“Tengo sed” ¡Padre bueno, pongo toda mi confianza en ti, te bendigo, te alabo, te glorifico y te doy gracias! ¡Gracias por la fe, por tu amor, por tu misericordia, por los milagros que haces cada día en mi vida, gracias por la vida, por las personas que has puesto a mi lado, por mis capacidades, por los problemas que me hacen crecer, tomar la Cruz junto a Tu Hijo y acercarme más a ti! Todos los que nos llamamos cristianos, hasta los más tímidos, tenemos un mínimo de respeto y un secreto cariño hacia Ti Señor. Quizás nosotros si hubiera estado junto a la cruz y hubiéramos oído esta palabra, “tengo sed”, hubiéramos corrido a ofrecerte un vaso de agua, o talvez te hubiésemos dado vinagre con hiel, así como lo hicieron los soldados. En ocasiones nos compadecemos de un Cristo sufriente y nos olvidamos de un Cristo presente hoy en medio de nosotros. Quizás pasamos largas horas en oración ante el santísimo o en nuestros hogares, pero olvidamos a todas aquellas personas que en diferentes lugares y momentos de nuestra vida nos están diciendo Tengo Sed, tales como los huérfanos, los desempleados ansiosos y hasta desesperados, en los obreros humillados y mal remunerados, por eso en este momento te pedimos Señor, que en medio de todo lo que tu sufriste, nos permitas ser consientes y acoger a nuestros hermanos San Pablo VI afirma que Cristo está presente en el sacramento de los pobres. Esta aceleración del papa es una resonancia en la palabra del mismo Jesús, el cual, en el juicio final proclamará: “tuve hambre y medisteis de comer, tuve sed y me disteis de beber”. Por eso te pedimos fe para descubrir la presencia de Jesús en todos nuestros hermanos. El Jesús que en la cruz grita “tengo sed”, es el mismo que en el sermón del monte había dicho: “bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Pero no es quedarnos allí solo esperando ser bienaventurados, sino esforzarnos por ser cada día mejores personas y mejores cristianos.