Está en la página 1de 3

Nadie obtiene un diploma de cómo ser buen esposo o buena esposa, porque el amor es un aprendizaje

constante. Tal vez al principio uno se entretiene con la novedad de vivir juntos, de comprar cosas para la
cocina, pintar el apartamento y buscarle un nombre a la nueva mascota. De cocinar juntos y terminar
ordenando pizza porque la nueva receta no salió como lo mostraba el video. Pero a medida que pasan los
días, nos enfrentamos con la realidad de vivir en pareja. ¿Cómo podemos crear bases sólidas para un
amor duradero?
Es un camino. Cada día aprendemos a enfrentar los nuevos desafíos «juntos»… a tomar decisiones que
beneficien a «los dos»… a dar generosamente no solo lo que uno tiene, sino «lo que uno es».
Es un camino similar al del discípulo que sigue a Jesús. Tanto el matrimonio como el discipulado deben
ser guiados por la oración que nos ayuda a discernir la voluntad de Dios. Tanto en el matrimonio como
en el discipulado demostramos el verdadero amor a través del perdón. Tanto el matrimonio como el
discipulado tienen como fin último la entrega total de uno mismo, así como Jesús amó a su iglesia y se
ofreció por ella en la cruz.
Porque nadie nace aprendido y Jesús es el único que nos puede enseñar lo que significa el verdadero
amor. Recordemos hoy esos tres consejos bíblicos que nos ayudarán a mejorar cada día como pareja:
—ora —perdona —da la vida
Ora: 1 Tss 5:16-18: Estén siempre contentos. Oren en todo momento. Den gracias a Dios por todo,
porque esto es lo que él quiere de ustedes como creyentes en Cristo Jesús. Ecl 4:9-12: Ya no solamente
se fortalece la vida de manera individual, sino que la vida de los dos se vuelve una sola como esa
«cuerda de tres hilos que no se rompe fácilmente» que menciona. Otra vez el triángulo sagrado del
matrimonio: Dios, tu cónyuge y tú.
Si desde novios decidimos poner al Creador en primer lugar, oramos y le confiamos nuestras vidas,
durante el matrimonio se hace más habitual y natural. Por supuesto, eso no significa que no deja de ser
difícil cuando las dificultades afloran, pero se pueden afrontar de manera diferente. ¡Hay un bono extra!
Aprender a orar juntos, con nuestra pareja, trae la bendición de recorrer los mismos caminos tomados de
la mano como soñamos aquel día que nos dijimos por primera vez: ¡te amo!
Perdona: Ef 4:32: Sean buenos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, como Dios los
perdonó a ustedes en Cristo. Cl. 3:13: Perdónense, tolérense…
Da la vida: Efesios 5:25: Esposos, amen a sus esposas como Cristo amó a la iglesia y dio su vida por
ella.
La clave para que un matrimonio se mantenga fuerte es el evangelio de Jesucristo. Después de dar
instrucciones respecto a los roles del esposo y la esposa, Pablo escribe: “Esto es un misterio profundo;
yo me refiero a Cristo y a la iglesia” (Ef. 5:32, NVI). Entre más profundos sean tu conocimiento y
vivencia del amor de Dios por ti en Cristo, más querrás y podrás mostrarle un amor misericordioso,
bondadoso, y sacrificial a tu cónyuge.
Primero debes conocer el amor de cristo 
Si no has experimentado el amor de Cristo, no serás capaz de amar como Él lo hace. “Nosotros amamos
porque Él nos amó primero” (1 Jn. 4:19). Por esta razón, en los tres primeros capítulos de Efesios, Pablo
se concentra en recordar a los creyentes el amor de Cristo hacia ellos en el evangelio.
Entre más entiendas y aprecies el amor que Dios tiene por ti en Cristo, mejor será tu matrimonio
porque reflejarás ese amor hacia tu cónyuge
 
Dios nos escogió en Cristo para ser adoptados como Sus hijos (Ef. 1:3-6). Él nos ha redimido y nos ha
perdonado por Su gracia por medio de la sangre de Cristo, y nos ha sellado con el Espíritu Santo (Ef.
1:7-14). A los que estábamos muertos en nuestros pecados se nos ha dado vida juntamente con Cristo,
habiendo sido justificados por la fe como un regalo gratuito de Dios (Ef. 2:1-10). Ahora somos parte de
la familia de Dios (Ef. 2:11-22) y somos herederos de la promesa de Dios (Ef. 3:1-13).
Solo después de esta descripción extensa del amor de Dios por nosotros es que Pablo manda a los
esposos que amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia (Ef. 5:25). Cuando un esposo no ama a
su esposa es porque ha perdido de vista el amor de Cristo hacia él. Lo que más necesita no son técnicas
ni reglas, sino un corazón que se sobrecoja y sea transformado por el amor de Cristo hacia él. 
Si deseas tener un matrimonio feliz y lleno de amor, ora por ti mismo (y por tu cónyuge) la misma
oración que Pablo hace por lo efesios:
“Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la
tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de Sus gloriosas riquezas, los
fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que,
arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo,
alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro
conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios”, Efesios 3:14-19 (NVI).
Después, participa en la respuesta a esta oración por medio del estudio diario de la Palabra de Dios y la
meditación en la grandeza del amor de Cristo por ti. Tal amor te motivará y te dará el poder para
mostrarle amor a tu cónyuge.
Lo mejor que puedes hacer por tu matrimonio es acercarte más a Jesús. Entre más entiendas y aprecies el
amor que Dios tiene por ti en Cristo, mejor será tu matrimonio porque reflejarás ese amor hacia tu
cónyuge. Un matrimonio fuerte en el que los cónyuges aman al otro como Cristo les ama ayudará a que
ambos aprecien mejor el amor misericordioso de Dios. Una razón por la que un cristiano nunca querría
casarse con un no creyente es que una persona que no es cristiana no conoce el amor de Cristo, por lo
que es incapaz de expresar un amor como este.
El amor se basa en la gracia, no en la ley
La mayoría de las relaciones humanas, incluyendo el matrimonio, se rigen implícitamente por una
especie de ley que dice: “Te voy a tratar como te mereces. Si eres bueno conmigo y llenas mis
expectativas, seré bueno contigo. Pero si me tratas mal, me alejaré de ti o te trataré como me has
tratado”. Para el hombre natural, este método parece justo y razonable, pero cuando esta estrategia
mundana se aplica en el matrimonio, puede causar conflictos, ira, amargura, separación, y divorcio.
Si no has experimentado el amor de Cristo, no serás capaz de amar como Él lo hace
 
A diferencia de esto, los creyentes recordarán con gratitud que así no es como Dios nos ha tratado.
Aunque somos grandes pecadores, Dios nos ha mostrado misericordia y gracia. “Él nos salvó, no por
nuestras propias obras de justicia, sino por Su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la
regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo, el cual fue derramado abundantemente sobre
nosotros por medio de Jesucristo nuestro Salvador” (Tit. 3:5-6, NVI). Él nos llama a amarnos unos a
otros de esta manera: “Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy amados, y lleven una vida de amor, así
como Cristo nos amó y se entregó por nosotros” (Ef. 5:1-2, NVI).
Entender honestamente la necesidad que tenemos de esta clase de amor y gracia es clave para poder
darle este tipo de gracia a otros. Según Tim Keller: “Este es el evangelio: somos más pecadores y
defectuosos de lo que creemos, pero al mismo tiempo somos más amados y aceptados en Jesucristo de lo
que nos hubiéramos atrevido a imaginar”. 
Un verdadero cristiano reconoce que es un gran pecador (1 Ti. 1:15) y está agradecido por la
misericordia que Dios le ha mostrado. La conciencia de su propio pecado le ayuda a no juzgar los
pecados de otros. Además, los cristianos saben que están casados con otro pecador y no les sorprende
cuando esa persona peca. En vez de reaccionar con ira, pueden recordar la misericordia de Dios hacia
ellos y procurar restaurar a su cónyuge con gentileza (Gá. 6:1), así como Dios los perdona y los restaura
con bondad cuando pecan (1 Jn. 1:8-9). Al mostrar una gracia como esta, son imitadores de Dios, cuya
bondad nos lleva al arrepentimiento (Ro. 2:4).

También podría gustarte