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Boletín Primero
“La posición de supremacía de la Constitución sobre las restantes normas que integran el orden
jurídico, estriba en que aquélla determina la estructura básica del Estado, instituye los órganos a
través de los cuales se ejerce la autoridad pública, atribuye competencias para dictar normas,
ejecutarlas y decidir conforme a ellas las controversias y litigios que se susciten en la sociedad, y
al efectuar todo esto, funda el orden jurídico mismo del Estado. La Constitución se erige en el
marco supremo y último para determinar tanto la pertenencia al orden jurídico como la validez de
cualquier norma, regla o decisión que formulen o profieran los órganos por ella instaurados. El
conjunto de los actos de los órganos constituidos -Congreso, Ejecutivo y jueces- se identifica con
referencia a la Constitución y no se reconoce como derecho si desconoce sus criterios de validez.
La Constitución como lex superior precisa y regula las formas y métodos de producción de las
normas que integran el ordenamiento y es por ello “fuente de fuentes”, norma normarum. Estas
características de supremacía y de máxima regla de reconocimiento del orden jurídico propias de
la Constitución, se expresan inequívocamente en el texto del artículo 4.” iii
Las consecuencias que se derivan del principio de supremacía apuntan no sólo al reconocimiento
de una norma jurídica como piedra angular filosófico-política que rige todas las actividades
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estatales y a la cual están subordinados todos los ciudadanos y los poderes públicos, sino que
legitima además las normas jurídicas que se expidan congruentes con ella. Dicho de otro modo: la
Constitución es norma fundante en una dimensión tanto axiológica (v. gr. establece principios,
derechos fundamentales y pautas interpretativas), como instrumental (proporciona los
mecanismos para lograr armonía y coherencia en la aplicación de la Constitución), y en ese orden
de ideas, el principio de supremacía da cabida a la consagración de garantías fundamentales iv
como fines prioritarios del Estado, v y el establecimiento de controles de todo el ordenamiento y de
una jurisdicción especial encargada de velar por su integridad. vi
El control de constitucionalidad
El control constitucional surge como una garantía básica dentro del Estado de derecho con el fin
de hacer efectivo el principio de integridad y supremacía de la Constitución.
La Carta política consagra, en forma expresa, el derecho que tiene todo ciudadano de interponer
acciones públicas en defensa de la Constitución y de la ley (art. 40-6), como una derivación del
derecho de participación en la conformación, ejercicio y control del poder político y señala los
distintos instrumentos o acciones que se pueden ejercitar contra los actos jurídicos que atenten
contra sus preceptos y principios, a saber: la acción pública de inconstitucionalidad (arts. 241 y ss
C.P), la acción de nulidad por inconstitucionalidad (art. 237-2 C.P.) la acción de tutela (art. 86 C.P.)
y, aunque no es considerada como una acción, también se puede incluir aquí la excepción de
inconstitucionalidad, como un corolario del derecho a la supremacía de la Constitución.
Sin embargo, no son éstas las únicas vías que existen para ejercer el control constitucional, pues
en dicho ordenamiento también se establecen otras formas, vr. gr. la revisión automática u oficiosa
de determinados decretos y leyes (art. 241 C.P.) que corresponde ejercer a la Corte
Constitucional; el examen de las objeciones presidenciales a cargo de esa misma corporación
cuando han sido rechazadas por las Cámaras Legislativas (art. 167); y el que realizan los
Tribunales Administrativos cuando deben resolver las objeciones que, por motivos de
inconstitucionalidad, presentan los Gobernadores contra los proyectos de Ordenanzas dictadas
por las Asambleas Departamentales, y cuando deciden sobre la constitucionalidad de los actos de
los Concejos Municipales, de los Alcaldes (art. 305-9-10 C:P.) y, en general de todos los actos de
la autoridades departamentales y municipales. Como también en los casos a que alude la ley que
regula las instituciones y los mecanismos de participación ciudadana. viii
La jurisdicción constitucional
La Jurisdicción Constitucional ha sido instituida por el constituyente como una función pública a
cargo de distintos organismos, cuya misión es la de preservar la supremacía de la Constitución,
asegurando que todos los poderes públicos actúen dentro de los límites que ella misma establece.
La Corte Constitucional
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La Corte Constitucional ha sido instituida por el constituyente como el principal y máximo órgano
encargado de ejercer la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución, labor que debe
desarrollar en “los estrictos y precisos términos” señalados en el artículo 241 ib., que describe, en
forma taxativa, cada una de las funciones que le compete cumplir con ese fin. Así, a esta
corporación le corresponde decidir sobre las demandas de inconstitucionalidad que promuevan los
ciudadanos, contra los siguientes actos:
1. Actos reformatorios de la Constitución, cualquiera que sea su origen, sólo por vicios de
procedimiento en su formación (numeral 1).
2. Leyes, tanto por su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación
(numeral 4).
3. Decretos con fuerza de ley, dictados por el Gobierno Nacional con fundamento en facultades
extraordinarias (art. 150-10 C.P.), y los que se expidan en desarrollo del artículo 341 de la
Constitución, tanto por su contenido material como por vicios de procedimiento en su formación
(numeral 5).
4. Referendos sobre leyes, consultas populares y plebiscitos del orden nacional. Estos últimos sólo
por vicios de procedimiento en su convocatoria y realización (numeral 3).
5. Decretos con fuerza de ley a que se refieren los artículos 5, 6 y 8 transitorios de la Constitución,
según lo ordenado en el artículo 10 transitorio del mismo ordenamiento, al igual que los dictados
con fundamento en los artículos 23 y 39 transitorios.
La Corte Constitucional también ejerce el control constitucional previo, automático u oficioso sobre
los siguientes actos:
2. Decretos legislativos dictados por el Gobierno en desarrollo de las facultades que le confieren
los artículos 212, 213 y 215 de la Constitución, esto es, los expedidos durante los estados
excepcionales de guerra exterior, conmoción interior y emergencia económica, social o ecológica
(numeral 7).
3. Proyectos de ley que hayan sido objetados por el Gobierno por motivos de inconstitucionalidad
(numeral 8).
4. Proyectos de leyes estatutarias, tanto por su contenido material como por vicios de
procedimiento en su formación (numeral 8).
6. También revisa, en la forma en que determine la ley, las decisiones judiciales relacionadas con
la acción de tutela de los derechos constitucionales (numeral 9)
Las decisiones que en materia de control constitucional dicta la Corte Constitucional tienen efectos
erga omnes y hacen tránsito a cosa juzgada constitucional (art. 242 C.P.)
El Consejo de Estado
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El Consejo de Estado además de las funciones que le incumben como tribunal supremo de lo
contencioso administrativo (art. 237-1 C.P.) ejerce otras destinadas a preservar la integridad de la
Constitución, ya que le compete decidir sobre “las acciones de nulidad por inconstitucionalidad de
los decretos dictados por el Gobierno Nacional, cuya competencia no corresponda a la Corte
Constitucional", según lo ordena el artículo 237-2 del estatuto superior.
Así las cosas, en materia de control abstracto de constitucionalidad, la Corte Constitucional tiene
la más amplia competencia y el Consejo de Estado, por vía residual, de todos aquellos actos que
no están atribuidos a la Corte.
Los Tribunales Administrativos son organismos que hacen parte de la jurisdicción contencioso
administrativa y, en ese carácter, ejercen control constitucional sobre los actos de las Asambleas,
los Concejos Municipales, los Gobernadores, los Alcaldes y demás funcionarios del orden
departamental y municipal, bien en la forma de jurisdicción rogada o de oficio según lo disponga la
ley.xi
constitucional en todas las cuestiones de la vida nacional (Art.s 83 a 94) xviii y vii) la inclusión de la
Constitución como fuente primaria de las decisiones judiciales (Art. 230) xix
De igual forma, conviene anotar que la relación que se hace en el literal c) del artículo bajo análisis
es meramente enunciativa, pues en ella se excluyen, por ejemplo, a los jueces de tutela, quienes,
de acuerdo con la reiterada jurisprudencia de esta Corporación, conforman jurisdicción
constitucional desde el punto de vista funcional y no orgánico.
de los decretos dictados por el Gobierno nacional cuya competencia no sea asignada a la
Corte Constitucional (Art. 237-1). Como si lo anterior no fuese suficiente, el artículo 4o
superior consagra la denominada excepción de inconstitucionalidad, a través de la cual, en
un caso concreto y con efectos inter-partes, un juez o inclusive una autoridad administrativa,
pueden abstenerse de aplicar una norma en aquellos eventos en que ésta contradiga en
forma flagrante el texto de la Carta Política. Tampoco puede olvidarse que dentro de los
parámetros definidos por el artículo 86 fundamental, cada juez de la República, al momento
de resolver de un asunto de tutela, también está haciendo parte de la llamada jurisdicción
constitucional.
En consecuencia, no sólo los fallos emitidos para decidir las acciones públicas de
constitucionalidad y de nulidad por inconstitucionalidad, con alcance de cosa juzgada abstracta y
por ende con efectos generales, y otras declaraciones con igual contenido y naturaleza -revisión
previa y control automático- (C.P., art. 241); sino también las decisiones con efectos inter partes
emitidas ya sea por esta Corporación, en ejercicio de la revisión constitucional de las decisiones de
instancia que resuelven las peticiones de amparo, o por los jueces y corporaciones judiciales en
todas sus decisiones, en especial cuando deciden inaplicar normas por contrariar disposiciones
constitucionales, son los mecanismos constitucionalmente habilitados para hacer efectiva la
supremacía constitucional y hacer extensivos sus preceptos en todos los ámbitos del acontecer
nacional (C.P., arts. 4º, 86 y 230).
No obstante, las diversas declaraciones con que los tribunales constitucionales pueden concluir un
juicio de constitucionalidadxx, difieren, sustancialmente, tanto por la naturaleza de la acción como
por los efectos de la decisión, de la labor asignada a los demás jueces en la guarda de la
supremacía e integridad de la Carta, porque, en este último caso, aunque los encargados han de
sujetar su decisión a la ley y al hacerlo no pueden prescindir de la normatividad constitucional
como norma suprema, lo hacen definiendo un asunto particular, al punto que lo decidido solo
alcanza a las partes, y, en el evento de haber tenido que apartarse de alguna norma para adecuar
el fallo al Estatuto Superior, la disposición inaplicada continúa en el ordenamiento.
De lo que se ha dicho no se puede colegir que se trata de controles separados, porque los artículos
4º, 86 y 230 constitucionales, se encargan de armonizarlos, toda vez que el control de
constitucionalidad, sin distingo de quien lo opere, persigue el mismo fin –garantizar la supremacía
de la Constitución Política- y todas las decisiones judiciales, así recurran como fuente a la ley, se
sujetan en último término, como las decisiones de constitucionalidad, a los dictados del
Ordenamiento Superior.
Este sometimiento está previsto a lo largo de todo el ordenamiento constitucional, no sólo respecto
de los jueces, sino de autoridades y particulares, incluyendo al Organo Legislativo, a tal punto que
si bien podría ser de utilidad que la ley haga referencia expresa a él, en los distintos trámites
sometidos a examen de constitucionalidad no resulta necesario, porque, todo control de juridicidad
incluye necesariamente, y en primer término, la sujeción de las decisiones judiciales a la
normatividad constitucional, toda vez que la Constitución es ley, “en su expresión más primigenia y
genuina”.xxi.
No todas las normas jurídicas de un ordenamiento tienen la misma jerarquía. Existe entre ellas una
estratificación, de suerte que las normas descendentes deben sujetarse en su fondo y en su forma
a las normas superiores. La no conformidad de una norma con sus superiores jerárquicas la
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convierte en derecho positivo susceptible de ser retirado del ordenamiento, que tiene la virtud
incluso de hacer desaparecer del mundo jurídico la norma así imperfectamente expedida mediante
los controles pertinentes. Ahora bien, la Constitución es la primera de las normas. Es por ello que
cualquiera otra norma jurídica, así sea expedida por el operador jurídico más modesto de la
República, debe sujetarse en primer lugar a la Constitución. Por ejemplo una autoridad municipal
de policía al momento de dirimir un asunto no debe consultar primero las orientaciones del alcalde
ni las previsiones de los acuerdos municipales ni las disposiciones departamentales ni las reglas de
los códigos nacionales. En primer lugar dicho funcionario debe consultar la Constitución -que es
norma normarum. Después -y sólo después-, se debe ciertamente consultar el resto del
ordenamiento.
La supremacía de la Constitución xxiii, esto es, la posición de privilegio que ese texto ocupa en el
ordenamiento jurídico del Estado, obedece no sólo al hecho de contener los principios
fundamentales que lo constituyen y de los cuales derivan su validez las demás normas positivas,
sino también, a la circunstancia de proyectar la ideología y filosofía política, social y económica que
finalmente dirige y orienta las relaciones internas de los gobernantes y gobernados como
integrantes activos de la comunidad estatal.
Ahora bien, del contenido del artículo 4 de la Constitución Política, se extrae igualmente la
excepción de inconstitucionalidad cuyo alcance resulta necesario precisar. En Sentencia C-600 de
1998, se manifestó:
2. Como lo ha expresado esta Corte, el principio que rige la operatividad del Estado de Derecho y
que hace posible el funcionamiento de las instituciones es el de la obligatoriedad y ejecutabilidad
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de las normas que, dentro del esquema de la organización política, profieren los organismos y las
autoridades competentes, según la Constitución. En general, la norma jurídica,
independientemente de su jerarquía, obliga a sus destinatarios y es deber de las autoridades
públicas, en el ámbito de las atribuciones que a cada una de ellas corresponda, hacerla efectiva.
Se parte del supuesto -que puede ser descartado- según el cual la norma puesta en vigor por el
órgano o funcionario competente se ajusta a la Constitución, en virtud de una presunción que
asegura el normal funcionamiento del Estado, con base en la seguridad jurídica de la cual requiere
la colectividad. Si esa presunción no es desvirtuada, la norma debe aplicarse; las personas -
particulares o públicas- cobijadas por ella deben obedecerla; y la autoridad a la que se ha
encomendado su ejecución incurre en responsabilidad, al violarla, si omite la actividad que para tal
efecto le es propia o hace algo que se le prohibe. Así lo consagra expresamente el artículo 4, inciso
2, de la Carta Política, según el cual "es deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia
acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades"; y lo confirma el artículo
6 ibídem cuando proclama que los particulares son responsables ante las autoridades por infringir
la Constitución y las leyes, y que los servidores públicos lo son por la misma causa y por omisión o
extralimitación en el ejercicio de sus funciones. Por vía abstracta, según lo dicho, la presunción en
referencia solamente puede ser desvirtuada mediante fallo de inexequibilidad proferido por la Corte
Constitucional, o de nulidad por inconstitucionalidad, dictado por el Consejo de Estado, según la
jerarquía de la norma examinada. Este último, según la propia Constitución (art. 238), tiene
además la potestad de suspender provisionalmente, por los motivos y con los requisitos que
establezca la ley, los actos administrativos que sean susceptibles de impugnación por vía judicial.
Pero -claro está-, si se trata de actos administrativos de carácter general, o de una norma con esa
misma fuerza, la suspensión provisional también tiene normalmente el mismo efecto abstracto, que
no desvirtúa de modo definitivo la presunción de constitucionalidad y legalidad del acto
administrativo, pero que lo priva temporalmente de todo efecto jurídico, a la espera del fallo.
Por vía concreta, frente a la indicada regla general, resulta extraordinario el caso en el que la
autoridad que tiene a su cargo aplicar la norma puede legítimamente abstenerse de hacerlo, y más
todavía, está obligada a esa abstención, por razón de encontrarla incompatible con la Constitución
Política. Esta, que es norma de normas, debe prevalecer y ser aplicada a cambio del precepto
inferior que la vulnera. La inaplicación de una norma de jerarquía inferior con apoyo en el artículo 4
de la Carta supone necesariamente la incompatibilidad entre su contenido y el de los preceptos
constitucionales. Si tal incompatibilidad no existe, no cabe la inaplicación y la circunstancia no es
otra que la de incumplimiento o violación de los mandatos dejados de aplicar. Por el contrario, en el
supuesto de un palmario enfrentamiento entre la norma y la Constitución, la obligación del
funcionario o autoridad que en principio debería aplicar aquélla es la contraria: no darle aplicación.
Al respecto, esta Corte ha señalado:
correspondiente- y otra bien distinta su aplicación a un caso concreto, la cual puede dejar de
producirse -apenas en ese asunto- si existe la aludida incompatibilidad entre el precepto de que
se trata y los mandatos constitucionales (artículo 4º C.N.)" (Cfr. Corte Constitucional. Sala
Primera de Revisión. Sentencia T-614 del 15 de diciembre de 1992. M.P.: Dr. José Gregorio
Hernandez Galindo). (Subrayado fuera de texto).
La Sala Plena de la Corporación, al fijar el alcance del artículo 66 del Código Contencioso
Administrativo (pérdida de fuerza ejecutoria de los actos administrativos) que declaró exequible
supeditándolo al acatamiento del artículo 4 de la Constitución, manifestó:
Si bien es cierto que por regla general las decisiones estatales son de obligatorio cumplimiento
tanto para los servidores públicos como para los particulares "salvo norma expresa en contrario"
como lo señala la primera parte del artículo 66 del decreto 01 de 1984, también lo es que,
cuando de manera palmaria, ellas quebrantan los ordenamientos constitucionales, con
fundamento en la supremacía constitucional, debe acatarse el mandato contenido en el artículo
4° de la Carta ya citado, que ordena -se repite- que "en todo caso de incompatilibidad entre la
Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales", sin
perjuicio de la responsabilidad correspondiente de que trata el artículo 6° de la misma, por
infringir la Constitución y las leyes y por omisión o extralimitación, por parte de los servidores
públicos, en el ejercicio de sus funciones". Lo anterior no se predica de la norma jurídica de
contenido particular, individual y concreto, que crea derechos en favor de un particular, la cual
no puede dejar de aplicarse a través de la excepción de inconstitucionalidad, en presencia de la
garantía de que gozan los derechos adquiridos con justo título y con arreglo a las leyes civiles,
hasta tanto no sean anulados o suspendidos por la jurisdicción competente, o revocados por la
misma administración con el consentimiento expreso y escrito de su titular. (Cfr. Corte
Constitucional. Sala Plena. Sentencia C-069 del 23 de febrero de 1995. M.P.: Dr. Hernando
Herrera Vergara). (Subrayado fuera de texto).
en el artículo 241 de la Carta Política, la Corte Constitucional), no hay más remedio que aplicar
la norma inferior, aunque un razonamiento plausible la muestre contraria a los fundamentos del
orden jurídico, a la espera de que el juez constitucional decida. Pero si, a la inversa, lo que se
tiene es una disposición, legal o de otro orden, que de manera ostensible, clara e indudable -
prima facie- viola la Constitución, el precepto subalterno cede y se ha de inaplicar, no porque lo
quiera el funcionario respectivo sino en cuanto lo manda el Constituyente, y a cambio de su
dictado deben hacerse valer las normas de la Constitución con las cuales la regla subalterna
colide. El principio de constitucionalidad pretende lograr la coherencia del sistema jurídico, en la
medida en que los valores, postulados y reglas constitucionales tengan plena vigencia e irradien
la creación, interpretación, aplicación y ejecución de las normas de rango inferior. De lo
contrario, nos hallaríamos nuevamente de retorno a la época en que existía un principio inverso
-la primacía de ley sobre la Constitución-, al tenor de lo consagrado por el artículo 6 de la Ley
153 de 1887, el cual, afortunadamente, fue derogado mediante la Reforma Constitucional de
1910" (Cfr. Corte Constitucional. Sala Quinta de Revisión. Sentencia T-556 del 6 de octubre
1998. M.P.: Dr. José Gregorio Hernandez Galindo). (Subrayado fuera de texto).
En Sentencia C-037 de 1996, se manifestó respecto a quiénes pueden aplicarla: “el artículo 4o
superior consagra la denominada excepción de inconstitucionalidad, a través de la cual, en un
caso concreto y con efectos inter-partes, un juez o inclusive una autoridad administrativa, pueden
abstenerse de aplicar una norma en aquellos eventos en que ésta contradiga en forma flagrante el
texto de la Carta Política.
1. El ordenamiento jurídico colombiano supone una jerarquía normativa que emana de la propia
Constitución. Si bien ella no contiene disposición expresa que determine dicho orden, de su
articulado puede deducirse su existencia, así no siempre resulte sencilla esta tarea. En efecto,
diversas disposiciones superiores se refieren a la sujeción de cierto rango de normas frente a otras
(artículo 4, 241, 237 No. 2). Además de ser evidente que las normas constitucionales ocupan, sin
discusión, el primer lugar dentro de la jerarquía del ordenamiento jurídico, dentro de la propia
Carta, no todas las normas son igualmente prevalentes. Por ejemplo, el artículo 5° superior dispone
la “primacía de los derechos inalienables de la persona y ampara a la familia como institución
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básica de la sociedad”, y el 44 indica que “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos
de los demás”, expresiones que no pueden ser entendidas sino como una orden de aplicar
preferentemente las disposiciones que garantizan y protegen esta categoría de derechos.
2. Pero más allá de la supremacía constitucional, de la propia Carta también se desprende que las
leyes expedidas por el Congreso dentro de la órbita de competencias que le asigna la Constitución,
ocupan, en principio, una posición prevalente en la escala normativa frente al resto del
ordenamiento jurídico. Así las cosas, tenemos que los actos administrativos de contenido
normativo, deben tener por objeto el obedecimiento y cumplimiento de la ley, de donde se deduce
su sujeción a aquella. Igualmente, las normas superiores que organizan la jurisdicción contencioso
administrativa y señalan sus atribuciones (artículo 237 No. 1 Superior), encuentran su finalidad en
la voluntad del constituyente de someter la acción administrativa al imperio de la ley. Inclusive, las
disposiciones que en ejercicio de sus funciones adopten los órganos autónomos o independientes
previstos en la Carta, deben adoptarse conforme a los dictados legales. En este sentido, el artículo
372, inciso 2, de la Carta indica que el Congreso “dictará la ley a la cual deberá ceñirse el Banco
de la República para el ejercicio de sus funciones”, de donde se infiere que las disposiciones de
este último organismo no pueden adoptarse por fuera de los parámetros fijados por el legislador.
Tenemos entonces que, de manera general, la normatividad jurídica emanada de autoridades
administrativas o de entes autónomos, debe acatar las disposiciones de la ley, tanto en su sentido
material como formal.
3. La Constitución Política consagra, además, una jerarquía entre distintas clases de leyes. En
efecto, de su texto se desprende entre otras, la existencia de leyes estatutarias, orgánicas, marco y
ordinarias, dándose entre estas categorías, cierta relación de subordinación. Así, las leyes
estatutarias a las que se refiere el artículo 152 superior, requieren para su expedición un trámite
más exigente que el de las leyes ordinarias, por razón de su contenido material, y aparte de ser
objeto de un control previo de constitucionalidad, solo pueden ser modificadas, reformadas o
derogadas por otras del mismo rango, tal como con lo establece el artículo 153 de la Constitución,
lo que revela su supremacía frente a las leyes ordinarias. En cuanto a la subordinación de las leyes
ordinarias respecto de las orgánicas (art. 151 C.P.), la misma ha sido expresamente reconocida por
esta Corporación, que, al respecto, dijo: “Una ley ordinaria tiene entonces que respetar los
mandatos de la legislación orgánica; no puede entonces una ley ordinaria derogar una ley
orgánica, ni tampoco invadir su órbita de competencia.” xxv Es manifiesta entonces la existencia de
una jerarquización de normas que emana de la propia Constitución. (Las leyes marco, cuadro o
generales se mencionan en el artículo 150 No. 19, de la Constitución Política).
5. El sistema normativo jerárquico dentro del Estado Social de Derecho. Aplicación por el Juez. El
Estado Social de Derecho se estructura sobre valores y principios, en muchos casos diferentes a
los que dieron paso al Estado liberal de Derecho, dentro del cual nació la concepción normativa
jerarquizada que acaba de reseñarse. Este modelo estatal, responsable de la obligación de
sepultar para siempre el régimen absolutista, dio prevalencia a la posición del legislador,
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Significado y sentido de la labor del Juez en el Estado Social de derecho. Legislación y decisión
judicial como proceso de creación del derecho. Sobre este salto conceptual en cuanto al
significado y el sentido de la labor judicial, esta Corporación ya se ha expresado en los siguientes
términos:
“... Pero esta no es la única razón que explica el cambio anotado: el desarrollo de la democracia
constitucional puso de presente que el órgano legislativo, depositario tradicional de legitimidad
popular, debe estar acompañado del control jurisdiccional, que ha demostrado, a través de la
historia del derecho constitucional moderno, ser el órgano más eficaz en la defensa de los
derechos de los ciudadanos y los principios democráticos. Las dificultades derivadas del
crecimiento desbordante del poder ejecutivo en el Estado intervencionista y de la pérdida de
liderazgo político del órgano legislativo, deben ser compensadas, en la democracia
constitucional, con el fortalecimiento del poder judicial, dotado por excelencia de la capacidad
de control y de defensa del orden institucional. Sólo de esta manera puede lograrse un
verdadero equilibrio y colaboración entre los poderes; de lo contrario, predominará el poder
ejecutivo.
13
“... De lo dicho se deriva la idea de que el juez, en el Estado social de derecho también es un
portador de la visión institucional del interés general. El juez, al poner en relación la Constitución
-sus principios y sus normas- con la ley y con los hechos, hace uso de una discrecionalidad
interpretativa que necesariamente delimita el sentido político de los textos constitucionales. En
este sentido la legislación y la decisión judicial son ambas procesos de creación de derecho xxvi
.”xxvii
Misión que compete al Juez en el campo de producción de las fuentes del derecho. Acorde con
estos criterios sobre el desempeño que corresponde al juez dentro del marco del Estado Social de
Derecho, la Corte ha sostenido reiteradamente que las motivaciones de sus fallos tienen fuerza
vinculante, cuando guardan directa relación con la parte resolutiva, lo que revela la misión que
compete al juez en el campo de la producción de las fuentes del derecho:
“...sólo será de obligatorio cumplimiento, esto es, únicamente hace tránsito a cosa juzgada
constitucional, la parte resolutiva de las sentencias de la Corte Constitucional. En cuanto a la
parte motiva, como lo establece la norma, esta constituye criterio auxiliar para la actividad
judicial y para la aplicación de las normas de derecho en general; sólo tendrían fuerza
vinculante los conceptos consignados en esta parte que guarden una relación estrecha, directa
e inescindible con la parte resolutiva; en otras palabras, aquella parte de la argumentación que
se considere absolutamente básica, necesaria e indispensable para servir de soporte directo a
la parte resolutiva de las sentencias y que incida directamente en ella.” xxviii
En la tutela Juez atiende a principios superiores. Finalidad de normas que reconocen derechos
fundamentales. En la tutela de los derechos fundamentales el juez, por consiguiente, atiende
normas constitucionales que consagran principios superiores considerados como piedras
angulares del orden social justo. Como todas las normas que expresan principios y valores, las que
reconocen los derechos fundamentales no contienen propiamente reglas que deban aplicarse
automáticamente. Su finalidad no es la de referir un supuesto de hecho a la previsión general
contenida en una norma regulante de la conducta, sino más bien la de irradiar a la realidad los
valores contenidos en las normas superiores. El juez de amparo, se mueve en el terreno de
normas que expresan valores y que no contemplan prescripciones aplicables a manera de
silogismo, como lo pretendiera la teoría del Estado liberal de Derecho.
8. La excepción de ilegalidad dentro del marco de la Constitución. Con todo, el orden jerárquico
que emana de la Constitución, a pesar de no impedir la penetración de los principios
constitucionales en todas las dimensiones del que hacer judicial, da soporte a la existencia de la
excepción de ilegalidad y a que su consagración por el legislador resulte acorde con la Carta.
como lo son, por ejemplo, el artículo 95 que enumera entre los deberes de los las personas
residentes en Colombia el acatar la Constitución y las leyes y el respetar a las autoridades
legítimamente constituidas, lo cual evidentemente, incluye el acatamiento a sus disposiciones.
superior. Dicha inaplicación puede llevarse a cabo en respuesta a una solicitud de nulidad o de
suspensión provisional formulada en la demanda, a una excepción de ilegalidad propiamente tal
aducida por el demandado, o aun puede ser pronunciada de oficio. Pero, en virtud de lo dispuesto
por la norma sub exámine tal y como ha sido interpretado en la presente decisión, tal inaplicación
no puede ser decidida por autoridades administrativas, las cuales, en caso de asumir tal conducta,
podrían ser demandadas a través de la acción de cumplimiento, que busca, justamente, hacer
efectivo el principio de obligatoriedad y de presunción de legalidad de los actos administrativos.
“No duda la Corte que al entrar en vigencia la nueva Constitución, la disposición legal acusada
que hacía perder a la viuda el derecho a la pensión sustituta por el hecho de contraer nuevas
nupcias o conformar una nueva familia, se tornó abiertamente incompatible con sus dictados y,
desde entonces, bien había podido ejercitarse la excepción de inconstitucionalidad. En efecto,
el derecho al libre desarrollo de la personalidad, a lo que se suma la facultad de conformar un
nuevo núcleo familiar, se vulneran de manera meridiana, de conformidad con lo expuesto, por
la anotada condición. El radio de la violación constitucional se amplía aún más cuando en 1993
se expide la ley 100, que elimina la susodicha condición, pero deja inalterada la situación que,
por lo menos a partir de la vigencia del nuevo ordenamiento constitucional, pugnaba con sus
normas y principios. Ya se ha señalado cómo el nuevo régimen legal, en virtud de esta omisión,
permite identificar nítidamente dos grupos de personas que, pese a encontrarse dentro de un
mismo predicado material, son objeto un trato distinto carente de justificación objetiva y
razonable”.
“Ante todo cabe indicar que la pensión de sobrevivientes constituye para sus beneficiarios un
derecho fundamental de carácter legal que el Estado está en la obligación de garantizar en
relación con el pago oportuno de la misma, así como en lo concerniente a su reajuste
periódico”.
“En los preceptos acusados se establece como causal de extinción de las pensiones que se
otorguen por fallecimiento de un Oficial o Suboficial de las Fuerzas Militares o de la Policía
Nacional, de un Agente de esta institución o de los empleados civiles del Ministerio de Defensa
o de la Policía Nacional, en servicio activo o en goce de asignación de retiro o pensión, el
hecho de que “el cónyuge contraiga nuevas nupcias o haga vida marital”.
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“Lo anterior configura una condición resolutoria del derecho pensional, que no se encuentra
consagrada para los trabajadores cobijados por el Sistema Integral de Seguridad Social
previsto en la Ley 100 de 1993, presentándose por consiguiente un tratamiento abiertamente
desigual, con respecto a los mismos servidores del Estado”.
“De la lectura de las normas contenidas en el Capítulo IV, Título II, Libro Primero de la ley 100
de 1993, artículos 46 y siguientes, no se encuentra que se haga referencia en manera alguna a
la extinción de esta pensión, frente a la circunstancia de que el cónyuge del empleado fallecido
contraiga posteriormente nuevas nupcias o haga vida marital. Dichos preceptos se encargan de
señalar los requisitos para el reconocimiento de la pensión de sobrevivientes, el monto y su
indemnización sustitutiva, así como la garantía de la pensión mínima y su financiación. No se
indica nada respecto a las circunstancias por las cuales se pierde el derecho a disfrutar de la
citada pensión, de donde cabe inferir que sus beneficiarios tendrán un derecho vitalicio para
gozar de dicha prestación social”.
“Por consiguiente, al realizar una simple confrontación entre los preceptos acusados,
contenidos en los Decretos 1211, 1212, 1213 y 1214 de 1990, y que conforman uno de los
denominados regímenes excepcionales al tenor del inciso 1o. del artículo 279 de la Ley 100 de
1993, y aquellos consagrados en los artículos 46 y siguientes de esta misma ley, respecto a la
pensión por fallecimiento o pensión de sobrevivientes, surge una clara, abierta y ostensible
violación del derecho a la igualdad consagrado en el artículo 13 de la Carta Política, al
establecerse un privilegio para aquellos beneficiarios que han optado por mantenerse en
estado de viudez, frente a quienes deciden contraer nuevas nupcias o hacer vida marital”.
“Así entonces, la condición resolutoria aludida, contenida en los preceptos acusados resulta
contraria al ordenamiento constitucional, pues coloca sin razón válida en una situación de
desventaja y desfavorable a los destinatarios del régimen excepcional consagrado en los
decretos mencionados, frente a aquellos cobijados por la Ley 100 de 1993, para quienes no se
extingue por dicha circunstancia la pensión de sobrevivientes”.
“Para la Corte Constitucional no cabe duda de que en esta materia el precepto impugnado sí
discrimina, pues consagra un privilegio de la mujer soltera sobre la casada y de la unión de
hecho sobre el matrimonio; más aún, se le reconocen los beneficios a condición de nunca
haberlo contraído. Esto representa una flagrante violación de lo dispuesto en el artículo 13 de la
Carta e implica el desconocimiento del 16 Ibídem que garantiza a todo individuo el libre
desarrollo de su personalidad."
“Es del caso agregar, además, que la existencia del derecho al libre desarrollo de la
personalidad radica en que la persona sea dueña de sí misma y de sus actos, la cual debe ser
libre y autónoma en sus actos y procedimientos, con las únicas limitaciones surgidas del
derecho de los demás y del orden jurídico”.
En otra Sentencia, T-522 de 2001, la Corte Constitucional abordó el tema de la vía de hecho por
falta de consideración de la excepción de inconstitucionalidad, frente a una norma
evidentemente contraria a la Constitución. Veamos:
Problema Jurídico. ¿Incurre en una vía de hecho un funcionario judicial cuando la decisión que
toma se funda en la aplicación en una disposición cuyo contenido normativo fue declarado inexe-
quible por la Corte Constitucional, por desconocer derechos fundamentales?
Esta Sala es que coincide plenamente en relación con la diferencia de las dos figuras procesales.
Por un lado se ha hablado de la detención domiciliaria, medida de aseguramiento contemplada por
el Código de Procedimiento Penal en su artículo 396, xxx por medio de la cual se impone una
caución al sindicado y se ordena que la detención preventiva se verifique en su domicilio. Por otro
lado se ha hecho referencia a la detención parcial en lugar de trabajo o domicilio, otra medida de
aseguramiento contemplada en el Código de Procedimiento Penal, artículo 409, xxxi mediante la
cual el sindicado que deba proveer por ley a la subsistencia de alguien, podrá cumplir su condena,
parcialmente, en su domicilio o en su lugar de trabajo.
No obstante la anterior precisión, no comparte esta Sala la tesis según la cual en la sentencia C-
392/00 la Corte sólo se pronunció sobre la constitucionalidad de la figura de la detención parcial en
lugar de trabajo o domicilio, y por lo tanto, no puede predicarse nada a propósito de la detención
domiciliaria.
La Sala no encuentra duda respecto a que la decisión de declarar inexequible esta norma también
cobija a la detención domiciliaria.
Así pues, el contenido normativo material de la parte final del artículo 388 excluye no sólo a la
medida de aseguramiento de la detención parcial en el lugar trabajo o domicilio, sino a todas
19
excepto la detención preventiva, sólo con base en el criterio de quién es el juez competente de
conocer el proceso.
Subreglas
i
C-560 de 1999. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
ii
Cfr. García de Enterría, Eduardo. La Constitución como norma y el tribunal Constitucional, Civitas, Madrid, 1991
iii
Sent. T-06/92 M.P. Ciro Angarita Barón Cfr. Título II, capítulos 1, 2 y 3 de la Constitución Política
iv
Cfr. Título II, capítulos 1, 2 y 3 de la Constitución Política
v
Cfr. Artículo 2 de la Constitución Política
vi
Cfr. Título II, capítulo 4 y título VIII, capítulo IV, en particular el artículo 241 de la Constitución política
vii
Sent. C-445/96 M.P. Hernando Herrera Vergara
viii
Ver sent. C-180/94.
ix
Ley 270/96
x
Sent. C-037/96 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa
xi
Ver sent. C.180/94
xii
ibidem. Hay quienes consideran que el control de constitucionalidad en Colombia es mixto y para otros, es integral.
xiii
C-739 de 2001.
xiv
Consultar entre otras sentencias C-536 y 592 de 1998, C-013, 290 380 y C-562 de 2000.
xv
Cfr. Sentencias C-513 de 1994 y C-600 de 1998.
xvi
Respecto del control automático, ver, entre otras, las sentencias C-004 y C-579 de 1992, C-179 de 1994 y C-122 de
1999. Sobre la revisión de los tratados internacionales consultar, además, las sentencias C-178 de 1995, C-682 de 1996, C-
246 de 1999, C-400 de 1998, C-426 y C-1139 de 2000.
xvii
Ver, entre otras, las sentencias C-434 y 479 de 1992, C-281 de 1994, C-069 de 1995, C-037 de 1996, C-600 de 1998 y
T-522 de 2001.
xviii
Consultar, además, las sentencias C-176 de 1994, y SU-111 de 1997.
xix
Al respecto, además, las sentencias C-486 de 1993, T-296, T-505, y C-558 de 1994, y T-294 de 1995.
xx
Si la decisión es de mera inconstitucionalidad la disposición se excluye del ordenamiento, en tanto si es de
constitucionalidad pura y simple la misma se mantiene sin ninguna aclaración, pero si la permanencia en éste de la
disposición se condiciona a una determinada interpretación, la sentencia se denomina interpretativa y quiere decir que las
otras posibles interpretaciones contrarían la Carta (Ver, entre otras, las sentencias C-542 de 1992, C-473 y 496 de 1994).
Se llaman sentencias aditivas o integradoras aquellas que adecuan la disposición, porque advierten que por no regular los
aspectos incluidos la norma sería inconstitucional (sentencia C-690 de 1996). Las sentencias sustitutivas transforman el
sentido originario de la ley porque excluyen una norma del ordenamiento por inexequible a la vez que la reemplazan
(sentencia C-113 de 1993).Jurisdicción Constitucional de Colombia – La Corte Constitucional 1992-2000 Realidades y
Perspectivas- Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla Fundación Konrad Adenauer. Páginas 383 y siguientes.
xxi
Sentencia C-083 de 1995, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
xxii
C-131 de 1993.
xxiii
C-562 de 2000.
xxiv
T-006 de 1994.
xxv
Sentencia C-600A de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero.
xxvi
Capelletti, Le pouvoir des juges, Press Universitaire d'aix-Marseille, 1990, p. 35
xxvii
Sentencia T- 406 de 1992. M. P. Ciro Angarita Barón.
xxviii
Sentencia C-037 de 1996 M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
xxix
Ibídem
xxx
ART. 396 — Detención domiciliaria. Cuando se trate de hecho punible cuya pena mínima prevista sea de cinco años de
prisión, o menos, el funcionario judicial sustituirá la detención preventiva por detención domiciliaria si establece que el
sindicado por sus características familiares, laborales y vínculos con la comunidad, comparecerá al proceso y no coloca en
peligro a la comunidad. En tal caso le impondrá caución y ordenará que la detención preventiva se verifique en el domicilio
20
3. Incurre en una vía de hecho por razones sustanciales el funcionario judicial que tome
una decisión con base en una disposición: (1) cuyo contenido normativo es evidentemente contra-
rio a la Constitución, porque la Corte Constitucional previamente así lo declaró con efectos erga
omnes, (2) cuyo sentido y aplicación claramente compromete derechos fundamentales, y (3) cuya
incompatibilidad ha sido alegada por el interesado, invocando el respeto a una sentencia de
constitucionalidad de la Corte Constitucional que excluyó del ordenamiento jurídico el sentido
normativo único e ínsito en la norma legal aplicada en el curso del proceso y de la cual depende la
decisión.
Sentencia T-049/02
Problema jurídico
En efecto, el artículo 4 constitucional establece que “la Constitución es norma de normas. En todo
caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las
disposiciones constitucionales.”. De tal mandato se deriva la figura de la excepción de
inconstitucionalidad, la cual puede y debe ser aplicada por funcionarios judiciales y
administrativos.
del sindicado. Adicionalmente, podrá imponer la obligación de realizar trabajo social durante el término de la detención
domiciliaria o los fines de semana.
xxxi
ART. 409 — Detención parcial en el lugar de trabajo o domicilio. El sindicado que deba proveer por disposición de la ley
a la subsistencia de una o más personas, podrá obtener que su detención se cumpla parcialmente en el lugar de trabajo, o
su domicilio siempre que se reúnan las siguientes condiciones:
1. Que no tenga en su contra, sentencia condenatoria por delito doloso o preterintencional.
2. Que esté sindicado por un delito cuya pena máxima no exceda de seis años de prisión.
3.Que no haya eludido su comparecencia en la actuación procesal.
El beneficiado firmará diligencia de compromiso y prestará caución, que garanticen el cumplimiento de las obligaciones que
se le impongan, entre las cuales estará la de regresar al establecimiento carcelario inmediatamente después de que
terminen sus labores diurnas o nocturnas.
Esta medida se revocará cuando el beneficiario incumpla cualquiera de las obligaciones que se hubieren impuesto en la
diligencia de compromiso.
(El inciso segundo, modificado por la Ley 504/99, art. 26, donde se señalaba que: "De este beneficio quedan excluidos en
todo caso los sindicados por los delitos a los que se refiere el artículo 71 de este código"; fue declarado inexequible por la
Corte Constitucional en Sentencia C-392, M.P. Antonio Barrera Carbonell).
21
En caso de que exista una disposición legal que conlleve injusticias manifiestas en su aplicación y
que contradiga la naturaleza del Estado Social de Derecho Colombiano y el funcionario
administrativo no aplique la excepción de inconstitucionalidad, tal actuación constituiría una vía de
hecho y perdería su validez. El funcionario que aplica la norma no solamente debe tener en cuenta
durante su ejercicio el tenor literal de la leyes. Su actuar debe verse iluminado por las reglas y
principios de carácter constitucional. En referencia a este aspecto, y estudiando la materia de
pensiones, dijo la Corte:
“Ese principio de reconocer la eficacia real de los derechos de las personas, y uno de esos
derechos es la seguridad social en pensiones, plantea la obligación para los operadores jurídicos
(entre ellos los funcionarios que tramitan las solicitudes de pensiones en el I.S.S.) de superar las
simples normas reglamentarias, para poner especial cuidado en los principios constitucionales y
ponderar y reflexionar sobre los valores jurídicos y los derechos fundamentales constitucionales
(T-715/99, M.P. Alejandro Martínez Caballero). O sea que no solamente se deben leer los
reglamentos del I.S.S. sino que hay que aplicar de manera preferencial la Constitución, las leyes
de la República e interpretarlas respetándose los derechos, los principios y los valores. Por
consiguiente, las Resoluciones del I.S.S. que solo tienen en cuenta la reglamentación interna de la
Institución y la Ley 100 de 1993, carecen de motivación suficiente porque pasan por alto la
Constitución Política y otras leyes que pueden y generalmente son necesarias para resolver cada
caso concreto”1.
En anterior ocasión, con referencia a las familias conformadas por vínculo matrimonial y aquellas
extramatrimoniales, la Corte consideró que no debería existir diferenciación en cuanto a la
protección irrenunciable a las manifestaciones del derecho a la seguridad social:
”(...) la Carta Magna protege la familia matrimonial y extramatrimonial, en cuanto llenen las
características que establece el legislador para proteger este tipo de instituciones sociales. Las
diversas formas de familia protegidas constitucionalmente, encuentran reconocimiento pleno en
las normas sobre la seguridad social integral, entendida ésta como el conjunto de instituciones,
procedimientos, sistemas legales, de que disponen las personas y la comunidad, para garantizar
los derechos irrenunciables a la misma , cuyo propósito es obtener una calidad de vida acorde
1
Ver sentencia T-827/99, M.P. Alejandro Martínez Caballero
2
Ver sentencia T-202/97, M.P. Fabio Morón Díaz (En esta ocasión el empleador de los accionantes no
vinculaba a los accionados al sistema de seguridad social en salud)
3
Ver sentencia T-264/01, M.P. Alfredo Beltrán Sierra ( En este caso, el Seguro Social había suspendido el
pago de una mesada de pensión de sobrevivientes a la accionante por haber cumplido los 18 años –basándose
en una norma ya derogada-, no obstante que su educación dependía del dinero requerido. La Corte reiteró una
vez más la irrenunciabilidad del derecho a pensión de sobrevivientes como manifestación de seguridad social
) En el mismo sentido ver las sentencias T-283/00, M.P. José Gregorio Hernández Galindo, T-196/00 y T-
323/00 del mismo Magistrado.
22
Al ordenar reanudación del pago de las mesadas de pensión de sobrevivientes a hijos de los
causantes dijo la Corte:
“Si bien, dicho reconocimiento [de la pensión de sobrevivientes] se hizo con base en las normas
vigentes en ese momento (Decreto 3041 de 1966), la entidad demandada está desconociendo el
principio de favorabilidad que en materia laboral consagra la misma Carta Política de 1991 en su
artículo 53, en la cual el derecho a la seguridad social eleva su categoría a nivel constitucional y
surge como un derecho irrenunciable, que si bien, no se constituye per se como fundamental,
puede ser objeto de protección por vía de tutela, en los casos en que, de su amparo dependa la
efectividad de otros derechos, estos sí, de carácter fundamental.” 5(subrayas y resaltado nuestro)
“Es decir, que el juez constitucional, en el caso sometido a revisión, no podía desconocer que el
mínimo vital de las accionantes, como el de sus hijos menores, se ha visto afectado por la
negativa tanto de la empresa empleadora como de la compañía de riesgos profesionales, de
reconocer la pensión [de sobrevivientes] a la que éstos tienen derecho. Mínimo vital que, en los
términos de la jurisprudencia constitucional, está definido como “los requerimientos básicos
indispensables para asegurar la digna subsistencia de la persona y de su familia, no solamente en
lo relativo a alimentación y vestuario sino en lo referente a salud, educación, vivienda, seguridad
social y medio ambiente, en cuanto factores insustituibles para la preservación de una calidad de
vida que, no obstante su modestia, corresponda a las exigencias más elementales del ser
humano” (Corte Constitucional, sentencia T-011 de 1998. Magistrado ponente, doctor José
Gregorio Hernández Galindo).
En el caso planteado, es claro que las actoras requieren la pensión de sobrevivientes de que trata
el artículo 49 del decreto 1295 de 1994, reglamentario de la ley 100 de 1993, como su único medio
de subsistencia y la de sus menores hijos, a efectos de garantizar su mínimo vital. Derecho que, si
bien tiene un carácter prestacional, adquiere, dadas las condiciones de las accionantes y de los
menores, el carácter de fundamental, en tanto que está en juego su derecho a la subsistencia”. 6
4
Ver sentencia T.842/99, M.P. Fabio Morón Díaz (En esta ocasión la Corte reconoció el derecho a pensión de
sobrevivientes a la accionante una vez constatada la efectiva convivencia por más de quince años con el
occiso, asunto que no valoró debidamente el Seguro Social al negar el derecho a pensión. La accionante de
edad avanzada (77) años dependía de la pensión de sobrevivientes para la garantía de su mínimo vital)
5
Ver sentencia T-907/00, M.P. Alejandro Martínez Caballero (En este caso se analizaban los mismos hechos
de la T-264/01, anteriormente relacionada)
6
Ver sentencia T-384/98, M.P. Alfredo Beltrán Sierra (En esta ocasión la aseguradora a cargo de reconocer la
pensión de sobrevivientes de las accionantes no la reconocía en virtud de la falta de pago de las últimas
cotizaciones por parte del empleador. Este a su vez decía que no le correspondía la obligación del
reconocimiento y pago de la pensión de jubilación , sino que la responsable era la aseguradora. La Corte,
buscando la protección del mínimo vital, concedió la tutela como mecanismo transitorio de protección al
23
La naturaleza de la pensión de sobrevivientes hace que en la mayoría de los casos tal prestación
vaya ligada a la protección del mínimo vital de los beneficiarios. Así se puede observar en la
definición que de ésta ha elaborado la Corte:
“La pensión de sobrevivientes busca impedir que, ocurrida la muerte de una persona, quienes
dependían de ella se vean obligados a soportar individualmente las cargas materiales y
espirituales de su fallecimiento. Desde esta perspectiva, ha dicho la Corte, "la sustitución
pensional responde a la necesidad de mantener para su beneficiario, al menos el mismo grado de
seguridad social y económica con que contaba en vida del pensionado fallecido, que al
desconocerse puede significar, en no pocos casos, reducirlo a una evidente desprotección y
posiblemente a la miseria"..” 7(el subrayado es nuestro)
“El pago de la pensión de sobrevivientes ya sea a los familiares del trabajador pensionado
(numeral 1º del artículo 46 de la Ley 100 de 1993) o aquellos afiliados al sistema de pensiones a
que alude el numeral 2º atacado parcialmente, tiene como finalidad evitar “que las personas
allegadas al trabajador y beneficiarias del producto de su actividad laboral queden por el simple
hecho de su fallecimiento en el desamparo o la desprotección” 8. A este respecto se ha dicho
además que “La pensión de sobrevivientes busca impedir que, ocurrida la muerte de una persona,
quienes dependían de ella se vean obligados a soportar individualmente las cargas materiales y
espirituales de su fallecimiento”9”10
Por último refiriéndose a la naturaleza de derecho fundamental que puede llegar a tener el
derecho a pensión de sobrevivientes, dijo la Corte:
“Este derecho es cierto e indiscutible, irrenunciable; la transmisión en el sector privado fue reglada
por la Ley 33 de 1973 artículo 1º. Teniendo como antecedentes el Código Sustantivo del Trabajo
art. 275, Ley 171 de 1961 art. 12, Ley 5º de 1969 art. 1º, Decreto 435 de 1971 art. 15 y la Ley 10
de 1972 art. 10. En la Ley 100 de 1993 a esta situación se le da el calificativo de Pensión de
Sobrevivientes (artículo 46 a 49). Se ratifica que a ella tiene derecho en forma vitalicia el cónyuge
supérstite y se aclara que además son beneficiarios los hijos menores de 18 años y hasta los 25
siempre que estén incapacitados para trabajar por razón de sus estudios y si dependían
económicamente del causante al momento de su muerte, y, los hijos inválidos si dependían
económicamente del causante y mientras subsistan las condiciones de invalidez (art. 47-b)
Ese derecho, para los beneficiarios es derecho fundamental por estar contenido dentro de valores
tutelables: el derecho a la vida, a la seguridad social, a la salud, al trabajo. Es inalienable,
inherente y esencial. Y, hay una situación de indefensión del beneficiario respecto a quien debe
pagarle la mesada.11"(el subrayado es nuestro)
ordenar a la aseguradora el reconocimiento de tal pensión mientras la justicia ordinaria decidía quien era el
obligado.)
7
Ver sentencia C-080/99, M.P. Alejandro Martínez Caballero
8
Sentencia T-190 de 1993 M.P., Eduardo Cifuentes Muñoz.
9
Idem
10
Ver sentencia C-617/01, M.P. Álvaro Tafur Galvis
11
Sentencia T-173/94, Magistrado Ponente: Dr. Alejandro Martínez Caballero (En este
caso la Corte ordenó que se reanudara el pago de mesadas pensionales a la accionante a
quien el empleador de su fallecido esposo hacía varios años que no pagaba.)
24
“Tal es el caso, para nada descabellado, de quien se hizo acreedor a una pensión de invalidez a
los 30 años, contrajo matrimonio a los 32 y vivió con su cónyuge hasta su muerte, ocurrida a los
65. En estas circunstancias, la imposibilidad de ser titular de la pensión de sobrevivientes, por
cumplirse la condición de haberse iniciado la vida marital con posterioridad al momento en que el
causante adquiere el derecho a la pensión, es una restricción que sobrepasa los límites de lo
razonable y desconoce los criterios vertebrales de interpretación, vinculados a la pensión de
sobrevivientes, así como el propósito del legislador al instituir esta prestación social.
No es necesario hacer mayores lucubraciones para entender que, a partir del ejemplo visto, así
como de otros análogos, la aplicación de la norma conduce a una enorme injusticia.
En este sentido, no estaría acorde con la justicia que se le negara el reconocimiento de la pensión
de sobrevivientes al cónyuge o compañero permanente de un pensionado por vejez, con quien
inició vida marital cuando éste contaba 62 años, y con quien convivió por espacio de 10 ó 20 años
y hasta su muerte.
En verdad que la consideración de haber iniciado vida común con el causante antes de que éste
adquiera el derecho a la pensión de vejez o invalidez, no es un requisito que consulte la verdadera
esencia de la pensión de sobrevivientes, en cuanto que aquél no hace referencia a los factores
reales que inciden en el reconocimiento de esta prestación. En otros términos, el hito que marca,
en la relación de pareja, el inicio de la vida marital, es por completo ajeno y extraño a la duración
de la misma y a la convivencia efectiva que pueda existir al momento de ocurrida la muerte del
causante.”12(el subrayado es nuestro)
La aplicación de esta norma no sólo quebrantaba los principios que fundamentaban la pensión de
sobrevivientes, sino que, en criterio de la Corte también vulneraba el derecho a la igualdad y la
presunción de buena fe. Al respecto dijo esta Corporación:
“La restricción demasiado amplia que figura en la norma acusada quebranta en estos términos el
principio de igualdad, contenido en el artículo 13 de la Carta Política, porque establece un
tratamiento diferenciado, a todas luces injusto, frente a quienes inician vida marital con el causante
con anterioridad a que éste adquiera el derecho a la pensión. El tratamiento discriminatorio viene
impuesto, entonces, por una coincidencia de fechas que no atiende a la verdadera intención de las
partes cuando deciden iniciar una vida común, lo cual va en detrimento obvio de la protección
prevalente que el Estado debe a la familia como institución básica de la sociedad (art. 5º C.P.)
La Corte considera además que la condición que viene impuesta por la norma incluye un elemento
perturbador del principio de la presunción de buena fe, consagrado en el artículo 83 de la
Constitución Política, pues supone que todo aquel que inicia vida marital con el pensionado,
después de que éste ha adquirido el derecho a la pensión, concibe la intención fraudulenta de ser
el titular de dicha prestación. Se desconoce también por esta vía el derecho legítimo de quien
decide iniciar vida de pareja con el pensionado, sin previo conocimiento de que éste es titular de
12
Ver sentencia C-1176/01, M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra
25
una pensión de vejez o invalidez, hipótesis que también resulta atentatoria del principio de
presunción de buena fe.”
Esta Sala de revisión concederá la tutela de los derechos fundamentales a la seguridad social en
pensiones en conexidad con el mínimo vital y el debido proceso de la señora Margarita María
Pérez por existir una vía de hecho por inaplicación de la excepción de inconstitucionalidad en la
resolución de negativa de la pensión de sobrevivientes.
Simultáneamente con los mencionados derechos, la resolución que niega la pensión también
desconoció la protección especial a las personas de la tercera edad, ya que la accionante al
momento de solicitar la tutela contaba con 72 años y la pensión de sobrevivientes era un ingreso
que le permitiría vivir este periodo de su vida en condiciones dignas. En la actualidad, la accionante
cuenta con 74 años de edad y manifiesta estar viviendo con una de sus sobrinas y dependiendo
económicamente de ella en virtud de que su avanzada edad le impide mantenerse por si misma.
En consecuencia, la pensión de sobrevivientes, ahora más que nunca, es la garantía de su mínimo
vital. En consecuencia, se configuró en esta ocasión una vía de hecho administrativa por no
aplicación de la excepción de inconstitucionalidad, la cual deberá ser subsanada.
En Auto No. 071 de 2001, Sala Plena ICC-235 de 2001, de la Corte Constitucional, se habló sobre
los EFECTOS INTER PARES, veamos.
13
Ver sentencia C-1176/01, M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra
26
b) Que la norma constitucional violada, según la interpretación sentada por la Corte Constitucional,
defina de manera clara la regla jurídica que debe ser aplicada, como sucede en este caso porque
el artículo 86 de la Constitución dice que la acción de tutela puede ser presentada "ante los jueces,
en todo momento y lugar".
c) Que la inconstitucionalidad pueda ser apreciada claramente, sin que sea necesario sopesar los
hechos particulares del caso y, por lo tanto, la inconstitucionalidad no dependa de tales hechos. La
inaplicación del Decreto 1382 de 2000 no resulta de los derechos invocados, ni de la naturaleza
del conflicto, ni de la condición de las partes en este caso. Del conflicto de su texto con la
Constitución, independientemente de las particularidades del caso, es posible observar su
manifiesta inconstitucionalidad.
d) Que la norma inaplicada regule materias sobre las cuales la Corte Constitucional ha sido
investida por la Constitución de una responsabilidad especial, como es el caso de la acción de
tutela y la protección efectiva de los derechos fundamentales, en virtud del artículo 241 numeral 9
y del inciso 2 del artículo 86 de la Carta.
e) Que la decisión haya sido adoptada por la Sala Plena de la Corte en cumplimiento de su función
de unificar la jurisprudencia o haya sido reiterada por ella. Hasta la fecha, como ya se dijo, la Corte
en Sala Plena y por unanimidad, ha proferido cerca de 90 autos reiterando su jurisprudencia
sentada inicialmente en el auto 085 del 26 de septiembre de 2000, ICC-118 M.P. Alfredo Beltrán
Sierra.
Cuando concurran estas cinco condiciones, la orden impartida por la Corte en el sentido de que
cierta norma constitucional sea aplicada de manera preferente, a una de rango inferior contraria a
ella, surte efectos respecto de todos los procesos semejantes para asegurar la efectividad (artículo
2 de la C.P.) del principio de supremacía constitucional (artículo 4 de la C.P.). Esta decisión es un
desarrollo de la competencia radicada en esta Corporación para determinar los efectos de sus
providencias. Sobre este asunto crucial de la guarda de la integridad de la Constitución existe
amplia jurisprudencia. Una primera línea se refiere a los efectos de la parte resolutiva de las
providencias (C-113/93). En este punto la Corte ha sido enfática y consistente en sostener que
sólo ella puede determinar tales efectos, los cuales pueden variar en atención a diferentes criterios
para asegurar la defensa efectiva de la Constitución en el contexto de cada caso, lo cual explica el
desarrollo de la técnica de las sentencias modulativas. Una segunda línea se refiere a la fuerza
vinculante de la doctrina constitucional contenida en la parte motiva de las providencias, no en su
parte resolutiva. En esta materia la Corte ha ido construyendo gradualmente un conjunto de
criterios para conciliar la importancia de seguir los precedentes y el respeto a la independencia de
los jueces (ver la sentencia C-083 de 1995 y la SU-047 de 1999).
El presente caso se ubica dentro de la primera línea, la de la autonomía de esta Corporación para
determinar el efecto de sus providencias. La inaplicación del artículo 1º del Decreto 1382 de 2000
es una decisión de fondo adoptada en la parte resolutiva de los autos mediante los cuales la Corte
Constitucional ha resuelto los conflictos de competencia suscitados por dicha norma
reglamentaria. Dentro de las diversas alternativas disponibles para determinar los efectos de las
providencias - efectos inter partes, efectos erga omnes, efectos inter pares, etc.-, la que mejor
27
protege en este caso los derechos constitucionales fundamentales y respeta las atribuciones del
Consejo de Estado como máximo tribunal de la jurisdicción contencioso administrativa, es la de los
efectos inter pares, es decir, entre los casos semejantes. La doctrina convencional según la
cual la excepción de inconstitucionalidad sólo tiene efectos inter partes, es decir, en el proceso
concreto dentro del cual fue inaplicada la norma contraria a la Constitución, es insuficiente tanto
para proteger los derechos constitucionales fundamentales como para asegurar la efectividad de
los principios fundamentales. El derecho a recibir la tutela inmediata de los derechos
fundamentales ha sufrido seria mengua, debido a los innumerables conflictos de competencia
entre los jueces que aplican de manera preferente la Constitución y aquellos que deciden aplicar el
Decreto 1382 de 2000. El principio de supremacía constitucional también se ha desvanecido ante
la aplicación reiterada de una norma inferior de rango reglamentario que es palmariamente
contraria al tenor literal de la Constitución, según lo ha demostrado esta Corporación. Ello
comprueba que la doctrina tradicional que confiere a las providencias que aplican la excepción de
inconstitucionalidad efectos exclusivamente respecto de las partes de cada caso, es inadecuada
cuando concurren las condiciones anteriormente señaladas, aunque conserve todo su valor y su
sentido en otro tipo de situaciones en las cuales tengan gran peso las particularidades de un caso
y los alcances de la competencia del juez que este conociendo de él.
De otro lado, la segunda opción, o sea, decidir que cuando concurran las condiciones
mencionadas los efectos de la excepción de inconstitucionalidad son erga omnes, no es adecuada
porque excede la órbita de competencia de la Corte Constitucional. La Constitución ha atribuido al
Consejo de Estado la competencia para conocer de las acciones de nulidad y de las acciones de
inconstitucionalidad contra actos administrativos. La Corte Constitucional no puede obligar al
máximo tribunal de lo contencioso administrativo a declarar que la norma que ella ha inaplicado es
inconstitucional o ilegal, porque ello sería exceder su órbita de competencia limitada por la Carta al
control constitucional de normas con fuerza de ley y de otras normas de jerarquía superior a la de
los actos administrativos (artículo 241, numerales 1, 2, 3, 4, 5, 7, 8 y 10 de la C.P.) y a la de ser el
máximo tribunal de derechos fundamentales y de la acción de tutela (artículo 241, numeral 9, y
artículo 86, inciso 2, de la C.P.). Naturalmente, cuando la norma inaplicada sea demandada por
medio de una acción pública, la decisión que finalmente adopte la máxima corporación judicial
competente, en este caso el Consejo de Estado (C.P. art. 237 numerales primero y segundo),
prevalecerá por tener efectos erga omnes. Por lo tanto, en el caso del decreto 1382 de 2000,
demandado ante el Honorable Consejo de Estado, la Corte Constitucional acatará la decisión que
éste finalmente adopte.
Al igual que esta Corporación, los demás jueces que integran la jurisdicción constitucional están
llamados por el artículo 2 citado a asegurar que las personas puedan gozar efectivamente de sus
derechos fundamentales y que la Constitución sea aplicada de manera preferente a una norma de
jerarquía inferior contraria a ella en razón al principio de supremacía constitucional, pilar de la
coherencia del ordenamiento jurídicoxxxii. Por lo tanto, cuando se presente un caso semejante a los
decididos por esta Corporación, deben inaplicar el artículo 1º del Decreto 1382 de 2000 y aplicar el
artículo 86 de la Constitución según el cual las acciones de tutela pueden ser presentadas “en
todo momento y lugar”. Ello significa que los jueces ante los cuales se presenten acciones de
tutela no pueden remitir el expediente a otro despacho invocando el Decreto 1382 de 2000.
Hacerlo significaría desconocer el principio de supremacía constitucional (artículo 4 de la C.P.).
Pero, además, representaría un desconocimiento del derecho al debido proceso que obliga en
grado sumo a las autoridades judiciales y que expresamente comprende el derecho a un proceso
“sin dilaciones injustificadas” (artículo 29, inciso 4 de la C.P.). Cuando una autoridad judicial, que
es por mandato de la Constitución y de la ley competente para conocer de una acción de tutela, se
niega a hacerlo e inicia un trámite que seguramente derivará en un conflicto de competencias que
dilatará el curso de la acción de tutela - hasta el punto de que en lugar de ser ésta decidida en 10
días lo sea en treinta o inclusive en setenta días, como en algunos casos que ya ha conocido esta
Corporación - está violando de manera flagrante y grosera el artículo 29 de la Constitución, lo cual
compromete su responsabilidad y puede generar consecuencias de orden disciplinario.
Es cierto que los jueces son independientes, pero su independencia es para aplicar las normas, no
para dejar de aplicar la Constitución (artículo 230 de la C.P.). Un juez no puede invocar su
independencia para eludir el imperio de la ley, y mucho menos para no aplicar la ley de leyes, la
norma suprema que es la Constitución. Cuando la Corte Constitucional se pronuncia sobre una
materia respecto de la cual debe unificar jurisprudencia y obrar como cabeza de la jurisdicción
constitucional, sus decisiones tienen un efecto mayor a las que adopta generalmente en salas de
revisión de tutela. El sistema de control constitucional adoptado en Colombia es mixto en la
medida en que combina elementos del sistema difuso y del sistema concentrado. No es necesario
abundar en los elementos concentrados del sistema colombiano. Es suficiente con subrayar que la
opción del constituyente de 1991 de crear una Corte Constitucional fortaleció en forma significativa
esta dimensión concentrada de nuestro sistema. Al haberle atribuido a ese órgano de cierre de las
controversias relativas a la interpretación de la Constitución la facultad de conocer cualquier
acción de tutela no sólo reafirmó, este elemento de concentración en materia de derechos
constitucionales fundamentales, sino que le confirió una trascendencia especial a la unificación de
jurisprudencia en estos asuntos. Cuando la Corte Constitucional decide en Sala Plena sobre estas
materias desarrolla su misión constitucional y por lo tanto está obligada a asumir su
responsabilidad como órgano unificador de la jurisprudencia.
Por consiguiente, cuando la Corte se pronuncia en casos como el presente no lo hace como un
juez más de la jurisdicción constitucional en un sistema difuso de control de constitucionalidad. De
tal manera que los supuestos estructurales y funcionales en que se funda la doctrina de los
efectos inter partes de la excepción de inconstitucionalidad, en un sistema exclusivamente difuso,
no se dan. Por el contrario, los supuestos son en realidad los contrarios. La Corte Constitucional
pone en marcha los elementos concentrados de nuestro sistema de control constitucional. Cuando
ello ocurre los efectos de la excepción de inconstitucionalidad no tienen que ser necesariamente
inter partes. La Corte habrá de decidir cuándo esta modalidad de efectos limitados le permite
cumplir su misión institucional y asegurar el respeto de los mandatos constitucionales. Pero
también habrá casos, como el presente, en los cuales deba extender, por las razones anterior-
xxxii
Dworkin. Questioni di principio. Milano 1985.
29
mente expuestas y cuando concurran condiciones que así lo justifiquen, los efectos de sus
providencias más allá de las partes.
Esta Corte ya ha adoptado decisiones encaminadas a asegurar que los elementos concentrados
del sistema de control constitucional sean respetados. En la sentencia T-669 de 1996, la Corte
decidió que los jueces están obligados a aplicar la excepción de inconstitucionalidad respecto de
normas vigentes que reproducen el contenido de disposiciones que ya han sido declaradas
inexequibles por la Corte Constitucional. Las razones esgrimidas en la tutela citada coinciden con
la necesidad de preservar la supremacía de la Constitución. Dijo la Corte que el juez que no
cumpliera este deber y, por lo tanto, aplicara la norma contraria a la Constitución incurriría en una
vía de hecho:
“Por ello, cuando un juez o un fiscal aplican una disposición formalmente vigente pero que tiene
el mismo contenido material de una que ya ha sido declarada inexequible por la Corte
Constitucional, es indudable que están violando este precepto constitucional, pues están en la
práctica reproduciendo "el contenido material del acto declarado inexequible". En tales
eventos, el funcionario judicial está obligado a aplicar la excepción de inconstitucionalidad,
pues la Constitución es norma de normas (CP art. 4º) o, en caso de que no lo considere
pertinente, debe mostrar de manera suficiente que la disposición que, dada la situación del
caso concreto, pretende aplicar tiene en realidad un contenido normativo en parte diferente a la
norma declarada inexequible, por lo cual puede seguirse considerando constitucional. Si el
funcionario aplica la norma y no justifica su distanciamiento frente al pronunciamiento previo de
la Corte Constitucional sobre el mismo tema, estaríamos en presencia de una vía de hecho,
pues el funcionario judicial decide aplicar caprichosamente de preferencia las disposiciones
legales a las normas constitucionales, en contravía de expresos pronunciamientos sobre el
punto del tribunal constitucional, máximo intérprete y guardián de la Carta (CP arts 4º, 241 y
243).”
Igualmente, la Corte Constitucional ha admitido que los fallos de tutela proferidos por sus salas de
revisión son excepcionalmente anulables precisamente cuando éstos se apartan de la doctrina
que en sede de unificación ha sentado la Sala Plena de la Corporación. Esto se debe a que el art.
34 del Decreto 2591 de 1991 establece claramente que los cambios de jurisprudencia deben ser
adoptados por la Sala Plena a quien corresponde la función de unificar jurisprudencia (Auto de 21
de Noviembre de 2000). La seguridad jurídica, la consistencia que debe guiar el ejercicio de la
función jurisdiccional, el sometimiento de los jueces a la Constitución y la efectividad del derecho a
la igualdad así lo exigen. Adicionalmente, para defender la supremacía de la Constitución, la
Corte ha sostenido que la fuerza obligatoria de los actos administrativos está supeditada a que
éstos sean compatibles con la Constitución. Por esta razón condicionó la exequibilidad del art. 66
del Decreto 01 de 1984 a que se entendiera que cuando un acto administrativo es contrario a la
Carta la autoridad judicial que deba aplicarlo puede abstenerse de hacerlo y aplicar de manera
preferente la Constitución (C-064/95).
Finalmente, no sobra recordar que dentro del sistema Europeo Continental de control de
constitucionalidad, precisamente debido a sus elementos concentrados dominantes, la regla
general cuando una Corte Constitucional ejerce, no el control abstracto de normas, sino el control
concreto de constitucionalidad, es que sus providencias también tienen efectos erga omnes. Esa
es la regla general adoptada en los países europeos donde existe un control concreto de
constitucionalidad independientemente de las características especificas de los diversos
mecanismos para desencadenarlo. Hay dos excepciones, la belga y la portuguesa. Sin embargo,
en estos dos países existen procedimientos para asegurar que los efectos del control concreto no
sean exclusivamente inter partes (En Alemania, Italia y España, por citar tan sólo tres ejemplos,
donde existe el control concentrado de constitucionalidad, los efectos de los fallos de
constitucionalidad en desarrollo del control concreto son erga omnes, es decir, tienen fuerza
30
Nota: el decreto 1382 de 2000, fue suspendido por un año su vigencia, “en espera de que el
Consejo de Estado resuelva en forma definitiva sobre la legalidad del mismo”, atendiendo entre
otras consideraciones a que “la Corte Constitucional, mediante auto del 27 de febrero de 2001,
resolvió: ‘otorgar efectos inter pares a la decisión de inaplicar el artículo 1 del Decreto 1382 de
2000, para que en aquellos casos que sean semejantes todos los jueces de tutela apliquen la
excepción de inconstitucionalidad en el mismo sentido’”. Decreto 404 de 14 de marzo de 2001,
suscrito por el Ministro de Justicia y del Derecho.
Sentencia SU.1023/01
En esta oportunidad la decisión de la Corte señala efectos inter comunis frente al proceso de
liquidación obligatoria de la CIFM, en consideración a que todos los pensionados pertenecen a
una comunidad, en situaciones de igualdad de participación, y con el fin de evitar entre ellos
desequilibrios injustificados. Los beneficios de la decisión se extienden a todos aquellos que
ostentan la calidad de pensionados de la Compañía de Inversiones de la Flota Mercante S.A. en
liquidación obligatoria, en forma independiente de su inclusión o no en el Auto de Calificación y
Graduación de Créditos proferido por la Superintendencia de Sociedades del 3 de agosto de 2001.
Así mismo, cobija a los futuros pensionados cuyo pago de mesadas pensionales quede a cargo de
la CIFM.