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Higienismo

KARINA INÉS RAMACCIOTTI

El higienismo fue una corriente científica y política, surgida en Francia en el si-


glo XIX, que acentuó los deberes públicos y sociales de los médicos y constituyó
el andamiaje para el diseño de las políticas que pretendían limitar el impacto
de la desigualdad social que traía la modernización económica. Tuvo como ob-
jetivo principal el control de la salud física y moral de la población, a partir de
los parámetros que brindaba la medicina científica en oposición a las formas
alternativas de curar (González Leandri, 1999; Armus, 2007).
En la Argentina, las epidemias de fiebre amarilla de 1858 y 1871 hicieron que el
tema higiénico se convirtiera en una preocupación pública tanto en el plano acadé-
mico como en la función pública. Los médicos higienistas tendieron a argumentar
a favor de una expansión de las facultades del Estado en materia de salud pública
e impulsaron la creación y mantenimiento de una gran cantidad de instituciones
para el cuidado y atención de la salud, y de organismos públicos como el Departa-
mento Nacional de Higiene (1871). Los grandes temas de la higiene pasaron por eli-
minar los focos de infección por medio de inspecciones domiciliarias y ciertas me-
didas de prevención. El higienismo se convirtió en una de las grillas interpretativas
con la que se abordaron problemas urbanos, no solo acerca de la salud física, sino
también acerca de cómo intervenir sobre la vida privada de los individuos. Se hizo
especial hincapié en las costumbres, ya que se dieron prescripciones y consejos
sobre cómo los individuos debían bañarse y comportarse en público –por ejemplo,
no fumar en espacios públicos, no escupir, no tomar mate–, o sobre cuál era el largo
«adecuado» para las polleras de las mujeres. Esta higiene, con un gran contenido
moral, tuvo como parámetro el «buen ciudadano»: un ciudadano moldeado en los
preceptos de la higiene, la disciplina y el ordenamiento social (Lionetti, 2005).
La Ley Nacional Nº 1420 de Educación Común (1884) estipuló que las escuelas
debían estimular la inspección «de la moralidad y de la higiene». En función de
estas atribuciones, el Consejo Nacional de Educación (CNE) impulsó la creación
del Cuerpo Médico Escolar (1888), que debía individualizar al niño abandonado,
detectar las deficiencias en su estado físico, señalar deficiencias nutricionales,
infecciones y «taras hereditarias». Luego de esta individualización, se catalogaba
de «normal o anormal». Los niños «normales» eran aquellos que podían estar en
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la escuela. Los «anormales», quienes debido a sus conductas, dificultades, estig-


mas, carencias materiales o enfermedades tenían muchas posibilidades de con-
vertirse en una «carga para el Estado». En función de limitar el potencial efecto
social y económico de estas personas, se diseñaron «Escuelas al aire libre» para
contener, controlar e intentar revertir la supuesta «peligrosidad» de estos niños,
que podrían tensionar el anhelado orden social. Con una mezcla de paternalismo
y de espíritu de autopreservación, los médicos escolares reclamaron al Estado
con insistencia el saneamiento escolar y el mejoramiento de las condiciones sani-
tarias, como una forma de control y disciplinamiento social. Los diagnósticos de
los médicos señalaban severos problemas de salud: insuficiencias pulmonares y
nutricionales, enfermedades de la boca y de la piel. A modo de respuesta, se ins-
talaron consultorios en las escuelas y las primeras cantinas escolares (1903), que
daban un vaso de leche a los alumnos. Se entendía que la ingesta diaria de leche
sería un medio eficaz para evitar el contagio de enfermedades. En el transcurso
del siglo XX, las cooperadoras tuvieron un papel destacado en el sostenimiento
de los comedores escolares creados en 1933 (Billorou, 2010).
Las maestras y, a partir de la segunda década del siglo XX, las visitadoras de
higiene se convirtieron en intermediadoras sanitarias para educar bajo los pre-
ceptos de la medicina científica. Fueron divulgadoras en la medida que prevenían,
motivaban, persuadían y buscaban convencer a los alumnos, y también a las fami-
lias, de renovar hábitos arraigados que contravenían su desarrollo físico y moral.
Los dispositivos fueron variados, desde actividades educativas con características
lúdicas hasta sanciones y castigos por no cumplir con las recomendaciones pro-
paladas. Las maestras rurales podían llegar a realizar actividades curativas y pre-
ventivas, dado que era habitual la falta de profesionales sanitarios capacitados.
En paralelo con los contenidos de higiene impartidos en las aulas y difundi-
dos en manuales escolares, las autoridades sanitarias y educativas diseñaron
dispositivos para fomentar el cuidado de la salud escolar: fichas, libretas y carti-
llas sanitarias. Las fichas y libretas sanitarias pretendían registrar parámetros
de crecimiento ideales –e idealizados– y vacunaciones, además de controlar la
salud buco-dental. Para su implementación era necesario contar con personal
entrenado y vencer múltiples resistencias. En el caso de las vacunas, su inocui-
dad y su potencial preventivo era puesto en duda y las reacciones físicas que ge-
neraban –enrojecimiento y dolor en la zona de inoculación, fiebre y los mismos
síntomas que producía la enfermedad– hacían que no fueran bien recibidas. Du-
rante las campañas de vacunación, que tenían a la escuela como uno de los es-
pacios de intervención privilegiados, los índices de ausentismo escolar aumen-
taban, lo que es un indicio de las dudas en torno a los beneficios que portaban
(Bertoni, 2001). Las cartillas sanitarias daban información sintética y clara so-
bre cómo prevenir enfermedades, brindaban consejos de higiene y de nutrición,
y no faltaban prescripciones morales que buscaban contener la sexualidad bajo
parámetros de un modelo heterosexual. Si bien las cartillas estaban destinadas
a los alumnos, la obligatoriedad de hacerlas firmar por las madres se convertía
en un intento de persuadirlas, dado su rol naturalizado en los cuidados familia-
res, de implementar dichas nociones en la vida hogareña, donde la higiene se
asociaba a la limpieza y la ventilación de las viviendas (Cammarota, 2011).
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Entre los dispositivos para difundir pautas higiénicas, el CNE preparó, para
proyectar en las escuelas, diapositivas y películas sobre temáticas tales como la
alimentación y la prevención de enfermedades buco-dentales. Este último as-
pecto tuvo una relevancia destacada entre las recomendaciones y prescripcio-
nes, ya que una dentición sana era un medio para lograr una alimentación varia-
da y, como consecuencia, redundaría en el mejoramiento de salud. Estas ideas
quedaron plasmadas en representaciones gráficas escolares y en materiales de
lecturas en los cuales, además de destacarse los aspectos médicos y sanitarios,
se brindaban prescripciones morales que indicaban que una dentición saludable
auguraba un supuesto mejor lugar en la sociedad.
Otro de los mecanismos utilizados para impartir consejos higiénicos e inten-
tar fortalecer a los «niños débiles» fueron las colonias de vacaciones que se reali-
zaban en lugares llanos, serranos y marítimos. Los objetivos de las primeras co-
lonias fueron médicos y nacieron al calor de las acciones estimuladas para limitar
las secuelas de la tuberculosis. Los profesionales que bregaron por el cuidado de
la salud escolar creían que el contacto con la naturaleza, la vida ordenada, la ali-
mentación ajustada, la ejercitación física y los efectos del clima ayudaban a pre-
venir enfermedades y fortalecían los cuerpos perimidos o «niños débiles». Para
ingresar a las colonias, el personal médico realizaba el fichaje y la medición del
cuerpo. El fichaje abarcaba los datos sociales de los padres, los antecedentes he-
reditarios y antecedentes individuales (vacunación, enfermedades infecto-con-
tagiosas, salud bucal, diagnóstico, tratamiento) y un examen antropométrico. A
partir de los años cuarenta, las colonias de vacaciones devinieron en espacios
ligados al estímulo del turismo, la recreación y la sociabilización (Armus, 2007).
Estas intervenciones educativas y sanitarias colaboraron con la sociabiliza-
ción, la educación higiénica, moral y patriótica, y pautaron un esparcimiento
bajo determinadas reglas emanadas desde los parámetros científicos. No obs-
tante, existieron limitaciones en la implementación de estas políticas, motiva-
das por la ausencia de personal técnico capacitado para llevar a buen puerto
los controles sanitarios; la indiferencia y la resistencia a dichos exámenes por
parte del alumnado y de sus familias; y las tensiones interinstitucionales entre
los organismos educativos y sanitarios en torno a sus atribuciones para llevar
adelante estas acciones (Ramacciotti, 2010).
El higienismo en los ámbitos escolares, entendido como las ideas y las prácticas
que buscaron evitar el contagio de enfermedades, estimular medidas preventivas,
promover ambientes higiénicos e impulsar campañas de vacunación, permeó el
quehacer educativo durante las décadas subsiguientes. En la actualidad, los rastros
de estas ideas pueden visualizarse, por ejemplo, en la obligatoriedad de presentar
los controles médicos y las certificaciones de vacunación como condición para el
ingreso y permanencia en los ámbitos educativos. A pesar de que el cambio de mile-
nio trajo algunas voces que proclamaron la derogación de la vacunación obligatoria,
apelando a los supuestos desórdenes en la salud que podrían causar en la infancia
algunas vacunas, a las críticas a las presiones de los laboratorios o a los discursos
centrados en la libertad sobre el propio cuerpo y los derechos personalísimos sobre
este, no existen –aún– investigaciones que avalen cambios sustantivos en materia
de prevención, por lo que las inmunizaciones continúan siendo la manera más efec-
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tiva de proteger la infancia de enfermedades peligrosas y los controles en las escue-


las constituyen una vía para registrar esta práctica (Brown, 2015). Es probable que
las recientes modificaciones al Código Civil (2014), que establecen que los adoles-
centes de entre trece y dieciséis años son capaces de decidir sobre procedimientos
«no invasivos» que no comprometan su estado de salud ni impliquen un riesgo gra-
ve y que estipulan que, a partir de los 16 años, los jóvenes son considerados como
adultos en lo que respecta a las decisiones asociadas al cuidado del propio cuerpo,
puedan traer cambios en la matriz higienista de la salud y la educación.

REFERENCIAS

Armus, Diego
2007 La ciudad impura. Salud, tuberculosos y cultura en Buenos Aires, 1870-1950,
Buenos Aires, Edhasa.

Bertoni, Lilia A.
2001 Patriotas, cosmopolitas y nacionalistas. La construcción de la nacionalidad ar-
gentina a fines del siglo XIX, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.

Billorou, María José


2010 «Los comedores escolares en el interior argentino (1930-1940). Discursos, prácticas
e instituciones para el “Apoyo a los escolares necesitados”», en Lionetti, Lucía y Mí-
guez, Daniel (comps.), Las infancias en la historia argentina. Intersecciones entre
prácticas, discursos e instituciones (1890-1960), Rosario, Prohistoria Ediciones.

Brown, Josefina
2015 «Los movimientos antivacunas en Internet. Notas para el debate», en Petracci,
Mónica (coord.), La salud en la trama comunicacional contemporánea, Buenos
Aires, Prometeo.

Cammarota, Adrián
2011 «El cuidado de la salud de los escolares en la provincia de Buenos Aires durante
el primer peronismo (1946-1955). Las libretas sanitarias, las fichas de salud y las
cédulas escolares», en Propuesta Educativa, Flacso, vol. 1, nº 35, pp. 113-120.

González Leandri, Ricardo


1999 Curar, persuadir, gobernar. La construcción histórica de la profesión médica en
Buenos Aires, 1852-1886, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Lionetti, Lucía
2005 «La función republicana de la escuela pública: la formación del ciudadano en Ar-
gentina a fines del siglo XIX», en Revista Mexicana de Investigación Educativa,
vol. X, nº 27, pp. 1.225-1.259.

Ramacciotti, Karina
2010 «De chico, el árbol se puede enderezar. La salud infantil durante el peronismo», en
Lionetti, Lucía y Míguez, Daniel (comps.), Las infancias en la historia argentina.
Intersección entre prácticas, discursos e instituciones (1890-1960), Rosario, Pro-
historia Ediciones.

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