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LA HISTORIOGRAFÍA

a) Orígenes

La etimología de la palabra HISTORIA proviene de la lengua griega, del vocablo ἱστορία, que guarda relación a su vez con la
palabra ἴστωρ, “testigo”. Originalmente este término designaba el conocimiento adquirido mediante el descubrimiento
personal, la investigación sobre algo sucedido a consecuencia de la intervención del hombre, algo que se conoce porque se
ha visto. Constituye uno de los géneros literarios más antiguos, pues ya desde antes de la escritura se transmitían de manera
oral los recuerdos del pasado de la tribu y la genealogía de las familias. Los niños aprendían desde pequeños las historias de
su pueblo oyendo a unos y otros, costumbre que sentaría las bases para el nacimiento de la poesía épica, pues de esta manera
era mucho más fácil recordar las narraciones al disponerlas en verso.

En la literatura griega, la intención era mucho más objetiva y rigurosa. La aparición del género historiográfico además
conlleva el paso de explicaciones mitológicas (épica) a otras racionales y fundamentadas. Los pioneros de la historiografía
reciben el nombre de logógrafos, pues se encargan de narrar las aventuras vividas en sus viajes, ya fueran de investigación,
ya para documentar un conflicto bélico. Sin embargo, Tucídides comenta que no disponen de espíritu crítico, pues recogían
cualquier anécdota con carácter popular e incluso mitológico.

Los autores griegos más importantes pertenecientes a este género fueron Heródoto (484 – 425 a.C., quien narró las Guerras
Médicas, conflicto llevado a cabo entre Grecia y Persia, en su obra Los nueve libros de la Historia, y es considerado el padre
de la historiografía), Tucídides (460 – 396 a.C., autor de la Guerra del Peloponeso, donde narra el enfrentamiento entre
Atenas y Esparta de manera científica y empírica, dejando a un lado las anécdotas y mitos) y Jenofonte (431 – 354 a.C.,
autor de la Anábasis, donde contaba la expedición de Ciro el Joven contra su hermano Artajerjes, rey de Persia; también
escribió las Helénicas y una Ciropedia).

b) Autores representativos

El comienzo de la historiografía como tal en Roma se planteó con los analistas, es decir, autores que dedicaban su obra a la
narración año por año de los sucesos acontecidos en la ciudad. Por ello, muchas de las obras de estos autores son llamadas
Annales (de annum, “año”). Esta costumbre se llevó a cabo entre los siglos III – I a.C., y algunos escribieron su obra en
griego para competir contra los cronistas cartagineses (recordemos que durante gran parte del S. III a.C. transcurren las
Guerras Púnicas, conflicto que enfrentó a Roma contra la potencia militar Cartago. Si no lo sabíais, ya os lo digo yo :P). Los
autores más representativos de esta primera época son Fabio Píctor, Lucio Cincio Alimento, Valerio Antias, Cayo Acilio
y, por último, pero no por ello menos importante, Catón el Viejo (apodado “el Censor”).

1.- CAYO SALUSTIO CRISPO (87 – 35 a.C.)

Es considerado el primer gran historiador romano como tal. Nació en Amiternum y dedicó gran parte de su vida a la política,
llegando a ocupar diversos cargos públicos (cuestor, pretor…). Esto le sirvió para amasar una gran fortuna. Participó en la
Guerra Civil del lado de Julio César, con quien mantuvo una estrecha amistad a lo largo de su vida.

En cuanto al estilo en el que imbuye su obra literaria, destaca su maestría a la hora de mostrar la caracterización psicológica
de los personajes mediante pequeñas descripciones y discursos ficticios. Abundan las elipsis y los infinitivos históricos, así
como las antítesis y arcaísmos fonéticos y morfológicos. Un rasgo muy importante son sus frases lapidarias con contenido
moralizante.

En lo que respecta a su obra, se conservan únicamente dos obras completas y una fragmentaria:

 La conjuración de Catilina (De Catilinae coniuratione), una monografía histórica que gira en torno al intento de
golpe de Estado de Lucio Sergio Catilina, noble ambicioso que pretendía conseguir el poder durante el consulado de
Cicerón (63 a.C.). Este hombre formó un ejército para enfrentarse a su ciudad con poco éxito, ya que Roma le plantó
cara en la batalla de Pistoya y resultó asesinado. Se ordenó que se le cortara la cabeza a su cadáver y que ésta fuera
llevada a Roma como prueba pública de la muerte del conspirador. Esta obra está dividida en 61 capítulos, los
primeros 4 a modo de proemio o introducción.
 La guerra de Yugurta (o Jugurta) (Bellum Iugurthinum), donde se cuenta el problema de sucesión dinástica en el
trono del reino africano de Numidia, ya que el sobrino del rey Micipsa, llamado Yugurta o Jugurta, había matado a los
dos hijos del soberano (Hiempsal y Aderbal) para hacerse con el poder tras la muerte del rey. El verdadero interés de
Salustio es dejar claro el fracaso de las intervenciones militares de Roma, especialmente de la aristocracia de la
ciudad, con Quinto Cecilio Metelo como principal representante. Por otra parte, se quiso ensalzar la labor de Cayo
Mario para apaciguar el conflicto de Numidia.

 Historiae, una obra analística en la que debía recoger los sucesos ocurridos entre el 78 a.C. (año de la muerte de Sila)
hasta el 67 a.C. (año de la campaña victoriosa de Pompeyo contra los piratas), época de vital importancia dada la
creciente corrupción y degeneración de la república romana. Parece ser que la muerte lo sorprendió durante su
confección, pero aborda otros temas como la sublevación de esclavos en Sicilia, los combates de Marco Antonio…
todo ello dividido en 5 libros.

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2.- CAYO JULIO CÉSAR (100 – 44 a.C.)

¿Qué podemos decir de este bicharraco que no sepamos ya? Julio César nació en Roma en el seno de una de las familias más
antiguas e importantes de Italia: la gens Iulia, familia vinculada en su origen con la diosa Venus, pues el nombre de “Julio”
proviene de Julo, hijo de Eneas, hijo a su vez de la diosa del amor en su unión con Anquises. Ejerció como abogado, jurista,
político y militar, aunque también tuvo aptitudes como orador, poeta y, lo que nos atañe aquí, historiador. Tras un cursus
honorum (carrera política) espectacular, fue nombrado cónsul en el año 59 a.C., y a partir de entonces fue acumulando
magistraturas hasta conseguir la de dictator perpetuus en el año 44 a.C., y seguidamente el título de imperator. Fue
secuestrado por piratas siendo joven, pero fue liberado, y de gran importancia fue su campaña en la Galia, donde se enfrentó
a las tropas germanas y venció a líderes como Vercingetórix. Por otra parte, su creciente popularidad hizo creer a Pompeyo,
que se encontraba en Roma mientras César volvía de la Galia, que su intención era la de hacerse con el poder en Roma (que,
al fin y al cabo, fue prácticamente lo que sucedió), por lo que se enfrentaron en la Guerra Civil que tuvo como final la derrota
de Pompeyo. Éste, buscando apoyo en Egipto, resultó asesinado y decapitado por Ptolomeo (hermano de la famosa
Cleopatra), ya que temía represalias por parte de César. Una vez asentado en Roma y habiendo recibido casi el poder
absoluto de la ciudad, se urdió una conspiración por parte del Senado para asesinarlo. Este hecho finalmente se llevó a cabo
el 15 de marzo del 44 a.C.

En cuanto a su obra, Julio César cultivó el subgénero histórico de los Commentarii, y aunque podemos caer en el error de
que César podía ser un historiador empírico y objetivo, lo cierto es que continuamente prescinde del carácter objetivo que por
regla general debería contener una obra histórica. Pero si pensamos que Julio César ante todo era un político reputado y usaba
sus obras como instrumento de propaganda, usa ciertas técnicas para poner los acontecimientos a su favor, por lo que fue
acusado de deformar la verdad: habla en tercera persona acerca de sus propias acciones, deforma aspectos de las tribus
germanas, manipula la cronología y aumenta la responsabilidad de los adversarios en el conflicto, los discursos rivales se
muestran en primer lugar para que su refutación tenga un mayor impacto en el lector, además de que las bajas enemigas
preceden siempre a las suyas y el relato apenas contiene episodios narrativos sobre dificultades extremas.

Sus dos comentarii, que se nos han conservado hasta el día de hoy, son: De bello Gallico (Sobre la Guerra de las Galias),
donde narra su empresa militar en Galia durante los 8 años que duró dicha expedición (58 – 50 a.C.). En ella ya hemos dicho
que Julio César habla en tercera persona y exagera ciertos rasgos de los galos y germanos para poner en evidencia el
nacionalismo de estas tribus, tales como los helvecios, los germanos, los belgas, los vénetos... Por otra parte, su De bello
civili nos traslada al conflicto armado entre Pompeyo y el propio César. Este relato además viene acompañado de los
denominados Tria bella (“tres guerras”): De bello Alexandrino, De bello Africo y De bello Hispaniensi. El comienzo de la
obra se sitúa unos días antes de que César cruzara el río Rubicón (donde, supuestamente, pronunció su célebre frase Alea
iacta est). A partir de aquí, hace referencia a acontecimientos importantes del conflicto, tales como la derrota de César en la
batalla de Dirraquium, su victoria por otra parte en Farsalia, el asesinato de Pompeyo y el encuentro de César con Cleopatra
(de donde nacería un hijo, Cesarión).

3.- CORNELIO NEPOTE (100 – 25 a.C.)

Poco se sabe acerca de la vida de este autor. Se desconoce su primer nombre (praenomen), así como las fechas exactas de su
nacimiento y muerte. Lo único que sabemos a ciencia cierta es que fue compañero de Catulo y que tuvo relación con Cicerón
y Ático. Originario de la Galia Cisalpina, se dice que de la ciudad de Hostilia, cerca de Verona. Otros comentan, por otro
lado, que nació en Ticinum, actual Pavía. Plinio el Viejo asegura que este autor murió durante el principado de Augusto.
Pertenecía a una familia de rango ecuestre, por lo que carecía de preocupaciones económicas. No llevó a cabo un cursus
honorum, por lo que no llegó a desempeñar ningún cargo público, sino que dedicó su vida completamente a la afición
literaria.

En lo referente a su obra literaria, su escrito principal es De viris illustribus (“Sobre los hombres ilustres”), que consta de 16
libros de biografías acerca de reyes extranjeros y romanos, generales, oradores, jurisconsultos, filósofos, historiadores, poetas
y gramáticos, aunque únicamente nos ha llegado el tercer libro. De excellentibus ducibus exterarum gentium (“Sobre los
más destacados generales de los pueblos extranjeros”) cuenta la vida de 21 generales griegos añadiendo las de Aníbal,
Amílcar y Datames.

4.- TITO LIVIO (59 a.C. – 17 d.C.)

Autor nacido y fallecido en Patavium, actual ciudad de Padua, en la Galia Cisalpina (norte de Italia). Se trasladó a Roma con
24 años, donde su educación le fue encargada al futuro emperador Claudio. Se dio a conocer mediante la lectura en público.

Tenemos constancia de que escribió diálogos filosófico-históricos y un tratado de retórica, pero el grueso de su obra literaria
recae sobre su Ab urbe condita (“Desde la fundación de la ciudad”), en la que recopila en 142 libros agrupados de 10 en 10
(décadas) la historia de Roma desde su fundación. De esta obra sólo conservamos las décadas 1, 3 y 4 más fragmentos y
resúmenes de extensión desigual. Para realizar sus libros, Tito Livio no recurría a fuentes originarias, sino que usaba los
escritos de los analistas como Valerio Antias o Cuadrigario, además de otros historiadores griegos y latinos como Posidonio,
Polibio o Catón el Censor.

Su estilo es una mezcla del de Cicerón y el de Ennio, subordinando lo artístico a lo veraz, con períodos muy densos y
simétricos que podrían dar la sensación de monotonía. Usa elementos poéticos, expresiones, metáforas, comparaciones. Sin

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embargo, su estilo pierde brillantez a partir de la tercera década a favor de la solidez oratoria. El lenguaje es típico de la
última época de la República valiéndose de arcaísmos para dar sensación de antigüedad.

5.- PUBLIO CORNELIO TÁCITO (54 – 117 d.C.)

Autor cuyos datos biográficos se ven sujetos a conjetura: se cree que perteneció a una familia de orden ecuestre y que nació
en la ciudad de Interamnum. De hecho, incluso se desconoce su verdadero primer nombre, ya que se baraja que pudo ser
Publio o Cayo. No se saben sus fechas exactas de nacimiento y muerte, aunque muchos de sus datos se han podido extraer de
su correspondencia con Plinio el Joven.

Sus obras principales son Historiae, que narran el período entre el segundo consulado de Galba (69 d.C.) hasta la muerte de
Domiciano (96 d.C.) sin respetar la técnica analista de las décadas. En su obra Annales cuenta los reinados desde Augusto
hasta Nerón (es decir, la dinastía Julio-Claudia) en 16 o 18 libros. De vita Iulii Agricolae no representa una simple biografía,
sino que muestra una laudatio funebris (“alabanza fúnebre”) por la muerte del ser querido. Germaniae puede considerarse un
recordatorio para los ciudadanos de la pérdida de la libertad, y para ello pone como ejemplo al pueblo germano.

Tácito se aparta del estilo dominante y busca romper con la armonía ciceroniana en la distribución de la frase, ya que lo que
prima en su obra es la disimetría y la variatio. Se puede observar en este escritor una “lucha interior”: es amante de la libertad
y se encuentra ansioso por ella, y además conservador en lo religioso, por lo que condena otras religiones que no conoce. Se
afilia a la doctrina religiosa del estoicismo, a la que pertenecían otros autores como Séneca o Lucano.

6.- CAYO SUETONIO TRANQUILO (75 – 160 d.C.)

Poco se sabe acerca de su vida y todo lo que sabemos puede extraerse también de las cartas de Plinio el Joven. Se supone que
habría nacido en Hipona (en aquella época Hippo Regius), en Numidia, a principios del reinado de Vespasiano. Su padre
procedía del orden ecuestre y había combatido como tribunus angusticlavius en el ejército de Otón en la primera batalla de
Bedriacum (69 -70 d.C.). Sin embargo, el propio Suetonio no realizó su carrera militar, sino que fue enviado a Roma para
estudiar literatura, gramática y retórica hasta llegar a ejercer como profesor y abogado en el 97 d.C. Fue amigo y protegido de
Plinio el Joven, quien le habría recomendado al emperador Trajano, hecho que le habría valido el acceso a los archivos
imperiales que usaría para redactar sus obras biográficas. Sin embargo, después de acompañar al emperador Adriano en sus
viajes a Galia, Germania y Britania, en el año 122 d.C. cayó en desgracia y cesaron sus relaciones con el emperador. Después
de esto, se consagró a su labor literaria pero se desconocen más datos acerca de su vida. De hecho, únicamente se sabe con
seguridad que la fecha de su muerte fue posterior al 126 d.C. sin concretar más.

En lo referente a su obra literaria, se sabe que fue extensa y escrita tanto en latín como en griego, pero únicamente se nos han
conservado dos: la primera nos ha llegado completa, su De vita duodecim Caesarum libri VIII (Vidas de los doce Césares),
y en ella narra las vidas de los 12 Césares en 8 libros desde Augusto a Domiciano añadiendo la de Julio César. Su otra obra se
denomina De viris illustribus (Sobre los hombres ilustres) y resulta un compendio biográfico donde recopila las vidas
destacadas de gramáticos y retóricos (De grammaticis et rhetoribus, que sí se ha conservado), poetas (desde Livio
Andronico), oradores (desde Cicerón), historiadores (desde Salustio) y filósofos romanos.

Sus obras se centran en el personaje, que es estudiado como hombre y se da cabida a su vida privada y personal, incluidos
todos los cotilleos y chismes de palacio, aunque Suetonio muestra un espíritu crítico y, sobre todo, imparcialidad. Su lenguaje
no cede a la época y no abusa de los arcaísmos ni del retoricismo, mostrando además un estilo austero y seco.

c) Influencia posterior

A lo largo de este resumen se ha podido observar que la historiografía se dividía en numerosos subgéneros, y algunos de ellos
siguen aún vigentes, como la biografía de personajes ilustres donde la atención se centra en la vida privada de los personajes
nombrados, tal como hemos visto en las obras de Suetonio. En la literatura occidental, muchos de los autores comentados
estuvieron presentes en obras y autores tan importantes como Boccaccio, quien llevó a cabo una versión italiana de los libros
de Tito Livio que se conocían en su tiempo, así como John Milton, John Donne o Michel de Montaigne, quienes
continuaron el período cortado, enérgico y drástico de la obra de Tácito. En el Renacimiento, la historia resultó el campo más
importante de traducción, lo que pone de relieve un tipo de influencia clásica que a veces nos sentimos inclinados a dar por
sabido: la perspectiva de los acontecimientos pasados, la experiencia política y la riqueza. En esta época destacan las obras de
Louis-Sébastien Le Nain de Tillemont y su obra Histoire des empereurs… y Edward Gibbon con su The history of the
Decline and Fall of the Roman Empire. Posteriormente, en el S. XVII, Bochart y Beaufort son precursores de la
historiografía moderna inaugurada por Niebuhr y seguida por Schwegler, Drumann o Peter.

d) Bibliografía

 JEAN BAYET, Literatura latina


 LUDWIG BIELER, Historia de la literatura romana
 CARMEN CODOÑER, Evolución del concepto de Historiografía en Roma

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