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a) La autoridad del Juez constitucional: La teoría tradicional sostiene que el Juez debe resolver
controversias entre partes aplicando el derecho objetivo. Luego, si este derecho tiene
resistencias constitucionales, podrá declarar su inaplicabilidad en el caso concreto (sistema
difuso) o remitirlo a consideración del tribunal constitucional (sistema concentrado).
b) El principio de igualdad: Hay dos miradas para este principio. Una formal y despojada de un
análisis severo: la igualdad ante la ley, es decir, la norma que el Juez aplica no debe establecer
diferencias. Es una igualación lógica, y genera también un derecho a que, en paridad de
circunstancias, se apliquen las mismas soluciones. La segunda es una visión subjetiva: la igualdad
real, esto es, que todos tengan idénticas posibilidades de acceder a la justicia.
c) El Juez Natural: Juez natural resulta aquél que tiene competencia asignada por vía legal o
reglamentaria para entender en cada supuesto litigioso. En las causas penales la
predeterminación es un presupuesto obligado, pues tiende a evitar la manipulación sobre el
órgano jurisdiccional evitando cualquier sospecha sobre la imparcialidad del procedimiento a
encausar.
2.2. Proceso sencillo y breve: Los procesos constitucionales difieren en sus modalidades y
procederes, sin que ninguno vaya contra el principio de rapidez y efectividad. Es obvio, una
crisis constitucional debe ser satisfecha de inmediato, o al menos, en el menor intervalo de
tiempo posible. Vale decir, la sencillez se difumina y la brevedad se torna ilusión. Para resolver
esta cuestión se aplica la idea (estándar o principio) del recurso sencillo y eficaz que predican
los tratados y convenciones internacionales.
2.3. El principio “iura novit curia”: El juez conoce el Derecho" manifiesta la expresión; sin
embargo, la traducción no sería apropiada para el aforismo iura novit curia, pues
correspondería decir ius novit curia. Después de algunas desinteligencias en orden a la
lectura que debía darse, la noción exacta quedó enmarcada en el deber que tienen los jueces
de aplicar el derecho positivo que han de conocer; aunque tiempo después se aligeró la
obligación comprendiendo que el derecho debía creerse justo, permitiendo entonces, que la
función judicial interpretara el caso y subsumiera en él la norma precisa que lograra
satisfacer los principios de justicia y equidad.
2.4. El principio “pro homine”: El principio pro homine explica Mónica Pinto- “es un criterio
hermenéutico que informa todo el derecho de los derechos humanos, en virtud del cual se
debe acudir a la norma más amplia, o a la interpretación más extensiva, cuando se trata de
reconocer derechos protegidos e, inversamente, a la norma o a la interpretación más
restringida cuando se trata de establecer restricciones permanentes al ejercicio de los
derechos o su suspensión extraordinaria. Este principio coincide con el rasgo fundamental del
derecho de los derechos humanos, esto es, estar siempre a favor del hombre.