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La religión de la muerte. Post scriptum sobre viejos y nuevos fascismos.

Autor: Julio Cortés Morales (2023)


Editorial Tempestades, Santiago de Chile.
Colección: Investigación
Páginas: 294

Comentario1.
Julio Cortés Morales (Valparaíso, 1971) es un reconocido abogado chileno dedicado
al estudio sobre la infancia y el control social junto con la docencia en el campo de la
criminología. Conocido por su defensa en el mediático “caso bombas”2, entre otros, como
ensayista e investigador, ha hecho un trabajo imprescindible en un campo poco explorado en
el medio chileno: el fascismo, con lo cual se ha ganado también el título de “fascistólogo”,
si es que existe tal expresión3. Con el título La religión de la muerte, que lleva por subtítulo
post scriptum sobre viejos y nuevos fascismos, su libro puede ser considerado parte de un

1
Nota: Este comentario fue leído en el marco del en el coloquio “Pensar las derechas, teoría y prácticas políticas
e imaginarios culturales. A 50 años del Golpe cívico-militar en Chile” Actividad organizada por el CEPIB-UV
en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Valparaíso los días 10 y 11 de agosto. Se ha mantenido su
redacción original. Cabe señalar que fue leído junto a la presencia del autor (foto adjunta)
2
Ver del mismo autor: Cortés, Julio (2018). Estruendo. La asociación ilícita terrorista en la legislación chilena
a la luz del “Caso bombas”, y otros escritos sobre terrorismo y antiterrorismo. Santiago de Chile: Editorial
Tempestades.
3
Sobre el mismo autor y sus aportes sobre el campo de estudio, ver sus ensayos y charlas en:
https://carcaj.cl/author/julio-cortes-morales/, https://www.elciudadano.com/author/juliocortes/,
https://www.youtube.com/watch?v=3MhJ0iccEi4. https://www.youtube.com/watch?v=IL1cZe3NxVk,
https://www.youtube.com/watch?v=RE138XWllDQ, https://www.youtube.com/watch?v=OiZo6a1tQa0
itinerario del propio autor con una de sus anteriores obras ¿Patria o Caos?, el archipiélago
del posfascismo y la nueva derecha en Chile (2021).
Referente a la obra que me toca comentar, su título es una clara alusión al
tempranamente fallecido historiador Furio Jesi (1941-1980), cuando el italiano caracterizó
las culturas de derechas, como religión de la muerte: (…) oscuridad mostrada como claridad,
repugnancia por la historia mostrada como veneración por el pasado glorioso, inmovilismo
cadavérico que se finge fuerza viva perenne4.
El libro consta de 294 páginas, 21 de las cuales solo corresponden a la bibliografía,
lo cual demuestra que la documentación de Cortés fue un trabajo de largo aliento y me atrevo
a decir después de años de maduración. Debo señalar también que libro está escrito en
algunos pasajes en clave autobiográfica, lo cual se agradece, puesto que hace más agradable
la lectura, y se expresa un cierto espíritu militante, por lo demás consecuente con el ideario
de la Editorial Tempestades.
La obra está estructurada en cinco partes bajo los títulos de: Taxonomía, Historia,
Mutación, Bestiario, Balance, junto con 39 apartados desperdigados a lo largo de estas partes
y que evidentemente no podemos analizar uno a uno, con dos sugerentes excursos: uno
anárquico y otro marxiano de dónde se desprende —me atrevería a decir— en una primera
lectura, un aparataje categorial marxiano-anárquico que combina en su análisis sobre el
fascismo.
Así, Cortés nos propone un itinerario histórico, filosófico, político, estético, pero con
un plus, esto es, una metodología cartográfica que nos ayuda a comprender al fascismo en su
complejidad. Estos insumos metodológicos propuestos ayudan a develar esa ambigüedad que
en sí misma es la potencia que tiene el fascismo.
En la parte I “Taxonomía”, Cortés acomete contra un problema central de la ideología
fascista: tomar en serio al fascismo y la nueva ultraderecha como objetos de estudio. Solo así
nos dice, podemos conocer lo que en realidad fue el fascismo histórico, los viejos fascismos,
para recién, a partir de ahí, analizar las expresiones políticas, sociales y culturales que en la
segunda mitad del siglo XX y las tres décadas que llevamos del siglo XXI, han sido
identificadas como herederas de este, incluso sufriendo notorias mutaciones.
Para Cortés, este archipiélago de la nueva ultraderecha del siglo XXI, siguiendo la
lectura de Pablo Stefanoni, entre otras, reconoce tres líneas de tensión que han guiado estas
expresiones: por un lado, la dicotomía estatismo versus anti-estatismo, la segunda tensión
expresada con las categorías occidentalismo versus anti-occidentalismo y una tercera que
sería la toma de partido geopolítica a favor de Putin o del atlantismo.
Otra de las advertencias que nos hace el autor siguiendo parcialmente la lectura de
Emilio Gentile, es que, solo identificando seriamente al fascismo histórico, es posible
entender en qué medida estamos hoy ante el riesgo de aparición de expresiones equivalentes
y bajo qué nuevas formas. En este sentido, para Cortés, no existe una sola forma de
fascismo histórico (un aporte metodológico decisivo del libro) sino que existió un amplio
conjunto o campo de movimientos fascistas, de los cuales, solo algunos, lograron
convertirse en un régimen político. Así, nos muestra por medio de varios autores el

4
Jesi, F., Cultura de derechas (1989). Barcelona: Muchnik Editores, p. 111.
problema de esta multiplicidad de fascismos, considerando a: Umberto Eco, Emilio Gentile,
Roger Griffin, Robert Paxton, Norberto Bobbio, Joan Antón Mellón, entre otros.
Asumiendo la confusión de una definición satisfactoria sobre el fascismo, reconoce
que se trata de fenómenos actuales muy dinámicos, heterogéneos y que en gran medida
buscan crear esa confusión. Así, es bueno tener en cuenta que la ideología fascista es
extremadamente flexible y siguiendo la lectura de los autores del libro Patriotas Indignados
(2019), no necesariamente una formación política es fascista durante toda su existencia. Si
no que existen varios casos de “partidos fascistas transitorios”, es decir, partidos de la
derecha tradicional liberal conservadora que pueden adoptar temporalmente actitudes o
discursos de corte fascista, lo que no implica necesariamente, que lo mismo no pueda ocurrir
también con partidos de centroizquierda.
Junto con lo anterior, para Cortés, sigue siendo válida la distinción gruesa entre
fascismo histórico, neofascismo y postfascismo5, pero cabe agregar que
contemporáneamente existe un neofascismo declarado, que va mucho más lejos de las
anteriores minúsculas subculturas de skinheads neonazis y fascistas esotéricos (las más
conocidas por el público). Dichos grupos logran producir verdaderos partidos-milicia que
han sacado al fascismo del clóset, primero en Europa oriental siendo un potente estímulo
para la abierta fascistización de otros partidos y movimientos en el resto del mundo; tal vez
el ejemplo más radical de este proceso sea el batallón Azov de Ucrania.
En la parte II “Historia”, el autor nos vuelve a dar otro insumo metodológico
fundamental, señalando, que si bien, el fascismo pareciera presentarse totalmente
tradicionalista y arcaico, es en realidad un fenómeno específicamente moderno, tal
mezcla, confunde intencionalmente a la izquierda con la derecha, y es capaz de aparecer
al mismo tiempo como arcaico y modernista.
En este sentido, otra de las lecturas de Cortés es el italiano Amadeo Bordiga que, para
reafirmar esta modernidad del fascismo, señala que la socialdemocracia no supo en su crítica
determinar este asunto y que el fascismo es también una expresión moderna progresista del
capital en un momento histórico determinado. Citando a Bordiga, el fascismo no sería
producto del mundo clerical o de la derecha radical y conservadora, sino un producto
moderno de la dinámica del capital.
Cortés acomete hacia el fascismo histórico y su anti-ideología señalándonos qué
existen varios conflictos de interpretación. En este sentido, siguiendo las lecturas de Robert
Paris, Robert Paxton, Zeev Sternhell, nuevamente Gentile, quienes caracterizan lo irracional
del fascismo y la capacidad de adaptar diversos elementos discursivos, e incluso de
ideologías rivales para sí, el autor plantea una propia analogía: comparar el fascismo con
un pulpo, que no solo cambia de color, sino que también de forma, teniendo la capacidad
de imitar casi todo lo que percibe.

5
Cortés entiende estas clasificaciones cronológicas y cualitativas sobre el fascismo así: Neo porque claramente
actualizan esas posiciones históricas al momento actual, y post porque a la vez las van modificando y en la
medida en que beben de distintas vertientes la síntesis que intentan es aún provisional y algo contradictoria. Tal
vez su negativa a reconocerse como fascistas de algún tipo tiene que ver con la excesiva estigmatización del
concepto, así como la necesidad de separarse de la imagen más periodística de los neonazis como pandilla
juvenil o tribu urbana. (Cortés, J. 2023, 168)
Otra de las dificultades señaladas por el autor, es subcategorizar al fascismo dentro
de una entidad mayor, como es la categoría de “totalitario”. En este sentido, desbroza y logra
mostrarnos que estás taxonomías o categorizaciones jerarquizadas, evitan leer
ideológicamente al fascismo como tal.
Una cuestión que quiero señalar y que tiene que ver con el campo de intereses de Julio
Cortés es su preocupación por las infancias. En este sentido, citando a Horkheimer, nos hace
una llamada de atención, de que no debemos olvidar que hay un núcleo de verdad en ciertas
teorías conservadoras sobre la criminalidad adolescente, pues, aunque la familia, como
ideología, fomenta un autoritarismo represivo, parece claro que, como realidad, es uno de los
obstáculos frente a las sociedades de masas, por ello los fascistas la consideraron como un
conspirador posible contra el Estado totalitario. Es decir, el fascismo es un descomponedor
social por excelencia, que contrariamente a lo que se podría pensar, ataca incluso a las
instituciones clásicas de la sociedad, como lo es la familia6.
Cortés, como es de esperar, hace un repaso por la experiencia fascista en Italia y en
Alemania. Como nos recuerda antes de 1919, no se hablaba de fascismo sino de “fasci” en el
sentido de facciones, designando así un tipo de organizaciones que desde finales del siglo
XIX adquirieron importancia en Italia; asociaciones obreras en el norte y sur, ligadas a la
izquierda popular y republicana. En ese contexto, “fascista” era sencillamente el integrante
de uno de esos grupos y consta que el adjetivo se usó por primera vez en 1893. Ese fascismo
“diecinuevista” era, aún, un engendro poco definido y muy ecléctico, como lo prueban, no
solo, las arengas antiestatales de Mussolini, quien curiosamente había traducido algunos
textos de Kropotkin y cuyo padre fuera un anarquista de los tiempos de Bakunin. Junto a ello,
Cortés señala la ausencia inicial del elemento racista.
Haciendo referencia a la República independiente de Fiume encabezada por el
conocido poeta Gabriele D’ Annunzio este fascismo va mutando y recibe duros fracasos
electorales hasta 1919, fracasos que incluso, hacen pensar a Mussolini abandonar la política,
poner un diario o irse del país. Pero, este fascismo fue profundamente transformado con el
auge del movimiento “escuadrista”, una explosiva mezcla de desmovilizados de la guerra,
desertores, artistas y bohemios que se dedicaban a expediciones punitivas contra sus
enemigos: la izquierda y a veces la derecha liberal.
Ya desde 1921 el fascismo adquirió rasgos de un movimiento de masas. Mussolini no
estuvo a la cabeza de ese proceso sino Michele Bianchi, primer secretario del partido nacional
fascista y el verdadero impulsor de la marcha sobre Roma. El avance territorial del fascismo
italiano es descrito por el Informe Bordiga comenzando por Bolonia al norte y va en un
proceso rápido arrebatando el poder a los socialistas con todo tipo de prácticas violentas,
coercitivas, entre otras. De esta forma, en 1921 el movimiento, originalmente proclamado
como “anti-partido”, se constituye como Partido Nacional Fascista bajo la imponente forma
de un partido milicia que logra llamar la atención mundial, con 300.000 miembros, y
conquistando el poder en poco menos de un año. Recién ahí tendríamos, según Gentile, el
surgimiento del fascismo totalitario. Paralelamente, en 1923, luego de su intento de golpe de

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Esta parte del libro dialoga -creemos- con otra de las obras de Cortés titulada La violencia venga de donde
venga (2020) en el apartado titulado “Guerra contra la juventud” donde trata el control a menores, el Sename
entre otras cuestiones fundamentales qué considera como factores indispensables para poder entender el
estallido social de octubre de 2019.
Estado en Múnich, los periódicos ya hablaban también de Hitler como un fascista. Así, al
igual que la experiencia italiana, el nazismo también se alimentó y se construyó como un
movimiento político militar qué se nutrió de combatientes desmovilizados que funcionaron
como grupo de milicias y choque, los famosos Freikorps.
Cortés, además de todos estos importantes momentos históricos, señala una cuestión
que es fundamental en el libro, y es descartar una potencial visión revolucionaria que el
fascismo intentó encarnar. Recordándonos que el fascismo y la burguesía conformaron
acuerdos que son decisivos para la supervivencia del capital y señalada en su momento por
el anarquista Errico Malatesta sin ir más lejos.
En otro de los buceos sobre la ideología fascista, hay un interesante apartado en donde
el autor se refiere a la konservative revolution tratando de reconstruir lo que llama proto-
fascismo, señalando que el fascismo, en sí mismo, careció de intelectuales fuertes. En este
sentido, los cultores de la revolución conservadora, en donde encontramos los más diversos
pensadores, desde Carl Schmitt pasando por Martín Heidegger, Oswald Spengler entre otros,
parecieron ser copiados por Hitler y su partido.
De esta manera, señala acertadamente que el olvido de estudiar el pensamiento
reaccionario que dominó las posturas antifascistas tanto de liberales como de la izquierda,
que postula que “al fascismo no se le discute, se le destruye”, es ignorar deliberadamente la
necesidad de estudiarlo y detectar sus “núcleos de verdad”. Cortés nos recuerda que la
Revolución conservadora, pese a haber sido uno de los grandes movimientos del siglo XX
que contó con influyentes pensadores como Schmitt y Spengler es uno de los períodos o
corrientes menos estudiados.
Así nos alerta de que fascistas sofisticados como Aleksander Dugin, Alain de Benoist
y sus “amigos” han estudiado a toda la izquierda clásica, la academicista, el postmodernismo
y las corrientes olvidadas de la izquierda revolucionaria que no fueron hegemónicas durante
el siglo XX. Demostrando gran entusiasmo por Antonio Gramsci, pero también por el
situacionista Guy Debord o Bakunin interpretándolo no ya como uno de los pensadores
fundamentales del anarquismo, sino como un ¡gran patriota ruso!
Otra de las cuestiones esenciales que nos señala Cortés, es que si atendemos al
discurso fascista es difícil clasificarlo inmediatamente como una expresión de derechas. Para
su opinión, el fascismo no es exactamente de derecha, o más bien necesita presentarse como
una superación de la dicotomía derecha/izquierda, con la cual aparece como un fenómeno
novedoso y distinto de la derecha convencional, que incorpora aspectos centrales del discurso
propios de la izquierda. Sin este elemento de confusión, el fascismo pierde su especificidad
para confundirse y disolverse en la derecha propiamente tal, posición desde la cual no lograría
cumplir con los objetivos específicos que tiene en la estructura y dinámicas de dominación.
Junto con la anterior, luego de un fecundo diálogo, con otras aproximaciones al
fascismo, cómo es la del “fascismo neoliberal” desarrollado por Sergio Villalobos-Ruminot,
las tesis sobre el fascismo de Rodrigo Karmy, y un trabajo reciente de Lazzarato (2020) ayuda
a Cortés a poder enfrentarse a lo que domina en la parte III “Mutación” cito:
Estos nuevos fascismos son el resultado de una doble mutación: el fascismo histórico
y de la organización y la violencia contra revolucionaria. Las guerras totales del
siglo XX “transformaron la guerra en guerra industrial y el fascismo en una
organización de masas de la contrarrevolución”. A diferencia de su matriz histórica,
el neofascismo actual es nacional, liberal, no nacionalista, su racismo es más cultural
que biológico, su agresión más defensiva que imperialista o de conquista, y “el
antisemitismo ha dado paso a la fobia del islam y el inmigrante”. Lo que comparten
el viejo y el nuevo fascismo es el “deseo suicida” que le ha transmitido el capital,
que no es producción, sin ser, al mismo tiempo, destrucción y autodestrucción’”.
(Cortés, J. 2023, 138)
Con el sugerente título de “Bestiario” (parte IV) el libro continúa con una serie de
clasificaciones y profundizaciones en lo que podríamos llamar “cultura de la miseria del
fascismo” en las cuales explora sus diversas manifestaciones, casi como un aventurero —
provisto imagino— de un traje anti-radiactividad, probando una de las tesis centrales del
libro, que es la flexibilidad del fascismo. Así, en este buceo —casi obsesivo— del autor, nos
hace transitar desde la fascinación hasta el horror en las distintas manifestaciones culturales
fascistas, abriendo un árbol de tal diversidad, en dónde Cortés, por lo menos en el contexto
latinoamericano, es de los primeros en mostrar con exhaustividad.
Comparecen allí, análisis sobre la tercera posición hasta la cuarta teoría política de
Alexander Dugin, las expresiones locales como los social patriotas, los nacionalsindicalistas,
entre otros, también hay un apartado dedicado al rojipardismo y los nacional bolcheviques,
algunas disgregaciones “decoloniales” fascistas. Profundizaciones en intelectuales
contemporáneos como Diego Fusaro, Onfray, un muy buen capítulo dedicado al peronismo,
un curioso apartado dedicado al “homonacionalismo”, además de las ya consabidas
manifestaciones esotéricas hitleristas, llegando incluso hasta géneros de música extrema
como el black metal nacional socialista.
No comentaré las conclusiones de Cortés en la parte V “Balances”, pues, los invito a leer el
libro, pero sí debo señalar que es una obra mayor, que debe ser contemplada, al menos, por
los colectivos anticapitalistas y antifascistas, los grupos de estudios independientes y el
público en general no especialista pero interesado en estos temas. Esperamos que esta obra
sea conocida —por lo menos— a nivel latinoamericano, muy atingente, por lo demás, al
momento político actual. En este sentido, agradecemos al autor que, en estos tiempos de
reacción, en donde, sin ir más lejos, un gobierno salió elegido empleando, entre otras arengas,
“que había que vencer al fascismo” o que “se venía el fascismo”, el libro de Julio Cortés es
una brújula que evita el uso perverso de la palabra fascismo después de los ominosos años
dictatoriales, donde aún no tenemos claro hasta dónde pudo hundir sus tentáculos en esa
desgarradura que llamamos sociedad chilena. ¿Al fascismo sabremos vencer?, pues primero
a estudiarlo.

Carlos Miguel Olmos Acuña


Magister en Estudios Latinoamericanos
Profesor de Filosofía.
Valparaíso, 10 de agosto de 2023

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