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VISIÓN TRANSFORMADA POR LA MAJESTAD DE DIOS

Isaías 6:1-11

PROPÓSITO: De consagración.

INTRODUCCIÓN. Nuestra visión humana es muy corta y es constantemente afectada por las
circunstancias, esto repercute en que actuemos de acuerdo a la ocasión, si alguien muere,
estamos de luto y si es alguien que lideraba, nos parece que todo está perdido. Cuando
escuchamos que la cámara de diputados y senadores aprueban otra ley en contra del cristianismo,
nos parece que todo está perdido, si escuchamos que el peso mexicano se devalúa, nos sentimos
perdidos, que corta visión, o más bien que mal enfoque de nuestra visión, pero todo esto tiene un
origen en nosotros mismos, les invito que transformemos nuestra visión, el profeta Isaías nos da
ejemplo de ello:

1. ENFOQUEMOS NUESTRA VISTA HACIA ARRIBA.


a. Dios aún sigue reinando.
Es una visión muy parecida a la que tuvo el apóstol Juan en la Isla de Patmos. Juan
estaba en una isla nada agradable padeciendo por causa de Cristo, cuando contempló
su gloria, que le dio una nueva perspectiva de todo, e Isaías estaba de luto por el Rey
Uzías, pero más aún invadía la incertidumbre de lo que le esperaba a la nación de
Judá. Dios hizo que Isaías levantara sus ojos al trono del cielo, quitándolos de sí mismo
y de su pueblo. Quizás había confusión e inquietud en la tierra, pero en el cielo había
perfecta paz: Dios estaba sentado en poder y gloria majestuosa. De manera similar, al
ver tanta crueldad e incremento de la maldad, levantemos los ojos al cielo, que
nuestro Dios aún reina. Y él determina el curso de la historia.
b. Dios es victorioso.
La santidad de Dios y su gloria, no están separadas de su poder para conquistar y ser
victorioso. Debemos conocer primeramente que en él no hay maldad, Él es tres veces
santo, jamás será comparado a su descendencia caída. Por lo tanto, no está confinado
a la inmundicia. Esta es nuestra esperanza en él. Los dioses creados por los hombres
son caprichosos y su gloria está restringida a los sacrificios de los ritos religiosos,
nuestro Dios es glorioso y no depende de la situación terrenal. Además, Isaías usa
sesenta y cinco veces “Jehová de los ejércitos”, el Dios de la guerra santa, El Dios que
se opone al pecado y derrota al enemigo.
2. MIREMOS NUESTRA CONDICIÓN HUMANA.
a. Nuestro corazón debe ser transformado.
Los labios inmundos proceden de un corazón inmundo. En los capítulos anteriores,
Isaías daba los ayes sobre los hijos de Israel, pero al contemplar la majestad y santidad
del Señor, el ¡Ay! Es para él mismo. Comúnmente miramos a los demás y medimos su
corrupción en base a nuestra “dignidad”, pero cuando somos confrontados ante Dios,
nuestra perspectiva cambia. Nos es posible mirar dentro de nosotros, lo que antes nos
era velado, la santidad de Dios nos hace ver lo inmundo que es nuestro corazón y nos
hace doblegarnos ante Él, en busca de piedad. Nos damos cuenta de que nuestro
corazón debe ser cambiado.
b. Dios suple nuestra necesidad, nos limpia.
La esperanza que tenemos en Dios es que, al reconocer nuestra corrupción e
impiedad, él tiene la solución para nuestro limpiar nuestro pecado. El carbón
encendido, es un emblema de la obra purificadora de Dios. El arrepentimiento es muy
doloroso, como lo es un carbón encendido a los labios. Sin lugar a dudas, algunos
cristianos que se precipitan a servir a Cristo antes de darse tiempo para conocerlo y
ser limpios. Aparte de un trono hay un altar, si no hubiera esto, habría convicción de
pecado, pero no limpieza. Una verdadera adoración a Dios nos conducirá a la a un
testimonio de la santidad de Dios.
3. CONTEMPLEMOS LA NECESIDAD EN LOS HOMBRES.
a. Siendo atentos a la voz del Señor.
El profeta Isaías pasó por un proceso de preparación, ahora el Señor le muestra la
necesidad no suya, si no de los hombres perdidos. Dios no tiene necesidad, porque Él
es perfecto. Después de que Isaías ha sido preparado, está listo para servir al Señor, él
ya no está desanimado, sabe que Dios está en su trono. Ya no tiene más cargas, Dios
se las ha quitado. No podemos escuchar la voz de Dios respecto a las necesidades de
los que no conocen a Dios, cuando estamos inmersos en nuestras propias necesidades
y preocupaciones. Es necesario ser preparados por Dios para escuchar su voz en
medio de tan estrepitoso ruido de maldad y decadencia.
b. Siendo diligentes a la voz del Señor.
La preparación no solo es para escuchar y ver la necesidad externa, sino para
disponernos a obedecer. El llamado es una evidencia de la Gracia de Dios, él está
dispuesto a usar a los seres humanos para realizar su voluntad en la tierra. Él bien
puede enviar a los ángeles y serafines. Pero cuando quiere dar a conocer su palabra,
prefiere usar nuestros labios. Debemos sentirnos honrados de tan grande privilegio de
ser heraldos del Rey Santo, que con toda presteza debemos decir: Heme aquí,
envíame a mí.
c. Predicando con valentía la verdad.
Predicar la Palabra de Dios, no será bien aceptado a los hombres, pues a la misma vez
que es un mensaje de misericordia para arrepentimiento, es también un mensaje de
condenación, el cual los hombres endurecidos, se endurecerán más y serán
antagónicos y perseguidores. Por lo tanto, debemos tener valentía y confianza en
cuanto hemos conocido a nuestro Dios y no mover nuestra mirada de Él. Pues la
predicación de la verdad será hasta el tiempo en que el Señor haya señalado, no en el
momento en que nosotros queramos dejar de hacerlo. No es una misión fácil, sin
embargo, debemos predicar la Palabra sin importar como responda la gente, siendo
fieles hasta la muerte. Esta es la realidad del campo de batalla.

CONCLUSIÓN:

El mundo sin Cristo, seguirá su curso, 2 de Timoteo 3:13, nos dice que los hombres irán de mal en
peor. Pero cuánta confianza tenemos en que Dios nos dará la victoria. Les desafío a no mirar las
olas que se levantan a nuestro alrededor, miremos a Cristo, miremos a Dios. Y continuemos siendo
transformados cada día, para entregar un mensaje verdadero y que transforme a los demás.
Seamos valientes.
Bibliografía.

Moisés Chávez, Daniel Trigoso, Comentario Bíblico Mundo Hispano, Tomo 10, Isaías.

Roberto Jamieson, A. R. Fausset, David Brown, Comentario exegético y explicativo de la Biblia


Tomo I: el Antiguo Testamento.

G.J. Wenham, J.A. Motyer, D.A. Carson, R.T. France, NUEVO COMENTARIO BIBLICO SIGLO
VEINTIUNO ANTIGUO TESTAMENTO. Editorial Mundo Hispano.

Comentario de la Biblia de Mathew Henry.

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