
han afirmado algunos maestros gnósticos. Dios mismo fue quien le concedió hijos
a Lea (Génesis 29:31) y a Raquel (Génesis 30:22–23). Dios mismo está presente
en todo el proceso del embarazo, según lo afirma la Escritura en Job 10:8 y el
Salmo 139:13. En otras palabras, no es el acto sexual de los padres lo que
convierte al hijo en pecador.
El salmista afirma, más bien, que no son sus transgresiones, maldades y
rebeliones que han hecho de él un pecador, sino la realidad de que siempre ha sido
pecador, desde el día de su concepción, y que tal circunstancia le ha inducido a
cometer los pecados que vino a confesar. El salmo afirma aquí lo mismo que
articuló Jesús al declarar: “Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol
malo no puede dar fruto bueno” (Mateo 7:18). Los malos frutos producidos en la
vida del penitente del Salmo 51, son una evidencia contundente de que el salmista
ha sido árbol malo mucho antes de la aparición del primer fruto malo.
Los que pertenecemos al género humano cometemos pecado porque somos
pecadores. No somos árboles malos porque producimos frutos malos;
producimos frutos malos, porque somos árboles malos. Y, al mismo tiempo,
somos responsables por los frutos malos que producimos. El salmista reconoce su
responsabilidad. No le echa la culpa a los demás, ni al diablo, ni a la mala suerte,
ni al destino, ni a los astros. Ni le echa la culpa a Dios tampoco por haberlo hecho
así. Se declara culpable sin presentar ninguna excusa.
Las palabras del salmista demuestran que la idea del pecado hereditario existía
en la época del AT, pese a la afirmación de los rabinos de que el concepto del
pecado original es una invención del apóstol Pablo y la iglesia cristiana primitiva.
Los siguientes pasajes bíblicos son citas de textos del AT, en los que se encuentra
la idea de la depravación del ser humano y de la universalidad del pecado: “Nada
hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿uién puede
comprenderlo?” ( Jeremías 17:9). “Al ver el SEÑOR que la maldad del ser humano
en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el
mal…” (Génesis 6:5). “¿uién puede afirmar: ‘Tengo puro el corazón; estoy
limpio de pecado’?” (Proverbios 20:9). “¿uién de la inmundicia puede sacar
pureza? ¡No hay nadie que pueda hacerlo!” ( Job 14:4). “¿ué es el hombre para
creerse puro, y el nacido de mujer para alegar inocencia?” ( Job 15:14). “No lleves
a juicio a tu siervo, pues ante ti nadie puede alegar inocencia” (Salmo 143:2).
51:6 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría.

El salmista reconoce que Dios no se fija en las apariencias y en el


cumplimiento de ceremonias y ritos externos. Dios se fija en el corazón del
penitente, para ver si la confesión del pecador está en verdad de acuerdo con lo
que hay dentro de su corazón. Muchas veces las apariencias, e incluso las lágrimas
que brotan de nuestros ojos, son engañosas. Podrán servir para encubrir un
corazón impenitente. El salmista, sin embargo, siente que Dios le ha hecho
comprender la sabiduría, la que nos enseña que por naturaleza somos incapaces de
hacer el bien que Dios espera de nosotros, la que nos habilita para entender que
dentro de nosotros mismo no existe la aptitud de cambiar, de transformarnos a
nosotros mismos, de llegar a ser nuevas criaturas, de nacer de nuevo. Precisamente
por esto es que el que suplica pide que su arrepentimiento y la transformación de
su vida sea una obra de Dios.
En base a este texto el Talmud Niddah 30b enseña que el ser humano recibe la
enseñanza de la ley moral, la verdad y la ciencia, estando todavía en la matriz.
51:7 Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve.

El hisopo, mencionado por el salmista, es una planta de la familia del orégano


(origanum Maru), cuyas ramas de espeso follaje se prestan para la aspersión (Haag
1964:854).
Algunos comentaristas han sugerido que las palabras del salmista, en este
versículo, indican que en el templo solía celebrarse una ceremonia para
penitentes. Mientras el penitente se bañaba en las aguas de purificación, el
sacerdote pronunciaba las palabras de absolución sobre él. Durante la ceremonia
se usaba el hisopo para rociar agua bendita, o la sangre de un animal sacrificado,
sobre el cuerpo del penitente (Rose 1964:39). La purificación mediante
aspersiones y baños en aguas sagradas, ha sido por miles de años parte de la
religiosidad popular en casi todo el mundo. En muchos lugares de América
Latina, particularmente en Semana Santa, los peregrinos se trasladan a pozos, ríos
y saltos considerados sagrados. Al bañarse en las aguas sagradas, los fieles intentan
purificarse y librarse de sus pecados y enfermedades, como el mal de ojo y la pava
(mala suerte), de los hechizos y la influencia de los espíritus malos.
A diferencia de los demás investigadores, Michael Goulder cree que el hisopo
del cual habla el Salmo 51, era un brebaje de orégano que el penitente tomaba
como purgante, en un ritual público de arrepentimiento. La finalidad de beber el
purgante fue simbolizar la necesidad de una purificación interior, y no sólo
exterior. El baño en agua limpia significó purificación exterior, y la ingestión del
purgante purificación interior. No es posible comprobar si en verdad el hisopo fue
empleado como purgante, como sugiere Goulder, pero el concepto teológico que
ampara su hipótesis, podría ser de utilidad en nuestra reflexión sobre la naturaleza
de la purificación. Así como tomamos purgantes para librarnos de lombrices y
otro tipo de parásitos que se hospedan en nuestro cuerpo, así también
necesitamos ser purgados de nuestro egoísmo, celos, envidia, rabia, odio, codicia,
prejuicios raciales, complejos de superioridad e inferioridad, y deseos de venganza.
Necesitamos purgarnos del viejo hombre si queremos vivir como hijos del Reino.
Según Martín Lutero, el relato de purificación de Números 19:17–19 es un
tipo o expectación de nuestra purificación por la sangre de Cristo (Lutero
1958:170). El pasaje de Números 19 relata cómo el sumo sacerdote usó el hisopo
en un rito de purificación, rociando a los impuros con el agua ritual de
purificación, preparada con agua limpia de manantial y las cenizas de la vaca de
piel rojiza. Según Calvino (1999), aquí se emplea la palabra hisopo como una
alusión a todas las ceremonias de la ley, las cuales son símbolos externos de
purificación. De modo que lo que el texto dice acerca de ser lavado con el agua de
la purificación y la purificación por medio de un hisopo, debe inducirnos a poner
nuestra esperanza de purificación en la sangre de Jesucristo y en el Espíritu Santo,
que son el agua de vida de la que Jesús habló en su conversación con la mujer
samaritana.
En consonancia con el Salmo 51 y los profetas del AT, los reformadores
quieren poner el énfasis en que el agua, el jabón, el hisopo y la lejía, conllevan en
sí el poder de lavarnos y purificarnos de nuestras rebeliones. Jeremías 2:22 declara:
“Aunque te laves con lejía, y te frotes con mucho jabón, ante mí seguirá presente
la mancha de tu iniquidad –afirma el SEÑOR omnipotente–.” Las ceremonias de
limpieza y purificación, en las que el penitente del salmo podría haber
participado, no proveen purificación definitiva. Lo que hacen es señalar la
limpieza de la cual nos habla 1 Juan 1:7–9: “…y la sangre de su Hijo Jesucristo nos
limpia de todo pecado. Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros pecados, Dios,
que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.”
En Isaías 1:16–18, el profeta afirma que las ceremonias y ritos de purificación,
sin arrepentimiento verdadero y una transformación de vida, no sirven para nada:
“¡Lávense, límpiense! ¡Aparten de mi vista sus obras malvadas! ¡Dejen de hacer el
mal! ¡Aprendan a hacer el bien! ¡Busquen la justicia y reprendan al opresor!
¡Aboguen por el huérfano y defiendan a la viuda! Vengan, pongamos las cosas en
claro –dice el SEÑOR–. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡uedarán blancos
como la nieve! ¿Son rojos como la púrpura? ¡uedarán como la lana!”
51:8 Anúnciame gozo y alegría; infunde gozo en estos huesos que has quebrantado.

Según Dalglish (1962:145), en su súplica el penitente pide experimentar gozo y


alegría al escuchar un oráculo de absolución, pronunciado por un sacerdote, como
parte del rito penitencial en el santuario. Las peticiones que imploran un oráculo
divino que conceda el perdón al penitente, son frecuentes en los salmos tanto de
los antiguos sumerios como acadios (Dalglish 1962:150).
La referencia a los huesos quebrantados se presta a una variedad de
interpretaciones interesantes. Algunas de las grandes figuras de la interpretación
de los salmos, como Gunkel y Mowinckel, creen que Dios castigó al penitente con
una enfermedad terrible. La enfermedad es una consecuencia directa de su pecado
(Dalglish 1962:142). Visto de esta manera, el salmista implora, en su lamento, ser
sanado tanto física como espiritualmente. En muchos de los salmos provenientes
de Babilonia, las incontables aflicciones físicas que sufren los que suplican, son
vistas como castigo divino y, por lo tanto, la petición “perdóname” significa a la
vez “sáname”. Sabido es, que en los antiguos rituales sumerios de curación, solían
emplearse plantas con propiedades curativas, que eran aplicadas al que suplica, tal
como sucede en los rituales de muchos curanderos hoy en día. En el relato
referido a la terrible enfermedad del rey Ezequías, leemos cómo el profeta Isaías
aplicó “masa de higos” a la llaga o bubón del rey para que sanara (Isaías 38:21). El
uso del término “bubón” en este contexto ha llevado a una investigadora a
postular que la enfermedad de Ezequías fue la peste bubónica y que fue por
medio de esa misa peste que el ángel del Señor (Isaías 37:36) libró a Jerusalén de
las huestes de Senaquerib (Barker 2001:31–42).
Otros investigadores entienden los huesos quebrantados en un sentido
metafórico. Dicen que al emplear el salmista la expresión “huesos que has
quebrantado”, habla de su condición psicológica, de la depresión y tensión de
espíritu que lo aplasta. No es necesario entender la mención de los huesos en un
sentido literal, porque la palabra “hueso” ocurre 125 veces en el AT, y en muchas
de las ocurrencias se la usa figuradamente, a veces, incluso, como sinónimo del
alma o espíritu de alguien (Dalglish 1962:143). He aquí algunos ejemplos: “Si
digo: ‘No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre’, entonces su
palabra en mi interior se vuelve un fuego ardiente que me cala hasta los huesos” (
Jeremías 20:9). “…el SEÑOR me ha hecho padecer… Desde lo alto envió el Señor
un fuego que me caló hasta los huesos. A mi paso tendió una trampa y me hizo
retroceder” (Lamentaciones 1:12–13). “…por causa de mi pecado mis huesos no
hallan descanso. Mis maldades me abruman, son una carga demasiado pesada”
(Salmos 38:3–4). “Así mi alma se alegrará en el SEÑOR, y se deleitará en su
salvación; así todo mi ser (“todos mis huesos” RV) exclamará: ‘¿uién como tú,
SEÑOR?’” (Salmo 35:9–10).
En este sentido figurado entiende la gran mayoría de los lectores de los
salmos, hoy día, la expresión “huesos que has quebrantado”. Al entonar el Salmo
51 en nuestras liturgias y devociones, decimos en realidad: “¡Oh Dios, el
quebrantado soy yo!” Los huesos quebrantados son mi conciencia molida.
Sin embargo, queda aún otro modo de entender la mención de los huesos
quebrantados. Ya han sido mencionadas las ideas del erudito británico Michael
Goulder, quien cree que el penitente, cuyo lamento se percibe en el Salmo 51, es
el rey David quien, en su gran pesar por la muerte de Urías el hitita, se ha sujetado
a una penitencia pública que constaba de tres elementos. La primera parte de ese
arrepentimiento público era lavarse. Acto seguido, tomar un purgante eficaz, el
hisopo, para simbolizar la purificación interior. La tercera etapa de la penitencia
pública era, según Goulder, dejarse abatir, o sea, ser azotado públicamente, como
en el caso del rey Enrique II de Inglaterra quien, ante la tumba del arzobispo de
Cantorbery, Tomás Becket, recibió 400 latigazos por su participación en el
asesinato del arzobispo. Recordemos que Tomás Becket fue asesinado en la
catedral de Cantorbery por los cortesanos del rey.
51:9 Aparta tu rostro de mis pecados y borra toda mi maldad.
La frase “borra toda mi maldad” transmite la idea de una lista de delitos escritos
en una tablilla o en un rollo de pergamino. En Jeremías 36, leemos que el profeta
mandó a su secretario Baruc a redactar en un pergamino todas las maldades
cometidas por Judá, sus príncipes y reyes, juntamente con las profecías de
destrucción que vendrían por tales maldades. El rey Joacim, con la finalidad de
invalidar y borrar todas las acusaciones y profecías de destrucción, intentó borrar
todo lo que estaba escrito en el rollo del profeta. Trató de impedir el
cumplimiento de la sentencia divina contra él. Lo que hizo fue rasgar el rollo con
su cuchillo y echar los pedazos de pergamino al fuego que ardía en el brasero. El
intento de anular la lista de sus maldades destruyendo el rollo, no tuvo éxito,
porque Dios le pidió a Jeremías que preparara un nuevo rollo. Lo que el salmista
pide es que el registro de sus maldades, escritos en el rollo de Dios sean borrados
por Dios mismo. En la antigua Babilonia se solía anular un contrato o un pacto
no borrando las letras escritas en un pergamino, sino rompiendo la tabilla de
arcilla en el que estaba escrito dicho contrato. A la luz de esta práctica debemos
entender la acción de Moisés cuando quebró las dos tablas de piedra en las cuales
estaban escritos los mandamientos del pacto.
51:10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu.

La palabra “crea”, utilizada aquí, es la misma que se emplea en el Génesis al


referirse a la creación ex nihilo. El cansado corazón del salmista ya no da más. No
puede repararse, necesita un trasplante, un nuevo corazón. El pecado ha
penetrado tan profundamente el ser del salmista, que necesita un nuevo
comienzo, una purificación que sólo Dios es capaz de efectuar.
Las palabras del penitente son una confesión de impotencia. El salmista no
sólo es incapaz de lavarse de su pecado, sino que es incapaz de realizar una
transformación en su vida por sí mismo. Sin la intervención divina, el penitente
seguirá siendo la misma clase de persona que es. Seguirá cometiendo la misma
clase de transgresiones y rebeliones que ya tanto dolor han causado. Tanto el
salmista, como nosotros, necesitamos aquello que el perdón trae: transformación
a una nueva vida. Para que haya una renovación del corazón, es necesaria la acción
transformadora del Espíritu del Señor. Después de la unción del joven Saúl,
Samuel le dijo al futuro rey de Israel: “Entonces el Espíritu del SEÑOR vendrá
sobre ti con poder, y tú profetizarás con ellos y serás una nueva persona” (1
Samuel 10:6).
Los profetas Isaías, Jeremías y Ezequiel, también expusieron el tema del nuevo
corazón, el derramamiento del Espíritu de Dios y un nuevo pacto. Por ejemplo, el
profeta Ezequiel expresa reiteradamente: “Les daré un nuevo corazón, y les
infundiré un espíritu nuevo; les quitaré ese corazón de piedra que ahora tienen, y
les pondré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en ustedes, y haré que sigan
mis preceptos y obedezcan mis leyes” (Ezequiel 36:26–27); ver también Ezequiel
11:19.
La purificación y transformación que se requieren superan la capacidad del
pecador. Uno no se purifica con ofrendas, sacrificios, vigilias, votos, actos de
caridad, lágrimas y llantos. Si Dios no interviene y actúa, el pecador morirá
aplastado por su culpa y la justa ira divina. Por lo tanto, se atropellan las palabras
implorando la acción de Dios: ¡Purifícame, límpiame, rocíame, lávame, crea,
renueva!
51:11 No me alejes de tu presencia ni me quites tu santo Espíritu.

En muchas iglesias, las palabras del versículo 11 son parte de la liturgia de la


Santa Cena. Son palabras que, a veces, no quisiéramos escuchar, que quisiéramos
borrar, porque nos advierten que un miembro del pueblo de Dios, incluso un
dignatario tan importante como el rey, podría llegar a ser arrojado fuera de la
presencia de Dios.
Se dice que en la época del AT, el Espíritu del Señor nunca era derramado
sobre todo el pueblo de Israel, sino sólo sobre un grupo selecto: los héroes,
profetas y artesanos inspirados, personas como Sansón ( Jueces 13:25; 14:6, 19;
15:14), Gedeón ( Jueces 6:34), Bezalel (Éxodo 31:1–3), Otoniel ( Jueces 3:10),
Jeé ( Jueces 11:29), Saúl (1 Samuel 10:10), Eldad y Medad (Números 11:26–
29). Tales escogidos de Dios, no recibieron el Espíritu Santo como posesión
permanente, sino sólo por un tiempo limitado, con el fin de ser habilitados para
llevar a cabo una misión particular. La venida del Espíritu Santo sobre todo el
pueblo de Dios como posesión permanente, fue profetizada por el profeta Joel (
Joel 2:28–32), y por Zacarías (Zacarías 12:10), y recibió su cumplimiento en
ocasión del milagro del primer Pentecostés de la iglesia cristiana del NT, según se
relata en Hechos 2:17–21.
Según la opinión de la mayoría de los entendidos en la mate-ria, la única
persona en Israel habilitada para reclamar el Espíritu del Señor como posesión
permanente, era el rey. Porque él, como el ungido del Señor, necesitaba la
constante guía del Espíritu de Dios a fin de pastorear y juzgar las ovejas de la casa
de Israel. En su conocida oración el rey Salomón pide al Señor su Dios: “Yo te
ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para
distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este
gran pueblo tuyo?” (1 Reyes 3:9). En el caso de David, perder el Espíritu del
Señor significó no sólo la pérdida de su aptitud para gobernar y ejercer la justicia,
sino también la pérdida del don profético y su facultad de componer himnos y
salmos por inspiración del mismo Espíritu.
Tales consideraciones motivaron a un grupo de investigadores a quedar
convencidos de que el que suplica en el Salmo 51 es el rey, y para ser más precisos,
el rey David o, quizá, el rey Josías orando en representación de todo el pueblo de
Judá. Sea quien fuere el penitente del salmo, el rey u otra persona, lo que se nos
enseña con suficiente claridad es la posibilidad de que una persona ungida con el
Espíritu Santo puede perder tal unción divina. Puede suceder que un miembro
del pueblo de Dios sea arrojado fuera de la presencia del Señor a la oscuridad,
donde hay llanto y crujir de dientes. Las palabras “No me alejes de tu presencia”,
nos hacen pensar en lo que sucedió con Adán y Eva después de haber comido la
fruta prohibida. Al respecto dice Génesis 3:23–24: “Entonces Dios el SEÑOR
expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual
había sido hecho. Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén a los
querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el
camino que lleva al árbol de la vida.”
Recordamos también el lamento de Caín quien, como el penitente del Salmo
51, había derramado sangre inocente: “Este castigo es más de lo que puedo
soportar —le dijo Caín al SEÑOR—. Hoy me condenas al destierro, y nunca más
podré estar en tu presencia. Andaré por el mundo errante como un fugitivo, y
cualquiera que me encuentre me matará” (Génesis 4:13–14). Haciendo eco de
estos textos, el apóstol Pablo declara: “Todos han pecado y están privados de la
gloria de Dios” (Romanos 3:23).
51:12 Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga.

Al hablar de un espíritu obediente, el salmista pide poder servir a Dios; sin


embargo, no lo hace por terror o temor al castigo, la muerte y el infierno. uienes
entonan salmos y participan en actos de adoración por temor, o en procura de una
recompensa, no tienen un espíritu obediente, sino de temor. No pueden tener un
corazón limpio ni la alegría de la salvación. En cambio, quienes saben que han
sido perdonados y salvados por la gracia de Dios, y no por obras, servirán a Dios
inmediata, voluntaria y gozosamente, sin sentirse obligados a hacerlo (Lutero
1958:172).
51:13 Así enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se volverán a ti.

Estas palabras parecen indicar que, como parte de la penitencia, el salmista


hizo un voto con la intención de ofrecer un testimonio público acerca de la
misericordia de Dios respecto a él. Aún hoy en día, muchas personas afligidas
suelen hacer votos a Dios, a un santo, un ángel o hasta al propio demonio: “Si
logro ser sanado, liberado o perdonado, te prometo erigir un monumento en tu
honor. Pondré un recordatorio en el santuario, erigiré un monumento para
honrar al que me ha salvado.” Recordemos que Jacob hizo un voto, prometiendo
erigir un altar en honor a Dios, si se le permitía volver a su hogar en Canaán
después de su exilio en la tierra de Jarán (Génesis 28:20–22).
¿De qué manera quiere cumplir el penitente con su voto de dar testimonio
público de la misericordia de Dios respecto a su persona? Opinamos que con
escribir un himno o un salmo, que sirvan tanto para glorificar la gracia de Dios,
como para enseñar a los demás el camino del arrepentimiento verdadero.
Ciertamente, la composición del Salmo 51 por el penitente, bien pudo haber sido
el modo en que el salmista cumplió su voto, porque por medio de la entonación
del salmo los transgresores aprenden a no imitar al que suplica, en sus rebeliones.
El salmo es un severo llamamiento al arrepentimiento. Durante tres mil años el
Salmo 51 ha servido para exhortar a los pecadores y a los rebeldes a confesar sus
pecados a Dios, como lo hizo el salmista, y a suplicar misericordia y gracia. Es el
motivo por el cual aún hoy los versículos 10–12 son entonados en muchas
iglesias, como parte del Oficio Mayor. Es la parte de la liturgia que se llama El
Ofertorio, y se entona inmediatamente después del sermón.
51:14 Dios mío, Dios de mi salvación, líbrame de derramar sangre, y mi lengua alabará tu justicia.

La palabra homicidios significa, literalmente, hechos de sangre, o sea,


derramamiento de sangre. El penitente se confiesa culpable de haber derramado
sangre. Es una de las razones por la que muchos intérpretes han relacionado el
salmo con David.
Recordemos que a David se le prohibió construir el templo de Jerusalén por
haber derramado sangre. El Señor mismo declaró: “Ante mis propios ojos has
derramado mucha sangre y has hecho muchas guerras en la tierra; por eso no serás
tú quien me construya un templo” (1 Crónicas 22:8). Las palabras del Señor,
calificando a David como hombre que derramó mucha sangre, fueron
pronunciadas mucho antes del incidente con Urías el hitita. En el relato del rollo
de Samuel, que los investigadores han llamado “la narración de la sucesión”,
leemos de una serie de hechos de sangre por los que los miembros de la casa del
primer rey, Saúl, quedaron eliminados uno por uno, facilitando de este modo la
ascensión de David. Aunque David alegó inocencia en cuanto a tales hechos de
sangre, sus enemigos no cesaron de acusarlo de ser el autor intelectual de los
mismos. Autores modernos, como Simcha Shalom Brooks (1996:19–25), creen
que los flecheros de David apoyaron a los filisteos en la batalla del monte Gilboa
(1 Samuel 31) y como resultado Saúl y sus hijos murieron. Poco después de esto,
Abner, el hombre fuerte de la casa de Saúl fue asesinado por Joab, el sobrino de
David. Nos dice 2 Samuel 3:28: “Algún tiempo después, David se enteró de esto y
declaró: ‘Hago constar ante el SEÑOR, que mi reino y yo somos totalmente
inocentes de la muerte de Abner hijo de Ner’.”
Luego de la muerte de Abner, leemos en 2 Samuel 4:8 del asesinato de Isboset,
el hijo de Saúl que reinaba sobre las tribus del Norte en lugar de su padre. Los
asesinos llevaron la cabeza de Isboset a David diciendo: “Mire, Su Majestad: aquí
le traemos la cabeza de Isboset, hijo de su enemigo Saúl, que intentó matarlo a
usted.”
Aunque David alegaba su inocencia en cuanto a este nuevo asesinato, y
mandó a dar muerte a los asesinos, muchos miembros de la casa de Saúl seguían
creyendo que David tuvo algo que ver tanto con la muerte de Abner como de
Isboset. En 2 Samuel 21:8 leemos cómo David permitió que los gabaonitas se
vengaran de la casa de Saúl ahorcando a los dos hijos que el rey había tenido con
su concubina Rizpa y a los cinco hijos que su hija Merab (Mical) había tenido de
Adriel hijo de Barzilai el mejolatita.
Cuando David huía de Jerusalén, al recibir noticia del golpe de estado
encabezado por su hijo Absalón, se encontró en el camino con un hombre de la
casa de Saúl, llamado Simí hijo de Guerá, que salió maldiciendo al rey y arrojando
piedras contra David, diciendo: “¡Largo de aquí! ¡Asesino! ¡Canalla! El SEÑOR te
está dando tu merecido por haber masacrado a la familia de Saúl para reinar en su
lugar. Por eso el SEÑOR le ha entregado el reino a tu hijo Absalón. Has caído en
desgracia, porque eres un asesino” (2 Samuel 16:7–8).
Aunque David alegó inocencia respecto a toda la sangre derramada de la casa
de Saúl, lo cierto es que fueron hechos consumados por los propios partidarios de
él, o por personas que actuaron en nombre de ellos. Y todos estos hechos
redundaron, a la postre, en beneficio de David. Y si las palabras del Salmo 51
provienen de la boca o pluma de David, entonces fue toda la sangre derramada de
la casa de Saúl, y no sólo la de Urías el hitita, la que pesaba sobre la conciencia de
David. Él sabía que esta sangre, como la de Caín, clamaba desde la tierra pidiendo
venganza, exigiendo que la sangre del culpable también fuera derramada, así
como lo señala Génesis 9:6: “Si alguien derrama la sangre de un ser humano, otro
ser humano derramará la suya, porque el ser humano ha sido creado a imagen de
Dios mismo.”
Según el antiguo sistema de justicia que imperaba en Israel, para el culpable de
un homicidio intencional era imposible borrar la culpa con sacrificios de
animales. No podía huir tampoco a buscar protección en una de las ciudades de
refugio; su ofensa era demasiado grave como para acogerse a tal beneficio. De
acuerdo a Números 15:22–31, los sacrificios de expiación ofrecidos sobre el altar
debían ser para la reconciliación de aquellos de los hijos de Israel que habían
pecado inadvertidamente, pero no por los pecados de soberbia, o sea, los
deliberados, lo que la ley califica como mens rea:“Pero el que peca
deliberadamente, sea nativo o extranjero, ofende al SEÑOR. Tal persona será
eliminada de la comunidad” (Números 15:30).
La única manera en que el que suplica podrá expiar su pecado será con el
derramamiento de su propia sangre. Los rabinos solían enseñar que la muerte
cancela todas las deudas (Gorringe 2006:317). Sin embargo, el penitente no
espera morir, sino que quiere sobrevivir y hasta enseñar a los pecadores la justicia
de Dios. Estas consideraciones figuran entre los argumentos utilizados por los
eruditos que creen que el que suplica en el Salmo 51 es el rey, y en particular el rey
David. Sin embargo, ya sea que el que suplica es David, Josías, la congregación de
Israel o yo mismo, el que suplica sabe que la única manera en que un homicida
puede quedar libre de un hecho de sangre es por la intervención de Dios mismo
mediante un acto de pura gracia.
Desde el punto de vista de la cruz, sabemos que el pecador arrepentido puede
librarse de los hechos de sangre cometidos por él mismo o cometidos en su
nombre, solamente por la sangre inocente del Cordero de Dios, como lo
proclama un conocido himno de Cuaresma:
Gloria sea a Cristo, que por su Pasión dio su santa sangre para mi perdón.
Gracia, vida eterna por Jesús logré: gran misericordia en su sangre hallé.
Suplicó venganza la que Abel sangró; de Jesús la sangre el perdón clamó.

51:15 Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Este texto nos enseña algo muy importante acerca de nuestra adoración y
alabanza. La verdadera adoración a Dios surge de los labios de los pecadores
perdonados por la gracia y la misericordia de Dios. No cantamos alabanzas a Dios
con la intención de obtener puntos o para acumular méritos. Nuestra presencia en
las asambleas del Señor no nos ayuda a conseguir su bendición y su salvación. No
adoramos a Dios con la finalidad de recibir su perdón, sino que lo hacemos
porque Dios en su gracia y misericordia ha pronunciado sobre nosotros su
absolución. La gracia inmerecida de Dios en Jesucristo es el motor que nos
impulsa a abrir nuestras bocas y a cantar salmos, himnos y cánticos espirituales, de
los que habla San Pablo en Colosenses 3:16.
51:16–17 Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los
ofrecería. El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón
quebrantado y arrepentido.

Muchos investigadores han concluido que aquí el autor del Salmo 51 declara nulo
todo el sistema de sacrificios que solían celebrarse en el templo de Jerusalén y en
los demás santuarios de Israel. Es uno de los textos empleados por los rabinos,
para justificar el abandono, por los judíos, del sistema de sacrificios, después de la
destrucción del templo de Herodes el Grande por los romanos en el año 70 dC.
Hoy día la sinagoga enseña que el estudio de la Tora, las limosnas y el
arrepentimiento sincero, han reemplazado las prescripciones del Levítico, en lo
que al sacrificio de animales se refiere. Siendo que el versículo 19 del mismo
Salmo 51 habla de la intención del que suplica, perdonado, de ofrecer sacrificios y
holocaustos sobre el altar de Dios, no creemos que los versículos 16 y 17
pretendan desvirtuar el culto levítico y el sistema de sacrificios, aunque la mayoría
de los intérpretes modernos creen que los versículos 18 y 19 fueron escritos por
otro autor que no entendía o que no estaba de acuerdo con la visión teológica del
salmista que escribió los versículos 1–17.
Opinamos que lo que en el Salmo 51 se rechaza, no es el culto levítico, sino
un abuso y una interpretación errónea de la naturaleza del culto por parte de
muchos miembros del pueblo de Dios. El abuso o interpretación errónea estriba
en el error de creer que sólo con el cumplimiento de ritos y ceremonias se puede
quedar bien con Dios, sin entregarle, al mismo tiempo, todo nuestro ser. Lo que el
salmista escribe aquí subraya que el sistema levítico con sus sacrificios,
purificaciones y rituales, no actuaba ex opere operato. Dios no se deja manipular,
manejar o endulzar por quienes le ofrecen sacrificios. Además, como ha sido
dicho y repetido en otras partes de este estudio, el sistema de los sacrificios
levíticos servía solamente para los pecados veniales, y no para los pecados
mortales.
El animal ofrecido a Dios en el culto levítico lo simboliza a uno mismo;
simboliza que uno ofrece su propio cuerpo a Dios como sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, como dice San Pablo en Romanos 12:1. Muchos israelitas, al
igual que sus vecinos, los cananeos y fenicios, creían que el Señor necesitaba los
sacrificios de animales, y las ofrendas de cereales, para mantener su poder, su
fuerza, y su capacidad de bendecir. Los antiguos aztecas también creían que sus
dioses se alimentaban de la sangre de las víctimas ofrecidas en los templos y sobre
las pirámides. Sin esta sangre, los dioses mismos podían enfermar y morir. Según
los antiguos babilonios, la razón por la que los dioses crearon a los seres humanos
fue, para que éstos los pudieran alimentar con sus sacrificios y ofrendas.
Si los dioses dependen de los seres humanos y sus ofrendas, entonces los
hombres se verán tentados a creer que se puede negociar con Dios, ofreciéndole
sacrificios de animales a cambio de bendición y salvación (Weiser 1962:396–
397). Leyendo el Salmo 51 a la luz del Salmo 50, con el que forma un conjunto,
vemos que la razón por la que el Señor no necesita de sacrificios de animales y
ofrendas de cereales es porque “todas las bestias del campo son mías. Si yo tuviera
hambre, no te lo diría, pues mío es el mundo, y todo lo que contiene” (Salmo
50:11–12). Además, el Salmo 50 afirma categóricamente que el Señor no es un
Dios que necesita alimentarse de los sacrificios de los seres humanos para
mantenerse en forma y saludable. Por lo tanto, dice el Señor: “¿Acaso me
alimento con carne de toros, o con sangre de machos cabríos? ¡Ofrece a Dios tu
gratitud, cumple tus promesas al Altísimo!” (Salmo 50:13–14).
Al igual que muchos israelitas, Caín y Abel (Génesis 4:1–5) también
ofrecieron sacrificios al Señor, pero Dios rechazó el sacrificio de Caín y aceptó el
de su hermano, porque “por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable
que el de Caín” (Hebreos 11:4). Los que son rechazados, tanto por el Salmo 50
como por el 51, son los sacrificios y las ofrendas llevados a Dios sin fe, sin
arrepentimiento y sin el deseo de ser creados de nuevo por el Espíritu del Señor.
En el Salmo 50 Dios rechaza los holocaustos y sacrificios de los hijos de su
pueblo, porque aborrecen la corrección, dan la espalda a las palabras de la ley,
corren con los ladrones, se identifican con los adúlteros y profieren infamias
contra el hijo de su madre (Salmo 50:17–20). Las palabras del Salmo 50 están en
consonancia con las denuncias del profeta Isaías, quien declara: “¿De qué me
sirven sus muchos sacrificios? –dice el SEÑOR–. Harto estoy de holocaustos de
carneros y de la grasa de animales engordados; la sangre de toros, corderos y
cabras no me complace. ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿uién les mandó
traer animales para que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo vanas
ofrendas, el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, día de reposo,
asambleas convocadas; ¡no soporto que con su adoración me ofendan! Yo
aborrezco sus lunas nuevas y festividades; se me han vuelto una carga que estoy
cansado de soportar” (Isaías 1:11–14).
Siguiendo la misma línea, Miqueas, contemporáneo de Isaías, suelta la
pregunta: “¿Cómo podré acercarme al SEÑOR y postrarme ante el Dios Altísimo?
¿Podré acercarme con holocaustos o con becerros de un año? ¿Se complacerá el
SEÑOR con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi
primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado? ¡Ya se te ha
declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR: Practicar
la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6–8).
En conformidad con los grandes profetas de Israel, el salmista ha llegado a
comprender que los mejores sacrificios son los de un espíritu quebrantado y de un
corazón contrito y humillado. Es necesario entender que el salmista no está
hablando de obras humanas que lo hagan meritorio ante Dios. El espíritu
quebrantado y el corazón contrito y humillado no son obra del penitente, sino del
Espíritu del Señor obrando en lo más profundo de su ser. Leyendo las palabras del
salmista desde el punto de vista de la cruz, comprendemos que Jesucristo, allí en el
Calvario, fue quien ofreció por nosotros el supremo sacrificio de un espíritu
quebrantado y un corazón contrito y humillado. “Maltratado y humillado, ni
siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja,
enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca” (Isaías 53:7).
En base al sacrificio de Jesús, los pecadores que sufren bajo la pesada carga de
su pecado, pueden estar seguros de que “No acabará de romper la caña quebrada
ni apagará la mecha que apenas arde” (Mateo 12:20). A los pecadores
arrepentidos y quebrantados, como el que suplica en el Salmo 51, Jesús los invita
en Mateo 11:28–30: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados,
y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy
apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi
yugo es suave y mi carga es liviana.”
51:18–19 En tu buena voluntad haz que prospere Sión; levanta los muros de Jerusalén. Entonces te
agradarán los sacrificios de justicia, los holocaustos del todo quemados, y sobre tu altar se ofrecerán
becerros.

La gran mayoría de los eruditos académicos creen que los últimos dos versículos
del Salmo 51 se añadieron al cuerpo del salmo en una fecha posterior por un
autor desconocido, quien quiso asegurarse de que las declaraciones del salmista
no fueran interpretadas erróneamente, en el sentido de que todo el sistema de
sacrificios del AT ya no era necesario. Lo que quiso subrayar este autor es que de
acuerdo al Salmo 51 el sistema de sacrificios no alcanza para expiar la culpa de los
crímenes premeditados, particularmente el derramamiento de sangre inocente.
Además, se quiere poner énfasis en que los sacrificios de toros, corderos, aves y
ofrendas de cereales, no tienen valor si no vienen acompañados de un verdadero
arrepentimiento de corazón, y una transformación del pecador en su esencia.
Siendo que el versículo 18 habla de la edificación de los muros de Jerusalén,
los estudiosos como Kraus (1993:772), opinan que los últimos dos versículos del
salmo fueron añadidos después de la cautividad babilónica, en los días del
gobernador Nehemías, cuando los muros de Jerusalén fueron reconstruidos.
Recordemos que cuando Jerusalén fue destruida por Nabucodonosor, rey de
Babilonia, en el año 587 aC., el templo fue quemado y los muros de la ciudad
desmantelados.
Aunque fuera posible que la última parte del salmo proviniese del tiempo de
Nehemías, como proponen los eruditos modernos, no tiene que ser así,
necesariamente. Cuando David logró capturar la pequeña ciudad de Jerusalén,
arrebatándosela a los jebuseos, comenzó con un programa de ampliación y
engrandecimiento de la ciudad. Leemos en 2 Samuel 5:9–10: “David se instaló en
la fortaleza y la llamó Ciudad de David. También construyó una muralla
alrededor, desde el terraplén hasta el palacio, y se fortaleció más y más, porque el
SEÑOR Dios Todopoderoso estaba con él.” Estas construcciones no se terminaron
durante el reinado de David, sino durante el de su hijo Salomón, como está escrito
en 1 Reyes 9:15: “En cuanto al trabajo forzado, el rey Salomón reunió
trabajadores para construir el templo del SEÑOR, su propio palacio, los
terraplenes, el muro de Jerusalén.” Con la construcción del muro alrededor de las
nuevas amplificaciones hechas a la ciudad, Jerusalén quedaría protegida en contra
de cualquier ataque. La terminación de este plan de engrandecimiento de
Jerusalén y sus muros sería una señal del favor de Dios y del hecho de que hayan
sido perdonados los pecados del rey (Goulder 1990:67–68). Calvino, en su
comentario sobre el Salmo 51 (1999), también se refiere a la construcción de los
muros de Jerusalén al tiempo del rey Salomón.
Nota litúrgica: En los himnarios y libros de culto en uso en muchas iglesias
cristianas el Salmo 51 ha llegado a formar parte de la liturgia para el Miércoles de
Ceniza, el día con que comienza la estación de Cuaresma. Desde tiempos
antiguos la Cuaresma, y especialmente el Miércoles de Ceniza, ha sido un tiempo
de arrepentimiento y penitencia durante el cual el Salmo 51 ha servido para
ayudar a los cristianos a meditar sobre la Pasión de Jesucristo y sobre sus pecados,
los cuales han sido la causa de los sufrimientos del Señor. Desde la perspectiva del
Miércoles de Ceniza el creyente entenderá que el homicidio (Salmo 51:14) del
cual pedimos ser librados es el de ser responsables por el derramamiento de la
sangre del Señor. El Salmo 51 es entonado el Miércoles de Ceniza precisamente
para recordarnos que son nuestras rebeliones, maldades, y pecados la causa de la
pasión y muerte de Jesucristo. De esta manera, el salmo nos llama a reflexionar, no
tanto sobre los pecados de David o de Israel, sino sobre lo que nosotros mismos
hemos hecho, y lo que somos. En gratitud por el perdón que hemos recibido en
Jesucristo, somos llamados a ayudar en la construcción de los muros de la Nueva
Jerusalén.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿ué sucede cuándo se priva a una persona del Espíritu Santo? ¿ué
habría pasado con David y su reino si él hubiese perdido por completo el
Espíritu del Señor?

2. ¿Cómo entiende usted la declaración siguiente?: “Los sacrificios levíticos


servían solamente para los pecados veniales, y no para los pecados
mortales.”

3. Hans Joachim Kraus (1993:773) ha dicho que la sola gratia brilla en cada
uno de los versículos del Salmo 51. ¿ué quiso decir con tal afirmación?
Busque ejemplos para corroborar esta afirmación.

4. ¿ué interpretación y aplicación del Salmo 51 se encuentra en Hebreos


10:22?
 
SALMO 130
El Salmo 130 ha sido catalogado como el penúltimo de los siete salmos
penitenciales, y el undécimo de los salmos graduales. Sirvió de inspiración para
uno de los himnos más elocuentes del reformador Martín Lutero, el De profundis.
Fue también uno de los cuatro salmos favoritos de Lutero, juntamente con el 22,
51 y 143. El Reformador los llamaba “salmos paulinos”, por la manera tan clara
con que hablaban de la gracia de Dios y la salvación (Snaith 1964:90). La
clasificación de los Salmos 6, 32, 38, 51, 102, 130 y 143 como penitenciales, se
debe al político y teólogo italiano Cassiodoro, del siglo 6 dC. (Gerstenberger
2001:357). San Agustín escribió los siete salmos penitenciales en la pared de su
habitación, durante su postrera enfermedad. Juan Wesley escuchó las palabras del
Salmo 130, entonadas por el coro de la catedral de San Pablo, la tarde del mismo
día de su celebrada experiencia de la calle Aldersgate (Miller 1979:176).
En el salterio encontramos al Salmo 130 ubicado entre los salmos graduales,
los cánticos que hablan de la subida, la ascensión al lugar alto que representa la
habitación de Dios. No obstante, en el Salmo 130 la subida a la presencia de Dios
tiene que comenzar desde lo más profundo, esto es, desde las profundidades del
pecado y la condenación en que se encuentra el que clama. Una de las enseñanzas
que obtenemos de este salmo penitencial es que no se mencionan ni la identidad
del salmista, ni la naturaleza del pecado, ni la desgracia o el castigo del que desea
ser liberado. Estas omisiones han facilitado la utilización del salmo a miles de
penitentes, que pudieron encontrar en las palabras del salmista una descripción de
sus propios sentimientos y angustias, y de su particular circunstancia. Es un salmo
que se presta para apropiárselo uno mismo y aplicarlo a su circunstancia.
En la voz suplicante del salmista reconocemos sin dificultad nuestra propia voz.
130:1 A ti, SEÑOR, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo.

Lo mismo que en la segunda estrofa del Salmo 43, en que el salmista se siente
separado de la presencia del Señor, desamparado por Dios, las aguas profundas
desde las cuales clama son un símbolo del sheol, esto es, el reino de la muerte. Se
nota una gran similitud entre el Salmo 130 y el salmo de Jonás ( Jonás 2), pues
son oraciones que proceden desde lo más profundo. Para muchos intérpretes, las
profundidades del mar desde donde Jonás clama en su salmo, son una metáfora de
la cautividad babilónica en la que Israel se encuentra en su exilio. No obstante,
para la gran mayoría de las personas que leen los salmos, la frase “desde las
profundidades del abismo” es una expresión universal de la desesperación y
angustia que experimenta todo el género humano.
Las aguas turbulentas y las profundidades tenebrosas, aún hoy día nos asustan
y llenan de aprensión. Al entonar el Salmo 130 hoy no pensamos en la cautividad
babilónica de los israelitas o en algún otro acontecimiento del AT, sino en la
oscura noche de nuestra propia alma, en las relaciones rotas, la culpa, la confianza
traicionada, los sueños frustrados y la ineptitud de ser la clase de personas que
quisiéramos ser. Tales son las profundidades desde las que clamamos y de las que
nos sentimos incapacitados de salir. Nuestra insuficiencia de poder librarnos de
las profundidades en las que nos encontramos inmersos, nos habla acerca de
quiénes somos y cuál es nuestro problema básico de seres humanos caídos. El
salmista, perdido en los abismos de la recriminación, la debilidad, y la angustia
tanto espiritual como mental, es un espejo de nuestra condición humana (Miller
1979:178).
130:2 Escucha, SEÑOR, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante.

El salmista que entona el Salmo 130 no es sólo un ser angustiado inmerso en las
profundidades, sino que es también uno que ora. La salida del abismo comienza
con oración. Y la oración del que suplica va dirigida al Señor, porque solamente el
Señor puede perdonar pecados. Nosotros podemos reprimir los pecados,
esconderlos, actuar como si no existieran, pero no podemos perdonarlos. Cuando
Jesús le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”, los maestros de
la ley que estaban allí sentados pensaron: “¿Por qué habla éste así? ¡Está
blasfemando! ¿uién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Marcos 2:5–7).
El que suplica ora al Señor porque tiene la certeza de que hay alguien que oye
su oración, cuyos oídos están atentos para escuchar su plegaria. Tenemos aquí un
ejemplo clásico de antropomorfismo, una manera de expresarse que atribuye al
Ser Supremo propiedades estrictamente humanas. Siendo un ser espiritual, el
Señor no tiene oídos como los seres humanos. No obstante, el salmista habla de
los oídos de Dios como lo hace también en otras partes del salterio, que habla de
los ojos (Salmo 11:4), la boca y las manos de Dios. Sabemos que el salmista no
habla literalmente en estos textos, pero es necesario reconocer que si queremos
hablar de Dios, debemos hablar de él desde nuestro punto de vista humano, o
guardar silencio. Los ídolos, en cambio, tienen oídos pero no oyen, tienen ojos
pero no ven, tienen boca pero no hablan (Salmo 115:4–7). Nosotros también
tenemos boca, oídos y ojos, pero hay veces en que estamos dormidos y no
utilizamos nuestros sentidos. Al hablar el salmista de los oídos del Señor pidiendo
que estén atentos, da a entender que el Señor nunca duerme y, consecuentemente,
siempre está dispuesto a escuchar nuestras plegarias.
130:3 Si tú, SEÑOR, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente?

La idea expresada aquí es la de hacer una lista de los pecados, contarlos y anotarlos
en un libro, y darle después a cada pecador una compensación o pago, conforme
al número de sus transgresiones. ¿uién podría mantenerse en pie si el Señor
imputara al que ora sus pecados? La respuesta obvia a la pregunta del salmista
tendrá que ser: nadie. El salmista, igual que Pablo en Romanos 6:23, entiende que
si Dios pagara a cada uno conforme a la suma de sus rebeliones, sería aniquilado
inmediatamente. “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.”
Al declarar que ante el Señor todos son pecadores condenados, el salmista
subraya la realidad de que todos los seres humanos son, por naturaleza, pecadores
perdidos, y que nadie podrá justificarse delante de Dios. La claridad con que se
presenta el tema en el Salmo 130, fue uno de los motivos que indujo a Martín
Lutero a calificar este himno de salmo paulino. Los otros dos temas “paulinos”
que Lutero encontró aquí, son la salvación sólo por la misericordia del Señor, y la
naturaleza espiritual de la redención (Delitzsch 1975:3.302).
130:4 Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido.

El Señor perdona; por eso lo reverenciamos y adoramos. No lo reverenciamos con


la finalidad de ser perdonados. Los versos entonados por el salmista concuerdan
con 1 Juan 4:10: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a
Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como
sacrificio por el perdón de nuestros pecados.” Y también: “Nosotros amamos a
Dios porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19).
¿Cómo pudo el salmista estar tan seguro de encontrar perdón en el Señor?
¿En qué basó su esperanza? La respuesta consta de por lo menos tres partes, en
base a la Palabra, la promesa y muchos ejemplos de la historia de la salvación. En
primer lugar, la palabra de la Tora proclama repetidas veces que el Señor es un
Dios que muestra su “amor por mil generaciones” (Éxodo 20:6). Él mismo afirma
que no desea que los pecadores sean castigados según la multitud de sus pecados:
“Yo no quiero la muerte de nadie. ¡Conviértanse, y vivirán! Lo afirma el SEÑOR
omnipotente” (Ezequiel 18:32). En el AT se presenta al Señor como un Dios que
se deleita en la misericordia: “¿ué Dios hay como tú, que perdone la maldad y
pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado,
porque tu mayor placer es amar” (Miqueas 7:18). El Señor mismo ha afirmado
que aun si los pecados del arrepentido fueran tan rojos como la púrpura,
¡quedarán como la lana! (Isaías 1:18). El pecador puede tener completa certeza de
que hay perdón por lo que anuncia la Tora en muchos textos sagrados.
En segundo lugar, el que suplica puede estar seguro de que hay perdón,
recordando los innumerables casos en que los pecadores condenados hallaron
gracia y misericordia, no a base de sus obras, sino por la pura bondad y amor del
Señor. El ejemplo más patente de esta misericordia será, para el salmista, la
experiencia de David. David clamó al Señor desde las profundidades del abismo, y
el Señor oyó su voz. En el libro del profeta Oseas, encontramos la historia de
Gómer, la esposa infiel y adúltera del profeta, la cual, a pesar de sus iniquidades e
hijos ilegítimos, fue perdonada por su esposo. Sin duda, Gómer figura en el libro
de Oseas como un símbolo del pueblo de Israel, la esposa infiel del Señor. Si hubo
perdón para Gómer, entonces también habrá perdón para Israel. De ahí que el
salmista puede decir en el versículo siete: “Así tú, Israel, espera al SEÑOR. Porque
en él hay amor inagotable; en él hay plena redención.” El Señor a quien el salmista
eleva su plegaria, es el Dios que les perdonó a los diez hermanos del patriarca José
el hecho abominable de vender a su propio her-mano como esclavo. Es el Dios
que perdonó a Jacob, el padre de las 12 tribus de Israel, por haber engañado a su
padre Isaac y su hermano Esaú. Es el mismo Dios que no aniquiló a los hijos de
Israel después del incidente del becerro de oro, sino que escuchó la voz de Moisés
y perdonó a su pueblo, así como perdonó al pueblo pagano y perverso de Nínive
después de la predicación de Jonás.
En tercer lugar, el que ora puede fundar su esperanza en el perdón del Señor,
porque el Señor mismo había prometido enviar al mundo un Salvador, “el sol de
justicia trayendo en sus rayos salud” (Malaquías 4:2). En Jeremías tenemos la
promesa de “un renuevo justo; y él practicará la justicia y el derecho en el país” (
Jeremías 33:15). Y en Isaías 53 tenemos la promesa del Siervo del Señor, sobre
quien el Señor cargará el pecado de todos nosotros. Nosotros, los que vivimos
después de todo lo sucedido en el huerto de Getsemaní, el palacio de Pilato, la
cruz del Calvario y la tumba de José de Arimatea, podemos tener más seguridad y
confianza en el amor y la gracia del Señor que ciertamente perdona pecados.
Nuestra esperanza se funda también en la Palabra, en las experiencias de
pecadores perdonados, y en las incontables promesas de las Escrituras. Y, sobre
todo, sabemos que hay perdón por la muerte y resurrección de nuestro Señor
Jesucristo. Desde las profundidades del abismo podemos clamar con una voz más
fuerte que la del salmista, porque sabemos que la sangre del Cordero de Dios fue
derramada para nuestro perdón.
130:5 Espero al SEÑOR, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi esperanza.

Sin duda alguna, la palabra “esperar” es uno de los términos claves alrededor del
cual gira este salmo. En este versículo tan corto, el sal mista emplea tres veces el
verbo “esperar”. Lo que espera es una pro clamación de la palabra del Señor. ¿Cuál
será la palabra en la que el salmista ha puesto su esperanza? Existen varias
posibilidades.
Posiblemente la palabra del Señor que espera el que ora sea una de absolución,
una palabra que le anuncie que su pecado queda perdonado. De acuerdo con el
testimonio de las Escrituras, nada hay que el ser humano pueda hacer o decir para
efectuar su perdón. El perdón no procede de nosotros, sino que es obra exclusiva
de Dios y su amor. Son muchos los intérpretes que opinan que el salmista realizó
una peregrinación al santuario del Señor, esperando recibir un oráculo profético
que le anunciara que su pecado había sido perdonado. En 2 Samuel 12, el profeta
Natán le anunció a David que el Señor había perdonado su pecado. Y a la mujer
sorprendida en el acto de adulterio, Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Ahora
vete, y no vuelvas a pecar” ( Juan 8:11). Bien podría ser que el salmista haya ido en
búsqueda de una absolución similar a éstas. La otra posibilidad es que el que ora
espera la buena noticia que anuncia el fin de la cautividad babilónica. El salmista
habla de su esperanza en el Señor que vendrá a redimir a Israel. Puede ser que
tengamos aquí una alusión a los exiliados judíos en Babilonia que esperan la
finalización de los setenta años de cautividad, y la llegada del “siervo del SEÑOR”,
en esta circunstancia Ciro el Grande, para actuar como instrumento humano de la
redención divina. Sin embargo, la salvación que recibió Israel como vivencia en
los días de Ciro el Grande, fue solamente el tipo o expectación de una redención
más grande. Y la llegada de Ciro, por más grandiosa que haya sido, fue
únicamente un tipo o anticipo de la venida de un Mesías aún más esperado.
Algunos comentaristas, tanto rabínicos como cristianos, han advertido en este
salmo una expresión de la esperanza con que los fieles aguardaron la aparición del
Mesías prometido, y la esperanza de los cristianos que aguardan su segunda
venida, la resurrección de los muertos y el establecimiento pleno de su reino
universal (Romanos 13:11–12).
Otros investigadores opinan que el Salmo 130, en conformidad con las
confesiones de pecado de Esdras 9, Daniel 9 y Nehemías 9, es la consecuencia de
la actitud asumida por los judíos que regresaron a Jerusalén después de la
cautividad babilónica y pidieron perdón por los pecados de Israel, los que fueron
la causa de la tan lamentada cautividad. A la vez, como en el Salmo 126, piden que
el Señor complete su obra de liberación acelerando el regreso a la Tierra
Prometida de los que aún se encuentran en la dispersión.
En consentimiento con los primeros padres cristianos, también es posible leer
el Salmo 130 como una oración pronunciada por Cristo, quien, al morir en la
cruz, espera ser librado de las profundidades del abismo del reino de la muerte y
ser resucitado de entre los muertos y del poder del seol. Al mismo tiempo, podría
ser nuestra oración, la que elevamos al trono de Dios en espera de nuestra
liberación final “de la corrupción que nos esclaviza, para así alcanzar la gloriosa
libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). “Sabemos que toda la creación
todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también
nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente,
mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de
nuestro cuerpo” (Romanos 8:22–23). Por último, la palabra de liberación,
absolución y salvación que esperamos al entonar el Salmo 130, es la Palabra hecha
carne, nuestro Señor Jesucristo, el Logos eterno.
130:6 Espero al SEÑOR con toda el alma, más que los centinelas de la mañana. Como esperan los
centinelas la mañana…

La imagen visual que proyecta el versículo 6 es la de los centinelas que se


encuentran sobre las murallas y torres de la ciudad, esperando la llegada del
amanecer. Lo que el salmista en realidad espera no es la mañana, sino un anuncio
de parte de un sacerdote del templo, o de un profeta del culto, de que el Señor
escuchó su súplica y le perdonó su pecado (Allen 1983:196).
Los centinelas, o atalayas, desempeñan un papel sumamente importante en las
Escrituras del AT, porque de ellos depende el bienestar de la ciudad. Debido a los
innumerables conflictos armados, la presencia de bandas de merodeadores y la
presencia de animales salvajes, casi todas las ciudades antiguas estaban protegidas
con murallas, sobre las que los centinelas mantenían la guardia noche y día. La
tarea de los centinelas consistía en avisar de la llegada de extraños a la ciudad y
determinar si venían en son de paz o de guerra. Cuando el general Jehú (2 Reyes
9:16–26) llegó a Jezrel para cumplir con la misión de acabar con el rey Jorán, la
reina madre Jezabel y toda la descendencia de Acab, el atalaya de la torre avistó la
tropa de Jehú que llegaba. Un jinete fue despachado para reconocer a los que se
acercaban, preguntándoles: “El rey quiere saber si vienen en son de paz.” La
respuesta fue negativa, y en la matanza que se desató murió no solamente Jorán el
rey de Israel, sino también Ocaozías rey de Judá, que estaba de visita en Jezrel.
En el relato de la sublevación del príncipe Absalón contra su padre, el rey
David (2 Samuel 18:24–26), leemos del centinela subido al muro de la puerta que
espera un mensajero con noticias de la batalla que se estaba librando entre el
ejército de Absalón y las fuerzas de David en el bosque de Efraín. El deber del
atalaya consistía en dar aviso al portero para que abra los portones de la ciudad, a
fin de que las noticias que traía el mensajero se dieran a conocer a toda la ciudad.
En el relato de 2 Samuel 18, el rey David, sentado en el pasadizo que está entre las
dos puertas de la ciudad, espera ansiosamente el anuncio de victoria o derrota. Un
anuncio de victoria sería para David no sólo una confirmación de su designación
como rey de Israel, sino también del perdón del Señor. Un anuncio de derrota
habría significado que Dios lo había desechado como rey, tal como sucedió en el
caso de su predecesor el rey Saúl. Así como David esperó con tanta expectación el
anuncio del atalaya, del mismo modo el salmista espera, con gran expectativa,
recibir el anuncio: “Tus pecados te han sido perdonados.” Al igual que en el caso
del rey David, el salmista que suplica sabe que el esperado perdón le será otorgado
solamente como un don de gracia, y no por algo que haya realizado.
En varios de los libros del AT, y particularmente en Ezequiel, se compara la
tarea del profeta del Señor con la del atalaya. Si el atalaya se queda dormido y no
suena la alarma avisando a la ciudad la llegada de un ejército enemigo, el atalaya
será considerado culpable de la sangre derramada en el ataque enemigo. Así
también será considerado cómplice del pecador, el profeta o predicador que no
anunciare al impío el advenimiento del juicio de Dios, del día del Señor (Ezequiel
3:16–21). Fue por esto que los profetas como Jeremías y Ezequiel no se cansaron
de denunciar los pecados de sus compatriotas y llamarlos al arrepentimiento,
aunque con ello se ganaron el repudio y el desprecio del pueblo. Cuando
amaneció el día del juicio sobre Judá y Jerusalén, la sangre derramada fue la culpa
del pueblo y de sus líderes, pero no de los profetas que habían anunciado con
antelación la cautividad babilónica. Para quienes hemos recibido el llamado de
enseñar y predicar la palabra de Dios, estos textos nos alertan respecto a la
necesidad de proclamar la ley con toda severidad, y no solamente el evangelio,
algo en lo cual el Dr. C. F. W. Walther puso énfasis en su Sexta Tesis acerca de la
correcta distinción entre la ley y el evangelio (1972:65–71)
El deber de los centinelas en la torre de la ciudad, no era sólo anunciar la
llegada de los enemigos del pueblo, sino también anunciar el regreso del rey a la
ciudad al frente de su ejército victorioso, o el regreso a la patria de los que habían
estado en cautiverio. El regreso era una señal de que la larga noche del cautiverio
había llegado a su fin y que el Señor ciertamente había perdonado a su pueblo.
Éste parece ser el tema del versículo siguiente del Salmo, en que el enfoque se
traslada del pecado del salmista al pecado de Israel.
130:7 …así tú, Israel, espera al SEÑOR. Porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención.

En Isaías 62:6, el Señor anuncia que ha puesto centinelas que estén alertas de día y
de noche a fin de anunciar el regreso a Jerusalén de los israelitas que habían estado
en la dispersión. Lo que Sión espera es que la larga noche de la cautividad en tierra
extraña llegue a su fin, y que todos los hijos pródigos de Israel regresen a los brazos
del Padre celestial. De ahí el refrán, repetido en tantos salmos: “¿Hasta cuándo?”
El fin de la noche de la cautividad reaviva, a la vez, la venida del nuevo David, el
esperado Mesías. Esta expectativa de Sión se percibe en el himno “De la noche,
guarda, ¿qué hay? (Isaías 21:11)”. [Culto Cristiano, 7]. La iglesia cristiana ha
interpretado estos versículos basada en su esperanza de la segunda venida de
Jesucristo y la resurrección de los muertos.
Así como el Salmo 130 llama a los habitantes de Jerusalén a esperar con
perseverancia el regreso de todos los cautivos de la diáspora, así llama, al mismo
tiempo, a todos los cristianos a esperar el regreso de todos los creyentes de la
cautividad del sepulcro. Siendo que en el Señor hay amor inagotable y plena
redención, esperemos con confianza el toque final de la trompeta que anunciará la
segunda venida de Jesucristo. “El Señor mismo descenderá del cielo con voz de
mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo
resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
130:8 Él mismo redimirá a Israel de todos sus pecados.

La palabra redimir implica el sentido de pago de un rescate para librar algo o a


alguien que había sido empeñado. Para llevar a cabo una redención se necesita un
redentor o go’el. En la antigüedad, en Israel el go’el era un familiar cuya
responsabilidad era ser el fiador, defensor y protector de alguien; era la persona
responsable de pagar la deuda o el rescate, de hablar por el que había sido dejado
en prenda, ante los jueces del pueblo, y hasta de vengar su honor. El go’el de
alguien podía ser un tío, primo, hermano u otro familiar lejano. Una de las
responsabilidades del go’el o redentor, era la de casarse con la viuda de un israelita
que había muerto sin dejar descendencia, para perpetuar su nombre. Al casarse el
go’el con la viuda y tener hijos con ella, el primero era considerado hijo y heredero
del difunto. Es lo que sucedió en la historia de Rut, cuando Booz asumió la
responsabilidad de go’el del difunto esposo de Rut. En el versículo 8 del Salmo 130
queda implícito que el Señor mismo ha asumido la responsabilidad de go’el, o
redentor, de Israel. El Señor es entonces el responsable de pagar las deudas y el
rescate de su pueblo. Asumió la responsabilidad de traerlo desde la dispersión
hasta la Tierra Prometida, así como asumió la responsabilidad de rescatarnos del
poder del pecado y del sepulcro.
El Salmo, según su forma actual, parece haber sido compuesto para ser
entonado como antífona en una celebración litúrgica. Se presta para que lo
interpreten un solista y un coro, entonando aquél los versos impares y el coro los
pares; o para que lo interpreten dos coros, presentando uno la inquietud y
respondiendo a ésta el otro (Allen 1983:1196).
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Analice el himno “Con ansia clamo, ¡oh santo Dios!” ( Culto Cristiano,
207) y descubra el énfasis que Lutero pone en este himno basado en el
Salmo 130.

2. Describa la ilustración de la justificación por la fe, que presenta el Salmo


130.

3. Lea la exposición de Lutero del Salmo 130, según se encuentra en Martín


Lutero, Intérprete bíblico, páginas 290–295 [Editorial Concordia].
¿Cómo se expresa Lutero en su exposición, respecto a la esperanza en una
circunstancia desesperada?
6
Los salmos de los hijos de Coré

SALMOS 42–43
Debe de ser evidente para el lector, que los Salmos 42 y 43 componen una sola
meditación. El poema consta de tres estrofas seguidas del estribillo: “En Dios
pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!” Los
argumentos a favor de estudiar los dos salmos como un solo, se basan no sólo en el
hecho de que tratan los mismos temas y terminan con el mismo estribillo, sino
también porque en muchos manuscritos del texto hebreo aparecen como un solo
salmo. Además, el Salmo 43 es el único en el segundo rollo de los salmos que no
lleva un epígrafe en el texto hebreo (Craigie 1983:325). La razón para separar el
salmo original en dos, podría haber sido para tener en el salterio doce salmos de
los hijos de Coré, así como hay doce salmos de Asaf. De esta manera no se
muestra ningún tipo de favoritismo a uno de los más importantes gremios de
cantores y músicos del templo.
Ciertamente, el Salmo 42/43 es uno de los salmos más bellos y queridos y es,
además, una meditación cantada con la que más de uno puede identificarse, pues
trata de alguien desconocido que vive desterrado, o que es un refugiado o cautivo
lejos de su pueblo y entre enemigos que se burlan de él y de su Dios. Entre todos
los que podrían identificarse con el salmista podemos nombrar a Moisés en la
tierra de Madián, quien nombró a su primogénito Guersón, porque dijo: “Soy un
extranjero en tierra extraña” (Éxodo 2:22). Otro es David, quien también se vio
obligado a vivir alejado de su pueblo y del santuario del Señor en el país de los
filisteos a fin de huir del rey Saúl que atentaba contra su vida. Jeremías y Baruc
fueron llevados contra su voluntad, por Johanán, hijo de Carea, a vivir y morir
como exiliados en la tierra de Egipto. Hoy en día hay en el mundo más refugiados
y exiliados que en cualquier otra época de la historia. Por razones económicas,
religiosas y políticas, millones de personas han sido desarraigadas de sus lugares de
origen y confinadas en campamentos de refugiados en los cinturones de miseria
alrededor de las grandes ciudades, donde se hablan otros dialectos e idiomas. Bien
podrían identificarse con los lamentos expresados en el salmo, los millones de
latinoamericanos que, por diversas razones, se vieron obligados a abandonar su
tierra natal e ir a vivir como forasteros en tierra extraña.
El Salmo 42/43 bien podría ser también el lamento de un cristiano de edad
avanzada, recluido en un asilo de ancianos. Sus familiares lo visitan poco y los
hermanos de la congregación viven demasiado lejos como para interesarse por él.
Se siente olvidado y abandonado; ansía estar nuevamente en su iglesia cantando
alabanzas, escuchar la proclamación de la Palabra, recibir la Cena del Señor; pero
tiene conciencia de la realidad del momento, de que él también es un forastero en
tierra extraña. uizá el anciano sufre el mal de Altzheimer y lucha por recordar
sucesos de su pasado, de quién es su Dios y quién es él. Pero pasan los días y se
siente más y más alejado de sí mismo, y en su interior se siente como forastero en
tierra extraña.
Podríamos pensar también en un cristiano secuestrado por la guerrilla o por
maleantes comunes. Se encuentra lejos de su familia, sus hermanos y su iglesia, y
se siente desamparado por Dios. En lo más íntimo de su ser siente una sed muy
grande, sed por la casa del Señor, sed de sentir la presencia del Señor, como
cuando comulgaba con sus hermanos en Cristo. Pero en su cautiverio los
carceleros se burlan de su fe en Cristo. Bien pudo haber sido este salmo el lamento
de los centenares de cristianos detenidos, encarcelados y torturados como presos
políticos en las guerras sucias que han azotado tanto a nuestro desgraciado
continente americano. Según David Mitchell (1997:250), el Salmo 42/43
representa a Israel en el exilio, el pueblo alejado del templo, burlado por los
gentiles, clamando a Dios y en espera del día de su redención y el retorno a la
Tierra Prometida.
42:1 Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser.

El Salmo 42/43 ha sido catalogado por algunos investigadores como el lamento


de un individuo. El cantor parece ser un levita que se encuentra en la zona
montañosa al sur del monte Hermón, en el extremo norte de Palestina. En los
últimos meses del verano, la región en la que se encuentra el salmista suele ser de
gran sequía. Los estanques, manantiales y corrientes de agua se secan, lo que
obliga a los animales de la región a buscar agua como enloquecidos. El salmista
quizá vio u oyó a un venado casi muerto de sed jadear buscando alguna corriente
de agua. Se ve a sí mismo en el pobre animal: “Así como el ciervo, jadeante, busca
una corriente de agua, yo también me muero de sed de mi Dios. Aquí, en esta
tierra extraña, no encuentro un santuario donde se adora al Dios vivo. Aquí solo
viven idólatras, paganos e israelitas que han apostatado de la religión de sus
padres, para rendir culto a los ídolos repugnantes de los gentiles.”
El siervo que corre libremente por la serranía de la parte alta en el norte de
Galilea, ha servido como símbolo de la tribu de Nealí. En las profecías que
pronuncia el patriarca Jacob, padre de las doce tribus, antes de morir, dice:
“Nealí es una gacela libre, que tiene hermosos cervatillos (Alt. que pronuncia
hermosas palabras)” (Génesis 49:21). Para Mitchell (2006:370) es otra evidencia
que liga el Salmo 42/43 con la región norte de Palestina.
La imagen de una cierva gozó de mucha popularidad en Israel durante los
siglos 6 y 7 aC. Se han encontrado muchos sellos provenientes de los días del rey
Ezequías, en los que se ve una cierva con la cabeza gacha para comer o beber
(Brown 2002:149). Al imaginarse como si él fuera un ciervo, el salmista piensa de
sí como alguien vulnerable, dependiente, delicado y perseguido. Los cazadores
que le persiguen le arrojan sus flechas. Éstas son los ultrajes que le infieren, al
decir: “¿Dónde está tu Dios?” En el Salmo 18:31–33, el salmista expresa:
“¿uién es Dios, sino el SEÑOR? ¿uién es la roca, si no nuestro Dios? Es él quien
me arma de valor y endereza mi camino; da a mis pies la ligereza del venado, y me
mantiene firme en las alturas.” Aquí, la seguridad del creyente no se encuentra en
él, sino en la roca sobre la cual tiene los pies; y esta roca es el Señor. Valiéndose de
la imagen del venado, el salmista nos insta también a nosotros a tener nuestra
confianza firmemente plantada en el Señor (Brown 2002:150).
Es interesante notar que, aunque los antiguos reyes de Egipto y Mesopotamia
se identificaron con el león y, a menudo, utilizaron su imagen en sus sellos e
inscripciones con la finalidad de infundir terror a sus súbditos y enemigos, nunca
se emplea la figura leonina para representar al rey cuyas oraciones se exteriorizan
en el salterio. El león es una fiera que confía en su poder y ferocidad, esto es, en sí
mismo. El ciervo, en cambio, confía en el Señor, quien es su roca y su refugio
(Brown 2002:139).
42:2 Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios?
La causa de la sed del salmista es estar alejado del templo donde Dios está
entronizado en las alabanzas de su pueblo, donde el Señor está presente en la
proclamación de su Palabra y en los sacrificios de paz en que los fieles comen y
beben alegremente con los sacerdotes y levitas en la casa del Señor. El salmista
ansía estar nuevamente en el santuario del Señor para postrarse ante el Dios vivo.
El énfasis está puesto en la expresión: “Dios de la vida.” Las divinidades que
adoran los paganos y apóstatas, entre quienes se encuentra el salmista, son dioses
sin vida, y son los espíritus de los difuntos. Los dioses de la fertilidad que adoran
los vecinos de Israel, son divinidades que mueren cuando el campo se seca y
cuando caen las hojas de los árboles. Son divinidades que resucitan cuando vienen
las lluvias de la primavera y reverdece la vegetación. El Dios del salmista no es un
dios sujeto al cambio de las estaciones del año, sino que es soberano sobre las
estaciones, el clima, los campos, la vida y la muerte.
Los dioses de aquellos que se burlan del salmista, son ídolos que no hablan, ni
oyen, ni ven. Son dioses muertos. El Dios del salmista, en cambio, es el Dios de la
vida. Los ídolos a quienes acuden los hombres y mujeres de nuestro mundo
moderno son también dioses muertos que no tienen vida ni la pueden dar,
incapaces de calmar nuestra sed de Dios. Son las ideologías y filosofías huecas, a
las que se recurre para justificar sistemas opresivos y de poder, que prometen
significado y propósito para nuestra existencia, pero sirven sólo para el propósito
de inducirnos a la cultura del consumo, la glorificación de la vieja naturaleza y la
destrucción del medio ambiente en nombre de la gratificación y exaltación de uno
mismo.
Las Sagradas Escrituras traen el relato de personas que sufrieron sed y por
poco mueren por la falta de agua. Pensamos en Agar, la concubina de Abram
expulsada de la casa de su amo, vagando por el desierto casi muerta de sed. El
ángel del Señor la encuentra y guía hasta el “Pozo del Viviente que me ve”
(Génesis 16:1–16). Agar es la primera persona de la Biblia que tuvo un encuentro
con el ángel del Señor. Su historia nos recuerda que nuestro Dios es un Dios que
escucha la voz de los que viven al margen de la sociedad, que sufren de sed y
claman a él por agua. Dios acudió en auxilio de Agar aún siendo ella sólo una
madre soltera, una pobre esclava extranjera que vivía al margen de la sociedad y
del pueblo escogido. Llegar a conocer al Señor como el Dios que no desprecia,
sino que salva a los que viven al margen de la sociedad, los esclavos y las madres
solteras, fue para Agar la ocasión de satisfacer no solamente su sed física, sino la
espiritual, su sed del Dios de la vida.
Otra persona que sufrió no sólo sed física sino también espiritual, fue Sansón.
La primera vez que Sansón padeció sed fue después de derrotar a los filisteos en
Lehí, ocasión en que con una quijada de asno mató mil hombres: “Como tenía
mucha sed, clamó al SEÑOR: ‘Tú le has dado a tu siervo esta gran victoria. ¿Acaso
voy ahora a morir de sed, y a caer en manos de los incircuncisos?’ Entonces Dios
abrió la hondonada que hay en Lehí, y de allí brotó agua. Cuando Sansón la
bebió, recobró sus fuerzas y se reanimó” ( Jueces 15:18–19). La segunda
oportunidad en que Sansón padeció sed fue cuando fue traicionado por su
amante Dalila y cayó en manos de sus enemigos, quienes le arrancaron los ojos y
lo pusieron a moler en la cárcel. Allí en la cárcel filistea, el campeón de los
israelitas se vio, como el salmista, rodeado de enemigos que se burlaban de él,
espetándole día tras día: ¿Dónde está tu Dios? Al igual que el salmista, Sansón se
vio en la necesidad de clamar a Dios, a quien había traicionado con sus muchas
infidelidades. Lo mismo que el salmista, Sansón se vio obligado a pedir: “¡Hazme
justicia, oh Dios! Defiende mi causa frente a esta nación impía.” Y nuevamente
vino sobre Sansón el Espíritu del Señor, el agua viva, para fortalecerle en su último
combate con los enemigos del pueblo de Dios.
Al reflexionar acerca de la vida de los que padecieron tanto la sed física como
la espiritual, no podemos pasar por alto a quien en dos ocasiones dijo: “Tengo
sed.” La primera fue en su diálogo con la mujer samaritana ( Juan 4), y la segunda,
estando clavado en la cruz. Allí Jesús sufrió la sed de sentirse abandonado y
desamparado por el Padre. El Salvador padeció esa gran sed de Dios por nosotros,
a fin de que nunca tuviéramos que clamar, como el hombre rico en Lucas 16:24:
“…manda a Lázaro que moje la punta del dedo en agua y me refresque la lengua,
porque estoy sufriendo mucho en este fuego.”
En realidad, el Salmo 42/43 es un canto para ser entonado por todos
nosotros, porque todo ser humano fue creado para vivir en comunión con aquel
que nos hizo. Es nuestra razón de ser. uien no conoce el amor de su Creador,
vive alejado no sólo de la fuente que le dio el ser, sino alejado también de sí
mismo, de la persona creada para existir. Todo ser humano nace teniendo sed de
Dios y seguirá su camino, jadeante como el ciervo, hasta que logre satisfacer su sed
espiritual en los brazos de aquel que nos da el agua de la vida. En nuestro ser hay
un vacío que clama, pidiendo ser llenado, no con los ídolos que fabrican los
gentiles, sino con la presencia del Dios de la vida. El Salmo 42/43 es para todos,
porque todo ser humano es, por naturaleza, un desterrado que vive alejado de la
fuente de su ser, como forastero en tierra extraña.
La Iglesia Católica Romana utiliza la imagen de la cierva en busca del agua
viva, como parte de la liturgia para el Bautismo de adultos. El creyente, al igual
que la cierva que jadeante busca el agua, desea ser lavado en las aguas del Bautismo
para poder acercarse al altar de Dios (Salmo 43:4) y participar así en la Cena del
Señor (Deiss 1964:25).
42:3 Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: “¿Dónde
está tu Dios?”

El salmista quiere beber el agua de la vida, pero tiene que contentarse con
beber el agua amarga de sus propias lágrimas. Gerhard von Rad (1975:31) cree
que la pregunta: “¿Dónde está tu Dios?” es también la pregunta del propio
corazón vacilante del salmista, y quizá de nuestro corazón también.
42:4 Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud, y la conducía a la casa de
Dios. Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran celebración.

Con gran nostalgia, el salmista busca, en esta primera estrofa de su canto, aliviar
su dolor con los recuerdos de felicidad del pasado. Los recuerdos están enfocados
en el culto del Señor. Las palabras claves surgen del tema semántico del culto:
fiesta, júbilo, monte santo, altar, alabanza. Al parecer, el salmista era un levita, a lo
mejor, de los hijos de Coré, encargado de guiar las procesiones que rodeaban el
altar, y de dirigir los músicos y los cantos. El recuerdo de los momentos felices
vividos en la casa de Dios, son útiles para alentarnos en los momentos de
desolación y abatimiento; sin embargo, también puede provocar amargura.
42:5 ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y
todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!

Aquí, por primera vez, oímos las palabras del estribillo. El salmista dialoga con su
alma (nefesh), o sea, consigo mismo, porque el alma de uno es uno mismo. Alonso
Schökel cree que la primera vez que se entona el estribillo se lo hace con una voz
tímida y casi ahogada. Sin embargo, aún así, el que ora no ha abandonado la
esperanza de estar nuevamente en la casa de Dios, entonando alabanzas. Aunque
se siente alejado de Dios, sigue pensando en él como su Dios, el Dios salvador.
42:6 Me siento sumamente angustiado; por eso, mi Dios, pienso en ti desde la tierra del Jordán, desde
las alturas del Hermón, desde el monte Mizar.

Entre tanto que en la primera estrofa el salmista dialogaba con su alma, en la


segunda comienza a hablar acerca de Dios. En vez de enfocar sobre el pasado,
pone ahora su atención en el presente. Las palabras dominantes de la segunda
estrofa describen el presente del salmista: montes, cascadas, ondas y olas,
enemigos, burlas. En los momentos en que nos sentimos desolados, bueno es
recordar las bendiciones divinas experimentadas en el pasado. Tales recuerdos nos
ayudarán a tener presente que el Señor no es cualquier dios, sino mi Dios que me
ha redimido a mí, hombre perdido y condenado, y me ha rescatado y librado de
todos mis pecados. Al confesar el Credo Apostólico, recuerdo todo lo que Dios
ha hecho por mí para que yo sea suyo. Recitar todo lo que Dios ha hecho en el
pasado, me ayuda a recordar que mi Dios es un Dios que salva y que todavía me
salvará.
Aquí el salmista nos hace saber donde está. Se encuentra desterrado en
Transjordania, cerca de las cascadas donde nace el río Jordán, donde los torrentes
rugen y se quiebran en su recorrido hacia el mar de Galilea.
42:7 Un abismo llama a otro abismo en el rugir de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas se han
precipitado sobre mí.

La imagen visual predominante en la primera estrofa del salmo fue la de un


venado casi muerto de sed buscando, al igual que el salmista, el agua de la vida. La
imagen que se destaca en la segunda estrofa del poema también tiene que ver con
aguas, pero no con el agua de la vida, sino con el de la muerte.
En el versículo anterior, el salmista nos habló de su exilio, que se encuentra en
el extremo norte de Palestina, en lo que fue el territorio de la tribu de Dan. Allí,
cerca de la ciudad de Dan, conocida como Banías o Cesarea de Filipo en la época
de Jesús, nace el río Jordán. Las aguas del Jordán provienen del majestuoso monte
Hermón, en el Líbano, casi siempre cubierto de un manto de nieve y hielo. Las
aguas del Jordán descienden del Hermón por conductos subterráneos hasta llegar
a Dan, donde, de repente, brotan con mucha fuerza de las fuentes debajo de la
tierra, dando comienzo a su precipitoso descenso hacia el Mar de Galilea y,
finalmente, al Mar Muerto. Las cascadas y aguas turbulentas del Jordán cercanas
al lugar donde se originan, simbolizan para el salmista las aguas del caos
primordial, y las aguas del seol, el reino de la muerte.
El cuadro que presenta el salmista es de uno que se ha caído, o ha sido
arrojado, a las cascadas y ondas del río impetuoso y se va hundiendo en las
turbulentas aguas de la muerte. Antes de ahogarse y perecer, el salmista trata
desesperadamente de aferrarse a una roca, una roca de salvación.
Sus palabras en este versículo se asemejan mucho al salmo de Jonás (capítulo
2), en que el profeta clama:
“En mi angustia clamé al SEÑOR, y él me respondió. Desde las entrañas del sepulcro pedí auxilio, y
tú escuchaste mi clamor. A lo profundo me arrojaste, al corazón mismo de los mares; las corrientes
me envolvían, todas tus ondas y tus olas pasaban sobre mí. Y pensé: ‘He sido expulsado de tu
presencia. ¿Cómo volveré a contemplar tu santo templo?’ Las aguas me llegaban hasta el cuello, lo
profundo del océano me envolvía.”

Hay quienes afirman que la cueva subterránea de donde brotan las aguas del
Jordán, era conocida como “las puertas del Hades”. Los paganos habían
construido allí una gran ciudad de santuarios y altares para la invocación de los
dioses y espíritus infernales. Fue en Cesarea de Filipo, donde Pedro hizo su
grandiosa confesión respecto a Jesús, y donde el Señor declaró: “Sobre esta piedra
edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra
ella” (Mateo 16:18).
Una de las características de los salmos de los hijos de Coré es su
preocupación por el seol. Sus salmos contienen más de la tercera parte de las
referencias al seol de todo el salterio, y dos terceras partes de las referencias al
sepulcro, aunque constituyen sólo el diez por ciento de la composición del salterio
(Mitchell 2006:376). En el último de los salmos de Coré, el 88, el salmista parece
estar obsesionado con la idea de quedar abandonado por Dios en el seol. En el
versículo 7 del salmo mencionado, se compara una vez más a la muerte y el seol
con las ondas del mar o de un río.
Sin embargo, si bien son los salmos de Coré los que más hablan del seol y del
reino de la muerte, es también en sus salmos donde encontramos más
simbolismos y alusiones a la resurrección de los muertos y al rescate del poder del
seol. El Salmo 49, otro de los salmos de los hijos de Coré, habla de los impíos que
serán conducidos al seol, donde la muerte los pastoreará (Salmo 49:14). Pero en el
mismo salmo (49:15), el salmista afirma triunfalmente: “Pero Dios me rescatará
de las garras del sepulcro y con él me llevará.”
Muchos investigadores son de la opinión de que en el antiguo Israel no había
tal idea de la resurrección de los muertos o la vida eterna. Dicen que la ignorancia
de la doctrina de la resurrección provenía, en parte, del hecho de que no había
sido revelada aún y, por otra parte, de la aversión que los israelitas tuvieron al
culto de los muertos, muy arraigado entre sus vecinos los cananeos. Los cananeos
sí profesaron una doctrina de la resurrección, pues creían que Baal, el dios de la
fertilidad, moría cada otoño y luego resucitaba cada primavera, según el ciclo de la
vegetación. Para los israelitas, en cambio, el Señor es el Dios de la vida que no
necesita morir y resucitar todos los años. La palabra resurrección era rechazada,
entonces, porque parecía relacionarse demasiado a la religión cananea y todos los
ritos ocultos y repugnantes asociados al culto de los antepasados. Por lo menos,
así lo manifiestan los investigadores.
No será difícil encontrar incluso textos en el AT en que los protagonistas y
autores sagrados ignoran, aparentemente, la resurrección de los muertos. En el
salmo de Ezequías (Isaías 38:10–16), el rey parece no abrigar esperanza alguna de
una resurrección después de su muerte; no lo parece tampoco el que ora en el
Salmo 6:5: “En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro, ¿quién te alabará?”
Hasta en los días que Jesús estuvo en la tierra, hubo agrupaciones, como los
saduceos, que negaron rotundamente la doctrina de la resurrección e incluso
trataron de ridiculizar a los fariseos, quienes sí la afirmaban (Hechos 23:6–10).
Según el investigador David C. Mitchell (2006:365–384), si bien muchos en el
antiguo Israel ignoraban o rechazaban la idea de la resurrección de los muertos,
había un grupo que propugnaba la doctrina. El grupo fue el gremio de los levitas
que servían en el templo, como músicos y cantores, y a los que se conoció como
los hijos de Coré.
De acuerdo con los argumentos de Mitchell, existen tradiciones bíblicas y
extra bíblicas que relacionan a los hijos de Coré con la liberación del seol. Según el
relato de Números 16, Coré, tío de Moisés y Aarón y antepasado de los hijos de
Coré, se alió con Datán y Abiram en rebelión a la autoridad de Moisés y Aarón.
La rebelión llegó a su triste fin cuando la tierra abrió su boca para tragarse a los
rebeldes. Coré, Datán y Abiram más 250 de su seguidores, descendieron vivos al
seol. Sin embargo, los hijos de Coré que no participaron de la rebelión, fueron
liberados del seol.
Según Hauge (1995:97–98), al encontrarse el salmista desterrado y lejos de la
presencia del Señor en el templo, se siente como las sombras que habitan el seol.
Las burlas de los que se mofan de él, son como el abucheo lanzado por los
moradores del seol contra el rey de Babilonia, a su llegada al reino de los muertos
(Isaías 14:9–20). Los enemigos que se ríen y se burlan del salmista son retratados
como los que con él habitan en el seol.
42:8 Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el SEÑOR mande su amor; y de noche su canto
me acompañe.

En la mitad del salmo, la parte más destacada e importante, encontramos el


nombre del Señor, el Dios del pacto y no el nombre elohim, que predomina en
todo el salmo. El uso del nombre propio del Dios de la salvación en este versículo
no es accidental, sino que sirve para marcar el punto de transición en el salmo. Al
igual que en muchos otros salmos, llega el momento en que los lamentos del
salmista se convierten en cantos de alabanza, al ser reemplazada la desesperación
por la esperanza, y las lágrimas por gritos de júbilo. Ha comenzado el giro de la
desorientación a la reorientación.
42:9–10 Y le digo a Dios, a mi Roca: “¿Por qué me has olvi dado? ¿Por qué debo andar de luto y
oprimido por el enemigo?”
Mortal agonía me penetra hasta los huesos ante la burla de mis adversarios, mientras me echan en
cara a todas horas: “¿Dónde está tu Dios?”

¿uiénes son los enemigos de quienes tanto se queja el salmista, no solamente en


el Salmo 42/43, sino en todo el salterio? En muchos salmos es evidente que los
enemigos son los pueblos gentiles que rodean a Israel, y que en el transcurso de su
historia han tratado de dominar a los hebreos. Entre estos enemigos de Israel se
cuentan los filisteos, sirios, egipcios, asirios, babilonios, moabitas y edomitas. Sin
embargo, en la mayoría de los salmos que hablan de los adversarios de los justos de
Israel, los enemigos parecen ser israelitas infieles que no viven de acuerdo al pacto
que Dios estableció con su pueblo en el monte Sinaí.
Los israelitas infieles son los ricos y poderosos que oprimen a los pobres, las
viudas, los huérfanos y los extranjeros. Son los que no adoran y sirven
exclusivamente al Señor, sino que rinden culto también a otras deidades y
espíritus. Los enemigos de los justos son los padres, mujeres, reyes y jefes que
derramaron libaciones y ofrecieron incienso a otros dioses y la reina del cielo en
las ciudades de Judá y las plazas de Jerusalén (Isaías 44:15–17). Con frecuencia
los fieles servidores del Señor, como Jeremías, Elías, Amós y los hijos de Coré,
eran perseguidos y desterrados por su fidelidad al Señor todopoderoso. Por la
opresión ejercida por enemigos como Acab, Jesabel, Manasés, Jeroboán II y
Joacim, los justos como el salmista se hundían en las aguas del seol. Pero en su
angustia, los justos esperan aferrarse a la Roca, para no hundirse en el seol. La
palabra “Roca” nos hace pensar en himnos como “Roca de la eternidad” (Culto
Cristiano, 219), y “Jesús es la roca” (¡Cantad al Señor!, 30). Ambos himnos
identifican a la roca de salvación con Jesucristo.
42:11 ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y
todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!

Por segunda vez se entona el estribillo. uizá no tan tímida y calladamente como
la primera vez, sino con firmeza y resolución.
43:1 ¡Hazme justicia, oh Dios! Defiende mi causa frente a esta nación impía; líbrame de gente
mentirosa y perversa.

Con el primer versículo del Salmo 43, comienza la tercera estrofa del canto. En
ella también encontramos una cantidad de términos que provienen del tema
semántico de la adoración litúrgica, como: monte santo, altar de Dios, el lugar
donde tú habitas, alabaré al son del arpa. Y en tanto que la primera estrofa ponía
el énfasis en los recuerdos del pasado, y la segunda en los problemas del presente,
la tercera, en cambio, fija la mirada en la salvación que el salmista espera en el
futuro. Nosotros también, en nuestros dilemas y tribulaciones, necesitamos
recordar no sólo las bendiciones de Dios en el pasado y las luchas del presente,
sino meditar en las promesas que él nos ha dado acerca del futuro, y alimentar
nuestro espíritu con ellas.
En la primera estrofa, la meditación del salmista estuvo concentrada en el
templo, la congregación, los cantos del pueblo de Dios, las procesiones sagradas y
la celebración alegre de los fieles. En la segunda estrofa se concentra no tanto en la
iglesia, sino en Dios mismo. Y en la tercera estrofa el cantor sagrado no sólo
piensa en quién es el Dios de su salvación, sino que comienza a dialogar con él. Y
un Dios con quien es posible dialogar no será un Dios ausente, uno que se
encuentra lejos de nosotros en su templo en Jerusalén, sino un Dios que se
manifiesta mediante su presencia.
Muchos israelitas y casi todos los pueblos paganos que los rodeaban, tenían de
Dios un concepto geográfico. No se habían dado cuenta aún de la omnipresencia
del Señor; no entendían que el Señor podía ser hallado y adorado fuera de las
fronteras de Israel. Como Naamán el sirio, de quien leemos en 2 Reyes 5, creían
que los dioses gobernaban sólo sobre un territorio comprendido en un espacio
geográfico determinado. Por eso, Naamán, aunque no era israelita, había decidido
servir al Señor y llevó varios sacos de tierra de la Tierra Santa a su casa de
Damasco. Pensaba esparcir el contenido de los sacos en una de las habitaciones de
su residencia. De esta manera tenía un poco de la tierra de Israel fuera de Israel, y
sobre esta tierra Naamán pudo orar al Dios de Israel y ofrecerle su adoración.
uizá el salmista tuvo un pensamiento similar. Creía que el Señor estaba presente
sólo en Israel, y en particular en su templo en Jerusalén. Sin embargo, ahora se dio
cuenta de que el Señor también está presente fuera de las fronteras de la Tierra
Prometida. El Señor está presente en las naciones paganas, hasta entre sus
enemigos. Y quiere decir, por tanto, que el Señor está con el salmista, aunque éste
se encuentre desterrado y muy lejos del templo santo.
La lección que tuvo que aprender el salmista, es la misma que tuvo que
aprender la mujer samaritana en su encuentro con Jesús, en Juan 4. Confiando en
las promesas del Señor, el salmista funda su esperanza de liberación, salvación y
justicia, en el cumplimiento de las promesas de salvación. Al igual que el salmista,
nosotros tenemos que aprender a no hablar solamente de Dios, sino con él.
Después de nuestros soliloquios y reflexiones acerca de lo que Dios ha hecho
por nosotros en el pasado, tenemos que ubicarnos, así como el salmista, en el
presente y comenzar no sólo a recordar a Dios, sino a dialogar con él. Tenemos
que contarle lo que nos está pasando, hablarle de nuestras emociones, nuestras
dudas y luchas. Tenemos que desahogarnos, que nuestros lamentos lleguen a sus
oídos, decirle cómo nos sentimos y dónde estamos.
Las palabras “¡hazme justicia!” indican que el salmista ha sido acusado
falsamente y sido traicionado por un hombre inicuo. En tres ocasiones el rey
David fue traicionado y acusado falsamente: por el rey Saúl, por Doeg el edomita
(1 Samuel 22), y por su consejero Ajitofel (2 Samuel 16). En cada una de estas
ocurrencias, David fue obligado, al igual que el salmista, a abandonar su hogar y a
refugiarse en otra parte. Hay comentaristas que creen que el salmista también fue
víctima de un juicio instigado por la traición, y que por lo tanto se encuentra
desterrado. Al clamar, “¡hazme justicia!”, pide al Señor que revoque el juicio en su
contra y lo declare inocente. Recordemos que Dios el Señor revocó el juicio
perverso contra Jesucristo, al resucitarlo de entre los muertos. La resurrección del
Señor fue, al mismo tiempo, su justificación y la condenación de quienes pusieron
sus manos inicuas sobre el Mesías.
Hay investigadores que hablan de una posible relación entre el Salmo 42/43 y
la historia del profeta Elías relatada en 1 Reyes 19 (Hauge 1995:101). Otros
investigadores, como Mitchell, han identificado a Elías como uno de los hijos de
Coré (2006:375). Lo mismo que el salmista, Elías tuvo que huir de sus enemigos,
que intentaban quitarle la vida, a saber, el inicuo Acab y su esposa Jezabel. Según
se lee en 1 Reyes 19, Elías anduvo acongojado por el antagonismo de sus
enemigos. El profeta se encontraba lejos del templo, supuestamente lejos de la
presencia de Dios. Alimentado milagrosamente por el Señor, caminó 40 días
hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. Allí, lejos del templo, el profeta tuvo un
encuentro con el Señor, quien se le manifestó como un suave murmullo (1 Reyes
19:12).
43:2 Tú eres mi Dios y mi fortaleza: ¿Por qué me has rechazado? ¿Por qué debo andar de luto y
oprimido por el enemigo?

Al igual que Job, José en la cárcel, y nosotros mismos, el salmista no comprende


por qué los justos tienen que sufrir tanto. San Pablo, quien sufrió todo tipo de
afrentas, burlas, encarcelamiento y malos tratos, declaró que las tribulaciones eran
parte de la vida cristiana (1 Tesalonicenses 3:3–4). El camino que conduce al
santo monte de Dios es el de la cruz.
43:3 Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen a tu monte santo, que me lleven al lugar donde tú
habitas.

En los antiguos salmos provenientes de Asiria y Babilonia, dos espíritus


guardianes, o genios protectores, son enviados por los dioses para cuidar y escoltar
a sus protegidos. En el Salmo 42/43 el salmista personifica la luz y la verdad, y
pide que lo conduzcan al santuario de Dios. La palabra hebrea emet, que en
castellano se traduce como verdad, transmite la idea de algo que es seguro y
sólido, algo en que se puede confiar. Por lo tanto, emet puede traducirse aquí
como la fidelidad del Señor en cuanto a su pacto con Israel (Deiss 1964:15). La
referencia a la verdad como alguien que conduce al salmista, bien podría ser
también una alusión a la Tora. Visto desde la perspectiva del NT, sabemos que la
Tora se hizo hombre (encarnó) en la persona de Jesucristo ( Juan 1:14). El
segundo guía del salmista es la luz, símbolo del gozo, la salvación, y la vida eterna.
“Porque en ti está la fuente de la vida, y en tu luz podemos ver la luz” (Salmo
36:9). La referencia a la luz podría ser también una alusión a la shekinah, la
manifestación luminosa de la presencia de Dios que guió a los israelitas durante
40 años de peregrinación por el desierto. En Juan 8:12, Jesús se identifica con esa
shekinah al declarar: “Yo soy la luz del mundo.” Según Juan 1:9, Jesucristo es esa
luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano.
Al entonar el Salmo 42/43 desde la luz que arroja el NT y su teología,
debemos tomar en cuenta que Jesucristo ha reemplazado al templo de Jerusalén
como el lugar de la presencia de Dios y su salvación. Juan 1:14 afirma: “Y el Verbo
se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria
que corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”
43:4 Llegaré entonces al altar de Dios, del Dios de mi alegría y mi deleite, y allí, oh Dios, mi Dios, te
alabaré al son del arpa.

El salmista habla ahora no sólo de hablar con Dios, sino de alabarle. Al alabar a
Dios, uno deja de pensar en sí mismo, en sus problemas, enemigos y burlas. Los
pensamientos se centran en el Señor, y no en uno mismo. Pablo y Silas, con las
espaldas ardiendo por la paliza recibida en la cárcel de Filipos, comenzaron, a
medianoche, a entonar salmos al Señor, alabándole por haberlos encontrado
dignos de sufrir por su nombre. En Apocalipsis 1 leemos que San Juan, así como
el salmista, se encontraba lejos de la comunidad de los fieles, lejos de la adoración
que solía elevarse a Dios en las congregaciones de Asia Menor. Pero allí, en la isla
de Patmos, adonde había sido desterrado por causa de Cristo y su evangelio, Juan
comienza a alabar y a adorar a Dios en el día del Señor. De pronto ve los cielos
abiertos y se le permite unir sus alabanzas con las de los santos y ángeles del cielo.
Dondequiera que se adora a Dios, sea en la isla de Patmos, en el monte de Mizar o
en un campo de refugiados, está presente el Señor, porque el Señor mora en las
alabanzas de su pueblo.
43:43 ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y
todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!

Ésta es la tercera y última vez que se entona el estribillo. Pero ahora se lo canta no
sólo con firmeza, sino también con esperanza y alegría o, según Alonso, como un
grito de triunfo.
EL SALMO 42/43 COMO HIMNO CRISTOLÓGICO
Como los demás salmos de Coré, el Salmo 42/43 fue cantado por el director
de la música sagrada en el santuario de su pueblo, y por los israelitas durante la
larga cautividad babilónica. Pero no sólo entonces y por ellos solamente. Lo
entonó también nuestro Señor Jesucristo, y en su boca el salmo alcanza su
expresión más sublime y profunda, pues en su Pasión y en la cruz, Jesús hace suyos
los gritos y sollozos del salmista. En el Getsemaní, las lágrimas de Jesús fueron su
pan de día y de noche. Ante Caifás, Anás, Herodes, Pilato y la muchedumbre
enfurecida, Jesús anduvo de luto y oprimido por el enemigo y una nación impía.
Así como el salmista, nuestro Señor tuvo que pedir ser librado de gente mentirosa
y perversa, como el discípulo que lo traicionó por 30 monedas de plata. Sufrió
afrentas y burlas mientras le espetaban: “¿Dónde está tu Dios?” En la cruz
también hizo suyas las palabras del salmista, al clamar: “¿Por qué me has
desamparado?” Al igual que sobre el salmista, sobre el Señor también se
precipitaron todas las ondas y las olas y fue llevado al reino de la muerte. También
hizo suya la pregunta del salmista en el Salmo 42:2: “¿Cuándo podré presentarme
ante Dios?” Jesús obtuvo la respuesta a la pregunta al resucitar al tercer día y ser
conducido nuevamente a la presencia del Padre, donde su sed del Dios de la vida
fue saciada para siempre (Deiss 1964:21–22).
En resumidas cuentas, el Salmo 42/43 es mucho más que el lamento de un
individuo; es una profecía de Cristo y, al mismo tiempo, una profecía de la iglesia
peregrina que, en su camino hacia la nueva Jerusalén, siguiendo los pasos de su
buen pastor Jesucristo, tiene que sufrir toda clase de opresión, angustia y afrentas.
EL SEGUNDO LIBRO DE LOS SALMOS
El Salmo 42/43 fue escogido por los compiladores del salterio como el primer
salmo en el segundo libro. El segundo libro (Salmos 42–83) ha sido denominado
“el salterio elohimista”, por el predomino del nombre elohim en los cantos e
himnos que componen la colección. Mientras que en el primer libro (Salmos 1–
41) se encuentra 278 veces en su forma absoluta el nombre divino Señor (
yahweh), y el nombre divino elohim sólo 15 veces, en el segundo libro el nombre
elohim aparece 210 veces y el nombre Señor ( yahweh) solamente 44 veces. Los
investigadores han propuesto infinidad de teorías para explicar la preferencia del
nombre elohim en el libro segundo, pero no existe teoría que haya logrado
convencer a todos. Casi todos los salmos del segundo libro son designados como
salmos de Asaf o de los hijos de Coré, es decir, dos grupos de músicos, cantores y
videntes que tienen nexos con las diez tribus del norte, donde existía,
supuestamente, cierta preferencia por el nombre divino elohim. Pero tal
preferencia no alcanza para explicar por qué el salmista incluyó el título divino
Señor ( yahweh) en importantes porciones de la colección. Otro pensamiento que
surgió es que el predominio del nombre elohim se debe a que los protagonistas del
segundo libro se encuentran oprimidos y angustiados, y se sienten abandonados
por Dios, o sujetos a su castigo, del mismo modo que los judíos en la cautividad
babilónica. Elohim es el nombre divino más generalizado y universal, que puede
ser utilizado también por los gentiles, en tanto que SEÑOR ( yahweh) es el nombre
más íntimo, que puede ser empleado sólo por los que pertenecen al pacto. No es
un título divino apto para uso de los gentiles o de quienes se consideran alejados
del Señor.
Los rabinos han relacionado el segundo libro de los salmos con el Éxodo, el
segundo libro de la Tora. Se ha sugerido que los salmos del segundo rollo eran
leídos en las sinagogas de la antigüedad en correspondencia con la lectura de los
Sederim y Haarot de los sábados en el ciclo litúrgico empleado entonces (Mann
1971:15). Los Sederim son las lecturas del Pentateuco, y la palabra Haarot se
corresponde con la lectura de uno de los profetas. Según Mitchell, todo el
segundo rollo del salterio tiene que ver con el futuro Mesías davídico o aquel que
redimirá a Israel de sus enemigos, su cautiverio y de la muerte. De acuerdo con
este esquema escatológico, los escribas responsables de la última compilación del
salterio, colocaron el Salmo 42/43 como primer canto del segundo rollo porque,
según su opinión, trata del rechazo, abandono, y sufrimiento que tenían que
sobrevenirle al futuro rey mesiánico antes de obrar la redención de Israel.
LOS HIJOS DE CORÉ
De acuerdo con el epígrafe, el Salmo 42 es un masquil de los hijos de Coré.
Según Éxodo 6:18–21, Números 26:58–59 y 1 Crónicas 6:18–38; 23:12–13, los
hijos de Coré son descendientes de Coré Ben Izar Ben Coat, un renombrado
levita y primo de Moisés y Aarón. Molesto y resentido con Moisés por haber éste
nombrado a Elizafán Ben Uriel jefe del clan de Coat, Coré, juntamente con 250
levitas y algunos miembros de la tribu de Rubén: Datán, Abirán y On (Números
16), se sublevaron contra el liderazgo de Moisés y Aarón. El libro de Números
relata que el Señor, en defensa de Moisés y Aarón “creó algo nuevo”. Son éstas las
palabras: “La tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, a ellos y a sus
familias, junto con la gente y las posesiones de Coré. Bajaron vivos al sepulcro,
junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos. De este modo fueron
elimi nados de la comunidad” (Números 16:31–33).
Sin embargo, en Números 26:11 dice que los hijos de Coré no perecieron. No
apoyaron a su padre en la rebelión contra Moisés, y por lo tanto no murieron.
Fueron liberados del seol. Los nombres de los hijos de Coré atestiguan su
liberación: Elcana, que significa “redimido por Dios”, Asis (cautivo), Abiasaf
(padre de los recogidos). Otros nombres de los descendientes de Coré se
encuentran en una lista en 1 Crónicas 6:22–25. Entre los descendientes aparece
otro Elcana, el padre del profeta Samuel. Ana, la madre de Samuel, es posible que
también haya sido descendiente de Coré. En su oración (1 Samuel 1:11), es Ana la
primera persona de la Biblia que emplea el título tan apreciado por los hijos de
Coré: Señor Todopoderoso. En el salmo de Ana, en 1 Samuel 2:1–10,
encontramos uno de los temas predilectos de los hijos de Coré, la liberación del
sepulcro: “Del SEÑOR vienen la muerte y la vida; él nos hace bajar al sepulcro,
pero también nos levanta. El SEÑOR da la riqueza y la pobreza; humilla, pero
también enaltece. Levanta del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para
sentarlos en medio de príncipes y darles un trono esplendoroso.”
En 1 Samuel 28:13–19 encontramos el relato del encuentro del rey Saúl con
la adivina de Endor. Samuel, el hijo de Ana, es la primera persona de la Biblia que,
al menos temporalmente, sube del seol.
Los hijos de Coré llegaron a formar uno de los gremios de levitas que
componían e interpretaban salmos para ser entonados en las fiestas que
celebraban los israelitas, no solamente en Jerusalén, sino en otros santuarios de
Israel. Durante las excavaciones realizadas en el santuario de la ciudad de Arad, el
arqueólogo israelita Y. Aarón encontró una olla del tiempo del rey Ezequías, que
tenía una inscripción que mencionaba a los hijos de Coré (Sarna 1993:22). La
actividad de los hijos de Coré se desarrolló en la época anterior a la destrucción de
Jerusalén por los babilonios en el año 587 aC. Lo que sucedió con ellos después
de la cautividad babilónica se desconoce. Los libros de las Crónicas sólo
mencionan que 147 miembros del gremio de Asaf regresaron a Judá con el
gobernador Zorobabel, en el año 538 aC.
Algunos investigadores, como Goulder y Holladay, creen que durante la
época del Reino dividido, los hijos de Coré actuaron en el templo de la ciudad de
Dan, en el extremo norte de Israel. De acuerdo con la teoría de Goulder, los hijos
de Coré lograron escapar de Dan, cuando el Reino del Norte fue arrasado por
asirios en el año 721 aC. Encontraron refugio en Jerusalén y fueron incorporados
al ministerio del templo, donde los salmos traídos del norte fueron modificados,
para ser utilizados en la liturgia de las fiestas que se celebraban en Jerusalén. En
apoyo de su teoría, Goulder y Holladay afirman que los salmos de Coré aún
retienen algunos rastros del dialecto del norte de Palestina. Sin embargo, es más
probable que los hijos de Coré hayan ejercido sus funciones no sólo en Dan, sino
también en varios santuarios de Israel, incluyendo Siló y Jerusalén.
El primer salmo de los hijos de Coré, en el segundo libro de los salmos, es el
Salmo 42. El primer salmo de los hijos de Coré, en el tercer libro, es el Salmo 84,
esto es, dos veces 42. Según Mitchell, el número 42 fue un número de gran
importancia para los sabios y escribas entregados al estudio de las Escrituras y la
composición del canon del AT. Para Mitchell, el número 42 es el número de los
hijos de Coré. En 2 Reyes 2:24, los muchachos que se burlaron del profeta Eliseo,
llamándole “¡viejo calvo!”, fueron despedazados por dos osos. Se cree que los
muchachos se burlaron de Eliseo por ser un levita perteneciente al clan de Coré, y
por lo tanto, un defensor empedernido de los primeros dos mandamientos, y del
“Señor Todopoderoso” como único soberano y Dios de Israel. Solamente en el
libro de los Reyes Elías y Eliseo emplean el título “Señor Todopoderoso”,
designación favorita de los salmos de Coré. De acuerdo con la reconstrucción de
la escena de 2 Reyes 2, los muchachos de Betel se burlaron de Eliseo no porque era
calvo, sino porque fue un opositor de la adoración sincretista, establecida por el
rey Jeroboán I en el templo de Betel. Cuando los muchachos se burlaron de
Eliseo, diciendo “¡Anda, viejo calvo!, ¡anda, viejo calvo!”, lo que quisieron decir
fue: “¡Anda, hijo de Coré, ven con nosotros al templo de Betel para adorar!” La
relación del nombre Coré con la palabra calvo, se debe a que en hebreo ambas
palabras proceden de la misma raíz (Mitchell 2006:374). Al hablar de la relación
del número 42 con los hijos de Coré, es interesante notar que en la genealogía de
Jesucristo, en el evangelio de San Mateo, hay 42 generaciones entre Abraham y
Jesucristo.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿Por qué ha sido descrita la Biblia como un libro para refugiados escrito
por otros refugiados?

2. Explique cómo pudo Agar satisfacer no solamente su sed física sino


también su sed espiritual, su sed del Dios vivo.

3. ¿En qué sentido fue Jesús como aquel ciervo que bramaba por las
corrientes de las aguas?

4. Haga una lista de las características de los salmos de los hijos de Coré.

5. Relate lo que pasó en la así llamada rebelión de Coré en Números 16.

6. Haga una lista de las personas que hoy en día pudieran ser descritas como
“forasteros en tierra ajena”.

7. Prepare un resumen sobre las creencias acerca del seol y la resurrección de


los muertos en los escritos del AT.

8. Explique lo que quiere decir la expresión “tener un concepto geográfico


de Dios”. ¿Por qué llevó Naamán de Damasco sacos de tierra de Israel para
su hogar en Siria?

9. ¿En qué sentido podemos llamar al Salmo 42/43 una profecía de Cristo?

10. ¿Por qué creen algunos eruditos que el Salmo 42/43 fue colocado como
el primer canto en el segundo libro de los salmos?

11. ¿Por qué opinan algunos investigadores que Elcana, Ana, Samuel, Elías y
Eliseo pertenecían a la familia de los hijos de Coré?

12. ¿ué es lo qué cambió el lamento del salmista en una declaración de fe?
13. En su opinión, ¿cuál es el mensaje más importante que tiene el Salmo
42/43 para nosotros hoy en día?
 
SALMO 46
Considerado uno de los relatos más emocionantes y llamativos del AT, el profeta
Isaías narra, en el capítulo 37 de su libro, que los emisarios de Senaquerib, el gran
rey del imperio asirio, llegaron a los muros de Jerusalén con un formidable
ejército para pedir la rendición de la santa ciudad y su entrega a la potencia más
agresiva y temida de la época. El comandante en jefe del ejército, hablando en
nombre de Senaquerib, se burló de la fe que los habitantes de Judá habían
depositado en su Dios. Incluso tildó al Señor de ser incapaz de salvar a Sión. Con
las vestiduras rasgadas y vestido de luto, el rey Ezequías de Judá subió al templo
del Señor, y desplegó la carta de Senaquerib, tan llena de blasfemias, delante del
Señor y en su presencia oró con lamentación (2 Reyes 19:14–15).
El profeta Isaías se presentó ante Ezequías con la respuesta que había dado el
Señor al desafío de los asirios: “Yo, el Señor, declaro esto acerca del rey de Asiria:
‘No entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará
a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto. Volverá por el
mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará! Yo, el Señor, lo afirmo. Por
mi causa, y por consideración a David mi siervo, defenderé esta ciudad y la
salvaré’” (Isaías 37:33–35).
Y dice el relato del profeta: “Entonces el ángel del SEÑOR salió y mató a ciento
ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente,
cuando los demás se levantaron, ¡allí estaban tendidos todos los cadáveres!” (Isaías
37:36). Según muchos investigadores, al menos según los investigadores que aún
creen en milagros, la salvación que obtuvieron Ezequías, Isaías, y los habitantes de
Jerusalén, es el evento que celebra el Salmo 46. Si el Salmo 46 festeja otro
acontecimiento que no sea éste, tiene que haber sido una salvación igualmente
impresionante.
EL EPÍGRAFE DEL SALMO 46
Según el epígrafe, este canto de victoria se identifica como un salmo de los
hijos de Coré según alamot. Uno de los significados de la palabra alamot del
epígrafe es doncellas, lo cual ha inducido a la mayoría de los intérpretes a concluir
que el Salmo 46 debe ser interpretado en un tono agudo, como el que canta una
persona que tiene voz de soprano. Según la opinión de otro intérprete, la palabra
alamot significa “por las aguas”, porque el salmo fue entonado originalmente a
orillas del río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios (Goulder 1982:139).
“Los hijos de Coré” fue el nombre de uno de los gremios de levitas que
componían e interpretaban salmos que se entonaban en las fiestas celebradas por
los israelitas no sólo en Jerusalén, sino en otros santuarios de Israel. Hay eruditos,
como Goulder y Holladay, que creen que durante la época del Reino dividido, los
hijos de Coré actuaron en el templo de la ciudad de Dan, en el extremo norte de
Israel. De acuerdo con la teoría de Goulder, los hijos de Coré lograron huir de
Dan cuando el Reino del Norte fue arrasado por asirios en el año 722 aC. Al
hallar refugio en Jerusalén, se incorporaron al ministerio del templo de la ciudad,
y los salmos que trajeron del Norte se modificaron para utilizarlos en la liturgia de
las fiestas celebradas en Jerusalén. Para sustentar su teoría, Goulder y Holladay
afirman que los salmos de Coré todavía retienen huellas del dialecto del norte de
Palestina.
El Salmo 46 se divide en tres partes, cada una de las cuales termina con la
palabra selah, vocablo que sirvió de señal a los músicos respecto al modo de tocar
sus instrumentos, o que indicó una pausa durante la cual se leyó una historia que
relataba la razón de la celebración litúrgica.
46:46 Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia.

Muchos intérpretes, juntamente con el renombrado Delitzsch, creen que el


salmo se escribió para celebrar una gran liberación de un ataque en el que el
pueblo de Dios fue hostigado por enemigos poderosos que amenazaban destruir
la ciudad de Dios y acabar con los fieles. Milagrosamente, sin que lo fieles hicieran
cosa alguna, Dios actuó en defensa de los suyos y los salvó. Según Delitzsch, los
relatos de 2 Crónicas 20 e Isaías 37, son dos incidentes que podrían haber sido el
fondo del Salmo 46. En la primera de las narraciones leemos acerca de un ataque
de los moabitas, edomitas y amonitas contra Josafat rey de Judá. Atemorizado,
Josafat se puso de pie ante la asamblea de Judá y de Jerusalén, y oró pidiendo la
ayuda del Señor. Vino entonces el Espíritu Santo sobre uno de los levitas, Jahaziel
hijo de Zacarías, quien comenzó a profetizar: “Escuchen, habitantes de Judá y de
Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así dice el SEÑOR:
‘No tengan miedo ni se acobarden, cuando vean ese gran ejército, porque la
batalla no es de ustedes sino mía. Mañana, cuando ellos suban por la cuesta de Sis,
ustedes saldrán contra ellos y los encon trarán junto al arroyo, frente al desierto de
Jeruel. Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla. Simplemente,
quédense quie tos en sus puestos, para que vean la salvación que el Señor les dará.
¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se acobarden! Salgan
mañana contra ellos, porque yo, el SEÑOR, estaré con uste des.’ Josafat y todo los
habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y adoraron al
SEÑOR, y los levitas de los hijos de Coat y de Coré se pusieron de pie para alabar al
Señor a voz en cuello” (2 Crónicas 20:15–19).
Después, los moabitas y amonitas comenzaron a pelear con los edomitas; de
modo que los ejércitos enemigos se aniquilaron entre sí, sin que necesitasen pelear
los israelitas.
Otro incidente, que con más probabilidad podría haber sido el evento que
celebra el Salmo 46, es el que brinda el relato del profeta Isaías, acerca del ángel
del Señor que aniquiló al ejército asirio que tuvo sitiada la ciudad de Jerusalén
(Leupold 1969:362–363).
Sea cual fuere el fondo histórico detrás del Salmo 46, lo principal de estos
versículos es la descripción de Dios como una fortaleza en la que su pueblo
encuentra amparo y ayuda en momentos de angustia. Al suprimir el contexto
histórico del Salmo 46, los editores del salterio permitieron que nos apropiemos
el salmo para adaptarlo a nuestro propio contexto y ver en el Señor nuestro
amparo y fortaleza, ayuda segura en momentos de angustia. Es exactamente lo
que hizo el reformador Martín Lutero al escribir su afamado himno “Castillo
fuerte es nuestro Dios”, basado en el Salmo 46. Acosado por sus enemigos, sin
salvoconducto, y ante la amenaza de ser quemado en la hoguera condenado por
herejía, el Reformador buscó refugio en la única defensa segura que le quedaba, el
Señor mismo.
46:2–3 Por eso, no temeremos aunque se desmorone la tierra y las montañas se hundan en el fondo
del mar; aunque rujan y se encrespen sus aguas, y ante su furia retiemblen los montes.
Selah
Las imágenes visuales que emplea el Salmo 46 son imponentes e inolvidables:
montes que tambalean y son arrojados a lo más profundo del mar, suelo que se
desmorona y es arrastrado a distancias y lugares increíbles. Son imágenes
escatológicas y apocalípticas que traen a la mente las visiones reprimidas del
regreso de todas las cosas al caos acuoso primordial.
De este modo, las imágenes que emplea el Salmo 46:1–3 nos recuerdan los
primeros versículos de Génesis 1, que relatan que en el principio “la tierra era un
caos total y las tinieblas cubrían el abismo”. Entonces Dios separó la tierra de las
aguas del caos y comenzó a ordenar su creación, buena en su totalidad. Los
hombres de la antigüedad sintieron gran temor de que hubiese un retorno de las
fuerzas del caos, que inundasen nuevamente la tierra y destruyesen lo que Dios
había creado. Los ejércitos enemigos que atacan la ciudad de Dios, son descritos
en el Salmo 46 como los poderes del caos, del océano primitivo, que se salen de su
ámbito y buscan inundar toda la tierra con la furia de sus olas, destruyendo todo
lo que se pone a su alcance.
El Salmo 46 ve en los enemigos que atacan la Ciudad Santa las fuerzas del
caos que rugen y se encrespan, y hacen temblar los montes. Las fuerzas espirituales
del caos, Satanás y los espíritus malignos, intentaron una vez anegar el trono del
Altísimo mediante una toma del poder dirigido contra el Creador del cielo y de la
tierra. Pero los poderes de las tinieblas fueron echados fuera de la ciudad de Dios
al lugar que les ha sido señalado, la más densa oscuridad. Sin embargo, al igual que
las aguas del caos, los poderes satánicos intentan una y otra vez alzarse en rebelión
en contra de elohim. Estos mismos poderes del caos están presentes en todas las
calamidades que sacuden la tierra y que amenazan nuestras vidas. Por lo tanto, es
un salmo que se puede y debe cantar en todo momento de zozobra y tribulación.
Tanto para nosotros como para los hijos de Coré, que cantaron el salmo por
primera vez, hay un refugio, un castillo fuerte en el que podemos estar a salvo de
las fuerzas del mal. La palabra hebrea majaseh quiere decir un lugar seguro,
inaccesible, un asilo que el enemigo no podrá alcanzar.
Hay investigadores que creen que originalmente se cantaba el refrán después
del v. 3, el mismo refrán que se encuentra en el v. 1 y a continuación de los vv. 7 y
11. Es por esto que algunas traducciones recientes han añadido el refrán entre los
vv. 3 y 4. Sin embargo, no existe ningún manuscrito hebreo o griego en el que el
refrán se repita en este lugar (Clifford 2002:227).
46:46 Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios, la santa habitación del Altísimo.
El salmista nos pinta aquí el cuadro de un río majestuoso y caudaloso, cuyas aguas
proporcionan alegría y vida a los habitantes de la ciudad de Dios y a los que
frecuentan los atrios del santuario del Altísimo ubicado en sus riberas. Tal
descripción ha constituido un problema para todos los intérpretes del texto,
porque el único río que fluye por la ciudad de Jerusalén es el Cedrón, que es
apenas un riachuelo, pero no un río propiamente dicho con sus corrientes. Varias
soluciones se han presentado para resolver el problema.
La primera hipótesis en cuanto a la naturaleza del río en el Salmo 46 es que el
salmista habla aquí de un río simbólico y no del Cedrón. En Ezequiel 47 hay una
visión de aguas salutíferas que salen de debajo del umbral del nuevo templo que el
profeta describió en los cc. 40–46. El río de vida sigue aumentando en
profundidad y anchura mientras corre hacia el Mar Muerto. Por todos lados el
desierto verdea y se llena de vida. La profecía de Zacarías 14:8 parece tener en
mente el mismo río: “En aquel día fluirá agua viva desde Jerusalén, tanto en
verano como en invierno. Y una mitad correrá hacia el Mar Muerto, y la otra hacia
el Mar Mediterráneo.” Ambas profecías, y otras más, se interpretan en el NT
como referencias al manantial del que brotará vida eterna ( Juan 4:14). En Juan
8:38, Jesús identifica a estos ríos de agua viva con el derramamiento del Espíritu
Santo efectuado por Jesús, quien a la vez es la roca de Horeb y el nuevo templo.
Según la primera hipótesis, entonces, el río del que habla el Salmo 46 debe
identificarse con el río de agua viva, el cual es el Espíritu Santo. Según San
Agustín, el verdadero río de vida que da salud y alegría a los habitantes de la
ciudad de Dios, es el agua bautismal (Alonso 1994:664).
La segunda hipótesis en cuanto a la identificación del río del Salmo 46 dice
que originalmente fue un salmo empleado en uno de los otros santuarios de Israel,
y que posteriormente lo llevaron a Jerusalén para usarlo en las celebraciones
litúrgicas de Sión. Como ha sido dicho, la ciudad de Jerusalén no está ubicada
cerca de corrientes de agua. El Cedrón o Guijón no es un río, sino más bien una
hondonada. El único santuario de Israel ubicado cerca de un río con abundantes
corrientes de agua fue la ciudad de Dan, en el extremo norte de Israel, que en la
época de Jesús se llamó Cesarea de Filipo. La ciudad de Dan estuvo ubicada en el
sitio donde nace el río Jordán, que nace de unos grandes manantiales subterráneos
al pie del Monte Hermón. Esto ha inducido a algunos investigadores a sugerir que
la ciudad descrita en el salmo es la ciudad de Dan, y que el río es el Jordán. De
acuerdo con tal teoría, el gremio de la música conocido como “los hijos de Coré”,
fue el encargado de las celebraciones litúrgicas en el templo de Dan. Los músicos
lograron escapar de la destrucción de la ciudad de Dan y de su templo en los años
730–722 aC. Después de encontrar refugio en el templo de Jerusalén, los hijos de
Coré prestaron sus servicios como cantores y músicos en Sión. Los salmos que
trajeron desde Dan fueron adaptados, entonces, al uso en el templo de Jerusalén, y
así el nombre de Dan fue cambiado en Sión (Goulder 1982:137–149).
La tercera hipótesis en cuanto a la identificación del río en el Salmo 46 es otra
interpretación simbólica, según la cual el río nombrado en el salmo es el río del
paraíso, y la ciudad no es la Jerusalén actual, sino la Sión escatológica, la nueva
Jerusalén del futuro. En Génesis 2:13 el Guijón se menciona como el segundo de
los ríos del Paraíso, juntamente con el Pisón, el Tigris (Hidekel) y el Éufrates. Así
como hubo un río en el primer Paraíso, también habrá un río majestuoso y
cristalino en el nuevo Paraíso: “Luego el ángel me mostró un río de agua de vida,
claro como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, y corría por el
centro de la calle principal de la ciudad. A cada lado del río estaba el árbol de la
vida” (Apocalipsis 22:1–2). De acuerdo con esta interpretación, el Salmo 46 trata
de la última guerra, el último ataque de las fuerzas del mal al templo espiritual, el
cual es la comunidad de los santos, o sea, la santa iglesia.
La cuarta y última hipótesis afirma que al describir el río Cedrón de Jerusalén,
el salmista simplemente emplea la hipérbole típica de los relatos poéticos y épicos
del antiguo Cercano Oriente. El riachuelo del Cedrón debe ser considerado, para
el salmista, como el Amazonas o el Orinoco, por su importancia en la historia de
la salvación. Naturalmente, la aceptación de una de las cuatro teorías no significa
la exclusión automática de todas las otras.
Aunque la ciudad mencionada en el Salmo 46 fuera originalmente la
Jerusalén histórica o aún la ciudad de Dan, es evidente que los hijos de Coré
emplean la ciudad descrita aquí, al igual que en los Salmos 47 y 48, como símbolo
del pueblo de Dios, esto es, un símbolo de la iglesia. Sabemos que nuestro
Creador no vive en santuarios edificados por hombres, sino que Dios vive en las
alabanzas de su pueblo. La iglesia es el cuerpo de Cristo, la novia del Cordero, el
templo del Señor. El río que corre por la ciudad de Dios es, para los cristianos, el
río del Espíritu Santo, quien nos fortalece y nos habilita con sus dones, nos guía
en el camino de la justicia y nos enseña a amar así como hemos sido amados. El
Señor no está lejos de su pueblo, no está ausente de las tribulaciones y
sufrimientos de sus santos. Dios está en ella, la ciudad no caerá. Dios está en ella y
su nombre es Emanuel (que significa “Dios con nosotros”).
En el Salmo 46, lo mismo que en otro salmo de Coré que ya hemos visto, el
42/43, encontramos un contraste radical entre las aguas turbulentas del caos
(seol) y la muerte y las corrientes de aguas cristalinas y salutíferas que otorgan vida
y alegría. Las corrientes de agua pueden ser pequeños canales de irrigación que
transportan el precioso líquido a los sembrados de los habitantes de la santa
ciudad. En Isaías 8:6–8 encontramos otro contraste radical entre el río de la
muerte y el de la vida. Las impetuosas aguas que están a punto de llegar para
inundar y destruir la tierra de Judá representan al rey de Asiria, en tanto que las
aguas de Siloé, que corren mansamente, se identifican como Emanuel. Si el
contexto original del Salmo 46 fue el ataque lanzado por el rey de Asiria contra
Jerusalén en época del rey Ezequías, entonces es posible que exista un vínculo
entre el Salmo 46 y el texto de Isaías 8 (Leupold 1969:365).
46:46 Dios está en ella, la ciudad no caerá; al rayar el alba Dios le brindará su ayuda.

La esperanza expresada acerca de una liberación al rayar el alba, ha inducido a más


de uno a proponer que el Salmo 46 se escribió originalmente como un himno a
cantarse por la tarde. La frase “al rayar el alba”, parece ser un recuerdo del relato de
la liberación de Jerusalén efectuada por el ángel del Señor, según Isaías 37:36:
“Entonces el ángel del SEÑOR salió y mató a ciento ochenta y cinco mil hombres
del campamento asirio. A la mañana siguiente, cuando los demás se levantaron,
¡allí estaban tendidos todos los cadáveres!” Es evidente que la ciudad del Señor no
cayó ante la arremetida de las fuerzas enemigas defendida por las fuerzas y los
brazos de sus habitantes, sino porque Dios estuvo en medio de ella.
46:46 Se agitan las naciones, se tambalean los reinos; Dios deja oír su voz, y la tierra se derrumba.

El ataque del rey Senaquerib contra Sión fue solamente la arremetida de una
nación contra el Señor. Sin embargo, el versículo habla no sólo del ataque de
ejércitos enemigos contra Jerusalén, sino del ataque escatológico de las naciones
contra la iglesia. El Salmo 46 no es sólo un salmo que mira retrospectivamente
hacia una liberación obrada por Dios en el pasado. Es también un salmo
escatológico que mira hacia el futuro, a la liberación obrada por Dios que
experimentarán los perseguidos y oprimidos hijos del Reino. Es un salmo que,
proféticamente dirige la mirada a la gran victoria sobre los poderes del mal llevada
a cabo en la cruz, resurrección y ascensión de Jesucristo. La victoria de Dios y su
Mesías, que contempla el Salmo 46, será la última gran batalla contra las fuerzas
del mal.
46:46 El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah

Al repetirse el refrán con el que comenzó el salmo, notamos que el Señor se


identifica como el Dios de Jacob. El hecho de que la identificación con Jacob fue
mucho más corriente entre las diez tribus del norte que en Jerusalén, es una de la
razones que aducen algunos investigadores para afirmar que el Salmo 46 tuvo su
origen en Dan, o en otro santuario del Norte.
Como ya ha sido comentado, la palabra selah probablemente indica una pausa
en la ceremonia, durante la cual se leyó un relato o se entonó un canto referido a
la victoria que celebró el salmo.
49:8–9 Vengan y vean los portentos del SEÑOR; él ha traído desolación sobre la tierra. Ha puesto
fin a las guerras en todos los confines de la tierra; ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas, ha
arrojado los carros al fuego.

Dios invita a las naciones reunidas frente a la Ciudad Santa a ver su obra, una obra
positiva y alentadora: las armas de guerra serán destruidas. Las declaraciones de
Isaías 2 y Miqueas 4 también profetizan la eliminación de las armas de guerra.
Dios pone fin a las guerras hasta los confines de la tierra. El Señor invita a los que
viven de la violencia a que vean el final de la violencia. Parece que el peligro al que
alude el Salmo 46 ha pasado. El Señor intervino y libró a su pueblo sin que Israel
tuviera que actuar para lograrlo. Es evidente que el salmo se refiere a la última
batalla del fin del tiempo, cuando todos los poderes del mal serán vencidos de una
vez y para siempre; o se refiere a una de las batallas históricas de Israel que cumple
el papel de arquetipo de la última batalla (Clifford 2002:229).
La destrucción de las armas del enemigo era algo que solían hacer los israelitas
después de la derrota de los enemigos. Se ha sugerido que, luego de la aniquilación
del ejército asirio obrado por el ángel del Señor, los soldados de Ezequías
recogieron las armas y los carros de los asirios y los quemaron en el valle de
Hinón. El salmista convoca ahora a los habitantes de Jerusalén a contemplar
desde los muros de la ciudad la quema de los instrumentos de guerra y conocer
que el Señor es en verdad el Señor y Salvador, y que es digno de las alabanzas y
acciones de gracias de su pueblo.
46:46 “uédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré
enaltecido en la tierra!”

Las palabras “quédense quietos” se pueden entender como una advertencia


dirigida a los pueblos enemigos a desistir de su propósito de destruir la Ciudad
Santa. Sin embargo, también pueden significar que deben renunciar a la violencia
y a la guerra de una vez por todas (Westermann 1989:287).
46:46 El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah

Al entonar el refrán por última vez, deseamos ofrecer un resumen de lo que


creemos que ha sido el origen y el desarrollo del Salmo 46. Creemos, juntamente
con muchos de los expositores, como Delitzsch, que el salmo fue compuesto
originalmente para celebrar la intervención del Señor en defensa de su pueblo
contra un ataque enemigo. No es posible precisar cuál fue el evento histórico que
se festeja, porque no le plugo al Espíritu Santo y a los editores del salterio
revelarnos los detalles. Sin embargo, la tesis de que fue uno que tuvo que ver con
una liberación milagrosa como la que se relata en Isaías 37, cuenta con grandes
posibilidades. Pero, ya desde el principio, los fieles y los cantores inspirados
entonaron el salmo no sólo como la celebración de una liberación del pasado, sino
también como un anticipo de la victoria del Señor sobre todos sus enemigos en la
última batalla del fin del tiempo, y de la liberación que los creyentes de todas las
edades pueden esperar en la guerra espiritual contra poderes, contra autoridades,
contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas
espirituales malignas en las regiones celestiales (Efesios 6:12).
Visto desde el punto de vista cristológico, el Salmo 46 es un himno que bien
lo podría haber entonado Jesús en la celebración de la mayor victoria del Señor
sobre sus enemigos sedientos de venganza. Es la victoria que tuvo lugar al rayar el
alba del tercer día en que el Cristo resucitado salió de la tumba, vencedor. Es la
victoria que se repetirá al rayar el alba del día de la resurrección de todos los que
duermen en él. Al mismo tiempo, la mejor manera de celebrar anticipadamente el
día en que cesarán las guerras hasta en los más remotos confines de la tierra, es
dedicar nuestras vidas al establecimiento de la paz y la reconciliación entre todas
las naciones y todo el género humano.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. El Salmo 46 menciona la destrucción de las fuerzas enemigas y sus armas.


¿uiénes son los enemigos, según la interpretación de Martín Lutero en
su himno “Castillo fuerte”?

2. Lea el relato de la destrucción del ejército del rey asirio Senaquerib en


Isaías 36 y 37. ¿ué elementos de este relato cuadran con el contenido del
Salmo 46? ¿Cuáles no?

3. Revise el canto “Dios es nuestro amparo, nuestra fortaleza”, del himnario


Cantemos Todos, 116. ¿Cuál es la ayuda que nos brinda este canto para
captar el mensaje del Salmo 46?

4. Anote algunas de las teorías que se han propuesto en cuanto al significado


del término selah.

5. ¿Cómo se explica que el Salmo 46 menciona un río cuyas corrientes


alegran la ciudad de Dios, siendo que Jerusalén sólo cuenta con un
insignificante riachuelo llamado Cedrón?

6. ¿Cuál es el aspecto escatológico del Salmo 46?

7. ¿Cuál es el aspecto cristológico del Salmo 46?

8. ¿ué argumentos utilizaron algunos investigadores en apoyo de la


afirmación de que el Salmo 46 tuvo su origen en el norte de Israel y no en
Judá?

9. Según su opinión: ¿cuál es la enseñanza más importante que nos brinda el


Salmo 46?
 
SALMO 84
El Salmo 84 celebra la presencia real de Dios en el santuario. El santuario es
considerado el lugar visitado por Dios, pero no su morada permanente. El Salmo
84, al igual que el Salmo 122, es un salmo de los peregrinos. Originalmente este
salmo podría haber sido escrito para que lo entonen los peregrinos que viajaban
todos los años a participar en la fiesta de las Enramadas que se celebraba
anualmente en el santuario de Siló, el lugar donde Josué dejó el arca del pacto
después de la conquista. En Jueces 21:19, leemos que todos los años se solía
celebrar “la fiesta del SEÑOR… en Siló, al norte de Betel, y al este del camino que
va de Betel a Siquén, y al sur de Leboná”. La peregrinación anual a Siló se mantuvo
en vigor hasta la destrucción de la ciudad por los filisteos (Salmo 78:60–61). En 1
Samuel 1:3, se cuenta que Elcana, el padre de Samuel, salía cada año de su pueblo
para adorar al Señor Todopoderoso y ofrecerle sacrificios en Siló, donde Ofni y
Finés, los dos hijos de Elí, oficiaban como sacerdotes del Señor. La palabra “salir”,
que aparece en este versículo en los salmos, puede considerarse como un término
técnico para designar la peregrinación (Lipinski 1966:19).
Siló no era el único lugar de culto al que acudían los israelitas en la época de
los jueces. Leemos en los relatos bíblicos, que los israelitas fueron también a
Siquem y a Betel para consultar al Señor, ofrecer sacrificios y adorar ( Jueces 21:2;
1 Samuel 10:3). Otros lugares donde había santuarios fueron Mizpa, Gilgal,
Bersabé y Gabaón (1 Reyes 3:4). Algunos investigadores consideran que el Salmo
84 se escribió originalmente para uso de los peregrinos que solían dirigirse a uno
de los santuarios al norte de Israel y que, después de la destrucción de éstos por los
asirios, fue adaptado para ser usado en el templo de Jerusalén.
De acuerdo con el epígrafe que lleva el Salmo 84, es un salmo de los hijos de
Coré, y se sugiere seguir la tonada de “La canción del lagar”. (“sobre Gitit”, RV).
Gitit puede haber sido un instrumento musical identificado con la ciudad filistea
de Gat. En la liturgia del santuario (v. 7) se espera ver al Señor. Se ve a Dios en la
liturgia y en la procesión del arca (Anderson 2000:154). Tres veces encontramos
en este salmo una referencia a Dios como Señor Todopoderoso ( yahweh tzebaot),
designación favorita de los salmos de Coré. Es el único salmo en el cual la palabra
“dichoso” ocurre tres veces (vv. 4, 5, 12). El Salmo 84 es el primero de los himnos
de Coré que se encuentra en el tercer libro de los Salmos, un libro en el que
predominan los salmos de los hijos de Asaf y de los hijos de Coré. El número 84
es 42 multiplicado por dos. Y el número 42 es el del primer salmo de Coré en el
segundo libro de los salmos. Ya ha sido comentado que 42 parece ser el número
predilecto de los hijos de Coré.
Los versículos 5–7 expresan la alegría de los peregrinos en su viaje hacia el
templo. Las sendas que se mencionan son las que conducen de las aldeas y
ciudades de Israel hasta el monte de Dios. John Mason Neale escribió un
conocido himno basado en el Salmo 84, que lleva por título: “Banda feliz de
peregrinos.” Al ir acercándose a la Ciudad Santa, va en aumento el ánimo de los
viajeros. En el trayecto que recorren, sienten el gozo de recibir la fuerza del Señor
para transitar por lugares desérticos y peligrosos.
84:1 ¡Cuán hermosas son tus moradas, SEÑOR Todopoderoso!

Al leer las primeras líneas de este magnífico salmo, nos damos cuenta que es como
escuchar el canto de un enamorado, porque el salmista ama el santuario del Señor
del modo en que un amante anhela a su amada. Estamos ante una canción que
expresa la fuerte emoción y pasión de alguien que se siente enfermo de amor,
alguien cuyo corazón late apresuradamente y se estremece al pensar en la persona
amada. La palabra “hermosas”, que leemos en la primera línea del salmo, es el
mismo vocablo que se emplea en el título del Salmo 45 para describir una canción
de amor en honor a los enamorados, el día de su boda. Es la misma palabra en
hebreo, empleada por el profeta Ezequiel para describir a su amada esposa al
recibir el anuncio de su muerte repentina: “…el deleite de mi vista y el deseo de mi
corazón”. Las mismas palabras las utiliza el profeta para describir el amor que el
Señor le tiene a Israel, su esposa tan amada, pero tan infiel (Ezequiel 24:15–27).
84:84 Anhelo con el alma los atrios del SEÑOR; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con
todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida.

La razón del anhelo del salmista por los atrios del Señor se debe a que son los
lugares en que Dios está presente, donde se manifiesta su gloria, su epifanía, su
shekinah. El templo es el lugar donde se proclama la Tora del Señor y donde el
israelita puede encontrar refugio de los enemigos que le persiguen. Si tanto anhela
el alma del salmista estar en los atrios del templo, cuánto más deben ansiar
nuestros corazones estar en la presencia de aquel cuyo cuerpo ha remplazado
todos los santuarios del AT: “Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el
templo” (Mateo 12:6).
84:84 Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares;
también la golondrina hace allí su nido, para poner sus polluelos.

¡Cuán felices son los gorriones y las golondrinas que han hecho sus nidos y crían
sus polluelos, en los nichos de las paredes cerca del altar y en los árboles del
bosque en la inmediación del santuario! ¡ué afortunadas son las aves que anidan
en el templo cerca de la presencia de Dios! ¡Ojalá pudiera yo ser como una de
ellas! Esas débiles criaturas son para el salmista el objeto de su envidia, porque han
encontrado un refugio seguro en la casa de Dios.
Las golondrinas tienen la dicha de estar siempre cerca del lugar donde se
manifiesta la gloria del Señor. Llevadas por sus alas, pueden desplazarse con
rapidez y llegar al lugar santo mucho más rápidamente que los peregrinos, quienes
fatigosamente tienen que cruzar valles, desiertos, ríos y montañas para llegar hasta
los muros que rodean la Ciudad Santa y su templo. ¡Ojalá fuera como ellas!
¡Cuántas veces, en nuestras angustias y aflicciones, no hemos querido ser como
aquella ave que puede volar, y así escapar de los problemas y refugiarnos en el
Señor! En el Salmo 55:6–8 dice el salmista: ¡Cómo quisiera tener las alas de una
paloma y volar hasta encontrar reposo! Me iría muy lejos de aquí; me quedaría a
vivir en el desierto. Presuroso volaría a mi refugio, para librarme del viento
borrascoso y de la tempestad. En el Salmo 11:1 le sugieren al salmista que huya al
monte, como las aves.
Los altares a los que se refiere el versículo 7 son, probablemente, el altar
grande para las ofrendas quemadas (Éxodo 27:1–8) y el altar más pequeño para el
incienso delante del lugar santísimo (Éxodo 30:1–10). En la actualidad el templo
de Salomón ya no existe en la Ciudad Santa. En su lugar, los musulmanes han
construido la mezquita de Omar; sin embargo las golondrinas aún siguen allí,
siempre revoloteando sobre la mezquita y su gran patio (Lipinski 1966:21).
84:84 Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando. Selah

Si en el versículo anterior el salmista tuvo en la mira a las golondrinas que tienen


su nido en el templo, en este versículo, sin embargo, destaca a los levitas, o sea, a
los sacerdotes y cantores consagrados que viven en el templo y que, como las
golondrinas, pasan día y noche cantando las alabanzas del Señor. A estos
servidores del Señor los califica de “dichosos”, por el inmenso privilegio que les ha
sido concedido de vivir en el santuario y poder participar en las alabanzas diarias,
y no sólo en ocasión de una de las fiestas de peregrinación en que cada israelita
debía presentarse ante el Señor. Se sabe, según el relato bíblico, que no todos
quienes tuvieron su habitación en el templo, apreciaron tal magnífica bendición.
Ofni y Finés, los hijos del sumo sacerdote Elí, aprovecharon su condición de
sacerdotes que vivían en el templo, para apoderarse de las ofrendas que los fieles
llevaban al Señor. También abusaban de las mujeres que acudían al santuario para
orar al Señor. Por lo tanto, el castigo de Dios cayó sobre la casa de Elí, y padre e
hijos murieron el mismo día (1 Samuel 4:14–22). Comentando respecto de este
versículo, escribe el padre Lipinski (1966:22): “Si el peregrino hubiera sido
egipcio, probablemente hubiera dejado en el templo un doble artificial de sí
mismo, una estatuilla o una esfera grabada, a fin de estar perpetuamente cerca de
Dios y participar en los ritos realizados sobre suelo sagrado, a no ser que hubiese
preferido esculpir en piedra la huella de sus pies para afirmar: “Aquí estoy yo, aquí
quedo yo.” Así lo atestigua una leyenda egipcia grabada en la huella de un pie, que
expresa el deseo de quedar en pre sencia de la divinidad.
84:84 Dichoso el que tiene en ti su fortaleza, que sólo piensa en recorrer tus sendas.

Tenemos aquí la segunda bienaventuranza del Salmo 84, que trata de las personas
que parten para cumplir con la peregrinación, y que no confían en sus propias
fuerzas sino en la fortaleza que brinda el Señor a quienes recorren sus sendas. Son
los que alcanzarán la meta.
84:84 Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las
lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle.

En vez de “valle de las Lágrimas” (RV y NVI), otras traducciones prefieren la frase
“valle del Llorón” (Biblia de Jerusalén), o “valle de Valmorea” (Biblia del
Peregrino), “valle de Bacá” (Kraus 1995:255). Son traducciones que reflejan la
idea del traductor de que aquí se refiere a un valle particular que los fieles tenían
que cruzar en su peregrinación hacia el templo. Existe un valle de Bacá en el norte
de Palestina, lo que podría indicar que originalmente el salmo tuvo que ver con
uno de los santuarios del Reino del Norte, y no con el templo de Salomón en
Jerusalén.
La mención de las lluvias tempranas que cubren de bendiciones el valle
(“estanques de agua”, RV), ha inducido a muchos comentaristas a concluir que
tenemos aquí una alusión a las lluvias de otoño que llegan después de cinco meses
de sequía. De ser así, entonces la fiesta que espera celebrar el peregrino es la fiesta
de las Enramadas, los primeros días de octubre. Antes del comienzo de las lluvias,
todo el paisaje presenta un aspecto árido, desolado, desnudo de vegetación. La
peregrinación de los fieles comienza cuando todo tiene la apariencia de estar
muerto. Uno de los propósitos de la celebración de la fiesta de las Enramadas es
orar al Señor para tener la seguridad de una buena lluvia de otoño (Lipinski
1966:25). La idea que transmite el texto es que, aunque el viaje del peregrino
comienza en pleno verano, cuando todo está todavía calcinado, seco y
aparentemente muerto, el Señor enviará lluvias para transformar tal paisaje en
uno de belleza y bendición. Con la bendición del Señor el valle desierto se
convierte en un oasis (Kraus 1995:257). El valle de las Lágrimas quedará
transformado en un lugar de verdes pastos y tranquilas aguas. Aunque nuestra
peregrinación hacia la nueva Jerusalén parece pasar por un valle de lágrimas, el
Señor promete abrir manantiales en el desierto, como lo hizo para Agar (Génesis
16), y enjugar toda lágrima de nuestros ojos (Apocalipsis 21:4) y convertir todo
nuestro luto en baile.
84:84 Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas, y en Sión se presentan ante el Dios de
dioses.

Según el texto, después de pasar por el valle de Bacá, o valle de las Lágrimas, el
peregrino irá cobrando fuerzas o, según otras traducciones, como la de la Biblia
del Peregrino, de baluarte en baluarte, cruzando una cadena de serranías que lo
separaban de la Ciudad Santa. Aunque hay muchas barreras que sortear, el Señor
promete dar nuevas fuerzas a los que confían en él. “Aún los jóvenes se cansan, se
fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán” (Isaías 40:30–31). La palabra hebrea empleada aquí
puede traducirse también como fortaleza. Si se acepta esta traducción, entonces
los baluartes no serán las montañas que tiene que escalar o sortear el peregrino en
su viaje al santuario, sino una sucesión de fortalezas, o ciudades amuralladas,
donde los viajeros podrían pasar la noche antes de continuar su viaje en los días
siguientes. Recordemos que en la Edad Media los peregrinos cristianos que
viajaban hacia Santiago de Compostela, o uno de los otros sitios sagrados de
Europa, seguían la llamada ruta de los peregrinos, que consistía en una cadena de
monasterios, donde los viajeros podían encontrar albergue y protección en la
peregrinación hacia su destino. Durante tales peregrinaciones, los viajeros
gozaban de la compañía de fieles de otras regiones, y durante su estancia, juntos,
podían compartir toda clase de historias, experiencias personales, cantos y
tradiciones sagradas. Una de las características de las peregrinaciones era que
durante las mismas desaparecían las distinciones sociales y económicas. Todos
vestían el mismo hábito sencillo del peregrino, y en los monasterios o albergues de
la ruta todos compartieron la misma comida sencilla de peregrino, al igual que los
israelitas, que se alimentaban del mismo maná durante su largo peregrinaje.
Nosotros también, en nuestra peregrinación espiritual hacia la Jerusalén celestial,
debemos tener en cuenta que, como extranjeros y peregrinos en este mundo (1
Pedro 2:11), tenemos nuestra ciudadanía en el reino de Cristo. Por lo tanto, no
deben existir entre nosotros las distinciones sociales, raciales y económicas, que
caracterizan a esta generación perversa.
La segunda y principal finalidad de la peregrinación a Sión, es para ver el
rostro de Dios. Para los vecinos paganos de los israelitas, la expresión “ver el rostro
de Dios” significaba contemplar la estatua del ídolo colocado en el lugar santísimo
del templo. Sabemos que el templo del Señor en Sión no albergó ninguna imagen
del Señor, aunque, quizá en otros santuarios en el norte de Israel pudo haber
habido imágenes del Señor, si bien tales representaciones de la divinidad
quedaban terminantemente prohibidas por el primero de los Diez
Mandamientos. Es conocido, sin embargo, que Jonatán hijo de Gersón, hijo de
Moisés, instaló una imagen tallada, supuestamente del Señor, en la ciudad de Dan,
en el norte de Israel ( Jueces 18:29–31).
Los investigadores no han llegado a ponerse de acuerdo respecto a lo que
significaba “ver el rostro de Dios” en el templo de Jerusalén. Para unos, “ver a
Dios” podría significar presentarse ante el arca del pacto. Para otros, sería ver el
templo bañado en la luz reflejada sobre el oro que cubrió las paredes del santuario,
al ser alcanzadas éstas por los rayos del sol naciente. Los rabinos solían hablar de
ver a Dios en su Palabra, cuando el creyente escuchaba la lectura de la Tora como
parte de la celebración de la fiesta. Otros investigadores opinan que los fieles caían
en el éxtasis producido por los innumerables instrumentos musicales (Salmos
150), los cantos de la congregación y las danzas sagradas. Encontrándose en tal
estado, recibieron visiones del Altísimo, como las que recibieron Isaías en su
llamado (Isaías 6), Ezequiel a orillas del río uebar (Ezequiel 1) y los místicos
judíos mezclados en el así llamado “misticismo Merkabar”, en el cual el místico
trató de contemplar la gloria visible de Dios al ser llevado por la carroza sagrada.
Según Alonso Schökel, la visión de la gloria de Dios tiene que ser espiritual, una
experiencia interior (1996:1103).
Sea lo que fuere lo que experimentaron los fieles en el templo al contemplar el
rostro de Dios, la lectura del salmo hecha desde el punto de vista de la revelación
de Dios en Jesucristo, debería subrayar que nosotros vemos el rostro del Dios
invisible en Jesús y su evangelio. Cuando Felipe le pidió a Jesús: “Muéstranos al
Padre y con eso nos basta”, Jesús le respondió con la gran afirmación: “¿Tanto
tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre?” ( Juan 14:8–9).
84:84 Oye mi oración, SEÑOR, Dios Todopoderoso; escúchame, Dios de Jacob. Selah

El que suplica se dirige al Señor empleando dos títulos importantes. El primero es


“SEÑOR, Dios Todopoderoso” ( yahweh elohim tzebaot), uno de los títulos divinos
que se destacan en los salmos de los hijos de Coré. El otro título es “Dios de
Jacob”, una de las designaciones más populares del Señor en el norte de Israel,
entre las diez tribus que rompieron con la casa de David. El empleo de este título
es una de las evidencias que citan los investigadores que creen que el Salmo 84
procede originalmente de la liturgia utilizada en el templo de Betel o de Dan.
Según tal hipótesis, el salmo fue llevado a Jerusalén por los levitas y cantores
sagrados que lograron escapar de los asirios, cuando Samaria y las ciudades del
Norte fueron destruidas en el año 721 aC. Los levitas, juntamente con sus salmos,
tradiciones y cantos sagrados, se incorporaron a los servicios celebrados en
Jerusalén, durante el reinado del buen rey Ezequías.
84:84 Oh Dios, escudo nuestro, pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos.

La tercera etapa del viaje del peregrino comienza cuando por fin llega al templo, al
lugar donde el Señor está presente, donde es posible ver su gloria. Es el lugar en el
cual el salmista eleva al Señor su oración en favor del Ungido del Señor, o sea el
rey, el sumo sacerdote o, como creen muchos, del futuro Mesías: “Oh Dios,
escudo nuestro, pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos.” Poner los ojos sobre el
Ungido significa mirarlo con bondad, darle apoyo y bendecirle en todo cuanto
emprenda. No es posible precisar, basándose en la gramática hebrea, si al hablar de
“escudo nuestro”, el salmista habla de Dios o del Ungido. En Reina Valera, el
término “escudo nuestro” se refiere a Dios; pero en la Biblia del Peregrino, se
refiere al Ungido: “Fíjate Dios, en nuestro Escudo; mira el rostro de tu Ungido.”
Según Gerstenberger (2001:125), el Ungido por quien oran los peregrinos, puede
ser el soberano que reinaba en aquel momento, o también el futuro Mesías.
Nosotros sabemos que no podemos llegar al templo de Salomón en Jerusalén,
porque hace muchos años el lugar sagrado fue destruido por el rey
Nabucodonosor de Babilonia. No podemos llegar tampoco al gran templo de
Herodes el Grande, porque 40 años después de la Pasión de nuestro Señor, el
templo quedó totalmente destruido por el general romano Tito. Pero sabemos
que el templo construido de piedra y mármol fue reemplazado por otro.
Recordemos que después de la purificación del templo en Jerusalén, nuestro
Señor Jesucristo anunció: “Destruyan este templo, y lo levantaré de nuevo en tres
días” ( Juan 2:19). Y San Juan aclara: “Pero el templo al que se refería era su propio
cuerpo” ( Juan 2:21).
El cuerpo de Jesucristo es para nosotros ahora el templo de Dios, en el que
Dios está presente, en el que Dios actuó para librarnos del poder del diablo, del
pecado y la muerte. Este nuevo templo es al mismo tiempo el cuerpo humano de
Jesucristo que fue clavado en la cruz, y la comunión de los santos. En Juan 1:14 se
nos dice que el templo de Dios es la carne y sangre de Jesús: “Y el Verbo se hizo
hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que
corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” En
Jesucristo y su cruz podemos ver la gloria de Dios de una manera mucho más clara
que en la luz brillante que pudieron contemplar los israelitas en su templo. Porque
en la cruz vemos la gloria de Dios, que nos amó tanto que estuvo dispuesto a venir
a nuestro mundo y hacerse uno de nosotros, y como tal, sufrir todo lo que
debíamos sufrir nosotros, y pagar todo lo que nosotros debíamos pagar. Vemos la
gloria de Dios, que de tal manera amó al mundo, nos amó a todos nosotros, “que
dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna” ( Juan 3:16).
84:84 Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa
de mi Dios que habitar entre los impíos.

Los levitas y los cantores sagrados que siempre viven en el templo, gozan de una
gran bendición; sin embargo, también gozan de una gran bendición los
peregrinos que sólo tienen el privilegio de estar en la casa del Señor por un día
solo, durante la celebración de una de las fiestas de peregrinación. Notamos en el
Salmo 84 una oposición o polaridad binaria, no solamente entre distancia /
presencia, sino también entre transeúntes / habitantes. Los hebreos medían el
valor del tiempo según su contenido. De acuerdo con tal concepto, un día pasado
en la presencia del Señor es de un valor infinitamente mayor que mil días sin él.
Una vida corta en que diariamente se contempla la presencia del Señor, vale
mucho más que una vida larga sin Dios. Un largo tiempo sin Dios no tiene
ningún valor, es tiempo vacuo, pura vanidad.
“Habitar entre los impíos” (“Habitar en las moradas del maldad” RV),
posiblemente se refiera a los santuarios de los dioses paganos, o las suntuosas
mansiones que construyeron los malvados con las ganancias logradas gracias a la
extorsión, la opresión y el fraude. En Amós 6:4–6 y Miqueas 6:10, se denuncia a
los impíos cuyas mansiones lujosas, llenas de tesoros mal habidos, han llegado a
ser centro de toda clase de impiedad.
84:84 El SEÑOR es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El SEÑOR brinda
generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha.

Este versículo es el único en todo el AT en el que se hace referencia al Señor


directamente como sol. La reticencia se debe seguramente al peligro de confundir
la adoración al Señor con el culto al dios sol.
Sin embargo, en Malaquías 4:2 encontramos una referencia al futuro Mesías con
el título “sol de justicia”. En Mateo 17:2 leemos que Jesús “se transfiguró en
presencia de ellos; su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca
como la luz.” En la descripción del Hijo del hombre en Apocalipsis 1:16, leemos:
“Su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor.” Finalmente, en
Apocalipsis 21:23 dice: “La ciudad no necesita ni sol ni luna que la alumbren,
porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera.” De los textos del
NT vemos que, en vez de confundir la refulgencia del Hijo del hombre con la
gloria del sol, Jesús no sólo supera, sino que también reemplaza la luz del sol.
84:84 Señor Todopoderoso, ¡dichosos los que en ti confían!

El Salmo concluye con la tercera bienaventuranza. Dichoso el hombre que confía


en el Señor y no en el sol y todas las cosas que han servido de deidades para los
seres humanos.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Según Jesús (Mateo 6:26), ¿de qué maneras pueden servirnos de modelos
las golondrinas y las aves del cielo?

2. Haga una lista de las cosas que el Salmo 84 tiene en común con los demás
salmos de Coré (Salmos 42/43; 45; 46).

3. ¿Cuáles son los obstáculos que le aguardan al viajero en su peregrinación


hacia la Ciudad Santa? ¿Cómo los vencerá?

4. ¿Con qué objeto dejaban los antiguos egipcios pequeñas figuras de sí


mismos en sus templos?

5. ¿Cuál es la razón de que el salmista se muestre tan ansioso por


encontrarse en el santuario? ¿Sentimos nosotros la misma emoción de
poder participar en las celebraciones litúrgicas en nuestras
congregaciones?

6. Busque las tres bienaventuranzas en el Salmo 84. ¿Por qué son dichosas
las personas mencionadas en los tres textos?

7. ¿Cómo se entiende el reemplazo del templo del AT con la encarnación de


nuestro Señor Jesucristo?

8. Según el punto de vista del NT, ¿cómo debemos entender el Salmo 84?

9. Siendo que todos nosotros somos peregrinos en marcha hacia la nueva


Jerusalén, ¿qué lecciones nos brinda el Salmo 84 para nuestro viaje?

10. ¿En qué ocasiones cabe emplear el Salmo 84 en nuestra adoración,


enseñanza y vida de devoción? ¿Cuál es su opinión al respecto?
7
Los salmos que tratan de la creación
del género humano

SALMO 8
8:1 Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu
gloria sobre los cielos!

Este grandioso himno no comienza con una invitación a la adoración, ni con un


lamento o acción de gracias, sino con una invocación a la deidad. Se invoca a Dios
como Señor ( yahweh adoneinu) una combinación muy rara en las Escrituras, que
le da a esta composición el carácter de una confesión de fe (Gerstenberger
1988:68). Con ella, el salmista se dirige directamente al Señor en segunda
persona singular, expresando su asombro frente a la maravillosa obra que es la
creación. El nombre del Señor se celebra no como Dios del pequeño pueblo de
Israel, sino como Señor de toda la tierra. De este modo, la orientación universal
del salmo se pone de manifiesto desde el principio.
El término adoneinu es un título real, y significa nuestro maestro o nuestro
Señor (Sarna 1993:52). El empleo del término aquí, combinado con yahweh,
como en el Salmo 135:5–12, señala la supremacía total de Dios sobre la
naturaleza y la historia. Por lo tanto, el Dios que así se designa, merece la
adoración y la obediencia de todos los mortales. El empleo de un plural
mayestático indica que no se trata de cualquier señor, sino del Señor Omnímodo.
Es necesario subrayar que el salmista no habla acerca del Señor (adoneinu), sino
de “él”, como está acuñado en el himno “Cuán grande es él”.
El salmista habla del nombre glorioso del Señor (adoneinu). Para quienes
vivieron en el antiguo Cercano Oriente, el nombre de todo individuo, espíritu, o
dios era de suma importancia, porque el nombre era idéntico al que lo llevaba. De
ahí que, tomar en vano el nombre de Dios es lo mismo que tomar a Dios en vano.
En su exposición del Salmo 8, el conocido teólogo hebreo, Nahum Sarna,
dice que si el autor del salmo hubiera sido un pagano contemplando el esplendor
de los cielos y los cuerpos celestes, hubiera quedado imbuido de un profundo
deseo de adoración, porque para los gentiles los cuerpos celestes son seres divinos.
La divinización de la naturaleza fue una de las características de los pueblos
vecinos de Israel. Los antiguos pobladores de Babilonia, Egipto y Anatolia,
invirtieron mucho tiempo tratando de explicar el origen y el orden del universo y
la naturaleza. Se percibe con toda claridad en las elaboradas mitologías que
desarrollaron respecto a la creación del universo. Para los creyentes en el Señor,
que ni tenían en su léxico una palabra para el concepto de la naturaleza, los cielos
y los cuerpos celestes no fueron divinidades, sino obras realizadas por el único
supremo Creador (Sarna 1993:51–52). La obra suprema del Señor no es la
creación del sol, la luna y las estrellas, sino el ser humano, y es esta gran obra la que
celebra el Salmo 8. No se alaba en el himno la gloria de los cuerpos celestes, sino la
gloria, refulgencia y esplendor radiante del Señor. En la historia de las religiones,
la refulgencia siempre ha servido para señalar lo sobrenatural.
Durante la cautividad babilónica, los israelitas que vivieron en la dispersión
entraron en contacto con las cosmologías de la Mesopotamia y las demás regiones
a donde fueron deportados. En las cosmologías o mitos que explicaban la
creación del mundo, los dioses hicieron a los seres humanos para ser esclavos de
los seres divinos y satisfacer sus caprichos proveyéndolos con comida y bebida
mediante los sacrificios y ofrendas. De hecho, la gloria de muchos de los dioses de
la antigüedad consistió en imponer su voluntad a los hombres y aprovecharse de
su trabajo y servicio. La gloria del Señor, en cambio, consiste en otorgar dignidad
real a los seres humanos y brindarles la jerarquía de virreyes (Clifford 2002:70).
La gloria del Señor observable en los cielos y la naturaleza, se percibe aún con más
claridad en la creación del ser humano a su imagen.
8:8 Por causa de tus adversarios has hecho que brote la alabanza de labios de los pequeñitos y de los
niños de pecho, para silenciar al enemigo y al rebelde. [De la boca de los niños y de los que maman,
fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo RV.]

El versículo 2 ha constituido, durante siglos, un dolor de cabeza para los


intérpretes. ¿Cómo puede fundarse una fortaleza de la boca de los niños? Y, ¿qué
enemigos tiene en mente el salmista? Hay quienes opinan que los niños, criaturas
débiles y aparentemente insignificantes, serán los instrumentos por medio de los
cuales los enemigos del Señor serán acallados. Es una interpretación que cuadra
muy bien con el tema enunciado por Pablo en 1 Corintios 1 y 2. El apóstol habla
de Dios que se vale de lo que se considera débil y necio, para confundir y
avergonzar a los que son considerados poderosos, nobles y sabios. Es lo que hizo
Dios al escoger a los hebreos como su pueblo, acallando así las pretensiones de los
poderosos imperios del mundo antiguo.
El término mitnaqem “vengativo” (RV), “rebelde” (NVI), proviene de la raíz
hebrea nqm, que señala el uso ilegítimo de la fuerza para causar dolor y
sufrimiento a una persona, en reacción al daño y al dolor que uno sufrió de manos
de esa persona. Según la Tora, los miembros del reino de Dios no serán persona
vengativas, porque ser vengativo es una de las característica de los paganos que no
conocen al Señor (Mendenhall 1973:95–98). Abigail se vio obligada a reprender
a David, para que no empleara la violencia contra el cacique Nabal en un arranque
de cólera vengativa (1 Samuel 25).
El salmista no trata de identificar a los enemigos del Dios creador. En los
antiguos mitos de Babilonia, Asiria y Ugarit, se habla de los monstruos míticos
contra los que tuvieron que luchar los dioses de la creación. Entre los monstruos
que se nombran en la Enuma Elish y los poemas referidos a Baal y Ana,
encontramos a Yam, Rahab, Leviatán y el Dragón. Cuando encontramos estos
nombres en otras partes del AT, es porque han sido incorporados a la historia del
pueblo de Israel, empleándoselos para designar a los enemigos reconocidos del
pueblo. En Isaías 51:9, Egipto es llamado Rahab.
En muchas ocasiones, los cuerpos celestes adorados por los vecinos de Israel,
servían como proyecciones de sus instituciones, dinastías y sistemas de gobierno.
Eran representaciones divinizadas de la autoridad con la cual los poderosos de la
tierra intentaron imponer y justificar su dominio sobre pueblos débiles e
indefensos. En nombre de los poderes de la naturaleza divinizados, los faraones,
emperadores y tiranos de las pequeñas ciudades estados, oprimieron, esclavizaron,
y deshumanizaron a los más pobres e indefensos. Pero todo gobierno, institución,
empresa, sistema económico, político, social o eclesiástico que intenta justificar la
explotación de los desvalidos del mundo mediante el empleo de símbolos
religiosos, mitologías de poder, o ideologías, filosofías y teologías de dominación,
tienen que catalogarse entre los enemigos y rebeldes mencionados por el salmista.
La voz de los enemigos y rebeldes será superada por las alabanzas de los
pequeñitos y de los niños de pecho, es decir, de los despreciados de la tierra.
Tal cosa se dio el Domingo de Ramos, cuando los poderosos e influyentes
líderes de la ciudad de Jerusalén se rehusaron a recibir al que vino “humilde y
montado en un burro, en un burrito, cría de una bestia de carga” (Mateo 21:5).
Los niños, los pobres y los enfermos, junto con los discípulos de Galilea, le
entonaron himnos de “Hosanna”. Y los fariseos, oyendo las alabanzas de sus
seguidores, trataron de hacer callar a los que entonaban cantos en honor a Jesús
(Mateo 21:16). El Señor, viendo la oposición de los enemigos y rebeldes, citó el
Salmo 8. Éstos protestaron, indignados: “¿Oyes los que ésos están diciendo?” Y
Jesús respondió: “Claro que sí. ¿No han leído nunca: ‘En los labios de los
pequeños y de los niños de pecho has puesto la perfecta alabanza’?” Lo que llama
la atención en la cita es que Jesús entiende que en el salmo, en relación con su
misión mesiánica, él no es sólo un ser humano como otros, sino que es el Hijo del
hombre profetizado en Daniel 7. Jesús es el Cristo en quien este salmo profético
encontrará su cumplimiento final. Ante Jesús, el Cristo, hasta los enemigos y
rebeldes deberán doblar la rodilla y confesar que él es el Señor, para la gloria de
Dios Padre.
8:3–4 Cuando contemplo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que allí fijaste, me
pregunto: “¿ué es el hombre, para que en él pienses? ¿ué es el ser humano, para que lo tomes en
cuenta?”

Los seres humanos son llamados aquí ben’adam, hijos de hombre, para poner
énfasis en su dependencia, fragilidad y vulnerabilidad. Así como el primer
hombre, Adán, fue formado del polvo de la tierra, así también sus descendientes
son criaturas provenientes del polvo que al morir volverán al polvo. Recordemos
que el Verbo eterno se hizo hombre al nacer de la virgen María, un ben’adam; se
hizo débil y vulnerable como nosotros, a fin de que pudiéramos alcanzar su gloria
y santidad.
Después de contemplar la grandeza, la majestad y los misterios del universo
con los cometas, rayos cósmicos, lo que se conoce como antimateria, la existencia
de otras galaxias con sus estrellas, agujeros negros y sistemas solares; sí, después de
contemplar la realidad de una creación tan inmensa que su tamaño es
inconmensurable, así como Dios es eterno, nos vemos inducidos a preguntar:
¿Dónde me encuentro yo en tal inmensidad? ¿ué papel desempeña el ser
humano en el misterio del universo? ¿ué significado tiene mi vida y la de los
demás seres humanos, frente a la tremenda majestad del hacedor de todas las
cosas? Rodeado del esplendor de los cielos, la luna y las estrellas, ¿qué importancia
puede tener el ser humano? Ante la inmensidad del espacio, repleto de
innumerables estrellas, cada una un millón de veces más grande que nuestro
planeta, ¿qué posibilidad existe de que el hombre y la mujer puedan tener alguna
importancia en la mente del gran arquitecto del universo? La meditación
profunda acerca de los misterios del universo, podría conducirnos a la locura.
Frente a sus misterios nos sentimos tan pequeños, tan insignificantes, que
fácilmente podríamos caer en una profunda desesperación. Podríamos llegar a la
conclusión de que somos menos que nada, y que nuestra existencia dentro del
universo es un accidente. En todo esto, ¿habrá tenido el Creador un plan, un
propósito, y proyecto de trabajo para mí?
8:5 Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra;

La respuesta que el Salmo 8 ofrece respecto a la pregunta del papel que el ser
humano desempeña en el universo, es un resumen de la teología de la creación del
primer capítulo del Génesis y, a la vez, un anticipo de la realización futura del
reino de Dios en la persona de Jesucristo. De acuerdo a la teología de la creación
del Génesis, Dios tuvo previsto un papel trascendente para el ser humano en su
proyecto del universo. Según este plan, el ser humano fue predestinado a ocupar
una posición significativa en la realización de la voluntad de Dios con respecto a
su creación.
Lo primero que declara el Salmo 8:5 es que el Creador ha hecho al ser
humano poco menos que un dios. La palabra “dios” empleada aquí, se refiere a un
ser divino, un ángel. La palabra en el texto hebreo es elohim, el nombre que
normalmente significa Dios y se traduce como tal. Pero a los traductores de la
Septuaginta, la declaración les debe haber parecido muy atrevida, y por lo tanto
tradujeron “los ángeles”, esto es, “lo hiciste poco menos que los ángeles”. En la
mayoría de las traducciones del AT al castellano, los traductores han imitado el
ejemplo de la LXX y adoptaron la palabra ángeles en lugar de elohim, o Dios
(Leupold 1969:105).
En las religiones orientales y en la teología de la Nueva Era, los seres humanos
son considerados divinos, semidioses o, por lo menos, con una chispa divina, o
una luz o poder interior divinos. Algunos teólogos modernos hablan del hombre
como si fuera un clon o una proyección de Dios. En cambio, el Salmo 8 pone el
énfasis en que es necesario mantener una clara distinción y diferencia entre Dios y
el ser humano. Dios es el Creador, y el ser humano es una criatura.
El propósito de Dios con respecto al hombre no es que éste aspire a ser igual al
Creador. Ser igual al Creador es la tentación en la cual, según Génesis 3, cayeron
los seres humanos al extender sus manos para tomar la fruta prohibida con la
esperanza de llegar a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.
Si bien los seres humanos no son iguales a los seres divinos, la frase “poco
menos” indica que los hombres y las mujeres son “mucho más” que los animales y
las demás criaturas. Entre los seres creados, ocupan una posición de preeminencia.
Recibieron honra y gloria, algo que no les cupo a las demás criaturas. La frase
“gloria y honra” nos recuerda la historia del patriarca José quien, después de haber
sido vendido por sus hermanos, esclavizado por los egipcios y encarcelado por
Potifar, capitán de la guardia del faraón, quedó en libertad y el propio faraón lo
colocó en una posición de “gloria y honra”. Leemos en Génesis 41:42–43: “De
inmediato, el faraón se quitó el anillo oficial y se lo puso a José. Hizo que lo
vistieran con ropas de lino fino, y que le pusieran un collar de oro en el cuello.
Después lo invitó a subirse al carro reservado para el segundo en autoridad, y
ordenó que gritaran: ‘¡Abran paso!’”
8:6 lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio:

Así como José recibió el nombramiento de mayordomo, primer ministro y virrey


de toda la tierra de Egipto, del mismo modo Dios planeó nombrar al ser humano
su primer ministro y mayordomo sobre la creación, y hacer que participara
activamente en el proceso de la creación. Como dijimos, el Salmo 8 celebra la
vocación del género humano de reinar sobre la creación como virrey y mayor
domo del Creador, tal como lo relata Génesis 1:26: “Entonces dijo Dios:
‘Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. ue tenga dominio sobre
los peces del mar, y sobre las aves del cielo; sobre los animales domésticos, sobre
los animales salvajes, y sobre todos los reptiles que se arrastran por el suelo.’”
En 1 Corintios 15:27–28 y en la Carta a los Filipenses encontramos un eco de
la última parte de Génesis 1:26. Jesús es el ser humano verdadero, esto es, el Hijo
del hombre, en quien se cumple la voluntad original de Dios en la creación. Tal
voluntad consiste en que el ser humano, en su papel de señor de la creación, sea el
reflejo o la imagen visible del Creador invisible.
El hombre es inferior a Dios y también a los ángeles, en el sentido de que está
sujeto a la muerte, y ellos no. Además, los ángeles, a diferencia de los hombres,
saben distinguir entre lo bueno y lo malo (2 Samuel 14:17).
8:7–8 todas las ovejas, todos los bueyes, todos los animales del campo, las aves del cielo, los peces del
mar, y todo lo que surca los senderos del mar.

Dios ha indicado con precisión cuál es el papel que desea que desempeñe el
hombre en el concierto del universo. Ha sido nombrado mayordomo sobre todas
las criaturas, domésticas y salvajes. Le ha sido dado el dominio sobre todo lo que
se mueve en las aguas: peces, ballenas, barcos, el leviatán, etc. No obstante, ser
mayordomo no significa tener autoridad de dueño absoluto, sino ser alguien
responsable de cuidar y proteger lo que pertenece al que es el dueño absoluto de
todo lo creado. Al hombre se le encomendó la responsabilidad de ejercer su
dominio sobre la naturaleza, de acuerdo con la voluntad del Creador, y no según
la voluntad del enemigo, cuyo deseo es robar, matar y destruir ( Juan 10:10). La
voluntad del Creador es que todos tengan vida, y que la tengan en abundancia.
Tanto el Salmo 8 como Génesis 1:28–31 se citan como justificación de la
expoliación de la naturaleza, la extinción de miles de formas de vida, el despojo de
los recursos no renovables de la tierra y la contaminación de las aguas, la tierra y el
aire. Por todo el mundo se escuchan las voces de los demagogos que gritan: “La
tierra es nuestra, los ríos son nuestros, el petróleo es nuestro al igual que los
minerales de la tierra y la madera de los bosques.” El Salmo nos recuerda que
todos los recursos naturales son del Señor adoneinu, y que él los ha puesto a
disposición de todos los hombres, y no sólo de los más poderosos, los más ricos y
aprovechadores. El Salmo 8 nos insta a luchar en favor de la tierra y la ecología. Al
confesar nuestros pecados, tendremos que pedir perdón a la madre tierra por los
innumerables abusos a los cuales ha sido sometida por quienes en realidad fueron
hechos responsables de su protección.
Uno de los factores que ha inducido a los hombres a entender
equivocadamente el Salmo 8 y utilizarlo para justificar la explotación del mundo
material y la destrucción del ambiente, es la lectura del salmo desde el punto de
vista de la filosofía griega. Ésta considera que todas las cosas materiales son
inferiores a las realidades espirituales (Wingren 1981:53). Según tal filosofía, las
cosas inferiores carecen de importancia y pueden desecharse sin titubear. Esta
filosofía indujo a los griegos a despreciar la idea de la encarnación y la resurrección
del cuerpo. Solamente las cosas espirituales perdurarán y, por lo tanto, no hay que
preocuparse tanto por la creación material. Sin embargo, de acuerdo con el AT,
tanto lo espiritual como lo material son, igualmente, obra del Creador del mundo
y desempeñan un papel fundamental en su proyecto del universo.
Es de suma necesidad entender que el dominio que el Creador le ha entregado
a los seres humanos no es absoluto, no es una licencia para explotar, saquear y
abusar de la creación. Al hombre no se le dio la autoridad de aprovecharse de la
creación y de las criaturas para satisfacer sus propios fines egoístas, sino que se le
encomendó preservar toda la creación. El hombre no recibió un mandato para ser
la causa de la extinción de una especie tras otra, sino para preservar a los animales
y a las plantas de la extinción. El hombre no ha sido elegido para ser un tirano,
sino mayordomo. Según el catálogo de Génesis 1, el Salmo 8 nombra las bestias
del campo, las aves del cielo y los peces del mar. Es evidente que el Salmo 8 es un
canto que celebra la creación de todas las cosas mencionadas en el primer capítulo
de la Tora, y que la teología de Génesis 1–3 es parte del fondo del salmo.
Una de las cosas que celebra el Salmo 8 es el hecho de que todo lo que Dios ha
creado es bueno. Una y otra vez leemos en Génesis 1 la frase: “Y Dios consideró
que esto era bueno.” La creación de los cuerpos celestes, formados por materia, de
los elementos, de la tierra y el mar es buena. Las bestias de la tierra, las aves del
cielo y los peces del mar, son buenos, no malos. No hay aquí un desprecio
gnóstico de las cosas materiales. No se dice que el mundo material fue creado por
un espíritu inferior, un demiurgo, un demonio. No se dice que la existencia de la
materia es el resultado de un gran accidente o equivocación cósmica. La existencia
material de los elementos, de la tierra y los seres vivos, no debe provocar lamentos
sino celebración de parte de los siervos de Dios. Observemos que Dios llama
“bueno” a las bestias, las aves y los peces, antes de la creación del hombre. uiere
decir que los seres vivos son buenos en sí mismos, y no sólo para los hombres. Son
buenos por ser parte de la maravillosa obra de creación del Señor. Son todas obras
dignas de ser preservadas, admiradas y celebradas, y no sólo aprovechadas por los
seres humanos.
Frente a las actividades de las criaturas más humildes de la tierra, los autores
inspirados de la Biblia quedan maravillados. Así se expresa uno de ellos en el libro
de los Proverbios: “Cuatro cosas hay pequeñas en el mundo, pero que son más
sabias que los sabios: Las hormigas, animalitos de escasas fuerzas, pero que
almacenan su comida en el verano; los tejones, animalitos de poca monta, pero
que construyen su casa entre las rocas; las langostas, que no tienen rey, pero que
avanzan en formación perfecta; las lagartijas, que se atrapan con la mano, pero
que habitan hasta en los palacios” (Proverbios 30:24–28).
Las palabras con que el Señor resalta lo admirable de su creación al hablar de
las diferentes bestias de la tierra en los discursos dirigidos a Job desde el
torbellino, dejan ver su preocupación, afán y amor por las criaturas más extrañas y
estrambóticas. El Señor dirige la atención de Job a la vida de las cabras monteses,
las gacelas, el asno salvaje, el búfalo, el avestruz, el águila y, finalmente, el Behemot
y el Leviatán. Son todas criaturas que merecen nuestra apreciación, porque son
parte de la maravillosa obra del Creador. Al observar y contemplar la vida de las
bestias de la tierra, las aves del cielo y los peces del mar, el hombre debe sentirse
estimulado a entonar himnos de honor y gloria al Creador. Las criaturas de la
naturaleza no son aberraciones que deben ser exterminadas. Más bien tienen que
ser apreciadas y admiradas por los hombres. La preservación de las criaturas de la
tierra es, también, parte de la mayordomía que el Señor le ha encomendado al ser
humano. El buen mayordomo tiene que esforzarse por proteger todo lo que el
Creador ha sujeto a su autoridad. El Salmo 8 nos exhorta a cumplir fielmente con
nuestra mayordomía (Toser 2005:353).
La historia del patriarca José, a quien ya hemos hecho referencia, nos instruye
respecto al papel y responsabilidades de un buen mayordomo, la clase de
mayordomo que Dios quiere que seamos. Recordemos que el joven José, el
soñador, el consentido de su padre Jacob, fue vendido por sus propios hermanos a
un grupo de ismaelitas. Después, este futuro salvador de su pueblo, fue comprado
por el capitán de la guardia, un alto oficial del faraón de Egipto. La historia
bíblica nos cuenta que José se ganó la confianza de Potifar, de manera tal que éste
lo nombró mayordomo de su casa y le confió la administración de todos sus
bienes. Potifar dejó todo a cargo de José, y tan sólo se preocupaba por lo que tenía
que comer (Génesis 39:4, 6). El motivo por el cual José fue nombrado
mayordomo, fue para proteger a todas las personas que vivían en el palacio de
Potifar y administrar sus bienes y propiedades. Ser nombrado mayordomo, no le
otorga a uno el derecho de abusar de las personas y las cosas entregadas a su
responsabilidad, sino que le exige la protección de las mismas y a procurar lo que
sea justo y bueno para ellas. El buen mayordomo es, según Jesús, el siervo fiel y
prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la
comida a su debido tiempo (Mateo 24:45). El mayordomo fiel y prudente no es
como el siervo malo y negligente que trata de sacar provecho de su posición, y
comienza a golpear a sus compañeros, y a comer y beber con los borrachos (Mateo
24:49).
José fue tentado a aprovecharse de su mayordomía y a tomar a la mujer de su
señor Potifar. Sin embargo, José había aprendido que la virtud más importante de
un mayordomo es la fidelidad, por lo tanto no extendió la mano para tomar la
fruta prohibida. El mayordomo no está para que le sirvan, sino para servir y
procurar el bien de quienes han sido puestos a su cuidado y responsabilidad. Para
Dios fue evidente que José, con su fidelidad en la casa de Potifar, reunía las
cualidades necesarias para servir de primer ministro de Egipto. Como tal, se
convirtió en el instrumento por medio del cual tanto Egipto como la familia de
Jacob fueron salvados de la hambruna de siete años, que pronto llegó. Estando en
la posición de primer ministro y virrey de Egipto, José no se aprovechó tampoco
de su mayordomía para beneficio propio. Ni se aprovechó de ésta para vengarse de
sus hermanos, que años antes habían intentado poner fin a su vida. Más bien, en
su posición encumbrada logró la reconciliación con sus hermanos, y de esta
manera los preservó no sólo de pasar hambre, sino también de cosechar las
consecuencias de sus propios pecados.
Así como José fue nombrado primero mayordomo de la casa de Potifar y
después de todo el palacio del faraón, así ha sido el propósito y el plan del
Creador que el hombre fuera nombrado mayordomo de toda la casa de Dios. Esta
“casa de Dios” es el mundo, el planeta Tierra en el que compartimos nuestra
existencia con las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar. El
mandato que ha recibido el hombre de ejercer autoridad en la casa de la creación y
el mundo de las criaturas, es indicativo de la distinción existente entre el ser
humano y las demás criaturas, y es, además, parte de lo que el libro de Génesis
llama la imagen de Dios. El concepto de la imagen de Dios es vasto, muy
complicado y debatido. Sin embargo, implica que el ser humano ha recibido la
autoridad de gobernar la creación y establecer justicia en nombre de Dios.
El concepto de la imagen de Dios fue parte también de otras culturas del
Cercano Oriente, particularmente de Mesopotamia. Sin embargo, en Babilonia
sólo los reyes recibieron la imagen de Dios. Todos los demás seres humanos
fueron creados para servir a los dioses y a los reyes. De esta manera, la idea de la
imagen de Dios fortaleció el dominio de los poderosos sobre los débiles, de los
opresores sobre los oprimidos. En contraste, Génesis 1:26–27 declara que la
imagen de Dios se otorgó a todo el género humano, al hombre y la mujer. Es
responsabilidad de todo el género humano proteger la creación y promover la
justicia social en la tierra. En protesta contra la injusticia social, que es producto
de un concepto equivocado de la imagen de Dios, el libro de Génesis y el Salmo 8
proclaman la democratización de la imagen de Dios en el ser humano. Según las
Sagradas Escrituras, todas las personas tienen igual acceso a Dios, simplemente
por ser seres humanos (Middleton 2005:207). Lo que tenemos en el libro de
Génesis es una democratización de la imagen de Dios.
Los teólogos y fisiólogos, como el holandés Abraham Kuyper y el alemán
Gustavo Warneckm han utilizado el término “mandato cultural”, para designar la
misión encomendada por el Creador a todo el género humano, a fin de gobernar
la tierra, en su nombre, con justicia y amor, promover el desarrollo de los recursos
del planeta en provecho de todos, proteger el ambiente y ayudar a todos a vivir
juntos en paz y armonía. Kuyper, Warneck y otros, han designado este “mandato
cultural” la gran comisión del AT.
8:9 Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!

Aquí el salmista repite el mismo sentimiento expresado en el primer versículo


del salmo. De este modo, los versículos 1 al 8 sirven de marco a lo que resta del
salmo. En el estudio de las formas literarias, un marco de la misma frase al
principio y al final de una unidad, se denomina una inclusio. Por lo general, el
versículo que se encuentra en el medio de una inclusio recibe el énfasis principal, o
sea, contiene la idea central de toda la unidad. En el Salmo 8, el versículo clave es
el quinto.
En el Salmo 8 tenemos un resumen y celebración de lo que relatan los
primeros tres capítulos de Génesis acerca de la creación del mundo y el
nombramiento del ser humano como representante y mayordomo de Dios en la
creación. Al mismo tiempo, en el salmo se entiende que el hombre no cumple con
su nombramiento de mayordomo y virrey. El hombre es un ser caído, sin
embargo, aun como tal, su llamamiento no ha sido revocado. Después del diluvio,
Dios renovó su decreto de sujetar la naturaleza al cuidado del hombre (Génesis
9:1). Incluso como ser caído y rebelde en oposición al plan de Dios respecto a su
universo, el hombre todavía sirve a Dios en la realización de su propósito. Siendo
soberano, el Señor puede producir un cambio en el mal que llevan a cabo los
hombres, para hacer su voluntad (Wingren 1961:95). “Es verdad que ustedes
pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien” (Génesis 50:20).
Pese a la caída del hombre, el Salmo 8, manifiesta un espíritu de optimismo.
Se espera que el ser humano, el ben’adam, sea capaz de desempeñar su vocación de
virrey del mundo material y de todas las criaturas que en él habitan. Desde el
punto de vista cristológico, diremos que lo que el Salmo 8 considera se hará
realidad solamente en Jesucristo. Con la encarnación, el Verbo eterno, Jesucristo,
entró en la historia, dándose cumplimiento así a lo que el Padre tuvo en mente
cuando creó a los seres humanos. En Jesucristo no vemos al hombre caído, sino al
modelo y paradigma de lo que debe ser un verdadero ser humano, esto es, no el
hombre que existe para ser servido y servirse a sí mismo, sino el hombre que vive
para Dios y el prójimo, que no vino para que le sirvan, sino para servir y para dar
su vida en rescate por muchos (Marcos 10:45).
El Verbo se hizo carne, precisamente para hacerse cargo de la vocación,
llamamiento y misión de todos los hijos de Adán. Jesucristo es el divino Hijo del
hombre, profetizado en Daniel 7, en quien toda la creación encuentra a su Señor y
protector. Como representante del género humano y en base a la victoria
obtenida sobre la muerte, y en consonancia con el Salmo 110, Jesús ha sido
consagrado el Mesías que cumple el propósito que el Creador tuvo para Adán –el
género humano– de gobernar al mundo en obediencia a Dios.
El Mesías ha sujetado a su dominio no sólo a la creación y los poderes de este
mundo (Efesios 1:20–23), sino que ha derrotado a todos los enemigos del reino
de Dios, como lo celebra el Salmo 2 y Daniel 7. Dios ha unido a la raza humana
en el Mesías (Efesios 2:11–22), creando de este modo una nueva humanidad. El
sueño judío del establecimiento de un reino, se encarna y se hace realidad en la
nueva humanidad que viene del cielo (Filemón 3:20–21), pudiendo cantarse
ahora el salmo como una renovación de la creación y del género humano. En
Jesucristo se celebra el establecimiento de una nueva creación (Wright 2003:313).
LA IMAGEN DE DIOS
D.T. Niles, renombrado teólogo de Sri Lanka, utilizó la siguiente ilustración a
fin de ayudarnos a entender mejor la enseñanza acerca de la imagen de Dios en el
ser humano:
“Un viajero camina solo por la selva, en un lugar apartado de la India. De pronto el viajero se
encuentra con una gran laguna que se extiende ante sus ojos. En el cenit, directamente arriba del
viajero, luce una luna llena brillante y bella. No hay nubes en el cielo, tampoco viento. Por lo tanto, la
superficie de la laguna está totalmente tranquila y plácida; no hay movimiento alguno en la laguna.
Al fijar la mirada en la superficie de la laguna, el viajero contempla toda la belleza de la luna llena,
perfectamente reflejada en las aguas tranquilas. No hace falta alzar la cabeza para mirar directamente
la luna, porque uno ve su imagen reflejada en la laguna. Esto es lo que fue el ser humano al ser creado:
reflejó perfectamente la gloria de Dios. Sin contemplar a Dios cara a cara, el hombre podía saber
cómo era, pues su imagen se reflejaba en el hombre. Al contemplar al primer hombre y a la primera
mujer, uno podía ver la bondad, el amor, la justicia, y belleza de Dios.

Mientras el viajero sigue contemplando la imagen de la luna en las aguas de la laguna, siente de
pronto una brisa, y luego un viento fuerte que le llega desde arriba. El viento arrastra nubes que
ocultan parcialmente la redondez de la luna llena. Y el mismo viento comienza a levantar olas que se
van formando en toda la superficie de la laguna. Al contemplar ahora el reflejo de la luna en la
superficie de la laguna, el viajero puede distinguir aún la imagen lunar. Sin embargo, ya no es una
imagen clara, sino sumamente distorsionada. Ya no es posible saber cuál es el aspecto de la luna al
contemplar su imagen reflejada en las aguas de la laguna. Esto es lo que sucedió cuando los seres
humanos cayeron en pecado. Aún queda algo de la imagen de Dios en el hombre caído, pero es una
imagen muy borrosa y distorsionada. Ya no es posible contemplar al ser humano, y decir: ‘Ahora sé
cómo es Dios, porque veo su imagen en los seres humanos.’ El único hombre en quien es posible
contemplar la imagen de Dios perfectamente reflejada es aquél de quien Colosenses 1:15 dice: ‘Él es
la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.’ Nuestro Señor Jesucristo es la imagen
visible del Dios invisible. Cuando en Juan 14:8 leemos que el discípulo Felipe dice: ‘Señor,
muéstranos al Padre y con eso nos basta’, Jesús le responde, diciendo: ‘¿Cómo puedes decirme:
‘Muéstranos al Padre’? ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí?’”

Hace algunos años, otro viajero visitó la región de Canaima, en la Gran Sabana de
Venezuela. Con la ayuda de un guía subió a la parte de arriba del salto para visitar
un pequeño poblado indígena. Al exhibir su cámara fotográfica para tomar fotos
de los lugareños, todos salieron corriendo y se escondieron entre los árboles. “¿Por
qué no quieren que les saque un foto? ¿Por qué le temen a la cámara?”, preguntó el
viajero al guía. “Es porque saben que la cámara puede hacer imágenes de ellos. Y
no quieren que una imagen de ellos caiga en manos de desconocidos. Según su
cosmovisión, creen que al hacerse una imagen de una persona, algo del espíritu de
esa persona queda atrapado en la imagen, ya sea una fotografía, una pintura o una
muñeca. Si la imagen llega a las manos de un hechicero, éste podría causar daño a
la persona pasando alfileres por la imagen.” De acuerdo con su cosmovisión
animista, los brujos y hechiceros de muchas partes del mundo emplean todavía
hoy técnicas semejantes al realizar su trabajo. Se cree que al montar una imagen es
posible atrapar una parte del alma, o espíritu, dentro de la imagen.
Los reyes de Babilonia de la época del AT construyeron imágenes gigantescas
de sí mismos, para colocarlas en las fronteras de su reino. Lo hicieron para
proteger sus reinos contra cualquier intruso. Colocando tales imágenes por todas
las fronteras el rey comunicaba el siguiente mensaje: “Mi espíritu está en mis
imágenes. De esta manera sé cuando un enemigo intenta cruzar la frontera para
dañarnos.”
Esta forma de interpretar la realidad, puede sernos útil para entender la
prohibición, del primer mandamiento, de fabricar imágenes del Señor: “No te
hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el
cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de
la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores” (Éxodo 20:4–5). Según la
cosmovisión animista, con la fabricación de una imagen o ídolo, se puede atrapar
dentro de la imagen algo del espíritu del ser divino representado por la imagen.
Entonces, encendiendo velas ante la imagen, u ofreciendo sacrificios y ofrendas al
ídolo, uno puede obligar al espíritu dentro de la imagen a que cumpla con las
peticiones que se le hacen. Es magia. La magia es el uso de técnicas inventadas por
el hombre, para lograr que Dios, los santos, los ángeles, o espíritus, se presten para
hacer la voluntad del ser humano. La religión, en cambio, es la práctica de
presentarse ante Dios con la disposición de querer cumplir su voluntad. La
verdadera religión siempre dice: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
hágase, no mi voluntad, sino la tuya.
Con la prohibición de hacer imágenes del Señor, el primer mandamiento
dice: No crean que puede atraparse al Espíritu de Dios dentro de una imagen
hecha de madera, piedra o plata. El Espíritu de Dios no habita dentro de ídolos o
imágenes, hechos por el hombre. No crean que a Dios se lo puede manipular
mediante la fabricación y adoración de imágenes. Hay una sola imagen en la cual
el Espíritu de Dios desea presentarse, y ésta es el hombre mismo. El hombre no es
semejante a los animales, porque éstos no fueron creados para ser vehículos del
Espíritu Santo. El hombre, en cambio, fue creado para tener comunión con Dios,
para llevar dentro de su ser el Espíritu Santo de Dios, y para cumplir con la
responsabilidad de ser fructíferos y multiplicarse; llenar la tierra y someterla;
dominar a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se
arrastran por el suelo (Génesis 1:28).
El pasaje de Génesis 1:28 ha sido llamado “la gran comisión del AT”, e implica
que a nosotros, el género humano, se nos ha encomendado ser, aquí en la tierra,
los mayordomos de la maravillosa creación de Dios. Ser creados a la imagen de
Dios quiere decir haber sido bendecidos para bendecir. Nuestro destino es
establecer en la tierra una sociedad justa, humanitaria, igualitaria, de comunidad y
creyente, en la cual no haya opresión, explotación, crimen e injusticia. El hecho de
que vivamos en un mundo en que predomina la injusticia, es un testimonio
elocuente de que los seres humanos hemos perdido en gran parte lo que la Biblia
denomina la imagen de Dios. Gracias a Dios, la imagen divina en el hombre, que
se perdió con la caída en pecado, comienza a restablecerse en nosotros al nacer de
nuevo por el agua y el Espíritu Santo. Será completamente restablecida con la
segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.
EL EPÍGRAFE DEL SALMO 8
En el texto hebreo, el Salmo 8 lleva un epígrafe que dice: “Al director musical.
Sígase la tonada de ‘La canción del lagar’. [Sígase… lagar. Lit. Según la gittith].
Salmo de David.”
Hay dos teorías en cuanto al significado del término gittith. Están los que
opinan que deriva del nombre Gat, una de las cinco ciudades de los filisteos. De
acuerdo con esta idea, el músico principal debe interpretar el salmo según una
melodía popular que había sido traída a Jerusalén de la ciudad de Gat, quizá por
David, quien vivió un tiempo entre los filisteos, cuando el rey Saúl lo perseguía
para matarlo. Otros hay que creen que gittith proviene de la palabra para lagar, o
la prensa para estrujar uva, lo cual podría indicar que se entonaba el salmo
durante la fiesta de los Tabernáculos, la que se celebraba durante la vendimia.
La mayoría de los investigadores dudan que el Salmo 8 fuera escrito por
David, o durante la época del segundo rey de Israel. Considerando los temas
tratados en el salmo, muchos de ellos opinan que fue escrito originalmente para
los judíos de la diáspora, durante la cautividad babilónica, cuando el pueblo de
Dios estaba en contacto diario con las cosmologías de Babilonia y las fiestas en las
que los habitantes de la Mesopotamia solían celebrar la creación del universo,
según su mitología. Por lo tanto, la referencia a David la consideran una
dedicatoria y no una indicación de que fuera el autor.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Revise el himno “¡Cuán grande es él!”, del himnario ¡Cantad al Señor!,


78. Haga una lista de las ideas que tienen en común este grandioso himno
y el Salmo 8.

2. Haga una lista de los modos en que se podría abusar de los pensamientos
expresados en el salmo, y de extraer conclusiones contrarias a la voluntad
del Señor.

3. ¿ué clase de argumentos pueden aducirse en favor de considerar al


versículo cinco como el más importante del salmo?

4. Revise el himno 388 del himnario Culto Cristiano, “¿Sabes cuánta clara
estrella?” ¿Cuáles de las ideas expresadas en el canto concuerdan con los
temas expresados en el Salmo 8?

5. ¿Cuáles son las diferencias más grandes entre las cosmologías del antiguo
Cercano Oriente y la historia de la creación a que se refiere el Salmo 8 y
Génesis 1 y 2?
 
SALMO 139
Tintorero es el nombre de una pintoresca aldea del Estado Lara, en Venezuela,
ubicada a unos 50 kilómetros al oeste de la ciudad de Barquisimeto. Generación
tras generación, casi todos los habitantes de Tintorero han trabajado como
tejedores, fabricando en sus telares caseros la más variada colección de manteles,
hamacas y cubrecamas. Los patrones y combinaciones de colores utilizados por
los artesanos de Tintorero, han atraído a compradores de todas partes del país y
dado al pequeño pueblo fama internacional. El autor del Salmo 139 utilizó la
imagen del tejedor de una manera única en las Escrituras, para describir a nuestro
Creador. El salmo nos presenta al tejedor divino utilizando tendones, piel y
músculos, para tejer la más formidable y asombrosa de las creaciones: el ser
humano. De acuerdo con este gran himno, nadie nos conoce mejor a nosotros
que el divino artesano que nos ha formado; y nadie mejor que el Señor sabe cómo
librar del mal y los peligros a sus criaturas cuando éstas claman por él en busca de
vindicación. Ciertamente ha sido éste el caso del salmista, el autor desconocido
del Salmo 139.
139:1 SEÑOR, tú me examinas, tú me conoces.

El Salmo comienza con una manifestación de acción de gracias, entonada por el


salmista por haber sido examinado por el Señor y sido encontrado inocente con
respecto a las acusaciones en su contra formuladas por sus enemigos. Para
comprender la circunstancia que vive el salmista, es necesario leer los versículos
19–24 de este mismo salmo, en que el autor habla de cómo sus enemigos habían
jurado en falso, tomando en vano el nombre del Señor, en su intento de hundirle y
acabar con él. El salmista había encomendado su causa al Señor, apelando a su
omnisciencia y omnipresencia a fin de obtener un veredicto favorable a él (Alonso
Schökel 1996:1586). El salmista había clamado al Señor, pidiendo ser justificado
delante de sus acusadores, pues el Señor, habiendo examinado y conocido al
salmista, sabe que es inocente de los crímenes de los que se le acusan. En los
primeros versículos, el que suplica celebra el hecho de que el Señor haya
contestado a su oración y se haya declarado en su favor.
No es posible precisar el modo en que el Señor afirmó la inocencia del que
suplica. uizá lo hizo por medio de un oráculo pronunciado por un profeta o
cantor inspirado, durante una celebración en el templo o, tal vez, por medio de las
dos suertes divinas que llevaba el sumo sacerdote en su efod, el urim y el tumim.
Otra posibilidad pudo haber sido que se comprobó la inocencia del salmista
mediante el cumplimiento exitoso de una prueba, como la de las aguas amargas, o
por haber sido sanado de una enfermedad incurable. El profeta Elías fue
vindicado mediante lo que los fisiólogos han calificado como un “encuentro de
poder”, cuando el fuego del Señor cayó sobre el altar que el profeta había erigido
sobre el monte Carmelo, en presencia de sus enemigos (1 Reyes 18:38). Job fue
vindicado frente a las acusaciones de sus tres amigos, al restaurarle Dios su
prosperidad y al reprender él a sus amigos por toda la angustia que la habían
causado con sus acusaciones e insinuaciones mal fundadas. De todos modos, el
salmista da gracias al Señor por haber sido justificado y vindicado mediante un
acto soberano de Dios.
Considerado desde el punto de vista del NT, recordemos que el Padre,
habiendo examinado y conocido todas las obras y palabras de su Hijo, Jesús, lo
encontró inocente de todas las acusaciones falsas proferidas en su contra por sus
enemigos, tanto en el juicio ante el Sanedrín, como ante el gobernador Poncio
Pilato. El Padre corroboró la inocencia de Jesús cuando por el poder del Espíritu
Santo Jesús fue resucitado de los muertos y exaltado a su diestra. A fin de apreciar
la profundidad teológica del Salmo 139 en toda su extensión, es necesario leerlo
tanto como un himno entonado por el salmista, como por el Cristo resucitado.
139:2 Sabes cuándo me siento y cuándo me levanto; aun a la distancia me lees el pensamiento.

Siendo que el salmista habla de “me siento” y “me levanto”, varios investigadores
han concluido que el Salmo 139 es un salmo vespertino. Otras frases, que son
parte de este canto, también hablan en favor de tal hipótesis. Por ejemplo, en el
versículo 3, el salmista piensa en el descanso y en el versículo 8 menciona su lecho.
Además, en el versículo 11 habla del escondrijo de las tinieblas y de la presencia
del Señor junto a él durante las horas de la noche (Goulder 1998:240).
Finalmente, en el versículo 18 [“Y si terminara de hacerlo” (algunos mss.
hebreos); “Despierto y” (Texto Masorético)] habla de su despertar.
Saber que el Señor conoce todos nuestros pensamientos, debe causar en
nosotros tanto el temor como la esperanza; es ley y evangelio a la vez. Frente a los
hombres podemos ocultar nuestros malos pensamientos y jactarnos de ser
perfectos, como hicieron las personas denunciadas en el versículo 20 de este
salmo. Mucho antes de que Caín alzara su mano contra Abel, Dios ya conocía los
pensamientos perversos que aquél tenía respecto a su hermano (Génesis 4:7).
Dios sabe también cuándo las personas actúan sin malas intenciones. En Génesis
20:6 le hace saber en sueños a Abimelec, rey de los filisteos: “Sí, ya sé que has
hecho todo esto de buena fe, le respondió Dios en el sueño; por eso no te permití
tocarla [a la mujer de Abraham], para que no pecaras contra mí.” Siendo que el
Señor conoce todo lo bueno y todo lo malo que los hombres abrigan en su
corazón, vendrá para juzgar a todas las naciones y todo el género humano. Si el
Señor no fuera omnisciente, difícilmente podría ser el juez de vivos y muertos.
Siendo que es omnipresente, nadie puede escapar de su juicio y esconderse de su
presencia. En varias partes de las Escrituras se uti lizan imágenes solares para
describir al Señor en su función de juez universal. Como los rayos del sol penetran
todo y todo lo descubren, así también los ojos del Señor observan todo lo que
ocurre en la tierra. En el antiguo Cercano Oriente se encomendaba a las deidades
solares la tarea de juzgar al género humano.
Hay momentos en que quisiéramos expresarle al Señor las emociones intensas
que se agitan dentro de nosotros, y no encontramos las palabras que expresen lo
que sentimos y pensamos. En esos momentos, el Espíritu de Dios, que sabe que
somos incapaces de expresar con nuestras palabras lo que sentimos, viene en
nuestra ayuda y traduce nuestros pensamientos y sentimientos en oraciones que se
elevan al trono de Dios, como lo expresa San Pablo en Romanos 8:26: “Así
mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué
pedir; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden
expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a
la voluntad de Dios.”
El Señor se encuentra lejos de los seres humanos y, a la vez, cerca de ellos. Es
una realidad que se menciona en otras partes de las Escrituras, especialmente en el
libro del profeta Jeremías. Las semejanzas –que no son pocas–, que el Salmo 139
tiene con el libro de Jeremías, han inducido a algunos investigadores a proponer
que Jeremías podría haber sido el autor del salmo. Si no es así, el autor del salmo
ha utilizado al menos frases y temas que se encuentran en el libro de Jeremías. Los
investigadores han encontrado en los primeros versículos del salmo una alusión a
Jeremías 23:23–24: “¿Soy acaso Dios sólo de cerca? ¿No soy Dios también de
lejos? –afirma el Señor– ¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda
encontrarlo? –afirma el SEÑOR– ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?
–afirma el SEÑOR–.”
139:3 Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares.

Tan seguro está el salmista de la presencia divina en su vida, que toma por sentado
que el Señor conoce no solamente sus palabras, sino también las inclinaciones de
su corazón. En la oración que Salomón pronunció en ocasión de la consagración
del templo (1 Reyes 8:27), preguntó: “¿Será posible, Dios mío, que tú habites en
la tierra?” Y seguidamente declaró: “Los cielos, por altos que sean, no pueden
contenerte.” Es verdad, pero al mismo tiempo, como afirma el salmo, el Señor
siempre está presente entre nosotros, e incluso adentro de los que confían en él.
Cuando los israelitas elevaban sus preces a Dios, no hablaban como si el Señor
estuviese simplemente presente, sino que estaban absolutamente conscientes de la
presencia divina con ellos, alrededor de ellos, y en ellos (Murphy 1980:231).
139:4 No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, SEÑOR, ya la sabes toda.

El salmista subraya aquí que Dios conoce nuestros pensamientos antes de que
éstos pasen a la boca y sean pronunciados por la lengua. Implica que aunque las
palabras de una persona fueren engañosas y utilizadas para encubrir lo que ésta
piensa en su corazón, el Señor conoce no sólo las palabras que pronuncian los
labios, sino que conoce también los pensamientos de nuestro corazón y la fuente
de la cual surge lo que nuestra lengua pronuncia. El Señor me conoce en el
sentido más estricto de la palabra. Aun antes de que yo llegue a formular un
pensamiento, el Señor ya lo conoce.
Estas palabras parecen estar relacionadas con los últimos dos versículos del
salmo, en los que vemos que el salmista, falsamente acusado por sus enemigos,
protesta de su inocencia ante el Señor. Dios conoce todos los pasos del que
suplica, ha escuchado cada palabra que su lengua ha pronunciado y conoce
también sus pensamientos e intenciones. Por lo tanto, el Señor, que es
omnisciente, sabe muy bien que las acusaciones en su contra carecen de veracidad.
Dios sabe que el salmista no es malintencionado, sino sincero. El Señor, por lo
tanto, tendrá que actuar para taparles la boca a sus enemigos y salvarle del peligro
que corre.
139:5 Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano.

En su omnisciencia, el Señor estuvo al tanto de los peligros que corría el salmista y


tuvo identificados a los enemigos que lo asechaban. Por lo tanto, actuó con
anticipación a fin de protegerlo de todo mal, así como hizo con el pueblo de Israel
al abrirle paso a través del Mar Rojo y en su larga peregrinación por el desierto de
Sinaí. Conociendo las aviesas intenciones del rey Herodes, el Grande, el Padre
puso sobre aviso a los sabios de Oriente para que no regresasen a Jerusalén a
informar al rey; y a José le comunicó en sueños que tomara al niño Jesús y a su
madre y huyese a Egipto. Al llegar al final de sus carreras, los siervos de Dios,
como Moisés, Jeremías, Pablo y el mismo Jesús, pudieron darse cuenta de cómo, a
lo largo de toda su vida, estuvieron rodeados de la presencia de Dios y protegidos
por su poderosa mano. El salmista proclama en este versículo algo que se hace
realidad en la vida de cada hijo de Dios.
139:6 Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no puedo
entenderlo.

Al darse cuenta de la manera tan maravillosa con que el Señor actuó en su vida a
fin de preservarlo de todo mal y protegerlo contra sus poderosos enemigos, el
salmista confiesa que la sabiduría y el conocimiento de Dios están más allá de su
capacidad de comprensión. Al reflexionar el apóstol Pablo acerca del plan de Dios
de salvar a todas las naciones y reconciliar en Jesucristo todas las contradicciones
de nuestro universo, se sintió movido a entonar un himno de alabanza a la
sabiduría de Dios: “¡ué profundas son las riquezas de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡ué indescifrables sus juicios e impenetrables sus
caminos! ‘¿uién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido su consejero?’…
Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria
por siempre! Amén” (Romanos 11:33–36). El hecho de que Dios conozca todos
nuestros pensamientos, planes y sueños, debe llenarnos de asombro y adoración, y
no de aprensión o miedo. La omnisciencia del Señor debe inducirnos a cantar
himnos y salmos de gratitud, y de unir nuestras voces con la del salmista en la
entonación de aquel gran himno de adoración.
139:7–8 ¿Adónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subiera al
cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo también estás allí.

En el libro de Jonás leemos que la palabra del Señor vino al profeta, ordenándole
ir a Nínive, la capital del Imperio Asirio, con la finalidad de llamar al
arrepentimiento a los enemigos más temidos del pueblo de Israel. Ahora bien,
Jonás no quiso que se arrepintieran de sus pecados y que se salvaran el rey de
Asiria y sus súbditos. El profeta quiso que fueran aniquilados por sus atrocidades
y que muriesen en sus pecados. Consecuentemente, Jonás se levantó para huir de
la presencia del Señor a Tarsis, lo que hoy día es España, escogiendo de este modo
el lugar más apartado de Palestina que los navegantes de su tiempo conocían. Al
igual que muchos de su época, Jonás creyó que el Señor habitaba en uno de los
santuarios construidos en la Tierra Prometida: Jerusalén, Betel o Dan. Salir de la
Tierra Prometida equivaldría a salir de la presencia del Dios de Israel.
Sin embargo, Jonás descubrió en carne propia que es imposible escapar de la
presencia del Señor, porque el Señor estuvo presente en el viento huracanado que
azotó el barco en el que huía. En efecto, el Señor estuvo en la tempestad que
sacudió la nave e hizo que los marineros sintiesen mucho temor, porque
reconocieron que el temporal era de origen divino. Percibiendo la presencia del
Dios de Israel en alta mar, los marineros ofrecieron sacrificio al Señor e hicieron
votos. Tanto Jonás como los marineros, aprendieron por experiencia propia, y no
por el estudio de la filosofía, que si “me estableciera en los extremos del mar, aun
allí tu mano me guiaría”.
Acto segundo: Jonás, echado al mar por los navegantes, se encuentra dentro
del vientre del gran pez enviado por el Señor. En el salmo de Jonás ( Jonás 2), el
profeta invoca al Señor “desde las entrañas del sepulcro”, el reino de la muerte. Lo
mismo que en el Salmo 130:1, las profundidades del abismo desde las que se
clama al Señor, son un símbolo del seol. Pero aun al que suplica encontrándose en
el seol, es capaz de alcanzarlo la mano del Señor y librarlo de las fauces del
infierno. Nuevamente Jonás aprende por experiencia propia la veracidad de lo que
afirma el salmista: “Si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás
allí.” Al ser rescatado del reino de la muerte, Jonás, en contra de su propia
voluntad ( Jonás 3), procede a proclamar la palabra del Señor a los habitantes de
Nínive. Al terminar su tarea misional y esperando que su llamado al
arrepentimiento sería desatendido por los habitantes de la ciudad, el profeta se
retira a aguardar la destrucción de Nínive. Pero no sucedió lo que el profeta deseó.
El Señor estuvo presente, no sólo en alta mar y en las profundidades del abismo,
sino también en su Palabra y en los corazones de los habitantes de una ciudad
pagana. Aun en las tinieblas del paganismo, en la noche oscura del alma, está
presente el Señor con su luz, a fin de alumbrar a los que se encuentran perdidos en
la oscuridad, para conducirlos a la salvación. “¡Lo mismo son para ti las tinieblas
que la luz!”
139:9–11 Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu
mano me guiaría, ¡me sos tendría tu mano derecha! Y si dijera: ‘ue me oculten las tinie blas; que la
luz se haga noche en torno mío’

Aquí tenemos una declaración que puede desempeñar tanto el papel de ley como
el de evangelio, de malas noticias como de buenas noticias. Para el pecador que
cree que es posible escapar del Señor y de su juicio, la afirmación del salmista son
malas noticias. No existe un lugar donde pueda esconderse del Día del Señor, del
día en el cual vendrá a juzgar el cielo y la tierra. Utilizando imágenes bastante
llamativas, el profeta Amós (Amós 5:19) pinta con colores bien sombríos, para el
pecador que intenta huir de su destino, la imposibilidad de eludir el día del juicio
divino: “Será como cuando alguien huye de un león y se le viene encima un oso, o
como cuando al llegar a su casa, apoya la mano en la pared y lo muerde una
serpiente.”
Por otro lado, las palabras del salmista son de infinito consuelo y esperanza
para el creyente que se encuentra a las puertas del abismo (seol). Tanto los rabinos
como la iglesia primitiva vieron en este texto una alusión a la resurrección de los
muertos. Ciertamente, las palabras del Salmo 139 encontraron un cumplimiento
categórico en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Jesús había
tendido su lecho en el fondo del abismo; las tinieblas le ocultaron, pero no le
encubrieron de su Padre y del Espíritu. La luz de la resurrección alcanzó a Jesús en
lo más profundo del reino de la muerte, y el poder del Espíritu Creador hizo
resplandecer la noche como el día. Las tinieblas del seol no pudieron impedir la
resurrección de Jesús, ni podrán impedir tampoco la resurrección de los que
confían en él. Nuevamente, no hablamos de teorías, lógica y filosofías, sino de
experiencias, de historia, de hechos concretos. Aunque nos encontremos en lo
más profundo del reino de las tinieblas y de la muerte, aun allí el Espíritu del
Señor nos encontrará y nos alumbrará con la luz de la resurrección. Interpretado
desde el punto de vista de la resurrección de Jesucristo, el Salmo 139 es un himno
que debe colmar de esperanza a los hijos del reino.
La frase “las alas del alba”, o de la aurora, que utiliza el salmista, es de interés
porque entre los vecinos de los israelitas el alba se consideraba uno de sus dioses.
El alba, o la aurora, al aparecer muy temprano en la mañana, se mueve con rapidez
y en pocos instantes se extiende en todas direcciones. De modo que la frase “las
alas del alba” equivale a decir que se mueve con una velocidad increíble. Y aunque
alguien intentara escapar de la presencia del Señor trasladándose con la celeridad
del alba o la velocidad de la luz, le sería imposible. El Señor alcanza incluso a
quien se traslada a la velocidad de la luz.
Las imágenes solares describen al Señor solamente hasta cierto punto. Según
los antiguos, el dios sol se levantaba de mañana para su recorrido diario por los
cielos. Al llegar la noche, se acostaba para descansar. Según este entendimiento, el
dios sol vigilaba todas las actividades durante el día, pero no durante la noche.
Consecuentemente, los crímenes y las fechorías cometidos por los hombres
durante la noche, no eran observados por el sol, ni tampoco podía el dios sol
prestar ayuda a los seres humanos durante las horas de la noche. Esto hizo que los
antiguos buscaran la ayuda del dios de la luna, los espíritus astrales y otras
deidades nocturnas para que los protegieran durante la noche. En cambio, para el
Señor lo mismo son las tinieblas que la luz. El Señor ve con igual claridad tanto de
día como de noche. Observa todo lo que hacen los mortales, tanto a las horas de
la luz como cuando las tinieblas cubren la tierra. Él estuvo con Israel, de día en
una columna de nube, y de noche los alumbraba con una columna de fuego. El
que guarda a Israel no dormita ni duerme. En Job 34:21–22, el joven Eliú dijo:
“Los ojos de Dios ven los caminos del hombre; él vigila cada uno de sus pasos. No
hay lugares oscuros ni sombras profundas que puedan esconder a los
malhechores.” Y el profeta Amós (Amós 9:2–3) subraya que es imposible que el
impío logre escapar del juicio de Dios: “Aunque se escondan en lo profundo del
sepulcro, de allí los sacará mi mano. Aunque suban hasta el cielo, de allí los
derribaré. Aunque se oculten en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los
atraparé. Aunque de mí se escondan en el fondo del mar, allí ordenaré a la
serpiente que los muerda.”
Es posible que el salmista, al hablar de elevarse sobre las alas del alba o de
esconderse en las tinieblas más oscuras, tuviera en mente el empleo de la magia o
del ocultismo para huir y esconderse de Dios. Los vuelos de los chamanes son
harto conocidos en la historia de las religiones, y aparecen en las tradiciones
místicas en todos los continentes. No obstante, ni los poderes de los magos y
chamanes más poderosos pueden ocultarlo a uno de la presencia de Dios, ni
mantenerlo alejado de su juicio, ni tampoco de su misericordia.
139:12 ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son
para ti las tinieblas que la luz!

La mayoría de los comentaristas modernos opinan que esta meditación respecto


de la omnipresencia del Señor es producto de un deseo de parte del salmista de
querer huir de la presencia del Señor. Dicen que el que suplica se siente oprimido,
hasta cierto punto, por la omnipresencia divina y, por lo tanto, quizá haya
considerado, como Jonás, la posibilidad de elevarse sobre las alas del alba y habitar
en el extremo del mar o esconderse en el abismo profundo (seol ), o cubrirse con la
oscuridad con la esperanza de evitar así la mirada escudriñadora del vigilante
divino del cielo. Nosotros no compartimos tal opinión.
Según nuestro parecer, el autor del salmo es una persona llamada por el Señor
para cumplir una misión muy importante y a la vez muy difícil. La misión que el
Señor encomendó al salmista ha provocado mucha controversia. En los últimos
versículos, el que suplica hasta pide la muerte de los poderosos enemigos que le
han causado tanto sufrimiento. Los siervos de Dios de quienes se dice en la Biblia
que han sufrido cruel oposición y soportado odio inhumano e incluso amenazas
de muerte, se sintieron tentados con frecuencia a tirar la toalla, a huir no del
Señor, sino de la difícil misión que les fuera encomendada. Al ser llamado por el
Señor, Moisés trató de “esquivar el bulto” con la excusa de que no sabía expresarse
bien en público. Jeremías expresó que abrigaba el deseo de no proclamar por más
tiempo la palabra del Señor. uiso retirarse a un albergue de caminantes en el
desierto y mantenerse alejado de los príncipes y sacerdotes que tramaban su
destrucción en Jerusalén. Durante los 40 días de prueba en el desierto, Jesús fue
tentado a abandonar la misión de cargar con las iniquidades del género humano y
de sufrir las consecuencias de nuestras rebeliones en la cruz. Tanto Moisés como
Jeremías y Jesús, así como Jonás, no fueron tentados a escapar de la omnipresencia
de Dios, sino a rehusar la misión que fueron llamados a cumplir.
Creemos, por las palabras referidas a sus entrañas y su formación en el vientre
de su madre, que el salmista tuvo conciencia de haber sido llamado para cumplir
con una tarea especial. Aunque pudo haber sentido la tentación de esconderse y
así evitar los sufrimientos y quizá la muerte, producto de sus esfuerzos por
cumplir con el llamado, comprende, sin embargo, que será inútil tratar de escapar
de su destino. Cuando trató de callarse y no proclamar más la palabra del Señor, se
encontró con que no pudo cumplir con tal propósito porque la palabra de Dios
dentro de él era como un fuego, una fuerza poderosa que no podía ser callada o
refrenada (véase Jeremías 20 e Isaías 49).
139:13–14 Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre. ¡Te alabo porque soy una
creación admirable! ¡Tus obras son maravillosas, y esto lo sé muy bien!

El énfasis expresado aquí en el texto está referido a que el salmista está consciente
de haber sido formado de un modo formidable para cumplir con un destino
formidable (Goulder 1998:244). Al formar al salmista en el vientre de su madre,
el Señor tenía preparado un plan especial para su vida. Analizando todo el
proceso de su gestación y nacimiento, el poeta se dio cuenta de que Dios le estaba
guiando, preparando y enseñando. El darse cuenta de que los planes de Dios para
su vida están en el proceso de realización, deja al que suplica sumamente
maravillado.
El salmo debe despertar nuestras conciencias a la realidad de que el Señor
tiene también un plan para nuestras vidas. Dios, quien escogió a Abraham, a los
patriarcas, a Moisés y los profetas, también nos ha escogido y llamado a nosotros.
Tal selección y llamado no debe atemorizarnos o hacernos temblar, sino llenarnos
de admiración e incitarnos a la adoración. Al ver que los planes de Dios para
nuestras vidas comienzan a realizarse, debemos, como lo hizo el salmista, alabarle
y pedirle que tal propósito no sea estorbado.
La imagen visual que el salmista ha escogido para describir al Creador
formando al ser humano, es la de un tejedor que va tramando una magnífica obra
de arte, el cual es el cuerpo humano. La piel y los músculos son el material
utilizado por el gran artesano en la formación del cuerpo. El primer órgano que
menciona el salmista al describir la obra del tejedor divino son las “entrañas”, o
sea, los riñones. Para los antiguos, los riñones eran la parte del cuerpo mediante la
cual el hombre llegaba al conocimiento de sí mismo. De este modo el Señor ha
dotado al hombre de la capacidad de conocerse a sí mismo y a su Creador (Wolf
1974:96).
139:15 Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando
en lo más profundo de la tierra era yo entretejido.
Estos versículos ponen en claro la razón por la cual el Señor conoce todo acerca de
los seres humanos. Él fue su Creador; él los hizo del polvo de la tierra y les dio
forma, hizo el cuerpo y sus pensamientos. El Señor conoce sus virtudes,
habilidades y debilidades y la razón por la que fueron creados. ¿uién sino él está
más capacitado que ningún otro para conocerlos y también juzgarlos? Estas
declaraciones acerca de la creación del hombre ponen el énfasis en la realidad de
nuestra concepción, formación y nacimiento, y que no son el resultado de un
accidente o mutación, sino de un plan bien definido, elaborado aun antes de
nuestra génesis.
139:16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se
estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos.

Lo mismo que el profeta Jeremías, el apóstol Pablo, Juan el Bautista y Jesús de


Nazaret, el salmista es consciente de haber sido llamado a cumplir con una
vocación divina aun antes de su nacimiento. Nació para cumplir una misión. La
descripción de su trabajo estuvo registrada en el libro de Dios antes de nacer de su
madre. El poeta no habla aquí de la doctrina de la predestinación, en que unos son
elegidos para ser salvos y otros no. Para el salmista, lo mismo que para todo el AT,
ser elegido significa ser llamado para una misión. La elección de Israel se debió,
más bien, a que debía cumplir la misión de ser una luz para las naciones. El pueblo
de Israel fue elegido, apartado y llamado para compartir la salvación del Señor con
todas las naciones del mundo.
El salmista menciona el libro del Señor. ¿A qué libro se refiere? Sólo tres
textos en el AT, aparte de éste, tratan del libro de Dios: Éxodo 32:32; Salmo 56:8;
Salmo 69:28. En dos de ellos se refiere al libro de la vida, esto es, el libro que
contiene los nombres de los que en verdad son de Dios. El otro trata de un libro
en el que están anotados todos los sufrimientos y penurias de los hijos de Dios. En
el Salmo 139, el libro en cuestión parece ser el libro en el cual Dios tiene escrito lo
que él quiere que seamos, pero no en el sentido de una predestinación inalterable
de la que nadie puede escapar y que coarta la libertad.
139:17–18 ¡Cuán preciosos, oh Dios, me son tus pensamientos! ¡Cuán inmensa es la suma de ellos!
Si me propusiera contarlos, sumarían más que los granos de arena. Y si terminara de hacerlo, aún
estaría a tu lado.
Una vez más el salmista expresa su asombro ante la inmensidad de la sabiduría,
misericordia y omnipresencia de Dios. Su admiración se expresa con palabras
semejantes a las de Job después de su encuentro con Dios en la tempestad:
“Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas
demasiado maravillosas que me son desconocidas” ( Job 42:3). Hay muchas más
alusiones al Salmo 139 en el libro de Job, como también en el libro
deuterocanónico Eclesiástico, particularmente los capítulos 18:4–7 y 43:27–28.
Los pensamientos del Señor, tan preciados para el salmista, no consisten en
alguna información guardada en el banco de datos de una computadora, a los que
accedemos mediante una clave secreta y apretando un botón. El salmista ha
llegado a conocer algo de los pensamientos de Dios mediante una meditación
profunda en cuanto al misterio de su propia existencia: su creación, su gestación
dentro del seno materno, su nacimiento y experiencias en el mundo. La con
templación de las maravillas de la creación le ha enseñado mucho respecto a su
Creador. El conocimiento de sí mismo ha sido para el salmista un paso hacia el
conocimiento de Dios (Brown 1996:282). El estudio de las maravillas de la
ciencia, la física, la biología, la antropología, y la sociología no necesariamente nos
aleja de Dios, sino que nos llena de asombro, acción de gracias, y adoración.
En el Salmo 19 hemos entonado la estrofa: “Los cielos cuentan la gloria de
Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos.” La grandeza, ternura y
sabiduría del Creador se conocen por las maravillas de su creación. Sin embargo,
según el primer capítulo de Génesis, la más gloriosa y significativa obra de Dios es
la creación del hombre. El autor del Salmo 139 se sintió movido a glorificar y
entonar himnos de alabanza al Creador, no por haber contemplado cielos y tierra,
sino como resultado de una meditación profunda respecto a la obra sin par del
Creador, a saber, el hombre y la mujer creados a su imagen.
Las palabras de la segunda mitad del versículo 18, son las palabras con que
comienza el Introito para el Domingo de Resurrección, en el himnario Culto
Cristiano. Lo que resta del Introito ha sido seleccionado de otros versículos del
Salmo 139. La utilización del Salmo 139 para el Introito del Domingo de
Resurrección, corresponde a la lectura cristológica de este grandioso himno.
Según tal lectura, Jesucristo despierta de su descanso en la tumba y, al despertar, se
encuentra nuevamente en la presencia del Padre. La omnipresencia de Dios
transciende aun el poder del último enemigo, la muerte. Los enemigos del Señor
quisieron apartarlo de la presencia del Dios de la vida al enviarlo al reino del
último enemigo; no obstante, al despertar, el Padre seguía estando con él.
El consuelo que nos brinda el salmo es igualmente maravilloso y asombroso.
Si el Señor estuvo con el salmista y con nosotros antes de nuestra formación en el
vientre materno, y si estuvo con nosotros durante los nueve meses de gestación, y
si guía cada uno de nuestros pasos durante la peregrinación en el camino de la
vida, entonces también estará junto a nosotros en la hora de nuestra muerte y
resurrección. Así como Jesús se encontró con el Padre al despertar de su sueño en
la tumba de José de Arimatea, así también nosotros nos encontraremos con él al
despertar.
139:19–20 Oh Dios, ¡si les quitaras la vida a los impíos! ¡Si de mí se apartara la gente sanguinaria,
esos que con malicia te difaman y que en vano se rebelan contra ti!

Súbitamente, después de meditar acerca de la omnipresencia y omnisciencia del


Señor y la manera tan maravillosa en que lo había formado, el salmista cambia el
tono de su meditación. Los mismos labios que acababan de alabar las asombrosas
obras del Creador al formar el embrión en el vientre de su madre, piden ahora al
mismo Dios la muerte de su enemigo.
Las palabras de los versículos 19–22, aparentemente tan vengativas y llenas de
odio, no parecen haber sido escritas por el mismo autor de los versículos 1–18.
Ésta ha sido, al menos, la opinión del famoso expositor Herman Gunkel, en su
comentario sobre los Salmos (Goulder 1998:238). No obstante, hay una
explicación mejor que la proposición de dos autores, para poner en claro la
aparente disparidad entre las dos partes del salmo.
Al elevar su plegaria al Señor, el salmista se encontraba, evidentemente,
grandemente acosado por enemigos poderosos que levantaron serias acusaciones
en su contra, con la intención de acabar con su vida. Los enemigos parecen ser
personas que ocupaban puestos de liderazgo en el gobierno o en la institución
eclesiástica, porque las oraciones y alabanzas al Señor, proferidas en el templo, no
proceden del corazón. Son palabras vanas, blasfemias, porque sólo salen de la
boca y no equivalen a sus pensamientos.
Las palabras “Oh Dios, ¡si les quitaras la vida a los impíos!” constituyen una
sentencia de muerte para sus enemigos. Tal acción no debe sorprendernos, pues
las Escrituras relatan otros incidentes en que ocurre algo similar. En el libro del
profeta Jeremías, un escrito que guarda afinidad con el Salmo 139, el profeta
pronuncia una sentencia contra el falso profeta Jananías. Éste había quitado del
cuello de Jeremías el yugo de madera que el profeta llevaba como señal de la
cautividad a la que estaría sujetado el pueblo de Judá. Jeremías respondió con la
imprecación siguiente: “Presta mucha atención.
A pesar de que el Señor no te ha enviado, tú has hecho que este pueblo confíe en
una mentira. Por eso, así dice el Señor: ‘Voy a hacer que desaparezcas de la faz de
la tierra. Puesto que has incitado a la rebelión contra el SEÑOR, este mismo año
morirás’.” Seguidamente, el pasaje dice: “En efecto, el profeta Jananías murió en el
mes séptimo de ese mismo año” ( Jeremías 28:15–17). En el libro de los Hechos
de los Apóstoles, recordamos que Pedro pronunció una sentencia de muerte para
Ananías y Safira, por haberle mentido al Espíritu Santo (Hecho 5:1–10).
En lugar de traducir “y que en vano se rebelan contra ti”, el texto hebreo
puede leerse: “porque han llevado sus ciudades a la destrucción” (“levantan en
vano tus ciudades” NVI). De acuerdo con esta lectura, algunos traductores han
conjeturado que los enemigos denunciados por el salmista son invasores
extranjeros, o gobernantes rapaces más dispuestos a llenar sus propios bolsillos
que procurar el bien de la ciudad (Rice 1984:30).
139:21–22 ¿Acaso no aborrezco, SEÑOR, a los que te odian, y abomino a los que te rechazan? El
odio que les tengo es un odio implacable; ¡los cuento entre mis enemigos!

Observamos en estos versículos una declaración de solidaridad con el Señor. Al


identificarse con el Señor y su reino, los amigos y la causa del Señor llegan a ser los
amigos y la causa de uno, mientras que los enemigos del Señor serán ahora los
adversarios de uno (Gerstenberger 2001:404). Una historia muy conocida acerca
de solidaridad es la que juró la moabita Rut a su suegra Noemí al abandonar su
pueblo natal y adherirse al pueblo y Dios de ésta: “Porque iré donde tú vayas, y
viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios” (Rut
1:16). Al jurar lealtad al Dios Trino en nuestro Bautismo, nosotros también nos
declaramos en contra de todos los enemigos del Señor y de su reino. Es por esto
que la renuncia a Satanás y todos sus caminos es parte de nuestra liturgia
bautismal desde los tiempos de la iglesia apostólica.
Los salmos, o porciones de ellos, que piden la muerte o aniquilación de los
enemigos han sido calificados de “salmos imprecatorios” porque, en efecto,
invocan una maldición sobre los enemigos de uno y de los que se oponen a Dios.
La inclusión de los salmos imprecatorios en el salterio, ha constituido un
problema para los cristianos debido a las exhortaciones de Jesús en el sermón del
monte: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo.’
Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen” (Mateo
5:43–44). Considerando con toda seriedad las palabras del maestro,
preguntamos: ¿Podemos, como discípulos del Señor, entonar los salmos
imprecatorios?
A fin de responder la pregunta planteada será necesario tomar en cuenta lo
siguiente: en primer lugar, es imprescindible señalar de qué enemigos hablamos.
Están los enemigos de Cristo y su reino que merecen nuestras imprecaciones más
ásperas, como son el tráfico de drogas, la explotación de los menores de edad, el
abuso sexual, la pugna por los armamentos, las torturas, el racismo, el aborto, la
hechicería, y todo tipo de práctica de las ciencias ocultas.
Tener a estos enemigos de Dios en la mira mientras entonamos los salmos, no
constituye una falta de amor, sino que es un amor forjado en la justicia. Con todo,
el cristiano debe cuidarse de identificarse con los salmos imprecatorios por
cualquier motivo, no sea que caiga en la trampa de la justificación de sí mismo.
En cuanto a las personas o agentes que persisten en tales abusos y en burlar la
justicia, nuestra oración debe estar dirigida a Dios a fin de que se arrepientan y se
conviertan al Señor, que abandonen sus malos caminos y hagan una reparación
por las maldades cometidas. La voluntad de Jesús es que nos reconciliemos con
nuestros enemigos, así como nosotros hemos sido reconciliados con el Padre.
Podemos suplicar a Dios que los opresores de este mundo dejen de oprimir, o que
se les quite su poder opresor. Siguiendo el ejemplo de Jesús, nunca debemos orar
suplicando la muerte del enemigo o su condenación eterna (Holladay 1993:312).
En el estudio de los salmos imprecatorios ha de considerarse la posibilidad de
que, en algunos casos, no oímos en estas oraciones la voz del Espíritu Santo, sino
que Dios le permite al que suplica desahogarse ante él, dándole la oportunidad de
destrabar sus emociones antes que mantenerlas enconadas como llaga purulenta.
Puede ser que, al menos en algunos salmos, el Espíritu Santo nos permita percibir
los sentimientos del salmista desde el punto de vista del que suplica, aunque esté
marcado por las cicatrices de su sufrimiento de manos de los impíos. Desde luego,
cuando el salmista se queja de haber sido abandonado y olvidado por Dios, su
lamento representa lo que él siente y no los pensamientos del Señor respecto a él.
139:23–24 Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos.
Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno.
En los últimos versículos de su meditación, el salmista se declara inocente en
cuanto a las calumnias y acusaciones sin fundamento que sus enemigos han
inventado para desacreditarlo. No trata de justificarse ante el Señor, como lo hizo
el fariseo en la parábola que Jesús cuenta de los dos hombres que subieron al
templo a orar (Lucas 18:9–14). Lo que hace es protestar de su inocencia ante las
mentiras con las que sus enemigos pretenden hundirlo. Las palabras del salmista
de los versículos 23 y 24, bien podrían haber sido pronunciadas por el profeta
Jeremías, el patriarca Job, nuestro Señor Jesucristo, o el reformador Martín Lutero
al ser acusados por testigos falsos.
De acuerdo con el epígrafe del salmo en el texto hebreo, éste es un salmo de
David para el músico principal. El epígrafe de la Septuaginta, en cambio, lo
atribuye al profeta Zacarías. Según los investigadores, el epígrafe del texto hebreo
indica que la meditación está dedicada a la memoria de David, o compuesta al
estilo de David. La mayoría de los investigadores modernos cree que el Salmo 139
se escribió después de la cautividad babilónica, debido a su léxico sapiencial y la
inclusión en el texto de unos cuantos términos arameos.
Como siempre lo hace en sus exposiciones de los Salmos, el erudito británico
Michael Goulder cree haber encontrado el fondo histórico del cual procede éste.
De acuerdo con su reconstrucción de la historia de Judá posterior a la cautividad
babilónica, Goulder propone que el autor del Salmo 139, y también el 138 y 140,
tiene que haber sido Esdras o Nehemías, aunque con más probabilidad Nehemías.
Tanto Esdras como Nehemías llegaron a Jerusalén desde Babilonia como
reformadores, y exhortaron a los que habían regresado a abandonar las prácticas
paganas que habían adoptado y volver a la Tora. uienes más se opusieron a las
reformas de Esdras y Nehemías, fueron “los descendientes del sumo sacerdote
Jesúa hijo de Josadac, y de sus hermanos: Maseías, Eliezer, Jarib y Guedalías”
(Esdras 10:19), que se habían casado con mujeres extranjeras. El sumo sacerdote y
administrador de Judá de la época de Nehemías fue, probablemente, Johanán,
uno de los descendientes de Jesúa. De acuerdo con la hipótesis de Goulder, los
Salmos 139–145 reflejan una lucha por el poder entre Esdras y Nehemías por un
lado, y la familia del sumo sacerdote por el otro. Aunque la familia del sumo
sacerdote dirigía la adoración en el templo, su confesión pública de fe carecía de
sinceridad, pues no observaban la ley. El mismo sumo sacerdote, según Goulder
(1998:246–247), es el impío del versículo 19, y los miembros de su guardia
personal son los hombres sanguinarios denunciados en el mismo versículo,
porque estaban mezclados en un complot cuyo objetivo era acabar con los
reformadores. ueda librado al criterio del estudiante decidir sobre los méritos de
la teoría de Goulder.
uizá sea acertado que el salmista no se identifique por nombre y presente
todos los pormenores de aquella circunstancia y los nombres de sus enemigos,
porque de esta manera es más fácil para nosotros identificarnos con su
meditación. Después de todo, nuestro estudio de los salmos tiene como uno de
sus objetivos entonar estos antiguos himnos y cantos de lamento, súplica, acción
de gracias y adoración, como si fueran nuestros.
LOS SALMOS IMPRECATORIOS
De los 150 salmos en el salterio 32 contienen elementos que pueden ser
clasificados como imprecatorios (Lessing 2006:368). Usualmente no se oye la
lectura de estos textos en nuestras celebraciones litúrgicas porque en su mayoría
estas porciones de la Escritura han sido eliminadas de nuestros leccionarios por las
comisiones ecle siásticas encargadas de la liturgia y la adoración. Muchos estiman
que el carácter vengativo de los salmos imprecatorios no se cuadra bien con el
espíritu de Jesús quien nos enseñó a amar a nuestros enemigos y a perdonar las
deudas de los que nos deben, así como Dios nos ha perdonado en Jesús. Algunos
han sugerido que todos los salmos imprecatorios sean expurgados de nuestras
Biblias e himnarios como no aptos para la escuela dominical, la sociedad de
damas, la lectura pública y los ejercicios espirituales.
Otras voces, sin embargo, nos recuerdan que las imprecaciones que lanzan los
salmistas en contra de los enemigos del Señor y los adversarios de Israel
encuentran su justificación en Génesis 12:3 donde el Señor le promete a Abram:
“Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan; ¡por medio de
ti serán bendecidas todas las familias de la tierra!”
Lutero (1956b:100) nos dice que las maldiciones pueden ser o buenas o
malas. El Reformador nos recuerda que Pablo pronunció una anatema en contra
de los que estaban predicando un evangelio diferente en Galacia (Gálatas 1:9) y
que el mismo Jesucristo maldijo a los falsos maestros (Mateo 23).
Muchos escritores han señalado el valor terapéutico de los salmos
imprecatorios. Psicólogos cristianos y consejeros pastorales nos advierten que es
sumamente peligroso dejar que la rabia y el rencor que sentimos por dentro hagan
nido en nuestro corazón y se conviertan en llagas purulentas. La presencia de los
salmos imprecatorios en el salterio nos invita a no esconder nuestros sentimientos
al Señor, sino a expresar ante él todos los sentimientos, emociones y
contradicciones que nos abruman, incluyendo nuestros odios, rencores y temores,
también nuestras dudas, nuestro dolor, nuestro enojo y hasta las quejas que
tenemos en contra de Dios. El enojo y la rabia que se quedan escondidos debajo
de la superficie producen grandes estragos, no solamente en los individuos, sino
también en familias enteras, en comunidades, naciones e iglesias. El enojo
desplazado fácilmente puede disfrazarse como rectitud, fe verdadera, y sana
doctrina (Enders 2001:74–75).
Necesitamos enfrentarnos con el dolor, el resentimiento y el enojo que
llevamos adentro antes de que podamos experimentar el saneamiento, la salud
espiritual y la paz interior. De igual manera, los causantes del sufrimiento de los
inocentes necesitan enfrentarse con los reclamos, las acusaciones y los lamentos de
sus víctimas antes de que pueda haber un arrepentimiento verdadero, un perdón,
verdadero y una reconciliación verdadera. Al permitir a las víctimas de la tortura,
el despojo, el abuso sexual y la expropiación de sus tierras dar expresión a su ira,
los salmos imprecatorios dan una voz a los que no tienen voz. Y ésta es una voz
que nuestro mundo moderno todavía necesita escuchar. Hay que recordar que
todas las imprecaciones en las Escrituras son reacciones a algo, a algo que no se
debe, ni se puede esconder, tapar o disimular.
Pero para encontrar la paz toda víctima del desprecio, del abuso y de la
explotación tendrá que entregar su resentimiento, su enojo y sus deseos de
venganza al Señor y dejar que él sea el responsable de ajustar las cuentas de
acuerdo con su justicia y su misericordia. Si seguimos adueñándonos de nuestra
sed de venganza, esta sed de vindicación terminará hundiéndonos en la profunda
amargura y acabando completamente con lo que somos. Solamente Dios es
suficientemente fuerte para cargar con el peso del dolor, la rabia y la depresión
que nos atormentan. Es por esto que la Escritura declara: “‘Mía es la venganza; yo
pagaré’, dice el Señor… No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal
con el bien” (Romanos 12:19, 21). Al entregar nuestra ira a Dios, tenemos que
recordar que el Señor mismo es afectado personalmente por todo mal cometido
en contra de una de sus criaturas. Lo que en verdad busca Dios no es la venganza
sino el restablecimiento de su Tora la cual ha sido afrentada por la injusticia. El
Señor actuará para establecer la justicia y la rectitud por salvaguardar su propio
nombre (Enders 2001:78).
Uno de los textos imprecatorios que ha provocado más discusión es el Salmo
137:8–9 donde los cautivos en Babilonia terminan su triste lamento con las
palabras: “Hija de Babilonia, que has de ser destruida, ¡dichoso el que te haga
pagar por todo lo que nos has hecho! ¡Dichoso el que agarre a tus pequeños (tus
niños, RV) y los estrelle contra las rocas!”
Al considerar este texto dentro de su contexto hay que recordar que en
muchas sociedades antiguas como modernas es el sagrado deber de los hijos
vengar la muerte de los padres. Para impedir que esto sucediera era la práctica casi
universal de dar muerte al futuro vengador antes que llegara a la edad de
perpetuar el círculo de violencia. Lo que pide el salmista para los babilonios es lo
mismo que habían hecho los mismos babilonios con los niños judíos. Hay que
recordar que lo que pide el salmista no es el derecho de ejecutar venganza contra
los babilonios, sino de que el Señor se encargue de vindicar a los israelitas por
todo lo que habían sufrido.
El salmista nunca pide para sí mismo el derecho de buscar la venganza en
contra de su adversario, sino que entrega este derecho al Señor con la esperanza de
ser vindicado de una manera consonante con el carácter del Señor. Lo que se pide
es que el Señor se encargue de vindicar a la víctima inocente de la injusticia
cometida en su contra. En ningún momento se pide que la venganza ejecutada
por el Señor sea más de lo que estipula la lex talionis, o sea, ojo por ojo y diente
por diente (Firth 2005:172).
El conocido autor inglés, C. S. Lewis, en sus reflexiones sobre los Salmos,
prefiere una lectura espiritualizada del Salmo 137:8–9. Para Lewis, los niños
babilonios simbolizan los comienzos infantiles de las pequeñas indulgencias, los
pequeños resentimientos que parecen tan insignificantes e inocentes, y que
dejamos crecer hasta que se convierten en dipsomanía y odios fuertemente
arraigados en nuestro ser. Mejor, dice Lewis (1961:113–114), es estrellar los
cerebros de estos pecados infantiles antes que crezcan y nos dominen por
completo, si es que tenemos la valentía para hacerlo, pues es más difícil de lo que
parece.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Con la ayuda de un diccionario bíblico explique qué era el urim y tumim


y el efod sagrado.

2. ¿Con qué concepto recalca Jesús (Mateo 12:36) lo que el salmista afirma
en el Salmo 139:4?

3. Enumere las maneras mediante las que una persona injustamente acusada
puede ser vindicada o justificada.

4. Otro ejemplo de salmo imprecatorio es el pasaje del Salmo 137:7–9.


¿Cuál es la causa de las intensas emociones expresadas por el salmista?

5. Compare la descripción de la creación del hombre del Salmo 139 con la


pintura que se hace en Job 10:8–12. Tome nota de las semejanzas que hay
en ambos pasajes, y también de las diferencias.

6. ¿Cuáles de las imágenes visuales que pinta el salmista en el Salmo 139


fueron para usted las más llamativas y significantes, y por qué? Nombre
tres.

7. Anote las razones a favor y/o en contra de seguir utilizando los salmos
imprecatorios en los servicios litúrgicos de la iglesia. ¿Cuándo han de
emplearse los salmos imprecatorios? ¿ué opina usted?
8
Los salmos de los hijos de Asaf

SALMO 73
El Salmo 73 es el primero del tercer libro de los salmos y el segundo en el salterio
que lleva el epígrafe “Salmo de Asaf ”. Asaf fue maestro de música en la época de
David y Salomón. Sus descendientes formaron un gremio de músicos, cantores y
porteros del templo de Jerusalén y, según algunos investigadores, también del
templo de Betel y otros santuarios de Israel. En Esdras 2:41 dice que 128
miembros de los hijos de Asaf regresaron, con Zorobabel, de la cautividad
babilónica. Se lo identifica a Asaf no sólo como maestro de música, sino también
como vidente. Los videntes fueron, en Israel, profetas que recibieron revelaciones
de Dios por medio de visiones, cuando el Espíritu del Señor venía sobre ellos.
Asaf recibió este don profético, y también otros miembros de su familia y de su
gremio. De modo que, un salmo que lleva el epígrafe “Salmo de Asaf ”, indica que
fue escrito por inspiración del Espíritu del Señor, por Asaf o por uno de sus
descendientes. Los salmos de Asaf predominan en el tercer libro de los salmos, un
libro que, según los investigadores, entró a ser parte del salterio algún tiempo
después de la incorporación de los primeros dos libros.
El Espíritu del Señor venía sobre Asaf y sus descendientes para asistirles en la
producción de salmos y cantos sagrados, y para revelarles, además, oráculos de
salvación. Un oráculo de salvación era un mensaje profético, recibido en respuesta
a una plegaria o lamento de parte de uno que oraba procurando sanidad o
liberación en el templo de Jerusalén u otro de los santuarios de Israel. Es un dato
importante para la interpretación de los llamados “salmos de lamento”, también
conocidos como “salmos de desconcierto”. Según los estudios llevados a cabo por
Claus Westermann, Walter Grueggemann y otros investigadores, los salmos de
desconcierto comienzan con la presentación del lamento o petición del que ora,
ante Dios. En las presentaciones, el que ora clama a Dios expresando toda su
angustia, disconformidad y dolor. A veces hasta acusa a Dios de no haber actuado
en conformidad con su naturaleza y su pacto. Trata de presionar a Dios a que
actúe a su favor, describiendo todas las injusticias que ha tenido que soportar, y las
maquinaciones y trampas ideadas por sus enemigos. En algunos de los salmos de
lamento, el que ora trata de hacer obrar a Dios en su favor con sus protestas de
inocencia y de arrepentimiento verdadero. En otros, el salmista hasta le dice a
Dios que la muerte del que ora sería vista como que él es incapaz de proteger a los
suyos. “Y si así me muero” –dice el que ora– “¿quién quedaría entonces para
cantar alabanzas a Dios y tributarle al Señor la gloria que merece su nombre?”
Es notable que en casi todos los salmos de desconcierto, incluyendo el 73,
llega el momento en que el salmista percibe el toque de Dios, lo que da lugar a que
ocurra una transformación en él o en su manera de percibir su situación. Hay un
momento de transición en el que encuentra un puente que le permite pasar de la
desorientación a la orientación de su vida y el restablecimiento de su relación con
el Señor. Un indicio del cambio de orientación en el Salmo 73 es que la palabra
utilizada para Dios en casi todo el salmo es El, el nombre más generalizado para
Dios en el AT. Sólo en el último versículo del salmo utiliza el nombre Señor (
yahweh), el nombre especial e íntimo del Dios del pacto, nombre en el cual Dios
mismo está presente para bendecir a su pueblo escogido. Aunque se habla mucho
acerca de Dios en el Salmo 73, no oímos a Dios mismo hablar. Lo que oímos es,
más bien, al salmista hablando consigo mismo. Oímos las palabras de su
introspección, diálogo interior y mea culpa. Tal introspección es una de las
características de los escritos sapienciales, y en particular del libro de Job.
A diferencia de la gran cantidad de salmos de lamento que se han encontrado
en Egipto y Babilonia, los salmos de lamento de la Biblia casi siempre terminan
con una alabanza, un acto de adoración o una oración de acción de gracias. Es lo
que vemos también en el Salmo 73, aunque no todos los investigadores están de
acuerdo en cuanto al género. Algunos de ellos, como Graus y Alonso Schökel,
prefieren catalogarlo como un salmo sapiencial, en tanto que otros lo denominan
un salmo didáctico y otros un lamento individual. Para nuestro estudio, es mejor
considerar el Salmo 73 como un salmo de desconcierto en el que se encuentran
elementos sapienciales y didácticos.
Se cree que lo que ha sido redactado en un momento de transición en alguno
de los lamentos bíblicos, se debe a que un vidente recibió un oráculo de salvación
de parte del Espíritu del Señor a favor del que ora. En 2 Crónicas encontramos
una historia bíblica que relata cómo uno de los hijos de Asaf recibió un oráculo de
salvación. El rey Josafat de Judá se encontraba en apuros por el ataque de un gran
ejército de sus enemigos, los moabitas y amonitas: “Todos los hombres de Judá
estaban de pie delante del SEÑOR, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más
pequeños. Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y
descendiente en línea directa de Benaías, Joyel y Matanías. Este último era una
levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea. Y dijo Jahaziel:
‘Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así
dice el Señor: No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército,
porque la batalla no es de ustedes sino mía. Mañana, cuando ellos suban por la
cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente
al desierto de Jeruel. Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla.
Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el
Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se
acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes.
Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y
adoraron al Señor’” (2 Crónicas 20:13–18).
Lo que observamos en este relato es, en primer lugar, la petición en la cual el
rey y los habitantes de Jerusalén presentan su problema al Señor. Después, el
oráculo de salvación revelado a un vidente, Jahaziel de los hijos de Asaf. El oráculo
contiene una de las palabras claves de casi todos los oráculos de salvación: “No
tengan miedo.” Después, el rey Josafat y toda la congregación adoran al Señor.
Son los mismos elementos que encontramos en la mayoría de los salmos de
desconcierto (Brueggemann 1984:51–58). Algunos investigadores creen que fue
también un oráculo de salvación lo que causó el cambio que experimentó el
salmista en el salmo que estudiaremos. Otros creen que la transición del
desconcierto a la reorientación se produjo de otra manera.
73:1 En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón!

En las páginas de la Sagrada Escritura encontramos relatos sumamente


conmovedores acerca de las luchas sostenidas por creyentes atribulados, a fin de
mantener su firmeza espiritual, la constancia de su fe, y de no perder la esperanza
en Dios pese a los duros golpes de la adversidad. Son los momentos en los que
hasta el ejemplo y los consejos de los demás parecen invitarlos a abandonar su fe y
a hundirse en un mar de desesperación. En muchos de estos relatos, la lucha por
no perder la fe parece ser, al mismo tiempo, una lucha con Dios mismo.
Nos viene a la mente la lucha que sostuvo Job para comprender la tragedia
venida sobre su casa ( Job 1 y 2). En un solo día, el justo y piadoso Job perdió todo
lo que tenía, su casa, sus cosechas, sus animales, la vida de todos sus hijos y el
respeto de su propia esposa y sus mejores amigos. En el NT encontramos la
historia de la mujer cananea que lucha con la aparente indiferencia de Jesús frente
a sus angustiosas peticiones en favor de su hija endemoniada (Mateo 15:21–28).
El Génesis nos presenta la descripción sumamente gráfica de la lucha que sostuvo
el patriarca Jacob con el Señor a orillas del río Jaboc. En ese momento Jacob
estaba tratando de encontrarle solución al dilema producido por el avance en su
contra de su hermano Esaú con 400 hombres armados (Génesis 32:22–32).
La voz de quien suplica en el Salmo 73 también manifiesta que se encuentra
entre la espada y la pared, y parece estar a punto de perder la fe en la bondad del
Señor y en el pacto de Dios con Israel. El salmista ha llegado al punto de dudar de
las promesas que el Todopoderoso hizo a su pueblo. En el intento de afirmar su fe
en la bondad de Dios frente a sus propias dudas y de toda la evidencia en contra,
la primera palabra que sale de la boca del que ora es: “Ciertamente” (o
verdaderamente, seguramente), una palabra enfática en hebreo (ak), que aparece
tres veces en el salmo. Al proferir el salmista este vocablo, da la impresión de que
está tratando de censurar sus propias dudas, de acallar los sombríos pensamientos
que le atormentan. Parece que, frente a sus propias preguntas y dudas, busca
argumentos que justifiquen su fe en la existencia de Dios y su bondad. Los
teólogos han acuñado un término técnico que define los intentos de los hombres
por defender su fe en un Dios de amor y justicia. El término es “teodicea”.
El Salmo 73 es uno de los salmos que tratan el tema de la teodicea, pero es
mucho más que esto. Es la historia de un viaje, de una peregrinación desde un
estado de desconcierto a la reorientación. Es el relato de cómo el salmista reafirmó
su fe, encontró a Dios y entró en comunión con él en medio de un mar de
angustias.
73:2–3 Yo estuve a punto de caer, y poco me faltó para que resbalara. Sentí envidia de los arrogantes,
al ver la prosperidad de esos malvados.

La palabra “yo” nos da a entender el malestar del salmista. En efecto, dice: “Dios
es bueno con Israel y con los de corazón puro, según las tradiciones de nuestro
pueblo y los proverbios que nos enseñaron en nuestra juventud. Tú sigue
creyendo estas supuestas verdades, si quieres, porque lo que es yo, he llegado a
cuestionar muchas cosas que antes afirmaba. Puede ser que, para otros, Dios es
bueno con Israel y los de corazón puro; sin embargo, no es lo que yo viví.” El
salmista expresa serias dudas. Tiene envidia de los malvados y de su bienestar. No
encuentra evidencia visible de la shalom que, según la Tora, Dios ha prometido a
los justos. No hay shalom para los justos. Los que gozan de shalom son los
malvados. En el Salmo 1, el que ora aprendió que todo lo que hace el hombre
justo prospera, mientras que la senda de los malos lleva a la perdición. Pero el
autor del Salmo 73 llegó a dudar de lo que el Salmo 1 afirma con tanta insistencia.
El que ora confiesa que tiene envidia en su corazón de los per-versos y los
impíos. La envidia nace en el corazón cuando vivimos por vista y no por fe (2
Corintios 5:7). La envidia también imposibilita la evangelización, porque implica
que, en vez de querer que los malvados obtengan lo que nosotros tenemos, somos
en realidad nosotros los que deseamos obtener lo que ellos tienen. La envidia es
una de las armas utilizadas por el tentador, para llevarnos a una fe errónea, a la
desesperación y a otros grandes vicios y oprobios. Lo que aquí se aprecia como
una confesión de pecados, es el relato que ofrece el que ora, de cómo la envidia
que le dio de los malvados casi le hizo caer y perder su fe en Dios.
73:4–5 Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable. Libres están de los afanes
de todos; no les afectan los infortunios humanos.

El salmista sigue describiendo los pensamientos que tanto lo atormentaban. Le


parece que en vez de ser bueno con Israel, Dios es bueno con los que no guardan
su pacto y que no honran la Tora (Brueggemann 1984:117). Ha estado
observando con atención el estilo de vida de los perversos. Son personas bien
alimentadas, cuya preocupación mayor no es Dios ni el prójimo, sino su propio
bienestar. Son egocéntricos, tolerantes consigo mismos. Y con su opulencia y
arrogancia provocan la envidia de los justos, los oprimidos y los ciudadanos del
“tercer mundo”. Son turistas que se embarcan en cruceros con el objetivo de visitar
a los pueblos subdesarrollados, mientras que se alojan en hoteles cinco estrellas y
toman fotografías y videos de lo miserablemente que viven, muertos de hambre,
en sus “favelas”, ranchos y cinturones de miseria. Gastan más en una botella de
licor que lo que ganan los que son marginales en un mes de trabajo.
73:6–7 Por eso lucen su orgullo como un collar, y hacen gala de su violencia. ¡Están que revientan de
malicia, y hasta se les ven sus malas intenciones!

El salmista pinta aquí un cuadro muy real de los oficiales obesos y arrogantes con
sus barrigas y papadas, mientras que los israelitas se mueren de hambre.
Según Schökel, es una característica de la literatura sapiencial, pintar cuadros
satíricos de diferentes personalidades. En Proverbios 23 tenemos el cuadro del
borracho; en Proverbios 24, el del perezoso; en Proverbios 7 el de la tentadora; y
en Proverbios 31 el de la mujer prudente (Alonso Schökel 1999:964). En la
descripción que el salmista hace del opresor, lo dibuja luciendo su collar de
orgullo y el vestido de violencia. Así se engalana el malvado, luciendo sus
atrocidades como si fueran adornos de dignidad, equivalentes a las medallas que
hoy día ostentan los grandes dictadores y sus secuaces, del modo en que con tanto
orgullo las portaban los jefes nazis y soviéticos. Los malvados son personajes
obesos con tremendas barrigas, como el rey Eglón de Jueces 3, donde la gordura se
presenta como símbolo de poder, bienestar y riqueza. Los ojos del malvado
parecen saltarse de las órbitas. En el libro de los Salmos es interesante observar la
habilidad artística con que los salmistas expresan las motivaciones, emociones e
intenciones, además del carácter interior de las personas, al describir el rostro,
ojos, boca, lengua y diferentes partes del cuerpo (Gillmayr-Bucher 2004:314). Las
imágenes externas del cuerpo son reflejos del estado interior del corazón y del
alma.
73:8–9 Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan. Con la boca increpan al
cielo, con la lengua dominan la tierra.

La descripción que el salmista hace aquí de la altanería y la violencia con que


hablan los orgullosos nos hace pensar en las palabras con las que el comandante
en jefe, el emisario del rey asirio Senaquerib, se dirigió a los habitantes de
Jerusalén parados sobre los muros de la ciudad: “¿En qué se basa tu confianza?…
¿Cuál de todos los dioses de estos países ha podido salvar de mis manos a su país?
¿Cómo entonces podrá el SEÑOR librar de mis manos a Jerusalén?” (2 Reyes
18:19, 35). Recordemos también las palabras desafiantes que Goliat, el campeón
de los filisteos, le espetó a David: “¿Soy acaso un perro para que vengas a atacarme
con palos? Y maldiciendo a David en nombre de sus dioses, añadió: ¡Ven acá, que
les voy a echar tu carne a las aves del cielo y a las fieras del campo!” (1 Samuel
17:43–44).
Con otro toque magistral, el salmista describe al malvado cual una bestia que
va barriendo la tierra con su lengua, como un oso hormiguero, chupando y
tragándose todo a su paso, sin dejar nada para los más débiles e impotentes. Tales
fueron los conquistadores quienes, al llegar a la tierra americana, arrasaron con la
tierra, las minas, los animales, los niños y las mujeres de los indígenas, dejándolos
en la ruina y la miseria. Podría ser que al escribir estas líneas, el salmista haya
tenido en mente la rapiña de que fue objeto la Tierra Prometida por los ejércitos
invasores de Asiria y Babilonia.
73:10–11 Por eso la gente acude a ellos y cree todo lo que afirman. Hasta dicen: “¿Cómo puede Dios
saberlo? ¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?”

Nota: En la edición en inglés de la NIV hay una nota que dice que en hebreo el
sentido de este versículo es incierto. La RV traduce así: “Por eso Dios hará volver a
su pueblo aquí, y aguas en abundancia serán extraídas para ellos. Y dicen: ¿Cómo
sabe Dios? ¿Y hay conoci miento en el Altísimo?”
En conformidad con la descripción del malvado como uno que acapara para sí
todos los recursos naturales de la tierra, Michael Goulder cree que tenemos aquí
una alusión a la costumbre de los invasores de tomar para sí, sus tropas, caballos y
demás animales de ellos, y toda el agua disponible del país. El pueblo quedaba
librado al triste destino de morirse de sed. Si correcta o no esta interpretación de
Goulder, lo que sí se puede observar es que una de las caracterís ticas de los
malvados de todas las épocas es disponer de los recursos naturales a su antojo,
pretendiendo que es lo justo.
73:12 Así son los impíos; sin afanarse, aumentan sus riquezas.

El salmista observa que el lujo en el que viven los impíos no es el resultado de


haber trabajado más que los demás, ni de haber ganado la lotería o haberse
aplicado más en los estudios que el resto de los mortales. No es que “los muertos
de hambre” son holgazanes o menos inteligentes, o que han sido predestinados o
programados para sufrir. De ninguna manera, sino que el lujo del que gozan los
pecadores es el resultado de la violencia. Podría muy bien ser que el salmista se
refiera a la violencia aplicada por los extranjeros que invadieron la Tierra
Prometida, como creen algunos comentaristas. Sin embargo, no debemos
descartar la posibilidad de que se trata de la violencia de quienes controlan la
economía en perjuicio de los carentes de privilegios, poder y palanca en la
sociedad. Es la conocida violencia que los ricos ejercen contra los pobres, la
violencia institucionalizada, la que opera basándose en leyes injustas que
favorecen a los que controlan la sociedad, los que pertenecen a las familias
poderosas. La práctica de la corrupción, de la palanca y la injusticia, también es
violencia, violencia contra los que viven al margen, el proletariado y los sin voz.
Así, pues, la observación que hace el salmista expresa los mismos sentimientos que
han expresado multitudes de oprimidos de América Latina.
Los malvados e impíos de la época del salmista, al igual que los perversos de
nuestros días, no temen a Dios ni a su justicia. Para los malvados, Dios es un deus
otiosus, o sea, un ser ajeno al mundo. Es un dios que no quiere ser molestado por
los problemas, quejas e injusticias que afectan a los seres humanos. Un deus otiosus
es un dios que se ha lavado las manos en lo que respecta a nosotros, sus criaturas.
Ya no quiere saber más nada con nosotros y, consecuentemente, ha entregado el
gobierno del mundo a espíritus inferiores. Estos espíritus inferiores manejan
ahora las cosas a su antojo, y lo mismo que la mayoría de los jueces de este mundo,
se venden al mejor postor. Es por esto que los opresores enriquecidos, los
violentos y arrogantes, siguen acumulando riquezas, tierras, animales y
concubinas.
73:13–14 En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio y mis manos lavadas en la
inocencia, si todo el día me golpean y de mañana me castigan?

Una vez más el salmista emplea la palabra hebrea ak, que significa:
verdaderamente, seguramente. Al igual que en el versículo 1, se la utiliza aquí para
señalar inconformidad u oposición.
El que ora ha pasado mucho tiempo purificándose, quizá hasta el punto de
dejarse flagelar como parte de un rito de mortificación de la carne, cual solían
hacerlo las hermandades de los flagelantes en España, México y otras partes de
América Latina. En Isaías 53:4 se habla del Siervo del Señor, el cual es herido,
golpeado y humillado por los pecados de su pueblo. Otros intérpretes (Delitzsch
1979:2.316) opinan que los azotes a los que aquí se hace referencia, son los
tormentos mentales que sufre el salmista, o sea, las congojas de conciencia que
interiormente siente el creyente que ha abandonado el camino del Señor.
Hay quienes creen que la frase “mis manos lavadas en la inocencia” indica que
el que ora acaba de purificarse para la celebración de la fiesta de los Tabernáculos.
En realidad, el salmista llegó a la conclusión de que todas las ceremonias, fiestas,
ritos y celebraciones no podrán cambiar la circunstancia que tanto atormenta al
que ora.
Las palabras del salmista indican que está siendo tentado a creer que no vale la
pena mantener el corazón limpio. La tentación lo invita a abandonar el “camino
de los justos”, descrito con tanta precisión en el Salmo 1:5, y a seguir el “consejo de
los malvados… la senda de los pecadores” (Salmo 1:1). Si los que gozan de la vida
son los que se olvidan del pacto, si los que viven felices son quienes no toman en
cuenta lo que enseña la Tora, si los despreocupados, gorditos y bien acomodados
son los aprovechados que viven de los más tontos y débiles, entonces, ¿por qué no
seguir su ejemplo? Si el estilo de vida de los impíos les aprovecha, entonces hay
que ser pragmático y olvidarse de los escrúpulos religiosos y de lo que enseñó la
maestra de la escuela dominical. Si los que gozan de la vida son los que obran con
picardía, seamos pícaros también.
El que ora se queja de haber servido a Dios en balde. Ha lavado sus manos en
la inocencia y lo que ha recibido es aflicción, mientras que los malvados aumentan
su poder y sus logros. Las palabras “en vano” o “en balde”, indican que el que ora
esperaba una recompensa de parte del Señor por todo lo que sufrió por su causa.
Esperaba recibir un premio, y ahora considera todo lo que había hecho en
nombre del Señor como algo hecho en vano. Encontramos un eco de las palabras
del salmista en Malaquías 3:14: “Ustedes han dicho: ‘Servir a Dios no vale la
pena. ¿ué ganamos con cumplir sus mandatos y vestirnos de luto delante del
Señor Todopoderoso?’” La mera idea de servir al Señor por una recompensa o
para recibir un premio es, bíblicamente hablando, algo demasiado mezquino y
hasta repugnante. Los de corazón limpio sirven, alaban y adoran al Señor, porque
Dios es Dios, porque “Yo soy el que soy”. Andan en sus caminos y buscan su rostro
porque Dios mismo es el galardón, la recompensa más grande que se puede
recibir. Él es el sumo bien frente al cual todo lo demás es pura vanidad.
Se dice que el dilema planteado por el salmista es típicamente sapiencial; que la
suerte de los buenos y los malos es un problema con el que el justo Job tuvo que
lidiar a lo largo de los 42 capítulos del libro que lleva su nombre. Así como
Satanás trató de hacer que Job maldijera al Señor y blasfemase su santo nombre (
Job 1:11), del mismo modo quiere obrar con el autor del Salmo 73. Ciertamente,
la duda es la antesala de la apostasía.
73:15 Si hubiera dicho: “Voy a hablar como ellos”, habría traicionado a tu linaje.
El salmista admite que a causa de estas observaciones y razonamientos, casi llegó
al punto de perder su fe. Se sintió tentado a abandonar la causa del Señor y su
Tora, haciendo causa común con los malvados. Si los que prosperan en la vida y
llegan a imponerse a los demás son los más avispados, egoístas y violentos, ¿por
qué no andar también por el mismo camino? Pero sería, como reconoce el
salmista, traicionar al pueblo sobre el cual había sido colocado como líder
espiritual, profeta, sacerdote o rey. Olvidarse del pacto y de la Tora acarrearía
como resultado que otros se desviaran de la fe. Sería dar un mal ejemplo a sus
propios hijos y a los hermanos de la comunidad. Sería ser responsable de la caída
de ellos. En Mateo 18:6, leemos que Jesús declaró: “Pero si alguien hace pecar a
uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello
una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.”
Si al observar toda la injusticia que prevalece en el mundo el salmista
decidiera abandonar el camino de la justicia y la senda de la Tora, ¿no terminaría
acaso siendo un promotor de la misma injusticia que tanto le ha repugnado? ¿No
se sentiría abominable delante de sí mismo? Recuerda que su vocación y misión es
luchar contra todas las fuerzas ocultas que operan en nuestro medio, y no hacer
causa común con ellos. Y nosotros recordamos que otro hombre justo fue llevado
a un monte alto, desde donde vio todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y
se le dijo: “Todo esto te daré si te postras y me adoras.” El salmista advierte que
hacer gala de la violencia equivale a adorar y servir al tentador. Al igual que el
justo sobre el monte de la tentación, él también fue llamado a servir de ejemplo de
constancia y fidelidad para los de su generación y las generaciones venideras.
73:16–17 Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable, hasta que entré
en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados.

Con el versículo 16 llegamos al centro del poema, esto es, al momento en que el
salmista cruza el puente que conduce del desconcierto a la tranquilidad. Cuenta
cómo entró en el santuario de Dios. No dice si fue el templo de Jerusalén o una de
las sinagogas de la diáspora, o quizá el templo de Betel o Dan. Al leer la palabra
“santuario” acaso no debamos pensar en un gran edificio hecho por manos de
hombre, sino en la asamblea de los fieles, la reunión de los creyentes, la comunión
de los santos, los que son parte de nuestro círculo de estudio bíblico. Lo que
necesitamos en los momentos de depresión y desorientación, son las oraciones,
consejos, amonestación, palabras de apoyo, y los alegres cantos de los hermanos en
la fe. En sus frecuentes horas de desaliento, Martín Lutero solía llamar a sus
amigos y colegas a que se reunieran con él con sus instrumentos musicales, a fin de
que con sus cantos y oraciones ahuyentasen de su alma las tinieblas, como hiciera
David con su arpa y sus cantos, con que lograba apartar del rey Saúl el espíritu
malo que le atormentaba (1 Samuel 16:14–23).
El salmista cuenta lo que encontró, o experimentó, en el santuario de Dios.
Podemos hacer nuestras conjeturas y decir que podría ser –como pretenden
algunos investigadores– que el salmista recibió un oráculo del Señor por medio
de un profeta del templo. Otra posibilidad es que tuvo una visión del Señor en su
gloria, como en el caso del joven Isaías el día de su llamamiento (Isaías 6:1–8).
Podría ser también que el salmista fuera iluminado por el Espíritu del Señor
mientras meditaba en la palabra de la Tora, leída como parte de la liturgia del
santuario. Y también es posible que el que oraba recibiera palabras de
amonestación y de consuelo de hermanos de la congregación. Es lo que se ha dado
en llamar la edificación mutua de los santos. El cambio de actitud del salmista fue,
a lo mejor, el resultado de una combinación de todas las posibilidades que hemos
mencionado. De cualquier manera, la transición del estado de desconcierto al de
tranquilidad que experimentó el salmista, fue el resultado de la operación del
Espíritu del Señor.
En vez de mirar las cosas desde la perspectiva humana, egoísta y temporal, el
salmista comienza a contemplarlas desde el punto de vista de la eternidad. El libro
de la vida consta de más de un capítulo. Por último, habrá un capítulo final, y para
entender la vida y el porqué de lo que nos sucede, hay que esperar a que finalice el
último capítulo. Nuestra vida tiene una dimensión escatológica que ignoran los
que se mofan de la Tora y despotrican contra el cielo.
En cierta ocasión una maestra de escuela dominical leyó a los niños de su clase
la historia del rico y el pobre Lázaro, de Lucas 16. Leyó que el rico daba
espléndidos banquetes todos los días y que vestía de púrpura y lino fino. Después
leyó la descripción del pobre Lázaro todo cubierto de llagas, hediondo y
padeciendo hambre, que tenía solamente los perros por compañeros. Llegados a
este punto, la maestra preguntó a sus alumnos: “¿Cuál de los dos quisieran ser
ustedes, el rico o Lázaro?” Todos los chicos levantaron las manos y dijeron: “¡El
rico!” La maestra dijo entonces: “Permítanme terminar de contarles la historia.” Y
les contó el final del relato bíblico, explicándoles cómo Lázaro fue llevado por los
ángeles para estar al lado de Abraham, mientras que el rico fue a parar a los
tormentos del infierno. Nuevamente la maestra preguntó: “¿Cuál de los dos
quisieran ser, el rico o Lázaro?” Esta vez, habiendo escuchado el último capítulo
del relato, todos escogieron ser como Lázaro.
73:18–19 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción. ¡En
un instante serán destrui dos, totalmente consumidos por el terror!

Una vez más aparece la palabra clave ak, que significa: en verdad. La expresión “en
verdad” indica que una interpretación superficial de las cosas bien puede ser
errónea. Los impíos y perversos, que parecen vivir seguros y ser intocables, en
realidad están por caer. Los palacios de cristal han sido construidos sobre una falla
tectónica. Han edificado la casa de su vida sobre la arena. El camino de los
pecadores, por ancho y bello que aparente ser, está sembrado de cáscaras de
banano y trampas mortales.
73:20 Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa
apariencia.

Cuando dormimos, las cosas con las que soñamos se ven muy reales y palpables; al
despertarnos, sin embargo, olvidamos al punto lo que habíamos soñado. En
ocasiones sueño algo interesante, y al despertar se lo quiero contar a mi esposa.
“Cuéntame lo que soñaste”, me dice ella. Y al tratar de recordar los detalles del
sueño, descubro que ya todo se desvaneció, y no logro recordar casi nada. Del
mismo modo, las pesadillas que acosan al salmista en este momento de su vida, se
irán también, desapareciendo por completo. Así será el fin de los traumatismos,
dolores y desalientos que experimentamos nosotros ahora. Alonso Schökel
(1999:971) declara: “Toda la vida de los malvados es un sueño.”
73:21 Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo…

Observamos aquí que en los salmos una parte de nuestro ser puede representar la
totalidad de lo que somos. El salmista habla de su ánimo y corazón, dos partes de
su ser que en realidad obran como símbolos del “yo”.
73:22 …por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia!

En su confesión, el salmista se compara con una bestia, más precisamente con un


hipopótamo, que es el significado de la palabra hebrea empleada aquí. Las bestias
sólo piensan y actúan en base a sus instintos. Viven el presente. Son incapaces de
vislumbrar las cosas del más allá. Concentran su atención en las cosas de la tierra y
no en las de arriba (Colosenses 3:2). No son capaces de orientar sus vidas estando
a la expectativa de la venida del Día del Señor o del futuro reino de Dios. Para las
bestias no existe el día en que los muertos serán resucitados y vivos y muertos
juzgados. El Espíritu del Señor se abrió con el espíritu del salmista y le hizo
percibir estas verdades.
73:23–24 Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha. Me guías con tu
consejo, y más tarde me acogerás en gloria.

El salmista reconoce que Dios mismo fue el responsable del cambio de actitud
operado en él. Considerado desde el enfoque humano, el que ora habría caído en
un abismo de duda, desesperación y apostasía, del cual no hubiese vuelto jamás. El
arrepentimiento es una obra divina, no del hombre. El consejo de Dios –otro
sinónimo de la Tora– fue quien le enseñó al salmista la lección que comparte con
nosotros en el salmo.
La frase “y más tarde me acogerás en gloria”, ha generado mucho debate entre
los académicos. ¿En qué consiste la gloria de la que habla el salmista? ¿Se refiere a
una experiencia de gloria aquí en la tierra? ¿O se refiere a la experiencia de gloria
junto a Dios, después de la muerte del creyente? Muchos investigadores
modernos están convencidos de que aún no existía la creencia en la resurrección
de los muertos y la vida eterna en Israel, en la época en que fue escrito el Salmo 73.
Con todo, otros, como por ejemplo Mitchell Dahood (1968:196) están también
convencidos de que la fe en la resurrección, el juicio final y la vida eterna, fueron
parte de la fe de Israel en fecha mucho más temprana. El vocabulario empleado
por el salmista se parece mucho al léxico del texto hebreo de Génesis 5:24. Allí se
nos relata cómo Dios se llevó a Enoc. Lo que pide el que ora, es ser llevado a la
presencia de Dios, así como sucedió en el caso de Enoc y de Elías. La recompensa
de los justos y la destrucción de los malvados a que se hace referencia en el salmo,
no es algo que, por necesidad, ha de ocurrir en el transcurso de la historia. Vendrá
el día en que los justos serán resucitados y un instante en el que los impíos y
malvados perecerán. Es, precisamente, parte de la lección que aprendió el salmista
en su encuentro con Dios en el santuario.
Por último, las palabras del salmista de los últimos seis versículos hallan su
cumplimiento más profundo en Jesucristo, y deben ser leídas con un enfoque
cristológico. Porque Jesús, más que ningún otro, fue testigo del sufrimiento de los
inocentes, ya que él mismo fue el ejemplo por excelencia del justo que sufre
inocentemente estando a la merced de los perversos e impíos. Luciendo su orgullo
como un collar y haciendo gala de su violencia, los malvados echaron mano de él.
Se burlaron, y hablando con altanería decían en sus corazones: “¿Cómo puede
Dios saberlo?” Los mismos malvados lo coronaron de espinas y lo clavaron en un
madero, traspasando sus manos y pies. Percibiendo que tenía sed, le dieron a
beber vinagre, y finalmente le clavaron una lanza en un costado. Sin embargo,
Dios estuvo con él, sosteniéndolo de la mano derecha. Aunque su cuerpo y su
espíritu desfallecieron, fue recibido en gloria. Y desde esta misma gloria vendrá
otra vez, para juzgar a vivos y muertos.
73:25–26 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy con tigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán
desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna.

Los lamentos y la queja del salmista han sido reemplazados por una maravillosa
confesión de fe. El Espíritu del Señor lo ha instruido acerca de lo que realmente es
lo más importante en la vida, la perla de gran valor. Hay algo más importante que
las efímeras posesiones de los impíos, algo de más valor que las respuestas bien
definidas a nuestras inquietudes filosóficas. Ciertamente, hay algo más impera
tivo que encontrar una solución a la cuestión del origen de la riqueza y la pobreza.
Nuestra suprema necesidad no consiste en desarrollar una teodicea que logre
satisfacer las inquietudes de todos. Nuestra necesidad más apremiante es estar en
la presencia de Dios, encontrar nos en sus brazos, estar junto a él, ver su rostro y
oír su voz que nos dice: ¡No tengan miedo!
El salmista dice que Dios fortalece su corazón, que él es su herencia eterna.
Para un israelita de la época del AT, una herencia era una parcela en la Tierra
Prometida. Todo israelita que había cruzado el Jordán con Josué, anhelaba recibir
una porción de terreno para labrarla con la ayuda de sus hijos, y dejarla como
herencia para su descendencia. La historia de la viña de Nabot, en 1 Reyes 21,
ilustra cuán importante era para un israelita una porción de terreno. Muchas
personas de aquella época, como por ejemplo el rey Acab y la reina Jezabel, no
vacilaron en derramar sangre inocente a fin de apoderarse de una porción de
terreno. Pero el Espíritu del Señor le enseñó al salmista que la herencia de más
valor no es aquella por la que los impíos y malvados hacen gala de su violencia. La
herencia del justo es Dios mismo, y no se la quitará ningún hijo de perversidad.
Después de que su cuerpo haya pasado por el proceso de descomposición, el
corazón del salmista todavía tendrá su herencia con el Señor, como lo declara
también Job ( Job 19:26).
73:27–28 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. Para mí el bien es
estar cerca de Dios. He hecho del SEÑOR Soberano mi refugio para contar todas sus obras.

Si el salmista se hubiera apartado del Señor, habría perecido también. Pero el


Señor le libró de tal suerte, porque es un Dios que salva. Y ahora, por primera vez
en el salmo, el que ora se dirige al Señor con el nombre sagrado Señor ( yahweh),
el nombre del Dios que salva a los suyos, que los instruye en el camino de la
justicia y los resucita de entre los muertos a fin de ser él su herencia y su lote para
siempre.
LA TEODICEA Y LA UBICACIÓN
CANÓNICA DEL SALMO 73
“¿Cómo es posible que un Dios de amor y justicia permita el sufrimiento de
los inocentes?” Ésta parece ser la pregunta que tanto preocupa a los autores del
discurso teológico y filosófico que ha sido calificado como teodicea. Es una
pregunta de vital importancia, no solamente para los investigadores que estudian
los textos del AT, sino también para los historiadores modernos, que procuran
comprender fenómenos modernos tales como la conquista de los pueblos
autóctonos de América, el holocausto nazi, la guerra civil de Uganda, el
exterminio de los cristianos armenios en Turquía y las atrocidades de Idi Amin y
Saddam Hussein. Estudios realizados respecto a la teodicea en los Salmos, el libro
de Job y los escritos de Jeremías, han llevado a los investigadores a formular la
pregunta: ¿Cuál es la ubicación social de los textos que tratan de la teodicea en el
AT?
Para responder a estos interrogantes, los investigadores han señalado que el
contexto social de la teodicea son preguntas relacionadas con los procesos sociales
y el modo en que obra la justicia. En Israel, el Señor fue identificado con todos los
procesos sociales que tienen que ver con el establecimiento y el mantenimiento de
la justicia. Fue así, como hemos visto en el estudio del Salmo 2, porque mediante
la coronación, unción y adopción del rey davídico, el Señor quiere actuar para
promover la shalom. La voluntad del Dios del pacto respecto de su pueblo es
shalom, o sea, bendición y paz en el sentido más amplio, tanto material como
espiritual. Para lograr esta shalom, el Señor desea actuar por medio de su ungido, y
junto con él, el rey de la estirpe de David, cuya responsabilidad primordial es
preservar y mantener la práctica de la justicia.
La justicia se mantiene mediante jueces justos y tribunales imparciales que no
se dejan sobornar. La justicia se establece, además, con un sistema equitativo de
distribución de la riqueza, para evitar que algunos poderosos acaparen toda la
tierra, como ha sido el caso durante la larga historia de América Latina. La justicia
se mantiene por medio de leyes que ministren la salvaguarda de los derechos
humanos, en particular de los más débiles, como las viudas, los huérfanos, el
extranjero y el levita. Cuando los inocentes sufren, es porque el ungido que
gobierna en nombre del Señor en realidad ha fracasado en su ministerio de
promoción de la justicia.
Aparentemente, en los textos que tratan de la teodicea, se cuestiona a Dios
debido a la identificación del Señor con los que gobiernan en su nombre. Sin
embargo, detrás de toda esta discusión acerca de la teodicea hay un clamor
revolucionario que exige reformas drásticas en la manera en que es administrada
la justicia por aquel que lleva el título de Ungido del Señor, sea rey, sumo
sacerdote o profeta (Brueggemann 1985:3–25). Las preguntas acerca de la
teodicea surgen de un contexto en el que los que se consultan en contra del que es
llamado el ungido del Señor, no son ya los príncipes rebeldes de las naciones
paganas, como en el Salmo 2, sino los pregoneros de la justicia, como Miqueas,
Amós, Elías, Jeremías y Eliseo.
Se ha mencionado que el Salmo 73 es el primer salmo en el tercer libro del
salterio. Hay quienes creen que la ubicación del Salmo 73 en esta posición dentro
del salterio no es accidental, sino que tiene un significado profundamente
teológico, pues sigue inmediatamente después del Salmo 72, el último del
segundo libro. Ahora bien, el Salmo 72 no es solamente uno de los grandes salmos
reales, sino también el salmo que termina con las palabras: “Aquí terminan las
oraciones de David hijo de Isaí.” Si consideramos el Salmo 72 analíticamente,
veremos que tenemos aquí una descripción del rey ideal de la clase de soberano
que David quiso que Salomón y su descendencia llegaran a ser. El Salmo 72 es una
oración que obtuvo solamente un cumplimiento parcial durante el reinado de
Salomón y de quienes lo sucedieron. La frase del versículo 10, “que los reyes de
Sabá y de Seba le traigan presentes”, se cumplió cuando la reina de Sabá visitó a
Salomón “con un séquito muy grande. Sus camellos llevaban perfumes y grandes
cantidades de oro y piedras preciosas” (1 Reyes 10:2). La frase que se refiere al
florecimiento de la justicia en los días de Salomón recibió al menos un
cumplimiento en el relato de las dos prostitutas que fueron a presentarse ante el
rey pidiendo justicia respecto a cuál de ellas correspondía la maternidad del niño
que le llevaron (1 Reyes 3:16–28).
Sin embargo, de nuestra lectura del Salmo 72 resulta obvio que la mayoría de
las peticiones de la oración de David quedaron aguardando su cumplimiento en el
futuro. Tanto el Salmo 72 como el Salmo 2, dirigen la atención sobre el
establecimiento de un reino universal del Ungido del Señor, la clase de reino que
no tuvo Salomón ni tampoco los demás reyes de Judá.
Se nos dijo que viéramos los Salmos 1 y 2 como las dos partes de un díptico
en que cada parte ayuda a interpretar la otra. La llamada “crítica canónica” nos
dice que consideremos también los Salmos 72 y 73 como un díptico. Se dijo que
dentro del Salmo 73 queda como escondida una oración sumamente
revolucionaria, en la que se pide el reemplazo de reyes corruptos e idólatras por
reyes justos como Ezequías, Josías el rey bueno, y en particular el rey justo descrito
en el Salmo 72. La respuesta al problema de la teodicea en el Salmo 73 se
encuentra en la venida del reino de uno más grande que Salomón. Los engreídos y
sanguinarios gobernantes de Judá tienen los corazones llenos de codicia y sus
manos, lejos de haber sido lavadas en la inocencia, están manchadas con la sangre
de los inocentes. Estos gobernantes serán reemplazados por el rey cuya
coronación es profetizada en el Salmo 72 (Brueggemann 1996:45–46). Aquel rey
justo conducirá sus ovejas a los verdes pastos y las tranquilas aguas. La respuesta a
la oración implícita en el Salmo 73 será la venida de aquel Ungido justo, quien, en
vez de darle envidia de los impíos y malvados, lloró por ellos porque conocía el
terrible vacío de sus corazones. Viéndolos echar suertes sobre sus ropas mientras
se las repartían, oró por ellos, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo
que hacen.” Con la asistencia del Espíritu del Señor podremos leer entre líneas en
el Salmo 73 la más revolucionaria de todas las oraciones: “Venga tu reino.”
LA PROCEDENCIA DEL SALMO 73
Cuándo o para qué incidente de la historia de Israel fue escrita esta canción
originalmente, no queda indicado en el Salmo. Es posi ble que los levitas o
escribas que redactaron el Salmo 73 para incluirlo en el salterio, hayan omitido
cualquier referencia a la identidad del salmista y de los malvados que tanta
angustia la causaron. De este modo nos resulta más fácil entonar las estrofas del
salmo al encon trarnos en una circunstancia similar a la del que ora.
Algunos comentaristas nos dieron a conocer sus ideas en cuanto al contexto
original del Salmo 73. Mitchell Dahood, por ejemplo, cree que el salmista lo
escribió para que lo cantara la asamblea o congregación de los fieles en el
santuario. Michael Goulder, en cambio, y de acuerdo con sus teorías acerca de la
procedencia de los salmos de Asaf, cree que el Salmo 73 y todos los demás salmos
de Asaf, fueron escritos durante el reinado de Oseas, último rey de Israel (Reino
del Norte), en ocasión de la invasión de los asirios. Goulder cree incluso que el
autor del salmo es el mismo rey Oseas. Ante este pensamiento, debemos
reconocer que es difícil aceptar que un rey como Oseas, quien hirió, mató y le
quitó el trono al rey Pecaj (2 Reyes 15:30), pueda declarar haber lavado sus manos
en la inocencia.
Para el erudito Nasuti, la declaración del Salmo 73:23 que dice que el salmista
está siempre con Dios, es una indicación de que el autor fue un levita, siendo que,
según 1 Crónicas 15:16–17; 16:4–6, los levitas estuvieron continuamente en la
presencia del Señor.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Compare el Salmo 37 con el Salmo 73. Haga una lista, tanto de las
semejanzas como de los contrastes que encuentre. ¿Observa una
diferencia en el enfoque teológico de ambos salmos?

2. Compare el Salmo 49 con el Salmo 73. Haga una lista tanto de las
semejanzas como de los contrastes que encuentre. ¿Observa una
diferencia en el enfoque teológico de ambos salmos?
 
SALMO 77
“Tus relámpagos alumbraron el mundo: se estremeció y tembló la tierra.” Con
estas palabras comienza el Introito para la fiesta de la Transfiguración de Nuestro
Señor, en el himnario Culto Cristiano. Las palabras son del Salmo 77, las mismas
que aparecen en el leccionario del himnario ¡Cantad al Señor!, para ser entonadas
o leídas el Domingo de la Transfiguración (Año C). La relación entre el Salmo 77
y la fiesta de la Transfiguración estriba en la descripción de la teofanía luminosa
del Señor en los versículos 16–20, y en que su gloria se manifestó cuando los hijos
de Israel cruzaron el Mar Rojo.
La descripción de la teofanía se encuentra en la última parte del salmo, y viene
después de un largo lamento en el que un individuo no identificado expresa su
angustia por una terrible calamidad que le sobrevino al pueblo. No se dice de qué
calamidad se trata, pero si es la misma desgracia a la que se refiere en los demás
salmos de Asaf, se trata entonces de una invasión extranjera y terrible derrota
militar, el desmembramiento de la nación, y la deportación del pueblo de Dios a
tierra extraña.
En el lamento de la primera parte del Salmo 77, el salmista recuerda las
grandes hazañas de Dios en el pasado, en favor de su pueblo. La más grande de las
intervenciones de Dios en la historia, fue la liberación de su pueblo mediante el
éxodo de Egipto. Esta salvación se celebra en el antiguo canto que el salmista
anexó a su lamento (Salmo 77:16–20). Las semejanzas entre el pasaje citado y los
cánticos de Moisés y de Miriam, en Éxodo 15:1–21, son notables, e indican que
tienen su origen en las mismas tradiciones antiguas. Ambos cánticos celebran la
manifestación del Señor en la tormenta, la tempestad, los vientos huracanados y
los relámpagos zigzagueantes del cielo.
El recuerdo de la teofanía del Señor en el Mar Rojo, cumple una doble
función en la conclusión del Salmo 77. En primer lugar, expresa la consternación
del que ora. En el momento en que peligró la existencia del pueblo de Dios,
durante la salida de Egipto, sobrevino la temible teofanía en la que la diestra de
Dios mostró su magnificencia con poder. En la recitación del Salmo 77:16–20,
queda latente otra pregunta retórica: ¿Por qué no hemos visto la diestra del Señor
en este momento de crisis nacional? ¿Por qué no se manifiesta el Señor en su
gloria luminosa, su shekinah, para aplastar a los enemigos extranjeros que están
acabando con las ovejas de Israel? La otra función del Salmo 77:16–20 es la de
sembrar una semilla de esperanza en el desesperanzado pueblo. En el recuerdo de
la teofanía del Mar Rojo está latente, para los ojos de la fe, la esperanza de que la
teofanía del pasado sea un anticipo de la gran teofanía escatológica en el Día del
Señor. Para quien tiene oídos para oír y ojos para ver, el recuerdo de la
manifestación de la gloria de Dios en el Mar Rojo contiene la pro-mesa de una
nueva manifestación de la shekinah a favor del pueblo de Dios. La realidad del
momento del pueblo de Dios es la expectación de una transfiguración futura
fundada en la misericordia de aquel que guió a su pueblo como rebaño, por mano
de Moisés y de Aarón. En definitiva, el Salmo 77 es un salmo inconcluso, pues
expone preguntas que no encuentran respuestas, ni en el salterio ni en todo del
AT. Y es a partir de esta circunstancia que comenzamos a percibir la razón por la
que la iglesia ha escogido el Salmo 77 para la celebración de la fiesta de la
Transfiguración de Nuestro Señor.
77:1 A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche.

El Salmo comienza con una súplica a Dios. El hecho de que eleve su voz, gritando,
nos indica que, para él, Dios está lejos, ausente. El salmista se siente solo y
abandonado. El estado de ánimo del que suplica queda indicado por la sucesión
de verbos empleados en la primera parte del salmo. El primer verbo es “elevar” la
voz, o clamar. Esta serie de verbos despiertan nuestros sentimientos a fin de sentir
con el salmista su dolor y desesperación. Al ir leyendo el salmo, nos identificamos
con el que suplica y comenzamos a utilizar sus lamentos para dar expresión a
nuestros propios temores y angustias. Los que no tienen voz, encuentran su
propia voz al cantar los salmos de lamento.
77:2 Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me
niego a recibir consuelo.

El segundo verbo que emplea el salmista es “recurrir”. “Recurro al Señor”. El


salmista no sólo grita desesperadamente buscando a Dios; lo ha buscado, pero no
lo ha encontrado. En el instante en que está necesitado y angustiado, llegó a la
convicción de que Dios está ausente. En párrafos subsiguientes, veremos que la
“angustia” a que se refiere el que ora no es un problema personal de él. La tragedia
que lamenta tiene que ver con algo que ha sucedido con su pueblo, con la
comunidad de la cual él es parte. Los investigadores que quieren ordenar el Salmo
77 según las categorías establecidas por Hermann Gunkel, han clasificado la
primera parte como un lamento individual. Sin embargo, aún así, el lamento está
referido a algo que le ha ocurrido a la comunidad y no al individuo. Una de las
características de los salmos de Asaf es, precisamente, su enfoque sobre la
comunidad, mientras que los llamados “Salmos de David” se concentran en las
aflicciones y angustias del individuo (Houston 1995:100). Lo que ocurre con el
Salmo 77 es que el salmista ha incorporado lo individual con lo comunal,
formando de este modo de los versículos 1–9 un lamento comunal o nacional,
expresado como lamento individual. El salmista entona su canto como
representante de todo el pueblo de Israel, siendo lo que fuere, rey, sacerdote,
profeta o cantor inspirado. Según Luis Alonso Schökel, la combinación o
yuxtaposición de un lamento individual con un himno de victoria, logran que el
Salmo 77 sea un salmo único, que no encaja en ningún género (1999. II.1012–
1013).
La circunstancia que hace que el que suplica alce sus manos en oración noche
y día es algo que le ha pasado a la nación, una crisis nacional. La actitud del
salmista de rechazar toda consolación, nos indica que el tiempo de lamentación
aún perdura. La crisis todavía no ha sido resuelta (Kraus 1995:176). A diferencia
de otros salmos en que hay una crisis, no encontramos en el Salmo 77 un oráculo
de salvación anunciado por un profeta en el nombre del Señor. Aparentemente,
Dios ha rechazado las plegarias a favor del pueblo, y este rechazo es la verdadera
causa de la aflicción del salmista.
77:3 Me acuerdo de Dios, y me lamento; medito en él, y desfallezco.

Empleando más verbos, el salmista sigue describiendo su angustia: “Me acuerdo


de Dios.” Dios está presente en sus recuerdos, y éstos lo conmueven; pero la
realidad es que, para el salmista, el Señor está presente sólo en sus recuerdos y no
en la realidad del momento. Dios es para él como el retrato de personas que ya no
están con él, el retrato de quienes se han ido, y cuando lo contempla, le hace
brotar lágrimas.
Los recuerdos del salmista, sus recuerdos de buenos tiempos del pasado,
solamente sirven para agravar su dolor. Son como los recuer dos de una mujer
desdeñada por su esposo, que al recordar las alegrías del pasado –el servicio
religioso, la fiesta de bodas, la luna de miel, los primeros años de felicidad juntos–,
se da cuenta de que los recuerdos sólo sirven para intensificar el dolor que ahora
siente. Es, también, como el artista, el actor, el músico o el escritor cuando
recuerdan sus éxitos del pasado –los premios otorgados, los elogios en los perió
dicos, los admiradores pidiendo autógrafos–. Todos esos recuerdos de momentos
felices solamente los hacen llorar más intensamente su situación del presente
ahora que se encuentran viejos, olvidados, y solos.
No nos ha de resultar difícil compenetrarnos con los sentimientos del
salmista. Fácilmente identificamos en su llanto nuestro propio dolor, y sentimos,
en el abandono en el que vive, la soledad que tantas veces invade nuestro ser. Así
son los salmos. Las lágrimas que brotan de los ojos del salmista, son nuestras
lágrimas; sus preguntas son las mismas que infinitas veces hemos hecho nosotros;
el vacío que siente su alma, es el mismo que hemos percibido nosotros en horas de
desolación. Al orar el Salmo 77 una y otra vez, se hace nuestro, y la distancia que
nos separa del salmista en el tiempo y el espacio, se acorta paulatinamente y por
último desaparece.
77:4 No me dejas conciliar el sueño; tan turbado estoy que ni hablar puedo.

También a nosotros nos sucede que a veces, en momentos de gran angustia y


tensión, somos incapaces de conciliar el sueño. Aunque cansados y agotados de
tanto orar y velar, no logramos cerrar los ojos y dormir. Si bien sentimos la
necesidad de desahogarnos y exponer ante todo el mundo la causa de nuestra
agitación, de repente nos atrancamos y las palabras no nos quieren salir. Debido a
que tal ha sido nuestra experiencia en repetidas oportunidades, es que podemos
sentir en carne propia el dolor del que suplica.
77:5 Me pongo a pensar en los tiempos de antaño; de los años ya idos me acuerdo.

La traducción que presenta la versión Reina Valera no expresa con claridad el


sentido de lo que el salmista declara. Sucede que el salmista comienza a recordar
la felicidad y las bendiciones que él y su pueblo tuvieron la dicha de gozar en el
pasado. Es lo mismo que el anciano que, como hombre ya acabado y enfermo,
recuerda sin embargo los años jóvenes, cuando vivía confiado y libre de
preocupaciones. Recuerda las horas felices en que los fieles se congregaban en el
templo, cantando alegres sus alabanzas al Señor en la celebración de las grandes
fiestas nacionales.
77:6 Me acuerdo de mi cántico por las noches con mi corazón (Texto Masorético). Mi corazón
reflexiona por las noches; mi espíritu medita e inquiere:

A la memoria del salmista acuden las palabras de las canciones que antiguamente
cantaba. La palabra hebrea que aquí se traduce como “cántico”, es un canto que se
entona con acompañamiento musical, que se tañe. Luis Alonso Schökel cree que
quizá el canto en el que piensa el salmista es el salmo antiguo que encontramos en
los versículos 16–20 del Salmo 77, el cual es un antiguo canto que relata cómo
actuó el Señor para salvar a su pueblo oprimido en el pasado. Lo que torna tan
intolerable la circunstancia del presente para el que ora es que el Dios celebrado
en el antiguo canto como un Dios misericordioso, que intervino para salvar a la
Nación, ahora se ha olvidado de su pueblo.
Lo que el salmista siente es lo que sentimos nosotros al oír en la radio una
canción antigua o un himno querido que ahora prácticamente ya no se interpreta.
Al oírlos los recordamos y mentalmente los entonamos. Los recuerdos que
despiertan en nosotros el texto y la música del canto antiguo provocan fuertes
emociones, como en el caso del salmista.
77:7 ¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad?

A partir del versículo 7, el salmista expone una serie de preguntas retóricas que
hacen las veces de las declaraciones de “¿hasta cuándo?”, que se encuentran en
algunos de los demás salmos de Asaf, por ejemplo, el Salmo 79:5. En ninguna
parte del Salmo observamos una confesión de pecados o una lista de los pecados
de Israel, que desencadenaron la larga serie de desastres que asolaron al pueblo.
Éstos hay que buscarlos en otras partes de la colección de salmos de Asaf. Sin
embargo, leyendo entre líneas, queda claro que la causa de la ausencia de la
presencia divina, es la rebelión de Israel en oposición a Dios y al pacto. El salmista
no tiene respuestas a las preguntas que expone, lo que aumenta aún más su
angustia.
77:8 ¿Se habrá agotado su gran amor eterno, y sus promesas por todas las generaciones?

El temor que el salmista expresa aquí es que el Señor se haya olvidado del pacto
hecho con su pueblo, que haya anulado la promesa de serle siempre fiel a su esposa
Israel. Teme que Dios haya decidido divorciar a su esposa por su infidelidad.
Como estas preguntas retóricas lo indican, el que suplica no da con una respuesta
a su inquietud.
77:9 ¿Se habrá olvidado Dios de sus bondades, y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?

Todas las preguntas y lamentos que encontramos en el salmo, y en los demás


salmos de lamento del salterio, tienen una lección muy importante para nosotros.
No podemos y no debemos quedar callados ante las injusticias que sufrimos en la
vida. Frente a las injusticias hay que protestar y reclamar. ue exista un pacto
entre el Señor y su pueblo no quiere decir que los miembros del pueblo tengan
que callase por obligación y aceptar ciegamente todo lo que trae consigo la vida,
como parte inalterable de nuestro destino. Ser hijo del pacto quiere decir que uno
tiene el derecho y la obligación de exponer ante el Señor toda su angustia y su
dolor, y de no aceptar calladamente todo lo que le suceda, como si tal fuese la
voluntad de Dios.
Reclamar, protestar, y lamentarse, no indica una falta de reverencia o de
respeto con respecto a Dios, sino confianza en aquel que oye el clamor de su
pueblo y que se acuerda de su pacto (Éxodo 3:7). Los salmos de lamento nos
recuerdan que las cosas no son como deben ser, y que la injusticia que sufrimos no
es la voluntad de Dios. Nos señalan, además, que las cosas no tienen por qué
seguir siendo como son, sino que pueden y deben ser cambiadas. Los justos no
han de estar dispuestos a aceptar la corrupción, la crueldad, la desigualdad, y la
opresión calladamente, sino que deben clamar a Dios para que las condiciones de
injusticia sean transformadas (Brueggemann 1986:62). Hay personas que han
tratado de suprimir los salmos de lamento y eliminarlos de nuestros himnarios y
liturgias. Sin embargo, un proyecto de esta índole sería oponerse al Espíritu
Santo, quien ha incluido los lamentos en la Escritura para nuestra edificación y
crecimiento, en lo concerniente a compasión, justicia social y esperanza.
En Juan 15:14–15, Jesús les dice a sus discípulos: “Ustedes son mis amigos si
hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no está al
tanto de lo que hace su amo; los he llamado amigos, porque todo lo que a mi
Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes.” Según innumerables escritos
del mundo antiguo acerca de la naturaleza de la amistad, y de lo que es un amigo
de verdad, la primera característica es que un amigo habla con toda franqueza y no
teme compartir con su amigo todo lo que tiene en su corazón; no le oculta sus
sentimientos. En el AT Abraham es llamado amigo de Dios, y como amigo no
teme hablar con Dios con toda franqueza, ni teme tampoco regatear al interceder
con Dios por la suerte de los habitantes de Sodoma y Gomorra: “¿De veras vas a
exterminar al justo junto con el malvado?… Tú, que eres el Juez de toda la tierra,
¿no harás justicia?… Aun por esos diez no la destruiré, respondió el Señor por
última vez.” Las preguntas de Abraham en Génesis 18, se parecen mucho a las
preguntas del que suplica en el Salmo 77.
El que es amigo de Dios, ha obtenido del Señor mismo el derecho de
lamentarse, reclamar y protestar con esos lamentos por la aparente injusticia
divina. Dios no quiere amigos como los que tienen los dictadores, que sólo saben
entonar cantos de alabanza y se sienten obligados a callar sus lamentos y protestas.
Dios no quiere amigos que sean solamente sellos de goma y no interlocutores con
quienes es posible dialogar. Se nos dice que los niños criados por sus madres a que
acepten calladamente todo lo que les imponen los adultos, se convierten en
adultos pasivos demasiado dispuestos a aceptar las injusticias que los rodean y a
convivir con éstas. Dios quiere amigos que, frente a la injusticia e indiferencia de
los demás, sean luchadores. Y para luchar, uno tiene que aprender primero a saber
lamentarse, a saber llorar con los que lloran. Entonar lamentos ante Dios no
significa una falta de respeto, sino confianza en aquel que oye el clamor de sus
hijos.
77:10 Y me pongo a pensar: “Esto es lo que me duele: que haya cambiado la diestra del Altísimo.”

Según Weiser, este versículo es el eje sobre el cual gira el Salmo 77. Vemos aquí
que el salmista ha llegado a darse cuenta que hay que hacer algo más que lamentar
la injusticia de nuestra circunstancia y protestar por ello. Es necesario comenzar a
recordar, enumerar y proclamar públicamente toda la historia sagrada de las tribus
del pueblo del Señor, historia en la que se relatan los hechos de la vida de Moisés,
las diez plagas de Egipto, el éxodo, el cruce del Mar Rojo, los 40 años de
peregrinación y la conquista de los pueblos gentiles durante la época de Josué y de
los Jueces. Es el tema de la segunda parte del Salmo 77 (Weiser 1963:532).
Nuestros lamentos tienen que ir acompañados con un relato de lo que los eruditos
alemanes han llamado la Heilsgeschichte, la historia de la salvación. La frase “la
diestra del Altísimo” nos recuerda una línea del cántico de Moisés (Éxodo 15:12),
que reza: “Extendiste tu brazo derecho, ¡y se los tragó la tierra!” Y también Éxodo
15:6, que dice: “Tu diestra, Señor, reveló su gran poder; tu diestra, SEÑOR,
despedazó al enemigo.” Las hazañas del Señor (v. 11) son, entonces, las proezas (v.
12) obradas por el Señor para librar a Israel del cautiverio de Egipto, y que
demuestran que la diestra del Altísimo no ha cambiado.
77:11–12 Prefiero recordar las hazañas del SEÑOR, traer a la memoria sus milagros de antaño.
Meditaré en todas tus proe zas; evocaré tus obras poderosas.

El recuento de las grandiosas proezas en la historia de la salvación es una de las


características del tercer libro de los Salmos (73–89), en el que predominan los
salmos de Asaf. Es también uno de los temas del cuarto libro (90–106). En la
época en que tanto el Reino del Norte como el Reino del Sur tuvieron que beber
los tragos amargos de la invasión, muerte, destrucción y exilio, los recuerdos y la
recitación de la historia de la salvación ayudaron a mantener la identidad de Israel
como pueblo de Dios, y recordarles la misión de ser una luz a los mismos gentiles
causantes de su desgracia. La palabra JAH del versículo 11 (RV), y que la NVI
traduce con SEÑOR, es una forma antigua del nombre divino yahweh.
77:13 Santos, oh Dios, son tus caminos; ¿qué dios hay tan excelso como nuestro Dios?

El salmista establece aquí una comparación entre “nuestro Dios” y todos los
dioses de los gentiles. Entre líneas, alerta a la congregación de Israel a no recurrir a
los falsos dioses de los gentiles en su angustia. La tentación a la que se enfrenta
todo creyente en el Señor en su angustia, es la de pedir la intervención de otros
espíritus y poderes, aparte del Señor, y recurrir incluso a la magia y la hechicería.
Si Dios, aparentemente, olvidó a su pueblo, entonces los miembros del pacto
pueden verse tentados a procurar la salvación de los dioses de las naciones, o hasta
a hacer un pacto con el diablo. El creyente tiene que recordar quién es Dios en
realidad, y recordar también todo lo que ha hecho a favor de su pueblo. No puede
olvidar que los dioses y espíritus que procuran los no creyentes, no son dioses, y
que no pueden brindar liberación. La senda de los poderes ocultos no es santa,
sino que es un camino que conduce a la muerte.
77:14 Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos.

Al hablar de las maravillas o grandes hazañas del Señor, el salmista tiene en mente
todas las grandes intervenciones de Dios en la historia del pueblo de Israel. Estas
maravillas se enumeran en el Salmo 78, otro salmo de Asaf que tiene muchos
nexos lingüísticos y puntos de enlace con el Salmo 77. Por ejemplo, en ambos se
halla una referencia a José. Será de provecho leer el Salmo 78 como complemento
del estudio del Salmo 77.
77:15 Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José. Selah

El verbo “redimir”, utilizado aquí, es uno de los favoritos de la segunda parte del
libro de Isaías (capítulos 40–59). El Pueblo de Dios es el objeto de la redención
divina. En la segunda parte del versículo queda identificado como los
descendientes de Jacob y de José. Los descendientes de Jacob y de José son, según
Génesis 48:5–22, los patriarcas Efraín y Manasés. Génesis 48 nos ofrece el relato
de cómo José, después de la llegada de Jacob a Egipto, se acerca a su padre para
presentarle sus dos hijos, a fin de que los conozca y les dé su bendición. En la
escena siguiente, Jacob no sólo bendice a sus nietos, sino que también los adopta,
dándole a cada uno parte de su herencia. Y desde entonces Efraín y Manasés no
son contados como nietos, sino como hijos de Jacob, y sus descendientes reciben
una de las doce partes en que se divide la tierra de Canaán, después de la
conquista. Ésta es la razón por la que en la confederación de las doce tribus hay
dos tribus de José. El hijo “extra” de José recibe la herencia que correspondía a los
de la tribu de Leví. Cabe recordar aquí, que los levitas no recibieron un territorio
dentro de la confederación, como las otras tribus, porque el Señor mismo y su
templo fueron la herencia de los levitas. Efraín y Manasés son, entonces, por su
prohijamiento, no sólo hijos de José sino también de Jacob.
Efraín y Manasés fueron los antepasados de las dos tribus más importantes del
Reino del Norte. Este Reino se constituyó después de la rebelión de las tribus del
Norte en oposición a Roboán, el hijo de Salomón. Cansados de pagar tributos a
Salomón, y renuentes a aceptar a su hijo consentido como soberano, las tribus del
Norte se rebelaron en contra de la casa de David y la autoridad de Jerusalén.
Escogieron a Jeroboán I como rey, y establecieron, como tribus del Norte, un
reino con capital propia y con su culto centralizado en los santuarios de Betel, en
el Sur, y Dan en el Norte.
La referencia a Efraín y Manasés en el Salmo 77:15, y la ausencia de
referencias a Judá, Jerusalén y David, han motivado a algunos investigadores a
sugerir que el Salmo 77, al igual que muchos otros salmos atribuidos a Asaf,
provienen, originariamente, del norte de Israel. Las otras tribus del Norte no se
mencionan en este Salmo ni en los demás salmos de Asaf. Esto ha motivado a
algunos investigadores a proponer que estos salmos tienen su origen en los años
732–722 aC., o sea, los últimos años del Reino del Norte, cuando las otras tribus
del Norte ya habían sido conquistadas y llevadas al exilio por los asirios. Leemos
en 2 Reyes 15:29: “En tiempos de Pecaj, rey de Israel, Tiglat Piléser, rey de Asiria,
invadió el país y conquistó Iyón, Abel Betmacá, Janoa, Cedes, Jazor, Galaad y
Galilea, incluyendo todo el territorio de Nealí; además, deportó a los habitantes
a Asiria.” Los últimos años del Reino del Norte son los del gobierno de Oseas, el
último rey de Israel, cuyo reinado llegó a su fin con la caída de Samaria, en 722
aC. (Goulder 1995:75).
77:16–17 Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y se agitaron; el propio abismo se
estremeció con violencia. Derramaron su lluvia las nubes; retumbaron con estruendo los cielos;
rasgaron el espacio tus centellas.

Muchos investigadores opinan que las palabras de los versículos 16–20 fueron, en
algún momento, parte de otro salmo, un salmo que por su lenguaje y las figuras
empleadas, proviene de una época anterior, incluso anterior a David. Se dice que
el autor del Salmo 77 anexó una estrofa del salmo antiguo a su composición, a fin
de ayudar al lector en su retrospección espiritual a la época del éxodo. Sea correcta
o no esta suposición, forzoso es reconocer las semejanzas de 77:16–20 con
cánticos más antiguos, como ser: el cántico de Moisés en Éxodo 15, el Salmo 29,
el Salmo 18:8–16, y Habacuc 3. Dicen, además, que la descripción del Señor
montado en las nubes en medio de una tempestad, lanzando rayos en todas
direcciones y celebrando su victoria sobre el mar, se parece mucho a los salmos
cananeos que celebraban la victoria de Baal, el dios de la tempestad, sobre su gran
enemigo Yam, el dios del mar. Hay quienes creen que los salmistas, por
inspiración del Espíritu del Señor, se apropiaron de algunos salmos paganos,
cambiándolos y reciclándolos a fin de servir como alabanzas en honor del que en
realidad domina los elementos, la fecundidad, y la fertilidad de la tierra. Como
parte de este reciclaje, todas las referencias a las deidades paganas fueron
eliminadas e insertado el nombre del Señor.
En 1983 se publicó un manuscrito en arameo (pergamino Amherst 63) y en
letra demótica, que contiene un antiguo himno pagano muy similar al Salmo 20.
Los que estudiaron los dos salmos, creen que existe una dependencia literaria
entre ambos, o que, por lo menos, los dos provienen de la misma fuente original
(Smelik 1985:77–79). Es una característica de la fe de Israel, apropiarse no sólo de
los antiguos santuarios y fortalezas de sus enemigos, sino también apropiarse de
sus fiestas, ceremonias, y cantos, y transformarlos para rendir gloria al Dios de
Israel.
77:18 Tu estruendo retumbó en el torbellino y tus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra se
estremeció con temblores.

El salmista sigue describiendo la epifanía del Señor en los sucesos que


acompañaron la salida de Israel de Egipto y el inmediato cruce del Mar Rojo. Se
presenta al Señor como un Dios que domina todos los elementos y que además los
utiliza para aniquilar a sus enemigos, tal como sucedió cuando el ejército del
faraón pereció en las aguas turbulentas del Mar Rojo. El pensamiento que se
comunica aquí es que el Señor también puede obrar para aplastar a los enemigos
de Israel que en esa circunstancia ocasionaron su desgracia.
77:19 Te abriste camino en el mar; te hiciste paso entre las muchas aguas, y no se hallaron tus huellas.

Aunque fue el Señor quien, como buen pastor, guió a sus ovejas por el Mar Rojo y
por el desierto, los hijos de Israel no reconocieron su presencia. Aunque para ellos
el Señor fue el Dios invisible, el deus absconditus, las ovejas del Señor no
estuvieron solas. Nunca quedaron abandonadas al pasar por valles tenebrosos.
Las palabras del salmista traen a la memoria los sentimientos expresados en la
poesía que lleva por título “Footprints” (Huellas), y que se hizo muy popular,
tanto entre cristianos protestantes como católicos, siendo leída hasta por el
presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, en ocasión del entierro de las
víctimas del atentado terrorista en Oklahoma City.
77:20 Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.

Encontramos aquí, al igual que en el Salmo 23, la idea del Señor como el pastor
de su pueblo. Es también uno de los temas que aparecen en otros salmos de Asaf,
como el Salmo 80, que comienza: “Pastor de Israel, tú que guías a José como un
rebaño.” Es Dios quien, como pastor, ha guiado a su pueblo Israel en el cruce del
Mar Rojo y por “valles tenebrosos” (el desierto), para hacerlo entrar a la tierra de
Canaán donde, “en presencia de mis enemigos” (los gentiles), el buen pastor
dispuso un banquete para sus ovejas. La mención de Moisés y Aarón es otra de las
similitudes del Salmo 77 con el cántico de Moisés de Éxodo 15.
UNA VENTANA A LA VIDA Y A LA OBRA DE CRISTO
Para comprender los salmos en su plenitud es necesario aprender a cantarlos
teniendo en cuenta la persona de Jesucristo, esto es, cantar el salmo como un
canto entonado por Jesús. Debemos preguntarnos cómo habrá interpretado Jesús
su vida y su misión relacionada con el Salmo 77.
Las lamentaciones y la agonía del salmista en la primera parte del salmo nos
inducen a pensar en Jesús en el Jardín de Getsemaní. Allí, según Hebreos 5:7, “En
los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y
lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente
sumisión.” Así como el salmista clamó a Dios en el día de la angustia, del mismo
modo Jesús elevó sus manos y plegarias sin descanso. Con toda seguridad, esa
noche en el Getsemaní, el tentador se valió de los recuerdos de Jesús en los
primeros tiempos de su ministerio, cuando caminaba por Galilea, y una multitud
de seguidores daba gracias a Dios por la presencia en su medio del nuevo profeta.
En esos días entonaban aleluyas y no reproches. Pero las aflicciones que Jesús
soportó en el Getsemaní, en el pretorio o palacio, y en la cruz, dan lugar a
acentuar la pregunta: “¿Nos rechazará el Señor para siempre?”
Al igual que en el caso del salmista, las aflicciones soportadas por Jesús no
fueron la consecuencia de alguna injusticia cometida por él. Jesús, como el
salmista, gime, suplica y llora por causa de la infidelidad de su pueblo. En las horas
de su pasión, Jesús recordó, indudablemente, los cantos entonados en su juventud
(Mateo 26:30). Sus últimas palabras desde la cruz (Mateo 27:46; Lucas 23:46)
traen ecos surgidos de partes de los salmos en los que Jesús meditó durante esa
noche tenebrosa, en que fue tal la angustia que invadió su alma, que se sintió
morir.
Al final de su meditación, el salmista recuerda un salmo muy antiguo, que
agrega a su lamento, un salmo que describe la gran teo fanía del Señor en el Mar
Rojo. El recuerdo de la teofanía le ayuda a sostenerse y a fortalecerse en su gran
aflicción de espíritu, porque fue un símbolo y promesa de la gran teofanía
escatológica. Jesús, en su última agonía, también fue sustentado y fortalecido por
una teofanía, la que experimentó en el monte de la transfiguración. La transfigu
ración de Jesús es símbolo, promesa, y anticipo en un doble sentido. En primer
lugar, es un anticipo de la resurrección de Jesús, como lo indican sus propias
palabras: “No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del hombre
resucite” (Mateo 17:9). Y la transfigura ción del Señor no es sólo un anticipo de la
resurrección de Jesús, sino de la de todos los justos, como la declara el Maestro en
Mateo 13:43: “Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol.”
Todas las consideraciones vistas anteriormente apuntan a nuestra
comprensión del Salmo 77 y a su aplicación en la vida. Surge la pregunta en
cuanto al uso del salmo en nuestra vida personal y congregacional hoy día. El
salmo nos ofrece pautas a seguir en las circunstancias en que nos sentimos
atrapados en la mar de contradicciones, situaciones en las que clamamos y
suplicamos a Dios y no recibimos respuesta, llegando, consecuentemente, a
cuestionar la misericordia del Señor y su presencia junto a nosotros en las
aflicciones. El Salmo me invita a responder a las preguntas respecto a qué hacer en
las aflicciones, y qué hacer cuando nuestra nación o nuestra congregación parecen
ser víctimas de la ira y del olvido de Dios.
El Salmo nos enseña en primer lugar a elevar nuestros lamentos hacia Dios. El
lamento no debe ser visto como una falta de fe, sino como una expresión de
nuestra fe en el Dios del pacto. Fue lo que hizo la mujer cananea en Mateo 15:21–
28. Ella lamentó la condición de su pobre hija, que sufría terriblemente por estar
endemoniada. Así como el salmista, la mujer siguió extendiendo sus manos hacia
el Señor aunque en apariencia él no estaba dispuesto a escucharla, y aunque la
única respuesta que recibió de parte del Señor fue silencio. Es necesario seguir
clamando al Señor, porque detrás de la máscara del deus absconditus está el deus
revelatus. Sin embargo, el salmo no sólo nos invita a poner en palabras nuestros
lamentos. También nos invita a enumerar y testimoniar las grandes hazañas de
Dios a favor de su pueblo. Y no solamente los sucesos relacionados con el éxodo y
la peregrinación por el desierto, sino las maravillas vinculadas con la inauguración
del nuevo pacto, a saber, la encarnación de nuestro Señor, su lucha contra las
fuerzas del mal, su pasión, muerte y resurrección, y su ascensión y segunda venida.
Se nos invita no sólo a lamentar, sino también a confesar el Credo Apostólico a
voz en cuello.
La tercer cosa que el salmista hace en su aflicción y agonía es cantar, como
cantó Jesucristo la noche en que fue entregado, como cantaron Pablo y Silas en la
cárcel de Filipos (Hechos 16:25), como solía hacerlo Martín Lutero con sus fieles
amigos cuando sentía las acometidas impetuosas de los demonios mil que se
nombran en su himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”. No es aconsejable
encerrarse dentro de sí mismo en los momentos de crisis y aflicción. El salmista no
se mantiene aislado en la soledad de sus aflicciones. Aquí lo vemos cantar un
himno de victoria junto a la compungida y dolorida congregación de Israel. Por
último, nosotros, en medio de las tormentas y tempestades de la vida,
comprendemos, en base a lo que hemos aprendido del Salmo 77, que debemos
fijar nuestra mirada en Jesús, en la pasión y resurrección prefiguradas en su
transfiguración.
Ésta es también la prefiguración y promesa de la transfiguración de la realidad que
vivimos, en la gloria del reino de Dios.
RESUMEN DE LAS CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
DE LOS SALMOS DE ASAF
Para investigadores como Nasuti, Goulder, Mitchell y Hauge, la agrupación
de los salmos de Asaf presenta una serie de características que los diferencia de los
demás salmos del salterio. Hasta se puede hablar de una teología distinta, que
comparten los cánticos de esta colección, al menos los que son de las
características de los salmos de Asaf y de los salmos calificados como salmos
“deutero-Asaf ”, esto es, salmos que no llevan un epígrafe que dice “Salmo de
Asaf ”, pero que guardan afinidad con los de Asaf, tanto por su vocabulario como
por los temas que tratan y por su ubicación en el canon. Algunas de las
características de los salmos clasificados como parte de la colección de Asaf o
deutero-Asaf, son:

1. Algo que ya hemos notado, la importancia dada al patriarca Jacob y las


tribus de José, como también la figura de Israel como rebaño de ovejas.
Sabido es que tanto Jacob como José fueron pastores de ovejas. En la
literatura profética se nota una tendencia a utilizar los nombres de Jacob,
José y Efraín hijo de José, como sinónimos de las diez tribus del Norte, que
fueron devastadas por la invasión asiria y llevadas en cautiverio.

2. Un tema prominente en los salmos de Asaf es el de la recolección de Israel.


El tema puede relacionarse con el nombre Asaf, que en hebreo quiere decir
“recolector”. La idea patente en este concepto es que habrá una gran
recolección de los israelitas esparcidos entre las naciones paganas. Habrá un
tiempo de cosecha en que los fieles serán recolectados y llevados nuevamente
a la Tierra Prometida. Es un tema bíblico muy amplio, y se encuentra
también en los libros proféticos y en el NT, en que se habla de la cosecha de
los justos que serán segados como buen trigo y guardados en el granero del
Señor, mientras que todos los que sirven de tropiezo serán recogidos por los
ángeles y quemados (Mateo 13:24–30, 36–43).

3. Otro tema, íntimamente relacionado con el anterior que se encuentra en los


salmos relacionados con Asaf, es el juicio de las naciones paganas (Mitchell
1997:171–176). El vocablo hebreo traducido como juicio, aparece 14 veces
en estos salmos. El Salmo 75:6–8 anuncia el juicio de Dios contra los impíos
del oriente, del occidente y del desierto, que se enaltecen ante Dios: “La
exaltación no viene del oriente, ni del occidente ni del sur, sino que es Dios
el que juzga: a unos humilla y a otros exalta. En la mano del SEÑOR hay una
copa de espumante vino mezclado con especias; cuando él lo derrame, todos
los impíos de la tierra habrán de beberlo hasta las heces.” La copa de vino a la
que se hace referencia, es la copa de la ira del Señor. En el antiguo Cercano
Oriente, los vencedores obligaban con frecuencia a los vencidos a
emborracharse en su presencia, para luego burlarse de ellos. Muchas veces la
ebriedad de los vencidos llegaba a su fin con la muerte de la víctima
agonizante, porque con frecuencia se mezclaba en el vino un veneno que
producía una muerte lenta y dolorosa. Otros textos típicos del juicio de las
naciones en los salmos de Asaf, son: Salmo 76:12; 78:43–50; 79:1–7, y todo
el Salmo 83. Junto con el tema del juicio a las naciones aparece el énfasis
puesto en la ira de Dios. La tercera parte de todas las referencias a la ira de
Dios la encontramos en los salmos de Asaf. Una metáfora de la ira es la
palabra “fuego”, que aparece 13 veces en los salmos de Asaf (Mitchell
1997:174).

4. Otro tema, que se repite una y otra vez, en los salmos de Asaf, es la pasividad
de Dios en cuanto a socorrer a su pueblo. La pregunta “¿hasta cuándo?”
resuena en el Salmo 74:10 y en el 80:4. En otros salmos de Asaf se exhorta a
Dios a levantarse y a defender a su pueblo que está siendo atacado, oprimido
y devastado por sus enemigos (Salmo 74:11; 77:8–10; 79:10). Se percibe a
Dios como ajeno a la catástrofe que abruma a su pueblo. Esto explicaría en
parte la relativa ausencia del nombre divino Señor (yahweh) en los salmos de
Asaf, y la preferencia por el nombre elohim u otros títulos divinos. El
nombre Señor ( yahweh) se identifica mucho más con la gracia y la
misericordia de Dios, que el nombre elohim. De ahí que el nombre Señor
predomina (53 veces) en los cánticos graduales que celebran el perdón de
Dios, el retorno de Israel a la Tierra Prometida y al templo. Estas referencias
tienden a apoyar la tesis de aquellos investigadores que creen que la invasión
de las diez tribus del Norte por Asiria, entre los años 730–710 aC., originó
la creación de los salmos de Asaf.

5. Una característica que cuenta con el acentuado énfasis de Mitchell en su


estudio del programa escatológico del salterio, es el oficio del mazkir y el rito
del zikron. El término mazkir se traduce, en 2 Reyes 18:18 e Isaías 36:3,
como secretario (NVI), canciller (RVR 1960, 1995) y ministro (Biblia de
Latinoamérica). La Biblia en idioma inglés identifica en estos pasajes a Joa
hijo de Asaf, como recorder (alguien que toma nota), y la Biblia en francés,
como l’archviste, términos que indican que el hijo de Asaf fue un tipo de
cronista o secretario que tomaba nota de los acontecimientos y los redactaba
en un rollo. En realidad, la función del mazkir era recitar ante el Señor todas
las historias de la misericordia de Dios con el pueblo del pacto en el pasado,
con la finalidad de inducir al Señor a actuar nuevamente en defensa del
rebaño bajo su cuidado. La celebración del rito en que se le recordaban al
Señor sus misericordias pasadas, fue llamado el zikhron (Números 10:8–10).
El ritual de zikhron se acompañaba con el toque de trompetas ante el arca
del pacto, particularmente cuando se producía una invasión de extranjeros, o
a la salida de los guerreros del Señor hacia una guerra santa. Como videntes
y cantores inspirados, los hijos de Asaf tuvieron a su cargo la tarea de entonar
las remembranzas de las misericordias del Señor.

6. La función de los hijos de Asaf como profetas y cantores de Israel puede ser
de ayuda para la explicación de otra característica de los salmos de Asaf. La
característica es la inclusión, en los salmos, de largas reseñas históricas como
las que se encuentran en los Salmos 105 y 106, dos de los cantos agrupados
en la categoría de los deutero-Asaf. Los salmos de Asaf muestran, en las
reseñas históricas, una fidelidad al monoteísmo y un rechazo rotundo a toda
forma de idolatría. Tal fidelidad a la adoración del Dios del pacto y las
tradiciones que encontramos en el libro de Deuteronomio, deben de haber
causado problemas a los hijos de Asaf que ministraban en el norte de Israel.
Allí, el rey Jeroboán I había colocado sus becerros de oro en los templos de
Betel y Dan (1 Reyes 12:28–29). Esta acción por parte de alguien que había
sido un funcionario respetado del rey Salomón, constituyó un rechazo
rotundo del arca del pacto en el templo del Señor en Jerusalén. Según una
hipótesis de Michael Goulder, después de la destrucción del Reino del
Norte, los hijos de Asaf lograron escapar hacia Jerusalén, donde
desempeñaron luego un papel importante en las reformas de los buenos
reyes Ezequías y Josías. Goulder cree incluso que los de Asaf pueden
identificarse con el grupo de reformadores conocidos como
deuteronomistas. Se dice que los deuteronomistas fueron los responsables de
promulgar entre los judíos el contenido del libro de Deuteronomio, incluido
en el canon. Es sabido, además, que los hijos de Asaf desempeñaron un papel
importante en la fundación del templo de Zorobabel, y en la reforma de
Nehemías. La importancia dada a los de Asaf en los libros de las Crónicas,
ha inducido a algunos investigadores a sospechar que el autor de este libro
fue un levita perteneciente al gremio de los descendientes de Asaf.

7. Una séptima característica de los salmos de Asaf, y en particular de salmos


como el 105 y el 106, que han sido clasificados como “deutero-Asaf ”, es la
gran cantidad de nombres de personajes y pueblos mencionados en otras
partes de la Biblia. Estas personas, pueblos y naciones sirven como ejemplos,
tanto positivos cuanto negativos, a ser emulados o considerados tema de
discrepancia, por los miembros del pueblo de Dios.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿Cuántas semejanzas hay entre la última parte del Salmo 77 y los cánticos
de Moisés y Miriam, en Éxodo 15?

2. El epígrafe del Salmo 77 dice: “Al director musical. Para Jedutún. Salmo
de Asaf.” Con la ayuda de una concordancia bíblica, averigüe quién fue
Jedutún y cuál fue su relación con Asaf.

3. Considere las características de los salmos de Asaf que se han analizado


hasta aquí.

4. Lea Isaías 43:18–21 y desarrolle los nexos que hay entre este texto y el
Salmo 77.

5. Discurra acerca del segundo uso de la ley (la ley como espejo que refleja
nuestro pecado), en dos de los Salmos de Asaf, el 50 y el 81.

6. Nasuti afirma que los Salmos 50, 71, 81 y 83, todos salmos de Asaf,
contienen elementos proféticos. Los elementos proféticos quedan
determinados por su utilización de imágenes, escatología, y patrones de
lenguaje. Con patrones de lenguaje se quiere decir que el profeta habla
como si fuera Dios, una señal de que el salmista entró en trance y que el
espíritu de Dios habla por medio de él. Haga una lista de los elementos
proféticos en los salmos mencionados y reflexione sobre ellos.
9
Los salmos marciales

SALMO 68
El Salmo 68, con sus aclamaciones de victoria, sus imágenes marciales, sus visiones
del Señor, el guerrero divino, sus alusiones a la guerra santa, su léxico arcaico y sus
invocaciones de antiguas tradiciones tanto israelitas como cananeas, ha sido
objeto de intenso estudio por parte de los historiadores, lingüistas y teólogos. Se
han publicado centenares de artículos y monografías acerca del género literario, el
fondo histórico y el significado de términos y conceptos difíciles de entender para
el lector de nuestro mundo moderno. Pese a los muchos estudios realizados, los
expertos en la materia aún no están de acuerdo respecto de cómo interpretar este
antiguo canto de victoria.
Sigmund Mowinckel opina que el Salmo 68 es un antiguo himno de sólida
composición, cuyas raíces tienen su origen en la fiesta de la entronización del
Señor, de la época del rey Saúl. Otros investigadores, concordando con el análisis
del renombrado William Foxwell Albright, han llegado a la conclusión de que las
diferentes partes del salmo no estuvieron unidas originalmente, sino que
provienen de hasta treinta fuentes diferentes, que se incorporaron al salmo como
hoy lo tenemos, en la época del rey Salomón. Entendiendo el salmo de esta
manera, tenemos entonces un compendio de trozos provenientes de una serie de
cantos que celebraron la victoria del Señor y sus huestes. Los trozos y fragmentos
provienen de cantos compuestos en diferentes ocasiones, como por ejemplo, en
ocasión del éxodo de Egipto, o la conquista de Canaán en la época de los jueces, o
la conquista de Jerusalén, o el traslado del arca o la proclamación del reinado del
Señor en el monte sagrado (Clifford 2002:314). Muchas de las frases del Salmo
68 se asemejan a poemas tales como el de Deuteronomio 33, la canción de

É
Débora de Jueces 5, el cántico del mar de Éxodo 15 (Millar 1973:103–104), y el
Salmo de Habacuc, de Habacuc 3.
Hermann Gunkel, el padre del estudio de la redacción de formas cree, en
desacuerdo con otras maneras de interpretar el Salmo 68, que éste es ante todo un
salmo escatológico, escrito aproximadamente 400 años antes de Cristo, y que se
utilizaron tradiciones antiguas y un léxico arcaico para describir un
acontecimiento que tendrá lugar en el futuro, cuando el reino del Señor se
establezca después de la última gran batalla entre Dios y todos los enemigos de su
pueblo.
Otros expositores modernos, en desacuerdo con Albright y sus discípulos,
afirman que el Salmo 68, lejos de ser una colección de toda clase de tradiciones
diversas, es un himno de victoria cuyas partes están bien unidas y ligadas con el
tema central. El tema que une las diferentes partes del Salmo 68 es la
manifestación gloriosa (teofanía) del Señor en las guerras entre sus ejércitos y los
enemigos de Israel. Es posible que, después de estudiar las diferentes partes del
salmo y tomar nota de las preocupaciones que se manifiestan, y asimilar sus
imágenes, estemos mejor preparados para entender no sólo la forma y la función
del Salmo 68, sino también dispuestos a unir nuestras voces con las de los
antiguos hebreos y honrar el nombre de Dios entonándole alabanzas.
68:1 ue se levante Dios, que sean dispersados sus enemigos, que huyan de su presencia los que le
odian.

La escena que realzan las primeras palabras del salmo es de guerreros israelitas
haciendo los preparativos para una guerra santa con sus enemigos. Mientras se
preparan para la batalla, los levitas sacan fuera de la tienda de reunión el arca del
pacto, esto es, el trono visible del Señor, Dios invisible que, ubicado en su trono
guía a los valientes de Israel en sus batallas. Mientras se toca el shofar, la trompeta
sagrada, el coro de cantores consagrados entona el himno de batalla, invocando al
Señor para que los guíe en la guerra santa. La idea que se tenía de la guerra santa
no era la de una lucha entre dos pueblos, sino una contienda entre el mismo Señor
y sus enemigos. La figura predominante en la literatura referida a la guerra santa es
la del Señor, el guerrero divino. En Éxodo 15:3, el cántico de Moisés, se proclama:
“El Señor es un guerrero.”
De acuerdo con el relato de Números 10:35–36, si era necesario trasladar el
arca del pacto, Moisés decía: “¡Levántate, Señor! Sean dispersados tus enemigos;
huyan de tu presencia los que te odian.” Pero cada vez que el arca se detenía,
Moisés decía: “¡Regresa, Señor, a la incontable muchedumbre de Israel!” De
modo que la intervención del Señor como guía de su pueblo en la guerra santa –
señalada en el Salmo 68–, tiene que ver con las más antiguas tradiciones de Israel
referentes al arca del pacto. En el Salmo 68, las tradiciones del arca sagrada se
combinan con el concepto expresado en las tradiciones poéticas que hablan
respecto del Señor como que vive en las montañas del sur. En el cuadro
presentado por el salmista en los primeros siete versículos, vemos al Señor
viniendo en una tormenta, desde el sur, marchando sobre las nubes con sus
huestes angelicales para apoyar a las huestes de los hijos de Israel. Después se
celebra el ingreso del Señor en su santuario en Sión, para habitar entre los
hombres y establecer justicia, y defender a las viudas y los huérfanos.
68:2–3 ue desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios
los impíos, como cera que se derrite en el fuego. Pero que los justos se alegren y se regocijen; que
estén felices y alegres delante de Dios.

El salmista anuncia como principio eterno e inalterable, que así como el humo no
podrá ofrecer resistencia al viento sin ser disipado, y así como la cera no puede
estar ante el fuego sin derretirse, así no podrán los impíos, después de todo,
mantenerse en pie ante el juicio de Dios. Inevitablemente, todas las fuerzas de
maldad que imperan en el mundo llegarán a su fin con la venida de Dios para
juzgar al mundo. No se identifican aquí los impíos, porque en cada generación y
época habrá nuevas manifestaciones de maldad en el mundo. Los impíos son
todos los poderes y principios de maldad. Son las instituciones, ideologías y
estructuras que esclavizan, oprimen y destruyen al género humano. No obstante,
así como el Señor actuó para librar a Israel de la esclavitud de Egipto y de las
ideologías y teologías al servicio del faraón para justificar la explotación de los
hebreos, así actuará el Señor en el futuro para salvar a los pobres y oprimidos. Así
como el Señor actuó en el pasado en el cruce del Mar Rojo, y los israelitas se
alegraron entonando el cántico del mar (Éxodo 15), así obrará el Señor en el
futuro para salvar a su pueblo y a toda su creación. El verbo hebreo que en español
se traduce como “salvar”, es una de las palabras claves de todo el Salmo 68.
68:4 Canten a Dios, canten salmos a su nombre; aclamen a quien cabalga por las estepas, y
regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor!
En los salmos cananeos encontrados en la antigua ciudad de Ugarit, se representa
al dios Baal como un guerrero que conduce una carroza de nubes en medio de una
gran tormenta mientras dirige la guerra contra sus enemigos. La semejanza entre
los salmos cananeos y el Salmo 68, el cántico de Débora, y Deuteronomio 33:26,
ha inducido a los investigadores a concluir que el salmista se ha apropiado de
parte del vocabulario que los cananeos usaron para honrar a Baal. Los títulos y
adjetivos empleados antiguamente por los cananeos para celebrar las hazañas de
sus dioses, los adoptaron los cantores sagrados de Israel para entonar la grandeza
del Señor como verdadero salvador de su pueblo (Cassuto 1973:246).
Los cantores sagrados de Israel solían entonar los himnos que celebraban las
victorias del Señor en el pasado, con la finalidad de implorar una nueva
manifestación del poder salvador de Dios, en un nuevo conflicto con los
enemigos de Dios y de su pueblo. El nombre JAH (RV) es una forma abreviada
del tetragrámaton ( yhwh), el nombre sagrado que le fue revelado a Moisés en el
monte Orbe. Tetragrámaton es una palabra griega que quiere decir cuatro letras.
Se refiere a las cuatro letras en hebreo de la frase “Yo soy”. Los traductores de la
Biblia en idioma castellano han representado el tetragrámaton de varias maneras:
YHVH, Jehová, Jahvé, Yahvé y Yavé. La versión NVI, que se utiliza en esta obra,
traduce SEÑOR.
68:5–6 Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Dios da un hogar
a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto.

En lo que sigue, el poeta sagrado nos brinda siete alusiones tomadas del pasado,
que le recuerdan a Israel el modo en que había obrado el Señor para prestar ayuda
divina a su pueblo (Cassuto 1974:257). La primera alusión está referida a la
redención de los esclavos israelitas en Egipto. Eran como viudas y huérfanos sin
un hogar permanente. Al guiar a los israelitas a una tierra en la que fluía leche y
miel, el Señor puso de manifiesto la realidad de que él es, en verdad, el Padre de
los huérfanos y defensor de las viudas. La referencia a los rebeldes es una alusión a
los israelitas que, en el incidente de los doce exploradores, se rebelaron contra la
autoridad del Señor y de Moisés en el desierto (Deuteronomio 1). Los rebeldes
perdieron el derecho de entrar en la tierra donde fluía leche y miel, y tuvieron que
pasar el resto de sus vidas en el desierto.
En el versículo 5 observamos cómo el cantor sagrado se ha apropiado de otra
expresión empleada por los cananeos en su literatura épica. En las tablas
descubiertas en Ugarit, la frase “padre de los huérfanos y defensor de las viudas” se
utiliza una y otra vez para describir al héroe Daniel, famoso en la literatura
cananea, el justo defensor de los menesterosos. Para los comentaristas que creen
que la base del Salmo 68 es la rebelión de Absalón en contra de su padre, el rey
David, los huérfanos y las viudas mencionados aquí son los familiares de los
israelitas leales a David, quienes fueron despojados, exiliados, o ejecutados por
Absalón y sus seguidores. Al ser derrotado Absalón, victoria que celebra el Salmo
68, los fieles servidores del rey serán recompensados por su lealtad, mientras que
sus opresores serán pasados por las armas o enviados al exilio (Goulder
1990:194).
68:7–8 Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, la
tierra se estremeció, los cielos se vaciaron, delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios
de Israel.

La siguiente alusión a la ayuda otorgada a Israel en el pasado, está referida a la


teofanía (manifestación luminosa) de Dios en el monte Sinaí. Del mismo modo
en que en el Sinaí Dios se manifestó en su gloria a todo Israel, así el Señor
mostrará en el futuro su gloria a los justos, cuando necesiten su ayuda. La misma
idea se encuentra en otras partes de la Biblia también: Habacuc 3:3–4;
Deuteronomio 33:2; Jueces 5:4–5.
El tema del terremoto que anuncia la venida del Señor para juzgar la tierra, se
destaca en muchas partes de la Escritura. El Salmo 46 declara: “Por eso, no
temeremos aunque se desmorone la tierra…” (v. 2). En el último capítulo del libro
del profeta Zacarías (14:4–5) se anuncia un gran terremoto escatológico, que será
una señal de aviso de la venida del Señor para establecer su reino. Jesús, al hablar
de las señales que vendrán antes del fin, también anuncia que habrá terremotos.
Finalmente, en el libro del Apocalipsis leemos que los terremotos son parte de los
sucesos de los tiempos del fin. Ubicada en las cercanías de una de las fallas
geológicas más activas del planeta, la ciudad de Jerusalén conocía muy bien el
poder de un fuerte movimiento sísmico. En la memoria de los israelitas quedó
grabado el recuerdo del gran terremoto que sacudió a Jerusalén en la época del rey
Uzías. En el año de la muerte del rey Uzías, el profeta Isaías tuvo una visión, en la
que relata que los umbrales de las puertas del templo se estremecieron al sonido
de las voces de los serafines (Isaías 6:4).
68:9–10 Tú, oh Dios, diste abundantes lluvias; reanimaste a tu extenuada herencia. Tu familia se
estableció en la tierra que en tu bondad, oh Dios, preparaste para el pobre.

Los versículos 9 y 10 se refieren al asentamiento de Israel en Canaán, la tierra en


que fluía leche y miel, y en la que el Señor proveyó a su pueblo con lluvias y
buenas cosechas. No es Baal quien envía las lluvias, sino el Señor. El Señor ha
desplazado a Baal como el dios que provee para su pueblo y hace que la tierra sea
fértil. En la época del profeta Elías, quedó de manifiesto que el Señor es quien
envía las lluvias, y también las quita. Como castigo por el culto a Baal,
introducido en Israel por Acab y Jezabel, Elías “con fervor oró que no lloviera, y
no llovió sobre la tierra durante tres años y medio. Volvió a orar, y el cielo dio su
lluvia y la tierra produjo sus frutos (Santiago 5:17–18). Al incluir el salmista los
versículos 9–10 aquí en el texto, advierte a los fieles a no dejarse inducir por sus
vecinos paganos a ofrecer sacrificios a cualquier dios o espíritu fuera del Señor,
para asegurarse una buena cosecha. La advertencia continúa vigente para nuestros
días. En América Central, Perú y Bolivia, muchos campesinos que profesan ser
buenos católicos, siguen realizando ceremonias, dando ofrendas y ofreciendo
sacrificios a las antiguas deidades precolombinas de la fertilidad, como la
Pachamama.
De acuerdo con una interpretación que ofrece una alternativa diferente a la
del contexto histórico del Salmo 68, la cual propone Michael Goulder en su libro
acerca de las oraciones de David, la fuerte lluvia que cayó fue la respuesta divina a
las oraciones de David. Según Goulder, David había elevado sus plegarias al
Señor, pidiendo lluvias como una confirmación de su llamamiento para rey de
Israel. Según la reconstrucción que hace de los orígenes de los salmo 51–72,
Goulder asevera que los enemigos del rey habían declarado que la sequía que
afligió a la tierra de Israel fue una calamidad enviada por el Señor para castigar al
rey por su pecado con la mujer de Urías el hitita. Los adversarios de David
afirmaron, además, que la única manera de quitar la maldición de Dios de la
tierra, sería con el derrocamiento y la ejecución de David. La lluvia fue la señal,
entonces, de que el Señor había perdonado a David y deseaba que siguiera siendo
rey.
68:11 El Señor ha emitido la palabra, y millares de mensajeras la proclaman:

En esta parte del salmo se hace referencia a las victorias obtenidas por los israelitas
sobre los cananeos. En el conflicto entre los reyes de los cananeos e Israel, el Señor
dio su palabra, es decir, pronunció sentencia en favor de Israel, y ésta otorgó la
salvación y la victoria a las tribus israelitas. A fin de anunciar y festejar las
victorias, las mujeres de Israel salieron como una grande multitud a cantar el
triunfo, como hicieron Miriam, la hermana de Moisés, y las mujeres que
entonaron el cántico del mar, en Éxodo 15. Las mujeres son como Sión, portadora
de buenas noticias, que levanta fuertemente la voz para proclamar la venida del
Señor, quien vendrá cual pastor para apacentar a su rebaño (Isaías 40:9–11).
Recordemos que en las guerras de antaño el ejército de hombres que marchaba
delante era seguido de otro ejército de mujeres y hasta de niños, que venía detrás.
El ejército de esposas, concubinas, prostitutas, solía cocinar para los hombres,
lavarles la ropa, atender sus heridas y celebrar sus victorias. Con frecuencia, si un
ejército era derrotado, los simpatizantes, mujeres y niños eran considerados parte
del botín y repartidos entre los vencedores, según se deduce de las palabras de la
madre de Sísara, en Jueces 5:28–30. Algo similar ocurrió cuando las mujeres y los
niños que acompañaron la banda de David cayeron en manos de los amalecitas,
según se relata en 1 Samuel 30.
68:12–13 “Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: alas de
paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente. Tú te quedaste a dormir entre los
rebaños.”

Mientras los reyes cananeos huyen por todas partes, las mujeres que quedaron en
casa participan en el reparto del botín.
No solamente las mujeres, sino también algunos hombres que, en vez de
participar de la batalla, se quedaron atrás, recostados entre los apriscos como
Isacar (Génesis 49:14): Y así, hasta ellos tuvieron el privilegio de recibir algunas
de las prendas de los enemigos, que fueron repartidas entre los vencedores. En el
botín había ornamentos preciosos, entre ellos alas de paloma recubiertas de oro y
plata. uizá, como sugiere Alonso (994:885), las alas eran los estandartes
militares del enemigo que cayó en manos de los israelitas. La atención que el
salmista da a los detalles puede ser un indicio de que el autor del salmo participó
en los sucesos relatados en este versículo y los siguientes.
68:14–15 Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve
cayendo sobre la cumbre del Zalmón. Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de
Basán, montañas escarpadas:
La batalla victoriosa en la cual el Omnipotente esparció a los reyes de los
cananeos, se peleó en la región de Basán, al este del río Jordán, entre el monte
Hermón al norte y el monte Galaad al sur. Según Cassuto (1973:263), es
probable que la referencia a la nieve caída sobre el campo de batalla no sea una
alusión a una de las altas montañas del Hermón, siempre cubiertas de nieve, sino a
una nevada que cayó inesperadamente en un lugar en el que casi nunca nieva en
esa época del año. El Señor actuó con la nevada milagrosa en conjunto con los
ejércitos de Israel, para esparcir a los enemigos de su pueblo.
68:16 ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir,
donde el SEÑOR habitará por siempre?

Aunque muchos de los montes altos de Basán alcanzan una altura superior a la del
monte Sión en Jerusalén, no pueden jactarse sin embargo de ser superiores al que
el Señor escogió como su morada. Los dioses paganos que tienen sus santuarios en
los lugares altos de Basán, no pudieron evitar la derrota sufrida por los reyes
cananeos cuando el Señor, el guerrero divino, vino desde el sur para socorrer a los
israelitas en la guerra santa que se libró en el territorio que presuntamente les
pertenecía. Los montes de Basán tendrán que morirse de envidia, porque el Señor
no escogió a uno de ellos como su morada, sino al monte Sión. Vemos en las
Escrituras que en más de una ocasión Dios escoge al más pequeño, al más frágil, y
al más joven para llevar a cabo sus proyectos. Escoge a Jacob y no a Esaú; a David
y no a uno de los siete hermanos mayores; a José y no a Rubén; a Israel y no a
Egipto; al monte Sión y no al Hermón con sus tres mil metros de altura. “Pero
Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo
débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más
bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su
presencia nadie pueda jactarse” (1 Corintios 1:27–29).
El versículo 16 puede ayudar al investigador a establecer la época en que se
compuso el Salmo 68, porque la referencia al monte Sión como lugar del
santuario del Señor significa que el salmo no se escribió antes del tiempo del rey
David. Porque David trajo el arca del pacto a Jerusalén y estableció la ciudad de
Jerusalén como el sitio donde su hijo Salomón erigiría el templo. Aparentemente,
no existen en el salmo referencias o alusiones a sucesos que tuvieron lugar después
del reinado de Salomón. Tales observaciones indican que el Salmo 68 proviene,
probablemente, del tiempo de David (Cassuto 1973:281–282).
Ahora bien, en la época de David hubo una importante e impresionante
victoria obtenida por los hijos de Israel en un lugar llamado Helam, en la región
de Basán. La historia de este enfrentamiento se narra en 2 Samuel 10. Los
adversarios de Israel en esta batalla fueron Janún, rey de los amonitas, los sirios de
Bet Rejob y de Sobá con veinte mil soldados de infantería, mil hombres del rey de
Macá, doce mil de Tob y el general del ejército, Hadad Ezer. Tan grande número
de cananeos armados, en pie de guerra, constituyeron una formidable amenaza
para las tribus del Señor. Pero Joab, el comandante del ejército de Israel y Abisay
su hermano, encomendaron la batalla al Señor con las palabras: “¡Ánimo!
¡Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! Y
que el Señor haga lo que bien le parezca” (2 Samuel 10:12). Aunque los hijos de
Israel no contaron con un ejército de la magnitud del de los cananeos, contaron,
sin embargo con el apoyo del Señor, el guerrero divino que dirigió la batalla desde
el arca del pacto, cargado por los levitas que tocaron sus trompetas y cantaron
salmos implorando al Señor a venir e intervenir en favor de ellos en el conflicto.
Éste es, al menos, el trasfondo del Salmo 68 planteado por el conocido
historiador y orientalista judeoitaliano, Humberto Cassuto.
Otro investigador, Michael Goulder de Gran Bretaña, ha presentado un
conjunto de argumentos en apoyo de la tesis de que la victoria que celebra el
Salmo 68 es otra batalla que se libró durante el reinado de David, a saber, la
batalla entre los ejércitos de David y su hijo rebelde Absalón, en el bosque de
Efraín.
68:17 Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para
entrar en su santuario.

Las carros de guerra a los que aquí se hace referencia, no son carros que los
israelitas emplearon en sus batallas con los cananeos y filisteos durante el tiempo
de Josué y los Jueces, porque en esa época los hebreos no contaban con carros de
guerra, armas de hierro o gran cantidad de caballos. La referencia a los carros de
guerra de Dios es más bien una alusión a las huestes angelicales que luchan contra
los enemigos espirituales de Israel, en tanto que los guerreros israelitas batallan
contra sus adversarios de carne y hueso. El Apocalipsis también hace hincapié en
que mientras los escogidos contienden por la fe, los ángeles del Señor presentan
batalla a las fuerzas demoníacas que intentan acabar con los santos. Tales textos
nos recuerdan las palabras de Pablo en Efesios 6:12: “Porque nuestra lucha no es
contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades
que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las
regiones celestiales.”
El relato del intento del rey de Siria de capturar al profeta Eliseo, en 2 Reyes
6:8–23, nos dice que el Señor envió a sus ángeles con sus carros de fuego para
salvar al profeta y a su siervo de los jinetes y carros de combate de los sirios. Al
percatarse el siervo de Eliseo de la presencia del ejército sirio, clamó
desesperadamente al profeta, diciendo: “¡Ay, mi señor! ¿ué vamos a hacer? No
tengas miedo, respondió Eliseo. Los que están con nosotros son más que ellos.
Entonces Eliseo oró: ‘Señor, ábrele a Guiéis los ojos para que vea.’ El Señor así lo
hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego
alrededor de Eliseo.” Como resultado de todo esto, en vez de caer Eliseo y su
criado en manos de sus enemigos, éstos cayeron en manos de los israelitas. Nunca
debemos olvidar de dar gracias al Señor por enviar sus huestes angelicales para
defender-nos contra cualquier adversario.
68:18 Cuando tú, Dios y SEÑOR, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste
tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada.

Este texto, citado por San Pablo en Efesios 4:8, ha sido interpretado de varias
maneras en el transcurso de los siglos. Están los que afirman que el contexto
histórico del versículo es el relato de la conquista de los jebuseos por David y sus
hombres. Durante la época de los jueces y del rey Saúl, la ciudad de Jerusalén fue
una ciudad cananea dominada por un pueblo conocido como los jebuseos. David,
conociendo la importancia geográfica y estratégica de Jerusalén, decidió tomarla y
convertirla en su capital. Por estar ubicada sobre una montaña y protegida por
recios muros, los jebuseos se burlaron de los esfuerzos del líder israelita por
apoderarse de su fortaleza. Se cree que Joab, el sobrino de David, descubrió un
túnel secreto que, subiendo desde afuera y por debajo del muro conducía hasta
dentro de la ciudad. Aprovechándose del descubrimiento, los hombres de David,
guiados por Joab, subieron a lo alto y tomaron la ciudad. Como recompensa por
la gran hazaña, David nombró a Joab comandante del ejército del Señor y entregó
el botín de la ciudad a los hombres del ejército. A este botín se refiere al declarar:
“Tomaste tributo de los hombres.” Los rebeldes mencionados en el salmo, son los
mismos israelitas que en tantas ocasiones se rebelaron contra el Señor. Sin
embargo, el Señor decidió hacer su morada en el santuario de su ciudad.
Los rabinos refirieron las palabras del versículo 18 a Moisés, quien subió al
monte Sinaí, donde capturó el botín del Altísimo, a saber, las dos tablas de la
Tora. El botín, los diez mandamientos, fue entregado como el más precioso de los
dones a los hijos de Israel. Las tablas de la Tora fueron depositadas en el arca del
pacto que representa la presencia del Señor entre su pueblo. Con el traslado del
arca al santuario en Jerusalén durante la época de David, la presencia divina hizo
su morada entre un pueblo rebelde y contumaz. Al relacionar el Salmo 68 con la
ascensión de Moisés al Sinaí para recibir el don de la Tora, los rabinos lo
relacionaron, a la vez, con la celebración de la fiesta de Pentecostés. Según el libro
de Éxodo, la fiesta de las Semanas o Pentecostés se celebra 50 días después de la
Pascua, porque 50 días después de la salida de Egipto, los israelitas llegaron al
monte Sinaí, y fue entonces que Moisés ascendió al monte santo para recibir el
don de la Tora. Los judíos celebran la fiesta de Pentecostés no sólo para dar gracias
al Señor por la cosecha de los granos, y para dedicar los primeros frutos a Dios,
sino también para agradecer por el Pan de la Vida, o sea, el don de la Ley. En uno
de los Tárgum el traductor ha parafraseado el versículo 18 para que rece: “Y tú,
Moisés, ascendiste a lo alto… has llevado cautiva la cautividad. Aprendiste las
palabras de la Tora a fin de brindarlas como dones a los hijos de los hombres.” De
acuerdo con tal interpretación, el Salmo 68 se incorporó a la liturgia de la
sinagoga, para ser entonado en la fiesta de Pentecostés (Scharlemann 1970:160–
161).
En muchas liturgias de la iglesia cristiana el Salmo 68 se considera todavía
como un salmo de Pentecostés. También se lo relaciona con la Ascensión. Según
Kraus, el Salmo 68 es el salmo de Ascensión del AT, porque presenta al Señor que
asciende al monte Sión para entrar en su santuario y morar allí. El Señor es
también quien asciende a su trono celestial acompañado por la muchedumbre de
sus huestes y sus carros de fuego.
Al citar San Pablo este texto en Efesios 4:8, comparando a Jesús con David o
Moisés, declara que el Salmo 68:18 ha tenido un cumplimiento más grande en la
ascensión de Jesucristo a la diestra de Dios. David subió sólo al monte Sión, en
tanto que Moisés lo hizo al monte Sinaí; Cristo, sin embargo, subió a una altura
aún más grande, el cielo. Allí, a la diestra del Padre, Cristo llevó consigo un don
mucho más grande que el botín que David entregó a sus soldados, e incluso más
grande que el don de la Tora que Moisés entregó a Israel. Cristo tomó los dones
del Espíritu Santo, dones espirituales que han sido repartidos entre los miembros
de la iglesia de Cristo, a fin de capacitarlos para el cumplimiento de sus
respectivos ministerios. Los líderes de la iglesia cristiana, equipados con sus
respectivos dones espirituales, son ahora los dones que Dios ha dado a su iglesia
(Scharlemann 1970:161).
Para algunos teólogos cristianos, como Eusebio y Cirilo de Alejandría, el
versículo 18 del Salmo 68 es un texto que habla del descenso de Jesús al infierno,
para librar de la cautividad del limbo a los santos del AT y conducirlos a la
presencia del Padre. Según tal interpretación, todos los creyentes que murieron
antes de la venida de Cristo al mundo, estuvieron guardados en un lugar que no
era ni el cielo, ni el infierno, ni el purgatorio. Estuvieron cautivos en un lugar
llamado el Limbo de los Padres, hasta que viniera Cristo a redimirlos de sus
pecados. Según la Real Academia Española el limbo es el “Lugar o seno donde,
según la Biblia, estaban detenidas las almas de los santos y patriarcas antiguos
esperando la redención del género humano”. “Lugar adonde, según la doctrina
tradicional cristiana, van las almas de quienes, antes del uso de la razón, mueren
sin el bautismo.”
Joel Marcus (2006:74) cree que los relatos acerca de la crucifixión de Jesús en
los evangelios, y particularmente en Juan, son posibles alusiones a la declaración
“ascendiste a las alturas”, y también a las palabras del Salmo 68:20. En un
excelente artículo sobre la crucifixión de Jesús, Marcus muestra que en el mundo
antiguo la crucifixión se consideraba el castigo por excelencia para quienes
aspiraban a una posición social, económica o política superior a la que les
correspondía, en particular para rebeldes y esclavos, como el panadero del faraón,
Amán del libro de Ester, y los asesinos del rey Darío II.
68:19 Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. Selah

Con el versículo 19 entramos a la segunda parte del Salmo 68, que comienza con
la invocación del salmista que pide que el nombre del Señor sea bendito.
Tomando en cuenta todas las victorias concedidas y las bendiciones que el Señor
ha derramado sobre su pueblo, el salmista no puede hacer otra cosa sino alabar a
Dios por su gracia y su misericordia. El versículo 19 viene a ser algo así como el
famoso “Por lo tanto” de Romanos 12:1, en que el apóstol dice: “Por lo tanto,
hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de
ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios.” Para el autor del Salmo 68 la misericordia de Dios a favor de su
pueblo es el motivo por el que se bendice al Señor, no solamente con la
entonación de salmos, sino con vidas que son un reflejo de la justicia y el amor del
Señor.
La discutida palabra Selah, que aparece al final del versículo, puede querer
indicar que aquí se hacía una pausa, durante la cual se leía un relato histórico
descriptivo del modo en que el Señor concedió a Israel la victoria sobre sus
enemigos.
68:20 Nuestro Dios es un Dios que salva; el SEÑOR Soberano nos libra de la muerte.

En las alabanzas al Señor por su misericordia, que el salmista proclama en la


primera parte del Salmo, se da énfasis especial al poder de Dios que libra a los
suyos del poder de la muerte.
Para los vecinos paganos de los israelitas, la muerte era el más terrible de los
dioses, y no sólo un suceso en la vida de todos los seres humanos. Su nombre era
Mot, el gran dios de la muerte, el más tenaz adversario del dios Baal. El Salmo 68
celebra la victoria del Señor, no sólo sobre sus enemigos terrenales y espirituales,
sino sobre la muerte misma.
En dos textos muy conocidos de 1Corintios 15, San Pablo habla de la muerte
como si fuera un enemigo personal, como el dios Mot, y no simplemente un
suceso. “¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?
El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a
Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!” (vv. 55–57).
“El último enemigo que será destruido es la muerte” (v. 26). Al entonar el Salmo
68 debemos recordar que, como integrantes del Nuevo Israel, entonamos aquí el
himno de la victoria del Dios de la vida sobre el mayor de los enemigos de Dios y
de los hombres, la muerte misma.
EL DIOS MOT
En las tablillas halladas en las ruinas de la antigua ciudad de Ugarit, quedan
revelados los mitos acerca de sus dioses, incluyendo el temible Mot, gran
adversario del dios Baal. Para los cananeos Mot era la personificación de la muerte
y de todos los poderes de destrucción y extinción. En tanto que a Baal se lo
consideraba el señor del cielo, a Mot se lo consideraba señor del averno, rey del
terror y ángel de la muerte. Juntamente con sus aliados el Príncipe del Mar, el
Dragón, Leviatán y la Serpiente de siete cabezas, luchaba contra Baal.
68:21 Dios aplastará la cabeza de sus enemigos, la testa enmarañada de los que viven pecando.

El lenguaje crudo y sanguinario del salmo ha causado algo de consternación entre


lectores modernos, quienes quisieran eliminar estos versículos, si no de la Biblia,
al menos de las lecturas que suelen utilizarse en los servicios litúrgicos de la iglesia.
El texto pone el énfasis en que la muerte que sufrirá quien se rebela contra el
Señor será definitiva y total. En muchos himnos que celebran las hazañas de Baal
y Anat, encontramos ideas semejantes. Parece que el poeta ha tomado prestado
para su salmo expresiones estereotipadas utilizadas en la literatura épica del
antiguo Cercano Oriente.
La expresión “testa enmarañada” es una referencia a una costumbre de moda
entre los dignatarios y príncipes de la época, de dejarse crecer el cabello como
símbolo de su nobleza y jerarquía o, como en el caso de Sansón y Absalón, un
símbolo de su fuerza y valentía. Los investigadores que creen que el trasfondo del
Salmo 68 es la batalla librada en el bosque de Efraín entre la tropa de Absalón y el
grupo de valientes de David, ven aquí una alusión a la larga cabellera de Absalón
que se enredó en las ramas de una encina, quedando así suspendido entre el cielo y
la tierra. Sin embargo, es poco probable que el rey David permitiera que se
entonara un himno que celebrara la muerte de su hijo tan querido.
68:22–23 El SEÑOR nos dice: “De Basán los regresaré; de las profundidades del mar los haré volver,
para que se empapen los pies en la sangre de sus enemigos; para que, al lamerla, los perros tengan
también su parte.”

Los dos versículos precedentes nos advierten que no habrá lugar donde puedan
esconderse los enemigos del Señor, para escapar del juicio divino. Sísara, el general
del ejército del rey Jabín, creyó haber encontrado refugio seguro en la carpa de
Jael, la esposa de Héber el quenita, pero inesperadamente, de manos de una mujer,
le llegó el golpe mortal en la testa enmarañada. Aunque los enemigos intenten
escapar y esconderse en las montañas de Basán, los encontrarán y traerán de vuelta
para recibir su merecido, tal como le sucedió al último rey de Judá, Sedequías, al
intentar escapar de Nabucodonosor ( Jeremías 52:6–11). Aunque el enemigo
trate de esconderse en las profundidades del mar, un símbolo del seol, no podrá
esquivar el juicio que le espera. Los perros lamerán su sangre, como lo hicieron
con la perversa reina Jezabel (2 Reyes 9:30–37). En la literatura épica cananea, se
habla de los dioses del panteón, en particular de la diosa Anat bañándose en la
mugre y sangre de sus enemigos –resultado de la matanza–, que le llegaba hasta el
cuello.
68:24 En el santuario pueden verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey.

En éste, y en los versículos siguientes, el poeta bosqueja la marcha triunfal de las


huestes victoriosas después de la batalla. En el versículo 24 describe primero el
regreso del Señor, la procesión del Señor como guerrero victorioso que retorna a
su santuario acompañado de sus huestes celestiales (Miller 1973:112).
68:25 Los cantores van al frente, seguidos de los músicos de cuerda, entre doncellas que tocan
panderetas.

Después de la descripción del regreso del Señor a su santuario en Jerusalén, sigue


el relato de la procesión victoriosa de los israelitas que participaron en la batalla.
Se nombra primero a los cantores sagrados que, entonando sus salmos, habían
invocado al Señor y asegurado su participación en el conflicto. Detrás de los
cantores vienen marchando los músicos que tocan el sagrado shofar, la trompeta
que convocaba tanto a las huestes celestiales como humanas a luchar con valor y
confianza con la expectativa de la victoria. También toman parte en la procesión
triunfal las doncellas, para festejar la victoria como lo hicieron Miriam y las
mujeres hebreas. “Entonces Miriam la profetisa, hermana de Aarón, tomó una
pandereta, y mientras todas las mujeres la seguían danzando y tocando
panderetas…” (Éxodo 15:20). En Jueces 11:34 leemos que cuando el cacique Jeé
regresó al hogar después de haber derrotado a los amonitas, “salió a recibirlo su
hija, bailando al son de las panderetas”.
68:26 Bendigan a Dios en la gran congregación; alaben al Señor, descendientes de Israel.
Los cantores sagrados, los músicos y las mujeres con sus panderos y sus danzas,
llaman a la congregación de Israel de todas las épocas a celebrar al Señor como
defensor y protector de su pueblo. La invitación a ser parte de la procesión
triunfal y la celebración de las victorias nos abarca también a nosotros. Aunque
hemos investigado el fondo histórico del salmo y llegado a algunas conclusiones
circunstanciales respecto al contexto histórico de la procedencia de este himno,
debemos tomar en cuenta que el mismo salmista o los redactores del salterio, han
eliminado cualquier referencia directa acerca de la identidad de los enemigos. De
esta manera, el Salmo 68 se presta para ser entonado en otros contextos y otros
momentos, por ejemplo, en la guerra espiritual de los creyentes contra todos los
poderes demoníacos y fuerzas deshumanizantes activos en nuestro mundo,
nuestra sociedad y dentro de nosotros mismos. Al mismo tiempo, hay que evitar
la utilización del salmo para la promoción de un nacionalismo idólatra u odio
contra personas de diferentes razas y nacionalidades. Ya no existe la división
radical entre la comunidad hebrea y los pueblos gentiles, ya que personas de todas
las tribus, naciones, lenguas y pueblos han sido incorporadas con la estirpe de
Israel.
Aunque los enemigos del pueblo de Dios parecen ser innumerables e
invencibles, este gran himno de victoria nos recuerda que serán vencidos y que,
finalmente, desaparecerán como el humo dispersado por el viento. Es un himno
que nos recuerda que quien está en nosotros es más grande que el poderoso león
rugiente que ronda buscando a quien devorar, y que todos los toros salvajes de
Basán y de nuestra sociedad de consumo, que siguen pisando la tierra y buscan
sujetar a su dominio a las viudas, los huérfanos y los que viven al margen,
creyéndose superiores al Señor y su Tora.
68:27 Los guía la joven tribu de Benjamín, seguida de los múltiples príncipes de Judá y de los
príncipes de Zabulón y Nealí.

Al nombrar a las tribus que son parte de la procesión triunfal, se destacan cuatro
de ellas: Judá, Benjamín, Zabulón y Nealí. En los conflictos y luchas que relatan
los libros de los Jueces y de Samuel, no todas las tribus participaron siempre en
todas las acciones militares. En la conocida canción de Débora, en Jueces 5, se
elogian algunas tribus por su valentía y destreza en la lucha contra Jabín, el cruel
rey de los cananeos, y su general Sísara. Las tribus son: Zabulón, Isacar y Efraín.
Hay loas también para Jael, la esposa de Héber, que tomó en su mano un mazo y
una estaca y le atravesó las sienes a Sísara. Por medio de Jael, el Señor hirió la
cabeza del enemigo y descargó el golpe mortal en la testa enmarañada de sus
adversarios.
En la misma canción de Débora y Barac se censuran algunas tribus, porque
por miedo, flojedad o complicidad con el enemigo, no quisieron apoyar a Bara en
la lucha por la libertad. Las tribus censuradas en la canción de Débora son:
Rubén, Galaad (Manasés), Dan y Aser. La realidad de que no todas las tribus
asumieron con sus hermanas el compromiso de la lucha, es la evidencia de que en
la época de los jueces se carecía de una organización centralizada eficaz en la
federación de las doce tribus. Es la razón principal que indujo a los líderes de las
tribus a optar por una monarquía centralizada en los días del último juez, Samuel,
y del primer rey, Saúl. El problema que surge de la monarquía y el nacionalismo,
que generan un gobierno rígidamente centralizado, es la idolatría del estado. Por
el otro lado, el defecto de una federación sin un liderazgo unificado, es la
debilidad frente a los enemigos del pueblo. El Salmo 68 ofrece el remedio para
ambos defectos, a saber, reconocer que el verdadero líder del pueblo de Dios es el
Señor, y que su Tora es superior a los intereses tribales de la federación y los
proyectos imperialistas y clasistas de la monarquía. Es importante que los líderes
de nuestras iglesias hoy día reconozcan que el Señor y su Ungido son superiores a
los intereses tribales de nuestras iglesias congregacionalistas y a las tendencias
monárquicas de nuestras iglesias episcopales.
Siendo que la tribu de Benjamín aparece en primer lugar como que señorea a
las otras, el erudito W. F. Albright fechó esta parte del Salmo 68 en la época de
Saúl, primer rey de Israel. Saúl fue el único de los reyes de Israel perteneciente a la
tribu de Benjamín, la más pequeña de las doce. A raíz de la guerra de las once
tribus contra los de Benjamín, éstos por poco quedan exterminados ( Jueces 20).
De acuerdo con la tesis de Michael Goulder, a la cual ya se hizo referencia, las
tribus de Benjamín, Judá, Zabulón y Nealí fueron quienes prestaron su apoyo al
rey David en la lucha contra Absalón y sus seguidores.
68:28–29 Despliega tu poder, oh Dios; haz gala, oh Dios, de tu poder, que has manifestado en favor
nuestro. Por causa de tu templo en Jerusalén los reyes te ofrecerán presentes.

Aquí comienza un himno de alabanza al guerrero divino que ha logrado la


victoria sobre los enemigos de los fieles. La plegaria que se eleva pide que
continúen las victorias en favor de su pueblo. La mención del templo en Jerusalén
puede aludir al templo de Salomón o a la tienda de reunión provisional en la que
el arca fue guardada antes de la construcción del templo. No es posible precisar si
el salmista habla del templo que será construido o del que ya ha sido erigido. En
todo caso, la presencia del Señor en su santuario de Jerusalén será para los
habitantes de la santa ciudad una garantía de la intervención divina, en el caso de
un ataque de los pueblos paganos.
Al pedir que lo hecho por Dios sea confirmado, el salmista pide que la
victoria obtenida en el conflicto que se celebra en el Salmo 68 se repita una y otra
vez en el futuro, cada vez que Israel se encuentre nuevamente amenazado por la
coalición enemiga. Alonso Schökel cree que el Salmo 68 se escribió en una fecha
muchos siglos posterior a la época de David y Salomón, en una circunstancia en
que el salmista y la ciudad de Jerusalén se vieron seriamente amenazados por
enemigos poderosos; y que el autor del salmo le recuerda al Señor las grandes
victorias del pasado con la esperanza de que el Señor actúe nuevamente para
salvar a su pueblo. Otro investigador, el alemán Gerstenberger, opina que el
Salmo 68, si bien contiene tradiciones muy antiguas y emplea palabras arcaicas y
difíciles de entender, proviene sin embargo del tiempo de la diáspora; y que fue
empleado por reducidos grupos de judíos en el exterior, con la finalidad de
recordar las glorias del pasado y mantener vivas las esperanzas de reivindicación
después de la culminación de la gran batalla escatológica al final de la historia
(Gerstenberger 2001:44).
68:30 Reprende a esa bestia de los juncos, a esa manada de toros bravos entre naciones que parecen
becerros. Haz que, humillada, te lleve barras de plata; dispersa a las naciones belicosas.

Debido a las diferentes maneras de leer el hebreo, hay traducciones del


versículo que rezan: “Reprime a la fiera del cañaveral”, en lugar de “Reprime la
reunión de gentes armadas” [RV] (Alonso 1994:889–890). De acuerdo con esta
lectura alternativa, tenemos una referencia a un cocodrilo o hipopótamo
escondido entre los juncos del río, una referencia no tan velada a Egipto o al
faraón. El salmista sabe que siempre habrá maldad en el mundo y que,
consecuentemente, siempre vendrán pueblos armados para atacar a Israel. Las
gentes armadas son presentadas como una manada de toros bravos. Con
frecuencia los salmos representan a los perversos, los impíos y enemigos, como
animales salvajes (Salmo 22:13–14, 16). La tierra de Basán, en la que se libró la
batalla mencionada anteriormente en el salmo, fue famosa por sus toros bravos.
Aparentemente, el salmista compara a los habitantes de la región con sus famosos
toros. Hay comentaristas que opinan que la referencia a los toros bravos no
apunta a los guerreros de Basán, sino al ejército egipcio (Goulder 1990:212). Un
investigador sugiere que los toros eran los generales del ejército egipcio, y los
becerros sus soldados (Tesh y Zorn 1999:559).
Ya que los hijos de Israel estarán continuamente amenazados por incursiones
armadas de los gentiles, siempre será necesario entonar el Salmo 68 como himno
marcial invocando la presencia del Señor en futuros conflictos. Es posible que,
considerado así, pese a su antigüedad y vocabulario arcaico difícil de entender, el
salmo se entonó durante el transcurso de los siglos y se incluyó en el salterio. La
mención de barras de plata puede ser una alusión al tributo que se esperaba le
fuera entregado al rey David para la construcción del templo en Jerusalén, ya que
todos los pueblos vecinos habían sido sometidos.
En los versículos que siguen, el salmista ve, expectante, la victoria del Dios de
Israel en futuros conflictos con las naciones, y en la batalla final, en la cual todas
las fuerzas del mal serán aniquiladas para siempre. El tema de la batalla final
contra las fuerzas del mal y todos los poderes satánicos, ocupa gran parte del
Apocalipsis. Casi todos los libros que son parte de las fantasías cristianas, como
las Crónicas de Narnia y El señor de los anillos, también concluyen con una batalla
final y la celebración de la victoria por los vencedores.
68:31 Egipto enviará embajadores, y Cus se someterá a Dios.

El salmo pone énfasis en que, al reconocer los reyes del mundo la presencia del
Dios supremo junto a su pueblo en el monte Sión, irán a Jerusalén para llevarle
tributo y rendirle homenaje. Se nombra a Egipto por ser la potencia mundial más
poderosa de la época en que su compuso el Salmo 68, y a Cus (Etiopía) por ser el
país más misterioso y lejano para los israelitas de la época de David y Salomón. El
Salmo 102:22 habla no sólo de Egipto y Etiopía, sino de todos los pueblos y reyes
que se reunirán para adorar, unánimes, al Señor.
Este versículo llegó a formar la base de un importante movimiento dentro de
la iglesia cristiana en África durante el siglo 19. Los protagonistas del movimiento
fueron cristianos negros, como el obispo anglicano James Jonson (1839–1917) y
Edward W. Blyden (1832–1912), quienes abogaron en favor de una iglesia negra
totalmente independiente del dominio de las sociedades misioneras europeas y
del imperialismo cultural de los blancos. Para estos “cusitas”, el Salmo 68:31 es
una profecía que tendrá su cumplimiento en nuestros días, e implica que todo el
continente africano se convertirá al Señor, porque la palabra “Cus” (Etiopía) del
Salmo 68:31, tendrá que ser entendida como una referencia a todas las tribus,
pueblos y naciones de África. Las prioridades del movimiento “cusita” fueron
establecer una iglesia africana independiente, con su propio obispo africano, y
emprender, al mismo tiempo, la evangelización de todo el continente mediante
misioneros negros. Las ideas generadas por el movimiento penetraron la mayoría
de las iglesias establecidas por misioneros europeos e influyeron en el
establecimiento de innumerables iglesias africanas independientes en el siglo 20.
68:32–33 Cántenle a Dios, oh reinos de la tierra, cántenle salmos al Señor, Selah
al que cabalga por los cielos, los cielos antiguos, al que hace oír su voz, su voz de trueno.

Una vez más se describe al Señor como aquel que cabalga sobre las nubes y por los
cielos, haciendo oír su voz de trueno. Son dos expresiones que se asemejan mucho
a frases similares de la epopeya de Baal encontrada en Ugarit.
Al principio del salmo, en el versículo 4, se convocó a la congregación de
Israel a cantar salmos al Señor; y ahora aquí, al final, se cita a todos los reinos de la
tierra a participar en la adoración del Señor. De este modo se pone énfasis en que
el Señor es el Rey supremo que ejerce su soberanía en todas las naciones, pueblos,
lenguas y razas. Se vislumbra aquí una proyección escatológica, según la cual se
está a la expectativa de que, así como el guerrero divino salió victorioso en las
guerras santas de Israel, así se mostrará también vencedor en la última batalla
contra todos los poderes de maldad del universo, y sujetará a su dominio al último
enemigo, la muerte.
En la introducción que Martín Lutero (1993:87) escribió para el Salmo 68,
expresó: “El Salmo 68 es un bella y poderosa profecía acerca de Cristo, de que
resucitará, ascenderá al cielo y enviará su Espíritu a sus apóstoles y hará que el
evangelio sea predicado, rescatando a los pobres pecadores de la muerte,
confortando a los entristecidos, destruyendo el reino y sacerdocio judíos,
dispersándolos, para establecer un nuevo reino en el cual él, y no la ley de Moisés,
será alabado y predicado diariamente. El salmo designa a los apóstoles, reyes y
señores de ejércitos y líderes en la batalla, ya que con el evangelio luchan contra la
muerte, el pecado y el diablo, y contra la sabiduría y santidad del mundo. A los
apóstoles se los llama también altas y fructíferas montañas, herederos de Dios y
carros de Dios con muchas huestes. Se los llama además cantores y coros entre
doncellas danzantes, porque gozosamente alaban, glorifican y dan gracias a Dios.
De esta manera expresa, cantando, su gozo respecto al santo reino de gracia y vida.
Al final, ora a Dios pidiendo que su reino sea guardado, bendecido y establecido
eternamente.”
68:34–35 Reconozcan el poder de Dios; su majestad está sobre Israel, su poder está en las alturas. En
tu santuario, oh Dios, eres imponente; ¡el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo!

Las palabras “Reconozcan el poder de Dios” también pueden ser traducidas con la
frase “Den a Dios una melodía”. Según esta manera de entender el texto, el líder
de la procesión de victoria está llamando a los que integran la marcha triunfal a
entonar cantos de alabanza al Señor. En efecto, el Salmo 68 es un gran Te Deum,
un majestuoso himno de victoria que reconoce que es el Señor que ha vencido a
los enemigos de su pueblo. Como hemos visto en el versículo anterior, las
naciones paganas también son llamadas a reconocer que no son los seres
humanos, sino Dios el que ha dado la victoria a su pueblo. De esta manera el
Salmo 68 está en armonía con el salmo anterior, el 67, que también llama a todos
los pueblos de la tierra a bendecir y alabar a Dios (Hakham 2003:88). En el Salmo
67, que forma pareja con el Salmo 68, se nos dice que “le temerán todos los
confines de la tierra”. Temer al Señor no es otra cosa que obedecer a su Tora y su
ungido.
Para las generaciones venideras los últimos dos versículos sirven para llamar a
los miembros del pueblo de Dios a no desmayar ante los peligros y amenazas de
sus enemigos, sino a recordar que el Señor seguirá dando el poder y la fuerza a los
suyos para ser vencedores ante todas las fuerzas del mal. Hay una fuerte afinidad
entre el epílogo del Salmo 68 con las palabras de consuelo que el Señor da a su
pueblo en Deuteronomio 33:27. Para los que confían en el Señor tanto el Salmo
68 como el texto en Deuteronomio funcionan como las visiones que recibió San
Juan en el último libro del NT donde se recuerda al pueblo de Dios, fuertemente
acosado por sus enemigos terrenales y espirituales, de la promesa de Dios de librar
a los suyos de todos los que luchan en contra de Dios y de su ungido. En vez de
fijarnos en las aflicciones y persecuciones a los cuales estamos sujetos en nuestra
peregrinación aquí en la tierra, somos llamados a alzar nuestra mirada a la
grandeza y el poder de Dios que hará de los suyos más que vencedores.
La palabra hebrea uzzekha traducida como fuerza en el último versículo es,
según Amos Hakham (2003:88), una alusión al arca del pacto. Este vocablo o uno
de sus derivados aparecen seis veces en la última parte del salmo. En estos textos la
fuerza o potencia de la cual se habla es un sinónimo del arca el cual es la
representación terrenal de la fuerza celestial del Señor. Hemos visto en esta obra
que el Salmo 68 con toda probabilidad fue entonado originalmente para celebrar
una gran victoria del pueblo de Israel sobre uno de sus enemigos históricos. El
himno probablemente fue cantado antifonalmente por dos grupos de cantores
que formaban parte de la procesión triunfal. En esta procesión de victoria los
levitas cargaban sobre sus hombros el arca del pacto, el símbolo visible, de la
presencia poderosa del Dios invisible que había dado el triunfo a su pueblo. Para
nosotros que cantamos el Salmo 68 hoy en día, el arca del pacto ha sido
reemplazado por Jesucristo quien es la imagen del Dios invisible y el primogénito
de toda creación (Colosenses 1:15). Es la presencia de Jesús en nuestro medio que
dará poder y fuerza a su pueblo. Con esta esperanza podemos unir nuestras voces
con los levitas, doncellas y guerreros que originalmente entonaban este salmo para
bendecir a Dios.
LA TRADICIÓN DE LA GUERRA SANTA EN ISRAEL
En nuestro análisis del Salmo 68 hemos llegado a la conclusión que éste es un
himno de victoria que utilizó temas e imágenes provenientes de la institución de
la guerra santa. Al considerar la guerra santa como parte de la historia y de la
teología del AT, es importante tomar en cuenta que los acontecimientos de la
historia de Israel, relacionados con esta institución, fueron acciones dirigidas por
el Señor mismo, llevadas a cabo por el guerrero divino, y que no se debieron a la
iniciativa de los actores humanos.
Nosotros opinamos que la guerra santa, tal como se la dirigió y peleó en los
tiempos de Josué y los jueces, es una de las instituciones provisionales en la
economía divina, que ya ha sido superada y ha desaparecido con la venida de
Jesucristo y la inauguración de su reino. La misma suerte han corrido los
sacrificios, holocaustos, fiestas de luna nueva y muchas otras ceremonias de la ley
de Moisés (Colosenses 2:16–17). Al igual que éstos, aquélla fue una sombra de las
cosas que están por venir. Ahora es Jesucristo nuestro guerrero divino, y las armas
por medio de las que quiere que luchemos en contra de sus enemigos son el amor,
la renuncia a las represalias, y el sufrimiento vicario a favor de los demás. En
nuestras “guerras santas” y guerras espirituales, se nos llama a emular el ejemplo de
San Francisco de Asís, la madre Teresa y Martin Luther King. Traicionaríamos la
teología bíblica si empleáramos la tradición de la guerra santa para justificar las
guerras de exterminio llevadas a cabo por los conquistadores del hemisferio
americano.
Los generales romanos de la antigüedad, después de obtener victoria en una
importante batalla, la celebraban con un triunfo. El triunfo era un gran honor
otorgado por el Senado al vencedor y su ejército, que se celebraba con un
grandioso desfile en el que el general victorioso, cubierto de flores y una corona de
victoria, marchaba al frente montado en su caballo o en un carro, por la avenida
principal de Roma. Detrás de él y entre los aplausos y gritos del pueblo, venían sus
soldados portando sus armas y el botín tomado del enemigo. Una parte del botín,
que se transportaba en vagones, con frecuencia se repartía entre el populacho.
Cerrando la procesión venían, encadenados y amarrados, los soldados enemigos
tomados prisioneros. Según 2 Corintios 2:14–16, los cautivos llevaban olor de
muerte, porque al final de la celebración del triunfo se los ejecutaba, a veces
crucificándolos, del modo en que fue crucificado nuestro Señor Jesucristo después
de su via crucis. Las victorias obtenidas por el rey David también terminaron, en
más de una ocasión, con la ejecución de los enemigos.
El pasaje de 2 Corintios que se acaba de citar, habla también de una victoria y
de la celebración de una procesión triunfal. La procesión triunfal, en la que se nos
llama a participar, es la de Cristo Jesús quien celebró su triunfo, no ejecutando
soldados enemigos, sino mediante su propio sacrificio por los pecados del mundo.
Según el texto de Corintios, los apóstoles y fieles discípulos del Señor, somos
llevados como los cautivos de los romanos, a ser sacrificados por los que se creen
los dueños y gobernantes del mundo. Para los espectadores, llevamos olor de
muerte, pero para Dios, el aroma y la fragancia de Cristo. En Cristo la victoria se
obtiene y el triunfo se celebra, tomando su cruz y siguiéndole hasta la muerte.
Recordemos que por medio de su evangelio, Cristo nos ha tomado cautivos
también a nosotros, y ahora nos lleva, no a ser ejecutados, sino a ser parte de un
reino en el que no habrá más guerra ni derramamiento de sangre, sino
reconciliación, paz y concordia.
EL EFOD
En esta obra hemos mencionado en algunas oportunidades la palabra “efod”.
Originalmente, la palabra hebrea efod (en castellano se usa el mismo término)
significaba un vestido llevado por una deidad. Entre los cananeos se lo colocaba
sobre las imágenes de los dioses ( Jueces 8:27; 17:5). En algunos casos fue una
cobertura de la consistencia del metal. Posteriormente, se refiere al vestido tejido
que solía ponerse el sacerdote o profeta, al profetizar a pronunciar un oráculo
inspirado por el Espíritu de Dios. En fecha aún posterior, parece haber sido uno
de los vestidos santos que eran parte del vestuario de los sacerdotes (von Rad
1962:2:24).
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿Cuáles son las razones particulares que se mencionan en la canción de


Débora ( Jueces 5:15–17), por las que no participaron algunas tribus en
la guerra de liberación contra Jabín y Sísara?

2. Estudie la canción de Débora de Jueces 5 y tome nota de todas las


semejanzas entre ese salmo tan antiguo y el Salmo 68.

3. Haga una lista de los atributos del Señor que se mencionan y celebran en
el Salmo 68.

4. Las imágenes visuales abundan en el Salmo 68. Mencione tres que le


hayan impactado al leerlo. ¿Por qué le impactaron?

5. Según su opinión, ¿qué circunstancias propias de la vida de los cristianos


de hoy se prestan para el uso del Salmo 68?

6. ¿Cuáles elementos del Salmo 68 se utilizaron en la iglesia cristiana en la


celebración tanto de la fiesta de la Ascensión como de la fiesta de
Pentecostés? ¿Por qué?

7. Según Cassuto, la victoria que celebra el Salmo 68 es la que se relata en 1


Samuel 10. Lea el capítulo y haga un resumen de las causas del conflicto y
de cómo se decidió la guerra. ¿uiénes fueron los amonitas y cuál fue su
relación con los hijos de Israel?

8. Investigue algunos de los estudios realizados respecto a la guerra santa en


el AT, y haga un resumen y evaluación de tan antigua institución.

9. Según su opinión, ¿qué ayuda nos prestan para nuestra comprensión del
mensaje bíblico, las descripciones de la “guerra santa” en libros tales como
Las crónicas de Narnia y El señor de los anillos?
10. ¿Por qué no podemos calificar la guerra santa del AT como un jihad, o
sea, una lucha o contienda cuyo objetivo es obligar a los pueblos
extranjeros a sujetarse a las normas de la fe verdadera?

11. ¿Por qué escogió el Señor el monte Sión para su morada, y no uno de los
montes mucho más altos de Basán? ¿ué nos enseña esto acerca de la
naturaleza del Señor?

12. ¿Cómo interpretaron los rabinos judíos el versículos 18 del Salmo 68?
¿Cuál es la diferencia entre la interpretación rabínica y la que ofrece San
Pablo en cuanto al mismo versículo, en Efesios 4?
 
SALMO 20
20:1 ue el SEÑOR te responda cuando estés angustiado; que el nombre del Dios de Jacob te
proteja.

El Salmo 20 es un canto litúrgico entonado en ocasión de la salida del rey para


defender la ciudad de Sión de un ataque de ejércitos extranje ros. Esto sucedió una
y otra vez en la historia de la Ciudad Santa. En vez de la traducción “en el día del
conflicto” (RV), es mejor optar por la Biblia del Peregrino y traducir “día del
asedio”, porque en hebreo el vocablo indica preferentemente una acción para
repeler una incursión enemiga, y no una campaña para la guerra en un territorio
fuera de las fronteras de Israel. Otros traductores, como Grau (429), prefieren
“día de angustia”, como en el Salmo 18:6, un canto en el que aparecen muchos de
los mismos términos y temas del Salmo 20. Tal parece que un ejército sumamente
poderoso, mucho más numerosoque las tropas con que cuenta el rey de Israel,
asedia a Sión. La mención de carros y corceles, en el versículo siete, da a entender
que no se trata de la incursión de una banda de merodeadores, sino de una
agresión extranjera con huestes bien organizadas.
Tanto la frase “cuando estés angustiado” como el título “Dios de Jacob”
parecen ser un eco de Génesis 35:3 en el que el patriarca Jacob, después de una
amarga experiencia en Siquén, les dice a sus hijos: “Vámonos a Betel. Allí
construiré un altar al Dios que me socorrió cuando estaba yo en peligro, y que me
ha acompañado en mi camino.” El peligro al cual se refiere es el día en que se vio
obligado a huir de la ira de su hermano Esaú, el día en que en su huida presenció
una teofanía en Betel y vio la gloria de Dios en la parte superior de la misteriosa
escalera, por la que subían y bajaban los ángeles de Dios. En el Salmo 18:6 el
salmista confiesa: “En mi angustia invoqué al SEÑOR; clamé a mi Dios, y él me
escuchó desde su templo; ¡mi clamor llegó a sus oídos!” Es uno de los numerosos
nexos que unen al Salmo 20 con el Salmo 18.
20:2 ue te envíe ayuda desde el santuario; que desde Sión te dé su apoyo.
En el versículo 2 encontramos las tres palabras claves de este himno: santuario,
ayuda, y apoyo. El término hebreo que aquí se traduce como apoyo, implica la
idea de mantener de pie y firme a un guerrero rodeado de enemigos. El hecho de
que el arca del pacto se queda ahora en el santuario y no en el campamento del
ejército, da a entender que la batalla para la que se compone este canto no se
considera parte de la guerra santa. El salmo tiene su origen en una época posterior
a la conquista de Jerusalén por el rey David, y no en la de Josué y de los jueces.
Dios ya no viene desde el Sur, desde el monte Sinaí, para auxiliar a su pueblo,
según uno de los salmos más antiguos, sino que envía su ayuda desde su santuario
en Jerusalén.
20:3 ue se acuerde de todas tus ofrendas; que acepte tus holocaustos. Selah

Se mencionan aquí las ofrendas y holocaustos que solían ofrecer los hijos de Israel
antes de marchar a la guerra. Se cree que durante la realización de los sacrificios
los coros de los levitas entonaban varios de los salmos marciales. Lanzarse a una
batalla sin orar ni ayunar, sin entonar salmos ni ofrecer sacrificios, equivalía a
hacerlo sin la bendición del Señor. En el versículo 3, los levitas piden en su canto
que las ofrendas y holocaustos que ofrece el rey, sean aceptados por el Señor. Bien
sabe el salmista que el Señor no siempre acepta las ofrendas que le presentan.
Leemos en Génesis 4:5 que el Señor no miró con agrado a Caín y su ofrenda. En
Isaías 1:11 leemos: “¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? –dice el SEÑOR–.
Harto estoy de holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados; la
sangre de toros, corderos y cabras no me complace.” Sólo presentándonos ante el
Señor con un corazón verdaderamente penitente y confiando en sus promesas,
tomará Dios en cuenta las ofrendas que le presentamos. Así dice David en el
Salmo 51:19: “Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, los holocaustos del
todo quemados.”
En 1 Samuel 13, leemos acerca de la importancia que el rey Saúl dio al
ofrecimiento a Dios de ofrendas y holocaustos, antes de emprender una acción
militar. No se atrevió a entrar en acción contra los filisteos sin antes ofrecer
sacrificios; pero el profeta Samuel no llegó al lugar convenido conforme al plazo
que le había dado a Saúl. Después de esperarlo siete días, desesperado, Saúl ofreció
el holocausto si bien no estaba autorizado para hacerlo. Y, en el preciso instante en
que acababa de ofrecer el sacrificio, llegó Samuel, sumamente molesto porque
Saúl había ofrecido el sacrificio no siendo sacerdote. La falta de tacto de Saúl fue
una de las causas de su destitución de la dignidad de rey de Israel.
En ocasión de un encuentro con los filisteos (1 Samuel 7:7–10), los israelitas,
asustados por la inminencia de la batalla, rogaron a Samuel que no cesara de
clamar al Señor en favor de ellos, para que los salvara del poder de los filisteos.
“Samuel tomó entonces un cordero pequeño y lo ofreció en holocausto al SEÑOR.
Luego clamó al SEÑOR en favor de Israel, y el SEÑOR le respondió. Mientras
Samuel ofrecía el sacrificio, los filisteos avanzaron para atacar a Israel. Pero aquel
día el SEÑOR lanzó grandes truenos contra los filisteos. Esto creó confusión entre
ellos, y cayeron derrotados ante los israelitas.”
Al leer el Salmo 20 desde el punto de vista del NT, tenemos que tomar en
cuenta que nuestro Dios nos envía su apoyo desde el cielo, no en base a las
ofrendas y sacrificios que nosotros le ofrecemos, sino a causa del sacrificio de
nuestro rey Jesucristo, quien se ofreció a sí mismo en favor de nosotros. Las
ofrendas que ofrecemos al Señor, y nuestro cuerpo que le entregamos como
sacrificio vivo (Romanos 12:1), e incluso los salmos que entonamos, son todos
parte de las acciones de gracias que elevamos al cielo en celebración de la victoria
obtenida por Jesús al ser resucitado de los muertos y entronizado con gloria a la
diestra del Padre.
20:4 ue te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes.

Como quedó manifestado anteriormente, la ayuda que se procura del Señor


no es incondicional. No se le concede la victoria al rey por el simple hecho de ser
un descendiente de David, o porque haya ofrecido sacrificios y llevado ofrendas al
santuario. El Señor mira también el corazón del rey y, por lo tanto, el corazón del
rey tiene que ser recto si quiere que su deseo se cumpla. Consecuentemente, la
congregación pide que la oración del rey sea escuchada, y que en el
enfrentamiento con el enemigo, se le otorgue la victoria.
20:5 Nosotros celebraremos tu victoria, y en el nombre de nuestro Dios desplegaremos las banderas.
¡ue el Señor cumpla todas tus peticiones!

Las banderas o estandartes que se despliegan son los que llevaba cada una de las
doce tribus. En Números 2 y 10 leemos que, en su marcha por el Sinaí, cada tribu
llevaba su bandera para diferenciarse de las otras. Se desplegaba la bandera como
parte de la celebración de la victoria.
El Salmo 20 no menciona el arca del pacto que se llevaba a la batalla en la
época de Josué, de los jueces, y de David. Al parecer el himno proviene de una
época posterior en la historia de Israel, en que el arca quedaba recluida en el lugar
santísimo del templo de Salomón, detrás de la pesada cortina que lo separaba del
lugar santo, y al cual entraba solamente el sumo sacerdote una vez al año, el día de
la Expiación. ¿Significó que el Señor ya no acompañaba a las huestes de Israel
cuando era llegado el momento de marchar a la batalla? De ninguna manera,
porque el Señor estuvo con el rey y sus huestes no sólo cuando el arca del pacto se
llevaba en solemne procesión al campo de batalla, sino que el Señor estuvo
presente en su nombre. Donde está el nombre del Señor, allí está también el
Señor. Pronunciar o proclamar el tetragrámaton ( yhwh), el sagrado nombre del
Señor, es invocar su presencia.
El texto bíblico con que comienza cada oficio en la sinagoga se llama la shema;
y shema es la palabra hebrea que significa nombre. Al entonar el cantor o rabino
las palabras de la shema de Deuteronomio 6:4, se sobrentiende que el Señor hace
acto de presencia en medio de los fieles y los acompaña en el culto. Las palabras de
la shema son: “Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR.” Las
palabras de la invocación en los cultos cristianos cumplen la misma función. Al
nombrar la Trinidad, la Trinidad está presente: “En el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo.” En el Salmo 20 se sobrentiende que las banderas que
llevaban los jefes de las doce tribus, tenían escrito el nombre sagrado del Señor; y
dondequiera que se lleva el nombre del Señor, allí el Señor está presente.
Una de las características del salmo es el énfasis puesto en el nombre de Dios y
la teología del nombre. La frase “nombre de Dios”, que aparece tres veces en el
salmo, es uno de los términos claves del Salmo 20.
20:6 Ahora sé que el SEÑOR salvará a su ungido, que le responderá desde su santo cielo y con su
poder le dará grandes victorias.

La declaración del rey, “ahora sé”, nos da a entender que el ungido ha recibido del
Señor una respuesta afirmativa a su plegaria. El Señor ha comunicado al rey su
intención de apoyarlo en la batalla inminente, y darle la victoria a su pueblo. Allí
en su trono en los cielos, el Señor ha oído la oración del rey y de toda la
congregación, y desde el trono celestial el Señor enviará auxilio a los suyos.
¿En qué forma ha recibido el rey la respuesta del Señor? La mayoría de los
comentaristas consultados está de acuerdo en que tiene que haber sido por medio
de un oráculo, un mensaje profético que el Señor hizo llegar a su ungido por un
profeta o uno de los cantores inspirados de los hijos de Asaf. Como ejemplo del
modo en que el Señor había respondido a las plegarias y sacrificios de su rey y de
su pueblo, citan el relato referente al asedio de Jerusalén por el ejército invasor de
Senaquerib, rey de Asiria, y de cómo, en aquella ocasión, el rey Ezequías oró al
Señor (Isaías 37:15–20) y recibió la respuesta del Señor por medio del profeta
Isaías (Isaías 37:21–35). También citan la conocida historia del ataque lanzado
por los hijos de Amón y de Moab contra Judá y Jerusalén en los días del rey
Josafat. En 2 Crónicas 20 leemos que los habitantes de todas las ciudades de Judá
se reunieron para pedir ayuda al Señor. En el mismo relato (2 Crónicas 20:5–12),
encontramos la larga oración del rey pidiendo la ayuda del Señor, en la cual
Josafat reconoce que no tiene armas ni hombres suficientes para enfrentar la
multitud que avanza hacia él. Los hijos de Amón y de Moab tienen carros y
caballos. Josafat, sin embargo, cuenta con la presencia del Señor para librar a su
pueblo de la destrucción.
En ese momento del relato de 2 Crónicas 20, Jahaziel, hijo de Zacarías y
descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías, levita de los hijos de
Asaf, recibió el oráculo de salvación por medio del Espíritu Santo. Con la
declaración “no tengan miedo”, que es parte integral de los oráculos de salvación,
Jahaziel anuncia al pueblo que los enemigos serán destruidos, y no por las armas
de los israelitas, sino por la presencia del Señor junto a su pueblo. Al recibir el
oráculo de salvación, los levitas de los hijos de Coré comenzaron a alabar al Señor,
el Dios de Israel, con fuerte y clara voz, y todos los habitantes de Jerusalén,
juntamente con su rey, se postraron ante el Señor para adorarle. En este relato
dramático (2 Crónicas 20) encontramos la mayoría de los elementos que tenemos
en el Salmo 20: el asedio de Sión, la plegaria del rey, las oraciones del pueblo
apoyando al rey, el oráculo de salvación, la adoración y acción de gracias de toda la
congregación y la victoria frente al enemigo.
Pese a la opinión casi unánime de los investigadores, de que un oráculo de
salvación marcó la transición entre la plegaria del rey y la declaración de confianza
y fe de los últimos versículos, debemos recordar que en el AT el Señor
comunicaba su decisión de salvar a su pueblo de muchas maneras diferentes.
Incluso el primer versículo de la Epístola a los Hebreos dice: “Dios, que muchas
veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio
de los profetas…”
Una de las varias maneras en que el Señor habló a los antepasados, fue por
señales proféticas. uizá tenemos prejuicios con respecto a la importancia de las
señales proféticas del AT, por las discusiones que Jesús tuvo con los fariseos,
quienes en muchas ocasiones le pidieron al Señor señales del cielo como prueba
de su vocación mesiánica. Sin embargo, pueden citarse historias del AT en las que
el Señor confirmó su apoyo a Israel antes de una batalla, por medio de señales. En
uno de los relatos, leemos que el Señor hasta le exigió al rey de Judá que pidiera
una señal como confirmación de la ayuda que él le daría.
El libro de Jueces cuenta que Dios respondió al clamor de los israelitas que
pedían ser liberados de la opresión de los madianitas, llamando a Gedeón, hijo de
Joás, para ser el libertador de su pueblo. Al principio, Gedeón se mostró algo
renuente a asumir el papel de libertador. Porque, “Gedeón le dijo a Dios: ‘Si has
de salvar a Israel por mi conducto, como has prometido, mira, tenderé un vellón
de lana en la era, sobre el suelo. Si el rocío cae sólo sobre el vellón y todo el suelo
alrededor queda seco, entonces sabré que salvarás a Israel por mi conducto, como
prometiste.’ Y así sucedió. Al día siguiente Gedeón se levantó temprano, exprimió
el vellón para sacarle el rocío, y llenó una taza de agua. Entonces Gedeón le dijo a
Dios: ‘No te enojes conmigo. Déjame hacer sólo una petición más. Permíteme
hacer una prueba con el vellón. Esta vez haz que el vellón quede seco, y que todo
el suelo quede cubierto de rocío.’ Así lo hizo Dios aquella noche. Sólo el vellón
quedó seco, mientras que todo el suelo estaba cubierto de rocío” ( Jueces 6:36–
40). De esta manera, por medio de las dos señales milagrosas del vellón, Gedeón
recibió la confirmación que necesitaba, y con sólo trescientos voluntarios fue el
instrumento que utilizó el Señor para liberar a Israel del yugo de los madianitas.
En Isaías 7 leemos que el rey Acaz de Judá sintió gran temor ante la amenaza
de una invasión de su territorio por Rezín rey de Siria, aliado con Pecaj, rey de
Israel. En lugar de defender Jerusalén confiando en el nombre del Señor, Acaz
quiso aliarse con una de las grandes potencias paganas, Asiria o Egipto, y buscar la
ayuda de un rey incrédulo en vez de clamar al Señor, conforme al ejemplo que
ofrece el Salmo 20. Fue entonces que el rey Acaz se encontró con el profeta Isaías,
el cual le exhortó a confiar en el Señor y no en los carros y corceles de un pueblo
pagano. Sin embargo, el rey Acaz, en su incredulidad, no quiso aceptar las
promesas de ayuda divina que le ofreció Isaías. Finalmente, Isaías le dijo a Acaz
que pidiera una señal divina como confirmación del auxilio que el Señor le había
prometido: “Pide que el Señor tu Dios te dé una señal, ya sea en lo más profundo
de la tierra o en lo más alto del cielo. Pero Acaz respondió: No pondré a prueba al
Señor, ni le pediré nada” (Isaías 7:11–12). Viendo la renuencia del rey a pedir una
señal profética, Isaías le dijo: “Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La joven
concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14).
El relato de Isaías referido a Acaz y el de Jueces referido a Gedeón ponen de
manifiesto que el Señor, a veces, dio la confirmación de su auxilio no sólo
mediante oráculos de salvación, sino también por medio de señales proféticas.
Recordemos que las diez plagas que el Señor envió sobre el faraón de Egipto son
calificadas no sólo como prodigios, sino también como señales. Mediante la señal
del reloj de Acaz, que retrocedió diez grados, el rey Ezequías supo que el Señor
había respondido a su oración en que pedía ser sanado (Isaías 38:8).
De acuerdo con los textos del AT, el Señor confirmó su apoyo a su ungido
antes de la batalla, no sólo mediante señales proféticas y oráculos de salvación,
sino también por medio del urim y el tumim, o sea, las suertes sagradas que
llevaba el sumo sacerdote en su pectoral o efod. (Levítico 8:8; Éxodo 28:28–30).
Se cree que al echar las suertes o instrumentos de juicio en el nombre del Señor, el
urim y el tumim daban una respuesta positiva o negativa. En 1 Samuel 30:7–8
encontramos el relato de cómo David consultó al Señor con el efod del sumo
sacerdote Abiatar, antes de perseguir a los merodeadores amalecitas que habían
secuestrado a las mujeres y los niños del campamento de David. Al recibir una
respuesta positiva, David atacó a los amalecitas, los derrotó y rescató a los
cautivos. Con anterioridad a otra batalla, esta vez con los filisteos (1 Samuel
23:1–2), David obtuvo también una confirmación de victoria después de
consultar al Señor por medio del efod.
Una cuarta manera de obtener confirmación del apoyo del Señor, consistió en
salir ileso de una prueba como la de las aguas amargas. Dios mostró su apoyo a
Daniel al protegerlo estando en el foso de los leones (Daniel 6). Los habitantes de
la isla de Malta se dieron cuenta de que Pablo contó con el apoyo de Dios, al no
caer muerto luego de que una víbora se le prendiera de la mano (Hechos 28:3–6).
20:7 Éstos confían en sus carros de guerra, aquéllos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos
en el nombre del Señor nuestro Dios.

La gloria y el orgullo de los paganos eran sus caballos, sus carros y sus armas de
hierro, del mismo modo que hoy en día las naciones ponen su confianza en sus
armas nucleares, misiles intercontinentales, portaviones y aviones de combate. Los
sirios de Aram, enemigos de Israel, eran famosos por la gran cantidad de caballos y
carros de guerra. A fin de que los hijos de Israel no pusieran su confianza en los
caballos y carros de guerra, Deuteronomio 17:16 dice que al rey de Israel se le
prohíbe incrementar el número de sus caballos.
No obstante, a pesar de las palabras de Deuteronomio, leemos del rey
Salomón: “Salomón multiplicó el número de sus carros de combate y sus caballos;
llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, los cuales mantenía en
las caballerizas y también en su palacio en Jerusalén… Los caballos de Salomón
eran importados de Egipto… En Egipto compraban carros por seiscientas
monedas de plata, y caballos por ciento cincuenta, para luego vendérselos a todos
los reyes hititas y sirios” (1 Reyes 10:26–29). Salomón también organizó un
ejército provisional, para reemplazar las milicias voluntarias de campesinos que se
ofrecieron para defender a su país en los días de Josué y de los jueces. Hoy en día
hay muchos gobernantes que malgastan los recursos de sus naciones en
armamentos en vez de procurar el bienestar de sus ciudadanos.
El Salmo 20 nos recuerda que la primera defensa a la que debemos recurrir
para protegernos de los enemigos que nos asedian, es el nombre del Señor. Otro
texto, en el que encontramos lado a lado el tema del desprecio por las armas y el
tema del poder basado en el nombre del Señor, es el de 1 Samuel 17:45–46, en
que David, apenas un muchacho, responde a las burlas y afrentas de Goliat con
estas palabras: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a
ti en el nombre del SEÑOR Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los
que has desafiado. Hoy mismo el SEÑOR te entregará en mis manos; y yo te mataré
y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las
aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en
Israel.”
El poder basado en el nombre sagrado también figura en una declaración de
un príncipe más grande que David. “En mi nombre expulsarán demonios”, –dice
Jesús–; “hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando
beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los
enfermos, y éstos recobrarán la salud” (Marcos 16:18). Al encontrarse con un
hombre lisiado de nacimiento junto a la puerta del templo llamada Hermosa,
Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de
Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!” (Hechos 3:6).
20:8 Ellos son vencidos y caen, pero nosotros nos erguimos y de pie permanecemos.
El versículo 8 podría ser un eco de 2 Samuel 10:18, donde leemos: “Pero tuvieron
que huir (los sirios) ante los israelitas. David mató a setecientos soldados sirios de
caballería y cuarenta mil de infantería. También hirió a Sobac, general del ejército
sirio, quien murió allí mismo.” Delitzsch hasta cree que el Salmo 20 lo escribió
David en ocasión de la guerra contra los sirios y amonitas, hechos que
encontramos relatados en 2 Samuel 10 y 11 (1976:1.121). Según el epígrafe que
lleva el Salmo 20, este himno es un salmo de David. Sin embargo, la mayoría de
los intérpretes modernos dudan que haya sido David quien lo escribió. Hay
quienes opinan que podría haber sido escrito para el rey Josías, porque en la época
de Josías Judá ya no contaba con un ejército compuesto de soldados profesionales
ni con caballos y carros, como antes, sino sólo con una milicia de campesinos
libres, como en la época de los jueces.
En nuestro análisis del Salmo 20 notamos que, a diferencia del Salmo 68, el
Salmo 20 no tiene que ver con la institución de la guerra santa en Israel, aunque a
veces emplea términos y temas que provienen de la tradición de la guerra santa.
Uno de los temas es el de la inutilidad de confiar en carros y caballos, en vez de
confiar en el Señor. Es un tema que se destaca no sólo en el Salmo 20, sino
también en los escritos de los profetas, y en particular en el libro del profeta Isaías.
En su celebrada monografía acerca de la guerra santa en el antiguo Israel, el
profesor de la Universidad de Heidelberg, Gerhard von Rad, sostiene que los
temas provenientes de la tradición de la guerra santa son empleados en el AT
como un ataque contra la ideología nacionalista, imperialista y armamentista, en
boga entre los imperios paganos y ciertos príncipes de Israel, quienes pretendieron
justificar cualquier guerra como una parte necesaria de la geopolítica y del
mantenimiento de un estado de seguridad nacional.
Según von Rad, en cantos como el Salmo 20 y en los profetas, se pone énfasis
en la guerra como defensa legítima contra invasores paganos, como lo
encontramos en los ejemplos dados a conocer en el desarrollo de este estudio. Las
referencias al dominio universal del rey ungido del pueblo de Dios, y la sujeción
de todos los pueblos a su dominio, deben leerse a la luz de la esperanza en el
establecimiento del reino escatológico del Señor, por el Rey Mesías, al final del
tiempo.
20:9 ¡Concede, SEÑOR, la victoria al rey! ¡Respóndenos cuando te llamemos!
La base del himno nacional de Gran Bretaña, Dios salve al rey, es el versículo 9 del
Salmo 20, y durante muchos años los ingleses lo han entonado pidiendo que su
soberano sea amparado por Dios en las innumerables batallas en que sus ejércitos
levantaron sus banderas en señal de victoria. Juan Calvino se opuso al empleo de
cantos como el Salmo 20, en apoyo de las pretensiones imperialistas y
nacionalistas de los reyes y gobernantes del mundo. Según Calvino, los himnos
marciales del AT deben ser empleados por los cristianos solamente para pedir la
ayuda del Señor en la lucha contra el diablo, nuestra naturaleza pecaminosa y las
tentaciones del mundo. Lutero, en cambio, no objetó la utilización de los salmos
marciales por los gobernantes cristianos, en el legítimo ejercicio de su vocación de
defensores de las ovejas puestas al cuidado de ellos.
La segunda estrofa del himno de Lutero, “Castillo fuerte es nuestro Dios”,
expresa magistralmente el mensaje que el cristiano debe extraer del Salmo 20:
Nuestro valor es nada aquí, con él todo es perdido; Mas por nosotros pugnará de Dios el escogido.
¿Sabéis quién es? Jesús, el que venció en la cruz, Señor de Sabaot,
Y pues Él sólo es Dios, Él triunfa en la batalla.

Al entonar el Salmo 20 desde el punto de vista del NT, los cristianos reconocemos
que el rey que sale a pelear contra los enemigos de su pueblo es nuestro Señor
Jesucristo. Este rey, al igual que los antiguos reyes de Judá, pidió ser apoyado por
las oraciones de sus seguidores, en tanto se preparaba para ofrecer su sacrificio.
Pero, en vez de apoyar a su rey con vigilia y plegarias, sus discípulos se durmieron.
“¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? –le dijo ( Jesús) a
Pedro–. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación” (Mateo 26:40–41).
Aunque los discípulos hubiesen orado utilizando las palabras del Salmo 20,
clamando: “¡Concede, SEÑOR, la victoria al rey!”, lo cierto es que la única ayuda la
obtuvo del Padre, quien le dio la fuerza y la voluntad de llevar su cruz y ofrecer el
supremo sacrificio de la propia vida en favor de su pueblo. Al entonar el salmo en
sus celebraciones litúrgicas y meditaciones privadas, el pueblo de Dios celebra la
victoria de la resurrección de Jesús de los muertos y la victoria que tendrá lugar, no
sólo en su segunda venida, sino cada vez que nosotros, sus seguidores, rechazamos
la tentación de confiar en los carros, caballos y armas de hierro y ponemos nuestra
fe en su nombre. “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que
está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en
el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9–11).
LA TEORÍA DE LA GUERRA SANTA
EN LOS ESCRITOS DE GERHARD VON RAD
De acuerdo con las investigaciones de Gerhard von Rad, los siguientes
elementos caracterizaron la guerra santa en el Israel de la antigüedad, en las
narraciones y cantos marciales del AT:

1. El alistamiento de una milicia compuesta de campesinos y civiles, se inicia


con el toque del trompeta. En algunos relatos muy arcaicos, se cuenta que
se enviaron mensajeros con trozos de carne del sacrificio, como un modo
de lograr la participación de los varones de Israel en la empresa ( Jueces
6:34–35). Al quedar todos los voluntarios reunidos en el campamento, se
llamaba el pueblo del Señor ( Jueces 5:11, 13; 20:2). (Nota: en la NVI se
utiliza, en las dos primeras citas, la palabra “ejército” en vez de “pueblo” de
la RV). Los integrantes de esta milicia tienen que ofrecerse
voluntariamente ( Jueces 5:9).

2. Los guerreros se consagran al Señor con sus armas. Todo el campamento


tiene que estar ritualmente puro, porque el Señor está en medio de ellos.
Los hombres se abstienen de toda actividad sexual durante la campaña.

3. Se ofrecen sacrificios al Señor, acompañados de votos (1 Samuel 7:9;


13:9–10, 12).

4. Se busca un oráculo de salvación pronunciado por un profeta o vidente (


Jueces 20:18, 23; 1 Samuel 7:9; 14:18), o una señal de parte de Dios (2
Samuel 5:19–23).

5. Basándose en la respuesta afirmativa del Señor a las plegarias del ejército,


el líder de los israelitas proclama a la milicia las palabras: “El Señor ha
entregado todo el país en nuestras manos” ( Josué 2:24; 6:2, 16; 10:19;
Jueces 7:15; 1 Samuel 14:12).

6. El Señor, su presencia manifiesta sobre el arca del pacto, marcha al frente


guiando a la milicia al encuentro del enemigo ( Jueces 4:14;
Deuteronomio 20:4; 2 Samuel 5:24; Josué 3:11).
7. Las guerras son consideradas las guerras del Señor, y los enemigos son los
adversarios del Señor. uien actúa en el conflicto no es Israel sino el
Señor (Éxodo 14:4; Deuteronomio 1:30; Josué 10:14, 42; 23:10; 1
Samuel 14:23).

8. Para obtener la victoria, los integrantes de la milicia no deben temer, sino


confiar plenamente en el Señor (Éxodo 14:13–14; Deuteronomio 8:1;
Josué 10:25; 11:6; Jueces 7:3; 2 Samuel 10:12).

9. Los enemigos del Señor se llenan de miedo, pánico y terror (Éxodo


15:14–16; 23:27–28; Deuteronomio 2:25; Josué 2:9; 5:1; 1 Samuel 5:11;
7:10; 14:15, 20).

10. Las batallas comienzan con un estentóreo grito de guerra ( Jueces 7:20; 1
Samuel 17:20, 52).

11. Todo el botín se consagra al Señor; es anatema, destinado a ser destruido


y no llevado a casa, como lo hizo Acán, según se relata en Josué 7.

12. Después de la batalla, la milicia es despedida con el grito de “¡Pueblo de


Israel, todos a sus casas!” (2 Samuel 20:1), “¡Todo el mundo a su
tierra!”(1 Reyes 22:36) (von Rad 1991:41–51).
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. El versículo 7 habla de no confiar en carros y caballos. ¿ué dicen los


textos siguientes acerca de carros y caballos?: Deuteronomio 17:16;
Miqueas 5:10; Isaías 31:1; Zacarías 10:5. ¿ué entendemos hoy en día
por la expresión “confiar en carros y caballos?”

2. En 1 Reyes 22 tenemos un relato de cómo se buscaba un oráculo de


salvación del Señor antes de una batalla muy importante. Lea los
versículos 1–40 y presente un resumen de los acontecimientos y del
carácter de los reyes que participaron en la batalla. ¿uién fue el profeta
por medio del cuál vino el oráculo del Señor? ¿Cuál fue el mensaje que el
profeta comunicó al rey, y cómo se cumplieron las palabras del oráculo?

3. ¿Cuáles de los 12 elementos o características de la guerra santa,


enumerados por von Rad, se encuentran en el Salmo 20? ¿Cuáles se
encuentran en el Salmo 68? ¿Por qué el Salmo 20 no debe considerarse
como un himno ligado con la institución de la guerra santa?

4. En su opinión, ¿es lícito entonar el Salmo 20 en apoyo del presidente y del


gobierno del país al que pertenecemos? O ¿debe este salmo ser entonado
solamente para celebrar las luchas y victorias de Jesucristo, nuestro Rey
Mesías?

5. Hay investigadores que creen que el Salmo 20 debe leerse juntamente con
el Salmo 21, porque opinan que ambos salmos hablan del mismo rey y
que tratan de la misma batalla. Lea el Salmo 21 y anote todas las ideas,
expresiones y temas que ambos salmos tengan en común. Después exprese
su opinión en cuanto a la hipótesis que surge del mismo contexto.

6. Según su opinión, ¿cuál es el mensaje principal del Salmo 20 para la


iglesia hoy en día? ¿En qué contextos podemos utilizar el salmo en pleno
siglo 21?
7. Con la ayuda de un diccionario bíblico, o libros acerca de la teología del
AT, prepare un estudio sobre la teología del nombre de Dios.

8. Reflexione respecto del siguiente tema: ¿En qué condiciones acepta Dios
nuestras ofrendas y sacrificios? ¿ué debe motivarnos a entregar ofrendas
y sacrificios al Señor?

9. ¿En qué medida, o hasta qué punto, ayudan las ofrendas, los sacrificios y
los votos realizados por los guerreros para conseguir el apoyo de Dios en
los conflictos bélicos?

10. ¿Cuáles fueron las cuatro maneras que el rey y sus guerreros podían
recibir del Señor la confirmación de su participación en la batalla para la
que se preparaban?
10
Los salmos del cuarto libro

SALMO 90
El Salmo 90 es un canto que en la tradición de la iglesia ha servido como un salmo
de despedida. Lo recitamos orando la noche de San Silvestre, para despedir el año
que termina. Es un salmo que figura en nuestra liturgia y que se lee en los
funerales para despedir a un hermano fallecido. El bien conocido himno “¡Dios,
nuestro auxilio en los pasadossiglos!” del gran Isaac Watts (Culto Cristiano, 321),
se basa en el Salmo 90. Según los rabinos y muchos autores cristianos, el Salmo 90
es la última oraciónde uno de los más grandes personajes de la Biblia. Es su
oración de despedida.
ORACIÓN DE MOISÉS, HOMBRE DE DIOS
El epígrafe del Salmo 90 lo identifica como una oración de Moisés, hombre de
Dios. Si fuera así, el Salmo 90 sería el más antiguo de todos los salmos del salterio.
El título, sin embargo, no es parte del texto original, sino que fue añadido por lo
rabinos, porque según ellos, el Salmo 90 fue creación de Moisés. Lutero también
creyó que el Salmo 90 fue la última despedida de Moisés, después de haber
servido durante 40 años como pastor de Israel.
El exegeta Franz Delitzsch, escritor del siglo 19, también consideró que el
Salmo 90 fue obra de Moisés. Delitzsch percibió una relación muy estrecha entre
el Salmo 90 y las narraciones acerca de Moisés en el Pentateuco, y en particular
con los poemas al final del Deuteronomio. En estos textos Moisés, por su
desobediencia, llega al fin de su ministerio terrenal sin poder entrar en la tierra
donde fluye leche y miel. Por su pecado debe morir como todos los hijos de Adán.
Para Delitzsch, ayuda a explicar el aura de muerte que se siente al leer el salmo. Y,
según su parecer, el Salmo 90 fue la últimareflexión de Moisés antes de su partida
de este mundo. Después de haber escrito el Salmo 90, leespera a Moisés una
última acción, aparecer en el monte de la Transfiguración para señalar a Jesucristo
como la solución a la incógnita presentada en el salmo.
Los investigadores modernos, sin embargo, creen que el Salmo 90 no lo
escribió Moisés, sino una gran sabio y poeta que había meditado profundamente
sobre el significado de la vida de Moisés, sus enseñanzas, y en particular acerca de
los cantos de Moisés que se encuentran en los últimos capítulos del libro de
Deuteronomio. Aunque el salmo no lo haya escrito Moisés, palpita en él su
espíritu. Está tan impregnado de temas que aparecen en la vida y obras de Moisés,
que podríamos decir que en verdad es un salmo de Moisés, hombre de Dios.
Aunque Moisés no sea el autor, se puedesentir su presencia en todo el salmo.
Lo que llama la atención al leer el Salmo 90 es que en sus estrofas predominan
las palabras concernientes al campo semántico del tiempo. Se destacan palabras
tales como: generaciones, perpetuidad, antes, cuando, año, día, horas, ayer,
mañana, noche, suspiro, volamos, pasar y otras. No sólo se habla del tiempo, sino
del tiempo que pasa, que no se queda quieto.
EL CUARTO LIBRO DE LOS SALMOS
El Salmo 90 es el primer canto u oración del cuarto libro de los Salmos (90–
106). El libro IVdel salterio muestra gran interés en la figura de Moisés. Este
interés se observa por primera vezen el Salmo 90. El Salmo 90:13 es consecuencia
de Éxodo 32:12, en que se pide a Dios que aplaque su enojo y tenga misericordia.
En el Salmo 106:23 se nota una subordinación a Éxodo 32, y aparece Moisés
comomediador. Se menciona a Moisés siete veces en el libro IV y una sola vez en
el resto del salterio. El libro IV hasido calificado como “Libro de Moisés” (Creach
1998:63–76). Al igual que Isaías 40–59, ellibro IV de los Salmos tiene que ver
con el problema del exilio, de Israel viviendo en el desierto delasnaciones paganas
(Mitchell 1997:274). Tanto Jerónimo como Orígenes de Alejandría, han
seguidola línea de los rabinos al atribuir los once salmos comprendidos entre el 90
y el 100, a Moisés, según el precepto rabínico que establece que cuando un salmo
no lleva epígrafe de autor, se lo debe atribuiral último salmo anterior que sí lleva
epígrafe de autor (Mitchell 1997:272–273).
Otra característica que tienen en común los salmos del cuarto libro y los
capítulos 40–59 de Isaías es su énfasis en la fragilidad humana. Se llama a los seres
humanos “flor delcampo”. (Salmo 90:5–6; 103:15–16; 102:5; Isaías 40:6–8).
Otro tema compartido por los capítulos 40–59 de Isaías y el libro IV es que el
único rey de Israel y del mundo entero es el Señor, y que el poder de los ídolos no
existe. Luego del fracaso de todos los reyes de Israel y Judá, y con el pueblo
dispersado en exilio por las naciones gentiles, la fe de los israelitas en los reyes de
esta tierra se esfumó. Su única esperanza es que el Señor actúe para perdonar el
pecado de su pueblo y traiga a los cautivos nuevamente a su tierra para inaugurar
el reino de Dios. La infinidad de ecos literarios, lingüísticosy teológicos han
inducido a la mayoría de los investigadores modernos a concluir que el libro IV de
los Salmos refleja la situación en que se encuentran los judíos durante la
cautividad babilónica. Cocluyen, además, que fue compuesto con posterioridad a
Isaías 40–59 y que está subordinado a esta parte de las Escrituras.
Desde el punto de vista de los salmos del libro IV, los exiliados judíos no
tienen necesidad de un nuevo rey de la casa de David o de Jeroboán, porque éstos
han sido, en gran parte, la causa de la desgracia de Israel. Los cautivos necesitan un
nuevo Moisés para pastorear la ovejas de Israel y guiarlas en unnuevo éxodo hacia
la Tierra Prometida. Hasta hay investigadores que opinan que, al ubicar los
Salmos 90 y 91 enel salterio, los escribas que lo compilaron y redactaron para su
uso en el segundo templo y en las sinagogas, lo hicieron con miras a la última gran
dispersión de los judíos antes de la batalla final con los enemigos de Dios y el
establecimiento pleno del reino del Señor. Para el gran éxodo escatológico será
necesario un profeta como Moisés, según la profecía de Deuteronomio 18:15
(Mitchell 2997:291). De acuerdo a Juan 6:14, mucha gente identificó a Jesús con
el Moisés escatológico, porque en su ministerio se repitieron algunos de los
milagros más grandes de Moisés, como ser, la alimentación de la multitud en el
desierto y la manifestación de su poder sobre las aguas del mar. Estas esperanzas
por parte de los judíos creyentes, explica, en parte, la importancia atribuida a
Moisés en el libro IV. Aquí vale la pena mencionar la opinión de los
investigadores que estudian los Salmos en su contexto canónico, y que dicen que
el Salmo 90 no debe estudiarse separado del salmo siguiente, el 91, conel cual
forma pareja. Desde el punto de vista de la crítica canónica, la respuesta a la
oración angustiada y aparentemente fatalista del Salmo 90, se encuentra en las
palabras esperanzadas del Salmo 91.
90:1 Señor, tú has sido nuestro refugio generación tras generación.

La frase “generación tras generación” nos avisa respecto a la importancia del paso
del tiempo. Como ha observado Alonso Schökel en su estudio del salmo: El
campo semántico del tiempo sobresale en el Salmo 90.
La palabra que se traduce como refugio, es una de las 16 palabras del campo
semántico del vocablo hebreo hasa, que incluye términos traducidos como
escondite, roca, cueva, etc. Jerome F. D. Creach escribió su tesis doctoral sobre
este tema. Según Creach, en los Salmos hay una piedad de refugio, en que la
virtud suprema es la confianza en el Señor. En textos tardíos, como el Salmo 119,
la Tora adopta el papel del refugio. En los Salmos 3–41 hay ocho descripciones
del justo que busca su refugio en el Señor.
Las palabras predominantes de este salmo provienen del campo semántico del
tiempo: generación, perpetuidad, antes, cuando, año, día, ayer, vigilia, mañana,
noche, suspiro, volamos, pasar. El hombre es como una planta. Se compara el
breve tiempo de vida de la planta con la eternidad de Dios. El árbol sigue viviendo
en sus semillas. Nosotros, en nuestros hijos carnales y espirituales. Nuestro
recuerdo no perdurará. Pastores idos hace 20 ó 30 años, han sido tácitamente
olvidados. Al orar este salmo no pedimos a Dios ser recordados. Pedimos que se
establezca la obra de nuestras manos, que Dios haga volver, que edifique
nuevamente las congregaciones.
90:2 Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos
antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.

De acuerdo con la declaración del salmista, la tierra no es eterna, sino que ha sido
formada, creada. Dios, sin embargo, es eterno; no tiene principio ni fin. Muchos
pueblos de la antigüedad creían que la tierra, el sol y los cuerpos celestes no sólo
eran eternos sino divinos, y por eso los adoraban. Al convertir a la tierra y a los
cuerpos celestes en dioses, objetos de adoración, dejan de ser lo que son. Al
afirmar que sólo Dios es eterno, los montes y la tierra son libres de ser parte de la
maravillosa creación de Dios y ser apreciados como tales.
90:3 Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, cuando dices: “¡Vuélvanse al polvo, mortales!”

El versículo 3 tiene como fondo la historia de la creación y la caída de Adán, como


queda registrado en Génesis 1 al 3. El hombre fue creado del polvo de la tierra, y
por causa delpecado volverá al polvo, esto es, reducido nuevamente a polvo.
Hay quienes creen que el Salmo 90 fue redactado, originalmente, después de
una gran tragedia nacional, como la destrucción de Jerusalén o el cautiverio del
pueblo de Judá. A causa de sus pecados, Israel junto con su templo fueron
reducidos a polvo. La gloria del pueblo de Dios fue de corta duración en los días
de David y Salomón.
90:4 Mil años, para ti, son como el día de ayer, que ya pasó; son como unas cuantas horas de la
noche.

En 2 Pedro 3:8 encontramos la cita de que para Dios mil años son como un día.
El apóstol la hace en apoyo de la declaración de que la demora de la segunda
venida de Cristo no implica que el Señor se haya olvidado de su promesa de
volver. El tiempo que a los seres humanos les parece ser infinitamente largo es,
para quien siempre ha existido, como nada. El reloj de Dios no marca las horas
como los nuestros; pero, lo que importa es que, a pesar del paso de las edades, el
Señor no se olvida de sus promesas, ni de ajustarles las cuentas a los impíos, ni de
liberar a los fieles poniendo fin a su cautiverio. Dios es fiel porque no cambia, y en
ello pone énfasis el texto. Nosotros, los seres humanos, estamos sujetos al cambio,
al envejecimiento y a lamuerte, pero Dios no. El Señor es el mismo ayer, hoy y
para siempre, y por lo tanto no echará al olvido sus promesas. Santiago 1:17
declara: “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde
está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se
mueve como las sombras.”
A diferencia de las muchas sectas dentro del budismo e hinduismo, que
proclaman un número casi infinito de reencarnaciones y renacimientos, las
Sagradas Escrituras afirman que los seres humanos disponen de un tiempo muy
limitado para forjar su destino. A diferencia de Dios, cada ser humano tiene
principio y fin, y el tiempo entre este principio y fin es irrepetible. El hombre que
alargó la mano hacia el fruto prohibido en su afán de ser como Dios y dominarlo
todo, se ha sometido al tiempo. No hay nada que indique con más claridad la
diferencia entre el Creador y el género humano, que su relación conel tiempo.
Dios no tiene principio ni fin. Él es el alfa y la omega; él domina el tiempo. Siendo
joven, el hombre se engaña fácilmente creyendo tener mucho tiempo a
disposición. Actúa como si sutiempo fuese ilimitado. Sin embargo, a velocidad
increíble, nuestro tiempo transcurre y, antes de darnos cuenta, se termina. Nuestra
limitación temporal es el indicio más patente de que no somos los dioses que
imaginamos ser (Barth 1961:568). Al igual que la mano que escribió en la pared
frente al rey Belsasar, el Salmo 90 declara con tajante claridad: “Yo soy el Dios
eterno, y tú eres un simple mortal destinado a morir.” El hecho de que tenemos
que morir nos dice también a nosotros: “Has sido puesto en la balanza, y no
pesaslo que deberías pesar” (Daniel 5:27).
90:5–6 Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la hierba que al
amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca.

En consonancia con las muchas alusiones a la historia del éxodo en los Salmos 90
y 91, la figura de los hombres arrasados (“arrebatados como un torrente de aguas”,
RV), nos recuerda el relato de cómo todos los carros y jinetes del faraón y todo su
ejército fueron tragados porlas aguas del Mar Rojo (Éxodo 14:28). Hay muchas
alusiones al canto de Moisés y Miriam (Éxodo 15) en el Salmo 90, en particular el
énfasis puesto en la ira de Dios, la persecución de los enemigos y la fuerza y
salvación que es el Señor. Los israelitas que observaron lo sucedido desde la orilla
opuesta, vieron como cayeron “mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha” (Salmo
91:7).
La imagen de la hierba que crece por la mañana y se seca por la tarde se
encuentra solamente en el libro IV de los Salmos. Aunado a la referencia del
Salmo 90:5–6, se encuentra el tema en Salmos 92:7; 103:15; 102:4. La imagen de
la hierba que se seca se encuentra también en 2 Reyes 19:26; Isaías 40:6–8; Job
14:2. Es una figura que corresponde a los lugares desérticos de Palestina y a los
lugares por donde transitaban los israelitas en su peregrinación por el desierto
(Mitchell 1997:281).
La idea que comunica la imagen de la hierba es la de la corta duración de los
impíos, un tema tratado en muchos de los discursos del libro de Job. El tema
corresponde también a la suerte de los israelitas que se rebelaron contra el Señor
en Jormá, ocasión en que dieron preferencia al informe de los diez espías que
aconsejaban el regreso a Egipto, y rechazaron el informe de Josué y Caleb
(Números 14). Los israelitas rebeldes e impíos fueron condenados a andar
errantes por el desierto durante cuarenta años, hasta que toda la generación
rebelde muriera. La sentencia del Señor fue contundente: “Pero los cadáveres de
todos ustedes quedarán tirados en este desierto” (Números 14:32). “La
exploración del país duró cuarenta días, así que ustedes sufriránun año por cada
día. Cuarenta años llevarán a cuestas su maldad, y sabrán lo que estenerme por
enemigo. Yo soy el SEÑOR, y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra
esta perversa comunidad que se atrevió a desafiarme. En este desierto perecerán.
¡Morirán aquí mismo!” (Números 14:34–35).
De este modo, el autor del Salmo 90, sea Moisés u otro que escribe en el
nombre y espíritu de Moisés, contempla lo breve y fútil que es la vida de una
generación que ha caído bajo la terrible ira y castigo del Señor. Piden que los
descendientes de los rebeldes sean perdonados y que se les permita vivir en paz en
la tierra que el Señor les ha prometido. Según esta interpretación, la hierba que es
cortada sirve como metáfora de la generación rebelde del éxodo.
90:7–8 Tu ira en verdad nos consume, tu indignación nos aterra. Ante ti has puesto nuestras
iniquidades; a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos.

Una de las características del Salmo 90 es el uso constante de la primera persona


plural. Y ocurre aquí más que en cualquier otro salmo (Gerstenberger 2002:159).
El autor acumula, una sobre otra, las palabras nosotros, nuestro, nos, somos, etc.
Lo mismo que Moisés al proceder como mediador ante Dios en favor del pueblo
de Israel, después del incidente del becerro de oro, el autor del Salmo 90 se
identifica con su pueblo, habla por él y considera suyas las rebeliones de su pueblo.
Recordemos que en Éxodo 32 Moisés está dispuesto a tomar sobre sí el castigo
que merecieron los israelitas idólatras: “Sin embargo, yo te ruego que les perdones
su pecado. Pero si no vas a perdonarlos, ¡bórrame del libro que has escrito!”
(Éxodo 32:32).
El Señor no aceptó el ofrecimientos de Moisés de cargar con la culpa del
pecadode su pueblo, ya que este papel le correspondía a otro, a aquel de quien dice
Juan en su primera epístola: “Él es el sacrificio por el perdón de nuestros pecados,
y no sólo por los nuestros sino por los de todo el mundo” (1 Juan 2:2). Hasta
cierto punto, el salmo ensalza la imagen de Moisés, porque comprende que Israel
necesita otro intercesor, semejante a Moisés, que abogue en favor del pueblo
frente a la ira y la justicia de Dios. El salmista recuerda que, después de la
intercesión de Moisés por el pueblo de Israel, el pacto invalidado por el pecado
del pueblo fue, sin embargo, renovado (Éxodo 34). Junto con Jeremías 31:31, el
salmista reconoce que Israel necesita un nuevo pacto con su Dios. En su oración
el salmista también implora a Dios que el pecado de su pueblo sea perdonado y el
pacto renovado. En su lectura del Salmo 90, el cristiano se dará cuenta que el
nuevo Moisés, el intercesor, abogado y mediador del nuevo pacto que Israel
necesita tanto, vino a la tierra en la persona de Jesucristo. Como intercesor,
Jesucristo adoptó el Salmo 90 como su oración a favor de su pueblo y de todo el
género humano. Para percibir el evangelio en este salmo aparentemente tan lleno
de ley, es necesario leerlo como la oración que Pablo escribe en Romanos 8:33–
34: “¿uién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que justifica. ¿uién
condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó, y está a la derecha de
Dios e intercede por nosotros. ¿uién nos apartará del amor de Cristo?¿La
tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la
violencia?”
90:9 Por causa de tu ira se nos va la vida entera; se esfuman nuestros años como un suspiro.

La ira de Dios por la desobediencia, rebelión y egoísmo del género humano esla
causa de nuestra angustia y frustración. Tanto los israelitas en su peregrinación
por el desierto, como los judíos en la diáspora, tuvieron que aprender que su
desgracia no fue el resultado de la mala suerte, –la segunda ley de la
termodinámica– la predestinación, o simplemente porque las cosasson así. Su
angustia, dolor y fatiga fueron más bien el resultado de la ira de Dios. El tema de
la ira de Dios no es uno que nos guste analizar, pero es una realidad que el Salmo
90 nos compele a enfrentar. San Pablo declara:“Ciertamente, la ira de Dios viene
revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos,
que con su maldad obstruyen la verdad” (Romanos 1:18). En tanto que pensamos
que nuestra condición humana es el resultado de factores naturales y humanos,
creemos que no tendremos que enfrentar la realidad de lo que en verdad somos,
de cara a la ira de Dios: rebeldes, impíos injustos, opresores, explotadores,
egoístas, machistas. La ira de Dios nos dice que somos pecadores, no porque
producimos malos frutos, sino porque somos árboles podridos que producimos
frutos malos.
90:10 Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos
acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, sólo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan,
y con ellos pasamos nosotros.

La vida del hombre es de setenta años, el tiempo que el pueblo de Israel pasó en
cautiverio en Babilonia. En el mundo del antiguo Cercano Oriente, pocos fueron
los que alcanzaban los setenta años de los que habla el salmo. No existían vacunas
contra las enfermedades, como las hay hoy día, tampoco había antibióticos,
cirugía, trasplantes y demás maravillas de la medicina moderna. Los que sí
lograban alcanzar una edad más avanzada no podían contar, sin embargo, con
amenidades tales como anteojos, audífonos y dientes postizos.
Después de su victoria sobre las fuerzas rebeldes de su hijo Abasalón, el rey
David quiso mostrar su gratitud a Barzilay de Roguelín, invitándolo a Jerusalén
para ser mantenido por elrey. El anciano Barzilay le respondió, diciendo: “Ya
tengo ochenta años, y apenas puedo distinguirlo bueno de lo malo, a saborear lo
que como y bebo, o aun apreciar las voces de los cantores y las cantoras. ¿Por qué
ha de ser este servidor una carga más para mi señor el rey?… Déjeme usted
regresar a mi propio pueblo, para que pueda morir allí y ser enterrado en la tumba
de mis padres” (2 Samuel 19:35, 37).
Los diez años añadidos a la vida de los más robustos, como Barzilay, de quien
habla el salmo, no son necesariamente un tiempo feliz en el ocaso de la vida, años
dorados plenos de gozo. Por el contrario, son años de molestia, ansiedad,
sufrimiento y enfermedad. Lo puede testificar cualquier pastor o diaconisa que ha
dedicado tiempo al ministerio de los de la tercera edad, o como lo testimonia
también el libro de Eclesiastés 12:1–8.
90:11 ¿uién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te
debe!

Lutero manifiesta la queja de que la gran mayoría de los seres humanos no


entienden ni quieren entender la magnitud de la ira de Dios. A todo le temen,
menos a la terrible ira del justo juez de todos los mortales. Viven actuando cual
brutos irracionales, creyendo que vivirán para siempre. Muchos son los que,
aunque alcanzan la edad de setenta y hasta de ochenta años, no comprenden aún
que todas las desgracias y penurias que sufrimos en la vida son el resultado del
pecado. Moisés, dice Lutero, ha escrito este salmo tan cargado de imágenes de
destrucción, muerte y futilidad, para llamarnos, a los israelitas y a nosotros, al
arrepentimiento y a la fe en el único capaz de librarnos de la ira de Dios (Lutero
1956:125).
90:12 Enséñanos a contar bien nuestros días, para que nuestro corazón adquiera sabiduría.

Muchos investigadores consideran que éste es el versículo clave del Salmo 90. La
gran mayoría de los eruditos que meditaron en este salmo, cree que el salmista nos
exhorta aquí a tomar encuenta el día de nuestra muerte, de no vivir creyendo que
el día de la despedida de este mundo es algo que está en un futuro muy lejano.
uien toma en cuenta la fragilidad de la vida y de las empresas del hombre, debe
adquirir un corazón sabio. La persona pendiente del día de su despedida es, por lo
tanto, sabia. Podría ser que fuese ésta la verdad que el salmista tuvo en mente al
escribir, porque no hay otra forma de entender las palabras del versículo 12. Se
aprecia fácilmente que el salmo fue redactado en un contexto de gran angustia y
sufrimiento. Habla una y otra vez de la ira de Dios. El salmista intercede por un
pueblo pecaminoso, así como lo hizo Moisés después del pecado relacionado con
el becerro de oro y el incidente en Jormá. Al igual que Moisés, el salmista le pide a
Dios que vuelva a ser misericordioso con su pueblo, que remueva su cólera. Es
dentro de este contexto que el salmista nos exhorta a contar nuestros días.
El salmista no tiene interés en saber cuál será la duración de su vida, sino
cuánto tiempo durará la ira divina sobre su pueblo. Encontramos en el antiguo
Cercano Oriente la idea de que existían límites predeterminados en cuanto a los
períodos de la ira divina, los que los dioses podían revelar a los seres humanos
mediante la adivinación, o por medio de oráculos. En muchos salmos
provenientes de Mesopotamia, se nota un ardiente anhelo por saber cuándo
terminará el sufrimiento del que ora. Tales consideraciones han motivado a un
erudito a traducir el versículo 12 de la manera siguiente: “¿uién conoce toda la
fuerza de tu enojo, de tu ira? Déjanos saber cómo computar los días de nuestra
aflicción; déjanos recibir la sabiduría en nuestras mentes (Clifford 2000:59–66).
Es posible que el salmista esté recordando a un pueblo que sufre las
consecuencias de su pecado, que soporta la ira de Dios y no pierde la esperanza.
Después del pecado de los diez espías, Israel fue condenado a peregrinar por el
desierto durante 40 años. Puede ser por los muchos percances del desierto: tantas
batallas, tanta sed, tantos peligros; algunos hasta decían: ¡nunca llegaremos! Con
toda seguridad Moisés tuvo que recordarles: Tienen que contar los días. Deben
pasar 40 años, pero entonces el Señor les mostrará su misericordia y gracia:
“Ánimo, pueblo mío, no se queden sentados, no es tiempo de soñar con los
melones, los pepinos y los ricos sancochos que comían en Egipto. Ya han pasado
35 de los 40 años que debemos peregrinar por el desierto. Sigan luchando, sigan
marchando, sigan alabando a Dios y proclamando su Palabra. El Señor volverá. Su
ira se cambiará en gracia y misericordia.” Es posible que el Salmo 90, como la
mayoría de los salmos del libro IV, proviniera de la cautividad babilónica.
Recordemos que el profeta Jeremías profetizó que el cautiverio no duraría para
siempre. Setenta años deberían soportar la ira del Señor, pero después verían
nuevamente la gracia y la misericordia de Dios. Por esto el salmista eleva al Señor
las palabras que siguen:
90:13    ¿Cuándo, SEÑOR, te volverás hacia nosotros? ¡Compadécete ya de tus siervos!

¡Ánimo, pueblo de Israel, no desmayen en el desierto! Pronto terminarán los


cuarenta años de peregrinación, y una nueva generación entrará en la Tierra
Prometida. ¡Ánimo, pueblo de Judá cautivo en Babilonia! Tu cautiverio no durará
para siempre. Aprende a contar tus días. No te conformes a la vida de Babilonia,
ni pienses en adorar a los dioses de Nabucodonosor. Tu Dios, el Señor, no te ha
olvidado. El pueblo de Israel ha sido quebrantado. Sus hijos han sido pulverizados
por sus pecados; han vuelto al polvo del cual fueron formados. Pero la cólera del
Señor se trocará engracia. Cuenten los días, que los setenta años están llegando a
su fin. La noche de la ira prontohabrá terminado. Es motivo para orar las palabras
que ahora siguen:
90:14–16  Sácianos de tu amor por la mañana, y toda nuestra vida cantaremos de alegría. Días y años
nos has afligido, nos has hecho sufrir; ¡devuélvenos ahora ese tiempo en alegría! ¡Sean manifiestas tu
obras a tus siervos, y tu esplendor a sus descendientes!
La iglesia de Cristo no está, como los hijos de Israel, esperando el momentode
entrar en la tierra de Canaán. Ni tampoco está, como los judíos en Babilonia,
esperando el finde su cautiverio en Mesopotamia. Jesucristo ya ha venido y ha
aplacado al ira de Dios que pesaba sobre nosotros. Ya novivimos bajo la cólera de
Dios, sino bajo la gracia. Cristo ya nos ha reconciliado con el Padre, y en él la
gloria de Dios ha aparecido sobre sus hijos.
Pero aún así el salmista nos exhorta a contar nuestros días y años. Se nos
exhorta a contar nuestros días, nuestros años y generaciones, no sólo para
recordar que somos mortales de corta duración aquí en la tierra, no sólo para
recordar que tarde o temprano nos espera la despedida. Se nos exhorta a contar
nuestros días, años y generaciones, para recordar que “lanoche está avanzada, y se
acerca el día”; para recordar que “ahora está más cerca” la segunda venida de
nuestro Señor, que cuando comenzamos a creer. Contamos los días, los años y las
generaciones, para recordar que nos queda poco tiempo para proclamar el
evangelio a todas las naciones, poco tiempo para bautizar a todos en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; poco tiempo para enseñarles todas las
cosas que él nos ha mandado enseñar.
Y mientras oramos: “¿Cuándo, Señor, te volverás hacia nosotros?”, y mientras
contamos bien nuestros días y celebramos nuestras despedidas, el Espíritu Santo
mismo, con gemidos que no pueden expresarse con palabras, clama desde lo más
profundo de nuestro ser: ¡Marana ta!, sí, ven, Señor Jesús. Para Lutero fue de
suma importancia que a este salmo se lo llame, en el epígrafe, una oración.
uienes oran no han perdido la esperanza; y los que no oran son los que ya ni
esperanza tienen. Lutero dice que es significativo que, a pesar de todas las
angustias y dudas expresadas por elsalmista en el Salmo 90, sigue orando del
modo en que debemos orar en la aflicción, en las dudas y frente a la ira de Dios
(Lutero 1956:82).
  90:17 ue el favor del Señor nuestro Dios esté sobre nosotros. Confirma en nosotros la obra de
nuestras manos; sí, confirma la obra de nuestras manos.

¿Por cuáles obras oramos aquí? así pregunta Lutero. No por las obras de poco
valor y que son pura vanidad; no por la acumulación de riquezas a ser guardadas
en un banco multinacional; no por suntuosos palacios como los que suelen tener
los tiranos y dictadores de turno; tampoco por la procura de honores y de fama, o
por la acumulación de títulos académicos. La obra de nuestras manos, por la que
oramos en el último versículo del salmo es, según Lutero, la de proclamar el
evangelio, celebrar los sacramentos, compartir la fe, ayudar a los necesitados,
nutrir a los niños en la fe, llorar con los que lloran, regocijarse con los que se
regocijan, buscar las ovejas extraviadas, visitar a los enfermos y consolar a los
moribundos. La oración con la que concluye este salmo de Moisés implora por la
perdurabilidad hasta la segunda venida de Cristo, de aquello que se ha hecho para
él y su reino.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Mediante el uso de una concordancia y un diccionario bíblico, estudie el


concepto de la ira de Dios, tanto en el AT como en el NT.

2. ¿ué aplicación encuentra en este salmo para su vida? Mencione aspectos


específicos.

3. ¿Cuáles son los desiertos y los lugares de cautiverio en los que se halla la
sociedad hoy en día? ¿Cuál es el mensaje central que este salmo tiene para
nuestros contemporáneos?
 
SALMO 91
Cuando yo tenía seis años, mi hermanito, de sólo un año, enfermóde gravedad:
contrajo la escarlatina. En aquella época (1940), aún no existían drogas como la
penicilina y otros antibióticos, que hoy día son muy eficaces para controlar tales
enfermedades. El Departamento de Salud de la ciudad donde residía nuestra
familia, puso nuestro apartamento en cuarentena. Mi padre yyo nos vimos
obligados a abandonar la casa para ir a vivir con mi madrina. Solamente a mi
madre se le permitió quedarse en la casa para cuidar a mi hermanito enfermo.
Durante esas semanas en el apartamento, a solas con el niño enfermo, mi madre
aprendió a orar el Salmo 91. En cada oportunidad en que a mi hermano le subía la
fiebre y parecía que no sobreviviría, mi madre clamaba a Dios usando las palabras
del Salmo 91: “El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del
Todopoderoso… sóloél puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas
plagas… No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste
que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía.” Después que mi
hermano se recuperó de su enfermedad, el Salmo 91 llegó a tener un significado
muy especial en nuestra familia, del mismo modo en que ha llegado a ser un salmo
muy especial en lavida de miles y miles de cristianos y judíos en momentos de
crisis y aflicción, porque es un salmo que nos guía hacia aquel que es nuestro
único refugio en esta vida y en la vida futura.
El Salmo 91 no lleva título ni en el texto hebreo ni en la Septuaginta. No se
identifica tampoco quien habla en el salmo. No sabemos si se trata de un rey,
profeta, sabio, o uno de los innumerables personajes que desfilan por las páginas
del AT. uizá el Espíritu Santo suprimió el contexto original del salmo, a fin de
facilitar nuestra identificación con el mismo. Al ser incluido en la liturgia del
templo, la sinagoga o la iglesia, el salmo llega a ser propiedad de todos los que
entonan sus estrofas, a la hora en que llegan las mortíferas plagas, la muerte y el
mismo diablo.
Hay investigadores que dicen que el Salmo 91 tiene que ser leído, estudiado y
orado junto conel salmo anterior, el 90, porque los dos constituyen un díptico en
el cual el problema presentado en el primero, encuentra su respuesta en el
segundo. Hay muchas ligaciones entre los dos salmos, tanto temáticas como
lingüísticas, y en la exposición del canto haremos hincapié en ellas. Es posible
señalar, por ejemplo, que ambos salmos evocan escenas de la peregrinación del
pueblo de Israel por el desierto durante el éxodo, particularmente las referencias a
los pecadores desobedientes que cayeron como moscas a uno y otro lado del justo.
Además, en ambos salmos se destaca la figura de Dios como refugio.
En la liturgia de la iglesia cristiana, el Salmo 91 corresponde al primer
domingo de Cuaresma, Invocavit. El evangelio de este domingo del año
eclesiástico trata acerca de la tentación de Jesús en el desierto. Satanás se valió del
versículo 11 del Salmo 91 para tentar a Jesús, instándole a lanzarse al vacío desde
lo más elevado del templo, para comprobar si en verdad los ángeles de Dios
vendrán para cuidarlo a fin de que no tropiece con piedra alguna. Encontramos,
además, otros ecos del Salmo 91 en la historia de la tentación del Señor. En el
versículo 13 se mencionan cuatro fieras que amenazan el bienestar del escogido de
Dios: el león, la víbora, fieras y serpientes. En Marcos 1:13 leemos que Jesús
estuvo en el desierto “entre las fieras”.
91:1–2 El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al
SEÑOR: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío.”

En los primeros dos versículos del salmo aparecen cuatro nombres divinos: el
primero es Altísimo. Altísimo es el título que usaban los cananeos para designar al
Dios supremo, el que dominaba sobre los demás dioses en su panteón, que tiene
poder y autoridad sobre todos los poderes, fuerzas, ángeles y espíritus. El título
nos recuerda a Colosenses 1:16, en que se afirma que por medio de Jesucristo
fueron creadas todas las cosas que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos,
poderes, principados o autoridades. Da a entender que Jesucristo tiene dominio y
autoridad sobre todo poder espiritual, y por lo tanto ninguno de éstos puede
dañar a quien habita al abrigo del Altísimo. El título, que es divino, se encuentra
21 veces en los Salmos. En Génesis 14:18 se describe a Melquisedec, rey de Salén,
como sacerdote de ‘elyón, el Dios Altísimo.
El Salmo 91 habla no sólo del Altísimo, sino de habitar al abrigo del Altísimo.
Abrigo se traduce también con la palabra protección, defensa o escondedero, esto
es, un lugar donde uno está a salvo de toda clase de peligro. Durante las muchas
invasiones que tuvo que soportar Israel, sus habitantes necesitaban un lugar
donde esconderse de los invasores que buscaban a quién llevarse cautivo. Durante
las inundaciones repentinas, los moradores necesitaron un lugar alto fuera del
alcance de las aguas. En los pasajes siguientes se aprecia lo que significaba para el
israelita la palabra abrigo o escondedero: “Porque en el día de la aflicción él me
resguardará en su morada; al amparo de su tabernáculo me protegerá, y me
pondrá en alto, sobre una roca” (Salmo 27:5). “Tú eres mi escondite y mi escudo;
en tu palabra he puesto mi esperanza” (Salmo 119:114). “Tú eres mi refugio; tú
me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación” (Salmo 32:7).
“Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas” (Salmo
61:4).
El segundo título es Todopoderoso. En la versión Reina Valera Revisada, se
traduce como Omnipotente. En hebreo la palabra es shadday, título arcaico que
aparece pocas veces en los Salmos, y es uno de los nombres divinos favoritos del
autor del libro de Job ( Job 5:17; 6:4; 8:3; 13:3). En Génesis 17:1 se le aparece el
Señor a Abram, diciendo: “Yo soy el Dios Todopoderoso (el shadday). Vive en mi
presencia y sé intachable.” En Éxodo 6:2–3 el Señor le dice a Moisés: “Yo soy el
Señor. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios
Todopoderoso (el shadday), pero no les revelé mi verdadero nombre, que es el
SEÑOR.” El título shadday quiere decir: el de las montañas, el Dios que mora
arriba, en las alturas de los montes.
Las palabras del Salmo hablan de acogerse a la sombra de el shadday. La idea
que transmite es la de protección contra los rayos del sol. En Jonás 4:6 el Señor
dispuso una calabacera para proteger la cabeza del profeta de los rayos abrasadores
del sol de Nínive. En la parábola del sembrador, las plantas tiernas sembradas
entre pedregales se marchitaronal salir el sol, que las quemó con sus rayos. En la
parábola Jesús nos enseña que el sol con sus rayos representa la persecución que
uno sufre por causa del reino de Dios. El justo tiene que buscar refugio bajo las
alas de el shadday para no ser quemado por las persecuciones desatadas contra los
discípulos del Señor. En la cruz del Calvario, Jesús gritó con voz fuerte: “Tengo
sed”. El Señor no hizo crecer una calabacera para proteger su cabeza de los rayos
abrasadores del sol. El tercer nombre divino es Señor ( yahweh), nombre que le
fue revelado a Moisés en el monte Horeb. Señor, que significa “YO SOY EL
UE SOY”, es el nombre divino que designa al Dios que ha hecho su pacto con
el pueblo de Israel. El Señor es el Dios personal del creyente. En tanto que los
nombres Altísimo y Omnipotente indican la majestad y el poder de Dios
exaltado, muy superior a nosotros, el nombre Señor indica a Dios que está cerca,
que ha prometido acompañar a su pueblo para protegerlo, guiarlo y salvarlo. Es el
nombre divino más utilizado entre las tribus del Sur, Judá y Benjamín, en su
adoración a Dios en el templo de Jerusalén. El salmista habla de Señor diciendo
que es su refugio y fortaleza. La palabra traducida como refugio significa más bien
defensa, en hebreo. El cuarto título divino es el, singular de elohim, el nombre
divino más usado por las tribus del norte de Israel. El se usa en contextos en que se
habla del ser divino, Dios de toda la creación y de todos los pueblos, en tanto que
Señor se usa para aquel que es Dios de Israel. El Salmo 91, sin embargo, no habla
de Dios, sino de mi Dios, no de el sino de eli. Recordemos que en la cruz, Jesús
clamó diciendo: Eloí, Eloí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?”) (Marcos 16:34).
El salmista emplea los cuatro nombres divinos para designar a aquel que es
refugio, fortaleza y escudo del que busca protección contra toda clase de
asechanzas. Ciertamente, el salmista nos exhorta a confiar en quien es nuestro
único refugio seguro, en quien encontramos protección de los enemigos que nos
persiguen. No habla hipotéticamente, sino como alguien que fue perseguido, que
anduvo buscando refugio donde poder estar a salvo de los enemigos y las fuerzas
maléficas que lo asecharon para dañarlo. El salmista comparte con nosotros, en
este salmo, que Dios, el Señor, el Altísimo y el Omnipotente, es nuestro refugio.
La palabra refugio se utiliza en el AT doce veces como título de Dios.
Los que buscan refugio son, por definición, refugiados. Al leer el AT,
recordemos que muchos libros de la Sagrada Escritura han sido escritos por
refugiados y para refugiados y asilados. Abram, el padre de la raza hebrea, llegó a
la tierra de Canaán en calidad de extranjero. Los hijos de Israel pasaron muchos
siglos como refugiados y asilados (y esclavos) en Egipto, Asiria, Babilonia y
ciudades y villas de la diáspora. Nuestro Señor Jesucristo tuvo que refugiarse en
Egipto cuando Herodes el Grande mandó exterminar los niños pequeños de
Belén. En el AT Dios exhorta a sus hijos a recordar que ellos fueron refugiados,
extranjeros en tierra extraña. Por lo tanto, les incumbe mostrar misericordia y
bondad a los refugiados y extranjeros que viven entre ellos. Los refugiados y
extranjeros no deben ser oprimidos o explotados, sino protegidos y defendidos.
Hoy en día el mundo está más lleno de refugiados y exiliados que nunca. Millones
de hispanos de todos los países de la América Latina, han buscado asilo y refugio
en los Estados Unidos. Nuestro Dios es el Dios que extiende sus alas de
protección y amor sobre los refugiados, y desea que los que llevan su nombre les
den la bienvenida en este nombre, y les muestren su amor.
En el AT encontramos varios relatos de perseguidos que buscaron refugio o
santuario seguro. David, en su juventud, fue perseguido por el rey Saúl por toda la
serranía de Judá. Buscó refugio en el santuario de Nob, en cuevas y cavernas, en el
desierto, y hasta en las ciudades de los filisteos. Pero siempre hubo enemigos que
lo delataron ante Saúl, revelándole el lugar donde encontrarlo. Por toda la tierra
de Israel había ciudades de refugio donde se podía estar a salvo de un vengador de
sangre. En el libro de Génesis leemos de la huida de Jacob, quien se había
aprovechado de la ceguera de su padre Isaac, para apropiarse la bendición que le
correspondía a su hermano Esaú.
Como consecuencia del engaño, Jacob huyó de Esaú, quien había jurado
vengarse de su hermano. Dejando la casa de la familia, escapó tratando de ponerse
a salvo de la ira de Esaú. Sin embargo, no lo perseguía solamente Esaú en persona,
sino también la maldición de su hermano, los remordimientos de conciencia y,
quizá, los espíritus malignos invocados por Esaú para fastidiar a Jacob. Los griegos
de la antigüedad nombraban las Erinias (Furias para los romanos), las tres
divinidades infernales, Alecto, Tisífone y Megera, quienes salían del averno para
perseguir alos malvados, vengar la sangre de los asesinados, y dar su merecido a los
criminales que lograban esquivar la justiciahumana. Según la mitología griega, el
aspecto de las Furias era pavoroso. Vestían de negro y, en lugar de cabellera, sus
cabezas estaban cubiertas de serpientes. Sus rostros eran pálidos, sin sangre, y sus
brazos descarnados. Cuando salían al escenario los actores que representaban a las
Furias en las tragedias griegas, los espectadores se desmayaban de terror. Una de
las tragedias tenía que ver con la historia de Orestes quien, para vengar el
asesinato de su padre Agamenón, dio muerte a su propia madre y a su amante.
Como consecuencia del acto de venganza, Orestes fue perseguido por las Furias y
se vio obligado a huir de un país a otro, al igual que Jacob, que huyó de la
venganza que quiso cobrarse su hermano Esaú.
En su huída, Jacob llegó a la ciudad de Luz, o Betel. Y, en vez de buscar
refugio y santuario en el templo de Baal-Berit, se acostó a dormir recostando la
cabeza sobre una piedra, a cielo abierto en medio de la soledad. Allí, en ese lugar
solitario, el Señor se apareció a Jacob en una visión, donde una escalera se extiende
de la tierra hasta el cielo. Desde su trono celestial, el Señor le brindaa Jacob su
promesa y bendición. Le promete acompañarlo y protegerlo mientras esté fuera
de la Tierra Prometida. Le promete conducirlo nuevamente a la casa de su padre y
hacer de él y su descendencia un gran pueblo. Allí, en Betel, Jacob encontró
refugio en Dios y en su promesa. El Salmo 91 nos asegura la protección de Dios
en nuestra peregrinación hacia la casa del Padre. Al igual que el peregrino del
famoso libro de Juan Bunyan, estamos rodeados de peligros en nuestra
peregrinación hacia la Tierra Prometida. No obstante, durante nuestro viaje en
esta vida nuestro refugio se encuentra en el nombre de nuestro Dios.
91:3–4 Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con
sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdadserá tu escudo y tu baluarte!

El versículo 3 introduce en escena un nuevo protagonista: el cazador. Es conocida


en la Biblia la figura del cazador que coloca trampas para cazar pájaros y después
venderlos. En Mateo 10:29, dice Jesús: “¿No se venden dos gorriones por una
monedita? Sin embargo, ni uno de ellos caeráa tierra sin que lo permita el Padre.”
¿Y a quién se refiere el salmista al hablar del cazador? ¿uién es el cazador que
intenta enredarnos en sus redes y trampas? ¿uién es éste que tiende emboscadas
en nuestra vida? La Biblia advierte que hay redes y trampas acechando, a fin de
sorprendernos. Muchas veces, uno no advierte los peligros hasta que es demasiado
tarde. En Proverbios 7:23, dice: “Como el ave quese lanza contra la red, sin saber
que en ello le va la vida.” Y en Eclesiastés 9:12, asevera el predicador: “Vi además
que nadie sabe cuándo le llegará su hora. Así como los peces caen en la red
maligna y las aves caen en la trampa, también los hombres se ven atrapados por
una desgracia que de pronto les sobreviene.”
El profeta Jeremías anuncia a los israelitas infieles al Señor, los que adoraban
dioses extraños y sacrificaban sus propios hijos a los ídolos, que los cazadores que
acabarán con los malhechores serán los soldados de Nabucodonosor, rey de
Babilonia: “Voy a enviar a muchos pescadores –afirma el SEÑOR–, y ellos los
pescarán a ustedes. Después, enviaré a muchos cazadores, y ellos los cazarán a
ustedes por todas las montañas y colinas, y por las grietas de las rocas” ( Jeremías
16:16).
Según la interpretación de Martín Lutero, en su primera seriede conferencias
sobre los Salmos (1513–1515), las redes y trampas delos cazadores son las
enseñanzas falsas de los fariseos, los herejes y los judíos (1976:212). El evangelio,
en cambio, es la red por medio de lacual Pedro, Pablo y toda la iglesia primitiva,
pescan las almas de los pecadores perdidos, a fin de librarlos, de este modo, de las
herejías y doctrinas falsas que envenenan y matan a las personas (1976:213).
De acuerdo con la segunda parte del versículo 3, el cazador es la plaga
mortífera que por todas partes procura sus víctimas. En Juan 10:10, el cazador
que llega para hurtar, despedazar y matar las ovejas, es aquel que tiene el dominio
de la muerte, es decir, el diablo (Hebreos 2:14). La pregunta que plantea el salmo
es: ¿Dónde podremos encontrar un refugio en el que estemos a salvo de enemigos
tan formidables?
En la famosa novela del notorio escritor francés Víctor Hugo, que lleva por
título Nuestra Señora de Paris (1831), la gitana Esmeralda cae en manos de sus
enemigos, los que se aprestan a quemarla viva en la hoguera. uienes han leído la
novela o visto una de las muchas películas basa as en la obra, recordarán que el
jorobado Cuasimodo irrumpe en la escena para arrebatar a Esmeralda de manos
desus cazadores y meterla dentro de la catedral, gritando: “¡Santuario, santuario!”
Desde tiempos muy remotos, aun antes de Cristo, los templos eran considerados
lugares sagrados pertenecientes a los dioses. Allí, dentro de la catedral de Notre
Dame, en Paris, Esmeralda estuvo a salvo de los cazadores que la habían
atrapadopara quitarle la vida. En el templo, la gitana quedó bajo la protección de
Dios, y quien se atreva a meterse en un santuario para hacerle daño a un
refugiado, caerá bajo la maldición de Dios.
¿Había encontrado el salmista refugio en el templo de Jerusalén o en algún
otro santuario? ¿Había encontrado un lugar sagrado en el que estuviera a salvo de
los cazadores o vengadores que procuraban apoderarse de su vida? Las alas que
menciona el versículo 4, ¿son una referencia a las alas de los querubines dorados
que el rey Salomón mandó colocar en el lugar santísimo del templo? ¿Cuál es el
santuario donde estaremos a salvo de los cazadores que tratan de atraparnos con
sus lazos y redes? ¿Cuál será el santuario? ¿La catedral de Notre Dame, en Paris?
¿Un famoso templo en la ciudad en que vives? ¿La póliza de un seguro de vida?
¿Una cuenta bancaria en Suiza? ¿Acaso podremos encontrar un santuario en el
consulado o la embajada de algún gobierno? ¿En Miami, o en Madrid?
Con frecuencia, los refugios y santuarios que buscamos no ofrecen la
seguridad que anhelamos. Después de la muerte de Lenin, fue el turno de León
Trotsky ser el nuevo líder de la Unión Soviética. Sin embargo, Trotsky perdió el
control del partido y fue reemplazado por Stalin. Para escapar de Stalin, Trotsky
huyó a Turquía, después a Noruega, y finalmente a la ciudad de México. Pensó
que en México estaría a salvo. México queda muy lejos de Moscú. Pero en 1940
un agente soviético logró meterse en la residencia de Trotsky y, utilizando una
pica para hielo, acabar con su vida.
El nombre del cazador del día 15 de octubre de 1814 era José Tomás Boves, y
loscazados fueron 214 mantuanos venezolanos que habían buscado refugio en la
catedral de Cumaná. Pero el implacable perseguidor hizo caso omiso de los gritos
de “¡santuario!, ¡santuario!” Sedientos de sangre, los hombres de Boves se
lanzaron sobre los indefensos ancianos, mujeres y niños, degollando infantes,
abriendo en canal mujeres embarazadas, provocando un baño de sangre con la
matanza de los mártires de la libertad.
El primer libro de los Reyes cuenta que, después de la muerte del rey David,
su hijo Salomón fue ungido rey. Pero otro hijo de David, llamado Adonías,
intentó un golpe de estado con la finalidad de derrocar a su hermano. Uno de los
conspiradores de gran renombre que participó en la intentona fue Joab, el viejo
comandante en jefe del ejército de Israel. El golpe de estado fracasó, y el general
Joab huyó buscando refugio ante el altar en el tabernáculo. En su persecución iba
Benaías, hijo de Joyadá, jefe de la guardia personal del rey, hombre esforzado,
grande en proezas, quien personalmente había matado tres leones. Al ver a
Benaías, el viejo general se agarró de los cuernos del altar. “El rey te ordena que
salgas”, gritó Benaías. “¡No!”, respondió Joab, “¡De aquí sólo me sacarán muerto!”
Y el cazador del rey le dio gusto al viejo guerrero, y arremetiendo contra él lo
mató frente al altar del Señor (1 Reyes 2:34).
Sin embargo, parece que los cazadores que tiene en mente el Salmo 91 no son
ni José Tomás Boves, ni Benaías hijo de Joyadá, ni los agentes secretos de la KGB
ni tampoco los que quisieron quemar a la gitana Esmeralda. El versículo 13 del
salmo habla de otro cuarteto de cazadores: el león, la víbora, fieras, y serpientes.
La literatura bíblica utiliza con frecuencia los nombres de las fieras del desierto
como símbolos de los espíritus malignos, las apariciones y poderes demoníacos
que persiguen a los seres humanos y pretenden devorarlos. La serpiente, en el
Génesis, es un símbolo del diablo, y en las visiones del Apocalipsis la bestia y el
dragón son símbolos de los poderes infernales. En 1 Pedro 5:8, el apóstol advierte:
“Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda
como león rugiente, buscando a quién devorar.”
Entre los cazadores que persiguen a los seres humanos debemos mencionar la
ley del karma, o sea, la doctrina de los hindúes y budistas, según la cual cada ser
cosechará las consecuencias de sus malas acciones, si no en esta vida, entonces en
una reencarnación futura.
De acuerdo con esta creencia, nos persigue nuestro destino, los trapos sucios
de nuestro pasado. Así como las Furias perseguían a Orestes para hacerle sufrir las
consecuencias de sus actos, del mismo modotodos los seres son perseguidos por la
ley que demanda que cosechemos lo que hemos sembrado.
Contra tales enemigos cazadores, nuestro único refugio son las alas del Señor.
El salmista emplea aquí una metáfora fascinante: Nuestro Dios es como una gran
águila que construye el nido para sus aguiluchos –nosotros– en el pico
montañoso más alto e inaccesible, un sitio fuera del alcance del cazador más
intrépido ( Job 39:27–28). Cual águila, cuida a los suyos en la inaccesibilidad del
pico. Allí, la gran águila nos cubre a nosotros, sus aguiluchos, con sus enormes
alas, protegiéndonos de todo peligro. Seguramente que, al utilizar el símbolo del
águila, el salmista tuvo en mente estos pasajes: “Porque la porción del SEÑOR es su
pueblo; Jacob es su herencia asignada. Lo halló en una tierra desolada, en la
rugiente soledad del yermo. Lo protegió y lo cuidó;lo guardó como a la niña de
sus ojos; como un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que
despliega su plumaje y los lleva sobre sus alas” (Deuteronomio 32:9–11).
“Ustedes son testigos de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí
como sobre alas de águila” (Éxodo 19:4). “Aun los jóvenes se cansan, se fatigan, y
los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el SEÑOR renovarán sus
fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se
cansarán” (Isaías 40:30–31).
Desde el punto de vista interpretativo de Lutero, las alas que cubren y
protegen a los suyos cual escudo, son las enseñanzas de la fe verdadera y de los
pastores fieles de la iglesia. Por medio de las enseñanzas de las Escrituras, los
creyentes están protegidos de las mentiras y herejías del infierno y de todos los
demonios (1976:214). La interpretación de Lutero no se diferencia mucho de la
de los rabinos, para quienes el refugio, del cual se habla tanto en el Salmo 91
como en el 90, es la instrucción que proporciona la Tora.
Leyendo el Salmo 91 a la luz de lo que Dios ha hecho por medio de Jesucristo,
deberemos entender quenuestro único refugio seguro es, precisamente, Jesucristo.
Sus alas nos protegen de los ataques de todo espíritu maligno. Las acusaciones de
Satanás contra los escogidos de Dios no tendrán ningún efecto, porque han sido
lavados en la sangre del Cordero. El acusador no puede apartarnos del amor de
Dios, como declara San Pablo en Romanos 8:31–37: “¿uién acusará a los que
Dios ha escogido? Dios es el que justifica” (v. 33).
91:5–6 No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la pesteque acecha en las
sombras ni la plaga que destruye a mediodía
Las flechas a las que hace referencia el salmista, son las enfermedades que azotan a
los mortales. En el mundo del antiguo Medio Oriente, en el que vivían los
hebreos, se creía que las enfermedades eran las flechas que lanzaban los espíritus
malignos contra los mortales. Uno de los principales dioses de los antiguos
sumerios y acadios era Nergal, el dios de la peste y la guerra. Se decía que Nergal
deambulaba de noche viendo cómo introducirse en las casas para sembrar el
espanto, la peste y la muerte entre sus habitantes. Entre los cananeos que vivían en
Ras Shamra, Biblos y Chipre, el dios de la guerra, la peste y el infierno se llamaba
Reshef, el destructor o abrasador. En las esculturas antiguas se representa a Reshef
con la cabeza de una gacela y una lanza en su mano derecha. Las flechas que
Reshef dispara contra los mortales son las enfermedades: la peste, el cáncer, la
tuberculosis, los infartos, la hemiplejia, la viruela, las enfermedades venéreas y la
pulmonía (Albright 1968:121). La esposa de Reshef se llamaba Atum o Edom. El
nombre de Obed Edom, el converso cananeo creyente en el Señor significa,
entonces, “siervo de Edom” (Albright 1968:122). En la casa de Obed Edom se
guardó el arca del pacto, antes de ser trasladada a Jerusalén por el rey David.
Posteriormente, Obed Edom y sus descendientes sirvieron en el templo como
porteros y protectores del arca.
Otra enfermedad, o flecha, temida por las personas en la época bíblica fue la
influenza, también conocida como gripe. El nombre “influenza” proviene de la
palabra “influencia”, porque se creía que, como tantas otras, la enfermedad tenía
su causa en la influencia maligna sobre los humanos, de ciertas estrellas y planetas.
Entre los pueblos vecinos de Israel se practicaba la magia y todo tipo de
ocultismo, para protegerse de las influencias funestas de los astros, hechiceros y
espíritusmalignos. A los hijos del pacto se les prohibió recurrir a la magia para
defenderse de los enemigos y poderes de la oscuridad. Como se afirma tan
elocuentemente en el Salmo 91, el único refugio del creyente es el nombre del
Señor. En Ezequiel 13:18 el profeta denuncia a las profetisas espurias que “hacen
objetos de hechicería y sortilegios para atrapar a la gente”. Aun hoy día, en la
época que se conoce como Nueva Era, están los que procuran refugio en los
poderes ocultos de los iluminados, a fin de obtener protección contra las
influencias funestas de los astros.
Para los de la antigüedad, la medianoche y el mediodía fueron las horas en
que los espíritus malignos andaban sueltos. Eran las horas en que uno debía estar
en casa con las puertas trancadas, y no en la calle. Son creencias que perduran en
nuestro mundo supuestamente moderno. Una de las obras musicales del gran
compositor checo Antonin Dvorak lleva por título: “La bruja del mediodía.” Los
antiguos creían que algunos demonios actuaban durante ciertas horas fijas del día.
Algunos textos mágicos de Mesopotamia nombran al demonio del mediodía y al
demonio de la medianoche. Hay investigadores que han señalado que en los
versículos 5 y 6 se nombran cuatro demonios distintos, a saber: el terror
nocturno, la flecha del día, la peste en las sombras, y la plaga del mediodía,
además de las fieras y serpientes. El término “serpiente” se traduce en la
Septuaginta como basilískos (Mitchell 1997:278). El basilískos es una criatura
mitológica cuya mirada, supuestamente, era capaz de provocar la muerte
instantánea.
Si bien los hebreos temían a los espíritus malignos y los demonios nocturnos
como Liluy Lilt, más temían al ángel de la muerte que enviaba el Señor, para
sembrar pestes y plagas entre los seres humanos. En el libro de Job, (18:13) la
enfermedad es llamada el primogénito de la muerte. Según el Salmo 91, es la peste
que acecha en las sombras. Sucedió durante la oscuridad dela noche que el ángel
de la muerte entró al campamento de Senaquerib, rey de Asiria, y sembró la peste
que mató ciento ochenta y cinco mil de los enemigos que sitiaban la ciudad de
Jerusalén. En 1 Crónicas 21:14 leemos que el Señor envió una peste contra Israel,
y murieron setenta mil hombres.
91:7 Podrán caer mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará.

Estando Israel en Egipto, el ángel de la peste, esto es, el ángel de la muerte, fue
enviado a soltar la última de las diez plagas sobre el faraón y los opresores de los
esclavos hebreos. Los hijos de Israel quedaron protegidos de la plaga destructora
por el sacrificio del cordero pascual y por la cruz desangre untada con un hisopo
en las puertas de sus hogares. Al ver la señal de la sangre en el dintel y los postes de
las puertas de las casas hebreas, el ángel de la muerte pasó de largo y dejó
tranquilos a los que en el interior celebraban la Pascua, comiendo panes ázimos,
hierbas amargas, vino rojo como la sangre y la carne del cordero que había sido
sacrificado. Así como Isaac fue librado de la muerte porque un cordero fue
sacrificado en su lugar, del mismo modo los primogénitos de Israel se salvaron por
el sacrificio de otrocordero.
En la noche de la Pascua los israelitas escucharon los gritos de terror y los
lamentos de angustia de aquellos alcanzados por el ángel de la muerte. Por
doquier hubo llanto, desesperación y muerte. En aquella noche terrible, los hijos
de Israel experimentaron en carne propia lo que declara el salmo: Podrán caer mil
a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará.
Los sucesos de la terrible noche en Egipto fueron la última plaga, el juicio
final de Dios sobre quienes habían oprimido, esclavizado y explotado a los
humildes y pobres. Yo no puedo entonar el Salmo 91 sin pensar en lo que sucedió
en aquel juicio final, en aquel castigo final de los impíos. El juicio de ellos es un
anticipo, una señal o tipo de otro Juicio Final, el de toda la tierra, de aquel día en
que nuevamente serán soltados los ángeles de destrucción, de los que leemos en el
libro de Apocalipsis, los ángeles que derramarán sobre los habitantes de la tierra y
sobre los impíos las últimas plagas. Muchos salmos y profecías hablan de la venida
de ese día final, de la venida del Día del Señor.
La contemplación del Día del Señor llenó de espanto a muchos poetas,
pintores, escultores y escritores de la Edad Media. En las grandes catedrales de
Europa es posible observar muchas escenas figurativas del Juicio Final en los
vitrales, en las pinturas, y en las esculturas realizadas por los grandes artistas de la
época. Las prédicas de Savonarola y los cantos como el Dies irae (día de la ira)
llenaron de espanto a miles y a diez miles. Y se preguntaban: ¿Cómo podremos
escapar nosotros de las últimas plagas? ¿uién me librará a mí de las flechas del
ángel de la muerte? ¿uécordero pascual podría yo ofrecer a fin de que la última
plaga no me alcance? ¿Con qué sangre podré untar la puerta de mi casa para que
me dejen en paz los ángeles del Apocalipsis? ¿uién me librará de las Furias que
me persiguen? “Mientras comían, Jesús tomó pany lo bendijo. Luego lo partió y se
lo dio a sus discípulos, diciéndoles: Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Después
tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles: Beban de ella todos ustedes.
Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de
pecados” (Mateo 26:26–28).
91:8 No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido.

El día del Juicio Final, quienes han lavado sus ropas en la sangre del Cordero y
están vestidos con la túnica blanca del perdón divino, y santificados por el
Espíritu Santo, podrán mirar y ver cómo reciben su merecido los impíos
(Apocalipsis 18:2–4, 9–20). Los impíos norecibirán necesariamente su merecido
de inmediato o aún en esta vida. El salmo no nos pide ser vengadores, no nos
convoca a darles a los impíos su merecido como quisieron hacerlo los siervos del
Señor en la parábola de la mala hierba de Mateo 13. El Salmo 91 nos exhorta a
que confiemos en la justicia de Dios, que afirma: “Mía es la venganza; yo pagaré”
(Deuteronomio 32:35). El salmo nos invita a esperar el Día del Señor en que los
ángeles serán enviados a recoger el trigo y a guardarlo en su granero, y a quemar la
paja. En el Día del Señor se verá a los impíos recibir su merecido.
91:9–10 Ya que has puesto al SEÑOR por tu refugio, al Altísimo portu protección, ningún mal
habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar.

En el cántico de Moisés, el profeta llama la atención de los israelitas sobre las


consecuencias de caer en la idolatría después de haber entrado en la Tierra
Prometida: “Enviaré a que los consuman el hambre, la pestilencia nauseabunda y
la plaga mortal” (Deuteronomio 31:24). En el Salmo 91, en cambio, los creyentes
que no se dejan seducir por la idolatría, serán protegidos de la plaga, del modo en
que fueron protegidos los hebreos durante la última plaga en Egipto.
91:11–12 Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos. Con sus propias manos
te levantarán para que no tropieces con piedra alguna.

El Salmo 91 tiene que ver con la peregrinación del justo por el desierto del
mundo. No es un viaje por una autopista bien iluminada y protegida. Es un viaje
peligroso por caminos solitarios, donde no existe la seguridad ni la protección de
la policía. Es un viaje que se realiza en circunstancias de caos social. Pero el justo
que anda por el camino del Señor cuenta con guardaespaldas: los ángeles son
enviados para acompañar al peregrino en su viaje, al refugiado en su huida, al
misionero en la proclamación de las buenas nuevas. Los ángeles del Señor
acompañan al peregrino creyente para protegerlo, en particular, de los ataques de
los demonios y espíritus malignos.
La figura de los justos que son cargados por los ángeles, se parece mucho al
pasaje de Deuteronomio 32:11, una parte del cántico de Moisés, que reza: “Como
un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su
plumaje y los lleva sobre sus alas.” Y en Éxodo 19:4, otro pasaje que tiene que ver
con Moisés y la peregrinación de Israel por el desierto, se lee: “Ustedes son
testigos de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí como sobre alas
de águila.” Es el pasaje bíblico que Satanás citó cuando tentó a Jesús a que pidiera
la ayuda de los ángeles para eludir el sufrimiento y librarse de la cruz. En el jardín
de Getsemaní, el ángel del Señor fortaleció a Jesús a fin de poder cumplir con el
propósito de cargar con la cruz. Jesús sabía que podía pedir la ayuda de los ángeles
y librarse de la cruz, pero no lo hizo: “¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al
instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles? Pero
entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?”
(Mateo 26:53–54).
Los ángeles del Señor nos ayudan en la lucha contra el tentador. Al rehusar la
tentación de arrojarse desde la parte más elevada del templo, Jesús pisó la víbora.
Según percibimos de la historia de la tentación de Jesús, el tentador abusó del
salmo dándole una interpretación que no concuerda con la voluntad del Padre.
No cualquier interpretación de la palabra de Dios es legítima. Es posible abusar
no sólo de los textos bíblicos, sino también de los ángeles. Sucede cuando se
invoca su ayuda para algo que no está en armonía con la voluntadde Dios, o
cuando uno se dirige directamente a ellos en oración, en vez de dirigir sus
plegarias al Señor. Durante la Edad Media, y aún hoy día, muchas personas oran a
su ángel de la guardia, o a San Miguel, para ser librados de un percance. Y no sólo
esto, sino que también hacen votos a los ángeles y les encienden velas.
Recordamos del libro de Apocalipsis que, cuando Juan se postró a los pies del
ángel, en adoración, el mensajero divino le dijo: “¡No, cuidado! Soy un siervo
como tú, comotus hermanos los profetas y como todos los que cumplen las
palabras de este libro. ¡Adora sólo a Dios!”(Apocalipsis 22:9).
91:13 Aplastarás al león y a la víbora; hollarás fieras y serpientes.

En la época del salmista abundaban los leones en la Tierra Prometida,


particularmente en los lugares desérticos y en los alrededores del río Jordán.
Constituían un grave peligro para el viajero. La Biblia nos cuenta de hombres
fuertes como Sansón ( Jueces 14:6), y Benaías hijo de Joyadá (2 Samuel 23:20),
que lucharon contra leones. En 1 Reyes 13:24 dice el relato que un león salió al
paso del profeta de Judá y lo mató, al salir de Betel. En el libro de los Salmos se
mencionan toda clase de animales, como leones, ciervos, búfalos, serpientes,
ovejas, perros, toros, hipopótamos y hasta gusanos. Con frecuencia, tales animales
simbolizan diferentes clases de hombres y, a veces, seres divinos o espíritus
malignos. Entre todos los animales que encontramos en los Salmos, el león se
menciona mayor cantidad de veces.
La figura del león se emplea en los Salmos como símbolo de los poderosos
enemigos del salmista y de la gente débil y vulnerable, que con facilidad caen presa
de las garras de los inicuos, de los violentos y de los ricos opresores. Al describir al
león, los Salmos señalan su rapacidad, enorme apetito y dientes filosos y cortantes.
Tales son las bocas de los enemigos del salmista, los que utilizan sus lenguas para
injuriar, acusar falsamente y mentir. De ahí que en el Salmo 57:4 se oye el
lamento: “Me encuentro en medio de leones, rodeado de gente rapaz. Sus dientes
son lanzas y flechas; su lengua, una espada afilada.” Estas palabras bien podrían
haber sido pronunciadas por un profeta como Jeremías, que en tantas ocasiones se
vio acusado falsamente por los dirigentes religiosos y civiles de su pueblo, quienes
lo tildaron de traidor a la patria. También podrían haber sido de un profeta como
Jeremías las palabras del Salmo 58:6: “Rómpeles, oh Dios, los dientes; ¡arráncales,
SEÑOR, los colmillos a esos leones!”
El áspide es una serpiente sumamente venenosa de Egipto, cuyo veneno es
semejante al de la cobra. Recordemos que la reina Cleopatra de Egipto se quitó la
vida dejándose morder por un áspide. La palabra “dragón” (RV), “serpiente”
(NVI), quizá se refiera al cocodrilo o a algún monstruo marino. Todas estas fieras
causaban terror entre un pueblo carente de armas modernas para defenderse de
los ataques de animales salvajes. La serpiente, lo mismo que el león, se utiliza en
los Salmos como símbolo de quienes hablan mentiras, y cuyas palabras son puro
veneno. El Salmo 58:3–5, refiriéndose a los impíos que ya desde el vientre
materno se descarrían cual mentirosos y son perversos desde que nacen, declara:
“Su veneno es como el de las serpientes, como el de una cobra que se hace la sorda
para no escuchar la música del mago, del diestro en encantamientos.”
El dominio ejercido por el hombre sobre los animales salvajes y dañinos es un
tema que arranca en el Paraíso. Antes de que el hombre cayera en pecado, Adán y
Eva vivían en paz con todos los animales, y hasta le pusieron a cada uno de ellos su
nombre debido. En el libro de Job leemos que Elifaz declara que el hombre justo
vivirá en paz con las fieras del campo (5:23). Y en el reinado de paz que será
establecido por el Mesías, “El lobo vivirá con el cordero, el leopardo se echará con
el cabrito, y juntos andarán el ternero y el cachorro de león, y un niño pequeño los
guiará. La vaca pastará con la osa, sus crías se echarán juntas, y el león comerá paja
como el buey. Jugará el niño de pecho junto a la cueva de la cobra, y el recién
destetadometerá la mano en el nido de la víbora. No harán ningún daño ni
estrago en todo mi monte santo”(Isaías 11:6–9).
Ya se ha mencionado que en la literatura hebrea (por ejemplo El Testamento
de los Doce Patriarcas), las cuatro fieras mencionadas aquí simbolizan con
frecuencia a los espíritus malignos, los hechiceros y brujos, los cuales, al igual que
las fieras, acechan escondidos para sorprender, atacar y matar al caminante. No
obstante, el Salmo 91 pone énfasis en que los justos recibirán autoridad para
aplastar a estos poderes de maldad. La promesa del salmo vio su cumplimiento en
el ministerio de Jesucristo y sus discípulos. “Cuando los setenta y dos regresaron,
dijeron contentos:–Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. –Yo
veía a Satanás caer del cielo como un rayo –respondió él–. Sí, les he dado
autoridad a ustedes para pisotear serpientes y escorpiones y vencer todo el poder
del enemigo; nada les podrá hacer daño” (Lucas 10:17–19).
En Hechos 8:4–25 se relata cómo Simón el hechicero y su poder fueron
invalidados, porque éste, con sus artes mágicas, había engañado por mucho
tiempo a los samaritanos. En Hechos 13 los poderes de otro brujo, Elimas
Barjesús, son anulados por la autoridad dada al apóstol San Pablo. Elimas,
calificado de hijo del diablo, hombre lleno de todo tipo de engaño y de fraude, se
volvió ciego y fue hollado por el apóstol. En Hechos 19:8–20, se nos relata acerca
de las artes mágicas de los siete hijos de Esceva, los que fueron expuestos al
ridículo; y los que habían practicado la magia trajeron sus libros para que fuesen
quemados en público. En Filipos, el apóstol Pablo libró del poder del demonio a
una muchacha que tenía espíritu de adivinación (Hechos 16:16–18). Todos estos
pasajes bíblicos subrayan el hecho de que los espíritus inmundos no tienen
autoridad sobre el cristiano, en quienmora el Espíritu Santo. Antes bien, el
creyente ha recibido poder para hollar al león y al áspide, las fieras y las serpientes.
La presencia de leones y serpientes venenosas sugiere un ambiente desértico,
como el que Israel transitó durante los 40 años de su peregrinación, previos a la
entrada en la Tierra Prometida. Nos recuerda también el escenario de Jesús en el
desierto en medio de las fieras, durante los 40 días de prueba. Teniendo en cuenta
el peligro al que los israelitas estuvieron expuestos entre tantasfieras, es obvio que
necesitaron la protección de los ángeles del Señor. Al serles retirada la protección
por su desobediencia, fueron mordidos por las serpientes venenosas (Números
21:6). Jesús, en cambio, cual siervo obediente del Señor, estuvo protegido entre
las fieras, y los ángeles le servían (Marcos 1:12).
Vale la pena mencionar que tanto en umram como en los escritos rabínicos,
el Salmo 91 se utiliza para proteger a los fieles del poder de los hechiceros, magos
y brujos. En varios textos hallados en umram, el Salmo 91 es parte de una
liturgia de exorcismo. Algunos textos rabínicos llaman al Salmo 91 “El canto de
los demoníacos”, porque es útil como defensa contra los demonios (Mitchell
1997:279).
En la liturgia romana el Salmo 91 es, desde los días de San Benito, el canto de
la última oración antes de acostarse, y es parte del oficio de Completas, oficio
monástico que se celebra al finalizar el día. De modo que los cristianos siguen
recurriendo al Salmo 91 para encomendarse a la protección de Dios y refugiarse
bajo sus alas al acostarse. Así buscan protección contra los terrores nocturnos y los
ataques del tentador (Rose 1963:19).
91:14–15 Yo lo libraré, porque él se acoge a mí; lo protegeré, porquereconoce mi nombre. Él me
invocará, y yo le responderé; estaré con él en momentos de angustia; lo libraré y lo llenaré de honores.

El Señor mismo es quien habla al final del salmo, confirmando por medio de un
oráculo divino la liberación y honra de quienes confían en él (Rose 1964:12). Si
nosotros, al igual que la iglesia primitiva, leemos el Salmo 91 no sólo como un
canto entonado por Moisés o por un maestro desabiduría desconocido, sino
también como un salmo articulado por Cristo, podremos apreciar lo siguiente el
oráculo divino es la aprobación de Dios por la victoria obtenida por Jesús sobre el
tentador, después de los 40 días de prueba en el desierto, y en particular su
victoria sobre las últimas tentaciones de Satanás en la cruz. Y con la resurrección
al tercer día, Jesús fue liberado por completo de la angustia. Posteriormente, con
la ascensión a la diestra del Padre, fue colmado de honores. Y ahora, estando a la
diestra del Señor, habiendo recibido toda autoridad y poder, Jesús nos brinda
también una salida a fin de que podamos resistir las tentaciones a las que nos
vemos enfrentados en el mundo.
La desobediencia de Adán y Eva trajo consigo, como consecuencia, la
expulsión del Paraíso. La desobediencia e idolatría de Israel, fueron la causa de su
expulsión de la Tierra Prometida. La obediencia de Jesús, en cambio, desbarata
tanto la desobediencia del primer hombre, como la de Israel y la nuestra. Jesús es
el nuevo Adán, como también el nuevo Israel.
91:16 Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación.

El versículo 16 también vio su cumplimiento en Jesús y su resurrección y gloriosa


ascensión.
Al ser perseguido por el león, la víbora, las fieras y la flecha que vuela de día,
Jesús no pidió ayuda, no procuró refugio, sino que se dejó caer en las garras de las
fuerzas del mal que le perseguían. No pidió que los ángeles del cielo lo bajaran de
la cruz. Y, siendo que él obró así, ahora puedo yo, en el día de la adversidad y la
calamidad, en el día del Juicio Final, entonar este salmo y poner mi confianza en
aquel que es mi refugio y esperanza. Por Cristo sé que nada podrá apartarme del
amor de Dios.
 
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Analizar el himno basado en el Salmo 91: “El que habita al abrigo de


Dios” (254 en Mil Voces para Celebrar- Himnario Metodista 1996).

2. ¿Cuál es el significado de los cuatro nombres divinos que son empleados


por elsalmista en el Salmo 91?

3. ¿De qué diferentes maneras ha sido interpretada la figura del cazador en el


Salmo 91:3? ¿Cuál de estas figuras corresponde más a los temores de los
habitantes de nuestro mundo moderno?

4. Nombre algunas de las creencias que tenían los antiguos cananeos y


hebreos sobre las causas de las enfermedades.

5. Mencione algunos textos del AT en que se describe una mortandad


causada por la pestilencia. ¿Cuál fue la causa de la pestilencia o la plaga en
estos textos?

6. ¿Cómo abusó Satanás del texto del Salmo 91 en la historia de la tentación


de Jesús? ¿Cómo se podría abusar de este mismo texto hoy en día?

7. ¿Cómo es empleada la imagen del león por los diferentes autores del
Antiguo y Nuevo Testamentos? ¿ué simboliza el león en los escritos
bíblicos?

8. ¿ué conexión existe entre el Salmo 91 y la historia de la primera Pascua


que celebraban los judíos en vísperas de su éxodo de Egipto?

9. Lea 1 Samuel 5:6–12 e Isaías 37:36. ¿uiénes cayeron víctimas de la


pestilencia destructora en estos textos? ¿Por qué vino la peste sobre ellos?
¿uién fuelibrado de la peste en Isaías 38:21? ¿Cómo fue curado?

10. ¿De qué manera se cumplieron las palabras del Salmo 91 en el ministerio
de nuestro Señor Jesucristo?
11. ¿Cuál es el mensaje que tiene el Salmo 91 para los creyentes de todos los
tiempos? ¿De qué manera piensa usted emplear el Salmo 91 en su propio
ministerio?
11
Un lamento nacional

SALMO 80
El Salmo 80, al igual que otros salmos de Asaf, ha sido escrito para que se lo cante
en ocasión de un terrible desastre nacional que amenaza poner fin a la existencia
de Israel como pueblo de Dios.
El pueblo ha sufrido una desastrosa derrota militar. Hay destrucción, hambre
y muerte por doquier. El salmo no específica la fecha de lo ocurrido, ni identifica
por nombre al invasor; solamente se refierea él como jabalíes del bosque (puercos
monteses) que destruyen la vid del Señor. La falta de identificación ha facilitado el
uso de este salmo de Asaf en diferentes circunstancias de desastre nacional, tanto
en la vida de la sinagoga como en la vida de la iglesia.
El epígrafe del Salmo 80 es uno de los más largos del salterio: “Al director
musical. Sígase la tonada de ‘Los lirios del pacto’. Salmo de Asaf.” La mayoríade los
investigadores concuerdan con que el epígrafe no procede del salmista, sino que
fue añadido muchos años después, por lo redactores que ubicaron el salmo en el
tercer libro del salterio, o por los cantores que solían entonar el salmo en el
templo y en la sinagoga. En el epígrafe de la Septuaginta se han añadido las
palabras: “Referente a los asirios”, inserción que indica que, según la opinión de
los traductores de la Septuaginta (o las tradiciones empleadas por ellos), el
desastre a que se refiere el Salmo 80 es la invasión al Reino del Norte por los
asirios (732–722 aC.), la que se narra en 2 Reyes 17.
Relacionar la invasión al Reino del Norte por los asirios con el Salmo 80
ayudaría a explicar por qué no se menciona a Jerusalén, Judá, o la casa de David.
Las tribuscuyos nombres aparecen en el lamento, son las tres que descienden de
Raquel –la esposa amada del patriarca Jacob–, y que se encuentran en el Reino del
Norte. Sumado a esto, tenemos la afirmación de los filólogos de que el Salmo 80,
lo mismo que la mayoría de los demás salmos de Asaf, muestra características del
dialecto que se habló en el norte de Palestina (Holladay 1993:32).
Ya hemos notado que en el epígrafe el Salmo 80 se designa como un salmo de
Asaf. Los salmos de Asaf son cantos compuestos por un gremio de cantores levitas
descendientes de Asaf, renombrado cantor y profeta levita a quien David nombró,
juntamente con sus hermanos, a ministrar de continuo delante del arca (1
Crónicas 16:7, 37). Hay investigadores que creen que los integrantes del gremio
de Asaf sirvieron como cantores, músicos y profetas, no sólo en el templo de
Salomón en Jerusalén, sino también en el templo de Dios en la ciudad de Betel. Se
dice que cuando el templo de Betel quedó destruido por los asirios en el año 722
aC., los hijos de Asaf huyeron a Jerusalén con sus instrumentos y composiciones
musicales. Al establecerse en la Ciudad Santa, los refugiados quedaron
incorporados al ministerio de la adoración y la alabanza, juntamente con los
demás músicos y cantores que servían en la casa de Dios en Jerusalén. Según tal
hipótesis, al establecerse los hijos de Asaf en Judá, el Salmo 80 se modificó con la
finalidad de utilizarlo en el Reino del Sur, particularmente en la circunstancia en
que Judá fue invadido nuevamente, y esta vez no por los asirios, sino por el rey
Nabucodonosor y los babilonios. La invasión de los babilonios ocurrió durante el
reinado de los últimos reyes de Judá.
En 2 Crónicas 29:12–14 leemos que los hijos de Asaf se nombran entre los
levitas escogidos por el rey Ezequías –fiel siervo del Señor–, para ayudarle en las
reformas que llevó a cabo en Jerusalén y en el territorio de Judá.
No hay acuerdo entre los investigadores en cuanto al significado de la frase
“sígase latonada de ‘los lirios del pacto”, que es parte del epígrafe. La frase referida
a “los lirios” se encuentra también en los epígrafes de los Salmos 45, 60 y 69. Se ha
sugerido que “los lirios” es el nombre de una melodía muy popular. Se le indica
aquí al director musical que esta tonada es la que debe usarse al cantar el salmo.
Otros, sin embargo, opinan que “lirios” es el nombre de un instrumento musical.
Michael Goulder, en cambio, sostiene que los lirios en cuestión son un símbolo
real de procedencia egipcia, y que había lirios grabados en las columnas de la corte
real en Betel. La referencia a los lirios es, entonces, según Goulder, una indicación
para los músicos de que el cantoha de interpretarse en una celebración que se
llevaba a cabo en la corte real de Betel, como testimonio de la presencia y acción
de Dios.
En tanto que el Salmo 80 comienza como un lamento referido a la
destrucción del Reino del Norte, el Salmo 79 en cambio, es un lamento acerca de
la destrucción de Jerusalén y su templo. Los muchos temas y conceptos que tienen
en común ambos salmos, demuestran que los recopiladores del salterio ubicaron
juntos los dos cantos para resaltar la destrucción de toda la tierra que el Señor le
dio a su pueblo. Ambos salmos resaltan la burla de los pueblos vecinos de Efraín y
Judá. Tanto el Salmo 79, como el 80, terminancon un voto por el que el salmista
promete invocar el nombre del Señor al ser restaurados. Ambos identifican
también a los israelitas como ovejas del Señor.
80:1 Pastor de Israel, tú que guías a José como un rebaño, tú que reinas entre los querubines,
¡escúchanos! ¡Resplandece…!

En vez de dirigirse a Dios utilizando los nombres Señor o elohim, el salmista


dirige su plegaria al ser supremo utilizando tres títulos o calificativos poco
comunes en todo el salterio.
En primer lugar, llama al Señor Pastor de Israel. Es la única vez en toda la
Biblia enque Dios recibe este apelativo. En Israel, al igual que en otras partes del
antiguo Cercano Oriente, el título “pastor” se empleaba, no sólo para designar a
una persona que cuidaba las ovejas, sino también a los líderes políticos y religiosos
del pueblo. Cuando Jeremías ( Jeremías 10:21) y Ezequiel (Ezequiel 34)
denuncian a los pastores de Israel, las denuncias van dirigidas, en realidad, contra
los reyes, príncipes, sacerdotes y profetas que con sus idolatrías y fornicaciones, la
opresión de los pobres y la injusticia social, han sido la causa del desastre que
amenaza acabar totalmente con el pueblo. Siendo que todos los pastores falsos e
inútiles no hicieron nada para evitar el desastre nacional, se apela al verdadero
Pastor de Israel a que actúe, así como lo hizo en los días en que sacó a Israel de
Egipto y guió a sus ovejas a través del desierto hacia los verdes pastos y junto a las
tranquilas aguas en la tierra en la que fluyen leche y miel.
La relación existente entre el Salmo 80 con los demás salmos de Asaf, puede
verse en la manera en que termina el Salmo 79, y la plegaria con que comienza
aquél. En el último versículo del Salmo 79 se afirma: “Y nosotros, tu pueblo y
ovejas de tu prado…” En el Salmo 80 el salmista implora al Pastor de Israel
pidiendo que escuche la plegaria de sus ovejas. Es posible que el enlace temático y
lingüístico entre el Salmo 79 y el 80 indique que solía entonarse el Salmo 79
durante el sacrificio de la mañana y después, durante el sacrificio de la tarde, el
Salmo 80 servía como respuesta al 79.
La segunda frase que emplea el salmista para designar a Dios es: “Tú que guías
a José como a un rebaño.” La mención de José es una de las pruebas que aducen
los investigadores para afirmar que el salmo fue escrito en respuesta a sucesos que
ocurrieron en el Reino del Norte. Después de la conquista, en la época del
caudillo Josué, las dos tribus de José, Manasés y Efraín, recibieron sus territorios
en el centro y noroeste de la Tierra Prometida. Según Josué 16:1, la ciudad de
Betel fue asignada al territorio de los hijos de José, aunque después se la cuenta
entre las ciudades de Benjamín. La mención de las dos tribus de José solamente,
sin mencionar a las demás tribus del Reino del Norte: Aser, Isacar, Zabulón, Gad,
Nealí, Rubén y Dan, es evidencia de que el territorio de estas tribus ya había sido
conquistado y anexado por los asirios e incorporado a su imperio. Lo que quedó
de Israel fue la parte del territorio asignado a las tribus de José. Poco después
Samaria y Betel también cayeron en manos de los invasores asirios, y el Reino de
Israel dejó de existir.
En tercer lugar, el Señor a quien se dirige el salmista se designa como aquel
que “reina entre los querubines”. Éstos, mencionados aquí, son los querubines de
oro ubicados sobre el arcadel pacto, uno a cada lado del propiciatorio. Empleando
estas imágenes, el salmista habla como si estuviera viviendo en el tiempo en que el
arca del pacto quedaba recluida en el lugar santísimo del templo de Salomón
durante todo el año. El salmista recuerda, o quizá cita, una parte de un salmo aún
más antiguo, que proviene del tiempo en que el arca era sacada del santuario y
llevada por los levitas en la marcha de Israel por el desierto, y en sus batallas con
los cananeos en la época de Josué y los jueces. El Salmo 80 se hace eco, aquí, de los
tiempos antiguos cuando el Señor de los Ejércitos, cual paladín de las doce tribus
de Israel, guiaba a su pueblo en la guerra santa. En aquellos días en que el arca fue
llevada al campamento de Israel, los enemigos exclamaron: “Dios ha entrado en el
campamento. ¡Ay de nosotros, que nunca nos ha pasado algo así! ¡Ay de nosotros!
¿uién nos va a librar de las manos de dioses tan poderosos, que en el desierto
hirieron a los egipcios con toda clase de plagas?” (1 Samuel 4:7–8).
Después que Salomón hubo construido el templo del Señor en Jerusalén,
noencontramos más información en las Escrituras acerca de que el arca del pacto
haya sido sacada del lugarsantísimo para guiar a los israelitas en las batallas contra
sus enemigos. La guerra santa pertenece a la época anterior a la destrucción del
santuario del Señor en Siló, por los filisteos. En aquellosdías no sólo salía a la
guerra el Señor de los Ejércitos sobre el arca, sino quetambién resplandecía la
gloria de Dios, haciendo cundir el pánico entre los enemigos de su pueblo.
É
EnÉxodo 14:19–20 leemos que la columna de nube que marchaba al frente de los
israelitas, se situó entre elcampamento egipcio y el israelita; y “la nube fue
oscuridad para unos y luz para otros”. Lo que el Salmo 80 pide es que, al igual que
en los días de antaño, Dios salga en defensa de su pueblo, y que resplandezca su
gloriosa presencia para apoyar a su pueblo Israel.
80:2 (¡Resplandece) delante de Efraín, Benjamín y Manasés! ¡Muestra tu poder, y ven a salvarnos!

En los días en que el arca del pacto marchaba al frente de las tribus de Israel,
guiándolas en sus batallas, las tres tribus cuyos hombres marchaban directamente
detrás del arca fueron los de las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín, las tres
tribus que descienden de Raquel y que se nombran en este salmo. En Números 2
se menciona que las tres tribus tuvieron su campamento al oeste de la tienda de
reunión. En el Salmo 80 vemos que las tres tribus, amenazadas por el invasor,
quieren marchar nuevamente detrás del arca y que el Señor las guíe a la victoria en
sus batallas con el enemigo. Aunque generalmente se cuenta a la tribu de
Benjamín como parte del Reino del Sur, hay que recordar que después de la
muerte de Salomón, solamente una parte de la tribu de Benjamín se adhirió a
Judá. Mientras que Jerusalén, la capital del Reino del Sur estaba ubicada en el
territorio de Benjamín, algunas de las otras ciudades de Benjamín, como Jericó,
Ramá y Betel, decidieron adherirse al Reino del Norte (Delitzsch 1976:2.382).
80:3 Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.

Las palabras de este versículo constituyen el refrán entonado por la congregación.


Encontramos elrefrán aquí y en los versículos 7 y 19. Algunos investigadores
creen que el refrán se añadió al salmo original en la época del rey Josías (Zenger
2006:312), cuando se lo adaptó para su uso en el templo de Jerusalén.
La congregación pide la restauración. Ésta es, quizá, una restauración de la
grandeza y el esplendor de Israel, como lo había sido durante la época del reino
unido, con David y Salomón, y cuando las fronteras de Israel se extendían desde el
Mediterráneo hasta el Éufrates. Sin embargo, la restauración que se pide en el
Salmo 80 es, al mismo tiempo, de tipo espiritual, una nueva existencia gracias al
favor de Dios. El salmista está consciente de que el desastre que le sobrevino a la
nación es el resultado de la apostasía del pueblo y de sus líderes. El grito de
“restáuranos” es una plegaria que implora que Israel sea convertido de verdad, que
sienta verdadero arrepentimiento, que abandone sus ídolos y se vuelva a su Dios.
Tal arrepentimiento será posible solamente por medio del Espíritu de Dios. El
salmista reconoce que el arrepentimiento verdadero no es obra nuestra, sino una
obra del Espíritu de Dios que ocurre en lo más íntimo de nuestro ser.
En el grito de “restáuranos” está implícito el ardiente deseo de que la
manifestación gloriosa de la presencia de Dios guíe nuevamente al ejército de
Israel en sus batallas, del modo en que lo hizo durante las batallas de la guerra
santa, relatadas en el libro de Números y el libro de Josué. En aquellos días, el arca
del pacto iba al frente de las tribus de Israel, en sus marchas y batallas. En aquellos
días el rostro de Dios resplandeció sobre el arca y su gloria concedióla victoria a su
pueblo. Al elevar la súplica: “Haz resplandecer tu rostro”, el salmista recuerda
textos tales como Números 10:33–36: “Los israelitas partieron de la montaña del
Señor y anduvieron por espacio de tres días, durante los cuales el arca del pacto
del SEÑOR marchaba al frente de ellos para buscarles un lugar donde acampar.
Cuando partían, la nube del SEÑOR permanecía sobre ellos todo el día. Cada vez
que el arca se ponía en marcha, Moisés decía: ‘¡Levántate, SEÑOR! Sean
dispersados tus enemigos; huyan de tu presencia los que te odian’. Pero cada vez
que el arca se detenía, Moisés decía: ‘iexcl;Regresa, SEÑOR, a la
incontablemuchedumbre de Israel!’”
80:4 ¿Hasta cuándo, SEÑOR, Dios Todopoderoso, arderá tu ira contra las oraciones de tu pueblo?

Dios, montado sobre el arca del pacto para conducir a los miles de millares del
ejército de Israel en sus guerras santas, fue aclamado como el Señor Dios
Todopoderoso. Debido a que el arca fue guardada en el santuario del Señor en la
ciudad de Siló durante los días de la guerra santa en época de Josué y los jueces,
hay investigadores que creen que el título “yahweh tzebaot”, Dios de los Ejércitos,
Dios Todopoderoso, tuvo su origen allí en Siló. Más tarde, al ser trasladada el arca
a Jerusalén, el título “yahweh tzebaot” se utilizó también en la liturgia del templo.
No obstante, y lamentablemente, en vez de resplandecer sobre su pueblo el
rostro del Señor, surge de la presencia de Dios el humo negro de su furor e
indignación. Las oraciones y súplicas del pueblo aplastado por sus enemigos
luchan por elevarse al cielo como el incienso de la tarde, pero son opacadas e
impedidas por el humo de la ira divina. Por lo tanto, el salmista eleva la súplica:
“¿Hasta cuándo?” La misma pregunta se encuentra en el Salmo 79:5, que también
es un salmo de Asaf para entonar en tiempo de desastre nacional, y que también
habla de la indignación del Señor con su pueblo.
80:5 Por comida, le has dado pan de lágrimas; por bebida, lágrimas en abundancia.

La frase “pan de lágrimas” es una expresión típicamente hebrea que quiere


decir pan que consiste de lágrimas. El cuadro que representa la expresión es el del
salmista que ora y vela ayunando. Las lágrimas amargas que brotan de sus ojos y
corren por sus mejillas hacia la boca, son la única comida y bebida que conoce.
80:6 Nos has hecho motivo de contienda para nuestros vecinos; nuestros enemigos se burlan de
nosotros.

La destrucción de las ciudades y santuarios de Israel por el ejército invasor,


provocó la burla yel escarnio de los vecinos de los israelitas, quienes se ríen de la
impotencia del Señor para salvar a su propio pueblo. ¿ué clase de buen pastor es
el Señor, si no es capaz de defender y proteger a sus ovejas? En el Salmo 79:4, 10,
leemos: “Nuestros vecinos hacen mofa de nosotros; somos blanco de las burlas de
quienes nos rodean… ¿Por qué van a decir las naciones: ‘¿Dónde está su Dios?’”
Se menciona la burla de los enemigos como una manera de inducir al Señor a
deponer su ira y a entrar en acción, a fin de que su honor y su santo nombre no
sean vituperados por quienes creen que susídolos son superiores al Dios de Israel.
80:7 Restáuranos, oh Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.

Por segunda vez se oyen las palabras del refrán que implora la restauración de
Israel. Como ya ha sido señalado, el verbo “restaurar” es, sin lugar a duda, una de
las palabras claves del Salmo 80. El vocablo implica no sólo la restauración
política y económica de Israel, o sea, un restablecimiento de las fronteras de
Efraín tal cual habían sido antes de la invasión de los ejércitos extranjeros, sino
que se pide la restauración de la nación de vuelta a los caminos de su Dios. El hijo
pródigo no necesitaba solamente una restauración física y material, sino al mismo
tiempo una restauración espiritual. Necesitaba ser restablecido para corresponder
al amor de su padre.
El otro verbo clave del refrán es “resplandecer”, palabra que trae a la memoria
no sólo las tradiciones sagradas de la presencia luminosa del Señor sobre el arca,
sino también la bendición aarónica de Números 6:24–26: “El SEÑOR te bendiga y
te guarde; el SEÑOR te mire con agrado y te extienda su amor; el SEÑOR te
muestre su favor y te conceda la paz.” El rostro del Señor resplandece sobre
nosotros cuando nos mira, no con ira, sino con gracia, con misericordia, y con su
amor tan tierno e infinito. Pedir, “haz resplandecer tu rostro sobre nosotros”
equivale a pedir, “que reciba su bendición de shalom y todo lo que la palabra lleva
implícito”. Lo que el salmista teme es que el ardor del celo del Señor (Salmo 79:5)
haya oscurecido el rostro del Señor, y que el humo de la ira divina haya levantado
una barrera entre el SEÑOR y su pueblo.
80:8–9 De Egipto trajiste una vid; expulsaste a los pueblos paganos, y la plantaste. Le limpiasteel
terreno, y ella echó raíces y llenó la tierra.

En el Salmo 1 vimos que el salmista empleó la imagen de Dios como jardinero o


agricultor que trasplanta al hombre como árbol a la orilla de un río. En el Salmo
80 encontramos nuevamente la imagen de Dios como el buen jardinero. Y esta
vez vemos al Señor que trasplanta, no un árbol, sino una vid.
Esta vid, que es el pueblo de Israel, la trajo el Señor desde Egipto y la
trasplantó en la tierra de Canaán. Para plantar la vida en la tierra de Canaán, el
Señor tuvo que limpiar, primeramente, el terreno. La limpieza consistió en
desplazar a las siete naciones gentiles que habitaban Canaán previamente a la
venida de los hijos de Jacob. En muchas partes de las Escrituras encontramos
textos en los que la viña se presenta como un símbolo de Israel. Uno de los textos
más conocidos es la llamada canción de la viña de Isaías 5:1–7. En el canto se
relata cómo el Señor, el buen jardinero, plantó una viña en una ladera fértil. La
cercó y la limpió de piedras; después construyó una torre desde la cual poder
vigilar la plantación. De acuerdo con el simbolismo empleado en el Salmo 80, la
viña comienza a extenderse horizontalmente hasta abarcar toda la tierra. El modo
en que la viña se extiende, nos hace pensar más bien en una vid de parra y no en
una de sarmientos.
Aunque en muchas partes de la Escritura la vid aparece como símbolo de todo
el pueblo de Dios, desde tiempos muy remotos se la ha utilizado como un símbolo
particular para designar la tribu de José. En las últimas palabras de Jacob, dirigidas
a sus hijos, leemos: “José es un retoño fértil, fértil retoño junto al agua, cuyas
ramas trepan por el muro. Los arqueros lo atacaron sin piedad; le tiraron flechas,
lo hostigaron. Pero su arco se mantuvo firme, porque sus brazos son fuertes.
¡Gracias al Dios fuerte de Jacob, al Pastor y Roca de Israel!” (Génesis 49:22–24).
La cita de Génesis 49 es de interés no sólo por la designación de José como una
vid, sino también porque a Dios se le llama el Pastor de Israel, como en el Salmo
80, y porque se habla de los brazos que son fuertes gracias al Dios fuerte de Jacob.
También se habla, en el salmo, de brindar apoyo “al hombre de tu diestra” (Salmo
80:17). En Oseas 10:1 leemos que “Israel era una vid frondosa que daba fruto a su
antojo. Pero cuanto más aumentaba su fruto, más altares se construía; cuanto más
prosperaba su país, más hermosas hacía sus piedras sagradas.” Encontramos aquí
nuevamente la idea de una viña que produce malos frutos.
80:10–11 Su sombra se extendía hasta las montañas, su follaje cubría los más altos cedros. Sus ramas
se extendieron hasta el Mediterráneo y sus renuevos hasta el Éufrates.

La vid, comparada con los grandes cedros del Líbano, es realmente una planta
insignificante. Sin embargo, la insignificante vid, el pueblo de Israel, se extendió
horizontalmente hasta ocupar toda la tierra de Canaán. Tenemos aquí una alusión
a los días de David y Salomón, en que los hijos de Israel llegaron a dominar a los
antiguos habitantes de Palestina, para formar un reino que se extendió desde el río
Nilo hasta el Éufrates. La alusión a la gloria de Israel de la época de David y
Salomón es una evidencia de que el Salmo 80 fue redactado, en su composición
final, con posterioridad a los días del reino unido.
Surge aquí un tema que se extiende cual hilo dorado a través de toda la
Escritura. Es el tema de cómo Dios escoge a los pequeños, los pobres, los débiles y
los que viven al margen, para ser los instrumentos de su reino y confundir a los
poderosos, los ricos y los que se creen sabios. “Pero Dios escogió lo insensato del
mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar
a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es
nada, para anular lo que es” (1 Corintios 1:27–28).
De acuerdo con la canción de la viña, de Isaías 5:1–7, la vid, después de haber
recibido tanta atención de parte del buen jardinero, nunca llegó a producir, sin
embargo, el buen fruto que de ella se esperaba. En vez de producir uvas grandes y
dulces, para comer y hacer vino, la viña produjo uvas silvestres, o sea, pequeñas y
ácidas, que no tienen utilidad alguna. El jardinero, decepcionado por la falta de
productividad de su viña, decidió quitar el vallado y tumbar la cerca que la
protegía de las bestias del campo. Como resultado, las bestias del campo
invadieron la viña y acabaron con ella, tal como queda expresado en el Salmo 80.
En la figura en que Israel es la vid que fue destruida porque no dio buenos
frutos, Jesús ( Juan 15:1–7) es la vid verdadera, y su Padre es el labrador. Los
discípulos son los sarmientos, o las ramas, queson parte de la vid verdadera. No
obstante, ellos pueden producir buenos frutos del Espíritu Santo sólo si
permanecen en Cristo. Es lo que no hicieron los integrantes de las tribus de José.
No permanecieron unidos al Señor, y por lo tanto no fueron capaces de producir
los frutos de justicia, misericordia y paz. Jesús mismo declaró: “El que no
permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan
al fuego y se queman” ( Juan 15:6). Es lo que sucedió con las tribus de José, y
debido aesto el salmista se ve en la necesidad de elevar su lamento hacia el trono
de Dios.
80:12 ¿Por qué has derribado sus muros? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas!

Con las cercas que protegían la viña derribadas, cualquier extraño que pasa por el
camino puede entrar a la propiedad y llevarse lo que le dé la gana. Al quedar
derribados los muros de Jerusalén por los babilonios, los vecinos paganos de Judá
aprovecharon la circunstancia para saquear lo que habían dejado los babilonios.
Entre los pueblos vecinos condenados por los profetas por su participación en el
saqueo de Jerusalén y la destrucción del templo, les cupo a los edomitas la
condenación mayor. Hay investigadores que incluso creen que fueron los
edomitas, y no los babilonios, los principales responsables del incendio del templo
(Nevins 2006:7).
En la parábola de Isaías 5 es evidente que los frutos que el Señor quiso
cosechar de su pueblo eran la justicia, la misericordia, la verdad, y la fidelidad al
pacto. Sin embargo, Israel, en vez de manifestar la naturaleza de su Dios, siguió los
caminos de los pueblos vecinos y se contaminó con todas sus abominaciones. En
el último versículo de la parábola de la viña, se oye al Señor que, decepcionado y
frustrado, dice: “La viña del SEÑOR Todopoderoso es el pueblo de Israel; los
hombres de Judá son su huerto preferido. Él esperaba justicia, pero encontró ríos
de sangre; esperaba rectitud, pero encontró gritos de angustia” (Isaías 5:7). Las
palabras de Isaías sirven de respuesta a la pregunta del salmista en este versículo.
80:13 Los jabalíes del bosque la destruyen, los animales salvajes la devoran.

En la época de la Reforma, el papa León X citó esta parte del Salmo en su bula
Exurge Domine, para llamar a Dios a levantarse y expulsar de su viñedo al jabalí
salvaje queestaba destrozando la viña del Señor. El jabalí que León X tuvo en
mente fue, naturalmente, el reformador Martín Lutero. El salmista, al escribir
estas líneas, tuvo en la mira otro jabalíy otras bestias del campo. El epígrafe de la
Septuaginta sugiere que el invasor fue Asiria. uizá se refiera a uno de los líderes
de la invasión asiria, al virrey, o al funcionario principal, o al comandante en jefe
(2 Reyes 18:17), o a Salmanasar, Senaquerib, Sargón II o Tiglat Piléser. Al ser
incorporado el salmo al salterio del templo en Jerusalén, la referencia al puerco
montés probablemente se interpretó como una referencia a Nabucodonosor. Sin
embargo, el salmo no identifica por nombre al invasor que provocó este lamento
nacional. La falta de identificación del invasor permite emplear más fácilmente el
Salmo 80 en cualquier momento en que el pueblo de Dios se siente amenazado
por alguna invasión, persecución, o destrucción. Al calificar a los invasores de
puercos y bestias, el salmista subraya que se trata de personas incircuncisas e
inmundas, que con su mera presencia cometen un sacrilegio al entrar en el templo
del Señor.
80:14–15 ¡Vuélvete a nosotros, oh Dios Todopoderoso! ¡Asómate a vernos desde el cielo y brinda tus
cuidados a estavid! ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra! ¡Es el vástago que has criado para ti!

El salmista pide a elohim que haga una inspección del daño provocado en la
plantación del Señor. El salmista abriga la esperanza que la inspección inducirá al
Señor a sentir lástima de su pobre viña y de la vid en que invirtió tanto esfuerzo.
El salmo quiere despertar sentimientos de misericordia y amor en el corazón de
elohim.
80:16 Tu vid está derribada, quemada por el fuego; a tu reprensión perece tu pueblo.

Al parecer, la imagen de la vid quemada y abandonada influyó en la composición


de la endecha del profeta Ezequiel respecto de los príncipes de Israel: “‘En medio
del viñedo tu madre era una vid plantada junto al agua: ¡fructífera y frondosa,
gracias al agua abundante! Sus ramas crecieron vigorosas, ¡aptas para ser cetros de
reyes! Tanto creció que se destacaba por encima del follaje. Se le reconocía por su
altura y por sus ramas frondosas. Pero fue desarraigada con furia y arrojada por el
suelo. El viento del Este la dejó marchita, y la gente le arrancó sus frutos. Secas
quedaron sus vigorosas ramas, y fueron consumidas por el fuego. Ahora se halla
en el desierto, plantada en tierra árida y reseca. De una de sus ramas brotó un
fuego, y ese fuego devoró sus frutos ¡Nada queda de esas vigorosas ramas,
aptaspara ser cetros de reyes!’ Éste es un lamento, y debe entonarse como tal”
(Ezequiel 19:10–14). Salta a lavista que la endecha de Ezequiel es una inversión
de la bienaventuranza expresada respecto del hombre justo, enel Salmo 1. En este
salmo, el jardinero divino ha trasplantado al hombre justo desde un lugar
desértico al jardín o paraíso de Dios, junto a la orilla de un río, donde da fruto
cuando llega su tiempo y sus hojas jamás se marchitan. En Ezequiel 19, en cambio,
la vid plantada junto al agua, fructífera y frondosa, está plantada ahora en el
desierto, en tierra de sequedad. Secas quedaron sus vigorosas ramas, el viento del
Este la dejó marchita y devoró sus frutos. Y es precisamente lo que sucedió con los
israelitas llevados al cautiverio por los asirios, y lo que también sucedió con los
habitantes de Jerusalén deportados a Babilonia por Nabucodonosor.
80:17 Bríndale tu apoyo al hombre de tu diestra, al ser humano que para ti has criado.

La oración de la congregación se concentra ahora sobre el líder del pueblo de


Dios. Se pide que se lo fortalezca en la tarea de restaurar la viña destrozada. Para
expresar la idea de fortalecer, se utiliza el mismo verbo que en el Salmo 89:21. El
hombre de la diestra del Señor por quien se imploraayuda es, por supuesto, el rey.
Pero, ¿cuál rey? Es muy probable que en la forma original del salmo, el rey haya
sido Oseas, hijo de Elá (Goulder 1996:144), el último soberano del Reino del
Norte (2 Reyes 18:9–12). Se ha sugerido que el Salmo 80 se escribió
originalmente para ser entonado como lamento nacional en la última celebración
de la fiesta de las Enramadas en el Reino del Norte. Poco después, los asirios
acabaron con su proyecto de anexar todo el Reino del Norte a su imperio.
Después de un sitio de tres años, la ciudad capital de Samaria fue destruida, los
templos de Dan y Betel quemados, y no hubo más noticias delrey Oseas. Se ignora
si fue llevado cautivo o si murió tratando de defender lo que quedaba de sus
territorios. De todos modos, aunque los músicos y cantores sagrados entonaron el
Salmo 80 con la esperanza de que Dios los escuchara y que su rey fuese fortalecido
para defender a Israel, no fue así.
Se cree que los levitas pertenecientes al gremio de los hijos de Asaf, lograron
escapar de los santuarios del Reino del Norte y refugiarse en Jerusalén procurando
la protección del buen rey Ezequías. Allí se los incorporó a los gremios de músicos
y cantores sagrados del templo de Jerusalén. Los salmos que este grupo de músicos
trajo del Norte fueron reeditados para empleárselos en la adoración del Señor en
Jerusalén. Erich Zenger cree que el refrán se añadió al Salmo 80 en Jerusalén. En
la nueva versión del salmo para su uso en Jerusalén, “el hombre detu diestra” ya no
es Oseas hijo de Elá, sino uno de los últimos reyes del linaje de David en el Reino
del Sur. Zenger (2006:316) cree que se trata del rey Josías, quien, como parte de
su proyecto de restauración de Israel, reincorporó al dominio de Judá algunos de
los territorios arrasados por los asirios, por ejemplo, la ciudad de Betel (2 Reyes
23:15–20). Si en la nueva versión del Salmo 80 el rey fue Josías, entonces es
probable que los músicos y cantores sagrados de los hijos de Asaf entonaran
elsalmo nuevamente en los días en que el faraón Necao, rey de Egipto, invadió
Judá (2 Reyes 23:29), y cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, emprendió la
campaña contra los hijos de Josías.
En ambos casos, los reyes de Judá quedaron sometidos por sus invasores y,
finalmente, el Reino del Sur dejó de existir. Sus habitantes, llevados cautivos a
Babilonia, permanecieron setenta años en el exilio, cumpliéndose así la profecía
del profeta Jeremías. Entre las personas que regresaron a Judá desde la cautividad
babilónica, se contaban los músicos y cantores de los hijos de Asaf (Nehemías
11:17), quienes trajeron consigo sus salmos y cantos. Nuevamente se entonó el
Salmo 80 y los demás cantos de los hijos de Asaf en las asambleas sagradas en el
nuevo templo de Zorobabel. Sin embargo, alentonar una vez más el Salmo 80, el
enfoque del mismo no estuvo concentrado ni sobre el rey Oseas hijo de Elá, ni
sobre el buen rey Josías, sino sobre el Rey Mesías, el verdadero Pastor de Israel que
vendrá para restaurar la vid sagrada de Israel y echar fuera para siempre a los
jabalíes del bosque y todas las bestias del campo. Es la interpretación del Tárgum,
en arameo, en el cual se lee: “Y el Rey Mesías, el cual tú has fortalecido para ti
mismo” (Zenger 2006:318). En concordancia con la interpretación del Tárgum
arameo, los escritores del NT y los padres de la iglesia no se anduvieron con
rodeos para identificar al hombre de la diestra con Jesucristo. Orígenes declaró
lisa y llanamente: “El hombrede tu diestra es Cristo” (Alonso 1996:1064).
80:18 Nosotros no nos apartaremos de ti; reavívanos, e invocaremos tu nombre.

Aquí, lo mismo que en muchos otros salmos, el salmista profiere un voto. Como
parte de su voto sagrado, promete eterna fidelidad al Señor. Promete ser una oveja
que siempre seguirá al Pastor de Israel. Pide que su vida se preserve, a fin de seguir
entonando salmos y cánticos que celebren a su Dios, y a fin de instruir, enseñar y
guiar a las ovejas del redil a que sigan en los caminos del Señor. Aunque el rey
Oseas pereció, lo mismo que el buen rey Josías y sus hijos, los hijos de Asaf, sin
embargo, fueron preservados y su plegaria escuchada, de modo que los músicos y
cantores sagrados siguieron invocando el nombre del Señor e instruyendo al
pueblo del Señor.
Se cree que los hijos de Asaf, teniendo en cuenta las terribles consecuencias de
la infidelidad de Israel al pacto, se convirtieron en los más fieles colaboradores de
los reyes Ezequías y Josías, en las reformas que llevaron a cabo para restaurar al
pueblo de Israel no sólo política, sino, en particular, espiritualmente. Al menos un
autor identificó a los hijos de Asaf que encontraron refugio en Jerusalén, con los
así llamados deuteronomistas, o sea, un grupo de reformadores que lucharon para
introducir un cambio en la vida espiritual de Judá, en base a los preceptos que se
encuentran en el libro de Deuteronomio. Si tal fue el caso, entonces al menos los
hijos de Asaf nunca se apartaron del Señor. Recibieron la vida del creador de la
vida, y con sus melodías y cantos sagrados siguieron invocando el nombre del
Señor. Es nuestro ruego que también nosotros quedemos preservados por la mano
fuerte del Pastor de Israel, para continuar invocando su nombre y entonando
himnos de alabanza y adoración.
80:19 Restáuranos, SEÑOR, Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y
sálvanos.

La congregación entona nuevamente las palabras del refrán con las que concluye
el salmo. Sin embargo ahora, por primera vez, se utiliza el nombre divino Señor.
En realidad, lo que el texto hebreo dice, es: “¡Oh, yahweh, elohim tzebaot,
restáuranos!” La intensificación deexpresión en el empleo de los nombres divinos,
es un testimonio elocuente de los deseos vehementes del salmistaal elevar sus
peticiones al Señor.
A diferencia de muchos otros salmos que comienzan como lamentos, en el
Salmo 80 no vemos que haya quedado resuelta la incógnita del lamento. Ni el
Salmo 79 ni el 80 nos ofrecen una respuesta a la pregunta: “¿Hasta cuándo,
SEÑOR?” (Salmo 79:5). Las primeras respuestas a las preguntas planteadas por los
Salmos 79 y 80, se encuentran en el salmo siguiente, el 81, y éste nos dice que
todas las calamidades que les ocurrieron a José y Judá fueron porque “mi pueblo
no me escuchó” (Salmo 81:11). Por lo tanto, los israeli tas actuaron como mejor
les pareció (Salmo 81:12); pero si escuchan nuevamente la voz de su Dios, serán
liberados de sus adversarios.
Si meditamos sobre el Salmo 80 desde el punto de vista del NT, obtendremos
otra respuesta a las inquietudes y preguntas que surgen de este lamento. Lo que el
salmista pide –en particular en el refrán del salmo con sus dos verbos claves– es
una nueva epifanía, una renovada manifestación luminosa de la gloria de Dios,
como garantía de la restauración y transformación de la vid quemada y
abandonada de Israel. Juntamente con sus hermanos, los hijos de Asaf, anhela de
todo corazón poder contemplar el rostro de Dios, como lo hizo Jacob, el
progenitor de las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín, cuando luchó con Dios
que se apareció en forma de hombre o ángel, en Penuel (Génesis 32:22–32).
uienes entonan el Salmo 80, anhelan ver el rostro del Pastor de Israel vuelto
hacia ellos, no con ira, sino para bendición. uieren ver el rostro de Dios y vivir;
ansían experimentar una nueva epifanía en la que la gracia y el perdón del
jardinero divino sean manifestados a la vid quemada de Israel y Judá.
El lamento nacional del Salmo 80 aún tiene vigencia para la iglesia cristiana de
nuestro tiempo. Es un salmo que expresa muy bien nuestra realidad, y nos invita a
lamentar la pérdida de la gloria que había percibido el pueblo de Dios en la época
de los apóstoles, los mártires y los reformadores. La viña del Señor ha sido
invadida por la secularización, el agnosticismo y una falsa teología de la gloria,
manifestados tan patente y patéticamente en la así llamada teología de la
prosperidad (Tisdale 1993:398). Predicadores y líderes cristianos renombrados
han caído, al igual que los antiguos reyes de Israel y de Judá, en los pecados más
abominables; pero, en vez de arrepentirse, se complacen junto con quienes los
practican (Romanos 1:32). Han torcido el mensaje de las Escrituras con el fin de
justificar no sólo cruzadas, persecuciones e inquisiciones, sino también el estado
de seguridad nacional, la sociedad de consumo y la destrucción del ambiente. Por
esto, el Salmo 80 podría muy bien utilizarse en la época de Adviento o Cuaresma
no sólo como un lamento, sino como una petición de poder percibir, juntamente
con el salmista, una nueva epifanía de la gloria de Dios.
San Juan afirma que la nueva epifanía se hizo realidad con la encarnación de
Jesucristo: “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos
contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad” ( Juan 1:14). Y el apóstol San Pablo declara: “Porque
Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en
nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el
rostro de Cristo” (2Corintios 4:6). En el extremo norte de la Tierra Prometida,
cerca del destruido santuario de Dan, Pedro, Jacobo y Juancontemplaron una
nueva manifestación de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo: “Seis
díasdespués, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, el hermano de Jacobo,
y los llevó aparte, a una montaña alta. Allí se transfiguró en presencia de ellos; su
rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz” (Mateo
17:1–2).
La transfiguración de Jesús, contemplada por los tres discípulos, fue un
anticipo no sólo de la resurrección de Jesús, sino también el anticipo, garantía y las
primicias de la restauración y resurrección de la vid quemada de Israel, y la
reunión de todas las ovejas dispersas de las tribus de Israel y de los gentiles guiadas
por un solo pastor: “Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me
conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi
vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas
debo traerlas. Así ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo
pastor” ( Juan 10:14–16). En Jesucristo el Padre nos mira con su gran amor, nos
perdona y restaura. Sólo en Jesucristo podemos ver el rostro de Dios y no morir;
solamente en él se nos restaura e incorpora al redil del Pastor de Israel.
Los hijos de Asaf que entonaron por primera vez el Salmo 80, aspiraron a ser
quienes llevaran nuevamente el arca del pacto al campo de batalla, a sonar la
trompeta sagrada y a contemplar la tre menda manifestación de la gloria de Dios
encima del arca, lanzando rayos de fuego contra los invasores. El entonar nosotros
el Salmo 80, no abrigamos semejante esperanza. El arca del pacto ha desaparecido,
y nadie ha podido descubrir su paradero. Pese a los esfuerzos de los arqueólogos y
los de toda clase de cazadores del arca perdida, no ha sido posible encontrar rastro
alguno del mueble más sagrado de las tribus del Señor. Sabemos que la gloria del
Señor ya no descansa sobre el propiciatorio del arca del pacto. Sin embargo,
quienes seguimos al Señor, tenemos otro estandarte que nos guía en nuestra
peregrinación y en nuestras luchas espirituales, y que es la garantía de la presencia
del Pastor de Israel entre sus ovejas. El estandarte es la cruz de Cristo.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Explique por qué los dos verbos “restaurar” y “resplandecer” debe


considerarse palabras claves para entender el Salmo 80.

2. El Salmo 80 está catalogado como un lamento nacional. Según la creencia


gener,¿cuál es la tragedia que se lamenta en el Salmo?

3. ¿Cuál es la relación existente entre el Salmo 80 y los demás salmos de


Asaf ? Haga una lista de los conceptos y términos en común en los Salmos
79 y 80.

4. ¿A qué o a quién se refiere el Salmo 80:13 al hablar de los jabalíes del


bosque que destrozan la vid? ¿uiénes son los animales salvajes que la
devoran? ¿Cómo, y en qué contexto, interpretó el papa León X el texto?

5. ¿A qué se debe que el salmo habla de las tribus de Efraín, Benjamín y


Manasés y no menciona las demás tribus del Señor? (v. 2).

6. ¿De qué modo resplandeció la gloria del Señor para defender a sustribus
en la época de Josué y los jueces?

7. ¿Por qué es la figura de una vid un símbolo muy apropiado para


describirlo que era Israel y lo que es el pueblo de Dios hoy en día? ¿Cuáles
son los frutos que el Señor quiere cosechar de su viña

8. ¿ué relación puede haber entre la parábola de la higuera estéril (Lucas


13:6–9) y lo que dice el Salmo 80 y Ezequiel 19 respecto de la
designación de Israel como la viña del Señor?

9. ¿uién es el “hombre de tu diestra” del que habla el versículo 17?


Mencione las diferentes maneras en que se ha interpretado el texto.

10. En el Salmo 80 y otros textos de la Escritura encontramos la figura de


Dios como jardinero divino. ¿ué no enseña esta figura acerca del Señor?
11. Según se cree, el Salmo 80 fue modificado al ser incorporado en la liturgia
del templo de Jerusalén. ¿Cómo fue modificado?

12. En el himnario ¡Cantad al Señor! el Salmo 80 no aparece ni una sola


vezcomo Salmo del día para entonar en la celebración litúrgica de la
congregación. ¿Aqué se debe, según su opinión, que los editores del
nuevo leccionario dejaron fuera el Salmo 80? ¿Cree usted que el salmo
todavía tiene algo que comunicarnos a nosotros hoy día? Explique.
 
SALMO 32
Acción de gracias por el perdón recibido

El Salmo 32 es el segundo de los llamados “salmos penitenciales”, aunque


contiene, a la vez, las características de otras clases de salmos, como por ejemplo,
los salmos de alabanza y los salmos didácticos. El investigador alemán, Hans
Joachim Kraus (1.561), por su parte, rechaza categóricamente la designación de
penitencial del Salmo 32, y afirma que es, en su totalidad, el cántico de acción de
gracias de un individuo.
El Salmo 32 es el primero de los 13 que se designan con la palabra hebrea
maskil, un término cuyo significado no es del todo claro. Hay intérpretes que
opinan que un maskil es una meditación cantada o un canto, con la finalidad de
impartir instrucción. Otros opinan que es un términotécnico que se refiere al
modo en que los músicos deben interpretar el canto. Al igual que en la mayoría de
los salmos del primer libro, el epígrafe del salmo lo califica como un salmo de
David. El apóstol San Pablo concuerda con la designación, porque en Romanos
4:6–8 dice: “David dice lo mismo cuando habla de la dicha de aquel a quien Dios
le atribuye justicia sin la mediación de las obras.” Y a continuación de estas
palabras el apóstol cita textualmente los primeros dos versículos del Salmo 32.
Esto de que a David se le atribuya la composición del Salmo 32, nos transporta
inmediatamente a la historia de su pecado de adulterio con Betsabé, la mujer de
Urías el hitita. Sin embargo, la composición podría haber surgido de otro
incidente de la vida de David, como, por ejemplo, su decisión de censar al pueblo
(2Samuel 24). Lo que dice el salmo encuadra a la perfección todo lo que
conocemos de la historiadel terrible pecado de David.
Muchos críticos modernos dudan que David haya escrito este salmo. Su
argumento se apoya en elcarácter didáctico del salmo que, según ellos, es una
característica de un tiempo posterior en la historia de Israel. No obstante, todavía
desconocemos mucho del desarro llo de las tradiciones sapienciales de la época de
David y Salomón. Sabemos que, por haberse casado Salomón con una princesa
egipcia, Israel llegó a conocer las tradiciones sapienciales y los salmos didácticos
de los antiguos egipcios. También es posible que un salmo escritooriginalmente
por David, haya sido modificado por los editores delprimer libro de los salmos, a
fin de adaptarlo para usarlo en la liturgia del Día de la Expiación.
Lo que llama la atención en el estudio del Salmo 32 es el profundo análisis
que el salmista hace de las convulsiones de su propio corazón y de las
consecuencias del pecado, que afectan no sólo la vida de quien es víctima del
pecado, sino también la del asesino.
32:1–2 Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresio nes, a quien se le borran sus pecados.
Dichoso aquel a quien el SEÑOR no toma en cuenta su maldad y en cuyo espíritu no hay engaño.

Lo mismo que el Salmo 1, este salmo comienza con una bienaventuranza, en


realidad una bienaventuranza doble, porque en el versículo 2 aparece nuevamente
la palabra dichoso o feliz. Por lo general en los salmos las bienaventuranzas se
pronuncian respecto de las personas que han hecho algo, o que han brindado algo
a otros. En este salmo, sin embargo, la bienaventuranza se pronuncia respecto de
la persona que ha recibido algo por el gran amor de Dios y su misericordia. Y el
“algo” que recibió es el perdón divino.
De acuerdo con la instrucción del libro de los Salmos, la culpa es una de las
grandes amenazas para la felicidad y la dicha que el Señor desea para las ovejas de
su redil. La tesis que propicia el salmo es que la única solución para esta amenaza
es la confesión sincera de nuestro pecado y la confianza absoluta en el carácter del
Señor, Dios de gran amor y misericordia. Esta esperanza tuvo su fundamento, en
el AT, en pasajes de la Biblia tales como Éxodo 34:6 y Salmo 103:13–18. En el
mismo Salmo 103 leemos además: “El SEÑOR es clemente y compasivo, lento para
la ira y grande en amor. No sostiene para siempre su querella ni guarda rencor
eternamente. No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según
nuestras maldades. Tan grande es su amor por los que le temen como alto es el
cielo sobre la tierra” (Salmo 103:8–11). Esta (jesed) o fidelidad del Señor, la cual
se afirma en el Salmo 103, se hizo palpable al venir Jesucristo para hacer efectiva la
victoria sobre la culpa.
Las dos bienaventuranzas del Salmo 32 son la expresión de una persona que
ha conocido la salvación de Dios y, por tanto, brinda un testimonio público de
cómo fue perdonado y liberado de su culpa y de la angustia que provoca el pecado
en la vida de uno. El testimonio consta de dos partes, una positiva y la otra
negativa. Al entonar el salmo, el que suplica ya ha padecido la agonía y angustia de
su trauma. Ya ha conocido la dicha del perdón de Dios. El motivo por el que
entona el salmo no es el de lamentar su circunstancia adversa, sino de enseñar a
otros a no guardar silencio en el momento en que es necesario ser honestos con
Dios y confesar los pecados pidiendo perdón. uizá, como en el caso del autor
del Salmo 51, el que suplica hizo un voto de enseñar a los pecadores los caminos
del Señor, y ahora, cumpliendo su voto, compuso el Salmo 32 en la forma de un
salmo didáctico, cuyo propósito es enseñar a otros.
En los primeros dos versículos el salmista emplea tres palabras para describir
su iniquidad. Las tres palabras son: transgresiones, pecados y maldad. No
comienza su testimonio tratando de convencer a su auditorio de la realidad de sus
transgresiones, o con un discurso acerca del concepto filosófico del pecado. Toma
por sentado que el pecado es una realidad, y que es una realidad existencial en la
vida de todo ser humano. No le interesa la pregunta especulativa que si alguna vez
hubo una persona que nunca pecó, porque sabe que tal persona no nació todavía.
La primer palabra, “transgresiones”, procede de un término hebreo (pesha) que
contiene la idea de una rebelión deliberada en contra de la voluntad de Dios.
Cometer una transgresión implica romper con Dios, alejarse de él y del pacto,
darle la espalda.
El segundo término, traducido “pecados”, significa salirse del camino recto y
estar en el camino de los pecadores. Recordemos que en el Salmo 1 el hombre
justo se describe como quien“no se detiene en la senda de los pecadores”. El tercer
término es “maldad”, que lleva en sí la idea de criminalidad, perversión o
distorsión.
El salmista no sólo emplea tres términos para designar el pecado, sino
también tres expresiones que describen la acción de Dios para librar al que suplica
del pecado y sus alcances. En primer lugar, llama dichosa a la persona a quien se le
borran sus pecados. La idea que encierra la expresión “borrar los pecados”, es la de
impedir la multiplicación de las consecuencias del pecado. Recordemos que la
sangre de Abel siguió clamando desde la tierra, pidiendo venganza contra Caín.
Borrar (“cubrir”, RV) el pecado es impedir que nuestros pecados sigan
reclamando represalia. Borrar el pecado es impedir que la sangre de Abel siga
exigiendo venganza. Borrar el pecado no quiere decir taparlo, a fin de que uno no
se dé cuenta de que todavía sigue allí; significa, más bien, quitar el pecado una vez
y para siempre. En ellibro El progreso del peregrino, de Juan Bunyan, al acercarse el
peregrino a la cruz, la pesada carga de pecado que llevaba cae de su espalda y rueda
hasta entrar en la sepultura de Jesús y desaparecer para siempre (Snaith 1964:33).
La última frase que emplea el salmista para describir el perdón es “no tomar
en cuenta su maldad”. La idea que expresa es la de no cobrar la deuda que el
deudor tiene con la justicia; es la de cancelar la deuda y declarar al deudor libre de
lo que debía. El concepto de justificación encierra también esto. La persona
justificada ha sido declarada libre de culpa. El verbo que el salmistaemplea aquí
también puede traducirse con la palabra “imputar”. Es el mismo verbo que se
emplea en Génesis 15:6, donde se dice: “Abram creyó al SEÑOR, y el SEÑOR lo
reconoció a él como justo.” Es otra manera de decir “justificado por la fe”. Si
nuestros pecados no se añaden a la cuenta que tenemos con la justicia, entonces
hemos sido declarados libres de culpa por el juez, que es lo mismo que ser
declarado inocente, o justificado. Lo interesante del Salmo 32 es que en ningún
momento se mencionan penitencias, satisfacción, vigilias, peregrinaciones o
indulgencias. El perdón que se le otorgó al que suplica, le ha llegado por el puro
gran amor y misericordia de Dios, y no por algo que tuvo que pagar para recibirlo.
La vivencia de haber recibido el perdón de Dios por pura gracia y misericordia,
constituye la parte positiva del testimonio del salmista.
La frase, “y en cuyo espíritu no hay engaño”, pone el énfasis en larealidad de
que la confesión de pecado que se hace tendrá que ser sincera, de corazón, y no
sólo la repetición de una fórmula litúrgica de uno que es blando de boca, sin
poner en ello el corazón. Confesar el pecado con la intención de seguir con el
mismo, es engañar a Dios. Los rabinos solían decir que si un judío se mete en las
aguas de purificación por sentirse impuro por haber tocado una culebra, no se
purifica si dentro de las aguas de la purificación sigue sujetando la culebra.
También hay engaño en el corazón de aquellos que no confiesan su pecado
porque no lo consideran suficientemente serio, o porque ignoran que vendrá el
día en el cual el justo juez hará el ajuste de cuentas. San Pedro habla de los que
olvidan intencionalmente la venida del Día del Señor, y por lo tanto no se
arrepienten (2 Pedro 3:5–9).
32:3–4 Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consu miendo por mi gemir de todo eldía. Mi
fuerza se fue debili tando como al calor del verano, porque día y noche tu mano pesaba sobre mí.
Selah
Con el versículo 3 comienza la parte negativa del testimonio que el salmista
quiere compartir con su auditorio. Porfiadamente, como el mulo del que habla en
el versículo 9, rehusó arrepentirse. Se negó a reconocer su rebeldía e intentó
engañarse a sí mismo, a la comunidad y, sobre todo, al Señor. Tal actitud no le
brindó la paz, el descanso y la tranquilidad que procuraba. Por el contrario, sólo
halló angustia de espíritu, dolor y enfermedad. ue su fuerza se fue debilitando
como al calor del verano, es claro indicio de que ya ha dejado de ser el árbol
plantado a la orilla de un río, y que ahora se parece más a la paja arrastrada por el
viento (Salmo 1:3–4). uizá ningúnautor literario haya expresado la agonía y la
terrible carga de conciencia que sufren los pecadores interiormente con más
fuerza que el gran novelista ruso Fedor Dostoievski, particularmente en las
novelas Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov. La lectura de las obras nos
muestra que uno de los castigos más terribles para un criminal es el que se impone
él mismo.
En la novela de Graciela Limón, El día de la luna, leemos que Don Flavio
Betancourt alquila los servicios de un asesino para eliminar al amante indígena de
su hija Isadora. Años después, Don Flavio se siente perseguido, torturado y por
último destruido, por la memo-ria del crimen y sus consecuencias. A diferencia
del salmista, Don Flavio llevó su pecado a la tumba sin confesarlo y sin buscar el
perdón de Dios. La tragedia de Don Flavio consiste en que en su impenitencia se
portó como el mulo o el caballo de los que habla el versículo 9 del salmo y,
finalmente, terminó como la paja arrastrada por el viento. La impenitencia final
no sólo enferma sino que conduce a la muerte eterna.
En tanto que la lengua del que suplica se mantiene muda, sus huesos sin
embargo rugen como un león. Los huesos del que suplica todo el día son lo
último en descomponerse. Cuando los huesos envejecen y se secan, es que el que
suplica ha llegado a su fin, ha llegado a ser como los huesos secos de la visión que
tuvo el profeta Ezequiel (Ezequiel 37), queda tan acabado que sólo un milagro del
Espíritu Santo es capaz de volverlo a la vida (Snaith 1964:38). Guardar, o
esconder un pecado dentro del corazón, sin confesarlo, es envenenarse uno
mismo, es dejar dentro de uno un agente nocivo que poco a poco va acabando con
nosotros y nuestra relación con el Creador. Los males que sufre el que suplica son
las consecuencias físicas de sus intentos por disimular y actuar como si no tuviera
pecado alguno. Los resultados de tal actitud son insomnio, pérdida del peso,
debilidad y nerviosismo. El que está sin perdón queda atado a su pasado, a su
trauma, a lo que ha hecho, y por lo tanto no es capaz de moverse hacia delante,
hacia el futuro que Dios le tiene preparado (Brueggemann1984:95–98).
Está científicamente comprobado que los problemas, angustias y pecados que
guardamos dentro de nosotros, sin confesarlos, son capaces de producir no sólo
problemas psicológicos, sino también enfermedades físicas, como la hipertensión,
la parálisis, las úlceras e incluso el cáncer. Hace años, una señora acudió a la
mundialmente famosa Clínica Menninger en Topeka, Kansas, EE.UU., en buscan
de una cura para la parálisis de su brazo derecho. Durante años buscó la causa de
su enfermedad, sin éxito. En diferentes clínicas y centros médicos le habían hecho
placas, exámenes de sangre, del corazón, de los pulmones, sin dar con la causa del
mal. Finalmente le recomendaron ir a ver al Dr. Karl Menninger. Después de estar
muchas horas contándole al renombrado psiquiatra cristiano la historia de su
vida, éste le preguntó a la mujer por su madre. La paciente confesó que había
pasado muchos años sin ver a su progenitora. “¿Es que ha muerto, o vive muy
lejos?”, preguntó el doctor. “No, vive muy cerca; pero no nos visitamos porque no
nos llevamos muy bien”, respondió la señora.
El doctor Menninger siguió indagando acerca de la relación entre la paciente
y su madre. Finalmente, la mujer confesó que hacía algunos años, sostuvo una
discusión muy acalorada con su madre. La discusión terminó cuando la paciente
le dio una bofetada a su madre. “¿ué dijo ella cuando le pidió perdón?”,
preguntó el psiquiatra. Inclinando la cabeza, la paciente confesó que jamás había
regresado a buscar el perdón de su madre. “¿Y cuándo sucedió todo esto?”, volvió
a preguntar el doctor. “Hace13 años”. “Y ahora dígame: ¿Desde cuándo sufre la
parálisis de su manoderecha?” “También desde hace 13 años”, vino la respuesta.
“¿Y con cuál de sus manosle dio a su madre la bofetada?” “Con la mano derecha”,
replicó la paciente, ahora llorando profusamente. Para no alargar demasiado la
historia, baste con decir que después de haber confesado su pecado a Dios y pedir
el perdón de su madre, la paciente recobró el uso completo del brazo paralizado.
Lo que sucedió fue que el subconsciente de la mujer la castigó por su pecado,
atacando esa parte del cuerpo que fuera el instrumento de su cólera. Uno de los
remedios más eficaces para un sinfín de enfermedades, es la confesión sincera del
pecado ante Dios y ante la persona ofendida. Rematando las enseñanzas del
Salmo 32, el libro de Proverbios 28:13 dice, para nuestra enseñanza: “uien
encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón.”
32:5 Pero te confesé mi pecado, y no te oculté mi maldad. Me dije:“Voy a confesar mis transgresiones
al SEÑOR”, y tú perdonaste mi maldad y mi pecado.

Nuestro pecado es como una terrible herida o llaga en el cuerpo. Si se intenta


encubrir la llaga y decir que no existe, entonces será tácitamente imposible
obtener una cura de algún médico. Es necesario dejar de pretender ocultar
nuestros pecados ante Dios si es que en verdad queremos que éstos sean cubiertos
por el Señor. Nosotros somos incapaces de cubrir nuestros pecados, de
esconderlos para siempre. Elúnico que puede hacerlo es aquel que se ofreció a sí
mismo por nosotros a fin de que nuestras culpas queden borradas para siempre.
Los reformadores del siglo 16 se enteraron de que pasajes bíblicos como el
Salmo 32 enseñan claramente que el pecador es justificado, no por sus penitencias
y satisfacción, sino por la pura gracia y misericordia de Dios. A causa de esto las
confesiones luteranas citan con tanta frecuencia el Salmo 32. Así, el Salmo 32:5 se
cita en el Artículo XII de la Apología, en que Melanchton trata de la naturaleza
de la confesión, mencionada en este versículo: “Esta confesión del pecado, que se
hace a Dios, esla contrición misma. Porque cuando se hace una confesión a Dios,
es necesario hacerla de corazón, no sólo de palabra, como lo hacen los
comediantes en el escenario. Tal confesión es, por lo tanto, la contrición, en la que
sintiendo la ira de Dios, confesamos que Dios tiene toda la razón para estar
airado, y no puede ser aplacado por nuestras obras, pero que buscamos
misericordia a causa de la promesa de Dios” (Meléndez 1989:185).
La confianza que expresa el salmista al declarar “tú perdonaste mi maldad y
mi pecado”, bien podría haber sido el resultado de haber recibido un oráculo de
salvación, o sea, una absolución pronunciada por un profeta inspirado, como en el
caso de David en 2 Samuel 12:13 en que el profeta Natán, hablando en nombre
del Señor, declara: “El SEÑOR ha perdonado ya tu pecado, y no morirás.” A los
pecadores penitentes de todas las épocas, nos ha enviado Dios un oráculo de
salvación que nos asegura su perdón. El oráculo de salvación es la muerte y
resurrección de Jesucristo, y es en base a la palabra pronunciada en la cruz “Todo
se ha cumplido” que nosotros, juntamente con el salmista, nos alegramos en el
Señor y cantamos con júbilo, conforme a laexhortación del último versículo del
Salmo ( Jensen 1979:172–176).
El Salmo 32 no es solamente un salmo penitencial; es un salmo didáctico, un
salmo que enseña. Y lo que nos enseña no es doctrina separada de lapráctica. El
salmo nos enseña el modo deorar, de lamentar nuestro pecado, de arrepentirnos,
de confesarlo y de alegrarnos en el Señor.
32:6 Por eso los fieles te invocan en momentos de angustia; caudalosas aguas podrán desbordarse,
pero a ellos no los alcanzarán.

La mayoría de los comentaristas concuerdan en que el versículo seis transmite las


palabras del que suplica a la congregación de los fieles, exhortándolos a acudir al
Señor en momentos de tribulación, a fin de poder resistir la tentación de caer en
la desesperación, el alcoholismo, el ocultismo o la adoración de otros dioses. La
oración del justo siempre debe ser: “Y no nosdejes caer en tentación” (Mateo
6:13). Según Martín Lutero, esto quiere decir: “En esta petición le rogamos que
nos guarde y mantenga, a fin de que el diablo, el mundo y nuestra carne no nos
engañen y seduzcan, llevándonos a una fe errónea, a la desesperación y otros
grandes vicios y vergüenzas.” Si descuidamos la oración, la meditación sobre la
Palabra y la celebraciónde la Eucaristía, fácilmente caeremos. “Por eso los fieles te
invocan en momentos de angustia” (v. 6). Refiriéndose al Salmo 32:6 en la
Apología de la Confesión de Augsburgo, Melanchton observa que, “incluso los
santos tienen necesidad de pedir perdón de pecados” (Meléndez 1989:106).
Y el creyente tendrá que orar y buscar con constancia la gracia y el perdón de
Dios mientras pueda ser hallado (ver la RV). Dios no extenderá el período de
gracia para siempre. En Isaías 55:6 se nos advierte: “Busquen al Señor mientras se
deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano.” No se debe suponer que siempre
habrá un tiempo para la confesión y la absolución. Lamentablemente, las cinco
jóvenes solteras insensatas lo aprendieron demasiado tarde. Vendrá el día del
Juicio Final, y es necesario que todo pecado sea perdonado antes de la venida de
aquel día alcual apunta no solamente el Salmo 32, sino todo el libro de los Salmos.
Los que han estudiado el libro de los Salmos como una unidad, según su
estructura total, llegaron a la conclusión de que este libro de la Escritura tiene su
propia teología, y que una parte de tal teología es su orientación escatológica. O
sea, todos los salmos conjuntamente esperan un gran día en el cual el Señor
vendrá a juzgar la Tierra. La tan esperada venida del Señor hace quesea
imprescindible una confesión sincera de pecado y una fe firme en Dios, que
perdona de pura gracia. Debido atal orientación, sería un error afirmar que sólo
algunos salmos son escatológicos. Todos los salmos admiten la venida del Día del
Señor y la implantación definitiva de la justicia en la Tierra (Collins 1987:51, 56).
Todos los pobres, afligidos, perseguidos, enfermos y personas consideradas
marginales, cuyas voces podemos oír en el libro de los Salmos, no dejan de clamar
al Señor, porque tienen la firme esperanza de que la misericordia y la fidelidad
(jesed) del Señor respecto al pacto prevalecerán al fin contra todas las fuerzas del
caos, la destrucción, y la muerte. Después de todo, la esperanza que expresa el
salterio en su totalidad es que todos los gritos, lamentos, imprecaciones y súplicas
de sus protagonistas, sean absorbidos por las alabanzas que todas las criaturas
elevan al Señor (Brueggemann 1991:75). Tal esperanza escatológica, que se
extiende como un hilo dorado por todo el salterio, es la base de la declaración:
“Caudalosas aguas podrán desbordarse, pero a ellos no los alcanzarán.”
Después de esta advertencia, el que suplica continúa asegurando a su
auditorio que el Señor no permitirá que las aguas de la tribulación los alcancen.
En muchas partes de la Escrituralas caudalosas aguas son un símbolo de la
tribulación, y hasta del Juicio Final (Isaías 28:2; Ezequiel 13:10–14; Salmo
69:15). Al final del sermón del monte, Jesús también usó la imagen de las aguas
caudalosas como un símbolo del Juicio Final: “Cayeron las lluvias, crecieron los
ríos y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande
fue su ruina” (Mateo 7:27). Según Luis Alonso Schökel, para quien el Salmo 32 es
un diálogo entre el que suplica y el Señor, la segunda parte de este versículo es la
respuesta de Dios a lo que afirmó el salmista en laprimera parte. En algunas partes
del AT las “caudalosas aguas” simbolizan el ataque de unejército enemigo, porque
el ruido que produce una inundación se parece al alboroto de una batalla
(Goldingay 2006:458).
32:7 Tú eres mi refugio; tú me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación. Selah

La figura del Señor como el único refugio seguro del ser humano se instala en
todo el salterio. El énfasis dado por el Salmo 32 a este concepto o figura consiste
en que el Señor es el único refugio en el que el pecador contrito puede tener la
seguridad de que su pecado ha sido perdonado. La seguridad del perdón es lo
único que puede librar al alma atormentada de la angustia producida por las
acusaciones de la ley y de la propia conciencia. Satanás, cuyo nombre significa el
acusador, también nos ataca y nos dice que nuestras transgresiones e iniquidades
son demasiado grandes para ser perdonadas. Nuestra única defensa contra los
ataques de la ley, de la propia conciencia y de Satanás es la cruz de Cristo, o sea, la
realidad de que en la cruz del calvario Jesucristo ofreció el sacrificio de expiación,
el sacrificio por medio del cual nuestros pecados son cubiertos y escondidos, y
enterrados para siempre. Por medio del sacrificio de expiación de Cristo, Dios nos
declara libres de culpa y no nos culpa de iniquidad. Cuando uno se siente atacado
por las acusaciones de Satanás, uno de los mejores remedios es procurar cantos y
salmos de liberación, como solía hacer Martín Lutero. Así como los salmos de
David ayudaban a ahuyentar al espíritu malo del rey Saúl, la entonación de
cánticos de liberación ayudará a ahuyentar los espíritus malos quenos acechan. A
Satanás hay que espetarle: “¡Aquí tienen (tenemos) al Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo!” ( Juan 1:29).
Mucho se ha discurrido y discutido acerca del significado y la función de la
palabra “Selah” en los salmos. Hay quienes opinan que es un término técnico que
sirvió para señalar un interludio musical (Snaith 1964:38), en tanto que otros
creen que la palabra se empleó para indicar la lectura de una historia o relato, que
explicaba la razón por la cual el salmo era entonado. Si, por ejemplo, este salmo
penitencial lo escribió David en ocasión de su adulterio con Betsabé, entonces,
después de entonárselo, uno de los levitas leía a la congregación la historia de
David y Betsabé de 2 Samuel 11 y 12.
32:8 El SEÑOR dice: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos
y velaré por ti.

Muchos autores, tanto judíos como cristianos, opinan que la persona que habla es
el que suplica, el cual, habiendo recibido el perdón de Dios, brinda ahora
instrucción a la congregación de cómo andar en el camino de la Tora. Otros
autores, en cambio, opinan que es Dios mismo quien habla, y que se dirige al
salmista y a todos los lectores del salmo, llamándoles a vivir de acuerdo con la
Tora, en agradecimiento por haber recibido el inmerecido perdón de Dios. Los
creyentes, hijos de Dios, quieren seguir el camino de la Tora, no para merecer su
liberación y restauración, sino porque ya fueron perdonados y salvados. En el AT,
tanto como en el NT, la santificación es un fruto de la justificación, y no la
justificación un fruto de la santificación. Los Diez Mandamientos fueron
entregados a Israel en el monte Sinaí después de la liberación de Egipto, no antes.
La razón por la que Israel quiere seguir en el camino dela Tora y meditar enella de
día y de noche, es por agradecimiento, por haber sido liberados de la esclavitud de
Egipto. Los rabinosenseñaron que la frase “yo te daré consejos y velaré por ti”, se
refiere a las enseñanzas de la Tora (Hakhan 2003:245).
32:9 No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar
con brida y freno, para acercarlos a ti.”

Los caballos y los mulos son criaturas incapaces de reconocer la culpa y de cómo
solucionarla. La mayoría de los investigadores comparten la opinión de que el que
suplica imparte instrucción moral a la congregación, exhortándola a no cometer
el mismo error que cometió él, de disimular el pecado y no confesarlo ante Dios.
En otras palabras, les dice: “No hagan lo que hice yo, porque si lo hacen, también
sufrirán muchos dolores y sinsabores.” uienes meditan en la Tora del Señor de
día y de noche, deben ser instruidos por el Espíritu de Dios mediante los consejos
de la Palabra y no a palos, como se procede con los animales irracionales.
Proverbios 26:3 declara: “El látigo es para los caballos, el freno para los asnos, y el
garrote para la espalda del necio.”
El comentarista español Luis Alonso Schökel, propuso entender este versículo
y elsiguiente de otra manera. Según Schökel, el que habla es el Señor y no el que
suplica. Dice Schökel que todo el Salmo 32 es un diálogo antifonal entre el Señor
y el que suplica, celebrado como partede una liturgia sagrada. En primer lugar
habla el Señor por medio de un profeta o cantor inspirado, y después responde el
que suplica. Según esta forma de entender el Salmo 32:9–10, el Señor le da al que
suplica una advertencia o amonestación, no sea que se descuide y caiga
nuevamente en la misma transgresión. Tiene que haber aprendido la amarga
lección y no ser como el perro que vuelve a su vómito, o como la puerca lavada
que vuelve a revolcarse en el lodo (2 Pedro 2:22). El que suplica y ha
experimentado la dicha del perdón divino, tiene que haber aprendido a caminar
más cerca de su buen Pastor, para que los poderes ocultos no logren enredarlo
nuevamente. En Lucas 11:24–26 Jesús advierte a sus discípulos respecto del
espíritu maligno que, al salir del hombre y no encontrar donde quedar, vuelve a
hacer su morada en el mismo hombre del cual salió, trayendo consigo otros siete
espíritus más malvados que él. Como resultado, el estado final de aquella persona
resulta ser peor que el inicial.
Otro peligro que acecha al pecador después de haber confesado su
transgresión y recibido la absolución, es el de caer en el fariseísmo. Sucede muchas
veces que las personas liberadas de un pecado o vicio, se vuelvan sumamente
intolerantes con los que son lo que ellos habían sido anteriormente. De esta clase
fueron los que quisieron apedrear a la mujer sorprendida en el acto mismo de
adulterio, ya que ellos eran culpables de ese mismo pecado ( Juan 8:1–13).
Conozco el caso de un líder cristiano que antes de su conversión fue alcohólico.
Ahora que está liberado del antiguo hábito se ha vuelto intolerante con todos los
hombres de su congregación que no practican una abstinencia total. Hay otros
que afirman que no hay beata más beata que la prostituta que se ha enmendado. Si
Dios nos ha librado de cualquier pecado o influencia mala, lo ha hecho para
inducirnos a que mostremos compasión, comprensión yamor por las personas que
aún siguen luchando con un mal similar.
32:10 Muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del SEÑOR envuelve a los que
en él confían.

El cabestro y el freno empleados para guiar a los mulos y caballos, son enseres
ornamentados que lucen bien, pero producen dolor. Los atavíos necesarios para
los hijos de Dios, en cambio, son las palabras de la Tora. Cuando los seres
humanos hacen oídos sordos a las palabras de la Tora, tienen que ser llevados y
guiados por las experiencias dolorosas de la vida, como en el caso del hijo perdido
en el país lejano (Lucas 15).
El rey David, después de haber cometido pecado con Betsabé, la mujer de
Urías el hitita, debió sufrir muchos dolores: Tamar fue violada, su hijo Amnón
fue asesinado, su otro hijo, Absalón, se rebeló, Ajitofel lo traicionó, Absalón fue
muerto en combate, Seba se sublevó y Adonías usurpó el trono. Aunque Dios le
perdonó a David su pecado, la cadena de desgracias que desató la transgresión del
rey le causó muchos dolores. Se aprecia particularmente al leer ellamento que
David elevó al cielo al enterarse de la muerte de su hijo Absalón (2 Samuel 18:33).
Aceptan o la propuesta de que el Salmo 32 es un diálogo entre el que suplica y el
Señor, podría asignarsela primera parte del versículo al que suplica, y la segunda al
Señor.
32:11 ¡Alégrense, ustedes los justos; regocíjense en el SEÑOR! ¡canten todos ustedes, los rectos de
corazón!

Habiendo recibido la absolución de Dios, el salmista celebra el perdón con


alabanzas y cantos. El gran amor de Dios, y su misericordia, invitan a la adoración.
El que ha sido absuelto no puede quedarse obsesionado con lo que le sucedió; no
puede continuar atormentándose con los amargos recuerdos de su pasado
pecaminoso. El que conoció la gracia y la misericordia del Señor tiene un destino
y una misión que cumplir: prorrumpir en gritos de júbilo y entonar cantos de
alabanza. La invitación que recibe la congregación, de celebrar y cantar con gozo,
nos da a entender que, habiendo sido absuelto por Dios, el que suplica llamó a la
congregación a participar con él en un banquete en el santuario. Se ha dispuesto
un sacrificio de paz, y toda la congregación ha sido invitada a comer y a beber en
honor a Dios, que perdona y restaura al pecador. De igual manera, en el contexto
cristiano, la absolución que nos otorga el Señor debe ser celebrada con la
Eucaristía, recordando que esta palabra significa acción de gracias.
Las palabras de gratitud y alabanza del salmista, hicieron del salmo uno de los
favoritos de San Agustín, quien lo escribió en la pared al lado de su cama, estando
en su lecho de muerte. Lutero consideró los Salmos 32, 51 y 130 como los que
más claramente proclaman el evangelio (Rodd 1963:68). Lo que el Salmo 32
enseña, nos lo dice también San Juan (1 Juan 1:8–10) en uno de los pasajes más
alentadores de toda la Escritura: “Si afirmamos que no tenemos pecado, nos
engañamos a nosotros mismos y no tenemos la verdad. Si confesamos nuestros
pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará detoda maldad.
Si afirmamos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso y su palabra
no habita en nosotros.” Después de exhortarnos a no disimular nuestros pecados y
a confesarlos, San Juan nos insta, lo mismo que el Salmo 32, a continuar en el
camino de Dios y no reincidir: “Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para
que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a
Jesucristo, el Justo. Él esel sacrificio por el perdón de nuestros pecados, y no sólo
por los nuestros sino por los de todo el mundo” (1 Juan 2:1–2). La palabra
sacrificio (propiciación, RV) equivale, en este texto, al término expiación. Como
veremos en la nota siguiente, los rabinos, desde tiempos muy antiguos
relacionaron el Salmo 32 con la celebración del rito más solemne del calendario
judío, el día de la expiación.
NOTA LITÚRGICA
En la antigua sinagoga, el Salmo 32 fue el salmo designado para finalizar el
gran día de la expiación. Otro salmo asignado para el mismo día fue el 81. Una de
las lecturas del Pentateuco para el sábado más cercano al día del perdón es Génesis
41, que trata del sueño que tuvo el faraón acerca de las siete vacas feas y flacas que
salieron de las aguas del río Nilo. Al parecer, los rabinos que colocaron estas
lecturas una junto a la otra, relacionaron las caudalosas aguas del Salmo 32 con la
escasez de alimentos anunciada por la aparición de las vacas flacas (Guilding
1952:47–48). Otra lectura asignada al yom kippur, el día del perdón, es Levítico
16, que relata la institución de la celebración del yom kippur.
El yom kippur, que se celebraba el día 10 del mes séptimo (tishri), era el día en
que el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo para hacer expiación de todos los
pecados cometidos por el pueblo de Israel durante el año. En el yom kippur todo el
pueblo de Israel confesaba su pecado, implorando el perdón de Dios. La relación
del Salmo 32 con el día del perdón estriba en el uso del verbo kipper del Salmo
32:1. El verbo significa cubrir. Dichoso el hombre cuyo pecado ha sido expiado,
cubierto. El concepto es que el pecadode Israel sea cubierto, hecho invisible a la
vista de Dios. Del verbo kipper proviene el término kippur. El yom kippur solía
celebrarse una semana antes de la gran fiesta de las Enramadas, en lacual el Señor
enviaría las lluvias invernales. La mención de las caudalosas aguas en el Salmo
32:6, podría ser una alusión a los aguaceros que esperaban los fieles como
resultado de sus oraciones y suconfesión de pecado. En el antiguo Cercano
Oriente solían atribuir las sequías a pecados por los que no había habido
arrepentimiento, confesión ni expiación. Un ejemplo de esto podría serelrelato de
la venganza de los gabaonitas, de 2 Samuel 21, ó la gran sequía de 42 meses de la
épocadel rey Acab y del profeta Elías (1 Reyes 17–18).
El empleo del Salmo 32 en relación con el día del perdón, al final del tiempo
de la sequía en Israel, podría explicar por qué el salmista escogió la frase “Mi
fuerza se fue debilitando como al calor del verano” (v. 4) [“Se volvió mi verdor en
sequedades de verano”, RV], con la finalidad de describir su circunstancia. uizá
ayudaría a explicar por qué los rabinos incluyeron el texto acerca de la sequía de la
época del patriarca José, como una de las lecturas del día del perdón. De todos
modos, el perdón de Dios es como la lluvia que hace surgir nueva vida después de
una larga sequía. Para algunos de los israelitas la llegada de las lluvias fue vista
como la absolución o seguridad del perdón que Dios otorga al pueblo
arrepentido.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿En qué consiste la doble dicha del que suplica en el Salmo 32?

2. ¿En qué sentido puede decirse que el Salmo 32 es un salmo didáctico?


Explique.

3. ¿ué consejos o advertencias se podrá dar a los pecadores confesos y


absueltos, para que no vuelvan a caer en el mismo error?

4. Lea Éxodo 34:6–7, y haga una lista de los 13 atributos de Dios


mencionados en este pasaje. Tres de los atributos tienen que ver con las
tres clases de pecado mencionadas en el Salmo 32:1–2. ¿Cuáles son?

5. Valiéndose de un diccionario bíblico o una enciclopedia, realice un


estudio sobre el día del perdón. ¿Por qué llegó a ser el Salmo 32 uno de los
principales salmos designados para ser leídos el yom kippur?

6. Uno de los libros de la Biblia que se lee en la sinagoga el yom kippur es el


libro del profeta Jonás. ¿Por qué, cree usted, se escogió la lectura de este
libro para ser partede la liturgia de yom kippur? ¿ué tiene que ver el libro
de Jonás con el tema central de yom kippur?

7. Según algunos investigadores, los salmos designados como Masquil son


cantos que contienen una enseñanza moral. De ser verdad, ¿cuál es la
lección moral que nos enseña el Salmo 32?

8. Explique lo que entiende usted por orientación escatológica de todo el


salterio, según algunos lo han denominado.

9. En el contexto del Salmo 32, ¿quién es la persona en cuyo espíritu no hay


engaño? (v. 2).

10. ¿Cuál es la antropología que encontramos implícita en el Salmo 32? O


sea, ¿qué nos dice el salmo acerca de la naturaleza del ser humano?
11. ¿De qué manera puede caer en el pecado del fariseísmo la persona que ha
conocido el perdón de Dios? ¿Cómo puede evitarse tal peligro?

12. Los salmos graduales


12
Los salmos graduales

SALMO 121
El Salmo 121 parece corresponder a una ceremonia de despedida, en la cual el
peregrino que había venido al santuario para la celebración de una de las fiestas
del pueblo de Dios, se prepara para regresar a su pueblo (Kraus 1996:134). En el
salmo se pide el amparo y auxilio del Señor en el viaje de regreso. El que suplica
pide protección del sol abrasador, que no le falte el agua y que no caiga en manos
de gentiles y asaltantes. Al abandonar el santuario, el caminante recibe la
bendición y promesa de protección del sacerdote.
121:1–2 A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del
SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.

Al hacer los preparativos para emprender el viaje, el peregrino contempla los alto
montes a su alrededor y siente dentro de sí algo de temor, porque para el
peregrino los montes no representan seguridad o firmeza, sino peligro. Las
montañas y colinas eran los lugares donde es escondían los bandoleros y ladrones,
según leemos en la parábola del buen samaritano (Lucas 10). En las cumbres de
las altas montañas y de los cerros, se encuentran los altares y santuarios de los
dioses paganos. Eran los lugares donde se ofrecían los sacrificios humanos y se
practicaban otros actos abominables (Isaías 65:3–7). Desde allí, los hechiceros y
brujos, como Balán, echaron sus maldiciones y hechizos sobre el pueblo escogido.
En la historia de las religiones, los lugares altos han sido el escenariode prácticas
que para los israelitas era consideradas abominaciones, prácticas similares a los
sacrificios humanos que los aztecas ofrecían en lo alto de sus pirámides. No hace
mucho se han descubierto en lascumbres de las altas montañas del Perú y Bolivia,
evidencias de los sacrificios humanos que allí solían practicarse en épocas
precolombinas.
El diálogo que encontramos en los primeros versículos del salmo, tiene que
ver con lospeligros que cual asechanzas aguardan al caminante al disponerse a
emprender su largo viaje. La pregunta que aflige alperegrino es: ¿uién me va a
escoltar durante el viaje de regreso? Si se presentan los peligros, “¿de dónde ha de
venir mi ayuda?” El salmo no dice con quién dialoga el salmista. Hay quienes
opinan que es con uno de los levitas o sacerdotes del santuario, en tanto que otros
creen que se trata de un diálogo que se desarrolla en su interior.
¿uién guardará al peregrino? Nadie más ni nadie menos que el Dios de toda
la creación, el Dios cuyas maravillas el viajero acaba de celebrar en el templo. Es
Dios quien garantiza la seguridad del peregrino en su viaje de regreso. La raíz
hebrea de donde proceden las palabras “guardar”, “guardador” y “guardián” de
nuestro lenguaje, parece ser la palabra clave de estecanto. En efecto, como
veremos en el versículo siguiente, en el Salmo 121 encontramos un nuevo título
para Dios el Señor, y es: “El que guarda a Israel.”
El refrán “creador del cielo y de la tierra” se repite una y otra vez en los salmos
graduales y es, juntamente con otros refranes, una de las características de este
grupo de cantos. Otro de los refranes característico de los salmos graduales se
encuentra en el último versículo del salmo, y reza: “desde ahora y para siempre.”
121:3–4 No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. Jamásduerme ni se adormece
el que cuida de Israel.

El Dios que guardará al peregrino no se asemeja a uno de los dioses de la


fertilidad, adorados en los montes y lugares altos de Palestina por los antiguos
habitantes de la Tierra Prometida. Esos dioses ciertamente se adormecían durante
el invierno y las sequías. En el enfrentamiento que Elías sostuvo con los profetas
de Baal en el monte Carmelo, el profeta del Señor instó a los profetas de Baal a
clamar a su dios con gritos estentóreos, para despertarlo de su sueño (1 Reyes
18:27). Dios el Señor, en cambio, no es un Dios que duerme, sino que es el Dios
creador de todas las cosas. Además, es el Dios que guarda a Israel. El peregrino
acababa de escuchar una vez más en la liturgia celebrada en el templo, la historia
de todo cuanto el Señor había hecho para salvar y socorrer a su pueblo. Es el
Señor que ha prometido ser el guardador de Israel (Levítico 26:12). Y Dios no es
sólo el guardador de Israel, sino que guarda al peregrino; él es tu guardador. El
Señor del universo no gobierna sólo el universo, sino que está interesado en mí.
121:5–6 El SEÑOR es quien te cuida, el SEÑOR es tu sombra protectora. De díael sol no te hará
daño, ni la luna de noche.

Otro título que el Salmo 121 atribuye al Señor es “sombra”. El Señor es la sombra
que me protege de la insolación, producto de los intensos rayos solares.
Recordemos que en laparábola del sembrador el sol con sus rayos abrasadores es
un símbolo de las tribulaciones y persecuciones que sufrirán los discípulos fieles
por causa del evangelio (Mateo 13:6, 21). El Señor será nuestro guardador
también en tales tribulaciones y persecuciones.
El Señor también protegerá al viajero de la influencia maligna de la luna. En el
mundo antiguo se creía que el dios de la luna producía muchas enfermedades,
incluyendo la fiebre, la lepra y las enfermedades mentales. Originalmente, la
palabra “lunático” significaba uno que sufría una posesión demoníaca producida
por el dios de la luna, deidad principal de Ur de los caldeos, laciudad natal del
patriarca Abraham. La palabra griega para epiléptico, en Mateo 7:15, es lunático,
o unoque sufrió el efecto dañino de la luna. Al dejar la casa de Dios, también
nosotros, y no sólo el salmista, recibimos la bendición de estar protegidos contra
todos los peligros con los que nos enfrentamos en nuestra peregrinación aquí en
la tierra.
El Señor promete proteger al viajero de noche, en particular mientras el
peregrino duerme al aire libre, como Jacob (Génesis 28). La noche es la ocasión
en que los asaltantes y criminales operan ( Job 24:15–16). Es el momento en que
los demonios que habitan en los lugares solitarios, intentarán un ataque nocturno.
Cuando Jacob, el padre de los doce patriarcas, se acostó sobre el suelo rocoso cerca
de Betel y tuvo la visión de la escalera por la que los ángeles de Dios subían y
bajaban entre el cielo y la tierra, Dios mismo estuvo presente para brindarle su
protección y prometerle su bendición. Tal visión del Dios que guarda a Israel
impulsó al patriarca a exclamar: “En realidad, el SEÑOR está en este lugar, y yo no
me había dado cuenta” (Génesis 28:16).
Se ha relacionado también al Salmo 121 con lo relatado en Esdras 8, donde se
cuenta que el escriba Esdras regresó de Babilonia a Jerusalén con un numeroso
grupo de judíos que decidieron emprender el viaje de regreso a Judea. Vemos allí a
los peregrinos acampados en tiendas a orillas del río Ahava. Esdras mismo relata
lo que sucedió: “Luego, estando cerca del río Ahava, proclamé un ayuno para que
nos humilláramos ante nuestro Dios y le pidiéramos que nos acompañara durante
el camino, a nosotros, a nuestros hijos y nuestras posesiones. En realidad, sentí
vergüenza de pedirle al rey que nos enviara un pelotón de caballería para que nos
protegiera de los enemigos, ya que le habíamos dicho al rey que la mano de Dios
protege a todos los que confían en él, pero que Dios descarga su poder y su ira
contra quienes lo abandonan. Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios
pidiéndole su protección, y él nos escuchó” (Esdras 8:21–23).
En este pasaje, así como en el Salmo 121, encontramos el relato de un largo
viaje en que se manifiesta el temor de ser asaltados y la necesidad de un guardador
que escolte a los peregrinos. Uno de los conceptos claves en los salmos graduales
es la idea de subir, o ascender, al santuario del Señor en Jerusalén. Se ha tomado
por sentado, entonces, que los himnos graduales como el Salmo 121, tuvieron qu
ver con la subida que emprendían los fieles tres veces al año, es decir, para la fiesta
de la Pascua, la de las Semanas (Pentecostés) y en parti cular la fiesta de las
Enramadas. Se cree que los grupos de peregrinos que viajaban juntos hacia la
Ciudad Santa, entonaban los 15 salmos graduales durante la larga caminata.
Sin embargo, también es posible considerar los cantos graduale como himnos
que entonaron los judíos durante su larga peregrinaciónde regreso a Judea desde
Babilonia y la cautividad. Es lo que habráhecho los judíos que marcharon con el
escriba Esdras, según lo rela tado en el pasaje mencionado anteriormente. Con
posterioridad a la cautividad babilónica, los judíos que emprendían una
peregrinación a Jerusalén, tres veces al año, no sólo entonaron los himnos
graduales con la expectativa de las fiestas que se celebraban en la Ciudad Santa,
sino que lo hacían también para rememorar los himnos entonados por sus
antepasados al salir de Babilonia y regresar a la tierra de sus antepasados, y ver
cumplida así la promesa del Señor.
121:7–8 El SEÑOR te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El SEÑOR te cuidará en el hogar y
en el camino, desde ahora y para siempre.

Las palabras “desde ahora y para siempre”, le dan al salmo cierto tono futurista o
escatológico. Es precisamente esta nota la que ha motivado a un grupo de
investigadores a afirmar que el Salmo 121, en su forma final y de acuerdo a su
ubicación entre los salmos graduales, debe entenderse también como un canto
que los fieles entonan en expectativa de la subida de todas las tribus de Israel y
todas las naciones de latierra, para celebrar la victoria final del SEÑOR sobre todos
sus enemigos, y la futura inauguración delreino de Dios. Este enfoque dado a los
salmos graduales, los ubica en línea con otros textos escatológicos que hablan de
una subida futura de todos los pueblos, para adorar al Señor en Sión. Entre estos
textos se destacan los siguientes: “En los últimos días, el monte de la casa del
Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las
colinas, y hacia él confluirán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán:
‘¡Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos
enseñe sus caminos y andemos por sus sendas.’ Porque de Sión saldrá la
enseñanza, de Jerusalén la palabra del SEÑOR. Él juzgará entre las naciones y será
árbitro de muchos pueblos. Convertirán sus espadas en arados y suslanzas en
hoces. No levantará espada nación contra nación, y nunca más se adiestrarán para
la guerra. ¡Ven, pueblo de Jacob, y caminemos a la luz del SEÑOR!” (Isaías 2:2–5).
“Entonces los sobrevivientes de todas las naciones que atacaron a Jerusalén
subirán año tras año para adorar al Rey, al SEÑOR Todopoderoso, y para celebrar
la fiesta de las Enramadas. Si algunode los pueblos de la tierra no sube a Jerusalén
para adorar al Rey, al SEÑOR Todopoderoso, tampoco recibirá lluvia.
Y si el pueblo egipcio no sube ni participa, tampoco recibirá lluvia. El SEÑOR
enviará una plaga para castigar a las naciones que no suban a celebrar la fiesta de
las Enramadas” (Zacarías 14:16–18).
Es de interés notar que el texto de Zacarías aquí citado, referido a la fiesta de
las Cabañas o las Enramadas, dice que las naciones subirán para rendir adoración
y tributo al Señor en Jerusalén. La fiesta de las Enramadas ha sido desde la
antigüedad la gran celebración de la cosecha, en que los frutos del campo son
recogidos y guardados. La cosecha última siempre ha servido como metáfora del
Juicio Final y la inauguración del reino de Dios. Entendido desde este punto de
vista, el Salmo 121, junto con los demás himnos graduales entonados por los que
suben a Jerusalén para la fiesta de las Enramadas, celebra no sólo la subida de la
cautividad babilónica en el pasado, o la subida paraparticipar de la fiesta de las
Enramadas en el tiempo presente, sino también para festejar con anticipación la
subida de todos los pueblos, tribus, naciones y razas en el futuro.
Con el entendimiento esclarecido por la revelación que nos ha sido dada en el
NT, vemos que el templo de Jerusalén, destruido por el general romano Tito, en
el año 70 dC., ha sido reemplazado por el Verbo que se hizo hombre y habitó
(literalmente: “hizo su tabernáculo”) entre nosotros ( Juan 1:14). En la visión
referida a la nueva Jerusalén, que Juan recibió y que encontramos en Apocalipsis
21:22, leemos: “No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios
Todopoderoso y el Cordero son su templo.” Esta dimensión escatológica que se le
da al Salmo 121 y a los demás cantos graduales, nos recuerda que nuestras
celebraciones litúrgicas también están orientadas al pasado, al presente, y al
futuro. Cada celebración de la Eucaristía es, a la vez, una recordacióndel sacrificio
del cuerpo y de la sangre de Jesús en la cruz en el pasado. Al mismo tiempo, es una
recepción del perdón divino y del don del Espíritu en el presente y, finalmente,
una anticipación de la gran cena de las bodas del Cordero con su novia, la santa
iglesia cristiana, que tendrá lugar cuando seamos llamados a subir al monte de
Dios en la nueva Jerusalén, para verlo a él cara a cara y contemplar para siempre su
hermosura. En nuestra peregrinación hacia la nueva Jerusalén, contamos con la
promesa de ser guardados, escoltados y protegidos por aquel que es el guardador
de Israel, el que guardará nuestra salida y nuestra entrada desde ahora y para
siempre.
En resumen, en el Salmo 121, al iniciar el peregrino su viaje por lugares
desconocidos, extraños y peligrosos, recibe tres bellas y confortantes promesas del
Señor, a saber: 1. El Señor es el creador de los cielos y la tierra y, por lo tanto,
todos los lugares por donde tendrá que pasar el peregrino son parte de la buena
creación de Dios y están sometidas a su soberanía y no al dominio de las fuerzas
del mal. 2. El Señor, el guardador de Israel, es un Dios que no duerme ni descansa,
como las deidades y espíritus reverenciados por los pueblos paganos. No hay un
tiempo del día o del año en que sus fuerzas mengüen y pierdan su efectividad.
Siempre está pendiente de los suyos. 3. El peregrino ocupado en los negocios del
Señor, cuenta con la protección y promesa del Dios vivo. Es la promesa
consoladora vigente no sólo para el israelita que emprende sus tres
peregrinaciones anuales a Jerusalén, o para el liberado del pueblo de Dios que deja
atrás la cautividad en su viaje de regreso a Canaán, sino que está vigente también
para todos los evangelizadores y misioneros que salen al mundo para llevar las
buenas nuevas a las naciones.
LOS SALMOS GRADUALES
En el salterio encontramos 15 salmos con el epígrafe “canto gradual”. Son los
Salmos 120–134. Según evidencias, tanto internas como externas, constituyen un
grupo especial de cantos bien unidos en cuanto a su vocabulario, estilo y teología
(Mitchell 1997:89). El salmo central de este grupo de cantos es el 127. A ambos
lados del salmo central hay dos grupos de siete salmos. En cada uno de estos dos
grupos aparece 24 veces el tetragrámaton (YHWH). En el tercer salmo de cada
grupo aparece el título “JAH” (ver, por ejemplo, Salmo 130:3 “Si tú, SEÑOR”
[ JAH, RV]).
La expresión “salmo gradual” viene del epígrafe que lleva cada canto de este
grupo de 15 salmos. El término “gradual” nace de la palabra hebrea para expresar
subida o ascensión. La palabra es también uno de los términos claves en muchos
de los cantos que son parte de este grupo. El concepto está referido a las personas
que suben a un santuario o lugar sagrado, ubicado en la cumbre de un cerro o
montaña. En casi todas las culturas de la antigüedad encontramos la costumbre de
celebrar ritos sagrados en los lugares altos, porque de esta manera los devotos
están, se cree, más cerca de los dioses celestiales quienes, supuestamente, tienen su
morada en los cielos o arriba de ellos. Las oraciones y el humo de los sacrificios
ofrecidos en lo lugares alto, pueden ascender más fácilmente hacia los dioses y ser
recibidos por ellos. Los antiguos sumerios de Babilonia, que originalmente
vivieron en una zona montañosa, al emigrar a las planicies de Mesopotamia se
vieron obligados a construir montañas artificiales llamadas zigurat, a fin de tener
lugares adecuados donde realizar sus actividades religiosas. Las pirámides de
losaztecas y mayas cumplían funciones similares. En la Biblia hebrea, la palabra
para “subir” o “ascender” se ha convertido en un término técnico que alude a la
idea de subir al templo de Dios para tributarle la adoración y los sacrificios que se
le deben.
Aun antes de que el rey David tomara la ciudad de Jerusalén, ésta era un
centro religioso bien conocido, con su templo y su rey que también ejercía, como
en el caso de Melquisedec, el oficiode sumo sacerdote. Recordemos de Génesis 22,
que Abraham subió al monte Moria para sacrificar allía su hijo Isaac. La gran
mayoría de los investigadores identifica al monte Moria como el sitio donde, más
tarde, el rey Salomón construyó el templo para el Señor. Es muy probable que
antes de la construcción del templo de Salomón, David se hubiera apropiado del
viejo templo cananeo para uso de los israelitas y de los antiguos jebuseos que
aceptaron al Señor como su Dios, y fueron incorporados al pueblo de Israel.
Según muchas tradiciones rabínicas, existe una relación entre los 15 salmos
graduales y las 15 gradas que conducen desde el patiode las mujeres hasta la
puerta dorada de Nicanor, por la que se entrabaal patio de Israel. Según la Tosea
Sukkah, los levitas tocaron todo tipo de instrumentos musicales mientras
entonaban los 15salmos graduales desde las quince gradas, durante la celebración
de la fiesta de las Enramadas. El conocido comentarista rabínico David uimhi,
afirma que desde cada una de las quince gradas, los levitas entonaban uno de los
15 salmos graduales.
LOS SALMOS GRADUALES
Y EL TESTIMONIO DE NEHEMÍAS
Michael Goulder (1997:43) sostiene que los 15 salmos graduales son
composiciones del mismo autor y que originalmente fueron escritos para ser
cantados para acompañar una lectura del testimonio o memorias de Nehemías
durante la celebración de la fiesta de los Tabernáculos en el año 445 aC., o sea, tres
semanas después de terminada la construcción de los muros de Jerusalén. De
acuerdo con esta hipótesis, cada uno de los salmos graduales corresponde a un
evento narrado en el libro de Nehemías. Estos 15 salmos que celebran la
restauración de los que retornaron a Jerusalén se caracterizan por su espíritu de
esperanza, expectativa y celebración. Son menos agresivos que los salmos en otras
partes del salterio. Son más atractivos, pues no contienen imprecaciones, sino que
buscan el bien de la ciudad, y oraciones por la paz de Jerusalén. Abunda en los
salmos graduales el uso del símil y el empleo de la repetición como una técnica
pedagógica. Se destaca la importancia de la Ciudad Santa, pues en ellos se
menciona cinco veces a Jerusalén y siete veces a Sión.
De acuerdo con la hipótesis de Michael Goulder en cuanto a la composición
de los salmos graduales, el Salmo 120 fue cantado en la tarde del primer día de la
fiesta de los Tabernáculos. Sucesivamente los demás salmos eran cantados en las
mañanas y las tardes de los próximos siete días. Según la reconstrucción de
Goulder (1997:58) los salmos graduales fueron presentados de la siguiente
manera cuando se estrenaron en el año 445 aC.:

1. El Salmo 120 es cantado para acompañar la lectura de Nehemías 1:1–11


en la tarde del 15 de tishri, el primer día de la fiesta. El salmo y la lectura
enfatizan la triste situación de los cautivos en Babilonia antes de
comenzar la peregrinación de retorno a Jerusalén.

2. El Salmo 121 es cantado para acompañar la lectura de Nehemías 2:1–9 y


refleja viaje de Nehemías de Susa a Jerusalén durante el año 20 del reino
del rey persa Artajerjes. Según la reconstrucción de Goulder, el Salmo
121 era cantado en la mañana del 15 de tishri, recordando siempre que
para los hebreos el día comienza a las seis de la tarde, así la tarde del día 15
viene antes de la mañana del mismo día.
3. El Salmo 122 es entonado para acompañar la lectura de Nehemías 2:10–
18 donde serelata la llegada de Nehemías a Jerusalén en busca del bien de
la ciudad. Se cantaba el Salmo 122 en la tarde del 16 de tishri, al comenzar
el segundo día de la fiesta.

4. Para la mañana del día 16 se lee Nehemías 2:19–20 y 4:1–6. La


congregación responde a la lectura entonando el Salmo 123. La lectura de
Nehemías relata el desprecio de Sanbalat el horonita, Tobías el amonita y
Gesem el árabe por el proyecto de Nehemías de reconstruir los muros de
la Ciudad Santa.

5. En la tarde del día 17 de Tishri la lectura del testimonio de Nehemías se


encuentra en Nehemías 4:7–23. Es el relato de cómo Dios frustró los
planes de los enemigos para atacarla ciudad. Después de la lectura del
testimonio de Nehemías, la congregación responde cantando Salmo 124.

6. El servicio de la mañana del día 17 comienza con la lectura de Nehemías


5:1–19 que nos relata cómo algunos judíos practicaban la usura y habían
puesto en servidumbre a los pobres. Nehemías puso fin a estas violaciones
de la Tora. El salmo que corresponde a esta lectura es el 125.

7. En la tarde del 18 de tishri se celebra la terminación del muro de la ciudad


a pesar de la oposición de los enemigos. Se lee esta historia en Nehemías
6:1–19 y después la congregación responde entonando el Salmo 126.

8. Después de leer Nehemías 7:1–5 en la mañana del 18 de tishri secanta el


Salmo 127. Estas lecturas tienen que ver con las puertas de la ciudad y la
reconstrucción de las viviendas de los habitantes de la Ciudad Santa.

9. La lectura de Nehemías que corresponde al Salmo 128 es 11:1–2 y tal vez


7:26–32. Es lacelebración del servicio de la tarde del 19 de tishri.

10. En la mañana del 19 de tishri se recuerda cómo Nehemías desbarató la


alianza entre Eliasib y Tobías y cómo fue purificado el templo. La lectura
en el libro de Nehemías es 13:4–14 y el Salmo correspondiente es el 129.
11. En la tarde del 20 de tishri se leía Nehemías 13:15–22 con el Salmo 130.
Es un salmo de penitencia, y el pecado que corresponde al acto de
penitencia es el de no guardar el día de reposo de acuerdo con las
estipulaciones de la Tora.

12. En el servicio del 20 de tishri en la mañana se lee Nehemías 13:23–29 que


tiene que ver con los matrimonios mixtos denunciados por Esdras y
Nehemías. El Salmo entonado por el puebloes el 131.

13. La lectura para la tarde del 21 de tishri es de Nehemías 13:30–31 y tiene


quever con la purificación del sacerdocio. El Salmo correspondiente es el
132.

14. Lo que se relata en la mañana del 22 de tishri es la gran procesión con que
se celebró la dedicación de los muros de Jerusalén (Nehemías 12:27–43).
El Salmo especial para esta ocasión fue el 133.

15. La fiesta de los Tabernáculos se concluye en la tarde del 22 de tishri con


lacongregación entonando el Salmo 134.

Esto es en breve como un autor intentó establecer una relación histórica entre
los 15 salmos graduales y los eventos claves en la reforma que llevó a cabo el
gobernador Nehemías en el año 445 aC. Aunque la hipótesis desarrollada aquí
tenga márgenes de error, en parte o totalmente, es evidente, por lo menos, que los
15 salmos graduales reflejan el entusiasmo y el optimismode los judíos que
regresaron de Babilonia en los días de Zorobabel, Esdras, y Nehemías, y que se
prestan para ser entonados por los creyentes de todas las edades mientras trabajan,
luchan y oran para la reforma de la iglesia y la extensión del reino de Dios. Los
problemas, la oposición, y los obstáculos que tuvieron que enfrentar los que se
dedicaron a la restauración de Sión son típicos de las dificultades que encuentran
todos aquellos que se preocupan por el bien de la ciudad. Dan un testimonio
elocuente a este respeto las lágrimas, súplicas y sufrimientos en la última subida
que hizo Jesús a Sión para buscar la paz de Jerusalén.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿Por qué sintió Esdras vergüenza de pedirle al rey de Persia un


contingente de soldados para proteger a los peregrinos judíos en su
regreso a la Tierra Prometida?

2. ¿Cómo se entiende que el Salmo 121 tiene una dimensión pasada,


presente y futura? ¿Cuáles son?

3. Hay intérpretes del Salmo 121 que con frecuencia afirman que la ayuda
del Señornos llega desde los montes. ¿Por qué habría de ser ésta una
interpretación equivocada?

4. ¿Cuáles son los temas y las características que los salmos graduales tienen
en común?

5. Prepare una lista de los términos claves que se encuentran en el Salmo


121, y argumente acerca de su función en el desarrollo e interpretación
del mismo.

6. ¿Por qué llamamos “gradual” a los versículos bíblicos que se entonan entre
la lectura de la Epístola y el Evangelio, en los servicios litúrgicos de las
iglesias históricas?

7. ¿Cómo siente usted que el Señor es nuestro guardador y la sombra a


nuestra mano derecha hoy en día?
 
SALMO 126
126:1 Cuando el SEÑOR hizo volver a Sión a los cautivos, nos parecía estar soñando.

En Hechos 12, leemos que el rey Herodes Agripa I aprehendió al apóstol Pedro
después de haber mandado decapitar al apóstol Jacobo. El apóstol Pedro fue
arrestado con la intención de ser ejecutado después de pasados los días de los
panes sin levadura. Pedro, encadenado, estuvo fuertemente custodiado por cuatro
guardias de cuatro soldados. Hechos 12:7 cuenta qué sucedió en la noche antes de
la planificada ejecución: “De repente apareció un ángel del Señor y una luz
resplandeció en la celda. Despertó a Pedro con unas palmadas en el costado y le
dijo: ‘¡Date prisa, levántate!’ Las cadenas cayeron de las manos de Pedro.”
Inesperadamente, Pedro se encontró libre. Siguiendo al ángel, salió de la
cárcel pasando la primera y segunda guardia, y pasando por la puerta de hierro
que daba a la ciudad, Pedro estuvo libre y a salvo. Al principio Pedro creyó que
estaba soñando, que veía una visión. Sin embargo, al golpearle el rostro el aire frío
de la noche, se dio cuenta que lo que estaba viviendo no era un sueño sino un
poderoso acto de liberación de Dios. En seguida, el apóstol se dirigió a la casa dela
madre de Juan Marcos, donde los hermanos estaban reunidos en una vigilia de
oración. Una muchacha, llamada Rode, abrió la puerta al oír que Pedro estaba
llamando. Al abrirla y ver a Pedro, Rode creyó que estaba soñando y viendo una
visión. Sin embargo, la verdad era que ni Pedro ni Rode veían visiones. El Señor
había convertido sus sueños en realidad: el apóstol había sido liberadodesu
cautividad y del peligro de muerte.
Algo semejante a lo que experimentó Pedro sucede en el Salmo 126. Durante
setenta años los judíos llevados cautivos a Babilonia por el rey Nabucodonosor
habían elevado sus plegarias al Señor, pidiendo su liberación y la repatriación a la
tierra de Judá. Cuando el imperio babilónico cayó ante el ataque de los ejércitos
unidos de Persia, Media y Elam, la larga pesadilla de los cautivos tocó a su fin. El
conquistador, Ciro el Grande, líder de los ejércitos victoriosos, promulgó un
edicto autorizando la repatriación de los judíos cautivosa la Tierra Prometida y la
reconstrucción de Jerusalén y del templo. El primer grupo de cautivos liberados
que regresaron a Judá guiados por Sesbasar príncipe de Judá, fue de cuarenta mil.
A éstos, su liberación y repatriación debe haberles parecido un sueño hecho
realidad.
Ahora bien, la traducción del Salmo 126 de la versión Reina Valera Revisada
de 1960, nos da la impresión de que el salmista y los deportados todavía están en
Babilonia, entonando cantos referidos a su futura liberación. Es la opinión del
erudito alemán Walter Beyerlin, que el Salmo 126 tuvo su origen como oráculo
profético pronunciado por un profeta en éxtasis. Entendido de esta manera, el
sueño del que se habla es un sueño profético, o sea, un sueño que ocurre mientras
uno se encuentra en éxtasis profético o carismático.
Para otros traductores e intérpretes, lo que se oye en los primeros tres
versículos del salmo son los gritos de júbilo del primer grupo de deportados
quienes, después de la larga peregrinación desde Babilonia a Judá, subieron
finalmente a Jerusalén. Es la opinión que comparten H.J. Kraus, Erhard
Gerstenberger y Alonso Schökel, en sus comentarios referidos al Salmo 126.
Asimismo, es la opinón de los traductores de la Reina Valera Revisada de 1995,
porque leemos: “Cuando Jehová hizo volver la cautividad a Sión fuimos como los
que sueñan.” En realidad, es difícil determinar si el restablecimiento que se celebra
en el Salmo 126 es futuro o presente, porque en hebreo no existen verbos que
podamos calificar de presente o futuro. En hebreo los verbos expresan más bien la
calidad de una acción, y ésta puede ser completa o incompleta. El tiempo del
verbo tiene que determinarse a base de su contexto. Sea la ascensión a Jerusalén
que se celebra en los versículos 1–3 del tiempo presente o futuro, lo que importa
es que la repatriación de los hijos de Dios a la Tierra Prometida no fue un sueño
sino una realidad. Cuando las futuras generaciones de creyentes subieron a
Jerusalén para celebrar la fiesta de las Enramadas, lo hicieron entonando este
himno gradual, cual si fueran integrantes del primer grupo de cautivos liberados
que regresaron de la cautividad a la libertad.
La alegría de los primeros israelitas que regresaron a Sión es comparable con
el gozo que experimentaron los alemanes en 1989, al caer el muro de Berlín y
desplomarse la ex Unión Soviética. Es comparable también con la alegría que
sintieron los habitantes de Sudáfrica al terminarse la inhumana política del
apartheid (separación de las razas) y al hacerse efectiva la elección de Nelson
Mandela como primer presidente de raza negra de la República. Una alegría
similar colmó al pueblo venezolano en el año 1935, cuando después de 27 años de
represión y torturas, se anunció el fallecimiento del dictador Juan Vicente
Gómez. En todos éstos y centenaresde otros acontecimientos, el creyente puede
percibir la mano del Señor quien sí sabe cómo dar vuelta la tortilla. La
abundancia de verbos en primera persona del plural, son un indicio del empleo
del Salmo 126 en la adoración de las congregaciones de creyentes, y por lo tanto
ha sido catalogado como himno de acción de gracias comunal, cantado
originalmente para celebrar el fin de la cautividad babilónica (Gerstenberger
2001:342).
Al leer la frase “nos parecía estar soñando”, no hay que interpretarla en
términos irreales. Según creencias antiguas, los sueños son una parte importante
de la realidad de los seres humanos. Y son creencias que están aún en vigor en
muchas partes del mundo (Gerstenberger 2001:342).
126:2 Nuestra boca se llenó de risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas. Hasta los otros pueblos
decían: “El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos.”

La repatriación de los judíos a la tierra de Judá y el restablecimiento de Israel


como el pueblo de Dios, fue para los fieles lo mismo que una resurrección de los
muertos. Es así como el profeta Ezequiel habló de aquel día en su célebre visión
del valle de los huesos secos que se levantan uniéndose y cubriéndose de carne,
resucitados por el poder del Espíritu del Señor (Ezequiel 37).
Dicha resurrección de los huesos secos y el reavivamiento de las esperanzas
languidecidas de Israel, serán no sólo la ocasión de gran regocijo, sino de asombro
entre las demás naciones del mundo. Sabrán que el Dios de Israel es un Dios vivo,
que otorga nueva vida a los suyos, y no un ídolo mudo que carece de poder para
salvar. Uno de los motivos del salmista para entonar el Salmo 126 fue que su
canto sirviera de testimonio entre los gentiles. La realidad de que el Señor ha
traído a su pueblo de un país lejano es una prueba concluyente de que el Señor es
un Dios que no persiste en su ira para siempre, sino un Dios que perdona a los que
confían en él.
El retorno de los israelitas a Sión, debe ser para las naciones un testimonio
elocuente del hecho de que el Señor ha creado al género humano para vivir en
liberad y no esclavizado por quienes se jactan de ser los amos del mundo. El Señor
quiere que sus criaturas vivan libres de la explotación de los poderosos y de los
sistemas que favorecen a quienes han acaparado el poder, la autoridad y las
riquezas. El Creador detodo quiere que estemos libres de pecado y del temor a la
muerte, y que no vivamos vidas que carecen de propósito y significado.
126:3 Sí, el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría.

Hay una posible alusión al versículo 3 en las palabras que Jesús dirigió al
endemoniado geraseno después de su liberación. Recuérdese que el endemoniado,
ya sanado, quiso acompañar a Jesús en su regreso a Galilea, pero Jesús le dijo:
“Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y
cómo te ha tenido compasión”(Marcos 5:19). Es significativo que en el Salmo 126
los judíos son quienes hablan a las naciones gentiles contándoles cuán
misericordioso fue el Señor con ellos. En el caso del endemoniado sanado, vemos
que ungentil es enviado a dar testimonio a sus conciudadanos de que la liberación
que otorga el Señor en su misericordia, no está dispuesta solamente para el pueblo
de Israel, sino también para los gentiles.
La frase “el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros”, se encuentra
también en el libro del profeta Joel ( Joel 2:21), un libro que tiene mucho en
común con los sentimientos expresados en el Salmo 126. Son semejanzas que han
inducido a muchos investigadores a concluir que el autor del salmo basó su himno
de acción de gracias en la lectura hecha del profeta Joel y que, por lo tanto, el
Salmo 126 tiene que haber sido escrito después de Joel, o sea, durante la época del
Imperio Persa (Gerstenberger 2001:342).
126:4 Ahora, SEÑOR, haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos del desierto.

La imagen que nos pinta el salmista es la de los arroyos que se encuentran en el


Neguev, la región árida en el extremo sur de Palestina. Es una comarca que carece
de lluvia durante la mayor parte del año. Sin embargo, cuando se forma de repente
una tormenta, los arroyos, secos durante el resto del año, se convierten en caudales
de aguas turbulentas que corren alegremente por el desierto. ue así sean
también los caminos que conducen a la Tierra Prometida, como un río humano,
israelitas regresando a Sión. ueel regreso de los israelitas que aún viven en la
dispersión sea como un río, un arroyo rebosante de los redimidos que regresan a
su propia tierra.
Es necesario recordar que los cincuenta mil judíos que regresaron a la Tierra
Prometida después del edicto de Ciro el Grande, en el año 538 aC., representaron
sólo una pequeña minoría de todos los israelitas que se encontraban viviendo en
tierras extrañas. Muchos miles se quedaron viviendo en la diáspora, en Egipto,
Babilonia, Asiria, Persia, Grecia y tierras aún más lejanas. Se han encontrado
ruinas de antiguas sinagogas judías en lugares como la China y la India. En
tiempos de Jesús, al igual que hoy en día, apenas un 30 por ciento de todos los
judíos del mundo, vivían en Palestina. Lo que el salmo vislumbra es la coyuntura
de un gran restablecimiento escatológico, en el cual todos serán repatriados a la
tierra que fue prometida a Abraham y sus descendientes. Tal esperanza es lo que
ha impulsado el movimiento sionista de los tiempos actuales, o sea, el movimiento
político y religioso tendiente a la reconstitución del Estado de Israel, el regreso de
judíos de todo el mundo a la Tierra Prometida, y la futura reconstrucción del
templo. El movimiento sionista ha sido también el responsable en gran parte, de
los innumerables conflictos entre judíos y árabes en la actualidad.
126:5 El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha.

En el versículo 5 nos encontramos con una segunda imagen empleada por el


salmista para representar la alegría y el regocijo que experi mentarán los
desterrados, al encontrarse nuevamente de regreso enla Tierra Prometida. Es la
figura de los campesinos que han salidoa regar sus sembrados en tiempo de sequía.
Lloran, porque los pro nosticadores del clima les han asegurado que perdurará la
sequía que azota al país. La única lluvia que verán los campesinos será la de sus
propias lágrimas. La ira de Dios que se cierne sobre los campos no ha sido
apaciguada. La sequía se prolongará.
Sin embargo, entonces, inesperadamente, comienzan a caer las lluvias, los
campos se visten de verde y la tierra produce grano en cantidad suficiente como
para llenar los graneros y poner fin al hambre del pueblo. Habrá un cambio de
suerte: los que sembraron la semilla con lágrimas en los ojos, segarán el grano
entonando alegres cánticos. La idea que comunica el salmo es el tiempo de la
cautividad babilónica, un tiempo de gran sequía, de tristeza, de sed espiritual, de
ira y muerte. El tiempo del restablecimiento de los deportados en Jerusalén, en
cambio, debe entenderse como el fin de la sequía. Ahora caerán nuevamente sobre
los hijos de Dios los aguaceros de bendición.
Es posible encontrar aquí una alusión a la sequía que asoló a Judáen los
primeros años después del regreso a Sión del primer grupo de exiliados. El profeta
Hageoanunció que la sequía se debía a que los repatriados judíos querían
reconstruir primeramente sus propias casas y se habían olvidado de la
reconstrucción del templo del Señor. “‘¿Acaso es el momento apropiado para que
ustedes residan en casas techadas mientras que esta casa está en ruinas?’… ¡Porque
mi casa está en ruinas, mientras ustedes sólo se ocupan de la suya! –afirma el
SEÑOR Todopoderoso–. Por eso, por culpa de ustedes, los cielos retuvieron el
rocío y la tierra se negó a dar sus productos. Yo hice venir una sequía sobre los
campos y las montañas, sobre el trigo y el vino nuevo, sobre el aceite fresco y el
fruto de la tierra, sobre los animales y los hombres, y sobre toda la obra de sus
manos” (Hageo1:4, 9–11).
En el momento en que dieron prioridad a la construcción del segundo
templo, la sequía de la cual habló Hageo cesó. Con referencia a esto, es de interés
notar que en el siguiente salmo, el 127, se trata la reconstrucción del templo. Hay
quienes afirman que los salmos graduales no obtuvieron su ubicación en el salterio
por casualidad, sino en conformidad con cierta continuidad cronológica, temática
y litúrgica, determinada por los redactores del quinto libro de los Salmos.
Hay investigadores que señalan que, con respecto a la idea de sembrar con
lágrimas, ésta puede ser una alusión a ciertas prácticas religiosas de origen egipcio.
Dicen que los devotos del dios egipcio Osiris creían que al sembrar sus semillas
estaban enterrando las partes destrozadas de su deidad. Por lo tanto, lloraban
mientras enterraban el cadáver de su dios. La cosecha, en cambio, significaba que
eldios Osiris había resucitado de los muertos. Al igual que muchos otros dioses de
la fertilidad, Osiris era una deidad que moría y volvía a la vida todos los años. La
siega, consecuentemente, se celebraba con gran regocijo, porque representaba la
resurrección de Osiris.
En sentido real, no mitológico, el refrán acerca de “el que con lágrimas
siembra, con regocijo cosecha”, tuvo un cumplimiento mucho más trascendental
en la resurrección de Jesucristo de los muertos. Los que llevaron el cuerpo sin vida
del Señor al sepulcro de José de Arimatea, sembraron con lágrimas. Y tres días
después, las lágrimas de los discípulos se convirtieron en puro gozo y alegría, al ver
que Jesús había resucitado, el primer fruto maduro de lacosecha escatológica de
todos los que han sido sembrados en la tierra en expectación de la resurrección de
los muertos. Jesús mismo declaró: “Ciertamente les aseguro que si el grano de
trigo no cae en tierra y muere, se queda solo. Pero si muere, produce mucho fruto”
( Juan 12:24).
126:6 El que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas.

Las imágenes y metáforas utilizadas por el autor del salmo dan énfasis a unode los
grandes temasrecurrentes en la literatura bíblica. Es el tema del cambio de suerte
obrado por Dios a favor de los débiles, los marginados y los oprimidos. Al entonar
estos salmos, los peregrinos queascendían al santuario en Sión daban testimonio
elocuente de la realidad de que el cambio en la suerte odestino de uno no queda
determinadopor la posición de los planetas, ni por ritos y ceremonias secretas
realizadas por los practicantes de las ciencias ocultas. Es el Señor, y solamente el
Señor quien gobierna con susoberanía el destino de los seres humanos y su
historia. Según Isaías 45:1–7, fue el Señorquien llamó a Ciro el Grande, como su
instrumento, para poner fin al sueño de Babilonia de ejercer el dominio sobre
todo el mundo. Fue el Señor quien motivó a Ciro a decretar la restitución de los
israelitas en cautiverio a su tierra natal, y ordenar la reconstrucción del templo.
En consonancia con el Salmo 126, que celebra la gracia divina que cambia
nuestro destino, la virgen María exclamó con las palabras de su propio salmo,
conocido como el Magnificat, diciendo: “Porque el Poderoso ha hecho grandes
cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su
misericordia a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas
de los soberbios. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado
a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió
con las manos vacías” (Lucas 1:49–53).
Al entonar el Salmo 126 en nuestra propia peregrinación y ascenso a la
Jerusalén celestial, recordemos que el Señor mismo es quien cambiará nuestro
destino. En sus manos tiene el poder para dar vuelta la tortilla y cambiar la
historia en favor de los humildes y hambrientos. Al entonar este himno, tengamos
presente no dejarnos orientar ni guiar por los valores de las Babilonias del tiempo
actual, ni dejarnos enredar y aceptar los objetivos que emplean para justificar los
medios utilizados para el logro de sus propósitos. Hemos sido llamados a quedar
libres de la servidumbre en que los sistemas injustos que imperan en nuestro
mundo moderno nos mantienen a nosotros, y a millones de personas, como en
una nueva cautividad babilónica.
Los hebreos que vivían en la diáspora, se regocijaron al recibir el edicto de
liberación proclamado por Ciro el Grande. El Señor, sin embargo, ha levantado
para nosotros a uno más grande que Ciro, uno que fue llamado a guiarnos en
nuestro ascenso a una “ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y
constructor” (Hebreos 11:10).
Los padres de la iglesia primitiva supieron cómo aplicar los sentimientos
expresados en el Salmo 126, a las experiencias del pequeño grupo de fieles que
vivieron al margen de una poderosa sociedad pagana no dispuesta a tolerar en su
medio a los que se dejaban guiar por los preceptos de alguien que había sido
crucificado como enemigo del Estado. Soportando persecuciones, maltratos,
torturas, desprecio y martirio, los primeros cristianos siguieron sembrando la
preciosa semilla del evangelio. Sembraron con lágrimas, debido a la oposición de
los incrédulos, pero, al mismo tiempo, sembraron con esperanza, confiando en la
gran cosecha de almas redimidas, cual será el fruto de su trabajo evangelizador.
La cosecha de sólo un pecador que se arrepiente, es motivo de gozo increíble
entre losángeles del cielo (Lucas 15:7). La alegría con que se celebra el regreso al
redil de una oveja perdida, justifica todo el trabajo, la fatiga y las lágrimas por
encontrarla y trasladarla al redil del buen Pastor. Todavía hoy, irán llorando los
que esparcen la preciosa semilla, mas cantando recogerán sus gavillas. Jesús
también les habló a sus discípulos acerca del gozo que sienten lo que siembran la
semilla del evangelio al cosechar para el reino de Dios las almas convertidas.
Después de su encuentro con la mujer samaritana, Jesús les dijo: “¡Abran los ojos
y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura; ya el segador recibe su
salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto el sembrador como el
segador se alegran juntos” ( Juan 4:35–36). Bien podría ser que al pronunciar
estas palabras, nuestro Señor tuvo en mente el Salmo 126. La historia de la
conversión de la mujer samaritana nos ilustra la siembra de la preciosa semilla del
evangelio en la vida de una persona que vivía alejada del reino de Dios. Mediante
la semilla el Espíritu Santo efectuó en ella un cambio de dirección. Se dio vuelta la
tortilla y se recogió un nuevo fruto para vida eterna.
LA INTERPRETACIÓN DE BEYERLIN
Uno de los estudios más detallados y profundos del Salmo 126, es el que realizó
Walter Beyerlin de Alemania. En su monografía sobre el Salmo 126, ha
desarrollado una interpretación de este bello himno, algo diferente al análisis
presentado anteriormente. Según la opinión de Beyerlin, uno de los problemas
más difíciles de resolver para el intérprete del salmo, es relacionar los tres primeros
versículos con los versículos 4–6, ya que los primeros tres presentan el
restablecimiento de Sión como algo ya realizado, mientras que en la segunda
parte del salmo parece ser algo que ocurrirá en el futuro.
En los versículos 4–6 se implora a Dios que lleve a cabo el restablecimiento.
Es evidente queel pueblo sufre. Muchos investigadores han tratado de explicar la
incoherencia proponiendo la hipótesis de que las dos partes del salmo son los
resultados de dos circunstancias diferentes. Vale decir, que los primeros tres
versículos constituyeron originalmente un salmo escrito después del
restablecimiento, mientras que los últimos tres fueron, también en su origen,
parte de otro salmo escrito en Babilonia. Otros investigadores proponen que la
primera parte del salmo es un oráculo profético escrito antes del restablecimiento,
en que elsalmista habla como si la repatriación ya hubiera ocurrido.
Beyerlin opina que el intérprete tendrá que decidir cuál es la manera mejor
deinterpretar el primer versículo:
1. Somos como los que sueñan.
2. Seremos como los que sueñan.
(1. Nos parecía estar soñando [NVI]. 2. Nos parecerá estar soñando [RV]).
En el intento por encontrar una solución, Beyerlin investigó el significado de
la palabra “soñar” en hebreo. ¿De qué clase de sueño habla el salmista? ¿Es elsueño
normal que uno puede tener mientras duerme, o es un sueño que se tiene estando
despierto? Recordemos el famoso discurso del Dr. Martin Luther King: “Tengo
un sueño.” En su discurso, el gran líder de los derechos humanos hizo referencia al
día futuro en el que no habrá más discriminación racial. El sueño del que habló
fue el de una persona que está despierta. Es más bien un deseo muy vivo, y no lo
que normalmente tenemos en mente al hablar de nuestros sueños. ¿Es ésta la clase
de sueño del que habla el Salmo 126?
Otra posibilidad presentada por Beyerlin es la de que se trata de un sueño
profético, o sea, un sueño que se tiene estando en éxtasis profético o carismático.
Según Beyerlin, cuando el AT habla de sueños, se trata en la mayoría de los casos
de un sueño que experimenta el soñador mientras duerme, y no de los sueños que
uno tiene estando despierto. Isaías 29:7–8 y Salmo 73:20 son pasajes que hablan
de sueños que son experiencias transitorias que desaparecen tan pronto unose
despierta. En muchos textos bíblicos, lo que uno experimenta en un sueño se
realiza más tarde. Muchos sueños son enviados por Dios para señalar lo que está
por realizar.
Las personas como el patriarca José, llamado “el soñador” por sus hermanos,
llegaron a experimentar en sueños lo que el Señor estaba por realizar dentro del
futuro inmediato. Beryerlin cree que el restablecimiento del que habla el Salmo
126 aún está por realizarse en el futuro. No se trata de algo que ya ha ocurrido.
Según Beyerlin, los soñadores de los que habla el Salmo 126, son laspersonas que
experimentan ahora, por fe, lo que el Señor está por realizar en el futuro próximo.
Se celebra la liberación de Sión anticipadamente. Se ora por la manifestación del
restablecimiento en la segunda parte del salmo. De modo que para Beyerlin no
existe incoherencia entre la primera y segunda partes del salmo. De acuerdo con
su interpretación, el salmo procede de soñadores que anticipan la realización de
su sueño en el futuro. Entonces, los que hablan en el salmo no son sacerdotes ni
profetas, sino todos los integrantes de la comunidad de creyentes. Según el punto
de vista de Beyerlin, el Salmo 126 no es tampoco un lamento comunitario, ni
liturgia ni himno. Es una oración en la cual la comunidad de creyentes pide que se
haga realidad lo que sus profetas han prometido.
Una pregunta que quizá haga el intérprete es: ¿Cómo ha de interpretarse la
palabra “Sión”? ¿Se refiere al templo, la ciudad o la comunidad de creyentes?
Beyerlin afirma que es la comunidad. Es la comunidad de los creyentes que
esperan el restablecimiento. El contexto histórico del cual surge el salmo es, para
Beyerlin, el mismo contexto de Isaías capítulos 60–66. Los goy’im todavía
desprecian a los fieles y se burlan de ellos (Ezequiel 36:15; 20:9, 14, 22, 41;Isaías
52:10; Joel 2:18–19). Es un salmo para los deportados que aún están en el exilio,
un salmoque ha sido inspirado por las promesas de restablecimiento proclamadas
por los profetas.
Beyerlin ha encontrado muchas semejanzas entre el Salmo 126 y el libro del
profeta Joel. Ambos hablan de las grandes cosas que hará el Señor ( Joel 2:26). La
frase “hijos de Sión” es única en Joel. Joel también habla de los que soñarán, y de
visiones, y de los que tendrán sueños proféticos. Además Joel habla de arroyos y
lluvias de otoño (Salmo 126:4). Tanto en el salmo como en Joel se pone énfasis en
la cosecha. Joel también habla de ayuno, lamentos y cosechas.
Los soñadores del salmo son como los soñadores proféticos mencionados por
Joel. El salmista cree que el día profetizado por Joel está por comenzar. Según
Beyerlin, Joel escribió su libro poco antes del exilio. Los pensamientos y el
vocabulario del Salmo 126 y el libro de Joel son similares. Beyerlin cree que el
salmista tuvo acceso a una copia escrita de Joel. También afirma que el salmo fue
escrito en Judea o Jerusalén, y no en Babilonia. No proviene de los círculos
levíticos, sino que surge de la tradición profética. Según Beyerlin, el salmista se ha
inspirado en las partes de Joel que hablan de salvación, y no en las que profieren
amenazas. Tanto Joel como el salmista tuvieron fe de que las lágrimas del pueblo
serían las semillas de su salvación. Según Beyerlin, las lágrimas de las que habla el
salmo, son las lágrimas de arrepentimiento que vierten los cautivos fieles, en su
exilio. Habrá un restablecimiento en base a lo que ha sufrido y llorado la
comunidad de creyentes.
Como se puede ver, la exposición de Beyerlin no concuerda en muchos
aspectos con la interpretación desarrollada en la primera parte de este estudio. El
lector queda invitado a comparar las dos maneras de enfocar el texto, y sacar sus
propias conclusiones. Nosotros, en nuestra propia lectura de la revelación bíblica,
estamos convencidos de que habrá un restablecimiento para nosotros, no tanto
por nuestras lágrimas de arrepentimiento, sino por las lágrimas y los sufrimientos
de Cristo. A diferencia de Joel, el Salmo 126no habla del juicio de las naciones, y
al utilizar imágenes de la cosecha no habla de la represalia contra los gentiles.
RESUMEN Y APLICACIÓN
En la lectura del Salmo 126, presentada en la primera parte del estudio, no
aparece una incoherenciaentre la primera y la segunda parte del canto. Creemos
que ambas partes fueron entonadas originalmente por el primer grupo de
exiliados que dieron rienda suelta a su alegría al completar la subida a Sión y
encontrarse en la Ciudad Santa. Al mismo tiempo en que celebran su propio
retorno en los primeros tres versículos, estánpendientes de la suerte de la gran
mayoría de los israelitas que todavía viven alejados de la Tierra Prometida, en
particular los integrantes de las diez tribus del Norte, que fueron llevados al
cautiverio por los asirios en el año 721–722 aC., después de la destrucción de
Samaria. El tema del regreso de los descendientes de José de la cautividad de
Asiria, es parte del programa escatológico elaborado por la gran mayoría de los
profetas ( Jeremías 16:15; 23:8; Ezequiel 37:19–20; Zacarías 9:11; 10:6–12;
Miqueas 5:3;Isaías 9:1–2; Amós 9:14–15). Para los profetas y muchos escritos
rabínicos, el regreso no estará completo hasta la repatriación de las “diez tribus
perdidas de Israel”.
Los cantos de alegría y júbilo son, al mismo tiempo, una expectativa del gran
restablecimiento escatológico de Israel, lo que incluirá también la llegada de los
pueblos gentiles que vendrán para adorar al Señor en Sión, y una invitación a los
que están afuera, a finde que vuelvan al hogar para participar ellos también de la
fiesta. Visto desde este ángulo, el salmo tendrá una enérgica orientación misional.
Los que han experimentado la liberación no estarán totalmente contentos hasta
que todos sus hermanos sean también redimidos. Es una circunstancia semejante
a la que encontramos en la parábola del hijo perdido en Lucas 15. El hijo perdido
regresó al hogar arrepentido, y recibió el mejor vestido, sandalias para los pies y
un anillo para su mano. Se preparó el becerro engordado y la fiesta está en
progreso. El Señor convirtió al lamento del hijo perdido en festejos y baile. No
obstante, a pesar de todo el júbilo, la parábola concluye con una nota de
incertidumbre y expectativa. El hermano mayor aún está afuera, porque no ha
querido ser parte de la celebración. Finalizando el relato de Jesús, el buen padre le
tiende a su otro hijo la invitación de regresar también. Del mismo modo, los
últimos tres versículos del Salmo 126 operan como una invitación que se ofrece a
los que aún están afuera, para que vuelvan al hogar y participen de la fiesta. Los
liberados de la cautividad no podrán conformarse con su propia liberación,
mientras otrosaún siguen presos.
Durante muchos años el fariseo Saulo de Tarso estuvo aprisionado dentro de
los sistemas teológicos que había aprendido de sus maestros, buscando la
salvación en el cumplimiento de las obras de la ley. Su fanatismo le llevó a
perseguir a los seguidores del Mesías crucificado, Jesús de Nazaret, hasta el
momento en que tuvo su encuentro con el Cristo resucitado en el camino a
Damasco. Tres días más tarde se concretó la liberación de Saulo de Tarso, cuando
Ananías le anunció: “‘Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el
camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.’
Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, yrecobró la vista. Se
levantó y fue bautizado” (Hechos 9:17–18).
En ese momento todo le debió haber parecido a Saulo como un sueño, un
bello sueño hecho realidad. Fue el instante en que pudo entonar las palabras del
Salmo 126: “Nuestra boca se llenóde risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas.
Hasta los otros pueblos decían: ‘El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos’” (v.
2). Y Saulo de Tarso, el cautivo que había regresado al hogar, no se mantuvo
quieto celebrando su propia liberación en tanto que la mayoría de sus hermanos
de raza todavía vivían alejados de su Mesías. Por consiguiente, escribe en
Romanos 9:2–3: “Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor.
Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo por el bien de mis
hermanos, los de mi propia raza, el pueblo de Israel.” La gran liberación que
colmó su vida, hizo que Pablo la dedicara a la liberación de todas las naciones.
Otras personas que bien pudieron haberse identificado con el Salmo 126,
fueron las mujeres que muy temprano el domingo por la mañana se acercaron al
sepulcro de Jesús para ungir su cuerpo. En vez de hallar un cuerpo sin vida, se
encontraron con el Cristo resucitado. Al ver a su Salvador cara a cara y tocar sus
manos y pies, les pareció estar soñando. La boca de ellas se llenó de risas, y su
lengua, de canciones jubilosas. Su lamento se convirtió en danza, y fueron a
contar a los discípulos las grandes cosas hechas por el Señor. Al igual que los
primeros cantores del Salmo 126, no pudieron guardar las buenas nuevas para sí
mismas. Habían sido liberadas de su tristeza y dolor. Habían dejado atrás la
cautividad y fue el momento oportuno para cantar y dar testimonio.
La cautividad más grande es la que ejerce la muerte sobre los que han
descendido al sepulcro. La iglesia primitiva celebró la resurrección de Jesucristo de
la cautividad de la muerte, como un cumplimiento del Salmo 126. Jesús es el
primer fruto maduro de la resurrección de todos los muertos. Su resurrección es el
anticipo y la garantía de nuestra propia resurrección. Es la anticipación de nuestra
salida de la cautividad, para subir a la Sión celestial y celebrar con todos los
redimidos el restablecimiento de todas las cosas. Al salir de nuestras tumbas, nos
parecerá estar soñando, porque la risa, la alabanza y el regocijo serán nuestros.
Con todos los redimidos reunidos alrededor del trono del Cordero, diremos: “Sí,
el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿Por qué es difícil determinar si la liberación que se celebra enel Salmo
126 es una liberación presente o futura?

2. Explique lo que se entiende con el movimiento sionista moderno. En su


opinión, ¿es un movimiento saludable o no? ¿ué tiene que ver el
movimiento sionista con el Salmo 126?

3. Según el profeta Hageo, ¿cuál fue la causa de la terrible sequía que azotó a
Judá a pocos años del regreso de los judíos de la cautividad babilónica?

4. ¿ué posible alusión encontramos en el Salmo 126 a las ceremonias que


practicaban los devotos del dios Osiris?

5. Explique desde la perspectiva bíblica el significado de la frase: “El que con


lágrimas siembra, con regocijo cosecha.”

6. ¿ué tema tienen en común el Salmo 126 y el Magnificat, el salmo de la


virgen María (Lucas 1:46–55)?

7. Si el Salmo 126 es el canto de acción de gracias de los que regresaron de la


cautividad babilónica, ¿por qué se dice en el versículo 4 “…haz volver a
nuestros cautivos”?

8. En su opinión, ¿cuál es el tema principal del Salmo 126? Explique.

9. ¿En qué sentido es el Salmo 126 un salmo escatológico? ¿uéesperanza


hay en este salmo para el pueblo de Dios?

10. ¿Cómo se puede interpretar y aplicar mejor el Salmo 126 desde la


perspectiva del NT? ¿Cómo se hizo realidad en la vida de Jesús lo que
proclama el Salmo 126?
 
SALMO 127
127:1 Si el SEÑOR no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles. Si el SEÑOR no cuida la
ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes.

El Salmo 127 ocupa la posición central dentro del grupo de 15 cánticos que
forman los llamados cánticos graduales. Dentro de la estructura literaria conocida
como quiasmo el énfasis está puesto sobre el elemento que se encuentra en dicha
posición central. La ubicación del Salmo 127 nos indica, entonces, que para los
redactores del salterio el contenido de este cántico tuvo gran importancia
considerado en relación con los demás cánticos de su grupo.
Es evidente que el tema del Salmo 127 es la reconstrucción de la Ciudad
Santa y, particularmente, de su templo. uienes emprendieron el largo ascenso
gradual desde Babilonia a Sión, tuvieron como objetivo principal adorar
nuevamente al Señor en su casa. La tarea que aguardaba, entonces, a los que
habían regresado y contemplado las ruinas de Jerusalén, fue la de reconstruir sus
casas y, fundamentalmente, el templo del Señor. Es de interés notar aquí que el
epígrafe que lleva el Salmo 127, dice: “Cántico de los peregrinos. De Salomón.”
Salomón fue reconocido como el constructor por excelencia en la Biblia hebrea
(Miller 1986:136). Leemos (1 Reyes 3:1-2; 7:1-12; 8:13; 9:1, 15) acerca de la
construcción de su palacio, del palacio “Bosque del Líbano”, del muro de
Jerusalén, de Meguido, Jazor y Guézer, de establos y almacenes, pero
principalmente del primer templo, que muchos años más tarde fue destruido por
el rey Nabucodonosor y su ejército. Al dedicar el salmo a Salomón, los
compiladores del quinto libro de los Salmos han querido relacionar la
construcción del primer templo con la reconstrucción de Jerusalén y la
construcción del segundo templo. Siendo que el epígrafe “de Salomón” o “para
Salomón” no aparece en la Septuaginta, se supone que fue añadido al texto
hebreo en fecha posterior.
De acuerdo con el relato del libro de Esdras (Esdras 3:10-13), los que
regresaron celebraron la colocación de los cimientos del nuevo templo con
trompetas, platillos y gran júbilo. Los levitas descendientes de Asaf alabaron a
Dios con el refrán típico de los hijos de Asaf: “Dios es bueno; su gran amor por
Israel perdura para siempre.” En Esdras 3:12 leemos: “Muchos de los sacerdotes,
levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer
templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo,
mientras muchos otros gritaban de alegría.” Sin embargo, si bien los que habían
regresado comenzaron la construcción de la nueva casa de Dios con buen ánimo,
se encontraron con muchos obstáculos que entorpecieron la realización del
proyecto.
Uno de los obstáculos fue el ofrecimiento de los adversarios de los judíos, los
samaritanos y los árabes, de ayudar en la construcción del templo. El
ofrecimiento, si bien motivado por intereses políticos y económicos de los vecinos
de los israelitas, les habría sido útil para poder concluir el proyecto en menos
tiempo y con menores gastos. Sin embargo, de acuerdo con la opinión de
Zorobabel y los líderes de los que regresaron, habría dado acceso a los gentiles a la
casa del Señor. Por lo tanto, Zorobabel y el sumo sacerdote Josué rechazaron el
ofrecimiento de los samaritanos y de los árabes como contrario a la voluntad de
Dios, porque habría abierto la puerta a la reincorpora ción del sincretismo
religioso en la vida de los que profesaban adorar solamente al Señor. Lo que queda
implícito en el primer versículo del salmo es que Israel no necesita la ayuda de los
gentiles ni en la construcción de la casa de Dios, ni en la defensa de la Ciudad
Santa. Después de todo, el Señor será tanto el constructor como el defensor de
Sión.
La frase “en vano” aparece tres veces en lo primeros dos versículos. El tema de
la vanidad de hacer las cosas a nuestro modo, sin tomar en cuenta la voluntad y
ayuda de Dios, se encuentra en muchas partes de la Escritura. En Eclesiastés 2, –
un texto que muchos han relacionado con el rey Salomón– se habla mucho acerca
de la vanidad de emprender obras grandiosas, empresas y construcciones, sin
tomar en cuenta la fugacidad de la vida y la ineptitud de los sucesores de alguien.
Una manera de construir “en vano” habría sido la de permitir a los samaritanos y
árabes a tener parte en la reconstrucción del templo, de la ciudad, y de la vida
nacional. Habría servido para abrir una vez más las puertas al sincretismo y la
idolatría entre los judíos. Otra forma de construir en vano habría sido el empleo
de la mano de obra forzada en la construcción de la nueva Sión, que fue lo que
hizo Salomón en la construcción del primer templo. Poner a trabajar a esclavos, o
no pagar un salario justo a los obreros, habría equivalido a relacionar el nombre
del Señor con la injusticia. Tales injusticias de parte del rey Salomón fueron una
de las razones de la división del reino después de su muerte. Habría sido en vano
ponerse a edificar viviendas, arar campos y construir casas de oración y no
observar el día de reposo de acuerdo con la ley de Moisés, lo cual fue el caso de
muchos de los judíos que regresaron de Babilonia.
Encontramos aquí una lección para la construcción de nuestras propias
viviendas, santuarios y negocios. Construimos en vano si solicitamos ayuda
material a gobernantes y partidos políticos corruptos y opresores, para edificar
nuestras casas de oración y escuelas parroquiales, lo mismo que para la puesta en
obra de nuestros proyectos sociales. Construimos en vano si empleamos métodos
dudosos, tales como rifas, loterías o tómbolas, con la finalidad de conseguir los
dineros necesarios para los proyectos de construcción de edificios y otros, de
nuestras congregaciones. Construimos en vano si pretendemos que nuestra vida y
obras dependan en primer lugar de nuestros conocimientos, estudios, técnica,
dones naturales, posición social y otras palancas, y no del Señor. El salmista afirma
aquí lo que Jesús nos declara desde el punto de vista del NT en Juan 15:5: “Yo soy
la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho
fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.”
Según el investigador alemán Erhard Gerstenberger, la manera de considerar
la construcción del templo, tan evidente en el epígrafe y en la ubicación del salmo
en la posición de preeminencia dentro de los salmos graduales, debe tomarse
como un énfasis secundario, producto de los intereses teológicos y litúrgicos de
los redactores del salterio. Opina Gerstenberger, que el Salmo 126 habla en
primer término de la obtención de la bendición divina para el hogar familiar. Su
interés principal es el trabajo, la comida, los hijos y la familia (Gerstenberger
2001:344). Lo mismo que los salmos 128 y 131, el 127 podría haber sido escrito
por una mujer.
Según el investigador británico Michael Goulder, el Salmo 127 proviene de la
época del gobernador Nehemías, y refleja la circunstancia narrada en Nehemías
6:15-7:7. El pasaje relata que, habiendo terminado Nehemías la construcción de
los muros de Jerusalén con sus puertas, puso centinelas y porteros para mantener
las puertas de la ciudad bien cerradas de noche, para prevenir un ataque nocturno
de Tobías y Sambalat, los enemigos del gobernador. No obstante, los judíos, junto
con Nehemías, observaron que la construcción de muros sólidos y portones
resistentes además de los centinelas para guardar la ciudad, no fue suficiente.
Había que implorar también la protección del Señor quien, según el Salmo 124:4,
es el que guarda a Israel. De ahí que en el Salmo 127:1 se declara: “Si el SEÑOR no
edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.”
Sea cual fuere el trasfondo original del Salmo 127, el canto aún tiene mucho
que decir a nuestra generación, la cual, al igual que los judíos de Jerusalén, cuida
de su seguridad. En la era tecnológica en que vivimos, se trata de guardar casas y
ciudades con alarmas, sistemas de radar, misiles intercontinentales, armas
nucleares y programas de defensa contra terroristas. No obstante, el salmo insiste
en que todo el esfuerzo será sólo un ejercicio fútil y vano si no se procura
primeramente la bendición del Señor.
127:2 En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque
Dios concede el sueño a sus amados.

Hay quienes consideran, –y no son pocos– que nos encontramos aquí con un
proverbio popular incorporado al salmo por el mismo autor. En el proverbio se
percibe un eco de Génesis 3:17-19, en que se habla del hombre que comerá los
frutos de la tierra con dolor, todos los días de su vida: “La tierra te producirá
cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu
frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado.” Sin embargo,
Dios ha mitigado el dolor del hombre trabajador al enviar el sol, la lluvia y las
condiciones necesarias para cosechar los frutos del campo. Dios, en su bondad,
“hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos”
(Mateo 5:45), a fin de que todos tengan su pan de cada día.
La promesa de bendición de Dios para los judíos que regresen de la diáspora,
debe animar a los creyentes en su camino de regreso a la Tierra Prometida. El
temor de pasar hambre no debe ser un impedimento en tomar la decisión de
regresar. Dios promete su bendición a quienes confían en su Palabra y promesa.
En consonancia con el proverbio citado en el salmo, expresó Jesús: “Por eso les
digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo,
cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la
ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en
graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho
más que ellas? (Mateo 6:25-26).
H. C. Leupold (1969:891), uno de los autores que afirma la procedencia
salomónica del Salmo 127, cree que la mención de “sus amados” (“su amado” RV)
en el versículo 2, es una alusión a Salomón, cuyo nombre fue Jedidías, que
significa “amado por el SEÑOR” (2 Samuel 12:24).
127:3 Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa.

De acuerdo con las creencias de los habitantes del antiguo Cercano Oriente, sólo
Dios puede conceder a los seres humanos la dicha de engendrar hijos. Cuando
Raquel pidió con insistencia a Jacob que engendrara un hijo en ella, porque aún
no había dado a luz ninguno, el patriarca se enojó con ella y dijo: “¿Acaso crees
que soy Dios? ¡Es él quien te ha hecho estéril!” (Génesis 30:2). Del mismo modo,
el restablecimiento de los fieles en la Tierra Prometida, dependerá también de la
bendición de fertilidad que otorgará el Señor a quienes regresaron para construir
casas, constituir familias y criar hijos.
127:4 Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud.

Uno de los problemas con los que tuvo que vérselas el gobernador Nehemías al
introducir reformas entre los judíos recién venidos de Babilonia fue que la ciudad
de Jerusalén tenía pocos habitantes. (Nehemías 7:4). Sambalat y los demás
enemigos de Nehemías podrían aprovecharse de esta coyuntura favorable para
ellos y lanzar un ataque contra Sión. Hacer venir mercenarios de otra parte para la
defensa de la ciudad no era una solución a largo plazo. Lo que hacía falta era
animar a los habitantes de la Ciudad Santa a que se casaran, construyesen
viviendas, constituyeran familias y tuviesen muchos hijos. Los hijos nacidos en
Jerusalén serían las flechas que Sión necesitaba para defenderse de las aviesas
intenciones de sus enemigos, entre los que se contaban incluso algunos de la
nobleza de los judíos, que apoyaban las pretensiones de Sambalat.
127:5 Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas. No serán avergonzados por sus
enemigos cuando litiguen con ellos en los tribunales.

Los tribunales, o “la puerta” (RV) de la ciudad, era el lugar donde se celebraban las
reuniones públicas y donde los ancianos del pueblo juzgaban los casos en disputa
entre los ciudadanos. Allí, en la puerta de la ciudad se conducían los negocios y
los arreglos de matrimonio (Rut 4:1). Siendo que los juicios se celebraban en la
puerta de la ciudad, un hombre acusado injustamente de un delito, se veía en la
obligación de ir acompañado de sus familiares, particularmente de sus hijos, para
asegurarse de que todo fuese conducido de acuerdo con la ley, sin trampas,
sobornos ni falsos testigos. Si Nabot (1 Reyes 21:8-10) hubiera estado
acompañado de seis hijos resueltos, quizá habría evitado que lo apedreasen por un
crimen que no cometió. Las repetidas quejas en el libro de los Salmos contra
jueces corruptos y testimonios falsos, demuestra le necesidad de contar con una
aljaba llena de hijos dispuestos a defender a su progenitor (Allen 1983:181).
La puerta de la ciudad fue también el lugar a donde Sambalat mandó a su
emisario a leer la carta en la que desafiaba al gobernador Nehemías. Si Nehemías
tuviese a su lado un contingente de jóvenes intrépidos dispuestos a defender a su
gobernador, entonces el enemigo debería replegarse y el gobernador podría dar la
cara sin avergonzarse por la reducida cantidad de hombres decididos a defender
su ciudad.
Para edificar y fortalecer la nueva Sión, la santa iglesia cristiana, es necesaria
una buena cantidad de guerreros decididos a luchar en pro del reino de Dios, no
con las armas de guerra de este mundo, sino con la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios (Efesios 6:17). “La cosecha es abundante, pero son pocos los
obreros –les dijo Jesús a sus discípulos–. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha
que envíe obreros a su campo” (Mateo 9:37-38). Tanto en la época de la
reconstrucción de Jerusalén como en el día de hoy, el bienestar de la ciudad de
Dios depende en gran parte de la constitución y preservación de familias que
teman a Dios y se dejen guiar por el Espíritu del Señor. La tarea de engendrar y
criar hijos en la fe ha llegado a ser, para muchos padres, un desafío casi
inalcanzable. Las drogas en las escuelas, la pornografía en todos los medios de
comunicación, las relaciones sexuales antes del matrimonio, las pandillas y la
presión de una sociedad más y más impía, han inducido a muchos esposos
cristianos a concluir que mejor sería no tener hijos que asumir una
responsabilidad tan exigente y cargada de problemas y sufrimientos. Si éste ha
sido o es nuestro problema, entonces será necesario meditar nuevamente acerca
de la bendición que promete el Señor en el salmo a los que dan prioridad a la
formación de familias para la nueva Jerusalén.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿Cuáles fueron los grandes obstáculos que tuvieron que enfrentar los
judíos que regresaron de Babilonia para reconstruir la ciudad de
Jerusalén, sus muros, y su templo?

2. ¿Cómo buscó el gobernador resolver estos obstáculos?

3. ¿ué quiere decir trabajar o construir en vano? (Salmo 127:1).

4. ¿En qué sentido fue el trabajo y la misión de Nehemías una gran


inspiración para el reformador Martín Lutero? ¿En qué manera se
parecían las reformas de Lutero a las de Nehemías?

5. ¿ué lecciones, en cuanto a la reconstrucción y reforma de la iglesia de


Cristo, podemos aprender de los Salmos 127 y 128 y de la carrera de
Nehemías?

6. ¿Por qué rechazaron Zorobabel y el sumo sacerdote Josué la ayuda que le


ofrecieron Sanbalat, Tobías y Gesem?
 
SALMO 128
El comentario a este salmo está elaborado en forma de un sermón para el día de
las madres.
uiero comenzar nuestra meditación con algunas preguntas: ¿Tienen poder
las maldiciones que pronuncian los hechiceros, los brujos, nuestros vecinos y
hasta alguien de nuestra familia? ¡Claro que sí! Recordemos, del AT, que el rey
Balac procuró los servicios del famoso hechicero Balán, para acabar con el pueblo
de Israel mediante sus potentes maldiciones. Las maldiciones tienen poder, sí,
pero no afectan a los que están en Cristo, a los que han sido bautizados en su
nombre y están protegidos por sus santos ángeles. El creyente hijo de Dios es
poseedor de un poder mucho más grande que el de las maldiciones, y el nombre
del gran poder de Dios es: Espíritu Santo.
Seguidamente, nuestra segunda pregunta: ¿Tienen poder las bendiciones?
Cuando una madre (y hoy es el Día de las Madres) bendice a su hijo y le dice:
“Dios te bendiga”, ¿tal bendición tiene algún poder? ¿Comunica algún bien?
¡Claro que sí! Cuando Dios nos bendice por medio de su Palabra y por boca del
pastor, al terminar el culto divino, ¿tiene algún poder esa bendición? ¿Produce
algún cambio en nuestro ser, en nuestras vidas? ¡Claro que sí! El motivo de la
última pregunta es, que el texto escogido para la ocasión de hoy es un salmo por
medio del que Dios nos comunica una bendición, y es mi deseo y más ferviente
oración, que cada uno de ustedes reciba en esta mañana la triple bendición que el
Señor Dios quiere comunicarnos por medio del salmo del día de hoy. El salmo en
cuestión es el 128.
Al igual que los otros salmos del quinto libro, el Salmo 128 es un salmo del
regreso, que proviene del tiempo de la reconstrucción de Judea y de Jerusalén
posteriormente a la cautividad babilónica. Después de haber estado deportados en
Babilonia durante 70 años, los judíos recibieron permiso de volver a Judea para
reconstruir su pueblo, la Ciudad Santa, Jerusalén, y el templo del Señor. Parece
que el Salmo 128 se escribió algún tiempo después del regreso. Hay indicios que
señalan que se escribió en tiempos del gobernador Nehemías. Nehemías fue uno
de los personajes bíblicos favoritos de Martín Lutero, alguien con quien el
Reformador pudo identificarse. Nehemías fue un importante funcionario del rey
Artajerjes de Persia. Al oír Nehemías que los enemigos de los judíos en Palestina
habían destruido los muros de la Ciudad Santa, pidió al rey que lo nombrara
gobernador de Judea, a fin de reconstruir los muros de Jerusalén y llevar a cabo
significativas reformas en la vida del pueblo. Así fue que Nehemías regresó a
Jerusalén para reconstruir los muros de la ciudad y hallarle solución a los demás
problemas de Jerusalén, como ser: la presencia de extranjeros en el templo, la
actividad de un mercado en el día de reposo, los judíos pudientes que habían
esclavizado a sus hermanos, un gentil que ocupaba una habitación en el templo,
matrimonios entre judíos y gentiles, y el total desprecio de la Tora por parte de
muchos habitantes del país.
Lutero estaba convencido de que la iglesia cristiana de su tiempo, al igual que
Jerusalén en los días de Nehemías, necesitaba ser reconstruida. La cristiandad, en
gran parte, se encontraba en ruinas. Lo mismo que Nehemías, Lutero quiso
reconstruir los muros de la Ciudad Santa y sacar fuera las influencias paganas que
se habían introducido en el cristianismo. Lutero creía que su trabajo como
reformador era también de reconstrucción. Su deseo era enseñar a la comunidad
de creyentes, la iglesia, a vivir juntos cual verdaderos cristianos, verdaderos hijos
de Dios. uiso llevar a cabo una tarea de reconstrucción. Nosotros estamos aquí
esta mañana porque también recibimos el llamado de renovar y confirmar las
tradiciones de nuestra fe, los valores de nuestro pueblo y, más que nada, los
fundamentos de nuestras familias. Muchos son los que han echado al olvido lo
que significa ser un hijo de Dios. Se llaman cristianos, pero no recuerdan lo que
quiere decir ser cristiano. Al observar la sociedad en la que vivimos, nos damos
cuenta que también entre nosotros se han derrumbado los muros de la ciudad y
que toda clase de males nos han invadido. Vivimos rodeados de una gran
ignorancia de la palabra de Dios. En nuestro medio abundan las prácticas extrañas
y peligrosas. Las familias están desorganizadas. En el Día de las Madres, muchas
madres viven separadas del padre de sus hijos, y muchos de éstos pasan hambre y
necesidad por encontrarse en un completo abandono. Hay tantos problemas que
arreglar que incluso un gran reformador como Nehemías tendría dificultad en
saber dónde y cómo comenzar.
Uno de los problemas más apremiantes presentados en el libro de Nehemías
fue el reducido número de habitantes de Jerusalén. La Ciudad Santa había
quedado despoblada. Hacían falta hombres justos para defender la ciudad,
mantener el templo y sus oficios y servir de ejemplo, como sal y luz, de lo que es
una vida dedicada a Dios. ¿Cómo resolvió Nehemías el problema de la Ciudad
Santa despoblada? Leemos lo siguiente en el libro del profeta: “Los jefes del
pueblo se establecieron en Jerusalén. Entre el resto del pueblo se hizo un sorteo
para que uno de cada diez se quedara a vivir en Jerusalén, la Ciudad Santa, y los
otros nueve se establecieran en las otras poblaciones. El pueblo bendijo a todos los
que se ofrecieron voluntariamente a vivir en Jerusalén” (Nehemías 11:1-2).
Veinte mil hombres, junto con los que estaban a su cargo, se pusieron de
acuerdo en dejar sus hogares y fincas ubicadas en diferentes partes de Judea, con el
fin de trasladarse a Jerusalén. Sin embargo, trasladarse a Jerusalén no fue tarea
fácil. Los que se mudaron a Jerusalén tuvieron que asumir un compromiso
bastante grande e importante. Tenían que vivir según los preceptos de la Tora. Los
que aceptaron el reto constituyen el “tú” a quien se dirige el salmo. A ellos les
otorga Dios una bendición muy especial, una bendición triple, y es esta triple
bendición la que se trata en el Salmo 128.
LA PRIMERA BENDICIÓN
“Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad”
(v. 2). La primera bendición que el Señor otorga a los que le temen es que
comerán lo que ganen con el trabajo de sus manos. Durante mucho tiempo otros
comieron lo que ellos ganaron con sus manos: los terratenientes, políticos
corruptos, bandidos, cobradores de peaje y de vacunas, extranjeros invasores.
Entre nosotros muchos también hemos comido lo que ganamos con el trabajo de
nuestras manos. Los miembros de esta congregación, al igual que los judíos de la
época de Nehemías, no son flojos, sino gente de trabajo, que han traspirado y
luchado para poder criar a sus familias y educar a sus hijos; son personas que han
trabajado y ganado lo que tienen, con el sudor de su frente. No obstante, pese a
tanto trabajo, muchos todavía están pasando necesidad y carecen de alimentos. Es
porque otros se han comido lo que ellos ganaron con su trabajo. Pero el Señor
Dios promete aquí que comeremos lo que ganemos con nuestras manos. Una de
las maneras en que obró el Señor para que esta bendición fuera una realidad en
Israel, fue la elección de un gobernante justo que llegara para efectuar una reforma
y poner fin a la corrupción reinante en Judá. Como sabemos, el nombre del
gobernante fue Nehemías. Aún hoy el Señor actúa para que sus bendiciones sean
una realidad entre nosotros mediante la elección de gobernantes justos. Significa
que nosotros, hoy día, no debemos mantenernos ajenos al proceso político y a la
obligación de luchar por una transformación de los sistemas económicos y
políticos que han servido para promover los intereses de una oligarquía corrupta,
a expensas de la masa popular. La elección de un gobernante justo como en los
días de Nehemías ya dejó de ser la responsabilidad del rey de Persia. Hoy, el
compromiso es nuestro.
LA SEGUNDA BENDICIÓN
La segunda bendición que otorga el salmo es para la madre: la madre del
hogar es como una vid, un parral con hojas grandes que se extiende en todas
direcciones y protege a las plantas pequeñas de los rayos del sol. Dios desea
otorgar su bendición a las madres en este día a fin de que sean como una vid, que
estén capacitadas para proteger a sus hijos de los peligros, y guiarlos por sendas
seguras. El hombre justo a quien le habla el Salmo 128 cuenta con una gran
bendición, pues el texto habla de su esposa –en singular– no de sus esposas,
mujeres y concubinas. El único de los patriarcas que tuvo una sola esposa fue
Isaac. Los otros patriarcas, como Abraham y Jacob, tuvieron varias esposas y
concubinas, lo que como consecuencia les trajo a sus vidas enredos y amarguras.
De los relatos bíblicos nos enteramos de las luchas, contiendas, intrigas, chismes y
odios en las vidas de estos hombres, todos provocados por el hecho de que no
tuvieron una sola esposa, como el hombre justo del salmo. La mujer dichosa vive
en su hogar. No es como la callejera de la cual leemos en el libro de los Proverbios.
Hoy honramos a las madres, tanto naturales como espirituales, que nos han
protegido, que nos han enseñado a temer a Dios y a orar; honramos a las madres
que han orado por nosotros cuando estábamos demasiado ocupados y
preocupados para orar nosotros mismos.
LA TERCERA BENDICIÓN
La tercera bendición consiste en que los hijos sean como vástagos de olivo
alrededor de la mesa. La bendición que Dios desea derramar sobre nosotros, sobre
nuestras madres y nuestros hijos en este día, tiene que ver con la mesa alrededor
de la cual está reunida toda la familia. La mesa es el lugar donde se dan y reciben
los alimentos, es el lugar de la comunicación, de la enseñanza y lectura de la Tora.
Lutero consideró la mesa como el lugar indicado para conversar largamente con
los estudiantes que se hospedaban en su hogar. La mesa ocupó un lugar
sumamente importante en el ministerio de Jesús. Fue en el contexto de un
desayuno con sus discípulos a orillas del Mar de Galilea que Jesús perdonó a
Simón Pedro y lo restituyó al redil de los discípulos, nombrándolo pastor de las
ovejas del Señor. En una cena en la casa de Zaqueo, el cobrador de impuestos,
demostró Jesús que había venido a buscar y salvar lo que se había perdido. Todavía
hoy es la mesa uno de los mejores lugares para la evangelización, la reconciliación
y la unidad.
En el centro de nuestra vida cristiana también se encuentra una mesa, la mesa
en la que Jesús desea alimentarnos a nosotros y a nuestros hijos. Es la mesa en la
que nos alimenta con lo que él ganó con sus manos, su trabajo y sus sufrimientos.
Allí nos alimenta con su propio cuerpo y sangre, a fin de que nosotros, como
vástagos de olivo alrededor de su mesa, crezcamos a la sombra de la madre iglesia.
ue la iglesia sea siempre como una vid llena de uvas, y que siempre haya más y
más hijos alrededor de la mesa.
ue esta bendición descienda sobre nosotros, que penetre nuestras vidas,
nuestra mente y corazón y se cuele hasta en nuestros huesos; que nos transforme y
que nos cambie. El primer paso hacia la reconstrucción de nuestra sociedad es la
reconstrucción de la familia. Transformar la sociedad, reconstruir un país caído,
no fue tarea fácil para Nehemías, pero comenzó la transformación trayendo a
Jerusalén veinte mil familias comprometidas con la palabra de Dios.
Muchos de los habitantes de Judea también habían olvidado lo que
significaba ser un hijo del pacto. No vivían según la Tora. Aceptar vivir en la
Ciudad Santa es comprometerse con algo. Y también hay una promesa, una
bendición y una bienaventuranza. Es lo que otorga el salmo.
13
Los salmos de la realeza del Señor

SALMO 96
En nuestra investigación de los salmos hemos estudiado varios himnos sagrados
denominados “los salmos reales”. Son salmos que celebran el nombramiento, la
consagración, la entronización y hasta la boda del rey de Israel. Además de los
salmos reales que celebran el reinado de uno o de todos los reyes de Israel, hay
otro grupo de salmos, conocidos como “los salmos de la realeza o soberanía del
Señor”. Son salmos que no celebran que David, Salomón o Josías sean reyes del
pueblo de Dios, sino que el Señor es rey. El Salmo 97 comienza con la tremenda
afirmación: “¡El SEÑOR es rey! ¡Regocíjese la tierra!” En el Salmo 96:10 se oye la
aclamación: “ue se diga entre las naciones: ‘¡El SEÑOR es rey!’”, en tanto que en
el Salmo 99:1 se entona: “El SEÑOR es rey; que tiemblen las naciones.” Muchos
investigadores creen que los salmos de la realeza del Señor provienen de un
tiempo en que ya no gobernaban reyes en Israel. Tanto los reyes del Reino del
Norte como los del Reino de Judá en el sur, habían fracasado en sus intentos de
establecer el reino de Dios. Cansado y desilusionado con los reyes humanos, el
pueblo de Dios quiere celebrar, con estos salmos, la manifestación visible del
propio Señor, no sólo como rey de Israel, sino como rey del universo. El
comentarista alemán Erich Zenger cree que el reino universal del Señor se
presenta en estos salmos como un concepto contrario a la idea del reino de David.
En otras palabras, los salmos de la realeza del Señor son esencialmente
antiimperialistas (Zenger 1998:82).
Otros investigadores atribuyen el Salmo 96 al rey David, ya que una forma
abreviada del salmo se encuentra en 1 Crónicas 16, juntamente con partes de los
Salmos 105 y 106. De acuerdo con 1 Crónicas 16:7, “Ese mismo día (cuando el
arca era traída a Jerusalén) David ordenó, por primera vez, que Asaf y sus
compañeros fueran los encargados de esta alabanza al SEÑOR.”
Los salmos incluidos en este grupo de cantos sagrados son: 93, 95, 96, 97, 98,
99 y 100. Hay quienes consideran al Salmo 47 como un salmo de la realeza del
Señor, aunque se encuentra en el libro II y no en el libro IV, como los demás. Los
salmos de este grupo tienen mucho en común. En primer lugar, no son plegarias,
oraciones, quejas o lamentos dirigidos a Dios. El salmista desconocido no se
dirige al Señor sino a los fieles, a las naciones, la tierra, los cielos, y todas las cosas
creadas. En los salmos de la realeza del Señor no se escucha tam-poco la voz de
Dios, sino solamente la voz del salmista que exhorta a todos a cantar al Señor, a
bendecir, a batir las manos y celebrar el hecho maravilloso de que el Señor es rey.
La segunda característica de los salmos de la realeza del Señor son las muchas
referencias a la creación y al Señor como creador. En los salmos de la soberanía del
Señor, se destacan temas comunes tales como: la adoración de las naciones; la
venida del Señor para juzgar al mundo entero; Dios el soberano; Dios emite sus
decretos y testimonios (Salmo 119); Dios es montaña y roca de refugio; el Señor
es el soberano de los dioses, de los elementos, de su propio pueblo. Muchos de
estos temas se encuentran también en Isaías 40-66. En los salmos de este grupo se
encuentran también alusiones al cántico del mar de Éxodo 15, en que por primera
vez se menciona al Señor como rey. El salmo de este grupo que hemos escogido
para investigar en profundidad, es el 96. Consta de tres estrofas, cada una de las
cuales comienza con imperativos que piden que el Señor sea adorado. La primera
estrofa está dirigida al pueblo de Israel, en tanto que la segunda pide que el Señor
sea adorado por las tribus de los gentiles. La tercera va dirigida a toda la creación,
pidiendo la participación del cielo, la tierra, el mar y hasta los árboles, en la
adoración universal del Señor.
96:1 Canten al SEÑOR un cántico nuevo; canten al SEÑOR, habitantes de toda la tierra.

Tanto el Salmo 96 como el 98, comienzan con las palabras: “Canten al SEÑOR un
cántico nuevo.” La mención de un cántico nuevo presupone la existencia de un
cántico antiguo, y el cántico antiguo que el salmista tiene en mente es el “cántico
del mar”, conocido también como el “cántico de Moisés y Miriam” (Éxodo 15:1-
21), uno de los grandes himnos de la Biblia, tanto en su versión original como
también en la versión musical del famoso oratorio de Jorge Federico Haendel
“Israel en Egipto”. El cántico del mar fue entonado por Moisés, Miriam y las
mujeres de Israel que con panderetas y danzas celebraron la salida de los hijos de
Israel de Egipto, después de 400 años de esclavitud.
La entonación de un cántico nuevo surge, entonces, no de un intento de
suprimir los cantos antiguos y tradicionales con el fin de dar preferencia a la
música contemporánea, sino de celebrar una nueva hazaña del Señor en la historia
de la salvación, a saber, un nuevo éxodo. El nuevo éxodo no es una salida de
Egipto como en los días de Moisés, sino el éxodo de la cautividad babilónica y
también, quizá, de la salida escatológica de todos los hijos de Dios de sus lugares
de residencia transitoria, para entrar en aquel “reposo especial para el pueblo de
Dios” (Hebreos 4:9). En consonancia con el Salmo 96, Isaías 42:10 también
exhorta a todos a cantar al Señor un cántico nuevo. El capítulo 42 de Isaías y su
contexto nos da a entender que la razón por la que se invita a entonar un cántico
nuevo al Señor es el fin de la cautividad babilónica. Las muchas semejanzas entre
los salmos de la realeza del Señor y los capítulos 40-59 de Isaías, ha inducido a los
investigadores a concluir que ambos textos provienen de la misma circunstancia
histórica, la liberación de Israel después de 70 años de cautividad en Babilonia.
Si bien el salmo exhorta a todos a cantar un cántico nuevo, el salmista
incorporó en su canto trozos de otros himnos mucho más antiguos, en particular
del Salmo 29, ciertamente uno de los cantos más antiguos de todo el salterio.
Debido al parentesco que el Salmo 29 tiene con himnos similares que celebran la
entronización de Baal como dios supremo del panteón cananeo, muchos
investigadores, como Morwinckel y Brueggemann (1988:30-399), creen que en la
época de David y Salomón uno de lo cantores inspirados se apropió de uno de los
antiguos himnos de Baal y lo recicló para su empleo en el culto del Dios
verdadero, después de haber hecho algunas modificaciones como sustituir,
naturalmente, el nombre del Señor en lugar de Baal.
Una de las teorías de la escuela de “Mito y Ritual” es que al terminar la
construcción del templo de Salomón, el arca del pacto, en su función como trono
del Señor, fue trasladada desde la tienda provisional a su nueva habitación
permanente en el lugar santísimo del nuevo templo. El traslado se celebró con un
gran festival, semejante a la fiesta de coronación de un rey. Esta celebración
sagrada se llamó “la entronización del Señor”. Según tal teoría, estando instalado
el Señor como rey del universo en su templo en Sión, se celebraba la
entronización del Señor todos los años, en Jerusalén, como parte de la fiesta de las
Enramadas. Se dice que para la celebración de esta fiesta anual de entronización,
se compusieron nuevos salmos, en tanto que otros salmos antiguos fueron
reciclados para su empleo en el culto al Señor. Se cree que estos salmos antiguos
los utilizaron originalmente, en sus liturgias sagradas, los antiguos habitantes de
Jerusalén, los jebuseos.
Se cree posible la incorporación de elementos cananeos o jebuseos, no sólo en
las fiestas sagradas de Sión, sino también en la administración de la ciudad,
porque, según los indicios, David se apoderó de la ciudad de Jerusalén sin matar a
sus habitantes, cosa que sí sucedió en otras ciudades cananeas durante la
conquista. Más bien se cree que hubo un golpe de estado interno favorable a
David en Jerusalén, y que sus habitantes le entregaron la ciudad, aceptándolo
como rey con todos los honores y privilegios de los antiguos reyes jebuseos. Uno
de los antiguos reyes jebuseos de Jerusalén fue, según Génesis 14:17-24,
Melquisedec, sacerdote del Dios altísimo.
Muchas de las ideas mencionadas aquí provienen de un grupo de eruditos
pertenecientes a la escuela de “Mito y Ritual”. Los integrantes de esta escuela, que
estuvo en su apogeo entre los años 1940-1960, fueron en su mayoría escandinavos
e ingleses. Una de las premisas básicas de la escuela es que todos los salmos
tuvieron su origen en las liturgias antiguas de Israel y sus vecinos, y que la liturgia
es la fuente de la cual surge la teología y la escatología. Ya que en Mesopotamia y
Ugarit existían celebraciones y liturgias en las que se celebraba anualmente la
entronización del dios supremo, el investigador noruego Sigmund Morwinckel
afirmó que una celebración semejante tuvo que celebrarse también en Israel.
Según Morwinckel y otros investigadores, todos los salmos designados como
“Salmos de la realeza del Señor” proceden de las liturgias que se entonaron en la
supuesta celebración anual de la entronización del Señor. Actualmente se ha
puesto en duda la existencia de una fiesta anual de la entronización del Señor en
Jerusalén. En su libro acerca de la adoración en Israel, el alemán Hans Joachim
Kraus, uno de los expertos en la materia, cuestiona severamente los postulados de
la escuela de Mowinckel. Kraus reitera que en ninguna parte del salterio o del AT
hay una referencia al Señor ascendiendo a su trono en el templo. Si en algunos
salmos de la realeza del Señor se oye el grito de los fieles: “¡El Señor es rey!”, o
“Reina el Señor”, no se debe a que entonces el Señor ha llegado para reinar.
Siempre ha estado reinando. Con la aclamación “El Señor reina”, lo mismo que
con la fórmula “Cristo es Señor”, se hace referencia a un estado permanente y no a
un nuevo acontecimiento histórico o litúrgico (Kraus 1966:205-208). Después
de todo, para el estudio del Salmo 96 y de los demás salmos de su género, lo que
importa no es que si en el pasado hubo una fiesta de la entronización del Señor, o
no, sino que reconozcamos, celebremos y nos sujetemos al Señor, nuestro rey en la
actualidad.
96:2 Canten al SEÑOR, alaben su nombre; anuncien día tras día su victoria.

En los tres primeros versículos del salmo se destacan seis imperativos que
exhortan a todos a exaltar al nombre del Señor y sus obras de salvación. El quinto
de los seis imperativos, “anuncien”, se traduce en la Septuaginta con el mismo
verbo griego del que se origina la palabra “evangelizar”. En realidad, lo que pide es
que todos los días se proclamen las buenas nuevas, que se anuncie el evangelio. En
la exposición que hace del salmo, el renombrado profesor del Antiguo
Testamento Walter Bruggemann pone énfasis en que la proclamación del
evangelio es un acto por medio del cual se lleva un anuncio de buenas nuevas de
una parte a otra. La naturaleza de las buenas nuevas que en verdad son evangelio,
es transformar la condición social y existencial de los receptores del mensaje. Las
buenas nuevas del edicto del rey persa Ciro el Grande, fueron en verdad buenas
nuevas para los judíos que vivían en la cautividad babilónica. Según el edicto,
todos los judíos que vivían en cautividad tuvieron, a partir de entonces, la libertad
de volver a su tierra natal, recuperar las tierras de sus antepasados, reconstruir su
Ciudad Santa y construir un nuevo templo para adorar al Señor.
El edicto de Ciro, en particular, constituyó una comprobación de que los
reyes de Babilonia, Asiria y Egipto no fueron, realmente, los soberanos que
pretendieron ser. uien se desplaza por la historia para cumplir sus promesas,
establecer su reino y hacer cumplir sus propósitos, no es un rey humano, sino el
Señor. Por lo tanto, el salmo proclama: “¡El SEÑOR es rey!” (v. 10). Lo que el
salmo celebra son los hechos realizados por el Señor en la historia para liberar y
salvar a su pueblo. Lo mismo hacen los demás salmos del grupo. El anuncio de la
buena nueva fue la confirmación de la promesa hecha por boca de Jeremías, quien
había profetizado que después de 70 años los esclavizados estarían en libertad de
volver a su hogar. La recepción de tales buenas nuevas transformó, en verdad, la
condición social, política y económica de todos los judíos.
Al entonar el Salmo 96 hoy, nuestro enfoque no se dirige tanto hacia la
liberación de los cautivos de Babilonia, porque es otra época, sino en el hecho de
que el Señor sigue actuando en la historia a fin de liberar y salvar a todas las
naciones, y no sólo al pueblo judío. Por lo tanto, siempre habrá ocasión de cantar
un cántico nuevo. En la liturgia tradicional de las iglesias de occidente, el cuarto
domingo después de Pascua lleva el nombre de “Cantate”, palabra latina, primera
del Introito del día. El Introito tiene su origen en los salmos de la realeza del
Señor, y dice: “Cantad al Señor cántico nuevo: porque ha hecho maravillas.
¡Aleluya!” La maravilla a que hace referencia el Introito es la resurrección de
Jesucristo, otro regreso de la cautividad, esta vez de la cautividad de la muerte.
La resurrección de Jesucristo de la cautividad de la tumba fue, según 1
Corintios 15:20, las primicias de los que murieron. En otras palabras, de todos los
que han sido llevados al reino de la muerte, Jesús es el primero en retornar a la
vida para siempre. Sin embargo, su resurrección es solamente las primicias, o sea,
el primero en resucitar y la garantía de todos los que serán resucitados. Al celebrar
la resurrección de Jesús con un cántico nuevo, los creyentes festejan al mismo
tiempo el futuro retorno a la vida de todos los que son llevados cautivos por la
muerte. Recordemos que para los cananeos la muerte era un dios, que llevaba el
nombre de Mot, el viejo y más peligroso antagonista de Baal. Sin embargo, lo que
el salmo proclama es que el Señor, y no Mot, es el rey. En Jesús la muerte está
destruida para siempre, en conformidad a lo que pregona Pablo en 1 Corintios
15:54: “La muerte ha sido devorada por la victoria.”
Leyendo el Salmo 96 desde el punto de vista cristiano, es posible ver que lo
que celebramos en el cántico no es sólo el regreso de los judíos de la cautividad
babilónica, sino también el retorno de Jesucristo de la cautividad de la muerte; y
no sólo esto, también celebramos la futura restauración a la vida de todos los
muertos. Cuando esto suceda, Jesús entregará el reino a Dios Padre (1 Corintios
15:23-29), “para que Dios sea todo en todos”. De este modo, leyendo el Salmo 96
a la luz de la resurrección de Cristo, entonamos el cántico como una anticipación
del gran himno de victoria que entonará todo el universo, cuando se realice
plenamente el propósito que Dios tuvo desde el principio para el género humano
y todo el universo.
En Apocalipsis 14:3 cantan un cántico nuevo los 144.000 santos que fueron
redimidos de entre los de la tierra, y que llevan escrito en sus frentes el nombre del
Cordero y de su Padre.
96:3 Proclamen su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos.

La exhortación de proclamar la gloria del Señor entre las naciones, nos da a


entender que los fieles están dispersos entre los pueblos gentiles y que el contexto
del salmo es la dispersión. ueda implícito aquí, que la cautividad babilónica y la
dispersión del pueblo de Dios fueron algo más que las consecuencias de la
rebelión de los israelitas contra el Señor y su pacto. Se trató de partes integrales
del propósito que el Señor había previsto para los hebreos al ser escogidos como el
pueblo de Dios. El propósito fue que Israel debía ser una luz para las naciones, un
pueblo de misioneros que proclamase entre todos los pueblos extranjeros la
verdad de que hay un solo Dios, y que no es sólo el rey de Israel sino de todos los
pueblos de la tierra.
96:4 ¡Grande es el SEÑOR y digno de alabanza, más temible que todos los dioses!

El establecimiento del gobierno del Señor provoca una mezcla de reacciones:


celebración y regocijo por un lado y temor y temblor por otro lado. Su venida
para establecer la justicia son buenas y malas nuevas a la vez. Buenas para los
pobres y oprimidos que no cuentan con fuerzas suficientes para liberarse por sí
mismos, y malas para los que organizan sus vidas en torno a los ídolos
(Brueggemann 1984:147). En el salmo siguiente, el 97, que a veces se lo llama el
salmo gemelo del 96, todos los dioses de los gentiles reciben el llamado a postrarse
ante el Señor, del mismo modo que el ídolo que representaba al dios Dagón, fue
encontrado postrado ante el arca del pacto, según queda registrado en 1 Samuel
5:4. El Salmo 97 exhorta a los que sirven a imágenes talladas, a avergonzarse.
96:5 Todos los dioses de las naciones no son nada, pero el SEÑOR ha creado los cielos.

Parte del mensaje a ser proclamado entre los gentiles, fue la realidad de que los
dioses que adoraban los gentiles realmente no eran seres divinos, sino la obra de
manos humanas. En la Biblia griega, la Septuaginta, leemos que, en vez de decir
que los dioses de los pueblos son ídolos, dice que son demonios. La identificación
de los dioses paganos con los demonios se encuentra también en Apocalipsis 9:20.
EL SEÑOR Y LOS DIOSES
El hecho de que el Señor es Rey, son buenas nuevas no sólo para los israelitas
que viven esparcidos entre los gentiles, sino también para los gentiles mismos,
para toda la creación y en particular para nosotros, “pues a nosotros nos ha
llegado el fin de los tiempos” (1 Corintios 10:11). ¡ué buena noticia es ésta, que
el Rey del universo es el Señor, el Dios de la vida que ha creado y dado vida a todo
lo que existe, y no Mot, el dios de la muerte, o uno de los muchos dioses infernales
que tanto abundaron entre los vecinos de Israel! Es posible cantar un cántico
nuevo, porque el Señor no es como Baal, Osiris, o uno de los otros dioses de la
fertilidad que mueren y resucitan cada año; o como el dios sol que gobierna de día
pero duerme de noche, y no es capaz de proteger a los suyos de los terrores de la
noche. El que guarda a Israel no se adormecerá ni dormirá. Como supremo Rey
del universo, hace salir el sol y envía las lluvias sobre los campos tanto de buenos
como de malos, de pura bondad, sin pedir a sus adoradores que sacrifiquen en
holocausto a sus primogénitos.
Son buenas nuevas el anuncio de que el Señor es el Rey del universo y no
Anat, la hermana y consorte de Baal. Aunque diosa, Anat se vestía como hombre,
y lo mismo que la diosa hindú Kali, o Durga, era más feroz y sanguinaria que
cualquier deidad masculina. Se deleitaba con las matanzas, con bañarse en la
sangre de los guerreros degollados y mutilados y en comer la carne cruda de los
sacrificios humanos (Albright 1969:114). ¡ué contraste entre el Señor, el buen
Pastor, y los dioses paganos! Porque el buen Pastor busca las ovejas perdidas y las
hace volver al redil, recoge a las extraviadas, venda a las que están heridas, y
fortalece a las débiles (Ezequiel 34:16).
Son buenas noticias el anuncio de que el Señor reina, y no Huitzilopochtli, el
dios guerrero de los aztecas, cuyos guerreros solían quebrar los huesos y desollar
los cadáveres de las miles de víctimas sacrificadas durante la fiesta de temalacatl (el
despellejamiento de hombres). Después se cubrían con la piel medio podrida de
sus víctimas, mientras que en alegre procesión llevaban las cabezas y demás partes
de los cuerpos a sus casas para consumirlas, en un intento de apoderarse del
carisma del muerto (Carrasco 1995:1-16). Son buenas noticias que el Señor, que
es Rey, envió a su Hijo para ser sacrificado en nuestro lugar, en vez de exigir de
nosotros el desmembramiento, la exhibición pública y el consumo de los
cadáveres de miles de infelices sacrificados en su honor. A las deidades mayas se les
sacrificaban seres humanos después de torturarlos arrancándoles todas las uñas
(Carrasco 1990:39).
Celebremos y cantemos un cántico nuevo porque el Señor es Rey y no Alá, el
dios que proclamó el profeta Mahoma, porque Alá es una deidad implacable, un
dios de la ley que juzga al ser humano según sus preceptos y decretos, pero que
nunca brinda a sus fieles la seguridad de la salvación y del perdón. Sus adeptos
nunca están seguros de haber acumulado los méritos suficientes para entrar en el
paraíso. El libro sagrado del islam no habla de la venida de un salvador, porque
cada uno es responsable de su propia salvación. Los que conocen al Señor saben
que Dios es amor, y que este amor se ha hecho realidad en la encarnación de
Jesucristo, el Rey Mesías anticipado en los salmos, y cuya venida llevó a su pueblo
a entonar un cántico nuevo. El Corán, el libro sagrado del islam dice muchas
cosas acerca de Alá, pero en ningún momento afirma que Alá es amor. Es juez,
vengador y justiciero, pero no es amor ni salvador.
Celebramos y entonamos cánticos nuevos, porque nuestro Rey es el Señor, y
no Buda o una de las muchas deidades del hinduismo, porque lo que ofrecen a sus
seguidores no es una salvación definitiva que se realiza en el tiempo y en el
espacio, sino un sin fin de reencarnaciones y renacimientos, gobernados por la ley
de karma, en que cada uno recibirá exactamente lo que se merece. El Salmo 96 y
los demás salmos de la realeza del Señor celebran que el Señor viene para
establecer su justicia en todo el universo. Y será así, porque la historia tiene un
final, se dirige hacia una meta, la cual es el establecimiento del reino del Señor. El
tiempo y la historia no son cíclicos, sino que se mueven hacia una realización
definitiva, en la cual la justicia del Señor se manifestará a todas las naciones. Y esta
justicia de Dios tiene dos lados. Un lado de la justicia del Señor consiste en la
destrucción de las fuerzas del mal, la soberbia, el egoísmo y todo lo que produce
sufrimiento y dolor. El otro lado de su justicia es el otorgamiento de la gracia al
pecador penitente y humilde. Los dos lados de la justicia que el Señor viene a
establecer, son la ley y el evangelio. Hablar de la ley sin hablar al mismo tiempo de
evangelio, es entender erróneamente la salvación de Dios, como lo es también
hablar del amor de Dios sin mencionar su justicia.
No por casualidad contienen los salmos de la realeza del Señor una polémica
contra los dioses e imágenes a quienes rinden culto las tribus de las naciones;
porque la humillación y la sujeción de los ídolos y dioses falsos es parte integral de
su realeza. Es también el tema del conocido sermón de Pablo en el Areópago de
Atenas (Hechos 17:16-34).
96:6 El esplendor y la majestad son sus heraldos; hay poder y belleza en su santuario.

El Señor recibe la alabanza de sus adoradores en su santuario. No se especifica a


cuál de los santuarios se refiere. Puede ser el santuario del Señor en Jerusalén, o su
santuario celestial.
96:7 Tributen al SEÑOR, pueblos todos, tributen al SEÑOR la gloria y el poder.

La segunda estrofa de este himno de alabanza comienza citando el Salmo 29:1-2.


La traducción más exacta del hebreo sería “tribus de las naciones” y no “familias
de los pueblos” (RV). Las dos veces que a los pueblos paganos se los llama tribus
es aquí y en el Salmo 22:28 (Hossfeld 2006:465).
96:8 Tributen al SEÑOR la gloria que merece su nombre; traigan sus ofrendas y entren en sus atrios.

Se convida a las tribus de las naciones no sólo a tributar honra al nombre del
Señor, sino también a venir en peregrinación ante el trono, trayendo ofrendas y
regalos al Señor. Se presume que vienen para participar en los sacrificios, y comer
y beber en los banquetes sagrados junto a los hijos de Israel. De este modo se
vislumbra el tiempo en que el muro de la separación será derribado (Efesios 2:14),
y judíos y gentiles serán reconciliados por medio de la cruz. La reconciliación
entre las tribus de Israel y las tribus de los gentiles es un nuevo motivo para
entonar un cántico nuevo al Señor. Debe notarse que la invitación a los gentiles a
participar en la adoración del Señor viene tan sólo después de la denuncia de los
ídolos en los pasajes anteriores; porque solamente los que han rechazado el culto a
los ídolos pueden participar de la adoración al Señor. Haciéndose eco de los
Salmos 96 y 97, el apóstol San Pablo declara lo siguiente: “No pueden beber de la
copa del Señor y también de la copa de los demonios; no pueden participar de la
mesa del Señor y también de la mesa de los demonios” (1 Corintios 10:21).
El mismo San Pablo, en su afán por que se cumpliera lo que el salmo anticipa,
exhortó a las congregaciones que él había establecido de entre los gentiles, a que
llevasen a cabo una gran ofrenda de amor; ofrenda que sería llevada por
representantes de las congregaciones a Jerusalén, para ayudar a muchos
judeocristianos pobres de Judea que estaban pasando hambre y necesidad (2
Corintios 8 y 9). Al llevar la delegación de creyentes gentiles a Jerusalén con su
ofrenda, el apóstol pretendió cumplir con la exhortación del Salmo 96: “Traigan
sus ofrendas y entren en sus atrios.” La ofrenda que el apóstol San Pablo y los
delegados gentiles llevaron a Jerusalén, no fue solamente dinero contante y
sonante, sino también la ofrenda de los cuerpos de los gentiles, rescatados del
poder de las tinieblas, para ser entregados a Dios como sacrificios vivos, santos y
agradables a él (Romanos 12:1).
96:9 Póstrense ante el SEÑOR en la majestad de su santuario; ¡tiemble delante de él toda la tierra!

El Salmo 95:6 nos ayuda a entender mejor lo que implica temblar delante de el
Señor. Se refiere a que todos se postren a los pies del Señor, en reconocimiento de
su grandeza como creador de las alturas de los montes y de las profundidades del
mar. Se vislumbra aquí una escena como la de Apocalipsis 7:9-10, en que una gran
multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y
lenguas, estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas
blancas, con ramas de palma en las manos, y que clamaban a gran voz, diciendo:
“¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”
Vistos desde el punto de vista del NT, todos los salmos de la realeza del Señor
apuntan a las grandes escenas del libro de Apocalipsis, en que el Señor es
aclamado como rey del universo, y el Cordero recibe la alabanza y la adoración de
todos los seres celestiales, de todos los santos y de todas las nacio nes. Los salmos
de la realeza del Señor se prestan para ser entonados el Día de todos los Santos, y
durante los últimos domingos del año eclesiástico, en que el enfoque de la liturgia
es la segunda venida de Jesucristo y el Juicio Final.
96:10 ue se diga entre las naciones: “¡El SEÑOR es rey!” Ha establecido el mundo con firmeza;
jamás será removido. Él juzga a los pueblos con equidad.

A diferencia de los salmos reales, no se menciona aquí a David y sus


descendientes. El tiempo de los reyes de la tierra y sus fracasos y rebeldía, ha
pasado. Al escribirse este salmo y la mayoría de los salmos del IV libro, el último
rey de la dinastía davídica había sido llevado a Babilonia en cadenas. No obstante,
el pueblo de Dios no quedó sin rey; los salmos de la realeza del Señor celebran
que el Dios de Israel no gobierna solamente a los suyos, sino a todo el mundo. La
realeza de Dios no es algo que ha comenzado ahora. No se dice aquí lo que se dice
del rey en el Salmo 2: “Hoy mismo te he engendrado.” No existe un dios más
grande que acaba de consagrar al Señor como rey. El Señor siempre ha sido Dios,
y siempre ha reinado en el universo. El Salmo 96 celebra que la realeza del Señor,
que para muchos judíos y gentiles ha sido invisible, ahora se ha manifestado
concretamente en la restauración del pueblo judío en la Tierra Prometida.
Como ha sido mencionado anteriormente, la primera vez que se declara en la
Biblia que el Señor es rey, es en el cántico del mar (Éxodo 15:18), entonado por
Miriam, Moisés y las mujeres de Israel, en ocasión de la victoria del Señor frente al
faraón y su ejército. El cántico del mar, al igual que el Salmo 96, es una
proclamación de buenas nuevas. Ya ha sido dicho que el quinto imperativo que
encontramos en el salmo (vv. 1-3) viene de la palabra hebrea basar, un vocablo
que en la Septuaginta se traduce con el verbo evangelizar. ue el Señor es rey es
una buena nueva, es evangelio. Y si el Señor es rey, el faraón no lo es. ue el Señor
es rey, es una proclamación subversiva, no sólo para el faraón o el rey de Babilonia,
sino para todos los opresores, dictadores y tiranos que hoy día alimentan
pretensiones faraónicas y tratan de mantener en servidumbre a los humildes de
nuestro planeta.
Al entonar el Salmo 96 y afirmar, en sus actos litúrgicos, la realeza del Señor,
el pueblo de Dios de todas las épocas recuerda y celebra que no ha sido llamado a
vivir en esclavitud, ni al servicio de los falsos reyes ni de ídolos e ideologías que
éstos emplean para justificar la usurpación de la autoridad que sólo pertenece al
Señor.
96:11-12 ¡Alégrense los cielos, regocíjese la tierra! ¡Brame el mar y todo lo que él contiene! ¡Canten
alegres los campos y todo lo que hay en ellos! ¡Canten jubilosos todos los árboles del bosque!

Al comenzar la tercera estrofa del salmo, se extiende la invitación a adorar al


Señor a toda la creación. La creación reacciona al anuncio de que el Señor reina,
con gran celebración y regocijo. Encontramos el mismo tema al comienzo del
Salmo 97, otro himno que celebra la realeza del Señor: “¡El SEÑOR es rey!
¡Regocíjese la tierra! ¡Alégrense las costas más remotas!”
La creación tiene sobrada razón para celebrar la venida del Señor para librar la
tierra, porque ha sufrido sobremanera a causa de la explotación a la que ha sido
sometida por los hombres, que no respetan los bosques y selvas, los ríos, el aire
que respiramos y los derechos de los animales de la tierra. Los mares y la tierra se
han convertido en los basurales donde los supuestos mayordomos de la creación
depositan sus desechos tóxicos y radiactivos. El Amazonas, pulmón verde de la
madre tierra, es víctima de la sed insaciable de grandes empresas internacionales,
las cuales, a fin de incrementar sus ganancias, están dispuestas a acallar el canto de
las aves y el murmullo del claro manantial.
En Romanos 8:19-22 el apóstol Pablo declara: “La creación aguarda con
ansiedad la revelación de los hijos de Dios”, y “la creación misma ha de ser liberada
de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos
de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores
de parto.” Los Salmos 96 y 97 celebran, precisamente, la liberación de la creación,
porque el establecimiento pleno del reino del Señor significa justicia y liberación,
no sólo para los pobres y oprimidos, sino para toda la creación. Todo esto significa
para nosotros, hoy por hoy, que tenemos la responsabilidad de anticipar la
renovación y liberación de la creación con actos concretos, a fin de salvaguardar el
medio en que viven los animales y vegetales.
La aclamación “¡El SEÑOR es rey!” se convierte en realidad para nosotros en
nuestro Bautismo, porque al nacer de nuevo por el agua y el Espíritu, el Señor
establece su reino en nuestras vidas, individualmente, y en las comunidades
eclesiásticas. La aclamación “¡El SEÑOR es rey!” quiere decir que Cristo vive en
mí, y que por medio de su Espíritu quiere anticipar las condiciones de libertad,
igualdad y justicia en nuestro trato recíproco con los hombres y la naturaleza.
Si el Señor reina en mí y en mi congregación, no puedo continuar tratando a
los demás con desprecio o como inferiores a mí. Si el Señor reina en mí, no puedo
seguir organizando mi vida en base a vanidades, valores negativos e ideologías que
justifican el ejercicio del poder abusivo, la explotación de los débiles y la
glorificación de uno mismo. Si el Señor reina en mí, entonces tengo que
reemplazar los ídolos de nuestra sociedad de consumo por las cualidades del
reino.
Es significativo que también el mar ( yam en hebreo) recibe la exhortación a
tomar parte en la adoración universal del Señor. Yam, en la gran epopeya del dios
Baal, hallada en Ugarit, es el nombre del temible dios del mar, contra el cual Baal
tuvo que luchar tan ferozmente para establecer su supremacía sobre los dioses.
Hay veces en que la Biblia, hablando poéticamente, hace referencia al mar y a las
muchas aguas como un símbolo del caos, las fuerzas del mal y del Seol. Sin
embargo, para el pueblo de Dios, yam en realidad no es un dios rebelde que pone
en jaque la realeza del Señor. Yam es simplemente una criatura de Dios, una parte
de su maravillosa creación, y como tal, el mar queda también invitado a saltar y a
bramar y a batir las manos en adoración del gran creador de todas las cosas. El
salmo anterior declara que el mar, en verdad, no es enemigo del Señor, sino su
criatura: “Suyo es el mar, porque él lo hizo” (Salmo 95:5).
La invitación de alabar al Señor, extendida a toda la creación, está en
consonancia con otros textos del AT, especialmente con textos de la segunda
parte del libro de Isaías: “Ustedes los cielos, ¡griten de alegría! Tierra, ¡regocíjate!
Montañas, ¡prorrumpan en canciones! Porque el SEÑOR consuela a su pueblo y
tiene compasión de sus pobres” (Isaías 49:13). “A su paso (de ustedes), las
montañas y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo y aplaudirán todos los
árboles del bosque. En vez de zarzas, crecerán cipreses; mirtos, en lugar de ortigas.
Esto le dará renombre al Señor; será una señal que durará para siempre” (Isaías
55:12-13). La cita precedente parece referirse al tiempo futuro en que, al ser
restauradas y reconciliadas las tribus de Israel y las tribus de los gentiles, la
maldición de la tierra registrada en Génesis 3:17, será anulada, y restablecidas las
condiciones del paraíso original.
96:13 ¡Canten delante del SEÑOR, que ya viene! ¡Viene ya para juzgar la tierra! Y juzgará al mundo
con justicia, y a los pueblos con fidelidad.

Al igual que Pablo en su proclamación misional dirigida a los habitantes de


Atenas, el Salmo 96 termina anunciando la venida del Juicio Final en el que todo
el género humano, todas las naciones, serán juzgados con justicia y verdad. El
establecimiento de la justicia del Señor en el universo es, después de todo, la razón
principal por la que se entona un cántico nuevo al Señor. Un Dios no
comprometido con el establecimiento de la justicia no sería digno de la adoración
del universo entero, sino que sería un Dios injusto. La llegada del Señor de la cual
habla el versículo 13, es una venida futura, aunque la traducción de esta versión
bíblica (NVI) la presenta como algo actual. Por fe se mencionan aquí los
acontecimientos escatológicos como hechos actuales, ya realizados. Pero, siendo
que la esperanza del pueblo de Dios es tan firme, se convoca a todos a entonar ya
ahora el cántico nuevo que celebra la nueva creación, en tanto nos encontramos
viviendo aún en la vieja creación. Por tanto, como ya ha sido reiterado, nuestro
cántico nuevo no es solamente la celebración anticipada de la manifestación plena
de la gloria de Dios en el futuro, sino que es, al mismo tiempo, una canción de
protesta, con la cual el pueblo de Dios proclama la caída y la disolución de todos
los sistemas, movimientos, empresas y gobiernos que han tratado de usurpar la
autoridad que es derecho exclusivo del Señor, autoridad sobre sus criaturas y su
vcreación.
Al igual que en todos los salmos de la realeza del Señor, en éste también se
manifiesta el hecho de que Dios juzga con la finalidad de salvar. Para salvar, el
Hijo de Dios tomó sobre sí mismo nuestra condenación, a fin de establecer no
sólo la justicia, sino también el amor del Señor. Después de todo, ésta es la razón
por la cual todos los ángeles, la tierra y el mar y todas las tribus de las naciones
están invitados a elevar sus voces y cantar al Señor un cántico nuevo.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿En qué sentido son los salmos de la realeza de yahweh antiimperialistas?

2. ¿Cuáles son las características principales de los salmos de la realeza de


yahweh?

3. ¿Por qué han descartado la mayoría de los eruditos la idea de que los
salmos de la realeza de yahweh tuvieron su origen en la fiesta anual de la
entronización de yahweh que se celebraba como parte de la fiesta de los
Tabernáculos?

4. ¿En qué sentido eran buenas nuevas el edicto del rey persa, Ciro el
Grande?

5. ¿Cuál fue el propósito por el cual yahweh llamó a Israel para ser su
pueblo?

6. ¿Por qué son buenas nuevas el hecho de que yahweh reina y no uno de los
otros dioses de la antigüedad?

7. ¿ué significa el hecho de que el mar, los árboles y el campo son invitados
a participar en la adoración a yahweh como rey del universo?

8. ¿Para cuáles celebraciones en el año eclesiástico cristiano se presta la


utilización del Salmo 96? Explique.

9. Haga una lista de algunas de las veces cuando en la Biblia los gentiles
traen sus ofrendas al Dios de Israel en cumplimiento del Salmo 96:7-8.

10. ¿ué relación tienen los salmos de la realeza de yahweh con el libro de
Isaías?
 
SALMO 82
El ocaso de los dioses

En el año 1876, el compositor de música alemán Richard Wagner estrenó la


última de sus cuatro grandes óperas que conformaron Der Ring des Nibelungen
(El anillo del Nibelungo), una serie de obras épicas que tratan de los amores,
batallas e intrigas de los míticos dioses nórdicos. La última ópera del ciclo lleva
por título Die Götterdämmerung (El ocaso de los dioses). Al final de la obra,
Walhalla, la magnífica morada de los dioses, es destruida en un terrible incendio
en el que perecen Wotan, Fricka, Freia, Loge y los demás dioses (Cross 1951:470-
476). El mensaje final de esta serie de dramas musicales es que, los dioses que no
cumplen con su papel de ser los garantes de la ley, la justicia y la equidad, están
condenados a desaparecer. Es el tema del Salmo 82, una gran obra que también
trata del ocaso de un grupo de seres denominados dioses. Por lo tanto el nombre
“El ocaso de los dioses” bien podría servir como subtítulo del salmo.
Entre los 150 salmos del salterio, el 82 es único en su género, su estilo, y su
fuerza dramática. Técnicamente, no es un salmo de la realeza del Señor, sino otro
salmo de Asaf, pero lo hemos incluido en este capítulo porque comparte varias de
las características de los salmos de la realeza del Señor. No se aboga en favor de
ningún rey humano, ni de Israel, ni de Judá. El único soberano que el salmo
reconoce es elohim. Debido a la impotencia, incapacidad, e injusticia de los
gobernantes humanos, elohim es el único capaz de actuar en defensa de los
intereses, los derechos, y la vida misma de los desdichados de la tierra. En el
último versículo del salmo, la congregación pide que el Señor venga a juzgar la
tierra. La tarea de juzgar y de establecer justicia entre los hombres y las naciones
es, ante todo, una función que deben cumplir los reyes y gobernantes. Ya que los
gobernantes, jueces, y poderes responsables de establecer la justicia han fracasado,
el Salmo 82 pide: “Venga tu reino.”
En el Salmo 82 no se encuentran el “yo” o “nosotros”, tan comunes en los
demás salmos. No hay tampoco lamento, adoración, o acción de gracias, sino tan
sólo la descripción de una escena que tiene lugar en otra dimensión o esfera
(Miller 1986:120), algo así como la escena descrita en Job 1:7-12, ó en 1 Reyes
22:19-23. uizá el cantor inspirado de los hijos de Asaf, autor humano del salmo,
nos relata algo que percibió en una visión. Aparentemente, el salmo está situado
en un mundo ajeno a nuestra realidad. Lo que vemos en el salmo es una reunión
del concilio de los dioses, tan popular en la mitología del Cercano Oriente. La
asamblea de los dioses la preside el Dios supremo. A primera vista, podríamos
concluir que el Salmo 82 se origina directamente en la mitología cananea. Sin
embargo, expresa dos verdades que forman la base de la religión en Israel: el
monoteísmo y la práctica de la justicia en el mundo. Son temas más candentes que
nunca en este mundo del siglo 21 en el que vivimos, un mundo en el cual el
afligido y el menesteroso siguen clamando por justicia, piden ser librados de la
mano de los impíos.
82:1 Dios preside el consejo celestial; entre los dioses dicta sentencia:

El salmo comienza presentándonos una escena dramática en que se encuentran


reunidos un grupo de seres poderosos e importantes designados como elohim, la
palabra hebrea para dioses. De pronto, el Dios supremo, el Dios de Israel, se
levanta en medio de la asamblea para acusar a los elohim de corrupción,
incompetencia y conducta no calificada para seres divinos. Los llamados dioses
serán destituidos, degradados y destruidos.
La pregunta que ha intrigado a los lectores del Salmo 82 desde la más
temprana antigüedad ha sido ésta: ¿uiénes son los así llamados dioses atacados y
denunciados con tanta pasión y fervor en las estrofas del salmo? Los escribas,
expositores rabínicos, padres apostólicos, reformadores e investigadores
modernos, han sugerido un buen número de soluciones en cuanto a la identidad
de los elohim mencionados en el salmo. A continuación presentaremos las
principales interpretaciones que han sido propuestas:
Los elohim son los jueces y gobernantes injustos de Israel. Ésta es la
interpretación de Martín Lutero, Franz Delitzsch, H. C. Leupold y la gran
mayoría de los expositores protestantes anteriores al siglo 20. En su exposición del
Salmo 82, Lutero recalca que en el hebreo de Éxodo 22:8, los jueces de Israel
encargados de la tarea de determinar la culpabilidad o inocencia de una persona
sospechosa, por ejemplo, de haber hurtado, son llamados elohim. Siendo que los
jueces humanos, autorizados por Dios, actúan como representantes de elohim (en
este caso: Dios), se hace referencia a ellos como elohim, y como tales merecen la
honra que se le debe a Dios. Una ofensa cometida contra un juez era considerada
una ofensa a Dios, quien había dado autoridad y prestigio a los jueces para que
actuaran en su nombre. Por esto Lutero, en su explicación del cuarto
mandamiento, exhorta a los creyentes a honrar no sólo a los padres de familia,
sino a los padres y jueces que ocupan una posición de autoridad en el gobierno y
en la iglesia, a saber, los magistrados y los pastores.
Observamos en la Tora que el Señor encomendó a los jueces y gobernantes la
tarea de defender el derecho de los pobres, las viudas, los huérfanos, y los
extranjeros, y no mostrar parcialidad en el trato con los ricos y poderosos. Sin
embargo, profetas como Oseas, Miqueas, Jeremías y otros, denunciaron una y otra
vez a los jueces y gobernantes de Israel por ser corruptos, avaros, e injustos. Éstos
abusaban de su autoridad y se jactaron de su posición y autoridad. Se creían
invulnerables. Son los jueces, y, ¿quién se atreve a juzgar a un juez? Recordemos
que fueron jueces los dos ancianos lascivos que quisieron abusar sexualmente de la
bella Susana. Al rechazar ella sus propuestas, los dos presentaron un testimonio
falso y acusaron a Susana de adulterio, con la intención de que fuese muerta a
pedradas. Debido al poder que les ha sido conferido, los jueces humanos siempre
están expuestos a la tentación de abusar del poder en beneficio propio. Jesús
mismo denunció a las autoridades religiosas de su tiempo por abuso de poder. Las
autoridades y jueces tuvieron a su cargo la responsabilidad de proteger a los
pobres y hacer justicia a las viudas y huérfanos. Y Jesús los acusa de haber
fracasado en el desempeño de su misión: “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y
fariseos, hipócritas! Ustedes devoran las casas de las viudas y por las apariencias
hacen largas plegarias. Por esto se les castigará con más severidad” (Mateo 23:14).
Vemos que Jesús, a su manera, les dice a los jueces corruptos de su tiempo lo
mismo que, según Lutero, el Salmo 82 les dice a los gobernantes y jueces
deshonestos del AT.
Según Lutero (1956:44), a los jueces y gobernantes se los llama elohim en el
Salmo 82, porque en Romanos 13:4 Pablo los llama servidores “de Dios para tu
bien”. Sin la justicia que imparten los jueces y gobernantes, el mundo sería un
infierno, un caos total. Sin embargo, según Lutero, los jueces humanos, en
particular si son funcionarios eclesiásticos corruptos que se jactan de un estatus
divino porque son parte del clero, deben ser degradados, depuestos y castigados,
así como lo determina el Salmo 82:7. Lutero, por lo tanto, en su exposición del
Salmo 82, exhorta a las congregaciones cristianas y a los consejos municipales de
Alemania, a deponer a los sacerdotes, pastores y dignatarios eclesiásticos
corruptos. Lutero consideró que muchos de los obispos de la iglesia de su época
fueron dioses que se nombraron a sí mismo como tales y actuaron como si la
iglesia fuera su feudo personal y no la congregación de Dios. Según Lutero, el
error y el fracaso más grande de los así llamados príncipes de la iglesia fue su falta
de proclamación del verdadero evangelio. En vez de proclamar el perdón de los
pecados a los pobres pecadores, los así llamados dioses promovían la venta de
indulgencias y la activación de todas clase de peregrinaciones, vigilias, ayunos y
penitencias. En fin, para Lutero los elohim son todos los jueces y gobernantes que
actúan y viven como si fueran dioses. Entre los elohim, los más censurables son los
líderes de la iglesia que se portan como si fueran dioses y que, en vez de servir y
dar sus vidas por las ovejas, pretenden que los sirvan. Lutero citó el Salmo 82 en
apoyo del derecho de una congregación cristiana de despedir a un pastor que no
enseña ni vive de acuerdo con el evangelio de Cristo.
En una ocasión los opositores de Jesús estuvieron a punto de apedrearlo por
haber declarado: “El Padre y yo somos uno” ( Juan 10:30). Consideraron las
palabras de Jesús como blasfemia, “porque tú siendo hombre, te haces pasar por
Dios” ( Juan 10:33). Como respuesta a la acusación de blasfemia, Jesús, citando el
Salmo 82, replicó: “¿No está escrito en su ley: ‘Yo he dicho que ustedes son
dioses’? Si Dios llamó ‘dioses’ a aquellos para quienes vino la palabra (y la
Escritura no puede ser quebrantada)…” ( Juan 10:34-35). Parece que Jesús apoya la
idea de que los elohim del Salmo 82 son seres humanos. Consecuentemente,
muchos hay que consideran que los elohim denunciados en el salmo son los que
representan a elohim (en este caso: Dios) en los tribunales de Israel (Leupold
1969:594). Es también la opinión de los traductores de la Septuaginta, porque
identifican plenamente a los elohim como los jueces corruptos del pueblo de
Israel.
LOS ELOHIM SON ESPÍRITUS TERRITORIALES
En la alabanza que se rinde al Señor en el cántico de Moisés, encontramos la
declaración siguiente: “Cuando el Altísimo dio su herencia a las naciones, cuando
dividió a toda la humanidad, les puso límites a los pueblos según el número de los
hijos de Israel. Porque la porción del SEÑOR es su pueblo; Jacob es su herencia
asignada” (Deuteronomio 32:8-9). Lo que el texto parece indicar es que, al
escoger el Señor a Israel para ser su pueblo especial, asignó a los otros 72 pueblos
del mundo de aquel entonces al gobierno o protección de 72 diferentes patrones o
ángeles de la guarda. De acuerdo con Jesús, cada creyente tiene su ángel de la
guarda. Así también cada pueblo o nación tiene su ángel especial, responsable de
gobernar a su pueblo con equidad y justicia. Tales ángeles son considerados seres
espirituales sumamente poderosos e independientes. Algunos textos bíblicos se
refieren a los ángeles de las naciones como los bene elohim, o sea, los “hijos de
Dios”. Sin embargo, el radio de acción de los ángeles de las naciones queda
restringido a un territorio determinado, como por ejemplo, Persia o Grecia.
Según las afirmaciones de un gran número de intérpretes tanto judíos como
cristianos, algunos de los ángeles de las naciones se rebelaron y se convirtieron en
enemigos del Señor y su reino. En Daniel 10 leemos acerca de la visión en la cual
el profeta recibió una visita de parte de un hombre vestido de lino, con un
cinturón del oro más refinado. El visitante misterioso le cuenta a Daniel acerca de
la oposición que tuvo de parte de algunos espíritus territoriales: “Debo volver a
pelear contra el príncipe de Persia. Y cuando termine de luchar con él, hará su
aparición el príncipe de Grecia. Pero antes de eso, te diré lo que está escrito en el
libro de la verdad. En mi lucha contra ellos, sólo cuento con el apoyo de Miguel,
el capitán de ustedes” (Daniel 10:20-21). El texto se ha interpretado para apoyar
la afirmación de la existencia de poderosos espíritus nacionales y territoriales que
son responsables, en gran parte, por las injusticias cometidas en las naciones
encomendadas a su tutela. Se dice que son los mismos espíritus de los que habla el
apóstol Pablo en Efesios 6:12, al advertir que “nuestra lucha no es contra seres
humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que
dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las
regiones celestiales.” En el siglo 3 dC. el teólogo alejandrino Orígenes creía que
cada nación tenía tanto un ángel bueno como uno malvado (Wink 1986:92).
En las últimas décadas del siglo 20, un grupo prominente de líderes
evangélicos se dedicó al así llamado movimiento de la “guerra espiritual o
liberación espiritual” con el que tratan de librar a los seres humanos del dominio
que ejercen en sus vidas los espíritus del mal. Para muchos integrantes del
movimiento ha llegado a tener gran importancia el concepto de espíritus
territoriales. Autores conocidos, como C. Peter Wagner y Cindy Jacobs han
afirmado que cada nación, ciudad y pueblo están dominados espiritualmente por
poderosos espíritus satánicos que son responsables, en gran parte, de las
atrocidades, hechos de sangre, y los principales vicios que campean en el territorio
en el que dominan. Dicen que los espíritus territoriales tienen que ser combatidos
y atados por los misioneros y evangelizadores cristianos, antes de comenzar
cualquier campaña evangelizadora, o cualquier esfuerzo por acrecentar la justicia
social. Consecuentemente, antes de comenzar una campaña de evangelización, u
otra actividad cristiana, en un territorio determinado, los líderes cristianos suelen
realizar estudios históricos acerca de los crímenes y atrocidades cometidos en el
territorio. Preguntan respecto a las personas que han practicado el ocultismo en la
región y, al realizar un exorcismo interrogan al espíritu malo respecto al nombre
de su superior. Habiendo determinado el nombre del espíritu territorial, se
comienza con una campaña de arrepentimiento público, oración y ayuno, con el
fin de atar al espíritu territorial e incapacitarlo. El hombre fuerte y bien armado
tendrá que ser atacado y vencido por otro más fuerte antes de entrar en su palacio
y repartir el botín (Lucas 11:22). Las acciones que se llevan a cabo para
determinar la identidad de los espíritus territoriales son llamadas spiritual
mapping (cartograma espiritual).
Como es de esperar, no todos los cristianos ven con aprobación las actividades
de las personas que pertenecen al así llamado Strategic Level Spiritual Warfare
Network, (Red estratégica de guerra espiritual). No se hallan ejemplos de
cartogramas espirituales en el NT ni en la historia de la iglesia primitiva. No
leemos que Jesús, Pablo, Pedro o Felipe hayan llevado a cabo una investigación en
cuanto a la identidad del espíritu territorial, antes de comenzar sus actividades
evangelizadoras. No son los misioneros y evangelizadores cristianos quienes
tienen que atar al hombre fuerte con sus técnicas espirituales, antes de proclamar
el evangelio. Jesús mismo es quien amarra al hombre fuerte por medio de la
proclamación del evangelio (Arnold 1997:164).
LOS ELOHIM SON PODERES DEMONÍACOS
En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo se vio obligado a hablar
con la congregación acerca de la realidad de los ídolos, porque algunos miembros
de la iglesia participaban en banquetes que se celebraban en los templos de las
diferentes deidades de la ciudad. Los miembros cuestionados defendían su
participación con el argumento de que en realidad los ídolos no era nada, porque
los dioses representados por las imágenes no existían. Pablo, en desacuerdo con tal
argumento, afirmó que en verdad el ídolo no es nada, pero que los demonios se
aprovechan de los ídolos para influir en los seres humanos, siendo que son los que
reciben los sacrificios ofrecidos a los ídolos. Por lo tanto, los que participan en los
banquetes celebrados en honor de un ídolo, en realidad tienen comunión con los
demonios. La idea de que los ídolos eran las máscaras detrás de las cuales se
escondían los demonios, tuvo popularidad entre los judíos, tanto en épocas del
AT como del NT. Consecuentemente, muchos teólogos han afirmado que en el
Salmo 82 no se condena a los dioses paganos, que en realidad no existen, sino a
los poderes satánicos que se esconden detrás de los cultos que se rinden a las
imágenes de los dioses de los gentiles.
LOS ELOHIM SON LAS PERSONIFICACIONES DE
INSTITUCIONES HUMANAS
Hay investigadores que opinan que el salmista sabía muy bien que los dioses
de los pueblos paganos no existen, que son solamente símbolos o
personificaciones de esos pueblos, sus líderes y sus ideologías. Es lo mismo que el
Tío Sam, un símbolo y personificación de los Estados Unidos y su política. En
uno de los salmos, Egipto se caricaturiza como un cocodrilo entre los juncos del
río Nilo. De acuerdo con tal manera de pensar, el salmo en realidad no ataca o
condena a los dioses de las naciones paganas, sino a los reyes, generales,
consejeros, sacerdotes y demás líderes de los enemigos de Israel. Los líderes
políticos, religiosos, y civiles de cualquier pueblo, reciben autorización del Dios
supremo para administrar justicia entre sus súbditos. No obstante, cuando tales
líderes y jueces propugnan la injusticia, la corrupción, y la extorsión, pierden la
autorización divina. No tienen derecho a apelar al estatus especial que les ha
concedido su nombramiento, elección, o una supuesta doctrina de derecho divino
del rey. Aunque se jacten de ser como dioses, con privilegios divinos, serán
degradados y morirán como los más viles de los seres mortales.
LOS ELOHIM SON LOS INVASORES ASIRIOS Y SUS
DIOSES
De acuerdo con el epígrafe, el Salmo 82 se designa como uno de los 12 salmos
de Asaf. En el estudio de otros salmos de Asaf, hemos notado que hay un grupo
de eruditos que opina que todos los salmos de Asaf se escribieron, originalmente,
entre los años 732 y 722 aC., o sea, durante los años en que el Reino del Norte fue
invadido por los asirios, sus instituciones destruidas y una parte muy considerable
de sus habitantes llevados cautivos. De acuerdo con tal hipótesis, los dioses
denunciados en el Salmo 82 son los dioses de Asiria, que conspiraron contra Israel
e indujeron a los gobernantes de Asiria a destruir Israel y acabar con las
instituciones sagradas que rendían culto al Señor en el Reino del Norte. Por haber
permitido a los invasores a cometer tantas atrocidades en detrimento de personas
pobres e indefensas, los dioses de los asirios han negado su razón de ser (Goulder
1996:159-162). Esta explicación supone que entre los israelitas del siglo 8 aC.
predominaba aún el henoteísmo. Henoteísmo quiere decir la creencia en un Dios
supremo con preeminencia entre un número de dioses inferiores. Según los que
proponen tal teoría, el Señor o elohim fue considerado por los israelitas el Dios
supremo, aunque creían, al mismo tiempo, en la existencia de otros dioses tales
como los dioses de los asirios, babilonios y egipcios. uienes proponen la
interpretación asiria, señalan que otros salmos de Asaf, como el 75 y el 76,
también hablan de la venida de Dios como juez, y que en estos salmos de Asaf se
observa cierta progresión. En el Salmo 50, Dios juzga a su propio pueblo. En los
Salmos 73-80, Dios juzga a los arrogantes invasores extranjeros, mientras que en
el Salmo 82 juzga a los dioses que brindan su apoyo a la injusticia y opresión de los
invasores.
LOS ELOHIM REPRESENTAN LA DIMENSIÓN
ESPIRITUAL DE TODO MOVIMIENTO, IDEOLOGÍA,
INSTITUCIÓN O PUEBLO
En sus prolíficos escritos referidos a los poderes, el teólogo Walter Wink ha
hecho hincapié en que todo poder o autoridad consta de dos dimensiones, la
externa y la interna. De acuerdo con su manera de entender la realidad, no existe
solamente una nación externa, como por ejemplo la República de México, sino
que esta república tiene también una dimensión espiritual, y ésta ejerce su poder o
autoridad en los individuos con mucha fuerza, y a veces con más fuerza que la
presencia física del territorio mejicano con sus instituciones y funcionarios. Al
hablar de la dimensión espiritual de un pueblo, pensamos en el carácter o la
personalidad de una nación, pero también en su vocación. La vocación de Israel
fue ser una nación de reyes y sacerdotes, que redundaría en bendición para todas
las demás naciones. Según Wink (1986:91), la dimensión espiritual de cualquier
movimiento, nación o pueblo, puede ser positiva, o destructiva, positiva y satánica
al mismo tiempo. Hay momentos en que será necesario exorcizar un espíritu
satánico que ha tomado posesión de un país, un movimiento, una iglesia o un
partido político.
LOS ELOHIM SON LOS MIEMBROS DEL PUEBLO DE
ISRAEL UE RECIBIERON LA LEY EN EL SINAÍ
Existe una tradición en los escritos rabínicos según la cual los israelitas
congregados al pie del monte Sinaí recibieron, juntamente con la entrega de la
Tora, una santificación perfecta. Todos sus pecados y rebeliones fueron
perdonados, de tal manera que llegaron a ser tan santos como lo fueron Adán y
Eva en el huerto del Edén. Según esta interpretación rabínica, la santidad
concedida a los israelitas en el Sinaí, les trajo también la inmortalidad. Al recibir
la vida eterna, llegaron a ser como dioses. Si hubieran seguido así, sin caer
nuevamente en pecado, habrían vivido para siempre. Pero, así como Adán y Eva
perdieron la inmortalidad al comer la fruta prohibida, así también Israel comió la
fruta prohibida y perdió su santidad, inmortalidad y divinidad. Ocurrió al
rendirle culto al becerro de oro. Hay eruditos que afirman que tal tradición ya fue
conocida en los días de Jesús, y figuraba en las predicaciones de los rabinos en las
sinagogas. Supuestamente, Jesús hizo referencia a tal interpretación rabínica en
Juan 10:34-36, aunque no necesariamente estuvo de acuerdo con ella (Neyrey
1988:221-224; Blank 1999:320-321).
LOS ELOHIM SON LOS DIOSES E ÍDOLOS ADORADOS
POR LOS PUEBLOS PAGANOS Y LOS ISRAELITAS
INFIELES
De acuerdo con esta interpretación, el autor del Salmo 82 no llegó a creer
nunca, ni por un instante, en la existencia real de los dioses de las naciones
paganas denunciadas en el salmo. Lo que el autor ha hecho, fue crear una escena
imaginaria y sumamente dramática con fines polémicos, en la cual se ataca a los
dioses de los gentiles y se los hace responsables por las injusticias y atrocidades
cometidas por los pueblos que los veneran. Según tal interpretación, el Salmo 82
se escribió para evitar que los israelitas derrotados y conquistados por las naciones
extranjeras abandonaran al Dios de Israel y rindieran culto a los ídolos de los
conquistadores. Lo que el salmo enseña es que los supuestos dioses de los gentiles
no son superiores al Señor, porque tanto ellos como sus adoradores son culpables
de grandes injusticias, corrupción y opresión. En nombre de sus dioses, los ricos y
poderosos hacen sufrir toda clase de afrenta a los pobres, los marginados y los
afligidos. El Dios de Israel, en cambio, siempre ha sido el Dios que ha hecho caso
al clamor de los esclavos, las viudas, los huérfanos y los que carecen de una parcela,
una herencia y una familia. Al terminar el Salmo 82 con una plegaria, en la que se
pide que el Dios verdadero venga a juzgar la tierra, se está diciendo que el Señor
venga para darle su merecido a los pueblos paganos y a sus líderes políticos,
quienes en el nombre de sus dioses inexistentes han causado tanto sufrimiento a
los miembros del pueblo de Dios.
Los traductores del Tárgum, la Pesita, y Aquila interpretaron que los elohim
son los dioses paganos. El Tárgum es el AT en arameo, en tanto que la Peshitta es
una traducción de la Biblia al siriaco, un idioma parecido al arameo. Aquila fue
un traductor judío que realizó su propia traducción del AT al griego, distinta de la
Septuaginta, la cual fue considerada sospechosa por los rabinos a causa de las
cuantiosas interpretaciones mesiánicas que encontraron en ella los escritores
cristianos.
Otros intérpretes, como Sigmund Mowinckel, opinan que el Salmo 82 es una
composición muy antigua, que contiene elementos cananeos, y que podría
haberse basado en un canto cananeo en el que Baal, desafiando a los demás dioses
cananeos por su corrupción, reclama para sí mismo la posición suprema en el
panteón de los dioses cananeos. Según Mowinckel, este salmo que reclama para el
Dios de Israel la posición de Dios supremo, fue parte de la supuesta ceremonia de
la entronización del Señor, que se festejó como parte de la fiesta de las Enramadas.
Hoy día la idea de que se solía celebrar una fiesta anual de la entronización del
Señor en Jerusalén, tiene poca aceptación entre los entendidos.
Como se puede apreciar al leer todas las posibilidades de entender lo escrito
referente al término elohim, no todas las interpretaciones son mutuamente
exclusivas. Al tratar de hacer una distinción nítida entre los jueces humanos
corruptos y los poderes espirituales malvados, muchos intérpretes crean una
separación que los hombres y las mujeres de la antigüedad jamás practicaron. En
el pensamiento de muchas sociedades, tanto antiguas como contemporáneas,
todo lo que sucede tiene un componente material y espiritual. Los poderes
espirituales, ya sean ángeles, demonios, espíritus de los difuntos o dioses, influyen
en lo que piensan y hacen los seres humanos. Los poderes espirituales actúan en
conjunto con los actores humanos responsables por los sufrimientos de los débiles
y afligidos. La condena de los gobernantes y jueces injustos debe ser vista como un
juicio contra todos los poderes responsables por la injusticia en la tierra, sean éstos
autoridades humanas o poderosos principados espirituales.
En cierto sentido el Salmo 82 se ha librado de su contexto original y ahora
busca encarnarse en contextos nuevos, contextos en los cuales, hoy día, se escucha
la angustiosa pregunta: “¿Hasta cuándo?” Son contextos en los que se oye el
clamor de mi pueblo; son contextos de los que emana la plegaria para que el Señor
se apresure a establecer justicia entre los pueblos. Hay que reconocer que el Salmo
82 también está buscando cómo encarnarse en la realidad de América Latina y sus
graves problemas de injusticia institucional. La pregunta: “¿Hasta cuándo?”
puede oírse hoy en las obras literarias de Gabriel García Márquez, Miguel Ángel
Asturias, Rómulo Gallegos, Marcos Vargas Llosa, y en las pinturas de Botero.
82:2 ¿Hasta cuándo defenderán la injusticia y favorecerán a los impíos? Selah

El énfasis principal del Salmo 82 no estriba, después de todo, en la identidad de


los poderes o dioses nombrados en el primer versículo. El tema principal del
salmo es la justicia. Sean quienes fueren los poderes a los que se hace referencia en
el primer versículo, éstos han sido responsables de la administración de la justicia
en la tierra, y no han cumplido con su deber. Han fracasado en el ejercicio de la
justicia. Sean estos poderes quienes fueren, seres celestiales, ángeles caídos, reyes,
sumos sacerdotes, espíritus territoriales, miembros de la Corte Suprema de una
Nación, el Presidente de la República, profesores de teología, su misión es juzgar
como el Señor, sin acepción de personas, sin dar preferencia a los más poderosos,
sin aceptar sobornos, sin meter la mano en la lata.
El salmo encara a los autores de la injusticia con la pregunta: ¿Hasta cuándo?
¿Hasta cuándo seguirán tramando injusticias contra los débiles carentes del poder
de defenderse en los tribunales de los ricos y poderosos? La culpa de los jueces
injustos es patente: han traicionado la confianza depositada en ellos. Han dado
preferencia a los malvados. Luis Alonso Schökel, en su comentario sobre los
salmos, compara la escena presentada en el Salmo 82 con el pasaje de 1 Samuel
22:6-19, que relata cómo el rey Saúl llegó a Nob, el pueblo de los sacerdotes,
buscando a David. Se sentó a la sombra de un tamarisco y llamó a sus oficiales y a
los sacerdotes del Señor a que se presentaran ante él. Comenzó entonces el
proceso en contra de los oficiales y sacerdotes acusados de haber prestado apoyo a
David. Basándose en los chismes de Doeg el edomita, principal de los siervos del
rey, Saúl acusó a Ajimélec, el sumo sacerdote, de traición y conspiración. Lleno de
ira, el rey no respetó la dignidad sacerdotal de Ajimélec, sumo sacerdote de Israel.
Ignorando el estatus de que gozaban los sacerdotes del pueblo de Nob, Saúl le
dijo: “¡Te llegó la hora, Ajimélec! ¡Y no sólo a ti, sino a toda tu familia!” Y de
inmediato el rey ordenó dar muerte a los sacerdotes del Señor: “Entonces Doeg el
edomita se lanzó contra ellos y los mató. Aquel día mató a ochenta y cinco
hombres que tenían puesto el efod de lino. Luego fue a Nob, el pueblo de los
sacerdotes, y mató a filo de espada a hombres y mujeres, a niños y recién nacidos, y
hasta a los bueyes, asnos y ovejas.”
El relato de la matanza de los sacerdotes de Nob nos coloca frente a un juez
impío, el rey Saúl quien, en vez de administrar la justicia imparcialmente, dictó
una sentencia de muerte injusta contra los sacerdotes del Señor, sus esposas y sus
hijos. A pesar de su dignidad y alto rango, los sacerdotes de Nob no se salvaron de
morir. Murieron así como morían los más viles y despreciables habitantes del
pueblo. En el Salmo 82, el juez no es el arbitrario rey Saúl sino el Señor, juez justo
del universo. Como en la escena de 1 Samuel 22, todos tienen que presentarse
ante el Señor para ser juzgados, no según los caprichos y arbitrariedades del juez,
no en base a chismes y mentiras, sino en base a los decretos de la Tora. Pese a su
dignidad y alta jerarquía, a los acusados se les dicta sentencia de muerte y, como
los habitantes de Nob, serán degradados y ejecutados. Lo que subraya el Salmo 82
es que hay un juez supremo ante quien los jueces injustos como el rey Saúl,
tendrán que rendir cuentas. Hay un juez superior que dictará una sentencia de
muerte contra todo juez o gobernante culpable de abuso de autoridad. La
autoridad y dignidad de los jueces y gobernantes no les servirá para salvarlos el día
en que Dios se levante para juzgar la tierra.
Los jueces de quienes habla el segundo versículo, son los que han juzgado
injustamente y, por lo tanto, el Señor el supremo juez del universo, ha hecho acto
de presencia con el fin de juzgarlos. El Señor se ha presentado no sólo para
acusarles de sus arbitrariedades, sino también para dictar sentencia contra ellos y
ejecutarla. El tema del salmo es la justicia. La justicia es la base del universo y del
orden social. Sin justicia el mundo no puede sobrevivir. Si Dios reina, es para
establecer la justicia.
82:3 Defiendan la causa del huérfano y del desvalido; al pobre y al oprimido háganles justicia.

Conocer o aceptar a las personas impías, es mostrarles favor, darles preferencia.


Favorecer al malvado e injusto y recibir soborno de él, es igual que ponerse en
contra del débil, la viuda, el pobre. Tanto en época antiguas como en la nuestra,
supuestas sociedades igualitarias, los sistemas de justicia han sido arreglados con la
finalidad de favorecer los derechos y privilegios de los poderosos, y para marginar
a los que carecen de dinero, influencia y poder para hacer valer su causa. En la
época del NT, tanto los escritores griegos como los romanos, se quejaban de que
las cortes y tribunales siempre fallaban en favor de los que integraban las clases
dominantes; los del proletariado casi siempre perdían.
En muchos países del continente americano, los jueces y tribunales han estado
controlados por quienes controlan la economía: los terratenientes, los partidos
políticos, los bancos, los comerciantes, y la vieja oligarquía. Frente a tales
condiciones, el juicio de la Tora es muy claro: “No te hagas cómplice del malvado
ni apoyes los testimonios del violento. No imites la maldad de las mayorías. No te
dejes llevar por la mayoría en un proceso legal. No perviertas la justicia tomando
partido con la mayoría. No seas parcial con el pobre en sus demandas legales… No
tuerzas la justicia contra los pobres de tu pueblo en sus demandas legales… No
aceptes soborno, porque nubla la vista y tuerce las sentencias justas” (Éxodo 23:1-
8). La Tora exige que hasta el extranjero reciba un trato justo de parte de los jueces
nombrados para impartir justicia. Los extranjeros tienen los mimos derechos que
los israelitas: “No maltrates ni oprimas a los extranjeros, pues también tú y tu
pueblo fueron extranjeros en Egipto” (Éxodo 22:21). Se debe tener en cuenta que
cuando el AT habla de extranjeros en la Tierra Prometida, se trata de refugiados
políticos o personas que se vieron en la necesidad de abandonar su país de origen
debido al hambre o la persecución.
82:4 Salven al menesteroso y al necesitado; líbrenlos de la mano de los impíos.

El faraón y los gobernantes de Egipto decidieron no ayudar a los afligidos y


necesitados. Por lo tanto, tuvo que actuar el Señor para liberar a los esclavos
hebreos de la mano de los impíos. El Señor sabe cuánto sufren los afligidos y
menesterosos sometidos por jueces y gobernantes arbitrarios, porque el Hijo del
hombre fue acusado injustamente por testigos falsos ante Anás, Caifás, Poncio
Pilato y el Sanedrín. A Jesús lo condenaron en un juicio celebrado de noche,
ignorando lo establecido por la Tora. Aunque el gobernador sabía que el acusado
era inocente, dictó sentencia de muerte contra Jesús con el fin de salvaguardar su
dignidad y su propia carrera política. Jesús puede identificarse muy bien con todos
los que han sido víctimas de testigos falsos, de falsos testimonios montados
alevosamente y de jueces corruptos. Al igual que el autor del salmo, Jesús declaró
que hay un juez supremo que vendrá para establecer justicia en la tierra y dictar
sentencia de muerte contra los jueces injustos: “Y ustedes verán al Hijo del
hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo”
(Marcos 14:62). Los discípulos del Señor, perseguidos, encarcelados y
condenados a muerte por jueces injustos, también verán el día de su vindicación:
“Ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a
las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28).
82:5 Ellos no saben nada, no entienden nada. Deambulan en la oscuridad; se estremecen todos los
cimientos de la tierra.

A los elohim se los acusa de corrupción, incompetencia y conducta que no


conviene a seres divinos. Se condena a los dioses a ser humilla dos y a morir cual
seres humanos. Los ídolos, los dioses de las naciones, no hablan, no actúan, son
seres sin vida, sin color, sin poder. Han perdido el derecho a gobernar, porque no
promovieron la justicia, no lucharon para defender el derecho de los débiles, las
viudas, los huérfanos, los oprimidos y los pobres.
Los dioses que denuncia el salmo son ignorantes, no entienden cuál es su
función, su papel, su misión. La oscuridad, según se la describe en Isaías 59:9, es
símbolo de desorden social. Y el desorden social afecta el orden cósmico (Alonso
1082), hace temblar los cimientos de la tierra. El apóstol Pablo habla de que la
creación está sometida a la frustración, y que todavía gime a una esperando ser
liberada de la corrupción que la esclaviza (Romanos 8:20-22). La justicia es la base
del orden y de la paz en el mundo. Cuando en el mundo no hay justicia, todo el
orden social peligra; la sociedad se encuentra al borde del colapso.
82:6 Yo les he dicho: “Ustedes son dioses; todos ustedes son hijos del Altísimo.”

La frase: “Hijo del Altísimo”, o “hijos de Dios”, se emplea con frecuencia en las
Escrituras para señalar a los ángeles. Por ejemplo, en Job 1:6, dice: “Llegó el día en
que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos se
presentó también Satanás.” En Génesis 6:2 leemos: “Los hijos de Dios vieron que
las hijas de los seres humanos eran hermosas. Entonces tomaron como mujeres a
todas las que desearon.” Según la interpretación que ofrece el libro seudoepígrafe
de Enoc respecto a este pasaje de Génesis, los hijos de Dios son ángeles que se
enamoraron de mujeres de la tierra, y tuvieron hijos con ellas. Los hijos que estos
ángeles caídos engendraron en las hijas de los hombres, resultaron ser monstruos
y gigantes. Según el libro de Enoc y otros textos de la época, fue por el pecado de
los ángeles con las hijas de los hombres, que Dios decidió destruir al mundo con
el diluvio. Muchos hay que creen que éstos son los ángeles a los que se refiere
Judas versículo 6: “Y a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad,
sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados
en oscuridad para el juicio del gran Día.”
82:7 Pero morirán como cualquier mortal; caerán como cualquier otro gobernante.

Aunque uno sea un ángel, querubín o serafín, el estatus y la dignidad divina de la


cual se jacta no valdrán para salvarlo de la degradación, la destrucción y la muerte.
Dos pasajes del AT relatan la caída estrepitosa de un ser divino: Isaías 14:12-15 y
Ezequiel 28:13-19. Ambos pasajes hablan de la caída de dos reyes con
pretensiones divinas, el rey de Babilonia y el rey de Tiro. Sin embargo, la caída de
cada rey se compara con la caída de un ser divino que intentó sobreponerse al
Señor. Hay intérpretes que identifican tanto la caída del ser divino de Isaías 14
como la de Ezequiel 28 con la caída de Satanás. En Isaías leemos: “¡Cómo has
caído del cielo, lucero de la mañana! Tú, que sometías a las naciones, has caído por
tierra. Decías en tu corazón: “Subiré hasta los cielos. ¡Levantaré mi trono por
encima de las estrellas de Dios! Gobernaré desde el extremo norte, en el monte de
los dioses. Subiré a la cresta de las más altas nubes, seré semejante al Altísimo.”
¡Pero has sido arrojado al sepulcro, a lo más profundo de la fosa!” (Isaías 14:12-
15).
Los detalles del pasaje de Ezequiel son diferentes, sin embargo el tema es muy
parecido al de Isaías: “Fuiste elegido querubín protector, porque yo así lo dispuse.
Estabas en el santo monte de Dios, y caminabas sobre piedras de fuego. Desde el
día en que fuiste creado tu conducta fue irreprochable, hasta que la maldad halló
cabida en ti. Por la abundancia de tu comercio, te llenaste de violencia, y pecaste.
Por eso te expulsé del monte de Dios, como a un objeto profano. A ti, querubín
protector, te borré de entre las piedras de fuego” (Ezequiel 28:14-16). Si ambos
pasajes describen la caída de Satanás, o no, es algo que todavía debaten los que
estudian el AT. Una cosa, sin embargo, es cierta: solamente el Señor es del todo
inmortal. Todos los demás seres divinos pueden perecer y desaparecer para
siempre. Ningún ángel, arcángel, querubín o serafín puede jactarse ante el Señor y
eludir su justo juicio.
82:8 Levántate, oh Dios, y juzga a la tierra, pues tuyas son todas las naciones.

Al final del salmo el salmista llama a elohim (en este caso: Dios) a levantarse y a
juzgar la tierra, a convertirse en el soberano de todas las naciones de la tierra. No
es otra cosa sino llamar a Dios a que inicie el Juicio Final, que establezca su reino
en todos los pueblos del mundo. El Salmo 82, al igual que los salmos de la realeza
del Señor, muestra un marcado carácter mesiánico y escatológico. Desde el punto
de vista del NT, el Dios de la justicia ciertamente se ha levantado en la persona de
Jesucristo, y ha venido a establecer la justicia divina en el conjunto del género
humano y en el corazón de toda persona que espera su venida.
Al entonar el Salmo 82 somos conscientes de que llamamos al Señor de la
justicia a actualizar su reinado en nuestras vidas y a manifestar su justicia en
nuestras acciones a favor de las víctimas de la injusticia, tanto en nuestra sociedad
como en la comunidad de las naciones. uienes entonan este salmo no pueden
quedarse indiferentes y mudos ante los atropellos que diariamente reciben los
afligidos, los menesterosos, los refugiados, los perseguidos políticos, las víctimas
de la discriminación racial y del abuso sexual. uienes entonan el Salmo 82 están
llamados a luchar en contra de los elohim que pretenden erigir sus altares en
nuestros corazones y conformar nuestras vidas a lo que ellos consideran
prioridades, pero que son ajenas al reino de Dios. El Salmo 82 nos exhorta a
resistir la tentación de rendir culto a los elohim de la generación perversa actual.
Hoy día los elohim no se llaman Baal, o Mot o Yam, sino que son la sociedad de
consumo, la cultura de las drogas, y el culto que se brinda a la iniciativa de
realizarse uno mismo.
El reino del Dios de la justicia que se invoca en el salmo no es solamente el
reino que será establecido con Jesucristo en su segunda venida, sino que es
también la presencia de Jesucristo y su Espíritu en nuestros corazones y nuestras
comunidades durante el tiempo entre los dos advientos de nuestro Señor. Lutero
declaró en su explicación de la segunda petición del Padrenuestro: “El reino de
Dios viene en verdad por sí solo, aún sin nuestra oración. Pero rogamos en esta
petición que venga también a nosotros.” Y seguidamente el Reformador añade
cómo sucede: “Cuando el Padre celestial nos da su Espíritu Santo, para que, por
su gracia, creamos su santa Palabra y llevemos una vida de piedad, tanto aquí en
este mundo temporal como allá en el otro, eternamente” (El Catecismo Menor de
Martín Lutero, copyright © 1997 Editorial Concordia). Así pues, “Levántate, oh
Dios, y juzga a la tierra.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿ué queremos decir al manifestar que el Salmo 82, al igual que los
salmos de la realeza del Señor, es un salmo contrario al gobierno
imperialista?

2. Presente un resumen de las cuantiosas teorías respecto a la identidad de


los elohim denunciados en el Salmo 82. ¿Cuál (o cuáles) de estas teorías le
parece la más aceptable? Explíquese.

3. En el comentario que nos ocupa mencionamos la idea de Orígenes, de


que cada país o pueblo tuvo un ángel bueno y también un ángel malvado,
y que las características y atributos de estos ángeles se veían reflejados en el
carácter nacional de los pueblos. Suponiendo que Orígenes tuviera razón,
describa con sus propias palabras las características y atributos tanto del
ángel bueno como del malvado de su país de origen.

4. ¿Cuál es el tema principal del Salmo 82? ¿Tiene vigencia este tema para la
iglesia de hoy? Explíquese.

5. ¿Con qué finalidad citó Jesús el Salmo 82 en sus controversias con los
judíos?

6. ¿Cuáles ejemplos de jueces corruptos o injustos encontramos tanto en el


AT como en el NT?

7. Josafat fue uno de los reyes de Judá que se preocupó mucho por el
nombramiento de jueces justos y la administración de la justicia en Israel.
Hasta la palabra para justicia (safat) es uno de los componentes de su
nombre. ¿ué nos enseña 2 Crónicas 19:4-11 acerca del comportamiento
que se esperaba de los jueces de Israel? ¿ué contraste existe entre el
concepto de justicia de este pasaje y la administración de la justicia en los
pueblos vecinos de Israel?
8. ¿Cuáles pasajes del AT hablan de la caída de seres divinos que perdieron
sus prerrogativas, dignidad, y autoridad?

9. Haga una lista de temas que tienen en común los Salmos 82 y 81. ¿Cuál es
la manera en que el Salmo 81 anticipa al 82?

10. ¿Para qué estación del año eclesiástico se presta mejor la utilización del
Salmo 82 como parte de la liturgia y como tema de estudio bíblico?
Exprese su opinión.
14
Los salmos de confianza y esperanza

SALMO 23
La gran popularidad de que ha gozado el Salmo 23 se debe no sólo a las imágenes
bucólicas de verdes pastos y tranquilas aguas, que contrastan tan radicalmente
con las escenas de terror y destrucción con que nos bombardean en los medio de
comunicación, sino también a que nos presenta la poderosa metáfora de nuestra
vida como una peregrinación, un viaje al encuentro final con Dios, el cual ha sido
siempre el porqué de nuestra existencia. Desde la Odisea de Homero hasta las
Crónicas de Narnia de nuestra época, la metáfora de la vida cual un viaje o
peregrinación, ha caracterizado la literatura del mundo occidental. El peregrinaje
de las ovejas, en el Salmo 23, no es el viaje del aventurero que ignora el fin de la
jornada, sino una odisea cuya finalidad es el retorno al paraíso perdido, un
reencuentro con Dios, quien es el origen y razón de nuestro ser. ue nosotros,
quienes entonamos los salmos, podamos identificarnos fácilmente con las ovejas
en su larga peregrinación, queda implícito en las más de 400 referencias a las
ovejas en las Sagradas Escrituras (Sweeting 1989:48). El matiz de consuelo y
esperanza que ocupa el salmo desde la primera mención del Señor al principio,
hasta la segunda aparición del tetragrámaton al final del canto, consiste en que las
ovejas nunca pacen solas sino que están acompañadas de la presencia divina. Los
primeros versículos presentan al Señor delante de las ovejas, en tanto que los
versículos 3 y 4 nos lo presentan junto a ellas. Los últimos dos versículos se
refieren al Señor como que marcha detrás de su redil.
Del mismo modo, en nuestra peregrinación, la presencia divina va delante, junto,
y detrás de nosotros, conduciéndonos a la gran fiesta de la salvación en la morada
del Señor (Smith 1988:61-64).
23:1 El SEÑOR es mi pastor, nada me falta;

La imagen del pastor que cuida su rebaño la emplea la Biblia y también la


literatura del antiguo Cercano Oriente para describir no sólo a Dios sino también
a los reyes y gobernantes. Hammurabi, el legendario rey de Babilonia, es descrito
como “el Pastor del pueblo” (Davidson 1998:83). Hasta en las obras del poeta
Homero la palabra “pastor” es utilizada como título real. En Egipto, durante el
Primer Período Intermedio y el Reino Intermedio, se popularizó el título “pastor”
para designar a los faraones en su función de garantes de la justicia social (ma’at) y
defensores de los débiles (Tappy 1995:256). Son pormenores que nos ayudan a
ver en las imágenes del Salmo 23 una descripción del Señor como el rey ideal de
su pueblo, un rey cuyos atributos y características deben repetirse en las vidas de
los reyes y funcionarios religiosos que administran justicia en su nombre.
La posición que ocupa el nombre divino al principio del salmo y el hecho de que
el título “pastor” ha sido utilizado para designar a otros dioses del antiguo
Cercano Oriente, son indudablemente una indicación de que para el salmista la
primera línea del salmo debe entenderse como una confesión de fe. No dice que
su pastor es el Señor, sino que declara enfáticamente: “El SEÑOR es mi pastor.” En
otras palabras, que “ni Baal, ni Osiris, ni Mot, sino sólo el Señor, y ningún otro, es
quien me pastorea”. Otros podrán escoger seguir a diferentes pastores, pero en lo
que respecta a mí y mi casa, el Señor es mi pastor (Goldingay 2006:348).
La frase “nada me falta”, indica que el Señor guarda de tal manera al que
suplica que no le falta ninguna de las cosas buenas. El Señor le provee diaria y
abundantemente con el pan de cada día, de modo que no pase ningún tipo de
necesidad. Sin embargo, la frase “nada me falta” puede entenderse como que
significa que el que suplica no fal tará. No faltará porque el buen pastor siempre
saldrá en busca de la oveja perdida para encontrarla y traerla de vuelta al redil y así
restaurar su alma o vida (nefesh en hebreo). Si se acepta tal interpretación de los
primeros dos versículos, tenemos entonces en el Salmo 23 el tema del buen pastor
que sale en procura de la oveja perdida, una figura muy prominente en textos tales
como Juan 10:1-17 y Ezequiel 34:11 (Tappy 1995:266). Tal actividad del buen
pastor debe entenderse a la luz del comportamiento de los falsos pastores
denunciados por Ezequiel, Jeremías y Jesús ( Juan 10).
Los falsos pastores denunciados por el profeta Ezequiel (c. 34), no son
humildes campesinos que han descuidado su rebaño, sino reyes, gobernantes y
eclesiásticos que se han aprovechado del pueblo para engordar. La persona cuyo
nombre aparece en el epígrafe del salmo tuvo un acabado conocimiento de las
responsabilidades de un pastor, ya que durante casi toda su vida se desempeñó en
la tarea de pastorear, primero cuidando las ovejas de su padre Isaí, y después como
rey del rebaño de Israel. La persona es David, el cantor de Israel, conocido no sólo
por sus hazañas en el campo de batalla, sino también como poeta, músico y autor
de muchos salmos. Los dones del Espíritu Santo no faltaron en los días del AT,
según se comenta a veces, porque en 2 Samuel 23:2 el propio David expresa cómo
el Espíritu del Señor lo agració con el don de componer los cantos inspirados que
conocemos como los salmos: “El Espíritu del Señor habló por medio de mí; puso
sus palabras en mi lengua.” El Salmo 23 ha sido relacionado con David no sólo
por el título o epígrafe del salmo, sino porque durante toda su vida David conoció
al Señor como su buen pastor.
El pueblo de Israel también conoció al Señor como su buen pastor. Y si al
Señor se lo presenta en los libros del AT como un pastor, a los integrantes de su
pueblo se los describe como ovejas. La descripción de la iglesia como un rebaño de
ovejas es una de las imágenes más populares tanto en el AT como en el NT. En la
figura se humaniza al animal doméstico, y se lo presenta no como un simple
animal, sino como un reflejo de lo que somos los seres humanos llamados a vivir al
amparo de nuestro rey y ser alimentados por él. En tanto que se habla de las ovejas
como si fueran seres humanos, de los enemigos del salmista se habla, sin embargo,
como si fueran fieras que intentan perseguir a los fieles y engullírselos (Alonso
1994:406).
Un eco del pasado que se percibe en el Salmo 23 proviene de la historia de la
peregrinación de Israel por el desierto, después de haber sido librado de Egipto en
la época del Éxodo. Al declarar “nada me falta” el salmista emplea el mismo verbo
que se utiliza en Deuteronomio 2:7 para describir todo lo que el Señor proveyó
para Israel en el desierto: “Bien saben que el SEÑOR su Dios los ha bendecido en
todo lo que han emprendido, y los ha cuidado por todo este inmenso desierto.
Durante estos cuarenta años, el SEÑOR su Dios ha estado con ustedes y no les ha
faltado nada.” En el contexto de los cuarenta años de peregrinación por el
desierto, otros textos (Salmos 80:2; 77:20; 95:7) se refieren al Señor como el
pastor de Israel.
23:2 en verdes pastos me hace descansar. Junto a tranquilas aguas me conduce;
Al guiar a Israel por el desierto, el Señor condujo a su pueblo escogido a un lugar
de reposo y descanso, donde ya no vivirían subyugados por los capataces de
Egipto. En el cántico del mar (Éxodo 15:13) se declara: “Por tu gran amor guías al
pueblo que has rescatado; por tu fuerza los llevas a tu santa morada.” La
condición en que se encuentra el que suplica al entonar estos versos es de
tranquilidad y de paz (shalom); sin embargo, la impresión que nos dan las
palabras del salmo es que no siempre ha sido así. Antes de poder descansar en
delicados pastos, la circunstancia del cantor fue de angustia, lucha y opresión. Tal
fue, ciertamente, el caso de Israel en Egipto y la experiencia de David, a quien
muchos atribuyen la composición del Salmo 23.
Para un israelita sería difícil entonar el Salmo 23 sin oír en él no sólo un eco
de la experiencia de Israel en el desierto, sino también de la turbulenta carrera del
pastorcito David, quien, después de mil peligros, aventuras y luchas, finalmente
fue ungido como el escogido del Señor y rey de las doce tribus de Israel.
TRANUILAS AGUAS
Uno de los elementos que pocas veces falta en las descripciones del paraíso en
muchas de las tradiciones religiosas de la antigüedad, es el de las tranquilas aguas
o de las fuentes de vida (Salmo 36:9). Es una de las expresiones del Salmo 23 que
ha inducido al renombrado filólogo e intérprete Mitchell Dahood a concluir que
el tema principal del salmo es la protección y dirección que brinda el Señor a los
fieles, en su peregrinación hacia el paraíso (1965:146). El mismo intérprete señala
que la palabra hebrea haser, traducida como “hacer falta”, es un término que
ocurre muy pocas veces en el AT, pero sí se encuentra en otro texto en el que no se
alude al paraíso. El pasaje es el Salmo 73:23-25, que dice: “Pero a mí, sin cesar
junto a ti, de la mano derecha me has tomado; me guiarás con tu consejo, y al final
en la gloria me recibirás” (vv. 23-24, Biblia de Jerusalén). Y entonces, en el
versículo 25, dice el salmista: “¿ué me faltará en el cielo?, porque estando
contigo ya no tengo interés en la tierra” (Traducción de Dahood). Otra alusión al
paraíso que Dahood encuentra en el Salmo 23, es el término “casa del SEÑOR” (v.
6). Según Dahood, “la casa del SEÑOR” no es otra cosa que la habitación celestial
del Señor en los cielos (1965:148).
Otros investigadores, en desacuerdo con Dahood, insisten en que el concepto
del paraíso y la vida eterna aún no fueron parte de la fe de Israel antes de la
cautividad babilónica. En apoyo de su interpretación el profesor Dahood cita
muchos textos en los que él ve alusiones a la vida eterna y las aguas de vida eterna
en el AT, como ser: Ezequiel 47:1 y ss.; Joel 3:18; Zacarías 14:8; Salmo 21:6;
Isaías 26:19; Salmo 56:13; Salmo 36:9; Job 33:30. Debe notarse también el
contraste entre el Señor, el Dios que pastorea a sus ovejas y las conduce a la vida
eterna, y Mot, el dios de la muerte, pastor del seol, y que conduce a los seres
humanos al reino de la muerte (Salmo 49:15). Volveremos sobre Mot en el
versículo 4.
23:3 me infunde nuevas fuerzas. Me guía por sendas de justicia por amor a su nombre.

En vez de decir “confortar el alma”, como en la versión Reina Valera y la Biblia de


Jerusalén, existen versiones modernas como Dios habla hoy y la Nueva Versión
Internacional, que hablan de dar o infundir nuevas fuerzas al que suplica. La idea
que se quiere expresar es la de restaurar, de dar nueva vida a uno que ha quedado
sin fuerzas, sin ánimo y casi sin vida. El pastor intenta restaurar las fuerzas de sus
ovejas guiándolas de una verde pradera a otra. Las ovejas no pueden permanecer
en el mismo lugar por mucho tiempo. Habiendo terminado con el pasto en una
pradera, se las deberá llevar a otra pradera. El pastor tendrá que guiarlas por la
senda correcta. Si toman por un camino equivocado, podrían llegar a un campo
de malezas nocivas y malsanas o a un desfiladero peligroso en el que acecha un
lobo o un león. Las ovejas necesitan un buen pastor que conozca el camino
correcto y no las abandone en presencia del peligro.
Las ovejas a las que se refiere el Salmo 23 han estado paciendo desde
temprano en la mañana. Están exhaustas, hambrientas y con mucha sed.
Finalmente, al mediodía llegan, guiadas por su pastor, a un oasis donde hay
abundante pasto verde y aguas tranquilas. Allí pueden apagar su sed sin temor de
ser arrastradas por la corriente. Allí, junto a las tranquilas aguas, las ovejas
duermen la siesta del mediodía; después tendrán que caminar nuevamente. Las
palabras “me guía”, del versículo 3, dan a entender que el rebaño se encamina
nuevamente a otra pradera donde pasar la noche. Las ovejas son incapaces de
llegar por su propia cuenta a su destino final. Únicamente su pastor conoce el
modo de guiarlas durante las horas de la tarde cuando las sombras se van
alargando y comienza a caer la noche. Él sabe protegerlas de todos los peligros,
porque lleva en las manos su vara y fiel cayado (von Rohr Sauer 1971:489).
En el libro de los Salmos, las sendas de justicia por las que andan los hijos de
Dios son la Tora en su sentido más amplio. Con su doble enfoque de ley y
evangelio, la Tora es el camino de la vida para las ovejas del Señor. Hay otros
caminos, pero el fin de ellos es la muerte. Son los caminos de la idolatría, la
explotación del débil, la opresión, la soberbia, la avaricia, la injusticia, la mentira,
la propia justificación, la autosuficiencia, la condescendencia, las herejías y las
hechicerías. El buen pastor sabe cómo guiar a sus ovejas por las sendas de justicia
por amor a su nombre. Solamente de esta manera podrán apreciar la restauración
de su vida. El Salmo 23 nos ayuda a recordar la instrucción acerca de los dos
caminos, instrucción que ya recibimos en el Salmo 1. El salmista reconoce que
Dios le había guiado conforme a la voluntad del Señor, y no conforme a los
objetivos personales del que suplica. Consecuentemente, da gracias a Dios porque
reconoce que nuestros caminos no siempre corresponden a lo que el Señor desea
para nuestra vida. El Señor sabe mejor que nosotros mismo lo que más nos
conviene (Weiser 1962:229).
La restauración del alma significó, para Martín Lutero, la conversión y
liberación de las almas esclavizadas por las exigencias y condenación de la ley. El
alma hambrienta y angustiada necesita alimentarse de las promesas de
misericordia, gracia, y perdón que Dios le ofrece en Jesucristo. Las acusaciones y
amenazas de la ley no restauran el alma, sino que la agobian con angustia y
desesperación. El propio David lo percibió después de su pecado relacionado con
Urías el hitita. Lo único capaz de restaurar el alma del pecador angustiado es la
proclamación del evangelio. Lutero encontró este evangelio en la figura del buen
pastor, en los dos primeros versículos del Salmo 23. Según él, los dos versículos
expresan cómo el evangelio infunde nueva vida a las personas, al conducirlas a la
fe en Jesús. El buen pastor es Jesucristo mismo, quien nos alimenta a nosotros, sus
ovejas, con el mensaje del perdón de los pecados; y nos lava de éstos con las
refrescantes aguas del Santo Bautismo (von Rohr Sauer 1971:490-491). En la
exposición que hace Lutero del Salmo 23, aplica directamente a Jesús todo lo que
el salmista dice acerca del Señor como pastor de Israel.
23:4 Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno porque tú estás a mi lado; tu vara de
pastor me reconforta.

El cuadro pintado por el poeta es el del pastor no sólo como el que provee, sino
también como el guía y protector de su rebaño. Sin la presencia del pastor las
ovejas fácilmente se pierden en las barrancas y sombríos desfiladeros de las zonas
montañosas y desérticas de Palestina. Con su vara el pastor protege al rebaño de
los lobos, osos y leones. Con la punta de su vara aplasta las serpientes y alacranes
ocultos en hoyos y grietas. El cayado tiene además la utilidad de poder sacar del
agua al cordero caído accidentalmente en el río. De este modo protege y guía el
Señor a su rebaño.
La frase “peligro alguno” nos hace pensar en la última petición del
Padrenuestro, “líbranos del mal” (Mateo 6:13). La palabra “mal” encierra un
sinnúmero de tragedias, angustias y terrores, de los cuales el más terrible es estar
abandonado en el seol, el reino de la muerte. Muchos intérpretes de los salmos han
visto en la frase “valles tenebrosos” una referencia al seol, en tanto que la referencia
a “habitar en la casa del SEÑOR para siempre”, es una afirmación de la fe del
creyente en la vida eterna. Los lazos que unen al pastor con su rebaño son tan
firmes y fuertes, que ni la muerte los puede separar. uedó demostrado en la vida
de Jesús. Por lo general, y con razón, identificamos al pastor del Salmo 23 con
Jesús; sin embargo, recordemos que en el NT se presenta a Jesús no sólo como el
pastor, sino también como el cordero. De hecho, Jesús es el Cordero que tuvo que
pasar por valles tenebrosos y que exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” (Salmo 22:1) y, “tengo sed” ( Juan 19:28) antes de poder
refrescarse junto a tranquilas aguas.
El término hebreo empleado a fin de describir los valles tenebrosos por los
que tienen que pasar las ovejas es salmawet, un término utilizado en Job 28:3, para
referirse a la oscuridad de una mina. En Job 10:21-22 se utiliza la misma palabra
para referirse al lugar de los muertos, cubierto de densas tinieblas, en tanto que en
Job 38:17 se la emplea para designar las puertas de la sombra de la muerte. En
Amós 5:8 se emplea la palabra salmawet para describir la densa oscuridad de caos
antes de la creación del día y la noche.
Creemos que no fue por accidente que el Salmo 23 esté colocado entre los
Salmos 22 y 24. Los tres forman un tríptico en el que el Salmo 23 provee la
respuesta a la angustia que expresa el ungido de Dios en el Salmo 22. El ungido no
queda abandonado en el reino de la muerte, sino que es conducido por los valles
tenebrosos para descansar en los verdes pastos y celebrar su vindicación con un
banquete en presencia de sus enemigos. En el Salmo 24 el ungido es conducido al
monte del Señor, donde se lo entroniza como soberano de todas las naciones. Allí
se le abren las puertas de la ciudad de Dios para ser recibido como el Rey de la
gloria. Si escuchamos el Salmo 23 entonado con la dirección del Espíritu,
podremos discernir en este himno el canto del Cordero que estuvo muerto, pero
que ahora vive por los siglos de los siglos y tiene las llaves de la muerte y del
infierno (Apocalipsis 1:18).
En su exposición del Salmo 23 Lutero no tuvo dificultad en identificar el
camino que conduce por valles tenebrosos con la muerte de los cristianos. Al verse
cara a cara con la muerte, los seres humanos se encuentran en tinieblas porque no
saben a dónde van. Los creyentes, sin embargo, no temen porque no están solos.
El salmo declara “tú estás a mi lado”; y recordemos que el nombre de nuestro
buen pastor es Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). Jesús,
Emanuel, ya pasó por los valles tenebrosos, conoce el camino y puede guiarnos
por la oscuridad a la casa del Padre (von Rohr Sauer 1971:491).
Al mismo tiempo, es posible escuchar en el Salmo 23 ecos que provienen de
las vivencias de su autor, David, quien tuvo que enfrentar enemigos terribles en
otros valles tenebrosos. Inmediatamente después de haber conquistado Jerusalén,
David se vio atacado dos veces por los filisteos quienes, según 2 Samuel 5:17-25,
acamparon en el valle de Refayín, también conocido como el valle de Hinón. La
palabra Refayín significa fantasmas, duendes, esto es, los espíritus de los muertos
reverenciados por los antiguos jebuseos, como parte del culto ofrecido a una de
sus deidades principales, Baal Perasín, Señor de los farallones. Baal Perasín fue
conocido también como el melej (rey) de la muerte. Este dios infernal tenía
santuarios y altares en los farallones del valle. El valle de Refayín era, entonces, un
lugar habitado por lo duendes de los niños sacrificados en los holocaustos que se
celebraban en aquel lugar tenebroso. En Jeremías 28:15, el profeta ataca la falsa
seguridad de los israelitas herejes que no mostraron temor ante la invasión de los
babilonios, porque habían hecho un pacto con la muerte, es decir, con Baal
Perasín (Goulder 2006:470).
Al escribir acerca de los israelitas apóstatas que siguieron el culto de los
antiguos jebuseos en aquel lugar, Isaías declara lo siguiente: “Entre los robles, y
debajo de todo árbol frondoso, dan rienda suelta a su lujuria; junto a los arroyos, y
en las grietas de las rocas, sacrifican a niños pequeños. Las piedras lisas de los
arroyos, serán tu herencia; sí, ellas serán tu destino. Ante ellas has derramado
libaciones y has presentado ofrendas de grano. Ante estas cosas, ¿me quedaré
callado? Sobre un monte alto y encumbrado, pusiste tu lecho, y hasta allí subiste
para ofrecer sacrificios” (Isaías 57:5-7).
En 2 Samuel 5:20 encontramos un juego de palabras. Perasín significa
farallones o repechos, o sea, una parte separada de la mon taña por una quebrada.
Siendo que el Señor quebrantó a los filisteos en las corrientes y quebradas del
valle, el nombre Baal Perasín llegó a tener nuevo significado. Fue allí donde
David, al oír el sonido del Señor en las copas de los árboles de bálsamo, se lanzó al
ataque para herir a sus enemigos, armado él con una maza con punta de hierro.
Con este cayado quebró David a los filisteos desde Gabaón hasta Guézer. Es
posible que al mencionar los valles tenebrosos, David se esté refiriendo a la
victoria que el Señor le concedió en el valle de Refayín, victoria que lo confirmó
como rey de Jerusalén y le brindó un respiro frente a los enemigos que se
nombran en el versículo 5 (Goulder 2006:470).
La declaración “no temo peligro alguno” parece ser la respuesta del creyente
fiel que recibió un oráculo de salvación, ya que por regla general los oráculos de
salvación comienzan con la declaración: “No tengan miedo.” Cuando el ángel
Gabriel proclamó el oráculo de salvación a María, sus primeras palabras fueron:
“No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor” (Lucas 1:30). Y las
palabras con las que el ángel del Señor calmó el temor de los pastores de Belén,
fueron: “No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo
de mucha alegría… Hoy les ha nacido… un Salvador” (Lucas 2:10-11). Con
palabras similares el ángel respondió a las mujeres que fueron a la tumba
buscando el cuerpo de Jesús: “No tengan miedo… No está aquí, pues ha
resucitado” (Mateo 28:5). Al recibir un anun cio de salvación de un profeta o de
un ángel del Señor, nuestra única respuesta tendrá que ser: “No temo peligro
alguno.”
23:5 Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos. Has ungido con perfume mi
cabeza; has llenado mi copa a rebosar.

Para los intérpretes del salmo, los versículos 5 y 6 presentan un problema. ¿Ha
dejado, el salmista, de emplear la metáfora del pastor y sus ovejas en esta parte del
salmo? ¿Tenemos en estos dos versículos una nueva metáfora, la del anfitrión y su
huésped? Alfred von Rohr Sauer, quien fuera profesor del AT en el Seminario
Concordia de Saint Louis, Missouri, EE.UU., opina en su exposición del Salmo
23 que no ha habido un cambio de metáfora, esto es, el salmo sigue empleando la
imagen del pastor y sus ovejas. Según von Rohr Sauer, la mesa a la que hace
referencia el versículo 5 es una espesa alfombra de césped donde pueden
recostarse las ovejas. El buen pastor ha quitado todas las espinas, cardos y maleza
malsana de la alfombra de verdor. Las piedras sospechosas han sido volteadas por
si estuvieran cubriendo un nido de escorpiones. Los huecos grandes y las cuevas
de los alrededores han sido examinados para asegurarse de que no haya lobos o
hienas escondidos.
Habiendo terminado de preparar la alfombra de césped, el pastor hace pasar a
las ovejas una por una examinándolas cuidadosamente. A su lado tiene un envase
lleno de aceite de oliva y la resina de cedro. También tiene dispuesta una copa que
contiene una mezcla de miel, vino y jugo de limón. Si una oveja presenta un corte
o un golpe, le aplica el óleo medicinal. Si ve alguna particularmente débil o que
sufre de fatiga, le administra un trago de la mezcla reconstituyente. Según von
Rohr Sauer, entonces, el Salmo 23 presenta, desde el primer versículo hasta el
último, una única metáfora principal, la del buen pastor, guía, protector, y
guardián de sus ovejas. La metáfora es útil para ilustrar el amor del Señor que nos
guía, protege, cura, y alimenta. Es el amor que se hace particularmente palpable
en Jesucristo y en la obra del Espíritu Santo que nos guía a conocer la verdad y nos
alimenta con la Palabra, el Bautismo, y la Santa Comunión.
Otros intérpretes, sin embargo, creen que a partir del versículo 5 tenemos una
nueva metáfora, la del anfitrión y su huésped. De acuerdo con esta manera de
entender el salmo, el cuadro que pinta el salmista David en el versículo 5 es el de
alguien perseguido por sus enemigos, que halla refugio y asilo en las tiendas del
jeque de una tribu de beduinos que viven en el desierto. Según las leyes de la
hospitalidad, un peregrino o refugiado que llega a la tienda de un beduino, es
recibido en el nombre de Dios y se le provee comida, albergue y protección. Es lo
que hizo Abraham cuando tres misteriosos visitantes se aparecieron ante su
tienda, sin previo aviso, en Génesis 18. Y en Génesis 19 encontramos el relato de
cómo Lot, el sobrino de Abraham, recibió a los dos señores que llegaron a su casa
en Sodoma, sin saber que en realidad eran mensajeros de Dios. No sólo les ofreció
comida y albergue, sino protección contra la hostilidad de los pervertidos de la
ciudad que quisieron abusar de sus huéspedes. Nabal en cambio, el necio esposo
de Abigail, no quiso obrar según las leyes de la hospitalidad del antiguo Cercano
Oriente, y rehusó recibir a David y a sus hombres, que venían huyendo de los
hombres de Saúl (1 Samuel 25).
El buen anfitrión recibe a quienes buscan su protección, con todas las
atenciones a disposición de ellos. Se les prepara un banquete completo con lo
mejor. Hay vino en abundancia, y se unge al visitante con aromas y perfumes que
expresan el gozo y la alegría que reina en la casa por causa de la visita. Los
enemigos quedan afuera viendo cómo el que es objeto de su persecución es
festejado en la casa del buen anfitrión. Después del festín, el buen anfitrión ordena
que dos hombres escolten al huésped que continúa su viaje, para protegerlo y
conducirlo con seguridad a su destino, del mismo modo que el Señor nos provee a
nosotros de una escolta, la mejor, el bien y la misericordia.
Aún otra manera de enfocar el Salmo 23 es la de Luis Alonso Schökel, para
quien la única figura principal del salmo es la del pueblo de Israel en su
peregrinación desde Egipto a la Tierra Prometida. Durante la peregrinación Israel
ha tenido la experiencia de que el Señor ha sido el pastor que los ha guiado por el
desierto, el protector que ha defendido a su pueblo de sus enemigos, y el anfitrión
que ha recibido a Israel como huésped en la Tierra de Promisión. Ciertamente, en
su éxodo fuera de Egipto y su peregrinación hacia la Tierra Prometida, el pueblo
de Israel apreció la bondad y la misericordia del Señor, tanto como pastor y guía
como anfitrión. En primer lugar, los hebreos fueron guiados por el desierto
durante cuarenta años y protegidos de todos los enemigos que los persiguieron.
Finalmente, llegaron a la tierra donde fluía leche y miel y donde el Señor, cual
buen anfitrión, los recibió y puso delante de ellos una rica mesa repleta de
bendiciones. En medio de las naciones enemigas que los rodeaban, los israelitas
pudieron exclamar: “Has llenado mi copa a rebosar.”
Aún hay otros intérpretes que creen que en todo el salmo, su autor, David,
hace referencia a los hechos en que percibió que el Señor había sido su buen
pastor. Visto el salmo desde el punto de vista de la vida de David, podríamos ver
en el perfume (“aceite” RV) del versículo 5 una alusión al óleo sagrado con el cual
era ungido el rey, y su entronización como rey de la ciudad de Jerusalén y
soberano de las doce tribus de Israel. Conocemos sobradamente la historia del
ungimiento de David por el vidente y juez Samuel (1 Samuel 16:13). Pero en 2
Samuel 5:3 encontramos el relato de otro ungimiento de David: “Así pues, todos
los ancianos de Israel fueron a Hebrón para hablar con el rey David, y allí el rey
hizo un pacto con ellos en presencia del SEÑOR. Después de eso, ungieron a David
para que fuera rey sobre Israel.” Los historiadores suponen que después de la toma
de Jerusalén David fue ungido una vez más. Esta vez por los antiguos habitantes
de Jerusalén, los jebuseos, quienes aclaman ahora a David como su rey en lugar de
los antiguos soberanos, y al Señor su Dios en lugar de las antiguas deidades.
La coronación de David como rey de Jerusalén y rey de las doce tribus, podría
ser descrita como la celebración de un triunfo de David sobre sus enemigos.
Después de la muerte de Saúl, Abner e Isboset, los enemigos de David no vieron
otra opción que no fuera la de reconocer a David como su soberano. La mesa de
David estuvo dispuesta en presencia de sus enemigos. Los enemigos son las tribus
paganas alrededor de Israel, y también los enemigos políticos de David en Israel.
Al final de su lucha contra los miembros de la casa de Saúl–incluidos el propio
Saúl, Isboset su hijo y Abner, general del ejército– y en presencia de todos los que
se oponían a su coronación, David es declarado el hijo adoptado de Dios, y su
dinastía se establece para reinar en perpetuidad. Después de su entronización, la
derrota de sus enemigos, el traslado del arca del pacto a su ciudad, y el
establecimiento de su dinastía, David pudo manifestar: “Has llenado mi copa a
rebosar.” Finalmente pudo, como dice el salmo, descansar en verdes pastos. El
autor de 2 Samuel 7:1 expresa: “Una vez que el rey David se hubo establecido en
su palacio, el SEÑOR le dio descanso de todos los enemigos que lo rodeaban.”
La entronización de David fue, a la vez, su vindicación. El hecho de que el
Señor escogió a David y no a uno de sus rivales, fue una acción que puso en
vergüenza a sus enemigos. En el libro de Ester se narra la exaltación de
Mardoqueo. Tenemos allí otro ejemplo clásico de lo que significaba en el antiguo
Cercano Oriente, ser escogido por el Señor y puesto en un lugar encumbrado en
presencia de sus enemigos. El infame Amán, que tramaba la aniquilación de todos
los judíos y particularmente la de Mardoqueo, es obligado por el mismo rey
Asuero a vestir a Mardoqueo con el vestido y la corona reales, montarlo sobre el
caballo del rey, y conducirlo por la plaza de la ciudad, proclamando: “¡Así se trata
al hombre a quien el rey desea honrar!” (Ester 6:11).
Una de las imágenes más vívidas del Salmo 23 es la de ser ungido. “Has
ungido con perfume mi cabeza”; (Unges mi cabeza con aceite RV). En los
tiempos bíblicos el ungimiento con aceite señalaba no sólo que una persona había
sido escogida como profeta, rey o sacerdote, sino que se empleaba también
medicinalmente. El buen samaritano ungió con aceite las heridas del viajero que
había caído en manos de los asaltantes. “Se acercó, le curó las heridas con vino y
aceite, y se las vendó” (Lucas 10:34). En Santiago 5:14-15, leemos: “¿Está
enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren
por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al
enfermo y el Señor lo levantará.” En estos textos se menciona el empleo del aceite
como una medicina y expresión de la compasión y ternura que sienten los
hermanos por la persona afligida. Todavía hoy en día las ovejas lastimadas y
agraviadas del redil cristiano necesitan ser ungidas con el aceite de la misericor dia
y de la compasión.
La acción de ungir a una persona con aceite es, todavía, un pode roso medio
de comunicar, tangible y visualmente que uno es acep tado, purificado, y amado
por Dios. Una trabajadora cristiana que ha dedicado su vida a la rehabilitación de
las víctimas de la violación y el abuso sexual, percibió que la lectura lenta y
pausada del Salmo 23 ha servido como efectiva terapia espiritual. Las víctimas de
la violación y del abuso sexual se sienten, con frecuencia, como mancilladas, sucias
y cargadas de vergüenza e impureza. Tales víctimas inocentes de la agresión
intencional sufren no sólo un terrible trauma emocional y espiritual, sino también
desprecio por sí mismas y la pérdida de la imagen de ser una persona de valor que
ha sido creada a la imagen de Dios. El Salmo 23 pone de manifiesto la
preocupación que siente el buen pastor por la oveja maltratada y abusada. El buen
pastor no abandona a la oveja profanada, sino que con ardiente pasión y ternura
intenta restaurarla. En vez de rechazarla por los abusos sufridos, el buen pastor le
prepara un banquete en presencia de los que se han burlado de ella. Se coloca
junto a ella con su vara y su cayado a fin de defender su honor y protegerla de las
burlas y el desprecio de los perpetradores de su trauma.
La vara y el cayado son los símbolos de la justicia y el amor que el buen pastor
tiene preparados para la protección y la liberación de los que sufren abusos. En
vez de echar a la oveja lastimada de su presencia, cosa que sucede con frecuencia
en países como Pakistán, Irán y la India, el buen pastor la recibe a fin de que
habite en la casa del SEÑOR para siempre. En vez de recriminarla por lo que ha
sucedido, el buen pastor unge con el aceite de aceptación y purificación la cabeza
de su oveja aporreada. Póngase por un momento en el lugar de la víctima. Cierre
los ojos e imagínese sentada ante una mesa repleta de toda clase de bendiciones; el
buen pastor se acerca y derrama sobre su cabeza el aceite suave y fresco de su
santidad. Usted puede sentir las gotas del aceite sagrado corriendo por sus
cabellos “como el buen aceite que, desde la cabeza, va descendiendo por la barba,
por la barba de Aarón” (Salmo 133:2). “Hija mía”, te dice el buen pastor, “tú estás
limpia, te he santificado; acércate a la mesa, deja fuera la pena, toma y come, yo
soy el pan de la vida; toma y bebe, tu copa está rebosando; conforta tu alma, yo
soy tu buen pastor.” La trabajadora cristiana a la que hemos hecho referencia,
descubrió no sólo el valor terapéutico de leer lenta y pausadamente el Salmo 23
junto con las víctimas del abuso, sino también el valor de ungirlas literalmente
con óleo en el nombre del buen pastor (Endres 2001:200-203).
23:6 La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del SEÑOR habitaré
para siempre.

La Nueva Versión Internacional, en vez de decir, como la Versión Reina Valera, “el
bien y la misericordia”, prefiere traducir los dos vocablos hebreos como “la bondad
y el amor”, en tanto que la Biblia de Jerusalén prefiere “la dicha y la gracia”. En la
Biblia del Peregrino, los dos mismos términos son “tu bondad y lealtad”. Son
varios los intérpretes que afirman que los dos términos fueron los nombres con
que el salmista identificó a los dos querubines que formaron la base del trono del
Señor sobre el arca del pacto (Goulder 2006:465). Encontramos el mismo par en
el Salmo 89:14: “La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus
heraldos, el amor y la verdad.” Y en el Salmo 85:10 dice: “El amor y la verdad se
encontrarán; se besarán la paz y la justicia.” Atributos similares se encuentran en
los Salmos 43:3 y 96:6.
La imagen visual que ofrece el salmista es la del que suplica acompañado por
el arca del pacto, una representación visible del Dios invisible. En la parte superior
del arca se ve los dos querubines de oro, que representan los seres celestiales que
acompañan no sólo al Señor y su arca, sino también al salmista. Si el autor del
salmo es David, como creen muchos intérpretes antiguos y modernos, entonces lo
que el que suplica afirma es, que siempre estará acompañado de los ángeles del
Señor en todas sus luchas, angustias, y victorias. La palabra traducida como “me
seguirán” es un término que normalmente quiere decir “perseguir”. Por lo general
la palabra tiene una connotación muy negativa, ya que se encuentra en textos que
hablan de alguien que es perseguido por sus enemigos, un vengador de sangre, o
animales salvajes. Pero la presencia del Señor junto al que suplica, aporta un
nuevo significado a la palabra perseguir. Al que confía en el Señor lo perseguirá el
bien y no el mal.
Si leemos el Salmo 23 desde el punto de vista de la vida y obra de Jesucristo,
podremos observar que este canto de David tuvo un cumplimiento mucho más
profundo en la vida del Salvador. Después de pasar por valles tenebrosos, o sea, el
reino de la muerte, Jesús fue resucitado de los muertos y recibido por el Padre en
su casa celestial, donde se había preparado para él una fiesta de victoria en
presencia de sus enemigos, los espíritus satánicos que tramaron su destrucción. El
Apocalipsis (Apocalipsis 19:9-10) describe la cena de las bodas del Cordero y su
esposa la iglesia, como un festín en el que el Padre ha dispuesto una mesa para
Jesús, y ungido al Hijo como Rey de reyes de todas las naciones. Allí, en la gran
fiesta de salvación, su copa está rebosando. Desde luego, la Eucaristía que celebran
las ovejas de su redil cada domingo, es una anticipación de la gran cena de las
bodas del Cordero, quien es, al mismo tiempo, nuestro buen pastor. Martín
Lutero y los padres de la iglesia primitiva, no tuvieron dificultad en ver en la mesa
del Salmo 23 y en la copa que rebosa, alusiones a la Eucaristía.
LA CASA DEL SEÑOR
Ya ha sido mencionada la opinión de Mitchell Dahood, de que la frase “la casa
del SEÑOR” del versículo 6, es una alusión a la habita ción celestial del Señor en los
cielos. Otros investigadores señalan que lo primero a que hace referencia la frase
“la casa del SEÑOR”, tiene que ser el templo del Señor en Jerusalén. De hecho,
según hemos visto en nuestro estudio del Salmo 1, este templo es un símbolo,
imagen y réplica del paraíso original, y también del paraíso futuro, el cual es la
meta de nuestra peregrinación de fe. El jardín en el que se encontraba el templo
representaba el Edén, o paraíso terrenal, el lugar donde los primeros seres
humanos pudieron comunicarse libremente con su Creador. Además, las paredes
del templo estaban adornadas conpalmeras y querubines (1 Reyes 6:29, 32),
adornos que nos recuer dan los árboles del paraíso y los querubines que guardan
la entrada al jardín (Génesis 2:10-14).
El templo, al igual que el paraíso, fueron lugares donde los que celebraban
solían comer y beber en la presencia de Dios. Al participar en los sacrificios de
paz, los peregrinos encontraban una mesa preparada para su fiesta, y copas
rebosando vino. Los israelitas fieles al pacto tenían la esperanza de poder ascender
al monte santo para tener parte en el banquete sagrado y ver a Dios, tal como lo
vieron Moisés y los ancianos de Israel, conforme al relato de Éxodo 24:9-11. En
Isaías 25:6-8 encontramos una descripción de la gran fiesta de salvación que se
celebrará sobre el monte de Dios después de la destrucción de la muerte y la
salvación de todos los pueblos (Smith 1992:161).
DAVID, CANTOR Y MÚSICO
El nombre David figura en 78 de los salmos con epígrafe. La mayoría de los
investigadores dudan que David haya sido el autor de los 78 cantos inspirados,
porque en muchos de ellos hay alusiones a eventos que sucedieron después de la
muerte del segundo rey de Israel. Los epígrafes pueden interpretarse lo mismo
“por David” o “para David”. Si la designación en hebreo se interpreta “para David”,
lo que se quiere decir entonces es: “Dedicado a la memoria de David”. También
existe la posibilidad de que algunos salmos escritos por David fueran modificados
después de su muerte por los gremios de cantores inspirados que entonaban los
salmos en el templo.
No todos los salmos escritos por David se encuentran en el salterio. Dos de
los más conmovedores salmos de David se encuentran en el segundo libro de
Samuel. Son los lamentos compuestos por David, uno en ocasión de la muerte de
Saúl y Jonatán (2 Samuel 1:17-27, y el otro de la endecha compuesta por el rey en
ocasión del entierro de Abner (2 Samuel 3:33-35). En 2 Samuel 22:1-51 se
encuentra registrada la canción que David entonó para celebrar su liberación de
manos de todos sus enemigos. La misma canción, con casi las mismas palabras de
2 Samuel 22, se encuentra en el Salmo 18.
EL CULTO A LA MUERTE
En nuestra exposición del Salmo 23, hemos hablado del culto a la muerte en
Canaán en los tiempos del rey David. Así como hace tres mil años existía un culto
a Mot, el dios de la muerte, entre los antiguos cananeos, así también florecía un
culto a la muerte entre los antiguos pobladores de lo que hoy en día es México y
Centroamérica. Este culto a la muerte tuvo sus comienzos hace más de tres mil
años en México de donde se extendió por todos los rincones de Mesoamérica,
ganando muchos devotos entre los mayas, zapotecos, mixtecos, totonacos,
tarascos, pero especialmente entre los mexicanos o aztecas.
Las deidades principales en el antiguo culto a la muerte eran Mictlantecuhtli
y Mictecacihuatl, el señor y la señora de Mictlan, la región de la oscuridad y la
muerte. Se solía construir altares a Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl donde les
eran sacrificados animales y hasta seres humanos en búsqueda de favores
relacionados con la muerte y ayuda para resolver complicados problemas. Sobre
todo se creía, como entre los antiguos cananeos, que se podía establecer una
especie de pacto con la muerte y recibir el poder de la muerte. Éste era el poder
que daba a los devotos protección de las flechas, lanzas y espadas de los enemigos
y la habilidad de infligir la muerte a los mismos enemigos. Se buscaba también la
seguridad de poder morir en paz. El culto a la muerte tenía su centro en
Tenochititlan en un templo llamado Tlalxico. Allí, y en otros centros de culto, se
encontraban los Tzompantli o hilera de cráneos; grandes hileras de palos donde se
ensartaban cráneos.
Con la Conquista la Iglesia Católica Romana y la Inquisición buscaron
erradicar el culto a la muerte y mandaron destruir todos los centros, símbolos e
imágenes relacionados con el dios descarnado o la Santa Muerte. Aunque
disminuyó, el culto no fue erradicado; siguió en forma clandestina. Después de la
eliminación del Santo Oficio de la Inquisición, el culto resurgió nuevamente. El
culto contemporáneo apareció en Hidalgo en 1965 y se ha extendido por todo el
territorio nacional y hasta a los Estados Unidos. Aunque la Iglesia Católica
Romana ha condenado la veneración a la Santa Muerte como pecaminosa, se
calcula que más de dos millones de personas rinden culto a la Santa Muerte,
conocida también como la Flaca, la Bonita, la Señora, la Comadre o la Niña.
Aunque entre sus devotos se encuentran empresarios y políticos, la mayoría de sus
adeptos son personas marginadas que no esperan que sus oraciones sean bien
recibidas por el Dios cristiano y los santos.
El culto a la Santa Muerte es especialmente popular entre narcotraficantes,
contrabandistas, taxistas, presos, prostitutas, travestís, homosexuales, pandilleros y
miembros de bandas delictivas, especialmente los miembros de la temida Mara
Salvatrucha. Los símbolos de la Santa Muerte son el esqueleto, la túnica que cubre
de la cabeza a los pies, la guadaña, el reloj de arena, la balanza y el mundo. Las
peticiones que se colocan sobre los altares de la Santa Muerte son de diferentes
colores según la naturaleza del favor que se pide, por ejemplo amarillo para el
dinero, azul para la salud, blanco para la lealtad y negro para la brujería y el mal.
Los ladrones suelen hacerle peticiones de protección de las balas de la policía,
mientras que los militares y policías piden una bendición para sus pistolas y sus
balas. En las cárceles de México la devoción a la Santa Muerte supera a la de la
Virgen de Guadalupe. El Santuario Nacional de la Santa Muerte se encuen tra
ubicado en Bravo, número 35 en el barrio popular de Venusiano Carranza en la
capital azteca.
Con confianza los fieles que entonamos los salmos podemos dar gracias que
quien nos conduce por los múltiples peligros de la vida y el más allá no es la Santa
Muerte sino nuestro buen pastor. Es él quien ha preparado una mesa para
nosotros en la presencia de Mot, Mictlantecuhtli, Mictecacihuatl y todos los
poderes infernales. Él nos ha dado su promesa; habitaremos, no en el Tlalxico,
sino en la casa del Señor para siempre, pues el último enemigo que será destruido
es la muerte. Dios ha sometido todo al dominio de nuestro buen pastor,
Jesucristo.
Nota: Hay centenares de artículos sobre “El Culto a la Santa Muerte” en el
Internet, algunos dando información, otros promoviendo el culto, y otros
atacándolo.
PREDICACIÓN SOBRE EL SALMO 23
Después de haber estudiado tantas maneras diferentes de interpretar o
enfocar el Salmo 23, llega el momento de decidir cómo emplear lo que hemos
aprendido, en la preparación y composición de un sermón. Desde luego, las
diferentes maneras de enfocar o aplicar las imágenes que nos ofrece el salmo, no
deben verse como contradictorias, sino complementarias. Aquí se ofrece un
bosquejo en el que se utilizan algunos de los temas que han sido tratados en
nuestro análisis. Este bosquejo se utilizó para un sermón, el día de la consagración
de un trabajador cristiano en una congregación de Venezuela, en el que se pone el
énfasis en que Jesús, el buen pastor, es el modelo para nuestro ministerio pastoral.
INTRODUCCIÓN
El Salmo 23 es el más conocido y popular de los salmos para muchos millones
de personas en todo el mundo; es el salmo que mayor cantidad de personas han
aprendido de memoria, y es el preferido como lectura en ocasión de un funeral o
un Bautismo. La popularidad del Salmo 23 estriba en que tantas personas, de una
manera u otra, y siempre de un modo muy personal, han percibido que el Señor es
su pastor. En esta meditación sobre el salmo del buen pastor, queremos destacar
hoy las tres actividades de éste, resaltadas en el canto de David. Veremos que el
Salmo 23 habla que el buen pastor es 1) guía, 2) protector, y 3) anfitrión.

El buen pastor, guía de su rebaño: el modo en que Israel percibió al Señor como guía.

En el Salmo 23 observamos cómo el pastor guía a sus ovejas de una pradera a


otra. En los primeros dos versículos, las ovejas reposan en una pradera verde,
después de haber estado caminando toda la mañana. No pueden permanecer en el
mismo sitio por mucho tiempo.
Es así como Israel percibió la guía del Señor durante los 40 años de
peregrinación en el desierto. En una columna de nube de día, y de noche en una
columna de fuego, el Señor guió a los hijos de Israel de oasis en oasis, hasta que
finalmente cruzaron el río Jordán y entraron a la tierra prometida de Canaán.
Durante toda la travesía, el Señor protegió a su rebaño de la amenaza de los
enemigos. Finalmente, cuando llegaron a la tierra donde fluye leche y miel, el
Señor le preparó a su pueblo una mesa repleta de toda clase de bendiciones.
Nuestro buen pastor nos guía por las sendas de justicia, es decir, en la Tora,
con sus dos enfoques de ley y evangelio. Es la senda que el mundo no conoce. Hay
otros caminos, que parecen conducir a la dicha y la felicidad, pero que, en
resumidas cuentas, son camino de muerte.

El buen pastor, protector de las ovejas: el modo en que David percibió al Señor como
protector:

Con su vara y cayado, el buen pastor del Salmo 23 protege a sus ovejas de las
fieras y de los peligros del camino. Las conduce por el oscuro valle de las sombras.
David llegó a conocer al Señor como protector de su rebaño, al ser atacado, en
dos oportunidades, por los filisteos en el valle de la sombra de la muerte.
Jesucristo, el buen pastor, luchó contra las fieras en la cruz; tuvo que pasar por
el valle de la sombra de la muerte, pero al tercer día resucitó. Ahora está junto a
nosotros para protegernos de nuestros enemigos espirituales y llevarnos, por la
muerte, a la casa del Padre.

El buen pastor, anfitrión de los perseguidos y agraviados: el modo en que Jesús


percibió al Señor como anfitrión.

En el Salmo 23 vemos que el buen pastor prepara una mesa para que sus
ovejas puedan pasar la noche. Él las examina, les cura las heridas, y a las débiles y
fatigadas les administra un reconstituyente para restaurar su alma.
Hoy día hay muchas ovejas lastimadas y aporreadas que necesitan conocer la
ternura, la purificación y el poder sanador del buen pastor, como queda
demostrado en el ejemplo de la trabajadora cristiana, que empleaba el Salmo 23
como parte de la terapia de las víctimas de violación y abuso.
Después de padecer la burla, la tortura y la muerte de manos de sus
angustiadores, Jesús fue resucitado de los muertos y llevado a la presencia del
Señor, donde el Padre le tuvo preparada una mesa de victoria en presencia de sus
enemigos.
Jesús, el buen anfitrión, espera recibir a todas las ovejas cansadas y agobiadas
con traumas, ansiedades y pecados. Tiene para ellas una mesa preparada repleta de
bendiciones. La copa que nos brinda está rebosando. “Al que a mí viene, no lo
rechazo” ( Juan 6:37).
Conclusión: Dios le preguntó a Caín, el asesino: “¿Dónde está tu hermano
Abel?” La respuesta fue: “¿Acaso soy yo el que debe cuidar (pastorear) a mi
hermano?” Aunque Caín no quiso admitirlo, los cierto es que Dios nos ha
llamado a que seamos guardas y pastores de los demás, y ellos de nosotros. En el
Salmo 23 y en Jesucristo se nos presenta un modelo a seguir en nuestro ministerio
pastoral, como guías, protectores y anfitriones.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿ué características humanas se destacan cuando se representa al ser


humano con la imagen de una oveja?

2. Escriba un párrafo describiendo el modo en que usted ha percibido que el


Señor es el buen pastor de su vida.

3. ¿De qué manera percibieron Israel, David, y Jesucristo al Señor como su


buen pastor?

4. Haga una lista de las maneras en que usted puede ser guía de las ovejas del
Señor, en su ministerio pastoral.

5. Haga una lista de las maneras en que usted puede ser protector de las
ovejas del Señor, en su ministerio pastoral.

6. Haga una lista de las maneras en que usted puede ser anfitrión de las
ovejas del Señor, en su ministerio pastoral.

7. ¿ué nos enseña Amós 6:5 acerca de David?

8. Describa las tradiciones acerca de la hospitalidad que regían entre los


beduinos en la época del AT, y que perduran hasta el día de hoy.

9. ¿ué aprendemos respecto a la naturaleza de la iglesia, de acuerdo con la


descripción hecha de ella como rebaño del buen pastor?

10. Lea Isaías 25:6-8. ¿ué tipo de ayuda nos provee este texto en la
interpretación del versículo 6 del Salmo 23?

11. De las muchas imágenes visuales que se presentan en el Salmo 23, ¿cuál de
ellas ha sido de mayor impacto para su corazón? Explique.
 
SALMO 16
En el himnario ¡Cantad al Señor!, publicado por Editorial Concordia (1991), el
Salmo 16 ha sido designado para ser entonado el Tercer Domingo de Pascua, para
el leccionario A. Sin embargo, mucho antes de tal designación, desde la época de
la iglesia primitiva, el Salmo 16 ha sido empleado entre los cristianos como
confesión de fe en el Cristo resucitado. Al tocar las heridas en las manos y el
costado de Jesús –ocho días después de la resurrección– el apóstol Tomás confesó
a Cristo como su Señor y Dios. Cada vez que los cristianos entonamos el Salmo
16, confesamos, junto con Tomás, que el Cristo resucitado es también nuestro
Señor y Dios.
De acuerdo con el epígrafe que lleva el salmo, tenemos un mictam compuesto
por el rey David. No sólo los escribas que colocaron los epígrafes a muchos de los
cantos del salterio opinan que es un salmo de David, sino también San Pedro y
San Pablo comparten esa opinión, ya que en sus sermones en el libro de Los
Hechos de los Apóstoles, identifican al Salmo 16 como un salmo en el que se
escucha la voz del rey David. Es también el criterio de los reformadores Lutero y
Calvino, además de comentaristas modernos como Frans van Deursen, Franz
Delitzsch (1976:1.217) y Derek Kidner (1991:87).
Hay otros comentaristas modernos que opinan de modo diferente. El
conocido exegeta, el jesuita Mitchell Dahood, cree que el Salmo 16 es una
confesión de fe de un cananeo convertido a la fe del Dios de Israel, y que ahora
pide ser confirmado en su nueva fe, para no volver a invocar nunca más a las
divinidades que aún se adoran en los centenares de lugares altos en muchas partes
de la Tierra Prometida.
UN RECHAZO DEL SINCRETISMO
Si bien la hipótesis de Dahood tiene su atractivo, dado el énfasis que pone el
salmista en no dejarse llevar por la tentación de adorar dioses extraños, es
preferible aceptar que en la primera parte del salmo David exhorta a sus
seguidores a dedicarse por completo a la adoración al Señor, y a abandonar toda
relación con otros dioses, poderes, y espíritus. Nos consta que tal exhortación a la
adoración incondicional al Señor fue necesaria, porque en las filas de los
seguidores de David hubo unos cuantos cananeos, jebuseos, filisteos, e hititas. Al
capturar la ciudad de Jerusalén, cuyos habitantes originales fueron los jebuseos,
David no exterminó esta tribu de cananeos por completo, sino que incorporó a
muchos de ellos al pueblo de Israel. Nos consta que la guardia personal de David
estuvo compuesta por quereteos y peleteos (2 Samuel 15:16), o sea, filisteos. Uno
de los 30 valientes del ejército de David fue Urías el hitita, quien fue traicionado
por el mismo rey. Así como hubo cananeos entre los siervos de David y Saúl, hubo
también hebreos que sirvieron como mercenarios de los filisteos, y que tomaron
parte en la guerra contra el rey Saúl (1 Samuel 14:21). uizá estos mercenarios
israelitas no adoraban sólo al Señor, sino también a los dioses de sus amos. Según
1 Samuel 19:13-16, Mical, la primera esposa de David e hija del rey Saúl, tenía en
su habitación un ídolo, aunque profesaba su fe en el Dios de Israel. Hasta el
mismo rey Saúl, quien había prohibido la adivinación y la hechicería, acudió a la
adivina de Endor al verse acosado por los filisteos.
Teniendo en cuenta todo esto, es comprensible la importancia del énfasis que
el Salmo 16 pone en la renuncia a los ídolos y dioses extraños. En este salmo
David exhorta a sus partidarios no israelitas, y al mismo tiempo a los israelitas que
adoran al Señor pero también a otros dioses, a seguir el ejemplo de su rey y a
adorar única y exclusivamente al Señor. Durante muchos siglos el sincretismo
constituyó una de las grandes tentaciones para el pueblo de Israel. Desde el
tiempo de los jueces ( Jueces 2:11-14) hasta los últimos días del profeta Jeremías,
hubo problemas de sincretismo en Israel. Entre los refugiados judíos en Egipto
( Jeremías 44:16-19) había muchos israelitas que adoraban no solamente al Señor,
sino también a las diferentes divinidades paganas, cuyos altares estaban ubicados
en todo lugar alto y debajo de todo árbol frondoso. En tiempos de peligro y de
crisis, muchos israelitas buscaban el apoyo, la protección, y la bendición no del
Señor solamente, sino de los muchos baales o señores de la tierra. Fue el motivo
por el que los profetas del Señor, por ejemplo, Elías, denunciaron con tanta
insistencia el sincretismo del pueblo. Sobre el monte Carmelo (1 Reyes 18:21),
Elías desafió a los israelitas sincretistas con las famosas palabras: “¿Hasta cuándo
van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el SEÑOR, deben seguirlo; pero si es
Baal, síganlo a él.”
Hemos mencionado y descartado la teoría de Mitchell Dahood, de que el
Salmo 16 haya sido la confesión de fe de un cananeo con-verso. Sin embargo, tal
hipótesis se convierte en realidad cada vez que entonamos este canto, porque no
somos israelitas según la carne, sino gentiles cuyos antepasados adoraron toda
clase de ídolos y dioses falsos. Nosotros, al igual que los quereteos y peleteos de la
guardia personal de David, recibimos la exhortación de renunciar a todos los
ídolos de nuestro pasado pagano y seguir al ungido del Dios de Israel en la
adoración exclusiva del Señor.
En cuanto a la designación “Mictam de David” que figura como epígrafe del
salmo, la palabra hebrea mictam designa, probablemente, alguna clase de
inscripción, quizá una inscripción en una pared grabada para recordar la
liberación de una crisis y facilitar su lectura ante un auditorio más grande. En
América Latina pueden encontrarse santuarios cuyas paredes están repletas de
placas que dan testimonio de los milagros ocurridos gracias a la supuesta
intervención de algún santo o ánima, venerado en el lugar (Pollak-Eltz 1994:43).
Las placas en el santuario de la Virgen de Betania (ubicado a 60 km. al oeste de
Caracas), o las del santuario del Ánima de Taguapire en Santa María de Ipire
(Estado Guárico), son equivalentes populares venezolanos de los mictam de
David.
Hay quienes creen que la palabra mictam se refiere a una inscripción con
bollones de oro, que se parece a una joya dorada (Dahood 1965:1-87). De allí
viene la opinión de Martín Lutero de que el Salmo 16 es un salmo dorado
(1974:104). Es notable que los salmos designados como mictam tienen ciertas
características en común, enseñanzas que son particularmente preciosas, como,
quizá, la liberación del reino de la muerte. Todos los demás salmos designados
como un mictam pertenecen a la colección davídica (Salmos 56; 57; 59; 60).
16:1-2 Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Yo le he dicho al SEÑOR: “Mi SEÑOR eres
tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno.”
El salmo comienza con un urgente llamado de auxilio al Dios Omnipotente:
Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Si bien el que suplica desea que el
Señor lo cuide, no nos dice qué clase de peligro es el que le hace solicitar la
protección del Dios Omnipotente. Hubo varios incidentes en la vida de David,
quien, acosado por enemigos poderosos, buscó refugio bajo las alas del
Omnipotente, confiando totalmente en su protección. Recodamos, por ejemplo,
las veces en que David, joven pastor de Belén, se vio obligado a huir del rey Saúl,
quien en varias oportunidades intentó asesinarlo. Posteriormente, después de
haber reinado por muchos años, David tuvo que huir de Jerusalén, porque su
propio hijo Absalón tramó un golpe de estado contra él e intentó quitarle la vida.
Lutero se refiere a David como si fuera un indefenso gorrión perseguido por un
halcón, una avecilla que busca refugio bajo las alas protectoras de su madre. Es así
que el salmista es una persona indefensa acosada por todos lados por fieras; su
única defensa es el Señor. El propio Lutero, al ser declarado hereje por el papa
León X y reo convicto por el emperador, bien podría haberse identificado
también con la avecilla indefensa para quien el único refugio es el Señor.
Sin embargo, al ir leyendo el salmo, no encontramos alusiones ni a Saúl ni a
Absalón. Los dos peligros que sí se mencionan son el de verse tentado a participar
en los ritos y las ceremonias de adoración de otros dioses y espíritus. Otro gran
peligro que aflige al salmista es el de quedar abandonado en el seol, el reino de la
muerte.
El expositor holandés, Frans van Deursen, cree que David escribió el salmo
poco después de haber sido consagrado rey, o que lo escribió en Hebrón, donde
gobernó durante siete años la tribu de Judá, o después de su coronación en
Jerusalén, algunos años más tarde. Según van Deursen, David pide al Señor que lo
cuide en el futuro, del mismo modo en que fue amparado hasta ese momento.
Confiando solamente en el Señor, y no en los dioses, ánimas y espíritus poderosos
de los cananeos, David logró derribar a Goliat de Gat, y librar a Israel de la
amenaza filistea. Posteriormente, el Señor estuvo junto a David en todas sus
andanzas por el desierto y en territorios de paganos mientras huía del rey Saúl y
sus asesinos. Finalmente Dios, y sólo Dios, sin el auxilio de alguna otra deidad,
ayudó a David a vencer toda oposición, y a ser coronado rey del pueblo de Dios.
La devoción al Señor es lo que le ha movido a celebrar sus mayores triunfos.
Ahora, desea ser guardado en su fe en el Señor y no caer nunca en la tentación de
invocar a otros señores. Su hijo Salomón, en cambio, siendo ya viejo, se dejó
persuadir por sus esposas paganas a seguir a otros dioses. Siguió a Astarté, diosa
de los sidonios, a Moloc, el detestable dios de los amonitas, a uemós, el
detestable dios de Moab, y a Moloc, el despreciable dios de los amonitas (1 Reyes
11:5-7).
No sólo David tuvo que ser guardado del peligro del sincretismo y del mal
ejemplo de los apóstatas, sino que nosotros también necesitamos ese cuidado, y
no sólo de aquellos peligros, sino también del espíritu del siglo actual y de la vana
y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los
principios de este mundo y no conforme a Cristo (Colosenses 2:8). Incluso ya en
la época de los apóstoles aparecieron maestros que trataron de inducir a los
creyente a rendir culto a los ángeles y no solamente a Cristo. El NT nos advierte
respecto de una apostasía que vendrá en los últimos días, y de falsos profetas que
tratarán de engañar, de ser posible, aun a los elegidos (Marcos 13:22). En vista de
la proliferación de tantas sectas, movimientos esotéricos y doctrinas de demonios
en la actualidad, todos necesitamos entonar juntamente con David: “Cuídame,
oh Dios, porque en ti busco refugio.”
16:3 Poderosos son los sacerdotes paganos del país, según todos sus seguidores. Alt. En cuanto a los
santos que están en la tierra, son los gloriosos en quienes está toda mi delicia.

Los expertos en la materia afirman que el hebreo de los versículos 3 y 4 del salmo
es muy difícil de entender y más difícil aún de traducir. Hay quienes sospechan
que las palabras del texto se han perdido, o han sido copiadas erróneamente por
un escriba. Por lo tanto, los investigadores han intentado, de varias maneras,
reconstruir el texto original, o enmendar el texto masorético que ha llegado hasta
nosotros. Esto ayuda a explicar por qué el estudiante, al comparar las diferentes
traducciones modernas del Salmo 16, se encuentra con tantas maneras de
entender el texto.
La interpretación del versículo depende en gran parte del sentido que se le da
al término hebreo qedoshim, que en la versión Reina Valera se traduce como
“santos”. Entre los investigadores hay ideas muy dispares en cuanto a cómo
interpretar la identidad de los “seres santos” o “espíritu consagrados” en la tierra.
Las ideas dispares influyeron en el modo de traducir el versículo 3, en muchas de
las versiones modernas de las Escrituras.
El primer modo de entender el término qedoshim es como una referencia a los
integrantes del pueblo de Israel en general. Siendo que Israel, según Éxodo 19:6,
es “un reino de sacerdotes y una nación santa”, todos los que participan en el pacto
entre el Señor e Israel han sido consagrados al Señor. La palabra “santo”, en sí
misma, significa algo que ha sido apartado del uso normal, para ser dedicado y
consagrado al servicio de Dios. Según tal interpretación, los santos aquí
nombrados son casi idénticos a los justos de los que habla el Salmo 1, y muchos
otros cantos del salterio.
El segundo modo de entender el término qedoshim es que trata de identificar
especialmente a los que han sido consagrados de una manera particular para servir
al Señor en su santuario. Según esta interpretación, los santos son los sacerdotes y
levitas que día y noche ofrecen sacrificios en el templo y entonan los salmos,
además de ocuparse de las celebraciones sagradas en la casa del Señor. De acuerdo
con tal interpretación, entonces, los santos de la tierra corresponden a los santos
del cielo, es decir, los santos ángeles, querubines y serafines. Así como éstos sirven
a Dios en los cielos, así lo sirven en la tierra sus santos sacerdotes y levitas. El
concepto se encuentra también en la tercera petición del Padrenuestro: “Hágase
tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”
Muy diferente es el tercer modo de interpretar el término qedoshim. Los
investigadores que han dedicado tiempo al estudio de la religión de lo cananeos,
creen que, en vez de hablar en términos halagadores de los siervos del Señor, el
salmo habla degradantemente acerca de los ritos que solían celebrar los cananeos,
implorando la ayuda de los espíritus de los muertos. Los qedoshim, según tal
interpretación, son los espíritus sagrados de los difuntos quienes, de acuerdo con
las creencias de los cananeos, estuvieron en la tierra y actuaron en los ritos de la
fertilidad para asegurar la productividad de la tierra y los poderes reproductivos,
tanto de las bestias como de los seres humanos (Terrien 2003:177). En Israel, lo
mismo que en América Latina, hubo muchas personas que creyeron que es mejor
contar con la protección de una gran variedad de dioses, ánimas y “muertos
poderosos”, que con el apoyo de sólo un dios.
Según tal manera de entender los qedoshim, el versículo debe entenderse
como parte del repudio de la mitología cananea y todos los abominables ritos y
ceremonias asociados con la gran madre, los sacrificios humanos, la prostitución
sagrada, las libaciones ofrecidas a los espíritus de los difuntos, y todas las demás
abominaciones cananeas mencionadas en Isaías 57:3-19; 65:1-7. Al parecer, esta
manera de entender el salmo influyó en la traducción del versículo en la versión
Dios habla hoy, en el que no se habla de los santos en la tierra ni de los justos que
confían en el Señor, sino de los ídolos poderosos del país. Son los qedoshim en
quienes tienen complacencia los paganos y los israelitas que han caído en la
idolatría. Tal lectura del Salmo 16 está de acuerdo con las ideas del erudito
Mitchel Dahood, para quien qedoshim es el nombre de las deidades cananeas
(1965:87) que son repudiadas por el supuesto converso cananeo que Dahood cree
fue el autor del Salmo 16. En este versículo, según Dahood, el ex idólatra repudia
su antigua fe en los falsos dioses cananeos, en los que había confiado y encontrado
deleite en su pasado pagano.
Vale la pena mencionar que eruditos como Mitchell Dahood y Marvin Pope
son investigadores que han dedicado muchos años al estudio del ugarítico y otros
idiomas fenicios que tienen mucho en común con el hebreo antiguo. Al estudiar
el lenguaje, las costumbres, y religiones de los vecinos de Israel, el investigador se
siente inclinado a ver paralelos y semejanzas que difícilmente pueden
comprobarse. Por esta razón la mayoría de los estudiantes del AT no han aceptado
muchas de sus interpretaciones y teorías.
16:4 Pero aumentarán los dolores de los que corren tras ellos. ¡Jamás derramaré sus sangrientas
libaciones, ni con mis labios pronunciaré sus nombres!

Las primeras palabras del versículo nos recuerdan las palabras de Dios a Eva, en
Génesis 3:16: “Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con
dolor.” El paralelismo que existe entre las expresiones de Génesis 3:16 y el Salmo
16, nos da a entender que participar en ritos y ceremonias paganos equivale a
haber comido de la fruta prohibida. La consecuencia del intento de servir a dos
señores sería la expulsión de Israel de la Tierra Prometida, del mismo modo que la
transgresión de Adán y Eva resultó en su expulsión del huerto del Edén. Al salir
de Egipto, cruzar el Mar Rojo y el desierto, Israel entró, guiado por Josué, a la
Tierra Prometida, una tierra en la que fluía leche y miel. Después de haber sufrido
los rigores de los trabajos forzados de Egipto, la tierra de Canaán fue para los
hebreos un jardín de abundancia y bendiciones. Los israelitas se encontraron, al
igual que Adán y Eva, en un paraíso. A fin de permanecer en ese paraíso y gozar de
una paz que no habían conocido anteriormente, era necesaria una sola cosa, no
comer del árbol prohibido. El fruto prohibido fue, en el caso de los israelitas, la
participación en el culto idolátrico de los antiguos habitantes de Canaán.
En los libros históricos desde Josué hasta 2 Crónicas, y en las denuncias de los
profetas, leemos cómo se repitió la tragedia de Génesis 3. Israel comió de la fruta
prohibida en la tierra de Canaán, y como consecuencia de ello fue expulsado de su
paraíso hacia una nueva cautividad en Asiria y Babilonia. En la destrucción de
Samaria y Jerusalén, y en la cautividad babilónica y asiria, se multiplicaron los
dolores de aquellos que corrieron en pos de otros dioses.
Con el fin de evitar una suerte similar, el salmista se niega a emplear sus labios
para invocar a otros dioses. Según las disposiciones de la Tora, queda prohibido
pronunciar los nombres de las deidades paganas: “No invoquen los nombres de
otros dioses. Jamás los pronuncien” (Éxodo 23:13). “Te quitaré de los labios el
nombre de tus falsos dioses, y nunca más volverás a invocarlos” (Oseas 2:17). “En
aquel día arrancaré del país los nombres de los ídolos, y nunca más volverán a ser
invocados, afirma el SEÑOR Todopoderoso” (Zacarías 13:2). En Génesis 1:16 se
menciona la creación de las dos grandes lumbreras, pero sin llamarlas por sus
nombres, sol y luna. Es debido a que las palabras sol y luna fueron, en el antiguo
Cercano Oriente, no sólo los nombres de dos astros, sino también los nombres de
dos de los dioses principales de Egipto y Mesopotamia. Un antiguo dicho alemán
advierte sobre nombrar al diablo, no sea que aparezca.
16:5-6 Tú, SEÑOR, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi suerte. Bellos lugares
me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha correspondido!

Solamente los labios que no han pronunciado los nombres de los dioses falsos,
son dignos de beber de la copa de bendición que el Señor brinda a los suyos
(Craigie 1983:157).
En los versículos 5 y 6 del salmo nos encontramos con la semántica de una
cantidad de palabras tomadas del reparto de la tierra o la reforma agraria. Son
palabras tales como lote, porción, heredad, suerte, copa. Para los hombres y
mujeres del pueblo de Israel de la época del AT, la tierra era vida. El que tenía una
parcela donde cultivar la tierra, sembrar, cosechar y criar, tenía vida. La tierra
sigue siendo importante para nosotros, la tierra todavía es vida. En la tierra de
Palestina, judíos y árabes todavía se matan para asegurarse un pedacito de la
Tierra Prometida y poder decir: “Esta parcela es mía; aquí cosecharé mis frutos,
criaré a mi familia y me sentaré a la sombra de mi propia higuera.” Y así siguen los
atropellos, los atentados suicidas y las libaciones de sangre al dios de la guerra.
América Latina también ha visto usurpación de terrenos, luchas acerca de
propiedades, guerras campesinas y nuevas leyes que tratan de justificar la
expropiación de la tierra de parte de los terratenientes y empresas internacionales,
o leyes cuya intención es un reparto más justo del patrimonio nacional entre los
más necesitados. En el AT leemos de una gran ocupación de terrenos y reparto de
parcelas, y de un gran caudillo de Dios que estableció un conjunto de nuevas leyes
sobre la tenencia de la tierra y las herencias familiares.
Josué es el nombre del gran líder del pueblo de Dios que tuvo a su cargo el
reparto de la tierra. En hebreo su nombre es yeshua, que significa libertador o
salvador. Es el mismo nombre que la virgen María puso a su hijo. Yeshua, en
castellano, es Jesús. Después de deambular por el desierto de Sinaí durante 40
años, los hijos de Israel llegaron a las fronteras de Canaán, la tierra en la que fluía
leche y miel. Pero la tierra de Israel estuvo en manos de poderosos caciques que,
como sucede en todos lados, habían acaparado para sí los mejores sembrados. En
el libro de Josué leemos que, después de varias batallas, los israelitas llegaron a
dominar una buena parte de la tierra de Canaán. Siguiendo las instrucciones del
Señor, Josué dividió toda la tierra en miles de parcelas. A cada familia israelita le
tocó una parcela. A fin de evitar los favoritismos, decidieron repartir las parcelas
por suertes. Al llevarse a cabo el reparto de las parcelas, cada jefe de familia decía
dentro de sí: ¡Ojalá que en el sorteo me toque una buena parcela, junto a un río,
con muchos árboles frutales, buena tierra y pocas piedras. El versículo 6 del salmo
dice: “Bellos lugares me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha
correspondido!” La versión Reina Valera traduce el versículo así: “Las cuerdas me
cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado.” Las
cuerdas mencionadas aquí son las que se usaban para medir la parcela.
Sin embargo, hubo un grupo de personas en Israel que no recibieron parcelas,
que no participaron en el sorteo de terrenos. Fueron los integrantes de la tribu de
Leví, la tribu de los sacerdotes y levitas. La porción, o herencia, que les tocó a los
sacerdotes y levitas no fueron diez hectáreas de terreno, sino la prerrogativa de
servir en el templo y estar continuamente en la presencia del Señor. Tal como dice
el salmo: “Tú, SEÑOR, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi
suerte.” El Señor mismo fue la heredad de los levitas. Lo mismo que los levitas, el
autor del Salmo 16 declara: “Mi heredad, mi porción, mi lote, mi parcela, no es
un pedazo de tierra, sino Dios mismo.” El énfasis puesto por el salmo en estos
conceptos, ha inducido a investigadores tales como el renombrado Hans-Joachim
Kraus, de Alemania (1993:368), a concluir que el Salmo 16 no fue escrito por
David, sino por un sacerdote o levita desconocido. El hecho de que el salmo es un
himno compuesto por un sacerdote, o levita, o rey con funciones sacerdotales,
queda respaldada por su ubicación a continuación del Salmo 15, en el cual se
pregunta: “¿uién, SEÑOR, puede habitar en tu santuario? ¿uién puede vivir en
tu santo monte?” (Salmo 15:1). La respuesta que el Salmo 16:3 y 5 daría a la
pregunta sería: Los levitas y sacerdotes, que recibieron como su heredad estar
siempre en presencia del Señor.
Nosotros opinamos que David, al asumir la tarea de pastorear las ovejas de
Israel e instruir al pueblo con sus cantos y salmos, asumió también muchas
atribuciones sacerdotales y levíticas. En cierto sentido David, al igual que otro rey
de Jerusalén, Melquisedec (Salmo 110:4), fue rey y sacerdote a la vez. David
ejerció las funciones de los levitas al cantar, danzar y tocar instrumentos musicales
en las procesiones y celebraciones sagradas ante el arca del pacto. El constante
afán de David fue, como lo fue para los levitas, estar siempre en la presencia del
Señor.
¿ué significado tuvo la frase “Tú, SEÑOR, eres mi porción”, en la época del
AT? Expresó tres cosas. En primer lugar, que a los levitas les tocaba una buena
parte de los sacrificios y diezmos llevados al santuario. Los que servían en el
santuario tenían el derecho de comer de los granos, del aceite, de los frutos, y de la
carne que los adoradores del Señor traían al santuario. En su primera carta a los
corintios, San Pablo cita tal práctica para recordarles a los corintios que Dios no
quiere que sus servidores pasen hambre y necesidad. Se sabe que muchos pastores
y diáconos de América Latina pasan necesidad debido a la escasez de alimentos y
al desempleo en el continente.
En segundo lugar, la frase “Tú, SEÑOR, eres mi porción”, significa que los
levitas tuvieron el gran privilegio de participar en la comunión de los santos, si
tomamos la referencia a los santos que están en la tierra y los gloriosos (ver
traducción alt. del v. 3) no como referida a las ánimas sino a los sacerdotes, levitas,
músicos y cantores que sirven al Señor. La gran bendición que disfrutan los
sacerdotes y levitas –y los que hoy día son pastores, diáconos y maestros de la
iglesia– es el privilegio de proclamar y enseñar la Palabra. Ciertamente, tienen el
privilegio de cuidar las ovejas del redil del Señor.
En tercer lugar, la frase “Tú, SEÑOR, eres mi porción”, quiere decir ni más ni
menos que Dios mismo me pertenece, que él es mi herencia. uiere decir que el
propio Dios está a mi derecha. El Señor es quien decide mi suerte. No lo son los
ídolos, ni los poderes astrales, ni los maestros encumbrados. No lo son, tampoco,
las siete potencias africanas y los que se hacen pasar por los grandes iluminados y
gurús de la Era de Acuario. El Señor está a mi lado para defenderme, tomarme de
la mano y guiarme. Si Dios es mío, entonces su perdón también es mío y su
misericordia, su Espíritu, su paz, su vida, todo es mío.
Siendo que Dios es mi suerte, mi copa, mi porción, mi heredad, no
pronunciaré con mis labios los nombres de los dioses falsos. No los necesito;
tengo algo mejor. No invocaré en oración o adoración ningún poder, ningún
espíritu que no sea él. No ofreceré libaciones de sangre a los ídolos. uienes así lo
hacen, no obtienen una buena herencia, un buen lote, sino que atraen sobre sí
mismos desgracia y pronta destrucción En cambio yo, ya que Dios es mío, le
serviré a él solamente.
16:7 Bendeciré al SEÑOR, que me aconseja; aun de noche me reprende mi conciencia.

En el libro de Samuel leemos que el Señor aconsejó a David en muchas ocasiones


por medio de las suertes sagradas, el urim y el tumim que el sumo sacerdote
llevaba en el pectoral sobre su corazón (Éxodo 28:28-30; 1 Samuel 23:9-12). Los
profetas del Señor, Samuel, Natán y Gad también trajeron a David mensajes que
habían recibido por el Espíritu del Señor. Y entre sus seguidores tuvo David
consejeros reales, como Ajitofel de Guiló y Husay el arquita. En 1 Samuel 25:32-
34 leemos de Abigail, mujer de gran sabiduría, que impidió con su intervención y
razonamientos, que David ejecutara su equivocada determinación de vengarse
con sus propias manos. Las palabras, “bendeciré al SEÑOR, que me aconseja”, nos
recuerdan las palabras de David a Abigail: “¡Bendito sea el SEÑOR, Dios de Israel,
que te ha enviado hoy a mi encuentro! ¡Y bendita seas tú por tu buen juicio, pues
me has impedido derramar sangre y vengarme con mis propias manos!”
Es posible que el Señor también diera consejos al salmista por medio de un
oráculo especial, o una visión que recibió mientras oraba de noche en el santuario
o en su propia habitación. En el libro de Daniel leemos que el profeta habla de los
sueños y visiones que tuvo durante la noche mientras yacía en su lecho (Daniel
7:1, 13; 8:1). En el libro de los Hechos de los Apóstoles leemos acerca de la
palabra de consejo y consuelo que recibió Pablo en una visión de noche. Sin
embargo, aun cuando no recibamos visiones mientras meditamos de noche, existe
un medio por el que Dios siempre nos aconseja, su Palabra. Recordemos que en el
Salmo 1 se nos presenta al israelita justo y fiel al pacto como uno que día y noche
medita en la Tora del Señor. En su Tora, tanto en la ley como en las promesas del
evangelio, el Señor Dios nos brinda certeza y consuelo. Como veremos, el gran
temor que acosa al salmista es el de quedar abandonado en el seol. ¿No será que el
oráculo de consuelo que recibió el salmista en su meditación, es el mensaje de
esperanza que encontramos en los versículos 10 y 11?
16:8-9 Siempre tengo presente al SEÑOR; con él a mi derecha nada me hará caer. Por eso mi corazón
se alegra, y se regocijan mis entrañas; todo mi ser se llena de confianza.

Al igual que en el Salmo 110:5, el Señor está a la diestra de su ungido para


protegerlo y defenderlo de sus enemigos. Sabemos que el enemigo al que más
teme el que suplica, es la muerte, aunque todavía no lo ha nombrado. Pero en la
revelación que el Señor le ha concedido al salmista en sus meditaciones
nocturnas, ha llegado a comprender que el Señor está a la diestra de su ungido
para protegerlo de la muerte misma y de los terrores del seol. Si el Señor es la
herencia, la suerte, el galardón del que suplica, la muerte no será, entonces, el
destino eterno de aquel que confía en el Señor.
El salmista puede gozarse no sólo en su espíritu, sino también en su cuerpo, la
parte material y efímera del ser humano, porque su cuerpo también participará en
la victoria del Señor sobre el poder de la muerte y del seol. Si el Señor es la
posesión y heredad del salmista, entonces el Señor pertenece al que ora y el que
ora pertenece al Señor, y no a Mot, el dios de la muerte (Salmo 49:14-15). El
Señor, y no la muerte, es el amor y pastor del ungido del Señor. El que ora le
pertenece al Señor y no a Mot ni al seol (Alonso 1994:301).
16:10-11 No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que sufra corrupción tu santo
fiel. Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha
eterna a tu derecha.

Solamente ahora, después de tener la seguridad de que el Señor es su herencia, su


porción y su lote, el salmista puede revelarnos, por fin, la identidad del enemigo
que le acosa. Solamente ahora tiene la valentía de pronunciar con sus labios el
nombre del terror que le amenaza. No es un enemigo de carne y hueso, semejante
a nosotros. No se trata tampoco de ningún movimiento revolucionario, o
subversivo. El enemigo que tiene al salmista entre la espada y la pared, atrapado en
una calle sin salida, es el seol, la fosa, la corrupción; en otras palabras, es la misma
muerte quien, según 1 Corintios 15:26, es el último enemigo. La muerte no es un
tema del que nos agrade hablar. Nuestra tendencia humana se inclina por no
tomar en cuenta nuestra muerte, no pensar en ella. Preferimos divertirnos.
Divertirse quiere decir desviarse, desviar nuestros pensamientos; de modo que
encendemos la radio o la TV, escuchamos música. De pronto vemos en la TV los
titulares: Súbita muerte de un famoso personaje, político, artista, atleta; y más
abajo adivinamos un subtítulo invisible a la vista, pero bien perceptible para la
mente: ¡Tú también morirás!
Sin embargo, ante esta realidad, y después de meditar en la palabra de Dios y
recibir la revelación del Espíritu Santo y confesar que su herencia es el Señor, el
salmista está en condiciones de declarar: “Por eso mi corazón se alegra, y se
regocijan mis entrañas; todo mi ser se llena de confianza. No dejarás que mi vida
termine en el sepulcro” (seol, RV); no permitirás que sufra corrupción tu siervo
fiel. Es posible que para más de uno, la palabra seol o sheol cause dificultades. Los
de la antigüedad utilizaban la palabra seol con referencia al reino de la muerte. El
seol es ese lugar tenebroso en que los muertos habitan en oscuridad como sombras
apagadas de lo que alguna vez fueron. uizá el seol es lo que aquel señor de la
parábola de las monedas de oro tuvo en mente al hablar de la oscuridad, donde
habrá llanto y rechinar de dientes (Mateo 25:30). Comprendemos que si el Señor
es nuestra heredad, nuestra porción, nuestro lote, nuestra herencia no será,
entonces, la oscuridad de afuera, sino estar en la presencia del Señor, donde habrá
alegría y dicha eterna a su derecha.
Al decir “dicha eterna a tu derecha”, el salmista está hablando con claridad de
una vida después de nuestra vida terrenal, y no simple mente de ser sanado de una
enfermedad mortal. Esto último afirman muchos comentaristas modernos, que
niegan que el Salmo 16 esté hablando de la resurrección de los muertos o la vida
eterna. Dicen que la doctrina de la resurrección vino a ser parte de la fe de Israel
tan sólo en la época en que se escribieron los últimos libros del AT, como, por
ejemplo, el libro del profeta Daniel. Hubo algunos judíos, como los saduceos, que
no aceptaron nunca la doctrina de la resurrección, según se aprecia en el debate
entre Jesús y éstos, en Marcos 12:18-27. Muchos investigadores creen que lo que
tenemos en el AT es una revelación gradual, en la que algunos conceptos, como el
de la resurrección, evolucionaron progresivamente. Hay salmos, como el de
Ezequías en Isaías 38, en que el que ora parece desconocer la esperanza de la
resurrección. El autor de Eclesiastés 6 no parece compartir, tampoco, la confianza
en la vida eterna, la que nosotros hemos encontrado en el Salmo 16.
Sea como fuere, el salmo nos muestra que Dios concedió a algunos videntes
del AT, una revelación especial acerca del misterio de la resurrección. El Salmo 16
no es la simple oración de un rey; es un Mictam de David. Es un canto inspirado
por el Espíritu Santo, digno de ser grabado en una pared. El NT declara que
David no fue solamente un caudillo, poeta o rey, sino también un profeta, por
medio de quien Dios nos comunica palabras de vida.
El apóstol Pedro cita las palabras del Salmo 16 en su memorable predicación
del primer Pentecostés cristiano (Hechos 2:25-31). Tanto Pedro como Pablo
subrayan que, cuando David dice, “no permitirás que sufra corrupción tu siervo
fiel”, el salmista no habla de sí mismo, porque David ciertamente murió y sufrió la
corrupción. El cuerpo de David, como dice Lutero, llegó a ser pasto de gusanos.
¿En quién, entonces, hallaron su cumplimiento las palabras del Salmo 16? Tanto
Pedro como Pablo dicen que las palabras de David hallaron su cumplimiento en
Jesucristo, quien fue resucitado de los muertos al tercer día. Su cuerpo no sufrió
corrupción; su alma no permaneció en el reino de los muertos. Con la
resurrección de Jesucristo, Dios nos ha mostrado cuál es el destino final de todos
los que en él han confiado. Siendo que Jesucristo es la primicia, el primer fruto
maduro de la gran cosecha de resucitados, podemos estar seguros de que él es la
senda de la vida y que en su presencia hay alegría para todos los que le invocan. La
dicha eterna a su diestra es para todos los que confiesan el nombre de Jesucristo y
que proclaman: “Tú eres mi Señor.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. ¿A qué dos grandes peligros se ve expuesto el que ora en el Salmo 16?

2. ¿Por qué siguen teniendo vigencia, para nosotros que vivimos en el siglo
21, las advertencias del Salmo 16 contra el sincretismo?

3. ¿Cuáles son los argumentos principales a favor de la designación del


Salmo 16 como un salmo de David?

4. ¿Cuáles son los diferentes modos en que ha sido traducido el término


hebreo qedoshim (santos) por quienes se han dedicado al estudio del
salmo y su contexto, en el antiguo Cercano Oriente?

5. ¿De qué manera se multiplicaron los dolores de los israelitas que, una vez
establecidos en la tierra de Canaán, sirvieron con diligencia a otros
dioses?

6. ¿Cuál fue la porción o herencia que les tocó a los sacerdotes y levitas,
cuando Josué repartió en parcelas la tierra de Canaán entre los israelitas?
Describa cómo se efectuó el reparto de tierras.

7. ¿ué debe significar para nosotros, hoy día, la frase “Tú, SEÑOR, eres mi
porción”?

8. ¿Cuáles son las diferentes maneras en que el Señor aconsejó a David aun
en las noches?

9. El Salmo 16 se llama un Mictam de David. ¿ué clase de poesía es un


mictam? ¿ué importancia tiene para nuestra interpretación del Salmo
16, que éste sea un mictam?

10. Explique cómo encontraron su cumplimiento en Jesucristo las palabras


proféticas de David en el Salmo 16.
11. ¿ué consuelo nos ofrece el Salmo 16 ante el temor que todos los seres
humanos sienten al encontrarse frente al reino de la muerte?

12. ¿Por qué podemos declarar que el Salmo 16 no es solamente un salmo de


confianza y un salmo davídico, sino también un salmo mesiánico?
15
Los salmos del regreso

SALMO 107
Liberación desde los cuatro rincones de la tierra
Un salmo de alabanza

El Salmo 107 es uno de los más bellos salmos de alabanza de nuestra Biblia. Con
salmos de alabanza como éste, el pueblo de Israel expresó y declaró ante el mundo
quién fue, para ellos, Dios el Señor. Los salmos de alabanza, como el 107, son
confesiones de fe por las que la gloria de Dios se manifiesta y se declara ante todas
las naciones. Si se quiere saber quién es el Dios en quien confiaron los fieles del
AT, puede encontrarse la respuesta mediante una meditación profunda en el
contenido del Salmo 107.
La fe del pueblo de Israel no se expresa principalmente en libros de dogmas o
sistemas filosóficos, sino en la alabanza. uien cree en Dios, alaba a Dios. uien
no alaba, en realidad no cree en él. La fe del creyente nunca es estática, siempre
busca la alabanza. El título del libro de los Salmos en hebreo, es tehillim (himnos).
El título indica que el propósito final del libro y de toda la Tora es guiar al
creyente a alabar a Dios. Tal propósito encuentra su expresión máxima en el
último salmo del salterio, el 150, que vale como la conclusión de los cinco libros.
La adoración universal del Señor es la finalidad a la que nos conducen todos los
salmos del salterio. En el Salmo 150 encontramos el último aleluya del pueblo de
Dios. En él se llama a todos a alabar a Dios con todas las fuerzas y de todas las
formas posibles.
Analizando los salmos de alabanza, percibimos una dimensión misional, que
no siempre se reconoce. Se la percibe en el Salmo 22:22-31, en que el individuo
que recibió la liberación divina testifica acerca de lo que ha acontecido, a fin de
que toda la congregación glorifique a Dios juntamente con él. La alabanza del
salmista y de la congregación debe servir, al mismo tiempo, para inducir a todas
las naciones a unir sus voces con las de los justos en la adoración del Señor: “Se
acordarán del SEÑOR y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él se
postrarán todas las familias de las naciones, porque del SEÑOR es el reino; él
gobierna sobre las naciones (Salmo 22:27-28).
La alabanza es nuestra respuesta a la gracia y al poder de Dios experimentados
por nosotros de mil maneras diferentes. Nuestro trabajo misional consiste en
invitar a todas las naciones a unírsenos en la adoración de Dios. Desde el primer
capítulo del Génesis hasta el último capítulo del Apocalipsis, la historia de la
salvación nos conduce a nosotros y a todas las naciones hacia la gran escena de
Apocalipsis 7, en que vemos la gran multitud que nadie puede contar, de todas las
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que están delante del trono y en la presencia
del Cordero, vestidos con ropas blancas y palmas en las manos, clamando a gran
voz: “¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del
Cordero!” (Apocalipsis 7:10). Nuestra alabanza, nuestros himnos de adoración,
los gritos de aleluya, las danzas, liturgias, sinfonías, y armonías, son todos una
anticipación de la adoración suprema de nuestro Dios.
Uno de los mejores métodos para librarnos de nuestro orgullo, egoísmo y afán
por la glorificación propia, consiste en sumergirnos en el salterio y comenzar a
cantar los salmos de alabanza. Mientras nos regocijamos, clamamos, cantamos,
danzamos, y glorificamos a Dios nos veremos libres de nuestra locura ególatra.
Teniendo en mente tal apreciación de la alabanza bíblica, nos dedicaremos a
comentar el Salmo 107.
El Salmo 107 es el primero del quinto libro de los Salmos. Un investigador ha
llamado los cantos que integran este libro, “los salmos del regreso”, porque la
mayoría de ellos parecen haber sido escritos durante, o después, del regreso de los
judíos de la cautividad babilónica a la Tierra Prometida. El Salmo 107, en
particular, parece haber sido colocado primero en la colección, porque brinda la
respuesta a la expectación planteada por el salmista al final del último salmo del
cuarto libro de los Salmos: “Sálvanos, SEÑOR, Dios nuestro; vuelve a reunirnos de
entre las naciones, para que demos gracias a tu santo nombre y orgullosos te
alabemos (Salmos 106:47). El Salmo 107 relata en forma poética cómo –en
respuesta a la petición del Salmo 106:47– trajo el Señor a los dispersados de Israel
de los cuatro puntos cardinales, del Oriente y del Occidente, del Norte y del Sur,
para que estuvieran nuevamente en la Tierra Prometida.
Hace años, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las Naciones
Unidas decretaron el establecimiento del nuevo Estado de Israel, el conocido
autor judío Leon Uris, escribió un libro cuyo título es “Éxodo”. El libro –se hizo
una película de cine sobre el tema– relata el éxodo de judíos de todas partes del
mundo, que abandonan los países en que vivieron por muchos años, y sus
antepasados por siglos, para ser parte del nuevo Estado de Israel. El libro y la
película cinematográfica relatan las dificultades, los peligros, luchas, y victorias de
este nuevo éxodo de los judíos del siglo 20. De un modo parecido, el Salmo 107
relata las dificultades y peligros que tuvieron que enfrentar los israelitas que
regresaron a la tierra de Judá después de la caída del imperio babilónico y el
decreto de Ciro el Grande, y celebra la decisión que tomaron. Al mismo tiempo,
el regreso de los judíos a su tierra, se toma como un anticipo y paradigma del gran
regreso escatológico, el cual es uno de los temas principales de todo el libro de los
Salmos. Cada creyente en el Señor es, en realidad, un extranjero y peregrino entre
las naciones del mundo, y vive con la expectativa de que lo llamen a que vuelva al
lugar donde tiene su ciudadanía: “En cambio, nosotros somos ciudadanos del
cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará
nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el
poder con que somete a sí mismo todas las cosas (Filipenses 3:20-21).
El Salmo 107 se divide en cuatro partes, cada una de las cuales presenta una
escena típica del modo en que el Señor mostró su misericordia a los que volvieron.
Cada una de las cuatro escenas obedece a pasajes tomados de los capítulos 40-59
del libro de Isaías. En cada una de las cuatro escenas, los protagonistas se amoldan
a un cambio de destino; una circunstancia desesperante se convierte en bendición.
Es el Señor, fiel al pacto con su pueblo, quien cambia la suerte de Israel,
convirtiendo su mal en bienestar, y su maldición en bendición.
107:1 Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.

El salmo comienza con un invitatorio litúrgico. Se convida a la celebración de una


gran fiesta de acción de gracias comunal, en la cual se festejan las misericordias
que el Señor brindó a los exiliados en su viaje de regreso a la Ciudad Santa.
Después de entonado el salmo, se presenta un sacrificio de acción de gracias al
Señor, y todos lo que regresaron quedan invitados a participar en el banquete. Las
palabras del primer versículo del salmo traen a la memoria la escena descrita en
Esdras 3:10-13, en la que los que regresaron, los redimidos del SEÑOR, celebran
una gran fiesta al echar los cimientos del nuevo templo. Los albañiles se ponen de
pie juntamente con los sacerdotes que llegan con sus vestimentas sagradas y los
levitas, los hijos de Asaf, con trompetas y platillos, que cantaban y alababan dando
gracias al Señor, diciendo: “Porque él es bueno; su gran amor perdura para
siempre.”
107:2-3 ue lo digan los redimidos del SEÑOR. A quienes redimió del poder del adversario, a
quienes reunió de todos los países, de oriente y de occidente, del norte y del sur.

Los que han sido llamados a participar en la fiesta son los que han sido rescatados
y redimidos de la cautividad. Los redimidos vienen de los cuatro puntos
cardinales. Ya ha sido mencionado que es nuestra opinión que el salmo, en la
forma en que lo tenemos en nuestra Biblia, fue compuesto en la época en que los
judíos regresaron a Jerusalén procedentes de la cautividad babilónica. Sin
embargo, algunos eruditos, como Kraus, creen que el canto proviene de un salmo
mucho más antiguo, que fue modificado y adaptado en la época del regreso, para
celebrar la vuelta de los cautivos a la Tierra Prometida. De acuerdo con esta
hipótesis, el salmo original trataba escenas típicas que celebraban la ayuda que el
Señor brindó a los suyos. La frase que se traduce con las palabras “del poder del
adversario”, también ha sido traducida “de la mano de la aflicción o del mal”. La
palabra que utiliza el salmista para aflicción es la palabra hebrea tzar, la misma
que se encuentra en Génesis 48:16: “El ángel que me ha rescatado de todo mal,
bendiga a estos jóvenes.” Otro texto en el que se encuentra el mismo vocablo, es el
Salmo 119:143: “He caído en la angustia y la aflicción” (Hakham 2003:3.99).
A continuación del invitatorio siguen los cuatro testimonios en que se narra
cómo ha obrado el Señor para rescatar a los cautivos de sus aflicciones y traerlos
de nuevo a la Ciudad Santa. Cada uno de los cuatro testimonios corresponde a
uno de los puntos cardinales mencionados en el versículo 3. En cada uno de los
cuatro testimonios se perciben alusiones a la segunda parte del libro de Isaías, en
la que el profeta proclama a los cautivos que el tiempo de su cautiverio está por
terminar. En la celebración del regreso se festeja el cumplimiento de las profecías
de Isaías. Aunque la mayoría de los comentaristas modernos refieren el término
“redimidos del Señor” para los cautivos que regresaron de la cautividad
babilónica, algunos rabinos interpretan esta frase, y todo el Salmo 107, como

É
referidos a los acontecimientos registrados en los libros de Éxodo y Números. Es
decir, que en el Salmo 107 se celebra la providencia del Señor de salvaguardar a los
hebreos en su salida de Egipto, la resultante peregrinación a la tierra de Canaán y
el establecimiento en la tierra donde fluyen leche y miel.
107:4-7 Vagaban perdidos por parajes desiertos, sin dar con el camino a una ciudad habitable.
Hambrientos y sedientos, la vida se les iba consumiendo. En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los
libró de su aflicción. Los llevó por el camino recto hasta llegar a una ciudad habitable.

La primera de las cuatro aflicciones que se mencionan en el texto es el desierto. El


desierto queda en el Este, el primero de los puntos cardinales mencionados en el
versículo 3. La palabra hebrea para el Este es mizar, que literalmente quiere decir
el lugar por donde sale el sol en su viaje diario por el cielo. Del Este viene también
el siroco, el recio viento solano del desierto, descrito en el libro de Jeremías y otras
partes del AT, como un “viento… (que) desde las estériles lomas del desierto sopla
abrasador… viento demasiado fuerte… viento oriental abrasador… el viento del
SEÑOR, el viento solano que se levanta del desierto” ( Jeremías 4:11-12; Jonás 4:8;
Oseas 13:15). El desierto es un lugar de calor insoportable, de hambre y sed. El
salmo nos pinta el cuadro de una caravana perdida en el desierto, buscando agua,
bus cando el camino, como Agar cuando anduvo perdida en el desierto con su
hijo Ismael (Génesis 21:8-19). En el libro de Job ( Job 6:18-20) se compara a los
que se apartan del Señor con una caravana perdida en el desierto: “Las caravanas
se apartan de sus rutas; se encaminan al desierto, y allí mueren. Las caravanas de
Temá van en busca de agua, los mercaderes de Sabá abrigan esperanzas. Se
desaniman, a pesar de su confianza; llegan allí y se quedan frustrados.”
Es muy probable que la caravana del Salmo 107 que viene por el desierto
apartada de su ruta, sea una caravana de exiliados judíos sali dos de Babilonia
rumbo a Judea. Un investigador cree que el fondo inmediato del salmo se
encuentra en Esdras 1-3. En Esdras 8:21-23 el mismo Esdras relata que, al salir de
Babilonia con su caravana de judíos que regresaban a Jerusalén, “estando cerca del
río Ahava, proclamé un ayuno para que nos humilláramos ante nuestro Dios y le
pidiéramos que nos acompañara durante el camino, a nosotros, a nuestros hijos, y
a nuestras posesiones. En realidad, sentí vergüenza de pedirle al rey que nos
enviara un pelotón de caballería para que nos protegiera de los enemigos…”
En su comentario acerca de este salmo, San Jerónimo afirma que aquí se
sintetiza toda la condición humana. Nosotros, el género humano, somos por
naturaleza unos pobres infelices perdidos en el desierto, sedientos, muertos de
hambre y buscando desesperadamente el camino, buscando salvación, buscando la
ciudad de Dios. Así como el Señor se le apareció a Agar en el desierto para salvarla
del calor, la sed y la muerte, así interviene también en nuestras vidas y nos
conduce hacia aquel que es el camino, la verdad y la vida.
La frase “en su angustia clamaron al SEÑOR, y él los libró de su aflicción”, nos
recuerda las palabras del salmo de Jonás, en que el profeta, desde el vientre del
gran pez, dice: “En mi angustia clamé al SEÑOR, y él me respondió” ( Jonás 2:2).
En el Salmo 18:6, dice David: “En mi angustia invoqué al SEÑOR; clamé a mi
Dios, y él me escuchó desde su templo.” Los textos ponen énfasis en la conducta
del Señor de asistir a los desesperados que en su angustia claman a él. Brindar
socorro a los que en su angustia claman al Señor, es uno de los atributos del Señor
y uno de los motivos de la alabanza que los redimidos le rinden precisamente a él.
107:8-9 ¡ue den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!
¡Él apaga la sed del sediento, y sacia con lo mejor al hambriento!

Después de narrar su salvación, el primer grupo de peregrinos convoca a toda la


congregación reunida en la Ciudad Santa a que se regocijen y alaben a Dios por su
gran salvación. El Señor es, todavía, el Dios que rescata a sus hijos de los peligros
del desierto y los lleva a su santo templo, para alimentarlos y saciar su sed.
107:10-14 Afligidos y encadenados, habitaban en las más densas tinieblas por haberse rebelado
contra las palabras de Dios, por menospreciar los designios del Altísimo. Los sometió a trabajos
forzados; tropezaban, y no había quien los ayudara. En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los salvó
de su aflicción. Los sacó de las sombras tenebrosas y rompió en pedazos sus cadenas.

Así como los versículos 4-9 se orientan hacia el Este, los versículos 10-16 dirigen
nuestra atención hacia el Oeste, ma arab, la dirección por donde se pone el sol. Es
la dirección de la noche, la oscuridad, el peligro y los terrores nocturnos. Los
antiguos rara vez viajaban o salían de noche, porque en aquella época no existía el
alumbrado eléctrico; además, la noche siempre fue el tiempo de las sombras, de
los fantasmas y los espíritus malignos. El Salmo 91:5 nos anima a no temerle al
terror de la noche. En Génesis 15:12 leemos: “Al anochecer, Abraham cayó en un
profundo sueño, y lo envolvió una oscuridad aterradora.” Job replicó a sus amigos
con estas palabras dirigidas a Dios: “¡Déjame disfrutar de un momento de alegría
antes de mi partida sin regreso a la tierra de la penumbra y de las sombras, al país
de la más profunda de las noches, al país de las sombras y del caos, donde aun la
luz se asemeja a las tinieblas!” ( Job 10:20-22).
Al oeste de Jerusalén se encuentra Egipto, la tierra donde los israelitas fueron
esclavizados por más de 400 años, y donde el patriarca José estuvo encarcelado.
Cuando Dios llamó a su hijo Israel de Egipto (Oseas 11:1), fue como abrir la
puerta de una cárcel y liberar a su pueblo. El Salmo 107 presenta el cuadro de los
israelitas que regresan a la Ciudad Santa desde el Este (Babilonia), y también del
Oeste (Egipto). Sucede lo milagroso, se abren las macizas puertas de la prisión, y
los cautivos que por años no han visto la luz del sol, salen a la libertad. En épocas
del AT, raras veces los presos salían con vida de la cárcel. Ser soltado de la cárcel
era como salir de la tumba, era una resurrección. Recordemos que Jesús, al hablar
de su misión en su sermón inaugural en la sinagoga de Nazaret, dijo: “El Espíritu
del Señor… me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los
ciegos” (Lucas 4:18).
En la antigüedad, las personas no se encarcelaban por un determinado
número de días, meses o años, como hoy día, sino hasta que recibieran una
sentencia de muerte, o hasta que un oráculo divino determinara su suerte
(Números 15:34; 2 Samuel 20:3). La angustia del que se está muriendo de sed se
expresa muy gráficamente en Isaías 29:8: “Como el hambriento que sueña que
está comiendo, pero despierta y aún tiene hambre; como el sediento que sueña
que está bebiendo, pero despierta y la sed le reseca la garganta.” Según el profeta
Amós, la peor hambre y sed que puede sufrir el ser humano, es hambre y sed de la
palabra de Dios: “Vienen días –afirma el Señor omnipotente –, en que enviaré
hambre al país; no será hambre de pan ni sed de agua, sino hambre de oír las
palabras del Señor. La gente vagará sin rumbo de mar a mar; andarán errantes del
norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán (Amós 8:11-
12). Los que regresaron a Judá de la cautividad babilónica se alimentaron no sólo
de los huertos y viñas que plantaron en Israel, sino de las palabra de la Tora, que
trajo el escriba Esdras para satisfacer el hambre y la sed de sus espíritus
desmayados. Jesucristo fue ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres,
proclamar libertad a los cautivos (Lucas 4:18) [sanar a los quebrantados de
corazón, RV], y satisfacer así el hambre que tenían los pobres, hambre del perdón
divino y sed del Espíritu del Señor. En la Eucaristía él sigue alimentándonos con
el mismo pan de salvación y la misma agua de su Espíritu.
En el antiguo Medio Oriente utilizaban con frecuencia las cisternas
abandonadas como prisiones (Génesis 37:22; Isaías 24:22; Zacarías 9:11;
Lamentaciones 3:53). Se echaba a los presos a las profundidades de tales cisternas,
donde quedaban hundidos en el lodo del fondo, sin comida ni agua, abandonados
hasta pudrirse. Con frecuencia se les colocaba grilletes y cadenas en las manos, los
pies y el cuello (Salmos 105:18). Estar abandonado en una de estas cisternas era
como hundirse en el seol, el reino de la muerte, o en el tehom, las profundas aguas
del caos. Era lo mismo que ser tragado vivo por el sepulcro o un gran monstruo,
tal como sucedió con Jonás, al ser tragado por el gran pez.
Las palabras “tropezaban, y no había quien los ayudara” se refieren,
posiblemente, a los trabajos forzados a que fueron sometidos por sus
dominadores. Los esclavos hebreos, en Egipto, tuvieron que fabricar ladrillos para
la construcción de las ciudades de almacenaje de sus amos. uizá muchos de los
cautivos judíos llevados a Babilonia, tuvieron que realizar trabajos forzados
similares a aquéllos. Lo que sufrieron fue el resultado de su propia rebeldía, en
particular la rebeldía de sus gobernantes. El Señor castigó a los gobernantes
privándolos de sabiduría y haciendo que siguieran consejos erróneos, como en el
caso del rebelde Absalón (2 Samuel 15) y de Abimelec ( Jueces 9). Al confundir a
los reyes y sus consejeros, privándolos del espíritu de sabiduría, el Señor los deja
que cometan los errores que resultan en su propia destrucción (Hakham
2003:3.110).
107:15-16 ¡ue den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas a favor de los hombres!
¡Él hace añicos las puertas de bronce y rompe en mil pedazos las barras de hierro!

Los que están reunidos en la Ciudad Santa llaman ahora a toda la congregación
de los redimidos a dar gracias a Dios por haber sacado a su pueblo de las prisiones
de oscuridad, donde no hay luz ni esperanza. Hay rabinos (Hakham 2003:1.104)
que relacionan la referencia a las puertas de bronce y las barras de hierro con las
puertas del seol, el reino de la muerte, y no con las prisiones de Babilonia o Egipto.
Interpretando el texto de esta manera, ni las puertas del seol podrán resistir el
poder del Señor y su Mesías en el día en que el Señor vendrá para resucitar a los
muertos. Jesús mismo le dijo a Pedro: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las
puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Un
antiguo himno de adviento proclama: “Potente él viene a destruir, con fuerza
divinal, los hierros de la cruel prisión, en la que nos puso Satán” (Himnario
Episcopal 1961).
En el NT, Jesucristo se refiere a los seres humanos aprisionados por un
hombre fuerte (el diablo) del que son incapaces de librarse. Jesús vino para atar al
hombre fuerte, arrebatarle sus bienes, liberar a los presos y conducirlos a su reino.
Todo el que ha estado esclavizado por Satanás, atrapado en la prisión de las
drogas, del alcoholismo, la violencia, el odio y toda clase de perversiones, puede
entonar el Salmo 107, dar gracias a Dios y decir: “Tú me libraste de mi aflicción,
de mi cárcel, me sacaste de la cisterna vacía y seca, me rescataste de la casa del
hombre fuerte, de Egipto, de la oscuridad, y me llevaste a la luz. Mi libertador es
la luz del mundo.”
107:17-20 Trastornados por su rebeldía, afligidos por su iniquidad, todo alimento les causaba asco.
¡Llegaron a las puertas mismas de la muerte! En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los salvó de su
aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.

La tercera aflicción de la que han sido redimidos los fieles, es la enfermedad. En


un mundo en que no se conocían los antibióticos, ni hospitales, ni transfusiones
de sangre, ni vacunas, ni resonancias magnéticas, ni transplantes de órganos, se
entreveía la enfermedad grave como la antesala de la muerte, lo que en realidad
era. En Job 33:19-22, Eliú describe las aflicciones del que padece una enfermedad
grave, con estas palabras: “A veces nos castiga con el lecho del dolor, con
frecuentes dolencias en los huesos. Nuestro ser encuentra repugnante la comida;
el mejor manjar nos parece aborrecible. Nuestra carne va perdiéndose en la nada,
hasta se nos pueden contar los huesos. Nuestra vida va acercándose al sepulcro, se
acerca a los heraldos de la muerte.”
De acuerdo con el Salmo 107, el enfermo, ardiendo de fiebre, queda
perturbado, desorientado, sin la capacidad de poder reaccionar. Con frecuencia el
enfermo cree que su enfermedad es un castigo de Dios, y por lo tanto siente
miedo y vergüenza. Su sufrimiento y agonía no son sólo aflicciones del cuerpo,
sino de cuerpo, mente y alma.
Según la morfología del salmo, la aflicción que pintan estos versículos viene
del Norte. La palabra hebrea para Norte es safon, y fue desde el Norte que
entraron en Palestina los ejércitos de los conquistadores, Babilonia, Asiria, Gog y
Magog. En los libros de los profetas, la destrucción viene del Norte ( Jeremías
1:13-14; 50:41-42; Ezequiel 38:6; 39:2).
Sin embargo, en la Ciudad Santa están los que han sido librados de la
enfermedad. Dan constancia de que la palabra de Dios fue y los buscó allí en su
lecho de enfermos, y los sanó. No fue necesario estar en Tierra Santa o en el
templo para ser liberados de la enfermedad. No es necesario llevar al enfermo al
templo. Porque desde el templo sale la palabra de Dios hacia los que están lejos y
llega hasta los que están en el Norte, la región del frío. La palabra de Dios sale del
templo y sana a la distancia. Nos encontramos aquí con el único texto del AT que
habla directamente de la palabra de Dios que sana a la distancia, pero es un texto
que tiene fuerte repercusión en un relato del NT, en que Jesús sana al siervo del
centurión (Mateo 8:5-13). En esa ocasión la palabra del Señor salió para sanar a
uno que estuvo a las puertas de la muerte, en Capernaum, situada al norte de
Caná de Galilea, lugar donde Jesús se encontraba. Lo que llama la atención es que
en el relato de Mateo la palabra sanadora no sale del templo de Jerusalén, sino de
la boca de Jesús. Jesús ha reemplazado al templo, lugar de donde procedía la
palabra de salud. Al cantar el Salmo 107, nuestra alabanza se dirige a aquel cuya
palabra nos sana de la enfermedad mayor, nuestro propio pecado. Jesús es quien
perdona todos nuestros pecados y sana todas nuestras enfermedades. Otro relato
del NT en que Jesús sana a la distancia, por su palabra, es el de la hija
endemoniada de la mujer cananea, registrado en Mateo 15:21-28. Lo notable de
ambos relatos de personas sanadas por la palabra de Jesús a distancia es que ambas
eran gentiles y no integrantes del pueblo de Israel, y que tanto el centurión como
la mujer cananea creyeron en el poder de la palabra de Jesús sin exigir ver,
previamente, señales de su poder.
uienes confían en el Señor y en el poder de su Palabra, saben que los
enfermos no sanan por los encantamientos, ritos y ceremonias de los curanderos y
chamanes, como tampoco por los sacrificios ofrecidos a los diferentes espíritus,
ángeles y santos que, supuestamente, tienen poder sobre las enfermedades; ni
tampoco por los que atribuyen a los mismos salmos poderes mágicos y los utilizan
para sus ensalmos. Los redimidos del Señor conocen el inmenso poder de la
palabra de Dios, porque saben “que desde tiempos antiguos, por la palabra de
Dios, existía el cielo y también la tierra” (2 Pedro 3:5). El apóstol Juan afirma que
esta misma palabra de Dios, “el Verbo, se hizo hombre y habitó entre nosotros…
lleno de gracia y de verdad” ( Juan 1:14). En realidad, todas las curaciones
provienen de él. “Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó
nuestros dolores… y gracias a sus heridas fuimos sanados” (Isaías 53:4-5).
Acudir a otros dioses o espíritus, o procurar ser sanado en el nombre de otra
fuerza o poder, es algo más que una falta de fe, es idolatría. En 2 Reyes 1, leemos el
triste relato acerca del rey Ocozías, hijo de Acab, que cayó por la ventana de una
sala de su casa en Samaria, quedando gravemente herido. Entonces despachó
mensajeros para consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, para saber si se
recuperaría de sus heridas. En el camino los mensajeros se encontraron con el
profeta Elías, el cual les dijo que llevaran el siguiente mensaje al rey: “Así dice el
SEÑOR: ¿Por qué mandas a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón? ¿Acaso no hay
Dios en Israel? Pues bien, ya no te levantarás de tu lecho de enfermo, sino que
ciertamente morirás” (2 Reyes 1:6). Al final del capítulo mencionado, se nos dice
que el rey Ocozías murió, “según la palabra que el SEÑOR había anunciado por
medio de Elías” (2 Reyes 1:17).
107:21-22 ¡ue den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!
¡ue ofrezcan sacrificios de gratitud, y jubilosos proclamen sus obras!

Una vez más los redimidos convocan a toda la congregación a regocijarse con
ellos. De estos versículos se deduce que al terminar la liturgia se espera, conforme
al Salmo 107, que se ofrezcan sacrificios de acción de gracias en la fiesta que están
celebrando.
107:23-30 Se hicieron a la mar en sus barcos, para comerciar surcaron las muchas aguas. Allí, en las
aguas profundas, vieron las obras del Señor y sus maravillas. Habló Dios, y se desató un fuerte viento
que tanto encrespó las olas que subían a los cielos y bajaban al abismo. Ante el peligro, ellos perdieron
el coraje. Como ebrios tropezaban, se tambaleaban; de nada les valía toda su pericia. En su angustia
clamaron al Señor, y él los sacó de su aflicción. Cambió la tempestad en suave brisa; se sosegaron las
olas del mar. Ante esa calma se alegraron, y Dios los llevó al puerto anhelado.

La cuarta aflicción que tuvieron que sobrellevar los redimidos que llegaron a la
Ciudad Santa para celebrar el regreso del pueblo escogido, fue una tempestad en
alta mar. Durante la diáspora, muchos israelitas habían sido deportados a tierras
lejanas del otro lado del gran mar. Para reunirse con sus hermanos y hermanas en
la Ciudad Santa, tuvie ron que afrontar los peligros del mar embravecido.
Los israelitas no eran un pueblo marítimo, como sus vecinos los fenicios,
cuyas grandes ciudades comerciales se encontraban inmediatamente al norte de
Israel, lo que hoy es el Líbano. Los pocos intentos de navegar por el gran mar,
terminaron desastrosamente. En 1 Reyes 22:48 leemos que el rey “Josafat
construyó una flota mercante para ir a Ofir por oro, pero nunca llegaron a zarpar,
pues naufragaron en Ezión Guéber.” El viaje por mar del profeta Jonás también
terminó en un desastre.
El respeto y el temor que los israelitas sentían ante el poder y la majestad del
mar se aprecian en textos tales como el Salmo 93:4: “Pero el SEÑOR, en las alturas,
se muestra poderoso: más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más
poderoso que los embates del mar.” El sabio escritor de Proverbios 30:18-19,
confiesa: “Tres cosas hay que me causan asombro, y una cuarta que no alcanzo a
comprender: el rastro del águila en el cielo, el rastro de la serpiente en la roca, el
rastro del barco en alta mar…” En Ezequiel 27:25-36, el profeta compara la
destrucción de la gran ciudad de Tiro con el naufragio en alta mar de uno de sus
barcos mercantiles: “El día de tu naufragio se hundirán en el fondo del mar tu
riqueza, tu mercancía y tus productos, tus marineros y tus timoneles, los que
reparan tus naves y tus comerciantes, tus soldados y toda tu tripulación” (Ezequiel
27:27).
El mar fue para los israelitas un lugar donde habitaban toda clase de criaturas
extrañas y raras. Fue el reino de Leviatán, el gran monstruo marino que llenaba de
terror los corazones de quienes tenían que viajar por mar. El Salmo 104:25-26,
declara: “Allí está el mar, ancho e infinito, que abunda en animales, grandes y
pequeños, cuyo número es imposible conocer. Allí navegan los barcos y se mece
Leviatán, que tú creaste para jugar con él.” En hebreo, el nombre del mar es yam, y
para muchos pueblos del antiguo Cercano Oriente yam, o el mar, fue uno de los
más terribles y poderosos dioses, uno de los dos grandes antagonistas del dios
Baal. Al ver las olas del mar embravecido, los antiguos recordaban las aguas del
caos que cubrían la tierra antes de que Dios ordenara: “¡ue las aguas debajo del
cielo se reúnan en un solo lugar, y que aparezca lo seco!” (Génesis 1:9).
Al salvar a los exiliados que regresaban a Judá, de los peligros y terrores del
mar, Dios hizo que se cumplieran las profecías de Isaías, quien había profetizado
la restauración del pueblo de Israel y el regreso de los peregrinos de las tierras de
allende el mar. “¡Miren! Ellos vendrán de muy lejos; unos desde el norte, otros
desde el oeste, y aun otros desde la región de Asuán” (Isaías 49:12). “¡Mira tú,
ciudad afligida, atormentada y sin consuelo! ¡Te afirmaré con turquesas, y te
cimentaré con zafiros!” (Isaías 54:11).
107:31-32 ¡ue den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!
¡ue lo exalten en la asamblea del pueblo! ¡ue lo alaben en el consejo de los ancianos!

Alabamos al Dios Altísimo no sólo porque las palabras del profeta se cumplieron
al regresar a Jerusalén los peregrinos venidos de ultramar, sino también porque sus
palabras tuvieron un nuevo cumplimiento en Jesús y en las vidas de los discípulos
que le siguieron. En Marcos 4:35-41, el evangelista relata que Jesús calmó la fuerte
tormenta que se desató en el Mar de Galilea, amenazando la vida de sus
discípulos. Al ver esta gran señal, los discípulos, espantados, se decían unos a
otros: “¿uién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”
La congregación cristiana de Roma estaba afrontando una fuerte tormenta,
un gran peligro, cuando Marcos escribió su evangelio. El emperador Nerón había
iniciado una terrible persecución de cristianos. Durante esa persecución fue
crucificado el apóstol Pedro, y el apóstol Pablo decapitado. Los integrantes de la
comunidad cristiana fueron echados a las fieras, quemados vivos en los jardines
del emperador, y despojados de sus bienes. Al incluir en su evangelio el relato de
Jesús calmando la tempestad, el evangelista les decía a los fieles: “El barco de la
iglesia no va a naufragar. Ustedes no están solos en medio de la furia de los
vientos, las olas y la tormenta. El Señor que estuvo con los discípulos en el Mar de
Galilea, está con su pueblo. El Señor que trajo a sus hijos dispersados desde los
cuatro puntos cardinales, los llevará al puerto deseado. Estarán juntos en la nueva
Jerusalén celestial para narrar las maravillas del Señor. Juntamente con todo el
pueblo redimido, entonarán las palabras de este himno grandioso cual es el Salmo
107.
107:33-38 Dios convirtió los ríos en desiertos, los manantiales en tierra seca, los fértiles terrenos en
tierra salitrosa, por la maldad de sus habitantes. Convirtió el desierto en fuentes de agua, la tierra seca
en manantiales; hizo habitar allí a los hambrientos, y ellos fundaron una ciudad habitable.
Sembraron campos, plantaron viñedos, obtuvieron abundantes cosechas. Dios los bendijo y se
multiplicaron, y no dejó que menguaran sus rebaños.

Después de escuchar la narración de los peregrinos que regresaron a la Tierra


Prometida desde los cuatro puntos cardinales, toda la con gregación levanta sus
voces para entonar un gran himno de acción de gracias al Señor.
En el himno se destaca, primeramente, el poder de Dios de invertir los
papeles, de cambiar el destino de los hombres y las naciones, lo que celebra
también la oración de Ana en 1 Samuel 2, y el Magnificat de María (Lucas 1:46-
55). El Señor puede cambiar el destino de los seres humanos. Éste no lo determina
la ley del karma, en base a lo que ellos han hecho en reencarnaciones previas. ue
un individuo, un rey o un pueblo hayan obtenido grandes dones, talentos y
bendiciones materiales y espirituales, no quiere decir que siempre gozarán de tales
bendiciones. Dios puede dar vuelta la tortilla, quitarles las bendiciones a quienes
se olvidan de él y su Tora. Dios puede convertir los ríos de los opresores ricos en
desiertos y tierra seca. Es lo que pasó con Israel, la tierra en la que fluía leche y
miel, cuando los israelitas olvidaron al Señor, la fuente de aguas vivas, para ir a
adorar a Baal y sacrificar sus propios hijos sobre los altares de los ídolos. Israel, la
tierra tan fértil y productiva, se convirtió en un desierto, en habitación de
chacales, buitres y escorpiones. Durante los 70 años de la cautividad babilónica,
gran parte de la Tierra Prometida se convirtió en desierto, con los acueductos
destruidos y los pozos y cisternas llenos de los cadáveres de los asesinados
( Jeremías 41:7). El lenguaje que utiliza el salmista se parece mucho a las profecías
de Isaías 42:15 y 50:2. Es muy probable que el salmista conociera las profecías de
Isaías y que basara en parte su himno en ellas, para dar a entender al pueblo que el
Señor Dios es un Dios que cumple sus promesas.
Y cuando el pueblo se arrepiente, el Señor que controla los destinos de
hombres y naciones, puede dar vuelta la tortilla de nuevo, y convertir la tierra seca
en manantiales. En los libros de Esdras y Nehemías, que narran el regreso de los
dispersados y la reconstrucción de Jerusalén y sus alrededores, leemos que
fundaron nuevamente una ciudad donde vivir. Los acueductos se repararon, se
cavaron nuevos pozos y cisternas, nuevas viñas y olivares que rindieron abundante
fruto. Se construyeron casas nuevas; la ciudad creció. Nehemías buscó gente de
pueblos adyacentes a Jerusalén para que se trasladaran a la ciudad y construyesen
allí sus casas a fin de que Jerusalén volviera a su gloria anterior. Lo que el himno
celebra se hizo realidad. El salmista recurre a temas que se encuentran en las
profecías de Isaías (Isaías 35:7; 42; 43:5-6).
Algunos comentaristas rabínicos (Hakham 2003.1.108) creen que el
versículo 34 es una alusión a lo que pasó con Sodoma y Gomorra y las demás
ciudades de la llanura, una tierra descrita en Génesis 13:10 como tierra de regadío,
como el jardín del Señor o como la tierra de Egipto. Es la llanura que escogió Lot,
el sobrino de Abram, como lugar donde vivir y trabajar, en tanto que Abram
escogió quedarse en la tierra de Canaán. Sin embargo, a causa de la catástrofe
relatada en Génesis 19, la tierra fértil al sur del Mar Muerto se convirtió en tierra
salitrosa y los manantiales en tierra seca.
107:39-41 Pero si merman y son humillados, es por la opresión, la maldad y la aflicción. Dios
desdeña a los nobles y los hace vagar por desiertos sin senderos. Pero a los necesitados los saca de su
miseria, y hace que sus familias crezcan como rebaños.
La merma y la humillación, consecuencia de la opresión de los nobles, es
probablemente una referencia a los gobernantes de los samaritanos, amonitas,
árabes y demás gobernantes gentiles que trataron de entorpecer la reconstrucción
de Jerusalén, su templo y sus muros. Según los libros de Esdras y Nehemías, estos
nobles y gobernantes se valieron de toda clase de calumnias, mentiras y
acusaciones falsas a fin de persuadir a los reyes de Persia a que impidieran la
reconstrucción de Jerusalén. Sin embargo, el Señor defendió a sus escogidos de las
confabulaciones de los príncipes gentiles, y el pueblo de Dios se reconstituyó en
Judea y Jerusalén, como lo relatan los libros anteriormente citados.
107:42-43 Los rectos lo verán y se alegrarán, pero todos los impíos serán acallados. uien sea sabio,
que considere estas cosas y entienda bien el gran amor del SEÑOR.

El salmista convida a los rectos no sólo a regocijarse y celebrar el gran amor del
Señor, sino también a que guarden estas cosas, es decir, que mediten sobre ellas.
Lo hace porque el Señor es aquel que es capaz de realizar nuevos actos de
liberación y salvación en el futuro, y brindar a los rectos nuevas oportunidades de
cantar el Salmo 107.
El Salmo 107 tomó nueva vigencia en la vida nacional de los judíos que
regresaron a Palestina después de la creación del nuevo Estado de Israel por
resolución de las Naciones Unidas en 1947. De todas partes del mundo, desde los
cuatro puntos cardinales, por barco, avión y tren, regresaron millones de judíos a
Palestina desde los ghettos de Rusia, España, Estados Unidos, Argentina,
Inglaterra, Irán, Irak y Arabia. Desde las cárceles y los campos de concentración,
los de la dispersión y el cautiverio lograron una resurrección de los muertos y un
restablecimiento de la vida nacional del pueblo judío.
Para los discípulos de Jesucristo, el Salmo 107 tiene un significado distinto.
Jesús habla también de una peregrinación de los que vendrán de los cuatro puntos
cardinales. Al terminar la parábola acerca de la puerta estrecha, dijo el Señor a los
judíos: “Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a
Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera.
Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para
sentarse al banquete en el reino de Dios. En efecto, hay últimos que serán
primeros, y primeros que serán últimos” (Lucas 13:28-30).
Jesús habla aquí de una peregrinación no sólo de judíos que regresan a la
Ciudad Santa desde los cuatro rincones del planeta, sino también de creyentes
gentiles de todas las naciones que marchan hacia el reino de Dios, hacia la ciudad
no construida por manos humanas, sino “la ciudad de cimientos sólidos, de la cual
Dios es arquitecto y constructor” (Hebreos 11:10), la Jerusalén de arriba. Allí se
sentarán a comer y a beber el vino nuevo de salvación, en la fiesta de las bodas del
Cordero y su novia. El apóstol Juan tuvo en la isla de Patmos una visión de “una
multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande
que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos
de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano” (Apocalipsis 7:9). Así como
los que salieron de las cuatro terribles aflicciones para presentarse en la ciudad de
Jerusalén y entonar el Salmo 107, así las multitudes alrededor del trono del
Cordero son las que han salido de grandes aflicciones por su fidelidad al Señor,
porque son las “que están saliendo de la gran tribulación; han lavado y
blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:14).
El Salmo 107 es el primero en el libro V de los Salmos. El primer versículo del
Salmo 107 y del libro V es igual al primer versículo del Salmo 106, el último del
libro IV. Así entonces, el Salmo 107 mira hacia atrás y hacia delante. Uno de los
enfoques principales del Salmo 107 y de todo el libro V, es la peregrinación hacia
la Ciudad Santa, a fin de participar en las grandes fiestas de Pascua, Pentecostés y
las Enramadas. Según Erich Zenger (1998:100), el libro V ha sido editado de tal
manera que los fieles no tengan necesidad de peregrinar físicamente a Jerusalén.
Es posible realizar una peregrinación espiritual a Sión, recitando, meditando y
orando los salmos de palabra. Mediante sus devociones, el individuo o la
comunidad exiliada puede subir a Sión en espíritu y adorar ante el Señor, el rey
del universo, quien enseña su Tora desde Sión. Tal meditación será útil como
reemplazo de los sacrificios, como lo indica el Salmo 141:2.
Según los ritos de los judíos españoles (los sefardim), el Salmo 107 debe ser
rezado como Salmo de la Pascua. Para el rabino Israel Ba’al Shem Tob, el fundador
del movimiento jasídico, el Salmo 107 fue de especial significación. Los
miembros del movimiento lo rezan todos los viernes por la tarde (Hakham
2003:1.114).
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Después de leer todo el Salmo 107, anote las palabras que usted considere
claves de este canto.

2. Explique lo que usted entiende por dimensión misional de los salmos de


alabanza.

3. Medite acerca de las maneras en que la alabanza puede servir de terapia


eficaz frente a muchos problemas espirituales, emocionales e incluso
físicos.

4. ¿Por qué han sido designados “los salmos del regreso” los cantos que
integran el V libro de los Salmos?

5. ¿ué simbolizaba el mar tanto para los escritores del AT como del NT?

6. ¿ué relación existe entre el Salmo 107 como primer salmo del V libro, y
el último salmo del IV libro, en particular el Salmo 106:47?

7. ¿Cómo debemos interpretar el Salmo 107 hoy día, desde el punto de vista
que nos brinda el NT?

8. ¿Cuáles son los motivos de alabanza de los que habla el Salmo 107? ¿Cuál
es la semejanza de tales motivos con las razones por las que alabamos a
Dios por su gran amor? ¿Cuál es el parecido entre la condición de los
cuatro grupos de peregrinos del Salmo 107 y las aflicciones por las que
tienen que pasar las comunidades cristianas hoy día?

9. ¿ué peligro corren los creyentes que acuden a otros espíritus y poderes, y
no al Dios verdadero y su Palabra, para ser sanados de sus enfermedades?
Relate lo que pasó con el rey Ocozías hijo de Acab.

10. Reflexione acerca de la práctica de utilizar los salmos para ensalmar. ¿ué
entiende usted por ensalmar? ¿Se practican los ensalmos en la comunidad
en que usted vive?

11. ¿Cómo deben vivir los redimidos del Señor, lo que han sido liberados de
la cautividad?
 
SALMO 145
145:1-3 Te exaltaré, mi Dios y rey; por siempre bendeciré tu nombre. Todos los días te bendeciré;
por siempre alabaré tu nombre. Grande es el SEÑOR, y digno de toda alabanza; su grandeza es
insondable.

Los investigadores que se han especializado en el estudio de la estructura de los


cinco rollos del salterio como una totalidad que es más grande y profunda que la
suma de sus partes, han señalado que, hablando con propiedad, el Salmo 145 debe
ser considerado como la conclusión del libro V del salterio, en tanto que los
Salmos 146-150 deben considerarse como una coda, o sea, un agregado especial a
los demás salmos que sirva de conclusión de toda la colección de 150 cantos
sagrados. De esta manera, tanto el V libro como todo el salterio, concluyen con
aleluyas y cantos de alabanza. Los lamentos y gritos angustiosos de los salmistas
no podrán opacar o cancelar los cánticos de adoración. Finalmente, quienes
tienen la última palabra son las aleluyas. Los impíos y los malvados no
permanecerán en la congregación de los justos; los malos serán arrastrados por el
viento. Sólo las alabanzas permanecerán (Miller 1998:108). No es accidental que
cada uno de los últimos cinco cantos del salterio termine con la palabra aleluya.
En su empleo en la liturgia de la sinagoga y en las devociones diarias de los
fieles, el Salmo 145 no se proyecta sólo hacia los últimos cinco cantos del salterio,
sino también hacia los que preceden esta meditación. En los Salmos 139-145, el
salmista es el blanco del acoso de enemigos que le encarcelaron y atacaron de
palabra y en su cuerpo. El que suplica en estos salmos parece ser una figura
davídica, un líder del pueblo. Su vida está amenazada. En el Salmo 144 el salmista
eleva sus plegarias al Señor, pidiendo liberación. En el Salmo 145 y los cinco
siguientes, el salmista bendice, alaba y magnifica el nombre del Señor, por haberle
otorgado una gran salvación. Hay investigadores que opinan que los últimos
salmos (139-150) son composiciones de un solo autor y que deben leerse como
una secuencia. Incluso uno de ellos llegó a la conclusión de que el autor de los
últimos salmos fue el escriba Esdras (Goulder 1998:277-283). Sea quien fuere el
autor, lo cierto es que sus luchas, su victoria y sus himnos de alabanzas prefiguran
y son expectación de la lucha, victoria y alabanzas del esperado Rey Mesías. Así se
justifica que en los epígrafes de los Salmos 138-145 diga “Salmos de David”. El
David a quien se refieren no es el primer David, sino el segundo. Si bien no se
puede comprobar que los últimos salmos del salterio son la composición de un
solo salmista, sí se puede concluir que los compaginadores los ubicaron juntos al
final del salterio, porque descubrieron en ellos cierta afinidad en cuanto al tema,
teología y propósito.
Para las sinagogas judías, los Salmos 145-150 constituyen una colección
especial dentro del V libro. La colección lleva por título, “Los salmos de alabanza”
o “El Hallel diario”, porque en las comunidades judías se rezan cada mañana los
seis salmos juntamente con la Shema (Hakham 2003:3.450). En todas las
comunidades judías del mundo se reza el Salmo 145 tres veces al día, esto es, dos
en el servicio de la mañana y una en el de la noche (Leupold 1969:975). Según el
Talmud, quienes rezan el salmo tres veces al día son hijos de la edad venidera
(Eaton 2003:474). El epígrafe del Salmo 145 lo señala como una alabanza
(t’hillah), el único del salterio designado así. Sin embargo, en hebreo se conoce el
Libro de los Salmos como el “Libro de las Alabanzas”.
Los Salmos 1-2 por un lado, y 146-150 por el otro, sirven como marco que
encierra todo el cuerpo del salterio. Como tal, determinan y orientan la
progresión de los que han respondido al llamado para entonar los cantos sagrados
del pueblo de Dios. El Salmo 145 cuenta con 21 versículos, uno para cada una de
las letras del alfabeto hebreo. Por error de un copista, o quizá del salmista mismo,
se ha omitido un versículo para la letra hebrea n (nun), en el texto hebreo. La
versión del Salmo 145 en griego tiene un versículo que corresponde a la letra n, lo
mismo que la versión encontrada entre los rollos del Mar Muerto. El Salmo 145 es
el último salmo alfabético del salterio. La composición de los salmos alfabéticos
responde no sólo como ayuda para memorizar, sino también como un intento de
integrar todas las razones y causas por las que el nombre del Señor debe exaltarse,
aunque desde el principio el salmista comprende que su grandeza es inescrutable y
sus caminos son insondables. Sin embargo, el autor sagrado trata de ordenar
alfabéticamente los atributos, títulos divinos y los actos maravillosos del Señor de
igual modo que San Juan, consciente de que ni aun en el mundo entero cabrían
los libros que podrían escribirse ( Juan 21:21), sin embargo escoge las señales que
ofrecen un testimonio más claro e impactante en cuanto a la naturaleza e
identidad del Señor.
El primer verbo que el salmista emplea en esta tarea proviene de una raíz
hebrea que significa alto o elevado, y que se traduce al caste-llano con el verbo
exaltar. La palabra sirve para dar énfasis al primero de los muchos atributos del
Señor que se destacan en el salmo, esto es, su grandeza. Tan grande es el Señor,
que no es posible comprenderlo o analizarlo. Es imposible medir la grandeza de
Dios, o enumerar sus maravillas. Sólo se le puede bendecir y exaltar. De acuerdo
con Job 5:9: “Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden
contarse.” Al igual que en muchos otros salmos, las maravillas insondables
incluyen todo lo que Dios ha creado. Así como el universo que Dios ha creado es
tan inmenso y está más allá de nuestra capacidad de entenderlo, así también el
creador de todas las cosas es mucho más grande e inescrutable de lo que nosotros
somos capaces de entender. Al promover la grandeza del Señor como uno de los
muchos motivos de alabanza, el salmista se hace eco de los Salmos 8 y 19 y de los
demás cantos que celebran la creación. En el Salmo 145 hay varias alusiones al
Salmo 104, uno de los grandes himnos que celebran no sólo la creación, sino
también la providencia del Señor.
El hecho de que el salmista designa al Señor como su Dios y rey, quiere decir
que el que suplica reconoce sólo al Señor, con exclusión de todo ser humano,
como supremo rey. Promete bendecir y confesar el nombre de Dios todos los días.
El nombre en cuestión es el tetragrámaton, (yahweh). Es el nombre superior a
todo nombre, y es el nombre que será alabado en el versículo siguiente. ¿Cómo,
pro-pone el salmista, bendecir el nombre del Señor todos los días? uizá con la
entonación de este salmo. Es posible que desde el principio, el autor de éste y los
cinco salmos siguientes, los haya escrito para que los fieles los entonen todos los
días. Al entonar las alabanzas del Señor todos los días, los fieles entran en sintonía
con el canto de la creación (Salmo 19:2), en el que un día comparte con otro la
noticia, y una noche se lo hace saber a la otra.
145:4 Cada generación celebrará tus obras y proclamará tus proezas.

Las alabanzas del Señor serán entonadas no solamente todos los días de la vida del
salmista, sino durante todos los días de todas las sucesivas generaciones, hasta que
se unan las alabanzas de los santos con la adoración de todos los seres celestiales
alrededor del trono del Señor. Tan grandiosas son las obras del Señor, que
merecen que las conozcan, repitan y celebren las generaciones aún no nacidas. Es
la razón por la que estudiamos y celebramos la historia de la salvación. Y es el
motivo por el que los hijos de Israel celebraron y aún hoy festejan la fiesta de las
Enramadas, la Pascua, el Pentecostés, el Año Nuevo, yom kippur, y la fiesta de la
Dedicación. Los cristianos celebran la Navidad, la Semana Santa, la Resurrección,
la Ascensión y el Día de Pentecostés, para transmitir a las futuras generaciones los
poderosos actos de Dios. Es la razón por la que tanto judíos como cristianos
incluyen en sus celebraciones litúrgicas los credos y las confesiones de fe, que son
compendios de la historia de la salvación. Es necesario celebrar las maravillosas
obras de la historia de la salvación, porque nuestra redención actual y futura
depende de lo que el Señor ha realizado en el pasado.
Las obras del Señor que los hijos de Israel incluyen en sus reseñas de la historia
de la salvación son, además de la creación, las historias de los patriarcas, la
liberación de la esclavitud de Egipto, la peregrinación por el desierto, la conquista
de Canaán, el establecimiento de la dinastía de David, la construcción del templo
y el regreso de la cautividad babilónica. Dos de las grandes reseñas históricas son
los Salmos 105 y 106. Su constante entonación tiene el objeto de mantener vivas
ante los ojos de los fieles las razones por las que ellos son el pueblo del Señor, y las
razones por las que se entonan las alabanzas del Señor. Los grandes actos de la
historia de la salvación del NT también deben ser declarados a las futuras
generaciones, como lo expresa San Pablo en Efesios 2:6-7, en que dice que “en
unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones
celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su
gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús”.
Al hablar de todo esto, el salmista nos revela el propósito del salterio. El libro
de los Salmos, cuya conclusión la forman los últimos seis salmos, sirve para guiar y
orientar al pueblo del Señor en su adoración. Tal libro de alabanzas debe
transmitirse de generación en generación, a fin de que millones de personas aún
no nacidas puedan, juntamente con los que vivieron antes, formar una gran
congregación de todos los santos. Todos juntos entonarán y celebrarán todos los
poderosos hechos del Señor, los cuales él obró en las vidas de cada uno de sus
santos. En efecto, de acuerdo con la declaración del salmista, el libro de los
Salmos fue, durante un período de más de 2.500 años, un libro de alabanzas para
millones y millones de creyentes. Ha pasado de manos de una generación a la
siguiente, y ha sido traducido a centenares de idiomas y dialectos.
145:5-6 Se hablará del esplendor de tu gloria y majestad, y yo meditaré en tus obras maravillosas. Se
hablará del poder de tus portentos y yo anunciaré la grandeza de tus obras.
La primera frase del versículo, que también puede traducirse “espléndida gloria de
tu majestad”, está formada por tres sinónimos que han sido combinados para dar
énfasis a la gran belleza y el amor del Señor y, de esta manera, estimular
sentimientos de adoración en el corazón del creyente. Las alabanzas que entonan
los santos deben surgir del amor y la gratitud del corazón del creyente y no de un
sentido de obligación, o con la idea de utilizar la adoración como un medio de
ganar méritos.
145:7-8 Se proclamará la memoria de tu inmensa bondad, y se cantará con júbilo tu victoria. El
SEÑOR es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.

Los atributos del Señor que son motivo de adoración en estos versículos,
constituyen el centro teológico de este magnífico himno de alabanza. El Señor no
es solamente bondadoso y justo; también es grande en amor. El amor del Señor es
el atributo que se celebra en el Salmo 103, y es evidente que al escribir el versículo
8, el salmista trata de resumir en pocas palabras lo que dice el Salmo 103 respecto
a la gracia y la grandeza del amor de Dios. Al igual que el Salmo 103, el Salmo 145
celebra la fidelidad del Señor al pacto (jesed). La fidelidad del Señor lo ha
inducido, en muchísimas circunstancias, a pasar por alto las infidelidades del
pueblo de Israel y de sus líderes, y no pagarles conforme a sus obras. En verdad, los
Salmos 103 y 104 son algo más que simples himnos, son credos, confesiones de fe.
Tanto el Salmo 145 como el 103, tienen su base histórica en Éxodo 34:6, en
que se relata que el Señor desciende en la nube para renovar el pacto con Moisés y
el pueblo de Israel. En el encuentro se les revela a Moisés y a Israel el significado
del nombre del Señor. De este pasaje han tomado los rabinos su lista de los trece
atributos de Dios, muchos de los cuales son motivo de adoración del autor del
Salmo 145: “…pasando delante de él, proclamó: El SEÑOR, el SEÑOR, Dios
clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que
mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la
rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la
maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta
generación” (Éxodo 34:6-7).
Precisamente por ser el Señor clemente y lento para la ira, es que el salmista y
los de su pueblo pueden entonar las alabanzas del Señor. Precisamente porque el
Señor es grande en amor y fidelidad, es que el pueblo de Israel fue liberado de la
cautividad babilónica y pudo construir un nuevo templo y comenzar la
reconstrucción de Jerusalén y las ciudades de Judá. Por ser el Señor clemente, es
que la oración del que suplica en el Salmo 144 ha sido respondida. Por causa de la
inmensa bondad del Señor es que el Mesías ha sido enviado para ser no sólo el
libertador de Israel, sino para incluir a los gentiles en las bendiciones prometidas a
Abraham. Es por la gracia y el gran amor del Señor, y no por sus méritos y
bondades, que los gentiles que estaban muertos en sus transgresiones y pecados
(Efesios 2:1, 4-5), obtuvieron vida en Cristo Jesús: “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando
estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” El hecho
de que Dios, en su bondad y gracia, quiere incluir también a los que no son
israelitas en su gran amor, se pone de manifiesto no sólo por la promesa de
bendecir por medio de Abraham a todas las naciones, sino también por lo que
dice el Salmo 145 en el versículo siguiente: “El SEÑOR es bueno con todos.”
145:9 El SEÑOR es bueno con todos; él se compadece de toda su creación.

La palabra hebrea kol, que significa “todo”, aparece 16 veces en el Salmo 145. En
este canto se pone especial énfasis en los conceptos de universalizar y englobar.
Las alabanzas al Señor se elevan al cielo todos los días. Todo el mundo queda
invitado a adorar, porque la bondad del Señor es para todos (Miller 1998:107).
Muchos comentaristas han percibido el carácter universal del Salmo 145. No se
hace una distinción radical entre israelitas y extranjeros. Todos están invitados a
exaltar el nombre de Dios y a cantar sus alabanzas. El Señor sostiene a todos los
que tropiezan; alienta a los oprimidos. El Señor es el rey de toda la creación, y
todas las criaturas y todo el género humano están invitados a ser parte de su reino
y participar en la adoración del rey del universo.
145:10-12 ue te alaben, SEÑOR, todas tus obras; que te bendigan tus fieles. ue hablen de la
gloria de tu reino; que proclamen tus proezas, para que todo el mundo conozca tus proezas y la gloria
y esplendor de tu reino.

Otro motivo de alabanza es la gloria y el esplendor del reino del Señor. Cuando la
reina de Sabá llegó a Jerusalén para visitar al rey Salomón quedó tan impresionada
con lo que vio, que dijo: “¡Y alabado sea el SEÑOR tu Dios, que se ha deleitado en
ti y te ha puesto en el trono de Israel! En su eterno amor por Israel, el SEÑOR te ha
hecho rey para que gobiernes con justicia y rectitud” (1 Reyes 10:9). Lo que más
impresionó a la reina, no fue en particular la arquitectura del templo y las demás
construcciones y esplendidez, ni la abundancia de oro y plata, sino el derecho y la
justicia. Los estatutos y leyes de la Tora indican que el reino que el Señor quiere
establecer entre los hombres es el de una sociedad justa, humanitaria e igualitaria,
una sociedad en la que no existan unos pocos que acaparen los recursos,
privilegios y bendiciones materiales y espirituales que pertenecen a todos. El
Señor no liberó a los hebreos de la esclavitud egipcia para que establecieran una
sociedad injusta, una más en el mundo, sino para que construyeran una sociedad
en la que se vieran reflejados los valores, la justicia, la misericordia y el estilo de
vida del reino de Dios. Cuando los hijos del mundo, personas como la reina de
Sabá, bendicen al Señor por las obras de amor y misericordia que los hijos de Dios
llevan a cabo en el nombre de Jesús, entonces la gloria y el esplendor del reino se
proclaman a todas las familias de la tierra.
De acuerdo con el salmo, las obras del Señor dan testimonio de su poder y la
gloria de su reino. Con toda seguridad el salmista tiene en mente todas las grandes
obras que el Señor llevó a cabo al librar a Israel de Egipto. Sin embargo, las
grandes obras del Señor no sólo incluyen lo que obró su mano a través de las diez
plagas, sino también el paso por el Mar Rojo, los cuarenta años de peregrinación
de Israel por el desierto y el asentamiento de las tribus en una tierra en la que fluye
leche y miel. Todas estas obras fueron, para los reyes y moradores de Canaán, un
testimonio de que el Señor es un Dios que libera y salva a quienes confían en él.
Así pues, otro de los atributos del Señor, motivo de alabanza, es su poder.
El Señor es poderoso, y es un poder que se expresa por medio de la
compasión. Los reinos y gobiernos del mundo, como también las grandes
corporaciones internacionales, se han caracterizado por el abuso de poder o por el
ejercicio del poder por el poder mismo. Los que lo ejercen siempre tienen que
luchar contra la tentación satánica de utilizarlo para dominar y controlar a los
demás, y de manipularlos para el logro de sus propósitos egoístas. Esto es lo que
diferencia al reino del Señor de los reinos del mundo: durante los cuarenta días
que Jesús estuvo en el desierto para que el diablo lo sometiera a tentación, una fue
la de utilizar el poder en beneficio propio, y no en beneficio de los que están
caídos. Sin embargo, Jesús utilizó su poder sólo con la finalidad de confortar a los
oprimidos.
El testimonio que proponen las obras fue también el tema del diálogo entre
Jesús y los judíos, en Juan 5:30-47, particularmente lo que Jesús declara en el
versículo 36: “El testimonio con que yo cuento tiene más peso que el de Juan.
Porque esa misma tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo, y que
estoy haciendo, es la que testifica que el Padre me ha enviado.” Las obras que Jesús
llevó a cabo testifican no sólo quién es Jesús, sino que hablan de la naturaleza de
su reino, porque las realizó en favor de los pobres, los oprimidos y marginados: un
hombre que nació ciego, un inválido junto al estanque de Betzatá, una mujer a
punto de ser apedreada, otra mujer poseída por siete demonios, un despreciado
cobrador de impuestos, un gentil endemoniado, un centurión romano, y un
ladrón en la cruz.
145:13 Tu reino es un reino eterno; tu dominio permanece por todas las edades. Fiel es el SEÑOR a
su palabra y bondadoso en todas sus obras (LXX, Siriaca, Vulgata y un manuscrito hebreo).

Nuevamente se destaca la palabra “todos”, que aparece cuatro veces en los dos
versículos. Al mismo tiempo se destaca otro atributo del Señor y su reino, su
perpetuidad. Los reinos, gobiernos y revoluciones establecidos por los seres
humanos, duran una generación, dejan de ser y desaparecen. La historia de Israel
del Reino del Norte, después de la muerte de Jeroboam II, fue una sucesión de
magnicidios, golpes de estado y dinastías nuevas, todos destinados a desaparecer.
Incluso la dinastía de David casi desaparece por la desobediencia, las injusticias y
la idolatría de sus descendientes. La perpetuidad del reino del Señor, en cambio,
es un nuevo motivo de alabanza, tanto en el AT como en el NT. Hasta
Nabucodonosor, el gran rey de Babilonia, después de haber sido sanado de su
locura, tuvo que confesar que el reino del Altísimo era superior a su gran imperio:
“Pasado ese tiempo, yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio.
Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre: Su
dominio es eterno; su reino permanece para siempre” (Daniel 4:34).
Podemos regocijarnos, porque el señorío del reinado de los tiranos, dictadores
y opresores es de corta duración. Llegará el día en que el ángel del Señor anunciará
con voz potente: “¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en
morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave
impura y detestable” (Apocalipsis 18:2). El sufrimiento de los santos en los reinos
del mundo tiene una duración limitada. Llegará el día en que sus lágrimas se
convertirán en gritos de alegría, y sus lamentos en baile. Pero el reino del Señor
durará toda la eternidad. “Yo soy el Alfa y la Omega –dice el Señor Dios– el que
es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). En el
Magnificat, la virgen María se hace eco de las palabras del salmista al declarar:
“Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De
generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen” (Lucas
1:49-50).
145:14 El SEÑOR levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.

El pasaje nos recuerda a los esclavos hebreos en Egipto, cuando caían por efecto
de los golpes de los capataces y clamaban al Señor pidiendo liberación. Con toda
seguridad que una de las obras que dan testimonio de la misericordia del Señor,
fue su cuidado por liberar a los esclavos de la servidumbre y de las pesadas cargas
que tuvieron que llevar. El Salmo 146:8 también celebra la realidad de que el
Señor levanta a los caídos. Aún hoy día es el Señor la esperanza de los que se
sienten oprimidos por cargas demasiado pesadas de llevar, como los intocables de
la India. Los rabinos refieren el versículo al texto de Amós 5:2, en que se oye el
lamento: “Ha caído la joven Israel, y no volverá a levantarse; postrada en su propia
tierra, no hay quien la levante.”
Un cristiano no puede leer este texto sin dejar de recordar que Jesús, cargando
su propia cruz y yendo hacia el lugar llamado “de la Calavera”, cayó bajo el peso del
madero y tuvo que ser socorrido por Simón de Cirene. Recordemos que Jesús
cayó, derribado por el peso de la cruz, con el fin de levantar no sólo a la joven
Israel, sino a todos los caídos por el peso de sus propios pecados y sin fuerzas para
incorporarse, tal como le sucedió al peregrino del renombrado libro de Juan
Bunyan, El progreso del peregrino. El peregrino cayó una y otra vez, derribado por
el pesado bulto que llevaba sobre la espalda. El bulto representaba su carga de
pecados. Y a todos los caídos Jesús los llama con las palabras: “Vengan a mí todos
ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28).
145:15-16 Los ojos de todos se posan en ti, y a su tiempo les das su alimento. Abres la mano y sacias
con tus favores a todo ser viviente.

En la cuarta petición del Padrenuestro hemos aprendido a orar: “El pan nuestro
de cada día dánoslo hoy”, y el Salmo 145 nos dice el porqué. Es porque el Señor se
cuida de dar a cada ser viviente a su debido tiempo lo que necesita. Es muy
probable que el salmista basó el versículo en el Salmo 104:27-29: “Todos ellos
esperan de ti que a su tiempo les des su alimento. Tú les das, y ellos recogen; abres
la mano, y se colman de bienes. Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el
alimento, mueren y vuelven al polvo.” El Señor es Dios, que abre su mano para
alimentar también a los animales y las demás criaturas, tal como lo hizo en
ocasión del diluvio, en que mandó que se llevaran al arca de Noé provisiones para
los animales. Un israelita no podría entonar el Salmo sin pensar en cómo el Señor
abrió su mano para proveer el maná a sus antepasados, durante la peregrinación
desde Egipto hasta la tierra en la que fluía leche y miel. Otro atributo del Señor,
que es motivo de alabanza en el Salmo 145, es el hecho de que él es proveedor.
Los investigadores que atribuyen la composición del salmo al gran escriba
Esdras, creen que en estos dos versículos Esdras da gracias al Señor por haberlo
librado de la cárcel donde había estado recluido; librado de la mano de enemigos
que sostuvieron una férrea lucha contra el escriba y sus reformas. Respecto de las
cárceles de la antigüedad sabemos que los presos recibían escasa y deficiente
alimentación, y a menudo sufrían de desnutrición ( Jeremías 37:21; 38:9; 1 Reyes
22:27). Esdras, después de su liberación, eleva ahora sus alabanzas al Señor que en
su providencia da pan a los hambrientos y libera a los presos. El mismo motivo de
alabanza se expresa en el Salmo 146:7-8a: “El SEÑOR hace justicia a los oprimidos,
da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos. El SEÑOR da vista
a los ciegos.”
145:17 El SEÑOR es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras.

Otro atributo del Señor y un nuevo motivo de alabanza es su justicia. A causa de


las aflicciones y sufrimientos de la vida nos vemos tentados, como Job, a creer que
el Señor es injusto con nosotros, o que Dios puede ser sobornado como los jueces
humanos y los espíritus de la religiosidad popular. Al igual que Job, otros
salmistas se sintieron tentados a creer que el Señor se mostraba indiferente
respecto a la actitud de los malvados e impíos blasfemos. Sin embargo, y después
de todo, el Señor demuestra ser justo en todos sus caminos, como lo enseña la
parábola del hombre rico y el pobre Lázaro.
El versículo 17 no expresa tan sólo que el Señor es justo, sino que es también
misericordioso. Por ser justo, no puede pasar por alto el desprecio de su Tora ni
dejar que el crimen quede impune. En muchos pasajes del AT se nota una tensión
entre la justicia y la misericordia del Señor. El texto en que el conflicto se hace más
patente es, quizá, Oseas 11:8: “¿Cómo podría yo entregarte, Efraín? ¿Cómo
podría abandonarte, Israel? ¡Yo no podría entregarte como entregué a Admá! ¡Yo
no podría abandonarte como a Zeboyín! Dentro de mí, el corazón me da vuelcos,
y se me conmueven las entrañas.”
Conforme observamos en este pasaje, en el corazón del Señor se libra un
tremendo conflicto. Su pueblo Efraín, al igual que Gómer, la esposa del profeta
Oseas, había sido infiel al Señor una y otra vez. El Señor sabe que, según su propia
justicia, Efraín tendrá que ser abandonado, entregado a los asirios, llevado en
cautiverio, lo mismo que la infiel Gómer fue vendida como esclava. Pero, por otro
lado, el Señor aún siente amor por Efraín, su esposa infiel. Siendo que el Señor es
misericordioso, siente un terrible dolor en su corazón y exclama: “¿Cómo podría
yo entregarte como entregué a Admá, o abandonarte como a Zeboyín?” Admá y
Zeboyín eran dos ciudades de la llanura, que fueron destruidas juntamente con
Sodoma y Gomorra. La justicia del Señor demanda la muerte del pecador, y su
misericordia tiene por objeto librarlo de la muerte. ¿Cómo se resuelve la lucha
entre la justicia y la misericordia en el corazón del Señor? Tenemos que esperar
hasta el NT para encontrar una respuesta al conflicto. El evangelio nos trae la
buena noticia de que en la persona de su Hijo el Señor tomó sobre sí mismo las
consecuencias de la rebelión de sus criaturas y sufrió en carne propia lo que su
justicia exigía y, de esta manera, se puso de manifiesto no sólo la grandeza de su
justicia, sino también la magnitud de su misericordia. El conflicto entre la justicia
del Señor y su misericordia se resuelve solamente en la cruz de Jesucristo. “Al que
no cometió pecado alguno, por nosotros Dios lo trató como pecador, para que en
él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios 5:21).
145:18 El SEÑOR está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan en verdad.

El atributo del Señor, al cual responde la alabanza y adoración en esta declaración,


es su cercanía. Aunque el Señor tiene su habitación en los cielos en una esfera
inalcanzable para los seres humanos, sin embargo está cerca de los que invocan su
nombre. El Señor no se asemeja a los innumerables dioses supremos de los que
leemos en la historia de las religiones, quienes, disgustados con los hombres y la
creación, se han alejado del mundo y retirado a un lugar tan lejano y apartado, que
las plegarias y los gritos angustiosos de sus adoradores no los alcanzan. Tal es el
concepto de los dioses supremos que prevalece en muchas sociedades africanas y
en muchos cultos afroamericanos, especialmente en Brasil, Cuba, Haití,
Venezuela, y otros países del Caribe.
De acuerdo con tal concepto de la realidad espiritual, el dios creador, al
abandonar su creación, repartió su poder y autoridad entregándolos a un panteón
de dioses y espíritus inferiores que ahora controlan el destino del género humano,
ayudándolo a veces y siendo, en otras circunstancias, la causa de su desgracia y
opresión. Pero el Señor no es un Dios que está ausente; aunque lejos, al mismo
tiempo está cercano. Está presente en su nombre, y cuando se invoca su nombre se
acerca a quienes lo invocan, para salvarlos. Todo esto es motivo de alabanza.
Según el Salmo 34:18, el Señor está particularmente cerca de los pecadores
afligidos, contritos y arrepentidos que le piden perdón: “El SEÑOR está cerca de
los quebrantados de corazón, y salva a los de espíritu abatido.” Acorde con la
oración del rey Salomón pronunciada el día de la dedicación del templo, el Señor
está cerca no sólo para los israelitas, sino también para los extranjeros que no son
del pueblo de Israel y que vienen de tierras lejanas motivados por el gran nombre
del Señor. Y en cuanto a la oración del extranjero que llega en procura del Señor,
Salomón afirma lo siguiente: “Óyelo tú desde el cielo, donde habitas, y concédele
cualquier petición que te haga. Así todos los pueblos de la tierra conocerán tu
nombre y, al igual que tu pueblo Israel, tendrán temor de ti” (1 Reyes 8:43).
Todo lo que afirma el salmista en el versículo se hizo realidad con la misión
que Jesucristo llevó a cabo con los que le invocaron, al ejercer su ministerio entre
los afligidos, los marginados, los que tienen el corazón partido en el pecho y los
extranjeros. A los mensajeros de Juan el Bautista, que habían ido a ver a Jesús para
informar a su maestro acerca del ministerio del Señor, éste les dijo: “Vayan y
cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los
que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres
se les anuncian las buenas nuevas” (Mateo 11:4-5). Con Jesucristo el Señor se
acercó a quienes le imploraron y buscaron la salvación. Con Jesucristo el Señor se
acercó no sólo a los que se consideran santos y justos, sino a los cobradores de
impuestos, a los pecadores, las prostitutas, los samaritanos y los gentiles. De
acuerdo con lo que relatan los cuatro evangelios acerca de la misión y el ministerio
de Jesús, sabemos con toda certeza que el Señor está cercano a todos los que le
invocan de verdad.
145:19 Cumple los deseos de quienes le temen; atiende a su clamor y los salva.

A diferencia de los dioses de las demás naciones, que crearon a los seres humanos
para ser sus sirvientes y cumplir sus deseos, el Señor cumple los deseos de sus
criaturas. El atributo del Señor de servir en vez de ser servido, alcanzó su máxima
expresión con el Hijo del hombre, quien no vino “para que le sirvan, sino para
servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Debido a que así es el
Señor, todos los hombres están invitados a rendirle culto y elevarle alabanzas.
En este versículo percibimos un eco del Salmo 107, en que los cuatro grupos
de afligidos claman al Señor en su angustia y son librados de sus aflicciones. Las
notas que se tocaron en el primer salmo del V libro, se repiten ahora en los salmos
que son parte de la conclusión del libro.
145:20 El SEÑOR cuida a todos los que lo aman, pero aniquilará a todos los impíos.

Éste, el penúltimo versículo del salmo, es el único en todo el salmo que trata de la
aplicación de la ley del talión a los enemigos del reino. A fin de poder guardar a las
ovejas que aman al Señor, es necesario eliminar a los lobos y demás fieras que
quieren perjudicarlas. El versículo es apropiado para reafirmar lo que se dijo en el
Salmo 1: Los justos son protegidos y guardados como árboles en el paraíso de
Dios; y los malvados, como paja arrastrada por el viento, serán destruidos. No será
posible la liberación de los justos de sus congojas y opresiones, sin el
arrepentimiento o la destrucción de los impíos.
145:21 ¡Prorrumpa mi boca en alabanzas al SEÑOR! ¡Alabe todo el mundo su santo nombre, por
siempre y para siempre!

El último versículo del salmo se corresponde con el último versículo del Salmo
150: “¡ue todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!”
Muchos creen que el Salmo 145 se escribió para ser entonado como antífona, con
un cantor que canta la primera parte de los versículos, y la congregación o coro
que responde con la última parte de cada versículo. En algunas traducciones
modernas se ha incluido el versículo que falta en el texto hebreo, o sea, el versículo
que corresponde a la letra n. Según la Septuaginta, el versículo per-dido debe
decir: “El Señor es siempre fiel a su pueblo.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Haga una lista de los adjetivos que emplea el Salmo 145 para caracterizar
al Señor. ¿ué función desempeñan estos adjetivos en la estructura del
salmo?

2. Haga una lista de los atributos del Señor que se emplean como las razones
por las que todos deben bendecir el nombre del Señor.

3. Haga una lista de todos los sinónimos del verbo “alabar” que aparecen en
el Salmo 145.

4. ¿ué relación existe entre el Salmo 145 y los siete salmos anteriores y los
cinco posteriores a este canto, en lo que a ubicación dentro del salterio se
refiere? ¿De qué manera anticipan estos salmos acontecimientos del
ministerio del Mesías?

5. Haga una lista de las alusiones o afinidades que unen a los salmos 145 y
104. ¿De qué manera podría haber servido el Salmo 104 como fuente de
inspiración, al autor del Salmo 145?

6. Promueva una discusión acerca de las maneras más efectivas de transmitir,


hoy día, a las nuevas generaciones, las grandes obras de la historia de la
salvación. ¿Cómo se cumplía esta tarea en la sinagoga y en las iglesias
cristianas? ¿ué papel desempeña la liturgia en la transmisión de la fe del
pueblo de Dios?

7. ¿En qué forma se manifiesta el carácter universal del Señor en el Salmo


145?

8. Explique en qué consiste la tensión entre la justicia del Señor y su


misericordia. ¿Cómo se resuelve el conflicto en el NT?

9. ¿De qué manera resuelven las religiones populares el problema de la


aparente lejanía de Dios? ¿ué enseñan al respecto los Salmos y el NT?
10. En el Salmo 145 hemos visto el modo en que los atributos del Señor se
emplean para motivar las alabanzas del pueblo de Dios. Los mismos
atributos deben servir también de modelos de conducta para nosotros,
que hemos sido creados a su imagen. Explique de qué maneras concretas
es posible manifestar algunos de los atributos divinos en nuestras vidas.
 
SALMO 150
150:1-2 ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR! Alaben a Dios en su santuario, alábenlo en su poderoso
firmamento. Alábenlo por sus proezas, alábenlo por su inmensa grandeza.

Cada uno de los cinco libros del salterio termina con una doxología. El Salmo 150
es una doxología extendida, cuyo propósito es servir no sólo como conclusión del
V libro, sino de todo el libro de los Salmos. Su propósito es recordarnos que lo
más importante de la colección es que adoremos y alabemos al Señor. La alabanza
es parte central del pueblo de Dios. Los verdaderos creyentes, los santos, reciben
la exhortación a elevar sus alabanzas no solamente en el templo de Jerusalén, sino
también en todas las sinagogas y lugares de adoración donde se reúnen los fieles.
Donde hay dos o tres alabando al Señor, allí él se encuentra presente. En realidad
no necesita un arca del pacto que le sirva de trono desde el cual reinar en medio
de su pueblo porque, como queda subrayado en tantos salmos: “El SEÑOR está
entronizado en las alabanzas de su pueblo.”
Los investigadores han debatido acerca de cuál será el santuario al que se
refiere en el primer versículo del Salmo 150. Si es el santuario de Dios en la tierra,
entonces el imperativo “alaben” está dirigido a la congregación de fieles reunida en
el templo de Jerusalén o en las sinagogas. Si el santuario es el santuario celestial,
entonces el salmista llama a los seres celestiales, ángeles, arcángeles, serafines y
querubines a unir sus voces en la alabanza al Señor. La frase “en su poderoso
firmamento” parece favorecer la segunda opción, aunque sabemos que cuando los
mortales alaban a Dios en la tierra, los seres espirituales entonan las suyas al
mismo tiempo en las esferas celestiales.
150:3-5 Alábenlo con sonido de trompeta, alábenlo con el arpa y la lira. Alábenlo con panderos y
danzas, alábenlo con cuerdas y flautas. Alábenlo con címbalos sonoros, alábenlo con címbalos
resonantes.

Hay sentimientos y emociones que difícilmente puedan expresarse con palabras


humanas. Es posible que debido a esto la música siempre desempeñara un papel
tan importante en la religiosidad de los seres humanos. A veces es más fácil
expresar con un instrumento musical que con palabras, el gozo y la alegría que nos
infunde Dios con su presencia. Consecuentemente, el salmista invita a la
congregación reunida en el santuario a alabar al Señor con toda clase de
instrumentos musicales.
Una de las palabras claves del Salmo 145 es “todo”. En el Salmo 150 se pide
que el Señor sea alabado con todos los instrumentos musicales en uso en el pueblo
de Israel. El salmista invita a la orquesta del templo a tomar parte en la adoración
al Señor. En primer lugar, pide que al Señor se lo alabe con sonido de trompeta,
trompeta hecha de cuerno de carnero. Es el famoso shofar utilizado, por lo
general, para anunciar el comienzo de una fiesta o llamar a las tropas de Israel a
reunirse y alistarse para la batalla. En este caso, sin embargo, la trompeta no nos
llama a la lucha, sino que nos invita a la adoración. La voluntad del Señor es que,
en definitiva, todos nuestros cantos de guerra y música marcial sean ahogados por
los himnos de alabanza. Los instrumentos nombrados seguidamente por el
salmista son el arpa y la lira. El salterio (laúd), (néel en hebreo) y la lira (kinnor
en hebreo), son dos clases de instrumentos que se tocan para honrar a Dios,
nombrados en los Salmos 33:2; 57:8; 71:22; 81:3; 98:5-6 y 108:2-3, y
generalmente utilizados como acompañamiento de la voz humana. Según Génesis
4:21, Jubal, uno de los descendientes de Caín, fue el antepasado de los que tocan
el arpa y la flauta. El nombre antiguo del lago de Galilea fue Cineret. El término
proviene de kinnor, el nombre hebreo de la lira, porque tenía la misma forma que
el laúd.
El pandero se utilizó para acompañar la danza en honor al Señor. Por lo
general este tambor de mano lo tocaban las mujeres. Después de la derrota de los
carros de Egipto en el Mar Rojo, Miriam la profetisa, hermana de Aarón, tomó
una pandereta en su mano, y todas las mujeres salieron detrás de ella
acompañándola con panderetas y danzas (Éxodo 15:20). Las cuerdas y flautas no
se encuentran, en otros textos de la Biblia, entre los instrumentos utilizados en el
templo. Fueron instrumentos que se utilizaron en celebraciones llevadas a cabo en
los hogares de los fieles. De modo que la adoración que se eleva al Señor es
también la de la adoración familiar, de los ritos y ceremonias que los judíos suelen
practicar en la intimidad del hogar. Recordemos, como ejemplo, que la
celebración de la liberación de Egipto, la Pascua, fue y aún sigue siendo, una fiesta
que se celebra en casa, allí donde el padre de familia oficia y dirige las oraciones.
Los últimos instrumentos musicales nombrados por el salmista son los címbalos
resonantes. Del uso de los címbalos leemos en ocasión del traslado del arca del
pacto a la tienda de reunión, en la época del rey David (2 Samuel 6:5). Sin
embargo, no sólo los judíos fieles, sino todo ser que respira está invitado a tomar
parte en la adoración del Señor. En los libros de Esdras y Nehemías se nos dice
que los levitas usaron címbalos en su adoración del Señor.
150:6 ¡ue todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!

Después de invitar a todos los instrumentos musicales a rendir culto al Señor, se


extiende la invitación a la alabanza a todo lo que respira. Los instrumentos
musicales más finos no son los inventados por músicos como Jubal o David, sino
los que han sido creados por Dios. La voz humana es el más perfecto de los
instrumentos musicales. Y ningún instrumento musical inventado por el hombre
es capaz de superar el canto de las aves.
Según Patrick Miller (1998:109), las últimas notas del salterio no son
lamentos sino acción de gracias y alabanza. No son los lamentos sino la alabanza
lo que domina en los salmos. El título del libro es t’hillim y no t’pillot. Es un libro
de buenas noticias, y se llama a la comunidad de los fieles a entonar los salmos
como alabanzas y no como quejas. Al final, la senda de los pecadores perecerá y
todo lo que quede será alabanza, salmos de gozo.
En realidad, el Salmo 150 no es, por sí, una alabanza sino una invitación a
alabar al Señor. La invitación se extiende a los seres celestiales y los que se
congregan en el santuario de Jerusalén, sin embargo, no sólo a ellos sino también a
nosotros. La alabanza debe durar para siempre. Se nos invita a alabar al Señor no
sólo con los salmos del salterio, sino a continuar creando nuevos cantos de
alabanza al Señor (Efesios 5:19). El último salmo del salterio nos invita a celebrar
la grandeza del Señor y a rendirle culto con los ocho instrumentos musicales
mencionados y con nuevos instrumentos musicales de nuestra invención. En una
versión actualizada del Salmo 150, dice Ernesto Cardenal: “Alabadle con el violín,
la flauta y el saxofón; alabadle con los clarinetes y el corno, con cornetas y
trombones, con cornetines y trompetas; alabadle con violas y violoncelos, con
pianos y pianolas; alabadle con blues y jazz, y con orquestas sinfónicas (1998:77).
Es bien sabido que los reformadores radicales, como Carlstadt, se opusieron al
uso de instrumentos musicales en los servicios de adoración. Se creía que la
belleza de las melodías interpretadas por los diversos instrumentos podía distraer
la meditación de los fieles y concentrar su atención en cosas materiales creadas por
seres humanos y no en las realidades espirituales. Recordemos que los místicos, en
sus meditaciones, trataban de extirpar de su mente y corazón cualquier
pensamiento, sensación y emoción que no fuera Dios. Se creía que solamente así
era posible alcanzar la visión beatífica del Señor en su gloria. Los místicos y
reformadores radicales temían que, en vez de adorar a Dios en espíritu y en
verdad, el creyente podría quedar embrujado por la belleza de la música y
convertir, por último, la belleza de la música instrumental, o el atractivo de los
coros polifónicos, en ídolos. El lema de Carlstadt y los reformadores radicales fue
que las cosas materiales no tienen la habilidad de comunicar las cosas del Espíritu.
Aún hoy existen grupos de cristianos, como los que conforman la Iglesia de la
Sana Doctrina (Hermanos de Plymouth), que se oponen al empleo de
instrumentos musicales en sus servicios de adoración.
El autor del Salmo 150 no comparte tales sentimientos. Para él y para los
reformadores como Martín Lutero, Dios es capaz de otorgarnos bendiciones
espirituales por medio de las cosas materiales que él mismo ha creado. El rechazo
de que los medios materiales puedan ser portadores de bendiciones espirituales
proviene del dualismo gnóstico, y no de la Biblia. Llevado a sus consecuencias
últimas, tal rechazo implicaría también un rechazo de los sacramentos y de la
misma encarnación de Cristo. Nosotros creemos, juntamente con el salmista, que
todo instrumento musical puede ser útil como acompañamiento de nuestros
aleluyas. Y estamos conscientes de que puede servir también para rendir culto a
Satanás. No se trata de catalogar a algunos instrumentos como satánicos y a otros
como cristianos como solían hacerlo muchos misioneros, tanto católicos como
protestantes. Tambores, marimbas, guitarras, teclados electrónicos, zampoñas,
furrucos (especie de zambomba) y una cantidad de otros instrumentos indígenas
pueden emplearse para alabar a Dios en su santuario.
EL SALMO 150 Y EL SALMO 1
El Salmo 150 ha sido ubicado intencionalmente al final del salterio como
conclusión, lo mismo que el Salmo 1, ubicado al principio como introducción de
esta colección de cantos sagrados de Israel. Después de haber entonado todos los
150 salmos, y meditado acerca de su contenido de día y de noche, estamos en
condiciones de reevaluar el Salmo 1. Desde el punto de vista del contenido total
del salterio, el Salmo 1 parece proyectar, respecto de los justos, una visión idealista
e ingenua de la realidad. Parece proyectar una visión de las cosas como deben ser,
pero no de como son necesariamente. Según la visión y la promesa del Salmo 1,
los que se deleitan en la Tora deben vivir contentos, como árbol plantado a la
orilla de un río. Deben dar fruto cuando llega su tiempo, sus hojas deben ser
siempre verdes y deben vivir felices como Job, según se lo describe en los primeros
cinco versículos del libro que lleva su nombre.
Sin embargo, a medida que uno va progresando en el estudio de los Salmos y
del libro de Job, se da cuenta que en la mayoría de los casos las cosas no son así. Al
llegar a la mitad del libro de los Salmos y a la mitad del libro de Job, nos damos
cuenta que los justos son los perseguidos, falsamente acusados, despojados de sus
bienes, burlados y asesinados. Los santos son los que se enferman, se debilitan, se
angustian, se llenan de temor y se desvían del camino cayendo en pecado. Los
gritos angustiosos de los que reclaman vindicación y justicia, liberación de las
hechicerías, brujerías, y del poder de las bestias y demonios, son los gritos de los
justos que se encuentran atrapados entre la espada y la pared. La circunstancia que
se encuentra en muchos salmos es la del rey, ungido para ser defensor de viudas y
huérfanos, que se preocupa más por su propio honor y la defensa de sus
privilegios que los de aquéllos. Y así, al fin, llega a ser el responsable principal de la
opresión y angustia que sufren los que viven al margen. La realidad que tantos
otros salmos plantean es que los malvados, en vez de ser como paja arrastrada por
el viento, son los que dominan en la sociedad y sus instituciones. Son
precisamente los impíos que viven en el lujo, quienes se burlan de los que meditan
en la Tora de día y de noche.
Desde el punto de vista de la estructura del salterio como una unidad, los
lamentos de los justos parecen poner en tela de juicio no sólo las bellas
declaraciones del Salmo 1, sino también la fidelidad del Señor al pacto, a su gracia
y misericordia (jesed). Lo que los fieles confiesan en el Salmo 1 no siempre es tan
aparente a simple vista. Lo que confesamos en el Salmo 1 no es lo que vemos, sino
lo que creemos. Vivimos por la fe y no por lo que vemos. Lutero dijo que creemos
en una santa iglesia cristiana, no porque la vemos así, sino porque creemos que es
una santa iglesia cristiana. Lo que vemos son herejías, divisiones, falsos profetas y
pastores que abusan de su oficio. Si pudiéramos ver una santa iglesia cristiana, no
haríamos una cuestión de fe su existencia. “Ahora bien, la fe es la garantía de lo
que se espera, la certeza de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
uienes entonan los salmos, tienen que aprender a luchar por la fe y
encontrar la fidelidad (jesed) del Señor en medio de las angustias, injusticias, e
incongruencias de la vida real que constituyen el vivir diario del justo, y no en un
mundo mítico de ilusiones. El que entona los salmos se siente llevado por la fe a
buscar al Dios escondido detrás de las apariencias y máscaras que ocultan la
presencia de Emanuel en nuestro medio. Los libros del NT, en sintonía con el
salterio y el libro de Job, también nos invitan a encontrar la gloria de Cristo en su
cruz, y no en los grandes despliegues de opulencia y poder, no en sangrientas
conquistas o revoluciones, o en la realización del “sueño americano”. Hemos sido
llamados a entrar en el reino de Dios pasando por muchas tribulaciones. Nuestro
recorrido de estudio y meditación por los salmos es una peregrinación. Y tal
peregrinación es un reflejo de la senda de los justos de la que habla el Salmo 1.
Mientras andamos este camino en compañía de los salmistas, del justo Job y de
Jesucristo, descubrimos la verdadera dicha de aquel que día y noche medita en la
Tora. Además, descubrimos la dicha de contar con la presencia del Señor en
medio de todos los conflictos y contradicciones de nuestra existencia, y de
conocer en el sentido más amplio de la palabra que el Señor es nuestra roca,
nuestro refugio, nuestro buen pastor y divino jardinero, que nos ha plantado en
un lugar muy privilegiado en el jardín del Paraíso.
Tal experiencia, y la esperanza que engendra en nosotros, nos impulsan a
concluir nuestra meditación y reflexión teológica, con alabanzas. La alabanza no
es un acto individual sino comunal. En la primera parte del salterio se destacan los
salmos individuales: lamento individual, acción de gracias individual, plegaria
individual, etc. Al llegar a la segunda parte, sin embargo, comienzan a destacarse
los salmos comunales: lamento comunal, acción de gracias comunal, alabanza
comunal (Wilson 1992:139). Al entonar los salmos, comenzamos a darnos
cuenta de que cuando clamamos, gemimos, y gritamos al Señor, no estamos solos.
Hay otros que sufren, se lamentan, claman por salvación y ofrecen sus acciones de
gracias y alabanzas. No clamamos, nos lamentamos, y alabamos como individuos
desligados de los demás, sino como integrantes de una comunidad, una
congregación. Al entonar los salmos sentimos que estamos en comunión no sólo
con aquel que está entronizado en las alabanzas de su pueblo, sino que sentimos
que estamos en comunión unos con otros. Por medio de los salmos que
entonamos conformamos la comunión de los santos.
Es de interés observar que los últimos cinco salmos del salterio terminan con
la frase “¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!” Hace muchos años, tuve entre mis
estudiantes de teología a una señora mayor. Su nombre era Olimpia. En su
juventud, esta guapa mujer vivió la vida de una verdadera aventurera en la selva del
sur de Venezuela, buscando oro y piedras preciosas armada de pico, pala, y pistola.
Hizo esto hasta el día en que descubrió que Jesucristo es la perla de gran precio, de
más valor que cualquier tesoro perecedero. Olimpia descubrió, como enseña el
libro de los Salmos, que la meta de la vida humana, de todo lo que respira y de
toda la creación, es alabar a Dios (McCann 1992:124). Después de su conversión,
la hermana Olimpia dedicó su vida a servir a su iglesia, ganar a otros para Cristo, y
a estudiar la palabra de Dios. Cuando, después de haber sufrido un infarto, se le
dijo que le quedaban pocas horas de vida, sus familiares y hermanos en la fe se
reunieron alrededor de su cama para despedirse de ella. Y mientras todos
lloraban, Olimpia sonreía y dijo: “No se pongan tristes, sino alegres, porque
pronto estaré con mi Jesús.” Poco después, miró hacia arriba y proclamó: “Puedo
ver a mi Jesús, veo su rostro; es tan bello, y ha venido a buscarme.” Y alzando los
brazos al cielo, exclamó: “¡Aleluya!”, y así se fue para estar con el Señor. Al igual
que el libro de los Salmos, la vida de la hermana Olimpia terminó con un aleluya,
una aleluya que es tan sólo el comienzo de un eterno coro de aleluyas. La última
palabra que nos brinda el libro de los Salmos no es una palabra de lamento, ni
tampoco una imprecación o un gemido indecible; no es un grito de dolor o una
pregunta lanzada al vacío, sino que es una aleluya.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN

1. Lea Isaías 12. Este texto es conocido como el salmo de Isaías, porque no
todos los salmos bíblicos se encuentran en el salterio. ¿En qué se parece el
salmo de Isaías a los Salmos 145 al 150? ¿ué énfasis y temas tienen en
común? ¿Cuál es la causa por la que se cantan salmos al Señor en Isaías
12? ¿Cómo concuerda esto con los seis salmos con que concluye el
salterio?

2. ¿Hay instrumentos musicales que por su asociación con el paganismo no


deben ser empleados en las celebraciones litúrgicas de una congregación
cristiana? ¿ué opina usted? Explique.

3. ¿Cuál es la relación existente entre el Salmo 1 y el último salmo del


salterio?

4. Según su opinión, ¿cuál es la bendición más grande que uno recibe al orar
y cantar los salmos?

5. ¿Por qué es importante que los cristianos conozcan y utilicen los salmos,
tanto en su vida de devoción, de congregación, y de obra pastoral?
Exprese su opinión.
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Índice de textos bíblicos

Salmo 1
2 Crónicas
22:3-5, 29
Daniel
4, 35
Deuteronomio, 34, 35
7:5, 36
17:18-19, 34
Eclesiastés, 26
2:4-6, 36
3, 38
Éxodo
3:14, 26
34:13, 36
Ezequiel
31:3-5, 35
31:7-9, 35
Génesis, 27
2, 41
Hebreos
12:2, 40
Hechos
13:33, 31
Isaías
11:1, 35
17:13, 38
29:5, 38
Jeremías, 32, 37, 44
12:1-2, 31, 38
12:2-3, 31
17:5-8, 31
17:6-8, 37
17:7-8, 28
33:15, 35
Job, 26
21:18, 38
Josué
1:7-8, 30
Juan
1:14, 41
14:6, 41
Lucas
18:9-14, 40
23:43, 41
Malaquías
3:2, 39
Mateo
7:13, 41
Miqueas
6:16, 29
Nahum
1:6, 39
Oseas
4:12-13, 36
13:3, 38
Proverbios, 26, 30, 33
1, 26, 43
Salmo
1-41, 26
2, 31, 32, 40, 42
3, 28
19:10, 34
42-72, 26
73, 28
103:1, 28
119:92-93, 34
130, 28
130:3, 39
Sofonías
2:2, 38
Zacarías
6:12, 35

Salmo 2
Apocalipsis, 77, 78, 85
2:27, 78
19:15, 78
1 Corintios
2:7-8, 72
6:2-3, 75
1 Crónicas
17:1-17, 69
2 Crónicas
1:7, 75
1:10-12, 75
7:18, 73
7:18-20, 73
Deuteronomio, 76
17:14-20, 73
Efesios
5:21, 80
Éxodo
4:22, 74
Filipenses
2:5-11, 77
Hechos
1:5, 74
1:5-14, 74
4, 85
4:24b-31, 88
4:25, 66
9:5, 72
13:33, 71, 81
Isaías
37:36, 72
Job
9:23, 70
Juan
16:24, 75
1 Juan
2:23, 72
Lucas
9:55-56, 87
14:31, 72
Marcos
14:62, 78
Mateo
3:17, 74
11:28-30, 80
17:5, 74
19:28, 75
23:4, 80
28:18, 78
28:19-20, 77
1 Reyes
12, 67
2 Reyes
11, 82
Romanos
1:4, 74
Salmo
1, 69, 80, 81
2:7, 66
20:5, 75
23, 81
37:13, 70
59:8, 70
60:8, 76
72, 65
72:8-11, 70
72:20, 65
89:26, 89
89:26-27, 73
1 Samuel, 68, 76
10, 68
16:13, 68
2 Samuel
7, 68
7:14, 69, 73
7:15, 69
7:16, 69

Salmo 8
1 Corintios
1, 287
2, 287
15:27-28, 291
Colosenses
1:15, 299
Daniel
7, 288, 298
Efesios
1:20-23, 298
2:11-22, 298
Éxodo
20:4-5, 300
Filemón
3:20-21, 298
Filipenses, 291
Génesis, 290, 296, 297
1, 290, 293, 302
1-3, 293
1:26, 291
1:26-27, 296
1:28, 301
1:28-31, 292
2, 302
3, 290
9:1, 297
39:4, 295
39:6, 295
41:42-43, 291
50:20, 297
Isaías
51:9, 288
Juan
10:10, 292
14:8, 299
Marcos
10:45, 297
Mateo
21:5, 288
21:16, 288
24:45, 295
24:49, 295
Proverbios, 294
30:24-28, 294
1 Samuel, 287
14:17, 291
25, 287
Salmo
2, 298
110, 298
135:5-12, 285

Salmo 15
Amós
5:12, 139
2 Corintios
6:14-16, 137
Deuteronomio
4:41-43, 134
16:19, 139
23:19-20, 138
Efesios
4:10, 140
Éxodo
22:25, 138
23:8, 139
Ezequiel
42, 134
Hechos
15:28-29, 142
Isaías, 142
1:11-13, 136
1:23, 139
2:2-5, 142
29:21, 139
33:14-17, 142
Jeremías
7:1-15, 135
35:2, 134
35:36, 134
Juan
3:13, 140
1 Juan
1:8, 140
Levítico
25:35-38, 138
Lucas
18:9-14, 140
Mateo
7:24-25, 140
22:37, 136
22:39, 136
23:14, 138
Miqueas
4:13, 142
6:6-8, 136
Números
35:9-28, 134
Romanos
10:10, 136
Salmo
1, 137
24, 133, 141, 142
1 Samuel
1, 134
22, 137
25, 137
2 Samuel
15-18, 137
17, 137

Salmo 16
Colosenses
2:8, 597
1 Corintios
15:26, 606
2 Crónicas, 600
Daniel, 604, 607
7:1, 605
7:13, 605
8:1, 605
Eclesiastés
6, 607
Éxodo
19:6, 598
23:13, 600
28:28-30, 604
Génesis
1:16, 601
3, 600
3:16, 600
Hechos
2:25-31, 607
Isaías
38, 607
57:3-19, 599
65:1-7, 599
Jeremías
44:16-19, 594
Josué, 600, 602
Jueces
2:11-14, 594
Marcos
12:18-27, 607
13:22, 597
Mateo
25:30, 606
Oseas
2:17, 600
1 Reyes
11:5-7, 597
18:21, 595
Salmo
1, 605
15, 602
15:1, 603
49:14-15, 605
56, 596
57, 596
59, 596
60, 596
110:4, 603
110:5, 605
1 Samuel
14:21, 594
19:13-16, 594
23:9-12, 604
25:32-34, 604
2 Samuel
15:16, 594
Zacarías
13:2, 601

Salmo 19
Amós
4:13, 46
1 Corintios
10:11, 57
15:58, 57
2 Corintios
7:10, 59
Deuteronomio, 50, 59
4:19, 53
17:1-5, 53
17:12-13, 59
29:29, 58
32:18, 60
32:31, 60
Eclesiastés
9:1, 58

É
Éxodo
31:7, 52
31:18, 52, 54
32:15, 52
Ezequiel
3:3, 56
Gálatas
4:4-5, 61
Génesis
1, 45
3:6, 56
4, 59
4:6, 59
Habacuc
1:12, 61
Hechos
2, 54
14:17, 46
17:24-29, 46
Isaías
6, 47
6:2-3, 47
9:6, 49
26:4, 61
Jeremías
16:17, 58
32:6-16, 61
Job
31:26-28, 53
1 Juan
1:8, 58
Jueces
20:47, 61
Levítico
3:1, 52
5:17-18, 58
18:21, 54
25:25-28, 61
Malaquías
4, 61
4:2, 49
51:4, 49
Números
15:24, 59
1 Pedro
1:19, 52
1 Reyes
18:26-28, 55
2 Reyes
17:25-28, 55
23:10, 54
Romanos
1:20, 48
1:20-21, 46
7:7, 59
7:12, 57
7:23, 60
10:18, 48
Salmo
18:46, 60
28:1, 60
31:2-3, 61
53, 48
62:6, 61
64:2, 61
84:3-4, 55
90:8, 59
94:22, 61
101, 55
119:72, 56
119:103, 56
127, 56
2 Samuel
22:32, 60
2 Timoteo
4:7-8, 62

Salmo 20
2 Crónicas, 401
20, 401, 402
20:5-12, 401
Daniel
6, 404
Deuteronomio, 405
1:30, 409
2:25, 410
6:4, 400
8:1, 409
17:16, 405, 410
20:4, 409
Éxodo
14:4, 409
14:13-14, 409
15:14-16, 410
23:27-28, 410
28:28-30, 404
Filipenses
2:9-11, 408
Génesis
4:5, 398
35:3, 397
Hebreos
1:1, 402
Hechos
3:6, 406
28:3-6, 404
Isaías, 404, 406
1:11, 398
7, 403
7:14, 404
31:1, 410
37:15-20, 401
37:21-35, 401
38:8, 404
Josué
2:9, 410
2:24, 409
3:11, 409
5:1, 410
6:2, 409
6:16, 409
7, 410
10:14, 409
10:19, 409
10:25, 409
10:42, 409
11:6, 409
23:10, 409
Jueces, 404
4:14, 409
5:9, 409
5:11, 409
5:13, 409
6:34-35, 408
6:36-40, 403
7:3, 409
7:11-12, 403
7:15, 409
7:20, 410
20:2, 409
20:18, 409
20:23, 409
Levítico
8:8, 404
Marcos
16:18, 406
Mateo
26:40-41, 408
Miqueas
5:10, 410
Números
2, 400
10, 400
1 Reyes
10:26-29, 405
22:1-40, 410
22:36, 410
Romanos
12:1, 399
Salmo
18, 398
18:6, 397, 398
21, 411
51:19, 399
68, 406, 410
1 Samuel
5:11, 410
7:7-10, 399
7:9, 409
7:10, 410
13, 399
13:9-10, 409
13:12, 409
14:12, 409
14:15, 410
14:18, 409
14:20, 410
14:23, 409
17:20, 410
17:45-46, 405
17:52, 410
23:1-2, 404
30:7-8, 404
2 Samuel
5:19-23, 409
5:24, 409
10, 406
10:12, 409
10:18, 406
11, 406
20:1, 410
Zacarías
10:5, 410

Salmo 22
Apocalipsis
6:10, 176
2 Crónicas
35:24-25, 183
Efesios
6:11-18, 185
Ezequiel
8:14, 183
39:18, 193
Génesis
3:19, 190
Isaías
11:6-9, 193
34:7-8, 193
37:36, 187
38, 186
38:5, 187
38:7-8, 187
38:10-20, 187
38:13, 187
38:14, 17, 187
38:21, 187
41:14, 192
52:14, 183
53, 193
53:2, 183
Job, 174, 175
1:1, 173
1:9-10a, 174
1:11, 174
1:12, 174
1:21, 175
2:4-5, 175
2:6, 175
2:7, 175
2:9, 175
25:6, 192
Juan
19:24, 185
Lucas
14:13-14, 189
23:43, 176
Mateo
22:8-10, 190
27:41-42, 180
1 Pedro
5:8, 186
1 Reyes
21:13, 179
2 Reyes
18:33-35, 180
23:29, 183
Romanos
8:26, 173
Salmo
1, 176
10:1, 176
18, 193
38:3-4, 211
68:2, 182
88, 183, 184
89, 184
89:39, 184
91:11-12, 174
139:13-16, 181
1 Samuel
1, 179
17, 179
2 Samuel
14:14, 182
Zacarías, 183
11, 184
11:4-17, 183
12, 184
12:10-11, 183
13, 184
13:7-9, 183

Salmo 23
Amós
5:8, 576
6:5, 591
Apocalipsis
1:18, 576
19:9-10, 584
Deuteronomio
2:7, 572
Ester, 581
6:11, 582
Éxodo
15:13, 572
24:9-11, 585
Ezequiel
34:11, 571
47:1, 573
Génesis
2:10-14, 585
18, 579
19, 579
Isaías
25:6-8, 585, 591
26:19, 573
57:5-7, 577
Jeremías
28:15, 577
Job
10:21-22, 576
28:3, 576
33:30, 573
38:17, 576
Joel
3:18, 573
Juan
6:37, 590
10, 571
10:1-17, 571
19:28, 576
Lucas
1:30, 578
2:10-11, 578
10:34, 582
Mateo
1:23, 577
6:13, 575
28:5, 578
1 Reyes
6:29, 585
6:32, 585
Salmo
1, 574, 585
18, 586
21:6, 573
22, 576
22:1, 576
24, 576
36:9, 572, 573
43:3, 584
49:15, 573
56:13, 573
73:23-25, 573
77:20, 572
80:2, 572
85:10, 584
89:14, 584
95:7, 572
96:6, 584
133:2, 583
1 Samuel
16:13, 581
25, 580
2 Samuel
1:17-27, 586
3:33-35, 586
5:3, 581
5:17-25, 577
5:20, 577
7:1, 581
22, 586
22:1-51, 586
23:2, 571
Santiago
5:14-15, 582
Zacarías
14:8, 573

Salmo 24
1 Corintios
10:26, 129
10:28, 129
11:28, 112
11:29-30, 127
13, 111
1 Crónicas
9:20, 127
15:23-24, 124
26, 110
2 Crónicas
6:18, 108
7:1, 116
Éxodo, 114, 125
Ezequiel, 127
1:4-28, 116
8:15-16, 128
44:10-14, 128
Génesis, 113, 114
1:28, 114
2, 124
3:24, 127
4, 111
12:2-3, 114
14, 120
38, 114
Habacuc
3:3-6, 125
Isaías
6, 127
6:3, 119
Juan
14:8, 116
Jueces
13:22, 125
Levítico, 125
10:2, 126
Lucas
2:8-9, 125
Malaquías
3:1, 130
Mateo
5:8, 116
6:24, 112
Nehemías, 127
13:19-22, 127
Números, 125
10:33-35, 118
25, 127
1 Reyes
7:23-26, 124
18:21, 112
21, 112
2 Reyes
23:5, 128
23:11, 128
Romanos
14:14, 129
Salmo
2, 132
5:6, 112
12:2-4, 112
15, 110
19:12, 111
47, 110
65, 110
68, 110, 120
68:24-25, 120
68:27, 120
80:1, 129
84:11, 129
118:19-20, 114
1 Samuel
4, 118
4:5-8a, 118
6, 126
6:4, 126
2 Samuel
3:27, 111
6:7, 125
6:12-15, 120
6:14, 120

Salmo 32
Éxodo
34:6, 471
34:6-7, 485
Ezequiel
13:10-14, 478
37, 474
Génesis
15:6, 472
41, 483
Isaías
28:2, 478
55:6, 477
Jonás, 485
Juan
1:29, 479
8:1-13, 481
1 Juan
1:8-10, 483
2:1-2, 483
Levítico
16, 484
Lucas
11:24-26, 481
15, 482
Mateo
6:13, 477
7:27, 478
2 Pedro
2:22, 481
3:5-9, 473
Proverbios
26:3, 481
28:13, 475
1 Reyes
17-18, 484
Romanos
4:6-8, 469
Salmo
1, 470
1:3-4, 473
51, 471, 483
69:15, 478
81, 483
103, 471
103:8-11, 471
103:13-18, 471
130, 483
2 Samuel
11, 480
12, 480
12:13, 476
18:33, 482
21, 484
24, 469
Salmos 42-43
1 y 2 Crónicas, 258
Apocalipsis
1, 254
1 Crónicas, 256
6:18-38, 256
6:22-25, 257
23:12-13, 256
Éxodo, 256
2:22, 239
6:18-21, 256
Génesis
16:1-16, 243
49:21, 241
Hechos
23:6-10, 248
Isaías
14:9-20, 249
38:10-16, 248
44:15-17, 250
Jonás
2, 247
Juan
1:9, 253
1:14, 253, 254
4, 244, 252
8:12, 253
Jueces
15:18-19, 243
Lucas
16:24, 244
Mateo, 259
16:18, 247
Números, 257
16, 249, 257, 259
16:31-33, 257
26:11, 257
26:58-59, 256
1 Reyes, 252
19, 252
19:12, 253
2 Reyes
2, 258
2:24, 258
5, 251
Salmo
1-41, 255
6:5, 248
18:31-33, 241
36:9, 253
42:2, 255
42-83, 255
49, 248
49:14, 248
49:15, 248
84, 258
88, 247
88:7, 247
1 Samuel
1:11, 257
2:1-10, 257
22, 252
28:13-19, 257
2 Samuel
16, 252
1 Tesalonicenses
3:3-4, 253

Salmo 45
Amós
3:15, 99
Apocalipsis
19:11-16, 95
Cantares, 92, 94
5, 94
5:10-16, 93
Colosenses
3:5, 104
Deuteronomio
17:14-20, 95
Efesios
5, 102
5:25-27, 101
6:16-17, 96
Éxodo
30:23, 98
Génesis
2:24, 102
Hebreos, 97
1:8
Isaías
9:6, 97
Lucas
2:40, 93
Mateo
25:1-13, 101
Proverbios, 102
2:1, 102
3:1, 102
1 Reyes
7:13-22, 103
16:31, 99
22:39, 98
2 Reyes
22:1-2, 104
23:31, 101
23:36, 101
Rut, 99
Salmo
2, 98
44, 97
44:23-26, 97
46, 96
72, 95
1 Samuel
10:11, 98
10:23-24, 93
16:3, 98
16:12, 93
2 Samuel
7, 98
14:25, 93

Salmo 46
Apocalipsis
22:1-2, 267
2 Crónicas
20, 263
20:15-19, 263
Efesios
6:12, 270
Ezequiel
40-46, 265
47, 265
Génesis
1, 264
2:13, 267
Isaías
2, 269
8, 268
8:6-8, 268
36, 271
37, 261, 263, 270, 271
37:33-35, 261
37:36, 261, 268
Juan
4:14, 266
8:38, 266
Miqueas
4, 269
2 Reyes
19:14-15, 261
Salmo
42/43, 267
47, 267
48, 267
Zacarías
14:8, 265

Salmo 51
Colosenses
3:16, 219
1 Crónicas
22:8, 217
Daniel
9, 197
Esdras
9, 197
Éxodo
20:14, 201
20:17, 201
31:1-3, 214
32:31-33, 204
Ezequiel
11:19, 213
36:26-27, 213
Génesis, 213
3:23-24, 215
4:1-5, 221
4:13-14, 215
6:5, 207
9:6, 218
28:20-22, 216
29:31, 206
30:22-23, 206
Hebreos
10:22, 225
11:4, 221
Hechos
2:17-21, 214
Isaías, 197, 202
1:11-14, 222
1:16-18, 210
37:36, 211
38:21, 211
44:22, 204
53:6, 202
53:7, 222
Jeremías, 197
2:22, 209
17:9, 207
20:9, 211
36, 212
36:23, 203
Job
10:8, 206
14:4, 207
15:14, 207
Joel
2:28-32, 214
1 Juan
1:7-9, 210
Jueces
3:10, 214
6:34, 214
11:29, 214
13:25, 214
14:6, 214
14:19, 214
15:14, 214
20:16, 202
Lamentaciones
1:12-13, 211
Levítico, 220
Mateo
7:18, 207
11:28-30, 222
12:20, 222
Miqueas
6:6-8, 222
Nehemías
9, 197
Números
5:23, 204
11:26-29, 214
15:22-31, 218
15:30, 218
19, 209
19:17-19, 209
Proverbios
16:25, 202
20:9, 207
1 Reyes
3:9, 214
9:15, 223
2 Reyes
3:7, 202
22:13, 197
Romanos
3:23, 215
12:1, 220
Salmo
1-41, 199
6, 195
32, 195
35:9-10, 211
38, 195
42-72, 199
50, 198, 199, 200, 221
50:4, 199
50:11-12, 221
50:13-14, 221
50:17-20, 221
69:28, 204
102, 195
103:8-10, 203
109:13-15, 204
130, 195
139:13, 206
143, 195
143:2, 207
1 Samuel
10:6, 213
10:10, 214
31, 217
2 Samuel
3:28, 217
4:8, 217
5:9-10, 223
11, 196, 205
11:10, 205
12, 196
12:7, 198
12:13, 196, 198
16:7-8, 218
21:8, 217
23:8-39, 196
Zacarías
12:10, 214

Salmo 68
1 y 2 Samuel, 386
Apocalipsis, 374, 379, 389
Colosenses
1:15, 393
2:16-17, 393
1 Corintios
1:27-29, 377
15:26, 383
15:55-57, 383
2 Corintios, 394
2:14-16, 394
Deuteronomio, 392
1, 373
33, 370
33:2, 374
33:26, 372
33:27, 392
Efesios
4, 396
4:8, 379, 381
6:12, 379
Ester, 382
Éxodo, 380
15, 370, 372, 375
15:3, 371
15:20, 385
Génesis
49:14, 376
Habacuc
3, 370
3:3-4, 374
Isaías
6:4, 374
40:9-11, 376
Jeremías
52:6-11, 384
Juan, 382
Jueces, 386
5, 370, 386, 395
5:4-5, 374
5:15-17, 395
5:28-30, 376
8:27, 395
11:34, 385
17:5, 395
20, 387
Números
10:35-36, 371
2 Reyes
6:8-23, 379
Romanos
9:30-37, 384
12:1, 382
Salmo
22:13-14, 389
22:16, 389
46:2, 374
51-72, 375
67, 392
102:22, 390
1 Samuel
10, 396
30, 376
2 Samuel
10, 378
10:12, 378
Santiago
5:17-18, 375
Zacarías
14:4-5, 374

Salmo 73
Colosenses
3:2, 340
2 Corintios
5:7, 331
1 Crónicas
15:16-17, 346
16:4-6, 346
2 Crónicas, 329
20:13-18, 329
Esdras
2:41, 327
Génesis, 330
5:24, 341
32:22-32, 330
Isaías
6:1-8, 338
53:4, 335
Jeremías, 343
Job, 328, 343
1, 330
1:11, 337
2, 330
19:26, 343
Jueces
3, 333
Lucas
16, 339
Malaquías
3:14, 336
Mateo
15:21-28, 330
18:6, 337
Proverbios
7, 332
23, 332
24, 332
31, 332
1 Reyes
3:16-28, 345
10:2, 345
21, 342
2 Reyes
15:30, 346
18:19, 333
18:35, 333
Salmo
1, 331, 345
1:1, 336
1:5, 336
2, 344, 345
37, 347
49, 347
72, 344, 345
1 Samuel
16:14-23, 338
17:43-44, 333

Salmo 77
1 y 2 Crónicas, 367
Deuteronomio, 367
Éxodo
3:7, 355
15, 359, 361, 368
15:1-21, 349
15:6, 356
15:12, 356
Génesis
18, 356
48, 358
48:5-22, 358
Habacuc
3, 359
Hebreos
5:7, 361
Hechos
16:25, 363
Isaías
36:3, 366
40-59, 358
43:18-21, 368
Juan
15:14-15, 355
Lucas
23:46, 362
Mateo
13:24-30, 365
13:36-43, 365
13:43, 362
15:21-28, 363
17:9, 362
26:30, 362
27:46, 362
Números
10:8-10, 366
105, 367
106, 367
1 Reyes
12:28-29, 367
2 Reyes
15:29, 359
18:18, 366
Salmo
18:8-16, 359
20, 360
23, 361
29, 359
50, 368
71, 368
73-89, 357
74:10, 365
74:11, 365
75:6-8, 365
76:12, 365
77:8-10, 365
78, 358
78:43-50, 365
79:1-7, 365
79:5, 354
79:10, 365
80, 361
80:4, 365
81, 368
83, 365, 368
90-106, 357
105, 367
106, 367

Salmo 80
1 Corintios
1:27-28, 458
2 Corintios
4:6, 466
1 Crónicas
16:7, 450
16:37, 450
2 Crónicas
29:12-14, 450
Deuteronomio, 464
Éxodo
14:19-20, 453
Ezequiel
19, 461, 468
19:10-14, 461
34, 451
Génesis
32:22-32, 465
49, 458
49:22-24, 458
Isaías
5, 460
5:1-7, 457, 459
5:7, 460
Jeremías
10:21, 451
Josué, 454
16:1, 452
Juan
1:14, 466
10:14-16, 466
15:1-7, 459
15:6, 459
Lucas
13:6-9, 468
Mateo, 466
17:1-2, 466
Nehemías
11:17, 463
Números, 454
2, 453
6:24-26, 456
10:33-36, 455
Oseas
10:1, 458
2 Reyes
17, 449
18:9-12, 462
18:17, 460
23:15-20, 462
23:29, 463
Romanos
1:32, 465
Salmo
1, 457, 461
45, 451
60, 451
69, 451
79, 451, 452, 467
79:4, 456
79:5, 455, 457
79:10, 456
81, 464
81:11, 464
81:12, 465
89:21, 462
1 Samuel
4:7-8, 453

Salmo 82
2 Crónicas
19:4-11, 568
Daniel
10, 553
10:20-21, 554
Deuteronomio
32:8-9, 553
Efesios
6:12, 554
Éxodo
22:8, 551
22:21, 563
23:1-8, 563
Ezequiel, 565
28, 565
28:13-19, 565
28:14-16, 565
Génesis, 564
6:2, 564
Isaías, 565
14, 565
14:12-15, 565
59:9, 564
Job
1:6, 564
1:7-12, 550
Juan
10:30, 553
10:33, 553
10:34-35, 553
10:34-36, 558
Judas
v. 6, 565
Lucas
11:22, 555
Marcos
14:62, 563
Mateo
19:28, 564
23:14, 552
1 Reyes
22:19-23, 550
Romanos
8:20-22, 564
13:4, 552
Salmo
73-80, 557
75, 557
76, 557
81, 568
1 Samuel
22, 561
22:6-19, 561
Salmo 84
Amós
6:4-6, 282
Apocalipsis
1:16, 283
21:4, 278
21:23, 283
Éxodo
27:1-8, 276
30:1-10, 276
Ezequiel
1, 280
24:15-27, 275
Génesis
16, 278
Isaías
6, 279
40:30-31, 278
Juan
1:14, 281
2:19, 281
2:21, 281
3:16, 282
14:8-9, 280
Jueces
18:29-31, 279
21:2, 273
21:19, 273
Malaquías
4:2, 283
Mateo
6:26, 283
12:6, 275
Miqueas
6:10, 282
1 Pedro
2:11, 279
1 Reyes
3:4, 273
Salmo
11:1, 276
17:2, 283
42, 274
42/43, 283
45, 274, 283
46, 283
55:6-8, 276
78:60-61, 273
122, 273
150, 279
1 Samuel
1:3, 273
4:14-22, 276
10:3, 273

Salmo 90
Daniel
5:27, 418
Deuteronomio, 413, 414
18:15, 415
Eclesiastés
12:1-8, 422
Éxodo
14:28, 419
15, 419
32, 414, 420
32:12, 414
32:32, 420
34, 420
Génesis
1-3, 417
Isaías
40:6-8, 415, 419
40-59, 414, 415
Jeremías
31:31, 420
Job, 419
14:2, 419
Juan
6:14, 415
1 Juan
2:2, 420
Números
14, 419
14:32, 419
14:34-35, 419
2 Pedro
3:8, 417
2 Reyes
19:26, 419
Romanos
1:18, 421
8:33-34, 421
Salmo
3-41, 416
90-100, 415
90-106, 414
91, 415, 416, 418
91:7, 419
92:7, 419
102:4, 419
102:5, 415
103:15, 419
103:15-16, 415
106:23, 414
119, 416
2 Samuel
19:35, 422
19:37, 422
Santiago
1:17, 418

Salmo 91
Apocalipsis, 435, 439, 442
18:2-4, 440
18:9-20, 440
22:9, 442
Colosenses
1:16, 428
1 Crónicas
21:14, 439
Deuteronomio
31:24, 441
32:9-11, 436
32:11, 441
32:35, 440
Eclesiastés
9:12, 433
Éxodo
6:2-3, 429
19:4, 436, 441
Ezequiel
13:18, 438
Génesis, 431, 435
14:18, 429
17:1, 429
Hebreos
2:14, 434
Hechos
8:4-25, 444
13, 444
16:16-18, 444
19:8-20, 444
Isaías
11:6-9, 444
37:36, 448
38:21, 448
40:30-31, 436
Jeremías
16:16, 433
Job, 429, 443
5:17, 429
5:23, 444
6:4, 429
8:3, 429
13:3, 429
18:13, 438
39:27-28, 436
Jonás
4:6, 430
Juan
10:10, 434
Jueces
14:6, 442
Lucas
10:17-19, 444
Marcos
1:12, 445
1:13, 428
16:34, 430
Mateo
10:29, 433
13, 440
26:26-28, 440
26:53-54, 442
Números
21:6, 445
1 Pedro
5:8, 436
Proverbios
7:23, 433
1 Reyes
2:34, 435
13:24, 442
Romanos
8:31-37, 437
Salmo
27:5, 429
32:7, 429
57:4, 443
58:3-5, 443
58:6, 443
61:4, 429
90, 428, 437
119:114, 429
1 Samuel
5:6-12, 448
2 Samuel
23:20, 442

Salmo 96
Apocalipsis, 542
7:9-10, 542
9:20, 538
14:3, 537
1 Corintios
10:11, 539
10:21, 542
15:20, 537
15:23-29, 537
15:54, 537
2 Corintios
8, 542
9, 542
1 Crónicas
16, 532
16:7, 532
Efesios
2:14, 541
Éxodo
15, 532
15:1-21, 533
15:18, 543
Ezequiel
34:16, 539
Génesis
3:17, 546
14:17-24, 534
Hebreos
4:9, 533
Hechos
17:16-34, 541
Isaías, 545, 548
40-59, 533
40-66, 532
42, 533
42:10, 533
49:13, 545
55:12-13, 546
Romanos
8:19-22, 544
12:1, 542
Salmo
2, 543
22:28, 541
29, 533
29:1-2, 541
47, 532
93, 532
95, 532
95:5, 545
95:6, 542
97, 531, 532, 538, 541, 544
98, 532, 533
99, 532
99:1, 531
100, 532
105, 532
106, 532
119, 532
1 Samuel
5:4, 538
Salmo 107
Amós
4:18, 618
8:11-12, 618
Apocalipsis, 612
7, 612
7:9, 628
7:10, 612
7:14, 628
Esdras, 626, 627
1-3, 616
3:10-13, 614
8:21-23, 616
Éxodo, 615
Ezequiel
27:25-36, 624
27:27, 624
38:6, 621
39:2, 621
Filipenses
3:20-21, 613
Génesis, 612
1:9, 624
13:10, 626
15:12, 617
19, 627
21:8-19, 616
37:22, 619
48:16, 615
Hebreos
11:10, 628
Isaías, 615
24:22, 619
29:8, 618
35:7, 626
40-59, 613
42, 626
42:15, 626
43:5-6, 626
49:12, 624
50:2, 626
53:4-5, 622
54:11, 624
Jeremías, 615
1:13-14, 621
4:11-12, 616
41:7, 626
50:41-42, 621
Job
6:18-20, 616
10:20-22, 617
33:19-22, 620
Jonás
2:2, 616
4:8, 616
Juan
1:14, 622
Jueces
9, 619
Lamentaciones
3:53, 619
Lucas
1:46-55, 625
4:18, 618
13:28-30, 628
Marcos
4:35-41, 624
Mateo
8:5-13, 621
15:21-28, 621
16:18, 620
Nehemías, 626, 627
Números, 615
15:34, 618
Oseas
11:1, 618
13:15, 616
2 Pedro
3:5, 622
Proverbios
30:18-19, 623
1 Reyes
22:48, 623
2 Reyes
1, 622
1:6, 622
1:17, 622
Salmo
18:6, 616
22:22-31, 612
22:27-28, 612
91:5, 617
93:4, 623
104:25-26, 624
105:18, 619
106, 628
106:47, 613, 629
119:143, 615
141:2, 629
150, 611
1 Samuel
2, 625
2 Samuel
15, 619
20:3, 618
Zacarías
9:11, 619

Salmo 110
Apocalipsis
3:21, 158
12:10, 164
12:10-11, 165
Colosenses, 162
1:16, 163
2:15, 163
3:1, 163
1 Corintios
15:25, 150, 162
15:26, 150
Daniel
7:13-14, 163
Deuteronomio, 168
7:16-26, 168
20:1-9, 168
Efesios
2:6-7, 168
6:12, 162
Éxodo
4:20, 151
19, 167
Ezequiel
34:23-24, 147
Génesis, 145
3:15, 158
14, 165, 167
14:17-20, 145
14:19-20, 145
49:10, 151
Hebreos, 146, 156, 163, 164, 166
1:3, 164
5:6, 146
6:20, 146
7, 164
7:1-3, 166
7:1-28, 146
9, 164
Hechos
1:20, 158
5:30-31, 161
7:56, 160
8:20-24, 162
13:9-11, 162
Isaías
7:4, 152
30:15-16, 153
36, 153
37, 153
41:2-14, 167
61:6, 167
61:6-10, 167
Jeremías
23:5, 156
Job
1, 164
2, 164
Joel
2:28-32, 160
Josué
3:5, 153
8:1, 152
10:24, 150
Jueces
7:3, 152
7:22, 153
15:18-19, 159
Lucas
20:41-44, 146
Marcos, 149
12:35-37, 146
12:35, 37, 149
12:36, 149
14:61, 161
14:62, 161, 163
14:63-64, 162
16:15-18, 160
Mateo
22, 146
22:41-46, 146
22:42-46, 146
22:43, 149
25:31-46, 151
Números
24:15-29, 152
1 Pedro
2:9, 154
3:21-22, 158
1 Reyes
1:38, 159
2 Reyes
20:20, 159
Romanos
1:3, 149
1:4, 150
8:33-34, 165
16:20, 158
Salmo
8:6, 163
29:2, 154
47:5, 167
80:17, 148
109, 148, 157, 158, 160, 161, 168
109:8, 158
109:30-31, 157
1 Samuel
21:5, 153
2 Samuel
24:25, 156
Zacarías
3, 157
3:1, 164
3:8, 156
4:3, 157
4:6-10, 156

Salmo 119
Salmo
1, 63
19, 63

Salmo 121
Apocalipsis
21:22, 492
Esdras
8, 490
8:21-23, 490
Génesis
22, 494
28, 489
28:16, 490
Isaías
2:2-5, 491
65:3-7, 487
Job
24:15-16, 489
Juan
1:14, 492
Levítico
26:12, 489
Lucas
10, 487
Mateo
7:15, 489
13:6, 489
13:21, 489
Nehemías, 495
1:1-11, 495
2:1-9, 495
2:10-18, 496
2:19-20, 496
4:1-6, 496
4:7-23, 496
5:1-19, 496
6:1-19, 496
7:1-5, 496
7:26-32, 497
11:1-2, 497
12:27-43, 497
13:4-14, 497
13:15-22, 497
13:23-29, 497
13:30-31, 497
124, 496
125, 496
1 Reyes
18:27, 489
Salmo
120, 495
120-134, 493
122, 496
123, 496
127, 493, 496
128, 497
129, 497
130, 497
130:3, 493
131, 497
132, 497
133, 497
134, 497
Zacarías, 492
14:16-18, 492

Salmo 126
Amós
9:14-15, 513
Ezequiel
20:9, 512
20:14, 512
20:22, 512
20:41, 512
36:15, 512
37, 504
37:19-20, 513
Hageo
1:4, 507
1:9-11, 507
Hebreos
11:10, 509
Hechos
9:17-18, 514
12, 501
12:7, 501
Isaías
9:1-2, 513
29:7-8, 511
45:1-7, 508
52:10, 512
60-66, 511
Jeremías
16:15, 513
23:8, 513
Joel, 512
2:18-19, 512
2:21, 505
2:26, 512
Juan
4:35-36, 509
12:24, 507
Lucas
1:46-55, 516
1:49-53, 508
15, 513
15:7, 509
Marcos
5:19, 504
Miqueas
5:3, 513
Romanos
9:2-3, 514
Salmo, 507
73:20, 511
127, 507
Zacarías
9:11, 513
10:6-12, 513

Salmo 127
Eclesiastés
2, 518
Efesios
6:17, 523
Esdras
3:10-13, 518
3:12, 518
Génesis
3:17-19, 520
30:2, 521
Juan
15:5, 519
Mateo
5:45, 521
6:25-26, 521
9:37-38, 523
Nehemías
6:15-7:7, 520
7:4, 522
1 Reyes
3:1-2, 517
7:1-12, 517
8:13, 517
9:1, 517
9:15, 517
21:8-10, 522
Rut
4:1, 522
Salmo
124:4, 520
128, 520, 524
131, 520
2 Samuel, 521
12:24, 521
Salmo 128
Nehemías, 527
11:1-2, 527
Proverbios, 529

Salmo 130
Daniel
9, 233
Esdras
9, 233
Éxodo
20:6, 230
Ezequiel, 235
3:16-21, 235
18:32, 230
Isaías
1:18, 230
21:11, 236
53, 231
62:6, 235
Jeremías, 231
33:15, 231
Jonás
2, 228
Juan
8:11, 232
1 Juan
4:10, 230
4:19, 230
Malaquías
4:2, 231
Marcos
2:5-7, 229
Miqueas
7:18, 230
Nehemías
9, 233
Oseas, 231
2 Reyes
9:16-26, 234
Romanos
6:23, 229
8:21, 233
8:22-23, 233
13:11-12, 233
Salmo
6, 227
11:4, 229
22, 227
32, 227
38, 227
43, 228
51, 227
102, 227
115:4-7, 229
126, 233
143, 227
2 Samuel
12, 232
18, 234
18:24-26, 234
1 Tesalonicenses
4:16, 236

Salmo 139
Amós
5:19, 310
9:2-3, 311
Eclesiástico
18:4-7, 315
43:27-28, 315
Esdras
10:19, 321
Éxodo
32:32, 315
Gálatas
1:9, 322
Génesis
1, 316
4:7, 305
12:3, 322
20:6, 305
Hechos, 318
5:1-10, 318
Isaías
49, 313
Jeremías, 306, 317
20, 313
23:23-24, 306
28:15-17, 318
Job, 315
10:8-12, 325
34:21-22, 311
42:3, 315
Jonás, 308
2, 309
3, 309
Lucas
18:9-14, 320
Mateo
5:43-44, 319
12:36, 324
23, 322
1 Reyes
8:27, 306
18:38, 304
Romanos
8:26, 306
11:33-36, 308
12:19, 21, 323
137:8-9, 323
Rut
1:16, 318
Salmo
19, 316
56:8, 315
69:28, 315
130:1, 309
137:8-9, 324
138, 320
139-145, 321
140, 320

Salmo 145
Amós
5:2, 640
Apocalipsis
1:8, 640
18:2, 640
2 Corintios
5:21, 643
Daniel
4:34, 640
Efesios
2:1, 637
2:4-5, 637
2:6-7, 635
Éxodo
34:6, 636
34:6-7, 636
Jeremías
37:21, 641
38:9, 641
Job
5:9, 633
Juan
5:30-47, 639
21:21, 633
Lucas, 640
1:49-50, 640
Marcos
10:45, 644
Mateo
11:4-5, 644
11:28, 641
Oseas
11:8, 642
1 Reyes
8:43, 644
10:9, 638
22:27, 641
Salmo
1, 645
1-2, 632
8, 633
19, 633
19:2, 634
34:18, 643
103, 636
104, 633, 636, 646
104:27-29, 641
105, 635
106, 635
138-145, 632
139-145, 631
139-150, 632
144, 632, 636
145-150, 632
146:7-8a, 642
146:8, 640
146-150, 631, 632
150, 645

Salmo 150
Efesios
5:19, 652
Esdras, 651
Éxodo
15:20, 651
Génesis
4:21, 650
Hebreos
11:1, 654
Isaías
12, 656
Job, 653, 654
Nehemías, 651
Salmo
1, 653, 654, 655, 657
33:2, 650
57:8, 650
71:22, 650
81:3, 650
98:5-6, 650
108:2-3, 650
145, 650, 656
2 Samuel
6:5, 651

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