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Definiremos la opinión pública relacionándola con el ejercicio del poder y los distintos
tipos de democracia. En la democracia deliberativa, la participación y el debate
ciudadano legitiman la representación colectiva.
Según Key, definir a la opinión pública es lo mismo que buscar el espíritu santo. La
opinión pública agregada es la suma de juicios individuales a través del voto y los
sondeos (ejemplo: resultado electoral). La opinión pública discursiva es el proceso de
un agente colectivo –el pueblo- que conversa procesando experiencias propias,
conocimientos e informaciones. Todas las conversaciones están condicionadas por los
mensajes que vimos en medios.
Mandar requiere de movilizar recursos que son de propiedad del pueblo, el agente de
la opinión pública. Una de las virtudes de la democracia está en que la opinión pública
se convoca periódicamente haciendo que pueda cesarse a gobernantes en elecciones,
aunque los dictadores también le prestan atención reprimiendo, sino se arriesgan a un
levantamiento popular. Democracia y dictadura dependen de la opinión pública.
La opinión pública nos afecta a todos, pero más a quienes quieren decidir qué hacer
con nuestras vidas. La opinión pública condiciona a quien más se expone al público,
porque más necesita de él (no se puede hacer lo que se quiere sin consultar lo que
quiere la mayoría). Y, como las democracias se caracterizan por el poder simbólico
antes que la represión –nunca descartada-, requieren adaptarse a la opinión pública.
La democracia directa deja que gobierne la opinión pública discursiva, presupone que
el interés colectivo no se contradice, sino que promueve los intereses individuales. El
diálogo cara a cara, sin embargo, es imposible en esta sociedad actual. Además, no
todos los ciudadanos quieren ocuparse de los asuntos públicos.
Frente al realismo pesimista de la democracia representativa, la democracia directa es
una utopía. Sin embargo, se puede usar la democracia deliberativa, donde se
mantiene el esfuerzo por la participación y la crítica a los régimenes individuales. Es
decir, se toma en serio los derechos de participación que ya existen y hacen como si
fuera posible ejercerlos. 2 puntos básicos:
Los políticos son un mal necesario. La democracia deliberativa no buscan una reforma
radical de las instituciones que modelan la opinión pública, busca mejorar las que ya
hay –referéndums, etc-. Los gestores institucionales de la opinión pública en la
democracia deliberativa buscan continuar el debate donde lo dejaron los ciudadanos.
Se busca reclamar que el ciudadano –nunca obligándolo- ir más allá del rol de votante.