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PRIMERA EVANGELIZACIÓN.

LA COMUNIDAD CRISTIANA DE ROMA

Esta breve presentación tiene como objeto el acercamiento al primer impulso


evangelizador que da origen a la comunidad cristiana de Roma. El planteamiento
fundamental se pregunta por los factores que hicieron posible la llegada del
cristianismo a la capital imperial, los cuales a su vez imprimen características
especiales al nuevo grupo religioso.

Para ello se cumplirá con un itinerario que inicia con la presentación de las fuentes que
respaldan el conocimiento de la existencia de la comunidad cristiana de Roma; la parte
central del trabajo trata de responder a la pregunta por la evangelización, de cómo
diversas circunstancias favorecieron la llegada del nuevo movimiento a la Urbe;
después se sugieren algunos puntos que dan razón de la nueva comunidad como
posible centro desde donde se realizaron misiones a otros lugares y en la ciudad
misma. Finalmente se presentarán algunas ideas que, a partir de la experiencia de la
primitiva comunidad cristiana de Roma, pueden resultar sugerentes para la
evangelización de hoy.

1. Fuentes

La fuente primaria son los escritos cristianos, algunos de la Biblia, otros entre los
Padres de La Iglesia. También se cuenta con referencias importantes de autores
paganos que brindan datos sobre la época que interesa; de igual modo, la arqueología
ofrece algunos recursos al respecto.

1.1. Escritos cristianos antiguos

La Carta de san Pablo a los Romanos. Esta es la fuente primaria para conocer la
existencia de comunidades cristianas en la capital imperial. Su importancia no tiene
discusión básicamente por dos razones: es el testimonio más antiguo que se tiene
(posiblemente del año 55) que recoge además un momento clave de los primeros

−1−
decenios de la comunidad; y es el testimonio más extenso, pues todo lo que dice, de un
modo u otro, está referido a la comunidad. Algunos puntos importantes:

 La introducción de la carta indica que se trata de una comunidad real.


 1,10-13 da indicios de que la comunidad ya marchaba antes de la llegada del
Apóstol. De igual modo, 15,24.28 da noticia de unos planes de san Pablo que busca
realizar con el apoyo de esta comunidad de Roma, luego ya es una comunidad con
cierta organización.
1
 El capítulo 16 recoge una gran cantidad de nombres propios; tal onomástica no
parece ser inventada por el autor, incluso se habla de que algunas de sus casas
sirven como lugar de encuentro para las asambleas. Significativa es la mención de
Prisca y Aquila (v. 2), matrimonio ya conocido por san Pablo en otros momentos de
su itinerario apostólico.
 Los capítulos 12-15 pueden servir como indicios para acercarnos a la naturaleza de
la comunidad y comprender algo de su estilo de vida (asuntos sobre las autoridades,
cuestiones sobre comidas, la diferencia de procedencias entre los miembros, etc.).

Como se puede notar, es una fuente que brinda bastantes datos; es importante tener en
cuenta la naturaleza del escrito y el contacto todavía parcial que el Apóstol tiene con la
comunidad a la hora de escribir la carta.

El libro de los Hechos de los Apóstoles. Es un material muy interesante que pretende
recoger la vida de las primeras fundaciones cristianas desde el primer momento de la
resurrección de Cristo hasta la llegada de san Pablo a Roma a inicios probablemente de
los años 60. Su composición parecer ser de los años 90. Algunos datos significativos:

 En la descripción del prodigio de Pentecostés nombra una lista de pueblos, entre


ellos un solo de occidente, Roma (2,10).
 A partir del capítulo 16 parece encaminado a llevar a san Pablo hasta Roma.
 18,2 reporta el encuentro en Corinto con Aquila y su mujer Prisca, los cuales vienen
de Roma, expulsados con otros judíos, bajo el edicto de Claudio (año 49).

1
Se ha discutido mucho sobre si este capítulo 16 es parte original de la carta. Algunos han
considerado 16,1-24 como una carta de recomendación y la doxología final (16,25-27) como un
apéndice litúrgico; Marción, Tertuliano, Ireneo, Cipriano, conocieron versiones sin este capítulo. Pero la
crítica moderna concluye casi con unanimidad en favor de su inclusión, pues las razones de su omisión
obedecen más a cuestiones de significado que al orden textual. Cf. J. A. Fitzmyer, “Carta a los
Romanos”, en: R. E. Brown – J. A. Fitzmyer – R. E. Murphy, Nuevo Comentario Bíblico San Jerónimo.
Nuevo Testamento, Estella 2004, 361-418, aquí p. 363-364. R. Penna, Lettera ai Romani, vol. I, Bologna
2004, 53.

−2−
 El final del capítulo 28 da razón de una comunidad ya organizada a la llegada del
san Pablo a la Urbe.

Como en el caso anterior, es necesario tener presente la naturaleza del escrito y su


propósito. No es un relato frío de historia, sino una narración “intencionada”, con
objetivos muy claros, como mostrar la importancia creciente de san Pablo; ahora bien,
de suyo esto no desaprueba su valor histórico.

La Primera Carta de Pedro. Si bien es cierto que en ningún momento se menciona a


Roma en esta carta, a menudo se concluye que veladamente se le nombre bajo el
apelativo “Babilonia” (5,13). Las recomendaciones que se dan a las comunidades de
Asia Menor manifiestan un estilo de vida específico marcado al parecer por las
persecuciones y la necesidad de dar testimonio en la adversidad2.

Clemente Romano (final del s. I): en su Primera Carta (5,5-7), habla de Pedro y de
Pablo como pertenecientes a su generación y ejemplos cercanos; da razón del martirio
de san Pablo en Roma y lo presenta como un miembro eminente que cumplió una
misión en el extremo occidente.

Ireneo (130-202): en su obra Adversus Haereses (III,3,1-2) pone en directa relación la


fundación de la comunidad romana con la presencia de Pedro y Pablo.

Ambrosiáster (comentario anónimo de las cartas de San Pablo, s. IV). Ya está


consumada en la Iglesia de Roma la tradición de la presencia de los dos grandes
apóstoles como columnas de la ciudad; no obstante, este comentario de autor
desconocido (el primero a la carta dentro de la misma Roma) dice que los romanos
acogieron la fe en Cristo, a pesar de no haber ni signos, ni milagros ni a ningún apóstol
(Argumento, 3).

Todas estas fuentes de autores cristianos ofrecen datos válidos, pero siempre en
necesidad de contratar con otras fuentes. Es fundamental ser cuidadosos a la hora de
seleccionar las referencias pues se ha de tener presente –especialmente en el caso de
los Padres de la Iglesia− que sus intereses eran otros.

1.2. Autores no cristianos

Para el momento que se estudia de la comunidad romana, dos son los autores no
cristianos que brindan pequeñas pero significativas informaciones; se trata de algunos

2
Cf. N. Brox, La Primera Carta de Pedro, Salamanca 1994, 49.

−3−
datos puestos casi de soslayo, pero que contrastados con otras noticias, pueden resultar
muy elocuentes:

Suetonio (Gayo Svetonio Tranquilo c. 70-126 d. C.): En su obra Vida de los doce
Césares, en el libro Vida de Claudio, enumerando una serie de medidas que el
emperador toma para poner orden en la ciudad, dice que hizo expulsar de Roma a los
judíos que, incitados por un tal Cresto, provocaban turbulencias (XXV). Algunos
datos útiles:

 El emperador Claudio gobernó entre los años 41-54, el procedimiento es del 49. Es
un dato que entra en sintonía con lo referido por Lucas en Hch 18,2 a propósito de
Prisca y Aquila.
 No era posible aún diferenciar a los cristianos de los judíos, y menos a los ojos de
los romanos. En vistas a que el procedimiento de Claudio busca poner orden en la
ciudad, y la referencia es explícita a la turbulencia, no resulta difícil pensar en las
relaciones tensas al interior de la comunidad judía por las noticias llegadas acerca
de un Jesús, que es el Cristo resucitado; la alusión a un tal Crestós (variante de
Cristo) apunta directamente a los cristianos. A esto se suma que no se tiene noticia
de la expulsión de la comunidad total de los judíos de Roma y por lo tanto se puede
pensar en un pequeño grupo, como los primeros dirigentes cristianos.

Cornelio Tácito (c. 55-120 d. C.): Refiere en su obra Anales: … ni por todos los
medios humanos, ni por donativos del príncipe, ni por las expiaciones a los dioses
disminuía la creencia infamante de que el incendio había sido provocado. Por ello,
para eliminar tal rumor, Nerón buscó unos culpables y castigó con las penas más
refinadas a unos a quienes el vulgo odiaba por sus maldades y llamaba cristianos. El
que les daba este nombre, Cristo, había sido condenado a muerte durante el imperio
de Tiberio por el procurador Poncio Pilato. Esta funesta superstición, reprimida por
el momento, volvía a extenderse no solo por Judea, lugar de origen del mal, sino
también por la Ciudad (Ann libro XV,44). Los datos que aporta esta noticia son muy
relevantes:

 A mediados de los años 60 del primer siglo ya se identifica a los cristianos como un
grupo definido, distinto del judaísmo, y eso a sabiendas de que el movimiento venía
de Judea.
 Este grupo en cierto modo es considerado un factor social incómodo sobre el cual
puede calzar bien la acusación del incendio.

−4−
 La ubicación de Cristo en el tiempo (bajo el imperio de Tiberio y la prefectura de
Pilato) es muy importante y concuerda con los evangelios3.

Como se indicó anteriormente, las referencias de estos autores no son ni mucho menos
el centro de sus obras. Su valor consiste en las informaciones sencillas, pero puntuales
que ofrecen, las cuales, puestas en diálogo con otras fuentes arrojan luz sobre el
movimiento cristiano de Roma. El hecho de ser una mirada externa resulta de gran
utilidad para sopesar las impresiones y despejar posibles tendencias en los datos que
brindan los autores cristianos.

1.3. La arqueología

La arqueología en cierto modo también tiene algo para decir, y más tratándose de la
antigua ciudad de Roma que tantas huellas ha dejado. No obstante, no se cuenta con
testimonios arqueológicos directos de la presencia de los cristianos en la Urbe para la
época de la primera evangelización entre los años 30 y 60 del siglo primero. A pesar de
ello, la presencia judía en la capital, que sí ha dejado rastro, sirve como referencia para
entresacar datos útiles con respecto a la implantación del cristianismo en Roma4.
También nos puede ser de utilidad la comparativa de los nombres del cap. 16 con
nombres de inscripciones para ver su procedencia y nivel social5. Es pues un recurso
más orientado a corroborar otros presupuestos –como los testimonios escritos− que
una fuente directa.

2. La evangelización de Roma

En esta sección se trata de abordar con coherencia algunos datos que permiten concluir
la presencia del movimiento cristiano en Roma ya desde los primeros días de la
evangelización. Se trata no de una, sino de varias evangelizaciones, o al menos varios
momentos, y a su vez, de diversos factores que generan una comunidad/comunidades
específica.

3
También es interesante notar en el relato largo de Tácito que los cristianos fueron crucificados,
clara alusión al origen del movimiento, luego, ya eran en parte conocidos. Sale a la luz una de las
características que más va a distinguir al cristianismo durante los siglos: la persecución no acabó con
ellos. cf. J. D. G. Dunn, Comenzando desde Jerusalén, t. II. Vol. II, Estella, 2012, 1221.
4
Por ejemplo, P. Lampe hace una referencia muy significativa de los lugares que pudieron habitar
los primeros cristianos en Roma; el rastro es el de las habitaciones de los judíos, como el barrio
Trastévere. Cf., From Paul to Valentinus. Christians at Rome in the first two centuries, Minneaopolis
2003, 38-40 y D. Álvarez Cineira, Pablo y el imperio romano, Salamanca 2009, 117.
5
Así de 13 nombres comparables, cuatro indican un origen libre (libertos) y nueve, un origen
esclavo. Y de las 26 personas mencionadas en el Rm 16,3-16, doce provienen del oriente. Cf. D.
Álvarez Cineira, “Los primeros pasos del cristianismo en Roma”, Estudios Bíblicos 64 (2006), 201-236,
aquí p. 226.

−5−
2.1. Panorámica de los rasgos fundamentales de la primitiva comunidad cristiana
de Roma

Ante todo, se puede decir que es una comunidad signada por las características de la
ciudad de Roma: centro político y comercial del mundo del mediterráneo, cosmopolita,
receptora de los movimientos religiosos de todo el imperio. Al mismo tiempo, testigo
de los desequilibrios sociales y desigualdades entre las personas6.

Es una comunidad reconocida en sus orígenes: las fuentes dan indicios de la presencia
de grupos cristianos ya desde la época del 40 e incluso antes. Para los años 60 la
presencia es más que demostrable:

El edicto de Claudio del año 49 da razón de la expulsión de judíos de Roma. Noticia


corroborada por Hch 18,2. Indicios de que tales grupos cristianos no se diferenciaban
mucho de los judíos; serían expulsado sólo los cabecillas, a su vez, los más disidentes
de la comunidad judía7. El testimonio de Suetonio indica que no se les distingue de los
judíos.

A la muerte del Claudio (año 54) se puede dar el regreso. La comunidad ahora sería de
mayor componente pagana, pues las relaciones con la sinagoga no podrían ser muy
buenas porque al parecer fue por los seguidores de Jesús que los judíos estuvieron en
riesgo en tiempo de Claudio. Es la iglesia que se reúne en las casas (Rom 16,5).
Características de esta etapa en parte se evidencian en Rom 12-15. El testimonio de
Tácito acerca de la persecución de los años 60 da razón de la clara diferenciación con
los judíos.

2.2. Impactos misioneros que dieron vida a la comunidad cristiana de Roma

Sobre la base de las características anteriormente expuestas, se puede deducir que la


comunidad de Roma nació como fruto de algunos impulsos misioneros
satisfactoriamente reconocibles:

El primero de ellos es el derivado del día de Pentecostés (Hch 2,10) entre los años 30 y
40. Lucas informa de la presencia de habitantes de Roma, judíos llegados para la
6
Cf. J. González Echegaray, Los Hechos de los Apóstoles y el mundo romano, Estella 2012, 2 ed.,
112-115.
7
No hay testimonios alternos que hablen de una masiva salida de judíos de la capital, ni de
problemas específicos con las autoridades romanas, lo cual da pie a pensar que se trate de asuntos
religiosos. Los expulsados serían los líderes “disidentes” de la tradición que siembran inquietud con
ideas nuevas. Cf. P. Lampe, From Paul, 13-15; sobre anteriores problemas de los judíos con las
autoridades romanas y las medidas adoptadas, cf. R. E. Brown − J. P. Meier, Antioch and Rome: New
Testament Cradles of Catholic Christianity, New York 1983, 100-102.

−6−
pascua. El flujo constante con Roma, no solo por razones religiosas, sino además
comerciales, hacen posible este primer impacto, cuya característica fundamental sería
la espontaneidad (volver a Roma dando noticias recientes del panorama religioso de
Jerusalén). El primer asiento natural sería la red de comunidades judías de la capital, y
los primeros beneficiarios de la buena nueva serían los mismos connacionales judíos
de Roma y a lo mejor, algunos de sus simpatizantes, como los temerosos de Dios; es
pues un impacto básicamente interno en las comunidades judías ya formadas. Es de
anotar además que Hch 28,13-14 indica que años más tarde (a la llegada de san Pablo a
la capital) había hermanos en Puzzuoli y en Tres Tabernas, justo la ruta que seguía de
penetración a Roma llegando de oriente, por donde a su vez se difundían los cultos
orientales8. Es en este ambiente interno de las comunidades judías romanas donde se
pudo haber generado la controversia llegando incluso al tumulto pues algunos
sostenían que ya había llegado el Mesías en la persona de Jesús, es decir que la raíz del
disgusto pudo haber sido doctrinal. La consecuencia fue la intervención directa de la
autoridad romana y la expulsión de algunos, dato perfectamente corroborable por la
noticia de Suetonio y Hch 18,2.

El segundo impulso se da por el retorno de los expulsados. Después de la muerte de


Claudio, acaecida en el 54, los expulsados del año 49 pueden regresar portando
consigo nuevas ideas. De hecho Prisca y Aquila ya están en Roma para cuando san
Pablo escribe la carta a mediados de la década del 50 (cf. 16,3). Estos que regresan han
tenido contactos con los cristianos de Asia Menor vinculados a las misiones paulinas y
de Antioquía, han conocido pues otras comunidades cristianas9. Se estaría hablando de
una comunidad ya independiente de la sinagoga y de claro componente pagano en su
mayoría; su independencia y desarrollo permite pensar ya en misiones organizadas;
incluso, podrían contar ya con una especie de credo, como el que san Pablo expone
apenas inicia su carta (Rom 1,1-4).

Más adelante se da la presencia de las grandes figuras apostólicas, en torno a los años
60. Las fuentes cristianas tardías testimonian con firmeza la vinculación para esta
época de las grandes figuras apostólicas de Pedro y Pablo10 (en el caso de Pablo, claro
está, también el libro de los Hechos). ¿Sería esto en gran parte la causa de las misiones

8
Cf. P. Lampe, From Paul, 9-10.
9
Por ejemplo, Prisca y Aquila, de los cuales sabemos por el libro de los Hechos que después de estar
en Corinto, pasaron por Éfeso y allí también compartieron con los hermanos (18,18.26).
10
Padres de la Iglesia como Clemente Romano, Ignacio de Antioquía, Ireneo de Lyon, Eusebio de
Cesarea, por citar algunos. En realidad el testimonio tiende a ser constante; lo mismo puede decirse de
algunos escritos apócrifos (como los Hechos Apócrifos de los Apóstoles).

−7−
organizadas? No hay que perder de vista que san Pablo en su carta pide apoyo para su
eventual misión evangelizadora en España (15,24.28).

3. Evangelización desde la comunidad (o la comunidad sujeto de evangelización)

La comunidad desde sus primeros momentos manifiesta un gran dinamismo misionero:


siembra y extiende la Buena Noticia de Jesucristo muerto y resucitado por círculos
cada vez más amplios.

3.1. Por los rincones de la ciudad

Esta funesta superstición, reprimida por el momento, volvía a extenderse no sólo por
Judea, lugar del origen del mal, sino también por la ciudad, testificará, años más
tarde, Tácito (Ann Libro XV 44, 2-3).

En pocos años, en los que van del 55 (carta Romanos) al 64 (incendio de la ciudad), los
cristianos en Roma pasan de ser unos 100 o 200 a varios miles11. Tácito, en el mismo
documento arriba citado, al referirse al número de apresados, habla de multitudo
ingens, y Clemente Romano se refiere a los cristianos de la ciudad como una gran
muchedumbre (1 Clem, 6,1).

El capítulo 16 de Romanos permite suponer la existencia de 5 comunidades que por la


capacidad de las casas donde se reunían (15, 20 o, como máximo, 30 personas)
podemos calcular en este tiempo un número entre 100 o 200 personas12. En cambio, 10
o 15 años después, cuando la acusación por Nerón a los cristianos del incendio de la
ciudad, tendrían que ser un número lo suficientemente grande como para convertirse
en impopular13.

3.2. Por las ciudades de la cuenca mediterránea

Del mismo modo que peregrinos y comerciantes llevaron la Buena Noticia desde
Jerusalén a Roma, debido a esa misma movilidad, también pudo ser llevada por las
rutas comerciales de Roma a otras ciudades.

Por otro lado, la expulsión decretada por Claudio hizo que algunos de los cabecillas del
conflicto, y por tanto, personas no fáciles de disuadir en sus nuevas “ideas” religiosas,

11
Cf. R. Jewett, Romans. A Commentary, Minneapolis 2007, 61-62.
12
Cf. R. Penna, “La chiesa di Roma prima di Pietro e Paolo: Aquila, Priscilla e quelli che si
radudano nella lora casa”, www.gliscritti.it.
13
Cf. R. Jewett, Romans, 62.

−8−
las extendiesen por los lugares a donde llegaron, posiblemente una serie de ciudades de
la cuenca del Mediterráneo.

Por ejemplo, Corinto y Éfeso como nos indica Hch 18,2; 19-26, donde llegaron Prisca
y Áquila (y donde los vemos completar la formación cristiana de Apolo). En este
mismo sentido, en relación a los conocidos y familiares de Pablo que aparecen en los
saludos finales de la carta, con apelativos “misioneros”14, si Pablo no había estado en
Roma y los conoce ¿se podría pensar que se encontró con ellos en otras ciudades de su
periplo misionero como con Prisca y Áquila?15.

Cabría citar aquí también como ejemplo del impulso misionero de la comunidad la
carta de Primera de Pedro a las ciudades de las provincias del Ponto, Bitinia, Galacia y
Capadocia.

3.3. Por los confines del mundo

En torno a los años 50 y 60, con la presencia de las grandes figuras apostólicas se
puede pensar ya en una misión organizada, (hasta los cofines de la tierra). Vale la
pena tener en cuenta que San Pablo manifiesta en dos ocasiones contar16 con los
cristianos de Roma para realizar su evangelización del extremo occidente, España
(15,24.28).

El conocido halago de Pablo a los miembros de la comunidad que recoge la carta…


porque vuestra fe es alabada en todo el mundo (Rom 1,8), aun sabiendo que forma
parte de una fórmula de acción de gracias, habitual en las cartas17, ¿no podría estar
manifestando también la fuerza misionera de la comunidad?

Por otra parte, sabemos que después de los años 70 (tras la destrucción de Jerusalén),
la comunidad cristiana de Jerusalén quedó muy disminuida y dispersa, por lo que la

14
Son muchos: Epéneto, primicia de Asia para Cristo (v. 5); María, que con tanto afán ha trabajo
en vuestro favor (v .6); Andrónico y Junia, mis parientes y compañeros de prisión que son ilustres entre
los apóstoles (v. 7); Ampliato, a quien quiero en el Señor (v.8); Urbano, colaborador nuestros en la
obra del Señor y a Estaquio (v. 9); Apeles, acreditado en Cristo (v. 10); Herodion, mi pariente (v. 11);
Trifena y Trifosa, que han trabajado afanosamente en el Señor (v. 12); Perside, que ha trabajado con
mucho afán en el Señor (v. 12); Rufo y su madre, que también es madre mía (v. 13).
15
Jewett opina que Pablo pudo haber conocido como exiliados de Roma a la mayoría de los citados
en el cap. 16. Cf. Romans, 60-61.
16
Aquí resulta interesante el verbo προπεµφθῆναι (15,24): acompañar, proveer de lo necesario (para
continuar el viaje), enviar. En san Pablo, además de Rom 15,24, aparece en 1Cor 16,6.11 / 2Cor 1,16 /
Tit 3,13; y en el resto del NT: Hch 15,3; 20,38; 21,5 / 3Jn 6. Cf. H. Balz, “προπέµπω”, en: H. Balz – G.
Schneider, Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, vol. II, Salamanca 1998, 1156.
17
Cf. Ph. Esler, Conflicto e identidad en la carta a los Romanos, Estella 2006, 199.

−9−
relevancia y “capitalidad” la van tomando otras iglesias; a finales del siglo I era ya
Roma.

4. Ecos para la nueva evangelización

A una iglesia que tiene dificultades para llegar al hombre de hoy, en su sociedad muy
plural y con graves y grandes desequilibrios económicos, en una ambiente de
secularización y, a veces, de laicismo hostil y sutil paganismo, y con un laicado pasivo,
le puede venir bien sentir y escuchar los ecos que le llegan de la evangelización de
aquella primera hora:

4.1. A través de redes sociales “prestadas”

Los primeros cristianos de Roma no crecieron mediante respuestas aisladas a la


predicación, sino por su conexión a grupos que unían a las personas por los lazos del
trabajo, profesión, religión, barrio, nivel social (libertos-esclavos), o algún tipo de
necesidad (enterramiento)18. Eran las asociaciones voluntarias, llamadas collegia. Del
mismo modo que utilizaron las sinagogas pudieron utilizar otras. La importancia de
estas collegia lo vemos en dos hechos:

1º.- Pablo, conocedor de que en Hispania no iba a encontrar esta red de proseuchai que
había en Roma, pide ayuda a los romanos (Hch 15, 24.28), pues iba a necesitar de sus
contactos en las congregaciones romanas que pudiese haber en aquel lugar (apoyo
material, traductor del griego, etc.)19.

2º.- Tras el Decreto de expulsión de Claudio cambió la composición étnica de las


comunidades cristianas, aumentado el número de cristianos de etnia gentil pues el
nuevo campo misional se redujo al ámbito familiar y a las redes sociales de cristianos
no judíos20.

La cristiandad, pues, aprovechó para su difusión las estructuras existentes tanto de la


polis como del imperio21.

18
Sobre la variedad de estas asociaciones voluntarias, cf. Ph. Esler, Conflicto, 126.
19
Cf. Ph. Esler, Conflicto, 170. “A Pablo le preocupa la tensión y el conflicto en las congregaciones
romanas no solamente porque afectas a los creyentes en Cristo, sino porque constituían un estorbo para
los preparativos necesarios para su viaje misionero a Hispania”, cf., Conflicto, 485.
20
Cf. D. Álvarez Cineira, Pablo,116.
21
Cf. D. Álvarez Cineira, Pablo, 154.

−10−
4.2. La comunión, por encima de todo

En medio de una realidad fracturada en diversas comunidades (al parecer, cinco22), con
diferentes mentalidades (fuertes y débiles –cfr. Rom 14-16−; grupos más jerárquicos y
más igualitarios23), de distintos niveles sociales (esclavos y libres, ricos y pobres24) y,
sobre todo, de distantes, por no decir enfrentadas, etnias (judíos y griegos),
consiguieron vivir la comunión a la que les invitaba Pablo en su carta: así nosotros,
siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo (Rom 12,5 y 1 Cor 12,12-13-27).

Judíos y griegos, griegos y bárbaros, libres y esclavos, ricos y pobres, gobernantes y


súbditos pudieron vivir la fraternidad del Señor.

4.3. La caridad, lo primero y principal

La primitiva comunidad cristiana de Roma estaba orientada fuertemente hacia la


caridad25. Así nos lo muestra el listado de carismas a los que hace alusión Pablo en su
carta (12,6-8). De los siete citados, varios se refieren a la caridad: la diakonía, el que
se dedica a la distribución de los bienes, el que hace obras de misericordia. Incluso,
algunos interpretan el carisma del que preside como el que ejerce un patronazgo de
beneficencia sobre los menesterosos26.

Esta preocupación por los pobres, es recogida también por Tertuliano, en su


Apologeticum 42,8 (a principios del s. III) cuando ironizando sobre el hecho de que en
los templos paganos eran escasas las limosnas, dice: Da más nuestra misericordia por
las calles que la vuestra en los templos.

4.4. La fuerza de la minoría

Los 100 o 200 cristianos, que según ya hemos comentado, podrían componer la
primitiva iglesia de Roma, frente al casi un millón de habitantes que posiblemente

22
Según R. Penna serían las casas de Prisca y Aquila (16,3.5), de etnia judía; la de Asíncristo,
Flegón, Hermes, Patrobas, Hermas (16,14), de etnia gentil, esclavos y libertos; una tercera, la de
Filólogo, Julia, Nereo, su hermana y Olimpas (16,15), de etnia gentil, esclavos y libertos. En la casa de
Aristóbulo (v.10), se reunirían un grupo de esclavos y en la casa de Narciso (v. 11), otro. Cf. La chiesa
di Roma. Para el tema de la distinción de etnias y nivel social. Cf. J.S. Jeffers, The Greco-Roman. World
of the New Testament Era. Exploring the Background of Early Christianity (Downers Grove 1999), 85-
86, citado por D. Álvarez Cineira, Los primeros pasos, 227.
23
“La carta buscaría promover la acogida mutua de los miembros y líderes de otros grupos y
estructuras eclesiales diferentes”. D. Álvarez Cineria, Pablo, 118.
24
Vivían en zonas pobres (Trastévere, Porta Capena, Campo de Marte, Aventino, distritos populares
con alta densidad de extranjeros y esclavos. Cf. D. Álvarez Cineira, Pablo, 117; cf. P. Lampe, From
Paul, 38-40.
25
Cf. J. D. G. Dunn. Romans, 9-16, citado en R. Penna, La chiesa di Roma.
26
Cf. R. Penna, La chiesa di Roma.

−11−
tenía la ciudad, nos enseñan hoy, en el contexto eclesial europeo que acaba de salir de
una situación de “cristiandad” y por lo tanto de mayorías, la fuerza transformadora que
pueden tener unas minorías vivas.

Contemplando aquellas comunidades cristianas en Roma, la Iglesia de hoy debe


aprender a trabajar con unos pocos y a superar la sensación de fracaso cuando las
“mayorías” no responden.

4.5. La espiritualidad de la “resistencia”

Unos creyentes que sufrieron conflictos con sus hermanos en la fe, los judíos27 (cf.
Decreto de expulsión de Claudio), con sus propios familiares, vecinos y compatriotas28
(cf. 1 Pe y 1 Tes 2,4) y con el Estado (cf. Tácito), con toda seguridad, desarrollarían la
virtud de la “resistencia”, no en el sentido de parapetarse en las trincheras, sino en el
de permanecer firmes en la fe (cf. 1 Pe 5,9; Col 2,7).

4.6. Los laicos, agentes insustituibles

Frente al Relato normativo existente sobre la evangelización, según el cual primera


evangelización fue llevada a cabo principalmente por los apóstoles y los obispos, sus
sucesores; la segunda (evangelización de Europa), por los monjes; la tercera
(evangelización de América) por las órdenes religiosas, tenemos el capítulo 16 de
Romanos, donde se pone de manifiesto que si en aquella evangelización primera los
laicos no llevaron la voz cantante, sí tuvieron mucho que decir.

Resulta significativo que sea en la Carta Primera de Clemente, escrita en Roma,


donde aparece por primera vez el término laico (40,5).

Este eco nos hace actuales las palabras de los obispos españoles en su documento
Cristianos laicos, iglesia en el mundo 148: La nueva evangelización ser hará sobre
todo por laicos o no se hará.

27
Los cristianos eran considerados por los judíos “un factor de riesgo” por lo que se fueron
distanciando de ellos por dos motivos: por temor a que les declararan collegium illicitum o a perder sus
privilegios; y por considerarlos como competencia desleal (admitían a los gentiles, pérdida de
clientela…). De ahí, las denuncias (Hch 18,6-7: Pablo denunciado). Cf. D. Álvarez Cineira, Los
primeros pasos, 214.
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Pablo muestra una actitud conciliadora ante sus conciudadanos hostiles (Rom 12,14-21): Bendecid
a los que os persiguen, no maldigáis (v. 14); no toméis la venganza (v. 19). Intenta que no haya más
disturbios pues eso pondría en peligro su misión en Jerusalén y su deseo de visitar Roma y España. Cf.
D. Álvarez Cineira, Pablo, 123-125.

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BIBLIOGRAFÍA

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