Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
• La era del “arte individuo”: el universo premoderno era sólido y giraba en torno a
valores como el honor (asentado en el rol social) y las normas (impuestas a los
hombres).
• La personalidad moderna: coincide con el individuo burgués. Edad de oro de la
conciencia de la responsabilidad (hombre internamente dirigido según David Riesman).
Si el universo tradicional es una “sociedad de la vergüenza”, el moderno es una
“sociedad de la culpa”. Se caracteriza por dar voz a la épica colectiva de la Revolución.
• La era de la personalidad contemporánea: Desdramatización tanto de la vida
personal como de la colectiva. Se pasa de la era del enfrentamiento a la de la evitación
(buena denominación para la modernidad líquida). La identidad (creación moderna más
importante para Bauman) emerge durante el largo proceso de destradicionalización y
desinstitucionalización .
A pesar del poder coactivo de la sociedad de la modernidad sólida, ofrecía seguridad colectiva
contra la desgracia individual.
Bauman destaca que la sutitución del término “sociedad, por el término “red” deja atrás la idea
del compromiso y se sustituye por la de conexión. Por este motivo la sociología se encuentra
en un doble vínculo: pierde su objeto natural (la sociedad) junto a su cliente autoevidente. Esta
desaparición de la sociedad provoca en los individuos impotencia tanto individual como
colectiva. En la modernidad líquida se extiende el sentimiento de ineficacia social que impide la
solidaridad y la posibilidad de una movilización colectiva duradera. Si según Freud el malestar
que provocaba la modernidad era consecuencia de la represión de los instintos en aras de la
continuación de la cultura hoy vivimos un “malestar tardomoderno”.
Según Bauman, la creciente consciencia de los peligros que nos aguardan, supone
una creciente impotencia para evitar sus efectos.
Con la 2ª modernidad, el género y la sexualidad se volvieron algo privado y elegido, ahora son
la fe y el amor. Otros ámbitos para las nuevas identidades son el cuerpo y la reproducción,
gracias a la ingeniería genética. Esta privatización hace que la vida parezca un menú de
opciones en el que los individuos pueden elegir y combinar sus identidades como quieran. Así,
las “biografías reflexivas” sustituyen la determinación de la clase por los estilos de vida. La
gente cree que vive su vida como un conjunto de elecciones y hacen de su identidad un relato
construido.
Los peligros aparecen como problemas personales a los que uno debe enfrentarse solo. Al
mismo tiempo, la incertidumbre y la duda que promueven la individualización ayudan al boom
de la psicología, transformada en un saber popular y en un lenguaje moral dominante. Así, el
mercado de respuestas se hace cada vez más amplio y está al alcance de todos. Anclados a
ese personalismo hemos perdido lo social: la privatización significa una autocrítica compulsiva,
no tener a nadie a quien echar la culpa por la propia desgracia, buscar las causas de las
propias derrotas en nuestra pereza y no encontrar otros remedios que esforzarse cada vez
más. Así, mientras que la enfermedad, la adicción, el desempleo… antes eran vistas como
cosa del destino, ahora se pone el énfasis en la culpa y la responsabilidad individual. Por
tanto, vivir tu vida implica responsabilidad para las desgracias individuales. Así, la reflexividad y
la individualización se unen en la responsabilidad reflexiva, que es un sentimiento político
aunque se defina por su apoliticismo. El individuo siente ansiedad por no poder resolver solo
los problemas que la sociedad de riesgo, individualizada o líquida le presenta como si fueran
producto de su acción y no como producto de algo colectivo. Así, la culpa se echa sobre uno
mismo y se traduce como una incapacidad interna de resolver los problemas. La
responsabilidad reflexiva es un sentimiento moral nuevo, anclado a una visión del mundo que
ha conseguido borrar las causas sociales de los problemas individuales.
Bauman habla sobre el cuidado de uno mismo como estrategia para huir de la muerte. Dicha
estrategia se centra en el cuerpo. Ese esfuerzo en la remodelación del cuerpo es como el
empeño premoderno por el trabajo. Así, el homo faber resucita en el consumo de la propia
identidad: no hacer ejercicio es sinónimo de abandono y anuncio de una decadencia merecida.
La gimnasia, junto con la dieta alimenticia obsesiva, pretenden posponer la muerte. Para
trascender la mortalidad, los hombres actuales también quieren cuidar su alma, su autoestima.
2. Amor líquido
La modernidad líquida destaca el amor como una de las estrategias para negar la muerte.
Se busca la inmortalidad a través de otro ser mortal, pero las condiciones de la modernidad
hacen del amor algo frágil. Bauman habla de la naturaleza trágica del amor moderno, y dice
que “las altas expectativas han aumentado la posibilidad de fracaso. Las derrotas generan
impaciencia e inquietud, ya que la búsqueda del amor verdadero puede estar a la vuelta de la
esquina. La consecuencia es la fragilidad del amor: las parejas rompen ante el primer obstáculo
y ambos prefieren un camino nuevo en vez de negociar los obstáculos del antiguo. Es decir,
ahora se corta en vez de intentar reconstruir el antiguo equilibrio. En el amor, se piensa que si
no se intenta interpretar el bienestar del otro, eres culpable de indiferencia, pero sino, le robas
su autonomía. Cuanto más cuidado se quiera dar al otro, mayor intimidad se necesitará, pero
también será mayor la posibilidad de dependencia y de fragilidad. Luego, mayor la posibilidad
de perder el respeto al otro y menor interés y cuidado.
En el amor surge la ambivalencia: se nutre, por una parte, del deseo de cuidar y de proteger al
otro y, por otra, de la necesidad de su destrucción, es decir, de devorar, ingerir, digerir y
aniquilarlo. Como el otro es el reflejo de mi propia capacidad, quiero cambiarlo a mi imagen.
Con esta perversión de querer cambiar al otro está la de querer agradarle siempre.
Las 2 estrategias que los hombres han inventado para huir de la inseguridad del amor son: la
fijación y la flotación.
Bauman insiste en que la identidad es una condena más que una tarea. El compromiso se ha
convertido en esforzarse en la negociación. Concepto que forma las relaciones afectivas en la
modernidad tardía:
• La relación pura, que sólo existe por las recompensas que pueda dar a los
integrantes. Adopta el principio de la duda radical, propio de la modernidad tardía, que
es la idea de que todo compromiso está abierto a revisión y siempre puede
abandonarse. Ni el matrimonio, ni los bienes compartidos ni los hijos son referentes
que mantengan la duración y el compromiso. Lo que mantiene la relación pura es que
cada uno obtiene un beneficio suficiente, lo que hace que merezca la pena continuarla.
Así, la relación pura se basa en la satisfacción que da, lo que lleva a un
cuestionamiento continuo de la conducta de quienes la integran. La reflexividad se
multiplica y el compromiso se disminuye mientras que la relación pasa de ser un
disfrute de las 2 personas centrado en la intimidad a ser un trabajo continuo, un
esfuerzo sobre el que hay que reflexionar y hablar. Además, esta reflexividad les lleva
a una inseguridad permanente. La defensa de una relación basada en el deseo, en el
autodominio, lleva a afirmar que lo que importa en la relación pura es que cada
persona debe conocer la personalidad del otro. El carácter transitorio de “hasta nuevo
aviso” supone una inconsecuencialidad. Es decir, una relación episódica y no
definitiva, en la que el “hasta que la muerte nos separe” es un vínculo breve, una
relación basada en el deseo de permanecer juntos siempre que eso sea beneficioso
supone inconsecuencialidad. El beneficio que supone la libertad de tener vínculos
episódicos y sin consecuencias reduce el coste de la pérdida cuando se acaba la
relación. El modelo de individuo de Bauman es un portador de un impulso moral. Sin
embargo, la relación pura es inmoral, y cuando se ve amenazada deja a los hombres
con un vacío. Una vez acabada la relación, la reflexividad se vuelven un ejercicio de
buscar cuál fue la causa, entendida como psicológica, es decir, como un fallo personal.
Para Bauman, relación pura, amor confluyente y sexualidad plástica son aspectos de la
mercantilización de las relaciones humanas, y señala la inseguridad que generan.
Bauman observa relaciones frágiles ya que son la encarnación de la búsqueda de la
seguridad y el temor al compromiso. El universo de las relaciones puras condena la
dependencia, convirtiéndola en enfermedad. Hay que ser flexibles, es decir,
independizarse tanto del amor que siento hacia él como del que él siente hacia mí, el
cual se vuelve una carga. Todo ello se traduce en la pérdida de las capacidades de
sociabilidad, de empatía, de solidaridad y de responsabilidad.
El amor líquido crea comunidades de ocasión, afines a las identidades percha, y responde a
un deseo de consumo. El amor líquido es un buen aliado del mercado, el cual quiere hombres
libres de cargas. Internet y el móvil proporcionan una comunicación rápida pero superficial por
la que nos creemos relacionados y menos solos. Este engaño está acompañado del dogma
psicoterapéutico de mantener las opciones abiertas, acompañado de la ansiedad de perder
otras oportunidades si se está con alguien.