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“Opinión pública y democracia deliberativa.

Medios, sondeos y urnas” – Víctor


Sampedro Blanco

Cada disciplina intentó monopolizar el estudio de la opinión pública. Al igual que el


pueblo, la opinión pública no tiene ni rostro ni voz… pero a quien ejerza el poder,
mejor tenerla en cuenta. Las urnas, los medios y sondeos hacen acordar al espejo de
Blancanieves, ya que obsesionan al poderoso que busca la imagen más favorable de la
opinión pública, lo cual se refleja en un voto.

Existe una opinión pública no institucionalizada que tiene la forma de conversación


social en el bar, que a veces estalla en movimientos sociales. La llamaremos opinión
pública discursiva. Cada corriente de opinión social busca portavoces políticos y medios
que la avalen.

Se considerarán las instituciones de la opinión pública como resultado de la


burocratización racional que señaló Weber: rasgo clave de las sociedades modernas.
Como los ciudadanos acceden a tantos mensajes, pierden interés –y hasta capacidad-
de intervenirlos. La participación política resulta baja (“todos los políticos son
iguales”).

La opinión pública debe integrarse en una democracia deliberativa. Esto garantiza la


posibilidad de generar la información necesaria para que los ciudadanos perciban sus
intereses. De esta forma los gobernantes decidirían tal y como lo harían los ciudadanos
si estarían en ese puesto.

Opinión pública, poder y democracia deliberativa

Definiremos la opinión pública relacionándola con el ejercicio del poder y los distintos
tipos de democracia. En la democracia deliberativa, la participación y el debate
ciudadano legitiman la representación colectiva.

La opinión de la gente común que confiere poder

Según Key, definir a la opinión pública es lo mismo que buscar el espíritu santo. La
opinión pública agregada es la suma de juicios individuales a través del voto y los
sondeos (ejemplo: resultado electoral). La opinión pública discursiva es el proceso de
un agente colectivo –el pueblo- que conversa procesando experiencias propias,
conocimientos e informaciones. Todas las conversaciones están condicionadas por los
mensajes que vimos en medios.

La opinión pública discursiva es un proceso de un agente colectivo que interactúa y se


condiciona intercambiando informaciones, opiniones y argumentos. La opinión pública
es la sociedad civil que se relaciona en la esfera pública, es la opinión del pueblo, que
al ser más tienen la capacidad de cambiar las cosas.

La opinión pública agregada hace referencia a la suma de juicios individuales a través


de sondeos, votos encuestas preelectorales etc, que en muchas ocasiones pueden ser
manipulables.
La opinión pública agregada es un resultado donde el público que importa es la
mayoría que suma voluntades ya determinadas. La opinión pública discursiva es un
proceso donde el público es un colectivo de voluntades individuales que deliberan
entre sí, condicionándose entre ellas.

La opinión pública se compone de opiniones, es decir, juicios expresados tanto verbal


como conductualmente, en contra o a favor de opciones, basadas en predisposiciones
(racionales y/o emotivas), más estables que opiniones, que abarcan actitudes, valores
y esquemas cognitivos. Estos juicios son de la gente común, no de expertos –con
rigor- ni gobernantes –con responsabilidad-.

Mandar requiere de movilizar recursos que son de propiedad del pueblo, el agente de
la opinión pública. Una de las virtudes de la democracia está en que la opinión pública
se convoca periódicamente haciendo que pueda cesarse a gobernantes en elecciones,
aunque los dictadores también le prestan atención reprimiendo, sino se arriesgan a un
levantamiento popular. Democracia y dictadura dependen de la opinión pública.

La opinión pública nos afecta a todos, pero más a quienes quieren decidir qué hacer
con nuestras vidas. La opinión pública condiciona a quien más se expone al público,
porque más necesita de él (no se puede hacer lo que se quiere sin consultar lo que
quiere la mayoría). Y, como las democracias se caracterizan por el poder simbólico
antes que la represión –nunca descartada-, requieren adaptarse a la opinión pública.

El poder simbólico es la capacidad de intervenir en los acontecimientos a través de


formas simbólicas, gestionándose con capital cultural –habilidades, conocimientos- y
simbólico –prestigio, respeto-. Cada acción visible de gobierno está condicionada por la
opinión pública.

Lippmann: el pueblo no gobierna, apoya o se opone a los que gobiernan, es decir, la


voluntad popular interviene de vez en cuando, ya que vivimos en democracias
representativas, no directas.

Opinión pública y democracia deliberativa

La democracia representativa prima la opinión pública agregada. Las opiniones


individuales están definidas por interés propio. Solo hay que sumar las opiniones y
atender a la mayoría. En la democracia directa, en cambio, prima la opinión pública
discursiva.

Las deficiencias de la democracia representativa se deben por el puro enfrentamiento


de intereses privados, que no aseguran, sino limitan, la representación de los más
desfavorecidos. Siempre se oirá más a las elites por sus recursos y no a los miembros.

La democracia directa deja que gobierne la opinión pública discursiva, presupone que
el interés colectivo no se contradice, sino que promueve los intereses individuales. El
diálogo cara a cara, sin embargo, es imposible en esta sociedad actual. Además, no
todos los ciudadanos quieren ocuparse de los asuntos públicos.
Frente al realismo pesimista de la democracia representativa, la democracia directa es
una utopía. Sin embargo, se puede usar la democracia deliberativa, donde se
mantiene el esfuerzo por la participación y la crítica a los régimenes individuales. Es
decir, se toma en serio los derechos de participación que ya existen y hacen como si
fuera posible ejercerlos. 2 puntos básicos:

1. Sigue la opinión pública agregada, porque respeta la ley de mayorías, pero


impide que éstas representen siempre a los mismos sectores. Si de verdad son
democráticas, variarán su composición por miedo a perder apoyos. No se
puede, igual, vivir debatiendo.
2. Fomenta la opinión pública discursiva, porque solo el diálogo traduce intereses
individuales en colectivos. Nadie juzga por sus intereses mejor que uno mismo,
dialogar es el único medio para conocer intereses ajenos –ya que limita nuestra
tendencia al egoísmo-, y solo se alcanza ecuanimidad en el colectivo por
decisiones mayoritarias, la unanimidad no garantiza el respeto a derechos
humanos, y la democracia deliberativa no está a prueba de imbéciles pero
aumenta las chances de tener gobiernos verdaderamente representativos.

Los políticos son un mal necesario. La democracia deliberativa no buscan una reforma
radical de las instituciones que modelan la opinión pública, busca mejorar las que ya
hay –referéndums, etc-. Los gestores institucionales de la opinión pública en la
democracia deliberativa buscan continuar el debate donde lo dejaron los ciudadanos.
Se busca reclamar que el ciudadano –nunca obligándolo- ir más allá del rol de votante.

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