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Autor: Dr. Jose Pavlov Valdivia Reynoso. Abogado, Artista Plástico, Catedrático, especialista en
didáctica y pedagogía jurídica y universitaria. Catedrático en universidades mexicanas y
peruanas. Especialista en lenguaje no verbal e imago logia.
"Llevo 40 años teniendo pesadillas en las que voy a un examen y me doy cuenta de que me preparé
para un tema distinto. O miro el examen y está en un lenguaje que nunca he visto antes. O tomo
mi lápiz para contestar, pero no puedo escribir la palabra que quiero", revela Simon Goldhill,
director de Estudios Clásicos en King's College, Londres.
A quienes tenemos que acreditarles -o culparlos- por este invento en particular es a los chinos. En
el siglo VII a.C. crearon lo que era "una prueba estupefaciente durante la cual algunos se
enloquecían y otros morían".
"Hay imágenes de las salas de exámenes de provincia, con fila tras fila de celdas abiertas por un
sólo lado", cuenta Peter Bol, de la Universidad de Harvard, quien es un experto en esos primeros
exámenes.
Esas casetas con cortinas blancas y letras chinas eran las celdas de uno de los complejos donde
tomaban los exámenes imperiales escritos, para los postulantes al servicio de la Corte.
"En las celdas separadas no podías copiar de otro. Entrabas, traías algo en qué dormir, te daban un
orinal, tenías un escritorio, tinta y te sentabas, te entregaban el examen y empezabas".
El sistema de examen imperial chino -como se llamaba- duraba 3 días... y noches, y versaba más
que todo sobre clásicos de Confucio.
Había quienes no lograban llegar al final. Si un candidato moría, las autoridades envolvían su
cuerpo en una estera de paja y lo tiraban al otro lado de los altos muros que rodeaban el
complejo. Los exámenes eran increíblemente competitivos.
"Tenemos evidencia de que en el año 1250 alrededor de 450.000 personas participaban en estas
pruebas, pero sólo entregaban 600 diplomas", señala Pot."¿Por qué los hacían? ¿Por qué
invertían tanto, muchos años de educación, tutores privados, todos los gastos que involucraba
eso, si la vasta mayoría no iba a tener éxito?", se pregunta, y contesta:
"Lo hacían porque les daba estatus, reconocimiento, conexiones y membresía en la élite local".
"Si me pidieran que señalara un logro extraordinario del Estado chino, diría el haber establecido el
valor de los exámenes para la participación en la vida nacional y pública", declara el experto. No
estoy segura de sí fue un logro o un autogol, pero el objetivo de ese sistema chino era noble. Al
crear esos primeros exámenes, no estaban sólo separando la paja del trigo, sino tratando de
hacerlo según una medida justa de las habilidades, no de acuerdo a la posición social o riqueza
del candidato. Eso, se supone, es lo que seguimos haciendo, sin embargo aun no entiendo”.
https://www.bbc.com/mundo/noticias-36798239
Al aplicar los clásicos exámenes escritos Qué estamos poniendo a prueba y para qué?
Comprobamos con ellos que los alumnos aprendieron? O solo memorizaron? Y si memorizaron
lo olvidaron o lo registraron en su memoria a largo plazo y lo aplicaron a su vida práctica
profesional?
Simon Goldhill piensa que las pruebas académicas "son una buena prueba de tu habilidad para
procesar y empaquetar una gran cantidad de información de una manera eficiente e ingeniosa".
Pero, "te dicen muy poco de tu capacidad como profesional. Y todos sabemos que los mejores
alumnos no necesariamente obtienen los mejores resultados en los exámenes" al menos muchas
historias de éxito demuestran lo contrario.
La lista de la gente que ha hecho cosas maravillosas en su vida a pesar de que no les fue bien en
los exámenes es larga: en la universidad, Charles Darwin, por ejemplo, estaba demasiado ocupado
buscando escarabajos para prestarle atención a las asignaturas que no lo aburrían.
¿Cómo serían los exámenes en su época? Seguramente muy similares a los aplicados en muchas
escuelas y universidades del siglo XXI y si hablamos de América Latina, no hemos cambiado mucho
desde hace más de 8 siglos, hemos sustituido, eso si, el papel de arroz y el pergamino por hojas de
papel corriente y en el mejor de los casos por exámenes electrónicos pero con el mismo objetivo
(verificar si el alumno aprendió o no?
"No se parecían a los de hoy en día", afirma Gillian Cooke, archivista de Cambridge Assessment,
que guarda tesoros de historia de los exámenes en el Reino Unido. Hay mucha evidencia de que
los exámenes no son buenos para predecir el futuro.
No sólo está el caso Darwin, quien en su autobiografía escribió "Intenté matemáticas (...) Me
repugnó, principalmente porque no pude encontrar ningún significado en los primeros pasos de
álgebra". El inventor del teléfono Alexander Graham Bell, según su biógrafo, "disfrutaba del
ejercicio mental" de las matemáticas, pero una vez entendía el método "se aburría y descuidaba la
respuesta final", lo que se reflejaba en sus calificaciones.
El inventor Thomas Edison llegó a decir: "Puedo contratar matemáticos, pero ellos no me pueden
contratar a mí". Y estos son apenas unos pocos. Entonces qué debemos hacer? Cómo debemos
evaluar los aprendizajes de los alumnos de los diferentes grados o niveles?
La Teoría de las Inteligencias Múltiples fue ideada por el psicólogo estadounidense Howard
Gardner, profesor de psicología de la Universidad de Harvard, en la década de los años 80’s como
contrapeso al paradigma de una inteligencia única.
Gardner propuso que la vida humana requiere del desarrollo de varios tipos de inteligencia. Así
pues, Gardner no entra en contradicción con la definición científica de la inteligencia, como la
«capacidad de solucionar problemas o elaborar bienes valiosos». Gardner y sus colaboradores
podrían afirmar que Stephen Hawking no posee una mayor inteligencia que Leo Messi, sino que
cada uno de ellos ha desarrollado un tipo de inteligencia diferente.
Existen en forma general tres tipos de evaluación docente: la evaluación diagnostica (evalua la
ausencia o presencia en el alumno de intereses, motivaciones o conocimiento previos etc. en
algún tema), la evaluación formativa (se realiza a lo largo de todo el proceso de aprendizaje, es un
feedback entre profesor y alumno) y la evaluación sumativa (es la que se aplica al final de la
materia, del día, del mes o del semestre o año lectivo en forma cuantitativa y que certifica que el
alumno sabe o no) en cualquiera de estas tres intervienen o deben intervenir los profesores y los
alumnos (no las instituciones en sí) (hetero evaluación –profesor a todos sus alumnos-,
autoevaluación –el alumno- y coevaluación – profesor a alumno y alumno a profesor).
Sugiero revisar el reporte virtual Edu Trends Radar 2017 del Tecnológico de Monterrey una de las
más prestigiosas universidades privadas de América Latina y el mundo donde tuve ocasión de
enseñar y que lidera el ranking de las TOPs universities a nivel internacional.
Finalmente, las generaciones actuales no aprenden como hace 50 años, las realidades y las
competencias y habilidades que hoy se requieren en el entorno empresarial, profesional y
humanístico exigen no solo alumnos memoristas sino alumnos con juicio crítico, innovación y
desarrollo de la creatividad, pero no podremos hacer esto posible si seguimos evaluando como
hace 14 siglos y nos empeñamos en seguir comprobando que nuestros alumnos o profesionales
saben con un examen escrito ( que dicho sea de paso algunas principales universidades del
mundo ya los empiezan a retirar para sustituirlos por otros que involucren el error mismo y el
fracaso como formas de aprender a aprender), pues existen múltiples formas de comprobar que
una persona sabe o no y no solo con un examen escrito.