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Resumen

Quine en “Palabra y Objeto” sugiere que no se puede determinar una sola traducción como

adecuada. Además, niega la sinonimia y la referencia, dejando una pregunta fundamental sin

respuesta: ¿Cómo nos comunicamos? En este trabajo se pretende contestar la pregunta desde la

teoría del lenguaje de Quine, rescatando, sin embargo, la noción de referencia.

Palabras clave: indeterminación de la traducción, oraciones ocasionales, oraciones fijas,

sentencias intrasubjetivas analíticas, referencia, sinonimia, significación estimulativa, traducción

radical, hipótesis analíticas.

Introducción

En “Palabra y Objeto” Quine expone su tesis acerca de la indeterminación de la

traducción. Para comprenderla hay que considerar los siguiente: Quine distingue entre dos tipos

de oraciones, las ocasionales y la fijas. Las primeras están sujetas a un tiempo y espacios

determinados (a una ocasión), así, lo que se dice con ellas es observable. Por ejemplo: “su ojo

está irritado”. Dentro de este tipo de oraciones se encuentran las propiamente observacionales,

que se dicen de un sujeto único, como “este lápiz está roto.” La diferencia es que en el primer

ejemplo cabe la pregunta de ¿El ojo de quién? Y de eso depende la verdad o falsedad de la

oración. En el segundo ejemplo, el lápiz del que se habla está indicado, por lo que la verdad o

falsedad de la oración se determina una sola vez, para un único espacio-tiempo.

En cambio, las oraciones fijas, son independientes de una ocasión específica o

determinada. Su valor de verdad (o falsedad) se mantiene igual sin importar bajo qué

circunstancia se use mencionada oración. La verdad es, sin embargo, relativa al lenguaje, pues lo

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que se dice de x, está contenido en el concepto mismo de x. Por ejemplo: “Los árboles son

plantas.” Dentro de este tipo de oraciones se encuentran las leyes propias de las ciencias exactas.

De las oraciones ocasionales, Quine señala, es posible asentir o discrepar gracias a lo que

la estimulación sensorial indica, a esto le denomina significación estimulativa, así, si la vista

indica que el lápiz del que se habla al decir “este lápiz está roto” efectivamente está roto, se

asiente a la oración, de lo contrario se discrepa. La significación depende del estímulo sensorial y

no de la oración misma.

Las significaciones estimulativas afirmativa y negativa de una sentencia (para un hablante

dado y en un tiempo dado) se excluyen una a otra. Es cierto que nuestro sujeto podría

verse provocado una vez, por una determinada estimulación σ, a asentir a S, y más tarde,

por una recurrencia de σ, a discrepar de S; pero en este caso concluiríamos simplemente

que ha cambiado su significación para S. Registraríamos entonces σ bajo su significación

estimulativa afirmativa de S en la primera fecha, y bajo su significación estimulativa

negativa de S en la segunda fecha. (Quine, 1968, p. 46)

Según Quine, la significación estimulativa es, en un primer momento, lo que dota de

objetividad a la traducción de un idioma que no conocemos al idioma conocido (traducción

radical) gracias a la existencia de un referente, por lo tanto, de referencia.

Ilustra con un experimento mental donde se imagina a un “lingüista de campo” que tiene

que traducir una lengua que le es absolutamente extraña. Nota que al ver un conejo, un local lo

señala diciendo <<gavagai>>. Si el traductor pregunta “¿gavagai?” al presentarse la estimulación

sensorial de un conejo, los locales pueden afirmar o discrepar y así se determina si gavagai =

conejo (lo que admitiría sinonimia entre estas palabras).

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Desarrollo

No obstante, surge una serie de problemas y es que el local pudo referirse a algo que no

sea propiamente un conejo. Lo puede decir (por ejemplo) con la intención de cazarlo para comer.

En ese caso <<gavagai>> significaría algo como “comida” o “atrápenlo.” O bien <<gavagai>>

podría ser una oración como “he aquí un conejo” o “la pierna del conejo”.

El traductor al preguntar “¿gavagai?” y señalar un conejo podría recibir afirmación por

parte de los locales, pero esa afirmación podría estar asintiendo a cualquiera de los significados

posibles señalados. No resulta, entonces, tan sencillo establecer que <<conejo>> sirva como

sinónimo de <<gavagai>>. Esto es considerando el estimulo sensorial y el asentimiento o la

discrepancia como el referente que dota de objetividad a la traducción únicamente de oraciones

observacionales, el problema trasciende cuando recordamos que no para todos los tipos de

oraciones es posible una significación estimulativa.

Para traducir cualquier otro tipo de oración, el lingüista no cuenta con estímulos

sensoriales, no cuenta con referencia. Se ve obligado a formular hipótesis analíticas acerca de

cómo el lenguaje de los nativos funciona cuando hablan, por ejemplo, en plural o cuando las

palabras no nombran un objeto específico si no la cualidad de este (como la conejeidad,

entendida como los atributos que les pertenecen a todos los conejos), etc. Es decir, el traductor

hace conjeturas acerca de los usos del lenguaje de los nativos, cosa que no se puede expresar

mediante estímulos sensoriales. La preferencia por una u otra traducción se basa en los esquemas

lógicos del traductor.

De lo anterior, Quine llega, entre otras, a las siguientes conclusiones:

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1. Indeterminación de la traducción: Toda traducción es compatible con sus hipótesis

analíticas, y puede corresponder con el estímulo sensorial (referencia) pero no

siempre es compatible con otras traducciones que también cumplen con los criterios

anteriores (compatibles con sus hipótesis analíticas y correspondientes con los

estímulos sensoriales). Por lo tanto, no existen parámetros para determinar la

traducción más adecuada.

2. No-referencia: No es posible confiar en la existencia de la referencia, pues si es

aquello que dota de objetividad a la traducción al expresar la relación objeto del

mundo - palabra, del mismo referente (estímulo sensorial) no se llegaría a diferentes

traducciones compatibles con este pero no entre sí.

3. No-sinonimia: De la indeterminación de la traducción se puede admitir la dificultad

que hay para admitir que conejo es sinónimo de gavagai, que se pueden igualar y usar

indistintamente.

Explico con más detalle:

Supongamos que en un espacio geográfico (a), una montaña es nombrada (A) y

observada desde un punto de vista (α). En un espacio geográfico (b), una montaña es nombrada

(B) y observada desde un punto de vista (β). Un turista visita (a), observa la montaña desde (α) y

aprende que la montaña se nombra (A) por los locales, así que la nombra (A) también. Visita

después (b), observa la misma montaña pero vista desde (β) por lo que piensa que es una

montaña diferente, los locales la nombran (B), así que él, hace lo mismo.

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(A) y (B) nombran a la misma montaña, por lo que deberían ser términos igualables y se

debería poder usarlos indistintamente (son sinónimos). Así, todas las oraciones verdaderas que se

formen diciendo algo de (A), deben mantenerse verdaderas si se dice lo mismo de (B).

Propongo la oración “Los habitantes de (a), nombran como (A) a la montaña” y digo lo

mismo de (B) “Los habitantes de (a), nombran como (B) a la montaña.” La primera oración se

califica como verdadera y la segunda como falsa a pesar de que se había establecido que (A) y

(B) se referían a lo mismo y por eso se podían usar indistintamente. Quine usa un ejemplo

parecido para argumentar en contra de la referencia, la sinonimia y la determinación de la

traducción.

Concedo el ejemplo como ilustrativo de la no sinonimia y por lo tanto de la

indeterminación de la traducción, pero no suficiente como ilustrativo de la no referencia. La

única manera de determinar que (A) y (B), a pesar de nombrar lo mismo, no se usan

indistintamente o como sinónimos, pues el significado depende de un aspecto conductual del

hablante (como nombrar a la montaña (A) o (B)), es admitiendo la relación entre la montaña

(referente/objeto) y su relación con la palabra (referencia). La propia teoría de Quine explica

cómo de un referente es posible llegar a múltiples traducciones correspondientes con el pero no

necesariamente entre ellas.

Quine deja una pregunta importante sin contestar ¿Cómo es posible que nos

comuniquemos si no hay manera de establecer equivalencias entre una palabra y cómo la

significamos? Encuentro la respuesta en su obra, aunque con ella no pretende responder esta

pregunta.

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La sinonimia es admisible solo intrasubjetivamente, es decir, depende de los esquemas

lógicos individuales (subjetivos) pero que coinciden en un grupo de personas gracias a su aspecto

conductual (como compartir un lenguaje).

La relación general de sinonimia intrasubjetiva de sentencias, buscada tan sin éxito hasta

el momento, resulta interdefinible con otra noción muy escurridiza de la semántica

filosófica intuitiva: la noción de sentencia analítica. Aquí la noción intuitiva significa que

la sentencia es verdadera puramente por su significación, con independencia de toda

información lateral: así «Ningún soltero es casado», «Un cerdo es un cerdo» y, según

cierta interpretación corriente, «2 + 2 = 4» son sentencias analíticas. La interdefinición es

así: dos sentencias son sinónimas si y sólo si su bicondicional (formado mediante su

unión con «si y sólo sí») es analítica, y una sentencia es analítica si y sólo si es sinónima

con autocondicionales («Si p entonces p»). (Quine, 1968, p. 78)

Las sentencias analíticas son supuestamente afirmables cualquiera sea la situación, pero

se mantienen intrasubjetivas porque dependen de esquemas lógicos individuales que pueden ser

compartidos, entonces, si se dice que “Todos los conejos son hombres reencarnados” desde un

esquema lógico intrasubjetivo, resulta que esa es una sentencia siempre afirmable, pero desde

otro esquema lógico no. Por lo que para Quine, las sentencias analíticas resultan incompatibles

entre sí por su fundamento lógico y no empírico.

Así como “Ningún soltero es casado” resulta afirmable desde un esquema lógico donde

se entiendan las características que se atribuyen a <<soltero>> pero no afirmable desde un

esquema lógico en el que no. Quine (1968) lo expresa en palabras de Wittgenstein “Entender una

sentencia quiere decir entender un lenguaje.”

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Por ello la comunicación es posible entre personas que, primero, comparten un uso de un

lenguaje y que, segundo, entienden sus esquemas lógicos. No considero que sea necesario

compartirlos, pero si saber bajo qué esquema lógico se dice cualquier sentencia. Como no es

necesario compartir esquemas lógicos para comunicarse, es posible explicar un esquema lógico

perteneciente a un grupo de individuos a otro que en un primer momento no lo comprende. Así,

la comunicación entre individuos con esquemas lógicos diferentes se logra incluso cuando

existen sentencias intrasubjetivas analíticas admisibles por algunos sí y por otros no.

Conclusiones

De la indeterminación de la traducción y de la no sinonimia, no se sigue la no referencia,

pero incluso al admitir el escepticismo de las tesis quineanas como relevante, es posible afirmar

que la comunicación no depende de lograr determinar una sola traducción radical como acertada,

sino de comprender los esquemas lógicos bajo los cuales se habla, rescatando la concepción del

lenguaje como dependiente de un carácter intrasubjetivo-conductual.

Referencias (xd)

Lukomski, A. (1997) Esbozo de la teoría de la significación en la filosofía de Quine. Universitas

philosophica, 28, (pp. 93-101), Dialnet-

EsbozoDeLaTeoriaDeLaSignificacionEnLaFilosofiaDeQu-2441071.pdf

Quine, W. (1963) Reference and Modality en From a Logical Point of View (pp. 139 – 159)

Harper Torchbook.

Quine, W. (1968) Traducción y significado en Palabra y Objeto (pp. 39 - 86) Editorial Labor,

S.A.

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Quine, W. (1973) The Roots of Reference, Open Court.

Viñao, V. (2007) Quine: Un giro interpretacioncita y pragmático en la filosofía analítica del

positivismo lógico. Discusiones filosóficas.

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