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Cristo e Historia

Fuente: Tácito

La noticia que da Tácito es más breve y más simple de analizar que la de Josefo. El historiador romano
Tácito (56/57-ca.118 d. C) escribió como última gran obra de su vida los
Anales, donde intentaba contar la historia de Roma desde el año 14 d. C.
hasta el 68. Algunos libros de los Anales se han perdido, y el libro 16 se in‐
terrumpe en el año 66. Desgraciadamente para nosotros, una de las lagu‐
nas se produce en la exposición de los acontecimientos del 29 d. C, desde
donde la narración pasa al 32 d. C. De aquí que el año con más probabili‐
dades de ser el del proceso y muerte de Jesús (el 30 d. C) no figure en los
manuscritos hoy disponibles de los Anales.

Existe, sin embargo, una breve referencia retrospectiva a Jesús en el lugar


donde Tácito habla del gran incendio que se produjo en Roma durante el
reinado de Nerón, y del que éste culpó a los cristianos (Anales 15.44). Ne‐
rón, dice Tácito, achacó a los cristianos el incendio porque la opinión po‐
pular sospechaba que el responsable era él. El texto en cuestión es el
siguiente:

Por tanto, para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a
aquellos que el vulgo llamaba «cristianos», [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su
nombre proviene de Cristo, quien, bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio
Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo no sólo en Judea, la
tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fer‐
vientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo.

Este pasaje es importante sobre todo para la historia del cristianismo primitivo en Roma, pero nosotros
nos centraremos en aquello -no mucho, por cierto- que contribuye a nuestra indagación.

A pesar de ciertos Intentos Inconsistentes de demostrar que este texto es una interpolación en Tácito, se
trata de un pasaje obviamente autentico. No sólo figura en todos los manuscritos de los Anales, sino que
el mismo tono anticristiano del texto hace casi imposible un origen cristiano. Es cierto que Tácito puede
mostrar un mínimo de compasión por gente a la que injustamente se ha cargado con la culpa del odiado
Nerón pero los cristianos, como tales, son claramente despreciados a causa de sus abominables crímenes
o vicios, que constituyen una superstición nociva o peligrosa. Es decir, son un culto oriental de reciente
invención y de rápida expansión, que desprecia a los dioses romanos, practica unos ritos secretos y pro‐
bablemente nefandos, y que por tanto trastorna el buen orden del Estado romano. En la visión pesimista
que tiene Tácito de la historia romana, los cristianos son un signo más del declinar de Roma desde la in‐
tegridad y la virtud hacia la corrupción y la decadencia.
Para la mentalidad de este senador y antiguo procónsul romano, la peor acusación que se podía hacer
contra el nuevo culto era señalar de quién nació y tomó su nombre: cierto judío que en Judea era cono‐
cido como Cristo y fue ejecutado por Poncio Pilato. La mención de Cristo y de su final tiene la máxima
importancia en la Imagen negativa que presenta Tácito de los cristianos; difícilmente pudo salir de mano
cristiana  tan breve y despectiva descripción de Jesús.

Aunque su intención primordial es describir la brutal ejecución de cristianos llevada a cabo en Roma por
Nerón, Tácito ofrece de paso tres datos esenciales sobre Jesús: 1) Sitúa su muerte durante el reinado del
emperador Tiberio (14-37 d C) y el gobierno de Poncio Pilatos (26-36 d. C). 2) Afirma que Jesús murió
ejecutado por el gobernador romano de Judea, y aunque no menciona explícitamente la crucifixión, ésta
se hallaría implícita en el mismo hecho de la ejecución de un judío en Judea por un gobernador romano.
3) Según Tácito, la ejecución de ese Cristo sofocó por breve tiempo el peligroso movimiento religioso de
los cristianos; pero se extendió de nuevo, primero en Judea y luego, rápidamente, hasta un lugar tan le‐
jano como Roma.

Lo que debe notarse aquí es que en las frases de Tácito se revela implícitamente la existencia del movi‐
miento cristiano ya antes de la ejecución de Cristo, de otro modo no habría sido posible «sofocarlo» por
un breve tiempo mediante su muerte. Esto podría ser, naturalmente, un caso más de retroproyección de
acontecimientos por parte de un historiador grecorromano; ya hemos visto un ejemplo de ello en Josefo
Pero conviene advertir que, en el pensamiento de Tácito, el movimiento de los cristianos, denominado
así a causa de Cristo, no surgió solamente tras la muerte de Jesús y el pasaje lleva aparejado que los mis‐
mos odiosos vicios de ese movimiento que dieron lugar a las ejecuciones de sus miembros bajo Nerón,
motivaron también la ejecución de Cristo en tiempos de Tiberio.

Una cuestión importante es la fuente de información de Tácito algunos eruditos, subrayando las simili‐
tudes con el Testimonium sugieren que Tácito había leído a Josefo. Si bien es posible tal cosa hay que re‐
conocer no solo las similitudes, sino también las diferencias entre los dos textos porque puede ocurrir
que Josefo se limite a repetir algo comúnmente sabido acerca de los cristianos en los comienzos del siglo
II. Tácito había sido gobernador de la provincia de Asia (es decir, el tercio occidental de Asia Menor) ha‐
cia el año 112 d C, y acaso se había relacionado con cristianos por asuntos judiciales similares a los que
relata PIinio el Joven, además, PIinio era amigo íntimo de Tácito y pudo haberle hecho participe de los
conocimientos que había obtenido acerca de los cristianos, tampoco se puede excluir la posibilidad de
que Tácito se sirviese de archivos romanos. No obstante, si lo hizo, su error al llamar a Pilato procurador
en vez de prefecto muestra que no está citando directamente de ningún documento oficial.

Resumiendo Tácito nos suministra otro testimonio temprano y no cristiano sobre la existencia, ubicación
temporal y geográfica, muerte y continuado impacto histórico de Jesús, aunque no nos dice nada que Jo‐
sefo no haya dicho ya.

Fuente de información: Meier, John P. (2009). Un judío marginal: Tomo I. Fonasa, Pamplona (Navarra),
Editorial Verbo Divino.

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