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SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA
RECONCILIACIÓN
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Julio Sánchez Ortega
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Julio Sánchez Ortega
El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con Él.
Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la
conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia,
que es lo que expresa y realiza la litúrgicamente el sacramento de la Penitencia
y de la Reconciliación.
Solo Dios perdona los pecados. Jesús en virtud de su autoridad divina,
confiere este poder a los hombres para que lo ejerzan en su nombre. Quiso que
toda su Iglesia fuera el signo e instrumento del perdón y de la reconciliación que
nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder
de absolución al ministerio apostólico.
Durante su vida Jesús no solo perdonó los pecados, sino que manifestó
los efectos: los pecadores perdonados los vuelve a integrar en el seno del pueblo
de Dios. Igualmente el ministerio de la reconciliación encargado al ministerio
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apostólico tiene esta dimensión eclesial por las que el pecador obtiene también
la reconciliación con la Iglesia.
-Contrición: Es un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la
resolución de no volver a pecar. La contrición perfecta es la que brota del amor
de Dios amado sobre todo, e imperfecta o atrición cuando nace del temor a la
condenación. Previamente conviene preparar este sacramento con un examen
de conciencia.
-Confesión de los pecados: Incluso desde el punto de vista humano nos libera y
facilita nuestra reconciliación con los demás. El hombre se enfrenta a los
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Es parte esencial del sacramento. Los penitentes deben enumerar todos los
pecados mortales de que tienen conciencia tras haberse examinado seriamente,
incluso si estos pecados son muy secretos y sin han sido cometidos solamente
contra los dos últimos mandamientos del decálogo. Hay que acudir a este
sacramento al menos una vez al año, y no debe comulgar quien tenga conciencia
de hallarse en pecado grave. Se recomienda también confesar los pecados
veniales.
-Reconciliación con Dios: La penitencia nos restituye a la gracia de Dios y nos une
con Él con profunda amistas. Por tanto, la reconciliación con Dios es el fin y
efecto de este sacramento, que supone una verdadera resurrección espiritual,
restitución de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más
precioso de los cuales es la amistad de Dios.
-Reconciliación con la Iglesia: El pecado también menoscaba la comunión fraterna,
que restaura el sacramento de la reconciliación. La reconciliación con Dios es
también reconciliación con uno mismo, con los hermanos, con la Iglesia y con
toda la creación. El que acude a este sacramento no solo se reintegra en la
comunión eclesial, sino que también tiene un efecto vivificante sobre la vida de
la Iglesia, que sufre por el pecado de cada miembro, y el mismo se fortalece por
el intercambio de bienes de la comunión de los santos.
-Adelanto del juicio: En la vida terrena se nos ofrece la elección entre vida y
muerte, de modo que en este sacramento, confiándose el penitente al juicio
misericordioso de Dios, ya se adelanta el juicio del final de la vida terrenal.
X. Las indulgencias
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