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1[1]
Porque en Estados Unidos se dio una situación distinta, en dicho país conforme al art. VI de su
Constitución de 1787, desde un inicio se afirmó el principio de constitucionalidad, a diferencia de Europa,
continente en el que se afirmó el principio de legalidad.
La interpretación resulta ser pues muy importante, ya que permite adaptar los
normas constitucionales a los cambios que se produzcan en la sociedad, sin
recurrir a la reforma de la Constitución, tarea que corresponde al Poder Judicial
y al Tribunal Constitucional, quienes de este modo ocupan un lugar
preponderante, pues cubren los vacíos de la ley.
Por otro lado, en nuestro caso, se advierte la importancia de estar informados
del contenido de la jurisprudencia que emite el Tribunal Constitucional, pues al
art. 39 de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional establece que: “Los
jueces deben aplicar una norma cuya constitucionalidad haya sido confirmada
por el Tribunal Constitucional”, norma que debe ser concordada con la Primera
Disposición General de la citada Ley, que establece que la interpretación
efectuada por el Tribunal Constitucional en todo tipo de procesos vincula a los
jueces y tribunales. Igualmente lo establecido en la 2da. parte del art. 39 y art.
48° de la norma que se comenta.
2[2]
Año en que el Presidente del Tribunal Supremo John Marshall, resolviera el famoso caso del Juez de
Paz William Marbury contra James Madison.
legisladores que ellos están allí para ejercer un poder muy relevante pero
siempre derivado, al haber sido recibido del pueblo soberano mediante la
constitución”3[3].
Por tanto, el control judicial de constitucionalidad de las leyes, llamado también
revisión judicial o examen de la constitucionalidad de las leyes, es una
institución de origen norteamericana4[4], acogida por diversos países, entre ellos
Perú (art. 138° de la Constitución de 1993). Control que parte de la idea de que
la soberanía reside en la Constitución y no en el Parlamento, lo que significa
que todas las leyes inferiores a la Constitución tienen que ser conformes a ella,
no pueden contradecirla. Así, si una norma entra en conflicto con la
Constitución prevalece ésta última aunque sea anterior y no la norma posterior;
rige el criterio de lex superior derogat inferiori, y no el lex posterior derogat
priori, propio de la Constitución flexible5[5].
Entonces presupuesto fundamental para aplicar el control judicial, es que la
Constitución sea escrita (Constitución formal) y rígida, (con un procedimiento
agravado de reforma). Escrita para que el Juez pueda efectuar el examen de
compatibilidad entre la norma de menor rango que contraviene a la
Constitución; y rígida, porque determina que la Constitución sea la Norma
Suprema, que tiene un rango superior, por encima de todas las demás.
Paralelo al control difuso o revisión judicial acogido por nuestra Constitución,
tenemos otro sistema de control de constitucionalidad de las leyes, el
denominado sistema europeo, concentrado o kelseniano, en honor a su
3[3]
FIORAVANTI, Maurizio. Constitución, de la Antigüedad a nuestros días, Trotta, Trad. de Manuel
Martínez Neyra, Madrid, 2001, pág.109
4[4]
Cuyos precedentes sin embargo se encuentran en Gran Bretaña, se cita como ejemplo el famoso caso
Dr. Bonham s Case, de 1610, en que el Juez Coke sostuvo que el Common Law controlará las Leyes del
Parlamento y las juzgará nulas, si es contra el común derecho y la razón; al igual que el Caso Day versus
Savadge de 1615, en que el Juez Hobart, sostuvo que una Ley del Parlamento es nula si está hecha contra
la equidad natural, situación que varió a partir de la Gloriosa Revolución de 1688, en que el poder del
Parlamento se afirmó frente al Ejecutivo. A partir de esta fecha los jueces sostendrán que si una ley es
incorrecta corresponde al Legislativo corregirla mediante su derogación. Cfr. Wison. Cases and Materials
on Constitutional and Administrative Law, Cambridge, 2da. ed., 1977.
5[5]
Por el primero, conocido como el criterio jerárquico o de ley superior, es aquel por el cual de existir
dos normas incompatibles prevalece siempre aquella jerárquicamente superior. Por el segundo, conocido
como criterio cronológico o de ley posterior, es aquel por el cual en caso de existir dos normas
incompatibles, prevalece siempre la norma posterior.
creador, el gran jurista Hans Kelsen, quien concibió en 1919 unos órganos de
naturaleza legislativa que tenían como finalidad, ejercer este control. Estos
órganos especializados ejercen una jurisdicción concentrada, y son intérpretes
de la Constitución formal jurídico-positiva, en Perú se acoge en el art. 202° y se
denomina Tribunal Constitucional.
Nuestro Tribunal Constitucional, siguiendo el modelo diseñado por la
Constitución española de 1978, lleva a cabo tres importantes funciones:
a. a. Examen de constitucionalidad de las leyes, a través del control
abstracto mediante la acción de inconstitucionalidad, que procede contra
normas que tienen rango de ley.
b. b. Jurisdicción constitucional de la libertad, pues conoce las
resoluciones denegatorias de las acciones de garantía previstas en el
art. 200° de la Constitución, con excepción de las acciones de
inconstitucionalidad y popular.
c. c. Conoce de los conflictos de competencia o de atribuciones entre los
diversos órganos del Estado.
El Poder Judicial también efectúa un control abstracto de constitucionalidad de
las normas con menor rango de ley, a través de la Acción popular, la que se
encuentra regulada por la Ley N° 26435.
Por tanto, conforme al modelo diseñado en la Constitución; Ley Orgánica del
Tribunal Constitucional N° 26435, Ley de Hábeas Data y Acción de
Cumplimiento (Ley N° 26301) y Ley de Hábeas Corpus y Amparo (Ley N°
23506), la jurisdicción constitucional, en los Procesos constitucionales relativos
a pretensiones de tutela de los derechos que la Constitución consagra:
Amparo, Hábeas Corpus, Hábeas Data y Acción de cumplimiento, la ejercen el
Poder Judicial; y en última y definitiva instancia el Tribunal Constitucional.
Se sostiene que son Procesos Constitucionales, porque tienen por objeto
pretensiones fundadas en normas constitucionales, las normas que se invocan
son normas de Derecho Constitucional. En este extremo, es pertinente
consignar el concepto esgrimido por Nestor Sagues, para quien proceso
constitucional es aquel encargado de velar por el respeto del principio de
supremacía constitucional o por la salvaguarda de los derechos
constitucionales, cuyo conocimiento puede corresponder a un Tribunal
Constitucional o al Poder Judicial.
Sobre el Proceso Constitucional de Amparo
Ahora bien en cuanto al Proceso Constitucional de Amparo, siguiendo al
ponente, Samuel Abad Yupanqui, se trata de un proceso de naturaleza
constitucional, cuya pretensión es obtener la protección jurisdiccional frente a
los actos lesivos (amenazas, omisiones o actos stricto sensu) de los derechos
constitucionales distintos a la libertad individual y a los tutelados por el habeas
data, cometidos por cualquier autoridad, funcionario o persona.
Resulta correcta la posición del ponente en el sentido de hacer extensivas las
categorías del Derecho Procesal al proceso constitucional de amparo,
explicando algunas de ellas y que en detalle aparecen en su artículo titulado:
“El Proceso Constitucional de Amparo en el Perú: Un análisis desde la Teoría
General del Proceso”, editado en el Boletín Mexicano de Derecho Comparado.
Un tema que me interesa resaltar, es el relativo a la Legitimación en los
Procesos Constitucionales, en especial en el proceso de amparo. Conforme
sostienen José Cascajo Castro y Vicente Gimeno Sendra, la legitimación
procesal viene a ser la situación en las que se encuentran las partes con
respecto a la relación jurídica material que se discute en el proceso y que, por
estar expuesta a la mutación consiguiente de los efectos materiales de la cosa
juzgada, les habilita para comparecer en él, bien para sostener la pretensión o
para oponerse a ella6[6].
La legitimación procesal puede ser activa y pasiva, ambas se identifican con la
capacidad para ser parte principal en un proceso, la diferencia entre las dos
según Raúl Canosa Usera, no tiene consecuencias en la posterior tramitación
6 [6]
CASCAJO CASTRO, José y GIMENO SENDRA, Vicente. El recurso de Amparo. Tecnos,
Reimpresión 1992, Madrid, 1992, pág. 110.
del procedimiento, toda vez que las partes principales disponen de las mismas
ventajas procesales. La distinción radica en que el uso de la primera (activa)
abre el procedimiento en su fase inicial, mientras que mediante la segunda el
órgano facultado se persona en el proceso para responder y en su caso rebatir
las afirmaciones vertidas por quien inició el procedimiento”. 7[7]
Este concepto que en la teoría procesal es considerado uno de los
presupuestos de eficacia de los actos de las partes procesales, se conecta con
el derecho a obtener una tutela jurisdiccional efectiva –derecho reconocido en
el art. 139° inc. 3° de la Constitución peruana de 1993, tomado del art. 24° de
la Constitución española de 1978-, que en la actualidad ha trascendido su
tradicional vinculación a la titularidad de derechos subjetivos o de intereses
legítimos, pues existen casos en que es necesario que se extienda a cualquier
ciudadano por su condición de tal, por el interés que éste tiene para la defensa
del interés común o particular.
Teniendo en cuenta lo expuesto anteriormente, no es de extrañar que en la
teoría procesal moderna se atorgue legitimación a personas que según los
criterios de la teoría anterior no tuvieran “legítimo interés directo y moral”.
Otorgar legitimación procesal activa a asociaciones y grupos que puedan
resultar afectados, organizaciones no gubernamentales de derechos, entidades
públicas, es consecuencia, como ya se ha dicho, del derecho fundamental a
obtener la tutela jurisdiccional efectiva, pues resulta necesario que alguien
asuma la defensa de los intereses difusos o colectivos.
En palabras de Víctor Moreno Catena, la defensa de los intereses difusos o
colectivos presenta perfiles particulares respecto del derecho antes indicado,
sobre todo por lo que hace a la legitimación para su defensa ante los
tribunales, se trata de intereses de una colectividad cuando no existan
individuos particularmente afectados en sus derechos o, habiéndolos, se
7 [7]
CANOSA USERA, Raúl. Legitimación Autonómica en el Proceso Constitucional. Trivium, 1era.
ed. Madrid, 1992, pág. 43.
mantenga el interés general8[8], agregando en forma acertada que la defensa de
este tipo de intereses exige introducir modificaciones sustanciales en el
desarrollo del proceso: el llamamiento a terceros interesados; la modificación
de las reglas de competencia; la modificación de las reglas de distribución de la
carga de la prueba y de su valoración; la extensión de la cosa juzgada a
terceros no intervinientes; las sentencias con condenas abiertas para permitir
la comparecencia de anónimos perjudicados, respecto de quienes se habrán
fijado las bases para liquidar el daño sufrido, etc. 9[9].
Lo que se quiere resaltar es el hecho de que en la defensa de los derechos de
las personas, el proceso tiene que adecuarse a los nuevos derechos que se
vayan introduciendo en las Constituciones; el derecho al medio ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor y en general, los derechos de
incidencia colectiva, no permiten más una concepción del esquema de
legitimaciones clásico del liberalismo. Es por ello que en muchos
ordenamientos, Instituciones de carácter público como lo son el Defensor del
Pueblo y el Ministerio Fiscal o Ministerio Público- están legitimados para
interponer acciones en defensa de estos intereses, e inclusive en sustitución de
la propia persona afectada; a la legitimación a ellos concedida ha sido
calificada por algunos "legitimación amplia de carácter especial por
razones de interés general", y otros la engloban en la "legitimación
extraordinaria"10[10].
Finalmente, en concordancia con el ponente concluimos que siendo el Amparo,
garantía fundamental de los derechos constitucionales, un proceso
constitucional, deben aplicarse las categorías procesales, adaptándolas a la
8 [8]
MORENO CATENA, Víctor y otros. Introducción al Derecho Procesal. 2da. Edición, Colex,
Madrid, 1997, pág. 264.
9 [9]
MORENO CATENA, Víctor y otros. ob. cit., pág. 265.
10 [10]
Para una visión más amplia sobre el concepto de legitimación procesal, ver, entre otros:
ALMAGRO NOSETE, José, y otros. Derecho procesal. Tirant lo Blanch, Valencia, 1992, Tomo I,
Volumen I, 6ª edición, págs. 283 a 287; MORENO CATENA, Víctor, y otros. Derecho Procesal.
Proceso Civil. Tirant lo Blanch, Valencia, 1993, págs. 79 a 85; y MONTERO AROCA, Juan. La
legitimación en el proceso civil (Intento de aclarar un concepto que resulta más confuso cuanto más
se escribe sobre él), Civitas, Madrid, 1994
naturaleza de este proceso, de tal modo que los derechos tengan vigencia y se
cumpla con lo consagrado en el art. 200° de la Constitución.