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Estudio bíblico de Job 4:1-5:7

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Programación diaria

Job 4:1 - 5:7


Continuamos hoy amigo oyente, nuestro recorrido por el libro de Job, y
llegamos al capítulo 4. Nos encontramos en la sexta escena de este libro.
Después de haber escuchado los lamentos y quejas de Job, sus amigos se
dispusieron a hablar con él. Vamos a ver entonces la clase de diálogo que tuvo
lugar entre Job y sus amigos, que en realidad fue una lucha dialéctica. Los
amigos de Job se habían reunido y lo que ellos iban a hacer en realidad era
atacarle verbalmente y él iba a responderles. Esto es lo que uno puede llamar
"atletismo intelectual". Esto era algo muy popular en esos días.
La gente en nuestros días asiste a encuentros de fútbol, o va a presenciar un
encuentro de baloncesto, o algún otro deporte, y todos ellos tienen que ver
con la destreza física que se demuestra en esos enfrentamientos. Bueno, en
aquellos días la gente prefería competencias intelectuales. Y, cuando estos
hombres que tenemos ante nosotros comenzaron a desarrollar su diálogo, es
posible que una gran multitud se hubiera reunido alrededor de ellos
escuchando lo que estaban diciendo. Nosotros vamos a observar que en esa
multitud que los rodeaba, se destacaría más adelante un hombre llamado Eliú.
Eliú era una persona joven que se presentaría y dirigiría la palabra a Job, sería
el último de los que hablara con él. Entonces tenemos ante nosotros una gran
competencia, con una gran cantidad de personas reunidas para escucharlos
hablar.
Nosotros nos inclinamos a pensar que aquella gente no era civilizada; sin
embargo ellos ponían el énfasis en lo intelectual. Nosotros en cambio, en
nuestra época, nos consideramos mucho más civilizados porque hemos
avanzado en todas las áreas del conocimiento, pero por otra parte, ponemos el
énfasis en lo físico. En realidad, no somos tan superiores a aquella gente como
nos agradaría pensar.
Job había comenzado a hablar expresando una amarga queja. Este hombre se
encontraba sumido en el más terrible y profundo pesimismo en que un ser
humano se podía encontrar. Satanás le había quitado todo lo que tenía, y en
ese momento él no tenía nada en qué apoyarse, ni ningún lugar a donde
dirigirse, e incluso Dios parecía estar lejos de él en esta oportunidad en
particular.
Ahora, Elifaz fue el primero en hablar, y probablemente deberíamos decir
algunas palabras relacionadas con cada uno de estos amigos de Job.
Elifaz, por ejemplo, quiere decir "Dios es fuerte", o "Dios es oro fino". Luego
veremos algo más de este hombre y lo que él está pensando. Tenemos luego a
Bildad; su nombre quiere decir "hijo de contención", él era un hombre
bastante duro, desagradable, podemos decir de paso, muy franco pero áspero
en la forma de decir las cosas. Y por último, tenemos a Zofar, cuyo nombre
quiere decir "gorrión", y eso significa que él gorjeaba como los pájaros; él
tenía también un lenguaje duro e hizo algunas insinuaciones terribles a Job.
Elifaz fue el primero en hablar. Él era la voz de la experiencia. Era un hombre
muy notable y relató una experiencia extraña y misteriosa. Y la clave para lo
que él tenía que decir la encontramos en el versículo 8, donde dijo: "Yo he
visto". Todo lo que él tenía que decir se apoyaba en ese hecho. Él, como
veremos más adelante, había tenido unas visiones y sueños y había oído
secretos que ninguna otra persona había podido escuchar. Escuchemos lo que
él tenía que decir. Leamos los versículos 1 y 2, que dicen lo siguiente:
"Entonces respondió Elifaz, el temanita, y dijo: Si probamos a hablarte, te será
molesto, pero ¿quién podrá detener las palabras?"
Comenzó a hablar de una manera muy diplomática. Uno tiene la impresión de
que estaba hablando de una manera bastante irónica. Era una cortesía un
poco falsa. Le dijo a Job: "¿Te importaría que dijera algo?" Y luego añadió:
"Indiferentemente de que a ti te importe o no, voy a decírtelo". Y así lo hizo.
Leamos los versículos 3 al 5:
"Tú enseñabas a muchos y fortalecías las manos debilitadas; con tus palabras
sostenías al que tropezaba y afirmabas las rodillas que decaían. Mas ahora que
el mal ha venido sobre ti, te desalientas; al alcanzarte, te conturbas".
Él le estaba diciendo a Job que en los tiempos pasados, cuando él se
encontraba en prosperidad y cuando tenía mucho dinero, mucha riqueza, él
era una fortaleza para todos los demás. Podía aconsejar a los demás. Podía
decirles lo que debían hacer. Él sabía cómo ayudar a aquellos que tenían
dificultades, que se enfrentaban con problemas. Pero ahora eso le había
ocurrido a él mismo y se había derrumbado. Él era simplemente un muñeco de
papel según Elifaz, y no era auténtico. El consejo que les había dado a los
demás, no lo podía seguir él mismo.
Ahora, debemos decir aquí que éste es un problema que muchos de nosotros
tenemos. ¿No es significativo que siempre podemos decirles a las otras
personas lo que deberían hacer cuando tienen problemas, pero cuando nos
toca a nosotros, la cosa es diferente?
Elifaz acusó a Job de ser un experto en ese sentido, y en una forma bastante
sarcástica le dijo a Job: "Ahora esto te sucedió a ti mismo, ¿y tú qué has
hecho? Te has desmoronado ante el peso de lo que ha ocurrido". Y notemos
ahora lo que dijo aquí en el versículo 6:
"¿No has puesto en temer a Dios tu confianza? ¿No has puesto tu esperanza
en la integridad de tus caminos?"
O sea, "¿los consejos tuyos no son lo suficientemente buenos como para ti
mismo? Ayudaron a los demás, deberían ayudarte a ti mismo ahora". Aquí le
hizo una insinuación a Job, lo hizo de una manera bastante diplomática, con
cortesía. Y cuando veamos lo que tenían que decir los otros amigos, veremos
que ellos fueron mucho más bruscos y ásperos en su forma de hablar,
especialmente el anciano Zofar. Pero escuchemos ahora lo que Elifaz continuó
diciendo aquí en el versículo 7:
"Piensa ahora: ¿qué inocente se pierde? ¿Dónde los rectos son destruidos?"
Acusó a Job de tener una grieta en su armadura, de tener un talón de Aquiles,
un punto débil. Le dijo que esto no le habría sucedido si no hubiera algo
radicalmente malo en su vida, algo que él mantenía en secreto. Éste era su
argumento. Era una insinuación y ésta no era verdad en cuanto a Job.
Nosotros ya sabemos bien lo que estaba ocurriendo. Dios nos informó de eso
al comienzo del libro en esa escena que tuvo lugar allá en el cielo, para que
nosotros supiéramos lo que tendría que padecer Job, y pudiéramos
comprender su carácter. Ésta fue razón por la cual Job llamó a sus amigos
"consoladores molestos", porque ellos no comprendían a Dios, tampoco
entendían a Job, y ni aun se comprendían a sí mismos.
Ésa es la razón por la cual hay muchos que están tratando en el día de hoy de
arreglar asuntos espirituales y no están calificados para hacer tal labor.
Pensamos que si una persona es hija de Dios, a no ser que sea un asunto
técnico o teológico, o algún problema físico, el asunto puede ser arreglado
entre el alma de esa persona y Dios. Después de todo nosotros tenemos un
Intermediario, un intercesor ante Dios. Job estaba solicitando un árbitro, un
intercesor. Y nosotros ya lo tenemos en el presente. Como dijo el apóstol
Pablo en Primera de Timoteo 2:5, hay un Mediador entre Dios y los hombres, y
Él es Jesucristo. Él es la persona a Quien muchos de los creyentes en Cristo
deberían acudir en el día de hoy. Ahora, si es algo físico, pues entonces
deberían dirigirse a Dios en oración y también acudir al médico. Podemos
decir, como Elifaz, que tenemos experiencia en estas cuestiones y podemos
afirmar que Dios escucha y contesta las oraciones que tienen que ver con
nuestra condición física, y con nuestra condición espiritual. Es maravilloso
poder ver cómo Dios trató con Job antes de acabar este proceso con él. Pero
este hombre que entonces le estaba hablando a Job, Elifaz, no fue de mucha
ayuda. Escuchemos lo que dijo, aquí en el versículo 8, de este capítulo 4 de
Job:
"Yo he visto que quienes cultivan iniquidad y siembran injuria, eso mismo
cosechan".
Elifaz estaba hablando desde un nivel elevado, mirando a Job hacia abajo.
Insistió que había algo escondido en su vida que él no había revelado. Estaba
diciendo que Job estaba cosechando lo que había sembrado. Luego siguió
hablando y dijo en el versículo 9:
"Perecen por el aliento de Dios; por el soplo de su ira son consumidos".
Este hombre estaba equivocado Dios disciplina a Sus hijos, pero nunca los
destruye. Elifaz era como muchos que dan consejos a otros. Pueden decirles a
los demás como deberían actuar, en una manera amable, expresándose en un
lenguaje atractivo. Pero lo que dicen, no necesariamente es cierto. Veamos
ahora lo que dicen los versículos 10 y 11:
"Los rugidos del león, los bramidos del que ruge y los dientes de sus cachorros
son quebrantados. El león viejo perece por falta de presa, y los hijos de la
leona se dispersan".
Aquí estaba diciendo que los que siembran maldad, recogerán una cosecha de
maldad, y van a perecer como los cachorros de león cuyos dientes han sido
quebrados, y como los leones viejos que ya no pueden acechar a su presa. Y
Elizaz diría que estaba convencido de esto porque tuvo una visión. Leamos el
versículo 12:
"El asunto me llegó como un susurro; mis oídos lograron percibirlo".
Después de crear tanta expectativa, para que sus oyentes prestaran la debida
atención les dijo en los versículos 13 y 14;
"En la imaginación de visiones nocturnas, cuando el sueño cae sobre los
hombres, me sobrevino un espanto y un temblor que estremeció todos mis
huesos:"
¿Verdad que esto suena misterioso? ¿No es espeluznante? La visión tuvo lugar
de noche, en plena oscuridad. Y continuó diciendo en los versículos 15 y 16:
"y al pasar un soplo por delante de mí, se erizó el pelo de mi cuerpo. Delante
de mis ojos se detuvo un fantasma cuyo rostro no reconocí, y lo oí decir muy
quedo:"
Realmente aquí estaba elevando la tensión hasta llegar a un climax. Su
descripción era espeluznante. Era algo que jamás nadie había visto, porque se
trataba de una visión que él había tenido. En la oscuridad, un espíritu había
pasado delante de él. ¿Y qué dijo? Leamos el versículo 17:
"¿Será el mortal más justo que Dios? ¿Será el hombre más puro que el que lo
hizo?"
Ahora, no sabemos cómo se siente usted, estimado oyente, pero estamos un
poco desilusionados. Pensamos que este hombre nos iba a decir algo de una
experiencia que él tuvo que iba a ser algo realmente nuevo, algo tan profundo
que ninguno de nosotros había escuchado antes.
Pero esto no era nada nuevo. Y francamente hablando, pensamos que él quizá
se exaltó demasiado, para alcanzar un resultado tan pequeño. Estaba
realizando un esfuerzo tan penoso que uno hubiera esperado una gran
declaración, una profunda expresión de fe. Y resulta que salió diciendo "¿Será
el mortal más justo que Dios?" Por supuesto que no. ¿Qué tiene de profundo
eso? "¿Será el varón más limpio que el que lo hizo?" Claro que no. Todos
sabemos eso y no hemos necesitado tener un sueño ni una pesadilla
espeluznante para llegar a esta conclusión. No merecía la pena perder una
noche de descanso para salir con algo tan trillado, tan evidente. Así que no
había nada profundo en esta declaración, sin embargo, era la voz de la
experiencia, y hay muchas personas hoy que alegan tener esa voz. Y en el
caso de Elifaz, no resultó de ninguna ayuda para Job.
Quiero apresurarme a aclarar que no deseo dar la impresión de que Elifaz y
estos otros hombres no estuvieran expresando verdades maravillosas y
profundas. El caso es que no le estaban ayudando a Job,
Y continuó Elizaz diciendo en los versículos 18 y 19:
"Si ni siquiera en sus siervos confía, y aun en sus ángeles descubre el error,
¡cuánto más en los que habitan en casas de barro cimentadas en el polvo, que
serán aplastadas como la polilla!"
Incluso los ángeles de Dios actúan con cierta insensatez. Y cuánto más
insensatos somos nosotros, que vivimos en casas de barro. No hay una mejor
descripción de nuestros cuerpos que ésta. En Segunda de Corintios 5, el
apóstol Pablo comparó a nuestros cuerpos con una tienda, con una tienda
pobre y frágil que el viento puede tumbar. Vivimos, pues, figurativamente
hablando, en casas de barro, y antes de no mucho tiempo, nuestras casas se
nos caerán encima. Leamos ahora los versículos 20 y 21 de este capítulo 4 de
Job:
"De la mañana a la tarde son destruidos, y se pierden para siempre sin haber
quien repare en ello. Su belleza se pierde con ellos, y mueren sin haber
adquirido sabiduría".
No importan cuan fuertes y hermosos puedan ser nuestros cuerpos, su
duración será muy breve. Elifaz estaba expresando verdades extraordinarias,
teniendo en cuenta que provenían de un período muy antiguo de la historia,
pero que a Job no le resultaron útiles. Es relativamente fácil comunicar una
verdad que no es pertinente, que no se puede aplicar a la vida. No
necesitamos simplemente cualquier verdad, sino la verdad que satisfaga
nuestra necesidad.
Todos estos amigos dirían algunas cosas ciertas y hermosas. Pero no
satisfarían la necesidad de Job. Si uno estuviera en aquella escena se sentiría
tentado a decirles a aquellos hombres que dejaran de hablar, porque estaban
yendo en la dirección equivocada, al no poder consolar ni ayudar a Job.
Llegamos así a

Job 5:1-7
Leamos el versículo 1:
"Ahora, pues, da voces, a ver quién te responde. ¿A cuál de los santos te
volverás?"
Esa pregunta es buena y oportuna aun para nosotros en la actualidad. ¿A
quién se volverá usted para pedirle ayuda, estimado oyente? Tememos que los
santos no puedan ayudarle en el día de hoy, y aparentemente los patriarcas
Abraham e Isaac, ya habían muerto en el tiempo de Job. Quizá Jacob vivía
aún; pero Abraham no podía ayudar; tampoco lo podía hacer Isaac. Nadie que
hubiera vivido en el pasado podía ayudar. Y en cuanto a usted, estimado
oyente, ¿a cual de los santos se dirigiría usted para pedir ayuda? Ahora,
leamos los versículos 2 y 3 de este capítulo 5 de Job:
"Es cierto que al necio lo mata la ira y al codicioso lo consume la envidia. Yo
he visto que el necio echaba raíces, y en la misma hora maldije su morada".
Él estaba diciendo que había visto prosperar al insensato y al malo pero que
finalmente, ellos cayeron. Por cierto, esto es verdad. David sintió inquietud por
la prosperidad de los malvados y escribió en el Salmo 37:35-36, "Vi yo al
impío sumamente enaltecido y que se extendía como laurel verde. Pero él
pasó, y he aquí ya no estaba; lo busqué, y no lo hallé". David se preguntaba
por qué los malos prosperaban, mientras que los buenos no. Pero también
observó y tomó nota de que finalmente, Dios derribaba a los malvados.
¿Por qué hoy no actúa Dios contra los tratan mal a sus semejantes? Pues bien.
Dios derribará a los impíos, en el momento que lo considere apropiado. Él
tiene toda la eternidad por delante.
Elifaz estaba clasificando a Job como uno de los insensatos que había echado
raíces y estaba floreciendo antes de ser derribado. Y después dijo en los
versículos 4 hasta el 7, de este capítulo 5:
"Sus hijos carecerán de socorro: en la puerta serán quebrantados y no habrá
quien los libre. Su cosecha se la comerán los hambrientos, sacándola de entre
los espinos; y los sedientos se beberán su hacienda. Porque la aflicción no sale
del polvo ni la fatiga brota de la tierra. Pero como las chispas se levantan para
volar por el aire, así el hombre nace para la desdicha".
Y ésa es una gran verdad. El ser humano ha nacido para meterse en
problemas. No creemos que sea aun objeto de debate que la familia humana
sufre adversidades, calamidades, aflicciones, penas, sufrimientos, ansiedad,
preocupaciones, y molestias de todo tipo. Todo lo que uno necesita es tomar el
periódico y leer las noticias; incendios, accidentes, tragedias, guerras, rumores
de guerras. Indiferentemente del color de la piel, estatura, sexo, grupo
sanguíneo, o índice intelectual, todos los seres humanos comparten esta
suerte. Nadie está exento o inmune al dolor y al sufrimiento. Las lágrimas son
universales. De hecho, la palabra simpatía significa "comunidad de
sentimientos". Los seres humanos sufren juntos y así resuena la sinfonía
humana hoy, expresando el sufrimiento de la humanidad. En realidad, la
palabra hebrea para hombre es enash y significa "el miserable". Así es el
hombre. Y podemos añadir otra garantía: desdicha, como decía el versículo 7:
Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace
para la desdicha. Las chispas vuelan hacia arriba de acuerdo con una ley
universal, la ley de termodinámica. No es por casualidad o por la suerte. Lo
que pasa realmente es que se crea una corriente hacia arriba producida por el
calor en una noche fría, cuando se hace, por ejemplo, un fuego a la
intemperie, y las chispas comienzan a elevarse hacia arriba.
Básicamente, los problemas, el sufrimiento y el pecado son el resultado de la
desobediencia a Dios y "¡No hay paz para los malos! ha dicho el Señor" (Isaías
48:22). El hombre ha tratado de edificar una utopía en el pecado, pero eso no
da resultado. No puede haber un reino de paz sin el Príncipe de Paz, y por
tanto los problemas rodean al ser humano, y los justos sufren hoy y los hijos
de Dios tienen problemas. Usted no puede tener hoy paz sin Él.
A veces el problema le llega al hijo de Dios a causa de una equivocación, de
una mala elección en el campo profesional, en el área de los sentimientos,
cuando un hombre o una mujer hacen su elección para el matrimonio, y
después tienen que sufrirse las consecuencias por muchos años.
Ahora, a veces el problema es un juicio, un castigo del Padre sobre Su hijo. En
Primera de Corintios 11:31 dice: Si, pues, nos examináramos a nosotros
mismos, no seríamos juzgados; Pero si no nos examinamos, Dios tendrá que
juzgarnos.
Otras veces los problemas provienen de la disciplina del Padre. Eso es algo
que se nos enseña en las mismas Escrituras. Dice en Hebreos 12:6, porque el
Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo. Eso ocurrió
con Moisés, quien estaba viviendo cómodamente en la corte de Faraón, eligió
ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del
pecado. (Hebreos 11:25). Esta experiencia fue una disciplina para Moisés. Y
Dios nunca lo podría haber utilizado como un libertador si no hubiera pasado
40 años preparándose en el desierto de Madián. Y luego tenemos a Saulo de
Tarso, ese joven fariseo orgulloso que vino a Cristo y Dios dijo de él; "Yo le
mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre" (Hechos 9:16) Y Dios
realmente le hizo pasar por un duro proceso de preparación. Las dificultades
son, pues, una disciplina del Padre celestial.
Los problemas o dificultades provienen a veces del propósito de enseñarnos a
ser pacientes y a confiar en Dios. El apóstol Santiago, que era un hombre
práctico, dijo en 1:3, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.
Otras veces nos llegan los problemas porque Dios nos quiere pulir, quiere
suavizar las asperezas. Veremos que Job llegó a entender que Dios estaba
haciendo esto con él. Porque dijo en 23:10: Mas él conoce mi camino; si me
prueba, saldré como el oro.
Y, finalmente, Dios permite que nos acosen los problemas para que nuestras
mentes y corazones se sujeten más a Él. Como hemos visto, hay buenas
razones para que los problemas y dificultades estén presentes en la vida del
hijo de Dios. Por ello, Elifaz estaba en lo cierto cuando dijo: Pero como las
chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la desdicha.
Pero estaba diciendo solo una parte de la verdad. Porque, estimado oyente,
Dios tiene un propósito para usted. Por los méritos del sacrificio de Cristo en la
cruz, si usted cree en Él como su Salvador, Él puede rescatarle de los efectos
del pecado y la maldad, salvándole, dándole la vida eterna, convirtiéndolo en
un hijo o una hija suya. Y así, el Espíritu Santo, le dará el consuelo y la fuerza
necesaria para vivir una vida que merezca la pena vivir.

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