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CARACTERÍSTICAS GENERALES
Al arribar los españoles a los territorios andinos chos años la organización social resultante fue in-
y tomar posesión de los nuevos espacios conquista- creíblemente caótica y desordenada, tanto para los
dos, crearon una sociedad distinta a la recientemen- ojos de los peninsulares, como para los vencidos.
te derrotada estructura incaica, pero también al En poco tiempo, gentes pertenecientes a los más ba-
mundo que primaba en la península. Durante mu- jos estratos hispanos se ubicaron a la cabeza de los
grupos de elite, mientras los nobles españoles y los
descendientes incaicos se veían desplazados por es-
tos simples villanos. Este caos inicial, que tratare-
mos de exponer en las siguientes páginas, ocupó la
atención de los tratadistas, teólogos y juristas preo-
cupados en buscar propuestas para “el gobierno del
Perú”. Pero como ha venido sucediendo desde la
conquista hasta nuestros días, el ideal jurídico y la
intención de los legisladores caminaron por un la-
do, en tanto la realidad discurrió en otra perspecti-
va y por rumbos a veces inusitados.
Organizar esta anómica situación social y racial
significó para los colonizadores españoles aplicar
un conjunto de ideas jurídico-teológicas referentes
a la sociedad, cristalizadas en el concepto de Cuer-
po de República. En 1648, el destacado jurista lime-
ño Juan de Solórzano y Pereyra reconstruía la con-
cepción que dio nacimiento a la arquitectura estatal
y social de la colonia: “Porque según la doctrina de
Platón, Aristóteles, Plutarco y los que siguen, de to-
dos estos oficios hace la República un cuerpo com-
puesto de muchos hombres, como de muchos
miembros que se ayudan y sobrellevan unos a
otros…”. Tal cosmología social surgía de la visión
de la sociedad como un organismo con cabeza, bra-
La prédica cristiana jugó un rol esencial en la transformación
de los valores y principios de la sociedad andina.
zos y extremidades, con jerarquías y ocupaciones
Púlpito de la iglesia de San Blas en el Cuzco, atribuido a diferenciadas. Es conocido que Aristóteles en su Po-
Juan Tomás Tuyru Tupac, siglo XVII. lítica asumió posiciones organicistas parecidas a las
de su maestro Platón. La piedad, orden, además
República, o res publica, de someterse a la cris-
constituía sinónimo de tianización. La idea de
Estado, así como de co- la República de Indios
munidad social y políti- resultaba una solución
ca organizada y sirvió jurídica para integrar
como cimiento para separadamente a la po-
construir la noción de blación nativa dentro
Cuerpo Político. del estado monárquico
Más tarde San Pa- español, y al menos en
blo, preocupado en edi- teoría brindar protec-
ficar la Iglesia, asimiló ción a sus integrantes.
el legado aristotélico y De esta manera la po-
creó el concepto de blación aborigen, paga-
Cuerpo Místico, como na e ignorante de la cul-
expresión de la dimen- tura occidental, tendría
sión ultraterrena y ma- tutela especial. Las dos
terial de la ética y políti- repúblicas casi autóno-
ca cristianas. La antigua mas se sustentarían mu-
metáfora clásica del tuamente y formarían
Cuerpo Político, unida al un cuerpo místico im-
pensamiento cristiano perial “como un reloj
del Cuerpo Místico, da- cuyas piezas funcionan
ría origen a la idea de armónicamente”. De es-
Cuerpo de República, que El escrupuloso planeamiento urbano de las ciudades hispano- ta manera, la pertenen-
americanas fue parte importante de la “buena policia”
tanta importancia ten- preconizada por las autoridades coloniales. cia al cuerpo imperial de
dría en la noción medie- los Habsburgo asegura-
val de la política. Estos ría el éxito de la Repú-
postulados estuvieron blica Universal, de cuyo
muy arraigados en la tradición política española que recto progreso dependía la salvación del mundo
llegó al Perú junto con los conquistadores, y ya en (Sánchez-Concha 1992a: 60 y ss.; 1992b).
épocas tan tempranas como la de Lope García de Sin embargo la sociedad hispanoperuana, dividi-
Castro, se hallaban bastante difundidos y no son da utópicamente en dos repúblicas paralelas y com-
pocos los documentos que los mencionan. plementarias, estaría fuertemente enlazada bajo el
Al tener que escogerse una forma de gobierno criterio de la división estamental, organización je-
para la población del Perú, se consideró lógico crear rárquica establecida de acuerdo a las diferentes rela-
una República de Indios, dado que eran nuevos en ciones hereditarias que se desarrollaban con la tie-
la fe. Esta forma organizativa, diferente a la ya exis- rra o las actividades productivas. Aunque a primera
tente República de Españoles, era necesaria ya que vista una estructura de este tipo pareciera ser muy
los nativos vivían sumidos en el paganismo. No co- rígida, la movilidad social –tanto vertical como ho-
nocer a Cristo los convertía en seres miserables, por rizontal– era muy común y mucho más extendida
lo que debían ser convenientemente adoctrinados de lo que muchos estudiosos han estado dispuestos
en el cristianismo. La República de Indios tendría la a reconocer, y que sólo a través de la moderna his-
misión de educar a los habitantes andinos en los toriografía hemos comenzado a entender adecuada-
usos cristianos y las maneras occidentales, es decir mente. En las siguientes páginas intentaremos in-
a vivir en “buena policia” y a ser “buenos repúbli- troducir al lector en esta compleja dinámica de la
cos”. La expresión física de la organización de esta sociedad, donde los colores y las ordenaciones re-
República serían las reducciones, poblados organi- sultan tan engañosos como el juego de las palabras
zados a la manera occidental donde podrían ser vi- y las clasificaciones (Sánchez-Concha 1992a: 60 y
gilados y aprenderían las nociones de familia, pro- ss.; 1992b; Mörner 1978: 21).
I
LA REPÚBLICA DE INDIOS
pasaxeros
to, y de hecho lo consiguió. Según el pensamiento
jurídico-teológico de la época, sólo de este modo
los indios podrían vivir en orden y “buena policia”, Casa
siguiendo la antigua noción de la civitas. A su vez, del
Consexo
Casa
esta forma de organización concentraba a los in- de
Hospital
dios dispersos de los ayllus en poblaciones donde Corral
LA POBLACIÓN ANDINA Y LA
EVOLUCIÓN DEMOGRÁFICA
DESPUÉS DE LA CONQUISTA
II
LA REPÚBLICA DE ESPAÑOLES
do una influencia social cada vez más fuerte. La Co- de mercedes y privilegios. El resultado de esta polí-
rona, que pretendía controlar todos los aspectos de tica determinó que los sectores principales de la so-
la vida colonial, iba creando más y más cargos ocu- ciedad dirigieran sus esfuerzos y esperanzas hacia la
pados por los paniaguados y validos de los virreyes. captura de posiciones resaltantes en la administra-
Éstos distribuían muchos de esos puestos como ción. Esta burocracia distribuía a su vez cargos me-
prebendas, logrando el objetivo de establecer a los nores y otorgaba recompensas, premios y castigos,
advenedizos en los nuevos territorios. según fuera el caso. La reglamentación fue especial-
A finales del siglo XVI disminuyó notablemente mente estricta y las normas que debían seguir estos
el número de los recursos presentados por los par- funcionarios bastante extensa. Sin embargo las pe-
ticulares pidiendo que se les asignara encomiendas nas eran tan severas que, de cumplirse, los virreyes
o cargos como “Gentiles Hombres de Lanzas y Ar- y oidores hubieran sido vistos como sujetos absolu-
cabuces”. En cambio se pide cada vez con mayor tamente asociales y desligados del mundo que de-
frecuencia el otorgamiento de funciones públicas, bían gobernar.
que no sólo abarcaban la administración del Estado Limitaciones a los matrimonios entre los miem-
sino también la dirección de ciertas actividades ex- bros de la burocracia (o sus hijos y parientes) con la
tractivas como la minería, “expropiada” en favor de gente de la región, prohibiciones de alternar y esta-
la Corona. La monarquía había triunfado en su co- blecer alianzas y empresas con sus vecinos y gober-
metido de convertirse en la única fuerza otorgadora nados fueron habitualmente desatendidas y aun ex-
presamente contraria- día mantener atendi-
das por estos funcio- dos los diversos inte-
narios, cuyas actitu- reses en pugna. En-
des –en más de un ca- tonces actuará como
so– rayaron en la ve- intermediario –y sabrá
nalidad y la corrupte- sacar partido de ello–
la, en el nepotismo y en los conflictos de es-
en el tráfico de in- tas diversas comuni-
fluencias. Su acerca- dades, en alianzas y
miento a los grupos oposiciones siempre
de poder criollos, sus cambiantes. Este juego
negocios e inclusive sutil de influencias e
la inversión en tran- intereses restó lógica-
sacciones indebidas mente eficiencia a la
de fondos reales que burocracia real, ya
Calesa de un oidor de la Real Audiencia de Lima.
debían mantenerse in- que el mismo fenóme-
tocados, incrementa- no se repetía de mane-
ron las arcas personales de estos funcionarios, ago- ra bastante similar en los cargos inferiores (Pease
biadas por el retraso y la depreciación de los suel- 1992a: 270-271; Céspedes del Castillo 1983: 108,
dos oficiales. Esta práctica –que se vio acompañada 211, 250-252).
por la venta de cargos– hizo pensar a la gente que
los puestos públicos, lejos de ser un servicio a la LOS PROFESIONALES
Corona y al Estado, eran un botín o una cantera ina-
gotable de recursos. Después de comprar el cargo se Los profesionales se dividían en tres grupos cla-
podía recobrar lo invertido, vendiendo a su vez nue- ramente diferenciados: los hombres de Iglesia, los
vas posiciones en la escalera burocrática, con gran graduados en Leyes y Medicina y los escribanos y
utilidad y ganancia. Los antiguos y probos funcio- secretarios. El clero tanto regular como secular y los
narios de carrera empezaron así a perder sus idea- “letrados” o abogados y los “físicos” o médicos, ade-
les al ver que un buen grupo de los administradores más de pasar fácilmente de una profesión a otra, se
recién llegados terminaban boyantes su período de diferenciaban de escribanos y secretarios por sus es-
tres o cinco años en el servicio estatal. tudios universitarios, ya que éstos habían aprendi-
Entre 1620 y 1750 no hubo cambios de relieve do su profesión en medio del trabajo cotidiano. Sin
en el sistema administrativo indiano, salvo el au- embargo los curas, letrados y escribanos que eran
mento constante del número de funcionarios. Pero mayoritariamente andaluces o extremeños, se en-
en la medida en que el poder criollo se fue afianzan- contraban profundamente unidos por su formulis-
do, las altas autoridades empezaron a percibir que mo y legalismo.
sus decisiones gubernativas se iban convirtiendo en Los eclesiásticos seculares y los frailes o regula-
meras funciones de intermediación. Si en el siglo res participaron en la conquista desde los primeros
XVI el virrey hacía cumplir las órdenes del rey, sal- momentos y fueron contratados por los encomen-
vo que considerara imprudente su aplicación, en la deros para adoctrinar a los indios, incorporándolos
siguiente centuria frecuentemente encontró inapli- a su séquito y otorgándoles inclusive una parte del
cables las leyes, porque la Metrópoli no entendía tributo de la encomienda. Sin embargo esta gente
adecuadamente la situación colonial. El virrey era tan bien preparada difícilmente se acostumbraba a
cada vez menos obedecido y los cientos de funcio- una tarea tan laboriosa y sacrificada, sabiendo que
narios que habían adquirido los oficios vendidos, habían realizado estudios superiores que les permi-
retardaban, adecuaban, desoían, malinterpretaban e tían ocupar cargos más importantes en las sociedad.
incumplían sus decretos de acuerdo a la convenien- Las tareas evangelizadoras se consideraron habi-
cia de los grupos de interés, por lo cual el represen- tualmente como un momento transitorio en la vida
tante del rey se veía en la necesidad de adecuar las de los religiosos. Los sacerdotes seculares o “abates”
leyes no sólo respondiendo a la conveniencia de la tenían mucho mayor libertad y podían ocuparse de
Corona, sino a los designios y presiones del poder diversos asuntos e inclusive procurarse su sustento
local. Sólo con mucho esfuerzo un virrey sagaz po- diario. Se sabe que muchos se dedicaron a variados
negocios e hicieron grandes fortunas ganando fama prohibiciones que buscaban evitar la proliferación
de mercachifles, pero debido al creciente despresti- de juicios. Sin embargo pudieron burlar estas dispo-
gio que esta actividad generaba aprendieron a ser siciones señalando que desempeñarían ocupaciones
más discretos. Al igual que los frailes, terminaron diferentes, por lo que pronto abundaron. Mientras
atendiendo su manutención gracias a posesiones que el trabajo litigante en los tribunales era propio
comunales de tierras, bienes raíces y encomiendas. de los abogados de menor jerarquía profesional y
También fue común que ubicaran a sus familias en social, los más poderosos alternaban con encomen-
sectores pudientes de la sociedad, trayendo herma- deros y otros prominentes personajes en los corre-
nas y otros parientes para casarlos con prominentes gimientos de españoles y tenían como meta alcan-
personajes locales o sus respectivos allegados. Ob- zar la dignidad de oidores.
tener un curato representaba para un eclesiástico al- La jerarquía social de los médicos era algo me-
go tan ansiado e inalcanzable como una encomien- nor, pero algunos llegaron a obtener muy altas po-
da para los laicos, por lo que tuvieron que confor- siciones. Sus posibilidades de trabajo se ampliaron
marse con parroquias o con canonjías, luego de de- notablemente con la fundación de numerosos hos-
sempeñarse como miembros del séquito de algún pitales a lo largo del país y la aureola de neutralidad
obispo. Los frailes estaban sujetos a un mayor con- que cultivaban, incluso durante las guerras civiles.
trol, aunque en algunas órdenes la disciplina, obe- Con el establecimiento de la universidad, estas ca-
diencia y austeridad se irían descomponiendo en los rreras adquirieron las características de un seguro
siglos siguientes, tras las pugnas conventuales entre de vida que los padres les legaban a los hijos segun-
criollos y peninsulares. La falta de verdadera voca- dones y era considerado como un privilegio seme-
ción en algunos y la relajación moral de la que die- jante a ingresar a un convento. La universidad y sus
ron testimonio viajeros como Antonio de Ulloa y graduados se acriollaron rápidamente y de sus can-
Jorge Juan –en sus Noticias secretas de América en el teras salieron los más conspicuos miembros del
siglo XVIII–, son prueba elocuente de ello. Al bando de los españoles americanos.
interior de los conventos los hermanos Los escribanos tenían una posición
legos realizaban las tareas más senci- subordinada, aunque ganaron mucho
llas y humildes, mientras los frailes prestigio, respeto y honorabilidad
ordenados cumplían con las di- por el dominio de la lengua escrita,
versas misiones asignadas por en un mundo donde ésta tenía
sus superiores y eran frecuen- mucha importancia y no mu-
temente trasladados según la chos la dominaban. En conse-
necesidad de la orden. Algu- cuencia, sus funciones eran
nos llegarían a ocupar los vitales para el legalista y bu-
altos cargos directivos del rocrático mundo español.
clero secular en las dióce- Surgidos de grupos bastante
sis y arzobispados. bajos y educados mediante
Tanto la carrera legal el sistema de aprendices, era
dividida en derecho civil y profesión muchas veces he-
canónico, como la médica, reditaria. Lograban con el
obligaban a los estudiantes tiempo asumir labores de go-
a pasar por varios grados y bierno, como secretarios de
títulos como el bachillerato, las máximas autoridades y ofi-
la licenciatura y el doctorado, ciales de cargos intermedios.
que otorgaban un gran presti- Así mismo representaban a cier-
gio y formaban parte integrante tos grupos específicos y hasta los
e inamovible del nombre de las cabildos los nombraron como sus
personas. Los abogados litigantes, procuradores ante las distintos nive-
algunos de los cuales ostenta- les administrativos, estable-
ban el ansiado doctorado en ciendo notarías que rendían
Tomás de Avendaño (1587-1674), profesor de
Utroque Jure o en ambos dere- Derecho en la Universidad de San Marcos de
importantes dividendos
chos, no podían pasar al Pe- Lima y abogado reconocido en la primera (Lockhart 1982: 66 y ss.; 84-
rú por una serie de tempranas mitad del siglo XVII. 100).
LOS HACENDADOS
sos e indios de la encomienda para la extracción. sonreía a la empresa, el mercader podía crecer
Pero los altos costos y la necesidad de un mayor enormemente mientras que el minero intentaba
dominio técnico obligaban en muchas ocasiones a trasladarse a actividades más seguras, especialmen-
asociarse y formar compañías entre mineros (que te la agricultura o el comercio, sentándose la norma
ponían el trabajo y la experiencia), mercaderes (que de que el minero rico dejaba la actividad, menosca-
aportaban capitales y esclavos negros) y encomen- bando el prestigio de la profesión.
deros (que daban provisiones y mano de obra indí- El Estado incentivó la minería con leyes favora-
gena). A la larga el minero asumía la dirección de bles, con estancos de la sal y el azogue, estipulando
la compañía, pero distaba mucho de ser el principal muy bajos precios para la mano de obra, los produc-
beneficiado, lo que redundó en su baja estima- tos agroindustriales y controlando las tarifas. Pero
ción social. las medidas beneficiaban más a los mercaderes y so-
La actividad minera dependía de los grandes ca- cios capitalistas que a los mineros. Sin embargo hu-
pitales que generalmente sólo podían ser suminis- bo algunos ricos mineros que llegaron a ejercer un
trados por los mercaderes, quienes volvían a dispo- poder muy importante en todos los niveles de la so-
ner de toda su liquidez una vez concluidas las fe- ciedad, pudiendo inclusive entrar en componendas
rias comerciales, que se realizaban a la lle- con los miembros de la Audiencia, como
gada de los galeones. Los capitales que sucedió con los hermanos Salcedo, due-
quedaban inactivos hasta el siguien- ños de las muy ricas minas de Laica-
te año eran prestados a los mine- cota, de quienes se decía “que no ha-
ros en dinero y provisiones. Es- bía quien no les debiese favor algu-
tos últimos trabajaban las mi- no” (Lockhart 1982: 40 y ss.; Cés-
nas con este capital mercantil pedes del Castillo 1983: 207-208).
y extraían enormes cantida-
des de plata, devolviéndolo LOS ARTESANOS
luego con enormes ganancias
para la temporada de las ferias Si bien el comercio modeló mu-
comerciales. Los riesgos eran chos de los aspectos de la nueva for-
asumidos por el minero pues si ma de vida de la población peruana,
no producía lo previsto se arrui- otras muchas necesidades tuvieron
naba, mientras que para el merca- que ser satisfechas en el lugar. Una le-
der era sólo un mal año. Si el éxito gión de pequeños productores se esta-
bleció en los diversos puntos del territo-
Canastilla de plata, Ayacucho, siglo XVIII. rio, demandando materias primas que se
Puerta del tabernáculo con armazón de madera y cubierta en
plata, Cuzco, 1749. El gremio de los plateros en el Cuzco se
agrupaba bajo la advocación de San Blas.
FAMILIA Y LINAJE
El criollismo mestizo
La rivalidad entre criollos y mestizos se vería
disminuida en algunas zonas específicas. Los
primeros aceptaron dentro de sus grupos de in-
fluencia a integrantes cobrizos, sobre todo en
las ciudades surandinas, y tal proceso tuvo una
enorme importancia en regiones como el Cuz-
co, donde sus representantes más conspicuos
mostraron una inusitada adhesión a los plan-
teamientos de los Comentarios reales, y a las
obtenidos por los criollos dentro del organigrama reinterpretaciones mesiánicas que propiciaba la
colonial, se hace comprensible el control obtenido obra del Inca Garcilaso. En oposición al grupo crio-
por estos grupos en el gobierno de “su” tierra. llo costeño, esta elite criollo-mestiza –en la que des-
Eventualmente, la imagen de desorden y desgobier- tacaban connotados personajes de la familia de los
no que la colonia ofrecía al visitante extranjero po- marqueses de Valle Umbroso– esbozó una nueva
día ser expresión del manejo autónomo de estas eli-
tes criollas, más interesadas en su propio desarrollo
que en el funcionamiento de la gastada idea de la
“monarquía universal”.
En los niveles intermedios de la administración,
el clero y la sociedad, las reivindicaciones criollas se
volvían sumamente agresivas. La falta de oportuni-
dades y el exceso de graduados y titulados en las
universidades convertían la “oposición” para los
distintos oficios y curatos en verdaderas batallas
campales entre estos grupos. Los métodos de discri-
minación racial que ejercieron los peninsulares con-
tra los criollos se reprodujeron en cascada cuando
estos últimos pretendieron sacar del camino a los
mestizos. Definitivamente pesaba mucho la influen-
cia de los aspirantes criollos, generalmente vástagos Azulejos de la sacristía de la iglesia de San Pedro, Lima.
visión del gobierno del país. Según ellos los “guam- de la marginación que sufrían en su propia tierra.
bos” o chapetones no debían ser obedecidos por los Los encomenderos y la sociedad civil apoyaban es-
indios, pues los aborígenes naturalmente estaban tas manifestaciones de los curas nativos y pronto el
relacionados con el núcleo criollo-mestizo o apus, cabildo eclesiástico de Lima llegó a declarar que los
que se consideraba descendiente de los incas. La curatos debían otorgarse solamente a los “benemé-
nobleza indígena, bastante amestizada, pudo desen- ritos”, es decir a aquellos religiosos hijos y nietos de
volverse con gran autonomía y de este modo la fi- los conquistadores. Esta recompensa eclesiástica
gura del inca recobró mucho de su antiguo esplen- concordaba con la búsqueda de la perpetuidad de
dor. La alianza criollo-mestiza comenzó a intervenir las encomiendas y otros candentes temas contem-
en los asuntos regionales y logró imponer nombra- poráneos.
mientos de corregidores y funcionarios religiosos, La vida religiosa tuvo mucha importancia en
tanto así que el cabildo eclesiástico del Cuzco pro- América. Las huestes frailunas en las ciudades pe-
hibió en 1733 el otorgamiento de cargos locales a ruanas podían fácilmente compararse con las exis-
gente que no fuera oriunda de la diócesis. Intelec- tentes en las grandes ciudades europeas, y no falta-
tuales como Diego de Esquivel y Navia llegarían a ban tampoco pequeños conventos en los pueblos y
criticar la actuación de algunos corregidores, casi urbes secundarias, que la población defendió reite-
siempre foráneos, por los abusos cometidos contra radas veces ante el deseo real de clausurarlos. La vi-
los indios, explicando así la sublevación de Juan da monacal estaba profundamente arraigada en la
Santos Atahuallpa (Pease 1992a: 283). mentalidad de la época y todos la vislumbraban co-
mo un posible destino. Los ricos enviaban allí a las
El criollismo conventual hijas que no podían casar, en un intento de que
Desde el siglo XVI, la Iglesia se convirtió en un
importante lugar de confrontación entre estas
“dos naciones”, denominación que sirvió para di-
ferenciar a los bandos opuestos de criollos y pe-
ninsulares. Estas luchas en su interior dieron ori-
gen al protocriollismo, pues ya en estas tempranas
épocas los frailes criollos encontraron serios pro-
blemas para dejarse oír cuando denunciaban in-
justicias en el reparto de doctrinas y se quejaban
LOS ESCLAVOS
PANORAMA ECONÓMICO
La llegada de los españoles al Perú significó una mentos de su arribo a los Andes las tradiciones eco-
ruptura de los patrones económicos que se habían nómicas castellanas en relación a la moneda, el co-
generado en el mundo andino. A diferencia del sis- mercio, el control fiscal y el tributo monetario, o en
tema europeo que sólo a partir de 1532 se iría su defecto en especie. También trajeron la noción
asentando en el país, en los Andes existía una eco- visigótica de la propiedad, el concepto medieval del
nomía que prescindía del mercado, la moneda y el crédito y toda una larga serie de usos, costumbres y
tributo pecuniario, y que más bien estaba regida prejuicios, que pronto fueron encontrando eco en
por la reciprocidad y la redistribución, las cuales las nuevas tierras, en la misma medida en que la his-
eran reguladas por los vínculos de parentesco que panización del territorio iba siendo más profunda.
se patentizaban en el ayllu y por la organización Luego de descubrirse los riquísimos yacimientos
centralizada del Estado, al que todos debían tribu- americanos se organizó un tipo de explotación del
tar en trabajo o en especie, siguiendo innume- suelo donde primaban las actividades prima-
rables normas y ritos. Estas institucio- rias de tipo extractivo, especialmente de
nes andinas resultaron muchas veces minerales como la plata. Ello signifi-
incomprensibles para los españo- có un gran cambio frente a la an-
les, quienes las reinterpretaron tigua economía andina, que se
según su impronta cultural, había basado en la agricultura.
aunque con el pasar de los En torno a la minería fueron
años algunos encomenderos organizadas todas las demás
supieron hacer uso de esos actividades productivas y la
mecanismos, sobre todo explotación agropecuaria se
cuando se trataba de rela- dirigió a satisfacer las nece-
cionarse con la población sidades de las grandes ciu-
andina. A pesar de ello, las dades y los centros mineros
pautas de la economía andina como Potosí.
iniciarían a partir de aquel La Corona redefinió toda la
momento un largo e inexorable política macroeconómica –ma-
camino hacia su extinción, que nejada desde la Metrópoli–, enfa-
aún hoy no ha concluido. tizando la producción metalífera y
Los conquistadores impu- puso en un segundo plano la
sieron desde los primeros mo- Moneda macuquina de cuatro reales del siglo XVI. producción mercantil local.
Las colonias de esta manera se integraron a la eco- este sistema comercial por cerca de doscientos años.
nomía mundial como productoras de materias pri- Según los criterios intervencionistas, la Metrópo-
mas, valorizadas en el mercado internacional. Para- li controlaba de manera muy estricta el curso eco-
lelamente abundaron las prohibiciones a ciertas in- nómico de las colonias, poniendo especial énfasis
dustrias americanas que podían competir con acti- en la limitación de ciertas industrias y manufactu-
vidades similares que se desarrollaban en la Penín- ras que pudieran afectar sus exportaciones, llegan-
sula. Sin embargo dichos impedimentos difícilmen- do al punto de prohibir o restringir muy seriamen-
te podían ser respetados, dadas las deficiencias del te los contactos comerciales bilaterales entre los rei-
sistema de importaciones que hacían imposible el nos de América.
abastecimiento de bienes de consumo para la pobla- Finalmente se siguió una política mercantilista,
ción americana. Muchas de estas prohibiciones re- dando una gran preponderancia al comercio, a las
sultaron letra muerta y fueron incumplidas a cam- actividades extractivas y al acarreo de metales pre-
bio de un impuesto compensatorio, como el que se ciosos. La acumulación basada en la minería era
aplicó al vino o a la ropa, simplemente por mencio- considerada como un elemento fundamental de la
nar dos rubros muy conocidos. Un tercer sector riqueza y el poderío de una nación. El Estado se
económico fue el de los servicios, que creció pro- convirtió en la fuente principal de enriquecimiento
porcionalmente al aumento de la demanda de la so- de las elites, ahogando la iniciativa privada y sobre-
ciedad virreinal (Pease 1992a: 229 y ss.; Romero dimensionando el control burocrático sobre la tota-
1949). lidad de la vida económica. A la larga, el voraz aun-
que inefectivo sistema fiscal implantado por la Co-
CARACTERÍSTICAS DE LA rona promovería la ulterior decadencia española.
ECONOMÍA COLONIAL
LA MONEDA
Los estudiosos del tema generalmente han califi-
cado la política económica de la Metrópoli como ex- Como acertadamente ha explicado Franklin
clusivista debido al régimen monopólico que se im- Pease, la moneda generó un impresionante impacto
puso, según el cual América sólo podía comerciar en la economía andina. Aunque durante muchos
con Castilla a través del puerto de Sevilla –lo que años fue sólo un elemento referencial ante su esca-
creó una elite comercial en esta ciudad–, así como sez e inexistencia, así como por las dificultades de
en los puntos comerciales americanos a donde lle- conversión cuando se trataba de pagos en especie,
gaba el enorme flujo de mercaderías destinado al in- introdujo una noción de equivalencia universal que
terior del continente. Lima se vería privilegiada por rompió el criterio de reciprocidad y redistribución.
Los primeros funcionarios se
vieron compelidos a calcular los
tributos en cantidades de pro-
ductos, transcurriendo 30 años
hasta que Toledo elaboró las ta-
sas, señalando claramente la
equivalencia monetaria. Con to-
do, debemos recordar que aun la
tributación en especies era una
novedad impuesta por los espa-
ñoles, pues en el Tahuantinsuyo
la tributación era aportada ex-
clusivamente en horas de trabajo
entregadas a la autoridad bajo fi-
nes determinados. También las
SECTORES PRODUCTIVOS
Minería
Los tesoros incaicos satisficieron momentánea-
mente la sed de metales preciosos que tenían los es-
pañoles, pero al agotarse los grandes y fáciles boti-
nes, los buscones fueron descubriendo ricas vetas y
minas de muy alta ley, que pasaron a engrosar el pa-
trimonio de los ya opulentos encomenderos. Estos
últimos personajes, a través del control de los cabil-
dos, supieron repartirse entre ellos las zonas de ma-
yor posibilidad minera. Tempranamente el oro tuvo
una mayor presencia que la plata, pero a partir de
1540, se iría volviendo cada vez más escaso, hasta
Sahumador del siglo XVIII utilizado en ceremonias religiosas.
Esta pieza ha sido trabajada en filigrana de plata; en el torso convertirse, a principios del siglo XVII, solamente
del toro se puede apreciar una tapa articulada con perillas. en el 1% de la producción mineral peruana.
El hallazgo del Cerro Rico de Potosí en 1545 su rentabilidad, cuando tuvieron la suerte de ubicar
cambiaría la historia económica virreinal y mun- las minas de mercurio de Huancavelica. Este espec-
dial. No en vano este complejo minero situado en tacular descubrimiento revolucionó la minería pe-
un frío páramo, por encima de los cuatro mil metros ruana y fue llamado sin equivocación “el mayor ma-
sobre el nivel del mar, llegó a proporcionar a finales trimonio del mundo”, pues la existencia de los ya-
del siglo XVI el 80% de la plata peruana y el 50% cimientos de Huancavelica permitía utilizar los be-
de todo el material argentífero producido en el or- neficios del método de la amalgamación en Potosí,
be. Un asiento minero con este potencial permitió el el que fue implantado por Pedro Fernández de Ve-
desarrollo de una ciudad como Potosí, que en pocos lazco en 1572, siguiendo órdenes del virrey Toledo.
años llegó a albergar a 160 mil habitantes, la mitad Hacia 1575, Huancavelica ya producía 6 mil quinta-
de los cuales eran españoles y criollos. En su mejor les de mercurio y para 1675 llegaría a los 20 mil. La
momento, unos seis mil hombres de color entre li- Corona expropió estas minas y obtuvo grandes ga-
bres y esclavos se destinaban a trabajos diversos y al nancias de la venta del azogue a los mineros de la
servicio de los mineros. El resto de sus habitantes plata, pues les vendía a 85 pesos el quintal, cuando
estaba conformado por una abrumadora población la extracción le costaba tan sólo 46. Durante mu-
indígena flotante, que se distribuía entre una mayo- chos años los mineros se quejaron de los precios al-
ría que cumplía con su turno de la terrible mita, un tos del material de amalgamación, que les recortaba
buen número de “indios de plata” o “faltriquera” sus márgenes de beneficio.
que libraban de las penurias del trabajo forzado a El hallazgo del mercurio y las innovaciones de
un privilegiado grupo de indios pudientes, y un sec- Toledo (un molino hidráulico de minerales, una re-
tor más tecnificado de indígenas residentes o “in- presa que llegaría a tener 32 esclusas escalonadas)
dios mingas”, que se alquilaba regularmente por un permitieron un crecimiento impresionante de la
sueldo fijo. producción de plata. Si en el quinquenio de 1545
El auge de Potosí fue importante desde sus pri- Potosí produjo tres millones de pesos ensayados, y
meros años, pero la etapa de mayor esplendor no en el siguiente subió a nueve millones, con la in-
llegaría sino hasta mediados de la década de 1570, troducción de la amalgamación y las demás inno-
cuando se introdujo el método de la amalgama. vaciones se pudo llegar a extraer la cifra récord de
Hasta ese momento el mineral de plata era procesa- treinta y dos millones de pesos entre 1586 y 1590.
do en las guairas o pequeños hornillos cilíndricos Al analizar las cifras anuales de producción (que
de piedra o barro que se ponían con leña, carbón y por cierto son menores a la extracción real, pues
mineral de plata en las cumbres heladas de los ce- los montos legalmente declarados para los efectos
rros de la región. Allí los fortísimos vientos eleva- del quinto real ocultan las enormes cantidades de
ban la temperatura de la combustión, permitiendo plata contrabandeada), veremos que las cantidades
que el argentum se fundiera segregándose de los van subiendo hasta 1589, cuando se llega a los 7
otros elementos del mineral. Sin embargo se trata- 467 837 pesos. En la primera mitad del siglo XVII
ba de un método poco eficiente, y el descubrimien- el promedio se mantiene en los 4,5 millones anua-
to de la técnica de la amalgama vendría a revolu- les y en la segunda mitad del siglo se inicia una es-
cionar el procedimiento. Para lograr la amalgama- trepitosa caída de la producción, que terminará con
ción se utilizaba el azogue, o mercurio, que rápida- unos escuetos 1,9 millones registrados en el año
mente generaba con la plata un producto químico 1700.
–la amalgama– que se separaba de los otros compo- La minería de plata siguió decreciendo en los
nentes del mineral y de los rastros de otros meta- años posteriores y a ello contribuyó la crisis de
les. Como el punto de ebullición del mercurio era Huancavelica. La gran mina se veía afectada ahora
relativamente bajo, bastaba calentar la amalgama por las corruptelas de la administración, la falta de
para obtener una cantidad de plata mayor y de una modernas técnicas extractivas, la inundación y el
altísima pureza. derrumbe de sus galerías. La decadencia se puede
El único problema residía en que la mina de azo- evidenciar en el aumento de sus costos productivos,
gue más cercana era la de Almadén, en España, y los que se elevaron a 111 pesos por quintal mientras el
costos del transporte se elevaban considerablemen- precio de venta a los mineros seguía siendo de 85.
te. La minería argentífera mexicana se vio condena- En los años siguientes Potosí tuvo que importar
da a depender del mercurio español, y los mineros azogue de la China, y la impresionante ciudad mi-
peruanos parecían perder las esperanzas de elevar nera, la otrora ciudad más densamente poblada de
remos la increíble productividad de los yacimientos
de Castrovirreyna, que permitió que todas las calles
de la ciudad del mismo nombre fueran adoquinadas
con tejos de plata para celebrar el arribo de la espo-
sa del virrey conde de Lemos, Ana de Borja y Doria,
para asistir como madrina al bautizo del hijo de un
rico minero. Todas estas minas reprodujeron en ma-
yor o menor escala el fenómeno de dinamización
económica que ocurría alrededor de Potosí.
Pero en el siglo XVIII la producción y la produc-
tividad habían descendido tanto que la explotación
argentífera peruana pasó a un segundo lugar en re-
lación a la de México. Inundaciones, agotamiento
de filones, disminución de la ley de las vetas y de-
rrumbes causaron un declive general de la minería.
Curiosamente, algunos expertos recomendaron que
se cerraran y obturaran las minas y se las dejara
“descansar para que de esta forma se regenerara en
ellas el mineral”. A finales del siglo XVIII se trajo al
barón de Nordenflicht para tecnificar la producción
e introducir el novedoso método de la amalgama-
ción en toneles. En años posteriores y siguiendo los
inventos de Treventick, se utilizaron bombas de
achique accionadas por vapor para desaguar gale-
rías, por largos años inoperantes. Pero la reconver-
sión tecnológica y productiva efectuada en los últi-
mos años del virreinato fue drásticamente inte-
Pelícano eucarístico, pieza de plata del siglo XVIII.
rrumpida, ya que el ejército realista destruyó en su
retirada todas estas fuentes de riqueza, para dificul-
Sudamérica, languidecía en el siglo XVIII con ape- tar la consolidación de la independencia nacional.
nas 30 mil habitantes. Se calcula que una quinta parte de la plata ex-
Sin embargo, antes de que el milagro potosino traída de estas minas se quedaba en América y for-
acabara, la minería mercantilizó las áreas circun- maba parte del capital circulante en moneda acuña-
dantes que se dedicaron a proveer de alimentos, da y lingotes. Pero de este porcentaje una buena
vestido y todo género de necesidades a una pobla- parte se destinaba a joyería, vajillas y artefactos
ción con alto poder de consumo. Las rutas de abas- suntuarios, utilizados en la vida cotidiana al tiempo
tecimiento de Potosí se convirtieron en zonas muy que servían de reservas familiares para las malas
dinámicas y los productores y comerciantes que tu- épocas y como garantía crediticia para expandir
vieron la suerte de poder entrar en este circuito ob- otros negocios. Algunos bancos hacían préstamos
tuvieron enormes ganancias. De este modo se am- para que los mineros cubrieran sus gastos de opera-
plió el espacio económico virreinal y se potenciaron ción o para capital de trabajo, y luego recibían la
los obrajes, las haciendas y otras industrias regiona- plata en pago, la cual era vendida a la casa de mo-
les. Hasta los más pobres indígenas disponían de neda a altos precios.
ciertas cantidades de plata no amonedada para gas- La plata que salía del país tomaba un rumbo
tar en una gélida puna donde el mineral de argen- bastante diferente. Una cantidad cercana al 80 por
tum era lo único que abundaba. ciento de la plata producida en el país era enviada a
Pero Potosí no fue la única región minera. No España en una larga, fatigosa y complicada trave-
debemos olvidar otras minas que llegaron a ser sía, en la que los caudales peruanos debían reunir-
muy importantes como las de Laicacota en Puno, se con las riquezas aportadas por otros virreinatos,
cuyos dueños fueron los famosos e insurrectos her- y partir juntos en una numerosa flota rumbo a los
manos Salcedo, las de Caylloma y Cerro de Pasco. puertos metropolitanos. La plata era una de las po-
Por no hacer más extenso este recuento menciona- cas producciones coloniales (representaba entre el
86 y el 95% del valor de las exportaciones) que po- que en proteger la agricultura que aseguraba la au-
día afrontar el terrible costo de estos viajes. Duran- tosuficiencia colonial. Sin embargo, la agricultura
te el siglo XVI la llegada de estos embarques de fue una actividad generalizada y proporcionaba un
plata y otras riquezas de América produjeron en la conveniente estatus social a los hacendados, presti-
Península tal revolución de los precios que en po- gio del que no gozaban los mineros.
cos años se cuadruplicaron. Estos cambios no se El establecimiento de la agricultura europea en
debían exclusivamente a la impactante llegada de el Perú va de la mano con la distribución de las tie-
los metales preciosos, aun cuando fueron su princi- rras luego de la conquista. En este proceso inicial-
pal generador. mente tuvieron gran importancia los encomende-
La riqueza desembarcada en España circulaba ros, que si bien no fueron propietarios sino simples
rápidamente dentro de la Península y pronto salía posesionarios de las tierras, utilizaron a los indios
con destino a otros países europeos como Inglaterra para cultivarlas o exigieron el tributo en productos
y Flandes, que supieron fortalecerse con aquella in- agrícolas, producción que además del consumo do-
yección de capitales, orientadolos a actividades méstico llegaba también a los mercados urbanos.
eminentemente productivas y no solamente especu- Durante mucho tiempo, nadie que no tuviera enco-
lativas. Otro tanto de la plata americana salía rum- mienda o el favor del encomendero podía explotar
bo a Oriente, en donde los mercaderes europeos las tierras dentro de los límites del repartimiento,
compraban objetos lujosos con un metal que toda- pues no podría contar con el acceso a la mano de
vía seguía siendo muy cotizado en los lejanos mer- obra necesaria. Pero con la llegada de los corregido-
cados asiáticos. Cuando las ingentes cantidades de
metales preciosos de América comenzaron a esca-
sear, España pudo comprobar cuán poco de aquella
riqueza había tenido un uso racional y qué arruina-
da se hallaba su economía.
La abundancia de la plata peruana no debe lle-
varnos a olvidar otras explotaciones mineras como
el mercurio, el estaño y el plomo. Tampoco debe-
mos restarle importancia al cobre, que era muy uti-
lizado en la fabricación de objetos caseros, aunque
sólo se explotaban las vetas muy ricas, con más de
50% de ley. También la sal ocupó un papel impor-
tante, tanto como materia prima para la explotación
minera (recordemos que Potosí consumía anual-
mente 300 mil quintales de sal para la amalgama-
ción) como para el consumo humano, dando lugar
a muchísimos intercambios con las comunidades
carentes de este importante producto (Assadourian
1982: 206-220, 278-293; Pease 1992a: 237-241;
Céspedes del Castillo 1983: 127-132; Konetzke
1971: 280 y ss.).
Agricultura y agroindustria
Pese al carácter eminentemente agrícola de las
antiguas sociedades andinas, la agricultura virreinal
no llegó nunca a tener la importancia de la minería.
Ésta fue una realidad constatada y lamentada por
muchos escritores coloniales, como Bravo de Lagu-
nas, quien pedía en su obra Voto consultivo, de 1755,
que se diese una mayor atención y un mejor trato a
la actividad agrícola. Lamentablemente la Corona se
veía más ocupada en promover y subvencionar la Pedro José Bravo de Lagunas y Castilla (1704-1762),
minería (de la cual dependía económicamente), autor del Voto consultivo.
res los hacendados pudieron independizarse de los no de obra, algunas veces bajo régimen salarial y ge-
encomenderos y retuvieron un gran prestigio social neralmente sometida a relaciones semiserviles y de
por convertirse en verdaderos señores de tierras y coloniaje interno. Muchas de estas tierras se vieron
hombres. La hacienda entonces no deriva de la en- afectadas por mayorazgos, capellanías, censos, regí-
comienda, aunque muchos de los que recibieron es- menes de manos muertas y fundaciones pías, que de
ta merced, contrariando disposiciones reales sobre una o de otra forma congelaban la propiedad en ma-
tierras, se apoderaron de ellas de diversos modos. nos de sus dueños, fuesen personas naturales o ins-
Cuando los conquistadores fundaban una ciu- tituciones como la Iglesia, favoreciendo su acumu-
dad se repartían las tierras adyacentes. Por un lado lación en pocas manos. Muchas de las ganancias de
se encontraban las tierras comunes como el ejido la minería y el comercio pasaron en el siglo XVII al
(matadero), la dehesa (pastos) y los montes (leña). sector agrícola, entronizando a los hacendados co-
Las tierras de los indios eran respetadas y el resto de mo “señores de tierras y comarcas”, ante la deca-
las tierras disponibles alrededor de la nueva ciudad dencia de los encomenderos. Sólo así se explica el
pasaban a distribuirse en peonías o chacras simples rango de las inversiones producidas en un rubro en
para los soldados de a pie, y en caballerías o chacras el cual la rentabilidad no llegaba al 6% en el mejor
dobles para los hombres de a caballo. De este modo de los casos, incluso eliminando el riesgo de las ma-
se fueron estableciendo las primeras fincas rurales las cosechas.
en los alrededores de las ciudades, que generalmen- Los españoles no apreciaron los logros andinos
te se trabajaban con indios de las encomiendas que en técnicas agrícolas y alimentarias y pronto inten-
acudían en ciertas épocas a las urbes para entregar taron que el tributo fuera pagado en cultivos occi-
su tributo y realizar servicios personales para su dentales. Sin embargo en las zonas más alejadas se
encomendero o para quien éste designara. Estas siguió cultivando alimentos de origen andino y al-
propiedades tenían un tamaño pequeño o interme- gunos de ellos (como el chuño, la cañiwa, la qui-
dio, pero cuando Toledo amplió a todo el territorio nua, la papa, el ají, el algodón, la cabuya, el ma-
el sistema de las reducciones, se movilizó a las po- guey y el molle) entraron en la economía española.
blaciones indígenas de sus antiguas tierras a regio- Otros se procesaban y servían para pagar tributos
nes nuevas, quedando muchas tierras desocupadas en base a sogas o sandalias de maguey. Dentro de
como baldíos y propiedades vacantes. A partir de este sistema entraron también el pescado seco y la
ese momento los cabildos dieron concesiones sobre muy importante y siempre presente coca. Las mu-
estas áreas, amparándose en el permiso regio de jeres españolas de las primeras familias de enco-
1573. También la Corona otorgaba derechos y en- menderos se preciaban de haber sido las introduc-
tregaba tierras mediante las composiciones o licen- toras de tal grano o tal fruta en el país, y de ciudad
cias, a partir de las cuales se formalizaba la propie- en ciudad y de familia y familia se repetían y dupli-
dad de tierras no muy claramente adquiridas. caban estas historias.
El desastre demográfico seguiría reduciendo a Según lo expresado por Macera, la costa perua-
las poblaciones indígenas, por lo que década tras na se dividió en cuatro sectores agrícolas: Piura,
década disminuían las tierras cultivadas y más las ubicada al norte, concentraba sus esfuerzos en el al-
tierras sin uso, las que podían ser rematadas, adju- godón y la ganadería variada, desde Lambayeque
dicadas, compuestas, conseguidas por estafa, o afec- hasta Chincha se cultivaba caña de azúcar, el sur
tadas a cuenta de pagos por deudas diversas. En es- chico era reconocido por sus viñedos y algodonales,
tos procesos, en los que se necesitaba contar con in- mientras que en el extremo meridional primaban
fluencias, participaron no sólo españoles (muchos los sarmientos y olivares. Subiendo por la cordille-
de los cuales eran los protegidos y validos de los vi- ra, en la región quechua se prefería el cultivo de
rreyes y oidores), sino también muchos indios, es- panllevar y la ganadería, en tanto en los valles más
pecialmente curacas, que de este modo convirtieron bajos crecía la caña de azúcar. En la zona yunga
en propiedad privada protegida por las leyes espa- oriental o ceja de selva se cultivaban los cocales. Si
ñolas, las tierras que otrora pertenecieran a su etnia bien los pobladores andinos siguieron sembrando
o comunidad. sus productos tradicionales, dentro de un régimen
De otro lado, los matrimonios y las alianzas fu- de autosubsistencia, los curacas destinaban una
sionaron propiedades en regiones colindantes, dan- parte de sus parcelas a productos europeos para pa-
do origen a enormes latifundios, donde más impor- gar el tributo. Los corregidores comercializaban es-
tante que la extensión territorial era el acceso a ma- tos tributos en especie en zonas mineras como Po-
tosí donde alcanzaban precios significativamente La caña de azúcar, en cambio, fue aumentando
más altos, obteniendo ganancias extraordinarias sin lentamente sus áreas de siembra en las haciendas
que la Corona percibiera estos delitos. que habían abandonado el cultivo del trigo, y nu-
Assadourian ha señalado que un elemento de su- merosos esclavos entraron en el régimen de los mo-
ma importancia para el mantenimiento de la pobla- nocultivos agroindustriales. Tan pronto la encon-
ción de origen europeo fue el trigo, pues el maíz era tramos sembrada en Quito, Arequipa y Cuzco, co-
considerado alimento de indios y negros. Ambos mo en las zonas andinas centrales, y en las lejanas
cultivos estaban regulados por la posibilidad de ser tierras del Paraguay y la Argentina, además de las
comercializados en la cercanía o contar con trans- áreas aledañas a Lima. Esta abundancia azucarera
porte barato hacia la zona de consumo. En conse- suscitada por la alta oferta bajó a la postre los pre-
cuencia, las áreas productivas que rodeaban los nú- cios del producto y aunque se intentó producir
cleos urbanos se dedicaban a los granos y cereales, aguardientes, melazas y otros productos derivados,
salvo que la vía marítima permitiera acortar las dis- los precios no lograron elevarse.
tancias, como fue el caso de Lima, abastecida desde En Lima se difundió el gusto por las golosinas,
los otros valles del litoral, pues hacia 1630 su des- la repostería y los dulces de olla, lujos y dispendios
pensa local sólo cubría la mitad de las 240 mil fane- del dulce producto que inicialmente había escasea-
gas de trigo y 25 mil de maíz que la ciudad necesi- do y luego sobraba. La caña era procesada en trapi-
taba. Las cerca de 150 mil fanegadas restantes ve- ches de cilindro vertical con calderas de cobre, y el
nían por mar desde los demás valles costeños. Por azúcar cristalizada era convertida en panes o tongos
su emplazamiento, Potosí, que en 1603 necesitaba que se enfriaban en moldes de arcilla. Estas agroin-
de 50 mil fanegas de maíz y 90 mil de trigo, depen- dustrias se localizaron en la costa y las más peque-
día de las grandes zonas adyacentes para conseguir ñas necesitaban del trabajo de al menos seis opera-
sus alimentos. En el siglo XVIII la decadencia de rios y unos veinte esclavos para funcionar. Instala-
estas minas hundiría a los productores agrarios de ciones de este tipo costaban unos 15 mil ducados de
las inmediaciones en una economía de autosubsis- oro, y el establecimiento de una empresa de esta en-
tencia. Pero en Lima la demanda de trigo foráneo vergadura podía demandar una inversión de casi 50
subiría enormemente luego del terremoto de 1687, mil ducados, a veces con el apoyo crediticio de la
ya que las haciendas se hallaban paralizadas debido Corona. En otras haciendas cuya capacidad instala-
a grandes epidemias y a la destrucción de los siste- da no era totalmente utilizada, se alquilaban los tra-
mas de regadío. piches a terceros. La tecnología peruana de la indus-
I
PINTURA COLONIAL PERUANA
LA PINTURA EN LIMA do tuvieron gran impacto entre los artistas que vi-
vían en la capital más importante de Sudamérica,
Lima como centro económico y administrativo influyendo notablemente en sus obras y en sus me-
de España en ultramar, adquirió un papel protagó- dios expresivos. Pero con frecuencia lo que en Lima
nico en el proceso de asimilación del arte occiden- constituyó imitación pasajera, paulatinamente fue
tal, y bajo sus puentes y calles se dio uno de los pro- arraigándose en las ciudades del interior de manera
cesos más interesantes de integración entre la he- más sosegada y auténtica. De la mano de jóvenes
rencia estética nativa y la tradición europea. Los discípulos y atentos maestros, Cuzco y Quito vieron
nuevos estilos y corrientes venidos del Viejo Mun- florecer sus célebres escuelas pictóricas que asimila-
ban las novedades con mayor paciencia,
alterando las composiciones regionales
sin grandes rupturas.
Virgen de la Purificación o de
la Candelaria por Bernardo
Bitti. Antesacristía de la
iglesia de San Pedro de
Lima, siglo XVI.
que se manifestó
en las obras que
dejó en sus lar-
gos recorridos
misionales. Li-
ma, Cuzco, Are-
rista. Los antimanieristas por su parte, prefirieron quipa, Huaman-
adscribirse al naturalismo, al descriptivismo, a un ga, Puno, Chu-
lenguaje de corte popular inspirado en las imágenes quisaca, Potosí y
piadosas, y retornar a las formas del Renacimiento La Paz conocie-
tardío. Parecía importante por entonces, extender el ron de su predica-
mensaje contrarreformista entre el público común. ción y de la divul-
Contramaniera y antimaniera, alimentadas por las gación de sus cono-
ideas que se incubaron en el concilio de Trento, es- cimientos pictóricos.
tarían llamadas a jugar un papel importantísimo en Bitti vivió durante al-
la temprana evangelización del Perú. Y si bien na- gunos años en Lima don-
cieron para un registro y un público europeo, cum- de trabajó en la decoración de
plieron un importante rol en estas tierras: atraer y la nueva iglesia de la Compañía, que hoy conoce-
retener en la fe católica a los habitantes andinos. mos como San Pedro. Allí en colaboración con el
La escuela italiana se arraigaría en el Perú a par- hermano Pedro de Vargas, realizó el retablo princi-
tir de 1575, sobre todo con el arribo de Bernardo pal, los laterales y algunos menores para las capi-
Bitti. Este artista fue llamado por su orden, la Com- llas, obras que no resistieron la violencia de los te-
pañía de Jesús, para apoyar la evangelización a tra- rremotos limeños. Se cree que su pintura La corona-
vés de nuevos mensajes iconográficos. No en vano ción de la Virgen (c. 1580. Sacristía de la iglesia de
don Diego de Bracamonte tramitaría su venida, ar- San Pedro) estuvo destinada al retablo mayor del
guyendo “lo mucho que pueden para con los indios templo mencionado. Esta obra, que posiblemente
las cosas exteriores de suerte que cobran estima de sea la primera que pintó en el Perú, presenta un ex-
las espirituales, conforme ven las señales externas, traño equilibrio. Observamos a la Virgen soportada
y el mucho provecho que sacarían de ver imágenes por los ángeles, en los momentos de su entroniza-
que representan con majestad y hermosura lo que ción por Dios Padre. Algunos estudiosos aseguran
significaban, porque la gente de aquella nación se que dicha obra preludia la producción posterior del
va mucho tras estas cosas”. artista, pues encontramos en ella su inclinación por
Bitti nació en Camerino de la Marca de Ancona los temas marianos, un dibujo suelto y armonioso,
en 1548 y pronto adquiriría fama y prestigio. “El el alargamiento de las figuras, la caída artificial de
mejor pintor del siglo XVI en Sudamérica” se uni- las telas y una coloración donde destacan los ocres,
ría a los jesuitas a los 20 años, y antes de pasar a rosas y azules. Por aquella misma época pintó para
América habría conocido y estudiado a importantes la misma iglesia la Virgen de la Candelaria, donde
artistas en Roma y Sevilla. Imbuido de las ideas de una hermosa madonna contorsionada en serpentina-
la Contrarreforma intentó expresar ese espíritu si- to sostiene al niño desnudo, y cuatro ángeles portan
guiendo los lineamientos de la contramaniera, lo velas encendidas. También pertenece a este período
el retrato del rector de la Universidad las más notables madonnas que el artis-
de San Marcos, don Gerónimo Ló- ta pintara. En posteriores y episódi-
pez Guarnido, que es un temprano cos regresos a Lima, luego de sus
exponente del retratismo perua- largos periplos por el sur perua-
no (Museo de Arte de la no, pintará la Virgen de la O (c.
UNMSM). 1600, iglesia de San Pedro), la
En 1586, Bitti inició un Virgen de la Rosa (convento de
prolongado viaje por el Alto los Descalzos) y la Virgen con
Perú en donde realizó a lo el Niño (1592, Museo de Os-
largo de varios años una ma). En esta última creación,
abundante producción artís- la Virgen muestra un escote
tica que alterna la pintura, el rafaelesco y demuestra una
relieve, la escultura y la reta- gran ternura hacia el niño Je-
blería. Al mismo tiempo crea sús, lo cual la emparenta cerca-
escuela entre sus ayudantes, di- namente con la ya mencionada
fundiendo en la región el estilo Virgen del Pajarito. Tanto en una
“a la romana”. El importante cen- como en otra se adivina ya el influ-
tro misional de Juli, a cargo de los jo de Mateo Pérez de Alesio y de sus
jesuitas, es una verdadera cantera de la premisas estilísticas. Bernardo Bitti
pintura del Bitti, ya que en sus Retrato de Gerónimo López Guarnido continuó pintando hasta su
múltiples iglesias se pueden (1525-1596), rector de la Universidad de muerte ocurrida en el convento
apreciar obras como la Asunción, San Marcos, por Bernardo Bitti, siglo XVI. jesuita de Lima, en 1610.
la Coronación de la Virgen, una Hacia 1588 arribaría a la
Santa Catalina, una Santa Bárbara, un Bautismo de Ciudad de los Reyes Mateo Pérez de Alesio, artista
Cristo y la Sagrada Familia de la Pera. En esta últi- italiano de origen hispano, que introdujo los postu-
ma, de esmerada factura, se puede observar “una de lados estéticos de la antimaniera con tal éxito, que
sus virgenes más logradas así como un hermoso ni-
ño de pie, desnudo y con las piernas regordetas gra-
ciosamente cruzadas. San José mira al espectador
con el rostro ladeado tres cuartos en una actitud
manierista”. También de su autoría es el San Juan
Bautista y el cordero místico, donde el personaje
principal señala un resplandeciente cordero suspen-
dido en un cielo recortado por la vegetación y algu-
nas construcciones desperdigadas. En este caso el
fondo cobra una importancia inusitada dentro de la
obra. No faltarán en la región otras realizaciones es-
cultóricas trabajadas en maguey, debidas al mismo
artista italiano, tales como las decoraciones de los
retablos de San Pedro de Acora y Challapampa.
Igualmente notables son las obras que dejó en el
Cuzco, ciudad en la que permaneció entre 1583 y
1585, para retornar hacia 1596 y prolongar en ella
su estadía unos dos años. Entre sus pinturas en la
capital incaica destacan una Inmaculada (convento
de la Merced del Cuzco) y la Virgen del Pajarito (ca-
tedral del Cuzco), obra emotiva en donde María
sostiene un niño regordete, algo que ya denota la
tardía influencia de la antimaniera en Bitti. Por
aquellos años el maestro debió visitar la ciudad de
Arequipa, pues en el retablo mayor de la iglesia de Virgen con el Niño por Bernardo Bitti, Museo
la Compañía figura una Virgen con el Niño, una de Pedro de Osma.
llegó a influenciar al mismo Bernardo Bitti. Alesio go tiene la visión de una batalla, Cristo con la cruz
había nacido presuntamente en 1547 en la provin- hostigado por los demonios, Hombre cayendo del caba-
cia de Lecce en Puglia, se había formado en Roma llo y Santo Domingo con soldados y ángeles.
bajo importantes maestros como los hermanos En años posteriores, Pérez de Alesio realizó im-
Zuccaro y antes de cumplir los 30 años era ya portantes obras en la catedral limeña, como una ré-
miembro de la Academia de San Lucas (c. 1572). plica de su San Cristóbal de Sevilla, un San Pedro y
Está comprobado además que pintó en la Capilla un San Pablo y una serie de la Vida de Cristo. En la
Sixtina un fresco sobre La disputa del cuerpo de iglesia de San Agustín pintó el arco toral, en donde
Moisés (c. 1574), en Malta unas batallas en el Salón el fundador de la orden agustina derramaba luz so-
de los Embajadores del Palacio de la Valetta (c. bre las plumas de ocho doctores de la Iglesia. La-
1578), y varios frescos y lienzos en importantes mentablemente los sismos han borrado toda huella
construcciones como las villas de Este y Mondra- de estas obras que hacían evidente la “pureza del ar-
gone (c. 1575), el oratorio del Gonfalone (c. 1576), te y primor del pincel” del autor. Son en realidad
y los templos San Eligio de Roma y Santa Catalina muy pocas las pinturas de Alesio, de autoría certifi-
de la Rotta (c. 1583). Al recalar en Sevilla (1583) cada, que se han salvado. Otras que le han sido atri-
sacó a relucir su amplia experiencia creadora y has- buidas generan fuertes controversias y arduas dis-
ta se declaró discípulo de Miguel Ángel, lo que a la cusiones. Es el caso de la capilla del capitán Villegas
postre resultó una falsedad. Pero dicha capacidad (cercana a la sacristía de la iglesia de La Merced), en
para propagandizar su talento daría los frutos espe- la que se pueden apreciar la cúpula, las pechinas y
rados. Al poco tiempo consiguió importantes en- los arcos pintados con ángeles y escenas del Géne-
cargos como el monumental San Cristóbal de la sis, realizados con la técnica y la sensibilidad pro-
catedral sevillana (1584). En la misma ciudad co-
noció al ítalo-hispano Pedro Pablo Morón, quien lo
seguirá al Perú como su principal ayudante. En
América el maestro pensaba concretar sus sueños
de fama y prosperidad.
Al llegar a la Ciudad de los Reyes sus dotes artís-
ticas eran bastante renombradas. Rápidamente fue
aceptado por los círculos más selectos de la corte li-
meña, y pintó un cuadro del virrey García Hurtado
de Mendoza, honor que le permitió autoproclamar-
se el “pintor de cámara de su Señoría”. Por aquella
época (1591) también ejecutaría el retrato de doña
Mayor Bravo de Saravia, dama de aristocrático lina-
je. En 1592 la familia Aliaga le encomendó la deco-
ración de su capilla en Santo Domingo, y hasta
1600 continuó trabajando en el mismo templo por
encargo de la propia orden dominica. De esta mane-
ra decoró con frescos la capilla mayor, la nave prin-
cipal y las bóvedas laterales. Estas últimas fueron
adornadas con unos arcángeles arcabuceros que po-
drían constituir el origen de este tradicional tema
en la pintura virreinal peruana. Lamentablemente
sólo sobreviven algunas referencias bibliográficas
de estas pinturas al fresco, pues las obras desapare-
cieron durante el terremoto de 1687. Felizmente no
sucedió lo mismo con los lienzos que dedicó a la vi-
da del fundador de la orden de Santo Domingo, se-
rie que se ubica en el claustro mayor. De las 36
obras que circundan el recinto se le atribuyen a Ale-
sio, Santo Domingo en su cuna, La Virgen entregando San Agustín, iglesia de Nuestra Señora de las Mercedes,
el rosario a un santo, Santo Domingo vestido de cléri- Huánuco. Atribuido a Mateo Pérez de Alesio, 1594.
pias de un maestro educado en Italia. Algunos críti-
cos asumen que es imposible que estas pinturas co-
rrespondan a Alesio, pues el artista habría muerto
doce años antes de que la capilla pasara a manos de
los Villegas (1628). Sin embargo no se debe excluir
la posibilidad de que hubiera sido pintada antes de
tener propietario a la vista. De cualquier modo, es
una obra que nos permite hacernos una idea del es-
plendor del arte mural de la colonia temprana. Tam-
bién se encuentra en entredicho la autoría de otras
obras como la Virgen de la leche (Colección Velar-
de), pintada sobre plancha de cobre, o los frescos de
la Vida de San Francisco del convento del mismo
nombre. Asimismo en la iglesia de la Merced de
Huánuco se ha descubierto un San Agustín y una Ve-
rónica, que podrían responder a su pincel.
La obra de Alesio concitó mucho interés en su
momento, y atrajo a una gran cantidad de aprendi-
ces que se enrolaron en su taller. El ya nombrado
Pedro Pablo Morón presenta unos matices rafaeles-
cos más intensos que los de su maestro. Está com-
probado además que colaboró en algunos de los
cuadros de la vida de Santo Domingo y pintó los es-
cudos de los escaños del ayuntamiento en la cate-
dral. Realizó asimismo un San Pedro y un San Pablo
para el retablo mayor de la iglesia de San Sebastián,
y posteriormente puso un taller junto con su colega
y condiscípulo Domingo Gil. Muchos autores seña-
lan que con el aporte del último de los nombrados San Buenaventura por Angelino Medoro. Convento de San
se inicia la americanización del arte romanesco. Francisco, Lima, 1603.
También Francisco García pasó por el mismo taller
y dejó una larga serie de obras como un San Pedro y Descalzos de Lima una Nuestra Señora de los Ánge-
un San Pablo en la capilla de la Inquisición, el reta- les destinada al altar mayor, iniciando así una larga
blo de Nuestra Señora de los Pardos de Santo Domin- relación laboral con dicha congregación, que lo lle-
go (1608) y un Cristo amarrado a la columna varía a pintar después el Milagro de San Antonio
(1617). Otro esmerado alumno de Gil fue Pedro Be- (1601), un académico y cuidado San Diego (1601),
dón de Quito, que trabajó en los escaños de la cate- y el Cristo Crucificado con San Francisco y Santo Do-
dral. Pero el más destacado de todos ellos sería mingo (1618). No concluiría allí el vínculo estable-
Francisco Bejarano, fraile agustino que exornó su cido con los franciscanos, pues pintaría para el con-
convento y pintó la Vida de la Virgen en doce lien- vento de San Francisco el Grande un magnífico San
zos, así como ángeles, virtudes y algunas pinturas Buenaventura (1603), signado por el naturalismo y
profanas, además de grabados y un retrato del virrey una trabajada textura de las superficies, lo que ha
conde de Chinchón. llevado a algunos críticos a considerarla como su
Con el cambio de siglo llegó a Lima Angelino máxima obra. En la anteportería de la misma casa
Medoro, el tercero de los grandes pintores italianos. monástica es posible ubicar el tríptico de la Pasión,
Pese a nacer en Roma en 1547, Medoro no recibió que comprende un Cristo en la Cruz con San Juan y
una educación tan exigente como Pérez de Alesio. la Virgen y una Entrada de Cristo en Jerusalem, am-
Su formación se realizó más bien en talleres provin- bos muy maltratados por el tiempo. En el interior
cianos, finalizándola en Sevilla, ciudad que lo alber- de las puertas se encuentran los pasos de la Pasión.
gó en 1586. Al año siguiente pasó a América dejan- En el muro testero del refectorio del convento de
do obras importantes en Tunja, Bogotá, Cali y Qui- La Merced, Medoro pintó a los miembros importan-
to. En el año 1600 pintó para el convento de los tes de la orden, santos, santas, la Santísima Trinidad
y la Virgen María. También realizó para los mismos cuentra en el convento de Santa Teresita– e ilustró
mercedarios un retablo procesional en el que desta- numerosas acuarelas. Asimismo Alonso Carrión
ca una hermosa Virgen. Pero quizá su Santa Rosa di- pintará una Virgen para la capilla de las Ánimas de
funta sea su cuadro más famoso. En 1617 compuso la catedral (1622). Por su parte, Pedro Reynalte de
esta obra de pequeño formato, en base a unos boce- Coello, hijo y discípulo del pintor de cámara de Fe-
tos que tomara de su cadáver, y al parecer no fue la lipe II, se estableció también en la capital, precedi-
única vez que insistió en el tema, pues se le atribu- do por la fama de su progenitor. Se le otorgó el títu-
yen dos cuadros más sobre su vida. Actualmente el lo de “Obrero mayor de la catedral de Lima”, se le
pequeño lienzo se conserva en el santuario dedica- encargaron muchas pinturas oficiales e inclusive
do a la santa. Por esta misma época pintó también pasaron por sus pinceles y telas algunos de los virre-
el Jesús de la Humildad y la Paciencia (Colección yes. Retrató a San Francisco Solano difunto y reali-
Moreyra), una devoción típicamente sevillana, don- zó las miniaturas de los libros corales de la catedral.
de realiza un interesante juego de luces y sombras Sin embargo, su estilo anticuado y cortesano le hizo
del Cristo desnudo, que realzan la postración del perder el favor del público y murió en la miseria en
Redentor. 1637.
Por encargo de los agustinos, Medoro trabajó en Bernardo Bitti, Pérez de Alesio y Angelino Medo-
el altar principal de la iglesia de San Ildefonso, com- ro implantaron en el Perú el estilo romano, y sus
poniendo la Imposición de la casulla a San Ildefonso. discípulos continuaron ese camino y lo extendie-
En 1618, luego de las grandes celebraciones que la ron. Empero, no fueron éstos los únicos extranjeros
ciudad de Lima organizó en honor del dogma de la que impusieron la contramaniera y la antimaniera.
Inmaculada Concepción, la misma orden le enco- Ya bien asentado el seiscientos una serie de artistas
mendó para la iglesia de San Agustín una Virgen In- italianos como Antonio Dovela, Juan Bautista Pla-
maculada. La madre de Cristo aparece rodeada por neta, Imperiale Planeta, Gerónimo Piñoleta, y los
ángeles que portan los atributos de las letanías lau- innominados Coberti y Romano, apoyaron la ex-
retanas, convirtiéndose en un importante modelo pansión de las formas “romanescas”. Debe resaltar-
que los artistas virreinales copiaron frecuentemen- se la enorme cantidad de frescos que acometieron,
te. El taller de Medoro atrajo a estudiantes de luga- embelleciendo los templos, conventos, edificios y
res alejados, como lo comprueba la presencia del in- casas solariegas, obras que reforzaron la fama de Li-
dio cuzqueño Pedro de Loayza, quien firmaba con- ma. Lamentablemente nada o casi nada se conserva,
trato de aprendizaje en 1604. Medoro también ayu- pues las sucesivas refacciones y modificaciones se
dó a difundir “la manera italiana” por todo el país. encargaron de destruir lo poco que dejaron en pie
Fue así como uno de sus principales seguidores, los terremotos de 1630, 1687 y 1746.
Luis de Riaño, viajó a la Ciudad Imperial donde di- Esta segunda hornada de italianos fue también
vulgaría los cánones estéticos aprendidos en el ta- muy prolífica. Alguno de ellos, según los entendi-
ller de su maestro, al tiempo que provocará una dos, debió ser el autor de la antes mencionada capi-
criollización del contramanierismo. lla del capitán Villegas. Tres frescos de la Vida de San
Pese a la influencia que tuvo y a su vocación Francisco en el convento de San Francisco el Gran-
“popular”, los especialistas consideran que la mayor de, descubiertos en 1974 bajo los grandes lienzos
parte de la producción limeña de Medoro es de ba- que adornaban el claustro mayor, habrían sido pin-
ja calidad y muy dispareja. Su personal estilo anti- tados por integrantes de esta generación artística.
manierista está lejos de alcanzar la artificiosa deli- Es el caso del Nacimiento de San Francisco, la Visión
cadeza del manierismo o la osada volumetría natu- de San Francisco en el carro de fuego y un San Fran-
ralista del barroco inicial. Sin embargo, dejó una cisco y el loco. El resto parece proceder del pincel de
profunda huella entre los muchos pintores que si- Leonardo Jaramillo, tal como lo señala Francisco
guieron sus pautas, y modeló el gusto plebeyo tras Stastny.
una retórica simple, descriptiva, incluso elemental. Del clérigo y pintor Juan Bautista Planeta se sa-
Al regresar a Sevilla en 1624, ciudad en donde mue- be que realizó algunos lienzos para el convento de
re en 1633, deja tras de sí una estela que marcará la Concepción, en 1625. El encargo contemplaba
profundamente la pintura virreinal. cuatro telas sobre la Vida de San José y siete episo-
Por aquella época “romanista” se encontraban dios de vidas de santos. Una década más tarde fina-
en Lima artistas como Diego de Ocaña, quien en liza un retrato de Santo Toribio de Mogrovejo, que
1599 pintó la Virgen de Guadalupe –que hoy se en- supuestamente sería un obsequio para el Pontífice.
Dovela por su lado, pinta La re-
velación de la orden (sacristía del
convento de La Merced) y dora
retablos y estofa imágenes en un
taller en el que figuraban apren-
dices indígenas. De los demás
sólo se conocen sus nombres (e
incluso sólo el apellido) a través
de referencias documentales. Es-
tos artistas y los discípulos deja-
dos por Bitti, Alesio y Medoro,
se mantendrían dentro de la es-
cuela romanesca, pero lenta-
mente serán seducidos por los
colores, composiciones y temas
barrocos, que insurgirán a me-
diados del siglo XVII.
La actividad pictórica entre
los indígenas estaba muy exten-
dida en la Lima del seiscientos. Sagitario (parábola de los invitados a la boda), por Diego Quispe Tito, de la serie del
Los talleres de los grandes maes- Zodíaco. Catedral del Cuzco, siglo XVII.
tros o de sus discípulos comen-
zaron a ser lugares de congrega-
ción de jóvenes indios y mestizos con vocación ar- rante el siglo XVIII, cuando el cansancio por las for-
tística. Luego se independizaban y hasta fundaban mas ampulosas y solemnes del barroco posibilitó,
taller propio, tal como aconteció con Agustín Cer- como reacción, la búsqueda de la delicadeza y el in-
bantes, indio de Quito que poseía un obrador en el timismo.
Cercado en el año 1603, teniendo como aprendiz al La influencia flamenca creó cierto gusto por el
indígena jaujino Santiago Marca. También destacó realismo y el claroscuro. Este último se insinuó al
el quiteño Andrés Rodríguez, que fue seguidor de principio como el énfasis en los juegos de luces, pa-
Dovela. Por su parte Marcos Silva se convirtió en ra generar efectos dramáticos. Los artistas transfor-
maestro y tomó como discípulo al natural Francis- man dentro de lo posible estampas e imágenes ma-
co Guerra. Muchos indios artistas fueron oriundos nieristas, las iluminan y articulan según los concep-
del Cuzco y luego retornaron a su tierra natal ayu- tos naturalistas. Prima el tema religioso y el retrato,
dando a difundir las nuevas técnicas. Los pintores aunque se observa en menor medida cierta produc-
andinos de Lima se agruparon en gremio o cofradía ción alegórica, mitológica y profana. Habitualmente
propios, y sus viviendas y talleres se ubicaron en un pintada sobre lienzo o al fresco, la pintura limeña
sector del Cercado (Wuffarden 1994: 592-600; Esta- del primer tercio del XVII tendrá según J. Bernales
bridis 1989: 113-145, Gisbert y Mesa 1982: 84; Ballesteros: “un naturalismo suave sin estridencias,
Stastny 1969: 15 y ss.; Tord 1971: 210-229, 256; armonía de colores y alguna indecisión de perfiles;
Bernales 1989: 40 y ss.; Chichizola 1983). celajes e interiores de tendencias de tonalidades ro-
jizas, figuras de movimientos sencillos, de acciones
El despertar del barroco tratadas con decoro y realzadas por vestiduras he-
En la tercera década del siglo XVII, el italianis- chas con pliegues amplios y elegantes; la luz suele
mo en la pintura empezó a ceder frente al paulatino destacar los objetos principales y los fondos son tra-
avance del naturalismo en la pintura española. Los tados sin muchas complicaciones”.
nuevos aires empezaban a imponerse de la mano de Luego de este período naturalista, comienza a
los artistas que cruzaban el Atlántico, a través de los vislumbrarse el barroco limeño, período y estilo po-
grabados y muy especialmente tras los envíos de co estudiados, caracterizados por una incidencia
obras últimas y novedosas. La pintura “a la romana” colorista y un interés por temas teológicos y hagio-
se replegó para mantenerse latente en las zonas in- gráficos de primera importancia. Se estila por en-
ternas del territorio, hasta reaparecer con fuerza du- tonces la copia de las estampas importadas de Flan-
de Flandes. El “padre del tenebrismo peruano”, co-
mo se le ha denominado a Diego de la Puente, in-
troducirá en el lenguaje artístico local el uso de una
amplia gama de tonalidades oscuras. Sin embargo
no todas sus creaciones poseen esta característica,
pues en algunas se aprecian coloridos brillantes al-
ternados con grises, sepias y negros.
Al igual que Bitti realizó largos recorridos por el
territorio del virreinato, exornando con numerosas
pinturas los templos de la Compañía en Lima, Tru-
jillo, Cuzco, Juli y Charcas, a pesar de lo cual es di-
fícil identificar su producción. En un cuadro que se
le atribuye, el Martirio de San Ignacio de Antioquía,
muestra una predilección por el claroscuro y una
composición parcelada en dos niveles, algo que se
hizo común en el naturalismo español. También en
la iglesia de San Pedro vemos un Cristo y una Virgen
María con similares características. Pintó además,
un San Miguel en el templo de la Inmaculada y una
Última Cena en el refectorio de San Francisco el
Grande, obra que tuvo notable éxito y se reprodujo
para los conventos franciscanos del Cuzco y Santia-
go de Chile. En dicha obra se puede apreciar a Cris-
to y los apóstoles sentados en una mesa redonda en
la que se distinguen una vajilla de época y viandas
Inmaculada de autor anónimo. Tercera Orden Franciscana
Seglar, Lima, siglo XVII. criollas. La escena se desarrolla en un ambiente pro-
pio del tenebrismo y siguiendo moldes italianos y
tradiciones del realismo flamenco. De esta manera
des, y en especial de los modelos de Pedro Pablo La Última Cena, se convierte en síntesis de la tran-
Rubens. Se añade a ello un alejamiento de las for- sición entre la escuela naturalista y la barroca.
mas simples, a cambio del seguimiento de compli- La transición del italianismo al barroco se puede
cados prototipos inspirados en la naturaleza, a dife- apreciar también en un artista criollo. La pintura de
rencia de la expresión clásica que opta por modelos Antonio Mermejo, posible discípulo de Bitti y naci-
ideales. En realidad, es muy difícil definir el barro- do en Lima en 1588, se caracteriza por su admira-
co limeño, por cuanto se aleja del purismo, defi- ble dibujo y su amplia gama cromática, y por sus te-
niéndose sobre todo por oposición al léxico ya gas- mas que demuestran un sólido conocimiento de las
tado del italianismo y a las corrientes naturalistas ideas humanísticas. Si bien tiene algunas obras de
que dieron vida al realismo prebarroco en España. influencia italiana como su María Magdalena
Un ejemplo del tránsito del romanismo al barro- (1626), en otros trabajos como San José y el Niño
co es la actividad desarrollada por el jesuita Diego desarrolla un elaborado estilo de filiación flamenca.
de la Puente, pintor flamenco nacido en Malinas ha- En los retratos del catedrático limeño Juan de la
cia 1586, a quien le cabría el honor de cumplir la Reinaga Salazar y de Tomás de Avendaño se puede
función que desempeñara Bernardo Bitti dentro de apreciar una cierta atracción por el realismo que an-
la Compañía de Jesús. En 1620 habría llegado al Pe- tecede al barroco en el arte propio de la Ciudad de
rú luego de seguir estudios en Flandes y Roma, lo los Reyes. Mermejo representará la aspiración de un
que le permitió estar al tanto de las corrientes artís- sector cultivado, muy interesado en las novedades y
ticas imperantes en Europa, y conocer posiblemen- cambios estilísticos ocurridos en Europa, que el
te la pintura de Rubens o al menos sus obras prime- grueso público tardará en apreciar.
ras. Sin embargo pronto se adaptará al gusto reinan- Entre los españoles residentes en Lima podemos
te en el Perú, todavía impregnado de la impronta de citar al clérigo sevillano Leonardo Jaramillo que re-
Bitti y de Medoro, intentando un estilo intermedio, corrió distintos puntos de nuestra geografía como
teñido por la influencia de los últimos romanistas Trujillo (1619), donde refacciona el templo de San
Agustín luego de un devastador terremoto, y Caja-
marca (1635), lugar en donde dejó diversos trabajos
y formó discípulos. Al año siguiente se muda a Li-
ma en donde realizará un San Bernardo y una María
Magdalena para la capilla de la Inquisición, y su
obra más importante: La imposición de la casulla de
San Ildefonso (capilla de Nuestra Señora de los Án-
geles de Lima). Se trata de un gran lienzo, signado
por su correcto trazo y la buena composición, que
se estructura a partir de los ademanes de los ánge-
les, los cuales –tal vez para satisfacer el gusto del
público– nos recuerdan el estilo italiano de Alesio.
Sin embargo, no sucede lo mismo con el propio San
Ildefonso, trabajado en estilo naturalista. Stastny
considera que una buena parte de los murales del
claustro mayor del convento de San Francisco el
Grande, encontrados en 1974, le pertenecen. Aduce
que el tratamiento de las vestimentas y el naturalis-
mo de los personajes se acercan al San Ildefonso de
Leonardo Jaramillo, que contó entre sus alumnos a
los artistas Miguel de Vargas, Tomás Ortiz y Juan de
Sotomayor.
Otros artistas transicionales fueron Joseph de la
Parra, quien en 1645 realizó un fresco para el cabil-
do, y años más tarde el retrato del capitán Sebas-
tián Fernández de Velazco (1660) y el de su majes-
tad Carlos II (1668), destinado también a la alcal-
Arcángel Rafael por Bartolomé Román. Iglesia de San Pedro,
día de la ciudad. Pedro Gerardo en cambio prefiere siglo XVII.
acometer una larga serie de doce lienzos sobre la
vida de Sansón en 1643, obra que tiene tanta acogi- afirmaron su espíritu de cuerpo e intentaron agre-
da que debe copiarla al año siguiente. Tambien miarse en 1649, para evitar la competencia desleal
Juan García es un asiduo pintor, al que se le encar- de oficiales inescrupulosos –por lo general inde-
gan 23 telas para la iglesia de Copacabana y un San pendientes– que vendían su producción a carpinte-
Pedro y San Pablo para la capilla de San Pedro de la ros y ensambladores, con la intención de que éstos
Inquisición. También se firman muchos contratos inundaran el mercado con obras de mediocre cali-
de obras de diversa temática para ser utilizadas en dad. La copia de estampas, que estuvo bastante ge-
expresiones de arte efímero, destinadas a festivida- neralizada, dirigía la asimilación de los nuevos esti-
des profanas y religiosas de la época. Dichas mani- los, sobre todo de la expresión naturalista, aunque
festaciones, que por su naturaleza no han podido el gusto común permanecía fiel a los cánones del
llegar hasta nosotros, poseían valor artístico y reci- italianismo y tenía dificultades para asimilar la es-
bieron genuina admiración entre sus contemporá- tética del barroco de Flandes. Sin embargo, los ta-
neos, quienes elogiaban su realismo y atinada fac- lleres más formales estaban atentos a las novedades
tura. Por otra parte era frecuente que se encargaran e incubaban el germen de lo que será el particular
copias de obras europeas, lo que permitía hacer barroco limeño.
más asequibles las últimas novedades estilísticas y Pese a su generalizada sumisión, la mujer no fue
educar el gusto del público. ajena al arte pictórico. Un testamento de 1667 nos
Al llegar a la mitad del siglo XVII, encontramos revela la existencia de la pintora Juana Valera, espo-
una actividad artística muy extendida en la capital sa de Joseph de Mujica, que entre otras obras, reali-
del virreinato, por la proliferación de talleres que si zó doce telas representando a los infantes de Lara,
bien no alcanzaron los excepcionales volúmenes de una docena de alegorías de las tribus de Israel, el
la producción cuzqueña, tuvieron amplia demanda mismo número de ángeles, y veinticuatro bodego-
para sus productos. Los artistas allí congregados nes que resultan bastante peculiares dentro de la
producción local. Su obra debió tener influencia de frescos de la Vida de San Francisco de Asís, que ro-
Zurbarán y según ha argumentado Wuffarden, no deaban el claustro mayor de ese convento –descu-
sería extraño que fuera autora de las Doce tribus de biertos recién en 1974–, y reemplazarlos por 36
Israel del convento de la Buena Muerte (Estabridis lienzos que cubrirían las enormes galerías que dan
1989: 150 y ss.; Bernales 1989: 40-56; Wuffarden sobre el patio. La extensa obra se ve influida por el
1994: 600-607, Tord 1971: 220-233). naturalismo flamenco y español, predominando los
claroscuros acompañados de colores cálidos. Los
La madurez del barroco limeño personajes de elegantes posturas parecen tomados,
En 1671 un encargo de grandes proporciones al igual que los escenarios, de grabados y estampas
reunió a cuatro artistas radicados en Lima, “después “romanistas”, pero los artífices los transforman bajo
de haberlos escogido por los mejores”. Los pintores reglas barrocas, siguiendo criterios didácticos. Los
seleccionados fueron Francisco Escobar –quien diri- escorzos alcanzan maestría y los paisajes y decora-
gió la obra–, Pedro Fernández de Noriega, Diego de dos arquitectónicos realzan el conjunto.
Aguilera y el esclavo Andrés de Liévana. Se trataba Las escenas correspondientes a la juventud de
de renovar los deteriorados o al menos “anticuados” San Francisco fueron asignadas a Escobar. El segun-
do recodo y la recta siguiente se en-
tregaron a Diego de Aguilera. El ter-
cer frente se le otorgó al pardo Liéva-
na, quien destaca por su panel de La
cortesana tentando a San Francisco,
donde ejecuta una fiel caracterología
de los tipos humanos. Finalmente a
Noriega se le ofreció la cuarta gale-
ría, dedicada a la muerte del seráfico
padre. Los cuadros pertenecientes a
Escobar alcanzan los mayores nive-
les de calidad debido a sus delicados
encuadres y la calculada posición de
los personajes. Destacan sobremane-
ra el Nacimiento de San Francisco y
La profecía del abad Joaquín. En este
último encontramos un grupo de án-
geles semidesnudos antes de su caí-
da, y como nota curiosa se asegura
que el autor pintó su autorretrato en
la parte inferior de la obra. También
son dignos de mención La visión de
las armas, uno de los más interesan-
tes retratos ecuestres del período vi-
rreinal, mientras que en El encuentro
con el leproso y La renuncia de los bie-
nes, el artista reinterpreta la icono-
grafía franciscana, mostrando al san-
to como un apuesto doncel, al estilo
de las estampas flamencas. Pero no
serían éstas las únicas obras limeñas
de Escobar, pues años antes (1649)
había esbozado un gran cuadro para
El arte escultórico occidental hizo su presencia con el gótico y el mudéjar. El segundo tercio sería
en América poco después de la llegada de los con- propiamente el renacimiento español, etapa en que
quistadores, suscitándose un creativo encuentro en- alcanza grandiosidad aquella mezcla “más perfecta
tre las concepciones y metodologías europeas, y los entre el gótico y lo itálico bajo el signo de la religio-
aportes y las técnicas andinas. Sin embargo no po- sidad hispana”. El último tercio estaría caracteriza-
demos hablar en rigor de una única tradición hispá- do por la aparición del manierismo.
nica, pues desde el primer momento se superponían Si bien el arte escultórico precolombino había
–y no habíanse deslindado todavía– las tendencias dado brillantes muestras de maestría y perfección,
estilísticas de matriz occidental. Bernales Balleste- las técnicas y las opciones estilísticas diferían osten-
ros ha tratado de ordenar esta multiplicidad en la siblemente. Pero el arte avanza también a partir de
producción artística del siglo XVI, señalando que el las fusiones y el mestizaje, y relativamente pronto la
primer tercio del cinquecento español estaría signa- antigua tradición indígena se amalgamó con los
do por las nuevas ideas renacentistas, que se funden procedimientos occidentales, generando interesan-
tes mixturas, donde no se perdía ni la sensibilidad
andina, ni la función social que el arte cumplía pa-
ra los españoles.
La escultura es un arte sumamente complejo y
supone una creciente especialización y dotes cada
vez más exigentes. Por ejemplo el procedimiento
más común para realizar una imagen de bulto con-
templaba inicialmente la ejecución de una serie de
bocetos. Habitualmente se elegían las maderas más
nobles y fáciles de desbastar (cedro, caoba o pino),
pero ante la carencia de éstas y aprovechando la tra-
dición indígena, se recurrió al tronco del maguey.
Más tarde el artífice se abocaba a la paciente labor
del tallado de secciones de la imagen, con delicados
o incisivos golpes de los formones o gurbias. Estas
diferentes partes luego se ensamblaban con espigas
de madera o con clavos y grapas. Una vez unidas las
piezas eran sometidas al proceso de aparejo, por el
cual se las recubría con una capa de yeso y cola, que-
dando listas para el pulido, el dorado y el pintado.
El proceso de plastecer consistía en enyesar la
imagen, para después recubrirla con una arcilla de-
nominada bol en las partes que irían vestidas, y con
yeso y albayalde en las zonas que quedarían al des-
nudo. Realizadas estas labores, la pieza recibía una
mano de pan de oro o de pan de plata y luego se es-
tofaba, es decir se pintaba sobre la superficie dora-
da. Esta pintura era luego picada, grabada o esgra-
fiada, lo que se conseguía rayando la capa aplicada
de color, para hacer sobresalir el pan de oro subya-
Retablo del Cristo de la Contrición, iglesia de San Pedro, Lima. cente. Por lo general se plasmaban motivos geomé-
tricos o naturalistas, que imitaban el brocado de las ejecutó el retablo catedralicio de La Visitación, hoy
telas. Las partes descubiertas recibían las carnacio- perdido. Los sevillanos Cristóbal de Ojeda y Juan de
nes, o capas de pintura más delgada y sonrosada, en Navajeda se establecieron en la Ciudad de los Reyes
acabado brillante o mate, según la época. Muchas desde 1555, obteniendo una serie de contratas para
de estas tareas estaban a cargo de un especialista, elaborar retablos. Éstos se convierten en elementos
aunque algunos maestros preferían encarar todas imprescindibles para amoblar las capillas de los
las etapas de la obra, apoyándose solamente en sus templos. Como ha mencionado Bernales: “la estruc-
ayudantes. tura jerarquizada del altar como sus contenidos de
Dentro del proceso evangelizador la estatuaria representación sacra se ajustaban perfectamente a
ocupó un papel de primera importancia. Si bien la las funciones didácticas que requería el proceso de
escultura no podía competir con la función didácti- adoctrinamiento masivo. En él se conjugaban las
ca de la pintura, estaba llamada a suscitar senti- principales manifestaciones del arte –pintura, escul-
mientos más piadosos y meditativos en el ánimo de tura y arquitectura– configurando programas icono-
los fieles. Debido a ello, las órdenes religiosas traje- gráficos de fácil lectura para los fieles que asistían
ron rápidamente las primeras imágenes que adorna- al oficio religioso”.
ron sus templos. Sin embargo, poco es lo que ha lle- El retablo comprendía un basamento, pedestal o
gado hasta nosotros de las obras realizadas entre sotabanco, encima del cual continuaba el banco, o
1535 y 1580. En muchos casos sólo tenemos acce- largo pedestal corrido pintado y ornado por imáge-
so a algunos documentos notariales y cartas de em- nes que soporta el cuerpo superior. Sobre ellos se
barque, que nos informan de la temprana y gran im- ubicaban las calles o cuerpos, según se les apreciara
portación de obras que van desde esculturas de pie- de manera vertical u horizontal. La calle principal
dra y madera, hasta retablos y portadas. lleva en su primer cuerpo el sagrario, en el segundo
Entre las obras remitidas desde la Península por el templete, donde se exponía el Santísimo Sacra-
aquellos años destaca el Cristo de la Conquista en la mento, y en el tercero la imagen del santo titular del
iglesia de la Merced de Lima, donde se puede obser- retablo. Las calles laterales que podían ser dos o
var “una imagen de Cristo expirante en la Cruz ... cuatro, definían el espacio para las tablas o telas po-
que tiene la particularidad de tener los pies cruza- licromadas, y las imágenes secundarias. El ático co-
dos y con cuatro clavos”. También se refieren las cé- ronaba todo el conjunto. Los retablos que seguían
lebres composiciones que enviara desde Sevilla el los modelos que antecedieron al manierismo, con-
escultor Roque Balduque, entre las que destaca La tenían esculturas de candelabro, es decir sólo con
Virgen de la Asunción (c. 1562), imagen titular de la rostros, manos y pies tallados, y el resto de armazón
catedral. Dicha talla hoy ha sido bautizada como la cubierta por tela encolada. Completaban estos alta-
Virgen de la Evangelización, y es de tamaño natural res una serie de colgaduras de tela, ángeles y relie-
y expresión hierática, pues responde a las tenden- ves de acusado cromatismo.
cias flamencas de su autor. En la iglesia de Santo Como se puede entender, tan gigantesca fábrica
Domingo se conserva La Virgen del Rosario (c. proveía de trabajo a numerosos artistas. Sobresalían
1561) del mismo Balduque, que posee todavía gran el ensamblador, quien construía la estructura; el en-
parte de su estofado original, mientras en el coro al- tallador que realizaba los relieves y las imágenes de
to de San Francisco se halla un “Crucificado con un espalda plana que se colocaban en las hornacinas; el
efecto dramático de herencia gótica”, perteneciente encarnador y el estofador que daban color a las pie-
presumiblemente al círculo del artista. zas componentes; el dorador que recubría de pan de
Estos nuevos territorios también seducirán a al- oro de 23 kilates las estructuras; y los pintores que
gunos artistas, que los encuentran propicios para esbozaban las telas necesarias. Si bien en Lima no
establecerse y ejercer su oficio. No fue extraño que quedan rastros de estos retablos iniciales, en la zo-
artífices castellanos y andaluces abrieran obradores na del Alto Perú todavía es posible apreciar bellos
en la capital, y se hicieran cargo de los numerosos exponentes mantenidos en las iglesias de las reduc-
pedidos de retablos y esculturas, provenientes de ciones indias.
los conventos y cofradías. El español Alonso Gómez La incesante actividad artística que promovió el
(1558) realizó en estas tierras una tabla del retablo nacimiento de las ciudades permitió que los artistas
mayor de la catedral, dedicada al tema de La adora- emigrados abrieran talleres, rodéandose de ayudan-
ción de los pastores, que tenía una composición bas- tes lugareños. Todos ellos contribuyeron a exten-
tante esquemática. Por su parte Diego Rodríguez der la escultura –entendida de una manera occi-
dental– entre los artistas indígenas. Sin embargo es- antimanieristas, se afianza en el campo de la escul-
tos tempranos aprendices andinos no fueron recep- tura limeña entre los años 1580 y 1620. Como es ló-
tores pasivos, y más bien aportaron sus técnicas lo- gico pensar, estas fechas se adelantan y retrasan en
cales –como el uso del maguey– e hicieron gala de las diversas regiones del virreino, de acuerdo a su
una sensibilidad muy propia. La estética escultórica cercanía o alejamiento de los centros de producción
mestiza se aproxima al expresionismo en la ideali- artística.
zación de los rostros y las manos, e insiste en una Los talleres indígenas serán particularmente fie-
policromía muy viva y una marcada frontalidad en les a estos lineamientos “romanistas” y tardarán en
el diseño. evolucionar hacia el realismo, aunque manifestaron
De esta época inicial data uno de los más intere- simultáneamente tendencias propias. Según ha co-
santes monumentos fúnebres del país. Se trata de la mentado Bernales, “sus esquemas compositivos
escultura yacente de Per Álvarez de Holguín, quien suelen partir del manierismo pero sin la afectada
muriera en la “rota de Chupas”, durante las guerras elegancia de las imágenes genuinamente manieris-
civiles que enfrentaron a los conquistadores, en los tas, pues prefirieron desde fechas tempranas ani-
años aurorales del virreino. La escultura en piedra mar las representaciones con leves efectos expresi-
fue encontrada bajo una capilla de la Merced de vos e intensas policromías, sobre todo en los temas
Huamanga y representa al guerrero con armadura pasionarios y de santos mártires, los que años des-
completa, sosteniendo un mandoble que empuña pués con el clima del barroco se acentuarán con
con las dos manos. Subsiste el tratamiento gótico de efectos trágicos muy propios de la escultura mesti-
la escultura sepulcral, pero denota cierto esquema- za e indígena”.
tismo e ingenuidad, que nos hacen recordar las fi- Al igual que las estilísticas precedentes, el ma-
guras de soldados reproducidas por Guaman Poma nierismo llegó a estas tierras gracias a los artistas
de Ayala en los dibujos de su crónica. emigrados, la remisión de obras peninsulares y los
En el Cuzco la actividad escultórica sería tam- libros con grabados que difundían las creaciones de
bién muy importante durante estos años. Una de las moda en Europa. Estos envíos, que terminaron
más notables imágenes es el muy reverenciado Se- siendo extremadamente numerosos y variados, con-
ñor de los Temblores, de tamaño natural (c. 1560). templaban desde pequeños crucifijos, hasta retablos
Pese a que la mitología popular cree que la imagen y portadas desarmadas. Igualmente diversos eran
fue regalada a la ciudad por el emperador Carlos V, los materiales empleados en su creación, como por
se trata de una obra local. Ello queda fácilmente de- ejemplo finas maderas, terracota, plomo, piedra,
mostrado si revisamos su estructura, que es de ma- pasta y marfil. Los protocolos notariales serán mu-
guey entrelazado y encolado, cubierta a su vez por dos testigos de este floreciente comercio entre
tela encolada. Esta técnica absolutamente indígena Sevilla (de donde partían cualesquie-
era imposible de ser imitada en la Metrópoli. ra que fuese su procedencia
Otras antiguas imágenes son la Virgen de la original) y Lima. De esta
Concepción realizada en piedra (c. 1560), similar manera la capital del virrei-
a otra del mismo año hecha en madera, y una nato pudo contar con obras
serie de Crucificados y Madonnas que se eje- de Juan Bautista Vázquez, se-
cutaron en la localidad. Ellas expresan el guidor del legado de Miguel
gusto de los conquistadores, detenidos en Ángel y de la estética del Be-
cánones estéticos de principios de la centu- rruguete. En la iglesia de San-
ria, por lo cual ostentan un aire arcaico. (Ber- to Domingo se encuentra el
nales 1991: 8 y ss.; Estabridis 1991:138- retablo de la Virgen del Rosa-
140; Wuffarden 1994: 554-584; Bernales rio (c. 1582), en el que se
1987: 293-300). puede observar el Crucifica-
do que la prominente familia
EL MANIERISMO Agüero encargara al maes-
tro. Posiblemente los relie-
El manierismo al que muchos prefieren
denominar “romanismo” o “arte a la italia- La Virgen con el Niño, por Juan
na”, por las diferencias estilísticas que fue- Bautista Vásquez, siglo XVI
ron surgiendo con los contramanieras y los (colección Instituto Riva-Agüero).
ves de La Anunciación, La Visitación y Los Ángeles
pertenezcan a la misma mano. Otro envío de Váz-
quez es la Virgen con el Niño del Instituto Riva-
Agüero, conocida como “la Rectora”, imagen seden-
te de tamaño natural, que todavía exhibe buena par-
te de su policromía original y debió ser parte de al-
gún retablo que los terremotos destruyeron. La in-
fluencia del maestro español fue grande y se exten-
dió entre los artistas regionales.
Otro escultor importante fue Gaspar del Águila
al que se le debe la Virgen del Consuelo de Arequipa
y la Virgen con el Niño de la Merced de Ayacucho.
Anónimos resultan en cambio el Cristo de la Con-
quista y la Virgen de la Merced, ambas en el referido
templo mercedario, la Virgen de los Remedios en la
iglesia de los jesuitas, el Cristo Milagroso de Santo
Domingo, y la Virgen de la Candelaria de la capita-
lina iglesia de Copacabana.
Estas imágenes, y muchas otras más que desapa-
recieron, ayudaron a difundir las maneras italianas
entre la población y los artistas locales. Pero tanto o
más impacto tuvo la llegada de una serie de artistas
de raigambre “romana” o manierista. Conviene re-
cordar a Bernardo Bitti, Gómez Hernández Galván,
Andrés de Hernández, Martín de Oviedo, José Pas-
torelo y otros, cuyos nombres desfilan incansable-
mente en los documentos notariales, aceptando rea-
lizar esculturas, relieves, retablos, sillerías, dorados, Talla en madera del Cristo de la Contrición por Martín de
policromados y ensamblajes. Oviedo, siglo XVII. Iglesia de San Pedro, Lima.
Bernardo Bitti, el célebre pintor introductor de la
contramaniera en el Perú, llevó las novedades del ar-
te contrarreformista al Alto Perú. Durante el dilata- gelista, que al decir de Bernales “es una de las es-
do viaje por esas comarcas exornó templos de la culturas exentas más manieristas de la época y des-
Compañía con pinturas y esculturas. Bitti desarro- taca por su elocuente delicadeza, aspecto juvenil y
lló una importantísima vena escultórica, que ha movimiento inestable”. Todas estas creaciones de
permanecido ignorada hasta poco tiempo atrás. Só- Bitti están confeccionadas con fibra de maguey y
lo a partir de la semejanza que se establece entre el tela encolada.
gran relieve de la Asunción de la Virgen (c. 1584) del Pero sin duda serán los paneles del perdido reta-
templo del mismo nombre en Juli, con el cuadro de blo mayor de la Compañía del Cuzco una de las me-
idéntico tema que pintó en San Pedro de Lima, se jores obras del artista jesuita. Ubicados felizmente
ha podido descubrir al mismo autor en ambos. El en una hacienda cercana a la capital de los incas, se
relieve en cuestión “es quizás de las obras más be- pueden apreciar fragmentos de la obra como los re-
llas de la escultura manierista peruana, tanto por el lieves de San Sebastián, Santiago Apóstol, San Ignacio
canon alargado y afectada elegancia en el contrapos- de Antioquía, Santa Marta y San Gregorio Papa. Rea-
to, como por las caprichosas actitudes de los ange- lizados por Bitti y policromados por el hermano je-
lillos que rodean a la figura de la Virgen”. suita Pedro de Vargas, estas “composiciones de las
También basándose en esta primera y certera re- figuras de los santos, de rebuscados esquemas y
lación, se le ha atribuido la autoría del retablo de posturas que llenan los espacios de las estrechas ta-
San Pedro de Acora (c. 1587), con el relieve de la blas, demuestran que Bitti es más pintor que escul-
Anunciación. En Challapampa se encuentra el relie- tor, pero con calidades evidentes que es justo reco-
ve de la Virgen rodeada de ángeles, y en San Juan de nocer dentro de los aspectos angustiosos que mues-
Acora se encuentra la escultura de San Juan Evan- tran la más clara estirpe manierista”.
Un testigo de la época diría de aquel retablo: “a de Copacabana (1634); y Luis de Riaño, el discípu-
juicio de todos los entalladores y pintores y buenos lo de Medoro que trabajara en Huaro y Urcos. La
oficiales de todo el reino es la obra más grande y composición de los retablos adquiere por esta épo-
más hermosa que hay en todo él, en bultos, imáge- ca un estilo más clásico, por el cual las columnas
nes, vista, autoridad, pincel y proporción”. También con decoraciones en el tercio inferior del fuste for-
en el Cuzco Bitti realizará el niño Jesús de la cofra- man parte del único cuerpo de la estructura. Sus su-
día de Santa Ana, que aparece en las fiestas del Cor- perficies adquieren una coloración muy trabajada y
pus Christi. Pedro de Vargas también realizó obra presentan esgrafiados de armoniosa decoración na-
individual como la Virgen de Copacabana de la igle- turalista, además de los típicos grutescos que se
sia de Chinchaypujio. Otro importante introductor pueden ver en las provincianas iglesias indias de
del manierismo como Angelino Medoro no descui- Chinchero, Huaro, Cai-Cai, Oropesa y Huasac.
dará las artes del esculpido y realizará un Crucifica- Tras el cambio de siglo, los artistas nativos van
do que se conserva hoy en Yotala (Bolivia). definiendo un estilo propio, que fluctúa entre el “ar-
Gómez Hernández Galván, posible seguidor de te a la romana” y las pautas estilísticas sevillanas. El
Bitti, trabajará en 1580 en el hoy perdido retablo más notable de todos estos escultores será Francis-
mayor de la segunda catedral limeña. Al regresar del co Titu Yupanqui Inga, que sigue los modelos de
Alto Perú donde posiblemente refuerce su admira- Roque Balduque, y realiza la Virgen de Copacabana,
ción por Bitti, se le asignará la primera sillería de la la imagen más venerada del Alto Perú. Basado en el
catedral, de la cual nos ha llegado un profeta en re- modelo de una Virgen de la Misericordia, esta ima-
lieve, que se le ha atribuido tanto a él como a Álva- gen expresa “algo arcaizante, aunque de gran majes-
ro Bautista Guevara. Son de Hernández Galván tam- tuosidad y fuerza expresiva”. Antes de morir en
bién cuatro tallados que representan a San Felipe, 1608 realiza varias copias de su creación para dis-
San Miguel, San Martín y San Juan Bautista. tintas localidades. En Copacabana surgirá una es-
Pedro Santángel de Florencia pertenece a la pri- cuela indígena entre cuyos integrantes destacará la
mera y precoz generación de mestizos dedicados al figura de Sebastián Acostopa Inca, quien en 1618
arte. Además de su arte pictórica se dedicará a la es- acomete el retablo de la iglesia de Copacabana, don-
cultura, como lo evidencian la Asunción, Santiago y de demuestra gran arte y oficio especialmente en las
Santa Bárbara, encargo del cura de Levitaca (1589). esculturas exentas del Nacimiento de Cristo, La Vir-
Su maestría le valió que otras comunidades cerca- gen, dos Virtudes, cuatro Doctores y seis Sibilas. Tal
nas le pidieran además un San Juan Bautista y un sería su renombre que desde Sevilla se le hicieron
San Bartolomé. otros encargos (Chichizola 1983: 23 y ss.; Wuffar-
El sevillano Pedro Martín de Oviedo se establece den 1994: 559-582; Bernales 1987: 299-305).
en Lima entre 1600 y 1620, época en la que se tras-
lada a Potosí. En 1601 realiza el altar de Nuestra Se- EL REALISMO
ñora de la Piedad en la iglesia de la Virgen de la Mer-
ced de Lima, del cual quedan algunos relieves reu- Durante las dos primeras décadas del siglo XVII
tilizados posteriormente en el retablo de Cristo del se manifiesta un cambio de gusto de la población vi-
Auxilio, que luce iconografías de La oración en el rreinal, ya que empieza a cansarse de los modelos “a
huerto, Jesús atado en la columna, Ecce Homo y Jesús la romana”, prefiriendo las piezas escultóricas sevi-
con la Cruz a cuestas. También a su diestra mano se llanas marcadas por su fuerte naturalismo. Esta ac-
debe el Cristo de la Contrición de la iglesia de los je- titud de la población se ve secundada por el fuerte
suitas en Lima. Recurriendo una vez más a los jui- tráfico de obras de arte hispalenses, que llegan al vi-
cios de Bernales Ballesteros, se puede afirmar que rreinato extendiendo los nuevos gustos. Uno de los
esta última es “una obra de estupendo modelado más solicitados artistas será Martínez Montañés
con desnudo de fuerte musculatura, pies con cuatro (1568-1649), quien aparecerá como uno de los má-
clavos y en general, más acorde con las maneras fi- ximos exponentes del realismo sevillano.
nales del manierismo que las del posterior realismo Sus remesas de obras tendrán una impactante in-
que se impuso en la ciudad”. fluencia sobre la naciente escuela limeña. Su estilo,
Artistas sin paradero fijo serán los transhuman- que interpreta de una manera muy personal el ma-
tes Gerónimo Pérez de Villarreal y Juan Toledano, nierismo, está “basado en la mesura, la armonía de
quienes hicieron un altar para San Agustín en 1623; las proporciones en los cuerpos y suaves movimien-
Pedro de Mesa, quien trabaja decorando la iglesia tos llenos de elegancia, pero sin acentuar los efectos
dramáticos”. Sus envíos serán incesantes: una Vir- dos pecuniarios de este comercio con Lima, trasla-
gen del Rosario para Chucuito, diez sagrarios envia- dando su producción hacia la capital virreinal.
dos al Cuzco (1592), ocho Vírgenes del Rosario Algunos maestros juzgan más conveniente pasar
(1590) en ruta hacia Chile, dos Niños Jesús pedidos a Indias para desarrollar su producción. Es el caso
por el virrey Velasco (1592), el Cristo del Auxilio de de Martín de Oviedo y el de Alonso de Mesa y Juan
la Merced (1602), los retablos de San Juan Bautista Martínez de Arrona. Mesa realiza una Virgen de la
(1622), San Juan Evangelista (1625) y un Crucifica- Merced (1603) en Trujillo, la escultura orante de
do para el monasterio de la Concepción, traslada- Bartolomé Lobo Guerrero (1622) y cumple con in-
dos actualmente a la catedral. Además se añaden numerables contratos en Lima, entre los que desta-
una Santa Apolonia (1625) de bulto entero para la ca el armado de un altar en San Agustín, del cual di-
catedral, la Virgen Inmaculada de Oruro (c. 1640), ce Calancha: “lo cuajan ángeles y virtudes da vuel-
La Virgen con el Niño en la iglesia de San Camilo, el ta por la cumbre con ser altísima y es tanto lo cres-
San Jerónimo de la iglesia de San Pedro de Juli, y los po y lo galano, que son lo dorado y estofas hace la
Santos Jesuitas de San Pedro de Lima. La omnipre- pieza más preciosa que tiene aqueste reino... el vi-
sencia de sus obras anunció un nuevo canon estéti- rrey principe de Esquilache decía que ningún reta-
co, que trasunta una actitud calmada, una cuidado- blo había en toda España que le igualase ni hiciese
sa armonía cromática y un elegante dorado de los competencia”. Por su lado el vasco Martínez de
estofados. Arrona realiza la cajonería de la sacristía de la cate-
La popularidad del artista le impediría satisfacer dral (1608), con las figuras de los apóstoles casi de
todos los pedidos, por lo que debe recurrir a su dis- tamaño natural, y el primer cuerpo de la portada de
cípulo Juan de Mesa para abastecer la demanda. A la catedral.
Mesa le pertenecen el Crucificado de la capilla de la Estos discípulos y seguidores de Montañés reite-
Virgen de la O de San Pedro que tiene formato na- ran en Lima su estilo, pero con una libertad bastan-
tural, o el enviado a la iglesia de Santa Catalina de te mayor pues no han sido formados en la estética
Lima. Otros artistas sevillanos como Francisco de manierista. De este modo sus resultados son cada
Ocampo, Juan de Remesal, Alonso Cano y Felipe de
Rivas también comprueban los magníficos resulta-
Túmulo
diseñado para
la ceremonia
de honras
fúnebres por el
fallecimiento
de María
Bárbara de
Portugal, siglo
Cajonería de la sacristía de la catedral de Lima por Juan
Martínez de Arrona, siglo XVII. XVIII.
Sillería coral de la catedral de Lima, considerada una de las
más destacadas muestras de la escultura virreinal. A la
derecha, detalle de la sillería.
Tránsito
de Santa
Rosa por
Melchor
Caffa,
1669.
Iglesia de
Santo
Domingo,
Lima.
San Jerónimo y un San Francisco, que lindan con lo también la que se esculpió en honor del virrey-ar-
expresionista. Por su parte, Martín de Torres traba- zobispo don Melchor de Liñán y Cisneros (1682)
ja una serie de retablos que definirán un peculiar es- de la iglesia del Sagrario, y la de Diego Morcillo
tilo. En ellos se aprecia la utilización de columnas Rubio de Auñón (1724), emprendida por Baltazar
corintias, cuyo fuste situado en el tercio inferior se Menéndez.
halla rodeado de escamas. Ello caracterizará el El escultor de más renombre de fines del siglo
claustro mayor de la Merced del Cuzco (Wuffarden XVII será Tomás Tuyru Tupac, quien además de
1994: 562-578; Bernales 1987:311-313; Gisbert y obras arquitectónicas realiza las figuras de la Virgen
Mesa 1991; Estabridis 1991). de la Almudena (1686), de San Juan de Dios, y en
1697 el retablo mayor de la parroquia de Santa Ana.
EL BARROCO En ellas se percibe la lejana influencia de Montañés.
De otro lado, Melchor Guamán Mayta llega a un
Hacia 1670 culmina la vigencia del naturalismo, realismo extremo colocando en sus esculturas de
iniciándose una centuria de pleno apogeo del barro- maguey y tela encolada, mascarillas de pasta en las
co. El audaz “churrigueresco” o “barroco salomóni- que se insertan cabello y dientes humanos, palada-
co” tendrá gran predicamento hasta el terremoto de res de espejo y ojos de vidrio coloreado. La tradi-
1746, pero la reconstrucción de la ciudad de Lima ción le atribuye un San Cristóbal, un San Sebastián,
marcará la entrada del barroco decadente o rococó, una escultura de San Pedro Nolasco y un San Agus-
con su fino trabajo de rocaille. El declive económi- tín, ubicadas en el templo de la Merced.
co del virreinato se evidenciará por la disminución Algunos especialistas consideran que la intro-
del tráfico comercial con Sevilla y la poco frecuente ducción de las columnas salomónicas en el arte pe-
llegada de obras de arte desde la Península. Los ta- ruano se debe al vasco Diego de Aguirre, que habi-
lleres locales se van emancipando del gusto ibérico tó en Lima entre 1665 y 1718. Un proyecto para le-
y realizan sus creaciones según un estilo propio. Se- vantar sobre el altar mayor de la catedral un balda-
gún Bernales Ballesteros será la época del esplendor quino semejante al de Bernini en Roma, también le
de los retablos y del mobiliario litúrgico. Sin embar- pertenecería, aunque la idea cayó en el olvido. Sin
go la escultura decae ante la pérdida de realismo, en embargo, Aguirre utilizó las nuevas columnas en al-
aras de buscar un efectismo que realce el movimien- gunos proyectos menores y pronto contó con una
to. Los rostros se vuelven estereotipados, impasibles serie de seguidores en la ciudad, que las utilizaron
e inexpresivos. La belleza del retablo parece despla- en la portada de San Agustín y en la decoración in-
zar la calidad de sus adornos estatuarios. Sin embar- terior del templo de la Compañía. Esta iglesia posee
go, la escultura seguirá conservando todo su poder ocho retablos con columnas salomónicas doradas,
expresivo en zonas específicas. Así lo demuestran varios de los cuales se atribuyen al mismo Aguirre.
las magníficas escuelas barroco-mestizas que surgen Entre los imitadores destacó el mestizo José de Cas-
en Arequipa y Puno. tilla, natural de Conchucos, quien entre 1708 y
Sin embargo, no debe dejar de mencionarse a 1737 trabaja en todo el amoblamiento litúrgico de
una serie de importantes artistas, como el ensam- la iglesia de Jesús María. Particularmente interesan-
blador de retablos y escultor fray Cristóbal Caballe- te es el altar mayor de este templo, que tiene tres ca-
ro, quien profesa una gran admiración por los gra- lles y dos niveles, además de retablos laterales y un
bados flamencos y los libros de arquitectura. Caba- púlpito, todos provenientes de la misma época y au-
llero fue el encargado de levantar, en 1666, el mo- toría. Tal decoración nos proporciona una idea ca-
numento dedicado a la coronación de Carlos II que bal de lo que debió ser el interior de los templos de
se ubicaba en la catedral. Curiosamente, sus mis- este período, antes de que el neoclasicismo arrasa-
mos diseños fueron utilizados años más tarde por rá con los estilos previos, de la mano del construc-
sus continuadores para erigir el túmulo funerario tor Matías Maestro.
del mismo rey, en 1701. Otra obra importante de fi- Durante el siglo XVIII, el escultor más importan-
nes del siglo XVII es la sillería coral de San Francis- te es sin lugar a dudas Baltasar Gavilán. Sin embar-
co, una de cuyas partes fue realizada por Juan Del- go, su figura tiene más visos de responder a una in-
gadillo. En esta época se difunde la escultura fune- vención literaria, que a una historia verosímil. La le-
raria, tomándose el modelo de la que conmemora yenda popular, de la que Ricardo Palma se hizo eco
la muerte del conde de Salvatierra, donde el difun- en una de sus “tradiciones”, señala que Gavilán fue
to aparece en gesto orante. En esta línea se ubican un reo refugiado en el convento de San Francisco y
Sillería del coro de la catedral del Cuzco, atribuida a
Giménez de Villarreal, fines del siglo XVII.
La fundación de cientos de ciudades en los An- acceso al mar permitía establecer un puente natural
des fue uno de los hechos más trascendentales de la para defender y controlar todo el comercio ultrama-
historia colonial. La congregación de la población rino. Empero no son pocas las personas que consi-
en centros urbanos constituyó el camino más segu- deran que un emplazamiento de la capital en la zo-
ro para implantar la cultura de occidente en las an- na cordillerana, hubiera posibilitado una fisonomía
tiguas tierras del Tahuantinsuyo. Pero ello supuso de país distinta, quizás un “Perú serrano”.
alterar cruel y paulatinamente los criterios preco- En forma paralela a la capital, florecieron tam-
lombinos en torno al espacio, la circulación vial, la bién una serie de ciudades intermedias, que inicial-
posesión de la tierra, la apropiación y manejo de los mente sirvieron como centros de localización de los
recursos naturales y la utilización de la mano de encomenderos. Desde ellas, este grupo de potenta-
obra. dos ejerció sus privilegios fiscales y sociales sobre
Los fundadores de ciudades reprodujeron viejos las zonas circunvecinas, haciendo valer su prestigio,
esquemas urbanísticos pero también actuaron crea- su riqueza y su poder. Algunas de estas urbes, como
tivamente –interpretando la nueva realidad– y modi- Huamanga, cercenaron parte de las prerrogativas de
ficaron normas y costumbres al trazar calzadas, igle- la capital. Recién a mediados del siglo XVII, la ciu-
sias, solares y plazas. La etnohistoria y las modernas dad provinciana se emancipó de la suerte de sus en-
formas de investigación nos permiten apreciar con comenderos y en algunos casos debió competir con
claridad cómo se desarrollaron dichos cambios, y nuevos centros urbanos, que supieron sacar partido
entender el impacto en las mentalidades andinas de de su riqueza agropecuaria, sus minas o las transita-
las nuevas formas de ocupación del espacio. Es ne- das rutas comerciales. Dentro de este universo urba-
cesario insistir en que la ciudad era una noción y no, el Cuzco resultó un caso excepcional pues en-
una experiencia del todo desconocida para los habi- carnó, luego de su refundación española, la antigua
tantes del Tahuantinsuyo, aunque las culturas tar- idea de la civitas y conservó la altísima dignidad de
días como Wari, Chimú y los propios incas levanta- ser la capital imperial incaica. Esta doble condición
ron grandes centros administrativo-ceremoniales. La sería aprovechada una y mil veces por el mesianis-
urbe, unida a las ideas jurídico-filosóficas y las cos- mo andino y jugaría un papel fundamental en el
tumbres que introducía, transformaría radicalmente surgimiento del nacionalismo neoinca del siglo
la vida de los pobladores del naciente Perú. XVIII.
La organización del reino del Perú y su defensa Los aislados caseríos de los hatun runas o indios
ante las rebeliones indias y las nuevas aventuras de del común, acostumbrados a la dispersión en sus
conquista –como las que venía urdiendo Pedro de unidades agrícolas, tenían un planteamiento radi-
Alvarado– plantearon la necesidad de contar con calmente distinto de la noción urbana europea. Los
una ciudad principal. Ella actuaría como centro de juristas y políticos al servicio de la Corona conside-
la actividad económica, política y militar. Francisco raron que sólo mediante el traslado de los indios a
Pizarro pensó inicialmente en Jauja, y luego en San- poblados de tipo occidental, se podría lograr la cris-
gallán, pero finalmente escogió el valle del Rímac. tianización y control económico y político de los
Se sabe que el conquistador también entrevió la po- habitantes andinos. La idea de hacerles vivir en
sibilidad cuzqueña, y años más tarde intentó el tras- “buena policia, o en orden y buen gobierno” llevó
lado del gobierno a Saña, en el actual departamento a los legisladores a reducir a los indios en aldeas. La
de Lambayeque. Sin embargo la elección de Lima “reducción de indios”, lejos de beneficiar a los na-
como capital fue por muchos motivos la solución turales como lo habían previsto los ideólogos y ase-
idónea, porque respondía a requerimientos geopolí- sores del rey Felipe II, desestructuró por completo
ticos y económicos. Lima, opacada a nivel demográ- la organización social y espacial, y la ecología andi-
fico sólo por la Villa Rica de Potosí, era el centro del na.
continente por explorar y conquistar, y su rápido
Imagen idealizada de la ciudad del Cuzco publicada en
la obra de Olfert Dapper, De Nieuwe en Onbekende
(El nuevo y desconocido mundo), Amsterdam, 1671.
ARQUITECTURA PÚBLICA
Catedral de Trujillo,
La Libertad.
de la actualidad. Su aspecto es
sobrio y sus líneas simples. Sólo
sobresalen los pilares, los arcos
fajones y las bóvedas de arista de
ladrillo. Y todas las superficies
están enlucidas y encaladas.
La iglesia de la Compañía
(1640) presenta una interesante
variante de la planta basilical,
contando con tan sólo capillas
laterales en los dos tramos veci-
nos al presbiterio. De esta mane-
ra se simula una inexistente cruz
latina. Su hermosa portada de
Alonso de las Nieves tiene dos
cuerpos separados por colum-
nas jónicas y corintias. Ello con-
trasta con el aspecto macizo y
arcaico del resto de la construc-
ción, por lo que muchos consi-
deran que es “uno de los mejo-
res ejemplos de la transición del
manierismo al barroco”. Iglesia de Santo Domingo, Trujillo, La Libertad.
Santo Domingo fue arruina-
da en 1619 antes de ser conclui-
da, por lo que debió ser reedificada en 1641 y refac- mantiene fiel a su función original, siendo una pe-
cionada en 1759. Su planta basilical, de cruz latina, queña ciudadela amurallada en donde el tiempo se
se halla cubierta por bóvedas vaídas de ladrillo. La ha detenido. Rodeando la ciudad se encuentran los
extrema anchura de su edificación brinda la sensa- templos rurales de Huamán y Mansiche de princi-
ción de horizontalidad y solidez. Sus volúmenes ex- pios del siglo XVIII. Las techumbres de ambos son
ternos son sencillos y sólo destaca su clásica y so- ensambles de madera, bajo el sistema de par y nudi-
bria portada y un alargado campanario. La Merced llo. El segundo de los recintos presenta una portada
se singulariza en cambio por las pechinas pintadas clasicista, mientras el primer templo llama la aten-
con la vida de San Pedro Nolasco y por su cúpula ción por su elaborada portada barroca en estuco po-
central, hoy en día de madera. En San Francisco licromado, con esbeltas columnas, doble frontón
conviene destacar la torre octogonal, mientras en quebrado y sirenas tocando charango. Otra varie-
San Agustín sorprende su larga bóveda de cañón dad de barroco mestizo es la que adorna la sobria y
apoyada sobre muros de adobe, que han sido perfo- maciza iglesia de Huanchaco, desde cuyo promon-
rados con arcos para permitir la comunicación con torio y alta torre se pueden otear largas distancias
las naves laterales. (García Bryce 1971:58-60; Wuffarden 1994: 555-
En el siglo XVIII se construyen los templos de 556; Velarde 1978: 324 y ss.).
Belén, Santa Ana, Santa Rosa, Santa Teresa y San Lo-
renzo, que tienen sobrias líneas. Esta sencillez ex- Huamanga
presiva marca la arquitectura de una ciudad asolada Fundada por Pizarro en 1539 como importante
por los terremotos, y más bien corresponderá al mo- sede de encomenderos, Huamanga alcanzó durante
biliario litúrgico que engalane las construcciones, el siglo XVII un altísimo rango debido a su condi-
conservándose magníficos retablos de diversos pe- ción de ciudad comercial, pues era obligado itinera-
ríodos, y muy notable escultura. rio de los arrieros que se dirigían al Cuzco. Dicha
Muchos conventos trujillanos han sido reutiliza- pujanza la convierte rápidamente en obispado,
dos con fines civiles, pudiéndose observar todavía creándose su universidad en 1677 y albergando una
las arquerías de medio punto con pilares cuadrados. regular población que se reclina y ora en sus 33
Sin embargo el monasterio del Carmen (1724) se iglesias. Convendrá anotar que sus templos nunca
tuvieron las magnas proporciones de las construc- te luce una fisonomía absolutamente diferente. Pre-
ciones cuzqueñas. Sus piedras de origen volcánico y senta planta procesional de cruz latina, coro sobre
de tonalidad grisácea confieren una cierta pátina la nave central y naves laterales de menor altura, lo
melancólica a sus edificaciones, en especial a sus que rompe la idea de la planta salón. El obispo Cris-
patios. Sus sobrias fachadas mantienen un fuerte ca- tóbal de Castilla y Zamora finalmente la terminó en
rácter renacentista y los campanarios adquieren sin- 1672, lo que ha llevado a considerarlo el “Molline-
gular fisonomía, con sus cupulines semiesféricos y do huamanguino”.
puntiagudos pináculos, que se ven reproducidos en La Compañía de Huamanga se edifica entre 1614
las iglesitas artesanales de Quinua. Interiormente y 1693, presentando una disposición bastante dife-
los templos presentan una sola nave, a excepción de rente al Gesú de Roma, modelo que habitualmente
la catedral y San Francisco, con interesantes traba- siguen las iglesias jesuíticas. El templo de una sola
jos de molduras y cornisas. nave, cubierta con bóveda de cañón y capillas late-
La iglesia que mejor conserva sus características rales, adquiere un aspecto arcaico. La fachada rena-
originales es la de Santa Clara, donde se aprecia cla- centista soporta un frontón partido sobre la porta-
ramente una planta gótico-isabelina, con arco triun- da. Las torres dieciochescas están decoradas con hi-
fal entre el presbiterio –de techo mudéjar– y la na- leras de flores y relieves geométricos, y coronadas
ve cubierta con una estructura de par y nudillo. de capiteles bulbosos de raigambre rococó.
Destaca además una bella portada renacentista. La Santo Domingo (1715) se eleva sobre una plan-
catedral planeada por el jesuita Martín de Aizpitar- ta de cruz latina, de amplia nave y brazos apenas in-
sinuados. Exteriomente presenta
una galería de tres arcos en el se-
gundo cuerpo de la portada y una
alta espadaña de tres ojos. Ello nos
recuerda las capillas abiertas del
Alto Perú. La iglesia de San Fran-
cisco va precedida por una porta-
da del siglo XVI y su planta, modi-
ficada en 1723, insinúa con sus
naves de disposición transversa, la
idea de la Hallenkirche o iglesia sa-
lón. El monasterio de Santa Teresa
(1703) en cambio, sugiere una
fuerte influencia manierista. San
Francisco de Paula, de una nave y
cúpula en el crucero, la Buena
Muerte, Santa Ana y San Juan de
Dios son levantadas durante el si-
glo XVIII y presentan por el con-
trario una simplicidad antibarroca
en sus fachadas (García Bryce
1971: 48-51; Wuffarden 1994:
550; Velarde 1978: 286 y ss.).
Arequipa
La fundación española de Are-
quipa se remonta a 1540. A partir
de entonces, sin prisa pero sin
pausa, se irá gestando un extenso
y activo circuito comercial que
tiene como centro esta ciudad,
construidas en grani-
to, con planta de
cruz latina, bóveda
de piedra y cúpula
sobre el crucero. Las
capillas se hacen con
arcos sobre los mu-
ros laterales. El ter-
cer momento impor-
tante se desarrolla a
lo largo del siglo
XVIII donde el estilo
más mestizo que ba-
rroco llega a su ma-
durez. La arquitectu-
ra puneña en esta
etapa tiene fuertes
vinculaciones con la practicada en Arequipa, por la Otro ejemplo interesante es la catedral de Puno
notable decoración planimétrica y la exornación de (1757), en la que se reúnen la influencia cuzqueña,
tapiz. Nuevas formas se superponen a los viejos que se manifiesta en sus torres barrocas, y la arequi-
templos, introduciéndose el nartex, crucero, presbi- peña que se expresa en su portada mestiza, firmada
terio y torres. por Simón de Asto. La portada-retablo contiene co-
La doctrina de Juli –un campo experimental de lumnas salomónicas, imágenes de bulto y decora-
las misiones jesuitas que posteriormente se implan- ción planimétrica en el fondo, de donde surgen
taron en el Paraguay– estaba dividida en cuatro par- abundantes figuras en relieve. Repitiendo la fachada
cialidades, siguiendo las nociones espaciales de la de la catedral limeña, los frontones partidos separan
cuatripartición andina, y poseía lógicamente cuatro los dos grandes cuerpos. Fuera de los límites crono-
hermosos templos: San Juan, Santa Cruz, la Asun- lógicos de nuestro trabajo, los templos de San Pedro
ción y San Pedro. A la iglesia de San Juan se le aña- de Zepita, San Pedro de Juli y la Asunción, San Pe-
de una portada lateral muy trabajada, y también un dro de Acora y Santiago de Pupuja sufren el embate
crucero, capilla mayor y baptisterio. Algo semejan- de algunos elementos neoclásicos tardíos (Velarde
te sucederá con la Casa de Dios de Santa Cruz, que 1978: 268-283; Wuffarden 1994:546-568; García
adoptó nueva planta y un sotacoro con anchas co- Bryce 1971: 43).
lumnas salomónicas pareadas.
Dentro de este período cabe resaltar la construc- Huancavelica
ción del templo de Santiago de Pomata (1726), “pa- La ciudad de Huancavelica fue fundada en 1572
radigma de la escuela arquitectónica collavina... en por orden del virrey Francisco de Toledo, quien la
la que se desarrolla una correspondencia entre la denominó Villa Rica de Oropesa, en honor de su pa-
decoración y la estructura arquitectónica”. Su inte- tria en la Península. Rápidamente adquirió fama y
rior muestra una pulcra talla de tipo tapiz que se ex- fortuna de “alhaja de la Corona”, por su ingente ri-
tiende a lo largo de las bóvedas, las ventanas y puer- queza minera cifrada en el mercurio o azogue, im-
tas, llegándose en la sacristía a la perfección. No en prescindible para amalgamar la plata. Los ricos mi-
vano constituye una de las cumbres del arte mesti- neros y las altas autoridades y comerciantes no tar-
zo altoperuano. daron mucho en levantar sus mansiones y casonas
y favorecer a las funda- Iglesia de San Francisco,
ciones religiosas. Huancavelica.
La construcción ecle-
sial destaca por su arcai- sión material de ese de-
co trazo. A dicha percep- sarrollo trunco.
ción parece contribuir la Arquitectónicamente
ausencia de bóvedas y cabe resaltar cuatro
cúpulas, pues las te- grandes conjuntos mo-
chumbres aparecen cu- numentales: San Fran-
biertas por tejados, algu- cisco y la Recoleta Fran-
nos de ellos de “mojine- ciscana, el monasterio
te”. Las salientes corni- de las Concepcionistas
sas quizá denotan el de- Descalzas con su iglesia
seo de reemplazar los te- de La Inmaculada, el
jados a dos aguas por bó- complejo hospitalario de
vedas de medio punto. Belén y la catedral. To-
La setecientista San Fran- dos los templos, salvo el
cisco (1774) es la única de la Inmaculada, están
iglesia con cúpula sobre cubiertos con bóvedas
el crucero y con portada de piedra volcánica de
plateresca, mientras la de un tono gris claro. En
San Sebastian, o la Santí- sus zócalos y molduras
sima Trinidad de Conay- aparecen decoraciones
ca –con fuerte influencia de flores y rombos, con
mestiza–, resaltan por la supervivencias manie-
simplicidad de los ele- ristas y platerescas. Pese
mentos que contrastan con las armoniosas facha- a las columnas salomónicas, las portadas poseen un
das. Barrocas en cambio son las portadas de la cate- gran influjo renacentista.
dral, con la característica piedra roja de pucarumi, La construcción de la catedral data de 1685,
Santo Domingo con gran amplitud y sólidos campa- consagrándose en 1762. Su apaisada fachada pre-
narios que escalonan pilastras, y Santa Bárbara, senta una abundante decoración y un complicado
donde su estirpe churrigueresca y las columnas sa- almohadillado en los espacios entre las tres porta-
lomónicas refuerzan aún más el contraste entre la das. La portada central se levanta en tres niveles,
sobriedad estructural y la saturación ornamental conteniendo columnas salomónicas, ventana coral
(Velarde 1978: 242-253; García Bryce 1971: 51-52; y nichos en los intercolumnios, e impresiona más
Wuffarden 1994:551). que las laterales y que la base trunca del campana-
rio. Sus proporciones se atienen a una composición
Cajamarca renacentista y la decoración se acerca al plateresco.
Si bien la plaza de Cajamarca estuvo definida por El interior es severo, siguiendo una planta de cruz
un emplazamiento prehispánico, la ciudad misma latina, aunque sin cúpula. La nave central, separada
no guardó una unidad y coherencia con el asenta- de las adyacentes por muros en los que se han ho-
miento previo sobre el que se estableció, pues úni- radado arcos, remata en un magnífico altar dorado.
camente subsisten algunos restos como el Cuarto La iglesia de Belén (1744) imita a la catedral y su
del Rescate y los Baños del Inca. Desde mediados del nave de cruz latina presenta brazos apenas insinua-
siglo XVII hasta mediados del siglo XVIII, Cajamar- dos. Bajo una gran cúpula con cimborrio octogonal
ca gozó de una creciente actividad obrajera, ganade- se cierra un interior ornamentado íntegramente con
ra y agrícola, que le proporcionó recursos y exigió rombos, los que adornan todas las caras de las pilas-
el desarrollo de un entorno urbano. Pero la expan- tras y del arco toral. Exteriormente encontramos,
sión de la hacienda y la competencia de las mercan- entre dos cuerpos laterales cúbicos y macizos, una
cías extranjeras cortaron bruscamente ese auge eco- portada de tres cuerpos y tres calles. Ella exhibe “lí-
nómico a inicios del siglo XIX. Según algunos auto- neas verticales y dominantes de columnas pareadas
res, la falta de torres en las iglesias sólo es la expre- y superpuestas, anchos paños de muros interme-
dios, y el admirable remate de los tres arcos flo-
ridos”. En su frontis sobresale la hermosa venta-
na coral lobulada. Vecino al templo se encuentra
la doble estructura del hospital de Belén, una de
las construcciones asistenciales mejor conserva-
das de la colonia.
La iglesia de San Francisco comenzó su fábri-
ca en 1669 y aunque inconclusa por la falta de
campanarios, tiene una muy especial composi-
ción. Como ha señalado García Bryce: ”la planta
de cruz latina de tres naves y crucero con cúpu-
la genera en San Francisco uno de los más her-
mosos interiores de la colonia. Su belleza no re-
posa en el adorno que es más bien parco, sino en
la armonía y el balance que existe entre la forma
espacial y la forma estructural”. En su exterior
presenta almohadillado total y una portada as-
cendente de tres cuerpos.
La única iglesia que llegó a concluirse en to-
da la ciudad de Cajamarca fue la Recoleta Fran-
ciscana, que resalta por su unitaria fachada con
espadañas gemelas y su amplio atrio. La iglesia
de la Inmaculada Concepción (1806) presenta
una evolución hacia el neoclasicismo en su vas-
to frontón triangular y en el monasterio adya-
cente llamado de las Concepcionistas (Velarde
1978: 306-322; García Bryce 1971: 53-55; Wuf-
Catedral de Cajamarca.
farden 1994: 552-553).
BIBLIOGRAFÍA
SOCIEDAD COLONIAL Sobre la esclavitud la información más completa pue- obras a las que será fácil acceder y permitirán formarse
de ser hallada en Bowser, El esclavo negro en el Perú. una visión general. En la Historia general del Perú de Mejía
La bibliografía referente al tema de sociedad es bas- Baca (1980) se encuentra el estudio de José García Bryce
tante variada. Como una primera aproximación se podrá ASPECTOS ECONÓMICOS COLONIALES sobre la arquitectura peruana, así como el muy completo
consultar los manuales América hispánica de Céspedes del trabajo de Luis Enrique Tord sobre pintura bajo el título de
Castillo, el tomo II de La América Latina de Konetzke o Pe- Como estudios generales volveríamos a recomendar “Las artes plásticas en el Perú”. En 1982 Gisbert y Mesa
rú: Hombre e historia de Pease Si se quiere estudiar ciertos los mismos autores que para el caso de sociedad, a saber: editaron su muy completa obra Pintura virreinal en el Cuz-
temas con mayor detenimiento será importante consultar La Konetzke, Céspedes del Castillo, Pease. Como historias co, en la que recogen con lujo de detalles el progreso del ar-
mezcla de razas en la historia de América Latina de Mörner económicas clásicas están la muy antigua de Ugarte, Bos- te pictórico de la antigua capital incaica. En la Historia ge-
y, para las épocas tempranas, El mundo hispanoperuano de quejo para la historia económica del Perú, y la de E. Rome- neral del Perú de editorial Brasa ha aparecido recientemen-
J. Lockhart. ro, Historia económica del Perú. Como obra actualizada po- te el muy completo y actualizado trabajo de Luis Eduardo
Para comprender la dinámica que afectó a la Repúbli- demos mencionar la de Assadourian, El sistema de la eco- Wuffarden, denominado “Las artes virreinales”, en el que
ca de Indios será útil consultar el libro de Stern Peru’s indian nomía colonial, y para complementar algunos aspectos el li- hace un verdadero despliegue de erudición sobre la activi-
peoples and the challenge of Spanish conquest Huamanga bro de Sánchez Bella La organización financiera de las In- dad plástica colonial. En 1987 Jorge Bernales Ballesteros
to 1640, la obra de Pease Curacas, reciprocidad y riqueza, dias. Sobre moneda los estudios de Moreyra, La moneda publicó una muy amplia suma del arte virreinal en su obra
la publicación de Ossio Los indios del Perú y, para compren- colonial en el Perú, y Salazar Bondy, Lima su moneda y su Historia del arte hispanoamericano, con una considerable
der el desastre demográfico andino, los estudios de Sán- ceca. Sobre minería los estudios de Lohmann La minería en sección dedicada al Perú. Consideramos que estos manua-
chez Albornoz en La población de América Latina desde los el marco del virreinato y Fisher Minas y mineros en el Perú les son de muchísima utilidad para poder comprender la his-
tiempos precolombinos hasta el año 2000. colonial. Acerca de instituciones económicas se puede revi- toria del arte peruano. En los últimos años el Banco de Cré-
Al estudiar la República de Españoles el libro de sar El gobierno y la administración de Lohmann, de Rodrí- dito del Perú ha realizado una serie de libros dedicados al
Puente Brunke Encomiendas y encomenderos en el Perú guez Vicente El tribunal del Consulado de Lima en la prime- tema que nos ocupa, entre los que destacan por su bella fo-
resulta una lectura obligada, así como las publicaciones de ra mitad del siglo XVII, y de Escobedo Mansilla Control fis- tografía y por la profundidad de los aportes críticos de los
Del Busto, La pacificación del Perú, y Mazzeo, El comercio cal en el virreinato peruano. Sobre obrajes y gremios se autores que incluyen, La escultura en el Perú y La pintura
libre en el Perú. Estudiar a la mujer y a la familia nos lleva puede ver Silva Santisteban, Los obrajes en el virreinato del en el Perú virreinal. En 1987 Héctor Velarde publicó su libro
a revisar Pecados públicos de Mannarelli. El análisis del Perú y Quiroz Gremios en la colonia. Arquitectura peruana, un concienzudo texto en el que revi-
problema criollo puede observarse adecuadamente me- sa el desarrollo de esta expresión artística desde las épocas
diante los estudios Orbe indiano de Brading y Criollos en LAS ARTES VIRREINALES: PINTURA, ESCULTURA Y prehispánicas hasta nuestros días. Pablo Macera ha apor-
conflicto de Lavallée. ARQUITECTURA tado dos interesantes libros sobre la pintura mural en el sur
Los problemas del mestizaje podrán verse acuciosa- peruano, y debemos al Banco de Crédito otra publicación
mente estudiados en el número XXVIII, que a proposito del La bibliografía referente al tema de las artes en el vi- muy reciente dedicada al mismo tema.
congreso sobre este tema publicó la Revista Histórica en rreinato peruano es sumamente amplia, aunque a veces el Quien desee profundizar más en el estudio de estos
1965. Asimismo, La mezcla de razas en la historia de Amé- mayor problema sea su localización por estar dedicada a un temas podrá encontrar provechosa enseñanza en los textos
rica Latina de Mörner puede ser muy útil. público bastante restringido. Sin embargo habrá algunas incluidos en la siguiente bibliografía.
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I
LA CABEZA Y LOS BRAZOS DEL REINO
pilaba y escribía la historia de los reinos del Nuevo desembarcar en Portobelo y luego dirigirse a Pana-
Mundo. Todos los miembros debían cumplir con los má. De allí era conducido a Paita y continuaba su
requisitos de ser hombres de “costumbres, nobleza, viaje por tierra hasta la Ciudad de los Reyes, don-
y limpieza de linaje, temerosos en Dios y escogidos de era recibido con gran solemnidad, muestras de
en letras y en prudencia” (Lohmann 1993). júbilo e innumerables fiestas que duraban días en-
teros, y en las que participaban todos los estamen-
EL VIRREY DEL PERÚ: tos de la sociedad.
UN PROCÓNSUL DEL IMPERIO Una vez que prestaba juramento, el virrey inicia-
ba su gobierno con el apoyo de un letrado, que lo
El virrey, visorrey o vicesoberano encarna- asistía en su labor legisladora. Como máxima
ba “el otro yo del rey”, por lo cual su con- instancia política, presidía las sesiones de la
dición no era exactamente la de un fun- Real Audiencia y las ceremonias públi-
cionario, sino más bien una suerte de cas, nombraba corregidores de indios y
vicario del rey-emperador. Personifi- resolvía litigios jurisdiccionales entre
caba a su majestad, al grado de ves- audiencias. Entre sus funciones se
tir la misma indumentaria que él; el estipulaba también la organización
oidor Juan de Solórzano y Pereyra, de las colonizaciones y la amplia-
recurriendo a la historia del impe- ción de la frontera agrícola, ade-
rio romano, lo comparaba con la más de velar por el orden público
figura del procónsul (Altuve-Fe- y levantar censos.
bres 1993). Desde el punto de vista mili-
Los virreyes fueron persona- tar, el virrey desempeñaba el car-
lidades cuidadosamente escogi- go de gobernador y poseía el ran-
das entre la nobleza, la milicia y go de capitán general, por lo tan-
el clero españoles. El rey, a suge- to debía cuidar las fronteras del
rencia del Consejo de Indias, virreinato y fortificar las costas
nombraba a sus vicesoberanos con la edificación de baluartes.
por un período de cuatro años, También nombraba jefes de mili-
aunque en algunos casos su gobier- cias, organizaba los cuerpos de tro-
no se extendía por un tiempo ma- pas, despachaba armadas y ordenaba
yor. Con todos los títulos y las ins- la construcción de barcos.
trucciones proveídos por el monarca,
el virrey se embarcaba hacia el Perú en Antonio de Mendoza (c. 1493-1552), segundo
Sevilla o en Sanlúcar de Barrameda, para virrey del Perú, procedía de la nobleza peninsular.
EL GOBIERNO DE LOS VIRREYES
CHUQUISACA
eclesiástica– el nombra- noviembre de 1542, tras
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BUENOS AIRES
provincias y reinos del
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concilios.
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En un principio, las Perú resida un visorrey
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Los corregidores de españoles, conocidos como
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administrativos de sus circunscripciones, impartían
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justicia con la asistencia de un letrado, a la vez que
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ejercían la máxima autoridad en las ciudades. Por
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el orden público dentro de la urbe y vigilaban el
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tar del territorio dentro de su jurisdicción, debelan- 4 QUISPICANCHE 6 UY
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agresiones de corsarios. Los corregidores no sólo 9
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los indios que residían en las ciudades y en los si- 16
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CAJATAMBO
LUYA Y CHILLAOS
Potos
manga, Chumbivilcas, Mojos, Tarija y Santa Cruz tinado a convalecientes. Estos frailes, además del
de la Sierra. Su voz llegó hasta las agrestes tierras de cuidado de los enfermos, impartieron la enseñanza
los indios chiriguanos. Fray Diego de Porres creó de las primeras letras y divulgaron los “belenes” o
un método misional interesante que consistía en la nacimientos de Cristo, uno de los cuales, ubicado
enseñanza del catecismo haciendo uso del quipu, lo en la casa de los betlemnitas en Lima, se hizo muy
que suponía la cercana colaboración de los caciques famoso, ya que el Niño Dios, la Virgen y San José
e indios cultivados. Esta modalidad de enseñanza podían moverse debido a un mecanismo articulado.
fue sugerida en su “Instrucción” para sacerdotes Los habitantes de Lima asistían masivamente a su
doctrineros y fue extendida por los frailes merceda- morada en tiempos de Navidad para observar este
rios para propagar la fe entre los nativos (Aparicio sorprendente espectáculo. Por su aspecto barbado,
1991a). los betlemnitas fueron apodados cariñosamente los
Otros miembros como fray Martín de Murúa, padres “barbones”. La congregación tuvo casas e
con afán evangelizador, se abocaron al estudio del iglesias en Cajamarca, Trujillo, Huamanga y el Cuz-
pasado incaico. Este mercedario vasco conocía el co. Los betlemnitas desaparecieron en 1830, tras la
quechua y el aymara y había recorrido casi todo el disolución de la orden.
territorio peruano. Murúa dejó manuscrita una cró- No menos importante fue el aporte de otros ins-
nica en 1616, en la que describe las costumbres y vi- titutos religiosos que arribaron al Perú como los
da familiar de los soberanos quechuas. Este trabajo, trinitarios, en 1560; los carmelitas, en 1592; los be-
de valiosísimo interés para los historiadores con- nedictinos, en 1599; los mínimos de San Francisco
temporáneos, recibió el título de Origen y descen- de Paula, en 1644; los oratorianos de San Felipe
dencia de los incas y es una pieza fundamental para Neri, en la segunda mitad del siglo XVII; y los cru-
el estudio de la elite cuzqueña. cíferos de San Camilo o padres de la Buena Muerte,
Durante el virreinato también llegaron órdenes en 1709.
hospitalarias, dedicadas al cuidado de los enfermos,
los ancianos y los pobres desheredados. Por su im- LA PRÉDICA Y LA ORATORIA
pacto a través de obras de caridad y bienestar social SAGRADAS: EL PODER DE LA PALABRA
recordamos a los hermanos de la orden de San Juan
de Dios, que apareció en el Perú en 1593 con el her- El período virreinal coincide con la época del
mano Luis Pecador (u Hojeda). Los juandedianos misticismo militante de la Contrarreforma que en-
trabajaron intensamente por los enfermos y funda- fatizaba el poder de la palabra escrita y hablada. La
ron hospitales y casas de reposo para menesterosos, palabra fue un instrumento eficientemente emplea-
lo que conquistó el aprecio de los habitantes del rei- do por los evangelizadores para cristianizar a la po-
no. Para 1610 ya contaban con varios sanatorios en blación indígena, a los españoles y a los miembros
el Callao, Pisco, Huamanga y el Cuzco (Vargas de castas.
Ugarte 1959: II, 377). Los clérigos y frailes optaron por superponer y
Otro grupo de religiosos hospitalarios, aunque adaptar el cristianismo al sustrato de la religiosidad
de menor resonancia, fue la orden Betlemnita, or- nativa. Fray Domingo de Santo Tomás en la “Pláti-
den del Bethlem o Compañía Bethlemnítica, funda- ca para todos los indios”, incluida en su Gramática
da en Guatemala por fray Pedro de San José Betan- (1560), llama a los ángeles sirvientes o yanaccona
court en 1660, siendo la primera congregación crea- de Dios, y a los demonios mana allisupay. Lo mismo
da en América. Los betlemnitas llegaron al Perú en sucede cuando pretende referirse al mundo terre-
tiempos del virrey conde de Lemos, quien les asig- nal, recurriendo al término Cay pacha como deno-
nó la administración del Hospital del Carmen, des- minación del “mundo presente”. El paraíso es iden-
La palabra debía complementarse con la partici-
pación activa de los indios en la vida religiosa. Una
forma eficaz de acercarlos al cristianismo era a tra-
vés del canto, y de melodías gregorianas, y así lo su-
giere el franciscano huamanguino Luis Jerónimo de
Oré en su Symbolo católico indiano (Lima 1598), un
catecismo trilingüe en quechua, aymara y castella-
no. Con una actitud parecida, el padre Juan Pérez
Bocanegra proponía el canto polifónico con el
acompañamiento de órgano. Ambos religiosos con-
cebían la música como un medio para encaminar a
los indígenas hacia la conversión.
La persistencia del culto idolátrico a principios
del siglo XVII supuso un reforzamiento y control de
la predicación del Evangelio. Luego de destruir y
quemar huacas era necesario mostrar a los natura-
les la dimensión del pecado cometido. Los sermo-
nes debían convencerlos de la verdad del cristianis-
mo, con discursos persuasivos y sorprendentes. La
espiritualidad barroca de estos hombres de Iglesia
enfatizaba el arrepentimiento entre los andinos y
llama la atención que entre los extirpadores se abor-
daran temas como la muerte y la inmortalidad del
alma. Francisco de Ávila, el primer gran “visitador
de idolatrías”, procuraba exaltar los sentimientos
del auditorio indígena, estableciendo diálogos y si-
mulando incredulidad como recurso retórico, para
Cruz del Baratillo junto a la cual predicó Francisco del finalmente lograr que abandonaran sus antiguas
Castillo todos los domingos durante veinte años en la plazuela creencias. A los que dudaban de la resurrección de
próxima al mercado del Baratillo, en lo que hoy es el distrito
del Rímac. En la actualidad esta cruz del siglo XVII se los muertos Ávila les respondía: “Pues mirad hijos
conserva en la iglesia de San Pedro de Lima. míos, si esso dixesseis de veras sería grandísimo pe-
cado mortal, y heregía, y si muriesseis sin confessar-
tificado con el Hanan pacha o “más allá”, y el infier- lo y arrepentiros dello, os condenariais para siem-
no con el Ucu pacha o “mundo de abajo” (Estensso- pre”. El mismo predicador llega a concluir: “que el
ro 1994). Si bien es cierto que estas palabras no en- principal remedio contra la idolatría es la predica-
cerraban el mismo significado que los naturales les ción” (Estenssoro 1994).
habían dado, las adaptaciones del dominico sirvie- Entre los miembros de la república de españoles
ron para transmitir el mensaje cristiano. también se vindicaban las verdades eternas. Los
La prédica en lenguas indígenas se consagró con oradores sagrados, motejados “pico de oro”, conta-
el Catecismo del Tercer Concilio Limense, prepara- ban con el aplauso de los habitantes de las ciudades.
do por grandes teólogos entre los que figuraba el je- Durante los domingos y las festividades religiosas la
suita José de Acosta. Este primer libro, editado en gente pugnaba por encontrar en los templos un lu-
Lima por Antonio Ricardo en 1584, es testimonio gar cercano al púlpito, llevando muchas veces sus
del interés de la Iglesia por valorar y respetar algu- propias sillas.
nos elementos de las culturas aborígenes en vías a la Los más notables logros de la elocuencia sacra se
integración y reconciliación entre indios y españo- deben a los jesuitas limeños del siglo XVII: Francis-
les. El Catecismo demuestra un buen manejo del co del Castillo, José de Aguilar y Alonso Messía Be-
quechua y un sincero aprecio por la lengua aymara, doya, los dos últimos fallecidos a principios de la si-
de la que dice: “…es copiosa y de mucho artificio, y guiente centuria. El padre Castillo fue un notable
suave de pronunciar; y en frases y modos es tan ele- predicador que dirigió su palabra a los negros y po-
gante y pulida como el quechua en el Cuzco” (Figa- bres en la plazuela del Baratillo de la Ciudad de los
ri 1992: 119). Reyes. Al igual que San Pedro Claver, recurría a lá-
Cátedra de San Francisco Solano en Trujillo, LA EXTIRPACIÓN DE
ciudad a la que fue enviado en calidad IDOLATRÍAS
de padre guardián en 1602,
regresando a Lima dos años
después. Solano se caracterizó En la última década del
por la elocuencia de su prédica y siglo XVI y durante las dos
por utilizar la música para primeras de la siguiente cen-
deleitar y persuadir a los turia, los evangelizadores
creyentes.
comprobaron que pese a sus
esfuerzos continuaba la aflo-
minas ilustradas con escenas ración de antiguos cultos in-
del más allá adaptadas para la dígenas. Pariacaca, Macaviza,
catequización de un público Cocallivia y Chaupiñámoc
sencillo. A este hijo de San volvieron a aparecer en Hua-
Ignacio se le atribuye la pri- rochirí. En otras regiones del
mera iniciativa en el Perú e virreinato como Cajatambo,
Hispanoamérica del “ser- Huamanga y el Cuzco tam-
món de las tres horas” o bién retornó la idolatría.
de “las siete palabras” El fenómeno demostra-
durante el Viernes Santo. ba que la cristianización
Sin embargo, pasarían va- del Perú no se había logra-
rios años para que su difusión se oficializara, gracias do totalmente.
al padre Alonso Messía Bedoya, quien escribió su Los doctrineros fueron los primeros en reparar
opúsculo “Devoción a las tres horas de agonía de sobre este mal. El doctor Francisco de Ávila, a car-
Cristo nuestro redentor” (Lima 1737). Esta práctica go del curato de San Damián de Huarochirí, dio
se convirtió así en una institución dentro de la ora- cuenta del problema al entonces arzobispo de Lima
toria sagrada (Nieto 1992b). Bartolomé Lobo Guerrero. En 1610, gracias a su ce-
Igualmente, a fines del XVII, el padre José de lo apostólico, Ávila recibió el nombramiento de “vi-
Aguilar aplicó la teatralidad a sus penetrantes dis- sitador de idolatrías” para iniciar la búsqueda de
cursos para conmover y enmendar la conducta de imágenes paganas y huacas, las que debía estudiar y
los cristianos proclives al pecado. Para mantener luego destruir, además de reprimir a los sacerdotes
cautivo al auditorio fingía entablar un diálogo con andinos, a quienes se les consideraba “hechiceros”.
éste tocando temas que invitaban a la conversión Tras su nombramiento, recorrió Yauyos, Huarochirí
inmediata, como el desencanto de la vida mundana. y otras comarcas, descubriendo supersticiones que
El sacerdote convencía de lo efímero de la existen- incluso los frailes y clérigos desconocían.
cia humana con las siguientes palabras: “Passad los El visitador debía ser una persona sensible e in-
ojos por este hermoso templo, y numeroso concur- fluyente y, sobre todo, poseer el don de convenci-
so. Nobles, magistrados, sabios, ignorantes, plebe- miento. Hablaba la lengua de los naturales y realiza-
yos, ricos, pobres, damas, hermosas, afeadas, seño- ba su misión acompañado de sacerdotes predicado-
ras, esclavas y matronas, con distinción de estados res, un notario y un fiscal.
y personas. °Qué diversidad en los trages, lugares, El método de extirpación fue sistematizado por
adornos, y respetos! Abrid esos sepulcros, entráos el jesuita Pablo José de Arriaga, quien sugirió los
por esas bóvedas. °Qué confusión de huesos descar- pasos que debía seguir todo visitador para eliminar
nados, horror a la vista! Montones de ceniza, en- los “embustes del demonio”. Arriaga participó de
jambres de gusanos, repasando el estrago” (Vargas varias visitas y como resultado de su experiencia es-
Ugarte 1942: 46). cribió La extirpación de la idolatría en el Perú
Desde los púlpitos de las iglesias, las plazuelas y (1621), donde compendiaba y describía las fiestas y
en los lugares improvisados dentro de las reduccio- creencias de los andinos, e indicaba la forma correc-
nes indígenas, los predicadores con sus gestos y su ta y prudente de desterrar el mal. Una vez que el vi-
palabra poderosa procuraron la felicidad eterna pa- sitador llegaba al pueblo sujeto de examen, los reli-
ra los indios, blancos, mestizos y negros, evitando giosos acompañantes predicaban a los indios luga-
que las cosas del mundo, la herejía y la ignorancia reños a fin de que perdieran temor a la autoridad
los alejaran del buen camino. eclesiástica y los invitaban a reunirse al día siguien-
te para oír una misa con sermón. Después de llevar que se estableció en Castilla en 1478, fue instaura-
a cabo esta ceremonia, que debía concluir hacia las do en el Perú por una real cédula de Felipe II, del
ocho de la mañana, el visitador procedía a la bús- 25 de enero de 1569. Su instalación oficial en Lima
queda de huacas e ídolos. Luego iniciaba un preci- se produjo el 29 de enero de 1570, dentro del espí-
so interrogatorio a los hechiceros y curacas sobre ritu de la Contrarreforma. Fue su primer magistra-
las características de los demonios que los naturales do don Servando de Cerezuela y se ubicó en el local
tenían por dioses. El cuestionario suponía pregun- de la plaza de la Merced. Más tarde se trasladaría a
tas sobre ritos, momias, fetos, bailes, etc., vincula- la llamada “plaza de la Inquisición”. La jurisdicción
dos a sus divinidades. Todas las respuestas debían del Tribunal afincado en Los Reyes abarcaba Quito,
ser registradas minuciosamente por el notario y, ac- Charcas, Chile, La Plata y el Paraguay.
to seguido, el visitador ordenaba destruir las hua- El Santo Oficio velaba por la pureza del cristia-
cas, destrozar los ídolos, quemarlos o echarlos al nismo y reprimía cualquier actitud que distorsiona-
río. En los antiguos lugares de adoración se coloca- ra la verdad de la doctrina, como la herejía (donde
ba una cruz en representación del triunfo del cris- incluía al luteranismo), la lectura de libros prohibi-
tianismo sobre las supercherías. Si se descubría en dos, la brujería, la quiromancia, la blasfemia, el ju-
los curanderos y los señores étnicos la intención de daísmo y el islamismo encubiertos, la inmoralidad
ocultar información al visitador, eran trasquilados y en sus formas de sodomía, pederastia y bigamia, y
obligados a retractarse de sus errores y a llevar una también la indisciplina eclesiástica. La Inquisición
cruz al cuello, además de salir en procesión con un estaba dirigida a todos los hombres y mujeres del
cirio en la mano y “coroza” (especie de mitra que reino, con exclusión de los indios, ya que ellos eran
cubría la cabeza) el día de la fiesta de la Cruz (Du- considerados nuevos en la fe y se sometían a otro
viols 1986). sistema de depuración religiosa a través de la ya
Otro notable extirpador de idolatrías de la pri- mencionada extirpación de idolatrías. El Tribunal
mera mitad del siglo XVII fue el presbítero limeño enfrentaba la crisis ideológica y política generada al
Fernando de Avendaño, a quien sus colegas de la interior de la sociedad virreinal (Guibovich 1994).
Universidad de San Marcos describían como: “vigi- La Inquisición constituía una garantía de dere-
lantissimo en la expulsión de la idolatría de los in- cho frente al mundo protestante, pues poseía un
dios y en entresacar sus ritos ceremoniosos” (Gui- proceso judicial, con una parte general y otra espe-
bovich 1993: 169). Avendaño, teólogo y quechuis- cial, que brindaba al acusado la oportunidad de
ta, con un afán parecido al del cuzqueño Francisco arrepentirse o de probar su inocencia. Los encarga-
de Ávila, publicó en 1648 sus Sermones de los miste- dos de dirigir el proceso eran los tres inquisidores
rios de nuestra santa fe católica, en lengua castellana que oficiaban de jueces, un fiscal que acusaba y el
y la general del inca, que sirvió de guía para la pré- secretario que redactaba las actas. Fuera de Lima,
dica a los indios y de excelente instrumento para lo- los comisarios se abocaban a la difícil tarea de cap-
grar la conversión de los andinos. turar a los sospechosos para enviarlos a las mazmo-
Debemos señalar que los naturales no estuvieron rras del Santo Oficio en la Ciudad de Los Reyes.
sujetos a la Inquisición, pues su calidad de nuevos El proceso establecía una serie de tormentos co-
en la fe católica los eximía de este tribunal. Sin em- mo el potro, la garrucha, los baldazos de agua fría y
bargo, no se libraban de la fiscalización de la Iglesia, los grillos. Si el acusado moría en medio de la tor-
la que había diseñado para ellos un método espe- tura y había sido probada su culpabilidad, la inves-
cial: la extirpación de idolatrías. tigación continuaba; en el caso de que su condena
Gracias a los extirpadores, es posible reconstruir fuera la muerte, el cadáver era desenterrado y que-
la historia de los cultos indígenas prehispánicos. La mado en la hoguera durante el auto de fe, mientras
abundante información recogida en los miles de fo- una efigie salía en procesión con los demás peniten-
lios de los visitadores en los archivos eclesiásticos, ciados (Hampe 1989: 257).
permite abordar los múltiples aspectos de la religio- Existen muchas observaciones exageradas sobre
sidad en los Andes. el número de ejecutados por el Tribunal. Durante
todo el período virreinal fueron condenadas a
LA INQUISICIÓN muerte cerca de cuarenta personas. Aparte de la pe-
na máxima, el Santo Oficio podía resolver la cadena
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, perpetua, el azotamiento público, el destierro del
institución medieval que se remonta al siglo XIII y Perú y de las Indias, la confiscación de bienes, la in-
habilitación en oficios y dignidades y, finalmente, el ban a la plaza precedidos de religiosos que portaban
denigrante trabajo en las galeras (Medina 1887). una cruz negra, signo de su excomunión. Aquellos
Con el paso de los años, la Inquisición fue sua- acusados que habían sido absueltos eran paseados
vizando sus métodos. En 1736 dictó su última con- sobre caballos blancos y portando una rama de pal-
dena a muerte, ochenta años antes de su desapari- ma. Los que recibían penas leves vestían el “sambe-
ción (Hampe 1989). Las Cortes de Cádiz, de clara nito” y llevaban un cirio encendido. En cambio,
influencia liberal, dictaminaron en 1813 la aboli- quienes iban a morir, además de estar ataviados con
ción del Santo Oficio en todas las posesiones espa- el “sambenito” y la “coroza”, eran montados en as-
ñolas aunque, una vez en el poder, Fernando VII in- nos con las manos amarradas a la espalda. La cere-
tentó sin éxito reinstalar los tribunales. En el Perú monia se realizaba en presencia del virrey, los oido-
la Inquisición funcionó hasta 1814 y fue definitiva- res, el arzobispo, el cabildo eclesiástico y los veci-
mente abolida por el gobierno del general don José nos de la capital. Una vez acomodados todos los
de San Martín. dignatarios, el secretario leía las sentencias, y acto
seguido se procedía a su ejecución (Acosta Vargas
Los autos de fe 1979).
Para los habitantes del virreinato, los autos de fe
tenían un gran contenido simbólico pues a través de Algunos procesos inquisitoriales
ellos podían presenciar el triunfo del catolicismo Procesos inquisitoriales muy sonados fueron los
sobre el pecado y, al mismo tiempo, la victoria del de fray Francisco de la Cruz, la “complicidad gran-
Estado sobre los enemigos del imperio. Todos esta- de” de los judíos y el caso de la “iluminada” Ánge-
ban de acuerdo en que los penitenciados por el San- la Carranza.
to Oficio eran traidores a Dios y al rey, y por lo tan- El primer gran caso es el del dominico Francis-
to, merecían el peor castigo. co de la Cruz, teólogo moralista, rector de San Mar-
Entre 1570 y 1820 se celebraron cuarenta autos cos y asesor de obispos y virreyes. Gozaba de fama
de fe. Estas ceremonias, destinadas a purificar las al- de santidad hasta que se amancebó con la limeña
mas de los penitencia- Leonor de Valenzuela
dos, se realizaban en la (con quien tuvo un hi-
plaza de Armas de Lima, jo). Empezó a presentar
frecuentemente en las alucinaciones que lo
cercanías de las festivida- condujeron a la herejía,
des importantes como siendo procesado y con-
Navidad, el onomástico denado a la hoguera en
del virrey y el primer do- abril de 1578, acusado
mingo de Adviento. Para de “traidor sedicioso,
que todos estuvieran en- fautor de conjuras y al-
terados, los autos de fe zamientos contra la Pa-
se anunciaban con anti- tria, el Rey y la Iglesia”.
cipación. El día anterior, Sostenía que las Indias
a las cuatro de la tarde, conformarían el Nuevo
los representantes de las Pueblo de Israel y que
órdenes religiosas y los Lima sería la Nueva Je-
oficiales del Santo Oficio rusalem. En ese mundo
salían de la capilla de la ideal, según creía erra-
Inquisición y se reunían damente, no habría ne-
con el vicario general de cesidad de concilios. Es-
Santo Domingo. Estas tas visiones de carácter
autoridades paseaban apocalíptico se comple-
una cruz verde, símbolo mentaban con su propia
de la esperanza en el elección como “Sumo
arrepentimiento de los Pontífice y Rey del Pe-
Un condenado de la Inquisición con hábito penitencial y
condenados. Al día si- coroza (sombrero en forma de cono), en una acuarela limeña rú” (Saranyana y Zaballa
guiente, los reos entra- del siglo XIX. 1995).
Otro proceso importante para la Inquisición de LAS COFRADÍAS Y HERMANDADES
Lima fue la “gran complicidad” o la “complicidad
grande” que comprometió a los comerciantes portu- Las cofradías y hermandades del Perú virreinal
gueses más poderosos del virreinato. Acusados de eran agrupaciones de fieles de toda condición racial
“judaizar”, los lusitanos fueron encarcelados entre (españoles, indios y castas –mulatos, zambos y sus
1635 y 1639. Las declaraciones de los inculpados innumerables descendientes–) y profesional (zapa-
llevaron ante el tribunal al conocido mercader Ma- teros, pescadores, silleros, caporales, mineros, etc.),
nuel Bautista Pérez y a su cuñado, Sebastián Duar- congregadas en torno de una imagen de Cristo, una
te. El auto de fe, uno de los más apoteósicos, se ce- advocación de la Virgen, un santo o una reliquia. La
lebró el 23 de enero de 1639 y en él se penitenció a función de las cofradías y hermandades era la vene-
ochenta portugueses supuestamente “judaizantes”. ración y culto del patrono común, la ayuda mutua
No todos los acusados fueron condenados a muerte entre sus miembros y la salida en procesión duran-
aunque Pérez y Duarte terminaron sus días en la ho- te las festividades religiosas, vale decir, en Corpus
guera. El Santo Oficio secuestró los bienes de los Christi, Semana Santa y el día del santo patrono.
reos, asegurando así sus finanzas, evitando compe- Además se ocupaban del entierro de los cofrades y
tencias para los comerciantes hispanos. Este proce- la celebración de misas por los hermanos difuntos.
so inquisitorial a los portugueses criptojudíos re- Las cofradías oficiaban como instituciones de segu-
percutió en los tribunales de México y Cartagena de ro, asistencia social y crédito (Garland 1994) y de-
Indias, pues en aquellas ciudades se tomaron medi- pendían de las iglesias y monasterios en los que se
das similares (Pizarro Baumann 1993). hallaban las imágenes de su devoción (Cruz Espi-
Durante la segunda mitad del siglo XVII, el caso noza 1985: 9).
de Ángela Carranza fue muy comentado en todo el Todos los años, después de la fiesta del santo pa-
virreinato. Había nacido en Córdoba del Tucumán y trono, los cofrades reunidos en cabildo y bajo la
llegó a la Ciudad de los Reyes para llevar una vida presidencia del capellán elegían a sus autoridades.
virtuosa. La Carranza, que gustaba de llamar la Los más altos cargos eran ejercidos por dos mayor-
atención, describió una serie de revelaciones que domos quienes se responsabilizaban de la celebra-
inexorablemente la condujeron a la herejía. Afirma- ción de las fiestas patronales y de la administración
ba “…que le había dicho Dios, que decía el Espíritu de las cuotas pagadas por los miembros. También se
Santo: que ella era hija del Padre, madre del Hijo y designaba a dos diputados cuya función consistía
esposa del Espíritu Santo, y sagrario de la Santísima en apoyar a los mayordomos procurando la concu-
Trinidad. Y que por por ser ella madre de sacerdo- rrencia de los hermanos a las procesiones; un alfé-
tes, título que Dios le había dado, el hijo mayor era rez o secretario que tenía a su cargo el depósito de
el Sumo Pontífice” (Sánchez 1993). Aquellas pala- la limosna; un procurador encargado de escoger se-
bras disparatadas convencieron a muchos habitan- manalmente a dos personas para el recojo de la li-
tes de Lima, quienes acudían a verla como si se tra- mosna; un contador y un tesorero. La cofradía esta-
tara de un oráculo. Más tarde pretendió probar el ba constituida por los “hermanos veinticuatro”, re-
misterio de la Inmaculada Concepción. En 1690 el presentantes del grupo de los cofrades fundadores y
Santo Oficio la detuvo y estudió detenidamente los entre los que se designaba a las autoridades; y final-
larguísimos escritos donde aseguraba estas patra- mente los hermanos menores, que aportaban eco-
ñas. Los inquisidores, como era de esperar, conclu- nómicamente pero estaban eximidos de ocupar car-
yeron que sus proposiciones eran unas injuriosas, gos en la cofradía (Garland 1994).
escandalosas e impías, y otras arrogantes y presun- Las cofradías de mayor importancia se ubicaban
tuosas. El parecer del tribunal influyó en el pueblo en Lima. A mediados del siglo XVII existían sesen-
limeño y la supuesta beata cayó en descrédito. Fue ta y dos cofradías, de las cuales veinticinco eran de
condenada en diciembre de 1694 a salir en auto con españoles, dieciocho de indios y diecinueve de ne-
“coroza”, a reclusión perpetua en el recogimiento gros y mulatos (Sánchez-Arjona 1981). Las más an-
de Nuestra Señora de las Mercedes y a abjurar pú- tiguas fueron la del Santísimo Sacramento (1539) y
blicamente de todo cuanto había manifestado en el la de la Veracruz (1540) fundada por Francisco Pi-
convento de Santo Domingo. Para cumplir con la zarro. Luego se fundaron la de San José de carpinte-
última penitencia, debió ser protegida por las auto- ros (1560), la de la Virgen del Rosario (1564), la de
ridades, pues la multitud –que se sentía defrauda- San Crispín y San Crispiniano de indios zapateros
da– quiso lincharla. (1577), la de Nuestra Señora de la O (1588), la de
San Eloy que agrupaba a los artesanos plateros
(1601), la de La Soledad (1603) (hermandad abier-
ta), la del beato Juan de Buenaventura para negros
(1604) –la misma que a partir de 1779 se conocería
con el nombre de San Benito de Palermo–, la de
Nuestra Señora de Aránzasu de los vascos y sus des-
cendientes (1612), la de San Roque de españoles en
general (1699), y la de San Joaquín para indios pes-
cadores (1715).
LAS MONJAS
LOS SANTOS DEL PERÚ Los santos y beatos aparecen en el Perú a fines
del siglo XVI. En esta época, y durante la primera
Los santos, beatos y siervos de Dios, y las múlti- mitad del siglo XVII, coexisten varios, por cierto en
ples expresiones de santidad del Perú virreinal, se distintas generaciones. Los más renombrados fue-
enmarcan dentro del espíritu del catolicismo mili- ron los peninsulares Santo Toribio de Mogrovejo,
tante de la Contrarreforma que buscaba imágenes San Francisco Solano, San Juan Masías, el venerable
vivas que alentaran la fe. De esta manera, los san- Pedro Urraca de la orden de la Merced, el mártir
tos que vivieron en el reino del Perú no sólo lleva- agustino Diego Ortiz, el franciscano fray Juan Gó-
ban una vida de tribulaciones personales, defen- mez, los siervos de Dios Diego Martínez y Juan Se-
diéndose de las tentaciones mundanas, ayudando a bastián de la Parra –ambos de la Compañía de Je-
los necesitados y profetizando sucesos; ellos debían sús–, los limeños Santa Rosa de Lima y San Martín
obrar milagros en vida y después de muertos. Los de Porras y la beata arequipeña sor Ana de los Án-
milagros formaban parte de la vida cotidiana y esta- geles Monteagudo.
ban destinados a la comunidad donde vivían y ha- Posteriormente, después de 1650, florecieron
bían nacido (Brading 1991: 366). En tal sentido los hombres entregados a la santidad, como los crio-
hombres o mujeres de vida virtuosa eran también llos jesuitas Francisco del Castillo y Juan de Alloza,
figuras públicas, un ejemplo a seguir por la socie- los españoles Francisco Camacho de la orden Hos-
dad para alcanzar su salvación. Eran conocidos y pitalaria de San Juan de Dios y el indio chiclayano
escuchados por los habitantes de las ciudades quie- Nicolás de Ayllón. Con sus vidas ejemplares logra-
nes asistían a sus prédicas y colaboraban con sus ron demostrar que la salvación estaba al alcance de
trabajos piadosos. Su fama de virtud era tan grande todos.
que a sus exequias concurrían desde el virrey hasta
los esclavos, y la multitud pugnaba por arrancar Santo Toribio de Mogrovejo
un fragmento de sus vestidos para guardarlo co- Toribio Alfonso de Mogrovejo y Quiñones, natu-
mo reliquia. ral de Mayorga (León) y nacido en 1538, era un
hombre de una sólida formación jurídica. Como li-
cenciado en Cánones por la Universidad de Sala-
manca, ejerció el cargo de inquisidor de Granada.
Allí demostró tal versación que fue premiado con la
mitra de obispo de Los Reyes. Recibió su consagra-
ción como prelado en Sevilla y, una vez en el Perú,
convocó al Tercer Concilio Limense para encontrar
los mejores caminos de la evangelización. Toribio
de Mogrovejo, prelado inquieto, pasó la mayor par-
te de su tiempo visitando las provincias, pues de sus
veinticinco años de pastor sólo ocho permaneció en
su sede episcopal. Recorrió Huánuco, Chachapoyas,
Yauyos, Junín, Chancay, Pativilca y Saña, donde a
causa de una enfermedad murió en 1606. Era un va-
rón infatigable que predicaba a los indios en su pro-
pia lengua y se adaptaba a sus humildes condicio-
nes de vida. A pesar de su alta dignidad eclesiástica,
no reparaba en entrar a las chozas de los aborígenes
enfermos para aliviarlos con la palabra de Dios. Se
comportó como el típico obispo de la Reforma Ca-
tólica. Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII,
quien lo comparó, por su labor, con San Carlos Bo-
rromeo, arzobispo de Milán. En 1983 el Papa Juan
Pablo II declaró a Santo Toribio de Mogrovejo “Pa-
trono de todos los obispos de América Latina”.
Nicolás de Ayllón
Nicolás de Ayllón o Nicolás de Dios representa al
indio piadoso y caritativo con sus hermanos de ra-
za. Había nacido en 1632 en la reducción de natu-
rales de Chiclayo, y mostró desde niño inclinación
Nicolás de Dios Ayllón (1632-1677) se caracterizó por su al misticismo, lo que llamó la atención de los fran-
misticismo y enorme caridad. ciscanos y particularmente de fray Juan de Ayllón,
quien lo protegió y le dio su propio apellido como
demostración de especial afecto. Con él viajó a Li-
Pedro Urraca ma para vivir varios años en el convento de San
El padre Urraca nació en Jadraque (Sigüenza), Francisco, donde continuó cultivando la oración.
en 1583. Estudió en Quito con los jesuitas. Más tar- Al morir su protector dejó el monasterio para dedi-
de ingresó a la orden de la Merced y pasó a Lima, carse a la sastrería y no tardó en casarse con una
donde se ordenó sacerdote. Fray Pedro, identificado mestiza mundana a la que hizo enmendar rumbos
con la vocación mercedaria, sintió a lo largo de su albergando y cuidando mujeres pobres en su propio
vida deseos de contribuir con la evangelización de hogar. Tantas eran las ocupaciones que debía cum-
los cristianos cautivos de los moros en el norte del plir, que sus amigos llegaron a creer que poseía el
Africa, pero este propósito nunca se realizó, pues su don de la ubicuidad y fue muy respetado por su pa-
destino era el Perú. Sufría continuas tentaciones del pel de defensor de indios y negros frente a los pode-
demonio, pero las lograba vencer con sus rezos y ci- rosos. A su muerte, en 1677, se inició un proceso
licios. Se ataba fuertemente una cadena a la cintura. para elevarlo a los altares, pero para desgracia del
Cuentan sus biógrafos que la cadena estaba tan ce- indio virtuoso, la hereje Ángela Carranza mencionó
ñida al cuerpo que la piel comenzó a crecer sobre que en una de sus visiones aparecía Nicolás de Ay-
ella, y que en cierta ocasión el diablo, furioso por las llón. Ello fue motivo para que la jerarquía eclesiás-
oraciones y penitencias del fraile, lo persiguió por el tica detuviera su causa.
claustro para golpearlo, y milagrosamente, se abrió
una pared para que se refugiara en la iglesia conti- EL CULTO A CRISTO
gua. Narran también que poseía el don de la profe-
cía y que era un ardoroso divulgador del culto a la En un mundo barroco en el que las imágenes re-
Santísima Trinidad. La cruz con la que predicaba es saltaban por sus gestos, la presencia de Jesucristo en
hoy objeto de pública veneración. tallas de madera o en cuadros y paredes resultaba
un medio eficaz para emprender la evangeliza- en procesión durante el mes de octubre, ha-
ción y mantener la fe entre los españoles. Las ciendo tres recorridos. Su devoción, siempre
representaciones cristológicas provenientes creciente, está acompañada de una serie de
de la Metrópoli, y algunas creadas en es- tradiciones como el hábito morado que
tos reinos, generalmente estaban aso- visten las mujeres y el turrón de Do-
ciadas a los movimientos telúricos y ña Pepa, pastel endulzado con miel
a los siniestros. Luego de una ca- de frutas y grageas que se prepara
tástrofe, Cristo crucificado, fla- para la ocasión. El culto del
gelado o cautivo, era paseado Santo Cristo también congre-
en procesión por las calles de ga a los peruanos que residen
las ciudades. Sus imponentes en las ciudades de Nueva York
rayos en la cabeza, sus faldones y Miami, y constituye un sím-
entrecosidos con hilos de oro y bolo de identidad peruana.
su mirada dolorosa invitaban al Al sur de la Ciudad de los
arrepentimiento de los fieles, Reyes, en la villa de Valverde
quienes con su pecado habían de Ica, sus pobladores venera-
hecho sufrir a Jesús y enfurecer ban al Cristo de Luren. Según
a su Padre. la tradición oral, el culto tiene
La imagen de mayor devo- su origen en una imagen de
ción en el Perú es la del Señor madera de Jesús crucificado
de los Milagros, conocida tam- que los franciscanos de Lima
bién como la del Santo Cristo habían pedido a España hacia
de Pachacamilla, ungido como 1570. La tripulación de la na-
patrono de la ciudad de Lima. ve que traía la talla, temiendo
En la imagen una talla en madera del siglo
A mediados del siglo XVII, una XVIII de Jesús Nazareno, la que se conserva naufragar a causa de una tem-
cofradía de negros angolas que en la basílica de Nuestra Señora de La pestad, arrojó al Pacífico la ca-
habitaba en el barrio de San Se- Merced, en Lima. ja que contenía la sagrada fi-
bastián, mandó pintar en la pa- gura. La corriente habría
red interior del recinto que los cobijaba una imagen arrastrado al Cristo encajonado hasta la costa para
de Cristo crucificado y muerto. En 1655 se produjo que finalmente llegara a manos de los franciscanos.
en Lima un devastador terremoto y el solar se arrui- Un fraile llamado Francisco de Madrigal, que en-
nó, pero el muro donde estaba representado el San- tonces oficiaba de sacerdote para los iqueños, com-
to Cristo quedó intacto. Los negros y los vecinos de pró la imagen pensando que su estado de deterioro
la capital atribuyeron este hecho prodigioso a un abarataría su precio. Al abrir la caja, se dio con la
milagro, y tras el te- sorpresa de hallar la
rremoto de 1687, la imagen en perfectas
figura del Cristo fue condiciones. Inme-
copiada en un lienzo diatamente después
y paseada en andas partió a Ica traspor-
por la Ciudad de los tando la efigie a lo-
Reyes. La misma mo de mula, pero en
procesión se repitió el trayecto entre Pis-
después del gran te- co y la villa de Val-
rremoto de 1746, y verde la bestia se ex-
los limeños recono- travió. La buscó de-
cieron en el Señor de sesperadamente has-
los Milagros a su me- ta que fue encontra-
jor protector. La ima- da en “Hurin” o “Lu-
gen del Cristo de Pa- ren”. La mula no
El Señor de los Milagros, óleo sobre tela por Jorge Vinatea Reinoso
chacamilla se custo- (Lima, 1924). El culto al también llamado “Cristo de Pachacamilla” quiso dar un solo pa-
dia en el templo de se originó en el siglo XVII y en la actualidad su procesión es la de so más y no hubo
las Nazarenas y sale mayor arraigo y convocatoria del Perú. persona que la obli-
gara a avanzar. Los habitantes de la villa interpreta- grega fieles que vienen de todas partes del Perú, del
ron la terquedad del animal como una señal del cie- Ecuador y de Colombia.
lo, por lo que se levantó en aquel lugar una capilla,
que desde entonces se conoce como la del Señor de EL CULTO A MARÍA
Luren.
En el Cuzco, la poderosa imagen del Cristo de Los habitantes del virreinato del Perú fueron es-
los Temblores data también del siglo XVI y, según pecialmente devotos de María. Desde la conquista,
la tradición, fue obsequiada por el emperador Car- los soldados españoles sentían cercana su protec-
los V. Se sabe que la talla llegó a la Ciudad Imperial ción. No faltaron peruleros que durante el cerco del
desarmada y que anteriormente había recibido los Cuzco (1535) dijeron haber visto a la Virgen desviar
nombres del Señor de las Tempestades y de la Bue- las flechas y piedras de los indios atacantes. Las ad-
na Muerte. Su aspecto es muy parecido al del Cris- vocaciones e imágenes de la Reina del Cielo son nu-
to de la Veracruz de Potosí, un redentor moreno merosas. En todas las regiones había santuarios des-
clavado en la cruz y cubierto por un faldón similar tinados a ella, y cada uno con su propia historia. Po-
al del Señor de Burgos. Su veneración se inició du- demos citar algunas manifestaciones de culto que
rante el terremoto de 1650, cuando fue paseado en permanecen hasta el día de hoy: Nuestra Señora de
procesión para aplacar la ira de Dios y desde en- Copacabana en el Alto Perú, la Virgen del Rosario,
tonces es conocido como el Señor de los Temblores la de Montserrat, la del Milagro, la de la Soledad, la
o el “Taitacha Temblores”. De acuerdo con las de los Desamparados, la del Carmen y la Señora de
creencias populares, cuando el Cristo termina su la Merced en Lima. También deben mencionarse la
paseo para ingresar a la catedral, escoge con su mi- de Belén, la Linda, la Almudena y la de los Reme-
rada a quienes han de morir ese año. El Señor de dios en el Cuzco, la de Chinquinquirá en Caraz, la
los Temblores, el “Patrón jurado del Cuzco”, de la Candelaria en Puno, la de Chapi y la de
recibe como ofrenda una flor andina llama- Characato en Arequipa, la de los Dolores en
da ñucchu o “clavelina del Inca”, que se Cajamarca, la de las Mercedes de Paita, la
coloca a sus pies en unos jarrones jun- de Guadalupe en Trujillo, la de la Puerta
to a los cuatro cirios que le iluminan en Otuzco, y la de la Asunción en Juli
y realzan su figura. (Nieto 1993: 388).
En el norte del Perú la devoción El santuario mariano más cono-
cristológica más conocida es la del cido del Alto Perú es el de Nuestra
Señor Cautivo de Ayabaca. Ya en Señora de Copacabana. El origen
la primera mitad del siglo XVIII de su devoción se remonta a los
existía una cofradía dedicada a primeros años de la década de
dicho culto en ese pueblo de las 1580, cuando los indios de ese
serranías de Piura. Se sabe que lugar, enfrentados a una mala
la hermandad mandó tallar la cosecha, decidieron reconciliar-
imagen a escultores proceden- se con Dios a través de la funda-
tes de Loja. La figura fue termi- ción de una cofradía dedicada a
nada en 1751 y ubicada en el al- la Virgen bajo la advocación de
tar mayor del templo de Ayaba- la Candelaria. Relata el agustino
ca. Una vez más, como ocurre Alonso Ramos Gavilán que un
con varios Cristos y Vírgenes de natural llamado Titu Yupanqui
Hispanoamérica, su origen se se ofreció a labrar la imagen, pe-
atribuye al cuidadoso trabajo de ro el resultado de su trabajo fue
dos ángeles que bajo la aparien- rechazado por considerarse de
cia de artesanos tallaron de tama- muy feo aspecto. Después de pa-
ño natural la efigie del Señor, de sar por una serie de tropiezos, el
pie, vestido con una túnica púrpu- indio pudo finalmente presentar
ra y con las muñecas atadas. Su mi- una hermosa imagen y se atribuyó
rada que refleja tristeza no deja de entonces su belleza a la intervención
ser imponente y severa. Cada Inmaculada, pieza policromada en del Todopoderoso. El 2 de febrero
setiembre, el Señor Cautivo con- piedra de Huamanga del siglo XVIII. de 1583 la figura entró solemne-
mente a Copacabana y desde esa fecha es venerada
por los habitantes del altiplano como una de las vír-
genes más milagrosas (Vargas Ugarte 1956: 261-
265).
Curiosamente la historia del santuario de la Vir-
gen de Cocharcas (en la actual provincia de Anda-
huaylas) tiene detalles similares. El indio Sebastián
Quimichi, natural de Cocharcas, que había acudido
en romería a Copacabana, inspirado en la imagen de
aquel lugar, decidió llevar a su pueblo una figura de
María. Al igual que Titu Yupanqui, Quimichi pasó
por una serie de tribulaciones para trasladar la efi-
gie a su tierra. La Virgen llegó a Cocharcas en 1598
y más tarde, en 1623, se inauguró un templo espe-
cialmente acondicionado para ella. Desde entonces,
se han narrado historias en las que se le atribuyen
sorprendentes milagros, los mismos que aparecen
detallados en sus retratos. La Virgen de Cocharcas
reúne una multitud de fieles que provienen del
Cuzco, Huamanga y Huancavelica. Según el padre
Rubén Vargas Ugarte “es el más notable santuario
de la sierra del Perú”.
Nuestra Señora de Cocharcas en un óleo sobre lienzo con
aplicación de pan de oro de 1767.
III
LA CIUDAD: ESCENARIO DE LA VIDA VIRREINAL
La ciudad era el centro de la vida virreinal y el es- ca servían de puertos; Potosí y Huancavelica se de-
cenario donde trascurría todo lo cotidiano, desde el dicaron a la extracción de minerales; Lambayeque,
diario chismorreo de sus habitantes y el bullicio que Ica, Jauja y Camaná fueron ciudades de paso; Caja-
producían mercachifles y negros aguadores, hasta el marca y Santiago de Chile destacaron por la agricul-
terror causado por los movimientos telúricos o por tura y ganadería; también llamaron la atención Saña
un posible desembarco de corsarios. Desde las pla- en las cercanías de Lambayeque por sus fértiles
zas de armas, edificios institucionales, templos y campos aledaños; Juli por el trabajo misional de los
conventos, mercados y alhóndigas, casonas solarie- jesuitas; y Trujillo y Arequipa que articularon res-
gas, y demás edificaciones, se articulaba la economía pectivamente el comercio del norte y del sur del te-
y el comercio, se administraba la justicia, se propa- rritorio virreinal.
gaba la fe y sobre todo se controlaba el territorio Toda urbe se fundaba en sitios apropiados para
conquistado. La ciudad transformó en muy pocos la vida en comunidad, vale decir, tomando en con-
años las formas de vida en el espacio andino. sideración buenos vientos, la disponibilidad de
Cada ciudad cumplía distintas funciones. Así, aguas y dehesas, bosques cercanos, tierras fecundas,
Lima, Huamanga y el Cuzco eran urbes de ubica- indios proclives al trabajo y un buen puerto, si se
ción estratégica; Paita, el Callao, Pisco, Islay y Ari- erigía en la costa.
del gobierno y por lo tanto albergaba
al vicesoberano y la Real Audiencia.
De esta manera, Lima fue el centro
neurálgico que irradiaba su poder
sobre todas las provincias del Perú.
Por su céntrica posición en la costa
central confluyeron en ella los pro-
ductos de la minería y se desarrolló
grandemente la navegación. Presidió
durante los siglos XVI y XVII todo el
movimiento comercial de la América
del Sur, y el puerto del Callao era el
conducto por el cual se vinculaba
con el resto del mundo (Günther y
Lohmann 1992: 89).
Lima poseía un trazo como “las ca-
sas del ajedrez”, y aunque sus edifi-
caciones eran “de ruin fábrica” por
ser de adobe –como atestiguaba el je-
Restos de la iglesia de San Agustín en Saña. Conocida como “la Sevilla del Perú”,
suita Bernabé Cobo–, poseía mura-
esta ciudad lambayecana fue prácticamente arrasada en 1720 por una inundación. llas, “alhóndiga, rastro y tiánguez”, y
amplias alamedas (diseñadas duran-
Las ciudades del Perú se edificaron con la forma te el período borbónico), además de casonas con
de un tablero de ajedrez. Alrededor de la plaza ma- grandes huertos, gozando de los servicios laborales
yor o plaza de armas se ubicaban la casa del cabil- que podían ofrecer los indios de su reducción de
do, la iglesia mayor o la catedral. En las esquinas del Santiago del Cercado. En suma, era una interesante
cuadrilátero desembocaban dos series de calles pa- combinación de ciudad señorial, soberbia y altane-
ralelas y perpendiculares entre sí. Los cruces de es- ra, y a la par jacarandosa y pícara. La razón de este
tas vías daban como resultado espacios cuadrados o interesante fenómeno radicaba en la convivencia de
rectangulares, conocidos como “manzanas”, cada nobles, grandes dignatarios, arzobispos y magistra-
una de ellas dividida en solares sobre los que se dos, con indios, mestizos y castas, que daban a Los
construían las viviendas. A tajo abierto, en medio Reyes un ingrediente de gracia y a veces de irreve-
de cada calle, había acequias cuya agua procedía de rencia. Quizás por eso nunca pudo ocultar sus sen-
ramales del río más cercano. Los habitantes de las timientos, ya que mostraba su más profunda alegría
ciudades podían refrescar su vista con las alamedas en las fiestas de recibimiento a los virreyes y en los
o paseos públicos arbolados, que en días calurosos carnavales, así como su más sincero arrepentimien-
ofrecían a los moradores un lugar de recreo. to durante la Semana Santa o después de que acae-
Era también una característica de las localidades cía un terremoto.
urbanas del virreino tener en sus cercanías barrios Además de Lima, la ciudad del Cuzco cumplió
especiales para la república de indios o reducciones un papel muy importante. La antigua capital del Ta-
en las que se cobijaba a los naturales que cumplían huantinsuyo constituyó el gran centro desde donde
tareas dentro de la ciudad. Estas poblaciones indí- se emprendieron las jornadas de conquista hacia
genas eran ubicadas fuera de las ciudades, pero Chile y los Andes orientales. La Ciudad Imperial
siempre estaban anexadas a ellas. fue edificada de manera singular y casi única en to-
Por cierto, algunas poblaciones como Lima y da América, pues los españoles la erigieron sobre el
Trujillo fueron amuralladas para defenderse de las trazado incaico, aunque luego de la rebelión de
temidas insurrecciones de negros e indígenas y de Manco Inca se juzgó conveniente modificar la ubi-
las incursiones extranjeras por el litoral (Céspedes cación de sus casas principales y ampliar sus calles.
1983). Sin embargo, los cimientos y la parte inferior de los
Lima, o la Ciudad de los Reyes, fue la primera edificios pertenecen a la época de los incas. Otra
gran urbe con una población que superó los 50 mil transformación de su espacio interno fue la concen-
habitantes. Como capital del virreinato era la sede tración de la población indígena en el barrio de San
Blas, que contaba
con una parroquia
especialmente dedi-
cada a la prédica
evangelizadora en
quechua. La tradi-
ción se ha conser-
vado, pues hasta la
fecha se celebra mi-
sa en esa lengua.
El protagonismo
del Cuzco en la his-
toria del virreinato
no se explica única-
mente por su ubica-
ción estratégica y
por haber servido
de escenario del de-
rrocamiento del po-
der andino con la
decapitación del in-
ca Túpac Amaru I.
Tampoco por el El robo de la Santa Eucaristía, óleo sobre lienzo (1711) que recuerda un robo sacrílego en la parroquia
descuartizamiento del Sagrario de la catedral de Lima. Cada individuo que circula en la plaza mayor representa un tipo
social de la época, mostrando la diversidad étnica y social en la Ciudad de los Reyes.
del cacique José Ga-
briel Condorcanqui
(“Túpac Amaru II”). La trayectoria cultural de la vio contra el medio ambiente también se agudizaba
antigua capital incaica y su particular mestizaje ar- por las “guairas” u hornillos de las minas que en
tístico se expresan en su renombrada escuela pictó- ciertas ocasiones hacían del aire algo irrespirable.
rica, reconocida en casi toda Sudamérica. Los pinto- Las “canchas” o casas de paja de los indios que tra-
res de la Escuela Cuzqueña gozaron del aprecio de bajaban como peones se ubicaban a cuatro cuadras
los poderosos y los prelados que los contrataban pa- de la plaza mayor, y eran tantos los aborígenes que
ra enaltecer sus casonas y templos, como fue el ca- a veces tenían que dormir a la intemperie.
so del obispo Manuel de Mollinedo y Angulo
(muerto en 1699), quien embelleció la ciudad du-
rante su episcopado y ejerció su mecenazgo sobre
los pintores de este movimiento.
Una ciudad distinta y necesaria de describir fue
la Villa Imperial de Potosí, cuya población llegó a
los 100 mil habitantes, aunque algunas fuentes cal-
culan cerca de 160 mil. La extracción de plata la
convirtió en una localidad de incesante tráfico, en la
que trajinaban mulas, burros y llamas cargados de
leña o de mineral. Las calles, a diferencia de otras
poblaciones del Perú, seguían direcciones arbitra-
rias e irregulares, pues muchos de sus moradores
creían que la riqueza de las minas sería efímera, y
por lo tanto no se preocuparon por diseñar un tra- La ciudad del Cuzco en un grabado de Antoine du Pinet,
zo definitivo y ordenado. Los suburbios mostraban 1564. Gran parte de los grabados sobre esta ciudad, al menos
cerros de basura tan altos como edificios, que con los correspondientes a los dos primeros siglos de presencia
española, están inspirados en imágenes idealizadas de la
los braseros que encendían los vecinos para abrigar- ciudad, sin mucha correspondencia con su arquitectura y
se durante la noche contaminaban el aire. Ese agra- distribución espacial.
La pobreza y explotación en las que vivían los te besamos pies y manos
naturales contrastaba con la bonanza de los mine- que por dar al rey la joya
ros, que no escatimaban gastos para carros alegóri- despoblamos nuestra Troya
cos y fuegos artificiales cuando había que celebrar trayendo los comarcanos.
fiestas civiles y religiosas o recibir a algún dignata-
rio. La ostentación de la que hacían gala los señores Huamanga
del “Cerro” en las festividades rompía la monotonía Huamanga soy, que troqué
del trabajo minero y permitía aliviar el sufrimiento un trueque que no se hizo
de los nativos a quienes se les recompensaba con li- en el mundo tal y se fue
cores, produciéndose tristes escenas de indios bo- trocando la P. por G.
rrachos que caminaban sin dirección por la ciudad fue Dios aquel que lo hizo.
más rica del mundo (Basadre 1945: 165).
Por encima de las diferencias y en algunos casos Arequipa
rencillas, todas las ciudades se reconocían como Yo la villa más hermosa
parte del imperio español y competían por la fideli- de Arequipa, la excelente,
dad hacia el monarca. Así por ejemplo, el cronista lamenté sólo una cosa
Diego Fernández de Palencia relata cómo al llegar a que en Huarina la rabiosa,
Lima el pacificador Pedro de la Gasca, investido de pereció toda la gente.
todos los poderes para acabar con el levantamiento
de los conquistadores, salieron a recibirle danzantes Cuzco
que representaban a las ciudades para recitarle las Ilustrísimo Señor,
siguientes coplas: yo el gran Cosco muy nombrado
te fuí, leal servidor
Lima aunque el tirano traidor
Yo soy la ciudad de Lima me tuvo siempre forzado.
que siempre tuve más ley;
pues fue causa de dar cima Charcas
cosa de tanta estima Preclarísimo varón,
y continuó por el rey. luz de nuestra oscuridad,
parnaso de perfisión
Trujillo desta cristiana región,
Yo también soy la ciudad por la divina bondad,
muy nombrada de Trujillo, en los Charcas floreció
que salí con gran lealtad Centeno, discretamente,
con gente a su majestad y puesto que no venció
al camino a recebillo. fue Dios que lo permitió
Piura por guardarlo al Presidente.
Yo soy Piura deseosa
de servirte con pie llano EL GOBIERNO DEL CABILDO
que como leona rabiosa,
me mostré muy animosa El gobierno de la ciudad lo ejercía el cabildo,
para dar fin al tirano. que velaba por la limpieza de las calles y plazuelas,
camales y mercados, el control de precios y la impo-
Quito sición de multas a los infractores, la matanza de pe-
Yo, Quito con gran lealtad rros rabiosos y la organización de las grandes festi-
aunque fuí tan fatigada, vidades. Esta corporación representaba a los veci-
seguí con fidelidad nos, que no siempre eran los residentes o habitan-
la voz de su magestad tes de la urbe, sino más bien encomenderos cuyos
en viéndome libertada. repartimientos se ubicaban en la jurisdicción de la
ciudad (Lohmann 1993). En otras palabras, todo
Huánuco y Chachapoyas miembro del cabildo o cabildante debía poseer en-
Huánuco y la Chachapoya comienda. El cabildo estaba integrado por los regi-
dores, quienes por votación realizada cada primero a España a solicitar alguna merced para su ciudad.
de enero, nombraban dos alcaldes: uno de vecinos y Finalmente, el escribano redactaba y llevaba el libro
otro de ciudadanos. Contrariamente, los regidores de actas, y gracias a este funcionario ha sido posible
podían servir en el cabildo por un tiempo mayor y reconstruir aspectos novedosos de la historia políti-
en algunos casos de por vida, constituyendo el cuer- ca de varias ciudades del virreinato del Perú.
po de regidores perpetuos. Esta modalidad de go- Las sesiones del cabildo eran cerradas, pero en
bierno urbano respondía a que las ciudades fueron casos de gravedad se declaraba “cabildo abierto” y
en un principio el lugar de residencia de los con- podía asistir toda la vecindad para discutir y resol-
quistadores victoriosos. ver los problemas citadinos. En los “cabildos abier-
Los alcaldes gobernaban la ciudad, pero además, tos” se manifestaba la soberanía popular.
con la asesoría de letrados, actuaban como jueces
de primera instancia, tanto en lo civil como en lo EL PODER DE LA FIESTA
penal. Sin embargo sus fallos eran apelables ante el
corregidor, quien a fin de cuentas representaba la Las ceremonias oficiales en que se recordaba al
persona del monarca. monarca y a la familia real por su onomástico o
Por su parte los regidores, que en Lima llegaron muerte, el arribo de un nuevo vicesoberano o el
a ser ocho y en otras urbes cuatro o seis, se repar- triunfo de España sobre sus enemigos eran excelen-
tían las labores edilicias mediante cargos especiali- tes ocasiones para recalcar la supremacía del orden
zados. El primero de todos, el alférez real o regidor virreinal. Desde una óptica religiosa, las festividades
decano, hidalgo de nacimiento, era el que paseaba cumplían una función pedagógica y evangelizadora
el pendón de la ciudad en su aniversario y durante que consagraba el cuerpo social a Dios, y en las que
el recibimiento del nuevo virrey. El fiel ejecutor, co- todos podían y debían participar. Por su parte, otras
mo su nombre lo indica, ocupaba su tiempo hacien- celebraciones y fiestas de carácter mundano sirvie-
do cumplir las órdenes del cabildo, vigilando el or- ron más bien para distraer y dar curso a la alegría de
nato público, el buen estado de los alimentos y el los habitantes del virreinato.
abastecimiento de los almacenes de grano. Durante el período que tratamos, las fiestas reli-
No todos los componentes del cabildo tenían giosas fueron muy numerosas. Además de los do-
que ser necesariamente regidores. El alguacil mayor, mingos, la Iglesia a través de sus concilios limenses
custodio del orden público, hacía las veces de gen- había establecido para los indios y los españoles
darme o policía y rondaba la ciudad a partir de las fiestas de guardar como el día de Reyes, la Semana
ocho de la noche para prender malhechores. El al- Santa, San Pedro y San Pablo, la Natividad de la Vir-
calde de la Santa Hermandad cabalgaba en el campo gen, las Pascuas de Navidad, y la fiesta del Corpus
y en los alrededores de las urbes persiguiendo sal- Christi, al parecer la de mayor importancia.
teadores, bandoleros y negros de palenques, evitan- Fue el virrey Francisco de Toledo quien dispuso
do así peligros para los viajeros. El procurador era que los fieles de las dos repúblicas e incluso los es-
una suerte de embajador designado por los regido- clavos, conmemoraran cada junio el Corpus Chris-
res para recibir al virrey, y en caso necesario viajaba ti en todo el reino del Perú. Los moradores del vi-
Escena de la
procesión del
Corpus Christi en
el Cuzco, en un
lienzo del siglo
XVIII. La fiesta
religiosa del
Corpus Christi
era una de las
más importantes
del Perú virreinal.
rreinato eran llamados a formar parte del Cuerpo los abundantes manjares. La fecha era siempre oca-
del Señor y acompañaban al Santísimo Sacramento sión para que repicaran las campanas de los templos
en procesión, siendo éste llevado bajo palio por las y se dispararan salvas de cañón. Por la noche la ca-
autoridades civiles y religiosas. Según anota Juan sa del virrey se volvía a abrir para ofrecer un “refres-
Antonio Suardo (clérigo curioso que refería día a co” a los “notables” de la Ciudad de los Reyes. El re-
día los acontecimientos de Lima en la época del gocijo por el cumpleaños del rey culminaba con bai-
conde de Chinchón), en las vísperas del Corpus “se les y diversiones públicas como las justas de caballe-
prendían luminarias y muy ricas invenciones de ría, los fuegos artificiales y las corridas de toros.
fuegos” en la plaza de Armas. En Potosí, dada la ri- Las justas de caballería seducían a la aristocracia
queza de sus vecinos, la fiesta del Corpus Christi citadina trayendo a la memoria contiendas deporti-
destacaba por sus fastos. El escritor criollo Bartolo- vas de origen medieval. El juego de cañas fue el tor-
mé Arzans de Orsúa decía en 1735 que en la ciudad neo más difundido y congregaba en las calles y pla-
del “Cerro Rico” la celebración reunía a las quince zas públicas a muchísima gente para contemplar có-
parroquias de la villa, cuyos habitantes no escatima- mo dos improvisados jinetes se arrojaban mutua-
ban gastos para financiar el pomposo desfile de su mente lanzas de fibra vegetal seca, protegiéndose el
cofradía y la imponente elegancia de los santos de cuerpo con adargas. A consecuencia de estas escara-
su devoción. En estas competencias por presentar la muzas, era frecuente que alguno de los contendores
mejor ofrenda a la Eucaristía, se llegó a gastar fortu- resultara herido.
nas (Acosta Vargas 1979). Otra manifestación caballeresca estaba represen-
En el Cuzco, las celebraciones del Corpus fue- tada por los juegos de “alcancías” y de sortija. Los
ron igualmente pomposas tal como la iconografía primeros eran torneos en los que dos competidores
de la época lo demuestra. En la capital de los incas montados a caballo se lanzaban bolas de barro, re-
esta fiesta representaba a Cristo como vencedor llenas de cenizas o de flores, que tenían el tamaño
frente a los ídolos andinos. El Corpus cuzqueño te- de una naranja y se destrozaban al estrellarse con-
nía como escenario la plaza del Wakaypata en la que tra los escudos. En el segundo juego no se suscita-
desfilaban las imágenes de los santos de mayor ve- ba un enfrentamiento frontal. Cada jinete debía en-
neración, como el apóstol Santiago, San Sebastián y sartar la punta de su lanza en una sortija que pen-
San Cristóbal, acompañados de carros alegóricos, día de una cuerda haciendo gala de destreza en el
comparsas, danzarines y caciques descendientes de manejo del arma. Tanto para el juego de las “al-
los incas ostentosamente vestidos con uncus y dia- cancías” como en las justas de sortija, los partici-
demas. El Corpus Christi llegó a su máximo esplen- pantes eran galardonados con laureles, flores y pi-
dor en el último tercio del siglo XVII, durante el ñas de plata. A imagen y semejanza de las justas
obispado de don Manuel de Mollinedo y Angulo, medievales, los caballeros ofrecían los premios ob-
prelado que mostró un especial interés por la evan- tenidos a alguna dama que se hallaba observando
gelización a través de las manifestaciones artísticas el divertido espectáculo.
(Bernales 1982). No faltaron tampoco los fuegos artificiales, que
Las fiestas civiles tuvieron otra finalidad, como daban colorido y magnificencia a las celebraciones,
asegurar la lealtad al monarca de parte de los súbdi- y mucho menos los castillos que se encendían por
tos del virreinato y hacer sentir cercana su presencia el onomástico del rey o en los días de carnaval. Es-
a través de los vicesoberanos. Por cierto, las festi- tas efímeras estructuras pintaban sobre el oscuro
vidades civiles no excluían aspectos religiosos, ya fondo de la noche figuras de dragones e hipogrifos
que por lo general se iniciaban con misas solemnes que dejaban boquiabierta a la multitud plebeya.
en las iglesias mayores de las ciudades más impor- Las corridas de toros se llevaban a cabo en con-
tantes. El día del natalicio del rey era festejado de memoraciones especiales y también durante la Pas-
acuerdo con esta costumbre, pues comenzaba por la cua de Reyes, San Juan, Santiago, el día de la Asun-
mañana con una misa en la catedral de Lima, con- ción de María o cuando algún potentado pretendía
tando con la asistencia del virrey, la Real Audiencia, agasajar a sus amistades. Las faenas se realizaban en
los cabildos civil y eclesiástico y los vecinos más re- las plazas mayores, y hubo que esperar hasta bien
nombrados. Luego, en el palacio virreinal se ofrecía entrado el siglo XVIII para que se ofrecieran en pla-
un opíparo almuerzo durante el cual los oradores zas cerradas. Las corridas eran los lunes y no los do-
que tomaban la palabra elogiaban las virtudes del mingos como en la actualidad, pues la Iglesia no de-
soberano, mientras los convidados disfrutaban de seaba que los fieles faltaran a misa por una diver-
sión mundana. Las faenas eran ocasión para que los EL YANTAR Y LA COCINA
indios bebieran en exceso y desafiaran las corna-
mentas de los bravíos ejemplares, lanzándose al La ciudad como centro de la vida cotidiana fue
ruedo como espontáneos. En 1630 la situación en- testigo de las artes culinarias de sus moradores
fadó tanto al virrey conde de Chinchón, que llegó a blancos, indios, mestizos y negros y de la paulatina
prohibir a los naturales su presencia en la fiesta bra- incorporación de los distintos aportes, que a la lar-
va so pena de varios azotes. ga dieron nacimiento a la actual cocina peruana.
De todas las fiestas profanas, la que más alegra- Los españoles en el Perú tuvieron una dieta que
ba a los habitantes de las ciudades virreinales era la incluía todos los alimentos posibles traídos de la pe-
celebración del tiempo de carnaval, período en el nínsula y también integraron algunos productos
que se invertía el mundo y se liberaban las tensio- originarios. Pero dicha asimilación no fue inmedia-
nes contenidas a lo largo del año (Acosta Vargas ta, pues hubo de pasar tiempo para que se eviden-
1979). En los carnavales confluía toda la diversión ciara en los potajes y en el paladar. Los soldados de
y la alegría de la vida. El desfile de carros alegóricos la hueste pizarrista vinieron acompañados de algu-
inundaba las calles de gente. La aparición de muñe- nas cabezas de ganado vacuno, porcino, caprino y
cos con enormes cabezas o “papahuevos” hacían de ovino, el pan cazabe, la harina de trigo, los garban-
esta festividad una ocasión para reír a caquinos. El zos, las habas, el aceite y el vino, además de frutas
carnaval era la diversión por la diversión, la fiesta como las manzanas, las naranjas y los higos. Pero
por excelencia. Miembros de todas las castas en estos mismos peruleros supieron adaptarse a los ali-
comparsas y enmascarados o con el rostro maquilla- mentos aborígenes como el maíz, el charqui o carne
do se lanzaban mutuamente “alcancías” y aguas de llama y las frutas autóctonas.
perfumadas, pero no faltaron quienes bañaban a sus En 1548 ya se había multiplicado el ganado que
contrincantes con líquidos malolientes. Frecuente- arribó con los primeros conquistadores iniciándose
mente aquellas graciosas contiendas terminaban en la venta masiva de carne de res en el “rastro” de Li-
batallas campales que dividían a la ciudad en ban- ma, que más tarde ofreció una gran variedad de pro-
dos, como lo atestigua amargamente un habitante ductos. Las urbes virreinales pronto imitaron a la
de Potosí en 1656. El vecino afirmaba que estaba capital, abriendo este tipo de mercados (Valega
impedido de caminar por las calles, ya que las “mal- 1939: 330).
ditas carnestolendas, más son para calladas que pa- Para el siglo XVII se multiplicaron los cerdos y
ra declaradas por las venganzas que en ellas hacían la manteca pudo sustituir al aceite de oliva aun du-
unos y otros, además de rante la cuaresma. Sólo en
jugarse toros y otras in- el valle de Chancay, a
venciones y diversiones, principios de dicha centu-
armaban escuadrones de ria, se llegaron a criar más
barrios unos contra de cinco mil puercos. La
otros” (López Cantos grasa de este animal sirvió
1992: 134). para la preparación de
Dentro de las urbes, una variedad de frituras
las peleas de gallos en ca- dulces y saladas como los
lles y corrales comple- buñuelos, conocidos en
mentaban el cuadro de Lima con el nombre de
los pasatiempos. Las con- picarones.
tiendas gallísticas eran
comúnmente anunciadas
por negros propagandis- Detalle que muestra el palacio
de los virreyes y la plaza
tas, que portaban jaulas mayor, en 1680. Este lienzo es
con las aves de pelea en uno de los pocos testimonios
su interior y por indios pictóricos sobre la ciudad, tal
que tocaban chirimías y como ella lucía en el siglo
XVII, años antes del
encendían cohetes para
devastador terremoto del 20 de
llamar la atención de los octubre de 1687. Tomado de
taimados apostadores. Serrera 1992.
El pescado en sus diversas especies (sardinas, como el maná, el huevo moye, las mazamorras sua-
anchovetas y pejerreyes) se consumía mucho en la ves y figuras de almendra en forma de frutas, tam-
época de cuaresma, acompañado de vinagre, aguar- bién fueron vendidos por las “freilas”. Lo que ocu-
dientes, mistelas, arrope, pasas e higos secos. rría en los catorce monasterios de Los Reyes se repi-
En un principio no hubo suficiente importación tió con variantes en los cenobios de Trujillo, Cuzco,
de trigo, y el pan se tuvo que elaborar con harinas Arequipa, Huamanga y Cajamarca (Gálvez 1947).
de tubérculos nativos, como papa, yuca, camote y La dieta alimenticia de los indios, sobre todo los
achira. En los primeros lustros del siglo XVII, el tri- de la sierra, incluía tubérculos y cereales, tales co-
go ya era cultivado en los valles de la costa peruana mo papas, olluco, maíz, mishua, quinua, y también
y se vendía en las alhóndigas. Debido a pobres co- carne de auquénidos y cuyes. Los aborígenes de la
sechas (atribuidas al terremoto de 1687), los habi- costa recurrían a los camotes, yucas, llacón, achira,
tantes del virreinato peruano comenzaron a impor- maní, zapallo, arracacha, ají, pallares, pescados y
tar el trigo de Chile. Cierto o no, la dificultad de aves (Romero 1939). Pero todos desde Piura hasta
proveerse de materia prima para el pan se hizo de- el Alto Perú coincidían en beber chicha de maíz y
finitiva tras el sismo de 1746. despreciar la leche.
En las ciudades del Perú se comía tres veces al Los indígenas también se adaptaron a la nueva
día. Al desayuno le llamaban almuerzo, al almuer- oferta de ingredientes y combinaron su antigua die-
zo, comida y a la comida, cena. El “buen diente” de ta con aves de corral y carneros, sin abandonar su
los peninsulares y criollos suponía platos abundan- afición por el olluquito con charqui, las pachaman-
tes. Por ejemplo, el clérigo Juan Antonio Suardo re- cas (original forma de asar los alimentos bajo tie-
lata un banquete ofrecido en 1630 al arzobispo Her- rra), el consumo de carne de llama y peces de río.
nando Arias de Ugarte en el monasterio limeño de En la costa hubo una mayor tendencia a la combi-
la Concepción, que consistió nada menos que de 64 nación de comidas, como los famosos picantes, que
diversos platos e innumerables dulces preparados fueron perfilando una cocina mestiza.
por las mismas monjas. La alimentación de los negros esclavos estaba
Entre los siglos XVII y XVIII se consagró el pu- constituida por las sobras de las comidas de sus
chero como el plato más contundente de todos. Es- amos, por lo general, vísceras, tripas e hígado y
te potaje incluía carne de vaca, tocino, cecina, coles, otros restos, que permitían con ingenio preparar los
papada de puerco, salchicha, patitas de chancho, re- famosos anticuchos. Estos remanentes de carne se
lleno, yucas, plátanos, membrillos, camotes, gar- ensartaban en palitos de caña, o se les freía en su
banzos, arroz con achiote molido y sal. Todos estos propia grasa, para lograr unos sabrosos chicharro-
ingredientes se hacían cocer en agua y a fuego len- nes. También se asociaba a los negros con los tama-
to, durante un lapso de cuatro a seis horas. Era la les y las humitas, que eran pasteles de harina de
comida más completa (Fuentes [1867] 1925). maíz a los que se añadía trozos de puerco y gallina.
Acercándose a la mitad del setecientos, era co- En muchos casos los libertos para proveerse de su
mún que en las mesas de los españoles y criollos se propio sustento salían a venderlos por las calles de
sirviera la sopa teóloga, el puchero, el pato en que- Lima y de otras ciudades de la costa donde predomi-
reque, el pavo relleno, las gallinas asadas, la cara- nó la esclavitud africana. Estos platos eran la base de
pulcra, las torrijas, el maná y la empanada. Por cier- lo que ellos mismos conocían como el “bitute”. A
to, todo regado con los aromáticos vinos de Pisco, mediados del siglo XVIII en las haciendas costeñas
Ica y Moquegua (Valega 1939: 329). los esclavos se alimentaban de frijoles y harina de
A pesar de la existencia de panaderías en Lima maíz, que condimentaban a su gusto con un guiso
(cuyos habitantes tienen hasta la fecha fama de dul- llamado “zango” y con charqui, además de beber el
ceros), los conventos de monjas monopolizaron du- “guarapo” o licor de melaza (Dávalos 1932: 192).
rante toda la época virreinal la preparación de con- Es importante anotar que los afroperuanos eran
fites, tanto pastillas como mazapanes y pastas de al- sirvientes y cocineros en las casas de la ciudad de
mendras. Cada convento limeño tenía su propia es- Los Reyes, Trujillo e Ica y de otras urbes cercanas al
pecialidad y su estilo: las pastas en la Encarnación; litoral, y se alimentaban mejor que los esclavos de
las nueces en el Prado y el Carmen; las humitas y ta- las haciendas. Las negras citadinas de casonas y mo-
males (reproducciones de las viandas criollas en nasterios también comían provechosamente cuando
pastas de almendra) de Santa Catalina; y los frijoles eran estimadas y se las destinaba para vender los
colados de Jesús María (Olivas 1990). Otros dulces dulces elaborados por las religiosas.
IV
LA DEFENSA: EL BRAZO ARMADO DEL REINO
En junio de 1684 el
virrey don Melchor de
Navarra y Rocafull,
duque de la Palata, dio
la orden para iniciar la
construcción de las
murallas de Lima. El
antiguo deseo de los
pobladores de Los Re-
yes se pudo materiali-
zar gracias al interés
del gobernante por
darle a la capital un es-
cudo protector, enco-
mendándose el trazo definitivo del plano al cosmó- puertas y de quince baluartes, estuvo bajo la direc-
grafo mayor Juan Ramón Coninck, y la delineación ción del “fortificador e yngeniero mayor” italiano
al ingeniero Luis Venegas Osorio. Para 1687 las Giuseppe Formento, y fue concluida en 1688 (Loh-
obras ya habían terminado. Una gran muralla de mann 1964).
adobe con treinta y cuatro baluartes y cinco
puertas rodeaba la urbe. Las duras críticas
de los virreyes Monclova y Castelfuerte y
del viajero francés Amadeo Frézier en torno
de la capacidad defensiva del cinturón de
barro, llevaron al sabio Pedro de Peralta
Barnuevo a proponer la edificación de una
ciudadela fortificada, que haría de Los Re-
yes un reducto inexpugnable. Pero los pro-
yectos de Peralta, inspirados en las obras
del mariscal Vauban, no hallaron eco, y mu-
cho menos reconocimiento.
La ciudad de Trujillo también fue prote-
gida por murallas. El pánico sembrado por
el corsario Edward Davis –que destruyó la
cercana localidad de Saña en 1686– dejó
siempre abierta la posibilidad de otro de-
sembarco e hizo necesaria la edificación de
muros. La construcción, toda de adobe co- Plano de la ciudad de Trujillo que la muestra amurallada, tal como lucía
en el siglo XVIII. Este plano fue ordenado hacer durante la gestión del
mo la de Lima, de trazo oblongo, de seis obispo Baltasar Jaime Martínez Compañón.
LAS INCURSIONES EXTRANJERAS: atesorar las riquezas de España y sus posesiones ul-
INGLESES Y HOLANDESES tramarinas. Tal situación estaba enmarcada en el
contexto de la guerra entre Isabel I Tudor y Felipe II
El virreinato peruano se vio afectado por una se- de Habsburgo, librada en las últimas décadas del si-
rie de incursiones de navegantes extranjeros que no glo XVI. La “reina virgen” se había propuesto arrui-
reconocían el principio de exclusividad económica nar el poder del piadoso monarca ibérico, permi-
española, y que perturbaron la paz de las ciudades tiendo a sus súbditos abordar las naves hispánicas
de estos reinos. Cada vez que corría la voz de un po- encalladas o en alta mar y destruir urbes, y por lo
sible ataque de ingleses u holandeses, la población tanto sembrar el terror y la ruina.
sin ocultar su miedo debía improvisar la defensa del La fama de las riquezas del Perú atrajo a Francis
territorio, conformando cuerpos de milicias con to- Drake, el primer corsario que aparece en las costas
dos los hombres aptos para el combate. Por su par- sudamericanas del Pacífico. Drake, natural de Ta-
te, la clerecía hacía tocar las campanas de sus tem- vistock (Inglaterra), era un audaz marino y comer-
plos para invitar a las mujeres, a los niños y a todos ciante negrero que le había jurado odio eterno a Es-
aquellos excluidos de la lucha, a rezar por el triun- paña después de que este país le confiscara un car-
fo de los católicos frente a los “aborrecibles” angli- gamento que iba dirigido a las posesiones españolas
canos y luteranos. de América. En 1567 al lado de William Hawkins
El primer ciclo de infiltraciones fue capitaneado incursionó en las costas de México, lo que le pro-
por corsarios procedentes de Inglaterra, navegantes porcionó la experiencia suficiente para intervenir
independientes que contaban con el visto bueno de más adelante en otras regiones del Nuevo Mundo.
su Corona para bombardear, desembarcar, saquear y En 1572 atacó Panamá, y al año siguiente hizo lo
mismo en Cartagena de Indias.
Luego de participar en la campaña contra Irlan-
da, Drake decidió volver a sus tropelías. Al mando
de los buques llamados “Pelican” (al que más tarde
rebautizó con el nombre de “Golden Hind”),
“Swan”, “Christopher”, “Elizabeth” y “Marygold”,
zarpó de Plymouth en diciembre de 1577. Las em-
barcaciones muy bien artilladas recorrieron el li-
toral brasileño, penetraron el río de la Plata y atra-
vesaron el estrecho de Magallanes. Posteriormente
asaltó Coquimbo, Valparaíso y Arica para avanzar
luego sobre el puerto del Callao.
El inglés se presentó frente al Callao la noche del
13 de febrero de 1579, atemorizando a los habitan-
tes de Lima. El entonces virrey don Francisco de To-
ledo ordenó la inmediata defensa del puerto. Pero la
historia dice que dos criollas, doña Mencía y María
de Cepeda, hijas del benemérito conquistador Her-
nán González de la Torre, plantearon una táctica
exitosa: encender candiles en las ventanas de las ca-
sas del Callao. Drake, imaginando que las luces que
se divisaban a lo lejos eran mechas de cañón, creyó
que la urbe estaba bien dotada de piezas de artille-
ría, y temeroso decidió partir cuanto antes (Busto
Duthurburu 1993).
Una vez que el invasor huyó en retirada, el vice-
soberano dispuso que los navíos surtos entonces en
el Callao, “Nuestra Señora de la Esperanza” y el
Retrato de Francis Drake, marino y corsario inglés, uno de “San Francisco”, persiguieran al inglés. El capitán
los principales adversarios de la España imperial del siglo general de esa improvisada armadilla sería el polifa-
XVI. Tomado de Quinn 1996. cético Pedro Sarmiento de Gamboa. Los marinos
del virreinato lograron alcanzar a los buques de un fracaso, pues Cavendish había huido hacia Gua-
Drake frente al cabo de San Francisco. Allí, el temala y México, con el mismo propósito de Drake:
“Nuestra Señora” fue bombardeado por el “Golden retornar a Inglaterra dando la vuelta al mundo.
Hind” y posteriormente abordado por los corsarios. La última incursión inglesa del siglo XVI se pro-
Francis Drake se apoderó de las barras de oro y pla- dujo en tiempos del virrey don García Hurtado de
ta que llenaban las bodegas del “Nuestra Señora” y Mendoza (1589-1596). Hawkins, tratante de escla-
que alcanzaban un valor de trescientos mil pesos, vos como su pariente Francis Drake, partió de Ply-
cantidad que le sirvió de sobra para cubrir los gas- mouth en 1593 en su buque “Daintie”. A principios
tos de sus operaciones y para alimentar las arcas de de 1594 ya había cruzado el estrecho de Magallanes
su reina. para enrumbar hacia Valparaíso, donde cobró un
Al mes siguiente, el aventurero inglés estaba cuantioso rescate y capturó cinco barcos. En Lima
bordeando las costas de México para saquear Hua- la multitud estaba atemorizada ante la proximidad
tulco y aterrorizar a los moradores de Acapulco; ac- del “Achines”, deformación castellana del nombre
to seguido pasó a California para reparar sus embar- del corsario isabelino. El miedo popular contrasta-
caciones. Desde este último punto decidió empren- ba con la serenidad del vicesoberano, quien
der el mismo viaje de Magallanes. Finalmente, el 13 nombró capitán general de la armadilla a don Bel-
de diciembre de 1580 arribó cargado de honores al trán de Castro y de la Cueva. Richard Hawkins en-
estuario de Plymouth. Su osadía marinera al dar la contró las naves del invasor frente a Chincha, “pero
vuelta al mundo y los tesoros adquiridos a través el inglés viró al poniente y eludió el enfrentamiento
del pillaje fueron méritos suficientes para que la naval. Beltrán de Castro lo persiguió hasta Ataca-
misma reina Isabel I le invistiera caballero en su mes, donde le dio combate y rindió entre el 30 de
propio barco. junio y el 1 de julio, pues la acción duró dos días.
Mientras tanto el virrey Toledo, anticipando El virrey tomó, en Lima, bajo su protección al cau-
otras posibles incursiones, encargó al antiguo capi- tivo, que se había rendido bajo la condición de que
tán de la armadilla Pedro Sarmiento de Gamboa, la se le respetara la vida y enviara a Inglaterra, lo que
exploración del estrecho de Magallanes con fines de se cumplió después, salvándolo así de la jurisdic-
colonización. En 1584 Sarmiento, nombrado capi- ción del Santo Oficio que reconocía a Hawkins he-
tán general del estrecho, agrupó cuatrocientos colo- reje y anglicano” (Busto Duthurburu 1993: 147).
nos en dos poblados, pero las inclemencias del cli- Las condiciones del corsario se cumplieron, ya
ma y el hambre diezmaron a los habitantes de dicha que luego pasó a Sevilla y posteriormente a su pa-
región austral. tria. Sabemos que después de sus desventuradas tra-
En julio de 1586 el corsario Thomas Cavendish vesías por la Mar del Sur, Hawkins fue elegido
zarpó de Inglaterra con dirección a Sudamérica al miembro del Parlamento inglés y su amor por las
mando de 123 hombres en tres barcos. Bordeó el correrías marinas le llevó a combatir contra los pi-
Brasil y la Patagonia, y más tarde cruzó el estrecho ratas berberiscos en el Mediterráneo hacia 1621. Fi-
magallánico, donde tan sólo encontró 22 sobrevi- nalmente, legó a la posteridad un relato escrito so-
vientes de la fracasada colonización de Sarmiento. bre sus aventuras por el Pacífico.
Al llegar a Arica bombardeó la urbe y apresó dos En 1603, con el advenimiento de la nueva casa
fragatas. Luego avanzó sobre Pisco, alejándose de reinante de los Estuardo, las relaciones entre Espa-
las costas para no ser divisado desde el Callao. En ña e Inglaterra mejoraron notablemente. En 1604 se
Chérrepe logró apresar dos pequeños navíos y pro- firmó un tratado de paz que legalizó el comercio en-
siguió hacia Paita. El 30 de mayo de 1587 desquitó tre las dos naciones. Pero esa tranquilidad fue que-
toda su furia. Al negarse la población paiteña a pa- brada por la presencia de los corsarios holandeses,
gar un oneroso rescate, ordenó bombardear, saquear llamados “los pordioseros del mar”, quienes apoya-
e incendiar la localidad piurana. El siguiente objeti- dos por la burguesía de Amsterdam, se lanzaron al
vo del corsario fue la toma de Guayaquil, pero en la mar con dirección a las posesiones hispánicas de
isla de la Puná fue sorprendido por ochenta hom- América. Incursionaron en Puerto Rico, Portobelo y
bres procedentes de tierra firme (González-Aller La Habana. A principios del siglo XVII se pudo di-
1994). visar naves holandesas desde la costa de Chile, co-
El virrey del Perú, don Fernando de Torres y Por- mo la flota de Oliver van Noort en 1600, la que te-
tugal (1585-1589), despachó la escuadra para captu- miendo ser derrotada por la escuadra virreinal, pre-
rar a los “ladrones del mar”, pero la jornada resultó firió apartarse y dirigirse a las Filipinas.
víos con 294 cañones y 1 600 hombres. En febrero
de 1624 ya había ingresado al Pacífico. Hizo un al-
to en la isla de Juan Fernández para reponerse, y
prosiguió hacia el Callao. L’Hermite Clerk no halló
los tesoros que esperaba, pues el virrey marqués de
Guadalcázar (1622-1625) acababa de despachar a
Panamá los metales preciosos rumbo a la Metrópo-
li. Después de este decepcionante suceso, el enemi-
go aportó en la isla San Lorenzo, donde L’Hermite
murió víctima de disentería. Desde esa pequeña ín-
sula su sucesor, Hughes Schapenham, ordenó que
se atacaran Guayaquil y Pisco. La embestida resultó
desastrosa para los extranjeros, pues los vecinos de
aquellas urbes resistieron heroicamente. Tras el fra-
caso y la imposibilidad de tomar el Callao, los hom-
bres de Mauricio de Nassau regresaron a Holanda
Grabado que muestra la presencia de la flota holandesa
capitaneada por Jacques L’Hermite en la costa peruana, en agosto de 1625 (Lohmann 1973).
en 1624. En tiempos del marqués de Mancera (1639-
1648) se presentaron nuevamente naves holande-
Si la presencia de Noort no produjo tanta incer- sas, esta vez capitaneadas por Hendrik Brower. La
tidumbre en el Perú, la de Jorge Spilbergen en 1615 intención de los invasores era ocupar el puerto de
sembró el pánico. Desde Madrid se informó caute- Valdivia, para fundar allí una colonia. Ello sucedió
losamente al virrey marqués de Montesclaros en 1643. Conocedor el virrey del propósito de los
(1606-1615) del ingreso al Pacífico de este invasor intrusos, invistió a su hijo como capitán de la escua-
al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias. dra peruana, la que debía buscar al enemigo, pero la
El vicesoberano tuvo tiempo de preparar con antici- pesquisa no tuvo éxito. Temiendo otras incursiones,
pación la defensa del reino, nombrando capitán ge- el vicesoberano ordenó la fortificación de Valdivia,
neral de la armadilla a su sobrino don Rodrigo de Valparaíso y el Callao.
Mendoza. El 17 de julio al mando de siete embarca- En diciembre de 1670 se intentó tomar nueva-
ciones pequeñas, Mendoza encontró al invasor fren- mente Valdivia. Los responsables de tal propósito
te a Cerro Azul (Cañete). Después de ocho horas de fueron Charles Henry Clerk, Oliver Belin, John For-
combate Spilbergen hizo huir en retirada a la escua- tisque, Thomas Louis y el mulato Tomás de la Igle-
dra virreinal y avanzó hacia el Callao, en cuya rada sia, quienes terminaron siendo conducidos a Lima y
le aguardaban los defensores del Perú. Los aterrados procesados por la Real Audiencia. Tras encontrar
moradores de Lima organizaron vigilias para orar
por el triunfo de los católicos y por el pronto aleja-
miento de los luteranos, pues se temía al desembar-
co de los holandeses. Spilbergen no puso pie en tie-
rra, aunque disparó algunas balas de cañón. Des-
pués de su poco exitosa expedición prosiguió a Pai-
ta. Sabemos que no llegó a incendiar este puerto
norteño y que luego enrumbó a las Filipinas (Rodrí-
guez Crespo 1964).
La siguiente expedición holandesa fue dirigida
por Jacques L’Hermite Clerk, hombre de confianza
de Mauricio de Nassau, príncipe de Orange. Este
gobernante, que deseaba disputarle a España sus
dominios americanos, envió a L’Hermite para hacer
el reconocimiento de los territorios virreinales, apo-
derarse de cuantas riquezas pudiera y convertir al La flota de Jacques L’Hermite en el Callao, donde fondeó en su
Perú en una colonia flamenca. L’Hermite zarpó de rada el 8 de mayo de 1624. L’Hermite fallecería durante el
Amsterdam a fines de 1623, capitaneando once na- bloqueo y sería enterrado en la isla de San Lorenzo.
culpable al primero de los nombrados se le conde- con la aprobación del vicesoberano: el “San Nico-
nó a muerte con la pena del garrote, la que se ejecu- lás” y el “San José”, cuyo mando recayó en los mer-
tó en la plaza mayor en 1682. Clerk, natural de caderes vizcaínos Dionisio de Artunduaga y Nicolás
Saint Maló, era un fiel servidor de la Corona ingle- de Igarza. Los flamantes capitanes se encontraron
sa y su presencia en los mares australes tenía por en junio de 1687 con los filibusteros muy cerca de
misión observar lugares propicios para posibles de- la Punta de Santa Elena, donde lograron derrotarlos
sembarcos (Lohmann 1973). y hacerlos huir (Lohmann 1973).
Siendo virrey del Perú el obispo de Lima Mel- En 1708 el inglés Roggiers Wodes y su piloto
chor de Liñán y Cisneros (1678-1681), hicieron su Guillermo Dampierre zarparon del puerto de Bristol
aparición en la Mar del Sur los bucaneros ingleses en dos naos bien artilladas. Las fechorías de Wodes
Bartolomé Sharp, John Guarlem y Edward Wolmen, en el Pacífico fueron numerosas, pues saqueó Gua-
quienes cruzaron a pie el istmo de Panamá y se apo- yaquil, atemorizó a los habitantes de las urbes de la
deraron de dos navíos ubicados en las afueras del costa mexicana y a la altura de California capturó el
puerto de Perico, para emprender una travesía de- galeón de Manila. El virrey marqués de Castell dos
predadora hacia el meridión. Una efectiva embosca- Rius (1707-1710) ordenó a la Armada que diera el
da de los lugareños de Tumaco, acaudillada por don encuentro a los ingleses y los capturara, pero las
Juan de Godoy y Prado, terminó con la vida de va- medidas fueron tomadas demasiado tarde, pues los
rios invasores y la de Wolmen. Por su parte Sharp y depredadores ya habían emprendido el camino de
Guarlem avanzaron hacia el litoral chileno con la regreso a Inglaterra (Busto Duthurburu 1993).
intención de saquear Coquimbo y La Serena. Tras la Durante el gobierno de fray Diego Morcillo Ru-
destrucción y el asalto de estas ciudades, los filibus- bio de Auñón (1720-1724) la paz del virreinato fue
teros se cobijaron en la isla de Juan Fernández. In- nuevamente perturbada. La flota del corsario inglés
mediatamente después, el 9 de febrero de 1681, de- John Clipperton y de su segundo George Shelvocke
cidieron atacar Arica, pero la resistencia ofrecida saqueó e incendió Paita, por negarse los vecinos a
por el maestre de campo Gaspar de Oviedo fue ma- pagar el rescate. Al igual que en tiempos de Castell
yor. En el combate murió Guarlem y diecinueve in- dos Rius, todas las medidas represivas fueron in-
gleses fueron capturados y enviados a Lima en don- fructuosas.
de se les condenó a la horca. Para no seguir la mis-
ma suerte, Sharp huyó en retirada, pasando por el
estrecho de Le Maire.
Entre 1684 y 1687 se produjo la incursión de
Edward Davis, natural de Flandes. Como casi todos
los ladrones del mar, Davis ingresó por el estrecho
de Magallanes y se escondió en Juan Fernández,
donde se unieron los ingleses Swann, Harris e Ea-
ton, y los franceses Hout, Grogniet y Raveneau de
Lussan. El entonces virrey, duque de la Palata
(1681-1689) nombró a su cuñado, don Tomás Pala-
vicino, capitán general de la Armada. El improvisa-
do defensor halló las naves extranjeras frente a las
islas de las Perlas donde les ofreció combate, y los
enemigos temiendo ser derrotados huyeron en to-
das direcciones. El patrullaje del hermano político
del virrey se frustró, pues en Paita su nave se incen-
dió y no pudo continuar. Davis y su gente sacaron
partido de la situación y saquearon Sechura, Ché-
rrepe, Saña, Casma, Santa, Huaura, Pisco y La Sere-
na. A estas tristes derrotas se sumó otro suceso de-
salentador: el francés Jorge de Hout, uno de los so-
cios de Davis, tomó la ciudad de Guayaquil en ma- La ciudad de Paita fue saqueada e incendiada por el corsario
yo de 1687. Para terminar con el pillaje, los comer- inglés Clipperton en tiempos del gobierno de fray Diego
ciantes de Los Reyes armaron dos navíos de guerra Morcillo Rubio de Auñón (1720-1724).
En medio de la guerra entre España e Inglaterra, Peralta Barnuevo la defensa de las costas del Perú.
iniciada en 1739, se produjo la incursión más im- Todos los esfuerzos del marqués resultaron inúti-
portante del siglo XVIII, dirigida por George An- les. En noviembre de 1741 Anson saqueó e incen-
son. El almirantazgo británico había enviado dos dió Paita y cinco barcos comerciales surtos en el
escuadras a América, con el fin de obstruir las acti- aquel puerto. El inglés prosiguió su travesía hacia
vidades comerciales entre la península ibérica y sus el norte, pues deseaba reunirse con Vernon para
provincias del ultramar, cerrando el istmo de Pana- coordinar la clausura del istmo de Panamá, pero al
má. La primera, al mando del almirante Edward recibir noticias de la derrota de su compañero de
Vernon, enrumbó hacia las aguas del Caribe y llegó armas en Cartagena, continuó su marcha hasta Mé-
a tomar Portobelo hasta que fue vencida en Carta- xico. Tras arribar a Chequetán decidió regresar a
gena de Indias, en 1740. Mejor suerte tuvo la es- Inglaterra tomando el camino de la China. Los in-
cuadra comandada por Anson, natural de Staffords- tentos de Villagarcía por frenar los desmanes del
hire y antiguo servidor de su Corona en las colo- enemigo siguieron siendo inútiles. El vicesoberano
nias de Norteamérica. Este audaz marino, que de- nombró a los expedicionarios científicos Jorge Juan
tentaba el alto rango de vicealmirante, juzgó y Antonio de Ulloa, capitanes de dos fragatas arti-
oportuno avanzar sobre aguas peruanas. Después lladas, para que inspeccionaran el litoral chileno y
de sufrir la pérdida de alguna de sus naves en el ca- la isla de Juan Fernández. Demasiado tarde, el bri-
bo de Hornos, pasó al Pacífico. A pesar de las bajas, tánico era inalcanzable. La Metrópoli, al observar
la flota de Anson seguía siendo una poderosa ame- la impotencia de las fuerzas navales del virreinato,
naza. Ello quedó demostrado cuando el corsario hizo zarpar una armada en octubre de 1740 desde
capturó el buque “Monte Carmelo” que navegaba el puerto de El Ferrol, comandada por José Alonso
rumbo a Valparaíso. Al enterarse el virrey marqués Pizarro, la cual tampoco pudo hallar al inglés. Por
de Villagarcía (1736-1745) de la proximidad del in- su parte, George Anson fue recompensado por su
vasor, improvisó un ejército con 12 mil hombres y rey con el título de lord y más tarde ascendido a al-
planificó con la asesoría del cosmógrafo Pedro de mirante (Lohmann 1973).
V
LA CULTURA EN EL VIRREINATO DEL PERÚ
Galeno, regentada entonces por el presbítero Fran- A mediados del siglo XVII, sobre la base de una
cisco de Vargas Machuca. experiencia acumulada durante la centuria anterior,
Después de la fundación de ciudades, el ejerci- fueron edificados varios centros de reposo, siendo
cio legal de la profesión médica fue controlado por el más famoso el Hospital de San Bartolomé, erigido
los protomédicos, cuyos títulos debían ser recono- en 1646 (Lastres 1951). Es importante destacar que
cidos por los cabildos. Los protomédicos vigilaban en las provincias del Perú se crearon los hospitales
el quehacer de boticarios, herbolarios, cirujanos y de San Sebastián en Trujillo (1551); el de San Láza-
flebótomos. Con esta finalidad en 1646 se creó el ro (1555) y el de Nuestra Señora de los Remedios
Tribunal del Protomedicato, institución corporativa (1556) en el Cuzco; uno en Huamanga en 1556 y
que además de examinar a los que realizaban ope- otro en Arequipa en 1559. El mantenimiento y buen
raciones quirúrgicas y a los que sangraban y receta- estado de estos sanatorios fue obra de la sacrificada
ban brebajes, perseguía a los que practicaban la labor de la Iglesia, especialmente de las órdenes re-
medicina sin título, imponiendo fuertes multas a ligiosas, entre las que destacaban la del Bethlem y la
los que demostraban ignorancia e incompetencia de San Juan de Dios.
en su especialidad. El Tribunal del Protomedicato Finalmente, cabe señalar que en la Ciudad de los
sobrevivió a los cambios institucionales de la época Reyes se publicó una serie de estudios sobre asun-
de la independencia y se extinguió a mediados del tos médicos. Salieron a la luz obras como las de
siglo XIX. Francisco de Figueroa, sobre la difteria (1616); li-
Los primeros hospitales del virreinato funciona- bros como el de Matías de Porres, acerca del consu-
ron en Lima. Sabemos que en 1538 se edificó un no- mo de bebidas frías (1621); el del doctor Navarro,
socomio en la Rinconada de Santo Domingo. Más sobre el momento más oportuno para sangrar o
tarde, en 1549, se fundaría el Hospital de Santa Ana, purgar (1645); el texto de Juan de Figueroa en tor-
destinado a la curación de los indios. En 1552, el no a la relación entre la astrología y la terapéutica
caritativo clérigo Antonio de Molina abrió las puer- (1660); el de José Miguel de Ossera y Estrella que
tas del Hospital de San Andrés, para dar acogida a trata sobre la ética profesional (1691); el manual del
españoles pobres. En tiempos del conde de Nieva se padre Francisco de Vargas Machuca, concerniente
inició la construcción del hospital de San Lázaro pa- al sarampión (1693); el de Alvarado, acerca de pre-
ra enfermos afectados por la lepra, especialmente venciones sanitarias para combatir las epidemias
para los negros. En 1581, también en Los Reyes, se (1694); el de Francisco Bermejo y Roldán sobre el
fundó el Hospital del Espiritu Santo reservado a los sarampión (1694); la descripción de José de Rivilla
mareantes. y Bonet, sobre un caso teratológico o de gigantismo
(1695); el estudio de Federico Bottoni sobre la cir- cargo sólo terminaba con la muerte. La cosmografía,
culación de la sangre (1723); los de Pablo Petit so- o descripción astronómica del mundo, estaba al ser-
bre el cáncer de mama (1723) y la sífilis (1730); y vicio del poder.
el trabajo de José Eusebio de Llano Zapata sobre la Los aportes de los cosmógrafos mayores Francis-
higiene (1744) (Günther y Lohmann 1992: 109). co Ruiz Lozano, natural de Oruro, y del religioso
flamenco Juan Ramón Coninck nos pueden ilustrar
LA COSMOGRAFÍA bien sobre este aspecto de la cultura virreinal. Ruiz
Lozano fue autor del Tratado de cometas (1665),
Para poder ejercer un adecuado control de su es- texto publicado con ocasión de un fenómeno celes-
pacio, el imperio español recurrió a los cosmógrafos te que se pudo ver en Lima a fines de 1664 y prin-
o eruditos con conocimientos enciclopédicos de as- cipios del año siguiente. El libro de Ruiz Lozano es
tronomía, navegación, geografía, astrología, cons- el primer estudio sobre esta materia publicado en la
trucción de fortificaciones y muelles, el clima, la di- América del Sur. Cuando el virrey conde de Santis-
rección de los vientos y el manejo de los instrumen- teban creó la cátedra de Matemáticas dirigida a los
tos naúticos. Ello suponía el dominio de las mate- pilotos en el Hospital de Mareantes en la calle del
máticas, disciplina que no era terreno de todos los Espiritu Santo de Lima, la puso en manos del oru-
hombres de saber. rense por sus amplios conocimientos de cálculo.
En el Perú del siglo XVII, los virreyes, al com- Ruiz Lozano era un científico inquieto y preocupa-
probar la necesidad de formar pilotos que navega- do por proponer la construcción de baluartes. Tra-
ran por la Mar del Sur y de reconocer posibles peli- zó los planos de las fortificaciones levantadas en Pa-
gros de incursiones extranjeras, nombraron “cos- namá y Andalién (Chile) que sirvieron de defensa
mógrafos mayores”, a imagen y semejanza del fun- frente a posibles agresiones piratas.
cionario que servía en el Consejo de las Indias. El En 1677 el “estrellero” Francisco Ruiz Lozano
fue sucedido en el cargo por el padre Juan Ramón
Coninck, procedente de Malinas. Coninck mante-
nía correspondencia con el jesuita alemán Athana-
sius Kircher, sabio de reputación universal que lle-
gó a sugerir la existencia de seres en el centro de la
tierra y en otros planetas. Sabemos que en Potosí en
1655 le dirigió cartas a Kircher en las que hacía ga-
la de sus conocimientos y le narraba, con explica-
ciones y comentarios, el tránsito de un cometa apa-
recido en el Perú tres años antes (Dargent 1989). El
intercambio de información con el germano demos-
traba que los cosmógrafos de estos reinos estaban al
día con las novedades científicas de Europa. Cuan-
do en 1678 se creó la cátedra de Prima de matemá-
ticas en la Universidad de San Marcos, Coninck fue
nombrado su primer titular. El producto final de
sus investigaciones apareció en su libro Cubus et sp-
haera geometricae duplicata (Lima 1696). En la últi-
ma década del siglo XVII dio a luz el resultado de
precisos cálculos astronómicos, útiles para los nave-
gantes del Pacífico, que tituló Lunario pronóstico de
temporales y accidentes particulares de los astros. La
posta de Juan Ramón Coninck fue tomada por el
polifacético limeño Pedro de Peralta Barnuevo en
1709.
Ocuparon sucesivamente el cargo de cosmógra-
Francisco Ruiz Lozano, cosmógrafo mayor del virreinato
fo mayor del reino Francisco de Quirós (1618-
peruano y profesor de matemáticas en la Universidad 1641), Diego de León (1661), Francisco Ruiz Loza-
de San Marcos. no (1662-1677), Juan Ramón Coninck (1678-
1708), Pedro de Peralta Barnue- Paniagua de Loayza, Nicolás
vo (1709-1743), Luis Godin Polanco de Santillana, Diego
(1744-1749), Juan Reher de la Cano, Pedro de Carvajal, Gon-
Compañía de Jesús (1750- zalo Cano Señeo y el juriscon-
1756), Cosme Bueno (1757- sulto don Juan de Solórzano y
1798), Gabriel Moreno (1799- Pereyra (Chang-Rodríguez
1809) y José Gregorio de Pare- 1983).
des (1810-1839), quien fue el Posteriormente, también en
primer cosmógrafo durante la la corte del virrey, se reunieron
república. La obra de Paredes Pedro de Peralta Barnuevo, Pe-
fue continuada por Eduardo dro José Bermúdez de la Torre y
Carrasco (1849-1857) y Pedro Solier, Juan Manuel de Rojas y
Mariano Cabello (1858-1872) Solórzano, Antonio de Oviedo
(Ortiz 1992). y Herrera, conde de la Granja,
fray Agustín Sanz, Antonio de
LOS CÍRCULOS Zamudio y de las Infantas y
INTELECTUALES otros ingenios, todos alrededor
del marqués de Castell dos
En el virreinato del Perú, es- Rius (1707-1710), para culti-
pecíficamente en Lima, se con- var un juego poético bastante
formaron cenáculos de eruditos divertido. Cada lunes, los
y escritores que compartían miembros de la Academia,
ideas y organizaban certámenes mientras escuchaban música y
poéticos. La reunión de estos bebían chocolate, competían
grupos formaba parte de la vida en habilidad métrica, en torno
cortesana hispánica. El primer a diversos temas propuestos
caso es el de la famosa “Acade- por el marqués (Sánchez
mia Antártica”, nacida hacia la Francisco de Borja y Aragón, príncipe de 1965).
última década del siglo XVI. Di- Esquilache, decidido partidario del cultivo de A la muerte de Castell dos
las letras en Lima durante su gestión como
cho círculo imitaba el renacen- virrey del Perú. Fue muy aficionado al teatro Rius en 1710, don Ángel Ven-
tismo español, pero su origina- y a la música y a la realización de certámenes tura Calderón Zevallos y Busta-
lidad radicaba en los temas, por literarios. mante, marqués de Casa Calde-
lo general referidos al ámbito rón, tomó la iniciativa de aco-
americano, con la finalidad de incorporar las Indias ger a los antiguos componentes de la Academia de
a la opinión universal (Tauro 1948). La Academia Palacio. El nuevo cenáculo, fundado y presidido por
estuvo integrada por versificadores de la talla de Pedro de Peralta Barnuevo, recibió el nombre de
Antonio Falcón, Diego Mejía de Fernangil, Diego de “Academia de Matemáticas y Elocuencia”. Se desco-
Aguilar y Córdova, Pedro de Oña, Diego Dávalos y noce el resultado de sus trabajos, pero se sabe que
Figueroa, Miguel Cabello de Balboa, Diego de Hoje- además de los viejos bardos amigos del vicesobera-
da y Gaspar de Villarroel. Varios de sus integrantes no, concurrían Antonio Sancho-Dávila, Miguel Mu-
pertenecieron a la Universidad de San Marcos. darra de la Serna, Eusebio Gómez de Rueda, José
En el palacio virreinal, en torno de los vicesobe- Vernal, Francisco de Robles Maldonado y el canóni-
ranos con veleidades bohemias, también se formó go del Cuzco Diego de Villegas y Quevedo, traduc-
otra Academia. Durante el siglo XVII los aficiona- tor de las Églogas de Virgilio y supernumerario de la
dos a la lírica hallaron en el marqués de Montescla- Real Academia Española en 1730 (Riva-Agüero
ros (1607-1615) y el príncipe de Esquilache (1615- [1921] 1983: 67).
1621), excelentes patrocinadores de las letras. El
círculo palaciego congregó a un escogido número LOS ESCRITORES Y LAS LETRAS DEL
de vates, dedicados a la versificación en alabanza de PERÚ
los funcionarios, las fiestas, los ropajes y los temas
populares. Conformaron esta tertulia Miguel Fer- Podemos decir sin temor a equivocarnos que en
nández Talavera, Bernardino de Montoya, Antonio el Perú los primeros escritores fueron los cronistas,
Portada de la edición italiana de la de Arce, Diego de Trujillo,
primera parte de la Crónica del Alonso Enríquez de Guzmán,
Perú de Pedro Cieza de León Alonso Borregán, Agustín de
(Venecia, 1556). Además del Zárate, Jerónimo Benzoni,
registro de los hechos asociados al Hernando Pizarro y Pedro Pi-
descubrimiento y conquista del zarro, los dos últimos herma-
Perú, Cieza abordó una historia de
no y sobrino respectivamente
los incas que recién pudo editarse
en el siglo XIX por Marcos Jiménez
del marqués gobernador.
de la Espada. También hallamos a los que
narran las guerras civiles co-
mo Diego Fernández de Pa-
quienes motivados por distin- lencia el “Palentino”, Juan
tos intereses dejaron abun- Cristóbal Calvete de Estrella
dante información sobre los y Pedro Gutiérrez de Santa
sucesos que les tocó vivir. El Clara.
desarrollo de la conquista, las De todos los cronistas sol-
guerras civiles entre los gran- dados el único que aprendió
des capitanes y por cierto el quechua fue Juan Diez de Be-
pasado andino en sus más va- tanzos (Galicia ¿1510?-Cuzco
riados aspectos –vale decir, 1576), quien por su matrimo-
políticos, religiosos, económi- nio con doña Angelina Yu-
cos, sociales y militares–, fue- panqui, hija del inca Huayna
ron expuestos de manera per- Cápac, pudo nutrirse de una
sonal en cada uno de sus ma- valiosa información histórica
nuscritos. Cada cronista escri- que le brindó la noble paren-
bía desde su propia perspecti- tela de su cónyuge. Asimis-
va, a la luz de su período his- mo, por el estrecho contacto
tórico, de acuerdo con su percepción de la vida, su con los miembros de la panaca o ayllu real de su
condición profesional e inclusive desde sus oríge- mujer, se familiarizó con la lengua de los soberanos
nes étnicos. de los cuatro suyos. Este soldado, que llegó a con-
Los primeros cronistas se dejaron fascinar por el vertirse en el intérprete oficial de Francisco Pizarro,
Perú recientemente descubierto. Se sabe que en fue autor en 1551 de una de las crónicas más impor-
1528 aparece en España la primera relación sobre el tantes sobre el Tahuantinsuyo: Summa y narración
territorio peruano, escrita por Francisco de Xerez, de los incas que los indios llamaron capac cuna.
secretario de Pizarro, texto copiado después por el El más diligente y vasto escritor-soldado que cu-
cortesano del emperador don Carlos, Juan de Sáma- bre detalladamente la historia de los incas, el descu-
no, y conocido como la Relación Sámano-Xerez. brimiento, la conquista y las guerras intestinas de
Describe la costa septentrional y el primer encuen- los peruleros es Pedro Cieza de León (Llerena-Ex-
tro con los indígenas de Tumbes, que navegaban en tremadura ¿1518?-Sevilla 1554), llamado con justi-
balsas transportando tejidos, metales preciosos y cia por Marcos Jiménez de la Espada “el príncipe de
mullu, concha marina (spondylus) que servía como los cronistas”. Junto con la Summa y narración de los
ofrenda para las divinidades. incas de Betanzos, la obra de Cieza constituye uno
Los cronistas de esta etapa inicial eran por lo de los mejores logros para la historiografía en el Pe-
general soldados que cumplían alguna función rú del siglo XVI.
complementaria dentro de las huestes conquistado- Pedro Cieza de León, cronista soldado, pasó a
ras, ya sea como escribanos, oficiales reales (tesore- Indias siendo aún adolescente, con el objetivo de la-
ros, contadores y veedores) o simples peones. Sor- brar fortuna. Participó de las huestes exploradoras
prendidos por las novedades del Perú escribían re- de los capitanes Alonso de Cáceres y Jorge Robledo
laciones en forma de probanzas para alcanzar una en el norte de la América meridional. Llegó al Perú
prebenda, entre las que se podían incluir enco- en 1547 con Sebastián de Benalcázar, casi al final de
miendas o cargos públicos. Aquí podríamos ubicar la rebelión de Gonzalo Pizarro. Cieza se unió a las
a Cristóbal de Mena, Miguel de Estete, Juan Ruiz tropas del pacificador Pedro de la Gasca, quien en
Jaquijaguana terminó venciendo y ajusticiando a los Cápac. Bautizado con el nombre de Gómez Suárez
caudillos Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal. de Figueroa, pasó sus primeros veinte años en su
En las postrimerías de 1550 retornó a España y dos ciudad natal, en medio de la turbulencia de las
años después, en Toledo, le presentó al príncipe don guerras civiles de los conquistadores. Al morir su
Felipe la primera parte de su crónica, la única que padre en 1560, emprendió viaje a España para arre-
en vida pudo ver impresa (Porras 1986). glar asuntos familiares y de herencia, de donde no
En la dedicatoria al hijo de Carlos V, incluida en volvería jamás. Después de arribar a Sevilla se diri-
la primera parte de su Crónica del Perú, Cieza decla- gió a Extremadura para conocer a su parentela pa-
ró el plan de su obra. Según dicha ordenación el tra- terna y posteriormente a Montilla, población anda-
bajo total constaría de la crónica del Perú, del seño- luza donde llevó una vida acomodada al lado de su
río de los ingas yupangues, el descubrimiento y tío, don Alonso de Vargas. En aquella primera épo-
conquista de este reino, y las guerras civiles del Pe- ca pretendía que la Corona reconociera oficialmen-
rú, que a su vez se subdividirían en la guerra de las te los servicios prestados por su padre en la con-
Salinas, la de Chupas, la de Quito, la de Huarina y quista, pero tal merced no le fue concedida debido
la de Jaquijaguana. a la intervención de Lope García de Castro, quien
Las fuentes de Cieza merecen especial conside- en ese entonces fungía de magistrado del Consejo
ración, pues revelan una serie de observaciones pro- de Indias.
pias de un cronista soldado, testigo de lo que narra. En 1568, al estallar la rebelión de los moriscos
De allí su declaración: “mientras los otros descansa- en las Alpujarras de Granada, Garcilaso se enroló en
ban durmiendo, cansaba yo escribiendo”. Recons- las huestes que comandaba don Alonso Fernández
truyó con su elegante pluma el pasado andino y las de Córdoba, marqués de Priego. Gracias a esta in-
guerras civiles de los conquistadores, haciendo ano- tervención, el Inca ganó el título de capitán, por sus
taciones en el mismo campo de batalla y a lo largo servicios distinguidos. Al finalizar el intermedio mi-
de las expediciones descubridoras. Visitó los monu- litar, volvió a Montilla para invertir años de trabajo
mentos cuzqueños y de otras regiones, y consultó la en la traducción de los Diálogos de amor de León
información de los mismos indígenas. Asimismo Hebreo y en los bosquejos preliminares de sus pri-
aseveraba, en el capítulo quinto de su crónica, que meras obras (Miró-Quesada 1994).
“en la mayor parte de los puertos y ríos que he de- Los últimos lustros de Garcilaso transcurrieron
clarado he yo estado, y con mucho trabajo he pro- en Córdoba, cultivando la amistad de grandes inte-
curado investigar la verdad de lo que cuento y lo he lectuales como el cronista Ambrosio de Morales, el
comunicado con pilotos diestros y expertos en la jesuita Pineda, experto en sagradas escrituras, y
navegación de estas partes y en mi presencia han to- Francisco de Castro, autor de un libro de retórica
mado el altura y por ser cierto y verdadero lo escri- que dedicó a nuestro biografiado. Por esos años
bo”. Aunque no gozó de una formación académica, también mantuvo correspondencia con sus amigos
Cieza alude con frecuencia a los autores clásicos y peruanos, y según el franciscano Luis Jerónimo de
es dueño de un estilo ágil y seguro (Pease 1986). La Oré, recibía la visita de cuantos arribaban a España
versada obra de Pedro Cieza de León fue utilizada provenientes del Perú. Después de profesar votos
como fuente de primera mano por el cronista mayor religiosos menores, murió en 1616. Fue enterrado
de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas, y tam- en la capilla de las Ánimas de la mezquita-catedral
bién por el Inca Garcilaso, de quien hablaremos a cordobesa.
continuación. La producción literaria del Inca empezó en Ma-
El cronista más apreciado por los estudiosos de drid en 1590 con la publicación, en las prensas de
las letras virreinales es, sin lugar a dudas, el Inca Pedro Madrigal, de su traducción de los Dialoghi
Garcilaso de la Vega (Cuzco 1539-Córdoba 1616), d´amore de León Hebreo, que revela la fuerte influen-
el primer escritor mestizo de América. Las obras del cia que el renacimiento italiano ejerció en él. De
Inca, escritas todas en España y en excelsa prosa 1596 data su Relación de la descendencia del famoso
castellana, están a la altura de los grandes textos de Garci Pérez de Vargas, libro en el que intenta demos-
la literatura historiográfica de la lengua española. trar la nobleza y los méritos de la familia a la que
Garcilaso nació en el Cuzco el año de 1539 y pertenecía y realzar a un antepasado suyo casi le-
fue hijo del capitán Garcilaso de la Vega Vargas, na- gendario (Durand 1976).
tural de Badajoz (Extremadura) y de la noble cuz- En Lisboa aparecieron dos de sus obras de ma-
queña Isabel Chimpu Ocllo, sobrina de Huayna durez: La historia de la Florida en 1605 y la primera
parte de los Comentarios reales de los incas, en 1609. cronistas españoles referían del antiguo Perú. Agus-
La segunda parte, conocida como la Historia general tín de Zárate, Pedro Cieza de León, Francisco López
del Perú, fue publicada póstumamente en Córdoba de Gómara, José de Acosta, Blas Valera, entre otros,
en 1617. La historia de la Florida narra la aventura fueron los autores que consultó para la redacción de
de Hernando de Soto en el sur de Norteamérica en- sus Comentarios. La segunda parte, aparecida como
tre los años de 1539 y 1542. Para la elaboración de la Historia general del Perú, da cuenta del desarrollo
este relato, Garcilaso pudo revisar varias fuentes de la conquista y las guerras civiles que libraron los
históricas y contó con la ayuda de Gonzalo Silves- peruleros. En dicho volumen el Inca, además de las
tre, compañero de armas de Soto y residente en las fuentes utilizadas para la primera parte de los Co-
Posadas, localidad cercana a Córdoba (Miró-Quesa- mentarios, se apoya en el Palentino y en Diego de
da 1994). Ercilla.
La primera parte de los Comentarios reales de los El aporte de Garcilaso se puede hallar en su tem-
incas se divide en nueve libros donde aborda la his- prana y precoz visión del Perú y en el reconoci-
toria prehispánica del Perú. Para escribirla, Garcila- miento de la peruanidad como síntesis de dos cul-
so recurrió a todos los impresos que pudo hallar so- turas y dos lenguas. La conciencia de ello le llevó a
bre el mundo andino, a la correspondencia con al- dedicar su Historia general, a los indios, mestizos y
gunos de sus condiscípulos de “escuela y gramáti- criollos de aquellos reinos y provincias del grande y ri-
ca”, y sobre todo a su propia memoria. En todo mo- quísimo imperio del Perú, el Inca Garcilaso de la Vega,
mento el mestizo hace gala de su conocimiento del su hermano, compatriota y paisano, salud y felicidad.
quechua, del que decía: “lo mamé en la leche mater- En cuanto a los escritores indígenas, debemos
na”. Aquella actitud estaba destinada a autorizar su rescatar los legados de Titu Cusi Yupanqui, Felipe
mensaje histórico y a mejorar las versiones que los Guaman Poma de Ayala y Juan de Santa Cruz Pa-
chacuti. De los tres, el que mejor aprovecha la cul-
tura letrada del virreinato es Felipe Guaman Poma
de Ayala (San Cristóbal de Suntutu, Lucanas-Lima
¿1615?). Desde todo punto de vista, El primer nue-
va corónica y buen gobierno es un precioso docu-
mento sobre el pasado andino, escrito por un abori-
gen. Es también una joya gráfica por las originales
ilustraciones de sus páginas.
El estado actual de las investigaciones no permi-
te preparar una biografía integral de Guaman Poma.
Sin embargo, sobre la base de datos que él mismo
incluye en su obra, podemos asegurar que nació en
San Cristóbal de Suntutu (provincia de Lucanas, ac-
tual departamento de Ayacucho) y que era indígena
por ambos lados de su familia. Se presentaba como
descendiente de los Yarovilca Allauca Guanuco por
la línea paterna, y por su madre de los mismos in-
cas. En una carta enviada al rey de España el 14 de
febrero de 1615, mencionaba tener entonces ochen-
ta años. Pero la interpretación más reciente sugiere
que no se trata de una edad real sino ideal, motiva-
da por la intención de ganar el respeto de su regio
lector (Pease 1994).
Guaman Poma fue testigo de una serie de suce-
sos históricos como las guerras civiles entre los con-
quistadores, el movimiento del Taqui Onqoy (cabe
recordar que en su condición de hombre bilingüe
Escudo de armas del Inca Garcilaso de la Vega. Su célebre
Primera parte de los comentarios que tratan del origen de fue intérprete del extirpador Cristóbal de Albor-
los incas (Lisboa, 1609) fue por mucho tiempo la principal noz), y los conflictos sociales originados por las or-
fuente para los estudiosos del pasado andino. denanzas del virrey Toledo. Tuvo estrecho contacto
con frailes y sacerdotes de las distintas órdenes reli- ñola y cómo ésta afectó a la elite incaica. La Ynstruc-
giosas, algunas de las cuales alaba; así por ejemplo, ción es un valioso testimonio y, sobre todo, una bue-
los jesuitas son llamados “rrebrendos perlados y na versión de la invasión perulera desde el lado in-
predicadores y letrados coligiales maystros de artes dígena (Regalado 1992a).
y latines y predicadores lenguaraces de la lengua El curaca collagua Juan de Santa Cruz Pachacu-
ynga quichiua aymaras chinchaysuyo deste rreyno”; ti (cercanías de Canchis ¿?), cuyo nombre comple-
los franciscanos “no tiene cosa suya toda da limos- to era el de Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui
na a los pobres”; los dominicos “son grandísimos le- Salcamaygua, fue autor de la famosa Relación de an-
trados y predicadores en el mundo”, etc. Por lo de- tigüedades deste reyno del Pirú (ca. 1613). La obra de
más declaraba haberse criado en los palacios del vi- este escritor nativo de oscuro itinerario biográfico,
rrey y de los obispos, lo que hasta ahora no se ha incluye un conjunto de cantares de las hazañas de
comprobado. En los primeros folios de su manus- los incas y una exhaustiva descripción de las reli-
crito se nombra a sí mismo “como autor don Felipe giones andinas, acompañada de himnos litúrgicos,
Guaman Poma de Ayala señor y capac apo ques por lo que se convierte en una crónica original. San-
prencipes”. ta Cruz Pachacuti pretendió ensamblar las tradicio-
Su manejo del castellano y del quechua lo ads- nes religiosas indígenas con el catolicismo, pues su-
cribe a la categoría cultural de los “ladinos”, gracias giere que el mitológico Tonapa (una de las divinida-
a la cual desempeñó los oficios de intérprete y escri- des identificadas con Wiracocha) es uno de los dis-
bano. Demuestra estar al tanto de la cultura escrita cípulos de Cristo que llegó al Perú después de la
de la época, y no le son desconocidos Francisco Ló- crucifixión. Escribe el cronista: “Pues se llamó a es-
pez de Gómara, Agustín de Zárate, fray Martín de te varón Tonapa-Viracochampanchacan, ¿no será
Murúa, Miguel Cabello de Balboa, fray Domingo de este hombre el glorioso apóstol Santo Tomás?” (Po-
Santo Tomás, fray Luis Jerónimo de Oré, fray Luis rras 1986).
de Granada y los documentos doctrinales del Tercer Los cronistas letrados eran profesionales del de-
Concilio Limense. Por otro lado, consigna fragmen- recho interesados en el estudio de las instituciones
tos de canciones en quechua y aymara que nos per- políticas y sociales del pasado indígena, que busca-
miten conocer una antigua tradición oral nativa. ban en la medida de las posibilidades incorporar es-
Su extenso memorial El primer nueva corónica y te legado al mundo virreinal. Algunos, basados en el
buen gobierno fue escrito en forma de carta al rey de derecho de gentes, encontraban en el gobierno de
España y enviado con el ruego de su publicación. El los incas “orden y concierto”, a pesar de su infideli-
conjunto de la obra sigue los requisitos destinados dad, y otros creyeron advertir en los soberanos del
para la impresión, vale decir, numeración de pági- Tahuantinsuyo tiranía y opresión. Los licenciados
nas, tablas de contenido, etc. El trabajo se divide en Polo de Ondegardo, Hernando de Santillán y Fran-
dos partes. La primera, la Nueva corónica, compren- cisco Falcón trataron de rescatar los aspectos posi-
de una versión de la historia andina y otra de la his- tivos de la organización andina. Por el contrario,
toria europea. La segunda, el Buen gobierno, es un Juan de Matienzo acusó a los incas de usurpadores.
repaso de la situación social en las provincias del vi- Esta última opinión se convirtió en el discurso ofi-
rreinato, una crítica a las instituciones españolas y cial durante la gestión del virrey Francisco de Tole-
una descripción de la triste condición de los indios, do, para consagrar definitivamente el nuevo orden y
de la que se lamenta a cada paso con la muy citada desacreditar las antiguas formas de gobierno de los
expresión: “y no hay rremedio”. incas.
Titu Cusi Yupanqui (Cuzco ¿1526?-Vilcabamba En la línea de este pensamiento crítico frente a la
1570), hijo de Manco Inca, vivió encerrado en Vil- organización incaica ubicamos a Pedro Sarmiento
cabamba, último bastión de la resistencia cuzqueña. de Gamboa (Alcalá de Henares 1532-Sanlúcar de
Allí escribió, a través de la pluma del agustino Mar- Barrameda 1592), cronista aventurero, autodidacta
cos García y del escribiente Martín de Pando, una y multifacético. Estaba familiarizado con la navega-
relación dirigida al gobernador del Perú Lope Gar- ción, los astros y la cartografía, lo cual le llevó a al-
cía de Castro en 1570. El texto, que lleva por título canzar fama de cosmógrafo. Sirvió al virrey Francis-
Ynstrucción del Ynga don Diego de Castro Titu Cusi co de Toledo, de quien recibió varios encargos, co-
Yupanqui, es una de las mejores fuentes para cono- mo perseguir al corsario Francis Drake y colonizar
cer y comprender lo que aconteció en el Tahuantin- el estrecho de Magallanes, empresa que le trajo mu-
suyo inmediatamente después de la conquista espa- chas tribulaciones. Sus andanzas lo condujeron an-
demuestran interés por los antiguos
cultos andinos, las vidas de los
virtuosos varones y hembras de sus
congregaciones y la buena enseñanza
del cristianismo.
Los miembros del clero secular tam-
bién se sintieron atraídos por el estudio
de las instituciones y religión de los na-
turales, antes del arribo de los conquis-
tadores. Tal es el caso del presbítero
Cristóbal de Molina (Baeza, ¿1529?-
Cuzco 1585), sobrenombrado “el cuz-
Detalle de la portada del libro de Gregorio García, Origen de los indios
queño” por residir en la Ciudad Impe-
(Madrid, 1729), que muestra un monstruo marino, expresión de lo rial. Como conocedor del quechua, ca-
desconocido y del exotismo americano. da domingo en la catedral predicaba en
esa lengua a los aborígenes. Además de
predicar, también trabajó como doctri-
te la corte de la misma reina Isabel I de Inglaterra. nero y visitador eclesiástico por encargo del virrey
También por orden de Toledo escribió una relación Toledo. Se sabe que Molina fue quien reconfortó es-
titulada la Historia índica (1572). En ella Pedro Sar- piritualmente al inca Túpac Amaru I, antes de su
miento de Gamboa recopiló la tradición oral, mane- ejecución en 1572. En medio de tales menesteres el
jada por los quipucamayocs del Cuzco, para escri- “cuzqueño” se dio un tiempo para abocarse al estu-
bir una historia del Imperio incaico y de los incas, dio de los viejos ritos andinos. Así, con pluma ele-
pero a la luz de la antigua tiranía. De la Historia ín- gante describe las fiestas solares, agüeros, hechice-
dica sólo se conoce la segunda parte. El valioso tra- rías y huacas, y rescata oraciones a los dioses, como
bajo de este “Nuevo Teseo”, como lo califica Pedro aquella con la que los indios invocaban al astro rey:
de Peralta Barnuevo, escapa a una lectura unilateral “°Sol! padre mío, que dixiste aya Cuzcos y tambos;
y solamente política, pues recoge con fidelidad, to- sean vencedores y despojadores estos tus hijos de
no épico y elegancia retórica la historia del Tahuan- todas las gentes; adorote para que sean dichosos si
tinsuyo (Porras 1986). semos estos yncas tus hijos y no sean vencidos ni
También algunos hombres que abrazaron el esta- despojados sino siempre sean vencedores, pues pa-
do de vida religioso contribuyeron desde esta con- ra esto lo hiciste”.
dición con la recopilación histórica en torno del pa- El primer grupo orgánico de poetas en el virrei-
sado peruano, la conquista y la época que les tocó nato peruano es el reunido bajo la solera de la Aca-
vivir. Aquellos que pertenecieron a alguna orden re- demia Antártica que tuvo un interesante influjo en-
ligiosa trataron de probar a través de sus trabajos el tre la última década del siglo XVI y la primera del
protagonismo de su instituto en la historia del Perú XVII. La característica principal de este conjunto de
y sus logros evangelizadores. En tal sentido cada or- vates fue rescatar, a la luz del espíritu del renaci-
den y congregación tuvo sus cronistas: dentro de miento, los elementos más interesantes y bellos del
Santo Domingo destacaron Juan Meléndez, Reginal- orbe indiano, y de esta manera proyectar una ima-
do de Lizárraga y Gregorio García; en la orden de gen propia y original frente al resto del mundo.
San Francisco los hermanos Buenaventura de Sali- Existe en los poetas de la Academia Antártica un
nas y Córdoba y Diego de Córdoba y Salinas; en la atisbo de identidad americana y en tal sentido las
de San Agustín, Antonio de la Calancha, Alonso Ra- obras de sus miembros llevan títulos alusivos a la
mos Gavilán y Bernardo de Torres; en la de la Mer- América del Sur, como: Parnaso antártico, Miscelá-
ced, Martín de Murúa; en la Compañía de Jesús fi- nea antártica, Armas antárticas y Miscelánea austral
guran José de Acosta, Bernabé Cobo, Blas Valera y (Cornejo 1993).
Anello Oliva; y en la del Carmen, Antonio Vásquez Dentro de la Academia Antártica el mejor imita-
de Espinoza. Estos cronistas, también calificados dor de Ovidio y difusor de la poesía toscana fue Die-
como “conventuales”, fijaron particularmente la go Mejía de Fernangil (Sevilla ¿1565?-¿?), comer-
atención en los aspectos religiosos, sin descuidar ciante de libros y autor del Parnaso antártico. Dicha
claro está los sucesos sociales y políticos. Sus obras obra fue editada en dos partes, la primera en 1608
en Sevilla y la segunda en Potosí en Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, virrey
1617. La publicación incluye la que apoyara el cultivo de las letras y las artes en el Perú
durante su gestión entre 1608 y 1615.
traducción de Las Heroidas de
Ovidio, y contiene el anónimo
“Discurso en loor de la poe-
sía”, importante texto del que Hay un elemento curioso en la presen-
nos ocuparemos después. tación que hace Diego Mejía de Fernan-
En la segunda parte del Par- gil, pues está “dirigido al autor y com-
naso antártico destacan los puesto por una señora principal de es-
sonetos a Cristo, de tono te Reino, muy versada en la lengua tos-
místico, que demuestran cana y portuguesa, por cuyo manda-
la madurez poética del se- miento y por justos respetos, no se es-
villano Fernangil (Silva- cribe su nombre con el cual discurso
Santisteban 1984). (por ser una heroica dama) fue justo
El “Discurso en loor dar principio a nuestras heroicas epís-
de la poesía” incluido en tolas”.
la primera parte del Par- De aquellas palabras queda una
naso antártico, y que se ini- gran interrogante: ¿quién era esa “se-
cia con una invocación a ñora principal”? Ricardo Palma bauti-
Apolo, dios de las letras y zó a la supuesta autora con el seudóni-
de las artes, “refleja el seño- mo de “Clarinda”, pero existen varias
río de las concepciones hu- hipótesis al respecto. Algunos se inclinan
manistas y del estilo clásico” a pensar que no fue una dama quien escri-
(Tauro 1948: 107). El “Discur- bió el “Discurso”, pues en esa época era po-
so” constituye el primer docu- co común que las mujeres tuvieran acceso a
mento poético del Perú y es una una cultura tan elevada. Se llega a mencionar
fuente en la que aparecen reunidos los nombres del mismo Diego Mejía de Fernan-
los nombres de los componentes de es- gil y de Diego Dávalos y Figueroa como sus posibles
te cenáculo intelectual (Cornejo 1993: 441). Sus creadores. También se sugiere como responsable a
versos poseen un ritmo seguro, destreza y un buen sor Leonor de la Trinidad y a la enigmática autora
manejo del endecasílabo (Silva-Santisteban 1984). de la “Epístola de Amarilis a Belardo”, de la que ha-
Así lo podemos notar en la parte inicial que presen- blaremos a continuación.
tamos, a manera de ejemplo: La “Epístola de Amarilis a Belardo” constituye
otro enigma, pues la identidad de Amarilis es hasta
La mano y el favor de la Cirene, ahora un misterio. Existen diversas hipótesis que
a quien Apolo amó con amor tierno; apuestan por los nombres de Jerónima de Garay,
y el agua consagrada de Hipocrene, María Tello de Lara y María Alvarado, pero no es és-
te el lugar para tratar de despejar la incógnita. La
y aquella lira con que del Averno “Epístola” que aparece en La Filomena de Lope de
Orfeo libertó su dulce esposa, Vega, es un poema de dieciocho estrofas y dieciocho
suspendiendo las furias del infierno; versos, que adopta la forma libre de la silva (Corne-
jo 1993). El poema, entre varios aspectos, relata có-
la célebre armonía milagrosa
mo su autora se convirtió en admiradora del “Fénix
de aquel cuyo testudo pudo tanto,
de los ingenios” sin haberlo conocido personalmen-
que dio muralla a Tebas la famosa;
te. El discurso de la “Epístola” se caracteriza por su
el verso con que Homero eternizaba platonismo amoroso y por la perfección formal de la
lo que del fuerte Aquiles escrebía, canción petrarquista, introducida en el Perú por el
y aquella vena con que lo ditaba, lusitano Enrique Garcés (Oporto ¿1525?-Madrid
¿1596?), traductor de Los lusiadas de Luis de Ca-
quisiera que alcanzaras, Musa mía, moens.
para que en grave y sublimado verso Según el profesor Ricardo Silva-Santisteban: “el
cantaras en loor de la Poesía. poema de Amarilis es un hito que marca los límites
en que comienza en el Perú una nueva poesía” (Sil- Pero vuestra beldad pura y divina
va-Santisteban 1984: 197). El fragmento que pre- priva de vista, ser, de seso y tino,
sentamos nos sirve de ejemplo para mostrar la cali- en la nieve hiriendo de ese pecho
dad poética de la “Epístola”:
y buscarle reparo o medicina
Tanto como la vista, la noticia es loco imaginar, es desatino,
de grandes cosas suele las más veces pues queda el que la ve ceniza hecho.
al alma tiernamente aficionarla,
que no hace el amor siempre justicia, Un escritor que cultiva la misma temática de la
ni los ojos a veces son jueces Academia Antártica es el soldado y poeta Juan de
del valor de la cosa para amarla, Miramontes y Zuázola (España 1560-¿?), gentil-
mas suele en los oídos retratarla hombre que había participado en los enfrentamien-
con tal virtud y adorno, tos contra los corsarios Francis Drake y Richard
haciendo en los sentidos un soborno Hawkins y que posteriormente fue nombrado capi-
(aunque distinto tengan el sujeto, tán de la Compañía de Lanzas y Arcabuces. Mira-
que en todo y en sus partes es perfecto), montes es conocido por su extenso poema épico Ar-
que los inflama todos, mas antárticas que se divide en veinte cantos y posee
y busca luego artificiosos modos, mil seiscientas noventa y ocho octavas reales. La
con que puede entenderse obra, además de ser un poema compuesto por versos
el corazón que piensa entretenerse melódicos, contiene una fluida narración sobre los
con dulce imaginar para alentarse, amores de Cusi Coyllur y Calcuchimac, un tema si-
sin mirar que no puede milar al de Ollantay. El autor realza el relato con ele-
amor sin esperanza sustentarse. mentos descriptivos y visuales, muy originales para
la época. Por todas estas razones es el poema mejor
Otro destacado miembro de la Academia Antár- logrado de la época virreinal (Silva-Santisteban
tica fue Diego Dávalos y Figueroa (Ecija 1552-Lima 1984: 56). Algunos fragmentos del canto cuarto que
1608), poeta a quien la supuesta autora del “Discur- describen la noche y el amanecer en la selva, nos
so en loor de la poesía” alabara como “el honor de ilustran sobre la maestría poética de Miramontes:
la poesía castellana”. Dávalos llegó al Perú atraído
por las riquezas de Potosí, y aunque su éxito no lo Toman licencia y van por la verdura
encontró en las minas, sí lo pudo hallar en las le- hasta do más el monte el paso cierra;
tras. Escribió la famosa Miscelánea austral (1602) rompen del arcabuco la espesura
que comprende 44 coloquios en verso y prosa, de- y suben a la cima de una sierra.
dicados al amor y demás tópicos renacentistas. La Mas como no descubren, de la altura,
segunda parte lleva por título “Defensa de damas” y señal, rumor ni rastro de la guerra,
es un poema en octavas dividido en seis cantos bájanse, cuando ya la noche fría
(Tauro 1988). La poética de Diego Dávalos y Figue- sus confusas tinieblas esparcía.
roa se deja influir por la escuela italiana, y también Al pie de un fresco mirto recostado,
tiene el tono de la escuela sevillana de Garcilaso. Es- el uno da al ocioso sueño rienda
te último aspecto se hace notar con su idealización y el otro vigilaba con cuidado
de la mujer y los efectos del amor (Silva-Santisteban si alguno hay por allí que los ofenda.
1984): Esparce su cabello plateado
la esposa de Titán, cuando una senda
De modo hieren en la nieve helada toman los dos siguiendo su viaje
del sol los rayos con su fuerza ardiente, entre la amenidad de aquel boscaje.
que del reverberar tan vehemente
queda la vista de vigor privada. El criollo chileno Pedro de Oña (Angol 1570-
¿Cuzco? ¿?) es otro destacado exponente de la Aca-
Mas la grave dolencia es reparada, demia Antártica. Su infancia había transcurrido en
mudando objeto, porque el accidente medio de la lucha contra los indios araucanos, a los
de allí procede que es pena evidente, que recordó durante toda su vida como gente fiera
de aquella color cándida cansada. y difícil de vencer. Oña estudió en la Universidad de
San Marcos donde obtuvo el título de licenciado en
artes. Sabemos que participó de la campaña de re-
presión dirigida contra los rebeldes de Quito, quie-
nes se habían levantado por las alcabalas. Más tarde
ocupó el cargo de corregidor en Yauyos y en Vilca-
bamba. Pero lo que lo lanzó a la fama fue su poema
épico El arauco domado (1596), escrito en octava
real, obra donde pretende enaltecer la empresa mi-
litar del virrey García Hurtado de Mendoza contra
los belicosos aborígenes australes. Oña desea real-
zar el protagonismo del vicesoberano que había
quedado oscurecido en La araucana de Alonso de
Ercilla y Zúñiga, y juega con nuevos elementos des-
criptivos y armónicos que hacen de El arauco doma-
do un poema singular. Ello lo podemos notar en una
muestra del canto quinto:
LA CABEZA Y LOS BRAZOS DEL REINO nal de la Inquisición de Lima (1569-1820) de José Toribio Los temas de la Escuadra española y las incursio-
Medina, y las investigaciones de Pedro Guibovich Pérez: nes extranjeras, específicamente las de ingleses y holan-
Para el capítulo referido a las instituciones y autoridades Proyecto colonial y control ideológico. El establecimiento deses, han sido excelentemente abordados por el ya men-
virreinales existe abundante información. Sin embargo, de la Inquisición en el Perú (1994), y de Teodoro Hampe cionado doctor Lohmann en la Historia marítima del Perú
hemos procurado basarnos generalmente en los últimos y Martínez: Control moral y represión ideológica: la Inquisi- (1973); por el profesor Pedro Rodríguez Crespo (1964); y
más actualizados trabajos historiográficos como “El go- ción en el Perú (1570-1820) (1989). Asimismo, ha sido por los investigadores españoles Pablo Pérez-Mallaína y
bierno y la administración” de Guillermo Lohmann Villena consultado el trabajo del padre Josep Saranyana y Ana de Bibiano Torres (1987), quienes son los que conocen con
y “Virreyes y gobernadores” de José Antonio del Busto Zaballa en torno de Joaquín de Fiore y América (1995), y mayor amplitud la historia de la Armada del Mar del Sur.
Duthurburu. Ambos estudios forman parte del libro “El vi- la tesis de Jimena Pizarro Baumann que estudia a Los
rreinato”, tomo V de la Historia general del Perú (1993). León Pinelo: una familia de cristianos nuevos en el siglo LA CULTURA EN EL VIRREINATO DEL PERÚ
También nos han resultado útiles las tesis de dere- XVII peruano (1993). Todos dan nuevas luces sobre las
cho de Fernán Altuve-Febres Lores, De la naturaleza jurí- actitudes del Santo Oficio con respecto a sus procesados. Las distintas manifestaciones de la cultura virreinal han si-
dica de los reinos del Perú y de Renzo Honores Gonzales, El subcapítulo que aborda el tema de las cofradías do tomadas de una bibliografía especializada para cada
Litigiosidad indígena ante la Real Audiencia de Lima, am- se basa en las publicaciones de Beatriz Garland Ponce tema. El subcapítulo que aborda la educación encierra
bas de 1993; y el sugerente artículo de José de la Puente (1994) y de Anthony de la Cruz (1985). Ambos autores lo- monografías recientes y novedosas, como la de Martín
Brunke sobre los vínculos de parentesco entre los magis- gran resumir todo lo escrito sobre hermandades y su fun- Monsalve (1994) que logra distinguir las fases del sistema
trados de la Audiencia y los vecinos de Lima (1990). Todos ción social dentro de las ciudades virreinales. educativo.
ellos nos aportan una nueva perspectiva sobre el papel so- Para la historia de la vida conventual femenina, la La filosofía y la teología cultivadas durante el virrei-
cial de esta corporación judicial. El libro Una política indi- santidad, y los cultos cristológico y mariano hemos consul- nato son tópicos poco estudiados. No obstante existen al-
genista de los Habsburgo: el protector de indios en el Pe- tado una multitud de fuentes que van desde los libros ha- gunos trabajos esquemáticos que dan cierta luz sobre el
rú (1988), de Carmen Ruigómez Gómez, nos ha ampliado giográficos y biográficos hasta los estudios de interpreta- particular, como los de Augusto Salazar Bondy (1967) y
el panorama para referirnos a los protectores de naturales. ción histórica. En estos subcapítulos volvemos a utilizar, Manuel Mejía Valera (1963). Un caso distinto por lo riguro-
Sin embargo, la consulta de bibliografía novedosa en varios casos, la bibliografía citada con anterioridad co- so de su análisis es el de Walter Redmond (1972), quien
en torno a las instituciones virreinales no excluye la revi- mo por ejemplo el libro Orbe indiano de David Brading ha investigado a profundidad la lógica de Juan de Espino-
sión de libros clásicos sobre este aspecto histórico. Tal es (1991), quien analiza el papel social de la santidad en el sa Medrano y los aportes de este presbítero cuzqueño a la
el caso de El imperio hispánico en América (1958) de Cla- virreinato del Perú. filosofía moderna.
rence Haring y El corregidor de indios en el Perú bajo los Para la medicina hemos recurrido principalmente al
Austrias (1957) del profesor Guillermo Lohmann Villena. LA CIUDAD: ESCENARIO DE LA VIDA VIRREINAL libro de Juan B. Lastres (1951), que nos ha servido como
Además hemos juzgado oportuno vincular al tema una pieza fundamental para introducirnos en este campo.
de las instituciones el concepto de derecho y legislación vi- El tema de las ciudades virreinales ofrece una multitud de Por cierto, el subcapítulo ha sido complementado con las
rreinales, y el de los letrados y agentes de la ley. Para es- fuentes, sin embargo hemos utilizado las más autorizadas, monografías del doctor Jorge Arias-Schreiber (1971) y del
ta parte la mejor visión y el marco general del espíritu de como los trabajos de Guillermo Céspedes del Castillo polígrafo Manuel Zanutelli Rosas (1978).
la legislación son proporcionados por el profesor argentino (1983) y José Luis Romero (1976), que ofrecen un ade- Los estudios históricos sobre la cosmografía en el
Víctor Tau Anzoátegui, con su monografía La ley en Amé- cuado marco general de la historia urbana de la América período virreinal no se pueden hallar con facilidad, menos
rica hispana. Del descubrimiento a la emancipación española, necesario como punto de partida. Esta informa- aún con una explicación ordenada y coherente. En este
(1992). Para el caso estrictamente peruano Jorge Basa- ción ha sido complementada con los estudios de los pro- subcapítulo hemos consultado la monografía de Jorge Or-
dre Ayulo, autor del manual universitario Historia del dere- fesores Franklin Pease (1992) y Guillermo Lohmann Ville- tiz Sotelo (1992), que logra sintetizar las características
cho (1993), reúne la más reciente información sobre la na y Juan Günther (1992), para describir algunas de las centrales de esta disciplina.
aplicación de la ley durante los siglos XVI, XVII y XVIII. Es- características de las ciudades principales del Perú, don- Para la descripción de los círculos intelectuales y la
tas observaciones históricas se complementan con los clá- de incluimos el gobierno del cabildo. vasta obra literaria de los escritores virreinales existe una
sicos Estudios de historia del derecho indiano (1972) del Para las fiestas religiosas y civiles se ha recurrido al multitud de estudios sintéticos que nos han resultado de
historiador español Alfonso García Gallo, y el Biographical completo estudio de Rosa María Acosta Vargas (1979), gran utilidad. Sin embargo hemos tomado como punto de
dictionary of Audiencia ministers in the Americas 1687- que ilustra con minuciosidad sobre la diversidad de festivi- partida la historia de la literatura peruana de los siglos XVI,
1821 (1982), de Burkholder y Chandler. dades durante la época virreinal. El trabajo de la historia- XVII y XVIII de Jorge Cornejo Polar (1993). Es importante
dora Acosta ha sido tomado como un excelente esquema, añadir que el recuento de la vida y obra de cada escritor ha
LA IGLESIA Y EL TRIUNFO DE LA FE al que le hemos añadido algunas informaciones del estu- sido tratado basándose en su mejor especialista. Así por
dio del investigador español Ángel López Cantos (1992), ejemplo, para el Inca Garcilaso nos basamos en las obser-
Este extenso capítulo que aborda el papel de la Iglesia y quien analiza las diversiones en Hispanoámerica. vaciones de Aurelio Miró-Quesada (1994) y para Pedro de
sus logros en el campo de la evangelización, la santidad y La alimentación y las comidas han sido muy poco Peralta en el libro de Luis Alberto Sánchez (1967).
la religiosidad se ha apoyado en trabajos de corte general tratadas por los historiadores. Por este motivo hemos teni- En el subcapítulo referente a la cultura del libro nos
como Cristianización del Perú (1953) de Fernando de Ar- do que unir información dispersa en distintos trabajos en hemos apoyado en el extenso artículo de Teodoro Hampe
mas Medina, La historia de la Iglesia en el Perú (1959) de torno al mundo virreinal, como los de Manuel Atanasio Martínez (1993), así como el clásico texto de Irving Leo-
Rubén Vargas Ugarte, y las obras del padre Armando Nie- Fuentes, José M. Valega, Emilio Romero y Rosario Olivas nard (1979) sobre las lecturas preferidas por los habitan-
to Vélez S.J.: La Iglesia católica en el Perú (1980), que for- Weston, esta última especialista en dulces virreinales. tes del Perú, la venta de publicaciones, la historia de la im-
ma parte de la colección de historia peruana editada por prenta y la fiscalización de algunos títulos por parte del Tri-
Juan Mejía Baca; La primera evangelización en el Perú. LA DEFENSA: EL BRAZO ARMADO DEL REINO bunal de la Inquisición. En esta misma sección abarca-
Hechos y personajes (1992); “La Iglesia” (1993), capítulo mos el periodismo inicial peruano, aprovechando las sín-
del tomo V de la colección Historia general del Perú de la Para este capítulo se ha utilizado como fuentes varios tra- tesis bibliográficas del padre Vargas Ugarte (1935) y las in-
Editorial Brasa. Todos estos textos brindan un buen pano- bajos sintéticos como el de Juan José Vega, que logra ex- dagaciones de Juan Gargurevich (1987).
rama del desarrollo del cristianismo en el Perú virreinal. poner con claridad la historia de la organización militar del Los teatros español y quechua desarrollados en la
Cada aspecto religioso ha sido complementado con virreinato y de las fortificaciones en su libro en torno al época que nos interesa, tienen en las investigaciones de
monografías específicas. Así por ejemplo, al abordar el ejército peruano (1981). Justamente para este último tema Guillermo Lohmann Villena (1945) y Teodoro Meneses
tema de los jesuitas y mercedarios en la evangelización, el texto de partida ha sido el del profesor Guillermo Loh- (1983), los estudios mejor logrados. El tema del teatro se
recurrimos a las investigaciones del padre Manuel Marzal mann Villena, titulado Las defensas militares de Lima y acerca a la música, y es éste el lugar para hablar de sus
S. J. y monseñor Severo Aparicio O. de M., respectiva- Callao, (1964), que a pesar de su antigüedad sigue siendo fuentes. Las particularidades de las composiciones de los
mente. Para la prédica y oratoria sagradas es fundamen- una monografía de consulta obligatoria. maestros y los estilos musicales, su función dentro de la
tal el trabajo del padre Vargas Ugarte en torno a la elo- Las informaciones sobre rebeliones de españoles e sociedad, así como los diversos bailes, han sido analiza-
cuencia sacra (1942) y la publicación de Juan Carlos Es- indios las hemos extraído de la mencionada recopilación dos por Andrés Sas (1972), Robert Stevenson (1976),
tenssoro sobre la predicación a los indígenas incluida en de Vega, de la síntesis histórica del Perú virreinal de Fran- Juan Carlos Estenssoro (1989), y cabalmente esquemati-
La venida del reino (1994). El mismo criterio ha guiado el klin Pease (1992), y del recuento de la labor de los virre- zados por Luis Eduardo Wuffarden (1993).
acápite referido a la extirpación de las idolatrías con los yes de José Antonio del Busto Duthurburu (1993), lo que
aportes de Pierre Duviols (1986) y Pedro Guibovich permite adquirir una comprensión cabal y exacta de cada
(1993). motín. Juan José Vega y José Antonio del Busto también
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