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El consumo

En primer lugar, la misma idea del consumo debe ser colocada en la base del proyecto social, y
no considerarla simplemente como un resultado o un objetivo del trabajo.

El consumo tiene que ser reconocido como base y parte integral del mismo sistema social que
explica el impulso para trabajar, el cual forma parte de la necesidad social de relacionarse y de
disponer de objetos de mediación para lograrlo.

Una vez que hemos colocado al individuo en el seno de sus obligaciones sociales y al consumo
en el marco del proceso social, las mercancías se nos presentan como una contribución
sumamente positiva a la vida racional.

Las mercancías en su conjunto representan una serie más o menos coherente y deliberada de
significados, que podrán ser percibidos por quienes conozcan el código.

El consumo desde las teorías económicas

Los autores explican que los economistas se apartan de la pregunta sobre por qué la gente
necesita mercancías y en ausencia de una razón explícita, las ideas respecto de las
necesidades humanas se deslizan inadvertidamente al interior del análisis económico. Las dos
principales hipótesis sobre esta situación se apoyan la una a la otra, pero la calidad de esta
combinación es dudosa dudosa. Por una parte se encuentra la teoría higienista o materialista y,
por la otra, la teoría de la envidia en las necesidades.

Según la teoría materialista, nuestras únicas necesidades reales, básicas y universales son las
necesidades físicas. Pero aparece una distinción moral sobre la clase de necesidades: las
espirituales y las físicas, pero le conceden prioridad a estas últimas.

Solo en las necesidades físicas los economistas reconocen una calidad de necesidad, mientras
que degradan todas las otras demandas a la categoría de anhelos artificiales, falsos e
inmorales.

La perspectiva higienista pretende ofrecer una definición objetiva de la pobreza, ya que


generalmente está en condiciones de demostrar que en cualquier país los pobres padecen
índices de morbilidad peores que en los de los ricos.
Críticas más comunes que reciben estas teorías

Ejemplo: Un indigena que tiene los animales que desea no se siente pobre, podrá carecer de
servicios que en otras sociedades se consideran básicos. No es pobre en absoluto en el
universo que conoce, si tiene acceso a la información que necesita y puede compartir con otros
su punto de vista.

A falta de una mejor idea respecto de los motivos, se considera de manera convencional a la
pobreza tanto como una necesidad objetiva de pertenencias como una sensación subjetiva de
envidia y privación, sin embargo hay quienes son evidentemente pobres pero no son
manifiestamente conscientes de carecer de algo.

Según este razonamiento la medida correcta de la pobreza no se basa en las pertenencias


materiales sino en la inserción social.

Los autores explican que nada justifica las presuposiciones de las teorías económicas, estos
presuponen que el individuo actúa con racionalidad así como sus gustos deben considerar
determinados o consolidados. También explican que aunque el consumo fuera un fin en sí
mismo o un medio para alcanzar una meta determinada, ello no sería más que el punto de
partida.

El higienismo es incapaz de inaugurar un camino de definición de la pobreza que comprenda


un marco intercultural y que no vaya en contra de la intuición. Lo que implica que un grupo de
personas en un marco social determinado pueden ser “pobres” por poseer escasos recursos
materiales pero ¿Es esto suficiente para determinar la noción de pobreza o que una persona
sea pobre?

Si el estándar higiénico fuese considerado por sí solo, las decrecientes tasas de mortalidad a lo
largo de los últimos 200 años implicaría que ya no quedan pobres en países ricos como
Inglaterra. Lo cierto es, sin embargo, que los estudios de la pobreza nunca arriesgan nuevos
cauces temáticos, y tampoco en el caso de las grandes sociedades industriales donde los
estándares materiales han mejorado.

Por lo tanto las personas que podrían haber sido consideradas pobres tiempo atrás hoy ya no
lo serían. Si se tienen en cuenta los estándares de hace 25 años o de los otros países. El
criterio higienista respondería que “esos países” donde aún carecen de instituciones de salud
pública.

Dado que el enfoque materialista no puede sostenerse en sí mismo, los economistas se


aprestan a reforzarlo con una visión relativista que invoca una teoría de la envidia. Pero para
explicar y sustentar esa condición relativa, se apresuran a imputar sentimientos de ambición y
envidia a sus objetos de estudio. Un ejemplo de ello es la teoría del efecto túnel de Albert
Hirschmann
Re definicion de consumo

Necesitamos extraer de algún modo la esencia del término, ignorando siempre los
potencialmente engañosos efectos locales. El primer lindero puede provenir de una idea
esencial en la teoría económica: el consumo no es producto de ninguna imposición; la decisión
del consumidor es libre.

El consumidor puede ser irracional, supersticioso, tradicionalista o experimentador: la esencia


del concepto de los economistas sobre el consumidor individual es que éste ejerce una
elección soberana.

Otro lindero puede ser sustraído de la idea central de la contabilidad federal: el consumo
empieza donde termina el mercado. Lo que sucede con los objetos materiales una vez que han
abandonado el almacén y van a dar a las manos de los compradores finales forma parte del
proceso de consumo.

Estos dos linderos suscita varios problemas y casos límite en la economía y no constituyen una
definición completamente satisfactoria.

Ambos dan por sentado que el consumo es un asunto privado. El consumo realizado por el
gobierno para mantenerse en funcionamiento no forma propiamente parte del consumo.

Si definimos el consumo como el uso de los bienes materiales que está más allá del comercio y
goza de una absoluta libertad frente a la ley, tendremos un concepto que funciona
perfectamente bien, puesto que da cabida a usos paralelos en todas aquellas tribus que no
tiene comercio.

El consumo desde las teorías culturales

Consideradas desde este punto de vista, las decisiones relativas al consumo se convierten en
la fuente vital de la cultura del momento. La gente que ha sido educada en el marco de
determinada cultura, presencia la transformación de esa cultura en el curso de su propia vida:
nuevas palabras, nuevas ideas, nuevas maneras. La cultura evoluciona y la gente desempeña
un importante papel en el cambio.

Lo que quiere decir que el individuo en sociedad toma decisiones de forma constante en
materia de organización y gastos, disponiendo de juicios morales que expresan sus
preferencias definiendo su estilo de vida.

Dejando por sentado que es acertado definir el consumo como área del comportamiento
protegida por reglas que están en posibilidad de comprobar que ni el comercio ni la fuerza
están siendo aplicados a una relación libre. Debido a que las sanciones sociales protegen a los
límites que se puede llegar.
Y en lugar de suponer que los bienes son necesarios para la subsistencia, asumamos que son
necesarios para hacer visibles y estables las categorías de una cultura.

Es una práctica etnográfica común admitir que todas las posesiones materiales tienen
significados sociales, así como concentran la parte más importante del análisis cultural en su
uso como comunicadores.

El principal problema se encuentra en inmovilizar los significados que poseen los objetos y los
rituales sirven para contener el curso de los significados. Algunos rituales son puramente
verbales, vocalizados, sin posibilidad de registro, pero desaparecen en el aire y difícilmente
pueden ayudarnos a delimitar el campo interpretativo. Los rituales más eficaces utilizan
objetos materiales, y cuanto más costosos sean los instrumentos rituales, más persistente
tendrá que ser nuestra intención de fijar los significados.

En esta perspectiva, los bienes son accesorios rituales; el consumo es un proceso ritual cuya
función primaria consiste en darle sentido al rudimentario flujo de los acontecimientos.

A partir de aquí, basta un simple paso para arribar a la identificación del objetivo general que
los seres racionales, como se supone por definición, pueden proponerse a sí mismos. Su
propia racionalidad deberá forzarlos a darle sentido al medio ambiente en que se
desenvuelven.

El objetivo más general del consumidor sólo puede ser construir un universo inteligible con las
mercancías que elija.

Esto utilizado en beneficio del proceso cultural, sus visiones rebozan de toda clase de
significados: vivienda, tamaño, distancias, atuendos, transporte, salud, etc. aspectos los cuales
aportan señales en el marco de una estructura espacial y temporal.

Por lo tanto los bienes son una parte visible de la cultura, están ordenados en jerarquías que
ponen en juego toda la escala de discriminaciones de la que es capaz la inteligencia humana.

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