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ESPAÑA - CABRIOLA - LECTURAS 3 PRIMARIA - ISBN 9788429455533

La isla dormida
Capítulo 9

H acía casi un año que la Isla Viajera había partido hacia las
estrellas, y había llegado el momento de dejar de acelerar. Al en-
alarmado: terarse de la noticia, Telmo preguntó, alarmado:
inquieto,
preocupado.
–¿Nos vamos a parar?
–No, hombre –le explicó Emilio–. Desde que salimos de la Tierra
hasta ahora, nuestra velocidad ha ido aumentando sin cesar, y
ahora estamos viajando a más de 200.000 kilómetros por segun-
do. Nos estamos acercando a la velocidad de la luz, y tenemos
que dejar de acelerar.
–¿Por qué?
–Porque nada en el universo puede viajar más deprisa que la luz.
Si alcanzáramos su velocidad, nos convertiríamos en luz.
–¡Vaya! ¿Notaremos algo cuando dejemos de acelerar?
–Y tanto. Cuando la nave deje de acelerar, desaparecerá la sensa-
ción de peso que tenemos ahora.
–¡Guau, flotaremos co-
mo globos! –exclamó
Telmo.
–Flotaríamos –puntuali-
zó Emilio–, de no ser
porque antes nos mete-
remos en nuestras cáp-
hibernación: sulas de hibernación.
proceso por el cual
un ser vivo
–¡Yo no quiero hibernar,
permanece dormido no soy un oso! –protestó
durante largo tiempo, Telmo.
durante el cual –No puedes estar cinco
sus funciones quedan
años despierto flotando
reducidas al mínimo.
como un globo. Sería
malo para tu salud, y
además te aburrirías co-
mo una ostra.

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Telmo siguió protestando un buen rato. Lo de pasarse cinco años
durmiendo no le hacía ninguna gracia. Aunque le aseguraron que
su sueño sería muy profundo y que al despertar tendría la sensa-
ción de que sólo había pasado una noche, Telmo no acababa de
creérselo.
Al final tuvieron que engañarlo y decirle que no lo hibernarían.
Esa noche se acostó en su cama como de costumbre, y cuando es-
taba profundamente dormido lo metieron en su cápsula. A la her-
manita de Telmo, como aún era un bebé, la hibernaron junto a su
madre, en una cápsula especial.
Las cápsulas de hibernación estaban en una de las plantas más
bajas de la Isla, y había una para cada viajero, aunque no todos
dormirían a la vez: siempre habría unos cuantos técnicos despier-
tos, por turnos, para controlar que todo funcionara debidamente.
Luis le había pedido a la capitana de la astronave, una anciana
muy simpática, que lo dejara unirse al primer turno de vigilantes,
y la comprensiva mujer no había puesto ninguna pega.
–Por fin estaré unos días sin sentirme minusválido –les dijo a Sa-
gravedad:
ra y Emilio.
fuerza con que
–Podríamos quedarnos despiertos nosotros también –le propuso la Tierra atrae
Emilio a Sara. a los objetos que hay
sobre ella. También,
–A nosotros no sé si nos dejarían –objetó la niña–. En el caso de en este caso es
Luis está justificado, pero nosotros... la fuerza que permite
–Por probar no se pierde nada. Así disfrutaremos de la ausencia a los habitantes
de la Isla caminar
de gravedad.
normalmente,
–Y de la ausencia de Telmo –rió Sara. sin flotar en el aire.

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Así que fueron a ver a la capitana, que les preguntó:
–¿Y por qué queréis quedaros despiertos?
–Para estar con nuestro amigo Luis –contestó Sara.
–La ingravidez es muy divertida durante un rato –dijo la capita-
na–, pero al cabo de unas horas ya no lo es tanto. Hacer las cosas
más sencillas se vuelve difícil. Sólo es una ventaja para alguien
que no puede andar, como Luis.
–Bueno, cuando nos hartemos le decimos a uno de los técnicos
que quedarán de guardia que nos hiberne –dijo Emilio.
grumete: –De acuerdo. Seréis los grumetes de la astronave durante unos
persona joven días –dijo la capitana con una sonrisa.
que ayuda
a la tripulación
de una nave. 12
Cuando todos los habitantes de la Isla Viajera estuvieron dormi-
dos en sus cápsulas de hibernación, la astronave dejó de acelerar,
y los veinte técnicos de guardia y nuestros tres amigos notaron la
fantástica sensación de la falta de peso.
–¡Al fin libre! –exclamó Luis dando una voltereta en el aire.
Durante las horas siguientes, impulsándose con las manos, los
tres niños recorrieron de arriba abajo la Isla Viajera, como peces
flotando en el agua.
Luis, acostumbrado a depender sólo de sus manos para moverse,
era el que se desplazaba con mayor agilidad y rapidez e iba siem-
pre delante, riendo sin parar y haciendo fantásticas piruetas. Por
un momento, Sara pensó que era Peter Pan guiándolos a Emilio
y a ella por el maravilloso País de Nunca Jamás.

✸ ¿Cómo crees que se siente Luis al poder abandonar su silla


de ruedas? ¿Por qué?
Si fueras uno de los habitantes de la Isla, ¿te hubieras que-
dado acompañando a Luis?
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