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Los textos bíblicos que aparecen en esta publicación son de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional, ©
1999 por la Sociedad Bíblica Internacional, usados con permiso.
Con amor y gratitud a Dios dedicamos este libro a nuestra querida hija,
Irene Eunice
Bibliografía
SALMO 1
No fue por casualidad que se escogió este canto breve de sólo seis versículos para
ser el primero en el salterio. Este salmo establece la orientación y el tono de esta
maravillosa colección de canciones sagradas, colección que ha servido como
himnario y fuente de devoción del pueblo de Dios por más de tres mil años.
El Salmo 1 recalca el carácter y la fe de quienes son invitados a unir sus voces
con las de los cantores sagrados de Israel en la entonación de los salmos. Este
Salmo 1 es un canto que delinea el camino por el cual el líder del pueblo escogido
conducirá a los justos; y es el camino de la Tora, la palabra de Dios, revelada a
Moisés y los profetas. La responsabilidad de andar en el camino de los justos es,
principalmente, la del ungido del Señor, el rey. El rey, más que cualquiera de los
israelitas, debe ser un ejemplo para los demás miembros del pueblo escogido,
como quien se aplica a estudiar la Tora y a ponerla en práctica. Por cierto, el
Salmo 1 no ha sido escrito solamente para el rey, sino para todo miembro del
pacto.
El canto, como otros en el salterio, es una celebración gozosa de la Tora, no
como pesada carga que debe ser llevada con resignación, sino como la revelación e
instrucción de un Dios de amor y misericordia, que ha actuado en la historia a fin
de rescatar de la esclavitud y opresión a un grupo de desposeídos y marginados.
De ellos hizo una nación de profetas, reyes y sabios, llamados a entonar las
misericordias de Dios ante las naciones. La Tora, celebrada por el Salmo 1, no es
solamente una colección de leyes, sino también el relato de las grandes hazañas de
Dios en la historia en favor de su pueblo. Es el registro de las promesas y pactos de
Dios, cuya voluntad es que todo el género humano sea receptor de sus
bendiciones y de su salvación.
Por el énfasis puesto en la Tora, el Salmo 1 ha sido clasificado como “Salmo de
Tora”. El renombrado erudito alemán Hermann Gunkel (1862–1932) fue quien
dedicó mucho tiempo a la tarea de clasificar los salmos en diferentes categorías.
Gunkel y su igualmente conocido alumno, Sigmund Mowinckel, aseveraron que
cada salmo debía ser estudiado de acuerdo con su función en la adoración del
pueblo de Israel dentro del templo y la sinagoga. Para clasificar los salmos Gunkel
utilizó el término alemán Gattungen (Holladay 1993:266). Muchos libros y
comentarios acerca de los salmos hoy día, siguen empleando el término en la
discusión del contexto de los cantos de Israel. Entre la categoría de salmos
clasificados por Gunkel encontramos, además de los “Salmos de Tora”, los salmos
reales, de lamento de la comunidad, de lamento del individuo, de acción de
gracias individual, de entronización del Señor, etc. Siendo que el propósito de los
salmos de la Tora es comunicar instrucción, se los ha denominado “Salmos
sapienciales”. La palabra sapiencial tiene que ver con la enseñanza de la sabiduría.
Denominamos sapienciales los libros de la Biblia que expresan con énfasis la
conducta del justo y el arte de vivir de uno que teme a Dios. En este sentido, el
Salmo 1 se parece al primer capítulo del libro de Proverbios. Por lo general se
clasifican como sapienciales los libros de Job, Proverbios y Eclesiastés.
El salterio del cual el salmo es parte, está dividido en cinco colecciones o
libros, de los cuales el libro I (Salmos 1–41) es considerado el más antiguo. Esta
colección se caracteriza por la frecuencia con que se refiere a Dios con el nombre
divino yahweh, el nombre sagrado que le fue revelado a Moisés en el monte
Horeb (Éxodo 3:14) y que gozó de gran popularidad en el Reino del Sur ( Judá).
En el segundo libro del salterio (Salmos 42–72), en cambio, predomina más
como nombre de Dios el de elohim. Es un nombre más general y se emplea
preferentemente en los contextos en que se habla de Dios como Dios sobre toda la
creación y Dios de todos los pueblos y naciones. Elohim es el nombre por el cual
los gentiles, o sea, los pueblos que no fueron judíos, se relacionan con el Dios de
toda la creación, mientras que yahweh o YHWH es el nombre sagrado que los
israelitas, los miembros del pacto, emplean en su trato con el Salvador. Otro
nombre para Dios en las Escrituras es adonay. Este nombre solían utilizarlo los
israelitas, para quienes el nombre yahweh era demasiado sagrado como para usarlo
en la conversación diaria y en la adoración de la congregación. Por lo tanto, en la
literatura rabínica y deuterocanónica el nombre adonay comienza a reemplazar a
yahweh. Por eso, muchos eruditos consideran que los salmos que emplean el
nombre adonay son los que se añadieron al salterio en fecha posterior a los demás.
Otra característica del libro I de los salmos es, que contiene una gran cantidad
de poemas con el título “Salmos de David”. La mayoría de los investigadores cree
que los títulos y epígrafes que llevan muchos salmos, no fueron parte original de
éstos, sino que se añadieron en fecha posterior por los escribas y levitas que
organizaron los salmos en las colecciones que constituyeron nuestro salterio. De
todos modos, el Salmo 1 no lleva ningún título o epígrafe y, por lo tanto, nos
resulta más fácil aplicarlo a nuestras propias vidas. Es un salmo para que lo canten
los justos, y yo, en mi uso del salterio, estoy llamado a ser uno de los justos.
Los judíos solían agrupar los cinco libros del salterio con los cinco libros del
Pentateuco, esto es, los cinco libros de Moisés (Stedman 1969:1). Según este
esquema, el primer libro de los Salmos corresponde al libro del Génesis, de la
Biblia. De esta manera, el Salmo 1 sirve como introducción general a todo el
salterio y al primer libro en particular. De todos los salmos del primer libro, sólo
el salmo primero y el segundo no tienen epígrafes. Los rabinos solían llamar a
estos cantos “salmos huérfanos” (Sarna 1993:26). De la relación estrecha existente
entre estos primeros dos salmos hablaremos en nuestra exposición.
El Salmo 1 se diferencia de los otros cantos del salterio en que no es una
oración, lamento o acción de gracias dirigido a Dios. El salmista no habla con
Dios, como en la mayoría de los otros salmos, sino que nos habla a nosotros, los
lectores de esta meditación. En el Salmo 1 el salmista comunica instrucción a los
lectores del salterio; actúa como un maestro de sabiduría que instruye a un grupo
de alumnos acerca de cómo abordar la colección de literatura sagrada. Parece
haber sido escrito o escogido particularmente como una introducción al salterio.
No por accidente está colocado en primer lugar, sino con el propósito de guiarnos
y orientarnos en el uso de los demás salmos. Es por esta razón que algunos
eruditos consideran que los primeros dos salmos no deben ser considerados como
parte integral del primer libro del salterio, sino como composiciones que fueron
colocadas en su presente posición específicamente para servir como una
introducción al salterio en su totalidad. De acuerdo a esta manera de entender el
canon, el Salmo 3 sería el primer canto en el primer libro de los salmos.
Cuando los salmos sapienciales dan instrucción lo hacen empleando tres
técnicas básicas, a saber, testimonio, admonición y observación. En los
testimonios se relata las experiencias pasadas de un individuo o del grupo como
por ejemplo en el Salmo 73. Tomando en cuenta que muchos de los salmos son
oraciones, una de las funciones didácticas del salterio es enseñar al alumno cómo
orar. Muchos de los salmos nos dan el motivo de la oración o de la alabanza que se
ofrece a Dios. Cuando no se da un motivo específico de oración, hay que asumir
que el contexto de todo el salterio nos sirve de motivo. En los Salmos 130 y 103:1
tenemos ejemplos del empleo de la admonición como técnica didáctica en el
salterio. La técnica pedagógica que predomina en el Salmo 1 es la de la
observación, pues somos invitados a observar la suerte de los que andan por los
dos caminos (Firth 2005:165).
1:1 Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni se detiene en la senda de los
pecadores ni cultiva la amistad de los blasfemos.
La palabra con que comienza el Salmo 1 es ashrei, que se traduce como feliz,
afortunado o bendito en muchas versiones del AT. Jeremías 17:7–8, un texto muy
enlazado con el Salmo 1, comienza con barak, una palabra más litúrgica, que por
lo general se traduce con bienaventurado o bendito. “Bendito el hombre que
confía en el SEÑOR, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto
al agua, que extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus
hojas están siempre verdes.” Aquí en 1:1 la palabra dichoso o feliz identifica al que
se ha apartado de la masa pecadora que no respeta la Tora. De él puede decirse:
“¡ué feliz es él!”
El salmo comienza con una descripción de los “dos caminos”, una de las
figuras clave de la Escritura. Jesús mismo utilizó el símil de los dos caminos en el
Sermón del Monte, al decir: “Entren por la puerta estrecha. Porque es ancha la
puerta y espacioso el camino que conduce a la destrucción, y muchos entran por
ella. Pero estrecha es la puerta y angosto el camino que conduce a la vida, y son
pocos los que la encuentran.” Un escrito conocido como Didajé o La enseñanza
de los Doce Apóstoles, comienza con la afirmación: “Hay dos caminos, uno el
Camino de la vida y el otro el Camino de la muerte, y existe una gran diferencia
entre los dos caminos.” Otro escrito de la iglesia primitiva, conocido como La
carta de Bernabé, afirma: “Hay dos caminos de enseñanza y poder, uno de luz y el
otro de oscuridad. Y hay una gran diferencia entre los dos caminos. Porque por
encima de uno están los ángeles del Señor que traen la luz, mientras que sobre el
otro están los ángeles de Satanás. Uno es el Señor desde la eternidad y hasta la
eternidad y el otro es el gobernador del tiempo presente de iniquidad.”
El Salmo 1 comienza con una descripción del hombre que anda por el camino
de la vida. Menciona primero las cosas que el hombre bueno no hace, lo que evita.
Lo primero que evita es el consejo de hombres malvados. El segundo Libro de
Crónicas (22:3–5), hablando del rey Ocozías de Judá, dice: “También Ocozías
siguió el mal ejemplo de la familia de Acab, pues su madre le aconsejaba que
hiciera lo malo. Hizo lo que ofende al SEÑOR, como lo había hecho la familia de
Acab. En efecto, una vez muerto su padre, Ocozías tuvo como consejeros a
miembros de esa familia, para su perdición. Por consejo de ellos, Ocozías se juntó
con Jorán hijo de Acab, rey de Israel y marchó hacia Ramot de Galaad para
hacerle la guerra a Jazael, rey de Siria, pero en la batalla los sirios hirieron a Jorán.”
Miqueas (6:16) acusa a sus compatriotas con las siguientes palabras: “Tú
sigues fielmente los decretos de Omrí y todas las prácticas de la dinastía de Acab;
te conduces según sus consejos. Por eso voy a entregarte a la destrucción, y a
poner en ridículo a tus habitantes.”
El hombre justo no solamente evita el consejo de los malos; evita estar en el
camino de los pecadores. uiere decir que no adopta el estilo de vida de los
pecadores como un modelo de conducta. Estar con alguien es adoptar su estilo de
vida. Hoy día muchos adoptan la vida de los artistas y miembros de la farándula
como modelos de sus vidas, o buscan conformarlas con la conducta de otros de su
grupo o pandilla. Seguir un camino o modelo de vida equivocado conduce a la
destrucción.
El hombre justo no cultiva tampoco la amistad de los blasfemos, o sea, los que
se burlan de las cosas de Dios. En una nueva traducción de la Iglesia Ortodoxa se
habla de los cínicos (Holladay 1993:183). El libro de los Proverbios habla mucho
acerca del burlador. Burlador o insolente es el nombre de la persona orgullosa y
arrogante que no acepta consejos, disciplina o instrucción. El blasfemo es
semejante a la persona que peca contra el Espíritu Santo, despreciando el mensaje
de salvación que Dios nos ofrece en su Hijo. Al investigar el modo particular con
el que las Escrituras emplean la palabra “senda”, debe quedar bien claro que este
vocablo significa no sólo el estilo de vida de uno, sino también el destino final de
su vida. Se debe tomar en cuenta que mientras el Salmo 1 nos presenta al hombre
justo como un individuo, los malvados constituyen un grupo. Es esta manera se
establece que el hombre justo es llamado a luchar en contra de la presión de una
multitud de impíos que buscan inducirlo a seguir sus pasos. Al mismo tiempo el
salmo nos dice que el Señor a través de su Tora dará al individuo el poder y la
valentía para resistir las presiones del grupo (Goldingay 2006:82).
VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO
Al estudiar los salmos o meditar en ellos, debe buscarse en cada texto ecos de
otros salmos y porciones de la Escritura. En el Salmo 1 se detectan por lo menos
tres importantes ecos de otras partes de la Biblia. El primero se percibe en el libro
de Josué ( Josué 1:7–8): “Sólo te pido que tengas mucho valor y firmeza para
obedecer toda la ley que mi siervo Moisés te mandó. No te apartes de ella para
nada; sólo así tendrás éxito dondequiera que vayas. Recita siempre el libro de la
ley y medita en él de día y de noche; cumple con cuidado todo lo que en él está
escrito. Así prosperarás y tendrás éxito.”
Claramente se observa que hay muchas semejanzas entre el hombre justo
descrito en el Salmo 1 y Josué hijo de Nun, caudillo de las 12 tribus de Israel. Vale
decir que el hombre justo de quien habla el salmista debía ser una persona como
Josué, alguien que, al final de su vida, pudo decir a los hijos de Israel: “Pero si a
ustedes les parece mal servir al SEÑOR, elijan ustedes mismos a quiénes van a
servir: a los dioses que sirvieron sus antepasados al otro lado del río Éufrates, o a
los dioses de los amorreos, en cuya tierra ustedes ahora habitan. Por mi parte, mi
familia y yo serviremos al SEÑOR.” Cada uno de los hijos de Israel es convocado a
andar por la senda del Señor, como lo hizo Josué. Pero, ante todo, el líder ungido
de la congregación de Israel debe ser un hombre justo como Josué.
El segundo eco bíblico en el Salmo 1, y que ha llamado la atención de los
investigadores, proviene del Salmo 2. Así como el Salmo 1 comienza con una
bendición o bienaventuranza, del mismo modo el Salmo 2 concluye con una
bendición. Ambos salmos hablan de un hombre justo y de los malos que
conspiran contra el Señor. Ambos salmos hablan del juicio divino que alcanza a
los que se burlan de los caminos de Dios. En nuestro salterio en su forma actual, el
Salmo 1 constituye la introducción a toda la colección de 150 salmos, aunque no
necesariamente haya ocupado siempre esa posición. Algunos creen que hubo un
tiempo en que el Salmo 2 ocupó el primer lugar en la colección de los cantos
sagrados de Israel. Una variante griega del texto de Hechos 13:33 se refiere al
segundo salmo de nuestro salterio como el Salmo 1. No se sabe exactamente
cuándo se escribió este salmo, aunque la mayoría de los investigadores creen que el
Salmo 1 fue uno de los últimos en ser escrito, muchos años después del exilio.
Holladay, en desacuerdo, afirma que las alusiones al Salmo 1, no sólo en Jeremías
17:5–8, pasaje ya citado, sino también en Jeremías 12:2–3, confirman que el
Salmo 1 fue escrito antes del tiempo de Jeremías.
En Jeremías 12:1–2 el profeta presenta ante el Señor la siguiente queja: “¿Por
qué prosperan los malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores? Tú los
plantas, y ellos echan raíces; crecen y dan fruto. Te tienen a flor de labio, pero
estás lejos de su corazón.” La queja de Jeremías se debe a que, aparentemente, los
impíos no reciben su mere cido, como declara el Salmo 1. En vez de ser como paja
arrastrada por el viento, aparecen como árbol plantado a la orilla de un río. Las
hojas de los malvados son las que jamás se marchitan y son ellos los que dan fruto
cuando llega su tiempo, lo cual es totalmente opuesto a lo que afirma el Salmo 1
(Holladay 2002:249). uienes han leído los capí tulos finales de Jeremías saben
que su queja no se justificaba, ya que los impíos de Judá sí llegaron a ser como paja
arrastrada por el viento, el viento recio de Nabucodonosor y la cautividad
babilónica. Pero la trascendencia de la queja de Jeremías registrada en el capítulo
duodé cimo de su libro estriba en que él tenía que haber conocido el Salmo 1 a fin
de presentar su argumento. Estas consideraciones han llevando a Holladay a la
presunción de que, antes de haber sido escogido para ser el primero en el salterio,
el Salmo 1, juntamente con el Salmo 2, constituyeron parte de un ritual de
coronación de los reyes de Judá.
Holladay y varios investigadores más, opinan que los Salmos 1 y 2 fueron
alguna vez dos partes de un mismo salmo. Si así fuera, entonces los Salmos 1 y 2
se interpretan mutuamente. En tanto que el Salmo 1 describe al ungido del Señor,
el Salmo 2 lo identifica como el hombre que ha sido ungido para ser el líder del
pueblo de Dios. Según este modo de entender los primeros dos salmos, los
pecadores y blasfemos que se mencionan en el Salmo 1, son los gobernantes
rebeldes que se confabulan contra el Señor y contra su ungido, en el Salmo 2
(Cole 2002:75–88). Ésta fue seguramente la interpretación de los últimos
compiladores y redactores del salterio, responsables de ubicar el Salmo 1 en
primer lugar.
Tomando en cuenta las preocupaciones de la así llamada libera ción femenina,
muchos traductores modernos prefieren no utilizar en este versículo la palabra
“hombre” (varón) en un sentido restrictivo, que contrasta al hombre con la mujer,
sino un término con el cual las lectoras femeninas puedan identificarse. Por lo
tanto traducen el versículo 1 con un término neutral: “Dichosa la persona que no
sigue el consejo de los malvados.” Otros, cambian el singular por el plural:
“Bienaventurados los que no andan en consejos de malos.” Justifican este cambio
con el argumento de que el autor sagrado presenta un contraste entre los justos y
los malvados y que no es su intención excluir a las mujeres de la compañía de los
justos. Se nos dice que sería más fácil para la mujer identificarse con el salmista
mediante la utilización de términos inclusivos no solamente aquí en el Salmo 1,
sino en todo el salterio. (Holladay 1993:340).
El Salmo 1 utiliza, en hebreo, tres vocablos diferentes para designar a los
impíos. El primero es resha’im, una palabra empleada con frecuencia en contextos
judiciales. Los resha’im son los que han sido declarados culpables por un juez, un
tribunal o Dios. En el salterio y en el libro de Proverbios los resha’im son descritos
como arrogantes, soberbios, vanagloriosos, insolentes, que desprecian a los demás
y hasta confabulan en la cama contra los inocentes. Se aprovechan de los más
débiles de la sociedad, como las viudas y los huérfanos, e intentan pervertir la
administración de la justicia mediante sobornos. Toman prestado y nunca pagan
lo que deben. Su concepto de Dios es el de un ser alejado de todo lo que sucede en
el mundo y, por lo tanto, no le temen. El desprecio que sienten hacia Dios es la
causa de su burla y desprecio por los justos (Sarna 1993:33).
El segundo vocablo que utiliza el salmista para designar a los injustos es la
palabra hebrea hatta’im, un término que implica la idea de desviar del camino o
de no dar en el blanco. Los hatta’im son los pecadores habituados a fracasar
moralmente hasta el punto de haber quedado encallecidos. La tercera categoría de
malvados mencionados en el primer versículo del salmo, son los blasfemos, letsim
en hebreo. En la Biblia, los letsim son calificados con frecuencia como necios,
porque parecen ser incapaces de prever las consecuencias de sus acciones y
palabras (Sarna 1993:35). No toman en cuenta el juicio que les espera en el futuro
y por lo tanto no se arrepienten. El salmista habla de los blasfemos
(escarnecedores, RV), diciendo que están sentados en sus sillas, quizá las sillas
ubicadas junto a la puerta principal de la ciudad, donde se realizan las reuniones
de la comunidad con la participación de todo el pueblo. En tiempos del AT la
puerta de la ciudad hacía las veces de centro cívico.
1:2 sino que en la ley del SEÑOR se deleita, y día y noche medita en ella.
El deleite del hombre justo es la ley del Señor. La palabra hebrea para ley es Tora.
Tora es un vocablo que en su significado abarca mucho más que mandamientos o
prohibiciones. Literalmente quiere decir instrucción. Aquí quiere decir la palabra
de Dios en el sentido más amplio, e incluye no sólo los mandamientos sino
también las bendiciones, alabanzas, promesas, consuelo, declaraciones de perdón,
descripciones de la misericordia, gracia y bondad del Señor y, principalmente, las
profecías de la venida del Ungido del Señor, el Mesías prometido. El conjunto es
Tora y en todo esto medita el hombre justo. Esta meditación en la palabra de Dios
no es una carga para el judío sino un gozo (Salmo 19:10; 119:92–93).
La palabra que la RV traduce como meditar es yehgeh, que significa leer en
tono bajo, como el murmullo de una corriente de agua o de una paloma. Los
antiguos solían leer audiblemente y no en silencio. Leer de modo de poder ser
oído es una gran ayuda para la concentración y facilita el aprendizaje. Es una
práctica que facilita la memorización; y la idea que quiere comunicar aquí el
salmo es la de una persona que día y noche se dedica a la memorización de las
palabras de la Tora. Muchas comunidades monásticas, tanto de la iglesia oriental
como de la occidental, practican todavía la entonación audible y pausada de todo
el salterio. La práctica de leer los salmos en forma audible bien podría ser de gran
ayuda en nuestras devociones y en el intento de entrar en el fondo del mundo de
los salmos. Es muy probable que los escribas y los músicos responsables de la
ubicación de este salmo en el primer lugar en la colección de cantos y oraciones
sagrados, hayan querido que los que utilizaran el salterio también estuviesen día y
noche rezando los salmos audiblemente y de este modo memorizarlos.
Las similitudes entre el versículo 2 y la así llamada “ley del rey” de
Deuteronomio 17:18–19, son tan evidentes que se presume la existencia de
alguna dependencia mutua. Según Deuteronomio, el ideal de un rey de Israel es el
de uno que medita en la Tora todos los días de su vida: “Cuando el rey tome
posesión de su reino, ordenará que le hagan una copia del libro de la ley, que está
al cuidado de los sacerdotes levitas. Esta copia la tendrá siempre a su alcance y la
leerá todos los días de su vida. Así aprenderá a temer al SEÑOR su Dios, cumplirá
fielmente todas las palabras de esta ley y sus preceptos, no se creerá superior a sus
hermanos ni se apartará de la ley en el más mínimo detalle, y junto con su
descendencia reinará por mucho tiempo sobre Israel.” La afinidad del Salmo 1:2
con Deuteronomio es uno de los pormenores que ha inducido a algunos
investigadores a presumir que, en su forma original, el Salmo 1 era leído durante
la coronación del rey y constituía parte del ritual de su consagración.
1:3 Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas
jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!
En la parte central del salmo, la parte principal de la poesía antigua, encontramos
el símil del árbol junto a las corrientes de agua. Como nos lo indican las palabras
del salmo, el árbol no estuvo siempre junto a las corrientes de agua, sino que
anteriormente se encontraba en una planicie árida y seca. Comentando este
versículo, Lutero dice que fuimos trasplantados de Adán a Cristo. Según varios
investigadores, como Creach y Cole, la idea que se expresa en el versículo 3 es la
de un árbol trasplantado al jardín sagrado que era parte de muchos templos de la
antigüedad.
La figura de un árbol plantado junto a las corrientes de agua es la metáfora
central alrededor de la cual gira el contenido del salmo. En la Biblia se utiliza
frecuentemente la figura del árbol como símbolo de individuos, naciones y seres
divinos. En Ezequiel 31:3–5, 7–9 se compara al rey de Asiria y su imperio con un
árbol muy grande, alto y hermoso que extendió sus ramas en todas direcciones,
dando refugio a las aves del cielo y las bestias del campo. En Daniel capítulo 4 se
relata el sueño que tuvo el rey de Babilonia, Nabucodonosor. En ese sueño el rey
se ve a sí mismo cual enorme árbol de altura impresionante, frondoso follaje y
abundantes frutos, pero que fue derribado por su soberbia, megalomanía y fracaso
en reconocer el dominio del Altísimo. En Isaías 11:1, Jeremías 33:15 y Zacarías
6:12, se designa como un renuevo al Mesías que vendrá. “Renuevo de Babilonia”
era el significado del nombre de Zorobabel, uno de los líderes de la comunidad
judía de Jerusalén, posterior a la cautividad babilónica. Jesús mismo, hablando del
reino de Dios, lo compara con una planta de mostaza. El símbolo de la diosa
Asera, cuyos cultos se celebraban con frecuencia al aire libre entre la arboleda, era
un palo sagrado, un tronco o un árbol. Los israelitas apóstatas consideraban a
Asera como la consorte del Señor y acostumbraban plantar árboles representando
esta diosa de la fertilidad, cerca del altar del Señor. Los profetas monoteístas de
Israel, en particular los llamados deuteronomistas, condenaron terminantemente
la adoración de árboles sagrados o la costumbre de plantar árboles como
representaciones de Dios (Oseas 4:12–13; Éxodo 34:13; Deuteronomio 7:5).
Los grandes reyes y conquistadores de Asiria, Babilonia, Egipto, y Persia se
enorgullecía de sus proezas en el campo de la horticultura (Brown 2002:67).
Asurnasirpal II de Asiria, se jactaba de haber traído más de cuarenta especies
diferentes de árboles de las diferentes partes de su imperio, para ser trasplantados
en su “jardín de la felicidad”. Los famosos jardines colgantes de Babilonia hablan
de la alta estima que tenían los caldeos de jardines y parques. Ramsés III de Egipto
habla de las arboledas que cultivó alrededor de sus templos. En Eclesiastés 2:4–6
el rey se dijo: “Realicé grandes obras: me construí casas, me planté viñedos,
cultivé mis propios huertos y jardines, y en ellos planté toda clase de árboles
frutales. También me construí aljibes para irrigar los muchos árboles que allí
crecían.” Nuestra palabra paraíso es de origen persa y se utilizó para designar los
hermosos jardines que eran parte de los templos y lugares sagrados construidos
por los antiguos pobladores de Irán. La idea que nos comunica el versículo tres del
Salmo 1 es, entonces, que Dios en su misericordia y gracia nos ha trasplantado a
nosotros, sacándonos del desierto donde no hay agua y dándonos refugio en el
jardín o paraíso de su templo. El cuadro que pinta el Salmo 1 referido al Señor, es
el del jardinero divino que cuida de cada uno de nosotros con mayor afán y amor
que el que Asurnasirpal II, Nabucodonosor o Ramsés III brindaron a sus
hermosos jardines.
Entre los israelitas, la importancia del símbolo del árbol se ve reflejada en el
templo de Salomón. Sus muros, puertas y ornamentos estaban repletos de figuras
botánicas, como palmas, almendras, granadas y otras frutas o flora, todo lo cual
sirvió para subrayar el poder del Señor de bendecir, y para recordarles a sus siervos
la shalom del Edén (Brown 2002:74).
En el versículo tres encontramos otro eco entre textos, porque en Jeremías
17:6–8 se compara a los malvados con “…una zarza en el desierto: no se dará
cuenta cuando llegue el bien. Morará en la sequedad del desierto, en tierras de sal,
donde nadie habita.” Y seguidamente describe al “…hombre que confía en el
SEÑOR, y pone su confianza en él. Será como un árbol plantado junto al agua, que
extiende sus raíces hacia la corriente; no teme que llegue el calor, y sus hojas están
siempre verdes. En época de sequía no se angustia, y nunca deja de dar fruto.” La
conexión entre Jeremías y el Salmo 1 no es sólo lingüística sino de ideas, porque
tanto Jeremías como Josué fueron varones que anduvieron en la senda del Señor.
El profeta Jeremías vivió durante la época que marcó los últimos días del
Reino de Judá, antes de que éste fuera destruido por Nabucodonosor, rey del
imperio babilónico. Jeremías llamó a la nación y sus líderes al arrepentimiento, a
que se apartaran de la idolatría, dejasen a un lado la injusticia, la opresión
esclavizante y que no causasen detrimento a los débiles. Pero la prédica de
Jeremías fue desoída por príncipes, gobernantes y altos funcionarios sacerdotales
del país. Como lo revelan sus muchos lamentos, el profeta vivió entre pecadores,
blasfemos, burladores malvados y príncipes corruptos. Éstos procuraron una y
otra vez que Jeremías se sentara con ellos para poner su sello de aprobación a sus
concilios y maquinaciones. Pero Jeremías no quiso transitar la senda de los
pecadores, porque ciertamente hay un camino que al hombre le gusta andar, pero
su fin es juicio y muerte. Jeremías prefirió meditar en la Tora del Señor de día y de
noche; prefirió ser como el árbol en el jardín del templo, alimentado por la
corriente del Espíritu Santo. El anhelo de Jeremías fue cantar el Salmo 1, y no los
estribillos de los malvados y blasfemos. Consecuentemente, los príncipes de Judá
se confabularon contra Jeremías a fin de acusarlo falsamente y matarlo. Golpeado,
escarnecido y maltratado, fue tirado a un pozo profundo quedando hundido en el
fango del fondo. Allí lo dejaron esperando que muriera y dejara de proclamar la
Tora del Señor. En su angustia, Jeremías dio rienda suelta a su queja con palabras
que decían que eran los malvados y no los justos quienes florecían como árboles
verdes ( Jeremías 12:1–2): “Tú, SEÑOR, eres justo cuando argumento contigo. Sin
embargo, quisiera exponerte algunas cuestiones de justicia. ¿Por qué prosperan los
malvados? ¿Por qué viven tranquilos los traidores? Tú los plantas, y ellos echan
raíces; crecen y dan fruto. Te tienen a flor de labio, pero estás lejos de su corazón.”
El justo es quien lleva fruto, es decir, se da a sí mismo a otros. No vive para sí,
sino para el prójimo. Los malvados, en cambio, se encierran en sí mismos y en sus
propios proyectos. No están en el mundo para servir, sino que esperan que los
sirvan. Se nos dice aquí que el árbol plantado junto a la orilla de un río no sólo da
fruto, sino que además sus hojas jamás se marchitan. Siempre está verde. Al
parecer el salmista tiene en mente al dátil, un árbol que siempre está verde y da su
fruto cuando llega su tiempo. La intención encerrada en la frase “cuando llega su
tiempo” parece indicar que el hombre justo sabe cuándo hablar y actuar y cuándo
no. A todo le llega su tiempo, el momento oportuno, según nos lo enseña otro
conocido texto sapiencial, Eclesiastés 3: “Todo tiene su momento oportuno; hay
un tiempo para todo lo que se hace bajo el cielo: un tiempo para nacer, y un
tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar…”
1:4 En cambio, los malvados son como paja arrastrada por el viento.
¿A qué juicio se refiere, a uno del tiempo presente o al Juicio Final? uizá a
ambos. En primer término se habla aquí de los que han sido declarados culpables
y excluidos de la adoración pública a Dios en el Lugar Santo. Pero esa clase de
malvados no podrán sostenerse tam-poco cuando el Señor vengan en su día a
juzgar la tierra (Nahum 1:6; Malaquías 3:2; Salmo 130:3). Los malvados pueden
pararse ante los tribunales de la tierra y justificarse ante los hombres e incluso
recibir grandes honores de ellos. Sí, pueden lavarse las manos como Poncio Pilato
y declararse inocentes. Pero ante el juicio del Señor y su Ungido no podrán
permanecer de pie.
Los traductores de la Septuaginta refieren explícitamente las palabras de este
versículo al juicio final, ya que traducen: “Por lo tanto los incrédulos no
resucitarán de los muertos en el juicio” (Gillingham 2002:480). Recordemos que
para muchos de los padres de la iglesia del segundo y tercer siglo, los traductores
de la LXX fueron considerados como inspirados por el Espíritu Santo al igual que
los autores del texto original hebreo. Se creía, por lo tanto, que los traductores de
la LXX tuvieron la autoridad –inspirados por el Espíritu Santo– de darle al texto
un significado que no se encontraba en el original hebreo.
En vez de decir que los malos no se levantarán en el juicio, el Tárgum –la
traducción del texto del AT al arameo– declara que los malos no serán
justificados (Wright 2003:199).
1:6 Porque el SEÑOR cuida el camino de los justos, mas la senda de los malos lleva a la perdición.
2. El título dado al Salmo 1 por Nahum Sarna es “El hombre justo en una
sociedad injusta”. En su opinión, ¿capta este título la esencia del Salmo 1?
¿Por qué sí o por qué no? ¿Pudiera sugerir usted un título alterno?
5. Anote todos los ecos del libro del profeta Jeremías que se pueda encontrar
en el Salmo 1.
El testimonio del cielo, del día y la noche, ha llegado hasta el último rincón de la
tierra. Ningún ser humano que haya observado la actividad del Creador en su
creación, ha de encontrar motivos para repetir las palabras del necio, que
encontramos en el Salmo 53, y que dicen: “No hay Dios.” En sintonía con el
Salmo 19 declara el apóstol Pablo en Romanos 1:20: “Porque desde la creación
del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su
naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que
nadie tiene excusa.”
El mismo apóstol cita nuestro Salmo directamente en Romanos 10:18, en que
se declara que así como el testimonio de los cielos, el firmamento, los días y las
noches, ha llegado a todos los hombres y a todas partes del mundo, así también la
proclamación de la salvación en Jesucristo, el evangelio, se pregona a todas las
naciones por medio de los apóstoles, evangelistas y misioneros. Todo el mundo
queda convocado a escuchar tanto el testimonio del Salmo 19 como también las
buenas nuevas proclamadas por la iglesia.
19:5–6 Y éste, como novio que sale de la cámara nupcial, se apresta, cual atleta, a recorrer el camino.
Sale de un extremo de los cielos y, en su recorrido, llega al otro extremo, sin que nada se libre de su
calor.
Los padres de la iglesia, como San Justino Mártir, afirmaron que el verdadero
campeón (atleta, gigante) de quien habla el versículo 5 del Salmo 19 no es el sol
sino Cristo, quien salió del cielo, descendió a la tierra y nuevamente volvió al
mismo cielo del cual había venido. Así como el sol recorre su camino por el cielo
cada día, así Cristo, nuestro sol de justicia, también ha acabado su carrera como
un gran héroe.
Una de las estrofas del himno Oh ven, oh ven, Emmanuel (CC 1), habla de la
venida de Cristo como la manifestación del naciente que se levanta por la mañana
para disipar nuestras tinieblas:
¡Oh, ven Tú, Aurora celestial! Alúmbranos con tu verdad;
Disipa toda oscuridad, y danos días de solaz.
Alégrate, ¡oh Israel! Vendrá, ya viene Emmanuel.
19:7 La ley del SEÑOR es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del SEÑOR es digno de
confianza: da sabiduría al sencillo.
La ley, o Tora del Señor, de la que se habla en esta segunda parte del salmo incluye,
como fue explicado en nuestro estudio del Salmo 1, toda la revelación maravillosa
de Dios a sus criaturas. No es solamente la revelación de mandamientos y
prohibiciones, sino también de pro-mesas, palabras de consuelo y alivio,
seguridad del perdón, oráculos de salvación, profecías mesiánicas. En otras
palabras: no hay solamente ley, sino también evangelio.
Lo primero que nos dice el salmista en cuanto a la Tora es que es perfecta. La
palabra “perfecta” (tamiz en hebreo), quiere decir aquí algo sin defecto alguno,
como los animales que se ofrecen al Señor en el templo (Levítico 3:1).
Recordemos que Jesús fue sacrificado como “un cordero sin mancha y sin defecto”
(1 Pedro 1:19). Si la Tora es perfecta, no podrá entonces engañarnos. Podemos
seguir sus consejos con confianza. Las leyes de los hombres son sancionadas
muchas veces para favorecer a ciertos grupos o individuos. Tantas veces los pobres
y oprimidos se quejan, manifestando su disconformidad por las leyes injustas que
favorecen a las clases selectas dominantes. No es éste el carácter de la Tora del
Señor.
Uno de los primeros sinónimos que usa el salmista al referirse a la Tora es
testimonio. Las dos tablas de la Ley que recibió Moisés en el monte Sinaí, son
llamadas “tablas del testimonio” (RV) en Éxodo 31:18 y 32:15. Siendo que las
tablas fueron depositadas en el arca del pacto, éste se llamó “el arca del
testimonio” (Éxodo 31:7 RV). El salmista describe el testimonio como fiel, vale
decir, confiable. Se puede confiar en la Tora porque es el testimonio de Dios de sí
mismo. En ella se da a conocer cuál es la voluntad del Señor.
Este testimonio o instrucción de la Tora, no es sabiduría esotérica que puede
ser comprendida solamente por un cerrado círculo de sabios o gnósticos y no por
el pueblo en general. Se pone énfasis en que la instrucción que brinda la Tora es
absolutamente capaz de instruir y guiar a los más sencillos y humildes. La Tora es
útil para instruir a quienes les falta conocimiento, para catequizarlos.
Los himnos en honor al sol provenientes de Egipto, ponen énfasis en la
perfección del sol y su poder para sostener la vida, del mismo modo en que el
Salmo 19 subraya la perfección de la Tora. Otra similitud entre el Salmo 19 y la
mitología de las deidades solares, tanto en el antiguo Cercano Oriente como en
Grecia, consiste en que los dioses solares como Shamash, Istanu, Apolo y Amon-
Re son dioses que sancionan y promulgan leyes, establecen justicia y pactos para
los seres humanos. En un relieve descubierto en Sippar, se muestra al dios del sol,
Shamash, entregando al rey Hammurabi las leyes que constituyeron el famoso
Código de Hammurabi (Brown 2002:96). Desde los tiempos más antiguos el
templo de Shamash fue conocido como “la casa del juez de la tierra”. Entre los
antiguos babilonios Shamash también era reverenciado como el dios de los
oráculos y el patrón de los profetas y adivinos (Eliade 1958:142).
Para casi todos los pueblos adoradores del dios sol, el día 21 de junio es la
fiesta solar principal, porque es el día en que el sol alcanza su posición más alta, el
cenit. Existen indicios de que también en Canaán se solía celebrar la fiesta
principal en honor al dios sol durante el mes de junio. Después de la llegada de los
hebreos a Canaán en los días de Josué, muchos israelitas se sintieron tentados a
participar en la adoración de Shamash, el dios sol, o de adorar al sol como una
manifestación luminosa del Señor. Textos tales como el Salmo 19, Deuteronomio
17:1–5 y Deuteronomio 4:19 militan contra tal sincretismo; y también las
palabras de Job 31:26–28: “¿He admirado acaso el esplendor del sol o el avance
esplendoroso de la luna, como para rendirles culto en lo secreto y enviarles un
beso con la mano? ¡También este pecado tendría que ser juzgado, pues habría yo
traicionado al Dios de las alturas!”
Según la práctica del yahwismo ortodoxo, los fieles nunca rechazaron por
completo las fiestas y celebraciones religiosas de los antiguos habitantes de
Canaán. Más bien, transformaban estas fiestas, eliminando ideas, prácticas y
conceptos que militaban en contra de su fe en el Señor y la historia de la salvación.
De esta manera, las antiguas fiestas de los cananeos fueron recicladas y purificadas
a fin de servir como vehículos de la fe de Israel. En conformidad con esta práctica,
en lugar de la antigua fiesta que celebraba la cosecha de los granos y la llegada del
sol al cenit, los israelitas la sustituyeron por la Fiesta de las Semanas, también
conocida como la Fiesta de Pentecostés.
Para Israel, la Fiesta de las Semanas sigue siendo una fiesta en la cual el pueblo
celebra la cosecha de los primeros frutos del trigo y la cebada; pero, en vez de
celebrar la llegada del sol al cenit, se celebra el ascenso de Moisés al monte Sinaí,
donde recibe del Señor, y no de Shamash el dios sol, la Tora escrita en dos tablas
por el dedo mismo de Dios (Éxodo 31:18). Ahora, en vez de cantar las alabanzas
al dios sol, Israel emplea el vocabulario de la adoración solar y su iconografía, para
describir las maravillas de la Tora. Con el tiempo, la celebración del Día de
Pentecostés como fiesta de la Tora, llega a reemplazar la fiesta del dios sol. En
Hechos 2, la Fiesta de Pentecostés pasa por una nueva transformación: ahora no
se celebra ni la llegada del dios sol al cenit, ni el ascenso de Moisés al monte Sinaí,
sino la ascensión de Jesucristo a la diestra del Padre. Del Padre recibe Jesucristo, el
Sol de Justicia y la Tora hecha carne, el Espíritu Santo y sus dones para entregarlos
luego a sus discípulos.
19:8 Los preceptos del SEÑOR son rectos: traen alegría al corazón. El mandamiento del SEÑOR es
claro: da luz a los ojos.
El pecado más terrible y digno de ser condenado en que el salmista pudiera caer,
es la soberbia, o sea, pecar a sabiendas, con premeditación. Pecar contra Dios con
premeditación, es desafiar a Dios, tentarlo. Es como decirle: “¡Castígame, si
puedes!” Cuando uno peca inconscientemente, se puede ofrecer un sacrificio por
la culpa para ser perdonado, como lo declara Números 15:24: “Si el pecado de la
comunidad pasa inadvertido, ésta ofrecerá un novillo como holocausto de aroma
grato al SEÑOR, junto con la libación, la ofrenda de cereal y un macho cabrío
como sacrificio expiatorio… y serán perdonados…”
Pero cuando se trata de un pecado de soberbia, la ley del Deuteronomio
declara: “El soberbio que muestre desacato al juez o al sacerdote en funciones,
será condenado a muerte. Así extirparás de Israel el mal. Todo el pueblo lo sabrá, y
tendrá temor y dejará de ser altivo” (Deuteronomio 17:12–13).
Un caso concreto de soberbia lo encontramos en el relato bíblico referido a
Caín, en Génesis 4. El hecho de que el sacrifico de Abel fuera aceptado y el de
Caín rechazado, debía haber servido para inducir a Caín al arrepentimiento. Pero,
en vez de arrepentirse, Caín se puso celoso y triste (anduvo cabizbajo, Génesis
4:6); pero su tristeza no fue la “que proviene de Dios, produce el arrepentimiento
y lleva a la salvación”, sino “la tristeza del mundo [que] produce la muerte” (2
Corintios 7:10). Dios apercibió a Caín, advirtiéndole del peligro en que se
encontraba. Sin embargo, los celos de Caín pronto darían a luz el odio, y éste lo
llevaría luego a derramar la sangre de su hermano Abel. En vez de hacer caso a la
amonestación del Señor, Caín, a sabiendas y con arrogancia, le quitó la vida a su
hermano. Los teólogos de la Edad Media, como Santo Tomás de Aquino,
calificaron la soberbia de pecado máximo.
El salmista, al igual que San Pablo en Romanos 7:23, califica al pecado como
una fuerza que busca apoderarse del ser humano y se opone a la Tora del Señor.
El autor del Salmo pide al Señor en oración ser protegido del mal ejemplo de
los soberbios, los escarnecedores de la Tora del Señor. Lo que el salmo pide es que
seamos preservados de caer en manos de los perversos, quienes tratan de
apartarnos del Señor y hacernos caer en el pecado de rebelión contra nuestro
Creador y Redentor. En realidad, lo que el salmista pide aquí es lo que nosotros
hacemos al orar la séptima petición del Padrenuestro: “Líbranos del mal (o del
maligno).”
19:14 Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh SEÑOR, roca mía y
redentor mío.
Al final del salmo, el autor presenta su meditación y todo su ser como un sacrificio
a Dios. Relaciona al Señor con dos figuras muy prominentes en el AT: la Roca y el
Redentor.
Dios es llamado roca tantas veces en el AT, que esta palabra llega a ser un
sinónimo de Señor, otro nombre que se usa para identificarlo. El salmista se dirige
a Dios como “mi roca” en el Salmo 18:46, o “roca mía” en el Salmo 28:1. En
Deuteronomio 32:18 habla de Dios como “la Roca que te engendró”. Y en
Deuteronomio 32:31, comparando a Dios con los dioses de los demás pueblos,
dice Moisés: “Su roca no es como la nuestra”. David, en su canto de victoria en 2
Samuel 22:32, pregunta: “¿Pues quién es Dios, si no el SEÑOR? ¿uién es la roca,
si no nuestro Dios?” Al llamar roca al Señor, David declara que Dios es su
protector y refugio. Durante los días en que David fue perseguido por el rey Saúl,
consiguió salvarse al encontrar refugio en las cuevas y hendiduras de las rocas del
desierto. En las grietas de las rocas David encontró refugio contra el polvo del
desierto, el calor del sol, las tormentas y las lanzas enemigas. En Jueces 20:47
encontramos el relato de cómo los 600 sobrevivientes de la guerra con la tribu de
Benjamín encontraron refugio en la peña de Rimón. Allí estuvieron a salvo de sus
enemigos. Meditando sobre estos textos, Augustus M. Toplady escribió el célebre
himno en que se canta:
Roca de la eternidad, fuiste abierta para mí;
Sé mi escondedero fiel; sólo encuentro paz en ti.
1. Anote todos los sinónimos de ley o Tora, que encuentre en el Salmo 19.
SALMO 2
2:1 ¿Por qué se sublevan las naciones, y en vano conspiran los pueblos?
Sin duda, el Salmo 2 es uno de los textos más dramáticos de todo el AT. Es un
salmo lleno de acción, color, movimiento, conflictos, violencia, y sonidos. Oímos
las voces, murmuraciones y gritos de los insurrectos armados, incitando a sus
seguidores a la rebelión. Se oye la solemne declaración de un rey el día de su
coronación, y los cantos de un numeroso coro de levitas, acompañados de toda
clase de instrumentos musicales, al celebrar la asunción de un nuevo soberano. Se
oye el alboroto de ejércitos en marcha y el sonido de sus trompetas anunciando su
llegada. Y dominando todo lo demás se oye al Señor, el Dios de Israel, riéndose de
los inútiles intentos de los mortales de querer impedir el establecimiento de su
reino.
El Salmo 2 es el primero, en la parte del salterio, en que se tratan las oraciones
de David; por lo tanto se lo ha designado como salmo real. El lugar tan
prominente que ocupa el Salmo 2, se debe al hecho de que el tema que desarrolla,
el reino del Señor sobre la tierra, es uno de los temas principales de el Libro de los
Salmos (Childs 1979:16). Los salmos atribuidos al rey David, o que tienen
relación con él, se encuentran en su mayoría en los dos primeros libros del salterio.
El último salmo en esta colección es el Salmo 72, otro salmo real, que concluye
con las palabras: “Aquí terminan las oraciones de David hijo de Isaí” (Salmo
72:20). No todos los salmos de esta colección fueron escritos por David, o tratan
acerca de él. La atribución a David de los salmos de esta colección es obra de los
escribas y levitas, que realizaron su trabajo de recopilación y redacción muchos
siglos después de la época del segundo rey de Israel. A veces el vínculo aceptado de
cierto salmo con David o la dinastía davídica es cierto, y otras veces no. Los
epígrafes sobre los salmos en el texto hebreo, no son, entonces, parte integral del
texto inspirado, sino una añadidura, que no es obra del autor. Los investigadores
creen que la mayoría de los salmos fueron escritos por los sacerdotes y cantores del
templo, encargados de dirigir al pueblo de Dios en la adoración (Graus
1993.1.100). Pero, aunque el Salmo 2 no menciona por nombre al autor, en
Hechos 4:25 San Lucas nos señala que aquí encontramos las palabras del mismo
rey David. Según el gran erudito y comentarista judío Rabbi Abraham Ben Meir
Ibn Ezra (1089–1164 dC.), las palabras del Salmo 2:7 se refieren a la unción de
David como rey, y por tal motivo dice: “Yo te engendré hoy”, o bien, se refieren al
Mesías.
El Salmo 2 parece ser un canto sagrado que solía entonarse en ocasión de la
coronación y unción de casi todos los reyes de la dinastía davídica, en el templo de
Jerusalén.
Bien podría haber sido escrito por el propio rey David o uno de los poetas o
profetas sagrados, para su real descendencia en el día de su ascensión al trono. La
inserción de algunas palabras en arameo, en el versículo nueve, ha sido motivo de
que algunos investigadores sugirieran una fecha más tardía para este salmo. Podría
ser, sin embargo, que las palabras hayan sido añadidas después del exilio
babilónico, donde los judíos aprendieron el arameo; pero esto no quiere decir que
el salmo no tuviera su origen en los días en que aún gobernaban en Judá los reyes
de la casa de David.
La circunstancia presentada por el Salmo 2 es la de una insurrección de
algunos vasallos del rey en el día de su coronación. En el antiguo Cercano
Oriente, la muerte del anciano rey y la ascensión al trono del nuevo monarca,
fueron con frecuencia la ocasión para la sublevación de una parte de sus vasallos.
El salmo se entona en el momento del ungimiento y la coronación de un nuevo
rey, ocasión que muchos aprovechan para conspirar e insubordinarse contra la
autoridad del nuevo soberano, suponiendo debilidad e inexperiencia de éste.
Después de la muerte del rey Salomón y la ascensión al trono de su hijo Roboán
(1 Reyes 12), los antiguos súbditos del anciano monarca rehusaron pagar tributos
al nuevo rey y sujetarse a su autoridad. De la época actual se recuerda el derrumbe
de Yugoslavia después de la muerte del mariscal Tito. Volviendo a los tiempos
antiguos, después de la muerte de Asurbanipal, rey de Asiria, Josías, rey de Judá y
vasallo del imperio asirio, trató de independizarse del dominio del hijo de aquél,
Sinsharishkin.
El Salmo 2 comienza con una pregunta que muestra el asombro del salmista
ante la insurrección de los pueblos gentiles contra el rey davídico. La conspiración
de los príncipes rebeldes es, para el salmista, algo vano, o sea, una cosa sin valor,
inútil y sin permanencia. La conspiración es vana y destinada al fracaso, porque
no es solamente una rebelión contra el rey, sino también contra el Señor, el Dios
de Israel. La palabra (¿por qué se) amotinan? (RV) [(¿por qué se) sublevan?
NVI], podría traducirse también como murmurar o cuchichear (Graus
1993.1.201), palabras que, quizá, indican mejor la frenética actividad de los
conspiradores, en su afán por declarar su independencia de Dios. Desde que Adán
y Eva saborearon la fruta prohibida en su afán de “ser como Dios”, el pecado
predilecto del género humano ha sido librarse de Dios y convertirse en seres
autónomos que piensen y actúen como si ellos fuesen dioses.
Respecto de la palabra “pueblos”, ha habido comentaristas que enmendaron el
texto hebreo a fin de que se leyera “guerreros”.
2:2–3 Los reyes de la tierra se rebelan; los gobernantes se confabulan contra el SEÑOR y contra su
ungido. Y dicen: “¡Hagamos pedazos sus cadenas! ¡Librémonos de su yugo!”
Las murmuraciones y la rebelión de los reyes y los pueblos están dirigidas contra
el ungido del Señor. En el AT, la palabra “ungido” se emplea para designar a la
persona escogida y consagrada por Dios, para actuar como su instrumento y
representante en la tierra. Los ungidos del Señor fueron los reyes, los sacerdotes y
los profetas. El ungido al que hace referencia el Salmo 2 es el rey davídico, el rey
de la familia de David que es coronado para reinar sobre el pueblo de Dios.
Los reyes davídicos no sólo fueron coronados, sino que también se los ungía
en una ceremonia en la cual el sumo sacerdote derramaba aceite sagrado sobre la
cabeza del nuevo rey. Esto era una señal pública de que había sido escogido por el
Señor. El aceite simbolizaba el Espíritu del Señor y sus dones. A fin de estar
capacitado para gobernar sobre las ovejas del rebaño de la casa de Israel con
sabiduría y justicia, el nuevo rey debía ser guiado por, y contar con el apoyo de, el
espíritu divino. Así como el sumo sacerdote derramaba el aceite de oliva
consagrado sobre la testa coronada, así el Señor debía derramar su espíritu sobre el
nuevo soberano, para que éste pudiera cumplir con su mandato con el poder del
Espíritu Santo.
En 1 Samuel 10 leemos acerca de la dramática historia de cómo Saúl, el
primer rey de Israel, fue ungido por Samuel: “Entonces Samuel tomó un frasco de
aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl. Luego lo besó y le dijo: –¡Es el SEÑOR
quien te ha ungido para que gobiernes a su pueblo!” Lo que aquí llama la atención
es que Samuel no sólo ungió a Saúl con aceite, sino que también lo besó. El beso
sirve como símbolo de homenaje al ungido del Señor e implica sujetarse a él.
Inmediatamente después del relato del ungimiento de Saúl, leemos en el mismo
capítulo 10 de 1 Samuel, que el Espíritu de Dios vino sobre Saúl con poder, y
profetizó entre los profetas que habían ido a encontrarse con él. Dice así: “Los
que desde antes lo conocían, al verlo profetizar junto con los profetas se
preguntaban unos a otros: –¿ué le pasa a Saúl hijo de uis? ¿Acaso él también
es uno de los profetas?”
En el relato bíblico del ungimiento de David como nuevo rey de Israel, se
hace patente la relación entre el ungimiento con aceite y el derramamiento del
Espíritu Santo: “Samuel tomó el cuerno de aceite y ungió al joven en presencia de
sus hermanos. Entonces el Espíritu del SEÑOR vino con poder sobre David” (1
Samuel 16:13). En hebreo, la palabra para “ungido” es mesías. De este modo,
cualquier persona que haya sido ungida con aceite en una ceremonia sagrada,
puede ser designada como un mesías. En griego, la palabra para ungido es cristo.
El trasfondo histórico del Salmo 2 en el AT, es el relato del pacto del Señor
con la casa de David, según lo encontramos en 2 Samuel 7 y 1 Crónicas 17:1–17.
Leemos allí que David, después de haber derrotado a todos sus enemigos y
haberlos sujetado a su dominio, decidió construir en Jerusalén un templo para el
Señor su Dios. Sin embargo, el Señor, hablando por medio del profeta Natán, le
comunicó a David que la tarea de construir una casa para el Señor no sería de él
sino de su sucesor, uno de sus hijos. Las manos de David habían derramado
demasiada sangre, y el Señor quería que su templo fuera construido por uno que
tuviese las manos limpias.
En vez de ser David quien le hiciera una casa al Señor, el Señor prometió
hacerle una casa a David. No sería un palacio de mármol y madera de cedro, sino
una dinastía real, una sucesión de descendientes que reinarían sobre el pueblo de
Dios. El pacto que Dios estableció con David comprendía la promesa de que el
Señor pondría en el trono de David, después que éste hubiese ido a reunirse con
sus antepasados, a uno de su linaje, y afirmaría su reino. Con palabras que nos
recuerdan el Salmo 2, el Señor prometió: “Yo seré su padre, y él será mi hijo… Tu
casa y tu reino durarán para siempre delante de mí; tu trono quedará establecido
para siempre” (2 Samuel 7:14, 16). Pero el Señor puso algunas condiciones al
pacto que hizo con David y su casa: “Así que, cuando haga lo malo (el rey que
sucede a David), lo castigaré con varas y azotes, como lo haría un padre. Sin
embargo, no le negaré mi amor, como se lo negué a Saúl, a quien abandoné para
abrirte paso” (2 Samuel 7:15).
Además de ser un canto para la coronación de un nuevo rey, el Salmo 2 es una
celebración del pacto entre el Señor y la casa de David. El pacto es la base de la
confianza con la cual el salmista entona el salmo. Sabe que el Señor, fiel a su pacto,
actuará para defender y afirmar a los descendientes de David, para desgracia de los
que traten de poner fin a la dinastía davídica. Pero recordemos que los reyes del
linaje de David también tenían responsabilidades que cumplir. A fin de que los
descendientes de David recordaran cuáles fueron su misión y responsabilidades,
los escribas antepusieron al Salmo 2, el Salmo 1, en el cual se pronuncia dichoso al
hombre que no sigue el consejo de los malvados, sino el camino de los justos. El
hombre justo del que habla el Salmo 1 es, ciertamente, todo aquel que entone los
cantos del salterio; pero, en un sentido muy especial, es el Ungido del Señor, el rey
davídico cuyo ungimiento se celebra en el Salmo 2. El Señor mismo ha prometido
actuar para defender al Ungido del Señor de todos los que se alzaren contra él.
2:4 El rey de los cielos se ríe; el SEÑOR se burla de ellos.
El escenario del salmo cambia a los cielos, en donde se nos invita a ver a Dios
burlándose de las pretensiones de los seres humanos que rehúsan rendir sus vidas
ante el ungido (Comp. Salmo 72:8–11).
Otros textos que mencionan que Dios se ríe, son Salmo 37:13; 59:8; Job 9:23.
2:5 En su enojo los reprende, en su furor los intimida.
A diferencia del dios de los filósofos griegos, que era un ser sin emociones, pasión
o características humanas, los salmos presentan al Señor cual ser de gran
sensibilidad. El Señor es un Dios que ama, tiene celos, se angustia y se encoleriza.
Para los antiguos semitas, la nariz era la sede de la cólera y el rostro la parte del
cuerpo donde se manifiesta la pasión y el furor de la persona airada. El enojo del
Señor no quiere decir que ya haya llegado el momento del juicio, pero servirá
como advertencia de que no tardará en llegar. El cuadro que los salmos presentan
del Señor, no es el de una divinidad que admite con indiferencia los caprichos de
los seres humanos, sino el de un Dios sumamente preocupado por su creación y
por todo lo que acontece entre sus criaturas.
2:6–7 “He establecido a mi rey sobre Sión, mi santo monte.” Yo proclamaré el decreto del SEÑOR:
“Tú eres mi hijo”, me ha dicho; “hoy mismo te he engendrado”.
Al ser adoptado, uno se convierte en hijo y hereda privilegios que no tenía con
anterioridad. El Hijo hereda todo lo que tiene su padre, y siendo que todas las
naciones pertenecen al Padre, el Ungido las recibe como parte de su herencia. Es
la razón por la que uno de los privilegios de los ungidos del Señor es el de la
autoridad de juzgar las naciones (Graus 1993.1.210). Jesús también les dio a sus
discípulos la autoridad de juzgar: “–Les aseguro –respondió Jesús– que en la
renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en su trono
glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para
gobernar a las doce tribus de Israel” (Mateo 19:28). “¿Acaso no saben que los
creyentes juzgarán al mundo?… ¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?”
(1 Corintios 6:2–3).
Otro de los privilegios del ungido es el de formular peticiones espontáneas
(Salmo 20:5). “Hasta ahora no han pedido nada en mi nombre. Pidan y recibirán,
para que su alegría sea completa” ( Juan 16:24).
Las palabras del versículo 8 del Salmo 2 se parecen a las que Dios habló al rey
Salomón después de que fuera afirmado en su reino: “Pídeme lo que quieras” (2
Crónicas 1:7). La respuesta de Salomón a este ofrecimiento del Señor fue: “Yo te
pido sabiduría y conocimiento para gobernar a este gran pueblo tuyo; de lo
contrario, ¿quién podrá gobernarlo?” Y después leemos: “Entonces Dios le dijo a
Salomón: –Ya que has pedido sabiduría y conocimiento para gobernar a mi
pueblo, sobre el que te he hecho rey, y no has pedido riquezas ni bienes ni
esplendor, y ni siquiera la muerte de tus enemigos o una vida muy larga, te los
otorgo. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los
tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte”
(2 Crónicas 1:10–12).
Varios comentaristas que escribieron sobre estos versículos, han quedado
consternados por el hecho de que el Salmo 2 habla de una conspiración de los
reyes y príncipes de toda la tierra, y no de algunos pequeños principados vecinos
de Israel y Judá. La promesa al Ungido no se refiere únicamente a la tierra de
Palestina y sus alrededores, sino a los confines de la tierra. Ni siquiera en los días
de la Edad de Oro, o sea, en los días de David y Salomón, llegaron a extenderse las
fronte ras del pueblo de Dios más allá de las aguas del río Nilo y del Éufrates. Esto
ha motivado a investigadores como Alonso Schökel y otros, a concluir que el
Salmo 2 habla de un Ungido ideal, un Ungido futuro y su reino, y no de uno o
varios reyes de la historia de Judá. Según esta manera de pensar, el Salmo 2 se
escribió después de la desaparición del último rey de Judá, y expresa la fe en la
promesa del Señor a David, de que en un futuro último vendrá un Mesías divino
para establecer la soberanía del Señor no sólo sobre Israel, sino sobre todas las
naciones del mundo. La insurrección de los príncipes de la tierra y sus guerreros
será, entonces, la batalla última de todas las fuerzas del mal en contra del reino
mesiánico.
En nuestra opinión, tal interpretación futurista no desfavorece,
necesariamente, la interpretación histórica del salmo. Creemos que éste bien
pudo haber sido entonado en casi todas las ceremonias de coronación del reino de
Judá. Después de la deportación de Sedequías, último rey davídico, a Babilonia,
los grupos de cantores sagrados continuaron entonando el Salmo 2, sólo que
ahora lo hacían en espera de un futuro rey mesiánico, en quien se cumplirían
todas las promesas hechas por los profetas respecto a la casa de David. Es probable
que en fecha posterior los nombres de los pueblos vecinos (que aparecen, por
ejemplo, en el Salmo 60:8), hayan sido reemplazados por la frase “los confines de
la tierra”, y el añadido de algunas frases en arameo.
De todos modos, precisamente porque el rey de Israel gobierna en nombre del
Señor, es que su reinado será universal. Su misión tiene por objeto a todas las
naciones, porque la justicia y la salvación del Señor son para todas las naciones.
Dios prometió a Abraham que en su nombre todas las naciones recibirán
bendición. Durante toda la historia del pueblo de Dios hubo tensión entre dos
diferentes conceptos acerca de la monarquía. Según el primer concepto, sólo el
Señor es rey de su pueblo, y por lo tanto Israel no necesita ni debe querer un rey
humano (1 Samuel, Deuteronomio). El establecimiento de una monarquía fue
para Israel una gran tentación. Fue el intento de establecer una monarquía similar
a la de las otras naciones, con todos los abusos de la autoridad, tales como la
opresión de los pobres, la idolatría, la poligamia y los lujos y la opulencia. Según el
segundo concepto, el rey es el hijo adoptivo de Dios y no ejerce su propia
autoridad, sino que es un instrumento del reino universal de Dios. La tensión
entre los dos conceptos se resuelve solamente en el reino mesiánico de Jesucristo y
la proclamación de su gran comisión, por la que las naciones serán conquistadas
mediante la proclamación del evangelio, y no por la espada (Bauckham 2003:43).
Así como en el Salmo 2 se convoca a todos los reyes y gobiernos del mundo
para que se sujeten a la Tora del Señor, así se convoca a todos los príncipes,
presidentes, dictadores y gobernantes de nuestro mundo para sujetarse a, y doblar
la rodilla ante el Ungido del Señor, nuestro Señor Jesucristo. Ante él se doblará
toda rodilla, y toda lengua confesará que él es el Señor, para gloria de Dios Padre
(Filipenses 2:5–11). La llamada Gran Comisión, de Mateo 28:19–20, no es otra
cosa que el anuncio de que Dios ha dado toda autoridad a su Ungido a convocar a
todas las naciones a sujetarse a él en amor. El decreto que ha sido pregonado por
todo el mundo es su evangelio, y todas las naciones son llamadas a bautizarse en
su nombre y ser instruidas en todo lo que él ha enseñado a sus discípulos.
2:9 Las gobernarás con puño de hierro; las harás pedazos como a vasijas de barro.
En Egipto, y otras partes del antiguo Cercano Oriente, era costumbre que en el
ritual de la coronación del nuevo rey se colocasen en el templo una cantidad de
pequeñas figuras o vasijas, de barro. En cada una de las figuras o vasijas se escribía
el nombre de uno de los pueblos enemigos del nuevo rey, como, por ejemplo:
Filistea, Tiro, Sidón, Moab, Edom, Babilonia, etc. Entonces, tomando en sus
manos una vara de hierro, el rey comenzaba a romper las vasijas, una por una. Este
acto simbólico significaba que, así como el rey hizo pedazos las vasijas, así el Dios
del rey haría pedazos a todos sus enemigos. Por este versículo incluido en el Salmo
2, los investigadores han concluido que algo similar fue parte de la ceremonia de
entronización del nuevo monarca en Jerusalén (Kraus 1993.1.210; Keel
1978:278). En el libro de Keel hay dibujos de las imágenes y vasijas de barro
encontradas en Egipto, cerca de Wadi Halfa, en el año 1962. En los textos de
execración hallados en Egipto, hay una inscripción en la que se ve al faraón en el
acto de quebrar vasijas de barro en las que están escritos los nombres de sus
enemigos (Terrien 2003:85).
En la Septuaginta, la traducción al griego del AT, encontramos una variante
muy interesante. En vez de decir: “Los gobernarás con puño de hierro” [“Los
quebrantarás con vara de hierro” RV], en la Septuaginta reza: “Los pastoreará con
vara de hierro.” Las citas del Salmo 2:9 en el libro de Apocalipsis, son tomadas de
la Septuaginta: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré
autoridad sobre las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas
como vaso de alfarero” (Apocalipsis 2:27 RV). “De su boca sale una espada aguda,
para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro” (Apocalipsis
19:15 RV).
Las tres citas del Salmo 2:9 en el libro de Apocalipsis, identifican claramente
al ungido del Salmo 2 con Jesucristo, en tanto que a los pueblos rebeldes los
identifican con Roma y las demás naciones que persiguen a la iglesia de Cristo.
2:10 Ustedes, los reyes, sean prudentes; déjense enseñar, gobernantes de la tierra.
En base al decreto divino por el cual el Ungido ha sido declarado el Hijo del
Señor y recibido autorización de gobernar las naciones en el nombre del Señor, se
les dirige un ultimátum a quienes pretenden sublevarse en contra del rey. Los que
se consideran gobernantes de la tierra, tendrán que darse cuenta de que hay un
juez que los juzgará. Las repetidas referencias al Salmo 2 en el libro de
Apocalipsis, nos recuerdan que el Padre le ha dado a Jesús la autoridad para juzgar
a las naciones (Mateo 28:18). Tenemos que tener presente que el libro de
Apocalipsis se escribió para consuelo de los discípulos y mártires que fueron
perseguidos, acusados y juzgados falsamente, por lo cual eran tenidos por jueces
de la tierra. El Apocalipsis es en realidad un comentario extendido sobre el Salmo
2. Pero el juez supremo es el Ungido del Señor. Cuando el sumo sacerdote Caifás,
en el intento de juzgar a Jesús por el pecado de blasfemia, le preguntó si era el
Cristo, nuestro Señor le contestó con la siguientes palabras: “–Sí, yo soy. Y
ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y
viniendo en las nubes del cielo” (Marcos 14:62). En las Escrituras el título “Hijo
del hombre” se emplea para señalar al supremo juez del tiempo último. En otras
palabras, Jesús le dice a Caifás: En este momento eres el juez y me juzgas a mí;
¡pero cuidado!, vendrá el día en que se trocarán los papeles. Yo seré el juez y tú
serás juzgado. El Salmo 2 les dice lo mismo a los que se jactan de ser los
gobernantes, o jueces, de la tierra. Vendrá el día en que los jueces serán juzgados.
2:11–12 Sirvan al SEÑOR con temor; con temblor ríndanle alabanza. Bésenle los pies, no sea que se
enoje y sean ustedes destruidos en el camino, pues su ira se inflama de repente. ¡Dichosos los que en
él buscan refugio!
Debido a que para algunos investigadores la frase “con temblor ríndanle alabanza”
no tiene sentido, Kraus ha reordenado las palabras en los versículos 11 y 12, para
que el texto rece así: “Servid al SEÑOR con temor, y con temblor besad sus pies.”
Traducida literalmente, la palabra “honrad” (RVR 1960) [“bésenle los pies”
NVI], debe ser “besad”, y es así como reza la traducción de la Biblia de Jerusalén y
de la Nueva Versión Internacional.
Con temblor besad sus pies (Biblia de Jerusalén)
En efecto, en esta ciudad se reunieron Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y
con el pueblo de Israel, contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste para hacer lo
que de antemano tu poder y tu voluntad habían determinado que sucediera.
Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar
tu palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales
y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.”
Y concluye el autor del libro de los Hechos con estas palabras: “Después de
haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos; todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y proclamaban la palabra de Dios sin temor alguno.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿ué clase de ayuda nos brinda el Salmo 89:26 para comprender mejor el
Salmo 2?
4. Haga una lista de todos los nexos o lazos que unen los primeros dos
salmos.
5. ¿ué entiende usted por el término “salmo real”? ¿Cuáles son las
características principales de los salmos reales?
6. Diga cuál es el sentido en que se puede hablar del Salmo 2 como el salmo
de las cosas últimas. ¿Es posible detectar señales de cosas últimas en la
lectura del salmo?
SALMO 45
El epígrafe colocado sobre el Salmo 45, dice: Al director musical. Sígase la tonada
de “Los lirios”. Masquil de los hijos de Coré. Canto nupcial.
El profesor Tercien cree que “Los lirios” es el nombre de una melodía de amor
popular. Otro intérprete (Goulder 1982:123), sostiene que los lirios en cuestión
son los lirios grabados en piedra en el lugar donde estuvo ubicado el trono real, en
la antigua ciudad de Dan. Los grabados fueron descubiertos en las ruinas de la
ciudad de Dan por el arqueólogo judío, Abrahán Biran. La ciudad de Dan se
encontraba en el norte de Israel. En ese lugar el rey Jeroboán I estableció uno de
los dos santuarios reales, después de la división del Reino.
A fin de ayudar a clarificar el significado del término hebreo Masquil, han
sido propuestas varias sugerencias. Trece salmos del salterio se designan con el
término Masquil, y todos los investigadores están de acuerdo de que se trata de
una clase especial de poema o canto. Lutero creía que los Masquil eran salmos que
brindaban instrucción y, por lo tanto, hay quienes han clasificado los Masquil
como salmos didácticos (Weiser 1962:281). Otros hay que traducen el término
como un canto de amor, o de los amados. Un erudito alemán, H. Schmidt, sugirió
que el término Masquil significa poema hábil o ingenuo, porque dentro del texto
del poema el autor ha utilizado un juego de palabras, o un significado oculto
(Goulder 1982:131). Hablaremos del supuesto significado oculto en nuestra
discusión del versículo 7.
45:1 En mi corazón se agita un bello tema mientras recito mis versos ante el rey; mi lengua es como
pluma de hábil escritor.
La primera parte del Salmo, que comprende los versículos 1 al 9, está dirigida al
novio real. En la primera estrofa se celebra la belleza, el porte físico del rey, y su
integridad. En Lucas 2:40, se celebran las mismas cualidades al describir el
crecimiento del niño Jesús. Un rey debe poseer valores físicos y morales.
Al rey se lo describe como el más hermoso entre el género humano. ¿A quién
tuvo en mente el salmista al escribir estas palabras? En varios pasajes, el AT habla
de príncipes renombrados por su hermosura. En 1 Samuel 10:23–24 leemos que
cuando Saúl se puso en medio del pueblo, “vieron que era tan alto que nadie le
llegaba al hombro. Dijo entonces Samuel a todo el pueblo: –¡Miren al hombre
que elSEÑOR ha escogido! ¡No hay nadie como él en todo el pueblo!” Y la
Escritura nos dice que David, al presentarse ante Samuel, mostró la siguiente
apariencia: “Era buen mozo, trigueño y de buena presencia” (1 Samuel 16:12).
De otro príncipe real, Absalón, leemos: “En todo Israel no había ningún
hombre tan admirado como Absalón por su hermosura; era perfecto de pies a
cabeza” (2 Samuel 14:25). La descripción más halagadora de un novio real es,
quizá, la que encontramos en Cantares 5:10–16:
“Mi amado es apuesto y trigueño, y entre diez mil hombres se le distingue. Su cabeza es oro puro; su
cabellera es ondulada y negra como un cuervo. Sus ojos parecen palomas posadas junto a los arroyos,
bañadas en leche, montadas como joyas. Sus mejillas son como lechos de bálsamo, como cultivos de
aromáticas hierbas. Sus labios son azucenas por las que fluye mirra. Sus brazos son barras de oro
montadas sobre topacios. Su cuerpo es pulido marfil incrustado de zafiros. Sus piernas son pilares de
mármol que descansan sobre bases de oro puro. Su porte es como el del Líbano, esbelto como sus
cedros. Su paladar es la dulzura misma; ¡él es todo un encanto!”
Uno de los motivos por el cual el canto llegó a ser parte de la liturgia del templo y
ser entonado durante las bodas de los reyes, fue por el énfasis que pone el Salmo
en las responsabilidades morales y éticas de los gobernantes, como lo hace
también Deuteronomio 17:14–20. Es deber del rey ser el defensor de la verdad y
la justicia. En su forma de gobierno deben mostrarse, patentes, las cualidades que
Dios espera de sus líderes. No saldrá de campaña, en expediciones militares, como
los grandes conquistadores de Asiria, Babilonia, Egipto, Macedonia, Roma y
España, con el fin de incrementar sus riquezas, territorios y poder. Su meta no ha
de ser saquear, sujetar y esclavizar, sino establecer la justicia y defender la causa de
los oprimidos y los débiles, y liberar a los esclavizados. Se cree que el autor del
Salmo 45 escribió sus versos influido por Deuteronomio 17:14–20, un pasaje en
el que se establecen las normas por las que el rey justo se ha de guiar, en el ejercicio
de sus responsabilidades reales.
Otro pasaje en el que se ha encontrado una alusión al Salmo 45 es Apocalipsis
19:11–16. En este pasaje se ve el cielo abierto y a Cristo cabalgando un caballo
blanco, para guerrear contra todas las fuerzas del mal, y juzgar con justicia. Se nos
dice que quien monta el caballo blanco se llama Fiel y Verdadero, y lo siguen los
ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos en lino fino, blanco y
limpio.
45:5 ue tus agudas flechas atraviesen el corazón de los enemigos del rey, y que caigan las naciones a
tus pies.
Una de las responsabilidades de los reyes de Israel fue luchar contra los enemigos
extranjeros que desde siempre intentaron acabar con el pueblo escogido. Y en la
última gran batalla contra la ciudad de Dios, tratarán de poner fin al proyecto del
Señor de establecer un reino de justicia y paz que cubrirá toda la tierra. Según los
intérpretes que creen que existe un programa de escatología bien definido y
progresivo, en los salmos de los hijos de Coré, deberá leerse el Salmo 45
conjuntamente con el que sigue, el Salmo 46. En la última gran batalla
escatológica, se celebrará la intervención del Señor en favor de la santa ciudad.
En el uso que le demos al Salmo 45 en nuestra adoración cristiana, tendremos
que poner énfasis en que las saetas que utiliza nuestro rey mesiánico, no son
flechas con puntas de hierro, sino, antes bien, son las palabras de la ley divina cuya
finalidad es obrar el arrepentimiento en la vida de los enemigos del Reino. Las
saetas que deben penetrar los corazones de los enemigos del rey, son las palabras
del evangelio que proclaman la reconciliación obtenida por Jesucristo mediante
su sacrificio en la cruz del Calvario. En nuestra lucha contra los poderes del mal se
nos exhorta a tomar el escudo de la fe y la espada del Espíritu, que es la palabra de
Dios (Efesios 6:16–17), y no las armas de la jihad.
45:6 Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; el cetro de tu reino es un cetro de justicia.
Otros textos que hablan del ungimiento del rey son, el Salmo 2, 1 Samuel 10:11 y
16:3. La mirra es, de los perfumes mencionados en este versículo, el más
conocido, y se la menciona diez veces en el AT, casi siempre en pasajes que hablan
de amores. La única excepción es Éxodo 30:23, en que se menciona a la mirra
como ungimiento ritual (Mulder 1972:125). La mirra es una resina aromática que
con frecuencia se elabora en forma de polvo. Recordemos que la mirra fue uno de
los regalos que los magos le llevaron al niño Jesús y una de las especias aromáticas
que las mujeres compraron para ir a ungir el cuerpo del crucificado. La referencia
a la canela (“casia” en RV) es la única mención de este incienso en toda la Biblia.
Se elabora de las flores secas de la canela (Leupold 1969:357). El áloe es una
madera aromática originaria de la India.
La referencia a palacios de marfil ha motivado a varios intérpretes a proponer
que originalmente el Salmo 45 fue escrito para la boda del rey Acab y Jezabel,
porque en 1 Reyes 22:39 dice: “Los demás acontecimientos del reinado de Acab,
incluso todo lo que hizo, el palacio que construyó e incrustó de marfil, y las
ciudades que fortificó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de
Israel.” Los descubrimientos arqueológicos realizados en las ruinas de Samaria,
confirman el uso de marfil en el palacio de Acab. Los celebrados trabajos en
marfil, de Samaria, están en exhibición en el Museo Británico, en Londres. Como
parte de su denuncia del lujo en que vivían los ricos opresores de Samaria, el
profeta Amós (Amós 3:15) anuncia la destrucción de las casas de marfil:
“Derribaré tanto la casa de invierno como la de verano; serán destruidas las casas
adornadas de marfil.”
Jezabel, es sabido, fue una princesa extranjera (1 Reyes 16:31), proveniente de
la región de Tiro y Sidón y, como indica su nombre, devota del dios Baal. La
mención de las hijas de Tiro que traen presentes para la boda real es, para algunos,
otro indicio de que se trata aquí de la boda de Acab y Jezabel. El texto del Salmo
45 indica, de hecho, que la esposa del rey es una extranjera, y es la causa por la que
el salmista la exhorta a olvidarse de su pueblo natal, la casa de su padre y, por
supuesto, los dioses que hubiere servido hasta entonces.
Michael Goulder es uno de los investigadores que apoya la hipótesis del
alemán Hitzig, de que el Salmo 45 fue escrito originalmente para la boda de Acab
y Jezabel. En su libro sobre los salmos de los hijos de Coré, Goulder menciona
incluso los nombres de algunos de los dignatarios que, quizá, estuvieron presentes
en la celebración; entre ellos, Abdías, el mayordomo de palacio, Elías, el profeta
de Tisbe, Jehú ben Nimsi, y también cierto Nabot de Samaria, que tenía una viña
cerca del palacio real. De acuerdo con la sugerencia de H. Schmidt y otros, la
expresión “tú amas” del versículo 7 es, en verdad, una referencia oculta a Acab,
para quien fue escrito originalmente el salmo, ya que el nombre Acab significa
amado, y proviene de la misma raíz hebrea de la que procede la palabra amado. Al
incluir el nombre de Acab en el texto, el autor cumple con el propósito (v. 17) de
hacer “que tu nombre se recuerde por todas las generaciones”. Se dice que una de
las características de los Salmos de Coré es esconder dentro del texto los nombres
de los reyes para quienes los poemas fueron escritos originalmente (Goulder
1982:132).
Si las palabras del salmista fueron realmente entonadas en ocasión de la boda
de Acab y Jezabel, no vieron, sin embargo, su cumplimiento en ellos. Todo lo
contrario. En vez de olvidar la casa de su padre, y en vez de decir como Rut: “Tu
pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios”, Jezabel no renunció a la idolatría
de la casa de su padre; antes bien, hizo venir de su pueblo natal a 450 profetas de
Baal para promulgar el establecimiento de la idolatría en Israel. En lugar de usar
sus labios para decir palabras de gracia, verdad y misericordia, Acab los abrió para
adorar a Baal, para levantar falsos testimonios contra Nabot de Jezrel y
calumniarlo, con la finalidad de apoderarse de su viñedo. En vez de luchar por la
justicia, Acab fue culpable de la muerte de Nabot. En vez de recibir las
bendiciones prometidas en el Salmo 45, Acab y Jezabel perecieron de muerte
violenta. Los mismos perros que lamieron la sangre de Nabot, lamieron la sangre
del rey Acab y su princesa. Las palabras inspiradas del Salmo 45 no hallaron su
cumplimiento en las vidas de Acab y Jezabel, ni tampoco en los demás príncipes y
princesas que se sentaron sobre el trono de Israel. Se cree, por lo tanto, que al no
encontrar el salmo su cumplimiento en Acab y Jezabel, tuvo que esperar a
encontrarlo en Jesús y su iglesia.
Actualmente, la mayoría de los intérpretes han rechazado la tesis de que el
Salmo 45 haya sido escrito originalmente para la coronación o la boda del rey
Acab. Los investigadores como Mulder, señalan enfáticamente que la expresión
“palacios adornados con marfil” es una frase estereotipada que aparece
regularmente en inscripciones acadias de la época. Según Calvino, el rey de la
primera parte del salmo es Salomón, y al mismo tiempo afirma que es Cristo y que
la reina es la iglesia. En la liturgia de Las Horas, de uso en la Iglesia Católica
Romana, el rey es Cristo y la reina la virgen María, paradigma de la iglesia
(Holladay 1993:333).
En su monografía sobre el Salmo 45, el padre carmelita Johannes Mulder ha
realizado un estudio exhaustivo respecto a las expresiones, los términos y las frases
que tienen en común el Salmo 45 y las inscripciones reales halladas en Babilonia,
Asiria y Egipto. Las múltiples semejanzas entre el Salmo 45 y el lenguaje
cortesano hallado en inscripciones asirias del siglo 7 aC., motivaron a Mulder a
sugerir una fuerte influencia de los textos asirios sobre el lenguaje del salmo. Es
sabido que durante el siglo 7 aC., en particular durante el reinado de 55 años de
Manasés, el imperio asirio ejerció fuerte influencia política y cultural sobre el
reino de Judá. Consecuentemente, Mulder sugiere que el Salmo 45 se escribió,
probablemente, para la coronación del buen rey Josías (1972:158). En oposición a
la tesis de Mulder está el asunto de que en ninguna parte del AT aparece algo que
dé a entender que una de las dos esposas de Josías fuera una extranjera de Tiro.
Según el relato de 2 Reyes, las dos esposas de Josías fueron Jamutal hija de
Jeremías, oriunda de Libná, y Zebudá hija de Pedaías, oriunda de Rumá (2 Reyes
23:31, 36).
45:9 Entre tus damas de honor se cuentan princesas; a tu derecha se halla la novia real luciendo el oro
más fino (Lit. oro de Ofir).
La atención del salmista se vuelve ahora hacia la reina, ubicada a la diestra del rey,
ricamente adornada con el oro más fino. Es posible que la reina a la que aquí se
refiere, sea la reina madre, esto es, la madre del rey, no la novia. Según este modo
de entender el texto, las palabras de los versículos 10–12 son los consejos que la
reina madre imparte a la novia que se presenta acompañada de sus damas de
honor (Clifford 2002:225).
Las damas de honor que acompañan a la nueva reina, no son humildes
muchachas campesinas, como en la parábola de las diez vírgenes, de Mateo 25:1–
13, sino las hijas de los reyes vecinos que han llegado para participar en la boda
real. El rey justo y amado quiere lo mejor para su nueva esposa, así como Cristo
quiere lo mejor para la que es suya, la iglesia, de la cual somos parte (Efesios 5:25–
27). Este desvelo de Cristo por adornar a su esposa debe ser emulado por los
esposos cristianos: “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y
se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante
la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni
arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable.”
La ubicación exacta de la tierra de Ofir no se sabe. Se cree que se encontraba
en la costa oriental del Mar Rojo, en el sur de Arabia. El oro de Ofir tuvo
renombre de ser el oro más fino. Cristo nos viste con algo más fino que el oro de
Ofir para nuestra participación en las bodas del Cordero y de su esposa. Nos
adorna con el manto blanco de su propia justicia, el manto que reemplaza las
iniquidades y los pecados que nos cubren.
Al leer el Salmo 45 desde el punto de vista de la cruz, debemos advertir la
invitación de desvestirnos del viejo hombre y apercibirnos de ropa, que es Cristo y
su Espíritu.
45:10–11 Escucha hija, fíjate bien y presta atención: Olvídate de tu pueblo y de tu familia. El rey está
cautivado por tu hermosura; él es tu señor: inclínate ante él.
En tanto que el rey recibe alabanzas, la reina, en cambio, recibe una advertencia.
En nuestros cantos también es así, que Cristo recibe las alabanzas, mientras que la
iglesia, frecuentemente, recibe advertencias. En la lectura del salmo, nosotros
ocupamos el lugar de la reina. Lo que se pide de ella, se pide de nosotros. Una de
las cosas que se le piden es que renuncie a los lazos que la unen con la casa de su
padre, esto es, a las prácticas idolátricas y pecaminosas que caracterizan las vidas
de quienes no conocen al Dios verdadero. En Génesis 2:24 se habla del hombre
que deja a su padre y a su madre para unirse a su mujer; aquí leemos de la mujer
que deja a madre y padre para unirse a su marido.
La segunda cosa que se le pide a la nueva princesa es que honre al rey.
Nuevamente es instructiva una comparación. Esta vez con Efesios 5, en que el
apóstol escribe: “Esposas, sométanse a sus propios esposos como al Señor. Porque
el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia,
la cual es su cuerpo. Así como la iglesia se somete a Cristo, también las esposas
deben some-terse a sus esposos en todo.”
Al dirigirse a la princesa como “hija”, el salmista asume la categoría de un
maestro de sabiduría que imparte instrucción y buenos consejos a sus discípulos.
En el libro de Proverbios encontramos con frecuencia pasajes donde el autor
comienza su exhortación con las palabras: “Hijo mío” (Proverbios 2:1; 3:1).
45:12–13 La gente de Tiro vendrá con presentes; los ricos del pueblo buscarán tu favor. La princesa
es todo esplendor, luciendo en su alcoba brocados de oro.
La bendición más grande que podía sobrevenirle a una madre en Israel era ser la
madre del próximo rey. Tal honor ayudaría a perpetuar su nombre dentro de las
futuras generaciones, porque el nombre de la madre llegaba a ser parte del título
del nuevo rey. En el libro de los reyes siempre se introduce la descripción del
nuevo rey con una referencia a su madre. Así, por ejemplo, leemos en 2 Reyes
22:1–2: “Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén
treinta y un años. Su madre era Jedidá hija de Adaías, oriunda de Boscar.” En el
caso de que su hijo fuera el Mesías prometido, la dicha de la madre la convertiría
en la más bendita entre las mujeres. En resumidas cuentas, la enorme dicha no le
fue concedida a una princesa de Tiro, sino a una humilde muchacha de Nazaret
de Galilea, llamada María.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
2. ¿En qué manera pudiera ser utilizado el Salmo 45 como un texto para la
celebración de un Bautismo o una confirmación?
3. ¿En qué sentido es la descripción del rey en la primera parte del salmo
también una descripción de la persona y la obra de Jesucristo?
4. En su opinión, ¿por qué los escribas que editaron el libro de los Salmos
habrán incluido en el salterio el Salmo 45, ya que no gobernaban los reyes
en aquel entonces?
SALMO 24
El Salmo 24 ha servido de inspiración para la composición de decenas de cantos e
himnos que se han entonado en la iglesia cristiana en el transcurso de los siglos.
Entre los himnos que se han ido entonando es dable mencionar los siguientes:
“Alzaos, ¡oh puertas!, y entrará” (Culto Cristiano, 2), “¡Bendito el Rey que viene!”
(Culto Cristiano, 420), y el famoso coral “¿uién es el Rey de gloria?” del
Oratorio El Mesías, de Jorge Federico Haendel.
Las palabras “¿quién puede subir al monte del SEÑOR?” dan a entender que el
Salmo 24 es un himno entonado como parte de una procesión en la que una
multitud de personas sube con la intención de entrar en el santuario de su Dios.
En el libro de los Salmos hay dos clases principales de himnos de procesión. La
primera clase es la que tiene que ver con las peregrinaciones de personas
provenientes de diferentes lugares de Israel, o hasta de otras partes del mundo.
Todos éstos venían desde lejos para participar en las grandes fiestas que solían
celebrarse en el templo de Jerusalén o en algún otro santuario de Israel, como por
ejemplo los templos de Betel y Dan. Trataremos acerca de los salmos de
peregrinación en nuestro análisis del Salmo 65.
La segunda clase de salmos de procesión son aquellos en los que el mismo
Señor Dios tiene participación (Keel 1978:323). El Salmo 24, juntamente con el
47 y el 68, pertenecen a esta categoría de cantos sagrados. Así pues, lo que vemos
en el Salmo 24 es una multitud de gente subiendo al monte donde se encuentra el
templo del Señor. Marchando con ellos va un grupo de soldados y de levitas y
sacerdotes que transporta el arca del pacto, en que se encuentra la presencia del
gran Señor Dios.
Al llegar ellos a las puertas del templo, se oyen los gritos de los porteros cuyo
oficio es guardar la entrada al tabernáculo, o de vigilar las cuatro entradas al
templo de Jerusalén: “¿uiénes son ustedes que vienen subiendo al monte Sión?
¿uiénes son ustedes, los que quieren entrar aquí? ¿Acaso no saben que éste es un
lugar sumamente sagrado? Aquí no puede entrar todo el mundo. Nuestro trabajo
es cuidar la entrada al templo, examinar a los que llegan y ver si llenan las
condiciones establecidas para el ingreso. Somos los porteros de la Casa del Señor;
nuestros nombres y funciones se pueden hallar en 1 Crónicas 26. Aquí no deben
entrar gentiles, ni moabitas, ni amonitas, ni personas con defectos físicos. Es
nuestro deber examinar a los peregrinos. No podemos admitir en este recinto
sagrado a leprosos, ni deformes, ni personas que padezcan de hemorragias.”
Las palabras de los levitas porteros son parte de una liturgia de entrada, en
que hay un diálogo antifonal entre los que llegan al templo para adorar y los
levitas cuyo oficio es guardar la entrada del santuario. Los primeros dos versículos
los dicen los peregrinos, y los versículos 3–6 son las palabras de los levitas. No es
éste el único salmo que hace referencia a las personas que podrán entrar al templo
para adorar. Hay una liturgia de entrada más extensa en el Salmo 15.
24:4 Sólo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos
(traducción alterna: con falsedad).
En el versículo 4 tenemos a los levitas que siguen hablándoles a los peregrinos que
quieren entrar, poniendo en claro quién puede pasar. En primer lugar, el que entra
debe tener las manos limpias. No se habla sólo de pureza ritual, de los que han
lavado sus manos y sus ropas. El de manos limpias es el que no ha derramado
sangre inocente, como Caín en Génesis 4, o Joab en 2 Samuel 3:27. El de manos
limpias es aquel que no ha hecho uso de sus manos para hacerle daño a otro, o
para robar los bienes de la viuda y de los huérfanos, o para cambiar de lugar las
piedras de demarcación entre su finca y la de su prójimo. El de manos limpias es
quien no ha tirado la primera piedra contra el inocente y sin recursos, ni redentor
para abogar en su favor.
Para entrar al santuario del Señor, es necesario tener no sólo manos limpias,
sino también un corazón puro. El de corazón puro es el que está libre de los
pecados de los que uno no está consciente de que habla el Salmo 19:12; el que está
libre de la codicia, el orgullo, el deseo de vengarse, la vanagloria, el deseo de
recibir y el de querer orar, ayudar y dar limosnas para ser visto por los hombres; el
deseo de profetizar, enseñar los misterios de la fe y de hablar en lenguas, pero
carente amor (1 Corintios 13).
Los porteros, cuya responsabilidad es cuidar la entrada al santuario, en
realidad no pueden examinar los corazones de los que desean entrar en el templo
para adorar. Los levitas solamente pueden examinar el exterior pero no el interior
de las personas. Pueden darse cuenta de los defectos físicos de las personas como
por ejemplo la lepra, pero no pueden adivinar los pensamientos de su corazón.
Solamente Dios y la misma persona que desea entrar en el santuario son capaces
de determinar si el visitante tiene un corazón limpio o no. En última instancia, el
adorador tendrá que examinarse a sí mismo para determinar la condición
espiritual de su propio corazón (Goldingay 2006:359). Recordamos cómo San
Pablo llamó a los corintios a examinarse a sí mismos antes de participar del cuerpo
y de la sangre de Cristo: “Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del
pan, y beba de la copa (1 Corintios 11:28).
El que quiera entrar al lugar santo, deberá ser una persona que no ha aspirado
a cosas vanas. Vanidades son todas las cosas transitorias, falsas y pecaminosas.
Cosas vanas son, sobre todo, los ídolos. uienes adoran a Dios en espíritu y en
verdad no sirven a dos señores. No pueden ser como los israelitas del tiempo de
Elías, que pretendían servir al Señor y a Baal a la vez. Ni pueden ser como los que
se llaman cristianos y que el día domingo participan en los cultos cristianos y
durante los demás días de la semana tienen parte en las actividades de la Santería,
el culto de María Lionza, el Candomblé o la Macumba. Recordemos las
conocidas palabras de Elías en el monte Carmelo, dirigidas a los israelitas que
vacilaban: “¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el
SEÑOR, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él” (1 Reyes 18:21).
Las palabras de Jesús a sus discípulos en el Sermón del Monte son igualmente
contundentes: “Nadie puede servir a dos señores, pues menospreciará a uno y
amará al otro, o querrá mucho a uno y despreciará al otro. No se puede servir a la
vez a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).
Además, el que es puro de corazón “no jura con falsedad”. El AT abunda en
ejemplos de quienes han jurado con falsedad, como, por ejemplo, los testigos
falsos que testificaron contra Nabot y fueron la causa de su muerte, en 1 Reyes 21.
Recordamos del NT los testigos falsos que se presentaron para atestiguar contra
Jesús, contra Esteban y contra Pablo. El mismo libro de los Salmos contiene gran
cantidad de textos que condenan a los que profieren juramentos engañosos, y
textos que describen la suerte de todos aquellos que juran con engaño: “Tú
destruyes a los mentirosos y aborreces a los tramposos y asesinos” (Salmo 5:6).
“No hacen sino mentirse unos a otros; sus labios lisonjeros hablan con doblez. El
SEÑOR cortará todo labio lisonjero y toda lengua jactanciosa que dice:
‘Venceremos con la lengua; en nuestros labios confiamos. ¿uién puede
dominarnos a nosotros?’” (Salmo 12:2–4).
La gravedad de jurar con engaño estriba en el hecho de que el engañador ha
invocado al Señor como testigo y garante de una promesa hecha con la intención
de engañar a algún otro del pueblo escogido. Significa mezclar al Señor en una
falsedad. Es una acción que no es sólo una violación del pacto, sino una blasfemia
del nombre divino.
En el mundo del AT, los juramentos se acompañaban con la invocación de las
más terribles maldiciones sobre aquel que no cumpliera con su palabra. “¡ue el
Señor me castigue con lepra, pestilencia, hambre, el destierro y toda calamidad si
no cumplo con mi juramento!” Jurar con engaño era invitar a que el desastre
tomara cuenta de uno. Tanto en Mesopotamia como en Israel, se acostumbraba
colocar piedras llamadas kudurrus para marcar los linderos del terreno de uno. Las
piedras se marcaban con los símbolos de animales tales como víboras y
escorpiones. Los símbolos daban a entender: “Si yo, con engaño, llego a cambiar
de lugar esta piedra con el fin de dar mayor extensión a mi terreno a expensas de
mi prójimo, ¡que me piquen las víboras y los escorpiones!” (Keel 1978: 96–97).
En la literatura religiosa mundial, se han utilizado conceptos y lenguaje
semejantes a los que hemos visto en el Salmo 24, para describir el alma del místico
o shaman que, en trance o después de la muerte, intenta subir al trono de Dios y
es impedido por toda clase de guardianes, porteros, ángeles, demonios y
monstruos. Estos guardianes tienen por misión averiguar quién tiene las manos
limpias y el corazón puro. En la religión egipcia, los corazones de las personas
muertas eran colocados en una balanza para ser pesados con el fin de ver si eran
dignos de entrar en la vida. El concepto de purgatorio se originó en el deseo de
purificar [y limpiar] el corazón impuro, a fin de que después el alma del individuo
pueda ascender al santuario divino.
24:5 uien es así recibe bendiciones del SEÑOR; Dios su Salvador le hará justicia.
El de manos limpias y corazón puro recibirá las dos cosas que a un israelita más le
convenían, esto es, bendición (berakah) y justicia (tzedakkah). Bendición es el
favor del Señor, el poder que hace que uno prospere. Uno de los grandes temas del
Génesis, subordinados al tema central, es la bendición. Después de la creación,
Dios bendijo todo lo que había hecho, pero particularmente bendijo a los seres
humanos. Gracias a la bendición de Dios, el género humano puede desenvolverse
como criatura divina. Según Génesis 1:28: “Y los ben dijo [Dios] con estas
palabras: ‘Sean fructíferos y multiplíquense; lenen la tierra y sométanla; dominen
a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el
suelo’.”
En Génesis 12:2–3 leemos acerca de la triple bendición con que el Señor
bendijo a Abram y sus descendientes, y que incluye la venida futura del Mesías:
“Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una
bendición. Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a los que te maldigan;
¡por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra.”
El libro de Génesis es el gran libro de bendición. En la lectura de la historia de
los patriarcas notamos la vehemencia con que actúan, luchando entre sí, para
obtener la bendición mayor. Jacob emplea todas las artimañas que uno pueda
imaginarse, para escamotearles la bendición a su hermano Esaú y a su suegro
Labán. Los hermanos de José estuvieron dispuestos a privar de la vida a su
hermano y venderlo como esclavo, a fin de despojarlo de la bendición privilegiada
que su padre le había otorgado. Tamar (Génesis 38) adoptó la apariencia de una
prostituta para conseguir la bendición para el nombre y el linaje de su difunto
esposo. Bendición quiere decir prosperidad, crecimiento, fertilidad, abundancia,
tierra, cosechas, familias grandes y shalom. Génesis es el libro de bendición y
Éxodo el de justicia. El Señor escucha el clamor de los esclavos hebreos que en su
desgracia piden liberación, justicia. Piden que el Señor decida en su favor contra
sus opresores, los egipcios. Justicia es la intervención del Señor en el
establecimiento de la justicia en la tierra. La Tora es uno de los instrumentos por
los que el Señor promueve la justicia. El hombre justo es el que vive de acuerdo
con el pacto. Ser declarado justo por Dios es ser justificado.
En el Salmo 118:19–20, a las puertas del templo se las llama “las puertas de la
justicia”, porque solamente los justos deben pasar por ellas: “Ábranme las puertas
de la justicia para que entre yo a dar gracias al SEÑOR. Son las puertas del SEÑOR,
por las que entran los justos.”
24:6 Tal es la generación de los que a ti acuden, de los que buscan tu rostro, oh Dios de Jacob.
’¡Levántate, SEÑOR!
Sean dispersados tus enemigos;
huyan de tu presencia los que te odian.’
‘¡Regresa, SEÑOR,
a la incontable muchedumbre de Israel!’”
Según se desprende de este relato, los filisteos sabían que el arca del pacto era el
trono portátil del Dios de Israel. No es sólo un símbolo de la presencia del Dios de
Israel, sino que es el objeto sagrado en que el Dios invisible está presente para
defender a su pueblo y pelear por él.
En cuanto a la arquitectura, no había tantas diferencias entre los santuarios de
las naciones paganas alrededor de Israel y los templos en los cuales se adoraba al
Dios de Israel. Todos los templos tenían un atrio en el que se reunía el pueblo.
Todos tenían su lugar santo para los sacerdotes, y todos tenían un lugar santísimo,
o sea, la habitación de los dioses. En los santuarios cananeos, se instaló el ídolo, o
imagen del dios; pero en Israel estuvo prohibida la fabricación de imágenes o
representaciones del Señor. El Dios de Israel es un Dios invisible que no puede ser
visto por el ojo humano. Sin embargo, este Dios invisible estuvo presente en su
templo, sentado sobre su trono, el arca del pacto.
Como ya se dijo, el arca del pacto era una caja de madera de acacia recubierta
de oro refinado. Encima del arca, uno de cada lado, había dos querubines dorados,
con sus alas extendidas. Los querubines eran una representación de los querubines
que guardan el trono de Dios en los cielos. En la visión que tuvo Isaías en el
templo el día que fue llamado para ser profeta, vio la gloria de Dios que llenaba el
templo y también vio los serafines que volaban alrededor del trono de Dios,
diciendo: “Santo, santo, santo es el Señor Todopoderoso; toda la tierra está llena
de su gloria” (Isaías 6:3).
Los querubines son descritos como criaturas celestiales con apariencia de
serpientes de fuego con grandes alas. Entre los dos querubines se encontraba
ubicado el propiciatorio, que también se llamaba silla de misericordia. El
propiciatorio es el asiento visible del Dios invisible.
El cuadro que nos presenta el Salmo 24 es, según algunos investigadores, el
regreso de los israelitas a Jerusalén, de donde habían salido llevando el arca del
pacto. La presencia del Señor en la guerra santa le dio la victoria a su pueblo.
Ahora piden que les permitan entrar en el santuario para colocar el arca
nuevamente en su lugar. Es posible que el Salmo 24 sea aún más antiguo que el
templo de Salomón. Puede haber sido un salmo proveniente del tiempo de los
Jueces y que se entonaba en el santuario de Siló. Y entonces, después de la
destrucción de Siló, fue modificado para entonarlo como parte de la liturgia del
nuevo templo.
Investigadores como Delitzsch creen que el trasfondo del Salmo 24 es el
relato del traslado del arca del pacto a Jerusalén, en los días del rey David, historia
que se relata en 2 Samuel 6:12–15. Después de la destrucción del santuario de
Siló, el arca del pacto cayó en manos de los filisteos, quienes lo colocaron en el
templo de su dios Dagón, como un trofeo de guerra. Pero, la presencia del arca
entre los filisteos provocó el brote de una plaga. Horrorizados, devolvieron el arca
a los israelitas. Durante el reinado de Saúl, primer rey de Israel, el arca se guardó,
casi olvidado, en el pueblo de uiriat Yearín. David, después de vencer a los
jebuseos y quitarles la ciudad de Jerusalén, decidió buscar el arca del pacto, y
traerla a su nueva capital, Jerusalén, la ciudad de David. En 2 Samuel 6:14,
leemos: “Vestido tan sólo con un efod de lino, [David] se puso a bailar ante el
SEÑOR con gran entusiasmo.”
Delitzsch y Mowinckel han intentado reconstruir la ceremonia del traslado
del arca al santuario en Jerusalén. Según esta reconstrucción incierta, la procesión
comenzó en la casa de Obed Edom en la parte vieja de la ciudad. Al salir de la casa
de Obed Edom entonaron el Salmo 68, en el que leemos: “En el santuario pueden
verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey. Los cantores
van al frente, seguidos de los músicos de cuerda, entre doncellas que tocan
panderos” (vv. 24–25). Detrás del rey David con su comitiva de cantores, músicos
y doncellas, marcharon las tribus de Israel: “Los guía la joven tribu de Benjamín,
seguida de los múltiples príncipes de Judá y de los príncipes de Zabulón y Nealí”
(v. 27).
Subiendo el monte santo, la procesión pasó por las puertas de la antigua
ciudadela jebusea, hasta llegar al lugar donde David había erigido el tabernáculo.
Delitzsch cree que las puertas antiguas, o eternas, son las puertas construidas por
los antiguos pobladores jebuseos o incluso por el rey sacerdote Melquisedec, de
quien leemos en Génesis 14. Hay investigadores que creen que David ubicó el
tabernáculo dentro del viejo templo de los jebuseos. Recordemos que antes de
David, la ciudad de Jerusalén no había sido una de las ciudades de Israel. Fueron
David y Joab, general de su ejército, quienes finalmente derrotaron a los jebuseos e
hicieron de Jerusalén la capital del reino y ciudad de David. Muchas de las
edificaciones de los jebuseos se utilizaron entonces para servir al reino de David.
Al llegar la procesión al santuario es que se canta antifonalmente la liturgia de
la entrada, que encontramos en el Salmo 24. El investigador noruego Mowinckel
cree que posteriormente al traslado del arca a Jerusalén, se repetía la celebración
cada año, ya sea en la fiesta del Año Nuevo o en la de los Tabernáculos. De esta
manera, se entonaba el Salmo 24 en una nueva procesión todos los años. O sea
que la mayoría de los investigadores modernos no concuerdan con la
reconstrucción de Mowinckel, Delitzsch y otros más.
24:8 ¿uién es este rey de la gloria? El SEÑOR, el fuerte y valiente, el SEÑOR, el valiente guerrero.
En este versículo, los guardianes del santuario hablan de nuevo, como parte de la
liturgia de entrada. Preguntan a los de la procesión: ¿uién es el Rey de la gloria
que viene con ustedes? La pregunta se refiere a la presencia de la silla de
misericordia o al propiciatorio del arca del pacto. Los que llevan el arca
responden: “El que viene es el Señor mismo, el gran guerrero que ha vencido a
todos sus enemigos, quien derrotó al ejército del faraón y sus carros de guerra en
el Mar Rojo. Aquí viene él, el Señor, que guió a Josué en la conquista de Canaán y
le dio la victoria a David, ayudándolo a vencer a todos sus enemigos. Él merece
sentarse sobre el trono de Israel y gobernar como su verdadero rey.”
Con toda razón la iglesia primitiva del NT también cantó este salmo para
celebrar la victoria de Jesucristo sobre sus enemigos: el diablo, el pecado y la
muerte. En su cruz y resurrección Cristo ha triunfado, y ahora toda autoridad le
ha sido dada para gobernar y reinar en la congregación de los fieles.
Un libro apócrifo, llamado el evangelio de Nicodemo, y que gozó de mucha
popularidad en la iglesia primitiva, dice que el Salmo 24 celebra la llegada de
Jesucristo a las puertas del s heol, el reino de la muerte, para liberar a todos los
fieles que esperaban ser rescatados de aquel lugar tenebroso desde los días de
Adán hasta el tiempo de Juan el Bautista. El Cristo triunfante logró pasar por las
puertas del Hades y llevarse consigo a todos los santos, profetas y patriarcas del
AT y llevarlos a la Jerusalén celestial. Esta tradición gozaba de mucha popularidad
en la Iglesia Oriental. Teólogos de gran fuste, como Cirilo, Gregorio Nacianceno
y Ambrosio, interpretaron el Salmo 24 a la luz de tal creencia. En la iglesia
romana suele hablarse del Limbo de los Padres, o lugar en que se encontraban los
padres del AT, antes de Cristo.
24:9–10 Eleven, puertas, sus dinteles: levántense, puertas antiguas, que va a entrar el Rey de la gloria.
¿uién es este Rey de la gloria? Es el SEÑOR Todopoderoso; ¡él es el Rey de la gloria! Selah
Nuevamente los fieles llaman a las puertas para que les franqueen la entrada, y una
vez más los guardianes del santuario preguntan: ¿uién es este Rey de la gloria?
Los fieles responden, diciendo que es el Señor Todopoderoso, que él es el Rey de
la gloria. La frase “el SEÑOR Todopoderoso” (“Jehová de los ejércitos” RV) yahweh
tzebaot, señala al Señor como rey de todos los ángeles, arcángeles, querubines,
serafines, estrellas, principados, poderes, tronos, espíritus, planetas, cometas, esto
es, todas las huestes celestiales. Los demás espíritus y poderes del universo, no son
dioses que también ejercen autoridad sobre la creación y nuestro destino, sino que
son simplemente miembros del ejército del Señor Todopoderoso y sujetos a sus
órdenes. Los de la congregación del Señor no tienen por qué temer a cualquier
otro espíritu ni rendirle culto a otro poder ni nombrar otro nombre en sus
oraciones, adoración y acción de gracias.
La palabra hebrea selah indica, según algunos investigadores, que aquí se lee
una narración, quizá la historia que sirve de base para la fiesta que celebra el
salmo.
VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO:
LAS PUERTAS
Las puertas fueron en la antigüedad la parte más vulnerable de cualquier ciudad
amurallada. Era por las puertas de la ciudad o del templo, por donde cualquier
invasor humano o espiritual intentaba entrar. Para impedir la entrada del invasor,
solían levantarse grandes torres y otras fortificaciones, para proteger las puertas de
la ciudad. Para poder entrar en la mayoría de las ciudades debía pasarse por lo
menos por dos puertas. Luego de pasar por la primera, se la cerraba, en tanto que
los visitantes quedaban en el espacio entre la primera y segunda puerta, ambas
cerradas. En cierto sentido los visitantes quedaban atrapados entre las dos puertas,
hasta tanto su identidad e intenciones fueran establecidas. A continuación se
abría la segunda puerta para franquearles la entrada a la ciudad. Algunas ciudades
y templos tenían una sucesión de puertas, una después de otra. En muchos
templos antiguos, las puertas de tal sucesión de puertas eran de tamaño cada vez
más reducido, indicando así que uno entraba, sucesivamente, en un espacio tanto
más sagrado. Así fue también en el templo de Jerusalén: el atrio del pueblo de
Israel era menos santo que el lugar santo al que sólo podían pasar los sacerdotes.
El lugar santo, a su vez, era menos santo que el lugar santísimo al que sólo tenía
acceso el sumo sacerdote, una vez al año, el Día de la Expiación.
A fin de impedir la entrada de espíritus malos y otros poderes malignos en los
templos de la antigüedad, se acostumbraba colocar imágenes de leones, dragones,
esfinges querubines y de otras bestias a la entrada de los mismos. Además, era
costumbre proteger tanto las puertas de la ciudad como de los templos, con toda
clase de encantamientos, oraciones y ritos mágicos, incluyendo incienso, para
ahuyentar a los espíritus malignos. Hace años, en la ciudad guatemalteca de
Chichicastenango, vi como los indígenas colocaban a la puerta de la Iglesia
Católica Romana una ristra de hojas “mágicas”, para impedir el paso hacia adentro
de los espíritus de la religión tradicional. No querían que los espíritus de la vieja
religión maya se enojaran, al ver a los mayas rezando a los santos de la iglesia
católica dentro del santuario.
En las puertas de muchos templos en el antiguo Cercano Oriente, se
encontraron grabados los requisitos que tenían que cumplir los fieles antes de
entrar al santuario. Estos requisitos exigían, generalmente, que los fieles se
purificaran por medio de baños rituales. En el atrio del pueblo de Israel, en el
templo de Salomón, había un “mar”, o piscina, de bronce fundido, que medía
cinco metros de diámetro. Era redondo, de dos metros y medio de alto y quince
de perímetro. La enorme fuente descansaba sobre doce toros, tres de los cuales
miraban al norte, tres al poniente, tres al levante y tres al sur. Su capacidad era de
unos ochenta mil litros (1 Reyes 7:23–26). La enorme piscina se usaba para la
purificación de los sacerdotes y levitas antes de su entrada al lugar santo. Los
arqueólogos han encontrado en los alrededores de las ruinas del templo de
Herodes el Grande, una cantidad considerable de pilas de piedra o mikvoth, en las
que los fieles solían lavarse los pies antes de entrar al templo.
En la antigüedad, en particular en Persia y Babilonia, el templo se consideraba
un paraíso en miniatura. Al entrar al santuario, los fieles creían que allí podrían
revivir el gozo de la belleza y la santidad del paraíso perdido. Estando en el
templo, se encontraban realmente en el paraíso. A eso se debe que dentro de la
zona del templo, los arquitectos solían colocar los jardines más bellos, repletos de
toda clase de flores y árboles. Othmar Keel cree que la piscina en el templo de
Salomón fue llamada “el mar”, porque simbolizaba los cuatro ríos del paraíso
mencionados en Génesis 2. Algo del simbolismo del templo como un paraíso en
miniatura, o de una anticipación del paraíso, se ha preservado en la iglesia
cristiana en las bellezas arquitectónica y artística de los templos, las cuales
representan para los fieles la prístina belleza de la Jerusalén celestial. Tenemos el
recuerdo de las magníficas puertas del baptisterio de la catedral de Florencia, en
Italia, hechas por el escultor Lorenzo Ghiberti (1378–1455). Por su
incomparable belleza y esplendor, son llamadas “las puertas del paraíso”. Las
puertas de Ghiberti simbolizan el hecho de que por medio del Bautismo los fieles
ciertamente entran de nuevo en el paraíso perdido.
VENTANA AL ANTIGUO TESTAMENTO:
LOS PORTEROS
Los porteros cuyas voces se oyen en el versículo 3, eran miembros de un
gremio especial de levitas y sacerdotes, cuya función era guardar las puertas del
tabernáculo y del templo, y también de cuidar el arca del pacto e impedir que
cualquier persona lo tocara. En 1 Crónicas 15:23–24 se los llama “los porteros del
arca”. El afán por guardar el acceso al lugar santo y en particular al arca del pacto,
se debió a que el arca, el tabernáculo y el templo estaban impregnados de la
santidad del Señor. Y la santidad del Señor podía ser algo sumamente peligroso
para el hombre pecador. Los seres humanos tienen que estar protegidos de la
santidad del Señor, así como se protege a las personas que trabajan con
substancias radiactivas. La radiactividad puede provocar la muerte de una persona
que no viste traje especial de protección. Así también la santidad radiante de la s
hekinah divina puede fulminar al hombre que se atreva a acercarse demasiado a
Dios. Esto fue lo que le sucedió al levita Uza, según queda relatado en 2 Samuel
6:7. Porque Uza, queriendo sostener el arca para que no cayera al suelo, extendió
la mano, la sostuvo y, como resultado de esta acción, cayó fulminado. La santidad
del Señor destruye el pecado y todo lo impuro. Fue la santidad del Señor la que
acabó con los ejércitos del faraón y ayudó a Josué en la conquista de los reinos
cananeos, cuando los israelitas cruzaron el Jordán y entraron en la Tierra
Prometida. Fue por temor a la santidad de Dios que Manoa, el padre de Sansón, le
dijo a su esposa: “¡Estamos condenados a morir! ¡Hemos visto a Dios!” ( Jueces
13:22). Celebrando la santidad del Señor, el profeta Habacuc proclamó: “De
Temán viene Dios, del monte de Parán viene el Santo. Su gloria cubre el cielo y su
alabanza llena la tierra. Su brillantez es la del relámpago; rayos brotan de sus
manos; ¡tras ellos se esconde el poder! Una plaga mortal lo precede, un fuego
abrasador le sigue los pasos. Se detiene, y la tierra se estremece; lanza una mirada,
y las naciones tiemblan. Se desmoronan las antiguas montañas y se desploman las
viejas colinas…” (Habacuc 3:3–6).
En Lucas 2:8–9, se nos relata que los pastores que pasaban la noche en el
campo, turnándose para cuidar sus rebaños, al ver la gloria del Señor que los
envolvió en su luz, se llenaron de temor porque creyeron que, siendo hombres
pecadores, serían fulminados por la santidad y la gloria de Dios. Debe entenderse
que todas las ceremonias, ritos y sacrificios que se enumeran en los libros de
É
Éxodo, Levítico y Números, cumplen la función de proteger a los seres humanos
impuros y contaminados de la santidad del Señor. Servir como sacerdote o levita
en la casa del Señor, era una vocación peligrosa, porque había que saber
desenvolverse en relación con la santidad del Señor sin ser consumido por ella,
como les sucedió a los dos hijos de Aarón –Nadab y Abiú– quienes, al ofrecer al
Señor con sus incensarios un fuego que no tenían porqué ofrecer, cayeron
fulminados. Así leemos en Levítico 10:2: “Entonces salió de la presencia del
SEÑOR un fuego que los consumió, y murieron ante él.”
La santidad del Señor, al igual que la radiactividad, puede concedernos
grandes bendiciones, pero, a la vez, es peligrosa y uno debe desenvolverse en
relación con ella con cuidado. Después de las dos batallas de los israelitas con los
filisteos, en Ebenezer, cuando el arca fue capturada por éstos como botín de
guerra, el Señor descargó su mano sobre los habitantes de las ciudades filisteas de
Asdod, Gat y Ecrón, azotándolos con tumores que causaron gran mortandad.
Para librarse de esta plaga, los filisteos devolvieron el arca a los israelitas
juntamente con una ofrenda de cinco tumores de oro y cinco ratones del mismo
metal (1 Samuel 6:4). Los tumores y ratones de oro posiblemente indiquen que la
peste que había afligido a las ciudades filisteas fue la enfermedad conocida como
peste bubónica. El arca fue puesta por los filisteos en una carreta nueva tirada por
dos vacas y enviada a la ciudad israelita de Bet Semes. Después de esto, leemos que
un gran número de israelitas de Bet Semes murieron porque habían mirado
dentro del arca del Señor (1 Samuel 6). El arca fue llevada entonces al pueblo de
uiriat Yearín donde, por muchos años, casi olvidada, se guardó en la casa de
Abinadab, custodiada por Eleazar, su hijo.
Cuando David fue ungido rey sobre todo Israel, decidió llevar el arca del
Señor a su nueva ciudad capital, recién capturada a los jebuseos. En el primer
intento de transportar el arca a Jerusalén, David descuidó las instrucciones que
Dios había dejado en la ley de Moisés en cuanto al traslado del arca. En vez de
hacerla transportar por los levitas cargándola en los hombros con las varas
encajadas a través de las cuatro anillas sujetas a los costados, hizo colocar el
mueble sagrado en una carreta tirada por cuatro bueyes, tal como habían hecho
los filisteos. Cuando, en un trayecto del recorrido, pareció que el arca caería de la
carreta al suelo, el levita Uza extendió las manos para sostenerla y murió ahí
mismo, herido de muerte por la ira del Señor. Por temor al Señor, cuya ira había
sido provocada, David dejó el arca en la casa de Obed Edom, oriundo de Gat, por
tres meses. El segundo intento de transportar el arca a Jerusalén fue todo un éxito.
Fue este acontecimiento, el traslado del arca de la casa de Obed Edom a Jerusalén
lo que, según muchos intérpretes, celebra el Salmo 24.
Después de la muerte de Uza, David organizó a los porteros en cuatro grupos
para proteger las cuatro entradas al lugar santo. Además de cuidar los objetos y
lugares santos, los porteros tuvieron otras funciones que realizar. Por ejemplo, en
el libro de Nehemías leemos que los levitas porteros tuvieron la responsabilidad
de impedir violaciones del sábado (Nehemías 13:19–22). Según 1 Crónicas 9:20,
el antepasado y jefe de todos los porteros fue Finés hijo de Eleazar, y nieto de
Aarón. Finés demostró gran celo en impedir que el campamento de Israel fuera
contaminado por la impureza al atravesar con la lanza a Zimri, jefe de una familia,
y a su amante madianita. El relato se encuentra en Números 25. Y así como Finés
se esforzó por mantener la pureza del campamento de Israel, sus descendientes, los
porteros, debían esforzarse en impedir la entrada de algo o alguien impuro en la
casa de Dios.
En cierto sentido, los porteros desempeñaban sobre la tierra y en el templo el
papel que les cabe a los serafines y querubines en las esferas divinas. Mientras que
los serafines –en Isaías 6– guardaban el trono del Señor, los querubines y una
espada ardiente (los relámpagos) guardaban –en Génesis 3:24– el camino al árbol
de la vida en el jardín del Edén, con la finalidad de impedir el regreso de Adán y
Eva y sus descendientes, al Paraíso.
Los porteros del AT tuvieron, al mismo tiempo, una función algo semejante a
la de los diáconos en la iglesia primitiva, los cuales fueron responsables de cuidar
que no se acercara a la Santa Cena una persona indigna (impenitente). Se
entendió, de acuerdo a lo escrito por San Pablo, que la santidad de Dios puede
constituir un peligro para el no arrepentido, “porque el que come y bebe sin
discernir el cuerpo, come y bebe su propia condena. Por eso hay entre ustedes
muchos débiles enfermos, e incluso varios han muerto” (1 Corintios 11:29–30).
Durante la época del primer templo, los porteros fueron todos sacerdotes y
estaban organizados en grupos para vigilar las cuatro entradas al templo, cuatro a
la entrada norte, sur y occidente, y seis a la entrada oriental, por donde sale el sol.
Al final de la época del primer templo ocurrió algo que resultó en la degradación
del gremio de los porteros. En el libro de Crónicas y el libro de Ezequiel, los
porteros ya no son considerados sacerdotes sino solamente levitas (Ezequiel
44:10–14). En el AT los levitas eran considerados de rango inferior a los
sacerdotes, los que tenían el privilegio de ofrecer los sacrificios. Algo más tarde
también perdieron el derecho de ser conocidos como levitas y simplemente
fueron designados porteros o guardianes.
Un investigador que realizó un estudio especial respecto de la historia y
función del gremio de los porteros en el AT, llegó a la conclusión de que la
degradación de éstos fue la consecuencia de su participación en un culto herético
que identificaba al Señor con el sol. Consecuentemente, se adoraba al sol como
una forma de rendir culto al Señor. A la participación de los porteros en esta
forma aberrante de culto se refiere el profeta Ezequiel: “Entonces Dios me dijo:
‘Hijo de hombre, ¿ves esto? Pues aún las verás cometer mayores atrocidades.’ Y me
llevó al atrio interior del templo. A la entrada del templo, entre el vestíbulo y el
altar, había unos veinticinco hombres que estaban mirando hacia el oriente y
adoraban al sol, de espaldas al templo del SEÑOR” (Ezequiel 8:15–16).
Según un artículo escrito por un investigador llamado Dan Olson, el culto
solar tuvo su origen y centro en la ciudad de Gabaón, y de allí se extendió a otros
centros del culto del Señor en Israel. Como parte de su reforma, el rey Josías y el
profeta Jeremías lucharon en contra del culto solar en el templo del Señor. En 2
Reyes 23:11, leemos que Josías “se llevó los caballos que los reyes de Judá habían
consagrado al sol y que se habían puesto en la entrada al templo del Señor, junto a
la habitación de Natán Mélec, el eunuco encargado del recinto. Josías también
quemó los carros consagrados al sol”. Según Olson, los adherentes a esta forma
aberrante del culto al Señor, identificaban al “SEÑOR Todopoderoso” (“Jehová de
los ejércitos” RV) con el sol, y los ejércitos con las estrellas. De este modo, el
Señor en forma de sol, gobernaba en medio de las estrellas. Por lo tanto, se rendía
culto no sólo al sol, sino también a las estrellas y demás cuerpos celestes. En 2
Reyes 23:5 leemos que los sacerdotes idólatras de Jerusalén quemaban incienso al
sol, a la luna y a los astros del zodíaco, y a todo el ejército de los cielos (Olson
2005:223–242). Puede observarse una asociación íntima entre porteros, portones
y los cuerpos celestes, en algunos escritos místicos que circularon entre grupos de
judíos en épocas y siglos anteriores a Cristo. En 1 Enoc 33–36; 72–82, hay una
descripción muy detallada acerca de las procesiones del sol, la luna y las estrellas, y
sus movimientos por las puertas celestes (Olson 2005:240).
Lo que llama la atención en esta reconstrucción de la historia de los porteros
de Israel, es la facilidad con la que un símbolo o metáfora llega a malinterpretarse
y llegar a ser, en parte, la causa de una creencia herética, o práctica errónea. En el
caso del llamado “Culto solar del SEÑOR”, se malinterpretaron expresiones que
comparaban al Señor con el sol. Una de las expresiones bíblicas que comparan al
Señor con el sol, la encontramos en el Salmo 84:11: “El Señor es sol y escudo.”
Otra es el Salmo 80:1: “Pastor de Israel, tú que guías a José como a un rebaño, tú
que reinas entre los querubines, ¡escúchanos! ¡Resplandece…!” Puede observarse
el mismo fenómeno de un símbolo reemplazando lo simbolizado, en nuestro
contexto latinoamericano. En muchas partes de nuestro mundo hispano, la cruz,
que por siglos ha servido como símbolo de Cristo y su obra redentora, ha llegado
a reemplazar al mismo Cristo y ser el objeto principal de la adoración. Sucede
particularmente en las llamadas fiestas de la Cruz de Mayo. En éstas las plegarias,
los cantos de alabanza y la adoración se dirigen a la madera de la cruz y no a
Cristo. La conexión entre el símbolo y lo que simboliza ha llegado a ser tan
íntima, que lo que se simboliza queda opacado por el símbolo.
EL SALMO 24 EN EL NUEVO TESTAMENTO
Las palabras del Salmo 24:1 son citadas dos veces por San Pablo en 1
Corintios 10:26, 28. Las mismas palabras han servido de base para la oración que
pronuncian los judíos antes de las comidas. Debe darse gracias a Dios por toda
clase de vianda, porque todo lo que se come ha sido creado por el Señor y todas
las cosas creadas por Dios son buenas. No es que, –como creían muchos gentiles–
algunos alimentos y bebidas fueron creados por un dios, y otros por otros dioses,
espíritus o demonios. Por eso San Pablo se expresa así: “no hay nada impuro en sí
mismo” (Romanos 14:14). Toda comida es limpia si se la consume para la gloria
de Dios y en su honor, y con acciones de gracias al Dios verdadero y no a los
ídolos. En cambio, las comidas no deben consumirse en un contexto en el que se
alaba y sacrifica a los ídolos, y cuando se da gracias a dioses falsos como, por
ejemplo, cuando se da gracias a Dionisio el dios del vino, por haber provisto la
bebida para la cena (Garland 2003:492).
USO LITÚRGICO
En la sinagoga moderna se entona el Salmo 24 como un salmo especial para la
Fiesta de Año Nuevo. Según el Talmud, los judíos entonaban este salmo cada
domingo en la época del segundo templo. En la iglesia cristiana, en cambio, se lo
ha utilizado para la Fiesta de la Ascensión, ocasión en la que se celebra la llegada
de Cristo victorioso, quien ha triunfado sobre la muerte y las fuerzas del mal, y
ahora hace su gran entrada en el templo celestial. Las puertas antiguas elevan sus
dinteles para dejar entrar al Rey de la gloria allí de donde había salido el día de su
excelsa encarnación. Delitzsch nos recuerda que originalmente el Salmo 24 fue el
gran himno de Adviento del AT, en que se celebraba la primera venida del Rey de
la gloria a su templo en Jerusalén, y que después fue entonado en espera de la
llegada del Rey Mesías en su venida al mundo, como lo expresa también
Malaquías 3:1.
Por consiguiente, la iglesia cristiana ha entonado el Salmo 24 como himno de
Adviento para celebrar la venida del Logos eterno al seno de la virgen y al corazón
del creyente. Así como la virgen abrió las puertas de su vida para dejar entrar al
Verbo encarnado, así también el salmo nos convoca ahora a nosotros, a fin de que
permitamos que el Rey de la gloria entre en nuestras vidas. ue la condición
humilde de Cristo, que viene como siervo sufriente, no sea para nosotros un
tropiezo, porque lo que trae el niño de Belén es bendición y justificación.
HIMNOS Y CANTOS
BASADOS EN LOS SALMOS DE ENTRADA
Culto Cristiano, 2
Culto Cristiano, 420
2. Resuma lo que representaba para Israel el arca del pacto. ¿Cuál era su
historia y su función en la historia sagrada del pueblo de Dios?
Descríbalo.
5. Resuma la historia del traslado del arca del pacto a Jerusalén en los días
del rey David. ¿Cuáles partes del Salmo 2 pudieran referirse a ese evento?
6. ¿Por qué se presta el salmo 24 para ser entonado por los cristianos en la
Fiesta de la Ascensión?
4. ¿En qué manera pueden los himnos de entrada ser empleados hoy en día
en las celebraciones litúrgicas de la iglesia y en la enseñanza de la
doctrina?
SALMO 110
En Génesis 14:17–20, encontramos el relato de cómo Abraham, con 318
hombres, rescató a su sobrino Lot y demás habitantes de Sodoma y Gomorra que
habían logrado escapar hacia los montes huyendo de uedorlaómer, rey de Elam
y sus aliados. Después de esta sorprendente derrota de sus enemigos, Abraham
llegó a la ciudad de Salén para dar gracias a Dios por haberle concedido la
victoria. El relato de Génesis dice que en Salén Abraham se encontró con
Melquisedec, rey de Salén y sacerdote del Dios altísimo, el cual le ofreció pan y
vino y lo bendijo con estas palabras: “¡ue el Dios altísimo, creador del cielo y de
la tierra, bendiga a Abram! ¡Bendito sea el Dios altísimo, que entregó en tus
manos a tus enemigos!” (Génesis 14:19–20). Y a continuación dice el relato:
“Entonces Abram le dio el diezmo de todo.”
Los investigadores e intérpretes del AT de todas las épocas, han quedado
intrigados con el relato y la figura misteriosa de Melquisedec quien, además de ser
un rey no israelita fue, al mismo tiempo, un sumo sacerdote que adoraba al Dios
verdadero y que celebró con Abraham lo que algunos creen haber sido una
celebración anticipada de la Santa Cena. uisiéramos saber algo más de
Melquisedec. uisiéramos preguntarle cómo llegó a ser, al mismo tiempo, rey y
sacerdote del Dios altísimo. uisiéramos preguntarle, además, por qué su nombre
aparece en el Salmo 110, el texto más citado del AT en el NT. ¿Cuál es la relación
que existe entre Melquisedec y el rey David por un lado, y entre Melquisedec y
Jesucristo por el otro, siendo que el autor de la Epístola a los Hebreos concede
tanta importancia a la figura de Melquisedec en su exposición de la persona y obra
de Jesucristo? (Hebreos 5:6; 6:20; 7:1–28).
Jesús, en sus debates con los fariseos y saduceos en el templo durante la
Semana Santa, también citó el Salmo 110, preguntándoles en cuanto a la
identidad última del “Señor” de quien se habla en el Salmo: “Mientras estaban
reunidos los fariseos, Jesús les preguntó: ¿ué piensan ustedes acerca del Cristo?
¿De quién es hijo? De David, le respondieron ellos. Entonces, ¿cómo es que
David, hablando por el Espíritu, lo llama ‘Señor’? Él afirma: ‘Dijo el Señor a mi
Señor: Siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies.’
Si David lo llama ‘Señor’, ¿cómo puede entonces ser su hijo? Nadie pudo
responderle ni una sola palabra, y desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más
preguntas” (Mateo 22:42–46).
Las preguntas que Jesús les hizo a sus oponentes acerca de la interpretación
del Salmo 110 dejaron tan confundidos a los fariseos que no se atrevieron a seguir
disputando con él. La cantidad de preguntas y cuestiones que han surgido en
relación con el Salmo 110, deben despertar nuestro interés al disponernos a
profundizar en su estudio.
De acuerdo con el epígrafe, el salmo es “De (o para) David, un salmo
(mizmor)”. Tal designación indica que fue escrito por David o para David. Los
investigadores remisos a aceptar que el mismo David sea el autor del salmo, dicen
que en los salmos y en los libros proféticos el nombre “David” puede utilizarse
como un título para designar a cualquier sucesor del segundo rey de Israel, y no
necesariamente al David histórico. La afirmación es verdadera. Sin embargo,
nuestra opinión es que el Salmo 110 es davídico y profético, por las palabras de
Jesús en Mateo 22, ya citadas.
Según Mateo 22:41–46, Marcos 12:35–37, y Lucas 20:41–44, en el Salmo
110 escuchamos la voz del David histórico profetizando de un nuevo David
mesiánico que vendrá en el futuro para redimir a Israel. El epígrafe davídico del
salmo ha sido y sigue siendo, tanto para judíos como para cristianos, la evidencia
de que se trata de un salmo mesiánico, cuyas palabras no tuvieron su
cumplimiento en David ni en alguno de sus descendientes y que, por lo tanto,
deben tenerlo en otro David que vendrá en el futuro (Davidson 1998:363). El
salmo apunta al futuro rey, el Mesías.
El Salmo 110 se encuentra en el quinto libro de los Salmos, lo cual indica que
llegó a ser parte de lo que llamamos el canon, en una fecha posterior a la
cautividad babilónica. ¿Por qué incluir en el salterio un canto para la
entronización de un gobernante que sería, a la vez, rey y sacerdote, en una época
en que ya no gobernaban reyes de la dinastía de David, a menos que fuera para
celebrar la coronación futura del rey mesiánico por venir? Muchos textos, en los
profetas, hablan de un nuevo David y un retoño del tronco de la dinastía davídica.
En Ezequiel 34:23–24 el profeta habla de un David que vendrá en el futuro:
“Entonces les daré (a las ovejas de Israel) un pastor, mi siervo David, que las
apacentará y será su único pastor. Yo, el SEÑOR, seré su Dios, y mi siervo David
será su príncipe. Yo, el SEÑOR, lo he dicho.”
En cuanto al nombre David, cuyo significado en hebreo es “el amado”, hay
quienes creen que David fue originalmente un título dado al segundo rey de
Israel, quien anteriormente tuvo otro nombre, ahora olvidado. Siendo que David
fue el príncipe “amado” por el Señor, su título llegó a reemplazar su nombre. Es
interesante observar que el segundo rey de Israel es la única persona en la Biblia
llamada David.
Los investigadores que han dedicado sus esfuerzos al estudio de antiguos
textos litúrgicos del antiguo Cercano Oriente, señalan que en el Salmo 110
encontramos extractos de una ceremonia de entronización del rey davídico en
Jerusalén. Incluidos en el salmo, aparecen trozos de la vieja liturgia utilizada en la
coronación de un rey en Jerusalén. La liturgia proviene, en parte, de la época en
que gobernaban los antiguos reyes jebuseos, antes de ser conquistada la ciudad
por David, y ahora incorporados a los cantos que celebran la coronación del
ungido del Señor que vino a remplazar a los antiguos reyes sacerdotes de
Jerusalén, descendientes, quizá, del gran Melquisedec.
110:1 Así dijo el SEÑOR a mi Señor: “Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies.”
El Señor entrega, aquí, su báculo o cetro al rey. Puede ser éste el momento de la
liturgia sagrada de coronación en que se le entrega al nuevo monarca el cetro con
el cual reinará. En el antiguo Cercano Oriente, el báculo o cetro siempre ha sido
un símbolo de autoridad y poder (Génesis 49:10). Recordemos que Moisés y
Aarón llevaban la vara de Dios (Éxodo 4:20), y que por medio del bastón sagrado
realizaron las señales y prodigios que resultaron en la liberación de Israel. Más
tarde, la vara de Aarón fue depositada en el arca del pacto. En un comentario
rabínico llamado la Genesis Rabbah, se conserva la tradición de que la vara o cetro
que se le entregó al rey en el Salmo 110:2 fue la misma vara de Aarón, y que se le
entregó este cetro a todos los reyes de linaje de David hasta la destrucción del
templo (Hay 1973:32).
En vez de traducir la primera parte de este versículo con las palabras: “Jehová
enviará desde Sión la vara de tu poder” RV, Kraus traduce: “¡Tu cetro poderoso
extiéndelo yahweh desde Sión!” Extender el cetro significa extender el gobierno
del rey tanto en sentido geográfico como en autoridad. En el código de
Hammurabi se encuentra la frase: “ue Shamash (el dios del sol) extienda su
cetro” ( Jonson 1967:130). En Números 24:15–29, donde encontramos la
palabra hebrea nem (oráculo), el profeta Balán declara: “Una estrella saldrá de
Jacob; un rey surgirá en Israel. Aplastará las sienes de Moab.” (“Saldrá estrella de
Jacob, y se levantará cetro de Israel, y herirá las sienes de Moab” RV). Está claro
que en el oráculo de Balán el cetro de quien habla es el mismo Mesías (Delitzsch
1976:3–189). Según San Justino Mártir, quien escribió en el siglo segundo, el
cetro del poder del Ungido se extiende al ser predicado a todas las naciones el
llamamiento al arrepentimiento (Hay 1973:49).
110:3 Tus tropas estarán dispuestas el día de la batalla, ordenadas en santa majestad. De las entrañas
de la aurora recibirás el rocío de tu juventud.
La imagen visual que proyecta el salmo es la del rey que va a la guerra en la última
gran batalla contra las fuerzas del mal. En el versículo 1 se pide al rey que se siente
a la derecha del Señor; ahora, en el versículo 5, el Señor está a su mano derecha
para darle apoyo en la contienda. En muchos grabados egipcios se ve a uno de los
dioses ubicado a la diestra del faraón, para prestarle ayuda. Debe notarse el modo
en que el v. 5 obra como una respuesta al clamor del salmista en el Salmo 109, en
que el que suplica se ve acosado por muchos adversarios, que con sus calumnias,
falsos testimonios y burlas, tratan de hundir al pobre que clama al Señor. El Salmo
109 termina con las palabras: “Por mi parte, daré muchas gracias al SEÑOR; lo
alabaré entre una gran muchedumbre. Porque él defiende al necesitado, para
salvarlo de quienes lo condenan” (Salmo 109:30–31).
Y ahora, en el Salmo 110, se celebra la realidad de que el Señor está a la mano
derecha de su Ungido. Su coronación y entronización han servido para taparles la
boca a los que juzgaban al que ora, del mismo modo que la resurrección de
Jesucristo, ascensión y entronización a la diestra de Dios ha servido de tapaboca
para todos aquellos que lo acusaron de ser un endemoniado, falso profeta,
revolucionario y Mesías fracasado. No es accidental que los escribas hayan
colocado al Salmo 110 a continuación del 109. Ambos salmos tienen que leerse
juntos y tienen que entenderse cristologicamente. En 1 Pedro 3:21–22, el apóstol
habla de la entronización de Jesús a la derecha del Padre. Y en Hechos 1:20 cita
también el Salmo 109:8, en que pide que otro sea nombrado para hacerse cargo
del oficio que ocupaba el traidor, Judas Iscariote. Es evidente que Pedro entiende
el Salmo 109 proféticamente, y que Jesucristo es el pobre inocente que pide ser
librado de los traidores y mentirosos que le han perseguido y juzgado.
El Salmo 110 relata cómo fue librado y vindicado el pobre que suplica, al
entregarle el SEÑOR su cetro de autoridad y brindarle un trono de gloria a su mano
derecha. La promesa que Jesús hace en Apocalipsis 3:21 consiste en que los que
han sido perseguidos por causa del evangelio, aparte de ser vindicados, también se
les permitirá sentarse con Cristo en su trono a la diestra de Dios: “Al que salga
vencedor le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, como también yo
vencí y me senté con mi Padre en su trono.”
110:6 Juzgará a las naciones y amontonará cadáveres; aplastará cabezas en toda la tierra.
Se presenta aquí al victorioso rey y sacerdote como el juez de todas las naciones. El
alcance universal de sus juicios indica que aquí se vislumbra la última batalla
escatológica, además del juicio final, y no simplemente una acción bélica y judicial
local.
Aplastar la cabeza del enemigo es asestarle el golpe mortal, es destruirlo
totalmente. Hay quienes creen que al hablar de aplastar cabezas enemigas, el
salmista podría estar aludiendo a Génesis 3:15, un pasaje en el que el SEÑOR Dios
habla de la venida de la simiente que le aplastará la cabeza a la serpiente. En
Romanos 16:20, y como parte de la bendición final que imparte a los hermanos,
el apóstol Pablo habla del día en que “el Dios de paz aplastará a Satanás bajo los
pies de ustedes”. Por cierto que será en este sentido que entonaremos el Salmo 110
desde nuestro punto de vista cristológico y escatológico.
110:7 Beberá de un arroyo junto al camino, y por lo tanto cobrará nuevas fuerzas.
Es evidente que Pablo alude al Salmo 110:1 al declarar que: “Es necesario que
Cristo reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Corintios
15:25). Los enemigos de quienes habla son los mismos que el apóstol enumera en
Efesios 6:12: “Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra
poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de
tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales.” La
ciudad de Éfeso, donde vivían los destinatarios de la carta de Pablo, fue notoria en
los tiempos del NT por ser un centro de hechicería, brujería y ocultismo. A fin de
asegurarles a los creyentes de Éfeso y la provincia romana de Asia Menor la
superioridad de Cristo y su autoridad sobre todas las fuerzas satánicas, el apóstol
apela al Salmo 110 para afirmar uno de los artículos de fe más importantes de la
iglesia primitiva: la entronización del Señor a la diestra del Padre.
ue Jesucristo esté a la diestra del Padre significa que le han sido otorgados
autoridad y poder. uiere decir que los evangelizadores y misioneros cristianos
pueden salir victoriosos en los “encuentros de poder” con las fuerzas del mal.
Pueden echar fuera a los espíritus inmundos en el nombre de Jesús, y atar a los
agentes de Satanás, como lo hicieron los apóstoles con el hechicero Simón
(Hechos 8:20–24) y el falso profeta Barjesús (Hechos 13:9–11). La Carta a los
Colosenses es otro escrito que pone énfasis tanto en la entronización de Cristo a
la diestra del Padre (Colosenses 3:1) como en la superioridad y autoridad de
Cristo sobre todo espíritu o ángel (Colosenses 1:16; 2:15). El problema que había
en Colosas era que hubo quienes se sintieron tentados a rendir culto no sólo a
Cristo, sino también a otros poderes y espíritus. Las alusiones al Salmo 110 en las
cartas a los efesios y a los colosenses, se prestan para poner énfasis en que la
plenitud de los poderes divinos pertenecen a aquel que está a la diestra de Dios y
que, por lo tanto, no es solamente inútil sino que es también idolatría rendir culto
a cualquier espíritu o ángel fuera de Jesucristo.
Marcos 14:62, un texto que ya ha sido citado, relata la defensa de Jesús ante
Caifás y el Sanedrín, ocasión en la cual Jesús relaciona el Salmo 110:1 con el
Salmo 8:6 y con Daniel 7:13–14, en que se profetiza la venida del Hijo del
hombre con los santos del Altísimo, para establecer su reino eterno y juzgar y
destruir los reinos impíos de las cuatro bestias. Al decir Jesús a Caifás: “Y ustedes
verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en
las nubes del cielo”, se identifica con el misterioso Hijo del hombre, quien será el
juez de vivos y muertos en el Juicio Final. Efectivamente, Jesús le dice a Caifás:
“Ahora tú me juzgas a mí y decretas mi condena. Tú eres el juez y a mí me juzgas.
Sin embargo, se cambiarán los papeles. Llegará el día en que tú, señor Caifás, serás
juzgado, y yo seré tu juez, porque yo soy aquel Hijo del hombre que ha sido
nombrado juez de vivos y muertos. El trono en el cual se sentará el Hijo del
hombre a la diestra del Señor es también un trono de juicio.” Al respecto, es
interesante observar que en el mundo griego Dike, la diosa de la justicia penal,
está representada sentada a la diestra de Zeus, desde donde dicta sentencias en el
nombre del dios (Hay 1973:127).
3. Lea el Salmo 109. Haga una lista de las afinidades que ligan el Salmo 109
con el Salmo 110. ¿Cuál es la queja del que ora en el Salmo 109, y cuál la
respuesta que recibe su lamento, en el Salmo 110?
4. Explique por qué el Salmo 110 llegó a ser el más citado por los escritores
del NT. ¿Cuáles son las doctrinas de la iglesia primitiva afirmadas por una
lectura cristológica del Salmo 110?
5. ¿Por qué podemos decir que el Salmo 110 es tanto un salmo real, como
davídico, mesiánico y marcial? ¿Cuál es el enfoque principal del Salmo
110? Explique.
11. ¿ué parte del Salmo 110 ha sido para usted de mayor impacto al
estudiar este himno tan antiguo?
SALMO 22
Los escribas consideran que el Salmo 22 era un salmo de David, lo mismo que la
gran mayoría de los salmos del primer libro del salterio. Hay muchos incidentes
en la vida de David que pudieron haber servido de inspiración para este salmo. Si
realmente lo escribió David, u otro, sigue siendo materia de debate en el gremio
de los intérpretes y comentaristas. Una cosa, sin embargo, debe ser evidente para
el lector concienzudo, y ésta es, que Jesucristo en la cruz aludió al Salmo 22:1. Y
hay muchas alusiones más al salmo en los relatos evangélicos relacionados con la
pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Son señales evidentes de que este gran
himno es mucho más que el reflejo de un incidente en la vida de David u otro de
los santos del AT. En un nivel más profundo, el Salmo 22 habla de la pasión,
muerte y restauración de un rey más grande que David; y es por tal dimensión de
futuro que el salmo ha sido llamado mesiánico, pues apunta al Rey Mesías,
nuestro Señor Jesucristo.
22:1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Lejos estás para salvarme, lejos de mis
palabras de lamento.
Según las palabras de la mujer sabia del pueblo de Tecoa, enviada por Joab para
aconsejar al rey David: “Así como el agua que se derrama en tierra no se puede
recoger, así también todos tenemos que morir” (2 Samuel 14:14), parece ser que
la expresión “ser derramado como agua” fue un dicho popular que quería decir
morir, sin esperanza de resucitar. Aunque no está muerto aún, el que ora siente
como si ya lo estuviera. La figura de la cera que se derrite delante del fuego se
emplea también en el Salmo 68:2, para describir la suerte que les espera a los
enemigos del Señor el día de su venida para juzgar la Tierra.
Para algunos comentaristas, como Kraus, el que ora describe con estos
versículos su condición física, su cuerpo agotado por los efectos de la enfermedad
terminal que padece. La fiebre que le quema el cuerpo convierte sus carnes en
agua, fundiendo los tendones como cera y descoyuntando los huesos. Tan
ardiente es la fiebre que la lengua le queda calcinada en la boca (Tostengard
1992:167).
Otros comentaristas opinan que el mal que sufre el salmista parece ser una
enfermedad producida por los espíritus malignos invocados por los hechiceros
para acabar con el fiel siervo del Señor. Leyendo las palabras del salmista, los
lectores relacionados con el mundo del ocultismo quizá llegarían a la conclusión
de que aquí tenemos la víctima de un hechizo, maldición o mal de ojo. Para quien
conoce el mundo oculto del vudú o la santería, no le sería difícil ver aquí a una
persona presa del demonio. Otros intérpretes creen que el salmista emplea
expresiones estereotípicas de la semántica de la enfermedad, con el fin de describir
su condición espiritual. Es decir, al hablar de los síntomas de una enfermedad
terrible, quizá la peste, el que ora expresa cómo se siente frente a otro problema,
como por ejemplo, ser condenado por algo que no hizo, o ser exiliado, o víctima
de un golpe de estado, como lo fue David al ser traicionado por su propio hijo
Absalón.
Los evangelistas vieron en estos versículos una descripción de Jesús
desfigurado como consecuencia de las terribles torturas a las que fue sometido por
quienes le atormentaron: los latigazos, la corona de espinas, los clavos y la sed que
padeció en la cruz. El Salmo 22 no es el único pasaje de las Escrituras que cuenta
cuán desfigurado quedó el Siervo de Dios. En Isaías 52:14, leemos: “Muchos se
asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su
aspecto!” Y en Isaías 53:2: “No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto
no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable.” El Salmo 22 ha servido,
juntamente con el Salmo 88, para dar énfasis a la agonía tanto física como
espiritual de Jesucristo en su Pasión.
22:16 Como perros de presa, me han rodeado; me ha cercado una banda de malvados; me han
traspasado las manos y los pies.
El que suplica es alguien que está tan destruido y demacrado, que se le pueden
contar todos los huesos. Tiene ya la apariencia de un muerto, y pronto será
llevado al seol, el reino de la muerte. Ya no le queda mucho tiempo. Así pues,
mientras el que suplica aún respira, sus enemigos, sin embargo, ya lo consideran
muerto, y por lo tanto lo despojan de sus vestiduras. Mientras todavía yace en su
lecho, medio vivo y medio muerto, le quitan sus peroles y demás trastos.
En su relato de la Pasión, San Juan cita el Salmo 22:18 al describir la manera
en que los soldados se repartieron entre sí la ropa del crucificado y echaron suertes
para ver a quién le tocaba quedarse con su túnica ( Juan 19:24). Lillegard observa
que, para poder contar los huesos de la víctima es necesario desnudarlo primero.
De este modo se considera la desnudez del que suplica como un anticipo de la
desnudez a la que fue sometido el Señor en su Pasión y muerte (Lillegard
1972:56).
22:19–21 Pero tú, SEÑOR, no te alejes; fuerza mía, ven pronto en mi auxilio. Libra mi vida de la
espada, mi preciosa vida del poder de esos perros. Rescátame de la boca de los leones; sálvame de los
cuernos de los toros.
Con frecuencia los salmos describen a los enemigos de los justos como fieras que
intentan acabar con la vida del que suplica. Los enemigos así descritos no son
solamente los seres humanos que conspiran contra el justo, sino también los
demonios y espíritus malos que trastornan los caminos de los justos y procuran su
perdición. Siendo que en el antiguo Cercano Oriente, y en muchas sociedades del
mundo actual, los enemigos del justo emplean las artes satánicas como parte de su
arsenal de armamentos, es imposible separar nítidamente los enemigos humanos
de los espirituales. Los humanos suelen pedir el apoyo de los poderes infernales
para el logro de sus proyectos, en tanto que los poderes y potestades de las
tinieblas hacen sentir su presencia en las injusticias que sufren los siervos de Dios
(Efesios 6:11–18).
Los leones, perros, y toros que se unieron en la conspiración contra Jesús, y
que estuvieron reunidos al pie de la cruz para mofarse de su agonía, no fueron
solamente los saduceos, fariseos y escribas, sino también los príncipes de las
tinieblas. Tanto la lucha de Jesús como la nuestra, no se libra sólo contra carne y
sangre, sino también contra aquel león rugiente, nuestro enemigo el diablo, que
ronda buscando a quien devorar (1 Pedro 5:8).
22:22–24 Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. ¡Alaben al
SEÑOR los que le temen! ¡Hónrenlo, descendientes de Jacob! ¡Venérenlo, descendientes de Israel!
Porque él no desprecia ni tiene en poco el sufrimiento del pobre; no esconde de él su rostro, sino que
lo escucha cuando a él clama.
De pronto, como sucede en muchos de los lamentos del salterio, nos encontramos
aquí con un cambio radical de tono en el desarrollo del salmo. Los gritos
angustiantes y desesperados del que suplica se remplazan con aclamaciones de
victoria y acciones de gracias. Lo que comenzó como una vigilia fúnebre se ha
convertido en una gran celebración y banquete, en el que comen y se sacian no
sólo los poderosos de la tierra, sino también los más humildes. Hemos llegado al
momento de transición del salmo, en el que pasamos del estado de desconcierto al
de reorganización. ¿ué ha pasado?
Hay quienes creen que el que ora recibió un oráculo de salvación, o sea, un
anuncio de parte de un profeta o levita cantor inspirados, que le comunican que la
enfermedad o el mal que padece será resuelto mediante una intervención
milagrosa del Señor. Nosotros creemos que lo que el que suplica recibió no es
solamente un oráculo de salvación, sino la salvación misma. Según nuestro
parecer, la circunstancia del que ora es muy similar a la del rey Ezequías, conforme
al relato de Isaías 38. Leemos allí que el buen rey Ezequías, que tan valientemente
había enfrentado a los asirios en el asedio de Jerusalén, cayó enfermo de muerte.
El profeta Isaías fue a verlo con el anuncio: “Así dice el SEÑOR: ‘Pon tu casa en
orden, porque vas a morir; no te recuperarás’; Ezequías volvió el rostro hacia la
pared, y le rogó al SEÑOR: ‘Recuerda, SEÑOR, que yo me he conducido delante de
ti con lealtad y con un corazón íntegro, y que he hecho lo que te agrada.’ Y
Ezequías lloró amargamente.”
En los versículos 10–20 del mismo capítulo, encontramos el lamento y la
oración que Ezequías elevó al Señor y que, por supuesto, se asemejan bastante al
Salmo 22. Por ejemplo, Ezequías se lamenta de que el Señor, como león, le quebró
todos los huesos (v. 13). En el Salmo 22 se habla de huesos dislocados (vv. 14, 17)
y leones que desgarran (v. 13). En el Salmo 22 los enemigos del salmista parecen
ser sus rivales políticos o, quizá, los demonios que producen la enfermedad,
mientras que en el salmo de Ezequías el enemigo principal es el mismo seol, el
reino de la muerte. En la historia de Ezequías, el momento de transición del
desconcierto a la reorganización ocurre mediante un triple prodigio. En primer
lugar, el rey recibe un oráculo de salvación del Señor, articulado por el profeta
Isaías: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas; voy a darte quince años
más de vida” (Isaías 38:5).
En segundo lugar, el rey Ezequías recibe una señal profética que confirma las
palabras del oráculo de salvación: “Y ésta es la señal que te daré para confirmar lo
que te he prometido: Haré que en la escala de Acaz la sombra del sol retroceda las
diez gradas que ya ha bajado” (Isaías 38:7–8). En tercer lugar, Ezequías sanó de su
grave enfermedad, pues el profeta Isaías tomó una pasta de higos y la aplicó en la
llaga de Ezequías, y el rey se recuperó (Isaías 38:21). Hay quienes creen que la
enfermedad que padeció Ezequías fue la peste bubónica, y que esta pestilencia fue
el instrumento del ángel del Señor para aniquilar a los ciento ochenta y cinco mil
asirios, frente a los muros de Jerusalén (Isaías 37:36). La palabra traducida como
llaga también puede designar un tumor, como los tumores o bubones que
aparecen en el cuerpo del afectado de la peste bubónica (Barker 2001:31–42). Al
relatar la manera milagrosa como Ezequías fue curado de la enfermedad que lo
tuvo a las puertas de la muerte, no proponemos que sea Ezequías el autor del
Salmo 22 ó que existe una relación directa entre la liberación de Ezequías y la del
salmista, sino que decimos que la angustia de Ezequías, la gravedad de su
situación y el modo como experimentó la liberación milagrosa, nos hacen pensar
que algo muy similar pudo haber ocurrido en la circunstancia del que suplica en el
Salmo 22.
22:25–26 Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea; ante los que te temen cumpliré mis promesas.
Comerán los pobres y se saciarán; alabarán al Señor quienes lo buscan; ¡que su corazón viva para
siempre!
Las palabras del que ora nos revelan que el salmista había hecho el voto de dar
testimonio ante todos los hermanos de la gran congregación, de la restauración
que el Señor había obrado en él. En el templo de Esculapio, en la antigua ciudad
de Corinto, los enfermos que habían sido curados solían dejar en el templo del
dios de la medicina pequeñas réplicas de arcilla de las partes del cuerpo que
fueron sanadas. En diferentes partes de México y en ciertos países de América
Central, al rezar a su santo los enfermos prometen traer al altar una ofrenda
votiva, o sea, una pequeña pieza de plata que tiene la forma del miembro sanado.
Nosotros creemos que el voto hecho por el salmista al Señor consistió en
ofrecer un testimonio público de su restauración, y un sacrificio de acción de
gracias al Señor tan abundante, que permitiera la participación de toda la
congregación en el banquete de salvación. Habrá tanta carne y vino que hasta los
más humildes quedarán saciados. Creemos, además, que el testimonio público
ofrecido por el salmista cumpliendo su voto adoptó la forma de un himno de
acción de gracias entonado ante la gran asamblea, y que el Salmo 22 es el tal
himno de alabanza. De modo que el Salmo es el Te Deum Laudamus, un gran
himno de alabanza como el que tenemos en el himnario Culto Cristiano en las
páginas 50–52. Los príncipes cristianos de Europa solían encargar la composición
de un Te Deum para celebrar una gran victoria u otro acontecimiento magno,
como una coronación o el nacimiento de un heredero al trono. El rey Jorge de
Inglaterra, por ejemplo, encargó al insigne compositor musical luterano Jorge
Federico Haendel a escribir el Te Deum de Dettlingen para celebrar la victoria de
sus tropas en la Guerra de la Sucesión Austriaca.
El Te Deum Laudamus de nuestro himnario Culto Cristiano, que es parte del
Oficio de Maitines, no se escribió para celebrar una victoria cualquiera, en su
momento considerada un gran suceso en la historia de las naciones y hoy día ya
casi olvidada. Porque el Te Deum Laudamus que los cristianos entonan en sus
asambleas litúrgicas se canta para celebrar la restauración y el triunfo más grande
de todos los tiempos: la resurrección de Jesucristo de los muertos. Y, como
veremos, el Salmo 22 parece ser un anticipo y una celebración no sólo de la
restauración y victoria del salmista, sino también de las de Jesucristo.
La participación de los más humildes y abatidos de la tierra en el banquete de
salvación, nos habla de la naturaleza del reino de Dios. Como regla general, los
reyes de los gentiles y lo selecto de los que dominan en el mundo, convidan a sus
celebraciones solamente a los de su misma clase social. Pero el Señor procura
primeramente a los que viven al margen respecto de las riquezas mundanas, a fin
de que ellos participen del banquete de la salvación. Por esto Jesús declaró: “Más
bien, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los
ciegos. Entonces serás dichoso, pues aunque ellos no tienen con qué
recompensarte, serás recompensado en la resurrección de los justos” (Lucas
14:13–14). En la Eucaristía, en la cual se nos convida a participar
anticipadamente del banquete de la salvación, los humildes no son puestos al
margen, sino que se les da un puesto de honor, no en virtud de su pobreza, sino en
virtud de aquel que siendo rico se hizo pobre a fin de que nosotros, por medio de
su humillación, pudiésemos llegar a ser ricos. Desde el punto de vista del NT, y
también de los Salmos, los humildes son todos los que reconocen su pobreza
espiritual y no buscan refugio ni en las riquezas materiales ni en supuestas obras
de santidad, sino en la virtud de los sufrimientos del rey Mesías.
22:27–28 Se acordarán del SEÑOR y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él se
postrarán todas las familias de las naciones, porque del SEÑOR es el reino; él gobierna sobre las
naciones.
Por el hecho de que la restauración y victoria del que suplica las celebran no sólo
los israelitas reunidos en el santuario, sino todas las familias de las naciones, queda
claro que, al componer el salmo, el salmista ya tenía en mente no solamente su
propia restauración, sino también la del futuro rey Mesías. La restauración y
resurrección del rey Mesías las celebrarán no sólo los ricos y poderosos; los más
humildes serán saciados en el gran banquete del Hijo del Señor. “Luego dijo a sus
siervos: ‘El banquete de bodas está preparado… Vayan al cruce de los caminos e
inviten al banquete a todos los que encuentren.’ Así que los siervos salieron a los
caminos y reunieron a todos los que pudieron encontrar, buenos y malos, y se
llenó de invitados el salón de bodas” (Mateo 22:8–10). La restauración del que
suplica, celebrada en el Salmo 22, es un tipo de la victoria de Jesús sobre la muerte,
el pecado y todos sus enemigos, tanto terrenales como espirituales.
22:29 Festejarán y adorarán todos los ricos de la tierra; ante él se postrarán todos los que bajan al
polvo, los que no pueden conservar su vida.
No sólo los humildes, sino también los poderosos de la tierra tendrán parte en el
banquete que celebra la restauración del que ora. Los poderosos son los reyes y
gobernantes de las naciones del mundo mencionadas en el versículo 27. Su
participación en la celebración de la victoria del que suplica, implica el
reconocimiento de que él es el Señor que Dios ha escogido para gobernar el
mundo. Es evidente que el salmo tiene en mira no a cualquier moribundo que
haya tenido una curación milagrosa, sino la exaltación y el señorío del rey Mesías.
Llama la atención la frase que se refiere a la reverencia que rendirán al Ungido
del Señor todos los que bajan al polvo. Los que bajan al polvo son los ya muertos.
En Génesis 3:19, el hombre creado del polvo de la tierra es condenado a volver a
la misma tierra de la cual fue sacado: “Porque polvo eres y al polvo volverás.” El
que suplica, aquí en el Salmo 22, y que había sufrido la humillación de los que son
aplastados contra el polvo, contempla ahora, proyectado en el futuro, el homenaje
de todos los que bajan al polvo (Alonso 1995:380).
La realidad de que los muertos rendirán homenaje al que fue liberado y
restaurado, quiere decir que la barrera que separa a los vivos de los muertos ha
sido rota, y que la esperanza de la liberación de la muerte brindada en el salmo
incluye a los que ya se encuentran en el reino de la muerte. Leyendo el Salmo 22
desde el punto de vista del NT, podemos afirmar que solamente en Jesucristo los
muertos podrán llegar a rendir homenaje al Señor. Jesucristo es las primicias, el
primer fruto maduro de la resurrección de todos los muertos. Su resurrección es la
garantía y expectativa de todos los que han bajado al polvo y que carecen de la
capacidad de conservar su propia vida.
22:30–31 La posteridad le servirá; del Señor se hablará a las generaciones futuras. A un pueblo que
aún no ha nacido se le dirá que Dios hizo justicia.
1. ¿Cuál es el sentido (v. 10) en el que el Señor actuó como comadrona del
salmista?
2. ¿ué finalidad tienen, o qué función cumplen, las largas reseñas históricas
de los salmos? ¿ué función cumplen los versículos 3–5 del Salmo 22?
3. Haga una lista de los animales salvajes que se encuentran en el Salmo 22.
¿ué significan o simbolizan los animales? ¿ué función cumplen en la
interpretación del salmo?
6. Haga una lista de las alusiones a la Pasión de Cristo en el Salmo 22. ¿En
qué pueden ayudar estas alusiones para una mejor comprensión de lo que
Cristo sufrió? ¿En qué nos ayuda la Pasión de Cristo para una mejor
comprensión del Salmo 22?
10. ¿ué relación puede encontrar entre el Salmo 22, el Salmo 18 e Isaías 53?
11. ¿ué significa para usted la frase del versículo 3: “¡tú eres la alabanza de
Israel!”?
12. ¿Cuál será la suerte de los animales salvajes, en Ezequiel 39:18; Isaías
34:7–8; e Isaías 11:6–9?
13. ¿ué significa la identificación del que ora con los moribundos y los ya
muertos, en la última parte del salmo?
5
Los salmos penitenciales
SALMO 51
El Salmo 51 es el más conocido de los siete salmos penitenciales. Los otros son:
Salmos 6, 32, 38, 102, 130 y 143. Se los llama salmos penitenciales, no tanto
porque fueran escritos por penitentes, o para ser usados en un rito de penitencia
en el templo, sino porque en la iglesia medieval los sacerdotes católicos solían
pedir a los penitentes que rezaran los siete salmos, como parte de su penitencia o
satisfacción. De acuerdo con la primera regla de San Francisco de Asís, los monjes
franciscanos debían rezar diariamente el Salmo 51, más conocido por su nombre
en latín, Miserere mei, Deus (Holladay 1993:174).
TRES MARCOS DE REFERENCIA
En nuestro análisis consideraremos tres diferentes modos de enfocar el Salmo
51 y de entender el contexto. Los tres enfoques no son necesariamente
contradictorios. Pueden ser, al menos en parte, complementarios, ya que el salmo
se presta y se ajusta a nuevas circunstancias y nuevos contextos. De otro modo, no
habría sobrevivido tantos años dentro del templo, la sinagoga y la iglesia cristiana.
El primer modo de entender el salmo está en relación con el epígrafe que le
fue añadido por los escribas, y que dice: “Al director musical. Salmo de David,
cuando el profeta Natán fue a verlo por haber cometido David adulterio con
Betsabé.” Los eruditos que pusieron el epígrafe al salmo, interpretaron que éste
fue la confesión de pecado del rey David, después que el profeta Natán fuera para
enjuiciarlo por su adulterio con Betsabé, y por ser el autor intelectual de la muerte
de Urías el hitita, según se relata en 2 Samuel 11 y 12. David, después de haber
reinado varios años sobre las doce tribus en Jerusalén, gobernando a su pueblo
con justicia y ecuanimidad, descuidó sus obligaciones cayendo en un terrible
pecado mortal.
Mientras se paseaba por la azotea del palacio, vio desde allí a una mujer muy
hermosa que se estaba bañando. La mujer era Betsabé, nieta de su fiel consejero
Ajitofel y esposa de Urías el hitita, uno de los treinta valientes de David, cuyos
nombres aparecen en 2 Samuel 23:8–39. uizá, como parte de una crisis de la
mitad de la vida, David se obsesionó con Betsabé y no descansó hasta que logró
acostarse con ella y dejarla encinta. Con la intención de encubrir su pecado de
adulterio, y al mismo tiempo añadir a Betsabé a su harén, David consiguió que
Urías el hitita fuera colocado en la primera fila de guerreros en una batalla contra
los amonitas, a fin de que cayera en el combate. Habiendo eliminado de este
modo al esposo de Betsabé, mandó buscarla, ahora viuda, y hacerla su mujer. El
profeta Natán fue enviado a confrontar a David. Por medio de la parábola del
pobre campesino y su ovejita, le hizo ver la gravedad de su pecado. Nos dice 2
Samuel 12:13 que David después de escuchar las palabras del profeta, confesó su
crimen con la declaración “He pecado contra el SEÑOR”. Estas palabras, nos dicen
muchos eruditos, constituyen un resumen de una confesión mucha más profunda
y mucho más larga.
Según los rabinos y muchos intérpretes cristianos, incluyendo a Lutero y
Calvino, la confesión más profunda y extensa es lo que leemos en el Salmo 51.
Siendo que el epígrafe comienza con las palabras “Al director musical”, hay
intérpretes que creen que el salmo fue parte de una solemne ceremonia litúrgica
de confesión y absolución, que solía celebrarse anualmente en un festival en que se
recordaban los acontecimientos principales de la vida de David, mediante
procesiones, lecturas del libro de Samuel y la entonación de las oraciones de
David. Otros investigadores dudan de que David fuera realmente el autor del
Salmo 51. Personalmente no comparto tales dudas. La fuerza, la intensidad y la
profundidad de expresión que encontramos en el salmo, cuadran perfectamente
con lo que sabemos del carácter de David, en base a nuestra lectura de los libros de
Samuel. Claro está, el salmo no menciona a David ni a los demás protagonistas en
el relato del adulterio de David. Pero como en casi todos los otros salmos, tales
referencias han sido suprimidas a fin de facilitar la apropiación de este canto
penitencial tanto por otros penitentes como por la asamblea penitente que se
postra ante Dios en el templo, la sinagoga y la iglesia.
De acuerdo con el segundo modo de enfocar el Salmo 51, el penitente cuya
oración se lee en el salmo no es el rey David, sino otro rey que gobernaba durante
los últimos años del reino de Judá. Edward Dalglish, que ha escrito todo un libro
sobre el Salmo 51, cree que los profundos conceptos teológicos en cuanto a la
naturaleza de la verdadera adoración, que encontramos en el salmo, tienen mucho
en común con las ideas expresadas en los libros de Isaías y Jeremías y, por lo tanto,
provienen de la época de los grandes profetas literarios.
Dalglish cree que el penitente, cuya voz se oye en el Salmo 51, bien podría ser
el buen rey Josías, quien al escuchar la lectura de la Tora después que fue hallada
en el templo por el sumo sacerdote Jilquías, en el decimoctavo año de su reinado,
quedó profundamente conmovido (2 Reyes 22:13). Horrorizado por los juicios
que la Tora anuncia sobre el pueblo idólatra, rebelde y adúltero, el rey Josías,
como representante de todo Judá y en nombre del pueblo mismo, confiesa ante el
Señor todos los pecados cometidos. El penitente, según esta manera de entender
el salmo, no es David, aunque el salmista emplea términos y conceptos, y hay
alusiones, que evocan lo que sucedió en la vida del segundo rey de Israel.
El penitente, según Dalglish, es Jerusalén, todo el pueblo de Judá, que ha sido
condenado por las palabras de la ley y las denuncias de los grandes profetas. Así
como Daniel (Daniel 9) ora, pidiendo perdón por el pueblo rebelde de Judá y
Jerusalén, y Esdras (Nehemías 9 y Esdras 9) confiesa los pecados de Israel, así
Josías, el rey davídico, toma sobre sí mismo la transgresión y rebelión de su
pueblo, se declara culpable por los pecados de Judá e implora, por las
misericordias de yahweh, la absolución.
Hay aún un tercer modo de enfocar el salmo, que corresponde a la lectura
intertextual sugerida por Luis Alonso Schökel. Según Schökel, los Salmos 50 y 51
deben ser considerados como uno solo, en el cual el 51 es visto como la respuesta
que se brinda a la circunstancia planteada en el 50. El Salmo 50 anuncia la venida
escatológica de Dios, para juzgar no sólo a David o a Judá, sino a todo el mundo.
Ante el resplandor del Señor en su epifanía, ante el fuego consumidor de sus
juicios y ante las acusaciones de infidelidad contra su pueblo, ¿qué hará Israel? El
Día del Señor vendrá. ¿Cómo responderá Israel al anuncio de su venida para
juzgar a su pueblo? Según Schökel, el Salmo 51 nos brinda la respuesta: Israel
tendrá que confesar su pecado con toda sinceridad. Entonces podrá recibir la
absolución de Dios. Según este esquema, se puede observar en los Salmos 50–51
tres pasos: acusación, confesión y absolución. La acusación, semejante a las
acusaciones formales en un litigio, se encuentra en el Salmo 50. Esta acusación es
anunciada por el mismo yahweh. La confesión y absolución se encuentran en el
Salmo 51 y son la respuesta de Israel o del rey davídico que habla en nombre de su
pueblo.
Schökel opina que este esquema de acusación, confesión y absolución,
proviene de una liturgia penitencial que solía celebrarse en el templo. Es posible
observar la presencia de los tres pasos en la historia del pecado de David, del cual
ya hemos hablado. En el caso del rey David, la acusación se encuentra en las
palabras de Natán (2 Samuel 12:7 y ss.): “¡Tú eres ese hombre!… ¿Por qué,
entonces, despreciaste la palabra del SEÑOR haciendo lo que me desagrada?
¡Asesinaste a Urías el hitita para apoderarte de su esposa! ¡Lo mataste con la
espada de los amonitas!” De forma muy resumida, 2 Samuel 12:13 nos brinda la
confesión de David y la absolución de Natán: “¡He pecado contra el SEÑOR!”,
reconoció David ante Natán. “El SEÑOR ha perdonado ya tu pecado, y no morirás,
contestó Natán.”
Según Schökel, la ubicación del Salmo 51 en el salterio inmediatamente
después del Salmo 50, nos indica que debe ser entonado no sólo como una
confesión del rey David, sino de todo el pueblo de Israel. Porque, al igual que el
rey David, el pueblo de Israel está acusado de infidelidad y se encuentra sujeto a la
condenación del Dios de los dioses, quien llega como un fuego consumidor para
juzgar a su pueblo (Salmo 50:4). El Salmo 50 es un incesante llamamiento, de
parte de Dios, a arrepentirse de corazón y no sólo con ceremonias, ritos y
sacrificios. En todo el salmo no se oye la voz del salmista, ni la del penitente, ni la
de Israel. Es Dios, y sólo Dios, quien habla, llama, exhorta, invita, amenaza y
promete. Debe ser obvio que el Salmo 50 es el prólogo que precede el Salmo 51,
en tanto que éste es la respuesta a aquél.
En el Salmo 50 no se oye la voz del penitente, sino sólo la voz de Dios; y en el
Salmo 51 no se oye la voz de Dios, sino sólo la oración del penitente. Los dos
salmos, 50 y 51 fueron colocados juntos intencionalmente en el salterio para ser
entonados juntos y para interpretarse el uno al otro. Son los dos lados de la misma
moneda, son las dos tablas de otro de los muchos dípticos que encontramos en el
salterio.
Así pues, el Salmo 50 se ve como la clave para entender el Salmo 51; es el
único de los Salmos de Asaf, que se halla en el segundo libro de los salmos. Todos
los demás Salmos de Asaf, se encuentran en el tercer libro. Es muy probable que
los levitas y escribas que editaron el salterio, cambiaran el Salmo 50 de lugar,
quitándolo del tercer libro y ubicándolo allí donde se encuentra ahora, el
complemento perfecto del Salmo 51.
Habiendo esbozado los tres diferentes modos de ubicar el Salmo 51 dentro de
la historia del pueblo de Dios y su culto, procederemos ahora a profundizar en su
teología. Es una tarea en la que trataremos de estudiar el salmo desde los tres
puntos de vista mencionados anteriormente.
51:1–2 Ten compasión de mí, oh Dios, conforme a tu gran amor; conforme a tu inmensa bondad,
borra mis transgresiones. Lávame de toda mi maldad y límpiame de mi pecado.
Comentando respecto de este versículo, Martín Lutero señala con mucho énfasis
que la diferencia existente entre los verdaderos santos y los falsos es que aquéllos
reconocen sus transgresiones y tienen conciencia de no ser lo que deben ser; se
juzgan a sí mismos y no a los demás. En cambio, los que son falsos e hipócritas, no
perciben su maldad y se imaginan que son lo que deben ser. Se olvidan de sus
transgresiones y juzgan la maldad de los demás (Lutero 1958:167).
51:4 Contra ti he pecado, sólo contra ti, y he hecho lo que es malo ante tus ojos; por eso, tu sentencia
es justa, y tu juicio, irreprochable.
El salmista no afirma que haya nacido hijo ilegítimo, o que el mero acto de nacer
sea algo pecaminoso de por sí. La concepción, de por sí, no es pecaminosa, según
han afirmado algunos maestros gnósticos. Dios mismo fue quien le concedió hijos
a Lea (Génesis 29:31) y a Raquel (Génesis 30:22–23). Dios mismo está presente
en todo el proceso del embarazo, según lo afirma la Escritura en Job 10:8 y el
Salmo 139:13. En otras palabras, no es el acto sexual de los padres lo que
convierte al hijo en pecador.
El salmista afirma, más bien, que no son sus transgresiones, maldades y
rebeliones que han hecho de él un pecador, sino la realidad de que siempre ha sido
pecador, desde el día de su concepción, y que tal circunstancia le ha inducido a
cometer los pecados que vino a confesar. El salmo afirma aquí lo mismo que
articuló Jesús al declarar: “Un árbol bueno no puede dar fruto malo, y un árbol
malo no puede dar fruto bueno” (Mateo 7:18). Los malos frutos producidos en la
vida del penitente del Salmo 51, son una evidencia contundente de que el salmista
ha sido árbol malo mucho antes de la aparición del primer fruto malo.
Los que pertenecemos al género humano cometemos pecado porque somos
pecadores. No somos árboles malos porque producimos frutos malos;
producimos frutos malos, porque somos árboles malos. Y, al mismo tiempo,
somos responsables por los frutos malos que producimos. El salmista reconoce su
responsabilidad. No le echa la culpa a los demás, ni al diablo, ni a la mala suerte,
ni al destino, ni a los astros. Ni le echa la culpa a Dios tampoco por haberlo hecho
así. Se declara culpable sin presentar ninguna excusa.
Las palabras del salmista demuestran que la idea del pecado hereditario existía
en la época del AT, pese a la afirmación de los rabinos de que el concepto del
pecado original es una invención del apóstol Pablo y la iglesia cristiana primitiva.
Los siguientes pasajes bíblicos son citas de textos del AT, en los que se encuentra
la idea de la depravación del ser humano y de la universalidad del pecado: “Nada
hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿uién puede
comprenderlo?” ( Jeremías 17:9). “Al ver el SEÑOR que la maldad del ser humano
en la tierra era muy grande, y que todos sus pensamientos tendían siempre hacia el
mal…” (Génesis 6:5). “¿uién puede afirmar: ‘Tengo puro el corazón; estoy
limpio de pecado’?” (Proverbios 20:9). “¿uién de la inmundicia puede sacar
pureza? ¡No hay nadie que pueda hacerlo!” ( Job 14:4). “¿ué es el hombre para
creerse puro, y el nacido de mujer para alegar inocencia?” ( Job 15:14). “No lleves
a juicio a tu siervo, pues ante ti nadie puede alegar inocencia” (Salmo 143:2).
51:6 Yo sé que tú amas la verdad en lo íntimo; en lo secreto me has enseñado sabiduría.
Este texto nos enseña algo muy importante acerca de nuestra adoración y
alabanza. La verdadera adoración a Dios surge de los labios de los pecadores
perdonados por la gracia y la misericordia de Dios. No cantamos alabanzas a Dios
con la intención de obtener puntos o para acumular méritos. Nuestra presencia en
las asambleas del Señor no nos ayuda a conseguir su bendición y su salvación. No
adoramos a Dios con la finalidad de recibir su perdón, sino que lo hacemos
porque Dios en su gracia y misericordia ha pronunciado sobre nosotros su
absolución. La gracia inmerecida de Dios en Jesucristo es el motor que nos
impulsa a abrir nuestras bocas y a cantar salmos, himnos y cánticos espirituales, de
los que habla San Pablo en Colosenses 3:16.
51:16–17 Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los
ofrecería. El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón
quebrantado y arrepentido.
Muchos investigadores han concluido que aquí el autor del Salmo 51 declara nulo
todo el sistema de sacrificios que solían celebrarse en el templo de Jerusalén y en
los demás santuarios de Israel. Es uno de los textos empleados por los rabinos,
para justificar el abandono, por los judíos, del sistema de sacrificios, después de la
destrucción del templo de Herodes el Grande por los romanos en el año 70 dC.
Hoy día la sinagoga enseña que el estudio de la Tora, las limosnas y el
arrepentimiento sincero, han reemplazado las prescripciones del Levítico, en lo
que al sacrificio de animales se refiere. Siendo que el versículo 19 del mismo
Salmo 51 habla de la intención del que suplica, perdonado, de ofrecer sacrificios y
holocaustos sobre el altar de Dios, no creemos que los versículos 16 y 17
pretendan desvirtuar el culto levítico y el sistema de sacrificios, aunque la mayoría
de los intérpretes modernos creen que los versículos 18 y 19 fueron escritos por
otro autor que no entendía o que no estaba de acuerdo con la visión teológica del
salmista que escribió los versículos 1–17.
Opinamos que lo que en el Salmo 51 se rechaza, no es el culto levítico, sino
un abuso y una interpretación errónea de la naturaleza del culto por parte de
muchos miembros del pueblo de Dios. El abuso o interpretación errónea estriba
en el error de creer que sólo con el cumplimiento de ritos y ceremonias se puede
quedar bien con Dios, sin entregarle, al mismo tiempo, todo nuestro ser. Lo que el
salmista escribe aquí subraya que el sistema levítico con sus sacrificios,
purificaciones y rituales, no actuaba ex opere operato. Dios no se deja manipular,
manejar o endulzar por quienes le ofrecen sacrificios. Además, como ha sido
dicho y repetido en otras partes de este estudio, el sistema de los sacrificios
levíticos servía solamente para los pecados veniales, y no para los pecados
mortales.
El animal ofrecido a Dios en el culto levítico lo simboliza a uno mismo;
simboliza que uno ofrece su propio cuerpo a Dios como sacrificio vivo, santo,
agradable a Dios, como dice San Pablo en Romanos 12:1. Muchos israelitas, al
igual que sus vecinos, los cananeos y fenicios, creían que el Señor necesitaba los
sacrificios de animales, y las ofrendas de cereales, para mantener su poder, su
fuerza, y su capacidad de bendecir. Los antiguos aztecas también creían que sus
dioses se alimentaban de la sangre de las víctimas ofrecidas en los templos y sobre
las pirámides. Sin esta sangre, los dioses mismos podían enfermar y morir. Según
los antiguos babilonios, la razón por la que los dioses crearon a los seres humanos
fue, para que éstos los pudieran alimentar con sus sacrificios y ofrendas.
Si los dioses dependen de los seres humanos y sus ofrendas, entonces los
hombres se verán tentados a creer que se puede negociar con Dios, ofreciéndole
sacrificios de animales a cambio de bendición y salvación (Weiser 1962:396–
397). Leyendo el Salmo 51 a la luz del Salmo 50, con el que forma un conjunto,
vemos que la razón por la que el Señor no necesita de sacrificios de animales y
ofrendas de cereales es porque “todas las bestias del campo son mías. Si yo tuviera
hambre, no te lo diría, pues mío es el mundo, y todo lo que contiene” (Salmo
50:11–12). Además, el Salmo 50 afirma categóricamente que el Señor no es un
Dios que necesita alimentarse de los sacrificios de los seres humanos para
mantenerse en forma y saludable. Por lo tanto, dice el Señor: “¿Acaso me
alimento con carne de toros, o con sangre de machos cabríos? ¡Ofrece a Dios tu
gratitud, cumple tus promesas al Altísimo!” (Salmo 50:13–14).
Al igual que muchos israelitas, Caín y Abel (Génesis 4:1–5) también
ofrecieron sacrificios al Señor, pero Dios rechazó el sacrificio de Caín y aceptó el
de su hermano, porque “por la fe Abel ofreció a Dios un sacrificio más aceptable
que el de Caín” (Hebreos 11:4). Los que son rechazados, tanto por el Salmo 50
como por el 51, son los sacrificios y las ofrendas llevados a Dios sin fe, sin
arrepentimiento y sin el deseo de ser creados de nuevo por el Espíritu del Señor.
En el Salmo 50 Dios rechaza los holocaustos y sacrificios de los hijos de su
pueblo, porque aborrecen la corrección, dan la espalda a las palabras de la ley,
corren con los ladrones, se identifican con los adúlteros y profieren infamias
contra el hijo de su madre (Salmo 50:17–20). Las palabras del Salmo 50 están en
consonancia con las denuncias del profeta Isaías, quien declara: “¿De qué me
sirven sus muchos sacrificios? –dice el SEÑOR–. Harto estoy de holocaustos de
carneros y de la grasa de animales engordados; la sangre de toros, corderos y
cabras no me complace. ¿Por qué vienen a presentarse ante mí? ¿uién les mandó
traer animales para que pisotearan mis atrios? No me sigan trayendo vanas
ofrendas, el incienso es para mí una abominación. Luna nueva, día de reposo,
asambleas convocadas; ¡no soporto que con su adoración me ofendan! Yo
aborrezco sus lunas nuevas y festividades; se me han vuelto una carga que estoy
cansado de soportar” (Isaías 1:11–14).
Siguiendo la misma línea, Miqueas, contemporáneo de Isaías, suelta la
pregunta: “¿Cómo podré acercarme al SEÑOR y postrarme ante el Dios Altísimo?
¿Podré acercarme con holocaustos o con becerros de un año? ¿Se complacerá el
SEÑOR con miles de carneros, o con diez mil arroyos de aceite? ¿Ofreceré a mi
primogénito por mi delito, al fruto de mis entrañas por mi pecado? ¡Ya se te ha
declarado lo que es bueno! Ya se te ha dicho lo que de ti espera el SEÑOR: Practicar
la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:6–8).
En conformidad con los grandes profetas de Israel, el salmista ha llegado a
comprender que los mejores sacrificios son los de un espíritu quebrantado y de un
corazón contrito y humillado. Es necesario entender que el salmista no está
hablando de obras humanas que lo hagan meritorio ante Dios. El espíritu
quebrantado y el corazón contrito y humillado no son obra del penitente, sino del
Espíritu del Señor obrando en lo más profundo de su ser. Leyendo las palabras del
salmista desde el punto de vista de la cruz, comprendemos que Jesucristo, allí en el
Calvario, fue quien ofreció por nosotros el supremo sacrificio de un espíritu
quebrantado y un corazón contrito y humillado. “Maltratado y humillado, ni
siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero; como oveja,
enmudeció ante su trasquilador; y ni siquiera abrió su boca” (Isaías 53:7).
En base al sacrificio de Jesús, los pecadores que sufren bajo la pesada carga de
su pecado, pueden estar seguros de que “No acabará de romper la caña quebrada
ni apagará la mecha que apenas arde” (Mateo 12:20). A los pecadores
arrepentidos y quebrantados, como el que suplica en el Salmo 51, Jesús los invita
en Mateo 11:28–30: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados,
y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy
apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi
yugo es suave y mi carga es liviana.”
51:18–19 En tu buena voluntad haz que prospere Sión; levanta los muros de Jerusalén. Entonces te
agradarán los sacrificios de justicia, los holocaustos del todo quemados, y sobre tu altar se ofrecerán
becerros.
La gran mayoría de los eruditos académicos creen que los últimos dos versículos
del Salmo 51 se añadieron al cuerpo del salmo en una fecha posterior por un
autor desconocido, quien quiso asegurarse de que las declaraciones del salmista
no fueran interpretadas erróneamente, en el sentido de que todo el sistema de
sacrificios del AT ya no era necesario. Lo que quiso subrayar este autor es que de
acuerdo al Salmo 51 el sistema de sacrificios no alcanza para expiar la culpa de los
crímenes premeditados, particularmente el derramamiento de sangre inocente.
Además, se quiere poner énfasis en que los sacrificios de toros, corderos, aves y
ofrendas de cereales, no tienen valor si no vienen acompañados de un verdadero
arrepentimiento de corazón, y una transformación del pecador en su esencia.
Siendo que el versículo 18 habla de la edificación de los muros de Jerusalén,
los estudiosos como Kraus (1993:772), opinan que los últimos dos versículos del
salmo fueron añadidos después de la cautividad babilónica, en los días del
gobernador Nehemías, cuando los muros de Jerusalén fueron reconstruidos.
Recordemos que cuando Jerusalén fue destruida por Nabucodonosor, rey de
Babilonia, en el año 587 aC., el templo fue quemado y los muros de la ciudad
desmantelados.
Aunque fuera posible que la última parte del salmo proviniese del tiempo de
Nehemías, como proponen los eruditos modernos, no tiene que ser así,
necesariamente. Cuando David logró capturar la pequeña ciudad de Jerusalén,
arrebatándosela a los jebuseos, comenzó con un programa de ampliación y
engrandecimiento de la ciudad. Leemos en 2 Samuel 5:9–10: “David se instaló en
la fortaleza y la llamó Ciudad de David. También construyó una muralla
alrededor, desde el terraplén hasta el palacio, y se fortaleció más y más, porque el
SEÑOR Dios Todopoderoso estaba con él.” Estas construcciones no se terminaron
durante el reinado de David, sino durante el de su hijo Salomón, como está escrito
en 1 Reyes 9:15: “En cuanto al trabajo forzado, el rey Salomón reunió
trabajadores para construir el templo del SEÑOR, su propio palacio, los
terraplenes, el muro de Jerusalén.” Con la construcción del muro alrededor de las
nuevas amplificaciones hechas a la ciudad, Jerusalén quedaría protegida en contra
de cualquier ataque. La terminación de este plan de engrandecimiento de
Jerusalén y sus muros sería una señal del favor de Dios y del hecho de que hayan
sido perdonados los pecados del rey (Goulder 1990:67–68). Calvino, en su
comentario sobre el Salmo 51 (1999), también se refiere a la construcción de los
muros de Jerusalén al tiempo del rey Salomón.
Nota litúrgica: En los himnarios y libros de culto en uso en muchas iglesias
cristianas el Salmo 51 ha llegado a formar parte de la liturgia para el Miércoles de
Ceniza, el día con que comienza la estación de Cuaresma. Desde tiempos
antiguos la Cuaresma, y especialmente el Miércoles de Ceniza, ha sido un tiempo
de arrepentimiento y penitencia durante el cual el Salmo 51 ha servido para
ayudar a los cristianos a meditar sobre la Pasión de Jesucristo y sobre sus pecados,
los cuales han sido la causa de los sufrimientos del Señor. Desde la perspectiva del
Miércoles de Ceniza el creyente entenderá que el homicidio (Salmo 51:14) del
cual pedimos ser librados es el de ser responsables por el derramamiento de la
sangre del Señor. El Salmo 51 es entonado el Miércoles de Ceniza precisamente
para recordarnos que son nuestras rebeliones, maldades, y pecados la causa de la
pasión y muerte de Jesucristo. De esta manera, el salmo nos llama a reflexionar, no
tanto sobre los pecados de David o de Israel, sino sobre lo que nosotros mismos
hemos hecho, y lo que somos. En gratitud por el perdón que hemos recibido en
Jesucristo, somos llamados a ayudar en la construcción de los muros de la Nueva
Jerusalén.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿ué sucede cuándo se priva a una persona del Espíritu Santo? ¿ué
habría pasado con David y su reino si él hubiese perdido por completo el
Espíritu del Señor?
3. Hans Joachim Kraus (1993:773) ha dicho que la sola gratia brilla en cada
uno de los versículos del Salmo 51. ¿ué quiso decir con tal afirmación?
Busque ejemplos para corroborar esta afirmación.
Lo mismo que en la segunda estrofa del Salmo 43, en que el salmista se siente
separado de la presencia del Señor, desamparado por Dios, las aguas profundas
desde las cuales clama son un símbolo del sheol, esto es, el reino de la muerte. Se
nota una gran similitud entre el Salmo 130 y el salmo de Jonás ( Jonás 2), pues
son oraciones que proceden desde lo más profundo. Para muchos intérpretes, las
profundidades del mar desde donde Jonás clama en su salmo, son una metáfora de
la cautividad babilónica en la que Israel se encuentra en su exilio. No obstante,
para la gran mayoría de las personas que leen los salmos, la frase “desde las
profundidades del abismo” es una expresión universal de la desesperación y
angustia que experimenta todo el género humano.
Las aguas turbulentas y las profundidades tenebrosas, aún hoy día nos asustan
y llenan de aprensión. Al entonar el Salmo 130 hoy no pensamos en la cautividad
babilónica de los israelitas o en algún otro acontecimiento del AT, sino en la
oscura noche de nuestra propia alma, en las relaciones rotas, la culpa, la confianza
traicionada, los sueños frustrados y la ineptitud de ser la clase de personas que
quisiéramos ser. Tales son las profundidades desde las que clamamos y de las que
nos sentimos incapacitados de salir. Nuestra insuficiencia de poder librarnos de
las profundidades en las que nos encontramos inmersos, nos habla acerca de
quiénes somos y cuál es nuestro problema básico de seres humanos caídos. El
salmista, perdido en los abismos de la recriminación, la debilidad, y la angustia
tanto espiritual como mental, es un espejo de nuestra condición humana (Miller
1979:178).
130:2 Escucha, SEÑOR, mi voz. Estén atentos tus oídos a mi voz suplicante.
El salmista que entona el Salmo 130 no es sólo un ser angustiado inmerso en las
profundidades, sino que es también uno que ora. La salida del abismo comienza
con oración. Y la oración del que suplica va dirigida al Señor, porque solamente el
Señor puede perdonar pecados. Nosotros podemos reprimir los pecados,
esconderlos, actuar como si no existieran, pero no podemos perdonarlos. Cuando
Jesús le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados quedan perdonados”, los maestros de
la ley que estaban allí sentados pensaron: “¿Por qué habla éste así? ¡Está
blasfemando! ¿uién puede perdonar pecados sino sólo Dios?” (Marcos 2:5–7).
El que suplica ora al Señor porque tiene la certeza de que hay alguien que oye
su oración, cuyos oídos están atentos para escuchar su plegaria. Tenemos aquí un
ejemplo clásico de antropomorfismo, una manera de expresarse que atribuye al
Ser Supremo propiedades estrictamente humanas. Siendo un ser espiritual, el
Señor no tiene oídos como los seres humanos. No obstante, el salmista habla de
los oídos de Dios como lo hace también en otras partes del salterio, que habla de
los ojos (Salmo 11:4), la boca y las manos de Dios. Sabemos que el salmista no
habla literalmente en estos textos, pero es necesario reconocer que si queremos
hablar de Dios, debemos hablar de él desde nuestro punto de vista humano, o
guardar silencio. Los ídolos, en cambio, tienen oídos pero no oyen, tienen ojos
pero no ven, tienen boca pero no hablan (Salmo 115:4–7). Nosotros también
tenemos boca, oídos y ojos, pero hay veces en que estamos dormidos y no
utilizamos nuestros sentidos. Al hablar el salmista de los oídos del Señor pidiendo
que estén atentos, da a entender que el Señor nunca duerme y, consecuentemente,
siempre está dispuesto a escuchar nuestras plegarias.
130:3 Si tú, SEÑOR, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería declarado inocente?
La idea expresada aquí es la de hacer una lista de los pecados, contarlos y anotarlos
en un libro, y darle después a cada pecador una compensación o pago, conforme
al número de sus transgresiones. ¿uién podría mantenerse en pie si el Señor
imputara al que ora sus pecados? La respuesta obvia a la pregunta del salmista
tendrá que ser: nadie. El salmista, igual que Pablo en Romanos 6:23, entiende que
si Dios pagara a cada uno conforme a la suma de sus rebeliones, sería aniquilado
inmediatamente. “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de
Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.”
Al declarar que ante el Señor todos son pecadores condenados, el salmista
subraya la realidad de que todos los seres humanos son, por naturaleza, pecadores
perdidos, y que nadie podrá justificarse delante de Dios. La claridad con que se
presenta el tema en el Salmo 130, fue uno de los motivos que indujo a Martín
Lutero a calificar este himno de salmo paulino. Los otros dos temas “paulinos”
que Lutero encontró aquí, son la salvación sólo por la misericordia del Señor, y la
naturaleza espiritual de la redención (Delitzsch 1975:3.302).
130:4 Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido.
Sin duda alguna, la palabra “esperar” es uno de los términos claves alrededor del
cual gira este salmo. En este versículo tan corto, el sal mista emplea tres veces el
verbo “esperar”. Lo que espera es una pro clamación de la palabra del Señor. ¿Cuál
será la palabra en la que el salmista ha puesto su esperanza? Existen varias
posibilidades.
Posiblemente la palabra del Señor que espera el que ora sea una de absolución,
una palabra que le anuncie que su pecado queda perdonado. De acuerdo con el
testimonio de las Escrituras, nada hay que el ser humano pueda hacer o decir para
efectuar su perdón. El perdón no procede de nosotros, sino que es obra exclusiva
de Dios y su amor. Son muchos los intérpretes que opinan que el salmista realizó
una peregrinación al santuario del Señor, esperando recibir un oráculo profético
que le anunciara que su pecado había sido perdonado. En 2 Samuel 12, el profeta
Natán le anunció a David que el Señor había perdonado su pecado. Y a la mujer
sorprendida en el acto de adulterio, Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Ahora
vete, y no vuelvas a pecar” ( Juan 8:11). Bien podría ser que el salmista haya ido en
búsqueda de una absolución similar a éstas. La otra posibilidad es que el que ora
espera la buena noticia que anuncia el fin de la cautividad babilónica. El salmista
habla de su esperanza en el Señor que vendrá a redimir a Israel. Puede ser que
tengamos aquí una alusión a los exiliados judíos en Babilonia que esperan la
finalización de los setenta años de cautividad, y la llegada del “siervo del SEÑOR”,
en esta circunstancia Ciro el Grande, para actuar como instrumento humano de la
redención divina. Sin embargo, la salvación que recibió Israel como vivencia en
los días de Ciro el Grande, fue solamente el tipo o expectación de una redención
más grande. Y la llegada de Ciro, por más grandiosa que haya sido, fue
únicamente un tipo o anticipo de la venida de un Mesías aún más esperado.
Algunos comentaristas, tanto rabínicos como cristianos, han advertido en este
salmo una expresión de la esperanza con que los fieles aguardaron la aparición del
Mesías prometido, y la esperanza de los cristianos que aguardan su segunda
venida, la resurrección de los muertos y el establecimiento pleno de su reino
universal (Romanos 13:11–12).
Otros investigadores opinan que el Salmo 130, en conformidad con las
confesiones de pecado de Esdras 9, Daniel 9 y Nehemías 9, es la consecuencia de
la actitud asumida por los judíos que regresaron a Jerusalén después de la
cautividad babilónica y pidieron perdón por los pecados de Israel, los que fueron
la causa de la tan lamentada cautividad. A la vez, como en el Salmo 126, piden que
el Señor complete su obra de liberación acelerando el regreso a la Tierra
Prometida de los que aún se encuentran en la dispersión.
En consentimiento con los primeros padres cristianos, también es posible leer
el Salmo 130 como una oración pronunciada por Cristo, quien, al morir en la
cruz, espera ser librado de las profundidades del abismo del reino de la muerte y
ser resucitado de entre los muertos y del poder del seol. Al mismo tiempo, podría
ser nuestra oración, la que elevamos al trono de Dios en espera de nuestra
liberación final “de la corrupción que nos esclaviza, para así alcanzar la gloriosa
libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:21). “Sabemos que toda la creación
todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también
nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente,
mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de
nuestro cuerpo” (Romanos 8:22–23). Por último, la palabra de liberación,
absolución y salvación que esperamos al entonar el Salmo 130, es la Palabra hecha
carne, nuestro Señor Jesucristo, el Logos eterno.
130:6 Espero al SEÑOR con toda el alma, más que los centinelas de la mañana. Como esperan los
centinelas la mañana…
En Isaías 62:6, el Señor anuncia que ha puesto centinelas que estén alertas de día y
de noche a fin de anunciar el regreso a Jerusalén de los israelitas que habían estado
en la dispersión. Lo que Sión espera es que la larga noche de la cautividad en tierra
extraña llegue a su fin, y que todos los hijos pródigos de Israel regresen a los brazos
del Padre celestial. De ahí el refrán, repetido en tantos salmos: “¿Hasta cuándo?”
El fin de la noche de la cautividad reaviva, a la vez, la venida del nuevo David, el
esperado Mesías. Esta expectativa de Sión se percibe en el himno “De la noche,
guarda, ¿qué hay? (Isaías 21:11)”. [Culto Cristiano, 7]. La iglesia cristiana ha
interpretado estos versículos basada en su esperanza de la segunda venida de
Jesucristo y la resurrección de los muertos.
Así como el Salmo 130 llama a los habitantes de Jerusalén a esperar con
perseverancia el regreso de todos los cautivos de la diáspora, así llama, al mismo
tiempo, a todos los cristianos a esperar el regreso de todos los creyentes de la
cautividad del sepulcro. Siendo que en el Señor hay amor inagotable y plena
redención, esperemos con confianza el toque final de la trompeta que anunciará la
segunda venida de Jesucristo. “El Señor mismo descenderá del cielo con voz de
mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo
resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16).
130:8 Él mismo redimirá a Israel de todos sus pecados.
1. Analice el himno “Con ansia clamo, ¡oh santo Dios!” ( Culto Cristiano,
207) y descubra el énfasis que Lutero pone en este himno basado en el
Salmo 130.
SALMOS 42–43
Debe de ser evidente para el lector, que los Salmos 42 y 43 componen una sola
meditación. El poema consta de tres estrofas seguidas del estribillo: “En Dios
pondré mi esperanza y todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!” Los
argumentos a favor de estudiar los dos salmos como un solo, se basan no sólo en el
hecho de que tratan los mismos temas y terminan con el mismo estribillo, sino
también porque en muchos manuscritos del texto hebreo aparecen como un solo
salmo. Además, el Salmo 43 es el único en el segundo rollo de los salmos que no
lleva un epígrafe en el texto hebreo (Craigie 1983:325). La razón para separar el
salmo original en dos, podría haber sido para tener en el salterio doce salmos de
los hijos de Coré, así como hay doce salmos de Asaf. De esta manera no se
muestra ningún tipo de favoritismo a uno de los más importantes gremios de
cantores y músicos del templo.
Ciertamente, el Salmo 42/43 es uno de los salmos más bellos y queridos y es,
además, una meditación cantada con la que más de uno puede identificarse, pues
trata de alguien desconocido que vive desterrado, o que es un refugiado o cautivo
lejos de su pueblo y entre enemigos que se burlan de él y de su Dios. Entre todos
los que podrían identificarse con el salmista podemos nombrar a Moisés en la
tierra de Madián, quien nombró a su primogénito Guersón, porque dijo: “Soy un
extranjero en tierra extraña” (Éxodo 2:22). Otro es David, quien también se vio
obligado a vivir alejado de su pueblo y del santuario del Señor en el país de los
filisteos a fin de huir del rey Saúl que atentaba contra su vida. Jeremías y Baruc
fueron llevados contra su voluntad, por Johanán, hijo de Carea, a vivir y morir
como exiliados en la tierra de Egipto. Hoy en día hay en el mundo más refugiados
y exiliados que en cualquier otra época de la historia. Por razones económicas,
religiosas y políticas, millones de personas han sido desarraigadas de sus lugares de
origen y confinadas en campamentos de refugiados en los cinturones de miseria
alrededor de las grandes ciudades, donde se hablan otros dialectos e idiomas. Bien
podrían identificarse con los lamentos expresados en el salmo, los millones de
latinoamericanos que, por diversas razones, se vieron obligados a abandonar su
tierra natal e ir a vivir como forasteros en tierra extraña.
El Salmo 42/43 bien podría ser también el lamento de un cristiano de edad
avanzada, recluido en un asilo de ancianos. Sus familiares lo visitan poco y los
hermanos de la congregación viven demasiado lejos como para interesarse por él.
Se siente olvidado y abandonado; ansía estar nuevamente en su iglesia cantando
alabanzas, escuchar la proclamación de la Palabra, recibir la Cena del Señor; pero
tiene conciencia de la realidad del momento, de que él también es un forastero en
tierra extraña. uizá el anciano sufre el mal de Altzheimer y lucha por recordar
sucesos de su pasado, de quién es su Dios y quién es él. Pero pasan los días y se
siente más y más alejado de sí mismo, y en su interior se siente como forastero en
tierra extraña.
Podríamos pensar también en un cristiano secuestrado por la guerrilla o por
maleantes comunes. Se encuentra lejos de su familia, sus hermanos y su iglesia, y
se siente desamparado por Dios. En lo más íntimo de su ser siente una sed muy
grande, sed por la casa del Señor, sed de sentir la presencia del Señor, como
cuando comulgaba con sus hermanos en Cristo. Pero en su cautiverio los
carceleros se burlan de su fe en Cristo. Bien pudo haber sido este salmo el lamento
de los centenares de cristianos detenidos, encarcelados y torturados como presos
políticos en las guerras sucias que han azotado tanto a nuestro desgraciado
continente americano. Según David Mitchell (1997:250), el Salmo 42/43
representa a Israel en el exilio, el pueblo alejado del templo, burlado por los
gentiles, clamando a Dios y en espera del día de su redención y el retorno a la
Tierra Prometida.
42:1 Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser.
El salmista quiere beber el agua de la vida, pero tiene que contentarse con
beber el agua amarga de sus propias lágrimas. Gerhard von Rad (1975:31) cree
que la pregunta: “¿Dónde está tu Dios?” es también la pregunta del propio
corazón vacilante del salmista, y quizá de nuestro corazón también.
42:4 Recuerdo esto y me deshago en llanto: yo solía ir con la multitud, y la conducía a la casa de
Dios. Entre voces de alegría y acciones de gracias hacíamos gran celebración.
Con gran nostalgia, el salmista busca, en esta primera estrofa de su canto, aliviar
su dolor con los recuerdos de felicidad del pasado. Los recuerdos están enfocados
en el culto del Señor. Las palabras claves surgen del tema semántico del culto:
fiesta, júbilo, monte santo, altar, alabanza. Al parecer, el salmista era un levita, a lo
mejor, de los hijos de Coré, encargado de guiar las procesiones que rodeaban el
altar, y de dirigir los músicos y los cantos. El recuerdo de los momentos felices
vividos en la casa de Dios, son útiles para alentarnos en los momentos de
desolación y abatimiento; sin embargo, también puede provocar amargura.
42:5 ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza y
todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!
Aquí, por primera vez, oímos las palabras del estribillo. El salmista dialoga con su
alma (nefesh), o sea, consigo mismo, porque el alma de uno es uno mismo. Alonso
Schökel cree que la primera vez que se entona el estribillo se lo hace con una voz
tímida y casi ahogada. Sin embargo, aún así, el que ora no ha abandonado la
esperanza de estar nuevamente en la casa de Dios, entonando alabanzas. Aunque
se siente alejado de Dios, sigue pensando en él como su Dios, el Dios salvador.
42:6 Me siento sumamente angustiado; por eso, mi Dios, pienso en ti desde la tierra del Jordán, desde
las alturas del Hermón, desde el monte Mizar.
Hay quienes afirman que la cueva subterránea de donde brotan las aguas del
Jordán, era conocida como “las puertas del Hades”. Los paganos habían
construido allí una gran ciudad de santuarios y altares para la invocación de los
dioses y espíritus infernales. Fue en Cesarea de Filipo, donde Pedro hizo su
grandiosa confesión respecto a Jesús, y donde el Señor declaró: “Sobre esta piedra
edificaré mi iglesia, y las puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra
ella” (Mateo 16:18).
Una de las características de los salmos de los hijos de Coré es su
preocupación por el seol. Sus salmos contienen más de la tercera parte de las
referencias al seol de todo el salterio, y dos terceras partes de las referencias al
sepulcro, aunque constituyen sólo el diez por ciento de la composición del salterio
(Mitchell 2006:376). En el último de los salmos de Coré, el 88, el salmista parece
estar obsesionado con la idea de quedar abandonado por Dios en el seol. En el
versículo 7 del salmo mencionado, se compara una vez más a la muerte y el seol
con las ondas del mar o de un río.
Sin embargo, si bien son los salmos de Coré los que más hablan del seol y del
reino de la muerte, es también en sus salmos donde encontramos más
simbolismos y alusiones a la resurrección de los muertos y al rescate del poder del
seol. El Salmo 49, otro de los salmos de los hijos de Coré, habla de los impíos que
serán conducidos al seol, donde la muerte los pastoreará (Salmo 49:14). Pero en el
mismo salmo (49:15), el salmista afirma triunfalmente: “Pero Dios me rescatará
de las garras del sepulcro y con él me llevará.”
Muchos investigadores son de la opinión de que en el antiguo Israel no había
tal idea de la resurrección de los muertos o la vida eterna. Dicen que la ignorancia
de la doctrina de la resurrección provenía, en parte, del hecho de que no había
sido revelada aún y, por otra parte, de la aversión que los israelitas tuvieron al
culto de los muertos, muy arraigado entre sus vecinos los cananeos. Los cananeos
sí profesaron una doctrina de la resurrección, pues creían que Baal, el dios de la
fertilidad, moría cada otoño y luego resucitaba cada primavera, según el ciclo de la
vegetación. Para los israelitas, en cambio, el Señor es el Dios de la vida que no
necesita morir y resucitar todos los años. La palabra resurrección era rechazada,
entonces, porque parecía relacionarse demasiado a la religión cananea y todos los
ritos ocultos y repugnantes asociados al culto de los antepasados. Por lo menos,
así lo manifiestan los investigadores.
No será difícil encontrar incluso textos en el AT en que los protagonistas y
autores sagrados ignoran, aparentemente, la resurrección de los muertos. En el
salmo de Ezequías (Isaías 38:10–16), el rey parece no abrigar esperanza alguna de
una resurrección después de su muerte; no lo parece tampoco el que ora en el
Salmo 6:5: “En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro, ¿quién te alabará?”
Hasta en los días que Jesús estuvo en la tierra, hubo agrupaciones, como los
saduceos, que negaron rotundamente la doctrina de la resurrección e incluso
trataron de ridiculizar a los fariseos, quienes sí la afirmaban (Hechos 23:6–10).
Según el investigador David C. Mitchell (2006:365–384), si bien muchos en el
antiguo Israel ignoraban o rechazaban la idea de la resurrección de los muertos,
había un grupo que propugnaba la doctrina. El grupo fue el gremio de los levitas
que servían en el templo, como músicos y cantores, y a los que se conoció como
los hijos de Coré.
De acuerdo con los argumentos de Mitchell, existen tradiciones bíblicas y
extra bíblicas que relacionan a los hijos de Coré con la liberación del seol. Según el
relato de Números 16, Coré, tío de Moisés y Aarón y antepasado de los hijos de
Coré, se alió con Datán y Abiram en rebelión a la autoridad de Moisés y Aarón.
La rebelión llegó a su triste fin cuando la tierra abrió su boca para tragarse a los
rebeldes. Coré, Datán y Abiram más 250 de su seguidores, descendieron vivos al
seol. Sin embargo, los hijos de Coré que no participaron de la rebelión, fueron
liberados del seol.
Según Hauge (1995:97–98), al encontrarse el salmista desterrado y lejos de la
presencia del Señor en el templo, se siente como las sombras que habitan el seol.
Las burlas de los que se mofan de él, son como el abucheo lanzado por los
moradores del seol contra el rey de Babilonia, a su llegada al reino de los muertos
(Isaías 14:9–20). Los enemigos que se ríen y se burlan del salmista son retratados
como los que con él habitan en el seol.
42:8 Ésta es la oración al Dios de mi vida: que de día el SEÑOR mande su amor; y de noche su canto
me acompañe.
Por segunda vez se entona el estribillo. uizá no tan tímida y calladamente como
la primera vez, sino con firmeza y resolución.
43:1 ¡Hazme justicia, oh Dios! Defiende mi causa frente a esta nación impía; líbrame de gente
mentirosa y perversa.
Con el primer versículo del Salmo 43, comienza la tercera estrofa del canto. En
ella también encontramos una cantidad de términos que provienen del tema
semántico de la adoración litúrgica, como: monte santo, altar de Dios, el lugar
donde tú habitas, alabaré al son del arpa. Y en tanto que la primera estrofa ponía
el énfasis en los recuerdos del pasado, y la segunda en los problemas del presente,
la tercera, en cambio, fija la mirada en la salvación que el salmista espera en el
futuro. Nosotros también, en nuestros dilemas y tribulaciones, necesitamos
recordar no sólo las bendiciones de Dios en el pasado y las luchas del presente,
sino meditar en las promesas que él nos ha dado acerca del futuro, y alimentar
nuestro espíritu con ellas.
En la primera estrofa, la meditación del salmista estuvo concentrada en el
templo, la congregación, los cantos del pueblo de Dios, las procesiones sagradas y
la celebración alegre de los fieles. En la segunda estrofa se concentra no tanto en la
iglesia, sino en Dios mismo. Y en la tercera estrofa el cantor sagrado no sólo
piensa en quién es el Dios de su salvación, sino que comienza a dialogar con él. Y
un Dios con quien es posible dialogar no será un Dios ausente, uno que se
encuentra lejos de nosotros en su templo en Jerusalén, sino un Dios que se
manifiesta mediante su presencia.
Muchos israelitas y casi todos los pueblos paganos que los rodeaban, tenían de
Dios un concepto geográfico. No se habían dado cuenta aún de la omnipresencia
del Señor; no entendían que el Señor podía ser hallado y adorado fuera de las
fronteras de Israel. Como Naamán el sirio, de quien leemos en 2 Reyes 5, creían
que los dioses gobernaban sólo sobre un territorio comprendido en un espacio
geográfico determinado. Por eso, Naamán, aunque no era israelita, había decidido
servir al Señor y llevó varios sacos de tierra de la Tierra Santa a su casa de
Damasco. Pensaba esparcir el contenido de los sacos en una de las habitaciones de
su residencia. De esta manera tenía un poco de la tierra de Israel fuera de Israel, y
sobre esta tierra Naamán pudo orar al Dios de Israel y ofrecerle su adoración.
uizá el salmista tuvo un pensamiento similar. Creía que el Señor estaba presente
sólo en Israel, y en particular en su templo en Jerusalén. Sin embargo, ahora se dio
cuenta de que el Señor también está presente fuera de las fronteras de la Tierra
Prometida. El Señor está presente en las naciones paganas, hasta entre sus
enemigos. Y quiere decir, por tanto, que el Señor está con el salmista, aunque éste
se encuentre desterrado y muy lejos del templo santo.
La lección que tuvo que aprender el salmista, es la misma que tuvo que
aprender la mujer samaritana en su encuentro con Jesús, en Juan 4. Confiando en
las promesas del Señor, el salmista funda su esperanza de liberación, salvación y
justicia, en el cumplimiento de las promesas de salvación. Al igual que el salmista,
nosotros tenemos que aprender a no hablar solamente de Dios, sino con él.
Después de nuestros soliloquios y reflexiones acerca de lo que Dios ha hecho
por nosotros en el pasado, tenemos que ubicarnos, así como el salmista, en el
presente y comenzar no sólo a recordar a Dios, sino a dialogar con él. Tenemos
que contarle lo que nos está pasando, hablarle de nuestras emociones, nuestras
dudas y luchas. Tenemos que desahogarnos, que nuestros lamentos lleguen a sus
oídos, decirle cómo nos sentimos y dónde estamos.
Las palabras “¡hazme justicia!” indican que el salmista ha sido acusado
falsamente y sido traicionado por un hombre inicuo. En tres ocasiones el rey
David fue traicionado y acusado falsamente: por el rey Saúl, por Doeg el edomita
(1 Samuel 22), y por su consejero Ajitofel (2 Samuel 16). En cada una de estas
ocurrencias, David fue obligado, al igual que el salmista, a abandonar su hogar y a
refugiarse en otra parte. Hay comentaristas que creen que el salmista también fue
víctima de un juicio instigado por la traición, y que por lo tanto se encuentra
desterrado. Al clamar, “¡hazme justicia!”, pide al Señor que revoque el juicio en su
contra y lo declare inocente. Recordemos que Dios el Señor revocó el juicio
perverso contra Jesucristo, al resucitarlo de entre los muertos. La resurrección del
Señor fue, al mismo tiempo, su justificación y la condenación de quienes pusieron
sus manos inicuas sobre el Mesías.
Hay investigadores que hablan de una posible relación entre el Salmo 42/43 y
la historia del profeta Elías relatada en 1 Reyes 19 (Hauge 1995:101). Otros
investigadores, como Mitchell, han identificado a Elías como uno de los hijos de
Coré (2006:375). Lo mismo que el salmista, Elías tuvo que huir de sus enemigos,
que intentaban quitarle la vida, a saber, el inicuo Acab y su esposa Jezabel. Según
se lee en 1 Reyes 19, Elías anduvo acongojado por el antagonismo de sus
enemigos. El profeta se encontraba lejos del templo, supuestamente lejos de la
presencia de Dios. Alimentado milagrosamente por el Señor, caminó 40 días
hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. Allí, lejos del templo, el profeta tuvo un
encuentro con el Señor, quien se le manifestó como un suave murmullo (1 Reyes
19:12).
43:2 Tú eres mi Dios y mi fortaleza: ¿Por qué me has rechazado? ¿Por qué debo andar de luto y
oprimido por el enemigo?
El salmista habla ahora no sólo de hablar con Dios, sino de alabarle. Al alabar a
Dios, uno deja de pensar en sí mismo, en sus problemas, enemigos y burlas. Los
pensamientos se centran en el Señor, y no en uno mismo. Pablo y Silas, con las
espaldas ardiendo por la paliza recibida en la cárcel de Filipos, comenzaron, a
medianoche, a entonar salmos al Señor, alabándole por haberlos encontrado
dignos de sufrir por su nombre. En Apocalipsis 1 leemos que San Juan, así como
el salmista, se encontraba lejos de la comunidad de los fieles, lejos de la adoración
que solía elevarse a Dios en las congregaciones de Asia Menor. Pero allí, en la isla
de Patmos, adonde había sido desterrado por causa de Cristo y su evangelio, Juan
comienza a alabar y a adorar a Dios en el día del Señor. De pronto ve los cielos
abiertos y se le permite unir sus alabanzas con las de los santos y ángeles del cielo.
Dondequiera que se adora a Dios, sea en la isla de Patmos, en el monte de Mizar o
en un campo de refugiados, está presente el Señor, porque el Señor mora en las
alabanzas de su pueblo.
43:43 ¿Por qué voy a inquietarme? ¿Por qué me voy a angustiar? En Dios pondré mi esperanza, y
todavía lo alabaré. ¡Él es mi Salvador y mi Dios!
Ésta es la tercera y última vez que se entona el estribillo. Pero ahora se lo canta no
sólo con firmeza, sino también con esperanza y alegría o, según Alonso, como un
grito de triunfo.
EL SALMO 42/43 COMO HIMNO CRISTOLÓGICO
Como los demás salmos de Coré, el Salmo 42/43 fue cantado por el director
de la música sagrada en el santuario de su pueblo, y por los israelitas durante la
larga cautividad babilónica. Pero no sólo entonces y por ellos solamente. Lo
entonó también nuestro Señor Jesucristo, y en su boca el salmo alcanza su
expresión más sublime y profunda, pues en su Pasión y en la cruz, Jesús hace suyos
los gritos y sollozos del salmista. En el Getsemaní, las lágrimas de Jesús fueron su
pan de día y de noche. Ante Caifás, Anás, Herodes, Pilato y la muchedumbre
enfurecida, Jesús anduvo de luto y oprimido por el enemigo y una nación impía.
Así como el salmista, nuestro Señor tuvo que pedir ser librado de gente mentirosa
y perversa, como el discípulo que lo traicionó por 30 monedas de plata. Sufrió
afrentas y burlas mientras le espetaban: “¿Dónde está tu Dios?” En la cruz
también hizo suyas las palabras del salmista, al clamar: “¿Por qué me has
desamparado?” Al igual que sobre el salmista, sobre el Señor también se
precipitaron todas las ondas y las olas y fue llevado al reino de la muerte. También
hizo suya la pregunta del salmista en el Salmo 42:2: “¿Cuándo podré presentarme
ante Dios?” Jesús obtuvo la respuesta a la pregunta al resucitar al tercer día y ser
conducido nuevamente a la presencia del Padre, donde su sed del Dios de la vida
fue saciada para siempre (Deiss 1964:21–22).
En resumidas cuentas, el Salmo 42/43 es mucho más que el lamento de un
individuo; es una profecía de Cristo y, al mismo tiempo, una profecía de la iglesia
peregrina que, en su camino hacia la nueva Jerusalén, siguiendo los pasos de su
buen pastor Jesucristo, tiene que sufrir toda clase de opresión, angustia y afrentas.
EL SEGUNDO LIBRO DE LOS SALMOS
El Salmo 42/43 fue escogido por los compiladores del salterio como el primer
salmo en el segundo libro. El segundo libro (Salmos 42–83) ha sido denominado
“el salterio elohimista”, por el predomino del nombre elohim en los cantos e
himnos que componen la colección. Mientras que en el primer libro (Salmos 1–
41) se encuentra 278 veces en su forma absoluta el nombre divino Señor (
yahweh), y el nombre divino elohim sólo 15 veces, en el segundo libro el nombre
elohim aparece 210 veces y el nombre Señor ( yahweh) solamente 44 veces. Los
investigadores han propuesto infinidad de teorías para explicar la preferencia del
nombre elohim en el libro segundo, pero no existe teoría que haya logrado
convencer a todos. Casi todos los salmos del segundo libro son designados como
salmos de Asaf o de los hijos de Coré, es decir, dos grupos de músicos, cantores y
videntes que tienen nexos con las diez tribus del norte, donde existía,
supuestamente, cierta preferencia por el nombre divino elohim. Pero tal
preferencia no alcanza para explicar por qué el salmista incluyó el título divino
Señor ( yahweh) en importantes porciones de la colección. Otro pensamiento que
surgió es que el predominio del nombre elohim se debe a que los protagonistas del
segundo libro se encuentran oprimidos y angustiados, y se sienten abandonados
por Dios, o sujetos a su castigo, del mismo modo que los judíos en la cautividad
babilónica. Elohim es el nombre divino más generalizado y universal, que puede
ser utilizado también por los gentiles, en tanto que SEÑOR ( yahweh) es el nombre
más íntimo, que puede ser empleado sólo por los que pertenecen al pacto. No es
un título divino apto para uso de los gentiles o de quienes se consideran alejados
del Señor.
Los rabinos han relacionado el segundo libro de los salmos con el Éxodo, el
segundo libro de la Tora. Se ha sugerido que los salmos del segundo rollo eran
leídos en las sinagogas de la antigüedad en correspondencia con la lectura de los
Sederim y Haarot de los sábados en el ciclo litúrgico empleado entonces (Mann
1971:15). Los Sederim son las lecturas del Pentateuco, y la palabra Haarot se
corresponde con la lectura de uno de los profetas. Según Mitchell, todo el
segundo rollo del salterio tiene que ver con el futuro Mesías davídico o aquel que
redimirá a Israel de sus enemigos, su cautiverio y de la muerte. De acuerdo con
este esquema escatológico, los escribas responsables de la última compilación del
salterio, colocaron el Salmo 42/43 como primer canto del segundo rollo porque,
según su opinión, trata del rechazo, abandono, y sufrimiento que tenían que
sobrevenirle al futuro rey mesiánico antes de obrar la redención de Israel.
LOS HIJOS DE CORÉ
De acuerdo con el epígrafe, el Salmo 42 es un masquil de los hijos de Coré.
Según Éxodo 6:18–21, Números 26:58–59 y 1 Crónicas 6:18–38; 23:12–13, los
hijos de Coré son descendientes de Coré Ben Izar Ben Coat, un renombrado
levita y primo de Moisés y Aarón. Molesto y resentido con Moisés por haber éste
nombrado a Elizafán Ben Uriel jefe del clan de Coat, Coré, juntamente con 250
levitas y algunos miembros de la tribu de Rubén: Datán, Abirán y On (Números
16), se sublevaron contra el liderazgo de Moisés y Aarón. El libro de Números
relata que el Señor, en defensa de Moisés y Aarón “creó algo nuevo”. Son éstas las
palabras: “La tierra se abrió debajo de ellos; se abrió y se los tragó, a ellos y a sus
familias, junto con la gente y las posesiones de Coré. Bajaron vivos al sepulcro,
junto con todo lo que tenían, y la tierra se cerró sobre ellos. De este modo fueron
elimi nados de la comunidad” (Números 16:31–33).
Sin embargo, en Números 26:11 dice que los hijos de Coré no perecieron. No
apoyaron a su padre en la rebelión contra Moisés, y por lo tanto no murieron.
Fueron liberados del seol. Los nombres de los hijos de Coré atestiguan su
liberación: Elcana, que significa “redimido por Dios”, Asis (cautivo), Abiasaf
(padre de los recogidos). Otros nombres de los descendientes de Coré se
encuentran en una lista en 1 Crónicas 6:22–25. Entre los descendientes aparece
otro Elcana, el padre del profeta Samuel. Ana, la madre de Samuel, es posible que
también haya sido descendiente de Coré. En su oración (1 Samuel 1:11), es Ana la
primera persona de la Biblia que emplea el título tan apreciado por los hijos de
Coré: Señor Todopoderoso. En el salmo de Ana, en 1 Samuel 2:1–10,
encontramos uno de los temas predilectos de los hijos de Coré, la liberación del
sepulcro: “Del SEÑOR vienen la muerte y la vida; él nos hace bajar al sepulcro,
pero también nos levanta. El SEÑOR da la riqueza y la pobreza; humilla, pero
también enaltece. Levanta del polvo al desvalido y saca del basurero al pobre para
sentarlos en medio de príncipes y darles un trono esplendoroso.”
En 1 Samuel 28:13–19 encontramos el relato del encuentro del rey Saúl con
la adivina de Endor. Samuel, el hijo de Ana, es la primera persona de la Biblia que,
al menos temporalmente, sube del seol.
Los hijos de Coré llegaron a formar uno de los gremios de levitas que
componían e interpretaban salmos para ser entonados en las fiestas que
celebraban los israelitas, no solamente en Jerusalén, sino en otros santuarios de
Israel. Durante las excavaciones realizadas en el santuario de la ciudad de Arad, el
arqueólogo israelita Y. Aarón encontró una olla del tiempo del rey Ezequías, que
tenía una inscripción que mencionaba a los hijos de Coré (Sarna 1993:22). La
actividad de los hijos de Coré se desarrolló en la época anterior a la destrucción de
Jerusalén por los babilonios en el año 587 aC. Lo que sucedió con ellos después
de la cautividad babilónica se desconoce. Los libros de las Crónicas sólo
mencionan que 147 miembros del gremio de Asaf regresaron a Judá con el
gobernador Zorobabel, en el año 538 aC.
Algunos investigadores, como Goulder y Holladay, creen que durante la
época del Reino dividido, los hijos de Coré actuaron en el templo de la ciudad de
Dan, en el extremo norte de Israel. De acuerdo con la teoría de Goulder, los hijos
de Coré lograron escapar de Dan, cuando el Reino del Norte fue arrasado por
asirios en el año 721 aC. Encontraron refugio en Jerusalén y fueron incorporados
al ministerio del templo, donde los salmos traídos del norte fueron modificados,
para ser utilizados en la liturgia de las fiestas que se celebraban en Jerusalén. En
apoyo de su teoría, Goulder y Holladay afirman que los salmos de Coré aún
retienen algunos rastros del dialecto del norte de Palestina. Sin embargo, es más
probable que los hijos de Coré hayan ejercido sus funciones no sólo en Dan, sino
también en varios santuarios de Israel, incluyendo Siló y Jerusalén.
El primer salmo de los hijos de Coré, en el segundo libro de los salmos, es el
Salmo 42. El primer salmo de los hijos de Coré, en el tercer libro, es el Salmo 84,
esto es, dos veces 42. Según Mitchell, el número 42 fue un número de gran
importancia para los sabios y escribas entregados al estudio de las Escrituras y la
composición del canon del AT. Para Mitchell, el número 42 es el número de los
hijos de Coré. En 2 Reyes 2:24, los muchachos que se burlaron del profeta Eliseo,
llamándole “¡viejo calvo!”, fueron despedazados por dos osos. Se cree que los
muchachos se burlaron de Eliseo por ser un levita perteneciente al clan de Coré, y
por lo tanto, un defensor empedernido de los primeros dos mandamientos, y del
“Señor Todopoderoso” como único soberano y Dios de Israel. Solamente en el
libro de los Reyes Elías y Eliseo emplean el título “Señor Todopoderoso”,
designación favorita de los salmos de Coré. De acuerdo con la reconstrucción de
la escena de 2 Reyes 2, los muchachos de Betel se burlaron de Eliseo no porque era
calvo, sino porque fue un opositor de la adoración sincretista, establecida por el
rey Jeroboán I en el templo de Betel. Cuando los muchachos se burlaron de
Eliseo, diciendo “¡Anda, viejo calvo!, ¡anda, viejo calvo!”, lo que quisieron decir
fue: “¡Anda, hijo de Coré, ven con nosotros al templo de Betel para adorar!” La
relación del nombre Coré con la palabra calvo, se debe a que en hebreo ambas
palabras proceden de la misma raíz (Mitchell 2006:374). Al hablar de la relación
del número 42 con los hijos de Coré, es interesante notar que en la genealogía de
Jesucristo, en el evangelio de San Mateo, hay 42 generaciones entre Abraham y
Jesucristo.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿Por qué ha sido descrita la Biblia como un libro para refugiados escrito
por otros refugiados?
3. ¿En qué sentido fue Jesús como aquel ciervo que bramaba por las
corrientes de las aguas?
4. Haga una lista de las características de los salmos de los hijos de Coré.
6. Haga una lista de las personas que hoy en día pudieran ser descritas como
“forasteros en tierra ajena”.
9. ¿En qué sentido podemos llamar al Salmo 42/43 una profecía de Cristo?
10. ¿Por qué creen algunos eruditos que el Salmo 42/43 fue colocado como
el primer canto en el segundo libro de los salmos?
11. ¿Por qué opinan algunos investigadores que Elcana, Ana, Samuel, Elías y
Eliseo pertenecían a la familia de los hijos de Coré?
12. ¿ué es lo qué cambió el lamento del salmista en una declaración de fe?
13. En su opinión, ¿cuál es el mensaje más importante que tiene el Salmo
42/43 para nosotros hoy en día?
SALMO 46
Considerado uno de los relatos más emocionantes y llamativos del AT, el profeta
Isaías narra, en el capítulo 37 de su libro, que los emisarios de Senaquerib, el gran
rey del imperio asirio, llegaron a los muros de Jerusalén con un formidable
ejército para pedir la rendición de la santa ciudad y su entrega a la potencia más
agresiva y temida de la época. El comandante en jefe del ejército, hablando en
nombre de Senaquerib, se burló de la fe que los habitantes de Judá habían
depositado en su Dios. Incluso tildó al Señor de ser incapaz de salvar a Sión. Con
las vestiduras rasgadas y vestido de luto, el rey Ezequías de Judá subió al templo
del Señor, y desplegó la carta de Senaquerib, tan llena de blasfemias, delante del
Señor y en su presencia oró con lamentación (2 Reyes 19:14–15).
El profeta Isaías se presentó ante Ezequías con la respuesta que había dado el
Señor al desafío de los asirios: “Yo, el Señor, declaro esto acerca del rey de Asiria:
‘No entrará en esta ciudad, ni lanzará contra ella una sola flecha. No se enfrentará
a ella con escudos, ni construirá contra ella una rampa de asalto. Volverá por el
mismo camino que vino; ¡en esta ciudad no entrará! Yo, el Señor, lo afirmo. Por
mi causa, y por consideración a David mi siervo, defenderé esta ciudad y la
salvaré’” (Isaías 37:33–35).
Y dice el relato del profeta: “Entonces el ángel del SEÑOR salió y mató a ciento
ochenta y cinco mil hombres del campamento asirio. A la mañana siguiente,
cuando los demás se levantaron, ¡allí estaban tendidos todos los cadáveres!” (Isaías
37:36). Según muchos investigadores, al menos según los investigadores que aún
creen en milagros, la salvación que obtuvieron Ezequías, Isaías, y los habitantes de
Jerusalén, es el evento que celebra el Salmo 46. Si el Salmo 46 festeja otro
acontecimiento que no sea éste, tiene que haber sido una salvación igualmente
impresionante.
EL EPÍGRAFE DEL SALMO 46
Según el epígrafe, este canto de victoria se identifica como un salmo de los
hijos de Coré según alamot. Uno de los significados de la palabra alamot del
epígrafe es doncellas, lo cual ha inducido a la mayoría de los intérpretes a concluir
que el Salmo 46 debe ser interpretado en un tono agudo, como el que canta una
persona que tiene voz de soprano. Según la opinión de otro intérprete, la palabra
alamot significa “por las aguas”, porque el salmo fue entonado originalmente a
orillas del río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios (Goulder 1982:139).
“Los hijos de Coré” fue el nombre de uno de los gremios de levitas que
componían e interpretaban salmos que se entonaban en las fiestas celebradas por
los israelitas no sólo en Jerusalén, sino en otros santuarios de Israel. Hay eruditos,
como Goulder y Holladay, que creen que durante la época del Reino dividido, los
hijos de Coré actuaron en el templo de la ciudad de Dan, en el extremo norte de
Israel. De acuerdo con la teoría de Goulder, los hijos de Coré lograron huir de
Dan cuando el Reino del Norte fue arrasado por asirios en el año 722 aC. Al
hallar refugio en Jerusalén, se incorporaron al ministerio del templo de la ciudad,
y los salmos que trajeron del Norte se modificaron para utilizarlos en la liturgia de
las fiestas celebradas en Jerusalén. Para sustentar su teoría, Goulder y Holladay
afirman que los salmos de Coré todavía retienen huellas del dialecto del norte de
Palestina.
El Salmo 46 se divide en tres partes, cada una de las cuales termina con la
palabra selah, vocablo que sirvió de señal a los músicos respecto al modo de tocar
sus instrumentos, o que indicó una pausa durante la cual se leyó una historia que
relataba la razón de la celebración litúrgica.
46:46 Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia.
El ataque del rey Senaquerib contra Sión fue solamente la arremetida de una
nación contra el Señor. Sin embargo, el versículo habla no sólo del ataque de
ejércitos enemigos contra Jerusalén, sino del ataque escatológico de las naciones
contra la iglesia. El Salmo 46 no es sólo un salmo que mira retrospectivamente
hacia una liberación obrada por Dios en el pasado. Es también un salmo
escatológico que mira hacia el futuro, a la liberación obrada por Dios que
experimentarán los perseguidos y oprimidos hijos del Reino. Es un salmo que,
proféticamente dirige la mirada a la gran victoria sobre los poderes del mal llevada
a cabo en la cruz, resurrección y ascensión de Jesucristo. La victoria de Dios y su
Mesías, que contempla el Salmo 46, será la última gran batalla contra las fuerzas
del mal.
46:46 El Señor Todopoderoso está con nosotros; nuestro refugio es el Dios de Jacob. Selah
Dios invita a las naciones reunidas frente a la Ciudad Santa a ver su obra, una obra
positiva y alentadora: las armas de guerra serán destruidas. Las declaraciones de
Isaías 2 y Miqueas 4 también profetizan la eliminación de las armas de guerra.
Dios pone fin a las guerras hasta los confines de la tierra. El Señor invita a los que
viven de la violencia a que vean el final de la violencia. Parece que el peligro al que
alude el Salmo 46 ha pasado. El Señor intervino y libró a su pueblo sin que Israel
tuviera que actuar para lograrlo. Es evidente que el salmo se refiere a la última
batalla del fin del tiempo, cuando todos los poderes del mal serán vencidos de una
vez y para siempre; o se refiere a una de las batallas históricas de Israel que cumple
el papel de arquetipo de la última batalla (Clifford 2002:229).
La destrucción de las armas del enemigo era algo que solían hacer los israelitas
después de la derrota de los enemigos. Se ha sugerido que, luego de la aniquilación
del ejército asirio obrado por el ángel del Señor, los soldados de Ezequías
recogieron las armas y los carros de los asirios y los quemaron en el valle de
Hinón. El salmista convoca ahora a los habitantes de Jerusalén a contemplar
desde los muros de la ciudad la quema de los instrumentos de guerra y conocer
que el Señor es en verdad el Señor y Salvador, y que es digno de las alabanzas y
acciones de gracias de su pueblo.
46:46 “uédense quietos, reconozcan que yo soy Dios. ¡Yo seré exaltado entre las naciones! ¡Yo seré
enaltecido en la tierra!”
Al leer las primeras líneas de este magnífico salmo, nos damos cuenta que es como
escuchar el canto de un enamorado, porque el salmista ama el santuario del Señor
del modo en que un amante anhela a su amada. Estamos ante una canción que
expresa la fuerte emoción y pasión de alguien que se siente enfermo de amor,
alguien cuyo corazón late apresuradamente y se estremece al pensar en la persona
amada. La palabra “hermosas”, que leemos en la primera línea del salmo, es el
mismo vocablo que se emplea en el título del Salmo 45 para describir una canción
de amor en honor a los enamorados, el día de su boda. Es la misma palabra en
hebreo, empleada por el profeta Ezequiel para describir a su amada esposa al
recibir el anuncio de su muerte repentina: “…el deleite de mi vista y el deseo de mi
corazón”. Las mismas palabras las utiliza el profeta para describir el amor que el
Señor le tiene a Israel, su esposa tan amada, pero tan infiel (Ezequiel 24:15–27).
84:84 Anhelo con el alma los atrios del SEÑOR; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con
todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida.
La razón del anhelo del salmista por los atrios del Señor se debe a que son los
lugares en que Dios está presente, donde se manifiesta su gloria, su epifanía, su
shekinah. El templo es el lugar donde se proclama la Tora del Señor y donde el
israelita puede encontrar refugio de los enemigos que le persiguen. Si tanto anhela
el alma del salmista estar en los atrios del templo, cuánto más deben ansiar
nuestros corazones estar en la presencia de aquel cuyo cuerpo ha remplazado
todos los santuarios del AT: “Pues yo les digo que aquí está uno más grande que el
templo” (Mateo 12:6).
84:84 Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares;
también la golondrina hace allí su nido, para poner sus polluelos.
¡Cuán felices son los gorriones y las golondrinas que han hecho sus nidos y crían
sus polluelos, en los nichos de las paredes cerca del altar y en los árboles del
bosque en la inmediación del santuario! ¡ué afortunadas son las aves que anidan
en el templo cerca de la presencia de Dios! ¡Ojalá pudiera yo ser como una de
ellas! Esas débiles criaturas son para el salmista el objeto de su envidia, porque han
encontrado un refugio seguro en la casa de Dios.
Las golondrinas tienen la dicha de estar siempre cerca del lugar donde se
manifiesta la gloria del Señor. Llevadas por sus alas, pueden desplazarse con
rapidez y llegar al lugar santo mucho más rápidamente que los peregrinos, quienes
fatigosamente tienen que cruzar valles, desiertos, ríos y montañas para llegar hasta
los muros que rodean la Ciudad Santa y su templo. ¡Ojalá fuera como ellas!
¡Cuántas veces, en nuestras angustias y aflicciones, no hemos querido ser como
aquella ave que puede volar, y así escapar de los problemas y refugiarnos en el
Señor! En el Salmo 55:6–8 dice el salmista: ¡Cómo quisiera tener las alas de una
paloma y volar hasta encontrar reposo! Me iría muy lejos de aquí; me quedaría a
vivir en el desierto. Presuroso volaría a mi refugio, para librarme del viento
borrascoso y de la tempestad. En el Salmo 11:1 le sugieren al salmista que huya al
monte, como las aves.
Los altares a los que se refiere el versículo 7 son, probablemente, el altar
grande para las ofrendas quemadas (Éxodo 27:1–8) y el altar más pequeño para el
incienso delante del lugar santísimo (Éxodo 30:1–10). En la actualidad el templo
de Salomón ya no existe en la Ciudad Santa. En su lugar, los musulmanes han
construido la mezquita de Omar; sin embargo las golondrinas aún siguen allí,
siempre revoloteando sobre la mezquita y su gran patio (Lipinski 1966:21).
84:84 Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando. Selah
Tenemos aquí la segunda bienaventuranza del Salmo 84, que trata de las personas
que parten para cumplir con la peregrinación, y que no confían en sus propias
fuerzas sino en la fortaleza que brinda el Señor a quienes recorren sus sendas. Son
los que alcanzarán la meta.
84:84 Cuando pasa por el valle de las Lágrimas lo convierte en región de manantiales; también las
lluvias tempranas cubren de bendiciones el valle.
En vez de “valle de las Lágrimas” (RV y NVI), otras traducciones prefieren la frase
“valle del Llorón” (Biblia de Jerusalén), o “valle de Valmorea” (Biblia del
Peregrino), “valle de Bacá” (Kraus 1995:255). Son traducciones que reflejan la
idea del traductor de que aquí se refiere a un valle particular que los fieles tenían
que cruzar en su peregrinación hacia el templo. Existe un valle de Bacá en el norte
de Palestina, lo que podría indicar que originalmente el salmo tuvo que ver con
uno de los santuarios del Reino del Norte, y no con el templo de Salomón en
Jerusalén.
La mención de las lluvias tempranas que cubren de bendiciones el valle
(“estanques de agua”, RV), ha inducido a muchos comentaristas a concluir que
tenemos aquí una alusión a las lluvias de otoño que llegan después de cinco meses
de sequía. De ser así, entonces la fiesta que espera celebrar el peregrino es la fiesta
de las Enramadas, los primeros días de octubre. Antes del comienzo de las lluvias,
todo el paisaje presenta un aspecto árido, desolado, desnudo de vegetación. La
peregrinación de los fieles comienza cuando todo tiene la apariencia de estar
muerto. Uno de los propósitos de la celebración de la fiesta de las Enramadas es
orar al Señor para tener la seguridad de una buena lluvia de otoño (Lipinski
1966:25). La idea que transmite el texto es que, aunque el viaje del peregrino
comienza en pleno verano, cuando todo está todavía calcinado, seco y
aparentemente muerto, el Señor enviará lluvias para transformar tal paisaje en
uno de belleza y bendición. Con la bendición del Señor el valle desierto se
convierte en un oasis (Kraus 1995:257). El valle de las Lágrimas quedará
transformado en un lugar de verdes pastos y tranquilas aguas. Aunque nuestra
peregrinación hacia la nueva Jerusalén parece pasar por un valle de lágrimas, el
Señor promete abrir manantiales en el desierto, como lo hizo para Agar (Génesis
16), y enjugar toda lágrima de nuestros ojos (Apocalipsis 21:4) y convertir todo
nuestro luto en baile.
84:84 Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas, y en Sión se presentan ante el Dios de
dioses.
Según el texto, después de pasar por el valle de Bacá, o valle de las Lágrimas, el
peregrino irá cobrando fuerzas o, según otras traducciones, como la de la Biblia
del Peregrino, de baluarte en baluarte, cruzando una cadena de serranías que lo
separaban de la Ciudad Santa. Aunque hay muchas barreras que sortear, el Señor
promete dar nuevas fuerzas a los que confían en él. “Aún los jóvenes se cansan, se
fatigan, y los muchachos tropiezan y caen; pero los que confían en el Señor
renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán,
caminarán y no se cansarán” (Isaías 40:30–31). La palabra hebrea empleada aquí
puede traducirse también como fortaleza. Si se acepta esta traducción, entonces
los baluartes no serán las montañas que tiene que escalar o sortear el peregrino en
su viaje al santuario, sino una sucesión de fortalezas, o ciudades amuralladas,
donde los viajeros podrían pasar la noche antes de continuar su viaje en los días
siguientes. Recordemos que en la Edad Media los peregrinos cristianos que
viajaban hacia Santiago de Compostela, o uno de los otros sitios sagrados de
Europa, seguían la llamada ruta de los peregrinos, que consistía en una cadena de
monasterios, donde los viajeros podían encontrar albergue y protección en la
peregrinación hacia su destino. Durante tales peregrinaciones, los viajeros
gozaban de la compañía de fieles de otras regiones, y durante su estancia, juntos,
podían compartir toda clase de historias, experiencias personales, cantos y
tradiciones sagradas. Una de las características de las peregrinaciones era que
durante las mismas desaparecían las distinciones sociales y económicas. Todos
vestían el mismo hábito sencillo del peregrino, y en los monasterios o albergues de
la ruta todos compartieron la misma comida sencilla de peregrino, al igual que los
israelitas, que se alimentaban del mismo maná durante su largo peregrinaje.
Nosotros también, en nuestra peregrinación espiritual hacia la Jerusalén celestial,
debemos tener en cuenta que, como extranjeros y peregrinos en este mundo (1
Pedro 2:11), tenemos nuestra ciudadanía en el reino de Cristo. Por lo tanto, no
deben existir entre nosotros las distinciones sociales, raciales y económicas, que
caracterizan a esta generación perversa.
La segunda y principal finalidad de la peregrinación a Sión, es para ver el
rostro de Dios. Para los vecinos paganos de los israelitas, la expresión “ver el rostro
de Dios” significaba contemplar la estatua del ídolo colocado en el lugar santísimo
del templo. Sabemos que el templo del Señor en Sión no albergó ninguna imagen
del Señor, aunque, quizá en otros santuarios en el norte de Israel pudo haber
habido imágenes del Señor, si bien tales representaciones de la divinidad
quedaban terminantemente prohibidas por el primero de los Diez
Mandamientos. Es conocido, sin embargo, que Jonatán hijo de Gersón, hijo de
Moisés, instaló una imagen tallada, supuestamente del Señor, en la ciudad de Dan,
en el norte de Israel ( Jueces 18:29–31).
Los investigadores no han llegado a ponerse de acuerdo respecto a lo que
significaba “ver el rostro de Dios” en el templo de Jerusalén. Para unos, “ver a
Dios” podría significar presentarse ante el arca del pacto. Para otros, sería ver el
templo bañado en la luz reflejada sobre el oro que cubrió las paredes del santuario,
al ser alcanzadas éstas por los rayos del sol naciente. Los rabinos solían hablar de
ver a Dios en su Palabra, cuando el creyente escuchaba la lectura de la Tora como
parte de la celebración de la fiesta. Otros investigadores opinan que los fieles caían
en el éxtasis producido por los innumerables instrumentos musicales (Salmos
150), los cantos de la congregación y las danzas sagradas. Encontrándose en tal
estado, recibieron visiones del Altísimo, como las que recibieron Isaías en su
llamado (Isaías 6), Ezequiel a orillas del río uebar (Ezequiel 1) y los místicos
judíos mezclados en el así llamado “misticismo Merkabar”, en el cual el místico
trató de contemplar la gloria visible de Dios al ser llevado por la carroza sagrada.
Según Alonso Schökel, la visión de la gloria de Dios tiene que ser espiritual, una
experiencia interior (1996:1103).
Sea lo que fuere lo que experimentaron los fieles en el templo al contemplar el
rostro de Dios, la lectura del salmo hecha desde el punto de vista de la revelación
de Dios en Jesucristo, debería subrayar que nosotros vemos el rostro del Dios
invisible en Jesús y su evangelio. Cuando Felipe le pidió a Jesús: “Muéstranos al
Padre y con eso nos basta”, Jesús le respondió con la gran afirmación: “¿Tanto
tiempo llevo ya entre ustedes, y todavía no me conoces? El que me ha visto a mí,
ha visto al Padre. ¿Cómo puedes decirme: “Muéstranos al Padre?” ( Juan 14:8–9).
84:84 Oye mi oración, SEÑOR, Dios Todopoderoso; escúchame, Dios de Jacob. Selah
La tercera etapa del viaje del peregrino comienza cuando por fin llega al templo, al
lugar donde el Señor está presente, donde es posible ver su gloria. Es el lugar en el
cual el salmista eleva al Señor su oración en favor del Ungido del Señor, o sea el
rey, el sumo sacerdote o, como creen muchos, del futuro Mesías: “Oh Dios,
escudo nuestro, pon sobre tu ungido tus ojos bondadosos.” Poner los ojos sobre el
Ungido significa mirarlo con bondad, darle apoyo y bendecirle en todo cuanto
emprenda. No es posible precisar, basándose en la gramática hebrea, si al hablar de
“escudo nuestro”, el salmista habla de Dios o del Ungido. En Reina Valera, el
término “escudo nuestro” se refiere a Dios; pero en la Biblia del Peregrino, se
refiere al Ungido: “Fíjate Dios, en nuestro Escudo; mira el rostro de tu Ungido.”
Según Gerstenberger (2001:125), el Ungido por quien oran los peregrinos, puede
ser el soberano que reinaba en aquel momento, o también el futuro Mesías.
Nosotros sabemos que no podemos llegar al templo de Salomón en Jerusalén,
porque hace muchos años el lugar sagrado fue destruido por el rey
Nabucodonosor de Babilonia. No podemos llegar tampoco al gran templo de
Herodes el Grande, porque 40 años después de la Pasión de nuestro Señor, el
templo quedó totalmente destruido por el general romano Tito. Pero sabemos
que el templo construido de piedra y mármol fue reemplazado por otro.
Recordemos que después de la purificación del templo en Jerusalén, nuestro
Señor Jesucristo anunció: “Destruyan este templo, y lo levantaré de nuevo en tres
días” ( Juan 2:19). Y San Juan aclara: “Pero el templo al que se refería era su propio
cuerpo” ( Juan 2:21).
El cuerpo de Jesucristo es para nosotros ahora el templo de Dios, en el que
Dios está presente, en el que Dios actuó para librarnos del poder del diablo, del
pecado y la muerte. Este nuevo templo es al mismo tiempo el cuerpo humano de
Jesucristo que fue clavado en la cruz, y la comunión de los santos. En Juan 1:14 se
nos dice que el templo de Dios es la carne y sangre de Jesús: “Y el Verbo se hizo
hombre y habitó entre nosotros. Y hemos contemplado su gloria, la gloria que
corresponde al Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.” En
Jesucristo y su cruz podemos ver la gloria de Dios de una manera mucho más clara
que en la luz brillante que pudieron contemplar los israelitas en su templo. Porque
en la cruz vemos la gloria de Dios, que nos amó tanto que estuvo dispuesto a venir
a nuestro mundo y hacerse uno de nosotros, y como tal, sufrir todo lo que
debíamos sufrir nosotros, y pagar todo lo que nosotros debíamos pagar. Vemos la
gloria de Dios, que de tal manera amó al mundo, nos amó a todos nosotros, “que
dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que
tenga vida eterna” ( Juan 3:16).
84:84 Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos; prefiero cuidar la entrada de la casa
de mi Dios que habitar entre los impíos.
Los levitas y los cantores sagrados que siempre viven en el templo, gozan de una
gran bendición; sin embargo, también gozan de una gran bendición los
peregrinos que sólo tienen el privilegio de estar en la casa del Señor por un día
solo, durante la celebración de una de las fiestas de peregrinación. Notamos en el
Salmo 84 una oposición o polaridad binaria, no solamente entre distancia /
presencia, sino también entre transeúntes / habitantes. Los hebreos medían el
valor del tiempo según su contenido. De acuerdo con tal concepto, un día pasado
en la presencia del Señor es de un valor infinitamente mayor que mil días sin él.
Una vida corta en que diariamente se contempla la presencia del Señor, vale
mucho más que una vida larga sin Dios. Un largo tiempo sin Dios no tiene
ningún valor, es tiempo vacuo, pura vanidad.
“Habitar entre los impíos” (“Habitar en las moradas del maldad” RV),
posiblemente se refiera a los santuarios de los dioses paganos, o las suntuosas
mansiones que construyeron los malvados con las ganancias logradas gracias a la
extorsión, la opresión y el fraude. En Amós 6:4–6 y Miqueas 6:10, se denuncia a
los impíos cuyas mansiones lujosas, llenas de tesoros mal habidos, han llegado a
ser centro de toda clase de impiedad.
84:84 El SEÑOR es sol y escudo; Dios nos concede honor y gloria. El SEÑOR brinda
generosamente su bondad a los que se conducen sin tacha.
1. Según Jesús (Mateo 6:26), ¿de qué maneras pueden servirnos de modelos
las golondrinas y las aves del cielo?
2. Haga una lista de las cosas que el Salmo 84 tiene en común con los demás
salmos de Coré (Salmos 42/43; 45; 46).
6. Busque las tres bienaventuranzas en el Salmo 84. ¿Por qué son dichosas
las personas mencionadas en los tres textos?
8. Según el punto de vista del NT, ¿cómo debemos entender el Salmo 84?
SALMO 8
8:1 Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu
gloria sobre los cielos!
Los seres humanos son llamados aquí ben’adam, hijos de hombre, para poner
énfasis en su dependencia, fragilidad y vulnerabilidad. Así como el primer
hombre, Adán, fue formado del polvo de la tierra, así también sus descendientes
son criaturas provenientes del polvo que al morir volverán al polvo. Recordemos
que el Verbo eterno se hizo hombre al nacer de la virgen María, un ben’adam; se
hizo débil y vulnerable como nosotros, a fin de que pudiéramos alcanzar su gloria
y santidad.
Después de contemplar la grandeza, la majestad y los misterios del universo
con los cometas, rayos cósmicos, lo que se conoce como antimateria, la existencia
de otras galaxias con sus estrellas, agujeros negros y sistemas solares; sí, después de
contemplar la realidad de una creación tan inmensa que su tamaño es
inconmensurable, así como Dios es eterno, nos vemos inducidos a preguntar:
¿Dónde me encuentro yo en tal inmensidad? ¿ué papel desempeña el ser
humano en el misterio del universo? ¿ué significado tiene mi vida y la de los
demás seres humanos, frente a la tremenda majestad del hacedor de todas las
cosas? Rodeado del esplendor de los cielos, la luna y las estrellas, ¿qué importancia
puede tener el ser humano? Ante la inmensidad del espacio, repleto de
innumerables estrellas, cada una un millón de veces más grande que nuestro
planeta, ¿qué posibilidad existe de que el hombre y la mujer puedan tener alguna
importancia en la mente del gran arquitecto del universo? La meditación
profunda acerca de los misterios del universo, podría conducirnos a la locura.
Frente a sus misterios nos sentimos tan pequeños, tan insignificantes, que
fácilmente podríamos caer en una profunda desesperación. Podríamos llegar a la
conclusión de que somos menos que nada, y que nuestra existencia dentro del
universo es un accidente. En todo esto, ¿habrá tenido el Creador un plan, un
propósito, y proyecto de trabajo para mí?
8:5 Pues lo hiciste poco menos que un dios, y lo coronaste de gloria y de honra;
La respuesta que el Salmo 8 ofrece respecto a la pregunta del papel que el ser
humano desempeña en el universo, es un resumen de la teología de la creación del
primer capítulo del Génesis y, a la vez, un anticipo de la realización futura del
reino de Dios en la persona de Jesucristo. De acuerdo a la teología de la creación
del Génesis, Dios tuvo previsto un papel trascendente para el ser humano en su
proyecto del universo. Según este plan, el ser humano fue predestinado a ocupar
una posición significativa en la realización de la voluntad de Dios con respecto a
su creación.
Lo primero que declara el Salmo 8:5 es que el Creador ha hecho al ser
humano poco menos que un dios. La palabra “dios” empleada aquí, se refiere a un
ser divino, un ángel. La palabra en el texto hebreo es elohim, el nombre que
normalmente significa Dios y se traduce como tal. Pero a los traductores de la
Septuaginta, la declaración les debe haber parecido muy atrevida, y por lo tanto
tradujeron “los ángeles”, esto es, “lo hiciste poco menos que los ángeles”. En la
mayoría de las traducciones del AT al castellano, los traductores han imitado el
ejemplo de la LXX y adoptaron la palabra ángeles en lugar de elohim, o Dios
(Leupold 1969:105).
En las religiones orientales y en la teología de la Nueva Era, los seres humanos
son considerados divinos, semidioses o, por lo menos, con una chispa divina, o
una luz o poder interior divinos. Algunos teólogos modernos hablan del hombre
como si fuera un clon o una proyección de Dios. En cambio, el Salmo 8 pone el
énfasis en que es necesario mantener una clara distinción y diferencia entre Dios y
el ser humano. Dios es el Creador, y el ser humano es una criatura.
El propósito de Dios con respecto al hombre no es que éste aspire a ser igual al
Creador. Ser igual al Creador es la tentación en la cual, según Génesis 3, cayeron
los seres humanos al extender sus manos para tomar la fruta prohibida con la
esperanza de llegar a ser como Dios, conocedores del bien y del mal.
Si bien los seres humanos no son iguales a los seres divinos, la frase “poco
menos” indica que los hombres y las mujeres son “mucho más” que los animales y
las demás criaturas. Entre los seres creados, ocupan una posición de preeminencia.
Recibieron honra y gloria, algo que no les cupo a las demás criaturas. La frase
“gloria y honra” nos recuerda la historia del patriarca José quien, después de haber
sido vendido por sus hermanos, esclavizado por los egipcios y encarcelado por
Potifar, capitán de la guardia del faraón, quedó en libertad y el propio faraón lo
colocó en una posición de “gloria y honra”. Leemos en Génesis 41:42–43: “De
inmediato, el faraón se quitó el anillo oficial y se lo puso a José. Hizo que lo
vistieran con ropas de lino fino, y que le pusieran un collar de oro en el cuello.
Después lo invitó a subirse al carro reservado para el segundo en autoridad, y
ordenó que gritaran: ‘¡Abran paso!’”
8:6 lo entronizaste sobre la obra de tus manos, todo lo sometiste a su dominio:
Dios ha indicado con precisión cuál es el papel que desea que desempeñe el
hombre en el concierto del universo. Ha sido nombrado mayordomo sobre todas
las criaturas, domésticas y salvajes. Le ha sido dado el dominio sobre todo lo que
se mueve en las aguas: peces, ballenas, barcos, el leviatán, etc. No obstante, ser
mayordomo no significa tener autoridad de dueño absoluto, sino ser alguien
responsable de cuidar y proteger lo que pertenece al que es el dueño absoluto de
todo lo creado. Al hombre se le encomendó la responsabilidad de ejercer su
dominio sobre la naturaleza, de acuerdo con la voluntad del Creador, y no según
la voluntad del enemigo, cuyo deseo es robar, matar y destruir ( Juan 10:10). La
voluntad del Creador es que todos tengan vida, y que la tengan en abundancia.
Tanto el Salmo 8 como Génesis 1:28–31 se citan como justificación de la
expoliación de la naturaleza, la extinción de miles de formas de vida, el despojo de
los recursos no renovables de la tierra y la contaminación de las aguas, la tierra y el
aire. Por todo el mundo se escuchan las voces de los demagogos que gritan: “La
tierra es nuestra, los ríos son nuestros, el petróleo es nuestro al igual que los
minerales de la tierra y la madera de los bosques.” El Salmo nos recuerda que
todos los recursos naturales son del Señor adoneinu, y que él los ha puesto a
disposición de todos los hombres, y no sólo de los más poderosos, los más ricos y
aprovechadores. El Salmo 8 nos insta a luchar en favor de la tierra y la ecología. Al
confesar nuestros pecados, tendremos que pedir perdón a la madre tierra por los
innumerables abusos a los cuales ha sido sometida por quienes en realidad fueron
hechos responsables de su protección.
Uno de los factores que ha inducido a los hombres a entender
equivocadamente el Salmo 8 y utilizarlo para justificar la explotación del mundo
material y la destrucción del ambiente, es la lectura del salmo desde el punto de
vista de la filosofía griega. Ésta considera que todas las cosas materiales son
inferiores a las realidades espirituales (Wingren 1981:53). Según tal filosofía, las
cosas inferiores carecen de importancia y pueden desecharse sin titubear. Esta
filosofía indujo a los griegos a despreciar la idea de la encarnación y la resurrección
del cuerpo. Solamente las cosas espirituales perdurarán y, por lo tanto, no hay que
preocuparse tanto por la creación material. Sin embargo, de acuerdo con el AT,
tanto lo espiritual como lo material son, igualmente, obra del Creador del mundo
y desempeñan un papel fundamental en su proyecto del universo.
Es de suma necesidad entender que el dominio que el Creador le ha entregado
a los seres humanos no es absoluto, no es una licencia para explotar, saquear y
abusar de la creación. Al hombre no se le dio la autoridad de aprovecharse de la
creación y de las criaturas para satisfacer sus propios fines egoístas, sino que se le
encomendó preservar toda la creación. El hombre no recibió un mandato para ser
la causa de la extinción de una especie tras otra, sino para preservar a los animales
y a las plantas de la extinción. El hombre no ha sido elegido para ser un tirano,
sino mayordomo. Según el catálogo de Génesis 1, el Salmo 8 nombra las bestias
del campo, las aves del cielo y los peces del mar. Es evidente que el Salmo 8 es un
canto que celebra la creación de todas las cosas mencionadas en el primer capítulo
de la Tora, y que la teología de Génesis 1–3 es parte del fondo del salmo.
Una de las cosas que celebra el Salmo 8 es el hecho de que todo lo que Dios ha
creado es bueno. Una y otra vez leemos en Génesis 1 la frase: “Y Dios consideró
que esto era bueno.” La creación de los cuerpos celestes, formados por materia, de
los elementos, de la tierra y el mar es buena. Las bestias de la tierra, las aves del
cielo y los peces del mar, son buenos, no malos. No hay aquí un desprecio
gnóstico de las cosas materiales. No se dice que el mundo material fue creado por
un espíritu inferior, un demiurgo, un demonio. No se dice que la existencia de la
materia es el resultado de un gran accidente o equivocación cósmica. La existencia
material de los elementos, de la tierra y los seres vivos, no debe provocar lamentos
sino celebración de parte de los siervos de Dios. Observemos que Dios llama
“bueno” a las bestias, las aves y los peces, antes de la creación del hombre. uiere
decir que los seres vivos son buenos en sí mismos, y no sólo para los hombres. Son
buenos por ser parte de la maravillosa obra de creación del Señor. Son todas obras
dignas de ser preservadas, admiradas y celebradas, y no sólo aprovechadas por los
seres humanos.
Frente a las actividades de las criaturas más humildes de la tierra, los autores
inspirados de la Biblia quedan maravillados. Así se expresa uno de ellos en el libro
de los Proverbios: “Cuatro cosas hay pequeñas en el mundo, pero que son más
sabias que los sabios: Las hormigas, animalitos de escasas fuerzas, pero que
almacenan su comida en el verano; los tejones, animalitos de poca monta, pero
que construyen su casa entre las rocas; las langostas, que no tienen rey, pero que
avanzan en formación perfecta; las lagartijas, que se atrapan con la mano, pero
que habitan hasta en los palacios” (Proverbios 30:24–28).
Las palabras con que el Señor resalta lo admirable de su creación al hablar de
las diferentes bestias de la tierra en los discursos dirigidos a Job desde el
torbellino, dejan ver su preocupación, afán y amor por las criaturas más extrañas y
estrambóticas. El Señor dirige la atención de Job a la vida de las cabras monteses,
las gacelas, el asno salvaje, el búfalo, el avestruz, el águila y, finalmente, el Behemot
y el Leviatán. Son todas criaturas que merecen nuestra apreciación, porque son
parte de la maravillosa obra del Creador. Al observar y contemplar la vida de las
bestias de la tierra, las aves del cielo y los peces del mar, el hombre debe sentirse
estimulado a entonar himnos de honor y gloria al Creador. Las criaturas de la
naturaleza no son aberraciones que deben ser exterminadas. Más bien tienen que
ser apreciadas y admiradas por los hombres. La preservación de las criaturas de la
tierra es, también, parte de la mayordomía que el Señor le ha encomendado al ser
humano. El buen mayordomo tiene que esforzarse por proteger todo lo que el
Creador ha sujeto a su autoridad. El Salmo 8 nos exhorta a cumplir fielmente con
nuestra mayordomía (Toser 2005:353).
La historia del patriarca José, a quien ya hemos hecho referencia, nos instruye
respecto al papel y responsabilidades de un buen mayordomo, la clase de
mayordomo que Dios quiere que seamos. Recordemos que el joven José, el
soñador, el consentido de su padre Jacob, fue vendido por sus propios hermanos a
un grupo de ismaelitas. Después, este futuro salvador de su pueblo, fue comprado
por el capitán de la guardia, un alto oficial del faraón de Egipto. La historia
bíblica nos cuenta que José se ganó la confianza de Potifar, de manera tal que éste
lo nombró mayordomo de su casa y le confió la administración de todos sus
bienes. Potifar dejó todo a cargo de José, y tan sólo se preocupaba por lo que tenía
que comer (Génesis 39:4, 6). El motivo por el cual José fue nombrado
mayordomo, fue para proteger a todas las personas que vivían en el palacio de
Potifar y administrar sus bienes y propiedades. Ser nombrado mayordomo, no le
otorga a uno el derecho de abusar de las personas y las cosas entregadas a su
responsabilidad, sino que le exige la protección de las mismas y a procurar lo que
sea justo y bueno para ellas. El buen mayordomo es, según Jesús, el siervo fiel y
prudente a quien su señor ha dejado encargado de los sirvientes para darles la
comida a su debido tiempo (Mateo 24:45). El mayordomo fiel y prudente no es
como el siervo malo y negligente que trata de sacar provecho de su posición, y
comienza a golpear a sus compañeros, y a comer y beber con los borrachos (Mateo
24:49).
José fue tentado a aprovecharse de su mayordomía y a tomar a la mujer de su
señor Potifar. Sin embargo, José había aprendido que la virtud más importante de
un mayordomo es la fidelidad, por lo tanto no extendió la mano para tomar la
fruta prohibida. El mayordomo no está para que le sirvan, sino para servir y
procurar el bien de quienes han sido puestos a su cuidado y responsabilidad. Para
Dios fue evidente que José, con su fidelidad en la casa de Potifar, reunía las
cualidades necesarias para servir de primer ministro de Egipto. Como tal, se
convirtió en el instrumento por medio del cual tanto Egipto como la familia de
Jacob fueron salvados de la hambruna de siete años, que pronto llegó. Estando en
la posición de primer ministro y virrey de Egipto, José no se aprovechó tampoco
de su mayordomía para beneficio propio. Ni se aprovechó de ésta para vengarse de
sus hermanos, que años antes habían intentado poner fin a su vida. Más bien, en
su posición encumbrada logró la reconciliación con sus hermanos, y de esta
manera los preservó no sólo de pasar hambre, sino también de cosechar las
consecuencias de sus propios pecados.
Así como José fue nombrado primero mayordomo de la casa de Potifar y
después de todo el palacio del faraón, así ha sido el propósito y el plan del
Creador que el hombre fuera nombrado mayordomo de toda la casa de Dios. Esta
“casa de Dios” es el mundo, el planeta Tierra en el que compartimos nuestra
existencia con las bestias del campo, las aves del cielo y los peces del mar. El
mandato que ha recibido el hombre de ejercer autoridad en la casa de la creación y
el mundo de las criaturas, es indicativo de la distinción existente entre el ser
humano y las demás criaturas, y es, además, parte de lo que el libro de Génesis
llama la imagen de Dios. El concepto de la imagen de Dios es vasto, muy
complicado y debatido. Sin embargo, implica que el ser humano ha recibido la
autoridad de gobernar la creación y establecer justicia en nombre de Dios.
El concepto de la imagen de Dios fue parte también de otras culturas del
Cercano Oriente, particularmente de Mesopotamia. Sin embargo, en Babilonia
sólo los reyes recibieron la imagen de Dios. Todos los demás seres humanos
fueron creados para servir a los dioses y a los reyes. De esta manera, la idea de la
imagen de Dios fortaleció el dominio de los poderosos sobre los débiles, de los
opresores sobre los oprimidos. En contraste, Génesis 1:26–27 declara que la
imagen de Dios se otorgó a todo el género humano, al hombre y la mujer. Es
responsabilidad de todo el género humano proteger la creación y promover la
justicia social en la tierra. En protesta contra la injusticia social, que es producto
de un concepto equivocado de la imagen de Dios, el libro de Génesis y el Salmo 8
proclaman la democratización de la imagen de Dios en el ser humano. Según las
Sagradas Escrituras, todas las personas tienen igual acceso a Dios, simplemente
por ser seres humanos (Middleton 2005:207). Lo que tenemos en el libro de
Génesis es una democratización de la imagen de Dios.
Los teólogos y fisiólogos, como el holandés Abraham Kuyper y el alemán
Gustavo Warneckm han utilizado el término “mandato cultural”, para designar la
misión encomendada por el Creador a todo el género humano, a fin de gobernar
la tierra, en su nombre, con justicia y amor, promover el desarrollo de los recursos
del planeta en provecho de todos, proteger el ambiente y ayudar a todos a vivir
juntos en paz y armonía. Kuyper, Warneck y otros, han designado este “mandato
cultural” la gran comisión del AT.
8:9 Oh SEÑOR, soberano nuestro, ¡qué imponente es tu nombre en toda la tierra!
Mientras el viajero sigue contemplando la imagen de la luna en las aguas de la laguna, siente de
pronto una brisa, y luego un viento fuerte que le llega desde arriba. El viento arrastra nubes que
ocultan parcialmente la redondez de la luna llena. Y el mismo viento comienza a levantar olas que se
van formando en toda la superficie de la laguna. Al contemplar ahora el reflejo de la luna en la
superficie de la laguna, el viajero puede distinguir aún la imagen lunar. Sin embargo, ya no es una
imagen clara, sino sumamente distorsionada. Ya no es posible saber cuál es el aspecto de la luna al
contemplar su imagen reflejada en las aguas de la laguna. Esto es lo que sucedió cuando los seres
humanos cayeron en pecado. Aún queda algo de la imagen de Dios en el hombre caído, pero es una
imagen muy borrosa y distorsionada. Ya no es posible contemplar al ser humano, y decir: ‘Ahora sé
cómo es Dios, porque veo su imagen en los seres humanos.’ El único hombre en quien es posible
contemplar la imagen de Dios perfectamente reflejada es aquél de quien Colosenses 1:15 dice: ‘Él es
la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.’ Nuestro Señor Jesucristo es la imagen
visible del Dios invisible. Cuando en Juan 14:8 leemos que el discípulo Felipe dice: ‘Señor,
muéstranos al Padre y con eso nos basta’, Jesús le responde, diciendo: ‘¿Cómo puedes decirme:
‘Muéstranos al Padre’? ¿Acaso no crees que yo estoy en el Padre, y que el Padre está en mí?’”
Hace algunos años, otro viajero visitó la región de Canaima, en la Gran Sabana de
Venezuela. Con la ayuda de un guía subió a la parte de arriba del salto para visitar
un pequeño poblado indígena. Al exhibir su cámara fotográfica para tomar fotos
de los lugareños, todos salieron corriendo y se escondieron entre los árboles. “¿Por
qué no quieren que les saque un foto? ¿Por qué le temen a la cámara?”, preguntó el
viajero al guía. “Es porque saben que la cámara puede hacer imágenes de ellos. Y
no quieren que una imagen de ellos caiga en manos de desconocidos. Según su
cosmovisión, creen que al hacerse una imagen de una persona, algo del espíritu de
esa persona queda atrapado en la imagen, ya sea una fotografía, una pintura o una
muñeca. Si la imagen llega a las manos de un hechicero, éste podría causar daño a
la persona pasando alfileres por la imagen.” De acuerdo con su cosmovisión
animista, los brujos y hechiceros de muchas partes del mundo emplean todavía
hoy técnicas semejantes al realizar su trabajo. Se cree que al montar una imagen es
posible atrapar una parte del alma, o espíritu, dentro de la imagen.
Los reyes de Babilonia de la época del AT construyeron imágenes gigantescas
de sí mismos, para colocarlas en las fronteras de su reino. Lo hicieron para
proteger sus reinos contra cualquier intruso. Colocando tales imágenes por todas
las fronteras el rey comunicaba el siguiente mensaje: “Mi espíritu está en mis
imágenes. De esta manera sé cuando un enemigo intenta cruzar la frontera para
dañarnos.”
Esta forma de interpretar la realidad, puede sernos útil para entender la
prohibición, del primer mandamiento, de fabricar imágenes del Señor: “No te
hagas ningún ídolo, ni nada que guarde semejanza con lo que hay arriba en el
cielo, ni con lo que hay abajo en la tierra, ni con lo que hay en las aguas debajo de
la tierra. No te inclines delante de ellos ni los adores” (Éxodo 20:4–5). Según la
cosmovisión animista, con la fabricación de una imagen o ídolo, se puede atrapar
dentro de la imagen algo del espíritu del ser divino representado por la imagen.
Entonces, encendiendo velas ante la imagen, u ofreciendo sacrificios y ofrendas al
ídolo, uno puede obligar al espíritu dentro de la imagen a que cumpla con las
peticiones que se le hacen. Es magia. La magia es el uso de técnicas inventadas por
el hombre, para lograr que Dios, los santos, los ángeles, o espíritus, se presten para
hacer la voluntad del ser humano. La religión, en cambio, es la práctica de
presentarse ante Dios con la disposición de querer cumplir su voluntad. La
verdadera religión siempre dice: Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo;
hágase, no mi voluntad, sino la tuya.
Con la prohibición de hacer imágenes del Señor, el primer mandamiento
dice: No crean que puede atraparse al Espíritu de Dios dentro de una imagen
hecha de madera, piedra o plata. El Espíritu de Dios no habita dentro de ídolos o
imágenes, hechos por el hombre. No crean que a Dios se lo puede manipular
mediante la fabricación y adoración de imágenes. Hay una sola imagen en la cual
el Espíritu de Dios desea presentarse, y ésta es el hombre mismo. El hombre no es
semejante a los animales, porque éstos no fueron creados para ser vehículos del
Espíritu Santo. El hombre, en cambio, fue creado para tener comunión con Dios,
para llevar dentro de su ser el Espíritu Santo de Dios, y para cumplir con la
responsabilidad de ser fructíferos y multiplicarse; llenar la tierra y someterla;
dominar a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se
arrastran por el suelo (Génesis 1:28).
El pasaje de Génesis 1:28 ha sido llamado “la gran comisión del AT”, e implica
que a nosotros, el género humano, se nos ha encomendado ser, aquí en la tierra,
los mayordomos de la maravillosa creación de Dios. Ser creados a la imagen de
Dios quiere decir haber sido bendecidos para bendecir. Nuestro destino es
establecer en la tierra una sociedad justa, humanitaria, igualitaria, de comunidad y
creyente, en la cual no haya opresión, explotación, crimen e injusticia. El hecho de
que vivamos en un mundo en que predomina la injusticia, es un testimonio
elocuente de que los seres humanos hemos perdido en gran parte lo que la Biblia
denomina la imagen de Dios. Gracias a Dios, la imagen divina en el hombre, que
se perdió con la caída en pecado, comienza a restablecerse en nosotros al nacer de
nuevo por el agua y el Espíritu Santo. Será completamente restablecida con la
segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.
EL EPÍGRAFE DEL SALMO 8
En el texto hebreo, el Salmo 8 lleva un epígrafe que dice: “Al director musical.
Sígase la tonada de ‘La canción del lagar’. [Sígase… lagar. Lit. Según la gittith].
Salmo de David.”
Hay dos teorías en cuanto al significado del término gittith. Están los que
opinan que deriva del nombre Gat, una de las cinco ciudades de los filisteos. De
acuerdo con esta idea, el músico principal debe interpretar el salmo según una
melodía popular que había sido traída a Jerusalén de la ciudad de Gat, quizá por
David, quien vivió un tiempo entre los filisteos, cuando el rey Saúl lo perseguía
para matarlo. Otros hay que creen que gittith proviene de la palabra para lagar, o
la prensa para estrujar uva, lo cual podría indicar que se entonaba el salmo
durante la fiesta de los Tabernáculos, la que se celebraba durante la vendimia.
La mayoría de los investigadores dudan que el Salmo 8 fuera escrito por
David, o durante la época del segundo rey de Israel. Considerando los temas
tratados en el salmo, muchos de ellos opinan que fue escrito originalmente para
los judíos de la diáspora, durante la cautividad babilónica, cuando el pueblo de
Dios estaba en contacto diario con las cosmologías de Babilonia y las fiestas en las
que los habitantes de la Mesopotamia solían celebrar la creación del universo,
según su mitología. Por lo tanto, la referencia a David la consideran una
dedicatoria y no una indicación de que fuera el autor.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
2. Haga una lista de los modos en que se podría abusar de los pensamientos
expresados en el salmo, y de extraer conclusiones contrarias a la voluntad
del Señor.
4. Revise el himno 388 del himnario Culto Cristiano, “¿Sabes cuánta clara
estrella?” ¿Cuáles de las ideas expresadas en el canto concuerdan con los
temas expresados en el Salmo 8?
5. ¿Cuáles son las diferencias más grandes entre las cosmologías del antiguo
Cercano Oriente y la historia de la creación a que se refiere el Salmo 8 y
Génesis 1 y 2?
SALMO 139
Tintorero es el nombre de una pintoresca aldea del Estado Lara, en Venezuela,
ubicada a unos 50 kilómetros al oeste de la ciudad de Barquisimeto. Generación
tras generación, casi todos los habitantes de Tintorero han trabajado como
tejedores, fabricando en sus telares caseros la más variada colección de manteles,
hamacas y cubrecamas. Los patrones y combinaciones de colores utilizados por
los artesanos de Tintorero, han atraído a compradores de todas partes del país y
dado al pequeño pueblo fama internacional. El autor del Salmo 139 utilizó la
imagen del tejedor de una manera única en las Escrituras, para describir a nuestro
Creador. El salmo nos presenta al tejedor divino utilizando tendones, piel y
músculos, para tejer la más formidable y asombrosa de las creaciones: el ser
humano. De acuerdo con este gran himno, nadie nos conoce mejor a nosotros
que el divino artesano que nos ha formado; y nadie mejor que el Señor sabe cómo
librar del mal y los peligros a sus criaturas cuando éstas claman por él en busca de
vindicación. Ciertamente ha sido éste el caso del salmista, el autor desconocido
del Salmo 139.
139:1 SEÑOR, tú me examinas, tú me conoces.
Siendo que el salmista habla de “me siento” y “me levanto”, varios investigadores
han concluido que el Salmo 139 es un salmo vespertino. Otras frases, que son
parte de este canto, también hablan en favor de tal hipótesis. Por ejemplo, en el
versículo 3, el salmista piensa en el descanso y en el versículo 8 menciona su lecho.
Además, en el versículo 11 habla del escondrijo de las tinieblas y de la presencia
del Señor junto a él durante las horas de la noche (Goulder 1998:240).
Finalmente, en el versículo 18 [“Y si terminara de hacerlo” (algunos mss.
hebreos); “Despierto y” (Texto Masorético)] habla de su despertar.
Saber que el Señor conoce todos nuestros pensamientos, debe causar en
nosotros tanto el temor como la esperanza; es ley y evangelio a la vez. Frente a los
hombres podemos ocultar nuestros malos pensamientos y jactarnos de ser
perfectos, como hicieron las personas denunciadas en el versículo 20 de este
salmo. Mucho antes de que Caín alzara su mano contra Abel, Dios ya conocía los
pensamientos perversos que aquél tenía respecto a su hermano (Génesis 4:7).
Dios sabe también cuándo las personas actúan sin malas intenciones. En Génesis
20:6 le hace saber en sueños a Abimelec, rey de los filisteos: “Sí, ya sé que has
hecho todo esto de buena fe, le respondió Dios en el sueño; por eso no te permití
tocarla [a la mujer de Abraham], para que no pecaras contra mí.” Siendo que el
Señor conoce todo lo bueno y todo lo malo que los hombres abrigan en su
corazón, vendrá para juzgar a todas las naciones y todo el género humano. Si el
Señor no fuera omnisciente, difícilmente podría ser el juez de vivos y muertos.
Siendo que es omnipresente, nadie puede escapar de su juicio y esconderse de su
presencia. En varias partes de las Escrituras se uti lizan imágenes solares para
describir al Señor en su función de juez universal. Como los rayos del sol penetran
todo y todo lo descubren, así también los ojos del Señor observan todo lo que
ocurre en la tierra. En el antiguo Cercano Oriente se encomendaba a las deidades
solares la tarea de juzgar al género humano.
Hay momentos en que quisiéramos expresarle al Señor las emociones intensas
que se agitan dentro de nosotros, y no encontramos las palabras que expresen lo
que sentimos y pensamos. En esos momentos, el Espíritu de Dios, que sabe que
somos incapaces de expresar con nuestras palabras lo que sentimos, viene en
nuestra ayuda y traduce nuestros pensamientos y sentimientos en oraciones que se
elevan al trono de Dios, como lo expresa San Pablo en Romanos 8:26: “Así
mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué
pedir; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden
expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la
intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a
la voluntad de Dios.”
El Señor se encuentra lejos de los seres humanos y, a la vez, cerca de ellos. Es
una realidad que se menciona en otras partes de las Escrituras, especialmente en el
libro del profeta Jeremías. Las semejanzas –que no son pocas–, que el Salmo 139
tiene con el libro de Jeremías, han inducido a algunos investigadores a proponer
que Jeremías podría haber sido el autor del salmo. Si no es así, el autor del salmo
ha utilizado al menos frases y temas que se encuentran en el libro de Jeremías. Los
investigadores han encontrado en los primeros versículos del salmo una alusión a
Jeremías 23:23–24: “¿Soy acaso Dios sólo de cerca? ¿No soy Dios también de
lejos? –afirma el Señor– ¿Podrá el hombre hallar un escondite donde yo no pueda
encontrarlo? –afirma el SEÑOR– ¿Acaso no soy yo el que llena los cielos y la tierra?
–afirma el SEÑOR–.”
139:3 Mis trajines y descansos los conoces; todos mis caminos te son familiares.
Tan seguro está el salmista de la presencia divina en su vida, que toma por sentado
que el Señor conoce no solamente sus palabras, sino también las inclinaciones de
su corazón. En la oración que Salomón pronunció en ocasión de la consagración
del templo (1 Reyes 8:27), preguntó: “¿Será posible, Dios mío, que tú habites en
la tierra?” Y seguidamente declaró: “Los cielos, por altos que sean, no pueden
contenerte.” Es verdad, pero al mismo tiempo, como afirma el salmo, el Señor
siempre está presente entre nosotros, e incluso adentro de los que confían en él.
Cuando los israelitas elevaban sus preces a Dios, no hablaban como si el Señor
estuviese simplemente presente, sino que estaban absolutamente conscientes de la
presencia divina con ellos, alrededor de ellos, y en ellos (Murphy 1980:231).
139:4 No me llega aún la palabra a la lengua cuando tú, SEÑOR, ya la sabes toda.
El salmista subraya aquí que Dios conoce nuestros pensamientos antes de que
éstos pasen a la boca y sean pronunciados por la lengua. Implica que aunque las
palabras de una persona fueren engañosas y utilizadas para encubrir lo que ésta
piensa en su corazón, el Señor conoce no sólo las palabras que pronuncian los
labios, sino que conoce también los pensamientos de nuestro corazón y la fuente
de la cual surge lo que nuestra lengua pronuncia. El Señor me conoce en el
sentido más estricto de la palabra. Aun antes de que yo llegue a formular un
pensamiento, el Señor ya lo conoce.
Estas palabras parecen estar relacionadas con los últimos dos versículos del
salmo, en los que vemos que el salmista, falsamente acusado por sus enemigos,
protesta de su inocencia ante el Señor. Dios conoce todos los pasos del que
suplica, ha escuchado cada palabra que su lengua ha pronunciado y conoce
también sus pensamientos e intenciones. Por lo tanto, el Señor, que es
omnisciente, sabe muy bien que las acusaciones en su contra carecen de veracidad.
Dios sabe que el salmista no es malintencionado, sino sincero. El Señor, por lo
tanto, tendrá que actuar para taparles la boca a sus enemigos y salvarle del peligro
que corre.
139:5 Tu protección me envuelve por completo; me cubres con la palma de tu mano.
Al darse cuenta de la manera tan maravillosa con que el Señor actuó en su vida a
fin de preservarlo de todo mal y protegerlo contra sus poderosos enemigos, el
salmista confiesa que la sabiduría y el conocimiento de Dios están más allá de su
capacidad de comprensión. Al reflexionar el apóstol Pablo acerca del plan de Dios
de salvar a todas las naciones y reconciliar en Jesucristo todas las contradicciones
de nuestro universo, se sintió movido a entonar un himno de alabanza a la
sabiduría de Dios: “¡ué profundas son las riquezas de la sabiduría y del
conocimiento de Dios! ¡ué indescifrables sus juicios e impenetrables sus
caminos! ‘¿uién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido su consejero?’…
Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él. ¡A él sea la gloria
por siempre! Amén” (Romanos 11:33–36). El hecho de que Dios conozca todos
nuestros pensamientos, planes y sueños, debe llenarnos de asombro y adoración, y
no de aprensión o miedo. La omnisciencia del Señor debe inducirnos a cantar
himnos y salmos de gratitud, y de unir nuestras voces con la del salmista en la
entonación de aquel gran himno de adoración.
139:7–8 ¿Adónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subiera al
cielo, allí estás tú; si tendiera mi lecho en el fondo del abismo también estás allí.
En el libro de Jonás leemos que la palabra del Señor vino al profeta, ordenándole
ir a Nínive, la capital del Imperio Asirio, con la finalidad de llamar al
arrepentimiento a los enemigos más temidos del pueblo de Israel. Ahora bien,
Jonás no quiso que se arrepintieran de sus pecados y que se salvaran el rey de
Asiria y sus súbditos. El profeta quiso que fueran aniquilados por sus atrocidades
y que muriesen en sus pecados. Consecuentemente, Jonás se levantó para huir de
la presencia del Señor a Tarsis, lo que hoy día es España, escogiendo de este modo
el lugar más apartado de Palestina que los navegantes de su tiempo conocían. Al
igual que muchos de su época, Jonás creyó que el Señor habitaba en uno de los
santuarios construidos en la Tierra Prometida: Jerusalén, Betel o Dan. Salir de la
Tierra Prometida equivaldría a salir de la presencia del Dios de Israel.
Sin embargo, Jonás descubrió en carne propia que es imposible escapar de la
presencia del Señor, porque el Señor estuvo presente en el viento huracanado que
azotó el barco en el que huía. En efecto, el Señor estuvo en la tempestad que
sacudió la nave e hizo que los marineros sintiesen mucho temor, porque
reconocieron que el temporal era de origen divino. Percibiendo la presencia del
Dios de Israel en alta mar, los marineros ofrecieron sacrificio al Señor e hicieron
votos. Tanto Jonás como los marineros, aprendieron por experiencia propia, y no
por el estudio de la filosofía, que si “me estableciera en los extremos del mar, aun
allí tu mano me guiaría”.
Acto segundo: Jonás, echado al mar por los navegantes, se encuentra dentro
del vientre del gran pez enviado por el Señor. En el salmo de Jonás ( Jonás 2), el
profeta invoca al Señor “desde las entrañas del sepulcro”, el reino de la muerte. Lo
mismo que en el Salmo 130:1, las profundidades del abismo desde las que se
clama al Señor, son un símbolo del seol. Pero aun al que suplica encontrándose en
el seol, es capaz de alcanzarlo la mano del Señor y librarlo de las fauces del
infierno. Nuevamente Jonás aprende por experiencia propia la veracidad de lo que
afirma el salmista: “Si tendiera mi lecho en el fondo del abismo, también estás
allí.” Al ser rescatado del reino de la muerte, Jonás, en contra de su propia
voluntad ( Jonás 3), procede a proclamar la palabra del Señor a los habitantes de
Nínive. Al terminar su tarea misional y esperando que su llamado al
arrepentimiento sería desatendido por los habitantes de la ciudad, el profeta se
retira a aguardar la destrucción de Nínive. Pero no sucedió lo que el profeta deseó.
El Señor estuvo presente, no sólo en alta mar y en las profundidades del abismo,
sino también en su Palabra y en los corazones de los habitantes de una ciudad
pagana. Aun en las tinieblas del paganismo, en la noche oscura del alma, está
presente el Señor con su luz, a fin de alumbrar a los que se encuentran perdidos en
la oscuridad, para conducirlos a la salvación. “¡Lo mismo son para ti las tinieblas
que la luz!”
139:9–11 Si me elevara sobre las alas del alba, o me estableciera en los extremos del mar, aun allí tu
mano me guiaría, ¡me sos tendría tu mano derecha! Y si dijera: ‘ue me oculten las tinie blas; que la
luz se haga noche en torno mío’
Aquí tenemos una declaración que puede desempeñar tanto el papel de ley como
el de evangelio, de malas noticias como de buenas noticias. Para el pecador que
cree que es posible escapar del Señor y de su juicio, la afirmación del salmista son
malas noticias. No existe un lugar donde pueda esconderse del Día del Señor, del
día en el cual vendrá a juzgar el cielo y la tierra. Utilizando imágenes bastante
llamativas, el profeta Amós (Amós 5:19) pinta con colores bien sombríos, para el
pecador que intenta huir de su destino, la imposibilidad de eludir el día del juicio
divino: “Será como cuando alguien huye de un león y se le viene encima un oso, o
como cuando al llegar a su casa, apoya la mano en la pared y lo muerde una
serpiente.”
Por otro lado, las palabras del salmista son de infinito consuelo y esperanza
para el creyente que se encuentra a las puertas del abismo (seol). Tanto los rabinos
como la iglesia primitiva vieron en este texto una alusión a la resurrección de los
muertos. Ciertamente, las palabras del Salmo 139 encontraron un cumplimiento
categórico en la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Jesús había
tendido su lecho en el fondo del abismo; las tinieblas le ocultaron, pero no le
encubrieron de su Padre y del Espíritu. La luz de la resurrección alcanzó a Jesús en
lo más profundo del reino de la muerte, y el poder del Espíritu Creador hizo
resplandecer la noche como el día. Las tinieblas del seol no pudieron impedir la
resurrección de Jesús, ni podrán impedir tampoco la resurrección de los que
confían en él. Nuevamente, no hablamos de teorías, lógica y filosofías, sino de
experiencias, de historia, de hechos concretos. Aunque nos encontremos en lo
más profundo del reino de las tinieblas y de la muerte, aun allí el Espíritu del
Señor nos encontrará y nos alumbrará con la luz de la resurrección. Interpretado
desde el punto de vista de la resurrección de Jesucristo, el Salmo 139 es un himno
que debe colmar de esperanza a los hijos del reino.
La frase “las alas del alba”, o de la aurora, que utiliza el salmista, es de interés
porque entre los vecinos de los israelitas el alba se consideraba uno de sus dioses.
El alba, o la aurora, al aparecer muy temprano en la mañana, se mueve con rapidez
y en pocos instantes se extiende en todas direcciones. De modo que la frase “las
alas del alba” equivale a decir que se mueve con una velocidad increíble. Y aunque
alguien intentara escapar de la presencia del Señor trasladándose con la celeridad
del alba o la velocidad de la luz, le sería imposible. El Señor alcanza incluso a
quien se traslada a la velocidad de la luz.
Las imágenes solares describen al Señor solamente hasta cierto punto. Según
los antiguos, el dios sol se levantaba de mañana para su recorrido diario por los
cielos. Al llegar la noche, se acostaba para descansar. Según este entendimiento, el
dios sol vigilaba todas las actividades durante el día, pero no durante la noche.
Consecuentemente, los crímenes y las fechorías cometidos por los hombres
durante la noche, no eran observados por el sol, ni tampoco podía el dios sol
prestar ayuda a los seres humanos durante las horas de la noche. Esto hizo que los
antiguos buscaran la ayuda del dios de la luna, los espíritus astrales y otras
deidades nocturnas para que los protegieran durante la noche. En cambio, para el
Señor lo mismo son las tinieblas que la luz. El Señor ve con igual claridad tanto de
día como de noche. Observa todo lo que hacen los mortales, tanto a las horas de
la luz como cuando las tinieblas cubren la tierra. Él estuvo con Israel, de día en
una columna de nube, y de noche los alumbraba con una columna de fuego. El
que guarda a Israel no dormita ni duerme. En Job 34:21–22, el joven Eliú dijo:
“Los ojos de Dios ven los caminos del hombre; él vigila cada uno de sus pasos. No
hay lugares oscuros ni sombras profundas que puedan esconder a los
malhechores.” Y el profeta Amós (Amós 9:2–3) subraya que es imposible que el
impío logre escapar del juicio de Dios: “Aunque se escondan en lo profundo del
sepulcro, de allí los sacará mi mano. Aunque suban hasta el cielo, de allí los
derribaré. Aunque se oculten en la cumbre del Carmelo, allí los buscaré y los
atraparé. Aunque de mí se escondan en el fondo del mar, allí ordenaré a la
serpiente que los muerda.”
Es posible que el salmista, al hablar de elevarse sobre las alas del alba o de
esconderse en las tinieblas más oscuras, tuviera en mente el empleo de la magia o
del ocultismo para huir y esconderse de Dios. Los vuelos de los chamanes son
harto conocidos en la historia de las religiones, y aparecen en las tradiciones
místicas en todos los continentes. No obstante, ni los poderes de los magos y
chamanes más poderosos pueden ocultarlo a uno de la presencia de Dios, ni
mantenerlo alejado de su juicio, ni tampoco de su misericordia.
139:12 ni las tinieblas serían oscuras para ti, y aun la noche sería clara como el día. ¡Lo mismo son
para ti las tinieblas que la luz!
El énfasis expresado aquí en el texto está referido a que el salmista está consciente
de haber sido formado de un modo formidable para cumplir con un destino
formidable (Goulder 1998:244). Al formar al salmista en el vientre de su madre,
el Señor tenía preparado un plan especial para su vida. Analizando todo el
proceso de su gestación y nacimiento, el poeta se dio cuenta de que Dios le estaba
guiando, preparando y enseñando. El darse cuenta de que los planes de Dios para
su vida están en el proceso de realización, deja al que suplica sumamente
maravillado.
El salmo debe despertar nuestras conciencias a la realidad de que el Señor
tiene también un plan para nuestras vidas. Dios, quien escogió a Abraham, a los
patriarcas, a Moisés y los profetas, también nos ha escogido y llamado a nosotros.
Tal selección y llamado no debe atemorizarnos o hacernos temblar, sino llenarnos
de admiración e incitarnos a la adoración. Al ver que los planes de Dios para
nuestras vidas comienzan a realizarse, debemos, como lo hizo el salmista, alabarle
y pedirle que tal propósito no sea estorbado.
La imagen visual que el salmista ha escogido para describir al Creador
formando al ser humano, es la de un tejedor que va tramando una magnífica obra
de arte, el cual es el cuerpo humano. La piel y los músculos son el material
utilizado por el gran artesano en la formación del cuerpo. El primer órgano que
menciona el salmista al describir la obra del tejedor divino son las “entrañas”, o
sea, los riñones. Para los antiguos, los riñones eran la parte del cuerpo mediante la
cual el hombre llegaba al conocimiento de sí mismo. De este modo el Señor ha
dotado al hombre de la capacidad de conocerse a sí mismo y a su Creador (Wolf
1974:96).
139:15 Mis huesos no te fueron desconocidos cuando en lo más recóndito era yo formado, cuando
en lo más profundo de la tierra era yo entretejido.
Estos versículos ponen en claro la razón por la cual el Señor conoce todo acerca de
los seres humanos. Él fue su Creador; él los hizo del polvo de la tierra y les dio
forma, hizo el cuerpo y sus pensamientos. El Señor conoce sus virtudes,
habilidades y debilidades y la razón por la que fueron creados. ¿uién sino él está
más capacitado que ningún otro para conocerlos y también juzgarlos? Estas
declaraciones acerca de la creación del hombre ponen el énfasis en la realidad de
nuestra concepción, formación y nacimiento, y que no son el resultado de un
accidente o mutación, sino de un plan bien definido, elaborado aun antes de
nuestra génesis.
139:16 Tus ojos vieron mi cuerpo en gestación: todo estaba ya escrito en tu libro; todos mis días se
estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos.
2. ¿Con qué concepto recalca Jesús (Mateo 12:36) lo que el salmista afirma
en el Salmo 139:4?
3. Enumere las maneras mediante las que una persona injustamente acusada
puede ser vindicada o justificada.
7. Anote las razones a favor y/o en contra de seguir utilizando los salmos
imprecatorios en los servicios litúrgicos de la iglesia. ¿Cuándo han de
emplearse los salmos imprecatorios? ¿ué opina usted?
8
Los salmos de los hijos de Asaf
SALMO 73
El Salmo 73 es el primero del tercer libro de los salmos y el segundo en el salterio
que lleva el epígrafe “Salmo de Asaf ”. Asaf fue maestro de música en la época de
David y Salomón. Sus descendientes formaron un gremio de músicos, cantores y
porteros del templo de Jerusalén y, según algunos investigadores, también del
templo de Betel y otros santuarios de Israel. En Esdras 2:41 dice que 128
miembros de los hijos de Asaf regresaron, con Zorobabel, de la cautividad
babilónica. Se lo identifica a Asaf no sólo como maestro de música, sino también
como vidente. Los videntes fueron, en Israel, profetas que recibieron revelaciones
de Dios por medio de visiones, cuando el Espíritu del Señor venía sobre ellos.
Asaf recibió este don profético, y también otros miembros de su familia y de su
gremio. De modo que, un salmo que lleva el epígrafe “Salmo de Asaf ”, indica que
fue escrito por inspiración del Espíritu del Señor, por Asaf o por uno de sus
descendientes. Los salmos de Asaf predominan en el tercer libro de los salmos, un
libro que, según los investigadores, entró a ser parte del salterio algún tiempo
después de la incorporación de los primeros dos libros.
El Espíritu del Señor venía sobre Asaf y sus descendientes para asistirles en la
producción de salmos y cantos sagrados, y para revelarles, además, oráculos de
salvación. Un oráculo de salvación era un mensaje profético, recibido en respuesta
a una plegaria o lamento de parte de uno que oraba procurando sanidad o
liberación en el templo de Jerusalén u otro de los santuarios de Israel. Es un dato
importante para la interpretación de los llamados “salmos de lamento”, también
conocidos como “salmos de desconcierto”. Según los estudios llevados a cabo por
Claus Westermann, Walter Grueggemann y otros investigadores, los salmos de
desconcierto comienzan con la presentación del lamento o petición del que ora,
ante Dios. En las presentaciones, el que ora clama a Dios expresando toda su
angustia, disconformidad y dolor. A veces hasta acusa a Dios de no haber actuado
en conformidad con su naturaleza y su pacto. Trata de presionar a Dios a que
actúe a su favor, describiendo todas las injusticias que ha tenido que soportar, y las
maquinaciones y trampas ideadas por sus enemigos. En algunos de los salmos de
lamento, el que ora trata de hacer obrar a Dios en su favor con sus protestas de
inocencia y de arrepentimiento verdadero. En otros, el salmista hasta le dice a
Dios que la muerte del que ora sería vista como que él es incapaz de proteger a los
suyos. “Y si así me muero” –dice el que ora– “¿quién quedaría entonces para
cantar alabanzas a Dios y tributarle al Señor la gloria que merece su nombre?”
Es notable que en casi todos los salmos de desconcierto, incluyendo el 73,
llega el momento en que el salmista percibe el toque de Dios, lo que da lugar a que
ocurra una transformación en él o en su manera de percibir su situación. Hay un
momento de transición en el que encuentra un puente que le permite pasar de la
desorientación a la orientación de su vida y el restablecimiento de su relación con
el Señor. Un indicio del cambio de orientación en el Salmo 73 es que la palabra
utilizada para Dios en casi todo el salmo es El, el nombre más generalizado para
Dios en el AT. Sólo en el último versículo del salmo utiliza el nombre Señor (
yahweh), el nombre especial e íntimo del Dios del pacto, nombre en el cual Dios
mismo está presente para bendecir a su pueblo escogido. Aunque se habla mucho
acerca de Dios en el Salmo 73, no oímos a Dios mismo hablar. Lo que oímos es,
más bien, al salmista hablando consigo mismo. Oímos las palabras de su
introspección, diálogo interior y mea culpa. Tal introspección es una de las
características de los escritos sapienciales, y en particular del libro de Job.
A diferencia de la gran cantidad de salmos de lamento que se han encontrado
en Egipto y Babilonia, los salmos de lamento de la Biblia casi siempre terminan
con una alabanza, un acto de adoración o una oración de acción de gracias. Es lo
que vemos también en el Salmo 73, aunque no todos los investigadores están de
acuerdo en cuanto al género. Algunos de ellos, como Graus y Alonso Schökel,
prefieren catalogarlo como un salmo sapiencial, en tanto que otros lo denominan
un salmo didáctico y otros un lamento individual. Para nuestro estudio, es mejor
considerar el Salmo 73 como un salmo de desconcierto en el que se encuentran
elementos sapienciales y didácticos.
Se cree que lo que ha sido redactado en un momento de transición en alguno
de los lamentos bíblicos, se debe a que un vidente recibió un oráculo de salvación
de parte del Espíritu del Señor a favor del que ora. En 2 Crónicas encontramos
una historia bíblica que relata cómo uno de los hijos de Asaf recibió un oráculo de
salvación. El rey Josafat de Judá se encontraba en apuros por el ataque de un gran
ejército de sus enemigos, los moabitas y amonitas: “Todos los hombres de Judá
estaban de pie delante del SEÑOR, junto con sus mujeres y sus hijos, aun los más
pequeños. Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías y
descendiente en línea directa de Benaías, Joyel y Matanías. Este último era una
levita de los hijos de Asaf que se encontraba en la asamblea. Y dijo Jahaziel:
‘Escuchen, habitantes de Judá y de Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así
dice el Señor: No tengan miedo ni se acobarden cuando vean ese gran ejército,
porque la batalla no es de ustedes sino mía. Mañana, cuando ellos suban por la
cuesta de Sis, ustedes saldrán contra ellos y los encontrarán junto al arroyo, frente
al desierto de Jeruel. Pero ustedes no tendrán que intervenir en esta batalla.
Simplemente, quédense quietos en sus puestos, para que vean la salvación que el
Señor les dará. ¡Habitantes de Judá y de Jerusalén, no tengan miedo ni se
acobarden! Salgan mañana contra ellos, porque yo, el Señor, estaré con ustedes.
Josafat y todos los habitantes de Judá y de Jerusalén se postraron rostro en tierra y
adoraron al Señor’” (2 Crónicas 20:13–18).
Lo que observamos en este relato es, en primer lugar, la petición en la cual el
rey y los habitantes de Jerusalén presentan su problema al Señor. Después, el
oráculo de salvación revelado a un vidente, Jahaziel de los hijos de Asaf. El oráculo
contiene una de las palabras claves de casi todos los oráculos de salvación: “No
tengan miedo.” Después, el rey Josafat y toda la congregación adoran al Señor.
Son los mismos elementos que encontramos en la mayoría de los salmos de
desconcierto (Brueggemann 1984:51–58). Algunos investigadores creen que fue
también un oráculo de salvación lo que causó el cambio que experimentó el
salmista en el salmo que estudiaremos. Otros creen que la transición del
desconcierto a la reorientación se produjo de otra manera.
73:1 En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón!
La palabra “yo” nos da a entender el malestar del salmista. En efecto, dice: “Dios
es bueno con Israel y con los de corazón puro, según las tradiciones de nuestro
pueblo y los proverbios que nos enseñaron en nuestra juventud. Tú sigue
creyendo estas supuestas verdades, si quieres, porque lo que es yo, he llegado a
cuestionar muchas cosas que antes afirmaba. Puede ser que, para otros, Dios es
bueno con Israel y los de corazón puro; sin embargo, no es lo que yo viví.” El
salmista expresa serias dudas. Tiene envidia de los malvados y de su bienestar. No
encuentra evidencia visible de la shalom que, según la Tora, Dios ha prometido a
los justos. No hay shalom para los justos. Los que gozan de shalom son los
malvados. En el Salmo 1, el que ora aprendió que todo lo que hace el hombre
justo prospera, mientras que la senda de los malos lleva a la perdición. Pero el
autor del Salmo 73 llegó a dudar de lo que el Salmo 1 afirma con tanta insistencia.
El que ora confiesa que tiene envidia en su corazón de los per-versos y los
impíos. La envidia nace en el corazón cuando vivimos por vista y no por fe (2
Corintios 5:7). La envidia también imposibilita la evangelización, porque implica
que, en vez de querer que los malvados obtengan lo que nosotros tenemos, somos
en realidad nosotros los que deseamos obtener lo que ellos tienen. La envidia es
una de las armas utilizadas por el tentador, para llevarnos a una fe errónea, a la
desesperación y a otros grandes vicios y oprobios. Lo que aquí se aprecia como
una confesión de pecados, es el relato que ofrece el que ora, de cómo la envidia
que le dio de los malvados casi le hizo caer y perder su fe en Dios.
73:4–5 Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable. Libres están de los afanes
de todos; no les afectan los infortunios humanos.
El salmista pinta aquí un cuadro muy real de los oficiales obesos y arrogantes con
sus barrigas y papadas, mientras que los israelitas se mueren de hambre.
Según Schökel, es una característica de la literatura sapiencial, pintar cuadros
satíricos de diferentes personalidades. En Proverbios 23 tenemos el cuadro del
borracho; en Proverbios 24, el del perezoso; en Proverbios 7 el de la tentadora; y
en Proverbios 31 el de la mujer prudente (Alonso Schökel 1999:964). En la
descripción que el salmista hace del opresor, lo dibuja luciendo su collar de
orgullo y el vestido de violencia. Así se engalana el malvado, luciendo sus
atrocidades como si fueran adornos de dignidad, equivalentes a las medallas que
hoy día ostentan los grandes dictadores y sus secuaces, del modo en que con tanto
orgullo las portaban los jefes nazis y soviéticos. Los malvados son personajes
obesos con tremendas barrigas, como el rey Eglón de Jueces 3, donde la gordura se
presenta como símbolo de poder, bienestar y riqueza. Los ojos del malvado
parecen saltarse de las órbitas. En el libro de los Salmos es interesante observar la
habilidad artística con que los salmistas expresan las motivaciones, emociones e
intenciones, además del carácter interior de las personas, al describir el rostro,
ojos, boca, lengua y diferentes partes del cuerpo (Gillmayr-Bucher 2004:314). Las
imágenes externas del cuerpo son reflejos del estado interior del corazón y del
alma.
73:8–9 Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan. Con la boca increpan al
cielo, con la lengua dominan la tierra.
Nota: En la edición en inglés de la NIV hay una nota que dice que en hebreo el
sentido de este versículo es incierto. La RV traduce así: “Por eso Dios hará volver a
su pueblo aquí, y aguas en abundancia serán extraídas para ellos. Y dicen: ¿Cómo
sabe Dios? ¿Y hay conoci miento en el Altísimo?”
En conformidad con la descripción del malvado como uno que acapara para sí
todos los recursos naturales de la tierra, Michael Goulder cree que tenemos aquí
una alusión a la costumbre de los invasores de tomar para sí, sus tropas, caballos y
demás animales de ellos, y toda el agua disponible del país. El pueblo quedaba
librado al triste destino de morirse de sed. Si correcta o no esta interpretación de
Goulder, lo que sí se puede observar es que una de las caracterís ticas de los
malvados de todas las épocas es disponer de los recursos naturales a su antojo,
pretendiendo que es lo justo.
73:12 Así son los impíos; sin afanarse, aumentan sus riquezas.
Una vez más el salmista emplea la palabra hebrea ak, que significa:
verdaderamente, seguramente. Al igual que en el versículo 1, se la utiliza aquí para
señalar inconformidad u oposición.
El que ora ha pasado mucho tiempo purificándose, quizá hasta el punto de
dejarse flagelar como parte de un rito de mortificación de la carne, cual solían
hacerlo las hermandades de los flagelantes en España, México y otras partes de
América Latina. En Isaías 53:4 se habla del Siervo del Señor, el cual es herido,
golpeado y humillado por los pecados de su pueblo. Otros intérpretes (Delitzsch
1979:2.316) opinan que los azotes a los que aquí se hace referencia, son los
tormentos mentales que sufre el salmista, o sea, las congojas de conciencia que
interiormente siente el creyente que ha abandonado el camino del Señor.
Hay quienes creen que la frase “mis manos lavadas en la inocencia” indica que
el que ora acaba de purificarse para la celebración de la fiesta de los Tabernáculos.
En realidad, el salmista llegó a la conclusión de que todas las ceremonias, fiestas,
ritos y celebraciones no podrán cambiar la circunstancia que tanto atormenta al
que ora.
Las palabras del salmista indican que está siendo tentado a creer que no vale la
pena mantener el corazón limpio. La tentación lo invita a abandonar el “camino
de los justos”, descrito con tanta precisión en el Salmo 1:5, y a seguir el “consejo de
los malvados… la senda de los pecadores” (Salmo 1:1). Si los que gozan de la vida
son los que se olvidan del pacto, si los que viven felices son quienes no toman en
cuenta lo que enseña la Tora, si los despreocupados, gorditos y bien acomodados
son los aprovechados que viven de los más tontos y débiles, entonces, ¿por qué no
seguir su ejemplo? Si el estilo de vida de los impíos les aprovecha, entonces hay
que ser pragmático y olvidarse de los escrúpulos religiosos y de lo que enseñó la
maestra de la escuela dominical. Si los que gozan de la vida son los que obran con
picardía, seamos pícaros también.
El que ora se queja de haber servido a Dios en balde. Ha lavado sus manos en
la inocencia y lo que ha recibido es aflicción, mientras que los malvados aumentan
su poder y sus logros. Las palabras “en vano” o “en balde”, indican que el que ora
esperaba una recompensa de parte del Señor por todo lo que sufrió por su causa.
Esperaba recibir un premio, y ahora considera todo lo que había hecho en
nombre del Señor como algo hecho en vano. Encontramos un eco de las palabras
del salmista en Malaquías 3:14: “Ustedes han dicho: ‘Servir a Dios no vale la
pena. ¿ué ganamos con cumplir sus mandatos y vestirnos de luto delante del
Señor Todopoderoso?’” La mera idea de servir al Señor por una recompensa o
para recibir un premio es, bíblicamente hablando, algo demasiado mezquino y
hasta repugnante. Los de corazón limpio sirven, alaban y adoran al Señor, porque
Dios es Dios, porque “Yo soy el que soy”. Andan en sus caminos y buscan su rostro
porque Dios mismo es el galardón, la recompensa más grande que se puede
recibir. Él es el sumo bien frente al cual todo lo demás es pura vanidad.
Se dice que el dilema planteado por el salmista es típicamente sapiencial; que la
suerte de los buenos y los malos es un problema con el que el justo Job tuvo que
lidiar a lo largo de los 42 capítulos del libro que lleva su nombre. Así como
Satanás trató de hacer que Job maldijera al Señor y blasfemase su santo nombre (
Job 1:11), del mismo modo quiere obrar con el autor del Salmo 73. Ciertamente,
la duda es la antesala de la apostasía.
73:15 Si hubiera dicho: “Voy a hablar como ellos”, habría traicionado a tu linaje.
El salmista admite que a causa de estas observaciones y razonamientos, casi llegó
al punto de perder su fe. Se sintió tentado a abandonar la causa del Señor y su
Tora, haciendo causa común con los malvados. Si los que prosperan en la vida y
llegan a imponerse a los demás son los más avispados, egoístas y violentos, ¿por
qué no andar también por el mismo camino? Pero sería, como reconoce el
salmista, traicionar al pueblo sobre el cual había sido colocado como líder
espiritual, profeta, sacerdote o rey. Olvidarse del pacto y de la Tora acarrearía
como resultado que otros se desviaran de la fe. Sería dar un mal ejemplo a sus
propios hijos y a los hermanos de la comunidad. Sería ser responsable de la caída
de ellos. En Mateo 18:6, leemos que Jesús declaró: “Pero si alguien hace pecar a
uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran al cuello
una gran piedra de molino y lo hundieran en lo profundo del mar.”
Si al observar toda la injusticia que prevalece en el mundo el salmista
decidiera abandonar el camino de la justicia y la senda de la Tora, ¿no terminaría
acaso siendo un promotor de la misma injusticia que tanto le ha repugnado? ¿No
se sentiría abominable delante de sí mismo? Recuerda que su vocación y misión es
luchar contra todas las fuerzas ocultas que operan en nuestro medio, y no hacer
causa común con ellos. Y nosotros recordamos que otro hombre justo fue llevado
a un monte alto, desde donde vio todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y
se le dijo: “Todo esto te daré si te postras y me adoras.” El salmista advierte que
hacer gala de la violencia equivale a adorar y servir al tentador. Al igual que el
justo sobre el monte de la tentación, él también fue llamado a servir de ejemplo de
constancia y fidelidad para los de su generación y las generaciones venideras.
73:16–17 Cuando traté de comprender todo esto, me resultó una carga insoportable, hasta que entré
en el santuario de Dios; allí comprendí cuál será el destino de los malvados.
Con el versículo 16 llegamos al centro del poema, esto es, al momento en que el
salmista cruza el puente que conduce del desconcierto a la tranquilidad. Cuenta
cómo entró en el santuario de Dios. No dice si fue el templo de Jerusalén o una de
las sinagogas de la diáspora, o quizá el templo de Betel o Dan. Al leer la palabra
“santuario” acaso no debamos pensar en un gran edificio hecho por manos de
hombre, sino en la asamblea de los fieles, la reunión de los creyentes, la comunión
de los santos, los que son parte de nuestro círculo de estudio bíblico. Lo que
necesitamos en los momentos de depresión y desorientación, son las oraciones,
consejos, amonestación, palabras de apoyo, y los alegres cantos de los hermanos en
la fe. En sus frecuentes horas de desaliento, Martín Lutero solía llamar a sus
amigos y colegas a que se reunieran con él con sus instrumentos musicales, a fin de
que con sus cantos y oraciones ahuyentasen de su alma las tinieblas, como hiciera
David con su arpa y sus cantos, con que lograba apartar del rey Saúl el espíritu
malo que le atormentaba (1 Samuel 16:14–23).
El salmista cuenta lo que encontró, o experimentó, en el santuario de Dios.
Podemos hacer nuestras conjeturas y decir que podría ser –como pretenden
algunos investigadores– que el salmista recibió un oráculo del Señor por medio
de un profeta del templo. Otra posibilidad es que tuvo una visión del Señor en su
gloria, como en el caso del joven Isaías el día de su llamamiento (Isaías 6:1–8).
Podría ser también que el salmista fuera iluminado por el Espíritu del Señor
mientras meditaba en la palabra de la Tora, leída como parte de la liturgia del
santuario. Y también es posible que el que oraba recibiera palabras de
amonestación y de consuelo de hermanos de la congregación. Es lo que se ha dado
en llamar la edificación mutua de los santos. El cambio de actitud del salmista fue,
a lo mejor, el resultado de una combinación de todas las posibilidades que hemos
mencionado. De cualquier manera, la transición del estado de desconcierto al de
tranquilidad que experimentó el salmista, fue el resultado de la operación del
Espíritu del Señor.
En vez de mirar las cosas desde la perspectiva humana, egoísta y temporal, el
salmista comienza a contemplarlas desde el punto de vista de la eternidad. El libro
de la vida consta de más de un capítulo. Por último, habrá un capítulo final, y para
entender la vida y el porqué de lo que nos sucede, hay que esperar a que finalice el
último capítulo. Nuestra vida tiene una dimensión escatológica que ignoran los
que se mofan de la Tora y despotrican contra el cielo.
En cierta ocasión una maestra de escuela dominical leyó a los niños de su clase
la historia del rico y el pobre Lázaro, de Lucas 16. Leyó que el rico daba
espléndidos banquetes todos los días y que vestía de púrpura y lino fino. Después
leyó la descripción del pobre Lázaro todo cubierto de llagas, hediondo y
padeciendo hambre, que tenía solamente los perros por compañeros. Llegados a
este punto, la maestra preguntó a sus alumnos: “¿Cuál de los dos quisieran ser
ustedes, el rico o Lázaro?” Todos los chicos levantaron las manos y dijeron: “¡El
rico!” La maestra dijo entonces: “Permítanme terminar de contarles la historia.” Y
les contó el final del relato bíblico, explicándoles cómo Lázaro fue llevado por los
ángeles para estar al lado de Abraham, mientras que el rico fue a parar a los
tormentos del infierno. Nuevamente la maestra preguntó: “¿Cuál de los dos
quisieran ser, el rico o Lázaro?” Esta vez, habiendo escuchado el último capítulo
del relato, todos escogieron ser como Lázaro.
73:18–19 En verdad, los has puesto en terreno resbaladizo, y los empujas a su propia destrucción. ¡En
un instante serán destrui dos, totalmente consumidos por el terror!
Una vez más aparece la palabra clave ak, que significa: en verdad. La expresión “en
verdad” indica que una interpretación superficial de las cosas bien puede ser
errónea. Los impíos y perversos, que parecen vivir seguros y ser intocables, en
realidad están por caer. Los palacios de cristal han sido construidos sobre una falla
tectónica. Han edificado la casa de su vida sobre la arena. El camino de los
pecadores, por ancho y bello que aparente ser, está sembrado de cáscaras de
banano y trampas mortales.
73:20 Como quien despierta de un sueño, así, Señor, cuando tú te levantes, desecharás su falsa
apariencia.
Cuando dormimos, las cosas con las que soñamos se ven muy reales y palpables; al
despertarnos, sin embargo, olvidamos al punto lo que habíamos soñado. En
ocasiones sueño algo interesante, y al despertar se lo quiero contar a mi esposa.
“Cuéntame lo que soñaste”, me dice ella. Y al tratar de recordar los detalles del
sueño, descubro que ya todo se desvaneció, y no logro recordar casi nada. Del
mismo modo, las pesadillas que acosan al salmista en este momento de su vida, se
irán también, desapareciendo por completo. Así será el fin de los traumatismos,
dolores y desalientos que experimentamos nosotros ahora. Alonso Schökel
(1999:971) declara: “Toda la vida de los malvados es un sueño.”
73:21 Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo…
Observamos aquí que en los salmos una parte de nuestro ser puede representar la
totalidad de lo que somos. El salmista habla de su ánimo y corazón, dos partes de
su ser que en realidad obran como símbolos del “yo”.
73:22 …por mi necedad e ignorancia. ¡Me porté contigo como una bestia!
El salmista reconoce que Dios mismo fue el responsable del cambio de actitud
operado en él. Considerado desde el enfoque humano, el que ora habría caído en
un abismo de duda, desesperación y apostasía, del cual no hubiese vuelto jamás. El
arrepentimiento es una obra divina, no del hombre. El consejo de Dios –otro
sinónimo de la Tora– fue quien le enseñó al salmista la lección que comparte con
nosotros en el salmo.
La frase “y más tarde me acogerás en gloria”, ha generado mucho debate entre
los académicos. ¿En qué consiste la gloria de la que habla el salmista? ¿Se refiere a
una experiencia de gloria aquí en la tierra? ¿O se refiere a la experiencia de gloria
junto a Dios, después de la muerte del creyente? Muchos investigadores
modernos están convencidos de que aún no existía la creencia en la resurrección
de los muertos y la vida eterna en Israel, en la época en que fue escrito el Salmo 73.
Con todo, otros, como por ejemplo Mitchell Dahood (1968:196) están también
convencidos de que la fe en la resurrección, el juicio final y la vida eterna, fueron
parte de la fe de Israel en fecha mucho más temprana. El vocabulario empleado
por el salmista se parece mucho al léxico del texto hebreo de Génesis 5:24. Allí se
nos relata cómo Dios se llevó a Enoc. Lo que pide el que ora, es ser llevado a la
presencia de Dios, así como sucedió en el caso de Enoc y de Elías. La recompensa
de los justos y la destrucción de los malvados a que se hace referencia en el salmo,
no es algo que, por necesidad, ha de ocurrir en el transcurso de la historia. Vendrá
el día en que los justos serán resucitados y un instante en el que los impíos y
malvados perecerán. Es, precisamente, parte de la lección que aprendió el salmista
en su encuentro con Dios en el santuario.
Por último, las palabras del salmista de los últimos seis versículos hallan su
cumplimiento más profundo en Jesucristo, y deben ser leídas con un enfoque
cristológico. Porque Jesús, más que ningún otro, fue testigo del sufrimiento de los
inocentes, ya que él mismo fue el ejemplo por excelencia del justo que sufre
inocentemente estando a la merced de los perversos e impíos. Luciendo su orgullo
como un collar y haciendo gala de su violencia, los malvados echaron mano de él.
Se burlaron, y hablando con altanería decían en sus corazones: “¿Cómo puede
Dios saberlo?” Los mismos malvados lo coronaron de espinas y lo clavaron en un
madero, traspasando sus manos y pies. Percibiendo que tenía sed, le dieron a
beber vinagre, y finalmente le clavaron una lanza en un costado. Sin embargo,
Dios estuvo con él, sosteniéndolo de la mano derecha. Aunque su cuerpo y su
espíritu desfallecieron, fue recibido en gloria. Y desde esta misma gloria vendrá
otra vez, para juzgar a vivos y muertos.
73:25–26 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy con tigo, ya nada quiero en la tierra. Podrán
desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia eterna.
Los lamentos y la queja del salmista han sido reemplazados por una maravillosa
confesión de fe. El Espíritu del Señor lo ha instruido acerca de lo que realmente es
lo más importante en la vida, la perla de gran valor. Hay algo más importante que
las efímeras posesiones de los impíos, algo de más valor que las respuestas bien
definidas a nuestras inquietudes filosóficas. Ciertamente, hay algo más impera
tivo que encontrar una solución a la cuestión del origen de la riqueza y la pobreza.
Nuestra suprema necesidad no consiste en desarrollar una teodicea que logre
satisfacer las inquietudes de todos. Nuestra necesidad más apremiante es estar en
la presencia de Dios, encontrar nos en sus brazos, estar junto a él, ver su rostro y
oír su voz que nos dice: ¡No tengan miedo!
El salmista dice que Dios fortalece su corazón, que él es su herencia eterna.
Para un israelita de la época del AT, una herencia era una parcela en la Tierra
Prometida. Todo israelita que había cruzado el Jordán con Josué, anhelaba recibir
una porción de terreno para labrarla con la ayuda de sus hijos, y dejarla como
herencia para su descendencia. La historia de la viña de Nabot, en 1 Reyes 21,
ilustra cuán importante era para un israelita una porción de terreno. Muchas
personas de aquella época, como por ejemplo el rey Acab y la reina Jezabel, no
vacilaron en derramar sangre inocente a fin de apoderarse de una porción de
terreno. Pero el Espíritu del Señor le enseñó al salmista que la herencia de más
valor no es aquella por la que los impíos y malvados hacen gala de su violencia. La
herencia del justo es Dios mismo, y no se la quitará ningún hijo de perversidad.
Después de que su cuerpo haya pasado por el proceso de descomposición, el
corazón del salmista todavía tendrá su herencia con el Señor, como lo declara
también Job ( Job 19:26).
73:27–28 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles. Para mí el bien es
estar cerca de Dios. He hecho del SEÑOR Soberano mi refugio para contar todas sus obras.
1. Compare el Salmo 37 con el Salmo 73. Haga una lista, tanto de las
semejanzas como de los contrastes que encuentre. ¿Observa una
diferencia en el enfoque teológico de ambos salmos?
2. Compare el Salmo 49 con el Salmo 73. Haga una lista tanto de las
semejanzas como de los contrastes que encuentre. ¿Observa una
diferencia en el enfoque teológico de ambos salmos?
SALMO 77
“Tus relámpagos alumbraron el mundo: se estremeció y tembló la tierra.” Con
estas palabras comienza el Introito para la fiesta de la Transfiguración de Nuestro
Señor, en el himnario Culto Cristiano. Las palabras son del Salmo 77, las mismas
que aparecen en el leccionario del himnario ¡Cantad al Señor!, para ser entonadas
o leídas el Domingo de la Transfiguración (Año C). La relación entre el Salmo 77
y la fiesta de la Transfiguración estriba en la descripción de la teofanía luminosa
del Señor en los versículos 16–20, y en que su gloria se manifestó cuando los hijos
de Israel cruzaron el Mar Rojo.
La descripción de la teofanía se encuentra en la última parte del salmo, y viene
después de un largo lamento en el que un individuo no identificado expresa su
angustia por una terrible calamidad que le sobrevino al pueblo. No se dice de qué
calamidad se trata, pero si es la misma desgracia a la que se refiere en los demás
salmos de Asaf, se trata entonces de una invasión extranjera y terrible derrota
militar, el desmembramiento de la nación, y la deportación del pueblo de Dios a
tierra extraña.
En el lamento de la primera parte del Salmo 77, el salmista recuerda las
grandes hazañas de Dios en el pasado, en favor de su pueblo. La más grande de las
intervenciones de Dios en la historia, fue la liberación de su pueblo mediante el
éxodo de Egipto. Esta salvación se celebra en el antiguo canto que el salmista
anexó a su lamento (Salmo 77:16–20). Las semejanzas entre el pasaje citado y los
cánticos de Moisés y de Miriam, en Éxodo 15:1–21, son notables, e indican que
tienen su origen en las mismas tradiciones antiguas. Ambos cánticos celebran la
manifestación del Señor en la tormenta, la tempestad, los vientos huracanados y
los relámpagos zigzagueantes del cielo.
El recuerdo de la teofanía del Señor en el Mar Rojo, cumple una doble
función en la conclusión del Salmo 77. En primer lugar, expresa la consternación
del que ora. En el momento en que peligró la existencia del pueblo de Dios,
durante la salida de Egipto, sobrevino la temible teofanía en la que la diestra de
Dios mostró su magnificencia con poder. En la recitación del Salmo 77:16–20,
queda latente otra pregunta retórica: ¿Por qué no hemos visto la diestra del Señor
en este momento de crisis nacional? ¿Por qué no se manifiesta el Señor en su
gloria luminosa, su shekinah, para aplastar a los enemigos extranjeros que están
acabando con las ovejas de Israel? La otra función del Salmo 77:16–20 es la de
sembrar una semilla de esperanza en el desesperanzado pueblo. En el recuerdo de
la teofanía del Mar Rojo está latente, para los ojos de la fe, la esperanza de que la
teofanía del pasado sea un anticipo de la gran teofanía escatológica en el Día del
Señor. Para quien tiene oídos para oír y ojos para ver, el recuerdo de la
manifestación de la gloria de Dios en el Mar Rojo contiene la pro-mesa de una
nueva manifestación de la shekinah a favor del pueblo de Dios. La realidad del
momento del pueblo de Dios es la expectación de una transfiguración futura
fundada en la misericordia de aquel que guió a su pueblo como rebaño, por mano
de Moisés y de Aarón. En definitiva, el Salmo 77 es un salmo inconcluso, pues
expone preguntas que no encuentran respuestas, ni en el salterio ni en todo del
AT. Y es a partir de esta circunstancia que comenzamos a percibir la razón por la
que la iglesia ha escogido el Salmo 77 para la celebración de la fiesta de la
Transfiguración de Nuestro Señor.
77:1 A Dios elevo mi voz suplicante; a Dios elevo mi voz para que me escuche.
El Salmo comienza con una súplica a Dios. El hecho de que eleve su voz, gritando,
nos indica que, para él, Dios está lejos, ausente. El salmista se siente solo y
abandonado. El estado de ánimo del que suplica queda indicado por la sucesión
de verbos empleados en la primera parte del salmo. El primer verbo es “elevar” la
voz, o clamar. Esta serie de verbos despiertan nuestros sentimientos a fin de sentir
con el salmista su dolor y desesperación. Al ir leyendo el salmo, nos identificamos
con el que suplica y comenzamos a utilizar sus lamentos para dar expresión a
nuestros propios temores y angustias. Los que no tienen voz, encuentran su
propia voz al cantar los salmos de lamento.
77:2 Cuando estoy angustiado, recurro al Señor; sin cesar elevo mis manos por las noches, pero me
niego a recibir consuelo.
A la memoria del salmista acuden las palabras de las canciones que antiguamente
cantaba. La palabra hebrea que aquí se traduce como “cántico”, es un canto que se
entona con acompañamiento musical, que se tañe. Luis Alonso Schökel cree que
quizá el canto en el que piensa el salmista es el salmo antiguo que encontramos en
los versículos 16–20 del Salmo 77, el cual es un antiguo canto que relata cómo
actuó el Señor para salvar a su pueblo oprimido en el pasado. Lo que torna tan
intolerable la circunstancia del presente para el que ora es que el Dios celebrado
en el antiguo canto como un Dios misericordioso, que intervino para salvar a la
Nación, ahora se ha olvidado de su pueblo.
Lo que el salmista siente es lo que sentimos nosotros al oír en la radio una
canción antigua o un himno querido que ahora prácticamente ya no se interpreta.
Al oírlos los recordamos y mentalmente los entonamos. Los recuerdos que
despiertan en nosotros el texto y la música del canto antiguo provocan fuertes
emociones, como en el caso del salmista.
77:7 ¿Nos rechazará el Señor para siempre? ¿No volverá a mostrarnos su buena voluntad?
A partir del versículo 7, el salmista expone una serie de preguntas retóricas que
hacen las veces de las declaraciones de “¿hasta cuándo?”, que se encuentran en
algunos de los demás salmos de Asaf, por ejemplo, el Salmo 79:5. En ninguna
parte del Salmo observamos una confesión de pecados o una lista de los pecados
de Israel, que desencadenaron la larga serie de desastres que asolaron al pueblo.
Éstos hay que buscarlos en otras partes de la colección de salmos de Asaf. Sin
embargo, leyendo entre líneas, queda claro que la causa de la ausencia de la
presencia divina, es la rebelión de Israel en oposición a Dios y al pacto. El salmista
no tiene respuestas a las preguntas que expone, lo que aumenta aún más su
angustia.
77:8 ¿Se habrá agotado su gran amor eterno, y sus promesas por todas las generaciones?
El temor que el salmista expresa aquí es que el Señor se haya olvidado del pacto
hecho con su pueblo, que haya anulado la promesa de serle siempre fiel a su esposa
Israel. Teme que Dios haya decidido divorciar a su esposa por su infidelidad.
Como estas preguntas retóricas lo indican, el que suplica no da con una respuesta
a su inquietud.
77:9 ¿Se habrá olvidado Dios de sus bondades, y en su enojo ya no quiere tenernos compasión?
Según Weiser, este versículo es el eje sobre el cual gira el Salmo 77. Vemos aquí
que el salmista ha llegado a darse cuenta que hay que hacer algo más que lamentar
la injusticia de nuestra circunstancia y protestar por ello. Es necesario comenzar a
recordar, enumerar y proclamar públicamente toda la historia sagrada de las tribus
del pueblo del Señor, historia en la que se relatan los hechos de la vida de Moisés,
las diez plagas de Egipto, el éxodo, el cruce del Mar Rojo, los 40 años de
peregrinación y la conquista de los pueblos gentiles durante la época de Josué y de
los Jueces. Es el tema de la segunda parte del Salmo 77 (Weiser 1963:532).
Nuestros lamentos tienen que ir acompañados con un relato de lo que los eruditos
alemanes han llamado la Heilsgeschichte, la historia de la salvación. La frase “la
diestra del Altísimo” nos recuerda una línea del cántico de Moisés (Éxodo 15:12),
que reza: “Extendiste tu brazo derecho, ¡y se los tragó la tierra!” Y también Éxodo
15:6, que dice: “Tu diestra, Señor, reveló su gran poder; tu diestra, SEÑOR,
despedazó al enemigo.” Las hazañas del Señor (v. 11) son, entonces, las proezas (v.
12) obradas por el Señor para librar a Israel del cautiverio de Egipto, y que
demuestran que la diestra del Altísimo no ha cambiado.
77:11–12 Prefiero recordar las hazañas del SEÑOR, traer a la memoria sus milagros de antaño.
Meditaré en todas tus proe zas; evocaré tus obras poderosas.
El salmista establece aquí una comparación entre “nuestro Dios” y todos los
dioses de los gentiles. Entre líneas, alerta a la congregación de Israel a no recurrir a
los falsos dioses de los gentiles en su angustia. La tentación a la que se enfrenta
todo creyente en el Señor en su angustia, es la de pedir la intervención de otros
espíritus y poderes, aparte del Señor, y recurrir incluso a la magia y la hechicería.
Si Dios, aparentemente, olvidó a su pueblo, entonces los miembros del pacto
pueden verse tentados a procurar la salvación de los dioses de las naciones, o hasta
a hacer un pacto con el diablo. El creyente tiene que recordar quién es Dios en
realidad, y recordar también todo lo que ha hecho a favor de su pueblo. No puede
olvidar que los dioses y espíritus que procuran los no creyentes, no son dioses, y
que no pueden brindar liberación. La senda de los poderes ocultos no es santa,
sino que es un camino que conduce a la muerte.
77:14 Tú eres el Dios que realiza maravillas; el que despliega su poder entre los pueblos.
Al hablar de las maravillas o grandes hazañas del Señor, el salmista tiene en mente
todas las grandes intervenciones de Dios en la historia del pueblo de Israel. Estas
maravillas se enumeran en el Salmo 78, otro salmo de Asaf que tiene muchos
nexos lingüísticos y puntos de enlace con el Salmo 77. Por ejemplo, en ambos se
halla una referencia a José. Será de provecho leer el Salmo 78 como complemento
del estudio del Salmo 77.
77:15 Con tu brazo poderoso redimiste a tu pueblo, a los descendientes de Jacob y de José. Selah
El verbo “redimir”, utilizado aquí, es uno de los favoritos de la segunda parte del
libro de Isaías (capítulos 40–59). El Pueblo de Dios es el objeto de la redención
divina. En la segunda parte del versículo queda identificado como los
descendientes de Jacob y de José. Los descendientes de Jacob y de José son, según
Génesis 48:5–22, los patriarcas Efraín y Manasés. Génesis 48 nos ofrece el relato
de cómo José, después de la llegada de Jacob a Egipto, se acerca a su padre para
presentarle sus dos hijos, a fin de que los conozca y les dé su bendición. En la
escena siguiente, Jacob no sólo bendice a sus nietos, sino que también los adopta,
dándole a cada uno parte de su herencia. Y desde entonces Efraín y Manasés no
son contados como nietos, sino como hijos de Jacob, y sus descendientes reciben
una de las doce partes en que se divide la tierra de Canaán, después de la
conquista. Ésta es la razón por la que en la confederación de las doce tribus hay
dos tribus de José. El hijo “extra” de José recibe la herencia que correspondía a los
de la tribu de Leví. Cabe recordar aquí, que los levitas no recibieron un territorio
dentro de la confederación, como las otras tribus, porque el Señor mismo y su
templo fueron la herencia de los levitas. Efraín y Manasés son, entonces, por su
prohijamiento, no sólo hijos de José sino también de Jacob.
Efraín y Manasés fueron los antepasados de las dos tribus más importantes del
Reino del Norte. Este Reino se constituyó después de la rebelión de las tribus del
Norte en oposición a Roboán, el hijo de Salomón. Cansados de pagar tributos a
Salomón, y renuentes a aceptar a su hijo consentido como soberano, las tribus del
Norte se rebelaron en contra de la casa de David y la autoridad de Jerusalén.
Escogieron a Jeroboán I como rey, y establecieron, como tribus del Norte, un
reino con capital propia y con su culto centralizado en los santuarios de Betel, en
el Sur, y Dan en el Norte.
La referencia a Efraín y Manasés en el Salmo 77:15, y la ausencia de
referencias a Judá, Jerusalén y David, han motivado a algunos investigadores a
sugerir que el Salmo 77, al igual que muchos otros salmos atribuidos a Asaf,
provienen, originariamente, del norte de Israel. Las otras tribus del Norte no se
mencionan en este Salmo ni en los demás salmos de Asaf. Esto ha motivado a
algunos investigadores a proponer que estos salmos tienen su origen en los años
732–722 aC., o sea, los últimos años del Reino del Norte, cuando las otras tribus
del Norte ya habían sido conquistadas y llevadas al exilio por los asirios. Leemos
en 2 Reyes 15:29: “En tiempos de Pecaj, rey de Israel, Tiglat Piléser, rey de Asiria,
invadió el país y conquistó Iyón, Abel Betmacá, Janoa, Cedes, Jazor, Galaad y
Galilea, incluyendo todo el territorio de Nealí; además, deportó a los habitantes
a Asiria.” Los últimos años del Reino del Norte son los del gobierno de Oseas, el
último rey de Israel, cuyo reinado llegó a su fin con la caída de Samaria, en 722
aC. (Goulder 1995:75).
77:16–17 Las aguas te vieron, oh Dios, las aguas te vieron y se agitaron; el propio abismo se
estremeció con violencia. Derramaron su lluvia las nubes; retumbaron con estruendo los cielos;
rasgaron el espacio tus centellas.
Muchos investigadores opinan que las palabras de los versículos 16–20 fueron, en
algún momento, parte de otro salmo, un salmo que por su lenguaje y las figuras
empleadas, proviene de una época anterior, incluso anterior a David. Se dice que
el autor del Salmo 77 anexó una estrofa del salmo antiguo a su composición, a fin
de ayudar al lector en su retrospección espiritual a la época del éxodo. Sea correcta
o no esta suposición, forzoso es reconocer las semejanzas de 77:16–20 con
cánticos más antiguos, como ser: el cántico de Moisés en Éxodo 15, el Salmo 29,
el Salmo 18:8–16, y Habacuc 3. Dicen, además, que la descripción del Señor
montado en las nubes en medio de una tempestad, lanzando rayos en todas
direcciones y celebrando su victoria sobre el mar, se parece mucho a los salmos
cananeos que celebraban la victoria de Baal, el dios de la tempestad, sobre su gran
enemigo Yam, el dios del mar. Hay quienes creen que los salmistas, por
inspiración del Espíritu del Señor, se apropiaron de algunos salmos paganos,
cambiándolos y reciclándolos a fin de servir como alabanzas en honor del que en
realidad domina los elementos, la fecundidad, y la fertilidad de la tierra. Como
parte de este reciclaje, todas las referencias a las deidades paganas fueron
eliminadas e insertado el nombre del Señor.
En 1983 se publicó un manuscrito en arameo (pergamino Amherst 63) y en
letra demótica, que contiene un antiguo himno pagano muy similar al Salmo 20.
Los que estudiaron los dos salmos, creen que existe una dependencia literaria
entre ambos, o que, por lo menos, los dos provienen de la misma fuente original
(Smelik 1985:77–79). Es una característica de la fe de Israel, apropiarse no sólo de
los antiguos santuarios y fortalezas de sus enemigos, sino también apropiarse de
sus fiestas, ceremonias, y cantos, y transformarlos para rendir gloria al Dios de
Israel.
77:18 Tu estruendo retumbó en el torbellino y tus relámpagos iluminaron el mundo; la tierra se
estremeció con temblores.
Aunque fue el Señor quien, como buen pastor, guió a sus ovejas por el Mar Rojo y
por el desierto, los hijos de Israel no reconocieron su presencia. Aunque para ellos
el Señor fue el Dios invisible, el deus absconditus, las ovejas del Señor no
estuvieron solas. Nunca quedaron abandonadas al pasar por valles tenebrosos.
Las palabras del salmista traen a la memoria los sentimientos expresados en la
poesía que lleva por título “Footprints” (Huellas), y que se hizo muy popular,
tanto entre cristianos protestantes como católicos, siendo leída hasta por el
presidente de los Estados Unidos Bill Clinton, en ocasión del entierro de las
víctimas del atentado terrorista en Oklahoma City.
77:20 Por medio de Moisés y de Aarón guiaste como un rebaño a tu pueblo.
Encontramos aquí, al igual que en el Salmo 23, la idea del Señor como el pastor
de su pueblo. Es también uno de los temas que aparecen en otros salmos de Asaf,
como el Salmo 80, que comienza: “Pastor de Israel, tú que guías a José como un
rebaño.” Es Dios quien, como pastor, ha guiado a su pueblo Israel en el cruce del
Mar Rojo y por “valles tenebrosos” (el desierto), para hacerlo entrar a la tierra de
Canaán donde, “en presencia de mis enemigos” (los gentiles), el buen pastor
dispuso un banquete para sus ovejas. La mención de Moisés y Aarón es otra de las
similitudes del Salmo 77 con el cántico de Moisés de Éxodo 15.
UNA VENTANA A LA VIDA Y A LA OBRA DE CRISTO
Para comprender los salmos en su plenitud es necesario aprender a cantarlos
teniendo en cuenta la persona de Jesucristo, esto es, cantar el salmo como un
canto entonado por Jesús. Debemos preguntarnos cómo habrá interpretado Jesús
su vida y su misión relacionada con el Salmo 77.
Las lamentaciones y la agonía del salmista en la primera parte del salmo nos
inducen a pensar en Jesús en el Jardín de Getsemaní. Allí, según Hebreos 5:7, “En
los días de su vida mortal, Jesús ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y
lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su reverente
sumisión.” Así como el salmista clamó a Dios en el día de la angustia, del mismo
modo Jesús elevó sus manos y plegarias sin descanso. Con toda seguridad, esa
noche en el Getsemaní, el tentador se valió de los recuerdos de Jesús en los
primeros tiempos de su ministerio, cuando caminaba por Galilea, y una multitud
de seguidores daba gracias a Dios por la presencia en su medio del nuevo profeta.
En esos días entonaban aleluyas y no reproches. Pero las aflicciones que Jesús
soportó en el Getsemaní, en el pretorio o palacio, y en la cruz, dan lugar a
acentuar la pregunta: “¿Nos rechazará el Señor para siempre?”
Al igual que en el caso del salmista, las aflicciones soportadas por Jesús no
fueron la consecuencia de alguna injusticia cometida por él. Jesús, como el
salmista, gime, suplica y llora por causa de la infidelidad de su pueblo. En las horas
de su pasión, Jesús recordó, indudablemente, los cantos entonados en su juventud
(Mateo 26:30). Sus últimas palabras desde la cruz (Mateo 27:46; Lucas 23:46)
traen ecos surgidos de partes de los salmos en los que Jesús meditó durante esa
noche tenebrosa, en que fue tal la angustia que invadió su alma, que se sintió
morir.
Al final de su meditación, el salmista recuerda un salmo muy antiguo, que
agrega a su lamento, un salmo que describe la gran teo fanía del Señor en el Mar
Rojo. El recuerdo de la teofanía le ayuda a sostenerse y a fortalecerse en su gran
aflicción de espíritu, porque fue un símbolo y promesa de la gran teofanía
escatológica. Jesús, en su última agonía, también fue sustentado y fortalecido por
una teofanía, la que experimentó en el monte de la transfiguración. La transfigu
ración de Jesús es símbolo, promesa, y anticipo en un doble sentido. En primer
lugar, es un anticipo de la resurrección de Jesús, como lo indican sus propias
palabras: “No le cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del hombre
resucite” (Mateo 17:9). Y la transfigura ción del Señor no es sólo un anticipo de la
resurrección de Jesús, sino de la de todos los justos, como la declara el Maestro en
Mateo 13:43: “Entonces los justos brillarán en el reino de su Padre como el sol.”
Todas las consideraciones vistas anteriormente apuntan a nuestra
comprensión del Salmo 77 y a su aplicación en la vida. Surge la pregunta en
cuanto al uso del salmo en nuestra vida personal y congregacional hoy día. El
salmo nos ofrece pautas a seguir en las circunstancias en que nos sentimos
atrapados en la mar de contradicciones, situaciones en las que clamamos y
suplicamos a Dios y no recibimos respuesta, llegando, consecuentemente, a
cuestionar la misericordia del Señor y su presencia junto a nosotros en las
aflicciones. El Salmo me invita a responder a las preguntas respecto a qué hacer en
las aflicciones, y qué hacer cuando nuestra nación o nuestra congregación parecen
ser víctimas de la ira y del olvido de Dios.
El Salmo nos enseña en primer lugar a elevar nuestros lamentos hacia Dios. El
lamento no debe ser visto como una falta de fe, sino como una expresión de
nuestra fe en el Dios del pacto. Fue lo que hizo la mujer cananea en Mateo 15:21–
28. Ella lamentó la condición de su pobre hija, que sufría terriblemente por estar
endemoniada. Así como el salmista, la mujer siguió extendiendo sus manos hacia
el Señor aunque en apariencia él no estaba dispuesto a escucharla, y aunque la
única respuesta que recibió de parte del Señor fue silencio. Es necesario seguir
clamando al Señor, porque detrás de la máscara del deus absconditus está el deus
revelatus. Sin embargo, el salmo no sólo nos invita a poner en palabras nuestros
lamentos. También nos invita a enumerar y testimoniar las grandes hazañas de
Dios a favor de su pueblo. Y no solamente los sucesos relacionados con el éxodo y
la peregrinación por el desierto, sino las maravillas vinculadas con la inauguración
del nuevo pacto, a saber, la encarnación de nuestro Señor, su lucha contra las
fuerzas del mal, su pasión, muerte y resurrección, y su ascensión y segunda venida.
Se nos invita no sólo a lamentar, sino también a confesar el Credo Apostólico a
voz en cuello.
La tercer cosa que el salmista hace en su aflicción y agonía es cantar, como
cantó Jesucristo la noche en que fue entregado, como cantaron Pablo y Silas en la
cárcel de Filipos (Hechos 16:25), como solía hacerlo Martín Lutero con sus fieles
amigos cuando sentía las acometidas impetuosas de los demonios mil que se
nombran en su himno “Castillo fuerte es nuestro Dios”. No es aconsejable
encerrarse dentro de sí mismo en los momentos de crisis y aflicción. El salmista no
se mantiene aislado en la soledad de sus aflicciones. Aquí lo vemos cantar un
himno de victoria junto a la compungida y dolorida congregación de Israel. Por
último, nosotros, en medio de las tormentas y tempestades de la vida,
comprendemos, en base a lo que hemos aprendido del Salmo 77, que debemos
fijar nuestra mirada en Jesús, en la pasión y resurrección prefiguradas en su
transfiguración.
Ésta es también la prefiguración y promesa de la transfiguración de la realidad que
vivimos, en la gloria del reino de Dios.
RESUMEN DE LAS CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES
DE LOS SALMOS DE ASAF
Para investigadores como Nasuti, Goulder, Mitchell y Hauge, la agrupación
de los salmos de Asaf presenta una serie de características que los diferencia de los
demás salmos del salterio. Hasta se puede hablar de una teología distinta, que
comparten los cánticos de esta colección, al menos los que son de las
características de los salmos de Asaf y de los salmos calificados como salmos
“deutero-Asaf ”, esto es, salmos que no llevan un epígrafe que dice “Salmo de
Asaf ”, pero que guardan afinidad con los de Asaf, tanto por su vocabulario como
por los temas que tratan y por su ubicación en el canon. Algunas de las
características de los salmos clasificados como parte de la colección de Asaf o
deutero-Asaf, son:
4. Otro tema, que se repite una y otra vez, en los salmos de Asaf, es la pasividad
de Dios en cuanto a socorrer a su pueblo. La pregunta “¿hasta cuándo?”
resuena en el Salmo 74:10 y en el 80:4. En otros salmos de Asaf se exhorta a
Dios a levantarse y a defender a su pueblo que está siendo atacado, oprimido
y devastado por sus enemigos (Salmo 74:11; 77:8–10; 79:10). Se percibe a
Dios como ajeno a la catástrofe que abruma a su pueblo. Esto explicaría en
parte la relativa ausencia del nombre divino Señor (yahweh) en los salmos de
Asaf, y la preferencia por el nombre elohim u otros títulos divinos. El
nombre Señor ( yahweh) se identifica mucho más con la gracia y la
misericordia de Dios, que el nombre elohim. De ahí que el nombre Señor
predomina (53 veces) en los cánticos graduales que celebran el perdón de
Dios, el retorno de Israel a la Tierra Prometida y al templo. Estas referencias
tienden a apoyar la tesis de aquellos investigadores que creen que la invasión
de las diez tribus del Norte por Asiria, entre los años 730–710 aC., originó
la creación de los salmos de Asaf.
6. La función de los hijos de Asaf como profetas y cantores de Israel puede ser
de ayuda para la explicación de otra característica de los salmos de Asaf. La
característica es la inclusión, en los salmos, de largas reseñas históricas como
las que se encuentran en los Salmos 105 y 106, dos de los cantos agrupados
en la categoría de los deutero-Asaf. Los salmos de Asaf muestran, en las
reseñas históricas, una fidelidad al monoteísmo y un rechazo rotundo a toda
forma de idolatría. Tal fidelidad a la adoración del Dios del pacto y las
tradiciones que encontramos en el libro de Deuteronomio, deben de haber
causado problemas a los hijos de Asaf que ministraban en el norte de Israel.
Allí, el rey Jeroboán I había colocado sus becerros de oro en los templos de
Betel y Dan (1 Reyes 12:28–29). Esta acción por parte de alguien que había
sido un funcionario respetado del rey Salomón, constituyó un rechazo
rotundo del arca del pacto en el templo del Señor en Jerusalén. Según una
hipótesis de Michael Goulder, después de la destrucción del Reino del
Norte, los hijos de Asaf lograron escapar hacia Jerusalén, donde
desempeñaron luego un papel importante en las reformas de los buenos
reyes Ezequías y Josías. Goulder cree incluso que los de Asaf pueden
identificarse con el grupo de reformadores conocidos como
deuteronomistas. Se dice que los deuteronomistas fueron los responsables de
promulgar entre los judíos el contenido del libro de Deuteronomio, incluido
en el canon. Es sabido, además, que los hijos de Asaf desempeñaron un papel
importante en la fundación del templo de Zorobabel, y en la reforma de
Nehemías. La importancia dada a los de Asaf en los libros de las Crónicas,
ha inducido a algunos investigadores a sospechar que el autor de este libro
fue un levita perteneciente al gremio de los descendientes de Asaf.
1. ¿Cuántas semejanzas hay entre la última parte del Salmo 77 y los cánticos
de Moisés y Miriam, en Éxodo 15?
2. El epígrafe del Salmo 77 dice: “Al director musical. Para Jedutún. Salmo
de Asaf.” Con la ayuda de una concordancia bíblica, averigüe quién fue
Jedutún y cuál fue su relación con Asaf.
4. Lea Isaías 43:18–21 y desarrolle los nexos que hay entre este texto y el
Salmo 77.
5. Discurra acerca del segundo uso de la ley (la ley como espejo que refleja
nuestro pecado), en dos de los Salmos de Asaf, el 50 y el 81.
6. Nasuti afirma que los Salmos 50, 71, 81 y 83, todos salmos de Asaf,
contienen elementos proféticos. Los elementos proféticos quedan
determinados por su utilización de imágenes, escatología, y patrones de
lenguaje. Con patrones de lenguaje se quiere decir que el profeta habla
como si fuera Dios, una señal de que el salmista entró en trance y que el
espíritu de Dios habla por medio de él. Haga una lista de los elementos
proféticos en los salmos mencionados y reflexione sobre ellos.
9
Los salmos marciales
SALMO 68
El Salmo 68, con sus aclamaciones de victoria, sus imágenes marciales, sus visiones
del Señor, el guerrero divino, sus alusiones a la guerra santa, su léxico arcaico y sus
invocaciones de antiguas tradiciones tanto israelitas como cananeas, ha sido
objeto de intenso estudio por parte de los historiadores, lingüistas y teólogos. Se
han publicado centenares de artículos y monografías acerca del género literario, el
fondo histórico y el significado de términos y conceptos difíciles de entender para
el lector de nuestro mundo moderno. Pese a los muchos estudios realizados, los
expertos en la materia aún no están de acuerdo respecto de cómo interpretar este
antiguo canto de victoria.
Sigmund Mowinckel opina que el Salmo 68 es un antiguo himno de sólida
composición, cuyas raíces tienen su origen en la fiesta de la entronización del
Señor, de la época del rey Saúl. Otros investigadores, concordando con el análisis
del renombrado William Foxwell Albright, han llegado a la conclusión de que las
diferentes partes del salmo no estuvieron unidas originalmente, sino que
provienen de hasta treinta fuentes diferentes, que se incorporaron al salmo como
hoy lo tenemos, en la época del rey Salomón. Entendiendo el salmo de esta
manera, tenemos entonces un compendio de trozos provenientes de una serie de
cantos que celebraron la victoria del Señor y sus huestes. Los trozos y fragmentos
provienen de cantos compuestos en diferentes ocasiones, como por ejemplo, en
ocasión del éxodo de Egipto, o la conquista de Canaán en la época de los jueces, o
la conquista de Jerusalén, o el traslado del arca o la proclamación del reinado del
Señor en el monte sagrado (Clifford 2002:314). Muchas de las frases del Salmo
68 se asemejan a poemas tales como el de Deuteronomio 33, la canción de
É
Débora de Jueces 5, el cántico del mar de Éxodo 15 (Millar 1973:103–104), y el
Salmo de Habacuc, de Habacuc 3.
Hermann Gunkel, el padre del estudio de la redacción de formas cree, en
desacuerdo con otras maneras de interpretar el Salmo 68, que éste es ante todo un
salmo escatológico, escrito aproximadamente 400 años antes de Cristo, y que se
utilizaron tradiciones antiguas y un léxico arcaico para describir un
acontecimiento que tendrá lugar en el futuro, cuando el reino del Señor se
establezca después de la última gran batalla entre Dios y todos los enemigos de su
pueblo.
Otros expositores modernos, en desacuerdo con Albright y sus discípulos,
afirman que el Salmo 68, lejos de ser una colección de toda clase de tradiciones
diversas, es un himno de victoria cuyas partes están bien unidas y ligadas con el
tema central. El tema que une las diferentes partes del Salmo 68 es la
manifestación gloriosa (teofanía) del Señor en las guerras entre sus ejércitos y los
enemigos de Israel. Es posible que, después de estudiar las diferentes partes del
salmo y tomar nota de las preocupaciones que se manifiestan, y asimilar sus
imágenes, estemos mejor preparados para entender no sólo la forma y la función
del Salmo 68, sino también dispuestos a unir nuestras voces con las de los
antiguos hebreos y honrar el nombre de Dios entonándole alabanzas.
68:1 ue se levante Dios, que sean dispersados sus enemigos, que huyan de su presencia los que le
odian.
La escena que realzan las primeras palabras del salmo es de guerreros israelitas
haciendo los preparativos para una guerra santa con sus enemigos. Mientras se
preparan para la batalla, los levitas sacan fuera de la tienda de reunión el arca del
pacto, esto es, el trono visible del Señor, Dios invisible que, ubicado en su trono
guía a los valientes de Israel en sus batallas. Mientras se toca el shofar, la trompeta
sagrada, el coro de cantores consagrados entona el himno de batalla, invocando al
Señor para que los guíe en la guerra santa. La idea que se tenía de la guerra santa
no era la de una lucha entre dos pueblos, sino una contienda entre el mismo Señor
y sus enemigos. La figura predominante en la literatura referida a la guerra santa es
la del Señor, el guerrero divino. En Éxodo 15:3, el cántico de Moisés, se proclama:
“El Señor es un guerrero.”
De acuerdo con el relato de Números 10:35–36, si era necesario trasladar el
arca del pacto, Moisés decía: “¡Levántate, Señor! Sean dispersados tus enemigos;
huyan de tu presencia los que te odian.” Pero cada vez que el arca se detenía,
Moisés decía: “¡Regresa, Señor, a la incontable muchedumbre de Israel!” De
modo que la intervención del Señor como guía de su pueblo en la guerra santa –
señalada en el Salmo 68–, tiene que ver con las más antiguas tradiciones de Israel
referentes al arca del pacto. En el Salmo 68, las tradiciones del arca sagrada se
combinan con el concepto expresado en las tradiciones poéticas que hablan
respecto del Señor como que vive en las montañas del sur. En el cuadro
presentado por el salmista en los primeros siete versículos, vemos al Señor
viniendo en una tormenta, desde el sur, marchando sobre las nubes con sus
huestes angelicales para apoyar a las huestes de los hijos de Israel. Después se
celebra el ingreso del Señor en su santuario en Sión, para habitar entre los
hombres y establecer justicia, y defender a las viudas y los huérfanos.
68:2–3 ue desaparezcan del todo, como humo que se disipa con el viento; que perezcan ante Dios
los impíos, como cera que se derrite en el fuego. Pero que los justos se alegren y se regocijen; que
estén felices y alegres delante de Dios.
El salmista anuncia como principio eterno e inalterable, que así como el humo no
podrá ofrecer resistencia al viento sin ser disipado, y así como la cera no puede
estar ante el fuego sin derretirse, así no podrán los impíos, después de todo,
mantenerse en pie ante el juicio de Dios. Inevitablemente, todas las fuerzas de
maldad que imperan en el mundo llegarán a su fin con la venida de Dios para
juzgar al mundo. No se identifican aquí los impíos, porque en cada generación y
época habrá nuevas manifestaciones de maldad en el mundo. Los impíos son
todos los poderes y principios de maldad. Son las instituciones, ideologías y
estructuras que esclavizan, oprimen y destruyen al género humano. No obstante,
así como el Señor actuó para librar a Israel de la esclavitud de Egipto y de las
ideologías y teologías al servicio del faraón para justificar la explotación de los
hebreos, así actuará el Señor en el futuro para salvar a los pobres y oprimidos. Así
como el Señor actuó en el pasado en el cruce del Mar Rojo, y los israelitas se
alegraron entonando el cántico del mar (Éxodo 15), así obrará el Señor en el
futuro para salvar a su pueblo y a toda su creación. El verbo hebreo que en español
se traduce como “salvar”, es una de las palabras claves de todo el Salmo 68.
68:4 Canten a Dios, canten salmos a su nombre; aclamen a quien cabalga por las estepas, y
regocíjense en su presencia. ¡Su nombre es el Señor!
En los salmos cananeos encontrados en la antigua ciudad de Ugarit, se representa
al dios Baal como un guerrero que conduce una carroza de nubes en medio de una
gran tormenta mientras dirige la guerra contra sus enemigos. La semejanza entre
los salmos cananeos y el Salmo 68, el cántico de Débora, y Deuteronomio 33:26,
ha inducido a los investigadores a concluir que el salmista se ha apropiado de
parte del vocabulario que los cananeos usaron para honrar a Baal. Los títulos y
adjetivos empleados antiguamente por los cananeos para celebrar las hazañas de
sus dioses, los adoptaron los cantores sagrados de Israel para entonar la grandeza
del Señor como verdadero salvador de su pueblo (Cassuto 1973:246).
Los cantores sagrados de Israel solían entonar los himnos que celebraban las
victorias del Señor en el pasado, con la finalidad de implorar una nueva
manifestación del poder salvador de Dios, en un nuevo conflicto con los
enemigos de Dios y de su pueblo. El nombre JAH (RV) es una forma abreviada
del tetragrámaton ( yhwh), el nombre sagrado que le fue revelado a Moisés en el
monte Orbe. Tetragrámaton es una palabra griega que quiere decir cuatro letras.
Se refiere a las cuatro letras en hebreo de la frase “Yo soy”. Los traductores de la
Biblia en idioma castellano han representado el tetragrámaton de varias maneras:
YHVH, Jehová, Jahvé, Yahvé y Yavé. La versión NVI, que se utiliza en esta obra,
traduce SEÑOR.
68:5–6 Padre de los huérfanos y defensor de las viudas es Dios en su morada santa. Dios da un hogar
a los desamparados y libertad a los cautivos; los rebeldes habitarán en el desierto.
En lo que sigue, el poeta sagrado nos brinda siete alusiones tomadas del pasado,
que le recuerdan a Israel el modo en que había obrado el Señor para prestar ayuda
divina a su pueblo (Cassuto 1974:257). La primera alusión está referida a la
redención de los esclavos israelitas en Egipto. Eran como viudas y huérfanos sin
un hogar permanente. Al guiar a los israelitas a una tierra en la que fluía leche y
miel, el Señor puso de manifiesto la realidad de que él es, en verdad, el Padre de
los huérfanos y defensor de las viudas. La referencia a los rebeldes es una alusión a
los israelitas que, en el incidente de los doce exploradores, se rebelaron contra la
autoridad del Señor y de Moisés en el desierto (Deuteronomio 1). Los rebeldes
perdieron el derecho de entrar en la tierra donde fluía leche y miel, y tuvieron que
pasar el resto de sus vidas en el desierto.
En el versículo 5 observamos cómo el cantor sagrado se ha apropiado de otra
expresión empleada por los cananeos en su literatura épica. En las tablas
descubiertas en Ugarit, la frase “padre de los huérfanos y defensor de las viudas” se
utiliza una y otra vez para describir al héroe Daniel, famoso en la literatura
cananea, el justo defensor de los menesterosos. Para los comentaristas que creen
que la base del Salmo 68 es la rebelión de Absalón en contra de su padre, el rey
David, los huérfanos y las viudas mencionados aquí son los familiares de los
israelitas leales a David, quienes fueron despojados, exiliados, o ejecutados por
Absalón y sus seguidores. Al ser derrotado Absalón, victoria que celebra el Salmo
68, los fieles servidores del rey serán recompensados por su lealtad, mientras que
sus opresores serán pasados por las armas o enviados al exilio (Goulder
1990:194).
68:7–8 Cuando saliste, oh Dios, al frente de tu pueblo, cuando a través de los páramos marchaste, la
tierra se estremeció, los cielos se vaciaron, delante de Dios, el Dios de Sinaí, delante de Dios, el Dios
de Israel.
En esta parte del salmo se hace referencia a las victorias obtenidas por los israelitas
sobre los cananeos. En el conflicto entre los reyes de los cananeos e Israel, el Señor
dio su palabra, es decir, pronunció sentencia en favor de Israel, y ésta otorgó la
salvación y la victoria a las tribus israelitas. A fin de anunciar y festejar las
victorias, las mujeres de Israel salieron como una grande multitud a cantar el
triunfo, como hicieron Miriam, la hermana de Moisés, y las mujeres que
entonaron el cántico del mar, en Éxodo 15. Las mujeres son como Sión, portadora
de buenas noticias, que levanta fuertemente la voz para proclamar la venida del
Señor, quien vendrá cual pastor para apacentar a su rebaño (Isaías 40:9–11).
Recordemos que en las guerras de antaño el ejército de hombres que marchaba
delante era seguido de otro ejército de mujeres y hasta de niños, que venía detrás.
El ejército de esposas, concubinas, prostitutas, solía cocinar para los hombres,
lavarles la ropa, atender sus heridas y celebrar sus victorias. Con frecuencia, si un
ejército era derrotado, los simpatizantes, mujeres y niños eran considerados parte
del botín y repartidos entre los vencedores, según se deduce de las palabras de la
madre de Sísara, en Jueces 5:28–30. Algo similar ocurrió cuando las mujeres y los
niños que acompañaron la banda de David cayeron en manos de los amalecitas,
según se relata en 1 Samuel 30.
68:12–13 “Van huyendo los reyes y sus tropas; en las casas, las mujeres se reparten el botín: alas de
paloma cubiertas de plata, con plumas de oro resplandeciente. Tú te quedaste a dormir entre los
rebaños.”
Mientras los reyes cananeos huyen por todas partes, las mujeres que quedaron en
casa participan en el reparto del botín.
No solamente las mujeres, sino también algunos hombres que, en vez de
participar de la batalla, se quedaron atrás, recostados entre los apriscos como
Isacar (Génesis 49:14): Y así, hasta ellos tuvieron el privilegio de recibir algunas
de las prendas de los enemigos, que fueron repartidas entre los vencedores. En el
botín había ornamentos preciosos, entre ellos alas de paloma recubiertas de oro y
plata. uizá, como sugiere Alonso (994:885), las alas eran los estandartes
militares del enemigo que cayó en manos de los israelitas. La atención que el
salmista da a los detalles puede ser un indicio de que el autor del salmo participó
en los sucesos relatados en este versículo y los siguientes.
68:14–15 Cuando el Todopoderoso puso en fuga a los reyes de la tierra, parecían copos de nieve
cayendo sobre la cumbre del Zalmón. Montañas de Basán, montañas imponentes; montañas de
Basán, montañas escarpadas:
La batalla victoriosa en la cual el Omnipotente esparció a los reyes de los
cananeos, se peleó en la región de Basán, al este del río Jordán, entre el monte
Hermón al norte y el monte Galaad al sur. Según Cassuto (1973:263), es
probable que la referencia a la nieve caída sobre el campo de batalla no sea una
alusión a una de las altas montañas del Hermón, siempre cubiertas de nieve, sino a
una nevada que cayó inesperadamente en un lugar en el que casi nunca nieva en
esa época del año. El Señor actuó con la nevada milagrosa en conjunto con los
ejércitos de Israel, para esparcir a los enemigos de su pueblo.
68:16 ¿Por qué, montañas escarpadas, miran con envidia al monte donde a Dios le place residir,
donde el SEÑOR habitará por siempre?
Aunque muchos de los montes altos de Basán alcanzan una altura superior a la del
monte Sión en Jerusalén, no pueden jactarse sin embargo de ser superiores al que
el Señor escogió como su morada. Los dioses paganos que tienen sus santuarios en
los lugares altos de Basán, no pudieron evitar la derrota sufrida por los reyes
cananeos cuando el Señor, el guerrero divino, vino desde el sur para socorrer a los
israelitas en la guerra santa que se libró en el territorio que presuntamente les
pertenecía. Los montes de Basán tendrán que morirse de envidia, porque el Señor
no escogió a uno de ellos como su morada, sino al monte Sión. Vemos en las
Escrituras que en más de una ocasión Dios escoge al más pequeño, al más frágil, y
al más joven para llevar a cabo sus proyectos. Escoge a Jacob y no a Esaú; a David
y no a uno de los siete hermanos mayores; a José y no a Rubén; a Israel y no a
Egipto; al monte Sión y no al Hermón con sus tres mil metros de altura. “Pero
Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo
débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más
bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su
presencia nadie pueda jactarse” (1 Corintios 1:27–29).
El versículo 16 puede ayudar al investigador a establecer la época en que se
compuso el Salmo 68, porque la referencia al monte Sión como lugar del
santuario del Señor significa que el salmo no se escribió antes del tiempo del rey
David. Porque David trajo el arca del pacto a Jerusalén y estableció la ciudad de
Jerusalén como el sitio donde su hijo Salomón erigiría el templo. Aparentemente,
no existen en el salmo referencias o alusiones a sucesos que tuvieron lugar después
del reinado de Salomón. Tales observaciones indican que el Salmo 68 proviene,
probablemente, del tiempo de David (Cassuto 1973:281–282).
Ahora bien, en la época de David hubo una importante e impresionante
victoria obtenida por los hijos de Israel en un lugar llamado Helam, en la región
de Basán. La historia de este enfrentamiento se narra en 2 Samuel 10. Los
adversarios de Israel en esta batalla fueron Janún, rey de los amonitas, los sirios de
Bet Rejob y de Sobá con veinte mil soldados de infantería, mil hombres del rey de
Macá, doce mil de Tob y el general del ejército, Hadad Ezer. Tan grande número
de cananeos armados, en pie de guerra, constituyeron una formidable amenaza
para las tribus del Señor. Pero Joab, el comandante del ejército de Israel y Abisay
su hermano, encomendaron la batalla al Señor con las palabras: “¡Ánimo!
¡Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios! Y
que el Señor haga lo que bien le parezca” (2 Samuel 10:12). Aunque los hijos de
Israel no contaron con un ejército de la magnitud del de los cananeos, contaron,
sin embargo con el apoyo del Señor, el guerrero divino que dirigió la batalla desde
el arca del pacto, cargado por los levitas que tocaron sus trompetas y cantaron
salmos implorando al Señor a venir e intervenir en favor de ellos en el conflicto.
Éste es, al menos, el trasfondo del Salmo 68 planteado por el conocido
historiador y orientalista judeoitaliano, Humberto Cassuto.
Otro investigador, Michael Goulder de Gran Bretaña, ha presentado un
conjunto de argumentos en apoyo de la tesis de que la victoria que celebra el
Salmo 68 es otra batalla que se libró durante el reinado de David, a saber, la
batalla entre los ejércitos de David y su hijo rebelde Absalón, en el bosque de
Efraín.
68:17 Los carros de guerra de Dios se cuentan por millares; del Sinaí vino en ellos el Señor para
entrar en su santuario.
Las carros de guerra a los que aquí se hace referencia, no son carros que los
israelitas emplearon en sus batallas con los cananeos y filisteos durante el tiempo
de Josué y los Jueces, porque en esa época los hebreos no contaban con carros de
guerra, armas de hierro o gran cantidad de caballos. La referencia a los carros de
guerra de Dios es más bien una alusión a las huestes angelicales que luchan contra
los enemigos espirituales de Israel, en tanto que los guerreros israelitas batallan
contra sus adversarios de carne y hueso. El Apocalipsis también hace hincapié en
que mientras los escogidos contienden por la fe, los ángeles del Señor presentan
batalla a las fuerzas demoníacas que intentan acabar con los santos. Tales textos
nos recuerdan las palabras de Pablo en Efesios 6:12: “Porque nuestra lucha no es
contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades
que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las
regiones celestiales.”
El relato del intento del rey de Siria de capturar al profeta Eliseo, en 2 Reyes
6:8–23, nos dice que el Señor envió a sus ángeles con sus carros de fuego para
salvar al profeta y a su siervo de los jinetes y carros de combate de los sirios. Al
percatarse el siervo de Eliseo de la presencia del ejército sirio, clamó
desesperadamente al profeta, diciendo: “¡Ay, mi señor! ¿ué vamos a hacer? No
tengas miedo, respondió Eliseo. Los que están con nosotros son más que ellos.
Entonces Eliseo oró: ‘Señor, ábrele a Guiéis los ojos para que vea.’ El Señor así lo
hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego
alrededor de Eliseo.” Como resultado de todo esto, en vez de caer Eliseo y su
criado en manos de sus enemigos, éstos cayeron en manos de los israelitas. Nunca
debemos olvidar de dar gracias al Señor por enviar sus huestes angelicales para
defender-nos contra cualquier adversario.
68:18 Cuando tú, Dios y SEÑOR, ascendiste a las alturas, te llevaste contigo a los cautivos; tomaste
tributo de los hombres, aun de los rebeldes, para establecer tu morada.
Este texto, citado por San Pablo en Efesios 4:8, ha sido interpretado de varias
maneras en el transcurso de los siglos. Están los que afirman que el contexto
histórico del versículo es el relato de la conquista de los jebuseos por David y sus
hombres. Durante la época de los jueces y del rey Saúl, la ciudad de Jerusalén fue
una ciudad cananea dominada por un pueblo conocido como los jebuseos. David,
conociendo la importancia geográfica y estratégica de Jerusalén, decidió tomarla y
convertirla en su capital. Por estar ubicada sobre una montaña y protegida por
recios muros, los jebuseos se burlaron de los esfuerzos del líder israelita por
apoderarse de su fortaleza. Se cree que Joab, el sobrino de David, descubrió un
túnel secreto que, subiendo desde afuera y por debajo del muro conducía hasta
dentro de la ciudad. Aprovechándose del descubrimiento, los hombres de David,
guiados por Joab, subieron a lo alto y tomaron la ciudad. Como recompensa por
la gran hazaña, David nombró a Joab comandante del ejército del Señor y entregó
el botín de la ciudad a los hombres del ejército. A este botín se refiere al declarar:
“Tomaste tributo de los hombres.” Los rebeldes mencionados en el salmo, son los
mismos israelitas que en tantas ocasiones se rebelaron contra el Señor. Sin
embargo, el Señor decidió hacer su morada en el santuario de su ciudad.
Los rabinos refirieron las palabras del versículo 18 a Moisés, quien subió al
monte Sinaí, donde capturó el botín del Altísimo, a saber, las dos tablas de la
Tora. El botín, los diez mandamientos, fue entregado como el más precioso de los
dones a los hijos de Israel. Las tablas de la Tora fueron depositadas en el arca del
pacto que representa la presencia del Señor entre su pueblo. Con el traslado del
arca al santuario en Jerusalén durante la época de David, la presencia divina hizo
su morada entre un pueblo rebelde y contumaz. Al relacionar el Salmo 68 con la
ascensión de Moisés al Sinaí para recibir el don de la Tora, los rabinos lo
relacionaron, a la vez, con la celebración de la fiesta de Pentecostés. Según el libro
de Éxodo, la fiesta de las Semanas o Pentecostés se celebra 50 días después de la
Pascua, porque 50 días después de la salida de Egipto, los israelitas llegaron al
monte Sinaí, y fue entonces que Moisés ascendió al monte santo para recibir el
don de la Tora. Los judíos celebran la fiesta de Pentecostés no sólo para dar gracias
al Señor por la cosecha de los granos, y para dedicar los primeros frutos a Dios,
sino también para agradecer por el Pan de la Vida, o sea, el don de la Ley. En uno
de los Tárgum el traductor ha parafraseado el versículo 18 para que rece: “Y tú,
Moisés, ascendiste a lo alto… has llevado cautiva la cautividad. Aprendiste las
palabras de la Tora a fin de brindarlas como dones a los hijos de los hombres.” De
acuerdo con tal interpretación, el Salmo 68 se incorporó a la liturgia de la
sinagoga, para ser entonado en la fiesta de Pentecostés (Scharlemann 1970:160–
161).
En muchas liturgias de la iglesia cristiana el Salmo 68 se considera todavía
como un salmo de Pentecostés. También se lo relaciona con la Ascensión. Según
Kraus, el Salmo 68 es el salmo de Ascensión del AT, porque presenta al Señor que
asciende al monte Sión para entrar en su santuario y morar allí. El Señor es
también quien asciende a su trono celestial acompañado por la muchedumbre de
sus huestes y sus carros de fuego.
Al citar San Pablo este texto en Efesios 4:8, comparando a Jesús con David o
Moisés, declara que el Salmo 68:18 ha tenido un cumplimiento más grande en la
ascensión de Jesucristo a la diestra de Dios. David subió sólo al monte Sión, en
tanto que Moisés lo hizo al monte Sinaí; Cristo, sin embargo, subió a una altura
aún más grande, el cielo. Allí, a la diestra del Padre, Cristo llevó consigo un don
mucho más grande que el botín que David entregó a sus soldados, e incluso más
grande que el don de la Tora que Moisés entregó a Israel. Cristo tomó los dones
del Espíritu Santo, dones espirituales que han sido repartidos entre los miembros
de la iglesia de Cristo, a fin de capacitarlos para el cumplimiento de sus
respectivos ministerios. Los líderes de la iglesia cristiana, equipados con sus
respectivos dones espirituales, son ahora los dones que Dios ha dado a su iglesia
(Scharlemann 1970:161).
Para algunos teólogos cristianos, como Eusebio y Cirilo de Alejandría, el
versículo 18 del Salmo 68 es un texto que habla del descenso de Jesús al infierno,
para librar de la cautividad del limbo a los santos del AT y conducirlos a la
presencia del Padre. Según tal interpretación, todos los creyentes que murieron
antes de la venida de Cristo al mundo, estuvieron guardados en un lugar que no
era ni el cielo, ni el infierno, ni el purgatorio. Estuvieron cautivos en un lugar
llamado el Limbo de los Padres, hasta que viniera Cristo a redimirlos de sus
pecados. Según la Real Academia Española el limbo es el “Lugar o seno donde,
según la Biblia, estaban detenidas las almas de los santos y patriarcas antiguos
esperando la redención del género humano”. “Lugar adonde, según la doctrina
tradicional cristiana, van las almas de quienes, antes del uso de la razón, mueren
sin el bautismo.”
Joel Marcus (2006:74) cree que los relatos acerca de la crucifixión de Jesús en
los evangelios, y particularmente en Juan, son posibles alusiones a la declaración
“ascendiste a las alturas”, y también a las palabras del Salmo 68:20. En un
excelente artículo sobre la crucifixión de Jesús, Marcus muestra que en el mundo
antiguo la crucifixión se consideraba el castigo por excelencia para quienes
aspiraban a una posición social, económica o política superior a la que les
correspondía, en particular para rebeldes y esclavos, como el panadero del faraón,
Amán del libro de Ester, y los asesinos del rey Darío II.
68:19 Bendito sea el Señor, nuestro Dios y Salvador, que día tras día sobrelleva nuestras cargas. Selah
Con el versículo 19 entramos a la segunda parte del Salmo 68, que comienza con
la invocación del salmista que pide que el nombre del Señor sea bendito.
Tomando en cuenta todas las victorias concedidas y las bendiciones que el Señor
ha derramado sobre su pueblo, el salmista no puede hacer otra cosa sino alabar a
Dios por su gracia y su misericordia. El versículo 19 viene a ser algo así como el
famoso “Por lo tanto” de Romanos 12:1, en que el apóstol dice: “Por lo tanto,
hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de
ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y
agradable a Dios.” Para el autor del Salmo 68 la misericordia de Dios a favor de su
pueblo es el motivo por el que se bendice al Señor, no solamente con la
entonación de salmos, sino con vidas que son un reflejo de la justicia y el amor del
Señor.
La discutida palabra Selah, que aparece al final del versículo, puede querer
indicar que aquí se hacía una pausa, durante la cual se leía un relato histórico
descriptivo del modo en que el Señor concedió a Israel la victoria sobre sus
enemigos.
68:20 Nuestro Dios es un Dios que salva; el SEÑOR Soberano nos libra de la muerte.
Los dos versículos precedentes nos advierten que no habrá lugar donde puedan
esconderse los enemigos del Señor, para escapar del juicio divino. Sísara, el general
del ejército del rey Jabín, creyó haber encontrado refugio seguro en la carpa de
Jael, la esposa de Héber el quenita, pero inesperadamente, de manos de una mujer,
le llegó el golpe mortal en la testa enmarañada. Aunque los enemigos intenten
escapar y esconderse en las montañas de Basán, los encontrarán y traerán de vuelta
para recibir su merecido, tal como le sucedió al último rey de Judá, Sedequías, al
intentar escapar de Nabucodonosor ( Jeremías 52:6–11). Aunque el enemigo
trate de esconderse en las profundidades del mar, un símbolo del seol, no podrá
esquivar el juicio que le espera. Los perros lamerán su sangre, como lo hicieron
con la perversa reina Jezabel (2 Reyes 9:30–37). En la literatura épica cananea, se
habla de los dioses del panteón, en particular de la diosa Anat bañándose en la
mugre y sangre de sus enemigos –resultado de la matanza–, que le llegaba hasta el
cuello.
68:24 En el santuario pueden verse las procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y rey.
Al nombrar a las tribus que son parte de la procesión triunfal, se destacan cuatro
de ellas: Judá, Benjamín, Zabulón y Nealí. En los conflictos y luchas que relatan
los libros de los Jueces y de Samuel, no todas las tribus participaron siempre en
todas las acciones militares. En la conocida canción de Débora, en Jueces 5, se
elogian algunas tribus por su valentía y destreza en la lucha contra Jabín, el cruel
rey de los cananeos, y su general Sísara. Las tribus son: Zabulón, Isacar y Efraín.
Hay loas también para Jael, la esposa de Héber, que tomó en su mano un mazo y
una estaca y le atravesó las sienes a Sísara. Por medio de Jael, el Señor hirió la
cabeza del enemigo y descargó el golpe mortal en la testa enmarañada de sus
adversarios.
En la misma canción de Débora y Barac se censuran algunas tribus, porque
por miedo, flojedad o complicidad con el enemigo, no quisieron apoyar a Bara en
la lucha por la libertad. Las tribus censuradas en la canción de Débora son:
Rubén, Galaad (Manasés), Dan y Aser. La realidad de que no todas las tribus
asumieron con sus hermanas el compromiso de la lucha, es la evidencia de que en
la época de los jueces se carecía de una organización centralizada eficaz en la
federación de las doce tribus. Es la razón principal que indujo a los líderes de las
tribus a optar por una monarquía centralizada en los días del último juez, Samuel,
y del primer rey, Saúl. El problema que surge de la monarquía y el nacionalismo,
que generan un gobierno rígidamente centralizado, es la idolatría del estado. Por
el otro lado, el defecto de una federación sin un liderazgo unificado, es la
debilidad frente a los enemigos del pueblo. El Salmo 68 ofrece el remedio para
ambos defectos, a saber, reconocer que el verdadero líder del pueblo de Dios es el
Señor, y que su Tora es superior a los intereses tribales de la federación y los
proyectos imperialistas y clasistas de la monarquía. Es importante que los líderes
de nuestras iglesias hoy día reconozcan que el Señor y su Ungido son superiores a
los intereses tribales de nuestras iglesias congregacionalistas y a las tendencias
monárquicas de nuestras iglesias episcopales.
Siendo que la tribu de Benjamín aparece en primer lugar como que señorea a
las otras, el erudito W. F. Albright fechó esta parte del Salmo 68 en la época de
Saúl, primer rey de Israel. Saúl fue el único de los reyes de Israel perteneciente a la
tribu de Benjamín, la más pequeña de las doce. A raíz de la guerra de las once
tribus contra los de Benjamín, éstos por poco quedan exterminados ( Jueces 20).
De acuerdo con la tesis de Michael Goulder, a la cual ya se hizo referencia, las
tribus de Benjamín, Judá, Zabulón y Nealí fueron quienes prestaron su apoyo al
rey David en la lucha contra Absalón y sus seguidores.
68:28–29 Despliega tu poder, oh Dios; haz gala, oh Dios, de tu poder, que has manifestado en favor
nuestro. Por causa de tu templo en Jerusalén los reyes te ofrecerán presentes.
El salmo pone énfasis en que, al reconocer los reyes del mundo la presencia del
Dios supremo junto a su pueblo en el monte Sión, irán a Jerusalén para llevarle
tributo y rendirle homenaje. Se nombra a Egipto por ser la potencia mundial más
poderosa de la época en que su compuso el Salmo 68, y a Cus (Etiopía) por ser el
país más misterioso y lejano para los israelitas de la época de David y Salomón. El
Salmo 102:22 habla no sólo de Egipto y Etiopía, sino de todos los pueblos y reyes
que se reunirán para adorar, unánimes, al Señor.
Este versículo llegó a formar la base de un importante movimiento dentro de
la iglesia cristiana en África durante el siglo 19. Los protagonistas del movimiento
fueron cristianos negros, como el obispo anglicano James Jonson (1839–1917) y
Edward W. Blyden (1832–1912), quienes abogaron en favor de una iglesia negra
totalmente independiente del dominio de las sociedades misioneras europeas y
del imperialismo cultural de los blancos. Para estos “cusitas”, el Salmo 68:31 es
una profecía que tendrá su cumplimiento en nuestros días, e implica que todo el
continente africano se convertirá al Señor, porque la palabra “Cus” (Etiopía) del
Salmo 68:31, tendrá que ser entendida como una referencia a todas las tribus,
pueblos y naciones de África. Las prioridades del movimiento “cusita” fueron
establecer una iglesia africana independiente, con su propio obispo africano, y
emprender, al mismo tiempo, la evangelización de todo el continente mediante
misioneros negros. Las ideas generadas por el movimiento penetraron la mayoría
de las iglesias establecidas por misioneros europeos e influyeron en el
establecimiento de innumerables iglesias africanas independientes en el siglo 20.
68:32–33 Cántenle a Dios, oh reinos de la tierra, cántenle salmos al Señor, Selah
al que cabalga por los cielos, los cielos antiguos, al que hace oír su voz, su voz de trueno.
Una vez más se describe al Señor como aquel que cabalga sobre las nubes y por los
cielos, haciendo oír su voz de trueno. Son dos expresiones que se asemejan mucho
a frases similares de la epopeya de Baal encontrada en Ugarit.
Al principio del salmo, en el versículo 4, se convocó a la congregación de
Israel a cantar salmos al Señor; y ahora aquí, al final, se cita a todos los reinos de la
tierra a participar en la adoración del Señor. De este modo se pone énfasis en que
el Señor es el Rey supremo que ejerce su soberanía en todas las naciones, pueblos,
lenguas y razas. Se vislumbra aquí una proyección escatológica, según la cual se
está a la expectativa de que, así como el guerrero divino salió victorioso en las
guerras santas de Israel, así se mostrará también vencedor en la última batalla
contra todos los poderes de maldad del universo, y sujetará a su dominio al último
enemigo, la muerte.
En la introducción que Martín Lutero (1993:87) escribió para el Salmo 68,
expresó: “El Salmo 68 es un bella y poderosa profecía acerca de Cristo, de que
resucitará, ascenderá al cielo y enviará su Espíritu a sus apóstoles y hará que el
evangelio sea predicado, rescatando a los pobres pecadores de la muerte,
confortando a los entristecidos, destruyendo el reino y sacerdocio judíos,
dispersándolos, para establecer un nuevo reino en el cual él, y no la ley de Moisés,
será alabado y predicado diariamente. El salmo designa a los apóstoles, reyes y
señores de ejércitos y líderes en la batalla, ya que con el evangelio luchan contra la
muerte, el pecado y el diablo, y contra la sabiduría y santidad del mundo. A los
apóstoles se los llama también altas y fructíferas montañas, herederos de Dios y
carros de Dios con muchas huestes. Se los llama además cantores y coros entre
doncellas danzantes, porque gozosamente alaban, glorifican y dan gracias a Dios.
De esta manera expresa, cantando, su gozo respecto al santo reino de gracia y vida.
Al final, ora a Dios pidiendo que su reino sea guardado, bendecido y establecido
eternamente.”
68:34–35 Reconozcan el poder de Dios; su majestad está sobre Israel, su poder está en las alturas. En
tu santuario, oh Dios, eres imponente; ¡el Dios de Israel da poder y fuerza a su pueblo!
Las palabras “Reconozcan el poder de Dios” también pueden ser traducidas con la
frase “Den a Dios una melodía”. Según esta manera de entender el texto, el líder
de la procesión de victoria está llamando a los que integran la marcha triunfal a
entonar cantos de alabanza al Señor. En efecto, el Salmo 68 es un gran Te Deum,
un majestuoso himno de victoria que reconoce que es el Señor que ha vencido a
los enemigos de su pueblo. Como hemos visto en el versículo anterior, las
naciones paganas también son llamadas a reconocer que no son los seres
humanos, sino Dios el que ha dado la victoria a su pueblo. De esta manera el
Salmo 68 está en armonía con el salmo anterior, el 67, que también llama a todos
los pueblos de la tierra a bendecir y alabar a Dios (Hakham 2003:88). En el Salmo
67, que forma pareja con el Salmo 68, se nos dice que “le temerán todos los
confines de la tierra”. Temer al Señor no es otra cosa que obedecer a su Tora y su
ungido.
Para las generaciones venideras los últimos dos versículos sirven para llamar a
los miembros del pueblo de Dios a no desmayar ante los peligros y amenazas de
sus enemigos, sino a recordar que el Señor seguirá dando el poder y la fuerza a los
suyos para ser vencedores ante todas las fuerzas del mal. Hay una fuerte afinidad
entre el epílogo del Salmo 68 con las palabras de consuelo que el Señor da a su
pueblo en Deuteronomio 33:27. Para los que confían en el Señor tanto el Salmo
68 como el texto en Deuteronomio funcionan como las visiones que recibió San
Juan en el último libro del NT donde se recuerda al pueblo de Dios, fuertemente
acosado por sus enemigos terrenales y espirituales, de la promesa de Dios de librar
a los suyos de todos los que luchan en contra de Dios y de su ungido. En vez de
fijarnos en las aflicciones y persecuciones a los cuales estamos sujetos en nuestra
peregrinación aquí en la tierra, somos llamados a alzar nuestra mirada a la
grandeza y el poder de Dios que hará de los suyos más que vencedores.
La palabra hebrea uzzekha traducida como fuerza en el último versículo es,
según Amos Hakham (2003:88), una alusión al arca del pacto. Este vocablo o uno
de sus derivados aparecen seis veces en la última parte del salmo. En estos textos la
fuerza o potencia de la cual se habla es un sinónimo del arca el cual es la
representación terrenal de la fuerza celestial del Señor. Hemos visto en esta obra
que el Salmo 68 con toda probabilidad fue entonado originalmente para celebrar
una gran victoria del pueblo de Israel sobre uno de sus enemigos históricos. El
himno probablemente fue cantado antifonalmente por dos grupos de cantores
que formaban parte de la procesión triunfal. En esta procesión de victoria los
levitas cargaban sobre sus hombros el arca del pacto, el símbolo visible, de la
presencia poderosa del Dios invisible que había dado el triunfo a su pueblo. Para
nosotros que cantamos el Salmo 68 hoy en día, el arca del pacto ha sido
reemplazado por Jesucristo quien es la imagen del Dios invisible y el primogénito
de toda creación (Colosenses 1:15). Es la presencia de Jesús en nuestro medio que
dará poder y fuerza a su pueblo. Con esta esperanza podemos unir nuestras voces
con los levitas, doncellas y guerreros que originalmente entonaban este salmo para
bendecir a Dios.
LA TRADICIÓN DE LA GUERRA SANTA EN ISRAEL
En nuestro análisis del Salmo 68 hemos llegado a la conclusión que éste es un
himno de victoria que utilizó temas e imágenes provenientes de la institución de
la guerra santa. Al considerar la guerra santa como parte de la historia y de la
teología del AT, es importante tomar en cuenta que los acontecimientos de la
historia de Israel, relacionados con esta institución, fueron acciones dirigidas por
el Señor mismo, llevadas a cabo por el guerrero divino, y que no se debieron a la
iniciativa de los actores humanos.
Nosotros opinamos que la guerra santa, tal como se la dirigió y peleó en los
tiempos de Josué y los jueces, es una de las instituciones provisionales en la
economía divina, que ya ha sido superada y ha desaparecido con la venida de
Jesucristo y la inauguración de su reino. La misma suerte han corrido los
sacrificios, holocaustos, fiestas de luna nueva y muchas otras ceremonias de la ley
de Moisés (Colosenses 2:16–17). Al igual que éstos, aquélla fue una sombra de las
cosas que están por venir. Ahora es Jesucristo nuestro guerrero divino, y las armas
por medio de las que quiere que luchemos en contra de sus enemigos son el amor,
la renuncia a las represalias, y el sufrimiento vicario a favor de los demás. En
nuestras “guerras santas” y guerras espirituales, se nos llama a emular el ejemplo de
San Francisco de Asís, la madre Teresa y Martin Luther King. Traicionaríamos la
teología bíblica si empleáramos la tradición de la guerra santa para justificar las
guerras de exterminio llevadas a cabo por los conquistadores del hemisferio
americano.
Los generales romanos de la antigüedad, después de obtener victoria en una
importante batalla, la celebraban con un triunfo. El triunfo era un gran honor
otorgado por el Senado al vencedor y su ejército, que se celebraba con un
grandioso desfile en el que el general victorioso, cubierto de flores y una corona de
victoria, marchaba al frente montado en su caballo o en un carro, por la avenida
principal de Roma. Detrás de él y entre los aplausos y gritos del pueblo, venían sus
soldados portando sus armas y el botín tomado del enemigo. Una parte del botín,
que se transportaba en vagones, con frecuencia se repartía entre el populacho.
Cerrando la procesión venían, encadenados y amarrados, los soldados enemigos
tomados prisioneros. Según 2 Corintios 2:14–16, los cautivos llevaban olor de
muerte, porque al final de la celebración del triunfo se los ejecutaba, a veces
crucificándolos, del modo en que fue crucificado nuestro Señor Jesucristo después
de su via crucis. Las victorias obtenidas por el rey David también terminaron, en
más de una ocasión, con la ejecución de los enemigos.
El pasaje de 2 Corintios que se acaba de citar, habla también de una victoria y
de la celebración de una procesión triunfal. La procesión triunfal, en la que se nos
llama a participar, es la de Cristo Jesús quien celebró su triunfo, no ejecutando
soldados enemigos, sino mediante su propio sacrificio por los pecados del mundo.
Según el texto de Corintios, los apóstoles y fieles discípulos del Señor, somos
llevados como los cautivos de los romanos, a ser sacrificados por los que se creen
los dueños y gobernantes del mundo. Para los espectadores, llevamos olor de
muerte, pero para Dios, el aroma y la fragancia de Cristo. En Cristo la victoria se
obtiene y el triunfo se celebra, tomando su cruz y siguiéndole hasta la muerte.
Recordemos que por medio de su evangelio, Cristo nos ha tomado cautivos
también a nosotros, y ahora nos lleva, no a ser ejecutados, sino a ser parte de un
reino en el que no habrá más guerra ni derramamiento de sangre, sino
reconciliación, paz y concordia.
EL EFOD
En esta obra hemos mencionado en algunas oportunidades la palabra “efod”.
Originalmente, la palabra hebrea efod (en castellano se usa el mismo término)
significaba un vestido llevado por una deidad. Entre los cananeos se lo colocaba
sobre las imágenes de los dioses ( Jueces 8:27; 17:5). En algunos casos fue una
cobertura de la consistencia del metal. Posteriormente, se refiere al vestido tejido
que solía ponerse el sacerdote o profeta, al profetizar a pronunciar un oráculo
inspirado por el Espíritu de Dios. En fecha aún posterior, parece haber sido uno
de los vestidos santos que eran parte del vestuario de los sacerdotes (von Rad
1962:2:24).
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
3. Haga una lista de los atributos del Señor que se mencionan y celebran en
el Salmo 68.
9. Según su opinión, ¿qué ayuda nos prestan para nuestra comprensión del
mensaje bíblico, las descripciones de la “guerra santa” en libros tales como
Las crónicas de Narnia y El señor de los anillos?
10. ¿Por qué no podemos calificar la guerra santa del AT como un jihad, o
sea, una lucha o contienda cuyo objetivo es obligar a los pueblos
extranjeros a sujetarse a las normas de la fe verdadera?
11. ¿Por qué escogió el Señor el monte Sión para su morada, y no uno de los
montes mucho más altos de Basán? ¿ué nos enseña esto acerca de la
naturaleza del Señor?
12. ¿Cómo interpretaron los rabinos judíos el versículos 18 del Salmo 68?
¿Cuál es la diferencia entre la interpretación rabínica y la que ofrece San
Pablo en cuanto al mismo versículo, en Efesios 4?
SALMO 20
20:1 ue el SEÑOR te responda cuando estés angustiado; que el nombre del Dios de Jacob te
proteja.
Se mencionan aquí las ofrendas y holocaustos que solían ofrecer los hijos de Israel
antes de marchar a la guerra. Se cree que durante la realización de los sacrificios
los coros de los levitas entonaban varios de los salmos marciales. Lanzarse a una
batalla sin orar ni ayunar, sin entonar salmos ni ofrecer sacrificios, equivalía a
hacerlo sin la bendición del Señor. En el versículo 3, los levitas piden en su canto
que las ofrendas y holocaustos que ofrece el rey, sean aceptados por el Señor. Bien
sabe el salmista que el Señor no siempre acepta las ofrendas que le presentan.
Leemos en Génesis 4:5 que el Señor no miró con agrado a Caín y su ofrenda. En
Isaías 1:11 leemos: “¿De qué me sirven sus muchos sacrificios? –dice el SEÑOR–.
Harto estoy de holocaustos de carneros y de la grasa de animales engordados; la
sangre de toros, corderos y cabras no me complace.” Sólo presentándonos ante el
Señor con un corazón verdaderamente penitente y confiando en sus promesas,
tomará Dios en cuenta las ofrendas que le presentamos. Así dice David en el
Salmo 51:19: “Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, los holocaustos del
todo quemados.”
En 1 Samuel 13, leemos acerca de la importancia que el rey Saúl dio al
ofrecimiento a Dios de ofrendas y holocaustos, antes de emprender una acción
militar. No se atrevió a entrar en acción contra los filisteos sin antes ofrecer
sacrificios; pero el profeta Samuel no llegó al lugar convenido conforme al plazo
que le había dado a Saúl. Después de esperarlo siete días, desesperado, Saúl ofreció
el holocausto si bien no estaba autorizado para hacerlo. Y, en el preciso instante en
que acababa de ofrecer el sacrificio, llegó Samuel, sumamente molesto porque
Saúl había ofrecido el sacrificio no siendo sacerdote. La falta de tacto de Saúl fue
una de las causas de su destitución de la dignidad de rey de Israel.
En ocasión de un encuentro con los filisteos (1 Samuel 7:7–10), los israelitas,
asustados por la inminencia de la batalla, rogaron a Samuel que no cesara de
clamar al Señor en favor de ellos, para que los salvara del poder de los filisteos.
“Samuel tomó entonces un cordero pequeño y lo ofreció en holocausto al SEÑOR.
Luego clamó al SEÑOR en favor de Israel, y el SEÑOR le respondió. Mientras
Samuel ofrecía el sacrificio, los filisteos avanzaron para atacar a Israel. Pero aquel
día el SEÑOR lanzó grandes truenos contra los filisteos. Esto creó confusión entre
ellos, y cayeron derrotados ante los israelitas.”
Al leer el Salmo 20 desde el punto de vista del NT, tenemos que tomar en
cuenta que nuestro Dios nos envía su apoyo desde el cielo, no en base a las
ofrendas y sacrificios que nosotros le ofrecemos, sino a causa del sacrificio de
nuestro rey Jesucristo, quien se ofreció a sí mismo en favor de nosotros. Las
ofrendas que ofrecemos al Señor, y nuestro cuerpo que le entregamos como
sacrificio vivo (Romanos 12:1), e incluso los salmos que entonamos, son todos
parte de las acciones de gracias que elevamos al cielo en celebración de la victoria
obtenida por Jesús al ser resucitado de los muertos y entronizado con gloria a la
diestra del Padre.
20:4 ue te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes.
Las banderas o estandartes que se despliegan son los que llevaba cada una de las
doce tribus. En Números 2 y 10 leemos que, en su marcha por el Sinaí, cada tribu
llevaba su bandera para diferenciarse de las otras. Se desplegaba la bandera como
parte de la celebración de la victoria.
El Salmo 20 no menciona el arca del pacto que se llevaba a la batalla en la
época de Josué, de los jueces, y de David. Al parecer el himno proviene de una
época posterior en la historia de Israel, en que el arca quedaba recluida en el lugar
santísimo del templo de Salomón, detrás de la pesada cortina que lo separaba del
lugar santo, y al cual entraba solamente el sumo sacerdote una vez al año, el día de
la Expiación. ¿Significó que el Señor ya no acompañaba a las huestes de Israel
cuando era llegado el momento de marchar a la batalla? De ninguna manera,
porque el Señor estuvo con el rey y sus huestes no sólo cuando el arca del pacto se
llevaba en solemne procesión al campo de batalla, sino que el Señor estuvo
presente en su nombre. Donde está el nombre del Señor, allí está también el
Señor. Pronunciar o proclamar el tetragrámaton ( yhwh), el sagrado nombre del
Señor, es invocar su presencia.
El texto bíblico con que comienza cada oficio en la sinagoga se llama la shema;
y shema es la palabra hebrea que significa nombre. Al entonar el cantor o rabino
las palabras de la shema de Deuteronomio 6:4, se sobrentiende que el Señor hace
acto de presencia en medio de los fieles y los acompaña en el culto. Las palabras de
la shema son: “Escucha, Israel: El SEÑOR nuestro Dios es el único SEÑOR.” Las
palabras de la invocación en los cultos cristianos cumplen la misma función. Al
nombrar la Trinidad, la Trinidad está presente: “En el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo.” En el Salmo 20 se sobrentiende que las banderas que
llevaban los jefes de las doce tribus, tenían escrito el nombre sagrado del Señor; y
dondequiera que se lleva el nombre del Señor, allí el Señor está presente.
Una de las características del salmo es el énfasis puesto en el nombre de Dios y
la teología del nombre. La frase “nombre de Dios”, que aparece tres veces en el
salmo, es uno de los términos claves del Salmo 20.
20:6 Ahora sé que el SEÑOR salvará a su ungido, que le responderá desde su santo cielo y con su
poder le dará grandes victorias.
La declaración del rey, “ahora sé”, nos da a entender que el ungido ha recibido del
Señor una respuesta afirmativa a su plegaria. El Señor ha comunicado al rey su
intención de apoyarlo en la batalla inminente, y darle la victoria a su pueblo. Allí
en su trono en los cielos, el Señor ha oído la oración del rey y de toda la
congregación, y desde el trono celestial el Señor enviará auxilio a los suyos.
¿En qué forma ha recibido el rey la respuesta del Señor? La mayoría de los
comentaristas consultados está de acuerdo en que tiene que haber sido por medio
de un oráculo, un mensaje profético que el Señor hizo llegar a su ungido por un
profeta o uno de los cantores inspirados de los hijos de Asaf. Como ejemplo del
modo en que el Señor había respondido a las plegarias y sacrificios de su rey y de
su pueblo, citan el relato referente al asedio de Jerusalén por el ejército invasor de
Senaquerib, rey de Asiria, y de cómo, en aquella ocasión, el rey Ezequías oró al
Señor (Isaías 37:15–20) y recibió la respuesta del Señor por medio del profeta
Isaías (Isaías 37:21–35). También citan la conocida historia del ataque lanzado
por los hijos de Amón y de Moab contra Judá y Jerusalén en los días del rey
Josafat. En 2 Crónicas 20 leemos que los habitantes de todas las ciudades de Judá
se reunieron para pedir ayuda al Señor. En el mismo relato (2 Crónicas 20:5–12),
encontramos la larga oración del rey pidiendo la ayuda del Señor, en la cual
Josafat reconoce que no tiene armas ni hombres suficientes para enfrentar la
multitud que avanza hacia él. Los hijos de Amón y de Moab tienen carros y
caballos. Josafat, sin embargo, cuenta con la presencia del Señor para librar a su
pueblo de la destrucción.
En ese momento del relato de 2 Crónicas 20, Jahaziel, hijo de Zacarías y
descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías, levita de los hijos de
Asaf, recibió el oráculo de salvación por medio del Espíritu Santo. Con la
declaración “no tengan miedo”, que es parte integral de los oráculos de salvación,
Jahaziel anuncia al pueblo que los enemigos serán destruidos, y no por las armas
de los israelitas, sino por la presencia del Señor junto a su pueblo. Al recibir el
oráculo de salvación, los levitas de los hijos de Coré comenzaron a alabar al Señor,
el Dios de Israel, con fuerte y clara voz, y todos los habitantes de Jerusalén,
juntamente con su rey, se postraron ante el Señor para adorarle. En este relato
dramático (2 Crónicas 20) encontramos la mayoría de los elementos que tenemos
en el Salmo 20: el asedio de Sión, la plegaria del rey, las oraciones del pueblo
apoyando al rey, el oráculo de salvación, la adoración y acción de gracias de toda la
congregación y la victoria frente al enemigo.
Pese a la opinión casi unánime de los investigadores, de que un oráculo de
salvación marcó la transición entre la plegaria del rey y la declaración de confianza
y fe de los últimos versículos, debemos recordar que en el AT el Señor
comunicaba su decisión de salvar a su pueblo de muchas maneras diferentes.
Incluso el primer versículo de la Epístola a los Hebreos dice: “Dios, que muchas
veces y de varias maneras habló a nuestros antepasados en otras épocas por medio
de los profetas…”
Una de las varias maneras en que el Señor habló a los antepasados, fue por
señales proféticas. uizá tenemos prejuicios con respecto a la importancia de las
señales proféticas del AT, por las discusiones que Jesús tuvo con los fariseos,
quienes en muchas ocasiones le pidieron al Señor señales del cielo como prueba
de su vocación mesiánica. Sin embargo, pueden citarse historias del AT en las que
el Señor confirmó su apoyo a Israel antes de una batalla, por medio de señales. En
uno de los relatos, leemos que el Señor hasta le exigió al rey de Judá que pidiera
una señal como confirmación de la ayuda que él le daría.
El libro de Jueces cuenta que Dios respondió al clamor de los israelitas que
pedían ser liberados de la opresión de los madianitas, llamando a Gedeón, hijo de
Joás, para ser el libertador de su pueblo. Al principio, Gedeón se mostró algo
renuente a asumir el papel de libertador. Porque, “Gedeón le dijo a Dios: ‘Si has
de salvar a Israel por mi conducto, como has prometido, mira, tenderé un vellón
de lana en la era, sobre el suelo. Si el rocío cae sólo sobre el vellón y todo el suelo
alrededor queda seco, entonces sabré que salvarás a Israel por mi conducto, como
prometiste.’ Y así sucedió. Al día siguiente Gedeón se levantó temprano, exprimió
el vellón para sacarle el rocío, y llenó una taza de agua. Entonces Gedeón le dijo a
Dios: ‘No te enojes conmigo. Déjame hacer sólo una petición más. Permíteme
hacer una prueba con el vellón. Esta vez haz que el vellón quede seco, y que todo
el suelo quede cubierto de rocío.’ Así lo hizo Dios aquella noche. Sólo el vellón
quedó seco, mientras que todo el suelo estaba cubierto de rocío” ( Jueces 6:36–
40). De esta manera, por medio de las dos señales milagrosas del vellón, Gedeón
recibió la confirmación que necesitaba, y con sólo trescientos voluntarios fue el
instrumento que utilizó el Señor para liberar a Israel del yugo de los madianitas.
En Isaías 7 leemos que el rey Acaz de Judá sintió gran temor ante la amenaza
de una invasión de su territorio por Rezín rey de Siria, aliado con Pecaj, rey de
Israel. En lugar de defender Jerusalén confiando en el nombre del Señor, Acaz
quiso aliarse con una de las grandes potencias paganas, Asiria o Egipto, y buscar la
ayuda de un rey incrédulo en vez de clamar al Señor, conforme al ejemplo que
ofrece el Salmo 20. Fue entonces que el rey Acaz se encontró con el profeta Isaías,
el cual le exhortó a confiar en el Señor y no en los carros y corceles de un pueblo
pagano. Sin embargo, el rey Acaz, en su incredulidad, no quiso aceptar las
promesas de ayuda divina que le ofreció Isaías. Finalmente, Isaías le dijo a Acaz
que pidiera una señal divina como confirmación del auxilio que el Señor le había
prometido: “Pide que el Señor tu Dios te dé una señal, ya sea en lo más profundo
de la tierra o en lo más alto del cielo. Pero Acaz respondió: No pondré a prueba al
Señor, ni le pediré nada” (Isaías 7:11–12). Viendo la renuencia del rey a pedir una
señal profética, Isaías le dijo: “Por eso, el Señor mismo les dará una señal: La joven
concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamará Emanuel” (Isaías 7:14).
El relato de Isaías referido a Acaz y el de Jueces referido a Gedeón ponen de
manifiesto que el Señor, a veces, dio la confirmación de su auxilio no sólo
mediante oráculos de salvación, sino también por medio de señales proféticas.
Recordemos que las diez plagas que el Señor envió sobre el faraón de Egipto son
calificadas no sólo como prodigios, sino también como señales. Mediante la señal
del reloj de Acaz, que retrocedió diez grados, el rey Ezequías supo que el Señor
había respondido a su oración en que pedía ser sanado (Isaías 38:8).
De acuerdo con los textos del AT, el Señor confirmó su apoyo a su ungido
antes de la batalla, no sólo mediante señales proféticas y oráculos de salvación,
sino también por medio del urim y el tumim, o sea, las suertes sagradas que
llevaba el sumo sacerdote en su pectoral o efod. (Levítico 8:8; Éxodo 28:28–30).
Se cree que al echar las suertes o instrumentos de juicio en el nombre del Señor, el
urim y el tumim daban una respuesta positiva o negativa. En 1 Samuel 30:7–8
encontramos el relato de cómo David consultó al Señor con el efod del sumo
sacerdote Abiatar, antes de perseguir a los merodeadores amalecitas que habían
secuestrado a las mujeres y los niños del campamento de David. Al recibir una
respuesta positiva, David atacó a los amalecitas, los derrotó y rescató a los
cautivos. Con anterioridad a otra batalla, esta vez con los filisteos (1 Samuel
23:1–2), David obtuvo también una confirmación de victoria después de
consultar al Señor por medio del efod.
Una cuarta manera de obtener confirmación del apoyo del Señor, consistió en
salir ileso de una prueba como la de las aguas amargas. Dios mostró su apoyo a
Daniel al protegerlo estando en el foso de los leones (Daniel 6). Los habitantes de
la isla de Malta se dieron cuenta de que Pablo contó con el apoyo de Dios, al no
caer muerto luego de que una víbora se le prendiera de la mano (Hechos 28:3–6).
20:7 Éstos confían en sus carros de guerra, aquéllos confían en sus corceles, pero nosotros confiamos
en el nombre del Señor nuestro Dios.
La gloria y el orgullo de los paganos eran sus caballos, sus carros y sus armas de
hierro, del mismo modo que hoy en día las naciones ponen su confianza en sus
armas nucleares, misiles intercontinentales, portaviones y aviones de combate. Los
sirios de Aram, enemigos de Israel, eran famosos por la gran cantidad de caballos y
carros de guerra. A fin de que los hijos de Israel no pusieran su confianza en los
caballos y carros de guerra, Deuteronomio 17:16 dice que al rey de Israel se le
prohíbe incrementar el número de sus caballos.
No obstante, a pesar de las palabras de Deuteronomio, leemos del rey
Salomón: “Salomón multiplicó el número de sus carros de combate y sus caballos;
llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, los cuales mantenía en
las caballerizas y también en su palacio en Jerusalén… Los caballos de Salomón
eran importados de Egipto… En Egipto compraban carros por seiscientas
monedas de plata, y caballos por ciento cincuenta, para luego vendérselos a todos
los reyes hititas y sirios” (1 Reyes 10:26–29). Salomón también organizó un
ejército provisional, para reemplazar las milicias voluntarias de campesinos que se
ofrecieron para defender a su país en los días de Josué y de los jueces. Hoy en día
hay muchos gobernantes que malgastan los recursos de sus naciones en
armamentos en vez de procurar el bienestar de sus ciudadanos.
El Salmo 20 nos recuerda que la primera defensa a la que debemos recurrir
para protegernos de los enemigos que nos asedian, es el nombre del Señor. Otro
texto, en el que encontramos lado a lado el tema del desprecio por las armas y el
tema del poder basado en el nombre del Señor, es el de 1 Samuel 17:45–46, en
que David, apenas un muchacho, responde a las burlas y afrentas de Goliat con
estas palabras: “Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina, pero yo vengo a
ti en el nombre del SEÑOR Todopoderoso, el Dios de los ejércitos de Israel, a los
que has desafiado. Hoy mismo el SEÑOR te entregará en mis manos; y yo te mataré
y te cortaré la cabeza. Hoy mismo echaré los cadáveres del ejército filisteo a las
aves del cielo y a las fieras del campo, y todo el mundo sabrá que hay un Dios en
Israel.”
El poder basado en el nombre sagrado también figura en una declaración de
un príncipe más grande que David. “En mi nombre expulsarán demonios”, –dice
Jesús–; “hablarán en nuevas lenguas; tomarán en sus manos serpientes; y cuando
beban algo venenoso, no les hará daño alguno; pondrán las manos sobre los
enfermos, y éstos recobrarán la salud” (Marcos 16:18). Al encontrarse con un
hombre lisiado de nacimiento junto a la puerta del templo llamada Hermosa,
Pedro le dijo: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy. En el nombre de
Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!” (Hechos 3:6).
20:8 Ellos son vencidos y caen, pero nosotros nos erguimos y de pie permanecemos.
El versículo 8 podría ser un eco de 2 Samuel 10:18, donde leemos: “Pero tuvieron
que huir (los sirios) ante los israelitas. David mató a setecientos soldados sirios de
caballería y cuarenta mil de infantería. También hirió a Sobac, general del ejército
sirio, quien murió allí mismo.” Delitzsch hasta cree que el Salmo 20 lo escribió
David en ocasión de la guerra contra los sirios y amonitas, hechos que
encontramos relatados en 2 Samuel 10 y 11 (1976:1.121). Según el epígrafe que
lleva el Salmo 20, este himno es un salmo de David. Sin embargo, la mayoría de
los intérpretes modernos dudan que haya sido David quien lo escribió. Hay
quienes opinan que podría haber sido escrito para el rey Josías, porque en la época
de Josías Judá ya no contaba con un ejército compuesto de soldados profesionales
ni con caballos y carros, como antes, sino sólo con una milicia de campesinos
libres, como en la época de los jueces.
En nuestro análisis del Salmo 20 notamos que, a diferencia del Salmo 68, el
Salmo 20 no tiene que ver con la institución de la guerra santa en Israel, aunque a
veces emplea términos y temas que provienen de la tradición de la guerra santa.
Uno de los temas es el de la inutilidad de confiar en carros y caballos, en vez de
confiar en el Señor. Es un tema que se destaca no sólo en el Salmo 20, sino
también en los escritos de los profetas, y en particular en el libro del profeta Isaías.
En su celebrada monografía acerca de la guerra santa en el antiguo Israel, el
profesor de la Universidad de Heidelberg, Gerhard von Rad, sostiene que los
temas provenientes de la tradición de la guerra santa son empleados en el AT
como un ataque contra la ideología nacionalista, imperialista y armamentista, en
boga entre los imperios paganos y ciertos príncipes de Israel, quienes pretendieron
justificar cualquier guerra como una parte necesaria de la geopolítica y del
mantenimiento de un estado de seguridad nacional.
Según von Rad, en cantos como el Salmo 20 y en los profetas, se pone énfasis
en la guerra como defensa legítima contra invasores paganos, como lo
encontramos en los ejemplos dados a conocer en el desarrollo de este estudio. Las
referencias al dominio universal del rey ungido del pueblo de Dios, y la sujeción
de todos los pueblos a su dominio, deben leerse a la luz de la esperanza en el
establecimiento del reino escatológico del Señor, por el Rey Mesías, al final del
tiempo.
20:9 ¡Concede, SEÑOR, la victoria al rey! ¡Respóndenos cuando te llamemos!
La base del himno nacional de Gran Bretaña, Dios salve al rey, es el versículo 9 del
Salmo 20, y durante muchos años los ingleses lo han entonado pidiendo que su
soberano sea amparado por Dios en las innumerables batallas en que sus ejércitos
levantaron sus banderas en señal de victoria. Juan Calvino se opuso al empleo de
cantos como el Salmo 20, en apoyo de las pretensiones imperialistas y
nacionalistas de los reyes y gobernantes del mundo. Según Calvino, los himnos
marciales del AT deben ser empleados por los cristianos solamente para pedir la
ayuda del Señor en la lucha contra el diablo, nuestra naturaleza pecaminosa y las
tentaciones del mundo. Lutero, en cambio, no objetó la utilización de los salmos
marciales por los gobernantes cristianos, en el legítimo ejercicio de su vocación de
defensores de las ovejas puestas al cuidado de ellos.
La segunda estrofa del himno de Lutero, “Castillo fuerte es nuestro Dios”,
expresa magistralmente el mensaje que el cristiano debe extraer del Salmo 20:
Nuestro valor es nada aquí, con él todo es perdido; Mas por nosotros pugnará de Dios el escogido.
¿Sabéis quién es? Jesús, el que venció en la cruz, Señor de Sabaot,
Y pues Él sólo es Dios, Él triunfa en la batalla.
Al entonar el Salmo 20 desde el punto de vista del NT, los cristianos reconocemos
que el rey que sale a pelear contra los enemigos de su pueblo es nuestro Señor
Jesucristo. Este rey, al igual que los antiguos reyes de Judá, pidió ser apoyado por
las oraciones de sus seguidores, en tanto se preparaba para ofrecer su sacrificio.
Pero, en vez de apoyar a su rey con vigilia y plegarias, sus discípulos se durmieron.
“¿No pudieron mantenerse despiertos conmigo ni una hora? –le dijo ( Jesús) a
Pedro–. Estén alerta y oren para que no caigan en tentación” (Mateo 26:40–41).
Aunque los discípulos hubiesen orado utilizando las palabras del Salmo 20,
clamando: “¡Concede, SEÑOR, la victoria al rey!”, lo cierto es que la única ayuda la
obtuvo del Padre, quien le dio la fuerza y la voluntad de llevar su cruz y ofrecer el
supremo sacrificio de la propia vida en favor de su pueblo. Al entonar el salmo en
sus celebraciones litúrgicas y meditaciones privadas, el pueblo de Dios celebra la
victoria de la resurrección de Jesús de los muertos y la victoria que tendrá lugar, no
sólo en su segunda venida, sino cada vez que nosotros, sus seguidores, rechazamos
la tentación de confiar en los carros, caballos y armas de hierro y ponemos nuestra
fe en su nombre. “Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que
está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en
el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el
Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9–11).
LA TEORÍA DE LA GUERRA SANTA
EN LOS ESCRITOS DE GERHARD VON RAD
De acuerdo con las investigaciones de Gerhard von Rad, los siguientes
elementos caracterizaron la guerra santa en el Israel de la antigüedad, en las
narraciones y cantos marciales del AT:
10. Las batallas comienzan con un estentóreo grito de guerra ( Jueces 7:20; 1
Samuel 17:20, 52).
5. Hay investigadores que creen que el Salmo 20 debe leerse juntamente con
el Salmo 21, porque opinan que ambos salmos hablan del mismo rey y
que tratan de la misma batalla. Lea el Salmo 21 y anote todas las ideas,
expresiones y temas que ambos salmos tengan en común. Después exprese
su opinión en cuanto a la hipótesis que surge del mismo contexto.
8. Reflexione respecto del siguiente tema: ¿En qué condiciones acepta Dios
nuestras ofrendas y sacrificios? ¿ué debe motivarnos a entregar ofrendas
y sacrificios al Señor?
9. ¿En qué medida, o hasta qué punto, ayudan las ofrendas, los sacrificios y
los votos realizados por los guerreros para conseguir el apoyo de Dios en
los conflictos bélicos?
10. ¿Cuáles fueron las cuatro maneras que el rey y sus guerreros podían
recibir del Señor la confirmación de su participación en la batalla para la
que se preparaban?
10
Los salmos del cuarto libro
SALMO 90
El Salmo 90 es un canto que en la tradición de la iglesia ha servido como un salmo
de despedida. Lo recitamos orando la noche de San Silvestre, para despedir el año
que termina. Es un salmo que figura en nuestra liturgia y que se lee en los
funerales para despedir a un hermano fallecido. El bien conocido himno “¡Dios,
nuestro auxilio en los pasadossiglos!” del gran Isaac Watts (Culto Cristiano, 321),
se basa en el Salmo 90. Según los rabinos y muchos autores cristianos, el Salmo 90
es la última oraciónde uno de los más grandes personajes de la Biblia. Es su
oración de despedida.
ORACIÓN DE MOISÉS, HOMBRE DE DIOS
El epígrafe del Salmo 90 lo identifica como una oración de Moisés, hombre de
Dios. Si fuera así, el Salmo 90 sería el más antiguo de todos los salmos del salterio.
El título, sin embargo, no es parte del texto original, sino que fue añadido por lo
rabinos, porque según ellos, el Salmo 90 fue creación de Moisés. Lutero también
creyó que el Salmo 90 fue la última despedida de Moisés, después de haber
servido durante 40 años como pastor de Israel.
El exegeta Franz Delitzsch, escritor del siglo 19, también consideró que el
Salmo 90 fue obra de Moisés. Delitzsch percibió una relación muy estrecha entre
el Salmo 90 y las narraciones acerca de Moisés en el Pentateuco, y en particular
con los poemas al final del Deuteronomio. En estos textos Moisés, por su
desobediencia, llega al fin de su ministerio terrenal sin poder entrar en la tierra
donde fluye leche y miel. Por su pecado debe morir como todos los hijos de Adán.
Para Delitzsch, ayuda a explicar el aura de muerte que se siente al leer el salmo. Y,
según su parecer, el Salmo 90 fue la últimareflexión de Moisés antes de su partida
de este mundo. Después de haber escrito el Salmo 90, leespera a Moisés una
última acción, aparecer en el monte de la Transfiguración para señalar a Jesucristo
como la solución a la incógnita presentada en el salmo.
Los investigadores modernos, sin embargo, creen que el Salmo 90 no lo
escribió Moisés, sino una gran sabio y poeta que había meditado profundamente
sobre el significado de la vida de Moisés, sus enseñanzas, y en particular acerca de
los cantos de Moisés que se encuentran en los últimos capítulos del libro de
Deuteronomio. Aunque el salmo no lo haya escrito Moisés, palpita en él su
espíritu. Está tan impregnado de temas que aparecen en la vida y obras de Moisés,
que podríamos decir que en verdad es un salmo de Moisés, hombre de Dios.
Aunque Moisés no sea el autor, se puedesentir su presencia en todo el salmo.
Lo que llama la atención al leer el Salmo 90 es que en sus estrofas predominan
las palabras concernientes al campo semántico del tiempo. Se destacan palabras
tales como: generaciones, perpetuidad, antes, cuando, año, día, horas, ayer,
mañana, noche, suspiro, volamos, pasar y otras. No sólo se habla del tiempo, sino
del tiempo que pasa, que no se queda quieto.
EL CUARTO LIBRO DE LOS SALMOS
El Salmo 90 es el primer canto u oración del cuarto libro de los Salmos (90–
106). El libro IVdel salterio muestra gran interés en la figura de Moisés. Este
interés se observa por primera vezen el Salmo 90. El Salmo 90:13 es consecuencia
de Éxodo 32:12, en que se pide a Dios que aplaque su enojo y tenga misericordia.
En el Salmo 106:23 se nota una subordinación a Éxodo 32, y aparece Moisés
comomediador. Se menciona a Moisés siete veces en el libro IV y una sola vez en
el resto del salterio. El libro IV hasido calificado como “Libro de Moisés” (Creach
1998:63–76). Al igual que Isaías 40–59, ellibro IV de los Salmos tiene que ver
con el problema del exilio, de Israel viviendo en el desierto delasnaciones paganas
(Mitchell 1997:274). Tanto Jerónimo como Orígenes de Alejandría, han
seguidola línea de los rabinos al atribuir los once salmos comprendidos entre el 90
y el 100, a Moisés, según el precepto rabínico que establece que cuando un salmo
no lleva epígrafe de autor, se lo debe atribuiral último salmo anterior que sí lleva
epígrafe de autor (Mitchell 1997:272–273).
Otra característica que tienen en común los salmos del cuarto libro y los
capítulos 40–59 de Isaías es su énfasis en la fragilidad humana. Se llama a los seres
humanos “flor delcampo”. (Salmo 90:5–6; 103:15–16; 102:5; Isaías 40:6–8).
Otro tema compartido por los capítulos 40–59 de Isaías y el libro IV es que el
único rey de Israel y del mundo entero es el Señor, y que el poder de los ídolos no
existe. Luego del fracaso de todos los reyes de Israel y Judá, y con el pueblo
dispersado en exilio por las naciones gentiles, la fe de los israelitas en los reyes de
esta tierra se esfumó. Su única esperanza es que el Señor actúe para perdonar el
pecado de su pueblo y traiga a los cautivos nuevamente a su tierra para inaugurar
el reino de Dios. La infinidad de ecos literarios, lingüísticosy teológicos han
inducido a la mayoría de los investigadores modernos a concluir que el libro IV de
los Salmos refleja la situación en que se encuentran los judíos durante la
cautividad babilónica. Cocluyen, además, que fue compuesto con posterioridad a
Isaías 40–59 y que está subordinado a esta parte de las Escrituras.
Desde el punto de vista de los salmos del libro IV, los exiliados judíos no
tienen necesidad de un nuevo rey de la casa de David o de Jeroboán, porque éstos
han sido, en gran parte, la causa de la desgracia de Israel. Los cautivos necesitan un
nuevo Moisés para pastorear la ovejas de Israel y guiarlas en unnuevo éxodo hacia
la Tierra Prometida. Hasta hay investigadores que opinan que, al ubicar los
Salmos 90 y 91 enel salterio, los escribas que lo compilaron y redactaron para su
uso en el segundo templo y en las sinagogas, lo hicieron con miras a la última gran
dispersión de los judíos antes de la batalla final con los enemigos de Dios y el
establecimiento pleno del reino del Señor. Para el gran éxodo escatológico será
necesario un profeta como Moisés, según la profecía de Deuteronomio 18:15
(Mitchell 2997:291). De acuerdo a Juan 6:14, mucha gente identificó a Jesús con
el Moisés escatológico, porque en su ministerio se repitieron algunos de los
milagros más grandes de Moisés, como ser, la alimentación de la multitud en el
desierto y la manifestación de su poder sobre las aguas del mar. Estas esperanzas
por parte de los judíos creyentes, explica, en parte, la importancia atribuida a
Moisés en el libro IV. Aquí vale la pena mencionar la opinión de los
investigadores que estudian los Salmos en su contexto canónico, y que dicen que
el Salmo 90 no debe estudiarse separado del salmo siguiente, el 91, conel cual
forma pareja. Desde el punto de vista de la crítica canónica, la respuesta a la
oración angustiada y aparentemente fatalista del Salmo 90, se encuentra en las
palabras esperanzadas del Salmo 91.
90:1 Señor, tú has sido nuestro refugio generación tras generación.
La frase “generación tras generación” nos avisa respecto a la importancia del paso
del tiempo. Como ha observado Alonso Schökel en su estudio del salmo: El
campo semántico del tiempo sobresale en el Salmo 90.
La palabra que se traduce como refugio, es una de las 16 palabras del campo
semántico del vocablo hebreo hasa, que incluye términos traducidos como
escondite, roca, cueva, etc. Jerome F. D. Creach escribió su tesis doctoral sobre
este tema. Según Creach, en los Salmos hay una piedad de refugio, en que la
virtud suprema es la confianza en el Señor. En textos tardíos, como el Salmo 119,
la Tora adopta el papel del refugio. En los Salmos 3–41 hay ocho descripciones
del justo que busca su refugio en el Señor.
Las palabras predominantes de este salmo provienen del campo semántico del
tiempo: generación, perpetuidad, antes, cuando, año, día, ayer, vigilia, mañana,
noche, suspiro, volamos, pasar. El hombre es como una planta. Se compara el
breve tiempo de vida de la planta con la eternidad de Dios. El árbol sigue viviendo
en sus semillas. Nosotros, en nuestros hijos carnales y espirituales. Nuestro
recuerdo no perdurará. Pastores idos hace 20 ó 30 años, han sido tácitamente
olvidados. Al orar este salmo no pedimos a Dios ser recordados. Pedimos que se
establezca la obra de nuestras manos, que Dios haga volver, que edifique
nuevamente las congregaciones.
90:2 Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos
antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios.
De acuerdo con la declaración del salmista, la tierra no es eterna, sino que ha sido
formada, creada. Dios, sin embargo, es eterno; no tiene principio ni fin. Muchos
pueblos de la antigüedad creían que la tierra, el sol y los cuerpos celestes no sólo
eran eternos sino divinos, y por eso los adoraban. Al convertir a la tierra y a los
cuerpos celestes en dioses, objetos de adoración, dejan de ser lo que son. Al
afirmar que sólo Dios es eterno, los montes y la tierra son libres de ser parte de la
maravillosa creación de Dios y ser apreciados como tales.
90:3 Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, cuando dices: “¡Vuélvanse al polvo, mortales!”
En 2 Pedro 3:8 encontramos la cita de que para Dios mil años son como un día.
El apóstol la hace en apoyo de la declaración de que la demora de la segunda
venida de Cristo no implica que el Señor se haya olvidado de su promesa de
volver. El tiempo que a los seres humanos les parece ser infinitamente largo es,
para quien siempre ha existido, como nada. El reloj de Dios no marca las horas
como los nuestros; pero, lo que importa es que, a pesar del paso de las edades, el
Señor no se olvida de sus promesas, ni de ajustarles las cuentas a los impíos, ni de
liberar a los fieles poniendo fin a su cautiverio. Dios es fiel porque no cambia, y en
ello pone énfasis el texto. Nosotros, los seres humanos, estamos sujetos al cambio,
al envejecimiento y a lamuerte, pero Dios no. El Señor es el mismo ayer, hoy y
para siempre, y por lo tanto no echará al olvido sus promesas. Santiago 1:17
declara: “Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, donde
está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se
mueve como las sombras.”
A diferencia de las muchas sectas dentro del budismo e hinduismo, que
proclaman un número casi infinito de reencarnaciones y renacimientos, las
Sagradas Escrituras afirman que los seres humanos disponen de un tiempo muy
limitado para forjar su destino. A diferencia de Dios, cada ser humano tiene
principio y fin, y el tiempo entre este principio y fin es irrepetible. El hombre que
alargó la mano hacia el fruto prohibido en su afán de ser como Dios y dominarlo
todo, se ha sometido al tiempo. No hay nada que indique con más claridad la
diferencia entre el Creador y el género humano, que su relación conel tiempo.
Dios no tiene principio ni fin. Él es el alfa y la omega; él domina el tiempo. Siendo
joven, el hombre se engaña fácilmente creyendo tener mucho tiempo a
disposición. Actúa como si sutiempo fuese ilimitado. Sin embargo, a velocidad
increíble, nuestro tiempo transcurre y, antes de darnos cuenta, se termina. Nuestra
limitación temporal es el indicio más patente de que no somos los dioses que
imaginamos ser (Barth 1961:568). Al igual que la mano que escribió en la pared
frente al rey Belsasar, el Salmo 90 declara con tajante claridad: “Yo soy el Dios
eterno, y tú eres un simple mortal destinado a morir.” El hecho de que tenemos
que morir nos dice también a nosotros: “Has sido puesto en la balanza, y no
pesaslo que deberías pesar” (Daniel 5:27).
90:5–6 Arrasas a los mortales. Son como un sueño. Nacen por la mañana, como la hierba que al
amanecer brota lozana y por la noche ya está marchita y seca.
En consonancia con las muchas alusiones a la historia del éxodo en los Salmos 90
y 91, la figura de los hombres arrasados (“arrebatados como un torrente de aguas”,
RV), nos recuerda el relato de cómo todos los carros y jinetes del faraón y todo su
ejército fueron tragados porlas aguas del Mar Rojo (Éxodo 14:28). Hay muchas
alusiones al canto de Moisés y Miriam (Éxodo 15) en el Salmo 90, en particular el
énfasis puesto en la ira de Dios, la persecución de los enemigos y la fuerza y
salvación que es el Señor. Los israelitas que observaron lo sucedido desde la orilla
opuesta, vieron como cayeron “mil a tu izquierda, y diez mil a tu derecha” (Salmo
91:7).
La imagen de la hierba que crece por la mañana y se seca por la tarde se
encuentra solamente en el libro IV de los Salmos. Aunado a la referencia del
Salmo 90:5–6, se encuentra el tema en Salmos 92:7; 103:15; 102:4. La imagen de
la hierba que se seca se encuentra también en 2 Reyes 19:26; Isaías 40:6–8; Job
14:2. Es una figura que corresponde a los lugares desérticos de Palestina y a los
lugares por donde transitaban los israelitas en su peregrinación por el desierto
(Mitchell 1997:281).
La idea que comunica la imagen de la hierba es la de la corta duración de los
impíos, un tema tratado en muchos de los discursos del libro de Job. El tema
corresponde también a la suerte de los israelitas que se rebelaron contra el Señor
en Jormá, ocasión en que dieron preferencia al informe de los diez espías que
aconsejaban el regreso a Egipto, y rechazaron el informe de Josué y Caleb
(Números 14). Los israelitas rebeldes e impíos fueron condenados a andar
errantes por el desierto durante cuarenta años, hasta que toda la generación
rebelde muriera. La sentencia del Señor fue contundente: “Pero los cadáveres de
todos ustedes quedarán tirados en este desierto” (Números 14:32). “La
exploración del país duró cuarenta días, así que ustedes sufriránun año por cada
día. Cuarenta años llevarán a cuestas su maldad, y sabrán lo que estenerme por
enemigo. Yo soy el SEÑOR, y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra
esta perversa comunidad que se atrevió a desafiarme. En este desierto perecerán.
¡Morirán aquí mismo!” (Números 14:34–35).
De este modo, el autor del Salmo 90, sea Moisés u otro que escribe en el
nombre y espíritu de Moisés, contempla lo breve y fútil que es la vida de una
generación que ha caído bajo la terrible ira y castigo del Señor. Piden que los
descendientes de los rebeldes sean perdonados y que se les permita vivir en paz en
la tierra que el Señor les ha prometido. Según esta interpretación, la hierba que es
cortada sirve como metáfora de la generación rebelde del éxodo.
90:7–8 Tu ira en verdad nos consume, tu indignación nos aterra. Ante ti has puesto nuestras
iniquidades; a la luz de tu presencia, nuestros pecados secretos.
La ira de Dios por la desobediencia, rebelión y egoísmo del género humano esla
causa de nuestra angustia y frustración. Tanto los israelitas en su peregrinación
por el desierto, como los judíos en la diáspora, tuvieron que aprender que su
desgracia no fue el resultado de la mala suerte, –la segunda ley de la
termodinámica– la predestinación, o simplemente porque las cosasson así. Su
angustia, dolor y fatiga fueron más bien el resultado de la ira de Dios. El tema de
la ira de Dios no es uno que nos guste analizar, pero es una realidad que el Salmo
90 nos compele a enfrentar. San Pablo declara:“Ciertamente, la ira de Dios viene
revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos,
que con su maldad obstruyen la verdad” (Romanos 1:18). En tanto que pensamos
que nuestra condición humana es el resultado de factores naturales y humanos,
creemos que no tendremos que enfrentar la realidad de lo que en verdad somos,
de cara a la ira de Dios: rebeldes, impíos injustos, opresores, explotadores,
egoístas, machistas. La ira de Dios nos dice que somos pecadores, no porque
producimos malos frutos, sino porque somos árboles podridos que producimos
frutos malos.
90:10 Algunos llegamos hasta los setenta años, quizás alcancemos hasta los ochenta, si las fuerzas nos
acompañan. Tantos años de vida, sin embargo, sólo traen pesadas cargas y calamidades: pronto pasan,
y con ellos pasamos nosotros.
La vida del hombre es de setenta años, el tiempo que el pueblo de Israel pasó en
cautiverio en Babilonia. En el mundo del antiguo Cercano Oriente, pocos fueron
los que alcanzaban los setenta años de los que habla el salmo. No existían vacunas
contra las enfermedades, como las hay hoy día, tampoco había antibióticos,
cirugía, trasplantes y demás maravillas de la medicina moderna. Los que sí
lograban alcanzar una edad más avanzada no podían contar, sin embargo, con
amenidades tales como anteojos, audífonos y dientes postizos.
Después de su victoria sobre las fuerzas rebeldes de su hijo Abasalón, el rey
David quiso mostrar su gratitud a Barzilay de Roguelín, invitándolo a Jerusalén
para ser mantenido por elrey. El anciano Barzilay le respondió, diciendo: “Ya
tengo ochenta años, y apenas puedo distinguirlo bueno de lo malo, a saborear lo
que como y bebo, o aun apreciar las voces de los cantores y las cantoras. ¿Por qué
ha de ser este servidor una carga más para mi señor el rey?… Déjeme usted
regresar a mi propio pueblo, para que pueda morir allí y ser enterrado en la tumba
de mis padres” (2 Samuel 19:35, 37).
Los diez años añadidos a la vida de los más robustos, como Barzilay, de quien
habla el salmo, no son necesariamente un tiempo feliz en el ocaso de la vida, años
dorados plenos de gozo. Por el contrario, son años de molestia, ansiedad,
sufrimiento y enfermedad. Lo puede testificar cualquier pastor o diaconisa que ha
dedicado tiempo al ministerio de los de la tercera edad, o como lo testimonia
también el libro de Eclesiastés 12:1–8.
90:11 ¿uién puede comprender el furor de tu enojo? ¡Tu ira es tan grande como el temor que se te
debe!
Muchos investigadores consideran que éste es el versículo clave del Salmo 90. La
gran mayoría de los eruditos que meditaron en este salmo, cree que el salmista nos
exhorta aquí a tomar encuenta el día de nuestra muerte, de no vivir creyendo que
el día de la despedida de este mundo es algo que está en un futuro muy lejano.
uien toma en cuenta la fragilidad de la vida y de las empresas del hombre, debe
adquirir un corazón sabio. La persona pendiente del día de su despedida es, por lo
tanto, sabia. Podría ser que fuese ésta la verdad que el salmista tuvo en mente al
escribir, porque no hay otra forma de entender las palabras del versículo 12. Se
aprecia fácilmente que el salmo fue redactado en un contexto de gran angustia y
sufrimiento. Habla una y otra vez de la ira de Dios. El salmista intercede por un
pueblo pecaminoso, así como lo hizo Moisés después del pecado relacionado con
el becerro de oro y el incidente en Jormá. Al igual que Moisés, el salmista le pide a
Dios que vuelva a ser misericordioso con su pueblo, que remueva su cólera. Es
dentro de este contexto que el salmista nos exhorta a contar nuestros días.
El salmista no tiene interés en saber cuál será la duración de su vida, sino
cuánto tiempo durará la ira divina sobre su pueblo. Encontramos en el antiguo
Cercano Oriente la idea de que existían límites predeterminados en cuanto a los
períodos de la ira divina, los que los dioses podían revelar a los seres humanos
mediante la adivinación, o por medio de oráculos. En muchos salmos
provenientes de Mesopotamia, se nota un ardiente anhelo por saber cuándo
terminará el sufrimiento del que ora. Tales consideraciones han motivado a un
erudito a traducir el versículo 12 de la manera siguiente: “¿uién conoce toda la
fuerza de tu enojo, de tu ira? Déjanos saber cómo computar los días de nuestra
aflicción; déjanos recibir la sabiduría en nuestras mentes (Clifford 2000:59–66).
Es posible que el salmista esté recordando a un pueblo que sufre las
consecuencias de su pecado, que soporta la ira de Dios y no pierde la esperanza.
Después del pecado de los diez espías, Israel fue condenado a peregrinar por el
desierto durante 40 años. Puede ser por los muchos percances del desierto: tantas
batallas, tanta sed, tantos peligros; algunos hasta decían: ¡nunca llegaremos! Con
toda seguridad Moisés tuvo que recordarles: Tienen que contar los días. Deben
pasar 40 años, pero entonces el Señor les mostrará su misericordia y gracia:
“Ánimo, pueblo mío, no se queden sentados, no es tiempo de soñar con los
melones, los pepinos y los ricos sancochos que comían en Egipto. Ya han pasado
35 de los 40 años que debemos peregrinar por el desierto. Sigan luchando, sigan
marchando, sigan alabando a Dios y proclamando su Palabra. El Señor volverá. Su
ira se cambiará en gracia y misericordia.” Es posible que el Salmo 90, como la
mayoría de los salmos del libro IV, proviniera de la cautividad babilónica.
Recordemos que el profeta Jeremías profetizó que el cautiverio no duraría para
siempre. Setenta años deberían soportar la ira del Señor, pero después verían
nuevamente la gracia y la misericordia de Dios. Por esto el salmista eleva al Señor
las palabras que siguen:
90:13 ¿Cuándo, SEÑOR, te volverás hacia nosotros? ¡Compadécete ya de tus siervos!
¿Por cuáles obras oramos aquí? así pregunta Lutero. No por las obras de poco
valor y que son pura vanidad; no por la acumulación de riquezas a ser guardadas
en un banco multinacional; no por suntuosos palacios como los que suelen tener
los tiranos y dictadores de turno; tampoco por la procura de honores y de fama, o
por la acumulación de títulos académicos. La obra de nuestras manos, por la que
oramos en el último versículo del salmo es, según Lutero, la de proclamar el
evangelio, celebrar los sacramentos, compartir la fe, ayudar a los necesitados,
nutrir a los niños en la fe, llorar con los que lloran, regocijarse con los que se
regocijan, buscar las ovejas extraviadas, visitar a los enfermos y consolar a los
moribundos. La oración con la que concluye este salmo de Moisés implora por la
perdurabilidad hasta la segunda venida de Cristo, de aquello que se ha hecho para
él y su reino.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
3. ¿Cuáles son los desiertos y los lugares de cautiverio en los que se halla la
sociedad hoy en día? ¿Cuál es el mensaje central que este salmo tiene para
nuestros contemporáneos?
SALMO 91
Cuando yo tenía seis años, mi hermanito, de sólo un año, enfermóde gravedad:
contrajo la escarlatina. En aquella época (1940), aún no existían drogas como la
penicilina y otros antibióticos, que hoy día son muy eficaces para controlar tales
enfermedades. El Departamento de Salud de la ciudad donde residía nuestra
familia, puso nuestro apartamento en cuarentena. Mi padre yyo nos vimos
obligados a abandonar la casa para ir a vivir con mi madrina. Solamente a mi
madre se le permitió quedarse en la casa para cuidar a mi hermanito enfermo.
Durante esas semanas en el apartamento, a solas con el niño enfermo, mi madre
aprendió a orar el Salmo 91. En cada oportunidad en que a mi hermano le subía la
fiebre y parecía que no sobreviviría, mi madre clamaba a Dios usando las palabras
del Salmo 91: “El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del
Todopoderoso… sóloél puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas
plagas… No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste
que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía.” Después que mi
hermano se recuperó de su enfermedad, el Salmo 91 llegó a tener un significado
muy especial en nuestra familia, del mismo modo en que ha llegado a ser un salmo
muy especial en lavida de miles y miles de cristianos y judíos en momentos de
crisis y aflicción, porque es un salmo que nos guía hacia aquel que es nuestro
único refugio en esta vida y en la vida futura.
El Salmo 91 no lleva título ni en el texto hebreo ni en la Septuaginta. No se
identifica tampoco quien habla en el salmo. No sabemos si se trata de un rey,
profeta, sabio, o uno de los innumerables personajes que desfilan por las páginas
del AT. uizá el Espíritu Santo suprimió el contexto original del salmo, a fin de
facilitar nuestra identificación con el mismo. Al ser incluido en la liturgia del
templo, la sinagoga o la iglesia, el salmo llega a ser propiedad de todos los que
entonan sus estrofas, a la hora en que llegan las mortíferas plagas, la muerte y el
mismo diablo.
Hay investigadores que dicen que el Salmo 91 tiene que ser leído, estudiado y
orado junto conel salmo anterior, el 90, porque los dos constituyen un díptico en
el cual el problema presentado en el primero, encuentra su respuesta en el
segundo. Hay muchas ligaciones entre los dos salmos, tanto temáticas como
lingüísticas, y en la exposición del canto haremos hincapié en ellas. Es posible
señalar, por ejemplo, que ambos salmos evocan escenas de la peregrinación del
pueblo de Israel por el desierto durante el éxodo, particularmente las referencias a
los pecadores desobedientes que cayeron como moscas a uno y otro lado del justo.
Además, en ambos salmos se destaca la figura de Dios como refugio.
En la liturgia de la iglesia cristiana, el Salmo 91 corresponde al primer
domingo de Cuaresma, Invocavit. El evangelio de este domingo del año
eclesiástico trata acerca de la tentación de Jesús en el desierto. Satanás se valió del
versículo 11 del Salmo 91 para tentar a Jesús, instándole a lanzarse al vacío desde
lo más elevado del templo, para comprobar si en verdad los ángeles de Dios
vendrán para cuidarlo a fin de que no tropiece con piedra alguna. Encontramos,
además, otros ecos del Salmo 91 en la historia de la tentación del Señor. En el
versículo 13 se mencionan cuatro fieras que amenazan el bienestar del escogido de
Dios: el león, la víbora, fieras y serpientes. En Marcos 1:13 leemos que Jesús
estuvo en el desierto “entre las fieras”.
91:1–2 El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso. Yo le digo al
SEÑOR: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío.”
En los primeros dos versículos del salmo aparecen cuatro nombres divinos: el
primero es Altísimo. Altísimo es el título que usaban los cananeos para designar al
Dios supremo, el que dominaba sobre los demás dioses en su panteón, que tiene
poder y autoridad sobre todos los poderes, fuerzas, ángeles y espíritus. El título
nos recuerda a Colosenses 1:16, en que se afirma que por medio de Jesucristo
fueron creadas todas las cosas que hay en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos,
poderes, principados o autoridades. Da a entender que Jesucristo tiene dominio y
autoridad sobre todo poder espiritual, y por lo tanto ninguno de éstos puede
dañar a quien habita al abrigo del Altísimo. El título, que es divino, se encuentra
21 veces en los Salmos. En Génesis 14:18 se describe a Melquisedec, rey de Salén,
como sacerdote de ‘elyón, el Dios Altísimo.
El Salmo 91 habla no sólo del Altísimo, sino de habitar al abrigo del Altísimo.
Abrigo se traduce también con la palabra protección, defensa o escondedero, esto
es, un lugar donde uno está a salvo de toda clase de peligro. Durante las muchas
invasiones que tuvo que soportar Israel, sus habitantes necesitaban un lugar
donde esconderse de los invasores que buscaban a quién llevarse cautivo. Durante
las inundaciones repentinas, los moradores necesitaron un lugar alto fuera del
alcance de las aguas. En los pasajes siguientes se aprecia lo que significaba para el
israelita la palabra abrigo o escondedero: “Porque en el día de la aflicción él me
resguardará en su morada; al amparo de su tabernáculo me protegerá, y me
pondrá en alto, sobre una roca” (Salmo 27:5). “Tú eres mi escondite y mi escudo;
en tu palabra he puesto mi esperanza” (Salmo 119:114). “Tú eres mi refugio; tú
me protegerás del peligro y me rodearás con cánticos de liberación” (Salmo 32:7).
“Anhelo habitar en tu casa para siempre y refugiarme debajo de tus alas” (Salmo
61:4).
El segundo título es Todopoderoso. En la versión Reina Valera Revisada, se
traduce como Omnipotente. En hebreo la palabra es shadday, título arcaico que
aparece pocas veces en los Salmos, y es uno de los nombres divinos favoritos del
autor del libro de Job ( Job 5:17; 6:4; 8:3; 13:3). En Génesis 17:1 se le aparece el
Señor a Abram, diciendo: “Yo soy el Dios Todopoderoso (el shadday). Vive en mi
presencia y sé intachable.” En Éxodo 6:2–3 el Señor le dice a Moisés: “Yo soy el
Señor. Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob bajo el nombre de Dios
Todopoderoso (el shadday), pero no les revelé mi verdadero nombre, que es el
SEÑOR.” El título shadday quiere decir: el de las montañas, el Dios que mora
arriba, en las alturas de los montes.
Las palabras del Salmo hablan de acogerse a la sombra de el shadday. La idea
que transmite es la de protección contra los rayos del sol. En Jonás 4:6 el Señor
dispuso una calabacera para proteger la cabeza del profeta de los rayos abrasadores
del sol de Nínive. En la parábola del sembrador, las plantas tiernas sembradas
entre pedregales se marchitaronal salir el sol, que las quemó con sus rayos. En la
parábola Jesús nos enseña que el sol con sus rayos representa la persecución que
uno sufre por causa del reino de Dios. El justo tiene que buscar refugio bajo las
alas de el shadday para no ser quemado por las persecuciones desatadas contra los
discípulos del Señor. En la cruz del Calvario, Jesús gritó con voz fuerte: “Tengo
sed”. El Señor no hizo crecer una calabacera para proteger su cabeza de los rayos
abrasadores del sol. El tercer nombre divino es Señor ( yahweh), nombre que le
fue revelado a Moisés en el monte Horeb. Señor, que significa “YO SOY EL
UE SOY”, es el nombre divino que designa al Dios que ha hecho su pacto con
el pueblo de Israel. El Señor es el Dios personal del creyente. En tanto que los
nombres Altísimo y Omnipotente indican la majestad y el poder de Dios
exaltado, muy superior a nosotros, el nombre Señor indica a Dios que está cerca,
que ha prometido acompañar a su pueblo para protegerlo, guiarlo y salvarlo. Es el
nombre divino más utilizado entre las tribus del Sur, Judá y Benjamín, en su
adoración a Dios en el templo de Jerusalén. El salmista habla de Señor diciendo
que es su refugio y fortaleza. La palabra traducida como refugio significa más bien
defensa, en hebreo. El cuarto título divino es el, singular de elohim, el nombre
divino más usado por las tribus del norte de Israel. El se usa en contextos en que se
habla del ser divino, Dios de toda la creación y de todos los pueblos, en tanto que
Señor se usa para aquel que es Dios de Israel. El Salmo 91, sin embargo, no habla
de Dios, sino de mi Dios, no de el sino de eli. Recordemos que en la cruz, Jesús
clamó diciendo: Eloí, Eloí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado?”) (Marcos 16:34).
El salmista emplea los cuatro nombres divinos para designar a aquel que es
refugio, fortaleza y escudo del que busca protección contra toda clase de
asechanzas. Ciertamente, el salmista nos exhorta a confiar en quien es nuestro
único refugio seguro, en quien encontramos protección de los enemigos que nos
persiguen. No habla hipotéticamente, sino como alguien que fue perseguido, que
anduvo buscando refugio donde poder estar a salvo de los enemigos y las fuerzas
maléficas que lo asecharon para dañarlo. El salmista comparte con nosotros, en
este salmo, que Dios, el Señor, el Altísimo y el Omnipotente, es nuestro refugio.
La palabra refugio se utiliza en el AT doce veces como título de Dios.
Los que buscan refugio son, por definición, refugiados. Al leer el AT,
recordemos que muchos libros de la Sagrada Escritura han sido escritos por
refugiados y para refugiados y asilados. Abram, el padre de la raza hebrea, llegó a
la tierra de Canaán en calidad de extranjero. Los hijos de Israel pasaron muchos
siglos como refugiados y asilados (y esclavos) en Egipto, Asiria, Babilonia y
ciudades y villas de la diáspora. Nuestro Señor Jesucristo tuvo que refugiarse en
Egipto cuando Herodes el Grande mandó exterminar los niños pequeños de
Belén. En el AT Dios exhorta a sus hijos a recordar que ellos fueron refugiados,
extranjeros en tierra extraña. Por lo tanto, les incumbe mostrar misericordia y
bondad a los refugiados y extranjeros que viven entre ellos. Los refugiados y
extranjeros no deben ser oprimidos o explotados, sino protegidos y defendidos.
Hoy en día el mundo está más lleno de refugiados y exiliados que nunca. Millones
de hispanos de todos los países de la América Latina, han buscado asilo y refugio
en los Estados Unidos. Nuestro Dios es el Dios que extiende sus alas de
protección y amor sobre los refugiados, y desea que los que llevan su nombre les
den la bienvenida en este nombre, y les muestren su amor.
En el AT encontramos varios relatos de perseguidos que buscaron refugio o
santuario seguro. David, en su juventud, fue perseguido por el rey Saúl por toda la
serranía de Judá. Buscó refugio en el santuario de Nob, en cuevas y cavernas, en el
desierto, y hasta en las ciudades de los filisteos. Pero siempre hubo enemigos que
lo delataron ante Saúl, revelándole el lugar donde encontrarlo. Por toda la tierra
de Israel había ciudades de refugio donde se podía estar a salvo de un vengador de
sangre. En el libro de Génesis leemos de la huida de Jacob, quien se había
aprovechado de la ceguera de su padre Isaac, para apropiarse la bendición que le
correspondía a su hermano Esaú.
Como consecuencia del engaño, Jacob huyó de Esaú, quien había jurado
vengarse de su hermano. Dejando la casa de la familia, escapó tratando de ponerse
a salvo de la ira de Esaú. Sin embargo, no lo perseguía solamente Esaú en persona,
sino también la maldición de su hermano, los remordimientos de conciencia y,
quizá, los espíritus malignos invocados por Esaú para fastidiar a Jacob. Los griegos
de la antigüedad nombraban las Erinias (Furias para los romanos), las tres
divinidades infernales, Alecto, Tisífone y Megera, quienes salían del averno para
perseguir alos malvados, vengar la sangre de los asesinados, y dar su merecido a los
criminales que lograban esquivar la justiciahumana. Según la mitología griega, el
aspecto de las Furias era pavoroso. Vestían de negro y, en lugar de cabellera, sus
cabezas estaban cubiertas de serpientes. Sus rostros eran pálidos, sin sangre, y sus
brazos descarnados. Cuando salían al escenario los actores que representaban a las
Furias en las tragedias griegas, los espectadores se desmayaban de terror. Una de
las tragedias tenía que ver con la historia de Orestes quien, para vengar el
asesinato de su padre Agamenón, dio muerte a su propia madre y a su amante.
Como consecuencia del acto de venganza, Orestes fue perseguido por las Furias y
se vio obligado a huir de un país a otro, al igual que Jacob, que huyó de la
venganza que quiso cobrarse su hermano Esaú.
En su huída, Jacob llegó a la ciudad de Luz, o Betel. Y, en vez de buscar
refugio y santuario en el templo de Baal-Berit, se acostó a dormir recostando la
cabeza sobre una piedra, a cielo abierto en medio de la soledad. Allí, en ese lugar
solitario, el Señor se apareció a Jacob en una visión, donde una escalera se extiende
de la tierra hasta el cielo. Desde su trono celestial, el Señor le brindaa Jacob su
promesa y bendición. Le promete acompañarlo y protegerlo mientras esté fuera
de la Tierra Prometida. Le promete conducirlo nuevamente a la casa de su padre y
hacer de él y su descendencia un gran pueblo. Allí, en Betel, Jacob encontró
refugio en Dios y en su promesa. El Salmo 91 nos asegura la protección de Dios
en nuestra peregrinación hacia la casa del Padre. Al igual que el peregrino del
famoso libro de Juan Bunyan, estamos rodeados de peligros en nuestra
peregrinación hacia la Tierra Prometida. No obstante, durante nuestro viaje en
esta vida nuestro refugio se encuentra en el nombre de nuestro Dios.
91:3–4 Sólo él puede librarte de las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con
sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio. ¡Su verdadserá tu escudo y tu baluarte!
Estando Israel en Egipto, el ángel de la peste, esto es, el ángel de la muerte, fue
enviado a soltar la última de las diez plagas sobre el faraón y los opresores de los
esclavos hebreos. Los hijos de Israel quedaron protegidos de la plaga destructora
por el sacrificio del cordero pascual y por la cruz desangre untada con un hisopo
en las puertas de sus hogares. Al ver la señal de la sangre en el dintel y los postes de
las puertas de las casas hebreas, el ángel de la muerte pasó de largo y dejó
tranquilos a los que en el interior celebraban la Pascua, comiendo panes ázimos,
hierbas amargas, vino rojo como la sangre y la carne del cordero que había sido
sacrificado. Así como Isaac fue librado de la muerte porque un cordero fue
sacrificado en su lugar, del mismo modo los primogénitos de Israel se salvaron por
el sacrificio de otrocordero.
En la noche de la Pascua los israelitas escucharon los gritos de terror y los
lamentos de angustia de aquellos alcanzados por el ángel de la muerte. Por
doquier hubo llanto, desesperación y muerte. En aquella noche terrible, los hijos
de Israel experimentaron en carne propia lo que declara el salmo: Podrán caer mil
a tu izquierda, y diez mil a tu derecha, pero a ti no te afectará.
Los sucesos de la terrible noche en Egipto fueron la última plaga, el juicio
final de Dios sobre quienes habían oprimido, esclavizado y explotado a los
humildes y pobres. Yo no puedo entonar el Salmo 91 sin pensar en lo que sucedió
en aquel juicio final, en aquel castigo final de los impíos. El juicio de ellos es un
anticipo, una señal o tipo de otro Juicio Final, el de toda la tierra, de aquel día en
que nuevamente serán soltados los ángeles de destrucción, de los que leemos en el
libro de Apocalipsis, los ángeles que derramarán sobre los habitantes de la tierra y
sobre los impíos las últimas plagas. Muchos salmos y profecías hablan de la venida
de ese día final, de la venida del Día del Señor.
La contemplación del Día del Señor llenó de espanto a muchos poetas,
pintores, escultores y escritores de la Edad Media. En las grandes catedrales de
Europa es posible observar muchas escenas figurativas del Juicio Final en los
vitrales, en las pinturas, y en las esculturas realizadas por los grandes artistas de la
época. Las prédicas de Savonarola y los cantos como el Dies irae (día de la ira)
llenaron de espanto a miles y a diez miles. Y se preguntaban: ¿Cómo podremos
escapar nosotros de las últimas plagas? ¿uién me librará a mí de las flechas del
ángel de la muerte? ¿uécordero pascual podría yo ofrecer a fin de que la última
plaga no me alcance? ¿Con qué sangre podré untar la puerta de mi casa para que
me dejen en paz los ángeles del Apocalipsis? ¿uién me librará de las Furias que
me persiguen? “Mientras comían, Jesús tomó pany lo bendijo. Luego lo partió y se
lo dio a sus discípulos, diciéndoles: Tomen y coman, esto es mi cuerpo. Después
tomó la copa, dio gracias, y se la ofreció diciéndoles: Beban de ella todos ustedes.
Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de
pecados” (Mateo 26:26–28).
91:8 No tendrás más que abrir bien los ojos, para ver a los impíos recibir su merecido.
El día del Juicio Final, quienes han lavado sus ropas en la sangre del Cordero y
están vestidos con la túnica blanca del perdón divino, y santificados por el
Espíritu Santo, podrán mirar y ver cómo reciben su merecido los impíos
(Apocalipsis 18:2–4, 9–20). Los impíos norecibirán necesariamente su merecido
de inmediato o aún en esta vida. El salmo no nos pide ser vengadores, no nos
convoca a darles a los impíos su merecido como quisieron hacerlo los siervos del
Señor en la parábola de la mala hierba de Mateo 13. El Salmo 91 nos exhorta a
que confiemos en la justicia de Dios, que afirma: “Mía es la venganza; yo pagaré”
(Deuteronomio 32:35). El salmo nos invita a esperar el Día del Señor en que los
ángeles serán enviados a recoger el trigo y a guardarlo en su granero, y a quemar la
paja. En el Día del Señor se verá a los impíos recibir su merecido.
91:9–10 Ya que has puesto al SEÑOR por tu refugio, al Altísimo portu protección, ningún mal
habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar.
El Salmo 91 tiene que ver con la peregrinación del justo por el desierto del
mundo. No es un viaje por una autopista bien iluminada y protegida. Es un viaje
peligroso por caminos solitarios, donde no existe la seguridad ni la protección de
la policía. Es un viaje que se realiza en circunstancias de caos social. Pero el justo
que anda por el camino del Señor cuenta con guardaespaldas: los ángeles son
enviados para acompañar al peregrino en su viaje, al refugiado en su huida, al
misionero en la proclamación de las buenas nuevas. Los ángeles del Señor
acompañan al peregrino creyente para protegerlo, en particular, de los ataques de
los demonios y espíritus malignos.
La figura de los justos que son cargados por los ángeles, se parece mucho al
pasaje de Deuteronomio 32:11, una parte del cántico de Moisés, que reza: “Como
un águila que agita el nido y revolotea sobre sus polluelos, que despliega su
plumaje y los lleva sobre sus alas.” Y en Éxodo 19:4, otro pasaje que tiene que ver
con Moisés y la peregrinación de Israel por el desierto, se lee: “Ustedes son
testigos de lo que hice con Egipto, y de que los he traído hacia mí como sobre alas
de águila.” Es el pasaje bíblico que Satanás citó cuando tentó a Jesús a que pidiera
la ayuda de los ángeles para eludir el sufrimiento y librarse de la cruz. En el jardín
de Getsemaní, el ángel del Señor fortaleció a Jesús a fin de poder cumplir con el
propósito de cargar con la cruz. Jesús sabía que podía pedir la ayuda de los ángeles
y librarse de la cruz, pero no lo hizo: “¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al
instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles? Pero
entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?”
(Mateo 26:53–54).
Los ángeles del Señor nos ayudan en la lucha contra el tentador. Al rehusar la
tentación de arrojarse desde la parte más elevada del templo, Jesús pisó la víbora.
Según percibimos de la historia de la tentación de Jesús, el tentador abusó del
salmo dándole una interpretación que no concuerda con la voluntad del Padre.
No cualquier interpretación de la palabra de Dios es legítima. Es posible abusar
no sólo de los textos bíblicos, sino también de los ángeles. Sucede cuando se
invoca su ayuda para algo que no está en armonía con la voluntadde Dios, o
cuando uno se dirige directamente a ellos en oración, en vez de dirigir sus
plegarias al Señor. Durante la Edad Media, y aún hoy día, muchas personas oran a
su ángel de la guardia, o a San Miguel, para ser librados de un percance. Y no sólo
esto, sino que también hacen votos a los ángeles y les encienden velas.
Recordamos del libro de Apocalipsis que, cuando Juan se postró a los pies del
ángel, en adoración, el mensajero divino le dijo: “¡No, cuidado! Soy un siervo
como tú, comotus hermanos los profetas y como todos los que cumplen las
palabras de este libro. ¡Adora sólo a Dios!”(Apocalipsis 22:9).
91:13 Aplastarás al león y a la víbora; hollarás fieras y serpientes.
El Señor mismo es quien habla al final del salmo, confirmando por medio de un
oráculo divino la liberación y honra de quienes confían en él (Rose 1964:12). Si
nosotros, al igual que la iglesia primitiva, leemos el Salmo 91 no sólo como un
canto entonado por Moisés o por un maestro desabiduría desconocido, sino
también como un salmo articulado por Cristo, podremos apreciar lo siguiente el
oráculo divino es la aprobación de Dios por la victoria obtenida por Jesús sobre el
tentador, después de los 40 días de prueba en el desierto, y en particular su
victoria sobre las últimas tentaciones de Satanás en la cruz. Y con la resurrección
al tercer día, Jesús fue liberado por completo de la angustia. Posteriormente, con
la ascensión a la diestra del Padre, fue colmado de honores. Y ahora, estando a la
diestra del Señor, habiendo recibido toda autoridad y poder, Jesús nos brinda
también una salida a fin de que podamos resistir las tentaciones a las que nos
vemos enfrentados en el mundo.
La desobediencia de Adán y Eva trajo consigo, como consecuencia, la
expulsión del Paraíso. La desobediencia e idolatría de Israel, fueron la causa de su
expulsión de la Tierra Prometida. La obediencia de Jesús, en cambio, desbarata
tanto la desobediencia del primer hombre, como la de Israel y la nuestra. Jesús es
el nuevo Adán, como también el nuevo Israel.
91:16 Lo colmaré con muchos años de vida y le haré gozar de mi salvación.
7. ¿Cómo es empleada la imagen del león por los diferentes autores del
Antiguo y Nuevo Testamentos? ¿ué simboliza el león en los escritos
bíblicos?
10. ¿De qué manera se cumplieron las palabras del Salmo 91 en el ministerio
de nuestro Señor Jesucristo?
11. ¿Cuál es el mensaje que tiene el Salmo 91 para los creyentes de todos los
tiempos? ¿De qué manera piensa usted emplear el Salmo 91 en su propio
ministerio?
11
Un lamento nacional
SALMO 80
El Salmo 80, al igual que otros salmos de Asaf, ha sido escrito para que se lo cante
en ocasión de un terrible desastre nacional que amenaza poner fin a la existencia
de Israel como pueblo de Dios.
El pueblo ha sufrido una desastrosa derrota militar. Hay destrucción, hambre
y muerte por doquier. El salmo no específica la fecha de lo ocurrido, ni identifica
por nombre al invasor; solamente se refierea él como jabalíes del bosque (puercos
monteses) que destruyen la vid del Señor. La falta de identificación ha facilitado el
uso de este salmo de Asaf en diferentes circunstancias de desastre nacional, tanto
en la vida de la sinagoga como en la vida de la iglesia.
El epígrafe del Salmo 80 es uno de los más largos del salterio: “Al director
musical. Sígase la tonada de ‘Los lirios del pacto’. Salmo de Asaf.” La mayoríade los
investigadores concuerdan con que el epígrafe no procede del salmista, sino que
fue añadido muchos años después, por lo redactores que ubicaron el salmo en el
tercer libro del salterio, o por los cantores que solían entonar el salmo en el
templo y en la sinagoga. En el epígrafe de la Septuaginta se han añadido las
palabras: “Referente a los asirios”, inserción que indica que, según la opinión de
los traductores de la Septuaginta (o las tradiciones empleadas por ellos), el
desastre a que se refiere el Salmo 80 es la invasión al Reino del Norte por los
asirios (732–722 aC.), la que se narra en 2 Reyes 17.
Relacionar la invasión al Reino del Norte por los asirios con el Salmo 80
ayudaría a explicar por qué no se menciona a Jerusalén, Judá, o la casa de David.
Las tribuscuyos nombres aparecen en el lamento, son las tres que descienden de
Raquel –la esposa amada del patriarca Jacob–, y que se encuentran en el Reino del
Norte. Sumado a esto, tenemos la afirmación de los filólogos de que el Salmo 80,
lo mismo que la mayoría de los demás salmos de Asaf, muestra características del
dialecto que se habló en el norte de Palestina (Holladay 1993:32).
Ya hemos notado que en el epígrafe el Salmo 80 se designa como un salmo de
Asaf. Los salmos de Asaf son cantos compuestos por un gremio de cantores levitas
descendientes de Asaf, renombrado cantor y profeta levita a quien David nombró,
juntamente con sus hermanos, a ministrar de continuo delante del arca (1
Crónicas 16:7, 37). Hay investigadores que creen que los integrantes del gremio
de Asaf sirvieron como cantores, músicos y profetas, no sólo en el templo de
Salomón en Jerusalén, sino también en el templo de Dios en la ciudad de Betel. Se
dice que cuando el templo de Betel quedó destruido por los asirios en el año 722
aC., los hijos de Asaf huyeron a Jerusalén con sus instrumentos y composiciones
musicales. Al establecerse en la Ciudad Santa, los refugiados quedaron
incorporados al ministerio de la adoración y la alabanza, juntamente con los
demás músicos y cantores que servían en la casa de Dios en Jerusalén. Según tal
hipótesis, al establecerse los hijos de Asaf en Judá, el Salmo 80 se modificó con la
finalidad de utilizarlo en el Reino del Sur, particularmente en la circunstancia en
que Judá fue invadido nuevamente, y esta vez no por los asirios, sino por el rey
Nabucodonosor y los babilonios. La invasión de los babilonios ocurrió durante el
reinado de los últimos reyes de Judá.
En 2 Crónicas 29:12–14 leemos que los hijos de Asaf se nombran entre los
levitas escogidos por el rey Ezequías –fiel siervo del Señor–, para ayudarle en las
reformas que llevó a cabo en Jerusalén y en el territorio de Judá.
No hay acuerdo entre los investigadores en cuanto al significado de la frase
“sígase latonada de ‘los lirios del pacto”, que es parte del epígrafe. La frase referida
a “los lirios” se encuentra también en los epígrafes de los Salmos 45, 60 y 69. Se ha
sugerido que “los lirios” es el nombre de una melodía muy popular. Se le indica
aquí al director musical que esta tonada es la que debe usarse al cantar el salmo.
Otros, sin embargo, opinan que “lirios” es el nombre de un instrumento musical.
Michael Goulder, en cambio, sostiene que los lirios en cuestión son un símbolo
real de procedencia egipcia, y que había lirios grabados en las columnas de la corte
real en Betel. La referencia a los lirios es, entonces, según Goulder, una indicación
para los músicos de que el cantoha de interpretarse en una celebración que se
llevaba a cabo en la corte real de Betel, como testimonio de la presencia y acción
de Dios.
En tanto que el Salmo 80 comienza como un lamento referido a la
destrucción del Reino del Norte, el Salmo 79 en cambio, es un lamento acerca de
la destrucción de Jerusalén y su templo. Los muchos temas y conceptos que tienen
en común ambos salmos, demuestran que los recopiladores del salterio ubicaron
juntos los dos cantos para resaltar la destrucción de toda la tierra que el Señor le
dio a su pueblo. Ambos salmos resaltan la burla de los pueblos vecinos de Efraín y
Judá. Tanto el Salmo 79, como el 80, terminancon un voto por el que el salmista
promete invocar el nombre del Señor al ser restaurados. Ambos identifican
también a los israelitas como ovejas del Señor.
80:1 Pastor de Israel, tú que guías a José como un rebaño, tú que reinas entre los querubines,
¡escúchanos! ¡Resplandece…!
En los días en que el arca del pacto marchaba al frente de las tribus de Israel,
guiándolas en sus batallas, las tres tribus cuyos hombres marchaban directamente
detrás del arca fueron los de las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín, las tres
tribus que descienden de Raquel y que se nombran en este salmo. En Números 2
se menciona que las tres tribus tuvieron su campamento al oeste de la tienda de
reunión. En el Salmo 80 vemos que las tres tribus, amenazadas por el invasor,
quieren marchar nuevamente detrás del arca y que el Señor las guíe a la victoria en
sus batallas con el enemigo. Aunque generalmente se cuenta a la tribu de
Benjamín como parte del Reino del Sur, hay que recordar que después de la
muerte de Salomón, solamente una parte de la tribu de Benjamín se adhirió a
Judá. Mientras que Jerusalén, la capital del Reino del Sur estaba ubicada en el
territorio de Benjamín, algunas de las otras ciudades de Benjamín, como Jericó,
Ramá y Betel, decidieron adherirse al Reino del Norte (Delitzsch 1976:2.382).
80:3 Restáuranos, oh Dios; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y sálvanos.
Dios, montado sobre el arca del pacto para conducir a los miles de millares del
ejército de Israel en sus guerras santas, fue aclamado como el Señor Dios
Todopoderoso. Debido a que el arca fue guardada en el santuario del Señor en la
ciudad de Siló durante los días de la guerra santa en época de Josué y los jueces,
hay investigadores que creen que el título “yahweh tzebaot”, Dios de los Ejércitos,
Dios Todopoderoso, tuvo su origen allí en Siló. Más tarde, al ser trasladada el arca
a Jerusalén, el título “yahweh tzebaot” se utilizó también en la liturgia del templo.
No obstante, y lamentablemente, en vez de resplandecer sobre su pueblo el
rostro del Señor, surge de la presencia de Dios el humo negro de su furor e
indignación. Las oraciones y súplicas del pueblo aplastado por sus enemigos
luchan por elevarse al cielo como el incienso de la tarde, pero son opacadas e
impedidas por el humo de la ira divina. Por lo tanto, el salmista eleva la súplica:
“¿Hasta cuándo?” La misma pregunta se encuentra en el Salmo 79:5, que también
es un salmo de Asaf para entonar en tiempo de desastre nacional, y que también
habla de la indignación del Señor con su pueblo.
80:5 Por comida, le has dado pan de lágrimas; por bebida, lágrimas en abundancia.
Por segunda vez se oyen las palabras del refrán que implora la restauración de
Israel. Como ya ha sido señalado, el verbo “restaurar” es, sin lugar a duda, una de
las palabras claves del Salmo 80. El vocablo implica no sólo la restauración
política y económica de Israel, o sea, un restablecimiento de las fronteras de
Efraín tal cual habían sido antes de la invasión de los ejércitos extranjeros, sino
que se pide la restauración de la nación de vuelta a los caminos de su Dios. El hijo
pródigo no necesitaba solamente una restauración física y material, sino al mismo
tiempo una restauración espiritual. Necesitaba ser restablecido para corresponder
al amor de su padre.
El otro verbo clave del refrán es “resplandecer”, palabra que trae a la memoria
no sólo las tradiciones sagradas de la presencia luminosa del Señor sobre el arca,
sino también la bendición aarónica de Números 6:24–26: “El SEÑOR te bendiga y
te guarde; el SEÑOR te mire con agrado y te extienda su amor; el SEÑOR te
muestre su favor y te conceda la paz.” El rostro del Señor resplandece sobre
nosotros cuando nos mira, no con ira, sino con gracia, con misericordia, y con su
amor tan tierno e infinito. Pedir, “haz resplandecer tu rostro sobre nosotros”
equivale a pedir, “que reciba su bendición de shalom y todo lo que la palabra lleva
implícito”. Lo que el salmista teme es que el ardor del celo del Señor (Salmo 79:5)
haya oscurecido el rostro del Señor, y que el humo de la ira divina haya levantado
una barrera entre el SEÑOR y su pueblo.
80:8–9 De Egipto trajiste una vid; expulsaste a los pueblos paganos, y la plantaste. Le limpiasteel
terreno, y ella echó raíces y llenó la tierra.
La vid, comparada con los grandes cedros del Líbano, es realmente una planta
insignificante. Sin embargo, la insignificante vid, el pueblo de Israel, se extendió
horizontalmente hasta ocupar toda la tierra de Canaán. Tenemos aquí una alusión
a los días de David y Salomón, en que los hijos de Israel llegaron a dominar a los
antiguos habitantes de Palestina, para formar un reino que se extendió desde el río
Nilo hasta el Éufrates. La alusión a la gloria de Israel de la época de David y
Salomón es una evidencia de que el Salmo 80 fue redactado, en su composición
final, con posterioridad a los días del reino unido.
Surge aquí un tema que se extiende cual hilo dorado a través de toda la
Escritura. Es el tema de cómo Dios escoge a los pequeños, los pobres, los débiles y
los que viven al margen, para ser los instrumentos de su reino y confundir a los
poderosos, los ricos y los que se creen sabios. “Pero Dios escogió lo insensato del
mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar
a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es
nada, para anular lo que es” (1 Corintios 1:27–28).
De acuerdo con la canción de la viña, de Isaías 5:1–7, la vid, después de haber
recibido tanta atención de parte del buen jardinero, nunca llegó a producir, sin
embargo, el buen fruto que de ella se esperaba. En vez de producir uvas grandes y
dulces, para comer y hacer vino, la viña produjo uvas silvestres, o sea, pequeñas y
ácidas, que no tienen utilidad alguna. El jardinero, decepcionado por la falta de
productividad de su viña, decidió quitar el vallado y tumbar la cerca que la
protegía de las bestias del campo. Como resultado, las bestias del campo
invadieron la viña y acabaron con ella, tal como queda expresado en el Salmo 80.
En la figura en que Israel es la vid que fue destruida porque no dio buenos
frutos, Jesús ( Juan 15:1–7) es la vid verdadera, y su Padre es el labrador. Los
discípulos son los sarmientos, o las ramas, queson parte de la vid verdadera. No
obstante, ellos pueden producir buenos frutos del Espíritu Santo sólo si
permanecen en Cristo. Es lo que no hicieron los integrantes de las tribus de José.
No permanecieron unidos al Señor, y por lo tanto no fueron capaces de producir
los frutos de justicia, misericordia y paz. Jesús mismo declaró: “El que no
permanece en mí es desechado y se seca, como las ramas que se recogen, se arrojan
al fuego y se queman” ( Juan 15:6). Es lo que sucedió con las tribus de José, y
debido aesto el salmista se ve en la necesidad de elevar su lamento hacia el trono
de Dios.
80:12 ¿Por qué has derribado sus muros? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas!
Con las cercas que protegían la viña derribadas, cualquier extraño que pasa por el
camino puede entrar a la propiedad y llevarse lo que le dé la gana. Al quedar
derribados los muros de Jerusalén por los babilonios, los vecinos paganos de Judá
aprovecharon la circunstancia para saquear lo que habían dejado los babilonios.
Entre los pueblos vecinos condenados por los profetas por su participación en el
saqueo de Jerusalén y la destrucción del templo, les cupo a los edomitas la
condenación mayor. Hay investigadores que incluso creen que fueron los
edomitas, y no los babilonios, los principales responsables del incendio del templo
(Nevins 2006:7).
En la parábola de Isaías 5 es evidente que los frutos que el Señor quiso
cosechar de su pueblo eran la justicia, la misericordia, la verdad, y la fidelidad al
pacto. Sin embargo, Israel, en vez de manifestar la naturaleza de su Dios, siguió los
caminos de los pueblos vecinos y se contaminó con todas sus abominaciones. En
el último versículo de la parábola de la viña, se oye al Señor que, decepcionado y
frustrado, dice: “La viña del SEÑOR Todopoderoso es el pueblo de Israel; los
hombres de Judá son su huerto preferido. Él esperaba justicia, pero encontró ríos
de sangre; esperaba rectitud, pero encontró gritos de angustia” (Isaías 5:7). Las
palabras de Isaías sirven de respuesta a la pregunta del salmista en este versículo.
80:13 Los jabalíes del bosque la destruyen, los animales salvajes la devoran.
En la época de la Reforma, el papa León X citó esta parte del Salmo en su bula
Exurge Domine, para llamar a Dios a levantarse y expulsar de su viñedo al jabalí
salvaje queestaba destrozando la viña del Señor. El jabalí que León X tuvo en
mente fue, naturalmente, el reformador Martín Lutero. El salmista, al escribir
estas líneas, tuvo en la mira otro jabalíy otras bestias del campo. El epígrafe de la
Septuaginta sugiere que el invasor fue Asiria. uizá se refiera a uno de los líderes
de la invasión asiria, al virrey, o al funcionario principal, o al comandante en jefe
(2 Reyes 18:17), o a Salmanasar, Senaquerib, Sargón II o Tiglat Piléser. Al ser
incorporado el salmo al salterio del templo en Jerusalén, la referencia al puerco
montés probablemente se interpretó como una referencia a Nabucodonosor. Sin
embargo, el salmo no identifica por nombre al invasor que provocó este lamento
nacional. La falta de identificación del invasor permite emplear más fácilmente el
Salmo 80 en cualquier momento en que el pueblo de Dios se siente amenazado
por alguna invasión, persecución, o destrucción. Al calificar a los invasores de
puercos y bestias, el salmista subraya que se trata de personas incircuncisas e
inmundas, que con su mera presencia cometen un sacrilegio al entrar en el templo
del Señor.
80:14–15 ¡Vuélvete a nosotros, oh Dios Todopoderoso! ¡Asómate a vernos desde el cielo y brinda tus
cuidados a estavid! ¡Es la raíz que plantaste con tu diestra! ¡Es el vástago que has criado para ti!
El salmista pide a elohim que haga una inspección del daño provocado en la
plantación del Señor. El salmista abriga la esperanza que la inspección inducirá al
Señor a sentir lástima de su pobre viña y de la vid en que invirtió tanto esfuerzo.
El salmo quiere despertar sentimientos de misericordia y amor en el corazón de
elohim.
80:16 Tu vid está derribada, quemada por el fuego; a tu reprensión perece tu pueblo.
Aquí, lo mismo que en muchos otros salmos, el salmista profiere un voto. Como
parte de su voto sagrado, promete eterna fidelidad al Señor. Promete ser una oveja
que siempre seguirá al Pastor de Israel. Pide que su vida se preserve, a fin de seguir
entonando salmos y cánticos que celebren a su Dios, y a fin de instruir, enseñar y
guiar a las ovejas del redil a que sigan en los caminos del Señor. Aunque el rey
Oseas pereció, lo mismo que el buen rey Josías y sus hijos, los hijos de Asaf, sin
embargo, fueron preservados y su plegaria escuchada, de modo que los músicos y
cantores sagrados siguieron invocando el nombre del Señor e instruyendo al
pueblo del Señor.
Se cree que los hijos de Asaf, teniendo en cuenta las terribles consecuencias de
la infidelidad de Israel al pacto, se convirtieron en los más fieles colaboradores de
los reyes Ezequías y Josías, en las reformas que llevaron a cabo para restaurar al
pueblo de Israel no sólo política, sino, en particular, espiritualmente. Al menos un
autor identificó a los hijos de Asaf que encontraron refugio en Jerusalén, con los
así llamados deuteronomistas, o sea, un grupo de reformadores que lucharon para
introducir un cambio en la vida espiritual de Judá, en base a los preceptos que se
encuentran en el libro de Deuteronomio. Si tal fue el caso, entonces al menos los
hijos de Asaf nunca se apartaron del Señor. Recibieron la vida del creador de la
vida, y con sus melodías y cantos sagrados siguieron invocando el nombre del
Señor. Es nuestro ruego que también nosotros quedemos preservados por la mano
fuerte del Pastor de Israel, para continuar invocando su nombre y entonando
himnos de alabanza y adoración.
80:19 Restáuranos, SEÑOR, Dios Todopoderoso; haz resplandecer tu rostro sobre nosotros, y
sálvanos.
La congregación entona nuevamente las palabras del refrán con las que concluye
el salmo. Sin embargo ahora, por primera vez, se utiliza el nombre divino Señor.
En realidad, lo que el texto hebreo dice, es: “¡Oh, yahweh, elohim tzebaot,
restáuranos!” La intensificación deexpresión en el empleo de los nombres divinos,
es un testimonio elocuente de los deseos vehementes del salmistaal elevar sus
peticiones al Señor.
A diferencia de muchos otros salmos que comienzan como lamentos, en el
Salmo 80 no vemos que haya quedado resuelta la incógnita del lamento. Ni el
Salmo 79 ni el 80 nos ofrecen una respuesta a la pregunta: “¿Hasta cuándo,
SEÑOR?” (Salmo 79:5). Las primeras respuestas a las preguntas planteadas por los
Salmos 79 y 80, se encuentran en el salmo siguiente, el 81, y éste nos dice que
todas las calamidades que les ocurrieron a José y Judá fueron porque “mi pueblo
no me escuchó” (Salmo 81:11). Por lo tanto, los israeli tas actuaron como mejor
les pareció (Salmo 81:12); pero si escuchan nuevamente la voz de su Dios, serán
liberados de sus adversarios.
Si meditamos sobre el Salmo 80 desde el punto de vista del NT, obtendremos
otra respuesta a las inquietudes y preguntas que surgen de este lamento. Lo que el
salmista pide –en particular en el refrán del salmo con sus dos verbos claves– es
una nueva epifanía, una renovada manifestación luminosa de la gloria de Dios,
como garantía de la restauración y transformación de la vid quemada y
abandonada de Israel. Juntamente con sus hermanos, los hijos de Asaf, anhela de
todo corazón poder contemplar el rostro de Dios, como lo hizo Jacob, el
progenitor de las tribus de Efraín, Manasés y Benjamín, cuando luchó con Dios
que se apareció en forma de hombre o ángel, en Penuel (Génesis 32:22–32).
uienes entonan el Salmo 80, anhelan ver el rostro del Pastor de Israel vuelto
hacia ellos, no con ira, sino para bendición. uieren ver el rostro de Dios y vivir;
ansían experimentar una nueva epifanía en la que la gracia y el perdón del
jardinero divino sean manifestados a la vid quemada de Israel y Judá.
El lamento nacional del Salmo 80 aún tiene vigencia para la iglesia cristiana de
nuestro tiempo. Es un salmo que expresa muy bien nuestra realidad, y nos invita a
lamentar la pérdida de la gloria que había percibido el pueblo de Dios en la época
de los apóstoles, los mártires y los reformadores. La viña del Señor ha sido
invadida por la secularización, el agnosticismo y una falsa teología de la gloria,
manifestados tan patente y patéticamente en la así llamada teología de la
prosperidad (Tisdale 1993:398). Predicadores y líderes cristianos renombrados
han caído, al igual que los antiguos reyes de Israel y de Judá, en los pecados más
abominables; pero, en vez de arrepentirse, se complacen junto con quienes los
practican (Romanos 1:32). Han torcido el mensaje de las Escrituras con el fin de
justificar no sólo cruzadas, persecuciones e inquisiciones, sino también el estado
de seguridad nacional, la sociedad de consumo y la destrucción del ambiente. Por
esto, el Salmo 80 podría muy bien utilizarse en la época de Adviento o Cuaresma
no sólo como un lamento, sino como una petición de poder percibir, juntamente
con el salmista, una nueva epifanía de la gloria de Dios.
San Juan afirma que la nueva epifanía se hizo realidad con la encarnación de
Jesucristo: “Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y hemos
contemplado su gloria, la gloria que corresponde al Hijo unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad” ( Juan 1:14). Y el apóstol San Pablo declara: “Porque
Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo brillar su luz en
nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el
rostro de Cristo” (2Corintios 4:6). En el extremo norte de la Tierra Prometida,
cerca del destruido santuario de Dan, Pedro, Jacobo y Juancontemplaron una
nueva manifestación de la gloria de Dios en el rostro de Jesucristo: “Seis
díasdespués, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, el hermano de Jacobo,
y los llevó aparte, a una montaña alta. Allí se transfiguró en presencia de ellos; su
rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz” (Mateo
17:1–2).
La transfiguración de Jesús, contemplada por los tres discípulos, fue un
anticipo no sólo de la resurrección de Jesús, sino también el anticipo, garantía y las
primicias de la restauración y resurrección de la vid quemada de Israel, y la
reunión de todas las ovejas dispersas de las tribus de Israel y de los gentiles guiadas
por un solo pastor: “Yo soy el buen pastor; conozco a mis ovejas, y ellas me
conocen a mí, así como el Padre me conoce a mí y yo lo conozco a él, y doy mi
vida por las ovejas. Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas
debo traerlas. Así ellas escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo
pastor” ( Juan 10:14–16). En Jesucristo el Padre nos mira con su gran amor, nos
perdona y restaura. Sólo en Jesucristo podemos ver el rostro de Dios y no morir;
solamente en él se nos restaura e incorpora al redil del Pastor de Israel.
Los hijos de Asaf que entonaron por primera vez el Salmo 80, aspiraron a ser
quienes llevaran nuevamente el arca del pacto al campo de batalla, a sonar la
trompeta sagrada y a contemplar la tre menda manifestación de la gloria de Dios
encima del arca, lanzando rayos de fuego contra los invasores. El entonar nosotros
el Salmo 80, no abrigamos semejante esperanza. El arca del pacto ha desaparecido,
y nadie ha podido descubrir su paradero. Pese a los esfuerzos de los arqueólogos y
los de toda clase de cazadores del arca perdida, no ha sido posible encontrar rastro
alguno del mueble más sagrado de las tribus del Señor. Sabemos que la gloria del
Señor ya no descansa sobre el propiciatorio del arca del pacto. Sin embargo,
quienes seguimos al Señor, tenemos otro estandarte que nos guía en nuestra
peregrinación y en nuestras luchas espirituales, y que es la garantía de la presencia
del Pastor de Israel entre sus ovejas. El estandarte es la cruz de Cristo.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
6. ¿De qué modo resplandeció la gloria del Señor para defender a sustribus
en la época de Josué y los jueces?
La figura del Señor como el único refugio seguro del ser humano se instala en
todo el salterio. El énfasis dado por el Salmo 32 a este concepto o figura consiste
en que el Señor es el único refugio en el que el pecador contrito puede tener la
seguridad de que su pecado ha sido perdonado. La seguridad del perdón es lo
único que puede librar al alma atormentada de la angustia producida por las
acusaciones de la ley y de la propia conciencia. Satanás, cuyo nombre significa el
acusador, también nos ataca y nos dice que nuestras transgresiones e iniquidades
son demasiado grandes para ser perdonadas. Nuestra única defensa contra los
ataques de la ley, de la propia conciencia y de Satanás es la cruz de Cristo, o sea, la
realidad de que en la cruz del calvario Jesucristo ofreció el sacrificio de expiación,
el sacrificio por medio del cual nuestros pecados son cubiertos y escondidos, y
enterrados para siempre. Por medio del sacrificio de expiación de Cristo, Dios nos
declara libres de culpa y no nos culpa de iniquidad. Cuando uno se siente atacado
por las acusaciones de Satanás, uno de los mejores remedios es procurar cantos y
salmos de liberación, como solía hacer Martín Lutero. Así como los salmos de
David ayudaban a ahuyentar al espíritu malo del rey Saúl, la entonación de
cánticos de liberación ayudará a ahuyentar los espíritus malos quenos acechan. A
Satanás hay que espetarle: “¡Aquí tienen (tenemos) al Cordero de Dios, que quita
el pecado del mundo!” ( Juan 1:29).
Mucho se ha discurrido y discutido acerca del significado y la función de la
palabra “Selah” en los salmos. Hay quienes opinan que es un término técnico que
sirvió para señalar un interludio musical (Snaith 1964:38), en tanto que otros
creen que la palabra se empleó para indicar la lectura de una historia o relato, que
explicaba la razón por la cual el salmo era entonado. Si, por ejemplo, este salmo
penitencial lo escribió David en ocasión de su adulterio con Betsabé, entonces,
después de entonárselo, uno de los levitas leía a la congregación la historia de
David y Betsabé de 2 Samuel 11 y 12.
32:8 El SEÑOR dice: “Yo te instruiré, yo te mostraré el camino que debes seguir; yo te daré consejos
y velaré por ti.
Muchos autores, tanto judíos como cristianos, opinan que la persona que habla es
el que suplica, el cual, habiendo recibido el perdón de Dios, brinda ahora
instrucción a la congregación de cómo andar en el camino de la Tora. Otros
autores, en cambio, opinan que es Dios mismo quien habla, y que se dirige al
salmista y a todos los lectores del salmo, llamándoles a vivir de acuerdo con la
Tora, en agradecimiento por haber recibido el inmerecido perdón de Dios. Los
creyentes, hijos de Dios, quieren seguir el camino de la Tora, no para merecer su
liberación y restauración, sino porque ya fueron perdonados y salvados. En el AT,
tanto como en el NT, la santificación es un fruto de la justificación, y no la
justificación un fruto de la santificación. Los Diez Mandamientos fueron
entregados a Israel en el monte Sinaí después de la liberación de Egipto, no antes.
La razón por la que Israel quiere seguir en el camino dela Tora y meditar enella de
día y de noche, es por agradecimiento, por haber sido liberados de la esclavitud de
Egipto. Los rabinosenseñaron que la frase “yo te daré consejos y velaré por ti”, se
refiere a las enseñanzas de la Tora (Hakhan 2003:245).
32:9 No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar
con brida y freno, para acercarlos a ti.”
Los caballos y los mulos son criaturas incapaces de reconocer la culpa y de cómo
solucionarla. La mayoría de los investigadores comparten la opinión de que el que
suplica imparte instrucción moral a la congregación, exhortándola a no cometer
el mismo error que cometió él, de disimular el pecado y no confesarlo ante Dios.
En otras palabras, les dice: “No hagan lo que hice yo, porque si lo hacen, también
sufrirán muchos dolores y sinsabores.” uienes meditan en la Tora del Señor de
día y de noche, deben ser instruidos por el Espíritu de Dios mediante los consejos
de la Palabra y no a palos, como se procede con los animales irracionales.
Proverbios 26:3 declara: “El látigo es para los caballos, el freno para los asnos, y el
garrote para la espalda del necio.”
El comentarista español Luis Alonso Schökel, propuso entender este versículo
y elsiguiente de otra manera. Según Schökel, el que habla es el Señor y no el que
suplica. Dice Schökel que todo el Salmo 32 es un diálogo antifonal entre el Señor
y el que suplica, celebrado como partede una liturgia sagrada. En primer lugar
habla el Señor por medio de un profeta o cantor inspirado, y después responde el
que suplica. Según esta forma de entender el Salmo 32:9–10, el Señor le da al que
suplica una advertencia o amonestación, no sea que se descuide y caiga
nuevamente en la misma transgresión. Tiene que haber aprendido la amarga
lección y no ser como el perro que vuelve a su vómito, o como la puerca lavada
que vuelve a revolcarse en el lodo (2 Pedro 2:22). El que suplica y ha
experimentado la dicha del perdón divino, tiene que haber aprendido a caminar
más cerca de su buen Pastor, para que los poderes ocultos no logren enredarlo
nuevamente. En Lucas 11:24–26 Jesús advierte a sus discípulos respecto del
espíritu maligno que, al salir del hombre y no encontrar donde quedar, vuelve a
hacer su morada en el mismo hombre del cual salió, trayendo consigo otros siete
espíritus más malvados que él. Como resultado, el estado final de aquella persona
resulta ser peor que el inicial.
Otro peligro que acecha al pecador después de haber confesado su
transgresión y recibido la absolución, es el de caer en el fariseísmo. Sucede muchas
veces que las personas liberadas de un pecado o vicio, se vuelvan sumamente
intolerantes con los que son lo que ellos habían sido anteriormente. De esta clase
fueron los que quisieron apedrear a la mujer sorprendida en el acto mismo de
adulterio, ya que ellos eran culpables de ese mismo pecado ( Juan 8:1–13).
Conozco el caso de un líder cristiano que antes de su conversión fue alcohólico.
Ahora que está liberado del antiguo hábito se ha vuelto intolerante con todos los
hombres de su congregación que no practican una abstinencia total. Hay otros
que afirman que no hay beata más beata que la prostituta que se ha enmendado. Si
Dios nos ha librado de cualquier pecado o influencia mala, lo ha hecho para
inducirnos a que mostremos compasión, comprensión yamor por las personas que
aún siguen luchando con un mal similar.
32:10 Muchas son las calamidades de los malvados, pero el gran amor del SEÑOR envuelve a los que
en él confían.
El cabestro y el freno empleados para guiar a los mulos y caballos, son enseres
ornamentados que lucen bien, pero producen dolor. Los atavíos necesarios para
los hijos de Dios, en cambio, son las palabras de la Tora. Cuando los seres
humanos hacen oídos sordos a las palabras de la Tora, tienen que ser llevados y
guiados por las experiencias dolorosas de la vida, como en el caso del hijo perdido
en el país lejano (Lucas 15).
El rey David, después de haber cometido pecado con Betsabé, la mujer de
Urías el hitita, debió sufrir muchos dolores: Tamar fue violada, su hijo Amnón
fue asesinado, su otro hijo, Absalón, se rebeló, Ajitofel lo traicionó, Absalón fue
muerto en combate, Seba se sublevó y Adonías usurpó el trono. Aunque Dios le
perdonó a David su pecado, la cadena de desgracias que desató la transgresión del
rey le causó muchos dolores. Se aprecia particularmente al leer ellamento que
David elevó al cielo al enterarse de la muerte de su hijo Absalón (2 Samuel 18:33).
Aceptan o la propuesta de que el Salmo 32 es un diálogo entre el que suplica y el
Señor, podría asignarsela primera parte del versículo al que suplica, y la segunda al
Señor.
32:11 ¡Alégrense, ustedes los justos; regocíjense en el SEÑOR! ¡canten todos ustedes, los rectos de
corazón!
1. ¿En qué consiste la doble dicha del que suplica en el Salmo 32?
SALMO 121
El Salmo 121 parece corresponder a una ceremonia de despedida, en la cual el
peregrino que había venido al santuario para la celebración de una de las fiestas
del pueblo de Dios, se prepara para regresar a su pueblo (Kraus 1996:134). En el
salmo se pide el amparo y auxilio del Señor en el viaje de regreso. El que suplica
pide protección del sol abrasador, que no le falte el agua y que no caiga en manos
de gentiles y asaltantes. Al abandonar el santuario, el caminante recibe la
bendición y promesa de protección del sacerdote.
121:1–2 A las montañas levanto mis ojos; ¿de dónde ha de venir mi ayuda? Mi ayuda proviene del
SEÑOR, creador del cielo y de la tierra.
Al hacer los preparativos para emprender el viaje, el peregrino contempla los alto
montes a su alrededor y siente dentro de sí algo de temor, porque para el
peregrino los montes no representan seguridad o firmeza, sino peligro. Las
montañas y colinas eran los lugares donde es escondían los bandoleros y ladrones,
según leemos en la parábola del buen samaritano (Lucas 10). En las cumbres de
las altas montañas y de los cerros, se encuentran los altares y santuarios de los
dioses paganos. Eran los lugares donde se ofrecían los sacrificios humanos y se
practicaban otros actos abominables (Isaías 65:3–7). Desde allí, los hechiceros y
brujos, como Balán, echaron sus maldiciones y hechizos sobre el pueblo escogido.
En la historia de las religiones, los lugares altos han sido el escenariode prácticas
que para los israelitas era consideradas abominaciones, prácticas similares a los
sacrificios humanos que los aztecas ofrecían en lo alto de sus pirámides. No hace
mucho se han descubierto en lascumbres de las altas montañas del Perú y Bolivia,
evidencias de los sacrificios humanos que allí solían practicarse en épocas
precolombinas.
El diálogo que encontramos en los primeros versículos del salmo, tiene que
ver con lospeligros que cual asechanzas aguardan al caminante al disponerse a
emprender su largo viaje. La pregunta que aflige alperegrino es: ¿uién me va a
escoltar durante el viaje de regreso? Si se presentan los peligros, “¿de dónde ha de
venir mi ayuda?” El salmo no dice con quién dialoga el salmista. Hay quienes
opinan que es con uno de los levitas o sacerdotes del santuario, en tanto que otros
creen que se trata de un diálogo que se desarrolla en su interior.
¿uién guardará al peregrino? Nadie más ni nadie menos que el Dios de toda
la creación, el Dios cuyas maravillas el viajero acaba de celebrar en el templo. Es
Dios quien garantiza la seguridad del peregrino en su viaje de regreso. La raíz
hebrea de donde proceden las palabras “guardar”, “guardador” y “guardián” de
nuestro lenguaje, parece ser la palabra clave de estecanto. En efecto, como
veremos en el versículo siguiente, en el Salmo 121 encontramos un nuevo título
para Dios el Señor, y es: “El que guarda a Israel.”
El refrán “creador del cielo y de la tierra” se repite una y otra vez en los salmos
graduales y es, juntamente con otros refranes, una de las características de este
grupo de cantos. Otro de los refranes característico de los salmos graduales se
encuentra en el último versículo del salmo, y reza: “desde ahora y para siempre.”
121:3–4 No permitirá que tu pie resbale; jamás duerme el que te cuida. Jamásduerme ni se adormece
el que cuida de Israel.
Otro título que el Salmo 121 atribuye al Señor es “sombra”. El Señor es la sombra
que me protege de la insolación, producto de los intensos rayos solares.
Recordemos que en laparábola del sembrador el sol con sus rayos abrasadores es
un símbolo de las tribulaciones y persecuciones que sufrirán los discípulos fieles
por causa del evangelio (Mateo 13:6, 21). El Señor será nuestro guardador
también en tales tribulaciones y persecuciones.
El Señor también protegerá al viajero de la influencia maligna de la luna. En el
mundo antiguo se creía que el dios de la luna producía muchas enfermedades,
incluyendo la fiebre, la lepra y las enfermedades mentales. Originalmente, la
palabra “lunático” significaba uno que sufría una posesión demoníaca producida
por el dios de la luna, deidad principal de Ur de los caldeos, laciudad natal del
patriarca Abraham. La palabra griega para epiléptico, en Mateo 7:15, es lunático,
o unoque sufrió el efecto dañino de la luna. Al dejar la casa de Dios, también
nosotros, y no sólo el salmista, recibimos la bendición de estar protegidos contra
todos los peligros con los que nos enfrentamos en nuestra peregrinación aquí en
la tierra.
El Señor promete proteger al viajero de noche, en particular mientras el
peregrino duerme al aire libre, como Jacob (Génesis 28). La noche es la ocasión
en que los asaltantes y criminales operan ( Job 24:15–16). Es el momento en que
los demonios que habitan en los lugares solitarios, intentarán un ataque nocturno.
Cuando Jacob, el padre de los doce patriarcas, se acostó sobre el suelo rocoso cerca
de Betel y tuvo la visión de la escalera por la que los ángeles de Dios subían y
bajaban entre el cielo y la tierra, Dios mismo estuvo presente para brindarle su
protección y prometerle su bendición. Tal visión del Dios que guarda a Israel
impulsó al patriarca a exclamar: “En realidad, el SEÑOR está en este lugar, y yo no
me había dado cuenta” (Génesis 28:16).
Se ha relacionado también al Salmo 121 con lo relatado en Esdras 8, donde se
cuenta que el escriba Esdras regresó de Babilonia a Jerusalén con un numeroso
grupo de judíos que decidieron emprender el viaje de regreso a Judea. Vemos allí a
los peregrinos acampados en tiendas a orillas del río Ahava. Esdras mismo relata
lo que sucedió: “Luego, estando cerca del río Ahava, proclamé un ayuno para que
nos humilláramos ante nuestro Dios y le pidiéramos que nos acompañara durante
el camino, a nosotros, a nuestros hijos y nuestras posesiones. En realidad, sentí
vergüenza de pedirle al rey que nos enviara un pelotón de caballería para que nos
protegiera de los enemigos, ya que le habíamos dicho al rey que la mano de Dios
protege a todos los que confían en él, pero que Dios descarga su poder y su ira
contra quienes lo abandonan. Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios
pidiéndole su protección, y él nos escuchó” (Esdras 8:21–23).
En este pasaje, así como en el Salmo 121, encontramos el relato de un largo
viaje en que se manifiesta el temor de ser asaltados y la necesidad de un guardador
que escolte a los peregrinos. Uno de los conceptos claves en los salmos graduales
es la idea de subir, o ascender, al santuario del Señor en Jerusalén. Se ha tomado
por sentado, entonces, que los himnos graduales como el Salmo 121, tuvieron qu
ver con la subida que emprendían los fieles tres veces al año, es decir, para la fiesta
de la Pascua, la de las Semanas (Pentecostés) y en parti cular la fiesta de las
Enramadas. Se cree que los grupos de peregrinos que viajaban juntos hacia la
Ciudad Santa, entonaban los 15 salmos graduales durante la larga caminata.
Sin embargo, también es posible considerar los cantos graduale como himnos
que entonaron los judíos durante su larga peregrinaciónde regreso a Judea desde
Babilonia y la cautividad. Es lo que habráhecho los judíos que marcharon con el
escriba Esdras, según lo rela tado en el pasaje mencionado anteriormente. Con
posterioridad a la cautividad babilónica, los judíos que emprendían una
peregrinación a Jerusalén, tres veces al año, no sólo entonaron los himnos
graduales con la expectativa de las fiestas que se celebraban en la Ciudad Santa,
sino que lo hacían también para rememorar los himnos entonados por sus
antepasados al salir de Babilonia y regresar a la tierra de sus antepasados, y ver
cumplida así la promesa del Señor.
121:7–8 El SEÑOR te protegerá; de todo mal protegerá tu vida. El SEÑOR te cuidará en el hogar y
en el camino, desde ahora y para siempre.
Las palabras “desde ahora y para siempre”, le dan al salmo cierto tono futurista o
escatológico. Es precisamente esta nota la que ha motivado a un grupo de
investigadores a afirmar que el Salmo 121, en su forma final y de acuerdo a su
ubicación entre los salmos graduales, debe entenderse también como un canto
que los fieles entonan en expectativa de la subida de todas las tribus de Israel y
todas las naciones de latierra, para celebrar la victoria final del SEÑOR sobre todos
sus enemigos, y la futura inauguración delreino de Dios. Este enfoque dado a los
salmos graduales, los ubica en línea con otros textos escatológicos que hablan de
una subida futura de todos los pueblos, para adorar al Señor en Sión. Entre estos
textos se destacan los siguientes: “En los últimos días, el monte de la casa del
Señor será establecido como el más alto de los montes; se alzará por encima de las
colinas, y hacia él confluirán todas las naciones. Muchos pueblos vendrán y dirán:
‘¡Vengan, subamos al monte del SEÑOR, a la casa del Dios de Jacob!, para que nos
enseñe sus caminos y andemos por sus sendas.’ Porque de Sión saldrá la
enseñanza, de Jerusalén la palabra del SEÑOR. Él juzgará entre las naciones y será
árbitro de muchos pueblos. Convertirán sus espadas en arados y suslanzas en
hoces. No levantará espada nación contra nación, y nunca más se adiestrarán para
la guerra. ¡Ven, pueblo de Jacob, y caminemos a la luz del SEÑOR!” (Isaías 2:2–5).
“Entonces los sobrevivientes de todas las naciones que atacaron a Jerusalén
subirán año tras año para adorar al Rey, al SEÑOR Todopoderoso, y para celebrar
la fiesta de las Enramadas. Si algunode los pueblos de la tierra no sube a Jerusalén
para adorar al Rey, al SEÑOR Todopoderoso, tampoco recibirá lluvia.
Y si el pueblo egipcio no sube ni participa, tampoco recibirá lluvia. El SEÑOR
enviará una plaga para castigar a las naciones que no suban a celebrar la fiesta de
las Enramadas” (Zacarías 14:16–18).
Es de interés notar que el texto de Zacarías aquí citado, referido a la fiesta de
las Cabañas o las Enramadas, dice que las naciones subirán para rendir adoración
y tributo al Señor en Jerusalén. La fiesta de las Enramadas ha sido desde la
antigüedad la gran celebración de la cosecha, en que los frutos del campo son
recogidos y guardados. La cosecha última siempre ha servido como metáfora del
Juicio Final y la inauguración del reino de Dios. Entendido desde este punto de
vista, el Salmo 121, junto con los demás himnos graduales entonados por los que
suben a Jerusalén para la fiesta de las Enramadas, celebra no sólo la subida de la
cautividad babilónica en el pasado, o la subida paraparticipar de la fiesta de las
Enramadas en el tiempo presente, sino también para festejar con anticipación la
subida de todos los pueblos, tribus, naciones y razas en el futuro.
Con el entendimiento esclarecido por la revelación que nos ha sido dada en el
NT, vemos que el templo de Jerusalén, destruido por el general romano Tito, en
el año 70 dC., ha sido reemplazado por el Verbo que se hizo hombre y habitó
(literalmente: “hizo su tabernáculo”) entre nosotros ( Juan 1:14). En la visión
referida a la nueva Jerusalén, que Juan recibió y que encontramos en Apocalipsis
21:22, leemos: “No vi ningún templo en la ciudad, porque el Señor Dios
Todopoderoso y el Cordero son su templo.” Esta dimensión escatológica que se le
da al Salmo 121 y a los demás cantos graduales, nos recuerda que nuestras
celebraciones litúrgicas también están orientadas al pasado, al presente, y al
futuro. Cada celebración de la Eucaristía es, a la vez, una recordacióndel sacrificio
del cuerpo y de la sangre de Jesús en la cruz en el pasado. Al mismo tiempo, es una
recepción del perdón divino y del don del Espíritu en el presente y, finalmente,
una anticipación de la gran cena de las bodas del Cordero con su novia, la santa
iglesia cristiana, que tendrá lugar cuando seamos llamados a subir al monte de
Dios en la nueva Jerusalén, para verlo a él cara a cara y contemplar para siempre su
hermosura. En nuestra peregrinación hacia la nueva Jerusalén, contamos con la
promesa de ser guardados, escoltados y protegidos por aquel que es el guardador
de Israel, el que guardará nuestra salida y nuestra entrada desde ahora y para
siempre.
En resumen, en el Salmo 121, al iniciar el peregrino su viaje por lugares
desconocidos, extraños y peligrosos, recibe tres bellas y confortantes promesas del
Señor, a saber: 1. El Señor es el creador de los cielos y la tierra y, por lo tanto,
todos los lugares por donde tendrá que pasar el peregrino son parte de la buena
creación de Dios y están sometidas a su soberanía y no al dominio de las fuerzas
del mal. 2. El Señor, el guardador de Israel, es un Dios que no duerme ni descansa,
como las deidades y espíritus reverenciados por los pueblos paganos. No hay un
tiempo del día o del año en que sus fuerzas mengüen y pierdan su efectividad.
Siempre está pendiente de los suyos. 3. El peregrino ocupado en los negocios del
Señor, cuenta con la protección y promesa del Dios vivo. Es la promesa
consoladora vigente no sólo para el israelita que emprende sus tres
peregrinaciones anuales a Jerusalén, o para el liberado del pueblo de Dios que deja
atrás la cautividad en su viaje de regreso a Canaán, sino que está vigente también
para todos los evangelizadores y misioneros que salen al mundo para llevar las
buenas nuevas a las naciones.
LOS SALMOS GRADUALES
En el salterio encontramos 15 salmos con el epígrafe “canto gradual”. Son los
Salmos 120–134. Según evidencias, tanto internas como externas, constituyen un
grupo especial de cantos bien unidos en cuanto a su vocabulario, estilo y teología
(Mitchell 1997:89). El salmo central de este grupo de cantos es el 127. A ambos
lados del salmo central hay dos grupos de siete salmos. En cada uno de estos dos
grupos aparece 24 veces el tetragrámaton (YHWH). En el tercer salmo de cada
grupo aparece el título “JAH” (ver, por ejemplo, Salmo 130:3 “Si tú, SEÑOR”
[ JAH, RV]).
La expresión “salmo gradual” viene del epígrafe que lleva cada canto de este
grupo de 15 salmos. El término “gradual” nace de la palabra hebrea para expresar
subida o ascensión. La palabra es también uno de los términos claves en muchos
de los cantos que son parte de este grupo. El concepto está referido a las personas
que suben a un santuario o lugar sagrado, ubicado en la cumbre de un cerro o
montaña. En casi todas las culturas de la antigüedad encontramos la costumbre de
celebrar ritos sagrados en los lugares altos, porque de esta manera los devotos
están, se cree, más cerca de los dioses celestiales quienes, supuestamente, tienen su
morada en los cielos o arriba de ellos. Las oraciones y el humo de los sacrificios
ofrecidos en lo lugares alto, pueden ascender más fácilmente hacia los dioses y ser
recibidos por ellos. Los antiguos sumerios de Babilonia, que originalmente
vivieron en una zona montañosa, al emigrar a las planicies de Mesopotamia se
vieron obligados a construir montañas artificiales llamadas zigurat, a fin de tener
lugares adecuados donde realizar sus actividades religiosas. Las pirámides de
losaztecas y mayas cumplían funciones similares. En la Biblia hebrea, la palabra
para “subir” o “ascender” se ha convertido en un término técnico que alude a la
idea de subir al templo de Dios para tributarle la adoración y los sacrificios que se
le deben.
Aun antes de que el rey David tomara la ciudad de Jerusalén, ésta era un
centro religioso bien conocido, con su templo y su rey que también ejercía, como
en el caso de Melquisedec, el oficiode sumo sacerdote. Recordemos de Génesis 22,
que Abraham subió al monte Moria para sacrificar allía su hijo Isaac. La gran
mayoría de los investigadores identifica al monte Moria como el sitio donde, más
tarde, el rey Salomón construyó el templo para el Señor. Es muy probable que
antes de la construcción del templo de Salomón, David se hubiera apropiado del
viejo templo cananeo para uso de los israelitas y de los antiguos jebuseos que
aceptaron al Señor como su Dios, y fueron incorporados al pueblo de Israel.
Según muchas tradiciones rabínicas, existe una relación entre los 15 salmos
graduales y las 15 gradas que conducen desde el patiode las mujeres hasta la
puerta dorada de Nicanor, por la que se entrabaal patio de Israel. Según la Tosea
Sukkah, los levitas tocaron todo tipo de instrumentos musicales mientras
entonaban los 15salmos graduales desde las quince gradas, durante la celebración
de la fiesta de las Enramadas. El conocido comentarista rabínico David uimhi,
afirma que desde cada una de las quince gradas, los levitas entonaban uno de los
15 salmos graduales.
LOS SALMOS GRADUALES
Y EL TESTIMONIO DE NEHEMÍAS
Michael Goulder (1997:43) sostiene que los 15 salmos graduales son
composiciones del mismo autor y que originalmente fueron escritos para ser
cantados para acompañar una lectura del testimonio o memorias de Nehemías
durante la celebración de la fiesta de los Tabernáculos en el año 445 aC., o sea, tres
semanas después de terminada la construcción de los muros de Jerusalén. De
acuerdo con esta hipótesis, cada uno de los salmos graduales corresponde a un
evento narrado en el libro de Nehemías. Estos 15 salmos que celebran la
restauración de los que retornaron a Jerusalén se caracterizan por su espíritu de
esperanza, expectativa y celebración. Son menos agresivos que los salmos en otras
partes del salterio. Son más atractivos, pues no contienen imprecaciones, sino que
buscan el bien de la ciudad, y oraciones por la paz de Jerusalén. Abunda en los
salmos graduales el uso del símil y el empleo de la repetición como una técnica
pedagógica. Se destaca la importancia de la Ciudad Santa, pues en ellos se
menciona cinco veces a Jerusalén y siete veces a Sión.
De acuerdo con la hipótesis de Michael Goulder en cuanto a la composición
de los salmos graduales, el Salmo 120 fue cantado en la tarde del primer día de la
fiesta de los Tabernáculos. Sucesivamente los demás salmos eran cantados en las
mañanas y las tardes de los próximos siete días. Según la reconstrucción de
Goulder (1997:58) los salmos graduales fueron presentados de la siguiente
manera cuando se estrenaron en el año 445 aC.:
14. Lo que se relata en la mañana del 22 de tishri es la gran procesión con que
se celebró la dedicación de los muros de Jerusalén (Nehemías 12:27–43).
El Salmo especial para esta ocasión fue el 133.
Esto es en breve como un autor intentó establecer una relación histórica entre
los 15 salmos graduales y los eventos claves en la reforma que llevó a cabo el
gobernador Nehemías en el año 445 aC. Aunque la hipótesis desarrollada aquí
tenga márgenes de error, en parte o totalmente, es evidente, por lo menos, que los
15 salmos graduales reflejan el entusiasmo y el optimismode los judíos que
regresaron de Babilonia en los días de Zorobabel, Esdras, y Nehemías, y que se
prestan para ser entonados por los creyentes de todas las edades mientras trabajan,
luchan y oran para la reforma de la iglesia y la extensión del reino de Dios. Los
problemas, la oposición, y los obstáculos que tuvieron que enfrentar los que se
dedicaron a la restauración de Sión son típicos de las dificultades que encuentran
todos aquellos que se preocupan por el bien de la ciudad. Dan un testimonio
elocuente a este respeto las lágrimas, súplicas y sufrimientos en la última subida
que hizo Jesús a Sión para buscar la paz de Jerusalén.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
3. Hay intérpretes del Salmo 121 que con frecuencia afirman que la ayuda
del Señornos llega desde los montes. ¿Por qué habría de ser ésta una
interpretación equivocada?
4. ¿Cuáles son los temas y las características que los salmos graduales tienen
en común?
6. ¿Por qué llamamos “gradual” a los versículos bíblicos que se entonan entre
la lectura de la Epístola y el Evangelio, en los servicios litúrgicos de las
iglesias históricas?
En Hechos 12, leemos que el rey Herodes Agripa I aprehendió al apóstol Pedro
después de haber mandado decapitar al apóstol Jacobo. El apóstol Pedro fue
arrestado con la intención de ser ejecutado después de pasados los días de los
panes sin levadura. Pedro, encadenado, estuvo fuertemente custodiado por cuatro
guardias de cuatro soldados. Hechos 12:7 cuenta qué sucedió en la noche antes de
la planificada ejecución: “De repente apareció un ángel del Señor y una luz
resplandeció en la celda. Despertó a Pedro con unas palmadas en el costado y le
dijo: ‘¡Date prisa, levántate!’ Las cadenas cayeron de las manos de Pedro.”
Inesperadamente, Pedro se encontró libre. Siguiendo al ángel, salió de la
cárcel pasando la primera y segunda guardia, y pasando por la puerta de hierro
que daba a la ciudad, Pedro estuvo libre y a salvo. Al principio Pedro creyó que
estaba soñando, que veía una visión. Sin embargo, al golpearle el rostro el aire frío
de la noche, se dio cuenta que lo que estaba viviendo no era un sueño sino un
poderoso acto de liberación de Dios. En seguida, el apóstol se dirigió a la casa dela
madre de Juan Marcos, donde los hermanos estaban reunidos en una vigilia de
oración. Una muchacha, llamada Rode, abrió la puerta al oír que Pedro estaba
llamando. Al abrirla y ver a Pedro, Rode creyó que estaba soñando y viendo una
visión. Sin embargo, la verdad era que ni Pedro ni Rode veían visiones. El Señor
había convertido sus sueños en realidad: el apóstol había sido liberadodesu
cautividad y del peligro de muerte.
Algo semejante a lo que experimentó Pedro sucede en el Salmo 126. Durante
setenta años los judíos llevados cautivos a Babilonia por el rey Nabucodonosor
habían elevado sus plegarias al Señor, pidiendo su liberación y la repatriación a la
tierra de Judá. Cuando el imperio babilónico cayó ante el ataque de los ejércitos
unidos de Persia, Media y Elam, la larga pesadilla de los cautivos tocó a su fin. El
conquistador, Ciro el Grande, líder de los ejércitos victoriosos, promulgó un
edicto autorizando la repatriación de los judíos cautivosa la Tierra Prometida y la
reconstrucción de Jerusalén y del templo. El primer grupo de cautivos liberados
que regresaron a Judá guiados por Sesbasar príncipe de Judá, fue de cuarenta mil.
A éstos, su liberación y repatriación debe haberles parecido un sueño hecho
realidad.
Ahora bien, la traducción del Salmo 126 de la versión Reina Valera Revisada
de 1960, nos da la impresión de que el salmista y los deportados todavía están en
Babilonia, entonando cantos referidos a su futura liberación. Es la opinión del
erudito alemán Walter Beyerlin, que el Salmo 126 tuvo su origen como oráculo
profético pronunciado por un profeta en éxtasis. Entendido de esta manera, el
sueño del que se habla es un sueño profético, o sea, un sueño que ocurre mientras
uno se encuentra en éxtasis profético o carismático.
Para otros traductores e intérpretes, lo que se oye en los primeros tres
versículos del salmo son los gritos de júbilo del primer grupo de deportados
quienes, después de la larga peregrinación desde Babilonia a Judá, subieron
finalmente a Jerusalén. Es la opinión que comparten H.J. Kraus, Erhard
Gerstenberger y Alonso Schökel, en sus comentarios referidos al Salmo 126.
Asimismo, es la opinón de los traductores de la Reina Valera Revisada de 1995,
porque leemos: “Cuando Jehová hizo volver la cautividad a Sión fuimos como los
que sueñan.” En realidad, es difícil determinar si el restablecimiento que se celebra
en el Salmo 126 es futuro o presente, porque en hebreo no existen verbos que
podamos calificar de presente o futuro. En hebreo los verbos expresan más bien la
calidad de una acción, y ésta puede ser completa o incompleta. El tiempo del
verbo tiene que determinarse a base de su contexto. Sea la ascensión a Jerusalén
que se celebra en los versículos 1–3 del tiempo presente o futuro, lo que importa
es que la repatriación de los hijos de Dios a la Tierra Prometida no fue un sueño
sino una realidad. Cuando las futuras generaciones de creyentes subieron a
Jerusalén para celebrar la fiesta de las Enramadas, lo hicieron entonando este
himno gradual, cual si fueran integrantes del primer grupo de cautivos liberados
que regresaron de la cautividad a la libertad.
La alegría de los primeros israelitas que regresaron a Sión es comparable con
el gozo que experimentaron los alemanes en 1989, al caer el muro de Berlín y
desplomarse la ex Unión Soviética. Es comparable también con la alegría que
sintieron los habitantes de Sudáfrica al terminarse la inhumana política del
apartheid (separación de las razas) y al hacerse efectiva la elección de Nelson
Mandela como primer presidente de raza negra de la República. Una alegría
similar colmó al pueblo venezolano en el año 1935, cuando después de 27 años de
represión y torturas, se anunció el fallecimiento del dictador Juan Vicente
Gómez. En todos éstos y centenaresde otros acontecimientos, el creyente puede
percibir la mano del Señor quien sí sabe cómo dar vuelta la tortilla. La
abundancia de verbos en primera persona del plural, son un indicio del empleo
del Salmo 126 en la adoración de las congregaciones de creyentes, y por lo tanto
ha sido catalogado como himno de acción de gracias comunal, cantado
originalmente para celebrar el fin de la cautividad babilónica (Gerstenberger
2001:342).
Al leer la frase “nos parecía estar soñando”, no hay que interpretarla en
términos irreales. Según creencias antiguas, los sueños son una parte importante
de la realidad de los seres humanos. Y son creencias que están aún en vigor en
muchas partes del mundo (Gerstenberger 2001:342).
126:2 Nuestra boca se llenó de risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas. Hasta los otros pueblos
decían: “El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos.”
Hay una posible alusión al versículo 3 en las palabras que Jesús dirigió al
endemoniado geraseno después de su liberación. Recuérdese que el endemoniado,
ya sanado, quiso acompañar a Jesús en su regreso a Galilea, pero Jesús le dijo:
“Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y
cómo te ha tenido compasión”(Marcos 5:19). Es significativo que en el Salmo 126
los judíos son quienes hablan a las naciones gentiles contándoles cuán
misericordioso fue el Señor con ellos. En el caso del endemoniado sanado, vemos
que ungentil es enviado a dar testimonio a sus conciudadanos de que la liberación
que otorga el Señor en su misericordia, no está dispuesta solamente para el pueblo
de Israel, sino también para los gentiles.
La frase “el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros”, se encuentra
también en el libro del profeta Joel ( Joel 2:21), un libro que tiene mucho en
común con los sentimientos expresados en el Salmo 126. Son semejanzas que han
inducido a muchos investigadores a concluir que el autor del salmo basó su himno
de acción de gracias en la lectura hecha del profeta Joel y que, por lo tanto, el
Salmo 126 tiene que haber sido escrito después de Joel, o sea, durante la época del
Imperio Persa (Gerstenberger 2001:342).
126:4 Ahora, SEÑOR, haz volver a nuestros cautivos como haces volver los arroyos del desierto.
Las imágenes y metáforas utilizadas por el autor del salmo dan énfasis a unode los
grandes temasrecurrentes en la literatura bíblica. Es el tema del cambio de suerte
obrado por Dios a favor de los débiles, los marginados y los oprimidos. Al entonar
estos salmos, los peregrinos queascendían al santuario en Sión daban testimonio
elocuente de la realidad de que el cambio en la suerte odestino de uno no queda
determinadopor la posición de los planetas, ni por ritos y ceremonias secretas
realizadas por los practicantes de las ciencias ocultas. Es el Señor, y solamente el
Señor quien gobierna con susoberanía el destino de los seres humanos y su
historia. Según Isaías 45:1–7, fue el Señorquien llamó a Ciro el Grande, como su
instrumento, para poner fin al sueño de Babilonia de ejercer el dominio sobre
todo el mundo. Fue el Señor quien motivó a Ciro a decretar la restitución de los
israelitas en cautiverio a su tierra natal, y ordenar la reconstrucción del templo.
En consonancia con el Salmo 126, que celebra la gracia divina que cambia
nuestro destino, la virgen María exclamó con las palabras de su propio salmo,
conocido como el Magnificat, diciendo: “Porque el Poderoso ha hecho grandes
cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De generación en generación se extiende su
misericordia a los que le temen. Hizo proezas con su brazo; desbarató las intrigas
de los soberbios. De sus tronos derrocó a los poderosos, mientras que ha exaltado
a los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes, y a los ricos los despidió
con las manos vacías” (Lucas 1:49–53).
Al entonar el Salmo 126 en nuestra propia peregrinación y ascenso a la
Jerusalén celestial, recordemos que el Señor mismo es quien cambiará nuestro
destino. En sus manos tiene el poder para dar vuelta la tortilla y cambiar la
historia en favor de los humildes y hambrientos. Al entonar este himno, tengamos
presente no dejarnos orientar ni guiar por los valores de las Babilonias del tiempo
actual, ni dejarnos enredar y aceptar los objetivos que emplean para justificar los
medios utilizados para el logro de sus propósitos. Hemos sido llamados a quedar
libres de la servidumbre en que los sistemas injustos que imperan en nuestro
mundo moderno nos mantienen a nosotros, y a millones de personas, como en
una nueva cautividad babilónica.
Los hebreos que vivían en la diáspora, se regocijaron al recibir el edicto de
liberación proclamado por Ciro el Grande. El Señor, sin embargo, ha levantado
para nosotros a uno más grande que Ciro, uno que fue llamado a guiarnos en
nuestro ascenso a una “ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y
constructor” (Hebreos 11:10).
Los padres de la iglesia primitiva supieron cómo aplicar los sentimientos
expresados en el Salmo 126, a las experiencias del pequeño grupo de fieles que
vivieron al margen de una poderosa sociedad pagana no dispuesta a tolerar en su
medio a los que se dejaban guiar por los preceptos de alguien que había sido
crucificado como enemigo del Estado. Soportando persecuciones, maltratos,
torturas, desprecio y martirio, los primeros cristianos siguieron sembrando la
preciosa semilla del evangelio. Sembraron con lágrimas, debido a la oposición de
los incrédulos, pero, al mismo tiempo, sembraron con esperanza, confiando en la
gran cosecha de almas redimidas, cual será el fruto de su trabajo evangelizador.
La cosecha de sólo un pecador que se arrepiente, es motivo de gozo increíble
entre losángeles del cielo (Lucas 15:7). La alegría con que se celebra el regreso al
redil de una oveja perdida, justifica todo el trabajo, la fatiga y las lágrimas por
encontrarla y trasladarla al redil del buen Pastor. Todavía hoy, irán llorando los
que esparcen la preciosa semilla, mas cantando recogerán sus gavillas. Jesús
también les habló a sus discípulos acerca del gozo que sienten lo que siembran la
semilla del evangelio al cosechar para el reino de Dios las almas convertidas.
Después de su encuentro con la mujer samaritana, Jesús les dijo: “¡Abran los ojos
y miren los campos sembrados! Ya la cosecha está madura; ya el segador recibe su
salario y recoge el fruto para vida eterna. Ahora tanto el sembrador como el
segador se alegran juntos” ( Juan 4:35–36). Bien podría ser que al pronunciar
estas palabras, nuestro Señor tuvo en mente el Salmo 126. La historia de la
conversión de la mujer samaritana nos ilustra la siembra de la preciosa semilla del
evangelio en la vida de una persona que vivía alejada del reino de Dios. Mediante
la semilla el Espíritu Santo efectuó en ella un cambio de dirección. Se dio vuelta la
tortilla y se recogió un nuevo fruto para vida eterna.
LA INTERPRETACIÓN DE BEYERLIN
Uno de los estudios más detallados y profundos del Salmo 126, es el que realizó
Walter Beyerlin de Alemania. En su monografía sobre el Salmo 126, ha
desarrollado una interpretación de este bello himno, algo diferente al análisis
presentado anteriormente. Según la opinión de Beyerlin, uno de los problemas
más difíciles de resolver para el intérprete del salmo, es relacionar los tres primeros
versículos con los versículos 4–6, ya que los primeros tres presentan el
restablecimiento de Sión como algo ya realizado, mientras que en la segunda
parte del salmo parece ser algo que ocurrirá en el futuro.
En los versículos 4–6 se implora a Dios que lleve a cabo el restablecimiento.
Es evidente queel pueblo sufre. Muchos investigadores han tratado de explicar la
incoherencia proponiendo la hipótesis de que las dos partes del salmo son los
resultados de dos circunstancias diferentes. Vale decir, que los primeros tres
versículos constituyeron originalmente un salmo escrito después del
restablecimiento, mientras que los últimos tres fueron, también en su origen,
parte de otro salmo escrito en Babilonia. Otros investigadores proponen que la
primera parte del salmo es un oráculo profético escrito antes del restablecimiento,
en que elsalmista habla como si la repatriación ya hubiera ocurrido.
Beyerlin opina que el intérprete tendrá que decidir cuál es la manera mejor
deinterpretar el primer versículo:
1. Somos como los que sueñan.
2. Seremos como los que sueñan.
(1. Nos parecía estar soñando [NVI]. 2. Nos parecerá estar soñando [RV]).
En el intento por encontrar una solución, Beyerlin investigó el significado de
la palabra “soñar” en hebreo. ¿De qué clase de sueño habla el salmista? ¿Es elsueño
normal que uno puede tener mientras duerme, o es un sueño que se tiene estando
despierto? Recordemos el famoso discurso del Dr. Martin Luther King: “Tengo
un sueño.” En su discurso, el gran líder de los derechos humanos hizo referencia al
día futuro en el que no habrá más discriminación racial. El sueño del que habló
fue el de una persona que está despierta. Es más bien un deseo muy vivo, y no lo
que normalmente tenemos en mente al hablar de nuestros sueños. ¿Es ésta la clase
de sueño del que habla el Salmo 126?
Otra posibilidad presentada por Beyerlin es la de que se trata de un sueño
profético, o sea, un sueño que se tiene estando en éxtasis profético o carismático.
Según Beyerlin, cuando el AT habla de sueños, se trata en la mayoría de los casos
de un sueño que experimenta el soñador mientras duerme, y no de los sueños que
uno tiene estando despierto. Isaías 29:7–8 y Salmo 73:20 son pasajes que hablan
de sueños que son experiencias transitorias que desaparecen tan pronto unose
despierta. En muchos textos bíblicos, lo que uno experimenta en un sueño se
realiza más tarde. Muchos sueños son enviados por Dios para señalar lo que está
por realizar.
Las personas como el patriarca José, llamado “el soñador” por sus hermanos,
llegaron a experimentar en sueños lo que el Señor estaba por realizar dentro del
futuro inmediato. Beryerlin cree que el restablecimiento del que habla el Salmo
126 aún está por realizarse en el futuro. No se trata de algo que ya ha ocurrido.
Según Beyerlin, los soñadores de los que habla el Salmo 126, son laspersonas que
experimentan ahora, por fe, lo que el Señor está por realizar en el futuro próximo.
Se celebra la liberación de Sión anticipadamente. Se ora por la manifestación del
restablecimiento en la segunda parte del salmo. De modo que para Beyerlin no
existe incoherencia entre la primera y segunda partes del salmo. De acuerdo con
su interpretación, el salmo procede de soñadores que anticipan la realización de
su sueño en el futuro. Entonces, los que hablan en el salmo no son sacerdotes ni
profetas, sino todos los integrantes de la comunidad de creyentes. Según el punto
de vista de Beyerlin, el Salmo 126 no es tampoco un lamento comunitario, ni
liturgia ni himno. Es una oración en la cual la comunidad de creyentes pide que se
haga realidad lo que sus profetas han prometido.
Una pregunta que quizá haga el intérprete es: ¿Cómo ha de interpretarse la
palabra “Sión”? ¿Se refiere al templo, la ciudad o la comunidad de creyentes?
Beyerlin afirma que es la comunidad. Es la comunidad de los creyentes que
esperan el restablecimiento. El contexto histórico del cual surge el salmo es, para
Beyerlin, el mismo contexto de Isaías capítulos 60–66. Los goy’im todavía
desprecian a los fieles y se burlan de ellos (Ezequiel 36:15; 20:9, 14, 22, 41;Isaías
52:10; Joel 2:18–19). Es un salmo para los deportados que aún están en el exilio,
un salmoque ha sido inspirado por las promesas de restablecimiento proclamadas
por los profetas.
Beyerlin ha encontrado muchas semejanzas entre el Salmo 126 y el libro del
profeta Joel. Ambos hablan de las grandes cosas que hará el Señor ( Joel 2:26). La
frase “hijos de Sión” es única en Joel. Joel también habla de los que soñarán, y de
visiones, y de los que tendrán sueños proféticos. Además Joel habla de arroyos y
lluvias de otoño (Salmo 126:4). Tanto en el salmo como en Joel se pone énfasis en
la cosecha. Joel también habla de ayuno, lamentos y cosechas.
Los soñadores del salmo son como los soñadores proféticos mencionados por
Joel. El salmista cree que el día profetizado por Joel está por comenzar. Según
Beyerlin, Joel escribió su libro poco antes del exilio. Los pensamientos y el
vocabulario del Salmo 126 y el libro de Joel son similares. Beyerlin cree que el
salmista tuvo acceso a una copia escrita de Joel. También afirma que el salmo fue
escrito en Judea o Jerusalén, y no en Babilonia. No proviene de los círculos
levíticos, sino que surge de la tradición profética. Según Beyerlin, el salmista se ha
inspirado en las partes de Joel que hablan de salvación, y no en las que profieren
amenazas. Tanto Joel como el salmista tuvieron fe de que las lágrimas del pueblo
serían las semillas de su salvación. Según Beyerlin, las lágrimas de las que habla el
salmo, son las lágrimas de arrepentimiento que vierten los cautivos fieles, en su
exilio. Habrá un restablecimiento en base a lo que ha sufrido y llorado la
comunidad de creyentes.
Como se puede ver, la exposición de Beyerlin no concuerda en muchos
aspectos con la interpretación desarrollada en la primera parte de este estudio. El
lector queda invitado a comparar las dos maneras de enfocar el texto, y sacar sus
propias conclusiones. Nosotros, en nuestra propia lectura de la revelación bíblica,
estamos convencidos de que habrá un restablecimiento para nosotros, no tanto
por nuestras lágrimas de arrepentimiento, sino por las lágrimas y los sufrimientos
de Cristo. A diferencia de Joel, el Salmo 126no habla del juicio de las naciones, y
al utilizar imágenes de la cosecha no habla de la represalia contra los gentiles.
RESUMEN Y APLICACIÓN
En la lectura del Salmo 126, presentada en la primera parte del estudio, no
aparece una incoherenciaentre la primera y la segunda parte del canto. Creemos
que ambas partes fueron entonadas originalmente por el primer grupo de
exiliados que dieron rienda suelta a su alegría al completar la subida a Sión y
encontrarse en la Ciudad Santa. Al mismo tiempo en que celebran su propio
retorno en los primeros tres versículos, estánpendientes de la suerte de la gran
mayoría de los israelitas que todavía viven alejados de la Tierra Prometida, en
particular los integrantes de las diez tribus del Norte, que fueron llevados al
cautiverio por los asirios en el año 721–722 aC., después de la destrucción de
Samaria. El tema del regreso de los descendientes de José de la cautividad de
Asiria, es parte del programa escatológico elaborado por la gran mayoría de los
profetas ( Jeremías 16:15; 23:8; Ezequiel 37:19–20; Zacarías 9:11; 10:6–12;
Miqueas 5:3;Isaías 9:1–2; Amós 9:14–15). Para los profetas y muchos escritos
rabínicos, el regreso no estará completo hasta la repatriación de las “diez tribus
perdidas de Israel”.
Los cantos de alegría y júbilo son, al mismo tiempo, una expectativa del gran
restablecimiento escatológico de Israel, lo que incluirá también la llegada de los
pueblos gentiles que vendrán para adorar al Señor en Sión, y una invitación a los
que están afuera, a finde que vuelvan al hogar para participar ellos también de la
fiesta. Visto desde este ángulo, el salmo tendrá una enérgica orientación misional.
Los que han experimentado la liberación no estarán totalmente contentos hasta
que todos sus hermanos sean también redimidos. Es una circunstancia semejante
a la que encontramos en la parábola del hijo perdido en Lucas 15. El hijo perdido
regresó al hogar arrepentido, y recibió el mejor vestido, sandalias para los pies y
un anillo para su mano. Se preparó el becerro engordado y la fiesta está en
progreso. El Señor convirtió al lamento del hijo perdido en festejos y baile. No
obstante, a pesar de todo el júbilo, la parábola concluye con una nota de
incertidumbre y expectativa. El hermano mayor aún está afuera, porque no ha
querido ser parte de la celebración. Finalizando el relato de Jesús, el buen padre le
tiende a su otro hijo la invitación de regresar también. Del mismo modo, los
últimos tres versículos del Salmo 126 operan como una invitación que se ofrece a
los que aún están afuera, para que vuelvan al hogar y participen de la fiesta. Los
liberados de la cautividad no podrán conformarse con su propia liberación,
mientras otrosaún siguen presos.
Durante muchos años el fariseo Saulo de Tarso estuvo aprisionado dentro de
los sistemas teológicos que había aprendido de sus maestros, buscando la
salvación en el cumplimiento de las obras de la ley. Su fanatismo le llevó a
perseguir a los seguidores del Mesías crucificado, Jesús de Nazaret, hasta el
momento en que tuvo su encuentro con el Cristo resucitado en el camino a
Damasco. Tres días más tarde se concretó la liberación de Saulo de Tarso, cuando
Ananías le anunció: “‘Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el
camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.’
Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, yrecobró la vista. Se
levantó y fue bautizado” (Hechos 9:17–18).
En ese momento todo le debió haber parecido a Saulo como un sueño, un
bello sueño hecho realidad. Fue el instante en que pudo entonar las palabras del
Salmo 126: “Nuestra boca se llenóde risas; nuestra lengua, de canciones jubilosas.
Hasta los otros pueblos decían: ‘El SEÑOR ha hecho grandes cosas por ellos’” (v.
2). Y Saulo de Tarso, el cautivo que había regresado al hogar, no se mantuvo
quieto celebrando su propia liberación en tanto que la mayoría de sus hermanos
de raza todavía vivían alejados de su Mesías. Por consiguiente, escribe en
Romanos 9:2–3: “Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor.
Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo por el bien de mis
hermanos, los de mi propia raza, el pueblo de Israel.” La gran liberación que
colmó su vida, hizo que Pablo la dedicara a la liberación de todas las naciones.
Otras personas que bien pudieron haberse identificado con el Salmo 126,
fueron las mujeres que muy temprano el domingo por la mañana se acercaron al
sepulcro de Jesús para ungir su cuerpo. En vez de hallar un cuerpo sin vida, se
encontraron con el Cristo resucitado. Al ver a su Salvador cara a cara y tocar sus
manos y pies, les pareció estar soñando. La boca de ellas se llenó de risas, y su
lengua, de canciones jubilosas. Su lamento se convirtió en danza, y fueron a
contar a los discípulos las grandes cosas hechas por el Señor. Al igual que los
primeros cantores del Salmo 126, no pudieron guardar las buenas nuevas para sí
mismas. Habían sido liberadas de su tristeza y dolor. Habían dejado atrás la
cautividad y fue el momento oportuno para cantar y dar testimonio.
La cautividad más grande es la que ejerce la muerte sobre los que han
descendido al sepulcro. La iglesia primitiva celebró la resurrección de Jesucristo de
la cautividad de la muerte, como un cumplimiento del Salmo 126. Jesús es el
primer fruto maduro de la resurrección de todos los muertos. Su resurrección es el
anticipo y la garantía de nuestra propia resurrección. Es la anticipación de nuestra
salida de la cautividad, para subir a la Sión celestial y celebrar con todos los
redimidos el restablecimiento de todas las cosas. Al salir de nuestras tumbas, nos
parecerá estar soñando, porque la risa, la alabanza y el regocijo serán nuestros.
Con todos los redimidos reunidos alrededor del trono del Cordero, diremos: “Sí,
el SEÑOR ha hecho grandes cosas por nosotros, y eso nos llena de alegría.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿Por qué es difícil determinar si la liberación que se celebra enel Salmo
126 es una liberación presente o futura?
3. Según el profeta Hageo, ¿cuál fue la causa de la terrible sequía que azotó a
Judá a pocos años del regreso de los judíos de la cautividad babilónica?
El Salmo 127 ocupa la posición central dentro del grupo de 15 cánticos que
forman los llamados cánticos graduales. Dentro de la estructura literaria conocida
como quiasmo el énfasis está puesto sobre el elemento que se encuentra en dicha
posición central. La ubicación del Salmo 127 nos indica, entonces, que para los
redactores del salterio el contenido de este cántico tuvo gran importancia
considerado en relación con los demás cánticos de su grupo.
Es evidente que el tema del Salmo 127 es la reconstrucción de la Ciudad
Santa y, particularmente, de su templo. uienes emprendieron el largo ascenso
gradual desde Babilonia a Sión, tuvieron como objetivo principal adorar
nuevamente al Señor en su casa. La tarea que aguardaba, entonces, a los que
habían regresado y contemplado las ruinas de Jerusalén, fue la de reconstruir sus
casas y, fundamentalmente, el templo del Señor. Es de interés notar aquí que el
epígrafe que lleva el Salmo 127, dice: “Cántico de los peregrinos. De Salomón.”
Salomón fue reconocido como el constructor por excelencia en la Biblia hebrea
(Miller 1986:136). Leemos (1 Reyes 3:1-2; 7:1-12; 8:13; 9:1, 15) acerca de la
construcción de su palacio, del palacio “Bosque del Líbano”, del muro de
Jerusalén, de Meguido, Jazor y Guézer, de establos y almacenes, pero
principalmente del primer templo, que muchos años más tarde fue destruido por
el rey Nabucodonosor y su ejército. Al dedicar el salmo a Salomón, los
compiladores del quinto libro de los Salmos han querido relacionar la
construcción del primer templo con la reconstrucción de Jerusalén y la
construcción del segundo templo. Siendo que el epígrafe “de Salomón” o “para
Salomón” no aparece en la Septuaginta, se supone que fue añadido al texto
hebreo en fecha posterior.
De acuerdo con el relato del libro de Esdras (Esdras 3:10-13), los que
regresaron celebraron la colocación de los cimientos del nuevo templo con
trompetas, platillos y gran júbilo. Los levitas descendientes de Asaf alabaron a
Dios con el refrán típico de los hijos de Asaf: “Dios es bueno; su gran amor por
Israel perdura para siempre.” En Esdras 3:12 leemos: “Muchos de los sacerdotes,
levitas y jefes de familia, que eran ya ancianos y habían conocido el primer
templo, prorrumpieron en llanto cuando vieron los cimientos del nuevo templo,
mientras muchos otros gritaban de alegría.” Sin embargo, si bien los que habían
regresado comenzaron la construcción de la nueva casa de Dios con buen ánimo,
se encontraron con muchos obstáculos que entorpecieron la realización del
proyecto.
Uno de los obstáculos fue el ofrecimiento de los adversarios de los judíos, los
samaritanos y los árabes, de ayudar en la construcción del templo. El
ofrecimiento, si bien motivado por intereses políticos y económicos de los vecinos
de los israelitas, les habría sido útil para poder concluir el proyecto en menos
tiempo y con menores gastos. Sin embargo, de acuerdo con la opinión de
Zorobabel y los líderes de los que regresaron, habría dado acceso a los gentiles a la
casa del Señor. Por lo tanto, Zorobabel y el sumo sacerdote Josué rechazaron el
ofrecimiento de los samaritanos y de los árabes como contrario a la voluntad de
Dios, porque habría abierto la puerta a la reincorpora ción del sincretismo
religioso en la vida de los que profesaban adorar solamente al Señor. Lo que queda
implícito en el primer versículo del salmo es que Israel no necesita la ayuda de los
gentiles ni en la construcción de la casa de Dios, ni en la defensa de la Ciudad
Santa. Después de todo, el Señor será tanto el constructor como el defensor de
Sión.
La frase “en vano” aparece tres veces en lo primeros dos versículos. El tema de
la vanidad de hacer las cosas a nuestro modo, sin tomar en cuenta la voluntad y
ayuda de Dios, se encuentra en muchas partes de la Escritura. En Eclesiastés 2, –
un texto que muchos han relacionado con el rey Salomón– se habla mucho acerca
de la vanidad de emprender obras grandiosas, empresas y construcciones, sin
tomar en cuenta la fugacidad de la vida y la ineptitud de los sucesores de alguien.
Una manera de construir “en vano” habría sido la de permitir a los samaritanos y
árabes a tener parte en la reconstrucción del templo, de la ciudad, y de la vida
nacional. Habría servido para abrir una vez más las puertas al sincretismo y la
idolatría entre los judíos. Otra forma de construir en vano habría sido el empleo
de la mano de obra forzada en la construcción de la nueva Sión, que fue lo que
hizo Salomón en la construcción del primer templo. Poner a trabajar a esclavos, o
no pagar un salario justo a los obreros, habría equivalido a relacionar el nombre
del Señor con la injusticia. Tales injusticias de parte del rey Salomón fueron una
de las razones de la división del reino después de su muerte. Habría sido en vano
ponerse a edificar viviendas, arar campos y construir casas de oración y no
observar el día de reposo de acuerdo con la ley de Moisés, lo cual fue el caso de
muchos de los judíos que regresaron de Babilonia.
Encontramos aquí una lección para la construcción de nuestras propias
viviendas, santuarios y negocios. Construimos en vano si solicitamos ayuda
material a gobernantes y partidos políticos corruptos y opresores, para edificar
nuestras casas de oración y escuelas parroquiales, lo mismo que para la puesta en
obra de nuestros proyectos sociales. Construimos en vano si empleamos métodos
dudosos, tales como rifas, loterías o tómbolas, con la finalidad de conseguir los
dineros necesarios para los proyectos de construcción de edificios y otros, de
nuestras congregaciones. Construimos en vano si pretendemos que nuestra vida y
obras dependan en primer lugar de nuestros conocimientos, estudios, técnica,
dones naturales, posición social y otras palancas, y no del Señor. El salmista afirma
aquí lo que Jesús nos declara desde el punto de vista del NT en Juan 15:5: “Yo soy
la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en mí, como yo en él, dará mucho
fruto; separados de mí no pueden ustedes hacer nada.”
Según el investigador alemán Erhard Gerstenberger, la manera de considerar
la construcción del templo, tan evidente en el epígrafe y en la ubicación del salmo
en la posición de preeminencia dentro de los salmos graduales, debe tomarse
como un énfasis secundario, producto de los intereses teológicos y litúrgicos de
los redactores del salterio. Opina Gerstenberger, que el Salmo 126 habla en
primer término de la obtención de la bendición divina para el hogar familiar. Su
interés principal es el trabajo, la comida, los hijos y la familia (Gerstenberger
2001:344). Lo mismo que los salmos 128 y 131, el 127 podría haber sido escrito
por una mujer.
Según el investigador británico Michael Goulder, el Salmo 127 proviene de la
época del gobernador Nehemías, y refleja la circunstancia narrada en Nehemías
6:15-7:7. El pasaje relata que, habiendo terminado Nehemías la construcción de
los muros de Jerusalén con sus puertas, puso centinelas y porteros para mantener
las puertas de la ciudad bien cerradas de noche, para prevenir un ataque nocturno
de Tobías y Sambalat, los enemigos del gobernador. No obstante, los judíos, junto
con Nehemías, observaron que la construcción de muros sólidos y portones
resistentes además de los centinelas para guardar la ciudad, no fue suficiente.
Había que implorar también la protección del Señor quien, según el Salmo 124:4,
es el que guarda a Israel. De ahí que en el Salmo 127:1 se declara: “Si el SEÑOR no
edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles.”
Sea cual fuere el trasfondo original del Salmo 127, el canto aún tiene mucho
que decir a nuestra generación, la cual, al igual que los judíos de Jerusalén, cuida
de su seguridad. En la era tecnológica en que vivimos, se trata de guardar casas y
ciudades con alarmas, sistemas de radar, misiles intercontinentales, armas
nucleares y programas de defensa contra terroristas. No obstante, el salmo insiste
en que todo el esfuerzo será sólo un ejercicio fútil y vano si no se procura
primeramente la bendición del Señor.
127:2 En vano madrugan ustedes, y se acuestan muy tarde, para comer un pan de fatigas, porque
Dios concede el sueño a sus amados.
Hay quienes consideran, –y no son pocos– que nos encontramos aquí con un
proverbio popular incorporado al salmo por el mismo autor. En el proverbio se
percibe un eco de Génesis 3:17-19, en que se habla del hombre que comerá los
frutos de la tierra con dolor, todos los días de su vida: “La tierra te producirá
cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres. Te ganarás el pan con el sudor de tu
frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado.” Sin embargo,
Dios ha mitigado el dolor del hombre trabajador al enviar el sol, la lluvia y las
condiciones necesarias para cosechar los frutos del campo. Dios, en su bondad,
“hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos”
(Mateo 5:45), a fin de que todos tengan su pan de cada día.
La promesa de bendición de Dios para los judíos que regresen de la diáspora,
debe animar a los creyentes en su camino de regreso a la Tierra Prometida. El
temor de pasar hambre no debe ser un impedimento en tomar la decisión de
regresar. Dios promete su bendición a quienes confían en su Palabra y promesa.
En consonancia con el proverbio citado en el salmo, expresó Jesús: “Por eso les
digo: No se preocupen por su vida, qué comerán o beberán; ni por su cuerpo,
cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la
ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni almacenan en
graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿No valen ustedes mucho
más que ellas? (Mateo 6:25-26).
H. C. Leupold (1969:891), uno de los autores que afirma la procedencia
salomónica del Salmo 127, cree que la mención de “sus amados” (“su amado” RV)
en el versículo 2, es una alusión a Salomón, cuyo nombre fue Jedidías, que
significa “amado por el SEÑOR” (2 Samuel 12:24).
127:3 Los hijos son una herencia del SEÑOR, los frutos del vientre son una recompensa.
De acuerdo con las creencias de los habitantes del antiguo Cercano Oriente, sólo
Dios puede conceder a los seres humanos la dicha de engendrar hijos. Cuando
Raquel pidió con insistencia a Jacob que engendrara un hijo en ella, porque aún
no había dado a luz ninguno, el patriarca se enojó con ella y dijo: “¿Acaso crees
que soy Dios? ¡Es él quien te ha hecho estéril!” (Génesis 30:2). Del mismo modo,
el restablecimiento de los fieles en la Tierra Prometida, dependerá también de la
bendición de fertilidad que otorgará el Señor a quienes regresaron para construir
casas, constituir familias y criar hijos.
127:4 Como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud.
Uno de los problemas con los que tuvo que vérselas el gobernador Nehemías al
introducir reformas entre los judíos recién venidos de Babilonia fue que la ciudad
de Jerusalén tenía pocos habitantes. (Nehemías 7:4). Sambalat y los demás
enemigos de Nehemías podrían aprovecharse de esta coyuntura favorable para
ellos y lanzar un ataque contra Sión. Hacer venir mercenarios de otra parte para la
defensa de la ciudad no era una solución a largo plazo. Lo que hacía falta era
animar a los habitantes de la Ciudad Santa a que se casaran, construyesen
viviendas, constituyeran familias y tuviesen muchos hijos. Los hijos nacidos en
Jerusalén serían las flechas que Sión necesitaba para defenderse de las aviesas
intenciones de sus enemigos, entre los que se contaban incluso algunos de la
nobleza de los judíos, que apoyaban las pretensiones de Sambalat.
127:5 Dichosos los que llenan su aljaba con esta clase de flechas. No serán avergonzados por sus
enemigos cuando litiguen con ellos en los tribunales.
Los tribunales, o “la puerta” (RV) de la ciudad, era el lugar donde se celebraban las
reuniones públicas y donde los ancianos del pueblo juzgaban los casos en disputa
entre los ciudadanos. Allí, en la puerta de la ciudad se conducían los negocios y
los arreglos de matrimonio (Rut 4:1). Siendo que los juicios se celebraban en la
puerta de la ciudad, un hombre acusado injustamente de un delito, se veía en la
obligación de ir acompañado de sus familiares, particularmente de sus hijos, para
asegurarse de que todo fuese conducido de acuerdo con la ley, sin trampas,
sobornos ni falsos testigos. Si Nabot (1 Reyes 21:8-10) hubiera estado
acompañado de seis hijos resueltos, quizá habría evitado que lo apedreasen por un
crimen que no cometió. Las repetidas quejas en el libro de los Salmos contra
jueces corruptos y testimonios falsos, demuestra le necesidad de contar con una
aljaba llena de hijos dispuestos a defender a su progenitor (Allen 1983:181).
La puerta de la ciudad fue también el lugar a donde Sambalat mandó a su
emisario a leer la carta en la que desafiaba al gobernador Nehemías. Si Nehemías
tuviese a su lado un contingente de jóvenes intrépidos dispuestos a defender a su
gobernador, entonces el enemigo debería replegarse y el gobernador podría dar la
cara sin avergonzarse por la reducida cantidad de hombres decididos a defender
su ciudad.
Para edificar y fortalecer la nueva Sión, la santa iglesia cristiana, es necesaria
una buena cantidad de guerreros decididos a luchar en pro del reino de Dios, no
con las armas de guerra de este mundo, sino con la espada del Espíritu, que es la
palabra de Dios (Efesios 6:17). “La cosecha es abundante, pero son pocos los
obreros –les dijo Jesús a sus discípulos–. Pídanle, por tanto, al Señor de la cosecha
que envíe obreros a su campo” (Mateo 9:37-38). Tanto en la época de la
reconstrucción de Jerusalén como en el día de hoy, el bienestar de la ciudad de
Dios depende en gran parte de la constitución y preservación de familias que
teman a Dios y se dejen guiar por el Espíritu del Señor. La tarea de engendrar y
criar hijos en la fe ha llegado a ser, para muchos padres, un desafío casi
inalcanzable. Las drogas en las escuelas, la pornografía en todos los medios de
comunicación, las relaciones sexuales antes del matrimonio, las pandillas y la
presión de una sociedad más y más impía, han inducido a muchos esposos
cristianos a concluir que mejor sería no tener hijos que asumir una
responsabilidad tan exigente y cargada de problemas y sufrimientos. Si éste ha
sido o es nuestro problema, entonces será necesario meditar nuevamente acerca
de la bendición que promete el Señor en el salmo a los que dan prioridad a la
formación de familias para la nueva Jerusalén.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿Cuáles fueron los grandes obstáculos que tuvieron que enfrentar los
judíos que regresaron de Babilonia para reconstruir la ciudad de
Jerusalén, sus muros, y su templo?
SALMO 96
En nuestra investigación de los salmos hemos estudiado varios himnos sagrados
denominados “los salmos reales”. Son salmos que celebran el nombramiento, la
consagración, la entronización y hasta la boda del rey de Israel. Además de los
salmos reales que celebran el reinado de uno o de todos los reyes de Israel, hay
otro grupo de salmos, conocidos como “los salmos de la realeza o soberanía del
Señor”. Son salmos que no celebran que David, Salomón o Josías sean reyes del
pueblo de Dios, sino que el Señor es rey. El Salmo 97 comienza con la tremenda
afirmación: “¡El SEÑOR es rey! ¡Regocíjese la tierra!” En el Salmo 96:10 se oye la
aclamación: “ue se diga entre las naciones: ‘¡El SEÑOR es rey!’”, en tanto que en
el Salmo 99:1 se entona: “El SEÑOR es rey; que tiemblen las naciones.” Muchos
investigadores creen que los salmos de la realeza del Señor provienen de un
tiempo en que ya no gobernaban reyes en Israel. Tanto los reyes del Reino del
Norte como los del Reino de Judá en el sur, habían fracasado en sus intentos de
establecer el reino de Dios. Cansado y desilusionado con los reyes humanos, el
pueblo de Dios quiere celebrar, con estos salmos, la manifestación visible del
propio Señor, no sólo como rey de Israel, sino como rey del universo. El
comentarista alemán Erich Zenger cree que el reino universal del Señor se
presenta en estos salmos como un concepto contrario a la idea del reino de David.
En otras palabras, los salmos de la realeza del Señor son esencialmente
antiimperialistas (Zenger 1998:82).
Otros investigadores atribuyen el Salmo 96 al rey David, ya que una forma
abreviada del salmo se encuentra en 1 Crónicas 16, juntamente con partes de los
Salmos 105 y 106. De acuerdo con 1 Crónicas 16:7, “Ese mismo día (cuando el
arca era traída a Jerusalén) David ordenó, por primera vez, que Asaf y sus
compañeros fueran los encargados de esta alabanza al SEÑOR.”
Los salmos incluidos en este grupo de cantos sagrados son: 93, 95, 96, 97, 98,
99 y 100. Hay quienes consideran al Salmo 47 como un salmo de la realeza del
Señor, aunque se encuentra en el libro II y no en el libro IV, como los demás. Los
salmos de este grupo tienen mucho en común. En primer lugar, no son plegarias,
oraciones, quejas o lamentos dirigidos a Dios. El salmista desconocido no se
dirige al Señor sino a los fieles, a las naciones, la tierra, los cielos, y todas las cosas
creadas. En los salmos de la realeza del Señor no se escucha tam-poco la voz de
Dios, sino solamente la voz del salmista que exhorta a todos a cantar al Señor, a
bendecir, a batir las manos y celebrar el hecho maravilloso de que el Señor es rey.
La segunda característica de los salmos de la realeza del Señor son las muchas
referencias a la creación y al Señor como creador. En los salmos de la soberanía del
Señor, se destacan temas comunes tales como: la adoración de las naciones; la
venida del Señor para juzgar al mundo entero; Dios el soberano; Dios emite sus
decretos y testimonios (Salmo 119); Dios es montaña y roca de refugio; el Señor
es el soberano de los dioses, de los elementos, de su propio pueblo. Muchos de
estos temas se encuentran también en Isaías 40-66. En los salmos de este grupo se
encuentran también alusiones al cántico del mar de Éxodo 15, en que por primera
vez se menciona al Señor como rey. El salmo de este grupo que hemos escogido
para investigar en profundidad, es el 96. Consta de tres estrofas, cada una de las
cuales comienza con imperativos que piden que el Señor sea adorado. La primera
estrofa está dirigida al pueblo de Israel, en tanto que la segunda pide que el Señor
sea adorado por las tribus de los gentiles. La tercera va dirigida a toda la creación,
pidiendo la participación del cielo, la tierra, el mar y hasta los árboles, en la
adoración universal del Señor.
96:1 Canten al SEÑOR un cántico nuevo; canten al SEÑOR, habitantes de toda la tierra.
Tanto el Salmo 96 como el 98, comienzan con las palabras: “Canten al SEÑOR un
cántico nuevo.” La mención de un cántico nuevo presupone la existencia de un
cántico antiguo, y el cántico antiguo que el salmista tiene en mente es el “cántico
del mar”, conocido también como el “cántico de Moisés y Miriam” (Éxodo 15:1-
21), uno de los grandes himnos de la Biblia, tanto en su versión original como
también en la versión musical del famoso oratorio de Jorge Federico Haendel
“Israel en Egipto”. El cántico del mar fue entonado por Moisés, Miriam y las
mujeres de Israel que con panderetas y danzas celebraron la salida de los hijos de
Israel de Egipto, después de 400 años de esclavitud.
La entonación de un cántico nuevo surge, entonces, no de un intento de
suprimir los cantos antiguos y tradicionales con el fin de dar preferencia a la
música contemporánea, sino de celebrar una nueva hazaña del Señor en la historia
de la salvación, a saber, un nuevo éxodo. El nuevo éxodo no es una salida de
Egipto como en los días de Moisés, sino el éxodo de la cautividad babilónica y
también, quizá, de la salida escatológica de todos los hijos de Dios de sus lugares
de residencia transitoria, para entrar en aquel “reposo especial para el pueblo de
Dios” (Hebreos 4:9). En consonancia con el Salmo 96, Isaías 42:10 también
exhorta a todos a cantar al Señor un cántico nuevo. El capítulo 42 de Isaías y su
contexto nos da a entender que la razón por la que se invita a entonar un cántico
nuevo al Señor es el fin de la cautividad babilónica. Las muchas semejanzas entre
los salmos de la realeza del Señor y los capítulos 40-59 de Isaías, ha inducido a los
investigadores a concluir que ambos textos provienen de la misma circunstancia
histórica, la liberación de Israel después de 70 años de cautividad en Babilonia.
Si bien el salmo exhorta a todos a cantar un cántico nuevo, el salmista
incorporó en su canto trozos de otros himnos mucho más antiguos, en particular
del Salmo 29, ciertamente uno de los cantos más antiguos de todo el salterio.
Debido al parentesco que el Salmo 29 tiene con himnos similares que celebran la
entronización de Baal como dios supremo del panteón cananeo, muchos
investigadores, como Morwinckel y Brueggemann (1988:30-399), creen que en la
época de David y Salomón uno de lo cantores inspirados se apropió de uno de los
antiguos himnos de Baal y lo recicló para su empleo en el culto del Dios
verdadero, después de haber hecho algunas modificaciones como sustituir,
naturalmente, el nombre del Señor en lugar de Baal.
Una de las teorías de la escuela de “Mito y Ritual” es que al terminar la
construcción del templo de Salomón, el arca del pacto, en su función como trono
del Señor, fue trasladada desde la tienda provisional a su nueva habitación
permanente en el lugar santísimo del nuevo templo. El traslado se celebró con un
gran festival, semejante a la fiesta de coronación de un rey. Esta celebración
sagrada se llamó “la entronización del Señor”. Según tal teoría, estando instalado
el Señor como rey del universo en su templo en Sión, se celebraba la
entronización del Señor todos los años, en Jerusalén, como parte de la fiesta de las
Enramadas. Se dice que para la celebración de esta fiesta anual de entronización,
se compusieron nuevos salmos, en tanto que otros salmos antiguos fueron
reciclados para su empleo en el culto al Señor. Se cree que estos salmos antiguos
los utilizaron originalmente, en sus liturgias sagradas, los antiguos habitantes de
Jerusalén, los jebuseos.
Se cree posible la incorporación de elementos cananeos o jebuseos, no sólo en
las fiestas sagradas de Sión, sino también en la administración de la ciudad,
porque, según los indicios, David se apoderó de la ciudad de Jerusalén sin matar a
sus habitantes, cosa que sí sucedió en otras ciudades cananeas durante la
conquista. Más bien se cree que hubo un golpe de estado interno favorable a
David en Jerusalén, y que sus habitantes le entregaron la ciudad, aceptándolo
como rey con todos los honores y privilegios de los antiguos reyes jebuseos. Uno
de los antiguos reyes jebuseos de Jerusalén fue, según Génesis 14:17-24,
Melquisedec, sacerdote del Dios altísimo.
Muchas de las ideas mencionadas aquí provienen de un grupo de eruditos
pertenecientes a la escuela de “Mito y Ritual”. Los integrantes de esta escuela, que
estuvo en su apogeo entre los años 1940-1960, fueron en su mayoría escandinavos
e ingleses. Una de las premisas básicas de la escuela es que todos los salmos
tuvieron su origen en las liturgias antiguas de Israel y sus vecinos, y que la liturgia
es la fuente de la cual surge la teología y la escatología. Ya que en Mesopotamia y
Ugarit existían celebraciones y liturgias en las que se celebraba anualmente la
entronización del dios supremo, el investigador noruego Sigmund Morwinckel
afirmó que una celebración semejante tuvo que celebrarse también en Israel.
Según Morwinckel y otros investigadores, todos los salmos designados como
“Salmos de la realeza del Señor” proceden de las liturgias que se entonaron en la
supuesta celebración anual de la entronización del Señor. Actualmente se ha
puesto en duda la existencia de una fiesta anual de la entronización del Señor en
Jerusalén. En su libro acerca de la adoración en Israel, el alemán Hans Joachim
Kraus, uno de los expertos en la materia, cuestiona severamente los postulados de
la escuela de Mowinckel. Kraus reitera que en ninguna parte del salterio o del AT
hay una referencia al Señor ascendiendo a su trono en el templo. Si en algunos
salmos de la realeza del Señor se oye el grito de los fieles: “¡El Señor es rey!”, o
“Reina el Señor”, no se debe a que entonces el Señor ha llegado para reinar.
Siempre ha estado reinando. Con la aclamación “El Señor reina”, lo mismo que
con la fórmula “Cristo es Señor”, se hace referencia a un estado permanente y no a
un nuevo acontecimiento histórico o litúrgico (Kraus 1966:205-208). Después
de todo, para el estudio del Salmo 96 y de los demás salmos de su género, lo que
importa no es que si en el pasado hubo una fiesta de la entronización del Señor, o
no, sino que reconozcamos, celebremos y nos sujetemos al Señor, nuestro rey en la
actualidad.
96:2 Canten al SEÑOR, alaben su nombre; anuncien día tras día su victoria.
En los tres primeros versículos del salmo se destacan seis imperativos que
exhortan a todos a exaltar al nombre del Señor y sus obras de salvación. El quinto
de los seis imperativos, “anuncien”, se traduce en la Septuaginta con el mismo
verbo griego del que se origina la palabra “evangelizar”. En realidad, lo que pide es
que todos los días se proclamen las buenas nuevas, que se anuncie el evangelio. En
la exposición que hace del salmo, el renombrado profesor del Antiguo
Testamento Walter Bruggemann pone énfasis en que la proclamación del
evangelio es un acto por medio del cual se lleva un anuncio de buenas nuevas de
una parte a otra. La naturaleza de las buenas nuevas que en verdad son evangelio,
es transformar la condición social y existencial de los receptores del mensaje. Las
buenas nuevas del edicto del rey persa Ciro el Grande, fueron en verdad buenas
nuevas para los judíos que vivían en la cautividad babilónica. Según el edicto,
todos los judíos que vivían en cautividad tuvieron, a partir de entonces, la libertad
de volver a su tierra natal, recuperar las tierras de sus antepasados, reconstruir su
Ciudad Santa y construir un nuevo templo para adorar al Señor.
El edicto de Ciro, en particular, constituyó una comprobación de que los
reyes de Babilonia, Asiria y Egipto no fueron, realmente, los soberanos que
pretendieron ser. uien se desplaza por la historia para cumplir sus promesas,
establecer su reino y hacer cumplir sus propósitos, no es un rey humano, sino el
Señor. Por lo tanto, el salmo proclama: “¡El SEÑOR es rey!” (v. 10). Lo que el
salmo celebra son los hechos realizados por el Señor en la historia para liberar y
salvar a su pueblo. Lo mismo hacen los demás salmos del grupo. El anuncio de la
buena nueva fue la confirmación de la promesa hecha por boca de Jeremías, quien
había profetizado que después de 70 años los esclavizados estarían en libertad de
volver a su hogar. La recepción de tales buenas nuevas transformó, en verdad, la
condición social, política y económica de todos los judíos.
Al entonar el Salmo 96 hoy, nuestro enfoque no se dirige tanto hacia la
liberación de los cautivos de Babilonia, porque es otra época, sino en el hecho de
que el Señor sigue actuando en la historia a fin de liberar y salvar a todas las
naciones, y no sólo al pueblo judío. Por lo tanto, siempre habrá ocasión de cantar
un cántico nuevo. En la liturgia tradicional de las iglesias de occidente, el cuarto
domingo después de Pascua lleva el nombre de “Cantate”, palabra latina, primera
del Introito del día. El Introito tiene su origen en los salmos de la realeza del
Señor, y dice: “Cantad al Señor cántico nuevo: porque ha hecho maravillas.
¡Aleluya!” La maravilla a que hace referencia el Introito es la resurrección de
Jesucristo, otro regreso de la cautividad, esta vez de la cautividad de la muerte.
La resurrección de Jesucristo de la cautividad de la tumba fue, según 1
Corintios 15:20, las primicias de los que murieron. En otras palabras, de todos los
que han sido llevados al reino de la muerte, Jesús es el primero en retornar a la
vida para siempre. Sin embargo, su resurrección es solamente las primicias, o sea,
el primero en resucitar y la garantía de todos los que serán resucitados. Al celebrar
la resurrección de Jesús con un cántico nuevo, los creyentes festejan al mismo
tiempo el futuro retorno a la vida de todos los que son llevados cautivos por la
muerte. Recordemos que para los cananeos la muerte era un dios, que llevaba el
nombre de Mot, el viejo y más peligroso antagonista de Baal. Sin embargo, lo que
el salmo proclama es que el Señor, y no Mot, es el rey. En Jesús la muerte está
destruida para siempre, en conformidad a lo que pregona Pablo en 1 Corintios
15:54: “La muerte ha sido devorada por la victoria.”
Leyendo el Salmo 96 desde el punto de vista cristiano, es posible ver que lo
que celebramos en el cántico no es sólo el regreso de los judíos de la cautividad
babilónica, sino también el retorno de Jesucristo de la cautividad de la muerte; y
no sólo esto, también celebramos la futura restauración a la vida de todos los
muertos. Cuando esto suceda, Jesús entregará el reino a Dios Padre (1 Corintios
15:23-29), “para que Dios sea todo en todos”. De este modo, leyendo el Salmo 96
a la luz de la resurrección de Cristo, entonamos el cántico como una anticipación
del gran himno de victoria que entonará todo el universo, cuando se realice
plenamente el propósito que Dios tuvo desde el principio para el género humano
y todo el universo.
En Apocalipsis 14:3 cantan un cántico nuevo los 144.000 santos que fueron
redimidos de entre los de la tierra, y que llevan escrito en sus frentes el nombre del
Cordero y de su Padre.
96:3 Proclamen su gloria entre las naciones, sus maravillas entre todos los pueblos.
Parte del mensaje a ser proclamado entre los gentiles, fue la realidad de que los
dioses que adoraban los gentiles realmente no eran seres divinos, sino la obra de
manos humanas. En la Biblia griega, la Septuaginta, leemos que, en vez de decir
que los dioses de los pueblos son ídolos, dice que son demonios. La identificación
de los dioses paganos con los demonios se encuentra también en Apocalipsis 9:20.
EL SEÑOR Y LOS DIOSES
El hecho de que el Señor es Rey, son buenas nuevas no sólo para los israelitas
que viven esparcidos entre los gentiles, sino también para los gentiles mismos,
para toda la creación y en particular para nosotros, “pues a nosotros nos ha
llegado el fin de los tiempos” (1 Corintios 10:11). ¡ué buena noticia es ésta, que
el Rey del universo es el Señor, el Dios de la vida que ha creado y dado vida a todo
lo que existe, y no Mot, el dios de la muerte, o uno de los muchos dioses infernales
que tanto abundaron entre los vecinos de Israel! Es posible cantar un cántico
nuevo, porque el Señor no es como Baal, Osiris, o uno de los otros dioses de la
fertilidad que mueren y resucitan cada año; o como el dios sol que gobierna de día
pero duerme de noche, y no es capaz de proteger a los suyos de los terrores de la
noche. El que guarda a Israel no se adormecerá ni dormirá. Como supremo Rey
del universo, hace salir el sol y envía las lluvias sobre los campos tanto de buenos
como de malos, de pura bondad, sin pedir a sus adoradores que sacrifiquen en
holocausto a sus primogénitos.
Son buenas nuevas el anuncio de que el Señor es el Rey del universo y no
Anat, la hermana y consorte de Baal. Aunque diosa, Anat se vestía como hombre,
y lo mismo que la diosa hindú Kali, o Durga, era más feroz y sanguinaria que
cualquier deidad masculina. Se deleitaba con las matanzas, con bañarse en la
sangre de los guerreros degollados y mutilados y en comer la carne cruda de los
sacrificios humanos (Albright 1969:114). ¡ué contraste entre el Señor, el buen
Pastor, y los dioses paganos! Porque el buen Pastor busca las ovejas perdidas y las
hace volver al redil, recoge a las extraviadas, venda a las que están heridas, y
fortalece a las débiles (Ezequiel 34:16).
Son buenas noticias el anuncio de que el Señor reina, y no Huitzilopochtli, el
dios guerrero de los aztecas, cuyos guerreros solían quebrar los huesos y desollar
los cadáveres de las miles de víctimas sacrificadas durante la fiesta de temalacatl (el
despellejamiento de hombres). Después se cubrían con la piel medio podrida de
sus víctimas, mientras que en alegre procesión llevaban las cabezas y demás partes
de los cuerpos a sus casas para consumirlas, en un intento de apoderarse del
carisma del muerto (Carrasco 1995:1-16). Son buenas noticias que el Señor, que
es Rey, envió a su Hijo para ser sacrificado en nuestro lugar, en vez de exigir de
nosotros el desmembramiento, la exhibición pública y el consumo de los
cadáveres de miles de infelices sacrificados en su honor. A las deidades mayas se les
sacrificaban seres humanos después de torturarlos arrancándoles todas las uñas
(Carrasco 1990:39).
Celebremos y cantemos un cántico nuevo porque el Señor es Rey y no Alá, el
dios que proclamó el profeta Mahoma, porque Alá es una deidad implacable, un
dios de la ley que juzga al ser humano según sus preceptos y decretos, pero que
nunca brinda a sus fieles la seguridad de la salvación y del perdón. Sus adeptos
nunca están seguros de haber acumulado los méritos suficientes para entrar en el
paraíso. El libro sagrado del islam no habla de la venida de un salvador, porque
cada uno es responsable de su propia salvación. Los que conocen al Señor saben
que Dios es amor, y que este amor se ha hecho realidad en la encarnación de
Jesucristo, el Rey Mesías anticipado en los salmos, y cuya venida llevó a su pueblo
a entonar un cántico nuevo. El Corán, el libro sagrado del islam dice muchas
cosas acerca de Alá, pero en ningún momento afirma que Alá es amor. Es juez,
vengador y justiciero, pero no es amor ni salvador.
Celebramos y entonamos cánticos nuevos, porque nuestro Rey es el Señor, y
no Buda o una de las muchas deidades del hinduismo, porque lo que ofrecen a sus
seguidores no es una salvación definitiva que se realiza en el tiempo y en el
espacio, sino un sin fin de reencarnaciones y renacimientos, gobernados por la ley
de karma, en que cada uno recibirá exactamente lo que se merece. El Salmo 96 y
los demás salmos de la realeza del Señor celebran que el Señor viene para
establecer su justicia en todo el universo. Y será así, porque la historia tiene un
final, se dirige hacia una meta, la cual es el establecimiento del reino del Señor. El
tiempo y la historia no son cíclicos, sino que se mueven hacia una realización
definitiva, en la cual la justicia del Señor se manifestará a todas las naciones. Y esta
justicia de Dios tiene dos lados. Un lado de la justicia del Señor consiste en la
destrucción de las fuerzas del mal, la soberbia, el egoísmo y todo lo que produce
sufrimiento y dolor. El otro lado de su justicia es el otorgamiento de la gracia al
pecador penitente y humilde. Los dos lados de la justicia que el Señor viene a
establecer, son la ley y el evangelio. Hablar de la ley sin hablar al mismo tiempo de
evangelio, es entender erróneamente la salvación de Dios, como lo es también
hablar del amor de Dios sin mencionar su justicia.
No por casualidad contienen los salmos de la realeza del Señor una polémica
contra los dioses e imágenes a quienes rinden culto las tribus de las naciones;
porque la humillación y la sujeción de los ídolos y dioses falsos es parte integral de
su realeza. Es también el tema del conocido sermón de Pablo en el Areópago de
Atenas (Hechos 17:16-34).
96:6 El esplendor y la majestad son sus heraldos; hay poder y belleza en su santuario.
Se convida a las tribus de las naciones no sólo a tributar honra al nombre del
Señor, sino también a venir en peregrinación ante el trono, trayendo ofrendas y
regalos al Señor. Se presume que vienen para participar en los sacrificios, y comer
y beber en los banquetes sagrados junto a los hijos de Israel. De este modo se
vislumbra el tiempo en que el muro de la separación será derribado (Efesios 2:14),
y judíos y gentiles serán reconciliados por medio de la cruz. La reconciliación
entre las tribus de Israel y las tribus de los gentiles es un nuevo motivo para
entonar un cántico nuevo al Señor. Debe notarse que la invitación a los gentiles a
participar en la adoración del Señor viene tan sólo después de la denuncia de los
ídolos en los pasajes anteriores; porque solamente los que han rechazado el culto a
los ídolos pueden participar de la adoración al Señor. Haciéndose eco de los
Salmos 96 y 97, el apóstol San Pablo declara lo siguiente: “No pueden beber de la
copa del Señor y también de la copa de los demonios; no pueden participar de la
mesa del Señor y también de la mesa de los demonios” (1 Corintios 10:21).
El mismo San Pablo, en su afán por que se cumpliera lo que el salmo anticipa,
exhortó a las congregaciones que él había establecido de entre los gentiles, a que
llevasen a cabo una gran ofrenda de amor; ofrenda que sería llevada por
representantes de las congregaciones a Jerusalén, para ayudar a muchos
judeocristianos pobres de Judea que estaban pasando hambre y necesidad (2
Corintios 8 y 9). Al llevar la delegación de creyentes gentiles a Jerusalén con su
ofrenda, el apóstol pretendió cumplir con la exhortación del Salmo 96: “Traigan
sus ofrendas y entren en sus atrios.” La ofrenda que el apóstol San Pablo y los
delegados gentiles llevaron a Jerusalén, no fue solamente dinero contante y
sonante, sino también la ofrenda de los cuerpos de los gentiles, rescatados del
poder de las tinieblas, para ser entregados a Dios como sacrificios vivos, santos y
agradables a él (Romanos 12:1).
96:9 Póstrense ante el SEÑOR en la majestad de su santuario; ¡tiemble delante de él toda la tierra!
El Salmo 95:6 nos ayuda a entender mejor lo que implica temblar delante de el
Señor. Se refiere a que todos se postren a los pies del Señor, en reconocimiento de
su grandeza como creador de las alturas de los montes y de las profundidades del
mar. Se vislumbra aquí una escena como la de Apocalipsis 7:9-10, en que una gran
multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y
lenguas, estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas
blancas, con ramas de palma en las manos, y que clamaban a gran voz, diciendo:
“¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!”
Vistos desde el punto de vista del NT, todos los salmos de la realeza del Señor
apuntan a las grandes escenas del libro de Apocalipsis, en que el Señor es
aclamado como rey del universo, y el Cordero recibe la alabanza y la adoración de
todos los seres celestiales, de todos los santos y de todas las nacio nes. Los salmos
de la realeza del Señor se prestan para ser entonados el Día de todos los Santos, y
durante los últimos domingos del año eclesiástico, en que el enfoque de la liturgia
es la segunda venida de Jesucristo y el Juicio Final.
96:10 ue se diga entre las naciones: “¡El SEÑOR es rey!” Ha establecido el mundo con firmeza;
jamás será removido. Él juzga a los pueblos con equidad.
3. ¿Por qué han descartado la mayoría de los eruditos la idea de que los
salmos de la realeza de yahweh tuvieron su origen en la fiesta anual de la
entronización de yahweh que se celebraba como parte de la fiesta de los
Tabernáculos?
4. ¿En qué sentido eran buenas nuevas el edicto del rey persa, Ciro el
Grande?
5. ¿Cuál fue el propósito por el cual yahweh llamó a Israel para ser su
pueblo?
6. ¿Por qué son buenas nuevas el hecho de que yahweh reina y no uno de los
otros dioses de la antigüedad?
7. ¿ué significa el hecho de que el mar, los árboles y el campo son invitados
a participar en la adoración a yahweh como rey del universo?
9. Haga una lista de algunas de las veces cuando en la Biblia los gentiles
traen sus ofrendas al Dios de Israel en cumplimiento del Salmo 96:7-8.
10. ¿ué relación tienen los salmos de la realeza de yahweh con el libro de
Isaías?
SALMO 82
El ocaso de los dioses
La frase: “Hijo del Altísimo”, o “hijos de Dios”, se emplea con frecuencia en las
Escrituras para señalar a los ángeles. Por ejemplo, en Job 1:6, dice: “Llegó el día en
que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos se
presentó también Satanás.” En Génesis 6:2 leemos: “Los hijos de Dios vieron que
las hijas de los seres humanos eran hermosas. Entonces tomaron como mujeres a
todas las que desearon.” Según la interpretación que ofrece el libro seudoepígrafe
de Enoc respecto a este pasaje de Génesis, los hijos de Dios son ángeles que se
enamoraron de mujeres de la tierra, y tuvieron hijos con ellas. Los hijos que estos
ángeles caídos engendraron en las hijas de los hombres, resultaron ser monstruos
y gigantes. Según el libro de Enoc y otros textos de la época, fue por el pecado de
los ángeles con las hijas de los hombres, que Dios decidió destruir al mundo con
el diluvio. Muchos hay que creen que éstos son los ángeles a los que se refiere
Judas versículo 6: “Y a los ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad,
sino que abandonaron su propia morada, los tiene perpetuamente encarcelados
en oscuridad para el juicio del gran Día.”
82:7 Pero morirán como cualquier mortal; caerán como cualquier otro gobernante.
Al final del salmo el salmista llama a elohim (en este caso: Dios) a levantarse y a
juzgar la tierra, a convertirse en el soberano de todas las naciones de la tierra. No
es otra cosa sino llamar a Dios a que inicie el Juicio Final, que establezca su reino
en todos los pueblos del mundo. El Salmo 82, al igual que los salmos de la realeza
del Señor, muestra un marcado carácter mesiánico y escatológico. Desde el punto
de vista del NT, el Dios de la justicia ciertamente se ha levantado en la persona de
Jesucristo, y ha venido a establecer la justicia divina en el conjunto del género
humano y en el corazón de toda persona que espera su venida.
Al entonar el Salmo 82 somos conscientes de que llamamos al Señor de la
justicia a actualizar su reinado en nuestras vidas y a manifestar su justicia en
nuestras acciones a favor de las víctimas de la injusticia, tanto en nuestra sociedad
como en la comunidad de las naciones. uienes entonan este salmo no pueden
quedarse indiferentes y mudos ante los atropellos que diariamente reciben los
afligidos, los menesterosos, los refugiados, los perseguidos políticos, las víctimas
de la discriminación racial y del abuso sexual. uienes entonan el Salmo 82 están
llamados a luchar en contra de los elohim que pretenden erigir sus altares en
nuestros corazones y conformar nuestras vidas a lo que ellos consideran
prioridades, pero que son ajenas al reino de Dios. El Salmo 82 nos exhorta a
resistir la tentación de rendir culto a los elohim de la generación perversa actual.
Hoy día los elohim no se llaman Baal, o Mot o Yam, sino que son la sociedad de
consumo, la cultura de las drogas, y el culto que se brinda a la iniciativa de
realizarse uno mismo.
El reino del Dios de la justicia que se invoca en el salmo no es solamente el
reino que será establecido con Jesucristo en su segunda venida, sino que es
también la presencia de Jesucristo y su Espíritu en nuestros corazones y nuestras
comunidades durante el tiempo entre los dos advientos de nuestro Señor. Lutero
declaró en su explicación de la segunda petición del Padrenuestro: “El reino de
Dios viene en verdad por sí solo, aún sin nuestra oración. Pero rogamos en esta
petición que venga también a nosotros.” Y seguidamente el Reformador añade
cómo sucede: “Cuando el Padre celestial nos da su Espíritu Santo, para que, por
su gracia, creamos su santa Palabra y llevemos una vida de piedad, tanto aquí en
este mundo temporal como allá en el otro, eternamente” (El Catecismo Menor de
Martín Lutero, copyright © 1997 Editorial Concordia). Así pues, “Levántate, oh
Dios, y juzga a la tierra.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. ¿ué queremos decir al manifestar que el Salmo 82, al igual que los
salmos de la realeza del Señor, es un salmo contrario al gobierno
imperialista?
4. ¿Cuál es el tema principal del Salmo 82? ¿Tiene vigencia este tema para la
iglesia de hoy? Explíquese.
5. ¿Con qué finalidad citó Jesús el Salmo 82 en sus controversias con los
judíos?
7. Josafat fue uno de los reyes de Judá que se preocupó mucho por el
nombramiento de jueces justos y la administración de la justicia en Israel.
Hasta la palabra para justicia (safat) es uno de los componentes de su
nombre. ¿ué nos enseña 2 Crónicas 19:4-11 acerca del comportamiento
que se esperaba de los jueces de Israel? ¿ué contraste existe entre el
concepto de justicia de este pasaje y la administración de la justicia en los
pueblos vecinos de Israel?
8. ¿Cuáles pasajes del AT hablan de la caída de seres divinos que perdieron
sus prerrogativas, dignidad, y autoridad?
9. Haga una lista de temas que tienen en común los Salmos 82 y 81. ¿Cuál es
la manera en que el Salmo 81 anticipa al 82?
10. ¿Para qué estación del año eclesiástico se presta mejor la utilización del
Salmo 82 como parte de la liturgia y como tema de estudio bíblico?
Exprese su opinión.
14
Los salmos de confianza y esperanza
SALMO 23
La gran popularidad de que ha gozado el Salmo 23 se debe no sólo a las imágenes
bucólicas de verdes pastos y tranquilas aguas, que contrastan tan radicalmente
con las escenas de terror y destrucción con que nos bombardean en los medio de
comunicación, sino también a que nos presenta la poderosa metáfora de nuestra
vida como una peregrinación, un viaje al encuentro final con Dios, el cual ha sido
siempre el porqué de nuestra existencia. Desde la Odisea de Homero hasta las
Crónicas de Narnia de nuestra época, la metáfora de la vida cual un viaje o
peregrinación, ha caracterizado la literatura del mundo occidental. El peregrinaje
de las ovejas, en el Salmo 23, no es el viaje del aventurero que ignora el fin de la
jornada, sino una odisea cuya finalidad es el retorno al paraíso perdido, un
reencuentro con Dios, quien es el origen y razón de nuestro ser. ue nosotros,
quienes entonamos los salmos, podamos identificarnos fácilmente con las ovejas
en su larga peregrinación, queda implícito en las más de 400 referencias a las
ovejas en las Sagradas Escrituras (Sweeting 1989:48). El matiz de consuelo y
esperanza que ocupa el salmo desde la primera mención del Señor al principio,
hasta la segunda aparición del tetragrámaton al final del canto, consiste en que las
ovejas nunca pacen solas sino que están acompañadas de la presencia divina. Los
primeros versículos presentan al Señor delante de las ovejas, en tanto que los
versículos 3 y 4 nos lo presentan junto a ellas. Los últimos dos versículos se
refieren al Señor como que marcha detrás de su redil.
Del mismo modo, en nuestra peregrinación, la presencia divina va delante, junto,
y detrás de nosotros, conduciéndonos a la gran fiesta de la salvación en la morada
del Señor (Smith 1988:61-64).
23:1 El SEÑOR es mi pastor, nada me falta;
El cuadro pintado por el poeta es el del pastor no sólo como el que provee, sino
también como el guía y protector de su rebaño. Sin la presencia del pastor las
ovejas fácilmente se pierden en las barrancas y sombríos desfiladeros de las zonas
montañosas y desérticas de Palestina. Con su vara el pastor protege al rebaño de
los lobos, osos y leones. Con la punta de su vara aplasta las serpientes y alacranes
ocultos en hoyos y grietas. El cayado tiene además la utilidad de poder sacar del
agua al cordero caído accidentalmente en el río. De este modo protege y guía el
Señor a su rebaño.
La frase “peligro alguno” nos hace pensar en la última petición del
Padrenuestro, “líbranos del mal” (Mateo 6:13). La palabra “mal” encierra un
sinnúmero de tragedias, angustias y terrores, de los cuales el más terrible es estar
abandonado en el seol, el reino de la muerte. Muchos intérpretes de los salmos han
visto en la frase “valles tenebrosos” una referencia al seol, en tanto que la referencia
a “habitar en la casa del SEÑOR para siempre”, es una afirmación de la fe del
creyente en la vida eterna. Los lazos que unen al pastor con su rebaño son tan
firmes y fuertes, que ni la muerte los puede separar. uedó demostrado en la vida
de Jesús. Por lo general, y con razón, identificamos al pastor del Salmo 23 con
Jesús; sin embargo, recordemos que en el NT se presenta a Jesús no sólo como el
pastor, sino también como el cordero. De hecho, Jesús es el Cordero que tuvo que
pasar por valles tenebrosos y que exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?” (Salmo 22:1) y, “tengo sed” ( Juan 19:28) antes de poder
refrescarse junto a tranquilas aguas.
El término hebreo empleado a fin de describir los valles tenebrosos por los
que tienen que pasar las ovejas es salmawet, un término utilizado en Job 28:3, para
referirse a la oscuridad de una mina. En Job 10:21-22 se utiliza la misma palabra
para referirse al lugar de los muertos, cubierto de densas tinieblas, en tanto que en
Job 38:17 se la emplea para designar las puertas de la sombra de la muerte. En
Amós 5:8 se emplea la palabra salmawet para describir la densa oscuridad de caos
antes de la creación del día y la noche.
Creemos que no fue por accidente que el Salmo 23 esté colocado entre los
Salmos 22 y 24. Los tres forman un tríptico en el que el Salmo 23 provee la
respuesta a la angustia que expresa el ungido de Dios en el Salmo 22. El ungido no
queda abandonado en el reino de la muerte, sino que es conducido por los valles
tenebrosos para descansar en los verdes pastos y celebrar su vindicación con un
banquete en presencia de sus enemigos. En el Salmo 24 el ungido es conducido al
monte del Señor, donde se lo entroniza como soberano de todas las naciones. Allí
se le abren las puertas de la ciudad de Dios para ser recibido como el Rey de la
gloria. Si escuchamos el Salmo 23 entonado con la dirección del Espíritu,
podremos discernir en este himno el canto del Cordero que estuvo muerto, pero
que ahora vive por los siglos de los siglos y tiene las llaves de la muerte y del
infierno (Apocalipsis 1:18).
En su exposición del Salmo 23 Lutero no tuvo dificultad en identificar el
camino que conduce por valles tenebrosos con la muerte de los cristianos. Al verse
cara a cara con la muerte, los seres humanos se encuentran en tinieblas porque no
saben a dónde van. Los creyentes, sin embargo, no temen porque no están solos.
El salmo declara “tú estás a mi lado”; y recordemos que el nombre de nuestro
buen pastor es Emanuel, que significa “Dios con nosotros” (Mateo 1:23). Jesús,
Emanuel, ya pasó por los valles tenebrosos, conoce el camino y puede guiarnos
por la oscuridad a la casa del Padre (von Rohr Sauer 1971:491).
Al mismo tiempo, es posible escuchar en el Salmo 23 ecos que provienen de
las vivencias de su autor, David, quien tuvo que enfrentar enemigos terribles en
otros valles tenebrosos. Inmediatamente después de haber conquistado Jerusalén,
David se vio atacado dos veces por los filisteos quienes, según 2 Samuel 5:17-25,
acamparon en el valle de Refayín, también conocido como el valle de Hinón. La
palabra Refayín significa fantasmas, duendes, esto es, los espíritus de los muertos
reverenciados por los antiguos jebuseos, como parte del culto ofrecido a una de
sus deidades principales, Baal Perasín, Señor de los farallones. Baal Perasín fue
conocido también como el melej (rey) de la muerte. Este dios infernal tenía
santuarios y altares en los farallones del valle. El valle de Refayín era, entonces, un
lugar habitado por lo duendes de los niños sacrificados en los holocaustos que se
celebraban en aquel lugar tenebroso. En Jeremías 28:15, el profeta ataca la falsa
seguridad de los israelitas herejes que no mostraron temor ante la invasión de los
babilonios, porque habían hecho un pacto con la muerte, es decir, con Baal
Perasín (Goulder 2006:470).
Al escribir acerca de los israelitas apóstatas que siguieron el culto de los
antiguos jebuseos en aquel lugar, Isaías declara lo siguiente: “Entre los robles, y
debajo de todo árbol frondoso, dan rienda suelta a su lujuria; junto a los arroyos, y
en las grietas de las rocas, sacrifican a niños pequeños. Las piedras lisas de los
arroyos, serán tu herencia; sí, ellas serán tu destino. Ante ellas has derramado
libaciones y has presentado ofrendas de grano. Ante estas cosas, ¿me quedaré
callado? Sobre un monte alto y encumbrado, pusiste tu lecho, y hasta allí subiste
para ofrecer sacrificios” (Isaías 57:5-7).
En 2 Samuel 5:20 encontramos un juego de palabras. Perasín significa
farallones o repechos, o sea, una parte separada de la mon taña por una quebrada.
Siendo que el Señor quebrantó a los filisteos en las corrientes y quebradas del
valle, el nombre Baal Perasín llegó a tener nuevo significado. Fue allí donde
David, al oír el sonido del Señor en las copas de los árboles de bálsamo, se lanzó al
ataque para herir a sus enemigos, armado él con una maza con punta de hierro.
Con este cayado quebró David a los filisteos desde Gabaón hasta Guézer. Es
posible que al mencionar los valles tenebrosos, David se esté refiriendo a la
victoria que el Señor le concedió en el valle de Refayín, victoria que lo confirmó
como rey de Jerusalén y le brindó un respiro frente a los enemigos que se
nombran en el versículo 5 (Goulder 2006:470).
La declaración “no temo peligro alguno” parece ser la respuesta del creyente
fiel que recibió un oráculo de salvación, ya que por regla general los oráculos de
salvación comienzan con la declaración: “No tengan miedo.” Cuando el ángel
Gabriel proclamó el oráculo de salvación a María, sus primeras palabras fueron:
“No tengas miedo, María; Dios te ha concedido su favor” (Lucas 1:30). Y las
palabras con las que el ángel del Señor calmó el temor de los pastores de Belén,
fueron: “No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo
de mucha alegría… Hoy les ha nacido… un Salvador” (Lucas 2:10-11). Con
palabras similares el ángel respondió a las mujeres que fueron a la tumba
buscando el cuerpo de Jesús: “No tengan miedo… No está aquí, pues ha
resucitado” (Mateo 28:5). Al recibir un anun cio de salvación de un profeta o de
un ángel del Señor, nuestra única respuesta tendrá que ser: “No temo peligro
alguno.”
23:5 Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos. Has ungido con perfume mi
cabeza; has llenado mi copa a rebosar.
Para los intérpretes del salmo, los versículos 5 y 6 presentan un problema. ¿Ha
dejado, el salmista, de emplear la metáfora del pastor y sus ovejas en esta parte del
salmo? ¿Tenemos en estos dos versículos una nueva metáfora, la del anfitrión y su
huésped? Alfred von Rohr Sauer, quien fuera profesor del AT en el Seminario
Concordia de Saint Louis, Missouri, EE.UU., opina en su exposición del Salmo
23 que no ha habido un cambio de metáfora, esto es, el salmo sigue empleando la
imagen del pastor y sus ovejas. Según von Rohr Sauer, la mesa a la que hace
referencia el versículo 5 es una espesa alfombra de césped donde pueden
recostarse las ovejas. El buen pastor ha quitado todas las espinas, cardos y maleza
malsana de la alfombra de verdor. Las piedras sospechosas han sido volteadas por
si estuvieran cubriendo un nido de escorpiones. Los huecos grandes y las cuevas
de los alrededores han sido examinados para asegurarse de que no haya lobos o
hienas escondidos.
Habiendo terminado de preparar la alfombra de césped, el pastor hace pasar a
las ovejas una por una examinándolas cuidadosamente. A su lado tiene un envase
lleno de aceite de oliva y la resina de cedro. También tiene dispuesta una copa que
contiene una mezcla de miel, vino y jugo de limón. Si una oveja presenta un corte
o un golpe, le aplica el óleo medicinal. Si ve alguna particularmente débil o que
sufre de fatiga, le administra un trago de la mezcla reconstituyente. Según von
Rohr Sauer, entonces, el Salmo 23 presenta, desde el primer versículo hasta el
último, una única metáfora principal, la del buen pastor, guía, protector, y
guardián de sus ovejas. La metáfora es útil para ilustrar el amor del Señor que nos
guía, protege, cura, y alimenta. Es el amor que se hace particularmente palpable
en Jesucristo y en la obra del Espíritu Santo que nos guía a conocer la verdad y nos
alimenta con la Palabra, el Bautismo, y la Santa Comunión.
Otros intérpretes, sin embargo, creen que a partir del versículo 5 tenemos una
nueva metáfora, la del anfitrión y su huésped. De acuerdo con esta manera de
entender el salmo, el cuadro que pinta el salmista David en el versículo 5 es el de
alguien perseguido por sus enemigos, que halla refugio y asilo en las tiendas del
jeque de una tribu de beduinos que viven en el desierto. Según las leyes de la
hospitalidad, un peregrino o refugiado que llega a la tienda de un beduino, es
recibido en el nombre de Dios y se le provee comida, albergue y protección. Es lo
que hizo Abraham cuando tres misteriosos visitantes se aparecieron ante su
tienda, sin previo aviso, en Génesis 18. Y en Génesis 19 encontramos el relato de
cómo Lot, el sobrino de Abraham, recibió a los dos señores que llegaron a su casa
en Sodoma, sin saber que en realidad eran mensajeros de Dios. No sólo les ofreció
comida y albergue, sino protección contra la hostilidad de los pervertidos de la
ciudad que quisieron abusar de sus huéspedes. Nabal en cambio, el necio esposo
de Abigail, no quiso obrar según las leyes de la hospitalidad del antiguo Cercano
Oriente, y rehusó recibir a David y a sus hombres, que venían huyendo de los
hombres de Saúl (1 Samuel 25).
El buen anfitrión recibe a quienes buscan su protección, con todas las
atenciones a disposición de ellos. Se les prepara un banquete completo con lo
mejor. Hay vino en abundancia, y se unge al visitante con aromas y perfumes que
expresan el gozo y la alegría que reina en la casa por causa de la visita. Los
enemigos quedan afuera viendo cómo el que es objeto de su persecución es
festejado en la casa del buen anfitrión. Después del festín, el buen anfitrión ordena
que dos hombres escolten al huésped que continúa su viaje, para protegerlo y
conducirlo con seguridad a su destino, del mismo modo que el Señor nos provee a
nosotros de una escolta, la mejor, el bien y la misericordia.
Aún otra manera de enfocar el Salmo 23 es la de Luis Alonso Schökel, para
quien la única figura principal del salmo es la del pueblo de Israel en su
peregrinación desde Egipto a la Tierra Prometida. Durante la peregrinación Israel
ha tenido la experiencia de que el Señor ha sido el pastor que los ha guiado por el
desierto, el protector que ha defendido a su pueblo de sus enemigos, y el anfitrión
que ha recibido a Israel como huésped en la Tierra de Promisión. Ciertamente, en
su éxodo fuera de Egipto y su peregrinación hacia la Tierra Prometida, el pueblo
de Israel apreció la bondad y la misericordia del Señor, tanto como pastor y guía
como anfitrión. En primer lugar, los hebreos fueron guiados por el desierto
durante cuarenta años y protegidos de todos los enemigos que los persiguieron.
Finalmente, llegaron a la tierra donde fluía leche y miel y donde el Señor, cual
buen anfitrión, los recibió y puso delante de ellos una rica mesa repleta de
bendiciones. En medio de las naciones enemigas que los rodeaban, los israelitas
pudieron exclamar: “Has llenado mi copa a rebosar.”
Aún hay otros intérpretes que creen que en todo el salmo, su autor, David,
hace referencia a los hechos en que percibió que el Señor había sido su buen
pastor. Visto el salmo desde el punto de vista de la vida de David, podríamos ver
en el perfume (“aceite” RV) del versículo 5 una alusión al óleo sagrado con el cual
era ungido el rey, y su entronización como rey de la ciudad de Jerusalén y
soberano de las doce tribus de Israel. Conocemos sobradamente la historia del
ungimiento de David por el vidente y juez Samuel (1 Samuel 16:13). Pero en 2
Samuel 5:3 encontramos el relato de otro ungimiento de David: “Así pues, todos
los ancianos de Israel fueron a Hebrón para hablar con el rey David, y allí el rey
hizo un pacto con ellos en presencia del SEÑOR. Después de eso, ungieron a David
para que fuera rey sobre Israel.” Los historiadores suponen que después de la toma
de Jerusalén David fue ungido una vez más. Esta vez por los antiguos habitantes
de Jerusalén, los jebuseos, quienes aclaman ahora a David como su rey en lugar de
los antiguos soberanos, y al Señor su Dios en lugar de las antiguas deidades.
La coronación de David como rey de Jerusalén y rey de las doce tribus, podría
ser descrita como la celebración de un triunfo de David sobre sus enemigos.
Después de la muerte de Saúl, Abner e Isboset, los enemigos de David no vieron
otra opción que no fuera la de reconocer a David como su soberano. La mesa de
David estuvo dispuesta en presencia de sus enemigos. Los enemigos son las tribus
paganas alrededor de Israel, y también los enemigos políticos de David en Israel.
Al final de su lucha contra los miembros de la casa de Saúl–incluidos el propio
Saúl, Isboset su hijo y Abner, general del ejército– y en presencia de todos los que
se oponían a su coronación, David es declarado el hijo adoptado de Dios, y su
dinastía se establece para reinar en perpetuidad. Después de su entronización, la
derrota de sus enemigos, el traslado del arca del pacto a su ciudad, y el
establecimiento de su dinastía, David pudo manifestar: “Has llenado mi copa a
rebosar.” Finalmente pudo, como dice el salmo, descansar en verdes pastos. El
autor de 2 Samuel 7:1 expresa: “Una vez que el rey David se hubo establecido en
su palacio, el SEÑOR le dio descanso de todos los enemigos que lo rodeaban.”
La entronización de David fue, a la vez, su vindicación. El hecho de que el
Señor escogió a David y no a uno de sus rivales, fue una acción que puso en
vergüenza a sus enemigos. En el libro de Ester se narra la exaltación de
Mardoqueo. Tenemos allí otro ejemplo clásico de lo que significaba en el antiguo
Cercano Oriente, ser escogido por el Señor y puesto en un lugar encumbrado en
presencia de sus enemigos. El infame Amán, que tramaba la aniquilación de todos
los judíos y particularmente la de Mardoqueo, es obligado por el mismo rey
Asuero a vestir a Mardoqueo con el vestido y la corona reales, montarlo sobre el
caballo del rey, y conducirlo por la plaza de la ciudad, proclamando: “¡Así se trata
al hombre a quien el rey desea honrar!” (Ester 6:11).
Una de las imágenes más vívidas del Salmo 23 es la de ser ungido. “Has
ungido con perfume mi cabeza”; (Unges mi cabeza con aceite RV). En los
tiempos bíblicos el ungimiento con aceite señalaba no sólo que una persona había
sido escogida como profeta, rey o sacerdote, sino que se empleaba también
medicinalmente. El buen samaritano ungió con aceite las heridas del viajero que
había caído en manos de los asaltantes. “Se acercó, le curó las heridas con vino y
aceite, y se las vendó” (Lucas 10:34). En Santiago 5:14-15, leemos: “¿Está
enfermo alguno de ustedes? Haga llamar a los ancianos de la iglesia para que oren
por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración de fe sanará al
enfermo y el Señor lo levantará.” En estos textos se menciona el empleo del aceite
como una medicina y expresión de la compasión y ternura que sienten los
hermanos por la persona afligida. Todavía hoy en día las ovejas lastimadas y
agraviadas del redil cristiano necesitan ser ungidas con el aceite de la misericor dia
y de la compasión.
La acción de ungir a una persona con aceite es, todavía, un pode roso medio
de comunicar, tangible y visualmente que uno es acep tado, purificado, y amado
por Dios. Una trabajadora cristiana que ha dedicado su vida a la rehabilitación de
las víctimas de la violación y el abuso sexual, percibió que la lectura lenta y
pausada del Salmo 23 ha servido como efectiva terapia espiritual. Las víctimas de
la violación y del abuso sexual se sienten, con frecuencia, como mancilladas, sucias
y cargadas de vergüenza e impureza. Tales víctimas inocentes de la agresión
intencional sufren no sólo un terrible trauma emocional y espiritual, sino también
desprecio por sí mismas y la pérdida de la imagen de ser una persona de valor que
ha sido creada a la imagen de Dios. El Salmo 23 pone de manifiesto la
preocupación que siente el buen pastor por la oveja maltratada y abusada. El buen
pastor no abandona a la oveja profanada, sino que con ardiente pasión y ternura
intenta restaurarla. En vez de rechazarla por los abusos sufridos, el buen pastor le
prepara un banquete en presencia de los que se han burlado de ella. Se coloca
junto a ella con su vara y su cayado a fin de defender su honor y protegerla de las
burlas y el desprecio de los perpetradores de su trauma.
La vara y el cayado son los símbolos de la justicia y el amor que el buen pastor
tiene preparados para la protección y la liberación de los que sufren abusos. En
vez de echar a la oveja lastimada de su presencia, cosa que sucede con frecuencia
en países como Pakistán, Irán y la India, el buen pastor la recibe a fin de que
habite en la casa del SEÑOR para siempre. En vez de recriminarla por lo que ha
sucedido, el buen pastor unge con el aceite de aceptación y purificación la cabeza
de su oveja aporreada. Póngase por un momento en el lugar de la víctima. Cierre
los ojos e imagínese sentada ante una mesa repleta de toda clase de bendiciones; el
buen pastor se acerca y derrama sobre su cabeza el aceite suave y fresco de su
santidad. Usted puede sentir las gotas del aceite sagrado corriendo por sus
cabellos “como el buen aceite que, desde la cabeza, va descendiendo por la barba,
por la barba de Aarón” (Salmo 133:2). “Hija mía”, te dice el buen pastor, “tú estás
limpia, te he santificado; acércate a la mesa, deja fuera la pena, toma y come, yo
soy el pan de la vida; toma y bebe, tu copa está rebosando; conforta tu alma, yo
soy tu buen pastor.” La trabajadora cristiana a la que hemos hecho referencia,
descubrió no sólo el valor terapéutico de leer lenta y pausadamente el Salmo 23
junto con las víctimas del abuso, sino también el valor de ungirlas literalmente
con óleo en el nombre del buen pastor (Endres 2001:200-203).
23:6 La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del SEÑOR habitaré
para siempre.
La Nueva Versión Internacional, en vez de decir, como la Versión Reina Valera, “el
bien y la misericordia”, prefiere traducir los dos vocablos hebreos como “la bondad
y el amor”, en tanto que la Biblia de Jerusalén prefiere “la dicha y la gracia”. En la
Biblia del Peregrino, los dos mismos términos son “tu bondad y lealtad”. Son
varios los intérpretes que afirman que los dos términos fueron los nombres con
que el salmista identificó a los dos querubines que formaron la base del trono del
Señor sobre el arca del pacto (Goulder 2006:465). Encontramos el mismo par en
el Salmo 89:14: “La justicia y el derecho son el fundamento de tu trono, y tus
heraldos, el amor y la verdad.” Y en el Salmo 85:10 dice: “El amor y la verdad se
encontrarán; se besarán la paz y la justicia.” Atributos similares se encuentran en
los Salmos 43:3 y 96:6.
La imagen visual que ofrece el salmista es la del que suplica acompañado por
el arca del pacto, una representación visible del Dios invisible. En la parte superior
del arca se ve los dos querubines de oro, que representan los seres celestiales que
acompañan no sólo al Señor y su arca, sino también al salmista. Si el autor del
salmo es David, como creen muchos intérpretes antiguos y modernos, entonces lo
que el que suplica afirma es, que siempre estará acompañado de los ángeles del
Señor en todas sus luchas, angustias, y victorias. La palabra traducida como “me
seguirán” es un término que normalmente quiere decir “perseguir”. Por lo general
la palabra tiene una connotación muy negativa, ya que se encuentra en textos que
hablan de alguien que es perseguido por sus enemigos, un vengador de sangre, o
animales salvajes. Pero la presencia del Señor junto al que suplica, aporta un
nuevo significado a la palabra perseguir. Al que confía en el Señor lo perseguirá el
bien y no el mal.
Si leemos el Salmo 23 desde el punto de vista de la vida y obra de Jesucristo,
podremos observar que este canto de David tuvo un cumplimiento mucho más
profundo en la vida del Salvador. Después de pasar por valles tenebrosos, o sea, el
reino de la muerte, Jesús fue resucitado de los muertos y recibido por el Padre en
su casa celestial, donde se había preparado para él una fiesta de victoria en
presencia de sus enemigos, los espíritus satánicos que tramaron su destrucción. El
Apocalipsis (Apocalipsis 19:9-10) describe la cena de las bodas del Cordero y su
esposa la iglesia, como un festín en el que el Padre ha dispuesto una mesa para
Jesús, y ungido al Hijo como Rey de reyes de todas las naciones. Allí, en la gran
fiesta de salvación, su copa está rebosando. Desde luego, la Eucaristía que celebran
las ovejas de su redil cada domingo, es una anticipación de la gran cena de las
bodas del Cordero, quien es, al mismo tiempo, nuestro buen pastor. Martín
Lutero y los padres de la iglesia primitiva, no tuvieron dificultad en ver en la mesa
del Salmo 23 y en la copa que rebosa, alusiones a la Eucaristía.
LA CASA DEL SEÑOR
Ya ha sido mencionada la opinión de Mitchell Dahood, de que la frase “la casa
del SEÑOR” del versículo 6, es una alusión a la habita ción celestial del Señor en los
cielos. Otros investigadores señalan que lo primero a que hace referencia la frase
“la casa del SEÑOR”, tiene que ser el templo del Señor en Jerusalén. De hecho,
según hemos visto en nuestro estudio del Salmo 1, este templo es un símbolo,
imagen y réplica del paraíso original, y también del paraíso futuro, el cual es la
meta de nuestra peregrinación de fe. El jardín en el que se encontraba el templo
representaba el Edén, o paraíso terrenal, el lugar donde los primeros seres
humanos pudieron comunicarse libremente con su Creador. Además, las paredes
del templo estaban adornadas conpalmeras y querubines (1 Reyes 6:29, 32),
adornos que nos recuer dan los árboles del paraíso y los querubines que guardan
la entrada al jardín (Génesis 2:10-14).
El templo, al igual que el paraíso, fueron lugares donde los que celebraban
solían comer y beber en la presencia de Dios. Al participar en los sacrificios de
paz, los peregrinos encontraban una mesa preparada para su fiesta, y copas
rebosando vino. Los israelitas fieles al pacto tenían la esperanza de poder ascender
al monte santo para tener parte en el banquete sagrado y ver a Dios, tal como lo
vieron Moisés y los ancianos de Israel, conforme al relato de Éxodo 24:9-11. En
Isaías 25:6-8 encontramos una descripción de la gran fiesta de salvación que se
celebrará sobre el monte de Dios después de la destrucción de la muerte y la
salvación de todos los pueblos (Smith 1992:161).
DAVID, CANTOR Y MÚSICO
El nombre David figura en 78 de los salmos con epígrafe. La mayoría de los
investigadores dudan que David haya sido el autor de los 78 cantos inspirados,
porque en muchos de ellos hay alusiones a eventos que sucedieron después de la
muerte del segundo rey de Israel. Los epígrafes pueden interpretarse lo mismo
“por David” o “para David”. Si la designación en hebreo se interpreta “para David”,
lo que se quiere decir entonces es: “Dedicado a la memoria de David”. También
existe la posibilidad de que algunos salmos escritos por David fueran modificados
después de su muerte por los gremios de cantores inspirados que entonaban los
salmos en el templo.
No todos los salmos escritos por David se encuentran en el salterio. Dos de
los más conmovedores salmos de David se encuentran en el segundo libro de
Samuel. Son los lamentos compuestos por David, uno en ocasión de la muerte de
Saúl y Jonatán (2 Samuel 1:17-27, y el otro de la endecha compuesta por el rey en
ocasión del entierro de Abner (2 Samuel 3:33-35). En 2 Samuel 22:1-51 se
encuentra registrada la canción que David entonó para celebrar su liberación de
manos de todos sus enemigos. La misma canción, con casi las mismas palabras de
2 Samuel 22, se encuentra en el Salmo 18.
EL CULTO A LA MUERTE
En nuestra exposición del Salmo 23, hemos hablado del culto a la muerte en
Canaán en los tiempos del rey David. Así como hace tres mil años existía un culto
a Mot, el dios de la muerte, entre los antiguos cananeos, así también florecía un
culto a la muerte entre los antiguos pobladores de lo que hoy en día es México y
Centroamérica. Este culto a la muerte tuvo sus comienzos hace más de tres mil
años en México de donde se extendió por todos los rincones de Mesoamérica,
ganando muchos devotos entre los mayas, zapotecos, mixtecos, totonacos,
tarascos, pero especialmente entre los mexicanos o aztecas.
Las deidades principales en el antiguo culto a la muerte eran Mictlantecuhtli
y Mictecacihuatl, el señor y la señora de Mictlan, la región de la oscuridad y la
muerte. Se solía construir altares a Mictlantecuhtli y Mictecacihuatl donde les
eran sacrificados animales y hasta seres humanos en búsqueda de favores
relacionados con la muerte y ayuda para resolver complicados problemas. Sobre
todo se creía, como entre los antiguos cananeos, que se podía establecer una
especie de pacto con la muerte y recibir el poder de la muerte. Éste era el poder
que daba a los devotos protección de las flechas, lanzas y espadas de los enemigos
y la habilidad de infligir la muerte a los mismos enemigos. Se buscaba también la
seguridad de poder morir en paz. El culto a la muerte tenía su centro en
Tenochititlan en un templo llamado Tlalxico. Allí, y en otros centros de culto, se
encontraban los Tzompantli o hilera de cráneos; grandes hileras de palos donde se
ensartaban cráneos.
Con la Conquista la Iglesia Católica Romana y la Inquisición buscaron
erradicar el culto a la muerte y mandaron destruir todos los centros, símbolos e
imágenes relacionados con el dios descarnado o la Santa Muerte. Aunque
disminuyó, el culto no fue erradicado; siguió en forma clandestina. Después de la
eliminación del Santo Oficio de la Inquisición, el culto resurgió nuevamente. El
culto contemporáneo apareció en Hidalgo en 1965 y se ha extendido por todo el
territorio nacional y hasta a los Estados Unidos. Aunque la Iglesia Católica
Romana ha condenado la veneración a la Santa Muerte como pecaminosa, se
calcula que más de dos millones de personas rinden culto a la Santa Muerte,
conocida también como la Flaca, la Bonita, la Señora, la Comadre o la Niña.
Aunque entre sus devotos se encuentran empresarios y políticos, la mayoría de sus
adeptos son personas marginadas que no esperan que sus oraciones sean bien
recibidas por el Dios cristiano y los santos.
El culto a la Santa Muerte es especialmente popular entre narcotraficantes,
contrabandistas, taxistas, presos, prostitutas, travestís, homosexuales, pandilleros y
miembros de bandas delictivas, especialmente los miembros de la temida Mara
Salvatrucha. Los símbolos de la Santa Muerte son el esqueleto, la túnica que cubre
de la cabeza a los pies, la guadaña, el reloj de arena, la balanza y el mundo. Las
peticiones que se colocan sobre los altares de la Santa Muerte son de diferentes
colores según la naturaleza del favor que se pide, por ejemplo amarillo para el
dinero, azul para la salud, blanco para la lealtad y negro para la brujería y el mal.
Los ladrones suelen hacerle peticiones de protección de las balas de la policía,
mientras que los militares y policías piden una bendición para sus pistolas y sus
balas. En las cárceles de México la devoción a la Santa Muerte supera a la de la
Virgen de Guadalupe. El Santuario Nacional de la Santa Muerte se encuen tra
ubicado en Bravo, número 35 en el barrio popular de Venusiano Carranza en la
capital azteca.
Con confianza los fieles que entonamos los salmos podemos dar gracias que
quien nos conduce por los múltiples peligros de la vida y el más allá no es la Santa
Muerte sino nuestro buen pastor. Es él quien ha preparado una mesa para
nosotros en la presencia de Mot, Mictlantecuhtli, Mictecacihuatl y todos los
poderes infernales. Él nos ha dado su promesa; habitaremos, no en el Tlalxico,
sino en la casa del Señor para siempre, pues el último enemigo que será destruido
es la muerte. Dios ha sometido todo al dominio de nuestro buen pastor,
Jesucristo.
Nota: Hay centenares de artículos sobre “El Culto a la Santa Muerte” en el
Internet, algunos dando información, otros promoviendo el culto, y otros
atacándolo.
PREDICACIÓN SOBRE EL SALMO 23
Después de haber estudiado tantas maneras diferentes de interpretar o
enfocar el Salmo 23, llega el momento de decidir cómo emplear lo que hemos
aprendido, en la preparación y composición de un sermón. Desde luego, las
diferentes maneras de enfocar o aplicar las imágenes que nos ofrece el salmo, no
deben verse como contradictorias, sino complementarias. Aquí se ofrece un
bosquejo en el que se utilizan algunos de los temas que han sido tratados en
nuestro análisis. Este bosquejo se utilizó para un sermón, el día de la consagración
de un trabajador cristiano en una congregación de Venezuela, en el que se pone el
énfasis en que Jesús, el buen pastor, es el modelo para nuestro ministerio pastoral.
INTRODUCCIÓN
El Salmo 23 es el más conocido y popular de los salmos para muchos millones
de personas en todo el mundo; es el salmo que mayor cantidad de personas han
aprendido de memoria, y es el preferido como lectura en ocasión de un funeral o
un Bautismo. La popularidad del Salmo 23 estriba en que tantas personas, de una
manera u otra, y siempre de un modo muy personal, han percibido que el Señor es
su pastor. En esta meditación sobre el salmo del buen pastor, queremos destacar
hoy las tres actividades de éste, resaltadas en el canto de David. Veremos que el
Salmo 23 habla que el buen pastor es 1) guía, 2) protector, y 3) anfitrión.
El buen pastor, guía de su rebaño: el modo en que Israel percibió al Señor como guía.
El buen pastor, protector de las ovejas: el modo en que David percibió al Señor como
protector:
Con su vara y cayado, el buen pastor del Salmo 23 protege a sus ovejas de las
fieras y de los peligros del camino. Las conduce por el oscuro valle de las sombras.
David llegó a conocer al Señor como protector de su rebaño, al ser atacado, en
dos oportunidades, por los filisteos en el valle de la sombra de la muerte.
Jesucristo, el buen pastor, luchó contra las fieras en la cruz; tuvo que pasar por
el valle de la sombra de la muerte, pero al tercer día resucitó. Ahora está junto a
nosotros para protegernos de nuestros enemigos espirituales y llevarnos, por la
muerte, a la casa del Padre.
En el Salmo 23 vemos que el buen pastor prepara una mesa para que sus
ovejas puedan pasar la noche. Él las examina, les cura las heridas, y a las débiles y
fatigadas les administra un reconstituyente para restaurar su alma.
Hoy día hay muchas ovejas lastimadas y aporreadas que necesitan conocer la
ternura, la purificación y el poder sanador del buen pastor, como queda
demostrado en el ejemplo de la trabajadora cristiana, que empleaba el Salmo 23
como parte de la terapia de las víctimas de violación y abuso.
Después de padecer la burla, la tortura y la muerte de manos de sus
angustiadores, Jesús fue resucitado de los muertos y llevado a la presencia del
Señor, donde el Padre le tuvo preparada una mesa de victoria en presencia de sus
enemigos.
Jesús, el buen anfitrión, espera recibir a todas las ovejas cansadas y agobiadas
con traumas, ansiedades y pecados. Tiene para ellas una mesa preparada repleta de
bendiciones. La copa que nos brinda está rebosando. “Al que a mí viene, no lo
rechazo” ( Juan 6:37).
Conclusión: Dios le preguntó a Caín, el asesino: “¿Dónde está tu hermano
Abel?” La respuesta fue: “¿Acaso soy yo el que debe cuidar (pastorear) a mi
hermano?” Aunque Caín no quiso admitirlo, los cierto es que Dios nos ha
llamado a que seamos guardas y pastores de los demás, y ellos de nosotros. En el
Salmo 23 y en Jesucristo se nos presenta un modelo a seguir en nuestro ministerio
pastoral, como guías, protectores y anfitriones.
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
4. Haga una lista de las maneras en que usted puede ser guía de las ovejas del
Señor, en su ministerio pastoral.
5. Haga una lista de las maneras en que usted puede ser protector de las
ovejas del Señor, en su ministerio pastoral.
6. Haga una lista de las maneras en que usted puede ser anfitrión de las
ovejas del Señor, en su ministerio pastoral.
10. Lea Isaías 25:6-8. ¿ué tipo de ayuda nos provee este texto en la
interpretación del versículo 6 del Salmo 23?
11. De las muchas imágenes visuales que se presentan en el Salmo 23, ¿cuál de
ellas ha sido de mayor impacto para su corazón? Explique.
SALMO 16
En el himnario ¡Cantad al Señor!, publicado por Editorial Concordia (1991), el
Salmo 16 ha sido designado para ser entonado el Tercer Domingo de Pascua, para
el leccionario A. Sin embargo, mucho antes de tal designación, desde la época de
la iglesia primitiva, el Salmo 16 ha sido empleado entre los cristianos como
confesión de fe en el Cristo resucitado. Al tocar las heridas en las manos y el
costado de Jesús –ocho días después de la resurrección– el apóstol Tomás confesó
a Cristo como su Señor y Dios. Cada vez que los cristianos entonamos el Salmo
16, confesamos, junto con Tomás, que el Cristo resucitado es también nuestro
Señor y Dios.
De acuerdo con el epígrafe que lleva el salmo, tenemos un mictam compuesto
por el rey David. No sólo los escribas que colocaron los epígrafes a muchos de los
cantos del salterio opinan que es un salmo de David, sino también San Pedro y
San Pablo comparten esa opinión, ya que en sus sermones en el libro de Los
Hechos de los Apóstoles, identifican al Salmo 16 como un salmo en el que se
escucha la voz del rey David. Es también el criterio de los reformadores Lutero y
Calvino, además de comentaristas modernos como Frans van Deursen, Franz
Delitzsch (1976:1.217) y Derek Kidner (1991:87).
Hay otros comentaristas modernos que opinan de modo diferente. El
conocido exegeta, el jesuita Mitchell Dahood, cree que el Salmo 16 es una
confesión de fe de un cananeo convertido a la fe del Dios de Israel, y que ahora
pide ser confirmado en su nueva fe, para no volver a invocar nunca más a las
divinidades que aún se adoran en los centenares de lugares altos en muchas partes
de la Tierra Prometida.
UN RECHAZO DEL SINCRETISMO
Si bien la hipótesis de Dahood tiene su atractivo, dado el énfasis que pone el
salmista en no dejarse llevar por la tentación de adorar dioses extraños, es
preferible aceptar que en la primera parte del salmo David exhorta a sus
seguidores a dedicarse por completo a la adoración al Señor, y a abandonar toda
relación con otros dioses, poderes, y espíritus. Nos consta que tal exhortación a la
adoración incondicional al Señor fue necesaria, porque en las filas de los
seguidores de David hubo unos cuantos cananeos, jebuseos, filisteos, e hititas. Al
capturar la ciudad de Jerusalén, cuyos habitantes originales fueron los jebuseos,
David no exterminó esta tribu de cananeos por completo, sino que incorporó a
muchos de ellos al pueblo de Israel. Nos consta que la guardia personal de David
estuvo compuesta por quereteos y peleteos (2 Samuel 15:16), o sea, filisteos. Uno
de los 30 valientes del ejército de David fue Urías el hitita, quien fue traicionado
por el mismo rey. Así como hubo cananeos entre los siervos de David y Saúl, hubo
también hebreos que sirvieron como mercenarios de los filisteos, y que tomaron
parte en la guerra contra el rey Saúl (1 Samuel 14:21). uizá estos mercenarios
israelitas no adoraban sólo al Señor, sino también a los dioses de sus amos. Según
1 Samuel 19:13-16, Mical, la primera esposa de David e hija del rey Saúl, tenía en
su habitación un ídolo, aunque profesaba su fe en el Dios de Israel. Hasta el
mismo rey Saúl, quien había prohibido la adivinación y la hechicería, acudió a la
adivina de Endor al verse acosado por los filisteos.
Teniendo en cuenta todo esto, es comprensible la importancia del énfasis que
el Salmo 16 pone en la renuncia a los ídolos y dioses extraños. En este salmo
David exhorta a sus partidarios no israelitas, y al mismo tiempo a los israelitas que
adoran al Señor pero también a otros dioses, a seguir el ejemplo de su rey y a
adorar única y exclusivamente al Señor. Durante muchos siglos el sincretismo
constituyó una de las grandes tentaciones para el pueblo de Israel. Desde el
tiempo de los jueces ( Jueces 2:11-14) hasta los últimos días del profeta Jeremías,
hubo problemas de sincretismo en Israel. Entre los refugiados judíos en Egipto
( Jeremías 44:16-19) había muchos israelitas que adoraban no solamente al Señor,
sino también a las diferentes divinidades paganas, cuyos altares estaban ubicados
en todo lugar alto y debajo de todo árbol frondoso. En tiempos de peligro y de
crisis, muchos israelitas buscaban el apoyo, la protección, y la bendición no del
Señor solamente, sino de los muchos baales o señores de la tierra. Fue el motivo
por el que los profetas del Señor, por ejemplo, Elías, denunciaron con tanta
insistencia el sincretismo del pueblo. Sobre el monte Carmelo (1 Reyes 18:21),
Elías desafió a los israelitas sincretistas con las famosas palabras: “¿Hasta cuándo
van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el SEÑOR, deben seguirlo; pero si es
Baal, síganlo a él.”
Hemos mencionado y descartado la teoría de Mitchell Dahood, de que el
Salmo 16 haya sido la confesión de fe de un cananeo con-verso. Sin embargo, tal
hipótesis se convierte en realidad cada vez que entonamos este canto, porque no
somos israelitas según la carne, sino gentiles cuyos antepasados adoraron toda
clase de ídolos y dioses falsos. Nosotros, al igual que los quereteos y peleteos de la
guardia personal de David, recibimos la exhortación de renunciar a todos los
ídolos de nuestro pasado pagano y seguir al ungido del Dios de Israel en la
adoración exclusiva del Señor.
En cuanto a la designación “Mictam de David” que figura como epígrafe del
salmo, la palabra hebrea mictam designa, probablemente, alguna clase de
inscripción, quizá una inscripción en una pared grabada para recordar la
liberación de una crisis y facilitar su lectura ante un auditorio más grande. En
América Latina pueden encontrarse santuarios cuyas paredes están repletas de
placas que dan testimonio de los milagros ocurridos gracias a la supuesta
intervención de algún santo o ánima, venerado en el lugar (Pollak-Eltz 1994:43).
Las placas en el santuario de la Virgen de Betania (ubicado a 60 km. al oeste de
Caracas), o las del santuario del Ánima de Taguapire en Santa María de Ipire
(Estado Guárico), son equivalentes populares venezolanos de los mictam de
David.
Hay quienes creen que la palabra mictam se refiere a una inscripción con
bollones de oro, que se parece a una joya dorada (Dahood 1965:1-87). De allí
viene la opinión de Martín Lutero de que el Salmo 16 es un salmo dorado
(1974:104). Es notable que los salmos designados como mictam tienen ciertas
características en común, enseñanzas que son particularmente preciosas, como,
quizá, la liberación del reino de la muerte. Todos los demás salmos designados
como un mictam pertenecen a la colección davídica (Salmos 56; 57; 59; 60).
16:1-2 Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Yo le he dicho al SEÑOR: “Mi SEÑOR eres
tú. Fuera de ti, no poseo bien alguno.”
El salmo comienza con un urgente llamado de auxilio al Dios Omnipotente:
Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio. Si bien el que suplica desea que el
Señor lo cuide, no nos dice qué clase de peligro es el que le hace solicitar la
protección del Dios Omnipotente. Hubo varios incidentes en la vida de David,
quien, acosado por enemigos poderosos, buscó refugio bajo las alas del
Omnipotente, confiando totalmente en su protección. Recodamos, por ejemplo,
las veces en que David, joven pastor de Belén, se vio obligado a huir del rey Saúl,
quien en varias oportunidades intentó asesinarlo. Posteriormente, después de
haber reinado por muchos años, David tuvo que huir de Jerusalén, porque su
propio hijo Absalón tramó un golpe de estado contra él e intentó quitarle la vida.
Lutero se refiere a David como si fuera un indefenso gorrión perseguido por un
halcón, una avecilla que busca refugio bajo las alas protectoras de su madre. Es así
que el salmista es una persona indefensa acosada por todos lados por fieras; su
única defensa es el Señor. El propio Lutero, al ser declarado hereje por el papa
León X y reo convicto por el emperador, bien podría haberse identificado
también con la avecilla indefensa para quien el único refugio es el Señor.
Sin embargo, al ir leyendo el salmo, no encontramos alusiones ni a Saúl ni a
Absalón. Los dos peligros que sí se mencionan son el de verse tentado a participar
en los ritos y las ceremonias de adoración de otros dioses y espíritus. Otro gran
peligro que aflige al salmista es el de quedar abandonado en el seol, el reino de la
muerte.
El expositor holandés, Frans van Deursen, cree que David escribió el salmo
poco después de haber sido consagrado rey, o que lo escribió en Hebrón, donde
gobernó durante siete años la tribu de Judá, o después de su coronación en
Jerusalén, algunos años más tarde. Según van Deursen, David pide al Señor que lo
cuide en el futuro, del mismo modo en que fue amparado hasta ese momento.
Confiando solamente en el Señor, y no en los dioses, ánimas y espíritus poderosos
de los cananeos, David logró derribar a Goliat de Gat, y librar a Israel de la
amenaza filistea. Posteriormente, el Señor estuvo junto a David en todas sus
andanzas por el desierto y en territorios de paganos mientras huía del rey Saúl y
sus asesinos. Finalmente Dios, y sólo Dios, sin el auxilio de alguna otra deidad,
ayudó a David a vencer toda oposición, y a ser coronado rey del pueblo de Dios.
La devoción al Señor es lo que le ha movido a celebrar sus mayores triunfos.
Ahora, desea ser guardado en su fe en el Señor y no caer nunca en la tentación de
invocar a otros señores. Su hijo Salomón, en cambio, siendo ya viejo, se dejó
persuadir por sus esposas paganas a seguir a otros dioses. Siguió a Astarté, diosa
de los sidonios, a Moloc, el detestable dios de los amonitas, a uemós, el
detestable dios de Moab, y a Moloc, el despreciable dios de los amonitas (1 Reyes
11:5-7).
No sólo David tuvo que ser guardado del peligro del sincretismo y del mal
ejemplo de los apóstatas, sino que nosotros también necesitamos ese cuidado, y
no sólo de aquellos peligros, sino también del espíritu del siglo actual y de la vana
y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los
principios de este mundo y no conforme a Cristo (Colosenses 2:8). Incluso ya en
la época de los apóstoles aparecieron maestros que trataron de inducir a los
creyente a rendir culto a los ángeles y no solamente a Cristo. El NT nos advierte
respecto de una apostasía que vendrá en los últimos días, y de falsos profetas que
tratarán de engañar, de ser posible, aun a los elegidos (Marcos 13:22). En vista de
la proliferación de tantas sectas, movimientos esotéricos y doctrinas de demonios
en la actualidad, todos necesitamos entonar juntamente con David: “Cuídame,
oh Dios, porque en ti busco refugio.”
16:3 Poderosos son los sacerdotes paganos del país, según todos sus seguidores. Alt. En cuanto a los
santos que están en la tierra, son los gloriosos en quienes está toda mi delicia.
Los expertos en la materia afirman que el hebreo de los versículos 3 y 4 del salmo
es muy difícil de entender y más difícil aún de traducir. Hay quienes sospechan
que las palabras del texto se han perdido, o han sido copiadas erróneamente por
un escriba. Por lo tanto, los investigadores han intentado, de varias maneras,
reconstruir el texto original, o enmendar el texto masorético que ha llegado hasta
nosotros. Esto ayuda a explicar por qué el estudiante, al comparar las diferentes
traducciones modernas del Salmo 16, se encuentra con tantas maneras de
entender el texto.
La interpretación del versículo depende en gran parte del sentido que se le da
al término hebreo qedoshim, que en la versión Reina Valera se traduce como
“santos”. Entre los investigadores hay ideas muy dispares en cuanto a cómo
interpretar la identidad de los “seres santos” o “espíritu consagrados” en la tierra.
Las ideas dispares influyeron en el modo de traducir el versículo 3, en muchas de
las versiones modernas de las Escrituras.
El primer modo de entender el término qedoshim es como una referencia a los
integrantes del pueblo de Israel en general. Siendo que Israel, según Éxodo 19:6,
es “un reino de sacerdotes y una nación santa”, todos los que participan en el pacto
entre el Señor e Israel han sido consagrados al Señor. La palabra “santo”, en sí
misma, significa algo que ha sido apartado del uso normal, para ser dedicado y
consagrado al servicio de Dios. Según tal interpretación, los santos aquí
nombrados son casi idénticos a los justos de los que habla el Salmo 1, y muchos
otros cantos del salterio.
El segundo modo de entender el término qedoshim es que trata de identificar
especialmente a los que han sido consagrados de una manera particular para servir
al Señor en su santuario. Según esta interpretación, los santos son los sacerdotes y
levitas que día y noche ofrecen sacrificios en el templo y entonan los salmos,
además de ocuparse de las celebraciones sagradas en la casa del Señor. De acuerdo
con tal interpretación, entonces, los santos de la tierra corresponden a los santos
del cielo, es decir, los santos ángeles, querubines y serafines. Así como éstos sirven
a Dios en los cielos, así lo sirven en la tierra sus santos sacerdotes y levitas. El
concepto se encuentra también en la tercera petición del Padrenuestro: “Hágase
tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”
Muy diferente es el tercer modo de interpretar el término qedoshim. Los
investigadores que han dedicado tiempo al estudio de la religión de lo cananeos,
creen que, en vez de hablar en términos halagadores de los siervos del Señor, el
salmo habla degradantemente acerca de los ritos que solían celebrar los cananeos,
implorando la ayuda de los espíritus de los muertos. Los qedoshim, según tal
interpretación, son los espíritus sagrados de los difuntos quienes, de acuerdo con
las creencias de los cananeos, estuvieron en la tierra y actuaron en los ritos de la
fertilidad para asegurar la productividad de la tierra y los poderes reproductivos,
tanto de las bestias como de los seres humanos (Terrien 2003:177). En Israel, lo
mismo que en América Latina, hubo muchas personas que creyeron que es mejor
contar con la protección de una gran variedad de dioses, ánimas y “muertos
poderosos”, que con el apoyo de sólo un dios.
Según tal manera de entender los qedoshim, el versículo debe entenderse
como parte del repudio de la mitología cananea y todos los abominables ritos y
ceremonias asociados con la gran madre, los sacrificios humanos, la prostitución
sagrada, las libaciones ofrecidas a los espíritus de los difuntos, y todas las demás
abominaciones cananeas mencionadas en Isaías 57:3-19; 65:1-7. Al parecer, esta
manera de entender el salmo influyó en la traducción del versículo en la versión
Dios habla hoy, en el que no se habla de los santos en la tierra ni de los justos que
confían en el Señor, sino de los ídolos poderosos del país. Son los qedoshim en
quienes tienen complacencia los paganos y los israelitas que han caído en la
idolatría. Tal lectura del Salmo 16 está de acuerdo con las ideas del erudito
Mitchel Dahood, para quien qedoshim es el nombre de las deidades cananeas
(1965:87) que son repudiadas por el supuesto converso cananeo que Dahood cree
fue el autor del Salmo 16. En este versículo, según Dahood, el ex idólatra repudia
su antigua fe en los falsos dioses cananeos, en los que había confiado y encontrado
deleite en su pasado pagano.
Vale la pena mencionar que eruditos como Mitchell Dahood y Marvin Pope
son investigadores que han dedicado muchos años al estudio del ugarítico y otros
idiomas fenicios que tienen mucho en común con el hebreo antiguo. Al estudiar
el lenguaje, las costumbres, y religiones de los vecinos de Israel, el investigador se
siente inclinado a ver paralelos y semejanzas que difícilmente pueden
comprobarse. Por esta razón la mayoría de los estudiantes del AT no han aceptado
muchas de sus interpretaciones y teorías.
16:4 Pero aumentarán los dolores de los que corren tras ellos. ¡Jamás derramaré sus sangrientas
libaciones, ni con mis labios pronunciaré sus nombres!
Las primeras palabras del versículo nos recuerdan las palabras de Dios a Eva, en
Génesis 3:16: “Multiplicaré tus dolores en el parto, y darás a luz a tus hijos con
dolor.” El paralelismo que existe entre las expresiones de Génesis 3:16 y el Salmo
16, nos da a entender que participar en ritos y ceremonias paganos equivale a
haber comido de la fruta prohibida. La consecuencia del intento de servir a dos
señores sería la expulsión de Israel de la Tierra Prometida, del mismo modo que la
transgresión de Adán y Eva resultó en su expulsión del huerto del Edén. Al salir
de Egipto, cruzar el Mar Rojo y el desierto, Israel entró, guiado por Josué, a la
Tierra Prometida, una tierra en la que fluía leche y miel. Después de haber sufrido
los rigores de los trabajos forzados de Egipto, la tierra de Canaán fue para los
hebreos un jardín de abundancia y bendiciones. Los israelitas se encontraron, al
igual que Adán y Eva, en un paraíso. A fin de permanecer en ese paraíso y gozar de
una paz que no habían conocido anteriormente, era necesaria una sola cosa, no
comer del árbol prohibido. El fruto prohibido fue, en el caso de los israelitas, la
participación en el culto idolátrico de los antiguos habitantes de Canaán.
En los libros históricos desde Josué hasta 2 Crónicas, y en las denuncias de los
profetas, leemos cómo se repitió la tragedia de Génesis 3. Israel comió de la fruta
prohibida en la tierra de Canaán, y como consecuencia de ello fue expulsado de su
paraíso hacia una nueva cautividad en Asiria y Babilonia. En la destrucción de
Samaria y Jerusalén, y en la cautividad babilónica y asiria, se multiplicaron los
dolores de aquellos que corrieron en pos de otros dioses.
Con el fin de evitar una suerte similar, el salmista se niega a emplear sus labios
para invocar a otros dioses. Según las disposiciones de la Tora, queda prohibido
pronunciar los nombres de las deidades paganas: “No invoquen los nombres de
otros dioses. Jamás los pronuncien” (Éxodo 23:13). “Te quitaré de los labios el
nombre de tus falsos dioses, y nunca más volverás a invocarlos” (Oseas 2:17). “En
aquel día arrancaré del país los nombres de los ídolos, y nunca más volverán a ser
invocados, afirma el SEÑOR Todopoderoso” (Zacarías 13:2). En Génesis 1:16 se
menciona la creación de las dos grandes lumbreras, pero sin llamarlas por sus
nombres, sol y luna. Es debido a que las palabras sol y luna fueron, en el antiguo
Cercano Oriente, no sólo los nombres de dos astros, sino también los nombres de
dos de los dioses principales de Egipto y Mesopotamia. Un antiguo dicho alemán
advierte sobre nombrar al diablo, no sea que aparezca.
16:5-6 Tú, SEÑOR, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi suerte. Bellos lugares
me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha correspondido!
Solamente los labios que no han pronunciado los nombres de los dioses falsos,
son dignos de beber de la copa de bendición que el Señor brinda a los suyos
(Craigie 1983:157).
En los versículos 5 y 6 del salmo nos encontramos con la semántica de una
cantidad de palabras tomadas del reparto de la tierra o la reforma agraria. Son
palabras tales como lote, porción, heredad, suerte, copa. Para los hombres y
mujeres del pueblo de Israel de la época del AT, la tierra era vida. El que tenía una
parcela donde cultivar la tierra, sembrar, cosechar y criar, tenía vida. La tierra
sigue siendo importante para nosotros, la tierra todavía es vida. En la tierra de
Palestina, judíos y árabes todavía se matan para asegurarse un pedacito de la
Tierra Prometida y poder decir: “Esta parcela es mía; aquí cosecharé mis frutos,
criaré a mi familia y me sentaré a la sombra de mi propia higuera.” Y así siguen los
atropellos, los atentados suicidas y las libaciones de sangre al dios de la guerra.
América Latina también ha visto usurpación de terrenos, luchas acerca de
propiedades, guerras campesinas y nuevas leyes que tratan de justificar la
expropiación de la tierra de parte de los terratenientes y empresas internacionales,
o leyes cuya intención es un reparto más justo del patrimonio nacional entre los
más necesitados. En el AT leemos de una gran ocupación de terrenos y reparto de
parcelas, y de un gran caudillo de Dios que estableció un conjunto de nuevas leyes
sobre la tenencia de la tierra y las herencias familiares.
Josué es el nombre del gran líder del pueblo de Dios que tuvo a su cargo el
reparto de la tierra. En hebreo su nombre es yeshua, que significa libertador o
salvador. Es el mismo nombre que la virgen María puso a su hijo. Yeshua, en
castellano, es Jesús. Después de deambular por el desierto de Sinaí durante 40
años, los hijos de Israel llegaron a las fronteras de Canaán, la tierra en la que fluía
leche y miel. Pero la tierra de Israel estuvo en manos de poderosos caciques que,
como sucede en todos lados, habían acaparado para sí los mejores sembrados. En
el libro de Josué leemos que, después de varias batallas, los israelitas llegaron a
dominar una buena parte de la tierra de Canaán. Siguiendo las instrucciones del
Señor, Josué dividió toda la tierra en miles de parcelas. A cada familia israelita le
tocó una parcela. A fin de evitar los favoritismos, decidieron repartir las parcelas
por suertes. Al llevarse a cabo el reparto de las parcelas, cada jefe de familia decía
dentro de sí: ¡Ojalá que en el sorteo me toque una buena parcela, junto a un río,
con muchos árboles frutales, buena tierra y pocas piedras. El versículo 6 del salmo
dice: “Bellos lugares me han tocado en suerte; ¡preciosa herencia me ha
correspondido!” La versión Reina Valera traduce el versículo así: “Las cuerdas me
cayeron en lugares deleitosos, y es hermosa la heredad que me ha tocado.” Las
cuerdas mencionadas aquí son las que se usaban para medir la parcela.
Sin embargo, hubo un grupo de personas en Israel que no recibieron parcelas,
que no participaron en el sorteo de terrenos. Fueron los integrantes de la tribu de
Leví, la tribu de los sacerdotes y levitas. La porción, o herencia, que les tocó a los
sacerdotes y levitas no fueron diez hectáreas de terreno, sino la prerrogativa de
servir en el templo y estar continuamente en la presencia del Señor. Tal como dice
el salmo: “Tú, SEÑOR, eres mi porción y mi copa; eres tú quien ha afirmado mi
suerte.” El Señor mismo fue la heredad de los levitas. Lo mismo que los levitas, el
autor del Salmo 16 declara: “Mi heredad, mi porción, mi lote, mi parcela, no es
un pedazo de tierra, sino Dios mismo.” El énfasis puesto por el salmo en estos
conceptos, ha inducido a investigadores tales como el renombrado Hans-Joachim
Kraus, de Alemania (1993:368), a concluir que el Salmo 16 no fue escrito por
David, sino por un sacerdote o levita desconocido. El hecho de que el salmo es un
himno compuesto por un sacerdote, o levita, o rey con funciones sacerdotales,
queda respaldada por su ubicación a continuación del Salmo 15, en el cual se
pregunta: “¿uién, SEÑOR, puede habitar en tu santuario? ¿uién puede vivir en
tu santo monte?” (Salmo 15:1). La respuesta que el Salmo 16:3 y 5 daría a la
pregunta sería: Los levitas y sacerdotes, que recibieron como su heredad estar
siempre en presencia del Señor.
Nosotros opinamos que David, al asumir la tarea de pastorear las ovejas de
Israel e instruir al pueblo con sus cantos y salmos, asumió también muchas
atribuciones sacerdotales y levíticas. En cierto sentido David, al igual que otro rey
de Jerusalén, Melquisedec (Salmo 110:4), fue rey y sacerdote a la vez. David
ejerció las funciones de los levitas al cantar, danzar y tocar instrumentos musicales
en las procesiones y celebraciones sagradas ante el arca del pacto. El constante
afán de David fue, como lo fue para los levitas, estar siempre en la presencia del
Señor.
¿ué significado tuvo la frase “Tú, SEÑOR, eres mi porción”, en la época del
AT? Expresó tres cosas. En primer lugar, que a los levitas les tocaba una buena
parte de los sacrificios y diezmos llevados al santuario. Los que servían en el
santuario tenían el derecho de comer de los granos, del aceite, de los frutos, y de la
carne que los adoradores del Señor traían al santuario. En su primera carta a los
corintios, San Pablo cita tal práctica para recordarles a los corintios que Dios no
quiere que sus servidores pasen hambre y necesidad. Se sabe que muchos pastores
y diáconos de América Latina pasan necesidad debido a la escasez de alimentos y
al desempleo en el continente.
En segundo lugar, la frase “Tú, SEÑOR, eres mi porción”, significa que los
levitas tuvieron el gran privilegio de participar en la comunión de los santos, si
tomamos la referencia a los santos que están en la tierra y los gloriosos (ver
traducción alt. del v. 3) no como referida a las ánimas sino a los sacerdotes, levitas,
músicos y cantores que sirven al Señor. La gran bendición que disfrutan los
sacerdotes y levitas –y los que hoy día son pastores, diáconos y maestros de la
iglesia– es el privilegio de proclamar y enseñar la Palabra. Ciertamente, tienen el
privilegio de cuidar las ovejas del redil del Señor.
En tercer lugar, la frase “Tú, SEÑOR, eres mi porción”, quiere decir ni más ni
menos que Dios mismo me pertenece, que él es mi herencia. uiere decir que el
propio Dios está a mi derecha. El Señor es quien decide mi suerte. No lo son los
ídolos, ni los poderes astrales, ni los maestros encumbrados. No lo son, tampoco,
las siete potencias africanas y los que se hacen pasar por los grandes iluminados y
gurús de la Era de Acuario. El Señor está a mi lado para defenderme, tomarme de
la mano y guiarme. Si Dios es mío, entonces su perdón también es mío y su
misericordia, su Espíritu, su paz, su vida, todo es mío.
Siendo que Dios es mi suerte, mi copa, mi porción, mi heredad, no
pronunciaré con mis labios los nombres de los dioses falsos. No los necesito;
tengo algo mejor. No invocaré en oración o adoración ningún poder, ningún
espíritu que no sea él. No ofreceré libaciones de sangre a los ídolos. uienes así lo
hacen, no obtienen una buena herencia, un buen lote, sino que atraen sobre sí
mismos desgracia y pronta destrucción En cambio yo, ya que Dios es mío, le
serviré a él solamente.
16:7 Bendeciré al SEÑOR, que me aconseja; aun de noche me reprende mi conciencia.
2. ¿Por qué siguen teniendo vigencia, para nosotros que vivimos en el siglo
21, las advertencias del Salmo 16 contra el sincretismo?
5. ¿De qué manera se multiplicaron los dolores de los israelitas que, una vez
establecidos en la tierra de Canaán, sirvieron con diligencia a otros
dioses?
6. ¿Cuál fue la porción o herencia que les tocó a los sacerdotes y levitas,
cuando Josué repartió en parcelas la tierra de Canaán entre los israelitas?
Describa cómo se efectuó el reparto de tierras.
7. ¿ué debe significar para nosotros, hoy día, la frase “Tú, SEÑOR, eres mi
porción”?
8. ¿Cuáles son las diferentes maneras en que el Señor aconsejó a David aun
en las noches?
SALMO 107
Liberación desde los cuatro rincones de la tierra
Un salmo de alabanza
El Salmo 107 es uno de los más bellos salmos de alabanza de nuestra Biblia. Con
salmos de alabanza como éste, el pueblo de Israel expresó y declaró ante el mundo
quién fue, para ellos, Dios el Señor. Los salmos de alabanza, como el 107, son
confesiones de fe por las que la gloria de Dios se manifiesta y se declara ante todas
las naciones. Si se quiere saber quién es el Dios en quien confiaron los fieles del
AT, puede encontrarse la respuesta mediante una meditación profunda en el
contenido del Salmo 107.
La fe del pueblo de Israel no se expresa principalmente en libros de dogmas o
sistemas filosóficos, sino en la alabanza. uien cree en Dios, alaba a Dios. uien
no alaba, en realidad no cree en él. La fe del creyente nunca es estática, siempre
busca la alabanza. El título del libro de los Salmos en hebreo, es tehillim (himnos).
El título indica que el propósito final del libro y de toda la Tora es guiar al
creyente a alabar a Dios. Tal propósito encuentra su expresión máxima en el
último salmo del salterio, el 150, que vale como la conclusión de los cinco libros.
La adoración universal del Señor es la finalidad a la que nos conducen todos los
salmos del salterio. En el Salmo 150 encontramos el último aleluya del pueblo de
Dios. En él se llama a todos a alabar a Dios con todas las fuerzas y de todas las
formas posibles.
Analizando los salmos de alabanza, percibimos una dimensión misional, que
no siempre se reconoce. Se la percibe en el Salmo 22:22-31, en que el individuo
que recibió la liberación divina testifica acerca de lo que ha acontecido, a fin de
que toda la congregación glorifique a Dios juntamente con él. La alabanza del
salmista y de la congregación debe servir, al mismo tiempo, para inducir a todas
las naciones a unir sus voces con las de los justos en la adoración del Señor: “Se
acordarán del SEÑOR y se volverán a él todos los confines de la tierra; ante él se
postrarán todas las familias de las naciones, porque del SEÑOR es el reino; él
gobierna sobre las naciones (Salmo 22:27-28).
La alabanza es nuestra respuesta a la gracia y al poder de Dios experimentados
por nosotros de mil maneras diferentes. Nuestro trabajo misional consiste en
invitar a todas las naciones a unírsenos en la adoración de Dios. Desde el primer
capítulo del Génesis hasta el último capítulo del Apocalipsis, la historia de la
salvación nos conduce a nosotros y a todas las naciones hacia la gran escena de
Apocalipsis 7, en que vemos la gran multitud que nadie puede contar, de todas las
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que están delante del trono y en la presencia
del Cordero, vestidos con ropas blancas y palmas en las manos, clamando a gran
voz: “¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del
Cordero!” (Apocalipsis 7:10). Nuestra alabanza, nuestros himnos de adoración,
los gritos de aleluya, las danzas, liturgias, sinfonías, y armonías, son todos una
anticipación de la adoración suprema de nuestro Dios.
Uno de los mejores métodos para librarnos de nuestro orgullo, egoísmo y afán
por la glorificación propia, consiste en sumergirnos en el salterio y comenzar a
cantar los salmos de alabanza. Mientras nos regocijamos, clamamos, cantamos,
danzamos, y glorificamos a Dios nos veremos libres de nuestra locura ególatra.
Teniendo en mente tal apreciación de la alabanza bíblica, nos dedicaremos a
comentar el Salmo 107.
El Salmo 107 es el primero del quinto libro de los Salmos. Un investigador ha
llamado los cantos que integran este libro, “los salmos del regreso”, porque la
mayoría de ellos parecen haber sido escritos durante, o después, del regreso de los
judíos de la cautividad babilónica a la Tierra Prometida. El Salmo 107, en
particular, parece haber sido colocado primero en la colección, porque brinda la
respuesta a la expectación planteada por el salmista al final del último salmo del
cuarto libro de los Salmos: “Sálvanos, SEÑOR, Dios nuestro; vuelve a reunirnos de
entre las naciones, para que demos gracias a tu santo nombre y orgullosos te
alabemos (Salmos 106:47). El Salmo 107 relata en forma poética cómo –en
respuesta a la petición del Salmo 106:47– trajo el Señor a los dispersados de Israel
de los cuatro puntos cardinales, del Oriente y del Occidente, del Norte y del Sur,
para que estuvieran nuevamente en la Tierra Prometida.
Hace años, después de la Segunda Guerra Mundial, cuando las Naciones
Unidas decretaron el establecimiento del nuevo Estado de Israel, el conocido
autor judío Leon Uris, escribió un libro cuyo título es “Éxodo”. El libro –se hizo
una película de cine sobre el tema– relata el éxodo de judíos de todas partes del
mundo, que abandonan los países en que vivieron por muchos años, y sus
antepasados por siglos, para ser parte del nuevo Estado de Israel. El libro y la
película cinematográfica relatan las dificultades, los peligros, luchas, y victorias de
este nuevo éxodo de los judíos del siglo 20. De un modo parecido, el Salmo 107
relata las dificultades y peligros que tuvieron que enfrentar los israelitas que
regresaron a la tierra de Judá después de la caída del imperio babilónico y el
decreto de Ciro el Grande, y celebra la decisión que tomaron. Al mismo tiempo,
el regreso de los judíos a su tierra, se toma como un anticipo y paradigma del gran
regreso escatológico, el cual es uno de los temas principales de todo el libro de los
Salmos. Cada creyente en el Señor es, en realidad, un extranjero y peregrino entre
las naciones del mundo, y vive con la expectativa de que lo llamen a que vuelva al
lugar donde tiene su ciudadanía: “En cambio, nosotros somos ciudadanos del
cielo, de donde anhelamos recibir al Salvador, el Señor Jesucristo. Él transformará
nuestro cuerpo miserable para que sea como su cuerpo glorioso, mediante el
poder con que somete a sí mismo todas las cosas (Filipenses 3:20-21).
El Salmo 107 se divide en cuatro partes, cada una de las cuales presenta una
escena típica del modo en que el Señor mostró su misericordia a los que volvieron.
Cada una de las cuatro escenas obedece a pasajes tomados de los capítulos 40-59
del libro de Isaías. En cada una de las cuatro escenas, los protagonistas se amoldan
a un cambio de destino; una circunstancia desesperante se convierte en bendición.
Es el Señor, fiel al pacto con su pueblo, quien cambia la suerte de Israel,
convirtiendo su mal en bienestar, y su maldición en bendición.
107:1 Den gracias al SEÑOR, porque él es bueno; su gran amor perdura para siempre.
Los que han sido llamados a participar en la fiesta son los que han sido rescatados
y redimidos de la cautividad. Los redimidos vienen de los cuatro puntos
cardinales. Ya ha sido mencionado que es nuestra opinión que el salmo, en la
forma en que lo tenemos en nuestra Biblia, fue compuesto en la época en que los
judíos regresaron a Jerusalén procedentes de la cautividad babilónica. Sin
embargo, algunos eruditos, como Kraus, creen que el canto proviene de un salmo
mucho más antiguo, que fue modificado y adaptado en la época del regreso, para
celebrar la vuelta de los cautivos a la Tierra Prometida. De acuerdo con esta
hipótesis, el salmo original trataba escenas típicas que celebraban la ayuda que el
Señor brindó a los suyos. La frase que se traduce con las palabras “del poder del
adversario”, también ha sido traducida “de la mano de la aflicción o del mal”. La
palabra que utiliza el salmista para aflicción es la palabra hebrea tzar, la misma
que se encuentra en Génesis 48:16: “El ángel que me ha rescatado de todo mal,
bendiga a estos jóvenes.” Otro texto en el que se encuentra el mismo vocablo, es el
Salmo 119:143: “He caído en la angustia y la aflicción” (Hakham 2003:3.99).
A continuación del invitatorio siguen los cuatro testimonios en que se narra
cómo ha obrado el Señor para rescatar a los cautivos de sus aflicciones y traerlos
de nuevo a la Ciudad Santa. Cada uno de los cuatro testimonios corresponde a
uno de los puntos cardinales mencionados en el versículo 3. En cada uno de los
cuatro testimonios se perciben alusiones a la segunda parte del libro de Isaías, en
la que el profeta proclama a los cautivos que el tiempo de su cautiverio está por
terminar. En la celebración del regreso se festeja el cumplimiento de las profecías
de Isaías. Aunque la mayoría de los comentaristas modernos refieren el término
“redimidos del Señor” para los cautivos que regresaron de la cautividad
babilónica, algunos rabinos interpretan esta frase, y todo el Salmo 107, como
É
referidos a los acontecimientos registrados en los libros de Éxodo y Números. Es
decir, que en el Salmo 107 se celebra la providencia del Señor de salvaguardar a los
hebreos en su salida de Egipto, la resultante peregrinación a la tierra de Canaán y
el establecimiento en la tierra donde fluyen leche y miel.
107:4-7 Vagaban perdidos por parajes desiertos, sin dar con el camino a una ciudad habitable.
Hambrientos y sedientos, la vida se les iba consumiendo. En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los
libró de su aflicción. Los llevó por el camino recto hasta llegar a una ciudad habitable.
Así como los versículos 4-9 se orientan hacia el Este, los versículos 10-16 dirigen
nuestra atención hacia el Oeste, ma arab, la dirección por donde se pone el sol. Es
la dirección de la noche, la oscuridad, el peligro y los terrores nocturnos. Los
antiguos rara vez viajaban o salían de noche, porque en aquella época no existía el
alumbrado eléctrico; además, la noche siempre fue el tiempo de las sombras, de
los fantasmas y los espíritus malignos. El Salmo 91:5 nos anima a no temerle al
terror de la noche. En Génesis 15:12 leemos: “Al anochecer, Abraham cayó en un
profundo sueño, y lo envolvió una oscuridad aterradora.” Job replicó a sus amigos
con estas palabras dirigidas a Dios: “¡Déjame disfrutar de un momento de alegría
antes de mi partida sin regreso a la tierra de la penumbra y de las sombras, al país
de la más profunda de las noches, al país de las sombras y del caos, donde aun la
luz se asemeja a las tinieblas!” ( Job 10:20-22).
Al oeste de Jerusalén se encuentra Egipto, la tierra donde los israelitas fueron
esclavizados por más de 400 años, y donde el patriarca José estuvo encarcelado.
Cuando Dios llamó a su hijo Israel de Egipto (Oseas 11:1), fue como abrir la
puerta de una cárcel y liberar a su pueblo. El Salmo 107 presenta el cuadro de los
israelitas que regresan a la Ciudad Santa desde el Este (Babilonia), y también del
Oeste (Egipto). Sucede lo milagroso, se abren las macizas puertas de la prisión, y
los cautivos que por años no han visto la luz del sol, salen a la libertad. En épocas
del AT, raras veces los presos salían con vida de la cárcel. Ser soltado de la cárcel
era como salir de la tumba, era una resurrección. Recordemos que Jesús, al hablar
de su misión en su sermón inaugural en la sinagoga de Nazaret, dijo: “El Espíritu
del Señor… me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los
ciegos” (Lucas 4:18).
En la antigüedad, las personas no se encarcelaban por un determinado
número de días, meses o años, como hoy día, sino hasta que recibieran una
sentencia de muerte, o hasta que un oráculo divino determinara su suerte
(Números 15:34; 2 Samuel 20:3). La angustia del que se está muriendo de sed se
expresa muy gráficamente en Isaías 29:8: “Como el hambriento que sueña que
está comiendo, pero despierta y aún tiene hambre; como el sediento que sueña
que está bebiendo, pero despierta y la sed le reseca la garganta.” Según el profeta
Amós, la peor hambre y sed que puede sufrir el ser humano, es hambre y sed de la
palabra de Dios: “Vienen días –afirma el Señor omnipotente –, en que enviaré
hambre al país; no será hambre de pan ni sed de agua, sino hambre de oír las
palabras del Señor. La gente vagará sin rumbo de mar a mar; andarán errantes del
norte al este, buscando la palabra del Señor, pero no la encontrarán (Amós 8:11-
12). Los que regresaron a Judá de la cautividad babilónica se alimentaron no sólo
de los huertos y viñas que plantaron en Israel, sino de las palabra de la Tora, que
trajo el escriba Esdras para satisfacer el hambre y la sed de sus espíritus
desmayados. Jesucristo fue ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres,
proclamar libertad a los cautivos (Lucas 4:18) [sanar a los quebrantados de
corazón, RV], y satisfacer así el hambre que tenían los pobres, hambre del perdón
divino y sed del Espíritu del Señor. En la Eucaristía él sigue alimentándonos con
el mismo pan de salvación y la misma agua de su Espíritu.
En el antiguo Medio Oriente utilizaban con frecuencia las cisternas
abandonadas como prisiones (Génesis 37:22; Isaías 24:22; Zacarías 9:11;
Lamentaciones 3:53). Se echaba a los presos a las profundidades de tales cisternas,
donde quedaban hundidos en el lodo del fondo, sin comida ni agua, abandonados
hasta pudrirse. Con frecuencia se les colocaba grilletes y cadenas en las manos, los
pies y el cuello (Salmos 105:18). Estar abandonado en una de estas cisternas era
como hundirse en el seol, el reino de la muerte, o en el tehom, las profundas aguas
del caos. Era lo mismo que ser tragado vivo por el sepulcro o un gran monstruo,
tal como sucedió con Jonás, al ser tragado por el gran pez.
Las palabras “tropezaban, y no había quien los ayudara” se refieren,
posiblemente, a los trabajos forzados a que fueron sometidos por sus
dominadores. Los esclavos hebreos, en Egipto, tuvieron que fabricar ladrillos para
la construcción de las ciudades de almacenaje de sus amos. uizá muchos de los
cautivos judíos llevados a Babilonia, tuvieron que realizar trabajos forzados
similares a aquéllos. Lo que sufrieron fue el resultado de su propia rebeldía, en
particular la rebeldía de sus gobernantes. El Señor castigó a los gobernantes
privándolos de sabiduría y haciendo que siguieran consejos erróneos, como en el
caso del rebelde Absalón (2 Samuel 15) y de Abimelec ( Jueces 9). Al confundir a
los reyes y sus consejeros, privándolos del espíritu de sabiduría, el Señor los deja
que cometan los errores que resultan en su propia destrucción (Hakham
2003:3.110).
107:15-16 ¡ue den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas a favor de los hombres!
¡Él hace añicos las puertas de bronce y rompe en mil pedazos las barras de hierro!
Los que están reunidos en la Ciudad Santa llaman ahora a toda la congregación
de los redimidos a dar gracias a Dios por haber sacado a su pueblo de las prisiones
de oscuridad, donde no hay luz ni esperanza. Hay rabinos (Hakham 2003:1.104)
que relacionan la referencia a las puertas de bronce y las barras de hierro con las
puertas del seol, el reino de la muerte, y no con las prisiones de Babilonia o Egipto.
Interpretando el texto de esta manera, ni las puertas del seol podrán resistir el
poder del Señor y su Mesías en el día en que el Señor vendrá para resucitar a los
muertos. Jesús mismo le dijo a Pedro: “Sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y las
puertas del reino de la muerte no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18). Un
antiguo himno de adviento proclama: “Potente él viene a destruir, con fuerza
divinal, los hierros de la cruel prisión, en la que nos puso Satán” (Himnario
Episcopal 1961).
En el NT, Jesucristo se refiere a los seres humanos aprisionados por un
hombre fuerte (el diablo) del que son incapaces de librarse. Jesús vino para atar al
hombre fuerte, arrebatarle sus bienes, liberar a los presos y conducirlos a su reino.
Todo el que ha estado esclavizado por Satanás, atrapado en la prisión de las
drogas, del alcoholismo, la violencia, el odio y toda clase de perversiones, puede
entonar el Salmo 107, dar gracias a Dios y decir: “Tú me libraste de mi aflicción,
de mi cárcel, me sacaste de la cisterna vacía y seca, me rescataste de la casa del
hombre fuerte, de Egipto, de la oscuridad, y me llevaste a la luz. Mi libertador es
la luz del mundo.”
107:17-20 Trastornados por su rebeldía, afligidos por su iniquidad, todo alimento les causaba asco.
¡Llegaron a las puertas mismas de la muerte! En su angustia clamaron al SEÑOR, y él los salvó de su
aflicción. Envió su palabra para sanarlos, y así los rescató del sepulcro.
Una vez más los redimidos convocan a toda la congregación a regocijarse con
ellos. De estos versículos se deduce que al terminar la liturgia se espera, conforme
al Salmo 107, que se ofrezcan sacrificios de acción de gracias en la fiesta que están
celebrando.
107:23-30 Se hicieron a la mar en sus barcos, para comerciar surcaron las muchas aguas. Allí, en las
aguas profundas, vieron las obras del Señor y sus maravillas. Habló Dios, y se desató un fuerte viento
que tanto encrespó las olas que subían a los cielos y bajaban al abismo. Ante el peligro, ellos perdieron
el coraje. Como ebrios tropezaban, se tambaleaban; de nada les valía toda su pericia. En su angustia
clamaron al Señor, y él los sacó de su aflicción. Cambió la tempestad en suave brisa; se sosegaron las
olas del mar. Ante esa calma se alegraron, y Dios los llevó al puerto anhelado.
La cuarta aflicción que tuvieron que sobrellevar los redimidos que llegaron a la
Ciudad Santa para celebrar el regreso del pueblo escogido, fue una tempestad en
alta mar. Durante la diáspora, muchos israelitas habían sido deportados a tierras
lejanas del otro lado del gran mar. Para reunirse con sus hermanos y hermanas en
la Ciudad Santa, tuvie ron que afrontar los peligros del mar embravecido.
Los israelitas no eran un pueblo marítimo, como sus vecinos los fenicios,
cuyas grandes ciudades comerciales se encontraban inmediatamente al norte de
Israel, lo que hoy es el Líbano. Los pocos intentos de navegar por el gran mar,
terminaron desastrosamente. En 1 Reyes 22:48 leemos que el rey “Josafat
construyó una flota mercante para ir a Ofir por oro, pero nunca llegaron a zarpar,
pues naufragaron en Ezión Guéber.” El viaje por mar del profeta Jonás también
terminó en un desastre.
El respeto y el temor que los israelitas sentían ante el poder y la majestad del
mar se aprecian en textos tales como el Salmo 93:4: “Pero el SEÑOR, en las alturas,
se muestra poderoso: más poderoso que el estruendo de las muchas aguas, más
poderoso que los embates del mar.” El sabio escritor de Proverbios 30:18-19,
confiesa: “Tres cosas hay que me causan asombro, y una cuarta que no alcanzo a
comprender: el rastro del águila en el cielo, el rastro de la serpiente en la roca, el
rastro del barco en alta mar…” En Ezequiel 27:25-36, el profeta compara la
destrucción de la gran ciudad de Tiro con el naufragio en alta mar de uno de sus
barcos mercantiles: “El día de tu naufragio se hundirán en el fondo del mar tu
riqueza, tu mercancía y tus productos, tus marineros y tus timoneles, los que
reparan tus naves y tus comerciantes, tus soldados y toda tu tripulación” (Ezequiel
27:27).
El mar fue para los israelitas un lugar donde habitaban toda clase de criaturas
extrañas y raras. Fue el reino de Leviatán, el gran monstruo marino que llenaba de
terror los corazones de quienes tenían que viajar por mar. El Salmo 104:25-26,
declara: “Allí está el mar, ancho e infinito, que abunda en animales, grandes y
pequeños, cuyo número es imposible conocer. Allí navegan los barcos y se mece
Leviatán, que tú creaste para jugar con él.” En hebreo, el nombre del mar es yam, y
para muchos pueblos del antiguo Cercano Oriente yam, o el mar, fue uno de los
más terribles y poderosos dioses, uno de los dos grandes antagonistas del dios
Baal. Al ver las olas del mar embravecido, los antiguos recordaban las aguas del
caos que cubrían la tierra antes de que Dios ordenara: “¡ue las aguas debajo del
cielo se reúnan en un solo lugar, y que aparezca lo seco!” (Génesis 1:9).
Al salvar a los exiliados que regresaban a Judá, de los peligros y terrores del
mar, Dios hizo que se cumplieran las profecías de Isaías, quien había profetizado
la restauración del pueblo de Israel y el regreso de los peregrinos de las tierras de
allende el mar. “¡Miren! Ellos vendrán de muy lejos; unos desde el norte, otros
desde el oeste, y aun otros desde la región de Asuán” (Isaías 49:12). “¡Mira tú,
ciudad afligida, atormentada y sin consuelo! ¡Te afirmaré con turquesas, y te
cimentaré con zafiros!” (Isaías 54:11).
107:31-32 ¡ue den gracias al SEÑOR por su gran amor, por sus maravillas en favor de los hombres!
¡ue lo exalten en la asamblea del pueblo! ¡ue lo alaben en el consejo de los ancianos!
Alabamos al Dios Altísimo no sólo porque las palabras del profeta se cumplieron
al regresar a Jerusalén los peregrinos venidos de ultramar, sino también porque sus
palabras tuvieron un nuevo cumplimiento en Jesús y en las vidas de los discípulos
que le siguieron. En Marcos 4:35-41, el evangelista relata que Jesús calmó la fuerte
tormenta que se desató en el Mar de Galilea, amenazando la vida de sus
discípulos. Al ver esta gran señal, los discípulos, espantados, se decían unos a
otros: “¿uién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?”
La congregación cristiana de Roma estaba afrontando una fuerte tormenta,
un gran peligro, cuando Marcos escribió su evangelio. El emperador Nerón había
iniciado una terrible persecución de cristianos. Durante esa persecución fue
crucificado el apóstol Pedro, y el apóstol Pablo decapitado. Los integrantes de la
comunidad cristiana fueron echados a las fieras, quemados vivos en los jardines
del emperador, y despojados de sus bienes. Al incluir en su evangelio el relato de
Jesús calmando la tempestad, el evangelista les decía a los fieles: “El barco de la
iglesia no va a naufragar. Ustedes no están solos en medio de la furia de los
vientos, las olas y la tormenta. El Señor que estuvo con los discípulos en el Mar de
Galilea, está con su pueblo. El Señor que trajo a sus hijos dispersados desde los
cuatro puntos cardinales, los llevará al puerto deseado. Estarán juntos en la nueva
Jerusalén celestial para narrar las maravillas del Señor. Juntamente con todo el
pueblo redimido, entonarán las palabras de este himno grandioso cual es el Salmo
107.
107:33-38 Dios convirtió los ríos en desiertos, los manantiales en tierra seca, los fértiles terrenos en
tierra salitrosa, por la maldad de sus habitantes. Convirtió el desierto en fuentes de agua, la tierra seca
en manantiales; hizo habitar allí a los hambrientos, y ellos fundaron una ciudad habitable.
Sembraron campos, plantaron viñedos, obtuvieron abundantes cosechas. Dios los bendijo y se
multiplicaron, y no dejó que menguaran sus rebaños.
El salmista convida a los rectos no sólo a regocijarse y celebrar el gran amor del
Señor, sino también a que guarden estas cosas, es decir, que mediten sobre ellas.
Lo hace porque el Señor es aquel que es capaz de realizar nuevos actos de
liberación y salvación en el futuro, y brindar a los rectos nuevas oportunidades de
cantar el Salmo 107.
El Salmo 107 tomó nueva vigencia en la vida nacional de los judíos que
regresaron a Palestina después de la creación del nuevo Estado de Israel por
resolución de las Naciones Unidas en 1947. De todas partes del mundo, desde los
cuatro puntos cardinales, por barco, avión y tren, regresaron millones de judíos a
Palestina desde los ghettos de Rusia, España, Estados Unidos, Argentina,
Inglaterra, Irán, Irak y Arabia. Desde las cárceles y los campos de concentración,
los de la dispersión y el cautiverio lograron una resurrección de los muertos y un
restablecimiento de la vida nacional del pueblo judío.
Para los discípulos de Jesucristo, el Salmo 107 tiene un significado distinto.
Jesús habla también de una peregrinación de los que vendrán de los cuatro puntos
cardinales. Al terminar la parábola acerca de la puerta estrecha, dijo el Señor a los
judíos: “Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a
Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera.
Habrá quienes lleguen del oriente y del occidente, del norte y del sur, para
sentarse al banquete en el reino de Dios. En efecto, hay últimos que serán
primeros, y primeros que serán últimos” (Lucas 13:28-30).
Jesús habla aquí de una peregrinación no sólo de judíos que regresan a la
Ciudad Santa desde los cuatro rincones del planeta, sino también de creyentes
gentiles de todas las naciones que marchan hacia el reino de Dios, hacia la ciudad
no construida por manos humanas, sino “la ciudad de cimientos sólidos, de la cual
Dios es arquitecto y constructor” (Hebreos 11:10), la Jerusalén de arriba. Allí se
sentarán a comer y a beber el vino nuevo de salvación, en la fiesta de las bodas del
Cordero y su novia. El apóstol Juan tuvo en la isla de Patmos una visión de “una
multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande
que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos
de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano” (Apocalipsis 7:9). Así como
los que salieron de las cuatro terribles aflicciones para presentarse en la ciudad de
Jerusalén y entonar el Salmo 107, así las multitudes alrededor del trono del
Cordero son las que han salido de grandes aflicciones por su fidelidad al Señor,
porque son las “que están saliendo de la gran tribulación; han lavado y
blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero” (Apocalipsis 7:14).
El Salmo 107 es el primero en el libro V de los Salmos. El primer versículo del
Salmo 107 y del libro V es igual al primer versículo del Salmo 106, el último del
libro IV. Así entonces, el Salmo 107 mira hacia atrás y hacia delante. Uno de los
enfoques principales del Salmo 107 y de todo el libro V, es la peregrinación hacia
la Ciudad Santa, a fin de participar en las grandes fiestas de Pascua, Pentecostés y
las Enramadas. Según Erich Zenger (1998:100), el libro V ha sido editado de tal
manera que los fieles no tengan necesidad de peregrinar físicamente a Jerusalén.
Es posible realizar una peregrinación espiritual a Sión, recitando, meditando y
orando los salmos de palabra. Mediante sus devociones, el individuo o la
comunidad exiliada puede subir a Sión en espíritu y adorar ante el Señor, el rey
del universo, quien enseña su Tora desde Sión. Tal meditación será útil como
reemplazo de los sacrificios, como lo indica el Salmo 141:2.
Según los ritos de los judíos españoles (los sefardim), el Salmo 107 debe ser
rezado como Salmo de la Pascua. Para el rabino Israel Ba’al Shem Tob, el fundador
del movimiento jasídico, el Salmo 107 fue de especial significación. Los
miembros del movimiento lo rezan todos los viernes por la tarde (Hakham
2003:1.114).
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. Después de leer todo el Salmo 107, anote las palabras que usted considere
claves de este canto.
4. ¿Por qué han sido designados “los salmos del regreso” los cantos que
integran el V libro de los Salmos?
5. ¿ué simbolizaba el mar tanto para los escritores del AT como del NT?
6. ¿ué relación existe entre el Salmo 107 como primer salmo del V libro, y
el último salmo del IV libro, en particular el Salmo 106:47?
7. ¿Cómo debemos interpretar el Salmo 107 hoy día, desde el punto de vista
que nos brinda el NT?
8. ¿Cuáles son los motivos de alabanza de los que habla el Salmo 107? ¿Cuál
es la semejanza de tales motivos con las razones por las que alabamos a
Dios por su gran amor? ¿Cuál es el parecido entre la condición de los
cuatro grupos de peregrinos del Salmo 107 y las aflicciones por las que
tienen que pasar las comunidades cristianas hoy día?
9. ¿ué peligro corren los creyentes que acuden a otros espíritus y poderes, y
no al Dios verdadero y su Palabra, para ser sanados de sus enfermedades?
Relate lo que pasó con el rey Ocozías hijo de Acab.
10. Reflexione acerca de la práctica de utilizar los salmos para ensalmar. ¿ué
entiende usted por ensalmar? ¿Se practican los ensalmos en la comunidad
en que usted vive?
11. ¿Cómo deben vivir los redimidos del Señor, lo que han sido liberados de
la cautividad?
SALMO 145
145:1-3 Te exaltaré, mi Dios y rey; por siempre bendeciré tu nombre. Todos los días te bendeciré;
por siempre alabaré tu nombre. Grande es el SEÑOR, y digno de toda alabanza; su grandeza es
insondable.
Las alabanzas del Señor serán entonadas no solamente todos los días de la vida del
salmista, sino durante todos los días de todas las sucesivas generaciones, hasta que
se unan las alabanzas de los santos con la adoración de todos los seres celestiales
alrededor del trono del Señor. Tan grandiosas son las obras del Señor, que
merecen que las conozcan, repitan y celebren las generaciones aún no nacidas. Es
la razón por la que estudiamos y celebramos la historia de la salvación. Y es el
motivo por el que los hijos de Israel celebraron y aún hoy festejan la fiesta de las
Enramadas, la Pascua, el Pentecostés, el Año Nuevo, yom kippur, y la fiesta de la
Dedicación. Los cristianos celebran la Navidad, la Semana Santa, la Resurrección,
la Ascensión y el Día de Pentecostés, para transmitir a las futuras generaciones los
poderosos actos de Dios. Es la razón por la que tanto judíos como cristianos
incluyen en sus celebraciones litúrgicas los credos y las confesiones de fe, que son
compendios de la historia de la salvación. Es necesario celebrar las maravillosas
obras de la historia de la salvación, porque nuestra redención actual y futura
depende de lo que el Señor ha realizado en el pasado.
Las obras del Señor que los hijos de Israel incluyen en sus reseñas de la historia
de la salvación son, además de la creación, las historias de los patriarcas, la
liberación de la esclavitud de Egipto, la peregrinación por el desierto, la conquista
de Canaán, el establecimiento de la dinastía de David, la construcción del templo
y el regreso de la cautividad babilónica. Dos de las grandes reseñas históricas son
los Salmos 105 y 106. Su constante entonación tiene el objeto de mantener vivas
ante los ojos de los fieles las razones por las que ellos son el pueblo del Señor, y las
razones por las que se entonan las alabanzas del Señor. Los grandes actos de la
historia de la salvación del NT también deben ser declarados a las futuras
generaciones, como lo expresa San Pablo en Efesios 2:6-7, en que dice que “en
unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones
celestiales, para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su
gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús”.
Al hablar de todo esto, el salmista nos revela el propósito del salterio. El libro
de los Salmos, cuya conclusión la forman los últimos seis salmos, sirve para guiar y
orientar al pueblo del Señor en su adoración. Tal libro de alabanzas debe
transmitirse de generación en generación, a fin de que millones de personas aún
no nacidas puedan, juntamente con los que vivieron antes, formar una gran
congregación de todos los santos. Todos juntos entonarán y celebrarán todos los
poderosos hechos del Señor, los cuales él obró en las vidas de cada uno de sus
santos. En efecto, de acuerdo con la declaración del salmista, el libro de los
Salmos fue, durante un período de más de 2.500 años, un libro de alabanzas para
millones y millones de creyentes. Ha pasado de manos de una generación a la
siguiente, y ha sido traducido a centenares de idiomas y dialectos.
145:5-6 Se hablará del esplendor de tu gloria y majestad, y yo meditaré en tus obras maravillosas. Se
hablará del poder de tus portentos y yo anunciaré la grandeza de tus obras.
La primera frase del versículo, que también puede traducirse “espléndida gloria de
tu majestad”, está formada por tres sinónimos que han sido combinados para dar
énfasis a la gran belleza y el amor del Señor y, de esta manera, estimular
sentimientos de adoración en el corazón del creyente. Las alabanzas que entonan
los santos deben surgir del amor y la gratitud del corazón del creyente y no de un
sentido de obligación, o con la idea de utilizar la adoración como un medio de
ganar méritos.
145:7-8 Se proclamará la memoria de tu inmensa bondad, y se cantará con júbilo tu victoria. El
SEÑOR es clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor.
Los atributos del Señor que son motivo de adoración en estos versículos,
constituyen el centro teológico de este magnífico himno de alabanza. El Señor no
es solamente bondadoso y justo; también es grande en amor. El amor del Señor es
el atributo que se celebra en el Salmo 103, y es evidente que al escribir el versículo
8, el salmista trata de resumir en pocas palabras lo que dice el Salmo 103 respecto
a la gracia y la grandeza del amor de Dios. Al igual que el Salmo 103, el Salmo 145
celebra la fidelidad del Señor al pacto (jesed). La fidelidad del Señor lo ha
inducido, en muchísimas circunstancias, a pasar por alto las infidelidades del
pueblo de Israel y de sus líderes, y no pagarles conforme a sus obras. En verdad, los
Salmos 103 y 104 son algo más que simples himnos, son credos, confesiones de fe.
Tanto el Salmo 145 como el 103, tienen su base histórica en Éxodo 34:6, en
que se relata que el Señor desciende en la nube para renovar el pacto con Moisés y
el pueblo de Israel. En el encuentro se les revela a Moisés y a Israel el significado
del nombre del Señor. De este pasaje han tomado los rabinos su lista de los trece
atributos de Dios, muchos de los cuales son motivo de adoración del autor del
Salmo 145: “…pasando delante de él, proclamó: El SEÑOR, el SEÑOR, Dios
clemente y compasivo, lento para la ira y grande en amor y fidelidad, que
mantiene su amor hasta mil generaciones después, y que perdona la iniquidad, la
rebelión y el pecado; pero que no deja sin castigo al culpable, sino que castiga la
maldad de los padres en los hijos y en los nietos, hasta la tercera y la cuarta
generación” (Éxodo 34:6-7).
Precisamente por ser el Señor clemente y lento para la ira, es que el salmista y
los de su pueblo pueden entonar las alabanzas del Señor. Precisamente porque el
Señor es grande en amor y fidelidad, es que el pueblo de Israel fue liberado de la
cautividad babilónica y pudo construir un nuevo templo y comenzar la
reconstrucción de Jerusalén y las ciudades de Judá. Por ser el Señor clemente, es
que la oración del que suplica en el Salmo 144 ha sido respondida. Por causa de la
inmensa bondad del Señor es que el Mesías ha sido enviado para ser no sólo el
libertador de Israel, sino para incluir a los gentiles en las bendiciones prometidas a
Abraham. Es por la gracia y el gran amor del Señor, y no por sus méritos y
bondades, que los gentiles que estaban muertos en sus transgresiones y pecados
(Efesios 2:1, 4-5), obtuvieron vida en Cristo Jesús: “Pero Dios, que es rico en
misericordia, por su gran amor por nosotros, nos dio vida con Cristo, aun cuando
estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” El hecho
de que Dios, en su bondad y gracia, quiere incluir también a los que no son
israelitas en su gran amor, se pone de manifiesto no sólo por la promesa de
bendecir por medio de Abraham a todas las naciones, sino también por lo que
dice el Salmo 145 en el versículo siguiente: “El SEÑOR es bueno con todos.”
145:9 El SEÑOR es bueno con todos; él se compadece de toda su creación.
La palabra hebrea kol, que significa “todo”, aparece 16 veces en el Salmo 145. En
este canto se pone especial énfasis en los conceptos de universalizar y englobar.
Las alabanzas al Señor se elevan al cielo todos los días. Todo el mundo queda
invitado a adorar, porque la bondad del Señor es para todos (Miller 1998:107).
Muchos comentaristas han percibido el carácter universal del Salmo 145. No se
hace una distinción radical entre israelitas y extranjeros. Todos están invitados a
exaltar el nombre de Dios y a cantar sus alabanzas. El Señor sostiene a todos los
que tropiezan; alienta a los oprimidos. El Señor es el rey de toda la creación, y
todas las criaturas y todo el género humano están invitados a ser parte de su reino
y participar en la adoración del rey del universo.
145:10-12 ue te alaben, SEÑOR, todas tus obras; que te bendigan tus fieles. ue hablen de la
gloria de tu reino; que proclamen tus proezas, para que todo el mundo conozca tus proezas y la gloria
y esplendor de tu reino.
Otro motivo de alabanza es la gloria y el esplendor del reino del Señor. Cuando la
reina de Sabá llegó a Jerusalén para visitar al rey Salomón quedó tan impresionada
con lo que vio, que dijo: “¡Y alabado sea el SEÑOR tu Dios, que se ha deleitado en
ti y te ha puesto en el trono de Israel! En su eterno amor por Israel, el SEÑOR te ha
hecho rey para que gobiernes con justicia y rectitud” (1 Reyes 10:9). Lo que más
impresionó a la reina, no fue en particular la arquitectura del templo y las demás
construcciones y esplendidez, ni la abundancia de oro y plata, sino el derecho y la
justicia. Los estatutos y leyes de la Tora indican que el reino que el Señor quiere
establecer entre los hombres es el de una sociedad justa, humanitaria e igualitaria,
una sociedad en la que no existan unos pocos que acaparen los recursos,
privilegios y bendiciones materiales y espirituales que pertenecen a todos. El
Señor no liberó a los hebreos de la esclavitud egipcia para que establecieran una
sociedad injusta, una más en el mundo, sino para que construyeran una sociedad
en la que se vieran reflejados los valores, la justicia, la misericordia y el estilo de
vida del reino de Dios. Cuando los hijos del mundo, personas como la reina de
Sabá, bendicen al Señor por las obras de amor y misericordia que los hijos de Dios
llevan a cabo en el nombre de Jesús, entonces la gloria y el esplendor del reino se
proclaman a todas las familias de la tierra.
De acuerdo con el salmo, las obras del Señor dan testimonio de su poder y la
gloria de su reino. Con toda seguridad el salmista tiene en mente todas las grandes
obras que el Señor llevó a cabo al librar a Israel de Egipto. Sin embargo, las
grandes obras del Señor no sólo incluyen lo que obró su mano a través de las diez
plagas, sino también el paso por el Mar Rojo, los cuarenta años de peregrinación
de Israel por el desierto y el asentamiento de las tribus en una tierra en la que fluye
leche y miel. Todas estas obras fueron, para los reyes y moradores de Canaán, un
testimonio de que el Señor es un Dios que libera y salva a quienes confían en él.
Así pues, otro de los atributos del Señor, motivo de alabanza, es su poder.
El Señor es poderoso, y es un poder que se expresa por medio de la
compasión. Los reinos y gobiernos del mundo, como también las grandes
corporaciones internacionales, se han caracterizado por el abuso de poder o por el
ejercicio del poder por el poder mismo. Los que lo ejercen siempre tienen que
luchar contra la tentación satánica de utilizarlo para dominar y controlar a los
demás, y de manipularlos para el logro de sus propósitos egoístas. Esto es lo que
diferencia al reino del Señor de los reinos del mundo: durante los cuarenta días
que Jesús estuvo en el desierto para que el diablo lo sometiera a tentación, una fue
la de utilizar el poder en beneficio propio, y no en beneficio de los que están
caídos. Sin embargo, Jesús utilizó su poder sólo con la finalidad de confortar a los
oprimidos.
El testimonio que proponen las obras fue también el tema del diálogo entre
Jesús y los judíos, en Juan 5:30-47, particularmente lo que Jesús declara en el
versículo 36: “El testimonio con que yo cuento tiene más peso que el de Juan.
Porque esa misma tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo, y que
estoy haciendo, es la que testifica que el Padre me ha enviado.” Las obras que Jesús
llevó a cabo testifican no sólo quién es Jesús, sino que hablan de la naturaleza de
su reino, porque las realizó en favor de los pobres, los oprimidos y marginados: un
hombre que nació ciego, un inválido junto al estanque de Betzatá, una mujer a
punto de ser apedreada, otra mujer poseída por siete demonios, un despreciado
cobrador de impuestos, un gentil endemoniado, un centurión romano, y un
ladrón en la cruz.
145:13 Tu reino es un reino eterno; tu dominio permanece por todas las edades. Fiel es el SEÑOR a
su palabra y bondadoso en todas sus obras (LXX, Siriaca, Vulgata y un manuscrito hebreo).
Nuevamente se destaca la palabra “todos”, que aparece cuatro veces en los dos
versículos. Al mismo tiempo se destaca otro atributo del Señor y su reino, su
perpetuidad. Los reinos, gobiernos y revoluciones establecidos por los seres
humanos, duran una generación, dejan de ser y desaparecen. La historia de Israel
del Reino del Norte, después de la muerte de Jeroboam II, fue una sucesión de
magnicidios, golpes de estado y dinastías nuevas, todos destinados a desaparecer.
Incluso la dinastía de David casi desaparece por la desobediencia, las injusticias y
la idolatría de sus descendientes. La perpetuidad del reino del Señor, en cambio,
es un nuevo motivo de alabanza, tanto en el AT como en el NT. Hasta
Nabucodonosor, el gran rey de Babilonia, después de haber sido sanado de su
locura, tuvo que confesar que el reino del Altísimo era superior a su gran imperio:
“Pasado ese tiempo, yo, Nabucodonosor, elevé los ojos al cielo, y recobré el juicio.
Entonces alabé al Altísimo; honré y glorifiqué al que vive para siempre: Su
dominio es eterno; su reino permanece para siempre” (Daniel 4:34).
Podemos regocijarnos, porque el señorío del reinado de los tiranos, dictadores
y opresores es de corta duración. Llegará el día en que el ángel del Señor anunciará
con voz potente: “¡Ha caído! ¡Ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en
morada de demonios y en guarida de todo espíritu maligno, en nido de toda ave
impura y detestable” (Apocalipsis 18:2). El sufrimiento de los santos en los reinos
del mundo tiene una duración limitada. Llegará el día en que sus lágrimas se
convertirán en gritos de alegría, y sus lamentos en baile. Pero el reino del Señor
durará toda la eternidad. “Yo soy el Alfa y la Omega –dice el Señor Dios– el que
es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (Apocalipsis 1:8). En el
Magnificat, la virgen María se hace eco de las palabras del salmista al declarar:
“Porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Santo es su nombre! De
generación en generación se extiende su misericordia a los que le temen” (Lucas
1:49-50).
145:14 El SEÑOR levanta a los caídos y sostiene a los agobiados.
El pasaje nos recuerda a los esclavos hebreos en Egipto, cuando caían por efecto
de los golpes de los capataces y clamaban al Señor pidiendo liberación. Con toda
seguridad que una de las obras que dan testimonio de la misericordia del Señor,
fue su cuidado por liberar a los esclavos de la servidumbre y de las pesadas cargas
que tuvieron que llevar. El Salmo 146:8 también celebra la realidad de que el
Señor levanta a los caídos. Aún hoy día es el Señor la esperanza de los que se
sienten oprimidos por cargas demasiado pesadas de llevar, como los intocables de
la India. Los rabinos refieren el versículo al texto de Amós 5:2, en que se oye el
lamento: “Ha caído la joven Israel, y no volverá a levantarse; postrada en su propia
tierra, no hay quien la levante.”
Un cristiano no puede leer este texto sin dejar de recordar que Jesús, cargando
su propia cruz y yendo hacia el lugar llamado “de la Calavera”, cayó bajo el peso del
madero y tuvo que ser socorrido por Simón de Cirene. Recordemos que Jesús
cayó, derribado por el peso de la cruz, con el fin de levantar no sólo a la joven
Israel, sino a todos los caídos por el peso de sus propios pecados y sin fuerzas para
incorporarse, tal como le sucedió al peregrino del renombrado libro de Juan
Bunyan, El progreso del peregrino. El peregrino cayó una y otra vez, derribado por
el pesado bulto que llevaba sobre la espalda. El bulto representaba su carga de
pecados. Y a todos los caídos Jesús los llama con las palabras: “Vengan a mí todos
ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28).
145:15-16 Los ojos de todos se posan en ti, y a su tiempo les das su alimento. Abres la mano y sacias
con tus favores a todo ser viviente.
En la cuarta petición del Padrenuestro hemos aprendido a orar: “El pan nuestro
de cada día dánoslo hoy”, y el Salmo 145 nos dice el porqué. Es porque el Señor se
cuida de dar a cada ser viviente a su debido tiempo lo que necesita. Es muy
probable que el salmista basó el versículo en el Salmo 104:27-29: “Todos ellos
esperan de ti que a su tiempo les des su alimento. Tú les das, y ellos recogen; abres
la mano, y se colman de bienes. Si escondes tu rostro, se aterran; si les quitas el
alimento, mueren y vuelven al polvo.” El Señor es Dios, que abre su mano para
alimentar también a los animales y las demás criaturas, tal como lo hizo en
ocasión del diluvio, en que mandó que se llevaran al arca de Noé provisiones para
los animales. Un israelita no podría entonar el Salmo sin pensar en cómo el Señor
abrió su mano para proveer el maná a sus antepasados, durante la peregrinación
desde Egipto hasta la tierra en la que fluía leche y miel. Otro atributo del Señor,
que es motivo de alabanza en el Salmo 145, es el hecho de que él es proveedor.
Los investigadores que atribuyen la composición del salmo al gran escriba
Esdras, creen que en estos dos versículos Esdras da gracias al Señor por haberlo
librado de la cárcel donde había estado recluido; librado de la mano de enemigos
que sostuvieron una férrea lucha contra el escriba y sus reformas. Respecto de las
cárceles de la antigüedad sabemos que los presos recibían escasa y deficiente
alimentación, y a menudo sufrían de desnutrición ( Jeremías 37:21; 38:9; 1 Reyes
22:27). Esdras, después de su liberación, eleva ahora sus alabanzas al Señor que en
su providencia da pan a los hambrientos y libera a los presos. El mismo motivo de
alabanza se expresa en el Salmo 146:7-8a: “El SEÑOR hace justicia a los oprimidos,
da de comer a los hambrientos y pone en libertad a los cautivos. El SEÑOR da vista
a los ciegos.”
145:17 El SEÑOR es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus obras.
A diferencia de los dioses de las demás naciones, que crearon a los seres humanos
para ser sus sirvientes y cumplir sus deseos, el Señor cumple los deseos de sus
criaturas. El atributo del Señor de servir en vez de ser servido, alcanzó su máxima
expresión con el Hijo del hombre, quien no vino “para que le sirvan, sino para
servir y dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Debido a que así es el
Señor, todos los hombres están invitados a rendirle culto y elevarle alabanzas.
En este versículo percibimos un eco del Salmo 107, en que los cuatro grupos
de afligidos claman al Señor en su angustia y son librados de sus aflicciones. Las
notas que se tocaron en el primer salmo del V libro, se repiten ahora en los salmos
que son parte de la conclusión del libro.
145:20 El SEÑOR cuida a todos los que lo aman, pero aniquilará a todos los impíos.
Éste, el penúltimo versículo del salmo, es el único en todo el salmo que trata de la
aplicación de la ley del talión a los enemigos del reino. A fin de poder guardar a las
ovejas que aman al Señor, es necesario eliminar a los lobos y demás fieras que
quieren perjudicarlas. El versículo es apropiado para reafirmar lo que se dijo en el
Salmo 1: Los justos son protegidos y guardados como árboles en el paraíso de
Dios; y los malvados, como paja arrastrada por el viento, serán destruidos. No será
posible la liberación de los justos de sus congojas y opresiones, sin el
arrepentimiento o la destrucción de los impíos.
145:21 ¡Prorrumpa mi boca en alabanzas al SEÑOR! ¡Alabe todo el mundo su santo nombre, por
siempre y para siempre!
El último versículo del salmo se corresponde con el último versículo del Salmo
150: “¡ue todo lo que respira alabe al SEÑOR! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el SEÑOR!”
Muchos creen que el Salmo 145 se escribió para ser entonado como antífona, con
un cantor que canta la primera parte de los versículos, y la congregación o coro
que responde con la última parte de cada versículo. En algunas traducciones
modernas se ha incluido el versículo que falta en el texto hebreo, o sea, el versículo
que corresponde a la letra n. Según la Septuaginta, el versículo per-dido debe
decir: “El Señor es siempre fiel a su pueblo.”
PREGUNTAS Y SUGERENCIAS
PARA DISCUSIÓN E INVESTIGACIÓN
1. Haga una lista de los adjetivos que emplea el Salmo 145 para caracterizar
al Señor. ¿ué función desempeñan estos adjetivos en la estructura del
salmo?
2. Haga una lista de los atributos del Señor que se emplean como las razones
por las que todos deben bendecir el nombre del Señor.
3. Haga una lista de todos los sinónimos del verbo “alabar” que aparecen en
el Salmo 145.
4. ¿ué relación existe entre el Salmo 145 y los siete salmos anteriores y los
cinco posteriores a este canto, en lo que a ubicación dentro del salterio se
refiere? ¿De qué manera anticipan estos salmos acontecimientos del
ministerio del Mesías?
5. Haga una lista de las alusiones o afinidades que unen a los salmos 145 y
104. ¿De qué manera podría haber servido el Salmo 104 como fuente de
inspiración, al autor del Salmo 145?
Cada uno de los cinco libros del salterio termina con una doxología. El Salmo 150
es una doxología extendida, cuyo propósito es servir no sólo como conclusión del
V libro, sino de todo el libro de los Salmos. Su propósito es recordarnos que lo
más importante de la colección es que adoremos y alabemos al Señor. La alabanza
es parte central del pueblo de Dios. Los verdaderos creyentes, los santos, reciben
la exhortación a elevar sus alabanzas no solamente en el templo de Jerusalén, sino
también en todas las sinagogas y lugares de adoración donde se reúnen los fieles.
Donde hay dos o tres alabando al Señor, allí él se encuentra presente. En realidad
no necesita un arca del pacto que le sirva de trono desde el cual reinar en medio
de su pueblo porque, como queda subrayado en tantos salmos: “El SEÑOR está
entronizado en las alabanzas de su pueblo.”
Los investigadores han debatido acerca de cuál será el santuario al que se
refiere en el primer versículo del Salmo 150. Si es el santuario de Dios en la tierra,
entonces el imperativo “alaben” está dirigido a la congregación de fieles reunida en
el templo de Jerusalén o en las sinagogas. Si el santuario es el santuario celestial,
entonces el salmista llama a los seres celestiales, ángeles, arcángeles, serafines y
querubines a unir sus voces en la alabanza al Señor. La frase “en su poderoso
firmamento” parece favorecer la segunda opción, aunque sabemos que cuando los
mortales alaban a Dios en la tierra, los seres espirituales entonan las suyas al
mismo tiempo en las esferas celestiales.
150:3-5 Alábenlo con sonido de trompeta, alábenlo con el arpa y la lira. Alábenlo con panderos y
danzas, alábenlo con cuerdas y flautas. Alábenlo con címbalos sonoros, alábenlo con címbalos
resonantes.
1. Lea Isaías 12. Este texto es conocido como el salmo de Isaías, porque no
todos los salmos bíblicos se encuentran en el salterio. ¿En qué se parece el
salmo de Isaías a los Salmos 145 al 150? ¿ué énfasis y temas tienen en
común? ¿Cuál es la causa por la que se cantan salmos al Señor en Isaías
12? ¿Cómo concuerda esto con los seis salmos con que concluye el
salterio?
4. Según su opinión, ¿cuál es la bendición más grande que uno recibe al orar
y cantar los salmos?
5. ¿Por qué es importante que los cristianos conozcan y utilicen los salmos,
tanto en su vida de devoción, de congregación, y de obra pastoral?
Exprese su opinión.
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Índice de textos bíblicos
Salmo 1
2 Crónicas
22:3-5, 29
Daniel
4, 35
Deuteronomio, 34, 35
7:5, 36
17:18-19, 34
Eclesiastés, 26
2:4-6, 36
3, 38
Éxodo
3:14, 26
34:13, 36
Ezequiel
31:3-5, 35
31:7-9, 35
Génesis, 27
2, 41
Hebreos
12:2, 40
Hechos
13:33, 31
Isaías
11:1, 35
17:13, 38
29:5, 38
Jeremías, 32, 37, 44
12:1-2, 31, 38
12:2-3, 31
17:5-8, 31
17:6-8, 37
17:7-8, 28
33:15, 35
Job, 26
21:18, 38
Josué
1:7-8, 30
Juan
1:14, 41
14:6, 41
Lucas
18:9-14, 40
23:43, 41
Malaquías
3:2, 39
Mateo
7:13, 41
Miqueas
6:16, 29
Nahum
1:6, 39
Oseas
4:12-13, 36
13:3, 38
Proverbios, 26, 30, 33
1, 26, 43
Salmo
1-41, 26
2, 31, 32, 40, 42
3, 28
19:10, 34
42-72, 26
73, 28
103:1, 28
119:92-93, 34
130, 28
130:3, 39
Sofonías
2:2, 38
Zacarías
6:12, 35
Salmo 2
Apocalipsis, 77, 78, 85
2:27, 78
19:15, 78
1 Corintios
2:7-8, 72
6:2-3, 75
1 Crónicas
17:1-17, 69
2 Crónicas
1:7, 75
1:10-12, 75
7:18, 73
7:18-20, 73
Deuteronomio, 76
17:14-20, 73
Efesios
5:21, 80
Éxodo
4:22, 74
Filipenses
2:5-11, 77
Hechos
1:5, 74
1:5-14, 74
4, 85
4:24b-31, 88
4:25, 66
9:5, 72
13:33, 71, 81
Isaías
37:36, 72
Job
9:23, 70
Juan
16:24, 75
1 Juan
2:23, 72
Lucas
9:55-56, 87
14:31, 72
Marcos
14:62, 78
Mateo
3:17, 74
11:28-30, 80
17:5, 74
19:28, 75
23:4, 80
28:18, 78
28:19-20, 77
1 Reyes
12, 67
2 Reyes
11, 82
Romanos
1:4, 74
Salmo
1, 69, 80, 81
2:7, 66
20:5, 75
23, 81
37:13, 70
59:8, 70
60:8, 76
72, 65
72:8-11, 70
72:20, 65
89:26, 89
89:26-27, 73
1 Samuel, 68, 76
10, 68
16:13, 68
2 Samuel
7, 68
7:14, 69, 73
7:15, 69
7:16, 69
Salmo 8
1 Corintios
1, 287
2, 287
15:27-28, 291
Colosenses
1:15, 299
Daniel
7, 288, 298
Efesios
1:20-23, 298
2:11-22, 298
Éxodo
20:4-5, 300
Filemón
3:20-21, 298
Filipenses, 291
Génesis, 290, 296, 297
1, 290, 293, 302
1-3, 293
1:26, 291
1:26-27, 296
1:28, 301
1:28-31, 292
2, 302
3, 290
9:1, 297
39:4, 295
39:6, 295
41:42-43, 291
50:20, 297
Isaías
51:9, 288
Juan
10:10, 292
14:8, 299
Marcos
10:45, 297
Mateo
21:5, 288
21:16, 288
24:45, 295
24:49, 295
Proverbios, 294
30:24-28, 294
1 Samuel, 287
14:17, 291
25, 287
Salmo
2, 298
110, 298
135:5-12, 285
Salmo 15
Amós
5:12, 139
2 Corintios
6:14-16, 137
Deuteronomio
4:41-43, 134
16:19, 139
23:19-20, 138
Efesios
4:10, 140
Éxodo
22:25, 138
23:8, 139
Ezequiel
42, 134
Hechos
15:28-29, 142
Isaías, 142
1:11-13, 136
1:23, 139
2:2-5, 142
29:21, 139
33:14-17, 142
Jeremías
7:1-15, 135
35:2, 134
35:36, 134
Juan
3:13, 140
1 Juan
1:8, 140
Levítico
25:35-38, 138
Lucas
18:9-14, 140
Mateo
7:24-25, 140
22:37, 136
22:39, 136
23:14, 138
Miqueas
4:13, 142
6:6-8, 136
Números
35:9-28, 134
Romanos
10:10, 136
Salmo
1, 137
24, 133, 141, 142
1 Samuel
1, 134
22, 137
25, 137
2 Samuel
15-18, 137
17, 137
Salmo 16
Colosenses
2:8, 597
1 Corintios
15:26, 606
2 Crónicas, 600
Daniel, 604, 607
7:1, 605
7:13, 605
8:1, 605
Eclesiastés
6, 607
Éxodo
19:6, 598
23:13, 600
28:28-30, 604
Génesis
1:16, 601
3, 600
3:16, 600
Hechos
2:25-31, 607
Isaías
38, 607
57:3-19, 599
65:1-7, 599
Jeremías
44:16-19, 594
Josué, 600, 602
Jueces
2:11-14, 594
Marcos
12:18-27, 607
13:22, 597
Mateo
25:30, 606
Oseas
2:17, 600
1 Reyes
11:5-7, 597
18:21, 595
Salmo
1, 605
15, 602
15:1, 603
49:14-15, 605
56, 596
57, 596
59, 596
60, 596
110:4, 603
110:5, 605
1 Samuel
14:21, 594
19:13-16, 594
23:9-12, 604
25:32-34, 604
2 Samuel
15:16, 594
Zacarías
13:2, 601
Salmo 19
Amós
4:13, 46
1 Corintios
10:11, 57
15:58, 57
2 Corintios
7:10, 59
Deuteronomio, 50, 59
4:19, 53
17:1-5, 53
17:12-13, 59
29:29, 58
32:18, 60
32:31, 60
Eclesiastés
9:1, 58
É
Éxodo
31:7, 52
31:18, 52, 54
32:15, 52
Ezequiel
3:3, 56
Gálatas
4:4-5, 61
Génesis
1, 45
3:6, 56
4, 59
4:6, 59
Habacuc
1:12, 61
Hechos
2, 54
14:17, 46
17:24-29, 46
Isaías
6, 47
6:2-3, 47
9:6, 49
26:4, 61
Jeremías
16:17, 58
32:6-16, 61
Job
31:26-28, 53
1 Juan
1:8, 58
Jueces
20:47, 61
Levítico
3:1, 52
5:17-18, 58
18:21, 54
25:25-28, 61
Malaquías
4, 61
4:2, 49
51:4, 49
Números
15:24, 59
1 Pedro
1:19, 52
1 Reyes
18:26-28, 55
2 Reyes
17:25-28, 55
23:10, 54
Romanos
1:20, 48
1:20-21, 46
7:7, 59
7:12, 57
7:23, 60
10:18, 48
Salmo
18:46, 60
28:1, 60
31:2-3, 61
53, 48
62:6, 61
64:2, 61
84:3-4, 55
90:8, 59
94:22, 61
101, 55
119:72, 56
119:103, 56
127, 56
2 Samuel
22:32, 60
2 Timoteo
4:7-8, 62
Salmo 20
2 Crónicas, 401
20, 401, 402
20:5-12, 401
Daniel
6, 404
Deuteronomio, 405
1:30, 409
2:25, 410
6:4, 400
8:1, 409
17:16, 405, 410
20:4, 409
Éxodo
14:4, 409
14:13-14, 409
15:14-16, 410
23:27-28, 410
28:28-30, 404
Filipenses
2:9-11, 408
Génesis
4:5, 398
35:3, 397
Hebreos
1:1, 402
Hechos
3:6, 406
28:3-6, 404
Isaías, 404, 406
1:11, 398
7, 403
7:14, 404
31:1, 410
37:15-20, 401
37:21-35, 401
38:8, 404
Josué
2:9, 410
2:24, 409
3:11, 409
5:1, 410
6:2, 409
6:16, 409
7, 410
10:14, 409
10:19, 409
10:25, 409
10:42, 409
11:6, 409
23:10, 409
Jueces, 404
4:14, 409
5:9, 409
5:11, 409
5:13, 409
6:34-35, 408
6:36-40, 403
7:3, 409
7:11-12, 403
7:15, 409
7:20, 410
20:2, 409
20:18, 409
20:23, 409
Levítico
8:8, 404
Marcos
16:18, 406
Mateo
26:40-41, 408
Miqueas
5:10, 410
Números
2, 400
10, 400
1 Reyes
10:26-29, 405
22:1-40, 410
22:36, 410
Romanos
12:1, 399
Salmo
18, 398
18:6, 397, 398
21, 411
51:19, 399
68, 406, 410
1 Samuel
5:11, 410
7:7-10, 399
7:9, 409
7:10, 410
13, 399
13:9-10, 409
13:12, 409
14:12, 409
14:15, 410
14:18, 409
14:20, 410
14:23, 409
17:20, 410
17:45-46, 405
17:52, 410
23:1-2, 404
30:7-8, 404
2 Samuel
5:19-23, 409
5:24, 409
10, 406
10:12, 409
10:18, 406
11, 406
20:1, 410
Zacarías
10:5, 410
Salmo 22
Apocalipsis
6:10, 176
2 Crónicas
35:24-25, 183
Efesios
6:11-18, 185
Ezequiel
8:14, 183
39:18, 193
Génesis
3:19, 190
Isaías
11:6-9, 193
34:7-8, 193
37:36, 187
38, 186
38:5, 187
38:7-8, 187
38:10-20, 187
38:13, 187
38:14, 17, 187
38:21, 187
41:14, 192
52:14, 183
53, 193
53:2, 183
Job, 174, 175
1:1, 173
1:9-10a, 174
1:11, 174
1:12, 174
1:21, 175
2:4-5, 175
2:6, 175
2:7, 175
2:9, 175
25:6, 192
Juan
19:24, 185
Lucas
14:13-14, 189
23:43, 176
Mateo
22:8-10, 190
27:41-42, 180
1 Pedro
5:8, 186
1 Reyes
21:13, 179
2 Reyes
18:33-35, 180
23:29, 183
Romanos
8:26, 173
Salmo
1, 176
10:1, 176
18, 193
38:3-4, 211
68:2, 182
88, 183, 184
89, 184
89:39, 184
91:11-12, 174
139:13-16, 181
1 Samuel
1, 179
17, 179
2 Samuel
14:14, 182
Zacarías, 183
11, 184
11:4-17, 183
12, 184
12:10-11, 183
13, 184
13:7-9, 183
Salmo 23
Amós
5:8, 576
6:5, 591
Apocalipsis
1:18, 576
19:9-10, 584
Deuteronomio
2:7, 572
Ester, 581
6:11, 582
Éxodo
15:13, 572
24:9-11, 585
Ezequiel
34:11, 571
47:1, 573
Génesis
2:10-14, 585
18, 579
19, 579
Isaías
25:6-8, 585, 591
26:19, 573
57:5-7, 577
Jeremías
28:15, 577
Job
10:21-22, 576
28:3, 576
33:30, 573
38:17, 576
Joel
3:18, 573
Juan
6:37, 590
10, 571
10:1-17, 571
19:28, 576
Lucas
1:30, 578
2:10-11, 578
10:34, 582
Mateo
1:23, 577
6:13, 575
28:5, 578
1 Reyes
6:29, 585
6:32, 585
Salmo
1, 574, 585
18, 586
21:6, 573
22, 576
22:1, 576
24, 576
36:9, 572, 573
43:3, 584
49:15, 573
56:13, 573
73:23-25, 573
77:20, 572
80:2, 572
85:10, 584
89:14, 584
95:7, 572
96:6, 584
133:2, 583
1 Samuel
16:13, 581
25, 580
2 Samuel
1:17-27, 586
3:33-35, 586
5:3, 581
5:17-25, 577
5:20, 577
7:1, 581
22, 586
22:1-51, 586
23:2, 571
Santiago
5:14-15, 582
Zacarías
14:8, 573
Salmo 24
1 Corintios
10:26, 129
10:28, 129
11:28, 112
11:29-30, 127
13, 111
1 Crónicas
9:20, 127
15:23-24, 124
26, 110
2 Crónicas
6:18, 108
7:1, 116
Éxodo, 114, 125
Ezequiel, 127
1:4-28, 116
8:15-16, 128
44:10-14, 128
Génesis, 113, 114
1:28, 114
2, 124
3:24, 127
4, 111
12:2-3, 114
14, 120
38, 114
Habacuc
3:3-6, 125
Isaías
6, 127
6:3, 119
Juan
14:8, 116
Jueces
13:22, 125
Levítico, 125
10:2, 126
Lucas
2:8-9, 125
Malaquías
3:1, 130
Mateo
5:8, 116
6:24, 112
Nehemías, 127
13:19-22, 127
Números, 125
10:33-35, 118
25, 127
1 Reyes
7:23-26, 124
18:21, 112
21, 112
2 Reyes
23:5, 128
23:11, 128
Romanos
14:14, 129
Salmo
2, 132
5:6, 112
12:2-4, 112
15, 110
19:12, 111
47, 110
65, 110
68, 110, 120
68:24-25, 120
68:27, 120
80:1, 129
84:11, 129
118:19-20, 114
1 Samuel
4, 118
4:5-8a, 118
6, 126
6:4, 126
2 Samuel
3:27, 111
6:7, 125
6:12-15, 120
6:14, 120
Salmo 32
Éxodo
34:6, 471
34:6-7, 485
Ezequiel
13:10-14, 478
37, 474
Génesis
15:6, 472
41, 483
Isaías
28:2, 478
55:6, 477
Jonás, 485
Juan
1:29, 479
8:1-13, 481
1 Juan
1:8-10, 483
2:1-2, 483
Levítico
16, 484
Lucas
11:24-26, 481
15, 482
Mateo
6:13, 477
7:27, 478
2 Pedro
2:22, 481
3:5-9, 473
Proverbios
26:3, 481
28:13, 475
1 Reyes
17-18, 484
Romanos
4:6-8, 469
Salmo
1, 470
1:3-4, 473
51, 471, 483
69:15, 478
81, 483
103, 471
103:8-11, 471
103:13-18, 471
130, 483
2 Samuel
11, 480
12, 480
12:13, 476
18:33, 482
21, 484
24, 469
Salmos 42-43
1 y 2 Crónicas, 258
Apocalipsis
1, 254
1 Crónicas, 256
6:18-38, 256
6:22-25, 257
23:12-13, 256
Éxodo, 256
2:22, 239
6:18-21, 256
Génesis
16:1-16, 243
49:21, 241
Hechos
23:6-10, 248
Isaías
14:9-20, 249
38:10-16, 248
44:15-17, 250
Jonás
2, 247
Juan
1:9, 253
1:14, 253, 254
4, 244, 252
8:12, 253
Jueces
15:18-19, 243
Lucas
16:24, 244
Mateo, 259
16:18, 247
Números, 257
16, 249, 257, 259
16:31-33, 257
26:11, 257
26:58-59, 256
1 Reyes, 252
19, 252
19:12, 253
2 Reyes
2, 258
2:24, 258
5, 251
Salmo
1-41, 255
6:5, 248
18:31-33, 241
36:9, 253
42:2, 255
42-83, 255
49, 248
49:14, 248
49:15, 248
84, 258
88, 247
88:7, 247
1 Samuel
1:11, 257
2:1-10, 257
22, 252
28:13-19, 257
2 Samuel
16, 252
1 Tesalonicenses
3:3-4, 253
Salmo 45
Amós
3:15, 99
Apocalipsis
19:11-16, 95
Cantares, 92, 94
5, 94
5:10-16, 93
Colosenses
3:5, 104
Deuteronomio
17:14-20, 95
Efesios
5, 102
5:25-27, 101
6:16-17, 96
Éxodo
30:23, 98
Génesis
2:24, 102
Hebreos, 97
1:8
Isaías
9:6, 97
Lucas
2:40, 93
Mateo
25:1-13, 101
Proverbios, 102
2:1, 102
3:1, 102
1 Reyes
7:13-22, 103
16:31, 99
22:39, 98
2 Reyes
22:1-2, 104
23:31, 101
23:36, 101
Rut, 99
Salmo
2, 98
44, 97
44:23-26, 97
46, 96
72, 95
1 Samuel
10:11, 98
10:23-24, 93
16:3, 98
16:12, 93
2 Samuel
7, 98
14:25, 93
Salmo 46
Apocalipsis
22:1-2, 267
2 Crónicas
20, 263
20:15-19, 263
Efesios
6:12, 270
Ezequiel
40-46, 265
47, 265
Génesis
1, 264
2:13, 267
Isaías
2, 269
8, 268
8:6-8, 268
36, 271
37, 261, 263, 270, 271
37:33-35, 261
37:36, 261, 268
Juan
4:14, 266
8:38, 266
Miqueas
4, 269
2 Reyes
19:14-15, 261
Salmo
42/43, 267
47, 267
48, 267
Zacarías
14:8, 265
Salmo 51
Colosenses
3:16, 219
1 Crónicas
22:8, 217
Daniel
9, 197
Esdras
9, 197
Éxodo
20:14, 201
20:17, 201
31:1-3, 214
32:31-33, 204
Ezequiel
11:19, 213
36:26-27, 213
Génesis, 213
3:23-24, 215
4:1-5, 221
4:13-14, 215
6:5, 207
9:6, 218
28:20-22, 216
29:31, 206
30:22-23, 206
Hebreos
10:22, 225
11:4, 221
Hechos
2:17-21, 214
Isaías, 197, 202
1:11-14, 222
1:16-18, 210
37:36, 211
38:21, 211
44:22, 204
53:6, 202
53:7, 222
Jeremías, 197
2:22, 209
17:9, 207
20:9, 211
36, 212
36:23, 203
Job
10:8, 206
14:4, 207
15:14, 207
Joel
2:28-32, 214
1 Juan
1:7-9, 210
Jueces
3:10, 214
6:34, 214
11:29, 214
13:25, 214
14:6, 214
14:19, 214
15:14, 214
20:16, 202
Lamentaciones
1:12-13, 211
Levítico, 220
Mateo
7:18, 207
11:28-30, 222
12:20, 222
Miqueas
6:6-8, 222
Nehemías
9, 197
Números
5:23, 204
11:26-29, 214
15:22-31, 218
15:30, 218
19, 209
19:17-19, 209
Proverbios
16:25, 202
20:9, 207
1 Reyes
3:9, 214
9:15, 223
2 Reyes
3:7, 202
22:13, 197
Romanos
3:23, 215
12:1, 220
Salmo
1-41, 199
6, 195
32, 195
35:9-10, 211
38, 195
42-72, 199
50, 198, 199, 200, 221
50:4, 199
50:11-12, 221
50:13-14, 221
50:17-20, 221
69:28, 204
102, 195
103:8-10, 203
109:13-15, 204
130, 195
139:13, 206
143, 195
143:2, 207
1 Samuel
10:6, 213
10:10, 214
31, 217
2 Samuel
3:28, 217
4:8, 217
5:9-10, 223
11, 196, 205
11:10, 205
12, 196
12:7, 198
12:13, 196, 198
16:7-8, 218
21:8, 217
23:8-39, 196
Zacarías
12:10, 214
Salmo 68
1 y 2 Samuel, 386
Apocalipsis, 374, 379, 389
Colosenses
1:15, 393
2:16-17, 393
1 Corintios
1:27-29, 377
15:26, 383
15:55-57, 383
2 Corintios, 394
2:14-16, 394
Deuteronomio, 392
1, 373
33, 370
33:2, 374
33:26, 372
33:27, 392
Efesios
4, 396
4:8, 379, 381
6:12, 379
Ester, 382
Éxodo, 380
15, 370, 372, 375
15:3, 371
15:20, 385
Génesis
49:14, 376
Habacuc
3, 370
3:3-4, 374
Isaías
6:4, 374
40:9-11, 376
Jeremías
52:6-11, 384
Juan, 382
Jueces, 386
5, 370, 386, 395
5:4-5, 374
5:15-17, 395
5:28-30, 376
8:27, 395
11:34, 385
17:5, 395
20, 387
Números
10:35-36, 371
2 Reyes
6:8-23, 379
Romanos
9:30-37, 384
12:1, 382
Salmo
22:13-14, 389
22:16, 389
46:2, 374
51-72, 375
67, 392
102:22, 390
1 Samuel
10, 396
30, 376
2 Samuel
10, 378
10:12, 378
Santiago
5:17-18, 375
Zacarías
14:4-5, 374
Salmo 73
Colosenses
3:2, 340
2 Corintios
5:7, 331
1 Crónicas
15:16-17, 346
16:4-6, 346
2 Crónicas, 329
20:13-18, 329
Esdras
2:41, 327
Génesis, 330
5:24, 341
32:22-32, 330
Isaías
6:1-8, 338
53:4, 335
Jeremías, 343
Job, 328, 343
1, 330
1:11, 337
2, 330
19:26, 343
Jueces
3, 333
Lucas
16, 339
Malaquías
3:14, 336
Mateo
15:21-28, 330
18:6, 337
Proverbios
7, 332
23, 332
24, 332
31, 332
1 Reyes
3:16-28, 345
10:2, 345
21, 342
2 Reyes
15:30, 346
18:19, 333
18:35, 333
Salmo
1, 331, 345
1:1, 336
1:5, 336
2, 344, 345
37, 347
49, 347
72, 344, 345
1 Samuel
16:14-23, 338
17:43-44, 333
Salmo 77
1 y 2 Crónicas, 367
Deuteronomio, 367
Éxodo
3:7, 355
15, 359, 361, 368
15:1-21, 349
15:6, 356
15:12, 356
Génesis
18, 356
48, 358
48:5-22, 358
Habacuc
3, 359
Hebreos
5:7, 361
Hechos
16:25, 363
Isaías
36:3, 366
40-59, 358
43:18-21, 368
Juan
15:14-15, 355
Lucas
23:46, 362
Mateo
13:24-30, 365
13:36-43, 365
13:43, 362
15:21-28, 363
17:9, 362
26:30, 362
27:46, 362
Números
10:8-10, 366
105, 367
106, 367
1 Reyes
12:28-29, 367
2 Reyes
15:29, 359
18:18, 366
Salmo
18:8-16, 359
20, 360
23, 361
29, 359
50, 368
71, 368
73-89, 357
74:10, 365
74:11, 365
75:6-8, 365
76:12, 365
77:8-10, 365
78, 358
78:43-50, 365
79:1-7, 365
79:5, 354
79:10, 365
80, 361
80:4, 365
81, 368
83, 365, 368
90-106, 357
105, 367
106, 367
Salmo 80
1 Corintios
1:27-28, 458
2 Corintios
4:6, 466
1 Crónicas
16:7, 450
16:37, 450
2 Crónicas
29:12-14, 450
Deuteronomio, 464
Éxodo
14:19-20, 453
Ezequiel
19, 461, 468
19:10-14, 461
34, 451
Génesis
32:22-32, 465
49, 458
49:22-24, 458
Isaías
5, 460
5:1-7, 457, 459
5:7, 460
Jeremías
10:21, 451
Josué, 454
16:1, 452
Juan
1:14, 466
10:14-16, 466
15:1-7, 459
15:6, 459
Lucas
13:6-9, 468
Mateo, 466
17:1-2, 466
Nehemías
11:17, 463
Números, 454
2, 453
6:24-26, 456
10:33-36, 455
Oseas
10:1, 458
2 Reyes
17, 449
18:9-12, 462
18:17, 460
23:15-20, 462
23:29, 463
Romanos
1:32, 465
Salmo
1, 457, 461
45, 451
60, 451
69, 451
79, 451, 452, 467
79:4, 456
79:5, 455, 457
79:10, 456
81, 464
81:11, 464
81:12, 465
89:21, 462
1 Samuel
4:7-8, 453
Salmo 82
2 Crónicas
19:4-11, 568
Daniel
10, 553
10:20-21, 554
Deuteronomio
32:8-9, 553
Efesios
6:12, 554
Éxodo
22:8, 551
22:21, 563
23:1-8, 563
Ezequiel, 565
28, 565
28:13-19, 565
28:14-16, 565
Génesis, 564
6:2, 564
Isaías, 565
14, 565
14:12-15, 565
59:9, 564
Job
1:6, 564
1:7-12, 550
Juan
10:30, 553
10:33, 553
10:34-35, 553
10:34-36, 558
Judas
v. 6, 565
Lucas
11:22, 555
Marcos
14:62, 563
Mateo
19:28, 564
23:14, 552
1 Reyes
22:19-23, 550
Romanos
8:20-22, 564
13:4, 552
Salmo
73-80, 557
75, 557
76, 557
81, 568
1 Samuel
22, 561
22:6-19, 561
Salmo 84
Amós
6:4-6, 282
Apocalipsis
1:16, 283
21:4, 278
21:23, 283
Éxodo
27:1-8, 276
30:1-10, 276
Ezequiel
1, 280
24:15-27, 275
Génesis
16, 278
Isaías
6, 279
40:30-31, 278
Juan
1:14, 281
2:19, 281
2:21, 281
3:16, 282
14:8-9, 280
Jueces
18:29-31, 279
21:2, 273
21:19, 273
Malaquías
4:2, 283
Mateo
6:26, 283
12:6, 275
Miqueas
6:10, 282
1 Pedro
2:11, 279
1 Reyes
3:4, 273
Salmo
11:1, 276
17:2, 283
42, 274
42/43, 283
45, 274, 283
46, 283
55:6-8, 276
78:60-61, 273
122, 273
150, 279
1 Samuel
1:3, 273
4:14-22, 276
10:3, 273
Salmo 90
Daniel
5:27, 418
Deuteronomio, 413, 414
18:15, 415
Eclesiastés
12:1-8, 422
Éxodo
14:28, 419
15, 419
32, 414, 420
32:12, 414
32:32, 420
34, 420
Génesis
1-3, 417
Isaías
40:6-8, 415, 419
40-59, 414, 415
Jeremías
31:31, 420
Job, 419
14:2, 419
Juan
6:14, 415
1 Juan
2:2, 420
Números
14, 419
14:32, 419
14:34-35, 419
2 Pedro
3:8, 417
2 Reyes
19:26, 419
Romanos
1:18, 421
8:33-34, 421
Salmo
3-41, 416
90-100, 415
90-106, 414
91, 415, 416, 418
91:7, 419
92:7, 419
102:4, 419
102:5, 415
103:15, 419
103:15-16, 415
106:23, 414
119, 416
2 Samuel
19:35, 422
19:37, 422
Santiago
1:17, 418
Salmo 91
Apocalipsis, 435, 439, 442
18:2-4, 440
18:9-20, 440
22:9, 442
Colosenses
1:16, 428
1 Crónicas
21:14, 439
Deuteronomio
31:24, 441
32:9-11, 436
32:11, 441
32:35, 440
Eclesiastés
9:12, 433
Éxodo
6:2-3, 429
19:4, 436, 441
Ezequiel
13:18, 438
Génesis, 431, 435
14:18, 429
17:1, 429
Hebreos
2:14, 434
Hechos
8:4-25, 444
13, 444
16:16-18, 444
19:8-20, 444
Isaías
11:6-9, 444
37:36, 448
38:21, 448
40:30-31, 436
Jeremías
16:16, 433
Job, 429, 443
5:17, 429
5:23, 444
6:4, 429
8:3, 429
13:3, 429
18:13, 438
39:27-28, 436
Jonás
4:6, 430
Juan
10:10, 434
Jueces
14:6, 442
Lucas
10:17-19, 444
Marcos
1:12, 445
1:13, 428
16:34, 430
Mateo
10:29, 433
13, 440
26:26-28, 440
26:53-54, 442
Números
21:6, 445
1 Pedro
5:8, 436
Proverbios
7:23, 433
1 Reyes
2:34, 435
13:24, 442
Romanos
8:31-37, 437
Salmo
27:5, 429
32:7, 429
57:4, 443
58:3-5, 443
58:6, 443
61:4, 429
90, 428, 437
119:114, 429
1 Samuel
5:6-12, 448
2 Samuel
23:20, 442
Salmo 96
Apocalipsis, 542
7:9-10, 542
9:20, 538
14:3, 537
1 Corintios
10:11, 539
10:21, 542
15:20, 537
15:23-29, 537
15:54, 537
2 Corintios
8, 542
9, 542
1 Crónicas
16, 532
16:7, 532
Efesios
2:14, 541
Éxodo
15, 532
15:1-21, 533
15:18, 543
Ezequiel
34:16, 539
Génesis
3:17, 546
14:17-24, 534
Hebreos
4:9, 533
Hechos
17:16-34, 541
Isaías, 545, 548
40-59, 533
40-66, 532
42, 533
42:10, 533
49:13, 545
55:12-13, 546
Romanos
8:19-22, 544
12:1, 542
Salmo
2, 543
22:28, 541
29, 533
29:1-2, 541
47, 532
93, 532
95, 532
95:5, 545
95:6, 542
97, 531, 532, 538, 541, 544
98, 532, 533
99, 532
99:1, 531
100, 532
105, 532
106, 532
119, 532
1 Samuel
5:4, 538
Salmo 107
Amós
4:18, 618
8:11-12, 618
Apocalipsis, 612
7, 612
7:9, 628
7:10, 612
7:14, 628
Esdras, 626, 627
1-3, 616
3:10-13, 614
8:21-23, 616
Éxodo, 615
Ezequiel
27:25-36, 624
27:27, 624
38:6, 621
39:2, 621
Filipenses
3:20-21, 613
Génesis, 612
1:9, 624
13:10, 626
15:12, 617
19, 627
21:8-19, 616
37:22, 619
48:16, 615
Hebreos
11:10, 628
Isaías, 615
24:22, 619
29:8, 618
35:7, 626
40-59, 613
42, 626
42:15, 626
43:5-6, 626
49:12, 624
50:2, 626
53:4-5, 622
54:11, 624
Jeremías, 615
1:13-14, 621
4:11-12, 616
41:7, 626
50:41-42, 621
Job
6:18-20, 616
10:20-22, 617
33:19-22, 620
Jonás
2:2, 616
4:8, 616
Juan
1:14, 622
Jueces
9, 619
Lamentaciones
3:53, 619
Lucas
1:46-55, 625
4:18, 618
13:28-30, 628
Marcos
4:35-41, 624
Mateo
8:5-13, 621
15:21-28, 621
16:18, 620
Nehemías, 626, 627
Números, 615
15:34, 618
Oseas
11:1, 618
13:15, 616
2 Pedro
3:5, 622
Proverbios
30:18-19, 623
1 Reyes
22:48, 623
2 Reyes
1, 622
1:6, 622
1:17, 622
Salmo
18:6, 616
22:22-31, 612
22:27-28, 612
91:5, 617
93:4, 623
104:25-26, 624
105:18, 619
106, 628
106:47, 613, 629
119:143, 615
141:2, 629
150, 611
1 Samuel
2, 625
2 Samuel
15, 619
20:3, 618
Zacarías
9:11, 619
Salmo 110
Apocalipsis
3:21, 158
12:10, 164
12:10-11, 165
Colosenses, 162
1:16, 163
2:15, 163
3:1, 163
1 Corintios
15:25, 150, 162
15:26, 150
Daniel
7:13-14, 163
Deuteronomio, 168
7:16-26, 168
20:1-9, 168
Efesios
2:6-7, 168
6:12, 162
Éxodo
4:20, 151
19, 167
Ezequiel
34:23-24, 147
Génesis, 145
3:15, 158
14, 165, 167
14:17-20, 145
14:19-20, 145
49:10, 151
Hebreos, 146, 156, 163, 164, 166
1:3, 164
5:6, 146
6:20, 146
7, 164
7:1-3, 166
7:1-28, 146
9, 164
Hechos
1:20, 158
5:30-31, 161
7:56, 160
8:20-24, 162
13:9-11, 162
Isaías
7:4, 152
30:15-16, 153
36, 153
37, 153
41:2-14, 167
61:6, 167
61:6-10, 167
Jeremías
23:5, 156
Job
1, 164
2, 164
Joel
2:28-32, 160
Josué
3:5, 153
8:1, 152
10:24, 150
Jueces
7:3, 152
7:22, 153
15:18-19, 159
Lucas
20:41-44, 146
Marcos, 149
12:35-37, 146
12:35, 37, 149
12:36, 149
14:61, 161
14:62, 161, 163
14:63-64, 162
16:15-18, 160
Mateo
22, 146
22:41-46, 146
22:42-46, 146
22:43, 149
25:31-46, 151
Números
24:15-29, 152
1 Pedro
2:9, 154
3:21-22, 158
1 Reyes
1:38, 159
2 Reyes
20:20, 159
Romanos
1:3, 149
1:4, 150
8:33-34, 165
16:20, 158
Salmo
8:6, 163
29:2, 154
47:5, 167
80:17, 148
109, 148, 157, 158, 160, 161, 168
109:8, 158
109:30-31, 157
1 Samuel
21:5, 153
2 Samuel
24:25, 156
Zacarías
3, 157
3:1, 164
3:8, 156
4:3, 157
4:6-10, 156
Salmo 119
Salmo
1, 63
19, 63
Salmo 121
Apocalipsis
21:22, 492
Esdras
8, 490
8:21-23, 490
Génesis
22, 494
28, 489
28:16, 490
Isaías
2:2-5, 491
65:3-7, 487
Job
24:15-16, 489
Juan
1:14, 492
Levítico
26:12, 489
Lucas
10, 487
Mateo
7:15, 489
13:6, 489
13:21, 489
Nehemías, 495
1:1-11, 495
2:1-9, 495
2:10-18, 496
2:19-20, 496
4:1-6, 496
4:7-23, 496
5:1-19, 496
6:1-19, 496
7:1-5, 496
7:26-32, 497
11:1-2, 497
12:27-43, 497
13:4-14, 497
13:15-22, 497
13:23-29, 497
13:30-31, 497
124, 496
125, 496
1 Reyes
18:27, 489
Salmo
120, 495
120-134, 493
122, 496
123, 496
127, 493, 496
128, 497
129, 497
130, 497
130:3, 493
131, 497
132, 497
133, 497
134, 497
Zacarías, 492
14:16-18, 492
Salmo 126
Amós
9:14-15, 513
Ezequiel
20:9, 512
20:14, 512
20:22, 512
20:41, 512
36:15, 512
37, 504
37:19-20, 513
Hageo
1:4, 507
1:9-11, 507
Hebreos
11:10, 509
Hechos
9:17-18, 514
12, 501
12:7, 501
Isaías
9:1-2, 513
29:7-8, 511
45:1-7, 508
52:10, 512
60-66, 511
Jeremías
16:15, 513
23:8, 513
Joel, 512
2:18-19, 512
2:21, 505
2:26, 512
Juan
4:35-36, 509
12:24, 507
Lucas
1:46-55, 516
1:49-53, 508
15, 513
15:7, 509
Marcos
5:19, 504
Miqueas
5:3, 513
Romanos
9:2-3, 514
Salmo, 507
73:20, 511
127, 507
Zacarías
9:11, 513
10:6-12, 513
Salmo 127
Eclesiastés
2, 518
Efesios
6:17, 523
Esdras
3:10-13, 518
3:12, 518
Génesis
3:17-19, 520
30:2, 521
Juan
15:5, 519
Mateo
5:45, 521
6:25-26, 521
9:37-38, 523
Nehemías
6:15-7:7, 520
7:4, 522
1 Reyes
3:1-2, 517
7:1-12, 517
8:13, 517
9:1, 517
9:15, 517
21:8-10, 522
Rut
4:1, 522
Salmo
124:4, 520
128, 520, 524
131, 520
2 Samuel, 521
12:24, 521
Salmo 128
Nehemías, 527
11:1-2, 527
Proverbios, 529
Salmo 130
Daniel
9, 233
Esdras
9, 233
Éxodo
20:6, 230
Ezequiel, 235
3:16-21, 235
18:32, 230
Isaías
1:18, 230
21:11, 236
53, 231
62:6, 235
Jeremías, 231
33:15, 231
Jonás
2, 228
Juan
8:11, 232
1 Juan
4:10, 230
4:19, 230
Malaquías
4:2, 231
Marcos
2:5-7, 229
Miqueas
7:18, 230
Nehemías
9, 233
Oseas, 231
2 Reyes
9:16-26, 234
Romanos
6:23, 229
8:21, 233
8:22-23, 233
13:11-12, 233
Salmo
6, 227
11:4, 229
22, 227
32, 227
38, 227
43, 228
51, 227
102, 227
115:4-7, 229
126, 233
143, 227
2 Samuel
12, 232
18, 234
18:24-26, 234
1 Tesalonicenses
4:16, 236
Salmo 139
Amós
5:19, 310
9:2-3, 311
Eclesiástico
18:4-7, 315
43:27-28, 315
Esdras
10:19, 321
Éxodo
32:32, 315
Gálatas
1:9, 322
Génesis
1, 316
4:7, 305
12:3, 322
20:6, 305
Hechos, 318
5:1-10, 318
Isaías
49, 313
Jeremías, 306, 317
20, 313
23:23-24, 306
28:15-17, 318
Job, 315
10:8-12, 325
34:21-22, 311
42:3, 315
Jonás, 308
2, 309
3, 309
Lucas
18:9-14, 320
Mateo
5:43-44, 319
12:36, 324
23, 322
1 Reyes
8:27, 306
18:38, 304
Romanos
8:26, 306
11:33-36, 308
12:19, 21, 323
137:8-9, 323
Rut
1:16, 318
Salmo
19, 316
56:8, 315
69:28, 315
130:1, 309
137:8-9, 324
138, 320
139-145, 321
140, 320
Salmo 145
Amós
5:2, 640
Apocalipsis
1:8, 640
18:2, 640
2 Corintios
5:21, 643
Daniel
4:34, 640
Efesios
2:1, 637
2:4-5, 637
2:6-7, 635
Éxodo
34:6, 636
34:6-7, 636
Jeremías
37:21, 641
38:9, 641
Job
5:9, 633
Juan
5:30-47, 639
21:21, 633
Lucas, 640
1:49-50, 640
Marcos
10:45, 644
Mateo
11:4-5, 644
11:28, 641
Oseas
11:8, 642
1 Reyes
8:43, 644
10:9, 638
22:27, 641
Salmo
1, 645
1-2, 632
8, 633
19, 633
19:2, 634
34:18, 643
103, 636
104, 633, 636, 646
104:27-29, 641
105, 635
106, 635
138-145, 632
139-145, 631
139-150, 632
144, 632, 636
145-150, 632
146:7-8a, 642
146:8, 640
146-150, 631, 632
150, 645
Salmo 150
Efesios
5:19, 652
Esdras, 651
Éxodo
15:20, 651
Génesis
4:21, 650
Hebreos
11:1, 654
Isaías
12, 656
Job, 653, 654
Nehemías, 651
Salmo
1, 653, 654, 655, 657
33:2, 650
57:8, 650
71:22, 650
81:3, 650
98:5-6, 650
108:2-3, 650
145, 650, 656
2 Samuel
6:5, 651