Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Como se ha destacado previamente, hasta la década de los setenta fueron los modelos económicos
empleados en los análisis de las migraciones internas de trabajadores y sus consecuencias para el
desarrollo económico los que dominaron en los estudios migratorios. Basados en la teoría
neoclásica y en modelos de análisis de expulsión/atracción que ofrecen a partir de la década de los
cincuenta las explicaciones de economistas como Arthur Lewis, Gustav Ranis y John C. H. Fei o
Michel Todaro, las migraciones se conciben como mecanismos reguladores de trabajadores entre
regiones con diferentes niveles salariales mediante acciones individuales de las personas que
deciden desplazarse, a partir de sus propios cálculos racionales, a otros lugares en los que se
ofrezcan mayores oportunidades salariales y condiciones laborales más deseables. Douglas Massey
distingue en la economía neoclásica una teoría macroeconómica, que explica el desarrollo
económico como consecuencia de migraciones internas o nacionales desde ámbitos rurales a
urbanos, y que se extienden a las migraciones internacionales a partir de las proposiciones de los
economistas W. Arthur Lewis y Gustav Ranis y John C. H. Fei, y asociado a éste, un modelo
microeconómico basado en la elección individual que propone Michael P Todaro.
A partir de la dicotomía entre áreas rurales y urbanas, destacada en los capítulos anteriores, el
economista W. Arthur Lewis parte de la idea de que las primeras (áreas rurales), en las que se
incluyen los países en desarrollo, son las que suministran los trabajadores que demandan las
ciudades y países en donde se concentra el capital. Esta relación favorece que a largo plazo las
diferencias salariales que se dan entre ambas áreas lleguen a equilibrarse y que, consecuentemente,
las migraciones de trabajadores tiendan a decrecer. Según este marco teórico, el crecimiento
económico y el pleno empleo en los países más industrializados dependerá de su capacidad para
tener abundante mano de obra de reserva, como fue el caso de Estados Unidos, Francia o Alemania
durante la segunda mitad del siglo XIX. Y en el caso de países en desarrollo emisores, de políticas
que tiendan a reducir la presión de sus excedentes de trabajadores a través de acuerdos
binacionales como los que se llevaron a cabo entre México y Estados Unidos con el Programa de
Braceros, o del Gastarbeiter que la antigua República Federal de Alemania estableció con los países
del Mediterráneo. Tomando como referencia los presupuestos de Lewis, los economistas Ranis y Fei
proponen un modelo explicativo basado en dos sectores: el industrial y el agrario. De tal manera que
el mercado laboral del primer sector se nutre de la mano de obra barata que le proporciona el
segundo. Y el desarrollo «autosostenido» en ambos sectores dependerá, según Ranis y Fei, de la
recolocación de la mano de obra excedente del sector agrícola en el industrial que, al tiempo que
favorece que estos trabajadores se conviertan en «miembros productivos de la fuerza laboral» en el
sector industrial, propicie el equilibrio en ambos sectores. Estos autores consideran, como W. Arthur
Lewis, que si bien los mercados laborales absorben los suministros de mano de obra barata que les
ofrecen las áreas rurales, estas migraciones irían decreciendo al favorecer el aumento de los
salarios, llevando a un equilibrio entre ambos sectores.
Michael P. Todaro, por otra parte, considera que las motivaciones individuales de los migrantes para
desplazarse a trabajar a otras regiones parten de cálculos racionales sobre sus posibilidades de
maximización económica; es decir, al acceso a un mercado laboral con mejores condiciones y
oportunidades que les permita, al mismo tiempo, obtener salarios más altos. Esta perspectiva se
extiende a las migraciones internacionales como respuesta de los potenciales migrantes a las
condiciones de desempleo o subempleo que se dan en países menos industrializados. En el ámbito
de las migraciones internas, Todaro destaca que la decisión de migrar del campo a la ciudad se debe
a dos variables interrelacionadas: la diferencia salarial real y la probabilidad de poder obtener un
trabajo en la ciudad a partir de cálculos sobre riesgos relacionados con el tiempo que supondría
encontrar un trabajo o, después de obtenerlo, perderlo. Desde esta perspectiva, los migrantes como
individuos («racionales» responden a la información sobre sus oportunidades económicas tanto en
sociedades emisoras como receptoras. Estos maximizan sus recursos, la posibilidad de empleo y/u
otras condiciones laborales, así como la búsqueda de mejores oportunidades en las sociedades
donde se asientan. Centrándose en aquellos factores que afectan al aumento de los empleos
precarios 0 de poca calidad en las ciudades, este autor propone incentivar elementos de atracción
en áreas rurales. Más específicamente, John R. Harris y Michael P Todaro arguyen que, en las
ciudades de los países menos industrializados, en las que se dan grandes grupos de desempleados o
empleados con trabajos de poca calidad, la migración supone una respuesta a las diferencias
salariales esperadas 0 percibidas, y al cálculo de las probabilidades de poder asegurarse un trabajo,
sobre todo, en el sector industrial. A partir de esta última proposición, en la que los autores apuntan
más a un plano conductual o comportamental, Se requeriría, no obstante, como han destacado
distintos autores más que de un modelo económico de análisis, de otro tipo de modelos que tengan
en consideración explicaciones de carácter socio-psicológico.
Centrándose en las intensificaciones de las migraciones internas en Estados Unidos, entre condados
y estados desde la década de los cincuenta, el economista Larry Sjaastad concibe la migración como
una inversión en el capital humano. De tal manera que los migrantes toman sus decisiones de
desplazarse a Otros lugares dependiendo de éste y de su experiencia laboral, así como de las
inversiones que pudieran realizar para desplazarse y formarse en nuevas ocupaciones. Más aún, si
se tiene en cuenta que «las fuerzas del mercado» tienden a reducir los salarios de una ocupación
particular llevando a los trabajadores a enfrentarse a la disyuntiva de aceptar salarios más bajos 0
invertir recursos para poder acceder a sectores laborales más favorables. Con la finalidad de
maximizar estas inversiones, los migrantes deben sopesar, según Sjaastad, gastos monetarios y no
monetarios. Los primeros se refieren a los gastos de desplazamientos que, a su vez, dependen de la
distancia que hay entre sociedad emisora y receptora, del número de personas dependientes y de si
la migración se lleva a cabo de manera individual 0 en familia. Entre los gastos no monetarios el
autor destaca «los costos de oportunidad», y en los que se tiene en cuenta la edad de los que
migran, las inversiones que se tienen que realizar durante el desplazamiento, la búsqueda de
empleo 0 la formación en un nuevo oficio, y a los que habría que añadir los costos «psíquicos» que
suponga dejar el hogar, la familia y las amistades. Puesto que estos últimos no pueden medirse y,
por tanto, incluirse como un componente de los gastos migratorios, estos suponen —según el autor
— un problema en los análisis sobre los beneficios de las migraciones. De ahí que Sjaastad proponga
métodos que, más allá de relacionar las diferencias salariales entre sociedades emisoras y
receptoras, estimen gastos y beneficios, tanto públicos como privados, y en los que se incluya este
tipo de <<inversiones complementarias» que para el autor <<son probablemente tan importantes o
más que el proceso migratorio en sí mismo».
Estos modelos de análisis económicos, que se basan en metodologías cuantitativas (estadísticas) e
individualistas, obvian, en cualquiera de los casos, otras unidades de análisis más amplias y la
importancia que los contextos históricos tienen a la hora de comprender las migraciones, no como
actos racionales individuales, sino como procesos sociales dinámicos y más complejos. Enumerar
factores de atracción/expulsión, que solo se puede hacer una vez que se han dado los flujos
migratorios, no posibilita predecir el comienzo de los movimientos migratorios, ni explicar por qué
estos se dan en ciertas regiones y no en otras con condiciones estructurales similares. El carácter
cambiante de estos factores y las actuales dinámicas de las migraciones son consecuencia de los
cambios en la economía mundial y de los modos en los que los distintos grupos de migrantes se
incorporan a las sociedades de asentamiento. De ahí que, más allá de análisis cuantitativos
centrados en cl individuo, se requiera tener en consideración las intersecciones de las estructuras
socioculturales, en distintos niveles de análisis, en sociedades receptoras y emisoras, así como otros
aspectos relacionados con la edad, la clase, el género y la etnicidad.
Éste divide en «centro», regiones que dominan y se benefician de la división internacional del
trabajo, «periferia», regiones subordinadas con mayor de las naciones del centro y que, entre Otros
fenómenos sociales, explican los desplazamientos de trabajadores desde las regiones periféricas
hacia el centro, y «semiperiferia», regiones menos dependientes. Wallerstein observa el sistema
capitalista compuesto por estados-nación dentro de regiones que se han ido incorporando
progresivamente al sistema y que forman parte del centro (Estados Unidos, Europa, Japón, Australia
y Nueva Zelanda), semiperiferia (Brasil, México, Argentina, Hong Kong, Singapur y Taiwán) y
periferia, la mayor parte del resto de los países Y como sus problemas fundamentales: el desarrollo
de la economía mundial, la expansión del comercio, las inversiones y el trabajo. Y como destaca la
teoría de la dependencia, estos procesos han favorecido que varios países hayan ganado poder
económico, político y fuerza militar a costa de la imposibilidad del resto. De ahí que distintos
autores coincidan en destacar que, en muchos aspectos, la teoría de sistemas-mundo de Wallerstein
fuera en sus inicios, y en sus supuestos básicos, una versión de la teoría de la dependencia 1 . Ambas
teorías apuntan a los orígenes históricos del colonialismo y a cómo el desarrollo de las regiones de la
periferia se ha supeditado desde entonces a las iniciativas del centro. Con todo, mientras la teoría
de la dependencia se centra en aspectos como el «subdesarrollo» de la periferia (colonias), la de
sistemas-mundo desplaza su análisis a un sistema más global, así como a las dinámicas y procesos de
la economía capitalista que se han dado desde sus orígenes desde el centro. Y desde esta dirección
(centro-periferia) se enfoca, como la teoría de la articulación de los modos de producción, en cómo
el centro desestabiliza la economía y la organización social de las sociedades no capitalistas,
afectando de manera particular a los patrones laborales que desencadenan las migraciones de
trabajadores. A partir de este planteamiento, la teoría de los sistemas-mundo considera que las
1
migraciones internacionales surgen como respuesta a los trastornos que origina el capitalismo y
que, a medida que éste se expande desde el centro, genera, entre otros aspectos,
desplazamientos de trabajadores en las regiones periféricas y hacia los centros donde se
concentra el capital.
A partir de la década de los setenta, teóricos de las migraciones internacionales como los sociólogos
Alejandro Portes y John Walton o Saskia Sassen parten de este marco de análisis para explicar sus
orígenes como una consecuencia histórico-estructural de la expansión del capitalismo en las
sociedades emisoras de migrantes. Teniendo en cuenta los planteamientos históricos y sistémicos
de la teoría de sistemas-mundo, Alejandro Portes y John Walton apuntan a la necesidad de llevar a
cabo análisis intermedios basados en la estructura de clase, los modos de producción y las
ideologías dominantes que permitan «recanalizar» sus aproximaciones en el estudio de las
migraciones internacionales. para ello, Portes y Walton se centran en cuatro áreas previamente
identificadas como problemas sustantivos y que, según los autores, aunque no exhaustivos, son
representativos de aquellos que requieren mayor atención para un desarrollo teórico en los estudios
migratorios: la migración internacional, los modos precapitalistas de producción y la reproducción
de la fuerza de trabajo urbana, las ideologías dominantes de la desigualdad y la estructura de clase
en el centro.
Saskia Sassen destaca, por su parte, el auge de «ciudades globales» como consecuencia de las
transformaciones que se están dando en la economía mundial, particularmente en los países más
industrializados receptores de trabajadores migrantes procedentes de países en desarrollo. Según la
autora, la descentralización de la producción industrial, los cambios tecnológicos o el desarrollo del
sector financiero son, entre Otros, factores que han contribuido a la consolidación de estos «nuevos
centros económicos urbanos» desde donde se gestionan, dirigen, controlan y exportan servicios;
reestructurando el mercado laboral que, además de ofrecer trabajos profesionales y técnicos bien
pagados, ofrece empleos poco remunerados que desempeñan los migrantes extranjeros en el sector
servicios de estos centros urbanos o en los enclaves étnicos donde estos se concentran.
En antropología, además de destacar los primeros intentos de Godfrey Wilson de incorporar la
economía mundial en sus análisis sobre las migraciones de las poblaciones africanas a los centros
económicos coloniales, hay que destacar los trabajos de Eric Wolf, Europa y la gente sin historia, y
de Sidney Mintz, Dulzura y poder, como modelos en los que se contextualizan históricamente los
cambios culturales que se producen en distintas sociedades como consecuencia de la expansión del
capitalismo alrededor del mundo. Considerando que la teoría de sistemas-mundo aporta nuevas
aproximaciones al conocimiento antropológico para explicar el fenómeno cultural, Eric Wolf destaca
la importancia de observar relaciones locales en términos de procesos económicos y políticos más
amplios para simultáneamente captar cómo se responde culturalmente a estos procesos desde
comunidades específicas.
En el caso específico del estudio de las migraciones internacionales, otros antropólogos/as también
parten de las aproximaciones planteadas por la teoría de los sistemas-mundo para analizar las
migraciones internacionales de trabajadores. En la compilación de investigaciones etnográficas
editada por June Nash y Patricia Fernández Kelly se parte de este marco de análisis para destacar
cómo la creciente integración de los países emisores en un sistema mundial que, desde la década de
los setenta se caracteriza por la dispersión geográfica de la producción industrial, no solo intensifica
las relaciones desiguales entre países, afectando de manera particular a cambios en la división
internacional del trabajo y, por tanto, a las migraciones, sino entre sectores laborales, tanto en
países emisores como receptores, así como a minorías étnicas, comunidades, familias y a las
relaciones de género. Así y todo, Basch, Glick Schiller y Szanton-Blanc señalan, como se verá en el
próximo capítulo, que los teóricos de los sistemas-mundo han tendido a reducir la migración a la
migración laboral y a los inmigrantes a trabajadores, eliminando toda discusión de las diferentes
identidades «raciales», étnicas o nacionales que configuran las acciones de las personas. Según estas
autoras, si bien los migrantes son proveedores de mano de obra para la producción capitalista en
una economía mundial, también son al mismo tiempo actores activos de cambios sociales y
políticos, tanto en las sociedades en las que se asientan como de las que provienen.
En la primera mitad de la década de los ochenta, Massey, Alarcón, Durand y González llevaron a
cabo investigaciones interdisciplinares sobre la migración de trabajadores mexicanos a Estados
Unidos. Combinando metodologías antropológicas y sociológicas, los autores tuvieron como
referencias las investigaciones pioneras que con migrantes mexicanos en Estados Unidos realizaron
en la década de los veinte Manuel Gamio y Paul S. Taylor. Estas investigaciones se llevaron a cabo en
comunidades de los estados occidentales mexicanos tradicionalmente emisores de migrantes en
Estados Unidos, Jalisco, Michoacán, Zacatecas, Colima, Aguascalientes, Nayarit y Guanajuato,
seleccionando en estos estados dos poblaciones agrarias, que denominaron en su reconstrucción
etnográfica Altamira y Chamitlán, y dos ciudades, San Marcos y el barrio obrero que denominaron
Santiago en Guadalajara. Estas se complementaron con distintas encuestas a migrantes mexicanos
procedentes de estas regiones en California.
Según Massey et al., los modelos de la economía neoclásica en el estudio de las migraciones,
centrados en la consideración de éstas como un medio de distribución de trabajadores entre áreas
de bajos y altos salarios, no explican por qué en el caso de las migraciones de trabajadores
mexicanos a Estados Unidos no se dan migraciones en comunidades pobres igualmente distantes
del país del norte, que desde ellas emigren menos trabajadores, o que las migraciones se inicien más
tarde Las explicaciones a estos problemas solo pueden darse, según estos autores, si se tiene en
cuenta que la migración internacional es un proceso dinámico y acumulativo, en el que operan seis
principios; el primero de los cuales tiene que ver con las relaciones estructurales destacadas en el
apartado anterior y que establece que la migración internacional se origina como consecuencia de
transformaciones estructurales que se dan tanto en las sociedades emisoras como receptoras. En
estas últimas, la migración surge, como destaca Michael Piore, de la segmentación del mercado
laboral que se da en los países más industrializados, creando trabajos no cualificados y con bajos
salarios rechazados por sus ciudadanos, que que los empleadores recurran en un principio al
reclutamiento de trabajadores extranjeros. Éste fue de hecho 10 que sucedió en el caso del
reclutamiento de trabajadores mexicanos en Estados Unidos a comienzos del siglo xx, durante la
Primera Guerra Mundial y en la década de los veinte, así como el Programa de Bracero que Estados
Unidos acordó con México a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, en 1942, y que se prolongó
hasta 1964. Junto a transformaciones estructurales en los países receptores, hay que tener en
cuenta las que se dan en los países emisores que expliquen estos desplazamientos, y que en el caso
de México tienen que ver, como destaca Lourdes Arizpe, con cambios socioeconómicos que se han
dado en el país y que han favorecido la intensificación de las desigualdades sociales. De ahí que,
aunque a partir de la década de los setenta se intensifican las migraciones de trabajadores
mexicanos a Estados Unidos, este aumento no pueda comprenderse, según Massey et al., sin tener
en cuenta «el desarrollo anterior de una compleja estructura social que la fomentó y sustentó». La
migración mexicana a Estados Unidos no puede explicarse únicamente a partir de factores de
«expulsión», ya que cada periodo en los que ésta se intensifica fue acompañado tanto
por los reclutamientos activos de trabajadores que se dieron desde distintos lugares de Estados
Unidos como de los cambios estructurales políticos y económicos que dieron en México.
Como segundo principio se establece que, una vez que se inician las migraciones internacionales,
éstas desarrollan una infraestructura social que posibilita que con el tiempo crezcan como
consecuencia de los vínculos sociales que se desarrollan entre sociedades emisoras y receptoras. A
través de obligaciones recíprocas, se crea «una red que de manera progresiva reduce los costos del
movimiento internacional», que permiten la incorporación y el asentamiento de los nuevos
migrantes procedentes de una misma comunidad de origen en las sociedades receptoras. Y a medida
que esta red se expande, se intensifica el movimiento migratorio con nuevas incorporaciones que
Massey et al. definen como «redes migratorias»: él y con el tiempo se refuerzan mediante la
experiencia común de la misma migración.
Como se ha destacado en el capítulo anterior, el concepto de red social (social network) había sido
incorporado en la antropología social por los antropólogos británicos en investigaciones que se
llevaron a cabo en Europa, y particularmente con migrantes en África en contextos coloniales y entre
migrantes desde áreas rurales a urbanas en América. En los estudios anteriores sobre las
migraciones mexicanas también se había destacado la concentración de migrantes en ciertas
sociedades receptoras procedentes de una misma comunidad de origen. También se había utilizado
el término de cadenas migratorias (migration chains) para destacar algunas de las funciones de estas
redes migratorias, como la transmisión de información sobre oportunidades laborales en las
sociedades receptoras o las ayudas que los migrantes reciben de Otros para desplazarse y asentarse.
En el caso de las redes migratorias que desarrollan los mexicanos
en Estados Unidos, Massey et al. destacan que éstas se basan principalmente en las relaciones de
parentesco y paisanaje y que, a medida que la migración continúa, estas relaciones «adquieren
nuevos significados y funciones». Siguiendo a James Coleman, los autores consideran que las
conexiones y vínculos que se establecen a través de estas redes migratorias constituyen una forma
de «capital social» al que las personas pueden acceder a través de varios tipos de capital'.
Basándose en la generalización de la literatura académica sobre migraciones, los autores establecen
como un tercer principio que, a medida que la migración internacional se hace más accesible, las
familias recurren a ella como una estrategia para su supervivencia dependiendo de los cambios que
se van dando en los ciclos vitales de sus miembros, tanto trabajadores como dependientes. La
migración internacional como estrategia económica familiar se hace más accesible en aquellas con
menos recursos a medida que previamente se han desarrollado redes en las sociedades de destino.
La migración internacional tiende así a convertirse en un proceso social que se mantiene en el
tiempo (self-sustaining), influyendo en las motivaciones para migrar como expectación en niveles
individuales, estrategia de supervivencia en niveles familiares y, como consecuencia de cambios en
estructuras económicas y sociales una vez que se desencadena el movimiento migratorio, y en
niveles comunitarios. El mantenimiento en el tiempo del movimiento migratorio es considerado por
los autores el cuarto principio que explica la migración internacional.
Más allá que las migraciones comiencen siendo temporales, una vez que se da un flujo migratorio a
un lugar de destino específico, el asentamiento de algunos migrantes es inevitable como
consecuencia, entre otros aspectos, de los vínculos que se van generando en la sociedad de
asentamiento. Considerándolo como el quinto principio, basándose también en generalizaciones de
la literatura académica, los autores destacan que estos asentamientos permanentes de migrantes
procedentes de una misma sociedad de origen inciden en el fortalecimiento de redes ofreciendo
apoyo social y contextos seguros para la incorporación y asentamiento de nuevos migrantes. Y como
sexto principio, que estas redes se mantienen, asimismo, como consecuencia del continuo retorno
de migrantes, ya sea temporal o definitivo, a las sociedades de origen. Más aún, teniendo en cuenta
el fuerte apego que los migrantes suelen sentir y expresar por sus sociedades de origen en los
lugares donde se asientan.
6, Transmigrantes y ciudadanos
transfronterizos en contextos de globalización,
Aproximaciones transnacionales en los
estudios migratorios
Si, como consecuencia de la Guerra Fría, miles de refugiados de alrededor del mundo se fueron asentando en
distintas ciudades de Estados Unidos, los cambios de las políticas migratorias que se realizan en la década de los
sesenta, así como el crecimiento económico que experimentan distintas regiones metropolitanas en las siguientes
décadas, hacen que no solo se intensifique la llegada de refugiados y migrantes, sino que se diversifique su
procedencia, particularmente de países asiáticos y latinoamericanos. Hasta el final del siglo xx, las sucesivas oleadas
de migraciones internacionales que se fueron asentando en Estados Unidos representaron la segunda más
importante de su historia, después de las que se dieron en las décadas previas a la Primera Guerra Mundial.
La lucha por los derechos civiles, los procesos de independencia de las antiguas colonias europeas y la Guerra Fría
también influyeron en los cambios de su política migratoria con las reformas que introduce la Ley sobre Inmigración
y Nacionalidad (Immigration and Nationality Act) de 1965; al eliminar definitivamente el sistema de cuota de
orígenes nacionales que se había introducido en la década de los veinte y establecer como criterios básicos para
residir en el país la reunificación familiar y la contratación de trabajadores especializados requeridos. Aunque
durante este periodo emergen nuevas metrópolis como principales «puertas de entrada» de migrantes en Estados
Unidos, la ciudad de Nueva York continuó siendo una de las más importantes y en la que se fueron asentando, con
respecto a la mayoría de inmigrantes de origen europeo a comienzos del siglo xx, un número cada vez mayor de
migrantes procedentes de todo el mundo. Según Constance R. Sutton, a mediados de la década de los ochenta la
tercera parte de la población neoyorquina la constituían inmigrantes y descendientes procedentes de distintos
países asiáticos, latinoamericanos y caribeños. Esta intensificación migratoria, la diversidad de su procedencia y la
concentración de corporaciones financieras, comerciales y políticas hicieron que Nueva York se convirtiera —según
Saskia Sassen — en una «ciudad global» desde la que los distintos grupos de migrantes se interconectan con sus
respectivos países de Origen y forman —según Sutton— «un solo sistema transnacional». En el caso de los distintos
grupos de migrantes caribeños, con una población de unos dos millones, Nueva York se convirtió —según esta
antropóloga— en la ciudad con mayor concentración de población caribeña del mundo y en el centro de encuentro
e intersección de su heterogénea y multicultural población, que interconectaba social, política, económica y
culturalmente esta metrópolis con los diferentes países del Caribe. Para Constance R. Sutton, esta «caribeñización»
social y cultural favorece así «un flujo bidireccional intenso y continuo de gente, ideas, costumbres e ideologías»
entre Nueva York y la región caribeña; generando lo que —según la autora— podría denominarse «un sistema
transnacional sociocultural» que incide en la «criollización de las culturas e identidades caribeñas» tanto en la
región neoyorquina como en los países de origen de sus migrantes.
Estas conexiones de carácter transnacional también fueron destacadas en distintos aspectos, por otros
antropólogos al referirse a comunidades y circuitos transnacionales desarrollados por migrantes mexicanos entre
Estados Unidos y México. Y, desde un marco de análisis cultural más amplio, sobre flujos culturales e identidades
transnacionales.
27
Transmigrantes caribeños y filipinos y etnografía transnacional
Centrándose en las consecuencias de las dinámicas migratorias procedentes de los países caribeños (San Vicente,
Granada y Haití) y Filipinas en Estados Unidos, Linda Basch, Nina Glick Schiller y Cristina Szanton-Blanc proponen el
transnacionalismo como una aproximación analítica para explicar las migraciones contemporáneas y sus
consecuencias socioculturales no solo en las sociedades receptoras, como hasta entonces se había priorizado en las
ciencias sociales desde modelos de análisis funcionalistas, sino también en las de origen, como proponen las
aproximaciones de carácter histórico-estructurales. Según estas autoras, uno de los aspectos que se resaltaba en
sus respectivos trabajos campo con estos grupos de migrantes —como también había resaltado Constance R.
Sutton era que las experiencias cotidianas de sus informantes estaban íntimamente ligadas a los diferentes tipos de
vínculos que mantenían con sus respectivos países de origen. Sin embargo, estos vínculos no impedían —según las
autoras— que estos inmigrantes, estando firmemente arraigados en sus sociedades de asentamiento, participaran
activamente en la construcción de sus respectivas comunidades de origen. De ahí que, a partir de estas
observaciones, propongan «una etnografía de migración transnacional» que tenga en cuenta a los migrantes como
«transmigrantes» o sujetos activos que, además de contribuir al desarrollo tanto de sus sociedades de
asentamiento como de origen, construyen culturas transfronterizas.
Con este trabajo, sus autoras vinculan la migración transnacional con las luchas políticas poscoloniales de los países
de la periferia, la exportación de trabajadores a las metrópolis del centro y la participación de estos migrantes en la
«construcción nacional» de sus países de origen. Y aunque estos sean tratados como proletarios racializados en
Estados Unidos, los inmigrantes haitianos, granadinos y filipinos son también sujetos activos en el mantenimiento
de sus hogares mientras se comprometen contra regímenes nacionales corruptos. Siguiendo el modelo de las
corporaciones transnacionales y los mercados de divisas, Arjun Appadurai había descrito la desterritorialización
como un fenómeno social desarrollado por grupos étnicos, movimientos sectarios y formaciones políticas que
transcienden fronteras territoriales específicas; afectando a las tradicionales lealtades de estos grupos con a los
estados-nación y a las estrategias desarrolladas tanto por los estados emisores como receptores de inmigrantes
para mantener estas lealtades (véase también Harvey 1989). De ahí que considere la desterritorialización un
fenómeno sociocultural propio del mundo contemporáneo protagonizado, de manera particular, por poblaciones
vulnerables, como los trabajadores que se desplazan a las sociedades más ricas para responder a la demanda de su
mercado laboral. Esta realidad favorece—según Appadurai— el desarrollo, entre otros fenómenos socioculturales,
de nuevos mercados (empresas, agencias de viajes, etc.) que facilitan, ante la necesidad de los migrantes de seguir
conectados con sus lugares de origen, el desarrollo de una «cultura transnacional».
Ante estas proposiciones surgen críticas que cuestionan su supuesta novedad como fenómeno social y
epistemológico. Con respecto al primero, se destaca que este tipo de relaciones también había sido desarrollado
por Otros grupos de migrantes en periodos históricos anteriores, apuntando a la heterogeneidad de sus formas y a
sus contingencias como consecuencia de los cambios estructurales originados por la expansión del capitalismo.
Estas criticas también señalan los límites y confusiones con respecto a las categorías de análisis propuestas, así
como al olvido, en sus primeras proposiciones, de la perspectiva de género. A partir de estas criticas, y siguiendo
algunas de las aportaciones de los antropólogos de la Escuela de Manchester, Peggy Levitt y Nina Glick Schiller
redefinen el transnacionalismo como un «campo social» en el que se da «un conjunto de redes entrelazadas de
relaciones sociales a través de las cuales fluyen ideas, prácticas y recursos que se intercambian, organizan y
transforman de manera desigual». Y de acuerdo a Nina Glick Schiller, como un campo social «ilimitado de múltiples
redes egocéntricas conectadas» que se aplica a las cadenas de relaciones sociales que desarrollan y mapean los
individuos. De esta manera el concepto de «campo social» dirige la atención —según la autora— a la simultaneidad
de las conexiones transmigrantes en más de dos estados, proveyendo un espacio conceptual en el que poder
investigar las formas en las que estos forman parte simultáneamente del tejido de la vida cotidiana en su estado de
origen, incluyendo procesos políticos, y de la vida laboral, vecinal, organizacional y política, y del de asentamiento.
Con esta redefinición se pretende destacar, asimismo, su carácter multidimensional (familias, organizaciones,
instituciones y movimientos sociales), incluyendo tanto a los migrantes que se mueven entre fronteras como a los
no migrantes afectados por ellos.
Mayor acuerdo se da, por Otra parte, al hecho de que en los actuales contextos de globalización los estudios
migratorios no pueden confinarse a las fronteras epistemológicas que imponen las lógicas basadas en el estado-
28
6. y ciudadanos transtronterizos
nación. Y de ahi que éste y otros aspectos de las actuales dinámicas de la globalización hayan convertido el
transnacionalismo en una aproximación teórica con la que describir y analizar las migraciones contemporáneas a
partir de los vínculos que los actuales migrantes establecen, desde distintos niveles de análisis, tanto en las
sociedades receptoras como emisoras. La inclusión de la contextualización histórica dentro de un marco más
amplio que tenga en cuenta factores politicos, económicos y culturales a partir de etnografias multilocales ha
favorecido que el transnacionalisrno haya centrado el interés en las últimas décadas a partir de investigaciones
llevadas a cabo sobre comunidades, familias y distintos tipos de Organizaciones de inmigrantes.
Como se ha destacado previamente, algunas de las críticas vertidas a las primeras propuestas sobre el
transnacionalismo cuestionan su novedad como fenómeno social. Bryan Roberts, Reane Frank y Fernando Lozano-
Asencio destacan que los mexicanos en Estados Unidos siempre han mantenido vínculos activos con sus sociedades
de origen. Nancy Foner encuentra similitudes entre las estrategias transnacionales desarrolladas por los
inmigrantes asiáticos, caribeños y latinoamericanos en la ciudad de Nueva York con las utilizadas por los
inmigrantes procedentes de Europa del Este e italianos a comienzos del siglo xx en Estados Unidos. Y Sidney Mintz
subraya que no supone novedad alguna, ya que el transnacionalismo tiene claros precedentes destacados en
investigaciones antropológicas en el continente africano, destacando las migraciones de trabajadores como un
aspecto sistemático de la expansión del capitalismo. Y aunque entonces los migrantes no dispusieran de las
actuales tecnologías que posibilitan desplazarse y/o comunicarse con tanta velocidad con sus comunidades de
origen, estos se dieron —de acuerdo con Mintz con la misma intensidad; concluyendo que, como en épocas
anteriores, las nuevas comunidades transnacionales no hacen más que reproducir una actitud instrumental hacia la
perpetuación y la innovación de la cultura.
Desde un punto de vista epistemológico, también se consideran precedentes del transnacionalismo la
proposición de «campo social total» como unidad de análisis propuesta por la Escuela de Manchester (véase el
capítulo 4) y los trabajos de William I. Thomas y Florian Znaniecki en la Escuela de Chicago que destacan los vínculos
que desde finales del siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial mantienen los inmigrantes polacos en Estados
Unidos con sus familias en Europa no solo a través del intercambio epistolar y las remesas, sino también a través de
organizaciones <<supraterritoriales».
De hecho, el término fue acuñado en esta época por el escritor estadounidense Randolph Bourne en su ensayo
«Trans-national America», quien, al tiempo que afirma que Estados Unidos, más que una («nacionalidad», era una
<<transnacionalidad», proponía la aceptación del libre movimiento de migrantes entre Estados Unidos y sus
sociedades de origen. Considerando la idea de Estados Unidos como una federación del mundo en miniatura», el
autor también vislumbró que la «doble nacionalidad» se aceptaría en un futuro, permitiendo a los migrantes viajes
de ida y vuelta a sus países de origen.
También se consideran precedentes de la perspectiva transnacional las proposiciones que sobre transculturación
hace en la década de los cuarenta el antropólogo cubano Fernando Ortiz y los análisis del antropólogo Américo
Paredes sobre identidades transfronterizas. Mientras este último propone estudiar las culturas transfronterizas
como «unidad transnacional» en los análisis sobre el folklore que se da a ambos lados de la frontera
méxicoestadounidense, Fernando Ortiz propone el concepto de «transculturación» como alternativa al de
aculturación, empleado por los antropólogos estadounidenses en la década de los treinta. A este respecto, Ortiz
subrayaba con la utilización de este término que los cambios culturales no solo se dan en una cultura, sino en todas
aquellas que se encuentran conectadas; concepto que también utilizó Bronislaw Malinowski para definir las
dinámicas sobre cambio cultural. En la introducción de Malinowski al libro de Ortiz Contrapunteo cubano del tabaco
y el azúcar, destaca la influencia de Cuba en las Islas Canarias como consecuencia de los migrantes que retornaban
al archipiélago. Este concepto ha sido retomado en las últimas décadas en los estudios sobre culturas
postcoloniales.
Estos precedentes históricos como fenómeno sociocultural y como perspectiva de análisis han posibilitado que
estudios posteriores no solo hayan precisado similitudes y diferencias entre el transnacionalismo pasado y el
presente, sino también la revisión desde una perspectiva transnacional de movimientos sociales transfronterizos y
29
transformaciones históricas que se han ido dando desde el siglo XIX y en distintas disciplinas proponen
contextualizar desde la economía política el transnacionalismo con las tradiciones de estudios postcoloniales
(feminismo, racismo, estudios étnicos). Y el historiador David Thelen sugiere que, puesto que el transnacionalismo
no es un nuevo fenómeno social, y una vez que los académicos han tomado conciencia de estas dinámicas, también
deberían tenerse en cuenta como grupos transnacionales aquellos movimientos que han sido invisibilizados por las
ideologías nacionalistas imperantes en la política y en la academia (contra la esclavitud, a favor de los derechos de
las mujeres y de los trabajadores) desde la Primera Guerra Mundial.
30
Cruzar fronteras en Hampos de globalización
Además de su novedad histórica, otras de las objeciones que se han dado como perspectiva de análisis
tienen que ver con las ambigüedades etimológicas de sus términos, definiciones y aplicaciones analíticas
que contribuyeron a generalizaciones. Entre estas confusiones se encuentra la utilización del término
«transnacionahsmo» como sinónimo de globalización. Si bien para Bash, Glick Schiller y Szanton-Blanc, el
transnacionalismo coincide con la globalización, el primero tiene un ámbito más limitado, ya que,
mientras los procesos globales están en gran medida descentralizados de territorios nacionales
específicos y tienen lugar en un espacio mundial, los procesos transnacionales están anclados y
transcienden a más de un estado-nación. Y según Michael Kearny, mientras en el «concepto de
global(ización)» se da un carácter universal, el de «transnacional(ismo)» implica dimensiones políticas e
ideológicas. También el término «transnacionalismo» se ha utilizado como sinónimo de internacional 0
multinacional. A este respecto, Alejandro Portes intenta aclarar este uso generalizado definiendo como
«actividades internacionales» aquellas que se llevan a cabo desde los estados o sus instituciones en otros
países; «multinacionales» a las realizadas por instituciones cuyos objetivos transcienden las fronteras del
estado-nación, y «transnacionales» a las llevadas a cabo por miembros de la sociedad civil a través de
fronteras nacionales más allá de sus regulaciones y controles.
En cuanto que el término transnacionalismo implica, por Otra parte, la noción de la nación
necesariamente constituida por el estado-nación, los primeros estudios no precisaron la diferencia de Sus
procesos con respecto a otros de carácter transestatal o translocal. De gran relevancia si se tiene en
cuenta que pueden darse naciones sin estados. A este respecto, Kearny destaca que el término («nación»
hace referencia a aspectos territoriales, sociales y culturales y que, en el caso del transnacionalismo en los
estudios llevados a cabo por los antropólogos, implica procesos transestatales. Rainer Baubôck subraya
que, si desde un punto de vista analítico el concepto implicaría a diferentes estados territorializados en
los estudios migratorios, de la misma manera que los términos internacional, multinacional o
supranacional, desde un punto de vista político debería considerarse como transnacional cuando
diferentes comunidades coexisten entre diferentes estados separados. Siguiendo esta argumentación, el
autor considera que, como propuesta analítica, el transnacionalismo solo podría darse en los estudios
migratorios cuando los migrantes combinan ciudadanía o pertenencia, derechos o prácticas en al menos
dos estados diferentes; es decir, relaciones que desarrollan personas o instituciones sociales a través de
las fronteras de estados-(nación). Y Glick Schiller y Fouron precisan, por su parte, que el
transnacionalismo se refiere a procesos sociales y culturales que se extienden más allá de fronteras de
estados particulares desarrollados por actores sociales, ya sean instituciones o individuos, afectados por
políticas y prácticas institucionales de estados específicos.
Esta generalización conceptual contribuyó, por tanto, a que en los primeros estudios se vieran relaciones
y prácticas transnacionales en todas partes; al tiempo que, como destacan Wimmer y Glick Schiller, se
tendiera a esencializar «las comunidades transnacionales» de la misma manera que se hiciera a partir del
funcionalismo con respecto a comunidades de campesinos» o carácter nacional». A este respecto se ha
destacado que ni todos los (in)migrantes son necesariamente transmigrantes, en cuanto que no todos los
que se establecen en otros países mantienen relaciones con sus sociedades de origen, ni todas las
comunidades de (in)migrantes constituyen necesariamente comunidades transnacionales. A las críticas
sobre la supuesta novedad del transnacionalismo como fenómeno social y su falta de especificación como
herramienta suficientemente analítica, se añadió el olvido de sus autoras a las perspectivas de género.
Más aún, teniendo en cuenta, como distintos estudios estaban subrayando desde la década de los
setenta, la importancia central del género en las migraciones desde los primeros estudios, por otra parte,
relegado en las ciencias sociales hasta entonces.
31
Cruzar fronteras Mampos de globalización
32
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
isoformismos, identificando estado-nación con cultura, que, en el caso específico de la antropología, viene
heredado del colonialismo y el orientalismo.
Aunque las relaciones transnacionales pudieran darse como fenómenos sociales transitorios, por otra
parte, no deja de ser relevante desde un punto de vista teórico para comprender su incidencia en las
actuales transformaciones sociales y culturales en diferentes niveles: desde las prácticas de los actuales
migrantes hasta las transformaciones institucionales. A este respecto, Steven Vertovec propone el
transnacionalismo como una herramienta apropiada para analizar «los modos de transformación» que se
dan en los diferentes niveles y ámbitos socioculturales como consecuencia de las prácticas migratorias
(perceptual, conceptual e institucional). Y es que, según el autor, algunas de las transformaciones
socioculturales que observamos en el presente, desde las concepciones legales y políticas de pertenencia
hasta las actuales influencias sobre las familias, son cambios sociales suficientemente significativos como
para tenerlos en cuenta. Desde este punto de vista, el transnacionalismo permite observar cómo algunas
instituciones sociales están cambiando e influyendo en transformaciones sociales y culturales específicas:
familias, doble nacionalidad, políticas migratorias y fronterizas, identidades sociales y culturales o
remesas.
A partir de la incidencia de los procesos de globalización y las transformaciones transfronterizas que estos
propician, los primeros estudios transnacionales centraron su atención en los vínculos socioculturales
transfronterizos que distintos grupos de migrantes en Estados Unidos establecen con sus comunidades de
origen en distintos países del Caribe, México, Filipinas y China. Este interés inicial en las «comunidades
transnacionales» propició otros estudios centrados, por una parte, en la incidencia de éstas en el
33
Cruzar fronteras Mampos de globalización
desarrollo de sus localidades y países de origen, a través de las remesas, creación de empresas o
proyectos públicos. Y por otro lado, en el papel que las instituciones religiosas desempeñan en el
desarrollo de espacios prácticas e identidades transnacionales.
Entre las investigaciones llevadas a cabo durante este primer periodo en niveles comunitarios
transnacionales cabe destacar la etnografia The Transnational Villagers que peggy Levitt llevó a cabo con
grupos de migrantes dominicanos de la aldea de Miraflores (República Dominicana) asentados en la
región metropolitana de Boston. En este trabajo, la autora contextualiza estas migraciones en los
procesos de expansión del capitalismo en la República Dominicana y en las estructuras de dependencia
que éstos generan con Estados Unidos que, entre otras consecuencias, desencadena las inmigraciones de
las distintas poblaciones que se han ido asentando en sus diversas regiones metropolitanas.
Desde el punto de vista político, destaca el interés por lo que Anderson denomina «nacionalismo a
distancia», la reconstrucción de identidades transfronterizas y la posibilidad de los actuales migrantes de
obtener doble nacionalidad. Puesto que, como en otros ámbitos sociales, el nacionalismo a larga distancia
también tiene precedentes históricos, se han llevado a cabo revisiones históricas desde una perspectiva
transnacional sobre estos nacionalismos desarrollados en las diásporas desde el siglo XIX. En las últimas
décadas, por otra parte, un número cada vez mayor de gobiernos de países eminentemente emisores,
buscando maximizar los beneficios políticos y económicos de Sus migrantes han establecido ministerios,
secretarías o consulados en aquellas regiones metropolitanas en donde se han ido concentrando
poblaciones migrantes, además de aceptar su doble ciudadanía o el derecho al voto en las nacionales.
Teniendo en cuenta estos aspectos políticos Rainer Baubôck propone el término ciudadania
transnacional, destacando que la extensión de la Frtenencia transnacional que permite la aceptación y
obtención de la doble nacionalidad es una de las mayores transformaciones políticas que se han dado en
las migraciones internacionales contemporáneas. Ésta hace posible, según Baubóck, que en los actuales
migrantes puedan darse sentidos de pertenencias en las que se «superponen territorialidades separadas y
sistemas de gobiernos independientes». De ahí que, más allá de las actividades de los migrantes, este
transnacionalismo político afecte de manera significativa el desarrollo de nuevas identidades sociales
basadas en la ciudadanía. El autor propone, al respecto, analizar este tipo de ciudadanía desde las teorías
normativas de la democracia y sus consecuencias políticas en los países receptores y emisores.
Siguiendo esta perspectiva, y teniendo en cuenta tanto el ejercicio del nacionalismo a larga distancia
como la posibilidad de que algunos migrantes puedan obtener la doble nacionalidad, Glick Schiller y
Georges Fouron proponen el concepto «ciudadanos transfronterizos», a quienes Nina Glick Schiller define
como que, viviendo sus vidas a través de las fronteras de dos o más estados-nación, «participan en el
sistema de régimen normativo, legal e institucional y las prácticas políticas de estos diferentes estados».
Sobre todo partiendo del hecho, según la autora, de que la obtención de esta doble ciudadanía no
significa que estos migrantes reciban la misma consideración social que los ciudadanos nativos por parte
de la sociedad y de sus instituciones en los estados-nación receptores, ya que, como destacaba con la
proposición del concepto de «transmigrante», muchos de ellos tienen que enfrentarse a menudo con
situaciones de exclusión social basadas en procesos de racialización en las sociedades de asentamiento o
debido al género.
Una de las primeras etnografias en el campo de la ciudadanía transnacional es el estudio de Aihwa Ong
sobre grupos de comerciantes y profesionales migrantes chinos en distintos países del Pacífico. Siguiendo
la lógica de la transnacionalidad, en Flexible Citizenship esta antropóloga observa cómo estos migrantes
son capaces de obtener la ciudadanía en distintos países de la región y de asentarse en ellos dependiendo
de las condiciones cambiantes del capitalismo global. Ong arguye que en la era de la globalización, los
individuos y los gobiernos desarrollan una noción flexible de ciudadanía y soberanía como estrategias de
acumulación de poder y capital. Y relaciona la «ciudadanía flexible» entre estos migrantes ricos con las
lógicas culturales de acumulación capitalista que inducen a los sujetos a responder de manera fluida a las
condiciones cambiantes políticas y económicas. En su búsqueda por la acumulación del capital y del
34
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
prestigio social en la arena global, estos sujetos se regulan mediante prácticas que favorecen la
flexibilidad, la movilidad y la reposición de regímenes del mercado, gobiernos y culturas. Estas lógicas y
sus prácticas se producen dentro de estructuras particulares y sus significados sobre familia, género,
nacionalidad, movilidad de clase y poder social en la búsqueda de localizaciones con diferentes regímenes
estatales (gubernamentalidad foucaultina) que favorezcan sus ganancias económicas y su seguridad
política, y en donde poder invertir, trabajar y recolocar a sus familias.
Con respecto a los anteriores estudios comunitarios, el transnacionalismo desde un punto de vista
político tiene una mayor repercusión en investigaciones que sobre migraciones internacionales se han
llevado a cabo en Europa. En la edición de Cesarini y Fulbrook se analiza desde distintas disciplinas las
interconexiones que en países receptores como Alemania, Francia, Reino Unido e Italia se establecen
entre nación, modos de ciudadanía y políticas migratorias. En el caso de Alemania, Eva Ostergaard-Nielsen
analiza lealtades políticas y actividades de comunidades transnacionales en grupos de migrantes y
refugiados turcos y kurdos, a partir de una investigación etnográfica llevada a cabo a finales de la década
de los noventa, en la que destaca la importancia de las redes y las organizaciones transnacionales kurdas
en la movilización política transfronteriza. En Francia, Paul A. Silverstein estudia el caso del asentamiento
de los argelinos, contextualizándolo con la colonización y descoIonización de Argelia, la construcción de la
etnicidad y el auge del racismo y la xenofobia en el país. A partir de una investigación etnográfica
realizada en la década de los noventa en Granada y Senegal, Liliana Suárez-Navaz centra sus análisis en las
construcciones culturales de las fronteras basadas en identidades políticas, económicas y culturales a
partir de los cambios sociales que se han producido en España (país receptor ), particularmente en la
Comunidad Autónoma de Andalucía, que, siendo hasta recientemente eminentemente emisora de
migrantes, se ha convertido en una de las regiones fronterizas más importantes de la Unión Europea, por
la que cruzan miles de migrantes procedentes de distintos países africanos.
Como consecuencia de las condiciones estructurales que producen los procesos contemporáneos de
globalización, y de manera particular las barreras legales que imponen los actuales países receptores
limitando el asentamiento de refugiados y migrantes, un número cada vez mayor se ven obligados a
conformar «familias transnacionales». Estas son definidas por Salazar Parreña como unidades domésticas
cuyos miembros residen en más de dos estados-nación. Y aunque, según esta definición, tampoco se
pueden considerar estas familias como un fenómeno nuevo entre la población migrante, como también
señala Rhacel Salazar Parreña, la globalización ha intensificado la configuración de este tipo de familia.
Hasta tal punto que las políticas cada vez más restrictivas para la reunificación familiar en los actuales
países receptores hacen cada vez más difíciles a los trabajadores extranjeros migrar, asentarse o
reunificarse con sus familias.
A partir de la década de los noventa, el aumento más que significativo de la migración de mujeres de
países en desarrollo a países industrializados llevó a distintas autoras a proponer el concepto de
«feminización de la migración», considerando la migración como un fenómeno social basado en el género
y resaltando su protagonismo en las actuales dinámicas migratorias. Al analizar la incorporación de los
migrantes y sus consecuencias transnacionales como una experiencia afectada por el género, se subraya
que, si bien los hombres y las mujeres comparten experiencias comunes en sus procesos migratorios, los
factores macro/microestructurales les afectan de manera diferente. Desde esta perspectiva, surgen
estudios centrados en mujeres migrantes que se ven forzadas a dejar a sus hijos en las sociedades de
origen, al tiempo que las políticas migratorias restrictivas obstaculizan la reunificación Con Sus familias.
Estos estudios, además de destacar el aumento y la importancia de las mujeres en las actuales
migraciones internacionales, en muchos de los casos como principales mantenedoras de sus familias en la
distancia, también subrayan la centralidad de las actuales mujeres migrantes en la reproducción de sus
familias a través del ejercicio de lo que se ha denominado «maternidad transnacional». Considerando que
estas mujeres migrantes no solo cruzan fronteras nacionales con responsabilidades familiares, sino que a
la vez se tienen que incorporar a los sectores que les ofrece el mercado laboral doméstico y del cuidado
en los países receptores, más allá de su capital humano o estatus legal. Posteriormente, otros estudios
35
Cruzar fronteras Mampos de globalización
36
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
7. Centroamericanas en Washington
D.C. y familias transnacionales.
Modos de incorporación, exclusión
social y transnacionalismo
A partir de la Segunda Guerra Mundial, Washington D.C. pasa de ser una ciudad eminentemente
administrativa como capital de Estados Unidos a emerger como una metrópolis global en donde,
conjuntamente a su internacionalización como consecuencia del nuevo orden político y económico de la
postguerra, se inicia el asentamiento de distintos grupos de refugiados y migrantes procedentes de
dentro y fuera del país. Con una mayoría de población afroamericana en el Distrito de Columbia, este
proceso de transformación, que se inicia en el contexto de la Guerra Fría, fue acompañado por otros de
desegregación y lucha por los derechos civiles en la década de los sesenta. Desde entonces, tanto el
Distrito de Columbia como los condados adyacentes de los estados de Maryland, el norte de Virginia y el
este de West Virginia se han ido convirtiendo en una de las regiones estadounidenses con mayor
recepción de refugiados y migrantes procedentes de distintas regiones del mundo, en la que destacan los
procedentes de países centroamericanos. De ahí que esta población y sus descendientes, conjuntamente
con otras procedentes de otros países latinoamericanos, hayan hecho que la población latina constituya,
como en Otras metrópolis estadounidenses, su minoría social más importante.
La población latina comenzó a asentarse en la capital y sus alrededores a partir de la segunda parte de
la década de los cincuenta, con la llegada de migrantes procedentes del Caribe, Sudamérica y,
particularmente, Centroamérica. De esta primera generación, hay que destacar el protagonismo de
mujeres trabajadoras centroamericanas como pioneras de las posteriores migraciones centroamericanas
que se fueron sucediendo en las siguientes décadas; reclutadas en sus países de origen para responder a la
necesidad cada vez mayor que en el mercado laboral del servicio doméstico y del cuidado se fue dando en
la capital y sus inmediaciones. Con la llegada de estas trabajadoras inmigrantes, que además de
Centroamérica, procedían de países del Caribe y Sudamérica, otros grupos de inmigrantes latinos se
fueron concentrando en vecindarios del noroeste de la ciudad, conocido como el <<barrio latino» , que se
convirtió en el lugar de entrada de posteriores grupos de inmigrantes y refugiados centroamericanos en la
región y en donde se establecieron las primeras organizaciones comunitarias para atender sus necesidades
sociales inmediatas.
La llegada masiva de refugiados centroamericanos durante la década de los ochenta, como consecuencia
de las guerras civiles en El Salvador, Guatemala y Nicaragua, no solo impulsó, como en otras regiones
metropolitanas estadounidenses, el crecimiento de la población centroamericana en la región, sino su
diversificación social y lugares de asentamiento. Este éxodo migratorio coincidió con el fuerte crecimiento
económico que se dio en la región metropolitana que requería entonces de trabajadores no cualificados
para llenar sus vacantes en un mercado laboral caracterizado por su segmentación étnica y por género y
al que han ido incorporándose desde entonces la mayor parte de las mujeres y hombres
centroamericanos que han ido llegando a la región.
37
Cruzar fronteras Mampos de globalización
La llegada de los primeros grupos de migrantes latinos a Washington D.C. debe contextualizarse en los
procesos de internacionalización y desegregación que se producen en la ciudad después de la Segunda
Guerra Mundial como consecuencia de la Guerra Fría y de las luchas y conquistas de los derechos civiles.
Al final de la contienda bélica, en la ciudad se establecen algunos de los organismos multilaterales de
mayor influencia en la economía mundial como consecuencia de los acuerdos que se establecen en
Bretton Woods (New Hampshire) en 1944 entre las potencias industriales aliadas estableciendo las leyes
financieras que, con el dólar como moneda reserva, regularán los tipos de intercambio internacional. De
ahí que ese mismo año se funde en Washington D.C., el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial, y, una década más tarde, el Banco Interamericano de Desarrollo.
Siendo geográfica y socialmente una ciudad fronteriza con los estados del sur de la costa este,
Washington D.C. tiene una larga tradición histórica en la recepción de refugiados y migrantes
afroamericanos procedentes de estados como Alabama, Georgia, las Carolinas o Virginia. Después de la
38
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
Segunda Guerra Mundial, no solo continúan estas migraciones a la ciudad, cuya población mayoritaria es
afroamericana, sino que comienzan a darse sus primeros procesos de desegregación racial. Y puesto que,
hasta entonces, la ciudad y sus alrededores carecían de infraestructura industrial, estos migrantes sureños
solían encontrar trabajos, en un mercado laboral segmentado étnicamente, sobre todo, en el servicio
doméstico.
A comienzos de la década de los sesenta, Elliot Liebow hizo trabajo de campo con migrantes jornaleros
afroamericanos en Washington D.C., reuniéndose con ellos en las esquinas mientras esperaban que
alguien los contratara para realizar trabajos a destajo. Según Liebow, esta demanda laboral,
tanto en la ciudad como en sus alrededores, se caracterizaba, además de por su precariedad, por la
inseguridad y los bajos salarios que recibían estos trabajadores y que generaban en ellos, a pesar de sus
expectativas, bastantes incertidumbres. Y frente a las propuestas de la «cultura de la pobreza» de Oscar
Lewis, que entonces tenía cierta aceptación académica e incluso política, Liebow destacaba la importancia
que las «condiciones sociales» ejercían en el comportamiento de estos trabajadores migrantes. Para
poder adaptarse a ellas, estos desarrollaban otros valores alternativos. Y que, en cualquiera de los casos,
no dejaban de compartir valores culturales similares a los del resto de la ciudad. A finales de la década de
los sesenta, Ulf Hannerz también hace trabajo de campo con migrantes afroamericanos en la ciudad, y
como Liebow, destaca la importancia de las condiciones adversas a las que se tienen que enfrentar.
Centrándose en la naturaleza y las dinámicas del «gueto» y de sus relaciones con el resto de la sociedad,
Hannerz critica mitos y prejuicios dominantes sobre ellos en las ciencias sociales, subrayando su
diversidad y complejidad, la importancia de las culturas de sus comunidades de origen en los estados del
sur y de sus redes sociales.
En la década de los ochenta, Brett Williams también hace trabajo de campo con migrantes
afroamericanos, particularmente procedentes de las Carolinas, que residen en un barrio del noroeste de
la ciudad que etnográficamente la autora denomina «Elm Valley». Frente a los estereotipos sobre
Washington D.C. como ciudad meramente burocrática, Williams destaca el desarrollo de una cultura
vibrante y arraigada generada por los migrantes afroamericanos que, encajada en una economía regional,
nacional y mundial, favorecía la incorporación de nuevos grupos de migrantes nacionales e
internacionales que llegaban a la ciudad buscando refugio y trabajo. Centrando su análisis en los procesos
de gentrificación que se han dado en Washington D.C. desde la década de 1980, Williams subraya la larga
tradición de activismo cívico vinculado a los refugiados y migrantes procedentes de los estados del sur,
particularmente de aquellos que, huyendo de la opresión política y económica, se fueron asentando en la
ciudad desde la década de los cuarenta.
39
Cruzar fronteras Mampos de globalización
la creciente oferta de trabajos en el servicio doméstico, así como en otros sectores, hace que estas
primeras trabajadoras centroamericanas actúen como mediadoras laborales entre potenciales
empleadores y otros miembros de sus familias. Este contexto favorece que se inicien incipientes redes
migratorias que favorecen la llegada de nuevos migrantes familiares y paisanos procedentes de distintos
países centroamericanos.
El continuo aumento del asentamiento de la población de origen latinoamericano a la ciudad hace, por
Otra parte, que desde finales de la década de los cincuenta se establecieran comercios y restaurantes
para responder a la demanda de consumo de la población hispanohablante, en el que comenzó a como el
«barrio latino» de Washington D.C. Éste está localizado en los vecindarios de Mount Pleasant, Adams
Morgan y Columbia Heights, en el noroeste de la ciudad. Y que en la década de los sesenta comenzaran a
establecerse los primeros centros comunitarios en los que, conjuntamente con parroquias del área, se
iniciaron programas de atención a los inmigrantes latinos en salud, asesoramiento jurídico o enseñanza de
inglés como segunda lengua. Dos décadas más tarde, Olivia Cadaval lleva a cabo una investigación
etnográfica sobre la expansión de estas comunidades y la construcción de la identidad latina en la región
como consecuencia del significativo aumento de su población.
Lucy M. Cohen destaca que los primeros grupos de mujeres que llegaron a Washington D.C. no eran
viudas o solteras, sino mujeres que dejaban establecidos y que se desplazaban a Estados Unidos,
delegando en otros miembros de sus familias, principalmente madres o hermanas, el cuidado de sus hijos.
A este respecto, pone de relieve que con este patrón migratorio se muestra el papel central de estas
mujeres como mantenedoras de sus familias de origen y de sus compromisos con los distintos miembros
de las mismas, incluyendo padres y hermanos, que dejaban en sus comunidades de origen. Y que, en el
caso específico de los hijos, una vez que se establecían en la región, esperaban que se dieran las
condiciones necesarias para reunificarse con ellos en Estados Unidos.
Desde el punto de vista político, el contexto de la lucha por los derechos civiles incide de manera
significativa en la más importante transformación legislativa sobre migración después de la década de los
veinte, con la aprobación de la Ley sobre Inmigración y Nacionalidad de 1965. Ésta supuso una profunda
revisión y cambio en los criterios de admisión de nuevos inmigrantes, eliminando el sistema de cuota de
orígenes nacionales e incluyendo como uno de sus criterios básicos la reunificación familiar. Desde la
entrada en vigor de esta reforma migratoria, Estados Unidos no solo experimentaría uno de los niveles
migratorios más altos de su historia, después de los que se dieron antes de la Primera Guerra Mundial,
sino su mayor diversificación con respecto a las nacionalidades de origen; sobre todo de las procedentes
de países latinoamericanos y asiáticos.
La entrada en vigor de esta legislación favoreció que los primeros grupos de inmigrantes
centroamericanos en Washington D.C. pudieran acogerse a la reunificación familiar con hijos y cónyuges
de manera regular sin demasiada dilación en el tiempo. En cuanto que las políticas migratorias
constituyen uno de los principales aspectos que determinan los modos de incorporación de los
inmigrantes a las sociedades receptoras, los cambios legislativos que desde entonces se llevaron a cabo
en Estados Unidos son claves para comprender las dinámicas posteriores que se dieron en los modos de
incorporación de los centroamericanos en la región, su acceso al mercado laboral y la transnacionalización
de sus familias.
40
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
Las guerras civiles en Centroamérica desencadenan en la década de los ochenta un éxodo migratorio que
hace de Estados Unidos el país de mayor de desplazados de Nicaragua, Guatemala y, sobre todo, El
Salvador. Y aunque Honduras no sufriera entonces una guerra civil, el conflicto armado en los países
limitrofes afectó económica y políticamente a este país en el que, por otra parte, se establecen centros de
operaciones militares y campos de refugiados en sus áreas fronterizas. Hasta tal punto que, en el área
metropolitana de Washington D.C., muchos hondureños siguieron las redes migratorias iniciadas por
salvadoreños y se asentaron en las mismas localidades y vecindarios. Desde entonces, el número de
centroamericanos en la región se ha incrementado de manera vertiginosa, incorporándose a partir de la
ayuda recibida de sus redes más cercanas y las organizaciones comunitarias locales, nacionales y
transnacionales. A diferencia de los anteriores flujos migratorios, esta oleada de refugiados de El Salvador
y Guatemala tuvo que asentarse mayoritariamente como indocumentados al serles negada la posibilidad
de pedir el derecho de asilo.
Ante esta negación, organizaciones civiles y religiosas se unieron a la demanda conocida como American
Baptist Churches v. Thornburgh (ABC) contra la Fiscalía General de Estados Unidos y el entonces Servicio
de Inmigración y Naturalización que se interpuso en 1985 y que se resolvió con un acuerdo entre las
partes en 1990. Éste Frmite reabrir miles de demandas presentadas con anterioridad por salvadoreños y
guatemaltecos y la apertura de Otros cientos de miles de peticiones de asilo. Con este acuerdo, se
reconoce oficialmente la exclusión que sufrieron salvadoreños y guatemaltecos durante este periodo para
poder acceder al estatuto de refugiado. De ahí que se les concediera, con la Ley de Inmigración de 1990,
un Estatuto de Protección Temporal (TPS) hasta que pudiera resolverse su situación legal en el país que,
como consecuencia de estas y otras circunstancias recogidas en este estatuto, se ha ido extendiendo
hasta la actualidad, eximiéndolos de la deportación'. Después de que se firmaran los acuerdos de paz en
Centroamérica, las crisis socio-económicas de la postguerra, los desastres ocasionados por el huracán
Mitch, particularmente en Honduras, así como la expansión de la violencia, sobre todo en El Salvador,
Honduras y Guatemala tras las guerras civiles, son, entre otros, factores estructurales que han incidido en
el continuo aumento de la población centroamericana en la región metropolitana hasta la actualidad.
Así y todo, las distintas legislaciones que se han sucedido desde entonces no han hecho más que dificultar
la entrada de los centroamericanos en Estados Unidos, limitando su proceso de incorporación y
adaptación a la región. Reformas legislativas como Illegal Immigration Refôrm and Immigrant
Responsability Act o The AntiTerrorism and Efféctive Death Penalty Act han incrementado los obstáculos
para entrar en Estados Unidos, limitando la posibilidad de encontrar patrocinadores como consecuencia
del aumento de exigencias y requerimientos burocráticos. Estos cambios legislativos suponen grandes
costos personales para las siguientes oleadas que han continuado migrando a Estados Unidos, al tener
que atravesar sin autorización las fronteras nacionales, en la mayoría de los casos dirigidos por viajeros o
«coyotes», y familiares a ambos lados de las fronteras. Al tener que trabajar una vez que se incorporan a
las sociedades de asentamiento, aquellos que no han conseguido el estatuto de protección temporal
viven con la tensión de poder ser detenidos y deportados.
Mientras en estos países centroamericanos se sufrían las consecuencias políticas, económicas y sociales
de las guerras civiles, el área metropolitana de Washington D.C. experimentaba un crecimiento económico
sin precedentes debido, entre otros factores, a la expansión en la región de industrias informáticas y
biotecnológicas que la convertirían en una de las regiones más prósperas de Estados Unidos. Esta
expansión económica ha hecho de la región una de las que ha tenido mayor crecimiento de población con
la llegada de refugiados y migrantes internacionales. Según el último censo, la región cuenta con más de
seis millones de habitantes, de los cuales una quinta parte procede de países latinoamericanos, asiáticos,
41
Cruzar fronteras Mampos de globalización
africanos y, en menor medida, europeos. Aunque Saskia Sassen señala en un primer momento a Nueva
York, Londres y Tokio como ciudades globales, destacando de ellas la concentración financiera, de
comunicación y los flujos migratorios que reciben, puede considerarse que Washington D.C. y sus
alrededores emerge como una metrópolis global desde finales del siglo xx. En primer lugar, al
concentrarse en ella industrias basadas en las nuevas tecnologías, así como investigaciones científicas y
servicios. En segundo lugar, porque se convierte en un nuevo puerto de entrada de migrantes en Estados
Unidos. Y, en tercer lugar, como centro de poder donde se toman decisiones políticas y financieras de
importancia para la economía mundial.
En las últimas décadas, en la región metropolitana de Washington D.C., por otra parte, se ha intensificado
la demanda laboral de profesionales extranjeros en sectores relacionados con las nuevas industrias
tecnológicas, la investigación científica, las finanzas o el comercio. A diferencia de los centroamericanos,
estos trabajadores suelen ser reclutados en sus países de origen por compañías, centros de investigación o
instituciones multilaterales, y ofrecen contratos de larga duración, altos salarios, beneficios y
oportunidades de movilidad laboral. Conjuntamente a esta demanda, también ha ido aumentando la
oferta de empleos no cualificados en sectores del servicio, la construcción y el servicio doméstico. A estos
empleos acceden mayoritariamente inmigrantes centroamericanos y mexicanos, a menudo sin contrato,
para desempeñar trabajos poco remunerados, sin garantía de estabilidad y sin beneficios laborales. Y la
mayoría de estas mujeres centroamericanas continúan incorporándose al mercado laboral doméstico y
del cuidado. Un sector laboral al que, como en la mayoría de los países postindustriales, se incorporan
mujeres procedentes de países en desarrollo. De ahí que distintas autoras hayan catalogado este
fenómeno, intensificado con los actuales procesos de globalización, como la «feminización de la
migración». Considerando éste como el resultado de la división actual del mercado del trabajo
internacional basado además de en género, en la clase, etnicidad y origen nacional. Los hombres, a su vez,
se han ido incorporando desde la década de los ochenta a la construcción y a otros sectores relacionados.
Y en muchos casos como day laborers (jornaleros), reuniéndose en «nuevas esquinas» esperando trabajos
esporádicos por horas. Este tipo de trabajo que no solo tiene una larga tradición histórica en Estados
Unidos, y particularmente en la capital, sino que se ha extendido en las últimas décadas a toda la región
metropolitana.
El aumento de estos trabajos, consecuencia -de la reestructuración de la economía global basada en
políticas neoliberales, con recortes salariales y/o la contratación de migrantes, reproduce lo que Saskia
Sassen denomina «la periferización del núcleo» y el desarrollo de un mercado laboral en la región
segmentado étnicamente y por género. Aunque sistematizado a partir de la teoría del mercado dual de
Piore, este marco teórico ya había sido propuesto anteriormente por Michael Reich, David Gordon y
Richard Edwards para referirse al mantenimiento en Estados Unidos del desarrollo de este tipo de
mercado en ciertos sectores y al que accedían mujeres y hombres de gupos étnicos específicos. Así y todo,
mientras estas teorías habían centrado su atención en el caso de Estados Unidos, no se habían enfocado
en la división internacional del trabajo, ni en los contextos de los mercados laborales urbanos locales, en
el caso de los migrantes extranjeros, sus países de origen o su estatus migratorio. Pierre Hondagneu-
Sotelo señala las contradicciones de estos cambios en el caso concreto de las mujeres que son contratadas
para trabajar en el mercado laboral domésticos para poder contratar en este sector, debe antes
demostrarse, según la actual legislación, que hay escasez de trabajadores Algo que resulta difícil de
demostrar, en cuanto que este nicho laboral se desarrolla en Estados Unidos, como en otros países
industrializados, en ámbitos de la economía informal.
42
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
miembros, tanto de los inmigrantes como de los familiares que quedan en el lugar de origen. A las
reestructuraciones de estas familias con migrantes en otros países, que han ido aumentando en las
últimas décadas, Salazar Parreña las ha denominado «familias transnacionales». Considerando que las
configuraciones de familias transnacionales constituyen una de las consecuencias socio-culturales más
importantes de las actuales dinámicas migratorias distintos estudios destacan que éstas se establecen
como alternativa a las dificultades que los actuales inmigrantes tienen para emigrar con documentos y,
consecuentemente, con sus hijos. A pesar de la posibilidad de idear estrategias trasnacionales que les
permiten paliar los efectos de la separación espacial, los inmigrantes se esfuerzan en buscar las
condiciones que les faciliten la reunificación con sus hijos. La construcción de familias transnacionales
debe entenderse así como configuración transitoria que los inmigrantes están dispuestos a enfrentar
debido a las circunstancias con las que han tenido que migrar; pero que, en cualquiera de los casos,
quieren superar con el retorno, con la emigración de los hijos siguiendo sus mismos modos de
incorporación, pero, sobre todo, con la reunificación familiar en la sociedad donde trabajan y pueden
sostener a sus hijos una vez que las circunstancias legales se lo permitan.
Después de la guerra civil, los centroamericanos han tenido que enfrentarse con las consecuencias
socio-económicas de la postguerra y los efectos del huracán Mitch y los terremotos del comienzo del 2001
en sus regiones de origen. Estas circunstancias, entre otras, inciden en el incremento del desempleo y
abona el terreno que explicaría, entre otras consecuencias sociales, el aumento de la delincuencia y la
violencia. Estas y otras condiciones influyen no solo en que el retorno definitivo no sea contemplado por
muchos inmigrantes como una alternativa, sino en la continuidad del movimiento migratorio. De ahí que
algunos progenitores continuamente se planteen distintas alternativas para reunirse con sus hijos. Más
aún, cuando algunos de ellos en la actualidad permanecen en el país con el Estatuto de Protección
Temporal (o TPS) que se ha ido extendiendo desde que se promulgara este programa en 1990. Si bien es
verdad que este estatuto les permite residir y trabajar en Estados Unidos de manera regular, les impide,
por una parte, regresar a sus países de origen a visitar a sus hijos, en cuanto que tendrían que cumplir
previamente las condenas que la actual legislación impone por haber entrado en el país sin autorización, o
a sus hijos unirse con Sus padres en Estados Unidos, en Cuanto que no pueden acogerse al derecho de
reunificación que se concede a ciudadanos y residentes. La extensión de este estatuto temporal ha
dificultado y demorado el acceso de muchos centroamericanos y de sus hijos a la residencia permanente o
a la ciudadanía estadounidense.
Puesto que las actuales legislaciones migratorias favorecen la separación de los miembros de la familia
de los inmigrantes durante largos periodos temporales, durante este tiempo de separación todos los
miembros de la familia se ven envueltos en la paradoja de mantener la unidad en espacios dispersos,
ideando estrategias transfronterizas que les permitan reestructurar sus familias a la espera de que la
reunificación pueda efectuarse. El precio que las familias tienen que pagar por esta larga espera implica
un alto coste emocional y adaptativo en todos sus miembros: tanto en los padres que emigran como en
los que se quedan. Cuando son las mujeres las que emigran, éstas, como ha destacado Lucy Cohen, suelen
dejar a Sus hijos al cuidado de familiares o allegados en sus lugares de origen, generalmente con la abuela
materna. El hecho de emigrar supone, por lo tanto, procesos de decisión dentro de las familias que, en la
mayoría de los casos, suelen ser tensos y dificiles, en los que los migrantes tienen que negociar, por una
parte, con las personas que se van a responsabilizar del cuidado de sus hijos y, por otra, con los familiares
o allegados que patrocinan su migración. Más aún, si se tiene en cuenta que estas decisiones se realizan
en contextos futuribles plagados de incertidumbres y con una falta de seguridades mínimas que las
garanticen. Estas circunstancias han favorecido en el caso de estas mujeres centroamericanas el aumento
de lo que distintas autoras han denominado «maternidad transnacional». A este respecto, y como se ha
señalado en el capítulo anterior, estos estudios relacionan el ejercicio de la maternidad a través de
fronteras con su implicación en el trabajo reproductivo en las sociedades donde se asientan, considerando
que estas mujeres migrantes no solo cruzan fronteras nacionales con responsabilidades familiares, sino
que, a su vez, tienen que incorporarse, como en el caso de muchas de estas mujeres centroamericanas, en
los sectores que les ofrece el mercado laboral en los sectores domésticos y del cuidado en los países
receptores, más allá de su capital humano o estatus legal.
43
Cruzar fronteras Mampos de globalización
Como en otras sociedades, por otra parte, en las centroamericanas la maternidad se valora en relación
al contacto y cuidado directo de los hijos en el mismo ámbito residencial; de ahí que el ejercicio de la
maternidad transnacional someta a estas mujeres a fuertes presiones internas y externas que generan
conflictos personales. Más aún, cuando, a la hora de decidir migrar, esta separación de los hijos se
contempla como una etapa transitoria y que, como en el caso de muchas de estas mujeres
centroamericanas en Washington D.C., esta se ha ido alargando en el tiempo. Observamos así que, si bien
las condiciones históricas explican el aumento de la nnigración de estos grupos de trabajadoras
centroamericanas a la región metropolitana de Washington D.C., otros factores basados cn el género y la
etnicidad dilucidan sus modos de incorporación a la región. Y cómo, viéndose forzadas a vivir separadas
de sus hijos, se esfuerzan en mantener sus compromisos económicos, filiales y emocionales con ellos a
través de fronteras nacionales.
44
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
MANDAR A TRAER
Introducción
45
Cruzar fronteras Mampos de globalización
Como trabajos previos en la misma línea, hay que destacar a Mahler, Menjívar y Landolt.
La intención de esta etnografía es la descripción y análisis de cómo los distintos
MODOS DE INCORPORACIÓN de los inmigrantes al área metropolitana de Washington influyen en el
desarrollo de actividades y configuraciones socioculturales de carácter transnacional.
Importante la interacción de diferentes aspectos culturales:
1)Las políticas migratorias de los países receptores.
2)Los niveles de recepción de la población de los lugares de asentamiento.
3)La importancia sociocultural de las comunidades étnicas para la protección ante prejuicios y para las
oportunidades laborales.
Los periodos migratorios anteriores a 1980 se caracterizan por la asimilación. Ahora se mantienen los
vínculos y pautas culturales.
El contexto etnográfico
El área metropolitana de WDC se caracteriza por una alta concentración de inmigrantes en grandes
núcleos. El resultado es un despliegue de redes sociales que permiten la llegada de nuevos inmigrantes y
el desarrollo de vínculos transnacionales con sus localidades de origen.
Hasta la IIGM, WDC era una ciudad administrativa, y sus migrantes eran mayoritariamente internos.
Después de la IIGM recibió olas de refugiados europeos, latinos, asiáticos y africanos. Aparecen nuevas
embajadas y aumenta la inmigración de latinoamericanos. Surgen a la par investigaciones antropológicas
sobre adaptación y salud de los inmigrantes latinos, la influencia de lo que envían los inmigrantes a sus
países de origen o sus consecuencias en la estructura familiar (COHEN, BOONE, CADAVAL, REPAK…).
El autor divide las trayectorias migratorias de los salvadoreños en tres periodos:
1) 1950-1981: presencia discreta de salvadoreños, principalmente mujeres que facilitan la llegada
de otro perfil de inmigrante.
2) Tras el estallido de la guerra civil, se incrementa la llegada de salvadoreños. La época coincide
con el auge económico de la zona de recepción, lo que propicia nuevos mercados laborales. Las
políticas migratorias se endurecen, lo que propicia la entrada y persecución de
indocumentados.
3) En 1992 se da por terminada la guerra civil en El Salvador y comienza un periodo de crisis
socioeconómica agravada por el paso del huracán Mitch y los terremotos del 2001. Muchos de
los indocumentados que llegaron en ese momento se pudieron acoger al Estatuto de Protección
Temporal.
46
Centroamericanas en Washington D.C. y familias transnacionales
El propósito de esta etnografía es estudiar las consecuencias que las actuales dinámicas migratorias de
los salvadoreños en el área metropolitana de WDC estaban teniendo para las familias. En cuanto a la
técnica metodológica, se conoce como snowball. El autor contactó con este colectivo participando en
proyectos para inmigrantes. Posteriormente realizó varios viajes a El Salvador.
La familia se ha ido revitalizando como unidad de análisis donde observar y articular niveles
macro/microestructurales. La decisión de emigrar ocurre en el seno familiar en contexto de
incertidumbre. La inmigración de un miembro es una estrategia para maximizar recursos. La familia es la
unidad social que mejor puede acercarnos a la comprensión de la conformación de las dinámicas
reticulares y sus consecuencias transnacionales (etnografía multisituada). Se hace posible articular los
cambios en los modos de incorporación de los migrantes a las sociedades de asentamiento y sus
consecuencias socioculturales.
La atención del autor se ha dirigido a los modos de incorporación, vínculos y prácticas que mantienen los
inmigrantes. Las nuevas configuraciones sociales incluyen la formación de familias transnacionales, o el
establecimiento de unidades domésticas multilocales. Con estas configuraciones los inmigrantes se
esfuerzan por mantener sus unidades domésticas premigratorias.
Otro punto a destacar son las configuraciones que idean los inmigrantes para responder a sus
compromisos familiares pre-migratorios.
Estructura de la monografía en siete capítulos en los que se intenta analizar los periodos y los modos de
asimilación. Los casos que se presentan pretenden ilustrar aspectos significativos del hecho, poner de
manifiesto la importancia del género, los ciclos vitales y las identidades étnicas.
1)Etapas, marcos teóricos y metodológicos en los estudios migratorios.
2)Factores macro/microestructurales que influyen en distintas trayectorias migratorias de la población
salvadoreña.
3)Contexto y modos de incorporación de los primeros grupos de inmigrantes salvadoreños.
4) y 5) Modos de incorporación de los salvadoreños en una segunda etapa.
5) y 7) Periodo de la postguerra hasta la actualidad, consecuencias transnacionales debidas a los
cambios de los modos de incorporación de los inmigrantes.
47
lOMoARcPSD|4138806
Al margen de estos reduccionismos teóricos, LEWIS comienza a utilizar la familia como unidad
de análisis y las historias de vida de sus informantes, lo que fue de gran trascendencia para la
disciplina.
Respecto a los antropólogos británicos, sus primeras referencias fueron los estudios
migratorios en Europa, centrados en el cambio cultural de las sociedades tradicionales
africanas y en la asimilación de los inmigrantes a los contextos urbanos ingleses.
En el contexto institucional, destacan la Escuela de Manchester y el RhodesLivingstone
Institute, y en cuanto al marco teórico, el funcionalismo estructural se afirma como
dominante. Destacan RICHARDS, SCHAPERA y GLUCKMAN.
Aumenta el interés de las administraciones coloniales por las actitudes de los emigrantes y sus
efectos, sobre todo los negativos, en las áreas rurales.
Con la llegada de inmigrantes de las antiguas colonias a las islas, el interés se desvio hacia las
consecuencias de estas migraciones para la sociedad británica: GLASS,
PATTERSON.
En general, apenas se crearon hasta los 70 nuevas corrientes teóricas, pero sí se abrieron
pautas metodológicas y teóricas importantes. El interés por lo rural y lo exótico deja paso a los
estudios de antropología urbana. Las familias y las redes sociales se convierten en unidades
analíticas prioritarias de las etnografías.
sistemas mundo de WALLERSTEIN. Según estas propuestas, las migraciones deben entenderse
como consecuencia de la expansión del capital, y en esta medida tener en cuenta los contextos
coloniales. Las migraciones desestructuran modelos tradicionales de producción en los países
periféricos, desplaza a sus poblaciones hacia los países del núcleo. La teoría neoclásica enfoca
su análisis en factores económicos; el estructuralismo histórico advierte de la importancia de
otros condicionamientos en los procesos migratorios.
Siguiendo a POLANYI, la migración comienza a considerarse como un fenómeno incrustado
(embedded) en la estructura social. Se permite la incorporación de factores microestructurales
de tipo sociocultural. Se empiezan a valorar las observaciones y datos empíricos que ofrece la
etnografía, desde unidades analíticas como la familia o las redes sociales, al tiempo que se
incluyen otras como la etnicidad y el género. La etnografía se convierte en un medio capaz de
articular factores macro/micro estructurales que permiten nuevas aproximaciones en el
estudio de los actuales patrones y dinámicas migratorias. MEILLASSOUX, por ejemplo, articula
migraciones, unidades domésticas y división del trabajo, teniendo en cuenta el desarrollo del
capitalismo en contextos coloniales. ARIZPE incorpora la etnicidad como nivel de análisis. Los
antropólogos prestan mayor atención a las condiciones estructurales y a las formaciones y
recursos socio-culturales que los migrantes desarrollan para enfrentarse a ellas. LOMNITZ
destaca la importancia que la familia y el compadrazgo tienen en el desarrollo de estrategias
de adaptación, al tiempo que destaca la importancia de las redes sociales de reciprocidad.
COHEN destaca el protagonismo de las mujeres latinas como pioneras de los movimientos
migratorios a Washington D.C. HONDAGNEU-SOTELO trabaja con mujeres inmigrantes
mexicanas en California.
obstante, este periodo favorece mayoritariamente a una pequeña élite del país, empujando al
resto a la migración. De ahí que los patrones migratorios sigan aumentando y se diversifiquen.
Aumenta el número de mujeres que emigran a San Salvador para trabajar como empleadas
domésticas. El segundo periodo migratorio está protagonizado por mujeres.
salvadoreñas como trabajadoras del servicio doméstico. Los varones se dirigen más hacia la
hostelería.
La llegada de estos grupos favorece el desarrollo de redes sociales que facilitan la continuidad
del movimiento y las nuevas formas de reclutamiento laboral.
La comunidad latina en Washington D.C.
Se comienza haciendo referencia al caso particular de Ricardo, que llegó a WDC en los años
70, con treinta años. El propio Ricardo destaca el proceso de internacionalización de la ciudad
y la presencia de una población hispanohablante heterogénea.
Al mismo tiempo, en este primer periodo, se fueron asentando funcionarios, refugiados
cubanos, profesionales o universitarios. La internacionalización de WDC favorece que los
salvadoreños recién llegados encuentren más fácilmente sus primeros trabajos. No obstante,
el crecimiento de la población hispanohablante no fue acompañado del reconocimiento social
ni oficial de las instituciones municipales. Esto condujo a un crecimiento de los movimientos
políticos y sociales.
Éxodo y refugio
Sobre el testimonio de Elsa se pueden soslayar algunos contextos de miedo y violencia que
desencadenaron el éxodo migratorio. La guerra civil se dio por comenzada en 1981 con la
primera ofensiva militar del FMLN, pero llevaba más tiempo macerando. Millares de
salvadoreños buscaron refugio en otros países. LANDOLT y su equipo destacan la importancia
que para muchos salvadoreños tuvo la ayuda que recibieron de familiares y amigos. La
dificultad es que en EEUU fueron excluidos del derecho de asilo. Los modos de incorporación
fueron mucho más difíciles, y la mayoría tuvieron que llegar a suelo estadounidense por tierra,
mediante los llamados coyotes, refugiándose en sus redes más inmediatas sin documentos.
Como consecuencia de la guerra fría, EEUU sólo concedía asilo a personas procedentes de
países comunistas. Bajo la legislatura de Jimmy Carter se aprobó la Ley de Refugiados de 1980,
que pretendía modificar la política de asilo. Los refugiados salvadoreños pasaron a ser
inmigrantes económicos, debido a que EEUU apoyaba con material bélico al gobierno
salvadoreño en su lucha contra la guerrilla. Considerarlos asilados políticos hubiera sido una
contradicción.
Esta exclusión tuvo consecuencias en los modos de incorporación. La negación del estatuto de
refugiado se traduce en el difícil acceso a ayudas sociales.
Para los emigrantes, el coste económico aumenta, ya que tienen que atravesar por tierra
Guatemala y México, dirigidos por coyotes.
A pesar de estos obstáculos, la migración salvadoreña a EEUU aumenta hasta convertirse en
uno de los grupos de inmigrantes más importantes del país.
SASSEN, periferización del núcleo: pequeñas compañías de servicios que además de contratar
profesionales cualificados se apoyan en las redes de los inmigrantes para reclutar a
trabajadores de países periféricos. Con la crisis de producción se tomaron medidas como los
recortes salariales y la contratación de inmigrantes latinos y asiáticos.
OCULTAMIENTO Y DISCRIMINACIÓN
Los papales chuecos o documentación falsa posibilita la incorporación de los inmigrantes al
mercado laboral, pero también facilita su explotación y marginación. Estos inmigrantes viven
con el temor constante a ser detenidos y deportados.
El ocultamiento se acentúa como consecuencia de los riesgos del viaje, marcado por la
clandestinidad, que se intensifica ante la posibilidad de ser involucrados ideológicamente en el
conflicto bélico de El Salvador.
Surge un mercado negro de papeles falsificados al tiempo que se desarrollan estrategias de
ocultamiento. Esta invisibilidad provoca la exclusión social. La incapacidad de la legislación en
dar respuestas al éxodo migratorio salvadoreño hace que las políticas municipales de la ciudad
no reconozca los cambios socio-culturales que la ciudad estaba experimentando.
Familias transnacionales
En el ámbito de la familia, el testimonio de Isabel pone de relieve las problemáticas a las que
se enfrentan las familias de inmigrantes. Su esposo llevaba una doble vida, una familia en WDC
y otra en El Salvador. Isabel regresa a su país. Cuando los dos niños son pequeños, los deja con
su madre y vuelve a EEUU. Contrae matrimonio por intereses burocráticos, aunque tuvo que
esperar muchos años para conseguir el permiso de residencia.
Esta es una de las muchas consecuencias que tienen algunos de los patrones migratorios para
la unidad doméstica. La conformación de familias transnacionales como familias cuyos
miembros están viviendo en al menos dos estados-nación. SALAZAR destaca que estas
configuraciones, como otras relaciones socio-culturales transnacionales, son viejas prácticas
que se intensifican con las actuales dinámicas de la globalización. Esta autora destaca que en
las actuales dinámicas migratorias, muchas son mujeres que emigran a otros países dejando a
su esposo e hijos, normalmente para trabajar en el servicio doméstico. También se forman
familias transnacionales emigran juntos dejando a los hijos al cuidado de otros familiares, o
cuando son los hijos adultos los que emigran para mantener a la familia (caso de Filipinas).
COHEN, las mujeres fueron las pioneras de las redes migratorias, dejando a sus hijos al cuidado
de sus madres por lo general. Se fuerza a nuevas reestructuraciones en las unidades
domésticas establecidas previamente, en las que influyen cuestiones culturales premigratorias,
como las familias matrilineales y matrilocales en el caso de El Salvador.
La separación de los miembros de la unidad doméstica es una de las primeras consecuencias
del modo de incorporación clandestino a las sociedades de asentamiento. El hecho de emigrar
se plantea en procesos de decisión tensos y difíciles en los que los migrantes tienen que
negociar con las personas que se van a ocupar de sus hijos, y con quienes van a patrocinar la
migración. Ésta se plantea en el seno de la familia, involucrando a los miembros que residen a
ambos lados de las fronteras. En ausencia de asistencia gubernamental, las familias son el
principal punto de apoyo.
MODOS DE INCORPORACIÓN Y SEPARACIÓN FAMILIAR
Durante el primer periodo migratorio, la separación de la familia se da en el siguiente orden:
primero emigra un cónyuge, luego otro, y una vez asentados, los hijos. La separación de la
familia en este primer periodo no se alargaba mucho. En los casos del segundo periodo sí se
tardaba más en reagrupar a la familia.
Se ilustra así hasta qué punto las distintas reformas legislativas han afectado a las separaciones
familiares. Los modos de incorporación salvadoreños se han vuelto más difíciles y la separación
se sus miembros se prolonga más en el tiempo. Esto también afecta a los procesos adaptativos
personales. Después de largos periodos de separación deben adaptarse a nuevos ciclos vitales
y a las normas y valores socio-culturales de los contextos de asentamiento.
Tras el fin de la guerra (1992) los salvadoreños se tuvieron que enfrentar a otros problemas
como los efectos del Mitch y los terremotos de 2001. Esto llevó a un aumento de la
delincuencia y la violencia.
La mayoría de los inmigrantes llegados antes del terremoto pudieron regularizar su situación
acogiéndose al TPS, Estatuto de Protección Temporal. El Fiscal general puede conceder este
estatuto a extranjeros nacionales de países con conflictos civiles, enfrentados a catástrofes o
cuya situación impida el retorno. Esta figura no favorece la reunificación familiar.
El TSP ha ido generando obstáculos que influyen singularmente en la separación de la familia.
Los salvadoreños pueden residir y trabajar en EEUU, pero no pueden regresar a El Salvador
porque tendrían que cumplir las condenas que la actual legislación impone por haber entrado
en el país sin autorización.
Sistema del encargado (MAHLER): es uno de los medios que los inmigrantes salvadoreños
tienen para ahorrar costos en los alquileres. Consiste en subarrendar las habitaciones a otras
personas.
Viajeros: personas que se dedican a viajar de El Salvador a EEUU transportando todo tipo de
objetos y bienes de consumo.
Perfil de inmigrante retornado que después de haber podido ahorrar, invierte sus ahorros en
pequeñas empresas como tiendas, restaurantes, camiones, autobuses…
La residencia transnacional se da cuando un salvadoreño viaja tanto a El Salvador que se
difumina la idea de volver, pues no parece haberse ido nunca. Solo una minoría decide
regresar definitivamente. No obstante, algunos vuelven a emigrar a EEUU si las condiciones no
le son muy favorables, sobre todo después de haber obtenido el permiso de residencia
permanente.
La tensión por el retorno influye en la continuidad y el desarrollo de relaciones. El movimiento
migratorio ha tenido especial incidencia en cambios de la cultura del consumo, tanto en
niveles individuales como colectivos, que se manifiestan en pequeñas importaciones y
exportaciones de productos de consumo. De hecho, los flujos migratorios cumplen distintas
funciones de carácter psicológico, social o cultural. Estos objetos se muestran como iconos a
través de los que los inmigrantes pretenden visibilizar en sus lugares de procedencia el éxito
migratorio, traducido en prestigio social.
SALVADOREÑOS EN WASHINGTON
En el año 2000 el censo de EEUU cifra el número de salvadoreños en 655.000 personas. Según
el Ministerio de Relaciones Exteriores de El Salvador son 2.250.000 personas. Es obvio que de
estas cifras depende el reconocimiento oficial como minoría sociocultural. Por otra parte,
muchos salvadoreños no saben leer ni escribir, con lo cual se complica el uso de formularios.
La realidad es que los salvadoreños se han convertido en uno de los grupos más numerosos de
la región. Los disturbios de Mount Pleasant marcaron el inicio de un periodo de concienciación.
Surgieron también redes de organizaciones comunitarias para atender las necesidades de los
inmigrantes.
La migración salvadoreña a EEUU ha sido uno de los movimientos más significativos para
comprender las consecuencias transnacionales de los flujos migratorios. Se busca mejorar las
condiciones de vida, tras una guerra civil que a muy pocos otorgó el estatus de refugiado
político, iniciando el proceso migratorio como sin papeles.
Esta movimiento se mantiene gracias al desarrollo de redes sociales que propician diversas
configuraciones y prácticas transnacionales.
Los informantes tienen en común que poseen la residencia permanente o la ciudadanía, que
les permite viajar a El Salvador sin obstáculos. Existen familias de inmigrantes que continúan
colaborando con las necesidades de las familias que tienen en El Salvador. También se han
observado casos de inmigrantes sin posibilidad de retornar de visita a su país debido a una ley
presuntamente protectora de derechos.
La entrada clandestina o la dependencia de familiares y amigos obliga a refugiarse en sus redes
inmediatas invisibles para la sociedad e instituciones locales y federales o nacionales. Estos
modos de incorporación obliga a su vez a desarrollar y mantener vínculos continuos con sus
lugares de origen.
La reestructuración familiar también es una realidad, al no poder emigrar como unidad
doméstica, ideando estrategias oblicuas y reforzando los vínculos con sus hogares y familias de
origen, conformando así familias y comunidades transnacionales.
El género, los ciclos vitales, la clase y las identidades a las que se adscriben los inmigrantes
ofrecen explicaciones de la diversidad de patrones culturales de adaptación en las sociedades
de asentamiento sin dejar por ello de mantener vínculos y valores culturales de sus sociedades
de origen.
APUNTES MIGRACIONES I
TEMA 5:
Sonia Parella: Los vínculos afectivos y de cuidados en las familias transnacionales. Migrantes
ecuatorianos y peruanos en España.
Algunos migrantes y sus descendientes están fuertemente influenciados por sus continuos
vínculos con su país de origen o por redes sociales que sobrepasan las fronteras nacionales. La
existencia de vínculos que sobrepasan fronteras constituye una variable crucial a la hora de
comprender y analizar las migraciones contemporáneas, su fortaleza, su influencia y su
impacto.
El modo como las familias transformadas, tanto en sus dinámicas como en sus interacciones,
las consecuencias de su imbricación en procesos migratorios pueden dar lugar a vínculos
afectivos y de cuidado de carácter transnacional como estrategia colectiva para hacer frente a
las necesidades de supervivencia que alteran y modifican la atención diaria psicológica,
emocional y física a las personas.
No todos los migrantes desarrollan prácticas transnacionales y que muchos lo hacen solo en
una esfera determinada de sus vidas.
La evolución, extensión, alcance y efectos de las prácticas que se dan en su seno dependerán
de la interacción de múltiples factores que tienen que ver con las relaciones de género, la clase
social, la edad, el contexto social, político y económico. Qué miembros forman parte de la
“familia transnacional”. En este sentido, esta tanto puede incluir a la familia nuclear – padres e
hijos – como a la extensa – sobrinos, tíos, cuñados, etc –. A menudo se extienden a un grupo
familiar más amplio, que constituye una unidad desde el punto de vista de la reproducción
social, con grados de implicación también diversos a la hora de aportar recursos y compartir
obligaciones mutuas.
Tampoco está muy claro dónde acaba la relevancia de los nexos de parentesco y dónde
empiezan los vínculos de carácter más comunitario y social. El vivir transnacional es una
condición que se desarrolla dependiendo de la relación entre los recursos y el posicionamiento
sociocultural de los migrantes, así como de los contextos históricos de las localidades donde
ellos viven. Aunque la familia pueda actuar como unidad, tampoco podemos perder de vista
sus diferencias internas y las relaciones de poder que se dan en su seno y que permiten
identificar conflictos de intereses entre sus miembros y relaciones jerarquizadas
3. El encaje entre la familia y los procesos migratorios
Además del recurso de las abuelas, es cada vez más habitual contratar a otra mujer en el país
de origen para que se haga cargo de los hijos de la mujer que emigra, a cambio de un salario
mucho más bajo que el percibido por la emigrante en la sociedad receptora. Así se constituyen
las “cadenas mundiales de afecto y asistencia”, integradas por distintos vínculos y grados, a
escala global, y basadas en el trabajo de cuidado remunerado y no remunerado.
Si bien en el país de origen echan en falta a sus padres, al deseo de los hijos de reunirse pronto
con ellos se le une el duro trance de tener que separarse de nuevo de un ser querido (en este
caso, la figura de la abuela que los ha cuidado y que permanece en el país de origen). Otro
obstáculo presente en el discurso de los hijos es el intenso trabajo de los padres en España y la
dificultad para poder atenderlos una vez que se trasladen “allá”. La posibilidad de que la
abuela cuidadora pueda emigrar también con ellos es un deseo compartido por la mayoría de
estos niños y jóvenes.
Para algunas de estas “abuelas-madre”, la responsabilidad que deben asumir se convierte en
una pesada y complicada carga, sobre todo cuando las remesas que mandan sus hijos
migrantes no son suficientes. El hecho de que las trabajadoras inmigrantes se traigan a sus
madres al país de destino para que cuiden a sus hijos mientras ellas trabajan es una práctica
transnacional cada vez más común. Incluso, puede ocurrir que para muchos de estos abuelos
desprenderse de sus nietos después de haberlos criado durante largo tiempo no sólo suponga
pérdidas en el terreno afectivo –quedarse solos, sin hijos y sin nietos–, sino también
económicas, por cuanto puede conllevar el recorte –o incluso la total supresión– del flujo de
remesas.
Además, si los abuelos emigran dejarían desatendidas una serie de funciones de apoyo
familiar. Ante la separación geográfica y la ausencia de los contactos cara-a-cara diarios, la
familia se construye como comunidad imaginada, lo que implica continuados esfuerzos de sus
miembros (tanto los que han emigrado como los que permanecen detrás) para mantener los
vínculos.
el modelo hegemónico en Ecuador propone una familia nuclear, en la que la mujer se encarga
de la alimentación, el cuidado de los hijos y las tareas del hogar, mientras que el hombre es el
que debe trabajar fuera del hogar y conseguir los ingresos necesarios para la manutención de
la familia.
La moral sea más permisiva con la infidelidad masculina y el consumo de alcohol y tabaco por
parte de los hombres. Las discusiones y peleas de pareja se producen en torno a la educación
de los hijos, los problemas económicos, los celos y las borracheras y, en algunas ocasiones,
respecto a la incorporación de la mujer al trabajo. La violencia de género, presente con cierta
frecuencia, también está relacionada, la mayor parte de las veces, con problemas de celos,
alcoholismo.
Se evidencia asimismo cómo la migración se convierte, hasta cierto punto, en una estrategia
de género para cortar con una relación violenta en la que teme por su vida. Hay otra familia
que cobra una clara importancia en el proceso migratorio. Es la familia extensa de estas
mujeres. La crianza y atención de los pequeños son tareas claramente femeninas.
El valor simbólico y práctico de los hijos como vínculo con la familia y la tierra natal, puede ser
jugado por otras personas: los padres de las criaturas. En el caso de Sonia, el padre de sus hijos
en Ecuador impide que se los traiga a España. Tiene la certeza de que mientras los hijos sigan
en Guayaquil, Sonia volverá a buscarlos y él tendrá una nueva oportunidad para regresar con
ella.
El mayor tiempo acumulado en el país de destino por parte del primer migrante, le permite
construir un conocimiento y obtener unos recursos con los que el otro no cuenta en el
momento de la reunificación. La gestión de esta diferencia de recursos es crucial en la
renegociación de los roles y en las posiciones de poder de la pareja, especialmente cuando en
el nuevo contexto, la red social no es lo suficientemente densa para asegurar el
mantenimiento de los roles que tenían en Ecuador.
En la experiencia de muchas mujeres que en ese primer momento no tienen dinero, ni saben
dónde cambiar los dólares que trajeron, cómo usar el transporte público, dónde buscar
trabajo, la vulnerabilidad es muy fuerte y, más aún, en la medida en que no pueden utilizar los
recursos con los que normalmente hacían frente a la violencia en Ecuador, como el apoyo de
su familia de origen y las separaciones intermitente
Si llegado un momento, no siguen al marido, es su responsabilidad lo que pase después. Es su
obligación reunir a la familia, evitar, en la medida de los posible, que el marido pase solo más
tiempo de la cuenta. Tarde o temprano puede olvidarse de su familia y darse a la buena vida,
al trago, a las mujeres o a las dos cosas. Mientras tanto, la mujer es responsable de velar por
los intereses de sus hijos, evitar la ruptura del vínculo por el hombre proveedor, y cuidarse de
que el dinero siga llegando; lo gane su marido o lo gane ella. Si el compromiso se rompe, son
los niños los que acaban en una situación muy vulnerable.
Para muchas mujeres migrar es una manera de poner fin a una situación de maltrato de
género sin evidenciar la ruptura familiar. Sin tener que hacer frente a las presiones sociales
que dirían que tienen que aguantar. Con una estrategia culturalmente abierta y una
justificación valorada, la económica. Ellas lo pasan mal por la soledad de su trabajo. Por no
volver a hablar de la bviolencia simbólica del sentimiento de culpa. Ellos también entran en
crisis. Muchos tienen que aguantar las bromas de sus compañeros de trabajo y amigos, que si
porqué no dejan de trabajar, que si son unos mantenidos... En otras ocasiones, terminan por
buscar un nuevo compromiso, puediendo llegar a desentenderse de los hijos.
La migración de las mujeres, nunca puede separarse de las condiciones propias de sus
posiciones dentro de la familia y en una sociedad patriarcal. Los factores económicos y de
género se entrelazan y condicionan mutuamente en las decisiones migratorias de las mujeres.
Hay situaciones en las que la migración en lugar de ruptura supone reagrupación.
franquista, que no se había adherido a las convenciones internacionales que sobre derecho de
asilo, no los reconoce como refugiados. En la primera mitad de la década de los setenta, la
mayoría de los estudiantes ecuatoguineanos se encontraron como apátridas en España,
privados de nacionalidad y de cualquier tipo de permiso que les permitiera residir y trabajar en
el país.
La presencia de redes sociales, tanto de parentesco como comunitarias, que facilitan la llegada
e incorporación al país de los ecuatoguineanos es uno de los motivos que más se esgrimen en
las narrativas de nuestros informantes a la hora de destacar los motivos que les empujaron a
emigrar a España. Debido a las dinámicas de los actuales movimientos de población y a los
medios de comunicación intensifican los vínculos de los actuales inmigrantes con sus
sociedades de origen, y viceversa.
La falta de ayuda institucional, sin embargo, hace que la mayoría de ellos tengan que terminar
compaginando estudios y trabajos. El mercado laboral al que han podido acceder se centra en
actividades como repartidores, camareros, conductores, carpinteros o electricistas, y las
mujeres en el mercado laboral reproductivo, trabajando en el servicio doméstico.
Las restricciones de la legislación española hacen que se queden inmediatamente sin permiso
de residencia. Mucho ecuatoguineanos se han visto obligados a regresar a Guinea Ecuatorial.
Por otra parte, el crecimiento de la explotación petrolífera ha generado un importante
movimiento de población, tanto dentro de Guinea Ecuatorial.
Las organizaciones comunitarias (asociaciones) también han actuado como redes de apoyo
para el asentamiento, la búsqueda de vivienda, empadronamiento, formación y búsqueda de
trabajo; al tiempo que fomentan la continuidad de vínculos identitarios con sus sociedades de
origen a través del folklore, el aprendizaje del idioma o la celebración de fiestas patronales
propias de Guinea Ecuatorial.
Los CIES o Campos de Internamiento de los Inmigrantes son lugares en donde se internan los
inmigrantes durante un periodo máximo que hasta hace poco era de 40 días y ahora es de 60.
Estos centros o campos se constituyen como una especie de espacios extraterritoriales en los
que los inmigrantes cortan de hecho las relaciones con el lugar de origen y también los
posibles lazos con el lugar de llegada. Se trata de un fenómeno de carácter europeo.
Se realiza un fuerte esfuerzo eufemñistico por abolir la palabra “campo”, ya que esta palabra
fue la utilizada con los campos de exterminio. No obstante, hay fenómenos comunes a los dos
tipos que es necesario señalar. Se dan diferentes nombres a estos campos en diversos países
europeos. España es el más prolífico con seis términos distintos A pesar de ello, creemos que
la palbracampo debe ser usada porque tiene un carácter interpelativo y acusatorio,
En las entrevistas que se llevaron a cabo a los inmigrantes invariablemente decías que estos
ligares eran prisiones o cárceles. Cuando se preguntaba por las condiciones de estancia decían
que la comida era muy escasa o que los mataban de hambre. Se trata de lugares de detención.
Todos insistían en que lo más importante era “no decir” el país en el que habían nacido porque
sino los volverían a llevar allí. La comida era terrible y algunos veían esto como parte del
maltrato. Otro elemento es el de la vigilancia continua por parte de la policía. Algunos
hablaban del maltrato, pero la mayoría lo negaban.
En estos lugares no se pretende realmente hacer nada con las personas que se internan en
ellos. Se trata únicamente de atemorizarlos y echarlos fuera del país al que han llegado.
Arendt, incluye dentro los que ella designaba como “los sin estado” “los refugiados que están
dentro de un campo o que van de un sitio para otro, las minorías en el exilio, los desplazados
internos, los que son rechazados en los países de llegada, (los sin papeles), es decir el conjunto
de todos aquellos que hoy día están desenganchados de todo sistema político que pudiera
darles un lugar, protegerlos”.
La primera cosa que llama la atención es la cualificación de estas personas no como migrantes,
o inmigrantes o demandantes de admisión al país, o la que sea... Se califica a estas personas
como extranjeras, y que por lo tanto no tienen absolutamente nada que ver con España.
El filósofo italiano Agamben (1955: 48), que ha sido uno de los grandes estudiosos de los
campos, subraya con razón que la “Schutzhaft” o la detención preventiva es una institución de
origen prusiano que, dentro del estado de sitio, permite encarcelar a todos aquellos que son
considerados como una amenaza a la seguridad del estado. Se está iniciando es un proceso de
banalización por el cual no se piensa en el internamiento ni en los campos como fenómeno
excepcional que se sale del derecho ordinario, que incluso representa un atentado a derechos
fundamentales tales como la libertad de circulación o incluso al estado de derecho (privación
de libertad sin intervención de un juez).
El Gobierno Español insistió ayer en que apoyará la directiva europea de repatriación de
inmigrantes ilegales que impone máximos de detención para los sin papeles de hasta
18 meses. La asociación marroquí ATIME “expresaron su rechazo a que la Administración
pueda decretar la orden de internamiento de estas personas y no los jueces”. Esto representa
un recorte enormemente importante de los derechos. El plantear el problema como si se
tratase de una imposición de la Unión Europea es algo que no se sostiene. Para la aprobación
de la directiva se requiere mayoría absoluta y sin los votos españoles esto no se consigue.
La directiva de la U.E. permite la retención hasta “18 meses en los que pueda prolongarse la
operación de expulsión debido a la falta de cooperación del afectado o por demorar en la
obtención de la documentación necesaria que deban expedir terceros países”. Para cualquier
indocumentado en los veintisiete (países) el castigo extra, además, será la prohibición de
entrada en todo el territorio europeo en los siguientes cinco años y durante un periodo más
largo si ha cometido algún delito.
Los inmigrantes africanos que son expulsados en un porcentaje mucho mayor que los
latinoamericanos que se quedan. Con ello, quizás se pueda decir que hay una discriminación
en base al color de la piel, o, quizás, de una manera más exacta, en razón de la pobreza de los
que llegan. La eficacia de los centros de internamiento se sitúa más o menos entre el 40 y el
60%. Muchos estudiosos afirman que se trata más bien de una eficacia en el orden simbólico.
Es decir, se trata de los mensajes o señales que se intentan mandar tanto a la población que
intenta migrar como a la población receptora de inmigrantes.
De todas maneras, este alargamiento irracional del periodo de retención tiene que ver con la
idea original del internamiento indeterminado en el tiempo que se imponía en Argelia por
parte de las autoridades francesas. Hay países en la UE en los que no hay límite temporal al
internamiento de los inmigrantes sin papeles. Es curioso que un fenómeno como el
largamiento del periodo de internamiento desde 40 a 60 días se haya presentado en España
como una especie de ordenación de tipo benevolente. El internamiento tiene como efecto
privar a la persona de su libertad y abolir en el mismo momento y de una manera básica su
condición de titular de derechos. Se convierten en individuos sin Estado, es decir en una
persona sin ejercicio de ciudadanía.
Como ya hemos dicho, en el caso francés que es paradigmático y sirve para sacar a luz muchos
elementos de las prácticas españolas al respecto, las prácticas del internamiento son
desarrolladas a partir de disposiciones coloniales que fueron propuestas desde los años 1830.
Estas ideas y prácticas fueron probadas sobre los “indígenas” de Argel. En 1955 se proclamó el
estado de excepción o urgencia en Argelia y, entonces, se decide que, tanto el Gobernador
como el Ministro del Interior, pueden internar a todo individuo que sea juzgado peligroso para
el orden público. El hecho de que el internamiento pueda afectar a todas las categorías
sociales, de género y edad sin distinción previa, le da una gran flexibilidad en relación con
otros espacios represivos.
En Francia, y esto va a ser una característica típica también en el caso español, los campos de
internamiento se instalan en edificios que ya estaban construidos y que habían sido
abandonados, tales como cuarteles abandonados, edificios eclesiásticos, instalaciones de
carácter industrial.
El internamiento administrativo no es contrario al Estado de Derecho” y es eficaz, aunque sólo
sea porque da materia a un control generalizado por los poderes públicos y está liberado del
control judicial. Encarna, a pesar de su modernidad renovada sin cesar, el arcaísmo nacional
estatista liberado de la idea de culpabilidad y de las penas individuales. Justificado por las
autoridades para cuidar la seguridad del estado, y presentado como un medio de luchar contra
la inseguridad multiforme de la globalización, está tolerado por la opinión pública de las
democracias occidentales en cuanto que se oculta a su mirada y conocimiento.
Las condiciones de retención son inferiores a las normas fijadas por la legislación nacional
española y el derecho internacional. Estas condiciones se concretizan en lo siguiente:
aislamiento total, no hay teléfono ni posibilidades de visita. Además, se presentan
habitualmente situaciones e hacinamiento. Es evidente que la duración de la travesía influye
mucho en las condiciones físicas en las que se encuentran los inmigrantes cuando los internan
en los CIEs. En las entrevistas decían que venían tan apretados que no se podían mover en
todo el viaje y por ello al principio no podían andar. Todos estos problemas hacían que los
internados en esos centros no se muevan rápido ni tampoco respondan con prontitud a lo que
les dicen los policías. Entonces la reacción de los agentes de la autoridad es decir que son
“idiotas”.
Incluso, es curioso que después de un cierto tiempo en España (algunos llevaban aquí 3 ó más
años), los entrevistados se quejaban de que estaban solos. A lo sumo hablaban de un amigo o
conocido con el que compartían la habitación o la vivienda pero al que no veían más que un
poco tiempo aunque fuera para cocinar juntos. En este tipo de migración, lo que se da es un
proceso paulatino de pérdida de relaciones, o de ruptura de relaciones, debido a la escasez de
recursos y al proceso largo y penoso que el viaje de la migración representa. Además, la
llegada al Campo o Centro de internamiento subraya y amplifica este aislamiento. Al tener
lugar este proceso de aislamiento y de ruptura de las relaciones con los otros, tanto la ruptura
de relaciones como la desaparición y disminución enorme de los derechos lo que traen consigo
es, parafraseando a Foucault, la supervivencia del cuerpo del extranjero y a la vez su
desaparición de la escena política.