Está en la página 1de 243

SOCIEDAD COLONIAL

CARACTERÍSTICAS GENERALES

Al arribar los españoles a los territorios andinos chos años la organización social resultante fue in-
y tomar posesión de los nuevos espacios conquista- creíblemente caótica y desordenada, tanto para los
dos, crearon una sociedad distinta a la recientemen- ojos de los peninsulares, como para los vencidos.
te derrotada estructura incaica, pero también al En poco tiempo, gentes pertenecientes a los más ba-
mundo que primaba en la península. Durante mu- jos estratos hispanos se ubicaron a la cabeza de los
grupos de elite, mientras los nobles españoles y los
descendientes incaicos se veían desplazados por es-
tos simples villanos. Este caos inicial, que tratare-
mos de exponer en las siguientes páginas, ocupó la
atención de los tratadistas, teólogos y juristas preo-
cupados en buscar propuestas para “el gobierno del
Perú”. Pero como ha venido sucediendo desde la
conquista hasta nuestros días, el ideal jurídico y la
intención de los legisladores caminaron por un la-
do, en tanto la realidad discurrió en otra perspecti-
va y por rumbos a veces inusitados.
Organizar esta anómica situación social y racial
significó para los colonizadores españoles aplicar
un conjunto de ideas jurídico-teológicas referentes
a la sociedad, cristalizadas en el concepto de Cuer-
po de República. En 1648, el destacado jurista lime-
ño Juan de Solórzano y Pereyra reconstruía la con-
cepción que dio nacimiento a la arquitectura estatal
y social de la colonia: “Porque según la doctrina de
Platón, Aristóteles, Plutarco y los que siguen, de to-
dos estos oficios hace la República un cuerpo com-
puesto de muchos hombres, como de muchos
miembros que se ayudan y sobrellevan unos a
otros…”. Tal cosmología social surgía de la visión
de la sociedad como un organismo con cabeza, bra-
La prédica cristiana jugó un rol esencial en la transformación
de los valores y principios de la sociedad andina.
zos y extremidades, con jerarquías y ocupaciones
Púlpito de la iglesia de San Blas en el Cuzco, atribuido a diferenciadas. Es conocido que Aristóteles en su Po-
Juan Tomás Tuyru Tupac, siglo XVII. lítica asumió posiciones organicistas parecidas a las
de su maestro Platón. La piedad, orden, además
República, o res publica, de someterse a la cris-
constituía sinónimo de tianización. La idea de
Estado, así como de co- la República de Indios
munidad social y políti- resultaba una solución
ca organizada y sirvió jurídica para integrar
como cimiento para separadamente a la po-
construir la noción de blación nativa dentro
Cuerpo Político. del estado monárquico
Más tarde San Pa- español, y al menos en
blo, preocupado en edi- teoría brindar protec-
ficar la Iglesia, asimiló ción a sus integrantes.
el legado aristotélico y De esta manera la po-
creó el concepto de blación aborigen, paga-
Cuerpo Místico, como na e ignorante de la cul-
expresión de la dimen- tura occidental, tendría
sión ultraterrena y ma- tutela especial. Las dos
terial de la ética y políti- repúblicas casi autóno-
ca cristianas. La antigua mas se sustentarían mu-
metáfora clásica del tuamente y formarían
Cuerpo Político, unida al un cuerpo místico im-
pensamiento cristiano perial “como un reloj
del Cuerpo Místico, da- cuyas piezas funcionan
ría origen a la idea de armónicamente”. De es-
Cuerpo de República, que El escrupuloso planeamiento urbano de las ciudades hispano- ta manera, la pertenen-
americanas fue parte importante de la “buena policia”
tanta importancia ten- preconizada por las autoridades coloniales. cia al cuerpo imperial de
dría en la noción medie- los Habsburgo asegura-
val de la política. Estos ría el éxito de la Repú-
postulados estuvieron blica Universal, de cuyo
muy arraigados en la tradición política española que recto progreso dependía la salvación del mundo
llegó al Perú junto con los conquistadores, y ya en (Sánchez-Concha 1992a: 60 y ss.; 1992b).
épocas tan tempranas como la de Lope García de Sin embargo la sociedad hispanoperuana, dividi-
Castro, se hallaban bastante difundidos y no son da utópicamente en dos repúblicas paralelas y com-
pocos los documentos que los mencionan. plementarias, estaría fuertemente enlazada bajo el
Al tener que escogerse una forma de gobierno criterio de la división estamental, organización je-
para la población del Perú, se consideró lógico crear rárquica establecida de acuerdo a las diferentes rela-
una República de Indios, dado que eran nuevos en ciones hereditarias que se desarrollaban con la tie-
la fe. Esta forma organizativa, diferente a la ya exis- rra o las actividades productivas. Aunque a primera
tente República de Españoles, era necesaria ya que vista una estructura de este tipo pareciera ser muy
los nativos vivían sumidos en el paganismo. No co- rígida, la movilidad social –tanto vertical como ho-
nocer a Cristo los convertía en seres miserables, por rizontal– era muy común y mucho más extendida
lo que debían ser convenientemente adoctrinados de lo que muchos estudiosos han estado dispuestos
en el cristianismo. La República de Indios tendría la a reconocer, y que sólo a través de la moderna his-
misión de educar a los habitantes andinos en los toriografía hemos comenzado a entender adecuada-
usos cristianos y las maneras occidentales, es decir mente. En las siguientes páginas intentaremos in-
a vivir en “buena policia” y a ser “buenos repúbli- troducir al lector en esta compleja dinámica de la
cos”. La expresión física de la organización de esta sociedad, donde los colores y las ordenaciones re-
República serían las reducciones, poblados organi- sultan tan engañosos como el juego de las palabras
zados a la manera occidental donde podrían ser vi- y las clasificaciones (Sánchez-Concha 1992a: 60 y
gilados y aprenderían las nociones de familia, pro- ss.; 1992b; Mörner 1978: 21).
I
LA REPÚBLICA DE INDIOS

LA DESESTRUCTURACIÓN DE LA Manco Inca, que se atrincheró en el peligroso foco


CONQUISTA Y LAS ALIANZAS POST alternativo de Vilcabamba. El violento clima de la
INCAICAS conquista que amenazaba con no dejar piedra sobre
piedra determinó que algunos nobles incas intenta-
La conquista del Tahuantinsuyo tuvo visos es- ran oficiar de mediadores entre las huestes españo-
pectaculares y sumamente azarosos, tras las rápidas las y el hasta entonces infinito y desconocido mun-
acciones ejecutadas por las escasas huestes españo- do andino. Personajes como Paullu Inca, por ejem-
las adentradas en el desconocido territorio andino. plo, plantearon una forma de asociación nueva en-
Numerosas etnias y millones de personas verían tre la elite incaica y los conquistadores y llegaron a
con sorpresa el derrumbe del poderoso estado inca, reclamar encomiendas, sustentando su pedido en la
y el inicio de enormes cambios que revolucionarían posición y preeminencia que tenían en medio de los
totalmente sus vidas. Durante los primeros y des- restos todavía humeantes del Tahuantisuyo. Otro
concertantes años, años de guerras de conquistas y tanto sucedió con los curacas, quienes también de-
de guerras civiles, años de desorganización e im- bieron optar entre la lucha o la alianza.
provisación, de desgobierno y desconocimiento, los
pobladores andinos fueron los personajes de un
drama cuyo libreto sólo era conocido por los pro-
tagonistas venidos de España.
Como se ha visto en secciones previas, la con-
quista significó un desastre cosmogónico o pacha-
cuti para los indígenas, quienes intentaron com-
prender la pérdida de su civilización como parte de
una alteración cósmica que míticamente ocurría ca-
da medio milenio. El pachacuti se traducía en enor-
mes cataclismos, pestes, muertes, trabajos forzosos,
desarraigo; en fin, en todos los males que la con-
quista originó.
Los españoles aprovecharon la desorientación de
los indígenas para imponer su presencia militar e
implantar con premura formas de organización eco-
nómica como los repartos de indios o encomiendas.
La población indígena se encontró entonces adscri-
ta a grandes jurisdicciones –unas quinientas en to-
do el país–, dirigidas desde la ciudad por un enco-
mendero y gobernadas efectivamente por los ma-
yordomos y aparceros que vivían entre los indios. A
nivel político, los conquistadores emprendieron el
restablecimiento de un gobierno inca, con un sobe-
rano que debía ser una marioneta dirigida por fé-
rreos hilos. El proyecto fracasó repetidas veces, fue-
ra por la prematura muerte de los incas cautivos, o
por las constantes insurrecciones que estallaron ba-
jo su mando. Fue especialmente furibunda y multi- Casa europea sobre cimientos incaicos en Ollantaytambo,
tudinaria la rebelión del último de ellos, llamado Cuzco.
Algunos de estos lazos de cooperación entre in-
dios e invasores surgieron incluso antes del episo-
dio de Cajamarca, cuando aquellos esperaban que
los viracochas recién arribados desde el oeste les
ayudaran a librarse de la “tiranía” de los incas. In-
cluso ciertos grupos incaicos, panacas y familias
opuestas a Atahuallpa (el ”Atabálipa” de las cróni-
cas), se plegaron a los españoles y los secundaron
en sus acciones. Durante un cuarto de siglo el mun-
do andino siguió funcionando en base a esas alian-
zas, muchas de las cuales son expresadas literal-
mente en las probanzas que numerosos curacas e
indios nobles presentaron a la Corona, años más
tarde, buscando el reconocimiento oficial. Aunque
dichas probanzas deben ser leídas muy cuidadosa-
mente, pues encierran la visión y los intereses par-
ticulares de sus suscriptores, no debe negarse la
existencia de estas relaciones, notablemente fortale-
cidas por los parentescos establecidos entre algunas
etnias y los españoles importantes. Baste mencionar
el caso de los curacazgos de Huaraz y su fidelidad a
los Pizarro, tras la unión conyugal concertada entre
el marqués gobernador y doña Inés Huaylas.
Los lazos de reciprocidad y redistribución con
los españoles fueron también elementos fundamen-
tales para la supervivencia del antiguo sistema eco-
nómico andino. Los encomenderos entendieron
que la mejor forma de captar los tributos de sus en-
comiendas era entrando en el juego de la reciproci- Detalle del lienzo “Nuestra Señora de Pomata”, Cuzco, siglo
dad y la redistribución, y respetaron antiguas for- XVIII.
mas de trato andinas, como el ritual de desplaza-
miento de los curacas en literas y hasta recibieron
yanaconas de los señores principales. Los aboríge- los curacas empezaron a atentar contra el sistema, y
nes por su parte aceptaron algunas de las nuevas re- las alianzas se tambalearon. Los favores pedidos a
glas del juego y esperaron a cambio de su colabora- los curacas se hacían cada vez más difíciles de cum-
ción las respectivas recompensas. Accedieron a los plir, y algunos focos de resistencia activa pusieron
símbolos hispánicos del vestir, establecieron lazos en entredicho hacia 1560 la hegemonía regional de
amicales y colaboraron con los encomenderos, los españoles. Movimientos como el Taqui Onkoy,
aceptando incluso al poderoso dios vencedor de los el Moro Onkoy y levantamientos como el de Yana-
cristianos y a sus dioses menores o santos, integrán- huara, alarmaron a los españoles. Era el momento
dolos a sus creencias politeístas como una forma de replantear el gobierno y reformular el tipo de re-
más de afirmar los vínculos de estas alianzas. De laciones que se estaban plasmando en torno a la po-
otro lado los tributos siguieron siendo pagados con blación y el territorio. Algunos funcionarios, como
días de trabajo a los españoles, y así los indígenas Juan de Matienzo, consideraban que los encomen-
produjeron objetos necesarios para los occidentales, deros eran la clave de la sociedad y pensaban en
incorporando muchas veces técnicas importadas. consecuencia que se debía reorganizar el país en
Pero como es lógico suponer una alianza exige función de este grupo, cuya prosperidad generaría
una contraprestación y pronto los curacas entendie- estabilidad social, desarrollo y progreso moral. El
ron que era poco probable que sus aliados cumplie- llamado a realizar esta crucial transformación del
ran. Especialmente gravosas resultaron para el ayllu virreinato sería Toledo, pero teniendo al Estado co-
las exageradas exacciones de mano de obra im- mo centro de la vida social (Pease 1992 a: 288; 312
puestas por los españoles y su nuevo dios. Entonces y ss.; Stern 1982: 59-96).
EL NUEVO ORDEN: LAS REFORMAS tienzo, el cual preveía una cuadrícula ortogonal y
TOLEDANAS Y EL ESTABLECIMIENTO una plaza central. Alrededor de ella se situaban los
DE LAS DOS REPÚBLICAS principales locales, la iglesia y la casa del cura, la se-
de de la autoridad étnica y curacal, lugares para la
La llegada de Francisco de Toledo en 1569 seña- justicia, edificios para albergar viajantes, y en las
ló un significativo cambio en la conducción y orga- manzanas adyacentes pequeñas viviendas unifami-
nización del virreinato peruano. Acompañado de liares con puerta a la calle. Fuera del trazado urba-
un grupo de sagaces asesores, clérigos, juristas y no se situaban las tierras de cultivo individuales y
funcionarios, el nuevo virrey emprendió la funda- los pastizales comunales. Por razonable, justo y ci-
mental tarea de hacerse una idea del país, mediante vilizado que pareciera a los asesores toledanos el es-
una exhaustiva Visita General a todos los confines tablecimiento de poblados de esta naturaleza, las
del territorio, que le demandaría cinco años com- reducciones desorganizaron la vida andina y la cul-
pletar. Tras el vasto recorrido, creó un extenso cor- tura indígena, consumando el derrumbe del
pus legislativo que reflejaba un conocimiento cabal Tahuantinsuyo.
de la realidad y un plan de audaces transformacio- Las reducciones –origen de las actuales comuni-
nes que harían gobernable el virreino. Fue obra de dades indígenas– debilitaron las antiguas pertenen-
Toledo la aplicación masiva de instituciones funda- cias étnicas andinas heredadas del Intermedio Tar-
mentales como la mita, el tributo indígena, las re- dío, a la vez que incentivaron el surgimiento de una
ducciones, luego de las cuales las sociedades andi- identidad panandina, que no había existido en el in-
nas jamás volvieron a ser las mismas. Durante su cario. El traslado de los indios dispersos generó un
gestión, que se prolongó hasta 1581, cristalizaría el alejamiento de los individuos de sus tierras de ori-
esquema escolástico y utópico de las dos Repúbli- gen, del lugar del surgimiento de su grupo o pacari-
cas, la de Indios y la de Españoles, para separar a la na, y de sus lugares sagrados o huacas. Las pobla-
sociedad indígena y protegerla de las intrusiones de ciones debieron aceptar tierras nuevas, generalmen-
los españoles. De otro lado, le cupo dar fin al go- te mal irrigadas y de menor calidad, al tiempo que
bierno alternativo de los rebeldes de Vilcabamba, abandonaban las antiguas. Estas tierras ancestrales
con la ejecución del primer Tupac Amaru (1572), lí- con el paso de los años serían subastadas o legaliza-
der de la resistencia neoinca al régimen español das por medio de las composiciones. Otro gran pro-
(Stern 1982: 128-132). blema originado por las reducciones fue la pérdida
de la complementaridad ecológica que caracterizó a
Las reducciones los antiguos ayllus, ya que estos últimos ocupaban
Una de las primeras decisiones de Toledo fue
generalizar la agrupación de los indígenas en las
denominadas reducciones de indios, poblados levan-
Tucuirico
tados siguiendo la tradición española. No era una
novedad, pues se trataba de un proyecto largamen-
te incubado, que se comenzó a aplicar en las cerca- Casa
del Cárcel Del padre
nías de Lima en 1557, durante el gobierno del mar- Corregidor

qués de Cañete y posteriormente en el Cuzco du-


rante el corregimiento de Polo de Ondegardo. Pero Casa de
españoles
Toledo deseaba implantar esta modalidad urbana a
lo largo y ancho de todo el territorio del virreina- PLAZA Iglesia

pasaxeros
to, y de hecho lo consiguió. Según el pensamiento
jurídico-teológico de la época, sólo de este modo
los indios podrían vivir en orden y “buena policia”, Casa
siguiendo la antigua noción de la civitas. A su vez, del
Consexo
Casa
esta forma de organización concentraba a los in- de
Hospital
dios dispersos de los ayllus en poblaciones donde Corral

era mucho más fácil controlarlos, vigilarlos, edu-


carlos y evangelizarlos.
La idea central contemplaba erigir pequeños Modelo de reducciones indígenas sugerido por el licenciado
pueblos según el trazo realizado por Juan de Ma- Juan de Matienzo en su Gobierno del Perú, en 1567.
tierras en distintas altitudes de la cordillera y en di- tras las pretensiones de los encomenderos, se les
versas partes de los valles, para obtener alimentos fue reemplazando en la recolección del tributo y se
de diferente procedencia y evitar el riesgo de malas comisionó a los corregidores en la tarea de recabar
cosechas. También las reducciones socavaron las las rentas. Esta decisión evitó muchos de los abusos
alianzas comunales y las formas de trabajo grupal, cometidos por los encomenderos, pero simultánea-
afectando sobremanera el mando de los curacas so- mente disminuyó enormemente su poder y las po-
bre sus dispersas poblaciones y derrumbando el po- sibilidades de organizar empresas económicas en
der de los hatun curacas o señores macroétnicos, base a la explotación de la mano de obra indígena.
que vieron reducida su influencia a la de un simple El nexo entre los indios y el corregidor estuvo cons-
curaca subordinado. tituido por el curaca, quien recogía de mano en ma-
La noción andina de parentesco inició un lento no el tributo, al que estaban obligados todos los va-
repliegue y se impuso el criterio occidental de la fa- rones comprendidos entre los 18 y los 50 años ex-
milia nuclear. Los conceptos de incesto, monoga- ceptuando a los propios curacas, sus hijos, los ayu-
mia y matrimonio occidental comenzaron a ser im- dantes del cura y los alcaldes de indios o varayoc.
puestos bajo la vigilante mirada de las autoridades La figura del tributo occidental en moneda o en
locales. Supuestamente el cura podía vigilar mejor especie constituyó una pesada carga para los indios
la conducta de los habitantes en pequeñas casas del común, ya que ellos estaban acostumbrados a la
unifamiliares con puerta a la calle, que en las anti- entrega de fuerza de trabajo, y porque tributar en
guas moradas rodeando las canchas o patios inter- productos sujetos al riesgo de las malas cosechas
nos. Surgió asimismo el criterio de domicilio, ponía en peligro la subsistencia de la comunidad.
opuesto al de residencia, lugar de vivienda que se En muchas ocasiones los indígenas recurrieron a las
convirtió en unidad censal y tributaria (Pease “revisitas” para disminuir la carga impositiva, debi-
1992a:197-201; Ossio 1992:169-172). do a que los pagos se hacían imposibles de cumplir
como consecuencia del despoblamiento, el empo-
Censos y tributos brecimiento de las tierras y la fuga de tributarios.
Durante la formidable visita de Toledo se efectuó En algunas circunstancias, las comunidades coludi-
un conteo de la población, mientras los funciona- das con los funcionarios españoles escondieron la
rios encargados iban estableciendo las tasas y esti- real fuerza contributiva y laboral de la comunidad.
mando la cantidad de tributarios por cada región. Los dineros del rey o de los encomenderos, tras la
Recordemos que durante las primeras épocas los in- subestimación del número de tributarios, cayeron
dios estaban organizados en unas quinientas enco- en manos de terceros. Con la anuencia de los fun-
miendas y debían pagar unos cuatro pesos ensaya- cionarios reales, muchos indios no censados pasa-
dos, que al reunirse con los tributos de toda la co- ron a convertirse en trabajadores al servicio de pe-
munidad sumaban un monto considerable, del cual queños empresarios regionales, cuando no de los
debían descontarse los gastos del clérigo, la Iglesia, grandes y lejanos mineros de Potosí y Huancaveli-
los funcionarios, los curacas y la caja comunitaria. ca. Cabe aclarar por último que el tributo colonial
El resto pasaba al patrimonio del encomendero y en el Perú se circunscribió a los indios, a diferencia
ésa era la renta de su encomienda. Si el también de- de España donde afectó a todos los villanos, y que
nominado repartimiento de indios estaba vacante, el fue de tal importancia en la recaudación hacendaria
monto obtenido podía servir para subvencionar a que subsistió hasta mediados del siglo XIX, ya en
dos o más rentistas designados por el gobierno –por plena República (Stern 1982: 133-136; Ossio 1992:
lo general conquistadores distinguidos que aún no 169-172).
tenían asignada una encomienda– o en su defecto
iba a engrosar las arcas reales. La mita
Con la paulatina desaparición y declive econó- Otro de los objetivos que se propuso Toledo fue
mico de las encomiendas la mayoría de los tributos disponer de una reserva de fuerza de trabajo con-
pasaron a ser recabados directamente por la Coro- fiable y permanente. Para ello adaptó la mita pre-
na. La visita general de Toledo dio como resultado hispánica y la convirtió en un eficiente pero poco
la contabilización de 695 encomiendas con 325 899 versátil sistema de trabajos forzosos. En tiempos
indios tributarios, los cuales debían pagar un tribu- precolombinos se había establecido que los habi-
to ascendente a 1 506 290 pesos. Luego de los gran- tantes de los ayllus debían servir por turnos al es-
des problemas que la Corona tuvo que enfrentar tado inca, realizando actividades de todo género,
jadores forzados. También en los hacinados e insa-
lubres obrajes la salud de los mitayos se quebrantó.
El sistema de explotación del trabajo fue haciéndo-
se más inhumano, ya que la producción colonial só-
lo parecía competitiva en la medida en que no se
abonaran los salarios en dinero. Para evitar la fuga
de circulante de la región, se trataba de endeudar a
los trabajadores con la venta de alimentos, alcohol,
medicinas u objetos inservibles. Los indios de cir-
cunscripciones más lejanas o con menores vínculos
de reciprocidad estaban más expuestos a estos siste-
mas de endeudamiento, por lo que su estancia en las
minas se prolongaba meses enteros. Tras un penoso
viaje de regreso y bastante más tarde de lo planeado,
Acuarela llegaban a sus comunidades donde los esperaban las
del siglo deudas contraídas durante su ausencia, y que no
XVIII en podían ser saldadas porque no habían participado
la que se en la cosecha. Para escapar de tales sufrimientos los
representa
posibles mitayos fugaban de sus parcialidades, pro-
tejiendo a
un indio
vocando el descenso demográfico del ayllu. Los
del norte cambios establecidos por Toledo aceleraron la des-
peruano. composición del mundo indígena, pareciendo que
“todo lo que se ordena en su bien se tuerce en su
ruina”. No en vano Matienzo señalaba: “Yo deseo to-
desde trabajar en yacimientos mineros y en obras do el bien a los indios y a los españoles y querría que
públicas, hasta conseguir plumas de papagayo, pir- todos se aprovechasen con el menor daño que se pu-
car o levantar muros, juntar piojos –según palabras diese de los indios y aun con ningún daño de ellos.
de Atahuallpa– y sembrar coca. De esta manera se Por su tierra nos da tantas riquezas, es justo que no
podía satisfacer la siempre creciente necesidad de se lo paguemos con ingratitud… …comparemos lo
energía humana. Toledo aplicaría el mismo princi- que los españoles reciben y lo que dan los indios,
pio para contar con la mano de obra que las diver- para ver quién debe a quién: dámosles doctrina, en-
sas empresas coloniales requerían y dispuso que señámosles a vivir como hombres, y ellos nos dan
una séptima parte de la población de una reduc- plata, oro, o cosas que lo valen…”. El licenciado
ción o comunidad debía trabajar por períodos de- concluía su razonamiento explicando cómo, según
terminados –generalmente de tres meses– en mi- la doctrina escolástica, los metales no podían valer
nas, obrajes, haciendas y ciudades. Terminado el más que la urbanidad, debido a lo cual los indios sa-
plazo los mitayos eran reemplazados sucesivamen- lían beneficiados. Sin embargo, Matienzo pensaba
te por otros grupos de trabajadores, hasta cumplir que la mita no le exigía al indígena más de lo pedi-
los siete relevos, reiniciándose nuevamente el ciclo. do durante el Tahuantinsuyo.
Se estipulaba además que los empresarios subven- Unos años más tarde Solórzano y Pereyra no se
cionaran los gastos del viaje y remuneraran esta preocuparía tanto del valor de los bienes intercam-
fuerza laboral proporcionada por la Corona. En la biados entre occidentales y andinos, y siguiendo
práctica los empresarios interpretaron de manera más bien los escritos aristotélicos, justificaría la mi-
sui generis las disposiciones toledanas, extendiendo ta en razón de las diferencias raciales impuestas
los plazos, encargando a los mitayos tareas imposi- desde la creación. Así escribiría en su Política india-
bles de cumplir para que se vieran obligados a pe- na con extrema frialdad: “los indios que por su es-
dir ayuda a sus parientes, por lo general hijos y tado y naturaleza son más aptos que los españoles
mujeres. De este modo no sólo se obtenía un mita- para ejercer por sus personas los servicios que tra-
yo sino toda una familia de mitayos. tamos (la mita) sean obligados y compelidos a ocu-
Muchas enfermedades laborales generadas por el parse de ellos… Pues a quien la naturaleza dio cuer-
trabajo en las minas de mercurio o en las heladas pos más robustos o vigorosos para el trabajo, y me-
punas potosinas acabaron con la vida de estos traba- nor entendimiento o capacidad, infundiéndoles
más del estaño que del oro por esta vía, son los que Los cálculos demográficos
se han de emplear como los otros a quien se le dio ¿Cuántas personas habitaban América a la llega-
mayor en governarlos, y en las demás funciones y da de los españoles? Esta simple pregunta ha gene-
utilidades de la vida civil…”. rado largos y contradictorios debates entre los en-
A mediados del siglo XVII, la mita no cumplía ya tendidos en la materia, que se agruparon en dos
la función económica que le dio origen, debido al bandos extremos. De un lado están los bajistas co-
descenso poblacional y al efecto de innumerables mo Rosemblat, quien opinaba a mediados del pre-
“revisitas” y otras medidas que fueron sustrayendo sente siglo que entre 1492 y 1650 América pasó de
a la población involucrada en este sistema. Según estar habitada por 13,3 millones de aborígenes a só-
Stern, la mita “perdería su credibilidad como im- lo 10 millones. Es decir hubo una disminución de
portante fuente de mano de obra”, encontrándose sólo 3,3 millones de personas. Otro investigador co-
con frecuencia otras formas de disponer de fuerza mo Kroeber señaló una cifra de 8,4 millones como
de trabajo. Gracias a la sorprendente adaptación y población total americana.
aculturación de la población andina, los integrantes De una opinión diferente serían los alcistas,
de las reducciones pudieron sobrevivir y en algunos quienes hablan de cifras altísimas. Demógrafos co-
casos excepcionales vivir bien, a pesar de la perma- mo Dobyns calculaban en unos cien millones la po-
nente erosión de sus recursos y del enorme maltra- blación americana, indicando que para mediados
to a sus integrantes. Mal que bien, la mita y el tribu- del siglo XVII sólo habitaban el territorio unos 4,5
to establecieron contactos y oficiaron de vías de in- millones de indígenas. Sapper y Spinden calcularon
tegración para la disímil población de indígenas y unos niveles más moderados, situados alrededor de
españoles (Pease: 1992a: 289 y ss.; Stern 1982: 200 los 40 millones. La disparidad entre los resultados
y ss.).

LA POBLACIÓN ANDINA Y LA
EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
DESPUÉS DE LA CONQUISTA

La radical disminución de la población aborigen


en América se inició no bien los conquistadores pi-
saron el nuevo continente. Sin embargo algunos es-
pecialistas del caso peruano sostienen que el descen-
so poblacional habría empezado aun antes de la lle-
gada de los invasores hispánicos. La conmoción de
los primeros momentos de la conquista se reflejó
claramente en la curva demográfica. Las Leyes Nue-
vas de 1542 intentaron poner freno a los maltratos y
abusos contra los indios, siguiendo la prédica de
Bartolomé de las Casas, pero los resultados no fue-
ron muy alentadores. Tanto en los momentos de paz
como durante las guerras civiles que se sucedieron
en los años siguientes, las bajas indígenas fueron
considerables, y de hecho la muerte cotidiana ahon-
daba en la población andina la idea del caos o pacha-
cuti. Las autoridades tuvieron una clara conciencia
del fenómeno que se desarrollaba ante sus ojos, y
hasta los encomenderos se quejaban del desvaneci-
miento de sus rentas. Pero sólo después del ordena-
miento administrativo introducido por Toledo se
pudo percibir la verdadera dimensión de la heca-
tombe producida. La población del Tahuantinsuyo Progresivamente en los Andes fueron incorporándose nuevas
formas de reclutamiento de la mano de obra indígena. La
había disminuido dramáticamente, y los censos to- imagen muestra el maltrato a una mujer andina que se
ledanos lo demostraban irrefutablemente. encuentra hilando.
propuestos acerca de la población total americana dios como carne de cañón, secuestros y esclaviza-
llevó a un intento de realizar estudios regionales ción, robo de alimentos y abusos sexuales. Muchas
donde se pudiesen reducir los márgenes de error. de estas acciones militares constituían parte de la
Al igual que en el resto del continente, en el Pe- tradición bélica de la época. Otras razones esgrimi-
rú se empezó a trabajar en mediciones demográficas das por la “tesis homicídica” fueron de orden eco-
y Noble David Cook publicó una primera estima- nómico, relacionadas con la búsqueda incesante de
ción que abarcaba los cambios ocurridos desde lucro y la abusiva explotación de los indios median-
1570 (es decir desde la época de Toledo) hasta te las mitas, servicios personales, y toda una larga
1620. En este estudio se comprobaba cómo la po- serie de trabajos forzosos en favor de los españoles.
blación habría variado de 1 260 530 a 598 033 indí- Hoy la tesis homicídica considerada como único
genas, y los tributarios habrían pasado de 260 000 a factor del colapso demográfico se encuentra en
136 000. Continuando con sus indagaciones, Cook franco retroceso, ya que los modernos estudios
llegó a establecer que de 1530 a 1630 se habría pa- acerca del “desastre poblacional” coinciden en seña-
sado en toda el área del Tahuantinsuyo de unos 9 lar que hecatombe de tal magnitud no pudo haber
millones a sólo 600 mil habitantes (Mörner 1978: sido ocasionada por una sola causa, sino más bien
24, 41-42; Sánchez Albornoz 1977: 61-86; Pease por una “concurrencia de factores”. Unidas a la te-
1992a: 212-220). sis homicídica debemos también reparar en otras
importantes explicaciones que nos hablan del “des-
Las causas del desastre gano vital”, de las feroces consecuencias del rea-
Ya en los primeros años de la conquista se evi- condicionamiento económico y social, y del “im-
denciaba una disminución realmente pavorosa de la pacto de las epidemias”.
población. Desde épocas muy tempranas, fray Bar- Según algunos investigadores, tras la conquista
tolomé de las Casas había denunciado la hecatombe los hombres del Ande sufrieron una profunda de-
demográfica en varias obras escritas en la línea de presión suscitada por la destrucción de su modo de
su Brevísima relación de la destrucción de las Indias. vida y sus creencias. La trágica experiencia del en-
Sus alegatos en defensa de los indios dieron pie a la cuentro con Occidente generó un “desgano vital”,
“leyenda negra española”, hábilmente difundida una falta de apego a la vida, que se tradujo en suici-
por las potencias extranjeras enemigas de Carlos V, dios, filicidios y una marcada disminución de la ta-
y eran reimpresos cada vez que se desataba una sa de natalidad ocasionada por una suerte de esteri-
guerra contra el gigantesco imperio germano-espa- lidad voluntaria. Por ejemplo se sabe que en Huá-
ñol. Paradójicamente, la obra lascasiana tuvo una nuco el promedio de integrantes por familia bajó de
enorme difusión al interior de España y generó en- 6 a 2,5 individuos.
cendidas polémicas en todos los niveles, y la misma La tesis del reacondicionamiento económico y
Corona no reparó en utilizar las argumentos del do- social sugiere que la crisis demográfica fue desatada
minico para enfrentar, controlar y disminuir el po- por dramáticos cambios en las formas de vida andi-
der de los encomenderos en los dominios de ultra- nas. La mayoría de muertes sería consecuencia de la
mar. De este modo la llamada “tesis homicídica” del ruptura de patrones de reciprocidad y redistribu-
despoblamiento de América tuvo general acepta- ción, de la desaparición de elementos de organiza-
ción y fomentaría movimientos de conciencia como ción étnica, así como de la pérdida de tierras, el
el período de la “Restitución”, durante el cual los cambio de cultivos y la aparición de nuevas enfer-
viejos y enriquecidos conquistadores y encomende- medades de animales y plantas. Todo ello implicó
ros devolvieron a los indios parte de lo expoliado, o una disminución de los recursos alimenticios y una
testaron legando enormes cantidades de dinero y aguda desnutrición que afectó sobre todo a la des-
bienes a la Iglesia, para que ésta ayudara a los indios cendencia del hombre andino, quien empieza a sen-
en su nombre, a cambio de la salvación de sus arre- tirse solo, “huaccha, comedor de papas”, es decir
pentidas almas. pobre, abandonado a su suerte, indefenso ante la
La “tesis homicídica” proponía que la población ruptura de sus lazos sociales anteriores y desprovis-
americana disminuyó drásticamente debido a los to de los recursos proporcionados por la comple-
maltratos que los españoles propinaban a los indios. mentaridad ecológica.
Se argüía en primer lugar motivos militares: matan- Finalmente debemos mencionar la tesis epidé-
zas sistemáticas, luchas desiguales en batallas, ac- mica considerada como la más importante entre las
ciones punitivas, utilización de contingentes de in- cuatro enumeradas. Recuérdense las devastadoras
pestes que redujeron las poblaciones europeas a ter- lor de cabeza y accidente de calentura muy recio, y
cios y mitades en sucesivas oleadas de muerte, du- luego se pasaba el dolor de cabeza al oído izquier-
rante los siglos XII y XIII. Análogamente, los euro- do, y agravaba tanto el mal que no duraban los en-
peos en América trasmitieron una enorme cantidad fermos sino dos o tres días”.
de enfermedades, que diezmaron a poblaciones ca- Otro factor causante de enfermedades fue el
rentes de defensas orgánicas y con un sistema inmu- traslado indiscriminado de poblaciones a pisos eco-
nológico no preparado para enfrentar tales males. lógicos diferentes, lo que llevó a comentar a algunas
Muchas de estas epidemias se convirtieron en enfer- autoridades, que: “Los indios que en tiempo de ve-
medades endémicas o recurrentes, que reaparecían rano bajan a esta ciudad de Lima, por la contrarie-
cada cierto número de años afectando nuevamente dad del temple deteniéndose algo los más mueren,
a la población que se empezaba a recuperar. Se cree cosa que he notado sucede en ellos y no con los es-
que el primer mal transmisible de procedencia eu- pañoles y otras naciones que vienen de temples más
ropea en llegar al Tahuantinsuyo fue la viruela, que fríos”. El mal al que se refiere el párrafo anterior es
arribó aun antes que los conquistadores. Dicho mal sin duda el paludismo, mal de las regiones yungas,
habría causado la muerte de Huayna Capac y de su que afectó hasta bien entrado este siglo a los pobla-
sucesor, Ninan Coyuchi. Luego de esta primera apa- dores de las alturas cuando bajaban a la costa. Algo
rición, la viruela rebrotaría en el país en los años similar sucedía con los indios trasladados hacia las
1558 y 1559, avanzando desde el Cuzco con rum- zonas de ceja de selva donde empezaron a trabajar
bo a Quito, ensañándose con los indígenas y matan- en las rentables plantaciones de coca, que abaste-
do en Lima a una quinta parte de la población. La cían zonas mineras como Potosí y Huancavelica.
maligna peste regresaría periódicamente en 1585, Mención aparte merece la sífilis, sobre cuyo origen
1589, 1597, 1606, 1619, 1632, 1680, 1749, 1756 y se ha discutido mucho pues se diagnosticó por vez
1814. Otras enfermedades que también hicieron su primera en el sitio de Nápoles en 1495. No se sabe
aparición prontamente fueron el tifus, la influenza, a ciencia cierta si provino de América o si realmen-
la peste bubónica, la rubéola, el sarampión y te se escondía bajo antiguas e imprecisas des-
la escarlatina. Más adelante la población cripciones medievales. El hecho cierto
africana trajo sus propios males co- es que fue una enfermedad infecciosa
mo la malaria, el tracoma y la fie- de notable difusión tanto en Euro-
bre amarilla, así como algunos pa como en América durante es-
tipos de disentería. Cieza rela- te periodo, y considerada como
ta el desarrollo de una de es- “castigo divino” (Mörner
tas epidemias, probable- 1978: 24, 41-42; Sánchez Al-
mente de influenza: “En bornoz 1977: 61-86; Pease
tiempo del visorrey Blasco 1992 a: 212-220).
Núñez Vela andaba en-
vuelto en las alteraciones La recomposición de
causadas por Gonzalo la población
Pizarro y sus consortes, El dramático derrumbe
vino una general pesti- demográfico de este rei-
lencia por todo el reino no tiene algunas analo-
del Perú, la cual comen- gías con el ocurrido en
zó más adelante del Cuz- Egipto con la invasión
co y cundió por toda la musulmana tras la hégira,
sierra, donde murieron donde la población nativa
gentes sin cuento. La en- pasó de 30 millones a poco
fermedad era que daba do- más de 2 millones. Sin em-
bargo la población en el Perú
La aparición en América de se estabilizó en los años finales
enfermedades provenientes de Europa del siglo XVII, y ya en el siglo
y África provocó una sensible XVIII y aunque muy tardíamente,
disminución de la población nativa. Esta
acuarela del siglo XVIII presenta a un comenzó a recomponerse. La dismi-
indígena víctima de la viruela. nución poblacional que causó honda
preocupación, tanto por con- sideró que no actuar contra
sideraciones éticas como eco- la mita hubiera condenado
nómicas, tuvo sin embargo su alma. También Guaman
sus bemoles, porque los cen- Poma de Ayala, indio acultu-
sos y tasas de las reducciones rado, propuso a la Corona
ocultaban información. En “reducir” a los españoles y
realidad, la fuga de los tribu- no a los indios, es decir ais-
tarios y la lenta conversión lar dentro de las ciudades a
de los indios en mestizos pa- los hispánicos y dejar que
ra ser eliminados de las im- los indios vivieran dispersos
posiciones toledanas, desna- en el campo sujetos a sus cu-
turalizaron el enfoque censal. racas, quienes dependerían
Los habitantes andinos directamente de la Corona, a
dejan de ser originarios y se la que entregarían pingües
vuelven forasteros, abando- tributos y para quien ten-
nan su condición de indios y drían bien gobernado el rei-
se convierten en mestizos. no. Otros interesados en el
Esta recomposición de la po- bienestar y la salud de los in-
blación durante el siglo XVIII dios fueron los religiosos,
se puede apreciar claramente entre los que destacaron los
en los recuentos de la época. hermanos de hábito del do-
Según Cook, en 1751 había minico De las Casas. Algu-
612 529 andinos, de los cua- nos juristas como el licen-
les 2 080 eran curacas, 88 ciado Falcón presentaron
160 tributarios, 54 920 foras- Portada de Dispvtationem de Indiarvm Iure obras como su Representa-
(Madrid, 1629) de Juan de Solórzano y Pereyra.
teros, 34 486 reservados, 143 ción… sobre los daños y mo-
180 muchachos y 189 729 lestias que se hacen a los in-
mujeres. Sin embargo 120 años antes se consigna- dios, y otros autores como José de Acosta realizaron
ban 601 552 indígenas, lo cual nos indica que la po- propuestas de diferente índole en obras como el De
blación aumentó en dicho lapso en unos 12 mil in- Procuranda Indorum Salute, en donde plantea la mi-
dividuos. Contradictoriamente la cantidad de tribu- noría de edad de los aborígenes y su condición de
tarios ha bajado, pues en el año 1620 había 136 miserables.
235, es decir unos 40 mil más que en 1751. Induda- El ya citado Juan de Solórzano, en su Dispvtatio-
blemente se estaba enmascarando un gran número nem de Indiarvm Iure, describe la realidad del virrei-
de tributarios para protegerlos. Además, el universo nato y sugiere respetar a los pobladores aborígenes.
poblacional podría ser mucho más grande si consi- También algunos indios nobles plantearon propues-
deramos el fenómeno del mestizaje. tas para solucionar los problemas que afectaban a
En otros recuentos regionales vemos cómo en el sus connaturales. Es el caso del curaca norteño Vi-
Cuzco se pasa de unos 126 mil habitantes a finales cente Mora Chimo Capac y del descendiente del in-
del siglo XVII, a unos 206 mil en 1786, y para 1798 ca Tupac Yupanqui, fray Calixto de San José Tupac
aparecen unos “misteriosos” 315 mil habitantes. Inca. Pero a la larga, pocas fueron las medidas efec-
Aunque desconfiemos de la veracidad de la tercera tivas que se tomaron para recomponer la población.
cifra, es indudable que el crecimiento se aceleró en Quizá debamos reconocer en primer lugar los es-
esa época, inclusive antes de 1786, pero no fue es- fuerzos de los propios pobladores andinos para res-
crutado por múltiples motivos. Resultados semejan- tablecer el equilibrio demográfico durante el siglo
tes podríamos encontrar en Arequipa, donde se XVIII.
cuentan 13 983 habitantes indios en 1751 y luego Aun cuando los estimados de los censos pobla-
hacia 1792 se constata la existencia de 66 609 pobla- cionales y los tributos bajaran y bajaran, había un
dores andinos, 17 797 de los cuales eran mestizos. sector en constante aumento, grupo decididamente
Propuestas y medidas para solucionar la crisis compuesto por los mestizos. El mestizaje –como se
demográfica fueron dadas por gente como el conde verá en la sección pertinente– era una realidad in-
de Lemos, quien gobernó entre 1667 y 1672 y con- contrastable incluso en las “aisladas” reducciones
indias, donde los funcionarios españoles rodeados mantener el decoro y la dignidad de un descendien-
de ayudantes mestizos y esclavos se encargaban de te incaico.
cumplir con la drástica separación entre las dos re- Pero durante el siglo XVIII la prestancia y au-
públicas. Simultáneamente los perseguidos por la toestima del grupo noble indígena pareció revivir, y
justicia y gentes sin oficio de diferentes razas se re- para ciertas familias que supieron manejar adecua-
fugiaban en estas tierras indígenas, generando una damente el discurso del “nacionalismo inca”, llevar
constante mezcla de sangres. Los indios veían el la “sangre de los soberanos incas en las venas” se
mestizaje con buenos ojos, puesto que sustraía a sus convirtió en un signo de distinción. Incluso linajes
hijos de la mita y del tributo, además de lograrse un mestizos y criollos cuzqueños alimentaron estos
ascenso en la escala racial. Es sabido que un mesti- simbolismos para recuperar la importancia debida.
zo tenía mayor facilidad que un indio para acultu- Los propios españoles no fueron ajenos a estos
rarse y hacerse pasar por criollo. El mimetismo so- mecanismos del nacionalismo inca durante las gue-
cial como arma de integración se desarrolló desde rras de la independencia, cuando intentaron plegar
los estratos más bajos de la población, lo que a su a los grupos indígenas al partido realista. Hacia
vez promovió este tipo de relaciones interraciales. 1820 se restablecieron las preminencias de los in-
Como consecuencia el grupo mestizo creció tanto dios nobles y curacas en ceremonias públicas co-
que las autoridades españolas decidieron que se les mo la procesión del Corpus Christi, abolidas cua-
gravara con el tributo y la mita, como a cualquier tro décadas antes tras el levantamiento de Tupac
indio. El virrey Melchor de Navarra y Rocaful, du- Amaru II.
que de la Palata, ordenó que fueran incluidos jun- En los tiempos coloniales la figura del indio no-
to con los indios forasteros en los censos regionales ble se fue asociando cada vez más a la función del
(Sánchez Albornoz 1977: 80 y ss.; Pease 1992 a: 214 curaca. Los documentos tardíos no hacían ya mayor
y ss.). diferencia entre ambos niveles, como lo señala la si-
guiente comunicación oficial: “como descendientes
LOS INDÍGENAS de los indios principales se llaman caciques, (ellos)
y a sus descendientes se les deben todas las preemi-
Los indios nobles y los curacas nencias y honores, así en lo eclesiástico como en lo
Los indios nobles según la reinterpretación cató- secular, que se acostumbran conferir a los nobles
lica de los postulados aristotélicos, debían ocupar hijosdalgos de Castilla, y pueden participar de cua-
un lugar destacado dentro de la República de In- lesquiera comunidades que por estatuto pidan no-
dios, y de hecho los miembros de la elite incaica y bleza, pues es constante que estos en su gentilismo
algunos señores macroétnicos fueron distinguidos eran nobles y a quienes sus inferiores reconocían
desde los primeros días de la conquista. Sin embar- vasallaje y tributaban…”. Como es lógico suponer
go la insurrección de Vilcabamba los situó en duro regulaciones reales de este tipo favorecieron la apa-
trance y muchos aristócratas indígenas fueron juz- rición de muchas probanzas y litigios de descenden-
gados y vigilados. Por la fuerza inexorable de los cia regia, muchos de los cuales se basaban en infor-
hechos, los descendientes de algunos soberanos si- mes falsos y erróneas categorizaciones surgidas en
guieron habitando el Cuzco, luego de demostrar su medio del caos de la conquista. Estas probanzas y
pertenencia a las panacas reales, aunque su po-
sición social y económica se fue deteriorando
rápidamente. Un siglo más tarde era difícil ras-
trearlos como sucesores de los incas y se en-
contraban paupérrimos, aunque algunos se
vincularon a las nuevas formas de dirección de
la República de Indios, accediendo a los cargos
curacales. Solamente oficiando de caciques
podían detentar los recursos necesarios para

Detalle de la procesión del Corpus Christi en el Cuzco


donde puede apreciarse el desfile de señores indígenas.
Este lienzo del siglo XVIII, de autor anónimo, se
conserva en el Museo del Arzobispado del Cuzco.
solicitudes pedían los más diversos títulos, merce- se reproducían asimétricamente vínculos de reci-
des, rentas, encomiendas, privilegios y honores que procidad y redistribución. Apoyados en los “justos
pueda imaginarse, y solamente muy pocas fueron títulos de la conquista”, hubo el intento de evitar
satisfechas. Algunos personajes como Paullu Inca las tiranías de los gobernantes andinos, pero a pe-
por ejemplo, alcanzaron sus objetivos por la trans- sar de estas limitaciones los curacas siguieron te-
parencia de su antiguo linaje, y otros como Marti- niendo mucho poder e inclusive muchos jefes étni-
nillo de Poechos, quien más tarde se convirtió en cos se adhirieron a los planteamientos lascasianos,
don Martín Pizarro, lograron el reconocimiento de nombrando representantes para ofrecer a la Corona
sus demandas por su lealtad y aculturación. Pero exorbitantes cantidades de dinero a cambio de la
aun a los más prestigiosos indios nobles les fueron abolición de la perpetuidad de las encomiendas.
vedados algunos privilegios y ocupaciones, como Desde las primeras épocas aparecieron curacas en-
las profesiones más distinguidas y casi sin excep- riquecidos que se amoldaron a los nuevos tiempos
ción las encomiendas y demás dignidades semejan- y supieron extraer ventaja de su papel de interme-
tes. Martinillo de Poechos –al decir de Lockhart– es diarios entre los indios y las autoridades hispanas.
un interesante ejemplo de la ambigua situación de Fue por ejemplo frecuente que los curacas se apo-
los indios distinguidos, ya que ostentaba las máxi- deraran de bienes incaicos –que teóricamente de-
mas prerrogativas a las que un español aspiraba, bían pasar directamente a la Corona– y los funcio-
como compartir bienes y relaciones con los podero- narios toledanos los censaron como propietarios
sos Pizarro, pero cuando la ocasión lo amerita- de miles de camélidos o de extensas tierras. Otros
ba, podía ser considerado como un indio más, y obtuvieron suculentos beneficios mediante tempra-
en consecuencia ser tratado como tal. nas alianzas con los españoles, como por ejemplo
Desde la época de Toledo, los visitadores infor- los curacas de Jauja, que lucharon judicialmente
maron de la explotación que los curacas ejercían durante muchos años para ver cumplirse las pro-
sobre los indios de sus parcialidades, haciéndolos mesas de los primeros conquistadores.
trabajar sin pago. El desconocimiento que tenían Aun cuando los ayllus del siglo XVII se fueron
estos informantes de la tradición andina les impe- empobreciendo notablemente, centenares de cura-
día descubrir si tras estos trabajos no remunerados cas ingresaron con éxito a la economía colonial a
través de la lenta apropiación de las tierras co-
munales, las que fueron pasando a formar par-
te de su peculio personal. La usada fórmula:
“tierras pertenecientes a mis antepasados desde
muy antiguo” sirvió para denominar las tierras
apropiables del ayllu o de la familia extendida, y
empezó a connotar exactamente lo que las leyes
castellanas entendían como tal. Inicialmente fue
una medida de protección para evitar que las
parcelas comunales fueran pasto de la voracidad
de los españoles, que aprovechaban las reasigna-
ciones de tierras vacantes. Después se convirtió
en un verdadero subterfugio para expandir las
tierras administradas por los curacas de una ma-
nera muy occidental. La recaudación de los tri-
butos también constituyó otra fuente de riqueza
e influencia para los jefes étnicos, quienes libra-
ron de tal carga a sus parientes más cercanos y
se la redoblaron a los demás indios del común,
sucediendo lo mismo con la mita. Otra forma de
lucro caciquil residió en la venta de mano de
obra indígena a los empresarios españoles que
carecían del derecho a mitayos.
Unión de la descendencia imperial incaica con las casas de los
Loyola y los Borja. En el extremo inferior derecho se aprecia a los Pero las posibilidades de enriquecimiento y
contrayentes don Juan de Borja y doña Lorenza Ñusta de Loyola. abuso de los curacas tenían como límite el nivel
de redistribución que debía mantenerse al interior para la construcción de una iglesia, 9 mil cabezas de
de la comunidad y al que no podían sustraerse. Pa- ganado y una larguísima documentación sobre el
ra seguir siendo aceptado como cacique, éste tenía manejo de sus propiedades de tierras y los fondos
que prestar ayuda y solidaridad a los indios de sus comunales.
reducciones, lo cual significaba un alto costo en me- La Corona consideró como una necesidad la oc-
tálico, so pena de enfrentarse con la comunidad, cidentalización de los hijos de los curacas, especial-
perdiendo en este último caso la disponibilidad de mente de aquellos que heredarían la tiana o silla cu-
fuerza de trabajo y una serie de otros privilegios en racal. Con tal fin se fundaron los centros de ense-
los que basaba su prosperidad. Así, los curacas de ñanza de indios nobles, como el de San Francisco
importancia intermedia y menor pudieron mante- de Borja en el Cuzco o el colegio Del Príncipe en Li-
ner los vínculos de reciprocidad, pero no sucedió lo ma, siguiendo el mandato de las leyes de Indias:
mismo con los grandes señores macroétnicos que se “deberán ser llevados (allí) los hijos de los caciques
vieron absolutamente imposibilitados de ejercitar de pequeña edad y encargados a personas religiosas
una redistribución en gran escala, por lo que a la y diligentes que les enseñen y doctrinen en cristian-
larga desaparecieron como tales. dad, buenas costumbres, pulicia y lengua castellana
Dentro del ayllu comenzaron a diferenciarse y se les asigne renta competente a su crianza y edu-
grupos pobres y ricos, convirtiéndose los segundos cación”. Allí aprendían bajo la atenta vigilancia de
en acreedores de los primeros. Y pronto las relacio- los preceptores jesuitas a leer, escribir y a realizar
nes se volvieron tensas, siendo frecuente que los in- las operaciones aritméticas básicas. Estudiaban asi-
dios prestamistas pidieran penas de cárcel para los mismo doctrina cristiana, fundamentos de ética y
indios deudores, o amenazaran con “venderlos” co- derecho natural, pintura y música, pero se trataba
mo yanaconas a un español hasta que pagaran la de que la aculturación no fuese tan radical, para que
deuda redimida por el nuevo patrón. Los movi- luego pudieran acostumbrarse a vivir nuevamente
mientos nativistas de principios del siglo XVII fue- en sus comunidades de origen. Un maestro jesuita
ron insurgencias de índole mesiánica que permitie- afirmaba de sus alumnos: “acuden a este colegio los
ron que los indios no sólo se vengaran de los espa- hijos de muchos pueblos y provincias y se crían y
ñoles rurales y de los sacerdotes, sino de los curacas enseñan en la verdadera fe del Evangelio y ellos van
indígenas que no habían sabido mantener el equili- a sus pueblos fundados en esta verdad y entrando
brio adecuado entre su prosperidad de raigambre después a gobernarlos tiene en cada uno la iglesia
occidental y sus lealtades étnicas. Una legión de cu- un esforzado soldado contra el demonio y destruc-
racas rápidamente aculturados iniciaría, tímida- ción de la idolatría, enseñando estos niños a sus
mente primero y agresivamente después, su inser- mismos padres y parientes convenciéndoles con ra-
ción en el intrincado mundo financiero colonial, zones y verdades que van fundados, como os han
utilizando la reciprocidad y la redistribución como reducido y confirmado muchas veces…”.
ventajas comparativas para ingresar en el mundo de Esta privilegiada situación de los curacas se vio
los negocios. seriamente comprometida tras la rebelión de Tupac
Un caso digno de citarse es el de Diego Caqui, Amaru, pues sus genealogías fueron desconocidas,
cacique de Tacna enriquecido a partir de sus sem- sus preeminencias abolidas y los símbolos de su
bríos de vid, maíz, trigo, quinua y ají –producto es- posición prohibidos. Los alcances obtenidos tras el
te último con el que pagaba a sus operarios–, y de “resurgimiento incaico” se derrumbaron de la no-
una vasta producción de vinos que eran transporta- che a la mañana. No en vano añoraría el noble Jus-
dos en sus propios navíos a Panamá o en caravanas to Sahuaraura: “ya no hay trajes de incas, ñustas,
de arrieros hasta Potosí. Otro ejemplo es el de Die- bustos, escofietas que suelen usar los nobles incas,
go Chambilla, curaca de Pomata, con grandes pro- vestidos de uniforme o de golilla; ya no llevan las
piedades inmuebles en Potosí, negocios en su cura- insignias de los incas ni el plumaje” (Pease 1992a:
cazgo y una complicada red de apoderados con los 294; Busto 1981: 43-46; Stern 1982: 252-266; 270 y
cuales manejaba sus empresas y prebendas, que in- ss.; Pease 1992b: 149-165; Lockhart 1982: 266 y ss.;
cluían la capitanía provincial de la mita. Finalmen- Ossio 1992: 163-165).
te, para no hacer muy largo este listado, podríamos
mencionar al afortunado curaca Gabriel Fernández Los indios enriquecidos
Guarachi, quien al morir dejó la astronómica suma En la imprevisible sociedad colonial no todos los
de 40 mil pesos de deudas, 20 mil pesos destinados indios adinerados tenían que ser necesariamente
curacas o nobles. A veces los parientes Retrato del sacerdote Justo Sahuaraura, autor
de los curacas, los indios huidos, los de Recuerdos de la monarquía peruana
mitayos que se habían apropiado (París, 1850), autocalificado como
de metales preciosos en las mi- descendiente de los incas.
nas, o los nativos que por al-
gún motivo azaroso se habían
aculturado aceleradamente
(sin haber pasado necesa-
riamente por los colegios en cabalgaduras de ricas
de caciques), podían de- monturas, con pistoletes
sempeñarse adecuada- y espadas al cinto e in-
mente al interior de la clusive algunos inicia-
República de Españoles ban ricas colecciones de
y extraer enormes bene- armas antiguas. Sus ca-
ficios de ello. Incluso sas por lo general pre-
dentro del ayllu habían sentaban muebles de
logrado acumular un ca- costosa factura o al me-
pital, librándose de pagos nos denotaban usos y
y de los onerosos servicios costumbres muy occi-
de la mita, el tributo, el ser- dentales, cambiaban su
vicio personal y otras con- dieta, aprendían a leer y es-
tribuciones forzosas. Debido cribir o al menos a firmar. La
a su mejor posición económi- cúspide de este proceso era
ca, podían conseguir que los in- entablar amistad con los espa-
dios empobrecidos los reemplaza- ñoles adinerados y moverse en di-
ran en las tareas más duras estipula- cho círculo social, por lo que nació
das por la legislación indiana. En ocasio- un extraño grupo de “exitosos peninsu-
nes las parcelas individuales se volvieron obje- lares de piel india”. En algunos casos se pro-
to de comercio y los propietarios endeudados debie- ducían entronques matrimoniales entre familias de
ron cederlas a sus acreedores, por lo general indíge- la elite española y estos aculturados, siempre y
nas que vivían del acaparamiento de tierras. A veces cuando descendieran de linajes incaicos. Los espa-
estos nativos enriquecidos obligaron a algunos mi- ñoles provincianos, sobre todo los de rango inter-
tayos a traspasar sus escasas propiedades como pa- medio, no eran tan exigentes y podían llegar a igno-
go de préstamos, y no fue raro que los naturales en- rar las prosapias indígenas de menor valía, si las
deudados laboraran grandes temporadas para el uniones representaban beneficios por los abundan-
prestamista, también indio. tes bienes y tierras de los futuros consuegros. Aun-
Conforme avanzaba el siglo XVII, los indios con que parte de esta aculturación se debió a los cole-
éxito intentaban alejarse de las maneras andinas de gios de caciques, muchos indígenas que ni siquiera
concebir la propiedad, la reciprocidad y los vínculos habían pasado por sus aulas resultaron más hispáni-
tradicionales. Los grandes productores artesanales, cos que los propios discípulos de los jesuitas.
los comerciantes de mediana y gran escala, los pro- Otra forma interesante de aculturación fue la re-
ductores cocaleros o de otros productos de gran de- ligiosa. Muchos naturales vieron en el cristianismo
manda, imitaban a los españoles y buscaban rique- uno de los caminos directos a la hispanización y se
za líquida, bienes contantes y sonantes. Si conserva- volvieron muy creyentes y devotos pero, aun cuan-
ban algunos de los antiguos sistemas de reciproci- do practicaran un cristianismo ortodoxo, entendían
dad andina era en favor de sus “modernas” empre- al dios de los españoles como uno más de su exten-
sas, y sólo para mantener su pertenencia al grupo. so panteón. Sin embargo al dios occidental le ren-
De hecho, muchos de estos empresarios indios dían especial reverencia y sobre todo hacían mucha
afrontaron juicios tan graves como los que se ini- gala de ella. La asimilación de estos indígenas ricos
ciaron contra los españoles. al sector empresarial español, promovió una alianza
Los indios ricos se jactaban de hablar buen cas- de intereses para la mejor expoliación de los secto-
tellano, vestían a la manera de Castilla, se paseaban res deprimidos (Stern 1982: 243 y ss.; 270-278).
Los indios forasteros y yanaconas cielo”, y los empresarios españoles, tanto los bene-
Los indios del común, especialmente los más ficiados por las ineficientes mitas como los privados
empobrecidos, observaban con tristeza y desespe- de ellas, competían por disponer de mayor cantidad
ranza lo poco que el destino les deparaba. Cuando de mano de obra. De esta manera empezaron a dar-
llegaban a la edad adulta, etapa en que tenían que se una serie de “contratos de trabajo”. La fuerza de
pensar en casarse, formar una familia y empezar a trabajo se intercambiaba por dinero o productos pa-
cumplir con las imposiciones estatales como la mi- ra la subsistencia y el patrón debía asegurar el bie-
ta, el tributo y los repartos mercantiles, resolvían en nestar del contratado. En algunos casos se llegaba a
muchos casos desarraigarse, huir de la comunidad señalar la obligación de enseñar un oficio al traba-
con rumbo desconocido, lejos del hogar y la fami- jador. Lógicamente había rubros y sectores que re-
lia, sin el abrigo de la reciprocidad y los lazos de sultaban más rentables que otros. Los artesanos po-
protección del ayllu. Tres cuartas partes de los in- dían contar con una ganancia promedio de 40 a 60
dios forasteros habían escapado aún solteros, pues pesos al año, mientras los arrieros tenían la posi-
la situación se tornaba mucho más angustiante bilidad de obtener entre 80 y 130 pesos, con la
cuando se tenía mujer e hijos. Las posibilidades de atribución adicional de poder transportar mercan-
encontrar mejores horizontes eran muy variables y cías propias. Sin embargo en el campo los ingresos
así mientras algunos se alquilaban como yanaconas resultaban sumamente magros.
en las zonas cocaleras tropicales, otros se abrían ca- Si bien la relación de yanaconaje no era de nin-
mino en las inhóspitas y desconocidas ciudades. Pe- gún modo placentera, pues las exigencias eran muy
ro también existía la alternativa de integrarse a una duras por parte del patrón, se requería en cierta me-
nueva comunidad indígena, donde como forastero dida del consentimiento del indio para renovar ca-
se evadían determinadas imposiciones, aunque es- da cierto tiempo la “contratación”. El intento de en-
taban obligados a repartir sus excedentes con sus deudarlos para alargar más los plazos de servicio te-
“anfitriones”, o a hacer contratos de servicio o ya- nía sus problemas para el empleador, pues los yana-
naconaje con algún hacendado u obrajero cercano. conas se informaban de las mejores condiciones de
Temporal o definitivamente, terminaban ganándose trabajo y dejaban de ir donde el contratante más
la vida como empleados a sueldo, mingas mineros, abusivo. Un remedio final frente a los malos patro-
aprendices de artesanos o jornaleros. Los yanaconas nes podía ser la huida, dejando impagas las deudas
que trabajaban en las haciendas y otros lugares fue- que los ataban. Dice Stern: “para el siglo XVII mu-
ron una minoría durante el siglo XVI, pero en la si- chos producto-
guiente centuria resultaron cada vez más numero- res habían lle-
sos. Al respecto, el duque de la Palata decía: “de gado a depen-
muchos años a esta parte se ha reconocido la gran- der de la volun-
de despoblación a que han llegado todos los pue- tad de los in-
blos de estas dilatadas provincias del Perú y los gra- dios de trabajar
ves inconvenientes que se van continuando de no para los coloni-
aplicarse el remedio a tan universal ruina, pues no zadores”. No
puede conservarse el reino con sólo las principales en vano un tes-
ciudades si todo el resto de sus miembros se enfla- tigo de la época
quece y despuebla como se va sucediendo… lo que señalaba que
se da por… la facilidad con la que los naturales se “prometen
mudan a sus domicilios retirándose a las ciudades y montes de oro
escondiéndose a donde nunca les alcance la noticia para atraer a los
de sus caciques y gobernadores…”. La disminución indios a con-
de los indios de las reducciones, tras las fugas de sus vertirse en ya-
moradores y el incremento de la población mestiza, naconas”. Tam-
llevó al virrey antes citado a incluir a los hijos de bién en los cen-
blancos e indias y a los forasteros en los censos de
poblaciones, asegurando así su condición de mita- Melchor de
yos y tributarios. La medida no llegó a dar el resul- Navarra y
tado esperado porque se iba abriendo un amplio Rocafull, duque de
mercado de trabajo para estos indios “caídos del la Palata.
tes debieron buscar remedio a su situación personal
en todos los resquicios que la nueva sociedad les
proponía. Desde las primeras épocas los indios de-
bían bajar a las ciudades para entregar los tributos
del repartimiento y luego permanecían unas sema-
nas en la urbe trabajando para los encomenderos o
éstos los alquilaban a otros españoles que necesita-
ran de esa fuerza de trabajo adicional. Más adelante
el curaca directamente realizaría ese contrato con el
interesado. Además del personal de servicio que ha-
bitaba temporalmente en casa del amo, los españo-
les tenían tres tipos de indios a su disposición: sus
sirvientes permanentes, los migrantes individuales
en busca de trabajo o yanaconaje, y los tributarios
organizados, alojados en extensas barracas adecua-
das para tal fin. En zonas como el Cuzco se exten-
día una zona intermedia entre la casa del encomen-
dero y la barraca de los tributarios. Estos últimos se
alojaban en casas de propiedad ancestral que se ubi-
caban en los barrios de la ciudad reservados para
indios.
Muchos de los indios empezaron a gustar de la
forma de vida de las ciudades y, tentados por los
atractivos de los centros de trabajo y de comercio,
En el estremo derecho de este lienzo se puede apreciar a una empezaron a huir hacia ellas. Aun ciudades tan in-
mujer mestiza del Perú colonial, donante de la obra pictórica
que hoy se conserva en la iglesia de San Pedro, en Lima.
hóspitas como Potosí recibían indios forasteros que
se integraban a los sistemas comerciales allí existen-
tes, para escapar del controlismo de las reduccio-
tros mineros los indios mingas que eran pagados nes. Las calles de la metrópoli minera, que llegaría
comenzaron a suplir la aguda escasez de trabajado- a albergar más de 160 mil habitantes –cifra especta-
res que fomentaba la deficiente mita del siglo XVII. cular para la época–, se veían llenas de indios con
El propio Guaman Poma atestiguaba: “y así como ropas nuevas y dineros en los bolsillos. Los estable-
ven estos indios ausentes (establecidos en las ciuda- cidos en la urbe del Cerro Rico habían encontrado
des) se salen otros idos de sus pue-
blos y no hay quien pague el tribu-
to ni hay quien sirva en las dichas
minas… …y están lleno de indios
la rancherías de la dicha ciudad (de
Lima) y no hay remedio y hacen
ofensa al servicio de Dios nuestro
Señor y de su Magestad y no multi-
plican los dichos indios en este rei-
no” (Stern 1982: 232-236; 243-
250).

Los indios urbanos


La arquitectura de la sociedad
andina se desplomó y sus integran-

Una vista de la ciudad de Potosí en un


grabado del siglo XVII de la obra de
Olfert Dapper.
formas de vida apetecibles para cualquier indio de cipales que son los tributarios y que en su gentili-
comunidad, ya que las posibilidades de ascenso y dad reconocieron vasallaje… y descendientes de
movilidad social eran mucho mayores. Los indios ellos y en quienes concurre la puridad de sangre co-
afincados en las ciudades sufrían una repentina am- mo descendiente de la gentilidad, sin mezcla de in-
nesia que les impedía reconocer su antigua condi- fección u otra secta reprobada, a éstos también se
ción. Como lo refería Guaman Poma “de indio mi- les debe contribuir con todas las prerrogativas, dig-
tayo se hacía cacique principal y se llamaban don y nidades y honras que gozan en España los limpios
sus mugeres doña”. Los naturales daban un espec- de sangre que llaman el estado general…”.
táculo bastante particular a las nuevas ciudades es- Decía un dominico: “agora están los indios po-
pañolas como “la dicha ciudad de los Reyes de Li- bres y particularmente subjetos a los curacas que en
ma… atestada de indios ausentes y cimarrones he- ningún otro tiempo, y son ellos más vejados y vio-
chos yanaconas oficiales siendo mitayos indios ba- lentados y esto se ve claro, pues la mitad del año
jos y tributarios se ponían cuello y se vestían como gastan en servir a sus curacas, y la causa es no ha-
español y se ponía espada y otros cetros, alquilaba ber justicia y los pobres no atreverse a pedilla por
por no pagar tributo ni servir en las minas, ves aquí temor de no salir con ello y no tener favor, y como
el mundo al revés…”. Todo ello, según el cronista, no hay justicia sobre los curacas ni quien les vaya a
servía de mal ejemplo a los demás indios que deja- la mano, hacen lo que quieren, porque los corregi-
ban sus tierras y se dirigían a las urbes a imitar di- dores, como ellos no pueden robar y ser aprovecha-
cho estilo de vida. dos con el favor y ayuda de los curacas, hanse he-
Las mujeres andinas que se destinaban al servi- cho con ellos y así roba el corregidor por una parte
cio del hogar, muchas veces se convertían en queri- y el curaca por otra, y así son los indios más vejados
das o amantes de los españoles, hasta que llegara la que nunca; e para el remedio desto don Francisco
esperada mujer del patrón desde la lejana Metrópo- de Toledo dio tasas y salarios y quedáronse con lo
li, o mientras el panorama de un provechoso matri- uno y con lo otro”.
monio no se le presentara al amo. En las primeras Al cabo de pocos años los datos de las visitas y
épocas también existieron formas de poligamia en- los censos primigenios ya no correspondían a la rea-
tre los conquistadores que se rodearon de numero- lidad, pues los antiguos ayllus y reducciones empe-
sas mujeres que podían satisfacer sus más mínimos zaban a quedarse despoblados por el desastre de-
deseos. La sirvienta indígena hablaba bien el caste- mográfico, pero también por el cambio cualitativo
llano, aunque seguía vistiendo según los usos ver- de la población. Muchos de sus habitantes ya no
naculares. Cuando el patrón resolvía dejarla por al- eran indios sino mestizos y en consecuencia no se
gún motivo, arreglaba muchas veces un matrimonio les contabilizaba en los padrones. Obviamente tam-
con un mulato o un indio de su servicio o le dejaba poco se consignaba a los huidos. Frente a la presión
alguna pequeña propiedad, una casita, un lote o le ejercida por los curacas, encomenderos y funciona-
regalaba un esclavo o una pequeña renta, para no rios, los indios tenían la posibilidad de pedir a la
dejarla desamparada. La amante indígena abando- Corona una ”revisita”, que podía comprobar la exis-
nada era un espectáculo desgarrador que pocos es- tencia de casas abandonadas y confirmar la muerte
pañoles querían propiciar y el mismo Guaman Po- y la fuga de tributarios. Cabía entonces que se apro-
ma criticaba la ligereza frente a la sexualidad de bara una reducción de los tributos que esa comuni-
muchas de estas indias radicadas en las ciudades. dad debía entregar. Inicialmente se trató de un me-
En su Nueva corónica y buen gobierno escribió: “muy canismo de las comunidades para enfrentarse a los
muchas indias putas cargadas de mesticillos y de encomenderos, pero después se desarrolló un inte-
mulatos todos con faldellines y botines y escofetas, resante sistema de connivencias entre funcionarios
son casadas, andan con españoles y negros y así y grupos étnicos. Muchas veces las “revisitas” pro-
otros no quieren casarse con indio ni quiere salir de vocaban la desconfianza de las autoridades jerárqui-
la dicha ciudad por no dejar la putería… y no hay cas mayores y se repetían al poco tiempo con fun-
remedio” (Ossio 1992: 147; Lockhart 1982: 262- cionarios diferentes o presuntamente más probos,
280). obteniéndose cifras diametralmente distintas. Por
ello durante esta época abundaron las acusaciones
Los indios del común contra muchos corregidores que escondían mitayos
Un documento de 1697 afirmaba de los indios para dedicarlos a otras actividades. Estas ilegales ac-
comunes: “descendientes de los indios menos prin- ciones contaban con la complicidad de los grupos
regionales, interesados en usufructuar la fuerza de camélidos que en vez de ser rematados en el lugar,
trabajo de esos indios, antes que en mandarlos a le- eran llevados a Potosí por sus ayudantes, obtenien-
janos lugares de donde seguramente no regresarían. do así pingües ganancias que no iban ciertamente a
Aprovechando al máximo los poderes casi autárqui- engrosar las arcas reales. Con todas estas cartas que
cos que ejercían en las localidades, los corregidores ocultar, el corregidor debía actuar astutamente para
así como algunos curas de indios, intentaban ha- medrar de todos los grupos de interés que se vincu-
cerse de una pequeña fortuna durante su mandato. laban con él. Pero la codicia podía crearle al repre-
Y con tal fin cultivaban con esmero sus relaciones sentante estatal un ejército de enemigos e intermi-
con las elites locales, las que a su vez estaban inte- nables procesos judiciales. Los investigadores han
resadas en aliarse con las autoridades de turno para señalado que los corregidores enfrentados con gru-
emprender aventuras comerciales, manufactureras, pos españoles tenían una mayor dificultad para re-
mineras y agrícolas. coger el tributo entre los indios, que aquellos que se
La colaboración del corregidor que oficiaba co- acogían a relaciones más armónicas. Los indios de
mo intermediario entre la comunidad y los empre- las comunidades empezaron a sopesar las fuerzas a
sarios españoles era entonces fundamental. El co- las que se enfrentaban y aprendieron a defenderse
rregidor duplicaba los tributos que cobraba a los in- de las excesivas demandas de los funcionarios y
dios, jugaba con los turnos de las mitas y repartía grupos españoles.
objetos a los indios, algunos útiles como mulas y ar- Desde tempranas épocas la elite incaica aprendió
tefactos de labranza, otros innecesarios y no desea- a luchar judicialmente para probar sus ascendencias
dos como peinetas y medias de seda, pero que ser- y preeminencias, y con la experiencia obtenida en
vían para endeudarlos. El corregidor también aten- estas lides defendieron los derechos de las etnias
taba contra la Corona escondiendo parte de la tribu- que representaban. Al cabo de algunos años el nú-
tación o cobrando otras veces el tributo en ovinos y mero de litigios de los habitantes andinos era de tal
magnitud que sus causas inundaban los juzgados y
audiencias. Muchos juicios estaban perdidos de an-
temano, pero los lentos procesos agotaron a los de-
mandados. En otros casos, ante las perspectivas de
un largo juicio, los usurpadores del derecho de la
comunidad preferían simplemente llegar a una tran-
sacción. Otras veces la táctica utilizada por las co-
munidades era aliarse con los enemigos de su ene-
migo, tal vez un hacendado poderoso pero sin ma-
no de obra enfrentado con el corregidor, o un mine-
ro dispuesto a enemistarse con el usurpador de las
tierras indígenas. Las brechas dejadas por los gru-
pos españoles eran lo suficientemente amplias co-
mo para ser detectadas por los habitantes andinos y
de hecho fueron utilizadas a su favor. Este fenóme-
no se agudizaría durante el siglo XVII, en la medida
en que se acentuó el proceso de aculturación de los
indígenas y la consiguiente resistencia por un lado,
y del mayor interés de solucionar pragmáticamente
la carencia de fuerza de trabajo. Pero ello no debe
llevarnos a olvidar el drama colectivo que significó
la conquista. En medio del desastre debemos resal-
tar la figura de los pobladores andinos que supieron
dar respuestas y entrar activa y valientemente en el
juego que habían impuesto los conquistadores, ima-
gen muy lejana por cierto de los estereotipos del in-
dio indolente y apocado que “gemía silente bajo su
Corregidor español y escribano en una ilustración de la yugo”(Pease 1992a: 214 y ss.; Pease 1992b: 151;
Nueva corónica de Felipe Guaman Poma de Ayala. Stern 1982: 154-206).
Resistencia y aculturación indígena bexaciones, y molestias que padecen los reynos del
La resistencia andina empezaría desde los prime- Perú”, y el descendiente del inca Tupac Yupanqui,
ros momentos de la llegada de los españoles. Mu- fray Calixto de San José Tupac Inca, autor de un do-
chas veces la aculturación de algunos grupos fue cumento presentado en 1748, titulado “Representa-
una forma de resistencia, al tiempo que la resisten- ción verdadera y Exclamación rendida y lamentable
cia de otros adquiría las características de una mar- que toda la nación indiana hace a la magestad del
cada aculturación. Los primeros momentos del en- Señor Rey de las Españas y Emperador de las Indias
frentamiento con el invasor se resumen en la tenaz don Fernando VI, pidiendo las atienda y remedie
oposición realizada por Manco Inca y sus sucesores sacándolos del afrentoso vituperio y oprobio en que
desde Vilcabamba. Sin embargo los modernos in- están más de doscientos años”. Estos manifiestos
vestigadores encuentran datos que confirman que pusieron de relieve la serie de injusticias que afec-
desde los días primigenios de la conquista se siguie- taban a los integrantes de la República de Indios, si-
ron procesos sumarios contra los curacas que cons- guiendo el primero de ellos planteamientos típica-
piraban contra el régimen, en episodios semejantes mente lascasianos, en tanto la “Representación…”
al de los trece curacas condenados al garrote y la resultaba mucho más amplia y versada, pues reco-
hoguera durante la prisión de Atahuallpa. Según mendaba no sólo el cumplimiento de la preeminen-
Franklin Pease, el gobierno escenográfico de los in- cia debida a los nobles descendientes de los indios
cas entronizados por los españoles no parece haber principales, sino otra serie de demandas como la
sido muy provechoso porque no cumplía con los posibilidad de viajar libremente a la Metrópoli, edu-
elementos rituales andinos que acompañaban a la carse, acceder a las órdenes y profesiones más pres-
designación de un nuevo inca, a saber, enfrenta- tigiosas, la exoneración de impuestos y alcabalas
mientos rituales, cogobierno, correinado, confirma- debido a que los indios ya estaban gravados por el
ción solar y una serie de sutiles ceremonias. Conju- tributo, la abolición de los servicios personales y
raba también contra su desempeño el grave proble- mitas, y que se les considerara como mayores de
ma de las banderías y grupos de influencia, tanto a edad, permitiéndoles hacer uso de todas las prerro-
nivel de las intrigantes e irreconciliables panacas, gativas de vivir como cualquier español. Con tan
como entre los curacas opositores e interesados en avanzadas propuestas viajó fray Calixto a España a
jalar agua para sus propios molinos. presentar su petitorio al rey, pero de regreso fue vis-
A la muerte de “Atabálipa” o Atahuallpa se to como un peligro potencial aduciéndose una reu-
abrió inmediatamente un nuevo cuadro de alianzas nión con los curacas de la sierra de Lima para justi-
e indisposiciones dentro de la política andina. Con ficar su deportación.
el tiempo muchos curacas encontraron aliados in- Un documento que nunca llegó a manos del rey
cluso en algunos sectores españoles, como los reli- fue la Nueva corónica y buen gobierno, obra por cier-
giosos. Se sabe por ejemplo que los dominicos y al- to bastante anterior a las dos previamente mencio-
gunos letrados que seguían la prédica lascasiana, nadas, salida de la pluma de Felipe Guaman Poma
organizaron una efectiva campaña contra los abu- de Ayala, un indio aculturado que murió en 1615.
sos del sistema imperante y los vicios de su funcio- La historia de este valiosísimo manuscrito es apa-
namiento. No resulta pues extraño encontrar a los sionante por los avatares que sorteó hasta 1908, año
curacas reunidos en Mama, Huarochirí, otorgándo- en que finalmente fue encontrado en la biblioteca
les poderes a juristas como Santillán, o a los de Juli de Copenhague. En la actualidad la obra es objeto
y Arequipa nombrando con similar cometido a fray predilecto de estudio de los etnohistoriadores, no
Bartolomé de las Casas y a fray Domingo de Santo sólo por sus célebres dibujos y la visión tan genui-
Tomás. namente andino-española de su discurso, sino por-
En esta línea se desarrolló toda una veta de resis- que proponía una lectura diferente de la conquista
tencia jurídica indígena que motivó la proliferación y delineaba alternativas novedosísimas para el futu-
de causas judiciales. A ello se sumó la abundancia ro. Indignado por el caos generado por los españo-
de memoriales y escritos dirigidos al rey desde sec- les en los Andes, señalaba que ningún derecho asis-
tores particulares, religiosos y administrativos, los tía a los peninsulares, ni aun el de la cristianización,
que tuvieron diverso destino. Indios nobles hicie- pues los indios ya habían tenido el conocimiento
ron gala de su vocación y capacidad legalista, desta- del creador bajo el nombre de Viracocha. Además
cando personajes como el cacique norteño Vicente los españoles eran muy malos cristianos y consti-
Mora Chimo Capac, por su “Manifiesto y agravios, tuían el anti-ejemplo de lo que debía enseñarse, más
El mesianismo
Otra forma de la resistencia ofrecida por los po-
bladores andinos sería el mesianismo, concepción
extendida entre los indios tras la muerte de Ata-
huallpa y los sucesos posteriores. Los antropólogos
señalan como causas de este fenómeno el profundo
sentimiento de crisis sentido por los naturales de
los Andes, la añoranza de un principio mediador y
unificador y la necesidad de una imagen de orden.
Esto se tradujo en el sueño del regreso del inca, de
un Inkarrí, es decir un inca con muchos componen-
tes occidentales, pero cuya función sería la de sub-
vertir el orden, volver al pasado y poner lo inferior
en lo alto y viceversa. De esta manera se pensaba re-
dimir a los pobladores andinos de su intolerable si-
tuación y crear un mundo de paz y orden donde los
invasores europeos ocuparan la posición más baja e
incómoda. Guaman Poma en su cuadro de edades
comparativas de Occidente y los Andes, señala que
la última de ellas, la que correspondería según los
tratadistas medievales a la llegada del Espíritu San-
to y el Juicio Final, coincidirá con el regreso del in-
ca, del cual se hace portavoz.
Luego de la derrota de la resistencia militar in-
caica, los episodios cuzqueños de Manco Inca y la
gesta vilcabambina, una de las primeras manifesta-
ciones mesiánicas fue la del Taqui Onkoy, la cual
denotó una temprana extinción de la religión ofi-
Portada de la Nueva corónica de Guaman Poma de Ayala, cial solar de los incas, pues se acudió a las huacas
siglo XVII. locales.
El Taqui Onkoy constituyó un movimiento me-
siánico de singular importancia, porque al decir de
preocupados como estaban de adueñarse del oro y muchos estudiosos, anuncia el fin de las alianzas es-
la plata del país. tablecidas entre los señores étnicos y la población
Guaman Poma consideraba que el rey de España andina por un lado, y los conquistadores por el
como Monarca del Universo podía ordenar este otro. Dicho movimiento obtuvo hacia 1564 miles de
caos, y a él le presenta su propuesta. Siguiendo las adeptos en las áreas cercanas a Huancavelica y Cuz-
categorías andinas del Hanan y Urin, los españoles co, y sus seguidores pensaban que estaban a punto
reunidos en un grupo y los indios en el otro se or- de entrar en una nueva edad de salud y abundancia,
ganizarían en dos grupos separados y diferentes, pe- la época de las huacas vengadoras. Al movimiento
ro complementarios. La propuesta de nuestro autor se le conoció también como la “enfermedad del bai-
consistía simplemente en “reducir” a los peninsula- le” pues sus seguidores eran poseídos por las hua-
res en las ciudades, lugar natural de la República de cas, algo raro hasta ese entonces, pues en tiempos
Españoles y dejar el espacio rural a los indios, don- anteriores las huacas se relacionaban con objetos
de gobernarían los curacas, con mejor tino y razón inanimados. Los sacerdotes afirmaban: “no se me-
que los conquistadores, no destruyendo a la pobla- tían (las huacas) ya en las piedras, ni en las nubes
ción andina e incrementando enormemente las ga- ni en las fuentes para hablar, sino que se incorpora-
nancias reales. Si bien la mirada de Guaman Poma ban en los indios y los hacían hablar y que tuviesen
es contestataria frente al orden colonial, no propo- las casas barridas y aderezadas para si alguna de las
ne la ruptura del sistema en el cual el autor se en- huacas quisiese posar en ella. Y así fue que hubo
cuentra inmerso (Pease 1992a: 304-316; Ossio muchos indios que temblaban y se revolcaban por
1992: 149-177). el suelo, y otros tiraban de pedradas como endemo-
Detalle que muestra a Diego Sayri Tupac y Felipe Tupac
Amaru. Esta imagen procede del lienzo que ilustra la unión de
la descendencia imperial incaica con la casa de los Loyola y
los Borja. El lienzo está datado en el Cuzco, en 1718, y su
autor es anónimo.

niados, haciendo virajes, y luego reposaban y llega-


ban a él con temor y decían que qué había y sentía
y respondía que la huaca fulana se le había entrado
en el cuerpo”.
La revuelta del Taqui Onkoy también conside-
raba represalias contra algunos indígenas, tanto ha-
tun runas como curacas que supuestamente habían
colaborado con los dioses cristianos, independien-
temente de su fidelidad hacia sus deidades ancestra-
les. A los culpables se les exigía la reforma y la co-
laboración con los taquiongos, que preconizaban la
venida de grandes pestes para los españoles y sus
secuaces, así como el derrumbe del dios invasor. Es
curioso encontrar en todo este fenómeno de regre-
so a las antiguas divinidades muchos elementos
cristianos como las plagas bíblicas, la idea de pose-
sión diabólica y la figura misma del líder llamado
Juan Chocne, quien se hacía acompañar por dos
mujeres llamadas Santa María y Santa María Magda-
lena. Cristóbal de Albornoz se encargó de perseguir
esta idolatría en un proceso que demoró más de tres
años y culminó con el juicio de más de 8 mil indios,
no todos los cuales se arrepintieron.
Recientemente se han puesto en duda algunas el período comprendido entre el final del siglo XVII
líneas interpretativas de este movimiento y los es- y casi toda la siguiente centuria, el mesianismo de-
pecialistas intentan reordenar la información obte- sembocaría en la revalorización de la figura de los
nida. En épocas ligeramente posteriores aparecie- incas y la formación de un “nacionalismo neoinca”,
ron otros movimientos tales como el Moro Onkoy, un movimiento que competía con el proyecto crio-
que se veía asociado a una epidemia de la cual sólo llo en sus dos vertientes, tanto la costeña ilustrada,
se salvarían los reconvertidos a la religiosidad andi- como la serrana más mestiza y andina.
na, y el Yanahuara, otro movimiento surgido en El sentimiento mesiánico se va presentando ca-
aquella localidad arequipeña que estaba relaciona- da vez con más fuerza y en sublevaciones como las
do con los rebrotes de la viruela y el sarampión, de Juan Santos Atahuallpa, en Tarma y la selva cen-
enfermedades que según el predicador de la here- tral –a mediados del siglo XVIII–, adquiere una
jía, sólo podrían curarse volviendo al culto de las composición pluriétnica, con un proyecto político
antiguas huacas locales. de largo alcance. La revuelta termina apagándose
Pero luego del Taqui Onkoy, del Moro Onkoy y tras muchos años de represalias en la región, pero la
del Yanahuara, durante todo el siglo XVII seguirían población piensa que el desaparecido líder no ha
estallando una serie de convulsiones sociales simi- muerto y vive escondido en el mítico reino del Gran
lares, que irían reforzando la idea del regreso inmi- Paititi esperando el momento para regresar o que se
nente del inca. Aunque la razón inmediata de los le- ha elevado a los cielos. Profecías como aquella atri-
vantamientos locales estaba relacionada con los ex- buida a Santa Rosa de que el Perú en 1750 volvería
cesos que en materia de repartos, mitas y tributos a manos de sus legítimos dueños, contribuían a exa-
cometían las autoridades locales, el transfondo que cerbar este sentimiento. Los curacas aprovechaban
los inspiraba era la mítica noción del regreso del esta situación llevando algunas prendas incaicas en
inca y la consecuente reordenación del mundo. En su vestir diario, probando su genealogía en largos
procesos, pintando retratos de sus antepasados y Revueltas como la de Huarochirí en 1750 contarían
presentándose en los grandes eventos –como la pro- con la participación de una elite de mestizos y crio-
cesión del Corpus Christi del Cuzco– totalmente llos, al igual que la ocurrida en el Cuzco en 1780,
ataviados como incas. Los indios del común queda- en la que ocuparían lugares protagónicos el criollo
ban muy impresionados por tal comportamiento y Lorenzo Farfán de los Godos y el indio Bernardo
las autoridades españolas se mostraban recelosas de Pumayauli Tambohuacso. Este movimiento cohe-
la importancia que iba tomando este nacionalismo sionó gran cantidad de poblaciones, razas, grupos
inca. Para la época de Tupac Amaru II y y los Tupac urbanos y rurales, y estuvo vinculado con el proyec-
Catari, el sentimiento había llegado a su máxima to criollo limeño, pues no casualmente Tambohuac-
expresión y la situación parecía propicia para iniciar so fue defendido por José Baquíjano y Carrillo du-
la toma del poder. rante el proceso que se le abrió. Algunos estudiosos
Pero hubo también otros grupos criollos intere- han planteado la hipótesis de que este movimiento
sados en capitalizar la influencia nacionalista. Un neoinca impuso a los criollos la necesidad de con-
caso interesante es el de los Esquivel en el Cuzco, ducir un levantamiento independiente, para no ser
quienes planteaban la desobediencia a los españoles desplazados del gobierno del país por un posible
y el acatamiento de la autoridad de los grupos de triunfo de las masas indígenas (Pease 1992a:312-
poder criollos y mestizos fuertemente andinizados. 329; Ossio 1992: 177 y ss.; Stern 1982: 93 y ss.).

II
LA REPÚBLICA DE ESPAÑOLES

LOS PENINSULARES los andaluces y extremeños sellaría la personalidad


de las sociedades coloniales, estableciéndose fortísi-
La inmigración mos vínculos entre Sevilla y Lima no sólo en el cam-
La política de migración al nuevo continente fue po comercial, sino también en el área de las costum-
claramente establecida desde el primer momento y bres, la forma de hablar, el trazo citadino, y un con-
la entidad encargada de administrarla fue la Casa de junto de pequeñas y casi imperceptibles actitudes.
Contratación de Sevilla, que debía llevar la contabi- Durante el siglo XVI, tras la leyenda de las rique-
lidad y registro de los viajeros a Indias. Pero ni pa- zas incalculables que poseía nuestro territorio con
saron al nuevo continente todos los inscritos en el “ríos de leche y árboles de morcilla, y mucho, mu-
libro de permisos, ni se inscribieron en dicha lista cho oro”, el Perú fue el polo de mayor atracción pa-
todos los que arribaron a América. La cifra de inmi- ra los viajeros peninsulares pues el 36% de los in-
grantes subió de 1 587 viajeros por año para la pri- migrantes a Indias se afincaba en estas tierras. Du-
mera mitad del siglo XVI, a 3 930 viajeros anuales rante la primera mitad del mil quinientos, una am-
para la segunda mitad y 3 865 para los primeros 50 plia mayoría eran andaluces (38%), luego gente de
años del XVII. Céspedes del Castillo estima que la Castilla (26,7%), de Extremadura (14,7%), de León
migración no debió superar los 200 000 individuos (7,6%), y finalmente de Asturias y Galicia (0,85%).
durante el siglo XVI. De este universo habría que A partir de 1550 fue aumentando la proporción de
señalar que un tercio eran andaluces, 28% extreme- gente de Extremadura y Castilla la Vieja, en detri-
ños y de Castilla la Nueva, y un 39% de León y Cas- mento de los andaluces. Sin embargo la anterior
tilla la Vieja. El porcentaje restante correspondería a preponderancia sevillana podría ponerse en entredi-
españoles del norte, judíos y extranjeros como lusi- cho, en la medida en que los considerados como ta-
tanos, genoveses, alemanes, griegos y flamencos les no siempre lo eran, puesto que Sevilla se había
que fueron rápidamente asimilados. La primacía de convertido en una urbe cosmopolita con habitantes
Capilla de Santa Ana en la catedral de Lima, donde yacen los
restos de Nicolás de Ribera el Viejo, conquistador, fundador y
primer alcalde de Lima en 1535, y los de su esposa, doña
Elvira Dávalos Solier.

venidos de todas las regiones de España, y en mu-


chos casos sólo eran residentes temporales que es-
peraban hacerse a la mar. El interés por migrar ha-
cia el Perú disminuiría enormemente con el cambio
de siglo, volviéndose un punto de mayor interés el
virreinato de Nueva España.
El difícil paso a Indias disuadía a muchos pasa-
jeros, pues eran notables las penurias que se sufrían
durante el trayecto, desde los mareos, catarros y di-
senterías, hasta pestes de a bordo, escorbuto y ma-
les generados por la defectuosa alimentación que
conforme se alargaba la travesía se descomponía, se
llenaba de alimañas y se reducía a una nauseabunda
“miga mezclada con gorgojos y mojada en orines de
rata”. A esto se sumaban los peligros del viaje mis-
mo como las tempestades, los naufragios y, en caso
de ganar la costa, la eventualidad de encontrarse
con indios antropófagos. No en vano los viajeros
que llegaban a buen puerto peregrinaban a los tem-
plos o vestían los hábitos según lo prometido en los
momentos de angustia de la travesía.
Pero aun así, muchos seguían llegando a Sevilla
en busca de los medios para cruzar el océano, atraí-
dos por las enormes posibilidades que presentaban
estas tierras, llamados por hermanos, tíos o primos cristiano más próximo. En teoría los judíos conver-
para echar a andar lucrativas empresas, o simple- sos de 1492 sólo podrían pasar a América a partir de
mente animados por los exagerados relatos de los 1692, algo que como veremos se incumplió de muy
veteranos que regresaban a casa. Desde los inicios diversos modos.
del descubrimiento de América se había trazado También eran considerados peligrosos para la
una política de migraciones, que establecía quiénes débil fe de los americanos todos aquellos persegui-
podían realizar la travesía y quiénes estaban absolu- dos y sentenciados por el Santo Oficio, aun cuando
tamente prohibidos de hacerlo. Esta política podía se hubiesen arrepentido y conseguido el perdón y la
endurecerse o ablandarse según se tuviera necesi- reinclusión en el seno de la Iglesia. Los gitanos tam-
dad o no de colonizadores en una región determina- bién fueron impedidos de pasar al nuevo territorio
da. La Casa de Contratación que otorgaba los per- en la medida en que sus errantes costumbres eran
misos evitaba en principio el paso de protestantes, inconvenientes según los criterios eclesiásticos, pe-
judíos, moros, por ser poblaciones que podrían in- ro no siempre se cumplieron las disposiciones ofi-
fluir de manera sumamente negativa sobre los in- ciales. Se sabe que en Lima hubo un grupo grande
dios americanos, absolutamente neófitos en asuntos de ellos a quienes durante mucho tiempo la Au-
de religión cristiana. Tampoco los cristianos nue- diencia intentó deportar sin mayor éxito. Cuando
vos, es decir los árabes y judíos recién convertidos en el siglo XVIII se pretendió enviar grandes pobla-
podrían pasar al Nuevo Mundo, y los españoles só- ciones de gitanos peninsulares a América, los
lo luego de superar la prueba de limpieza de sangre, miembros del Consejo de Indias protestaron enérgi-
según la cual sólo se consideraba como cristiano camente porque no era política de la Corona depor-
viejo a aquel que en cuatro generaciones no tuviera tar minorías ni presidiarios a sus posesiones ultra-
sangre “impura”, o en su defecto que estuviera ale- marinas. Tampoco se quiso enviar revoltosos, vaga-
jado en más de doscientos años de su antepasado no bundos y gente sin oficio bajo el convencimiento de
alemanes que ya constituían una verdadera minoría.
Estos grupos optaron por una rápida hispanización
para integrarse al cuerpo social.
La inmigración de personas originarias de po-
tencias antagónicas de España fue insignificante y
tuvo un papel muy poco representativo en la vida y
cultura de las regiones que los acogieron. Las barre-
ras en estos casos eran sumamente rígidas y sólo se
justificaba la presencia de estos ciudadanos en casos
de necesidad extrema. Aun bajo el gobierno de los
borbones, a los franceses no les fue permitido el in-
greso en cantidades relevantes. Un caso interesante
resulta el de los piratas y marinos ingleses captura-
dos por las flotas virreinales, que luego de un perío-
do de prisión y tras ser convertidos y bautizados se-
gún el catolicismo, pudieron rondar en los sectores
más bajos de la sociedad. Una antigua y difundida
tradición popular asevera que muchos de estos an-
gloparlantes tomaron el apellido de Pichilingue, de-
formación de la frase “speak in English”, es decir
una de las primeras que solían pronunciar.
Los requisitos necesarios para obtener la nacio-
nalización eran muy exigentes, tanto así que en la
época de Carlos V era imprescindible poseer bienes
raíces y residencia fija en la Península y veinte años
de matrimonio con alguna natural del país. Bajo los
soberanos siguientes la política se endurecería aún
Una pareja de nobles españoles a comienzos del siglo XVII. más. Si bien la legislación de inmigración era muy
clara, la realidad podía ser bastante diferente, y era
que esto sólo haría más difícil el gobierno de estos común que los extranjeros o los impedidos de in-
reinos. gresar por otros motivos se enrolaran en la marine-
La Corona tuvo serios reparos en permitir el pa- ría, sobornaran a una autoridad, o compraran a al-
so de extranjeros al nuevo continente, aunque de- gún personaje el “permiso de séquito”, pasando a
bemos señalar que los criterios de nacionalidad América como sus sirvientes. Las mismas autorida-
eran bastante relativos en una época en la que el des flexibilizaron los permisos de inmigración de
imperio español integraba una serie de reinos como los españoles que en épocas de restricción no hu-
Sicilia, Milán, Alemania, Flandes, Portugal, o colo- bieran sido elegibles, sobre todo cuando se ponía en
nias de Grecia. Los portugueses y los italianos se marcha una nueva colonización o se necesitaba gen-
agenciaron sin mayor dificultad los permisos de in- te en algún punto específico de las colonias.
migración, pues se les consideraba más españoles Una gran preocupación de la Casa de Contrata-
que a los propios vascos o catalanes. Los portugue- ción fue la inmigración de las mujeres, casi total-
ses no sólo entraron como marineros a las socieda- mente ausentes en la primera época de la conquis-
des hispanoamericanas, sino principalmente como ta. La Corona bregó duramente para reunirlas con
comerciantes, e inclusive arribaron nobles y perso- sus maridos en Indias, o con potenciales esposos,
nas de alta dignidad provenientes de los mejores li- pero más tarde algunas audiencias como la de Lima
najes lusitanos. Fueron además el único grupo de pidieron a la Casa de Contratación una severidad
clérigos foráneos permitidos en los virreinatos ame- mayor por la gran cantidad de mujeres de “poca
ricanos. Luego de los portugueses, los italianos eran moral y vida licenciosa que se ven en esta plaza”.
los más numerosos, y los griegos eran vistos casi co- Las políticas de inmigración siguieron (como se po-
mo italianos, por los vínculos que las tierras heléni- drá ver más adelante) un curso bastante errático,
cas tenían con las ciudades comerciales del Adriáti- pero hacia finales del XVII se sentía temor en Espa-
co. En el siguiente lugar aparecían los flamencos y ña por la despoblación de algunas regiones metro-
politanas y se intentó frenar el viaje a las co- butos indígenas, según las tasas estableci-
lonias, aunque con pocos resultados. das, a cambio de velar por la protec-
Por mucho tiempo la inmigra- ción y bienestar espiritual de los
ción de los habitantes del norte naturales. En el Perú se esta-
de la Península fue escasa. Sin blecieron unas quinientas
embargo durante el siglo encomiendas, las cuales
XVIII, la figura cambió radi- eran muy grandes en
calmente, cuando aumentó comparación con las
el volumen de inmigrantes otorgadas en Panamá o
de los montes cantábricos y en Chile. Aunque pa-
de las zonas aledañas. La rezca contradictorio,
población de la Península cuanto mayor era el nú-
que pasó de 8 millones en el mero de indios y mayor
siglo XVII a 11 millones en el el grado de civilización
siglo XVIII se concentraba en manifestada, la enco-
el norte, mientras la población mienda podía ser más ex-
del sur se había estancado. La re- tensa.
gión cantábrica (país vasco, de un La encomienda o “reparti-
lado y montañas de Santander y miento de indios”, que tuvo
Asturias del otro) carecía de una una inicial aplicación en Cen-
red adecuada de ciudades que arti- troamérica, fue conferida por
culara el comercio y la economía, y primera vez en el Perú en 1532.
en cambio había muchos pueblos Antes de dirigirse a Cajamarca,
aislados dedicados a la agricultura Pizarro dejó convertidos en
y el pastoreo. Asimismo, la po- encomenderos a un grupo
blación de hidalgos era muy de cansados y enfermos
numerosa entre ellos y tenía hombres de la hueste.
el permiso para trabajar Como en el Consejo
manualmente sin perder Detalle de un mixturero colonial de la colección del Museo de Indias se seguía
tal condición social, pero Pedro de Osma. debatiendo la conve-
ante una amenazante pau- niencia de la implan-
perización muchos de ellos se vieron obligados a sa- tación de estos “repartos de indios”, que podían dar
lir en la búsqueda de nuevas posibilidades. Esta pie a sueños principescos como los de Cortés en
gente venida del norte actuaba con cierta superiori- México, el conquistador del Perú llamó “deposita-
dad frente a los sureños, tanto por la idea de sentir- rios” a los encomenderos, “depósitos” a las enco-
se directores de la reconquista, como por el criterio miendas y “depositados” a los indios. Tal artimaña
de la limpieza de su sangre, de origen visigótico e buscaba ganar tiempo y presionar al referido Conse-
incorrupta de cualquier contacto racial con moros y jo para que ratificara luego la existencia legal de es-
judíos. De este modo pasaron a América para dedi- ta merced, como efectivamente sucedió. Lamenta-
carse al comercio directo y muchos progresaron rá- blemente el temprano honor recibido en Piura por
pidamente por su gran empuje (Céspedes del Casti- los primeros encomenderos, que sólo lograron ma-
llo 1983:181-182; Konetzke 1971:51-62; Busto gras tierras, los privó luego de los privilegios y ri-
1973: 74 y ss.; Lockhart 1982:148-173). quezas que obtuvieron los autores de la victoria so-
bre el inca Atahuallpa. Cada uno de los 170 capto-
LOS ENCOMENDEROS res del monarca nativo tuvo derecho, además del
botín en metales preciosos, a erigirse en encomen-
La encomienda fue una real merced, otorgada a dero de indios en las zonas más ricas e importantes
los conquistadores como recompensa por los va- del antiguo Tahuantinsuyo. Muchos de ellos se vol-
lientes servicios prestados a la Corona en el descu- vieron grandes encomenderos de Lima y Cuzco,
brimiento y toma de posesión de las enormes exten- ocupando puestos en los cabildos, y llegaron a ob-
siones del Nuevo Mundo. Por tal motivo los enco- tener tanto prestigio que sólo les faltó ser nobles,
menderos estaban permitidos de disfrutar de los tri- aun cuando muchos provenían de las filas más ba-
paisanos de Trujillo de Extremadura, los cuales a
pesar de sufrir grandes represalias de parte de la Co-
rona, siguieron teniendo mucha importancia aun
después de 1560.
En tiempos posteriores a la insurrección de
Manco Inca (1536-1537), la encomienda sólo se
concedió a gente muy bien relacionada e importan-
te, especialmente a los nobles que empezaron a lle-
gar al Perú, a los grandes capitanes o a los miem-
bros de los séquitos de altos funcionarios como los
virreyes. Una forma de conseguir la asignación de
uno de estos repartimientos era promover revueltas.
Por ilógico que parezca, volver al bando de la Coro-
na después de una rebelión se premiaba muchas ve-
ces con una encomienda, y si ya se la poseía quizá
podía accederse a una más grande. Cuando el pri-
mer marqués de Cañete empezó a reservar las enco-
miendas únicamente para los nobles que llegaban al
país, el prestigio y esplendor de los encomenderos
llegó a su cumbre. Para poder detener los pedidos
de las siempre inalcanzables encomiendas, se contó
con algunas vacantes, cuya renta era repartida entre
dos o tres conquistadores, logrando de esta forma
entretenerlos momentáneamente.
La preeminencia social en el Perú de mediados
del siglo dieciséis se basaba en la combinación de
varios factores: la antigüedad en el territorio, la
Lorenzo Fernández de Heredia, encomendero de los indios
buena cuna y la educación, aunado todo ello a la
quillacas, uros y acanaques. Ilustración basada en un conducta seguida en las guerras civiles y las relacio-
retrato de 1587. nes con los virreyes. Pero la antigüedad nunca dejó
de ser la principal de todas estas consideraciones.
jas de la sociedad hispánica. Los que estuvieron pre- Los miembros de la administración colonial y sus
sentes en la fundación española del Cuzco también descendientes o parientes cercanos estuvieron en
accedieron a semejante privilegio, oportunidad que principio impedidos de tener indios encomenda-
por cierto no se volvería a presentar nunca más, dos, pero existen evidencias de numerosas excep-
pues a partir de este momento los repartimientos de ciones a la norma, las que a veces fueron patrocina-
indios serían cada vez más escasos y ambicionados. das por la misma Corona. Es el caso de algunos vi-
Algunos participantes de estos momentos iniciales rreyes y muchos oidores.
desecharon la oportunidad de transformarse en en- La encomienda obligaba a su poseedor a satisfa-
comenderos y sintiéndose ricos con lo que ya po- cer una serie de exigencias de la Corona. Era preci-
seían y cansados de tantas aventuras, decidieron re- so mantener gente en casa para defender el territo-
gresar a España a comprar una buena casa y cargo rio, así como tener armas y caballos para servir a los
en el cabildo y llevar una opulenta vejez. Otros, co- mismos fines. El encomendero debía asimismo resi-
mo los comerciantes, no las pidieron porque veían dir en la ciudad más cercana a la localidad de los in-
en la encomienda un obstáculo para sus empresas. dios asignados. La encomienda solventaba no sólo
Los conquistadores de las tempranas horas lleva- las necesidades y dispendios de su titular, sino tam-
ron sobre sí el orgullo y el beneficio de la “antigüe- bién los de un nutrido grupo de allegados, parien-
dad”, criterio de precedencia que llegó a ser tan va- tes, amigos y paisanos, huéspedes, dependientes y
lioso que inclusive ocultaba las jerarquías sociales servidores, que vivían literalmente a expensas del
de la Península. Entre los primeros encomenderos repartimiento. Por lo tanto resultaba de vital impor-
se armaron “banderías” o grupos regionales, como tancia asegurar el mantenimiento de esa encomien-
el conformado por Pizarro entre sus familiares y da en manos del mismo grupo. Privar a un conquis-
tador de su repartimiento significaba dejar sin sus- sía y la sodomía, es decir pecados contra el rey,
tento a todos sus relacionados, así como cambiar el contra Dios o la naturaleza. Para poderla trasmitir
equilibrio de fuerzas entre los distintos grupos de a los herederos se necesitaba de hijos legítimos y
conquistadores. Toda esta multitud de subalternos, puros, pero no fueron pocos los mestizos que la al-
mayormente gente desplazada que encontraba el canzaron. Si la heredera era la esposa, debía casarse
apoyo y la generosidad del encomendero, se aloja- pronto y los allegados del desaparecido esposo in-
ba en la mansión de su protector. La “casa poblada” tentaban unirla con alguien del mismo grupo para
constituía así un elemento capital en el prestigio del no perder la encomienda. Algunas viudas lograron
encomendero, que de este modo intentaba emular a lo largo de cuatro matrimonios validar su calidad
el boato y tren de vida de los grandes nobles espa- de dueñas de la encomienda, de los negocios y de
ñoles. Acompañándose de un gran séquito, donde los bienes del primer esposo, situación favorecida
destacaba un gran número de sirvientes indígenas y por el alto riesgo de muerte que corría la población
esclavos negros, consumaban el sueño de una vida masculina y la relativa tranquilidad de la que goza-
cortesana, con refinamientos como ropa lujosa y ban las mujeres.
muebles finos, inmuebles de alquiler, campos de Generalmente una encomienda con una renta
cultivo y grandes rebaños. El nuevo estatus los lle- menor de mil pesos anuales era considerada mala y
vaba a que se convirtieran en los principales clien- pobre. Cuando aportaba entre 3 mil y 5 mil podía
tes de los comerciantes, y a que se hicieran de car- ser catalogada como medianamente buena. Por en-
gos en los cabildos. Los artesanos y comerciantes cima de los 5 mil pesos se estaba ante una preciada
consideraron durante el siglo XVI que la vida hubie- prebenda. Encomiendas excepcionales eran por
se sido prácticamente imposible sin el nivel de con- ejemplo las del Alto Perú, de las que se podía obte-
sumo de estos opulentos señores, para los cuales ner entre 15 mil y 50 mil pesos al año y por ello los
importaban productos, fabricaban armas, cons- conquistadores eran capaces de iniciar las aventuras
truían casas y ejecutaban labores que a la larga di- más delirantes y atrevidas a fin de hacerlas suyas.
namizaban la economía de las ciudades. Los allega- Pero más allá de los ingresos legítimos que las enco-
dos actuaban como mayordomos, administradores, miendas proveían, era común medrar del tributo in-
empleados y en una serie de otras posiciones que dígena que le correspondía a la Corona, y en deter-
estipulaban la jerarquía social y el buen manejo de minados casos una tercera o cuarta parte del monto
todas sus empresas. obtenido por los encomenderos procedía del mal
El principal asistente del encomendero era el uso de la cantidad aportada por los naturales.
mayordomo, quien debía vivir entre los indios, re- Además, estos enriquecidos señores tenían la
caudar los tributos y supervisar muchas de las acti- posibilidad de dedicarse a otras actividades econó-
vidades que una mano de obra casi gratuita propor- micas denominadas granjerías, como cultivar en las
cionaba. Estos administradores estaban muy bien inmediaciones de sus encomiendas, o dentro de sus
remunerados, aunque su trabajo les impedía acce- linderos, productos muy rentables como la coca y la
der a cargos de más prestigio o a la ansiada enco- caña de azúcar, trabajadas claro está con la mano de
mienda propia. Por debajo de este personaje esta- obra de los indios. También eran comunes como ne-
ban los estancieros, quienes por sueldos muy mo- gocios adicionales la crianza del ganado, la minería,
destos conducían pequeñas chacras entre los indios, la compra de bienes raíces y los préstamos con inte-
pero la rusticidad de su oficio les ganaba el despre- rés, la inversión comercial y artesanal, los obrajes, la
cio de los demás españoles. Sin embargo cuando se construcción de molinos, trapiches e ingenios, el
dedicaban al cultivo de la coca podían comercializar arrieraje, actividades que fueron muy dinámicas po-
su producción, y acumular cierto dinero para luego co antes del seiscientos peruano. El monopolio de
independizarse. la fuerza de trabajo indígena hacía casi imposible
La encomienda tenía pautas muy rígidas para que alguien diferente del encomendero del lugar –o
pasar de mano en mano y trasmitirse de generación sin su consentimiento– pudiera emprender cual-
en generación. En algunos casos fue vendida a altí- quiera de estas tareas. Cuando a fines del siglo XVI
simos precios por gente deseosa de volver a Espa- el corregidor empezó a desplazar al mayordomo
ña, bajo la apariencia de una cesión gratuita ante la tanto en el cobro de los tributos del titular de la en-
prohibición de enajenarla a título oneroso. Sólo se comienda, como en el manejo directo de los indios,
perdía la encomienda por muerte o por graves fal- los encomenderos perdieron mucha de su fuerza y
tas como pueden haber sido la alevosía, la aposta- vieron esfumarse rápidamente su poder.
El decaimiento económico de las encomiendas
sería cada vez más evidente debido al colapso de-
mográfico de la población andina. Grandes dificul-
tades se abatieron sobre sus poseedores y fue difícil
mantener una forma de vida que ellos mismos se
habían autoimpuesto. A partir de ese momento los
encomenderos se dividirían en dos sectores clara-
mente definidos: los que supieron amoldarse a los
nuevos tiempos y buscaron nuevas formas de éxi-
to económico, y aquellos que imposibilitados de
cambiar no tomaron las previsiones necesarias y si-
guieron su curso inexorable hacia la debacle econó-
mica y la oscuridad social. Más temprano que tarde
la ilusión de la perpetuidad de la encomienda se ale-
jó del horizonte cuando la Corona decretó que no
se podría conservar más de dos generaciones o dos
vidas en concesión. Los detractores de la legislación
real se vieron imposibilitados de seguir con la cam-
paña por falta de recursos, circunstancia que se
agudizaba con la muerte repentina de los beneficia-
rios, cuyos deudos quedaban en la inopia. Para evi-
tar tan lastimosa imagen, las autoridades dieron una
serie de normas que impedían el encarcelamiento
de los beneméritos por deudas, hecho que denota la
magnitud de estas situaciones de pobreza extrema,
que ponían en entredicho la propia percepción de
los encomenderos como grupo aristocrático.
Los encomenderos progresivamente vieron erosionado su Pero no todos ellos tuvieron un final tan desas-
poder por la aparición de nuevas y rentables actividades troso. De hecho, muchos utilizaron la encomienda
económicas y por las políticas del Estado español. como un medio para poder acceder a una serie de
otras actividades empresariales en la agricultura, la
Los reclamos del obispo de Chiapas, Bartolomé minería y el comercio, y teniendo muy clara con-
de las Casas, sensibilizaron a los encomenderos, ciencia de ello continuaron realizando alianzas y
quienes en algunos casos durante el período llama- concertando intereses con otros sectores privilegia-
do de la “Restitución”, testaron en favor de conven- dos a través de uniones matrimoniales, solicitando
tos o de comunidades de indios, tratando de repa- mercedes a la Corona y prórrogas en el disfrute de
rar de esta manera los abusos que habían cometido, sus repartimientos de indios. Porque aun cuando
en la esperanza de recibir el perdón para sus almas. una encomienda podía dar una renta muy pequeña,
Testaba así un encomendero: Yo les tengo (a los in- otorgaba prestigio y alcurnia que muchos supieron
dios de su repartimiento) “como si fuesen mis hijos, capitalizar adecuadamente, incrementando sus in-
que me han ayudado a tener que comer, y como di- gresos y vinculándose por distintos medios con gru-
go, yo los relevo de tributos y de todo lo demás que pos de menor linaje y antigüedad en el país, pero
puedo y si Dios me da vida, les tengo que dejar li- con mejor posición económica o influencia en el
bres de tributo cuando yo muera, que el que los lle- gobierno. Pero indudablemente aquellos que pudie-
vare no los maltrate por los tributos. Paréceme que ron darse cuanta de esta realidad en la que estaban
dirán allá que eso que doy a los indios que fuera inmersos fueron pocos, y muchos otros siguieron
mejor darlo a mis parientes. A estos hijos debo que envanecidos en su papel de beneméritos hasta que
me han servido treinta y tantos años, y es deudora la bancarrota final los hizo desaparecer socialmente.
de vida y si no la diese irme es al infierno. Y a mis Esta situación se haría sentir en los cabildos, que
parientes estoy obligado a hacer lo que pudiese por muchas veces obligaron a los encomenderos a dejar
ellos, pero si no lo hiciese no me iría al infierno por algunos cargos en favor de los demás pobladores de
ello”. las ciudades. No es casual que en 1650, cuando un
gran terremoto destruyó el Cuzco, la política re- lo que muchas veces estas grandes riquezas sólo sir-
constructiva propiciada por la Corona no hiciera vieron para regresar a la sociedad española, donde
ningún distingo entre los encomenderos y el resto oficiaban de cabeza del cuerpo social. Lockhart con-
de la población (Puente Brunke 1992: 243-300; sidera que la conciencia de preeminencia de este
Lockhart 1982: 40-47). grupo era tan fuerte que estos personajes carentes
de encomienda eran vistos como sujetos altamente
LOS NOBLES peligrosos por los desmanes y revueltas que podían
organizar para obtenerla, debido al prestigio del que
Los miembros del grupo conquistador que parti- gozaban entre grandes grupos de españoles. Un ca-
cipó en los sucesos de Cajamarca y Cuzco pertene- mino más pacífico para obtener el ansiado reparti-
cían principalmente al sector de villanos e hidalgos, miento de indios era el del matrimonio con la hija
es decir a los grupos bajo y medio de la sociedad es- de algún encomendero, quien deseoso de relacionar
pañola. Recordemos que los hidalgos eran nume- su familia con un vástago de noble familia peninsu-
rosísimos y conformaban una tercera parte de los lar no vacilaba en dotar a su hija espléndidamente.
habitantes de la España del renacimiento. Pero la nobleza no se detenía bruscamente en
Los nobles, contrariamente a lo que se piensa, aquellos que detentaban el título de “don”, pues
llegaron relativamente rápido al territorio que se es- también había parientes y allegados que intentaban
taba conquistando. Si bien no estuvieron presentes hacerse acreedores de semejantes derechos. Duran-
los grandes duques y condes de la alta nobleza, hu- te el virreinato una serie de personas pertenecientes
bo una buena cantidad de gente que tenía derecho al entorno de la nobleza carecía de títulos pero
al uso del tratamiento de “don”. Estar en la posibi- contaba con mucho poder. Los familiares de los al-
lidad de anteponer la palabra “don” al nombre, sig- tos funcionarios de la administración central, y es-
nificaba en aquellos años pertenecer indudablemen- pecialmente del Consejo de Indias, estaban cerca-
te a estas casas nobles y prácticamente todos los que namente entrelazados con la nobleza, llegando en
utilizaron tal nominativo eran hijos, nietos o sobri- muchos casos a constituir casi un mismo estamento
nos de algún señor feudal. Debemos añadir que los a través de las políticas matrimoniales. Las relacio-
conquistadores exitosos fueron muy reticentes a nes con este grupo constituían también una ventaja
apropiarse de títulos de manera indebida, aunque muy importante para la obtención de altos cargos y
sus descendientes perdieron muchos de estos escrú- mercedes en la colonia. Un nivel menor de nobleza
pulos y originaron hacia fines del siglo XVI un con- era la pertenencia a las diversas órdenes de caballe-
tinuo deterioro de tales símbolos de prestigio. ría como las de Alcántara, Calatrava, Montesa, y es-
Los primeros nobles vinieron acompañando a la pecialmente la más reconocida y prestigiosa de San-
expedición de Alvarado, siendo en muchos casos tiago. Todo este grupo en continuo crecimiento al-
prestigiosos personajes salidos de las cortes del du- canzaría un medio adecuado de desenvolvimiento
que de Medina-Sidonia o del conde de Feria, y fue- al crearse una verdadera corte virreinal en el Perú
ron desplazando a los demás conquistadores en la (Lockhart 1982: 48-66).
obtención de encomiendas y altos cargos, ejercien-
do capitanías o la representación del gobernador y LA BUROCRACIA
la corte real. La nobleza obraría como criterio cen-
tral de estratificación social, aunque la antigüedad A partir de las Leyes Nuevas promulgadas en
en la posesión de la tierra aportaba algunas ventajas. 1542, la burocracia conformó un grupo creciente,
Hacia 1550 las figuras más prestigiadas del Nuevo cada vez con más prestancia y poder. Para los secto-
Mundo combinaban la antigüedad con la buena cu- res medios urbanos, el funcionariado colonial ofi-
na y educación. ciaba de meta de ascenso social, especialmente en la
Los nobles buscaban como los demás hombres capital y en las ciudades más importantes, donde se
que habitaban el Perú de esa época, encarnar el empezó a reclutar, con el fin de ocupar puestos, a
ideal señorial, es decir poseer “casa poblada”, gana- los inmigrados de Europa e inicialmente a un grupo
dos y tierras, sirvientes esclavos y dependientes, bastante pequeño de titulados en las flamantes uni-
formar parte del cabildo y vestir ropa fina. Pero a di- versidades de las Indias. Conforme decaía el poder
ferencia de los demás niveles de la sociedad, prefe- de los encomenderos y la Corona triunfaba en su in-
rían conseguir estas preeminencias en la propia Pe- tento de evitar el fortalecimiento de los grupos au-
nínsula, cerca de la corte en Valladolid o Sevilla, por tónomos en Indias, la administración iba adquirien-
Interior de la casa limeña de Jerónimo de Aliaga, principal escribano durante la expedición pizarrista, quien estuviera en
Cajamarca durante la captura del inca Atahualpa.

do una influencia social cada vez más fuerte. La Co- de mercedes y privilegios. El resultado de esta polí-
rona, que pretendía controlar todos los aspectos de tica determinó que los sectores principales de la so-
la vida colonial, iba creando más y más cargos ocu- ciedad dirigieran sus esfuerzos y esperanzas hacia la
pados por los paniaguados y validos de los virreyes. captura de posiciones resaltantes en la administra-
Éstos distribuían muchos de esos puestos como ción. Esta burocracia distribuía a su vez cargos me-
prebendas, logrando el objetivo de establecer a los nores y otorgaba recompensas, premios y castigos,
advenedizos en los nuevos territorios. según fuera el caso. La reglamentación fue especial-
A finales del siglo XVI disminuyó notablemente mente estricta y las normas que debían seguir estos
el número de los recursos presentados por los par- funcionarios bastante extensa. Sin embargo las pe-
ticulares pidiendo que se les asignara encomiendas nas eran tan severas que, de cumplirse, los virreyes
o cargos como “Gentiles Hombres de Lanzas y Ar- y oidores hubieran sido vistos como sujetos absolu-
cabuces”. En cambio se pide cada vez con mayor tamente asociales y desligados del mundo que de-
frecuencia el otorgamiento de funciones públicas, bían gobernar.
que no sólo abarcaban la administración del Estado Limitaciones a los matrimonios entre los miem-
sino también la dirección de ciertas actividades ex- bros de la burocracia (o sus hijos y parientes) con la
tractivas como la minería, “expropiada” en favor de gente de la región, prohibiciones de alternar y esta-
la Corona. La monarquía había triunfado en su co- blecer alianzas y empresas con sus vecinos y gober-
metido de convertirse en la única fuerza otorgadora nados fueron habitualmente desatendidas y aun ex-
presamente contraria- día mantener atendi-
das por estos funcio- dos los diversos inte-
narios, cuyas actitu- reses en pugna. En-
des –en más de un ca- tonces actuará como
so– rayaron en la ve- intermediario –y sabrá
nalidad y la corrupte- sacar partido de ello–
la, en el nepotismo y en los conflictos de es-
en el tráfico de in- tas diversas comuni-
fluencias. Su acerca- dades, en alianzas y
miento a los grupos oposiciones siempre
de poder criollos, sus cambiantes. Este juego
negocios e inclusive sutil de influencias e
la inversión en tran- intereses restó lógica-
sacciones indebidas mente eficiencia a la
de fondos reales que burocracia real, ya
Calesa de un oidor de la Real Audiencia de Lima.
debían mantenerse in- que el mismo fenóme-
tocados, incrementa- no se repetía de mane-
ron las arcas personales de estos funcionarios, ago- ra bastante similar en los cargos inferiores (Pease
biadas por el retraso y la depreciación de los suel- 1992a: 270-271; Céspedes del Castillo 1983: 108,
dos oficiales. Esta práctica –que se vio acompañada 211, 250-252).
por la venta de cargos– hizo pensar a la gente que
los puestos públicos, lejos de ser un servicio a la LOS PROFESIONALES
Corona y al Estado, eran un botín o una cantera ina-
gotable de recursos. Después de comprar el cargo se Los profesionales se dividían en tres grupos cla-
podía recobrar lo invertido, vendiendo a su vez nue- ramente diferenciados: los hombres de Iglesia, los
vas posiciones en la escalera burocrática, con gran graduados en Leyes y Medicina y los escribanos y
utilidad y ganancia. Los antiguos y probos funcio- secretarios. El clero tanto regular como secular y los
narios de carrera empezaron así a perder sus idea- “letrados” o abogados y los “físicos” o médicos, ade-
les al ver que un buen grupo de los administradores más de pasar fácilmente de una profesión a otra, se
recién llegados terminaban boyantes su período de diferenciaban de escribanos y secretarios por sus es-
tres o cinco años en el servicio estatal. tudios universitarios, ya que éstos habían aprendi-
Entre 1620 y 1750 no hubo cambios de relieve do su profesión en medio del trabajo cotidiano. Sin
en el sistema administrativo indiano, salvo el au- embargo los curas, letrados y escribanos que eran
mento constante del número de funcionarios. Pero mayoritariamente andaluces o extremeños, se en-
en la medida en que el poder criollo se fue afianzan- contraban profundamente unidos por su formulis-
do, las altas autoridades empezaron a percibir que mo y legalismo.
sus decisiones gubernativas se iban convirtiendo en Los eclesiásticos seculares y los frailes o regula-
meras funciones de intermediación. Si en el siglo res participaron en la conquista desde los primeros
XVI el virrey hacía cumplir las órdenes del rey, sal- momentos y fueron contratados por los encomen-
vo que considerara imprudente su aplicación, en la deros para adoctrinar a los indios, incorporándolos
siguiente centuria frecuentemente encontró inapli- a su séquito y otorgándoles inclusive una parte del
cables las leyes, porque la Metrópoli no entendía tributo de la encomienda. Sin embargo esta gente
adecuadamente la situación colonial. El virrey era tan bien preparada difícilmente se acostumbraba a
cada vez menos obedecido y los cientos de funcio- una tarea tan laboriosa y sacrificada, sabiendo que
narios que habían adquirido los oficios vendidos, habían realizado estudios superiores que les permi-
retardaban, adecuaban, desoían, malinterpretaban e tían ocupar cargos más importantes en las sociedad.
incumplían sus decretos de acuerdo a la convenien- Las tareas evangelizadoras se consideraron habi-
cia de los grupos de interés, por lo cual el represen- tualmente como un momento transitorio en la vida
tante del rey se veía en la necesidad de adecuar las de los religiosos. Los sacerdotes seculares o “abates”
leyes no sólo respondiendo a la conveniencia de la tenían mucho mayor libertad y podían ocuparse de
Corona, sino a los designios y presiones del poder diversos asuntos e inclusive procurarse su sustento
local. Sólo con mucho esfuerzo un virrey sagaz po- diario. Se sabe que muchos se dedicaron a variados
negocios e hicieron grandes fortunas ganando fama prohibiciones que buscaban evitar la proliferación
de mercachifles, pero debido al creciente despresti- de juicios. Sin embargo pudieron burlar estas dispo-
gio que esta actividad generaba aprendieron a ser siciones señalando que desempeñarían ocupaciones
más discretos. Al igual que los frailes, terminaron diferentes, por lo que pronto abundaron. Mientras
atendiendo su manutención gracias a posesiones que el trabajo litigante en los tribunales era propio
comunales de tierras, bienes raíces y encomiendas. de los abogados de menor jerarquía profesional y
También fue común que ubicaran a sus familias en social, los más poderosos alternaban con encomen-
sectores pudientes de la sociedad, trayendo herma- deros y otros prominentes personajes en los corre-
nas y otros parientes para casarlos con prominentes gimientos de españoles y tenían como meta alcan-
personajes locales o sus respectivos allegados. Ob- zar la dignidad de oidores.
tener un curato representaba para un eclesiástico al- La jerarquía social de los médicos era algo me-
go tan ansiado e inalcanzable como una encomien- nor, pero algunos llegaron a obtener muy altas po-
da para los laicos, por lo que tuvieron que confor- siciones. Sus posibilidades de trabajo se ampliaron
marse con parroquias o con canonjías, luego de de- notablemente con la fundación de numerosos hos-
sempeñarse como miembros del séquito de algún pitales a lo largo del país y la aureola de neutralidad
obispo. Los frailes estaban sujetos a un mayor con- que cultivaban, incluso durante las guerras civiles.
trol, aunque en algunas órdenes la disciplina, obe- Con el establecimiento de la universidad, estas ca-
diencia y austeridad se irían descomponiendo en los rreras adquirieron las características de un seguro
siglos siguientes, tras las pugnas conventuales entre de vida que los padres les legaban a los hijos segun-
criollos y peninsulares. La falta de verdadera voca- dones y era considerado como un privilegio seme-
ción en algunos y la relajación moral de la que die- jante a ingresar a un convento. La universidad y sus
ron testimonio viajeros como Antonio de Ulloa y graduados se acriollaron rápidamente y de sus can-
Jorge Juan –en sus Noticias secretas de América en el teras salieron los más conspicuos miembros del
siglo XVIII–, son prueba elocuente de ello. Al bando de los españoles americanos.
interior de los conventos los hermanos Los escribanos tenían una posición
legos realizaban las tareas más senci- subordinada, aunque ganaron mucho
llas y humildes, mientras los frailes prestigio, respeto y honorabilidad
ordenados cumplían con las di- por el dominio de la lengua escrita,
versas misiones asignadas por en un mundo donde ésta tenía
sus superiores y eran frecuen- mucha importancia y no mu-
temente trasladados según la chos la dominaban. En conse-
necesidad de la orden. Algu- cuencia, sus funciones eran
nos llegarían a ocupar los vitales para el legalista y bu-
altos cargos directivos del rocrático mundo español.
clero secular en las dióce- Surgidos de grupos bastante
sis y arzobispados. bajos y educados mediante
Tanto la carrera legal el sistema de aprendices, era
dividida en derecho civil y profesión muchas veces he-
canónico, como la médica, reditaria. Lograban con el
obligaban a los estudiantes tiempo asumir labores de go-
a pasar por varios grados y bierno, como secretarios de
títulos como el bachillerato, las máximas autoridades y ofi-
la licenciatura y el doctorado, ciales de cargos intermedios.
que otorgaban un gran presti- Así mismo representaban a cier-
gio y formaban parte integrante tos grupos específicos y hasta los
e inamovible del nombre de las cabildos los nombraron como sus
personas. Los abogados litigantes, procuradores ante las distintos nive-
algunos de los cuales ostenta- les administrativos, estable-
ban el ansiado doctorado en ciendo notarías que rendían
Tomás de Avendaño (1587-1674), profesor de
Utroque Jure o en ambos dere- Derecho en la Universidad de San Marcos de
importantes dividendos
chos, no podían pasar al Pe- Lima y abogado reconocido en la primera (Lockhart 1982: 66 y ss.; 84-
rú por una serie de tempranas mitad del siglo XVII. 100).
LOS HACENDADOS

Los hacendados tuvieron un origen


variado. Generalmente cuando se fun-
daba una ciudad, se repartían las tie-
rras aledañas para diferentes usos: las
áreas comunales servían de ejido y de-
hesa, los montes se utilizaban como
matadero, pastizales y lugar de acopio
de la leña, las tierras de indios –inicial-
mente respetadas– pasaban a las re-
ducciones y los baldíos, diferenciados
en peonías y caballerías, se asignaron
proporcionalmente entre los conquis-
Plano de la casa-hacienda de Piccho en el Cuzco, siglo XVIII.
tadores de infantería y el doble para
los de a caballo. Estas tierras surgidas
de los baldíos se convertirían con el correr de los del virreinato, que aspiraban a tener lo que ni ellos
años en chácaras y predios campestres sometidos a ni sus familias habían poseído en la Península, y a
un sistema de propiedad intermedia y trabajados la búsqueda de un ideal de vida rentista con ciertos
con el concurso de los indios de los repartimientos matices aristocráticos. Finalmente este grupo pudo
cercanos. afianzarse mediante el sistema de patronaje y clien-
Al agotarse las tierras perimetrales de las ciuda- tela, según el cual la bonanza o las carencias de las
des, los cabildos pidieron una ampliación de su zo- haciendas afectaban los diversos niveles del cuerpo
na de influencia, pasando a ocupar tierras vacantes, social. La alta estimación social que terminó ro-
pertenecientes a la Corona y campos de los indios. deando a los hacendados supo ser capitalizada por
De este modo se asignaron muchas tierras a los nue- medio de dotes y alianzas matrimoniales con los
vos pobladores, especialmente si tenían vínculos cuantiosos capitales producidos por la minería y el
con las autoridades ediles o metropolitanas, y de comercio (Céspedes del Castillo 1983: 210).
hecho muchos allegados y miembros del séquito de
los altos funcionarios se apropiaron de grandes ex- LOS MERCADERES Y COMERCIANTES
tensiones, que les sirvieron como capital inicial pa-
ra realizar los matrimonios con miembros del grupo En los primeros años del asentamiento español
criollo más encumbrado, lo que los engarzaría en la en el Perú, prácticamente toda la población se dedi-
floreciente sociedad colonial. Otra vía para conse- caba a la venta de diversos bienes, los que reporta-
guir estas tierras fue el pago de su valor a la real ha- ban grandes utilidades. Sin embargo, había gente
cienda o la compra de la “licencia de composición” especializada y dedicada a tiempo completo a tal ac-
de las tierras injustamente expropiadas a los indios tividad y las oportunidades abiertas en los nuevos
por parte de mineros, mercaderes y encomenderos. territorios permitieron a los mercaderes llegar a for-
De esta manera muchas pequeñas y medianas mar sólidas fortunas. Pero el dinero no siempre les
propiedades empezaron a crecer y a transformarse brindaba el acceso a las altas esferas y a la catego-
en latifundios, y la no muy honorable ocupación de ría de encomenderos, y su profesión los situaba en-
hacendado comenzó a ganar un indudable estatus a tre los hidalgos y los artesanos. Pertenecientes gene-
pesar del bajo rendimiento de la propiedad agraria, ralmente a familias españolas de mercaderes, co-
cuya renta no sobrepasaba el 6% anual. El escaso merciaban con “telas”, como en aquellos tiempos se
número de antiguos encomenderos y beneméritos llamaba a sus embarques de vino, aceite, conservas,
en el grupo terrateniente y la gran cantidad de indi- naipes, libros, hierro, herraduras, herramientas, al-
viduos pertenecientes a grupos “nuevos y advenedi- fombras, arcones, esclavos y ganado. Estos hijos de
zos” restaron prestigio en los primeros momentos Mercurio extrajeron mucho oro del Perú, llegando a
al grupo de los hacendados. Pero posteriormente desdeñar encomiendas en las épocas de los episo-
hubo un cambio de percepción, debido a profundos dios heroicos de Cajamarca y el Cuzco, porque
motivos psicológicos, derivados de la antigua ex- ello les hubiera impedido continuar con sus lu-
tracción campesina de muchos de los pobladores crativas actividades.
Los mercaderes de mediados del siglo XVI co- los “tratantes” o comerciantes que compraban en la
menzaron a ser más formales y especializados que capital y vendían en el interior del territorio merca-
los de momentos iniciales de la conquista y funda- derías denominadas “misceláneas” y “bagatelas”.
ron compañías o asociaciones, tal como se venía ha- Todos ellos pululaban en el amplio espacio mercan-
ciendo en la Península desde las épocas medievales. til peruano, espacio tan amplio que no pudo ser
Las más grandes de estas empresas tenían un socio monopolizado por ninguno de los grandes empresa-
principal e inversionista avecindado en Sevilla, rios, ni siquiera inicialmente por los poderosísimos
mientras que los secundarios hacían de agentes en Pizarro. Aun cuando eran migrantes, muchos echa-
Panamá y Lima, y les vendían a otros que compra- ron raíces en el Perú, y cuando las circunstancias
ban en Panamá para mercadear en Lima o en Lima los forzaban a dejar el país se mantenían fuertemen-
para comerciar en las zonas interiores del territorio. te unidos con los parientes cercanos, a los que en-
Para extender y afirmar el negocio, las compañías comendaban el mantenimiento de sus intereses co-
más importantes adquirieron los medios de trans- merciales en el país.
porte necesarios, es decir las naves y las recuas de En el mundo comercial de la época, Sevilla no
mulas con las cuales trasladaban la mercadería. Co- podía desligarse de Lima, y las generaciones sucesi-
mo consecuencia de la inseguridad reinante, guar- vas de un mismo grupo comercial mantuvieron
daban ellos mismos sus caudales, actuando indirec- contactos con el país durante muchos años. En el
tamente como bancos. Evitaban trasladar efectivo, siglo XVI el mecanismo normal de relación comer-
prefiriendo endosar obligaciones a otros mercade- cial entre ambas ciudades funcionaba en base al hi-
res, repitiéndose varias veces este proceso sobre una jo joven de un mercader sevillano, que pasaba al Pe-
misma deuda. Tampoco les interesaba congelar los rú a ayudar a un tío mercader. Luego, al morir el pa-
capitales en bienes raíces, a no ser que fuera indis- dre, el tío lo reemplazaba en Sevilla y el sobrino to-
pensable para mayores créditos. Menos aún vincu- maba el cargo del tío en Lima, al tiempo que llama-
laban sus bienes con mayorazgos, prefiriendo hacer ba a otro sobrino o pariente joven a trabajar con él.
circular los capitales con la mayor fluidez posible. El comerciante afincado en Los Reyes sabía que de-
Para aumentar la confiabilidad de los socios meno- bía preparar al sobrino para que al morir el tío radi-
res y agentes gustaban de casarlos con sus hijas cado en Sevilla, pudiera hacerse cargo de la plaza li-
creando mayores vínculos y guardando la dote a meña dejando a buen recaudo sus intereses. Y así el
manera de garantía. La imagen social de los merca- proceso se repetía una y otra vez. Pero en el siglo
deres empezó siendo mala, por los prejuicios me- XVII, debido al estancamiento peninsular y a las
dievales en contra del comercio, el préstamo con in- grandes posibilidades que brindaba América, todos
terés y la usura, los judíos y el contacto con el “vil prefirieron quedarse en Lima, iniciando el proceso
metal”. Pero al pasar el tiempo, el lujo y el poder de de acriollamiento. Estos comerciantes utilizaban el
los grandes comerciantes incidieron en un cambio matrimonio como un medio para el ascenso social,
de apreciación. En 1613 se fundó el Tribunal del casando a sus hijas con gobernantes o nuevos espa-
Consulado, lo que les ayudó a ganar definitivamen- ñoles. En otros casos entroncaban con alguna anti-
te el respeto social, convirtiéndose esta institución gua familia criolla de abolengo, lo que les abría una
en un útil instrumento de presión económica. serie de relaciones en el ámbito colonial.
Los mercaderes En el siglo XVIII la
seiscientistas podían categoría de comer-
ser profesionales con ciante sólo definía a
grandes vinculaciones aquel que vendía la
con las casas de Sevi- mercadería sin añadir-
lla. Luego se ubicaban le valor alguno. Dichos
los empresarios que no comerciantes podían
eran propiamente mer- ser de diversas clases:
caderes sino goberna- cajoneros, tenderos,
dores y legistas, y al fi- buhoneros (minoris-
nal de la escala del co- tas), e importadores en
mercio estaban los gran escala. Eran con-
mercaderes desvincu- siderados como verda-
lados y de poca monta, Un grabado del siglo XVII que muestra a la ciudad de Sevilla. deros mercaderes
aquellos que se arriesgaban a la navegación y po- local, al minero y al hacendado. El corregidor tam-
seían tienda. En la misma centuria conformaron un bién entraba en el juego comercial, vendiendo com-
patriciado, que antes de oponerse a la nobleza ter- pulsivamente bagatelas a los indios mediante el “re-
minó interrelacionándose con ella. En el mundo parto mercantil”, en contraprestación por los adeu-
hispanoperuano tardío se podría dividir su activi- dos contraídos y las ayudas recibidas para obtener
dad en tres rubros: los almaceneros –aquellos que el cargo. Por otro lado los comerciantes afincados
compraban las mercaderías a las flotas de ultra- en Lima desarticularon lentamente el monopolio de
mar–, los comerciantes capitalinos con tiendas y los las grandes casas mercantiles de la Península, al in-
que vendían la mercadería en las provincias. vertir en España y entrar en contacto directo con los
En Lima, la gran mayoría de los comerciantes comerciantes extranjeros, evitando la intervención
dieciochescos era de origen vasco o montañés, de los intermediarios de Sevilla (Mazzeo 1994: 66 y
mientras que sólo siete de los veintiocho cargos de ss.; Céspedes del Castillo 1983: 208 y ss.; Lockhart
priores y cónsules del Tribunal del Consulado eran 1982: 100-124).
ocupados por criollos. Generalmente se designaba a
uno de los miembros menores de la familia para LOS MINEROS
continuar el negocio mientras los demás hijos se
convertían en propietarios y rentistas o seguían una La minería estuvo inicialmente en manos de los
carrera profesional, eclesiástica o militar, tratando omnipresentes encomenderos, aun cuando éstos
de conseguir el ascenso y encumbramiento familiar. debieron recurrir a un grupo de ingeniosos perso-
Este proceso puede visualizarse luego de un recorri- najes más o menos tecnificados denominados “bus-
do que comenzaba con el abuelo vendiendo tras un cones” o “cateadores”, aficionados que tan pronto
mostrador y terminaba con un nieto con título de hacían de huaqueros como de exploradores de yaci-
nobleza comprado a la Corona, o al menos pertene- mientos mineros. Luego llegaron mineros más ins-
ciente a una orden militar. Desde épocas muy tem- truidos y preparados, expertos en fundición, ensayo
pranas se dedicaban a dar préstamos, guardar dine- y herrería, dedicados principalmente a dirigir la ex-
ro, actuar como mayordomos de cofradías, ofician- tracción, la construcción de los hornos de fundición
do como verdaderos bancos, lo que no los libró en y el “marcado” del metal. Dichos individuos eran
casos extremos de estrepitosas quiebras. Mediante casi siempre flamencos o griegos y no dejaron de
estos recursos controlaban a los comerciantes me- ser, mientras se mantuvieron en su profesión, per-
nores e inclusive a los artesanos que depen- sonajes oscuros dentro de la sociedad hispa-
dían enormemente de estas inyeccio- noperuana. Los buscones señalaban la
nes monetarias para ampliar sus presencia del filón y como recom-
negocios y realizar las compras pensa se les permitía quedarse
de mercaderías. con la veta principal. El cabil-
La red de vinculaciones do repartía el resto del yaci-
y la diversificación de ac- miento entre los encomen-
tividades era muy grande deros y los demás veci-
y sus relaciones podían nos, hasta donde alcan-
llegar a atravesar enor- zara. Los encomenderos
mes distancias, ramifi- ponían la mina en ma-
cándose tanto hacia los nos de sus parientes o
sectores más deprimi- allegados o contrataban
dos y explotados del un minero, considerán-
interior del ámbito an- dolo de manera seme-
dino, como hacia los jante a un mayordomo y
fluctuantes mercados aprovechaban los recur-
metropolitanos e interna-
cionales. Generalmente el
La plata fue profusamente
gran mercader vendía al co-
utilizada en el arte colonial tanto
merciante itinerante y corre- para usos religiosos como profanos; en
dor, quien transfería los produc- la imagen se aprecia una máscara hecha
tos al arriero y de allí al comerciante con este metal.
La villa de Huancavelica
en el siglo XIX; los
yacimientos mineros de
esta ciudad eran los
principales abastecedores
del mercurio (azogue)
utilizado en el Perú
colonial.

sos e indios de la encomienda para la extracción. sonreía a la empresa, el mercader podía crecer
Pero los altos costos y la necesidad de un mayor enormemente mientras que el minero intentaba
dominio técnico obligaban en muchas ocasiones a trasladarse a actividades más seguras, especialmen-
asociarse y formar compañías entre mineros (que te la agricultura o el comercio, sentándose la norma
ponían el trabajo y la experiencia), mercaderes (que de que el minero rico dejaba la actividad, menosca-
aportaban capitales y esclavos negros) y encomen- bando el prestigio de la profesión.
deros (que daban provisiones y mano de obra indí- El Estado incentivó la minería con leyes favora-
gena). A la larga el minero asumía la dirección de bles, con estancos de la sal y el azogue, estipulando
la compañía, pero distaba mucho de ser el principal muy bajos precios para la mano de obra, los produc-
beneficiado, lo que redundó en su baja estima- tos agroindustriales y controlando las tarifas. Pero
ción social. las medidas beneficiaban más a los mercaderes y so-
La actividad minera dependía de los grandes ca- cios capitalistas que a los mineros. Sin embargo hu-
pitales que generalmente sólo podían ser suminis- bo algunos ricos mineros que llegaron a ejercer un
trados por los mercaderes, quienes volvían a dispo- poder muy importante en todos los niveles de la so-
ner de toda su liquidez una vez concluidas las fe- ciedad, pudiendo inclusive entrar en componendas
rias comerciales, que se realizaban a la lle- con los miembros de la Audiencia, como
gada de los galeones. Los capitales que sucedió con los hermanos Salcedo, due-
quedaban inactivos hasta el siguien- ños de las muy ricas minas de Laica-
te año eran prestados a los mine- cota, de quienes se decía “que no ha-
ros en dinero y provisiones. Es- bía quien no les debiese favor algu-
tos últimos trabajaban las mi- no” (Lockhart 1982: 40 y ss.; Cés-
nas con este capital mercantil pedes del Castillo 1983: 207-208).
y extraían enormes cantida-
des de plata, devolviéndolo LOS ARTESANOS
luego con enormes ganancias
para la temporada de las ferias Si bien el comercio modeló mu-
comerciales. Los riesgos eran chos de los aspectos de la nueva for-
asumidos por el minero pues si ma de vida de la población peruana,
no producía lo previsto se arrui- otras muchas necesidades tuvieron
naba, mientras que para el merca- que ser satisfechas en el lugar. Una le-
der era sólo un mal año. Si el éxito gión de pequeños productores se esta-
bleció en los diversos puntos del territo-
Canastilla de plata, Ayacucho, siglo XVIII. rio, demandando materias primas que se
Puerta del tabernáculo con armazón de madera y cubierta en
plata, Cuzco, 1749. El gremio de los plateros en el Cuzco se
agrupaba bajo la advocación de San Blas.

pecialización existente en España. Muchos en estas


tierras ocupaban la categoría de maestros cuando
no hubieran pasado de aprendices en su tierra natal.
Los artesanos provenían de diversas zonas de Es-
paña, y el primer paso para establecerse en Lima o
en las demás ciudades del virreinato consistía en
entrar en un taller ya establecido como ayudante o
trabajar para un encomendero durante las primeras
décadas del establecimiento español, aunque más
tarde fuera común que se laborara para un minero o
un hacendado. Luego de hacer algunos ahorros el
artesano podía abrir su propia tienda-taller, agru-
pándose de acuerdo al oficio en las distintas zonas
de la ciudad, por lo que algunas calles tomaron el
nombre de los artesanos o los gremios que las ocu-
paban: espaderos, petateros, plumeros… Si el nego-
cio prosperaba se tenía la alternativa de comprar es-
clavos entrenados o por entrenar y obtener ganan-
cias adicionales vendiéndolos como fuerza de traba-
jo tecnificada. El sistema gremial de
ayudantes y aprendices también prospe-
ró en la colonia y pronto muchachos
criollos entraron a prepararse en las
ramas de mayores perspectivas co-
mo la platería, la cirugía y la farma-
traían de España y que sólo encontraban copea, mientras que mestizos e in-
su acabado final tras la intervención dígenas se ocuparon de otras me-
de los artesanos. Se considera nos valoradas.
que una cuarta parte de la po- También se establecie-
blación española se dedi- ron compañías y asocia-
caba al menos parcialmente a ciones para manejar
esta actividad durante el si- grandes empresas y ha-
glo XVI y una décima parte cer compras de insumos
lo hacía permanentemente. al por mayor. A los arte-
Rápidamente se desarrolló sanos sin éxito los ame-
una amplia gama de oficios nazaba una vida errante
comenzando por los nume- o el regreso a España.
rosos sastres, zapateros, No sucedió lo mismo
herreros, constructores, con los que conocieron
barberos, boticarios, la prosperidad, quienes
pasteleros, músicos, ar- compraron propieda-
tilleros, cereros y así des inmuebles para
hasta llegar a un solitario su uso y para alquiler
encuadernador. La gran y también tierras y es-
cantidad de trabajo y la
escasez de personas dies- Retablo de Jesús Nazareno
tras en el oficio, los lle- en la basílica de Nuestra
vó a perder la fuerte es- Señora de la Merced, Lima.
clavos, especulando paderos, escopeteros y
con diversos bienes, y herradores (quienes al
haciendo alarde de un mismo tiempo eran ve-
envidiable tren de vida, terinarios). Otra dedica-
con ropas lujosas y ca- ción muy numerosa era
sas llenas de aprendices la sastrería, arquetipo
y dependientes. Inten- de la artesanía, que se
taban imitar así el mo- subdividía a su vez en
delo de la época, el de sastres, calceteros y se-
los envidiados enco- deros. Los carpinteros
menderos. Aunque en constructores alcanza-
el Perú no pudieron al- ron gran refinamiento
canzar dignidades edi- levantando las espléndi-
les ni encomiendas das construcciones eri-
mientras se identifica- gidas por los encomen-
ran como artesanos y deros, y dieron a lo lar-
trabajadores manuales go del periodo virreinal
–tareas impropias de notables muestras de su
un hidalgo–, su nivel arte en altares, balcones
de vida contrastaba y portones. Sus herma-
enormemente con la nos de oficio, los car-
pobre existencia de pinteros de muebles,
aquellos de la misma Detalle del púlpito de la iglesia de San Blas, en el Cuzco.
inicialmente distaron
profesión en la Penín- mucho de la destreza de
sula, donde se veían enormemente constreñidos por los calificados ebanistas, pero luego la gran deman-
las normas sociales y prohibiciones que pesaban in- da de muebles originaría una escuela de refinados
cluso sobre la forma de vestir. artistas de la madera. Esta última era traída en bar-
Entre los oficios más prestigiosos ejercidos en co desde los bosques centroamericanos.
estos reinos destacaban los boticarios, que abrieron Oficios pobres eran los de panadero y molinero,
locales o “boticas” en cada ciudad y ganaron mucha siendo la industria del pan hereditaria y de pesada
clientela en los recién fundados hospitales, para los carga para los dedicados al oficio, quienes ante la
cuales importaron y fabricaron las más diversas y falta de operarios debieron recurrir a esclavos casti-
extrañas medicinas, algunas mediante las fórmulas gados, para que trabajaran encadenados a los hor-
clásicas siguiendo una observación cuidadosa de la nos. En la temprana colonia los transportistas dedi-
naturaleza y otras originadas por la simple super- cábanse sólo a la conducción de las recuas de mulas
chería. Igualmente los cirujanos eran bien conside- de los mercaderes, pero con el paso de los años se
rados y si no eran barberos podían alcanzar un convertiría en una floreciente actividad, no exenta
prestigio casi equiparable al de los médicos. Final- de grandes sacrificios y en la que el dueño debía in-
mente los plateros –que trabajaban también el oro– tervenir directamente si quería asegurar buenos re-
se subdividían en joyeros, ensayadores, fundidores, sultados. Las caravanas de mulas recorrieron con
daban fe de la pureza de los metales preciosos y mercadería y pasajeros los difíciles caminos que
eran muy buscados para trabajar en las minas. cruzaban de lado a lado el continente.
Luego venían los oficios menos dignos, que po- No faltaron músicos sacros y de cámara, quienes
dían brindar fortuna y bienestar antes que honora- aparte de educar en su arte a los indios compusie-
bilidad y prestigio social. Practicarlos equivalía a re- ron obras de estilo europeo, pero con interesantes
nunciar a la hidalguía y a algunos cargos honorífi- influencias nativas; ni tampoco fueron pocos los
cos, así como afirmar un origen humilde. Dentro de profesores de baile y los constructores de instru-
estos oficios se encontraban los herreros, oficio pro- mentos, a los que se debió la rápida expansión de la
tegido por las dos caras de Jano, pues se les reque- danza y los ritmos occidentales, incluso entre algu-
ría tanto para las distintas labores productivas en nos sectores de las poblaciones indígenas.
los tiempos de paz, como para los ajetreos de la gue- En el extremo más bajo del artesanado se situa-
rra. En este gremio se agrupaban los cerrajeros, es- ban las actividades relacionadas con la agricultura,
prácticas despreciadas por la mayoría de los españo- mentaba en épocas de escasez y carestía, llevando
les. Los únicos y escasos representantes del campe- una existencia que emulaba a los rinconetes y cor-
sinado peninsular en el Perú fueron los hortelanos, tadillos de la picaresca española, entre cárceles y
aunque esta ocupación generalmente era desempe- hambres, delitos y engaños, motines y peleas.
ñada por negros e indígenas. Los españoles que tra- El crecimiento de este grupo resultaba verdade-
bajaron en el campo lo hicieron más bien como su- ramente alarmante en ciertas épocas, como se pue-
pervisores y se hacían llamar labradores. Dentro de de deducir de las inexactas y prejuiciosas afirmacio-
este grupo los que mayores ganancias obtuvieron nes del virrey marqués de Cañete, quien antes de
fueron los dedicados al cultivo de la coca que alcan- llegar al país afirmaba que de 8 mil habitantes del
zaba un alto valor de reventa. La agricultura fue una Perú de 1555, 7 mil eran ociosos y vagabundos.
ocupación destinada a gente que estaba dispuesta a Lockhart reduce esta considerable cifra a una canti-
vivir de los recursos que la tierra proveía, sin dete- dad fluctuante entre los 2 mil y 4 mil vagabundos,
nerse en consideraciones como la valoración social que esporádicamente eran acogidos por los enco-
de su trabajo. No hay que olvidar que el campesino menderos, quienes podían reunir a 20 o 30 en sus
peninsular en el Perú era sinónimo de rústico y pa- casas y someterlos a una situación cercana a la de
lurdo, pero como el resto de los artesanos radicados los criados. Se supone que la mayoría de esta gente
en el territorio hispanoperuano, constituyó un sec- desplazada venía de Extremadura, y aunque no eran
tor que ayudó sobremanera a extender los usos oc- necesariamente burdos e ignorantes, la situación los
cidentales entre las poblaciones aborígenes y africa- obligaba a una existencia picaresca y desordenada.
nas, a las que educaron y adiestraron (Lockhart Los animaba la idea de permanecer en la colonia
1982: 35-47; 125 y ss.). hasta conseguir una encomienda aunque por la li-
mitación de éstas, rápidamente se desengañaron,
LOS NIVELES BAJOS Y LOS tratando en cambio de convencer al encomendero
DESARRAIGADOS hospitalario a levantarse en armas o causar un tu-
multo, con la esperanza de salir beneficiados del
No debemos considerar a todos los peninsulares caos y el desorden.
como pertenecientes a los altos grupos de la colo- Aficionados al juego de cartas y dados, la prosti-
nia. Una gran masa de españoles ocupaba los nive- tución y los timos, su presencia era temida por las
les más bajos de la sociedad, tales como los artesa- autoridades. Cuando huían de la justicia se refugia-
nos a sueldo que realizaban ocupaciones viles, los ban en los conventos o en las reducciones de indios.
burócratas de la más baja categoría como los porte- Vivir escondidos entre los aborígenes resultaba de-
ros, los comerciantes paupérrimos a quienes se de- sesperante para los españoles, y ante cualquier le-
nominaba buhoneros, los cocheros y los sirvientes vantamiento o desorden político reaparecían en el
de último nivel. Las poblaciones de este tipo dejan escenario urbano para tratar de capitalizar algún be-
para la historia poca documentación y precisar su neficio. Una de sus metas era Potosí por la atracción
número es generalmente tarea muy difícil. Aunque de las riquezas de esa región. Durante el siglo XVI,
vivían mejor que en la Península, por las mayores la región del Collao se volvió extremadamente peli-
oportunidades de trabajo y la gran circulación de grosa por la abundancia de estos sujetos, que a más
dinero, así como por la disminución de los prejui- de asolar los pueblos de indios, asaltaban las cara-
cios, ello no los exoneraba de muchos sacrificios y vanas de viajeros e interrumpían las comunicacio-
arduos esfuerzos para mantener a su familia y brin- nes. La respuesta a tan insoluble problema fue la in-
darles un mejor futuro a sus hijos. Estos desvelos vención de empresas descubridoras, denominadas
podían tener disímiles resultados, desde la pérdida entradas, que intentaban anexar nuevos territorios a
de los dineros, reservas y bienes por una mala cose- la colonia, pero que generalmente terminaban en
cha, hasta el casual éxito de algún miembro de la grandes desastres, pese a lo cual servían para dis-
familia, que los ayudaba a remontar un par de esca- traer y alejar a esta gente por un tiempo. Otra po-
lones en la más o menos rígida sociedad colonial. sibilidad era ayudarlos a que regresaran a España,
Sin embargo no eran ellos los últimos en la estruc- donde con una módica suma obtenida en el Perú
tura social, pues por debajo suyo deambulaban los donde la plata valía muy poco, podían pasar digna-
forasteros que se debatían en la miseria, gente sin mente en su patria los años de la vejez. Otros aven-
lugar, vagabundos que erraban solitariamente o en tureros más realistas olvidaron el sueño de la enco-
grupos por diversas regiones y cuyo número au- mienda y pidieron tierras al cabildo para convertir-
se en pequeños terratenientes, que usufructuando a y en 1540 ya se contabilizaban tres españolas por
veces indebidamente de la mano de obra indígena, cada diez varones. A esta cifra se sumarían las
pudieron hacerse de pequeñas fortunas en la tarea mestizas totalmente aculturadas que tuvieron la
de aprovisionar zonas como Potosí. Estos últimos suerte de poder casarse e integrarse al grupo penin-
se convertirían en notables hacendados durante el sular. En 1555 había aproximadamente mil muje-
siglo XVII (Céspedes del Castillo 1983: 192, 297; res españolas en el Perú. Hacia 1619 las mujeres
Lockhart 1982: 175 y ss.). españolas y mestizas estaban en relación de 4 a 6
con respecto a los hombres de procedencia hispáni-
LAS ESPAÑOLAS ca y para finales del siglo XVII, sin contar las que
vivían en beaterios o en conventos, las mujeres
Las mujeres españolas fueron pocas en los pri- blancas llegaban a 8 017, contra 7 031 varones del
meros momentos de la conquista. Se sabe que Jua- mismo estamento. Se presume que el 95% de las
na Hernández era reputada como la primera mujer mujeres de este grupo no conventual tenía el ma-
española en llegar al país y en efecto acompañó a trimonio como su mayor aspiración.
las huestes desde la isla de la Puná. Pero tampoco El interés de la Corona por alentar el matrimo-
fue la única, pues siguiendo a los conquistadores se nio era muy grande, puesto que religiosa y social-
encontraba un heterogéneo séquito de prostitutas, mente la familia constituía el núcleo de la vida es-
acompañantas y rabonas, compuesto por moriscas pañola. Por otro lado los clamores de los sacerdotes
y mulatas, libres o esclavas, que se hallaban total- frente al desorden y promiscuidad entre los coloni-
mente hispanizadas, y también indias centroameri- zadores no cesaban, puesto que antiguas formas es-
canas que cumplieron funciones bastante semejan- pañolas de relación como la barraganía y la poliga-
tes entre la ruda tropa. Si bien en los inicios la pro- mia mahometana habían conseguido un fuerte
porción entre los géneros era de diez hombres por arraigo entre los nuevos habitantes del Perú. Ade-
cada mujer, luego que los conquistadores trajeron más de empujar a las mujeres hacia estos nacientes
a sus esposas de la Península, por sugerencia de la reinos, los funcionarios españoles investigaban si
Corona, la relación comenzó a subir rápidamente, los inmigrantes eran casados, solteros o viudos, con
el interés de reunirlos con sus mujeres, casarlos, o
volverlos a casar y sobre todo eliminar la sospecha
de bigamia. La Corona amenazaría con deportar a
todos aquellos que no regularizaran su situación,
aunque una vez más el dinero de la “composición”
o el pago que todo lo solucionaba, podía también
ahorrar esta preocupación. También era posible
postergar el viaje para buscar a la ansiada esposa en
España, a cambio de presentar algunos fiadores.
Esta política se mantendría durante todo el vi-
rreinato, y sería frecuentemente incumplida. Pero
sin duda muchas mujeres pasaron al Perú, entre
otros motivos, por los grandes prospectos que se
presentaban y por la notable abundancia de muje-
res casaderas que se constataba en el sur de Espa-
ña, región en donde la escasez de esposos obligaba
a muchas solteras a realizar trabajos pesados, reser-
vados a los hombres en otras regiones. Sin embargo
la política de apoyo a la inmigración femenina em-
pezaría a cambiar en la época de Felipe II, debido a
la insistencia de las autoridades peruanas que aler-
taban sobre el alto número de mujeres de malas
profesiones que se agrupaban en ciudades como Li-
ma y Potosí.
Escena del siglo XVIII en la que se aprecia a damas Las troupés de mujeres inmigrantes tenían una
españolas en una calesa. composición desigual en muchos aspectos, pero re-
En los comienzos de la colonización española fue escasa la
presencia de mujeres europeas. Conforme se fue consolidando
la sociedad hispanoperuana, numerosas mujeres llegaron al
Perú, ya sea acompañando a sus maridos o para consumar
matrimonios concertados por sus parientes en la península.
En la vista, altar mayor de la catedral de Lima.

sumidamente se podría decir que las integraban


doncellas, jóvenes y solteras que guardaban el pre-
ciado don de la virginidad y buscaban un matrimo-
nio lo más conveniente posible; las dueñas o casa-
das, muchas de las cuales llegaron al Perú a reen-
contrarse con sus maridos o por arreglos previos a
formalizar un compromiso; las doloridas o viudas
que muchas veces buscaban salir de su honrosa pe-
ro triste condición encontrando otro marido; las
mancebas o amigas, concubinas con las que se rela-
cionaba un soldado en espera de mejores tiempos
para tomar esposa; y las busconas, rameras que bus-
caban hacer la América a su manera. Finalmente un
grupo diferente podían ser las esposas de Cristo,
monjas y beatas que dejaban el mundo y sus tenta-
ciones en busca de la paz espiritual.
La procedencia social de las recién llegadas era
muy diferente, pues se podía encontrar desde hijas
de nobles hasta hermanas de marineros, es decir fé- tuvieran derecho a usar ese título, y aquellos solte-
minas pertenecientes a todo el espectro de la socie- ros que por el temor de ser despojados de las enco-
dad peninsular, que incluía a algunas portuguesas, miendas habían tomado como esposa a una mujer
prácticamente las únicas mujeres extranjeras en el de baja condición, se quejaban amargamente de su
Perú. Igualmente disímil era su educación, ya que suerte. Aun cuando entre las mujeres las exigencias
era posible hallar desde analfabetas absolutas a mu- para aparentar una mejor estirpe radicaban princi-
jeres refinadas, que poseían el arte de la escritura, palmente en el vestir y las formas de hablar y tratar
gustaban de la lectura de los clásicos, y tocaban ins- en sociedad, el derecho al uso del título de “doña”
trumentos musicales de salón, aunque este refina- seguía pesando. Los encomenderos que no se casa-
miento no dejaba de ser escaso. ban estaban incapacitados de trasmitir su enco-
Según Lockhart, había una clara diferencia entre mienda y menos de formar el ansiado mayorazgo,
las que utilizaban el título de doña y las que no po- con el cual se trataba de proteger al linaje. Por eso
dían acceder a él. Como recordará el lector, dicha hacia 1563 sólo quedaban 32 encomenderos solte-
forma de tratamiento connotaba nobleza o al me- ros de casi medio millar, y según parece la importa-
nos hidalguía e inicialmente su uso era muy restrin- ción de jóvenes casaderas de buenas familias fue un
gido. Utilizado este apelativo desde los 20 años, era suculento negocio para algunas personas. Entre la
prácticamente inconcebible que lo usaran hijas de escasa correspondencia privada que ha llegado a
gente pobre, pero en el Perú no fue tan extraño que nuestros tiempos, figuran cartas de jóvenes esposas
lo adoptaran las hijas o nietas de los encomenderos de encomenderos que animan a sus amigas y rela-
y otros grupos ascendentes, siempre y cuando hu- cionadas en la Península, a tomar como esposo a
bieran nacido ya en el período de la prosperidad fa- uno de esos achacosos, cojos y tuertos soldados de
miliar. Las esposas de los primeros encomenderos la conquista, a cambio de una holgada situación
al casarse no fueron doñas, pero las parientas que económica. Garcilaso refiere cómo viendo las don-
trajeron a vivir a su casa en las épocas de opulen- cellas casaderas a los prospectos matrimoniales, ex-
cia, pudieron muchas veces usar el tratamiento. clamaron: “…¿con estos viejos podridos nos había-
A una década de la conquista, los encomenderos mos de casar? Cásese quien quisiere, que yo por
sólo deseaban casarse con mujeres principales que cierto, no pienso casar ninguno de ellos. Dolos al
Diablo; parece que escaparon del infierno, según es- rios lograron para sus parientas este tipo de matri-
tán estropeados: unos cojos y otros mancos, otros monios, y algunos “empresarios de la oportunidad”
sin orejas, otros con un ojo, otros con media cara, y –como ya se ha dicho– supieron establecer un flore-
el mejor librado la tiene cruzada una y dos veces…. ciente negocio importando encumbradas doncellas
Y luego otra contestó: No nos hemos de casar con casaderas.
ellos por su gentileza sino por heredar a los indios En realidad, los matrimonios eran alianzas estra-
que tienen, que según están viejos y cansados, se tégicas y no relaciones románticas, pues el fin bus-
han de morir presto, y entonces podemos escoger el cado era el establecimiento de un linaje y todas las
mozo que quisiéramos, en lugar del viejo, como acciones se tomaban en pro de ese objetivo. Los ma-
suele trocar una caldera vieja y rota por otra sana y trimonios iniciales se caracterizaban por reunir a un
nueva”. conquistador de bajo origen pero rápidamente enri-
La mujer en cualquiera de los grupos sociales quecido, con una mujer de nivel social más alto,
resultaba mucho más dependiente de la familia que aunque pobre. Debido a la diferencia de orígenes, o
el hombre, pues en realidad su situación podía me- se simulaba una dote ficticia, o casándose “a la ma-
jorar poco, pero sí empeorar mucho por su propia nera de las Indias” la dote era entregada anómala-
actuación en relación al cuidado de su honra, la mente por el marido. Cuando en los años siguientes
cual podría calificarse como su máximo tesoro. La se trató de casar a las hijas y hermanas de los con-
mujer solamente tenía la alternativa de cambiar de quistadores, éstos aportaron dotes desmesuradas,
condición a través del matrimonio, que comúnmen- superiores a las entregadas en España por las fami-
te era arreglado por los familiares sin su interven- lias más nobles.
ción directa. Algunos autores consideran esta polí- La dote –que a veces era equiparada con las arras
tica matrimonial como el origen de las numerosísi- o cantidad ofrecida por el padre del novio– era un
mas relaciones extramatrimoniales que la Inquisi- capital de gran importancia para las mujeres. A las
ción se encargaba de perseguir y castigar, estable- solteras les brindaba la posibilidad de contraer ma-
ciendo castigos pecuniarios para los varones y para trimonio y es sabido que en esa época una manera
las mujeres penas infamantes además de fuertes de realizar caridad era dotando a niñas huérfanas y
multas. Los solteros realizaban la búsqueda de una pobres, es decir habilitándolas para el casamiento.
esposa entre la parentela de los conocidos, de los Una vez consumado éste, las mujeres disponían de
otros encomenderos y de las autoridades civiles y recursos propios dentro de la sociedad conyugal,
eclesiásticas. que constituían un capital inembargable en caso de
El matrimonio de las altas clases peruanas fue la quiebra del marido; por ello muchas veces la do-
uno de los primeros elementos que dejaría de verse te era inflada, lo cual además de aparentar mayor
influenciado por el regionalismo peninsular, pero sí fortuna por motivos de prestigio social servía para
afectado por el nuevo orden. De tal forma estos al- proteger el capital familiar de las arriesgadas manio-
tos grupos se vieron rápidamente interrelacionados. bras comerciales del esposo. Si la mujer se separa-
Debido a que las mujeres de los encomenderos eran ba del marido, la cantidad estipulada en la dote le
muy influyentes en el país y podían manejar indi- debía ser devuelta. Las mujeres solían invertir estos
rectamente las posesiones de sus maridos, muchas capitales en esclavos que compraban, alquilaban o
personas que no habían podido alcanzar la ansiada revendían con el máximo beneficio posible, en pro-
encomienda, trataban al menos de ascender en la piedades inmuebles dedicadas al alquiler, en la
escala social relacionando matrimonialmente a una compraventa de mercaderías diversas y en présta-
hija o hermana con un prominente conquistador. La mos a corto plazo, demostrando algunas gran habi-
presión por las encomiendas era tan grande que lidad para estas actividades. Aun cuando la mujer
cuando una de estas mujeres enviudaba era obliga- en teoría tenía poco campo de acción, en la prácti-
da a casarse lo más pronto posible con algún miem- ca podía tener una gran libertad, manifestada en su
bro del séquito de su antiguo esposo. Las mujeres desplazamiento físico a grandes distancias de su en-
de los encomenderos representaron un verdadero torno hogareño y embozada en el mantón. Además
papel de continuidad en los convulsos primeros se le permitía testar, iniciar procesos, demandas ci-
años de la colonia y pudieron, entre las guerras y la viles, divorcios y nulidad de matrimonios, o em-
viudez, gobernar las dilatadas posesiones de sus prender acciones comerciales. Lo que verdadera-
maridos aun bajo el mando de los nuevos e impues- mente les estaba vedado era la actuación política y
tos esposos. De hecho muchos clérigos y funciona- pública.
No podemos decir que las mujeres de los artesa- pecialmente a los paraísos de vagabundos y busca-
nos y de los estratos sociales bajos tuvieran las mis- fortunas, como podían ser la capital del virreinato y
mas oportunidades que las esposas de los enco- la ya legendaria ciudad minera de Potosí, donde
menderos y de la elite que los remplazó, pero tam- enormes riquezas circulaban rápidamente de mano
poco les eran ajenas algunas dignidades. A diferen- en mano. La Inquisición velaba también por la mo-
cia de las mujeres modestas de España, éstas pudie- ral pública, recibiendo las denuncias de terceros e
ron disponer de gran cantidad de sirvientes, usar iniciando los procesos contra las personas encon-
ropas lujosas y joyas que no les eran prohibidas co- tradas en falta, las mujeres de moral licenciosa, los
mo en la Península, al igual que ciertas formas de adúlteros, los amancebados, los pervertidos y los
comportamiento. Y a la larga podían verse relacio- homosexuales o la gente que expresaba opiniones
nadas con las grandes señoras a las cuales servían o demasiado libres, aun cuando no las pusiera en
tomaban como madrinas de matrimonio, y a las que práctica. Mancebas y rabonas se relacionaban con
procuraban imitar en todo lo posible. españoles que buscaban mujeres de su misma cul-
Las mujeres solteras, es decir las doncellas, de- tura e idioma, aunque muchas no eran prostitutas
bían optar entre dos caminos honorables: el de un profesionales y encajaban más bien en la categoría
buen matrimonio que requería muy importante do- de aventureras, que estaban a la caza de hombres
te y que podía incluso realizarse con la venia de la que pudieran mantenerlas y que eventualmente les
Iglesia a edades tan tempranas como los doce años ofrecieran matrimonio. Muchos españoles que ve-
–”o desde que la presencia de la malicia lo permitie- nían en busca de riqueza preferían entablar una re-
ra”–, o la vida conventual. El cenobio exigía una su- lación de este tipo, hasta que llegara el día de casar-
ma mucho menor para recibirlas y brindarles una se con una mujer de buena posición. Al momento
existencia segura. Las mujeres solas, tanto las don- de la separación el amante enriquecido, habitual-
cellas mayores o “doncellucas”, como las viudas y mente montaba un negocio para ella o la dotaba.
las separadas, tenían pocas oportunidades de ocu- En otros casos la espera se hacía larga y culminaba
par un lugar en la sociedad. La separación del mari- con el matrimonio de los amantes. La prostitución
do podía darse mediante un procedimiento ante el era el refugio a los matrimonios fracasados, o la sa-
fuero eclesiástico, invocando las múltiples causales lida airada ante los difíciles trámites del divorcio
de la anulación de matrimonio estipuladas por el eclesiástico.
código canónico, entre las que se encontraban los Diferente era el caso de las mujeres dedicadas a
impedimentos por consanguinidad, la falta de vo- la vida de oración, quienes podían ser monjas, bea-
luntad, la bigamia del cónyuge, y otras más. tas, o residentas seglares. En Lima inicialmente só-
Todas estas mujeres solas podían vivir con sus lo hubo casas-beaterios, donde se recogían mujeres
padres como hijas de familia, acompañar a un her- que vivían un retiro piadoso sin formular votos,
mano soltero o viudo haciendo las veces de dueña aunque utilizaban el hábito de alguna orden, mien-
de casa o de ama de llaves, ayudar a una hermana tras otras beatas en cambio preferían vivir de mane-
casada a criar a los hijos y llevar la casa, o entrar al ra independiente. En la década del cincuenta al se-
convento. Las mujeres solas o las viudas con hijos senta surgieron en Lima los primeros conventos que
pero sin recursos ni relaciones importantes, se veían acogían de manera más ordenada las nacientes vo-
obligadas a trabajar en las pocas ocupaciones reser- caciones. En los conventos vivían además las mu-
vadas para su género, oficiando como comadronas, jeres solas refugiadas y un numeroso séquito de
curanderas, panaderas, pasteleras, modistas, costu- criadas y esclavas, población que muchas veces
reras, bordadoras, y patronas de casa de huéspedes, quebraba la moral del grupo.
o prestamistas y conductoras de pequeños negocios, Como se puede reflejar en las siguientes cifras
llegando algunas a juntar pequeñas fortunas, aun- correspondientes a fechas cercanas al año 1700, Li-
que no demasiadas dignidades. Muchas veces nece- ma contaba con 210 mujeres en beaterios y 3 865
sitaban mantener un hombre que las protegiera, mujeres en conventos. En los monasterios destaca-
aun cuando no les ayudara en sus actividades. ban el de la Encarnación con una población de 827
La mancebía y la prostitución eran otras posibi- mujeres, de las cuales 434 eran criadas; el de Santa
lidades que se presentaban si se carecía de oficio y Clara con 632 mujeres, de las cuales 278 eran servi-
beneficio en el país. Llegaron a ser tantas en la épo- doras; o el de la Concepción con 1 041 monjas y
ca de Felipe II que la Audiencia de Lima intentó evi- 561 sirvientas. A diferencia de los conventos mas-
tar la migración de mujeres solas hacia el Perú, es- culinos donde los partidos de peninsulares y crio-
llos generaban gran- esta manera cumplía
des enfrentamientos, dos misiones incluso
en los de mujeres esto antagónicas: servir
no sucedía, en la me- como lugar de castigo
dida en que eran com- y encierro o como
puestos especialmente claustro de liberación.
por hijas de criollos. Asimismo, el burdel
En ocasiones se pro- servía de escape a al-
dujeron graves discre- gunas mujeres de mo-
pancias entre obispos ral disoluta, pero era
peninsulares y con- también la condena
ventos de monjas crio- de aquellas que no en-
llas, pleitos en los cua- contraban un sitio en
les la sociedad criolla la sociedad colonial.
tomaba la defensa de Ambos espacios fue-
sus hijas y hermanas, ron el destino al que
ocasionando grandes se acogía la gran can-
tumultos como el ocu- tidad de mujeres que
rrido en Arequipa, tras no accedieron al de-
el intento de reforma seado matrimonio.
del obispo Chávez de Los más modernos
la Rosa. estudios nos permiten
En los claustros cuestionar la prejui-
podían encontrarse ciosa visión que se te-
mujeres de todas las nía de los conventos
clases sociales, que ha- Monja mercedaria y agustina en una acuarela del siglo XIX. como entidades aisla-
bitaban desde míseras das de la sociedad.
celdas sin comodidad aparente, hasta lujosas habi- Así como la ciudad entera intervenía en la vida de
taciones con jardín y cocina propios y celdas para los conventos, éstos intervenían en “el siglo”, es de-
las servidoras de las monjas de alcurnia. Muchas cir en el mundo exterior, de manera muy marcada.
mujeres de espíritu superior eligieron esta vía según Uno de los campos de esta injerencia monjil en
la cual “una mujer rica podía el permitirse vivir por asuntos mundanos era el económico. Las monjas
sí y para sí”, desarrollando una cultivada vida inte- aportaban al entrar una dote fijada en algunos luga-
rior e intelectual, a la manera de la célebre poeta res en 3 312 pesos, cantidad que debía ayudarlas a
mexicana sor Juana Inés de la Cruz. El convento de sobrevivir por el resto de sus vidas. Como el présta-
mo con interés estaba prohibido por la Iglesia, se
hacía una venta figurada de dinero denominada
“censo al quitar”, que resultaba siendo un préstamo
al 5% de interés anual, garantizado por una propie-
dad rural o urbana. A diferencia de lo acostumbra-
do en nuestros días, no había preocupación por re-
cuperar el capital principal, y la figura podía seguir
funcionando durante muchos años, incluso siglos,
pues el verdadero afán que animaba al convento era
el recibir la utilidad descrita sin tener que ocuparse
de trabajar el dinero. Las familias criollas que envia-
ban a sus hijas a los conventos, aparte de solucionar
los problemas del casorio y la colocación de sus des-
cendientes mujeres en la sociedad, deseaban que
llegaran a las más altas dignidades dentro del mo-
nasterio al que eran admitidas. Simplemente el in-
Monasterio de Santa Catalina, en Arequipa. greso de una o más hijas significaba establecer una
relación con la institución, y lo otorgado en dote tizas aculturadas de la colonia. El resultado final fue
podía ser rápidamente recuperado e incluso con que sólo las bien dotadas, hermosas o con padres
creces. De esta forma el convento sirvió de dinami- influyentes pudieron casarse, siendo el resto despla-
zador de la economía regional. zado por la avalancha de mujeres peninsulares.
Un problema mayor surgiría a finales del siglo Aunque la Iglesia señalaba la necesidad del con-
XVII en Trujillo y mediados del XVIII en el Cuzco, sentimiento y voluntad de los novios para contraer
cuando las propiedades agrarias dadas en garantía matrimonio, éste generalmente se realizaba a espal-
dejaron de producir lo suficiente para pagar los in- das y contra los deseos de los contrayentes. Los
tereses y comenzaron a ser rematadas o cambiaron arreglos previos entre los futuros suegros contrade-
de manos. La propiedad empezó a variar con mucha cían el ideal romántico tantas veces expresado en la
facilidad, pues no había que hacer desembolso algu- literatura. El resultado distaba mucho del matrimo-
no por una hacienda gravada al 80, 90 o 100% de su nio por afinidad, pero es cierto que muchas veces se
valor, sino sólo comprometerse a realizar el pago de encontraban en el camino fuertes y verdaderos lazos
los intereses. Salvo que se hicieran muchos malaba- de amor conyugal. La mentalidad de la época veía el
res rara vez era posible solucionar esta situación y matrimonio como una alianza familiar tendiente a
finalmente la propiedad caía en manos de las reli- asegurar el mejor éxito posible para la descenden-
giosas, creando el grave inconveniente de tener que cia, el apellido y el linaje. En una relación de este ti-
administrarlas ellas mismas, algo realmente difícil po la esposa no podía escapar a un papel de extre-
para las monjas de clausura. Ello fomentó que los ma importancia en la conducción del hogar, como
conventos adquirieran fama de avarientos, acapara- directora de la educación de los hijos y como super-
dores de tierras y generadores de la pobreza de las visora y administradora de la casa, la servidumbre y
familias de las monjas. Para solucionar este proble- el marido, si bien externamente daba la imagen de
ma se permitió en años posteriores redimir los cen- extrema sumisión frente a él. Características de este
sos, pagando una pequeña fracción de lo que había tipo de familia serían la búsqueda de muchos hijos
sido el préstamo inicial (Céspedes del Castillo y una tardía mayoría de edad e independencia de los
1983: 134, 193 y ss.; Lockhart 1982: 192 y ss.; Man-
narelli 1993: 40 y ss., 70 y ss., 80 y ss.; Riego 1993:
48, 90 y ss.; Burns 1991: 67 y ss.; Busto 1984: 331
y ss.; Konetzke 1971: 55-56).

FAMILIA Y LINAJE

Los conquistadores implantaron un modelo que


seguía las pautas de la familia europea mediterrá-
nea, que paulatinamente se fue difundiendo en el
territorio con el paso de los años. En tanto la Igle-
sia cumplió un papel vigilante desde el púlpito y el
confesionario, y mediante la Inquisición castigó los
desvíos que se presentaron al calor de los viejos re-
cuerdos de la barraganía medieval y de la poligamia
árabe, alertando sobre la facilidad del contacto con
las mujeres aborígenes, el séquito de criadas y las
numerosas esclavas, ante la inicial lejanía de las es-
posas. Al restablecerse lentamente el equilibrio en-
tre el número de inmigrantes de ambos sexos, la
reorganización de la familia y su difusión fueron
mucho más fáciles, aunque de hecho quedó el pre-
cedente y la tentación de la libertad sexual anterior.
La llegada de esposas con hijas y amigas casaderas y
su séquito de parientas solteras y viudas, de servi-
doras y otras posibles candidatas a nuevos matri- Un hijo es escarmentado por su padre, según un lienzo del
monios, originó una feroz competencia con las mes- siglo XVIII (colección Barbosa-Stern).
frente a hermanas viudas, divorciadas y solteras,
madres, parientes, relacionados y sirvientes, com-
partiendo su fortuna con hermanos más pobres, si-
tuando y casando a sus sobrinos. Hacia el final de
sus días se designaba un hijo del hermano o allega-
do para dejarle bienes y negocios al morir. La pre-
sión social era tan fuerte que incluso el desplazado,
el individuo aislado, debía buscar una familia adop-
tiva a falta de una propia e instalarse en un hogar ya
formado, como residente, aprendiz o empleado, so
pena de vivir como “vago” o “vagamundo”, en los
linderos de la ley y la sociedad.
Rodeando a la familia estaban los amigos, gente
Carta en la que cercana en quien se podía confiar en caso de nece-
se funda el sidad, reclutada en la primera época de la conquis-
mayorazgo de los ta entre los paisanos, personas del mismo origen re-
Delgadillo gional, conocidos de varias generaciones con los
Sotomayor, siglo
XVII. que se establecían mayores lazos de unión. Estas re-
laciones daban lugar a banderías o grupos de alia-
dos políticos, a quienes se acogía en la casa, se pro-
mismos, hacia los 25 años, fieles al ideal de estable- porcionaba trabajo y se les asignaba cargos de con-
cer un mayorazgo que ayudase a perpetuar el ho- fianza, “prefiriéndose la lealtad y la confianza, a la
nor y la dignidad familiar. eficacia y el talento”, extendiéndose estas prácticas
Los parientes ocupaban un lugar muy importan- de marcado nepotismo. Con el tiempo, las antiguas
te en la vida familiar, tanto si eran pobres, siendo amistades surgidas en los pueblos de origen deja-
acogidos y ayudados al tiempo que ocupaban una rían lugar a las formadas en los nuevos territorios.
posición de dependencia equiparable a la de los Estas relaciones se veían reforzadas por el principio
criados, como si eran ricos, invirtiéndose la figura y de la hospitalidad, tan añorada por el huésped co-
volviéndose ellos los personajes acosados en la es- mo por el anfitrión, quien demostraba un tren de
pera de una merced o posiciones expectantes para vida señorial; y por el compadrazgo o lazo espiritual
algún dependiente. De este modo las familias ex- que cumplió muy adecuadamente la función de
tendían sus relaciones tanto horizontal como verti- acercamiento familiar entre amigos o entre patrones
calmente, entrelazando clases superiores e inferio- y dependientes, y en el que participaron con mucho
res, pero siempre se veían afectadas por el vaivén de entusiasmo los pobladores andinos, como modo de
las alianzas y la suerte de los tiempos, pudiendo ser ampliar el radio de su reciprocidad. También gre-
arrastradas hacia cualquiera de los dos extremos del mios y cofradías constituían un espacio cercano de
cuerpo social. Por lo tanto era raro encontrar una relaciones, sirviendo como sociedades de defensa
familia poderosa que no tuviera parientes pobres y mutua, de ayuda y de protección frente a intereses
en desgracia, situación que se veía agudizada por el comunes. Semejante papel familiar desempeñaban
mayorazgo. Esta institución impulsaba a los hijos los monasterios, mientras que las iglesias y capillas
mayores hacia el éxito, pero exponía a los segundo- funcionaban como puntos de contacto social (Cés-
nes a los más disímiles destinos. De esta forma es fá- pedes del Castillo 1983:188 y ss.).
cil suponer que al producirse conflictos intrafami-
liares, la inestabilidad se propagara en todos los LOS CRIOLLOS
grupos sociales.
Los sirvientes, criados y empleados formaban El término criollo designaba al hijo de españoles
parte de la familia y a su modo contribuían al avan- nacido en América y comenzó a usarse en el Perú
ce y desarrollo de ésta, tomando verdadero partido a partir de 1567, pero ya desde años atrás era fre-
por sus patrones, quienes los protegían y atendían cuente escuchar fórmulas como “hijos del reino”,
hasta sus últimos días. La persona aislada de un es- “hijos de la tierra” y “beneméritos” para singulari-
pacio familiar no tenía cabida en esta sociedad, pues zarlos. Tales términos sin embargo estaban cargados
aun los solteros funcionaban como jefes del hogar de un sentido despectivo. El apelativo criollo no era
precisamente honroso, pues había servido para re- como tales, cuando el grupo criollo manifestó una
ferirse a los negros “criollos”, los mestizos y los mu- identidad distinta y hasta antagónica frente a lo es-
latos, ahondando los prejuicios sociales contra estos pañol, excepcionalmente reclutó a personajes que
grupos nacidos en el país. No en vano decía Garci- no eran descendientes puros de españoles, sino más
laso: “a los hijos de español y española nacidos allá, bien mestizos prominentes. Lo opuesto sucedería
dicen criollo o criolla. Es nombre que lo inventaron con ciertos sujetos americanos, que en casos espe-
los negros y así lo muestra la obra. Quiere decir en- ciales prefirieron adherirse al bando peninsular.
tre ellos negro nacido en Indias; inventáronlo para Ambos grupos, españoles y criollos, tuvieron gran-
diferenciar los que van de acá nacidos de Guinea de des lazos sociales, ya que se relacionaron y casaron
los que nacen allá porque se tienen por más honra- entre sí sin mayores dificultades, estableciendo
dos y de más calidad por haber nacido en la patria alianzas y configurando lealtades. Ello ha llevado a
que no son sus hijos porque nacieron en la ajena, y reforzar la idea de que el criollismo constituía prefe-
los padres se ofenden si les llaman criollos. Los es- rentemente una comunidad de intereses, un partido,
pañoles, por su semejanza, han introducido este una posición sentimental , antes que un grupo dife-
nombre en su lenguaje para nombrar a los nacidos renciado del resto por consideraciones raciales, cul-
allá…” (Lavallée 1993: 15-18). turales y sociales.
La Corona inicialmente no tuvo una política de-
Surgimiento de la identidad criolla finida frente a los criollos. Aunque la lucha contra
Si bien el primer criollo nacido en las tierras del los primeros encomenderos afectó gravemente a los
Perú fue Hernando de Torres, hijo del encomendero primeros criollos, no estaba dirigida contra ellos es-
Sebastián de Torres y de Francisca Jiménez, no se pecíficamente. Desde el levantamiento de los Alma-
puede afirmar que con él nacía el criollismo. Éste se gro y los Pizarro, las autoridades españolas temieron
incubó con el tiempo, tras el surgimiento de nuevas la alianza de los criollos con las castas y las “gentes
lealtades hacia el territorio conquistado, que paula- del país”, pero no imaginaron los problemas que
tinamente hicieron olvidar la tierra de origen de los surgirían con el tiempo. En 1561, la criollización de
nuevos pobladores de América. Aquel co- los hijos de españoles nacidos en Nápoles
lono que arribaba a las costas del Nue- hacía sospechar al conde de Nieva del
vo Mundo soñando con hacer la peligro que suponía el amor a la
América para retornar enrique- nueva patria y alertó a la Corona,
cido a la Metrópoli, difícil- señalando que: “aunque sean
mente podría tomar partido descendientes de españo-
por las reivindicaciones les… …el amor que por na-
más adelante conocidas cimiento y naturaleza de
como criollistas. Otro se- nacer en la tierra adquiere
ría el caso de aquel que es muy grande, tanto y
pronto olvidaba su lu- acaso mayor que a los
gar de origen, se enca- padres y a la tierra de
riñaba con este suelo y donde descienden…”, y
formaba familia, sobre que pronto se sentirían
todo si conquistaba tan originarios como
cierta posición que no los mismos indios.
estaba en disposición Una primera respues-
de abandonar en nom- ta al inminente “peligro
bre de la nostalgia. Es ló- nacionalista” fue estimu-
gico suponer que sin ser
americano, fácilmente Retrato de autor anónimo (siglo
enarbolara derechos y XVII) de Santa Rosa de Lima, en
preeminencias frente a aque- quien los criollos encontraron un
símbolo de sus aspiraciones
llos que sólo estaban de paso nacionalistas, pues representaba un
por el territorio. Pero así como ejemplo de las virtudes morales que el
muchos criollos o criollistas no ne- Nuevo Mundo podía producir.
cesitaron ser americanos para actuar
lar una serie de prejuicios contra los españoles de llos. Pero la situación llegó a límites insostenibles
América, a los que se atacó con los mismos repro- hacia 1542 al saberse de las Leyes Nuevas, que res-
ches utilizados para desprestigiar a los indios y las tringían en gran medida los derechos de los enco-
castas. Se les acusaba de ser débiles y enfermizos menderos en nombre de la supuesta defensa de los
por el insalubre clima americano, de deformarse y indios. Levantamientos como el de Gonzalo Piza-
afearse por la temperatura, de estar sumidos en una rro y otros posteriores, utilizaron la “injusticia” de
aguda decadencia moral y de degenerarse por tomar estas normas como excusa para canalizar la frustra-
leche de las nodrizas indias o negras, pronosticán- ción y la ira que sentían hacia la Corona. Lo tardío
dose inclusive su completa indianización y barbari- de las limitaciones impuestas a los conquistadores
zación de interrumpirse la inmigración española a y la incapacidad de la lejana administración desem-
América. Algunos criollos como Juan Meléndez se bocaron en la formación de sentimientos criollistas
indignaban de que los españoles no discriminaran y banderías que llegaron a poner en entredicho los
entre un “criollo puro” y un indio, “y quieren con- derechos del soberano sobre estas tierras, a las cua-
fundir los orígenes de ambos llamándolos a ambos les los guerreros de la conquista se sentían indiso-
yndios”. lublemente ligados, por haberlas obtenido con su
La identidad criolla se hizo más fuerte cuando valor y sacrificio personales (Pease 1992a: 281,
la Corona, que sólo había participado en la empre- 297; Lavallée 1993: 20 y ss.; Céspedes del Castillo
sa conquistadora de una manera muy distante, em- 1983: 285).
pezó a limitar sus aspiraciones. Luego vendrían los
funcionarios y sus validos pretendiendo apoderarse Encomienda y criollismo
de los mayores beneficios, aumentando aún más el Surgieron así muy fuertes tensiones entre aque-
resentimiento de los “despojados y burlados” crio- llos individuos vinculados por su éxito a bienes in-
móviles (como tierras, indios, encomiendas, propie-
dades, familia extendida y allegados y dependien-
tes) y los grupos recién llegados en busca de fortu-
na y en algunos casos sólo transeúntes de estas tie-
rras, que vagaban miserablemente en busca de la
ansiada oportunidad que los sacara de la pobreza y
el anonimato. La Corona supo dividir para reinar,
oponer estos partidos y azuzar rivalidades alentan-
do la promesa de redistribuir las encomiendas. A la
larga fueron estos sutiles mecanismos los que ase-
guraron el dominio de la Corona sobre el territorio.
Sólo a un puñado de los conquistadores se les con-
cedió una encomienda, generándose una fuerte de-
sazón, incluso entre los hijos segundones de los en-
comenderos, por cuanto se les privaba de la heren-
cia por las leyes del mayorazgo. Lope García de Cas-
tro se mostraba preocupado por la “favorable acogi-
da que ciertos españoles descontentos encontraban
entre los hijos de los que conquistaron la tierra”, y
por cómo los desposeídos de las encomiendas se
veían rodeados de “gentes mal yntencionadas”.
Finalmente se estableció que una encomienda
sólo estuviera dos generaciones, dos vidas, en ma-
nos de una misma familia. Es decir no llegó a ser
perpetua como pedían estos conquistadores, ni úni-
camente vitalicia como recomendaban los burócra-
tas reales. Las baterías de los criollos apuntaban a la
defensa de la perpetuidad y su discurso enfatizaba
Un encomendero solicita una criada en un dibujo de la falta de reconocimiento oficial a los descendien-
Guaman Poma de Ayala. tes de aquellos valerosos conquistadores del territo-
rio y la pobreza e inseguridad en que se debatían: más meritorios conquistadores se encontraban en
“con este bien y merced (la perpetuidad) también se la mayor miseria”.
cumple con la obligación que aquel Reyno pone a Ante estas pobres perspectivas, algunos descen-
Vuestra Magestad en razón de remunerar los gran- dientes de encomenderos partirían a la colonización
diosos servicios de los conquistadores y demás be- de hipotéticas tierras situadas al sur y al este del
neméritos que a costa de su mucha sangre que de- continente, esperando repetir la hazaña de sus ante-
rramaron y a costa de sus caudales y haziendas y de pasados, aunque difícilmente lo consiguieron. Todo
intolerables trabajos y fatigas y vida y muerte que ello daría pie a la reivindicación criolla peruana,
pasaron descubriendo aquel reyno y otros circum- que pretendía convertir a los residentes de larga da-
vezinos y le hallaron y apaziguaron ellos mismos, ta en estos territorios en los únicos beneficiados por
obra la más heroyca que ay y más digna de eterna las rentas y oportunidades brindadas por su país,
memoria … … sin consentir que sus descendientes idea ciertamente opuesta a la de los peninsulares
vivan (como hoy en día viven muchos) en suma po- (Lavallée 1993: 26 y ss.).
breza sin tener cosa ni palmo de tierra cuyos padres
dieron tanto a Castilla…”. Los voceros de los enco- La nobleza criolla
menderos, a cambio de recibir en perpetuidad las La sociedad hispanoperuana tuvo la particulari-
encomiendas, se ofrecían a asegurar la paz, pero co- dad de no ver establecidos definitivamente en sus
mentarios de este tipo disgustaban a las autorida- linderos a un sector noble. Los pocos conquistado-
des, pues insinuaban una velada amenaza de insu- res ennoblecidos y sus descendientes, casi sin ex-
rrección o disturbios y hasta una hipotética alianza cepción, fueron llamados a la Metrópoli. En los
entre los criollos “siempre inclinados a las rebelio- años siguientes sólo se afincarían, y de manera tem-
nes y los levantamientos” y los mestizos. Los conse- poral, funcionarios pertenecientes a ramas menores
jeros del rey se opusieron a esta perpetuidad seña- de las familias nobles, durante el ejercicio de sus
lando que: “…no se acordaran los encomenderos cargos. Por otro lado los encomenderos, que hubie-
que tiene rey ni estarían obedientes a los virreyes y ran sido los naturalmente llamados a llenar este va-
audiencias y justicias reales… …y la pretensión de cío nobiliario, fueron expresamente impedidos por
que Vuestra magestad a de hazer merced a sus hijos
que han de dejar pobres, los haze estar rreprimidos
y quietos…”.
Los encomenderos y sus descendientes ante el
temor de verse privados de tan preciada prebenda,
que en resumidas cuentas los convertía en miem-
bros de la naciente aristocracia colonial, no duda-
ron en recurrir a todas las instancias y argumenta-
ciones. A finales del siglo XVI, perdidas ya las espe-
ranzas de obtener la perpetuidad, muchos “bene-
méritos y nietos de encomenderos” empezaron a
pedir la reasignación de una encomienda, en vir-
tud de los servicios prestados a la Corona por sus
antepasados. Los virreyes y los altos funcionarios
encargados de proponer y repartir las encomiendas
vacas, utilizaron muchas veces su poder para con-
cederlas a gente de su entorno, lo que generó aira-
das protestas de los criollos, quienes se considera-
ban con mayor derecho para recibirlas. Las protes-
tas se sucederían una tras otra, no sólo frente al
otorgamiento de encomiendas, sino de cualquier
otra merced. como las plazas de “gentileshombres
lanceros y arcabuceros”. Estos cargos honoríficos
creados para los beneméritos fueron injustamente
Vista de un dormitorio de la casa Aliaga, en Lima. Los
asignados por los virreyes a sus amistades y favori- descendientes de Jerónimo de Aliaga prontamente ocuparon
tos, incluso “a un niño de siete años mientras los posiciones de honor y reconocimiento en la Lima colonial.
la Corona. De este modo la carencia aristocrática cia criolla aspiraban a ser caballeros de hábito y te-
perduraría hasta el siglo XVII, cuando apareció casi ner cargos militares, o pertenecer a la guardia del vi-
espontáneamente una “nobleza de Indias”. Los per- rrey, o en su defecto adquirir títulos de “familiar del
sonajes llamados a conformar este nuevo pero pres- Santo Oficio”, o ser miembros importantes en las
tigioso sector serían algunos descendientes de con- cofradías o benefactores de conventos, y “los mil
quistadores secundarios, familias enriquecidas por honores y privilegios vacíos que alimentaban la va-
diversos medios, encomenderos que supieron ade- nidad propia y el respeto ajeno”. De esta manera se
cuarse a los tiempos y consolidar su antigua rique- conformaron los niveles menores de la nobleza in-
za, y personas llegadas tardíamente que ascendieron diana, a la cual todos admiraban y aspiraban. La
en la escala estamental con gran velocidad. El co- existencia de una jerarquía social ayudó a formar un
mún denominador de este grupo eran sus grandes espíritu de cuerpo y sirvió para ejercer presión y lo-
patrimonios ligados a tierras, inmuebles, industrias grar objetivos comunes, consolidándola a las aristo-
incipientes, joyas y ahorros en metálico. Muchos de cracias locales. Los criollos más exitosos de este
estos potentados habían incrementado sus bienes a grupo adquirían nuevos títulos y accedían al grupo
través del acaparamiento de tierras por medios no superior, que de este modo se veía continuamente
muy santos, regularizando su tenencia mediante el reforzado y renovado (Céspedes del Castillo 1983:
pago de un impuesto de “composición de tierras”. 287-293).
El poder político ayudaba y supervigilaba el proce-
so y muchas veces esta “sana” influencia era la dote La criollización de la sociedad
o las arras, mediante las cuales los allegados del vi- Este proceso de criollización afectó no sólo a los
rrey contribuían a ventajosos matrimonios. hacendados, sino también a los mercaderes, quie-
Luego de obtener fortuna y prestigio los siguien- nes iban prefiriendo las activas plazas comerciales
tes escalones resultaron mucho más fáciles de subir. americanas a los decaídos espacios mercantiles de
Los mayorazgos fomentaron la “perpetuidad de los la Península. Sucesivamente se fueron asentando
linajes y los apellidos” y volvieron indivisible el pa- en las colonias en vez de regresar a España, luego
trimonio evitando su disolución y fragmentación. de lograr cierta fortuna y dejar el negocio de ultra-
El prestigio de estas familias de terratenientes sirvió mar a algún pariente. De esta manera se integraron
de acicate para la celebración de pomposos matri- rápidamente al grupo criollo, que los aceptó y aco-
monios con miembros de los sectores mineros y co- gió. Algo semejante ocurrió después con los mine-
merciales. Dotes cuantiosas generaron una enorme ros, que aportaron sus enormes capitales a la pu-
transferencia de capital hacia los mayorazgos, que jante economía criolla. El proceso de criollización
aumentaron su fortaleza económica, posibilitando de la sociedad afectó a todos los niveles y hubiera
un lujoso tren de vida. Nuevas y convenientes alian- sido total de no existir una corriente migratoria in
zas matrimoniales con sectores más dinámicos crescendo desde la Metrópoli. Lo normal era que los
aunque inferiores, alimentaron la riqueza y esplen- inmigrantes se establecieran y pronto el vínculo
dor de esta aristocracia, ya que el monto de la dote con el terruño se fuera desvaneciendo, al tiempo
se incrementaba en función de la distancia social de que surgían nuevas solidaridades con los grupos
la pareja. Durante la primera mitad del siglo XVII, americanos.
algunos de estos mayorazgos recibieron los prime- El origen andaluz y extremeño de la primera in-
ros títulos de Castilla otorgados a los americanos, migración homogenizó la vida indiana y generalizó
aportándoles un enorme prestigio que supieron ad- formas tradicionales y culturales originadas al sur
ministrar matrimonialmente. de Castilla, que se vio representada así por el len-
La sociedad criolla contaba después de un siglo guaje, la vida cotidiana, las costumbres, etc. Los es-
con una nobleza propia, la cual se convirtió en el ar- pañoles procedentes de otras zonas debieron asimi-
quetipo de la sociedad colonial. La presión por los lar los usos de las primeras corrientes, que se acrio-
títulos fue enorme y la empobrecida Corona realizó llaron aceleradamente; pero tiempo después, cuan-
un pingüe negocio, primero con los hacendados y do se incrementaron los migrantes de otras regiones
luego con los mineros y comerciantes. La conforma- de España, a quienes se denominaba chapetones, se
ción de este estamento “representa el primer gran hicieron evidentes los roces con los descendientes
triunfo de los criollos… y el verdadero catalizador andaluzo-extremeños. Incluso miembros de la se-
de su conciencia de grupo”. Los integrantes de los gunda o la tercera generación americana de estas
mayorazgos de los niveles inferiores de la aristocra- agrupaciones se consideraban todavía chapetones y
mantenían sus lealtades Las disputas por la
como tales. Sin embargo, conducción de las órdenes
religiosas constituyen una
como bien ha expresado muestra de la afirmación
Céspedes del Castillo: “el de identidad de los criollos,
grado de criollización… quienes exigían para sí
posiciones de
no se mide en número de preeminencia, como ésta,
individuos, sino también alegando su condición de
americanos y conocedores
en función de la riqueza, de las realidades del Nuevo
prestigio, poder y con- Mundo. Frontis de la
ciencia de grupo. Estos iglesia de San Agustín.
factores no cuantificables
crecieron así mismo con
rapidez a partir del siglo
XVIII”. bramiento de algunos
Para comprender ade- criollos como oidores,
cuadamente este proceso llegando éstos a cubrir
de formación de una con- un quinto de las va-
ciencia americana, debe- cantes. A partir de
mos prestar atención a 1687, la grave falencia
los logros obtenidos por económica de la Coro-
los criollos en las altas es- na generalizó la venta
feras del poder. Los me- de las judicaturas su-
canismos para cargos periores. Cuando to-
preeminentes pueden dos los puestos vacos
apreciarse en lo que fue la fueron ocupados, se
decisiva batalla por la au- vendió entonces el de-
diencia. Los cargos de oi- recho a ocuparlos
dor brindaban mucha ca- cuando nuevamente
tegoría y poder, tanto a estuvieran libres, con-
nivel político como económico, y la presión para la formándose el grupo de los “supernumerarios”. Y
obtención de ellos era enorme. La Corona señaló la cuando a su vez estas filas de la cola se hubieron
imposibilidad de ser oidor en la tierra natal, además agotado, se vendieron derechos sobre la ya lejanísi-
de la casi obligatoria necesidad de estudiar en la ma pero inevitable vacancia, dándose origen a los
Metrópoli. Por tales motivos hubo inicialmente po- derechos de los “futurarios”. De las ventas realiza-
cos oidores criollos, dado que el tiempo de prepara- das entre 1687 y 1750, el 90 por ciento de los car-
ción era largo, y además se requería un alejamiento gos fueron a parar a manos de los criollos, y una
del lugar de origen, algo generalmente rechazado cuarta parte de las jefaturas de las audiencias estu-
por los criollos. Las protestas criollas frente a estas vieron encabezadas por españoles nativos de la pro-
disposiciones fueron largas e intensas, enarbolándo- pia jurisdicción de estos tribunales. Si bien esta po-
se múltiples argumentos, como la semejante capaci- lítica se interrumpió en 1750, las ventas realizadas
dad entre los españoles de América y los peninsula- siguieron surtiendo efecto hasta 1780.
res, el mejor conocimiento de realidades, costum- Hasta finales del siglo XVII, de 256 oidores hu-
bres y jurisprudencia locales, la menor tendencia a bo sólo 20 criollos, de los cuales 11 eran limeños y
la corrupción al estar rodeados por sus familias y 31 españoles casados con mujeres de familia criolla,
depender de sus riquezas y no de magros sueldos, el y en consecuencia presumiblemente pro criollos.
amor por la tierra y el deseo de mejor gobernarla, y Pero a partir del siglo XVIII las cifras se invierten
el ahorro de los cuantiosos gastos de transporte e dramáticamente. Los criollos en la audiencia llegan
instalación. casi al 50 por ciento, siendo peruanos un tercio. Se
Los criollos se vieron favorecidos gracias al poco puede entonces contar a 73 americanos en tal insti-
interés que manifestaban los funcionarios españoles tución, afianzándose entre 1747 y 1774 el predomi-
por pasar a las Indias, debido a los costos y moles- nio criollo en la audiencia, hasta llegar a ser casi ab-
tias que tal empresa significaba. Ello obligó al nom- soluto. Si añadimos a estos triunfos otros avances
José Baquíjano y Carrillo de Córdoba (1753-1817),
intelectual criollo, oidor de la Audiencia de Lima y
reconocida figura de las postrimerías del siglo XVIII y
comienzos del siglo XIX.

segundones de estirpes importantes que busca-


ban un futuro en estos cargos y que estaban dis-
puestos a utilizar todos los recursos y la fuerza
que su familia les pudiera proporcionar. Al arri-
bar a las ansiadas y expectantes posiciones se
repetiría el mismo esquema, pues ayudarían al
ascenso de los siguientes criollos que postula-
ban a la plaza y frenarían a los demás postulan-
tes, ya sea españoles o mestizos, en sus preten-
siones profesionales. El ciclo se repetiría aun en
los niveles más bajos, donde los criollos abun-
daban, utilizando las mismas estrategias y sien-
do manipulados políticamente por los niveles
altos (Céspedes del Castillo 1983: 285-302;
Pease 1992a: 297-280).

El criollismo mestizo
La rivalidad entre criollos y mestizos se vería
disminuida en algunas zonas específicas. Los
primeros aceptaron dentro de sus grupos de in-
fluencia a integrantes cobrizos, sobre todo en
las ciudades surandinas, y tal proceso tuvo una
enorme importancia en regiones como el Cuz-
co, donde sus representantes más conspicuos
mostraron una inusitada adhesión a los plan-
teamientos de los Comentarios reales, y a las
obtenidos por los criollos dentro del organigrama reinterpretaciones mesiánicas que propiciaba la
colonial, se hace comprensible el control obtenido obra del Inca Garcilaso. En oposición al grupo crio-
por estos grupos en el gobierno de “su” tierra. llo costeño, esta elite criollo-mestiza –en la que des-
Eventualmente, la imagen de desorden y desgobier- tacaban connotados personajes de la familia de los
no que la colonia ofrecía al visitante extranjero po- marqueses de Valle Umbroso– esbozó una nueva
día ser expresión del manejo autónomo de estas eli-
tes criollas, más interesadas en su propio desarrollo
que en el funcionamiento de la gastada idea de la
“monarquía universal”.
En los niveles intermedios de la administración,
el clero y la sociedad, las reivindicaciones criollas se
volvían sumamente agresivas. La falta de oportuni-
dades y el exceso de graduados y titulados en las
universidades convertían la “oposición” para los
distintos oficios y curatos en verdaderas batallas
campales entre estos grupos. Los métodos de discri-
minación racial que ejercieron los peninsulares con-
tra los criollos se reprodujeron en cascada cuando
estos últimos pretendieron sacar del camino a los
mestizos. Definitivamente pesaba mucho la influen-
cia de los aspirantes criollos, generalmente vástagos Azulejos de la sacristía de la iglesia de San Pedro, Lima.
visión del gobierno del país. Según ellos los “guam- de la marginación que sufrían en su propia tierra.
bos” o chapetones no debían ser obedecidos por los Los encomenderos y la sociedad civil apoyaban es-
indios, pues los aborígenes naturalmente estaban tas manifestaciones de los curas nativos y pronto el
relacionados con el núcleo criollo-mestizo o apus, cabildo eclesiástico de Lima llegó a declarar que los
que se consideraba descendiente de los incas. La curatos debían otorgarse solamente a los “benemé-
nobleza indígena, bastante amestizada, pudo desen- ritos”, es decir a aquellos religiosos hijos y nietos de
volverse con gran autonomía y de este modo la fi- los conquistadores. Esta recompensa eclesiástica
gura del inca recobró mucho de su antiguo esplen- concordaba con la búsqueda de la perpetuidad de
dor. La alianza criollo-mestiza comenzó a intervenir las encomiendas y otros candentes temas contem-
en los asuntos regionales y logró imponer nombra- poráneos.
mientos de corregidores y funcionarios religiosos, La vida religiosa tuvo mucha importancia en
tanto así que el cabildo eclesiástico del Cuzco pro- América. Las huestes frailunas en las ciudades pe-
hibió en 1733 el otorgamiento de cargos locales a ruanas podían fácilmente compararse con las exis-
gente que no fuera oriunda de la diócesis. Intelec- tentes en las grandes ciudades europeas, y no falta-
tuales como Diego de Esquivel y Navia llegarían a ban tampoco pequeños conventos en los pueblos y
criticar la actuación de algunos corregidores, casi urbes secundarias, que la población defendió reite-
siempre foráneos, por los abusos cometidos contra radas veces ante el deseo real de clausurarlos. La vi-
los indios, explicando así la sublevación de Juan da monacal estaba profundamente arraigada en la
Santos Atahuallpa (Pease 1992a: 283). mentalidad de la época y todos la vislumbraban co-
mo un posible destino. Los ricos enviaban allí a las
El criollismo conventual hijas que no podían casar, en un intento de que
Desde el siglo XVI, la Iglesia se convirtió en un
importante lugar de confrontación entre estas
“dos naciones”, denominación que sirvió para di-
ferenciar a los bandos opuestos de criollos y pe-
ninsulares. Estas luchas en su interior dieron ori-
gen al protocriollismo, pues ya en estas tempranas
épocas los frailes criollos encontraron serios pro-
blemas para dejarse oír cuando denunciaban in-
justicias en el reparto de doctrinas y se quejaban

Convento e iglesia de San Francisco de Lima


en un apunte del siglo XVII.

Sacristía de la iglesia de San Pedro, Lima.


mantuvieran su estatus, y los pobres y los grupos denominada la “alternativa”, mecanismo según el
medios intentaban ascender socialmente enviando a cual se sucedían cada tres años en los diversos car-
uno de sus miembros a un convento importante, de gos un criollo y un peninsular. Entre los francisca-
modo que casi toda la población se hallaba repre- nos se utilizó la “ternativa” que consistía en alter-
sentada en la vida monástica. nar en los diversos cargos a un criollo y a dos penin-
Cada tres años, a la hora de elegirse a las autori- sulares, uno de los cuales debería haber profesado
dades, los capítulos conventuales se convirtieron en sus votos en América y el otro en España.
un lugar privilegiado para dirimir las confrontacio- La Corona intercedió ante la Santa Sede para
nes entre españoles y americanos. Cuando los crio- controlar la creciente injerencia criolla en las órde-
llos fueron jóvenes e inexpertos no constituyeron nes, siendo frecuente que sólo una minoría de los
mayor problema para los peninsulares. Pero luego nacidos en el Perú accediera a la “alternativa”, o
los hispanos empezaron a discriminarlos porque que unos cuantos peninsulares en un convento ma-
vieron disminuir su poder frente al número abru- yoritariamente criollo se mantuviesen más tiempo
mador de criollos que tomaba los hábitos. Algunos del previsto en los cargos de importancia. Algunas
de los cientos de capítulos celebrados en América medidas del Regio Patronato provocaron verdade-
resultaron especialmente tormentosos y se convir- ras revueltas populares y ciertas órdenes se perca-
tieron en una especie de foro permanente de polé- taron del problema que podría presentárseles y exi-
mica. Este tipo de enfrentamientos entre lugareños gieron discretamente a los lugareños un mayor nú-
y extranjeros se había dado ya en los conventos eu- mero de requisitos. Simultáneamente promovieron
ropeos, por lo que se aplicó una antigua solución el envío de misioneros españoles, a veces de dudo-
sa calidad, para intentar equili-
brar la balanza, pero la cantidad
de las vocaciones americanas fue
increíble y difícilmente se pudie-
ron evitar las acusaciones y los
enfrentamientos. Más espectacu-
lar aún fue el predominio criollo
en el clero secular, donde debido
a su preparación y dominio de
las lenguas vernáculas pudieron
obtener un rápido ascenso, lle-
gando a ocupar las dignidades
episcopales dentro y fuera del
propio virreinato. Esta presencia
no dejó de causar enfrentamien-
tos entre obispos y cabildos ecle-
siásticos, entre curas y autorida-
des episcopales (Lavallée 1993:
160-171; Céspedes del Castillo
1983: 299-300).

Las aspiraciones criollas se expresaron


en diversos ámbitos de la vida colonial,
como en el religioso. El criollismo
conventual fue una corriente muy
poderosa y encontró eco en las
principales órdenes religiosas: jesuitas,
dominicos y franciscanos. En la imagen,
la catedral de Huancavelica.
III
LAS CASTAS

El cruce de los tres grupos raciales más impor-


tantes: el español, el indígena y el africano, gestaría
en América un sinnúmero de variedades raciales,
cuyo resultado inicial dio origen a los mestizos, los
mulatos y los zambos o chinos, productos del cruce
de sangre española e india, española y negra, y ne-
gra e india respectivamente. La categoría conocida
como “castas de mezcla” fue un verdadero cajón de
sastre donde la normativa española encasilló a to-
dos los nuevos tipos raciales que no habían sido
imaginados al inicio, o que siendo prohibidos de
antemano, no pudieron ser evitados. La mezcla de
estos grupos configuraría a la larga un complejo
árbol clasificatorio que podría ilustrarse de la forma
siguiente:

Español e indio Mestizo


Español y mestizo Cuarterón de mestizo
Español y cuarterón de mestizo Quinterón
Español y quinterón Español o quinterón de mestizo

Español y negro Mulato


Español y mulato Cuarterón de mulato
Español y cuarterón de mulato Quinterón de mulato
Español y quinterón de mulato “Gente blanca”
Esclavo afroperuano en una acuarela del siglo XVIII.
Mestizo e indio Cholo
Mulato e indio Chino público y cotidiano se reducían a mulato, chino,
Español y chino Cuarterón de chino coyote (mestizo oscuro) y cholo (castizo o mestizo
Negro e indio Zambo de indio claro). De otro lado, los libros parroquiales no exi-
Negro y mulato Zambo gían mayores especificaciones, ya que se dividían en
secciones de españoles, indios y castas.
Esta enrevesada categorización podía complicar- Como Mörner ha señalado, estas catalogaciones
se aún más. Para llegar a una mayor especificidad se fueron concebidas inicialmente como denominacio-
acuñaron denominaciones como no-te-entiendo, ten- nes raciales, pero pronto se convirtieron en indica-
te-en-el-aire, jíbaro, tresalbo, jorocho, prieto, lunarejo, dores sociales. Al confundirse la raza y la estratifi-
rayado, dando pie a una “morbosa genealogía ra- cación racial se distorsionó la correspondencia en-
cial”. Según los estudiosos esta catalogación res- tre las características étnicas y el estatus social. De
pondía a la inventiva y preocupación de algunos in- este modo se podía observar incongruencias en los
telectuales, antes que al propio sentimiento del grupos que debían ocupar posiciones intermedias,
hombre común, pues las denominaciones de uso pues resultaban ubicados en el nivel más bajo y vi-
ceversa. El siguiente listado nos permite comprobar que los españoles, y hasta algunos clérigos, estable-
cómo el orden expresado por la condición legal se cieran barraganías y lazos poligámicos con las abo-
veía tergiversado por la realidad: rígenes. Es necesario señalar que no fueron muchos
los españoles andinizados, aunque existen eviden-
cias de náufragos y prisioneros que desarrollaron un
gran apego por las familias de sus mujeres y nunca
Condición legal Status social
las abandonaron. Algo similar ocurrió con los mes-
Españoles Españoles peninsulares tizos chilenos que se confundieron entre los arauca-
nos, pero todos estos casos fueron singulares.
Indios Criollos El mestizaje se hizo particularmente patente
Mestizos después del desastre demográfico. Konetzke susten-
Mestizos
ta la hipótesis de que una mayor semejanza racial al
Mulatos, zambos, negros
Negros libres mulatos libres
grupo indígena permitía una mejor adaptación físi-
y zambos ca en las zonas tropicales e insalubres, mientras que
Esclavos los sujetos parecidos al tipo español tenían mejores
Esclavos
Indios (del común) esperanzas de supervivencia en las áreas templadas.
Esto habría llevado al emblanquecimiento de ciertas
regiones. En Chile, Paraguay, Río de la Plata y el Al-
La Corona intentó permanentemente que estas to Perú (Santa Cruz de la Sierra), los mestizos eran
diferencias en el papel se vieran claramente repre- tan blancos que se creían blancos puros. Sin embar-
sentadas en la vestimenta, la vivienda, el trabajo y go, aun cuando el parecido al grupo hispano ayuda-
la forma de actuar de la gente. Sin embargo los in- ba al ascenso social, el etnocentrismo hispano repa-
dividuos pertenecientes a estos grupos trataron por raba más en elementos etnorreligiosos que en las
todos los medios de cambiar de segmento social, se- características raciales. Criterios como la legitimi-
gún las conveniencias de momento. A la larga, la dad de la filiación y la conversión de las madres in-
verdadera importancia de la miscegenación (o mez- dias jugaron un papel de enorme importancia en la
cla racial) estaría dada por su íntima relación con aceptación posterior del mestizo.
dos procesos sociales como son la “aculturación” o Los primeros mestizos que encontramos en te-
mezcla de elementos culturales, y la asimilación o rritorio peruano procedían de otras partes de Amé-
absorción de un individuo o pueblo por otra cultu- rica –como Almagro el Mozo que había nacido en
ra. “En América Latina el mestizaje se convirtió en Panamá– y llegaron acompañando a la expedición
un importante vehículo de aculturación, y con mu- conquistadora, siendo oficialmente considerados en
cha frecuencia coincidieron el cruzamiento racial y la categoría de españoles, por provenir de zonas an-
la fusión cultural” (Mörner 1978: 18-65). teriormente incorporadas al imperio. De la misma
manera, los mestizos nacidos en el Perú que lucha-
LOS MESTIZOS ron en la conquista de Chile, alcanzaron allá la ple-
nitud de sus derechos por ser oriundos de zonas
Durante el proceso de conquista, el mestizaje se “antiguamente conquistadas”. Antes de la aparición
vio rápidamente impulsado por la falta de mujeres de los primeros mestizos peruanos, surgiría un gru-
españolas. Raptos, abusos y violaciones fueron rea- po de indios rápidamente asimilados, afectados por
lidades cotidianas, pues las mujeres indias eran una suerte de acelerado “mestizaje cultural”, que
consideradas parte del botín o la justa recompensa serían de enorme importancia en el inicio del pro-
a los trabajos de la conquista. En muchos casos las ceso de aculturación del siglo XVI. Un indígena co-
nativas fueron “regaladas” por los caciques y régu- mo Martín de Poechos parecía conducirse como
los locales a los españoles, a manera de esposas o mestizo y oficiaría de importante nexo entre ambas
esclavas, creyendo facilitar así una política de alian- civilizaciones. Este proceso de rápida inserción en
zas regionales como en los tiempos precolombinos. el mundo occidental se seguiría manifestando y
De hecho, algunas de estas parejas formaron verda- años más tarde un personaje de la talla teológica de
deras familias, pero tales relaciones por lo general Juan de Santa Cruz Pachacuti, podría ser definido
no duraron mucho. La Iglesia vio con preocupación como “indio por nacimiento pero mestizo por su
las consecuencias futuras de tal mestizaje entre in- forma de creer”, pues fue un gran representante de
dias y conquistadores, tratando de evitar además la aculturación en el ámbito religioso.
El primer grupo mestizo propiamente peruano terio de legitimidad tuvo enorme importancia, lle-
se gestaría en el encuentro inicial de la conquista. gando a equipararse a los mestizos de relaciones lí-
Repitiendo la costumbre ejercida a lo largo del con- citas con los vástagos de los españoles nacidos den-
tinente, los españoles tomaron mujeres entre las na- tro del matrimonio. En consecuencia, muchos mes-
turales y formalizaron barraganías. Muchas de ellas tizos legítimos recibieron encomiendas, corregi-
lo hicieron de buen grado, “por las ventajas que les mientos y mercedes reales, aunque para integrarse a
ofrecía el vivir con los conquistadores”, y los espo- la temprana sociedad hispanoperuana fue funda-
sos supieron aprovechar las ventajas que suponían mental el acceso a la educación, pues de lo contra-
las reglas de parentesco andino. Garcilaso refería rio estaban condenados a ser reabsorbidos por los
cómo “viendo los indios alguna india parida de es- estratos indígenas. Por ello los padres se preocupa-
pañol, toda la parentela se juntaba a respetar y ser- ron de la instrucción de sus hijos según las normas
vir al español como a su ídolo, porque había empa- españolas, e incluso los mandaron a vivir con pa-
rentado con ellos, y así fueron estos tales de mucho rientes en la lejana España. Muchos niños mestizos
socorro en la conquista de las indias”. de pocos recursos encontraron colocación en pues-
Sin embargo, pocos fueron los hijos de tales tos de servicio o de aprendices de artesanos, en ac-
uniones que pudieron crecer junto a la figura pater- tividades que les permitieron llevar una vida digna.
na, por lo frágil y transitorio del vínculo conyugal. Pero casi sin excepciones, los más pobres e ilegíti-
En algunos casos los huérfanos de madre india y pa- mos no lograron oficio ni beneficio, convirtiéndose
dre blanco, fueron criados por tutores y mujeres es- en un fuerte motivo de preocupación para las auto-
pañolas, que fungían de madres sustitutas. En otros ridades y en su nombre se enarboló el menosprecio,
el mestizo, a pesar de saberse hijo de español, se asi- que afectaría años más tarde a todos ellos.
milaba rápidamente al grupo indígena. Desde épocas tempranas el Estado dispuso la
Pero la suerte de estas uniones extramatrimonia- creación de colegios de niñas mestizas, para así con-
les cambió abruptamente cuando la Corona obligó vertirlas en jóvenes casaderas. Una vez reconocidos
a los conquistadores a regresar con sus familias a
España o traer de la Península a sus mujeres. Aun-
que algunos españoles convalidaron relaciones pre-
vias pagando una licencia denominada “composi-
ción”, muchos otros tuvieron que cumplir con los
mandatos reales, abandonando a sus concubinas in-
dígenas. Solamente cuando se trataba de hijas de
caciques y “régulos” o señores étnicos, y de los vie-
jos encomenderos, la Corona promovió el matri-
monio mixto, pues como decía Gutiérrez de Santa
Clara, “se casaron con sus mancebas que eran in-
dias principales”. Con el tiempo estas uniones se-
rían mejor vistas jurídica y socialmente y dejarían
de considerarse como menoscabo y mancha de san-
gre, pero la mayoría de los españoles optaría por ca-
sarse con españolas, lo que parecía asegurar la
crianza de los hijos y el establecimiento de un ho-
gar según las costumbres hispanas.
La vida de los primeros mestizos peruanos tu-
vo un cambio de 180 grados al destruirse las rela-
ciones entre los conquistadores, sus mujeres indíge-
nas y el “entorno” familiar. Desde entonces la per-
tenencia del mestizo al grupo español dependería
de factores como la buena posición del padre, y la
suerte e ingenio del hijo. Si bien el ser mestizo re-
sultaba una verdadera disminución, muchos, inclu-
so los ilegítimos, fueron bien aceptados si descen- Sacerdote, indios y mestizo libando licor en un dibujo de
dían de un padre prominente. Paralelamente, el cri- Guaman Poma de Ayala.
los mestizos como frutos de la unión de dos repú- sastre demográfico y del rediseño del espacio andi-
blicas, se asumió que el matrimonio con estas mu- no debido a las reducciones. Pero aparecieron con
chachas no impedía ni social, ni jurídicamente la frecuencia rencillas y enfrentamientos, por lo que
limpieza de sangre, y que algunas eran un estupen- fueron frecuentes los asaltos a comunidades y los
do partido, sobre todo si el padre era importante o abusos hacia los productores de coca. Además de
la dote jugosa. En niveles inferiores podían aspirar convertirse en el azote de los atribulados indios,
a casarse con algún español al servicio del padre o otros mestizos irían más allá en sus protestas. En
quizá con alguien proveniente de un rango ligera- 1556, aliados con españoles descontentos, nobles
mente menor. Pero al pasar los años, las mestizas indígenas e incluso con los rebeldes de Vilcabamba,
aptas para el matrimonio sobrepasaron ampliamen- intentaron levantarse en las principales ciudades.
te el número de los españoles dispuestos a despo- Mayores implicancias tendría el motín de Quito en-
sarlas. En esa época la carencia de dote presagiaba cabezado por Miguel de Benalcázar, hijo mestizo del
la soltería, por lo cual –como ya se ha dicho– el do- conquistador del mismo nombre, que protestaba
tar huérfanas o muchachas pobres se convirtió en por la postergación, el despojo de sus herencias, la
una de las formas predilectas de hacer caridad. Las falta de república que los amparase y el despotismo
que no tuvieron esa suerte pasaron sus vidas como de los españoles “que no les daba ocasión de vivir
sirvientas, abandonadas, o dedicadas a oficios poco honestamente pues siempre les llamaban viciosos y
honorables. holgazanes”. Luego de asesinar a las autoridades,
El gobierno español empezó a tener una gran intentaron establecer una monarquía que privilegia-
desconfianza de los mestizos por la habilidad que ra a los mestizos y les diera las encomiendas, enro-
tenían para cambiar de grupo según conviniese, y lando en su hueste a vagabundos y mulatos que
por su bilingüismo y biculturalidad que los podía eran “diestros tiradores”. La carencia de prepara-
llevar a tomar el partido de la cultura nativa. A ni- ción militar hizo fracasar el proyecto y determinó la
vel del lenguaje, las palabras mestizo e ilegítimo ejecución de su promotor.
fueron cercanamente asociadas y ello no fue casual, Es revelador que en el teatro de Lope de Vega
pues el conde de Nieva intentó prohibir los matri- apareciera la palabra indiano como sinónimo de
monios mixtos para evitar la multiplicación de esta mestizo y fugitivo de la justicia. Ello nos lleva a
gente de “mala inclinación”. Se les negó la posibili- pensar que los prejuicios se fueron ahondando con
dad de ejercer cargos públicos, se les privó de here- el tiempo, lo que no impidió que los mestizos supie-
dar encomiendas y cargos relacionados con el ma- ran sacar partido de sus virtudes y defectos, apren-
nejo de indios (como protector de indios y cacique) diendo a utilizar su indefinición, la astucia, el disi-
y más adelante se les cortó el acceso a la carrera de mulo y el dinero para aparentar una situación dis-
armas. Además se establecieron discriminaciones tinta y conseguir posiciones expectantes, imposi-
entre los hijos urbanos y legítimos, y los rurales e bles de alcanzar de acuerdo a la rigurosa estratifica-
ilegítimos. Si bien Toledo los excluyó de la mita, el ción social y a las leyes. Muchos llevaron vidas dig-
creciente mestizaje fue visto con preocupación por nas de personajes de la novela picaresca española,
las autoridades porque significaba una liberación cambiando de grupo social “con sólo variar su gra-
de los penosos gravámenes para las familias andi- do de limpieza personal, vestido, porte y lenguaje,
nas, por lo que a fines del siglo XVI todos los mes- acento y conducta”, fungiendo de mestizos si se tra-
tizos fueron empadronados, señalándose que ya no taba de tributos, de españoles al buscar empleo, o
estaban exonerados del tributo. Como decía Lope de indios frente a la Inquisición. Lo reducido de su
García de Castro, estas medidas debieron ser intro- número en los censos es un indicador de las dificul-
ducidas con cautela y “otorgando ciertas prebendas tades para rastrear su presencia en cualquiera de las
para evitar el desorden de los Reynos”. Asimismo la dos repúblicas. A la larga serían los miembros de es-
Iglesia impuso severas pruebas y observaciones a te grupo, junto con las castas, los que repoblarían
los mestizos que se presentaban a su llamado, aun- los Andes. El término indio denominará finalmente
que no los excluyó por completo. a un grupo de personas pertenecientes al sector so-
El descontento de los mestizos por esta ambiva- cial más “pobre, marginado, analfabeto, una especie
lencia y postergación se manifestó de diversas ma- de subproletariado rural y no un grupo de proce-
neras. Los vagabundos de origen mestizo y de otras dencia rural incontaminado”.
castas buscaron afincarse en las tierras que los in- Desde mediados del siglo XVII, la escasez de
dios habían abandonado como consecuencia del de- puestos y la abundancia de personas aptas para ocu-
parlos motivó el conocido enfrentamiento entre los mestizos en las reducciones, exceptuando sólo a los
criollos y los peninsulares. Los mestizos indirecta- adecuadamente casados y a los zambos “legítimos
mente terminaron incluidos en la disputa, pues los herederos de propiedades de poco o ningún interés
exclusivistas criollos azuzaron el prejuicio de ilegi- para nadie más, imposibles de vender, expulsarlos
timidad y el sentimiento racista para eliminarlos de significaría confiscarles su propiedad…”. Otros sin
concurso. A pesar de todo, el mestizaje iría ganan- embargo veían a los zambos “como la gente más vil
do terreno durante el siglo siguiente, como lo sugie- de esta región” y la Corona pronto les impuso mi-
ren la inviabilidad de los criterios clasificatorios y el tas, tributos y obligaciones de mestizos, que difícil-
incremento de los matrimonios mixtos. Si la discri- mente compensaban la libertad heredada de la ma-
minación racial había sido difícil de ejercer en los dre india.
primeros tiempos, mucho menos fácil fue posterior- La población hispana masculina demostró gran
mente, cuando los mestizos hicieron gala de su ha- preferencia por sus esclavas, multiplicando el grupo
bilidad para ocultarla. Durante el siglo XVIII, los de los mulatos. Algunos críticos de la época señala-
viajeros e informantes secretos Antonio de Ulloa y ban que este apego encontraba su origen en las
Jorge Juan propusieron a la Corona reclutar a los amas negras de leche que proporcionaban el pecho
“ociosos e inútiles” mestizos para enviarlos a Espa- a los bebés españoles. Si la “contaminación” india
ña a recibir formación militar (Céspedes del Casti- de la sangre española desaparecía en tres generacio-
llo 1983: 184-296; Mörner 1978: 7, 34-39, 45 y ss., nes, esta mezcla con sangre negra se presentaba has-
71; Pease 1992a: 284 y ss.; López Martínez 1965; ta en los tataranietos y llevaba consigo el perma-
Konetzke 1971: 79-82; Lockhart 1982: 210 y ss.; nente peligro del “saltapatrás” o la aparición atávica
Busto 1965: 84; Pease 1965: 126). de los caracteres raciales africanos en una genera-
ción ulterior. Habitualmente el mulato era más des-
LAS OTRAS CASTAS preciado que el mestizo –en palabras de Solórzano–
“por tenerse esta mezcla por más fea y extraordina-
Los cruces raciales no se dieron únicamente en-
tre españoles e indias, pues a pesar de los deseos de
la Corona también los negros entraron en el compli-
cado panorama racial americano, integrando la cla-
sificación de las llamadas “castas de mezcla”. Las
autoridades españolas habían ordenado que un ter-
cio de la población africana traída a América fuera
de sexo femenino, para evitar el temido contacto
entre negros e indios, posible vía de una contamina-
ción musulmana de los habitantes del Nuevo Mun-
do y de la reunión de los peores caracteres de am-
bas razas. Aunque la población andina distó de ser
convertida al islamismo, no se pudo evitar el inter-
cambio sexual entre negros e indios, y el surgimien-
to de los zambos o chinos. La cercanía de grupos
flotantes en el ámbito urbano propiciaba tales unio-
nes, mientras en el medio rural la presencia de ma-
yordomos y asistentes de corregidores de raza negra
y mulata, estimulaba los contactos interraciales. De-
bido a la desproporción entre los sexos, los esclavos
debieron realizar grandes esfuerzos para conseguir
pareja, por lo que rápidamente ganaron la reputa-
ción de lujuriosos. En estos menesteres muchas ve-
ces contaron con la ayuda de las indias, que veían
en los africanos a los ayudantes y protegidos de los
españoles, gente con más poder a la postre que los
disminuidos indios. Toledo y sus sucesores quisie- San Martín de Porras, ilustre mulato del siglo XVII. En la
ron evitar la intromisión de vagabundos, negros y escena aparece levitando en una ilustración del Perú colonial.
ria”, ya que “lo más ordinario es que nacen del adul- manumisión era un largo proceso que consumía
terio, o de otros ilícitos y punibles ayuntamientos”. una buena parte de la vida. La liberación por com-
Los pocos matrimonios estre españoles y negras pra comenzaba cuando el dueño fijaba un precio
fueron muy estigmatizados, además de padecer la que debía ser mantenido incluso por los siguientes
oposición de la Corona, deseosa de evitar que las es- propietarios. El paso siguiente era reunir el dinero,
clavas obtuvieran su libertad y que ésta se extendie- a veces con la ayuda del amo y de personas genero-
ra a sus hijos mulatos. sas dispuestas a realizar una obra de caridad cristia-
Muchos padres manumitieron a sus hijos ilegíti- na. Las manumisiones ocurrieron generalmente en
mos, los reconocieron y ejercieron su tutela, y así la ciudad, pues los esclavos en el medio rural difí-
los ayudaron a subir muy ligeramente en la escala cilmente podían reunir el dinero necesario debido a
socioeconómica. Si carecía de ese apoyo, el destino la escasez de circulante, y aun cuando lo lograban
del hijo no era muy promisorio, pues su situación su existencia libre no se diferenciaba mucho de la
era equiparable a la de “gentes sin valor e infames anterior.
castigados por el Santo Oficio”. La educación les fue La población negra libre aumentaría con el paso
restringida y las universidades y colegios reales les de los años. En 1586 se registraban en Lima unos
cerraron sus puertas. Incluso una institución tan mil libertos, pero hacia 1660 su número bordeaba
democrática como el colegio de San Pablo de los je- los tres mil individuos. Como hombres libres, eran
suitas se vio obligada a excluirlos, cortándoles el ca- llamados “negros horros”, y podían ser vistos indis-
mino para las profesiones. La prejuiciosa idea de la tintamente como una “banda de revoltosos que pro-
ilegitimidad impidió que accedieran a cargos públi- tegen esclavos fugitivos, encubren robos y fomen-
cos, aunque a partir del siglo XVII la Corona empe- tan la inquietud”, o como una “clase diligente y útil
zó a vender algunos cargos burocráticos menores a que aprovecha cualquier oportunidad y ayuda a
morenos libres adinerados. Igualmente la entrada a construir este país”. Pese a todo, la situación de los
la Iglesia les estuvo vedada aun para desempeñar las llamados “pardos libres” era poco envidiable, tanto
ocupaciones inferiores, siendo el caso del futuro por lo humilde de su condición, como por ser ob-
santo Martín de Porras una excepción debida a su jeto de innumerables prejuicios que no afectaban ni
educación y al ilustre linaje de su padre, ya que los a los propios esclavos, ni a los indios, debiendo
mulatos estaban afectados por obligaciones comu- cumplir como los españoles con el servicio de mili-
nes al resto de castas, y en la mayoría de los casos cias, estar bajo la supervisión del Santo Oficio y pa-
compartieron el modo de vida de los negros libertos gar el tributo estipulado para los naturales. La posi-
(Konetzke 1971: 83; Mörner 1978: 40-46; Bowser ción de inferioridad de los libertos no les impidió
1977: 347-384). conseguir conquistas grupales, como la eliminación
del tributo, tras un siglo de protestas y tenaz opo-
LOS NEGROS LIBRES sición. El impuesto fue considerado “de poca sus-
tancia pero motivo de mucho escándalo” y por tal
Cuando se habla de las castas generalmente se razón se eximió “a las mujeres de color y a los
olvida mencionar al grupo compuesto por la pobla- hombres que hubieran servido o sirvieran en ese
ción africana liberada, que adquirió su manumisión momento en la milicia”. Otras imposiciones anexas
en el país, aunque se tiene noticia de la llegada de al tributo, como la obligación de vivir y emplearse
un cierto número de negros libertos. Como puede solamente con españoles, se irían incumpliendo
deducirse, los esclavos al ser liberados no podían paulatinamente hasta convertirse en letra muerta.
encontrar sitio en las repúblicas de españoles o de Se trataba de alejarlos de la vagancia y la prostitu-
indios, teniendo como único reducto el grupo de las ción y atender a los huérfanos y a los enfermos, ob-
castas. Bowser considera que la manumisión se da- jetivos que tambien quedaron sin realizar.
ba de tres maneras claramente determinadas: por la Eventualmente, la ciudad obligaba a los libertos,
voluntad del amo generalmente expresada por tes- a los que insidiosamente se continuaba llamando
tamento; por la compra del esclavo con dinero ga- “esclavos”, a barrer las calles y patrullar la ciudad, a
nado por él, por su familia o prestado por terceros; reparar diques y erigir fortificaciones y a cuidar en-
y la generada indirectamente por la mezcla racial, ya fermos durante las epidemias. Las leyes también
que los padres blancos podían comprar la libertad podían regular asuntos hoy considerados menudos
de sus hijos mulatos, y los hijos de esclavos habidos y sin importancia, como el lujo y la apariencia de las
en vientre libre nacían libres. Frecuentemente la personas, prohibiendo a las libertas el uso de sedas,
perlas, adornos de plata y oro, sandalias con campa- nas de las islas caribeñas, como justa retribución a
nillas y el usar alfombras o cojines en la iglesia, y los enormes gastos que la empresa descubridora ha-
camas con dosel en las casas. La idea que movía es- bía demandado de los Reyes Católicos. Este comer-
tos reglamentos frecuentemente incumplidos era cio de aborígenes, practicado durante casi una déca-
supuestamente prevenir la prostitución y castigar da, sería finalmente prohibido por los monarcas.
los signos exteriores de riqueza que tan antigua pro- Contrariamente a lo sugerido por intereses econó-
fesión podía proporcionar. La Iglesia, que tantos micos y comerciales, la Corona declararía en el año
afanes tenía en la cristianización de los libertos, 1500 la libertad de los indios, que en lo sucesivo se-
prohibió sin embargo que usaran ataúdes y fueran rían considerados súbditos de su majestad. Desde
enterrados en los templos. entonces la relación con los nativos fue semejante a
La anhelada libertad por ellos imaginada fue la establecida por los españoles de la Reconquista
muchas veces sólo una ficción, pero se ingeniaron con los infieles musulmanes. Si aceptaban ser tribu-
para “ser aceptados con semejantes desventajas y tarios de los señores cristianos se les permitía vivir
convertir las obligaciones en beneficios”. Cuando con cierta autonomía en sus barrios y proseguir con
trabajaban como operarios realizaban ocupaciones sus costumbres, pero si eran vencidos ofreciendo
similares a las de un esclavo por un sueldo que resistencia, se les vendía como esclavos.
fluctuaba entre los 50 y los 150 pesos, monto seme- La decisión de considerar súbditos a los indios
jante al que recibía un español no calificado por el estaba en cierto modo condicionada por la “entre-
trabajo. Encontraron posibilidades de un mayor ga” pontificia de los infieles americanos y sus terri-
desarrollo en los oficios y artes manuales y pronto torios a los monarcas españoles, para que éstos
se hallaron adscritos a ciertas labores como la edi- procuraran su evangelización y salvación. El nuevo
ficación de muros de adobe y la carpintería burda, o estatus de vasallos libres impedía la esclavitud de
contaron con pequeños comercios y servicios como
panaderías, hosterías, pulperías. En estas ocupacio-
nes formaron a veces pequeñas fortunas, que tras-
mitían a sus hijos y gastaban en donativos píos y en
lujosos entierros o simplemente en satisfacer nece-
sidades cotidianas de cualquier español, como casa,
esposa, y tierras, ropa fina y esclavos.
Inicialmente los negros libres conformaron gru-
pos totalmente cerrados, comunidades tan estre-
chas como la vasca o minorías extranjeras, causan-
do inquietud en algunas autoridades. Muchos de
ellos percibieron sin embargo que su ascenso social
no se daría por esta vía, sino integrándose al resto
de la sociedad, emblanqueciendo su piel y sus ma-
neras, estableciendo relaciones con gentes de otros
estratos y perdiendo en parte su identidad y su co-
hesión racial (Bowser 1977: 347-390; Lockhart
1982: 196-251).

LOS ESCLAVOS

Los esclavos indios


Los grandes descubrimientos revitalizaron la es-
clavitud, sistema de explotación que estaba desapa-
reciendo de la Europa que salía de la Edad Media, y
las dimensiones que alcanzó a partir de 1492 pue-
den ser equiparables a los grandes sistemas esclavis-
La discusión sobre la naturaleza de los indios americanos
tas de la antigüedad. Cristóbal Colón, a falta de las acaparó el debate teológico y jurídico español en la primera
ansiadas especias y las playas de arenas de oro que mitad del siglo XVI. Grupo de indios peruanos en dibujo de
quería encontrar, no desdeñó la venta de los indíge- Guaman Poma.
los aborígenes, y en lo sucesivo sólo podrían ser La dureza de la conquista de Chile ocasionó que en
comerciados si eran aprehendidos –como sus pre- 1610 se declarara esclava a toda la población arau-
decesores los moros– en guerra justa. A partir de cana, situación que se mantuvo hasta finales de ese
ese momento los conquistadores entendieron como siglo. En el Perú casi no se efectuó trata de indíge-
guerra justa todo enfrentamiento con los indígenas, nas, aunque en los registros notariales de Moquegua
por lo que la Corona luego de arduas deliberacio- del siglo XVII se registra un abultado comercio de
nes impuso la obligación de ejecutar el requeri- esclavos indígenas, que luego de determinado plazo
miento, que era una fórmula jurídica en la que se “se convertían en yanaconas, en una suerte de andi-
resumía buena parte de los principios cristianos, se nización de la esclavitud originada en la guerra”.
señalaba la labor evangelizadora de los reyes espa- Los esclavos indígenas vivían entremezclados con
ñoles y su sumisión a Roma y se instaba al régulo los negros y compartían muchas de sus actividades
aborigen a convertirse. Todo esto expresado en un y modos de vida. A diferencia de éstos eludieron el
complicado y técnico lenguaje jurídico, difícil de trabajo agrícola, el arrieraje y las brigadas de varia
comprender aun para los propios castellanos, e ocupación, y constituían un grupo preferentemente
ininteligible sin duda para los americanos. El en- de artesanos, mientras las esclavas indias eran gene-
frentamiento generado luego de la lectura de este ralmente concubinas.
formulismo era considerado guerra justa. Pese a to- Aun cuando alcanzaron precios menores que los
do, este procedimiento, que debía ser llevado a ac- negros, los esclavos indios eran muy útiles por su
tas por un notario y supervisado por los sacerdotes rápida aculturación y su dominio eficiente del cas-
de la expedición, fue un sincero intento de salva- tellano. Al igual que los negros se escapaban y a los
guardar la integridad de los pueblos conquistados huidos se les llamaba “indios horros”, teniendo de
desde la óptica de la escolástica y de la antropolo- hecho mucha facilidad para ocultarse en los pue-
gía etnocéntrica del siglo XVI. blos de indios. Mientras las poblaciones negras
Durante un tiempo los únicos esclavos indígenas compraban su libertad con el dinero reunido por el
que se podían encontrar en el Perú eran los arriba- largo y paciente trabajo de toda una vida, los indios
dos junto con los conquistadores desde Centroamé- eran manumitidos gracias a donaciones o por tener
rica, concretamente de Nicaragua y Nueva España. parentesco con su propietario. Sin embargo los in-
Pero una temprana real cédula de 1533 permitió a dígenas que recibieron su libertad podrían ser con-
los españoles “tratar, comprar y vender” a los aborí- tados con los dedos de la mano en comparación con
genes previamente considerados esclavos en la so- los negros, y en las primeras épocas no se conoce de
ciedad andina. La ley se interpretó como una licen- ningún caso de esclavo indio que la comprara. En
cia para comercializar a los yanaconas o yanas que resumen podría decirse que el núcleo de indígenas
se hallaban en poder de los curacas. Sin embargo, la esclavizados sólo constituyó un factor transitorio en
política seguida por la Corona procuraba prohibir la sociedad colonial.
este comercio de “piezas de carey” –como llamaban En el Perú se registró el comercio esporádico de
los tratantes a la mercancía indígena–, por lo que esclavos asiáticos o “piezas de marfil”, vendidos a
Carlos V suprimió esta facultad de los conquistado- altos precios por su rareza. Venidos al continente
res reiteradas veces hasta la aparición de las Leyes por la vía del galeón de las Filipinas, eran luego
Nuevas, cuando fue definitivamente abolida. Curio- transportados al Perú desde Acapulco. Las enormes
samente los más interesados en evitar la esclaviza- dificultades que rodeaban el comercio con Oriente
ción de los indios rebeldes fueron los encomende- y la prohibición real de 1597 evitaron una mayor in-
ros, que no querían ver disminuir el número de sus migración asiática durante la colonia. Igualmente
tributarios. Lockhart refiere que cuando se intentó exóticos fueron los esclavos indonesios denomina-
esclavizar a un grupo de indios rebeldes del centro dos “piezas de caoba”, que en pequeño número arri-
del Perú, los encomenderos protestaron de tal mo- baron al Perú durante el siglo XVII (Céspedes del
do que los indios fueron devueltos a sus respectivas Castillo 1983: 183; Pease 1992a: 296; Konetzke
encomiendas. 1971: 153-159; Lockhart 1982: 258-261).
La mayoría de los esclavos indígenas se recluta-
ba en las inciertas zonas de frontera, ya que la rebel- Los esclavos negros
día de los indios obligaba a tomar este tipo de ven- Los primeros esclavos negros que pasaron a
ganzas y represalias, tal como sucedió con los cari- América lo hicieron en compañía de sus amos, ha-
bes que eran antropófagos, los pijaos, o los chanes. bitualmente personas distinguidas que no podían
prescindir de tales servicios. De este modo muchos cado se convertirían en detractores de la esclavitud,
esclavos combatieron al lado de sus propietarios y y en nombre de la humanidad de estos seres que el
llegaron a destacar en las guerras de conquista. Ini- destino había puesto “en una situación contraria a
cialmente la política real frente a la inmigración ne- las leyes de la naturaleza”, planteaban que los ne-
gra fue restrictiva, ya que se imponía una tasa de gros eran también acreedores de “una serie de dere-
dos ducados por “pieza de ébano” importada y sólo chos inalienables”. Pero las necesidades económicas
tenían cabida en el nuevo continente los esclavos llevaron finalmente a la justificación de la trata ne-
cristianos y residentes en España. Pero pocos años grera. Así Solórzano podía decir “se venden en el
más tarde, se prohibió el paso de estos negros his- África a sus tratantes por su voluntad o tienen jus-
panizados, admitiéndose únicamente “mercancía tas guerras entre sí, en que los cautivan unos a otros,
humana” procedente del África. En aquellos prime- y a estos cautivos los venden después los portugue-
ros años del descubrimiento, la abundancia de po- ses, que nos los traen” (Konetzke 1971: 67-78; Bow-
blación indígena no hacía presagiar la suerte que ser 1977: 281; Céspedes del Castillo 1983: 143).
correría la trata de negros. La agresiva defensa del
indio realizada treinta años más tarde por los padres El esclavo en el Perú
jerónimos y por Bartolomé de las Casas, limitaría la Los primeros esclavos negros presentes en el Pe-
disposición de mano de obra indígena, teniendo la rú lucharon junto con sus dueños en la conquista
Corona que enfrentar las presiones de los colonos de los nuevos territorios, alcanzando muchas veces
que clamaban por la importación de esclavos, para posiciones de importancia, lo que les permitió ac-
aliviar la situación de las grandes plantaciones cari- ceder a una serie de privilegios como poseer a su
beñas. Las condiciones económicas que se gestaban vez otros esclavos. En los años sucesivos, la llegada
en América tropical bajo el régimen del monoculti- de población de origen africano se iría incrementan-
vo, “revitalizaron el papel de la esclavitud en la ci- do de manera rápida, e incluso se pensó que sería
vilización occidental y ocasionó... la inmigración
transoceánica forzada de mayor magnitud que re-
gistra la historia”.
Luego de algunos ensayos, Carlos V empezó a
otorgar licencias entre sus validos, para introducir
esclavos en América. La dificultad de efectivizar ta-
les derechos obligaba a los favorecidos a vender la
concesión a algunos comerciantes, los que realiza-
ron efectivamente el tráfico. Si bien los colonos re-
clamaron insistentemente la capacidad de la impor-
tación directa, la Corona se negó sistemáticamente,
porque la dación de los permisos de trata constituía
una forma práctica de recompensar servicios, in-
centivar empresas arriesgadas, pagar deudas y dotar
de gastos de representación a los altos funcionarios,
sin recurrir a las exhaustas cajas reales. El comercio
de esclavos llegó a superar el millón de ducados
anuales, pero el reducido número de licencias con-
cedidas generaba el encarecimiento de la mercade-
ría y un enorme contrabando. Al comenzar el siglo
XVII se inauguró una nueva modalidad de venta de-
nominada asientos, contratos monopólicos en ma-
nos de “consignatarios” que pagaban derechos de-
terminados a la Corona. El sistema no funcionó
adecuadamente y los asentistas fueron defenestra-
dos continuamente, recayendo los derechos de este
monopolio en manos de portugueses y holandeses.
Grandes personajes como el arzobispo de Méxi- Marcas de esclavos, tal como aparecen en los documentos
co Alonso de Montúfar o el teólogo Tomás de Mer- notariales de Lima. Tomado de Bowser 1977.
una adecuada solución a la Fachada de la casa de Pilatos
falta de brazos en las mi- en Lima, que data del siglo
XVII. En 1635, su propietario
nas. Sin embargo, el mismo Manuel Bautista Pérez, junto
Francisco Pizarro sugirió al con un numeroso e influyente
Consejo de Indias no in- grupo de comerciantes de
origen portugués, fueron
centivar la esclavitud y los encausados por el Santo Oficio
mineros apoyaron tal pare- acusados de judaizantes y de
cer, aduciendo la incapaci- preparar una vasta
conspiración.
dad del negro para aclima-
tarse a las alturas, idea que
por otra parte la realidad se
encargaría de desmentir. La
posición adoptada por los
mineros no era ni lejana-
mente principista. Sencilla-
mente no estaban interesa- las de ultramar, a pesar de
dos en invertir en esclavos, la oposición de Felipe II,
porque aprovechaban la ca- que por entonces ocupaba
si gratuita mano de obra in- también el trono lusitano.
dígena; pero cuando ésta Dicho monarca intentó fre-
no fue suficiente, llevaron a nar el desplazamiento del
Potosí a innumerables esclavos negros que trabaja- oro indiano de España a Portugal y el enriqueci-
ron en los socavones y en tareas anexas. También el miento de los mercaderes lisboetas, que llegaron a
esclavo negro sustituyó al indio en otras labores, establecer grandes casas comerciales en América.
compartiendo con yanaconas y peones libres el tra- Uno de ellos, conocido como Manuel Bautista Pé-
bajo en los campos de la costa, región donde residió rez, era considerado “el hombre más rico del Perú”,
principalmente. con una fortuna cercana al millón de pesos y múlti-
La escasez de esclavos puestos a la venta en toda ples propiedades, entre ellas la “Casa de Pilatos”,
Hispanoamérica, que tantos dolores de cabeza pro- contigua a la plaza de San Francisco de Lima. Tras
dujo a los dueños de las plantaciones caribeñas, no un sonado y polémico proceso, la Inquisición lo
pareció afectar a los comerciantes limeños porque condenó a la hoguera, porque en el referido domi-
poderoso caballero era el metal argentífero extraído cilio presuntamente se flagelaba una estatua de
de las minas de este virreinato. Bowser reconstruye Cristo. La mentalidad popular, impulsada por la en-
la ascendente curva del crecimiento de los esclavos, vidia, consideraba que estos mercaderes portugue-
señalando que en Lima residían 4 mil de ellos en ses eran judaizantes y que convertían a la fe de
1586, y que en el período 1594-1611 se importaron Abraham a los esclavos que traían. Puede suponer-
entre 600 y 800 personas cada año. En 1613 su nú- se que estas ideas calumniosas tenían el aval de la
mero superaría los 10 mil individuos. Entre 1615 a Corona, preocupada como estaba de poner fin a la
1619 entrarían casi 1 200 africanos anualmente. En rápida prosperidad de estos comerciantes de escla-
1640 se podía calcular sólo en la capital unos 20 mil vos. Con la separación de España de Portugal, los
esclavos y en todo el virreinato unos 30 mil, dos ter- tratantes lusitanos verían derrumbarse sus negocios
cios de los cuales vivían en ciudades. En 1604 los en las tierras hispanoamericanas (Bowser 1977: 54-
esclavos censados en la urbe trujillana eran 1 703, 87; Pease 1992a: 297; Quiroz 1993: 312).
cifra similar a la población española (1 021) y a los
indios (1 094). En la misma ciudad había en 1753 Participación económica
una cantidad de 3 065 negros y mulatos. Ambas A pesar de la visión estereotipada de la esclavi-
ciudades contaban con la mayor población africana tud, que empaña su comprensión, los pobladores
del reino si exceptuamos Potosí, mientras los valles negros durante la colonia se dedicaron a una am-
más poblados eran los dedicados al cultivo de la ca- plia gama de actividades. En el campo no sólo se
ña y la vid que se ubicaban al sur de Lima. ocuparon como braceros, sino desempeñaron innu-
Los portugueses jugaron un papel muy impor- merables oficios, ya que el régimen de autosubsis-
tante en el tráfico de esclavos a las colonias españo- tencia de las haciendas así lo exigía. En las ciuda-
des en cambio, la tenencia de esclavos no estaba di- La resistencia. Los cimarrones
rectamente asociada con labores productivas, sino y los palenques. La Santa Hermandad
más bien con el estatus de su poseedor. Tenerlos en A pesar de la fama de rebeldía e insubordinación
casa era signo de un buen tren de vida, siendo co- de la población negra, la lectura del pasado nos en-
mún que un personaje más o menos importante seña que la realidad fue bastante diferente y puede
contara con una treintena de sirvientes negros en- resistirse a fáciles generalizaciones. En ocasiones
tre cocineros, lavanderos, doncellas, amas de cría, los funcionarios reales tuvieron que admitir la acti-
peones, jardineros y miembros del séquito perso- va colaboración y la notable fidelidad de los escla-
nal de los patrones. Pero también trabajaron como vos, a pesar del temor de que éstos colaboraran con
vendedores ambulantes, preparadores de alimentos los piratas durante las invasiones extranjeras. Ade-
y servidores en los conventos. Practicaron asimis- más, debemos reconocer que la captura y vigilancia
mo oficios manuales, siendo artesanos de diverso de los cimarrones, ejercida por una entidad tan ine-
tipo, constructores civiles, transportistas, sastres, ficiente y anémica de recursos como la Santa Her-
curtidores, y hasta artistas. Con el tiempo llegaron mandad, nunca escapó del control de las autorida-
a tener importancia en los gremios y protagoniza- des. No por ello el miedo hacia un levantamiento en
ron enfrentamientos con los herreros españoles. masa de los esclavos fue menor, quizá porque las ac-
Los precios de los esclavos tecnificados eran más ciones de los grupos de huidos siempre resultaban
altos, pues se consideraba que se autocancelaban peligrosas. Los motivos para fugar eran de diferente
en un plazo aproximado de dos años o en todo ca- índole, generalmente reacciones impulsivas ante los
so podían ser enviados a trabajar para sostener a su abusos de sus amos, pero frecuentemente también
amo, lo que no fue inusual en esos tiempos. Las ga- abandonaban a sus propietarios siguiendo los desig-
nancias de los negros especializados les permitían nios del corazón, o en busca de los parientes perdi-
obtener un nivel de independencia insospechado dos. Estas desobediencias los ponían en verdaderos
en relación con otros esclavos, e incluso algunos aprietos, pero a la larga se reintegraban a sus vidas
dueños declinaron de una parte de sus ganancias normales.
para otorgarles la manumisión. Muy diferente era el caso del esclavo cimarrón,
En el amplio universo virreinal, la situación ma- es decir de aquel que escapaba y se unía a bandas
terial y moral del esclavo podía ser francamente armadas que terminaban acampando en la periferia
contrastante. Algunos se encontraban sumidos en de las ciudades, dedicándose a diversas actividades
el hambre mientras otros paladeaban el hartazgo, para sobrevivir, sobre todo al bandidaje y al asalto
pasaban de la desnudez al lujo de las libreas pala- de viajeros. Algunos de estos refugios se convirtie-
ciegas, del maltrato al mimo y los halagos. Cuando ron en aldeas, denominadas palenques, en las que se
la relación con los dueños era estrecha y amistosa, revivió parte de la cultura de sus ancestros africa-
adquirían una posición de privilegio e incluso po- nos, y su erradicación costó en alguna oportunidad
dían obtener la manumisión, en tanto amos menos enormes esfuerzos militares al gobierno español.
generosos enviaban a sus esclavas a conseguir dine- Instituciones como el cabildo de Lima dictaron
ro mediante la prostitución. El matrimonio de los drásticas medidas para la vigilancia de la población
esclavos era muy deseado y estaba protegido por el negra, prohibiéndoles manejar armas, dejar la ciu-
Estado y la Iglesia, y hasta se hacían arreglos entre dad, transitar luego del toque de queda e ingresar a
propietarios para reunir a la pareja bajo un mismo los pueblos de indios. Cualquier incumplimiento de
techo. Con el paso del tiempo y pese a la oposición estas normas era castigado con azotes, la castración
de los más recalcitrantes “negreros”, irían ganando o la muerte, dependiendo de la gravedad y la reinci-
una serie de derechos tácitos, que ayudarían a so- dencia en las faltas. Pero como los amos se hacían
portar una vida “caracterizada más que por la difi- responsables de los desmanes y delitos que cometie-
cultad y el sufrimiento, por la monotonía y la indi- ran durante su fuga, era común vender al esclavo
ferencia”. En esta política antidiscriminatoria des- huido lo antes posible. También se dictaron orde-
tacó la Compañía de Jesús, que bautizó y evangeli- nanzas para obligar a los dueños a vigilarlos más fé-
zó a buena parte de la población negra, veló por rreamente, pero no tuvieron el resultado esperado,
sus congojas y cuidó de los enfermos y de los an- pues muchas veces ellos mismos eran los generado-
cianos abandonados en instituciones como el hos- res de los excesos de sus esclavos, llevando en su sé-
pital adyacente al colegio de San Pablo (Konetzke quito a negros armados, o enviándolos a recorrer la
1972: 296; Bowser 1977: 172-197, 296-333). ciudad en busca de trabajo. Sin embargo, en el Perú
no se tiene un gran histo- Un amo español reprende a sus
rial de sublevaciones de esclavos.
esclavos, salvo la que de-
beló Gonzalo Pizarro en
medio de las guerras ci-
viles. Entonces debió ha- políticas premeditadas, lo
cer un alto en sus com- cierto es que en el medio
bates contra las fuerzas andino fueron los propios
de la Corona y enviar a inmigrantes africanos quie-
más de cien de sus hom- nes contrariaron las leyes e
bres en expedición puni- imitaron las peores conduc-
tiva contra el palenque tas de sus patrones blancos.
de Huaura. Allí fueron Era común que los esclavos
vencidos unos doscien- de los encomenderos y co-
tos cimarrones que ame- rregidores se envalentona-
nazaban con derrocar a ran y violaran muchachas,
los españoles, aprove- tomaran concubinas, fo-
chando el vacío de poder. mentaran la prostitución y
Luego de este inicial en- despojaran de sus bienes a
cuentro, no volvería a re- los habitantes de las reduc-
petirse otro choque fron- ciones, sin recibir castigo al-
tal entre grupos de escla- guno, ganándose así el odio
vos y el Estado, pero sub- y el temor de los indígenas.
sistirían siempre las peli- Un testigo de estos acon-
grosas bandas de delin- tecimientos, como Guaman
cuentes camineros, que Poma, los calificaría de “tai-
obstaculizaban en algunas regiones la comunica- mados y holgazanes”, en contraposición con los in-
ción y el comercio. dios laboriosos, y los veía como “bachilleres y re-
La Santa Hermandad se constituyó para perse- voltosos, mentirosos, ladrones, robadores y saltea-
guir a los esclavos huidos o cimarrones. Conforma- dores, jugadores, borrachos, tabaqueros y trampo-
da por un alcalde y varios cuadrilleros, contaba pa- sos”. Sus juicios serían motivados parcialmente por
ra su financiación con el monto de un impuesto de un profundo racismo, nacido de la competencia la-
dos pesos que cobraba la ciudad por el arribo de ca- boral que significaba la presencia de estos esclavos
da esclavo. Éste era frecuentemente evadido y a la foráneos en las ciudades. Pero según lo ha señala-
larga una aguda falencia económica afectó a la San- do Franklin Pease, la mentalidad andina se opuso a
ta Hermandad, lo que se sumó a las interferencias todo lo que tuviera el más leve matiz hispano. Para
ejercidas por los grandes propietarios de esclavos. los indios, tan españoles eran los turcos o los afri-
La institución fue subastada al final del virreinato y canos como los propios peninsulares y contra todos
comprada por particulares (Bowser 1977: 242-272). dirigieron su animadversión. Como contrapartida
los esclavos repitieron los mismos adjetivos y el
La actitud de los indios mismo desprecio que habían escuchado y presenti-
A pesar de compartir una posición de dependen- do en boca de los españoles, reproduciéndose hasta
cia y sojuzgamiento frente a los españoles, los in- el infinito el círculo vicioso de estas disputas inte-
dios y los negros nunca manifestaron buenas rela- rraciales. Sin embargo, algunos estudios últimos de-
ciones. Los pobladores andinos percibieron siempre muestran que tangencialmente, en barrios indíge-
que los esclavos africanos estaban sometidos a la fé- nas de las ciudades, existía la posibilidad de que
rula de sus amos y actuaban como sumisos aliados personas negras no fueran vistas como enemigas y
de los españoles. Esta primera impresión fue hábil- llegaran a formar lazos de conveniencia e incluso fa-
mente explotada por los hispanos, quienes supieron miliares. Por otro lado, la compra de esclavos por
enfrentar a ambos grupos étnicos, encargando a curacas e indios enriquecidos era fenómeno fre-
unos la represión de los otros, y fomentando el an- cuente no sólo en las zonas urbanas, sino también
tagonismo y la mutua rivalidad. Pero más allá de en las áreas rurales (Pease 1992a: 298-299).
ASPECTOS ECONÓMICOS
COLONIALES

PANORAMA ECONÓMICO

La llegada de los españoles al Perú significó una mentos de su arribo a los Andes las tradiciones eco-
ruptura de los patrones económicos que se habían nómicas castellanas en relación a la moneda, el co-
generado en el mundo andino. A diferencia del sis- mercio, el control fiscal y el tributo monetario, o en
tema europeo que sólo a partir de 1532 se iría su defecto en especie. También trajeron la noción
asentando en el país, en los Andes existía una eco- visigótica de la propiedad, el concepto medieval del
nomía que prescindía del mercado, la moneda y el crédito y toda una larga serie de usos, costumbres y
tributo pecuniario, y que más bien estaba regida prejuicios, que pronto fueron encontrando eco en
por la reciprocidad y la redistribución, las cuales las nuevas tierras, en la misma medida en que la his-
eran reguladas por los vínculos de parentesco que panización del territorio iba siendo más profunda.
se patentizaban en el ayllu y por la organización Luego de descubrirse los riquísimos yacimientos
centralizada del Estado, al que todos debían tribu- americanos se organizó un tipo de explotación del
tar en trabajo o en especie, siguiendo innume- suelo donde primaban las actividades prima-
rables normas y ritos. Estas institucio- rias de tipo extractivo, especialmente de
nes andinas resultaron muchas veces minerales como la plata. Ello signifi-
incomprensibles para los españo- có un gran cambio frente a la an-
les, quienes las reinterpretaron tigua economía andina, que se
según su impronta cultural, había basado en la agricultura.
aunque con el pasar de los En torno a la minería fueron
años algunos encomenderos organizadas todas las demás
supieron hacer uso de esos actividades productivas y la
mecanismos, sobre todo explotación agropecuaria se
cuando se trataba de rela- dirigió a satisfacer las nece-
cionarse con la población sidades de las grandes ciu-
andina. A pesar de ello, las dades y los centros mineros
pautas de la economía andina como Potosí.
iniciarían a partir de aquel La Corona redefinió toda la
momento un largo e inexorable política macroeconómica –ma-
camino hacia su extinción, que nejada desde la Metrópoli–, enfa-
aún hoy no ha concluido. tizando la producción metalífera y
Los conquistadores impu- puso en un segundo plano la
sieron desde los primeros mo- Moneda macuquina de cuatro reales del siglo XVI. producción mercantil local.
Las colonias de esta manera se integraron a la eco- este sistema comercial por cerca de doscientos años.
nomía mundial como productoras de materias pri- Según los criterios intervencionistas, la Metrópo-
mas, valorizadas en el mercado internacional. Para- li controlaba de manera muy estricta el curso eco-
lelamente abundaron las prohibiciones a ciertas in- nómico de las colonias, poniendo especial énfasis
dustrias americanas que podían competir con acti- en la limitación de ciertas industrias y manufactu-
vidades similares que se desarrollaban en la Penín- ras que pudieran afectar sus exportaciones, llegan-
sula. Sin embargo dichos impedimentos difícilmen- do al punto de prohibir o restringir muy seriamen-
te podían ser respetados, dadas las deficiencias del te los contactos comerciales bilaterales entre los rei-
sistema de importaciones que hacían imposible el nos de América.
abastecimiento de bienes de consumo para la pobla- Finalmente se siguió una política mercantilista,
ción americana. Muchas de estas prohibiciones re- dando una gran preponderancia al comercio, a las
sultaron letra muerta y fueron incumplidas a cam- actividades extractivas y al acarreo de metales pre-
bio de un impuesto compensatorio, como el que se ciosos. La acumulación basada en la minería era
aplicó al vino o a la ropa, simplemente por mencio- considerada como un elemento fundamental de la
nar dos rubros muy conocidos. Un tercer sector riqueza y el poderío de una nación. El Estado se
económico fue el de los servicios, que creció pro- convirtió en la fuente principal de enriquecimiento
porcionalmente al aumento de la demanda de la so- de las elites, ahogando la iniciativa privada y sobre-
ciedad virreinal (Pease 1992a: 229 y ss.; Romero dimensionando el control burocrático sobre la tota-
1949). lidad de la vida económica. A la larga, el voraz aun-
que inefectivo sistema fiscal implantado por la Co-
CARACTERÍSTICAS DE LA rona promovería la ulterior decadencia española.
ECONOMÍA COLONIAL
LA MONEDA
Los estudiosos del tema generalmente han califi-
cado la política económica de la Metrópoli como ex- Como acertadamente ha explicado Franklin
clusivista debido al régimen monopólico que se im- Pease, la moneda generó un impresionante impacto
puso, según el cual América sólo podía comerciar en la economía andina. Aunque durante muchos
con Castilla a través del puerto de Sevilla –lo que años fue sólo un elemento referencial ante su esca-
creó una elite comercial en esta ciudad–, así como sez e inexistencia, así como por las dificultades de
en los puntos comerciales americanos a donde lle- conversión cuando se trataba de pagos en especie,
gaba el enorme flujo de mercaderías destinado al in- introdujo una noción de equivalencia universal que
terior del continente. Lima se vería privilegiada por rompió el criterio de reciprocidad y redistribución.
Los primeros funcionarios se
vieron compelidos a calcular los
tributos en cantidades de pro-
ductos, transcurriendo 30 años
hasta que Toledo elaboró las ta-
sas, señalando claramente la
equivalencia monetaria. Con to-
do, debemos recordar que aun la
tributación en especies era una
novedad impuesta por los espa-
ñoles, pues en el Tahuantinsuyo
la tributación era aportada ex-
clusivamente en horas de trabajo
entregadas a la autoridad bajo fi-
nes determinados. También las

Aries (San José y la Virgen en busca de


posada) por Diego Quispe Tito, de la
serie del Zodíaco. Catedral del Cuzco,
siglo XVII.
encomiendas expresarían su rendi- de trabajo, o laborar en actividades
miento en pesos, aunque en reali- que les proporcionaran el ansiado
dad su renta era recogida en es- circulante. Muchos autores con-
pecie. Sin embargo se prefería sideran que este último resul-
ciertos productos de alto va- tado no fue una consecuen-
lor que pudieran tener una cia inesperada, sino un claro
fácil convertibilidad, como propósito de las emergentes
la coca, los tejidos, los au- burguesías urbanas, afana-
quénidos y, en el período das en ampliar los merca-
del auge de los minerales, dos rurales mediante la
los bastimentos y pertre- ruptura del régimen de au-
chos que pudieran servir pa- tosubsistencia.
ra comercializar en los empo- El tesoro de Cajamarca,
rios mineros. que tanto alimentó la fantasía
Aun cuando la moneda mis- de los europeos, enriqueció de
ma no hizo una aparición total en la noche a la mañana a los con-
los Andes, su fantasma o es- quistadores. Las relaciones
píritu se encontraba por do- “Rincón” de cuatro reales del siglo XVI, Potosí. El o crónicas detallan las im-
quier. El patrón de conver- nombre proviene del ensayador cuya marca aparecía en presionantes cantidades
sión tendría una influencia el anverso de la moneda. de metales preciosos en-
decisiva en la vida de los tregados al rey como quin-
aborígenes, pues ayudó a quebrar lentamente anti- to real, que fueron fundidos y llevados a España to-
guas costumbres como la reciprocidad y la redistri- mando como patrón de medida y contabilidad los
bución, la forma de entrega de energía humana, las “marcos” para la plata y los “pesos” para el oro. Des-
pautas de parentesco y otras. Con el tiempo, nue- de entonces y durante muchos años se seguiría
vas formas de trabajo como la mita a la manera oc- usando este sistema referencial para marcar los te-
cidental y el trabajo asalariado, ayudarían a profun- jos. Las barras debían estar selladas para indicar que
dizar estos cambios. habían cumplido con el pago del impuesto a la Co-
El engranaje que movió la economía colonial rona, pero se considera que sólo un sexto de la pla-
durante los primeros años fue la enorme disponibi- ta circulante en el período virreinal fue amonedada,
lidad de fuerza laboral. Los encomenderos, algunos lo cual fue causa de su aguda escasez. Ante tal even-
de los cuales contaban con un ejército de mano de tualidad, se usaban fichas y medios de compra a
obra de hasta 5 mil indios, se involucraron así en plazos o a cuenta de futuros cobros, dejando por
cuanta asociación comercial o productiva surgía en ejemplo en la panadería una pieza de plata, que al-
la naciente sociedad. Cuando los encomenderos canzaba para comprar durante todo un año el pan
perdieron poder frente a la Corona y sus corregido- que se iba recogiendo diariamente. Para realizar las
res, muchas de sus antiguas atribuciones y faculta- conversiones entre diversos productos y entre el oro
des se esfumaron, pero conservaron en sus manos el y la plata se utilizaba el maravedí, moneda imagina-
muy importante privilegio de los repartos mercanti- ria a la manera de la guinea inglesa, que servía co-
les, por los cuales se podía compeler a los indios a mo medio de cambio. La aparición de la moneda fue
comprar mercaderías de muy desigual calidad, a generando precios que las autoridades, especial-
precios muy altos y pagados generalmente en dine- mente las municipales, intentaban controlar y esta-
ro contante y sonante. Si el objetivo de la Corona bilizar con diversos resultados. En los medios rura-
había sido que los indios obtuviesen bienes útiles y les en cambio la formación de precios brilló por su
baratos para su subsistencia, y que el corregidor pa- ausencia, precisamente por la carencia monetaria.
gase sus gastos de traslado e instalación, el medio De acuerdo a Emilio Romero, la primera mone-
utilizado generó un empeoramiento de la condición da hecha en el Perú, una pieza de acuñación basta
de miseria de los pobladores andinos. Los comer- y primitiva que llevaba la inscripción Karolus Quin-
ciantes de Sevilla y de Lima encontraron un subter- tus Indiarum R, tuvo una circulación bastante limi-
fugio para deshacerse de su mercadería estancada y tada durante la época de Vaca de Castro. En 1565 el
se obligó a los nativos a incorporarse al sistema mo- Consejo de Indias aceptó fundar una casa de mone-
netario, surgiendo la necesidad de vender su fuerza da en Lima, pero sólo para fabricar piezas de plata,
ya que el oro debía atesorarse en las Moneda macuquina de ocho reales, acuñada
arcas reales. Dicha cédula señala- en la ceca de Potosí en 1685.
ba: “…y el cuño para los rea-
les… …ha de ser de la una eran un verdadero rompeca-
parte castillos y leones, con bezas, incluso para la gente
la granada, y de la otra par- especializada. Dentro de
te las dos columnas, y en las monedas de plata cir-
la parte de las columnas culó en primer lugar el pe-
entre ellas un rótulo que so corriente, tambien co-
diga plus ultra, que es ai nocido como macuquina
diuisa del Emperador nos (360 maravedíes), pero
señor y padre de gloriosa luego Toledo lo reemplazó
memoria… …y el letrero por el peso ensayado (450
de la dicha moneda diga an- maravedíes). El peso sellado
si: Philipus Secundus Hispa- más común podía ser de ocho
niarum et Indiarum Rex, y pon- reales, pero había de nueve rea-
gase en la parte donde hubiere la les (396 maravedíes), once reales,
diuisa de las colunas una P (latina) doce y medio reales (425 marave-
para que se conozca que se hizo en el Pe- díes), y trece y medio reales (450 marave-
rú…”. La ceca de Lima trabajó del 1557 a 1588, díes), llamado también este último peso fuerte, doble
aunque a partir de 1573 la producción de moneda o peso clásico.
disminuyó grandemente, ya que Toledo envió la mi- Las monedas en oro eran el doblón de a dos es-
tad de los instrumentos de acuñación a la ciudad de cudos, el doblón de cuatro escudos, el doblón de
La Plata en Charcas, y luego a Potosí. La Casa de ocho escudos, el doblón de a ciento y los escudillos,
Moneda de Lima reabrió brevemente sus puertas durillos o dobladillas (medios escudos). Las piezas
entre 1659 y 1660, y sólo comenzó a funcionar es- de cobre eran el cuartillo (8,5 maravedíes), el cuar-
tablemente a partir de 1684. to (4 maravedíes) y el ochavo (2 maravedíes). De to-
Las transacciones monetarias en el Perú fueron das las monedas que circularon en América hispáni-
extremadamente complicadas, porque habitual- ca, el peso de ocho reales fue el de mayor difusión,
mente se combinaban los valores de diferentes pe- siendo utilizado inclusive en las posesiones ingle-
sos y medidas de monedas, cuyas equivalencias sas, francesas, holandesas y hasta en China, me-
diante el expeditivo resellado que les daba curso le-
gal en esos lugares (Pease 1992a: 230 y ss.; Stern
1982; Romero 1949: 195 y ss.; Salazar Bondy 1964:
4 y ss.).

SECTORES PRODUCTIVOS

Minería
Los tesoros incaicos satisficieron momentánea-
mente la sed de metales preciosos que tenían los es-
pañoles, pero al agotarse los grandes y fáciles boti-
nes, los buscones fueron descubriendo ricas vetas y
minas de muy alta ley, que pasaron a engrosar el pa-
trimonio de los ya opulentos encomenderos. Estos
últimos personajes, a través del control de los cabil-
dos, supieron repartirse entre ellos las zonas de ma-
yor posibilidad minera. Tempranamente el oro tuvo
una mayor presencia que la plata, pero a partir de
1540, se iría volviendo cada vez más escaso, hasta
Sahumador del siglo XVIII utilizado en ceremonias religiosas.
Esta pieza ha sido trabajada en filigrana de plata; en el torso convertirse, a principios del siglo XVII, solamente
del toro se puede apreciar una tapa articulada con perillas. en el 1% de la producción mineral peruana.
El hallazgo del Cerro Rico de Potosí en 1545 su rentabilidad, cuando tuvieron la suerte de ubicar
cambiaría la historia económica virreinal y mun- las minas de mercurio de Huancavelica. Este espec-
dial. No en vano este complejo minero situado en tacular descubrimiento revolucionó la minería pe-
un frío páramo, por encima de los cuatro mil metros ruana y fue llamado sin equivocación “el mayor ma-
sobre el nivel del mar, llegó a proporcionar a finales trimonio del mundo”, pues la existencia de los ya-
del siglo XVI el 80% de la plata peruana y el 50% cimientos de Huancavelica permitía utilizar los be-
de todo el material argentífero producido en el or- neficios del método de la amalgamación en Potosí,
be. Un asiento minero con este potencial permitió el el que fue implantado por Pedro Fernández de Ve-
desarrollo de una ciudad como Potosí, que en pocos lazco en 1572, siguiendo órdenes del virrey Toledo.
años llegó a albergar a 160 mil habitantes, la mitad Hacia 1575, Huancavelica ya producía 6 mil quinta-
de los cuales eran españoles y criollos. En su mejor les de mercurio y para 1675 llegaría a los 20 mil. La
momento, unos seis mil hombres de color entre li- Corona expropió estas minas y obtuvo grandes ga-
bres y esclavos se destinaban a trabajos diversos y al nancias de la venta del azogue a los mineros de la
servicio de los mineros. El resto de sus habitantes plata, pues les vendía a 85 pesos el quintal, cuando
estaba conformado por una abrumadora población la extracción le costaba tan sólo 46. Durante mu-
indígena flotante, que se distribuía entre una mayo- chos años los mineros se quejaron de los precios al-
ría que cumplía con su turno de la terrible mita, un tos del material de amalgamación, que les recortaba
buen número de “indios de plata” o “faltriquera” sus márgenes de beneficio.
que libraban de las penurias del trabajo forzado a El hallazgo del mercurio y las innovaciones de
un privilegiado grupo de indios pudientes, y un sec- Toledo (un molino hidráulico de minerales, una re-
tor más tecnificado de indígenas residentes o “in- presa que llegaría a tener 32 esclusas escalonadas)
dios mingas”, que se alquilaba regularmente por un permitieron un crecimiento impresionante de la
sueldo fijo. producción de plata. Si en el quinquenio de 1545
El auge de Potosí fue importante desde sus pri- Potosí produjo tres millones de pesos ensayados, y
meros años, pero la etapa de mayor esplendor no en el siguiente subió a nueve millones, con la in-
llegaría sino hasta mediados de la década de 1570, troducción de la amalgamación y las demás inno-
cuando se introdujo el método de la amalgama. vaciones se pudo llegar a extraer la cifra récord de
Hasta ese momento el mineral de plata era procesa- treinta y dos millones de pesos entre 1586 y 1590.
do en las guairas o pequeños hornillos cilíndricos Al analizar las cifras anuales de producción (que
de piedra o barro que se ponían con leña, carbón y por cierto son menores a la extracción real, pues
mineral de plata en las cumbres heladas de los ce- los montos legalmente declarados para los efectos
rros de la región. Allí los fortísimos vientos eleva- del quinto real ocultan las enormes cantidades de
ban la temperatura de la combustión, permitiendo plata contrabandeada), veremos que las cantidades
que el argentum se fundiera segregándose de los van subiendo hasta 1589, cuando se llega a los 7
otros elementos del mineral. Sin embargo se trata- 467 837 pesos. En la primera mitad del siglo XVII
ba de un método poco eficiente, y el descubrimien- el promedio se mantiene en los 4,5 millones anua-
to de la técnica de la amalgama vendría a revolu- les y en la segunda mitad del siglo se inicia una es-
cionar el procedimiento. Para lograr la amalgama- trepitosa caída de la producción, que terminará con
ción se utilizaba el azogue, o mercurio, que rápida- unos escuetos 1,9 millones registrados en el año
mente generaba con la plata un producto químico 1700.
–la amalgama– que se separaba de los otros compo- La minería de plata siguió decreciendo en los
nentes del mineral y de los rastros de otros meta- años posteriores y a ello contribuyó la crisis de
les. Como el punto de ebullición del mercurio era Huancavelica. La gran mina se veía afectada ahora
relativamente bajo, bastaba calentar la amalgama por las corruptelas de la administración, la falta de
para obtener una cantidad de plata mayor y de una modernas técnicas extractivas, la inundación y el
altísima pureza. derrumbe de sus galerías. La decadencia se puede
El único problema residía en que la mina de azo- evidenciar en el aumento de sus costos productivos,
gue más cercana era la de Almadén, en España, y los que se elevaron a 111 pesos por quintal mientras el
costos del transporte se elevaban considerablemen- precio de venta a los mineros seguía siendo de 85.
te. La minería argentífera mexicana se vio condena- En los años siguientes Potosí tuvo que importar
da a depender del mercurio español, y los mineros azogue de la China, y la impresionante ciudad mi-
peruanos parecían perder las esperanzas de elevar nera, la otrora ciudad más densamente poblada de
remos la increíble productividad de los yacimientos
de Castrovirreyna, que permitió que todas las calles
de la ciudad del mismo nombre fueran adoquinadas
con tejos de plata para celebrar el arribo de la espo-
sa del virrey conde de Lemos, Ana de Borja y Doria,
para asistir como madrina al bautizo del hijo de un
rico minero. Todas estas minas reprodujeron en ma-
yor o menor escala el fenómeno de dinamización
económica que ocurría alrededor de Potosí.
Pero en el siglo XVIII la producción y la produc-
tividad habían descendido tanto que la explotación
argentífera peruana pasó a un segundo lugar en re-
lación a la de México. Inundaciones, agotamiento
de filones, disminución de la ley de las vetas y de-
rrumbes causaron un declive general de la minería.
Curiosamente, algunos expertos recomendaron que
se cerraran y obturaran las minas y se las dejara
“descansar para que de esta forma se regenerara en
ellas el mineral”. A finales del siglo XVIII se trajo al
barón de Nordenflicht para tecnificar la producción
e introducir el novedoso método de la amalgama-
ción en toneles. En años posteriores y siguiendo los
inventos de Treventick, se utilizaron bombas de
achique accionadas por vapor para desaguar gale-
rías, por largos años inoperantes. Pero la reconver-
sión tecnológica y productiva efectuada en los últi-
mos años del virreinato fue drásticamente inte-
Pelícano eucarístico, pieza de plata del siglo XVIII.
rrumpida, ya que el ejército realista destruyó en su
retirada todas estas fuentes de riqueza, para dificul-
Sudamérica, languidecía en el siglo XVIII con ape- tar la consolidación de la independencia nacional.
nas 30 mil habitantes. Se calcula que una quinta parte de la plata ex-
Sin embargo, antes de que el milagro potosino traída de estas minas se quedaba en América y for-
acabara, la minería mercantilizó las áreas circun- maba parte del capital circulante en moneda acuña-
dantes que se dedicaron a proveer de alimentos, da y lingotes. Pero de este porcentaje una buena
vestido y todo género de necesidades a una pobla- parte se destinaba a joyería, vajillas y artefactos
ción con alto poder de consumo. Las rutas de abas- suntuarios, utilizados en la vida cotidiana al tiempo
tecimiento de Potosí se convirtieron en zonas muy que servían de reservas familiares para las malas
dinámicas y los productores y comerciantes que tu- épocas y como garantía crediticia para expandir
vieron la suerte de poder entrar en este circuito ob- otros negocios. Algunos bancos hacían préstamos
tuvieron enormes ganancias. De este modo se am- para que los mineros cubrieran sus gastos de opera-
plió el espacio económico virreinal y se potenciaron ción o para capital de trabajo, y luego recibían la
los obrajes, las haciendas y otras industrias regiona- plata en pago, la cual era vendida a la casa de mo-
les. Hasta los más pobres indígenas disponían de neda a altos precios.
ciertas cantidades de plata no amonedada para gas- La plata que salía del país tomaba un rumbo
tar en una gélida puna donde el mineral de argen- bastante diferente. Una cantidad cercana al 80 por
tum era lo único que abundaba. ciento de la plata producida en el país era enviada a
Pero Potosí no fue la única región minera. No España en una larga, fatigosa y complicada trave-
debemos olvidar otras minas que llegaron a ser sía, en la que los caudales peruanos debían reunir-
muy importantes como las de Laicacota en Puno, se con las riquezas aportadas por otros virreinatos,
cuyos dueños fueron los famosos e insurrectos her- y partir juntos en una numerosa flota rumbo a los
manos Salcedo, las de Caylloma y Cerro de Pasco. puertos metropolitanos. La plata era una de las po-
Por no hacer más extenso este recuento menciona- cas producciones coloniales (representaba entre el
86 y el 95% del valor de las exportaciones) que po- que en proteger la agricultura que aseguraba la au-
día afrontar el terrible costo de estos viajes. Duran- tosuficiencia colonial. Sin embargo, la agricultura
te el siglo XVI la llegada de estos embarques de fue una actividad generalizada y proporcionaba un
plata y otras riquezas de América produjeron en la conveniente estatus social a los hacendados, presti-
Península tal revolución de los precios que en po- gio del que no gozaban los mineros.
cos años se cuadruplicaron. Estos cambios no se El establecimiento de la agricultura europea en
debían exclusivamente a la impactante llegada de el Perú va de la mano con la distribución de las tie-
los metales preciosos, aun cuando fueron su princi- rras luego de la conquista. En este proceso inicial-
pal generador. mente tuvieron gran importancia los encomende-
La riqueza desembarcada en España circulaba ros, que si bien no fueron propietarios sino simples
rápidamente dentro de la Península y pronto salía posesionarios de las tierras, utilizaron a los indios
con destino a otros países europeos como Inglaterra para cultivarlas o exigieron el tributo en productos
y Flandes, que supieron fortalecerse con aquella in- agrícolas, producción que además del consumo do-
yección de capitales, orientadolos a actividades méstico llegaba también a los mercados urbanos.
eminentemente productivas y no solamente especu- Durante mucho tiempo, nadie que no tuviera enco-
lativas. Otro tanto de la plata americana salía rum- mienda o el favor del encomendero podía explotar
bo a Oriente, en donde los mercaderes europeos las tierras dentro de los límites del repartimiento,
compraban objetos lujosos con un metal que toda- pues no podría contar con el acceso a la mano de
vía seguía siendo muy cotizado en los lejanos mer- obra necesaria. Pero con la llegada de los corregido-
cados asiáticos. Cuando las ingentes cantidades de
metales preciosos de América comenzaron a esca-
sear, España pudo comprobar cuán poco de aquella
riqueza había tenido un uso racional y qué arruina-
da se hallaba su economía.
La abundancia de la plata peruana no debe lle-
varnos a olvidar otras explotaciones mineras como
el mercurio, el estaño y el plomo. Tampoco debe-
mos restarle importancia al cobre, que era muy uti-
lizado en la fabricación de objetos caseros, aunque
sólo se explotaban las vetas muy ricas, con más de
50% de ley. También la sal ocupó un papel impor-
tante, tanto como materia prima para la explotación
minera (recordemos que Potosí consumía anual-
mente 300 mil quintales de sal para la amalgama-
ción) como para el consumo humano, dando lugar
a muchísimos intercambios con las comunidades
carentes de este importante producto (Assadourian
1982: 206-220, 278-293; Pease 1992a: 237-241;
Céspedes del Castillo 1983: 127-132; Konetzke
1971: 280 y ss.).

Agricultura y agroindustria
Pese al carácter eminentemente agrícola de las
antiguas sociedades andinas, la agricultura virreinal
no llegó nunca a tener la importancia de la minería.
Ésta fue una realidad constatada y lamentada por
muchos escritores coloniales, como Bravo de Lagu-
nas, quien pedía en su obra Voto consultivo, de 1755,
que se diese una mayor atención y un mejor trato a
la actividad agrícola. Lamentablemente la Corona se
veía más ocupada en promover y subvencionar la Pedro José Bravo de Lagunas y Castilla (1704-1762),
minería (de la cual dependía económicamente), autor del Voto consultivo.
res los hacendados pudieron independizarse de los no de obra, algunas veces bajo régimen salarial y ge-
encomenderos y retuvieron un gran prestigio social neralmente sometida a relaciones semiserviles y de
por convertirse en verdaderos señores de tierras y coloniaje interno. Muchas de estas tierras se vieron
hombres. La hacienda entonces no deriva de la en- afectadas por mayorazgos, capellanías, censos, regí-
comienda, aunque muchos de los que recibieron es- menes de manos muertas y fundaciones pías, que de
ta merced, contrariando disposiciones reales sobre una o de otra forma congelaban la propiedad en ma-
tierras, se apoderaron de ellas de diversos modos. nos de sus dueños, fuesen personas naturales o ins-
Cuando los conquistadores fundaban una ciu- tituciones como la Iglesia, favoreciendo su acumu-
dad se repartían las tierras adyacentes. Por un lado lación en pocas manos. Muchas de las ganancias de
se encontraban las tierras comunes como el ejido la minería y el comercio pasaron en el siglo XVII al
(matadero), la dehesa (pastos) y los montes (leña). sector agrícola, entronizando a los hacendados co-
Las tierras de los indios eran respetadas y el resto de mo “señores de tierras y comarcas”, ante la deca-
las tierras disponibles alrededor de la nueva ciudad dencia de los encomenderos. Sólo así se explica el
pasaban a distribuirse en peonías o chacras simples rango de las inversiones producidas en un rubro en
para los soldados de a pie, y en caballerías o chacras el cual la rentabilidad no llegaba al 6% en el mejor
dobles para los hombres de a caballo. De este modo de los casos, incluso eliminando el riesgo de las ma-
se fueron estableciendo las primeras fincas rurales las cosechas.
en los alrededores de las ciudades, que generalmen- Los españoles no apreciaron los logros andinos
te se trabajaban con indios de las encomiendas que en técnicas agrícolas y alimentarias y pronto inten-
acudían en ciertas épocas a las urbes para entregar taron que el tributo fuera pagado en cultivos occi-
su tributo y realizar servicios personales para su dentales. Sin embargo en las zonas más alejadas se
encomendero o para quien éste designara. Estas siguió cultivando alimentos de origen andino y al-
propiedades tenían un tamaño pequeño o interme- gunos de ellos (como el chuño, la cañiwa, la qui-
dio, pero cuando Toledo amplió a todo el territorio nua, la papa, el ají, el algodón, la cabuya, el ma-
el sistema de las reducciones, se movilizó a las po- guey y el molle) entraron en la economía española.
blaciones indígenas de sus antiguas tierras a regio- Otros se procesaban y servían para pagar tributos
nes nuevas, quedando muchas tierras desocupadas en base a sogas o sandalias de maguey. Dentro de
como baldíos y propiedades vacantes. A partir de este sistema entraron también el pescado seco y la
ese momento los cabildos dieron concesiones sobre muy importante y siempre presente coca. Las mu-
estas áreas, amparándose en el permiso regio de jeres españolas de las primeras familias de enco-
1573. También la Corona otorgaba derechos y en- menderos se preciaban de haber sido las introduc-
tregaba tierras mediante las composiciones o licen- toras de tal grano o tal fruta en el país, y de ciudad
cias, a partir de las cuales se formalizaba la propie- en ciudad y de familia y familia se repetían y dupli-
dad de tierras no muy claramente adquiridas. caban estas historias.
El desastre demográfico seguiría reduciendo a Según lo expresado por Macera, la costa perua-
las poblaciones indígenas, por lo que década tras na se dividió en cuatro sectores agrícolas: Piura,
década disminuían las tierras cultivadas y más las ubicada al norte, concentraba sus esfuerzos en el al-
tierras sin uso, las que podían ser rematadas, adju- godón y la ganadería variada, desde Lambayeque
dicadas, compuestas, conseguidas por estafa, o afec- hasta Chincha se cultivaba caña de azúcar, el sur
tadas a cuenta de pagos por deudas diversas. En es- chico era reconocido por sus viñedos y algodonales,
tos procesos, en los que se necesitaba contar con in- mientras que en el extremo meridional primaban
fluencias, participaron no sólo españoles (muchos los sarmientos y olivares. Subiendo por la cordille-
de los cuales eran los protegidos y validos de los vi- ra, en la región quechua se prefería el cultivo de
rreyes y oidores), sino también muchos indios, es- panllevar y la ganadería, en tanto en los valles más
pecialmente curacas, que de este modo convirtieron bajos crecía la caña de azúcar. En la zona yunga
en propiedad privada protegida por las leyes espa- oriental o ceja de selva se cultivaban los cocales. Si
ñolas, las tierras que otrora pertenecieran a su etnia bien los pobladores andinos siguieron sembrando
o comunidad. sus productos tradicionales, dentro de un régimen
De otro lado, los matrimonios y las alianzas fu- de autosubsistencia, los curacas destinaban una
sionaron propiedades en regiones colindantes, dan- parte de sus parcelas a productos europeos para pa-
do origen a enormes latifundios, donde más impor- gar el tributo. Los corregidores comercializaban es-
tante que la extensión territorial era el acceso a ma- tos tributos en especie en zonas mineras como Po-
tosí donde alcanzaban precios significativamente La caña de azúcar, en cambio, fue aumentando
más altos, obteniendo ganancias extraordinarias sin lentamente sus áreas de siembra en las haciendas
que la Corona percibiera estos delitos. que habían abandonado el cultivo del trigo, y nu-
Assadourian ha señalado que un elemento de su- merosos esclavos entraron en el régimen de los mo-
ma importancia para el mantenimiento de la pobla- nocultivos agroindustriales. Tan pronto la encon-
ción de origen europeo fue el trigo, pues el maíz era tramos sembrada en Quito, Arequipa y Cuzco, co-
considerado alimento de indios y negros. Ambos mo en las zonas andinas centrales, y en las lejanas
cultivos estaban regulados por la posibilidad de ser tierras del Paraguay y la Argentina, además de las
comercializados en la cercanía o contar con trans- áreas aledañas a Lima. Esta abundancia azucarera
porte barato hacia la zona de consumo. En conse- suscitada por la alta oferta bajó a la postre los pre-
cuencia, las áreas productivas que rodeaban los nú- cios del producto y aunque se intentó producir
cleos urbanos se dedicaban a los granos y cereales, aguardientes, melazas y otros productos derivados,
salvo que la vía marítima permitiera acortar las dis- los precios no lograron elevarse.
tancias, como fue el caso de Lima, abastecida desde En Lima se difundió el gusto por las golosinas,
los otros valles del litoral, pues hacia 1630 su des- la repostería y los dulces de olla, lujos y dispendios
pensa local sólo cubría la mitad de las 240 mil fane- del dulce producto que inicialmente había escasea-
gas de trigo y 25 mil de maíz que la ciudad necesi- do y luego sobraba. La caña era procesada en trapi-
taba. Las cerca de 150 mil fanegadas restantes ve- ches de cilindro vertical con calderas de cobre, y el
nían por mar desde los demás valles costeños. Por azúcar cristalizada era convertida en panes o tongos
su emplazamiento, Potosí, que en 1603 necesitaba que se enfriaban en moldes de arcilla. Estas agroin-
de 50 mil fanegas de maíz y 90 mil de trigo, depen- dustrias se localizaron en la costa y las más peque-
día de las grandes zonas adyacentes para conseguir ñas necesitaban del trabajo de al menos seis opera-
sus alimentos. En el siglo XVIII la decadencia de rios y unos veinte esclavos para funcionar. Instala-
estas minas hundiría a los productores agrarios de ciones de este tipo costaban unos 15 mil ducados de
las inmediaciones en una economía de autosubsis- oro, y el establecimiento de una empresa de esta en-
tencia. Pero en Lima la demanda de trigo foráneo vergadura podía demandar una inversión de casi 50
subiría enormemente luego del terremoto de 1687, mil ducados, a veces con el apoyo crediticio de la
ya que las haciendas se hallaban paralizadas debido Corona. En otras haciendas cuya capacidad instala-
a grandes epidemias y a la destrucción de los siste- da no era totalmente utilizada, se alquilaban los tra-
mas de regadío. piches a terceros. La tecnología peruana de la indus-

Restos de una hacienda


colonial en la que se
procesaba caña de
azúcar.
tria del azúcar fue considerada la mejor de la época mercado muy importante era Lima donde anual-
y muchos de estos trapiches se exportaron a Brasil mente se consumían unas 200 mil botijas de vino.
durante el siglo XVII. La chicha y los aguardientes de caña y de uva eran
Los vinos, al decir de Assadourian, constituye- las bebidas alcohólicas más consumidas en los nive-
ron la mayor industria colonial peruana, y encon- les populares, destacando entre ellos el pisco y la
traron en la árida costa una zona adecuada para ob- nazca. Los productores de vino chilenos tuvieron
tener su materia prima. Los vinicultores frenaron en un mercado circunscrito a las ciudades cercanas a
parte la acelerada expansión del azúcar sobre las tie- sus campos.
rras del trigo. El trabajoso mantenimiento de la vid El aceite de oliva fue otro producto que rápida-
y el riego por acequias obligaron a la compra de mente se comenzó a elaborar en tierras peruleras,
muchísimos esclavos africanos para cuidar los sar- haciendo innecesaria su importación desde la Me-
mientos y procesar el mosto. El vino se vendía en trópoli. Pero la demanda en estos territorios fue me-
botijones de arcilla, lo que permitía solventar una nor debido a la masiva utilización de manteca de
industria subsidiaria de la vitivinícola. Ica y Pisco cerdo, especialmente en el campo y en zonas donde
producían un promedio de 350 mil botijas al año y predominaba la economía de autosubsistencia. Ade-
representaban un 70% de la producción peruana. El más, el crecimiento de los olivos demoraba, y de he-
30% restante procedía de Arequipa y Nazca. Com- cho la gente prefería comer las aceitunas que usar-
petían con la producción peruana las provincias de las en la preparación de aceite. Zonas como Ilo, Mo-
Cuyo (Mendoza) y Chile. quegua, Locumba, Chala y Arica pronto vieron ex-
A fines del siglo XVI los vinos españoles ya ha- tenderse grandes olivares, que abastecían ciudades
bían sido totalmente desplazados del mercado y al- como Lima, donde se consumía unas 8 mil botijas
gunos consideraban superior el vino peruano al de de aceite, y Potosí que demandaba unas 3 mil boti-
la Península, sirviendo de poco las prohibiciones jas de aceite de oliva, frente a unas 25 mil botijas de
reales de Felipe II y Felipe III en favor del monopo- manteca de cerdo.
lio español. Las autoridades se conformaron con co- Los productores agrícolas no sólo estimaban las
brar un impuesto del 2% al valor de la vendimia. plantaciones de productos europeos, ya que algunas
Junto con el azogue, el vino podía viajar por mar especies locales eran de suma importancia econó-
hasta Arica y de allí en recuas hasta Potosí, o por vía mica. El caso más relevante fue sin duda el de la co-
transandina atravesando Huamanga y Cuzco, la ca, cuyo valor económico hizo que los propios en-
cual llegó a conocerse como la ruta del vino. Otro comenderos se disputaran las posesiones donde se
tributaba en este producto, de-
bido al alto precio de reventa
de la hoja. De hecho, muchas
zonas yungas orientales e in-
clusive los valles interandinos
fueron dedicados a plantacio-
nes de coca, de especial impor-
tancia para los productores mi-
neros y para la gente interesa-
da en sobreutilizar la mano de
obra indígena. Como señala
Assadourian, una encomienda
de medianas proporciones de-
dicada a la producción de co-
ca, podía llegar a producir la
astronómica renta de cien mil
pesos. La coca de las estriba-

Capricornio (parábola del


sembrador) por Diego Quispe Tito,
de la serie del Zodíaco. Catedral del
Cuzco, siglo XVII.
ciones amazónicas de los Andes y la variedad truji- de la sociedad. No sucedía lo mismo en los grupos
llensis, propia de la vertiente occidental, se adapta- bajos pues su consumo carecía de tradición prehis-
ría a numerosos pisos ecológicos, desde Quito has- pánica, al contrario del aprecio del que gozaba en
ta La Plata. La importancia de este cultivo justificó México.
la implantación de una mita cocalera, mientras El algodón perdió parte de la importancia que
otros productores se tuvieron que resignar con al- había tenido en tiempos precolombinos, ante la
quilar indios para cosechar sus parcelas. De otro la- arremetida de los productos de lana. Muchas cepas
do los aparceros españoles solamente se pudieron se perdieron, así como parte de la tecnología nativa
independizar de los mayordomos de la encomienda desarrollada para su tintura y el hilado. Las áreas
y alcanzar una situación más prestigiosa, si estaban donde se mantuvieron estos cultivos fueron Huánu-
dedicados a la producción cocalera. co, Lambayeque, Trujillo y Jaén. Cajamarca y Cha-
Otro cultivo importante fue el del ají, que tam- chapoyas también lo producían, pero lo dedicaban a
bién tuvo una cierta relevancia y que alcanzó espe- la confección de lonas para las velas de los navíos.
cial desarrollo en las zonas aledañas a Arequipa. La Tuvo impacto relativo en la economía local la pro-
papa siguió siendo de enorme consumo entre los ducción de tintes en base al añil y la cochinilla, que
naturales, pero así como en la época incaica “el que alcanzaban altísimos precios por su utilidad en la
sólo come papas” era considerado huaccha o pobre producción obrajera.
porque carecía de vínculos de reciprocidad, en el vi- La extracción maderera tuvo mucha importancia
rreinato siguió teniendo una presencia considerable pues era esencial para la construcción civil y naval,
en la dieta popular, pero poco prestigio social. además de ser usada como combustible, lo que
El tabaco entraría muy lentamente al consumo atentó notablemente contra los bosques naturales.
europeo, pues fumar se consideraba un uso bárba- Sin embargo, la deforestación del espacio andino
ro y propio de indios y esclavos. Con el tiempo ad- había comenzado desde épocas prehispánicas, tanto
quiriría la categoría de hierba medicinal, recomen- así que los arqueólogos atribuyen a la producción
dada para las más diversas dolencias, especialmen- alfarera la desertificación de ciertas áreas de la cos-
te las bronquiales y asmáticas. Finalmente el tabaco ta. Pero este fenómeno se aceleró con la conquista,
se transformaría en un objeto de lujo, símbolo de como lo comprueban las primeras ordenanzas de
alta posición social y su producción llegaría en el ciudades como Lima, que incluyen tajantes directi-
siglo XVIII a la enorme cantidad de 800 mil mazos vas para no cortar los árboles de las cercanías de la
al año, destacando las zonas productoras de Zaña y urbe. Con el paso de los años, los leñadores debie-
Jaén. El producto terminó difundiéndose entre las ron alejarse varias millas a la redonda por la desapa-
diversas clases sociales, destacando entre las altas rición de las zonas boscosas. Ciudades como Potosí
los puros y cigarros, el rapé y hasta las pequeñas que necesitaban de ingentes cantidades de madera
motillas utilizadas por las damas para la limpieza tanto para los usos domésticos y para el trabajo de
de los dientes. Un personaje singular era el puchero extracción de la plata, abrieron un mercado de ex-
o vendedor ambulante de cigarros y tabacos, quien plotación maderera en zonas bajas y semitropicales
recogía los extremos cortados de los puros, confec- bastante distantes, que se iban alejando más y más
cionando con ellos cigarrillos para el uso popular. año tras año. Al principio los centros madereros se
El tabaco en el Perú sirvió principalmente para el hallaban a 5 leguas del centro minero, pero más tar-
consumo interno, pues los campos centroamerica- de los cargamentos lígneos debieron recorrer hasta
nos abastecían la gran demanda de este producto 30 leguas.
en Europa. Para la construcción naval ganaron gran predi-
El caso de la yerba mate, planta de la familia de camento las maderas procedentes de los bosques de
las ilicáceas, revolucionaría la economía paraguaya Guayaquil. El puerto del mismo nombre se convir-
y como rito social se generalizaría tanto como el tió a su vez en el astillero que abastecía de naves al
chocolate mexicano. Aunque Paraguay no fue el virreinato del Perú. Las grandes casonas de Lima,
único productor, los jesuitas de las misiones tuvie- así como las iglesias y conventos, utilizaban en su
ron un relevante papel en el desarrollo del cultivo, estructura y acabados finas maderas como el cedro
que llegó en el siglo XVIII a las 300 mil arrobas de Nicaragua, que ayudó a consolidar algunas ru-
anuales. El cacao por su lado tendría un importan- tas comerciales (Céspedes del Castillo 1983: 139,
te centro de producción en Guayaquil, aunque en 210 y ss.; Assadourian 1982: 146-178, 199; Pease
el Perú su utilización se restringió a las capas altas 1992a: 256-262; Konetzke 1971: 286-296).
La ganadería caballos. Estos últimos como se recordará tuvieron
Al llegar los españoles al Perú encontraron un papel militar muy importante en la época de la
enormes rebaños de “ganados de la tierra” o camé- conquista, ya que los pobladores andinos los creye-
lidos americanos. Llamas, alpacas y en menor me- ron unidos a sus jinetes, devoradores de metales, es
dida vicuñas y guanacos habían sido domesticados decir seres casi míticos. Al iniciarse la ofensiva de
por la población nativa desde épocas pretéritas, y Manco Inca, las cabezas seccionadas de los equinos
muchos habitantes altoandinos se dedicaban a la eran exhibidas en el Cuzco como señal de victoria
ganadería como ocupación especial. Entre las et- sobre los viracochas. En tiempos de paz los caba-
nias de las zonas más bajas se comisionaba a gru- llos, asnos y mulas alcanzaron un notable desempe-
pos de jóvenes para que cuidaran de rebaños en zo- ño como animales de carga, silla y tiro, y durante
nas más altas y adecuadas y no verse privados de buen tiempo fueron altamente cotizados en el toda-
esta importante fuente de materias primas, recur- vía reducido mercado local.
sos alimentarios y transporte de carga. Dichos ani- Durante un tiempo los curacas del altiplano tu-
males, en particular la llama y la alpaca, fueron so- vieron un importante monopolio del transporte en
metidos a un proceso de perfeccionamiento genéti- llamas, al modo prehispánico: “es gente rica de ga-
co por selección artificial. Una llama preparada pa- nado de la tierra y grandes mercaderes y tratantes.
ra dar lana proporcionaba muchísimo más fibra Parecen judíos con sus tratos y conversaciones”, tie-
que una domesticada para servir de transporte, la nen el control absoluto “porque poseen las punas y
cual a su vez podía cargar un mayor peso que la los pastos y crían en ellos gran suma de ganados de
específicamente criada para brindar carne o lana. Castilla y de la tierra, son los indios más ricos del Pi-
Además, algunos ejemplares estaban destinados a rú…”. Pero las mulas pronto empezarían a invadir
los sacrificios rituales y se caracterizaban por ser el territorio y a competir con las llamas de carga. A
absolutamente blancos. Tras el caos de la conquis- partir del siglo XVII, Córdoba se convierte en pro-
ta, algunos curacas se apropiaron de los rebaños veedora de las mulas que necesitaba el tráfico co-
del sol y del inca, para evitar que cayeran en manos mercial. La mula ofreció en los abruptos caminos
de la Corona. De esta manera, las subespecies se andinos una mayor capacidad de carga y mucha se-
mezclaron y se perdieron los avances genéticos, guridad por el tanteo de su pisada. Y además gene-
volviéndose a una variedad única y sin mayores di- ró pingües ganancias a los arrieros, dueños de las
ferencias. Durante largo tiempo los camélidos ame- enormes recuas que posibilitaban el comercio inte-
ricanos sirvieron también como medio de pago de rregional. A diferencia de los primeros tiempos, el
los tributos, y muchos corregidores trasladaban los arriero deja de ser empleado del mercader y se con-
hatos y tropillas hasta zonas donde alcanzaban un vierte en transportista, empresario y vendedor.
mayor precio, adueñándose del excedente. Arrieros y ganaderos son retratados en su “borrasco-
La política oficial so hablar” por Conco-
fue sin embargo intro- lorcorvo, en su célebre
ducir las especies de Lazarillo de ciegos ca-
Castilla, lo cual varió minantes. Esta intere-
los patrones alimenti- sante narración permi-
cios de la población te al lector imaginar el
andina, que anterior- mundo de los caminos
mente sólo había re- y los trajinantes que
currido a la carne co- cruzaban el continente
mo complemento die- del Pacífico al Atlánti-
tético bastante esporá- co, distribuyendo la
dico, generalmente mercadería por la in-
como charqui, carne trincada red caminera
salada o seca. Entre de Sudamérica.
las especies importa- La adaptación de las
das debemos mencio- especies europeas en
nar el ganado vacuno, territorios americanos
las ovejas, cabras, cer- fue tan sorprendente
dos, asnos, mulas y Un hato de llamas en Apurímac. que el ganado vacuno
y caballar abandonado por los primeros expedicio- suponiendo que un gallo cantaba a la muerte de
narios en la región del Río de la Plata hacia 1541, se Atahuallpa, le denominaron guallpa.
reprodujo de manera silvestre en las grandes pam- La pesca, al decir de Assadourian, constituyó
pas. Se calcula que para 1585 unas 80 mil cabezas una actividad artesanal restringida a la periferia de
de ganado cimarrón recorrían la región, convirtién- los centros poblados, y en manos de grupos indíge-
dose en una amenaza para los cultivos. Cualquier nas de pescadores, aunque eventualmente algunos
vecino podía capturar y domar los caballos o matar comerciantes españoles supieron lucrar con este ne-
a las vacas para comerlas o aprovechar su cuero. La gocio y amasar grandes fortunas (Assadourian
abundancia de reses hizo bajar su precio a sumas ín- 1982: 179-181; Pease 1992a: 260-262; Konetzke
fimas y en las ciudades se utilizaba únicamente lo 1971: 296-300).
más selecto de su carne, dejando el resto para los
perros y los animales carroñeros. Ciudades como Industria obrajera
Lima consumían carnes de bovinos procedentes de La tradición textil andina era antiquísima a la
tierras tan lejanas como Quito, y se afirma que los llegada de los españoles, aunque debemos recono-
habitantes de localidades como Charcas comían cer que sufrió algún cambio y se tecnificó de mane-
carne procedente de estancias situadas a casi 600 le- ra especial. No en vano los textiles precolombinos
guas. Buenos Aires se convirtió en un emporio de tenían al igual que la coca y el mullu (conchas utili-
ganado vacuno y Chile obtuvo un gran desarrollo zadas como ofrendas rituales), un alto valor simbó-
en ganadería de ovinos. Las grandes distancias hi- lico en la cosmovisión andina. Al llegar los españo-
cieron de la salazón de la carne un medio impor- les encontraron que el inca manifestaba su genero-
tante de conservación. sidad –una forma de reciprocidad– con la entrega
Otro animal traído de Castilla, de gran impor- ritual de “ropa de fino cumpi”, tejidos de gran cali-
tancia en la dieta española, fue el cerdo. Este animal dad que llevaban implícito el prestigio del recono-
tan estigmatizado por musulmanes y judíos, tuvo cimiento oficial. El Estado inca tenía una gran can-
mucha aceptación entre la población indígena, tan- tidad de personal dedicado a la fabricación de teji-
to por su carne como por la manteca que reempla- dos y los españoles se sintieron impresionados al
zaba al aceite de oliva. Su gran utilidad práctica per- encontrar depósitos repletos hasta el techo de va-
mitía que las casas y aun las galerías de las minas se liosos ropajes.
iluminaran con pequeñas lamparillas que aprove- La industria más importante durante el período
chaban la combustión del sebo de cerdo y de lobo colonial fue indudablemente la manufactura obraje-
marino. Este medio de alumbrado era considerable- ra de tejidos y textiles, que alcanzó una enorme pro-
mente más barato que la cera de abeja y originó una ducción y difusión a lo largo y ancho del espacio pe-
serie de industrias conexas como la de mechas, que ruano. Desde los primeros momentos de la colonia
necesitaba de algodón para la fabricación del pabi- se manifestó una especialización productiva en los
lo. También el jabón era producido en base a la gra- obrajes, chorrillos o talleres de los empresarios tex-
sa de estos animales. Sólo en el siglo XVIII, la caza tiles. En los talleres fundados a mediados del XVI,
de ballenas desplazaría algunos de estos productos. comienza a señalarse una división del trabajo y la
La ganadería proporcionaría además materia pri- organización sistemática de los procesos de fabrica-
ma para la industria del vestido, tanto en los rubros ción a cargo de maestros españoles, quienes buscan
de lanas como en los de cueros. Las zonas ganade- rapidez y eficiencia. Métodos colectivos, herramien-
ras cercanas a Córdoba abastecían a las famosas cur- tas occidentales y trabajo con sueldo prefijado o por
tiembres de esa ciudad y llegarían a formar una mita, serán las innovaciones aportadas por los obra-
“cultura del cuero”, elaborándose con este material jeros. La materia prima utilizada en la costa era el
desde vasos y platos hasta naipes. Pero básicamente algodón, y la lana de llamas y alpacas se trabajaba
el cuero servía para la talabartería y los artefactos de en la sierra. Las vestimentas confeccionadas con es-
arrieraje, para los odres, baúles y los recipientes de tas fibras eran destinadas a los pobres, mientras que
acarreo. algunos obrajes fabricaban todavía prendas de cum-
Mención aparte merecen las aves de corral, des- bi chaquira, de tan alto valor que muy poca gente es-
conocidas antes de la conquista por los pobladores taba en capacidad de comprarlos.
andinos, pues sólo disponían de especies silvestres Los encomenderos y luego los corregidores reci-
como el pato, la gallareta, etc. Las gallináceas do- bieron tributo trabajado en forma de vestidos, que
mésticas impresionaron tanto a los indígenas que podían ser intercambiados por metálico en las zonas
Obraje era un término que servía para designar
simultáneamente el trabajo de los indígenas y los
locales donde éstos desempeñaban sus labores. Por
lo general se ubicaban en grandes establecimientos
cuyo instrumento característico era un batán de re-
gulares dimensiones, es decir una prensa compues-
ta por mazos movidos por ejes, que a su vez arras-
traban rodillos para golpear, desengrasar y enfurtir
los paños. Los llamados obrajes enteros contaban
con más de una docena de telares. Si no excedían
los doce telares se les denominaba medios-obrajes y
pagaban la mitad de las alcabalas. Algunas comuni-
dades tenían también pequeños talleres mecaniza-
dos que les permitían cancelar sus tributos. Los
obrajes más chicos que carecían de batán eran co-
nocidos como chorrillos, por la canaleta que servía
para limpiar las lanas.
Durante el siglo XVI, los obrajes fueron general-
mente propiedad de los encomenderos, pero a la
vuelta de aquella centuria, empresarios desligados
de las encomiendas se apoderaron de dichos centros
de producción. La mita demostró su incapacidad
para abastecer de mano de obra a los obrajes y pron-
to sus dueños empezaron a utilizar el sistema de
contratación colectiva y operarios asalariados. El
trabajo al interior de estas industrias era extenuan-
te, con jornadas extremadamente largas y con cor-
En los Andes existía una larga y notable tradición textil, tos permisos para que los indios asistieran al sem-
la misma que fue reutilizada durante el periodo virreinal brío y la cosecha de sus parcelas. Entre los trabaja-
para atender las demandas de los señores locales
y del Estado colonial. dores se podía encontrar niños y ancianos, además
de hombres y mujeres en la plenitud de sus faculta-
des. El régimen era semiforzoso, utilizándose tam-
mineras y comerciales, ya que eran fácilmente bién estos centros de labores como lugares de casti-
transportables y había poco riesgo de que se arrui- go para determinados delitos. Ello llevó a que los
naran. Pero pronto se vio que esta producción fami- obrajes fueran odiados, y no pocos terminaron que-
liar resultaba insuficiente y que la Metrópoli no po- mados durante las asonadas y protestas que cada
día solventar las necesidades americanas de textiles, cierto tiempo se repetían en los Andes, contra los
salvo la demanda de géneros de lujo, destinados a abusos de corregidores y empresarios.
los altos niveles sociales. En tal circunstancia, se Entrado el siglo XVIII los obrajes se hallaban
prohibió la fabricación de textiles nacionales de al- muy debilitados por las guerras comerciales entre
to costo. Pero ya desde 1560, y con la anuencia de los distintos productores, el proteccionismo de la
las cortes de Castilla, se incentivó la instalación de Corona y por las barreras que aislaban a los diferen-
los obrajes. Este apoyo no sería permanente y más tes mercados interregionales. Su rentabilidad bajó
de una vez se limitó esta actividad, llegando inclu- debido a la supervivencia de la artesanía textil en las
so a decretarse su eliminación, situación que sola- comunidades y a los excesivos costos del trabajo an-
mente pudo ser revertida por las presiones de sus te la escasez de mitayos. Más tarde los productos
propietarios y el pago de una compensación espe- europeos inundaron el mercado interno, ocasionan-
cial a la Corona. También se intentó asfixiar la pro- do el colapso de una de las pocas industrias que se
ducción familiar de ropa para convertir en compra- había enraizado en el territorio. Los teóricos de la
dores a los indios, y se organizó la mita obrajera, pa- época seguían considerando a los obrajes como la
ra empezar a mover las pesadas ruedas de esta na- mejor manera de extender el mercado interior y ge-
ciente industria. nerar fuentes de trabajo regionales. Un documento
de la época señalaba: “…fundar obrajes era una ne- tístico de pintores, tallistas, doradores y artífices. En
cesidad imprescindible, siempre que se quisiera ase- estos grupos calificados el Estado impedía el ingre-
gurar la existencia y crecimiento de la América Co- so de gente proveniente de estratos bajos como los
lonial… …pues las empresas industriales creaban indios, los negros o los miembros de las diversas
nuevas posibilidades de trabajo y con ello hacían castas. También se exigía el certificado de “limpieza
crecer el consumo de los productos agrarios… (Sil- de sangre”, prueba genealógica en la que se demos-
va Santisteban 1964: 31 y ss.; Assadourian 1982: traba la ausencia de “antepasados moros, judíos o
191-199; Moreyra 1980: 274-276; Pease 1992a: de gentes de malas sangres…”. Cuanto mayor era el
262-263; Konetzke 1971: 304). prestigio de un gremio, más fuertes se hacían los re-
quisitos, en tanto las ocupaciones que demandaban
LOS GREMIOS mayor esfuerzo físico y menores disposiciones de
talento no eran tan estrictas en el reclutamiento de
Pese a que la población de las ciudades de corte los agremiados. De esta manera no existía control
occidental mostró un exagerado interés por los car- racial en actividades como la carpintería, la cons-
gos administrativos y rentistas, y por la posesión de trucción y la curtiembre, oficios desempeñados por
extensas tierras y el comercio, el sector artesanal los grupos más bajos del ordenamiento colonial.
–no siempre adecuadamente estimado– tuvo una El gremio se constituía en un efectivo medio de
importante presencia en el mundo hispanoperua- proteger a los miembros de un oficio de la intromi-
no. Y no podía ser de otro modo, porque la vida ur- sión de gentes advenedizas o sin capacitación, que
bana obligaba a proveerse de manufacturas indis- pudieran ejercer una competencia desleal. A veces
pensables para la vida cotidiana, aunque su pro- surgían problemas entre gremios dedicados a activi-
ducción no fuera acompañada de una alta valora- dades muy cercanas, como los herreros, los calde-
ción social. Los artesanos reros y los espaderos, que eran
empezaron formando talleres, capaces de invadir el área aje-
donde se entrenaba a algunos na. Algo similar ocurría entre
españoles y mestizos, al tiem- los gorreros y sederos, o entre
po que se utilizaba el trabajo los plateros y los artífices. Dis-
de indios y esclavos negros pa- tinto era el caso de algunos gre-
ra las labores menos especiali- mios que pretendían apoderar-
zadas. Los problemas comunes se de productores menores y
que vinculaban a los hombres utilizarlos como auxiliares, co-
dedicados a un mismo oficio mo acontecía por ejemplo entre
llevaron a la fundación de gre- los zapateros y los zurradores.
mios a la usanza de España, La estructura gremial gene-
con el fin de que los agremia- raba una pirámide en cuya
dos pudieran defender sus in- cumbre se encontraban los
tereses corporativos y conver- maestros, artesanos sumamente
tirse en interlocutores de los calificados y dueños del taller,
gobernantes, mientras autori- quienes tenían contratados a
dades como los cabildantes po- un grupo de oficiales, bajo cu-
dían vigilar la calidad de las ya supervisión se desempeña-
mercancías y la honorabilidad ban los aprendices. Los oficia-
de los productores. les eran artesanos diestros en el
La Corona y en general las oficio pero sin taller y en la ba-
clases más acomodadas, tenían se estaban los aprendices, quie-
un particular rasero para juzgar nes debían ser hijos legítimos,
la jerarquía social de las diver-
sas actividades artesanales. En
Gremios, como los plateros, estuvieron
la cima se ubicaban los maes- estrechamente vinculados al arte
tros del “noble arte de la plate- religioso colonial en la producción de
ría” y otras finas actividades, piezas dedicadas al culto. En la
apreciándose el desempeño ar- imagen una custodia del siglo XVIII.
Cáncer (el hombre que edifica el
nuevo granero) por Diego Quispe
Tito, de la serie del Zodíaco.
Catedral del Cuzco, siglo XVII.

Altar mayor de la iglesia de


Andahuaylillas, Cuzco.

hábiles, alfabetos, diestros en


números, y de edades y razas
determinadas según cada ofi-
cio. Es lógico pensar que los
hijos o parientes de los maes-
tros eran más rápidamente
promovidos o llegaban a me-
jores puestos que los demás
ingresantes, y que al mismo
tiempo pocos indios y negros
arribaron a escalones promi-
nentes dentro de los gremios.
Sin embargo, la institución
corporativa garantizaba un
mínimo de seguridades para
sus dueños, para lo cual se im-
pidió la proliferación de talle-
res. Además, se prohibió ex-
presamente que fueran dirigidos por compañías, es participación de los segundos, y sólo la interven-
decir que tuvieran más de un dueño, ante el temor ción de la Corona y el cabildo pudo zanjar dichos
de que gente extraña al gremio se hiciera propieta- conflictos. Sin embargo estas situaciones fueron ex-
ria de los talleres y los desnaturalizara. cepcionales y la calma y tranquilidad precapitalis-
El cabildo vigilaba la producción de los gremios tas imperaban entre los innumerables gremios que
a través de ordenanzas, evitaba la comercialización agrupaban a silleros, sombrereros, cereros, pasama-
de manufacturas defectuosas e impedía el ingreso neros, tintoreros, gorreros, sederos, espaderos, he-
al circuito mercantil de toda producción ajena al rreros, tiradores de oro, aprensadores de seda, za-
gremio respectivo, la cual era quemada o regalada a pateros, zurradores, petateros, plateros, alfareros,
los hospicios. En ocasiones se desataron guerras no veleros, bordadores, orilleros, cerrajeros, municio-
declaradas entre los gremios y los comerciantes, so- neros, peleteros, confiteros, taberneros, menude-
bre todo cuando los primeros monopolizaban la ros, pasteleros, etc. (Quiroz 1983: iii y ss.; Konetz-
venta de sus propios productos, impidiendo la libre ke 1971: 304).
EL COMERCIO va”, resguardado por la Armada de Haberías, perte-
neciente a la Armada de la Real Guardia de la Carre-
La actividad comercial tendría una enorme im- ra de Indias. La flota de naves iba precedida por una
portancia en la América hispanizada, pues a partir nave artillada denominada capitana, y posterior-
de la conquista nuestra economía comenzaría a mi- mente se añadió una segunda para que cerrara el
rar permanentemente hacia afuera, haciendo olvi- convoy, barco que recibió el nombre de nao almi-
dar la naturaleza casi autárquica de la sociedad pre- ranta. Las embarcaciones debían partir juntas en
colombina, donde era desconocida la esfera de la mayo hacia Nueva España y en agosto hacia la Me-
circulación mercantil. De este modo, en el campo y trópoli, realizándose en períodos distintos las ferias
fundamentalmente en la ciudad, una gran mayoría de Portobelo y Nombre de Dios. En Portobelo po-
de la población practicaba al menos parcialmente dían reunirse mercaderías hasta por cuarenta millo-
alguna actividad mercantil, no sólo como una ocu- nes de pesos durante el mes que duraba la feria, por
pación más de su diario vivir, sino como elemento lo que pronto el istmo de Panamá se volvió lugar
importantísimo para procurarse el diario sustento. predilecto de asalto para los piratas y corsarios.
Mal que bien, la filosofía de los conquistadores y El viaje de ida y vuelta a América duraba unos
también la de la Corona era mercantilista, y estaba nueve meses y debía realizarse con la precisión
sustentada en la expansión del capital comercial adecuada para que coincidiera con la Armadilla del
europeo. Mar del Sur, que traía las mercaderías del Perú y la
Como lo ha señalado F. Pease, luego del reparto Caja del Rey, es decir los dineros pertenecientes a
de Cajamarca, una treintena de barcos servía a los la Corona, todo lo cual debía arribar a Panamá a
intereses comerciales de Hernando Pizarro, y pron- mediados de marzo. El viaje de Panamá a Lima so-
to las flotas de Hernán Cortés entraron a tallar en el lía ser muy largo por la “calma chicha de los vien-
naciente mercado peruano, intentando captar parte tos” y los efectos de la corriente de Humboldt que
de las abundantes riquezas locales. La importación corre de sur a norte, desembarcando los pasajeros y
de los diversos artículos de ultramar permitía a los la mercadería más valiosa en Paita, para concluir el
españoles mantener muchas de las costumbres y recorrido por tierra. Las naves con la carga más pe-
gustos peninsulares en los nuevos y distantes terri- sada seguían camino hacia el Callao, extendiéndose
torios. En los inventarios de estas naves de carga se ese trayecto hasta tres meses. Ya en Lima las cargas
encuentran tan pronto herramientas y armas, como eran distribuidas con enormes recargos al resto de
artículos de moda en la Península; artefactos de cul- Sudamérica.
tura material, así como ganados y plantas foráneas. El sistema de armadas entró en decadencia en el
En los años siguientes el estado monárquico in- siglo XVIII, arrastrando en su caída a la feria de Por-
tentó tener una implacable presencia en todas las tobelo, puesto que el movimiento comercial se vio
esferas de la vida social y económica de las colonias, afectado por las crecientes tensiones entre España e
implantando un monopolio en el comercio de la re- Inglaterra que llevarían a estos imperios a un esta-
gión, a través de la Casa de Contratación de Sevilla. do de guerra latente. En 1737, corsarios como el al-
Esta cosmopolita ciudad oficiaba de puerta de en- mirante Vernon y el vicealmirante Anson obstruye-
trada y salida para los pasajeros y el comercio con ron el avance de las naves que llegaban o partían al
América. La Corona pudo de esta manera recoger istmo, las que debieron reunirse en otros puertos.
jugosos dividendos mediante las casas comerciales Desde 1708, los franceses habían empezado a enviar
allí asentadas, aunque nunca se llegó a establecer naves comerciales por el cabo de Hornos, lo que lle-
Compañías de Indias del tipo de las existentes en vó a un descenso considerable de los precios de la
Inglaterra, Holanda y Francia. En la práctica el mo- mercadería que desembarcaba en los puertos cerca-
nopolio era ineludible, aunque algunos rubros co- nos. Las autoridades bonaerenses se hicieron de la
mo el tráfico de esclavos escapaban a la jurisdicción vista gorda e incluso permitieron el atraque de na-
del gobierno. Esta última actividad estuvo domina- ves en el Río de la Plata a partir de 1748, a pesar de
da por los portugueses, los que ni aun cuando pasa- los reclamos de los comerciantes limeños que per-
ron a ser súbditos del rey de España dejaron en es- dían dicho mercado y el de zonas como el Alto Pe-
tas tierras sus cuantiosos capitales. rú. Por otro lado, luego del tratado de Utrecht de
El tráfico comercial funcionó en base al sistema 1713, se concedió a Inglaterra el navío de permiso,
de flotas, pues desde 1521 la Casa de Contratación por el cual la monarquía británica obtenía el privi-
había impuesto la obligación del viaje “en conser- legio de introducir anualmente una nave de 650 to-
neladas de mercaderías. Se sabe que el primero de portantes como las marítimas. Inicialmente los es-
ellos, el “Real Jorge”, llegó cargado con 975 tonela- pañoles utilizaron los antiguos caminos incaicos,
das. Años más tarde, para evitar estos abusos, se pa- pero al consolidarse la conquista y el control del es-
só al sistema de navío de registro, que era un meca- pacio andino, hubo necesidad de construir nuevos
nismo semejante al anterior, con la salvedad de que senderos, sin las empinadas escalinatas que acos-
la mercadería debía ser previamente inventariada tumbraban levantar los quechuas y waris, y sortean-
antes de llegar a América. Como las naves inglesas do la cordillera por el fondo de los valles y no por
llegaban a puerto antes que las naves de la armada, las gélidas cumbres y punas, aun cuando estas rutas
éstas encontraban una buena parte de los mercados estuvieran expuestas a los temidos huaicos en la
ya saturados. época de lluvias. Las nuevas vías debían ser pensa-
Es lógico pensar que el excesivo controlismo de das no sólo para llamas y peatones, sino tambien
la Corona desembocara en un creciente contraban- permitir el paso de las cabalgaduras hispánicas y de
do. Los viajeros secretos Antonio de Ulloa y Jorge los nuevos medios rodantes. Pronto se iría afianzan-
Juan nos refieren, que: “Tal era la libertad con que do una complicada red caminera que uniría puer-
se comerciaba en el Perú, en toda suerte de géneros tos, ciudades, centros productivos y minas, en tan-
prohibidos, que parecía haberse borrado la idea de to los asentamientos nativos se alejaban de aquellas
que era un trato ilícito, ni que estaba sujeto a casti- rutas que sólo les traían saqueos, extorsiones, levas
gos; al contrario, este negocio se hacía como una y abusos. Ante estos problemas, los indios se trasla-
cosa establecida y los jueces que lo disimulaban re- darían a las zonas altas de los Andes –por encima de
cibían una gran suma de dinero, como si fueran los 3 500 metros–, hasta que en la época del virrey
emolumentos anexos a su empleo…”. El contraban- Toledo se generalizaron las reducciones y se les vol-
do llegaba de los países europeos y de las otras co- vió a reunir en poblados a la vera de los caminos.
lonias, como la ropa de México, e incluso de Filipi- El transporte de los minerales cobró tanta im-
nas y China, que proveían de telas, porcelanas y portancia que pronto se inauguró la vía de la plata,
hasta muebles, y todos los intentos de abolirlo fue- partiendo de Potosí rumbo a Arequipa, y de allí a Is-
ron como tapar el sol con un dedo. Virreyes como lay, donde los cargamentos se embarcaban al Callao
el príncipe de Santo Buono organizaron un servicio como paradero intermedio, ya que el destino final
de vigilancia de puertos, llamado era España. Más adelante, como
el Resguardo, e instituyeron la consecuencia de los nuevos pro-
costumbre de repartir lo decomi- cedimientos técnicos de extrac-
sado entre el denunciante, los ción de la plata, Potosí se conec-
miembros de la cámara y la auto- tó con el mar a través del puer-
ridad, pero todo fue en vano. to de Arica. El mercurio o azo-
Los funcionarios, fueran corregi- gue de Huancavelica salía en
dores u oficiales reales, cobraban bolsas de cuero y bajaba a lomo
8 pesos por costal de contraban- de mula hasta la costa, echándo-
do introducido en el territorio, se a la mar en Tambo de Mora
pago que eufemísticamente pasó (Chincha), rumbo a Arica. Allí
a denominarse “precio del olvi- el pesado líquido era desembar-
do”. Finalmente con las refor- cado y conducido en grandes
mas borbónicas se dispuso el li- caravanas de arrieros hasta las
bre comercio, habilitándose 13 serranías de Potosí.
puertos en la Península y 22 en También existieron recorridos
América. Con esto se haría muy específicos como la ruta del vi-
notoria la decadencia de Lima, no, o trayectos de contrabandis-
una plaza que había tenido se-
gún Juan y Ulloa, “10 casas co-
merciales con más de 600,000 Carmine Nicolás Caracciolo, príncipe
de Santo Buono, organizador del
escudos de capital y muchas Resguardo o servicio de vigilancia de
otras con 300,000 piastras…”. puertos, que buscaba frenar el
Para el comercio americano, creciente contrabando proveniente de
las vías terrestres fueron tan im- Europa y de otras colonias.
tas que traficaban con plata y azogue, al margen del expresara sus intereses corporativos. Tales necesi-
control de la Corona. Otros caminos importantes dades llevaron a la creación del “Consulado de la
cruzaban el continente siguiendo la vía de Tucu- Universidad de Mercaderes de la Ciudad de los Re-
mán, Córdoba y Buenos Aires. Paralelamente, una yes, Reinos y Prouincias del Perú, Tierra Firme y
multitud de rutas secundarias dinamizó la econo- Chile”. El Tribunal del Consulado de Lima se fundó
mía de los territorios que atravesaban, sobre todo en 1613, recibió su confirmación regia en 1618 y
en áreas adyacentes a los yacimientos mineros, ya funcionó hasta 1886, siendo razón para su estable-
que éstos necesitaban ser continuamente aprovisio- cimiento la “gran cantidad de pleytos e debates, du-
nados de alimentos, instrumentos, ropa y otros en- das e diferencias en resultas de quentas de compa-
seres. Muchos de estos caminos vadeaban quebra- ñías, consignaciones e faltamentos e seguros rries-
das y acortaban las orillas de los ríos a través de gos auerias daños quiebras y otras contrataciones
complicadas y audaces estructuras de fibra de ma- semejantes concernientes al dicho comercio”.
guey, tal como se estilaba en los tiempos prehispá- Sólo personajes de máxima solvencia y prestigio
nicos. El viajero George Ephraim Squier que visitó podían acceder a los principales puestos dirigentes
el país en la segunda mitad del siglo pasado, toda- del Tribunal y ocupar los cargos de prior, cónsul o
vía llegó a ver en pie el célebre puente de San Luis diputado. Únicamente estaban en condición de ins-
Rey, tendido sobre el cañón del Apurímac. En otros cribirse los grandes importadores o “cargadores”,
pasos importantes serían levantados sólidos puen- los mercaderes formalmente establecidos en las ca-
tes de piedra y otros de cal y canto, que subsisten lles circundantes a la plaza, y los dueños de naves
hasta hoy (Romero 1949: 168 y ss.; Pease 1992a: que residían en la ciudad. Oficiaba como defensoría
246 y ss.). grupal de los comerciantes y como instancia de pre-
sión sobre las autoridades. Velaba también por una
INSTITUCIONES ECONÓMICAS. CASA correcta organización del tráfico comercial, aseso-
DE CONTRATACIÓN. TRIBUNAL DEL rando al gobierno en su materia específica, y super-
CONSULADO. BANCOS vigilando a los banqueros. Actuaba sindicando las
quiebras y como ente recaudador de algunos im-
La Casa de Contratación de Sevilla fue fundada puestos especiales, tales como las averías (costo de
en 1503 con la misión de organizar y controlar el la protección de la escuadra), los almojarifazgos
transporte entre España y América, vigilando a los (derechos de aduana) y las alcabalas (impuesto ge-
pasajeros que cruzaban el ancho mar, y ejerciendo neral a las actividades lucrativas). Además colabora-
las funciones de aduana y registro. La Casa se encar- ba en la preparación de la Armadilla del Mar del
gaba también de recaudar los derechos que le co- Sur, almacenaba mercaderias, señalaba precios de
rrespondían a la Corona, y oficiaba de tribunal pri- determinados artículos, aseguraba el abastecimien-
vativo de comerciantes, para no dilatar excesiva- to del interior de virreino, servía de aduana, de tri-
mente los litigios entre mercaderes y transportistas bunal y de academia náutica. Finalmente, cumplía
marítimos. Posteriormente funcionó como univer- labores bancarias pues brindaba créditos de bajo in-
sidad de mareantes, que no era otra cosa que un terés (Lohmann 1993:108 y ss.).
centro de capacitación de marinos y marineros. Asi-
mismo se ocupaba de realizar investigaciones geo- FISCALIDAD. TRIBUNAL MAYOR DE
gráficas que permitieran elaborar mejores mapas y CUENTAS. CAJAS REALES
hojas de ruta más confiables para los navegantes y
con ese fin el cosmógrafo mayor de Indias se halla- Los tributos coloniales afectaban todo el abanico
ba entre sus directivos. En sus tiempos de apogeo de las actividades coloniales, y si bien algunos como
llegó a contar con 110 empleados y, ya bajo los Bor- el quinto real o el tributo indígena proporcionaban
bones, fue trasladada a Cádiz en 1707, localidad úl- mucho dinero a las arcas de la Corona, otros resul-
tima que vio su disolución 83 años después. taban bastante difíciles de cobrar, imposibles de de-
El enorme tráfico comercial que se centralizaba finir y costosos de recaudar. Por ello en muchos ca-
en Lima como capital de uno de los dos virreinatos sos se optó por subastar su recojo entre agentes in-
de América exigió una estructura administrativa teresados, quienes de esta manera pagaron al fisco
que lo regulara, permitiendo agilizar los complica- una cifra menor pero segura, a cambio de ejecutar
dos trámites y resolver los diferendos con celeridad. con posterioridad la potestad de cobrarlos en su in-
Los comerciantes además requerían de un foro que tegridad. La lista de tributos es sumamente larga y
da. La creación de mayorazgos y los señoreajes de
ciertas tierras imponían ciertas erogaciones que
también iban a dar a las arcas reales.
Mineros, que se aplicaban a los metales y piedras
preciosas, así como a las perlas y los tesoros encon-
trados; se conocían con el nombre de quinto real.
Cuando se trataba de riquezas saqueadas a las hua-
cas le correspondía a la Corona la mitad de todo lo
extraído. El quinto real fue rebajado desde 1735 del
20% al 10%, pero luego se le añadió el antiguo im-
puesto de Cobos con lo que sumaba aproximada-
mente un 11,5%. El oro en cambio, pagaba un im-
puesto que sólo alcanzaba el 3%. También se grava-
ba la venta y el alquiler de minas, y las concesiones
sin explotar. El impuesto de apertura era de 60 va-
ras si era un yacimiento de plata y de 50 varas si se
trataba de una mina aurífera.
Comerciales, que gravaban las ventas de cual-
quier mercadería. En este grupo destacaba la alcaba-
la, que pasó del 2 al 4% y luego al 7% con el virrey
Abascal; el almojarifazgo o arancel de aduanas; los
comisos; el impuesto de pulperías a los negocios me-
nores y chinganas; y finalmente la avería, que repre-
sentaba un 5% al valor de los bienes y metales trans-
portables, y se destinaba a costear la preparación de
la Armadilla del Mar del Sur y otras protecciones de
navíos.
Un mandón indígena le sustrae un carnero a un indio Agrícolas, como los denominados diezmos y no-
tributario. venos, que afectaban la producción agrícola y ser-
vían para el sostenimiento de la Iglesia, las viñas o
nos limitamos a dar un somero cuadro de los prin- impuesto del 2% al vino a cambio de la protección
cipales de ellos: de los mercados. Era común también el pago por
Personales, cobrados en razón del vasallaje a la composiciones y ventas de tierras, que permitían ac-
Corona. Teóricamente estaban obligados a cumplir ceder a las tierras vacantes y los despojos, legaliza-
con este pago todos los villanos del imperio espa- dos mediante contribuciones a la Corona.
ñol, pero las gentes de este origen que pasaron al Eclesiásticos, que eran erogaciones eventuales de
Nuevo Mundo dejaron de cancelarlo, y sólo afectó la Iglesia si mantenía vacos algunos obispados, y la
a los indios y las castas. El tributo pagado por los mesada que gravaba los sueldos de los sacerdotes.
indios de las comunidades generó importantes in- Por su parte la Iglesia cobraba los bonos de la Santa
gresos para la Corona, que fueron decreciendo de- Cruzada, las cruzadas, los castigos de las condenacio-
bido al desastre demográfico. Los negros libertos y nes, las bulas de indulto por comer carne y laticinios
los miembros de las castas manifestaron una per- los viernes, cuaresmas, etc. También había multas y
manente oposición a estos pagos, que permutaban pagos por dispensa a los impedimentos matrimo-
por el ingreso a las milicias y otros servicios por el niales, las excomuniones, etc., y el producto de
estilo. diezmos y los novenos.
De honores y cargos, rubro que definía los dere- Municipales, entre los que destacaba la sisa por
chos a pagar por ventas y revalidaciones de cargos, cabeza de ganado sacrificado y el mojonazgo por bo-
oficios y diversos títulos. También se pagaban me- tija de aguardiente y por el maíz.
dias anatas por el desempeño y ejercicio profesio- Estancos, o monopolios estatales establecidos so-
nal, la tercia encomienda por el usufructo de este ti- bre el mercurio, la sal, el hielo o nieve, y los naipes.
po de posesiones, pasando los tributos vacos a la Ante esta diversidad tributaria y los problemas
Corona si se trataba de una encomienda no asigna- que generaba su recolección, la crisis en las arcas
reales no se hizo esperar. Las reformas borbónicas yas, Piura, Saña, Huánuco, Pasco, Jauja, Huancave-
del siglo XVIII propusieron la derogación de mu- lica, Castrovirreyna, Cuzco, Arequipa, Caylloma,
chos de estos impuestos menores y el incremento Arica, Carabaya y Carangas) y las economías de las
de los impuestos mayores como la alcabala. Sin em- audiencias subordinadas de Panamá, Quito y Char-
bargo la población afectada no tardó en pronunciar- cas, además de la pretorial de Chile.
se, desatándose toda una serie de disturbios y rebe- Las Cajas Reales eran las dependencias encarga-
liones antifiscales. das de recibir y resguardar los dineros del erario, y
El Tribunal Mayor de Cuentas, establecido en recibían tal denominación porque los dineros reales
1605, supervigilaba el buen funcionamiento de la se guardaban en cajas fuertes barreteadas con hie-
hacienda pública, la recaudación de ingresos y la rro, que necesitaban tres llaves para abrirse y que
administración de la liquidez monetaria. También por lo general estaban en manos del contador, el te-
evaluaba la caja fiscal en lo que se refiere a gastos, sorero y el veedor. Teóricamente estos funcionarios
pagos y comisiones y emitía las órdenes de fundi- sólo debían pagar cuentas pendientes si existía una
ción de los metales preciosos. Ejercía estas respon- orden real y jamás podían brindar adelantos sobre
sabilidades desde la capital del virreinato, asumien- sueldos. En algunos lugares menores estas llaves se
do labores que antes habían sido desempeñadas delegaban a otros funcionarios, pero también exis-
por el virrey y otros tres funcionarios reales: el tían cajas similares a cargo de los tenedores de los
veedor, el contador y el tesorero. El Tribunal Ma- bienes de difuntos, los guardadores de censos y los
yor de Cuentas, en palabras de la época, debía “to- tesoreros de comunidades (Lohmann 1993: 98-101;
mar y fenecer todas las cuentas que por cualquier Romero 1949: 235-237; Quiroz 1993: 281).
causa, tocaren y pertenecieren a nuestra real ha-
cienda, así los tesoreros como los recaudadores, ad-
ministradores, fieles y cogedores de nuestras rentas
reales, derechos, tasas, quintos azogues y otros
cualesquiera efectos que nos pertenezcan o nos
puedan pertenecer…”.
Para cumplir con estas condiciones los contado-
res tenían amplias atribuciones para cobrar las deu-
das y apremiar a los deudores morosos. La misma
escrupulosidad se revertía contra ellos a la hora de
los juicios de residencia, pues era frecuente –según
lo anotan algunos historiadores– que malversaran
fondos reales, prestándolos o haciendolos girar co-
mercialmente en el plazo que ellos los tenían bajo
su administración. Pero aun sin malas artes era co-
mún que faltara dinero pues “la contabilidad (era)
farragosa, en números romanos y en guarismos
arábigos, unas cantidades computadas en pesos de
ocho reales, en ducados, en marcos de plata, o en
pesos ensayados”. A esto se sumaba la indolencia
de algunos funcionarios que no cumplían con las
tres horas de trabajo por la mañana y las dos horas
vespertinas que frecuentemente resultaban cortas
por las innumerables festividades, los viajes, las en-
fermedades y las licencias. El retraso en el trabajo
de contaduría no alteraba sin embargo la paz buro-
crática. Los problemas recién surgían cuando por
algún motivo no se podía reembolsar a tiempo los
capitales de la Corona y se descubría un forado en
las arcas.
Bajo la jurisdicción del Tribunal se encontraban
Restos de un campanario de una hacienda colonial.
todas las Cajas Reales del Perú (Trujillo, Chachapo-
LAS AR TES VIRREINALES:
PINTURA, ESCULTURA Y ARQUITECTURA

I
PINTURA COLONIAL PERUANA

LA PINTURA EN LIMA do tuvieron gran impacto entre los artistas que vi-
vían en la capital más importante de Sudamérica,
Lima como centro económico y administrativo influyendo notablemente en sus obras y en sus me-
de España en ultramar, adquirió un papel protagó- dios expresivos. Pero con frecuencia lo que en Lima
nico en el proceso de asimilación del arte occiden- constituyó imitación pasajera, paulatinamente fue
tal, y bajo sus puentes y calles se dio uno de los pro- arraigándose en las ciudades del interior de manera
cesos más interesantes de integración entre la he- más sosegada y auténtica. De la mano de jóvenes
rencia estética nativa y la tradición europea. Los discípulos y atentos maestros, Cuzco y Quito vieron
nuevos estilos y corrientes venidos del Viejo Mun- florecer sus célebres escuelas pictóricas que asimila-
ban las novedades con mayor paciencia,
alterando las composiciones regionales
sin grandes rupturas.

La pintura temprana de la colonia


En medio de la turbulencia que sig-
nificó la conquista del Perú, no faltaron
los ratos libres para el esparcimiento de
los recién llegados, muchos de los cua-
les tenían algunas aptitudes artísticas.
Se tiene noticia por ejemplo de la pri-
mera pintura realizada en el Perú, que
fue un retrato de Atahuallpa cautivo, es-
bozado en Cajamarca por Diego de Mo-
ra hacia 1534. Sin embargo, una década
después la pintura ya no era una afición
excepcional. El surgimiento de las ciu-
dades, la construcción de los nuevos
templos y la atracción que la pintura
Piscis (la vocación de los apóstoles) por Diego Quispe Tito, de la serie del ejercía como elemento de decoración y
Zodíaco. Catedral del Cuzco, siglo XVII. evangelización, aunados a la pujante ri-
queza de estos reinos, promovieron la atención de que va tomando el gusto pictórico. A finales del si-
los artistas europeos. glo y ya bastante maduro, el propio Rincón firmará
Aunque no fueron raras las creaciones traídas contratos de pintura “a la romana”, referencia que
desde Flandes e Italia, una gran cantidad de las pri- sirve para evidenciar la influencia italiana en su pin-
meras pinturas que arribaron al naciente virreino tura, bastante distante del arte hispano-flamenco
procedía de los imagineros andaluces. Ellos comen- que había aprendido en el taller de Fernández Lobo.
zaron a enviar sus obras al Perú para satisfacer los También lograrán cierta notoriedad una serie de
caprichos de los enriquecidos encomenderos y de- personajes mestizos e indios como Francisco Xuá-
corar las naves vacías de las flamantes iglesias y rex de Huarochirí –quien trabaja en el hospital de
conventos. El gusto imperante por entonces no era San Andrés–, Juan Amai, Martín Pedro y Domingo
nada exigente, pues los conquistadores no consti- Antón de Saña. Su actividad será prueba elocuente
tuían un público especialmente cultivado. Antes de la presencia de un nuevo sector de creadores en
bien, aspiraban a deleitarse con obras similares a las el panorama de las artes. Todos ellos anteceden a los
que habían visto en sus pueblos de origen: cuadros pintores romanistas y pintaron sus obras en lienzo,
provincianos y arcaicos, que no ocultaban un estilo tabla y al fresco, cubriendo las paredes de los tem-
gótico de raigambre hispano-flamenca. Los escasos plos primitivos. Las pinturas religiosas por entonces
restos de lienzos y tablas pintadas de aquella época tenían un sesgo ejemplarizador y eran utilizadas en
así parecen confirmarlo. Por lo común son obras la catequización de los creyentes, siguiendo una
inspiradas en temas relacionados con devociones metodología muy difundida siglos atrás en la evan-
sevillanas. Entre otras, destacan la imagen de Nues- gelización de ciertas zonas europeas. Obras como El
tra Señora de la Antigua, copia realizada en 1545 de alma camino del cielo en la iglesia de Andahuaylillas,
una obra sienesa del siglo XV, que se instaló en la Cuzco, nos permiten visualizar el papel que cum-
catedral junto a una Virgen con el Niño, que por ser plía esta pintura entre los naturales (Bernales 1989:
la primera pintura del templo era llamada “la Sola”. 38-40; Estabridis 1989: 113; Tord 1981: 202-208;
También se ha logrado identificar una reproducción Wuffarden 1994: 590-592).
de la cuatrocentista Virgen del Rocamador, e imita-
ciones del medieval Cristo de Burgos. Obviamente, La escuela italiana. El arte “a la romana”
estas obras constituyeron una mínima parte de la Los cánones estéticos que rigieron el temprano
cuantiosa producción enviada a Lima, rastreada a arte colonial se vieron profundamente afectados por
partir de los contratos existentes en Sevilla. la llegada, en el último cuarto del siglo XVI, de una
Lima era una plaza artística muy importante, y serie de maestros italianos. Ellos introdujeron en Li-
algunos pintores andaluces se afincaron en Lima a ma la pintura “a la romana”, cuyo impacto estilísti-
mediados del milquinientos. A Juan de Illescas, lla- co perdurará en las obras virreinales hasta bastante
mado el granadino, se le encomendó las pinturas entrado el siglo XVII. El arte italianista que se ex-
del primer templo de San Agustín y las iglesias de tendió en Lima, contrariamente a lo que muchos ar-
Huánuco, y formó un taller en el que trabajaron guyen, no respondía en forma fiel a las grandes lí-
también sus hijos. Uno de ellos, Juan de Illescas, “el neas directrices del manierismo, corriente ésta que
Mozo”, llegó a pintar varias obras para la catedral buscaba romper el lenguaje de los geniales maestros
de Lima (1578). Illescas padre adorna obras efíme- del Alto Renacimiento. Los estudiosos del arte han
ras para la Semana Santa (1582), pero también do- creído ver en este “romanismo” una reacción frente
ra altares y estofa esculturas, y tempranamente con- al propio manierismo.
voca a ayudantes indígenas como el indio de Man- A diferencia de la maniera, caracterizada por su
siche, Martín Gómez Vinsuf. rebuscamiento y elitismo, por el afán de deformar el
Por esta misma época encontramos en actividad espacio y contorsionar las formas humanas, de sor-
a los pintores Melchor de Sanabria –que pintó las prender utilizando los recursos del apartamiento de
tablas del hospital de naturales de Santa Ana–, Mi- la naturaleza y transcribir una visión del mundo al-
guel Luis de Ramales, Francisco García y Jordán tamente intelectualizada recurriendo a las percep-
Fernández Lobo, quien pone taller y acoge discípu- ciones interiores, la contramaniera intentaba expre-
los indígenas como Juan Rincón. En realidad, cerca sar a través de un lenguaje comprensible y compo-
a esta generación de pintores europeos va a surgir siciones claras, la religiosidad de la Reforma católi-
un grupo de aprendices locales, quienes adecuarán ca. Sin embargo esta opción estética tenía dificulta-
sus conocimientos y técnicas de acuerdo al rumbo des para abandonar completamente el léxico manie-
Coronación de la Virgen, por Bernardo Bitti. Sacristía
de la iglesia de San Pedro de Lima, circa 1580.

Virgen de la Purificación o de
la Candelaria por Bernardo
Bitti. Antesacristía de la
iglesia de San Pedro de
Lima, siglo XVI.

que se manifestó
en las obras que
dejó en sus lar-
gos recorridos
misionales. Li-
ma, Cuzco, Are-
rista. Los antimanieristas por su parte, prefirieron quipa, Huaman-
adscribirse al naturalismo, al descriptivismo, a un ga, Puno, Chu-
lenguaje de corte popular inspirado en las imágenes quisaca, Potosí y
piadosas, y retornar a las formas del Renacimiento La Paz conocie-
tardío. Parecía importante por entonces, extender el ron de su predica-
mensaje contrarreformista entre el público común. ción y de la divul-
Contramaniera y antimaniera, alimentadas por las gación de sus cono-
ideas que se incubaron en el concilio de Trento, es- cimientos pictóricos.
tarían llamadas a jugar un papel importantísimo en Bitti vivió durante al-
la temprana evangelización del Perú. Y si bien na- gunos años en Lima don-
cieron para un registro y un público europeo, cum- de trabajó en la decoración de
plieron un importante rol en estas tierras: atraer y la nueva iglesia de la Compañía, que hoy conoce-
retener en la fe católica a los habitantes andinos. mos como San Pedro. Allí en colaboración con el
La escuela italiana se arraigaría en el Perú a par- hermano Pedro de Vargas, realizó el retablo princi-
tir de 1575, sobre todo con el arribo de Bernardo pal, los laterales y algunos menores para las capi-
Bitti. Este artista fue llamado por su orden, la Com- llas, obras que no resistieron la violencia de los te-
pañía de Jesús, para apoyar la evangelización a tra- rremotos limeños. Se cree que su pintura La corona-
vés de nuevos mensajes iconográficos. No en vano ción de la Virgen (c. 1580. Sacristía de la iglesia de
don Diego de Bracamonte tramitaría su venida, ar- San Pedro) estuvo destinada al retablo mayor del
guyendo “lo mucho que pueden para con los indios templo mencionado. Esta obra, que posiblemente
las cosas exteriores de suerte que cobran estima de sea la primera que pintó en el Perú, presenta un ex-
las espirituales, conforme ven las señales externas, traño equilibrio. Observamos a la Virgen soportada
y el mucho provecho que sacarían de ver imágenes por los ángeles, en los momentos de su entroniza-
que representan con majestad y hermosura lo que ción por Dios Padre. Algunos estudiosos aseguran
significaban, porque la gente de aquella nación se que dicha obra preludia la producción posterior del
va mucho tras estas cosas”. artista, pues encontramos en ella su inclinación por
Bitti nació en Camerino de la Marca de Ancona los temas marianos, un dibujo suelto y armonioso,
en 1548 y pronto adquiriría fama y prestigio. “El el alargamiento de las figuras, la caída artificial de
mejor pintor del siglo XVI en Sudamérica” se uni- las telas y una coloración donde destacan los ocres,
ría a los jesuitas a los 20 años, y antes de pasar a rosas y azules. Por aquella misma época pintó para
América habría conocido y estudiado a importantes la misma iglesia la Virgen de la Candelaria, donde
artistas en Roma y Sevilla. Imbuido de las ideas de una hermosa madonna contorsionada en serpentina-
la Contrarreforma intentó expresar ese espíritu si- to sostiene al niño desnudo, y cuatro ángeles portan
guiendo los lineamientos de la contramaniera, lo velas encendidas. También pertenece a este período
el retrato del rector de la Universidad las más notables madonnas que el artis-
de San Marcos, don Gerónimo Ló- ta pintara. En posteriores y episódi-
pez Guarnido, que es un temprano cos regresos a Lima, luego de sus
exponente del retratismo perua- largos periplos por el sur perua-
no (Museo de Arte de la no, pintará la Virgen de la O (c.
UNMSM). 1600, iglesia de San Pedro), la
En 1586, Bitti inició un Virgen de la Rosa (convento de
prolongado viaje por el Alto los Descalzos) y la Virgen con
Perú en donde realizó a lo el Niño (1592, Museo de Os-
largo de varios años una ma). En esta última creación,
abundante producción artís- la Virgen muestra un escote
tica que alterna la pintura, el rafaelesco y demuestra una
relieve, la escultura y la reta- gran ternura hacia el niño Je-
blería. Al mismo tiempo crea sús, lo cual la emparenta cerca-
escuela entre sus ayudantes, di- namente con la ya mencionada
fundiendo en la región el estilo Virgen del Pajarito. Tanto en una
“a la romana”. El importante cen- como en otra se adivina ya el influ-
tro misional de Juli, a cargo de los jo de Mateo Pérez de Alesio y de sus
jesuitas, es una verdadera cantera de la premisas estilísticas. Bernardo Bitti
pintura del Bitti, ya que en sus Retrato de Gerónimo López Guarnido continuó pintando hasta su
múltiples iglesias se pueden (1525-1596), rector de la Universidad de muerte ocurrida en el convento
apreciar obras como la Asunción, San Marcos, por Bernardo Bitti, siglo XVI. jesuita de Lima, en 1610.
la Coronación de la Virgen, una Hacia 1588 arribaría a la
Santa Catalina, una Santa Bárbara, un Bautismo de Ciudad de los Reyes Mateo Pérez de Alesio, artista
Cristo y la Sagrada Familia de la Pera. En esta últi- italiano de origen hispano, que introdujo los postu-
ma, de esmerada factura, se puede observar “una de lados estéticos de la antimaniera con tal éxito, que
sus virgenes más logradas así como un hermoso ni-
ño de pie, desnudo y con las piernas regordetas gra-
ciosamente cruzadas. San José mira al espectador
con el rostro ladeado tres cuartos en una actitud
manierista”. También de su autoría es el San Juan
Bautista y el cordero místico, donde el personaje
principal señala un resplandeciente cordero suspen-
dido en un cielo recortado por la vegetación y algu-
nas construcciones desperdigadas. En este caso el
fondo cobra una importancia inusitada dentro de la
obra. No faltarán en la región otras realizaciones es-
cultóricas trabajadas en maguey, debidas al mismo
artista italiano, tales como las decoraciones de los
retablos de San Pedro de Acora y Challapampa.
Igualmente notables son las obras que dejó en el
Cuzco, ciudad en la que permaneció entre 1583 y
1585, para retornar hacia 1596 y prolongar en ella
su estadía unos dos años. Entre sus pinturas en la
capital incaica destacan una Inmaculada (convento
de la Merced del Cuzco) y la Virgen del Pajarito (ca-
tedral del Cuzco), obra emotiva en donde María
sostiene un niño regordete, algo que ya denota la
tardía influencia de la antimaniera en Bitti. Por
aquellos años el maestro debió visitar la ciudad de
Arequipa, pues en el retablo mayor de la iglesia de Virgen con el Niño por Bernardo Bitti, Museo
la Compañía figura una Virgen con el Niño, una de Pedro de Osma.
llegó a influenciar al mismo Bernardo Bitti. Alesio go tiene la visión de una batalla, Cristo con la cruz
había nacido presuntamente en 1547 en la provin- hostigado por los demonios, Hombre cayendo del caba-
cia de Lecce en Puglia, se había formado en Roma llo y Santo Domingo con soldados y ángeles.
bajo importantes maestros como los hermanos En años posteriores, Pérez de Alesio realizó im-
Zuccaro y antes de cumplir los 30 años era ya portantes obras en la catedral limeña, como una ré-
miembro de la Academia de San Lucas (c. 1572). plica de su San Cristóbal de Sevilla, un San Pedro y
Está comprobado además que pintó en la Capilla un San Pablo y una serie de la Vida de Cristo. En la
Sixtina un fresco sobre La disputa del cuerpo de iglesia de San Agustín pintó el arco toral, en donde
Moisés (c. 1574), en Malta unas batallas en el Salón el fundador de la orden agustina derramaba luz so-
de los Embajadores del Palacio de la Valetta (c. bre las plumas de ocho doctores de la Iglesia. La-
1578), y varios frescos y lienzos en importantes mentablemente los sismos han borrado toda huella
construcciones como las villas de Este y Mondra- de estas obras que hacían evidente la “pureza del ar-
gone (c. 1575), el oratorio del Gonfalone (c. 1576), te y primor del pincel” del autor. Son en realidad
y los templos San Eligio de Roma y Santa Catalina muy pocas las pinturas de Alesio, de autoría certifi-
de la Rotta (c. 1583). Al recalar en Sevilla (1583) cada, que se han salvado. Otras que le han sido atri-
sacó a relucir su amplia experiencia creadora y has- buidas generan fuertes controversias y arduas dis-
ta se declaró discípulo de Miguel Ángel, lo que a la cusiones. Es el caso de la capilla del capitán Villegas
postre resultó una falsedad. Pero dicha capacidad (cercana a la sacristía de la iglesia de La Merced), en
para propagandizar su talento daría los frutos espe- la que se pueden apreciar la cúpula, las pechinas y
rados. Al poco tiempo consiguió importantes en- los arcos pintados con ángeles y escenas del Géne-
cargos como el monumental San Cristóbal de la sis, realizados con la técnica y la sensibilidad pro-
catedral sevillana (1584). En la misma ciudad co-
noció al ítalo-hispano Pedro Pablo Morón, quien lo
seguirá al Perú como su principal ayudante. En
América el maestro pensaba concretar sus sueños
de fama y prosperidad.
Al llegar a la Ciudad de los Reyes sus dotes artís-
ticas eran bastante renombradas. Rápidamente fue
aceptado por los círculos más selectos de la corte li-
meña, y pintó un cuadro del virrey García Hurtado
de Mendoza, honor que le permitió autoproclamar-
se el “pintor de cámara de su Señoría”. Por aquella
época (1591) también ejecutaría el retrato de doña
Mayor Bravo de Saravia, dama de aristocrático lina-
je. En 1592 la familia Aliaga le encomendó la deco-
ración de su capilla en Santo Domingo, y hasta
1600 continuó trabajando en el mismo templo por
encargo de la propia orden dominica. De esta mane-
ra decoró con frescos la capilla mayor, la nave prin-
cipal y las bóvedas laterales. Estas últimas fueron
adornadas con unos arcángeles arcabuceros que po-
drían constituir el origen de este tradicional tema
en la pintura virreinal peruana. Lamentablemente
sólo sobreviven algunas referencias bibliográficas
de estas pinturas al fresco, pues las obras desapare-
cieron durante el terremoto de 1687. Felizmente no
sucedió lo mismo con los lienzos que dedicó a la vi-
da del fundador de la orden de Santo Domingo, se-
rie que se ubica en el claustro mayor. De las 36
obras que circundan el recinto se le atribuyen a Ale-
sio, Santo Domingo en su cuna, La Virgen entregando San Agustín, iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes,
el rosario a un santo, Santo Domingo vestido de cléri- Huánuco. Atribuido a Mateo Pérez de Alesio, 1594.
pias de un maestro educado en Italia. Algunos críti-
cos asumen que es imposible que estas pinturas co-
rrespondan a Alesio, pues el artista habría muerto
doce años antes de que la capilla pasara a manos de
los Villegas (1628). Sin embargo no se debe excluir
la posibilidad de que hubiera sido pintada antes de
tener propietario a la vista. De cualquier modo, es
una obra que nos permite hacernos una idea del es-
plendor del arte mural de la colonia temprana. Tam-
bién se encuentra en entredicho la autoría de otras
obras como la Virgen de la leche (Colección Velar-
de), pintada sobre plancha de cobre, o los frescos de
la Vida de San Francisco del convento del mismo
nombre. Asimismo en la iglesia de la Merced de
Huánuco se ha descubierto un San Agustín y una Ve-
rónica, que podrían responder a su pincel.
La obra de Alesio concitó mucho interés en su
momento, y atrajo a una gran cantidad de aprendi-
ces que se enrolaron en su taller. El ya nombrado
Pedro Pablo Morón presenta unos matices rafaeles-
cos más intensos que los de su maestro. Está com-
probado además que colaboró en algunos de los
cuadros de la vida de Santo Domingo y pintó los es-
cudos de los escaños del ayuntamiento en la cate-
dral. Realizó asimismo un San Pedro y un San Pablo
para el retablo mayor de la iglesia de San Sebastián,
y posteriormente puso un taller junto con su colega
y condiscípulo Domingo Gil. Muchos autores seña-
lan que con el aporte del último de los nombrados San Buenaventura por Angelino Medoro. Convento de San
se inicia la americanización del arte romanesco. Francisco, Lima, 1603.
También Francisco García pasó por el mismo taller
y dejó una larga serie de obras como un San Pedro y Descalzos de Lima una Nuestra Señora de los Ánge-
un San Pablo en la capilla de la Inquisición, el reta- les destinada al altar mayor, iniciando así una larga
blo de Nuestra Señora de los Pardos de Santo Domin- relación laboral con dicha congregación, que lo lle-
go (1608) y un Cristo amarrado a la columna varía a pintar después el Milagro de San Antonio
(1617). Otro esmerado alumno de Gil fue Pedro Be- (1601), un académico y cuidado San Diego (1601),
dón de Quito, que trabajó en los escaños de la cate- y el Cristo Crucificado con San Francisco y Santo Do-
dral. Pero el más destacado de todos ellos sería mingo (1618). No concluiría allí el vínculo estable-
Francisco Bejarano, fraile agustino que exornó su cido con los franciscanos, pues pintaría para el con-
convento y pintó la Vida de la Virgen en doce lien- vento de San Francisco el Grande un magnífico San
zos, así como ángeles, virtudes y algunas pinturas Buenaventura (1603), signado por el naturalismo y
profanas, además de grabados y un retrato del virrey una trabajada textura de las superficies, lo que ha
conde de Chinchón. llevado a algunos críticos a considerarla como su
Con el cambio de siglo llegó a Lima Angelino máxima obra. En la anteportería de la misma casa
Medoro, el tercero de los grandes pintores italianos. monástica es posible ubicar el tríptico de la Pasión,
Pese a nacer en Roma en 1547, Medoro no recibió que comprende un Cristo en la Cruz con San Juan y
una educación tan exigente como Pérez de Alesio. la Virgen y una Entrada de Cristo en Jerusalem, am-
Su formación se realizó más bien en talleres provin- bos muy maltratados por el tiempo. En el interior
cianos, finalizándola en Sevilla, ciudad que lo alber- de las puertas se encuentran los pasos de la Pasión.
gó en 1586. Al año siguiente pasó a América dejan- En el muro testero del refectorio del convento de
do obras importantes en Tunja, Bogotá, Cali y Qui- La Merced, Medoro pintó a los miembros importan-
to. En el año 1600 pintó para el convento de los tes de la orden, santos, santas, la Santísima Trinidad
y la Virgen María. También realizó para los mismos cuentra en el convento de Santa Teresita– e ilustró
mercedarios un retablo procesional en el que desta- numerosas acuarelas. Asimismo Alonso Carrión
ca una hermosa Virgen. Pero quizá su Santa Rosa di- pintará una Virgen para la capilla de las Ánimas de
funta sea su cuadro más famoso. En 1617 compuso la catedral (1622). Por su parte, Pedro Reynalte de
esta obra de pequeño formato, en base a unos boce- Coello, hijo y discípulo del pintor de cámara de Fe-
tos que tomara de su cadáver, y al parecer no fue la lipe II, se estableció también en la capital, precedi-
única vez que insistió en el tema, pues se le atribu- do por la fama de su progenitor. Se le otorgó el títu-
yen dos cuadros más sobre su vida. Actualmente el lo de “Obrero mayor de la catedral de Lima”, se le
pequeño lienzo se conserva en el santuario dedica- encargaron muchas pinturas oficiales e inclusive
do a la santa. Por esta misma época pintó también pasaron por sus pinceles y telas algunos de los virre-
el Jesús de la Humildad y la Paciencia (Colección yes. Retrató a San Francisco Solano difunto y reali-
Moreyra), una devoción típicamente sevillana, don- zó las miniaturas de los libros corales de la catedral.
de realiza un interesante juego de luces y sombras Sin embargo, su estilo anticuado y cortesano le hizo
del Cristo desnudo, que realzan la postración del perder el favor del público y murió en la miseria en
Redentor. 1637.
Por encargo de los agustinos, Medoro trabajó en Bernardo Bitti, Pérez de Alesio y Angelino Medo-
el altar principal de la iglesia de San Ildefonso, com- ro implantaron en el Perú el estilo romano, y sus
poniendo la Imposición de la casulla a San Ildefonso. discípulos continuaron ese camino y lo extendie-
En 1618, luego de las grandes celebraciones que la ron. Empero, no fueron éstos los únicos extranjeros
ciudad de Lima organizó en honor del dogma de la que impusieron la contramaniera y la antimaniera.
Inmaculada Concepción, la misma orden le enco- Ya bien asentado el seiscientos una serie de artistas
mendó para la iglesia de San Agustín una Virgen In- italianos como Antonio Dovela, Juan Bautista Pla-
maculada. La madre de Cristo aparece rodeada por neta, Imperiale Planeta, Gerónimo Piñoleta, y los
ángeles que portan los atributos de las letanías lau- innominados Coberti y Romano, apoyaron la ex-
retanas, convirtiéndose en un importante modelo pansión de las formas “romanescas”. Debe resaltar-
que los artistas virreinales copiaron frecuentemen- se la enorme cantidad de frescos que acometieron,
te. El taller de Medoro atrajo a estudiantes de luga- embelleciendo los templos, conventos, edificios y
res alejados, como lo comprueba la presencia del in- casas solariegas, obras que reforzaron la fama de Li-
dio cuzqueño Pedro de Loayza, quien firmaba con- ma. Lamentablemente nada o casi nada se conserva,
trato de aprendizaje en 1604. Medoro también ayu- pues las sucesivas refacciones y modificaciones se
dó a difundir “la manera italiana” por todo el país. encargaron de destruir lo poco que dejaron en pie
Fue así como uno de sus principales seguidores, los terremotos de 1630, 1687 y 1746.
Luis de Riaño, viajó a la Ciudad Imperial donde di- Esta segunda hornada de italianos fue también
vulgaría los cánones estéticos aprendidos en el ta- muy prolífica. Alguno de ellos, según los entendi-
ller de su maestro, al tiempo que provocará una dos, debió ser el autor de la antes mencionada capi-
criollización del contramanierismo. lla del capitán Villegas. Tres frescos de la Vida de San
Pese a la influencia que tuvo y a su vocación Francisco en el convento de San Francisco el Gran-
“popular”, los especialistas consideran que la mayor de, descubiertos en 1974 bajo los grandes lienzos
parte de la producción limeña de Medoro es de ba- que adornaban el claustro mayor, habrían sido pin-
ja calidad y muy dispareja. Su personal estilo anti- tados por integrantes de esta generación artística.
manierista está lejos de alcanzar la artificiosa deli- Es el caso del Nacimiento de San Francisco, la Visión
cadeza del manierismo o la osada volumetría natu- de San Francisco en el carro de fuego y un San Fran-
ralista del barroco inicial. Sin embargo, dejó una cisco y el loco. El resto parece proceder del pincel de
profunda huella entre los muchos pintores que si- Leonardo Jaramillo, tal como lo señala Francisco
guieron sus pautas, y modeló el gusto plebeyo tras Stastny.
una retórica simple, descriptiva, incluso elemental. Del clérigo y pintor Juan Bautista Planeta se sa-
Al regresar a Sevilla en 1624, ciudad en donde mue- be que realizó algunos lienzos para el convento de
re en 1633, deja tras de sí una estela que marcará la Concepción, en 1625. El encargo contemplaba
profundamente la pintura virreinal. cuatro telas sobre la Vida de San José y siete episo-
Por aquella época “romanista” se encontraban dios de vidas de santos. Una década más tarde fina-
en Lima artistas como Diego de Ocaña, quien en liza un retrato de Santo Toribio de Mogrovejo, que
1599 pintó la Virgen de Guadalupe –que hoy se en- supuestamente sería un obsequio para el Pontífice.
Dovela por su lado, pinta La re-
velación de la orden (sacristía del
convento de La Merced) y dora
retablos y estofa imágenes en un
taller en el que figuraban apren-
dices indígenas. De los demás
sólo se conocen sus nombres (e
incluso sólo el apellido) a través
de referencias documentales. Es-
tos artistas y los discípulos deja-
dos por Bitti, Alesio y Medoro,
se mantendrían dentro de la es-
cuela romanesca, pero lenta-
mente serán seducidos por los
colores, composiciones y temas
barrocos, que insurgirán a me-
diados del siglo XVII.
La actividad pictórica entre
los indígenas estaba muy exten-
dida en la Lima del seiscientos. Sagitario (parábola de los invitados a la boda), por Diego Quispe Tito, de la serie del
Los talleres de los grandes maes- Zodíaco. Catedral del Cuzco, siglo XVII.
tros o de sus discípulos comen-
zaron a ser lugares de congrega-
ción de jóvenes indios y mestizos con vocación ar- rante el siglo XVIII, cuando el cansancio por las for-
tística. Luego se independizaban y hasta fundaban mas ampulosas y solemnes del barroco posibilitó,
taller propio, tal como aconteció con Agustín Cer- como reacción, la búsqueda de la delicadeza y el in-
bantes, indio de Quito que poseía un obrador en el timismo.
Cercado en el año 1603, teniendo como aprendiz al La influencia flamenca creó cierto gusto por el
indígena jaujino Santiago Marca. También destacó realismo y el claroscuro. Este último se insinuó al
el quiteño Andrés Rodríguez, que fue seguidor de principio como el énfasis en los juegos de luces, pa-
Dovela. Por su parte Marcos Silva se convirtió en ra generar efectos dramáticos. Los artistas transfor-
maestro y tomó como discípulo al natural Francis- man dentro de lo posible estampas e imágenes ma-
co Guerra. Muchos indios artistas fueron oriundos nieristas, las iluminan y articulan según los concep-
del Cuzco y luego retornaron a su tierra natal ayu- tos naturalistas. Prima el tema religioso y el retrato,
dando a difundir las nuevas técnicas. Los pintores aunque se observa en menor medida cierta produc-
andinos de Lima se agruparon en gremio o cofradía ción alegórica, mitológica y profana. Habitualmente
propios, y sus viviendas y talleres se ubicaron en un pintada sobre lienzo o al fresco, la pintura limeña
sector del Cercado (Wuffarden 1994: 592-600; Esta- del primer tercio del XVII tendrá según J. Bernales
bridis 1989: 113-145, Gisbert y Mesa 1982: 84; Ballesteros: “un naturalismo suave sin estridencias,
Stastny 1969: 15 y ss.; Tord 1971: 210-229, 256; armonía de colores y alguna indecisión de perfiles;
Bernales 1989: 40 y ss.; Chichizola 1983). celajes e interiores de tendencias de tonalidades ro-
jizas, figuras de movimientos sencillos, de acciones
El despertar del barroco tratadas con decoro y realzadas por vestiduras he-
En la tercera década del siglo XVII, el italianis- chas con pliegues amplios y elegantes; la luz suele
mo en la pintura empezó a ceder frente al paulatino destacar los objetos principales y los fondos son tra-
avance del naturalismo en la pintura española. Los tados sin muchas complicaciones”.
nuevos aires empezaban a imponerse de la mano de Luego de este período naturalista, comienza a
los artistas que cruzaban el Atlántico, a través de los vislumbrarse el barroco limeño, período y estilo po-
grabados y muy especialmente tras los envíos de co estudiados, caracterizados por una incidencia
obras últimas y novedosas. La pintura “a la romana” colorista y un interés por temas teológicos y hagio-
se replegó para mantenerse latente en las zonas in- gráficos de primera importancia. Se estila por en-
ternas del territorio, hasta reaparecer con fuerza du- tonces la copia de las estampas importadas de Flan-
de Flandes. El “padre del tenebrismo peruano”, co-
mo se le ha denominado a Diego de la Puente, in-
troducirá en el lenguaje artístico local el uso de una
amplia gama de tonalidades oscuras. Sin embargo
no todas sus creaciones poseen esta característica,
pues en algunas se aprecian coloridos brillantes al-
ternados con grises, sepias y negros.
Al igual que Bitti realizó largos recorridos por el
territorio del virreinato, exornando con numerosas
pinturas los templos de la Compañía en Lima, Tru-
jillo, Cuzco, Juli y Charcas, a pesar de lo cual es di-
fícil identificar su producción. En un cuadro que se
le atribuye, el Martirio de San Ignacio de Antioquía,
muestra una predilección por el claroscuro y una
composición parcelada en dos niveles, algo que se
hizo común en el naturalismo español. También en
la iglesia de San Pedro vemos un Cristo y una Virgen
María con similares características. Pintó además,
un San Miguel en el templo de la Inmaculada y una
Última Cena en el refectorio de San Francisco el
Grande, obra que tuvo notable éxito y se reprodujo
para los conventos franciscanos del Cuzco y Santia-
go de Chile. En dicha obra se puede apreciar a Cris-
to y los apóstoles sentados en una mesa redonda en
la que se distinguen una vajilla de época y viandas
Inmaculada de autor anónimo. Tercera Orden Franciscana
Seglar, Lima, siglo XVII. criollas. La escena se desarrolla en un ambiente pro-
pio del tenebrismo y siguiendo moldes italianos y
tradiciones del realismo flamenco. De esta manera
des, y en especial de los modelos de Pedro Pablo La Última Cena, se convierte en síntesis de la tran-
Rubens. Se añade a ello un alejamiento de las for- sición entre la escuela naturalista y la barroca.
mas simples, a cambio del seguimiento de compli- La transición del italianismo al barroco se puede
cados prototipos inspirados en la naturaleza, a dife- apreciar también en un artista criollo. La pintura de
rencia de la expresión clásica que opta por modelos Antonio Mermejo, posible discípulo de Bitti y naci-
ideales. En realidad, es muy difícil definir el barro- do en Lima en 1588, se caracteriza por su admira-
co limeño, por cuanto se aleja del purismo, defi- ble dibujo y su amplia gama cromática, y por sus te-
niéndose sobre todo por oposición al léxico ya gas- mas que demuestran un sólido conocimiento de las
tado del italianismo y a las corrientes naturalistas ideas humanísticas. Si bien tiene algunas obras de
que dieron vida al realismo prebarroco en España. influencia italiana como su María Magdalena
Un ejemplo del tránsito del romanismo al barro- (1626), en otros trabajos como San José y el Niño
co es la actividad desarrollada por el jesuita Diego desarrolla un elaborado estilo de filiación flamenca.
de la Puente, pintor flamenco nacido en Malinas ha- En los retratos del catedrático limeño Juan de la
cia 1586, a quien le cabría el honor de cumplir la Reinaga Salazar y de Tomás de Avendaño se puede
función que desempeñara Bernardo Bitti dentro de apreciar una cierta atracción por el realismo que an-
la Compañía de Jesús. En 1620 habría llegado al Pe- tecede al barroco en el arte propio de la Ciudad de
rú luego de seguir estudios en Flandes y Roma, lo los Reyes. Mermejo representará la aspiración de un
que le permitió estar al tanto de las corrientes artís- sector cultivado, muy interesado en las novedades y
ticas imperantes en Europa, y conocer posiblemen- cambios estilísticos ocurridos en Europa, que el
te la pintura de Rubens o al menos sus obras prime- grueso público tardará en apreciar.
ras. Sin embargo pronto se adaptará al gusto reinan- Entre los españoles residentes en Lima podemos
te en el Perú, todavía impregnado de la impronta de citar al clérigo sevillano Leonardo Jaramillo que re-
Bitti y de Medoro, intentando un estilo intermedio, corrió distintos puntos de nuestra geografía como
teñido por la influencia de los últimos romanistas Trujillo (1619), donde refacciona el templo de San
Agustín luego de un devastador terremoto, y Caja-
marca (1635), lugar en donde dejó diversos trabajos
y formó discípulos. Al año siguiente se muda a Li-
ma en donde realizará un San Bernardo y una María
Magdalena para la capilla de la Inquisición, y su
obra más importante: La imposición de la casulla de
San Ildefonso (capilla de Nuestra Señora de los Án-
geles de Lima). Se trata de un gran lienzo, signado
por su correcto trazo y la buena composición, que
se estructura a partir de los ademanes de los ánge-
les, los cuales –tal vez para satisfacer el gusto del
público– nos recuerdan el estilo italiano de Alesio.
Sin embargo, no sucede lo mismo con el propio San
Ildefonso, trabajado en estilo naturalista. Stastny
considera que una buena parte de los murales del
claustro mayor del convento de San Francisco el
Grande, encontrados en 1974, le pertenecen. Aduce
que el tratamiento de las vestimentas y el naturalis-
mo de los personajes se acercan al San Ildefonso de
Leonardo Jaramillo, que contó entre sus alumnos a
los artistas Miguel de Vargas, Tomás Ortiz y Juan de
Sotomayor.
Otros artistas transicionales fueron Joseph de la
Parra, quien en 1645 realizó un fresco para el cabil-
do, y años más tarde el retrato del capitán Sebas-
tián Fernández de Velazco (1660) y el de su majes-
tad Carlos II (1668), destinado también a la alcal-
Arcángel Rafael por Bartolomé Román. Iglesia de San Pedro,
día de la ciudad. Pedro Gerardo en cambio prefiere siglo XVII.
acometer una larga serie de doce lienzos sobre la
vida de Sansón en 1643, obra que tiene tanta acogi- afirmaron su espíritu de cuerpo e intentaron agre-
da que debe copiarla al año siguiente. Tambien miarse en 1649, para evitar la competencia desleal
Juan García es un asiduo pintor, al que se le encar- de oficiales inescrupulosos –por lo general inde-
gan 23 telas para la iglesia de Copacabana y un San pendientes– que vendían su producción a carpinte-
Pedro y San Pablo para la capilla de San Pedro de la ros y ensambladores, con la intención de que éstos
Inquisición. También se firman muchos contratos inundaran el mercado con obras de mediocre cali-
de obras de diversa temática para ser utilizadas en dad. La copia de estampas, que estuvo bastante ge-
expresiones de arte efímero, destinadas a festivida- neralizada, dirigía la asimilación de los nuevos esti-
des profanas y religiosas de la época. Dichas mani- los, sobre todo de la expresión naturalista, aunque
festaciones, que por su naturaleza no han podido el gusto común permanecía fiel a los cánones del
llegar hasta nosotros, poseían valor artístico y reci- italianismo y tenía dificultades para asimilar la es-
bieron genuina admiración entre sus contemporá- tética del barroco de Flandes. Sin embargo, los ta-
neos, quienes elogiaban su realismo y atinada fac- lleres más formales estaban atentos a las novedades
tura. Por otra parte era frecuente que se encargaran e incubaban el germen de lo que será el particular
copias de obras europeas, lo que permitía hacer barroco limeño.
más asequibles las últimas novedades estilísticas y Pese a su generalizada sumisión, la mujer no fue
educar el gusto del público. ajena al arte pictórico. Un testamento de 1667 nos
Al llegar a la mitad del siglo XVII, encontramos revela la existencia de la pintora Juana Valera, espo-
una actividad artística muy extendida en la capital sa de Joseph de Mujica, que entre otras obras, reali-
del virreinato, por la proliferación de talleres que si zó doce telas representando a los infantes de Lara,
bien no alcanzaron los excepcionales volúmenes de una docena de alegorías de las tribus de Israel, el
la producción cuzqueña, tuvieron amplia demanda mismo número de ángeles, y veinticuatro bodego-
para sus productos. Los artistas allí congregados nes que resultan bastante peculiares dentro de la
producción local. Su obra debió tener influencia de frescos de la Vida de San Francisco de Asís, que ro-
Zurbarán y según ha argumentado Wuffarden, no deaban el claustro mayor de ese convento –descu-
sería extraño que fuera autora de las Doce tribus de biertos recién en 1974–, y reemplazarlos por 36
Israel del convento de la Buena Muerte (Estabridis lienzos que cubrirían las enormes galerías que dan
1989: 150 y ss.; Bernales 1989: 40-56; Wuffarden sobre el patio. La extensa obra se ve influida por el
1994: 600-607, Tord 1971: 220-233). naturalismo flamenco y español, predominando los
claroscuros acompañados de colores cálidos. Los
La madurez del barroco limeño personajes de elegantes posturas parecen tomados,
En 1671 un encargo de grandes proporciones al igual que los escenarios, de grabados y estampas
reunió a cuatro artistas radicados en Lima, “después “romanistas”, pero los artífices los transforman bajo
de haberlos escogido por los mejores”. Los pintores reglas barrocas, siguiendo criterios didácticos. Los
seleccionados fueron Francisco Escobar –quien diri- escorzos alcanzan maestría y los paisajes y decora-
gió la obra–, Pedro Fernández de Noriega, Diego de dos arquitectónicos realzan el conjunto.
Aguilera y el esclavo Andrés de Liévana. Se trataba Las escenas correspondientes a la juventud de
de renovar los deteriorados o al menos “anticuados” San Francisco fueron asignadas a Escobar. El segun-
do recodo y la recta siguiente se en-
tregaron a Diego de Aguilera. El ter-
cer frente se le otorgó al pardo Liéva-
na, quien destaca por su panel de La
cortesana tentando a San Francisco,
donde ejecuta una fiel caracterología
de los tipos humanos. Finalmente a
Noriega se le ofreció la cuarta gale-
ría, dedicada a la muerte del seráfico
padre. Los cuadros pertenecientes a
Escobar alcanzan los mayores nive-
les de calidad debido a sus delicados
encuadres y la calculada posición de
los personajes. Destacan sobremane-
ra el Nacimiento de San Francisco y
La profecía del abad Joaquín. En este
último encontramos un grupo de án-
geles semidesnudos antes de su caí-
da, y como nota curiosa se asegura
que el autor pintó su autorretrato en
la parte inferior de la obra. También
son dignos de mención La visión de
las armas, uno de los más interesan-
tes retratos ecuestres del período vi-
rreinal, mientras que en El encuentro
con el leproso y La renuncia de los bie-
nes, el artista reinterpreta la icono-
grafía franciscana, mostrando al san-
to como un apuesto doncel, al estilo
de las estampas flamencas. Pero no
serían éstas las únicas obras limeñas
de Escobar, pues años antes (1649)
había esbozado un gran cuadro para

Arcángel Uriel de autor anónimo. Museo de


Arqueología, Antropología e Historia del
Perú, siglo XVIII.
la cofradía de las Ánimas de la catedral, series de Lemos (palacio de Gobierno), y de Juana de Valdez
santos, y posteriormente (1662) diez grandes lien- y Llano, obras éstas de tres anónimos pintores que
zos para el retablo de San Juan de Dios en el hospi- son una pequeña muestra de un amplio universo de
tal de San Diego. artistas que participaban en el dinámico y rentable
No menos importante en el ámbito artístico li- mercado pictórico limeño. Todos ellos asumieron la
meño es la figura de Diego de Aguilera, criollo na- restauración y redecoración de los templos y monu-
tural de Saña, que al decir de algunos especialistas mentos de la ciudad, destruidos por el terremoto de
era el más importante de los cuatro convocados a la 1687.
realización de la obra. De su producción previa pue- Al finalizar la centuria del 1600, la conciencia
den resaltarse los grandes lienzos para el claustro criolla que valora su tierra y su urbe encuentra par-
principal de Santo Domingo (1661), los frescos de ticular deleite en la representación de paisajes cita-
las bóvedas y muros de la capilla de la cofradía del dinos, en concordancia con las exaltadas descrip-
Rosario de los Pardos, ubicada en el mismo conven- ciones que los españoles americanos incluían en sus
to (1666), y en 1669 la nave del templo de Santa Ca- poemas y opúsculos. Fruto de esta preferencia es un
talina con una docena de paños con los apóstoles y cuadro de la colección de los duques de la Almudia
dieciséis de los patriarcas, todos de tamaño natural. de Sevilla (1680), en el que se aprecia la plaza Ma-
Otra serie pictórica importante de este período yor de Lima, las edificaciones de época, el movi-
barroco, pero de una orientación fundamentalmen- miento comercial y el ambiente local que la caracte-
te distinta, será la dedicada a Santo Tomás de Aqui- rizaba. El mismo año, el afamado Cristóbal Daza
no en el salón general del convento de Santo Do- pintó un biombo en el que se apreciaba la plaza de
mingo. Su desconocido autor nos revela un estilo Armas, otorgándole gran importancia a la arquitec-
anacrónico con poco conocimiento de la perspecti- tura, las fiestas que se celebraban en ella y muchos
va y el volumen, pero que presenta un inusual inte- detalles anecdóticos. De este período son tambien
rés por los elementos anecdóticos, el lujo de las ves- dos lienzos apaisados del monasterio de la Soledad,
timentas, los decorados y los mobiliarios, que nos que reviven escenas de la procesión del Viernes San-
remiten a los grabados flamencos. El barroco lime- to, realzando la arquitectura que rodeaba la plaza y
ño ya se va asomando en su colorido vibrante y sus la etiqueta barroca que regulaba el desplazamiento
matices rojizos. de los estamentos de la sociedad durante dicha fes-
Dentro de los gustos artísticos de la época, la tividad religiosa. Estos cuadros de altísimo valor
obra de Cristóbal Daza gozó de un favor sin prece- histórico y sociológico nos permiten contar con una
dentes. Al decir de sus contemporáneos “por él mi- imagen de la vida cotidiana virreinal, sus autorida-
ra sin envidia el Perú a los Herrera y los Murillos”. des civiles y religiosas, los caballeros de órdenes,
Concitaban admiración una Huida de Egipto prepa- los cofrades, los religiosos y sacerdotes, las andas y
rada para la capilla de los condes de Santa Ana de las imágenes y el fervor de la multitud. Algunos es-
las Torres en la catedral, y una Inmaculada Concep- tudiosos atribuyen estas dos obras a Gerónimo To-
ción para la cofradía de Santa Ana, terminada en rres Ahumada.
1684. Se cree que pintó asimismo el retrato del vi- Mención aparte merece la iconografía angélica
rrey marqués de Castelfuerte, un biombo paisajista en la pintura colonial peruana, dadas su vastedad y
y algunos cuadros de tema bíblico y mitológico co- recurrencia. Aunque los ángeles constituyen una
mo el David y la Andrómeda, que se declaraban en- temática de raigambre medieval, su interés fue rea-
tre los bienes del oidor Bravo de Lagunas. Otro pin- vivado por motivos teológicos y convertido en ob-
tor del momento fue Joseph de Orsera, quien en jeto de devoción durante el cinquecento. Luego, a
1670 realizó dieciocho lienzos para la bóveda de la través de las diferentes versiones y contraversiones
capilla mayor del monasterio de Santa Clara, seis del manierismo, terminó ejerciendo una profunda
santos de tamaño natural (1662) y diez bodegones influencia sobre la conciencia artística andina, des-
para un particular. de las épocas tempranas de la colonización. Los án-
Entre otras interesantes obras del período pue- geles que Alesio pintó en la bóveda principal de
den citarse El juicio del alma, realizada para el con- Santo Domingo de Lima tendrían, según Mesa y
vento de Nuestra Señora de los Ángeles y firmada Gisbert, un carácter precursor de la amplia difu-
en 1678 por Nicolás de Oliva “el Mudo”, una Santa sión posterior de estos motivos. Otro eslabón im-
Casilda ricamente ataviada a la manera sevillana portante de esta cadena iconográfica fue la serie de
(Tercera Orden) y los retratos del virrey conde de ángeles de la iglesia de San Pedro de Lima (c.
1635). Estas siete pinturas representando a Miguel, No fueron pocos los pintores españoles que en-
Gabriel, Rafael, Sactiel, el ángel de la guarda, Bara- viaron obras al Perú. Una relación sucinta de ellas
quel y un querubín, han sido atribuidas al pintor no puede dejar de mencionar al castellano Vicente
madrileño Bartolomé Román, por las similitudes Carducho y su Juicio Final (1627), que se encuentra
que guardan con otros personajes angélicos exhibi- en la catedral; a Alonso Cano de Granada, autor de
dos en los conventos de las Descalzas y de la En- varios Cristos crucificados; al asturiano Juan Carre-
carnación de Madrid. Posiblemente estas obras, ño de Miranda, autor del San Sebastián (capilla de
donde “los gratos colores y soltura en el dibujo y los Obispos de Nuestra Señora de los Ángeles); al
modelado revelan a un pintor de buen oficio, sobre catalán Francisco de Ribalta, autor del San José del
todo en el tratamiento de las anatomías que se tras- monasterio de la Encarnación; al valenciano José de
lucen bajo las vaporosas vestiduras, grebas y cotur- Ribera, de gran predicamento en los círculos artísti-
nos”, tienen un referente en los grabados realizados cos de Huamanga; al sevillano Bernabé de Ayala,
por el flamenco Peter de Jode (Estabridis 1989: con su Virgen de los Reyes (1622) y la Virgen del So-
163; Bernales 1989: 44-56; Wuffarden 1994: 602- to (convento de Nuestra Señora de los Ángeles).
607; Tord 1971: 227-233). Tampoco debemos olvidar al pintor, teórico artísti-
co y suegro de Velázquez, Francisco Pacheco, quien
La influencia foránea envió algunos de los lienzos de la vida de Santo Do-
El influjo hispánico sería determinante en la mingo para el claustro mayor de dicho convento en
pintura virreinal, aun cuando la temprana llegada
de un grupo de excepcionales artistas de formación
italiana permitiera al mundo hispanoperuano gozar
de una producción de calidad semejante a la de las
grandes capitales europeas. Pero la iconografía y la
sensibilidad previas, las formas de vida y el ambien-
te colonial obligaron a estos autores a considerar en
parte algunos criterios del arte hispánico. La pre-
sencia española se hará más notoria durante el siglo
diecisiete cuando la pintura barroca española, espe-
cialmente la sevillana, llegó a su máximo esplendor.
Extensas series y colecciones traídas por particula-
res para un uso doméstico, institucional o religioso,
afirmaron su vigencia. Y siguiendo las preferencias
del público floreció un activo comercio artístico, ba-
jo el rubro de “bagatelas” y géneros, recibiendo los
capitanes de barco una comisión por estas ventas.
Grandes traficantes de arte como Miguel Güedes
llegaron a comerciar cifras realmente sorprenden-
tes. La relación comercial establecida entre Sevilla y
el Perú, regida por estrictas leyes y reglamentos,
rindió pingües dividendos a los artistas y comer-
ciantes hispalenses, hasta que a mediados del siglo
XVII, América comenzó a emanciparse artística-
mente, pasando a depender de sus propios y pujan-
tes talleres. Los artistas sevillanos se enfrentaron a
la ruina cuando en el siglo XVIII se trasladó a Cádiz
la Casa de Contratación, y el comercio con las In-
dias huyó hacia otros puertos abiertos a lo largo y
ancho de la costa peninsular.

San Jerónimo por Francisco de Zurbarán. Convento de la


Buena Muerte, Lima, siglo XVII.
Lima. Tampoco al mulato Juan de Pareja, quien fue-
ra servidor del autor de “las Meninas” y pintara un
Descendimiento de la Cruz, y al archiconocido Do-
ménico Theotocopoulos, “el Greco”, a quien se le
atribuían dos cuadros en el Perú. Uno constituía el
orgullo de la pinacoteca del obispo cuzqueño Ma-
nuel de Mollinedo, y el otro era un lienzo sobre el
tema de La adoración de los pastores, que se ubicaba
en el hospital de San Andrés de Lima.
Francisco de Zurbarán ocupó también un papel
muy importante en el desarrollo de la estética vi-
rreinal. Su estilo llegó a alcanzar gran respetabili-
dad entre los artistas de Indias, y sus envíos a Lima
realizados durante la época de su mayor fama, des-
lumbraron a los conocedores y amantes del arte. Su
talento, según señala Bernales Ballesteros: “no de-
bió pasar desapercibido; su manera de resaltar las
figuras, que lo dominan todo pese a la sencillez y
sobriedad que poseen, probablemente fueron en-
tendidas como un aproximarse por el mundo de las
realidades tangibles hacia lo trascendente, pues no
descuida lo accesorio y el paisaje, dado que son
motivos complementarios que ambientan a sus
personajes”. Zurbarán practica un realismo con-
templativo, donde incluso lo común y cotidiano
adquiere un tono místico, razón que lo convirtió
en el pintor preferido de la religiosa sociedad lime-
ña del siglo XVII.
Entre 1637 y 1647 se trajeron varias remesas de
obras suyas destinadas a iglesias, conventos y domi-
cilios particulares, de las cuales algunas se encuen-
tran perdidas. Es el caso del lote de 1647, enviado
al monasterio de la Encarnación, consistente en Profeta Elías por Francisco de Zurbarán. Convento de la
Buena Muerte, Lima, siglo XVII.
diez cuadros de la vida de la Virgen y veinticuatro
Santas Vírgenes; y la muy sugerente serie de 1649
cuya temática gira en torno de los Doce Césares a ca- XVIII, y por la abundante importación de obras de
ballo. Se conservan en cambio, la serie del Aposto- sus epígonos sevillanos.
lado del convento de San Francisco el Grande de Con un estilo colorista y nostálgico propio del
1638, y un Cristo crucificado que vino con ellos, barroco tardío sevillano, el hispalense Bartolomé
siendo ésta la colección de mayor valor pictórico Esteban Murillo ejerció también una notable in-
perteneciente a su producción. Se pueden apreciar fluencia en Lima, hasta bien entrado el siglo XVIII.
también los trece cuadros de los fundadores de ór- En tiempos pasados se presumía la existencia en el
denes que llegaron al convento de la Buena Muerte país de una gran cantidad de cuadros suyos, dado
(1639); y la serie de los Arcángeles del monasterio el singular influjo que tuvo en nuestros pintores.
de la Concepción (1647). Se supone además que un Sin embargo los estudios e investigaciones actuales,
San Guillermo de Aquitania y más de un Cristo ago- como los de Jorge Bernales Ballesteros, parecen
nizante pueden pertenecer a su pincel. Aun cuando confirmar que casi todos son pertenecientes a sus
la cantidad de “zurbaranes” es bastante grande y imitadores y copistas. Luego de realizar un detalla-
justifican la determinante influencia que tuvieron do reconocimiento, se han encontrado dos obras
en el gusto de la época, debemos remarcar que este pertenecientes a la esfera del pintor. Destaca en pri-
efecto se vio multiplicado por las copias locales, li- mer lugar el San José y el Niño en la capilla de ejer-
meñas y cuzqueñas, que se realizaron hasta el siglo cicios del convento de los Descalzos, el cual es
considerado una reproducción de taller del original se convirtió en un gran mercado de exportación de
en poder del Ermitage de Leningrado. La copia es obras de arte, de tablas como la aún existente de la
única “tanto por la exactitud de los detalles y her- Virgen y el Niño (col. particular), donde se aprecia
moso colorido, como por la delicadeza de los be- en todo su apogeo el renacentismo flamenco, abun-
llos rasgos del Niño, reproduciendo con absoluta dante en paisajes con ríos y montañas, elementos
fidelidad a las creaciones del maestro, lo que no éstos que cautivarán a los pintores cuzqueños de la
siempre se consigue en copias”. Por otro lado en la centuria siguiente. Otros testimonios interesantes
colección Poli se encuentra un excepcional bargue- son la Virgen con el Niño en tela (col. Orihuela del
ño de 1657, con veintiún cobres pintados y firma- Cuzco), del círculo de los Metsys; La presentación de
dos por el maestro. Jesús al pueblo (col. particular Lima), obra primitiva
Distinta fue la situación en el pasado. Así, en el del cinquecento flamenco; o la pequeña madera po-
convento de la Buena Muerte debieron existir hasta licromada en la que se representa el Cristo muerto,
el siglo XIX una Inmaculada Concepción y una Sa- conservada en el convento de Nuestra Señora de los
grada Familia de Murillo, que lamentablemente sa- Ángeles.
lieron del país. Un San Antonio, un San José, un San Conviene tener presente que la influencia fla-
Felipe y un San Juan Bautista de la renombrada pi- menca y alemana tuvo un definitivo impacto no só-
nacoteca de los Ortiz de Zevallos dieron lugar a mu- lo en las nuevas tierras, sino también en la Metró-
chas conjeturas. También se menciona un célebre y poli. Alemanes como Durero y los Kubler, por citar
original Niño Jesús dormido que tuvo muchos admi- sólo algunos, gozaban de gran aprecio entre los ar-
radores locales y sirvió de modelo para multiples re- tistas españoles. Flamencos y por extensión alema-
producciones. nes, ejercieron de esta manera un influjo muy gran-
Singular importancia en la evolución pictórica de en la formación estética de los americanos, lo
limeña alcanzaron los envíos de Juan de Valdez cual se hizo patente a través de variados caminos: el
Leal, el último de los grandes maestros sevillanos. arribo de algunos artistas de la región como Diego
Se asume que la serie de la Vida de San Ignacio de de la Puente; las remesas de obras de pintores, tan-
Loyola en la iglesia de San Pedro de Lima, es pro- to arcaicos como nuevos tras el eco de su fama eu-
pia de su pincel. Se trata de ocho lienzos colocados ropea, y la difusión de las muy populares estampas.
sobre los arcos de las naves laterales, que habrían si- Particularmente interesante resulta el fenómeno
do realizados hacia 1668. A diferencia de sus lien- de la masiva divulgación de los grabados e impresos
zos conservados en la capital hispalense, este “pin- de Amberes, el principal centro editorial de la épo-
tor de barrocos temperamentos, visible en sus com- ca. Amparadas por la política imperial de los Habs-
posiciones dinámicas y de cálido colorido”, presen- burgo, se establecieron prósperas imprentas como
ta en los cuadros limeños un gran interés por los es- la de Hieronimus Cock –que “vendía a los cuatro
cenarios y la perspectiva, que no se detecta en su vientos”–, el “Lirio Blanco” de Philipus Galle y la
obra europea, lo que permite suponer que contó muy famosa y productiva casa editorial de “Plantin
con un discípulo de gran talento. En su tiempo, el y Moretus”. Todas ellas extendieron por el mundo
sevillano despertó gran interés y sus trabajos fueron la iconografía relacionada con pasajes bíblicos y
copiados con frecuencia, como lo manifiesta La vi- evangélicos, una serie de episodios hagiográficos,
sión de San Ignacio de Cristo con la cruz a cuestas motivos teológicos y resucitadas leyendas medieva-
(iglesia de la Inmaculada) y otras composiciones les, de acuerdo a la exigente ortodoxia de los postu-
realizadas en el Cuzco. En cambio, no parecen per- lados tridentinos.
tenecer a su pincel las Cabezas degolladas de santos La producción de los grabadores flamencos atra-
que en otro tiempo le fueran atribuidas. vesó tres períodos importantes. A fines del siglo XVI
La presencia flamenca en nuestra pintura tam- se ve una clara influencia italianista y tridentina. A
bién fue notoria desde los primeros momentos de la partir del segundo tercio del siglo XVII aparece el
colonización peruana. Bástenos recordar los mode- genio de Rubens y los artistas gráficos se someten a
los gótico-flamencos que sedujeron a los conquista- la estética de su escuela. Pero a comienzos del sete-
dores y que fueron muy demandados al principio de cientos, el barroco tardío que impregna las estam-
la colonia. Por lo general la confección de estas pas y grabados cae en la reiteración y el amanera-
obras de arte se encargaba a los artistas locales, o en miento. Entonces su vigencia comienza a declinar,
su defecto las tablas se adquirían a través de allega- seguramente como efecto de una saturación con-
dos o familiares de ultramar. No en vano Amberes ceptual y visual. Sin embargo, la antes citada edito-
rial “Plantin y Moretus” seguirá enviando sus pro- Grabado
ductos a Lima, aún en 1844. Una difusión de tal al- aparecido en el
cance precisaba de un ejército de grabadores, dies- Hvmanae
tros en el dibujo sobre planchas de metal, que la im- Salutis
Monvmenta.
prenta se encargó de reproducir hasta el hartazgo y
repartir por el mundo. Los evangelizadores y misio-
neros contaban con legajos de dichas imágenes in-
cluso en alejados parajes de la India, la China y el
Japón o la América, todavía ignota.
Estas estampas y grabados fueron una fuente de
inspiración para los artífices europeos y sobre todo
para los talleristas virreinales, deseosos de mante-
nerse fieles a la ortodoxia y de estar informados de
las novedades metropolitanas. La imaginación de
Alesio se nutrió de ellos y está documentado que
antes de partir de Sevilla rumbo al Perú, compró
un libro con dibujos de Durero y otro de grabados
de diversos autores. Algunos dueños de taller, co-
mo el neogranadino Baltazar de Figueroa, tenían
“seis libros de santos con estampas para las pintu-
ras”, además de 1 800 grabados y un libro de dibu-
yeron de manera decisiva en los artistas de Lima y
jos de arquitectura. Estos materiales gráficos influ-
el Cuzco, generando desde sencillas y descaradas
copias, hasta creaciones formidables. En muchos
casos el artista abordaba la temática y desarrollaba
las posturas o la composición general de las estam-
pas, pero agregaba los contrastes, los colores, la at-
mósfera, profundizando el tratamiento psicológico
y aportando un sinnúmero de innovaciones, que
hacían de la “reproducción” una creación original.
Este proceso, común a los artistas europeos, se
emuló por doquier, tanto en los talleres andinos del
Cuzco como en las casas de artistas hindúes o japo-
neses, que trataban de representar a su modo la
iconografía cristiana.
Pero las estampas no fueron la única fuente de
inspiración. La llegada de obras de los grandes
maestros flamencos jugó también un importante
papel en la difusión de nuevos cánones estéticos. La
pintura flamenca gozaba de gran prestigio, más allá
de consideraciones estilísticas, por la variedad y di-
versidad de su temática, que recreaba no sólo el
mundo religioso sino también el profano. No fueron
extraños cuadros y lienzos en los que se sucedían
escenas de cacería y montería, actividades de la vi-
da cotidiana o la representación de idílicos paisajes
y animadas escenas mitológicas, históricas y alegó-

Portada de Hvmanae Salutis Monvmenta, impreso en los


talleres de Christopher Plantin, en Amberes, en 1575. En 1589,
al fallecer Plantin, fue sucedido por su hija Martina, casada con
Jan Moretus, iniciando una brillante etapa editorial de la
imprenta Plantin-Moretus.
ricas –tampoco faltaron bodegones y naturalezas su estilo pintó para el monasterio de la Concepción
muertas– que dejaron una profunda huella en el doce lienzos de la vida de la Virgen y otra docena de
gusto de los artistas cuzqueños. escenas referidas a historias del Antiguo Testamen-
Durante el siglo XVII la pintura de Rubens fue to, de gran colorido y un interés particular por los
fundamental y paradigmática porque modificó la detalles anecdóticos (Wuffarden 1994: 603 y ss.;
manera de pintar de su época, llevando a sus con- Bernales 1989: 35, 62-74, 78, 84-102; Tord 1971:
temporáneos “a dejar el claroscurismo de origen ve- 202, 233-237; Gisbert y Mesa 1982: 84, 111-112;
neciano o ‘caravaggista’ para insertarse en una pin- Stastny 1967: 35 y ss.).
tura vitalista, pletórica de color y movimiento, con
sensualidad y vibrante naturalismo, caracteres to- El siglo dieciocho
dos de la más rancia estirpe barroca”. Los limeños Pese a que el siglo XVIII comienza con buenos
no fueron indiferentes a los cambios que introdujo augurios, la actividad pictórica en la capital entrará
Rubens y hasta tuvieron la suerte de admirar un au- en una etapa de declive y aletargamiento. En 1702,
téntico lienzo del maestro. La célebre Huida a Egip- el virrey conde de la Monclova encarga a Gregorio
to fue donada por el virrey conde de Lemos a la ciu- Sánchez los frescos de su gabinete en el palacio de
dad de Los Reyes y se exhibía en la iglesia de los De- Gobierno con los escudos reales de todos los sobe-
samparados. ranos españoles y de los gobernantes del Perú has-
El propio Rubens entendió que tenía que difun- ta su mandato. Pero ello no basta para dinamizar el
dir su propuesta recurriendo también a las estam- ambiente pictórico de la capital, que ve paulatina-
pas. Para cumplir tal cometido escogió a un grupo mente cómo la escuela cuzqueña va copando todos
de grabadores de línea dulce, que pudieran repro- los mercados de arte del virreino. Las nuevas edifi-
ducir sus obras, respetando los efectos peculiares de caciones públicas van siendo engalanadas con telas
su estilo. De este modo, cuadros como los de la Pa- importadas del Cuzco y algo semejante sucede en
sión de la Tercera Orden de los Descalzos, y los de los domicilios particulares. El viajero francés Ama-
la capilla de la penitenciaría de San Pedro, parecen deo Frezier se sorprende de la cantidad de telas cuz-
estar inspirados en sus grabados. En otros casos los queñas en las casas de Lima y expresa –con poca
integrantes de su taller trataban de emular al maes- sensibilidad– que abundan “una cantidad de malos
tro, realizando copias y haciendo en ocasiones cua- cuadros hechos por los indios del Cuzco”.
dros de gran calidad. Ésta debe ser la procedencia Los dominicos no se sustraen a la nueva tenden-
de los lienzos existentes en el Cuzco y en Juli que cia y en 1730 encargan a los talleres cuzqueños la
se atribuyeron al pincel de famoso pintor. En el vida de Santo Tomás de Aquino destinada a su sala
Centro Misional de Juli destaca una serie dedicada capitular. Así mismo, el claustro de San Agustín re-
a la Pasión y unas alegorías de las Virtudes. En la pi- cibe una serie de 38 cuadros de la vida del fundador
nacoteca de los Ortiz de Zevallos varias obras se re- de la orden, pintados por el cuzqueño Marcos Zapa-
putaban como provenientes del genio de Flandes, ta. A esto se suma la activa presencia de una elite in-
aunque es probable, al igual que en los casos ante- dígena que intenta demostrar su entronque con la
riores, que se tratara de copias de taller. sangre de los antiguos dignatarios cuzqueños, como
El virreinato contó también con varias obras de forma de hacer valer sus privilegios y preminencias.
Van Dyck, el mejor discípulo de Rubens, destacan- Cuentan para ello con el apoyo de ciertas órdenes
do el cuadro de La visión de San Agustín (col. parti- religiosas que estimulan el despliegue iconográfico
cular), copia del existente en Amberes y hecha por de linajes incaicos, matrimonios de coyas y con-
el propio autor. En el convento de la Merced del quistadores, y demás temas relacionados con este
Cuzco se encuentra una copia de La Sagrada Fami- despertar del nacionalismo inca. Pero dicha afirma-
lia, y en el convento de San Francisco una variante ción en el plano del arte se verá bruscamente inte-
de La Piedad. Existen también réplicas, de diferente rrumpida por el debelamiento de la revuelta de Tu-
factura, de la Coronación de espinas y del Cristo ago- pac Amaru, luego del cual se procederá a confiscar,
nizante, esta última de particular éxito en su época esconder o destruir toda representación que aliente
pues siendo el original de Rubens, fue copiada des- el reavivamiento del pasado y la memoria indígena.
pués por Van Dyck, convirtiéndose a su vez en un Mientras se extiende la influencia de la pintura
modelo muy solicitado por los artistas locales que cuzqueña en la capital, el arte limeño se ve amena-
lo reprodujeron en gran número de telas. Simón de zado por los estereotipos y la falta de imaginación,
Vos también salió del taller de Rubens y siguiendo de los que sólo se salvan algunas pocas obras como
el Robo de la Santa Eucaristía de la catedral y La
procesión del desagravio en la iglesia de Santa Libe-
rata, lugar en donde fue recuperada y por lo cual se
construyó el templo. Estos dos cuadros muestran
una severa tendencia documentalista y describen
paisajes urbanos del período. Otra veta importante
será la nueva retratística inspirada en la moda del
portrait francés. Los personajes de la época serán
representados en grandes formatos y luciendo lujo-
sos ropajes según la moda imperante en los am-
bientes cortesanos. Destacan dentro de esta co-
rriente Miguel Adame, Lorenzo Ferrer y Ventura
Azabache.
El marasmo de los artistas limeños comienza a
disiparse sólo a mediados del siglo XVIII, cuando el En 1711 fue robado un copón con cien hostias consagradas de
oidor Pedro Bravo de Lagunas y Castilla, dueño de la parroquia del Sagrario, causando gran alboroto en la ciudad.
una vasta pinacoteca europea, inicia un importante Su posterior hallazgo, en el lugar donde actualmente se erige la
iglesia de Santa Liberata en el Rímac, fue motivo de algarabía
mecenazgo entre los artistas de la capital. El portrait popular. Para conmemorar este hecho el virrey obispo Diego
rococó se generaliza y perfecciona, dejándonos en la Ladrón de Guevara mandó pintar el lienzo La procesión del
desagravio.
obra de Cristóbal Lozano, Cristóbal de Aguilar, Joa-
quín Bermejo y Julián Jayo, una gran galería de las
principales autoridades y personajes de la aristocra- Como se recordará, las primeras pinturas traídas
cia criolla. También coinciden en el período algu- por los españoles fueron pequeñas tablillas o lien-
nos pintores religiosos de inspiración como Fran- zos de anticuada y provinciana factura, que retrata-
cisco Martínez y Joaquín de Urreta. Hacia mediados ban sus devociones particulares. En casos excepcio-
de centuria la actividad pictórica se enrumbará ha- nales arribaron a estas tierras obras de calidad, por
cia el academicismo, para posteriormente, ya a las lo general de origen flamenco, como la notable ta-
puertas del siglo XIX, arribar al neoclasicismo. La- bla de la Virgen con el Niño, perteneciente al círculo
mentablemente los límites cronológicos del presen- de Quintín de Metsys (el célebre retratista de Eras-
te texto nos impiden examinar los desarrollos al- mo de Rotterdam), o la tabla de la colección Bercke-
canzados en este período (Wuffarden 1994: 608; meyer signada por un enigmático “Loayza Pintor”.
Tord 1971: 238; Bernales 1989: 103 y ss.). Pronto la pintura acompañó la vida de las pobla-
ciones andinas. Garcilaso de la Vega cuenta que in-
LA PINTURA EN EL CUZCO mediatamente después de la rebelión de Manco In-
ca se procedió a pintar la imagen del apóstol Santia-
A la llegada de los españoles, la pintura nativa go, por su intercesión durante el sitio de la ciudad:
estaba lejos de constituir un arte con la fisonomía y “pintaron al señor Santiago encima de un caballo
la tradición que ostentó en Occidente. Sin embargo blanco con su adarga embarazada y la espada en la
se tienen noticias de ciertas decoraciones pintadas mano, y la espada culebreada; tenía muchos indios
sobre rocas camino al Collao, referidas por Garcila- derribados a sus pies, muertos y heridos. Los indios
so cuando pasó por allí; de algunos murales en las viendo la pintura decían: un Viracocha como éste era
huacas y templos, y de las hermosísimas pictogra- el que nos destruía en esta plaza...”.
fías de los keros o vasos ceremoniales. Por ello el Muchos documentos pertenecientes al período
arribo de las formas artísticas europeas y sus depu- de cierta calma que se abrió tras estos episodios nos
radas técnicas tuvo un decisivo impacto en las men- permiten conocer a un nutrido grupo de creadores,
talidades andinas, lo que fue aprovechado para aco- donantes y compradores redactando contratos en
meter la evangelización de los naturales. Ya en el los que se estipulan las condiciones y características
mismo concilio de Trento (1545-1563) se recomen- de las pinturas. Las referencias documentales seña-
dó: “enseñar por medio de las historias de los mis- lan que en 1545 establecieron trato Juan Gutiérrez
terios de nuestra Redención contenidas en pinturas de Loyola, Juan de Fuentes y Francisco de Torres
y otras representaciones (para que) la gente se ins- para realizar el altar principal de la iglesia mayor de
truya y se forme en los artículos de la fe”. la ciudad del Cuzco.
blación y exigió el trazado de aldeas y pueblos
alrededor de plazas e iglesias cristianas. Los
flamantes templos, que se multiplicaron por
doquier, fueron decorados con murales que
apoyaron la evangelización, y el sometimien-
to indígena a las reglas de “policia y buen go-
bierno”. Las paredes de las largas naves de es-
tas iglesias poseen artesonados al modo mu-
déjar, y se adornaban con telas pintadas que
pendían sin bastidores, a las que se denomi-
naron colgaduras. Los muros también servían
de soporte a instructivos murales donde se
narraban episodios como La batalla de Clavijo
–en la que Ramiro I de Castilla venció al Is-
lam–, o series doctrinales como El alma cami-
no del cielo. En 1572, durante su larga visita a
Escorpio (parábola de los leñadores estériles) por Diego Quispe Tito, los pueblos del Perú, Toledo encargó a los
de la serie del Zodíaco. Catedral del Cuzco, siglo XVII. pintores indios del Cuzco la realización de
una serie de obras que refirieran la genealo-
Tiempo después Pedro Cáceres firmó varios gía de los incas, la captura de Atahuallpa y también
acuerdos para una serie de obras para las órdenes vistas paisajísticas de la ciudad. Ellas serían obse-
religiosas de la antigua urbe imperial. Hacia 1565 ya quiadas al soberano español, aunque se presume
se pueden encontrar obras importantes estética- que muchas incrementaron la pinacoteca personal
mente hablando, como la Conversión de San Ginés del virrey. Las obras recibidas por Felipe II tuvieron
en el convento de San Francisco, de marcado arcaís- un triste final, porque resultaron siniestradas en el
mo pero coherente con la decoración y la vestimen- siglo XVIII, durante los incendios ocurridos en el
ta de la época de Felipe II; La misa de San Gregorio Alcázar de Madrid y en el palacio del Buen Retiro.
(Museo Histórico del Cuzco) y la Virgen de la Mer- En 1583, con el arribo de Bernardo Bitti, empe-
ced en la iglesia de San Cristóbal. En esta última, sin zaría una nueva era pictórica en el Cuzco. Su pri-
firma a la vista, “la imagen central está acompañada mer trabajo en la ciudad fue la decoración de la pri-
de sacerdotes dominicos que la contemplan desde mitiva iglesia de la Compañía que ejecutó pronta-
unas tribunas. A los costados penden exvotos y ya- mente. Durante sus dos estancias (1583-1585 y
cen arrodillados dos ángeles, de perfil. En la parte 1596-1598) realizó una inmensa labor con la cola-
inferior se aprecian unos donantes al lado de San- boración del hermano Pedro de Vargas, gran parte
tiago el mayor, San Roque y otros personajes”. de la cual desapareció con el catastrófico sismo de
A estas precoces manifestaciones cuzqueñas se 1650. La principal obra que acometió fue el retablo
sumaría otro pintor anónimo, conocido como el mayor de la iglesia de los jesuitas, que debió tener
“Maestro de la Almudena”, y en el que muchos han tres cuerpos y tres calles, con perfiles arquitectóni-
querido ver a Pedro Santángel de Florencia. El des- cos renacentistas y tablas y esculturas de medio bul-
conocido autor pintó para el retablo de la Virgen de to entre columnas policromadas, a juzgar por el que
la Almudena tres interesantes tablas: La adoración realizó en la misión de Juli, de características simi-
de los Reyes, La adoración de los pastores y Los despo- lares. De su producción en la iglesia de la Compa-
sorios de la Virgen. Bajo los preceptos de un rena- ñía se conservan cinco de las tablas realizadas por el
centismo cinquecentista resaltan las maneras pro- maestro, dedicadas a San Sebastián, Santiago, San
vincianas que se exteriorizan por ingenuas perspec- Ignacio de Antioquía, Santa Margarita y San Gregorio
tivas y figuras de poca individualización. Sin embar- Magno, esgrafiadas, estofadas y realizadas en ma-
go, la aparición del “romanismo”, introducido en la guey de acuerdo a técnicas indígenas, ante la caren-
región por Bernardo Bitti, cambiará drásticamente cia de maderas finas. También se sabe que pintó al
el panorama pictórico cuzqueño. fresco el Juicio Final, la Gloria y el Infierno, sobre los
La actuación del virrey Toledo, durante cuyo go- muros de la nave principal y el altar mayor, que se
bierno se organizaron numerosas “reducciones” de echaron a perder por el mismo terremoto. Además,
indios, modificó el patrón de asentamiento de la po- a su pincel se debería el retrato de Jerónimo Ruiz
del Portillo, que instauró la Compañía de Jesús en
la ciudad, y algunos óleos como la Inmaculada, y la
Asunción, ubicados en el templo de la Merced. Algu-
nos autores le atribuyen La Virgen del Halcón, que
formaba parte del altar de la Santísima Trinidad de la
catedral. Sin embargo su maniera rafaelesca posible-
mente pertenezca a alguno de sus continuadores,
como Pedro de Vargas o José Avitavili.
El sur andino no tuvo la suerte de recibir la visi-
ta de los otros dos grandes pintores “romanistas”
que arribaron a Lima, Alesio y Medoro, pero sus
obras y sus características estilísticas llegaron tem-
pranamente de la mano de sus discípulos, impac-
tando a algunos artistas locales, quienes pronto em-
pezaron a pintar copias de La Virgen de la Leche, o
la célebre Inmaculada Concepción. Artistas como Pe-
dro de Loayza y Luis de Riaño fueron también acti-
vos difusores de la nueva estética en el Cuzco. A fi-
nales del siglo XVI encontramos muy activos a algu-
nos artistas como Juan Ponce y el mestizo Pedro
Santángel de Florencia, ambos sin obra identificada.
De otro lado tenemos una larga serie de interesantes
pinturas, con cierto influjo manierista y hasta el
momento sin autor conocido, tales como Los despo-
Fresco de la iglesia de Andahuaylillas, Cuzco.
sorios de la Virgen y San José con el Niño de la Reco-
leta, El taller de Nazareth y un Cristo crucificado con
Santo Domingo y San Francisco, ambos en el con- fluyen caracteres italianistas e influencias románi-
vento de San Francisco. Con estas características cas, bizantinas, mudéjares y renacentistas, tanto en
ubicamos también una nada descollante Natividad las decoraciones como en las figuras. También po-
de la Virgen en el convento de Santa Catalina, y una demos rastrear importantes realizaciones en las edi-
larga serie de obras repartidas en los pueblos aleda- ficaciones sacras de Oropesa, Husac y Urcos (Gis-
ños, como una Adoración de los Reyes en Puquiara, bert y Mesa 1982: 162; Wuffarden 1994: 613 y ss.;
y un Santo Tomás en oración en Maras. Tord 1989: 167-170; 1972: 250 y ss.; Bernales 1989:
La influencia manierista sí ha dejado una huella 38-40; Macera 1975: 68 y ss.; 1994: 22 y ss.).
más vívida en los murales que algunas iglesias ale-
jadas han podido conservar, a pesar de los terremo- La pintura cuzqueña durante la primera
tos y las remodelaciones. Varias se remontan al siglo mitad del siglo XVII
XVI como el fresco de la Virgen Inmaculada de la El movimiento “italianizante” del Cuzco supo
iglesia de San Jerónimo, en donde vemos a la Reina distanciarse rápidamente de los moldes patrocina-
de los Apóstoles rodeada por las letanías lauretanas, dos por Bitti, Alesio y Medoro, y aunque conservó
o la no menos interesante viga mudéjar del presbi- una buena parte de su léxico romanista, expresado
terio de la iglesia de Checacupe en la que se presen- en las iconografías y en los modelos, introdujo un
ta el rostro de la Madre de Cristo realizado según acervo regional. Una singular perspectiva que de-
“una factura medieval, con evocaciones románicas y nota cierto primitivismo y la subsistencia de anti-
bizantinas. Esta Virgen de Checacupe, pintura edi- guas influencias la dotan de un halo de ingenuidad.
ficacional sobre madera quizá sea la pintura más an- Ello le permitió a la pintura cuzqueña componer
tigua del Cuzco”. Las pinturas de las techumbres y un vocabulario diferenciado y de gran personali-
las vigas del presbiterio de la iglesia de Andahuayli- dad. El camino propio de los cuzqueños puede ex-
llas son también magníficas obras de esta temprana plicarse por las diferencias que se daban entre los
fase, que sabe integrar con armonía la tradición mu- núcleos europeos de producción y dirección artísti-
déjar. Es también quinientista el gran mural del ar- ca, y las realidades culturales andinas. Los indíge-
co triunfal de la iglesia de Chinchero en el que con- nas y mestizos al pretender imitar el arte occidental
superaron el simple deseo de copiar y llegaron a es- mejor y más suelta que la primera, en donde vemos
tablecer un verdadero proceso de creación en el ac- a la Virgen rodeada de ángeles que portan los atri-
to duplicativo. butos de las letanías. También aparecen Duns Sco-
Gregorio Gamarra es uno de los pintores que to, San Francisco y un niño que es el presunto do-
abre el siglo XVII y que ejemplifica bastante bien el nante de la obra. Es interesante visualizar los ánge-
particular proceso pictórico que se gestó en la anti- les que rodean a ambas Inmaculadas, y los niños
gua capital de los incas. Llegado al Cuzco en 1607, que contrastan por su naturalidad con los típicos
traba rápidamente relación con los franciscanos pa- angelillos que acompañan a la madonna, avizorán-
ra los cuales realiza una serie de trabajos, cumplien- dose un asomo del realismo que presagiará al ba-
do un rol artístico comparable al que desempeñara rroco temprano. Además le pertenece una Santa Ca-
Bitti entre los jesuitas. En la Recoleta Franciscana talina de Alejandría vestida con lujo cortesano, de
encontramos varias obras suyas, como La aparición muchos brocados y dorados, de encarnación muy
de San Francisco al Papa Nicolás V, La Inmaculada luminosa y rodeada de sus símbolos, la palma, la
Concepción con San Buenaventura y San Diego de Al- rueda y la espada. Los rastros de Riaño se pierden
calá y una Visión de la Cruz, siguiendo un grabado en 1667, cuando el pintor ya bordeaba los 70 años.
flamenco de Martín de Vos. Como pintor se conver- Otro artista de vena romanista que siguió a Bitti
tirá en émulo del Bitti en una Sagrada Familia con fue Lázaro Pardo del Lago, quien continuó pintan-
San Juanito (col. privada La Paz), aunque profundi- do según los moldes italianos hasta finales del siglo
ce excesivamente la línea, recortando la figura sobre XVII. Sus figuras alargadas contienen una fuerte do-
el fondo. En algunas ocasiones Gamarra es coloris- sis italianizante aunque anuncian en parte el natu-
ta, especialmente en la Aparición..., pero a veces su ralismo prebarroco, como se puede ver en la Asun-
manejo cromático adquiere connotaciones verdade- ción, donde usa como modelo un grabado de Paul
ramente espectrales. Los críticos Mesa y Gisbert le Pontius inspirado en Rubens. Sin embargo el pro-
atribuyen también los poco usuales retratos funera- ducto final no es fielmente barroco y se asemeja
rios que representan a doña Lucía, a doña Isabel y a más al arte italianista, debido a la linealidad de la
doña Andrea de Padilla. composición y los angelillos romanizantes. Pero en
Otro importante pintor del período es Francisco él ya están presentes las líneas del realismo que
Padilla, que a semejanza de Gamarra utiliza los refi- anuncian el curso posterior de la pintura cuzqueña.
namientos coloristas y el lenguaje gestual de las fi- En Los mártires de Japón (Recoleta Franciscana) y
guras del Bitti, consiguiendo sin embargo un efecto en La predicación de San Ignacio en la iglesia de la
estereotipado y una inadecuada perspectiva. No Compañía podemos apreciar nuevamente este indi-
obstante, Padilla fue un pintor muy conocido en su cativo interés por el realismo. Sus obras tienen no-
momento. Entre los muchos encargos que tuvo, po- table calidad, ágil colorido y pueden considerarse
demos enumerar una Crucifixión (1622, museo de como conjuntos muy logrados. Luego del terremo-
Santa Catalina), y un Entierro de Cristo (1645, con- to de 1650, Pardo del Lago redoblará su labor y edi-
vento de la Merced) que el artista retomó de otro ficará el nuevo retablo principal del convento de
pintor, y logró culminar. En Padilla podemos perci- Santa Catalina (1659) y el de la capilla de la Santí-
bir el “italianismo”, manifestado por el alargamien- sima Trinidad de la Merced. En ellos se revela como
to de las figuras, pero al mismo tiempo constatamos un fino escultor, encarando osados trabajos de esta-
una cierta ingenuidad y carencia de materialidad en tuaria de bulto. Al lado de esta generación cuzque-
el trazo de las figuras, lo que se vuelve notorio por ña no debemos dejar de mencionar algunas nota-
el empleo de los contrastes de colores y pliegues, a bles pinturas anónimas de este período, como los
la manera de Bitti. retratos de doña Usenda de Bazán y su esposo Fran-
Luis de Riaño continúa la saga de los italianistas cisco de Vargas Carbajal, quienes se encuentran re-
en la pintura cuzqueña. En el convento de la Reco- presentados en importantes cuadros del convento
leta traza una Inmaculada y en la iglesia de Anda- de los mercedarios, de los cuales fueron generosos
huaylillas desarrolla una buena parte de su produc- donantes y amigos.
ción (c. 1630), cifrada en obras como el Bautismo de Debemos mencionar asimismo a algunos dibu-
Cristo, San Miguel luchando contra el demonio y al- jantes como Guaman Poma de Ayala. El autor de
gunos cuadros donde expone la vida de San Pedro y Nueva corónica y buen gobierno ha sido relacionado
San Pablo. Hacia 1638 pinta para el convento de por Gisbert y Mesa con una Virgen de Guadalupe (c.
Santa Catalina una nueva versión de la Inmaculada, 1565, iglesia de San Cristóbal) que le pertenecería,
debido a que “los pintados al óleo”, o
personajes que se na- los “cuatro guarda-
rran al pie de la ima- meciles de la historia
gen: caballeros, da- de París”. A esta so-
mas, niños y peregri- mera muestra debe-
nos repiten los tipos mos sumar la in-
creados por el genial fluencia de Diego de
artista”. Pero volvien- la Puente, quien in-
do al libro Nueva co- trodujo en la capital
rónica, éste llama la de los incas el barro-
atención porque se co de Flandes.
encuentra ilustrado Diego de la Puente,
por casi cuatrocien- el jesuita que vendría
tos dibujos de gran a reemplazar a Bitti
valor testimonial, en la decoración de
histórico y antropo- los templos que la
lógico. En ellos se re- Compañía iba levan-
presentan costum- tando y remodelando
bres, paisajes, perso- en el país, ha sido de-
najes y escenas reli- nominado por algún
giosas interpretadas sector de la crítica co-
por la imaginativa mo el precursor de la
mente de este cronis- pintura con “luz de
ta ladino, precursor bodega”. La ilumina-
de la escuela mestiza ción, proveniente de
cuzqueña. Otros di- la parte alta de la tela,
bujantes del período incide sobre algunas
son Juan Santa Cruz Vista de un retablo de la iglesia de Andahuaylillas, Cuzco.
partes de los persona-
Pachacuti Yamqui, jes o los objetos, de-
quien en su Relación jando el resto sumido
de antigüedades deste reyno del Perú (1613) incluye en la oscuridad. Su actividad a lo largo del país fue
una serie de interesantes dibujos, y fray Martín de incansable. En Trujillo se conservan sus frescos de
Murúa, que en su Historia general del Perú añade 37 los cuatro evangelistas pintados en las pechinas de
láminas en donde representa a los incas y las collas la iglesia de la Compañía, único resto temprano en
(Gisbert y Mesa 1982: 70 y ss.; Tord 1971: 256 y ss.; esta difícil técnica. Hacia 1644 realizaría en Ayacu-
Wuffarden 1994: 618 y ss.). cho una Muerte de San Francisco Javier, un San Juan
Bautista en el desierto, y una original imagen que re-
La influencia extranjera en la pintura presenta un Corazón de Jesús vestido de jesuita. Lue-
cuzqueña go arribará al Cuzco para reparar los daños provo-
La pintura cuzqueña fue también jalonada por la cados en los templos jesuíticos por el violentísimo
influencia extranjera, a través de las ya menciona- sismo de 1650. En esta ciudad se convertirá en
das estampas flamencas. Durante el siglo XVII ellas mentor intelectual de la exaltación barroca, corrien-
trasladaron mucho del sensual barroquismo de Ru- te a la que él como pintor de transición, no se ads-
bens, pero similar papel cumplieron otros objetos cribió nunca totalmente.
iconográficos como los tapices y los muebles pinta- En la ciudad imperial haría una copia de la Últi-
dos. Tampoco puede descartarse la importación de ma Cena del refectorio de San Francisco de Lima,
obras directamente desde los Países Bajos, pues los para sus homólogos cuzqueños. El cuadro posee
listados e inventarios cuzqueños describen “biejos también un gran formato (5 x 2,5 m) pero con la va-
cuadros flamencos de las sybilas”, “tres lienzos de riante de usar una mesa rectangular. Demostrando
los doce pares”, “onze lienzos de Troya y otros de un gran dominio del escorzo, pintaría un San Mi-
montería”, “doce láminas de bronce con sus marcos guel volando en el templo de la Compañía, un San
de ébano con la creación del mundo”, “doce países Gabriel, y una Transfiguración de Cristo, obra esta
última que podría ser una copia del desaparecido mente tanto a los seguidores de la escuela sevillana,
cuadro de Bitti para el retablo mayor de la referida conformada por Murillo, Valdés Leal y Zurbarán,
iglesia, y que el terremoto arruinó. como a los adscritos a la madrileña, que continua-
Una hipótesis esgrimida por Gisbert y Mesa sos- ban las maneras de Román, Cavarozzi, Caxés, Coe-
tiene que tanto esta última creación, como la famo- llo, Herrera y Barnuevo. El Niño Jesús dormido, Las
sa Virgen del Pajarito serían obras de Bitti respetuo- lágrimas de San Pedro o la Piedad según el modelo
samente repintadas por De la Puente. Ello les pro- de Luis de Morales, fueron copiadas en algunos ca-
porcionaría esa mezcla de “acentuado carácter fla- sos hasta el cansancio. Esta influencia española se
menco” y flagrante romanismo. Diego de la Puente vio robustecida tras la llegada a la ciudad de una pi-
también dejaría huella importante en la misión de nacoteca privada de inusual calidad. Manuel de Mo-
Juli, donde se cuentan obras como una Anunciación llinedo y Angulo, prelado de refinado gusto, a quien
de cierta semejanza con la famosa obra de Rem- se debió la reconstrucción del Cuzco después del
brandt, una Familia de la Virgen, una Presentación en sismo de 1650 y la renovación del lenguaje artístico
el templo, una Magdalena, un San Juan Bautista, dos de la época, la traía consigo. En su vasta colección
Apóstoles y una Adoración de los reyes magos. En es- de pinturas, además de creaciones barrocas flamen-
ta última pintura se evidencian las estrategias se- cas, se mostraban obras de pintores como el Greco,
mióticas de los jesuitas, pues vestiría a uno de los Caxes, Ribera, Carreño de Miranda y un largo etcé-
soberanos orientales y a su séquito con atuendo in- tera, las que inspiraron notablemente la plástica lo-
caico y características andinas. cal (Gisbert y Mesa 1982: 99;113-118; Wuffarden
El Cuzco tampoco fue ajeno a la influencia espa- 1994: 619 y ss.).
ñola, pues los propios cuzqueños distinguían clara-
El terremoto que alumbró el barroco
cuzqueño
En el segundo tercio del siglo XVII se afianzó
una serie de cambios estilísticos que confluyeron en
el barroco. Inicialmente se fue afinando y profundi-
zando un naturalismo, pero después de la intrusión
de los modelos rubensianos se llegó a un cierto do-
minio del léxico barroco. Sin embargo habría de es-
perarse hasta el terrible terremoto de 1650, para
que este nuevo lenguaje tuviera la oportunidad de
destruir los antiguos moldes estéticos y arraigarse
fuertemente en el arte cuzqueño. El terremoto que
duró “por tiempo casi de un cuarto de hora”, fue
extremadamente violento como nos lo cuenta Es-
quivel y Navia: “...fue tan horrible que echó por tie-
rra los mejores edificios de aquella nobilísima ciu-
dad, sus casas, los conventos y las iglesias suntuo-
samente fabricadas... Toda la provincia quedó
arruinada con la más indecible pérdida y desolación
que se haya oído...”.
Tras la destrucción de la ciudad entera, se nece-
sitaba de una energía y voluntad equiparables a la
fuerza del sismo, para reconstruirla. Tan magna y ti-
tánica labor necesitó de un personaje de la talla del
obispo Manuel de Mollinedo y Angulo, quien llegó
a ocupar la sede episcopal de la antigua ciudad im-
perial entre 1673 y 1699. Durante los 26 años de su

Manuel de Mollinedo y Angulo, obispo del Cuzco entre 1673 y


1699. Durante su gestión alentó la reconstrucción de la ciudad
y contribuyó decisivamente al cultivo de las artes y las letras.
gobierno transformó la derruida ciudad en una
opulenta urbe barroca. Más de treinta grandes edifi-
cios fueron levantados bajo su advocación, dirigien-
do no sólo las fábricas arquitectónicas, la escultura
y la pintura, sino vigilando también los más menu-
dos detalles concernientes al mobiliario y la decora-
ción. Sin temor a equivocarnos podemos afirmar
que el Cuzco que ha llegado a nuestros días es el
Cuzco de Mollinedo.
El empuje arrollador del mecenas madrileño
arrasó también con obras antiguas. Ante el impulso
del barroco perecieron creaciones consideradas an-
ticuadas, de mal gusto y fuera de tono. No es difícil
encontrar referencias de Mollinedo ordenando “ras-
par feos hiesos”, en alusión a altares y portadas re-
nacentistas; “tapar desmañados frescos”, sin lugar a
dudas una referencia a trabajos manieristas; y “qui-
tar indecentes colgaduras”, erradicando así las telas
pintadas y sin marcos que cubrían las paredes de
muchas de las iglesias de las reducciones de indios.
Dentro de la vertiente más europeizante de la
escuela cuzqueña destacará a mediados de siglo
XVII el pintor Juan Espinoza de los Monteros. Su
pintura conjuga el estilo flamenco y cierta tenden- Inmaculada Concepción, por Juan Espinoza de los
cia naturalista, aunque no es ajeno en sus primeras Monteros. Museo Pedro de Osma, siglo XVII.
obras a la dulcificación manierista. En sus lienzos
tempranos como La predicación de San Ignacio en el lienzos sobre la vida de la fundadora de la orden, re-
templo de la Compañía, y su Cristo ante el Sanedrín curriendo también a la representación de otras san-
(convento de Santo Domingo), vemos paralela- tas, vírgenes y mujeres dedicadas a la vida religiosa.
mente un cierto alargamiento de la figura. En 1655 En esta serie, que consta de 28 lienzos, emplea una
los franciscanos le encargan realizar una obra mo- sugestiva ornamentación floral y utiliza como fon-
numental de casi diez metros de lado. El Epílogo de dos paisajes de origen flamenco. Ello le confiere
la Orden de nuestro Seráfico Padre San Francisco una fuerte dosis de idealismo, que trasmitirá a los
contiene ochocientas figuras de los más célebres pintores cuzqueños del siglo XVIII. En Arequipa es
personajes de la orden, dispuestas de tal manera posible encontrar obras de Espinoza de los Monte-
que resaltan la figura del fundador, quien se mues- ros en la Recoleta Franciscana, en especial una Vir-
tra iluminado por un resplandor tenebrista. El cua- gen con el Niño y los santos patronos, donde aparece
dro marcó época y fue imitado por otras órdenes. el retrato del fundador del convento, don Fulgencio
En el mismo convento se guardaba también La Maldonado, en primer plano. El mismo personaje
fuente de la Gracia, alegoría de proporciones simi- aparece junto con otro benefactor en la parte baja
lares a la obra anterior, que fue inspirada por un de una notable Crucifixión. La obra de este artista se
grabado flamenco y realizada bajo las técnicas del verá continuada por su hijo y discípulo José Espino-
fresco. Es resaltable la figura de la Virgen que cuida za de los Monteros, quien pinta a santos fundadores
un hermoso jardín, regado por la sangre de Cristo, de órdenes. En sus trabajos realizados en 1682 para
y defendido por los frailes franciscanos del ataque el templo de Santa Teresa del Cuzco incluye paisa-
de los herejes y paganos. jes idealizados, surcados por aves coloridas y retra-
Dentro de su producción tardía podemos apre- tos impersonales. La serie de Santo Domingo, ubi-
ciar los trabajos realizados en el monasterio de San- cada en el convento del mismo nombre, muestra
ta Catalina del Cuzco (1669), en los que vira hacia una ambientación de época, que coincide con el rei-
un estilo heredero de la concepción de Murillo, tor- nado de Carlos II.
nándose más cálido y variado en la utilización de la En el grupo de artistas criollos y españoles con
paleta. Siguiendo grabados de J. Swelinck compone residencia cuzqueña, es preciso mencionar a Loren-
zo Sánchez Medina, siglo, sus hijos Leonor
autor de La Virgen del y Diego Rivera, conti-
Rosario entre los santos nuarán su obra.
dominicos (1670), des- Gerónimo de Mála-
tinada a la iglesia de ga estuvo muy activo
Santa Catalina, o al afa- durante los últimos
mado Martín de Loay- treinta años del siglo
za, pintor de inspira- XVII, encargándose en
ción tenebrista que si- 1676 junto con Lázaro
gue los modelos im- de la Borda y Bernabé
plantados por las es- Nolasco, de los lienzos
cuelas flamenca y espa- dedicados a San Pedro
ñola. Su más notable Nolasco en la Merced.
obra es el retablo de Otros artistas criollos
San Pedro Nolasco del período de la re-
(1663) de la iglesia de construcción del Cuz-
la Merced, donde se co fueron Luis de
ubican sus célebres Oviedo y Marcos Pon-
composiciones La con- ce de León. Pero para
versión de San Pablo y entonces una verdade-
San Eustaquio, pinturas ra legión de artistas se
en las que el dramatis- había trasladado a la
mo de los movimientos ciudad imperial y al-
es acentuado por los gunos se pusieron a
efectos lumínicos del disposición de Molli-
claroscuro. En La ado- nedo, quien multiplica
ración de los pastores de La Virgen entrega el rosario a Santo Domingo, atribuida a Juan sus contratos y encar-
Espinoza de los Monteros. Monasterio de Santa Catalina, Cuzco,
la Recoleta reinterpreta siglo XVII. gos. El pintor y dora-
una imagen ejecutada dor Juan Calderón se
originariamente por los Bassano. establece en la ciudad hacia 1655 decorando la ca-
Otro notable pintor es sin duda el criollo Marcos pilla de los Remedios para los franciscanos (1657) y
Rivera, quien no oculta sus inclinaciones por el ar- el altar de la Soledad para los mercedarios (1660).
te de Zurbarán, y pinta algunas obras que son co- Con estos últimos, Calderón asume el compromiso
pias del gran maestro español. Nos referimos en de dorar los retablos y completar las pinturas faltan-
particular al San Juan Evangelista (1661), y a un tes, realizando un notable cuadro tenebrista. El so-
Cristo Crucificado, instalado en la parroquia de San bresaliente Cristo recogiendo sus vestiduras vuelve
Pedro. En ocasiones no vacila en utilizar modelos sobre un tema común de la escuela sevillana, pero
flamencos, pero sin abandonar las técnicas y carac- logra un excepcional resultado. Otro artista migran-
terísticas de su alter ego. Así en 1666 pinta para la te es Francisco Serrano que en 1663 pinta en Tinta
Merced el San Pedro Nolasco llevado por los ángeles, doce enormes lienzos sobre la Vida de la Virgen, imi-
y en el pueblo de Tinta una serie sobre la vida de tando los grabados flamencos.
San Juan Bautista, donde perfecciona su manejo del En el medio artístico cuzqueño se desempeña-
claroscuro. De mayor cromatismo será la serie dedi- ron algunas mujeres con relativo éxito. Josefa Pérez
cada a la Vida de Cristo en 1669. De Marcos Rivera de la Hermosa, viuda de Juan de Yanco, es pintora,
ha señalado M. de Soria: “Es ejemplo típico de la doradora y dueña de un taller, privilegio al que só-
pintura cuzqueña destinada a las clases cultas de lo muy pocos artistas podían acceder, y firma en
abolengo europeo y ejecutada por pintores euro- 1677 un contrato con la cofradía de la Santa Rosa,
peos, criollos o mestizos españolizados. Hasta el he- donde por 700 pesos “se obligaba a dorar el retablo
cho de que el lienzo esté firmado es típico de esta que está puesto en su capilla poniendo todo el oro
clase de pintores que en su mayoría copian e imitan que necesitase”. Su profesionalización le permite re-
secamente sin variación la pintura europea”. A su nunciar a las leyes especiales que protegían a las
muerte, ocurrida algunos años antes del cambio de mujeres que trabajaban. Sin embargo, no quedan
Libra (la higuera estéril) por Diego Quispe
Tito, de la serie del Zodíaco.
Cuzco, siglo XVII.

restos del retablo que ella y sus ayu-


dantes cubrieran con pan de oro, ni
de las demás piezas que debió reali-
zar y para las que requería una in-
fraestructura muy bien montada, y
un ganado prestigio como para con-
tratar con los miembros de tan pu-
diente cofradía.
No muy diferente es el caso de
otra artista criolla. Leonor de Rivera
tiene el oficio de “maestra y profeso-
ra en la pintura y en el pincel”, pues
desde muy joven aprendió el oficio
de su padre, el afamado Marcos Ri-
vera. Al enviudar en 1680 y quedar
distanciada de su familia por dispu-
tas monetarias, encuentra en el ma-
gisterio una forma de ganarse la vida, recibiendo con ocasión de la construcción y decoración de los
alumnos y formando en su casa una suerte de taller. arcos para la fiesta del Corpus Christi, estalló un
Al firmar contrato de aprendizaje con el padre de grave conflicto de intereses entre los pintores indios
uno de sus pupilos se comprometía a “enseñar a di- y mestizos por un lado, y los españoles por el otro.
bujar con dimensiones, colorido y sin ocultación al- La disputa llegó hasta el mismo cabildo, que debió
guna...”, cristianizar a su discípulo, curarlo y casti- discernir en torno al derecho que asistía a cada gru-
garlo “tantas veces como tenga faltas ... y ser traído po. Los documentos que han llegado hasta noso-
y darle azotes que no pasen de una docena... o po- tros, llenos de mutuas recriminaciones, señalan que
nerle grillos para que escarmiente”. Aunque su ras- finalmente las autoridades decidieron que ambos
tro se pierde, sabemos que ejerció la enseñanza has- grupos se alternaran anualmente en la fabricación
ta su muerte, pero lamentablemente no se ha podi- de estas grandes decoraciones desmontables. Algu-
do identificar ninguna obra de su pincel. Podemos nos estudiosos como Mesa y Gisbert, sostienen que
inferir que debía gozar de cierto predicamento artís- esta documentación podría considerarse en rigor,
tico entre sus contemporáneos, cuando no eran po- como la partida de nacimiento de la Escuela Cuz-
cos los alumnos que se le confiaban (Wuffarden queña, pues a partir de aquel momento el grupo es-
1994:619-622; Gisbert y Mesa 1982: 89-92, 116 y pañol y el andino se escindieron artísticamente y
ss., 131 y ss.; Patrucco 1996: 2; Tord 1971: 266). optaron por caminos diferentes.
Nosotros consideramos más bien que el célebre
Los pintores indígenas documento municipal de 1688 expide el certificado
Durante el siglo XVII, los españoles dueños de de mayoría de edad de la Escuela Cuzqueña, porque
talleres subcontrataban a los indios que adquirían ya entonces el movimiento había alcanzado su ma-
destreza y mostraban aptitudes para la pintura. Con durez, tras el paulatino desarrollo de pequeñas ca-
el tiempo, la mayoría de los pintores indígenas que racterísticas propias y locales, que fueron tomando
habían ocupado puestos de aprendices y oficiales cuerpo e hicieron eclosión en aquel momento. Las
abandonaron a sus antiguos maestros y fundaron páginas siguientes nos advierten de cuán importan-
obradores donde dieron rienda suelta a su creativi- te es la pintura de artífices indígenas, de la fina sen-
dad, afirmándose en motivos propios y maneras sin- sibilidad y extrema delicadeza que se fue labrando
gulares de mirar y pintar. Las preferencias locales y sedimentando desde los días iniciales de la con-
rápidamente se dirigieron hacia ellos, pues interpre- quista, hasta encauzarse definitivamente en medio
taban los sentimientos y los gustos estéticos de las del curso del arte occidental. Su legado será invalo-
mayorías citadinas y rurales de la región. En 1688, rable, no sólo como grupo corporativo de pintores,
sino como artistas individuales que llegaron a las de la fauna local, la cual es representada con gran
grandes cimas del arte virreinal. despliegue imaginativo.
Diego Quispe Tito, el más connotado de los ar- En las doce telas de la Vida de San Juan Bautista,
tistas andinos, nació probablemente hacia 1611 en que constituirían el primer ciclo del artista, adverti-
el barrio de San Sebastián de la ciudad del Cuzco, mos la influencia de las láminas de Cornelius y Fe-
lugar de residencia de los indios nobles, estamento lipe Galle diseñadas por Jean Stadanus, al tiempo
al que posiblemente perteneció pues en algunos que notamos la preferencia de Quispe Tito por los
cuadros solía firmar añadiendo la palabra “inga”. Su formatos apaisados, las decoraciones y los lujos de
carrera artística se desarrolla entre 1627 –año en las vestimentas, así como una voluntad monumen-
que pinta una Inmaculada Concepción (col. privada talista, que lleva la pequeña composición grabada a
en Lima)– y 1681, fecha en que termina su Serie del enormes proporciones. Tales características se van
Zodiaco. A lo largo de este lapso va perfilando un es- perfeccionando en las otras tres series ubicadas en
tilo personal que integra algunos de los cánones ita- la misma iglesia, tales como las cuatro pinturas de
lianistas, manifestados en los suaves movimientos y la Pasión de Jesucristo, las cuatro telas que represen-
lánguidos gestos de sus personajes, y los combina tan a Los Doctores de la Iglesia o las dos dedicadas al
con elementos flamencos, creando un ambiente Martirio de San Sebastián.
ideal que conjuga la atmósfera andina y la europea. Algunas de las obras de Quispe Tito fueron re-
En 1631 realiza una Visión de la Cruz (convento de queridas en lejanos lugares del virreinato. En Poto-
Santo Domingo), inspirada en la estampa de Sade- sí encontramos obras como Jesús entre los doctores y
ler diseñada por Martín de Vos. En la iglesia de San Los desposorios de la Virgen (1667, Casa de la Mone-
Sebastián de su ciudad natal encontramos un grupo da de Potosí). En el Museo de Arte de Lima halla-
de 22 cuadros realizados entre 1634 y 1663, que pa- mos El retorno de Egipto (1680), una de sus máxi-
recen responder a cuatro distintos ciclos pictóricos, mas creaciones, inspirada en un cuadro de Rubens,
a lo largo de los cuales su estilo va alcanzando ma- grabado por Lucas Vorsterman. En él se plasma fe-
durez. Pero en todos ellos, su peculiar pincelada y hacientemente el fenómeno de la reinterpretación
rico cromatismo están al servicio de una composi- creativa de los modelos flamencos. Al decir de
ción equilibrada y reflexiva que tiene como eje el Stastny: “la diferencia con el modelo empleado no
escenario natural y su predilección por el exotismo podría ser mayor. En la pintura de Quispe predomi-
na la atmósfera tranquila,
idílica, de un amplio pai-
saje lacustre. A la izquier-
da sobre el agua nadan si-
lenciosos dos cisnes. En
el lado opuesto árboles y
arbustos se inclinan sobre
el río y reflejan su follaje
en la superficie clara. En
la distancia de una pers-
pectiva lejana se ve la si-
lueta de una ciudad baña-
da en una luz rosada. La
Sagrada Familia surge mi-
núscula bajo una gran
palmera ornamental y
apenas agrega con sus
gestos y actitudes reposa-
das, casi soñadoras, una
nota de paz... Cuán dife-
rente es la composición
de P.P. Rubens, usada co-
Leo (parábola del buen pastor) por Diego Quispe Tito, de la serie del Zodíaco. mo fuente de inspiración
Cuzco, siglo XVII. por el pintor indio. En el
grabado rubensiano todo se concentra en las figuras franciscanos en 1661. La obra más antigua que se
humanas. Es la expresión del nuevo humanismo ba- conserva es un San Laureano mártir (1662, iglesia
rroco. Se exalta la belleza y la juventud radiante del de la Merced), donde aparece el donante Pedro de
niño Jesús; la calma meditativa de la Virgen; y el vi- Alarcón, quien es representado con suma habilidad.
gor reposado de San José, quien conduce con dili- Dicha misma maestría se demostraría años más tar-
gente preocupación al grupo. La palmera y el paisa- de, cuando realice los tardíos y espléndidos retratos
je son apenas un marco a la acción psicológica y di- del obispo Mollinedo, del rey Carlos II y de su es-
námica de los personajes en escena…”. posa María Luisa de Borbón, en el coro de la cate-
Es también muy logrado el cuadro Las Postrime- dral cuzqueña. Hacia 1667 los franciscanos le en-
rías, que se ubica en el convento de San Francisco cargaron pintar la serie de la Vida de San Francisco
del Cuzco (1675), donde se aproxima al detallismo para el convento de su orden, y se dice que el con-
del Bosco cuando representa los castigos del infier- de de Lemos demostró gran admiración por ella.
no con insistente minuciosidad. Por último debe- El estilo de Basilio Santa Cruz, en la opinión de
mos mencionar su última y renombrada serie del Luis Enrique Tord, “evidencia el gusto por los colo-
Zodiaco. Dicha saga pictórica debió adaptarse al gus- res cálidos, los mantos y túnicas en movimiento, el
to barroco y cosmopolita del obispo Mollinedo, per- cuidado en el dibujo, cierto recargo en la composi-
mitiendo que Quispe Tito hiciera gala de una gran ción y una disciplina y corrección europeas”.
versatilidad y asumiera el desafío de amoldarse a los Dichas características heredadas de la escuela
patrones más europeizantes del arte de su tiempo, rubensiana, unidas al uso de luces diagonales, a los
logrando al final del camino una creación de prime- magníficos rompimientos de gloria, y a su gusto por
ra línea. La serie del Zodiaco, que se basó en una co- las alegorías le valieron el aprecio del obispo Molli-
lección de estampas de H. Bol, grabada por Adrian nedo, quien lo comisionó para los trabajos más im-
Collaert en 1585, lleva el explicativo título de Em- portantes de la catedral y otros templos cuzqueños.
blemata evangélica de los doce signos celestes acomo- En la iglesia del obispado pintaría 14 enormes lien-
dados según los meses del año. Cristo dio a los hombres zos ubicados en los vastos espacios del crucero y el
los astros para que por ellos puedan distinguir la evo- transepto, en los que se plantea el programa icono-
lución del tiempo iniciado con Dios y para que ellos gráfico del barroco, destacando las alegorías euca-
puedan revocar el culto ydolátrico y por medio de esas rísticas y los santos de la Reforma Católica. Entre
creaturas llegar al culto de un solo criador, y que pon- estas obras vemos La imposición de la casulla de San
gan los ojos en el reino místico de los cielos. Ildefonso, La aparición de la Virgen a San Felipe Neri
La originalidad de su planteamiento se ha pres- y una Santa María Magdalena. También insurge un
tado a todo género de conjeturas. Algunos piensan San Isidro Labrador, patrono de Madrid, que fue rea-
que fueron dieciséis los lienzos de la serie, corres- lizado por encargo especial del prelado, quien con-
pondiendo una tela a cada signo y cuatro a las esta- fesaba su devoción por dicho santo. Además se pue-
ciones. Otros arguyen que fueron doce, aunque en den apreciar una Virgen de la Almudena con los retra-
la actualidad sólo se conservan nueve. De estas tos de Carlos II y la reina Margarita y una Virgen de
creaciones de Quispe Tito, donde los signos zodia- Belén con el retrato del obispo Mollinedo, situadas en
cales se relacionan con pasajes bíblicos, perduran la zona del coro del templo episcopal. Basilio Santa
hasta nuestros días Aries (San José y la Virgen en Cruz ocupa de esta manera un papel de primerísi-
busca de posada), Cáncer (el hombre que edifica el ma importancia en el resurgimiento del Cuzco ba-
nuevo granero), Leo (parábola del buen pastor), Li- rroco, porque de la mano del pintor “el barroquis-
bra (la higuera estéril), Escorpio (parábola de los le- mo cuzqueño en su vertiente ortodoxa alcanza el
ñadores estériles), Sagitario (parábola de los invita- punto más alto y prestigioso”.
dos a la boda), Capricornio (parábola del sembra- Basilio Santa Cruz se vio rodeado de un círculo
dor), Acuario (huida a Egipto de la Sagrada Fami- de discípulos indios entre los que destacan Juan Za-
lia), y Piscis (la vocación de los Apóstoles). pata Inca y Antonio Sinchi Roca, e incluso de algu-
La otra gran figura de la pintura cuzqueña fue nos criollos como los pintores Gerónimo Málaga,
Basilio Santa Cruz Pumacallao, cuya actividad se Lázaro de la Borda, Pedro y Bernardo Nolasco, que
desarrolló entre 1661 y 1699, dentro de los linea- ya hemos abordado. Juan Zapata firma algunos de
mientos del más refinado barroco. Su primera obra los 54 lienzos que se le encargan para el convento
documentada, hoy inexorablemente perdida, son franciscano de Santiago de Chile, y aunque la cali-
doce ángeles y doce vírgenes encargados por los dad es dispar, el influjo de su maestro brilla en al-
gunos de ellos. Antonio Sinchi Roca asume el com- vierten en uno de los artistas más importantes del
promiso de pintar la serie de los Evangelistas, la de arte virreinal. En 1738 pinta para la Merced un
los Doctores de la Iglesia, y la de los Profetas en la ca- enorme cuadro donde se representan los santos,
tedral de la ciudad inca, pero tampoco llega a tener santas, místicos y otros beatíficos personajes de la
la maestría de Basilio Santa Cruz. Francisco Chi- orden. En la catedral del Cuzco realiza otras dos ex-
huantito por el contrario, como seguidor de Quispe cepcionales obras: La Circuncisión y Jesús entre los
Tito, sí presenta un estilo personal y sugerente de doctores. Además se puede admirar un logrado Ecce
contrastantes colores y fantasiosas escenografías. Homo que se conserva en Huamanga. Pacheco pin-
Entre su vasta y poco conocida producción destaca tó también una serie de cuadros sobre la vida de San
la Virgen de Montserrat (1693, iglesia de Chinche- Agustín, destinados al convento cuzqueño, pero
ro), de gran valor documental por la reproducción que fueron trasladados a la casa agustiniana de Li-
del paisaje de la localidad de Chinchero y una bella ma. Las 38 telas presentan una desigual factura, sor-
composición de la Virgen rodeada de ángeles prendiendo algunas de ellas por el paisajismo urba-
(Stastny 1967: 37-38; 1965: 21 y ss.; Wuffarden no del Cuzco, con acertados fondos que reflejan la
1994: 624 y ss.; Tord 1971: 261 y ss.; 1989: 178- vida cotidiana. La serie, inspirada en grabados de
198; Gisbert y Mesa 1982: 87, 140 y ss.). Bolswert, es expresión al mismo tiempo del triunfo
de la pintura cuzqueña en la capital y del momento
La pintura cuzqueña del siglo XVIII culminante de la creatividad del artista.
La pintura cuzqueña llega en el siglo XVIII a su Excepcionalmente prolífico es el artista Marcos
período de máximo esplendor. A partir de sus pro- Zapata (posiblemente Sapanca), de quien se guar-
pias características mestizas, que responden a una dan en la catedral del Cuzco 50 cuadros de las Leta-
semiótica andina, la escuela se va distanciando del nías Lauretanas (inspiradas en la serie de 59 imáge-
arte metropolitano. Aunque ya no primen los artis- nes de la Elegía Mariana de Tomás Scheffler), que
tas individuales, como Quispe Tito y Basilio Santa son sólo una muestra de más de 200 lienzos que se
Cruz, la escuela logra obras de alto nivel y su in- conservan en las iglesias de la región. También en el
fluencia llega a zonas muy alejadas del continente, templo mayor del Cuzco se pueden apreciar com-
conquistando la plaza de Lima y otras ciudades im- posiciones de Zapata referidas a santos (San Pedro,
portantes. El Cuzco se convierte en el gran centro San Pablo, San Felipe, Santiago, San Juan Nepomuce-
exportador de arte, principalmente de iconografía no), una Madonna, así como un buen número de
religiosa, y los talleres indígenas, atiborrados de en- pinturas alegóricas y mitológicas. Para los jesuitas
cargos, crecen de manera desmesurada, formando repite otra serie de las Letanías (1762) y se le atri-
asociaciones y opacando a los gremios españoles. buyen algunas obras en Lima. No ha faltado quien
Las escalas de producción son cada vez más gran- opine que sea el autor del cuadro del matrimonio de
des, como lo demuestran los contratos por los cua- García de Loyola y doña Teresa de Idiáquez, del que
les Mauricio García y Pedro Nolasco se comprome- líneas abajo hablaremos.
ten, en 1754, a entregar en un plazo de siete meses, Este pintor indígena, que trabaja activamente
nada menos que 435 lienzos, especificándose que entre 1740 y 1773, posee un estilo donde priman las
“todos los referidos han de ser apaisados con bue- tonalidades azules y rojas y un cierto convenciona-
nos adornos de curiosidad y algunos de ellos broca- lismo en la gestualidad de sus personajes, por lo ge-
teados en oro fino...”. Lógicamente estas obras no neral dulcificadas madonnas rodeadas de angelillos.
poseían una calidad uniforme. Dentro de la produc- Su presencia dejó una notable legión de discípulos
ción cuzqueña se podían distinguir claramente las como Ignacio Chacón, Antonio Vilca e Isidro Fran-
pinturas finas con abundante sobredorado, broca- cisco Moncada. Este último pinta en varias iglesias
teado y el gusto por las aureolas y trajes recamados de Ayaviri y Azángaro lienzos de la Anunciación o la
en oro, de aquellas más sencillas de fabricación se- Circuncisión, en los que recurre a los antiguos mol-
riada con tonos azulados y rojizos y una factura me- des flamencos, pero asumiendo bajo su particular
nos esmerada. vision la estética romanista de Bitti.
En la década del cuarenta del siglo XVIII apare- La pintura cuzqueña en este nuevo siglo da pre-
cen las primeras obras de Basilio Pacheco, uno de ferencia a ciertas temáticas, vinculadas a la Sagrada
los más descollantes artistas cuzqueños de todos los Familia, el reverenciado Señor de los Temblores y
tiempos. Su dominio de la volumetría, la pintura en otros motivos religiosos circunscritos a pequeñas
gran formato y el paisajismo arquitectónico lo con- parcelas del lienzo, siendo el resto decorado con
fantasiosos paisajes de muestra el entronque
estilo andino-flamenco. que posibilitó el matri-
Es común también re- monio de Martín de Lo-
tratar imágenes en me- yola con doña Teresa de
dio de andas y altares, Idiáquez.
rodeadas de cirios, flo- Pertenecen también a
res y suntuosos trajes, esta época una gran
que adquieren forma cantidad de expresiones
triangular cuando se de muralismo andino,
trata de las veneradas como las que se en-
“mamachas”. cuentran en el conven-
Una veta particular- to de Santa Catalina del
mente interesante de la Cuzco, de fuertes tona-
pintura cuzqueña son lidades pero trazo vaci-
las genealogías indíge- lante. Son muy intere-
nas y mestizas que in- santes asimismo los
terpretan los deseos e muros pintados por el
intereses de un grupo padre Francisco Sala-
social emergente que manca, quien exorna
comienza a adquirir íntegramente su celda
gran fuerza en el perío- del convento de La
do. Nos referimos a un Merced con temas teo-
sector de la elite indíge- lógicos y tradicionales.
na y mestiza que refuer- Sus murales “ingenuos”
za su status social apo- de pincel autodidacta
yándose en el complejo combinan escenas reli-
fenómeno ideológico giosas con flores, gru-
del nacionalismo inca, tescos y aves de gran
que va siendo teñido colorido. Se trata de un
por el mesianismo an- renacimiento del arte
dino. Demostrar picto- Nuestra Señora de Pomata, de autor anónimo, siglo XVIII, mural que, en los días
gráficamente el parentes- Cuzco (colección del Museo Pedro de Osma). inmediatos a la con-
co directo con los anti- quista y a lo largo del si-
guos señores cuzqueños glo XVII, cubrió de be-
parece ser una forma de legitimación no sólo ante llas composiciones las iglesias citadinas de las Na-
los españoles, sino ante las masas plebeyas. Imitan- zarenas, San Antonio, San Bernardo, Santo Domin-
do a los reyes de Castilla que se hacen retratar co- go; y los templos rurales de San Jerónimo, Anda-
mo sucesores de los incas de la capaccuna, los cura- huaylillas, Canincunca, Urcos, Quiquijana, Ocon-
cas e indios enriquecidos hacen lo propio enarbo- gate, Colquepata, Pitumarca, Huasac, Chinchero,
lando en los lienzos insignias y símbolos incaicos, o Cay Cay, Yanaoca, Zurite, y Tinta, en uno de cuyos
demostrando sus genealogías en composiciones his- muros se encuentra la única imagen iconográfica de
toriadas. Las órdenes religiosas, atentas al curso de José Gabriel Condorcanqui, el futuro Tupac Amaru
los acontecimientos sociales y políticos, entran en II. En algunas de estas iglesias y santuarios de in-
este juego semiótico, buscando legitimarse ante la dios resaltarán los frescos de Tadeo Escalante. Este
elite indígena. No debe sorprendernos que la propia creador se convierte es uno de los más connotados
Compañía de Jesús encargara un cuadro tratando de exponentes del muralismo andino y el influjo de su
mostrar el parentesco entre las familias de sus fun- arte puede rastrearse aún a comienzos del siglo XIX
dadores y el más rancio linaje incaico. La anónima (Wuffarden 1994: 627-628, Tord 1981: 268-272;
y célebre pintura, reproducida incansablemente, Gisbert y Mesa 1982: 160 y ss., 174 y ss.).
II
LA ESCULTURA VIRREINAL

El arte escultórico occidental hizo su presencia con el gótico y el mudéjar. El segundo tercio sería
en América poco después de la llegada de los con- propiamente el renacimiento español, etapa en que
quistadores, suscitándose un creativo encuentro en- alcanza grandiosidad aquella mezcla “más perfecta
tre las concepciones y metodologías europeas, y los entre el gótico y lo itálico bajo el signo de la religio-
aportes y las técnicas andinas. Sin embargo no po- sidad hispana”. El último tercio estaría caracteriza-
demos hablar en rigor de una única tradición hispá- do por la aparición del manierismo.
nica, pues desde el primer momento se superponían Si bien el arte escultórico precolombino había
–y no habíanse deslindado todavía– las tendencias dado brillantes muestras de maestría y perfección,
estilísticas de matriz occidental. Bernales Balleste- las técnicas y las opciones estilísticas diferían osten-
ros ha tratado de ordenar esta multiplicidad en la siblemente. Pero el arte avanza también a partir de
producción artística del siglo XVI, señalando que el las fusiones y el mestizaje, y relativamente pronto la
primer tercio del cinquecento español estaría signa- antigua tradición indígena se amalgamó con los
do por las nuevas ideas renacentistas, que se funden procedimientos occidentales, generando interesan-
tes mixturas, donde no se perdía ni la sensibilidad
andina, ni la función social que el arte cumplía pa-
ra los españoles.
La escultura es un arte sumamente complejo y
supone una creciente especialización y dotes cada
vez más exigentes. Por ejemplo el procedimiento
más común para realizar una imagen de bulto con-
templaba inicialmente la ejecución de una serie de
bocetos. Habitualmente se elegían las maderas más
nobles y fáciles de desbastar (cedro, caoba o pino),
pero ante la carencia de éstas y aprovechando la tra-
dición indígena, se recurrió al tronco del maguey.
Más tarde el artífice se abocaba a la paciente labor
del tallado de secciones de la imagen, con delicados
o incisivos golpes de los formones o gurbias. Estas
diferentes partes luego se ensamblaban con espigas
de madera o con clavos y grapas. Una vez unidas las
piezas eran sometidas al proceso de aparejo, por el
cual se las recubría con una capa de yeso y cola, que-
dando listas para el pulido, el dorado y el pintado.
El proceso de plastecer consistía en enyesar la
imagen, para después recubrirla con una arcilla de-
nominada bol en las partes que irían vestidas, y con
yeso y albayalde en las zonas que quedarían al des-
nudo. Realizadas estas labores, la pieza recibía una
mano de pan de oro o de pan de plata y luego se es-
tofaba, es decir se pintaba sobre la superficie dora-
da. Esta pintura era luego picada, grabada o esgra-
fiada, lo que se conseguía rayando la capa aplicada
de color, para hacer sobresalir el pan de oro subya-
Retablo del Cristo de la Contrición, iglesia de San Pedro, Lima. cente. Por lo general se plasmaban motivos geomé-
tricos o naturalistas, que imitaban el brocado de las ejecutó el retablo catedralicio de La Visitación, hoy
telas. Las partes descubiertas recibían las carnacio- perdido. Los sevillanos Cristóbal de Ojeda y Juan de
nes, o capas de pintura más delgada y sonrosada, en Navajeda se establecieron en la Ciudad de los Reyes
acabado brillante o mate, según la época. Muchas desde 1555, obteniendo una serie de contratas para
de estas tareas estaban a cargo de un especialista, elaborar retablos. Éstos se convierten en elementos
aunque algunos maestros preferían encarar todas imprescindibles para amoblar las capillas de los
las etapas de la obra, apoyándose solamente en sus templos. Como ha mencionado Bernales: “la estruc-
ayudantes. tura jerarquizada del altar como sus contenidos de
Dentro del proceso evangelizador la estatuaria representación sacra se ajustaban perfectamente a
ocupó un papel de primera importancia. Si bien la las funciones didácticas que requería el proceso de
escultura no podía competir con la función didácti- adoctrinamiento masivo. En él se conjugaban las
ca de la pintura, estaba llamada a suscitar senti- principales manifestaciones del arte –pintura, escul-
mientos más piadosos y meditativos en el ánimo de tura y arquitectura– configurando programas icono-
los fieles. Debido a ello, las órdenes religiosas traje- gráficos de fácil lectura para los fieles que asistían
ron rápidamente las primeras imágenes que adorna- al oficio religioso”.
ron sus templos. Sin embargo, poco es lo que ha lle- El retablo comprendía un basamento, pedestal o
gado hasta nosotros de las obras realizadas entre sotabanco, encima del cual continuaba el banco, o
1535 y 1580. En muchos casos sólo tenemos acce- largo pedestal corrido pintado y ornado por imáge-
so a algunos documentos notariales y cartas de em- nes que soporta el cuerpo superior. Sobre ellos se
barque, que nos informan de la temprana y gran im- ubicaban las calles o cuerpos, según se les apreciara
portación de obras que van desde esculturas de pie- de manera vertical u horizontal. La calle principal
dra y madera, hasta retablos y portadas. lleva en su primer cuerpo el sagrario, en el segundo
Entre las obras remitidas desde la Península por el templete, donde se exponía el Santísimo Sacra-
aquellos años destaca el Cristo de la Conquista en la mento, y en el tercero la imagen del santo titular del
iglesia de la Merced de Lima, donde se puede obser- retablo. Las calles laterales que podían ser dos o
var “una imagen de Cristo expirante en la Cruz ... cuatro, definían el espacio para las tablas o telas po-
que tiene la particularidad de tener los pies cruza- licromadas, y las imágenes secundarias. El ático co-
dos y con cuatro clavos”. También se refieren las cé- ronaba todo el conjunto. Los retablos que seguían
lebres composiciones que enviara desde Sevilla el los modelos que antecedieron al manierismo, con-
escultor Roque Balduque, entre las que destaca La tenían esculturas de candelabro, es decir sólo con
Virgen de la Asunción (c. 1562), imagen titular de la rostros, manos y pies tallados, y el resto de armazón
catedral. Dicha talla hoy ha sido bautizada como la cubierta por tela encolada. Completaban estos alta-
Virgen de la Evangelización, y es de tamaño natural res una serie de colgaduras de tela, ángeles y relie-
y expresión hierática, pues responde a las tenden- ves de acusado cromatismo.
cias flamencas de su autor. En la iglesia de Santo Como se puede entender, tan gigantesca fábrica
Domingo se conserva La Virgen del Rosario (c. proveía de trabajo a numerosos artistas. Sobresalían
1561) del mismo Balduque, que posee todavía gran el ensamblador, quien construía la estructura; el en-
parte de su estofado original, mientras en el coro al- tallador que realizaba los relieves y las imágenes de
to de San Francisco se halla un “Crucificado con un espalda plana que se colocaban en las hornacinas; el
efecto dramático de herencia gótica”, perteneciente encarnador y el estofador que daban color a las pie-
presumiblemente al círculo del artista. zas componentes; el dorador que recubría de pan de
Estos nuevos territorios también seducirán a al- oro de 23 kilates las estructuras; y los pintores que
gunos artistas, que los encuentran propicios para esbozaban las telas necesarias. Si bien en Lima no
establecerse y ejercer su oficio. No fue extraño que quedan rastros de estos retablos iniciales, en la zo-
artífices castellanos y andaluces abrieran obradores na del Alto Perú todavía es posible apreciar bellos
en la capital, y se hicieran cargo de los numerosos exponentes mantenidos en las iglesias de las reduc-
pedidos de retablos y esculturas, provenientes de ciones indias.
los conventos y cofradías. El español Alonso Gómez La incesante actividad artística que promovió el
(1558) realizó en estas tierras una tabla del retablo nacimiento de las ciudades permitió que los artistas
mayor de la catedral, dedicada al tema de La adora- emigrados abrieran talleres, rodéandose de ayudan-
ción de los pastores, que tenía una composición bas- tes lugareños. Todos ellos contribuyeron a exten-
tante esquemática. Por su parte Diego Rodríguez der la escultura –entendida de una manera occi-
dental– entre los artistas indígenas. Sin embargo es- antimanieristas, se afianza en el campo de la escul-
tos tempranos aprendices andinos no fueron recep- tura limeña entre los años 1580 y 1620. Como es ló-
tores pasivos, y más bien aportaron sus técnicas lo- gico pensar, estas fechas se adelantan y retrasan en
cales –como el uso del maguey– e hicieron gala de las diversas regiones del virreino, de acuerdo a su
una sensibilidad muy propia. La estética escultórica cercanía o alejamiento de los centros de producción
mestiza se aproxima al expresionismo en la ideali- artística.
zación de los rostros y las manos, e insiste en una Los talleres indígenas serán particularmente fie-
policromía muy viva y una marcada frontalidad en les a estos lineamientos “romanistas” y tardarán en
el diseño. evolucionar hacia el realismo, aunque manifestaron
De esta época inicial data uno de los más intere- simultáneamente tendencias propias. Según ha co-
santes monumentos fúnebres del país. Se trata de la mentado Bernales, “sus esquemas compositivos
escultura yacente de Per Álvarez de Holguín, quien suelen partir del manierismo pero sin la afectada
muriera en la “rota de Chupas”, durante las guerras elegancia de las imágenes genuinamente manieris-
civiles que enfrentaron a los conquistadores, en los tas, pues prefirieron desde fechas tempranas ani-
años aurorales del virreino. La escultura en piedra mar las representaciones con leves efectos expresi-
fue encontrada bajo una capilla de la Merced de vos e intensas policromías, sobre todo en los temas
Huamanga y representa al guerrero con armadura pasionarios y de santos mártires, los que años des-
completa, sosteniendo un mandoble que empuña pués con el clima del barroco se acentuarán con
con las dos manos. Subsiste el tratamiento gótico de efectos trágicos muy propios de la escultura mesti-
la escultura sepulcral, pero denota cierto esquema- za e indígena”.
tismo e ingenuidad, que nos hacen recordar las fi- Al igual que las estilísticas precedentes, el ma-
guras de soldados reproducidas por Guaman Poma nierismo llegó a estas tierras gracias a los artistas
de Ayala en los dibujos de su crónica. emigrados, la remisión de obras peninsulares y los
En el Cuzco la actividad escultórica sería tam- libros con grabados que difundían las creaciones de
bién muy importante durante estos años. Una de las moda en Europa. Estos envíos, que terminaron
más notables imágenes es el muy reverenciado Se- siendo extremadamente numerosos y variados, con-
ñor de los Temblores, de tamaño natural (c. 1560). templaban desde pequeños crucifijos, hasta retablos
Pese a que la mitología popular cree que la imagen y portadas desarmadas. Igualmente diversos eran
fue regalada a la ciudad por el emperador Carlos V, los materiales empleados en su creación, como por
se trata de una obra local. Ello queda fácilmente de- ejemplo finas maderas, terracota, plomo, piedra,
mostrado si revisamos su estructura, que es de ma- pasta y marfil. Los protocolos notariales serán mu-
guey entrelazado y encolado, cubierta a su vez por dos testigos de este floreciente comercio entre
tela encolada. Esta técnica absolutamente indígena Sevilla (de donde partían cualesquie-
era imposible de ser imitada en la Metrópoli. ra que fuese su procedencia
Otras antiguas imágenes son la Virgen de la original) y Lima. De esta
Concepción realizada en piedra (c. 1560), similar manera la capital del virrei-
a otra del mismo año hecha en madera, y una nato pudo contar con obras
serie de Crucificados y Madonnas que se eje- de Juan Bautista Vázquez, se-
cutaron en la localidad. Ellas expresan el guidor del legado de Miguel
gusto de los conquistadores, detenidos en Ángel y de la estética del Be-
cánones estéticos de principios de la centu- rruguete. En la iglesia de San-
ria, por lo cual ostentan un aire arcaico. (Ber- to Domingo se encuentra el
nales 1991: 8 y ss.; Estabridis 1991:138- retablo de la Virgen del Rosa-
140; Wuffarden 1994: 554-584; Bernales rio (c. 1582), en el que se
1987: 293-300). puede observar el Crucifica-
do que la prominente familia
EL MANIERISMO Agüero encargara al maes-
tro. Posiblemente los relie-
El manierismo al que muchos prefieren
denominar “romanismo” o “arte a la italia- La Virgen con el Niño, por Juan
na”, por las diferencias estilísticas que fue- Bautista Vásquez, siglo XVI
ron surgiendo con los contramanieras y los (colección Instituto Riva-Agüero).
ves de La Anunciación, La Visitación y Los Ángeles
pertenezcan a la misma mano. Otro envío de Váz-
quez es la Virgen con el Niño del Instituto Riva-
Agüero, conocida como “la Rectora”, imagen seden-
te de tamaño natural, que todavía exhibe buena par-
te de su policromía original y debió ser parte de al-
gún retablo que los terremotos destruyeron. La in-
fluencia del maestro español fue grande y se exten-
dió entre los artistas regionales.
Otro escultor importante fue Gaspar del Águila
al que se le debe la Virgen del Consuelo de Arequipa
y la Virgen con el Niño de la Merced de Ayacucho.
Anónimos resultan en cambio el Cristo de la Con-
quista y la Virgen de la Merced, ambas en el referido
templo mercedario, la Virgen de los Remedios en la
iglesia de los jesuitas, el Cristo Milagroso de Santo
Domingo, y la Virgen de la Candelaria de la capita-
lina iglesia de Copacabana.
Estas imágenes, y muchas otras más que desapa-
recieron, ayudaron a difundir las maneras italianas
entre la población y los artistas locales. Pero tanto o
más impacto tuvo la llegada de una serie de artistas
de raigambre “romana” o manierista. Conviene re-
cordar a Bernardo Bitti, Gómez Hernández Galván,
Andrés de Hernández, Martín de Oviedo, José Pas-
torelo y otros, cuyos nombres desfilan incansable-
mente en los documentos notariales, aceptando rea-
lizar esculturas, relieves, retablos, sillerías, dorados, Talla en madera del Cristo de la Contrición por Martín de
policromados y ensamblajes. Oviedo, siglo XVII. Iglesia de San Pedro, Lima.
Bernardo Bitti, el célebre pintor introductor de la
contramaniera en el Perú, llevó las novedades del ar-
te contrarreformista al Alto Perú. Durante el dilata- gelista, que al decir de Bernales “es una de las es-
do viaje por esas comarcas exornó templos de la culturas exentas más manieristas de la época y des-
Compañía con pinturas y esculturas. Bitti desarro- taca por su elocuente delicadeza, aspecto juvenil y
lló una importantísima vena escultórica, que ha movimiento inestable”. Todas estas creaciones de
permanecido ignorada hasta poco tiempo atrás. Só- Bitti están confeccionadas con fibra de maguey y
lo a partir de la semejanza que se establece entre el tela encolada.
gran relieve de la Asunción de la Virgen (c. 1584) del Pero sin duda serán los paneles del perdido reta-
templo del mismo nombre en Juli, con el cuadro de blo mayor de la Compañía del Cuzco una de las me-
idéntico tema que pintó en San Pedro de Lima, se jores obras del artista jesuita. Ubicados felizmente
ha podido descubrir al mismo autor en ambos. El en una hacienda cercana a la capital de los incas, se
relieve en cuestión “es quizás de las obras más be- pueden apreciar fragmentos de la obra como los re-
llas de la escultura manierista peruana, tanto por el lieves de San Sebastián, Santiago Apóstol, San Ignacio
canon alargado y afectada elegancia en el contrapos- de Antioquía, Santa Marta y San Gregorio Papa. Rea-
to, como por las caprichosas actitudes de los ange- lizados por Bitti y policromados por el hermano je-
lillos que rodean a la figura de la Virgen”. suita Pedro de Vargas, estas “composiciones de las
También basándose en esta primera y certera re- figuras de los santos, de rebuscados esquemas y
lación, se le ha atribuido la autoría del retablo de posturas que llenan los espacios de las estrechas ta-
San Pedro de Acora (c. 1587), con el relieve de la blas, demuestran que Bitti es más pintor que escul-
Anunciación. En Challapampa se encuentra el relie- tor, pero con calidades evidentes que es justo reco-
ve de la Virgen rodeada de ángeles, y en San Juan de nocer dentro de los aspectos angustiosos que mues-
Acora se encuentra la escultura de San Juan Evan- tran la más clara estirpe manierista”.
Un testigo de la época diría de aquel retablo: “a de Copacabana (1634); y Luis de Riaño, el discípu-
juicio de todos los entalladores y pintores y buenos lo de Medoro que trabajara en Huaro y Urcos. La
oficiales de todo el reino es la obra más grande y composición de los retablos adquiere por esta épo-
más hermosa que hay en todo él, en bultos, imáge- ca un estilo más clásico, por el cual las columnas
nes, vista, autoridad, pincel y proporción”. También con decoraciones en el tercio inferior del fuste for-
en el Cuzco Bitti realizará el niño Jesús de la cofra- man parte del único cuerpo de la estructura. Sus su-
día de Santa Ana, que aparece en las fiestas del Cor- perficies adquieren una coloración muy trabajada y
pus Christi. Pedro de Vargas también realizó obra presentan esgrafiados de armoniosa decoración na-
individual como la Virgen de Copacabana de la igle- turalista, además de los típicos grutescos que se
sia de Chinchaypujio. Otro importante introductor pueden ver en las provincianas iglesias indias de
del manierismo como Angelino Medoro no descui- Chinchero, Huaro, Cai-Cai, Oropesa y Huasac.
dará las artes del esculpido y realizará un Crucifica- Tras el cambio de siglo, los artistas nativos van
do que se conserva hoy en Yotala (Bolivia). definiendo un estilo propio, que fluctúa entre el “ar-
Gómez Hernández Galván, posible seguidor de te a la romana” y las pautas estilísticas sevillanas. El
Bitti, trabajará en 1580 en el hoy perdido retablo más notable de todos estos escultores será Francis-
mayor de la segunda catedral limeña. Al regresar del co Titu Yupanqui Inga, que sigue los modelos de
Alto Perú donde posiblemente refuerce su admira- Roque Balduque, y realiza la Virgen de Copacabana,
ción por Bitti, se le asignará la primera sillería de la la imagen más venerada del Alto Perú. Basado en el
catedral, de la cual nos ha llegado un profeta en re- modelo de una Virgen de la Misericordia, esta ima-
lieve, que se le ha atribuido tanto a él como a Álva- gen expresa “algo arcaizante, aunque de gran majes-
ro Bautista Guevara. Son de Hernández Galván tam- tuosidad y fuerza expresiva”. Antes de morir en
bién cuatro tallados que representan a San Felipe, 1608 realiza varias copias de su creación para dis-
San Miguel, San Martín y San Juan Bautista. tintas localidades. En Copacabana surgirá una es-
Pedro Santángel de Florencia pertenece a la pri- cuela indígena entre cuyos integrantes destacará la
mera y precoz generación de mestizos dedicados al figura de Sebastián Acostopa Inca, quien en 1618
arte. Además de su arte pictórica se dedicará a la es- acomete el retablo de la iglesia de Copacabana, don-
cultura, como lo evidencian la Asunción, Santiago y de demuestra gran arte y oficio especialmente en las
Santa Bárbara, encargo del cura de Levitaca (1589). esculturas exentas del Nacimiento de Cristo, La Vir-
Su maestría le valió que otras comunidades cerca- gen, dos Virtudes, cuatro Doctores y seis Sibilas. Tal
nas le pidieran además un San Juan Bautista y un sería su renombre que desde Sevilla se le hicieron
San Bartolomé. otros encargos (Chichizola 1983: 23 y ss.; Wuffar-
El sevillano Pedro Martín de Oviedo se establece den 1994: 559-582; Bernales 1987: 299-305).
en Lima entre 1600 y 1620, época en la que se tras-
lada a Potosí. En 1601 realiza el altar de Nuestra Se- EL REALISMO
ñora de la Piedad en la iglesia de la Virgen de la Mer-
ced de Lima, del cual quedan algunos relieves reu- Durante las dos primeras décadas del siglo XVII
tilizados posteriormente en el retablo de Cristo del se manifiesta un cambio de gusto de la población vi-
Auxilio, que luce iconografías de La oración en el rreinal, ya que empieza a cansarse de los modelos “a
huerto, Jesús atado en la columna, Ecce Homo y Jesús la romana”, prefiriendo las piezas escultóricas sevi-
con la Cruz a cuestas. También a su diestra mano se llanas marcadas por su fuerte naturalismo. Esta ac-
debe el Cristo de la Contrición de la iglesia de los je- titud de la población se ve secundada por el fuerte
suitas en Lima. Recurriendo una vez más a los jui- tráfico de obras de arte hispalenses, que llegan al vi-
cios de Bernales Ballesteros, se puede afirmar que rreinato extendiendo los nuevos gustos. Uno de los
esta última es “una obra de estupendo modelado más solicitados artistas será Martínez Montañés
con desnudo de fuerte musculatura, pies con cuatro (1568-1649), quien aparecerá como uno de los má-
clavos y en general, más acorde con las maneras fi- ximos exponentes del realismo sevillano.
nales del manierismo que las del posterior realismo Sus remesas de obras tendrán una impactante in-
que se impuso en la ciudad”. fluencia sobre la naciente escuela limeña. Su estilo,
Artistas sin paradero fijo serán los transhuman- que interpreta de una manera muy personal el ma-
tes Gerónimo Pérez de Villarreal y Juan Toledano, nierismo, está “basado en la mesura, la armonía de
quienes hicieron un altar para San Agustín en 1623; las proporciones en los cuerpos y suaves movimien-
Pedro de Mesa, quien trabaja decorando la iglesia tos llenos de elegancia, pero sin acentuar los efectos
dramáticos”. Sus envíos serán incesantes: una Vir- dos pecuniarios de este comercio con Lima, trasla-
gen del Rosario para Chucuito, diez sagrarios envia- dando su producción hacia la capital virreinal.
dos al Cuzco (1592), ocho Vírgenes del Rosario Algunos maestros juzgan más conveniente pasar
(1590) en ruta hacia Chile, dos Niños Jesús pedidos a Indias para desarrollar su producción. Es el caso
por el virrey Velasco (1592), el Cristo del Auxilio de de Martín de Oviedo y el de Alonso de Mesa y Juan
la Merced (1602), los retablos de San Juan Bautista Martínez de Arrona. Mesa realiza una Virgen de la
(1622), San Juan Evangelista (1625) y un Crucifica- Merced (1603) en Trujillo, la escultura orante de
do para el monasterio de la Concepción, traslada- Bartolomé Lobo Guerrero (1622) y cumple con in-
dos actualmente a la catedral. Además se añaden numerables contratos en Lima, entre los que desta-
una Santa Apolonia (1625) de bulto entero para la ca el armado de un altar en San Agustín, del cual di-
catedral, la Virgen Inmaculada de Oruro (c. 1640), ce Calancha: “lo cuajan ángeles y virtudes da vuel-
La Virgen con el Niño en la iglesia de San Camilo, el ta por la cumbre con ser altísima y es tanto lo cres-
San Jerónimo de la iglesia de San Pedro de Juli, y los po y lo galano, que son lo dorado y estofas hace la
Santos Jesuitas de San Pedro de Lima. La omnipre- pieza más preciosa que tiene aqueste reino... el vi-
sencia de sus obras anunció un nuevo canon estéti- rrey principe de Esquilache decía que ningún reta-
co, que trasunta una actitud calmada, una cuidado- blo había en toda España que le igualase ni hiciese
sa armonía cromática y un elegante dorado de los competencia”. Por su lado el vasco Martínez de
estofados. Arrona realiza la cajonería de la sacristía de la cate-
La popularidad del artista le impediría satisfacer dral (1608), con las figuras de los apóstoles casi de
todos los pedidos, por lo que debe recurrir a su dis- tamaño natural, y el primer cuerpo de la portada de
cípulo Juan de Mesa para abastecer la demanda. A la catedral.
Mesa le pertenecen el Crucificado de la capilla de la Estos discípulos y seguidores de Montañés reite-
Virgen de la O de San Pedro que tiene formato na- ran en Lima su estilo, pero con una libertad bastan-
tural, o el enviado a la iglesia de Santa Catalina de te mayor pues no han sido formados en la estética
Lima. Otros artistas sevillanos como Francisco de manierista. De este modo sus resultados son cada
Ocampo, Juan de Remesal, Alonso Cano y Felipe de
Rivas también comprueban los magníficos resulta-

Túmulo
diseñado para
la ceremonia
de honras
fúnebres por el
fallecimiento
de María
Bárbara de
Portugal, siglo
Cajonería de la sacristía de la catedral de Lima por Juan
Martínez de Arrona, siglo XVII. XVIII.
Sillería coral de la catedral de Lima, considerada una de las
más destacadas muestras de la escultura virreinal. A la
derecha, detalle de la sillería.

gada de virreyes, eran motivo para congregar a los


artífices. La ciudad se engalanaba con arcos, tú-
mulos, altares esquineros, fachadas falsas para las
casas, iluminaciones, despliegues pirotécnicos,
etc. Como es de suponer estas obras realizadas en
vez más lejanos del arte italianista que profesaba el materiales perecibles, como cartones y telas enco-
maestro. Estos artistas, junto con las obras enviadas ladas, no han llegado hasta nuestros días pero con-
en este período, tuvieron gran predicamento sobre sumían una buena parte del tiempo de los cultores
los artistas locales, que delinearon en base a sus pe- del arte, pues se les contrataba para erigir estos mo-
culiaridades la llamada escuela limeña, que se em- numentos ocasionales. En ellos practicaban las nue-
parentaba con la sevillana. Este predominio se ex- vas expresiones y proponían incluso osadas alterna-
tiende entre 1620 y 1670. Desde Lima se extendería tivas. Particularmente notables resultan en este pe-
a otros núcleos urbanos, como la costeña ciudad de ríodo el túmulo levantado para las reales exequias
Trujillo y en menor medida hacia el interior del de Felipe III por Luis Ortiz de Vargas, y las arquerías
país. triunfales del ingreso del marqués de Guadalcázar,
El “arte efímero” estará asociado muy de cerca todas ellas rodeadas con figuras alegóricas.
con la escultura, aunque tambien tendrá cercana re- Una obra que señalará un hito dentro de la es-
lación con la arquitectura y la pintura. La edifica- cultura del período será la sillería coral de la cate-
ción de monumentos ad hoc para ciertas celebracio- dral de Lima, para la cual compitieron los más im-
nes, ya felices como los triunfos de la monarquía y portantes artistas afincados en la capital. Ganó la
los nacimientos, bodas y entronizaciones reales, ya adjudicación Pedro Noguera pero se vio obligado a
desgraciados como la muerte de monarcas, reinas, trabajar con Martín Alonso de Mesa y Luis Ortiz de
príncipes, arzobispos, o eminentemente religiosos Vargas. Mesa que era el mayor, ejecuta entre 1624 y
como las procesiones o las fiestas en honor de los 1626, año en que muere, una serie de relieves de de-
nuevos santos, o simplemente políticas como la lle- sigual factura. Posteriormente Noguera termina y
firma la sillería, que es considerada una de las cum- da-retablo de San Francisco, a la cual habría inspi-
bres de la escultura virreinal. Noguera realiza asi- rado. En 1666, el trujillano Francisco de Flores le-
mismo la pila de la plaza de Armas que fue fundida vanta la escultura de Felipe IV para su túmulo fune-
por Antonio de Rivas. Poblada de seres mitológicos rario, y la primera representación escultórica de
y coronada por un ángel ausente hasta 1997 –cuan- Santa Rosa de Lima. Francisco Martínez realiza un
do dicha figura es repuesta en el marco de un pro- crucificado para la cofradía mercedaria de Agua
grama de recuperación urbana–, constituye una de Santa y, cerrando el período, llega a la capital envia-
las pocas obras en bronce de la época. Noguera, da por el Papa, la muy notable escultura en mármol
junto con Luis de Espíndola, tallará poco antes de de Santa Rosa difunta del seguidor de Bernini, Mel-
su muerte (1655) la sillería de los agustinos, obra chor Caffa. Lamentablemente tan singular obra no
que refuerza su fama como mejor escultor del vi- tuvo mayor repercusión en su tiempo.
rreinato. Luis de Espíndola pasará luego a Trujillo, La ciudad del Cuzco alberga otra escuela escul-
donde dejará obras como una Asunción, un San Pe- tórica de renombre. Importantes artistas que transi-
dro y un San Pablo. tan hacia Potosí viven temporadas en la antigua ca-
Por esta misma época, un seguidor de Noguera pital y legan a los artistas locales sus capacidades y
ejecuta la escultura funeraria que representaría a conocimientos. Los imagineros andinos sabrán
Pedro Bravo de Ribero o al conde de Salvatierra (c. adecuar esas técnicas para desarrollar sus temáticas
1650) para la sala De Profundis de San Francisco, y gustos mestizos. A partir del primer tercio de si-
así como la cajonería de la sacristía del mismo tem- glo se cultivará el tallado en maguey, que comienza
plo. A su vez, Francisco Lobo realiza los ángeles de a adquirir un fuerte realismo. Luis de Riaño, aun-
la portada catedralicia, y Ascencio de Salas exorna que seguidor de Medoro, evoluciona hacia el natu-
el altar de la Inmaculada Concepción de la misma ralismo, y lo mismo sucede con Juan Rodríguez Sa-
iglesia limeña (c. 1669). Dicho altar exhibe colum- manez, quien en 1613 realiza cinco esculturas para
nas de fuste estriado y tercio inferior melcochado, Santo Domingo. Martín de Torres realiza (c. 1657)
que parece guardar bastante similitud con la porta- la escultura de la Santísima Trinidad para el retablo
catedralicio. El indio Julián realiza una Virgen de la
Estatua orante de Pedro
Candelaria para la parroquia de San Martín de Po-
Bravo de Ribero, de autor tosí. Simón de Herrera y Pedro de Oquendo tallan
anónimo (siglo XVIII), que una serie de figuras para la capilla sepulcral de San
se conserva en el convento Francisco; y el desconocido autor denominado
de San Francisco de Lima. “Anónimo de San Francisco” realiza las imágenes
Esta talla es también de bulto de Santo Domingo, San Buenaventura, San
conocida como del Juan Bautista y San Juan Evangelista.
conde de El artista indígena Melchor Guamán Mayta deja
Salvatierra, virrey
del Perú.
en la Compañía dos interesantes obras de 1655, un

Tránsito
de Santa
Rosa por
Melchor
Caffa,
1669.
Iglesia de
Santo
Domingo,
Lima.
San Jerónimo y un San Francisco, que lindan con lo también la que se esculpió en honor del virrey-ar-
expresionista. Por su parte, Martín de Torres traba- zobispo don Melchor de Liñán y Cisneros (1682)
ja una serie de retablos que definirán un peculiar es- de la iglesia del Sagrario, y la de Diego Morcillo
tilo. En ellos se aprecia la utilización de columnas Rubio de Auñón (1724), emprendida por Baltazar
corintias, cuyo fuste situado en el tercio inferior se Menéndez.
halla rodeado de escamas. Ello caracterizará el El escultor de más renombre de fines del siglo
claustro mayor de la Merced del Cuzco (Wuffarden XVII será Tomás Tuyru Tupac, quien además de
1994: 562-578; Bernales 1987:311-313; Gisbert y obras arquitectónicas realiza las figuras de la Virgen
Mesa 1991; Estabridis 1991). de la Almudena (1686), de San Juan de Dios, y en
1697 el retablo mayor de la parroquia de Santa Ana.
EL BARROCO En ellas se percibe la lejana influencia de Montañés.
De otro lado, Melchor Guamán Mayta llega a un
Hacia 1670 culmina la vigencia del naturalismo, realismo extremo colocando en sus esculturas de
iniciándose una centuria de pleno apogeo del barro- maguey y tela encolada, mascarillas de pasta en las
co. El audaz “churrigueresco” o “barroco salomóni- que se insertan cabello y dientes humanos, palada-
co” tendrá gran predicamento hasta el terremoto de res de espejo y ojos de vidrio coloreado. La tradi-
1746, pero la reconstrucción de la ciudad de Lima ción le atribuye un San Cristóbal, un San Sebastián,
marcará la entrada del barroco decadente o rococó, una escultura de San Pedro Nolasco y un San Agus-
con su fino trabajo de rocaille. El declive económi- tín, ubicadas en el templo de la Merced.
co del virreinato se evidenciará por la disminución Algunos especialistas consideran que la intro-
del tráfico comercial con Sevilla y la poco frecuente ducción de las columnas salomónicas en el arte pe-
llegada de obras de arte desde la Península. Los ta- ruano se debe al vasco Diego de Aguirre, que habi-
lleres locales se van emancipando del gusto ibérico tó en Lima entre 1665 y 1718. Un proyecto para le-
y realizan sus creaciones según un estilo propio. Se- vantar sobre el altar mayor de la catedral un balda-
gún Bernales Ballesteros será la época del esplendor quino semejante al de Bernini en Roma, también le
de los retablos y del mobiliario litúrgico. Sin embar- pertenecería, aunque la idea cayó en el olvido. Sin
go la escultura decae ante la pérdida de realismo, en embargo, Aguirre utilizó las nuevas columnas en al-
aras de buscar un efectismo que realce el movimien- gunos proyectos menores y pronto contó con una
to. Los rostros se vuelven estereotipados, impasibles serie de seguidores en la ciudad, que las utilizaron
e inexpresivos. La belleza del retablo parece despla- en la portada de San Agustín y en la decoración in-
zar la calidad de sus adornos estatuarios. Sin embar- terior del templo de la Compañía. Esta iglesia posee
go, la escultura seguirá conservando todo su poder ocho retablos con columnas salomónicas doradas,
expresivo en zonas específicas. Así lo demuestran varios de los cuales se atribuyen al mismo Aguirre.
las magníficas escuelas barroco-mestizas que surgen Entre los imitadores destacó el mestizo José de Cas-
en Arequipa y Puno. tilla, natural de Conchucos, quien entre 1708 y
Sin embargo, no debe dejar de mencionarse a 1737 trabaja en todo el amoblamiento litúrgico de
una serie de importantes artistas, como el ensam- la iglesia de Jesús María. Particularmente interesan-
blador de retablos y escultor fray Cristóbal Caballe- te es el altar mayor de este templo, que tiene tres ca-
ro, quien profesa una gran admiración por los gra- lles y dos niveles, además de retablos laterales y un
bados flamencos y los libros de arquitectura. Caba- púlpito, todos provenientes de la misma época y au-
llero fue el encargado de levantar, en 1666, el mo- toría. Tal decoración nos proporciona una idea ca-
numento dedicado a la coronación de Carlos II que bal de lo que debió ser el interior de los templos de
se ubicaba en la catedral. Curiosamente, sus mis- este período, antes de que el neoclasicismo arrasa-
mos diseños fueron utilizados años más tarde por rá con los estilos previos, de la mano del construc-
sus continuadores para erigir el túmulo funerario tor Matías Maestro.
del mismo rey, en 1701. Otra obra importante de fi- Durante el siglo XVIII, el escultor más importan-
nes del siglo XVII es la sillería coral de San Francis- te es sin lugar a dudas Baltasar Gavilán. Sin embar-
co, una de cuyas partes fue realizada por Juan Del- go, su figura tiene más visos de responder a una in-
gadillo. En esta época se difunde la escultura fune- vención literaria, que a una historia verosímil. La le-
raria, tomándose el modelo de la que conmemora yenda popular, de la que Ricardo Palma se hizo eco
la muerte del conde de Salvatierra, donde el difun- en una de sus “tradiciones”, señala que Gavilán fue
to aparece en gesto orante. En esta línea se ubican un reo refugiado en el convento de San Francisco y
Sillería del coro de la catedral del Cuzco, atribuida a
Giménez de Villarreal, fines del siglo XVII.

naba el campanario de Santo Domingo. La imagen


Cristo de la Columna, atribuido a Baltazar Gavilán, siglo cayó en 1835 debido a las vibraciones de un fuerte
XVII. Iglesia de San Agustín, Lima. temblor, siendo reemplazada por una copia en
madera.
que se dedicó a esculpir nacimientos y dolorosas, En la sierra sur, la llegada del obispo Mollinedo
hasta que salido de la clausura en 1738, pudo reali- a la diócesis cuzqueña (1675-1699) afianzará la pre-
zar la monumental escultura ecuestre de Felipe V. sencia del barroco en la escultura de la región. Tras
Esta magnífica obra de madera policromada que re- el terremoto de 1650 encontrará un amplio campo
posaba sobre el arco de entrada del puente de Pie- para ejecutar sus propuestas barroquizantes al tiem-
dra, fue gravemente estropeada por el terremoto de po que se convertirá en un mecenas de incompara-
1746, hasta perderse en el recuerdo. Se le atribuyen ble munificencia. Su estadía en el Cuzco significó
también a Gavilán un busto del marqués de Casa un período de gran reactivación artística. Como
Concha para el templo de San Agustín (hoy perdi- obras destacables de esta etapa debemos mencionar
da), el sepulcro del conde de Santa Ana de las To- las sillerías corales, entre ellas la sillería catedralicia
rres en la catedral, un Cristo de la Columna y un de 1676, de fuerte semejanza con la fachada de San
Crucifijo en San Francisco. Pero sin duda la más Sebastián. Más tarde, en los primeros años del siglo
impresionante de sus obras es la macabra figura de XVIII, se realiza el coro de la Merced signado por las
la muerte, de gran efecto dramático, en la que se ve recargadas columnas salomónicas y figuras muy ex-
un esqueleto disparando una flecha con el arco ten- presivas. Pero la escultura también se integra a la vi-
sado. Los redactores del Mercurio Peruano también da cotidiana y doméstica surgiendo de este modo la
fueron seducidos por el arte de Gavilán, a quien de- costumbre de erigir altarcitos navideños o naci-
nominaron como “el gran Baltasar”. mientos. Entre los artistas que se dedican a esta ac-
Cerrando el período debemos referir las intere- tividad, destaca en el Cuzco y desde 1792 Julián
santes esculturas de la iglesia de Santa Catalina y la Olave, cabeza de una larga genealogía de imagineros
obra de Fernando Daza. Este maestro platero fun- que llegan a nuestros días (Wuffarden 1994: 566-
dió la imagen del ángel de la fama (1774) que coro- 580; Bernales 1987: 315-319).
III
LA ARQUITECTURA COLONIAL PERUANA

La fundación de cientos de ciudades en los An- acceso al mar permitía establecer un puente natural
des fue uno de los hechos más trascendentales de la para defender y controlar todo el comercio ultrama-
historia colonial. La congregación de la población rino. Empero no son pocas las personas que consi-
en centros urbanos constituyó el camino más segu- deran que un emplazamiento de la capital en la zo-
ro para implantar la cultura de occidente en las an- na cordillerana, hubiera posibilitado una fisonomía
tiguas tierras del Tahuantinsuyo. Pero ello supuso de país distinta, quizás un “Perú serrano”.
alterar cruel y paulatinamente los criterios preco- En forma paralela a la capital, florecieron tam-
lombinos en torno al espacio, la circulación vial, la bién una serie de ciudades intermedias, que inicial-
posesión de la tierra, la apropiación y manejo de los mente sirvieron como centros de localización de los
recursos naturales y la utilización de la mano de encomenderos. Desde ellas, este grupo de potenta-
obra. dos ejerció sus privilegios fiscales y sociales sobre
Los fundadores de ciudades reprodujeron viejos las zonas circunvecinas, haciendo valer su prestigio,
esquemas urbanísticos pero también actuaron crea- su riqueza y su poder. Algunas de estas urbes, como
tivamente –interpretando la nueva realidad– y modi- Huamanga, cercenaron parte de las prerrogativas de
ficaron normas y costumbres al trazar calzadas, igle- la capital. Recién a mediados del siglo XVII, la ciu-
sias, solares y plazas. La etnohistoria y las modernas dad provinciana se emancipó de la suerte de sus en-
formas de investigación nos permiten apreciar con comenderos y en algunos casos debió competir con
claridad cómo se desarrollaron dichos cambios, y nuevos centros urbanos, que supieron sacar partido
entender el impacto en las mentalidades andinas de de su riqueza agropecuaria, sus minas o las transita-
las nuevas formas de ocupación del espacio. Es ne- das rutas comerciales. Dentro de este universo urba-
cesario insistir en que la ciudad era una noción y no, el Cuzco resultó un caso excepcional pues en-
una experiencia del todo desconocida para los habi- carnó, luego de su refundación española, la antigua
tantes del Tahuantinsuyo, aunque las culturas tar- idea de la civitas y conservó la altísima dignidad de
días como Wari, Chimú y los propios incas levanta- ser la capital imperial incaica. Esta doble condición
ron grandes centros administrativo-ceremoniales. La sería aprovechada una y mil veces por el mesianis-
urbe, unida a las ideas jurídico-filosóficas y las cos- mo andino y jugaría un papel fundamental en el
tumbres que introducía, transformaría radicalmente surgimiento del nacionalismo neoinca del siglo
la vida de los pobladores del naciente Perú. XVIII.
La organización del reino del Perú y su defensa Los aislados caseríos de los hatun runas o indios
ante las rebeliones indias y las nuevas aventuras de del común, acostumbrados a la dispersión en sus
conquista –como las que venía urdiendo Pedro de unidades agrícolas, tenían un planteamiento radi-
Alvarado– plantearon la necesidad de contar con calmente distinto de la noción urbana europea. Los
una ciudad principal. Ella actuaría como centro de juristas y políticos al servicio de la Corona conside-
la actividad económica, política y militar. Francisco raron que sólo mediante el traslado de los indios a
Pizarro pensó inicialmente en Jauja, y luego en San- poblados de tipo occidental, se podría lograr la cris-
gallán, pero finalmente escogió el valle del Rímac. tianización y control económico y político de los
Se sabe que el conquistador también entrevió la po- habitantes andinos. La idea de hacerles vivir en
sibilidad cuzqueña, y años más tarde intentó el tras- “buena policia, o en orden y buen gobierno” llevó
lado del gobierno a Saña, en el actual departamento a los legisladores a reducir a los indios en aldeas. La
de Lambayeque. Sin embargo la elección de Lima “reducción de indios”, lejos de beneficiar a los na-
como capital fue por muchos motivos la solución turales como lo habían previsto los ideólogos y ase-
idónea, porque respondía a requerimientos geopolí- sores del rey Felipe II, desestructuró por completo
ticos y económicos. Lima, opacada a nivel demográ- la organización social y espacial, y la ecología andi-
fico sólo por la Villa Rica de Potosí, era el centro del na.
continente por explorar y conquistar, y su rápido
Imagen idealizada de la ciudad del Cuzco publicada en
la obra de Olfert Dapper, De Nieuwe en Onbekende
(El nuevo y desconocido mundo), Amsterdam, 1671.

Portada de casa del siglo XIX, en Ichupampa, Colca,


Arequipa.

ARQUITECTURA PÚBLICA

Dentro del urbanismo hispanoamericano la


plaza pública ocupa un lugar preponderante.
Tan es así que las ordenanzas sobre fundación
de ciudades especificaban que “por la plaza ma-
yor se ha de comenzar la población”. No en va-
no es el centro material y simbólico de la ciu-
dad, alrededor del cual se sitúan los principales
edificios de la vida cívica. Este “patio de patios”,
abierto y cerrado simultáneamente, está rodea-
do por el poder político (palacio virreinal), el
religioso (catedral, palacio episcopal o arzobis-
pal, o simplemente la casa cural), la autoridad
vecinal (ayuntamiento), las residencias de los
notables y los portales donde se establecen los
comerciantes.
En este espacio monumental, a veces el úni-
co de la ciudad, se reúnen los vecinos para vivir
las festividades o conmemoraciones, a veces luc-
tuosas como en Semana Santa o en los funerales
reales. En él se desenvuelven las expresiones de y esclavos alternan en este espacio común. La plaza,
“arte efímero” como la pirotecnia, los arcos triunfa- nunca ausente en las poblaciones americanas, pue-
les, y se procede a organizar las corridas de toros, de en algunos casos como Lima, Cuzco o Cajamar-
los torneos y los juegos de anillos. Es frecuente que ca yuxtaponerse a grandes espacios ceremoniales de
en su cuadrícula comiencen y finalicen los desfiles origen prehispánico. En Cuzco, la enorme plaza in-
del poder y las grandes procesiones, siendo también caica que presentaba dos sectores llamados Aucay-
el escenario de los ajusticiamientos en la picota y de pata y Cusipata –separados por el río Huatanay– es
los autos de fe. dividida mediante la creación de una manzana in-
Los vecinos se reunen en el rollo en el que se termedia. La sección menor, llamada plaza del Re-
ajusticia a los delincuentes, o en la pileta para char- gocijo, alberga la sede del cabildo y el ccatu o mer-
lar, realizan sus negocios en los portales, compran cado; y se reserva la otra parte, la plaza de Armas,
sus vituallas entre bultos y toldos, escuchan los para las funciones principales.
bandos y acuden al arma. Mendigos, clérigos, da- La plaza habitualmente rodeada de portales se
mas, vendedores ambulantes, caballeros, indígenas prolonga en cierta forma por las calles adyacentes
–que carecen de ellos– y termina en el indefinido tienen diversas características. Algunas institucio-
limbo del patio principal de las casas solariegas, tras nes educativas ocupan casonas que van siendo mo-
el portón y la reja cancela. Esta noción del espacio dificadas paulatinamente, otras se instalan en loca-
mixto será rudamente combatida con la llegada del les conventuales pues están bajo la supervisión de
reglamentismo iluminista, que intentó imponer lí- órdenes religiosas, apareciendo el espacio del claus-
mites muy precisos entre el ámbito de lo público y tro como elemento ideal para la reunión estudiantil.
el espacio de lo privado. Sin embargo dicha tenden- En ocasiones los locales son especialmente cons-
cia fracasa porque las rutinas y la vida cotidiana son truidos para albergar a los alumnos. Así encontra-
difíciles de transformar por decreto. mos edificios exprofesamente pensados para dar te-
Las calles llenas de bultos, empedradas en el me- cho al colegio indígena de San Francisco de Borja y
jor de los casos, y sin aceras, cortadas por acequias al colegio de la Transfiguración en el Cuzco, o el
y sin sistemas efectivos de limpieza, toman sus claustro circular del colegio de Santo Tomás en Li-
nombres de los gremios y negocios, órdenes religio- ma, de los dominicos. San Marcos, en cambio, fun-
sas, cofradías, edificios asistenciales y personajes ciona durante mucho tiempo en el convento de
que las ocupan, o simplemente de hechos anecdóti- Santo Domingo.
cos que en ellas acaecieron. Garcilaso describiría es- Se levantan hospitales en casi todas las ciudades
tos espacios a su paso por Lima: “Trazaron hermo- virreinales y generalmente se encarga su adminis-
samente con una plaza muy grande, si no es tacha tración a órdenes religiosas especializadas, como los
que lo sea tan grande, y las calles muy anchas y muy bethlemitas o los hermanos de San Juan de Dios. Si-
derechas, que en cualquiera de las encrucijadas se guiendo los planteamientos de Alberti y Filarete, los
ven las cuatro partes del campo. Tiene un río que centros sanitarios tienen planta en forma de cruz,
pasa al norte de la ciudad, del cual sacan muchas pero no son raros los diseñados en forma de T, o al-
acequias de agua que riegan los campos y pasan por rededor de un claustro; en tanto que las enfermerías
todas las casas de la ciudad…”. Menos benévolo se- militares están adosadas a las fortificaciones. En
ría el juicio de Humboldt, quien señala hacia el fi- 1538 se construye en Lima el primer hospital, lla-
nal del período colonial, que “la inmundicia de las mado de San Andrés, destinado exclusivamente a
calles adornadas con perros y burros muertos y la enfermos españoles. La edificación tiene forma de
desigualdad del piso impiden correr en coche”. cruz latina con capilla en el crucero y la iglesia en el
En la plaza no falta el ayuntamiento como cen- brazo más largo. El hospital de indios de Santa Ana
tro del poder comunal o vecinal, con su caracterís- (1554) tiene dos alas cruzadas, una para hombres y
tico portal donde se reúnen los tramitadores y su otra para mujeres. El de San Bartolomé atiende a los
balcón o loggia por donde aparece el concejo de re- miembros de las castas negras y posee tres enferme-
gidores en pleno. En sus instalaciones se distingue rías en cruz rodeando una capilla central. Luego se
la sala capitular, el juzgado, el archivo, la sala de la levantan el nosocomio de Los Reyes para españoles,
guardia, el calabozo y la capilla. El palacio del virrey y el del Espíritu Santo para los marineros. En estos
o en su defecto las casas de gobierno al interior del locales tras la enfermería se suceden las salas de ci-
territorio, representan el poder político y la autori- rugía, la botica, los despachos, las lavanderías y ro-
dad real. Son también residencia del gobernante, perías, las cocinas y servicios, vinculándose estos
gobernación, audiencia o tribunal, casa de moneda, ambientes por una circulación exterior a través de
arsenal y caja real. El palacio gubernativo de Lima claustros peristilos, es decir patios rodeados de co-
conservó durante mucho tiempo el perfil que le es- lumnas. Todos estas edificaciones deben ubicarse en
tampara Pizarro, aunque posteriormente se le aña- los extramuros de la ciudad, para evitar que los
dieron bellas loggias con arcos de medio punto, una vientos y las aguas servidas contaminen a la pobla-
portada con elementos manieristas, y los cajones o ción sana.
tienduchos de la fachada. A su vez el palacio archie- Entre los hospitales del resto del Perú destaca es-
piscopal, episcopal o la casa cural representan el po- pecialmente por su buena conservación el de la Al-
der religioso, y ofician como sede del fuero divino y mudena del Cuzco, ampliado por el obispo Molline-
de la omnipresente justicia canónica. do a mediados del siglo XVII. También es brillante
Los locales de enseñanza y los hospitales se ubi- ejemplo de arquitectura hospitalaria el de Belén en
can en un área no muy bien delimitada, a medio ca- Cajamarca (1750), con dos plantas en T, una para
mino entre el espacio público y el religioso. Los edi- hombres y otra para mujeres. Similar disposición
ficios dedicados a albergar universidades y colegios debían tener los lazaretos que se levantan en algu-
nas ciudades. En 1562 se construye en Li-
ma el leprosorio de San Diego.
Tiempo más tarde surgen los primeros
edificios públicos dedicados al diverti-
miento, el espectáculo o la fiesta. La lidia
de toros deja de ser una diversión calleje-
ra cuando se inaugura la plaza del Hacho
o Acho en 1768. Se edifican también coli-
seos de gallos, y sobre todo corrales de co-
medias como el construido en Ayacucho a
mediados del siglo XVII o el teatro planea-
do por Pablo de Olavide luego del terre-
moto limeño de 1746. En la capital exis-
ten además casas del juego de pelota y ha-
cia finales del período colonial proliferan
los “cafés”, que son la contraparte de las
populares “chinganas” y “chicherías”.
Otra forma de estimular el esparcimiento
y embellecer las ciudades son las “alame- Durante su gestión al frente de la alcaldía de Lima (1766), Agustín
Hipólito Landaburu y Ribera obtuvo del virrey Amat la autorización para
das”. Los Descalzos es erigida en el siglo construir una plaza para las corridas de toros.
XVII y mejorada por el virrey Amat, quien
en 1776 la continúa con el célebre paseo
de Aguas, que nos recuerda las cascadas de Narbo- teriores al levantamiento de Tupac Amaru se reali-
na. También Ayacucho contó con una alameda des- zan fortificaciones internas en la zona de Sicuani,
de 1806. Cuzco.
Debemos referirnos también a las edificaciones Singular importancia militar, psicológica y urba-
militares. El Callao es fortificado con una muralla nística tendrán las murallas de Lima, diseñadas por
que se levanta a partir de 1696, pero el maremoto de el padre Coninck y levantadas entre 1684 y 1687.
1746 la destruye. Al año siguiente el virrey conde En Trujillo se termina una obra similar en 1688, la
de Superunda inicia la construcción de la Fortaleza cual es concebida por José Formento. De ambas
del Real Felipe, fuerte militar en forma de pentágo- murallas, construidas con adobe y contrafuertes de
no, proyectado por Luis
Giodin y José Amich. La
fortificación se completa
con una serie de edificacio-
nes menores, denominadas
con grandilocuencia “los
castillos de Callao”. La ame-
naza de una guerra generali-
zada contra Inglaterra obli-
ga al virrey Amat a extender
la red defensiva del territo-
rio con diversas edificacio-
nes militares en Guayaquil,
Santiago, Valparaíso, Valdi-
via, Chiloé y la isla de Juan
Fernández. En tiempos pos-

El Paseo de Aguas en una


estampa del álbum de la
expedición de Alejandro
Malaspina, siglo XVIII.
ladrillo, subsisten pocos restos, pues se demolieron quienes se enrolan y visten el hábito de las cofradías
en el siglo pasado para permitir la expansión del y hermandades, o son reclutados por las “reglas” de
casco urbano. En Trujillo aún se puede apreciar un las órdenes terciarias, un puente entre la vida reli-
lienzo completo y en Lima únicamente uno de los giosa y la profana.
baluartes (Bonet Correa 1986: 69-84; Bernales Los conventos y monasterios se convierten en
1987: 238, 250; Gutiérrez 1983: 93, 265-276; Gar- verdaderas ciudadelas, urbes dentro de la urbe. Se
cía Bryce 1971: 75-77; Maquet-Makedonski y Nú- expanden y densifican paulatinamente, y llegan a
ñez-Carvallo 1994: 60 y ss.). ocupar varias manzanas contiguas, protegidas por
altos muros. Muchos de ellos siguen arquitectónica-
ARQUITECTURA RELIGIOSA mente la tradición medieval. La iglesia es el centro
espiritual del conjunto. Alrededor del claustro ma-
La arquitectura religiosa en cierta medida se fun- yor que se extiende paralelo a la nave de la iglesia,
de con la arquitectura civil, ante el decisivo papel se ubican las grandes habitaciones de uso común
que cumple la religiosidad en la vida colonial. Los como el refectorio, la sala capitular, la biblioteca, el
sencillos oratorios domésticos dan paso a las capi- scriptorium y las escaleras principales, si el conven-
llas privadas, a las iglesias dependientes de beate- to tiene dos pisos. En los muros que delimitan las
rios, hospitales, haciendas, colegios y universida- galerías se pintan frescos o se exponen grandes lien-
des. Se multiplican también los templos parroquia- zos que representan los hechos principales de la or-
les entregados al clero secular, tanto en las ciudades den o escenas religiosas que llaman a la contempla-
como en las reducciones. En estas últimas se en- ción. Las habitaciones más privadas, como las cel-
cuentran unidas a una modesta casa cural, como das o los dormitorios comunes, circundan claustros
reverso de la magnificencia del palacio episcopal o menores. Sobre un último patio se edifican los ser-
archiepiscopal. Cerca a la plaza se levantan con to- vicios generales que dan vida a estos grandes com-
do su esplendor las iglesias pertenecientes al clero plejos habitacionales: cocina, panadería y despen-
regular, que casi siempre forman una unidad espa- sas, lavandería, enfermería y los baños o letrinas.
cial con el convento o monasterio. Incluso los de Finalmente se hallan las huertas, las caballerizas,
clausura se abren al “siglo” y sus tentaciones, pues los gallineros y depósitos.
mantienen estrechos lazos con la población. El es- Generalmente el templo de los conventos se en-
píritu conventual seduce a los habitantes de la urbe, cuentra en una de las aristas de la manzana, para fa-
cilitar el acceso por varias calles. Por delante se ex-
tiende un atrio con muro o verja perimetral, que
puede servir de camposanto o plazuela donde se de-
sarrollan los pasos procesionales. En los conventos
femeninos de clausura es común que la entrada a la
iglesia sea lateral, lo cual permite colocar el coro a
los pies de la nave y al costado del presbiterio. En
ocasiones, los monjes habitan en casas retiradas o
“recoletas”, que se levantan en la periferia de las
ciudades. Cerca de la actual plaza Francia de Lima
se asienta la Magdalena de los dominicos, los agus-
tinos tienen un convento campestre cerca de la Por-
tada de Guía, el convento de Los Descalzos alberga
a los franciscanos que quieren paz y meditación.
Los frailes de la Buena Muerte acuden a su casa de
descanso en la Magdalena Vieja, y algunas monjas
habitan en el cenobio recoleto de Santa Catalina.
Los templos son el eje de la arquitectura religio-
sa. Hacia ellos se dirige la creación pictórica y escul-
tórica, la cual adquiere un propósito ejemplarizador
y devocional. Como totalidad en sí misma, la iglesia
El convento de Santo Domingo de Lima en un grabado del es un cosmos protegido por la aureola de lo sagra-
siglo XVII. do, y de esta manera su espacio, demarcado por el
atrio, es “tierra santa”. Su suelo sirve para enterrar das manieristas, como es el caso del seiscientista
a los difuntos, y brinda “asilo” a los perseguidos. pórtico lateral de San Agustín de Lima, realizado
Los tañidos de sus campanas protegen a la feligresía por José de la Sida. Aunque generalmente estas de-
de los embates del maligno y sus muros se elevan coraciones ya no existen, podemos tener una ima-
como bastiones que defienden al Corpus Christi. La gen de ellas revisando los acabados de algunas igle-
mentalidad de la época, impregnada de antiguas sias mexicanas y recurriendo a las descripciones de
concepciones medievales, sigue considerando a las los contratistas de la época. Bernales refiere que las
iglesias como “fortalezas de Dios”. iglesias limeñas debieron tener “en la parte superior
La mayoría de las iglesias que se fundan durante de sus muros de ladrillo, simples listeles con círcu-
el siglo XVI se erigen con sencillos diseños y mo- los o discos y remates en formas de almenas. Más
destas plantas, porque no son muchos los recursos. frecuentes debieron ser los alfices flanqueados por
Con el paso de los años, su estructura se va am- los vanos y figuras de barro cocido en las enjutas y
pliando y remodelando hasta alcanzar las dimensio- frisos de las portadas…”.
nes monumentales que adquieren después. Pero los De todo ello al menos sobreviven algunos zóca-
mayores cambios se perciben en su decoración y los de azulejos moriscos y los grandes pilares ocha-
mobiliario, como altares, púlpitos y confesionarios, vados. José García Bryce asume que si se quiere te-
que derrochan pan de oro, finas pinturas y excelen- ner una cabal idea de estas construcciones quinien-
tes acabados. De aquellos primeros edificios poco se tistas, es preciso acudir a la iglesia monástica de
salvó y si no fuera por las referencias que algunos Santa Clara de Ayacucho. Ella presenta “una nave
cronistas tardíos y conventuales nos han legado, na- de techo plano, arco triunfal moldurado y rebajado
da se sabría de ellos. Las construcciones primige- a la manera isabelina y alfarje mudéjar en el presbi-
nias responden a una arquitectura gótico-mudéjar terio”. También es representativa de este período la
de alargadas naves, de donde se desprenden capillas iglesia de San Jerónimo en el Cuzco, “con muros de
laterales, con cubierta de par y nudillo, o por arte- adobe y arco toral delante del presbiterio con techo
són de madera. Cuando se trata de templos de tres de par y nudillo y fachada de piedra entre renacen-
naves, se alzan gruesos pilares ochavados de in- tista y plateresca”.
fluencia mudéjar y arcos de medio punto que sopor- Los claustros limeños de la época siguen mode-
tan la techumbre de madera. Entretanto, las naves los mudéjares, pero tienen la planta cuadrada como
laterales son más bajas y presentan bóvedas que re- los renacentistas. Sus pilares son ochavados y los ar-
fuerzan el techo central. El presbiterio se cubre con cos de medio punto. Almenas y alfices sobre las ga-
una bóveda de nervadura o de crucería. lerías altas y azulejos, retablos procesionales y te-
Cobo al referirse a la primitiva iglesia de San chumbres planas con diseños de Serlio en la prime-
Agustín de Lima, decía que “las naves y capillas de ra planta, como en San Francisco de Lima. Las ven-
los lados son bóvedas y la nave de en medio está cu- tanas se cubren con celosías y los techos mudéjares
bierta curiosamente de madera con lazos y arteso- llevan de tres a cinco paños.
nados muy curiosos...”. Al describir Santo Domingo Al arribarse al siglo XVII, la arquitectura religio-
expresaba que las capillas laterales “son bóvedas cu- sa se vuelve más unificada y formal. Aparecen las
riosamente labradas, y la de en medio de madera y iglesias con forma de cruz latina, con cubiertas de
lazería curiosa; la capilla mayor es de bóveda...”. A bóveda con arcos fajones sobre la nave central, y
Cobo le asombra el trabajo de los constructores, cúpula sobre el crucero a la manera renacentista.
porque las bóvedas si bien repiten modelos góticos, Las naves menores tienen capillas laterales de plan-
emplean el arco semicircular y no el ojival que ca- ta cuadrada, conectadas por los vanos de los arcos.
racterizaba al estilo. Esta ruptura estilística se vol- Generalmente las iglesias peruanas de los siglos
vió común en Lima y subsiste en los templos del XVII y XVIII no cuentan con planta barroca, pero
Cuzco y en las ruinas de Saña. la portada y la decoración interna sí responden a
Las portadas y retablos se ven influidos en algu- este estilo abigarrado y denso. De acuerdo a García
nos casos por el estilo renacentista, como se puede Bryce, la arquitectura de 1630 a 1650 adopta un
ver en el frontis de las iglesias puneñas de la Inma- barroco moderado, entre 1650 y 1750 se impone el
culada y San Juan de Juli. Pero no es extraño detec- churrigueresco, de 1750 a 1790 el rococó, y de
tar la influencia del plateresco, como sucede en las 1790 en adelante el neoclásico. Cabe advertir que
portadas laterales de la Merced de Lima y San Fran- estas fechas se verán modificadas por las corrientes
cisco de Ayacucho. Tampoco es raro ubicar porta- regionales.
En la sierra las construcciones de prestancia se atrio está elevado catorce escalones por encima de
levantan de cal y canto, con exteriores de piedra la- la plaza.
brada y los techos de piedra o ladrillo. Las fábricas Además de la plaza principal, Lima contaba con
más pobres conservan el adobe en los muros y la cu- un segundo espacio público. La plaza de la Inquisi-
bierta de par y nudillo. En la costa, debido a la com- ción, al decir del arquitecto García Bryce, se con-
binación de los terremotos y el clima seco, se utili- virtió “en el centro intelectual de Lima donde ade-
za en cambio la mezcla de ladrillo, madera y quin- más del Santo Oficio se establecieron el colegio
cha revestida de yeso, combinada con piedra en los agustino de San Ildefonso, el dominicano de Santo
zócalos y trabajadas portadas en los edificios más Tomás, el Colegio Real de San Felipe y desde 1577
importantes. Todo se emparejaba con estuco y se la Universidad”.
pintaba con cal coloreada imitando la apariencia del El trazado original de Lima contemplaba una
ladrillo o la piedra (García Bryce 1971:24-35; 1986: cuadrícula de 13 manzanas de largo por 7 manzanas
97; Bernales 1987: 236). de ancho. Tiempo después la ciudad se extendió al
otro lado del río, para dar morada a los habitantes
Lima de las clases más pobres, constituyéndose el arrabal
La ciudad de Lima fue fundada sobre el antiguo de San Lázaro. En 1568 se reduce a los indios de la
centro administrativo-ceremonial de los caciques ciudad en Santiago del Cercado, a media legua de la
Taulichusco y Taurichumbi. Los principales edifi- plaza de Armas en dirección este. Las áreas interme-
cios españoles se emplazaron sobre las huacas loca- dias que se van poblando lentamente no guardan
les. Así, el cabildo quedó ubicado sobre un peque- necesariamente el trazo ortogonal que caracteriza al
ño adoratorio denominado “huaca del cabildo”, el casco urbano inicial. La paulatina urbanización de
palacio de Pizarro se asentó sobre parte de la resi- estas chácaras y estancias da nacimiento a callejo-
dencia de Taulichusco, mientras el otro sector le co- nes y rancherías sobre los antiguos caminos rurales
rrespondió al conquistador Jerónimo de Aliaga. La y los linderos de acequia.
catedral por su parte, se levantó sobre un adorato- Desde el inicio, el cabildo reguló la edificación y
rio llamado “huaca de Puma Inti”, por lo que su la vida citadina creando normas y emitiendo orde-
nanzas que permitieran un desarrollo armónico y
estético de la urbe. De otro lado se organizó a los
alarifes y en 1549 se nombró al cantero Jerónimo
Delgado como maestro mayor de la ciudad.
Dentro de este proceso de consolidación y embe-
llecimiento de la urbe ocupa un papel de suma im-
portancia la edificación de la catedral. La primera
fábrica se levantó entre 1535 y 1538, teniendo Piza-
rro mucho interés en su realización. Ubicada de
modo lateral a la plaza, esta pequeña capilla adorna-
da durante un buen tiempo por una sola imagen de
la Virgen denominada “la Sola”, fue derruida para
dar paso a una segunda edificación, erigida entre
1549 y 1551. Casi tan pobre como la primera, la
obra no satisfizo los gustos del arzobispo Loayza,
quien encargó a Alonso Beltrán (1564) el diseño de
un edificio a la altura de tan importante sede virrei-
nal. El proyecto pecaba de ambicioso y estaba inspi-
rado en la catedral de Sevilla. Debido a que la inver-
sión requerida salía de las posibilidades de la arqui-
diócesis, el virrey Martín Enríquez encargó en 1582
un nuevo diseño al arquitecto extremeño Francisco
Becerra, que venía de trabajar con éxito en México
y Quito. Becerra también edificó la sacristía, la cual
se ha conservado a través del tiempo de manera mu-
Fachada de la casona de Osambela, Lima. cho más fiel a su diseño original.
Basílica de Nuestra Señora de la Merced, Lima,
muestra del barroco salomónico.

Su plan comprendía una construcción de


tipo Hallenkirche o iglesia salón. Los arran-
ques de las bóvedas de las tres naves nacían
a la misma altura y a los lados de las naves
menores se abrían las capillas laterales. El
muro trasero era plano y las bóvedas de aris-
ta (góticas) se apoyaban sobre pilares de
planta cruciforme. El plano de perfiles regu-
lares y limpios expresaba un purismo rena-
centista. El coro se ubicaba en la parte media
de la nave central, aunque en el siglo pasado
se trasladó a la zona del presbiterio. Su dise-
ño fue imitado más tarde por la catedral del
Cuzco, aunque la limeña es más esbelta que
la cuzqueña porque en su fachada “su masa
se atenúa por estar dividido el frente por contra- nas por pilastras. El frontis se concluyó en 1645,
fuertes, por presentar una estructura más plana y con una cornisa a manera de frontón partido, de no-
formas más menudas en las portadas, y por la divi- table repercusión en obras posteriores de la arqui-
sión en recuadros de las bases de las torres, cuyos tectura virreinal.
campanarios neoclásicos son mucho más elevados Los principales conventos toman su forma defi-
que en el Cuzco”. nitiva en los comienzos del siglo XVII. En algunos
Doblado el siglo XVII (1604), se inaugura la par- casos se adicionan segundas plantas que incluyen
te del crucero y el ábside de la nueva catedral, y se arcos más pequeños con ojos de buey como en San
destruye el anterior templo para alargar las naves. Agustín, o con doble número de arcos como ocurre
Pero un lustro más tarde todas las techumbres de en San Pedro. En cambio, los claustros menores
piedra se desploman tras el terremoto de 1609. Só- presentan una simetría exacta entre los arcos infe-
lo se conservan hasta nuestros días la bóveda de riores y superiores, aunque los de la segunda plan-
arista de la sacristía y la portada manierista de este ta suelen ser trilobulados, adquiriendo de esta ma-
recinto. Una junta de “peritos en el arte de la edifi- nera un cierto sabor mudéjar. Los monasterios son
cación” recomendó entonces el uso de unas bóve- menos regulares, las monjas prefieren modelos me-
das vaídas de ladrillo en las naves –más achatadas nos ordenados, construyendo como en el célebre
que las de medio punto–, con nervaduras góticas. cenobio arequipeño de Santa Catalina, una multi-
Esta mixtura tecnológica se extendió a otros tem- tud de pequeñas casitas separadas por calles, que
plos y perduró en la catedral hasta el terremoto de forman una diminuta urbe dentro del recinto amu-
1746, cuando las bóvedas debieron sustituirse por rallado. Generalmente las más acomodadas “espo-
otras exactamente iguales, pero de madera y yeso. sas de Cristo” dejan sus hogares sin perder su esta-
Martínez de Arrona prosiguió la obra de Becerra tus social, siendo acompañadas por sirvientas y es-
en una segunda fase de la edificación, dejándola lis- clavas, por lo que se forman pequeñas unidades do-
ta en 1622 para su posterior consagración (1624). mésticas con cámara, recámara y zona de servicio.
Este especialista también diseñó la portada frontal Sólo en épocas más tardías los monasterios constru-
de la catedral en 1632, pero sólo logró edificar el yen claustros periféricos, en los que se agrupan las
primer nivel. Se trata de una portada de dos cuerpos salas de estudio, el refectorio, la sala capitular y
donde se intercalan columnas corintias y nichos pa- otros espacios comunes.
ra esculturas a la manera de las calles de los reta- En el siglo XVII, época del esplendor limeño, las
blos. Nacen de este modo las “portadas-retablo” que iglesias conventuales comienzan a ser modificadas y
después se generalizarán en las iglesias provincia- adoptan una planta basilical. La iglesia de La Mer-
nas. A la muerte de Arrona en 1635, Pedro Nogue- ced de Lima es reconstruida después de 1628 por
ra se hizo cargo del segundo cuerpo de la portada, Pedro Galeano, adquiriendo la forma de cruz latina,
variando el diseño precedente al sustituir las colum- con cúpula en el crucero. La nueva estructura con-
Iglesia de San Francisco, Lima.

tuye “la más renacentista de las igle-


sias limeñas”, aunque sus sobrias
portadas señalan la transición del
manierismo al barroco. Después del
terremoto de 1746 sus bóvedas de
crucería serán reemplazadas por bó-
vedas de cañon seguido, confeccio-
nadas en madera.
La iglesia de San Francisco fue ree-
dificada entre 1657 y 1674, con los
planos del portugués Constantino
Vasconcellos, aunque posteriormen-
te asumió la obra el limeño Manuel
de Escobar. El nuevo edificio señala
la cumbre de la arquitectura limeña
del seiscientos. Si bien la iglesia si-
gue los pasos inaugurados por La
Merced en cuanto a la planta basili-
cal, se distinguirá por algunas nove-
dades estéticas y técnicas. La nave
principal presenta bóveda de cañón
con arcos fajones, técnica que Esco-
templa capillas cuadradas cubiertas con copulines, y bar había implantado en Lima al levantar la iglesia
una nave central con bóvedas vaídas de nervadura, de San Juan de Dios en 1669. Se incluyen unos lu-
cambiadas posteriormente por bóvedas de cañón de netos de quincha en el techo que dan lugar a las
madera. En los pies de la nave se alza el coro alto. ventanas. La gran fachada-retablo es anterior a La
Particularmente hermosa es la portada-retablo Merced y a la de San Agustín, en las cuales dejaría
de 1704, atribuida a Cristóbal Caballero y profusa- su sello, y traslada al exterior la magnificencia inter-
mente decorada con columnas salomónicas y hor- na del templo. Asimismo la portada guarda mucha
nacinas en los intercolumnios. Esta portada está di- semejanza con el altar de la Inmaculada Concep-
vidida en dos plantas y contiene un juego de fron- ción, que presenta las mismas columnas corintias y
tones escalonados que termina en un frontón parti- semejante trabajo de melcochado en el tercio infe-
do. Llama también la atención la combinación de rior de los fustes.
piedras de distintas tonalidades, que van desde el Enmarcada por dos campanarios gemelos de ba-
gris claro hasta el rojo. La Merced tiene además la se almohadillada, la fachada de San Francisco con-
única portada capitalina con influencia mestiza. sigue un efecto de verticalidad diferente al de otras
Durante el furor neoclásico fue “adaptada” al nuevo portadas-retablo. El frontón curvo y partido que co-
canon, borrándose la apariencia de la piedra con rona la fachada imita el modelo de la catedral. El ex-
quincha y estuco, pero a mediados del presente si- terior de la iglesia posee además la singularidad de
glo se le devolvió su antigua prestancia. La iglesia tener una amplia explanada delantera donde se si-
de la Merced es sin lugar a dudas, el más bello ejem- túan el atrio y la plazoleta, brindando una sensación
plo del barroco salomónico en Lima. de amplitud, de la que carecen la mayoría de los
La iglesia San Pedro, perteneciente a la Compa- templos capitalinos. Completando el conjunto a
ñía de Jesús, y llamada originalmente Colegio Máxi- uno de los lados del atrio se ubican la portería del
mo de San Pablo, sufre su tercera reconstrucción convento y las iglesias de la Soledad y del Milagro.
entre 1624 y 1636, siendo consagrada dos años más También Santo Domingo adquiere planta basili-
tarde. Tiene como lejano modelo el Gesú de Roma, cal y tras el terremoto de 1687 cambia sus techos
que oficia como la iglesia más importante de la con- mudéjares por bóvedas vaídas de nervadura, reali-
gregación de los hijos de Loyola. San Pedro consti- zadas en madera. El dominico fray Diego Maroto,
notable arquitecto de la época, esbozará el campa- barroca. También los agustinos erigieron un claus-
nario del templo, realizando además otros trabajos, tro menor, al tiempo que implementaron un intere-
como la antigua portada de la iglesia de la Concep- sante conjunto de época en su recargada sala capi-
ción. También le pertenece el singular claustro cir- tular (1730), recinto decorado por tallas, ménsulas
cular del colegio dominico de Santo Tomás (1669), y veneras.
probablemente inspirado en el palacio granadino de Casi todas las magníficas construcciones lime-
Carlos V. ñas desaparecieron o fueron arruinadas por el catas-
El templo de San Agustín seguirá fiel a su estilo trófico terremoto de 1746, que alcanzó los 8,4 gra-
gótico-mudejar hasta las postrimerías del seiscien- dos en la escala de Richter, según estudios compa-
tos. Iniciada su construcción en 1549, se terminó en rativos. El Callao sufrió al mismo tiempo un des-
1637 siguiendo el modelo de su antigua planta. Sin tructivo maremoto, que prácticamente borró del
embargo, entre 1681 y 1697 fue modernizada, de- mapa sus construcciones. La ciudad completamen-
moliéndose la zona de crucero. Durante la siguien- te en ruinas tardaría en cerrar sus heridas pese a la
te centuria (1720) se le agregará la churrigueresca y dedicación y las iniciativas de algunos gobernantes
monócroma fachada, que ha sido atribuida a Diego como el conde de Superunda. Pero nunca retorna-
de Aguirre, quien ejecuta el altar mayor del templo ría a su antigua opulencia porque la introducción de
imitado por la portada. En esta última se elevan las reformas borbónicas provocó un proceso de em-
unas llamativas columnas salomónicas con racimos pobrecimiento de la capital, que se reflejó en la ca-
y vides, ornamentación pétrea que simula el trabajo lidad de sus edificaciones. Sin embargo, el espíritu
de la madera. La portada, con tres calles y tres altos constructivo no amainará, planeándose paseos y
cuerpos culminados en elevada ventana coral, tiene alamedas, y algunos templos como los Huérfanos y
en cada nivel arcos cortados que recuerdan el inspi- las Nazarenas. Hacia 1790, con la irreflexiva impo-
rador frontón partido de la catedral. En los interco- sición del estilo neoclásico, se transformarán los
lumnios se ubican nichos que albergan numerosas templos, destacando el presbítero Matías Maestro
esculturas, destacando en la zona central la del doc- como remodelador de la urbe (García Bryce 1971:
tor de la Iglesia San Agustín de Hipona. La fachada, 30-31, 62-68; Wuffarden 1994: 524-530; Gutiérrez
que lleva a su máxima expresión la idea de portada- 1983: 153 y ss.; Bernales 1989: 105; San Cristóbal
retablo, es a juicio de muchos estudiosos la más 1988: 43,111-151,301-330; Velarde 1978:197 y ss.;
connotada de las realizadas en la capital. Bayón 1974: 101 y ss.; Maquet-Maquedonski y Nú-
Mas no todas las iglesias pudieron solventar el ñez-Carvallo 1994: 86).
derroche de sucesivas ampliaciones y remodelacio-
nes. Las iglesias secundarias, en especial los monas- Cuzco
terios de Santa Catalina, la Recoleta y las Descalzas La ciudad del Cuzco asentada sobre la antigua
de San José, conservan su antiguo planeamiento capital imperial de los incas, sufrió algunas trans-
hasta nuestros días. Por las mismas razones econó- formaciones iniciales para permitir el paso de cabal-
micas o por consideraciones estéticas no prosperó gaduras, para lo cual se desplazaron algunos muros.
la costumbre de las portadas-retablo fuera de los ca- Posteriormente, durante el sitio al que la sometió
sos nombrados. Se prefirieron las tradicionales por- Manco Inca (1536-1537), fue asolada por incendios
tadas de estuco, tal como se puede apreciar en la sa- y ataques militares. Como consecuencia, muchos
cristía barroca de San Francisco (1622) realizada edificios incaicos fueron desmantelados. Poco des-
por Lucas Meléndez, y en las fachadas traseras de la pués, las edificaciones a la española se levantaron
catedral, llamadas de Santa Apolonia y San Cristó- con piedras extraídas de los viejos muros, o sobre
bal (1732), planeadas por el mulato Santiago Rosa- los cimientos de antiguas paredes. Esta superposi-
les; en la de Jesús María (de 1721, destacando este ción arquitectónica, ideada en nombre de la practi-
templo por conservar su retablería barroca comple- cidad y el ahorro, pasó a simbolizar la conquista y
ta) y en la bella iglesia de las Trinitarias (1722). En el dominio de un nuevo Dios.
este período se levantarán algunos claustros meno- No resulta casual que se aprovechara la estructu-
res como el patio de los Doctores en la Merced ra del Coricancha, o templo del sol, para levantar
(1730), donde se encuentran los bustos en estuco Santo Domingo, donde se utilizó el famoso muro
de los doctores de la orden, o las galerías francisca- curvo del santuario prehispánico para elevar el áb-
nas de San Buenaventura y San Francisco Solano (c. side. También es revelador que el monasterio de
1732), que están unidas por una escalera de factura Santa Catalina se emplazara sobre el antiguo Aclla-
Una vista de la iglesia de Santo Domingo, edificada
sobre los restos del Coricancha, en el Cuzco.

puso en 1598. Este proyecto sigue con tanta


fidelidad las pautas de la catedral de Lima, que
se piensa que el mismo Becerra que dirigió las
obras en la capital debió encargarse del trazo
de la del Cuzco. En 1605 Bartolomé Román
continúa la obra y luego Miguel Gutiérrez
Sancio toma la posta. Concluido su pétreo cas-
co en 1644, sorteó con éxito el terremoto de
1650 y tras algunas reparaciones fue finalmen-
te consagrada en 1669.
A diferencia de su similar de Lima, la cate-
dral cuzqueña tiene la solidez de la piedra. Sus
bóvedas, de ladrillo y no de madera, son ner-
vadas. El coro se encuentra a los pies de la na-
ve central, que es más ancha y horizontal que
huasi, o residencia de las “vírgenes del sol”. Un nue- la de Lima, y está compuesta por ocho tramos en vez
vo Dios reemplazaba a todos los demás y la sumisión de nueve. Su decoración interior es gótico-renacen-
política, económica y social de los nativos se expre- tista, pero su gran portada-retablo, esculpida entre
saba arquitectónicamente por doquier, en cada pa- 1651 y 1657, se afirma en el peculiar barroco cuz-
red, casa o edificio público. queño. Se presume que el autor de la obra fue Fran-
Los vestigios quinientistas en la arquitectura de la cisco Domínguez de Chávez y Arellano, quien repi-
urbe cuzqueña son raros. Las más antiguas eviden- tió algunos elementos de la catedral de Lima, entre
cias las encontramos en la parroquia de Santiago, o ellos el frontón quebrado.
el templo de Santa Ana que data de 1622 y que pre- El terremoto de 1650 cambiaría la faz del Cuzco.
senta nave sin crucero, presbiterio de bóveda con El terrible seísmo que duró más de “dos credos” des-
nervaduras y una portada manierista. De la misma truyó por completo la ciudad, como lo puede testi-
época son los claustros de San Francisco, Santo Do- moniar Diego de Esquivel y Navia en sus Noticias
mingo y las galerías de la Compañía, todos ellos con cronológicas de la gran ciudad del Cuzco: “arruinóse
arquerías llanas de medio punto, sostenidas por co- casi todas las casas de la ciudad y las más de ellas po-
lumnas pétreas de fuste monolítico. co más que hasta los cimientos y las que no cayeron
Diferente es el caso de las iglesias rurales, erigidas quedaron de manera abiertas y rajadas que en ningu-
en tiempo de Toledo para las “reducciones de in- na se podía habitar con seguridad... ... la iglesia cate-
dios”. Una sucesión de iglesias como las de Urcos, dral antigua quedó abierta de manera que los seño-
Oropesa, Huasac, Huaro, San Jerónimo, Cai-Cai y res prebendados no teniéndose por seguros en ella
Andahuaylillas conservan casi intactas sus ca-
racterísticas quinientistas, con muchísimas re-
miniscencias arcaizantes. Habitualmente cons-
tan de una sola nave con arco triunfal entre el
cuerpo y el presbiterio, y cubiertas de par y nu-
dillo o artesonados mudéjares. Hacia el exterior
presentan capillas y explanadas para predicar a
grandes multitudes.
Especial interés reviste la ejecución de la
iglesia catedral del Cuzco. La primera construc-
ción, terminada en 1563 bajo los designios de
Juan Miguel de Veramendi, fue reemplazada
por un templo mayor, cuya primera piedra se

Iglesia de Andahuaylillas, Cuzco.


Iglesia de la Compañía de Jesús, Cuzco, obra maestra del
barroco colonial.

para celebrar los divinos oficios erigieron en la


plaza sitio... ...lo mismo hicieron las religiones
que siguieron los ciudadanos, viviendo en las pla-
zas y huertas y chozas de lienzos y toldos... ... el
convento de Santo Domingo cayó todo él sin que-
dar iglesia, celda, claustros ni otra alguna ofici-
na... ...el de San Francisco padeció grandes ruinas
porque cayéronse la iglesia, coro y campanario re-
cién fabricado de cantería... ...en el convento del
glorioso San Agustín padeció la misma calami-
dad... ...cayó toda la iglesia de la Compañía de Je-
sús…”.
Las obras de reparación empezaron casi de in-
mediato, pero el impulso reconstructivo se redo-
bló en 1673, con la llegada al Cuzco del obispo
don Manuel de Mollinedo y Angulo. El cultísimo
prelado madrileño se trasladó a la antigua capital
de los incas llevando una espléndida pinacoteca,
con obras de los mejores pintores del momento.
Hizo despliegue de un refinado gusto por la esté-
tica barroca y nadie pudo contener su avasallador
deseo de arrasar con todo rastro arcaizante en la
ciudad que se levantaba de las ruinas. Bajo su go-
bierno (1673-1699) se erigieron no menos de me-
dio centenar de iglesias desde su primera piedra,
se reconstruyó el Cuzco que ha llegado hasta no- tre pilastras, siendo coronadas por copulines octo-
sotros y siguiendo las pautas del barroco se irradió gonales y unos pináculos.
el estilo hacia el altiplano, como lo demuestran los Las iglesias de la Merced (1675) y San Francisco
bellos templos de Ayaviri, Lampa y Asillo. De este (1652) son muy semejantes en su estructura. Las
modo, tras el terremoto de 1650 surgirá una ciudad dos presentan planta de cruz latina y tres naves pa-
homogénea de gran fuerza expresiva, con templos ralelas separadas por arquerías con pilastras tosca-
en donde los recios muros de piedra harán resaltar nas y bóvedas de crucería. La portada de la Merced
aún más las portadas barrocas, y casas que mostra- es “la más delicada del manierismo cuzqueño”.
rán una armonía estilística con el conjunto. Seme- Las iglesias de monjas de nave única son de me-
jante sensación de grandiosidad se manifestará al nor envergadura. Asombran por su armonía la de
interior de las iglesias, pues los llanos y pulidos mu- Santa Clara (1622), dejada casi intacta por el terre-
ros de piedra evidenciarán de manera impactante la moto y con portada renacentista, y la de Santa Ca-
exuberante talla dorada de los retablos barrocos. talina con dos ingresos laterales y coro frente al al-
La iglesia cuzqueña de la Compañía de Jesús se tar mayor. Esta última posee una fachada gemela a
revela como la obra maestra del barroco colonial. la iglesia de Santa Teresa, denotando en sus trazos
Levantada entre 1651 y 1668, tiene una única nave barrocos algunos elementos del manierismo tardío.
con planta de cruz latina y capillas laterales. El cru- Internamente Santa Teresa tiene un coro perpendi-
cero está techado con una cúpula sobre tambor cular al presbiterio y entrada por los pies de la nave
mientras el resto se cubre con bóvedas de crucería central.
nervadas. El exterior del templo causa un efecto de Durante el “período Mollinedo” se termina de
elevación y no descuida la unidad con el interior. La edificar la iglesia de San Sebastián (1678), levanta-
portada se integra con los campanarios por la gran da en adobe pero con una hermosa portada-retablo
cornisa trilobulada que da unidad al edificio. Las to- diseñada por Manuel de Sahuaraura, que se consti-
rres son de dos tramos y presentan ojos de buey en- tuye en un hito del barroco. También a esta etapa
corresponde San Pedro (1699), que sigue los planos iglesias de Jesús María (1735), el Triunfo (1732) y
de Juan Tomás Tuyru Tupac y tiene una gran correc- el campanario dominico (1731), de bellas pilastras
ción académica. La iglesia que pertenecía al hospi- salomónicas (García Bryce 1971: 35-40; Wuffarden
tal de naturales nos recuerda el templo de la Com- 1994: 537-540; Bernales 1987: 247, 274-275; Velar-
pañía, por las capillas en nicho, la cúpula sobre de 1978: 131 y ss.; Bayón 1974: 67 y ss.).
tambor y los campanarios.
La iglesia de Belén (1698) fue patrocinada por Trujillo
don Manuel de Mollinedo y su sobrino Andrés, y La ciudad de Trujillo fue fundada en 1535, sólo
pese a su sencillez despliega brillantes líneas y pre- dos meses después que Lima. El trazo de Miguel de
senta una sutil armonía. De dimensiones más bien Estete tendrá una planimetría muy regular, con la
pequeñas, tiene sólo una nave y carece de crucero, plaza en el centro, materializándose así la idea de la
además de poseer una cornisa continua que alberga ciudad renacentista. Pero después toda el área urba-
un relieve de los Reyes Magos, y una portada trape- na se rodea de murallas edificadas según los manda-
zoidal de influencia incaica. También por entonces tos del duque de la Palata (1687). La localización
se alzan los muros del claustro de la Merced (c. costera la llevará a tener similitudes arquitectónicas
1663), con dos grandes escaleras que reflejan un con la capital del virreinato, pues el clima y la pari-
medio camino entre el manierismo y el barroco. dad de los recursos constructivos así lo imponen.
También encontramos columnas de piedra que imi- Los terremotos destruyeron repetidas veces la ciu-
tan una talla de madera con decoración de escamas dad, siendo especialmente devastadores los ocurrri-
y diamantes, y pilares almohadillados. No menos dos en 1619, 1636, 1687 y 1759, que borraron de la
importante es la portería del Colegio Mayor de la memoria los edificios de los siglos XVI y XVII.
Compañía –colindante con la iglesia–, cuya cúpula La ciudad fue elevada a sede episcopal en 1616,
nervada apoyada sobre cuatro pilares se constituye por lo cual un sencillo templo mayor asumió la ca-
en “uno de los más perfectos espacios de planta tegoría catedralicia. El sismo de 1619 echó por tie-
central del Perú”. Al llegar el siglo XVIII, la arqui- rra dicha edificación y el de 1636 volvió a desplo-
tectura eclesiástica del Cuzco está casi concluida, y mar el templo recién reconstruido. La tercera cons-
sólo quedarán por hacer las pequeñas y céntricas trucción de la catedral, planificada por fray Diego
Maroto en 1643,
sólo se terminó en
1666. Tres años
más tarde se le
añaden cúpulas
sobre el presbite-
rio y la cripta ma-
yor, bajo el diseño
de Nicolás de Ro-
jas. La iglesia con
planta procesional
de tres naves, cruz
latina y coro sobre
la nave central, su-
frió daños meno-
res durante el te-
rremoto de 1759,
luego del cual fue
sometida a una
restauración, do-
tándola de las vo-
luminosas torres

Catedral de Trujillo,
La Libertad.
de la actualidad. Su aspecto es
sobrio y sus líneas simples. Sólo
sobresalen los pilares, los arcos
fajones y las bóvedas de arista de
ladrillo. Y todas las superficies
están enlucidas y encaladas.
La iglesia de la Compañía
(1640) presenta una interesante
variante de la planta basilical,
contando con tan sólo capillas
laterales en los dos tramos veci-
nos al presbiterio. De esta mane-
ra se simula una inexistente cruz
latina. Su hermosa portada de
Alonso de las Nieves tiene dos
cuerpos separados por colum-
nas jónicas y corintias. Ello con-
trasta con el aspecto macizo y
arcaico del resto de la construc-
ción, por lo que muchos consi-
deran que es “uno de los mejo-
res ejemplos de la transición del
manierismo al barroco”. Iglesia de Santo Domingo, Trujillo, La Libertad.
Santo Domingo fue arruina-
da en 1619 antes de ser conclui-
da, por lo que debió ser reedificada en 1641 y refac- mantiene fiel a su función original, siendo una pe-
cionada en 1759. Su planta basilical, de cruz latina, queña ciudadela amurallada en donde el tiempo se
se halla cubierta por bóvedas vaídas de ladrillo. La ha detenido. Rodeando la ciudad se encuentran los
extrema anchura de su edificación brinda la sensa- templos rurales de Huamán y Mansiche de princi-
ción de horizontalidad y solidez. Sus volúmenes ex- pios del siglo XVIII. Las techumbres de ambos son
ternos son sencillos y sólo destaca su clásica y so- ensambles de madera, bajo el sistema de par y nudi-
bria portada y un alargado campanario. La Merced llo. El segundo de los recintos presenta una portada
se singulariza en cambio por las pechinas pintadas clasicista, mientras el primer templo llama la aten-
con la vida de San Pedro Nolasco y por su cúpula ción por su elaborada portada barroca en estuco po-
central, hoy en día de madera. En San Francisco licromado, con esbeltas columnas, doble frontón
conviene destacar la torre octogonal, mientras en quebrado y sirenas tocando charango. Otra varie-
San Agustín sorprende su larga bóveda de cañón dad de barroco mestizo es la que adorna la sobria y
apoyada sobre muros de adobe, que han sido perfo- maciza iglesia de Huanchaco, desde cuyo promon-
rados con arcos para permitir la comunicación con torio y alta torre se pueden otear largas distancias
las naves laterales. (García Bryce 1971:58-60; Wuffarden 1994: 555-
En el siglo XVIII se construyen los templos de 556; Velarde 1978: 324 y ss.).
Belén, Santa Ana, Santa Rosa, Santa Teresa y San Lo-
renzo, que tienen sobrias líneas. Esta sencillez ex- Huamanga
presiva marca la arquitectura de una ciudad asolada Fundada por Pizarro en 1539 como importante
por los terremotos, y más bien corresponderá al mo- sede de encomenderos, Huamanga alcanzó durante
biliario litúrgico que engalane las construcciones, el siglo XVII un altísimo rango debido a su condi-
conservándose magníficos retablos de diversos pe- ción de ciudad comercial, pues era obligado itinera-
ríodos, y muy notable escultura. rio de los arrieros que se dirigían al Cuzco. Dicha
Muchos conventos trujillanos han sido reutiliza- pujanza la convierte rápidamente en obispado,
dos con fines civiles, pudiéndose observar todavía creándose su universidad en 1677 y albergando una
las arquerías de medio punto con pilares cuadrados. regular población que se reclina y ora en sus 33
Sin embargo el monasterio del Carmen (1724) se iglesias. Convendrá anotar que sus templos nunca
tuvieron las magnas proporciones de las construc- te luce una fisonomía absolutamente diferente. Pre-
ciones cuzqueñas. Sus piedras de origen volcánico y senta planta procesional de cruz latina, coro sobre
de tonalidad grisácea confieren una cierta pátina la nave central y naves laterales de menor altura, lo
melancólica a sus edificaciones, en especial a sus que rompe la idea de la planta salón. El obispo Cris-
patios. Sus sobrias fachadas mantienen un fuerte ca- tóbal de Castilla y Zamora finalmente la terminó en
rácter renacentista y los campanarios adquieren sin- 1672, lo que ha llevado a considerarlo el “Molline-
gular fisonomía, con sus cupulines semiesféricos y do huamanguino”.
puntiagudos pináculos, que se ven reproducidos en La Compañía de Huamanga se edifica entre 1614
las iglesitas artesanales de Quinua. Interiormente y 1693, presentando una disposición bastante dife-
los templos presentan una sola nave, a excepción de rente al Gesú de Roma, modelo que habitualmente
la catedral y San Francisco, con interesantes traba- siguen las iglesias jesuíticas. El templo de una sola
jos de molduras y cornisas. nave, cubierta con bóveda de cañón y capillas late-
La iglesia que mejor conserva sus características rales, adquiere un aspecto arcaico. La fachada rena-
originales es la de Santa Clara, donde se aprecia cla- centista soporta un frontón partido sobre la porta-
ramente una planta gótico-isabelina, con arco triun- da. Las torres dieciochescas están decoradas con hi-
fal entre el presbiterio –de techo mudéjar– y la na- leras de flores y relieves geométricos, y coronadas
ve cubierta con una estructura de par y nudillo. de capiteles bulbosos de raigambre rococó.
Destaca además una bella portada renacentista. La Santo Domingo (1715) se eleva sobre una plan-
catedral planeada por el jesuita Martín de Aizpitar- ta de cruz latina, de amplia nave y brazos apenas in-
sinuados. Exteriomente presenta
una galería de tres arcos en el se-
gundo cuerpo de la portada y una
alta espadaña de tres ojos. Ello nos
recuerda las capillas abiertas del
Alto Perú. La iglesia de San Fran-
cisco va precedida por una porta-
da del siglo XVI y su planta, modi-
ficada en 1723, insinúa con sus
naves de disposición transversa, la
idea de la Hallenkirche o iglesia sa-
lón. El monasterio de Santa Teresa
(1703) en cambio, sugiere una
fuerte influencia manierista. San
Francisco de Paula, de una nave y
cúpula en el crucero, la Buena
Muerte, Santa Ana y San Juan de
Dios son levantadas durante el si-
glo XVIII y presentan por el con-
trario una simplicidad antibarroca
en sus fachadas (García Bryce
1971: 48-51; Wuffarden 1994:
550; Velarde 1978: 286 y ss.).

Arequipa
La fundación española de Are-
quipa se remonta a 1540. A partir
de entonces, sin prisa pero sin
pausa, se irá gestando un extenso
y activo circuito comercial que
tiene como centro esta ciudad,

Iglesia de Santo Domingo, Ayacucho.


abarcando desde el Alto Perú hasta las zonas coste-
ras entre Camaná y Tarapacá. Tal espacio geográfi-
co proveyó la riqueza que quedó retratada en las
casonas solariegas y en los macizos edificios reli-
giosos de piedra sillar. Los insistentes terremotos
de 1600, 1601 y 1687 produjeron una peculiar ar-
quitectura que no apelaba a las estructuras flexibles
y livianas, sino a voluminosas masas reforzadas por
recios contrafuertes, realizados con el abundante y
dúctil tufo volcánico. El sillar, mezclado con hor-
migón y luego tallado y pintado a la cal, sería utili-
zado tanto en los muros de cimentación como en
las bóvedas de las edificaciones, haciendo innece-
sarios la escasa madera y el ladrillo.
La ciudad resurge de sus sucesivas ruinas, pero a
fines del seiscientos ya está definido un particular
estilo barroco-mestizo, que ha llegado hasta noso-
tros. El “brutalismo” estructural es contrapesado
por la delicadeza de la ornamentación de herencia
plateresca, que exorna portadas y ventanas. Este ti-
po de decoración que se inicia en los trabajos de la
iglesia de Santo Domingo y adquiere madurez con Iglesia de la Compañía, Arequipa.
la regia portada de la Compañía, se extiende por
igual en la construcción civil como en la religiosa.
Las iglesias conventuales tienen frecuentemente En la Merced arequipeña (1657) también inter-
planta de cruz latina, capillas interconectadas, so- viene el genio de Aldana. Dicho templo tiene pro-
brios campanarios y cúpulas macizas y apaisadas, porciones menores que la Compañía y es cubierto
sostenidas por recios contrafuertes escalonados y por una bóveda de cañón que termina en cúpula so-
machones coronados por pináculos. Dentro de estas bre el ábside. Santo Domingo (1680) en cambio
edificaciones la más antigua es San Francisco, dise- presenta mayores proporciones y su portada lateral
ñada por Gaspar Báez. Esta iglesia de finales del si- mestiza podría ser la más antigua de la región. Su
glo XVII posee un muro testero curvo y capillas portada principal comprende “un solo arco de me-
agregadas posteriormente. La fachada y la portada diopunto flanqueado por claras pilastras compues-
evocan el léxico renacentista. tas de espigados cuerpos superpuestos que se alzan
También el templo de la Compañía de Jesús de para alcanzar la elevada cornisa; ésta se abre, se
fines del siglo XVII, cuyo diseño correspondió al quiebra y limita el tímpano del frontón con una gra-
maestro Juan de Aldana, es clásico ejemplo de una ciosa curva envolvente y rebajada”.
concepción espacial renacentista. Las columnas de Los conventos son habitualmente de una planta
orden jónico sostienen la bóveda de cañón y rema- y sus corredores cubiertos con bóvedas de cañón se-
tan en una cúpula que ampara el presbiterio. El ex- guido, o de arista, circundan un espacio central, y
terior muestra una portada lateral atribuida a Simón están apoyados en recias columnas de base cuadra-
de Barrientos (1645), que representa a Santiago Ma- da. La decoración se reduce a simples molduras, im-
tamoros y varias sirenas que lo circundan. La exqui- postas y cornisas, aunque se encuentra una excep-
sita portada principal de 1698 es una obra maestra ción en el claustro jesuita (c. 1738), donde los lados
de estilo barroco-mestizo. Bajo un amplio frontón de las columnas se prestan para una exuberante or-
trilobulado se desarrolla una portada-retablo, con namentación naturalista, atribuida a Lorenzo Panti-
columnas corintias pareadas, cuyo fuste presenta en goso. Los monasterios de Santa Teresa y Santa Cata-
el tercio inferior el trabajo de “melcochado”. Estas lina conservan aún hoy su fisonomía virreinal, ejer-
columnas sostienen los dos cuerpos de la portada, ciendo este último una especial atracción para el vi-
que permiten ubicar centralmente una ventana co- sitante contemporáneo, porque ejemplifica lo que
ral y pináculos. La ornamentación desarrolla planos fueron otras ciudadelas religiosas de la colonia. Co-
y nutridos motivos naturalistas. mo bien lo ha expresado José García Bryce: ”se agre-
da Concepción de Yanque, entre cuyas dos
gruesas torres se enmarca un impresionante
tapiz de piedra de la fachada principal, con la-
brado planiforme de follajería e imágenes de
santos. No menos interesante resulta Santiago
de Coporaque con su fachada de tres niveles
coronada por una larga tribuna abierta al atrio
de cinco vanos. Destaca en un costado una ca-
pilla lateral con notable portada renacentista.
El templo de Santa Ana de Maca posee una
hermosa portada y tribuna exterior además
del característico arco cubierto, que es la pro-
yección de la bóveda de cañón sobre la parte
saliente de las torres. La Purísima Concepción
de Lari posee también arco cubierto y sus pro-
porciones son mayores que las de las iglesias
vecinas. Cuenta asimismo con planta de cruz
Galería de los confesionarios adornados con pinturas al óleo en los latina y macizos volúmenes en sus torres (Ve-
netos de los arcos, Monasterio de Santa Catalina, Arequipa. larde 1978: 236-264; Patrucco et al. 1995:
108-111; Tord 1983; García Bryce 1971: 45-
47; Wuffarden 1994: 542-544).
ga al conjunto del monasterio propiamente dicho,
una zona que bien podría llamarse urbana, ya que, Puno
a manera de un burgo medieval, está formada por La región del Collao irrigada por el lago Titicaca
angostas calles y plazas pequeñas que se fueron era la antesala del mítico Potosí y poseía un enor-
creando por las religiosas de fortuna que construían me potencial agropecuario y minero, como es evi-
para sí pequeñas viviendas con cámara, recámara, denciado por las notables fortunas personales de
patiecito y una habitación para la criada o esclava. los curacas lupacas. La zona estuvo originalmente
Encerrado dentro de los altos muros del monasterio entregada a la actividad misional de los dominicos,
este conjunto forma, en el sentido literal de la pala- pero en 1576 los jesuitas tomaron a su cargo la la-
bra, una verdadera ciudad dentro de otra ciudad”. bor pastoral. Se inicia de este modo un período de
En el área suburbana de la ciudad del Misti se expansión de la fe, levantándose simultáneamente
encuentran las iglesias de San Miguel de Cayma más de dieciséis iglesias, siete de las cuales se ha-
(1746) de tres naves y cúpula, con portada precio- llaban concluidas al llegar la nueva centuria. La es-
sista; San Juan Bautista de Yanahuara, de fachada tética de este primer momento es especialmente
unitaria y cúpula central; y la del Espíritu Santo de anacrónica, pues en la arquitectura se reproducen
Chihuata, donde además del trabajo de su portada, modelos gótico-mudéjares de ascendiente peninsu-
destaca la decoración de su cúpula barroca exorna- lar, entremezclados con ideas del orden renacentis-
da con innumerables ángeles. ta. Su estructura recurre al adobe, la piedra y la
Distinto es el caso del incomunicado valle del madera y techos con el sistema de par y nudillo.
Colca, dependiente también de la diócesis de Are- Las portadas de las iglesias más antiguas siguen las
quipa, donde se multiplicaron las reducciones de pautas del cinquecento. A contrapelo del paso del
indios y las iglesias rurales. En una suerte de mese- tiempo, todavía es posible contemplar casi sin va-
ta por donde se abisma uno de los más profundos riaciones los templos como San Juan de Juli, San
cañones del mundo, y sacudida por una constante Pedro de Acora y la Inmaculada de Paucarcolla, to-
actividad sísmica y volcánica, se esparcen catorce dos ellos del siglo XVI.
pueblos que compiten por poseer las más notables Bajo la gestión del obispo Mollinedo se consoli-
y hermosas iglesias. Estancado en un ille tempore vi- dará un segundo gran momento de la arquitectura
rreinal, ya que careció durante siglos de vinculación puneña. Entre 1675 y 1699 se construyeron once
con el mundo moderno, el Colca ha mantenido sus templos en la región, que no ocultan la influencia
templos en condiciones estilísticamente puras. Re- del barroco cuzqueño, como puede constatarse en
salta dentro del conjunto la iglesia de la Inmacula- las iglesias de Lampa, Asillo y Ayaviri. Son iglesias
La catedral de Puno,
concluida en 1747,
alberga tres imágenes
reputadas como
milagrosas: la Virgen de
los Remedios, el Señor
del Quinario y el Señor
de la Agonía.

construidas en grani-
to, con planta de
cruz latina, bóveda
de piedra y cúpula
sobre el crucero. Las
capillas se hacen con
arcos sobre los mu-
ros laterales. El ter-
cer momento impor-
tante se desarrolla a
lo largo del siglo
XVIII donde el estilo
más mestizo que ba-
rroco llega a su ma-
durez. La arquitectu-
ra puneña en esta
etapa tiene fuertes
vinculaciones con la practicada en Arequipa, por la Otro ejemplo interesante es la catedral de Puno
notable decoración planimétrica y la exornación de (1757), en la que se reúnen la influencia cuzqueña,
tapiz. Nuevas formas se superponen a los viejos que se manifiesta en sus torres barrocas, y la arequi-
templos, introduciéndose el nartex, crucero, presbi- peña que se expresa en su portada mestiza, firmada
terio y torres. por Simón de Asto. La portada-retablo contiene co-
La doctrina de Juli –un campo experimental de lumnas salomónicas, imágenes de bulto y decora-
las misiones jesuitas que posteriormente se implan- ción planimétrica en el fondo, de donde surgen
taron en el Paraguay– estaba dividida en cuatro par- abundantes figuras en relieve. Repitiendo la fachada
cialidades, siguiendo las nociones espaciales de la de la catedral limeña, los frontones partidos separan
cuatripartición andina, y poseía lógicamente cuatro los dos grandes cuerpos. Fuera de los límites crono-
hermosos templos: San Juan, Santa Cruz, la Asun- lógicos de nuestro trabajo, los templos de San Pedro
ción y San Pedro. A la iglesia de San Juan se le aña- de Zepita, San Pedro de Juli y la Asunción, San Pe-
de una portada lateral muy trabajada, y también un dro de Acora y Santiago de Pupuja sufren el embate
crucero, capilla mayor y baptisterio. Algo semejan- de algunos elementos neoclásicos tardíos (Velarde
te sucederá con la Casa de Dios de Santa Cruz, que 1978: 268-283; Wuffarden 1994:546-568; García
adoptó nueva planta y un sotacoro con anchas co- Bryce 1971: 43).
lumnas salomónicas pareadas.
Dentro de este período cabe resaltar la construc- Huancavelica
ción del templo de Santiago de Pomata (1726), “pa- La ciudad de Huancavelica fue fundada en 1572
radigma de la escuela arquitectónica collavina... en por orden del virrey Francisco de Toledo, quien la
la que se desarrolla una correspondencia entre la denominó Villa Rica de Oropesa, en honor de su pa-
decoración y la estructura arquitectónica”. Su inte- tria en la Península. Rápidamente adquirió fama y
rior muestra una pulcra talla de tipo tapiz que se ex- fortuna de “alhaja de la Corona”, por su ingente ri-
tiende a lo largo de las bóvedas, las ventanas y puer- queza minera cifrada en el mercurio o azogue, im-
tas, llegándose en la sacristía a la perfección. No en prescindible para amalgamar la plata. Los ricos mi-
vano constituye una de las cumbres del arte mesti- neros y las altas autoridades y comerciantes no tar-
zo altoperuano. daron mucho en levantar sus mansiones y casonas
y favorecer a las funda- Iglesia de San Francisco,
ciones religiosas. Huancavelica.
La construcción ecle-
sial destaca por su arcai- sión material de ese de-
co trazo. A dicha percep- sarrollo trunco.
ción parece contribuir la Arquitectónicamente
ausencia de bóvedas y cabe resaltar cuatro
cúpulas, pues las te- grandes conjuntos mo-
chumbres aparecen cu- numentales: San Fran-
biertas por tejados, algu- cisco y la Recoleta Fran-
nos de ellos de “mojine- ciscana, el monasterio
te”. Las salientes corni- de las Concepcionistas
sas quizá denotan el de- Descalzas con su iglesia
seo de reemplazar los te- de La Inmaculada, el
jados a dos aguas por bó- complejo hospitalario de
vedas de medio punto. Belén y la catedral. To-
La setecientista San Fran- dos los templos, salvo el
cisco (1774) es la única de la Inmaculada, están
iglesia con cúpula sobre cubiertos con bóvedas
el crucero y con portada de piedra volcánica de
plateresca, mientras la de un tono gris claro. En
San Sebastian, o la Santí- sus zócalos y molduras
sima Trinidad de Conay- aparecen decoraciones
ca –con fuerte influencia de flores y rombos, con
mestiza–, resaltan por la supervivencias manie-
simplicidad de los ele- ristas y platerescas. Pese
mentos que contrastan con las armoniosas facha- a las columnas salomónicas, las portadas poseen un
das. Barrocas en cambio son las portadas de la cate- gran influjo renacentista.
dral, con la característica piedra roja de pucarumi, La construcción de la catedral data de 1685,
Santo Domingo con gran amplitud y sólidos campa- consagrándose en 1762. Su apaisada fachada pre-
narios que escalonan pilastras, y Santa Bárbara, senta una abundante decoración y un complicado
donde su estirpe churrigueresca y las columnas sa- almohadillado en los espacios entre las tres porta-
lomónicas refuerzan aún más el contraste entre la das. La portada central se levanta en tres niveles,
sobriedad estructural y la saturación ornamental conteniendo columnas salomónicas, ventana coral
(Velarde 1978: 242-253; García Bryce 1971: 51-52; y nichos en los intercolumnios, e impresiona más
Wuffarden 1994:551). que las laterales y que la base trunca del campana-
rio. Sus proporciones se atienen a una composición
Cajamarca renacentista y la decoración se acerca al plateresco.
Si bien la plaza de Cajamarca estuvo definida por El interior es severo, siguiendo una planta de cruz
un emplazamiento prehispánico, la ciudad misma latina, aunque sin cúpula. La nave central, separada
no guardó una unidad y coherencia con el asenta- de las adyacentes por muros en los que se han ho-
miento previo sobre el que se estableció, pues úni- radado arcos, remata en un magnífico altar dorado.
camente subsisten algunos restos como el Cuarto La iglesia de Belén (1744) imita a la catedral y su
del Rescate y los Baños del Inca. Desde mediados del nave de cruz latina presenta brazos apenas insinua-
siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII, Cajamar- dos. Bajo una gran cúpula con cimborrio octogonal
ca gozó de una creciente actividad obrajera, ganade- se cierra un interior ornamentado íntegramente con
ra y agrícola, que le proporcionó recursos y exigió rombos, los que adornan todas las caras de las pilas-
el desarrollo de un entorno urbano. Pero la expan- tras y del arco toral. Exteriormente encontramos,
sión de la hacienda y la competencia de las mercan- entre dos cuerpos laterales cúbicos y macizos, una
cías extranjeras cortaron bruscamente ese auge eco- portada de tres cuerpos y tres calles. Ella exhibe “lí-
nómico a inicios del siglo XIX. Según algunos auto- neas verticales y dominantes de columnas pareadas
res, la falta de torres en las iglesias sólo es la expre- y superpuestas, anchos paños de muros interme-
dios, y el admirable remate de los tres arcos flo-
ridos”. En su frontis sobresale la hermosa venta-
na coral lobulada. Vecino al templo se encuentra
la doble estructura del hospital de Belén, una de
las construcciones asistenciales mejor conserva-
das de la colonia.
La iglesia de San Francisco comenzó su fábri-
ca en 1669 y aunque inconclusa por la falta de
campanarios, tiene una muy especial composi-
ción. Como ha señalado García Bryce: ”la planta
de cruz latina de tres naves y crucero con cúpu-
la genera en San Francisco uno de los más her-
mosos interiores de la colonia. Su belleza no re-
posa en el adorno que es más bien parco, sino en
la armonía y el balance que existe entre la forma
espacial y la forma estructural”. En su exterior
presenta almohadillado total y una portada as-
cendente de tres cuerpos.
La única iglesia que llegó a concluirse en to-
da la ciudad de Cajamarca fue la Recoleta Fran-
ciscana, que resalta por su unitaria fachada con
espadañas gemelas y su amplio atrio. La iglesia
de la Inmaculada Concepción (1806) presenta
una evolución hacia el neoclasicismo en su vas-
to frontón triangular y en el monasterio adya-
cente llamado de las Concepcionistas (Velarde
1978: 306-322; García Bryce 1971: 53-55; Wuf-
Catedral de Cajamarca.
farden 1994: 552-553).

ARQUITECTURA DOMÉSTICA las jóvenes ciudades podían aspirar a tan ansiado


sueño, por lo que pronto se implantaron otros mo-
La construcción de las casas de las ciudades ini- delos de unidades domésticas menos pretenciosos.
ciales del virreinato fue una empresa que ocupó du- La escala habitacional se iniciaba con el humilde
rante muchos años la atención de los nuevos veci- “callejón de cuartos” o “casa comunal”, donde una
nos. Adaptar los recursos y métodos de construc- hilera de habitaciones se unía con la calle por un
ción nativos a las edificaciones de matriz española, pasaje a cielo abierto. Cada cuarto, o dos o tres de
fue un proceso ligado al ensayo y al error, porque estas piezas constituían una unidad de vivienda. Es-
los insistentes terremotos se encargaban de poner a ta sencilla forma de construcción era utilizada tam-
prueba los sistemas utilizados y desechar algunas bién en las posadas, los tambos y los asilos. Un pel-
innovaciones técnicas y hasta estilísticas. Pero tam- daño más arriba se situaba la más sencilla de las ca-
bién hubo casos en que las nuevas edificaciones uti- sas independientes, cuyo reducido frente no pasaba
lizaron como base la planta, los cimientos y algunos de los 5 metros. Esta vivienda estaba conformada
de los muros que quedaban en pie de los antiguos por una, dos o tres habitaciones pero con puerta
edificios prehispánicos. propia a la calle, y con suerte una ventana. A veces
En épocas tempranas el ideal de vida de los en- el terreno era suficiente como para dejar un espacio
comenderos se materializaba a través de la “casa po- entre el muro exterior y el inicio de la casa misma,
blada”, que posibilitaba un estatus señorial. Física- donde se extendía un pequeño patio delantero. Un
mente esta vivienda, a la que todos los colonizado- tercer tipo sería la mencionada casa con patio cen-
res aspiraban, asumía la conformación de la “casa tral alrededor del cual se ubicaban las principales
patio” o casa de tipo mediterráneo, donde las habi- piezas. Dependiendo del tamaño del predio, podía
taciones se organizaban en base a uno o más patios contar con uno, dos o más patios, y éstos podían te-
centrales. Sin embargo no todos los habitantes de ner habitaciones sólo a un lado, o a ambos lados del
Luego de revisar esta somera tipología
deberemos examinar con detenimiento la
típica edificación doméstica, la tan nom-
brada casa patio que tanto se generalizó en
las principales ciudades, entre ellas Lima.
Harth Terré la describió de la siguiente ma-
nera: “la casa solariega tenía siempre un
zaguán que daba entrada a un patio con
una habitación al fondo, por lo general la
sala o la cuadra; luego dos habitaciones a
un costado que se designaban como cáma-
ra y recámara; otros aposentos a continua-
ción de la sala, con vista a un jardín o a un
patio menor en donde estaban, si la casa
era de mayor importancia, unas caballeri-
Quinta de Presa, casa de campo propiedad de la familia Carrillo de zas o pesebreras y corrales, y algunas habi-
Albornoz, edificada en el siglo XVIII. taciones para la servidumbre. En el patio a
un lado la escalera a la azotea o galería,
espacio central. Hacia el siglo XVIII surgiría un nue- más tarde a los aposentos altos. Por lo general se ha-
vo tipo de casa llamada “quinta” o casa campestre, cían éstos sobre el zaguán... ... los portones eran
asentada en zonas semirrurales, en un limbo entre amplios para que pudiera salir una carroza holgada-
la mansión urbana y la casa hacienda, y copiando el mente, con hojas con clavazón de bronce, quiciale-
modelo francés del hôtel entre cour et jardin. Luego ra, tejuelos, gorrones, cerradura y aldabón, abaza-
de un patio de honor abierto, se levantaba una plan- deras de fierro y sus argollas de hierro... ... los qui-
ta alargada con salones ordenados a lo largo de una cios, la mayoría de dintel pero algunas con arco”.
galería central, con terraza con vista al jardín poste- En este tipo de casa pueden distinguirse tres zo-
rior. En Lima perduran la quinta de Presa y la quin- nas claramente delimitadas. En primer lugar se ha-
ta del Prado, las que se levantaron según la estética lla la zona exterior con el zaguán y las habitaciones
rococó y bajo el influjo de Amat. con frente a la calle, que cuando eran alquiladas co-
La vivienda rural oscilaba entre la sencilla casa mo negocios debían cambiar las ventanas de reja
campesina y la casa hacienda. Cuando los poblado- por puertas para atender a los clientes. Luego se en-
res andinos lograban evitar el traslado obligatorio a cuentran el patio y las habitaciones principales don-
las reducciones, seguían edificando moradas muy de la familia recibe y donde se colocan los muebles
semejantes a las utilizadas en las épocas previas a la más lujosos. A partir del segundo patio se levantan
conquista, con canchas, muros de adobe o pircados las habitaciones del servicio y la cocina, a la que se
y techo a dos aguas cubierto con paja o ichu. En la suman huerta, gallineros, corrales y otras depen-
costa se utilizaban muros de adobe, quincha, man- dencias. Es de notar que hasta el siglo XVIII las ca-
gle y ramadas laterales. Las casas-hacienda en cam- sas no contaban con comedor, el cual se difundió
bio eran complejas edificaciones que cumplían fun- por influencia francesa.
ciones económicas, fiscales y religiosas y estaban Externamente las fachadas eran asimétricas, con
compuestas por una diversidad de construcciones. portadas de ladrillo o piedra y estuco en el resto.
La casa del hacendado se ubicaba junto a la capilla Las ventanas de celosía se cambiarían en el siglo
en una plazoleta a la que se solía llegar por una lar- XVIII por ventanas vidriadas con reja de hierro. La
ga avenida arbolada. Habitualmente elevada, la casa planta alta se ve definida por la presencia de balco-
tenía una visión panorámica del área y estaba com- nes, algunos de antepecho sobre la portada, pero
puesta por las habitaciones, los salones de recibo y otros de cajón a los lados, o corridos cubriendo to-
la casi infaltable galería. Las construcciones tardías da la fachada, o esquineros, dando un óptimo regis-
tuvieron algunos detalles afrancesados y estaban co- tro sobre dos calles. Estos balcones, llamados “ca-
ronadas con miradores y torreones rematados con lles aéreas”, dieron rostro peculiar a ciudades como
cúpulas bulbosas. A estas edificaciones se sumaban Lima o Trujillo –en donde ocupaban un entrepiso–,
las rancherías, huertos, depósitos, caballerizas, co- aunque no faltan en otras ciudades de la costa y al-
rrales y otras muchas dependencias utilitarias. gunas de la sierra, como Cuzco y Ayacucho. Su ba-
se estaba constituida por ménsulas o canes, luego ve- la ciudad sufrió muchos estragos y debió recons-
nía la base del cajón con óculos desde donde mira- truirse. Las antiguas kanchas indígenas, especie de
ban los infantes, más arriba se desplegaban las celo- manzanas amuralladas con espacio central rodeado
sías en paneles batientes entre balaustres, y encima por habitaciones de uso múltiple, fueron unidas por
se alzaba una cornisa. los españoles conformando grandes casonas de dos
Las casonas limeñas del siglo XVI debieron des- o más patios. De este modo se aprovecharon los
tacar por su horizontalidad. Entonces los solares so- muros incaicos, algunos de los cuales fueron trasla-
bre los que se construían eran bastante grandes y dados unos metros para hacer más anchas las calles
espaciados. Los materiales preferidos fueron el ado- y permitir la circulación de los caballos y peatones
be y la quincha y los techos tuvieron estructura de con mayor facilidad.
madera y torta de barro, lo que llevó al Inca Garci- Por lo general en el Cuzco se construía sobre
laso a decir que Lima “mirada de lejos es fea porque los muros incaicos con adobe o con piedra labrada
no tiene tejados de tejas”. El ladrillo por entonces se a la española. Luego se añadían ventanas, balcones
usaba para las escaleras que conducían al balcón, o y ajimeces, y se los techaba con cubiertas mudéja-
para los pocos aposentos ubicados sobre el zaguán res de par y nudillo, encima de las cuales se coloca-
y la portada. Al decir de Bernales no eran extraños ban tejas. Garcilaso y Cieza concuerdan en sus des-
los altos miradores, “especie de pequeñas y estre- cripciones, señalando que estas mansiones de los
chas torres como minaretes que se elevaban sobre conquistadores, con sus patios de doble galería y
los terrados y conferían un singular aspecto moris- sus torres, convertían al Cuzco en la más suntuosa
co a la ciudad”. urbe indiana. Algunas casonas conservaron como
Muy pocas casas tempranas se conservan en la elemento de prestigio las portadas trapezoidales de
capital. Debemos señalar que la propiedad de los los palacios incaicos, añadiéndoles cantería para
Aliaga sigue asentada sobre una parte del antiguo hacerlas rectas. Sobre ellas se tallaron decoraciones
palacio de Taulichusco y a pesar de las remodelacio- y figuras heráldicas, conformando hermosos con-
nes mantiene una escalera central en el patio prin- juntos platerescos.
cipal y un segundo patio con galería adintelada y Como obra de finales del siglo XVI destaca la
columnata de madera. Otro inmueble de los tiem- muy notable casa del Almirante con su portada pla-
pos iniciales es la llamada casa de Pilatos (también
conocida como de Jarava o Esquivel). En ella desta-
ca la escalera central que se divide en dos tramos se-
gún modelo renacentista, y la portada de piedra que
sigue perfiles manieristas. Es una de la pocas casas
que sobrevivió al terremoto de 1746.
Como anteriores a este devastador sismo po-
drían mencionarse también algunos largos balcones
como los de la casa del Oidor, ubicada en la calle
Pescadería. El palacio de Torre Tagle (1735) tam-
bién se salvó del desastre, caracterizándose por su
estilo neomudéjar expresado en sus tallados balco-
nes de celosías, los azulejos, los arcos lobulados y
su original portada de piedra y estuco, con colum-
nas a los costados. Dentro de la evolución del gusto
capitalino cabría enumerar la casa de Goyeneche de
1776, la de las Trece Monedas con trabajo de rocai-
lle (1780) y el palacio de Osambela (1808), que cie-
rra el período con su influencia neoclásica y algunas
singularidades como sus tres plantas y mirador, y
sus balcones vidriados al estilo Luis XVI.
Las viviendas en el Cuzco responderían a otros
criterios porque los conquistadores realizaron adap-
taciones para levantarlas sobre antiguos muros y es-
pacios incaicos. Durante la rebelión de Manco Inca, Fachada del palacio de Torre Tagle, Lima.
abiertos como los de la casa de
los marqueses de Jara, el es-
quinero de los marqueses de
Buena Vista, y el célebre bal-
cón de Herodes de elaborada
factura.
Las casas de la ciudad de
Arequipa tienen rasgos estruc-
turales y estilísticos diferentes,
debido a las precauciones an-
tisísmicas, la ausencia de pie-
dra dura y la utilización del si-
llar. Por lo general no exceden
un primer piso y rodeando
hermosos patios encontramos
amplios salones techados por
bóvedas de sillar, que las do-
tan de un aspecto eclesial. Di-
Casa del Moral, Arequipa, de estilo barroco mestizo. cho carácter se robustece por
las bellas portadas con fronto-
teresca. En su frontis está esculpido el busto de un nes curvos, en los que se labran monogramas reli-
caballero con espada, yelmo y penacho sobre dos giosos y escudos, en medio de una decoración fito-
escudos sostenidos por dos pilastras. Completando morfa. Las ventanas de reja a veces con sombreros
el conjunto aparece una bella ventana esquinera. Su muy decorados y las gárgolas mitológicas o cilíndri-
asombroso interior está organizado sobre la base de cas terminan de otorgarle personalidad a esta arqui-
un irregular zaguán que se abre hacia un patio rena- tectura regional.
centista, rodeado de arquerías de medio punto y co- Tal vez uno de los mejores ejemplos de este es-
lumnas de piedra en sus dos niveles. La escalera en- tilo barroco teñido de presencia mestiza sea la casa
cerrada no desmerece el conjunto, con un mons- del Moral, con su portada coronada por un comple-
truo mitológico tallado y un león sedente que deco- jo escudo y el típico patio residencial arequipeño.
ra el pasamanos. También son sumamente bellas la casa Tristán del
Otro ejemplo interesante de arquitectura domés- Pozo (1738) en cuya portada se esculpe el árbol ge-
tica en el Cuzco es la llamada casa de los Cuatro nealógico de Cristo, y la casa Arróspide (1743) de
Bustos perteneciente al conquistador Juan de Salas portada más sencilla pero con gárgolas con cabeza
y Valdés. En su portada se retratan sobre el pórtico de puma. La casa de la Moneda o Quiroz (1794) cie-
adintelado y bajo un escudo y un ajimez, los retra- rra el ciclo del rococó y preludia el empuje del neo-
tos de sus ocupantes ataviados a la usanza de la épo- clásico. La hoy llamada Ciudad Blanca fue en otros
ca de Felipe II. Residencias notables constituyen sin tiempos más colorida porque sus edificios estaban
duda las que pertenecieron a don Diego de Silva y pintados a la cal con colorantes rojizos, ocres y azu-
Guzmán –quien alojó al virrey Toledo–, y la de do- linos, mientras sus puertas se coloreaban de verde y
ña Usenda de Loayza, que hoy forman parte del azul. Los interiores, por su parte, presentaban en
conjunto del monasterio de Santa Teresa. Algo se- paredes y techos, complejos y polícromos frescos.
mejante sucede con la casa de las Sierpes (en reali- Huamanga representará en su arquitectura do-
dad seres mitológicos), convertida en el beaterio de méstica el esplendor de sus encomenderos y el au-
las Nazarenas, o con la casa de los Tres Pumas. La ge del que gozó hasta el siglo XVIII. Su arquitectu-
mejor portada manierista es la del antiguo hospital ra está signada por el uso de la piedra aunque com-
de San Andrés que ostentaba una cariátide copiada binada con el adobe y las tejas. Sus amplios patios
del modelo presentado por el Tercero y cuarto libro con galerías en las dos plantas –a veces ambas con
de arquitectura de Serlio de 1563. Las casas de Bue- columnas de piedra y arcos– y las bóvedas en algu-
na Vista y Roca Fuerte, premunidas de columnas nas habitaciones de los primeros pisos, nos revelan
barrocas, parecen ser de época más tardía. En la ca- la bonanza de sus familias principales. Particular-
pital imperial abundan los balcones frecuentemente mente interesante por su antigüedad (siglo XVI) re-
sulta la casa del marqués de la Totora, ocupada por
la Escuela de Bellas Artes en la que aparece, tras los
soportales, un largo muro frontal de piedra trabaja-
do al modo incaico. Su largo e irregular zaguán nos
interna al patio, donde se pueden apreciar gruesas
columnas coronadas por discos de piedra y cabezas
de serpientes incaicas a manera de capiteles, que co-
rresponden al período de transición entre el incario
y el virreinato.
La casona del obispo Cristóbal de Castilla y Za-
mora, edificada hacia 1670, rodea la catedral y uti-
liza los recios muros del templo como perímetro de
sus irregulares patios. La galería alta suspendida por
soportales ostenta el escudo de armas del prelado y
en su patio se muestra un relieve con la figura de
San Cristóbal. Otra casa interesante es la del corre-
gidor Nicolás de Boza y Solís (c. 1740) con alarga-
do patio de arquería doble y columnas de piedra. Fi-
nalmente mencionaremos la del marqués Mozo-
bamba del Pozo, con columnas de piedra de traba-
jado capitel, o la de Jáuregui, con balcón sostenido
por ménsulas que representan cabezas de puma.
La ciudad de Huancavelica será resultado de su Portada de la casa de Tristán del Pozo, Arequipa. Se puede
apreciar en la parte superior los monogramas de la Sagrada
riqueza minera, por lo que no faltarán una serie de
Familia.
mansiones construidas en la llamativa y rojiza pie-
dra pucarumi de la región. Las casas principales ten-
drán dos plantas que culminan en tejados a dos vida cortesana de la capital. Sus casonas, aunque
aguas y pequeños patios rodeados de galerías. No con características arquitectónicas propias, compar-
faltarán tampoco algunos balcones de cajón y case- ten la técnica constructiva de las limeñas y son de
tonados como en la casa del Sol, y portadas almo- una sola planta. Sobre el patio se alza una galería
hadilladas con tallas heráldicas o de seres mitológi- elevada y con barandales, y sus fachadas asimétricas
cos como en la residencia de Amador de Cabrera o muestran portadas estucadas de las primeras épo-
la casa de la Máscara. cas, con añadidos barrocos de columnas o pilastras,
Distinto es el caso de Cajamarca, ciudad que po- diseños heráldicos o símbolos religiosos. Son pecu-
see más de un centenar de casonas que se conservan liares sus grandes ventanas, cubiertas originalmen-
en muy buen estado. Ellas demuestran claramente te por barrotes de madera torneada, las que darán
las tendencias arquitectónicas regionales y son ha- paso en el siglo XVIII a la filigrana en hierro de sus
bitualmente dieciochescas, llevando poca decora- rejas y a los sombreros de estilo imperio que las co-
ción salvo en los dinteles que revelan diseños geo- ronan. Los balcones de cajón, ante la inexistencia
métricos. Un caso particular es la casa Uceda, de de la segunda planta, se encuentran a media altura
frontón partido y una exuberante ornamentación y ocupando un entrepiso. Los zaguanes son prolija-
barroca con iconografía floral selvática. Otras porta- mente decorados desde las primeras épocas con
das detentan un tallado planiforme geométrico, que pinturas indígenas, sobre las que se superponen
rodea las armas heráldicas de los propietarios, aun- posteriormente frescos manieristas, barrocos y neo-
que algunos recurren al doble dintel con moldura- clásicos.
ción decorada. Generalmente los patios son con co- La casa de los condes de Aranda se atiene a una
lumnas de madera y hacia el exterior se utilizan in- decoración barroco-mestiza en su portada, com-
distintamente ventanas rejadas y balcones de ante- puesta por columnas salomónicas realizadas en es-
pecho. tuco, que sostienen un dintel adornado por follaje-
Las familias nobles descendientes de los enco- ría, ángeles, custodias y veneras. La casa de los Leo-
menderos y los vecinos fundadores de la costeña nes nos sobrecoge con su hermosa fachada. Sobre el
ciudad de Trujillo, tratan de seguir muy de cerca la dintel se aprecia una pareja de felinos y abundante
Patio de la casa del mayorazgo de Facalá, Trujillo,
La Libertad

cercanas a la estética neoclásica y al fin del período


colonial, por sus sucesivas remodelaciones, son la
casona de la Emancipación y el palacio Orbegoso, a
partir de las cuales podemos tener una visión del
auge urbano de la época y comprender la compe-
tencia que establecía Trujillo con la capital. Como
colofón podemos señalar que la arquitectura truji-
llana es imitada en menor escala en el cercano par-
tido de Lambayeque, donde se encuentran edifica-
ciones interesantes como la casona de la Loggia
(1735) –con larguísimo balcón techado que cubre
los dos frentes del edificio–, o la más antigua casa
de las Linternas, célebre por sus fachadas y fanales
yesería, acompañada de decoración polícroma en la en estuco y sus retorcidas rejas rococó (Wuffarden
que destaca el apóstol Santiago a caballo. La casa 1994: 535-557; García Bryce 1971:78-89; 1986:98;
del Mayorazgo de Facalá (c.1709), en cambio, enar- Bernales 1987: 249,252,271; Harth Terré 1962:19;
bola una portada con elementos mudéjares. Más Velarde 1978: 114, 161, 354).

BIBLIOGRAFÍA

SOCIEDAD COLONIAL Sobre la esclavitud la información más completa pue- obras a las que será fácil acceder y permitirán formarse
de ser hallada en Bowser, El esclavo negro en el Perú. una visión general. En la Historia general del Perú de Mejía
La bibliografía referente al tema de sociedad es bas- Baca (1980) se encuentra el estudio de José García Bryce
tante variada. Como una primera aproximación se podrá ASPECTOS ECONÓMICOS COLONIALES sobre la arquitectura peruana, así como el muy completo
consultar los manuales América hispánica de Céspedes del trabajo de Luis Enrique Tord sobre pintura bajo el título de
Castillo, el tomo II de La América Latina de Konetzke o Pe- Como estudios generales volveríamos a recomendar “Las artes plásticas en el Perú”. En 1982 Gisbert y Mesa
rú: Hombre e historia de Pease Si se quiere estudiar ciertos los mismos autores que para el caso de sociedad, a saber: editaron su muy completa obra Pintura virreinal en el Cuz-
temas con mayor detenimiento será importante consultar La Konetzke, Céspedes del Castillo, Pease. Como historias co, en la que recogen con lujo de detalles el progreso del ar-
mezcla de razas en la historia de América Latina de Mörner económicas clásicas están la muy antigua de Ugarte, Bos- te pictórico de la antigua capital incaica. En la Historia ge-
y, para las épocas tempranas, El mundo hispanoperuano de quejo para la historia económica del Perú, y la de E. Rome- neral del Perú de editorial Brasa ha aparecido recientemen-
J. Lockhart. ro, Historia económica del Perú. Como obra actualizada po- te el muy completo y actualizado trabajo de Luis Eduardo
Para comprender la dinámica que afectó a la Repúbli- demos mencionar la de Assadourian, El sistema de la eco- Wuffarden, denominado “Las artes virreinales”, en el que
ca de Indios será útil consultar el libro de Stern Peru’s indian nomía colonial, y para complementar algunos aspectos el li- hace un verdadero despliegue de erudición sobre la activi-
peoples and the challenge of Spanish conquest Huamanga bro de Sánchez Bella La organización financiera de las In- dad plástica colonial. En 1987 Jorge Bernales Ballesteros
to 1640, la obra de Pease Curacas, reciprocidad y riqueza, dias. Sobre moneda los estudios de Moreyra, La moneda publicó una muy amplia suma del arte virreinal en su obra
la publicación de Ossio Los indios del Perú y, para compren- colonial en el Perú, y Salazar Bondy, Lima su moneda y su Historia del arte hispanoamericano, con una considerable
der el desastre demográfico andino, los estudios de Sán- ceca. Sobre minería los estudios de Lohmann La minería en sección dedicada al Perú. Consideramos que estos manua-
chez Albornoz en La población de América Latina desde los el marco del virreinato y Fisher Minas y mineros en el Perú les son de muchísima utilidad para poder comprender la his-
tiempos precolombinos hasta el año 2000. colonial. Acerca de instituciones económicas se puede revi- toria del arte peruano. En los últimos años el Banco de Cré-
Al estudiar la República de Españoles el libro de sar El gobierno y la administración de Lohmann, de Rodrí- dito del Perú ha realizado una serie de libros dedicados al
Puente Brunke Encomiendas y encomenderos en el Perú guez Vicente El tribunal del Consulado de Lima en la prime- tema que nos ocupa, entre los que destacan por su bella fo-
resulta una lectura obligada, así como las publicaciones de ra mitad del siglo XVII, y de Escobedo Mansilla Control fis- tografía y por la profundidad de los aportes críticos de los
Del Busto, La pacificación del Perú, y Mazzeo, El comercio cal en el virreinato peruano. Sobre obrajes y gremios se autores que incluyen, La escultura en el Perú y La pintura
libre en el Perú. Estudiar a la mujer y a la familia nos lleva puede ver Silva Santisteban, Los obrajes en el virreinato del en el Perú virreinal. En 1987 Héctor Velarde publicó su libro
a revisar Pecados públicos de Mannarelli. El análisis del Perú y Quiroz Gremios en la colonia. Arquitectura peruana, un concienzudo texto en el que revi-
problema criollo puede observarse adecuadamente me- sa el desarrollo de esta expresión artística desde las épocas
diante los estudios Orbe indiano de Brading y Criollos en LAS ARTES VIRREINALES: PINTURA, ESCULTURA Y prehispánicas hasta nuestros días. Pablo Macera ha apor-
conflicto de Lavallée. ARQUITECTURA tado dos interesantes libros sobre la pintura mural en el sur
Los problemas del mestizaje podrán verse acuciosa- peruano, y debemos al Banco de Crédito otra publicación
mente estudiados en el número XXVIII, que a proposito del La bibliografía referente al tema de las artes en el vi- muy reciente dedicada al mismo tema.
congreso sobre este tema publicó la Revista Histórica en rreinato peruano es sumamente amplia, aunque a veces el Quien desee profundizar más en el estudio de estos
1965. Asimismo, La mezcla de razas en la historia de Amé- mayor problema sea su localización por estar dedicada a un temas podrá encontrar provechosa enseñanza en los textos
rica Latina de Mörner puede ser muy útil. público bastante restringido. Sin embargo habrá algunas incluidos en la siguiente bibliografía.
OBRAS GENERALES cial y político de una institución colonial. Exma. Dipu- 1968 La organización financiera de las Indias. Siglo XVI.
tación Regional de Sevilla. Sevilla. Sevilla.
Céspedes del Castillo, Guillermo Quiroz Paz Soldán, Eusebio Silva Santisteban, Fernando
1983 La América Hispánica. Barcelona. 1993 “Aspectos económicos y sociales” En: Historia gene- 1964 Los obrajes en el virreinato del Peru. Lima, Museo
Konetzke, Richard ral del Perú, tomo V. Lima, Brasa. Nacional de Historia.
1971 América Latina, tomo II, La época colonial. Madrid, Si- Riego, Delfina del Spalding, Karen
glo XXI. 1993 “Matrimonio y familia en el contexto de la sociedad li- 1974 De indio a campesino. Lima, IEP.
Pease, Franklin meña del siglo XVI”. Memoria para la obtención del
1992a Perú: Hombre e historia, tomo II. Lima, Edubanco. grado de Bachiller. Lima, Pontificia Universidad Cató- LAS ARTES VIRREINALES: PINTURA, ESCULTURA Y
Vargas Ugarte, Rubén lica del Perú. ARQUITECTURA
1978 Historia general del Perú. Lima, Milla Batres. Sánchez Albornoz, Nicolás
1977 La población de América Latina desde los tiempos Bayón, Damián
SOCIEDAD COLONIAL precolombinos hasta el año 2000. Madrid, Alianza 1974 Sociedad y arquitectura colonial sudamericana.
Editorial. Bernales Ballesteros, Jorge
Bowser, Frederick Sánchez-Concha Barrios, Rafael 1987 Historia del arte hispanoamericano. Siglos XVI al
1977 El esclavo africano en el Perú colonial. México. 1992a “El cuerpo de República en el pensamiento político XVIII. Madrid, Editorial Alhambra.
Brading, David colonial”. En: Humanitas Nº 21, pp. 60-73. Lima, Uni- 1989 “La pintura en Lima durante el virreinato”. En: La pin-
1992 Orbe indiano. México, F.C.E. versidad de Lima. tura en el virreinato del Perú. Lima, Banco de Crédito
Burns, Kathryn 1992b “De la miserable condición de los indios a las reduc- del Perú.
1991 “Apuntes para la economía conventual: El monasterio ciones”. Ponencia presentada en el simposio “La ciu- 1991 La escultura en Lima siglos XVI-XVIII. En: La escultu-
de Santa Clara del Cuzco”. En: Allpanchis 38, pp. 67- dad en América”. Piura, agosto. ra en el Perú. Lima, Banco de Crédito del Perú.
95. Cuzco. Stern, Steve Bonet Correa, Antonio
Busto, José Antonio del 1982 Peru’s indian peoples and the challenge of Spanish 1986 “La plaza Mayor, generadora de la ciudad hispanoa-
1965 “El Apóstrofe canino y los mestizos”. En: Revista His- conquest Huamanga to 1640. University of Wisconsin mericana”. En: Lima a los 450 años, Augusto Ortiz de
tórica, tomo XXVIII, Lima. Press. Zevallos, editor. Lima, Universidad del Pacífico.
1973 Historia marítima del Perú, tomo III, Vol. I, Lima. Zavala, Silvio Chichizola, José
1981 Túpac Amaru antes de su revolución. Lima, Pontificia 1973 La encomienda indiana. México. 1983 El manierismo en Lima. Lima, Pontificia Universidad
Universidad Catolica del Perú. Católica del Perú.
1984 La pacificación del Perú. Lima, Editorial Studium. ASPECTOS ECONÓMICOS Cossío del Pomar, Felipe
Diez Rementería, Carlos COLONIALES 1958 Pintura colonial: Escuela Cuzqueña. Cuzco. H.G. Ro-
1977 El cacique en el virreinato del Perú. Sevilla. zas Edit.
Durand, José Assadourian, Carlos Estabridis, Ricardo
1959 La transformación social del conquistador. Lima. 1982 El sistema de la economía colonial. Lima, IEP. 1989 “Influencia italiana en la pintura virreinal”. En: La pin-
Espinosa Soriano, Waldemar Basadre, Jorge tura en el virreinato del Perú. Lima, Banco de Crédito
1980 “La sociedad andina colonial y republicana”. En: Nue- 1937 “El régimen de la mita”. En: Letras. Lima. del Perú.
va historia general del Perú. Lima, Mosca Azul Edito- Borah, W. 1991 “La escultura en Trujillo”. En: La escultura en el Perú.
res. 1975 Comercio y navegación entre México y Perú en el si- Lima, Banco de Crédito del Perú.
Góngora, Mario glo XVI. México, Instituto Mexicano de Comercio Ex- García Bryce, José
1960 Encomenderos y estancieros. Santiago. terior. 1981 “Arquitectura virreinal y republicana”. En: Historia ge-
Lavallée, Bernard Brading D. y H. Cross neral del Perú, XII tomos. Lima, Editorial Mejía Baca.
1993 Criollos en conflicto. I.R.A. 1972 “Colonial Silver Mining: Mexico and Peru”. En: Hispa- 1986 “Lima: Algunos tipos arquitectónicos”. En: Lima a los
Lockhart, James nical American Historical Review 52. 450 años, Augusto Ortiz de Zevallos editor. Lima, Uni-
1980 “Encomienda and Hacienda”. En: Hispanical Ameri- Escobedo Mansilla, Ronald versidad del Pacífico.
can Historical Review XLIX. 1986 “Control fiscal en el virreinato peruano”. En: Revista Gasparini, Graziano
1982 El mundo hispanoperuano 1532-1560. México, Fondo de Indias, Vol. 1, Nº 188. Madrid. 1972 América, barroco y arquitectura. Caracas.
de Cultura Económica. Fisher, John Gisbert, Teresa y José de Mesa
Lohmann, Guillermo 1977 Minas y mineros en el Perú colonial. 1776-1824. Li- 1982 Historia de la pintura cuzqueña. 2 volúmenes. Lima.
1993 “El gobierno y la administración”. En: Historia general ma. IEP. 1991 “La escultura en el Cuzco”. En: La escultura en el Pe-
del Perú, tomo V. Lima, Brasa. Hamilton, Earl rú. Lima, Banco de Crédito del Perú.
López Martínez, Héctor 1975 El tesoro americano y la revolución de los precios. Gutiérrez, Ramón
1965 “Manuel Benalcázar, mestizo rebelde”. En: Revista Barcelona, Ariel. 1983 Arquitectura y urbanismo en Iberoamérica. Madrid,
Histórica, tomo XXVIII. Lima. Lohmann Villena, Guillermo Editorial Cátedra.
Málaga Medina, Alejandro 1957 El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias. Harth - Terré, Emilio
1979 “Aspecto urbano de las reducciones toledanas”. En: Madrid. 1962 “Historia de la casa urbana virreinal en Lima”. En: Re-
Anuario de Estudios Americanos. Sevilla. 1970 “La minería en el marco del virreinato peruano. En: La vista del Archivo Nacional del Perú XXVI.
Mannarelli, María Emma minería hispana e iberoamericana, Vol. 1, León. Maquet-Maquedonski, Paul y Rodrigo Núñez-Carvallo
1993 Pecados públicos. La ilegitimidad en Lima en el siglo Macera, Pablo 1994 Las huellas locales. Lima, CENCA.
XVII. Lima, Ediciones Flora Tristán. 1966 Instrucciones para el manejo de las haciendas jesui- Patrucco, Sandro y otros
Mazzeo, Cristina Ana tas del Perú. Lima. 1995 Arequipa. Colección los Cuatro Suyos. Lima, Pontifi-
1994 El comercio libre en el Perú. Las estrategias de un co- 1971 “Iglesia y economía en el Perú en el siglo XVIII”. En: cia Universidad Católica del Perú.
merciante criollo: José Antonio de Lavalle y Cortés. Letras 70-71. Lima. 1996 “Pintoras peruanas en Washington”. En: El Comercio,
Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú. Moreyra Paz Soldán, Manuel Lima, 23 de junio.
Mellafe, Rolando 1980 La moneda colonial en el Perú. Lima, BCR. San Cristóbal, Antonio
1964 La esclavitud en Hispanoamérica. Buenos Aires. Mörner, Magnus 1988 Arquitectura virreinal religiosa. Lima. Editorial Studium.
Mörner, Magnus 1975 “La hacienda hispanoamericana” En: Florecano, Stastny, Francisco
1978 La mezcla de razas en la historia de América Latina. comp. Haciendas, latifundios y plantaciones en Amé- 1967 Breve historia del arte en el Perú. Lima.
Buenos Aires, Editorial Paidós. rica Latina. México, Siglo XXI. Tord, Luis Enrique
1979 Historia social latinoamericana. Caracas. Rodríguez Vicente, E. 1981 “Las artes plásticas en el virreinato”. En: Historia ge-
Ossio, Juan 1960 El Tribunal del Consulado de Lima en la primera mi- neral del Perú, XII tomos. Lima, Editorial Mejía Baca.
1992 Los indios del Perú. Madrid, Mapfre. tad del siglo XVII. Madrid. 1983 Templos coloniales del Colca. Arequipa. Lima.
Pease, Franklin Roel Pineda, Virgilio 1987 Arequipa turística y monumental. Lima.
1965 “El mestizaje religioso y Santa Cruz Pachacuti”. En: 1970 Historia social y económica de la colonia. Lima, Labor. 1989 “La pintura virreinal en el Cuzco”. En: La pintura en el
Revista Histórica, tomo XXVIII, Lima. Romero, Emilio Perú virreinal. Lima, Banco de Crédito del Perú.
1988 “Curacas coloniales: Riquezas y actitudes” En: Revis- 1949 Historia económica del Perú, Buenos Aires. Velarde, Héctor
ta de Indias, Vol. XLVIII, pp. 182-183. Salazar Bondy, Sebastián 1978 Arquitectura peruana. Lima, Editorial Studium.
1992b Curacas. Reciprocidad y riqueza. Lima, Pontificia Uni- 1964 Lima, su moneda y su ceca. Lima. Wuffarden, Luis Eduardo
versidad Católica del Perú. Sánchez Albornoz, Nicolás 1994 “Las artes virreinales”. En: Historia general del Perú,
Puente Brunke, José de la 1978 Indios y tributos en el Alto Perú. Lima, IEP. X tomos. Lima, Editorial Brasa.
1992 Encomienda y encomenderos en el Perú. Estudio so- Sánchez Bella, Ismael
I
LA CABEZA Y LOS BRAZOS DEL REINO

EL MONARCA: REY DE LAS INDIAS Y DEL


PERÚ

El Perú del período virreinal tenía en el rey de


las Españas a su máxima autoridad. Se creía enton-
ces que el soberano había recibido del mismo Dios
la tarea de gobernar con arreglo a la justicia. En
otras palabras, era el encargado de dirigir con buen
gobierno la nave del imperio, y ello no sólo suponía
procurar el bienestar material de los súbditos sino
también la salvación de sus almas. Los reyes de Es-
paña, exponentes de una monarquía con vocación
universal, habían heredado la misión de los Reyes
Católicos de divulgar el cristianismo y de mantener-
lo y expandirlo como una de las fuentes de su po- Esta pintura, fechada aproximadamente en 1725 y que se
der. Ese sentimiento providencial fue inicialmente encuentra en el museo religioso de la catedral de Lima,
asumido por la casa reinante de Habsburgo y termi- muestra a los emperadores españoles como continuadores de
los incas, reyes del Perú.
nó con el proyecto de monarquía nacional de los
Borbones. Justamente los reyes, por haber librado a
la península de los invasores musulmanes, conta- coya en señal de sumisión. La efigie del soberano
ban con el privilegio del “regio patronato” que los era bajada por los alcaldes ordinarios y el alguacil
facultaba para proponer al Papa el nombramiento mayor de la ciudad. En la plaza mayor estaban for-
de prelados en sus dominios. mados doce capitanes con sus compañías de infan-
Los monarcas españoles estaban ligados a una tería y ocho compañías de jinetes más dos escuadro-
larga tradición política y jurídica que encuentra sus nes de milicias indias. Al asomarse el virrey, se ha-
orígenes en Las partidas de Alfonso X El Sabio. cían las salvas de rigor y la multitud gritaba: “°Viva
Aquel cuerpo de principios del derecho castellano el rey nuestro señor!”. Después se sacaba del cabil-
mencionaba que la potestad del rey residía en el “se- do el estandarte de la ciudad y era entregado al vi-
ñorío” y éste le facultaba para gobernar y juzgar a cesoberano. Entonces los heraldos voceaban tres
los súbditos de su reino. Con la conquista del Nue- veces: “Oíd, oíd, oíd”, el virrey exclamaba en voz al-
vo Mundo, el “señorío” del rey se extendió sobre el ta: “Castilla, León y el Perú, por el Rey Nuestro Se-
territorio ganado por Francisco Pizarro. De esta ma- ñor, que viva muchos años”, y el pueblo respondía:
nera, el Perú se convirtió en un reino más dentro “°Viva, viva muchos años!”.
del imperio, al igual que el de México, también co- Estas solemnes ceremonias acontecieron en la
nocido como el de la Nueva España. Ciudad de los Reyes durante la proclamación de Fe-
El reino del Perú mantuvo su condición de seño- lipe II en 1557, de Felipe III en 1599, de Felipe IV
río bajo la autoridad directa del emperador de las en 1622, y del desdichado Carlos II en 1666. Los re-
Indias, en cuya persona se unía también el título de yes de la casa de Borbón fueron reconocidos con el
rey de Castilla. El soberano era reconocido por sus mismo ritual. En 1701 se juró obediencia a Felipe V,
vasallos al proclamársele como monarca en todos y en 1725 fue proclamado su hijo Luis I. De igual
sus reinos. Así, en una ceremonia oficial que se rea- manera se rindió ceremonial a Fernando VI en
lizaba en Lima, se colocaba un trono junto al pala- 1748. El rito continuó con Carlos III en 1760, con
cio virreinal bajo el cual destacaba un retrato del Carlos IV en 1789 y con su hijo Fernando VII en
rey, entre esculturas que representaban al inca y a la 1808 (Lohmann 1993).
La presencia del rey se hacía sentir por medio de gún lo refiere una tradición oral que ha llegado has-
sus reales cédulas, pero no sólo a través de dichos ta nuestros días.
documentos de gobierno. Para los habitantes del
Perú era un gran padre al que recurrían como la úl- EL CONSEJO DE INDIAS
tima instancia de justicia, y como aquella persona
que unificaba todo el reino católico en la defensa de La principal institución de gobierno de estos te-
la Eucaristía. Así lo demuestran la pintura y la ora- rritorios y sus gentes fue el Real y Supremo Conse-
toria sagradas del siglo XVII (Rodríguez Garrido jo de las Indias, creado en 1511 por Fernando El
1994a). El soberano era considerado el “padre de la Católico y reorganizado por Carlos V. Además de
patria”, y el patriotismo sólo podía ser entendido a aconsejar y asesorar al rey en lo referente al gobier-
través de la fidelidad y lealtad al rey. Los súbditos no de América y las Filipinas, tuvo a su cargo el di-
del virreinato estaban pendientes de sus decisiones seño de una legislación especial para esas partes del
políticas, de sus triunfos militares, de su salud y del imperio.
momento de su deceso, para el cual levantaban tú- El Consejo de Indias se involucraba en casi to-
mulos en las iglesias y oficiaban sus exequias. Fue dos los ramos del gobierno. Desde el punto de vista
de tal importancia la imagen del monarca que en político, proponía al monarca nombres de posibles
Huanta (Ayacucho), a finales del siglo XIX, en ple- candidatos para ocupar los cargos de virreyes, go-
no período republicano, se rezaba después de la mi- bernadores, oidores, corregidores, y durante el siglo
sa un Padre Nuestro “por el rey nuestro señor”, se- XVIII intervino en la designación de intendentes.
En el campo judicial oficiaba como el más alto
tribunal de justicia en lo civil y penal, y era una ins-
tancia a la que se podía apelar de los fallos dictados
por las audiencias. Justamente el Consejo, con el fin
de observar e investigar el estricto cumplimiento de
las tareas de los funcionarios del imperio, organiza-
ba viajes de inspección a cargo de los “visitadores
generales”. También se llevaba a cabo un proceso
fiscalizador de los funcionarios, conocido como
“juicio de residencia”, que era incoado al final del
ejercicio del cargo por los “jueces residenciarios”, y
del que no se libraban ni el virrey ni los oidores.
En cuanto al aspecto normativo, el Consejo se
convirtió en una fuente legislativa de primer orden.
Promulgó tantas leyes para los reinos de ultramar
que se vio en la necesidad de intentar recopilarlas a
lo largo de los siglos XVI y XVII. Pero sólo en 1680,
en tiempos de Carlos II, logró reunir de manera sis-
temática toda la legislación acumulada en la monu-
mental Recopilación de leyes de los reinos de las In-
dias, sobre la cual trataremos más adelante en rela-
ción a la idea de derecho.
Las sesiones del Consejo eran secretas y estaban
dirigidas por un presidente o gran canciller que las
encabezaba. Además integraban la institución los
consejeros letrados –que inicialmente fueron cuatro
y luego llegaron a ser más de diez–, dos secretarios
que representaban a los virreinatos de la Nueva Es-
paña y del Perú, los relatores, los contadores, un te-
Desde la Edad Media la teoría política atribuía a los
monarcas una doble naturaleza: una temporal, restringida a sorero general, un fiscal que defendía los intereses
la existencia física de éstos como seres humanos, y otra de la Corona, un cosmógrafo mayor encargado de
eterna que conceptuaba a la monarquía como reunir información geográfica y cartográfica de
régimen político imperecedero. América, y finalmente un cronista mayor que reco-
Fachada principal de los Reales Consejos en donde sesionaba y desempeñaba sus tareas administrativas el Consejo de Indias en
Madrid, siglo XVIII.

pilaba y escribía la historia de los reinos del Nuevo desembarcar en Portobelo y luego dirigirse a Pana-
Mundo. Todos los miembros debían cumplir con los má. De allí era conducido a Paita y continuaba su
requisitos de ser hombres de “costumbres, nobleza, viaje por tierra hasta la Ciudad de los Reyes, don-
y limpieza de linaje, temerosos en Dios y escogidos de era recibido con gran solemnidad, muestras de
en letras y en prudencia” (Lohmann 1993). júbilo e innumerables fiestas que duraban días en-
teros, y en las que participaban todos los estamen-
EL VIRREY DEL PERÚ: tos de la sociedad.
UN PROCÓNSUL DEL IMPERIO Una vez que prestaba juramento, el virrey inicia-
ba su gobierno con el apoyo de un letrado, que lo
El virrey, visorrey o vicesoberano encarna- asistía en su labor legisladora. Como máxima
ba “el otro yo del rey”, por lo cual su con- instancia política, presidía las sesiones de la
dición no era exactamente la de un fun- Real Audiencia y las ceremonias públi-
cionario, sino más bien una suerte de cas, nombraba corregidores de indios y
vicario del rey-emperador. Personifi- resolvía litigios jurisdiccionales entre
caba a su majestad, al grado de ves- audiencias. Entre sus funciones se
tir la misma indumentaria que él; el estipulaba también la organización
oidor Juan de Solórzano y Pereyra, de las colonizaciones y la amplia-
recurriendo a la historia del impe- ción de la frontera agrícola, ade-
rio romano, lo comparaba con la más de velar por el orden público
figura del procónsul (Altuve-Fe- y levantar censos.
bres 1993). Desde el punto de vista mili-
Los virreyes fueron persona- tar, el virrey desempeñaba el car-
lidades cuidadosamente escogi- go de gobernador y poseía el ran-
das entre la nobleza, la milicia y go de capitán general, por lo tan-
el clero españoles. El rey, a suge- to debía cuidar las fronteras del
rencia del Consejo de Indias, virreinato y fortificar las costas
nombraba a sus vicesoberanos con la edificación de baluartes.
por un período de cuatro años, También nombraba jefes de mili-
aunque en algunos casos su gobier- cias, organizaba los cuerpos de tro-
no se extendía por un tiempo ma- pas, despachaba armadas y ordenaba
yor. Con todos los títulos y las ins- la construcción de barcos.
trucciones proveídos por el monarca,
el virrey se embarcaba hacia el Perú en Antonio de Mendoza (c. 1493-1552), segundo
Sevilla o en Sanlúcar de Barrameda, para virrey del Perú, procedía de la nobleza peninsular.
EL GOBIERNO DE LOS VIRREYES

VIRREYES MANDATO VIRREYES MANDATO

Durante el período de la casa de Habsburgo, el Perú fue Baltazar de la Cueva Enríquez,


gobernado por: conde de Castellar 1674-1678
Melchor de Liñán y Cisneros 1678-1681
Reinado de Carlos I 1517-1556
Blasco Núñez Vela 1544-1546 Melchor de Navarra y Rocafull,
duque de la Palata 1681-1689
Antonio de Mendoza y Pacheco 1551-1552
Melchor de Portocarrero y
Andrés Hurtado de Mendoza,
Laso de la Vega,
marqués de Cañete 1556-1560
conde de la Monclova 1689-1705
Reinado de Felipe II 1556-1598
En el período borbónico recibieron el nombramiento de
Diego López de Zúñiga y Velasco,
virreyes:
conde de Nieva 1561-1564
Lope García de Castro, Reinado de Felipe V 1700-1746
gobernador del Perú 1564-1569 Manuel de Oms y Santa Pau,
Francisco de Toledo 1569-1581 marqués de Castell dos Rius 1707-1710

Martín Enríquez de Almansa 1581-1583 Diego Ladrón de Guevara 1710-1716

Fernando de Torres y Portugal, Carmine Nicolás de Caracciolo,


conde de Villar Don Pardo 1585-1589 príncipe de Santo Buono 1716-1720
García Hurtado de Mendoza, Diego Morcillo Rubio de Auñón 1720-1724
marqués de Cañete 1589-1596 José de Armendáriz,
Luis de Velasco y Castilla, marqués de Castelfuerte 1724-1736
marqués de Salinas 1596-1604 José Antonio de Mendoza Caamaño
y Sotomayor, marqués de Villagarcía 1736-1745
Reinado de Felipe III 1598-1621
Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Reinado de Fernando VI 1746-1759
conde de Monterrey 1604-1606 José Antonio Manso de Velasco y
Juan de Mendoza y Luna, Sánchez Samaniego 1745-1761
marqués de Montesclaros 1606-1615
Reinado de Carlos III 1759-1788
Francisco de Borja y Aragón, Manuel de Amat y Junient 1761-1776
príncipe de Esquilache 1615-1621
Manuel de Guirior, marqués de Guirior 1776-1780
Reinado de Felipe IV 1621-1665 Agustín de Jáuregui y Aldecoa 1780-1784
Diego Fernández de Córdova,
marqués de Guadalcázar 1622-1629 Teodoro de Croix, caballero de Croix 1784-1790

Luis Jerónimo Fernández de Cabrera Reinado de Carlos IV 1788-1808


y Bobadilla, conde de Chinchón 1629-1639 Francisco Gil de Taboada y Lemos 1790-1796
Pedro de Toledo y Leiva, Ambrosio O´Higgins, marqués
marqués de Mancera 1639-1648 de Osorno 1796-1801
García Sarmiento de Sotomayor, Gabriel de Avilés Itúrbide y del Fierro 1801-1806
conde de Salvatierra 1648-1655
Luis Enríquez de Guzmán, Reinado de Fernando VII 1808-1833
conde de Alba de Aliste 1655-1661 Fernando de Abascal y Sousa,
marqués de la Concordia 1806-1816
Diego Benavides y de la Cueva,
conde de Santisteban 1661-1666 Joaquín de la Pezuela Sánchez
de Aragón y Muñoz de Velasco,
Reinado de Carlos II 1665-1700 marqués de Viluma 1816-1821
Pedro Fernández de Castro,
conde de Lemos 1667-1672 José de la Serna y Martínez de Hinojosa 1821-1824
El virrey ostentaba a to, tiranos. Con este cri-
su vez la función de su- PANAM
terio, declaró la guerra a
perintendente de la real los incas de Vilcabamba,
hacienda, supervisando R. San Juan
apresó al inca Túpac
todo el sistema financie- Amaru I y le dio muerte
Popay n
ro del reino. A través de para sellar definitiva-
QUITO
este ramo podía contro- Quijos
mente la supremacía del
lar la tributación y fijar Bracamoros
orden hispánico. Por to-
aranceles (Lohmann do ello y por erigirse en
1993). el gran organizador del
En relación a la Igle- virreinato, fue conside-
sia, el virrey ejercía el vi- rado una suerte de “So-
cepatronato, derecho LIMA
lón del Perú”.
OC

que le permitía –a pro- Chucuito El virreinato peruano


Santa Cruz
AN

puesta de la autoridad oficialmente nació en


O

CHUQUISACA
eclesiástica– el nombra- noviembre de 1542, tras
PA

miento de curas y doc- la promulgación de las


FI
CO

trineros. Su jerarquía le Leyes Nuevas que se ins-


Paraguay
permitía presenciar los piraban en las propues-
capítulos de las órdenes Tucum n tas de fray Bartolomé de
religiosas, vigilar la las Casas. El capítulo
construcción de conven- SANTIAGO
diez de aquellas normas
tos y el desarrollo de los ordenaba que: “en las

CO
BUENOS AIRES
provincias y reinos del
TI
concilios.
N
L
AT
En un principio, las Perú resida un visorrey
O
N
A

atribuciones de los virre- y una audiencia real de


C
O

yes no estuvieron clara- cuatro oidores letrados,


La división gubernativa en el Perú de los siglos XVI y XVII.
mente definidas. Éstas Tomado de Hampe 1988. y el dicho visorrey presi-
llegaron a precisarse so- da en la dicha audiencia,
lamente durante la gestión del quinto vicesoberano, la cual residirá en la ciudad de los Reyes por ser en
don Francisco de Toledo y Figueroa (1569-1581), la parte más convenible” (Hampe 1988). El 28 de
quien impuso orden en el reino del Perú a partir de febrero del año siguiente se designó al primer vice-
una sólida legislación y una administración bastan- soberano, Blasco Núñez Vela (1544-1546), cuyo
te eficaz. Toledo, caballero de la orden de Alcántara, ejercicio gubernativo dejó mucho que desear.
era hijo del conde Oropesa y pariente próximo del Inicialmente, el virreinato del Perú abarcaba ca-
duque de Alba, y había acompañado al emperador si todas las posesiones españolas de la América me-
Carlos V durante veinticinco años, sirviendo como ridional, exceptuando los dominios del Portugal y
mayordomo a su sucesor Felipe II. La empresa del los territorios que miraban al Caribe (Lohmann
virrey estuvo dirigida a resolver graves problemas 1993). Comprendía un enorme espacio que iba des-
de organización estatal, hacendarios, militares y, so- de Panamá hasta el cabo de Hornos. Sin embargo, el
bre todo, políticos. Llevó a cabo una visita general amplio poder que poseían los virreyes se redujo con
por todo el virreinato para conocer su realidad y las fundaciones de la Capitanía General de Chile en
posteriormente elaborar su famosa tasa. Creó la Ca- 1572 y la de Venezuela en 1742. Debemos añadir
sa de Moneda, organizó el sistema de la mita mine- que ese recorte geográfico se sumó a la creación del
ra, fortificó la costa para defenderla de piratas y reu- virreinato de la Nueva Granada en 1718 (suprimido
nió a la población indígena en reducciones. Efi- en 1723 y refundado en 1739) y el del Río de la Pla-
caz legislador, se mostró favorable al arribo del Tri- ta en 1776.
bunal de la Inquisición para ejercer el control ideo- A partir de 1613, los virreyes estaban obligados
lógico de la naciente sociedad peruana. a redactar sus Memorias al concluir su mandato. Es-
Francisco de Toledo, para consolidar el poder tas relaciones fueron de gran utilidad para sus suce-
del imperio español en el Perú, trató de demostrar sores en el gobierno, ya que así disponían de un pa-
que los incas habían sido usurpadores y, por lo tan- norama general de la realidad virreinal y de la admi-
nistración anterior en los campos político, econó- do por su alta investidura para ejercer la presiden-
mico, castrense y espiritual. Gracias a estos textos cia de este tribunal, pero en su ausencia podía ser
burocráticos podemos reconstruir gran parte de los reemplazado por el oidor decano, el magistrado de
logros, dificultades y sucesos acaecidos durante el mayor importancia y antigüedad. Además de los oi-
período hispánico. dores, se hacía sentir la presencia de un fiscal que
Finalmente los vicesoberanos, antes de partir a defendía los intereses del rey, el alcalde del crimen
España, debían ser sometidos al “juicio de residen- que contemplaba en primera instancia asuntos cri-
cia” para rendir cuenta de sus actos en el manejo de minales ocurridos cerca de la sede de la Audiencia,
la cosa pública. No podían abandonar el Perú hasta y el personal auxiliar.
que finalizara la investigación, pues a lo largo de di- Las leyes promulgadas por la Metrópoli preten-
cho proceso se fiscalizaba su conducta y se podía re- dieron aislar a los miembros de la Audiencia de las
cibir denuncias en su contra. sociedades donde vivían. Por ejemplo, dispusieron
que ninguno de ellos –ni sus hijos o hijas– se ca-
LA REAL AUDIENCIA DE LIMA sara en el distrito en el que ejercían la magistratura.
Igualmente estaban impedidos de asistir a bodas y
La más alta autoridad después del virrey recaía entierros, y no se les permitía tener casas, chacras,
en la Real Audiencia de Lima, creada por las Leyes estancias, huertas y tierras. Aquellas disposiciones
Nuevas de 1542 e instalada solemnemente en 1544 no siempre se cumplieron, pues se dieron casos de
por el virrey Blasco Núñez Vela. Su función primor- vinculaciones familiares y compromisos de los oi-
dial fue instaurar el imperio de la ley y consolidar la dores con los vecinos y residentes de la ciudad de
autoridad real en los convulsos territorios conquis- Lima (Puente Brunke 1990).
tados, además de permitir a los litigantes del Perú La Audiencia asesoraba al virrey en materias le-
un acceso más fluido a la justicia (Honores 1993). gales y tomaba las riendas del gobierno del Perú tras
La Real Audiencia de Lima obró como un tribu- la muerte o enfermedad de la máxima autoridad. El
nal con jurisdicción en primera instancia y como encargado de reemplazar al virrey en estos casos era
corte de apelaciones de sentencias inferiores dicta- el oidor decano. Sólo en contadas oportunidades un
das por los corregidores y alcaldes ordinarios de las oidor criollo desempeñó la más alta posición de go-
urbes del reino. En este sentido, la Audiencia cum- bierno, siendo el primero de ellos el doctor Álvaro
plía con lo estipulado por el doctor Juan de Solór- de Ibarra y Merodio, natural de Lima, quien tuvo
zano y Pereyra: “castillos roqueros dellas donde se que encargarse interinamente del reino en 1672, a la
guarda justicia, los pobres hallan defensa de los muerte del conde de Lemos.
agravios i opresiones de los poderosos”. En palabras La Audiencia era una institución creada para
más modernas, el profesor Cla- buscar cierto equilibrio de pode-
rence H. Haring sostiene que res, ya que fiscalizaba a la buro-
“fue la institución más intere- cracia estatal, empezando por el
sante y de mayor importancia en mismo virrey. La Corona desig-
el gobierno de las Indias españo- naba a un oidor para iniciar el
las. Fue el centro, el alma del “juicio de residencia” al viceso-
sistema administrativo y el freno berano y a los corregidores. De
principal contra la opresión y la esta manera, los oidores logra-
ilegalidad de los virreyes y otros ban conocer los problemas en
gobernadores” (Haring 1958). cada región del Perú y detectar a
La Audiencia limeña con sus los funcionarios corruptos (Loh-
dos salas, civil y criminal, estu- mann 1993).
vo conformada por jueces cono- Además de la Audiencia virrei-
cidos como oidores, pues nal de Lima, hubo otras de ca-
“oían”, vale decir, recibían los rácter subordinado. Ellas fueron
testimonios de las partes en liti-
gio. El número de sus integran-
tes varió entre cuatro y doce de Los miembros de la Audiencia de Lima
acuerdo con el signo de los presididos por el virrey, quien ocupa
tiempos. El virrey estaba faculta- una posición de honor.
Para los reyes
católicos y sus
herederos, el sentido
de la justicia radicaba
en la defensa del débil
frente al poderoso,
cuya soberbia vencida
es simbolizada por el
león. Un grabado de
las Emblemata de
Juan de Solórzano
(1653) inspiró esta
imagen que decora un
bargueño cuzqueño
del siglo XVIII
(Colección Museo
Pedro de Osma).

la de Santa Fe de Bogotá fundada en 1548, la de La Hasta la aparición de los corregidores de indios


Plata o Charcas en 1559, la de Chile en 1563, la de en 1565, en tiempos del gobernador Lope García de
Panamá en 1564 y la de Buenos Aires en 1661. Más Castro, las jurisdicciones bajo su mando eran vastí-
tarde, a raíz de la insurrección de José Gabriel Con- simas, haciéndose imposible administrar justicia
dorcanqui (“Túpac Amaru II”), se creó la Audiencia con eficacia. A esta deficiencia debemos añadir los
del Cuzco en 1787.

LOS CORREGIDORES DE ESPAÑOLES E LOS CORREGIMIENTOS PERUANOS ENTRE


INDIOS LOS SIGLOS XVI Y XVII (COOK 1981)

La estructura de poder necesitaba extender sus


tentáculos a todo el territorio, tanto en la república
de indios como en la de españoles. Para tal fin se
fundaron los corregimientos, que eran los brazos
del gobierno en cada una de las provincias del fla-
mante reino. Esta institución estaba encabezada por
el corregidor, que era nombrado por cinco, tres o PIURA «
JAEN

dos años. SA A
17
MOYOBAMBA Corregimientos
L mite de T rminos
Los corregidores de españoles, conocidos como
CA

Chachapoyas Frontera Internacional


JA
MA
CH

justicias mayores, constituyeron los jefes políticos y CAJAMARQUILLA


R

0 500 Km
IC

CA
AM
A

Trujillo
administrativos de sus circunscripciones, impartían
CO
NC UAR
SA

HU

HUAMALIES
justicia con la asistencia de un letrado, a la vez que
NT

CO
A

Hu nuco
ejercían la máxima autoridad en las ciudades. Por
AZ

16
CH

eso, presidían las sesiones del cabildo, velaban por TARMA


AN
CA

15
el orden público dentro de la urbe y vigilaban el
RO
Y

LAS
GA
LI

14 JAUJA
UAY
M

AN

buen manejo de los fondos municipales.


A

AZ «

13 PAUCARTAMBO
DAH

YUCAY
CA

CH

1 CUZCO 12
AN

Estos funcionarios organizaban la defensa mili-


ET

OC

2 ABANCAY 1
E

2 4
OR

VILCA CARABAYA
3 CHILQUES 3
VO

O
tar del territorio dentro de su jurisdicción, debelan- 4 QUISPICANCHE 6 UY
NC S Y
S

AS
S

5
HE

LL
CA NA

5 AIMARAES LUCANAS 7 CO
IC

URCO
CA
A

do rebeliones y motines y enfrentando posibles 6


7
COTABAMBAS
CHUMBIVILCAS 8 9
SUYO

10 Lago Titicaca
8 PARINACOCHAS
agresiones de corsarios. Los corregidores no sólo 9
10
CONDESUYOS
COLLAGUAS
CA
MA
NA AREQUIPA CHUC
UITO

procuraban el bienestar general de la población his- 11


12
PAURCARCOLLA
ANGARAES OC ANO PACŒFICO
UBINA
S LA PAZ

pánica, sino también oficiaban como protectores de 13


14
YAUYOS
HUAROCHIRŒ
ARICA

15 CANTA
los indios que residían en las ciudades y en los si- 16
17
CAJATAMBO
LUYA Y CHILLAOS
Potos

tios ubicados bajo su autoridad.


abusos que los mismos curacas cometían usando en sugerencias para mejorar la situación de los nati-
sus comunidades y en su beneficio formas primiti- vos. Oficiaban ante las autoridades virreinales co-
vas del derecho consuetudinario y el exceso de lu- mo consultores para legislar sobre la república de
cro de los encomenderos que afectaba a la pobla- indios (Ruigómez 1988) y estaban ligados a la
ción andina a su servicio. Para frenar aquellos atro- Iglesia, al ejercicio del derecho y a la universidad.
pellos de la ley y resolver los litigios entre aboríge- Entre los protectores destacaron fray Vicente de
nes, se implantaron los corregimientos de indios Valverde en el siglo XVI, Leandro de la Reinaga Sa-
(Lohmann 1957). lazar y Diego de León Pinelo en el siglo XVII.
Además de las funciones judiciales y de tutela,
los corregidores de naturales también tenían atri- EL DERECHO Y EL MANEJO DE LA LEY
buciones económicas, como cobrar el tributo a los
nativos y recolectar la mano de obra para los traba- Entender el derecho durante el virreinato no es
jos de la mita. En el desempeño de estas labores una tarea fácil, pues nos obliga a introducirnos en
frecuentemente se corrompían y distaban mucho un sistema jurídico muy distinto al de nuestros
de ser esos “ángeles custodios de los indios”, como días. En aquel entonces se partía del principio se-
los calificaba el doctor Solórzano y Pereyra. Mu- gún el cual las leyes no eran exactamente el único
chos corregidores no tuvieron escrúpulos en cobrar medio para alcanzar la justicia. El derecho indiano
doble tributo y enviar indios a las minas fuera de que pretendía regular la vida de las posesiones es-
turno. Sin embargo, el delito más generalizado fue pañolas de América y por ende del Perú, no era un
la imposición del reparto de mercancías para así ordenamiento legislativo sistemático o codificado
aumentar sus ingresos. Mediante la venta forzosa al alcance de los funcionarios y magistrados, y en
de artículos que no utilizaban, como por ejemplo más de una ocasión las normas tenían un carácter
peines, anteojos, libros, hebillas y abanicos, se en- particular, extensibles por analogía en su aplica-
deudaba a los naturales. El odioso reparto de mer- ción. De esta manera, una vez que las leyes llega-
cancías fue una de las causas de la rebelión de José ban a su destino, los legisladores contemplaban la
Gabriel Condorcanqui (“Túpac Amaru II”) en posibilidad de aplicarlas o no. El concepto “la ley
1780, y aunque las reformas borbónicas se encarga- se obedece pero no se cumple” terminó así convir-
ron de abolir los corregimientos en 1784 para dar tiéndose en uno de los principios fundamentales
paso al sistema de las intendencias, la medida llegó del derecho (Tau 1992).
demasiado tarde. En el Perú virreinal, las normas tenían una na-
turaleza meramente referencial, lo que permitía a
EL PROTECTOR DE INDIOS los jueces cierto arbitrio, ya que ellos podían elegir,
de acuerdo con su conciencia y a la luz de los tex-
Los aborígenes, considerados por la legislación tos clásicos del derecho romano y los cuerpos nor-
española como seres “miserables”, es decir dignos mativos del derecho español medieval (las Partidas
de conmiseración, debido al poco nivel de civiliza- alfonsinas, el Fuero juzgo, el ordenamiento de Al-
ción y a la rusticidad de sus costumbres, estaban calá, etc...), los cuerpos doctrinarios más pertinen-
expuestos a una serie de abusos de parte del poder tes para resolver sus casos. Ello daba pie para que
estatal y de los pobladores hispanos. Por todo ello los corregidores suspendieran la aplicación de una
se creó la institución del protector de indios, un ley promulgada por la Corona en atención a cir-
funcionario especial que defendía los derechos de cunstancias locales y excepcionales.
los naturales acogiendo sus quejas en materia de Aquel que deseaba convertirse en letrado u
justicia. La labor de estos funcionarios, residentes hombre de leyes debía estudiar en la universidad
en Lima y en las provincias del virreinato, suponía las doctrinas del derecho romano expuestas en los
su presencia en los juicios relativos a la posesión y Instituta, Digesto, Código y Novellae, como también
medición de las tierras de indios, al justo pago del la tradición canónica, para de esta manera trabajar
tributo, y al cuidado de su salud e integridad en las en tribunales eclesíásticos. El derecho enseñado en
minas. Para lograr estos fines elevaban recursos las universidades constituía un instrumento de for-
ante el virrey, y en algunos casos, hasta la misma mación humanística, antes que un “saber profesio-
Corona. nal”. La forma de ejercer la abogacía se aprendía le-
Los protectores de indios eran informantes de jos de las aulas y a través de la experiencia profe-
los problemas indianos y redactaban proyectos con sional asimilada ante los tribunales.
Si bien es cierto que la En 1680, luego de un siglo de
doctrina tenía un peso más esfuerzos compilatorios, fue
importante que las leyes, la promulgada la Recopilación de
leyes de los reinos de las Indias.
Metrópoli se preocupó desde
el siglo XVI por recopilar sus
disposiciones y en el XVII, el ganización jurídica de los
interés por las compilaciones naturales. Gracias a la inves-
legales fue aún mayor. En tigación en los campos de los
1623 el jurista Antonio de derechos natural y de gentes,
León Pinelo, egresado de la varios juristas como Polo de
Universidad de San Marcos, Ondegardo, Hernando de
propuso al Consejo de Indias Santillán y Francisco Falcón
la reunión de las normas repararon en la necesidad de
destinadas a América. El an- respetar los fueros y costum-
helo del ilustre letrado no se bres de los aborígenes, siem-
llegó a concretar, pero sus lo- pre y cuando éstos no fueran
gros sirvieron de base para la contrarios a la moral y ley
monumental Recopilación de cristianas. Dichos juristas
leyes de los reinos de las In- abrieron el camino para la
dias, promulgada por el rey formación de un derecho es-
Carlos II en 1680 e impresa pecial para los indios, cuyos
el año siguiente. Este trabajo principales objetivos fueron
comprende la reseña de un una legislación que respetara
conglomerado de normas de los propios estatutos legales
diversas materias de la época de los nativos y una protec-
de los Habsburgo. Sus cuatro ción que los defendiese de
tomos están compuestos por los elementos perturbadores
nueve libros que se subdividen a su vez en títulos y de la vida social. Para conseguir estos fines el Esta-
leyes. La Recopilación observaba muchísimos pun- do separó jurídicamente a los indios en una repúbli-
tos, pero no abarcaba el derecho civil, ya que en esa ca aparte, con normas específicas. El “instituto par-
rama regía para el Perú el derecho castellano. Du- ticular de los indios” necesitaba crearse, pues las le-
rante el siglo XVIII se tuvo que añadir nuevas dis- yes generales en las que se incluía a los indígenas
posiciones legales. En 1755 el Estado juzgó conve- producían efectos nocivos sobre ellos. El mismo
niente publicar un volumen complementario en Gaspar de Escalona descubría: “...todo lo que se or-
forma de Adiciones. También en esa centuria se hi- dena en su bien (de los naturales) se convierte en su
cieron nuevas reimpresiones en 1756, 1774 y 1791 daño y lo que se previene en su alivio se tuerce en
(Basadre Ayulo 1993). su ruina” (García Gallo 1972: 382).
Además de las leyes de Indias, hubo en el Perú
intentos interesantes por establecer un orden temá- LOS LETRADOS: LA JUSTICIA DEL
tico a las normas. El legista criollo Gaspar de Esca- MONARCA
lona y Agüero (Lima 1598-Santiago de Chile 1659)
preparó un “Proyecto de código peruano”, donde Los letrados u hombres de derecho fueron los
pretendía recopilar los aspectos fundamentales del agentes más directos del proceso de consolidación
derecho virreinal vigente. Sólo llegó a escribir la in- política y jurídica del virreinato del Perú. Después
troducción y el índice de sus cuatro libros, los que de haber estudiado un promedio de diez años y de
fueron enviados al Consejo de Indias para su obser- optar los grados de bachiller, licenciado o doctor en
vación, pero la huella ya estaba señalada. leyes por alguna universidad española o por San
Tanto la Recopilación como el proyecto de Esca- Marcos, estaban aptos para servir al Estado encar-
lona surgieron de una preocupación por la legisla- nando la “justicia viva” del rey (Vigil 1991). Por lo
ción indígena. Desde comienzos del siglo XVI, era general solían ser hijos segundones de familias hi-
evidente que su aplicación total e indiscriminada no dalgas; en otras palabras, procedían de un sector so-
era la política más correcta, pues erosionaba la or- cial intermedio entre la nobleza titulada y la gente
Pedro Bravo de Ribero (1701-1786) asumió la plaza de oidor
de la Audiencia de Lima en 1736.

chos natural y de gentes de Francisco de Vitoria, in-


forma con precisión sobre el origen legítimo de los
antiguos monarcas del Tahuantinsuyo y de su orde-
namiento legal, con el fin de dar nuevos consejos
sobre el tributo y buen trato a los naturales.
Por su parte, el licenciado Juan de Matienzo (Va-
lladolid 1520-Charcas 1579), el más culto de los le-
trados del siglo XVI, ocupó el cargo de relator de la
Audiencia de Charcas y fue colaborador del gober-
nador Lope García de Castro. Publicó en 1567 el
Gobierno del Perú donde estudia los problemas so-
ciales y jurídicos derivados de la convivencia de in-
dios y españoles. Allí vislumbraba un programa de
medidas que se aplicarían en la década de 1570. A
la luz de los autores clásicos, observó al régimen in-
caico como un sistema tiránico e ilegítimo. Para
Matienzo, el gobierno hispánico, inspirado en el
cristianismo, es el responsable de procurar el bien
común para las dos repúblicas. Planteó de manera
explícita la separación de la población indígena de
la española, sugiriendo las formas de organizar la
del común. Ocuparon cargos burocráticos, judicia- habitación de los naturales en reducciones (o repú-
les y de asesoría legal y también escribieron tratados blicas). Las ideas de este legista coincidieron con los
políticos que influyeron en las disposiciones legisla- planes políticos del virrey Francisco de Toledo,
tivas de la Corona. Era tal su versatilidad, que inclu- quien lo incluyó en su círculo de hombres de con-
so durante la época más temprana de la coloniza- fianza. Gracias a las propuestas de Matienzo, el vi-
ción actuaron como militares. cesoberano dio inicio a la visita general por todo el
Un primer caso ilustrativo es el del licenciado Perú, y sobre la base de ella impuso el sistema de las
Polo de Ondegardo (Valladolid 1516-Charcas reducciones de indios. Además del Gobierno del Pe-
1575), quien fue consejero de los virreyes Andrés rú, Matienzo redactó dos textos en los que sintetiza-
Hurtado de Mendoza y del conde de Nieva. Siendo ba su experiencia forense: Dialogus relatoris et advo-
corregidor del Cuzco, donde estudió las creencias, cati pintiani senatus (1558) y Comentaria...in librum
leyes y costumbres de los indios –a los que separó quintum (1580) (Lohmann 1967).
en un barrio apartado de los hispanos–, se interesó Un representante de la postura contraria a la de
por formar una nueva legislación nacida de la amal- Matienzo es el licenciado Francisco Falcón (Alcá-
gama del derecho español y las formas jurídicas in- zar de Consuegra 1521-Lima 1587) quien, ganado
dígenas. Sus obras son consideradas piezas funda- por la prédica de fray Bartolomé de las Casas, fue
mentales del derecho indiano y entre ellas figuran: uno de los más enérgicos defensores de los natura-
Tratado y averiguación sobre los errores y supersticio- les. Durante el Segundo Concilio Limense sometió
nes de los indios (1559), Relación acerca del linaje de a discusión su famosa Representación de los daños y
los incas y El notable daño que resulta de no guardar molestias que se hacen a los indios (1567), cuestio-
a los indios sus fueros (ambas de 1571). nando el derecho de España a la adquisición de los
Otro jurista igualmente importante fue el licen- territorios americanos y exhortando a los religiosos
ciado Hernando de Santillán (Sevilla 1521 - ? congregados a desagraviar a los aborígenes. Cabe
1575), magistrado de la Audiencia de Lima y aban- añadir que Francisco Falcón escribió otra defensa
derado del rey en la campaña contra la rebelión de conocida como la Apología pro indis (ca. 1568), que
Francisco Hernández Girón. Fue autor en 1563 de permanece inédita, y tuvo también una destacada
la Relación del origen, descendencia, política y gobier- intervención en el Tercer Concilio Limense de 1582
no de los incas donde, bajo la influencia de los dere- (Lohmann 1970).
A lo largo del siglo XVII, destacaron los tratadis-
tas de política y derecho al servicio de la Corona,
entre los que sobresale el doctor Juan de Solórzano
y Pereyra (Madrid 1575-1655), autor de De india-
rum jure (1629 y 1639) y la Política indiana (1648),
una traducción corregida y aumentada de su obra
anterior. Solórzano representa al jurista y al profe-
sor universitario que estudia las políticas y normas
aplicadas por la Metrópoli en la América del seis-
cientos. Después de dejar su cátedra en la Universi-
dad de Salamanca, ocupó en 1609 el cargo de oidor
en Lima. De acuerdo con el precedente romano, So-
lórzano destacaba la misión providencial del impe-
rio de los Habsburgo. Por el hecho de partir de un
pensamiento político propio del barroco, enfatizaba
que cada uno de los hombres y las corporaciones
cumplen una función de acuerdo con su naturaleza.
Para él las Indias constituían la roca más sólida so-
bre la que se asentaba el imperio y por eso mismo,
el trabajo de los indígenas era algo necesario. No
obstante, reconocía en los aborígenes el carácter de
seres miserables debido a su “humilde, servil y ren-
dida condición”. Los indios, por tal razón, merecían
la especial protección de la Corona.
Pero los naturales no son la única preocupación
del oidor. A los criollos también les cabía ocupar un
lugar en el imperio, y por ello se atrevió a sugerir su
incorporación al Consejo de Indias. No en vano el
historiador inglés David A. Brading dice que este ju- Juan de Solórzano y Pereyra (1575-1655), considerado el más
rista “llegó a figurar dentro de la tradición política representativo tratadista del Derecho indiano.
del patriotismo criollo como un gran defensor de
los derechos políticos de los españoles de América”
(Brading 1991: 254). go de Aguiar y Acuña, a quien se le había confiado
El conocimiento de la realidad peruana dio al el trabajo de recopilar las leyes que regían en Amé-
doctor Solórzano la autoridad de un especialista en rica. León Pinelo colaboró con denuedo para Aguiar
los asuntos indianos. Su obra se convirtió en una en la titánica labor de compulsar más de seiscientos
fuente de consulta a la que recurrían presurosos los volúmenes manuscritos de normas (Brading 1991:
legistas, urgidos de conocer los asuntos jurídicos de 239). Al morir Aguiar, Pinelo continuó con su tarea
los reinos americanos de ultramar. en forma solitaria. En 1635 terminó la misión enco-
Contemporáneos de Solórzano fueron los her- mendada y a lo largo de siete meses se reunió casi
manos de ascendencia judía Antonio de León Pine- diariamente con el doctor Juan de Solórzano y Pe-
lo (Lisboa ca. 1590-Madrid 1660) y Diego de León reyra, para revisar y depurar la obra. El Consejo de
Pinelo (Córdoba del Tucumán 1608-Lima 1671). Indias aceptó la recopilación, pero la muerte le al-
Antonio, el mayor de ambos, se había formado en canzó antes de que obtuviese la aprobación oficial
los derechos civil y canónico en la Universidad de (Basadre Ayulo 1993: 308).
Lima, y desempeñó una serie de cargos como el de A pesar de la suerte corrida en esta empresa,
alcalde mayor de minas en Oruro y el de corregidor León Pinelo legó dos textos importantes para la his-
en Potosí. Pero sus inquietudes no se redujeron al toria del derecho indiano: el Sumario de la recopila-
ámbito burocrático, pues también fue profesor uni- ción de leyes para las Indias (1628) y el Tratado de
versitario y regentó la cátedra de Decreto en San confirmaciones reales de encomiendas, oficios y casos
Marcos en 1619. Dos años más tarde viajó a España en que se requiriesen para las Indias occidentales
donde trabajó al lado del consejero de Indias Rodri- (1630).
Indias, en el que generalizadamente cuestionaba las
instituciones judiciales del virreinato, y concluía
que en el Perú no era posible hacer justicia. Padilla
proponía la promulgación de leyes especiales y la
creación de nuevas instituciones, y aunque sus pa-
labras tenían mucho de verdad, pecaban de exage-
radas al desconocer la autoridad moral de los ma-
gistrados. Estos osados juicios provocaron la reac-
ción del criollo Pinelo, quien entonces oficiaba de
protector de naturales, pues para él la calidad y can-
tidad de las normas no eran el verdadero problema,
sino el adecuado cumplimiento de la legalidad.
En la primera mitad del siglo XVIII, el jurista de
mayor renombre y prestigio fue el doctor Pedro Jo-
sé Bravo de Lagunas y Castilla (Lima 1704-1762),
quien centró sus inquietudes en el estudio de las
condiciones económicas y políticas del virreinato.
En su Voto consultivo (1755) se presenta como un
defensor de los intereses económicos del Perú y
plantea al virrey conde de Superunda la restricción
de las importaciones de trigo chileno y la reorgani-
zación de la producción triguera peruana. Obró
asimismo como protector de indios y oidor super-
numerario de la Audiencia de Lima y conjugó estas
labores con las cátedras de Prima de leyes, Digesto
viejo y Vísperas de sagrados cánones en la Univer-
Diego de León Pinelo (1608-1671), profesor de Código, sidad de San Marcos. El jurista limeño gozó de la
Vísperas y Prima de Sagrados Cánones en la Universidad de admiración de los mismos virreyes, pues asesoró
San Marcos, llegó a ser rector de dicha casa de estudios. en materia legal a los marqueses de Castelfuerte y
Villagarcía, y coronó su carrera con el nombra-
miento de consejero honorario del Real y Supremo
Diego de León Pinelo, hermano de Antonio, ini- Consejo de las Indias (Burkholder y Chandler
ció su formación jurídica en la Universidad de Sala- 1982: 56-57).
manca, donde obtuvo el bachillerato en Cánones.
Posteriormente, se doctoró en los claustros sanmar-
quinos, donde más tarde sería profesor de Código,
Visperas de sagrados cánones y Prima de cánones.
Como legista reputado y conocedor del derecho
eclesiástico, asesoró al arzobispado de Los Reyes.
Por esa época (1656), también fue protector general
de naturales de la Audiencia de Lima. Su excelente
fama de jurisconsulto hizo que se le propusiera pa-
ra ejercer el cargo de fiscal del crimen, pero el nom-
bramiento llegó en 1671 cuando acababa de morir. El Voto
Al parecer, el retraso de su designación se debió a consultivo
(Lima, 1755) de
las suspicacias que su origen sefardita promovía en-
Pedro José Bravo
tre las autoridades. de Lagunas y
El doctor Diego de León Pinelo ha pasado tam- Castilla, es el
bién a la historia del derecho virreinal por su en- más
frentamiento con el licenciado Juan de Padilla. Este representativo
último al observar el maltrato y explotación de los texto de dicho
indígenas llegó a elevar un memorial al Consejo de autor.
II
LA IGLESIA Y EL TRIUNFO DE LA FE

LA EVANGELIZACIÓN Desde un principio los religiosos de ambos cle-


ros se preocuparon por estudiar las creencias y len-
La conquista del Perú tuvo un sentido más pro- guas vernáculas y así poder transmitir el mensaje
fundo que la simple adquisición de territorios para cristiano a los naturales. Ese gran interés por ense-
la Corona, la consecución del lucro y el ascenso so- ñarles la doctrina se basaba en el descubrimiento
cial por parte de los peruleros. Detrás de la gesta del carácter “miserable” de los indios, pues al no
conquistadora estuvo siempre presente el deseo de haber podido conocer a Cristo no estaban aptos pa-
ampliar la cristiandad, aunque muchos historiado- ra la felicidad natural que supone la salvación. Los
res no parezcan interesados en detenerse en este as- sacerdotes eran los hombres indicados para encami-
pecto. nar a la población andina hacia la única verdad a
Esta convicción de los conquistadores sólo pue- través de una “policia cristiana”, vale decir, despo-
de ser explicada a la luz de la guerra de reconquista jándolos de las costumbres contrarias al Evangelio e
librada en la península ibérica entre los mundos impartiéndoles una educación guiada hacia Dios
cristiano y musulmán, a lo largo de casi ocho siglos. (Regalado 1992b).
La lucha contra los moros arraigó la fe de cada his- La evangelización fue adquiriendo perfiles cada
pano y el mismo Estado impulsó la religión como vez más precisos luego de las resoluciones de los
un elemento cohesionador. Los reyes dirigieron to- concilios celebrados en Lima, especialmente de los
dos sus recursos al servicio de un ideal y de una em- tres iniciales. El Primer Concilio Limense (1551-
presa de carácter sobrenatural: la conversión de los 1552), convocado por el arzobispo de Lima, el do-
infieles. De esta manera, los intereses de la Corona minico Jerónimo de Loayza, se propuso alcanzar la
española se confundían con los de la Iglesia. Lo unidad de la doctrina, decretar el fin de la idolatría
temporal y lo espiritual se comprometen práctica- y una distribución proporcional de los religiosos en
mente en las mismas aspiraciones (Armas 1953). el Perú. Lamentablemente, Loayza no obtuvo los lo-
En la conquista del Perú parecen proyectarse los gros que esperaba, pues la ausencia de varios obis-
mismos principios que guiaron la reconquista, ge- pos restó prestancia a la asamblea eclesiástica.
nerándose el llamado “cristianismo militar”, esto es, Gracias a las disposiciones legales del rey Feli-
un gran sentimiento religioso que hace conscientes pe II, inspiradas en el Concilio de Trento, y a la te-
a los españoles de su protagonismo como agentes nacidad de fray Jerónimo de Loayza, fue posible la
de Cristo frente a los indios. El “cristianismo mili-
tar” robustece en los soldados la esperanza de su
salvación, por oficiar de mensajeros de la verdadera
religión. De este modo, los expedicionarios pudie-
ron ver al apóstol Santiago cabalgar por los cielos
durante las batallas contra los indígenas, y a la Vir-
gen María desviar las flechas de los naturales.
Esta forma de religiosidad, por cierto compren-
sible para su tiempo, suponía que los conquistado-
res debían mantener viva la llama de la fe. Los reyes
procuraron, entonces, que en cada ejército explora-
dor hubiese hombres de Iglesia, tanto del clero se-
cular como del regular. Los clérigos y frailes presen-
tes en las huestes celebraron misa, confesaron y ab-
solvieron a los conquistadores y bautizaron y con- Iglesia de San Juan Bautista, en Vilcashuamán, Ayacucho.
virtieron a los indios. A la espada se sumó la cruz de Esta iglesia temprana del siglo XVI ha sido construida sobre
la evangelización. los cimientos de un templo incaico.
ese mismo año de 1567 llegó a afirmar que todo
miembro de la autoridad civil estaba destinado a
ser: “hombre virtuoso; cristiano probado y conoci-
do por tal en su niñez, mocedad y madura edad, y
en toda su vida; como dice Platón que tenga buena
fama, porque no le basta ser bueno, sino tuviese
buena opinión”. El buen ejemplo de los hombres de
Iglesia era un elemento vital para la evangelización,
el orden público y el bien común.
Quince años después se diría sobre el Segundo
Concilio Limense: “Mas por la negligencia de mu-
chos y poca ejecución de algunos prelados vino a
olvidarse casi del todo en las más iglesias el dicho
concilio, de suerte que fue de poco efecto el haber
proveído en él tantas y tan saludables constitucio-
nes, y casi de la misma manera y por la propia cau-
sa el Santo Concilio de Trento, que se recibió y tor-
nó a publicar en el dicho concilio provincial, se de-
jó de ejecutar en muchos o en las más cosas que or-
dena tocantes a la reformación de costumbres”
(Nieto 1992a). Tal estado de cosas motivó que el rey
don Felipe dispusiera la celebración de otro conci-
lio. El soberano envió cartas al virrey Martín Enrí-
quez de Almansa (1581-1583) –quien había gober-
nado prudentemente en México– y al entonces ar-
Jerónimo de Loayza (circa 1498-1575) fue el primer
zobispo de Los Reyes don Toribio Alfonso de Mo-
arzobispo de Lima, dignidad que ocupó en 1546. Celebró dos
concilios, en 1551 y 1567, en los que se discutió el proceso de grovejo y Quiñones (más tarde elevado a los alta-
evangelización de la población andina. res), informándoles de su decisión.
El Tercer Concilio Limense (1582-1583) congre-
gó en la capital del virreinato a los prelados de Ni-
convocatoria del Segundo Concilio Limense caragua, Panamá, Popayán, Quito, Cuzco, Charcas,
(1567). A él asistieron los obispos de Charcas, La Santiago de Chile, La Imperial, Río de la Plata y Tu-
Imperial y Quito, y los provinciales de las órdenes cumán. Toda la América del Sur y parte de Centroa-
religiosas que ya se encontraban en tierras perua- mérica estaban representadas por sus obispos. Tam-
nas: dominicos, franciscanos, agustinos y merceda- bién se hicieron presentes los superiores de las ór-
rios. La presidencia del Segundo Concilio recayó en denes religiosas y varios teólogos de renombre que
Loayza, quien como discípulo del célebre maestro iluminaron con sus conocimientos las sesiones de la
de Salamanca Francisco de Vitoria, supo dirigir la asamblea, entre ellos el padre José de Acosta de la
asamblea inspirado en el derecho natural. Compañía de Jesús, Bartolomé de Ledesma de la or-
Entre los principales puntos abordados en ese den de Santo Domingo, Luis López de la orden de
foro eclesial se encuentran interesantes observacio- San Agustín, y los presbíteros Antonio de Molina,
nes sobre las costumbres y formas de vida de los sa- Pedro Gutiérrez Flores, Francisco de Vega y Fer-
cerdotes que vivían cerca de los naturales. Ellos de- nando Vázquez Fajardo.
bían seleccionarse entre “personas muy aprobadas y El concilio celebrado bajo la dirección del futu-
bien instruidas en administrar sacramentos”. Asi- ro santo Toribio de Mogrovejo fue el más importan-
mismo se sugería que aprendieran con esmero las te del mundo americano. Según el padre Enrique
lenguas nativas y trataran con amor a los indios, Bartra S.J. constituyó “uno de los esfuerzos de ma-
alejándose de toda negociación o granjería; en su- yor aliento realizados por la jerarquía de la Iglesia y
ma, que no cayeran en los juegos del mundo (Nie- la Corona española para enderezar por cauces de
to 1992a). Aquellos ideales coincidían perfectamen- humanidad y justicia los destinos de los pueblos de
te con los valores del mundo laico, tan bien expre- América, como exigencia intrínseca de su evangeli-
sados por el licenciado Juan de Matienzo cuando en zación” (Bartra 1982). Este concilio intentó corregir
la vida mundana de algunos sacerdotes, pero sobre Santo Domingo: fray Jerónimo de Loayza. El prela-
todo tuvo una serie de aportes que fueron definiti- do tomó posesión de su cargo en 1543. Por la im-
vos para la posteridad, pues creó un seminario para portancia que cobraba cada día la capital del virrei-
formar adecuadamente al clero secular, se interesó nato, el Papa Paulo III elevó la sede de Lima al ran-
por la defensa de los naturales y precisó la forma co- go de diócesis metropolitana, desmembrándose de
mo debían administrárseles los sacramentos, consa- esta forma de la arquidiócesis de Sevilla en 1546. A
gró el estudio de los idiomas indígenas como un ve- partir de entonces Lima tuvo como sufragáneos a
hículo para llegar a ellos y preparó, con las sugeren- los obispados de Quito (erigido en 1546), Popayán
cias y observaciones del padre José de Acosta, el Ca- (1546), Río de la Plata (1547), Charcas (1551), San-
tecismo (1584) redactado en castellano, quechua y tiago de Chile (1561), La Imperial (1563), Tucu-
aymara, el primer libro editado en Sudamérica. mán (1579) y a las antiguas diócesis de Nicaragua
El santo arzobispo de Lima fue un gran promo- (1534) y el Cuzco (1537). Durante el siglo XVII
tor de la catequización y sobre todo un hombre in- fueron fundadas las diócesis sufragáneas de Trujillo
fatigable que pasó la mayor parte de su ministerio (1609), Arequipa (1609) y Huamanga (1609) (Var-
emprendiendo visitas pastorales. Antes del concilio gas Ugarte 1959).
se dio tiempo para conocer las condiciones de su
diócesis, llegando por el sur hasta Nazca y por el LAS ÓRDENES RELIGIOSAS: AGENTES DE
oriente hasta Huánuco. Finalizada la asamblea de LA EVANGELIZACIÓN
prelados, partió hacia Chachapoyas y luego, desa-
fiando la terrible geografía peruana, enrumbó hacia No podemos hablar de la evangelización al mar-
Yauyos y Huarochirí. En 1593 recorrió la costa nor- gen de la labor del clero regular. Cada orden religio-
te hasta Lambayeque y cruzó los Andes para arribar sa desde su propia vocación participó en la cristia-
a Cajamarca y visitar nuevamente Chachapoyas. En nización con sus propios métodos misionales, su
1601 inició otro viaje por los lugares antes recorri- prédica, la fundación de casas y monasterios, y par-
dos. Cansado y rendido murió en Saña en 1606 ticulares crónicas conventuales, que narraban las
(Nieto 1992a). virtudes de sus varones ilustres y la historia de sus
Dentro del tema de la evangelización cabe desta- congregaciones.
car la presencia de las doctrinas o parroquias de in- La primera orden que llega al Perú es la de los
dios creadas a lo largo del territorio virreinal, para Predicadores o de Santo Domingo. Los dominicos
impartir el catolicismo entre los naturales. Los doc- están presentes desde la conquista con fray Vicente
trineros, que podían ser miembros del clero dioce- de Valverde, capellán de la hueste de Francisco Pi-
sano o del regular, enseñaban los principales enun- zarro, y más tarde obispo del Cuzco y protector de
ciados de la fe, los mandamientos, los sacramentos los indios frente a los abusos de los conquistadores,
y todo aquello que el cristiano debía esperar y pedir lo que no impidió que muriera trágicamente en la
a Dios (Regalado 1992b: 28). Los párrocos de indios isla de la Puná mientras llevaba la palabra de Dios a
estaban llamados a “poner en policia” a los indíge- los indígenas. Pero Valverde no fue el único fraile
nas reuniéndolos en grupos para educarlos en el ca- dominicano que formó parte de esta etapa histórica.
tolicismo y erradicar el culto idolátrico. Hubo otros que destacaron por su sensibilidad reli-
Para poder llevar a cabo su tarea cristianizadora giosa como Juan de Olías, Rodrigo de Ladrada,
la Iglesia tuvo que organizar sus labores en torno de Francisco Martínez Toscano, Agustín de Zúñiga, Je-
los obispados. La primera diócesis en el Perú fue la rónimo de Loayza –arzobispo de Lima– y Gaspar de
del Cuzco y para ella en 1537 se eligió obispo a fray Carvajal, quien acompañó al capitán Francisco de
Vicente de Valverde, antiguo capellán de la hueste Orellana en el descubrimiento del Amazonas.
de Francisco Pizarro. Este dominico, que murió Los religiosos de la orden de los Predicadores di-
martirizado en la isla de la Puná, destacó por la de- fundieron la cultura escolástica y establecieron cen-
fensa de la humanidad de los indígenas. Su diócesis tros de enseñanza. El mejor ejemplo lo puede brin-
comprendía un territorio vastísimo: desde la Nueva dar el “Estudio General” que funcionó a partir de
Granada (con excepción del Darién) hasta los con- 1551 en el convento dominico de Lima, sobre el que
fines del reino de Chile, el Tucumán y el Río de la luego se crearía la Universidad de San Marcos, en
Plata. 1574. Su fundador, fray Tomás de San Martín, sen-
Posteriormente, en 1541 se creó la diócesis de sibilizó con su prédica a los encomenderos, a fin de
Los Reyes, cuyo primer pastor fue otro sacerdote de hacerlos renunciar a las tierras e indios mal gana-
dos. Su aprecio por las cosas del intelecto y del es- Además de los conventos en Los Reyes y el Cuzco,
píritu queda expresado con la fundación de la Uni- había casas de religiosos en el Callao, Yauyos, Chin-
versidad de Chuquisaca en 1552, el mismo año en cha, Arequipa, Huamanga, Parinacochas, Castrovi-
que asumió la diócesis de Charcas. rreyna, Huancavelica, Huancayo, Hatun Jauja, Con-
El interés por la educación y los conocimientos desuyos, Chuquisaca, Potosí y Tarija. Las misiones
de este grupo de religiosos también lo podemos ha- selváticas de la orden de Santo Domingo cristianiza-
llar en la obra del obispo de La Plata fray Domingo ron las tribus orientales de Cochabamba, y el Cerro
de Santo Tomás, quien desde un primer momento de la Sal (Nieto 1980).
se volcó hacia el estudio del antiguo Perú. El resul- La orden de San Francisco llamada la “orden se-
tado de sus investigaciones en el campo lingüístico ráfica” por las virtudes angélicas del Santo de Asís,
fue el Lexicón o vocabulario general del Perú llamado era también mendicante como la de Santo Domin-
quichua (1560), texto que sirvió para explicar en el go y arribó al Perú en el período conquistador con
medio académico los secretos conceptuales del que- fray Marcos de Niza, procedente de La Española
chua y su estructura gramatical (Tauro 1988). Fray (aunque otras fuentes afirman que vino de Méxi-
Domingo de Santo Tomás intercedió por el buen co). Luego llegarían Pedro Rodeñas, Pedro Gosseal
trato a los indios frente a las autoridades, y desde y fray Jodocko Ricke, este último de Flandes y uno
el púlpito habló directamente a la conciencia de de los más entusiastas evangelizadores francisca-
los encomenderos. nos. El cristianismo que impartía a los indios no se
Los dos grandes historiadores de la orden domi- limitaba únicamente a la enseñanza del catecismo,
nicana fueron fray Reginaldo de Lizárraga y fray pues capacitaba a los aborígenes en la forma euro-
Juan Meléndez. El pri- pea de arar con bueyes,
mero se desempeñó co- en los rudimentos de
mo obispo de La Impe- aritmética, en la instru-
rial a principios del siglo mentación musical con
XVII y fue autor de una vientos y cuerdas, y en
Descripción breve de toda la lectura y escritura del
la tierra del Perú, Tucu- castellano.
mán, Río de la Plata y En 1542 vinieron
Chile, que abunda en in- desde México doce fran-
formación histórica y ciscanos para fundar la
geográfica de las regio- provincia peruana de los
nes de la América meri- Doce Apóstoles, que se
dional que recorrió a lo extendió por todo el rei-
largo de su vida. Por su no con casas y misiones
parte, fray Juan Melén- en Chiclayo, Cajamarca,
dez, natural de Lima, es- el Cuzco, Chachapoyas,
cribió los Tesoros verda- Ica, Arequipa, el valle de
deros de las Indias (1681- Junín, La Paz, La Plata y
1682), donde relata las las regiones amazónicas.
hazañas y aportes de los Los franciscanos se
dominicos en el Perú. distinguieron por su ce-
Gracias a él se comenza- lo misionero. No se rin-
ron a conocer las edifi- dieron ante la adversi-
cantes vidas de San Mar- dad y en el siglo XVII in-
tín de Porras y Santa Ro- gresaron a la tierra de
sa de Lima, San Juan Panataguas y Chancha-
Masías y la del virtuoso mayo (Cerro de la Sal)
fray Vicente Bernedo. para catequizar a los na-
A finales del siglo turales y en ocasiones
XVI los dominicos ya te- En el libro Tesoros verdaderos de las Indias (Roma, 1681- hallar su martirio. A pe-
nían monasterios por to- 1682) su autor, el dominico Juan Meléndez, aborda la historia sar de las flechas indíge-
do el territorio virreinal. de su orden religiosa, la primera en llegar al Perú. nas, lograron la conver-
Vista del convento de Santa Rosa de Ocopa fundado por los
padres franciscanos en 1725, en Ocopa, Junín.

sión de mucha gente y la exploración geográfica de


zonas ignotas. Un caso ilustrativo es el del padre
Manuel Biedma, evangelizador, expedicionario y
fundador de los pueblos de Sonomoro y Chupasa-
nao, quien murió en 1687 asesinado por los piros
del valle de Tambo. Biedma fue calificado por el sa-
bio Antonio Raimondi de “genio de la selva”, por fa-
cilitar el ingreso al oriente. Para brindar un nuevo
empuje a las misiones en 1725, fray Francisco de
San José funda a la vera del Mantaro el convento de
Santa Rosa de Ocopa, que se convirtió en un impor-
tante centro de documentación histórica y cartográ-
fica, y en un foco de irradiación de la fe. De Ocopa
salieron las exploraciones al Gran Pajonal y a las
Pampas del Sacramento, pero la sublevación de
Juan Santos Atahualpa en 1742 impidió que la em-
presa continuara (Nieto 1980).
Fray Buenaventura de Salinas y Córdoba y su
hermano Diego de Córdoba y Salinas, ambos natu-
rales de Lima, escribieron las crónicas más impor-
tantes de la orden seráfica. El primero es autor del
Memorial de las historias del Nuevo Mundo Pirú
(1630) y el segundo de la Corónica de la religiosísi-
ma provincia de los Doce Apóstoles del Perú (1651).
Los dos frailes dan cuenta de las glorias eclesiásticas
y los logros de la evangelización por los francisca-
nos en el territorio virreinal, así como de las virtu-
des de San Francisco Solano. En el caso de fray Bue- Cañete, Ica, Nazca y en varios pueblos de Chile. En
naventura, hay un reconocimiento a la condición 1586 los agustinos se hicieron cargo del santuario
humana de los indígenas y a sus tribulaciones, asu- de Copacabana a orillas del lago Titicaca, desde el
miendo que eran seres con iguales posibilidades de cual cristianizaron a los indios de esa región.
santidad que los blancos. Uno de los grandes éxitos de la orden agustina
Otro escritor notable de la orden, y criollo como fue la conversión en 1568 del inca Titu Cusi Yupan-
los anteriores, fue el huamanguino fray Luis Jeróni- qui por parte de los padres Marcos García, Juan de
mo de Oré, quien se interesó por la prédica en que- Vivero y Diego Ortiz, el último de los cuales ocupa
chua a los nativos y la recopilación de información un lugar especial en la historia de la Iglesia en el Pe-
sobre las lenguas andinas. Las obras de este sacer- rú, pues soportó el dolor del martirio. Tras la muer-
dote son: el Symbolo católico indiano (1598), el Ri- te de Titu Cusi, los indios de Vilcabamba acusaron
tuale seu manuale peruanum (1607), una Relación de a fray Diego de haber envenenado al Inca, por lo
los mártires de la Florida, además de sermones, un que fue flagelado y humillado al no poder resucitar
tratado sobre las indulgencias y una biografía de al soberano, como se le pedía. Fue empalado y en-
San Francisco Solano. terrado cabeza abajo.
La orden de San Agustín, instituto religioso más Entre los cronistas agustinos más importantes
antiguo que el de los franciscanos y el de los domi- podemos mencionar a fray Antonio de la Calancha
nicos, llegó al Perú en 1551, y nueve años más tar- y Benavides, quien nació en Charcas, y al huaman-
de contaba con monasterios en el Cuzco y Trujillo. guino Alonso Ramos Gavilán. El padre Calancha,
A fines del siglo XVI existían conventos en Cota- considerado por Antonio de León Pinelo como:
bambas, Omasuyos, Potosí, Paria, Chuquisaca, La “docto escolástico, gran positivo, elegante predica-
Paz, Tarija, Arequipa, Huánuco, Guadalupe, Saña, dor, y erudito en las letras humanas”, publicó en
de Jesús. El grupo fundador en el Perú estuvo com-
puesto por los sacerdotes Jerónimo Ruiz del Porti-
llo, Diego de Bracamonte, Antonio Álvarez, Miguel
de Fuentes y Luis López y los legos Luis de Medi-
na, Juan García y Pedro Lobet. La misión de estos
hombres de Iglesia fue la cristianización de los abo-
rígenes.
Los jesuitas fueron activos defensores de los na-
turales y maestros de los hijos de los señores étni-
cos, a quienes enrumbaron por los caminos de la fe
con una educación especial en los colegios de San
Francisco de Borja en el Cuzco y El Príncipe en Li-
Frontispicio de ma. Pero no se abocaron únicamente a la formación
la Chrónica cristiana de los nativos, también fundaron los cole-
moralizada del gios mayores de San Pablo y San Martín en Los Re-
orden de San yes y la Universidad de San Ignacio de Loyola en la
Agustin Ciudad Imperial del Cuzco para los hijos de la re-
(Barcelona, pública de españoles.
1639) del La congregación de San Ignacio se preocupó
padre Antonio
también por un documentado conocimiento sobre
de la Calancha.
el mundo andino, especialmente por el quechua o
runa simi. Una marcada dedicación por estudiar la
lengua de los incas la podemos hallar en el extreme-
1639 su célebre Crónica moralizada del orden de San ño Diego González Holguín, misionero y quechuis-
Agustín para dar a conocer las acciones de su orden ta, autor de la famosa Gramática y arte nueva de la
en el Perú. Este fraile altoperuano de pluma barro- lengua general del Perú llamada quichua o lengua del
ca era consciente del peligro que encerraba la per- inca (1607) y del Vocabulario de la lengua general de
sistencia del culto idolátrico de los indígenas y por todo el Perú (1608).
consiguiente sostenía que había que combatir al de- En el estudio de las instituciones, historia y reli-
monio “asemejándoles (a los indios) en el trato a los giones del antiguo Perú (así como las de México),
españoles en las cosas y casos que dañasen a su pro-
pia naturaleza, para que estimando la onra, fuesen
olvidando las costumbres obscenas: las acciones vi-
les”. Para Calancha los españoles debían actuar co-
mo ejemplos de honor y cristianismo frente a los
aborígenes (Brading 1991). Al igual que otros cul-
Ilustración que
tivados frailes, Calancha fue un divulgador de las muestra el
virtudes de sus compañeros de orden y se erigió martirio de
en el mejor biógrafo del mártir fray Diego Ortiz. Diego Ortiz, en
Alonso Ramos Gavilán, autor de la Historia del Vilcabamba.
célebre santuario de Nuestra Señora de Copacabana La historia
(1621), doctrinero y perseguidor de idolatrías, se ejemplar de
preocupó por el estudio de las lenguas nativas y las Diego Ortiz fue
tradiciones andinas. Recogió información religiosa abordada en la
Chrónica
de los ancianos indígenas a fin de conocer mejor moralizada
las creencias locales. Justamente con estos intere- (Barcelona,
ses se centró en Copacabana para relatar la historia 1639) de
del culto mariano en las alturas altiplánicas y su Antonio de la
relación con las idolatrías que precedieron a su Calancha,
aparición. fuente de la
En 1568 llegaron a Lima, enviados por San que procede
Francisco de Borja, los religiosos de la Compañía esta imagen.
destacó en la Compañía de los incas, cuyos frag-
de Jesús el aporte del pa- mentos llegaron a manos
dre jesuita José de Acos- del Inca Garcilaso. El de-
ta con su De procuranda safío de los jesuitas en el
indorum salute (1588), Perú durante los sesenta
libro de gran difusión, primeros años puede do-
que proponía aprovechar cumentarse en las Vidas
los elementos positivos de varones ilustres de la
de la cultura indígena y Compañía de Jesús
no hacer tabula rasa de (1631) del sacerdote na-
ellos, destruyendo hua- politano Anello Oliva.
cas e ídolos. Para Acosta, La Historia del Nuevo
debían evitarse los cam- Mundo (1653) de Berna-
bios bruscos que supo- bé Cobo es un extenso y
nía la imposición forzosa detallado trabajo sobre la
del cristianismo (Marzal historia indígena y la na-
1986). Decía el jesuita: turaleza de las Américas.
“Oficio nuestro es ir po- Con ánimo evangeliza-
co a poco formando a los dor se dedicó a observar
indios en las costumbres las aptitudes e inclina-
y la disciplina cristiana, ciones de los naturales,
y cortar sin estrépito los pues afirmaba de ellos
ritos supersticiosos y sa- que: “Tienen una pacien-
crílegos y los hábitos de cia incansable en apren-
bárbara fiereza; mas en der nuestros oficios, que
Portada de ingreso (finales del siglo XVI) al atrio cercado de
los puntos en que sus la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora, en Juli, Puno es causa de que salgan
costumbres no se opo- (Tomado de “Los vestigios de un sueño”, catálogo de tan aventajados artífices
nen a la religión o a la exposición sobre misiones jesuíticas en América Latina. como salen... Por eso hay
justicia no creo conve- Unión Latina 1995). ya tantos indios extrema-
niente cambiarlas; antes dos oficiales de todas las
al contrario, retener todo lo paterno y gentilicio, artes y oficios, señaladamente de los más dificulto-
con tal que no sea contrario a la razón...”. No era sos y de curiosidad, pero no de trabajo corporal,
extraña tal posición de tolerancia en un acucioso in- que a éstos son muy poco inclinados”.
vestigador de las civilizaciones del Nuevo Mundo. En lo referente a la evangelización, los jesuitas
En la Historia natural y moral de las Indias (1590) llevaron a cabo grandes empresas como la doctrina
ofrece a los lectores europeos una buena síntesis de de Juli organizada a partir de 1576. La razón que es-
la naturaleza y cultura americanas. El mismo cro- grimían los ignacianos para adoctrinar a los indios
nista expone sus motivaciones para escribir el libro: de esa localidad tenía una naturaleza estratégica.
“Mas hasta ahora no he visto autor que trate de de- Allí se podría aprender e investigar la lengua ayma-
clarar las causas y razón de tales novedades y extra- ra que se hablaba desde el Cuzco hasta el Tucumán
ñezas de naturaleza, ni que haga discurso ni inqui- y también era la puerta de acceso a otros pueblos de
sición en esta parte; ni tampoco he topado libro cu- la región del lago Titicaca, convirtiéndose Juli en un
yo argumento sea hechos o historia de los mismos lugar destinado a la formación de misioneros (Mar-
indios antiguos y naturales habitadores del nuevo zal 1992). Vale la pena recordar que fue en esa loca-
orbe”. lidad del Collao donde el padre italiano Ludovico
El nombre de Acosta está asociado al de otros Bertonio se inspiró para preparar el Arte de la lengua
cronistas de su congregación como Blas Valera, aymara (1612), el Vocabulario de la lengua aymara
Anello Oliva y Bernabé Cobo. El mestizo Blas Vale- (1612) y el Libro de la vida y milagros de Nuestro Se-
ra fue misionero en Huarochirí, Juli y Potosí. Su co- ñor Jesucristo en dos lenguas, aymara y romance
nocimiento del quechua le permitió comprender ca- (1612). Este jesuita aymarista, junto con Diego
balmente el pasado peruano. El padre Valera, que González Holguín, es uno de los pioneros del estu-
había nacido en Chachapoyas, escribió una Historia dio de las gramáticas andinas.
padre Montoya penetró pacíficamente en la selva
guaraní, donde antes habían fracasado todos los in-
tentos de colonización. Valiéndose de la oración y
de imágenes de los arcángeles, pintadas en tableros
que representaban a la milicia celeste, pudo persua-
dir a los guaraníes y más tarde convertirlos a la fe de
Cristo. Antonio Ruiz de Montoya en su Sílex del di-
vino amor reconocía en los indígenas dones divinos
extraordinarios, lo cual lo persuadió de organizar
en el Paraguay un sistema de vida en el que se con-
jugaban armónicamente el trabajo y la catequiza-
ción. Las misiones paraguayas concentraban a la
población aborigen en pueblos a manera de reduc-
ciones, donde se les impartía la doctrina cristiana y
se les mostraba la dimensión del daño que ocasio-
naban la embriaguez, la poligamia y las relaciones
Retablo del altar mayor de la iglesia de San Pedro y San
Pablo, en Juli, Puno (Tomado de “Los vestigios de un sueño”, sexuales fuera del matrimonio. Los sacerdotes y
catálogo de exposición sobre misiones jesuíticas en América hermanos de la Compañía vivían entre los nativos,
Latina. Unión Latina 1995). vestían humildemente y comían los mismos alimen-
tos que ellos. Los métodos de enseñanza aplicados
respetaron las capacidades innatas de los indios,
En la Amazonía nororiental la Compañía de Je- que fueron estimuladas por los jesuitas para dirigir-
sús fundó la misión de Maynas. Cabe destacar que las “a la mayor gloria de Dios”. En las misiones del
en esta empresa participaron dos jesuitas germanos: Paraguay, los guaraníes tuvieron acceso al conoci-
el padre Enrique Richter, durante la segunda mitad miento musical y conformaron coros y orquestas
del siglo XVII, y Samuel Fritz, a principios del sete- que ejecutaban un variado repertorio en iglesias
cientos. Los miembros de la Compañía lograron amplias y teatrales. Educar cristianamente a través
congregar a los indios en los pueblos de San Ignacio de lo sorprendente y atractivo, se convirtió en una
de Maynas, San Juan Evangelista de Maynas, San de las premisas de la evangelización jesuita, llevan-
Francisco de Borja, San Javier de Chamicuros, San do la cultura barroca hasta los últimos confines de
Regis de Lamistas, Nuestra Señora de las Nieves de América.
Yurimaguas, Nuestra Señora de Loreto Paranapuras Aunque no fueron tan numerosos como los fran-
(del que deriva el nombre del actual departamento ciscanos, dominicos y jesuitas, los miembros de la
peruano de Loreto), San Ignacio de Pebas, Santo To- orden de la Merced también contribuyeron con la
mé de Andoas y Santa María de la Luz de Iquitos, evangelización. Los mercedarios estuvieron presen-
fundada en 1740 por el padre José Bahamonde tes durante la conquista. Sabemos que en 1534 ya se
(Nieto 1980). hallaban en el Cuzco y luego acompañaron a Diego
En la selva meridional, la misión jesuita de Mo- de Almagro en la conquista de Chile. A diferencia
jos que se remonta a 1667 tuvo resultados igual- de las otras congregaciones, la orden de la Merced
mente positivos. Abarcó un extenso territorio que no era mendicante y podía disponer de bienes in-
iba desde la región del Beni en la actual Bolivia, has- muebles (Nieto 1980). De esta manera, los merce-
ta el Matto Grosso (Brasil). La gran labor emprendi- darios fueron propietarios de tierras y estancias, al-
da por los jesuitas fue descrita por el padre Francis- gunas de las cuales les fueron cedidas –como la de
co Eder, natural de Eslovaquia. Él escribió una cró- Huayo Grande por el noble quechua Cayo Túpac en
nica titulada: Breve descripción de las reducciones de 1549– para enseñar la doctrina cristiana a los niños
los Mojos (ca. 1772), en la que retrata la religión y indígenas (Aparicio 1991a y b).
las formas de vida de los aborígenes de aquel espa- En la orden de la Merced florecieron tenaces mi-
cio amazónico (Marzal 1992). sioneros. Fray Diego de Porres, antiguo soldado
Resaltando aún más el celo misionero de los je- convertido a la causa evangelizadora, fue ordenado
suitas no debemos dejar de mencionar al limeño sacerdote en 1558 y anduvo por doctrinas y reparti-
Antonio Ruiz de Montoya, “el conquistador espiri- mientos bautizando y predicando la palabra de
tual del Paraguay”. A principios del siglo XVII, el Cristo a los aborígenes de Checras, Atavillos, Hua-
Serie de retratos y escudo de la orden bethlemnítica hechos por José de Páez, en 1768, en Cajamarca.

manga, Chumbivilcas, Mojos, Tarija y Santa Cruz tinado a convalecientes. Estos frailes, además del
de la Sierra. Su voz llegó hasta las agrestes tierras de cuidado de los enfermos, impartieron la enseñanza
los indios chiriguanos. Fray Diego de Porres creó de las primeras letras y divulgaron los “belenes” o
un método misional interesante que consistía en la nacimientos de Cristo, uno de los cuales, ubicado
enseñanza del catecismo haciendo uso del quipu, lo en la casa de los betlemnitas en Lima, se hizo muy
que suponía la cercana colaboración de los caciques famoso, ya que el Niño Dios, la Virgen y San José
e indios cultivados. Esta modalidad de enseñanza podían moverse debido a un mecanismo articulado.
fue sugerida en su “Instrucción” para sacerdotes Los habitantes de Lima asistían masivamente a su
doctrineros y fue extendida por los frailes merceda- morada en tiempos de Navidad para observar este
rios para propagar la fe entre los nativos (Aparicio sorprendente espectáculo. Por su aspecto barbado,
1991a). los betlemnitas fueron apodados cariñosamente los
Otros miembros como fray Martín de Murúa, padres “barbones”. La congregación tuvo casas e
con afán evangelizador, se abocaron al estudio del iglesias en Cajamarca, Trujillo, Huamanga y el Cuz-
pasado incaico. Este mercedario vasco conocía el co. Los betlemnitas desaparecieron en 1830, tras la
quechua y el aymara y había recorrido casi todo el disolución de la orden.
territorio peruano. Murúa dejó manuscrita una cró- No menos importante fue el aporte de otros ins-
nica en 1616, en la que describe las costumbres y vi- titutos religiosos que arribaron al Perú como los
da familiar de los soberanos quechuas. Este trabajo, trinitarios, en 1560; los carmelitas, en 1592; los be-
de valiosísimo interés para los historiadores con- nedictinos, en 1599; los mínimos de San Francisco
temporáneos, recibió el título de Origen y descen- de Paula, en 1644; los oratorianos de San Felipe
dencia de los incas y es una pieza fundamental para Neri, en la segunda mitad del siglo XVII; y los cru-
el estudio de la elite cuzqueña. cíferos de San Camilo o padres de la Buena Muerte,
Durante el virreinato también llegaron órdenes en 1709.
hospitalarias, dedicadas al cuidado de los enfermos,
los ancianos y los pobres desheredados. Por su im- LA PRÉDICA Y LA ORATORIA
pacto a través de obras de caridad y bienestar social SAGRADAS: EL PODER DE LA PALABRA
recordamos a los hermanos de la orden de San Juan
de Dios, que apareció en el Perú en 1593 con el her- El período virreinal coincide con la época del
mano Luis Pecador (u Hojeda). Los juandedianos misticismo militante de la Contrarreforma que en-
trabajaron intensamente por los enfermos y funda- fatizaba el poder de la palabra escrita y hablada. La
ron hospitales y casas de reposo para menesterosos, palabra fue un instrumento eficientemente emplea-
lo que conquistó el aprecio de los habitantes del rei- do por los evangelizadores para cristianizar a la po-
no. Para 1610 ya contaban con varios sanatorios en blación indígena, a los españoles y a los miembros
el Callao, Pisco, Huamanga y el Cuzco (Vargas de castas.
Ugarte 1959: II, 377). Los clérigos y frailes optaron por superponer y
Otro grupo de religiosos hospitalarios, aunque adaptar el cristianismo al sustrato de la religiosidad
de menor resonancia, fue la orden Betlemnita, or- nativa. Fray Domingo de Santo Tomás en la “Pláti-
den del Bethlem o Compañía Bethlemnítica, funda- ca para todos los indios”, incluida en su Gramática
da en Guatemala por fray Pedro de San José Betan- (1560), llama a los ángeles sirvientes o yanaccona
court en 1660, siendo la primera congregación crea- de Dios, y a los demonios mana allisupay. Lo mismo
da en América. Los betlemnitas llegaron al Perú en sucede cuando pretende referirse al mundo terre-
tiempos del virrey conde de Lemos, quien les asig- nal, recurriendo al término Cay pacha como deno-
nó la administración del Hospital del Carmen, des- minación del “mundo presente”. El paraíso es iden-
La palabra debía complementarse con la partici-
pación activa de los indios en la vida religiosa. Una
forma eficaz de acercarlos al cristianismo era a tra-
vés del canto, y de melodías gregorianas, y así lo su-
giere el franciscano huamanguino Luis Jerónimo de
Oré en su Symbolo católico indiano (Lima 1598), un
catecismo trilingüe en quechua, aymara y castella-
no. Con una actitud parecida, el padre Juan Pérez
Bocanegra proponía el canto polifónico con el
acompañamiento de órgano. Ambos religiosos con-
cebían la música como un medio para encaminar a
los indígenas hacia la conversión.
La persistencia del culto idolátrico a principios
del siglo XVII supuso un reforzamiento y control de
la predicación del Evangelio. Luego de destruir y
quemar huacas era necesario mostrar a los natura-
les la dimensión del pecado cometido. Los sermo-
nes debían convencerlos de la verdad del cristianis-
mo, con discursos persuasivos y sorprendentes. La
espiritualidad barroca de estos hombres de Iglesia
enfatizaba el arrepentimiento entre los andinos y
llama la atención que entre los extirpadores se abor-
daran temas como la muerte y la inmortalidad del
alma. Francisco de Ávila, el primer gran “visitador
de idolatrías”, procuraba exaltar los sentimientos
del auditorio indígena, estableciendo diálogos y si-
mulando incredulidad como recurso retórico, para
Cruz del Baratillo junto a la cual predicó Francisco del finalmente lograr que abandonaran sus antiguas
Castillo todos los domingos durante veinte años en la plazuela creencias. A los que dudaban de la resurrección de
próxima al mercado del Baratillo, en lo que hoy es el distrito
del Rímac. En la actualidad esta cruz del siglo XVII se los muertos Ávila les respondía: “Pues mirad hijos
conserva en la iglesia de San Pedro de Lima. míos, si esso dixesseis de veras sería grandísimo pe-
cado mortal, y heregía, y si muriesseis sin confessar-
tificado con el Hanan pacha o “más allá”, y el infier- lo y arrepentiros dello, os condenariais para siem-
no con el Ucu pacha o “mundo de abajo” (Estensso- pre”. El mismo predicador llega a concluir: “que el
ro 1994). Si bien es cierto que estas palabras no en- principal remedio contra la idolatría es la predica-
cerraban el mismo significado que los naturales les ción” (Estenssoro 1994).
habían dado, las adaptaciones del dominico sirvie- Entre los miembros de la república de españoles
ron para transmitir el mensaje cristiano. también se vindicaban las verdades eternas. Los
La prédica en lenguas indígenas se consagró con oradores sagrados, motejados “pico de oro”, conta-
el Catecismo del Tercer Concilio Limense, prepara- ban con el aplauso de los habitantes de las ciudades.
do por grandes teólogos entre los que figuraba el je- Durante los domingos y las festividades religiosas la
suita José de Acosta. Este primer libro, editado en gente pugnaba por encontrar en los templos un lu-
Lima por Antonio Ricardo en 1584, es testimonio gar cercano al púlpito, llevando muchas veces sus
del interés de la Iglesia por valorar y respetar algu- propias sillas.
nos elementos de las culturas aborígenes en vías a la Los más notables logros de la elocuencia sacra se
integración y reconciliación entre indios y españo- deben a los jesuitas limeños del siglo XVII: Francis-
les. El Catecismo demuestra un buen manejo del co del Castillo, José de Aguilar y Alonso Messía Be-
quechua y un sincero aprecio por la lengua aymara, doya, los dos últimos fallecidos a principios de la si-
de la que dice: “…es copiosa y de mucho artificio, y guiente centuria. El padre Castillo fue un notable
suave de pronunciar; y en frases y modos es tan ele- predicador que dirigió su palabra a los negros y po-
gante y pulida como el quechua en el Cuzco” (Figa- bres en la plazuela del Baratillo de la Ciudad de los
ri 1992: 119). Reyes. Al igual que San Pedro Claver, recurría a lá-
Cátedra de San Francisco Solano en Trujillo, LA EXTIRPACIÓN DE
ciudad a la que fue enviado en calidad IDOLATRÍAS
de padre guardián en 1602,
regresando a Lima dos años
después. Solano se caracterizó En la última década del
por la elocuencia de su prédica y siglo XVI y durante las dos
por utilizar la música para primeras de la siguiente cen-
deleitar y persuadir a los turia, los evangelizadores
creyentes.
comprobaron que pese a sus
esfuerzos continuaba la aflo-
minas ilustradas con escenas ración de antiguos cultos in-
del más allá adaptadas para la dígenas. Pariacaca, Macaviza,
catequización de un público Cocallivia y Chaupiñámoc
sencillo. A este hijo de San volvieron a aparecer en Hua-
Ignacio se le atribuye la pri- rochirí. En otras regiones del
mera iniciativa en el Perú e virreinato como Cajatambo,
Hispanoamérica del “ser- Huamanga y el Cuzco tam-
món de las tres horas” o bién retornó la idolatría.
de “las siete palabras” El fenómeno demostra-
durante el Viernes Santo. ba que la cristianización
Sin embargo, pasarían va- del Perú no se había logra-
rios años para que su difusión se oficializara, gracias do totalmente.
al padre Alonso Messía Bedoya, quien escribió su Los doctrineros fueron los primeros en reparar
opúsculo “Devoción a las tres horas de agonía de sobre este mal. El doctor Francisco de Ávila, a car-
Cristo nuestro redentor” (Lima 1737). Esta práctica go del curato de San Damián de Huarochirí, dio
se convirtió así en una institución dentro de la ora- cuenta del problema al entonces arzobispo de Lima
toria sagrada (Nieto 1992b). Bartolomé Lobo Guerrero. En 1610, gracias a su ce-
Igualmente, a fines del XVII, el padre José de lo apostólico, Ávila recibió el nombramiento de “vi-
Aguilar aplicó la teatralidad a sus penetrantes dis- sitador de idolatrías” para iniciar la búsqueda de
cursos para conmover y enmendar la conducta de imágenes paganas y huacas, las que debía estudiar y
los cristianos proclives al pecado. Para mantener luego destruir, además de reprimir a los sacerdotes
cautivo al auditorio fingía entablar un diálogo con andinos, a quienes se les consideraba “hechiceros”.
éste tocando temas que invitaban a la conversión Tras su nombramiento, recorrió Yauyos, Huarochirí
inmediata, como el desencanto de la vida mundana. y otras comarcas, descubriendo supersticiones que
El sacerdote convencía de lo efímero de la existen- incluso los frailes y clérigos desconocían.
cia humana con las siguientes palabras: “Passad los El visitador debía ser una persona sensible e in-
ojos por este hermoso templo, y numeroso concur- fluyente y, sobre todo, poseer el don de convenci-
so. Nobles, magistrados, sabios, ignorantes, plebe- miento. Hablaba la lengua de los naturales y realiza-
yos, ricos, pobres, damas, hermosas, afeadas, seño- ba su misión acompañado de sacerdotes predicado-
ras, esclavas y matronas, con distinción de estados res, un notario y un fiscal.
y personas. °Qué diversidad en los trages, lugares, El método de extirpación fue sistematizado por
adornos, y respetos! Abrid esos sepulcros, entráos el jesuita Pablo José de Arriaga, quien sugirió los
por esas bóvedas. °Qué confusión de huesos descar- pasos que debía seguir todo visitador para eliminar
nados, horror a la vista! Montones de ceniza, en- los “embustes del demonio”. Arriaga participó de
jambres de gusanos, repasando el estrago” (Vargas varias visitas y como resultado de su experiencia es-
Ugarte 1942: 46). cribió La extirpación de la idolatría en el Perú
Desde los púlpitos de las iglesias, las plazuelas y (1621), donde compendiaba y describía las fiestas y
en los lugares improvisados dentro de las reduccio- creencias de los andinos, e indicaba la forma correc-
nes indígenas, los predicadores con sus gestos y su ta y prudente de desterrar el mal. Una vez que el vi-
palabra poderosa procuraron la felicidad eterna pa- sitador llegaba al pueblo sujeto de examen, los reli-
ra los indios, blancos, mestizos y negros, evitando giosos acompañantes predicaban a los indios luga-
que las cosas del mundo, la herejía y la ignorancia reños a fin de que perdieran temor a la autoridad
los alejaran del buen camino. eclesiástica y los invitaban a reunirse al día siguien-
te para oír una misa con sermón. Después de llevar que se estableció en Castilla en 1478, fue instaura-
a cabo esta ceremonia, que debía concluir hacia las do en el Perú por una real cédula de Felipe II, del
ocho de la mañana, el visitador procedía a la bús- 25 de enero de 1569. Su instalación oficial en Lima
queda de huacas e ídolos. Luego iniciaba un preci- se produjo el 29 de enero de 1570, dentro del espí-
so interrogatorio a los hechiceros y curacas sobre ritu de la Contrarreforma. Fue su primer magistra-
las características de los demonios que los naturales do don Servando de Cerezuela y se ubicó en el local
tenían por dioses. El cuestionario suponía pregun- de la plaza de la Merced. Más tarde se trasladaría a
tas sobre ritos, momias, fetos, bailes, etc., vincula- la llamada “plaza de la Inquisición”. La jurisdicción
dos a sus divinidades. Todas las respuestas debían del Tribunal afincado en Los Reyes abarcaba Quito,
ser registradas minuciosamente por el notario y, ac- Charcas, Chile, La Plata y el Paraguay.
to seguido, el visitador ordenaba destruir las hua- El Santo Oficio velaba por la pureza del cristia-
cas, destrozar los ídolos, quemarlos o echarlos al nismo y reprimía cualquier actitud que distorsiona-
río. En los antiguos lugares de adoración se coloca- ra la verdad de la doctrina, como la herejía (donde
ba una cruz en representación del triunfo del cris- incluía al luteranismo), la lectura de libros prohibi-
tianismo sobre las supercherías. Si se descubría en dos, la brujería, la quiromancia, la blasfemia, el ju-
los curanderos y los señores étnicos la intención de daísmo y el islamismo encubiertos, la inmoralidad
ocultar información al visitador, eran trasquilados y en sus formas de sodomía, pederastia y bigamia, y
obligados a retractarse de sus errores y a llevar una también la indisciplina eclesiástica. La Inquisición
cruz al cuello, además de salir en procesión con un estaba dirigida a todos los hombres y mujeres del
cirio en la mano y “coroza” (especie de mitra que reino, con exclusión de los indios, ya que ellos eran
cubría la cabeza) el día de la fiesta de la Cruz (Du- considerados nuevos en la fe y se sometían a otro
viols 1986). sistema de depuración religiosa a través de la ya
Otro notable extirpador de idolatrías de la pri- mencionada extirpación de idolatrías. El Tribunal
mera mitad del siglo XVII fue el presbítero limeño enfrentaba la crisis ideológica y política generada al
Fernando de Avendaño, a quien sus colegas de la interior de la sociedad virreinal (Guibovich 1994).
Universidad de San Marcos describían como: “vigi- La Inquisición constituía una garantía de dere-
lantissimo en la expulsión de la idolatría de los in- cho frente al mundo protestante, pues poseía un
dios y en entresacar sus ritos ceremoniosos” (Gui- proceso judicial, con una parte general y otra espe-
bovich 1993: 169). Avendaño, teólogo y quechuis- cial, que brindaba al acusado la oportunidad de
ta, con un afán parecido al del cuzqueño Francisco arrepentirse o de probar su inocencia. Los encarga-
de Ávila, publicó en 1648 sus Sermones de los miste- dos de dirigir el proceso eran los tres inquisidores
rios de nuestra santa fe católica, en lengua castellana que oficiaban de jueces, un fiscal que acusaba y el
y la general del inca, que sirvió de guía para la pré- secretario que redactaba las actas. Fuera de Lima,
dica a los indios y de excelente instrumento para lo- los comisarios se abocaban a la difícil tarea de cap-
grar la conversión de los andinos. turar a los sospechosos para enviarlos a las mazmo-
Debemos señalar que los naturales no estuvieron rras del Santo Oficio en la Ciudad de Los Reyes.
sujetos a la Inquisición, pues su calidad de nuevos El proceso establecía una serie de tormentos co-
en la fe católica los eximía de este tribunal. Sin em- mo el potro, la garrucha, los baldazos de agua fría y
bargo, no se libraban de la fiscalización de la Iglesia, los grillos. Si el acusado moría en medio de la tor-
la que había diseñado para ellos un método espe- tura y había sido probada su culpabilidad, la inves-
cial: la extirpación de idolatrías. tigación continuaba; en el caso de que su condena
Gracias a los extirpadores, es posible reconstruir fuera la muerte, el cadáver era desenterrado y que-
la historia de los cultos indígenas prehispánicos. La mado en la hoguera durante el auto de fe, mientras
abundante información recogida en los miles de fo- una efigie salía en procesión con los demás peniten-
lios de los visitadores en los archivos eclesiásticos, ciados (Hampe 1989: 257).
permite abordar los múltiples aspectos de la religio- Existen muchas observaciones exageradas sobre
sidad en los Andes. el número de ejecutados por el Tribunal. Durante
todo el período virreinal fueron condenadas a
LA INQUISICIÓN muerte cerca de cuarenta personas. Aparte de la pe-
na máxima, el Santo Oficio podía resolver la cadena
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, perpetua, el azotamiento público, el destierro del
institución medieval que se remonta al siglo XIII y Perú y de las Indias, la confiscación de bienes, la in-
habilitación en oficios y dignidades y, finalmente, el ban a la plaza precedidos de religiosos que portaban
denigrante trabajo en las galeras (Medina 1887). una cruz negra, signo de su excomunión. Aquellos
Con el paso de los años, la Inquisición fue sua- acusados que habían sido absueltos eran paseados
vizando sus métodos. En 1736 dictó su última con- sobre caballos blancos y portando una rama de pal-
dena a muerte, ochenta años antes de su desapari- ma. Los que recibían penas leves vestían el “sambe-
ción (Hampe 1989). Las Cortes de Cádiz, de clara nito” y llevaban un cirio encendido. En cambio,
influencia liberal, dictaminaron en 1813 la aboli- quienes iban a morir, además de estar ataviados con
ción del Santo Oficio en todas las posesiones espa- el “sambenito” y la “coroza”, eran montados en as-
ñolas aunque, una vez en el poder, Fernando VII in- nos con las manos amarradas a la espalda. La cere-
tentó sin éxito reinstalar los tribunales. En el Perú monia se realizaba en presencia del virrey, los oido-
la Inquisición funcionó hasta 1814 y fue definitiva- res, el arzobispo, el cabildo eclesiástico y los veci-
mente abolida por el gobierno del general don José nos de la capital. Una vez acomodados todos los
de San Martín. dignatarios, el secretario leía las sentencias, y acto
seguido se procedía a su ejecución (Acosta Vargas
Los autos de fe 1979).
Para los habitantes del virreinato, los autos de fe
tenían un gran contenido simbólico pues a través de Algunos procesos inquisitoriales
ellos podían presenciar el triunfo del catolicismo Procesos inquisitoriales muy sonados fueron los
sobre el pecado y, al mismo tiempo, la victoria del de fray Francisco de la Cruz, la “complicidad gran-
Estado sobre los enemigos del imperio. Todos esta- de” de los judíos y el caso de la “iluminada” Ánge-
ban de acuerdo en que los penitenciados por el San- la Carranza.
to Oficio eran traidores a Dios y al rey, y por lo tan- El primer gran caso es el del dominico Francis-
to, merecían el peor castigo. co de la Cruz, teólogo moralista, rector de San Mar-
Entre 1570 y 1820 se celebraron cuarenta autos cos y asesor de obispos y virreyes. Gozaba de fama
de fe. Estas ceremonias, destinadas a purificar las al- de santidad hasta que se amancebó con la limeña
mas de los penitencia- Leonor de Valenzuela
dos, se realizaban en la (con quien tuvo un hi-
plaza de Armas de Lima, jo). Empezó a presentar
frecuentemente en las alucinaciones que lo
cercanías de las festivida- condujeron a la herejía,
des importantes como siendo procesado y con-
Navidad, el onomástico denado a la hoguera en
del virrey y el primer do- abril de 1578, acusado
mingo de Adviento. Para de “traidor sedicioso,
que todos estuvieran en- fautor de conjuras y al-
terados, los autos de fe zamientos contra la Pa-
se anunciaban con anti- tria, el Rey y la Iglesia”.
cipación. El día anterior, Sostenía que las Indias
a las cuatro de la tarde, conformarían el Nuevo
los representantes de las Pueblo de Israel y que
órdenes religiosas y los Lima sería la Nueva Je-
oficiales del Santo Oficio rusalem. En ese mundo
salían de la capilla de la ideal, según creía erra-
Inquisición y se reunían damente, no habría ne-
con el vicario general de cesidad de concilios. Es-
Santo Domingo. Estas tas visiones de carácter
autoridades paseaban apocalíptico se comple-
una cruz verde, símbolo mentaban con su propia
de la esperanza en el elección como “Sumo
arrepentimiento de los Pontífice y Rey del Pe-
Un condenado de la Inquisición con hábito penitencial y
condenados. Al día si- coroza (sombrero en forma de cono), en una acuarela limeña rú” (Saranyana y Zaballa
guiente, los reos entra- del siglo XIX. 1995).
Otro proceso importante para la Inquisición de LAS COFRADÍAS Y HERMANDADES
Lima fue la “gran complicidad” o la “complicidad
grande” que comprometió a los comerciantes portu- Las cofradías y hermandades del Perú virreinal
gueses más poderosos del virreinato. Acusados de eran agrupaciones de fieles de toda condición racial
“judaizar”, los lusitanos fueron encarcelados entre (españoles, indios y castas –mulatos, zambos y sus
1635 y 1639. Las declaraciones de los inculpados innumerables descendientes–) y profesional (zapa-
llevaron ante el tribunal al conocido mercader Ma- teros, pescadores, silleros, caporales, mineros, etc.),
nuel Bautista Pérez y a su cuñado, Sebastián Duar- congregadas en torno de una imagen de Cristo, una
te. El auto de fe, uno de los más apoteósicos, se ce- advocación de la Virgen, un santo o una reliquia. La
lebró el 23 de enero de 1639 y en él se penitenció a función de las cofradías y hermandades era la vene-
ochenta portugueses supuestamente “judaizantes”. ración y culto del patrono común, la ayuda mutua
No todos los acusados fueron condenados a muerte entre sus miembros y la salida en procesión duran-
aunque Pérez y Duarte terminaron sus días en la ho- te las festividades religiosas, vale decir, en Corpus
guera. El Santo Oficio secuestró los bienes de los Christi, Semana Santa y el día del santo patrono.
reos, asegurando así sus finanzas, evitando compe- Además se ocupaban del entierro de los cofrades y
tencias para los comerciantes hispanos. Este proce- la celebración de misas por los hermanos difuntos.
so inquisitorial a los portugueses criptojudíos re- Las cofradías oficiaban como instituciones de segu-
percutió en los tribunales de México y Cartagena de ro, asistencia social y crédito (Garland 1994) y de-
Indias, pues en aquellas ciudades se tomaron medi- pendían de las iglesias y monasterios en los que se
das similares (Pizarro Baumann 1993). hallaban las imágenes de su devoción (Cruz Espi-
Durante la segunda mitad del siglo XVII, el caso noza 1985: 9).
de Ángela Carranza fue muy comentado en todo el Todos los años, después de la fiesta del santo pa-
virreinato. Había nacido en Córdoba del Tucumán y trono, los cofrades reunidos en cabildo y bajo la
llegó a la Ciudad de los Reyes para llevar una vida presidencia del capellán elegían a sus autoridades.
virtuosa. La Carranza, que gustaba de llamar la Los más altos cargos eran ejercidos por dos mayor-
atención, describió una serie de revelaciones que domos quienes se responsabilizaban de la celebra-
inexorablemente la condujeron a la herejía. Afirma- ción de las fiestas patronales y de la administración
ba “…que le había dicho Dios, que decía el Espíritu de las cuotas pagadas por los miembros. También se
Santo: que ella era hija del Padre, madre del Hijo y designaba a dos diputados cuya función consistía
esposa del Espíritu Santo, y sagrario de la Santísima en apoyar a los mayordomos procurando la concu-
Trinidad. Y que por por ser ella madre de sacerdo- rrencia de los hermanos a las procesiones; un alfé-
tes, título que Dios le había dado, el hijo mayor era rez o secretario que tenía a su cargo el depósito de
el Sumo Pontífice” (Sánchez 1993). Aquellas pala- la limosna; un procurador encargado de escoger se-
bras disparatadas convencieron a muchos habitan- manalmente a dos personas para el recojo de la li-
tes de Lima, quienes acudían a verla como si se tra- mosna; un contador y un tesorero. La cofradía esta-
tara de un oráculo. Más tarde pretendió probar el ba constituida por los “hermanos veinticuatro”, re-
misterio de la Inmaculada Concepción. En 1690 el presentantes del grupo de los cofrades fundadores y
Santo Oficio la detuvo y estudió detenidamente los entre los que se designaba a las autoridades; y final-
larguísimos escritos donde aseguraba estas patra- mente los hermanos menores, que aportaban eco-
ñas. Los inquisidores, como era de esperar, conclu- nómicamente pero estaban eximidos de ocupar car-
yeron que sus proposiciones eran unas injuriosas, gos en la cofradía (Garland 1994).
escandalosas e impías, y otras arrogantes y presun- Las cofradías de mayor importancia se ubicaban
tuosas. El parecer del tribunal influyó en el pueblo en Lima. A mediados del siglo XVII existían sesen-
limeño y la supuesta beata cayó en descrédito. Fue ta y dos cofradías, de las cuales veinticinco eran de
condenada en diciembre de 1694 a salir en auto con españoles, dieciocho de indios y diecinueve de ne-
“coroza”, a reclusión perpetua en el recogimiento gros y mulatos (Sánchez-Arjona 1981). Las más an-
de Nuestra Señora de las Mercedes y a abjurar pú- tiguas fueron la del Santísimo Sacramento (1539) y
blicamente de todo cuanto había manifestado en el la de la Veracruz (1540) fundada por Francisco Pi-
convento de Santo Domingo. Para cumplir con la zarro. Luego se fundaron la de San José de carpinte-
última penitencia, debió ser protegida por las auto- ros (1560), la de la Virgen del Rosario (1564), la de
ridades, pues la multitud –que se sentía defrauda- San Crispín y San Crispiniano de indios zapateros
da– quiso lincharla. (1577), la de Nuestra Señora de la O (1588), la de
San Eloy que agrupaba a los artesanos plateros
(1601), la de La Soledad (1603) (hermandad abier-
ta), la del beato Juan de Buenaventura para negros
(1604) –la misma que a partir de 1779 se conocería
con el nombre de San Benito de Palermo–, la de
Nuestra Señora de Aránzasu de los vascos y sus des-
cendientes (1612), la de San Roque de españoles en
general (1699), y la de San Joaquín para indios pes-
cadores (1715).

LAS MONJAS

Las muestras de piedad femenina más importan-


tes del Perú virreinal las podemos hallar en la vida
conventual. En un principio, después de la conquis-
ta, hacia 1540, aparecieron las beatas, mujeres que
llevaban una vida apartada, de manera individual o
en comunidad. Aunque eran confundidas con las
monjas por el hábito que vestían, se distinguían de
éstas por no someterse a las reglas de ninguna orden
y porque podían salir de sus casas, aunque hubo ca-
sos en que grupos de beatas se convirtieron en mon-
Retrato de sor María Bernarda, quien fundara en Lima, en
jas regulares y fundaron conventos (Lockhart 1710, el monasterio de Jesús, María y José, de hermanas
1982). clarisas capuchinas.
Hacia finales de la década de 1560, ya existían
conventos de monjas que permitían el acceso a una habitar en celdas cómodas, a veces de dos plantas,
vida recoleta. A estos cenobios ingresaban mujeres con recámaras y antecámaras amobladas de sillones
de todos los estratos sociales necesitadas de paz o y escritorios, y ornamentadas con cuadros, alfom-
de algún medio de subsistencia. Frecuentemente, el bras y macetas. Dichas habitaciones contaban ade-
padre era quien elegía una o varias de sus hijas pa- más con un baño y un pequeño huerto (Sánchez
ra el enclaustramiento. Otras veces la reclusión con- 1993).
ventual permitía encubrir escándalos familiares o Los conventos femeninos llegaron a ser, en pala-
huir de la mala fortuna y la maledicencia social. És- bras del virrey conde de Superunda, “pequeñas re-
te fue el caso por ejemplo de doña Mencía de Sosa, públicas” (Basadre 1980: 89). A pesar de las diferen-
esposa del rebelde Francisco Hernández Girón, y de cias sociales, todas las monjas estaban de acuerdo en
su madre doña Leonor de Portocarrero, quienes es- adorar a Cristo a través de la oración y en trabajar
cogieron el retiro religioso para escapar del oprobio. para obras de bien como la educación de las niñas.
Doña Mencía, apodada “la bella mal maridada”, La vida económica de los cenobios dependía de
fundó en Lima el monasterio de la Encarnación en las dotes en metálico, tierras y casa que entregaban
1561, el primer convento del Perú. las religiosas al elegir el “matrimonio místico”, pero
Los monasterios fueron diseñados como ciuda- también de sus “labores”, es decir, de la venta de sus
des dentro de la ciudad virreinal. El trazo de sus ca- trabajos de bordado y de la preparación de dulces,
lles, la estructura de sus edificios y la suntuosidad que en algunos casos fue la principal fuente de in-
de sus capillas, hacían los monjíos semejantes a una gresos y en otros la única (Olivas 1990).
urbe en miniatura. Cada convento poseía su propio Los conventos de mayor fama durante el virrei-
gobierno que recaía en la priora o abadesa, pero nato fueron los de La Encarnación, El Prado, La
existían además una serie de cargos como los de te- Concepción, Descalzas de la Concepción, Santa Ro-
sorera, bibliotecaria y sacristana. Al otro lado de la sa de Santa María y Las Nazarenas en la ciudad de
escala monacal las “freilas” menos favorecidas cum- Lima; Santa Clara y Santa Teresa en el Cuzco; Santa
plían con las funciones propias del servicio domés- Catalina en Arequipa; el de las Carmelitas Descalzas
tico. Aquellas que ingresaban con una buena dote en Trujillo; y el de Santa Clara en Huamanga (Puen-
gozaban de ciertos privilegios como los de poder te Candamo 1962).
El 2 de octubre de
1580 se efectuó la
ceremonia
solemne de la
fundación del
monasterio
dedicado a Santa
Catalina de
Siena, en
Arequipa, con el
nombre de
Nuestra Señora
de la Gracia. En
la imagen, la
denominada plaza
de la fuente.

LOS SANTOS DEL PERÚ Los santos y beatos aparecen en el Perú a fines
del siglo XVI. En esta época, y durante la primera
Los santos, beatos y siervos de Dios, y las múlti- mitad del siglo XVII, coexisten varios, por cierto en
ples expresiones de santidad del Perú virreinal, se distintas generaciones. Los más renombrados fue-
enmarcan dentro del espíritu del catolicismo mili- ron los peninsulares Santo Toribio de Mogrovejo,
tante de la Contrarreforma que buscaba imágenes San Francisco Solano, San Juan Masías, el venerable
vivas que alentaran la fe. De esta manera, los san- Pedro Urraca de la orden de la Merced, el mártir
tos que vivieron en el reino del Perú no sólo lleva- agustino Diego Ortiz, el franciscano fray Juan Gó-
ban una vida de tribulaciones personales, defen- mez, los siervos de Dios Diego Martínez y Juan Se-
diéndose de las tentaciones mundanas, ayudando a bastián de la Parra –ambos de la Compañía de Je-
los necesitados y profetizando sucesos; ellos debían sús–, los limeños Santa Rosa de Lima y San Martín
obrar milagros en vida y después de muertos. Los de Porras y la beata arequipeña sor Ana de los Án-
milagros formaban parte de la vida cotidiana y esta- geles Monteagudo.
ban destinados a la comunidad donde vivían y ha- Posteriormente, después de 1650, florecieron
bían nacido (Brading 1991: 366). En tal sentido los hombres entregados a la santidad, como los crio-
hombres o mujeres de vida virtuosa eran también llos jesuitas Francisco del Castillo y Juan de Alloza,
figuras públicas, un ejemplo a seguir por la socie- los españoles Francisco Camacho de la orden Hos-
dad para alcanzar su salvación. Eran conocidos y pitalaria de San Juan de Dios y el indio chiclayano
escuchados por los habitantes de las ciudades quie- Nicolás de Ayllón. Con sus vidas ejemplares logra-
nes asistían a sus prédicas y colaboraban con sus ron demostrar que la salvación estaba al alcance de
trabajos piadosos. Su fama de virtud era tan grande todos.
que a sus exequias concurrían desde el virrey hasta
los esclavos, y la multitud pugnaba por arrancar Santo Toribio de Mogrovejo
un fragmento de sus vestidos para guardarlo co- Toribio Alfonso de Mogrovejo y Quiñones, natu-
mo reliquia. ral de Mayorga (León) y nacido en 1538, era un
hombre de una sólida formación jurídica. Como li-
cenciado en Cánones por la Universidad de Sala-
manca, ejerció el cargo de inquisidor de Granada.
Allí demostró tal versación que fue premiado con la
mitra de obispo de Los Reyes. Recibió su consagra-
ción como prelado en Sevilla y, una vez en el Perú,
convocó al Tercer Concilio Limense para encontrar
los mejores caminos de la evangelización. Toribio
de Mogrovejo, prelado inquieto, pasó la mayor par-
te de su tiempo visitando las provincias, pues de sus
veinticinco años de pastor sólo ocho permaneció en
su sede episcopal. Recorrió Huánuco, Chachapoyas,
Yauyos, Junín, Chancay, Pativilca y Saña, donde a
causa de una enfermedad murió en 1606. Era un va-
rón infatigable que predicaba a los indios en su pro-
pia lengua y se adaptaba a sus humildes condicio-
nes de vida. A pesar de su alta dignidad eclesiástica,
no reparaba en entrar a las chozas de los aborígenes
enfermos para aliviarlos con la palabra de Dios. Se
comportó como el típico obispo de la Reforma Ca-
tólica. Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII,
quien lo comparó, por su labor, con San Carlos Bo-
rromeo, arzobispo de Milán. En 1983 el Papa Juan
Pablo II declaró a Santo Toribio de Mogrovejo “Pa-
trono de todos los obispos de América Latina”.

San Francisco Solano


El más influyente de los san-
tos predicadores del virreinato
fue sin duda este fiel franciscano Toribio Alfonso de Mogrovejo organizó y presidió el
imitador de la sencillez de San Tercer Concilio de Lima, en 1583.
Francisco de Asís. Solano nació
en Montilla en 1549. Como mi-
sionero divulgó el Evangelio en- San Francisco Solano, predicador y padre guardián
tre los indios de Potosí y del Tu- del convento de la Recolección de Lima, hoy
cumán. Luego pasó a Lima para conocido como convento de los Descalzos en el
distrito del Rímac.
predicar, con un crucifijo en la
mano, la humildad y el arrepenti-
miento. Sus sermones motivaron
la penitencia, la confesión y la Santa Rosa de Lima
autoflagelación de centenares de Isabel Flores de Oliva, más tarde cono-
vecinos y moradores, y no falta- cida como Rosa de Santa María, nació en
ron algunos concurrentes que de- Lima el 30 de abril de 1586. Era hija del ar-
cían haber visto a San Francisco cabucero Gaspar Flores, natural de Baños
Solano despegarse del suelo de Montemayor (Extremadura, España), y
mientras hablaba a la feligresía. de la limeña María de Oliva. Sintió desde
Su muerte, acaecida en 1610, fue niña fuertes deseos de acercarse a Dios y
llorada por el virrey marqués de para no distraerse con las cosas del mun-
Montesclaros y por el pueblo de do, solía ayunar tres veces por semana. Su
Lima. Su canonización ocurrió vocación religiosa creció al recibir en el
también en 1726 durante el papa- pueblo de Quives el sacramento de la con-
do de Benedicto XIII. firmación de manos de Santo Toribio de
Adivinando del entierro el día
a acompañarle la ciudad se junta,
tribunales, cabildo, clerecía,
religiones, nobleza y plebe adjunta;
la que viviendo, en un rincón cabía,
no cabe por las plazas ya difunta.

Rosa de Santa María fue canonizada por Cle-


mente X en 1671 y recibió el título de “Patrona del
Perú, Hispanoamérica y las Filipinas”.

San Martín de Porras


Martín de Porras Velásquez, el santo de los po-
bres, fue hijo del caballero burgalés don Juan de Po-
rras y la negra panameña Ana Velásquez. Martín era
por lo tanto un mulato. Había nacido en Lima en
1579 y pasó su niñez como aprendiz de barbero y
sacamuelas, oficio que practicó con éxito durante
su adolescencia. Ingresó a la orden dominicana co-
mo simple “donado” y por su humildad nunca se
interesó por ascender de condición, llamándose a sí
mismo “perro mulato”. Pasó el resto de sus días en
el convento de Santo Domingo de Lima donde se
dedicó al trabajo de enfermería. Su gran amor al
prójimo le llevó a curar mendigos, indios pobres y
esclavos dolientes, aprovechando los momentos li-
Santa Rosa de Lima por Pedro Díaz (Lima, 1810). bres para pedir limosna y comprar medicinas para
sus menesterosos. Era, en otras palabras, bienhe-

Mogrovejo. La lectura e imitación de la vida de San-


ta Catalina de Siena la condujeron finalmente a
abrazar la Tercera Orden Dominicana, y a llevar una
vida de oración, penitencia y mortificación de su
propia carne, autoflagelándose y atándose cadenas a
la cintura. En su propia casa construyó una ermita
para cumplir con estos ascéticos propósitos, que sin
embargo no la alejaron del mundo, pues trabajaba
aliviando el dolor de los enfermos y saciando el
hambre de los pobres. Su fama de santidad fue tan
grande que se convirtió en un ejemplo a imitar por
muchas mujeres del virreinato. La admiración que
se le profesaba aún en vida la llevó a dirigir las ora-
ciones y defender el Santo Sacramento de las garras
del corsario holandés Spilbergen, que ya se aproxi-
maba al Callao. La santa murió en 1617 a los 31
años de edad. Su rostro, inmortalizado por el pincel
de Angelino Medoro, quedó en éxtasis y transmitía
paz. Los funerales congregaron al virrey, al arzobis-
po, a los representantes de las órdenes religiosas, y
al pueblo limeño que ella tanto amaba. Cuenta el
conde de la Granja, autor del poema heroico sobre
la vida de esta virtuosa limeña, que: San Martín de Porras en un retrato del siglo XVIII.
chor de indígenas, negros y blancos pordioseros. con los rigores del ayuno y la penitencia. El gran
Por su fama de excelente enfermero, las autoridades empeño que puso en el trabajo conventual motivó a
civiles y eclesiásticas lo buscaban para pedirle cura- que el obispo de Arequipa, Pedro de Ortega Soto-
ción. Dicen sus contemporáneos que comía muy mayor, la nombrara priora de Santa Catalina. Cuen-
poco y que se flagelaba los muslos, pero lo que más ta su biógrafo, el padre Alberto Clavell, que sor Ana
llamó la atención fue la intensidad de sus oraciones, murió como lo había previsto, esto es, en absoluta
en medio de las cuales, se dice, ascendía y permane- soledad en 1686. Los habitantes de la Ciudad Blan-
cía suspendido en el aire por varios minutos. Falle- ca acudieron al monasterio para orar por ella. Diez
ció en 1639. Su velatorio fue multitudinario. El gen- meses después se abrió su ataúd y para sorpresa de
tío, que incluía a las dos repúblicas y a las castas, todos, el cuerpo de la religiosa se hallaba fresco e in-
ansiosos todos de verle por última vez, reunió al vi- corrupto. El Papa Juan Pablo II la beatificó en 1985
rrey, los oidores y al arzobispo de Los Reyes. Varios en la ciudad de Arequipa, durante su estadía en el
de los concurrentes atestiguaron que el cuerpo del país.
donado mulato exhalaba “una fragancia tan grande También gozaron de fama de “santidad”, aunque
que embelesaba a los que se acercaban” (Busto Du- no han sido aún elevados a los altares:
thurburu 1992). En 1945 fue proclamado por Pío
XII “Patrono de la Justicia Social” y recibió la cano- Francisco del Castillo
nización de manos de Juan XXIII en 1962. Francisco del Castillo, conocido como “el após-
tol de Lima”, nació en la capital del virreinato en
San Juan Masías 1615. Perteneció a la Compañía de Jesús. Al igual
El extremeño Juan Masías nació en 1585 en Ri- que San Pedro Claver, dedicó su vida a la prédica
bera del Fresno. Después de vivir una infancia y del Evangelio a los negros en la plazuela del Barati-
adolescencia pobres pasó al Perú para dedicarse al llo, mercado cercano a la ribera derecha del río Rí-
cuidado de ganado en las afueras de Lima, aunque mac. Allí, con una cruz y con unas láminas y cua-
seguía cultivando la vocación religiosa. En la Ciu- dros del cielo, el purgatorio y el infierno, invitaba a
dad de los Reyes vio la oportunidad de ingresar a la los negros a la conversión. Denunció el abuso de las
vida conventual y fue aceptado como lego de la or- autoridades en torno de algunas sentencias injustas
den de Santo Domingo, donde desempeñó la labor que afectaban a los indios, a pesar de la posibilidad
de portero del convento de la Recoleta dominicana. de su expulsión del reino. Fue amigo personal del
San Juan Masías era amigo personal de San Martín virrey conde de Lemos y padrino de tres de sus hi-
de Porras y su forma de actuar lo asemejaba a él, jos. Murió en Lima en 1673. A este jesuita peruano
pues una de sus principales virtudes fue la caridad, se le atribuye la primera iniciativa del “sermón de
que no sólo la practicaba entre los seres de este las siete palabras” o de “las tres horas”, difundido
mundo sino también frente a las almas del Purgato- en Hispanoamérica hasta el día de hoy (Nieto
rio, por las que rezaba sin cesar. La vida de este mís- 1992b: 115).
tico, de constantes ayunos y privaciones de sueño,
se extinguió en 1645. Sus funerales convocaron al
virrey don Pedro de Toledo y Leiva, marqués de
Mancera, y al arzobispo don Pedro de Villagómez.
Pablo VI lo canonizó en 1975.

Beata Ana de los Ángeles Monteagudo


Sor Ana de los Ángeles Monteagudo y Ponce de
León vio la luz en Arequipa en 1595. Fue monja do-
minica del convento de Santa Catalina en la misma
urbe. Tuvo una vida llena de obstáculos y contrarie-
dades, a los que enfrentó con la oración. No había
cumplido catorce años cuando sus padres decidie-
ron casarla, pero ella obediente a los llamados de
Dios y a una aparición de Santa Catalina de Siena,
escogió la vida monástica. Para no distraer su alma El siervo de Dios Francisco del Castillo en un retrato colonial
con los asuntos del mundo, disciplinaba su cuerpo que se conserva en la iglesia de San Pedro de Lima.
Francisco Camacho
El venerable Francisco Camacho, que vio la luz
en Jerez de la Frontera en 1629, encarna al soldado
y al marino de las galeras de Cádiz; en otras pala-
bras, al aventurero mundano. Estuvo a punto de
morir al ser condenado a la horca, pero a último
momento se le conmutó la pena. Pasó a Indias co-
mo sargento y llegó al Perú donde dejó la vida mili-
tar para dedicarse a la administración de fundos.
Por indicios de desequilibrio mental, fue conducido
a una posada cercana al Baratillo, donde predicaba
el jesuita limeño Francisco del Castillo. Los sermo-
nes del ignaciano le hicieron abandonar su vida li-
bertina e ingresar a la orden hospitalaria de San
Juan de Dios a los 34 años. Como fraile practicó la
humildad y la caridad para con los pobres y enfer-
mos. Su vida de tribulaciones y de amor al prójimo
le granjearon fama de beatitud entre las autoridades
y los habitantes de la Ciudad de los Reyes. Falleció
en Lima en 1698.

Nicolás de Ayllón
Nicolás de Ayllón o Nicolás de Dios representa al
indio piadoso y caritativo con sus hermanos de ra-
za. Había nacido en 1632 en la reducción de natu-
rales de Chiclayo, y mostró desde niño inclinación
Nicolás de Dios Ayllón (1632-1677) se caracterizó por su al misticismo, lo que llamó la atención de los fran-
misticismo y enorme caridad. ciscanos y particularmente de fray Juan de Ayllón,
quien lo protegió y le dio su propio apellido como
demostración de especial afecto. Con él viajó a Li-
Pedro Urraca ma para vivir varios años en el convento de San
El padre Urraca nació en Jadraque (Sigüenza), Francisco, donde continuó cultivando la oración.
en 1583. Estudió en Quito con los jesuitas. Más tar- Al morir su protector dejó el monasterio para dedi-
de ingresó a la orden de la Merced y pasó a Lima, carse a la sastrería y no tardó en casarse con una
donde se ordenó sacerdote. Fray Pedro, identificado mestiza mundana a la que hizo enmendar rumbos
con la vocación mercedaria, sintió a lo largo de su albergando y cuidando mujeres pobres en su propio
vida deseos de contribuir con la evangelización de hogar. Tantas eran las ocupaciones que debía cum-
los cristianos cautivos de los moros en el norte del plir, que sus amigos llegaron a creer que poseía el
Africa, pero este propósito nunca se realizó, pues su don de la ubicuidad y fue muy respetado por su pa-
destino era el Perú. Sufría continuas tentaciones del pel de defensor de indios y negros frente a los pode-
demonio, pero las lograba vencer con sus rezos y ci- rosos. A su muerte, en 1677, se inició un proceso
licios. Se ataba fuertemente una cadena a la cintura. para elevarlo a los altares, pero para desgracia del
Cuentan sus biógrafos que la cadena estaba tan ce- indio virtuoso, la hereje Ángela Carranza mencionó
ñida al cuerpo que la piel comenzó a crecer sobre que en una de sus visiones aparecía Nicolás de Ay-
ella, y que en cierta ocasión el diablo, furioso por las llón. Ello fue motivo para que la jerarquía eclesiás-
oraciones y penitencias del fraile, lo persiguió por el tica detuviera su causa.
claustro para golpearlo, y milagrosamente, se abrió
una pared para que se refugiara en la iglesia conti- EL CULTO A CRISTO
gua. Narran también que poseía el don de la profe-
cía y que era un ardoroso divulgador del culto a la En un mundo barroco en el que las imágenes re-
Santísima Trinidad. La cruz con la que predicaba es saltaban por sus gestos, la presencia de Jesucristo en
hoy objeto de pública veneración. tallas de madera o en cuadros y paredes resultaba
un medio eficaz para emprender la evangeliza- en procesión durante el mes de octubre, ha-
ción y mantener la fe entre los españoles. Las ciendo tres recorridos. Su devoción, siempre
representaciones cristológicas provenientes creciente, está acompañada de una serie de
de la Metrópoli, y algunas creadas en es- tradiciones como el hábito morado que
tos reinos, generalmente estaban aso- visten las mujeres y el turrón de Do-
ciadas a los movimientos telúricos y ña Pepa, pastel endulzado con miel
a los siniestros. Luego de una ca- de frutas y grageas que se prepara
tástrofe, Cristo crucificado, fla- para la ocasión. El culto del
gelado o cautivo, era paseado Santo Cristo también congre-
en procesión por las calles de ga a los peruanos que residen
las ciudades. Sus imponentes en las ciudades de Nueva York
rayos en la cabeza, sus faldones y Miami, y constituye un sím-
entrecosidos con hilos de oro y bolo de identidad peruana.
su mirada dolorosa invitaban al Al sur de la Ciudad de los
arrepentimiento de los fieles, Reyes, en la villa de Valverde
quienes con su pecado habían de Ica, sus pobladores venera-
hecho sufrir a Jesús y enfurecer ban al Cristo de Luren. Según
a su Padre. la tradición oral, el culto tiene
La imagen de mayor devo- su origen en una imagen de
ción en el Perú es la del Señor madera de Jesús crucificado
de los Milagros, conocida tam- que los franciscanos de Lima
bién como la del Santo Cristo habían pedido a España hacia
de Pachacamilla, ungido como 1570. La tripulación de la na-
patrono de la ciudad de Lima. ve que traía la talla, temiendo
En la imagen una talla en madera del siglo
A mediados del siglo XVII, una XVIII de Jesús Nazareno, la que se conserva naufragar a causa de una tem-
cofradía de negros angolas que en la basílica de Nuestra Señora de La pestad, arrojó al Pacífico la ca-
habitaba en el barrio de San Se- Merced, en Lima. ja que contenía la sagrada fi-
bastián, mandó pintar en la pa- gura. La corriente habría
red interior del recinto que los cobijaba una imagen arrastrado al Cristo encajonado hasta la costa para
de Cristo crucificado y muerto. En 1655 se produjo que finalmente llegara a manos de los franciscanos.
en Lima un devastador terremoto y el solar se arrui- Un fraile llamado Francisco de Madrigal, que en-
nó, pero el muro donde estaba representado el San- tonces oficiaba de sacerdote para los iqueños, com-
to Cristo quedó intacto. Los negros y los vecinos de pró la imagen pensando que su estado de deterioro
la capital atribuyeron este hecho prodigioso a un abarataría su precio. Al abrir la caja, se dio con la
milagro, y tras el te- sorpresa de hallar la
rremoto de 1687, la imagen en perfectas
figura del Cristo fue condiciones. Inme-
copiada en un lienzo diatamente después
y paseada en andas partió a Ica traspor-
por la Ciudad de los tando la efigie a lo-
Reyes. La misma mo de mula, pero en
procesión se repitió el trayecto entre Pis-
después del gran te- co y la villa de Val-
rremoto de 1746, y verde la bestia se ex-
los limeños recono- travió. La buscó de-
cieron en el Señor de sesperadamente has-
los Milagros a su me- ta que fue encontra-
jor protector. La ima- da en “Hurin” o “Lu-
gen del Cristo de Pa- ren”. La mula no
El Señor de los Milagros, óleo sobre tela por Jorge Vinatea Reinoso
chacamilla se custo- (Lima, 1924). El culto al también llamado “Cristo de Pachacamilla” quiso dar un solo pa-
dia en el templo de se originó en el siglo XVII y en la actualidad su procesión es la de so más y no hubo
las Nazarenas y sale mayor arraigo y convocatoria del Perú. persona que la obli-
gara a avanzar. Los habitantes de la villa interpreta- grega fieles que vienen de todas partes del Perú, del
ron la terquedad del animal como una señal del cie- Ecuador y de Colombia.
lo, por lo que se levantó en aquel lugar una capilla,
que desde entonces se conoce como la del Señor de EL CULTO A MARÍA
Luren.
En el Cuzco, la poderosa imagen del Cristo de Los habitantes del virreinato del Perú fueron es-
los Temblores data también del siglo XVI y, según pecialmente devotos de María. Desde la conquista,
la tradición, fue obsequiada por el emperador Car- los soldados españoles sentían cercana su protec-
los V. Se sabe que la talla llegó a la Ciudad Imperial ción. No faltaron peruleros que durante el cerco del
desarmada y que anteriormente había recibido los Cuzco (1535) dijeron haber visto a la Virgen desviar
nombres del Señor de las Tempestades y de la Bue- las flechas y piedras de los indios atacantes. Las ad-
na Muerte. Su aspecto es muy parecido al del Cris- vocaciones e imágenes de la Reina del Cielo son nu-
to de la Veracruz de Potosí, un redentor moreno merosas. En todas las regiones había santuarios des-
clavado en la cruz y cubierto por un faldón similar tinados a ella, y cada uno con su propia historia. Po-
al del Señor de Burgos. Su veneración se inició du- demos citar algunas manifestaciones de culto que
rante el terremoto de 1650, cuando fue paseado en permanecen hasta el día de hoy: Nuestra Señora de
procesión para aplacar la ira de Dios y desde en- Copacabana en el Alto Perú, la Virgen del Rosario,
tonces es conocido como el Señor de los Temblores la de Montserrat, la del Milagro, la de la Soledad, la
o el “Taitacha Temblores”. De acuerdo con las de los Desamparados, la del Carmen y la Señora de
creencias populares, cuando el Cristo termina su la Merced en Lima. También deben mencionarse la
paseo para ingresar a la catedral, escoge con su mi- de Belén, la Linda, la Almudena y la de los Reme-
rada a quienes han de morir ese año. El Señor de dios en el Cuzco, la de Chinquinquirá en Caraz, la
los Temblores, el “Patrón jurado del Cuzco”, de la Candelaria en Puno, la de Chapi y la de
recibe como ofrenda una flor andina llama- Characato en Arequipa, la de los Dolores en
da ñucchu o “clavelina del Inca”, que se Cajamarca, la de las Mercedes de Paita, la
coloca a sus pies en unos jarrones jun- de Guadalupe en Trujillo, la de la Puerta
to a los cuatro cirios que le iluminan en Otuzco, y la de la Asunción en Juli
y realzan su figura. (Nieto 1993: 388).
En el norte del Perú la devoción El santuario mariano más cono-
cristológica más conocida es la del cido del Alto Perú es el de Nuestra
Señor Cautivo de Ayabaca. Ya en Señora de Copacabana. El origen
la primera mitad del siglo XVIII de su devoción se remonta a los
existía una cofradía dedicada a primeros años de la década de
dicho culto en ese pueblo de las 1580, cuando los indios de ese
serranías de Piura. Se sabe que lugar, enfrentados a una mala
la hermandad mandó tallar la cosecha, decidieron reconciliar-
imagen a escultores proceden- se con Dios a través de la funda-
tes de Loja. La figura fue termi- ción de una cofradía dedicada a
nada en 1751 y ubicada en el al- la Virgen bajo la advocación de
tar mayor del templo de Ayaba- la Candelaria. Relata el agustino
ca. Una vez más, como ocurre Alonso Ramos Gavilán que un
con varios Cristos y Vírgenes de natural llamado Titu Yupanqui
Hispanoamérica, su origen se se ofreció a labrar la imagen, pe-
atribuye al cuidadoso trabajo de ro el resultado de su trabajo fue
dos ángeles que bajo la aparien- rechazado por considerarse de
cia de artesanos tallaron de tama- muy feo aspecto. Después de pa-
ño natural la efigie del Señor, de sar por una serie de tropiezos, el
pie, vestido con una túnica púrpu- indio pudo finalmente presentar
ra y con las muñecas atadas. Su mi- una hermosa imagen y se atribuyó
rada que refleja tristeza no deja de entonces su belleza a la intervención
ser imponente y severa. Cada Inmaculada, pieza policromada en del Todopoderoso. El 2 de febrero
setiembre, el Señor Cautivo con- piedra de Huamanga del siglo XVIII. de 1583 la figura entró solemne-
mente a Copacabana y desde esa fecha es venerada
por los habitantes del altiplano como una de las vír-
genes más milagrosas (Vargas Ugarte 1956: 261-
265).
Curiosamente la historia del santuario de la Vir-
gen de Cocharcas (en la actual provincia de Anda-
huaylas) tiene detalles similares. El indio Sebastián
Quimichi, natural de Cocharcas, que había acudido
en romería a Copacabana, inspirado en la imagen de
aquel lugar, decidió llevar a su pueblo una figura de
María. Al igual que Titu Yupanqui, Quimichi pasó
por una serie de tribulaciones para trasladar la efi-
gie a su tierra. La Virgen llegó a Cocharcas en 1598
y más tarde, en 1623, se inauguró un templo espe-
cialmente acondicionado para ella. Desde entonces,
se han narrado historias en las que se le atribuyen
sorprendentes milagros, los mismos que aparecen
detallados en sus retratos. La Virgen de Cocharcas
reúne una multitud de fieles que provienen del
Cuzco, Huamanga y Huancavelica. Según el padre
Rubén Vargas Ugarte “es el más notable santuario
de la sierra del Perú”.
Nuestra Señora de Cocharcas en un óleo sobre lienzo con
aplicación de pan de oro de 1767.

III
LA CIUDAD: ESCENARIO DE LA VIDA VIRREINAL

La ciudad era el centro de la vida virreinal y el es- ca servían de puertos; Potosí y Huancavelica se de-
cenario donde trascurría todo lo cotidiano, desde el dicaron a la extracción de minerales; Lambayeque,
diario chismorreo de sus habitantes y el bullicio que Ica, Jauja y Camaná fueron ciudades de paso; Caja-
producían mercachifles y negros aguadores, hasta el marca y Santiago de Chile destacaron por la agricul-
terror causado por los movimientos telúricos o por tura y ganadería; también llamaron la atención Saña
un posible desembarco de corsarios. Desde las pla- en las cercanías de Lambayeque por sus fértiles
zas de armas, edificios institucionales, templos y campos aledaños; Juli por el trabajo misional de los
conventos, mercados y alhóndigas, casonas solarie- jesuitas; y Trujillo y Arequipa que articularon res-
gas, y demás edificaciones, se articulaba la economía pectivamente el comercio del norte y del sur del te-
y el comercio, se administraba la justicia, se propa- rritorio virreinal.
gaba la fe y sobre todo se controlaba el territorio Toda urbe se fundaba en sitios apropiados para
conquistado. La ciudad transformó en muy pocos la vida en comunidad, vale decir, tomando en con-
años las formas de vida en el espacio andino. sideración buenos vientos, la disponibilidad de
Cada ciudad cumplía distintas funciones. Así, aguas y dehesas, bosques cercanos, tierras fecundas,
Lima, Huamanga y el Cuzco eran urbes de ubica- indios proclives al trabajo y un buen puerto, si se
ción estratégica; Paita, el Callao, Pisco, Islay y Ari- erigía en la costa.
del gobierno y por lo tanto albergaba
al vicesoberano y la Real Audiencia.
De esta manera, Lima fue el centro
neurálgico que irradiaba su poder
sobre todas las provincias del Perú.
Por su céntrica posición en la costa
central confluyeron en ella los pro-
ductos de la minería y se desarrolló
grandemente la navegación. Presidió
durante los siglos XVI y XVII todo el
movimiento comercial de la América
del Sur, y el puerto del Callao era el
conducto por el cual se vinculaba
con el resto del mundo (Günther y
Lohmann 1992: 89).
Lima poseía un trazo como “las ca-
sas del ajedrez”, y aunque sus edifi-
caciones eran “de ruin fábrica” por
ser de adobe –como atestiguaba el je-
Restos de la iglesia de San Agustín en Saña. Conocida como “la Sevilla del Perú”,
suita Bernabé Cobo–, poseía mura-
esta ciudad lambayecana fue prácticamente arrasada en 1720 por una inundación. llas, “alhóndiga, rastro y tiánguez”, y
amplias alamedas (diseñadas duran-
Las ciudades del Perú se edificaron con la forma te el período borbónico), además de casonas con
de un tablero de ajedrez. Alrededor de la plaza ma- grandes huertos, gozando de los servicios laborales
yor o plaza de armas se ubicaban la casa del cabil- que podían ofrecer los indios de su reducción de
do, la iglesia mayor o la catedral. En las esquinas del Santiago del Cercado. En suma, era una interesante
cuadrilátero desembocaban dos series de calles pa- combinación de ciudad señorial, soberbia y altane-
ralelas y perpendiculares entre sí. Los cruces de es- ra, y a la par jacarandosa y pícara. La razón de este
tas vías daban como resultado espacios cuadrados o interesante fenómeno radicaba en la convivencia de
rectangulares, conocidos como “manzanas”, cada nobles, grandes dignatarios, arzobispos y magistra-
una de ellas dividida en solares sobre los que se dos, con indios, mestizos y castas, que daban a Los
construían las viviendas. A tajo abierto, en medio Reyes un ingrediente de gracia y a veces de irreve-
de cada calle, había acequias cuya agua procedía de rencia. Quizás por eso nunca pudo ocultar sus sen-
ramales del río más cercano. Los habitantes de las timientos, ya que mostraba su más profunda alegría
ciudades podían refrescar su vista con las alamedas en las fiestas de recibimiento a los virreyes y en los
o paseos públicos arbolados, que en días calurosos carnavales, así como su más sincero arrepentimien-
ofrecían a los moradores un lugar de recreo. to durante la Semana Santa o después de que acae-
Era también una característica de las localidades cía un terremoto.
urbanas del virreino tener en sus cercanías barrios Además de Lima, la ciudad del Cuzco cumplió
especiales para la república de indios o reducciones un papel muy importante. La antigua capital del Ta-
en las que se cobijaba a los naturales que cumplían huantinsuyo constituyó el gran centro desde donde
tareas dentro de la ciudad. Estas poblaciones indí- se emprendieron las jornadas de conquista hacia
genas eran ubicadas fuera de las ciudades, pero Chile y los Andes orientales. La Ciudad Imperial
siempre estaban anexadas a ellas. fue edificada de manera singular y casi única en to-
Por cierto, algunas poblaciones como Lima y da América, pues los españoles la erigieron sobre el
Trujillo fueron amuralladas para defenderse de las trazado incaico, aunque luego de la rebelión de
temidas insurrecciones de negros e indígenas y de Manco Inca se juzgó conveniente modificar la ubi-
las incursiones extranjeras por el litoral (Céspedes cación de sus casas principales y ampliar sus calles.
1983). Sin embargo, los cimientos y la parte inferior de los
Lima, o la Ciudad de los Reyes, fue la primera edificios pertenecen a la época de los incas. Otra
gran urbe con una población que superó los 50 mil transformación de su espacio interno fue la concen-
habitantes. Como capital del virreinato era la sede tración de la población indígena en el barrio de San
Blas, que contaba
con una parroquia
especialmente dedi-
cada a la prédica
evangelizadora en
quechua. La tradi-
ción se ha conser-
vado, pues hasta la
fecha se celebra mi-
sa en esa lengua.
El protagonismo
del Cuzco en la his-
toria del virreinato
no se explica única-
mente por su ubica-
ción estratégica y
por haber servido
de escenario del de-
rrocamiento del po-
der andino con la
decapitación del in-
ca Túpac Amaru I.
Tampoco por el El robo de la Santa Eucaristía, óleo sobre lienzo (1711) que recuerda un robo sacrílego en la parroquia
descuartizamiento del Sagrario de la catedral de Lima. Cada individuo que circula en la plaza mayor representa un tipo
social de la época, mostrando la diversidad étnica y social en la Ciudad de los Reyes.
del cacique José Ga-
briel Condorcanqui
(“Túpac Amaru II”). La trayectoria cultural de la vio contra el medio ambiente también se agudizaba
antigua capital incaica y su particular mestizaje ar- por las “guairas” u hornillos de las minas que en
tístico se expresan en su renombrada escuela pictó- ciertas ocasiones hacían del aire algo irrespirable.
rica, reconocida en casi toda Sudamérica. Los pinto- Las “canchas” o casas de paja de los indios que tra-
res de la Escuela Cuzqueña gozaron del aprecio de bajaban como peones se ubicaban a cuatro cuadras
los poderosos y los prelados que los contrataban pa- de la plaza mayor, y eran tantos los aborígenes que
ra enaltecer sus casonas y templos, como fue el ca- a veces tenían que dormir a la intemperie.
so del obispo Manuel de Mollinedo y Angulo
(muerto en 1699), quien embelleció la ciudad du-
rante su episcopado y ejerció su mecenazgo sobre
los pintores de este movimiento.
Una ciudad distinta y necesaria de describir fue
la Villa Imperial de Potosí, cuya población llegó a
los 100 mil habitantes, aunque algunas fuentes cal-
culan cerca de 160 mil. La extracción de plata la
convirtió en una localidad de incesante tráfico, en la
que trajinaban mulas, burros y llamas cargados de
leña o de mineral. Las calles, a diferencia de otras
poblaciones del Perú, seguían direcciones arbitra-
rias e irregulares, pues muchos de sus moradores
creían que la riqueza de las minas sería efímera, y
por lo tanto no se preocuparon por diseñar un tra- La ciudad del Cuzco en un grabado de Antoine du Pinet,
zo definitivo y ordenado. Los suburbios mostraban 1564. Gran parte de los grabados sobre esta ciudad, al menos
cerros de basura tan altos como edificios, que con los correspondientes a los dos primeros siglos de presencia
española, están inspirados en imágenes idealizadas de la
los braseros que encendían los vecinos para abrigar- ciudad, sin mucha correspondencia con su arquitectura y
se durante la noche contaminaban el aire. Ese agra- distribución espacial.
La pobreza y explotación en las que vivían los te besamos pies y manos
naturales contrastaba con la bonanza de los mine- que por dar al rey la joya
ros, que no escatimaban gastos para carros alegóri- despoblamos nuestra Troya
cos y fuegos artificiales cuando había que celebrar trayendo los comarcanos.
fiestas civiles y religiosas o recibir a algún dignata-
rio. La ostentación de la que hacían gala los señores Huamanga
del “Cerro” en las festividades rompía la monotonía Huamanga soy, que troqué
del trabajo minero y permitía aliviar el sufrimiento un trueque que no se hizo
de los nativos a quienes se les recompensaba con li- en el mundo tal y se fue
cores, produciéndose tristes escenas de indios bo- trocando la P. por G.
rrachos que caminaban sin dirección por la ciudad fue Dios aquel que lo hizo.
más rica del mundo (Basadre 1945: 165).
Por encima de las diferencias y en algunos casos Arequipa
rencillas, todas las ciudades se reconocían como Yo la villa más hermosa
parte del imperio español y competían por la fideli- de Arequipa, la excelente,
dad hacia el monarca. Así por ejemplo, el cronista lamenté sólo una cosa
Diego Fernández de Palencia relata cómo al llegar a que en Huarina la rabiosa,
Lima el pacificador Pedro de la Gasca, investido de pereció toda la gente.
todos los poderes para acabar con el levantamiento
de los conquistadores, salieron a recibirle danzantes Cuzco
que representaban a las ciudades para recitarle las Ilustrísimo Señor,
siguientes coplas: yo el gran Cosco muy nombrado
te fuí, leal servidor
Lima aunque el tirano traidor
Yo soy la ciudad de Lima me tuvo siempre forzado.
que siempre tuve más ley;
pues fue causa de dar cima Charcas
cosa de tanta estima Preclarísimo varón,
y continuó por el rey. luz de nuestra oscuridad,
parnaso de perfisión
Trujillo desta cristiana región,
Yo también soy la ciudad por la divina bondad,
muy nombrada de Trujillo, en los Charcas floreció
que salí con gran lealtad Centeno, discretamente,
con gente a su majestad y puesto que no venció
al camino a recebillo. fue Dios que lo permitió
Piura por guardarlo al Presidente.
Yo soy Piura deseosa
de servirte con pie llano EL GOBIERNO DEL CABILDO
que como leona rabiosa,
me mostré muy animosa El gobierno de la ciudad lo ejercía el cabildo,
para dar fin al tirano. que velaba por la limpieza de las calles y plazuelas,
camales y mercados, el control de precios y la impo-
Quito sición de multas a los infractores, la matanza de pe-
Yo, Quito con gran lealtad rros rabiosos y la organización de las grandes festi-
aunque fuí tan fatigada, vidades. Esta corporación representaba a los veci-
seguí con fidelidad nos, que no siempre eran los residentes o habitan-
la voz de su magestad tes de la urbe, sino más bien encomenderos cuyos
en viéndome libertada. repartimientos se ubicaban en la jurisdicción de la
ciudad (Lohmann 1993). En otras palabras, todo
Huánuco y Chachapoyas miembro del cabildo o cabildante debía poseer en-
Huánuco y la Chachapoya comienda. El cabildo estaba integrado por los regi-
dores, quienes por votación realizada cada primero a España a solicitar alguna merced para su ciudad.
de enero, nombraban dos alcaldes: uno de vecinos y Finalmente, el escribano redactaba y llevaba el libro
otro de ciudadanos. Contrariamente, los regidores de actas, y gracias a este funcionario ha sido posible
podían servir en el cabildo por un tiempo mayor y reconstruir aspectos novedosos de la historia políti-
en algunos casos de por vida, constituyendo el cuer- ca de varias ciudades del virreinato del Perú.
po de regidores perpetuos. Esta modalidad de go- Las sesiones del cabildo eran cerradas, pero en
bierno urbano respondía a que las ciudades fueron casos de gravedad se declaraba “cabildo abierto” y
en un principio el lugar de residencia de los con- podía asistir toda la vecindad para discutir y resol-
quistadores victoriosos. ver los problemas citadinos. En los “cabildos abier-
Los alcaldes gobernaban la ciudad, pero además, tos” se manifestaba la soberanía popular.
con la asesoría de letrados, actuaban como jueces
de primera instancia, tanto en lo civil como en lo EL PODER DE LA FIESTA
penal. Sin embargo sus fallos eran apelables ante el
corregidor, quien a fin de cuentas representaba la Las ceremonias oficiales en que se recordaba al
persona del monarca. monarca y a la familia real por su onomástico o
Por su parte los regidores, que en Lima llegaron muerte, el arribo de un nuevo vicesoberano o el
a ser ocho y en otras urbes cuatro o seis, se repar- triunfo de España sobre sus enemigos eran excelen-
tían las labores edilicias mediante cargos especiali- tes ocasiones para recalcar la supremacía del orden
zados. El primero de todos, el alférez real o regidor virreinal. Desde una óptica religiosa, las festividades
decano, hidalgo de nacimiento, era el que paseaba cumplían una función pedagógica y evangelizadora
el pendón de la ciudad en su aniversario y durante que consagraba el cuerpo social a Dios, y en las que
el recibimiento del nuevo virrey. El fiel ejecutor, co- todos podían y debían participar. Por su parte, otras
mo su nombre lo indica, ocupaba su tiempo hacien- celebraciones y fiestas de carácter mundano sirvie-
do cumplir las órdenes del cabildo, vigilando el or- ron más bien para distraer y dar curso a la alegría de
nato público, el buen estado de los alimentos y el los habitantes del virreinato.
abastecimiento de los almacenes de grano. Durante el período que tratamos, las fiestas reli-
No todos los componentes del cabildo tenían giosas fueron muy numerosas. Además de los do-
que ser necesariamente regidores. El alguacil mayor, mingos, la Iglesia a través de sus concilios limenses
custodio del orden público, hacía las veces de gen- había establecido para los indios y los españoles
darme o policía y rondaba la ciudad a partir de las fiestas de guardar como el día de Reyes, la Semana
ocho de la noche para prender malhechores. El al- Santa, San Pedro y San Pablo, la Natividad de la Vir-
calde de la Santa Hermandad cabalgaba en el campo gen, las Pascuas de Navidad, y la fiesta del Corpus
y en los alrededores de las urbes persiguiendo sal- Christi, al parecer la de mayor importancia.
teadores, bandoleros y negros de palenques, evitan- Fue el virrey Francisco de Toledo quien dispuso
do así peligros para los viajeros. El procurador era que los fieles de las dos repúblicas e incluso los es-
una suerte de embajador designado por los regido- clavos, conmemoraran cada junio el Corpus Chris-
res para recibir al virrey, y en caso necesario viajaba ti en todo el reino del Perú. Los moradores del vi-

Escena de la
procesión del
Corpus Christi en
el Cuzco, en un
lienzo del siglo
XVIII. La fiesta
religiosa del
Corpus Christi
era una de las
más importantes
del Perú virreinal.
rreinato eran llamados a formar parte del Cuerpo los abundantes manjares. La fecha era siempre oca-
del Señor y acompañaban al Santísimo Sacramento sión para que repicaran las campanas de los templos
en procesión, siendo éste llevado bajo palio por las y se dispararan salvas de cañón. Por la noche la ca-
autoridades civiles y religiosas. Según anota Juan sa del virrey se volvía a abrir para ofrecer un “refres-
Antonio Suardo (clérigo curioso que refería día a co” a los “notables” de la Ciudad de los Reyes. El re-
día los acontecimientos de Lima en la época del gocijo por el cumpleaños del rey culminaba con bai-
conde de Chinchón), en las vísperas del Corpus “se les y diversiones públicas como las justas de caballe-
prendían luminarias y muy ricas invenciones de ría, los fuegos artificiales y las corridas de toros.
fuegos” en la plaza de Armas. En Potosí, dada la ri- Las justas de caballería seducían a la aristocracia
queza de sus vecinos, la fiesta del Corpus Christi citadina trayendo a la memoria contiendas deporti-
destacaba por sus fastos. El escritor criollo Bartolo- vas de origen medieval. El juego de cañas fue el tor-
mé Arzans de Orsúa decía en 1735 que en la ciudad neo más difundido y congregaba en las calles y pla-
del “Cerro Rico” la celebración reunía a las quince zas públicas a muchísima gente para contemplar có-
parroquias de la villa, cuyos habitantes no escatima- mo dos improvisados jinetes se arrojaban mutua-
ban gastos para financiar el pomposo desfile de su mente lanzas de fibra vegetal seca, protegiéndose el
cofradía y la imponente elegancia de los santos de cuerpo con adargas. A consecuencia de estas escara-
su devoción. En estas competencias por presentar la muzas, era frecuente que alguno de los contendores
mejor ofrenda a la Eucaristía, se llegó a gastar fortu- resultara herido.
nas (Acosta Vargas 1979). Otra manifestación caballeresca estaba represen-
En el Cuzco, las celebraciones del Corpus fue- tada por los juegos de “alcancías” y de sortija. Los
ron igualmente pomposas tal como la iconografía primeros eran torneos en los que dos competidores
de la época lo demuestra. En la capital de los incas montados a caballo se lanzaban bolas de barro, re-
esta fiesta representaba a Cristo como vencedor llenas de cenizas o de flores, que tenían el tamaño
frente a los ídolos andinos. El Corpus cuzqueño te- de una naranja y se destrozaban al estrellarse con-
nía como escenario la plaza del Wakaypata en la que tra los escudos. En el segundo juego no se suscita-
desfilaban las imágenes de los santos de mayor ve- ba un enfrentamiento frontal. Cada jinete debía en-
neración, como el apóstol Santiago, San Sebastián y sartar la punta de su lanza en una sortija que pen-
San Cristóbal, acompañados de carros alegóricos, día de una cuerda haciendo gala de destreza en el
comparsas, danzarines y caciques descendientes de manejo del arma. Tanto para el juego de las “al-
los incas ostentosamente vestidos con uncus y dia- cancías” como en las justas de sortija, los partici-
demas. El Corpus Christi llegó a su máximo esplen- pantes eran galardonados con laureles, flores y pi-
dor en el último tercio del siglo XVII, durante el ñas de plata. A imagen y semejanza de las justas
obispado de don Manuel de Mollinedo y Angulo, medievales, los caballeros ofrecían los premios ob-
prelado que mostró un especial interés por la evan- tenidos a alguna dama que se hallaba observando
gelización a través de las manifestaciones artísticas el divertido espectáculo.
(Bernales 1982). No faltaron tampoco los fuegos artificiales, que
Las fiestas civiles tuvieron otra finalidad, como daban colorido y magnificencia a las celebraciones,
asegurar la lealtad al monarca de parte de los súbdi- y mucho menos los castillos que se encendían por
tos del virreinato y hacer sentir cercana su presencia el onomástico del rey o en los días de carnaval. Es-
a través de los vicesoberanos. Por cierto, las festi- tas efímeras estructuras pintaban sobre el oscuro
vidades civiles no excluían aspectos religiosos, ya fondo de la noche figuras de dragones e hipogrifos
que por lo general se iniciaban con misas solemnes que dejaban boquiabierta a la multitud plebeya.
en las iglesias mayores de las ciudades más impor- Las corridas de toros se llevaban a cabo en con-
tantes. El día del natalicio del rey era festejado de memoraciones especiales y también durante la Pas-
acuerdo con esta costumbre, pues comenzaba por la cua de Reyes, San Juan, Santiago, el día de la Asun-
mañana con una misa en la catedral de Lima, con- ción de María o cuando algún potentado pretendía
tando con la asistencia del virrey, la Real Audiencia, agasajar a sus amistades. Las faenas se realizaban en
los cabildos civil y eclesiástico y los vecinos más re- las plazas mayores, y hubo que esperar hasta bien
nombrados. Luego, en el palacio virreinal se ofrecía entrado el siglo XVIII para que se ofrecieran en pla-
un opíparo almuerzo durante el cual los oradores zas cerradas. Las corridas eran los lunes y no los do-
que tomaban la palabra elogiaban las virtudes del mingos como en la actualidad, pues la Iglesia no de-
soberano, mientras los convidados disfrutaban de seaba que los fieles faltaran a misa por una diver-
sión mundana. Las faenas eran ocasión para que los EL YANTAR Y LA COCINA
indios bebieran en exceso y desafiaran las corna-
mentas de los bravíos ejemplares, lanzándose al La ciudad como centro de la vida cotidiana fue
ruedo como espontáneos. En 1630 la situación en- testigo de las artes culinarias de sus moradores
fadó tanto al virrey conde de Chinchón, que llegó a blancos, indios, mestizos y negros y de la paulatina
prohibir a los naturales su presencia en la fiesta bra- incorporación de los distintos aportes, que a la lar-
va so pena de varios azotes. ga dieron nacimiento a la actual cocina peruana.
De todas las fiestas profanas, la que más alegra- Los españoles en el Perú tuvieron una dieta que
ba a los habitantes de las ciudades virreinales era la incluía todos los alimentos posibles traídos de la pe-
celebración del tiempo de carnaval, período en el nínsula y también integraron algunos productos
que se invertía el mundo y se liberaban las tensio- originarios. Pero dicha asimilación no fue inmedia-
nes contenidas a lo largo del año (Acosta Vargas ta, pues hubo de pasar tiempo para que se eviden-
1979). En los carnavales confluía toda la diversión ciara en los potajes y en el paladar. Los soldados de
y la alegría de la vida. El desfile de carros alegóricos la hueste pizarrista vinieron acompañados de algu-
inundaba las calles de gente. La aparición de muñe- nas cabezas de ganado vacuno, porcino, caprino y
cos con enormes cabezas o “papahuevos” hacían de ovino, el pan cazabe, la harina de trigo, los garban-
esta festividad una ocasión para reír a caquinos. El zos, las habas, el aceite y el vino, además de frutas
carnaval era la diversión por la diversión, la fiesta como las manzanas, las naranjas y los higos. Pero
por excelencia. Miembros de todas las castas en estos mismos peruleros supieron adaptarse a los ali-
comparsas y enmascarados o con el rostro maquilla- mentos aborígenes como el maíz, el charqui o carne
do se lanzaban mutuamente “alcancías” y aguas de llama y las frutas autóctonas.
perfumadas, pero no faltaron quienes bañaban a sus En 1548 ya se había multiplicado el ganado que
contrincantes con líquidos malolientes. Frecuente- arribó con los primeros conquistadores iniciándose
mente aquellas graciosas contiendas terminaban en la venta masiva de carne de res en el “rastro” de Li-
batallas campales que dividían a la ciudad en ban- ma, que más tarde ofreció una gran variedad de pro-
dos, como lo atestigua amargamente un habitante ductos. Las urbes virreinales pronto imitaron a la
de Potosí en 1656. El vecino afirmaba que estaba capital, abriendo este tipo de mercados (Valega
impedido de caminar por las calles, ya que las “mal- 1939: 330).
ditas carnestolendas, más son para calladas que pa- Para el siglo XVII se multiplicaron los cerdos y
ra declaradas por las venganzas que en ellas hacían la manteca pudo sustituir al aceite de oliva aun du-
unos y otros, además de rante la cuaresma. Sólo en
jugarse toros y otras in- el valle de Chancay, a
venciones y diversiones, principios de dicha centu-
armaban escuadrones de ria, se llegaron a criar más
barrios unos contra de cinco mil puercos. La
otros” (López Cantos grasa de este animal sirvió
1992: 134). para la preparación de
Dentro de las urbes, una variedad de frituras
las peleas de gallos en ca- dulces y saladas como los
lles y corrales comple- buñuelos, conocidos en
mentaban el cuadro de Lima con el nombre de
los pasatiempos. Las con- picarones.
tiendas gallísticas eran
comúnmente anunciadas
por negros propagandis- Detalle que muestra el palacio
de los virreyes y la plaza
tas, que portaban jaulas mayor, en 1680. Este lienzo es
con las aves de pelea en uno de los pocos testimonios
su interior y por indios pictóricos sobre la ciudad, tal
que tocaban chirimías y como ella lucía en el siglo
XVII, años antes del
encendían cohetes para
devastador terremoto del 20 de
llamar la atención de los octubre de 1687. Tomado de
taimados apostadores. Serrera 1992.
El pescado en sus diversas especies (sardinas, como el maná, el huevo moye, las mazamorras sua-
anchovetas y pejerreyes) se consumía mucho en la ves y figuras de almendra en forma de frutas, tam-
época de cuaresma, acompañado de vinagre, aguar- bién fueron vendidos por las “freilas”. Lo que ocu-
dientes, mistelas, arrope, pasas e higos secos. rría en los catorce monasterios de Los Reyes se repi-
En un principio no hubo suficiente importación tió con variantes en los cenobios de Trujillo, Cuzco,
de trigo, y el pan se tuvo que elaborar con harinas Arequipa, Huamanga y Cajamarca (Gálvez 1947).
de tubérculos nativos, como papa, yuca, camote y La dieta alimenticia de los indios, sobre todo los
achira. En los primeros lustros del siglo XVII, el tri- de la sierra, incluía tubérculos y cereales, tales co-
go ya era cultivado en los valles de la costa peruana mo papas, olluco, maíz, mishua, quinua, y también
y se vendía en las alhóndigas. Debido a pobres co- carne de auquénidos y cuyes. Los aborígenes de la
sechas (atribuidas al terremoto de 1687), los habi- costa recurrían a los camotes, yucas, llacón, achira,
tantes del virreinato peruano comenzaron a impor- maní, zapallo, arracacha, ají, pallares, pescados y
tar el trigo de Chile. Cierto o no, la dificultad de aves (Romero 1939). Pero todos desde Piura hasta
proveerse de materia prima para el pan se hizo de- el Alto Perú coincidían en beber chicha de maíz y
finitiva tras el sismo de 1746. despreciar la leche.
En las ciudades del Perú se comía tres veces al Los indígenas también se adaptaron a la nueva
día. Al desayuno le llamaban almuerzo, al almuer- oferta de ingredientes y combinaron su antigua die-
zo, comida y a la comida, cena. El “buen diente” de ta con aves de corral y carneros, sin abandonar su
los peninsulares y criollos suponía platos abundan- afición por el olluquito con charqui, las pachaman-
tes. Por ejemplo, el clérigo Juan Antonio Suardo re- cas (original forma de asar los alimentos bajo tie-
lata un banquete ofrecido en 1630 al arzobispo Her- rra), el consumo de carne de llama y peces de río.
nando Arias de Ugarte en el monasterio limeño de En la costa hubo una mayor tendencia a la combi-
la Concepción, que consistió nada menos que de 64 nación de comidas, como los famosos picantes, que
diversos platos e innumerables dulces preparados fueron perfilando una cocina mestiza.
por las mismas monjas. La alimentación de los negros esclavos estaba
Entre los siglos XVII y XVIII se consagró el pu- constituida por las sobras de las comidas de sus
chero como el plato más contundente de todos. Es- amos, por lo general, vísceras, tripas e hígado y
te potaje incluía carne de vaca, tocino, cecina, coles, otros restos, que permitían con ingenio preparar los
papada de puerco, salchicha, patitas de chancho, re- famosos anticuchos. Estos remanentes de carne se
lleno, yucas, plátanos, membrillos, camotes, gar- ensartaban en palitos de caña, o se les freía en su
banzos, arroz con achiote molido y sal. Todos estos propia grasa, para lograr unos sabrosos chicharro-
ingredientes se hacían cocer en agua y a fuego len- nes. También se asociaba a los negros con los tama-
to, durante un lapso de cuatro a seis horas. Era la les y las humitas, que eran pasteles de harina de
comida más completa (Fuentes [1867] 1925). maíz a los que se añadía trozos de puerco y gallina.
Acercándose a la mitad del setecientos, era co- En muchos casos los libertos para proveerse de su
mún que en las mesas de los españoles y criollos se propio sustento salían a venderlos por las calles de
sirviera la sopa teóloga, el puchero, el pato en que- Lima y de otras ciudades de la costa donde predomi-
reque, el pavo relleno, las gallinas asadas, la cara- nó la esclavitud africana. Estos platos eran la base de
pulcra, las torrijas, el maná y la empanada. Por cier- lo que ellos mismos conocían como el “bitute”. A
to, todo regado con los aromáticos vinos de Pisco, mediados del siglo XVIII en las haciendas costeñas
Ica y Moquegua (Valega 1939: 329). los esclavos se alimentaban de frijoles y harina de
A pesar de la existencia de panaderías en Lima maíz, que condimentaban a su gusto con un guiso
(cuyos habitantes tienen hasta la fecha fama de dul- llamado “zango” y con charqui, además de beber el
ceros), los conventos de monjas monopolizaron du- “guarapo” o licor de melaza (Dávalos 1932: 192).
rante toda la época virreinal la preparación de con- Es importante anotar que los afroperuanos eran
fites, tanto pastillas como mazapanes y pastas de al- sirvientes y cocineros en las casas de la ciudad de
mendras. Cada convento limeño tenía su propia es- Los Reyes, Trujillo e Ica y de otras urbes cercanas al
pecialidad y su estilo: las pastas en la Encarnación; litoral, y se alimentaban mejor que los esclavos de
las nueces en el Prado y el Carmen; las humitas y ta- las haciendas. Las negras citadinas de casonas y mo-
males (reproducciones de las viandas criollas en nasterios también comían provechosamente cuando
pastas de almendra) de Santa Catalina; y los frijoles eran estimadas y se las destinaba para vender los
colados de Jesús María (Olivas 1990). Otros dulces dulces elaborados por las religiosas.
IV
LA DEFENSA: EL BRAZO ARMADO DEL REINO

LA ORGANIZACIÓN MILITAR Se componía por vecinos de la ciudad de Lima,


quienes de acuerdo con su condición debían cum-
Sobre este aspecto poco tratado en las “historias plir con el servicio militar y por lo tanto podían
generales” del virreinato por lo disperso de la infor- portar armas.
mación, podemos mencionar que la máxima autori- A fines de la decimoséptima centuria en Los Re-
dad militar era siempre el virrey. El vicesoberano era yes había 53 compañías de infantería y 13 de caba-
el jefe supremo de las fuerzas armadas y por lo tan- llería, y de forma permanente un batallón de 19
to el encargado de capitanear las operaciones nava- compañías de infantería y 9 de caballería, además
les contra los corsarios y dirigir el desplazamiento de algunos destacamentos que reunían a indios, ne-
de sus huestes en la lucha contra los indios o espa- gros y mulatos (Vega J.J. 1981).
ñoles amotinados. Don Andrés Hurtado de Mendo- En el siglo XVIII aumentó el interés por la de-
za, marqués de Cañete (1556-1560), hombre de fensa del reino del Perú, intentos que se verían con-
proyectos, había propuesto la creación de un ejérci- sagrados en la época del virrey don Manuel de Amat
to del reino, pero dicho plan fracasó debido al te-
mor del gobierno metropolitano ante un movimien-
to separatista, a la oposición de los letrados que no
deseaban competencia profesional, y a la indiferen-
cia de los peruleros que preferían organizar sus
huestes por cuenta propia (Vega J.J. 1981: 260).
En su reemplazo fue organizado un ejército pa-
laciego de cuatrocientos miembros conocido como
la Guardia del Reino, conformada por tres cuerpos
con sueldo anual. El primero de ellos era la Compa-
ñía de Lanceros, que reunía a cien gentilhombres.
El segundo estuvo constituido por la Compañía de
Arcabuceros que se había creado en tiempos del vi-
rrey Antonio de Mendoza (1551-1552), y el tercero
fue la Compañía de Alabarderos. Con el paso de los
años los integrantes de dicho destacamento perdie-
ron su sueldo, pero a manera de compensación fue-
ron gratificados con un asilo de veteranos por el se-
gundo marqués de Cañete (1589-1596).
La Guardia del Reino contaba con una sala de ar-
mas que había creado don Andrés Hurtado de Men-
doza, ubicada en un recinto del palacio virreinal. La
sala, que reunía arcabuces, picas, piezas de artillería
y pólvora, fue paulatinamente enriquecida por los
sucesivos virreyes con la adquisición del más nove-
doso armamento.
Durante el siglo XVII se constituyeron los cuer-
pos de milicia, que se reunían sólo ocasionalmente,
sobre todo cuando los corsarios amenazaban con
desembarcar. Este ejército improvisado y temporal Durante la gestión del virrey José Antonio Manso de Velasco
(1745-1761), conde de Superunda, se produjo un evidente
no contaba con ningún sistema de adiestramiento. mejoramiento de la organización militar.
y Junient (1761-1776). Sin embargo, algunas déca- pues los magistrados pensaban que ésta daría pie a
das antes del arribo de este gobernante podemos ha- otras mayores.
llar buenos ejemplos, como la creación del servicio Como se esperaba, en noviembre de 1553 estalló
de resguardo de puertos en el tiempo del príncipe una gran rebelión liderada por Francisco Hernán-
de Santo Buono (1716-1720). dez Girón, que se extendió por un buen sector del
Con la llegada del virrey José Antonio Manso de sur del territorio peruano, y que terminó en diciem-
Velasco (1745-1761) se dejaron ver notables mejo- bre de 1554 con la decapitación del caudillo, a
ras en la organización castrense. Por aquellos años quien la Audiencia juzgó como “traydor a la Coro-
ya se pudo hacer ostensible la existencia de un ejér- na Real”. La dimensión de las acciones de este re-
cito regular. El primer lugar de esa gran hueste lo belde fue tan grande que la imagen de Girón quedó
ocupaba la guardia del vicesoberano y luego el ba- presente por muchos años en la memoria colectiva
tallón de milicias formado por 1 112 soldados dis- de los habitantes del virreinato (Busto Duthurburu
tribuidos en doce compañías. El historiador Juan 1984).
José Vega complementa nuestra información al ex- Después de Hernández Girón, el movimiento in-
plicarnos que “la caballería estaba compuesta por surgente que más llama la atención es el dirigido
ocho compañías de blancos, con 443 hombres; tres por Lope de Aguirre, quien se autocalificaba como
de indios, con 150; ocho de pardos, con 453 y siete “el traidor”. La rebelión que dirige contra el rey y
de morenos, con 100 plazas. El comercio tenía seis que estalla durante la segunda navegación del Ama-
compañías, con 299 soldados infantes. La infantería zonas (1561) pretendía desligar el Perú de España.
de indios llegaba a los 900 efectivos, repartidos en Por cierto, estos regios sueños separatistas se esfu-
dieciocho compañías. Los pardos, en número de maron en Barquisimeto, luego de que el capitán
300, formaban seis compañías de granaderos y, fi- García de Paredes diera muerte a Aguirre.
nalmente, existían ocho compañías con 392 more- A fines del siglo XVI, cuando el poder de las au-
nos libres, todas de infantería” (Vega J.J. 1981: toridades virreinales estaba totalmente consolidado,
282). se produjo una rebelión de caracter antifiscal. En-
tre las instrucciones que recibió el virrey García
LAS REBELIONES DE ESPAÑOLES Hurtado de Mendoza (hijo de don Andrés), mar-
qués de Cañete (1589-1596), estaba la de aumentar
Durante los siglos XVI, XVII y XVIII se produjo las rentas reales e implantar la alcabala, además de
una serie de levantamientos encabezados por miem- pedir a los súbditos un “donativo gracioso” para
bros de la república de españoles (que incluía a los mejorar la arruinada economía española después de
criollos) contra la autoridad virreinal, y aunque tu- la guerra contra Inglaterra y el desastre de la Arma-
vieron distintas causas, todos coincidían en ser juz- da invencible. La imposición de este tributo, que
gados como una manifestación de la tiranía contra entró en vigencia el primero de enero de 1592, creó
el orden y el buen gobierno. Las rebeliones de espa- un clima de malestar en Lima y motivó la aparición
ñoles constituían un medio para analizar las tensio- de pasquines insolentes.
nes existentes entre la autoridad virreinal y el loca- El desagrado fue mayor en Quito, cuyo cabildo
lismo de algunos señores que sentían violados sus se levantó en torno a su procurador Alonso Bellido
derechos y pretensiones. Así por ejemplo, desde Moreno. La Audiencia de Quito, que temía las acti-
muy temprano, después de que el pacificador Pedro tudes de los cabildantes, pidió auxilio al vicesobera-
de la Gasca llevara a cabo el reparto de Huaynarima no. El marqués de Cañete inmediatamente envió
y se voceara la supresión del servicio personal de los una hueste de sesenta soldados al mando del gene-
indios, varios descontentos acaudillaron motines ral Pedro de Arana, quien sigilosamente se encasti-
que fueron reprimidos y sus cabecillas ajusticiados. lló en Guayaquil. Curiosamente el levantamiento
En el Cuzco en 1551 se alzaron los vecinos no fue aplacado por Arana sino por un hombre de
Francisco de Miranda, Alonso de Barrionuevo y leyes, el licenciado Esteban Marañón, nombrado vi-
Alonso Hernández Melgarejo; en Lima en 1552 se sitador de la Audiencia de Quito. Marañón, letrado
debeló el motín de Pedro Alonso de Hinojosa (mal versátil y de sangre fría, aparentando ejercer justicia
conocido como el de Luis de Vargas por ser éste el blanda con los amotinados, permitió a los caudillos
acusado); en Charcas, en 1553, la revuelta de Sebas- hablar sobre sus derechos. Marañón supo persuadir
tián de Castilla –que fue secundada por la de su ase- al pueblo de Quito para que aceptara las alcabalas,
sino Vasco Godínez– atemorizó a la Real Audiencia y una vez logrados sus propósitos, condenó a muer-
te a los insurrectos con la pena del agarrotamiento. do el juicio cuando se hizo presente en Lima Gaspar
La historia registra este suceso, sofocado en abril de de Salcedo con regalos y tesoros para comprar los
1593, como “el motín de las alcabalas” (Vargas favores del vicesoberano. Pero la máxima autoridad
Ugarte 1966). ordenó inmediatamente que se apresara al sevillano.
La manifestación de rebeldía más desafiante del El conde deseaba conocer a profundidad el proble-
siglo XVII fue capitaneada por los hermanos Gaspar ma de Laicacota y decidió apersonarse a esa locali-
y José de Salcedo, naturales de Sevilla. De los dos, el dad, llevando en su séquito al corrupto minero.
primero era el más astuto y gozaba de la populari- Tras un largo viaje que le obligó a pasar por Is-
dad que tienen los ricos benefactores. Había servido lay y Arequipa, el conde llegó a Laicacota, en don-
en la Armada Real y luego, con gran éxito, se dedi- de encontró a José de Salcedo ubicado en la fortale-
có a detectar posibles yacimientos mineros en la sie- za, pretendiendo ofrecerle batalla. No obstante, la
rra meridional. Perseverando en sus búsquedas, hueste que acompañaba al virrey era superior al
Gaspar de Salcedo descubrió en 1657 las minas de ejército que José de Salcedo había conformado y por
plata de Laicacota, que lo convirtieron en un mag- este motivo los hombres del rebelde se negaron a lu-
nate. Los Salcedo fueron a mediados del seiscientos char. Salcedo no tuvo mayor remedio que rendirse.
los hombres más ricos del Perú y posiblemente de Acto seguido, Lemos ordenó que se ahorcara a los
América. La buena fama de los sevillanos se exten- cabecillas y se desterrara a los revoltosos que le ha-
dió cuando contribuyeron con dinero en el debela- bían seguido. José de Salcedo fue condenado a mo-
miento del motín de los mestizos de La Paz en rir agarrotado y luego decapitado. Su hermano Gas-
1661. par corrió mejor suerte gracias a su fortuna, pues
Además de la amenaza que representaba para logró a través del soborno a la Corona que ésta le
Laicacota la revuelta de los mestizos, existía al inte- conmutara la pena capital de la horca por la del des-
rior de este centro minero un conflicto étnico entre tierro (Busto Duthurburu 1993).
vizcaínos y andaluces. Gaspar y José de Salcedo Los sucesos militares de mayor importancia que
apostaron por los últimos. Es- podemos registrar entre los
ta opción los llevó a tomar po- españoles al ingresar en el si-
sesión del lugar, lo que trajo glo XVIII, son los que acau-
funestas consecuencias. Los dilló el magistrado panameño
desmanes obligaron a las au- José de Antequera y Castro,
toridades virreinales a enviar quien además de jurista era
funcionarios que frenaran a caballero de la orden de Al-
los sevillanos, pero éstos con cántara y un erudito en litera-
su inmensa riqueza neutrali- tura clásica.
zaban todo acto fiscalizador. En 1721, cuando Anteque-
Su poder económico los había ra ocupaba el cargo de fiscal
ensoberbecido tanto que se protector de los indios ante la
creyeron los dueños de Laica- Audiencia de Charcas, se le
cota. Es más, los Salcedo le- encomendó la tarea de investi-
vantaron una fortaleza y ar- gar y juzgar al gobernador del
maron 600 hombres para de- Paraguay, Diego de los Reyes
fender sus supuestos domi- Balmaceda, a quien los comu-
nios. Ello era un insulto para neros y el cabildo de dicho lu-
el rey (Basadre 1945). gar acusaban de corrupto.
El nuevo virrey don Pedro Nombrado juez pesquisidor,
Fernández de Castro, conde el letrado llegó a Asunción,
de Lemos (1667-1672), que
arribó al Perú para ordenar el
reino, se propuso terminar A Pedro Fernández de Castro, conde
con esta manifestación de de- de Lemos (1667-1672), le tocó
sobediencia, abriendo un pro- enfrentar la rebelión de los
hermanos Salcedo en Laicacota, y
ceso judicial contra ambos no dudó en trasladarse hasta el
hermanos. Ya se había inicia- lugar de los hechos para debelarla.
tomó posesión del gobierno de la provincia y apre- donar la lucha. Al doctor Antequera no le quedó
só a Reyes Balmaceda para abrirle juicio. No obs- mayor remedio que huir, pedir el amparo de la Au-
tante, el antiguo gobernador no estaba solo, conta- diencia de Charcas y posteriormente viajar a Lima
ba con el apoyo de algunos vecinos y el de los jesui- para explicar a Castelfuerte y a los oidores la razón
tas de las misiones. En pleno proceso contra el des- de su conducta. Al llegar a la Ciudad de los Reyes,
honesto funcionario, el magistrado recibió la noti- en abril de 1726, fue apresado. El caso del magistra-
cia de que debía reponerlo en el mando. Aquellas do tuvo que ser sometido a la decisión del Consejo
malas nuevas le parecieron tan extrañas que no las de Indias, cuyos miembros lo hallaron culpable de
llegó a asumir como verdaderas. “lesa majestad”, y por lo tanto reo de muerte.
José de Antequera no dejó en libertad a Reyes, En Lima, los oidores, la Universidad de San Mar-
pero éste huyó hacia las misiones jesuíticas para pe- cos, el cabildo y el pueblo intercedieron por el ma-
dir refugio y utilizar la ayuda de los sacerdotes de la gistrado ante el virrey. Castelfuerte, decidido a eje-
Compañía. Con la población indígena armada, Re- cutar la sentencia del Real Consejo, condenó a José
yes pudo librarse de la justicia que el legista pana- de Antequera a la pena capital. Finalmente, el 3 de
meño quería ejercer sobre él. Antequera se mostra- julio de 1731 fue decapitado a pesar de los tumul-
ba implacable y hasta cruel con sus vencidos, y lo tos que protagonizaron los limeños contra la intole-
peor de todo era que la orden de reposición de Re- rancia del vicesoberano (Busto Duthurburu 1993).
yes no se trataba de una falsificación.
El entonces virrey don José de Armendáriz, mar- LAS REBELIONES DE INDIOS
qués de Castelfuerte (1724-1736), hombre de ca-
rácter duro e intransigente que jamás permitiría la Al margen de la victoria del virrey Francisco de
tiranía de Antequera, dispuso el inmediato movi- Toledo sobre Túpac Amaru I en 1572, triunfo que
miento de las tropas acantonadas en el fuerte de evidenció el predominio político y militar de los
Montevideo. Enterados de la proximidad de esta hispanos, hubo en los Andes una serie de movi-
soldadesca, los hombres del jurista decidieron aban- mientos que reclamaban el retorno del soberano In-
ca. Dichas manifestaciones religiosas, conocidas co-
mo el Taqui Onqoy, Moro Onqoy y Yanahuara, ate-
morizaron a la república de españoles y fueron una
clara muestra de resistencia indígena, manteniendo
en alerta a las autoridades virreinales. Estas de-
mostraciones de mesianismo andino, que proclama-
ban el retorno del inca como elemento cohesiona-
dor, fueron perdiendo fuerza paulatinamente has-
ta casi extinguirse (Pease 1992). Sin embargo el
mestizo Ramírez Carlos en 1620 incitó a los indios
en la tierra de los chunchos a levantarse y reinstau-
rar el gobierno de los emperadores quechuas.
A lo largo de toda la época virreinal se produje-
ron sucesivos levantamientos acaudillados por los
curacas contra las vejaciones de los funcionarios,
especialmente los corregidores. Anular el abuso en
Baltazar de el pago del tributo y el trabajo forzoso en las minas
la Cueva fueron las demandas más generalizadas de estos
Enríquez,
conde de movimientos antifiscales. En 1623 se rebelaron en
Castellar, el Alto Perú los indios de Larecaja y Omasuyos, lo
sucedió en el que obligó a la retirada de los corregidores de aque-
cargo al
virrey conde llas poblaciones. En 1632, por causas similares, es-
de Lemos en talló otra rebelión en Tucumán, que tuvo resonan-
1674 y dos cias entre los uros o chocumas que habitaban en la
años después
encaró una región suroeste del lago Titicaca (Vega J.J. 1981).
rebelión de Más tarde, en tiempos del conde de Castellar
los uros.
(1676), los uros volverían a sublevarse.
El mesianismo incaico reapareció en la segunda
mitad del siglo XVII. En el Tucumán, en la década
de 1650 a 1660, un español natural de Granada lla-
mado Pedro Bohórquez convenció a los indios cal-
chaquíes de ser descendiente directo de los incas.
Bohórquez, hombre carismático entre los indígenas,
conocía perfectamente el odio ancestral que los cal-
chaquíes sentían por los españoles y logró aprove-
charlo para sus propósitos. Este español aventure-
ro e influyente fue el caudillo de los calchaquíes
hasta que se le tomó preso. Fue ejecutado en Lima
en el turbulento año de 1666.
Ese mismo año se produjo en Quito un fenóme-
no interesante que no fue propiamente una rebe-
lión, pero preocupó hondamente a las autoridades
españolas. La Audiencia de Quito nombró corregi-
dor de Ibarra a don Alonso de Arenas y Florencia
Inga, descendiente de Atahualpa. Los indígenas del
lugar lo recibieron con beneplácito y reconocieron
con orgullo su ancestral nobleza, llegando a rendir-
le los homenajes propios de un inca, ya que fue car-
gado en andas y reverenciado como un soberano del
Tahuantinsuyo. Esas manifestaciones andinas de
respeto alarmaron a los oidores de Quito, quienes
consideraron a don Alonso un personaje peligroso
que en cualquier momento podría rebelarse contan-
do con el apoyo de los naturales. La sospechosa si-
tuación de Arenas motivó su traslado al corregi-
miento altoperuano de Paria (Pease 1992).
La muerte del conde de Santisteban en 1666, hi-
zo que el gobierno del Perú recayera en la Audien- Diego Benavides y de la Cueva, conde de Santisteban, quien
cia por veinte meses. La incompetencia de los oido- falleciera en Lima en marzo de 1666, agudizando con su
res en el poder permitió el afloramiento de hondos muerte el clima de desgobierno y miedo colectivo causado por
las continuas rebeliones indígenas.
problemas sociales. Como dice Guillermo Loh-
mann: “Estaba el virreinato perdido, y la autoridad
tan menospreciada, que no había camino seguro crueldad. Gabriel Manco Cápac corrió mejor suerte,
[…], bandas de salteadores salían a los caminos a pues logró huir hacia Huancavelica (Pease 1992).
robar impunemente, y ni aun en las casas se hallaba Las pesquisas que se realizaron al final de esta temi-
resguardo” (Lohmann 1946). da rebelión, que nunca llegó a estallar, arrojaron re-
En ese clima de desgobierno y miedo colectivo sultados inesperados: el supuesto armamento con-
se descubrió una conspiración indígena contra Li- sistía tan sólo en tres rústicas hondas (Nieto
ma, cuyo principal caudillo fue un nativo que astu- 1992b).
tamente jugaba con la simbología incaica y se hacía El curaca campa Fernando Torote, aliado con los
llamar Gabriel Manco Cápac; según se rumoreaba piros y mochobos, se levantó contra los misioneros
había congregado a más de tres mil naturales arma- franciscanos, ya que la prédica de estos frailes y su
dos entre Huachipa y Oropesa para matar a los ha- presencia entre los hombres de su pueblo perturba-
bitantes de Los Reyes. Aliado con caciques proce- ban el ejercicio de su poder. El jefe campa sorpren-
dentes de Cajamarca, Lambayeque, Huancavelica, dió y dio muerte a un grupo de religiosos de San
Cuzco y Moquegua, daría el golpe de gracia el 6 de Francisco a orillas del río Tambo, en mayo del año
enero de 1667, pero las desavenencias entre los in- de 1724.
surgentes frustraron el ataque. Los seguidores del lí- En 1730, en la localidad de Oropesa (Cocha-
der no tardaron en ser capturados y ejecutados con bamba), el presunto fraude del visitador Miguel Ve-
nero de Valera, a quien se le había encomendado el moro, supo escabullirse en medio de la selva sin de-
empadronamiento de tributarios, motivó un levan- jar rastro alguno. El levantamiento de Ignacio Toro-
tamiento regional. Venero de Valera fue acusado de te es un antecedente importante de la insurrección
omitir en su registro a todos los que pagaban un cu- de Juan Santos Atahualpa.
po (Vega J.J. 1981). El odio hacia el burócrata au- En 1739 Juan Vélez de Córdoba, miembro de una
mentó cuando corrió la voz de que deseaba empa- distinguida familia moqueguana y descendiente de
dronar a los mestizos. La corrupción del funciona- Huáscar, se levantó en Oruro contando con el apoyo
rio hizo estallar la ira del platero mestizo Alejo Ca- de varios curacas y personajes de abolengo imperial
latayud, hombre influyente entre los de su condi- como Juan Bustamante Carlos Inca. El mensaje se-
ción racial y entre los indígenas. Calatayud y sus paratista de Vélez de Córdoba –que pretendía restau-
amotinados soltaron a los presos y apedrearon las rar el régimen del “Señor de los Cuatro Suyos”– no
casas de los vecinos más conocidos por su servilis- se dirigía únicamente a los indios, sino también a los
mo hacia los peninsulares. Al observar que los des- criollos: deseaba retornar al gobierno de los incas,
manes podrían continuar hasta convertirse en un pero con un sistema erigido a imagen y semejanza
movimiento irrefrenable, el dirigente decidió, bajo de las monarquías europeas. El líder argüía que los
ciertas condiciones, acordar la paz con el cabildo de naturales estaban “tiranizados por los españoles y vi-
Cochabamba. El virrey Castelfuerte consideró la viendo poco menos que esclavos”. Al igual que el
aceptación de dicha tregua un acto de debilidad de movimiento de Gabriel Manco Cápac, la insurrec-
los cabildantes y ordenó la inmediata captura y eje- ción de Vélez de Córdoba (que debió estallar el 8 de
cución de Alejo Calatayud, el que fue ajusticiado el julio de 1739) fue reprimida por las autoridades an-
31 de enero de 1731 (Busto Duthurburu 1993: tes de que se manifestara (Vega J.J. 1981).
199). La rebelión indígena más importante anterior a
Ignacio Torote, hijo del ya mencionado Fernan- la de José Gabriel Condorcanqui Túpac Amaru fue
do y cacique de Catalipango, continuó con las mis- la de Juan Santos Atahualpa. Entre 1742 y 1751, es-
mas fechorías de su padre. Destruyó en 1737 dos te caudillo andino, que se hacía llamar “Apu Inca”
misiones franciscanas establecidas en su jurisdic- y era natural del Cuzco (aunque también señalan
ción cacical, una en Catalipango y la otra en Sono- algunos historiadores que había nacido en Amazo-
moro, además de asesinar a varios miembros de la nas o en Cajamarca), puso en aprietos a las fuerzas
orden seráfica. El Perú era gobernado en ese enton- de la Corona. Al momento de la rebelión tenía cer-
ces por el marqués de Villagarcía (1736-1745), ca de treinta años y su estatura era “más que media-
quien nombró generales de su hueste a los capita- na, color pálido amestizado, fornido de miembros,
nes Pedro Milla y Benito Troncoso, gobernadores de el pelo cortado al modo de los indios de Quito, la
las fronteras de Tarma y Jauja, respectivamente barba con algún bozo y su vestido con una cushma
(Valcárcel 1975: 26). Pero el líder indígena fue más pintada”, además de llevar un crucifijo sobre el pe-
astuto porque a pesar de todas las medidas estraté- cho (Valcárcel 1975). Se sabe que hablaba fluida-
gicas como la construcción de un fuerte en Sono- mente el quechua y varios dialectos selváticos, y
que había estudiado con los jesuitas,
de quienes aprendió el castellano y el
latín. También gracias a los ignacia-
nos pudo viajar muy joven a España,
Francia, Inglaterra y Angola.
La insurrección de Juan Santos tu-
vo como objetivo la unión de las tri-
bus de la selva central para luchar
contra la opresión de los españoles y
la imposición por parte de los misio-

La insurrección de Juan Santos Atahualpa en


Quimiri (actual ciudad de La Merced) en
1747. Dibujo inspirado en una pintura que se
conserva en el convento de Ocopa, en Junín.
neros de rudos trabajos a los indios. El rebelde bus- segundo dejó Oxapampa y tomó el camino de Qui-
caba la restauración del imperio de los soberanos miri, fue sorprendido en Nijándaris y derrotado por
del Cuzco y logró la adhesión de los fieros simirin- los aborígenes (Valcárcel 1982).
ches, piros, campas, shipibos, andes, amages y cori- En 1750 Llamas dirigió una nueva expedición
bas. Es interesante mencionar que hubo rumores de por Monobamba, que fue paralela a otra que pene-
connivencia entre Juan Santos y los ingleses. tró a la ceja de selva por Tarma. La finalidad de am-
Juan Santos ubicó su cuartel general en el Gran bas empresas era la de destruir los contingentes de
Pajonal y asignó funciones militares al curaca Ma- Santos Atahualpa ubicados en Eneño. Pero, una vez
teo Assia y a su cuñado el negro Antonio Gatica, más, las emboscadas del alzado tuvieron éxito. Las
dictando una serie de normas para organizar los ata- tropas de Llamas sufrieron numerosas bajas. Al año
ques. Sus primeras víctimas fueron los habitantes siguiente Juan Santos tomó Sonomoro y en 1752 sa-
de las misiones franciscanas. Los insurrectos conti- queó Andamarca. Ello determinó que el virrey con-
nuaron con sus desmanes y destruyeron veinticinco de de Superunda diera fin a todo intento de acabar
pueblos. Los frailes de la orden de San Francisco con esta gran rebelión. El levantamiento, además de
trataron por todos los medios de dialogar con el desanimar a los evangelizadores, dejó un inmenso
caudillo, pero éste hizo oído omiso. territorio en manos de los nativos, que hizo peligro-
El virrey marqués de Villagarcía, al enterarse de so transitar en esos parajes, y un sentimiento de
los asesinatos del insurrecto cacique, envió tropas frustración en los militares y las autoridades políti-
para capturarlo. Las operaciones tácticas de la sol- cas del reino.
dadesca española fueron dirigidas entre 1742 y Los últimos años del sublevado constituyen has-
1745 por los conocidos Pedro Milla y Benito Tron- ta la fecha un misterio, pues se pierden en leyendas
coso, quienes gozaron del apoyo de algunos curacas de corte mesiánico. Al parecer murió en Metraro li-
amigos. Ambos debían conducir sus huestes a Qui- brando una batalla contra un cacique adversario,
sopango, pasando por Quimiri y Sonomoro (Valcár- pero los indios de la selva creen que volverá algún
cel 1975: 28). De los dos capitanes antes menciona- día a reinar y destruir a sus enemigos (Valcárcel
dos sólo Troncoso obtuvo cierto éxito en la lucha 1975).
contra los indios. Finalmente debemos hacer referencia a la rebe-
En Quimiri, el ejército del virrey levantó un lión que conmovió Huarochirí en 1750, acaudillada
fuerte y dejó en él sesenta hombres al mando del ca- por los indios Antonio Cabo, Pedro Santos, Francis-
pitán Fabricio Bertholi. Enterado Juan Santos de la co Inca y Miguel Suríchac. Anteriormente estos re-
existencia de un reducto hispánico, trató de persua- beldes habían recurrido al apoyo del donado fran-
dir a Bertholi para que se rindiera, y como el oficial ciscano fray Calixto de San José Túpac Inca, quien
no lo hizo, arengó a su gente para atacarlo. El alza- decía descender de Túpac Inca Yupanqui. Él había
do destruyó Quimiri el primero de agosto de 1743 llegado a la misma corte del monarca para presen-
y dio muerte a todos los leales a la Corona. tarle su Representación rendida y lamentable que toda
Luego del triunfo de Quimiri, Santos Atahualpa la nación indiana hace a la magestad del rey señor de
logró el apoyo de la indiada de la sierra y la ocupa- las Españas y emperador de las Indias don Fernando
ción del valle de Chanchamayo. Ello trajo como VI. El memorial de fray Calixto pedía entre otras co-
consecuencia varios intentos españoles por nego- sas que los indígenas pudieran poseer y disponer li-
ciar la paz, pero la astucia política del supuesto des- bremente de sus bienes, que se cumplieran las leyes
cendiente de Atahualpa fue mayor. de protección a los naturales, que se liberara el co-
Al asumir el mando el virrey José Antonio Man- mercio andino de las cargas tributarias y que se ad-
so de Velasco (1745-1761) se diseñaron nuevas es- mitiese a los aborígenes a las órdenes religiosas y
trategias. El vicesoberano ordenó al general José cargos eclesiásticos (Pease 1992). Sin embargo, la
Llamas y al antiguo gobernador Benito Troncoso or- finalidad de los conjurados era la de restaurar el im-
ganizar las nuevas operaciones militares. Esta vez se perio de los incas, matar a los españoles y tomar Li-
buscaría el apoyo de los misioneros jesuitas. No ma para convertirla en la capital de ese régimen. Se
obstante, las entradas para capturar a Juan Santos acordó que el 29 de junio se atacara la Ciudad de los
resultaron un fracaso, pues se emprendieron en Reyes, pero varios de los amotinados fueron delata-
tiempos de lluvia, en los primeros días de 1746. Lla- dos, apresados y ejecutados un mes después. Entre
mas y Troncoso avanzaron paralelamente: el prime- los condenados a muerte figuraban Miguel Suríchac
ro partió por Huancabamba al Cerro de la Sal, y el y Antonio Cabo. Pedro Santos y Francisco Inca lo-
graron huir. Este último, al observar que los espa- conquistar, poblar y colonizar un área ignota. Ser-
ñoles se retiraban y no continuaban las persecucio- vían como un excelente medio para abrir paso a las
nes, tomó Huarochirí, asesinó con crueldad al co- misiones evangelizadoras y a la fundación de ciuda-
rregidor y a todos quienes estaban a su servicio, y des. Los capitanes generales de las huestes explora-
cortó los puentes que unían Huarochirí con Lima. doras contribuían en este sentido con el ensancha-
Enterado el virrey conde de Superunda de los miento de la cristiandad, detectando buenos cami-
desmanes del indio revoltoso, encargó al marqués nos para llevar la palabra sagrada a los indígenas.
de Monterrico dirigir las tropas del reino, y captu- Desde el punto de vista social, las entradas res-
rar a Inca y sus secuaces. La decisión del vicesobe- pondían a la necesidad de solucionar el problema
rano se complementó con una eficaz estrategia: in- del exceso poblacional y el descontento de muchos
dultar a los rebeldes exceptuando a los caudillos. soldados que veían frustradas sus aspiraciones de
Así las cosas, la hueste virreinal pudo coger con fa- botín. Después de cada campaña de guerra civil, las
cilidad al levantisco líder. Francisco Inca y sus pa- entradas se convirtieron en un recurso para gratifi-
niaguados fueron condenados a muerte, y a manera car a los soldados victoriosos y para desterrar a los
de escarmiento para los indios, se les cortó las ma- vencidos. Los guerreros de ambos bandos tenían la
nos “para que al verlas, se acorte la de los atrevi- oportunidad de tentar riquezas ocultas en países
mientos” (Valcárcel 1975: 32). maravillosos, y contribuir con el reconocimiento de
Por su parte, Pedro Santos que había podido un territorio hasta entonces desconocido. En pala-
huir, fue capturado en Saña y ejecutado inmediata- bras de la época estas empresas militares permitían
mente. Así terminó la rebelión de Huarochirí, que “desaguar, aflojar, descargar y desencantar la tierra”
los historiadores relacionan con la de Juan Santos de elementos que podrían poner en peligro la esta-
Atahualpa, pues al parecer los cabecillas de este mo- bilidad política del gobierno hispánico.
vimiento insurgente deseaban unirse a la gran rebe- Las entradas se iniciaron en el Alto y Bajo Perú,
lión selvática. en 1534, y se realizaron de forma casi continua has-
ta las primeras décadas del siglo XVII. Dentro del
LAS ENTRADAS: UNA FORMA DE período que nos ocupa, debemos mencionar que el
RECONOCIMIENTO TERRITORIAL pacificador Pedro de la Gasca promovió jornadas
como la de Macas, comandada por Hernan-
Las armas iban de la mano con el do de Benavente (1548), la tercera de
control político del territorio a Bracamoros por Diego Palomino
través de las entradas, que con- (1548), la de Yaquiraca por
sistían en empresas militares Alonso de Mercadillo (1549),
de descubrimiento y con- y la segunda del Tucumán
quista, que salían a explo- por Juan Núñez de Prado
rar regiones desconoci- (1549). También sabe-
das en las cuatro direc- mos que se llevaron a ca-
ciones cardinales y en bo, bajo el patrocinio de
todas las geografías Gasca, la entrada de
posibles. Las entradas, Mira por Rodrigo de
que también recibie- Salazar, el Corcovado,
ron los nombres de y la del oscuro caudillo
“jornadas”, “cabalga- Martín de Mira. Aun-
das” o simplemente que no se puede señalar
expediciones, constitu- con exactitud la fecha
yeron ampliaciones me- de aquellas incursiones,
nores de la gran conquis- sabemos que se llevaron a
ta del Perú (Sánchez-Con- cabo en tiempos de este go-
cha 1991). bernante (Busto Duthurbu-
Las entradas estaban basa- ru 1984).
das sobre una política de ocu-
pación del espacio que escalonada Lope de Aguirre en un apunte de Germán
y paulatinamente buscaba descubrir, Suárez Vértiz (Lima, 1942).
Algunos años des- a las Esmeraldas, y Al-
pués, el virrey marqués varo Enríquez del
de Cañete licenció a Castillo pretendió
Juan de Salinas Loyola conquistar el país de
para la entrada que los motilones. Todas
permitiría descubrir el estas expediciones se
río Ucayali (1558). El llevaron a cabo en
mismo vicesoberano, tiempos del virrey
para librarse de incó- Francisco de Borja y
modos aventureros, Aragón, príncipe de
promovió la segunda Esquilache (1615-
navegación del Amazo- 1621) (Busto Duthur-
nas capitaneada por buru 1993).
Pedro de Ursúa, la que Una jornada poco
sería continuada por el conocida es la del co-
traidor Lope de Agui- rregidor de Cajamarca
rre (1560-1561). Vista del río Madre de Dios, descubierto en 1568 por Juan Álvarez Martín de la Riva-He-
Con una política Maldonado. rrera, quien en 1654
parecida, el goberna- recorrió las cuencas de
dor Lope García de Castro dejó emprender a Juan los ríos Marañón, Huallaga, Santiago, Morona, Pas-
Álvarez Maldonado una expedición hasta el confín taza y Tigre. Riva-Herrera fundó los pueblos de San-
de los Mojos, llanos ubicados al oriente del Alto Pe- tander de la Nueva Montaña, Santiago de las Monta-
rú. Maldonado, fundador de El Bierzo, descubrió el ñas, Concepción de Jivitos, El Rosario, El Triunfo de
río Madre de Dios en 1568. la Santa Cruz y Lamas (Riva-Agüero 1983).
En tiempos del virrey Martín Enríquez de Al- En la década de 1680, el virrey duque de La Pa-
mansa (1581-1583), el capitán Martín Hurtado de lata dispuso que los capitanes Antonio de Vera y
Arbieto (que había sido capitán general en la guerra Diego Porcel de Pineda emprendieran la entrada al
de Vilcabamba contra el inca Titu Cusi Yupanqui y Gran Chaco para pacificar a los indios alzados de
su hermano Túpac Amaru) fue premiado con la en- aquel territorio. La jornada resultó un fracaso por
trada de Manaríes y Pilcozones. Fundó entre estos la táctica de tierra arrasada que emplearon los na-
últimos el pueblo de Jesús de los Pilcozones. turales.
Entre 1615 y 1616 el capitán Pedro de Leagui
entró por los Andes de Chuquiabo para terminar LA ESCUADRA VIRREINAL
con la resistencia de los indios de esa zona y fundar
los poblados de San Juan del Oro. En 1620 continuó La Escuadra virreinal o Armada del Mar del Sur
la conquista Pedro Recio de León, quien exploró la compuesta de navíos, galeones, galeras y berganti-
región del Beni y fundó entre los Lecos el pueblo de nes, tuvo su origen en la famosa “Armadilla de To-
Santa María de Guadalupe (Vega J.J. 1981). Ruy ledo”, creada en 1579 por el vicesoberano del mis-
Díaz de Guzmán, el conocido autor de La Argentina, mo nombre, para perseguir al invasor inglés Francis
capitaneó una entrada a los chiriguanos en 1617. El Drake. Las principales naves de esta flota sudameri-
gobernador interino de Santa Cruz de la Sierra, Je- cana, que en un inicio reunió trescientos hombres,
rónimo de Solís Holguín, dirigió una empresa con- eran la “Capitana” y la “Almiranta”. La primera iza-
tra los chiriguanos y fundó el pueblo de San Fran- ba la insignia de mando que le correspondía al capi-
cisco de Alfaro. Por la misma época de las incursio- tán general de los ejércitos o fuerzas de tierra y mar,
nes de Recio, el capitán mestizo Ramírez Carlos en atribuciones que recaían sobre el virrey, pero que
compañía del franciscano Gregorio de Bolívar, in- delegaba a la persona que juzgara más idónea para
gresó a la tierra de los chunchos (Saignes 1985). Je- las correrías marítimas. La segunda nao estaba su-
rónimo de Cabrera, nieto del fundador de Córdoba, bordinada a la “Capitana” y llevaba a bordo al almi-
partió del Tucumán para conquistar la mítica tierra rante titular que oficiaba de asesor técnico en asun-
de los Césares de la Patagonia, y Juan Porcel de Pa- tos de mar y de guerra (Valdizán 1980: 161).
dilla exploró la región de Tarija. Del lado septen- En el siglo XVII la escuadra fue formalizada y su
trional del Perú, Pablo Durango Delgado enrumbó jefatura suprema recayó en el teniente del capitán
general, como lugarteniente del virrey. Según la do- Nuevo Mundo. Los puertos antes señalados paga-
cumentación, el primero en ocupar dicho cargo fue ron caro el desinterés del Consejo, pues se convir-
don Rodrigo de Mendoza, sobrino del marqués de tieron en blanco fácil de los invasores ingleses y ho-
Montesclaros. Más tarde, en tiempos del conde de landeses. La historia de aquellas urbes registra mu-
Alba de Aliste (1655-1661), la Armada trabajaría en chísimos casos de saqueos, pagos de rescate e incen-
coordinación con la Academia Náutica, creada para dios de barcos surtos y casas principales. A excep-
la formación profesional de los pilotos (Lohmann ción del Callao, estas ciudades portuarias siempre
1973: 47). Para fines de esa centuria la Armada per- fueron vulnerables y tuvieron que defenderse im-
dió su antiguo poder, pero fue paulatinamente recu- provisando plataformas y recurriendo a los auxilios
perándolo gracias a la financiación de los comer- militares que les eran enviados desde Lima: caño-
ciantes de la Ciudad de los Reyes. nes, balas de cañón, pólvora, cuerdas de mecha, ca-
Los virreyes impulsaron y favorecieron el creci- rabinas, etc.
miento de la escuadra, ya que además de dedicarse Fue también el virrey Toledo quien estableció
a combatir las incursiones extranjeras y patrullar las durante su mandato una guarnición en la fortaleza
costas de Chile, también debía recoger azogue en el incaica de Sacsahuamán (Cuzco). El gobernante ob-
puerto de Chincha, y de allí transportarlo a San servó con sagacidad que se podrían aprovechar los
Marcos de Arica, donde llenaba sus naves con la antiguos centros estratégicos de los quechuas para
plata extraída de las minas de Potosí de paso hacia vigilar cualquier intento de rebelión de españoles o
las arcas fiscales de la Metrópoli. Con las naves car- de indios (Lohmann 1964).
gadas del metal argentífero regresaba al Callao y El lugar que mereció la mayor atención de los vi-
partía hacia el istmo en marzo. Pasaba por Chérre- rreyes fue el Callao, donde se ubicó desde tempra-
pe y aportaba en San Francisco de Paita; finalmente no un destacamento militar. Los continuos ataques
arribaba a Panamá donde desembarcaba el precioso de los corsarios ingleses y holandeses obligaron a
cargamento, que más tarde sería conducido a Porto- los gobernantes del Perú a pensar en edificar una
belo y Cartagena de Indias, y llegaría a España vía fortaleza especial que custodiara la capital del reino.
La Habana (Busto Duthurburu 1996). En 1615 el príncipe de Esquilache ordenó levantar
En la primera mitad del siglo XVIII, la Armada a manera de rompientes unas barreras, en cuyos ex-
del Mar del Sur era ya una institución inoperante. tremos se construyeron dos baluartes de cal y pie-
Por esa razón el gobierno metropolitano, para de- dra, uno que miraba hacia la desembocadura del río
fender las costas del Pacífico de cualquier amenaza, Rímac y el otro cerca de los almacenes reales. Para
decidió enviar embarcaciones de la propia Armada lograr una mejor defensa, el visorrey situó piezas de
española. Según señalan Pablo Pérez-Mallaína y Bi- artillería entre ambos fuertes. El marqués de Gua-
biano Torres, cuando se promulgó un cuerpo legal dalcázar, sucesor de Esquilache, temiendo el bom-
en 1753 sobre las milicias y las fuerzas navales del bardeo de Jacques L´Hermite, mejoró la fortifica-
Perú, ya no se hablaba de la Armada del Mar del ción de la plaza añadiéndole otros recintos defensi-
Sur, sino del Reglamento para las dotaciones de la Ar- vos. Pero estas construcciones sucumbieron ante
mada Real que internaren y sirvieren en la Mar del Sur los terremotos de 1630 y 1687. De la misma forma
(Pérez-Mallaína y Torres 1987: 242). todos los proyectos por modificar y fortalecer el
puerto se desvanecieron con el terremoto y mare-
LAS FORTIFICACIONES moto de 1746. Justamente a raíz de aquel sismo, el
virrey José Antonio Manso de Velasco inició en ene-
Un importante medio de defensa contra el pilla- ro del año siguiente la edificación de una ciudadela
je y el ataque de los corsarios fueron las fortificacio- exclusivamente militar, a la que bautizó como el
nes. Francisco de Toledo, el gran reorganizador del “Real Felipe”, en honor al rey Felipe V de Borbón.
virreinato, vio desde temprano la necesidad de pro- Manso de Velasco, quien más tarde sería recompen-
teger los lugares estratégicos de la costa peruana, a sado con el título de conde de Superunda, concluyó
los que describía como las “principales llaves de es- la construcción de las murallas de este enorme ba-
te reyno”: Guayaquil, Paita, Santa, Callao, Chule y luarte, y su sucesor, don Manuel de Amat (1761-
Arica. Este “Solón del Perú” elevó al Consejo de In- 1776), se encargaría de completar la fortaleza levan-
dias dichas inquietudes, pero los magistrados juzga- tando las casamatas, los torreones, la contraescarpa
ron con indiferencia que no era necesaria la cons- y los cuarteles, lo que convirtió al Callao en una
trucción de edificios militares en esa región del “Troya marítima” (Vega J.J. 1981: 295).
Plano del siglo XVII que muestra la amurallada ciudad de
Lima, proceso iniciado por el duque de la Palata, en 1684.

Una vista de la fortaleza del Real Felipe en el Callao.

En junio de 1684 el
virrey don Melchor de
Navarra y Rocafull,
duque de la Palata, dio
la orden para iniciar la
construcción de las
murallas de Lima. El
antiguo deseo de los
pobladores de Los Re-
yes se pudo materiali-
zar gracias al interés
del gobernante por
darle a la capital un es-
cudo protector, enco-
mendándose el trazo definitivo del plano al cosmó- puertas y de quince baluartes, estuvo bajo la direc-
grafo mayor Juan Ramón Coninck, y la delineación ción del “fortificador e yngeniero mayor” italiano
al ingeniero Luis Venegas Osorio. Para 1687 las Giuseppe Formento, y fue concluida en 1688 (Loh-
obras ya habían terminado. Una gran muralla de mann 1964).
adobe con treinta y cuatro baluartes y cinco
puertas rodeaba la urbe. Las duras críticas
de los virreyes Monclova y Castelfuerte y
del viajero francés Amadeo Frézier en torno
de la capacidad defensiva del cinturón de
barro, llevaron al sabio Pedro de Peralta
Barnuevo a proponer la edificación de una
ciudadela fortificada, que haría de Los Re-
yes un reducto inexpugnable. Pero los pro-
yectos de Peralta, inspirados en las obras
del mariscal Vauban, no hallaron eco, y mu-
cho menos reconocimiento.
La ciudad de Trujillo también fue prote-
gida por murallas. El pánico sembrado por
el corsario Edward Davis –que destruyó la
cercana localidad de Saña en 1686– dejó
siempre abierta la posibilidad de otro de-
sembarco e hizo necesaria la edificación de
muros. La construcción, toda de adobe co- Plano de la ciudad de Trujillo que la muestra amurallada, tal como lucía
en el siglo XVIII. Este plano fue ordenado hacer durante la gestión del
mo la de Lima, de trazo oblongo, de seis obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón.
LAS INCURSIONES EXTRANJERAS: atesorar las riquezas de España y sus posesiones ul-
INGLESES Y HOLANDESES tramarinas. Tal situación estaba enmarcada en el
contexto de la guerra entre Isabel I Tudor y Felipe II
El virreinato peruano se vio afectado por una se- de Habsburgo, librada en las últimas décadas del si-
rie de incursiones de navegantes extranjeros que no glo XVI. La “reina virgen” se había propuesto arrui-
reconocían el principio de exclusividad económica nar el poder del piadoso monarca ibérico, permi-
española, y que perturbaron la paz de las ciudades tiendo a sus súbditos abordar las naves hispánicas
de estos reinos. Cada vez que corría la voz de un po- encalladas o en alta mar y destruir urbes, y por lo
sible ataque de ingleses u holandeses, la población tanto sembrar el terror y la ruina.
sin ocultar su miedo debía improvisar la defensa del La fama de las riquezas del Perú atrajo a Francis
territorio, conformando cuerpos de milicias con to- Drake, el primer corsario que aparece en las costas
dos los hombres aptos para el combate. Por su par- sudamericanas del Pacífico. Drake, natural de Ta-
te, la clerecía hacía tocar las campanas de sus tem- vistock (Inglaterra), era un audaz marino y comer-
plos para invitar a las mujeres, a los niños y a todos ciante negrero que le había jurado odio eterno a Es-
aquellos excluidos de la lucha, a rezar por el triun- paña después de que este país le confiscara un car-
fo de los católicos frente a los “aborrecibles” angli- gamento que iba dirigido a las posesiones españolas
canos y luteranos. de América. En 1567 al lado de William Hawkins
El primer ciclo de infiltraciones fue capitaneado incursionó en las costas de México, lo que le pro-
por corsarios procedentes de Inglaterra, navegantes porcionó la experiencia suficiente para intervenir
independientes que contaban con el visto bueno de más adelante en otras regiones del Nuevo Mundo.
su Corona para bombardear, desembarcar, saquear y En 1572 atacó Panamá, y al año siguiente hizo lo
mismo en Cartagena de Indias.
Luego de participar en la campaña contra Irlan-
da, Drake decidió volver a sus tropelías. Al mando
de los buques llamados “Pelican” (al que más tarde
rebautizó con el nombre de “Golden Hind”),
“Swan”, “Christopher”, “Elizabeth” y “Marygold”,
zarpó de Plymouth en diciembre de 1577. Las em-
barcaciones muy bien artilladas recorrieron el li-
toral brasileño, penetraron el río de la Plata y atra-
vesaron el estrecho de Magallanes. Posteriormente
asaltó Coquimbo, Valparaíso y Arica para avanzar
luego sobre el puerto del Callao.
El inglés se presentó frente al Callao la noche del
13 de febrero de 1579, atemorizando a los habitan-
tes de Lima. El entonces virrey don Francisco de To-
ledo ordenó la inmediata defensa del puerto. Pero la
historia dice que dos criollas, doña Mencía y María
de Cepeda, hijas del benemérito conquistador Her-
nán González de la Torre, plantearon una táctica
exitosa: encender candiles en las ventanas de las ca-
sas del Callao. Drake, imaginando que las luces que
se divisaban a lo lejos eran mechas de cañón, creyó
que la urbe estaba bien dotada de piezas de artille-
ría, y temeroso decidió partir cuanto antes (Busto
Duthurburu 1993).
Una vez que el invasor huyó en retirada, el vice-
soberano dispuso que los navíos surtos entonces en
el Callao, “Nuestra Señora de la Esperanza” y el
Retrato de Francis Drake, marino y corsario inglés, uno de “San Francisco”, persiguieran al inglés. El capitán
los principales adversarios de la España imperial del siglo general de esa improvisada armadilla sería el polifa-
XVI. Tomado de Quinn 1996. cético Pedro Sarmiento de Gamboa. Los marinos
del virreinato lograron alcanzar a los buques de un fracaso, pues Cavendish había huido hacia Gua-
Drake frente al cabo de San Francisco. Allí, el temala y México, con el mismo propósito de Drake:
“Nuestra Señora” fue bombardeado por el “Golden retornar a Inglaterra dando la vuelta al mundo.
Hind” y posteriormente abordado por los corsarios. La última incursión inglesa del siglo XVI se pro-
Francis Drake se apoderó de las barras de oro y pla- dujo en tiempos del virrey don García Hurtado de
ta que llenaban las bodegas del “Nuestra Señora” y Mendoza (1589-1596). Hawkins, tratante de escla-
que alcanzaban un valor de trescientos mil pesos, vos como su pariente Francis Drake, partió de Ply-
cantidad que le sirvió de sobra para cubrir los gas- mouth en 1593 en su buque “Daintie”. A principios
tos de sus operaciones y para alimentar las arcas de de 1594 ya había cruzado el estrecho de Magallanes
su reina. para enrumbar hacia Valparaíso, donde cobró un
Al mes siguiente, el aventurero inglés estaba cuantioso rescate y capturó cinco barcos. En Lima
bordeando las costas de México para saquear Hua- la multitud estaba atemorizada ante la proximidad
tulco y aterrorizar a los moradores de Acapulco; ac- del “Achines”, deformación castellana del nombre
to seguido pasó a California para reparar sus embar- del corsario isabelino. El miedo popular contrasta-
caciones. Desde este último punto decidió empren- ba con la serenidad del vicesoberano, quien
der el mismo viaje de Magallanes. Finalmente, el 13 nombró capitán general de la armadilla a don Bel-
de diciembre de 1580 arribó cargado de honores al trán de Castro y de la Cueva. Richard Hawkins en-
estuario de Plymouth. Su osadía marinera al dar la contró las naves del invasor frente a Chincha, “pero
vuelta al mundo y los tesoros adquiridos a través el inglés viró al poniente y eludió el enfrentamiento
del pillaje fueron méritos suficientes para que la naval. Beltrán de Castro lo persiguió hasta Ataca-
misma reina Isabel I le invistiera caballero en su mes, donde le dio combate y rindió entre el 30 de
propio barco. junio y el 1 de julio, pues la acción duró dos días.
Mientras tanto el virrey Toledo, anticipando El virrey tomó, en Lima, bajo su protección al cau-
otras posibles incursiones, encargó al antiguo capi- tivo, que se había rendido bajo la condición de que
tán de la armadilla Pedro Sarmiento de Gamboa, la se le respetara la vida y enviara a Inglaterra, lo que
exploración del estrecho de Magallanes con fines de se cumplió después, salvándolo así de la jurisdic-
colonización. En 1584 Sarmiento, nombrado capi- ción del Santo Oficio que reconocía a Hawkins he-
tán general del estrecho, agrupó cuatrocientos colo- reje y anglicano” (Busto Duthurburu 1993: 147).
nos en dos poblados, pero las inclemencias del cli- Las condiciones del corsario se cumplieron, ya
ma y el hambre diezmaron a los habitantes de dicha que luego pasó a Sevilla y posteriormente a su pa-
región austral. tria. Sabemos que después de sus desventuradas tra-
En julio de 1586 el corsario Thomas Cavendish vesías por la Mar del Sur, Hawkins fue elegido
zarpó de Inglaterra con dirección a Sudamérica al miembro del Parlamento inglés y su amor por las
mando de 123 hombres en tres barcos. Bordeó el correrías marinas le llevó a combatir contra los pi-
Brasil y la Patagonia, y más tarde cruzó el estrecho ratas berberiscos en el Mediterráneo hacia 1621. Fi-
magallánico, donde tan sólo encontró 22 sobrevi- nalmente, legó a la posteridad un relato escrito so-
vientes de la fracasada colonización de Sarmiento. bre sus aventuras por el Pacífico.
Al llegar a Arica bombardeó la urbe y apresó dos En 1603, con el advenimiento de la nueva casa
fragatas. Luego avanzó sobre Pisco, alejándose de reinante de los Estuardo, las relaciones entre Espa-
las costas para no ser divisado desde el Callao. En ña e Inglaterra mejoraron notablemente. En 1604 se
Chérrepe logró apresar dos pequeños navíos y pro- firmó un tratado de paz que legalizó el comercio en-
siguió hacia Paita. El 30 de mayo de 1587 desquitó tre las dos naciones. Pero esa tranquilidad fue que-
toda su furia. Al negarse la población paiteña a pa- brada por la presencia de los corsarios holandeses,
gar un oneroso rescate, ordenó bombardear, saquear llamados “los pordioseros del mar”, quienes apoya-
e incendiar la localidad piurana. El siguiente objeti- dos por la burguesía de Amsterdam, se lanzaron al
vo del corsario fue la toma de Guayaquil, pero en la mar con dirección a las posesiones hispánicas de
isla de la Puná fue sorprendido por ochenta hom- América. Incursionaron en Puerto Rico, Portobelo y
bres procedentes de tierra firme (González-Aller La Habana. A principios del siglo XVII se pudo di-
1994). visar naves holandesas desde la costa de Chile, co-
El virrey del Perú, don Fernando de Torres y Por- mo la flota de Oliver van Noort en 1600, la que te-
tugal (1585-1589), despachó la escuadra para captu- miendo ser derrotada por la escuadra virreinal, pre-
rar a los “ladrones del mar”, pero la jornada resultó firió apartarse y dirigirse a las Filipinas.
víos con 294 cañones y 1 600 hombres. En febrero
de 1624 ya había ingresado al Pacífico. Hizo un al-
to en la isla de Juan Fernández para reponerse, y
prosiguió hacia el Callao. L’Hermite Clerk no halló
los tesoros que esperaba, pues el virrey marqués de
Guadalcázar (1622-1625) acababa de despachar a
Panamá los metales preciosos rumbo a la Metrópo-
li. Después de este decepcionante suceso, el enemi-
go aportó en la isla San Lorenzo, donde L’Hermite
murió víctima de disentería. Desde esa pequeña ín-
sula su sucesor, Hughes Schapenham, ordenó que
se atacaran Guayaquil y Pisco. La embestida resultó
desastrosa para los extranjeros, pues los vecinos de
aquellas urbes resistieron heroicamente. Tras el fra-
caso y la imposibilidad de tomar el Callao, los hom-
bres de Mauricio de Nassau regresaron a Holanda
Grabado que muestra la presencia de la flota holandesa
capitaneada por Jacques L’Hermite en la costa peruana, en agosto de 1625 (Lohmann 1973).
en 1624. En tiempos del marqués de Mancera (1639-
1648) se presentaron nuevamente naves holande-
Si la presencia de Noort no produjo tanta incer- sas, esta vez capitaneadas por Hendrik Brower. La
tidumbre en el Perú, la de Jorge Spilbergen en 1615 intención de los invasores era ocupar el puerto de
sembró el pánico. Desde Madrid se informó caute- Valdivia, para fundar allí una colonia. Ello sucedió
losamente al virrey marqués de Montesclaros en 1643. Conocedor el virrey del propósito de los
(1606-1615) del ingreso al Pacífico de este invasor intrusos, invistió a su hijo como capitán de la escua-
al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias. dra peruana, la que debía buscar al enemigo, pero la
El vicesoberano tuvo tiempo de preparar con antici- pesquisa no tuvo éxito. Temiendo otras incursiones,
pación la defensa del reino, nombrando capitán ge- el vicesoberano ordenó la fortificación de Valdivia,
neral de la armadilla a su sobrino don Rodrigo de Valparaíso y el Callao.
Mendoza. El 17 de julio al mando de siete embarca- En diciembre de 1670 se intentó tomar nueva-
ciones pequeñas, Mendoza encontró al invasor fren- mente Valdivia. Los responsables de tal propósito
te a Cerro Azul (Cañete). Después de ocho horas de fueron Charles Henry Clerk, Oliver Belin, John For-
combate Spilbergen hizo huir en retirada a la escua- tisque, Thomas Louis y el mulato Tomás de la Igle-
dra virreinal y avanzó hacia el Callao, en cuya rada sia, quienes terminaron siendo conducidos a Lima y
le aguardaban los defensores del Perú. Los aterrados procesados por la Real Audiencia. Tras encontrar
moradores de Lima organizaron vigilias para orar
por el triunfo de los católicos y por el pronto aleja-
miento de los luteranos, pues se temía al desembar-
co de los holandeses. Spilbergen no puso pie en tie-
rra, aunque disparó algunas balas de cañón. Des-
pués de su poco exitosa expedición prosiguió a Pai-
ta. Sabemos que no llegó a incendiar este puerto
norteño y que luego enrumbó a las Filipinas (Rodrí-
guez Crespo 1964).
La siguiente expedición holandesa fue dirigida
por Jacques L’Hermite Clerk, hombre de confianza
de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange. Este
gobernante, que deseaba disputarle a España sus
dominios americanos, envió a L’Hermite para hacer
el reconocimiento de los territorios virreinales, apo-
derarse de cuantas riquezas pudiera y convertir al La flota de Jacques L’Hermite en el Callao, donde fondeó en su
Perú en una colonia flamenca. L’Hermite zarpó de rada el 8 de mayo de 1624. L’Hermite fallecería durante el
Amsterdam a fines de 1623, capitaneando once na- bloqueo y sería enterrado en la isla de San Lorenzo.
culpable al primero de los nombrados se le conde- con la aprobación del vicesoberano: el “San Nico-
nó a muerte con la pena del garrote, la que se ejecu- lás” y el “San José”, cuyo mando recayó en los mer-
tó en la plaza mayor en 1682. Clerk, natural de caderes vizcaínos Dionisio de Artunduaga y Nicolás
Saint Maló, era un fiel servidor de la Corona ingle- de Igarza. Los flamantes capitanes se encontraron
sa y su presencia en los mares australes tenía por en junio de 1687 con los filibusteros muy cerca de
misión observar lugares propicios para posibles de- la Punta de Santa Elena, donde lograron derrotarlos
sembarcos (Lohmann 1973). y hacerlos huir (Lohmann 1973).
Siendo virrey del Perú el obispo de Lima Mel- En 1708 el inglés Roggiers Wodes y su piloto
chor de Liñán y Cisneros (1678-1681), hicieron su Guillermo Dampierre zarparon del puerto de Bristol
aparición en la Mar del Sur los bucaneros ingleses en dos naos bien artilladas. Las fechorías de Wodes
Bartolomé Sharp, John Guarlem y Edward Wolmen, en el Pacífico fueron numerosas, pues saqueó Gua-
quienes cruzaron a pie el istmo de Panamá y se apo- yaquil, atemorizó a los habitantes de las urbes de la
deraron de dos navíos ubicados en las afueras del costa mexicana y a la altura de California capturó el
puerto de Perico, para emprender una travesía de- galeón de Manila. El virrey marqués de Castell dos
predadora hacia el meridión. Una efectiva embosca- Rius (1707-1710) ordenó a la Armada que diera el
da de los lugareños de Tumaco, acaudillada por don encuentro a los ingleses y los capturara, pero las
Juan de Godoy y Prado, terminó con la vida de va- medidas fueron tomadas demasiado tarde, pues los
rios invasores y la de Wolmen. Por su parte Sharp y depredadores ya habían emprendido el camino de
Guarlem avanzaron hacia el litoral chileno con la regreso a Inglaterra (Busto Duthurburu 1993).
intención de saquear Coquimbo y La Serena. Tras la Durante el gobierno de fray Diego Morcillo Ru-
destrucción y el asalto de estas ciudades, los filibus- bio de Auñón (1720-1724) la paz del virreinato fue
teros se cobijaron en la isla de Juan Fernández. In- nuevamente perturbada. La flota del corsario inglés
mediatamente después, el 9 de febrero de 1681, de- John Clipperton y de su segundo George Shelvocke
cidieron atacar Arica, pero la resistencia ofrecida saqueó e incendió Paita, por negarse los vecinos a
por el maestre de campo Gaspar de Oviedo fue ma- pagar el rescate. Al igual que en tiempos de Castell
yor. En el combate murió Guarlem y diecinueve in- dos Rius, todas las medidas represivas fueron in-
gleses fueron capturados y enviados a Lima en don- fructuosas.
de se les condenó a la horca. Para no seguir la mis-
ma suerte, Sharp huyó en retirada, pasando por el
estrecho de Le Maire.
Entre 1684 y 1687 se produjo la incursión de
Edward Davis, natural de Flandes. Como casi todos
los ladrones del mar, Davis ingresó por el estrecho
de Magallanes y se escondió en Juan Fernández,
donde se unieron los ingleses Swann, Harris e Ea-
ton, y los franceses Hout, Grogniet y Raveneau de
Lussan. El entonces virrey, duque de la Palata
(1681-1689) nombró a su cuñado, don Tomás Pala-
vicino, capitán general de la Armada. El improvisa-
do defensor halló las naves extranjeras frente a las
islas de las Perlas donde les ofreció combate, y los
enemigos temiendo ser derrotados huyeron en to-
das direcciones. El patrullaje del hermano político
del virrey se frustró, pues en Paita su nave se incen-
dió y no pudo continuar. Davis y su gente sacaron
partido de la situación y saquearon Sechura, Ché-
rrepe, Saña, Casma, Santa, Huaura, Pisco y La Sere-
na. A estas tristes derrotas se sumó otro suceso de-
salentador: el francés Jorge de Hout, uno de los so-
cios de Davis, tomó la ciudad de Guayaquil en ma- La ciudad de Paita fue saqueada e incendiada por el corsario
yo de 1687. Para terminar con el pillaje, los comer- inglés Clipperton en tiempos del gobierno de fray Diego
ciantes de Los Reyes armaron dos navíos de guerra Morcillo Rubio de Auñón (1720-1724).
En medio de la guerra entre España e Inglaterra, Peralta Barnuevo la defensa de las costas del Perú.
iniciada en 1739, se produjo la incursión más im- Todos los esfuerzos del marqués resultaron inúti-
portante del siglo XVIII, dirigida por George An- les. En noviembre de 1741 Anson saqueó e incen-
son. El almirantazgo británico había enviado dos dió Paita y cinco barcos comerciales surtos en el
escuadras a América, con el fin de obstruir las acti- aquel puerto. El inglés prosiguió su travesía hacia
vidades comerciales entre la península ibérica y sus el norte, pues deseaba reunirse con Vernon para
provincias del ultramar, cerrando el istmo de Pana- coordinar la clausura del istmo de Panamá, pero al
má. La primera, al mando del almirante Edward recibir noticias de la derrota de su compañero de
Vernon, enrumbó hacia las aguas del Caribe y llegó armas en Cartagena, continuó su marcha hasta Mé-
a tomar Portobelo hasta que fue vencida en Carta- xico. Tras arribar a Chequetán decidió regresar a
gena de Indias, en 1740. Mejor suerte tuvo la es- Inglaterra tomando el camino de la China. Los in-
cuadra comandada por Anson, natural de Staffords- tentos de Villagarcía por frenar los desmanes del
hire y antiguo servidor de su Corona en las colo- enemigo siguieron siendo inútiles. El vicesoberano
nias de Norteamérica. Este audaz marino, que de- nombró a los expedicionarios científicos Jorge Juan
tentaba el alto rango de vicealmirante, juzgó y Antonio de Ulloa, capitanes de dos fragatas arti-
oportuno avanzar sobre aguas peruanas. Después lladas, para que inspeccionaran el litoral chileno y
de sufrir la pérdida de alguna de sus naves en el ca- la isla de Juan Fernández. Demasiado tarde, el bri-
bo de Hornos, pasó al Pacífico. A pesar de las bajas, tánico era inalcanzable. La Metrópoli, al observar
la flota de Anson seguía siendo una poderosa ame- la impotencia de las fuerzas navales del virreinato,
naza. Ello quedó demostrado cuando el corsario hizo zarpar una armada en octubre de 1740 desde
capturó el buque “Monte Carmelo” que navegaba el puerto de El Ferrol, comandada por José Alonso
rumbo a Valparaíso. Al enterarse el virrey marqués Pizarro, la cual tampoco pudo hallar al inglés. Por
de Villagarcía (1736-1745) de la proximidad del in- su parte, George Anson fue recompensado por su
vasor, improvisó un ejército con 12 mil hombres y rey con el título de lord y más tarde ascendido a al-
planificó con la asesoría del cosmógrafo Pedro de mirante (Lohmann 1973).

V
LA CULTURA EN EL VIRREINATO DEL PERÚ

EL SISTEMA EDUCATIVO: meras letras, etapa en la que aprendían a leer y es-


LOS COLEGIOS Y UNIVERSIDADES cribir el castellano, además de los rudimentos de las
matemáticas, el catecismo y las principales oracio-
Comprender la historia de la educación durante nes como el Padre Nuestro, el Ave María y la Salve.
el virreinato no es una tarea fácil. El sistema educa- Más tarde, generalmente entre los siete y ocho años,
tivo distaba mucho de la división contemporánea comenzaban los estudios menores, en los que se
entre estudios primarios, secundarios y superiores. aprendía retórica, música, humanidades y gramáti-
Los estudios completos abarcaban tres fases, deno- ca latina. Esta última materia era fundamental para
minadas primeras letras, estudios menores y mayo- la lectura de los textos clásicos y para continuar con
res, y no existían límites claros para el paso de un los cursos universitarios. En los colegios de estu-
nivel a otro, todo dependía de los recursos, la inte- dios menores se practicaba el principio de “la letra
ligencia y el esfuerzo de los alumnos (Monsalve con sangre entra”. El profesor, conocido como el
1994: 291). “dómine”, tomaba exámenes todos los sábados y los
Los estudiantes españoles, criollos y en algunos alumnos desaprobados eran azotados con la temida
casos mestizos, iniciaban su formación con las pri- “palmeta”. Varios centros de enseñanza de primeras
letras funcionaban en conventos y casas de religio-
sos de las ciudades españolas, y algunas órdenes,
como la de los padres betlemnitas, eran especialis-
tas en la educación de los niños.
La enseñanza femenina era impartida en con-
ventos de monjas como los de La Encarnación y La
Concepción en Lima, y el Recogimiento de Santa
Clara en el Cuzco. La formación de mujeres se limi-
taba al aprendizaje de las labores domésticas, coci-
na, tejido, bordado y costura, incluyéndose música
y oraciones, pero en lo referido a las letras, la edu-
cación de las niñas dejaba mucho que desear.
Los hijos de los indios nobles y caciques recibían
una educación apartada –hoy diríamos segregacio-
nista–, que en la práctica funcionaba como un siste-
ma a medio camino entre las primeras letras y los
Detalle de la
estudios menores. En los colegios de indígenas se biblioteca del
impartía los conocimientos básicos como lectura y convento de
escritura, cálculo, canto, doctrina cristiana y algo de Santo
derecho natural. Se enseñaba lo necesario y útil pa- Domingo, en
ra formar un futuro curaca, pero sobre todo se pro- Lima
curaba instruirlos en la fe, para que ellos mismos se
encargaran de combatir la idolatría en sus pueblos y Pío V, y más tarde, en tiempos del virrey Francisco
divulgar “la policia y buen gobierno”. Los estudian- de Toledo recibió el nombre de San Marcos. Los co-
tes andinos vivían en comunidad en los colegios re- legios mayores fueron, en varios casos, el origen de
gentados por los jesuitas. Existieron dos centros de las universidades.
instrucción para naturales nobles: el Colegio del Los colegios mayores más reputados estuvieron
Príncipe en Lima, fundado en tiempos del virrey Es- en la Ciudad de los Reyes y en el Cuzco. En la pri-
quilache (1615-1621) en honor del entonces prín- mera destacaron el de San Felipe (1575) dirigido
cipe don Felipe (más tarde Felipe IV), y el Colegio por el clero secular; y el de San Martín (1582) re-
de San Francisco de Borja del Cuzco, también crea- gentado por los jesuitas. Esta misma congregación
do a principios del siglo XVII, y donde cursó estu- formaba a sus novicios en el Colegio Máximo de
dios José Gabriel Condorcanqui (“Túpac Amaru San Pablo. Existía también el Seminario de Santo
II”) (Busto Duthurburu 1981). Toribio fundado en 1583 por Santo Toribio de Mo-
La educación superior se brindaba en los cole- grovejo para la formación de presbíteros; el de San
gios mayores, luego de terminarse la educación bá- Ildefonso (1608), de agustinos; el de San Buenaven-
sica. Se impartían en primer lugar cursos de filoso- tura (1611), de franciscanos; el de San Pedro Nolas-
fía o artes, a lo largo de tres años aproximadamen- co (1626), de mercedarios; y el de Santo Tomás
te, y se continuaba con las especialidades de leyes (1645), de dominicos. En el Cuzco los más impor-
y/o cánones o medicina. Los colegios mayores cons- tantes fueron el Colegio-Seminario de San Antonio
tituían una suerte de “estudios generales”, que fre- Abad del Cuzco, instituido en 1598 para religiosos
cuentemente estaban facultados para otorgar el gra- seculares, y el de San Bernardo (1619) para novicios
do de bachiller y el título de licenciado. Funciona- de la Compañía de Jesús (Busto Duthurburu 1983).
ban en las casas de las órdenes religiosas y eran re- Los estudios universitarios no estaban única-
sidencias estudiantiles; por ello muchas veces se les mente destinados a formar abogados, médicos y teó-
identifica con los seminarios (Monsalve 1994). De logos, sino también perseguían el cultivo de las hu-
acuerdo con estos criterios, los frailes del convento manidades a la luz de la verdad. Casi todas las ma-
dominico de Lima, gracias a una real cédula de 12 terias eran dictadas en latín, por ser ésta una lengua
de mayo de 1551, administraron en sus propios universal, ya que en ella los graduados de las univer-
claustros el dictado de clases de filosofía a partir de sidades del virreinato podrían especializarse y ense-
1553. Posteriormente este centro fue reconocido y ñar en otros centros superiores donde no se cono-
confirmado como universidad en 1571 por el Papa ciera el castellano. Tras varios años de asistencia a
los claustros, los alumnos obtenían los grados de ba- ra raíz medieval, cuya segunda versión comprendió
chiller, maestro y doctor, además de la licenciatura. los siglos XVI y XVII, y se prolongó hasta mediados
Todo aquel que deseaba incorporarse a la docen- del XVIII. El desarrollo de estas corrientes se inicia
cia universitaria debía someterse al sistema de las desde la creación de San Marcos. No obstante, la di-
“oposiciones”, esto es, reñidos concursos en los que versidad de universidades menores y colegios fun-
se evaluaba el nivel de los conocimientos de los fu- dados por las distintas órdenes religiosas determinó
turos profesores. Ser titular de una cátedra propor- el cultivo y la enseñanza de la filosofía desde ángu-
cionaba además del prestigio intelectual, el recono- los particulares. Así por ejemplo, las obras de San
cimiento social, por lo que hubo frecuentes conflic- Agustín fueron divulgadas por los agustinos, las de
tos en torno a su obtención, que tenían repercusio- San Gregorio y Duns Scoto por los franciscanos y
nes más allá de las aulas. Los religiosos y laicos que las de Santo Tomás de Aquino, que fueron las más
competían por su nombramiento de catedráticos estudiadas, por los dominicos y el clero secular (Sa-
motivaban divisiones y partidos, y algunas veces lazar Bondy 1967: 18). En otras palabras, en la filo-
ocasionaban tumultos y líos callejeros. sofía virreinal se ven representadas las principales
La principal casa de estudios del virreinato fue la corrientes de la filosofía medieval (Beuchot 1991).
Universidad Mayor de San Marcos que gozaba de Los más destacados filósofos del virreinato sur-
los “privilegios, franquezas y libertades” reconoci- gieron en el siglo XVII. Como una excelente mues-
dos a la Universidad de Salamanca. A ella llegaban tra de esta disciplina, el fraile franciscano Jerónimo
estudiantes de todas partes del reino del Perú e in- de Valera, natural de Chachapoyas, se abocó a la di-
cluso de la misma España. En San Marcos se forma- vulgación del pensamiento de Duns Scoto, y escri-
ron doctores criollos que dieron brillo a la cultura bió unos Comentarii ac quaestiones in universam
peruana, como Juan Pérez de Menacho, teólogo de Aristotelis ac subtilissimi doctoris Ihoanis Duns Scoto
la Compañía de Jesús; Diego de León Pinelo, pro- logicam (Lima 1601). Por su parte, la Compañía de
tector general de naturales; Pedro de Peralta Bar- Jesús tuvo en los hermanos Alonso y Leonardo de
nuevo, cosmógrafo mayor del reino; Pedro Bravo de Peñafiel, naturales de Lima, a sus mejores exponen-
Lagunas, jurista y escritor; José Baquíjano y Carri- tes. Ambos escribieron tratados basándose en la ex-
llo, precursor de la independencia; Hipólito Una- periencia docente. El primero, regente de la cátedra
nue, médico y prócer; y otros notables intelectuales de Prima de teología en la Universidad de San Mar-
nacidos en el Perú. cos, reunió sus lecciones en Cursus philosophicus
Durante el siglo XVII se fundaron universidades (Lyon 1653), obra vasta y globalizadora donde pre-
en el Cuzco, Quito, Chuquisaca y Huamanga. En tende compendiar las ideas filosóficas universales.
1623, la Compañía de Jesús fundó la Universidad El segundo fue profesor de los colegios jesuitas del
de San Ignacio de Loyola y posteriormente, en Cuzco y Lima. A diferencia de su hermano Alonso,
1692, el clero diocesano obtuvo el permiso para Leonardo dedicó más tiempo a la teología que a la
crear, sobre la base del Colegio Mayor de San Anto- filosofía; sin embargo, redactó unos comentarios so-
nio Abad, la universidad del mismo nombre. Tal du- bre la filosofía de Aristóteles, a la luz de la influen-
plicidad produjo un grave litigio entre jesuitas y cia de Francisco Suárez, que merecieron el elogio de
presbíteros por diferencias de escuela y por el pre- sus contemporáneos por su precisión y claridad
dominio académico (Villanueva 1987). (Mejía Valera 1963). Los jesuitas se caracterizaron
En 1677 el entonces obispo de Huamanga Cris- por emplear un eclecticismo que conjugaba el to-
tóbal de Castilla y Zamora creó en su diócesis la mismo y el nominalismo. Ello motivó algunas dis-
Universidad de San Cristóbal. El prelado aducía que putas académicas con otras órdenes y el clero secu-
muchos religiosos, por la distancia y por problemas lar, azuzadas por intereses políticos.
económicos, estaban impedidos de ir a estudiar a las En los últimos años ha llamado la atención a los
universidades de Lima o del Cuzco. San Cristóbal filósofos contemporáneos el aporte del presbítero
comenzó a funcionar a partir de 1682 con cuatro cá- cuzqueño Juan de Espinosa Medrano, “el Lunare-
tedras (Nieto 1993). jo”. Este clérigo –posiblemente mestizo– ha pasado
a la historia de la literatura virreinal por su ardoro-
LA FILOSOFÍA Y LA TEOLOGÍA sa defensa de Luis de Góngora, lo que le valió el
apelativo de “Demóstenes indiano”. Además de su
Durante el período que nos ocupa, predomina- aprecio por el culteranismo, escribió la Philosophia
ron en el Perú las doctrinas de la escolástica, de cla- thomistica seu cursus philosophicus (Roma 1688), en
la que no se limitó a ser un simple difusor del pen-
samiento de Santo Tomás, sino un original opositor
del nominalismo. El doctor Espinosa Medrano era
un filósofo realista, vale decir, un defensor de las
ideas platónicas en la disputa sobre la naturaleza de
los universales, y con su obra demostró que era po-
sible la contribución americana a la discusión filo-
sófica (Redmond 1972).
La teología, igualmente escolástica, formaba un
todo conceptual con la filosofía. De esta manera,
aquellos que se dedicaron a la teología dejaron
obras filosóficas. En este período la teología puso
énfasis en la moral y sirvió de base para la prédica
evangelizadora. Tuvo en los jesuitas Esteban de Ávi-
la, Juan Pérez de Menacho y Diego de Avendaño a
sus máximos exponentes.
Esteban de Ávila, natural de la ciudad que refie-
re su apellido, fue considerado “el padre de la teo-
logía en el Perú” y gozaba de la fama de ser el maes-
tro de “todos los hombres doctos que hay en el rei-
no”. Ávila arribó a Lima en 1578 para dedicarse a la
enseñanza de la teología en el Colegio de San Pablo
y más tarde, gracias a sus profundos conocimien-
tos, asumió la cátedra de Prima de teología en la
Juan de Espinosa Medrano, “el Lunarejo”, clérigo cuzqueño
autor de obras filosóficas y literarias.

Universidad de San Marcos. Su presencia como teó-


logo de gran autoridad intelectual fue necesaria en
el Cuarto Concilio Limense (1591). Las obras de
Ávila fueron publicadas después de su muerte. Lle-
gó a escribir: De censuris eclesiasticis (León 1608 y
1616), Tratado de domicilio (Madrid 1609), y un
compendio de teología moral del doctor Navarro
(León 1609) (Tauro 1988: 1, 209).
Juan Pérez de Menacho, contemporáneo de los
hermanos Peñafiel y autor de tratados de teología
moral, era limeño y profesor de Prima de teología
de la Universidad de San Marcos. Por su gran eru-
dición, gozó del reconocimiento de las mayores
personalidades de su época, que lo llamaban “orá-
culo de sabiduría” y hasta descubrían en él que “to-
dos somos niños al lado de este hombre”. Menacho
se alejaba de las posturas de Santo Tomás de Aqui-
no, pues los atributos que consideraba malos en el
ser humano formaban una entidad necesariamente
mala, y consideraba al demonio la causa directa de
esa condición (Barreda 1964: 112).
El otro gran teólogo, el segoviano Diego de
Avendaño, centró su preocupación moral en los
problemas sociales. Publicó entre 1668 y 1688 el
Santo Tomas de Aquino, cuya orientación filosófica tuvo
marcada influencia en la obra y pensamiento de Thesaurus indicus en el que propone la defensa de
Espinosa Medrano. los indios y la condena de la esclavitud africana.
Así como Juan de Solórzano y Pereyra trató de solu- las dolencias producidas por el “enfriamiento” (res-
cionar la problemática peruana sobre la base del de- friado), la “apoplegía” (derrame cerebral), la “gota”
recho, Avendaño hizo lo propio recurriendo a la (hinchazón de piernas), el cáncer (tumores malig-
teología. Fue un difusor del probabilismo, sistema nos), la “alfombrilla” (que era una suerte de saram-
moral que en los casos de duda razonable defiende pión), la “perlesía” (debilidad muscular), el “pas-
la licitud de despreciar la opinión más probable, en mo” (dolor de huesos), la hidropesía (retención de
beneficio de la “simplemente probable”. Dicha for- líquidos) y las “tercianas y cuartanas” (ambas calen-
ma de razonamiento teológico fue enarbolada por turas); dolencias que causaban casi irremediable-
los jesuitas durante el siglo XVIII. La obra de Aven- mente la muerte.
daño es considerada precursora de la ciencia misio- La medicina no era una profesión exclusivamen-
nal (Mejía Valera 1963: 50) te ejercida por los médicos formados en la universi-
dad, pues las fuentes de época señalan que los bar-
LA MEDICINA beros, aquellos hombres que afeitaban rostros y cor-
taban los cabellos, oficiaban también de “recetado-
La medicina obtuvo conquistas importantes en res” y “sacamuelas”. Los barberos tenían fama de
el virreinato, como el descubrimiento de las propie- “médicos baratos” que aliviaban dolores recomen-
dades de la corteza de la quina para la curación de dando ungüentos y brebajes, y extrayendo muelas
la malaria. La quina, quinina o cascarilla fue llama- cariadas. Este oficio, que no requería de estudios
da “chinchona”, en honor a la condesa de Chin- teóricos sino del buen tino y la experiencia, fue
chón, esposa del virrey Luis Jerónimo de Cabrera y practicado con éxito por San Martín de Porras, an-
Bobadilla, quien en 1629 curó sus fiebres con este tes y después de abrazar la vida religiosa.
medicamento peruano. También se logró combatir Es importante recalcar que no todos los médicos
durante los siglos XVI, XVII y XVIII numerosas epi- recurrían a la cirugía pues el desempeño de esta ca-
demias como las de viruela, “tabardillo” (tifoidea), pacidad no gozaba del reconocimiento social, ya
sarampión y lepra, la que se convirtió en un mal en- que desde la Edad Media estaba reservada a los ju-
démico debido a la ausencia de recursos científicos. díos y a gente de dudoso origen. En el Perú virrei-
Obviamente el papel de los médicos virreinales era nal hubo tres clases de cirujanos: el cirujano latino,
bastante limitado y se restringió a tratar y aminorar el romancista y el sangrador. El primero había he-
cho estudios teóricos en latín, el segundo tenía co-
nocimientos puramente prácticos y el tercero no iba
más allá de “picar sangrías y aplicar ventosas” (Za-
nutelli 1978). A esta trilogía de cirujanos debemos
añadir la presencia de las “recibidoras” o mujeres
encargadas de ejercer el oficio de parteras o coma-
dronas (Arias-Schreiber 1971).
Los médicos profesionales que trabajaban en las
ciudades del virreinato durante el siglo XVI y los
primeros años del siguiente, habían estudiado en
alguna universidad española o de otro reino euro-
peo. En el Perú los estudios científicos de dicha es-
pecialidad se inician en San Marcos a partir de
1634, tras la fundación de sus cátedras de Prima y
Vísperas de medicina. La primera se dictaba por las
mañanas y era la más importante, pues incluía lec-
turas clásicas como el Canon de Avicena. Más tarde,
en 1660, para enriquecer el conocimiento de los
estudiantes, fue añadida la cátedra de Método de

Grabado en papel que muestra a San Martín de Porras en la


botica del convento de Santo Domingo. El humilde mulato
recibió muy pronto amplio reconocimiento por sus numerosas
y eficaces curaciones de enfermos.
No obstante la formación
médica que se impartía en
la Lima colonial, eran los
llamados cirujanos
quienes prescribían
recetas y realizaban
modestas intervenciones.
En la imagen un médico
practica una sangría.

Galeno, regentada entonces por el presbítero Fran- A mediados del siglo XVII, sobre la base de una
cisco de Vargas Machuca. experiencia acumulada durante la centuria anterior,
Después de la fundación de ciudades, el ejerci- fueron edificados varios centros de reposo, siendo
cio legal de la profesión médica fue controlado por el más famoso el Hospital de San Bartolomé, erigido
los protomédicos, cuyos títulos debían ser recono- en 1646 (Lastres 1951). Es importante destacar que
cidos por los cabildos. Los protomédicos vigilaban en las provincias del Perú se crearon los hospitales
el quehacer de boticarios, herbolarios, cirujanos y de San Sebastián en Trujillo (1551); el de San Láza-
flebótomos. Con esta finalidad en 1646 se creó el ro (1555) y el de Nuestra Señora de los Remedios
Tribunal del Protomedicato, institución corporativa (1556) en el Cuzco; uno en Huamanga en 1556 y
que además de examinar a los que realizaban ope- otro en Arequipa en 1559. El mantenimiento y buen
raciones quirúrgicas y a los que sangraban y receta- estado de estos sanatorios fue obra de la sacrificada
ban brebajes, perseguía a los que practicaban la labor de la Iglesia, especialmente de las órdenes re-
medicina sin título, imponiendo fuertes multas a ligiosas, entre las que destacaban la del Bethlem y la
los que demostraban ignorancia e incompetencia de San Juan de Dios.
en su especialidad. El Tribunal del Protomedicato Finalmente, cabe señalar que en la Ciudad de los
sobrevivió a los cambios institucionales de la época Reyes se publicó una serie de estudios sobre asun-
de la independencia y se extinguió a mediados del tos médicos. Salieron a la luz obras como las de
siglo XIX. Francisco de Figueroa, sobre la difteria (1616); li-
Los primeros hospitales del virreinato funciona- bros como el de Matías de Porres, acerca del consu-
ron en Lima. Sabemos que en 1538 se edificó un no- mo de bebidas frías (1621); el del doctor Navarro,
socomio en la Rinconada de Santo Domingo. Más sobre el momento más oportuno para sangrar o
tarde, en 1549, se fundaría el Hospital de Santa Ana, purgar (1645); el texto de Juan de Figueroa en tor-
destinado a la curación de los indios. En 1552, el no a la relación entre la astrología y la terapéutica
caritativo clérigo Antonio de Molina abrió las puer- (1660); el de José Miguel de Ossera y Estrella que
tas del Hospital de San Andrés, para dar acogida a trata sobre la ética profesional (1691); el manual del
españoles pobres. En tiempos del conde de Nieva se padre Francisco de Vargas Machuca, concerniente
inició la construcción del hospital de San Lázaro pa- al sarampión (1693); el de Alvarado, acerca de pre-
ra enfermos afectados por la lepra, especialmente venciones sanitarias para combatir las epidemias
para los negros. En 1581, también en Los Reyes, se (1694); el de Francisco Bermejo y Roldán sobre el
fundó el Hospital del Espiritu Santo reservado a los sarampión (1694); la descripción de José de Rivilla
mareantes. y Bonet, sobre un caso teratológico o de gigantismo
(1695); el estudio de Federico Bottoni sobre la cir- cargo sólo terminaba con la muerte. La cosmografía,
culación de la sangre (1723); los de Pablo Petit so- o descripción astronómica del mundo, estaba al ser-
bre el cáncer de mama (1723) y la sífilis (1730); y vicio del poder.
el trabajo de José Eusebio de Llano Zapata sobre la Los aportes de los cosmógrafos mayores Francis-
higiene (1744) (Günther y Lohmann 1992: 109). co Ruiz Lozano, natural de Oruro, y del religioso
flamenco Juan Ramón Coninck nos pueden ilustrar
LA COSMOGRAFÍA bien sobre este aspecto de la cultura virreinal. Ruiz
Lozano fue autor del Tratado de cometas (1665),
Para poder ejercer un adecuado control de su es- texto publicado con ocasión de un fenómeno celes-
pacio, el imperio español recurrió a los cosmógrafos te que se pudo ver en Lima a fines de 1664 y prin-
o eruditos con conocimientos enciclopédicos de as- cipios del año siguiente. El libro de Ruiz Lozano es
tronomía, navegación, geografía, astrología, cons- el primer estudio sobre esta materia publicado en la
trucción de fortificaciones y muelles, el clima, la di- América del Sur. Cuando el virrey conde de Santis-
rección de los vientos y el manejo de los instrumen- teban creó la cátedra de Matemáticas dirigida a los
tos naúticos. Ello suponía el dominio de las mate- pilotos en el Hospital de Mareantes en la calle del
máticas, disciplina que no era terreno de todos los Espiritu Santo de Lima, la puso en manos del oru-
hombres de saber. rense por sus amplios conocimientos de cálculo.
En el Perú del siglo XVII, los virreyes, al com- Ruiz Lozano era un científico inquieto y preocupa-
probar la necesidad de formar pilotos que navega- do por proponer la construcción de baluartes. Tra-
ran por la Mar del Sur y de reconocer posibles peli- zó los planos de las fortificaciones levantadas en Pa-
gros de incursiones extranjeras, nombraron “cos- namá y Andalién (Chile) que sirvieron de defensa
mógrafos mayores”, a imagen y semejanza del fun- frente a posibles agresiones piratas.
cionario que servía en el Consejo de las Indias. El En 1677 el “estrellero” Francisco Ruiz Lozano
fue sucedido en el cargo por el padre Juan Ramón
Coninck, procedente de Malinas. Coninck mante-
nía correspondencia con el jesuita alemán Athana-
sius Kircher, sabio de reputación universal que lle-
gó a sugerir la existencia de seres en el centro de la
tierra y en otros planetas. Sabemos que en Potosí en
1655 le dirigió cartas a Kircher en las que hacía ga-
la de sus conocimientos y le narraba, con explica-
ciones y comentarios, el tránsito de un cometa apa-
recido en el Perú tres años antes (Dargent 1989). El
intercambio de información con el germano demos-
traba que los cosmógrafos de estos reinos estaban al
día con las novedades científicas de Europa. Cuan-
do en 1678 se creó la cátedra de Prima de matemá-
ticas en la Universidad de San Marcos, Coninck fue
nombrado su primer titular. El producto final de
sus investigaciones apareció en su libro Cubus et sp-
haera geometricae duplicata (Lima 1696). En la últi-
ma década del siglo XVII dio a luz el resultado de
precisos cálculos astronómicos, útiles para los nave-
gantes del Pacífico, que tituló Lunario pronóstico de
temporales y accidentes particulares de los astros. La
posta de Juan Ramón Coninck fue tomada por el
polifacético limeño Pedro de Peralta Barnuevo en
1709.
Ocuparon sucesivamente el cargo de cosmógra-
Francisco Ruiz Lozano, cosmógrafo mayor del virreinato
fo mayor del reino Francisco de Quirós (1618-
peruano y profesor de matemáticas en la Universidad 1641), Diego de León (1661), Francisco Ruiz Loza-
de San Marcos. no (1662-1677), Juan Ramón Coninck (1678-
1708), Pedro de Peralta Barnue- Paniagua de Loayza, Nicolás
vo (1709-1743), Luis Godin Polanco de Santillana, Diego
(1744-1749), Juan Reher de la Cano, Pedro de Carvajal, Gon-
Compañía de Jesús (1750- zalo Cano Señeo y el juriscon-
1756), Cosme Bueno (1757- sulto don Juan de Solórzano y
1798), Gabriel Moreno (1799- Pereyra (Chang-Rodríguez
1809) y José Gregorio de Pare- 1983).
des (1810-1839), quien fue el Posteriormente, también en
primer cosmógrafo durante la la corte del virrey, se reunieron
república. La obra de Paredes Pedro de Peralta Barnuevo, Pe-
fue continuada por Eduardo dro José Bermúdez de la Torre y
Carrasco (1849-1857) y Pedro Solier, Juan Manuel de Rojas y
Mariano Cabello (1858-1872) Solórzano, Antonio de Oviedo
(Ortiz 1992). y Herrera, conde de la Granja,
fray Agustín Sanz, Antonio de
LOS CÍRCULOS Zamudio y de las Infantas y
INTELECTUALES otros ingenios, todos alrededor
del marqués de Castell dos
En el virreinato del Perú, es- Rius (1707-1710), para culti-
pecíficamente en Lima, se con- var un juego poético bastante
formaron cenáculos de eruditos divertido. Cada lunes, los
y escritores que compartían miembros de la Academia,
ideas y organizaban certámenes mientras escuchaban música y
poéticos. La reunión de estos bebían chocolate, competían
grupos formaba parte de la vida en habilidad métrica, en torno
cortesana hispánica. El primer a diversos temas propuestos
caso es el de la famosa “Acade- por el marqués (Sánchez
mia Antártica”, nacida hacia la Francisco de Borja y Aragón, príncipe de 1965).
última década del siglo XVI. Di- Esquilache, decidido partidario del cultivo de A la muerte de Castell dos
las letras en Lima durante su gestión como
cho círculo imitaba el renacen- virrey del Perú. Fue muy aficionado al teatro Rius en 1710, don Ángel Ven-
tismo español, pero su origina- y a la música y a la realización de certámenes tura Calderón Zevallos y Busta-
lidad radicaba en los temas, por literarios. mante, marqués de Casa Calde-
lo general referidos al ámbito rón, tomó la iniciativa de aco-
americano, con la finalidad de incorporar las Indias ger a los antiguos componentes de la Academia de
a la opinión universal (Tauro 1948). La Academia Palacio. El nuevo cenáculo, fundado y presidido por
estuvo integrada por versificadores de la talla de Pedro de Peralta Barnuevo, recibió el nombre de
Antonio Falcón, Diego Mejía de Fernangil, Diego de “Academia de Matemáticas y Elocuencia”. Se desco-
Aguilar y Córdova, Pedro de Oña, Diego Dávalos y noce el resultado de sus trabajos, pero se sabe que
Figueroa, Miguel Cabello de Balboa, Diego de Hoje- además de los viejos bardos amigos del vicesobera-
da y Gaspar de Villarroel. Varios de sus integrantes no, concurrían Antonio Sancho-Dávila, Miguel Mu-
pertenecieron a la Universidad de San Marcos. darra de la Serna, Eusebio Gómez de Rueda, José
En el palacio virreinal, en torno de los vicesobe- Vernal, Francisco de Robles Maldonado y el canóni-
ranos con veleidades bohemias, también se formó go del Cuzco Diego de Villegas y Quevedo, traduc-
otra Academia. Durante el siglo XVII los aficiona- tor de las Églogas de Virgilio y supernumerario de la
dos a la lírica hallaron en el marqués de Montescla- Real Academia Española en 1730 (Riva-Agüero
ros (1607-1615) y el príncipe de Esquilache (1615- [1921] 1983: 67).
1621), excelentes patrocinadores de las letras. El
círculo palaciego congregó a un escogido número LOS ESCRITORES Y LAS LETRAS DEL
de vates, dedicados a la versificación en alabanza de PERÚ
los funcionarios, las fiestas, los ropajes y los temas
populares. Conformaron esta tertulia Miguel Fer- Podemos decir sin temor a equivocarnos que en
nández Talavera, Bernardino de Montoya, Antonio el Perú los primeros escritores fueron los cronistas,
Portada de la edición italiana de la de Arce, Diego de Trujillo,
primera parte de la Crónica del Alonso Enríquez de Guzmán,
Perú de Pedro Cieza de León Alonso Borregán, Agustín de
(Venecia, 1556). Además del Zárate, Jerónimo Benzoni,
registro de los hechos asociados al Hernando Pizarro y Pedro Pi-
descubrimiento y conquista del zarro, los dos últimos herma-
Perú, Cieza abordó una historia de
no y sobrino respectivamente
los incas que recién pudo editarse
en el siglo XIX por Marcos Jiménez
del marqués gobernador.
de la Espada. También hallamos a los que
narran las guerras civiles co-
mo Diego Fernández de Pa-
quienes motivados por distin- lencia el “Palentino”, Juan
tos intereses dejaron abun- Cristóbal Calvete de Estrella
dante información sobre los y Pedro Gutiérrez de Santa
sucesos que les tocó vivir. El Clara.
desarrollo de la conquista, las De todos los cronistas sol-
guerras civiles entre los gran- dados el único que aprendió
des capitanes y por cierto el quechua fue Juan Diez de Be-
pasado andino en sus más va- tanzos (Galicia ¿1510?-Cuzco
riados aspectos –vale decir, 1576), quien por su matrimo-
políticos, religiosos, económi- nio con doña Angelina Yu-
cos, sociales y militares–, fue- panqui, hija del inca Huayna
ron expuestos de manera per- Cápac, pudo nutrirse de una
sonal en cada uno de sus ma- valiosa información histórica
nuscritos. Cada cronista escri- que le brindó la noble paren-
bía desde su propia perspecti- tela de su cónyuge. Asimis-
va, a la luz de su período his- mo, por el estrecho contacto
tórico, de acuerdo con su percepción de la vida, su con los miembros de la panaca o ayllu real de su
condición profesional e inclusive desde sus oríge- mujer, se familiarizó con la lengua de los soberanos
nes étnicos. de los cuatro suyos. Este soldado, que llegó a con-
Los primeros cronistas se dejaron fascinar por el vertirse en el intérprete oficial de Francisco Pizarro,
Perú recientemente descubierto. Se sabe que en fue autor en 1551 de una de las crónicas más impor-
1528 aparece en España la primera relación sobre el tantes sobre el Tahuantinsuyo: Summa y narración
territorio peruano, escrita por Francisco de Xerez, de los incas que los indios llamaron capac cuna.
secretario de Pizarro, texto copiado después por el El más diligente y vasto escritor-soldado que cu-
cortesano del emperador don Carlos, Juan de Sáma- bre detalladamente la historia de los incas, el descu-
no, y conocido como la Relación Sámano-Xerez. brimiento, la conquista y las guerras intestinas de
Describe la costa septentrional y el primer encuen- los peruleros es Pedro Cieza de León (Llerena-Ex-
tro con los indígenas de Tumbes, que navegaban en tremadura ¿1518?-Sevilla 1554), llamado con justi-
balsas transportando tejidos, metales preciosos y cia por Marcos Jiménez de la Espada “el príncipe de
mullu, concha marina (spondylus) que servía como los cronistas”. Junto con la Summa y narración de los
ofrenda para las divinidades. incas de Betanzos, la obra de Cieza constituye uno
Los cronistas de esta etapa inicial eran por lo de los mejores logros para la historiografía en el Pe-
general soldados que cumplían alguna función rú del siglo XVI.
complementaria dentro de las huestes conquistado- Pedro Cieza de León, cronista soldado, pasó a
ras, ya sea como escribanos, oficiales reales (tesore- Indias siendo aún adolescente, con el objetivo de la-
ros, contadores y veedores) o simples peones. Sor- brar fortuna. Participó de las huestes exploradoras
prendidos por las novedades del Perú escribían re- de los capitanes Alonso de Cáceres y Jorge Robledo
laciones en forma de probanzas para alcanzar una en el norte de la América meridional. Llegó al Perú
prebenda, entre las que se podían incluir enco- en 1547 con Sebastián de Benalcázar, casi al final de
miendas o cargos públicos. Aquí podríamos ubicar la rebelión de Gonzalo Pizarro. Cieza se unió a las
a Cristóbal de Mena, Miguel de Estete, Juan Ruiz tropas del pacificador Pedro de la Gasca, quien en
Jaquijaguana terminó venciendo y ajusticiando a los Cápac. Bautizado con el nombre de Gómez Suárez
caudillos Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal. de Figueroa, pasó sus primeros veinte años en su
En las postrimerías de 1550 retornó a España y dos ciudad natal, en medio de la turbulencia de las
años después, en Toledo, le presentó al príncipe don guerras civiles de los conquistadores. Al morir su
Felipe la primera parte de su crónica, la única que padre en 1560, emprendió viaje a España para arre-
en vida pudo ver impresa (Porras 1986). glar asuntos familiares y de herencia, de donde no
En la dedicatoria al hijo de Carlos V, incluida en volvería jamás. Después de arribar a Sevilla se diri-
la primera parte de su Crónica del Perú, Cieza decla- gió a Extremadura para conocer a su parentela pa-
ró el plan de su obra. Según dicha ordenación el tra- terna y posteriormente a Montilla, población anda-
bajo total constaría de la crónica del Perú, del seño- luza donde llevó una vida acomodada al lado de su
río de los ingas yupangues, el descubrimiento y tío, don Alonso de Vargas. En aquella primera épo-
conquista de este reino, y las guerras civiles del Pe- ca pretendía que la Corona reconociera oficialmen-
rú, que a su vez se subdividirían en la guerra de las te los servicios prestados por su padre en la con-
Salinas, la de Chupas, la de Quito, la de Huarina y quista, pero tal merced no le fue concedida debido
la de Jaquijaguana. a la intervención de Lope García de Castro, quien
Las fuentes de Cieza merecen especial conside- en ese entonces fungía de magistrado del Consejo
ración, pues revelan una serie de observaciones pro- de Indias.
pias de un cronista soldado, testigo de lo que narra. En 1568, al estallar la rebelión de los moriscos
De allí su declaración: “mientras los otros descansa- en las Alpujarras de Granada, Garcilaso se enroló en
ban durmiendo, cansaba yo escribiendo”. Recons- las huestes que comandaba don Alonso Fernández
truyó con su elegante pluma el pasado andino y las de Córdoba, marqués de Priego. Gracias a esta in-
guerras civiles de los conquistadores, haciendo ano- tervención, el Inca ganó el título de capitán, por sus
taciones en el mismo campo de batalla y a lo largo servicios distinguidos. Al finalizar el intermedio mi-
de las expediciones descubridoras. Visitó los monu- litar, volvió a Montilla para invertir años de trabajo
mentos cuzqueños y de otras regiones, y consultó la en la traducción de los Diálogos de amor de León
información de los mismos indígenas. Asimismo Hebreo y en los bosquejos preliminares de sus pri-
aseveraba, en el capítulo quinto de su crónica, que meras obras (Miró-Quesada 1994).
“en la mayor parte de los puertos y ríos que he de- Los últimos lustros de Garcilaso transcurrieron
clarado he yo estado, y con mucho trabajo he pro- en Córdoba, cultivando la amistad de grandes inte-
curado investigar la verdad de lo que cuento y lo he lectuales como el cronista Ambrosio de Morales, el
comunicado con pilotos diestros y expertos en la jesuita Pineda, experto en sagradas escrituras, y
navegación de estas partes y en mi presencia han to- Francisco de Castro, autor de un libro de retórica
mado el altura y por ser cierto y verdadero lo escri- que dedicó a nuestro biografiado. Por esos años
bo”. Aunque no gozó de una formación académica, también mantuvo correspondencia con sus amigos
Cieza alude con frecuencia a los autores clásicos y peruanos, y según el franciscano Luis Jerónimo de
es dueño de un estilo ágil y seguro (Pease 1986). La Oré, recibía la visita de cuantos arribaban a España
versada obra de Pedro Cieza de León fue utilizada provenientes del Perú. Después de profesar votos
como fuente de primera mano por el cronista mayor religiosos menores, murió en 1616. Fue enterrado
de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas, y tam- en la capilla de las Ánimas de la mezquita-catedral
bién por el Inca Garcilaso, de quien hablaremos a cordobesa.
continuación. La producción literaria del Inca empezó en Ma-
El cronista más apreciado por los estudiosos de drid en 1590 con la publicación, en las prensas de
las letras virreinales es, sin lugar a dudas, el Inca Pedro Madrigal, de su traducción de los Dialoghi
Garcilaso de la Vega (Cuzco 1539-Córdoba 1616), d´amore de León Hebreo, que revela la fuerte influen-
el primer escritor mestizo de América. Las obras del cia que el renacimiento italiano ejerció en él. De
Inca, escritas todas en España y en excelsa prosa 1596 data su Relación de la descendencia del famoso
castellana, están a la altura de los grandes textos de Garci Pérez de Vargas, libro en el que intenta demos-
la literatura historiográfica de la lengua española. trar la nobleza y los méritos de la familia a la que
Garcilaso nació en el Cuzco el año de 1539 y pertenecía y realzar a un antepasado suyo casi le-
fue hijo del capitán Garcilaso de la Vega Vargas, na- gendario (Durand 1976).
tural de Badajoz (Extremadura) y de la noble cuz- En Lisboa aparecieron dos de sus obras de ma-
queña Isabel Chimpu Ocllo, sobrina de Huayna durez: La historia de la Florida en 1605 y la primera
parte de los Comentarios reales de los incas, en 1609. cronistas españoles referían del antiguo Perú. Agus-
La segunda parte, conocida como la Historia general tín de Zárate, Pedro Cieza de León, Francisco López
del Perú, fue publicada póstumamente en Córdoba de Gómara, José de Acosta, Blas Valera, entre otros,
en 1617. La historia de la Florida narra la aventura fueron los autores que consultó para la redacción de
de Hernando de Soto en el sur de Norteamérica en- sus Comentarios. La segunda parte, aparecida como
tre los años de 1539 y 1542. Para la elaboración de la Historia general del Perú, da cuenta del desarrollo
este relato, Garcilaso pudo revisar varias fuentes de la conquista y las guerras civiles que libraron los
históricas y contó con la ayuda de Gonzalo Silves- peruleros. En dicho volumen el Inca, además de las
tre, compañero de armas de Soto y residente en las fuentes utilizadas para la primera parte de los Co-
Posadas, localidad cercana a Córdoba (Miró-Quesa- mentarios, se apoya en el Palentino y en Diego de
da 1994). Ercilla.
La primera parte de los Comentarios reales de los El aporte de Garcilaso se puede hallar en su tem-
incas se divide en nueve libros donde aborda la his- prana y precoz visión del Perú y en el reconoci-
toria prehispánica del Perú. Para escribirla, Garcila- miento de la peruanidad como síntesis de dos cul-
so recurrió a todos los impresos que pudo hallar so- turas y dos lenguas. La conciencia de ello le llevó a
bre el mundo andino, a la correspondencia con al- dedicar su Historia general, a los indios, mestizos y
gunos de sus condiscípulos de “escuela y gramáti- criollos de aquellos reinos y provincias del grande y ri-
ca”, y sobre todo a su propia memoria. En todo mo- quísimo imperio del Perú, el Inca Garcilaso de la Vega,
mento el mestizo hace gala de su conocimiento del su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad.
quechua, del que decía: “lo mamé en la leche mater- En cuanto a los escritores indígenas, debemos
na”. Aquella actitud estaba destinada a autorizar su rescatar los legados de Titu Cusi Yupanqui, Felipe
mensaje histórico y a mejorar las versiones que los Guaman Poma de Ayala y Juan de Santa Cruz Pa-
chacuti. De los tres, el que mejor aprovecha la cul-
tura letrada del virreinato es Felipe Guaman Poma
de Ayala (San Cristóbal de Suntutu, Lucanas-Lima
¿1615?). Desde todo punto de vista, El primer nue-
va corónica y buen gobierno es un precioso docu-
mento sobre el pasado andino, escrito por un abori-
gen. Es también una joya gráfica por las originales
ilustraciones de sus páginas.
El estado actual de las investigaciones no permi-
te preparar una biografía integral de Guaman Poma.
Sin embargo, sobre la base de datos que él mismo
incluye en su obra, podemos asegurar que nació en
San Cristóbal de Suntutu (provincia de Lucanas, ac-
tual departamento de Ayacucho) y que era indígena
por ambos lados de su familia. Se presentaba como
descendiente de los Yarovilca Allauca Guanuco por
la línea paterna, y por su madre de los mismos in-
cas. En una carta enviada al rey de España el 14 de
febrero de 1615, mencionaba tener entonces ochen-
ta años. Pero la interpretación más reciente sugiere
que no se trata de una edad real sino ideal, motiva-
da por la intención de ganar el respeto de su regio
lector (Pease 1994).
Guaman Poma fue testigo de una serie de suce-
sos históricos como las guerras civiles entre los con-
quistadores, el movimiento del Taqui Onqoy (cabe
recordar que en su condición de hombre bilingüe
Escudo de armas del Inca Garcilaso de la Vega. Su célebre
Primera parte de los comentarios que tratan del origen de fue intérprete del extirpador Cristóbal de Albor-
los incas (Lisboa, 1609) fue por mucho tiempo la principal noz), y los conflictos sociales originados por las or-
fuente para los estudiosos del pasado andino. denanzas del virrey Toledo. Tuvo estrecho contacto
con frailes y sacerdotes de las distintas órdenes reli- ñola y cómo ésta afectó a la elite incaica. La Ynstruc-
giosas, algunas de las cuales alaba; así por ejemplo, ción es un valioso testimonio y, sobre todo, una bue-
los jesuitas son llamados “rrebrendos perlados y na versión de la invasión perulera desde el lado in-
predicadores y letrados coligiales maystros de artes dígena (Regalado 1992a).
y latines y predicadores lenguaraces de la lengua El curaca collagua Juan de Santa Cruz Pachacu-
ynga quichiua aymaras chinchaysuyo deste rreyno”; ti (cercanías de Canchis ¿?), cuyo nombre comple-
los franciscanos “no tiene cosa suya toda da limos- to era el de Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui
na a los pobres”; los dominicos “son grandísimos le- Salcamaygua, fue autor de la famosa Relación de an-
trados y predicadores en el mundo”, etc. Por lo de- tigüedades deste reyno del Pirú (ca. 1613). La obra de
más declaraba haberse criado en los palacios del vi- este escritor nativo de oscuro itinerario biográfico,
rrey y de los obispos, lo que hasta ahora no se ha incluye un conjunto de cantares de las hazañas de
comprobado. En los primeros folios de su manus- los incas y una exhaustiva descripción de las reli-
crito se nombra a sí mismo “como autor don Felipe giones andinas, acompañada de himnos litúrgicos,
Guaman Poma de Ayala señor y capac apo ques por lo que se convierte en una crónica original. San-
prencipes”. ta Cruz Pachacuti pretendió ensamblar las tradicio-
Su manejo del castellano y del quechua lo ads- nes religiosas indígenas con el catolicismo, pues su-
cribe a la categoría cultural de los “ladinos”, gracias giere que el mitológico Tonapa (una de las divinida-
a la cual desempeñó los oficios de intérprete y escri- des identificadas con Wiracocha) es uno de los dis-
bano. Demuestra estar al tanto de la cultura escrita cípulos de Cristo que llegó al Perú después de la
de la época, y no le son desconocidos Francisco Ló- crucifixión. Escribe el cronista: “Pues se llamó a es-
pez de Gómara, Agustín de Zárate, fray Martín de te varón Tonapa-Viracochampanchacan, ¿no será
Murúa, Miguel Cabello de Balboa, fray Domingo de este hombre el glorioso apóstol Santo Tomás?” (Po-
Santo Tomás, fray Luis Jerónimo de Oré, fray Luis rras 1986).
de Granada y los documentos doctrinales del Tercer Los cronistas letrados eran profesionales del de-
Concilio Limense. Por otro lado, consigna fragmen- recho interesados en el estudio de las instituciones
tos de canciones en quechua y aymara que nos per- políticas y sociales del pasado indígena, que busca-
miten conocer una antigua tradición oral nativa. ban en la medida de las posibilidades incorporar es-
Su extenso memorial El primer nueva corónica y te legado al mundo virreinal. Algunos, basados en el
buen gobierno fue escrito en forma de carta al rey de derecho de gentes, encontraban en el gobierno de
España y enviado con el ruego de su publicación. El los incas “orden y concierto”, a pesar de su infideli-
conjunto de la obra sigue los requisitos destinados dad, y otros creyeron advertir en los soberanos del
para la impresión, vale decir, numeración de pági- Tahuantinsuyo tiranía y opresión. Los licenciados
nas, tablas de contenido, etc. El trabajo se divide en Polo de Ondegardo, Hernando de Santillán y Fran-
dos partes. La primera, la Nueva corónica, compren- cisco Falcón trataron de rescatar los aspectos posi-
de una versión de la historia andina y otra de la his- tivos de la organización andina. Por el contrario,
toria europea. La segunda, el Buen gobierno, es un Juan de Matienzo acusó a los incas de usurpadores.
repaso de la situación social en las provincias del vi- Esta última opinión se convirtió en el discurso ofi-
rreinato, una crítica a las instituciones españolas y cial durante la gestión del virrey Francisco de Tole-
una descripción de la triste condición de los indios, do, para consagrar definitivamente el nuevo orden y
de la que se lamenta a cada paso con la muy citada desacreditar las antiguas formas de gobierno de los
expresión: “y no hay rremedio”. incas.
Titu Cusi Yupanqui (Cuzco ¿1526?-Vilcabamba En la línea de este pensamiento crítico frente a la
1570), hijo de Manco Inca, vivió encerrado en Vil- organización incaica ubicamos a Pedro Sarmiento
cabamba, último bastión de la resistencia cuzqueña. de Gamboa (Alcalá de Henares 1532-Sanlúcar de
Allí escribió, a través de la pluma del agustino Mar- Barrameda 1592), cronista aventurero, autodidacta
cos García y del escribiente Martín de Pando, una y multifacético. Estaba familiarizado con la navega-
relación dirigida al gobernador del Perú Lope Gar- ción, los astros y la cartografía, lo cual le llevó a al-
cía de Castro en 1570. El texto, que lleva por título canzar fama de cosmógrafo. Sirvió al virrey Francis-
Ynstrucción del Ynga don Diego de Castro Titu Cusi co de Toledo, de quien recibió varios encargos, co-
Yupanqui, es una de las mejores fuentes para cono- mo perseguir al corsario Francis Drake y colonizar
cer y comprender lo que aconteció en el Tahuantin- el estrecho de Magallanes, empresa que le trajo mu-
suyo inmediatamente después de la conquista espa- chas tribulaciones. Sus andanzas lo condujeron an-
demuestran interés por los antiguos
cultos andinos, las vidas de los
virtuosos varones y hembras de sus
congregaciones y la buena enseñanza
del cristianismo.
Los miembros del clero secular tam-
bién se sintieron atraídos por el estudio
de las instituciones y religión de los na-
turales, antes del arribo de los conquis-
tadores. Tal es el caso del presbítero
Cristóbal de Molina (Baeza, ¿1529?-
Cuzco 1585), sobrenombrado “el cuz-
Detalle de la portada del libro de Gregorio García, Origen de los indios
queño” por residir en la Ciudad Impe-
(Madrid, 1729), que muestra un monstruo marino, expresión de lo rial. Como conocedor del quechua, ca-
desconocido y del exotismo americano. da domingo en la catedral predicaba en
esa lengua a los aborígenes. Además de
predicar, también trabajó como doctri-
te la corte de la misma reina Isabel I de Inglaterra. nero y visitador eclesiástico por encargo del virrey
También por orden de Toledo escribió una relación Toledo. Se sabe que Molina fue quien reconfortó es-
titulada la Historia índica (1572). En ella Pedro Sar- piritualmente al inca Túpac Amaru I, antes de su
miento de Gamboa recopiló la tradición oral, mane- ejecución en 1572. En medio de tales menesteres el
jada por los quipucamayocs del Cuzco, para escri- “cuzqueño” se dio un tiempo para abocarse al estu-
bir una historia del Imperio incaico y de los incas, dio de los viejos ritos andinos. Así, con pluma ele-
pero a la luz de la antigua tiranía. De la Historia ín- gante describe las fiestas solares, agüeros, hechice-
dica sólo se conoce la segunda parte. El valioso tra- rías y huacas, y rescata oraciones a los dioses, como
bajo de este “Nuevo Teseo”, como lo califica Pedro aquella con la que los indios invocaban al astro rey:
de Peralta Barnuevo, escapa a una lectura unilateral “°Sol! padre mío, que dixiste aya Cuzcos y tambos;
y solamente política, pues recoge con fidelidad, to- sean vencedores y despojadores estos tus hijos de
no épico y elegancia retórica la historia del Tahuan- todas las gentes; adorote para que sean dichosos si
tinsuyo (Porras 1986). semos estos yncas tus hijos y no sean vencidos ni
También algunos hombres que abrazaron el esta- despojados sino siempre sean vencedores, pues pa-
do de vida religioso contribuyeron desde esta con- ra esto lo hiciste”.
dición con la recopilación histórica en torno del pa- El primer grupo orgánico de poetas en el virrei-
sado peruano, la conquista y la época que les tocó nato peruano es el reunido bajo la solera de la Aca-
vivir. Aquellos que pertenecieron a alguna orden re- demia Antártica que tuvo un interesante influjo en-
ligiosa trataron de probar a través de sus trabajos el tre la última década del siglo XVI y la primera del
protagonismo de su instituto en la historia del Perú XVII. La característica principal de este conjunto de
y sus logros evangelizadores. En tal sentido cada or- vates fue rescatar, a la luz del espíritu del renaci-
den y congregación tuvo sus cronistas: dentro de miento, los elementos más interesantes y bellos del
Santo Domingo destacaron Juan Meléndez, Reginal- orbe indiano, y de esta manera proyectar una ima-
do de Lizárraga y Gregorio García; en la orden de gen propia y original frente al resto del mundo.
San Francisco los hermanos Buenaventura de Sali- Existe en los poetas de la Academia Antártica un
nas y Córdoba y Diego de Córdoba y Salinas; en la atisbo de identidad americana y en tal sentido las
de San Agustín, Antonio de la Calancha, Alonso Ra- obras de sus miembros llevan títulos alusivos a la
mos Gavilán y Bernardo de Torres; en la de la Mer- América del Sur, como: Parnaso antártico, Miscelá-
ced, Martín de Murúa; en la Compañía de Jesús fi- nea antártica, Armas antárticas y Miscelánea austral
guran José de Acosta, Bernabé Cobo, Blas Valera y (Cornejo 1993).
Anello Oliva; y en la del Carmen, Antonio Vásquez Dentro de la Academia Antártica el mejor imita-
de Espinoza. Estos cronistas, también calificados dor de Ovidio y difusor de la poesía toscana fue Die-
como “conventuales”, fijaron particularmente la go Mejía de Fernangil (Sevilla ¿1565?-¿?), comer-
atención en los aspectos religiosos, sin descuidar ciante de libros y autor del Parnaso antártico. Dicha
claro está los sucesos sociales y políticos. Sus obras obra fue editada en dos partes, la primera en 1608
en Sevilla y la segunda en Potosí en Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, virrey
1617. La publicación incluye la que apoyara el cultivo de las letras y las artes en el Perú
durante su gestión entre 1608 y 1615.
traducción de Las Heroidas de
Ovidio, y contiene el anónimo
“Discurso en loor de la poe-
sía”, importante texto del que Hay un elemento curioso en la presen-
nos ocuparemos después. tación que hace Diego Mejía de Fernan-
En la segunda parte del Par- gil, pues está “dirigido al autor y com-
naso antártico destacan los puesto por una señora principal de es-
sonetos a Cristo, de tono te Reino, muy versada en la lengua tos-
místico, que demuestran cana y portuguesa, por cuyo manda-
la madurez poética del se- miento y por justos respetos, no se es-
villano Fernangil (Silva- cribe su nombre con el cual discurso
Santisteban 1984). (por ser una heroica dama) fue justo
El “Discurso en loor dar principio a nuestras heroicas epís-
de la poesía” incluido en tolas”.
la primera parte del Par- De aquellas palabras queda una
naso antártico, y que se ini- gran interrogante: ¿quién era esa “se-
cia con una invocación a ñora principal”? Ricardo Palma bauti-
Apolo, dios de las letras y zó a la supuesta autora con el seudóni-
de las artes, “refleja el seño- mo de “Clarinda”, pero existen varias
río de las concepciones hu- hipótesis al respecto. Algunos se inclinan
manistas y del estilo clásico” a pensar que no fue una dama quien escri-
(Tauro 1948: 107). El “Discur- bió el “Discurso”, pues en esa época era po-
so” constituye el primer docu- co común que las mujeres tuvieran acceso a
mento poético del Perú y es una una cultura tan elevada. Se llega a mencionar
fuente en la que aparecen reunidos los nombres del mismo Diego Mejía de Fernan-
los nombres de los componentes de es- gil y de Diego Dávalos y Figueroa como sus posibles
te cenáculo intelectual (Cornejo 1993: 441). Sus creadores. También se sugiere como responsable a
versos poseen un ritmo seguro, destreza y un buen sor Leonor de la Trinidad y a la enigmática autora
manejo del endecasílabo (Silva-Santisteban 1984). de la “Epístola de Amarilis a Belardo”, de la que ha-
Así lo podemos notar en la parte inicial que presen- blaremos a continuación.
tamos, a manera de ejemplo: La “Epístola de Amarilis a Belardo” constituye
otro enigma, pues la identidad de Amarilis es hasta
La mano y el favor de la Cirene, ahora un misterio. Existen diversas hipótesis que
a quien Apolo amó con amor tierno; apuestan por los nombres de Jerónima de Garay,
y el agua consagrada de Hipocrene, María Tello de Lara y María Alvarado, pero no es és-
te el lugar para tratar de despejar la incógnita. La
y aquella lira con que del Averno “Epístola” que aparece en La Filomena de Lope de
Orfeo libertó su dulce esposa, Vega, es un poema de dieciocho estrofas y dieciocho
suspendiendo las furias del infierno; versos, que adopta la forma libre de la silva (Corne-
jo 1993). El poema, entre varios aspectos, relata có-
la célebre armonía milagrosa
mo su autora se convirtió en admiradora del “Fénix
de aquel cuyo testudo pudo tanto,
de los ingenios” sin haberlo conocido personalmen-
que dio muralla a Tebas la famosa;
te. El discurso de la “Epístola” se caracteriza por su
el verso con que Homero eternizaba platonismo amoroso y por la perfección formal de la
lo que del fuerte Aquiles escrebía, canción petrarquista, introducida en el Perú por el
y aquella vena con que lo ditaba, lusitano Enrique Garcés (Oporto ¿1525?-Madrid
¿1596?), traductor de Los lusiadas de Luis de Ca-
quisiera que alcanzaras, Musa mía, moens.
para que en grave y sublimado verso Según el profesor Ricardo Silva-Santisteban: “el
cantaras en loor de la Poesía. poema de Amarilis es un hito que marca los límites
en que comienza en el Perú una nueva poesía” (Sil- Pero vuestra beldad pura y divina
va-Santisteban 1984: 197). El fragmento que pre- priva de vista, ser, de seso y tino,
sentamos nos sirve de ejemplo para mostrar la cali- en la nieve hiriendo de ese pecho
dad poética de la “Epístola”:
y buscarle reparo o medicina
Tanto como la vista, la noticia es loco imaginar, es desatino,
de grandes cosas suele las más veces pues queda el que la ve ceniza hecho.
al alma tiernamente aficionarla,
que no hace el amor siempre justicia, Un escritor que cultiva la misma temática de la
ni los ojos a veces son jueces Academia Antártica es el soldado y poeta Juan de
del valor de la cosa para amarla, Miramontes y Zuázola (España 1560-¿?), gentil-
mas suele en los oídos retratarla hombre que había participado en los enfrentamien-
con tal virtud y adorno, tos contra los corsarios Francis Drake y Richard
haciendo en los sentidos un soborno Hawkins y que posteriormente fue nombrado capi-
(aunque distinto tengan el sujeto, tán de la Compañía de Lanzas y Arcabuces. Mira-
que en todo y en sus partes es perfecto), montes es conocido por su extenso poema épico Ar-
que los inflama todos, mas antárticas que se divide en veinte cantos y posee
y busca luego artificiosos modos, mil seiscientas noventa y ocho octavas reales. La
con que puede entenderse obra, además de ser un poema compuesto por versos
el corazón que piensa entretenerse melódicos, contiene una fluida narración sobre los
con dulce imaginar para alentarse, amores de Cusi Coyllur y Calcuchimac, un tema si-
sin mirar que no puede milar al de Ollantay. El autor realza el relato con ele-
amor sin esperanza sustentarse. mentos descriptivos y visuales, muy originales para
la época. Por todas estas razones es el poema mejor
Otro destacado miembro de la Academia Antár- logrado de la época virreinal (Silva-Santisteban
tica fue Diego Dávalos y Figueroa (Ecija 1552-Lima 1984: 56). Algunos fragmentos del canto cuarto que
1608), poeta a quien la supuesta autora del “Discur- describen la noche y el amanecer en la selva, nos
so en loor de la poesía” alabara como “el honor de ilustran sobre la maestría poética de Miramontes:
la poesía castellana”. Dávalos llegó al Perú atraído
por las riquezas de Potosí, y aunque su éxito no lo Toman licencia y van por la verdura
encontró en las minas, sí lo pudo hallar en las le- hasta do más el monte el paso cierra;
tras. Escribió la famosa Miscelánea austral (1602) rompen del arcabuco la espesura
que comprende 44 coloquios en verso y prosa, de- y suben a la cima de una sierra.
dicados al amor y demás tópicos renacentistas. La Mas como no descubren, de la altura,
segunda parte lleva por título “Defensa de damas” y señal, rumor ni rastro de la guerra,
es un poema en octavas dividido en seis cantos bájanse, cuando ya la noche fría
(Tauro 1988). La poética de Diego Dávalos y Figue- sus confusas tinieblas esparcía.
roa se deja influir por la escuela italiana, y también Al pie de un fresco mirto recostado,
tiene el tono de la escuela sevillana de Garcilaso. Es- el uno da al ocioso sueño rienda
te último aspecto se hace notar con su idealización y el otro vigilaba con cuidado
de la mujer y los efectos del amor (Silva-Santisteban si alguno hay por allí que los ofenda.
1984): Esparce su cabello plateado
la esposa de Titán, cuando una senda
De modo hieren en la nieve helada toman los dos siguiendo su viaje
del sol los rayos con su fuerza ardiente, entre la amenidad de aquel boscaje.
que del reverberar tan vehemente
queda la vista de vigor privada. El criollo chileno Pedro de Oña (Angol 1570-
¿Cuzco? ¿?) es otro destacado exponente de la Aca-
Mas la grave dolencia es reparada, demia Antártica. Su infancia había transcurrido en
mudando objeto, porque el accidente medio de la lucha contra los indios araucanos, a los
de allí procede que es pena evidente, que recordó durante toda su vida como gente fiera
de aquella color cándida cansada. y difícil de vencer. Oña estudió en la Universidad de
San Marcos donde obtuvo el título de licenciado en
artes. Sabemos que participó de la campaña de re-
presión dirigida contra los rebeldes de Quito, quie-
nes se habían levantado por las alcabalas. Más tarde
ocupó el cargo de corregidor en Yauyos y en Vilca-
bamba. Pero lo que lo lanzó a la fama fue su poema
épico El arauco domado (1596), escrito en octava
real, obra donde pretende enaltecer la empresa mi-
litar del virrey García Hurtado de Mendoza contra
los belicosos aborígenes australes. Oña desea real-
zar el protagonismo del vicesoberano que había
quedado oscurecido en La araucana de Alonso de
Ercilla y Zúñiga, y juega con nuevos elementos des-
criptivos y armónicos que hacen de El arauco doma-
do un poema singular. Ello lo podemos notar en una
muestra del canto quinto:

Estaba a la sazón Caupolicano


en un lugar ameno de Elicura,
do, por gozar el sol en su frescura,
se vino con su palla mano a mano;
merece tal visita el verde llano,
por ser de tanta gracia y hermosura,
que allí las flores tienen por floreo
colmalle las medidas al deseo.
Pedro de Oña, criollo nacido en Chile, autor del poema épico
La historia erudita de la época que pretendía in- El arauco domado (Lima, 1596).
cluir al mundo andino dentro de la historia univer-
sal tiene su mejor representante en el clérigo Miguel Miguel Cabello de Balboa también cultivó la
Cabello de Balboa (Archidona, Málaga 1535-Cama- poesía y a ello debe su acercamiento a la Academia
ta 1608), quien había oficiado de sacerdote en dis- Antártica. Es autor de un soneto laudatorio de ar-
tintos lugares del virreinato como Quito, Los Qui- moniosas formas que aparece en los preliminares
jos, Ica y Camata. A lo largo de su vida en el Perú se de El Marañón de Diego de Aguilar y Córdova (Sil-
dedicó a recopilar información histórica sobre el pa- va-Santisteban 1984). Citamos su soneto:
sado indígena y entre 1576 y 1586 se abocó a la re-
dacción de un verdadero tratado, recogiendo datos La casta abeja en la florida vega,
muy importantes sobre las tradiciones incaicas de con susurro suave y bullicioso,
Quito y la cultura Chimú. El resultado final de su para su laberinto artificioso
indagación fue la Miscelánea antártica en la que re- de varias flores el manjar congrega.
curre a la historia de la humanidad para averiguar el
origen de los pobladores americanos y de esta ma- No menos a la adelfa el gusto allega,
nera poder incorporarlos a la opinión mundial. Su que al romero y al cárdamo oloroso,
vastísima erudición le lleva a comparar los desarro- porque todo lo vuelve provechoso
llos culturales del Viejo Mundo y de América, lo después que a su sutil boca se apega.
que complementa con varias anécdotas y curiosas
anotaciones, en las que recurre a la lógica de la his- Igual te juzgo, cordobés ilustre,
toria clásica. Entre sus fuentes figura desde el cal- después que renació de tu memoria
deo Beroso hasta su contemporáneo Benito Arias El Marañón, de sangre y muerte lleno.
Montano. Esta misma perspectiva histórica con
ciertas diferencias, atravesará los trabajos de fray Que de su oscuridad sacaste lustre
Gregorio García, Fernando de Montesinos y Anto- y de su vituperio tanta gloria
nio de León Pinelo (Patrucco 1993). que en bálsamo conviertes su veneno.
El iniciador de la sátira en el Perú fue Mateo Ro- En la primera década del siglo XVII, el domini-
sas de Oquendo (Sevilla 1559-¿?), personaje de aza- co Diego de Hojeda (Sevilla 1571-Huánuco 1615)
rosa vida que había recorrido el Tucumán, Perú y escribió La Cristiada (Sevilla 1611), libro que dedi-
México. Se sabe que permaneció en Lima diez años, có al virrey marqués de Montesclaros, y en el que
entre 1588 y 1598, tiempo que le sirvió para cono- refiere, a lo largo de doce cantos, la pasión y muer-
cer la psicología y las actitudes de los habitantes de te de Jesucristo en octavas reales. La Cristiada es
la “tres veces coronada villa”. Estuvo al servicio del una obra épica de tema religioso, con indudable in-
virrey García Hurtado de Mendoza y posteriormen- fluencia de la literatura renacentista italiana. Des-
te por problemas personales partió a la Nueva Espa- cribe con irresistible dolor la agonía del Señor, co-
ña. Dejó Rosas de Oquendo una “Sátira de las cosas mo lo demuestran los siguientes versos:
que pasan en el Perú” donde se toma la libertad de
burlarse de la sociedad virreinal, con mucha agude- Yo pequé, mi Señor, y Tú padeces;
za. El soneto compuesto en romance refiere la incli- Yo los delitos hice, y Tú los pagas;
nación limeña por el boato, la ostentación y la vida Si yo los cometí, Tú ¿qué mereces
disipada: Que así te ofenden, con sangrientas llagas?
Mas, voluntario, Tú, mi Dios te ofreces;
Un visorrey con treinta alabarderos; Tú del amor del hombre te embriagas;
por fanegas medidos los letrados; Y así, porque le sirva de disculpa,
clérigos ordenantes y ordenados; Quieres llevar la pena de su culpa.
vagabundos, pelones caballeros.
Diego de Hojeda fue maestro de estudiantes do-
Jugadores sin número y coimeros; minicos y llegó a ocupar el priorato en el Cuzco y
mercaderes del aire levantados; Lima. Murió en Huánuco a los cuarenta y cuatro
alguaciles-ladrones muy cursados; años marginado por su orden. A pesar de las injus-
las esquinas tomadas de pulperos. tas críticas de Luis Alberto Sánchez, la obra de Ho-
jeda es un hermoso poema, quizás el “mejor com-
Poetas mil de escaso entendimiento; puesto” de la época virreinal.
cortesanas de honra a lo borrado; En los últimos años los estudiosos de las letras
de cucos y cuquillos más de un cuento. virreinales han revalorado una narración corta que
lleva por título “La endiablada”, impresa hacia
De rábanos y coles llena el bato, 1624. Su autor fue Juan Mogrovejo de la Cerda
el sol turbado, pardo el nacimiento: (Madrid ¿?-¿? 1664), un distinguido caballero em-
aquesta es Lima y su ordinario trato. parentado con el santo arzobispo de Lima, que ha-
bía residido en Los Reyes y también en la ciudad del
La narrativa virreinal tiene un primer ejemplo Cuzco, donde cumplió la función de regidor y alcal-
con La peregrinación de Bartolomé Lorenzo, del pa- de ordinario. En “La endiablada”, obra escrita en
dre José de Acosta S.J., que remitió en 1586 al ge- primera persona se relata un diálogo entre dos de-
neral de la Compañía de Jesús en Roma para su monios, Asmodeo y Amonio, que conversan sobre
aprobación, y que fue publicada en el volumen sus peripecias y sus posibilidades de éxito para con-
quinto de los Varones ilustres de la Compañía de Je- ducir las almas de los limeños al infierno. La con-
sús en 1666. El texto de Acosta ha sido considera- versación describe el ambiente hipócrita de Lima y
do por algunos estudiosos de la literatura virreinal desliza elementos satíricos y costumbristas (Chang-
como el primer relato novelado de América. En Rodríguez 1991).
muy pocas páginas, el padre Acosta mantiene el in- La fuente más pormenorizada para la recons-
terés del lector, narrando una historia ficcionada, trucción de la vida cotidiana virreinal la podemos
jalonada de sucesos imaginarios y fabulosos, en hallar en las recopilaciones del doctor Juan Antonio
donde participa el hermano jesuita Bartolomé Lo- Suardo, “clérigo curioso” que escribió día a día los
renzo quien abandona Algarbe (Portugal), su terru- hechos acaecidos desde el final del mandato del vi-
ño, para dirigirse a las Indias. Pasa por las Antillas rrey marqués de Guadalcázar. Suardo pretende des-
y Tierra Firme y llega como último destino a la ciu- cribir de forma detallada todo lo que transcurre en
dad de Lima, lugar de santificación (Cornejo tiempos del virrey Luis Jerónimo de Cabrera y Bo-
1993). badilla, conde de Chinchón. El Diario de Lima del
doctor Suardo, que lleva por título formal: Relación moto de 1655. Después de muerto, el Diario fue
diaria de lo sucedido en la ciudad de Lima desde 15 de continuado por su vástago Francisco de Mugaburu
mayo de 1629 hasta mayo de 1634, privilegia el dato (Lima 1647-¿?), quien se había formado en la vida
cortesano, esto es, todo lo que pasaba en torno del religiosa con los franciscanos. Él continúa hasta
vicesoberano, como sus enfermedades, sus visitas 1694 el trabajo iniciado por su padre (Romero
institucionales y sus disgustos con las “tapadas”. 1935). A manera de reflexión debemos decir que
Pero también hay en este religioso con vocación pe- tanto Suardo como los dos Mugaburu son los pre-
riodística, interés por la noticia que podríamos con- cursores del periodismo en el Perú.
siderar policial, como por ejemplo asesinatos perpe- Durante los siglos XVII y XVIII el pensamiento
trados por negros, y sodomitas cometiendo el peca- barroco en el Perú tuvo en la literatura notables ex-
do nefando. Gracias al Diario es posible tener una ponentes. Esta ideología y estética en la que convi-
idea de las fiestas civiles y religiosas, de la defensa ven el tradicionalismo y la búsqueda de novedades
del honor caballeresco, de los concursos de oposi- se presenta como el brazo cultural del imperio, y en
ciones en la Universidad de San Marcos, y de los li- otros casos como una manifestación de la identidad
tigios callejeros entre los catedráticos (Vargas Ugar- criolla. Bajo su manto reúne a valiosos escritores co-
te 1935). mo Antonio de León Pinelo, Juan del Valle Cavie-
José de Mugaburu y Hontón y su hijo Francisco des, Juan de Espinosa Medrano y Pedro de Peralta
de Mugaburu y Maldonado toman la posta de Juan Barnuevo.
Antonio Suardo, pues ambos redactaron otro Diario Dentro del grupo de autores del barroco, el pri-
de Lima. José de Mugaburu (¿? ¿1601?-Lima 1686) mero que nos llama la atención es Antonio de León
fue, a juzgar por su apellido, de origen vasco, y ha- Pinelo (Lisboa-¿1590?-Madrid 1660), de quien ya
bría nacido hacia 1601. De lo que sí tenemos certe- hemos hablado anteriormente. Además de jurista
za es de su carrera militar y específicamente de su fue un fino y erudito escritor, y desde sus cargos de
rango de capitán. José de Mugaburu inició sus relator y cronista en el Consejo de Indias se ocupó
apuntes sobre lo que acontecía en Lima entre 1640 de reunir informaciones detalladas y abundantes so-
y 1686. Las descripciones de este recopilador de no- bre el Nuevo Mundo, convirtiéndose de esta forma
ticias son un verdadero tesoro para imaginar las en el primer gran bibliógrafo sobre América. Sus
fiestas religiosas, los disturbios producidos a raíz obras, de variados temas, van desde las recopilacio-
del dogma de la Inmaculada Concepción y el terre- nes legales hasta la hagiografía, y desde los textos
moralistas hasta las bibliografías. Entre sus escritos
de interés literario podemos citar los siguientes títu-

Frontispicio del libro de


Antonio de León Pinelo,
Questión moral si el
chocolate quebranta el ayuno
eclesiástico (Madrid, 1636).

Frontispicio de Velos antiguos


y modernos en los rostros de
las mujeres (Madrid, 1641) de
Antonio de León Pinelo.
los: Epítome de la biblioteca oriental y occidental, histórico más serio para la reconstrucción del pasa-
náutica y geográfica (1629); Cuestión moral, si el do, esto es, desde los quipus y las narraciones indí-
chocolate quebranta el ayuno eclesiástico (1636); Fa- genas hasta los libros de cabildo y escribanos. Los
ma pósthuma, a la vida y muerte del doctor frey Lope Anales nos permiten reconstruir escenas del mundo
de Vega Carpio (1636); Velos antiguos y modernos en virreinal, como las entradas de los virreyes a la ca-
los rostros de las mujeres, sus consecuencias y daños pital, apuntes sobre minas y tesoros, y observacio-
(1641); Vida del ilustrísimo y reverendísimo don Tori- nes sobre personajes de la época que le tocó vivir
bio Alfonso de Mogrovejo (1653); y El Paraíso en el (Porras 1986).
Nuevo Mundo (1656), libro póstumo editado por El introductor del gongorismo en el Perú fue
Raúl Porras Barrenechea en 1943. fray Juan de Ayllón (Lima 1604-¿? 1662), de la or-
En El Paraíso, León Pinelo sostenía que América den de San Francisco. Su vida transcurrió lejos del
había sido el antiguo Jardín del Edén, escenario de mundanal ruido, y en sus obras hace ostensible el
los sucesos del Génesis, y que los restos de la tierra protagonismo de su congregación recurriendo al hi-
perdida podían encontrarse en la Amazonía a juzgar pérbaton y a los artificios de la lengua castellana. Su
por su exuberante naturaleza. Este escritor de as- principal trabajo es el Poema de las fiestas que hizo el
cendencia sefardita argüía que los grandes monu- convento de San Francisco de Jesús, de Lima, a la ca-
mentos de México y del Perú habían sido edificados nonización de los veintitrés mártires del Japón (1630).
por los descendientes de Adán, antes del diluvio En la ciudad del Cuzco durante la segunda mi-
universal, y que los indios, por su adicción a la gue- tad del siglo XVII se dejó escuchar la voz autoriza-
rra, eran bárbaros recién llegados al Nuevo Mundo da del canónigo Juan de Espinosa Medrano, apoda-
(Brading 1991). Pinelo plantea un encuentro entre do el “Lunarejo” (Calcauso, actual provincia de An-
la erudición barroca y la utopía de América, tierra tabamba 1632-Cuzco 1688), cuyos aportes en el
concebida como lugar de regeneración de la huma- campo de la lógica ya hemos reseñado. Este escritor
nidad. A pesar de no haber nacido en Indias, esbo- presumiblemente mestizo, de quien se han tejido
za un claro anhelo de reivindicación criolla al reva- varias anécdotas, era profesor de teología y filosofía
lorizar el espacio indiano. en el entonces seminario de San Antonio Abad del
Las referencias veterotestamentarias de León Pi- Cuzco. Gozaba de fama de elocuente predicador y
nelo nos permiten hacer un paréntesis para recordar era tan bien considerado por el mundo intelectual
la obra del licenciado Fernando de Montesinos que se le llegó a comparar con oradores clásicos co-
(Osuna ¿?- Sevilla 1644), sacerdote del clero secu- mo Demóstenes, Tertuliano y San Juan Crisóstomo.
lar que vino al Perú con el séquito del virrey conde Juan de Espinosa Medrano ocupa un lugar espe-
de Chinchón. Aunque su pluma no tenía la misma cial en la historia de la literatura peruana por su
elegancia que la del consejero de Indias, sus traba- Apologético en favor de don Luis de Góngora (Lima
jos permiten observar el pasado andino con un en- 1662). Este texto constituye un estudio de la retóri-
foque en el que se relaciona a los incas con la histo- ca de Luis de Góngora y Argote, y a la vez una eru-
ria del Antiguo Testamento. Pretende demostrar a dita réplica a los cuestionamientos que hiciera el
través de su obra el arribo de Ofir a América y el co- portugués Manuel de Faria y Sousa sobre el gran
nocimiento de la escritura por parte de los incas. poeta culterano. De esta manera el “Lunarejo” se
Montesinos, clérigo trajinante y reflexivo, llegó a convierte en el fundador de la crítica literaria en la
ocupar el cargo de párroco de la iglesia de Nuestra América española (Roggiano 1978).
Señora de las Cabezas de Lima y dejó manuscritos En el Apologético, Espinosa se presenta como un
que fueron publicados con los títulos de Memorias autor de pluma elegante, bella y fluida, además de
antiguas, historiales y políticas del Perú, en donde la encomiástica. A manera de ejemplo citamos un pa-
historia se confunde con la fantasía. El documento saje de su obra en el que despliega las característi-
consiste en una extraña recopilación de informa- cas señaladas: “No inventó Góngora las transposi-
ción sobre dinastías incaicas inexistentes y también ciones Castellanas, inventó el buen parecer, y la
sobre el supuesto sistema de escritura andino. La hermosura de ellas, inventó la senda de conseguir-
impresión de otro de sus manuscritos ha salido a la las... °oh prodigios del ingenio de Góngora! levantó
luz con el nombre de los Anales del Perú y cubre la a toda superioridad la elocuencia Castellana, y sa-
historia del espacio conquistado desde 1498 hasta cándola de los rincones de su Hispanismo, hízola de
1642. Contrariamente al anterior, en este último corta sublime, de balbuciente facunda, de estéril
texto Fernando de Montesinos reúne un material opulenta, de encogida audaz, de bárbara culta…”.
La admiración que los intelectuales de su tiem- de Francisco de Quevedo y Villegas. El andaluz
po profesaban por el “Lunarejo” no derivaba exac- afincado en Lima, poeta en el que podemos encon-
tamente del Apologético. Dicho “ejercicio retórico” trar cierto desengaño por la vida, tiene como blan-
era menos importante frente a su labor como predi- co de sus mofas a las mujeres de mal vivir, pero so-
cador y maestro universitario. En aquella obra no bre todo a los médicos. Así por ejemplo, describe a
sólo defiende el estilo poético de Góngora, sino los galenos como “asesinos graduados” con los si-
también sugiere la presencia de cierta “conciencia guientes versos:
criolla” (Rodríguez Garrido 1994b). Además del
Apologético y la Philosophia thomistica (Roma 1688) No seas desconocida,
(abordada en el subcapítulo que esboza los princi- ni contigo uses rigores,
pales aportes de la filosofía y teología virreinales), pues la muerte sin doctores
es de su autoría La novena maravilla, una reunión no es muerte, que es media vida.
de sus piezas oratorias publicada póstumamente Muerte sin médico es llano
por sus discípulos, en el Madrid de 1695. En los que será, por lo que infiero,
preliminares del libro se da a conocer por vez pri- mosquete sin mosquetero,
mera una semblanza biográfica del ilustre peruano, espada o puñal sin mano.
y también sus cualidades como orador sagrado
(Guibovich 1982-1983). El doctor Espinosa Medra- Estas burlas dirigidas contra los facultativos se
no, como religioso del clero secular, estuvo compro- hallan en su Historia fatal, proezas medicales, guerra
metido con la defensa de la escuela de Santo Tomás física y hazañas de la ignorancia, poemas común-
de Aquino y por lo tanto su postura era contraria a mente conocidos como el Diente del Parnaso (Lima
la de los jesuitas, varios de cuyos miembros postu- 1689) (Silva-Santisteban 1984). La vena quevedes-
laban el resurgimiento del nominalismo, oponién- ca le permitió reproducir con sarcasmo las distintas
dose a la fundación de una universidad sobre la ba- formas de hablar de los estamentos y grupos socia-
se del colegio-seminario de San Antonio Abad. En les del virreinato, parodiando incluso el castellano
La novena maravilla se pueden observar ciertos ras- de un indio, en un romance titulado “A un corcova-
gos de dicha pugna y el interés por realzar al autor do que casó con una mujer larga dotada en plomo”:
de la Summa teológica. Fray Ignacio de Quesada ca-
lificó al “Lunarejo” de teólogo de “angélica escue- Parici osti jonto al novia,
la”, y dijo de su obra: “Bien podemos assegurar de tan ridondo y ella larga,
este libro, ser un maravilloso piélago de maravillas como en los trocos di juego,
thomísticas, de milagros angélicos” (Rodríguez Ga- taco, bola in misma cama.
rrido 1994b).
El presbítero Juan de Espinosa Medrano también A través de sus versos nos es posible reconstruir
escribió autos sacramentales en quechua y castella- algunos rasgos de la vida cotidiana de la Lima de fi-
no. Fue autor de Amar su propia muerte, drama ba- nales del siglo XVII. El “Poeta de la Ribera” no pre-
sado en las tribulaciones de Jael; y también de El hi- tendía dar una imagen del Perú como totalidad, si-
jo pródigo y El rapto de Proserpina, piezas que vere- no revelar la presencia de la calle: una literatura ur-
mos más adelante cuando nos refiramos al teatro vi- bana con una perspectiva netamente limeña. En es-
rreinal. te sentido podemos considerar a Juan del Valle Ca-
La literatura satírica del barroco en el Perú en- viedes uno de los precursores de la literatura cos-
cuentra en Juan del Valle Caviedes (Porcuna, Anda- tumbrista en el Perú, junto con Mateo Rosas de
lucía ¿1652?-Lima 1695) a su mejor cultor. Este Oquendo y Juan Mogrovejo de la Cerda.
hombre de vida inestable, que al parecer trabajó en El siglo XVIII se anuncia con la figura del nota-
minería y luego se convirtió en mercachifle, ven- ble erudito Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Be-
diendo artículos en los famosos “cajones de Ribe- navides (Lima 1664 - Lima 1743), considerado el
ra”, supo conjugar el ejercicio de las letras con la más renombrado polígrafo y políglota del período
aventura. virreinal. No en vano los estudiosos de la historia de
La producción literaria de Caviedes cubre el tea- la literatura peruana lo han llamado el “Doctor
tro y la poesía devota y circunstancial; pero el gran Océano”, ante el mar de conocimientos que poseía,
aporte de su obra, dentro de lo poético, está en el sin haber salido jamás de los muros de la ciudad de
hallazgo de conceptos satíricos muy parecidos a los Los Reyes.
Peralta fue un gran co- blicos que ejercía eran un
nocedor de la historia, el obstáculo para su produc-
derecho, la política y la ción literaria, y así lo dio a
cosmografía, pero sobre to- entender en un sutil dis-
do del arte de la versifica- curso universitario ante las
ción, en el que combina el autoridades al expresar que
barroco español con el cla- tenía “gloriosamente de-
sicismo francés. Era procli- sordenado el vivir, por te-
ve a la alabanza y a la com- ner ordenado el merecer”.
paración de las hazañas de La historia local del Cuz-
los personajes del pasado co fue desarrollada por el
peruano inmediato con las presbítero Diego de Esqui-
de los héroes de la mitolo- vel y Navia (Cuzco
gía y la historia grecolati- ¿1700?-1779), miembro de
nas. Pero su elocuencia y la familia de los marqueses
sus profundos estudios no de San Lorenzo de Valle
se limitaban únicamente a Umbroso, quien llegó a ser
las letras: fue un cultor de deán del cabildo eclesiásti-
las matemáticas, la náutica, co de la Ciudad Imperial y
las ingeniería civil y militar gran bibliófilo. Esquivel,
y la astronomía. Por eso, al hombre de vocación erudi-
morir el cosmógrafo Juan ta, se propuso escribir una
Ramón Coninck, se le historia casi diaria de
nombró catedrático de Pri- cuanto acontecía en el
ma de matemáticas en la Cuzco desde el siglo XVI
Universidad de San Marcos hasta bien entrado el
(de la que fue tres veces Pedro de Peralta Barnuevo Rocha y Benavides (1664- XVIII. Para llevar a cabo
rector) y cosmógrafo ma- 1743), prolífico autor, escribió numerosas obras esta magna y detallista
literarias, históricas y científicas.
yor del reino, en 1709. Do- obra, recurrió a las fuentes
minaba el latín, el griego, orales y a la documenta-
el italiano y el francés, lo que le facilitaba la lectura ción escrita de las crónicas y los libros de los cabil-
y traducción de textos clásicos. Peralta, hombre cer- dos civil y eclesiástico. El trabajo final de Diego de
cano al poder, era el encargado de escribir los dis- Esquivel, redactado con una pluma barroca y ele-
cursos para el virrey. Justamente, el marqués de gante, es conocido como las Noticias cronológicas de
Castell dos Rius le invitó a formar parte de la Aca- la gran ciudad del Cuzco. A través de la información
demia de Palacio, que sesionaba todos los lunes en recopilada es posible reconstruir la historia de la an-
torno a su persona. tigua capital de los incas durante el virreinato. La
Este limeño inabarcable fue autor de numerosas obra de Esquivel “dice mucho de la noble jerarquía
obras como: Historia de España vindicada (1730), de que alcanzó la cultura cuzqueña en el siglo XVIII”
carácter histórico apologético; Lima fundada (Denegri 1980).
(1732), de corte épico; Observaciones astronómicas Dentro de los años del período virreinal que cu-
(1717), escrito de divulgación científica; la Imagen brimos, debemos mencionar también la obra de Jo-
política del Excmo. Sr. D. Diego Ladrón de Guevara sé Eusebio de Llano Zapata (Lima ¿1716?-Cádiz
(1714) y la Relación de mando del virrey marqués de 1780), autodidacta y políglota como Peralta, quien
Castelfuerte (1736) que relatan los logros de los dos se interesó por la historia natural de América y del
gobernantes; Lima inexpugnable (1740) que trata Perú. Su aprecio por la cultura clásica se puede no-
sobre la defensa militar de la capital del virreino; La tar en el buen conocimiento de la lengua griega,
Rodogunda (1708), adaptación de la tragedia de idioma que difundió a través de la fundación de una
Corneille; Triunfos de amor y poder (1710) y Afectos escuela en Lima.
vencen finezas (1712), obras dramáticas en las que Llano Zapata no era un hombre exclusivamente
deja traslucir su espíritu criollo (Sánchez 1967). Pe- de gabinete. Para escribir sus trabajos se tomó la
dro de Peralta consideraba que los altos cargos pú- molestia de viajar, observar y tomar apuntes. Sus pe-
riplos lo llevaron hasta el Brasil. Una de las más primer “corral” limeño abrió sus puertas en 1583,
fuertes motivaciones que le impulsaron a publicar en la calle Polvos Azules cerca al río Rímac, y para
estaba en la refutación a los europeos que desprecia- la siguiente centuria ya se habían multiplicado y re-
ban la capacidad de los americanos para el estudio. presentaban principalmente las obras de los grandes
Sus trabajos son una muestra sutil de reivindicación autores del “siglo de oro”. Lo mismo sucedió con
criolla. Su obra principal, aunque de publicación in- otras ciudades del reino como el Cuzco, La Plata y
completa, está constituida por las Memorias históri- Potosí, urbes que con la ciudad de Los Reyes habían
co-físicas-apologéticas de la América Meridional, cuya establecido un itinerario de giras de compañías có-
redacción inició en Cádiz en 1756. Allí rescata, con micas de gran aceptación popular hasta bien entra-
rigor científico, el valor de la naturaleza, la geogra- do el siglo XVIII (Stevenson 1976). Cabe señalar
fía y la historia de Sudamérica, y describe con minu- que en el género cómico destacó la actriz y cantan-
ciosidad las minas, los volcanes, los lagos y lagunas, te huanuqueña Micaela Villegas y Hurtado de Men-
y las antigüedades peruanas. Justamente con respec- doza, la “Perricholi”, de quien se tejieron varios en-
to al pasado prehispánico, Llano Zapata se aboca al redos galantes con el virrey don Manuel de Amat y
estudio y descripción de los templos, caminos y Junient.
puentes, y llama la atención sobre el abuso en la La comedia pública coexistía con las funciones
búsqueda de tesoros enterrados. Por ello se le puede palaciegas o privadas ofrecidas en patios de casonas
considerar un precursor de la arqueología peruana. o salones del palacio virreinal de Lima, desde el si-
Las Memorias constituyeron una fuente tan im- glo XVII. La comedia tuvo su mejor época durante
portante para la documentación científica sobre la década del setenta del seiscientos, cuando se es-
América, que el mismo Jorge Juan consultó sus ori- trenaron comedias escritas por autores locales como
ginales para complementar informaciones en torno Santa Rosa (1670), Amor en Lima es azar (1675).
al Perú. José Eusebio de Llano Zapata fue además Por esta época se pusieron de moda las comedias de
autor de numerosas publicaciones eruditas de di- vuelo y escotillones, recurso mediante el cual los
versos temas como: la Resolución en consulta sobre la actores volaban con la ayuda de tramoyas o desapa-
irregularidad de las terminaciones exiet y transiet recían bajo pisos móviles. Dentro de palacio se ofre-
(1743), Higiasticon o verdadero modo de conservar la cían también zarzuelas. En 1689 fue presentada en
salud (1744) y la Carta o diario (1748) donde deta- la casa del virrey la primera zarzuela de Hispanoa-
lla el terremoto de Lima de 1746 y sus conse- mérica También se vengan los dioses, del poeta lime-
cuencias. ño Lorenzo de las Llamosas y cuya música, se pre-
sume, fue compuesta por Tomás de Torrejón y Ve-
EL TEATRO lasco. Durante el período borbónico continuaron

Al igual que las fiestas, el teatro enseña-


ba, divertía y moralizaba, en una época en
la que el común de la gente era analfabeta o
no tenía acceso a los libros por sus elevados
precios. Servía para enaltecer al monarca y
a las autoridades virreinales, como también
para criticar sutilmente las actitudes injus-
tas de los poderosos. El teatro era como la
vida, un espejo de las pasiones colectivas,
una canasta de ilusiones, donde el llanto y
la risa a veces se daban la mano.
El teatro virreinal se inicia en el Perú a
mediados del siglo XVI con autos sacra-
mentales representados en las plazuelas y
atrios de los templos. A fines del quinientos
el repertorio se incrementó con la inaugura- Ilustración de una representación teatral en el colegio San Bernardo del
ción de los “corrales de comedias”, patios Cuzco en el siglo XIX. El arte dramático en el mundo hispánico estuvo
con balcones, cuartos y bancas, a imagen y estrechamente vinculado a la temática religiosa, en un afán de contribuir
semejanza de los existentes en España. El como modelo de una vida virtuosa. Tomado de Meneses 1983.
las representaciones de piezas teatrales en palacio son obras que persiguen un fin proselitista. Justa-
hasta 1749. El virrey escritor Castell dos Rius estre- mente la última, a pesar de recrear una tradición pa-
nó una Comedia armónica y El mejor escudo de Per- gana, incluye elementos cristianos, como la presen-
seo; y el polifacético Pedro de Peralta Barnuevo pu- cia salvadora de la Eucaristía que libra a Proserpina
do ver representadas sus obras Afectos vencen fine- del infierno (Cornejo 1993).
zas y Triunfos de amor y poder. El teatro virreinal también refleja la “visión de
En el Perú también se cultivó el teatro conven- los vencidos”. Es el caso de la Tragedia del fin de
tual, que tuvo en los jesuitas a sus mejores expo- Atahualpa y Ollantay, dos piezas distintas a las ante-
nentes. Este género divulgó piezas religiosas y mo- riormente reseñadas. La Tragedia pretende recordar
ralizadoras en los conventos, casas del clero regular el cautiverio y muerte del último soberano indíge-
y atrios de las iglesias. La defensa del catolicismo na, y revivir los posibles diálogos entre éste y Fran-
por los hijos de San Ignacio se hizo notar con sin- cisco Pizarro. El desenlace final es moralizador: el
gular éxito con la puesta en escena de María Estuar- rey de España se indigna con el conquistador del
do, reina mártir de Escocia, representada en 1590 en Perú por su crueldad y concluye elogiando al Inca.
un salón del colegio de San Pablo con ocasión del En torno al Ollantay existe una serie de discu-
recibimiento ofrecido al virrey marqués de Cañete siones histórico-críticas. Algunos estudiosos se in-
(Lohmann 1945). Frecuentemente el teatro conven- clinan por atribuirle un origen prehispánico ante la
tual abordaba historias hagiográficas y bíblicas, co- inexistencia de alusiones al cristianismo. Los que
mo el Coloquio de la historia del patriarca José, que creen que fue escrita en el período hispánico argu-
gustó muchísimo a los habitantes de Lima en 1610, mentan que la obra tiene la estructura del teatro
y el Arca de Noé representada en 1672 a pedido del clásico español. Sin embargo, se postula una opi-
virrey conde de Lemos, gran aficionado al teatro y nión intermedia referida a que la historia es verda-
amigo de la fe (Cantuarias 1989). deramente incaica pero que la redacción del texto
Para todas las manifestaciones histriónicas se teatral se hizo durante el siglo XVII. Según el pro-
utilizaba el acompañamiento musical de coros y or- fesor Teodoro Meneses, este drama habría sido es-
questas dotadas de chirimías, clarines, pífanos, tam- crito por el erudito cuzqueño Vasco de Contreras y
bores, violines y trompetas bajo la dirección de fa- Valverde, a quien también se le atribuye la autoría
mosos maestros como Tomás de Torrejón, José de Usca Páucar.
Díaz, Roque Ceruti y fray Esteban Ponce de León, El Ollantay narra las tribulaciones de Ollanta, un
entre otros. general al servicio del inca Pachacútec, quien lucha
Durante el virreinato destacó también el teatro por el amor de la ñusta Cusi Coyllur, a pesar de la
quechua, tanto en su versión popular destinada a la oposición del “Señor de los cuatro suyos”, pues
cristianización de los naturales, como uno más eru- Ollanta no era noble. Luego de muchos sufrimien-
dito, escrito a la manera clásica española (Meneses tos, el general consigue finalmente la mano de la hi-
1983). Las obras mejor logradas de este género tea- ja de Pachacútec para desposarla (Cornejo 1993).
tral aparecieron en el Cuzco y fueron dirigidas a mo-
ralizar a los indígenas. Entre ellas cabe mencionar LOS LIBROS, LAS LECTURAS Y LOS
Yauri Tito Inca, drama del siglo XVII, donde el pro- INICIOS DEL PERIODISMO
tagonista principal es defendido y librado de las
fuerzas de Satán por la intercesión de la Virgen Ma- Los habitantes cultos del virreinato mostraron
ría y la ayuda de su Ángel de la Guarda; y Usca Páu- especial interés por los libros. Desde muy tempra-
car, auto sacramental de la misma centuria que no, en 1544, ya podemos encontrar a Juan Antonio
aborda un tema muy similar al de Yauri Tito Inca, Mussetti, librero de origen italiano procedente de
pues el príncipe empobrecido Usca Páucar vende su Medina del Campo, quien se había dedicado a la
alma a Luzbel o Yunca Nina, y una vez arrepentido venta de publicaciones castellanas de los poetas
logra su salvación con la ayuda de la Reina del Cie- Boscán y Garcilaso. Para fines del quinientos el co-
lo. mercio de obras impresas había crecido notable-
En la misma ciudad, el presbítero Juan de Espi- mente, al igual que su importación directa desde
nosa Medrano, el “Lunarejo”, escribió en lengua Europa.
quechua El hijo pródigo y El rapto de Proserpina. Por cierto, el público lector era bastante restrin-
Ambas piezas, la primera sobre un relato del Evan- gido. El alto precio de los libros limitaba la posibili-
gelio y la segunda sobre una narración mitológica, dad de la lectura para el común de la gente. Así por
ejemplo, a principios del período virreinal la
Summa teológica de Santo Tomás de Aquino
costaba tanto o más que una espada; y un mi-
sal tanto como la camisa de un alto dignatario.
Poseer una biblioteca era un privilegio al que
sólo podían acceder nobles, clérigos, frailes,
letrados, médicos y algunos caciques ricos. Los
conventos de las órdenes religiosas lograron
reunir nutridas bibliotecas, pero aquellas per-
tenecientes a particulares no pasaban de cua-
trocientos volúmenes, salvo algunos casos que
rompen la regla, como el del extirpador Fran-
cisco de Ávila, propietario de más de dos mil
libros (Hampe 1993).
El libro fue un medio eficaz para la disemi-
nación de ideas y los descubrimientos huma-
nísticos de Europa. En el campo del derecho se
leyeron en el Perú los comentarios de los
maestros de Bologna, Bartolo de Sassoferrato y Detalle de la biblioteca del convento de Ocopa, Junín.
Baldo de Ubaldis, así como los de los juricon-
sultos españoles Alfonso Díaz de Montalvo, tonio de Guevara, Juan Luis Vives, Baltazar Casti-
Diego López de Salamanca, Gaspar de Baeza, Diego glione y Andrés Alciato. La lexicografía y las lin-
de Covarrubias y por supuesto Juan de Solórzano y güísticas castellana y latina tuvieron en el célebre
Pereyra. Antonio de Nebrija al autor más vendido, pues sus
En cuanto a los textos de carácter teológico más estudios constituyeron una herramienta fundamen-
consultados, destacan las obras de Santo Tomás de tal para los cultores de las humanidades.
Aquino, fray Domingo de So- En las bibliotecas virreina-
to, fray Luis de Granada y el les también se encontraban ro-
Malleus maleficarum (general- mances caballerescos y poesía
mente traducido como El mar- lírica como la de Garcilaso de
tillo de las brujas) de Kraemer la Vega, además de novelas co-
y Sprenger, libro útil para la mo La Celestina de Fernando
detección de hechiceras y para de Rojas y el Quijote de don
la extirpación de las idolatrías. Miguel de Cervantes. Por su-
Esta categoría englobaba tam- puesto nunca faltaron las co-
bién los catecismos y las com- medias y poemas de Lope de
pilaciones de sermones. Vega, así como los ensayos y
Los eruditos atraídos por sátiras de Francisco de Queve-
los studia humanitatis incluían do y Villegas.
en sus bibliotecas algunas La historia universal se vio
obras de Erasmo de Rotterdam, representada por Gonzalo de
cuyas ideas se acercaron a la Illescas y Pedro Mejía, y la de
heterodoxia, y también las de España por Florián de Ocampo
escritores clásicos como Ovi- y Hernando del Pulgar (Hampe
dio, Plauto, Flavio Josefo, Au- 1993). Vale la pena mencionar
lio Gelio y Tito Livio, además
de aquellos autores del renaci- Los libros de los humanistas clásicos
miento italiano que abrazaron de la cultura grecolatina ocuparon
la filosofía neoplatónica. En un lugar privilegiado en las
cuanto a la literatura de conte- colecciones de los lectores del Perú
colonial. En la imagen, Libros de
nido moral llama la atención la Marco Tulio Cicerón que tracta...
presencia de los escritos de An- (Alcalá, 1549).
que en el campo historio- Frontispicio de la edición
gráfico fue muy consultado principal de la Segunda parte del
durante el siglo XVIII el dic- ingenioso cavallero don Quixote
de la Mancha (Madrid, 1615) de
cionario histórico del polí- Miguel de Cervantes.
grafo francés Luis Moreri, a
quien el limeño Pedro José
Bravo de Lagunas cita en su y dos pasajeros en el camaro-
Voto consultivo. La historia te de popa, a quienes se les
de las Indias estaba tratada obligaba a responder un lar-
en las creaciones de fray go cuestionario en el que se
Juan de Torquemada, Juan incluía la siguiente pregunta:
de Castellanos y Antonio de “…qué libros traen registra-
Herrera y Tordesillas. Los dos, de dónde vienen, quién
bibliófilos curiosos del pasa- los trae a cargo y a qué per-
do peruano reconstruían el sonas vienen dirigidos”. Si
tiempo del Tahuantinsuyo los examinadores descubrían
con los Comentarios reales algún libro prohibido y ha-
del Inca Garcilaso. llaban al responsable, requi-
Para las ciencias natura- saban su material y se inicia-
les, se podía hallar con fre- ba el proceso inquisitorial,
cuencia el Compendio de dentro del cual los inculpa-
Dioscórides, de necesaria dos estaban facultados para
consulta para los galenos, retractarse y dejar para siem-
traducido por Andrés de La- pre esas pecaminosas lectu-
guna; los escritos del inglés ras (Leonard 1979).
John Holywood o “Sacro- La historia de los libros
bosco” y el de Abraham Or- en el virreinato no puede ser
telius, para los cosmógrafos; y el trabajo de Juan de abordada independientemente de los logros de la
Belvedere para aquellos que deseaban conocer el imprenta. El primer profesional de las prensas fue
quehacer metalúrgico. Antonio Ricardo, nacido en Turín, quien había arri-
Finalmente no debemos olvidar los estudios del bado a la Ciudad de los Reyes en 1581, procedente
jesuita alemán Athanasius Kircher, tan consultados de México. Ricardo o Ricciardi se instaló con sus
por los eruditos en el Perú de fines del siglo XVII y materiales tipográficos en el colegio de San Pablo,
de la siguiente centuria, como Juan Ramón Coninck gracias a lo cual el turinés pudo subsistir impri-
y Diego de Esquivel y Navia. Este autor ignaciano miendo naipes y estampas religiosas. Su situación
creía en la existencia de vida debajo de la tierra y en económica mejoró cuando la Real Audiencia le per-
otros planetas. Los textos de Kircher compendiaban mitió imprimir en 1584 el Catecismo para la cristia-
el saber de la época y a través de ellos se podía ac- nización de los indígenas, preparado por los teólogos
ceder a las novedades científicas, sin ser censurado del Tercer Concilio Limense, el primer libro publi-
por la Inquisición (Sánchez-Concha 1990). cado en el Perú. Antonio Ricardo fue también el en-
Los libros que llegaban en los galeones eran ins- cargado de editar el calendario reformado por el Pa-
peccionados por el Tribunal del Santo Oficio. Todas pa Gregorio XIII ese mismo año, y fue hasta su
aquellas publicaciones que figuraban en el Index o muerte en 1606, el único impresor en Lima. Poco
Índice de los libros prohibidos (por lo general impre- antes de expirar vendió sus prensas a su socio y
sos de autores acusados de herejía, sensualidad o amigo Francisco del Canto, miembro de una anti-
blasfemia) estaban impedidas de pasar al Perú, y la gua familia de libreros de Medina del Campo (Miró-
Inquisición era el órgano encargado de hacer efecti- Quesada 1983-1984).
va tal restricción. El Tribunal efectuaba visitas siste- Los inicios del periodismo en el Perú virreinal
máticas a las embarcaciones de reciente arribo que pueden hallarse en las Relaciones, que consistían en
traían infolios, y el funcionario comisionado o visi- cortos textos impresos, dedicados a una sola noti-
tador subía a la nave acompañado de un alguacil y cia. Las Relaciones se vendían por las calles a bajo
un notario. Los inspectores se reunían con el piloto precio y daban cuenta de los sucesos más importan-
tes acaecidos en Europa y en España y sus posesio- de Juan Antonio Suardo, y Joseph y Francisco de
nes. Informaban acerca de triunfos militares de la Mugaburu, precursores del periodismo peruano.
monarquía católica, las beatificaciones y las canoni- Gracias a ellos es posible reconstruir varios aspectos
zaciones, las fiestas oficiales, los procesos inquisito- de la vida cotidiana de la capital durante el siglo
riales, las incursiones de piratas, los terremotos, etc. XVII. La diversidad de asuntos que abordan estos
Gracias a este medio de información los moradores escritores nos permite compenetrarnos con las for-
de las ciudades del virreinato llegaron a enterarse de mas de vida en el Perú del seiscientos.
las últimas noticias mundiales de gran trascenden-
cia como el incendio de Constantinopla (1618) y la LA MÚSICA
rendición de Breda (1626)(Gargurevich 1987). No
todos estos textos informativos procedían de otros Los peruleros en sus largas marchas sobre los
reinos. A manera de muestra debemos mencionar Andes encontraron en la música y el canto una gran
que en Lima Antonio Ricardo imprimió en 1594 la compañía ante la vasta soledad que los rodeaba. Sa-
Relación del correo mayor Pedro Balaguer de Salce- bemos que las ambiciones monárquicas de Gonzalo
do, sobre la entrada del corsario Hawkins por el es- Pizarro le llevaron a fundar una capilla y reunir seis
trecho de Magallanes, y en la misma urbe Alonso ministriles para que realzaran su imagen con cánti-
Bravo de Saravia Sotomayor mandó publicar en cos y composiciones religiosas.
1610, la Relación de las fiestas que en la ciudad de Li- Los virreyes que llegaban al Perú incluían músi-
ma se hizieron por la Beatificación del Bienaventura- cos en sus cortes, cuya labores divertían al vicesobe-
do Ignacio de Loyola. Algunos años más tarde este rano y su gente. El caso más ilustrativo es el de To-
impreso fue utilizado como molde por el obispo del más de Torrejón y Velasco (Villarrobledo 1644-Lima
Cuzco Fernando de Vera y Padilla para relatar los 1728), quien arribó al Perú con el virrey conde de
homenajes que se rindieron al fundador de la Com- Lemos, y fue autor de varias cantatas (como Si el al-
pañía de Jesús en la vieja capital incaica (Vargas ba sonora) y una misa cantada. Su fama se extendió
Ugarte 1952). con la musicalización de La púrpura de la rosa del
Otro género del periodismo inicial cultivado en célebre Pedro Calderón de la Barca, estrenada en
el Perú fue el de los Noticiarios, que a diferencia de Los Reyes en 1701. Las repercusiones que lograron
las Relaciones reunían varias nuevas. Probablemen- las obras de este músico barroco fueron tan gran-
te el primer Noticiario fue uno impreso por Francis- des, que sus composiciones se escucharon en el
co del Canto en 1618 que daba cuenta de los acon- Cuzco, Charcas y Guatemala (Estenssoro 1989).
tecimientos políticos de las ciudades italianas, y de Con el advenimiento de la casa de Borbón, el
Inglaterra, Francia, Alemania y Malta. El Noticiario gusto musical de la alta nobleza española se tornó
de mayor divulgación de mediados del siglo XVII hacia las piezas italianas. Fue así como el virrey
fue el de las Cartas de Andrés de Almansa y Mendo- marqués de Castell dos Rius, que había servido co-
za, a quien se le considera el primer reportero de mo embajador español ante la corte de Luis XIV,
España (Gargurevich 1987). En la Ciudad de los ejerció el mecenazgo en favor del músico Roque Ce-
Reyes en 1701, apareció en forma de periódico el ruti (Milán ?-Lima 1760), quien difundió la forma
Diario de noticias sobresalientes en esa corte de Lima operística italiana y el nuevo estilo armónico del
y otras habidas en Europa, que catorce años más tar- violín (Sas 1972). Ceruti supo adaptar estas nuevas
de es sustituido por la reimpresión de la Gaceta de técnicas del barroco a las exigencias del público li-
Madrid. En enero de 1744 sale a la luz la Gaceta de meño y, sin salir de su estilo original, recurrió a la
Lima, publicada sin interrupciones hasta la década comicidad. La obra del violinista milanés fue una de
de 1780. Fue éste un noticiario oficial cuyos direc- las más difundidas y varios archivos conservan sus
tores eran nombrados por el virrey. La Gaceta de Li- partituras (Estenssoro 1989).
ma se dividía en dos secciones, una referente a las Tomás de Torrejón tuvo un discípulo muy cerca-
noticias de Europa y de España, y otra exclusiva pa- no en el presbítero José de Orejón y Aparicio (Hua-
ra la capital del vicerreino, que brindaba abundante cho 1715-Lima 1765), maestro de capilla de la cate-
información sobre los nombramientos, los movi- dral de Lima. Había heredado del maestro de Villa-
mientos telúricos, el arribo de las naves al Callao y rrobledo la habilidad contrapuntística, y de Roque
acontecimientos cotidianos (Gargurevich 1987). Ceruti las formas italianizantes. Orejón y Aparicio
Finalmente, no debemos dejar de mencionar los compuso una Pasión según San Juan y cantatas co-
silenciosos aportes de los detallados diarios de Lima mo Ah del gozo, dedicada a la Virgen María. A su vez
Sacerdotes entonando cantos
litúrgicos en una fotografía de
principios de siglo. La música en
la colonia, además de acompañar
el culto, fue utilizada entre otros
fines para la conversión religiosa
de la población andina.

dina y el estilo de las com-


posiciones renacentistas, si-
milares a las de Tomás Luis
de Victoria.
En cuanto a los bailes, hu-
bo dos momentos muy mar-
cados en torno a los perio-
dos austriaco (que abarcó
los siglos XVI y XVII) y bor-
bónico (que cubrió todo el
un alumno suyo, Cristóbal Romero (Lima 1724- XVIII y los inicios del XIX). En la primera época se
1790), igualmente religioso, fue un gran difusor del dejó notar la gran influencia flamenca, alemana e
estilo logrado por el músico huachano. italiana; en la segunda es crucial la preponderancia
Casi coetáneo de Torrejón, el presbítero español francesa. No obstante, en ambos espacios tempora-
Juan de Araujo (Villafranca 1646-La Plata 1712) al- les hay cierta combinación de las danzas que llegan
canzó el éxito por saber combinar la música culta del extranjero con la música criolla primitiva y los
con el humor del folklore negro; por ejemplo, Arau- ritmos africanos.
jo, en el villancico “Los negritos”, introduce la gra- La corte de los virreyes fue determinante para el
ciosa forma de hablar de los afroperuanos. A dife- cultivo de la danza europea en el Perú. El conde de
rencia de los músicos antes mencionados, Juan de Nieva (1560-1564), que tenía fama de gobernante
Araujo no pasó toda su vida en Lima. Ejerció la pro- frívolo y libertino, reglamentó la etiqueta palaciega
fesión musical en Panamá, Guatemala, el Cuzco para las recepciones y especialmente para los bailes.
(donde fue maestro de capilla) y finalmente en La Doña Teresa de Castro, esposa del segundo marqués
Plata, donde le sobrevino la muerte. de Cañete don García Hurtado de Mendoza (1590-
En el Cuzco, durante la primera mitad del siglo 1596), inició los saraos cortesanos que incluían
XVIII, destacaron los maestros Ignacio Quispe y danzas. A fines del quinientos, en tiempos de este
fray Esteban Ponce de León. El primero era un com- último vicesoberano, se bailaba en Lima el “totar-
positor mestizo, conocido por la cantata Ah señores que”, el “puertorrico”, la “chacona”, la “valona”, la
los del buen gusto, en la que se burlaba de manera “churumba” y la “gallarda” (Vega C. 1981).
sutil de la reglamentación musical. Ponce de León Durante el siglo XVII, los miembros de la repú-
fue maestro de capilla de la catedral del Cuzco y ha- blica de españoles bailaban la “pavana”, la “aleman-
cia 1750 estrenó una ópera-serenata titulada Venid da”, la “cadeneta”, la “zarabanda” y la “courante”,
deidades, que ironiza las sempiternas rivalidades en- géneros de danza que se combinaron con los ritmos
tre las ciudades de Arequipa y el Cuzco (Wuffarden antes mencionados; en estos movimientos se dejaba
1993: 643). sentir la influencia germano-flamenco-italiana.
La música también estuvo al servicio de la evan- A partir del dieciocho, con el cambio de dinas-
gelización de los indios. Un buen ejemplo es Hanac tía, se impone paulatinamente la moda francesa.
Pachap, pieza anónima con letra en quechua, que Así aparecen el “minuet” y la “gavota”. También en
musicalizó bellamente el doctrinero y terciario fran- esta centuria irrumpe el “zapateado” (de origen an-
ciscano Juan Pérez Bocanegra y cuya partitura se daluz), que llamó la atención en 1713 del viajero
publicó en Lima en 1631. Hanac Pachap es la prime- francés Amadeo Frézier, y que puede considerarse
ra obra polifónica coral aparecida en América y, cu- un antecedente de la “zamacueca” y de la actual
riosamente, reúne la influencia de la pentafonía an- “marinera”.
BIBLIOGRAFÍA

LA CABEZA Y LOS BRAZOS DEL REINO nal de la Inquisición de Lima (1569-1820) de José Toribio Los temas de la Escuadra española y las incursio-
Medina, y las investigaciones de Pedro Guibovich Pérez: nes extranjeras, específicamente las de ingleses y holan-
Para el capítulo referido a las instituciones y autoridades Proyecto colonial y control ideológico. El establecimiento deses, han sido excelentemente abordados por el ya men-
virreinales existe abundante información. Sin embargo, de la Inquisición en el Perú (1994), y de Teodoro Hampe cionado doctor Lohmann en la Historia marítima del Perú
hemos procurado basarnos generalmente en los últimos y Martínez: Control moral y represión ideológica: la Inquisi- (1973); por el profesor Pedro Rodríguez Crespo (1964); y
más actualizados trabajos historiográficos como “El go- ción en el Perú (1570-1820) (1989). Asimismo, ha sido por los investigadores españoles Pablo Pérez-Mallaína y
bierno y la administración” de Guillermo Lohmann Villena consultado el trabajo del padre Josep Saranyana y Ana de Bibiano Torres (1987), quienes son los que conocen con
y “Virreyes y gobernadores” de José Antonio del Busto Zaballa en torno de Joaquín de Fiore y América (1995), y mayor amplitud la historia de la Armada del Mar del Sur.
Duthurburu. Ambos estudios forman parte del libro “El vi- la tesis de Jimena Pizarro Baumann que estudia a Los
rreinato”, tomo V de la Historia general del Perú (1993). León Pinelo: una familia de cristianos nuevos en el siglo LA CULTURA EN EL VIRREINATO DEL PERÚ
También nos han resultado útiles las tesis de dere- XVII peruano (1993). Todos dan nuevas luces sobre las
cho de Fernán Altuve-Febres Lores, De la naturaleza jurí- actitudes del Santo Oficio con respecto a sus procesados. Las distintas manifestaciones de la cultura virreinal han si-
dica de los reinos del Perú y de Renzo Honores Gonzales, El subcapítulo que aborda el tema de las cofradías do tomadas de una bibliografía especializada para cada
Litigiosidad indígena ante la Real Audiencia de Lima, am- se basa en las publicaciones de Beatriz Garland Ponce tema. El subcapítulo que aborda la educación encierra
bas de 1993; y el sugerente artículo de José de la Puente (1994) y de Anthony de la Cruz (1985). Ambos autores lo- monografías recientes y novedosas, como la de Martín
Brunke sobre los vínculos de parentesco entre los magis- gran resumir todo lo escrito sobre hermandades y su fun- Monsalve (1994) que logra distinguir las fases del sistema
trados de la Audiencia y los vecinos de Lima (1990). Todos ción social dentro de las ciudades virreinales. educativo.
ellos nos aportan una nueva perspectiva sobre el papel so- Para la historia de la vida conventual femenina, la La filosofía y la teología cultivadas durante el virrei-
cial de esta corporación judicial. El libro Una política indi- santidad, y los cultos cristológico y mariano hemos consul- nato son tópicos poco estudiados. No obstante existen al-
genista de los Habsburgo: el protector de indios en el Pe- tado una multitud de fuentes que van desde los libros ha- gunos trabajos esquemáticos que dan cierta luz sobre el
rú (1988), de Carmen Ruigómez Gómez, nos ha ampliado giográficos y biográficos hasta los estudios de interpreta- particular, como los de Augusto Salazar Bondy (1967) y
el panorama para referirnos a los protectores de naturales. ción histórica. En estos subcapítulos volvemos a utilizar, Manuel Mejía Valera (1963). Un caso distinto por lo riguro-
Sin embargo, la consulta de bibliografía novedosa en varios casos, la bibliografía citada con anterioridad co- so de su análisis es el de Walter Redmond (1972), quien
en torno a las instituciones virreinales no excluye la revi- mo por ejemplo el libro Orbe indiano de David Brading ha investigado a profundidad la lógica de Juan de Espino-
sión de libros clásicos sobre este aspecto histórico. Tal es (1991), quien analiza el papel social de la santidad en el sa Medrano y los aportes de este presbítero cuzqueño a la
el caso de El imperio hispánico en América (1958) de Cla- virreinato del Perú. filosofía moderna.
rence Haring y El corregidor de indios en el Perú bajo los Para la medicina hemos recurrido principalmente al
Austrias (1957) del profesor Guillermo Lohmann Villena. LA CIUDAD: ESCENARIO DE LA VIDA VIRREINAL libro de Juan B. Lastres (1951), que nos ha servido como
Además hemos juzgado oportuno vincular al tema una pieza fundamental para introducirnos en este campo.
de las instituciones el concepto de derecho y legislación vi- El tema de las ciudades virreinales ofrece una multitud de Por cierto, el subcapítulo ha sido complementado con las
rreinales, y el de los letrados y agentes de la ley. Para es- fuentes, sin embargo hemos utilizado las más autorizadas, monografías del doctor Jorge Arias-Schreiber (1971) y del
ta parte la mejor visión y el marco general del espíritu de como los trabajos de Guillermo Céspedes del Castillo polígrafo Manuel Zanutelli Rosas (1978).
la legislación son proporcionados por el profesor argentino (1983) y José Luis Romero (1976), que ofrecen un ade- Los estudios históricos sobre la cosmografía en el
Víctor Tau Anzoátegui, con su monografía La ley en Amé- cuado marco general de la historia urbana de la América período virreinal no se pueden hallar con facilidad, menos
rica hispana. Del descubrimiento a la emancipación española, necesario como punto de partida. Esta informa- aún con una explicación ordenada y coherente. En este
(1992). Para el caso estrictamente peruano Jorge Basa- ción ha sido complementada con los estudios de los pro- subcapítulo hemos consultado la monografía de Jorge Or-
dre Ayulo, autor del manual universitario Historia del dere- fesores Franklin Pease (1992) y Guillermo Lohmann Ville- tiz Sotelo (1992), que logra sintetizar las características
cho (1993), reúne la más reciente información sobre la na y Juan Günther (1992), para describir algunas de las centrales de esta disciplina.
aplicación de la ley durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Es- características de las ciudades principales del Perú, don- Para la descripción de los círculos intelectuales y la
tas observaciones históricas se complementan con los clá- de incluimos el gobierno del cabildo. vasta obra literaria de los escritores virreinales existe una
sicos Estudios de historia del derecho indiano (1972) del Para las fiestas religiosas y civiles se ha recurrido al multitud de estudios sintéticos que nos han resultado de
historiador español Alfonso García Gallo, y el Biographical completo estudio de Rosa María Acosta Vargas (1979), gran utilidad. Sin embargo hemos tomado como punto de
dictionary of Audiencia ministers in the Americas 1687- que ilustra con minuciosidad sobre la diversidad de festivi- partida la historia de la literatura peruana de los siglos XVI,
1821 (1982), de Burkholder y Chandler. dades durante la época virreinal. El trabajo de la historia- XVII y XVIII de Jorge Cornejo Polar (1993). Es importante
dora Acosta ha sido tomado como un excelente esquema, añadir que el recuento de la vida y obra de cada escritor ha
LA IGLESIA Y EL TRIUNFO DE LA FE al que le hemos añadido algunas informaciones del estu- sido tratado basándose en su mejor especialista. Así por
dio del investigador español Ángel López Cantos (1992), ejemplo, para el Inca Garcilaso nos basamos en las obser-
Este extenso capítulo que aborda el papel de la Iglesia y quien analiza las diversiones en Hispanoámerica. vaciones de Aurelio Miró-Quesada (1994) y para Pedro de
sus logros en el campo de la evangelización, la santidad y La alimentación y las comidas han sido muy poco Peralta en el libro de Luis Alberto Sánchez (1967).
la religiosidad se ha apoyado en trabajos de corte general tratadas por los historiadores. Por este motivo hemos teni- En el subcapítulo referente a la cultura del libro nos
como Cristianización del Perú (1953) de Fernando de Ar- do que unir información dispersa en distintos trabajos en hemos apoyado en el extenso artículo de Teodoro Hampe
mas Medina, La historia de la Iglesia en el Perú (1959) de torno al mundo virreinal, como los de Manuel Atanasio Martínez (1993), así como el clásico texto de Irving Leo-
Rubén Vargas Ugarte, y las obras del padre Armando Nie- Fuentes, José M. Valega, Emilio Romero y Rosario Olivas nard (1979) sobre las lecturas preferidas por los habitan-
to Vélez S.J.: La Iglesia católica en el Perú (1980), que for- Weston, esta última especialista en dulces virreinales. tes del Perú, la venta de publicaciones, la historia de la im-
ma parte de la colección de historia peruana editada por prenta y la fiscalización de algunos títulos por parte del Tri-
Juan Mejía Baca; La primera evangelización en el Perú. LA DEFENSA: EL BRAZO ARMADO DEL REINO bunal de la Inquisición. En esta misma sección abarca-
Hechos y personajes (1992); “La Iglesia” (1993), capítulo mos el periodismo inicial peruano, aprovechando las sín-
del tomo V de la colección Historia general del Perú de la Para este capítulo se ha utilizado como fuentes varios tra- tesis bibliográficas del padre Vargas Ugarte (1935) y las in-
Editorial Brasa. Todos estos textos brindan un buen pano- bajos sintéticos como el de Juan José Vega, que logra ex- dagaciones de Juan Gargurevich (1987).
rama del desarrollo del cristianismo en el Perú virreinal. poner con claridad la historia de la organización militar del Los teatros español y quechua desarrollados en la
Cada aspecto religioso ha sido complementado con virreinato y de las fortificaciones en su libro en torno al época que nos interesa, tienen en las investigaciones de
monografías específicas. Así por ejemplo, al abordar el ejército peruano (1981). Justamente para este último tema Guillermo Lohmann Villena (1945) y Teodoro Meneses
tema de los jesuitas y mercedarios en la evangelización, el texto de partida ha sido el del profesor Guillermo Loh- (1983), los estudios mejor logrados. El tema del teatro se
recurrimos a las investigaciones del padre Manuel Marzal mann Villena, titulado Las defensas militares de Lima y acerca a la música, y es éste el lugar para hablar de sus
S. J. y monseñor Severo Aparicio O. de M., respectiva- Callao, (1964), que a pesar de su antigüedad sigue siendo fuentes. Las particularidades de las composiciones de los
mente. Para la prédica y oratoria sagradas es fundamen- una monografía de consulta obligatoria. maestros y los estilos musicales, su función dentro de la
tal el trabajo del padre Vargas Ugarte en torno a la elo- Las informaciones sobre rebeliones de españoles e sociedad, así como los diversos bailes, han sido analiza-
cuencia sacra (1942) y la publicación de Juan Carlos Es- indios las hemos extraído de la mencionada recopilación dos por Andrés Sas (1972), Robert Stevenson (1976),
tenssoro sobre la predicación a los indígenas incluida en de Vega, de la síntesis histórica del Perú virreinal de Fran- Juan Carlos Estenssoro (1989), y cabalmente esquemati-
La venida del reino (1994). El mismo criterio ha guiado el klin Pease (1992), y del recuento de la labor de los virre- zados por Luis Eduardo Wuffarden (1993).
acápite referido a la extirpación de las idolatrías con los yes de José Antonio del Busto Duthurburu (1993), lo que
aportes de Pierre Duviols (1986) y Pedro Guibovich permite adquirir una comprensión cabal y exacta de cada
(1993). motín. Juan José Vega y José Antonio del Busto también
Para describir el funcionamiento y la ideología de la nos abren la posibilidad de acceder a un panorama de las
Inquisición hemos consultado la clásica Historia del Tribu- entradas militares de los siglos XVI y XVII.
Acosta Vargas, Rosa María bachiller en letras con mención en historia. Lima, 1979 Los libros del conquistador. México, FCE.
1979 Una aproximación al estudio de la fiesta colonial en PUCP. Lockhart, James
el Perú. Memoria para optar el grado de bachiller en Dargent Chamot, Eduardo 1982 El mundo hispanoperuano (1532-1560). México, FCE.
historia. Lima, Pontificia Universidad Católica del Pe- 1989 “Juan Ramón Coninck, el cosmógrafo mayor” En: Su- Lohmann Villena, Guillermo
rú (PUCP). plemento dominical del diario El Comercio. Lima, pp. 1945 El arte dramático en Lima durante el virreinato. Ma-
Adorno, Rolena 13 y 16. drid, Estades.
1989 Cronista y príncipe. La obra de don Felipe Guamán Dávalos y Lissón, Pedro 1946 El conde de Lemos, virrey del Perú. Madrid, Estades.
Poma de Ayala. Lima, PUCP. 1932 Historia republicana del Perú, tomo I. Lima, Imprenta 1957 El corregidor de indios en el Perú bajo los Austrias.
Alarco, Eugenio Gil. Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica.
1992 El hombre peruano en su historia. La historia dorada Denegri Luna, Félix 1964 Las defensas militares de Lima y Callao. Sevilla, Aca-
de la colonia. Lima, Gráfica Bellido. 1980 Prólogo a las Noticias cronológicas de la gran ciudad demia Nacional de la Historia del Perú, Escuela de
Altuve-Febres Lores, Fernán del Cuzco de Diego de Esquivel y Navia. Lima, Fun- Estudios Hispano-Americanos.
1993 De la naturaleza jurídica de los reinos del Perú. Tesis dación Augusto N. Wiese, Banco Wiese Ltdo. 1967 Estudio preliminar al Gobierno del Perú de Juan de
para optar el título de abogado. Lima, Universidad de Durand, José Matienzo. París-Lima, Instituto Francés de Estudios
Lima. 1976 El Inca Garcilaso, clásico de América. México, Sep Andinos.
Aparicio Quispe O. de M., Severo Setentas. 1970 “El licenciado Francisco Falcón (1521-1587). Vida,
1991a “Los mercedarios en la evangelización del Perú”. En: Duviols, Pierre escritos y actuación en el Perú de un procurador de
Evangelización y teología en el Perú, luces y sombras 1986 Cultura andina y represión. Procesos y visitas de ido- indios”. En: Anuario de Estudios Americanos, tomo
en el siglo XVI. Lima, Instituto Bartolomé de las Casas latrías y hechicería. Cajatambo, siglo XVII. Cuzco, XXVII. Sevilla, Escuela de Estudios Hispanoamerica-
y Centro de Estudios y Publicaciones, pp. 71-101. Centro de Estudios Bartolomé de las Casas. nos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
1991b “Las órdenes religiosas en la evangelización (siglo Estenssoro, Juan Carlos pp. 131-194.
XVI)”. En: La evangelización en Huamanga. Arzobis- 1989 Música y sociedad coloniales. Lima, Editorial Colmillo 1973 Historia marítima del Perú. Siglos XVII y XVIII. Lima,
pado de Ayacucho, pp. 97-108. Blanco. Editorial Ausonia.
Arias-Schreiber Pezet, Jorge 1994 “Descubriendo los poderes de la palabra: funciones 1993 “El gobierno y la administración”. En: Historia general
1971 Los médicos en la independencia del Perú. Lima, Edi- de la prédica en la evangelización del Perú (siglos del Perú, tomo V: “El virreinato”. Lima, Brasa.
torial Universitaria. XVI-XVII)”. En: La venida del reino. Cuzco, Centro López Cantos, Ángel
Armas Medina, Fernando de Bartolomé de las Casas, pp. 75-101. 1992 Juegos, fiestas y diversiones en la América española.
1953 Cristianización del Perú 1532-1600. Sevilla, Escuela Figari, Luis Fernando Madrid, Mapfre.
de Estudios Hispanoamericanos. 1992 Evangelización, promoción humana y reconciliación Marzal S. J., Manuel
Barreda Laos, Felipe en la forja de América Latina. Lima, Vida y Espirituali- 1986 Historia de la antropología indigenista: México y Perú.
1964 Vida intelectual en el virreinato del Perú. Lima, Uni- dad. Lima, PUCP.
versidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Fuentes, Manuel Atanasio 1988 La transformación religiosa peruana. Lima, PUCP.
Bartra S.J., Enrique 1925 Lima. Apuntes históricos, descriptivos, estadísticos y 1992 La utopía posible. Lima, PUCP.
1982 Estudio preliminar a la edición del Tercer Concilio Li- [1867] y de costumbres. Lima, Librería e Imprenta Moreno. Medina, José Toribio
mense 1582-1583. Lima, Facultad de Teología Ponti- Gálvez Barrenechea, José 1956 Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima, 1569-
ficia y Civil de Lima. 1947 Una Lima que se va. Lima, Editorial CPTM. [1887] 1820. Santiago de Chile, Fondo Histórico y Bibliográ-
Basadre, Jorge García Gallo, Alfonso fico J. T. Medina.
1945 El conde Lemos y su tiempo. Lima, Empresa Gráfica 1972 Estudios de historia del derecho indiano. Madrid, Ins- Mejía Valera, Manuel
Scheuch. tituto Nacional de Estudios Jurídicos. 1963 Fuentes para la historia de la filosofía en el Perú. Li-
1980 La multitud, la ciudad y el campo en la historia del Gargurevich, Juan ma, UNMSM.
[1947] Perú. Lima, Mosca Azul Editores. 1987 Prensa, radio, televisión. Historia crítica. Lima, Edito- Meneses, Teodoro
Basadre Ayulo, Jorge rial Horizonte. 1983 Teatro quechua colonial (Selección, prólogo y traduc-
1993 Historia del derecho. Lima, Fundación J.M. Busta- Garland Ponce, Beatriz ción de Teodoro Meneses). Lima, Edubanco.
mante de la Fuente. 1994 “Las cofradías en Lima durante la colonia. Una prime- Miró-Quesada Sosa, Aurelio
Bernales Ballesteros, Jorge ra aproximación”. En: La venida del reino. Cuzco, 1983- “La prensa de Antonio Ricardo”. En: Revista Históri-
1982 “El Corpus Christi: fiesta barroca en Cuzco”. En: Pri- Centro Bartolomé de las Casas, pp. 199-228. 1984 ca. Lima, Academia Nacional de la Historia.
meras jornadas de Andalucía y América, en La Rábi- González-Aller Hierro, José Ignacio 1994 El Inca Garcilaso. PUCP.
da. Huelva, Instituto de Estudios Onuvenses, pp. 275- 1994 “La presencia de Drake y Cavendish en la costa su- Monsalve Zanatti, Martín
291. damericana del Pacífico”. En: Derroteros de la Mar 1994 “Historia de la Universidad de San Marcos y la Facul-
Beuchot, Maurice del Sur. Lima, Asociación de Historia Marítima y Na- tad de Teología (1551-1640)”. En: Revista Teológica
1991 Estudios de historia y de filosofía en el México colo- val Iberoamericana, pp. 25-42. Limense, Vol. XXVIII, Nº 2-3. Lima, Facultad de Teo-
nial. México, Universidad Autónoma de México. Guibovich Pérez, Pedro logía Pontificia y Civil de Lima.
Brading, David 1982- “Documentos inéditos para la biografía de Espinosa Mugaburu, José de y Francisco de
1991 Orbe indiano. México, Fondo de Cultura Económica 1983 Medrano”. En: Boletín del Instituto Riva-Agüero Nº 12. 1935 Diario de Lima (1640-1694). Lima, Imprenta C. Vásquez.
(FCE). Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, pp. Nieto Vélez S. J., Armando
Burkholder, Mark A. y Chandler, Dewitt Samuel 137-145. 1980 La Iglesia católica en el Perú. Lima, Mejía Baca.
1982 Biographical dictionary of audiencia ministers in the 1993 “La carrera de un visitador de idolatrías en el siglo 1992a La primera evangelización en el Perú. Hechos y per-
Americas, 1687-1821. Connecticut Greenwood Press. XVII: Fernando de Avendaño (1580?-1655)”. En: sonajes. Lima, Vida y Espiritualidad.
Busto Duthurburu, José Antonio del Catolicismo y extirpación de idolatrías, siglos XVI- 1992b Francisco del Castillo, el apóstol de Lima. Lima,
1973 Historia marítima del Perú. Siglo XVI-Historia externa. XVIII. Cuzco, Centro Bartolomé de las Casas, pp. PUCP.
Lima, Editorial Ausonia. 169-240. 1993 “La Iglesia”. En: Historia general del Perú, tomo V: “El
1981 José Gabriel Túpac Amaru antes de su rebelión. Li- 1994 “Proyecto colonial y control ideológico. El estableci- virreinato”. Lima, Brasa, pp. 317-413.
ma, PUCP. miento de la Inquisición en el Perú”. En: Apuntes Nº Olivas Weston, Rosario
1983 Compendio de historia del Perú. Lima, Studium. 35. Lima, Universidad del Pacífico. 1990 Tratado de dulces y licores de Moquegua. Lima,
1984 La pacificación del Perú. Lima, Studium. Günther Doering, Juan y Lohmann Villena, Guillermo Concytec.
1992 San Martín de Porras (Martín de Porras Velásquez). 1992 Lima. Madrid, Mapfre. Ortiz Sotelo, Jorge
Lima, PUCP. Hampe Martínez, Teodoro 1992 “Los cosmógrafos mayores en el Perú”. Ponencia pre-
1993 “Virreyes y gobernadores”. En: Historia general del 1988 “La división gubernativa, hacendística y judicial en el sentada en el ciclo de conferencias “Cosmógrafos y
Perú, tomo V: “El virreinato”. Lima, Brasa. virreinato del Perú (siglos XVI-XVII)”. En: Revista de navegantes en el Perú”. Lima, Universidad de Lima,
1996 La platería en el Perú. Lima, Banco del Sur del Perú. Indias, Vol. XLVIII, números 182-183. Madrid, Institu- 27 de octubre de 1992.
Cantuarias Acosta, Ricardo to “Gonzalo Fernández de Oviedo”, Consejo Superior Patrucco Núñez-Carvallo, Sandro
1989 Doscientos años de ópera en Lima, 1689-1889. Con- de Investigaciones Científicas, pp. 59-85. 1993 “Cabello de Balboa y la Miscelánea antártica: una
tribución a la historia del teatro lírico en el Perú. Me- 1989 “Control moral y represión ideológica: la Inquisición aproximación erudita a la historia del Nuevo Mundo”.
moria para optar el grado de bachiller en historia. Li- en el Perú (1570-1820)”. En: Boletín del Instituto Ri- Ponencia presentada en el Coloquio Internacional
ma, PUCP. va-Agüero Nº 16. Lima, PUCP, pp. 253-263. “Historia, cultura e identidades latinoamericanas”. Li-
Céspedes del Castillo, Guillermo 1993 “The diffusion of books and ideas in colonial Peru: A ma, Universidad de Lima, 3 de setiembre de 1993.
1983 América hispánica. Barcelona, Labor. study of private in the sixteenth and seventeenth cen- Pease García-Yrigoyen, Franklin
Chang-Rodríguez, Raquel turies”. En: Hispanic American Historical Review 73:2. 1986 Introducción a la Crónica del Perú (primera parte) de
1983 Cancionero peruano del siglo XVII. Lima, PUCP. Duke University Press. Pedro Cieza de León. Lima, Pontificia Universidad
1991 El discurso disidente: Ensayos de literatura colonial Haring, C. H. Católica del Perú.
peruana. Lima, PUCP. 1958 El imperio hispánico en América. Buenos Aires, Edi- 1991 Los incas. Lima, PUCP.
Cook, Noble David ciones Peuser. 1992 Perú, hombre e historia. Entre el siglo XVI y el XVIII.
1981 Demographic Collapse Indian Peru, 1520-1620. Cam- Honores Gonzales, Renzo Edubanco.
bridge, Cambridge University Press. 1993 Litigiosidad indígena ante la Real Audiencia de Lima, 1994 Prólogo a Nueva corónica y buen gobierno de Gua-
Cornejo Polar, Jorge 1552-1598. Tesis para optar el título de abogado. Li- man Poma de Ayala. Lima, FCE.
1993 “Las letras”. En: Historia general del Perú, tomo V: “El ma, PUCP. Pérez-Mallaina, Pablo y Torres, Bibiano
virreinato”. Lima, Brasa. Lastres, Juan B. 1987 La Armada del Mar del Sur. Sevilla, Escuela de Estu-
Cruz Espinoza, Anthony de la 1951 Historia de la medicina peruana. La medicina en el vi- dios Hispano Americanos de Sevilla y Consejo Supe-
1985 Las cofradías de los negros de Lima: una institución rreinato. Lima, UNMSM. rior de Investigaciones Científicas.
colonial en evolución. Memoria para optar el grado de Leonard, Irving A. Pizarro Baumann, Jimena
1993 Los León Pinelo: una familia de cristianos nuevos en 1939 “La comida en la conquista, el virreinato y hoy”. En: la Historia.
el siglo XVII peruano. Memoria para optar el grado de Valega, J. M. El virreinato del Perú. Lima, Editorial Tauro del Pino, Alberto
bachiller en humanidades con mención en historia. Li- Cultura Ecléctica. 1948 Esquividad y gloria de la Academia Antártica. Lima,
ma, PUCP. Romero, José Luis Editorial Huascarán.
Porras Barrenechea, Raúl 1976 Latinoamérica: las ciudades y las ideas. Buenos Ai- 1988 Enciclopedia ilustrada del Perú. Barcelona, Peisa.
1986 Los cronistas del Perú. Lima, Banco de Crédito del res, Siglo Veintiuno. Valcárcel, Carlos Daniel
Perú. Ruigomez Gómez, Carmen 1975 La rebelión de Túpac Amaru. México, FCE.
Puente Brunke, José de la 1988 Una política indigenista de los Habsburgo: el protec- 1982 Rebeliones coloniales sudamericanas. México, FCE.
1990 “Los oidores en la sociedad limeña: Notas para su es- tor de indios en el Perú. Madrid, Ediciones Cultura Valdizán Gamio, José
tudio (siglo XVII)”. En: Temas americanistas. Sevilla, Hispánica. 1980 Historia naval del Perú. Lima, Dirección General de
Nº 7. Saignes, Thierry Intereses Marítimos.
Puente Candamo, José Agustín de la 1985 Los Andes orientales: Historia de un olvido. Cocha- Valega, J. M.
1962 La emancipación en sus textos. El estado del Perú. bamba, Instituto Francés de Estudios Andinos. 1939 El virreinato del Perú. Lima, Editorial Cultura
Lima, Instituto Riva-Agüero. Salazar Bondy, Augusto Ecléctica.
Quinn, David Beers 1967 La filosofía en el Perú. Lima, Editorial Universo. Vargas Ugarte S. J., Rubén
1996 Sir Francis Drake as seen by his Contemporaries. Sánchez, Ana 1935 Introducción al Diario de Lima de Juan Antonio Suar-
Providence, The John Carter Brown Library. 1993 “Ángela Carranza, alias Ángela de Dios”. En: Catoli- do (1629-1634). Lima, Concejo Provincial de Lima.
Redmond, Walter cismo y extirpación de idolatrías, siglos XVI-XVIII. 1942 La elocuencia sagrada en el Perú. Lima, Gil Impreso-
1972 La lógica en el virreinato del Perú a través de las Cuzco, Centro Bartolomé de las Casas, pp. 263-292. res.
obras de Juan de Espinosa Medrano (1688) e Isidoro Sánchez, Luis Alberto 1945 Vida de Santa Rosa de Santa María. Buenos Aires,
de Celis (1787). Tesis para optar el grado de doctor 1965 La literatura peruana, tomos I y II. Lima Ed. Ediven- Editora Cultural.
en filosofía. Lima, UNMSM. tes. 1952 Manual de estudios peruanistas. Lima, Studium.
Regalado de Hurtado, Liliana 1967 El Doctor Océano. Lima, UNMSM. 1956 Historia del culto de María en Iberoamérica y de sus
1992a Estudio preliminar y edición de la Instrucción al licen- Sánchez-Arjona Halcón S. J., Rodrigo imágenes y santuarios más celebrados. Madrid, Ta-
ciado Lope García de Castro (1570). Lima, PUCP. 1981 La religiosidad popular católica en el Perú. Lima, Se- lleres Gráficos Jura.
1992b Religión y evangelización en Vilcabamba. Lima, sator. 1959 La historia de la Iglesia en el Perú. Burgos, Imprenta
PUCP. Sánchez-Concha Barrios, Rafael de Aldecoa.
Riva-Agüero y Osma, José de la 1990 “Athanasius Kircher: los caminos del saber”. En: Su- 1966 Historia general del Perú. Lima, Editor Carlos Milla
1983 Apuntes de genealogía peruana. Lima, Instituto Ri- plemento dominical del diario El Comercio. Lima. Batres.
[1921] va-Agüero de la PUCP. 1991 “Las primeras entradas de conquista en el Perú del si- Vega, Carlos
Rodríguez Crespo, Pedro glo XVI”. En: Historia y Cultura Nº 21, revista del Mu- 1981 El origen de las danzas folclóricas. Manuales musi-
1964 “El peligro holandés en las costas peruanas a princi- seo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia, cales Ricordi. Buenos Aires, Talleres Gráficos Gon-
pios del siglo XVII: la expedición de Spilbergen y la Instituto Nacional de Cultura (INC). Lima, pp. 105- zales.
defensa del virreinato (1651)”. En: Revista Histórica. 112. Vega, Juan José
Lima, Academia Nacional de Historia. Saranyana, Josep y Zaballa, Ana de 1981 Historia general del Ejército peruano. El Ejército
Rodríguez Garrido, José Antonio 1995 Joaquín de Fiore y América. Pamplona, Ediciones durante la dominación española del Perú. Lima,
1994a “La exaltación religiosa del monarca en el Cuzco co- Eunate. Comisión Permanente de Historia del Ejército del
lonial: Espinosa Medrano y la tradición del sermón fú- Sas, Andrés Perú.
nebre”. En: La venida del reino. Cuzco, Centro Barto- 1972 La música en la catedral de Lima durante el virreina- Vigil, Ralph H.
lomé de las Casas, pp. 103-127. to. Lima, UNMSM. 1991 “Oidores letrados and the idea of justice”. En: The
1994b Retórica y tomismo en Espinosa Medrano. Lima, Cua- Serrera, Ramón Americas, Vol. XLVII, Nº 1. Washington D. C., Aca-
dernos de Investigación del Instituto Riva Agüero de 1992 Tráfico terrestre y red vial en las Indias españolas. demy of Franciscan History.
la PUCP. Madrid. Villanueva Urteaga, Horacio
Roggiano, Alfredo Silva-Santisteban, Ricardo 1987 Fundación de la Universidad Nacional de San Antonio
1978 “Juan de Espinosa Medrano: Apertura hacia un espa- 1984 Selección, prólogo y notas de Poesía peruana, anto- Abad. Cuzco, Universidad Nacional de San Antonio
cio crítico en las letras de América Latina”. En: Chang logía general. De la conquista al modernismo. Lima, Abad del Cuzco.
Rodríguez, Raquel. Prosa hispanoamericana virrei- Edubanco. Wuffarden, Luis Eduardo
nal. Barcelona, Borrás Ediciones, pp. 101-111. Stevenson, Robert 1993 “Las artes”. En: Historia general del Perú, tomo V: “El
Romero, Carlos A. 1976 Estudio preliminar a La púrpura de la rosa de Tomás virreinato”. Lima, Brasa.
1935 Prólogo al Diario de Josephe de Mugaburu y Francis- de Torrejón y Velasco. Lima, INC. Zanutelli Rosas, Manuel
co de Mugaburu (hijo). Lima, Concejo Provincial de Li- Tau Anzoátegui, Víctor 1978 Evocaciones históricas. Lima, Imprenta del Colegio
ma. 1992 La ley en América hispana. Del descubrimiento a la Militar “Leoncio Prado”.
Romero, Emilio emancipación. Buenos Aires, Academia Nacional de

También podría gustarte