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TEMA 1.

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES DEL DERECHO CONSTITUCIONAL

El Ordenamiento Jurídico, Valores y Derechos Constitucionales.

Para el autor Guillermo Cabanellas de Torres en su Diccionario Jurídico Elemental, considera al

Ordenamiento Jurídico en varias acepciones tales como: a) Colección o cuerpo de leyes; b)

Determinación oficial de las fuentes del Derecho; y, c) breve código de leyes promulgadas al mismo

tiempo, o colección de disposiciones referentes a determinada materia.

En cuanto a la concepción dada por el mencionado autor sobre los Derechos Constitucionales, esté

considera que dentro de lo estrictamente jurídico, el vocablo se refiere a un conjunto de normas o

atribuciones que se concede, reivindica o ejerce colectivamente.

De igual forma, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela como norma fundamental

del ordenamiento jurídico regula una amplia gama de derechos de rango constitucional, en el

capitulo referente a los Derechos Humanos, tales como los derechos civiles, derechos políticos y los

referendos constitucionales, los derechos económicos, los derechos sociales y de las familias, los

derechos culturales y educativos, y los derechos de los pueblos indígenas con los cuales la

Constitución de 1999 innova sobre esta importante materia.

Ahora bien, es importante acotar, el concepto de la rama denominada Derecho Constitucional,

entendido este como la rama del Derecho Público Interno que estudia la estructura organizativa del

Estado, el origen de la soberanía, los mecanismos de autolimitación del Poder del Estado en

resguardo de los derechos y garantías ciudadanas.

1.3.- Principio de Supremacía Constitucional y de la Aplicación Directa de la

Constitución

La Constitución de 1999 recoge en su artículo 7 el denominado principio de supremacía

constitucional, el cual establece que la Constitución es la norma suprema de todo el ordenamiento

jurídico, a los cuales los órganos del Estado deben someter su actuación.

En tal sentido, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia Nº 1347 del 9

de noviembre de 2000 ha destacado que la Constitución es suprema, por cuanto es producto de la

autodeterminación de los pueblos, la cual se la ha dado así mismo sin intervención de terceros

externos y sin imposiciones internas.

Este principio de supremacía constitucional lleva implícito el principio de la aplicación directa e


inmediata de las normas constitucionales, en el sentido de que debe considerarse a la Constitución

como una norma obligatoria, con fuerza coactiva, creadora de derechos y reguladora de

obligaciones exigibles.

Ahora bien, en lo que respecta a los derechos humanos, según Brewer Carias este “cede ante

normas de los tratados, pactos y convenciones internacionales relativos a derechos humanos,

suscritos y ratificados por Venezuela”, en cuanto contengan derechos más favorables a los

establecidos en la Constitución.

Sobre el particular, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia ha dispuesto que del

artículo 23 de la Constitución se desprenden que, primero: se trata de derechos humanos aplicables

a las personas naturales, y segundo, se refiere a normas que consagren derechos, no a

resoluciones, fallos o dictámenes emanados de algún órgano público.

1.5.- Principio de Legalidad.

Significa que ninguna actividad desarrollada por órgano administrativo alguno puede eludir al

Derecho, lo que configura en términos de la doctrina la “sumisión plena de la Administración a la

Ley y al Derecho” o la “plena juricidad de la acción administrativa”.

En tal sentido, el Principio de Legalidad significa la “Sujeción del Estado al Derecho”.

Asimismo, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia de fecha 28 de Abril

de 2.005 estableció sobre este principio que:

“…la potestad que ejerzan los órganos integrantes del Poder Público sólo podrán ser ejercidas con

base en una norma legal preexistente que rija sus funciones, de allí, que la consagración de este

principio de legalidad, implica la sujeción que se debe tener al obrar con respecto a un

ordenamiento jurídico preexistente, hasta en sede administrativa, donde sus procedimientos se

encuentran sujetos al marco de la legalidad”.

El Principio de la Formación del Derecho por Grados

Este principio tiene particular importancia para las ramas que conforman el Derecho Público, por

cuanto las normas que regulan la actividad de los Poderes Públicos, son siempre de ejecución

directa e inmediata de la Constitución.

Este principio se origina en la Teoría de Hans Kelsen sobre el orden jurídico como sistema de las

normas de derecho, lo cual permite establecer la relación jerárquica existente entre el conjunto de
normas que conforman el ordenamiento jurídico, de manera que cada norma deriva de otra,

teniendo esta cadena de derivación un vértice principal denominado Constitución, siendo esta la

norma suprema que justifica la existencia de todas las normas que conforman el ordenamiento

jurídico.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela adopta este principio, estableciendo que

todas las actuaciones del Estado derivan de la ejecución de la Constitución, configurándose dos

tipos de actividades estatales, las cuales según Brewer Carias son “aquéllas que derivan de la

ejecución directa e inmediata de la Constitución; y aquellas que son de ejecución directa e

inmediata de la Legislación y, por tanto, de ejecución indirecta y mediata de la Constitución”.

Ahora bien, partiendo de lo estipulado en el artículo 7 de la Constitución de la República Bolivariana

de Venezuela, hay actividades que realizan determinados órganos del Estado en cumplimiento de

atribuciones establecidas directa e inmediata de la Constitución, es decir, solo están sometidas

estas actividades a lo que dispone el texto fundamental.

En relación con lo anterior, existen otras actividades realizadas por los órganos del Estado que se

realizan en cumplimiento de atribuciones establecidas tanto en la Constitución como de las leyes,

donde debe existir un cuerpo legislativo que las regule, es decir, estas actividades son realizadas en

ejecución directa e inmediata de la legislación e indirecta y mediata de la Constitución.

El Principio de la Personalidad Jurídica del Estado y las Personas Jurídicas Estatales.

El Estado, por tanto, en el ámbito interno no es una persona jurídica, sino que está conformado por

varias personas jurídicas estatales. El estado como tal no es una persona jurídica, si no un conjunto

de persona jurídicas que son las personas jurídicas estatales, y cuyo embrión surge del sistema

constitucional que se ha establecido para la distribución vertical o territorial del poder público como

“Estado federal descentralizado”.

En consecuencia, en Venezuela, tratándose de un estado con forma federal, conforme al cual “el

Poder Público se distribuye entre el poder Municipal, el Poder Estatal y el poder Nacional” (Art. 136

de la constitución), el “Estado” esta básicamente conformado por un conjunto de personas jurídicas

que conforman la organización política en el territorio como son la República, los estados y los

municipios, y por otras personas jurídicas estatales producto de la descentralización política y

funcional.
Por tanto son las personas jurídicas estatales las cuales en definitiva, conforman el Estado; por ello

el quinto elemento fundamental del derecho público en Venezuela es el que se refiere a la

personalidad jurídica del Estado y las personas jurídico-estatales.

En el Derecho Público Venezolano, por tanto, hay dos clasificaciones de las personas jurídicas: las

personas estatales y no estatales, según su integración o no a la organización general del estado o

sector público; y las personas jurídicas de derecho público y privado, según la forma jurídica

adoptada para su creación; clasificaciones que han sido acogida por la constitución de 1999.

En efecto, el artículo 145 de la Constitución, al establecer la inhabilitación de los funcionarios

públicos para celebrar contratos con entes que conforman el sector público, se refiere a los

municipios, los estados, la República “y demás personas jurídicas de derecho público o de derecho

privado estatales”. La prohibición de contratar que se imponen a los funcionarios públicos, por

supuesto, es con las personas jurídicas estatales, cualquiera que sea la forma jurídica que tenga,

de derecho público o de derecho privado. Estas dos clasificaciones o distinciones respecto de las

personas jurídicas se recogen, además, en otras normas constitucionales: en cuanto a las personas

jurídicas de derecho público y de derecho privado, en el artículo 322 de la constitución, cuando al

señalar que la seguridad la nación es competencia esencial y responsabilidad del estado, indica que

aquella se fundamenta en el desarrollo integral de la nación y que su defensa es responsabilidad de

los venezolanos y de las “ personas naturales y jurídicas, tanto de derecho público como de

derecho privado” que se encuentren en el espacio geográfico nacional.

Por otra parte, en el artículo 180, al regular la inmunidad tributaria de los entes o personas

jurídicas político-territoriales (República, estados y municipios) entre sí, se señala que la inmunidad

frente a la potestad impositiva de los municipios a favor de los demás entes político territoriales “se

extiende sólo a las personas jurídicas estatales creadas por ellos”.

De todas esta normativas constitucional deriva, por tanto, como ya hemos señalado, que la

expresión genérica de “Estado” comprende a todas las personas jurídicas que en el orden interno y

en la organización política del estado federal se consideran como parte del mismo, conforme a los

tres niveles de distribución territorial del poder Público: nacional. Estadal y municipal.

El Principio de los Fines Democráticos, Sociales y de Justicia del Estado

La Constitución de 1999 define en su artículo 2 al Estado venezolano, como un Estado de Derecho,


sino que también lo define como un Estado Democrático, Social y de Justicia, que propugna como

valores superiores y de su actuación a la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la

democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la

ética y el pluralismo político. De igual forma, el artículo 3 precisa que el Estado venezolano tiene

como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio

democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la

promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios,

derechos y deberes reconocidos y consagrados en la Constitución.

En cuanto al valor constitucional referido al Estado Democrático, la Sala Constitucional del Tribunal

Supremo de Justicia en sentencia Nº 23 de fecha 22 de enero de 2003, se ha referido a este como

un principio que profundiza la democracia como régimen político, que hace énfasis en la

participación política de los ciudadanos, como fundamento de toda la organización política de la

Nación.

En relación al Estado Social, el mismo se basa en la Constitución, en la concepción del Estado con

obligaciones sociales y de procura de la justicia social, lo que lleva a intervenir en la actividad

económica y social, como Estado prestacional. Tal carácter social deriva principalmente del valor

fundamental de la igualdad y no discriminación.

Asimismo, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia Nº 85 de fecha 24

de enero de 2002, relativa al caso Deudores Hipotecarios vs. Superintendencia de Bancos, ha

desarrollado extensamente el concepto de Estado Social, el cual, según la Sala este “… debe tutelar

a personas o grupos que en relación con otros se encuentran en estado de debilidad o minusvalía

jurídica…”.

La Sala, luego de analizar el concepto de Estado Social de Derecho en el derecho constitucional

venezolano, concluyó que este debe adaptarse a los valores finalistas del Preámbulo, del cual se

colige que el Estado Social está destinado a fomentar la consolidación de la solidaridad social, la

paz, el bien común, la convivencia, el aseguramiento de la igualdad, sin discriminación ni

subordinación, anteponiéndose el bien común al particular, y reconociendo que ese bien común se

logra manteniendo la solidaridad social, la paz y la convivencia.

En cuanto al Estado de Justicia, se le concibe en la Constitución como el Estado que tiende a


garantizar la justicia por encima de la legalidad formal, estableciendo no sólo el valor justicia en el

Preámbulo y en el artículo 1, sino regulando expresamente el derecho de acceso a la justicia y a la

obtención de una tutela judicial efectiva tanto de los derechos de los ciudadanos como de sus

deberes.

Esta noción del Estado de Justicia se encuentra contenidos en los fallos dictados por la Sala

Político-Administrativa en su sentencia Nº 949 de fecha 26 de Abril de 2000, y en la sentencia Nº

389 de la Sala Constitucional de fecha 7 de Marzo de 2002, en la cual se reitera el principio de la

informalidad en los procesos judiciales.

Principio de la Primacía y Progresividad de los Derechos Constitucionales

La Constitución de 1999 ha incorporado en su parte dogmática una regulación amplia de derechos

y deberes para los particulares, y la cual a raíz de esta regulación ha incorporado notables avances

signados por el principio de progresividad de los derechos constitucionales de protección de los

derechos humanos.

Principio de la progresividad y no discriminación. El artículo 19 de la Constitución dispone

como un deber del Estado garantizar a todas las personas, conforme al principio de progresividad y

sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irrenunciable, indivisible e interdependiente de los

derechos humanos.

Por lo tanto, este respeto y garantía, son de obligatorio cumplimiento por parte del Estado, de

conformidad con la Constitución, el ordenamiento jurídico y los Tratados suscritos y ratificados por

la República.

Principio a la libertad. El artículo 20 de la Constitución de 1999 consagra el principio de la

libertad al establecer que los ciudadanos tienen el derecho al libre desenvolvimiento de la

personalidad sin más restricciones que las relativas al derecho de los demás y las del orden público,

limitaciones estas que solo pueden establecerse en leyes, dada la garantía de la reserva legal.

Preeminencia de los Derechos Humanos. No solo la Constitución enumera en su texto los

derechos humanos y garantías inherentes a las personas, como lo son los derechos de la

personalidad, sino que estipula que los derechos humanos no regulados tengan igual protección

por parte del Estado.

Jerarquía Constitucional de los Tratados. Una de las innovaciones, con respecto a la


Constitución de 1961, contenidas en la Constitución de 1999 es la relativa al otorgamiento de rango

constitucional a los Tratados que versan sobre derechos humanos.

En tal sentido, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia Nº 1942 de

fecha 15 de julio de 2003 sentó el criterio interpretativo del artículo 23 de la Constitución, al

referirse a dos aspectos puntuales.

El primer aspecto relativo a que estos derechos humanos son los aplicables a las personas

naturales; teniendo como segundo aspecto fundamental, la referida a las normas que establezcan

derechos humanos y no a fallos o dictámenes de los órganos públicos.

Obligación del Estado de garantizar el respeto de los Derechos Humanos. Los funcionarios

tienen la obligación de respetar y garantizar los derechos humanos, de manera pues, que siempre

deben imponer interpretaciones más favorables para la plena vigencia y garantía de estos

derechos.

Si bien es cierto que todos los derechos son limitables, esta limitación debe provenir de una ley,

respetando así la reserva legal.

Principio de la Universalidad del Control Judicial sobre los Actos Estatales

Como consecuencia de los principios de supremacía constitucional, de formación del derecho por

grados y de legalidad, es que todos los actos dictados en ejercicio del Poder Público se encuentran

sometidos al control judicial por parte del Poder Judicial, por lo que en el ordenamiento jurídico

venezolano no hay actos estatales que estén excluidos de control.

Justicia Constitucional: carácter mixto del sistema de control constitucional.

El sistema de justicia constitucional es un sistema mixto, por cuanto, existen dos tipos de controles

el difuso ejercido por todos los jueces de la República, y el concentrado ejercido por la Sala

Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia.

A. Control Concentrado.

La Constitución establece en sus artículos 266, 334 y 336 la competencia atribuida a la Sala

Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia para declarar la nulidad por inconstitucionalidad de

las leyes y demás actos de los cuerpos deliberantes a nivel nacional, estadal, municipal y distrital en

ejecución directa de la Constitución, y de actos con rango de ley dictados por el Presidente de la

República mediante una ley habilitante.


En tal sentido, el control concentrado esta reservado en el nivel nacional a las leyes dictadas por la

Asamblea Nacional como cuerpo legislador, en el nivel estadal, a las leyes emanadas de los

Consejos Legislativos; y en el nivel municipal, a las Ordenanzas Municipales dictadas por los

Concejos Municipales, mediante este control ejercido por la Sala Constitucional esta puede declarar

la inconstitucionalidad de dichos actos, con efectos erga omnes (oponible a todos), cuando estos

actos sean violatorios o colidan con la Constitución.

La Sala Constitucional en sentencia Nº 833 del 25 de mayo de 2001, relativa al caso Instituto

Autónomo Policía Municipal de Chacao contra la Corte Primera de lo Contencioso Administrativo ha

establecido que las leyes, los actos de los órganos que ejercen el Poder Público que tengan rango

de ley, las Constituciones Estadales, las Leyes Estadales, las Ordenanzas Municipales y los actos

con rango de ley dictados por el Ejecutivo Nacional (Decretos-Leyes) son objeto de la jurisdicción

constitucional que tiene atribuida de manera exclusiva por la Sala Constitucional del Tribunal

Supremo de Justicia.

B. Control Difuso.

El artículo 334 de la Constitución de 1999 dispone que todos los jueces de la República deben

asegurar la integridad de la misma, y en caso de incompatibilidad entre una ley y la carta magna,

los jueces aplicaran las disposiciones constitucionales, correspondiéndole a los tribunales decidir lo

conducente.

De igual forma, el artículo 20 del Código de Procedimiento Civil y el artículo 19 del Código Orgánico

Procesal Penal permite a los tribunales, en un caso concreto, desaplicar las leyes cuando los

estimen inconstitucionales.

En conclusión, el sistema venezolano de control de la constitucionalidad de las leyes, es uno de los

más amplios en el mundo actual, por cuanto consagra tanto el control difuso de la

constitucionalidad como el denominado control concentrado.

Justicia Administrativa: control de la constitucionalidad y de legalidad de los actos

administrativos.

A la jurisdicción constitucional le corresponde ejercer el control de los actos de carácter legal, así

mismo, le corresponde a la jurisdicción contencioso administrativa ejercer el control de los actos de

carácter sub-legal, es decir, los actos dictados en ejecución directa e inmediata de la Constitución.
La Constitución de 1999 estipula la denominada jurisdicción contencioso-administrativa en el

artículo 259, la cual se repite casi textualmente el contenido del artículo 206 de la Constitución de

1961.

De igual forma, se ha complementada esta jurisdicción contencioso-administrativa al regularse en el

artículo 297 de la Constitución la llamada Jurisdicción Contencioso-Electoral ejercida por la Sala

Electoral del Tribunal Supremo de Justicia y los demás tribunales que la ley determine.

La importancia que tiene el artículo 259 de la Constitución radica en primer lugar en que todos los

actos administrativos emanados de la Administración están sujetos a control judicial por los órganos

que conforman la jurisdicción contencioso-administrativa; en segundo lugar, la jurisdicción

contencioso-administrativa tiene una amplia gama de recursos y acciones que puede conocer para

garantizar el efectivo control de los actos administrativos; y por último, el artículo constitucional

consagra el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva.

Base Constitucional. Control Difuso. Control Concentrado.

Control Difuso.

El Control Difuso tiene sus orígenes en Atenas, en donde se distinguía entre nomos, ley en sentido

estricto, y el psefisma, es decir, el decreto. En realidad los nomoi, o sea las leyes, tenían un

carácter que, bajo ciertos aspectos, se pondría aproximar a las modernas leyes constitucionales no

sólo porque se referían a la organización del Estado, sino además, porque las modificaciones de

esas leyes (nomoi) vigentes, no podían ser realizadas sino mediante un procedimiento especial, que

poseía características que sin duda pueden sugerir en el pensamiento del jurista contemporáneo, la

idea de un procedimiento de revisión constitucional, constituía un principio fundamental el de que

el decreto, cualquiera que fuese su contenido, debía ser legal, tanto en su forma como en la

sustancia. Es decir, como lo diríamos los juristas modernos, debía ser constitucional, es decir, no

podía estar en contraste con los nomoi vigente, con las leyes constitucionales en vigor. Es posible

concluir, que se producía, además, la invalidez del decreto contrario a la ley, de acuerdo con el

principio afirmado en un pasaje de Demóstenes, según el cual, el nomoi, cuando se encontraba en

contraste con el psefisma, prevalecía sobre este. Los jueces atenienses, aún habiéndose obligado

por juramento solemne a juzgar (según las leyes y según los decretos), no estaban obligados a

decidir de acuerdo con los psefismas, si estos se encontraban en contraste con los nomoi.
El Control Difuso encuentra sus antecedentes más recientes en el Derecho Ingles, en la decisión del

Juez Coke, “Bonham` Case”, que introduce la doctrina del “fundamental law” o “higher law”,

tributaria de la concepción del derecho natural como superior al derecho positivo e inderogable por

éste, que superponía ese derecho natural fundamental, a las leyes positivas del Parlamento Inglés,

todo lo cual permitía a los jueces ingleses controlar las leyes del Parlamento y declararlas nulas de

ser necesario. Los principios de ese “fundamental law” fueron utilizados por los colonos americanos

para proclamar su derecho a rebelión y para reclamar ciertas garantías fundamentales.

En Venezuela, la Constitución de 1.999 consagra el control difuso en el artículo 334 el cual

establece que: “Todos los jueces o juezas de la República en el ámbito de sus competencias y

conforme a lo previsto en esta Constitución y en la ley, están en la obligación de asegurar la

integridad de la Constitución.

En caso de incompatibilidad entre esta Constitución y una ley u otra norma jurídica, se aplicarán las

disposiciones constitucionales, correspondiendo a los tribunales en cualquier causa, aun de oficio,

decidir lo conducente…”.

Cabe resaltar, que la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en sentencia de fecha 22

de Julio de 2003, estableció que los jueces al desaplicar una norma legal a favor de una norma

constitucional debe remitir las sentencias definitivamente firme, con la finalidad de obtener una

mayor protección del texto constitucional, de esta manera se evitará la aplicación general de

normas inconstitucionales o la desaplicación de normas que se encuentren ajustadas a la

Constitución. En este orden de ideas, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia

declaró que solo los jueces son competentes para declarar el control difuso.

Control Concentrado.

El Control Concentrado tiene su origen en Austria en 1.920, se fue extendiendo en muchos países

de Europa y ha sido adoptado en Latinoamérica, atribuyéndosele como en el caso de Colombia a

una Corte Constitucional.

El método concentrado de control jurisdiccional de la constitucionalidad de la leyes contrariamente

al sistema difuso, se caracteriza por el hecho de que el ordenamiento constitucional confiere a un

solo órgano estatal el poder de actuar como juez constitucional con poderes de anulación, es decir,

que en este sistema existe cuando un solo órgano estatal tiene la facultad de decidir
jurisdiccionalmente la nulidad por inconstitucionalidad de los actos legislativos y otros actos del

Estado de rango y valor similar a las leyes.

Este sistema de control se activa básicamente por vía de acción o por iniciativa o impulso de

determinados funcionarios gubernamentales o del Poder Ciudadano, que expresamente soliciten el

pronunciamiento del órgano especializado, que como en el caso Venezolano es el Tribunal Supremo

de Justicia, básicamente a través de la Sala Constitucional.

Con respecto a este tipo de control de constitucionalidad existe una significativa diferencia con el

control difuso, pues en vez de ser ejercido por cualquier Juez de la República, se lleva a cabo por

un solo Tribunal Constitucional, o Corte, o bien en el caso venezolano por una Sala Constitucional

que es parte integrante del Máximo Tribunal de la República.

PRINCIPIO DE PROGRESIVIDAD DE LOS DERECHOS HUMANOS

Y PENA DE MUERTE EN ALGUNAS CONSTITUCIONES DEL MUNDO

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), es de

corte garantista, protectora de los Derechos Humanos, contiene reglas que se

observan en textos internacionales desde hace muchos años, tales como la

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1769)1

Declaración Universal de Derechos Humanos (1948)2

, sin embargo, debe

entenderse como un gran logro la inclusión del Principio de Progresividad de

los Derechos Humanos3

, el cual de acuerdo a lo que se observa en el

Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), -progresivo- se refiere a

algo “Que avanza, favorece el avance o lo procura” y además se lee “Que

progresa o aumenta en cantidad o en perfección”.

Bien, la tarea no es complicada, el ejercicio mental que se debe hacer al

interpretar una norma constitucional es tomar el derecho humano protegido,


cualquiera que sea y relacionarlo esta definición para obtener una idea de la

magnitud del principio. No es pues, suficiente en Venezuela conforme al

Principio de Progresividad, por ejemplo con el derecho a la vida, el Estado

debe procurar el desarrollo de este derecho, favorecerlo y aumentarlo en

hasta su perfección; Repita este ejercicio mental con cada uno de os

derechos constitucionales, incluso hágalo con aquellos derechos no encuentre

allí reflejados pero que si lo estén en Tratados Internacionales ratificados por

Lectura Obligatoria Nº 3 del Curso

Lectura Obligatoria Nº 2 del Curso

Ver artículo 19 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999)

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

la República4

, así tendrá una idea del alcance del significado del Estado Social

de Derecho y de Justicia, de la Progresividad de los Derechos Humanos y del

innegable garantismo que inspira al texto fundamental venezolano.

No obstante ello, muchos comentan sobre la necesidad del establecimiento

de la pena de muerte como castigo en Venezuela como una medida de lucha

contra la criminalidad y la inseguridad; como es sabido que este castigo está

prohibido en Venezuela5

, sin embargo, existen quienes lo defienden por

tanto, cabe preguntarse ¿Se puede reformar la Constitución? Si, existe un

mecanismo para modificar la constitución6

pero ¿Se podrá reformar la


Constitución para establecer la pena de muerte como castigo en Venezuela?

No, en atención al referido principio de progresividad de los derechos

humanos, no es viable, más aún cuando la norma que regula la reforma

impone un límite a esta al establecer que “La reforma constitucional tiene por

objeto una revisión parcial de esta Constitución y la sustitución de una o

varias de sus normas que no modifiquen la estructura y principios

fundamentales del texto constitucional.”

Entonces, se puede modificar la constitución pero sin alterar su estructura y

principios fundamentales, estos contenidos -entre otras normas- en el artículo

2 según el cual “Venezuela se constituye en un Estado democrático y social

de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su

ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida (…), en general, la

preeminencia de los derechos humanos,” y siguiendo lo pautado en el

Incluso puede ir más allá; por ejemplo, el acceso a internet es un derecho humano ahora pero no en

1769, así ocurrirá en el futuro, alguna novedad de la ciencia estará garantizada y podrá ser exigida al

Estado sobre la base del Principio de Progresividad.

Ver artículo 43 Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999)

Ver artículos 342 y ss. Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999)

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

artículo 3 referido a los fines esenciales del Estado que menciona el desarrollo de la persona y el respeto
a su dignidad, se observa además

principios como la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del

pueblo, la garantía del cumplimiento de los principios constitucionales.


Es por ello que se dice que en materia de Derechos Humanos, no se puede ir

atrás, no se admiten retrocesos, desmejoras o disminuciones en los derechos

constitucionalmente establecidos, se deben sumar garantías pero nunca

restar, de allí la importancia de este Principio de interpretación jurídica que

en materia de delitos y penas, las regulaciones deben estar orientadas en

todo caso hacia la despenalización o mínima intervención en los derechos de

los ciudadanos -Derecho Penal Mínimo-, por tanto, la tendencia actual deber

ser la aprobación de penas menos severas siempre dirigidas a la integración

social de aquellos que comenten delitos, ha quedado demostrado en el País

que la imposición de penas altas, no es la solución de los problemas de

criminalidad e inseguridad y como se ha observado en las normas referidas,

la Constitución confía en la facultad de mejorar de todos los ciudadanos, de

reconocer y enmendar sus errores; es preciso pues, tomar medidas de

diferentes características en cuanto a la política criminal del país sobre la

base de las normas constitucionales que como se dijo, son eminentemente

garantistas7

El Principio de Progresividad de los Derechos Humanos fue tratado por la Sala

Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia8

en Sentencia de fecha

Sobre el modelo Garantista y Derecho Penal Mínimo, es referencia obligatoria el Dr. Luigi Ferrajoli

así como el Dr. Alberto Binder.

Documento revisado en línea y puede ser ubicado en www.tsj.gov.ve

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

4
07/07/2007, expediente Nº: 05-0158, con Ponencia del Magistrado Jesús

Eduardo Cabrera Romero, indicando que:

Dicho principio se concreta en el desarrollo consecutivo de la esencia

de los derechos fundamentales, en tres aspectos fundamentales:

ampliación de su número, desarrollo de su contenido y fortalecimiento

de los mecanismos institucionales para su protección. En este contexto

surge la necesidad de que la creación, interpretación y aplicación de

las diversas normas que componen el ordenamiento jurídico, se realice

respetando el contenido de los derechos fundamentales.

De igual forma, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en

Sentencia Nº1.654 de fecha 13/06/2005, en relación a este principio,

estableció que la progresividad de los derechos humanos se refiere a la

tendencia general de mejorar cada vez más la protección y el tratamiento de

estos derechos.

Finalmente, es oportuno revisar el contendido de algunas constituciones del

mundo, la intención fundamental de este texto, a fin de conocer parte de las

regulaciones que tienen otros Estados en esta materia., básicamente

referencia de los artículos sobre el Principio de Progresividad y pena de

muerte, es una lectura interesante para hacer comparaciones, reflexiones y

aportes.

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

ITALIA

Constitución de la República Italiana (1947), artículos 27 y 3.

Artículo 27 La responsabilidad penal será personal. El acusado no

será considerado culpable hasta que recaiga sentencia condenatoria

firme. Las penas no podrán consistir en tratos contrarios al sentido de

humanidad y deberán tender a la reeducación del condenado. Se


prohíbe la pena de muerte salvo en los casos previstos por las leyes

militares de guerra.

Artículo 3. Todos los ciudadanos tendrán la misma dignidad social y

serán iguales ante la ley, sin distinción de sexo, raza, lengua, religión,

opiniones políticas ni circunstancias personales y sociales. Constituye

obligación de la República suprimir los obstáculos de orden económico

y social que, limitando de hecho la libertad y la igualdad de los

ciudadanos, impiden el pleno desarrollo de la persona humana y la

participación efectiva de todos los trabajadores en la organización

política, económica y social del país.

ALEMANIA

Ley Fundamental para la República Federal Alemana (1949), artículos 102 y

1, 2, 3, 4.

Artículo 102. Queda abolida la pena de muerte (die Todesstrafe)

Artículo 1. La dignidad del hombre es sagrada y constituye deber de

todas las autoridades del Estado su respeto y protección. Artículo 2.

El pueblo alemán reconoce, en consecuencia, los derechos inviolables e

inalienables del hombre como fundamento (Grundlage) de toda

comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo.

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

FRANCIA

(1958) El Preámbulo remite a (1789, Lectura Obligatoria en el Aula)

ESPAÑA

Constitución Española (1978), artículos 15 y 10.

Artículo 15. Todos tienen derecho a la vida y a la integridad física y

moral, sin que, en ningún caso, puedan ser sometidos a tortura ni a

penas o tratos inhumanos o degradantes. Queda abolida la pena de


muerte, salvo lo que puedan disponer las leyes penales militares para

tiempos de guerra.

Artículo 10. 1. La dignidad de la persona, los derechos inviolables que

le son inherentes, el libre desarrollo de la personalidad, el respeto a la

ley y a los derechos de los demás son fundamento del orden político y

de la paz social. 2. Las normas relativas a los derechos fundamentales

y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de

conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los

tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias

ratificados por España.

BRASIL

Constitución Política de la República Federativa del Brasil (1988), artículo 5.

XLVII. A) (47) -- XXXIX (39) y ss.

Artículo 5. Todos son iguales ante la ley, sin distinción de cualquier

naturaliza, garantizándose a los brasileños y a los extranjeros

residentes en el País la inviolabilidad del derecho a la vida, a la

libertad, a la igualdad, a la seguridad y a la prioridad, en los siguientes

términos:

XLVII no habrá penas (a) de muerte, salvo en caso de guerra

declarada en los términos del art. 84, XIX;

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

MÉXICO

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (1917), artículos 22 y

1.

Artículo 22. Quedan prohibidas las penas de muerte, de mutilación,

de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier

especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera


otras penas inusitadas y trascendentales. Toda pena deberá ser

proporcional al delito que sancione y al bien jurídico afectado.

Artículo 1. En los Estados Unidos Mexicanos todas las personas

gozarán de los derechos humanos reconocidos en esta Constitución y

en los tratados internacionales de los que el Estado Mexicano sea

parte, así como de las garantías para su protección, cuyo ejercicio no

podrá restringirse ni suspenderse, salvo en los casos y bajo las

condiciones que esta Constitución establece.

Las normas relativas a los derechos humanos se interpretarán de

conformidad con esta Constitución y con los tratados internacionales

de la materia favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección

más amplia.

Todas las autoridades, en el ámbito de sus competencias, tienen la

obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos

humanos de conformidad con los principios de universalidad,

interdependencia, indivisibilidad y progresividad. En consecuencia, el

Estado deberá prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones

a los derechos humanos, en los términos que establezca la ley.

Está prohibida la esclavitud en los Estados Unidos Mexicanos. Los

esclavos del extranjero que entren al territorio nacional alcanzarán, por

este solo hecho, su libertad y la protección de las leyes.

Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o

nacional, el género, la edad, las discapacidades, la condición social, las

condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias

sexuales, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad

humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y

libertades de las personas.

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional
8

COSTA RICA

Constitución Política de la República de Costa Rica (1949), artículos 21 y 48.

21.- La vida humana es inviolable.

COLOMBIA

Constitución Política de Colombia (1991), artículos 11 Y 93.

Artículo 11. El derecho a la vida es inviolable. No habrá pena de

muerte.

Artículo 93. Los tratados y convenios internacionales ratificados por el

Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben su

limitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno.

Los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se interpretarán de

conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos

ratificados por Colombia.

ECUADOR

Constitución del Ecuador (2008), artículos 66, 340, 423.3.

Artículo 66. Se reconoce y garantizará a las personas: 1. El derecho a

la inviolabilidad de la vida. No habrá pena de muerte.

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

ARGENTINA

Constitución de la Nación Argentina (1994), artículos 18, 28.

Articulo 18. Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio

previo fundado en ley anterior al hecho del proceso, ni juzgado por

comisiones especiales, o sacado de los jueces designados por la ley

antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar

contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escrita de

autoridad competente. Es inviolable la defensa en juicio de la persona y


de los derechos. El domicilio es inviolable como también la

correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinara

en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su

allanamiento y ocupación. Quedan abolidos para siempre la pena de

muerte por causas políticas, toda especie de tormento y los azotes.

VENEZUELA

1811, 1819, 1821, 1830

No se establecía el derecho a la vida de forma expresa y específica.

Esta norma se encuentra en todas estas Constituciones variando el numero

del artículo “Son deberes de cada venezolano (…) estar pronto en todo

tiempo á servir y defender á la patria, haciéndole el sacrificio de sus bienes y

de su vida si fuere necesario.”

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

10

1858

Artículo 94. El Presidente es el jefe de la Administración General de la

República, y como tal tiene las atribuciones siguientes:

18. Conmutar la pena de muerte en otra grave, cuando haya para ello

poderosos motivos; oyendo previamente el informe del tribunal que

pronunció la última sentencia. (…)

Desde 1874 en adelante, se estableció de forma expresa y específica el

derecho a la vida y la prohibición de la pena de muerte, referida en algunos

textos constitucionales como “pena capital”; veamos:

1874

Artículo 14. La Nación garantiza á los venezolanos

1ª. La inviolabilidad de la vida, quedando abolida la pena capital,

cualquiera que sea la ley que la establezca.

1901
Artículo 17. La Nación garantiza á los venezolanos la efectividad de

los siguientes derechos:

1. La inviolabilidad de la vida, quedando abolida la pena capital.

1909

Artículo 23. La Nación garantiza á los venezolanos:

1. La inviolabilidad de la vida, quedando abolida la pena capital,

cualquiera que sea la ley que la establezca y sea cual fuere la

autoridad que la ordene.

José Angel Cornielles

Derecho Constitucional

11

1931 / 1945

Artículo 32. La Nación garantiza a los venezolanos:

1º.- La inviolabilidad de la vida, sin que por ninguna Ley ni por

mandato de ninguna autoridad pueda establecerse ni aplicarse la pena

de muerte.

1947

Artículo 29. La Nación garantiza a todos sus habitantes la

inviolabilidad de la vida. Ninguna ley podrá establecer la pena de

muerte ni autoridad alguna podrá aplicarla.

1953

Artículo 35. Se garantiza a los habitantes de Venezuela:

1. La inviolabilidad de la vida. Ninguna ley podrá establecer la pena de

muerte ni autoridad alguna aplicarla.

1961

Artículo 58. El derecho a la vida es inviolable. Ninguna ley podrá

establecer la pena de muerte ni autoridad alguna aplicarla.

1999

Artículos 19, 23, 43.


TEMA 4. NACIONALIDAD Y CIUDADANIA

La Nacionalidad: Concepto. Naturaleza. Principios Fundamentales. Criterios que

determinan la nacionalidad.

Concepto. Se entiende por nacionalidad como el vínculo jurídico-político que une al individuo

con un Estado determinado, regido por el Derecho Interno, teniendo los Estados que integran la

Comunidad Internacional legislar sobre la pérdida y recuperación de la misma.

La Ley de Nacionalidad y Ciudadanía publicada en Gaceta Oficial Nº 37.971 de fecha 01 de Julio

de 2004 establece en su artículo 4 ordinal 6 a la nacionalidad como el “vínculo jurídico y político

que une a la persona con el Estado”.

Naturaleza. Como podemos inferir del concepto antes transcrito la naturaleza jurídica de la

nacionalidad corresponde al Derecho Público Interno, por cuanto es el Estado el que tiene el deber

de legislar sobre esta materia.

Principios Fundamentales. El régimen de la nacionalidad se encuentra regido por el Principio

de Igualdad y No Discriminación consagrado en el artículo 21 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela.

Criterios que determinan la nacionalidad. Según María Carolina Ameliach Villarroel:

“Existen dos criterios para determinar la nacionalidad, de acuerdo al derecho que se tiene por nacer

en un determinado país o por lazos de consanguinidad.

Así encontramos el “jus soli” y el “jus sanguinis”.

Breve Historia de los Criterios Determinantes de la Nacionalidad en Venezuela.

En la Constitución de 1.811, no se hizo mención a la nacionalidad; en 1.819, se establece el jus

soli; la Constitución de 1.821 establecía, que se consideran colombianos los nacidos en el territorio,

y sus hijos; los radicados en ella para el momento de la Revolución si permanecen fieles a la causa

de la independencia y a los extranjeros que adquieren carta de naturaleza; la Constitución de

1.830, consideró a los venezolanos por nacimiento y por naturalización. Los primeros lo son por

haber nacido en el territorio nacional o por ser hijos de padre y madre venezolanos, nacido en

cualquier parte del territorio que formaba la República de Colombia.

Los son por nacimiento los que para el 19 de abril de 1.810 se encontraban en el territorio de la
República, habiendo permanecido fieles a la causa emancipadora; los hijos de venezolanos nacidos

fuera del territorio cuando regresando a él manifiesten su voluntad de ser venezolanos, los que

adquieren carta de naturaleza de acuerdo a la ley. También los nativos de Nueva Granada y

Ecuador que se domicilien en el país, y los extranjeros que hayan prestado servicio a la causa de la

independencia; la Constitución de 1.857, estableció el jus sanguini de manera excepcional para los

nacidos en el territorio extranjero de padres venezolanos ausentes en servicio o por causa de la

República; la Constitución de 1.858, consideraba venezolanos a los hijos de padre o madre

venezolanos, nacidos en territorio de Colombia y a los padres venezolanos, nacidos en cualquier

país extranjero. Por adopción consideraba venezolanos a los nacidos en cualquiera de las otras

repúblicas hispanoamericanas, sin más condición que acreditar su origen ante la autoridad

designada por Ley. Y por último a los extranjeros ya naturalizados o que adquiriesen carta de

naturaleza; en las sucesivas constituciones de 1.864, 1.874, 1.881 y 1.889, continuó el sistema

mixto, pero se requirió domicilio, estableciendo que eran venezolanos, los hijos de padre o madre

venezolanos que hayan nacido en otro territorio, si viniere a domiciliarse en el país y expresan la

voluntad de serlo; en las constituciones de 1.893 y 1.901 se incluye un elemento nuevo y

discriminatorio, además de restablecer la condición de ser hijos de padres venezolanos en el

ejercicio de una misión diplomática, se exigió que fuese hijo legítimo; en la Constitución de 1.904

se elevó a un mismo rango el principio del jus soli y jus sanguinis, estableciendo que son

venezolanos por nacimiento, los hijos de padres venezolanos, cualquiera que sea el lugar de su

nacimiento, sin establecer diferencias en lo que se refiere a las diferencias de padres venezolanos

por nacimiento o por naturalización, entonces los hijos serían venezolanos en cualquiera de los dos

casos. De esta manera la nacionalidad por vía del jus sanguinis, se hacía ilimitada en el tiempo. La

Constitución de 1.947 y 1.953 establecía que los hijos de diplomáticos extranjeros al servicio del

Estado, nacidos en el país o los hijos de extranjeros no residenciados en Venezuela, no les era

impuesta la nacionalidad venezolana iure soli; la Constitución de 1.999, no avanzó mayormente en

cuanto a la regulación del jus soli y del jus sanguinis, como elementos determinantes de la

nacionalidad, en relación a la derogada Constitución de 1.961, los cuales en general, siguen

teniendo una consagración de carácter absoluto.

Perdida o renuncia de la nacionalidad: a) nacionalidad originaria. b) nacionalidad


adquirida.

La Constitución de 1.961 establecía sobre la pérdida de la nacionalidad que esta se extinguía

por la opción o la adquisición voluntaria de otra nacionalidad, sin embargo, este postulado cambia

con la Constitución de 1.999 la cual estipula el denominado principio de la doble nacionalidad,

consagrándolo en su artículo 34, limitándola únicamente en cuanto al ejercicio de cargos públicos.

En cuanto a la perdida de la nacionalidad por acto voluntario de la persona, la Constitución de

1.999 prohíbe al Estado que los nacionales puedan ser privados de su nacionalidad originaria, es

decir, que el Estado no podrá revocar la nacionalidad a los venezolanos por nacimiento.

Asimismo, en lo referente a la perdida de la nacionalidad venezolana por naturalización esta

puede ser revocada mediante sentencia judicial, excluyéndose así la revocación de una Carta de

Naturalización mediante un Acto Administrativo o de Gobierno emanado de la Administración

Pública Nacional, quedando esta potestad atribuida única y exclusivamente al Poder judicial.

A) Nacionalidad Originaria: La pérdida de la nacionalidad originaria se produce por la

adquisición de una nacionalidad extranjera.

En este sentido, la Ley de Nacionalidad y Ciudadanía estipula en su artículo 12: “La nacionalidad

venezolana por nacimiento no podrá ser revocada o suspendida, ni de alguna otra forma

disminuida o privada por ninguna autoridad”.

B) Nacionalidad adquirida: Esta pérdida se produce cuando un individuo adquiere una nueva

nacionalidad, renunciando a su nacionalidad que antes tenía, sin embargo, sobre este particular la

Constitución de 1.999 consagra el principio de la doble nacionalidad.

Recuperación de la nacionalidad.

La recuperación de la nacionalidad está sometida al cumplimiento de determinados requisitos

que estipula la legislación interna de cada Estado.

En el caso venezolano, la Constitución de 1.961 establecía dos opciones para la recuperación de

la nacionalidad; la primera consistía en que el individuo que había perdido la nacionalidad se

domiciliaba en el territorio de la República y declaraba su voluntad de recuperarla; la segunda

opción estaba referida a la permanencia en el país por un periodo no menor de dos años, en este

caso la recuperación se producía de manera automática.

Ahora bien, la Constitución de 1.999 cambia sustancialmente el régimen anterior, por cuanto
estipula que quien renuncie a la nacionalidad venezolana por nacimiento puede recuperarla,

siempre que se domicilie en el territorio de la República por un lapso no menor de dos años y

manifieste su voluntad de recuperarla, es decir, la recuperación de la nacionalidad no se produce

de manera automática por la residencia, sino que se hace necesario realizar la declaración de

voluntad de recuperarla.

En cuanto a la recuperación de la nacionalidad venezolana por naturalización, esta se puede

recuperar cuando la persona cumple con las condiciones generales para la obtención de la Carta de

Naturaleza, así como con el procedimiento de naturalización establecido en la Ley de Nacionalidad y

Ciudadanía.

Conflictos de la Nacionalidad: a) conflictos positivos, b) conflictos negativos.

Los conflictos de la nacionalidad se generan por la aplicación de principios de diferentes Estados

para determinar cuál sería la nacionalidad originaria y adquirida, es decir, que si un Estado declara

la nacionalidad de una persona de acuerdo con el jus soli, otro Estado podría declararla nacional de

acuerdo al jus sanguinis, siendo lo lógico que esta persona no debería tener doble nacionalidad.

En este sentido, el Derecho Internacional Privado es el encargado de establecer las reglas

conforme a las cuales se decide cual es el conflicto de nacionalidad de una persona. El asunto de la

nacionalidad cobra interés por cuanto en un determinado momento varios Estados pueden otorgar

a un individuo la nacionalidad, exigiéndole el cumplimiento de determinadas obligaciones, como por

ejemplo el Servicio Militar.

A) Conflictos positivos: Este se produce cuando las leyes de distintos países atribuyen a una

persona nacionalidades distintas.

B) Conflictos negativos: Es cuando se produce la situación de apátridas que será la persona

que carece de nacionalidad lo cual puede ocurrir por las siguientes razones: 1. Por no haberla

tenido nunca; 2. Por haber renunciado a la que tenía, sin adquirir otra distinta; y 3. por haber sido

privada de ella por determinación legal, acto individual, acto relacionado con el matrimonio,

violación de las leyes de su país que lleve implícita perdida de nacionalidad, como consecuencia del

acto de transferencia territorial, por medidas de guerra aplicadas a súbditos en Estados

Beligerantes, por la transformación del régimen político-social del país de origen.

La ciudadanía: concepto. Ejercicio. Derechos políticos: titulares, excepción, pérdida de


la ciudadanía. Base Constitucional.

Concepto: La ciudadanía es el vínculo político que se establece entre una persona y el Estado,

que le permite participar en el sistema político.

De igual forma, se puede definir como una condición social de un miembro nativo o naturalizado

de una ciudad o Estado

Ejercicio. La ciudadanía la ejerce todos los venezolanos que no se encuentren sujetos a

inhabilitación política ni a interdicción civil, teniendo este postulado como natural consecuencia, que

los mismos sean sujetos de derechos y deberes políticos de acuerdo a lo establecido en el artículo

39 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

Derechos políticos: titulares, excepción, pérdida de la ciudadanía. Con respecto a la

titularidad de los derechos políticos la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su

artículo 40 estipula que tanto los venezolanos por nacimiento como por naturalización gozan de

estos derechos, sin embargo, la propia norma constitucional establece como requisitos para que los

venezolanos por naturalización gocen de los mismos derechos que los venezolanos por nacimiento,

que hayan ingresado al territorio de la República antes de cumplir los siete años de edad y que

hayan residido en el mismo permanentemente hasta alcanzar la mayoridad, es decir hasta cumplir

los 18 años de edad, según lo establece el Código Civil venezolano.

El artículo 41 de la Constitución de 1.999, establece la excepción relativa a los derechos

políticos, en cuanto al ejercicio de los siguientes cargos públicos: Presidente de la República,

Vicepresidente Ejecutivo de la República, Presidente y Vicepresidentes de la Asamblea Nacional,

Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, Presidente del Consejo Nacional Electoral, Procurador

General de la República, Contralor General de la República, Fiscal General de la República, Defensor

del Pueblo, Ministros de los despachos relacionados con la seguridad de la Nación, finanzas, energía

y minas, educación; Gobernadores y Alcaldes de los Estados y Municipio fronterizos.

Asimismo, la norma constitucional antes referida, estipula que los venezolanos por

naturalización para poder ejercer los cargos de Diputados de la Asamblea Nacional, Gobernadores y

Alcaldes de Estados no fronterizos deben tener domicilio con residencia ininterrumpida en el

territorio de la República durante un tiempo no menor de quince años y cumplir con los requisitos

de aptitud que establece la ley.


En cuanto a la pérdida de la ciudadanía, el artículo 42 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela estipula que: “quien pierde o renuncia a la nacionalidad pierde la

ciudadanía…”; en tal sentido, se verifica de manera ineludible que la ciudadanía es una

consecuencia de la nacionalidad, por lo cual la primera no puede existir sin la segunda.

Base Constitucional. La base constitucional de la nacionalidad y la ciudadanía la encontramos

contenida en el Título III de los Derechos Humanos y garantías, y de los deberes; Capitulo II de la

nacionalidad y de la ciudadanía artículos 32 al 42 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela.

La ciudadanía.

Evolución histórica del concepto de ciudadanía.

La ciudadanía… “ha sido asociada históricamente a la Revolución Francesa del siglo XVIII que logró

derrocar a la monarquía, en la que los ciudadanos eran súbditos de la Corona, carecían de

derechos y debían acatar las leyes que ellos no podían establecer. La Guerra de la Independencia

Estadounidense logró derrocar de forma similar a la Corona Británica, para promulgar a

continuación una Constitución de libertades ciudadanas. El concepto de ciudadanía, base y

fundamento de la legitimidad y la representación política, aparece en la Constitución liberal

española de 1.812, pero también se extendió por toda la América española, sirviendo de

fundamento al movimiento emancipador, que desembocaron en la independencia y a la redacción

de las constituciones liberales en los nuevos países.

… La teoría moderna de la ciudadanía, que surge con las publicaciones de Thomas Paine, fue

definida en Gran Bretaña por T.H. Marshall como una lucha entre sistemas de clases sociales y los

derechos de los ciudadanos”.

Evolución constitucional del concepto de ciudadanía.

“En la Constitución Nacional de Venezuela de 1.830, para obtener el derecho de Ciudadanía (se)

requiere ser mayor de veintiún años o casado, venezolano, y propietario, (de una) renta anual de

cincuenta pesos, o tener profesión, industria u oficio útil que produzca cien pesos anuales, se

necesita también no depender de otro en calidad de sirviente.

… En la Constitución Venezolana de 1.857, se estableció con relación a la ciudadanía que no se

pierde por ningún motivo, y sólo se suspenden por naturalización en país extranjero, por
condenación a penas corporales, por ser deudor de fondos públicos, por quiebre judicial y por

admisión de empleo de otro gobierno sin permiso del Congreso. En todo caso cabra rehabilitación.

Se elimina para el ejercicio de los derechos políticos la condición de rentista y se aplaza para 1.880

la condición de saber leer y escribir.

La Constitución Venezolana de 1.858, decía la ciudadanía política requería como condición ser

mayor de 20 años, y ser o haber sido casado sin tener esa edad. Se suspendía por enajenación, por

condena a pena corporal y por interdicción.

Interpretación del artículo 41 de la Constitución de 1.999.

Sentencia de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia Nº 2394 del 28 de

agosto de 2003.

“Como una novedad en la historia constitucional patria, permite a los venezolanos por

naturalización optar para ser elegidos para el cargo de gobernador de algún Estado, siempre y

cuando de manera concurrente cumplan con los requisitos de permanencia en el país y que se trate

de un Estado no fronterizo, y por otra parte, la Constitución de 1.999, como otra importante

novedad, asimila los venezolanos por naturalización a los venezolanos por nacimiento, en cuanto a

los derechos políticos, siempre y cuando cumplan los requisitos establecidos en el único aparte del

artículo 40 Constitucional…

… El artículo 41 de la Constitución de 1999 limita el derecho sólo a los venezolanos por nacimiento

para optar a ser elegidos para el cargo de gobernador de algún Estado fronterizo, con lo cual se

excluyen a los venezolanos por naturalización.

Sin embargo, el único aparte del artículo 40 de la Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela, establece (al igual que el segundo aparte del artículo 45 de la Constitución de 1961) un

importante avance en materia de igualdad entre los derechos de los venezolanos por nacimiento y

por naturalización, al permitir a éstos últimos asimilarlos a los primeros en cuanto sus derechos

políticos, ya que reconoce el derecho para optar a ser elegido y desempeñar cualquiera de los

cargos aludidos en el artículo 41 ejusdem”.


Marbury versus Madison:

regreso a la leyenda*

Miguel Carbonell (IIJ-UNAM).

1. Introducción.

Marbury versus Madison es probablemente el caso más famoso del constitucionalismo

moderno. Todos los manuales de derecho constitucional de los Estados Unidos comienzan

con su exposición para explicar el significado de la Constitución de ese país. Pero el interés

del caso va más allá del constitucionalismo norteamericano y se instala en la discusión

sobre el lugar que debemos dar a la Constitución dentro del sistema jurídico.

En realidad el caso Marbury no se refiere, como podría parecer, a una cuestión de derechos

fundamentales, sino más bien a una de las posibles vías para garantizar –para hacer

efectiva- la Constitución. Es decir, Marbury trata de un asunto de teoría general de la

Constitución (la supremacía constitucional) y de teoría de derecho procesal constitucional

(el papel de los jueces ante las leyes inconstitucionales).

Es por eso que tiene un interés universal, independiente del contexto histórico y político en

el que fue resuelto. Marbury nos sigue diciendo hoy en día muchas cosas; su estudio y

entendimiento son esenciales no por razones puramente teóricas, sino como un gran

ejemplo de la manera en que se puede y se debe hacer valer la supremacía constitucional,

por un lado, y como una lección del valor que puede tener el poder judicial para configurar

las garantías constitucionales necesarias dentro de cualquier Estado de derecho.

Para comprender el sentido de la sentencia Marbury conviene tener presente el contexto

histórico y político en el que el fallo se produce y los múltiples factores que conducen hacia

una decisión de tanta trascendencia.

2. John Marshall: modelo de juez.

Versiones anteriores de este ensayo han aparecido en Lex. Difusión y análisis, número 120, México,
junio de
2005, pp. 66-73; reproducido en Cienfuegos Salgado, David (compilador), Marbury contra Madison. Una

decisión histórica para la justicia constitucional, México, Editora Laguna, El Colegio de Guerrero A.C.,

2005, pp. 17-33 y en Revista Iberoamericana de Derecho Procesal Constitucional, número 5, enero-junio
de

2006, pp. 289-300. También puede encontrarse en Carbonell, Miguel, ¿El tercero ausente? Ensayos
sobre el

poder judicial, México, Porrúa, IMDPC, UNAM, 2008.

El primer antecedente contextual que debemos analizar para entender el sentido de la

sentencia Marbury tiene que ver con su gran protagonista: John Marshall, presidente en ese

entonces de la Corte Suprema de los Estados Unidos y considerado de forma unánime por

la doctrina constitucional norteamericana como el mejor juez que la Corte ha tenido en toda

su historia.

Marshall había nacido en 1755 y era el mayor de una familia de 15 hijos. Su familia era una

de las principales de Fauquier County en el Estado de Virginia. Junto a su padre, Marshall

desarrolló durante su adolescencia y juventud tareas en las grandes plantaciones familiares.

Años antes de llegar a la Corte Marshall fue elegido por el Presidente George Washington

como delegado especial de los Estados Unidos para negociar un tratado de amistad con

Francia, que para 1797 estaba en guerra con Inglaterra, circunstancia que quería ser

aprovechada por Washington. En Paris Marshall y sus acompañantes tuvieron que enfrentar

un episodio de gruesa corrupción gubernamental a cargo de quien era ministro de

relaciones exteriores, Talleyrand. A su regreso de Francia Marshall tuvo un buen

recibimiento ya que la opinión pública se había enterado de que él y los demás

representantes americanos resistieron las presiones del gobierno francés para aceptar un

tratado de amistad que conllevaba el pago de “comisiones ocultas” para el ministro

Talleyrand y sus secuaces. Es posible que los meses que pasó en París hayan sido de gran

provecho para Marshall.

Su camino a la Suprema Corte se comienza a preparar en diciembre del año 1800, cuando

el tercer presidente de la Corte, Oliver Ellsworth, renuncia al cargo. El Presidente de los


Estados Unidos, John Adams, nombra entonces a John Jay para sustituirlo; Jay –que era el

autor de algunas páginas de El Federalista- ya había sido el primer Presidente de la Corte,

entre los años 1789 y 1795. Jay terminó no aceptando el cargo. Adams consideró entonces

que el nombramiento debía recaer en Marshall, que en ese momento ocupaba el cargo de

secretario de Estado en el gobierno federal (equivalente al cargo que en México

denominamos como “Secretario de Relaciones Exteriores”). Con ese nombramiento Adams

intentaba escapar al fuego cruzado que se estaba librando entre el partido federalista y el

anti-federalista. El 27 de enero de 1801 el Senado ratificó el nombramiento de Marshall y el

4 de febrero tomó posesión de su cargo. Un dato quizá curioso es que Marshall desempeñó

durante un mes el cargo de presidente de la Corte y de secretario de Estado

simultáneamente (más adelante veremos que en esta doble tarea tuvo su origen remoto el

caso Marbury versus Madison). La renuncia a la secretaría de Estado para dedicarse de

tiempo completo a la Corte ocurre cuando el nuevo Presidente, Thomas Jefferson, toma

posesión de su cargo el 4 de marzo de 1801.

La relación entre Jefferson y Marshall estuvo marcada durante muchos años por una gran

rivalidad, posiblemente derivada del enorme talento de ambos y de su sentido de la

trascendencia histórica, lo que los hacía enfrentarse en repetidas ocasiones (Simon).

Un dato que ha llamado la atención de varios historiadores es que Marshall, en la primera

sesión de la Corte a la que acude como Presidente, se viste con una toga completamente

negra, mientras que sus colegas utilizaban modelos copiados de los jueces ingleses, que

incorporaban diversos colores. A partir de la segunda sesión todos sus compañeros lo

imitaron y desde entonces la toga negra no ha dejado de usarse en la sala de la Corte

Suprema de los Estados Unidos (Simon); muchos países, sobra decirlo, siguieron con el

tiempo su ejemplo.

Cuando Marshall toma posesión como Presidente de la Corte el poder judicial era por

mucho la rama de gobierno menos respetada y la más débil. Además, la posición política de

Marshall era especialmente complicada, ya que tenía enfrente a un Presidente de los

Estados Unidos del partido rival y un congreso que también estaba dominado por el Partido
Republicano.

¿Cómo es que con esos antecedentes pudo Marshall no solamente imponer sus criterios

jurídicos, sino lanzar a la Corte de los Estados Unidos hacia el más alto pedestal de las

cortes supremas de todo el mundo?

Para algunos analistas hay cuatro razones que explicarían el enorme impacto de Marshall

en la historia constitucional de los Estados Unidos y del mundo. Como dato adicional a las

razones que veremos enseguida, conviene tener presente que un factor relevante fue que

Marshall gozó de una gran longevidad y que durante toda su vida tuvo buena salud. Este

dato no es menor si se considera que estuvo en el cargo de Presidente de la Corte durante

34 años, hasta el día de su muerte. Pero las cuatro razones que dan los analistas para su

éxito son (Schwartz):

a) su ferrea y tenaz voluntad de imponer sus propios puntos de vista, lo que le generó no

pocos enfrentamientos con las otras ramas de gobierno;

b) su sentido partidista a favor de los federalistas, lo que le hizo dirigir su talento jurídico

hacia la construcción y consolidación de un gobierno de alcance nacional;

c) el dato jurídicamente más relevante es que supo combinar el poder judicial que la

Constitución le reconocía a la Corte en su artículo III con la cláusula de supremacía del

artículo VI de la misma Constitución, creando el mecanismo de la judicial review; y

d) la fuerte personalidad de Marshall y su don de mando le permitieron que cada uno de los

jueces que sirvieron en la Corte durante su mandato (fueron un total de quince) se

acomodaran de una u otra manera a sus puntos de vista; no hubo en la Corte de Marshall un

“gran disidente” y de hecho el propio Marshall solamente se quedó en minoría de votos en

una ocasión durante toda su carrera judicial. Marshall convivió en la Corte con grandes

juristas, como Joseph Story, pero su liderazgo dentro de ella fue incontestable. De ahí, en

parte, su fama. Sobre este último punto Bernard Schwartz escribe: “El Presidente (de la

Corte) debe ser un líder y Marshall lo era en grado sumo. Dominaba a su Tribunal como

ningún otro Presidente lo ha hecho”.

3. La llegada del caso a la Corte y la sentencia.


Como el lector se lo podrá imaginar a partir de lo que se acaba de decir, el contexto

político-social de finales del siglo XVIII y principios del XIX en Estados Unidos estaba

muy polarizado entre los partidos políticos rivales, a partir de las distintas visiones que

tenían de lo que deberían ser los Estados Unidos.

En la última década del siglo XVIII, el Partido Federalista que estaba en el gobierno había

cometido diversos atropellos que causaron gran malestar. Por ejemplo expidió una Ley de

Sedición para castigar a todos los que hablaran en contra del Presidente Adams o del

Congreso dominado por los propios Federalistas. La ley fue impugnada por considerar que

se oponía a la Primera Enmienda que garantizaba la libertad de expresión sin límite alguno.

En este contexto empieza a surgir el caso Marbury cuando el 27 de febrero de 1801,

faltando pocos días de la toma de posesión de Jefferson como Presidente y del cambio de

poderes en el Congreso (que pasaría a estar bajo dominio de los republicanos), fue

aprobado por el Presidente Adams el nombramiento de 42 jueces de paz para servir por un

periodo de cinco años en el distrito judicial de Columbia y de Alexandria. El Senado hizo

las correspondientes ratificaciones el 3 de marzo, un día antes de la toma de posesión de

Jefferson. John Marshall, quien para ese entonces se desempeñaba como secretario de

Estado, debía certificar los nombramientos, extendiendo sobre los mismos un sello oficial.

A pesar de que contó con ayuda para hacerlo, no tuvo tiempo para sellar los nombramientos

y enviarlos a sus titulares.

Cuando toma posesión el nuevo secretario de Estado, nada menos que James Madison, el

protegido de Thomas Jefferson y eminente abogado, se niega a sellar y entregar los

nombramientos que faltan (ver Nicolás, 2005). En 1802, sin que se hubiera resuelto la

cuestión, el Senado decide modificar la ley sobre circuitos judiciales y elimina las plazas de

los jueces nombrados por Adams.

William Marbury fue uno de los jueces que, habiendo sido nombrado por el Presidente y

ratificado por el Senado, no recibió tal nombramiento. Marbury demandó a Madison en su

carácter de secretario de Estado y responsable de enviarle su nombramiento. Pedía una

orden de mandamus para que el gobierno se viera obligado a hacerle llegar el


nombramiento.

El 24 de febrero de 1803 Marshall dio a conocer a nombre de una Suprema Corte unánime

el sentido del fallo. La sentencia es un texto relativamente largo que se articula a través de

tres diferentes preguntas que Marshall hábilmente pone casi al inicio del texto. Las tres

preguntas eran: a) ¿Tiene el promovente derecho al nombramiento que solicita?; b) Si tiene

tal derecho y ese derecho le ha sido negado, ¿las leyes de su país le ofrecen un remedio?; y

c) Si le ofrecen tal remedio, ¿ese remedio es un mandamus que expida esta Corte?

Marshall comienza haciendo un breve recuento de los hechos que se debaten en el juicio y

desgrana las etapas que conforman el procedimiento para nombrar a los jueces. Dicho

procedimiento termina, sostiene la sentencia, cuando se expide el nombramiento escrito,

esté o no entregado el mismo al interesado. Esto es así, explica Marshall, ya que una vez

hecho el nombramiento el Presidente ya no puede revocarlo. El párrafo de la sentencia que

explica lo anterior es el siguiente: “Tiene que haber un punto en el tiempo, que marque el

momento en que el poder del Ejecutivo sobre un empleado que no puede remover a su

arbitrio, cesa. Este momento tiene que ser aquel en que el poder constitucional de nombrar

ha quedado ejercitado. Y este poder ha sido ejercitado cuando el último acto que se requiere

de la persona que tiene el poder, ha sido ejecutado. Este último acto es la firma del

nombramiento escrito… La firma es la orden expresa para la fijación del gran sello al

nombramiento escrito; y el gran sello sólo se le fija a un documento que ya esté completo.

Da fe, por un acto que se supone que es de notoriedad pública, de la autenticidad de la

firma presidencial”. El gobierno viola derechos legales adquiridos, sostiene el

pronunciamiento de la Corte, al no entregarle a Marbury su nombramiento.

Constatada esa violación Marshall pasa a la segunda pregunta: ¿hay algún remedio que le

ofrezca el ordenamiento jurídico a fin de combatir dicha violación? Hay dos afirmaciones

en la sentencia sobre este punto que cualquier juez que conozca de demandas por

violaciones a los derechos fundamentales debería tomar en cuenta; en la primera de ellas

Marshall sostiene que “La quintaesencia de la libertad civil de seguro consiste en el derecho

de todo individuo a reclamar la protección de las leyes siempre que recibe una injuria”; en
su segunda afirmación sostiene que “Al Gobierno de los Estados Unidos se le ha llamado

enfáticamente, un gobierno de derecho y no un gobierno de hombres. Indudablemente

dejaría de merecer este alto calificativo si las leyes no otorgaran un remedio contra la

violación de todo derecho legal adquirido”.

La argumentación de Marshall pasa al análisis de si el mandamus es la acción procesal

correcta para el tipo de violación que ha sufrido Marbury. Aunque la respuesta es

afirmativa y en este punto de la sentencia el lector podría pensar que Marbury había ya

ganado el caso, Marshall formula a continuación la pregunta clave del juicio, que a la

postre dará lugar nada menos que al nacimiento de la institución de la judicial review. La

pregunta es si la ley que regula la competencia de la Corte para la expedición de mandamus

es conforme a la Constitución. En la sentencia se afirma: “…la autorización que se le da a

la Suprema Corte mediante la ley que establece los tribunales judiciales de los Estados

Unidos, para expedir mandamus a los funcionarios públicos, aparentemente no está basada

en la Constitución; y surge la pregunta de si una jurisdicción conferida en tal forma puede

ser ejercitada”. Poco a poco Marshall se va a acercando a una puerta que una vez abierta

cambiaría por completo el significado de la Constitución en los estados contemporáneos. El

siguiente paso de su razonamiento se expresa en los siguientes términos: “La cuestión de si

una ley común que repugna a la Constitución, puede llegar a ser una ley válida, interesa

profundamente a los Estados Unidos; pero afortunadamente no es tan intrincada como

interesante. Nos parece que sólo es necesario tomar en cuenta ciertos principios ya por

largo tiempo establecidos para decidirla”.

Asentada esa premisa, que luego no encuentra justificación alguna en el resto de la

sentencia (por ejemplo no se menciona un solo antecedente de la facultad de la Corte para

revisar la constitucionalidad de las leyes, a pesar de que los había), Marshall describe al

gobierno de los Estados Unidos como un gobierno limitado por mandato precisamente de la

Constitución, que impone límites a la actuación de los poderes públicos: “¿Con qué objeto

se consignan tales límites por escrito, si esos límites pudieran en cualquier tiempo

sobrepasarse por las personas a quienes se quiso restringir? La distinción entre gobiernos de
poderes limitados y los poderes ilimitados, queda abolida si los límites no contienen a las

personas a las cuales les han sido impuestos y si lo prohibido y lo permitido se equipara.

Este es un razonamiento demasiado obvio para dejar lugar a dudas y lleva a la conclusión

de que la Constitución controla cualquier acto legislativo que le sea repugnante; pues de no

ser así, el Legislativo podría alterar la Constitución por medio de una ley común”.

Los siguientes párrafos de la sentencia son los más citados y conocidos, pues en ellos

Marshall plantea la base conceptual sobre la que se asienta a partir de entonces la “lógica de

la judicial review”. Mucho se ha opinado sobre la calidad argumentativa de tales párrafos o

sobre la escasa profundidad que tienen, o incluso sobre su falta de lógica. Veamos primero

su texto y luego emitiremos un juicio sobre el contenido:

Entre estas alternativas no hay término medio. O bien la

Constitución es una ley superior inmodificable por medios

ordinarios, o bien queda al nivel de las demás leyes del Congreso y

como tales, puede ser alterada según el Legislativo quiera alterarla.

Si el primer extremo de la alternativa es la verdad, entonces un acto

legislativo contrario a la Constitución, no es una ley; si el segundo

extremo de la alternativa es el verdadero, entonces las

constituciones escritas son intentos absurdos por parte del pueblo,

para limitar un poder que por su propia naturaleza es ilimitable.

Ciertamente que todos aquellos que han elaborado constituciones

escritas las consideran como la ley fundamental y suprema de la

nación y, en consecuencia, la teoría de todo gobierno de esa

naturaleza, tiene que ser que una ley del Congreso que repugnara a

la Constitución, debe considerarse inexistente. Esta teoría, por su

esencia misma, va imbíbita en una Constitución escrita y, en

consecuencia, este Tribunal tiene que considerarla como uno de los

principios fundamentales de nuestra sociedad…

Si una ley del Legislativo, contraria a la Constitución, es nula, a

pesar de dicha nulidad ¿puede obligar a los tribunales a obedecerla


y a ponerla en vigor? O, en otras palabras, a pesar de que no es ley

¿constituye una regla que tiene los mismos efectos que si fuera

ley?...

Indudablemente, es de la competencia y del deber del Poder Judicial

el declarar cuál es la ley… Si una ley se opone a la Constitución; si

tanto la ley como la Constitución pueden aplicarse a determinado

caso, en forma que el tribunal tiene que decidir ese caso, ya sea

conforme a la ley y sin tomar en cuenta la Constitución, o conforme

a la Constitución, haciendo a un lado la ley, el tribunal tiene que

determinar cuál de estas reglas en conflicto rige el caso. Esta es la

verdadera esencia del deber judicial.

…los tribunales deben tomar en cuenta la Constitución y la

Constitución es superior a toda ley ordinaria del Legislativo, (luego)

entonces la Constitución y no la tal ley ordinaria, tiene que regir en

aquellos casos en que ambas serían aplicables.

Esta larga transcripción se justifica por la importancia del caso que estamos analizando y

porque en esos párrafos se encuentran resumida buena parte de la filosofía de ese primer

momento fundacional del constitucionalismo moderno. La supremacía constitucional, el

deber judicial de proteger la Constitución, la normatividad y rigidez de la misma, etcétera,

son ideas que –con mayor o menor fortuna, eso es irrelevante ahora- fueron precisadas por

Marshall.

Carlos Santiago Nino ha intentado concentrar en algunas premisas y una conclusión la

estructura lógica del razonamiento de Marshall. Nino describe dicho razonamiento de la

siguiente forma:

Premisa 1. El deber del poder judicial es aplicar la ley.

Premisa 2. Cuando hay dos leyes contradictorias, no hay más remedio que aplicar una

desechando la otra.

Premisa 3. La Constitución es la ley suprema y define qué otras normas son ley.
Premisa 4. La supremacía de la Constitución implica que cuando entra en conflicto con una

norma dictada por el Congreso esta segunda deja de ser válida.

Premisa 5. La negación de la premisa anterior supondría que el Congreso puede modificar

la Constitución dictando una ley ordinaria, por lo que la Constitución no sería operativa

para limitar al Congreso.

Premisa 6. El Congreso está limitado por la Constitución.

Premisa 7. Si una norma no es una ley válida carece de fuerza obligatoria.

Conclusión: una ley contraria a la Constitución no debe ser aplicada por el Poder Judicial.

La pregunta que podría hacerse un analista es ¿porqué decide Marshall que una ley

inconstitucional debe ser simplemente inaplicada y no opta por decretar su expulsión del

ordenamiento jurídico, de forma que nunca más pueda ser aplicada? La diferencia entre una

y otra opción no es menor. La elección que tomó Marshall ha marcado por décadas no

solamente al modelo americano de control de la constitucionalidad de las leyes, sino

también a los desarrollos constitucionales de otros países, México entre ellos.

Lo que queda claro a partir de los postulados de la sentencia es que cualquier juez que se

enfrente a una norma inconstitucional debe inaplicarla, estableciéndose de esta manera el

control “difuso” de la constitucionalidad. Para Marshall la facultad de los jueces para

determinar cuál es el derecho aplicable –facultad que corresponde a “la verdadera esencia

del deber judicial”- incluía la verificación de la constitucionalidad de las leyes.

Como se sabe, el modelo europeo de control de la constitucionalidad se caracteriza

precisamente por lo contrario, ya que bajo su esquema se ejerce el control “concentrado”,

que corre a cargo no de cada juez o tribunal, sino solamente de un tribunal especializado

que se suele llamar “tribunal constitucional” y que normalmente está ubicado fuera de la

estructura del poder judicial ordinario.

4. Críticas y antecedentes de Marbury.

La sentencia Marbury ha sido objeto de centenares sino es que miles de estudios,

comentarios y críticas. Los analistas se han centrado en un sin fin de cuestiones, abarcando

desde el papel político del propio Marshall (algunos sugieren que la reivindicación de un
poder tan grande para la Corte tiene su base en el deseo de Marshall de frenar a Jefferson),

o sobre la consistencia de los argumentos de la sentencia.

Desde luego, a Marshall se le puede criticar que en alguna medida fue él el responsable de

que el caso llegara a la Corte, ya que para cuando se hicieron los nombramientos de los

jueces –entre ellos Marbury-, Marshall era el secretario de Estado, y en ese carácter debía

haber sellado los nombramientos para luego enviarlos a sus destinatarios. Nowak y

Rotunda sugieren que, eventualmente, Marshall mismo podía haber sido citado como

testigo en el caso; pese a su cercanía con los hechos, nunca se excusó de conocer del juicio

y de ejercer sus atribuciones jurisdiccionales.

10

Una crítica de orden más general, pero animada por la enemistad política, fue la que hizo

Jefferson una vez conocido el fallo. Para Jefferson la sentencia Marbury convirtió a la

Constitución en un “objeto de cera en las manos de los jueces, al que le pueden dar

cualquier forma que quieran”.

En los años posteriores a 1803 la técnica de la judicial review se fue extendiendo e incluso

puliendo. Marshall pudo precisar algunos conceptos importantes en la sentencia del caso

McCulloch versus Maryland de 1819. Particularmente, en esa sentencia se encuentra la idea

de que la interpretación constitucional que realiza la Corte obliga a todos los poderes

públicos, tanto federales como locales. Pese a que es menos conocida, los expertos juzgan

que la sentencia McCulloch es la más grande de todas las que dictó Marshall y la de más

alto nivel argumentativo. En un pasaje de esa sentencia Marshall hizo afirmaciones muy

importantes para la moderna interpretación constitucional: “Una Constitución, si detallara

con exactitud todas las subdivisiones que sus grandes poderes pueden admitir, y todos los

medios por los que pueden ejecutarse, sería tan prolija como un código legal y no podría ser

abarcada por la mente humana. Probablemente, nunca sería entendida por la gente. Por

tanto, su naturaleza requiere que únicamente se perfilen sus rasgos generales, que se

designen sus grandes objetos, y que los componentes menores de estos objetos se deduzcan

de la naturaleza de los propios objetos. Que ésta era la idea de los que elaboraron la

Constitución estadounidense no se deduce sólo de la naturaleza del instrumento, sino


también del lenguaje. ¿Por qué, si no, se introdujeron algunas de las limitaciones contenidas

en la sección novena del primer artículo? También está justificado, hasta cierto punto, por

el hecho de que hayan omitido el uso de cualquier término restrictivo que pueda dificultar

una interpretación justa y correcta. Así pues, al considerar este tema nunca debemos olvidar

que lo que estamos interpretando es una Constitución”

¿De dónde sale la idea de Marshall de que la Constitución debe imponerse a la ley en el

caso de que haya una contradicción entre las dos normas? Y más todavía, ¿de dónde deduce

que tiene que ser el poder judicial quien establezca que dicha contradicción existe y se

encargue de hacer una interpretación jurídica para “inaplicar” la ley?

No es momento de reconstruir la historia del control de constitucionalidad. Se trata

simplemente de conectar el razonamiento de Marshall con algunas de sus posibles fuentes

históricas.

11

Un antecedente que se menciona frecuentemente en los análisis sobre el caso Marbury es el

que expuso el famoso juez inglés Edward Coke en el caso Bonham donde se refirió a una

ley que fuera contraria al “common law”, concluyendo que dicha ley sería “nula” (void).

Otro antecedente puede haber estado en las constituciones y declaraciones de las colonias,

así como en la discusión sobre la Constitución federal; algunos de los que intervinieron en

esos procesos hicieron referencia a una cierta forma de control de la constitucionalidad.

El antecedente más importante y accesible para Marshall, sin embargo, creo que se

encuentra en El Federalista. Los autores de este texto tenían una moderada confianza en los

jueces y una gran desconfianza en el poder del pueblo que podía expresarse a través del

congreso. Todo el sistema de la Constitución de 1787, dice Roberto Gargarella, “responde

claramente a la idea de bloquear la formación de facciones e impedir posibles ‘desbordes’

de los órganos mayoritarios”.

La clave del tema está en el número 78 de El Federalista. En ese artículo, escrito por

Hamilton, los defensores de la Constitución sostenían que “Quien considere con atención a

los distintos departamentos del poder, percibirá que en un gobierno en que se encuentren

separados, el judicial, debido a la naturaleza de sus funciones, será siempre el menos


peligroso para los derechos políticos de la Constitución, porque su situación le permitirá

estorbarlos o perjudicarlos en menor grado que los otros poderes… (El poder judicial) no

influye ni sobre las armas, ni sobre el tesoro; no dirige la riqueza ni la fuerza de la sociedad,

y no puede tomar ninguna resolución activa…”.

A partir de estas premisas generales sobre el lugar de los jueces (que luego la historia ha

revelado falsas, ya que el poder judicial en Estados Unidos dejó desde el siglo XIX de ser

un poder débil y poco influyente en las decisiones políticas de los otros dos poderes),

Hamilton entra directamente a tratar el tema de la relación entre las leyes y los jueces.

Luego de hacer una reflexión sobre la forma en que el texto constitucional se impone al

legislador (asentando que en tanto que el Congreso tiene un poder delegado por la

Constitución, cualquiera de sus actos que vaya en contra de ella será “nulo”), escribe:

“…los tribunales han sido concebidos como un cuerpo intermedio entre el pueblo y la

legislatura, con la finalidad, entre otras varias, de mantener a esta última dentro de los

límites asignados a su autoridad. La interpretación de las leyes es propia y peculiarmente de

la incumbencia de los tribunales. Una Constitución es de hecho una ley fundamental y así

12

debe ser considerada por los jueces. A ellos pertenece, por lo tanto, determinar su

significado, así como el de cualquier ley que provenga del cuerpo legislativo. Y si ocurriere

que entre las dos hay una discrepancia, debe preferirse, como es natural, aquella que posee

fuerza obligatoria y validez superiores; en otras palabras, debe preferirse la Constitución a

la ley ordinaria, la intención del pueblo a la intención de sus mandatarios… Donde la

voluntad de la legislatura, declarada en sus leyes, se halla en oposición a la del pueblo,

declarada en la Constitución, los jueces deberán gobernarse por la última de preferencia a

las primeras. Deberán regular sus decisiones por las normas fundamentales antes que por

las que no lo son”.

De esta visión sobre lo que deben hacer los jueces con las leyes inconstitucionales parece

tomar muchos aspectos no solamente la sentencia Marbury, sino todo el sistema de control

de constitucionalidad que se desarrolla en los Estados Unidos. Por ejemplo, es obvio que

Hamilton no se refiere a la Suprema Corte como la encargada de verificar la inconsistencia


entre la ley y la Constitución, sino en general al poder judicial; de ahí deriva el “control

difuso” al que ya nos hemos referido. Tampoco se precisa por Hamilton los efectos del

pronunciamiento judicial cuando se detecta la inconstitucionalidad; es decir, no se aclara

qué debe hacer el juez con la norma contraria a la Constitución: la decisión de Marshall y la

seguida desde entonces es simplemente no aplicar la norma, pero sin que la misma sea

expulsada formalmente del ordenamiento jurídico por virtud de la decisión judicial que

constata su contraste con el texto constitucional.

5. Conclusión.

Marbury versus Madison es un caso que dejó una marca indeleble en la historia del Estado

constitucional. La lógica de Marshall en su sentencia se sigue aplicando hasta nuestros días

de forma cotidiana. La pregunta central que el caso pudo resolver de forma adecuada es:

¿qué debe hacer un juez cuando en un caso del que esté conociendo se le presente al

alternativa de aplicar una ley o aplicar la Constitución si entre ellas existe una

contradicción? Aunque la respuesta puede parecer obvia en nuestros días, no lo era tanto

cuando Marshall emite su histórico fallo.

13

Además, Marbury versus Madison asienta de una vez por todas el principio de supremacía

constitucional. Es decir, la sentencia no refiere solamente el papel del juez ante la ley

inconstitucional, sino que trata sobre todo del lugar de la Constitución frente a la ley y, por

vía de consecuencia, frente al resto del ordenamiento jurídico. La Constitución se impone

en caso de que haya contradicciones entre su contenido y cualquier otra norma jurídica, nos

dice Marshall en su sentencia.

Lo que quizá no deja tan claro Marshall es lo que debe suceder con una norma declarada

inconstitucional. ¿Debe ser simplemente inaplicada o procede la declaración de su invalidez

a todos los efectos, con la consiguiente expulsión del ordenamiento jurídico como años

después lo defendió Hans Kelsen en su conocido ensayo La garantía jurisdiccional de la

Constitución publicado en 1928? En el fondo de esta cuestión se encuentra el asunto de

cómo debe imponerse la Constitución frente a la ley (y todavía más en el fondo late el no

resuelto tema de la tensión entre derechos de las mayorías –expresados por vías
parlamentarias- y los derechos de todas las personas –mayorías y minorías, recogidos en los

textos constitucionales-).

De las respuestas a todas las cuestiones apuntadas se desprenderá no solamente la forma de

comprender y aplicar el principio de supremacía constitucional, sino también el papel que

cabe asignar a la jurisdicción constitucional dentro de un Estado democrático

DECLARACIÓN DE LOS DERECHOS

DEL HOMBRE Y DEL CIUDADANO, 1789*

Los representantes del pueblo francés, constituidos en Asamblea Nacional,

considerando que la ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos del hombre

son las únicas causas de los males públicos y de la corrupción de los gobiernos,

han decidido exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales,

inalienables y sagrados del hombre, con el fin de que esta declaración,

constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, le recuerde

permanentemente sus derechos y sus deberes; con el fin de que los actos del Poder

Legislativo y los del Poder Ejecutivo, al poder ser comparados a cada instante con

la meta de toda institución política, sean más respetados; con el fin de que las

reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora en principios simples e

incontestables se dirijan siempre al mantenimiento de la Constitución y a la felicidad

de todos

En consecuencia, la Asamblea Nacional, reconoce y declara, en presencia y bajo

los auspicios del Ser Supremo, los siguientes derechos del hombre y del ciudadano.

Artículo 1o.- Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las

distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común.

Artículo 2o.- La meta de toda asociación política es la conservación de los

derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son: la libertad,

la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión.

Artículo 3o.- El origen de toda soberanía reside esencialmente en la Nación.

Ningún órgano, ni ningún individuo pueden ejercer autoridad que no emane


expresamente de ella.

Artículo 4o.- La libertad consiste en poder hacer todo lo que no daña a los demás.

Así, el ejercicio de los derechos naturales de cada hombre no tiene más límites que

los que aseguran a los demás miembros de la sociedad el goce de estos mismos

derechos. Estos límites sólo pueden ser determinados por la ley.

Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos

111

* Aprobada por la Asamblea Nacional Francesa, el 26 de agosto de 1789.

Artículo 5o.- La ley no puede prohibir más que las acciones dañosas para la

sociedad, todo lo que no es prohibido por la ley no puede ser impedido, y nadie

puede ser obligado a hacer lo que ésta no ordena.

Artículo 6o.- La ley es la expresión de la voluntad general. Todos los ciudadanos

tienen el derecho de participar personalmente o por medio de sus representantes

en su formación. Debe ser la misma para todos, tanto si protege como si castiga.

Todos los ciudadanos, al ser iguales ante ella, son igualmente admisibles a todas

las dignidades, puestos y empleos públicos, según su capacidad y sin otra distinción

que la de sus virtudes y la de sus talentos.

Artículo 7o.- Ninguna persona puede ser acusada, detenida ni encarcelada sino

en los casos determinados por la ley según las formas prescritas en ella. Los que

solicitan, facilitan, ejecutan o hacen ejecutar órdenes arbitrarias deben ser

castigados; pero todo ciudadano llamado o requerido en virtud de lo establecido en

la ley debe obedecer inmediatamente: se hace culpable por la resistencia.

Artículo 8o.- La ley no debe de establecer más que penas estrictas y

evidentemente necesarias, y nadie puede ser castigado sino en virtud de una ley

establecida y promulgada con anterioridad al delito y legalmente aplicada.

Artículo 9o.- Toda persona, siendo presumida inocente hasta que sea declarada

culpable, si se juzga indispensable su detención, la ley debe de reprimir

severamente todo rigor que no sea necesario para el aseguramiento de su persona.

Artículo 10o.- Nadie debe ser inquietado por sus opiniones, incluso religiosas, en
tanto que su manifestación no altere el orden público establecido por la ley.

Artículo 11o.- La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones es

uno de los derechos más preciados del hombre; todo ciudadano puede, por tanto,

hablar, escribir e imprimir libremente, salvo la responsabilidad que el abuso de esta

libertad produzca en los casos determinados por la ley.

Artículo 12o.- La garantía de los derechos del hombre y del ciudadano necesita

una fuerza pública. Esta fuerza se instituye, por tanto, para beneficio de todos y no

para la utilidad particular de aquellos que la tienen a su cargo.

Artículo 13o.- Para el mantenimiento de la fuerza pública y para los gastos de

administración es indispensable una contribución común: debe ser igualmente

repartida entre todos los ciudadanos en razón a sus posibilidades.

CODHEM

112

Artículo 14o.- Todos los ciudadanos tienen el derecho de verificar por sí mismos

o por sus representantes la necesidad de la contribución pública, de aceptarla

libremente, de vigilar su empleo y de determinar la cuota, la base, la recaudación

y la duración.

Artículo 15o.-La sociedad tiene el derecho de pedir cuentas a todo agente público

sobre su administración.

Artículo 16o.- Toda la sociedad en la cual la garantía de los derechos no está

asegurada ni la separación de poderes establecida, no tiene Constitución.

Artículo 17o.- Siendo la propiedad un derecho inviolable y sagrado, nadie puede

ser privado de ella sino cuando la necesidad pública, legalmente constatada, lo

exige claramente y con la condición de una indemnización justa y previa.

TEMA 3. FORMAS DE ESTADO VENEZOLANO.

Expresión actual del Estado Federal Venezolano y su constitución en Estado

Democrático y Social de Derecho.


La forma del Estado venezolano durante su existencia desde el año de 1.811, puede decirse que ha

sido la federal, lo cual trae como consecuencia el reconocimiento de autonomías territoriales en los

niveles intermedios, es decir, en los Estados, en los Distritos y en los Municipios.

Sin embargo, la federación venezolana sufre un colapso en el año de 1.901, transformándose en

una Federación Centralizada. Este centralismo estatal continuó a pesar del cambio político de

ocurridos en los años 1.946 y 1.958, desarrollándose la forma democrática de la Federación

Centralizada que ha reinado hasta el surgimiento en el año de 1.999 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela.

En tal sentido, la Exposición de Motivos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela

señala que la República consagra un Estado Federal Descentralizado con la finalidad de realizar un

cambio a la estructura estatal centralizada. De tal forma, el federalismo venezolano se encuentra

limitado por competencias legislativas, administrativas y políticas las cuales establece la

Constitución a sus distintos poderes.

Ahora bien, la Constitución de 1.999 en sus artículos 2 y 4 establece que la República se consagra

como un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia, el cual tiene unos determinados

valores superiores de actuación, de igual manera, se erige como un Estado Federal Descentralizado

regido por los principios de integridad territorial, cooperación, solidaridad, concurrencia y

corresponsabilidad.

Los procesos de descentralización, centralización y concentración.

Descentralización: La descentralización es una forma organizativa en la que consiste en transferir

competencias de un ente público a otro ente público, los cuales pueden ser territoriales (República,

Estados, Distritos y Municipios) o uno territorial y el otro institucional (Institutos Autónomos,

Fundaciones del Estado, Empresas del Estado, entre otros).

La descentralización para Peña Solís: “… constituye una expresión emblemática de los Estados

Federales, autonómicos o regionales, y supone una asignación constitucional de las competencias a

los entes territoriales, generalmente legislativas, administrativas y judiciales, quienes las ejercen en

un marco de una gran autonomía, en el caso de los Estados Federales, y de un poco menos en los

Estados autonómicos y regionales”.

Centralización: La centralización supone la exclusión de entes territoriales con potestades


políticas y legislativas, es decir, en la centralización no existen los Estados Regiones ni los

Municipios, esto dado que esta forma organizativa solo admite un único ordenamiento jurídico que

rige para todo el territorio de la República, y conlleva la concentración en órganos centrales de las

funciones legislativas, ejecutivas y judiciales.

De igual forma, suele hablarse de centralización perfecta e imperfecta, la primera se da cuando un

mismo órgano ejerce todas las funciones estatales, y la segunda se encuentra referida a que

cualquier actividad estatal es realizada por una pluralidad de órganos.

Evolución Histórica de la Centralización.

La figura de la centralización política “… surge como tal con la reforma de la Administración

Francesa decretada por Napoleón (en) el Año VIII (1800), poniéndole fin de esa manera al proceso

de descentralización originado en la Revolución Francesa, con la finalidad de eliminar que

caracterizaba al Estado Absoluto (antiguo régimen) mediante la figura de los denominados

“Intendentes”. Efectivamente, la descentralización estuvo afincada en la idea de las

circunscripciones (Departamentos, Distritos, Comunas o Municipios), cada una de las cuales tenía

una administración caracterizada por la uniformidad en su estructura organizativa: 1) un Consejo,

un Directorio y un Procurador, todos ellos elegidos. Napoleón a pesar de que mantuvo a las

circunscripciones de la Revolución, cambió radicalmente la estructura organizativa de las mismas,

en virtud de que en los distintos niveles territoriales estableció un órgano colegiado y un órgano

unipersonal, sobre la base de la tesis de que “deliberar es obrar de varios y ejecutar es obra de uno

sólo”.

Así, se instruyen al lado de los respectivos órganos colegiados al Prefecto al Subprefecto y al

Alcalde, en el Departamento, el Distrito y el Municipio respectivamente, pero con la particularidad

de que se suprime la elección de los titulares de estos órganos, los cuales son nombrados por el

Poder Central, del que pasan a ser sus representantes, desapareciendo de esa manera las

autoridades locales, y por ende, suprimiendo, la descentralización que había instaurado la

Revolución, la cual había caído en un proceso de anarquía. Al parecer Napoleón basó la nueva

estructura organizativa de la Administración Francesa en el modelo militar, creando de esa manera

un régimen fuertemente centralizado.

La tesis de la centralización política privó en Europa hasta las primeras ocho décadas del siglo XIX,
cuando comienza a despuntar las ideas de descentralización”.

Concentración: La concentración es una formula organizativa en la cual un solo órgano central

contiene todas las competencias para si, sin trasladar la titularidad y el ejercicio en otro órgano de

inferior jerarquía.

En contraposición con la formula organizativa antes referida, encontramos a la desconcentración en

la cual se trasladan competencias con carácter permanente de un órgano superior a uno inferior,

mediante un instrumento normativo de carácter legal o sub-legal.

Diferencias entre Desconcentración y Descentralización.

1. En el mecanismo de desconcentración, el funcionario o el órgano de la Administración

actúa por delegación del Poder Central y por tanto, no posee personalidad jurídica;

mientras que en el Estado Unitario Descentralizado el organismo que actúa lo hace

mediante el goce de una personería jurídica y por tanto, no actúa por delegación.

2. En la desconcentración el funcionario o el órgano actúan en nombre del Poder Central,

mientras que en el Estado Descentralizado Unitario, actúan en nombre propio.

3. En el Mecanismo de la Desconcentración, el Patrimonio pertenece al Poder Central,

mientras que los organismos descentralizados poseen patrimonio propio.

4. En la Desconcentración el funcionario u organismo que actúa por delegación, compromete

directamente la responsabilidad del Estado; mientras que los organismos descentralizados

comprometen directamente su propia responsabilidad e indirectamente la del Estado.

El Estado: Competencia de los Estados. Su organización política. Sus órganos.

Atribuciones y deberes. Ley de elección y remoción de los gobernadores de Estado y

Distrito Capital. Organización política.

El Estado. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su artículo 159 estipula que

los Estados son entidades autónomas e iguales en lo político y con personalidad jurídica plena, es

decir, que los Estados tienen autonomía en lo político (elección de sus autoridades), organizativa

(dictar su propia Constitución), administrativa (inversión de sus ingresos) jurídica (no revisión de

sus actos sino por los tribunales) y tributaria (creación de sus tributos).

Sin embargo, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en Sentencia Nº

1395 de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia de fecha 21 de


noviembre de 2000 (Caso: Gobernación del Estado Mérida y otros vs. Ministerio de

Finanzas), ha establecido que lo siguiente:

“… los entes políticos-territoriales como los Estados o Municipios, sólo han de acudir al amparo para

defender los derechos o libertades de los que puedan ser titulares, como el derecho al debido

proceso, o el derecho a la igualdad, o a la irretroactividad de la ley. En cambio, no pueden accionar

en amparo para tutelar la autonomía que la Constitución les reconoce o las potestades y

competencias que aquélla comporta.

La autonomía de un ente público únicamente goza de la protección del amparo cuando la

Constitución la reconoce como concreción de un derecho fundamental de trasfondo, como ocurre

con la autonomía universitaria respecto del derecho a la educación (artículo 109 de la Constitución).

En el caso de autos, los accionantes no invocan un derecho constitucional de los Estados que

hubiese sido vulnerado, sino la autonomía que la Constitución les asegura y, particularmente, “la

garantía de la autonomía financiera que se contempla con los artículos 159, 164, ordinales 3º, 167,

ordinales 4º y 6º, de la Constitución”.

Competencia de los Estados. La Constitución de 1.999 establece en sus artículos 164 y 165 las

competencias de los Estados asignando competencias exclusivas, concurrentes y algunas

competencias residuales.

En tal sentido, es importante resaltar que cuando las competencias sean concurrentes, es decir,

competencias atribuidas a varios entes políticos-territoriales, estas serán reguladas mediante leyes

de bases dictadas por el Poder Nacional, y leyes de desarrollo aprobadas por los Estados, siendo

que esta legislación se encuentra orientada en los principios de interdependencia, coordinación,

cooperación, corresponsabilidad y subsidiariedad.

Competencia Exclusiva. Es cuando se atribuye a un órgano, independientemente de su

ubicación jerárquica, la resolución de uno o varios asuntos, con exclusión de todos los demás

órganos. Ejemplo. La creación de leyes en materia penal y de jubilaciones solo le compete la Poder

Nacional.

Competencia Concurrente. Constituye una excepción al principio de que toda competencia es

exclusiva, y se configura cuando la misma es atribuida de manera simultánea y no excluyente a

varios órganos o entes públicos. Ejemplo. En materia de salud, educación y seguridad, tanto la
República como los Estados y los Municipios tienen atribuida esta competencia.

Competencia Residual. Es aquella competencia que no pertenece ni a la República ni a los

Municipios, le pertenece a los Estados. Artículo 164, numeral 11 de la Constitución de la República

Bolivariana de Venezuela.

Sus órganos. Atribuciones y Deberes.

Poder Ejecutivo Estadal. Se encuentra regulado en el artículo 160 de la Constitución el cual

establece: “El gobierno y administración de cada Estado corresponde a un Gobernador o

Gobernadora…”.

De igual forma, el referido artículo establece los requisitos para ejercer el cargo de Gobernador los

cuales son: a) Ser venezolano o venezolana, b) Ser mayor de veinticinco años y c) Ser de Estado

Seglar.

Poder Legislativo Estadal. Se encuentra regulado en el artículo 162 de la Constitución de la

República Bolivariana de Venezuela, el cual establece: “El Poder Legislativo se ejercerá en cada

Estado por un Consejo Legislativo conformado por un número no mayor de quince ni menor de

siete integrantes, quienes proporcionalmente representarán a la población del Estado y de los

Municipios…”.

Entre las atribuciones constitucionales establecidas en el mencionado artículo encontramos: a)

Legislar sobre las materias de la competencia estadal, b) Sancionar la Ley de Presupuesto del

Estado y c) las demás que establezca la Constitución y la Ley.

Contraloría Estadal. Cada Estado tendrá una Contraloría que gozará de autonomía orgánica y

funcional en el ejercicio de sus atribuciones. Ejerce según la Carta Magna el control, la vigilancia y

la fiscalización de los ingresos, gastos y bienes estadales. Este órgano esta a cargo de un Contralor

Estadal.

El Municipio: Organización. Competencia. Atribuciones y deberes. Base Constitucional.

La Constitución de la República Bolivariana de

Venezuela define al Municipio en su artículo 168

como la unidad político primaría de la organización

nacional, el cual goza de autonomía y de

personalidad jurídica propia. La referida autonomía


comprenden: a) La elección de sus autoridades; b)

La gestión de las materias de su competencia; y, c)

La creación, recaudación e inversión de sus

ingresos.

En cuanto a la organización municipal, la

Constitución prevé que esta se regirá por lo

dispuesto en la ley de desarrollo que a tal efecto

dicte la Asamblea Nacional, la referida norma es la

Ley Orgánica del Poder Público Municipal.

Asimismo, la Carta Magna prevé que los Municipios pueden asociarse en mancomunidades, y

podrán crear parroquias conforme a lo establecido en la ley.

TEMA 2: DEL ESPACIO GEOGRAFICO Y DE LA DIVISION POLITICO

TERRITORIAL.

Del Territorio y demás espacios geográficos. Concepto. Integración. La soberanía de la

República en el territorio. Espacios: concepto y clasificación.

El territorio puede ser definido como la masa poblacional que presenta rasgos de unidad que la

definen de una manera particular y donde convergen una pluralidad de situaciones sociales y

políticas que forman parte de los asuntos y fines que deben ser atendidos por las instituciones del

Estado, sino que también puede ser considerado como el ámbito espacial dentro del cual el Estado

ejerce su soberanía.

En tal sentido, la Constitución de 1999 incorporó cambios importantes sobre el territorio como

elemento del Estado, por cuanto, el texto constitucional de 1999 adoptó la expresión de “espacios

geográficos”, el cual tiene un contenido más amplio, para sustituir la de “territorio” que expresaba

la Constitución de 1961.

De igual forma, el artículo 11 de la Constitución establece: “La soberanía plena de la República se

ejerce en los espacios continental e insular, lacustre y fluvial, mar territorial, áreas marinas

interiores, históricas y vitales y las comprendidas dentro de las líneas de base recta que ha

adoptado o adopte la República; el suelo y subsuelo de éstos; el espacio aéreo continental, insular
y marítimo y los recursos que en ellos se encuentran, incluidos los genéticos, los de las especies

migratorias, sus productos derivados y los componentes intangibles que por causas naturales allí se

hallen... Sobre los espacios acuáticos constituidos por la zona marítima contigua, la plataforma

continental y la zona económica exclusiva, la República ejerce derechos exclusivos de soberanía y

jurisdicción en los términos, extensión y condiciones que determinen el derecho internacional

público y la ley…”.

Principios que rigen la determinación en Venezuela: El Utis Possidetis Iuris.

A partir de la Constitución de 1830, Venezuela ha invocado expresamente que el territorio de la

República es el que le corresponde a la Capitanía General de Venezuela antes de la transformación

política iniciada en 1810.

Esta transformación según Ernesto Wolf “… se expresa el principio de que el Estado es libre e

independiente de Venezuela sucede a la Capitanía General de la Colonia en la posesión soberana

del territorio antes gobernado por el Capitán General”.

De igual forma, el autor expresa que “… ese principio de derecho americano llamado Uti Possidetis

presenta dos formas para sus análisis, a saber: Uti Possidetis Iuris y Uti Possidetis de facto. Por

este último término se entiende la sucesión en lo que la Colonia poseía de hecho, cuando se

proclamó la independencia; en cambio el Utis Possidetis Iuris es la sucesión en los derechos del

sueño anterior, en vez de la sucesión en la situación efectivamente existente en el momento de

declararse la independencia, es la sucesión en los títulos jurídicos”.

Para Francisco José Urrutia “El principio del Utis Possidetis de derecho, es el principio de que cada

uno de los nuevos Estados debía tener como territorio el mismo que tenía por las Leyes, Decretos y

Resoluciones de Indias, la entidad colonial administrativa de que se derivaba”.

La Corona Española en fecha 8 de septiembre de 1777 creó por Real Cédula la Capitanía General

de Venezuela, la cual se encontraba integrada por varias provincias, lo que ha servido de

fundamentación para que Venezuela invoque desde el año de 1830 que su territorio ha de ser el

mismo que correspondía a esa demarcación administrativa, que tenía al frente por mandato real,

un funcionario denominado Capitán General de Venezuela.

El principio del Utis Possidetis Iuris significa que a Venezuela le pertenece el territorio que le

correspondía en 1810 a la Capitanía General de Venezuela, y ha sido considerado como un dogma


de Derecho Público Internacional de Sur América, lo cual ha servido a las naciones que adquirieron

su independencia de España, como el medio idóneo al cual se ha recurrido para tratar de resolver

la demarcación territorial de los nuevos Estados.

La territorialidad venezolana, la extraterritorialidad e inviolabilidad de las sedes

diplomáticas.

El principio de territorialidad establece que el territorio es el ámbito que limita la soberanía del

Estado, y es por consiguiente, el límite de la vigilancia de su ordenamiento jurídico, sin embargo, a

este principio se opone otro llamado principio de extraterritorialidad, según el cual queda excluida

de la soberanía territorial de un Estado, una cierta parte del territorio, constituido por las sedes de

las Embajadas Diplomáticas y Delegaciones que serían generalmente las residencias de los

representantes diplomáticos extranjeros acreditados en el gobierno.

El Derecho Internacional reconoce la extraterritorialidad como un principio, según el cual en las

sedes diplomáticas únicamente se ejerce el poder y jurisdicción del Estado al cual pertenece el

diplomático, y no al del Estado ante el cual se ejerce la representación.

La extraterritorialidad es en consecuencia un privilegio, por el cual se reconoce a las sedes y

residencias del personal diplomático, la condición de territorio extranjero a todos los efectos del

ejercicio de las funciones diplomáticas, siendo estos recintos inviolables a los fines del ejercicio de

cualquier acción o intervención en asuntos sanitarios, fiscales, judiciales, policiales o administrativos

de las autoridades del Estado que tiene el dominio real.

En tal sentido, la inviolabilidad no solamente abarca las sedes de las embajadas y domicilios del

personal diplomático; también comprende igualmente el privilegio de la inviolabilidad de dicho

personal, en cualquier lugar del territorio del Estado, ante el cual ejerce representación diplomática.

La inviolabilidad personal de los diplomáticos los protege y exonera de ser detenidos, interrogados,

requisados, presuntamente enjuiciados, retener los bienes de su propiedad, multados y en general,

entrabados en el ejercicio de sus funciones.

Ahora bien, la base legal que establece los privilegios, inmunidades y prerrogativas, fue suscrita por

Venezuela en el año de 1928, denominada Convención sobre funcionarios diplomáticos de La

Habana.

Intangibilidad. Principios de reciprocidad. Naturaleza jurídica del poder del Estado


sobre el territorio.

El Derecho Constitucional y el Derecho Internacional admiten que el territorio del Estado

desempeña una doble función:

a) Negativa: que permite la determinación de sus fronteras, mediante la línea frontera de defensa

que traza su área de competencia en el orden internacional, como garantía de su independencia,

frente al Estado extranjero.

b) Positiva: que le permite en el plano interno, la posesión de un área bajo su control para ejercer

su autoridad, donde gobierna, legisla, juzga y administra.

De estas consideraciones se deduce, que de la posesión del territorio y de su clara delimitación

depende la eficacia de la autoridad del Estado sobre sus súbditos y su independencia frente a

Estados Extranjeros, por lo cual, es importante indicar que la naturaleza jurídica del Estado sobre el

territorio se explica conforme a las Teorías del Territorio Objeto, Teoría del Territorio Sujeto y

Teoría del Territorio Limite.

Teoría del Territorio Objeto: Esta teoría considera que el Estado tiene sobre el territorio un

derecho de propiedad, que es de igual naturaleza jurídica al que tiene un propietario particular

sobre una cosa que le pertenezca.

Esta teoría es objetada por la doctrina por cuanto:

a) No explica, en el aspecto jurídico, la contradicción e incompatibilidad producida al admitir

que tanto el Estado, como los particulares, pueden ser a la vez propietarios de una misma

cosa (el territorio).

b) No explica en el plano del Derecho Internacional, para que el mar, o los aires, reputados

como res comunis omnium, sean a la vez susceptibles de apropiación particular por el

Estado que los declara como propios.

c) No explica en el orden jurídico, por qué, siendo las relaciones jurídicas entre personas,

puedan establecerse relaciones de derecho entre el Estado y cosas (territorio),

confundiéndose así el derecho estatal de imperium.

d) No explica jurídicamente, por qué, siendo ese Derecho sobre el territorio un Derecho

Patrimonial que abarca todo el territorio y sus partes, y que siendo por eso de carácter

general, pleno y exclusivo, puedan coexistir los derechos de propiedad de los particulares
sobre ciertas partes del territorio y con los derechos de dominio público y dominio privado

del mismo Estado.

Teoría del Territorio Sujeto: Esta teoría considera que entre el Estado y el territorio hay una

relación estructural, ya que éste forma parte del Estado, tal como sería la relación que existe entre

el todo y una de sus partes.

Esta doctrina es objetada por las siguientes razones:

a) Afirma que entre el Estado y su territorio sólo existe una relación estructural lo que es darle

al dominio territorial una justificación extrajurídica inconducente a explicar su naturaleza.

b) Afirma que el territorio es parte del Estado para tratar de encontrar entre ambos una

relación estructural, lo que de por sí implica la imposibilidad jurídica que éste tenga relación

jurídica con uno de sus elementos, lo que es un error.

c) Con decir que el territorio es una condición de existencia del Estado, no autoriza a que de

ello se desprenda que el territorio es el Estado, ni en todo ni en parte. Además ese asunto

en nada explica la naturaleza de la relación jurídica entre Estado y Territorio.

Teoría del Territorio-Limite: Considera esta teoría que el territorio lejos de ser un objeto del

dominio del Estado o parte de su personalidad, es simplemente el límite hasta donde alcanza la

validez de sus normas jurídicas.

Esta teoría es objetada por las siguientes razones:

a) No explica de quién y por qué es el territorio un mero ámbito de validez de las normas

jurídicas del Estado.

b) No explica dicha doctrina por qué, siendo las normas jurídicas territoriales porque entonces

dentro del territorio del Estado rigen normas jurídicas de otro Estado, ni el cual es el motivo

de que ciertas normas de un Estado rigen en Territorio Extranjero.

c) No permite esta doctrina explicar satisfactoriamente entonces la pérdida del Derecho de

Jurisdicción del Estado sobre los diplomáticos extranjeros que se encuentran en su

territorio.

La División Político Territorial del Estado Venezolano.

El artículo 16 de la Constitución de 1999 establece:

“Con el fin de organizar políticamente la República, el territorio nacional se divide en el de los


Estados, el del Distrito Capital, el de las dependencias federales y el de los territorios federales. El

territorio se organiza en Municipios.

La división político territorial será regulada por ley orgánica, que garantice la autonomía municipal y

la descentralización político administrativa. Dicha ley podrá disponer la creación de territorios

federales en determinadas áreas de los Estados, cuya vigencia queda supeditada a la realización de

un referendo aprobatorio en la entidad respectiva. Por ley especial podrá darse a un territorio

federal la categoría de Estado, asignándosele la totalidad o una parte de la superficie del territorio

respectivo”.

Esta disposición incorporada por la Constitución de 1999, al igual que lo hizo la Constitución de

1961 determina la división político territorial de la República, sin indicar el número, ni los nombres

de los Estados, acogiendo el criterio predominante de la Comisión Redactora del texto

constitucional.

La anexión territorial, los tratados y laudos arbitrales no viciados de nulidad. Base

constitucional.

La Constitución de 1999 estipula en la parte final del artículo 10 la expresión: “… con las

modificaciones resultantes de los tratados y laudos arbitrales no viciados de nulidad”.

En los debates realizados por la Asamblea Nacional Constituyente el ex constituyente Allan Brewer

Carias en la oportunidad de la aprobación del artículo 10, salvo su voto por discrepar

específicamente con el contenido del aparte final del mencionado artículo reiterando que el cambio

de la expresión a “tratados y laudos no viciados de nulidad” cambia la situación jurídica de la

controversia, pues hace que el vicio de nulidad deba ser alegado por alguien y resuelto por un

tercero, normalmente la jurisdicción internacional lo cual se podría considerar que afectaría la

posición negociadora de la República.

La razón concreta de incorporar en el texto constitucional del 61 el adverbio “validamente” y la del

99 utilizar la expresión “no viciados de nulidad”, referidos a los tratados y laudos arbitrales, tiene su

fundamento en el cuestionamiento que Venezuela ha hecho con respecto al Laudo Español de 1891

que recayó en torno al problema limítrofe entre Venezuela y Colombia; y en segundo lugar, en lo

que atañe al Laudo de París de 1899 referido al problema limítrofe, en este caso con Inglaterra,

que despojó a Venezuela del espacio situado a la margen izquierda del Río Esequibo y hoy
perfectamente delimitado como “zona en reclamación” y cuyo problema subsiste con Guyana.

La cuestión limítrofe venezolana ha originado unos determinados conflictos con los países vecinos,

tales como Colombia, Brasil, las colonias de Gran Bretaña y las colonias de Holanda.

En cuanto a los conflictos con Colombia, estos han surgido por la dificultad de distinguir con

exactitud cuál era la línea fronteriza de 1810 que separaba la Capitanía General de Venezuela del

Virreinato de la Nueva Granada para fijar con exactitud el límite que separa a Venezuela de

Colombia.

Con respecto a Brasil, el proceso seguido por Venezuela a objeto de fijar la línea divisoria con el

mencionado país, fue menos complicado y conflictivo que lo que resulto ser con Colombia y con

Gran Bretañ

DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS

Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su

Resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948

Preámbulo

Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la

dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia

humana,

Considerando que el desconocimiento y el menosprecio de los derechos humanos han originado

actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de la humanidad; y que se ha proclamado, como la

aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos,

liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias,

Considerando esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin

de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la

opresión,

Considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones,

Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta su fe en los

derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana y en la igualdad

de derechos de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a promover el progreso social y a


elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad,

Considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en cooperación con la

Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a los derechos y libertades

fundamentales del hombre, y

Considerando que una concepción común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia

para el pleno cumplimiento de dicho compromiso,

La Asamblea General

Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el que

todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las

instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la

educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas de carácter

nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos, tanto entre los

pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados bajo su jurisdicción.

Artículo 1

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de

razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 2

1. Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción

alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen

nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

2. Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del

país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente,

como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra

limitación de soberanía.

Artículo 3

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.

Artículo 4

Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están


prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5

Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Artículo 6

Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad jurídica.

Artículo 7

Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley. Todos

tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta Declaración y contra

toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8

Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales competentes, que la

ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la constitución o por la

ley.

Artículo 9

Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10

Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y con justicia

por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y obligaciones o

para el examen de cualquier acusación contra ella en materia penal.

Artículo 11

1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se

pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan asegurado todas

las garantías necesarias para su defensa.

2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron

delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la

aplicable en el momento de la comisión del delito.

Artículo 12

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su

correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la


protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13

1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de un

Estado.

2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su país.

Artículo 14

1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en

cualquier país.

2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos

comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15

1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.

2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de nacionalidad.

Artículo 16

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna por

motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de iguales

derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio.

2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el

matrimonio.

3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de

la sociedad y del Estado.

Artículo 17

1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.

2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho

incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión

o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la


práctica, el culto y la observancia.

Artículo 19

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el no ser

molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de

difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.

2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21

1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por medio de

representantes libremente escogidos.

2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones públicas

de su país.

3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se expresará

mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por sufragio universal e

igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice la libertad del voto.

Artículo 22

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener,

mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los

recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales,

indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.

Artículo 23

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas

y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

2. Toda personal tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.

3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le

asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será

completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.


4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la

duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la

salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los

servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo,

enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por

circunstancias independientes de su voluntad.

2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños,

nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.

Artículo 26

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo

concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La

instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será

igual para todos, en función de los méritos respectivos.

2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento

del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la

tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos; y promoverá

el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.

3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus

hijos.

Artículo 27

1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar

de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.

2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le

correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea autora.
Artículo 28

Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que los

derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29

1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar

libre y plenamente su personalidad.

2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente

sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el

respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral,

del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.

3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos en oposición a los propósitos

y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30

Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al

Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos

tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta

Declaración

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