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PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

Final Psicología Social


2972 Goffman E. La presentación de la persona en la vida cotidiana
Guía: Enfoque dramático en la vida cotidiana:
- Concepciones de interacción, actuación, audiencia, papel o rutina y rol social
- Encuentro como intercambio de información a partir de diversas fuentes
- Niveles de expresividad (verbal y no verbal)
- Control de la situación
- Comunicación: simetría – asimetría, acuerdo, evitación de conflicto, “consenso de trabajo”
1
- Compromiso con la proyección inicial
- Disrupciones: carácter moral - prácticas preventivas y correctivas, defensivas y protectivas

Cuando un individuo llega a la presencia de otros, estos tratan por lo común de adquirir
información acerca de él o de poner en juego la que ya poseen. La información acerca del
individuo ayuda a definir la situación, permitiendo a los otros saber de antemano lo que él espera
de ellos y lo que ellos pueden esperar de él. Así informados, los otros sabrán cómo actuar a fin de
obtener de él una respuesta determinada.
Para los presentes, muchas fuentes de información se vuelven accesibles. Si no están
familiarizados con el individuo, los observadores pueden recoger indicios de su conducta y aspecto
que les permitirán aplicar su experiencia previa con individuos aproximadamente similares al
que tienen delante o aplicarle estereotipos que aún no han sido probados. También pueden dar por
sentado, según experiencias anteriores, que es probable encontrar solo individuos de una clase
determinada en un marco social dado. Pueden confiar en lo que el individuo dice sobre sí mismo o
en las pruebas documentales que él proporciona acerca de quién o qué es. Si conocen al individuo
o saben de él en virtud de experiencias previas a la interacción, pueden confiar en suposiciones
sobre la persistencia y generalidad de rasgos psicológicos como medio para predecir su conducta
presente y futura. Sin embargo, durante el período en que el individuo se encuentra en la
inmediata presencia de otros, pueden tener lugar pocos acontecimientos que proporcionen a los
otros la información concluyente que necesitarán si han de dirigir su actividad sensatamente.
Muchos hechos decisivos se encuentran más allá del tiempo y el lugar de la interacción. Por
ejemplo, las actitudes, creencias y emociones «verdaderas» o «reales» del individuó pueden ser
descubiertas solo de manera indirecta, a través de sus confesiones o de su conducta expresiva
involuntaria. Del mismo modo, si el individuo ofrece a los otros un producto o un servicio, con
frecuencia descubrirán que durante la interacción no habrá tiempo ni lugar disponible para
descubrir la realidad subyacente. Se verán forzados a aceptar algunos hechos como signos
convencionales o naturales de algo que no está al alcance directo de los sentidos.
La expresividad del individuo parece involucrar dos tipos distintos de actividad significante: la
expresión que da y la expresión que emana de él. El primero incluye los símbolos verbales -o
sustitutos de estos- que confiesa usar y usa con el único propósito de transmitir la información que
él y los otros atribuyen a estos símbolos. Esta es la comunicación en el sentido tradicional y
limitado del término. El segundo comprende un amplio rango de acciones que los otros pueden
tratar como sintomáticas del actor, considerando probable que hayan sido realizadas por razones
ajenas a la información transmitida en esta forma. El individuo transmite intencionalmente
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información errónea por medio de ambos tipos de comunicación; el primero involucra engaño, el
segundo, fingimiento. Si se toma la comunicación en ambos sentidos, el limitado y el general, se
descubre que, cuando el individuo se encuentra en la inmediata presencia de otros, su actividad
tendrá un carácter promisorio. Los otros descubrirán probablemente que deben aceptar al
individuo de buena fe, ofreciéndole, mientras se encuentre ante ellos, una justa retribución a
cambio de algo cuyo verdadero valor no será establecido hasta que él haya abandonado su
presencia.
La seguridad que ellos justificadamente sienten al hacer inferencias sobre el individuo variará, de
acuerdo con factores tales como la cantidad de información que ya poseen acerca de él; pero no
hay cantidad alguna de pruebas pasadas que pueda obviar por completo la necesidad de actuar
sobre la base de inferencias. Es también importante que comprendamos que en realidad no 2
conducimos nuestras vidas, tomamos nuestras decisiones y alcanzamos nuestras metas en la vida
diaria en forma estadística o científica. Vivimos por inferencia.
Volvamos ahora de los otros hacia el punto de vista del individuo que se presenta ante ellos. Este
puede desear que tengan un alto concepto de él, o que piensen que él tiene un alto concepto de
ellos, etc. Independientemente del objetivo particular que persigue el individuo y del motivo que
le dicta este objetivo, será parte de sus intereses controlar la conducta de los otros, en especial el
trato con que le corresponden. Este control se logra en gran parte influyendo en la definición de la
situación que los otros vienen a formular, y él puede influir en esta definición expresándose de
modo de darles la clase de impresión que habrá de llevarlos a actuar voluntariamente de acuerdo
con su propio plan. De esta manera, cuando un individuo comparece ante otros, habrá por lo
general alguna razón para que movilice su actividad de modo que esta transmita a los otros una
impresión que a él le interesa transmitir.
De los dos tipos de comunicaciones mencionadas (las expresiones dadas y las que emanan del
individuo), nos ocuparemos sobre todo de la segunda, o sea de la expresión no verbal, más teatral
y contextual, presumiblemente involuntaria, se maneje o no en forma intencional.
Hay un aspecto de la respuesta de los otros que merece un comentario especial. Al saber que es
probable que el individuo se presente desde un ángulo que lo favorezca, los otros pueden dividir
lo que presencian en dos partes: una parte que al individuo le es relativamente fácil manejar, a
voluntad, principalmente sus aseveraciones verbales, y otra sobre la cual parece tener poco interés
o control, derivada sobre todo de las expresiones que él emite. Los otros pueden usar entonces los
que se consideran aspectos ingobernables de su conducta expresiva para controlar la validez de lo
transmitido por los aspectos gobernables. Esto demuestra una asimetría fundamental en el
proceso de comunicación, en el cual el individuo sólo tiene conciencia de una corriente de su
comunicación, y los testigos, de esta corriente y de otra más. Ahora bien, dado el hecho de que es
probable que los otros verifiquen los aspectos más controlables de la conducta por medio de los
menos controlables, se puede esperar que a veces el individuo trate de explotar esta misma
posibilidad, guiando la impresión que comunica mediante la conducta que él considera
informativa y digna de confianza.
Este tipo de control sobre la parte del individuo restablece la simetría del proceso de
comunicación, y prepara la escena para una especie de juego de la información -un ciclo
potencialmente infinito de secreto, descubrimiento, falsa revelación y redescubrimiento-. Se debe
agregar que como es probable que los otros no abriguen demasiadas sospechas acerca del aspecto
presumiblemente no guiado de la conducta del individuo, este puede obtener grandes ventajas
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controlándolo. Los otros, por supuesto, pueden sentir que el individuo está manejando los
aspectos presumiblemente espontáneos de su conducta, y buscar en este mismo acto de
manipulación algún matiz de conducta que el individuo no haya podido controlar. Esto impone
de nuevo una limitación a la conducta del individuo, esta vez su conducta presumiblemente no
controlada, con lo que se restablece la asimetría del proceso de comunicación.
Cuando permitimos que el individuo proyecte una definición de la situación al presentarse ante
otros, debemos también tener en cuenta que los otros, por muy pasivos que sus roles puedan
parecer, proyectarán a su vez eficazmente una definición de la situación en virtud de su respuesta
al individuo y de cualquier línea de acción que inicien hacia él. Por lo general, las definiciones de
la situación proyectada por los diferentes participantes armonizan suficientemente entre sí como
para que no se produzca una abierta contradicción. No quiero decir que existirá el tipo de 3
consenso que surge cuando cada individuo presente expresa cándidamente lo que en realidad
siente y honestamente coincide con los sentimientos expresados. Este tipo de armonía es un ideal
optimista y, de todos modos, no necesario para el funcionamiento sin tropiezos de la sociedad.
Más bien, se espera que cada participante reprima sus sentimientos sinceros inmediatos y
transmita una opinión de la situación que siente que los otros podrán encontrar por lo menos
temporariamente aceptable. El mantenimiento de esta apariencia de acuerdo, esta fachada de
consenso, se ve facilitado por el hecho de que cada participante encubre sus propias necesidades
tras aseveraciones que expresan valores que todos los presentes se sienten obligados a apoyar de
palabra. Además, hay por lo general en la formulación de definiciones una especie de división del
trabajo. A cada participante se le permite establecer las disposiciones oficiales experimentales en
lo referente a asuntos vitales para él pero que no presentan importancia inmediata para los otros,
por ejemplo, las racionalizaciones y justificaciones por las cuales él da cuenta de su actividad
pasada. A cambio de esta cortesía, calla o se reserva la opinión en asuntos importantes para los
otros pero de no inmediata importancia para él. Tenemos entonces una especie de modus vivendi
interaccional. En conjunto, los participantes contribuyen a una sola definición total de la situación,
que implica no tanto un acuerdo real respecto de lo que existe sino más bien un acuerdo real
sobre cuáles serán las demandas temporariamente aceptadas (las demandas de quiénes, y
concernientes a qué problemas). También existirá un verdadero acuerdo en lo referente a la
conveniencia de evitar un conflicto manifiesto de definiciones de la situación. Me referiré a este
nivel de acuerdo como a un «consenso de trabajo». Se debe entender que el consenso de trabajo
establecido en una escena de interacción será de contenido muy diferente del consenso de trabajo
establecido en un tipo de escena diferente. Independientemente de tales diferencias de contenido,
la forma general de estos arreglos de trabajo es, sin embargo, la misma.
Algunas definiciones, que están implícitas en lo anterior y son necesarias:
 La interacción (es decir, la interacción cara a cara) puede ser definida, en términos
generales, como la influencia recíproca de un individuo sobre las acciones del otro cuando
se encuentran ambos en presencia física inmediata. Una interacción puede ser definida
como la interacción total que tiene lugar en cualquier ocasión en que un conjunto dado de
individuos se encuentra en presencia mutua continua
 El término «encuentro» (encounter) serviría para los mismos fines.
 Una «actuación» {performance} puede definirse como la actividad total de un participante
dado en una ocasión dada que sirve para influir de algún modo sobre los otros
participantes. Si tomamos un determinado participante y su actuación como punto básico
de referencia, podemos referirnos a aquellos que contribuyen con otras actuaciones como la
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audiencia, los observadores o los coparticipantes. La pauta de acción preestablecida que se


desarrolla durante una actuación y que puede ser presentada o actuada en otras ocasiones
puede denominarse «papel» {part} o «rutina».
Estos términos situacionales pueden relacionarse fácilmente: Cuando un individuo o actuante
representa el mismo papel para la misma audiencia en diferentes ocasiones, es probable que se
desarrolle una relación social. Al definir el rol social como la promulgación de los derechos y
deberes atribuidos a un status dado, podemos añadir que un rol social implicará uno o más
papeles, y que cada uno de estos diferentes papeles puede ser presentado por el actuante en una
serie de ocasiones ante los mismos tipos de audiencia o ante una audiencia compuesta por las
mismas personas.
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1. Actuaciones
Guía:
- Confianza en el papel que desempeña el individuo: vaivén sinceridad cinismo
- Fachada: medio; fachada personal (apariencia y modales)
- coherencia: interjuego rutina fachada
- Realización dramática: visibilidad – exhibición
- Idealización: - expresión de estándares ideales, valores, estereotipos – consumo secreto
- encubrimiento de discrepancias – segregación de auditorios
- Mantenimiento del control expresivo
- Tergiversación: personificación, ocultamiento de estigmas, prácticas encubiertas
- Mistificación
- Realidad y artificio: actuación como ocupación masiva

Confianza en el papel que desempeña el individuo: Cuando un individuo desempeña un papel, solicita
implícitamente a sus observadores que tomen en serio la impresión promovida ante ellos. Se les
pide que crean que el sujeto que ven posee en realidad los atributos que aparenta poseer, que la
tarea que realiza tendrá las consecuencias que en forma implícita pretende y que, en general, las
cosas son como aparentan ser.
Al mismo tiempo, el actuante puede querer guiar la convicción de su público solo como un medio
para otros fines, sin un interés fundamental en la concepción que de él o de la situación tiene este.
Cuando el individuo no deposita confianza en sus actos ni le interesan mayormente las creencias de su
público, podemos llamarlo cínico, reservando el término «sincero» para individuos que creen en la impresión
que fomenta su actuación. Se debería entender que el cínico, con toda su desenvoltura profesional,
puede obtener placeres no profesionales de su mascarada.
Fachada: He estado usando el término «actuación» para referirme a toda actividad de un individuo
que tiene lugar durante un período señalado por su presencia continua ante un conjunto
particular de observadores y posee cierta influencia sobre ellos. Será conveniente dar el nombre de
«fachada» a la parte de la actuación del individuo que funciona regularmente de un modo general
y prefijado, a fin de definir la situación con respecto a aquellos que observan dicha actuación. La
fachada es la dotación expresiva de tipo corriente empleada intencional o inconscientemente por el
individuo durante su actuación.
Partes normales de la fachada: En primer lugar, se encuentra el medio que incluye el inmobiliario,
el decorado, los equipos y otros elementos propios del trasfondo escénico, que proporcionan el
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escenario y utilería para el flujo de acción humana que se desarrolla ante, dentro o sobre él. En
términos geográficos, el medio tiende a permanecer fijo, de manera que los que usan un medio
determinado como parte de su actuación no pueden comenzar a actuar hasta haber llegado al
lugar conveniente, y deben terminar su actuación cuando lo abandonan. Solo en circunstancias
excepcionales el medio se traslada con los actuantes; vemos esto en el cortejo fúnebre.
Si tomamos el término “medio” para referimos a las partes escénicas dé la dotación expresiva, se
puede tomar «fachada personal» para referirse a los otros elementos de esa dotación, aquellos que
debemos identificar íntimamente con el actuante mismo y que, como es natural, esperamos que lo
sigan dondequiera que vaya. Como parte de la fachada personal podemos incluir: las insignias del
cargo o rango, el vestido, el sexo, la edad y las características raciales, el tamaño y aspecto, el
porte, las pautas de lenguaje, las expresiones faciales, los gestos corporales y otras características 5
semejantes. Algunos de estos vehículos transmisores de signos, tales como las características
raciales, son para el individuo relativamente fijos y durante un período de tiempo no varían de
una situación a otra. Además, algunos de estos vehículos de signos, como la expresión facial, son
relativamente móviles o transitorios y "pueden variar durante una actuación” de un momento a
otro. Es conveniente, a veces, dividir los estímulos que componen la fachada personal en
«apariencia» y «modales», de acuerdo con la función que desempeña la información transmitida por
estos estímulos. Cabe considerar que la «apariencia» se refiere a aquellos estímulos que funcionan
en el momento de informarnos acerca del status social del actuante. Estos estímulos también nos
informan acerca del estado ritual temporario del individuo, es decir, si se ocupa en ese momento
de alguna actividad social formal, trabajo o recreación informal. Los «modales», por su parte, se
refieren a aquellos estímulos que funcionan en el momento de advertirnos acerca del rol de
interacción que el actuante esperará desempeñar en la situación que se avecina. A menudo
esperamos, como es natural, una coherencia confirmatoria entre la apariencia y los modales;
esperamos que las diferencias de status social entre los interactuantes se expresen, en cierta
medida, por medio de diferencias congruentes en las indicaciones que se hacen del rol de
interacción esperado. (Esto será la coherencia de la fachada)
Pero es evidente que la apariencia y los modales pueden tender a contradecirse mutuamente como
cuando el actuante que parece ser de condición superior a su auditorio actúa de una manera
inesperadamente igualitaria, o íntima, o humilde, o cuando un actuante que lleva vestidos
correspondientes a una posición elevada se presenta a un individuo de status aún más elevado.
Además de la previsible, compatibilidad entre apariencia y modales esperamos, como es natural,
cierta coherencia entré medio, apariencia y modales. Dicha coherencia representa un tipo ideal
que nos proporciona una forma de estimular nuestra atención respecto de las excepciones e
interesarnos por ellas.
A fin de explorar en forma más profunda las relaciones entre las diferentes partes de la fachada
social, será conveniente considerar un rasgo significativo de la información transmitida por la
fachada: su carácter abstracto y general. Por más especializada y única que sea una rutina, su
fachada social tenderá, con algunas excepciones, a reclamar para sí hechos que pueden ser
igualmente reclamados y defendidos por otras rutinas algo diferentes.
Además del hecho de que diferentes rutinas pueden emplear la misma fachada, hay que señalar
que una fachada social determinada tiende a institucionalizarse en función de las expectativas
estereotipadas abstractas a las cuales da origen, y tiende a adoptar una significación y estabilidad
al margen de las tareas específicas que en ese momento resultan ser realizadas en su nombre. La
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fachada se convierte en una «representación colectiva» y en una realidad empírica por derecho
propio. Cuando un actor adopta un rol social establecido, descubre, por lo general, que ya se le ha
asignado una fachada particular. Sea que su adquisición del rol haya sido motivada
primariamente por el deseo de representar la tarea dada o por el de mantener la fachada
correspondiente, descubrirá que debe cumplir con ambos cometidos. Además, si el individuo
adopta una tarea que no solo es nueva sino que no está bien establecida en la sociedad, o si intenta
cambiar el enfoque de la tarea, es probable que descubra que ya existen varias fachadas bien
establecidas, entre las cuales debe elegir. De este modo, cuando una tarea recibe una nueva
fachada, rara vez encontramos que esta última es, en sí misma, nueva. Las fachadas suelen ser
seleccionadas, no creadas, y podemos esperar que surjan problemas cuando los que realizan una
determinada tarea se ven forzados a seleccionar un frente adecuado para ellos entre varios
bastante distintos. 6

He sugerido que la fachada social puede dividirse en partes tradicionales, tales como medio,
apariencia y modales, y, que a causa de que se pueden presentar rutinas diferentes tras una misma
fachada, el carácter específico de una actuación tal vez no se ajuste perfectamente a la apariencia
general socializada con la cual se nos presenta. Estos dos hechos, tomados simultáneamente, nos
llevan a estimar que los elementos de la fachada social de una rutina particular no solo se
encuentran en las fachadas sociales de toda una gama de rutinas sino que, además, la gama total
de rutinas en la cual se encuentra un elemento de la dotación de signos diferirá de la gama de
rutinas en la cual ha de encontrarse otro elemento de la misma fachada social. Así, un abogado
puede hablar con un cliente dentro de un marco social que él emplea solo para este fin (o para un
estudio), pero los trajes que usa en dichas ocasiones también serán adecuados para cenar con sus
colegas o ir al teatro con su mujer. Del mismo modo, los grabados que cuelgan de las paredes de
su estudio y las alfombras que cubren el piso se pueden encontrar en establecimientos sociales
domésticos. Es obvio que en ocasiones de gran ceremonia, medio, modales, manera y apariencia
pueden ser únicos y específicos, empleados tan solo para actuaciones de un solo tipo de rutina;
sin embargo, un uso tan exclusivo de la dotación de signos es la excepción antes que la regla.
Realización dramática: Mientras se encuentra en presencia de otros, por lo general, el individuo
dota a su actividad de signos que destacan y pintan hechos confirmativos que de otro modo
podrían permanecer, inadvertidos y oscuros. Porque sí la actividad del individuo ha de llegar a
ser significante para otros, debe movilizarla de manera que exprese durante la interacción lo que
él desea transmitir. En realidad, se puede pedir al actuante que no solo exprese durante la
interacción las capacidades que alega tener sino que también lo haga en forma instantánea.
Se puede señalar que en el caso de algunos status la dramatización no presenta problema alguno,
ya que ciertos actos instrumentalmente esenciales para llevar a cabo la tarea núcleo del status
están al mismo tiempo muy bien adaptados, desde el punto de vista de la comunicación, como
medio para transmitir de manera vivida las cualidades y atributos que alega el actuante.
En muchos casos, sin embargo, la dramatización del propio trabajo constituye un problema.
El problema de dramatizar el trabajo propio significa más que el mero hecho, de hacer visibles los
costos invisibles. El trabajo que debe ser realizado por aquellos que ocupan ciertos status está, con
frecuencia, tan pobremente proyectado como expresión de un significado deseado, que si el
beneficiario quisiera dramatizar el carácter de su rol, debería desviar para ello una apreciable
cantidad de su energía. Y esta actividad desviada hacia la comunicación requerirá a menudo
atributos diferentes de aquellos, que se dramatizan.
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Sartre: «El alumno atento que desea estar atento, con sus ojos clavados en la maestra y sus oídos
bien abiertos, se agota de tal modo representando el papel de atento que termina por no escuchar
nada». Así, los individuos se enfrentan a menudo con el dilema de expresión versus acción.
Aquellos que poseen el tiempo y el talento para realizar bien una tarea pueden no tener, por la
misma razón, ni el tiempo ni el talento para mostrar que lo están haciendo bien.
Cuando se examina un grupo o una clase, se advierte que sus miembros tienden
fundamentalmente a conferir a su yo ciertas rutinas determinadas, y a dar menor importancia a
las demás. Así, un profesional puede estar dispuesto a adoptar un rol muy modesto en la callé, en
un negocio; o en su hogar, pero en la esfera social qué abarca su manifestación de competencia
profesional le preocupará mucho hacer una exhibición efectiva. Al movilizar su conducta para
realizar dicha exhibición, le preocupará no tanto la serie completa de las diferentes rutinas que 7
realiza sino tan solo aquella de la cual deriva su reputación ocupacional.
Idealización: En páginas anteriores se señaló que la actuación de una rutina presenta a través de
su fachada algunas exigencias más bien abstractas sobre el público, exigencias que probablemente
le serán presentadas durante la actuación de otras rutinas. Esto constituye una forma de
«socializar», moldear y modificar una actuación para adecuarla a la comprensión y expectativas
de la sociedad en la cual se presenta. Quiero considerar aquí otro aspecto importante de este
proceso de socialización: la tendencia de los actuantes a ofrecer a sus observadores una impresión
que es idealizada de diversas maneras.

Si no tratáramos nunca de parecer algo mejor de lo que somos, ¿cómo podríamos mejorar o
«formarnos desde afuera hacia adentro?»
Cuando el individuo se presenta ante otros, su actuación tenderá a incorporar y ejemplificar los
valores oficialmente acreditados de la sociedad, tanto más, en realidad, de lo que lo hace su
conducta general.
En la mayoría de las sociedades parece haber un sistema fundamental o general de estratificación,
y en la mayoría de las sociedades estratificadas existe una idealización de los estratos superiores y
cierta aspiración a ascender hasta ellos por parte de los que se encuentran en situación inferior.
Por lo general, descubrimos que la movilidad ascendente importa la presentación de actuaciones
correctas y que los esfuerzos por ascender y por no descender se expresan en términos de
sacrificios realizados para mantener una fachada. Una vez obtenida la dotación de signos
adecuada, y familiarizados con su manejo, puede ser usada para embellecer e iluminar las
actuaciones diarias de cada uno con un favorable estilo social.
Quizás el elemento más importante de la dotación de signos asociada con la clase social consista
en los símbolos de status, mediante los cuales se expresa la riqueza material.
A causa de la orientación ascendente que existe hoy en la mayoría de las sociedades, tendemos a
suponer que las tensiones expresivas de una actuación exigen necesariamente del actuante un
status de clase más elevado que el que de otro modo se le podría otorgar.
De hecho, sin embargo, muchas clases de personas han tenido diferentes razones para practicar
una modestia sistemática y para atemperar cualquier expresión de riqueza, capacidad, fortaleza
espiritual o autorrespeto. Los aires ignorantes, negligentes, descuidados que los negros de los
estados sureños se sentían a veces obligados a afectar durante su interacción con los blancos
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ilustran cómo una actuación representa valores ideales que otorgan al actuante una posición
inferior a la que secretamente acepta para sí. Se puede citar una versión moderna de esta
mascarada: Allí donde hay una verdadera competencia por encima de los niveles no
especializados de trabajos que se consideran por lo general «trabajos para blancos», algunos
negros aceptarán voluntariamente símbolos de status inferior aunque realicen trabajos de mayor
jerarquía.
Dichas impresiones tienen un aspecto idealizado, porque si el actuante ha de tener éxito debe
ofrecer el tipo de escenario que materialice los estereotipos extremos de desastrada pobreza del
observador.
Si un individuo ha de expresar estándares ideales durante su actuación, tendrá entonces que abstenerse de la
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acción que no es compatible con ellos o encubrirla. Cuando esta conducta inapropiada es de algún modo
satisfactoria, como sucede con frecuencia, entonces, por lo general, se descubre que esta es gratificada en
secreto; de tal modo, el actuante puede, al mismo tiempo, abstenerse de la torta y también comerla.
Se crea una impresión de legitimidad cuando un actuante tiende a encubrir o dar menor
importancia a aquellas actividades, hechos y motivos incompatibles con una versión idealizada de
sí mismo y de sus obras. Además, el que actúa produce a menudo en los miembros de su auditorio
la creencia de que está relacionado con ellos de un modo más ideal de lo que en realidad lo está.
Los individuos fomentan con frecuencia la impresión de que la rutina que realizan en el momento
es su única rutina, o por lo menos la más importante. El auditorio, a su vez, a menudo da por
sentado que el carácter proyectado ante ellos es todo lo que hay detrás del individuo que actúa
para ellos. Podemos decir prácticamente que él tiene tantos «sí mismos» como grupos distintos de
personas hay cuya opinión le interesa. Por lo general, muestra una diferente fase de sí mismo a
cada uno de estos grupos. Como efecto y causa habilitante de esta especie de compromiso con el
papel que se actúa comúnmente, advertimos que se produce la «segregación de auditorios»;
merced a ella el sujeto se asegura de que aquellos ante quienes representa uno de sus papeles no
sean los mismos individuos ante quienes representa un papel diferente en otro medio.
El mantenimiento del control expresivo: el actuante puede confiar en que el auditorio acepte
sugerencias menores como signo de algo importante acerca de su actuación. Este hecho
conveniente tiene una implicancia inconveniente. En virtud de la misma tendencia a aceptar
signos, el auditorio puede entender erróneamente el significado. En respuesta a estas
contingencias de la comunicación, los actuantes intentan por lo general asegurarse de que en la
actuación tendrá lugar la mayor cantidad posible de sucesos de menor importancia, por
inconsecuentes que puedan ser estos eventos desde el punto de vista instrumental, de modo de no
transmitir impresión alguna o bien una impresión compatible y consistente con la definición
general de la situación que se fomenta.
El punto crucial no es que la efímera definición de la situación causada por un gesto impensado
sea en sí misma tan censurable, sino más bien que es diferente de la definición proyectada en
forma oficial. Esta diferencia introduce una cuña desconcertante entre dicha proyección y la
realidad, porque constituye parte de la proyección oficial, que es la única posible en estas
circunstancias. Quizás, entonces, no deberíamos analizar las actuaciones en función de normas
mecánicas, en virtud de las cuales una gran ganancia puede compensar una pequeña pérdida, o
un gran peso otro más pequeño. El empleo de imágenes artísticas sería más exacto, porque nos
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prepara para el hecho de que una sola nota desafinada puede destruir el tono de toda una
actuación.
En nuestra sociedad, algunos gestos impensados se producen en una variedad tan grande de
actuaciones, y transmiten impresiones que son por lo general tan incompatibles con las que se
fomentan, que estos hechos inoportunos han adquirido un status simbólico colectivo. Se los puede
agrupar en tres categorías generales. En primer lugar un actuante puede transmitir de manera
accidental incapacidad, incorrección o falta de respeto al perder momentáneamente control
muscular de sí mismo. En segundo lugar, puede actuar de modo de transmitir la impresión de que
está demasiado ansioso por la interacción o desinteresado de ella. En tercer lugar el actuante
puede permitir que su presentación adolezca de una inadecuada dirección dramática.
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Las actuaciones difieren, como es natural, en el grado de cuidado expresivo que se requiere que
apliquen a cada elemento. En el caso de algunas culturas que nos son extrañas, estamos dispuestos
a ver un alto grado de coherencia expresiva. La coherencia expresiva requerida para toda
actuación señala una discrepancia fundamental entre nuestros «sí mismos» demasiado humanos y
nuestros «sí mismos» socializados.
Podemos identificar el mantenimiento de control expresivo al preguntarnos de qué manera el
actuante controla la impresión que da, de forma que esta sea compatible y consistente con la
definición general de la situación. También podríamos pensarlo inversamente identificando
aquellas expresiones que al presentarse sin control crean un conflicto, una contradicción que pone
en riesgo la definición de la situación.
Tergiversación: Se sugirió anteriormente que un auditorio puede orientarse en una situación
aceptando de buena fe sugerencias actuadas, tratando estos signos como evidencia de algo, mayor
que los mismos vehículos de signos o diferentes de ellos. Si bien esta tendencia del auditorio a
aceptar los signos coloca al actuante en la situación de ser interpretado equivocadamente y lo
obliga a hacer uso de un cuidado expresivo en relación con todo lo que hace cuando se encuentra
ante su auditorio, así también esta tendencia a la aceptación de signos coloca al auditorio en la
situación de ser engañado y conducido a conclusiones erróneas, porque hay pocos signos que no
puedan ser empleados para atestiguar la presencia de algo que no está realmente allí. Y es
evidente que muchos actuantes tienen una gran capacidad y motivo para tergiversar los hechos;
solo la vergüenza, la culpa o el temor les impiden hacerlo.
Como integrantes de un auditorio, es natural que sintamos que la impresión que el actuante trata
de dar puede ser verdadera o falsa, genuina o espuria, válida o «falsificada». Esta duda es tan
común que, como se señaló, con frecuencia prestamos especial atención a rasgos distintivos de la
actuación que no pueden ser manejados fácilmente, permitiéndonos así juzgar la confiabilidad de
las sugestiones más tergiversables de la actuación. (El empleo de tests proyectivos son ejemplos
extremos de esta tendencia.)
Cuando descubrimos que alguien con quien tratamos es un impostor y un fraude cabal,
descubrimos que no tenía derecho a desempeñar el papel que desempeñó, que no era un
beneficiario acreditado del status pertinente. Damos por sentado que la actuación del impostor,
además del hecho de tergiversarlo a él mismo, incurrirá en falta también en otros aspectos, pero
con frecuencia su simulación se descubre antes de que podamos hallar alguna otra diferencia entre
la actuación falsa y la legítima que esta finge. Paradójicamente, cuanto más se aproxima la
actuación del impostor a la real, más intensamente podemos estar amenazados, porque una
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actuación competente por alguien que demuestra ser un, impostor puede, debilitar en nuestros
espíritus la conexión moral entre la autorización legítima para desempeñar un papel y la
capacidad para hacerlo.
Las modificaciones de la fachada personal que se consideran tergiversaciones un año pueden
considerarse simplemente decorativas algunos años después, y esta disensión puede darse en
cualquier momento entre un subgrupo de nuestra sociedad y otros.
Quizá lo más importante de todo sea lo siguiente: debemos notar que una falsa impresión
mantenida por un individuo en cualquiera de sus rutinas puede constituir una amenaza para toda
la relación o rol, del cual la rutina solo constituye una parte, porque un descubrimiento
desacreditable en cierto ámbito de la actividad de un individuo arrojará dudas sobre los
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numerosos campos en los cuales quizá no tenga nada que ocultar. Del mismo modo, si el
individuo sólo tiene una cosa por ocultar durante una actuación, y aun si la probabilidad de
revelación solo se da en una oportunidad o fase particular de la actuación, la ansiedad del
actuante bien puede extenderse a la totalidad de la actuación. Algunas características generales de
la actuación como la actividad orientada hacia tareas laborales tiende a ser convertida en actividad
hacia la comunicación; es probable que la fachada tras la cual se presenta la rutina sea también
adecuada para otras rutinas algo diferentes, y por lo tanto tal vez no se ajuste del todo a ninguna
rutina en particular; se ejerce un autocontrol suficiente como para mantener un consenso de
trabajo; se ofrece una impresión idealizada acentuando ciertos hechos y ocultando otros; el
actuante mantiene la coherencia expresiva poniendo mayor cuidado en protegerse de faltas
menores de armonía que el que el público podría imaginar teniendo en cuenta el propósito
manifiesto de la actuación. Todas estas características generales de la actuación pueden verse
como limitaciones de la interacción que se burlan del individuo y transforman sus actividades en
actuaciones. En lugar de tan solo hacer su tarea y dar rienda suelta a sus sentimientos, expresará la
realización de su tarea y transmitirá sus sentimientos de manera aceptable. En general, entonces,
la representación de una actividad se alejará en cierto grado de la actividad en sí y, por lo tanto, la
tergiversará inevitablemente. Y como al individuo se le exigirá valerse de signos para construir
una representación de su actividad, la imagen que construya, por fiel que sea a los hechos, estará
sujeta a todas las disrupciones a que están sujetas las impresiones. Si bien podríamos mantener la
noción basada en el sentido común de que las apariencias fomentadas pueden desacreditarse por
una realidad discrepante, con frecuencia no existe razón alguna para pretender que los hechos que
discrepan de la impresión fomentada tienen mayor grado de realidad objetiva que la realidad
fomentada que ellos ponen en aprietos. Una visión cínica de las actuaciones cotidianas puede ser
tan parcial como la que propone el actuante. Las impresiones fomentadas en las actuaciones
cotidianas están sujetas a disrupciones.
Mistificación: La imposibilidad de regular la información adquirida por el público implica una
posible disrupción de la definición proyectada de la situación; la imposibilidad de regular el
contacto implica la posible contaminación ritual del actuante. Está muy difundida la noción de
que las restricciones puestas sobre el contacto -el mantenimiento de la distancia social- proveen un
camino en el cual se puede originar y mantener un temor reverente en el público -un camino en el
cual el público puede ser mantenido en un estado de mistificación en relación con el actuante-.
Realidad y artificio: En nuestra cultura parece haber dos modelos basados en el sentido común,
de acuerdo con los cuales formulamos nuestras concepciones de la conducta: la actuación real,
sincera u honesta, y la falsa, que consumados embusteros montan para nosotros, ya sea con la
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

intención de no ser tomados en serio, como en el trabajo de los actores, o con la intención de serlo,
como en el caso de los embaucadores. Tendemos a ver las actuaciones reales como algo que no ha
sido construido expresamente, como producto involuntario de la respuesta espontánea a los
hechos en su situación. Y tendemos a ver las actuaciones ideadas como algo industriosamente
armado, con un detalle falso tras otro.
Si una actuación ha de tener efecto, será bueno que los testigos puedan creer en todo sentido que
los actuantes son sinceros. Esta es la posición estructural de la sinceridad en la secuencia de los
acontecimientos.
Los actuantes pueden ser sinceros o no serlo, pero están absolutamente convencidos de su
sinceridad. Si bien las personas son por lo general lo que aparentan ser, dichas apariencias
11
podrían, no obstante, haber sido dirigidas. Hay entonces una relación estadística entre las
apariencias y la realidad, que no es intrínseca ni necesaria. Algunas actuaciones pueden ser
llevadas correctamente con plena sinceridad o con exitosa deshonestidad, pero ninguno de estos
dos extremos es esencial para las actuaciones en general. El mundo no es un escenario pero no es
fácil especificar los aspectos que hacen la diferencia. Esta capacidad para intercambiar roles
desempeñados, al verse obligado a ellos, podría haber sido prevista, aparentemente todo el
mundo puede hacerlo. Ser un tipo dado de persona no significa solo poseer los atributos
requeridos, sino también mantener las normas de conducta y apariencia que atribuye el grupo
social al que pertenece.
Toda interacción es un artificio, no hay diferencia.
7. Conclusiones
Guía: Características del establecimiento social:
- Equipo
- Regiones anterior y posterior
- Consenso de trabajo
- Evitación de disrupciones
Perspectivas de análisis: Técnica, política, estructural y cultural.
Puesta en contexto y objetivos del enfoque dramático.
Alcances del manejo de impresiones.
Sí mismo como actuante y como personaje.

El marco de referencia:
Un establecimiento social puede ser estudiado desde el punto de vista del manejo de las
impresiones. Dentro de un establecimiento social encontramos un equipo de actuantes que
cooperan para presentar al auditorio una definición dada de la situación. Observamos a dos
regiones: la región posterior, donde se prepara la actuación de una rutina, y la región anterior,
donde se ofrece la actuación. El acceso a estas regiones se halla controlado a fin de impedir que el
auditorio pueda divisar el trasfondo escénico y que los extraños puedan asistir a una
representación que no les está destinada. Entre los actuantes y el auditorio se establece un
convenio tácito para actuar como si existiese entre ambos equipos un grado determinado de
oposición y de acuerdo. En general, pero no siempre, se acentúa el acuerdo y se minimiza la
oposición. El consenso de trabajo resultante tiende a ser contradicho por la actitud que asumen los
actuantes hacia el auditorio cuando este se halla ausente, y por la comunicación impropia
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

cuidadosamente controlada que los actuantes transmiten mientras el auditorio está presente.
Advertimos que se ponen de manifiesto roles discrepantes: algunos de los individuos que son
aparentemente miembros del equipo de actuantes o del auditorio -o extraños- obtienen
información acerca de la actuación, y aun de las relaciones del equipo que no son manifiestas y
que complican el problema de la puesta en escena de la representación. A veces se producen
disrupciones con lo cual se desacredita o contradice la definición de la situación que se quiere
mantener. La mitología del equipo hará frente a estos hechos disruptivos. Los actuantes, el
auditorio y los extraños aplican técnicas para salvaguardar la representación. Para asegurar el
empleo de estas técnicas, el equipo tenderá a elegir miembros leales, disciplinados y circunspectos,
y un auditorio que se comporte con tacto.
Estos rasgos y elementos constituyen el marco de referencia característico de gran parte de la 12
interacción social que se desarrolla en los medios naturales de nuestra sociedad. Es un marco
formal y abstracto, en el sentido de que puede ser aplicado a cualquier establecimiento social; no
es, sin embargo, una mera clasificación estática. Se relaciona con problemas dinámicos creados por
la motivación que conduce a sustentar la definición de la situación proyectada ante otros.
El contexto analítico: En este informe estudiamos en gran medida los establecimientos sociales
considerados como sistemas relativamente cerrados. Se ha supuesto que la relación de un
establecimiento con otros es en sí misma un área inteligible de estudio y que debe ser tratada
analíticamente como parte de un orden fáctico diferente: el orden de la integración institucional.
Sería conveniente tratar de situar la perspectiva adoptada en este estudio dentro del contexto de
otras perspectivas que parecen ser las empleadas en forma habitual, implícita o explícitamente, en
el estudio de los establecimientos sociales como sistemas cerrados. Sugerimos de modo
exploratorio cuatro enfoques distintos.
Un establecimiento social puede ser considerado desde el punto de vista «técnico», en función de
su eficacia e ineficacia como sistema de actividad intencionalmente organizado para el logro de
objetivos predefinidos.
Un establecimiento social puede ser enfocado desde el punto de vista «político», en función de las
acciones que cada participante (o clase de participantes) puede exigir de otros participantes, los
tipos de privaciones e indulgencias que pueden ser prorrateados para hacer cumplir esas
demandas, y los tipos de controles sociales que guían este ejercicio del mando y la aplicación de
sanciones.
Un establecimiento social puede ser considerado desde el punto de vista «estructural», en función
de las divisiones de status horizontales y verticales y de los tipos de relaciones sociales que
vinculan mutuamente a estos diversos grupos.
Por último, un establecimiento social puede ser considerado desde el punto de vista «cultural», en
función de los valores morales que influyen sobre la actividad del establecimiento, valores
relativos a las modalidades, costumbres y cuestiones de gusto, a la cortesía y el decoro, a los
objetivos esenciales y restricciones normativas sobre los medios, etc.
Hay que advertir que todos los hechos que es posible averiguar acerca de un establecimiento
social son relevantes para cada una de las cuatro perspectivas, pero cada perspectiva confiere su
propia prioridad y su propio orden a estos hechos.
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

El enfoque dramático puede constituir, a mi entender, una quinta perspectiva, que podría sumarse
a las perspectivas técnica, política, estructural y cultural.
La perspectiva dramática puede ser empleada como punto final del análisis, como medio final
para el ordenamiento fáctico. Esto nos llevaría a describir las técnicas de manejo de las
impresiones empleadas en un establecimiento dado, los principales problemas de manejo de las
impresiones que se presentan en dicho establecimiento y la identidad e interrelaciones de los
distintos equipos de actuantes que operan en el establecimiento.
El punto de intersección más claro de las perspectivas técnica y dramática está constituido, quizá,
por los estándares de trabajo. Para ambas perspectivas es importante el hecho de que un grupo de
individuos se preocupe por someter a prueba las características y cualidades no manifiestas de los
13
logros del otro grupo de individuos en la esfera del trabajo, y que este otro grupo se preocupe por
dar la impresión de que su trabajo encarna esos atributos ocultos.
Las perspectivas política y dramática se intersectan claramente con respecto a la capacidad de un
individuo para dirigir las actividades de otro.
Las perspectivas cultural y dramática se intersectan más claramente con respecto al
mantenimiento de las normas morales. Los valores culturales prevalecientes en un establecimiento
social determinarán en forma detallada la actitud de los participantes acerca de muchas
cuestiones, y al mismo tiempo establecerán un marco de apariencias que será necesario mantener,
sean cuales fueren los sentimientos ocultos detrás de las apariencias.
Personalidad - Interacción - Sociedad
Cuando un individuo aparece ante otros, proyecta, consciente e inconscientemente, una definición
de la situación en la cual el concepto de sí mismo constituye una parte esencial.
Cuando tiene lugar un hecho que es, desde el punto de vista expresivo, incompatible con la
impresión suscitada por el actuante, pueden producirse consecuencias significativas que son
sentidas en tres niveles de la realidad social, cada uno de los cuales implica un punto de referencia
y un orden fáctico distintos.
En primer lugar, la interacción social, considerada aquí como un diálogo entre dos equipos, puede
llegar a una interrupción confusa y embarazosa: la situación cesa de estar definida, las posiciones
previas se vuelven insostenibles, y los participantes se encuentran sin un curso de acción
claramente trazado. Por lo general, estos últimos perciben una nota discordante en la situación y
llegan a sentirse molestos, confundidos y desconcertados. En otras palabras, se desorganiza el
pequeño sistema social creado y sustentado por la interacción ordenada y metódica. Estas son las
consecuencias que tiene la disrupción desde el punto de vista de la interacción social.
En segundo lugar, además de las consecuencias desorganizadoras momentáneas para la acción,
las disrupciones de la actuación pueden tener secuelas de mayor alcance. Los auditorios suelen
aceptar el «sí mismo» proyectado durante toda actuación corriente por el actuante individual
como representante responsable de su grupo de colegas, de su equipo y de su establecimiento
social. También aceptan la actuación particular del individuo como prueba de su capacidad para
representar la rutina, e incluso como prueba de su capacidad para representar cualquier rutina. En
cierto sentido estas unidades sociales más amplias -equipos, establecimientos sociales, etc.- se ven
comprometidas cada vez que el individuo representa su rutina; en cada actuación tiende a ser
sometida a prueba su legitimidad y puesta en juego su reputación permanente.
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

Por último, observamos con frecuencia que el individuo puede comprometer profundamente su
yo, no solo en su identificación con un papel, un establecimiento y un grupo determinados, sino
también en la imagen de sí mismo como alguien que no desorganiza la interacción social ni
traiciona a las unidades sociales que dependen de esa interacción. Por ende, cuando se produce
una disrupción advertimos que pueden llegar a desacreditarse las imágenes de sí mismo en torno
de las cuales se forjó su personalidad. Estas son las consecuencias que pueden tener las
disrupciones desde el punto de vista de la personalidad individual. Por lo tanto, las disrupciones
de la actuación repercuten en tres niveles de abstracción: la personalidad, la interacción y la
estructura social.

14
6584 Ovejero Bernal. Las Relaciones Humanas Psicología social teórica y aplicada.
Cómo percibimos a las otras personas: La cognición social
Guía: Dos procesos en la percepción: Características de la formación de
- Recopilar datos impresiones (Secord)
- Ir más allá Variables que influyen en la mayor
Características de la percepción de personas perceptibilidad de unos rasgos por sobre
- Activa otros (Asch)
- Selectiva - Efecto de primacía
- Inferencial - Atributos físicos
- Estructurante - Saliencia contextual
- Estable - Accesibilidad
Diferencias con la percepción de objetos TIP
Por qué necesitamos formarnos impresiones - Implícitas
de los otros? - Idiosincrásicas
Cognición social Esquemas sociocognitivos
- Modelo aditivo - Influidos por las características de la
- Modelo gestaltista: Rasgos centrales situación estimular y del perceptor
Efecto primacía y recencia

Introducción
Algo tan central en psicología social como son las relaciones interpersonales dependen en gran
medida de la percepción social: nos comportamos con los demás según les percibamos. A veces
ocurre incluso que nos hacemos una primera impresión, positiva o negativa, de alguien a quien ni
siquiera conocemos. Pues bien, ello influye fuertemente en cómo nos comportamos con él. De ahí
la enorme importancia que para la conducta social tendrá la percepción de personas y la
formación de impresiones. «Los procesos básicos, para saber cómo llegamos a conocer a otras
personas e interactuar con ellas, son un aspecto clave en la comprensión de todas las relaciones
sociales», pues tratamos a los demás no tal y como son realmente, sino tal y como los percibimos.
Ahora bien, la percepción comprende esencialmente dos procesos:
1) La recopilación de los datos estímulo y su recodificación para reducir su complejidad y facilitar
su almacenamiento y recuperación en la memoria; y
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

2) El intento de «ir más allá» de los datos recopilados, con la finalidad de predecir acontecimientos
y conductas futuras y evitar así reducir la sorpresa y la incertidumbre.
Un caso extremo sería el de alguien que creyera que el color de los ojos refleja un tipo de
personalidad: le bastaría ver los ojos de alguien para deducir el tipo de persona que es y predecir
así muchos de sus comportamientos futuros. Otra cosa bien diferente es hasta qué punto
acertamos o no con nuestras inferencias. Ahora bien, ¿cómo hacemos esas inferencias? ¿Cómo nos
hacemos una impresión de los demás?
Percepción social: definición
Entendemos por percepción social el proceso por el que llegamos a conocer y pensar a las otras
personas, sus características, cualidades y estados internos. La percepción social es, pues, un 15
proceso por el que una persona crea un mundo perceptual coherente, a partir de una serie de
estímulos físicos caóticos, y, al igual que la percepción de objetos físicos, la percepción de
personas, se caracteriza por estos rasgos:
1) Activa: incluso desde un punto de vista fisiológico, la percepción social es un proceso activo;
2) Selectiva: de la gran cantidad de estímulos caóticos que nos llegan de una forma también
caótica, seleccionamos aquellos que nos interesan, a través de una doble selectividad, la que
imponen nuestros propios filtros perceptivos (sólo conocemos aquello que puede pasar por
nuestros sentidos) y la que depende de nuestra atención (sólo nos fijamos en aquello que nos
interesa);
3) Inferencial: porque a partir de unos datos físicos inferimos conclusiones no físicas (emociones,
etc.);
4) Estructurante: todo lo que captamos lo estructuramos a nuestra manera, categorizando a las
personas como pertenecientes a grupos; y
5) Estable: necesitamos percibir a las demás personas como estables.
Es decir, que la percepción, tanto la social como la no social, exige la plena participación activa del
percibidor, influyendo sobre ella las necesidades corporales y sociales, las variables de
recompensa y castigo, el sistema de valores del perceptor, sus características de personalidad, etc.
Sin embargo, existen también algunas importantes diferencias entre ambos tipos de percepción:
1) Las personas son percibidas como agentes causales y los objetos no, lo que explica por qué el
factor «engaño» tiene una importancia crucial en la percepción de personas, mientras que es
prácticamente irrelevante en la percepción de objetos físicos. El perceptor sabe que los objetivos y
deseos de la persona percibida influyen en la información que presenta de sí misma, lo que unido
a la ambigüedad que tiene gran parte de la información, hace que el perceptor se implique en un
proceso activo, intentando descubrir cómo la persona percibida «realmente es», o cuáles son sus
verdaderas intenciones.
2) Las otras personas son semejantes a nosotros, lo que nos permite realizar una serie de
inferencias que no podemos realizar en el caso de los objetos.
3) La percepción de personas suele darse en interacciones que poseen un carácter dinámico.
Generalmente, cuando percibimos a otra persona estamos siendo también percibidos por ella.
Nuestra mera presencia, el hecho de sentirnos observados o el contexto, pueden hacer que la otra
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

persona maneje la impresión que quiera causamos, presentando o enfatizando ciertas


características y omitiendo otras. Además, las expectativas o percepciones respecto a la persona
que percibimos influyen en nuestra conducta hacia ella; esta conducta, a su vez, puede influir en la
respuesta que la persona percibida, emita, cerrando de esta manera una especie de círculo vicioso.
¿Por qué necesitamos hacernos una impresión de los demás?
La percepción de las personas es un proceso claramente al servicio de nuestras interacciones, es
decir, las personas percibimos a los demás para maximizar los efectos de nuestra interacción con
ellas por lo que nuestra percepción persigue diferentes objetivos que se suelen clasificar en dos
grupos:
1) Hacer un diagnóstico o evaluación de la persona percibida: en este caso la meta de la 16
interacción consiste en que la percepción sea lo más correcta posible, lo que es importante en una
infinidad de situaciones cotidianas. Cuatro factores facilitan el que se dé esta situación:
a) Dependencia de resultados: cuando lo que se obtiene de la interacción social depende,
de alguna manera, de la persona percibida, entonces la motivación para percibirla
correctamente es alta. Esto ocurre tanto cuando la dependencia es positiva (por ejemplo,
si el otro tiene éxito, nosotros lo tendremos, y si el otro fracasa, nosotros fracasaremos)
como cuando es negativa (por ejemplo, si yo gano, el otro pierde, y viceversa). En estas
circunstancias; las personas se preocupan por percibir correctamente a los demás porque
quieren predecir e incluso controlar sus propios resultados, para lo que necesitan
predecir y tal vez incluso influir sobre los resultados de los demás;
b) Estatus subordinado: tener una posición subordinada en relación con la otra persona
(por ejemplo, alumno-profesor, etc.) significa que nuestros beneficios dependen de la
otra persona en mayor medida que los suyos de nosotros. Quienes se encuentran en esta
situación de inferioridad estarán más atentos a cómo son quienes se encuentran en la de
superioridad que al revés;
c) Estigma: tener un estigma significa poseer un atributo socialmente desacreditador. Las
investigaciones han mostrado que ser una persona estigmatizada influye también en
cómo percibe y en cómo es percibida. Cuando se trata de un estigma no visible, quienes
lo padecen suelen ser especialmente sensibles en sus percepciones. Sin embargo, cuando
se trata de un estigma claramente visible, quienes lo padecen no se muestran muy
acertados en sus percepciones, a causa probablemente de que este tipo de personas
suelen estar demasiado preocupadas por el manejo de la situación y de cómo se
presentan en ella como para estar atentas a una percepción adecuada.
d) Sentirse responsable de la impresión formada: no sólo nuestra dependencia respecto a
las personas con quienes interactuamos favorece que nos esforcemos por formarnos una
correcta impresión, sino que también esto ocurre cuando tenemos que dar cuenta ante
terceras personas de la impresión que nos formamos.
2) Actuar: en este caso el perceptor persigue algún objetivo específico, y la percepción de las
personas presentes en la interacción tiene sólo una relación incidental con este objetivo. En estos
casos, la gente no se preocupa por obtener una representación lo más correcta posible de la otra
persona con quien interactúa. Por ejemplo, cuando se va a comer a un restaurante lo más probable
es que se tenga que interactuar con un camarero, pero uno no suele estar interesado en averiguar
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

cómo es realmente ese camarero. En estas situaciones solemos estar muy ocupados en otras metas
más concretas (examinar la carta y los precios, etc.) poco relacionadas con la formación de
impresiones. Este tipo de situaciones tiene lugar con mayor frecuencia que las situaciones de
diagnóstico en la vida cotidiana y presentan, igualmente, una mayor variabilidad.
En todo caso, podríamos preguntamos cómo es posible predecir la conducta de una persona sin
hacernos una idea, aunque mínima, de cómo es esa persona. Esta situación es posible
principalmente por dos razones: la primera consiste en que en muchas de las situaciones en las
que cotidianamente nos encontramos existen unas normas reguladoras de la conducta lo
suficientemente claras y precisas como para no tener que preocupamos de averiguar cómo son las
otras personas que están en la situación en orden a predecir su conducta. La segunda razón estriba
en que muchas de las situaciones sociales son en gran medida un proceso de negociación y de 17
influencia mutua. Imaginemos, el caso de un profesor a quien le gusta que sus ayudantes sean
pulcros y muy cuidadosos en su trabajo: a la hora de seleccionar estos ayudantes obviamente
diagnosticaría si los candidatos parecen ajustarse al tipo de colaborador que él desea. Pero
también es muy posible que pueda ahorrarse ese trabajo: el profesor puede haber transmitido, de
forma directa o indirecta, a los aspirantes cuál es su tipo de ayudante ideal, con lo que si éstos
realmente desean el puesto posiblemente se presenten a la entrevista vestidos con pulcritud y
alardeando de su afán de meticulosidad.
¿Cómo nos hacemos una impresión?
Tradicionalmente en psicología social se han estudiado dos grandes temas en la percepción de
personas: a) La exactitud en la percepción, o más concretamente, qué características tenían los
buenos perceptores, tema que en los años 50 fue abandonado como consecuencia principalmente
de la demoledora crítica metodológica realizada por Cronbach y porque no se logró mostrar
cuáles eran las características de los buenos perceptores ni tan siquiera si había buenos
perceptores; b) La segunda línea de investigación fue la formación de impresiones, que vino a
reemplazar a la anterior, y que intentaba estudiar cómo los individuos utilizan la diferente
información que reciben de una persona estímulo determinada para formarse una impresión
relativamente coherente y unitaria de ella.
La formación de impresiones no es sino una parte de la llamada cognición social, que es el proceso
de recoger información sobre las otras personas, organizarla e interpretarla. La cognición social
implica, entre otras cosas, formarse impresiones de los otros, buscar las causas de su conducta y
recordar cosas sobre las otras personas.
Asch fue el primero en dar una respuesta coherente a este interrogante, sugiriendo dos modelos
posibles:
a) Modelo aditivo: según este modelo, dada una serie de datos estímulo, la impresión final no será
sino la suma de tales datos, de las impresiones parciales. Pero este modelo plantea un serio
problema: ¿cómo resolver e integrar la información contradictoria?
b) Modelo gestaltista: los diferentes datos estímulos que recibe el individuo son organizados
formando un todo, de forma que cualquier información que le llega es asimilada en función de la
información que ya tiene. La ventaja de éste modelo, preferido por Asch, sobre el anterior quedó
demostrada en un experimento del propio Asch en el que un grupo de sujetos recibía una
descripción de una persona, desconocida para ellos, que contenía los siguientes rasgos: inteligente,
habilidosa, trabajadora, afectuosa, decidida, práctica y cauta. Otro, grupo similar recibió una
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

descripción que contenía estos rasgos: inteligente, habilidosa, trabajadora, fría, decidida, práctica y
cauta. Las dos descripciones son similares, con la diferencia de afectuosa y fría. Esta sola
diferencia originó un cambio esencial en la impresión que de esa persona se hicieron unos y otros
sujetos. Para explicarlo, Asch hizo la distinción entre rasgos centrales y rasgos periféricos.
Son rasgos centrales aquellos que tienen un alto peso específico sobre la impresión final, mientras
que serán periféricos los que tengan un bajo peso en esa impresión final. El que un rasgo sea
central o periférico depende, según Asch, del contexto, o sea, de los demás rasgos estímulo. Por
ejemplo, el rasgo «inteligente» adquiere diferente significado y valor según el contexto
(acompañando al término «perverso» se hace negativo y acompañando al término «altruista y
desinteresado» se hace positivo). Ahora bien, dado que la centralidad de un rasgo depende de los
otros rasgos, entonces un mismo rasgo será central en un contexto y periférico en otro, como de 18
hecho demostró Asch. Así, poseer una deficiente fluidez verbal será un rasgo periférico en el caso
de un deportista, y sin embargo será central en el caso de un profesor, puesto que la fluidez verbal
es algo importante para ser un buen profesor, pero totalmente irrelevante para, por ejemplo,
correr los cien metros.
Como vemos, Asch inició dos importantes líneas de investigación: la primera se refiere a la
integración de la información, es decir, a las distintas modalidades en que la información es
procesada y combinada. En concreto, en ocasiones recibimos informaciones contradictorias sobre
una persona (por ejemplo, tenemos una impresión de ella como de una persona puntualísima y un
día llega con mucho retraso): ¿cómo integramos esta información contradictoria en una impresión
coherente? La teoría de Asch predice que adaptaremos la información contradictoria a la
impresión previa (efecto de primacía) (si fuera la nueva y contradictoria información la que obliga
a cambiar la impresión previa, estaríamos ante un efecto de recencia). Ahora bien, si Asch tiene
razón y el efecto de primacía es realmente más influyente que el de recencia, entonces también
serán importantísimas en el comportamiento interpersonal las primeras impresiones que nos
hacemos de los demás.
La segunda línea de investigación iniciada por Asch se refiere a las teorías implícitas de
personalidad: ¿existen relaciones relativamente estables entre rasgos?
Tres tipos de factores como determinantes de la formación de impresiones:
1) Determinantes sociales y culturales: estos determinantes son muy influyentes. La cultura
contribuye en gran medida a la formación de las impresiones y contribuye de varias formas:
a) Poniendo su acento selectivo en ciertos rasgos
b) Proporcionando categorías ya hechas como las de sexo, edad, raza, etc.
2) Los propios procesos de inferencia, tan estudiados después dentro de la temática general de la
cognición social: las teorías implícitas de personalidad y los esquemas.
3) Las características o atributos del perceptor
Unos rasgos serán percibidos más fácilmente y utilizados con mayor probabilidad, dependiendo
sobre todo de estas variables:
A. Efecto de primacía, según el cual los atributos que percibimos primero tienen más
probabilidades de ser utilizados como categorías que los que percibimos más tarde
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

B. Algunos atributos físicos, como el color de la piel, el sexo, la edad, el atractivo físico o
algunos estigmas físicos, dado que suelen ser los primeros rasgos que se perciben, además
de que algunos de ellos (por ejemplo, la edad o el color de la piel) suelen ser claros
indicadores de estereotipos
C. La saliencia contextual, es decir, alguna característica que por diferentes razones destaque
entre las restantes, como por ejemplo, una mujer en un grupo de hombres, o un señor
mayor en un grupo de niños, etc.
D. La accesibilidad o disponibilidad de la característica, lo que suele depender de su
utilización reciente o de que se haya activado a menudo en el pasado. Por ejemplo, si al
salir de una conferencia sobre sectas vemos a una mujer que pertenece a una de ellas,
utilizaremos la categoría «perteneciente a una secta» antes que la de «mujer».
19
En todo caso, a la hora de hacernos una impresión, tendemos a prestar atención principalmente a
estos tres tipos de información: a) información sobre la pertenencia a grupos o categorías sociales
(sexo, clase social, etc.); b) información sobre las características de personalidad (en nuestra
cultura, la inteligencia, la amabilidad, y el ser trabajador, servicial, honesto y bondadoso) y otras
características como las físicas, principalmente el atractivo físico, que es absolutamente central en
la formación de impresiones de los occidentales, y c) información sobre la conducta: obviamente,
también van a desempeñar un papel central en nuestras impresiones los comportamientos
concretos de las personas.
Y tampoco debemos olvidar el papel tan importante que en la formación de impresiones
desempeña la comunicación no verbal. A las personas les interesa controlar o manejar las
impresiones que los demás se hacen de ellas, y a través de ello intentar ejercer el poder, persuadir,
dar retroalimentación o engañar. Y generalmente los indicadores no verbales tienen un mayor
impacto que los verbales en los cambios de impresiones. Y entre las señales no verbales, las más
influyentes en las impresiones son la mirada, la distancia y el contacto físico.
Pero difícilmente entenderíamos bien cómo nos hacemos una impresión de los demás sin tener en
cuenta, cuando menos, dos subprocesos básicos en tal proceso como son las teorías implícitas de la
personalidad y los esquemas.
Teorías implícitas de la personalidad
Los estudios de Asch mostraron que la impresión no se forma sobre el vacío, no sólo combinamos
la información disponible para hacer una impresión, sino que también de los rasgos estímulo que
tenemos inferimos otros rasgos de que no disponemos. ¿Cómo hacemos estas inferencias?
principalmente a través de lo que llamamos en psicología social teorías implícitas de personalidad,
que son las creencias acerca de qué rasgos o características de las personas aparecen generalmente
juntas. Son implícitas porque estas teorías no suelen estar formuladas en términos formales,
siendo con frecuencia incluso inconscientes, con lo que difícilmente su veracidad o falsedad puede
ser puesta a prueba de manera que el individuo continúa utilizándolas incluso aunque sean falsas,
tendiendo a fijarse en los datos de la realidad que confirman sus TIP más que en los que las niegan
o cuestionan. A pesar de que el contenido de estas teorías puede ser muy amplio, en general
suelen referirse a atributos personales o rasgos de personalidad.
Ahora bien, estas teorías son idiosincrásicas, es decir, propias de cada individuo: cada uno de
nosotros nos formamos unas teorías diferentes en función de nuestra propia experiencia, también
diferente en cada caso. «No obstante, a pesar de esta variabilidad individual, existe cierto
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

consenso o coincidencia entre los integrantes de una determinada sociedad o grupo social
especialmente en determinados momentos históricos en sus TIP».
¿Por qué somos tan dados a utilizar las TIP? Principalmente, como muchos otros fenómenos
sociocognitivos (categorizaciones, estereotipos, etc.), por economía cognitiva. Al igual que las
estructuras cognitivas, una de las principales razones de ser de las TIP consiste en la necesidad
que tenemos de estructurar, dotándolas de orden y significado, nuestras percepciones de la
realidad, y de hacer esto de la forma más sencilla posible. Así, si nos presentan a alguien como
estudiante de filosofía o como estudiante de educación física, posiblemente iniciemos la
conversación hablando de cosas diferentes con cada uno de ellos.
Los ESQUEMAS SOCIOCOGNITIVOS
20
El conocimiento que tenemos de la realidad está almacenado en nuestra mente con una cierta
estructura, estructura que recibe diferentes nombres (hipótesis, guiones, esquemas, categorías,
prototipos, actitudes, marcos, temas, etc.), y que cumplen fundamentalmente dos funciones: en
primer lugar, simplifican cuando hay demasiada información y, en segundo, añaden información
cuando ésta es escasa, permitiendo al perceptor ir más allá de la información suministrada por la
realidad. Aunque, las estructuras cognitivas han sido denominadas de diferentes maneras, el
concepto más utilizado para designarlas es el de esquema.
Un esquema es una estructura cognitiva que representa un conocimiento organizado acerca de un
concepto dado o de un tipo de estímulo.
En los esquemas se distinguen dos componentes fundamentales, unos fijos y otros variables.
Los componentes fijos son aquellos que han de darse necesariamente para que se dé el esquema. Si
alguno de ellos falta, el esquema no se activaría en la mente de la persona. Así, por ejemplo,
cuando percibimos a alguien, para que se active el esquema han de darse unos elementos de
forma inevitable; si no se da esa percepción, se activaría cualquier otro esquema, o ninguno, pero
no ese. Los componentes variables son una especie de huecos sin especificar que permiten integrar
todas las variaciones del esquema que se dan en la realidad. No obstante, esta parte variable suele
tener ciertos límites.
Pero tanto la percepción como la memoria no son asuntos puramente cognitivos sino también
sociales que dependen de elementos de la estructura cognitiva como por ejemplo de los esquemas.
Una vez se ha activado un esquema, éste influye en qué es lo que la persona percibe, la rapidez de
la percepción, cómo interpreta lo percibido y qué percibe como semejante o diferente.
El esquema guía la atención y la memoria congruentes con el esquema. Los recuerdos no son
reproducciones de experiencias que están almacenadas en la memoria, sino que los recuerdos son
construcciones realizadas en el momento de la recuperación de la información.
Ahora bien, ¿cómo se activan las estructuras cognitivas? Responder a esta pregunta es importante
porque dependiendo de qué esquema se active, así será la percepción de la realidad.
La activación de un esquema determinado depende principalmente de dos factores:
a) Características de la información estimular: los esquemas que están relacionados con
características visibles de los estímulos es probable que se activen con mayor facilidad que
aquellos otros que no tienen esta cualidad. Entre las características visibles ocupan un lugar
destacado aquellas que tienen que ver con el aspecto físico, como la edad, la raza, el sexo o el
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

atractivo físico. No obstante, conviene tener en cuenta que lo que hace a esta información
especialmente activadora de esquemas no es sólo su carácter físico, sino sobre todo el significado
social que en nuestro medio se le ha dado a esa apariencia física.
b) Características del perceptor: el segundo factor del que depende qué esquemas son activados lo
constituye el propio perceptor. Además del conocimiento (cantidad, estructuración, etc.) que cada
persona tiene, hay dos aspectos: el estado de ánimo y las metas u objetivos de las personas. En
general, resulta más probable que se activen esquemas que sean congruentes con el estado de
ánimo del perceptor. Si éste está triste o deprimido, probablemente percibirá los aspectos
negativos de la realidad que le rodea. Por el contrario, si está alegre y optimista, es más probable
que resulten activados los aspectos positivos.
21
2944 Bernal. Cómo interpretamos la conducta social: las atribuciones causales y
sus sesgos
Guía: Modelos atribucionales
- Psicología ingenua (Heider): Atribuciones internas y externas.
- Inferencias correspondientes (Jones y Davis): Tres principios en las atribuciones internas.
- Modelo covariación (Kelley): Consistencia, distintividad y consenso.
Teorías atribucionales
- Teoría atribucional de la motivación de Wiener: Dimensiones de locus, estabilidad y control.
- Teoría de la indefensión aprendida de Seligman.
Errores y sesgos atribucionales
- Error fundamental de atribución
- Sesgo de autoservicio

Modelos y teorías de atribución


Los modelos y teorías atribucionales pretenden analizar cómo las personas explican la conducta
de los demás, por ejemplo, atribuyéndola ya sea a disposiciones internas (rasgos, motivos y
actitudes perdurables) o a situaciones externas. Estas atribuciones son cruciales, dado que influyen
poderosamente en nuestras reacciones ante los demás y nuestras decisiones en relación a ellos. Por
otra parte, las teorías de la atribución analizan la forma en que explicamos la conducta de las
personas y todas ellas comparten al menos estas tres suposiciones:
a) Intentamos darle sentido a nuestro mundo;
b) Las acciones de las personas las atribuimos a causas internas o externas;
c) Lo hacemos de maneras hasta cierto punto lógicas y consistentes, aunque, como veremos, no
carentes de importantes errores y sesgos.
A) Modelos atribucionales: Existen tres grandes modelos atribucionales
1) La psicología ingenua de la acción, de Heider: Fritz Heider (1958), fue el primer autor que
comenzó a desarrollar la teoría de la atribución bajo una perspectiva netamente gestaltista y
dentro de una disciplina, la psicología social, que siempre había destacado los componentes
cognitivos del comportamiento humano. Heider se dio cuenta de que nuestro comportamiento
depende más de nuestra percepción que de la propia realidad. Nuestra reacción a un
acontecimiento, por ejemplo, dependerá más de cómo nosotros percibamos ese acontecimiento
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

que del acontecimiento en sí. Por ello, para él la atribución, que la define como el proceso por el
que «el hombre capta la realidad para tratar de predecirla y controlarla», es un momento capital
en el análisis de la acción de un sujeto. Si queremos entender cómo se comporta una persona
debemos entender los procesos atribucionales que utiliza. Así pues, para comprender la conducta
humana es necesario conocer cómo la gente percibe su mundo social y cómo informa sobre él. La
teoría de la formación de impresiones olvidaba un aspecto importantísimo: las circunstancias en
que tiene lugar una conducta. Heider tratará de superar este problema. Según el contexto y las
circunstancias de una misma conducta inferiremos un rasgo de personalidad u otro diferente. Más
aún, un principio fundamental en el análisis de Heider es que la gente desea controlar y predecir
su entorno, desea anticipar los efectos que tendrá su conducta sobre su entorno y sobre sí mismo,
para saber a qué atenerse y saber cómo debe actuar. Por ello, utiliza atribuciones causales: la gente
percibe la conducta como estando causada. Ahora bien, la causa de una conducta puede ser 22
atribuida al propio actor (atribución interna) o al ambiente (atribución externa). Y estas
atribuciones causales determinarán las relaciones interpersonales. Por ejemplo, la conducta de un
profesor hacia un alumno que ha hecho muy mal un examen será muy diferente según que
atribuya ese fracaso al medio (a una tragedia familiar en casa del niño, justo un día antes del
examen) o lo atribuya al propio alumno (falta de esfuerzo, por ejemplo). Generalmente solemos
hacer atribuciones internas de los éxitos alcanzados por una persona que la consideramos de alto
estatus, poder, prestigio o competencia, y en cambio ese mismo éxito lo atribuiremos a causas
externas cuando quien lo consigue es percibido por nosotros como poco competente o con poco
poder o estatus. Ahora bien, las atribu ciones internas/externas que hacemos son, también ellas,
adaptativas.
2) El modelo de las inferencias correspondientes de Jones y Davis: la atribución de la intencionalidad.
El problema sería, pues, el siguiente: ¿cómo puede un observador externo captar las intenciones
subyacentes a las conductas concretas y particulares de una persona? Es decir, lo que pretende
este modelo es buscar una causalidad interna al comportamiento de la gente. Parten estos autores
de la base de que las personas intentan con su conducta alcanzar consecuencias para ellas
deseables. En consecuencia, operando como un procesador de información, el perceptor puede
llegar a conocer las intenciones de un actor, cuando éste actúa libremente, a partir de las
consecuencias o los efectos de su comportamiento. En este proceso el observador se guiará por el
principio de la eliminación de las causas más improbables. Para ello establecen tres principios
necesarios para hacer una atribución interna:
a) Que el actor conozca los efectos de su acción: difícilmente se puede atribuir intencionalidad a
alguien por los efectos de un determinado comportamiento si no conocía los efectos que tendría
esa acción;
b) Que el actor posea la capacidad necesaria para realizar esa acción: es poco probable que un
profesor haga una atribución interna en el caso de un examen brillantísimo si este examen fue
realizado por un alumno que él considera como incapaz de hacerlo. De ahí que algunos profesores
lleguen incluso a suspender un examen brillante realizado por un alumno que ellos consideran
torpe y, en el colmo de la injusticia pero en coherencia con su impresión del alumno, rubrican el
suspenso con un «por haber copiado». Evidentemente, en los dos casos anteriores interviene el
principio de eliminación, de forma que rechazamos la intención como factor probable y lo
atribuimos a otros factores que consideramos más probables, como es la ignorancia de las
consecuencias en el primero y la suerte o el haber copiado, en el segundo.
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

c) el tercer principio funcionará como la principal condición que hará posible la atribución interna:
la búsqueda de los efectos no comunes. Proponen que se consideren otras acciones posibles y se
comparen sus efectos: los que no sean específicos de las diversas acciones no se retendrán y en
consecuencia, cuantos menos efectos comunes haya, más fácil será la atribución de intención. Por
ejemplo, Juan es un alumno que puede elegir entre estudiar psicología, medicina o arquitectura.
Las tres carreras le gustan mucho. Además, las tres pueden ser cursadas en su ciudad de
residencia. Pero mientras que si hace psicología o medicina él cree que le será difícil encontrar
trabajo, en cambio si hace arquitectura tiene asegurado un puesto en la empresa de su padre.
Finalmente Juan elige estudiar arquitectura: ¿a qué atribuiremos su elección? Pensaremos que
eligió estudiar arquitectura no porque le guste, ni porque existan estudios de arquitectura en su
ciudad, puesto que ambos son efectos comunes a las tres carreras, sino porque tiene perfectamente
asegurado un puesto de trabajo, que es el único efecto no común. 23

3) El modelo de covariación de Kelley: Kelley basándose en las ideas de Heider y tomando la


analogía del procedimiento científico, ha concebido el modelo más amplio para explicar el proceso
de atribución. Este modelo se aplica tanto a las atribuciones que pueden hacerse sobre uno mismo
(autoatribución) como las que tienen por objeto los demás (heteroatribución); además, no se limita
a atribuciones de un tipo particular, sino que puede englobar asimismo otras que se refieren a
unos aspectos tan diferentes como actitudes, disposiciones de personalidad, emociones,
intenciones, etc. Kelley subraya el carácter motivacional del proceso de atribución. Para él, un
concepto fundamental en el proceso de atribución es el de esquema causal, que es «una
concepción general que la persona tiene sobre cómo ciertas clases de causas interactúan para
producir una clase específica de efectos». Estos esquemas causales, que se adquieren a través de la
experiencia, reflejan las creencias básicas que el individuo que los posee tiene del mundo
moderno. Ahora bien, si el individuo es un procesador de información que busca los efectos no
comunes a dos eventos, para Kelley se trata más bien de un científico social o de un lógico: el
proceso de atribución es una especie de computación mental que trabaja con análisis de varianza.
Y se apoya en una exigencia fundamental: requiere varias observaciones y su principio de
funcionamiento es el de la covariación. Según este modelo, el observador se hace una pregunta
clave: ¿covaría la acción con el actor? Si covaría, entonces atribuirá causalidad interna; si no
covaría, atribuirá causalidad externa. Y para saber si existe tal covariación, el observador se fijará
en estos tres criterios: distinción, consenso y consistencia. Así, por ejemplo, al explicar por qué
Isabel tiene problemas con las matemáticas, la mayoría de las personas utilizan de manera
apropiada la información concerniente a la consistencia (¿Isabel suele tener casi siempre
problemas con esta asignatura?), la distintividad (¿tiene problemas Isabel también con otros
profesores o sólo con éste?) y el consenso (¿también las demás personas tienen problemas con este
profesor?). Pues bien, haremos una atribución interna en el caso de que Isabel, y no sus
compañeros, tenga problemas con este profesor, a la vez que ella tenga problemas también con
otros profesores.
B) Teorías atribucionales:
1) Teoría atribucional de la motivación de Weiner: esta teoría surge al ser considerada la conveniencia
de incluir una dimensión cognoscitiva en la explicación de la motivación de logro, dimensión que
no es otra que la atribución causal del éxito o del fracaso. Lo que realmente pretende Weiner es
construir una teoría que sea capaz de dar cuenta de las atribuciones causales que la gente hace de
sus éxitos y de sus fracasos, para poder así predecir cuál será la motivación y el comportamiento
futuros de la gente. Y para ello considera suficientes estas tres dimensiones: a) El locus o el lugar
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

donde se encuentra la causa, que puede ser interno (por ejemplo, la habilidad o el esfuerzo) o
externo (la suerte, la dificultad de la tarea, etc.); b) la estabilidad, que se refiere a la naturaleza
temporal de una causa. En este sentido, la causalidad puede ser estable (por ejemplo, las
capacidades o aptitudes) o inestable (el esfuerzo o la suerte); y c) Control o controlabilidad, que se
refiere a la capacidad del individuo para influir o modificar la causa de un evento. Según esta
dimensión, la causalidad podrá ser controlable (por ejemplo, el esfuerzo) o incontrolable (la
suerte). En consecuencia, cuando, por ejemplo, un alumno fracasa en un examen (o tiene éxito en
ese examen), tenderá a buscar una causa a su fracaso (o a su éxito), y la causa a la que él atribuya
su conducta influirá fuertemente en su motivación y en su rendimiento para próximos examen.
Veamos un ejemplo: José suspende el examen de matemáticas y se dice a sí mismo: «He
suspendido porque yo no valgo para las matemáticas.» Como vemos, ha hecho una atribución
interna, estable e incontrolable. Justamente la peor que podía hacer, ya que le lleva a la 24
indefensión aprendida, porque si a la semana siguiente vuelve a hacer otro examen de
matemáticas y vuelve a suspender, y hace la misma atribución, entonces ¿para qué estudiar para
el próximo examen, si sabe que volverá a suspender, porque él no sirve para eso? De ahí que una
de las funciones de los psicólogos escolares consista en ayudar a los niños y niñas a hacer
atribuciones apropiadas, que no son otras que las internas, inestables y controlables, como por
ejemplo: «He suspendido porque no he estudiado lo suficiente.»
2) Teoría de la indefensión aprendida de Seligman: «Indefensión aprendida» es el término que
Seligman y sus colaboradores acuñaron para referirse a las consecuencias que tiene el haber
aprendido que uno no puede controlar los acontecimientos. Llamamos indefensión aprendida a la
convicción de que no existe relación alguna entre nuestro esfuerzo para alcanzar una meta y el
alcanzarla realmente. Una consecuencia grave de la teoría de la indefensión aprendida se refiere a
la facilidad de generalización de la indefensión. Así, por ejemplo, un estudiante que no es capaz
de aprobar las matemáticas debido a la total incompetencia de su profesor pero que atribuye su
fracaso a causas internas («es que yo no valgo para las matemáticas»), es posible que aprenda la
indefensión y, lo que es más grave, la generalice a otros ámbitos como puede ser la historia, el
lenguaje, el inglés, etc., e incluso al ámbito extraescolar.
Errores y sesgos atribucionales
Los modelos de atribución que hemos visto poseen, los tres, un serio problema: que no siempre
funcionan así en la vida cotidiana. Más aún, que casi nunca se aplican a la vida cotidiana tal como
nos los presentan sus autores. Son «modelos perfectos», que sólo tienen en cuenta los procesos
cognitivos, aislados, «en frío», como si de una computadora se tratase, olvidando que los seres
humanos somos mucho más que cognición. Las personas tenemos sentimientos, motivaciones e
intereses, y, dado que pertenecemos a grupos, nos gustan más las personas y las cosas de nuestro
grupo que las personas y las cosas de otros grupos, sobre todo si compiten con el nuestro. Y
ponemos nuestras cogniciones, y el procesamiento de la información que hacemos, al servicio de
nuestros intereses y de los de nuestro grupo. De ahí que cuando buscamos causas a las conductas
de los demás, y a la nuestra propia, cometemos frecuentes e importantes errores, que no son
casuales sino que tienen una clara funcionalidad: defendernos a nosotros y a los nuestros, así
como a nuestros intereses. Y es que la atribución no actúa en el vacío, sino que cumple unas
funciones muy concretas, particularmente tres: ayudarnos a controlar nuestro entorno, defender
nuestra autoestima y conseguir una eficaz autopresentación. Y para conseguir estos objetivos
hacemos muchísimas trampas, que eso es lo que son los errores de atribución: trampas y engaños
cognitivos que hacemos persiguiendo unos propósitos muy concretos. Es decir, nos desviamos
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

respecto a una respuesta normativa correcta. Ahora bien, si el error es circunstancial u ocasional,
hablamos de error atribucional, mientras que cuando el error es sistemático hablamos de sesgo
atribucional.
Los dos sesgos o errores sistemáticos de atribución más frecuentes y más importantes son estos:
1) Error fundamental de atribución: que no sería un error sino un sesgo, dado que es un error
sistemático en el que caemos todos con demasiada frecuencia. Ross llamó «error fundamental de
atribución» a la tendencia que todos tenemos a olvidar las variables situacionales y tener en cuenta
sólo las personales a la hora de explicar la conducta de los demás. Por ejemplo Iván, hace dos
exámenes de Lengua a principios de curso. Y los dos los suspende. ¿A qué atribuirá el profesor
estos suspensos? Difícilmente nos equivocaremos si prevemos que, haciendo una atribución
25
interna, dirá el profesor: «O bien Iván es muy torpe o un vago o las dos cosas a la vez.» ¿Nos
parece razonable el discurso de este profesor? Sin duda no lo es, porque, si como suele suceder
tantas veces a principios de curso, no tiene más información sobre Iván, sus suspensos pueden
deberse igualmente a su falta de inteligencia, a su falta de esfuerzo, o a que no pudo estudiar por
no tener aún el libro de texto o por un gravísimo problema familiar en casa esa semana. Y, sin
embargo, los profesores, y todos nosotros, tendemos a hacer atribuciones internas de la conducta
de los demás.
Ahora bien, ¿por qué cometemos el error fundamental de atribución? ¿Por qué tendemos a
subestimar los determinantes situacionales de la conducta de los demás pero no los de la propia
conducta? Al parecer tenemos una perspectiva diferente cuando observamos que cuando
actuamos. En concreto, cuando actuamos, el ambiente domina nuestra atención, mientras que
cuando observamos cómo actúa otra persona, esa persona es la que ocupa el centro de nuestra
atención. Además, estamos en una cultura muy individualista e internalista. De hecho, en
culturas menos individualistas la gente percibe con menos frecuencia a los demás en términos
disposicionales. Así, si se pide a estudiantes estadounidenses que se pregunten: «¿Quién soy yo?»,
responden: «soy sincero, confiado», etc., mientras que los japoneses tienden a responder: «Soy un
estudiante de Keio»
2) Sesgo de autoservicio: si para explicar la conducta de los demás solemos utilizar el error
fundamental de atribución, para explicar la nuestra solemos utilizar el sesgo de autoservicio.
Desde hace tiempo los psicólogos vienen confirmando que nuestras ideas respecto a nosotros
mismos afectan de una forma importante a la manera en que procesamos la información social,
influyendo en cómo organizamos nuestros pensamientos y acciones, así como en la manera en que
percibimos, recordamos y evaluamos tanto a las demás personas como a nosotros mismos. Un
claro ejemplo de ello lo constituye el efecto de autorreferencia que, como dice Myers, es la
tendencia a procesar con eficiencia y recordar con precisión información relacionada con uno
mismo: cuando la información es relevante para nuestro autoconcepto, la procesamos más
rápidamente y la recordamos mejor. Así, si se nos pide que nos comparemos con un personaje de
una historia corta, recordaremos mejor ese personaje. Por otra parte, al procesar información
relevante para nosotros mismos tendemos a utilizar un importantísimo sesgo, el sesgo de
autoservicio, que, en palabras de Myers, es la tendencia a percibirnos a nosotros mismos de
manera favorable, para lo que haremos atribuciones internas de nuestros éxitos y externas de
nuestros fracasos. Y este sesgo es aplicable a prácticamente todos los ámbitos. Este sesgo se refleja
incluso en el lenguaje que utilizamos cotidianamente. Así, los alumnos suelen decir: «He
aprobado», «me han suspendido». Y los profesores: «Juan aprobó porque yo soy buen profesor;
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

Pedro suspendió porque él es mal estudiante.» Es más, incluso concedemos una mayor
importancia a aquellas habilidades en que nosotros destacamos y una menor a aquellas en las que
no destacamos.
Cuanto más favorablemente nos percibimos a nosotros mismos en alguna variable más
utilizaremos esa variable a la hora de juzgar a los demás. Otra consecuencia de este sesgo es que
solemos caer en lo que Weinstein llama optimismo ilusorio acerca de los acontecimientos futuros
de la vida. Por ejemplo, los sujetos de Weinstein se percibían a sí mismos con mayor probabilidad
que sus compañeros de obtener un buen trabajo, tener un buen salario y poseer una casa, y con
muchas menos probabilidades de experimentar acontecimientos negativos, como tener algún
problema con el alcoholismo, ser despedido de su trabajo, etc. Y lo grave es que este optimismo
ilusorio aumenta nuestra vulnerabilidad, ya que nos lleva a no tomar las precauciones necesarias. 26
En la misma dirección se coloca el falso consenso, que consiste en la tendencia a sobrestimar la
medida en que las propias expectativas, juicios y opiniones son compartidas por otras personas.
Solemos encontrar apoyo (ilusorio) para nuestras opiniones y para nuestras conductas
sobreestimando el grado o el número en que los demás están de acuerdo con nosotros. Es más,
cuando fracasamos en algún objetivo, pensamos que muchos otros están en nuestra misma
situación. Pero cuando tenemos éxito es más frecuente el efecto opuesto: el sesgo de falsa
particularidad que, es la tendencia a subestimar el carácter común de las habilidades y las
conductas deseables o exitosas de uno mismo. Si hago algo mal en seguida pienso que todo el
mundo lo hace; si, en cambio, hago algo bien, creo ser el único que lo hago. Con ello, obviamente,
mi autoestima subirá. En definitiva, la gente tiende a ver sus defectos como normales y, en
cambio, sus virtudes como raras. Por otra parte, llamamos estilo atribucional a una forma habitual
de responder a cuestiones sobre causalidad. Si se me permite la expresión, diré, para entendernos,
que si un sesgo era un error sistemático, un estilo atribucional sería un sesgo sistemático. Pues
bien, a la utilización sistemática del sesgo de autoservicio se le llama estilo atribucional egótico.
Aunque, este estilo atribucional está muy generalizado, sin embargo, no se da en todos los
individuos. Por el contrario, existen personas, generalmente con baja autoestima y/o que
pertenecen a minorías sociales, que no sólo no son atribucionalmente egóticas, sino que tienden a
atribuir sus éxitos a factores externos y sus fracasos a factores internos. A esto se le llama estilo
atribucional insidioso. Ahora bien, ¿por qué está tan extendido el sesgo de autoservicio? Existen
básicamente tres explicaciones: a) Autopresentación: intentamos presentar una imagen positiva
de nosotros mismos, manejando las impresiones que creamos en los demás. Y una forma de
conseguirlo es a través de la autopresentación, que es «el acto de expresarse y comportarse de
manera intencionalmente diseñada para crear una impresión favorable o una impresión que
corresponda con los ideales de uno mismo». Pero el asunto es delicado y complejo, pues si la gente
desea ser vista como capaz, también quiere ser vista como modesta y honesta. La modestia
produce una buena impresión mientras que la jactancia no solicitada produce una impresión
negativa. Por tanto, las personas exhiben a menudo menos autoestima de la que sienten en
privado. Cuando explican un éxito importante, tienen el doble de probabilidad de reconocer la
ayuda de otros si su explicación es pública. Pero cuando es obvio que lo hemos hecho bien, las
negaciones («lo hice bien, pero no tiene importancia») pueden ser vistas como una humildad falsa
y fingida. Y es que también la autoincapacitación puede crear una mala impresión. Es decir, que
para causar una buena impresión en los demás se requiere tener una cierta dosis de habilidad
social. b) Una consecuencia de la forma en que procesamos la información: el sesgo de
autoservicio puede deberse a que recordamos mejor lo que hemos hecho de forma activa y a que
recordamos menos lo que simplemente hemos visto hacer a otros. c) Un intento de proteger
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

nuestra autoestima: otra explicación plausible es que estamos motivados a proteger e incluso
mejorar nuestra autoestima. No somos simples máquinas frías de procesamiento de la
información. De hecho, existen muchos estudios que confirman que nuestra maquinaria cognitiva
es puesta en funcionamiento por un «motor motivacional», que persigue confirmar nuestras
autoconcepciones y mejorar nuestra autoimagen. Pero tampoco olvidemos que con frecuencia el
sesgo de autoservicio es un mecanismo para compensar y ocultar una autoimagen baja o algunos
complejos de inferioridad. De hecho, existen estudios en los que las personas cuya autoestima es
temporalmente menoscabada (al decirles, por ejemplo, que tuvieron una puntuación realmente
desastrosa en un test de inteligencia), tienen mayores probabilidades de menospreciar a los
demás. Y aquellos cuyo «yo» ha sido herido recientemente son también más propensos a hacer
atribuciones de autoservicio del éxito o del fracaso que aquellos cuyo «yo» ha tenido un éxito
recientemente. 27

En todo caso, el sesgo de autoservicio puede ser tanto adaptativo como desadaptativo. Es
adaptativo, pues sin este sesgo y sus excusas acompañantes, las personas con autoestima baja
serían más vulnerables a la ansiedad y a la depresión. Y es que creer en nuestra superioridad
también puede motivarnos a lograr y sostener un sentido de la esperanza en tiempos difíciles.
Pero otras veces es desadaptativo. Con frecuencia, las personas que culpan a los demás de sus
dificultades sociales son más infelices que las que pueden reconocer sus errores. Además, si en un
grupo la mayoría de sus miembros se creen superiores a los demás, por fuerza ello creará
problemas al grupo.
Por otra parte, entre las críticas recibidas por los estudios sobre los sesgos de atribución está el que
con frecuencia los toman como algo universal, inherente a la cognición humana, cuando son, más
bien, productos sociales, culturales e históricos. Por consiguiente, los psicólogos sociales
cognitivos deberían preocuparse más por estudiar la validez transcultural de sus afirmaciones
realizando estudios comparados con los que poder confirmar o refutar la universalidad e
invariabilidad de los procesos cognitivos descritos.
Conclusión
Una atribución no es más que una creencia que alguien puede tener acerca de la causa de un
suceso. De ahí que debamos preguntarnos ante todo por qué las personas mantienen tales
creencias, es decir, qué funciones cumplen. Entendiendo estas funciones estaremos en mejores
condiciones de entender también por qué se producen ciertos sesgos.
Por otra parte, un mismo hecho o un mismo fenómeno tendrán muy diferentes repercusiones
sobre la conducta y a veces hasta sobre la vida de las personas según a qué causas atribuyan estas
personas ese hecho o fenómeno. Pongamos el caso de un licenciado en psicología que lleva
buscando trabajo como psicólogo los tres años que hace que terminó la carrera. Y aún no lo ha
encontrado. ¿Cómo le afectará este hecho? ¿Cómo influirá en su motivación y hasta en su vida? La
respuesta que debemos dar en este capítulo es que, al menos en parte, dependerá de las causas
que elija para explicar ese hecho. Por ejemplo, puede decir: «No encuentro trabajo porque se trata
de una tarea imposible, ya que hoy día sólo te dan trabajo si tienes enchufe, y yo no lo tengo». En
estas circunstancias, probablemente este individuo se desmotivará, caerá en la indefensión
aprendida y en adelante ni siquiera intente buscar trabajo. En cambio, supongamos que hubiera
dicho lo siguiente: «Para encontrar trabajo hoy día es fundamental tener unas adecuadas
relaciones sociales. Yo no lo encuentro porque no tengo tales relaciones». Esto ya es más positivo,
pues mientras encontrar un buen enchufe es algo casi imposible para muchos, mejorar sus propias
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

relaciones sociales es ya más fácil. No es raro que en este segundo caso, nuestro sujeto, en lugar de
caer en la indefensión aprendida, intente mejorar sus relaciones sociales.
Ahora bien, para que los estudios en psicología social sobre cognición social sean realmente
fructíferos deberían ver los procesos cognitivos como un producto de la interacción simbólica,
incorporando también las dimensiones afectiva y motivacional, así como prestando más atención
a la génesis sociocultural de las estructuras cognitivas, y sustituir una visión mecanicista por una
visión más histórica y menos individualista de los mismos.
2921 TEORÍA DE LA COMUNICACIÓN HUMANA
Guía: Cinco axiomas en el estudio de la Comunicación Humana
- Imposibilidad de no – comunicación 28
- Comunicación y metacomunicación
- Puntuación de la secuencia de hechos
- Comunicación digital y analógica
- Interacción simétrica y complementaria
Algunos axiomas exploratorios de la comunicación
1- La imposibilidad de no comunicar
Se llamará mensaje a cualquier unidad comunicacional singular o bien se hablará de una
comunicación cuando no existan posibilidades de confusión. Una serie de mensajes
intercambiados entre personas recibirá el nombre de interacción.
Una vez que se acepta que toda conducta es comunicación, ya no manejamos una unidad-mensaje
monofónica, sino más bien con un conjunto fluido y multifacético de muchos modos de conducta.
En primer lugar, hay una propiedad de la conducta que no podría ser más básica por lo cual suele
pasársela por alto: no hay nada que sea lo contrario de conducta. En otras palabras, no hay no-
conducta, o, para expresarlo de modo aún más simple es imposible no comportarse. Ahora bien, si
se acepta que toda conducta en una situación de interacción tiene un valor de mensaje, es decir, es
comunicación, se deduce que por mucho que uno lo intente, no puede dejar comunicar. Actividad
o inactividad, palabras o silencio, tienen siempre valor de mensaje: influyen sobre los demás,
quienes, a su vez, no pueden dejar de responder a tales comunicaciones y, por ende, también
comunican. Tampoco podemos decir que la "comunicación” sólo tiene lugar cuando es
intencional, consciente o eficaz, esto es, cuando se logra un entendimiento mutuo. Que el mensaje
emitido sea o no igual al mensaje recibido constituye un orden de análisis importante pero
distinto. Cualquier comunicación implica un compromiso y, por ende, define el modo en que el
emisor concibe su relación con él receptor.
En síntesis, cabe postular un axioma metacomunicacional de la pragmática de la comunicación: no es
posible no comunicarse
2- Los niveles de contenido y relaciones de la comunicación
Una comunicación no sólo transmite información sino que, al mismo tiempo, impone conductas;
estas dos operaciones se conocen como los aspectos "referenciales” y "conativos”,
respectivamente, de toda comunicación.
El aspecto referencial de un mensaje trasmite información y, por ende, en la comunicación
humana es sinónimo de contenido del mensaje. Puede referirse a cualquier cosa que sea
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

comunicable al margen de que la información sea verdadera o falsa, válida, no válida o


indeterminable. Por otro lado, el aspecto conativo se refiere a qué tipo de mensaje debe
entenderse que es, y, por ende, en última instancia, a la relación entre los comunicantes.
El aspecto referencial transmite los “datos” de la comunicación, y el conativo cómo debe
entenderse dicha comunicación.
La capacidad para metacomunicarse en forma adecuada constituye no sólo condición sine qua non
de la comunicación eficaz, sino que también está íntimamente vinculada con el complejo problema
concerniente a la percepción del self y del otro.
Toda comunicación tiene un aspecto de contenido y un aspecto relacional tales que el segundo clasifica al
primero y es, por ende, una metacomunicación. 29
3-La puntuación de la secuencia de hechos
No se trata aquí de determinar si la puntuación de la secuencia comunicacional es, en general,
buena o mala, pues resulta evidente que la puntuación organiza los hechos de la conducta y, por
ende, resulta vital para las interacciones en marcha. Desde el punto de vista cultural, compartimos
muchas convenciones de puntuación que, si bien no son ni más ni menos precisas que otras
visiones de los mismos hechos sirven para reconocer secuencias de interacción comunes e
importantes. Por ejemplo a una persona que se comporta de determinada manera dentro de un
grupo, la llamamos “líder” y a otra “adepto”, aunque resultaría difícil decir cuál surge primero o
qué sería del uno sin el otro. "Me retraigo porque me regañas” y "Te regaño porque te retraes”.
La naturaleza de una relación depende de la puntuación de las secuencias de comunicación entre los
comunicantes
4-Comunicación digital y analógica
Los seres humanos se comunican tanto digital como analógicamente. El lenguaje digital cuenta con una
sintaxis, lógica sumamente compleja y poderosa pero carece de una semántica adecuada en el campo de la
relación, mientras que el lenguaje analógico posee la semántica pero no una sintaxis adecuada para la
definición inequívoca de la naturaleza de las relaciones.
5- Interacción simétrica y complementaria
Puede describírselos como relaciones basadas en la igualdad o en la diferencia. En el primer caso,
los participantes tienden a igualar especialmente su conducta recíproca, y así su interacción
puede considerarse simétrica. Sean debilidad o fuerza, bondad o maldad, la igualdad puede
mantenerse en cualquiera de esas áreas. En el segundo caso, la conducta de uno de los
participantes complementa la del otro, constituyendo un tipo distinto de gestalt y recibe el nombre
de complementaria. Así, pues, la interacción simétrica se caracteriza por la igualdad y por la
diferencia mínima, mientras que la interacción complementaria está basada en un máximo da
diferencia. En una relación complementaria hay dos posiciones distintas. Un participante ocupa
lo que se ha descripto de diversas maneras como la posición superior o primaria mientras el otro
ocupa la posición correspondiente inferior o secundaria.
Todos los intercambios comunicacionales son simétricos o complementarios, según que estén basados en la
igualdad o en la diferencia.
La organización de la interacción humana
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

Guía: Definición de sistema


- Medio ambiente y subsistemas.
- Sistemas abiertos y cerrados
- Propiedades del sistema abierto: totalidad, equifinalidad, retroalimentación.
- Sistemas interaccionales estables.
- La familia como sistema

La interacción cómo sistema


Cabe considerar la interacción como un sistema, y la teoría de los sistemas generales permite
comprender la naturaleza de los sistemas interaccionales.
30
Un sistema es "un conjunto de objetos así como de relaciones entre los objetos y entre sus
atributos” en el que los objetos son los componentes o partes del sistema, los atributos son las
propiedades de los objetos y las relaciones mantienen unido al sistema.
Así, mientras que los "objetos” pueden ser seres humanos individuales, los atributos con que se
los identifica, son sus conductas comunicacionales. La mejor manera de describir los objetos
interaccionales consiste en verlos no como individuos, sino como "personas que se comunican con
otras personas”. Al destacar el término "relación”, se reduce considerablemente la actual
vaguedad y generalidad de la definición citada.
Lo importante aquí no es el contenido de la comunicación per se sino exactamente el aspecto
relacional (conativo) de la comunicación humana. Así, los sistemas interaccionales serán dos o más
comunicantes en el proceso, o en el nivel, de definir la naturaleza de su relación.
Medio ambiente y subsistemas
Otro aspecto importante de la definición de un sistema es la definición de su medio “Para un
sistema dado, el medio es el conjunto de todos los objetos cuyos atributos al cambiar afectan al
sistema y también aquellos objetos cuyos atributos son modificados por la conducta del sistema”
El carácter evasivo y flexible de este concepto de sistema-medio o sistema-subsistema explica en
considerable medida la eficacia de la teoría de los sistemas generales para estudiar los sistemas
vivos (orgánicos) ya sea biológicos, psicológicos o interaccionales. Pues los sistemas orgánicos son
abiertos, entendiéndose por ello que intercambian materiales, energías o información con su
medio. Un sistema es cerrado si no existe importación o exportación de energía en cualquiera de
sus formas
En síntesis, los individuos que se comunican se estudian en sus relaciones horizontales y
verticales con otras personas y otros sistemas.
Las propiedades de los sistemas abiertos
Así, hemos pasado de la definición más universal de los sistemas generales a centrar la atención
en uno de los dos tipos básicos, el sistema abierto. Ahora es posible definir algunas de las
propiedades formales macroscópicas de los sistemas abiertos, tal como se aplican a la interacción
Totalidad: Cada una de las partes de un sistema está relacionada de tal modo con las otras que
un cambio en una de ellas provoca un cambio en todas las demás y en el sistema total. Esto es, un
sistema se comporta no sólo como un simple compuesto de elementos independientes, sino
como un todo inseparable y coherente.
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

Un sistema no puede entenderse como la suma de sus partes; de hecho, el análisis formal de
segmentos artificialmente aislados destruiría el objeto mismo de estudio. Se hace necesario dejar
de lado las partes en beneficio de la gestalt y prestar atención al núcleo de su complejidad, a su
organización. El concepto psicológico de gestalt no es más que una manera de expresar el
principio de la no-sumatividad; en otros campos existe gran interés por la cualidad emergente
que surge de la interrelación de dos o más elementos.
Cuando la interacción se considera como un derivado de "propiedades” individuales tales como
roles, valores, expectativas y motivaciones el compuesto -dos o más individuos que interactúan-
es un montón sumatorio que puede dividirse en unidades más básicas (individuales). En contraste
a partir del primer axioma de la comunicación, según el cual toda conducta es comunicación y
resulta imposible no comunicarse, se deduce que las secuencias de comunicación serían 31
recíprocamente inseparables; en síntesis, que la interacción es no-sumativa.
Retroalimentación
La retroalimentación y la circularidad, constituyen el modelo causal adecuado para una teoría de
los sistemas interaccionales. La naturaleza específica del proceso de retroalimentacón es de interés
mucho mayor que el origen y, a menudo, que el resultado.
Equifinalidad
En un sistema circular y automodificador, los "resultados (en el sentido de alteración del estado al
cabo de un período de tiempo) no están determinados tanto por las condiciones iniciales como por
la naturaleza del proceso o los parámetros del sistema. En términos más simples, este principio de
equifinalidad significa que idénticos resultados pueden tener orígenes distintos, porque lo
decisivo es la naturaleza de la organización.
Si la conducta equifinal de los sistemas abiertos está basada en su independencia con respecto a
las condiciones iniciales, entonces no sólo condiciones iniciales distintas pueden llevar al mismo
resultado final, sino que diferentes resultados pueden ser producidos por las mismas causas.
Asimismo, este corolario se basa en la premisa de que los parámetros del sistema predominan por
sobre las condiciones iniciales. Así, en el análisis del modo en que las personas se afectan unas a
otras en su interacción, consideraremos que las características de la génesis o el producto son
mucho menos importantes que la organización de la interacción.
Sistemas interacciónales estables
Estamos ahora en condiciones de considerar en forma más detallada los sistemas caracterizados
por la estabilidad, a saber, los llamados sistemas de “estado constante” “un sistema es estable con
respecto a algunas de sus variables si estas variables tienden a permanecer dentro de límites
definidos”
Relaciones estables
Casi inevitablemente, ese nivel de análisis hace que el interés se centre ahora en las relaciones
estables, es decir, las que son: 1) importantes para ambos participantes, y 2) duraderas; ejemplos
generalizados serían las amistades, ciertas relaciones profesionales o de negocios y, sobre todo, las
relaciones maritales y familiares
Limitación
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

En una secuencia comunicacional, todo intercambió de mensajes disminuye el número de


movimientos siguientes posibles. En el extremo más superficial, ello implica una reformulación
del primer axioma, esto es, que en una situación interpersonal uno está limitado a comunicarse; el
desconocido que se dirige a nosotros o nos pasa por alto debe recibir una respuesta, aunque más
no sea una que lo ignore. En circunstancias más complicadas, la restricción de las posibilidades de
respuesta es aún mayor. Así, el contexto puede ser más o menos restrictivo, pero siempre
determina hasta cierto punto las contingencias. Pero el "contexto no consiste sólo en factores
institucionales externos (para los comunicantes). Los mensajes manifiestos intercambiados se
vuelven; parte del contexto interpersonal particular y ejercen limitaciones sobre la interacción
posterior. Volviendo a la analogía con el juego, en cualquier partida interpersonal un movimiento
cambia la configuración del juego en esa etapa, afectando así las posibilidades abiertas a partir de
ese momento y, por ende, alterando el curso de la partida. La definición de una relación como 32
simétrica o complementaria, o el hecho de imponer una puntuación particular, en general limita
el vis-á-vis. Es decir, según este concepto de la comunicación no sólo resulta afectado el emisor,
sino también la relación, incluyendo al receptor. Incluso el hecho de manifestar; desacuerdo,
rechazar o redefinir el mensaje previo significa no sólo responder, sino también engendrar una
participación que no necesita tener ninguna otra base excepto la definición de la relación y el
compromiso inherente a toda comunicación. El hipotético pasajero de avión, que puede preferir
un intercambio de banalidades, podría verse cada vez más envuelto, diríamos atrapado, por sus
movimientos iniciales, por inocuos que fueran.

Reglas de la relación
Habiendo considerado los fenómenos de limitación, podemos pasar a aquellos problemas
directamente relacionados con los sistemas interaccionales. Se recordará que en toda
comunicación los participantes se ofrecen entre sí definiciones de su relación o, para decirlo de
modo más riguroso, cada uno trata de determinar la naturaleza de la relación. Del mismo modo,
cada uno de ellos responde con su propia definición de la relación, que puede confirmar, rechazar
o modificar la del otro. Tal proceso es de suma importancia, pues en una relación estable no
puede quedar fluctuante o sin resolver. Si el proceso no se estabiliza, las enormes variaciones y lo
inmanejable de la situación, para no hablar de lo ineficaz que resulta redefinir la relación con cada
intercambio, llevarían a una disolución de la relación. Las familias patológicas que tan a menudo
se ven en terapia discutiendo inacabablemente acerca de problemas de relación ilustran esa
necesidad, aunque sugerimos que existen límites incluso para esas disputas y, a menudo, una muy
dramática regularidad en medio de ese caos.
La familia como sistema
La teoría de las reglas familiares se adecúa a la definición inicial de un sistema como estable con
respecto a algunas de sus variables si estas variables tienden a mantenerse dentro de límites
definidos y, de hecho, esto lleva a una consideración más formal de la familia como sistema.
Totalidad: Dentro de la familia la conducta de cada individuo está relacionada con la de los otros
y depende de ella. Toda conducta es comunicación, y, por ende influye sobre los demás y sufre la
influencia de éstos.
No sumatividad: El análisis de una familia no es la suma de los análisis de sus miembros
individuales. Hay características del sistema, esto es, patrones interaccionales, que trascienden
PSICOLOGÍA SOCIAL UNIDAD 2

las cualidades de los miembros individuales


Retroalimentación y homeostasis: El sistema actúa sobre las entradas al sistema familiar y las
modifica. Debe examinarse la naturaleza del sistema y sus mecanismos de retroalimentación así
como la naturaleza de la entrada (equifinalidad). Algunas familias pueden soportar grandes
reveses e incluso convertirlos en motivos de unión; otras parecen incapaces de manejar las crisis
más insignificantes.
Es precisamente cuando llegamos al problema de la retroalimentación que se hace necesario
revisar la terminología para clarificar la teoría. Se ha llegado a identificar el término homeostasis
con estabilidad o equilibrio, no sólo aplicado a la familia sino también en otros campos. Pero,
existen dos definiciones de homeostasis: 1) como un fin o estado, específicamente la existencia de
33
cierta constancia frente al cambio (externo), y 2) como un medio: los mecanismos de
retroalimentación negativa que intervienen para minimizar el cambio. La ambigüedad de este
doble uso y las posteriores aplicaciones amplias, y a menudo igualmente vagas, del término han
limitado su utilidad como una analogía precisa o un principio explicativo. En la actualidad resulta
más claro referirse al estado constante o la estabilidad de un sistema, que en general se
mantiene mediante mecanismos de retroalimentación negativa. Todas las familias que
permanecen unidas deben caracterizarse por cierto grado de retroalimentación negativa, a fin de
soportar las tensiones impuestas por el medio y por los miembros individuales.

Calibración y funciones escalonadas


Lo anterior implica dos supuestos más básicos: el de constancia dentro de un rango definido. La
importancia del cambio y la variación (en términos de retroalimentación positiva,
retroalimentación negativa u otros mecanismos) radica en la premisa implícita de cierta
estabilidad fundamental de la variación, una noción que, como ya se señaló, ha quedado
oscurecida por el doble uso del término “homeostasis”. La expresión más exacta para este rango
fijo es la calibración, la “regulación” del sistema que como se verá, es equivalente al concepto más
específico de regla, ya definido.
Resumen
Se describe la interacción humana como un sistema de comunicación, caracterizado por las
propiedades de los sistemas generales: el tiempo como variable, relaciones sistema-subsistema,
totalidad, retroalimentación y equifinalidad. Los sistemas interaccionales se consideran el foco
natural para el estudio del impacto pragmático a largo plazo de los fenómenos comunicacionales.
La limitación, en general, y el desarrollo de reglas familiares, en particular, llevan a una
definición e ilustración de la familia como un sistema gobernado por reglas.

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