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Crítica a la Democracia Participativa en Colombia, con base en el Pensamiento de

Estanislao Zuleta.

La democracia participativa es una realidad que abre las puertas a las poblaciones y

a las sociedades enteras, para que salgan de los conflictos, para que la realidad de la

violencia no sea el pan de cada día de las poblaciones vulnerables, que no se vean tantos

secuestros, violaciones a los derechos humanos, masacres, entre otras muchas cosas que lo

único que provocan es división, dolor, y sufrimiento para el pueblo en general; es por eso

que la democracia participativa es la salida de todas éstas problemáticas.

Cuando un pueblo es tenido en cuenta y sus ciudadanos participan en la vida del

Estado, en la emisión del voto, activo y pasivo, son consultados para elegir y ser elegidos

en los cargos populares, mediante la participación de partidos políticos, medios de

comunicación social, dentro de la sociedad civil, de la opinión pública o de cualquier

expresión de cultura democrática de un pueblo, ya se está hablando de democracia

participativa. (Gonzáles, 2001)

Esto va apuntando a la realidad que se tiene como base de todo el presente, que es

ver la democracia participativa como puerta de salida de la violencia en Colombia, guiada

bajo el pensamiento de algunos autores que contribuyen de manera significativa con dicha

realidad y además apoyan el planteamiento que hace Estanislao Zuleta sobre dicha acción.

Para que se pueda entender de una mejor manera la realidad democrática, es

conveniente ver algunas posturas que nos ayudan a dimensionar el sentido propio de la

democracia participativa, para así tener un enfoque más amplio de dicha realidad.
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Norberto Bobbio propone el hecho de que el desarrollo de la democracia coincide

con la extensión progresiva de los derechos políticos, la participación del pueblo por medio

de la elección de sus representantes y por medio de la formación de la voluntad colectiva;

en otros términos, lo que quiere el autor es mostrar que la verdadera democracia y la

verdadera participación, es donde se le da cabida al pueblo en aspectos públicos, y lo que

importa es que el poder esté en manos del ellos ya sea directamente o por medio de sus

representantes. (Bobbio, 1999)

Zuleta viene a decir que la democracia está abierta y dispuesta a acoger los nuevos

planteamientos y argumentos que la puedan ayudar a crecer y fortalecerse, ya que lo que él

plantea en un principio es que se tiene que abrir a Colombia un espacio para pensar juntos

(Zuleta, 2010), para poder ver la libertad en orden de la posibilidad, para así poder ejercer

los derechos humanos (Zuleta, 1991), y luego lograr establecer, una verdadera democracia,

ya que ella no se decreta sino que se logra (Zuleta, 2016).

No basta la simple opinión de la gente, sino que debe actuar dentro de su sociedad,

para así hallar la participación dentro del gobierno y de la misma transformación de la vida

(Zuleta, 2020), refiriéndose así prácticamente solo al ámbito político; pero Bobbio propone,

que para poder caracterizar un verdadera democracia participativa, se ha de plantear una

nueva perspectiva que sea capaz de rebasar meramente el ámbito político, para que pueda

tener una mayor trascendencia y que se pueda implantar una sociedad en conjunto y

determinar así, el grado en que el pueblo participa de un Estado. Esta nueva perspectiva la

llama la tipología de los tres poderes: económico, ideológico y político. (Gonzáles, 2001)

El poder económico, es el que se vale de la posesión de ciertos bienes, necesarios o

considerados como tales, en una situación de escasez, para inducir a quienes no los
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poseen a adoptar una cierta conducta. El poder ideológico, es el que se sirve de

ciertas formas de saber, de doctrinas, conocimientos, incluso solamente de

información o de códigos de conducta, para ejercer influencia en el comportamiento

ajeno e inducir a los miembros del grupo a realizar o dejar de realizar una acción ya

sea intelectual, literaria, científica o técnica. Y por último el poder político, que es el

de la riqueza, del saber y de la fuerza. Éste poder, es el que está en la posibilidad de

recurrir en última instancia a la fuerza, y es capaz de hacerlo si detenta a su

monopolio, llegando a hacer lo que sea necesario para obtener sus efectos deseados.

(Gonzáles, 2001, pág. 87)

Luego de que se sale un poco del ámbito meramente político, no hay que perder de

vista el hecho de la construcción de una sociedad democrática y participativa, donde esté

regida por la justicia, la cultura del diálogo y vista además como una democracia de la

libertad (Zambrano Rojas , 2019, pág. 306). Para la construcción de una sociedad

democrática y participativa regida por la libertad, se ha de llevar a cabo con base en lo que

ella misma permita hacer (Zuleta, 2020, pág. 51).

Si se logra tal propuesta, se podría hablar también de una democracia formal

electoral y material indisoluble1 (Valadés, 1994, pág. 24), por el hecho de que sería una

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En una democracia, todo el mundo tiene el mismo derecho a participar en la esfera política.
Además, los derechos de reunión, asociación y libre expresión permiten que los ciudadanos puedan
organizarse políticamente, puedan expresarse y protestar y puedan recibir información libremente. La
principal decisión colectiva que toma el pueblo es la elección de sus representantes que, a su vez, se encargan
de formar un gobierno.
Todo en este sistema institucional está encaminado a que los representantes actúen según las preferencias
mayoritarias en la sociedad. Eso es el autogobierno: que las decisiones políticas se tomen en función de lo que
la gente quiere y no de lo que quieren los sabios, los poderosos, los aristócratas o cualquier otra élite. Si el
autogobierno no tuviese valor alguno, se podría elegir a los representantes mediante sorteo, es por eso que la
democracia formal es aquella en la que funcionan las reglas institucionales que definen el sistema, pero que
no produce autogobierno. Hay elecciones, hay partidos con posiciones ideológicas diversas y se garantizan los
derechos políticos básicos, más el Gobierno no es capaz de gobernar siguiendo el parecer de la mayoría
social. (Sánchez Cuenca, 2011)
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sociedad que es capaz de discutir ideas, debatir y ser debatido, criticar y ser criticado, es

decir, una sociedad que pueda expresar lo que ve, lo que piensa y lo que siente, sin tener

problema alguno (Zambrano Rojas , 2019).

Zuleta en todo su planteamiento trata de dar apertura al pueblo y a la sociedad

entera, hablando de que es el pueblo quién debe tener puesto dentro del Estado, para que no

solo sea el gobierno el encargado de todo, ya que cuando el pueblo actúa alcanza mayores

éxitos que cualquier programador o racionalizador (Zuleta, 2020, pág. 54); pero luego está

Rousseau hablando de que la participación ha de ser individual, de cada ciudadano en la

adopción de decisiones políticas, ya que su aporte a la democracia participativa es dada

desde la concepción de una soberanía popular2 o del pueblo, porque él plantea que cada

ciudadano es depositario de una fracción de soberanía y como tal participa en las decisiones

colectivas (Rousseau, 1762), dejando ver así que en Zuleta, se trata de dar más apertura a la

participación, no encajándolo en un individualismo o en un encerramiento meramente

democrático, sino dando y permitiendo que todas las personas estén en la capacidad de

elegir y ser elegidas, de hablar y ser escuchadas. (Zuleta, 2020)


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Se trata de una renovación de la soberanía nacional que otorga pleno poder a la ciudadanía. De este
modo la soberanía popular establece que el pueblo se encarga de la toma de decisiones y la composición de
órganos de poder con cierto nivel voluntario de representación. Lo más habitual es que lo anterior de
desarrolle en un entorno social democrático, en el que los ciudadanos sean plenamente capaces de organizar
su sociedad a través de un sufragio universal y el establecimiento de entidades jurídicas, sociales, políticas y
económicas que defiendan sus intereses. Se debería tener muy en cuenta que, por medio de un sistema de
votación, el pueblo elegirá a sus representantes políticos legítimos, al tiempo que adoptará otras medidas
variadas mediante elementos electivos como es el caso de referéndums. Para que la soberanía recaiga en el
pueblo, es necesario que existan una serie de condicionantes: Todo poder público procede de la ciudadanía,
representado en figuras estatales democráticamente escogidas. Su existencia debe refrendarse por medio de un
documento oficial, como es una constitución o una declaración de derechos. Si el pueblo considera que su
gobierno no defiende correctamente sus intereses, tiene la potestad de disolverlo y sustituirlo. Debe existir
separación e independencia de cada poder existente en el país. Es decir, división de poderes, como se ha
indicado antes, debe organizarse en un entorno plenamente democrático que asegure la libertad individual
para la organización colectiva. (Sánchez Galán, 2019)
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Ésta cuestión de la democracia participativa es una realidad que se ha presentado en

diferentes momentos de la historia, aunque en principio no era conocida con dicho término,

ya que un sin número de pensadores, políticos, economistas y demás personas a lo largo de

las distintas épocas, siempre han buscado ser escuchados, han buscado que no solo sean

algunos los que gobiernen, antes bien, que sean personas del mismo pueblo para que así los

pueda guiar y gobernar de un mejor modo, por el hecho de que han tenido un sin número de

experiencias y sufrimientos dentro de las sociedades en las cuales han crecido y se han

formado.

Con base en lo dicho y por esa misma línea nos encontramos a Dennis Thompson,

quién ha tratado de reavivar el pensamiento de John Stuart Mill, el cual decía que las

principales características de la democracia es la participación y la competencia, a lo cual,

se llegaba a la conclusión, que lo que se busca es poder, para tener un pueblo racional

discutiendo cual era el bien común y luego poder optar por él; ya que el gobierno

democrático es el que permite la partición de todo el pueblo y no solo la mayoría

representada (Thompson, 1979).

Se busca, además, una descentralización del poder, mostrando así la apertura que se

le puede brindar al pueblo mismo, ya que todo se pone en comunidad, y todos los

ciudadanos tienen no solo voz en el ejercicio de la soberanía, sino que además en ocasiones

pueden ser llamados para tomar parte activa en el desempeño personal de alguna función

pública, local o general (Mill, 1966).

Luego de que se habla de la participación o desempeño de funciones públicas, por

esa misma línea Bobbio, le apunta a la creación de un proyecto diferente, donde la

democracia esté intrínsecamente vinculada con la repartición equitativa de los bienes


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materiales, diciendo así que se requiere un proyecto de contrato social diferente, que

incluya entre sus cláusulas un principio de justicia distributiva. (Bobbio, 1992)

Para lograr toda esta cuestión de equidad y justicia distributiva, lo que se debe hacer

es una verdadera repartición de la democracia equitativa y un Estado fuerte, con el cual se

puedan buscar nuevas alternativas de desarrollo económico, político y social, pero sin

perder de vista en ningún momento, el hecho de que el pueblo debe ser escuchado, y que lo

que se busca en Colombia es la paz ya sea por medio de reformas sociales (Zambrano Rojas

, 2019) o con nuevas alternativas; porque no hay una bandera más popular y deseada para el

pueblo colombiano que la paz (Zuleta, 2020).

Para que se pueda lograr una verdadera lucha en pro de la paz, se ha de tener en

cuenta o mejor dicho plantear mecanismos, los cuales contribuyan con dicho fin; claro está,

que la paz se va formando desde el interior mismo de la persona, pero también tiene mucho

que ver, las formas o las ayudas que puedan brindar las sociedades o el mismo Estado.

Una forma de ver una posible solución para la búsqueda de la paz, sería el aceptar y

acoger una democracia liberal y constitucional, que tiene como principios básicos la

participación política, derechos y garantías para la oposición, el pluralismo, la transparencia

en los proceso electorales, el robustecimiento de una cultura política democrática, garantías

para la movilización, la protesta y la convivencia pacífica, la cultura de la reconciliación,

convivencia, tolerancia y no estigmatización, garantías de derechos y libertades; todo esto

tiene como fin la ampliación y profundización de la democracia, en cuanto la dejación de

armas y la proscripción de la violencia como método de acción política para todos los

colombianos, que estén a fin de transitar a un escenario en que impere la democracia y la

paz (Hernández, 2014).


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El hecho de la democracia participativa y la búsqueda de la paz, puede hacerse

efectiva a través de mecanismos electorales o deliberativos también, ya que los primeros

implican o conllevan a que la ciudadanía acuda a las urnas para decidir por opciones de

política previamente diseñadas y presentadas de manera diferente por las autoridades. Por

su parte los espacios deliberativos son diseñados para que las ciudadanías, ciudadanos,

representantes de actores sociales y autoridades políticas se involucren en procesos de

diálogo y escucha activa para decidir entre todos, las mejores respuestas a los problemas

públicos (del Tronco , 2021).

Algo importante y curioso allí en cuanto la visión del mecanismo electoral, es

cuando se habla que se adquiere como una categoría del supervisor supremo del poder,

ejerciendo un control final sobre el gobierno y el parlamento. El electorado participa en el

proceso político indirectamente al elegir personas individuales y partidos para el

parlamento y para el gobierno, a los que se confía la toma de decisiones políticas, bien

directamente o por referéndum y plebiscito, lo cual, siempre va a estar en pro de dar

participación a las sociedades (Gonzáles, 2001).

Dentro del estado colombiano, las entidades electorales se crearon para ser

independientes administrativa y financieramente de las demás ramas del poder político y

tiene como objetivo garantizar la legitimidad, transparencia y efectividad del proceso

electoral (Civil, 2016)

Pero no solo se deben tener en cuenta los aspectos anteriormente planteados, sino

que se debe tener también un interfaz socio-estatal en donde se permita que los ciudadanos

sean parte de la historia democrática de una comunidad política. (del Tronco , 2021)
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Por ende, Bobbio habla que la democracia participativa promueve ciudadanos

atentos, informados e involucrados en los asuntos públicos que los típicos perfiles

desafectados, propios de nuestra sociedad de consumo y opinión, son individuos que

quieren, saben y pueden participar en decisiones colectivas sobre temas que afectan sus

vidas, sin limitar su esfera privada ni sus intereses particulares (del Tronco , 2021).

Aterrizando toda esta realidad planteada a lo que se busca en el presente, que es ver

la democracia participativa en Colombia, permite percibir claramente que este tema se

empieza a forjar desde la Constitución Política Colombiana de 1991, mostrando así que es

un mecanismo o un modelo democrático, con el cual todos los ciudadanos intentan

justificar su lugar en el sistema como sujetos políticos, eliminando de este modo la

exclusión del ámbito político a las personas que no ostentan ninguna representación de la

misma (Guzmán Rendón, 2011).

Pero Huntington viene a afirmar que Colombia recibió la democracia en la

denominada segunda ola3, que tuvo lugar tras la Segunda Guerra Mundial, durante las

elecciones que se realizaron entre 1946 y 1950 donde se instauraron los gobiernos elegidos

por el pueblo y las élites decidieron introducir democracias duraderas (Huntington, 1994).

En Colombia se vivió durante las primeras décadas del siglo XX con la

autoglorificación de que se habitaba en la democracia más antigua de América, lo que

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Huntington habla de tres olas y dos contra olas de democracia en América Latina. La segunda ola
que es a la cual se va a referir, se dice que inició con la Segunda Guerra Mundial en donde Uruguay vuelve a
democratización, Brasil y Costa Rica se democratizan a fines de los años cuarenta y en Argentina, Colombia,
Perú y Venezuela se instauraron en 1945 y 1946 gobiernos electos por el pueblo. Sin embargo, a finales de los
años cincuenta los gobiernos de Argentina y Perú derivan en democracia limitadas e inestables debido a los
conflictos entre las fuerzas armadas, dando paso a las dictaduras. Mientras tanto en Colombia y Venezuela se
dieron golpes militares y luego negociaciones de élites políticas para instaurar regímenes democráticos. En
este periodo es donde se conoce el predominio de los partidos políticos como actores centrales de la vida
política y social del país, de hecho, el bipartidismo colombiano es de los más antiguos del mundo ya que se
puede llegar a hablar de Conservadores y Liberales desde 1850. (Miranda, 2017)
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Vernon Lee Fluharty4, uno de los politólogos llegados a Colombia, más renombrados en la

mitad del siglo XX, denotó como “la ficción genial de la democracia Colombiana”, en otra

palabras: si uno habita en una democracia paradisiaca, para que se necesita tener una

transición política5 (Hernández, 2014), ya que en América Latina en las décadas de los

sesentas y setentas, mientras en los demás países se establecían dictaduras, en el territorio

colombiano se mantuvieron las elecciones como medio de la democracia participativa, pero

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Muchos autores escapan de la idealización de Mariano Ospina Pérez, el cual fue un político
conservador antioqueño, presidente de la República de Colombia durante el periodo 1946-1950, y siempre
estuvo vinculado desde las tempranas épocas de la república a las altas esferas gubernamentales (Fernández &
Tamaro, 2004) y es allí donde el Señor Vernon Lee Fluharty, un antiguo diplomático norteamericano en
Colombia, calificó el gobierno del líder conservador como la contrarrevolución en marcha. (Sáenz Rovner,
1992)
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Una transición es un intervalo entre dos regímenes. Muchos sistemas políticos entran en una
transición porque su antiguo régimen, es decir, sus normas, procedimientos e instituciones, se ha vuelto
insostenible, y permanecen en la transición porque ningún nuevo régimen logra consolidarse. A principios del
siglo XXI los politólogos se interesaron especialmente por las diferentes pautas, formas y resultados de las
transiciones de los regímenes totalitarios y autoritarios a los regímenes democráticos. Sin embargo, las
diversas transiciones no siempre dan lugar a regímenes democráticos. Muy a menudo una transición pasa de
un tipo de régimen autoritario a otro tipo de autoritarismo. En términos generales, es todo período de cambio
entre dos situaciones políticas estables. (Arnoletto, 2020)
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fue con el proyecto del Frente Nacional6 donde se llegó a la libertad de participación más

amplia conocida hasta el momento (Huntington, 1994).

Habiendo visto la trascendencia y la realidad histórica de la democratización en

América Latina y aterrizado a Colombia, también se ha de tener muy en cuenta que algo

que ha afectado en gran parte a la democracia, es la ineficacia de los partidos políticos, ya

que el mismo Zuleta viene a decir que, los partidos como guías ideológicos y de la

encarnación de propuestas políticas alternativas, se ha querido refugiar en el compensar con

su capacidad de distribuir prebendas y cargos públicos. El resultado de todo esto ha sido

una gran despolitización del pueblo colombiano, que se expresa ante todo en la abstención

electoral (Zuleta, 2020, pág. 178).

Ahora con base en la propuesta de los señores Beetham, Carvalho, Landman y

Weir, que plantea que el mejor método para comprender cual es el impacto de la

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Fue una coalición política concretada en 1958 entre el Partido Liberal y el Partido Conservador de
la República de Colombia. A manera de respuesta, frente a la llegada de la dictadura militar en 1953, su
consolidación en el poder entre 1954 y 1956, y luego de una década de grandes índices de violencia y
enfrentamientos políticos radicales, los representantes de ambos partidos, Alberto Lleras Camargo (Partido
Liberal) y Laureano Gómez Castro (Partido Conservador), se reunieron para discutir la necesidad de un pacto
entre ambos partidos para restaurar la presencia en el poder del bipartidismo. El 24 de julio de 1956, los
líderes firmaron el Pacto de Benidorm, en tierras españolas, en donde se estableció como sistema de gobierno
que, durante los siguientes 16 años, el poder presidencial se alternaría, cada cuatro años, entre un
representante liberal y uno conservador. El acuerdo comenzó a ser aplicado en 1958, luego de la caída de la
dictadura de Gustavo Rojas Pinilla, hubo una transición política efectuada por una Junta Militar, a lo que
prosiguió la elección de Alberto Lleras Camargo. Es importante tener en cuenta que el contexto del Frente
Nacional estuvo enmarcado por la Guerra Fría, y aunque quería devolver la democracia, durante este periodo
se acentuaron las represiones contra las disidencias políticas y se controlaron y cooptaron la empatía de los
sectores populares y de las clases medias emergentes, a través de redes de clientelismo. La iglesia y las
fuerzas armadas mantuvieron un papel protagónico. El periodo del Frente Nacional se caracterizó por ser
fuertemente anticomunista. Poco a poco este sistema de coalición partidista se desgató y no fue ajeno a las
influencias de la corrupción. Los gobiernos del Frente Nacional se preocuparon por combatir la violencia y
por neutralizar el auge de los movimientos insurgentes de izquierda, aunque sin mayores resultados, pues fue
durante este periodo que aparecieron los movimientos guerrilleros más importantes, como es el caso de las
FARC, el ELN y el M-19. También durante este periodo se intentó varias veces llevar a cabo una reforma
agraria con el fin de repartir pequeñas parcelas a campesinos, pero el proceso fue lento y poco eficiente. El
Frente llegó a su fin el 7 de agosto de 1974, en el momento en que termina el mandato del político
conservador Misael Pastrana Borrero (Subgerencia Cultural del Banco de la República, 2015).
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democracia en Colombia, el valor que puede tener y su calidad, es lo que la ciudadanía

llega a percibir (Beetham, Carvalho, Landman, & Weir, 2008).

Zuleta hacia la década de los 90 bosquejaba que el problema eran los partidos y que

su efecto se veía en la abstinencia electoral (Zuleta, 2020, pág. 178) como lo planteábamos

anteriormente; pero ésta propuesta se complementa cuando se plantea que si la democracia

se define por la participación de las personas, las razones por las cuales lo hacen o dejan de

hacerlo es un recurso muy valioso para entenderla, ya que la democracia participativa vista

desde una parte sostenible, dicha acción solo puede valorarse si quienes se ven afectados

por su práctica diaria son las personas que finalmente juzgan sus fortalezas y debilidades, y

que son ellos quienes determinan las áreas prioritarias para la reforma (Beetham, Carvalho,

Landman, & Weir, 2008)

Anteriormente se hablaba del pensamiento de Zuleta, ahora bien, se ha de ver que

Colombia tiene falencias en su democracia, pero lo que interesa allí es que el mismo Zuleta

las plantea pero muy superficialmente, cuando habla que la democracia es uno de los

sistemas políticos menos malo, que está en una continua lucha de ser escuchado, de afirmar

el derecho de cada uno como persona, como partido y tendencia de cualquier tipo, abierto a

ser debatido, criticado y contradicho, porque por medio de ello es que se transforma el

pensamiento; además, viendo que el pueblo por culpa de los partidos no quiere votar, se

está encerrando y olvidando así su carácter participativo, y que la violencia ha sido uno de

los motivos que más coaccionan a los colombianos (Zuleta, 2020), no da por entendido

todo lo que concierne a la debilidad democrática y participativa en Colombia.

Al vivir una realidad particular y en un contexto específico, es de suma importancia

estudiar el comportamiento electoral, ya que este es uno de los mejores métodos para ver
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clara y patentemente la debilidad democrática, pero para poder lograrlo, esto exige

acondicionar variables y particularidades del país, las cuales pueden tener semejanza con la

realidad de otro Estado y pueden guiar así su análisis, pero a su vez, se deben tener en

cuenta algunas diferencias que caracterizan el entorno nacional y lo cual, permite que éste

sea único. (Medellín Torres, 2014)

Si bien Colombia pareciera cumplir con los requisitos básicos de una democracia

definida, de la forma más sencilla posible, tales como las elecciones periódicas, voto

universal, libertades básicas, etc, aún existen prácticas que cuestionan el carácter abierto y

pluralista de las elecciones, desestimando la influencia de las votaciones en las decisiones

del gobierno y menoscaban la calidad de la democracia. En este caso se han identificado

cuatro falencias que hacen que la democracia en Colombia no funcione como debería ser: el

abstencionismo, la falta de legitimidad, la corrupción y la violencia (Medellín Torres,

2014). Con estos puntos podríamos decir que se complementa o se logra calar de manera

general el pensamiento y fin último de Zuleta.

La primera falencia que se plantea es en cuanto el abstencionismo, que se podría

definir como la decisión de los electores de no asistir a las urnas, es decir, no ejercer su

derecho y deber de votar (Torres Espinosa, 2013). Pero si nos quedamos en esta pequeña

definición, quedaría muy corta ya que son muchos los planteamientos que se hacen con

base a dicha falencia, es por eso que ahora se habla de dos teorías que explican el

comportamiento del votante colombiano, que, aunque parezca contradictoria, se adaptan al

comportamiento competitivo de la democracia. Desde la teoría psicológica, surgen los

vínculos afectivos con la política, desarrollados en un proceso de socialización; pues a

partir de los sentimientos y valores, las personas crean una identidad. Y desde la teoría o
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mejor dicho desde el enfoque de la elección racional del voto, se decide tras un cálculo

costo-beneficio a partir de la evaluación al contexto político, y en muchas ocasiones se

encuentra influenciado por las coyunturas económicas y políticas, ya que los candidatos y

los temas que estos escojan, se convierten como en la bandera de campaña (Del Valle,

2009).

En Colombia el abstencionismo podría calificarse como apático, en el cual, la

persona deja de votar porque le es indiferente al proceso político, no vota porque prefiere la

ley del mínimo esfuerzo, considera que su voto no va a tener ningún efecto, no cree en las

instituciones, no ve progreso y definitivamente desiste de participar (Franco Cuervo &

Flórez Henao, 2009).

La segunda falencia que se encuentra es la falta de legitimidad, la cual viene a

plantear que,

el principio de legitimidad democrático está fundado en el reconocimiento de la

soberanía popular, de modo que es el pueblo soberano el que elige sus

representantes y le delega sus poderes a fin de promulgar o aplicar leyes. Para las

democracias, es fundamental el principio de elección, es decir, que los

representantes de la soberanía habrán de ser designados por el pueblo en las

elecciones libres siguiendo la regla de la mayoría (Martínez Ferro, 2009).

Se podría decir que la poca legitimidad del gobierno colombiano es por el

abstencionismo, ya que un gobierno democrático donde las mayorías no participan, no

tienen respaldo; pero dicho problema es en sí mismo, ya que los colombianos no confían en

el gobierno, no creen en el sistema político, y deslegitiman la estructura democrática,


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haciendo que los partidos, las entidades políticas y electorales tengan que esforzarse más

por generar un vínculo honesto y transparente, y conseguir que la sociedad participe. La

legitimidad política podría entenderse en términos generales, como la aceptación

mayoritaria, por parte de los gobernados, de las razones que ofrecen los gobernantes para

detentar el poder (Crespo, 2013).

En Colombia no hay datos que establezcan específicamente los niveles de

legitimidad del gobierno, es posible construir una visión de ésta a partir de los altos niveles

de desconfianza y desafección política, sobre todo con las principales instituciones

relacionadas con la temática electoral y quienes poseen el poder, tales como los partidos

políticos y el Congreso de la República (Rivera Aya & Suárez Báez, 2017).

La tercera falencia presentada es la corrupción, y es probablemente la palabra que

más se escuche en este momento y puede ser la debilidad más grande en el sistema

democrático del País. La corrupción se podría definir como

La subordinación de lo público en favor de intereses privados privilegiados y

excluyentes que han adquirido poder político, económico, cultural y social, de

maneras tanto legítimas como ilegítimas, y sin que se produzca una adecuada

retribución a la sociedad por parte de éstos como contrapartida al usufructo de su

excepcional condición en la estructura social (Garay, 2003).

La corrupción se puede presentar en una gran variedad de formas de una

democracia electoral. Probablemente uno de los actos más conocidos de corrupción sea

vender el voto durante las elecciones para adquirir algún recurso necesario para las familias
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o por algún interés que pueda suplir el candidato si es electo (Medellín Torres, 2014), claro

está que ésta no es la única.

Por último, tenemos la falencia a la cual el mismo Zuleta la ha tratado como el

terror de la sociedad (Zuleta, 2020), ya que este factor no puede quedar por fuera, por el

hecho de la historia del conflicto que ha acompañado a Colombia casi desde su nacimiento

como Estado y de los episodios más fuertes que se han vivido han sido por razones

estrictamente políticas. Los colombianos ven la inseguridad como un tema desequilibrante,

por los altos niveles de criminalidad están directamente asociados con menores niveles de

consolidación democrática. La delincuencia no solo afecta a la seguridad de los ciudadanos,

también el desempeño y la confianza en las instituciones y la estabilidad política del país.

Muchas veces esta sensación de miedo constante lleva a los ciudadanos a infringir la ley o a

impartir justicia por mano propia, en un intento por superar su insatisfacción con estas

instituciones claves para toda la sociedad (Montoya & Pizzolitto, 2015)

Respecto a la violencia política durante los periodos electorales se presentan actos

violentos como asesinato colectivo y selectivo de líderes políticos, sociales y de opinión, el

cercamiento a ideologías políticas distintas a las tradiciones y la coerción a la libre

participación electoral por la presión de grupos armados y por medio de manifestar las

preferencias políticas, han alejado a los votantes de las urnas (Torres Espinosa, 2013).

A demás muy unida a estas propuestas planteadas anteriormente, uniría la parte de

la seguridad democrática, ya que es la que cumple la función histórica de detener la

amenaza del verdadero enemigo político, tal como es la izquierda. Pero esto no se trata de

una operación puramente legal, por el hecho de que empresarios, comerciantes, policías,

militares, políticos, terratenientes y narcotraficantes colaboran conjuntamente para defender


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la democracia, como acostumbraba a decir Carlos Castaño y Salvatore Mancuso. Pero la

fortaleza que se puede sacar de esta parte es el fortalecimiento del Ejercito y el apoyo de las

fuerzas irregulares para eliminar el enemigo político, y poder así seguir construyendo una

verdadera democracia participativa para el pueblo colombiano (Hernández, 2014).

En conclusión, la realidad de la democracia participativa en Colombia es

importantísima, ya que por medio de ella es que el pueblo ha podido expresar y ser

partícipe de las sociedades gubernamentales y sociales dentro del estado, ya que por medio

de los métodos electorales y la participación socioeconómica Colombia va viendo la puerta

de salida de la violencia, aunque hay mucho tramo por recorrer para dicho fin, lo que

importa es que ya se ha iniciado un proceso y se están dando métodos día tras día. Es por

eso, que la democracia participativa en Colombia no es una realidad que ya pasó o que se

estancó, antes bien, es una realidad patente y que se sigue dando en el tiempo, y es por ello

que es imposible dictaminar o dar un planteamiento final, con el cual se cierre dicha forma

de gobierno, por ende, se concluye con el hecho de que esta investigación se seguirá y que

será muy complejo cerrar dicha propuesta, porque Colombia hasta esta fecha es un País

democrático y participativo.
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Jhon Michael Castañeda Chaux

III de Discipular

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