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El principio dispositivo
El principio de impulsión procesal
El principio contradictorio
El principio de publicidad
El principio de preclusión
El principio de concentración
El principio de inmediación
El doble grado de jurisdicción
El Principio Dispositivo: Este principio establece de forma general que las partes son
las dueñas del proceso, tienen una posición activa respecto del mismo, mientras que el
rol del juez civil debe ser siempre pasivo, o sea, actuar en base a lo propuesto por las
partes. Eduardo J. Couture, en su obra “Estudios del Derecho Procesal Civil: Tomo I”
establece que el principio dispositivo tiene se divide en dos contenidos: por un lado
tenemos la iniciativa de la parte, con el que se dispone que el juicio civil no funciona
sino a petición de parte interesada; y por el otro lado, tenemos la limitación material
del conocimiento, que dispone que que el juez no conoce más materiales de hecho
que los que suministran las propias partes. Este principio propio del proceso civil, dado
a que existen otras materias en las que el papel asume un papel activo dentro de la
instrucción del proceso.
Por aplicación de este principio, se toman en cuenta las siguientes reglas:
Sin embargo, las tendencias modernas han ido limitando este principio, dado a que
“hay cada día una tendencia más acusada, aún en los países de estructura liberal
democrática, a permitir la iniciativa de oficio en todos aquellos casos en los cuales la
voluntad privada no basta para ofrecer las garantías necesarias” .3
Principio de Contradicción: Este principio supone que todos los petitorios que someta una
parte del proceso a la consideración del tribunal, debe ser contradicho por la contraparte. Así,
en caso de que el demandante solicite, por ejemplo, que se ordene un informativo testimonial,
necesariamente el juez que presida deberá conferir la palabra al demandado para que opine al
respecto. De no hacerlo, la decisión preparatoria al efecto dictada estaría viciada de nulidad,
justamente por desconocimiento del principio de la contradicción.
La dinámica del contradictorio se cubre dando oportunidad para que cada parte opine sobre el
punto propuesto. Luego de ahí, entra en la soberana apreciación del juez volver a dar la
palabra a cada una para referirse nuevamente sobre el mismo asunto. De tal suerte, que el
magistrado que esté dirigiendo el juicio perfectamente tutela el principio que ocupa nuestra
atención, dando una sola oportunidad para que cada parte opine sobre el pedimento de que
se trate. Evidentemente, atendiendo a las particularidades del caso, el sentido común indicará
si es menester o no retornar la palabra para que cada barra replique y contrarreplique, a
reserva siempre de otorgar plazos para que sean ampliadas las motivaciones sobre cada
asunto: Si quien preside el proceso no tiene prudencia, una de dos: o se quedan puntos sin
aclarar por no darse la palabra nueva vez a alguna de las partes para que explique
adecuadamente su pedimento, o se torna innecesariamente prolongada la audiencia, producto
de alegatos redundantes sobre un mismo punto vicioso; el juez debe ser cauto para evitar uno
u otro extremo. Recordemos el emblemático pensamiento aristotélico: “La virtud está en el
punto medio”.
En principio, efectivamente, el demandante debe hablar en primer lugar, ya que éste es el que
está lanzando una demanda en contra del demandado, quien en una secuencia lógica procesal,
debe tener la última palabra para defenderse de los alegatos desarrollados en la demanda. Sin
embargo, no debemos perder de vista que en la tramitación de los procesos, por norma
general, se someten pedimentos incidentales, o bien medidas de instrucción. Las máximas de
experiencia nos han indicado que en la gran mayoría de los juicios civiles se formulan
conclusiones incidentales.
Por tanto, a la hora de estudiar sobre cuál parte (demandante o demandado) debe tener
prioridad para hacer uso de la palabra, el juez cauto pondera la naturaleza del pedimento que
se esté sometiendo a su escrutinio: siempre un pedimento sobre una excepción debe ir
primero que otro relativo a un fin de inadmisión y, a su vez, siempre un petitorio sobre un fin
de inadmisión debe ir primero que uno sobre medidas de instrucción.
El quid del asunto es tener clara la filosofía del proceso civil, en lo que tiene que ver con su
trámite: primero se conocen las excepciones, luego los fines de inadmisión, después las
medidas de instrucción y, finalmente, el fondo.
Principio de moralidad: Se trata de un principio que entraña la probidad de las partes durante
los debates; se le vincula con la lealtad procesal. Por ejemplo, sanciona que se empleen
chicanas tendentes a generar distorsión de los hechos, o que se introduzca alguna prueba sin
la debida notificación a la contraparte, etc.
En otras legislaciones, como la procesal penal, se prevén sanciones para litigantes que falten a
este principio, sancionándolos como “litigantes temerarios”.