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EVALUAR EN LA CIBERCULTURA

Andrea Ramal

Referencia: RAMAL, Andrea Cecilia. "Evaluar en la Cibercultura."


CD-ROM: Educar para Transformar. São Paulo: Loyola,2003.

SINOPSIS: ¿Qué cambia en los procesos de evaluación y en la concepción de sala de


clase, grupo, proyectos de investigación y aprendizaje en una escuela que cuenta con el
trabajo de un profesor que es dinamizador de la inteligencia colectiva? Vea en este
artículo que parte de la situación imaginaria de una clase en que la evaluación no
preocupa, y sí motiva a los estudiantes, y que analiza el impacto de la cibercultura en las
prácticas educacionales.

Estamos en 2069, en un ambiente de estudio e investigación, antiguamente llamado de "sala de


clase". Los aprendices tienen entre doce y dieciséis años y conversan con el dinamizador de la
inteligencia colectiva del grupo, una figura que décadas atrás ya fuera conocida como "profesor".
Ellos están levantando y confrontando datos sobre los Centros de Cultura y Saber Humanos (o,
como decían antes, las "escuelas") a lo largo del tiempo. Admirados, no logran concebir cómo
funcionaba, en el siglo pasado, una enseñanza que reunía a los jóvenes no en función de sus
intereses o temas de investigación, sino simplemente por edades. El orientador de estudios les
habla de la evaluación: ella clasificaba a los alumnos por números o notas según su desempeño, y
en función de eso ellos eran o no "aprobados" para el siguiente grado. Los aprendices se quedan
cada vez más sorprendidos. ¿Cómo determinar "niveles de enseñanza"? ¿Cómo catalogar "fases
de conocimiento"? ¿Qué serían "etapas" escolares? ¿En qué nudo de la red curricular ellos se
basaban para fundamentar eso? La mayor sorpresa ocurre cuando descubren que esas
evaluaciones o "pruebas" eran aplicadas a todos los estudiantes del grupo. ¿LA MISMA PRUEBA?
- todos se espantan. No pueden concebir una situación en que todos tuvieran que saber
exactamente los mismos contenidos, definidos por otra persona, en el mismo día y hora fijados.
"¿Ellos no se sentían angustiados?" - comenta un aprendiz con otro. Los jóvenes intentan
imaginarse en aquella época: recibiendo un cuestionario para responder, de memoria y sin
consulta, aislados de los equipos de trabajo, sin compartir y sin construcción colectiva. Los
problemas en general no eran sobre la vida práctica, y sí sobre cosas que ellos sólo irían a utilizar
en determinadas profesiones, años más tarde. Imaginando la escena, los aprendices comenzaron
a sentir una especie de angustia, tensión y hasta miedo del fracaso, pánico de permanecer en el
mismo “grado”, de ser excluidos de la escuela... "Así, yo no iba a querer estudiar", dice uno de
ellos, expresando lo que todos sientien. Pero en seguida, interesado por otros temas de la
investigación, el grupo inicia una nueva discusión aún más interesante, y todos alejan
definitivamente de la cabeza aquél extraño pensamiento.

La escena que propongo transcurre en 2069. Este es el único dato que me parece ficticio:
porque creo que ese cambio en la escuela realmente ocurrirá. Puede ser más tarde, o tal
vez mucho antes. El tiempo depende de nosotros, que estamos en las escuelas, de la
visión de las instancias gubernamentales de la supervisión escolar, y de las políticas
públicas de inversiones para una reforma educativa; pero de cualquier manera, las
prácticas escolares tradicionales no van a poder sustentarse en la cibercultura1. Las
nuevas formas de escribir, leer y manejarse con el conocimiento integran una nueva
ecología cognitiva: maneras diferentes de pensar y de aprender. Conoceremos también
otras formas de enseñar, de organizar la escuela y, evidentemente, de evaluar.

1
- Entiendo el término cibercultura a partir de la definición de Pierre Lévy (1999, p. 17): "el
conjunto de técnicas (materiales e intelectuales), de prácticas, de actitudes, de modos de
pensamiento y de valores que se desarrollan junto con el crecimiento del ciberespacio".
Uno de los cambios será el énfasis que se dará, juntamente con los productos o
resultados, a los procesos. Será tan importante verificar a qué respuestas el alumno
llegó, como saber los caminos que utilizó para eso. Porque los recorridos dicen mucho
más sobre el desarrollo de habilidades y competencias que las respuestas. Por ejemplo,
en matemáticas, una ecuación memorizada puede llevar a una solución, mas nada nos
dice sobre cómo el alumno fue creativo o sobre el modo como articuló el saber en su
raciocinio.

Eso se vincula con una nueva relación con el error. En la época de la lapicera de tinta, el
error era algo abominable. Equivocarse significaba rehacer toda la página. La otra opción
era un trabajo sucio y mal visto por todos. Lo que los líquidos correctores apenas
vislumbraron ocurre plenamente en el monitor de las computadoras. Ahora, el monitor es
el propio esbozo. Aproximándonos de la versión final de un texto, un diseño o cualquier
otra producción multimedia, podemos observar, comparar, cambiar, redimensionar - es el
aprendizaje por simulación. Aprendemos en el ensayo y en el error; podemos conocer
nuestro trabajo antes de verlo impreso. Lectura y escritura adquirieron una tecnología
intelectual que suministró más potencia a nuestras capacidades, además de economizar
tiempo y garantizar la calidad visual. No es de extrañar que, habituados al monitor, mis
alumnos de redacción, adolescentes de quince años, se opongan a hacer borradores. En
nuestra escuela, escribir era algo relacionado al papel. ¿Y en la de ellos?

Continuando con el ejemplo de la redacción, un momento privilegiado será el proceso de


producción del texto. Ya pude sentir algo de eso cuando enseñaba Lengua Portuguesa y
llevaba mis alumnos al laboratorio de informática. Los acompañaba por los monitores en
el modo como planeaban (o no) su texto, el tiempo que algunos dedicaban trabajando en
una frase; y hasta los instantes de duda o dispersión. Considero que ésas fueron las
mejores evaluaciones que realicé de los desempeños y habilidades en la producción
textual de mis estudiantes. Por supuesto que eso no valía nota, como decimos. Pero las
mejores evaluaciones me parecen siempre las que no valen nota. Las notas raramente
consiguen expresar y describir procesos, remitiéndose apenas a los productos.

En la escuela de las próximas décadas, seremos responsables por formar alumnos que
puedan optimizar los propios procesos de construcción del conocimiento. Según una
pesquisa de Peter Drucker (apud Tapscott y Caston, 1995), un trabajador que utiliza las
tecnologías de la era de la información tiene una productividad 45 veces mayor que la de
otro de 120 años atrás. Antes se buscaba el modelo de eficiencia - producir más en
menos tiempo; hoy se busca la eficacia - producir aquello que es necesario, en las
cantidades ideales. Es el modelo del just in time2. Esa nueva forma de organización
empresarial tiene correlación en just in time learning - no es necesario acumular
información, sino estar listo para conseguirla y asimilarla cuando sea necesario.

Educar será, por lo tanto, desarrollar procesos abarcadores, según criterios como
consistencia, previsión, interés, atracción, performance, capacidad de articular
conocimientos, de comunicarse y establecer relaciones. Eso ayudará a preparar al
ciudadano de la era del ciberespacio: como la materia-prima de la producción será la
información, y los contenidos de la formación inicial se tornarán rápidamente obsoletos, él
deberá ser un profesional capaz de aprender siempre; un ser consciente y crítico, que
dialogue con las diferentes culturas y el saber, que sepa trabajar de forma cooperativa y

2
- Por ejemplo tenemos la Librería Amazon Books: ofrece 45 millones de títulos, con stock cero.
que sea flexible, emprendedor y creativo para administrar su carrera y su vida personal,
social y política.

Las tecnologías intelectuales de nuestro momento histórico relativizan la importancia de la


memoria, por lo menos como capacidad confinada al cerebro humano. No es necesario
almacenar saber: soportes digitales externos pueden hacer eso por nosotros, para que
nuestro intelecto se quede disponible para funciones más importantes y decisivas. Si hoy
un saber vale especialmente por su utilidad y eficacia en función de propósitos y objetivos
de los sujetos en cada circunstancia, en el modelo del just-in-time learning la evaluación
escolar deberá tornarse una verificación no de la memoria del alumno, y sí de sus
condiciones para, en poco tiempo, encontrar informaciones necesarias para su
investigación en medio a la infinidad de sitios, libros, periódicos y canales de tv,
seleccionar lo que es relevante y pertinente y utilizar esos datos generando nuevos
conocimientos al servicio de los demás, como lector-autor, sujeto de la comunicación y del
proceso cognitivo.

El que cree que eso es poco no debe haber tenido todavía la experiencia de buscar algo
en Internet. En el exacto momento en que escribo este artículo, para dar un ejemplo, abro
una ventana en la Web y uso la herramienta de busca Altavista. Propongo la palabra
clave evaluación; primero en inglés, después en español. La respuesta, casi inmediata,
indica 267.290 y 193.100 páginas, respectivamente. Intento delimitar mejor mi interés:
palabras claves evaluación y cibercultura. Paradójicamente, las referencias aumentan:
ahora tenemos 376.456 páginas relacionadas en inglés y 250.550 en español. Desde ya
sabemos que es ineficaz recurrir a todas las referencias sugeridas para buscar lo que
queremos o comparar los datos. ¿Cómo encontrar, entonces, lo que es más adecuado?
¿Todas las informaciones serán actualizadas y, sobre todo, verdaderas? Las nuevas
formas de actuar con el conocimiento en este nivel, que abarcan desde el refinamiento y
la optimización de las búsquedas hasta cuestiones éticas, son asuntos en pauta de
nuestros encuentros pedagógicos del próximo milenio.

La creciente producción y disponibilidad de informaciones nos da la idea de que la sala de


clase organizada por edades o por niveles homogéneos de escolaridad ya cumplió su
papel. Ella corresponde a una escuela masificadora, que trataba los contenidos en escala
industrial, lo mismo para todos simultáneamente. Una época en que el alumno no tenía
facilidad de acceso al saber, y el profesor era el único responsable por transmitírselos.
Hoy ya contamos con diferentes acerbos culturales en la sala, además de intereses bien
definidos. El acceso a las informaciones dentro y, principalmente, fuera de la escuela,
torna ingenua la tentativa de formular planos rígidos y esquemas anticipados de
aprendizaje. Todas las trayectorias son individuales, y la educación precisa ser
personalizada. Los grupos surgirán, de este modo, en función de sociedades y proyectos
comunes, formados a partir de la complementación de competencias para el aprendizaje
cooperativo.

En otras ocasiones he hablado del currículo en red, tratando transponer la metáfora del
hipertexto para la realidad escolar. El hipertexto digital, nueva forma de escritura y de
comunicación de la sociedad informático-mediática, es también una especie de metáfora
que vale para las otras dimensiones de la realidad. Considero que la internalización por
parte del sujeto de los aspectos formales del hipertexto, así como el hipertexto en sí como
mediación para la producción, la recepción y el significado del conocimiento, se vincula a
las nuevas formas de aprender en nuestro mundo. Su lenguaje es una tecnología
intelectual que tiene influencia en la estructuración de nuestros modos de expresión y en
la manera de organizar el pensamiento, substituyendo sistemas conceptuales
fundamentados en las ideas de márgenes, jerarquías, linealidad, por otros de
multinealidad, nudos, links y redes.

Para George Landow (1997), en lugar de la visión del conocimiento, del saber, o de la
propia sociedad como estructura, tendríamos la concepción de la descentralización – una
infinidad de términos y puntos que no están acabados, y sí en continua (re) producción y
negociación de sentidos e informaciones, generando nuevos discursos, en una permuta
sin reglas fijas y siempre abierta a construcciones diferentes.

El hipertexto me parece una expresión de la experiencia de fragmentación de la


contemporaneidad, dividida en múltiples puntos de una red en la cual nuevas conexiones
surgen conforme la necesidad. Escribimos y leemos, construimos nuestra vida, abriendo
ventanas, haciendo links que nos van a asociar a otros textos, otros fragmentos, otras
ideas. Tal vez estemos llegando a la forma de lectura y escritura más próxima de nuestro
propio esquema mental: así como pensamos en hipertexto, sin límites para la imaginación
a cada nuevo sentido dado a una palabra, también navegamos en las múltiples vías que
el nuevo texto nos abre, no más en páginas, mas en dimensiones superpuestas que se
interpenetran y que podemos componer y recomponer a cada lectura.

El modelo hipertextual de simultaneidad y no linealidad precisa llegar a la escuela. Ya no


es posible continuar organizando el saber de manera fragmentada, en currículos
secuenciales y lineares, que presuponen etapas a ser vencidas, pre-requisitos que
funcionan como escalones. El esquema de la escalera no nos sirve más: prefiero el
esquema curricular de la red, en el cual, como en el hipertexto, los puntos pueden
interconectarse. Haciendo una analogía con los principios del hipertexto en la
caracterización de Pierre Lévy (op.cit.) podríamos decir que el currículo en red funcionaría
según los principios de metamorfosis (transformándose ininterrumpidamente, con el
saber en constante (re)construcción); heterogeneidad (los nudos de la red son
compuestos por diversos contenidos, de modo multidisciplinar, y con varias formas de
conexión); exterioridad (el esquema curricular no constituye una unidad orgánica aislada,
sino que todo su funcionamiento depende de un diálogo permanente con el exterior); y
movilidad de los centros (no hay un centro único, ni contenidos más importantes, sino
nudos de la red curricular igualmente funcionales y multiconectados que son accionados
conforme las circunstancias, dando forma siempre a nuevos paisajes).

En cuanto al profesor, es preciso que su formación pase a dar más énfasis a la


psicología y ecología cognitivas. Su función más necesaria en la escuela del próximo
milenio será trazar las estrategias, ayudar a definir pasos y dimensiones de investigación.
Por eso, el eje de la enseñanza-aprendizaje y el de la evaluación también se dislocan
totalmente, integrándose. En vez de verificar la asimilación de contenidos, él deberá
detectar aciertos y deficiencias en los procesos de investigación. Usará las informaciones
de esa evaluación como datos de contexto, para adecuar cada vez más los procesos a los
alumnos, ayudándolos a aprender de otras formas. ¿Y qué será aprender? Será, en vez
de acumular datos en el archivo mental, desarrollar competencias, habilidades,
procedimientos, visiones de mundo, posturas de vida y de trabajo3.

3
- La empresa francesa Trivium desarrolló un interesante software de evaluación de
competencias, denominado Gingo. Se trata de un programa que permite visualizar una
representación inmediata (con la forma de un árbol) de los recursos humanos de una empresa o,
en escalas menores, por ejemplo, de una sala de clase. El diagrama es dinámico - habiendo sido
Eso se identifica con la enseñanza por proyectos, concebida hace mucho tiempo por John
Dewey y retomada hoy por educadores como Fernando Hernández, entre otros. En esa
línea, la idea es permitir que el conocimiento sea buscado y construido por los alumnos, a
partir de investigaciones personales y colectivas. Con objetivos pertinentes y temas
volcados para la vida cotidiana, la enseñanza por proyectos tiene más chances de
constituir aprendizaje significativo. Es una práctica que busca el desarrollo de las
capacidades de socialización y de aprendizaje cooperativo. Formando para el espíritu de
investigación, aumenta la iniciativa de los alumnos y, cuando orientada por un profesor
bien preparado, puede ayudar a desarrollar la capacidad de aprender continuamente, ya
que supone diversos procesos cognitivos además de la memorización de contenidos,
como selección de información y articulación del saber interdisciplinario.

No es posible pensar en formación de la autonomía de los estudiantes con clases


estructuradas sobre un paradigma tradicional de enseñanza. En muchas escuelas, el
alumno todavía pasa más tiempo escuchando explicaciones que realizando estudios
personales. El acompañamiento del trabajo continúa superficial, relacionado a
instrumentos de evaluación que muchas veces funcionan como formas de presión y
control. Los alumnos no son orientados para la elaboración de los planes de estudio
interdisciplinarios; así, para ellos la evaluación parece servir apenas para decretar
promociones y reprobaciones.

Al contrario, en la cibercultura la nota puede dejar de existir. Ella corresponde a otra


época del pensamiento - de la creencia en la objetividad, de las correspondencias
lineales. El alumno sabe complemento nominal y adjunto, pero no reconoce un adjetivo:
nota siete. Acertó doce entre veinte preguntas: nota seis. Le hacía falta 0,5 punto para
“pasar de año”; si es “esforzado” y obediente, será concedido. ¿Alguien todavía lidia bien
con este paradigma? Él ya se mostró ineficaz, fuente de injusticias y de contradicciones,
retrato poco fiel de la realidad. La forma de superarlo es involucrar a los estudiantes en
su propia educación. Una nueva educación en la cual el alumno se dé cuenta que él es el
principal interesado en hacer rendir su estudio y en verificar cómo puede mejorar las
estrategias de construcción del saber.

Eso sólo será posible en una escuela en que el alumno no estudie “porque el padre lo
obligó”, “para no quedarse de recuperación”, o “para salir rápido”. Deberá ser una escuela
con otras motivaciones, en la cual estudiar sea interesante, investigar sea algo inevitable
para satisfacer las curiosidades despertadas, y aprender sea algo imprescindible en la
conciencia de futuros ciudadanos que desean perfeccionarse y colocar el conocimiento al
servicio de la comunidad.

Una empresa comercial trabaja en función de la satisfacción del consumidor; una


productora de videos desea el éxito frente a sus espectadores; una entidad filantrópica
desea llevar felicidad a las personas; todos los seres humanos, sin excepción, trabajan
con un objetivo que, para ellos, tiene tanto sentido al punto de mover sus vidas. No

detectadas las competencias iniciales, ellas pueden ser estimuladas, desarrolladas, u otras áreas
involucradas pueden ser reforzadas en lugar de éstas. Varias empresas han utilizado ese
programa, con la intención de elevar el potencial colectivo de los grupos, descubrir talentos y
sanear deficiencias. Los entusiastas del software indican que los empleados se sienten más
interesados por el estudio y el aprendizaje, ya que perciben mejor el sentido. El interés aumenta,
así como la autonomía y el sentido de responsabilidad por el propio desarrollo. Para mayores
informaciones sobre el software, recomiendo el sitio Trivium: http://www.trivium.fr.
podemos esperar que el alumno del siglo XXI continúe estudiando y trabajando apenas
por la nota del boletín, o porque desconfía que un día los contenidos serán útiles, aunque
aún no sepa decir muy bien para qué. Eso es menospreciar mucho nuestros estudiantes.

Claro que las transformaciones que antevimos no garantizan a priori la resolución de los
problemas que se colocan en la cibercultura y para los cuales ésta todavía no presenta
perspectivas de solución, tales como el tema de las desigualdades y de la exclusión, la
negociación entre los poderes, nuestras relaciones con las ideologías, el trabajo, las
fuerzas políticas y económicas. Los procesos de comunicación del ciberespacio no
presuponen la armonía y el consenso: se reproducen en ellos todos los conflictos entre
los diversos lugares sociales, y la disputa entre las diferentes voces alcanza proporciones
de una red del tamaño del planeta.

La madurez de los niños y jóvenes de hoy, su forma diferente de mirar el mundo, exigen
un currículo amplio, que inclusive incluya esas discusiones. Los estudiantes toleran
cada vez menos los cursos que no tienen relación con sus vidas, distantes de las
necesidades de lo cotidiano y de su mundo. No tenemos más en las salas de clase
alumnos como los del personaje de Robin Williams en Sociedad de los Poetas Muertos.
Tenemos seres más críticos, atentos y perspicaces, que ya llegan a la escuela con
muchas ideas. Es nuestro desafío, al contrario de la película, descubrir con ellos cómo se
puede vivir en la escuela, trabajando juntos y felices, el carpe diem que todos buscamos.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

• LANDOW, George. Teoría del hipertexto. Barcelona: Paidós, 1997.


• LÉVY, Pierre. Cibercultura. Rio de Janeiro: Ed. 34, 1999.
• TAPSCOTT, Don & CASTON, Art. Mudança de paradigma. São Paulo: Makron
Books, 1995.

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