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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II.

LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

TEMA 6:

LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI: CARLOS I Y FELIPE II.

LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

ÍNDICE

1. El imperio de Carlos V.
1.1. La política interior
1.2. La política exterior.
1.3. El fin del reinado y el reparto de la herencia. La retirada a Yuste.
2. La Monarquía hispánica de Felipe II. La unidad ibérica.
2.1. Los primeros años del reinado.
2.2. La política interior.
2.3. La política exterior.
3. El modelo político de los Austrias.
4. Economía y sociedad en la España del siglo XVI.
4.1. Características económicas
4.2. Las transformaciones sociales
5. Cultura y mentalidades. La Inquisición.

INTRODUCCIÓN

Con la llegada al trono de Carlos I, la Corona de los reinos españoles pasaba a manos de la casa de
Austria o de Habsburgo, que reinará en ellos durante dos siglos. Se abre un período nuevo en la
Historia de España, pues por primera vez, las dos coronas de Castilla y Aragón están reunidas en la
misma persona. Carlos, hijo de Felipe de Borgoña y Juana de Castilla recibió una herencia
espectacular: de sus abuelos paternos heredaba los Países Bajos y los territorios patrimoniales de la
casa de Austria; de los maternos, Castilla y Aragón, y con ellos el dominio de América y de

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buena parte de Italia. Tanto Carlos como sus sucesores dedicaron todo su esfuerzo a conservar y,
en su caso, ampliar los territorios recibidos. Todo parece indicar que comienza un periodo de gloria
para la monarquía hispánica.

Los reinados de Carlos V y de Felipe II cubren la mayor parte del siglo XVI. Presentan algunos
rasgos comunes, como la subordinación de los intereses castellanos y aragoneses a la política
europea de los Austrias, el esfuerzo continuado por mantener la hegemonía y el papel de defensa
del catolicismo adoptado por la monarquía española. Pero también hay contrastes acusados:
mientras Carlos V fue un rey europeo, cosmopolita y de talante abierto, Felipe II fue un rey nacido
y educado en Castilla, sedentario, burócrata y con tendencias autoritarias, que sus enemigos en
Europa supieron subrayar en su propaganda.

1. EL IMPERIO DE CARLOS V

1.1. La política interior

La llegada a la Península y la elección imperial

Al morir su abuelo Fernando el Católico, en 1516, Carlos, de 16 años, era ya rey de los Países
Bajos. Inmediatamente se hizo coronar rey de Castilla y Aragón y emprendió viaje hacia la
Península.

El nuevo rey había sido educado en Borgoña y no conocía el castellano. Llegó rodeado por
consejeros flamencos que ocuparon pronto los cargos más importantes de la corte y de la Iglesia.
Las Cortes, convocadas para ratificar al nuevo rey y para pedirles que votaran impuestos,
protestaron enérgicamente, y recordaron al monarca la obligación de residir en Castilla y de respetar
las leyes del país. Si la situación fue tensa en Castilla, no menos difícil resultó en Aragón y en
Cataluña, donde los diputados de las Cortes forcejearon duramente con el rey, exigiendo similares
compromisos que en Castilla, antes de votar los subsidios pedidos por la Corona.

A comienzos de 1519, Carlos I conoció la noticia de la muerte de su abuelo, el emperador


Maximiliano. Rápidamente envió instrucciones a sus embajadores para que promovieran su
candidatura al Imperio alemán, al que también aspiraba Francisco I de Francia. En mayo, los
príncipes alemanes eligieron al candidato Habsburgo, convertido desde entonces en el emperador

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Carlos V. Carlos se dispuso enseguida a emprender viaje para recibir la Corona imperial en
Aquisgrán. En 1520 convocó Cortes en Santiago, una vez más para pedir dinero a las ciudades
castellanas. Tras unas agrias sesiones, en las que la tensión con los procuradores fue en aumento,
Carlos zarpó en mayo hacia los Países Bajos.

La rebelión de las Comunidades de Castilla

El descontento acumulado desembocó entonces en la sublevación de las Comunidades de Castilla,


una rebelión contra la autoridad de la Corona que se extendió por la mayor parte de las ciudades de
Castilla.

Las causas eran complejas. Carlos había entregado la administración de Castilla a nobles flamencos
que utilizaron los cargos para enriquecerse, y al marchar había dejado a Adriano de Utrecht como
gobernador. Los castellanos lo veían como una humillación y un atentado contra sus privilegios. El
emperador había desdeñado la exigencia de permanecer en Castilla y de aprender castellano, así
como de prometer el respeto a las leyes del reino. Había dedicado el dinero pedido a las Cortes a
conseguir la elección imperial, sin repercusión positiva para el reino. Los castellanos eran
conscientes de que lo único que se esperaba de ellos era que sufragasen con sus bolsas una aventura
personal del monarca, completamente ajena a sus intereses.

A la irritación que tales hechos provocaba se unió la alarma ante la actitud de los grandes señores,
que comenzaban a recuperar su posición de fuerza, como no lo habían hecho durante el reinado
anterior. Recuperar la paz que se asociaba a los Reyes Católicos se convirtió en el objetivo de las
ciudades castellanas y doña Juana, que aún era formalmente la reina, en el símbolo de la vuelta a la
seguridad y el orden.

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La rebelión estalló en Toledo días antes de que Carlos abandonara Castilla. En otras ciudades
castellanas se produjeron levantamientos parecidos, en algunos casos con violencia, y siempre
contra las autoridades de la Corona y contra los procuradores que habían aprobado los servicios del
rey. Las autoridades fueron depuestas y sustituidas por nuevos regidores o comuneros. En junio, y a
petición de Toledo, las ciudades comenzaron a enviar a Ávila a sus representantes. Aunque algunas
dudaban, el incendio de Medina del Campo por parte del ejército real, en agosto, acabó de
generalizar la rebelión. Los comuneros tomaron Tordesillas y allí se organizó la Santa Junta, un
gobierno revolucionario que exigía la retirada de los impuestos votados en las Cortes de 1520, el
respeto a las leyes del reino y la marcha de los consejeros del reino y la marcha de los consejeros
flamencos. La Junta intentó sin éxito convencer a doña Juana, recluida en Tordesillas, para que
apoyase a los comuneros.

A partir de octubre, Carlos V reaccionó. Autorizó el control de los impuestos por las Cortes y puso
junto a Adriano, como virreyes, a miembros de la nobleza castellana, que comenzaron a reclutar
tropas. Los levantamientos contra los señores que empezaban a producirse en algunos señoríos
decidieron a los nobles a alinearse contra los comuneros. En noviembre, Burgos se retiró de la Junta
y en diciembre las tropas de la Corona recuperaron Tordesillas.

Las rivalidades entre los jefes comuneros y la radicalización antiseñorial del movimiento, que
dividió a las ciudades, fue debilitando a la Junta, y el 23 de abril, tras un intento de huida hacia el
norte, las tropas comuneras fueron derrotadas junto al pueblo de Villalar. En pocos días, todas las
ciudades sublevadas abandonaron la Junta, salvo Toledo, que continuaría resistiendo aún hasta
comienzos de 1522.

Las Germanías

La rebelión comunera no fue la única que se produjo en los reinos españoles. En Valencia, el
hambre y las epidemias contribuyeron a agravar una situación explosiva que oponía a los artesanos
y pequeños comerciantes contra la oligarquía urbana y la nobleza. La rebelión de la Germanía,
organización de los trabajadores de la ciudad, estalló en 1520, aprovechando la ausencia de la
nobleza, que había huido de la ciudad a causa de la peste. Pero poco a poco se fue extendiendo por
la región del sur del reino.

Paralelamente, los agermanados se enfrentaron a los moriscos. Les acusaban de favorecer los
intereses de la nobleza, con su sumisión a los señores y a la Corona. En muchas zonas se produjeron
matanzas y se obligó a los musulmanes a bautizarse.

A diferencia de las Comunidades, las Germanías fue un movimiento de contenido social, que no
ponía en tela de juicio el poder real. Esta circunstancia, unida al hecho de que el reino no era tan
importante para Carlos V como Castilla, explica la lentitud de reacción de la Corona. El rey aceptó
al principio las peticiones de los gremios, entre ellas el tener representación en el gobierno de la
ciudad. Pero más tarde, cuando comprobó cómo se extendía la rebelión, dio órdenes al virrey para
acabar con el movimiento.

En el verano de 1521, el levantamiento degeneró en una guerra entre los sublevados y la nobleza.
Finalmente, en los primeros meses de 1522 los líderes agermanados fueron eliminados y la revuelta
reprimida por las tropas reales.

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El retorno a la Península y el cambio de actitud de Carlos V

En julio de 1522 Carlos V regresó a Castilla. Ordenó la ejecución de los principales presos
comuneros e impuso fuertes indemnizaciones al resto, antes de dictar un Perdón General. La
nobleza recuperó su dominio señorial, las ciudades quedaron sometidas a la autoridad real, y se
anularon las restricciones a la exportación de lana, en perjuicio de los artesanos. En Valencia, la
represión quedó en manos de los virreyes y la nobleza, hasta que en 1528 se dictó también un
Perdón real.

Pero las rebeliones tuvieron efectos importantes. Carlos V permaneció en Castilla durante los
siguientes 7 años. Cambió el trato con sus súbditos: incorporó consejeros nativos y aprendió a
hablar castellano. En adelante convocó a las Cortes de los reinos en ocasiones contadas, pero
mantuvo hacia ellas una actitud de escucha y atendió sus peticiones.

La imagen pública del emperador fue mejorando. En 1526 contrajo matrimonio con Isabel de
Portugal, ratificando la alianza existente desde los tiempos de los Reyes Católicos. En 1529,
cuando Carlos abandonó de nuevo la Península, su autoridad en los reinos había quedado
completamente restablecida. Desde entonces las estancias de Carlos en la Península fueron escasas
y de corta duración. De los cuarenta años de reinado, sólo pasó diecisiete en tierras hispanas y de
ellos doce en la Corona de Castilla, dejando el gobierno de los reinos en manos de la emperatriz y
del secretario Francisco de Cobos, al frente de las finanzas castellanas.

1.2. La Política exterior de Carlos V

Aunque los consejeros castellanos solicitaron reiteradamente una acción exterior encaminada a
defender los intereses peninsulares: detener el avance turco en el Mediterráneo y acabar con las
acciones de los piratas berberiscos. Pero fue en vano: una y otra vez la acción europea y los
intereses dinásticos de la Casa de Austria se impusieron.

La política del emperador, en realidad, obedeció a dos ideas básicas. Por un lado, tenía la
convicción de que su obligación era mantener la unidad de la Cristiandad y luchar contra el Islam.
Por otro lado, consideraba su deber conservar toda la herencia recibida, sin pérdida alguna. De
hecho, pronto renació en su cabeza la idea imperial de la Roma antigua y del Imperio carolingio, y
su objetivo pasó a ser el de crear un gran estado cristiano, sometido a la doble autoridad del Papa y
del Emperador, al cual deberían estar subordinados todos los reyes.

Sin embargo, no contaba con que en la Europa del momento existían ya estados nacionales con
personalidad propia, que no se iban a dejar eclipsar; ni con que la unidad Cristiana ya no existía, a
raíz de la Reforma. Eso explica la oposición de Francia, de los príncipes alemanes e incluso de los
papas, así como las frecuentes guerras que hubo de afrontar.

La lucha contra Francia

De los distintos frentes de lucha, el conflicto con Francia fue el de más larga duración. Entre las
causas, la principal fue, sin duda, de tipo estratégico: los territorios de Carlos V rodeaban la
frontera oriental del reino francés, impidiendo su expansión y constituyendo una amenaza para la
monarquía francesa. Estaba también la ya larga rivalidad con Aragón por el control de Italia, y las
guerras contra los Reyes Católicos. El interés por Nápoles no había disminuido, pero sobre todo era

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la Lombardía, con su capital, Milán, el territorio en disputa: era el enlace que permitía unir los
reinos de los Austrias, y por tanto la llave del dominio de Europa. En tercer lugar, estaba el
contencioso con Borgoña, en poder de Francia y reclamada por Carlos V como parte de su herencia
y como auténtica tierra de origen; el rey de Francia, por su parte, reclamaba parte de los Países
Bajos. Tampoco hay que desdeñar la rivalidad personal entre Carlos V y Francisco I de Francia,
que se fue agudizando a partir de la elección del primero como emperador.

Un total de siete guerras enfrentaron a ambos. En ellas, los franceses tuvieron casi siempre una
posición de inferioridad militar, equilibrada por el carácter compacto de su territorio y sus grandes
recursos demográficos. En 1525, tras la victoria de Pavía, Carlos llegó a tener prisionero a
Francisco, al que liberó tras la firma de un tratado. Francisco I fue buscando alianzas sucesivas con
el Papa, con Inglaterra y con los turcos, lo que fue considerado escandaloso por Carlos, para quien
el Sultán era el enemigo de toda la Cristiandad. De hecho, la alianza de Francia con el turco, que
estuvo vigente en los años de la década de 1530, obstaculizó a Carlos en su lucha por el control del
Mediterráneo.

A partir de 1544 la tensión entre ambos poderes se suavizó, entre otras cosas por el agotamiento
financiero. Al final del reinado se llegó a una situación de equilibrio: ni Carlos pudo vencer a su
rival, ni Francia romper el cerco, aunque la pérdida del control del emperador sobre Alemania
aliviaba las fronteras.

La lucha contra los Turcos.

La lucha contra el Islam era continuación natural del espíritu de cruzada, pero también respondía a
un hecho concreto: el avance del Imperio turco, que había conseguido reunificar el Islam y
amenazaba en Europa y el Mediterráneo a los Estados de los Austrias. Los turcos disponían de un
ejército considerable, pero eran ante todo una potencia naval, gracias a sus reservas en madera y a
contar con el apoyo de los piratas berberiscos. Estos últimos habían conquistado Argel. Desde
allí y desde otras ciudades de la costa africana se dedicaron a atacar los puertos cristianos, y de
manera particular las costas españolas. Mantenían contactos con los moriscos, pero sobre todo
buscaban botín y cautivos para las galeras. Por eso, tanto en Castilla como en Aragón se
consideraba prioritaria la lucha contra los turcos y los berberiscos.

El avance turco en el continente fue continuo en los primeros años del reinado de Carlos. En 1529
el ejército turco sitió Viena, la cuna de los Habsburgo. Durante tres años el cerco se mantuvo, hasta
que finalmente la llegada de refuerzos dirigidos por el propio emperador consiguió que el sultán
levantara el asedio.

En el Mediterráneo, sin embargo, la posición imperial era mucho más débil. La flota de los reinos
españoles era pequeña, no había reservas en madera y faltaban los remeros, y sobre todo los
marineros, que preferían la aventura de América al peligro de las galeras. Sólo la alianza de
Génova, a partir de 1529, permitió formar una flota capaz de enfrentarse a la armada turca. En 1535
las tropas de Carlos V reconquistaron Túnez, que había sido tomada por los turcos un año antes.
Fue sin duda su mayor victoria contra los musulmanes. Pero en 1541 el emperador fracasó en el
intento de conquistar Argel. A partir de entonces, la falta de recursos y los problemas europeos
impidieron a Carlos V cualquier iniciativa.

La política alemana y la reforma protestante

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En 1517 Marín Lutero publicó en Worms sus tesis contra la Iglesia de Roma, iniciando así la
reforma protestante. Su postura encontró rápidamente simpatías en Alemania, donde mucha gente
compartía las críticas hacia los papas. Además, muchos de los príncipes alemanes apoyaron a
Lutero, porque eran conscientes de que la reforma podía ser un instrumento que reafirmara la
independencia que, en la práctica, tenían frente al emperador.

Carlos V, decidido a combatir el protestantismo, convocó en 1521 en Worms una Dieta, reunión de
todos los príncipes alemanes, para condenar a Lutero. Pero la resolución que se aprobó no fue
aplicada por varios de los príncipes, que protegieron a los luteranos. Sucesivas Dietas fueron
convocadas en los años siguientes, con escasos resultados, al tiempo que el protestantismo se iba
extendiendo. En 1531, los príncipes protestantes formaron la Liga de Smalkalda. Durante varios
años más se mantuvo el pulso: las guerras contra Francia y contra el Imperio turco impedían al
emperador enfrentarse al problema. Pero, finalmente, pudo organizar una coalición católica, que en
1547 derrotó a los ejércitos de la Liga en la batalla de Mülhberg, junto al río Elba.

Parecía que el problema de Alemania tocaba a su fin. Pero no fue así. En 1552 se fraguó una
coalición contra Carlos, en la que participaron los príncipes alemanes y el rey de Francia, Enrique
II. El resultado fue una derrota de los ejércitos imperiales y la entrega a Francia de varias ciudades
de la frontera alemana, que Carlos intentó en vano recuperar el año siguiente. En 1555, la Paz de
Augsburgo estableció el derecho de cada príncipe a decidir libremente la religión en su territorio.

La relación con Roma

Las relaciones con Roma fueron difíciles. Los papas recelaban de la autoridad imperial. Como
monarcas que gobernaban todo el centro de Italia, veían con aprensión el dominio del emperador
sobre el norte y el sur. Tampoco les gustaba el control absoluto de Carlos V sobre las Iglesias de
Castilla y Aragón: en 1523 el emperador había arrancado al papa el Regio Patrontato sobre todas las
prelaturas castellanas. El papa Clemente VII se sumó a la Liga de Cognac, una alianza contra
Carlos V. Éste respondió en 1527 con una ofensiva en la que los soldados saquearon Roma y
retuvieron preso al propio papa. El sacco de Roma causó un escándalo en Europa y perjudicó
seriamente la imagen del emperador.

Los papas eran conscientes de que el imperio era su principal defensa frente al Islam y frente a la
reforma protestante. Tras años de forcejeos, por la desconfianza de los pontífices ante el poder el
emperador, en 1545 se inauguró el Concilio de Trento, cuyas reuniones duraron cerca de 20 años,
con varias interrupciones. En él jugaron un papel clave los teólogos y prelados españoles, se
reafirmaron los dogmas católicos y se preparó a la Iglesia para combatir contra las iglesias
reformadas.

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1.3. El fin del reinado: el reparto de la herencia y retirada a Yuste.

Al final de su vida, Carlos V tuvo que reconocer el fracaso en su empeño de desterrar las prédicas
de Lutero en Europa y mantener una cristiandad unida. Sólo América, multiplicada durante su
reinado por los conquistadores, sonreía al emperador.

Con todo, su odisea guerrera por tierras de Europa y el Mediterráneo convertiría España en el centro
del mundo. Pero esta hegemonía tuvo un precio muy alto: gran cantidad de guerras y disturbios,
que se saldaron con un enorme gasto de dinero, para el que no bastaban las enormes cantidades que
llegaban de América y también de hombres para el ejército, dando lugar a la gran ruina
demográfica y económica que durará en los siglos siguientes.

Enfermo y desilusionado, tomó la decisión de abandonar el poder. Su único éxito reciente había
sido el matrimonio de su hijo Felipe con la reina de Inglaterra, la católica Maria I Tudor. En
octubre, en una ceremonia emotiva, entregó a Felipe la Corona de los Países Bajos, y en enero de
1556 hizo lo mismo con las de Castilla y Aragón. Quedaba excluido de la herencia alemana, que
pasaba a manos de su hermano Fernando, aunque la relación familiar obligara a mantener una
política de defensa mutua.

Meses después, Carlos V cumplía su deseo: emprendió viaje a Castilla y se retiró al monasterio
jerónimo de Yuste, en Extremadura. Allí se mantuvo pendiente de los acontecimientos políticos,
hasta su muerte en 1558.

2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II.

2.1. La Política Interior

El gobierno de Felipe II

Felipe II tenía 28 años cuando, en 1555, se convirtió en rey. Educado en Castilla para regir el
Imperio, cuando recibió la herencia estaba perfectamente preparado para gobernar. A diferencia de
su padre, Felipe II fue un rey sedentario, que desde 1559 ya nunca abandonó la Península. Aunque
realizó varios viajes a los distintos reinos, en general su vida transcurrió en torno a Madrid y los

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sitios reales de Aranjuez, el Pardo y El Escorial, en donde en 1563 se inició la construcción de su


palacio-monasterio.

Felipe II dirigió personalmente el gobierno de sus reinos. Fue un rey burócrata, que atendió
directamente todos los asuntos de Estado. Le ayudaban sus secretarios y Consejos, pero desconfiaba
de ellos. El resultado fue una progresiva ralentización de la maquinaria administrativa, que
contribuyó a dificultar el gobierno y a agotar, al final de su vida, al propio monarca. Además, Felipe
II tuvo desde el principio un talante autoritario muy marcado. No toleraba la más mínima crítica u
objeción.

A lo largo de su vida contrajo matrimonio en cuatro ocasiones con el fin de asegurar la


descendencia. Con su primera mujer, María de Portugal, tuvo a su hijo Carlos en 1545, fallecido en
1568 y con el que tenía una relación de enfrentamiento y al que llegó a encerrar; casó
posteriormente con su tía María de Tudor, de 39 años y con la que no tendrá descendencia; su
tercera esposa fue la joven francesa Isabel de Valois, de cuyo matrimonio nacieron Isabel Clara
Eugenia y Catalina. Finalmente, se casó con su sobrina Ana de Austria, con quien tendrá a sus hijos
Fernando, Carlos Lorenzo, Diego y el futuro Felipe III.

Sus primeros años de reinado transcurren en Europa, en la guerra contra Francia y el papado. En
1557 sus generales derrotaron en San Quintín a los franceses. Ambos bandos habían llegado a una
situación de agotamiento. Se iniciaron negociaciones que condujeron, en 1559, a la paz de Cateau-
Cambresis, en la que a los acuerdos territoriales se sumó el matrimonio de Felipe II e Isabel de
Valois, hija del rey de Francia.

Ese mismo año Felipe II retornó a la Península, en donde dos problemas requerían intervención
urgente. El primero era la aparición de grupos luteranos en Sevilla y Valladolid, que fueron
duramente reprimidos por la Inquisición. El segundo problema era el financiero: en 1557 se había
declarado la bancarrota de la Hacienda, y se había iniciado una larga negociación con los
prestamistas genoveses. Era necesario restablecer la situación, y a ello dedicó los ocho años
siguientes, los únicos relativamente pacíficos de todo el reinado.

La rebelión de los moriscos

Por otra parte, Carlos I había dado a los moriscos una tregua de cuarenta años para adaptarse a las
costumbres y a la legislación de los cristianos. Pero en 1566 terminaba dicha tregua y por un edicto
del 1 de enero del año siguiente, Felipe II se niega a ampliar el plazo con el beneplácito de las
autoridades y de los cristianos viejos que no aceptaban que los moriscos, convertidos aparentemente
al cristianismo, mantuvieran sus leyes, lengua y costumbres. Este hecho provocó el levantamiento
de los moriscos granadinos dirigidos por Aben Humeya. El conflicto finalizará en el año 1570 con
la intervención militar del hermano bastardo de Felipe II, don Juan de Austria, y con la muerte,
cautividad, exilio o dispersión por varias regiones españolas de decenas de miles de moriscos, ante
la peligrosidad de concentrar en una sola región a una población derrotada y descontenta. En el
conflicto murieron unos 50.000 moriscos, mientras que otros 100.000 fueron dispersados, en tanto
que unos 50.000 colonos procedentes de Asturias, Galicia y tierras leonesas fueron llevados a las
Alpujarras..

Antonio Pérez y la rebelión de aragonesa

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Además de los problemas anteriores, Felipe II tuvo que afrontar una grave crisis interna en el final
de su reinado. Antonio Pérez, uno de sus secretarios, alcanzó una posición privilegiada en la corte,
despachando personalmente con él los principales asuntos de estado. Pero su ambición le llevó a
intrigar y engañar al monarca, que en 1579 ordenó detenerle. Durante 10 años Antonio Pérez
permaneció en prisión, siendo sometido a diversos juicios y condenas. El rey, en realidad, temía que
revelase secretos de Estado. Pero en 1590 Antonio Pérez consiguió huir a Aragón, de donde era
originario y donde reinaba el malestar por el nombramiento de un virrey castellano. Pérez fue
acogido en Zaragoza y el Justicia Mayor le puso bajo su protección. Pero Felipe II no estaba
dispuesto a permitirlo, y decidió utilizar al Santo Oficio: Pérez fue acusado de herejía y llevado a la
cárcel de la Inquisición de Zaragoza en mayo de 1591. Entonces estalló una rebelión en Zaragoza,
durante la cual el virrey fue asesinado y Pérez devuelto a la prisión del Justicia. Felipe II respondió
enviando un ejército de 12.000 hombres, que en pocas semanas restableció el control real. Los
líderes de la rebelión, incluido el Justicia Mayor, fueron ejecutados, pero no se pudo evitar que
Pérez huyera a Francia.

En las Cortes de Tarazona, convocadas por el rey en 1592, Felipe II respetó prácticamente los
fueros, si bien consigue el derecho a nombrar virreyes no aragoneses y la posibilidad de destituir al
Justicia Mayor.

2.3. La Política Exterior

La política exterior de Felipe II se enmarca en la continuidad de los intereses de su padre: la defensa


de los derechos de la Casa de Austria y del catolicismo. Los principales conflictos fuera de las
fronteras peninsulares los tuvo con los turcos, con Inglaterra y con sus súbditos flamencos.

La guerra contra los turcos y la batalla de Lepanto

Tras varios años de tranquilidad, el peligro turco se reactivó en el Mediterráneo. En 1570 los turcos
conquistaron Túnez y Chipre, en posesión veneciana. La respuesta del mundo cristiano fue la
formación de la Santa Liga, compuesta por Venecia, el papa y Felipe II, para enfrentarse al sultán.
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En el contingente naval España ponía la mayor parte de los barcos y soldados, al mando de los
cuales actuó don Juan de Austria, reciente vencedor en Granada. La batalla tuvo lugar junto al
golfo de Lepanto, en octubre de 1571. La flota cristiana, mejor posicionada, obtuvo una victoria
absoluta y destruyó a la armada turca. Pero las consecuencias de la victoria no fueron inmediatas,
porque los turcos rehicieron su estructura, al tiempo que la Liga se disolvía. Sin embargo, Lepanto
ayudó a terminar con el dominio turco en el Mediterráneo: había acabado con el carácter invencible
de su armada y la atención del sultán giraba entonces hacia las fronteras asiáticas de su Imperio.
Pronto se iniciaron negociaciones secretas que condujeron a una tregua definitiva.

Los Países Bajos

La rebelión de los Países Bajos habría de ser el mayor de los problemas políticos y militares del
reinado. Felipe II no había sido bien acogido como rey de los Países Bajos, donde le veían como un
rey extranjero. Había dejado allí una gobernadora nativa, su hermana Margarita de Parma, pero
rodeada de un consejo que dejaba de lado a los nobles flamencos y que dirigía el Cardenal
Granvela, al que odiaban.

A las tensiones que surgieron en torno al gobierno español se sumó la amplia difusión del
calvinismo, sobre todo en las ciudades del norte. Felipe II decretó el cumplimiento estricto de las
decisiones del Concilio de Trento. Margarita intentó mediar, negociando con los nobles un acuerdo
de compromiso, pero en agosto de 1566 estallaron motines en varias ciudades, causados por el
hambre, que degeneraron en quemas de iglesias y profanaciones de imágenes por parte los
calvinistas.

La respuesta de Felipe II fue brutal. Pero la violenta política del duque de Alba no hizo sino
agudizar el conflicto. Consiguió que todos los sectores sociales, campesinos, comerciantes y
miembros de la nobleza se unieran contra él. Incluso muchos católicos, que al principio rechazaron
los actos de los calvinistas, pasaron a oponerse al duque.

En 1571, los rebeldes holandeses que se habían refugiado en Inglaterra al estallar la sublevación,
regresaron y establecieron un gobierno independiente en las provincias del norte. En 1573 el
duque de Alba fue sustituido por don Luis de Requesens. Tanto él como su sucesor en el cargo, don
Juan de Austria, tuvieron ya que enfrentarse a una guerra abierta, entre un norte calvinista e
independentista, liderado por Guillermo de Orange y un sur católico y leal a Felipe II.

A fines de la década de 1570 principios de 1580, la guerra de los Países Bajos experimentó un giro
importante. Alejandro Farnesio, el nuevo gobernador, era un buen negociador y diplomático, y
posiblemente el mejor general de su época. En pocos meses consiguió que los Estados católicos del
sur firmaran un acuerdo, la Unión de Arras (1579) por el que se garantizaban los derechos de los
flamencos a cambio de su lealtad a la Corona y la salida de los tercios. Los Estados del norte
respondieron con la Unión de Utrecht, sobre la base del protestantismo y la independencia de las
Provincias Unidas respecto a España.

Algunas ciudades del sur se negaron a integrarse en la Unión de Arras. Farnesio logró recuperar la
disciplina en las tropas y poco a poco fue asediando y conquistando las principales ciudades de
Brabante y Flandes, hasta culminar con la toma de Amberes en 1585, la principal plaza financiera
de los Países Bajos. Allí se detuvo su avance y la frontera que entonces se fijó se convertiría,
prácticamente, en la definitiva entre el norte y el sur de los Países Bajos.

La unión con Portugal. La unidad ibérica.

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En 1578, al morir sin descendencia el rey de Portugal, varios candidatos optaron al trono, entre los
que el más importante era Felipe II, tío del fallecido. Los grupos dirigentes portugueses no veían
mal la unión que beneficiaba a Portugal tanto como a Castilla. Pero la candidatura española no era
bien aceptada por las clases populares. En consecuencia, en 1580 se decidió la invasión de
Portugal, dirigida por el duque de Alba, que en pocas semanas alcanzó Lisboa, sin apenas
resistencia. Las Cortes portuguesas de 1581 reconocieron como rey a Felipe II, que permaneció en
Lisboa durante tres años. La anexión se realizó respetando las leyes, las instituciones y la reserva de
los principales cargos para los portugueses. Se creó un Consejo de Portugal y se eliminaron las
aduanas con Castilla. La anexión significaba la suma de dos inmensos imperios coloniales y una
enorme extensión de los dominios de Felipe II, cuyo peso basculaba de forma definitiva hacia el
Atlántico.

La lucha contra Inglaterra y la Armada Invencible

En 1588 murió María Tudor, tercera esposa de Felipe II y subió al trono Isabel I, protestante. Desde
entonces las relaciones entre Inglaterra y la monarquía española se fueron tensando en torno a dos
cuestiones básicas: América y los Países Bajos.

Respecto a América, Inglaterra y Francia habían rechazado las bulas papales y el Tratado de
Tordesillas que daban el monopolio de la explotación del continente a españoles y portugueses.
Pronto, corsarios como los ingleses Hawkins y Drake se dedicaron a asaltar los barcos que
regresaban del Caribe y obligaron a las autoridades de algunos puertos americanos a comerciar con
ella. Demostraban así que el monomio era vulnerable. España respondió organizando convoyes y
dotándoles de escolta.

Las tensas relaciones se agravaron con el estallido de la rebelión de los Países Bajos. Los ingleses
apoyaron desde el principio a los protestantes rebeldes, pero no se atrevieron a enviar tropas. Se
limitaron a dar dinero y a permitir que sus corsarios asaltaran los barcos españoles que llevaban el
dinero y los abastecimientos al ejército de Flandes. Pronto, el Canal de la Mancha se convirtió en
escenario de una guerra encubierta entre ingleses y holandeses, por un lado, y españoles, por otro.

Fue tras la conquista de Portugal y la toma de Amberes por Farnesio, en 1585, cuando Isabel I
decidió intervenir directamente en los Países Bajos, enviando un cuerpo expedicionario en apoyo de
los holandeses. Era una declaración de guerra abierta y Felipe II tomó la decisión de invadir
Inglaterra. En 1588 la Armada Invencible, mandada por el duque de Medina Sidonia, zarpó de
Lisboa hacia el Canal de la Mancha. La flota debía escoltar al ejército de Farnesio para permitir su
desembarco en Inglaterra. La superioridad de los tercios era tal que nadie dudaba de su éxito en
suelo inglés. Pero pronto se comprobó que la operación era imposible. La flota inglesa, inferior en
número de barcos pero mejor situada y artillada, se dedicó a hostigar la retaguardia de la armada en
su travesía del Canal. Fue imposible embarcar los tercios, porque no se disponía de ningún puerto
en el que los galeones pudieran anclar. La armada fue batida por los barcos ingleses, produciéndole
graves daños y obligándola a retirarse rodeando las Islas Británicas.

El desastre de la Armada Invencible golpeó duramente el prestigio español. Lo peor no era la


pérdida de barcos, que era recuperable, sino los miles de marineros, pilotos y soldados que habían
muerto, irremplazables. Las costas peninsulares y americanas quedaban expuestas. En los años
siguientes se reconstruyó la flota, pero la posibilidad de dominar el Atlántico se había perdido
definitivamente.

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

La intervención en Francia y el fin del reinado de Felipe II.

Durante el reinado de Felipe II, la rivalidad con Francia iniciada por su padre es aparcada tras la
batalla de San Quintín (1557) y Gravelinas (1558) y la posterior firma del Tratado de Cateau-
Cambrésis. Se reconocen los dominios españoles en Italia y se concierta el matrimonio de Felipe II
con Isabel de Valois, hija del monarca francés Enrique II. A partir de este momento el rey español
intervendrá en la política francesa apoyando al bando católico frente a los hugonotes, que
apoyaban al monarca protestante Enrique IV.

Felipe II mantenía a sus ejércitos en guerra en tres frentes contra los holandeses en los Países
Bajos, contra Inglaterra y contra Francia. Sus reinos estaban exhaustos y sus consejeros
recomendaban acabar con la política de guerra. En 1596 fue enviado a los Países Bajos como
gobernador el archiduque Alberto, que en 1598 firmó con Francia la Paz de Vervins, por la cual
Felipe II se comprometía a devolver las plazas ocupadas y retirar sus tropas.

Ese mismo año el archiduque Alberto se casaba con la hija del rey, Isabel Clara Eugenia, y Felipe II
cedía a ambos el gobierno de los Países Bajos, en un régimen de autogobierno separado de
Castilla, aunque no de forma definitiva. En cierto modo, era reconocer que ya no podía gobernarse
desde la Península. Se negó, no obstante, a reconocer la independencia de los Estados holandeses,
por lo que la guerra seguía, aunque las operaciones eran ahora mucho menos intensas por ambos
bandos. Dos años después, en septiembre de 1598, Felipe II moría en El Escorial.

Felipe II, a pesar de la política de prestigio y hegemonía que se había conseguido, deja unos estados
hispánicos muy empobrecidos (deudas y bancarrotas). Además, la intransigencia religiosa aleja del
país de las corrientes del pensamiento moderno. Y a pesar de la continua actividad bélica, o la
anexión de Portugal a la ya larga lista de Estados de Felipe II, dueño del Imperio en el que no se
ponía el sol, España a duras penas conseguiría mantener su posición en el mundo, frente a las
fuertes y acechantes Inglaterra, Holanda y Francia.

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

3.
EL MODELO POLÍTICO DE LOS
AUSTRIAS

Aunque los reyes se referían ya desde el


siglo XV a su poder real absoluto, lo cierto
es que ni los Reyes Católicos ni después
Carlos V o Felipe II pueden considerarse
monarcas absolutos. Su autoridad se
hallaba frenada por numerosos factores
legales y reales. Las distancias y la dificultad de las comunicaciones, la autonomía señorial y
municipal, la debilidad numérica de la burocracia, todo ello contribuía a limitar el poder del
monarca.

La tendencia centralizadora queda ejemplificada en el mantenimiento de instituciones que ya


conoces: la división de los territorios en virreinatos a cargo de un virrey, o el control del monarca
sobre los ayuntamientos a través de la figura del corregidor; Chancillerías y Audiencias para
impartir justicia; contadores y recaudadores de impuestos; regidores y alguaciles, etc. Junto a ello
contribuye a la centralización la fijación de una capital, que será finalmente ubicada en Madrid.

Sin embargo, la monarquía de los Austrias se estructuró como una agrupación de estados
diferentes que gozaban de gran autonomía interna. Así pues, una de las características que definirán
la monarquía hispánica (o más exactamente católica, como la llamaban ellos) desde el principio es
la politerritorialidad: reinos, condados, señoríos, que conservan su fisonomía propia (instituciones,
leyes, régimen fiscal, moneda, aduanas, lengua...), en cuyo seno existían, además, elementos
peculiares que diferenciaban regiones y ciudades entre sí, sin olvidar los privilegios relacionados
con la pertenencia de los súbditos a un estamento u otro. Sólo tenían una característica común: la de
ser gobernados por el mismo soberano.

El respeto a las leyes de cada uno de los territorios se traduce en el mantenimiento y desarrollo
del Estado Polisinodial o el Estado de los Consejos, órganos formados en su mayoría por altos
funcionarios, letrados, pero también algunos miembros de la nobleza y de la Iglesia. A los que ya
conoces de la época de los Reyes Católicos cabe sumar ahora otros:

● Territoriales: Portugal, Indias, Flandes e Italia (se suman a los ya existentes consejos de
Castilla, Aragón y Navarra).
● Ministeriales : Consejo de Guerra y Consejo de Estado, éste último presidido por el rey.
● Temáticos: Cruzada y Hacienda (que se suman a los existentes consejos de Órdenes
Militares y de Inquisción).

Además continúan existiendo las Cortes y las Diputaciones (éstas sólo en la Corona de Aragón)
con las mismas características que durante el reinado de los Reyes Católicos.

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

4. LAS INDIAS EN EL SIGLO XVI.

Durante el reinado de Carlos I se produce la gran expansión del Imperio español en América,
realizado por pequeños grupos de hombres mandados por jefes con gran capacidad de mando.

4.1. La primera vuelta al mundo.

Cuando se demostró que América era un continente distinto de Asia se planteó el problema que ya
había intentado resolver Colón: llegar a las islas de las Especias (islas Molucas) por el oeste. Con
este objetivo partió en 1519 de Sanlúcar de Barrameda una expedición dirigida por Fernando de
Magallanes con cinco naves tripuladas por 265 hombres; atravesaron el Atlántico y costearon
América del Sur hasta descubrir el estrecho llamado, desde entonces, de Magallanes. Surcó el Mar
del Sur, bautizado como océano Pacífico porque tuvieron la suerte de no sufrir ninguna tempestad.
Durante más de tres meses navegaron sin encontrar tierra. Cuando estaban a punto de morir de
hambre llagaron a las Islas Marianas y Filipinas, donde Magallanes pereció en combate con los
indígenas. Tomó el mando de las dos naves que quedaban Juan Sebastián Elcano, nacido en
Guetaria (Guipúzcoa). Cargó especias en las Molucas y, después de sufrir la pérdida de otra nave,
continuó su viaje al frente de la nave Victoria y regresó a Sevilla, a los tres años de su partida
(1521), con sólo 18 tripulantes: se había dado la primera vuelta al mundo y se demostraba
experimentalmente la esfericidad de la Tierra. Carlos I concedió a Elcano un escudo de armas con
un globo terrestre con el lema Primus circumdedisti me. El viaje de Magallanes-Elcano demostró
definitivamente la esfericidad de la Tierra.

4.2. La conquista de México.


Hernán Cortés, nacido en Medellín (Badajoz), salió de Cuba (1519) con un ejército de 400 hombres
y desembarcó en el litoral mexicano, donde fundó la ciudad de Veracruz. Desde aquí se dirigió
hacia el interior hasta la capital del imperio azteca, Tenochtitlán, donde fueron bien recibidos por el
emperador azteca Moctezuma, quien fingió someterse a la soberanía de Carlos I. Después, las
relaciones con los aztecas empeoraron. Se rebelaron contra los españoles, y Cortés comprendió que
la solución era evacuar la ciudad de noche: en esta retirada perdió muchos hombres; se la llamó a
ésta la Noche Triste (1520). Sin embargo, Cortés no se desanimó y, con los restos de su ejército y
apoyado por otras tropas indígenas, enfrentadas a los aztecas, derrotó a éstos en Otumba (1520).
Posteriormente tomó la capital (1521). Conseguida la pacificación, comenzó la colonización, se
fundó la Ciudad de México constituyéndose en capital de la que sería el virreinato de Nueva
España.

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

4.3. Conquista de Perú.


Años después de la conquista de México, Francisco Pizarro, natural de Trujillo (Cáceres), en unión
de Diego de Almagro, emprendieron la conquista del Perú, el imperio de los incas, que entonces
comprendía el actual Perú, Ecuador y parte de Bolivia. Con un puñado de hombres, Pizarro
atraviesa los Andes y ocupa Cajamarca. Al llegar a esta ciudad supo explotar la crisis política
existente en el imperio inca, donde dos hermanos, Huáscar y Atahualpa, se disputaban el poder,
siendo asesinado el primero por orden de Atahualpa. En Cajamarca Pizarro actuó con suma
habilidad. Logró hacer prisionero a Atahualpa (1532); éste prometió llenar de oro la estancia donde
estaba preso a cambio de su libertad, y casi llegó a cumplirlo, a pesar de ello Pizarro lo condenó a
muerte. A continuación Pizarro ocupó la capital del imperio inca, Cuzco (1533), y poco después en
la costa fundó la Ciudad de los Reyes (Carlos I y su madre doña Juana), actual Lima (1535).

4.4. Otras conquistas y exploraciones.


La conquista de Chile fue comenzada por Diego de Almagro, pero será Pedro de Valdivia quien la
llevará a cabo (1540-1542), fundó Santiago de Extremadura (hoy de Chile). Al mismo tiempo
fueron conquistados los territorios del extremo sur del Perú y de la actual Bolivia (que fueron
llamados Charcas por el gran número de lagos existentes) por lugartenientes de Pizarro y de sus
sucesores en el gobierno del Perú. El descubrimiento de las ricas minas de plata de Potosí dio a la
conquista de estos territorios un gran interés (1545), fundándose diversas ciudades como La Plata
(hoy Sucre), Potosí y La Paz (1548). Por último, la gran etapa de conquista de América puede
considerarse terminada hacia 1550. A partir de entonces se redujo a ampliaciones de territorios y a
exploraciones de tierras desconocidas a cargo de los virreyes del Perú y México. Sin embargo,
durante el reinado de Felipe II el Imperio hispano se engrandeció con la conquista de las Filipinas
por Legazpi (funda Manila en 1571) y el cosmógrafo Andrés de Urdaneta, que logró establecer el
camino de regreso (el tornaviaje en el Pacífico) hacia Nueva España.

4.5. La organización de la América hispana.

El gobierno de la América española. Para la administración de los territorios americanos, España


estableció nuevos organismos, así:
 El Consejo de Indias, creado en 1524, se encargaba de gobernar los territorios americanos desde
Castilla. Ejercía funciones legislativas, ejecutivas (proponía al rey candidatos a los principales
cargos administrativos en las Indias) y judiciales.
 La Casa de Contratación. Fundada en 1503 por los Reyes Católicos, se estableció en Sevilla y
tenía como cometido organizar y controlar todo el comercio y la navegación con América
(inspección de los navíos, recaudación de impuestos, elaboración de mapas, formación de pilotos,
etc.).  El virreinato, se crean dos, el de Nueva España (en 1535, con capital en Ciudad de México)
y el de Perú (en 1544, con capital en Lima). Al frente de cada uno de ellos había un virrey, que era
el representante del rey en esa demarcación, y por tanto la máxima autoridad. Los virreinatos se
dividían en provincias, al frente de las cuales se encontraban los gobernadores. Las ciudades eran
regidas por un cabildo o ayuntamiento. Las Audiencias constituían el máximo organismo judicial.
La explotación económica de las Indias. El oro y la plata, los metales preciosos, procedentes de
América remediaron la escasez de moneda que existía en Europa, impulsaron un crecimiento
económico, pero causaron, también, un alza general de los precios que tuvo importantes
repercusiones sociales y políticas. Las Indias fueron una fuente de intercambios comerciales.
España suministró a América plantas y animales hasta entonces desconocidos y que cambiarían la
vida agrícola de muchas regiones (por ejemplo, el trigo, la vid, el olivo, el arroz, los caballos, los
cerdos, las ovejas…). De allí nos llegó, en cambio, el maíz, el cacao, la patata, el tabaco, el

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

pimiento, el tomate… Las tierras fueron repartidas entre los colonizadores, a los que se les
entregaba un grupo de indios que trabajarían para el colono a cambio de ser protegidos y
evangelizados. Era la llamada encomienda, que permitía a los colonizadores abusar del trabajo de
los indios. A partir de 1540 empezaron a extraerse grandes cantidades de plata de las minas de
México y Potosí; para ello se utilizó el sistema de la mita, por el que cada tribu de indios
suministraba, anualmente, un grupo de personas para el trabajo de las minas a cambio de un
salario fijado por los colonizadores. El hecho de que el indio fuese una persona sin evangelizar, que
sus conocimientos fuesen inferiores a los europeos, y que la monarquía y su poder se hallasen lejos
de América, favorecieron la explotación del indio, que a veces fue despiadada. La Corona intentó
evitarlo publicando leyes que venían a proteger a los indios; en concreto, las Leyes de Burgos
(1512) y las Leyes Nuevas (1542). A este clima en defensa de los indios contribuyeron las
denuncias de algunos religiosos, escandalizados del trato dado a los indios, en concreto, la
encabezada por los frailes dominicos Antonio de Montesinos y Bartolomé de Las Casas.
La sociedad colonial. El número de indígenas, a los que se llamaba indios, disminuyó enormemente
como consecuencia de las enfermedades traídas por los colonos, nuevas para ellos, los
enfrentamientos militares y al excesivo trabajo a que fueron sometidos en algunos lugares.
Precisamente, hubo zonas, como las Antillas, donde ante el descenso de la mano de obra indígena,
se transportó población negra de África para que trabajase como esclava. A las Indias se trasladó
un buen número de españoles; una parte, mantuvo el tipo blanco, con descendientes nacidos en
América (criollos o blancos de América); sin embargo, lo que abundó fue la fusión con los
indígenas, dando lugar a los mestizos (uniones entre indígenas y colonos), que forman hoy la
mayoría de la población en muchos de los países hispanos de aquel continente. A la conquista debía
seguir la evangelización, que, en el siglo XVI, fue obra de los frailes (dominicos, franciscanos y
agustinos, y desde 1570, aproximadamente, también los jesuitas). El castellano se extendió
rápidamente; los indios siguieron hablando sus lenguas, pero poco a poco fueron aprendiendo el
castellano convirtiéndose en bilingües. A esta castellanización del indio contribuyó la enseñanza,
que fue obra de los frailes. También, las universidades surgen por iniciativa de las órdenes
religiosasA la difusión de la cultura contribuyó la imprenta, establecida, en primer lugar, en
México.

5. ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI.

5.1. Características económicas

El fracaso económico español es el resultado de varias causas combinadas:

● Los gastos de las guerras continuas de Carlos I y Felipe II para mantener su hegemonía
imperial acabaron provocando la ruina de la Hacienda Real, el endeudamiento de la Corona
con la banca extranjera y el aumento de la presión fiscal; todo ello arruinó a los sectores
productivos españoles. Gran parte del oro y de la plata americanos fue absorbida por la
Corona para financiar sus guerras y pagar a los banqueros extranjeros que le prestaban el
dinero antes de que llegase la flota de las Indias.

● La mentalidad conservadora y antiburguesa de la mayor parte de la población española


rechazaba el comercio y los negocios por considerarlos propios de judíos. Los españoles que
tenían dinero preferían vivir de rentas, en vez de invertir en negocios productivos.

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

● La superioridad industrial de los Países Bajos, Inglaterra y Francia les permitió producir más y
a menor precio, y así competir sin dificultad con la escasa producción española. La demanda
americana de productos europeos, en vez de fomentar la industria y el comercio españoles, se
acabó nutriendo fundamentalmente de mercancías producidas en el exterior.

En conclusión, el oro y la plata de América llegaron primero a España. Pero acabaron


enriqueciendo a los extranjeros, puesto que se destinaron tanto al pago de las deudas contraídas por
la Corona como al pago de las mercancías compradas al extranjero.

5.2. Las transformaciones sociales

La estructura social responde a las pautas del Antiguo Régimen, con la población diferenciada legal
y socialmente por su pertenencia a diversos estamentos (nobleza, clero y tercer estado o estado
llano). Pero en el siglo XVI aparecen algunas novedades, mientras se consolidan otras surgidas ya
durante la Baja Edad Media; podrían destacarse tres:

⮚ La diferenciación en la cúspide de la nobleza de un reducido grupo conocido como los


Grandes de España, elite aristocrática que recibe la protección de la Corona. En un principio esta
alta nobleza estaba formada por sólo 25 familias, pero su número fue aumentado con el tiempo.
Gozaban de ciertos privilegios, más simbólicos que reales: recibían el tratamiento de primos por
parte del rey, podían permanecer cubiertos en su presencia, etc. Carlos I y Felipe II los reclutaron
con frecuencia para desempeñar altos cargos militares o diplomáticos.

⮚ La agrupación de los artesanos en gremios que, aunque tenían su origen en la Baja Edad
Media, alcanzaron su plenitud en el siglo XVI. Cada gremio agrupaba a todos los talleres dedicados
a un mismo tipo de actividad económica y en cada uno de ellos existían tres categorías
profesionales : el maestro (el dueño del taller), los oficiales y los aprendices.

⮚ La generalización del requisito de limpieza de sangre (rasgo propio de los llamados


cristianos viejos, que podían presumir de no contar con ascendientes de sangre judía o musulmana
en su familia) para acceder a determinados cargos o instituciones (Colegios Mayores Universitarios,
Órdenes Militares, etc). Ser cristiano viejo era un orgullo, y demostrarlo una obsesión.

6. EL RENACIMIENTO EN ESPAÑA

Desde las posesiones en Italia y desde el Imperio Alemán llegaban a España las nuevas ideas del
Humanismo y del Renacimiento, que destacan la importancia del hombre y de la vida en este
mundo (antropocentrismo). A comienzos del reinado de Carlos I, sobre todo entre 1520 y 1530, la
influencia en España del pensamiento humanista se realizó a través de la figura de Erasmo de
Rótterdam1, que podía apreciarse en escritores y filósofos como Juan y Alfonso de Valdés o Juan
Luis Vives. Estas ideas entran a través de las Universidades, especialmente de las de Alcalá de
Henares (creada por el Cardenal Cisneros), Valencia o Zaragoza.

También el movimiento de los Alumbrados castellanos adquiere su mayor fuerza en los años 20.
En ellos el recogimiento del alma o la devoción interior, que propugnaba el erasmismo, es
sustituido por posturas más radicales que promulgan la inutilidad del monacato y de las
indulgencias, afirmando a la Biblia como única fuente del cristiano. Los alumbrados, que se

1 El Erasmismo constituye un movimiento humanista y religioso de la primera mitad del siglo XVI que defendía
Erasmo de Rótterdam. Propugnaba la necesidad de mantener la unidad del catolicismo, rectificando errores del pasado.

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HISTORIA DE ESPAÑA, Segundo de Bachillerato TEMA 6: LA ESPAÑA DEL S. XVI: CARLOS I Y FELIPE II. LA HEGEMONÍA ESPAÑOLA

extienden fundamentalmente por las dos mesetas, tienen a Pedro Ruiz de Alcaraz y mujeres como
Isabel de la Cruz, Francisca Hernández o María Cazalla como a sus figuras más importantes.

Pero este ambiente erasmista empieza a ceder a partir de los años 30. Carlos I evoluciona desde
posiciones tolerantes a la más absoluta de las ortodoxias, convirtiéndose a partir de ahora la
Monarquía Hispánica en el principal valedor de la ortodoxia católica frente al protestantismo. La
línea ascendente de esta intolerancia comienza con el proceso de Vergara, pasa por la condena de
los alumbrados castellanos y alcanza su cenit con los procesos de Carranza y los autos de fe de
Valladolid y Sevilla en los primeros años del reinado de Felipe II.

Así, en la segunda mitad del siglo XVI, ya con Felipe II, triunfan plenamente las directrices de la
Contrarreforma (una reacción de la Iglesia católica frente a las ideas que defendía Lutero y los
Protestantes la cual partió del Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563). El control sobre la
cultura será mayor, y así se promulga un Índice de Libros Prohibidos en 1559 perseguidos por la
Inquisición, a la vez que se prohíbe que los españoles salgan a estudiar en Universidades
extranjeras.

A pesar de todo el ello el siglo XVI conoció un espectacular desarrollo científico e intelectual,
fundamentalmente en disciplinas como la navegación, la astrología o la geografía, en la que
destacaron Abraham Zacuto, Juan de la Cosa o Alonso de Santa Cruz. En el campo de la medicina
destacan los libros de Andrés Laguna, utilizados por boticarios y médicos, y sobre todo los estudios
de Vesalio y Miguel Servet.

La literatura es una de las manifestaciones más interesantes del Renacimiento español. En el teatro
Lope de Rueda y Juan del Enzina, en la poesía lírica Garcilaso de la Vega, y en la mística Santa
Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz o Fray Luis de León. Mientras, en la novela se opta por la
descripción del mundo real a través del género de la picaresca (El Lazarillo de Tormes), revelando
las lacras de una sociedad obsesionada por la nobleza, la hipocresía religiosa y el sentido del honor;
todo ello favorecido por el auge y el desarrollo de la imprenta.

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