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José Carlos de la Puente Luna
comunidades y sapci", lo que es común a todos los indi os y debe emp learse en el bi enestar
de los desamparados. "Todos hurtan y son soberbiosos, enemigos de los pobres, amigos de
quitarles sus haciendas". 1
Véase Guaman Poma 1615 : 638, 677. 708. 859, 872 , 9 13-9 14 , 9 19-920, 97 1. 98 3. Uti li zo la
transcripción de John Murra, Rol ena Adorno y Jorge Uriostc [http ://www.kb.d k/c li b/mss/poma/]. En
adelante, cito la Nueva coránica como ·'G uam an Pom a 16 15'". seguida de la pág in a de la num ernc iún
concordada por los editores del manu scrito.
2 Hay rel ativo consenso entre los espec iali stas acerca de que Fe lipe Guaman Poma era natural de la
provinci a de los Soras. Lucanas y Andamarcas, qui zá del pueblo de San Cri stóbal de Sondando o del de
1O Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
ensayos sobre los derechos a las tierras de sapci o comunidad en tiempos prehispánicos,
por ejemplo, John Murra ( 1980; 1987; 1992) prefirió pasar por alto el aspecto "colonial" de la
administración de estos bienes - la Nueva coránica se escribió varias décadas después de la
Conquista- , así como el origen del conocimiento tan profundo que el cronista, un hombre
nacido luego de la invasión española, poseía de estas tierras, es decir, su rol oficial como
administrador de los Soras, Lucanas y Andamarcas. Juan Ossio (mss.) es quizá el únic o
investigador que ha dedicado algunas páginas al Guarnan Poma administrador. Ossio recalca
las dificultades del cronista para "concordar" los distintos funcionarios coloniales con los
prehispánicos, conclusión a la que, por otras vías tambi én arriba este ensayo. Ossio conclu-
ye que, detrás de la figura del administrador, pudo estar la del antiguo quipucamayoc, a
quien Guarnan Poma asocia constantemente con su entorno fami li ar. Como veremos más
adelante, sin embargo, al menos entre los Lucanas de fines de l siglo XVI, mundo en el que
vivió el cronista, las funciones de administrador, mayordomo, escribano y quipucamayoc:
fueron desempeñadas por personas distintas .
En un plano más general, la fi gura del administrador indígena de bienes de comunidad
ha despertado el interés tangencial de algunos especial is tas, aunque se haya preferido
privilegiar el estudio de la llamada Caja General de Censos de Lima, administrada siempre por
un español, y su interacción con las cajas de comunidades de indios a cargo de los admini s-
tradores indígenas (Ma1iín Rubio 1979; Quiroz Norri s 1993; Escobedo Mans illa 1997;
Abercrombie 1998; Noejovich 2000). A nosotros nos interesa, Nueva corónica en mano,
discutir la práctica in situ de los administradores de sapci como Guarnan Poma, sus tribula-
ciones cotidianas y su desempeño entre los indios, más allá de las disposicion es de una
siempre lejana capital virreina l y de los usos y abusos de los enormes rec ursos de la Caja de
Censos. Así, en primer lugar, estas págin as constituyen una invitación a volver a la monu-
mental carta al Rey con esta clave de lectura en mente, pues una de las voces más relegadas
de la Nueva coránica es precisa mente la del autor-admini st~dor de los pueblos de indios.
Innumerables aspectos de la obra que se articulan en torno a este cargo esperan mayor
consideración y estudio.
Pero además, la di scusión del papel de Guarnan Poma como ad mini strador amplía
nuestra comprensión acerca de qui én era el cronista y qué representaba para los indio s
Lucanas, es decir, su posición en el se no de la soc iedad indígen a colonial de su tiempo .
Sobre esta posición, sus otros oficios poco dejan entrever. El administrador de bi enes de
comunidad formaba parte de un comp lejo sistema de poder, en este caso, el de los pu eb los de
indios: una red de interdependencias y coacciones que determinaba el campo de acción de
un individuo como Guarnan Poma. Más aún, en un escenario de adaptación a los cambios
introducidos por el sistema colonial, el administrador se ubicaba en el ojo de la torm enta,
pues sobre él recaía la presión de muchos individuos preoc upados por controlar las cajas de
comunidad. Era, en efecto, una posición delicada, capaz de fi sca liza r pero también de ser
controlada, un cargo subordinado a intereses más poderosos que enfrentaban al administra-
dor con los oficiales del Rey, con otros funcionarios de la soc iedad indígena y, más intere-
sante aún, con otros roles y cargos que el mismo Guarnan Poma desempeñaría o aspiraría a
desempeñar a lo largo de su vida, como el de litigante de tierras, teniente de corregidor y
cacique principal. Así, la actividad de Guarnan Poma como administrador de bienes de los
Lucanas no só lo es una de las vetas para aprec iar la complejidad del personaje sino también
Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
una vía de acceso para la comprensión de su "marginalidad" como autor e individuo hi stóri-
co, tanto entre los indígenas como entre los españoles (Stern 1978; Adorno 1991 a; 1991 b).
El análisis de la función de Guarnan Poma como administrador nos pennite reevaluar
también desde dónde se escribe la Nueva coránica (especialmente el Buen gobierno). Su
propuesta de buen gobierno para los pueblos de indios es quizá la pieza central del proyecto
más amplio de reforma para el mundo colonial, y esta propuesta está basada en gran med ida
en el encumbramiento del administrador y en la conservación de los bienes que éste adminis-
traba. En efecto, el de Guarnan Poma es también un llamado a preservar las "comunidades y
sapci" , y con ellas, la comunidad indígena colonial, una compleja entidad aún en formación
a comienzos del siglo XVII, es cierto, pero la única capaz de garantizar el bienestar de los
"pobres de Jesucristo" en particular y el "multiplico" de los indios en general. 4 En esta
propuesta de buen gobierno para los pueblos de indios, a la vez concreta y utópica, especie
de dialéctica entre lo que es y lo que debe ser, el administrador de bienes de comunidad
pugna por ocupar un lugar privilegiado al lado de autoridades tradicionales corno los caci-
ques y principales, poniendo así en evidencia las dificultades del autor y de su sociedad para
compaginar las antiguas estructuras de poder indígena con los nuevos esquemas de la
autoridad andina organizados en torno al cabildo y a los bienes comunes de los cuales el
administrador dependía. Escudriñemos pues los bienes de comunidad que este administra-
dor de los Lucanas tenía a su~argo para descubrir qué nos revelan acerca del cronista y de
su visión de la realidad colonial.
Por aquello que tenía bajo su custodia, el administrador de bienes comunes se ubica-
ba en el centro de la vida política y económica de los pueblos Soras, Lucanas y Andamarcas
de fines del siglo XVI. Esta situación contribuye a explicar el vasto conocimiento de Guarnan
Poma, sin parangón en otras fuentes históricas, acerca del funcionamiento interno de las
comunidades an dinas coloniales. En esta sección, describiremos la naturaleza de los bien es
que constituían la razón de ser de este personaje, para pasar a analizar en la siguiente sección
la compleja figura del admini strador entre las comunidades de la provinci a de Lucanas. Esta
inform ac ión es necesari a para plantear la discusión ace rca de las implicancias de este cargo
para la obra y el proyecto del cronista, asunto que abordaremos en la secc ión final de este
ensayo.
Los bienes que administradores como Guarnan Poma resguardaban se caracterizaban
por ser el producto del trabajo de todos los miembros cabal o parcialmente activos de la
comunidad y, en consecuencia, por destinarse al común provecho del "cuerpo y colección
de indios", especialmente, al auxilio de los "indios pobres" de quienes constantemente se
compadece nuestro autor. Estos bienes incluían principalmente tierras, dinero y ganado,
aunque bajo esta definición se contaba también una miríada de objetos, desde ornamentos
para las iglesias, pasando por insumos para los hospitales, leña y lana, hasta resmas de papel
\
4 Numerosos pasajes de la Nueva coránica señalan la necesidad de preservar " las comunidades y sapCI"
y de encumbrar al administrador para el bienestar de los indios (Guaman Poma 1615: 546. 638, 677.
859, 872, 920, 971 , 977, 979, 995, 824).
5 Aunque el tributo había sido tasado en pl ata, ropa, tri go, maíz. aves y ganado (Cook 1975 : 260-64 ).
los Soras, Lucanas y Andamarcas preferían vender muchos de estos bienes para en tregar el tributo
íntegramente en dinero. el mi smo que circulaba por las cajas de comunidad. Sobre las res titu ciones a
las comunidades de Jauj a y Huaman ga, véase Guaman Pom a 1615 : 573 y ·' Autos seguidos por t:!1
Licenciado Rodri go de A costa por si y los <lemas sus hermanos, hijos y herederos de Jorge de A costa
difunto contra el Administrador genera l de esta Caja, sobre que buelua a dichos herederos la Cantid ad
de 904 pesos 4 reales que cobro indebidamente de los Bienes del dicho su Padre" . AGN. Caja Gene ra l
de Censos, L. 1O, Doc. 4 [ 1626], f. l 2r.
6 ·' (nstruyion para el capitán Juan de la Reynaga, corregidor del va lle de Xauxa" ( 1565). BNE. Mss .. 1032.
esp. instrucciones xxxi. xxxi i; Instrucción 1986 [ 1569-70] (y las adiciones y los apuntamientos a la
Instrucci ón); Ordenanzas 1986 [1570] ; Ordenanzas 1989 [1575] (esp. título VII); Instrucción 1989
14 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala , administrador de bienes de comunidad
el virrey Toledo buscaba garantizar el sustento de los indios, aliviar - es decir, asegurar- el
pago del tributo a la Corona y a los encomenderos, y financiar todos los demás gastos del
complejo sistema de reducciones. Entre los Soras, Lucanas y Andamarcas, la infraestructura
requerida por este sistema quedó finalmente establecida cuando el corregidor Juan Manuel
de Anaya, quien gobernó la provincia entre 1578 y 1580, dispuso la confección de "libros de
comunidad" y la construcción de tres cajas de madera en los tres pueblos cabecera de los
tres repartimientos bajo su jurisdicción. 7 El corregidor depositó las cajas en aposentos de
teja ubicados al lado del cabildo y de las casas de comunidad (donde estaban los depósitos),
lo que reflejaba su posición central en la preservación de las nuevas " comunidades" de
indios . Estas cajas fueron divididas inicialmente en dos compartimentos, uno para albergar el
creciente archivo comunal (provisiones, tasas y títulos en general) y otro para los tejos de
oro y plata, expresión metálica de los bienes del común. Cada caja disponía de tres llaves, las
cuales debían estar en manos del corregidor, del escribano y del cacique o alcalde más
antiguo, respectivamente (Anaya 15 80: 1049v, 1251 v; J iménez de la Espada 1881-97: I, 23 6;
Ordenanzas 1989 [ I 575]: 249-50).
Para la administración de las cajas de los Soras, Lucanas y Andamarcas, el virrey
Toledo nombró administradores o mayordomos indígenas. Así lo declaró en 1580 Don Alon so
Guara Tito, " mayordomo de la comunidad de Andamarcas" , quien se había desempeñado en
tal cargo desde I 571, cuando ia visita de Rodrigo Cantos de Andrada, visitador general
mencionado por Guarnan Poma en el capítulo del Buen gobierno. La caja de los Andamarcas
estaba en el pueblo de Nuestra Señora de Huayllapampa de Apeara, el cual, según el corre-
gidor, era "e l comedio deste distrito y corregimiento" (expresión que utilizará también Guarnan
Poma [ 1615: 1104, 1188], pero para referirse al pueblo anexo de San Cristóbal de Sondondo ).
En Apeara residían de ordinario el corregidor y el administrador de los bienes de los
Andamarcas, lo que contribuye a explicar la familiaridad del cronista con esta localidad, así
como que de allí fuera expulsado cuando desempeñaba tal cargo, como ya lo señaláramos.'
Más como un privilegio que como una omisión, el virrey Toledo permitió que los
indios Andamarcas y sus vecinos los Soras y Lucanas tuvieran mayordomos indígenas
como Felipe Guarnan Poma, pues sabemos que otras comunidades pagaron miles de pesos
para deshacerse de los administradores españoles." El administrador indígena debía ser
" ladino", es decir, un indio buen conocedor de la lengua de Castilla y capaz de leer y escribir,
[1580] ; Recopilación 1681 , libro VI, título IV. leyes 11, IX, X. XIII; Zeva llos Quii'íones 1944: 123-43 .
7 ·' Residencia de Juan Manuel de Ana ya, corregidor de la provincia de los Lucanas, Soras y Andamarcas.
por Antonio Femández de Ve lasco, su sucesor en dicho cargo". AGI , Escribanía 529A [ 1580-1597].
f. 13 19v. En adelante, cito este documento como ·'Anaya 1580", seguido del número de folio.
8 En las cuentas de los bienes de comunidad de los Andamarcas fi gura también Don Pedro Topa Inga
como administrador al parecer difünto. No deja de ser interesante que ambos personajes tuvieran
apellidos de origen Inca (Anaya 1580: 15r. 667v-68v, 892v-94r, 1037v; Instrucción 1986 [1569-
70]: 5: Guaman Poma 1615: 454).
9 Para e l casó de las comunidades de Jauj a. véase AGI, Lima. 145 [ 1615]. Para un ejemplo de los abusos
cometidos por un administrador espai'íol entre los indios de Chucuito. véase la carta de un tal Lic.
Salamanca enAGI. Lima, 138 [ 1607]. Para la gestión . al parecer más efectiva, de Tomás de Castai'í eda .
admini strador de bienes de los indios de Andahuaylas. véase ARC. Protocolos, 244 [ 1603], r 629-
50v: 686r- 707r.
todo con el obvio fin de que pudiera ll evar las cuentas cl aras. A juzgar por el título de " Do n'·
de los administradores Soras y And amarcas, as í como por algunos ej emplos proveni e ntes
del vecino valle de Jauj a, los admini stradores del sig lo XVI y de l temprano siglo XVII prove-
nían todavía de las fil as de los caciques de linaj e, es decir, aquellos señores r~conoc idos por
el supremo gobierno como descendi entes de famili as nobl es que a legaban haber go bern ado
desde antes de la Conqui sta. La edad de l admini strador al mo mento de ej ercer e l ofici o es
difícil de preci sar, pero no parecen haber s ido especi almente j óvenes . Como en e l caso de l
escribano de cabildo, el cargo en la práctica podía volverse perpetuo, s iempre y cuand o e l
benefici ario tuviera la habilidad sufi ciente. Hay indicios de que la posición de admini strado r
de bienes, a veces unida a la del admini strador del hospita l de la comunidad , podía ser
hereditari a, un dato que no dej a de ser rel evante en el caso de Guarnan Poma, como veremos
más adelante. 10
En cuanto a sus atribucion es, e l ad-
mini strador de bi enes de comunidad de bía
hacerse cargo del mentado libro de co mu-
nidad (donde se señalaban los bienes y ren-
tas de l común), el cual debía juntar con los
papeles y recaudos que amparaban di chos
bi enes (restituci ones, donaciones, escritu-
ras e inventari os) y salvaguardarl os en las
c~jas y depós itos de la comunidad ( l lu stra-
ción 4). Además de otras fun ciones de me-
nor trasce ndenc ia, e l admini strador deb ía
ve lar por que el ganado de hospitales y co-
munidades estu viera bi en proteg ido en las
pun as y estancias, as í como supervi sar su
venta para inve11ir e l dinero en provecho
de la comunidad. Debía cercio rarse también
de que las ch acras de comunidad - tan ca-
ras a Guarnan Poma- se hubi eran la brado,
benefi ciado y redi stribuido de manera apro-
piada. Pero lo que di stinguía sobre todo su
labor de la de otros fun cionarios indígenas
era que, al menos en e l pape l, debía estar
del lado de los " pobres" de la com unid ad.
S i se trasquil aba el ganado de l hospital,
debía hacer mantas y distribuirlas entre po-
ll11stración 4: El administrador de sapci, bres y enfermos; si se sacrificaba e l ganado
las cajas y el libro de comunidad de la comunidad, allí debía estar para repar-
1O Don Antoni o Paytan Guala, hij o del cacique segunda persona del repartimi ento, fue cac ique prin ci¡, al
de los Luringuancas del vall e de Jauj a y administrador de las comunidades . Su hij o Anlonio Suni Gua la.
cacique del puebl o de Concepción, debi ó seguir jui cio por las cuentas de los bi enes de comuni dad en
16 Revista Andin a
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ay ala, administrador de bienes de comunidad
tir la carne, los cuernos y los pescuezos asimismo entre los pobres; si se trabajaban las
chacras de comunidad, tenía emplear el producto en beneficio de los pobres. 11
Las cajas también guardaban los aportes de los indios para las llamadas " fábricas de
iglesia y de hospital ", financiando así instituciones cruciales de la emergente vida en " poli-
cía" de estos pueblos de indios, como las iglesias, las cofradías y los hospitales. Con los
fondos de las cajas Lucanas, el corregidor Anaya aprovisionó de ornamentos las cuarenta y
cuatro iglesias de su jurisdicción, un remoto antecedente de las cofradías de indios que
florecerían en el siglo XVII. Los curas, caciques y mayordomos (o "cofrades", como los llama
ya Guarnan Poma) habían solicitado la utilización de varios miles de pesos para la compra de
lienzos, cálices, misales, vinajeras, tafetanes, campanillas, llaves, candeleros, purificadores,
candados, borlas, forros de seda, libros de bautizos y un largo etcétera con que aprovisionar
las hasta entonces alicaídas iglesias de la provincia. De fonna similar, el corregidor ordenó el
pago del salario de los hambicamayocs (barberos y cirujanos) como Juan Chipana y nutrió
los hospitales fundados en Atunsora, Atunlucana, Apeara y otros pueblos de los bienes de
comunidad, adquiriendo hilo, agujas, tijeras, colchones, ventosas, bacinillas, jeringas, pasas
y trementina para atender los " indios pobres y enfermos". 12
Finalmente, y éste es un detalle importante, por las cajas transitaban los salarios de
todos los funcionarios y oficiales locales con alguna injerencia sobre estos pueblos, inde-
pendientemente de sujerarquía.Uel rubro de "justicia y buenos efectos" cobraban su salario
el corregidor de la provincia, su escribano y sus tenientes y jueces de comisión. Del rubro de
" doctrina" tomaban los sacerdotes lo que le costaba a los indios recibir la nueva fe. Los
caciques, gobernadores y segundas personas de las distintas parcialidades indígenas tam-
bién cobraran su salario de las cajas de comunidad. Los oficiales del naciente sistema de
cargos (alcaldes, regidores, alguaciles, protectores, intérpretes y escribanos), así como los
1623, lo que podría indicar que sucedió a su padre en el cargo. Don Juan Bautista Apo Chuquillanqui .
principal del pueblo de Sicaya, cacique interino y ladino en lengua española, fue administrador de los
bienes de las comunidades de los Ananguancas al menos entre 1591 y 1623 . Entre los indios del
repartimiento de Atunjauja, el cacique segunda persona , Don Cristóbal Poma Riera. se desempei'\ ó
como administrador de los bi enes de comunidad al menos entre 1605 y 1613. ARJ , Protocolos. T. 6
[ 1620-1623], ff. 6r- l 3v, 660r-v, 733r; AGN. Derecho Indígena. L. 34, C.689 [ 1609]; Caja General de
Censos, L. 2, Doc. 14 [1606], L. 4, Doc. 7 [1614) ; AGI. Lima, 136 [1600) , 145 [1611) ; y 161
[1628].
11 Instrucción 1989 [ 1575)a; Nombramiento 1989 [ 1575]; " Rel ación de méritos y servicios de Hemando
Centeno de Ch aves, administrador de los bienes de los hospitales de Chucuito" . AGI , Indiferente. 161.
N.530 [ 1604] ; " Informaciones de oficio y parte: Gonzalo de Tamayo, administrador de los bienes de
la comunidad de la provincia de Canta". AGI , Lima, 224, N.16 [ 1622].
12 Anaya 1580: 730r, 652r, 741 v, 831 r-v, 896r-97v, l 253r, I 304r, l 309r, 1319v. Sobre las cofradías
en conexión con la paulatina conformación de las comunidades indígenas coloni ales, véase Celestino
y Meyers 1981. De las cajas se pagaba tambi én el salario de los maestros de doctrina y la cera y el
incienso para las celebrac iones religiosas de comunidades y cofradías. Para algunos ejemplos entre los
indios del ~all e de Jauja, véase ·' Decreto y carta de pago de dos arrobas de cera que di a los yndios
luringuancas". CVU , vol. 32 ( 16 ), Doc. 9 [ 1588] , ff. 1Or- l 3v: ·'Para que Miguel de Medina, Adminis-
trador de los Censos de y entregue a la parte del Cacique del pueblo de Changos cincuenta y tres pesos
que certi tica tener en su poder de los indios de Ananhuanca para que con esta cantidad y otra que les
está librada se empieze la obra y fábrica de la Iglesia del dicho pueblo" . BNP, Mss., B 139 [ 1607]; y
AGN , Caja General de Censos, L.4, Doc. 16 [1615].
Éstos eran a grandes rasgos los bienes a cargo del administrador de los Soras, Lucanas
y Andamarcas. Ahora bien, aunque en líneas generales el administrador debía custod iar
estos bienes, sus atribuciones y obligaciones resultaban algo más difusas en la práctica. La
legislación existente no había definido las características del cargo con tanta precisión como
las de otras autoridades de las repúblicas de indios, como los alcaldes, regidores y alguaci-
les.1 1 La ambigüedad del cargo permitía que los indios redefinieran algunos de sus contornos
sobre la marcha (como hicieron con muchos otros cargos e instituciones impuestos por el
orden colonial). Pero esta ventaja podía constituir también una debilidad . El administrador de
13 Sobre los oficiales del cabildo, véase Ordenanzas 1989 [ 15 75]: Recopil ación 168 1: tomo 11 , libro VI.
título 111: " De las reducciones y pueblos de indios".
18 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Po ma de Aya la, a dministrador de bie nes de comuni dad
14 Estas ideas se basan en un a lectura algo li bre de Eli as 1996: 12, 47-49, 162-64, 176, 226-27: Phelan
1960 : 47-65 ; 1967: 1978 . Fueron de utilidad también las refl ex iones de Bourdieu 2007 sobre las
burocracias reales a ra íz del trabaj o de Eli as. Para el caso especí fi co de Guaman Poma y la ideo logía
del buen gobierno. véase esp. Adorno 1992: 346-7 4; 2000: 122-23.
15 Los Soras se dividían en tres parcialidades (Anansoras. Lurinsoras y Chalcos). los Lucanas Andamarcas
se organ izaban en cuatro parcialidades (Andamarcas, Apeara. Omapacha y Huchucayllo) y los Lucanas
se componían de tres parcialidades (Anan lucanas, Lurinlucanas y Laramatis ). Normalmente. el caci -
que principal estaba a la cabeza de la parcialidad más prominente (y. por tanto, era también cacique
principal del repartimi ento y de l pueblo cabecera) y el segu nda persona lideraba la segunda parcialidad
en importancia. Las demás parcialidades tenían sus propios caciques y segundas personas. au nque de
inferiorjerarquía. Sobre la división en parcialidades de los Andamarcas, véase Anaya 1580 y ·'Pro pie-
dad de la mitad de los yndi os Andamarcas Lucanas, en Grabie l Nul'iez Vela". AGI. Lima. 124 [ 1575].
16 "Para que los alca ldes de los yndios durante el tiempo que usaren los offi<;ios puedan anda r a cauallo
e mula con sill a e freno" ( 15 65) [ "para que sean ITespectados y acatados de los yndios y ellos se
anymen a hazer bien sus oftíc,;ios'']. BNE, Mss., 1032: Ordenanzas 1989 [ 1575): Instrucción 1989
[ 1580] ; Recopilación 168 1, libro VI , títulos III y VII.
20 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
Ni el cacique ni su segunda persona podían ser elegidos alcaldes o regidores (ni cualquier
otro oficio del cabildo) y dicha elección debía recaer en indios de distintas parcialidades.
Finalmente, el cacique no podía solicitar contribuciones de sus indios (" echar derramas",
como lo llama Guarnan Poma [ 1615 : 779]) sin antes tratar el asunto en el cabildo, en presencia
de los alcaldes regidores y administradores, quienes debían evaluar la conveniencia del
asunto para la comunidad. Aunque los caciques y principales intentaron minimizar a los
alcaldes del común y monopolizar el incipiente sistema de cargos (incluido el de mayordo-
mo), fueron los "atunlunas" o indios " particulares", a veces fusionados con miembros de la
antigua elite, quienes muy a la larga se constituirían en una nueva elite indígena . 17
El administrador de bienes de los Lucanas se hallaba en esta misma encrucijada,
producto del encuentro entre el viejo y el nuevo sistema. Los visitadores toledanos habían
nombrado un administrador de comunid.ad para cada uno de los tres repa1iimientos de la
provinci a, calcando así la estructura de caciques principales y segundas personas preceden-
te. Pero las tres cajas que estos tres mayordomos custodiaban , la de los Soras, la de los
Lucanas y la de los Andamarcas, habían sido depositadas a su vez en los tres pueblos
cabeceras de la provincia, Atunsora, Atunlucana y Apeara, respectivamente . Estos pueblos,
como los demás, tenían sus propios alcaldes, regidores y hasta mayordomos particulares,
todos con cierta injerencia sobre las cajas. Así, aunque las cajas habían sido pensadas como
entidades supra-reducción que coincidieran con los repartimientos de indios, lo que en la
práctica iría aco nteciendo es que las cajas - y por tanto la noción inicial de ·'comunidad"
sobre la que reposaban- se iría fragmentando entre los distintos pueblos y sus autoridades .
Muestra de la superposición de estos sistemas de poder en el tiempo del cronista es que,
hac ia 1580, el libro de "comunidad" del repartimiento de los Andamarcas todavía regi strara
los in gresos y egresos, así como las cuotas de trabajo comunales, en función de los antiguos
ay llus (Andamarca, Omapacha, Apeara, Uchocsanco, Llacalla y Circamarca) y no de los
catorce pueblos del repartimiento.
Así, en este escenario de cambio y adaptación, muchos individuos con distintas
dosis de poder pugnaban por controlar los fondos de las cajas de comunidad, fiscalizándose
entre sí, superponiendo sus atribuciones y obligaciones, y dejando al administrador la tarea
casi quimérica de satisfacer los intereses legítimos e ilegítimos de unos y otros. Dado que las
cajas eran las llamadas a garantizar el pago del íntegro del tributo, esta tupida red de intereses
emergía de la corte real de Madrid y la corte virreinal de Lima para extenderse a los distintos
ámbitos de lo local. A la Corona le interesaba especialmente proteger las cajas porque éstas,
directa o indirectamente, sustentaban gran parte del andamiaje colonial , además de financiar
el sistema de reducciones y asegurar el pago del tributo. Adicionalmente, las cajas contri-
buían con " donativos graciosos" y préstamos para la hacienda de Su Majestad. Igual de
importante, las cajas de comunidad de los Soras, Lucanas y Andamarcas prestaban a las
cajas reales de Huancavelica (para que los oficiales del Rey pudieran pagar a los mineros por
e l azogue o mercurio). Y, a través de la tristemente célebre Caja General de Censos asentada
17 Gracias a las cuentas de las cajas de comunidad de los Andamarcas sabemos que algunos de los alcaldes
eran a su vez caciques y principales (Anaya 1580: 896r-926v). Entre las comunidades del valle de
Jauj a, el proceso revi stió las mismas características. Véase, por ejemplo, las cartas de los caciques y
a lca ldes al Rey en AGI. Lima. 121 (1566). Véase también BNE, Mss .. 1032. p. 10.
18 Sobre la Caj a Genera l de Censos, véase los legaj os que confo rm an la secc ión de l mi smo nombre en e l
AGN. Abundantes ejempl os de estos préstamos a la caja rea l de Lim a por las di stintas comunidades
bajo la jurisdi cc ión de la Audi encia se pueden consultar en la Colección Hi stóri ca del MNAA H y en la
Co lecc ión de Manuscritos de la BNP.
19 Véase, a gui sa de ej emplo, la ley XXXV, lib ro VL titul o IV de Recopil ación 1681: Zevall os 1944: 128 -
29. La Nueva corónica tambi én o fre ce abundante infomiac ión al respecto.
22 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
y la suspensión de seis años en cualquier oficio. Además, fue denunciado por sacar dinero de
las cajas para sus granjerías en Cuzco y Huamanga, atropellando a mayordomos y llaveros, por
haberse beneficiado de la venta fraudulenta del ganado de comunidad y por haber comprado
a precios inflados los ornamentos de iglesia y utensilios de hospital. Cuando el río suena es
porque piedras trae: precisamente, los indios Soras, Lucanas y Andamarcas casi le causan la
muerte a pedradas mientras se dirigía a Lima a seguir su juicio de residencia.20
Anaya no estaba so lo en sus inten-
tos por controlar las cajas. El ex corregidor
acusó a su sucesor de extraer muchos pe-
sos de las cajas, fraguando las cuentas con
la anuencia de algunos escribanos y
doctrineros locales, y apresando a los caci-
ques y contadores que se oponían a sus
designios. Los indios Soras secundaron la
denuncia. Más interesante aún, Anaya de-
nunció a los caciques Lucanas de apropiar-
se del dinero producido por la venta delga-
nado de comunidad, reteniendo los frutos
de los bienes de sapci "como de ordinario
loan hecho" . Algunos testigos contrarios a
Anaya ratificaron cómo los caciques seguían
disponiendo de los bienes comunes a pesar
de estar prohibidos de hacerlo (Ilustración
8). Estos declarantes afirmaron que los caci-
ques (quienes, como vimos, también podían
desempeñarse como alcaldes y llaveros) se
habían negado ajuntar y entregar los gana-
dos de comunidad que el corregidor había
rematado, haciéndolos responsables a él y
al administrador por los animales faltantes
(Anaya 1580: 109v, l 30r, l 282r). 2 1 Todavía
en 1582, los caciques principales mantenían
Ilustración 8: Un cacique exige ropa, maíz y ganado bajo su control, evitan-
el tribut o a una anciana do que estos bienes o el producto de los
mismos circularan por las cajas. Volveremos
a este punto más adelante .
Así, abrir una caja de comunidad era como abrir una caja de Pandera. Al acto debían
asistir el corregidor, el escribano, el administrador, los caciques y alcaldes, y hasta los conta-
dores y mayordomos de iglesia y hospital, dependiendo del destino de los fondos a
20 Véase Anaya 1580: 1251 r. Un resumen de los cargos y penas se encuentra en f. l 326r-34r.
21 La tens ión derivada de la división entre los ·'bienes del común" y la " hacienda propia" de los caciques
era manifiesta ya en la década de 1560. Para una di scusión de este proceso entre los indios del valle
de Jauj a, vease Medelius y Puente Luna 2004: 35-82.
22 El caso típi co era el alcance de tributos. Para un ejempl o dramático de esta relación de enfrentami en-
to entre el c01Tegidor y las di stintas j erarquías de cac iques, principales y cobradores de Caj amarca.
véase ·'Autos y dili gencias que sigui ó don Juan de Guzmán. corregidor y justic ia mayor de la provi ncia
de Cajamarca, contra los cac iques de las guarangas de aquell a provincia y su jurisdicción , sobre la
cobranza de los tributos que quedaron pendi entes cuando cesó en su gobierno, o sea los rezagos de l
tercio de Navidad de 1622" . AGN , Derecho Indígena y Encomi endas, L. 6, C. 74 [1 624].
23 Ordenanzas 1989 [ 1575] : 242-50. Para un ej emplo de esta rendi ción de cuentas en un pueblo de la
jurisdicción del Cuzco. véase " Francisco Chaisa y A lonso Yaure, cacique y mayordomo del pueb lo de
Santa Ana de Yaure, hacen una declaración de los bienes de su repartimi ento ante Franci sco Rui z de
Navamuel, corregidor del partido de Canas y Canchis" . MNAAJ-1, A353 [ 1579].
24 Revista Andin a
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
nidad de castigar a los administradores que no dieran buena razón de las chacras y de los
ganados de sapci. Como primeros responsables de la recaudación del tributo y de la organi-
zación de la mita, estos curacas tenían sus propios intereses en contro lar parte de los
caudales que circu laban por la caja, pues cualquier "a lcance" o incumplimiento del pago
tota l de tributo ceñía sobre ellos el fantasma de posibles multas, prisiones y destierros. Tal
suerte con-ieron en 1611 los caciques Andamarcas - algunos de ellos muy cercanos a Guarnan
Poma, como su " discípulo" Cristóba l de León- cuando fueron apresados por el corregidor
por rezagos de tributos. 24 Según Guarnan Poma ( 1615: 502), Cristóbal de León sería desterra-
do por el corregidor sólo un año después (Ilustración 9).
En suma, el sistema mismo de las cajas favorecía potenciales tensiones y conflictos
como medio para garantizar que los recursos que debían extraerse de las comunidades fueran
a parar, en último término, adonde la autoridad real los había destinado. Confrontados con la
obligac ión de servir al monarca y de cumplir con sus funciones (administración de justicia,
ejercicio del go bierno, cobro del tributo y conservación de los bienes comunales), los di stin-
tos grupos y actores en torno a las cajas no podían descuidar sus intereses - legítimos o
il egítimos, oficiales o extra oficiales- si querían preservar su cuota de autoridad en la comu-
nidad. De requerirlo la situación, había que salvar el pellejo a costa de otros más débiles en
la cadena del poder, a como diera lugar. Es lo que la famosa ilustración con que abriéramos
este ensayo busca.graficar. Tigre, sierpe, león , zorra, gato y ratón . " De estos seys anima les
que le come al pobre del yndio" - reflexiona Felipe Guarnan Poma- "entre estos ladrones
unos y otros entre ellos se ayudan y se faboresen" . Y, "c i le defiende a este pobre yndio el
cacique prencipal, le comen todos ellos y le mata" .
Cen-ernos ahora las cajas y volvamos al Felipe Guarnan Poma "administrador, protetor,
tiniente general de corregidor" de los Lucanas para seguir las pistas ofrecidas hasta aquí y
atar los cabos sueltos. Lejos de estar ajeno a la dinámica de los bienes de comunidad, e l
Guarnan Poma de la Nueva coránica estaba totalmente imbuido de ella. Es un conocedor
profundo, un individuo con un plan de reforma para las repúblicas de indios que, en defini-
tiva, parte de la experiencia. Nuestro autor-administrador se mueve entre las definiciones
más abstractas y esenciales del sapci, por un lado, y las alusiones a algunos de los detalles
más prácticos, cotidianos y hasta mundanos del cargo, por otro. Allí está, por ejemplo , la
presentación exhaustiva de las clases de tierras y ganados de comunidad , además de la
exp licación minuciosa de cómo y cuándo el administrador y otras autoridades de la comuni-
dad debían distribuirlas y redistribuirlas entre los comuneros. Allí está también la magnífica
sistematización que Guarnan Poma presenta en el " Primer becita general" (1615 : 195 y ss.) del
trabajo debido por los indios a sus "comunidades y sapd' de acuerdo a los distintos grupos
24 ·' Recaudos l'lªra cobrar los censos de los yndios Andamarcas en cantidad de 700 pesos ensayados". AGN .
Caja General de Censos, L.3, Doc.20 [ 1611]. En este documento fi guran algunos de los personajes
mencionados por Guarnan Poma (1615: 116, 277, 458, 499), como Diego Lucay y Don Cri stóbal de
León, ambos caciques de la parcialidad de Omapachas, Don Juan Pilconi, cacique de la parcialidad de
Apeara, y Don Diego Suyca, tributario hecho apo y cacique de los mitimaes Chinchacochas de Andamarca.
de edad, desde los más niños hasta los más ancianos, categorización que, como en el caso de
las tierras y los ganados de comunidad, difícilmente pudo haber pasado desapercibid a para
un administrador. 25
A la luz de la información presentada hasta aquí, se explican también las múltipl es
alusiones a los "indios pobres" que debían sustentarse de los bienes de cbmunidad, así
como la condena del cronista de los haraganes y perezosos que se negaban a trabajar para el
sapci. Revisten especial valor las alusiones al importante "libro de las haciendas de los
yndios o yndias pobres" y de la comunidad que todo administrador debía llevar (Guaman
Poma 1615: 824; llustración IO), incluido en algunas de las ilustrac iones de la Nueva coránica,
así como la representación gráfica de mayordomos, administradores, cajas, llaves y depós i-
tos (véase las ilustraciones 2, 3 y 4). No debemos descai1ar que algunos de los dibujos de
administradores y mayordomos representen al propio Felipe Guaman Poma en pleno eje rci-
cio del cargo.
También cobra nuevo significado la
lo descripción acuciosa que el cronista ofre-
ce de personajes algo oscuros de la vida
RE(íiDORES. '1'\
de la comunidad, como el mayordomo de
ITT vtCvtLI 500.QVIPO.CV iglesia y hospital , el hambicamayoc, el
quilcacamayoc (escribano de cabildo) o el
quipucamay oc (" contador ma yor" o
"escriuano de quipo"), a quienes Guaman
Poma conocía muy bien en parte por la
interacción derivada de su cargo de admi-
ni strador (Guaman Poma 1615: 193-94 ;
Anaya 1580: 831 v). Igual de importante es
su profundo conocimie¡1to de los usos y
abusos de las cajas (y de todos los perso-
najes involucrados en su manejo), los mi s-
mos que Guaman Pom a convie11e en un a
letanía a lo largo de su obra, a tal punto de
hacer virtualmente imposible que se pue-
dan citar en su totalidad. Los ejemplos po-
drían multiplicarse, pero lo que resulta es-
pecialmente impo11ante de destacar es que
el conocimiento de Guaman Poma sobre el
funcionamiento interno y la noción misma
de la comunidad que emerge de la noción
de sapci, lejos de ser un saber fosilizado o
una mera reminiscencia del pasado
Ilustración JO: El administrador-regido,; con prehispánico - como a veces hemos tendi-
quipu y libro de comunidad
25 Sobre la visita y las categorías de edad de la Nueva coránica, véase Rowe 1958: 499-522.
26 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ay ala, administrador de bienes de comunidad
26 Véase Guarnan Poma 1615: 35 1, 683. 835, 890, 977, 995. Dejamos aquí de lado la figura del suyuyoc
o ·'adm inistrador" de los tiempos del Inca (Guarnan Poma 1615 : 193 , 337, 350-51 ), pues neces ita-
ríamos di scutir fuentes independ ientes ad ici onales para eval uar hasta qué punto este cargo -como el
de algunos otros ·'oficiales del Inga" de la Nueva coránica- es una proyección del autor de la realid ad
colonial y de su propia posición sobre tiempos prehispánicos. Sobre la conex ión entre el administra-
dor colonial y el suyuyoc, véase los argumentos ya citados de Ossio (mss).
- [Preguntó el autor Ayala por qué los indios] estauan derramados y perdidos,
ausentes y se hazían pobres y [... ] no tenía comunidad y sapci ni ganado de
los pobres yndios.
28 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
habían podido pagar el tributo de sus indios a tiempo. 27 La escena de 1608 parece describir el
momento en que Guaman Poma retorna de sus andanzas por el mundo, sólo para descubrir
que ya no hay administradores y que los bienes comunales han sido dilapidados. Al parecer,
la transferencia de fondos hacia la Caja General de Censos, la negativa de los indios a trabajar
las chacras de comunidad, la fuga de tributarios a las ciudades aledañas y las exacciones
legales e ilegales que Guaman Poma denuncia hasta la saciedad habían menguado los fon-
dos de las cajas de comunidad. Esta situación explica la necesidad del autor de reclamar el
reconocimiento simbólico y pecuniario para su importante tarea, ahora venida a menos. Así,
propone que el administrador debe recibir servicios y salarios que le permitan sustentarse
como ·'señor y principal de todo el reino" , es decir, tanto o más que un cacique principal. Su
Majestad debe nombrar un administrador en cada provincia del reino , que sea estimado
como " señor mayor principal" (Guaman Poma 1615: 823-24, 977). Con poco que administrar
pero sobre todo por la presión de tirios y troyanos sobre los bienes de comunidad, este
administrador de los Soras, Lucanas y Andamarcas, empeñado como estaba en que se
cumplieran las ordenanzas del reino que tan bien conocía, debió resultar un personaje no
sólo relegado sino también un poco incómodo en la provincia.
En el caso de Guaman Poma, las tensiones derivadas del cargo de administrador
pudieron haberse visto agravadas por otras posiciones ocupadas o reclamadas simultánea-
mente por el croni.ita en el seno de la sociedad indígena de Huamanga. Guaman Poma se
llama a sí mismo " administrador, protetor, tiniente general de corregidor" de la provincia de
Soras, Lucanas y Andamarcas, posición que refleja algo más que el cargo más modesto de
" may0rdomo de la comunidad de Andamarcas" que ocuparon , por ejemplo, Don Pedro Topa
Inga y Don Alonso Guara Tito algunas décadas antes. La clave parece estar en que unos
cargos sostenían a los otros, pues de otra manera es dificil entender por qué, si en el esquema
toledano cada repartimiento debía tener un administrador, el autor Ayala llegó a ser el admi-
nistrador de toda la provincia. Es obvio que su experiencia pasada al lado de jueces de tien-as
y visitadores eclesiásticos fue crucial en su designación . Tratándose de un saber relativa-
mente especializado, también pudo haber influido el que Guaman Poma alegara tener muchos
parientes administradores de comunidades vecinas y, en el caso de los bienes de iglesia y de
hospital, el que su padre fuera yanacona del hospital de naturales de Huamanga. 28
En cuanto al título de " protetor de la prouincia" , el cronista parece referirse tanto a su
papel casi lascasiano de apóstol de los indios Lucanas, como a una posición algo informal
que, aunque no era la de protector de los naturales de la provincia (usualmente vedada a los
naturales), guardaba conexión con el cargo de administrador de bienes de comunidad. El
encargado de la Caja de Censos de Lima era considerado juez, defensor, administrador y
protector de los censos de indios (llamado a veces " administrador general" de los mismos),
denominación que Guaman Poma pudo haber tomado para sí mismo. En la Huamanga del
cambio de siglo, el protector de indios (un español) tenía a su cargo la administración de los
27 Véase Guanpn Poma 1615 : 638; AGN , Caja General de Censos, L.3, Doc.20 [1611]. Otros aspectos
del sistema toledano para la vida en policía, como los hospitales, atravesaban también por un periodo
de decadencia (Jiménez de la Espada 1881-97: 236 y ss.).
28 Véase Guaman Poma 1615: 351-52, 823. Sobre el mayordomo de iglesia y cofradía, a quien Guaman
Poma subordina al administrador de comunidad, Guaman Poma 1615: 820.
censos de los natural es. Cuando en 1579, por citar un ejemplo, los indios de las cuatro
parcialidades Andamarcas pusieron a censo 2700 pesos de sus bienes de comunid ad, sus
deudores españoles rec ibieron las cinco barras de pl ata de Antonio Valera, "protector y
admini strador" de naturales residente en Huamanga, y de los mayordomos indígenas el e
comunidad. Así, una posibilid ad es que, algunas décadas después, Guarnan Poma participa-
ra en transacciones de este tipo con ·'protectores administradores" como Valera, empren-
di endo algunos viajes a la ciudad, lo que exp licaría por qué se denominó a sí mi smo "protec-
tor" de su provincia en la Nueva coránica (Anaya 1580: 911 v, l 360v-62r, 13 74r).2''
Pero el corregidor ele Lucanas y sus ayudantes tamb ién podían presentarse a si
mismos como "protectores" ele estos bienes, espec ialmente cuando se trataba de recaud ar
pesos correspondientes a la caja de comunidad (Anaya 580: l 374r). Otra posibilidad, enton-
ces, es que Guaman Poma hubi era sido efectivamente nombrado protector por el corregidor
o el admini strador de turno, pues la ambigüedad de las in strucci ones toledanas dejaba
ab ierta la posibilidad de que un indio ladino y capaz ocupara esa pos isión Algunos protec-
tores locales, quizá indígenas, custodi aban un a de las tres ll aves de las cajas de comunidad
o intervenían como "defensores" en los pleitos de indios, por ejempl o. 30 Así, el nombrami en-
to de Guarnan Poma parece haber dependido también de su polémi ca condición de ''tini ente
de corregidor", figura que el cro ni sta usa para expli car la posición de sus ancestros respecto
del In ca ("tiniente birrey") o de San Pedro respecto ele Jesucristo ("tiniente y lugar [teni en-
te]") . Sabemos que por esas mi smas fec has el correg idor de Chucuito vendió va rios cargos
de ten iente, co locando a un cri ado de su casa como administrador del ganado de comunid ad
de la provincia. El mismo Guaman Poma denuncia a los tenientes que se hacen " mayordomo
y trageneador"..1 1
En teoría, los corregidores no podían poner teni entes sin licencia del Virrey (Recopi la-
ción 168 1: libro V, título 11, esp. ley XLII ; Zevallos 1944: 13 1-1 32). En la práctica, sin embargo.
los corregidores de Lucanas nombraban teni entes porque, como lo justificó Juan Manu el de
Anaya, era sumamente difícil que, sin la ayuda de éstos, el corregidor pudiera compeler a los
29 Los indios de confi anza enviados por las comunid ades a las ciudades como 1-luamanga o Lim a pa r,1
cobra r los censos solí an ser los mi smos cada año. Véase, por ejempl o, AGN. Caja Genera l de Ce nsos.
L.5. Doc.5 [161 0-1 6 15].
30 En un ini cio, Toledo pensó en nombrar indios lad inos para el cargo de protecto r. pero luego cambi ó
de opini ón. En la instrucció n comp lementaria al respecto. el virrey a linna: ··1tem; porque en un
capítulo de la instrucción general que se os dió . se manda que nombreis por defensor de los naturales
un a de las personas que ll evá is con vos; y después pareció que lo fu ese un indio ladin o ( que hab lase
cas tell ano y supi ese escrib ir), y se os dió orden para que lo nombrase is. para ell o: y agora soy
informado que ningún indio, por lad ino que sea. tenía capac idad para usar tal o ficio ; y porqu<:: los
naturales no puedan recibir daño en esto he acordado que el alguacil mayor que ll evais, lo sea en la s
partes que no entendi era is que hay algún indi o que sea suli ciente para ell o" (Baylc 1945: 109- 10) .
Sobre los protectores que actuaban como defensores, el virrey Tol edo alirma: ·' Muchos son los que <:: n
este reino tienen nombre de protectores de indi os, que se sustentan con la profesión que hacen de
defenderlos de otros" (Bayle 1945: 118). ¿Explicarí a esto la parti cipac ión de Guaman Pom a. ·' ad n1i-
ni strador de la prouinci a de los Soras y lu cana [sic] andama rcas y sircama rca", como procurador de los
intereses de los herederos de Juan T in go en el juicio de tien-as contra los Chachapoyas'I (Prado Tre ll o
y Prado 1991 : 338).
31 AG I. Lima, 138 [1607] ; Guarnan Poma 1615 : 733.
30 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
32 Véase Guarnan Poma 16 15 : 504 . 511 , 521 , 683 , 782, 813. 902 , 920, 996, 11 07. El corregidor
si guiente designó como su teniente a Don Juan Anta y (Ana ya 1580: l l 89r), al parecer mencionado
por Guarnan Poma ( 1615 : 519) como escribano de cabildo.
33 Sobre Pedro de Ribera, teniente de corregidor involucrado en el infructuoso pleito por tierras de l
cronista, véase Guarnan Poma 1615: 918 . A esta referencia se podrían agregar los incisivos comen-
tarios de Guarnan Poma sobre tenientes y jueces de comisión (1615: 504,511 , 521-22, 734, 884.
906, 944). Sobre la labor del cronista como asistente e intérprete de l juez de tierras en el valle de Jauja
en 1594, véase Puente Luna y Solier Ochoa 2006: 7-39. donde se cita la bibliografia pertinente para
su actuación al lado del juez.
defiende la existencia del sistema de alcaldes, alguaciles y tenientes indígenas con vara,
pues afirma que, gracias a ellas, "está allí el mismo rrey y sefior en persona" . Por eso, el
corregidor y los alcaldes, "son justicias de Dios y de su Magestad" y merecen las mi smas
preeminencias: "Ni el uno al otro no le lleua uentaja" (Guarnan Poma 1615: 5051:06, 779,825).
Precisamente por aquello que defiende el cronista, los teni entes con vara alta operaban en el
sistema de pesos y contrapesos descrito en la secc ión anterior, inmi sc uyéndose en las tareas
de los también envarados alcaldes y alguaciles, especialmente al momento de administrar
justicia en la comunidad; esto sin contar los potenciales conflictos con las normas consue-
tudinarias que los caciques pugnaban por preservar. Por su cercanía al corregidor, los tenien-
tes podían llegar a ser personajes muy poderosos y despreciados. "En una prouincia tiene el
corregidor media dozena de tinientes [... ]Yací, en una prouincia, tienen doze cotTegidores en
gran dafio de los pobres yndios de todo el rreyno". 14
Así, parece que los cargos de teniente general, administrador y protector fueron
inseparables en el caso de Guarnan Poma, sustentándose unos a otros. Como sucedió con
otros oficios que desempefió a lo largo de su vida, su presencia como administrador entre los
indios Andamarcas a comienzos del siglo XVII parecía responder sobre todo a su cercanía a
la burocracia colonial. La tarea espinosa de administrar las finanzas de estas comunidades,
sobre todo en un contexto de fuga de tributarios y de crecientes exacciones fiscales, ofrecía
múltiples opm1unidades para el conflicto y la rivalidad con los otros poderes e intereses
detrás de las cajas, como vimos. Pero además, los tenientes de corregidor debían garantizar
el correcto funcionamiento de aquellas cargas y mecani smos como el tributo y la mita que,
precisamente, desangraban la "comunidad" de los Soras, Lucanas, Andamarcas, en un típico
caso de posiciones con funciones y lealtades incompatibles y hasta contradictorias, todas
ejercidas por un mismo individuo.
En tal sentido, no podemos descartar que el rol de Guarnan Poma al frente de las cajas
de la provincia encierre algunas de las claves para entender su todavía•nebulosa pero de
seguro ominosa expulsión del pueblo de Apeara en algún momento entre 1597 y 1613. Sobre
su destierro mientras era administrador, Guarnan Poma afirma que allí el corregidor y los
sacerdotes de la provincia "se ajuntaron y hicieron cabi Ido y ordenaron y nombraron notario
para hazer enformación y auto, buscándome uida, en meneando una paxa para uengarse
hacia lo criminal y echarme de la prouincia" (Guarnan Poma 1615: 944-45). El cronista no
explica claramente de qué fue acusado, pero la expresión hicieron cabildo no debe pasar
desapercibida. Aunque puede significar simplemente que se concertaron para echarlo, pue-
de aludir también , aunque sea de manera lejana, a uno de los significados modernos de
cabildear, "Gestionar con actividad y mafia para ganar voluntades en un cuerpo colegiado
o corporación" (en este caso, el cabildo de indios). Las ordenanzas del Perú prescribían la
celebración de reuniones semanales en las casas de cabildo y de comunidad, donde estaba
depositada la caja. En dichas juntas, usualmente presididas por el corregidor, las autoridades
de la comunidad debían discutir "sobre lo tocante a los dichos bienes de comunidad y demás
cosas de su república" (Bayle 1951: 1O; Ordenanzas 1989 [ 1575]: 250). Los caciques Lucanas
34 Véase Guarnan Poma 1615: 521; Ordenanzas 1989 [ 1575]: 236. Sobre los caciques y la administra-
ción de justicia luego de la Conquista. véase Ramirez 2005: 47-63. Sobre las varas de alcalde en una
comunidad andina actual, véase Saloman 2004.
32 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ay ala, administrador de bienes de comunidad
Laramatis, por ejemplo, " se juntaron a cauildo" para decidir la venta del ganado de la comu-
nidad (Anaya 1580: 1032v). Éste es precisamente el sentido que le da Guaman Poma ajuntar-
se en cabildo en el siguiente pasaje : "Se ajunten en cabildo todos los yndios del dicho
pueblo y alcalde en pidiendo justicia el yndio o la yndia. Y pida justicia al dicho alcalde o al
cacique prencipal o al dicho administrador, protetor, teniente general de corregidor o a l
corregidor, a qualquiera justicia" (Guaman Poma 1615 : 669). ¿Pidieron acaso justicia los
indios, secundados por el corregidor y los doctrineros, contra su administrador y teniente de
corregidor?
Como correlato de esta oposición entre administrador y teniente de corregidor, la
imagen del Guaman Poma diligente administrador preocupado por preservar y administrar las
tierras comunes y la noción de sapci detrás de ellas contrasta con la de ese otro Guarnan
Poma litigante de las tierras del valle de Chupas, las mismas que reclamó para sí y a título
individual ( con otros litigantes) entre 1597 y 1600, en desmedro de los intereses del común de
los Chac hapoyas asentados allí. Aunque el administrador detrás de la Nueva coránica
propone el acceso universal de los indios a la tierra, el cual no puede comprarse ni heredarse
sino que tiene su origen en la pertenencia a un grupo étnico, los argumentos de Guarnan
Poma durante el litigio por las tierras de Chupas contradicen esta noción , al reclamarlas
según las pautas españolas de tenencia y propiedad de la tierra. Aunque nuestro autor se
presentó en el pletto como "Cas ique Prim;:ipal Governador delos yndios", las autoridades
coloniales rechazaron sus pretensiones como "cac ique de Rantavilca" pues éste no tenía un
común de indios al cual representar. Las autoridades nunca cuestionaron, sin embargo, la
legitimidad étnica de los jefes Chachapoyas, quienes reclamaban estas tierras como bienes
comunes o sapci. Quizá esto explique por qué Guaman Poma se atrevió a reclamar tierras en
Chupas y no en la provincia de Lucanas, donde era administrador de las tierras de comuni-
dad, un cargo que, al menos en teoría, debía proteger estos bienes de los intereses de
individuos particulares. 35
En esta misma línea, al autor de la Nueva coránica le resulta difícil compaginar su rol
como administrador con sus pretensiones de ser indio noble y cacique principal, pues nume-
rosos pasajes de la obra denuncian cómo los caciques y miembros del cabildo indígena
seguían " usurpando" los bienes de comunidad y sapci, pasando por sobre el administrador
(Guarnan Poma 1615 : 777, 803, 815, 883, 919). Si afinamos un poco la interpretación, veremos
que, como parte del proceso en el que Guaman Poma se vio inmerso, el sistema de cajas y
administradores amenazaba a los curacas con arrebatarles el control tradicional que habían
ejerc ido sobre la producción y circulación de los recursos materiales, humanos y divinos,
atributo inseparable de su prestigio y su autoridad a través de la llamada "generosidad
institucionalizada" (Stern 1982 ; Pease 1992; Ramirez 1997 : 467-92). Pero ahora las cajas y
algunas de sus proyecciones, como los hospitales, las iglesias y las cofradías (sustentados
con los bienes del común), debían redistribuir parte de la riqueza y sustentar a los pobres y
desvalidos. A menos que los curacas supieran cómo controlarlas, las cajas minarían, peso a
peso, las bases de su legitimidad . El barbudo cacique Juan Capcha, gran borracho, hechicero
y ep ítome del 1nal en la Nueva coránica, es ac usado por el cronista-administrador de obse-
36 Véase Guaman Poma 1615: 48, 415 , 709. 716, 782. 788. 791 ; ·' Informacion es: Pedro de Garay".
AGI, Lima, 259, nº . 11 \2\ [ 1669] , ff. l 86v-87r. Es probable que Juan Capcha o su padre sean el ··Juan
Cacha" mencionado <::n una li sta de caciques y principales Andamarcas de 1579 incluida en Anaya
1580: 892r-v.
34 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
la crítica del orden colonial no puede traspasar el umbral que garantiza la propia existencia
social del autor como administrador de la provincia de Lucanas. En un universo de alcaldes
y administradores aún dominado por los caciques de linaje, su reclamo de que los mayordo-
mos de hospitales, iglesias y sapci sean indios " pobres" , "tributarios pasados" , y no seño-
res , no deja de ser sintomático de la forma como el cronista quería ser percibido entre los
Lucanas. Si el cronista-administrador no era realmente un " don" - recuérdese las acusacio-
nes contra Guarnan Poma, lanzadas hacia 1600, de ser un pleitista impostor, indio del común
y falso señor Ilamado " Lázaro" (Zorrilla 1977)- entonces su encumbramiento al cargo de
administrador de los Lucanas no debió pasar desapercibido para los caciques Soras, Lucanas
y Andamarcas, respondiendo sobre todo al surgimiento de esa clase emergente de escaladores
sociales cuya principal credencial era su cercanía a la república de españoles.
En una armónica presentación de la convivencia - a la larga inviable- entre el viejo y
el nuevo sistema de poder de las comunidades de la cual el mismo Guarnan Poma emerge, el
cronista presenta la siguiente escena, que transcurre en la iglesia de cualquier pueblo de
indios de los Andes del Perú (Guarnan Poma 1615: 506). A mano derecha del altar, y en estricto
orden jerárquico, toman asiento el corregidor, su teniente administrador, protector yjuez, el
escribano de cabildo, los alcaldes, el alguacil mayor, los regidores y los fiscales de doctrina.
A mano izquierda, se ubican armónicamente el encomendero, los caballeros y vecinos espa-
ñoles, los cacique, principales y sus segundas personas, y los hermanos de los indios
principales. La escena representa, en gran medida, el poder del mérito y del servicio frente al
poder del privilegio y del linaje . Por sus pretensiones, el autor Ayala, cronista y príncipe,
quisiera tomar asiento en las bancas de la izquierda. Pero por sus cargos y oficios, el adminis-
trador de bienes de comunidad se siente más cómodo en las bancas de la derecha. Simbóli-
camente, tennina suspendido sin lugar claro en este templo andino imaginario. Desde la
persp_ectiva de las comunidades Soras, Lucanas y Andamarcas , era también la encrucijada
entre la tiana y la vara, entre el cacicazgo y la comunidad , entre la repulsión al orden colonial
y la necesidad de preservarlo, con todas las tensiones que, para un " administrador, protetor,
tiniente general de corregidor" tan diligente como Felipe Guarnan Poma, aquella tensión
pudo haber generado .
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40 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
COMENTARIOS
Teodoro Hampe Martínez nar las antiguas estructuras del poder indígena
Miembro Nacional Principal con los nuevos esquemas de autoridad organiza-
Instituto Panamericano de Geograjla e Historia dos en torno al cabi ldo y a los bienes comunes.
hampemar@hotmail.com Esta dialéctica trasunta las dificultades propias
de Guarnan Poma y su sociedad, y se refleja en las
El artículo de José Carlos de la Puente Luna, contradicciones al interior del texto de la Nueva
que confirma la valía de su reciente libro los coránica.
curacas hechiceros de Jauja (Lima: PUCP, 2007), Las funciones del administrador de bienes
está muy bien escrito, con una prosa clara y co- estaban minuciosamente prescritas y abarcaban
rrecta. El trabajo de investigación se halla sólida- prácticamente todos los aspectos de la vida co-
mente documentado, sobre gran cantidad de fuen- munal. Lo que distinguía su labor sobre todo era
tes originales. Presenta, en suma, las contradic- que, al menos en el papel, debía estar del lado de
ciones entre los intereses particulares de Felipe los ·'pobres" de la comunidad. Si se trasquilaba el
Guarnan Poma deAyala como litigante y las posi- ganado del hospital, debía hacer mantas y di stri-
ciones teóricas que defiende en la Nueva coránica, buirlas entre pobres y enfermos; si se sacrificaba
donde reclama exageradamente fueros y privile- el ganado de la comunidad, debía repartir la carne,
gios para los administradores de bienes de comu- los cuernos y los pescuezos asimismo entre los
nidad como él. A partir del caso concreto de la pobres; si se trabajaban las chacras de comuni-
comunidad de Soras, Lucanas y Andamarcas - dad , debía distribuir el producto también entre
donde actuó el person·aje- se enfocan lúcidamen- los más necesitados.
te las estructuras del mundo andino colonial. Y se Con bastante acierto, el autor que comenta-
hace evidente que las tradicionales conformacio- mos repara en el sistema de pesos y contrapesos
nes de los ay llus se mantuvieron por debajo de que era consustancial al Imperio español en la épo-
los cambios operados con el sistema administra- ca de los Austrias, señalando que se trata de una
tivo del Virreinato. característica del sistema metropolitano que pode-
Desde el punto de vista de la historiografia mos llamar estructural. Por sus propios intereses,
andina tradicional, se puede decir que esta investi- prerrogativas y obligaciones, los funcionarios y
gación guarda relación con el viejo y clásico estudio oficiales coloniales estaban llamados a vigilarse unos
de Nathan Wachtel, la vision des vaincus, que al a otros, formando alianzas o despertando enemis-
hablar de los acomodos sociales en las comunida- tades. Tanto el mantenimiento de estas tensiones
des nativas luego de la conquista destacaba el rol de (re lac iones de fuerza) como el incremento de la
" bisagra" que les tocó desempeñar a los curacas, dependencia de los súbditos respecto a la justicia y
como faci litadores de la comunicación entre los el favor del Rey eran inherentes al sistema de go-
dominadores (conquistadores, encomenderos, fun- bierno impuesto por la corona en las Indias, e im-
cionarios) y los dominados (indios del común). De pedían que la presión social se orientara en una
semejante modo, se podría decir que los adminis- sola dirección . Además, desde el punto de vista de
tradores de bienes de comunidad cumplían una fun- los gobernados - una categoría que, por supuesto,
ción intermediaria, contempori zadora, entre los incluía no sólo a los indígenas-el monarca era una
intereses señoriales de los linajes de caciques de especie de árbitro y aliado supremo en las luchas
viejo cuño -curacas de los viejos antiguos- y las de poder con los demás grupos.
nuevas autoridades surgidas en el mundo and ino Au nqu e los caciques y principales intentaron
con el establecimiento virreinal, como los alcaldes minimizar a los alcaldes del común y monopoli-
y demás cargos electos. zar el incipiente sistema de cargos (incluido el de
El estudio de Puente Luna lleva como punto mayordomo), fueron los hatunrunas o indios del
de partida, bastante lógico, una evaluación de los común quienes muy a la larga se constituirían en
bienes de comunidad que el administrador de la una nueva elite nativa.
provincia de Lucanas tenía a su cargo. Se nota que Por todas estas consideraciones, Felipe
este funcionario pugnaba por ocupar un lugar pri- Guarnan Poma de Ayala, en tanto que admi ni stra-
vilegiado al lado de las autoridades tradicionales, dor de bienes de los repartimientos de Soras,
como caciques y principales, buscando compagi- Lucanas y Andamarcas, se hallaba en una grave
encrucijada, una delicada posición, ·'produ cto del menciona constantemente al cacique principal.
encuentro entre el viejo y el nuevo sistema". Baj o símbolo de los linajes anti guos. y al alcalde. re-
el go bi erno del virrey Toledo, los visitadores es- presentante de la j usti cia rea l y de los nuevos
pañoles habían nombrado un administrador de co- cabildos, como las autoridades preeminentes en
munidad para cada uno de los tres repartimientos, los pueblos andinos. En este esfenar io. el autor
ca lcando as í la estructu ra de cac iques principales sigue ensalzando a los curacas de linaje de quienes
y segundas personas precedente. Las tres caj as dice descender. presentándose a sí mismo como
que estos fun cionarios custodiaban habían sido prínci pe, indio noble y cacique principal que su-
depositadas en los tres pueblos cabeceras de la plica y hasta exige los privilegios que merece. Pero
prov incia: Atunsora, Atunlucana y Apeara. Estos esta argumentac ión - hasta cierto punto ineludi-
puebl os, como los demás, tenían sus propios al- ble para un indio con pretensiones en el vi1Teinato-
caldes, regidores y hasta mayo rdo mos parti cula- convive con otra más soterrada que ·'clama por la
res, todos con cierta injerencia so bre las cajas. conservación y promoción del nuevo sistema de
Así. aunque las caj as habían sido pensadas como cargos y ofi ciales de cabildo'', del cual Fe li pe
entidades que coincidieran con los repartim ientos Guarnan Poma de Ayala también era partícipe.
de indios, lo que en la práctica acontece rí a es que Por último diremos que, a pesar de que se
la noción inicial de ··comunidad" sobre la cual re- trata de una materi a verdaderamt:nte espinosa. que
posaba el sistema se iría fragmentando entre los ha encendid o las pas iones en el medio académ ico.
di stintos pueblos y sus autoridades. es una lástima de que José Carl os de la Puente
Las comunidades que Guaman Poma describe Luna no haga ningun a mención de los fa mosos
como parte de su compl eja visión de la sociedad docum entos d-: 1 archi vo Mi cc in e lli -Cera de
ind ígena co lonial contenían frágil es sistemas de Nápoles, en los cuales Guarn an Poma se ye rgue
pesos y contrapesos, precarias redes de alianzas y como un pro tago ni sta fund amental. Sabi da es la
oposiciones en las que el bien común (y por tanto ex istencia allí de un documento (espec ie de con-
el ·'buen gobi erno") se vo lvía imposible por defi- trato) fec hado en Huanca. en fe brero de 16 14.
ni ción. Desde el punto de vista del administrador, donde el personaj e aparece bajo la denomin ación
no se trataba de un corregidor, doctrinero, cacique de Don Fe lipe de Ayala, príncipe. titul o que em-
o mandón específico. Se trataba más bien de las palmarí a con sus ev identes y conoc idas estrate-
posiciones que éstos habían sido llamados a ocu- gias de autopromoc ión. ¿Qui ere esto dec ir qu.:
par en el entramado del poder. Esas posiciones Guarnan Poma se identificaba definiti vamente con
generaban una seri e de intereses contrapuestos al la ari stocracia de los señore~de la tierra'7 El as un-
acceso, control y uso de los recursos comunes, to queda abiert o al debate y a ulteri ores indaga-
intereses que actuaban como fuerzas centrífugas ciones, desde luego, aunque cabe por ahora remi-
qu e despedaza ban la comunidad. haciendo que el tir al nu evo y meditado estudio de Kenn eth
bienestar de los unos no pudiera ser el de los otros. Andri en ("The virtual and the rea l: the case ofthe
Según propone el artículo bl\jo evaluación, más mys teri ous documents from Na pl es". /-listory
interesante que detallar las múltiples atribuciones Compass. vo l. 6, 2008).
y obligaciones del administrador o mayo rd omo
que son ex puestas en la Nueva coránica. es con-
centrarse en la tensión entre el ser y el deber ser,
entre lo que realmente se hace y lo que se debería
hacer, ponderando desde dónde emerge aquella Jmm Ossio
voz que recalca la relevancia del cargo para el fu- Pontificia Universidad Católica del Perú
turo de l reino. Con poco que admini strar y some- jossio@pucp.edu.pe
tido a la presión de di versos grupos sobre los
bienes de comunidad, el administrador de los Soras, Mucha alegría me ha dado leer el mtículo que
Lucanas y Andamarcas debió resultar un perso- a continuación comentaré porque veo que luego
naje no sólo relegado sino también algo incómodo de numerosos trabaj os que han intentado aprox i-
dentro de dicha provincia. marse a la realidad histórica del autor de El Primer
En suma, por las credenciales al servicio de la Nueva Coronica y Buen Gobierno por fin comien-
burocracia colonial que exhibía y por el cargo que zan a darse pasos fim1es para develar los mi ste-
entonces desempeñaba, Guaman Poma se hallaba rios que rodean a este notable historiador indíge-
suspendido en una encrucijada. La Nueva coránica na. Tratar de auscultarl o a través del cargo que
42 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
En ningún momento vemos figurar el término los caciques principales y sus segundas perso-
de "administrador" en relación a este personaje ni nas. y los hermanos de los indi os princi pales."
que sujuri sdicción hubiese abarcado toda la pro-
vincia. Sin embargo como consecuencia de la re- Según José Carl os de la Puente esta escena
ducción de las cajas, en la prácti ca accedió a esta \
posici ón aunque se le sigui ó asociando con el re- ·'representa, en gran medida, el poder del
partimiento al que pertenecía la caja de Colea que mérito y del servicio fre nte al poder del
al parecer era la única sobre la cual había tenido pri vilegio y del linaj e. Por sus pretensio-
autoridad antes de aplicarse aquell a med ida de nes, el autor Ayala, cronista y prín cipe,
seguridad. qui siera tomar asiento en las bancas de la
Me parece difícil que algo semejante pudiese izquierd a. Pero por sus cargos y ofi cios.
haber ocurrido en la provincia donde Guarnan el administrador de bi enes de comunid ad
Poma adu ce haber sido administrador. Al parecer se siente más cómodo en las bancas de la
los tres repartimientos que integraban esta un i- derecha. Simbólicamente, termina suspen- ·
dad política contaba cada uno con su respecti va dido sin lugar claro en este templo andino
caja y con administradores vinculados a ellas. Debía imag in ari o. Desde la perspecti va de las
ser así porque los ingresos que albergaban cada comunid ades Soras, Lu canas y
una de estas cajas no eran pocos pues deri vaban Andamarcas, era también la encrucij ada
de los aportes de tributari os que por lo general entre la tiana y la vara, entre el caci cázgo
eran más de dos mil a di fe rencia de los de y la comunidad, entre la repulsión al or-
Vilcashuamán que oscilaban entre 600, 700 y en den co loni al y la necesidad de preserva r-
un sólo caso un poco más de mil. Tampoco se lo, con todas las tensiones que, para un
habla de que por estar en parajes inseguros se 'administrador, protetor, tiniente genera l
hubiesen reducido a uno de los tres repartimientos de corregidor' tan diligente como Felipe
y que las cajas hubiesen quedado al cuidado de un Guarnan Poma, aquella tensión pudo ha-
administrador. En consecuencia, ¿podemos estar ber generado".
seguros que llegó a ocupar el cargo que se atribu-
ye? Me temo que a pesar del esmerado esfüerzo Estoy de ac uerdo que en esta escena se da una
de José Carl os de la Puente todavía no estamos en contraposición de posiciones sociales basadas en
condiciones de convalidar esta afi rmación. Lo que ·'status" y otras en ·'contrato" como diría Sumner
sí es plausible es que la condición de administra- Maine pero a las fin ales el auotor indígena res uelve
dor que reivindica para sí era como el de aquel el conílicto aco modando a las nuevas pos iciones
Lazaro Chalcuri de Vilcashuamán de quien se dice administrativas bajo premisas que concuerdan con
que fu e contador, quipocamayo y llavero pero su imagen de un ordenami ento soci al inmutable.
só lo a nivel de un repartimiento y que este cargo Un elocuente testimoni o de ello es su descripción
sumado a otros que desempeñó le permit ió cono- de las autoridades indígenas tanto incaicas corn o
cer bastante a fo ndo algunas incongruencias y coloniales.
corruptelas del sistema administrati vo co lonial.
De ser éste el caso confirmaríamos una vez
más, lo que tantas veces he reiterado, que lo que
pudo predi sponerlo a ejercer estos ro les e, inclu-
so. a escribir la ·'Nueva Coroni ca" ti.le descender Manuel García Castelló11
de un a fa mili a de quipocamayos. U. of New Or/ean.5
Para concluir tan só lo qui siera añad ir que me mgarciac@J.1110.edu
ha parecid o muy perspicaz y estimul ante su in-
terpretac ión de aquella escena donde Esc larecedor y feliz trabajo, sin duela pro duc-
·'A mano derecha del altar, y en estricto orden to de lecturas tan atentas y perspi caces como
_jerárquico, toman asiento el corregidor, su tenien- profes ionales. El historiador cuenta con los me-
te administrador, protector y juez, el escribano de dios y procedimientos para adentrarse en un tex-
cabild o, los alcald es, el alguac il mayo r, los to de suyo dificil. Desvela as í la muy pos ibl e
regidores y los fi scales de doctrina. (Y) a mano clave del ·'malestar" del personaje y autor Guamán
izqui e rd a, se ubi ca n arm ó ni ca mente e l Poma: sus dificultades en el ámbito de la adminis-
encomendero. los caballeros y vecinos españoles, tración fi scal y distributi va colonial, en la que le::
44 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ay ala, administrador de bienes de comunidad
ha cabido una incómoda responsabilidad compar- los Andes que hasta la fecha figura en la li sta de la
tida, sometida pues a intereses encontrados. "Memoria del Mundo" de la UNESCO.
Bien observado el astuto propósito metro- Luego de leer el artículo de De la Puente, ex-
politano del divide ut imperes por el autor, cuan- traña que, a pesar de los varios y detenidos estu-
do alude a esa distribución de cargos sufragáneos dios llevados a cabo sobre el personaje, como los
que se fisca lizan entre sí en cuanto a la tesorería de Porras ( 1948), Padilla ( 1979) y Adorno (2000)
comunal. entre otros, prácticamente nadie hasta hoy se ha
Primordial función de Guamán, si mal no en- percatado de la trascendental relevancia que el rol
tendemos, y aquélla en la que han insistido sus de administrador de bienes de comunidad debió
comentaristas y cuasi-hagiógrafos, es la de ahogar jugar en la biografia de Guarnan Poma. Y sí que en
por " los pobres de Jesucristo." En efecto, a lo la Nueva Coránica las referencias directas e indi-
largo de la Nueva Coránica Guamán parece más rectas, textuales y visuales, a dicha experiencia y
que empeñado en profesar esa vocación- oficio - como bien nos es señalado en el estudio
advocación, esa valeduría lascasiana y evangélica que estamos comentando- son múltiples y con-
en favor del indio oprimido. El autor, más atento tundentes. Además, del desempeño de Guarnan
a claves históricas y circunstancias de produc- Poma como administrador hay hasta una feha -
ción de la Nueva Corónica, deja atrás dicho tópi- ciente comprobación externa a la misma crónica:
co y habla más bien de ·'autopromoción" de nos referimos a la solic itud que Guarnan Poma
Guamán, así como de su tensión entre reivindica- elevó a las autoridades españolas para reclamar la
ciones de orden nativista y frustradas pretensio- propiedad de unas tierras ubicadas a l sur de
nes jerárquicas en el seno del nuevo orden, el or- Huamanga. El documento es bien conocido por
den colonial. ,. los investigadores desde hace tiempo, en cuanto
En esta deconstrucción del personaje, quisie- se encuentra incluido en el así llamado ·'Expedien-
ra saber si el autor, en su fina comprensión del te Prado Tello", publicado en 1991. En él, Guarnan
texto, cree en la genuina preocupación de Guamán Poma se presenta a sí mismo, en forma repetida,
por los pobres. Es decir, si al acercarse él a tan precisamente como "administrador de todas las
pintoresco e hipersensitivo personaje, ha visto comunidades de la provincia de los Lucanas y Soras.
en su psicología cuánto haya de verdaderamente Andamarcas y Sirca Marcas" (Prado y Prado 1991 :
altruista con respecto al destituido pueblo andino; 338-39). Al parecer, el único estudioso que antes
cuánto -en su dolor y horror- trascienda la mera de De la Puente se ha percatado del real alcance de
defensa étnica. dicho cargo para la vida y la obra del cronista es
Juan Ossio, en un trabajo de inminente publica-
ción en la Colección Estudios Andinos del Fondo
Editorial de la Pontificia Universidad Católica del
Perú. Sin embargo, Ossio está más interesado en
Marco Curato/a Petrocchi demostrar la existencia de una cierta continuidad
Pontificia Universidad Católica del Perú entre las tradiciones familiares de Guarnan Poma,
mcurato@pucp.edu.pe cuyos antepasados habrían sido quipucamayocs.
y el oficio de este último como administrador que
El novedoso y sugerente trabajo de José Car- -como el autor del artículo que comentamos-en el
los de la Puente Luna evidencia y analiza una cargo en sí, como un puesto-clave, de particular
faceta - la de administrador de bienes comun ales- significación, dentro de la organización social y
realmente muy poco conocida de la carrera públi- política andino-coloni al y del comp lejo entrama-
ca de Felipe Guarnan Poma de Ayala. No cabe la do de poderes que la regía.
menor duda que se trata de un aspecto de funda- De todas maneras, no entendemos bien por-
mental relevancia para entender la trayectoria qué De la Puente pone en duda, si bien en forma
existencial y la misma personalidad de este gran matizada, la posibilidad de que Guarnan Poma pue-
cronista andino, a~í como el bagaje de conocimien- da haber sido un conocedor del arte de los quipus,
tos y experiencias que a limentaron y, explíc.ita o aduciendo que por lo menos en Lucanas a fines del
implícitamente, motivaron muchas de las páginas siglo XVI las funciones de admin istrador y de
de EL primer nueva coránica y buen gobierno quipucamayoc fueron desempeñadas por indivi-
( 1615), crónica tan excepcional - quizás valga la duos distintos. Las numerosas menciones y, sobre
pena recordarlo- que es la única entre todas las de todo, representaciones de quipus y quipucamayocs
presentes en la Nueva Coránica. as í como en la Pero el interés de José Carl os de la Puente ..:n
Historia del origen. y genealogía real de los Reyes el art ícu lo que: comentamos es deliniti vamen te
ingas del Piru ( 1590). obra escrita por fray Martín otro. y apunt a a la comprensión de la prúctica de
de Murúa. pero con ilustraciones mayoritariamente la ad mini stración de la ca ja de comunidad en un ,1
sa lidas de la mano de Guarnan Poma, so n claros alej ada provinci a andina éntre fir1es de l XVI e ini -
indicios de la cercanía y familiaridad de este último cios del XV II. La suya es un a especie de "'mi ero-
con los especialistas andinos de notac ión y sus hi stori a" de un a in stitución colonial pueblerin a.
técnicas de registro y contabilidad medi ante cuer- con un protagonista de excepción, Guarnan Poma
das anudadas y granos. El mismo Guarnan Poma, de Aya la. Y, al respecto. no podemos dejar de
en la ·'Carta a su Majestad" con la cual práctica- notar cómo su ligura prese nta ciertas singul ares
mente se abre su obra, afitina que sus conocimien- analogías co n la mucho más modesta, pero no
tos del pasado prehispánico se debían en primer menos interesa nte. del molinero italiano co ntem-
lugar a historias contenidas en quipus ("'unas his- poráneo suyo Domeni co Scand e ll a. a podad o
torias cin escritura ninguna, no más de por quipus". ··Menocchi o". rescatado del olvido del tiempo y
Guaman Poma 1980: 5 [8] ; v. también 9 111 ]). de los hombres por Ca rio Gi nzburg ( 1976) .
Además. los recientes estudi os de Ga len Brokaw Menocchi o nac ió en Monterea le (Fri uli ) el mi s-
(2002, 2003) han probado la presencia e inlluenc ia mo afio ( 1532) de la entrada de Pizarro a Cajamarcn
de convenciones y paradigmas indígenas deriva- y murió en la hoguera de la Santa Inquisición cuan-
dos de los quipus en la estructura di scursiva y do Gua man Poma, cond enado a dosc ien tos no-
textua l de varias partes de la Nueva Corónica: y, tes y al dest ierro de Huamanga. empezaba ( 1601 )
por su parte. Viviana Moscovich (2006, 2007), en su peregrinación por las comunidades andin as dc
la pág inas de esta misma rev ista. ha puesto en evi- la sidra central peruana, dolorosa ex perien cia que
dencia una serie de detalles de los dibujos de q11ipus inspiró las más vividas páginas del Buen Gubiff·
que parecerían indicar que Guarnan Poma poseía no. Los dos perso najes pueden ser equipmados
un pleno dominio del manejo de estos artilugios. no só lo por el hecho de ser amb os miembros de
Así que es probable qu e, entre las vari as habilida- cultu ras sub altern as, as í como provi ncianos. úvi -
des y experiencias profesionales del cronista que dos lectores, espíritus críti cos y. al mi smo ti em-
debieron inducir a las autoridades espat'i olas a es- po, pensado res a menudo naif. defen sorcs a
cogerl o para los cargos de adm inistrador y teniente ultran za de los pobres, profetas desa rm ados de
general de con-egidor de Lucanas, tu viera una cierta un nu evo orden y. a la postre, perseguid os y apl as-
importancia la de su destreza en el art e de los tad os por e l pode r, s in.i ta mbién po rq ue
quipus. Al respecto hay qu e recordar. en efecto, Menocchi o, por sa ber ·' leer, esc ribir y hacer cuen-
cómo el jurista Juan de Matien zo, en su Gob ierno tas". actu ó - en forma sorprendentemente análoga
de l PerJ de 1567, al tratar de la admi nistración de a Guarnan Poma- como árbitro en di sputas de
las comunidades indígenas y de sus bienes, otorga- ti erra s, y se desempeñó como admini strad or (a l-
ra numerosas tareas y responsabilidades a la figura calde) de su comunidad y de las ·'vill as" circun-
del tuc11irico. timcionario y juez indígena de repar- dantes, e incluso como ·'camarero'', esto es admi -
timiento. nombrado preferentemente por el corre- ni strado r. de los bienes de su parroqui a. cargo
gidor. En una época en la cual los modelos cultura- usualmente reservado a indi viduos del común qu e
les y de organización de la sociedad dominante no tenían algún grado de instrucción escolar (Ginzburg
se habían tod av ía ditimdido y establecido comple- 1976: 36-3 7).
tamente en los Andes, y lo tradicional y lo nuevo. La microetnoh istori a lucanina, que abord a José
lo andino y lo hispánico convivían y se yuxtapo- Carlos de la Puente a partir del tes timoni o de
nían tumu ltuosamente, el tucuirico debía no só lo Guarnan Poma y de noved osas info rmaciones de
ser ·' ladino'', es decir capaz de leer y escribir, sino documentos de archivo, entre los cua les prima el
también saber utilizar los qwpus (Matienzo 1967: juicio de residencia del corregidor Ju an Manuel de
38, 5 1-56, 67-68, 72- 75). Aparentemente, la fun- Anaya ( 1580-1597), gira alrededor de la admini s-
ción pública desempeñada por Guarnan Poma en tración de las cajas de bienes comuna les y eviden-
Lucanas tenía muchas analogías y puntos de con- cia el entramado de los pequeños poderes locales
vergencia con la de esta clase de prístino oficial en constante, sord o y áspero conflicto entre ellos
colonial indígena, cuyas füncion es y atribuciones por su co ntrol (y pill aj e). El caso de Lucanas re-
ha bí a intentado definir Matien zo e n época sulta emblemático, y muestra cómo la caja de co-
pretol edana. munidad era un a institución económica y po lítica
46 Revista Andin a
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
clave en la vida y la dinámica de los pob lados 1991 ·' La administración de los bienes de co-
andinos hacia fines del siglo XVI e inicios del munidades indígenas en Charcas.
XVII. Así, el trabajo de De la Puente termina siendo, Tucumán y Río de la Plata". En : Actas y
en última instancia, un valioso acercamiento al Estudios del IX Congreso Internacional
drama histórico de la reproducción, adaptación y de Historia del Derecho Indiano (5-1 O
transfonnación de la sociedades andinas en el con- de febrero 1990). Madrid: Instituto In-
texto co lonial, testimoniado con tanto pathos por ternacional de Historia del Derecho In-
el relato de Guaman Poma. De hecho, el estudio diano. Vol. 11 , 65-106.
de las cajas de bienes comunales y su administra-
ción permite una aproximación a aspectos bási- BROKAW , Galen
cos de la organización y el funcionamiento de las 2002 ·' Khipu Numeracy and Alphabetic
comunidades andinas surgidas ele las reformas Literacy in the Andes: Felipe Guarnan
toledanas, en las cuales convivían, se yuxtapo- Poma de Ayala 's Nueva coránica y buen
nían y se contraponían rasgos de la tradición gobierno ". Colonial Latin American
andina prehispánica y de la organización de las Review 11 (2), 275-303.
villas hispánicas, así como estructuras y elemen- 2003 ·'The Poetics of Khipu Historiography.
tos coloniales híbridos, conformando en su con- Felipe Guarnan Poma de Ayala's Nueva
junto una realidad magmática, llena de contradic- coránica and the Relación de los
ciones internas y, por ende, continua y extrema- quipucamayos " . Latin American
damente conflictiva. Research Review 38 (3), 111 -147.
Precisamente por la relevancia del tema, hu-
biese quizás sido con,,.eniente c.¡ue De la Puente se ESCOBEDO MANSILLA, Ronald
abocara a cotejar e integrar los datos sobre Lucanas 1979 "Bienes y cajas de comunidad en el
con la infonnación existente en la literatura, por lo Virreinato peruano". Revista Internacio-
demás muy reducida, sobre las cajas de comuni- nal de Sociología 37 (32), 465-92.
dad en los Andes. En efecto, luego de las precurso- I 997 Las comunidades indígenas y la econo-
ras referencias a dichas cajas de Guillermo Lohmann mía colonial peruana. Bilbao: Un i ver-
Vi llena, en su clásica monografia sobre El corregi- sidad del País Vasco.
dor de indios en el Perú bajo los Austrias de I 957,
se han ocupado específicamente de estas tan sólo GINSBURG. Cario
Ronald Escobedo Mansilla ( I 979, I 997) y Carlos 2001 [ 1976] El queso y los gusanos. El cosmos
Díaz Rementería ( 1990, 199 I). Y, ahora, José Car- según un molinero del siglo XVI.
los de la Puente con el presente ensayo que abre Barcelona: Edición Península.
nuevas perspectivas en la lectura de la Nueva
Coránica y en el estudio de una de las menos GUA MAN POMA DE AYALA, Felipe
conocidas y posiblemente más neurálgicas insti- 1980 [ 1615] El primer nueva coránica y buen
tuciones del mundo andino colonial. gobierno. J. Murra y R. Adorno (eds.).
3 vols. México: Siglo Veintiuno.
Bibliografía
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ADORNO, Rolena 2001 [ 1957] El corregidor de indios en el PerlÍ
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1967 [ I 567] Gobierno del Perú. París-Lima:
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tema incaico de propiedad al ele derecho MOSCOVICH, Viviana
castellano". En: A. Levaggi (ed.), El abo- 2006 "Yupana tabla de contar inca". Revista
rigen y el derecho en el pasado y el pre- Andina 43, 93-127
sente. Buenos Aires: Universidad del 2007 ·'Yupana tabla de contar inca": Estruc-
Museo Social Argentino, I05- I 39. tura interna. Revista Andina 44, 71-116.
cenados en Rapaz como en Tupicocha procedían voces que hoy reverencian la tradición Hu ayrona
de un sector comunal, políticamente admini stra- simultáneamente denuncian con vituperación casi
do. A diferencia de la col/ca tupicochana, que fue guamanpomiana a los socios ·'egoístas'" y .. vi-
edifi cada en la década 193 0 como reemplazo de vos". Sin embargo es un hecho que nadi e niega el
una col/ca anterior, Pasa Qullqa da muestras de que las pocas comunidades que conservan ta l sis-
una antigüedad considerable, posiblemente de la tema se defi enden con cierto éx ito contra los
misma época en que vivió Guarnan Poma. acaparadores externos.
Por sup uesto los sapr;is etnográfi camente Las continuidades no son menos pro blemáti-
conocidos no son simpl es prolongaciones de las cas que las rupturas. Tomando en cuenta los dile-
instituciones retratadas por De la Puente. Duran- mas que De la Puente detecta en su hábil segui-
te los casi cuatro siglos transcurridos desde la miento de la carrera del ··autor y príncipe", uno se
vida de Guarnan Poma, el complejo de centra liza- pregunta cómo es posible que la ley del sapr;i se
ción y desembolso de bienes comunales habrá haya reproducido bajo circunstancias históri cas tan
sufrido muchos cambios - cambios aún no escla- variadas. Sin du da se dieron cambios posteri ores a
recidos por la hi storiografia, porque no hemos los experimentados durante la reducción. Notable
ll egado al ni vel de precisión necesari a para enten- es la aparante transfonnación rapacina del cargo de
der la evo lución interna de la economía política administrador de bienes de comunidad en cargo
dentro de comunidades pequeñas (centro pobl a- temenino. En uno o muchos momentos se habrá
do menor, anexo, caserío etc.). producido una reconstrucción del modelo andino-
Pero se pueden mencionar algunos rasgos del colonial fa voreciendo ideologías de simetría sexual
cambi o poste riores a la ac tuac ión de Gua rnan (antes andina que colonial) e igualdad de estatus
Poma. En primer lug¡ir, los sucesivos regímenes polít ico. Un paso útil serí a la investi gac ión
post-to ledano, borbónico y republicano han alte- pormenorizada de los cambios locales du ra nte la
rado las entidades gubernati vas y sus jerarquías, primera etapa de la república independiente, cuan-
de modo que el cuerpo de los envarados ya no do la debilidad del Estado abría un margen para la
fo rma el liderazgo del cabildo, sino el órga no es- autogerencia ru ra l (Ménd ez 200 1, Thompson
peciali zado dentro de entidades ··constituciona- 2002:269-80). Es posible que los comuneros re-
les". En Tupicocha los envarados son de rango cién transform ados en ciudadanos hayan intentado
infe rior, pero en Rapaz fo rman un gabinete de realizar aspirac iones comparables a las de Guarnan
prestigio alto. Obviamente ningún cargo equivale Poma, reorganizando el sector sapr;i con mi ras a
al de administrador de bi enes de comunidad en una economía moral más equitativa.
Lucanas. Sin embargo se puede detectar hasta hoy
una continuidad histórica. Ahora como en la épo- Bibliografía
ca de Guarnan Poma, el ensamble político consis-
te en una pluralidad de entidades contrapuestas LEVI LLI ER, Roberto
en vez de a unajerarquía política. La importancia 1925 Gobernantes del Perú, carlas y pape-
relativa de la comunidad campesina, el municipio, les, siglo XVI. Vo l. VIII. Madrid: Im-
y la go bernación sigue variando de ac uerdo a in- prenta de Juan Pueyo.
trincados manejos y alianzas-y con ella. su acce-
so a los bi enes del común . MATI ENZO, Juan de
El manejo de sapr;i, por lo tanto, sigue impli- 1967 [1567] Gobierno del Perú. En: G. Lohmann
cando, como De la Puente advierte, una vigilancia Vill ena (ed.). París -Lim a: ln stitu t
ri gurosa de todos sobre todos. Mi entras exista Fran~ais d'Études Andines.
sospecha de incumpl imiento, no hay ··voluntad"
para el quehacer colectivo. La asamblea plenaria o MÉNDEZ - GASTELUMENDI , Cecilia
Hu ayrona en la cual se fü siona el ritual con la 2001 ·' The Powe r of Namin g. or th e
contabilidad sigue intentando cuadrar el círcul o Constructi on of Ethni c and Nati onal
que Guarnan Po!T\a no pudo cuadrar. Las desigual- ldentiti es in Peru : Myth, Hi story and
dades específicamente coloniales (p.e. ingerencia the lquichanos". Past and Present 17.
de l corregidor no-indígena en asuntos de ·'indios," 127-1 60.
pri vilegio de los linajes cacicales) se han disuelto,
dando lugar a jerarquías empinadas pero rotadas SALOMON, Frank
en ritmo ráp ido. Y ¿hay remedio? Las mismas 2005 ·'Collca y Sapyi. Una perspectiva sobre
RESPUESTA
José C. de'" Puente Lu11" Girón- y de doña María Ñusta Ocl lo Vello. su-
puesta hija de Huayna Capac. Hacia 1576. cuan-
Luego de concluir el artículo, llegó a mis manos do contaba 25 años, Vélez se trasladó desde su
el trabajo de Carmen Ruigómez Gómez sobre el Jauja natal hacia Lima. Por sus habilidades como
protector de indios en el Perú (Madrid : Cultura lengua y por su familiaridad con la administración
Hispánica. 1988). El mismo. en consonancia con de justicia. el virrey lo nombró juez de comisión
otras infonnaciones que ahora puedo sacar a luz y en las minas de Lauca, jurisdicción de 1--luamanga.
encajar mt:jor en la historia del administrador de También pasó un tiempo en Huancave lica. ~n
bienes, me ha pe1mitido perfilar el acceso de Felipe 1593. el Marqués de Cañete comisionó a Vélez
Guarnan Poma al complejo de cargos que él descri- como alguacil mayor (asistente del visitador) e
be como "Administrador, protector y teni ente de intérprete de la revisita de la provincia de Jauj a.
corrt:gidor" de la provincia dt: Lucanas. Con esta Quizá coincidi era con Guarnan Poma en el va ll e
información adicional paso a responder las perspi- de los huancas. Dos años después, en 1595. don
caces observaciones de mis comentaristas. García Hu1tado de Mendoza nombró a Vé lezpro-
Mi punto de partida es la mención oficial a tector de los naturales de la provincia de .Jauj a
Guarnan Poma como "ynterprete desta audien- hasta que el nuevo protector, un español. asumie-
cia" por el escribano de la visita de tierras de la ra el cargo. En 1597, y a pedido de los caciques de
provincia de Jauj a en 1594. Guarnan Poma debió Jauja - quienes reclamaron que el protector nom-
serlo desde algún tiempo antes, pues el juez de brado no conocía la lengua de los indios- el virrey
tierras recibió la comisión de la visita en Lima en don Luis de Yelasco volvió a dar título de protec-
1592 (Puente Luna y Solier Ochoa 2006 : 14-17). tor interino de la provincia de Jauja al mestizo
Además. estos intérpretes de la Audiencia eran Juan Vélez. A partir de 1598, Yélez estaba de
nombrados directamente por el virrey, también en vuelta en Lima, atendiendo, al parecer como pro-
Lima (AGI. Lima, 150). De los que residieron en tector, los negocios de los indios de Jauja. entre
la corte en esa época, que füeron varios, destaca otros, el que se les removiera el administrador
Juan Vélez, cuya vida parece ser uno de los hilos españo l de bienes de comunidad. As í se hizo.
que por fin (y por analogía) desenredará la made- Las di stintas provisiones originales en poder
ja. Este intérprete, cuya información de servicios de Juan Yélez, así como los testigos de su pro-
se conserva en el mismo legajo que la carta de banza, muestran la fam iliaridad de los intérpretes
Guarnan Poma al Rey, era hijo de un extremei'io con los virreyes y jueces de laAudiencia, así como
que sirvió en conquistas, poblaciones y pacifica- su acceso privilegiado a lo s funcionario s y
ciones - en especial, contra el tirano Hernández vericuetos dt: la corte. El derrotero de Yélez. co-
50 Revista Andina
_ _ José C. de la Puente Luna: Guarnan Poma de Ayala, administrador de bienes de comunidad
mi sionado en distintas ocasiones desde Lima ha- repartimiento, usualmente ll amados ·'contador.
c ia las prov in c ias de Jauja , l-luamanga y quipucamayoc y llavero". a quienes he tratado de
Huancavelica. ilustra un patrón que echa obvias describir con cierto detalle para el caso de Lucanas.
luces sobre la escurridi za trayectoria de ese otro Pero por sobre ell os se ubicaba el administrador
intérprete, el cronista y príncipe. Guarnan Poma de bienes de la provincia, as istente del corregidor.
afirm a claramente haberse ·'criado" en ··palacio, del protector de indios y del ad mini strador de
en casa del buen gobi[e]rno y en la audiencia", censos de Huamanga (véase las pp. 29-32). Éste
sirvi endo ··a los seño res bisorreys, oydores, era nombrado o confirmado por las autoridades
pri sedentes y alcaldes de corte" (p. 715). El deta- de Lima (véase los ejempl os incluidos en la nota
ll e de las gafas del virrey Luis de Ve lasco ( 1596- 11 y en la bibliografia). Guarnan Poma parece
1604) parece confirmar lo que Guarnan Poma es- referirse a este último cargo, y no al de ·'contador.
cribe en su carta al Rey: que el virrey tenía noticia quipucamayoc y llavero" de los Lucanas And a-
de su persona ·'del tienpo que gouemó este n-eyno" marcas -como sugiere Oss io- cuando hab la de sí
(Guarnan Poma 1615: 470 : Porras Barrenecha mi smo. Las funcion es, atribuciones y contradic-
1948: 33 ; Lohmann 1945 ; Adorno 2001: 79-86). ciones de los ad ministradores loca les ("contado-
Así, sugiero que, al momento de ser designado res", ·'mayordo mos", ''quipucamayocs". ·'ll ave-
intérprete de la visita de tierras de Jauj a y ros", etc.) y provinciales ("administrador de los
Huamanga por el Marqués de Cañete, y antes de bienes de comunidad") eran en esencia las mismas
emprender viaje hacia esas provincias, Guarnan - el cuidado, manejo e incremento de los bienes
Poma pudo recibir también el nombramiento, quizá del común-, mas estos oficiales diferían notabl e-
provisional , ele ·'administrador de todas las co- mente en su origen y legitimidad entre los pue-
munidades de los Lucanas y Soras Andamarcas y blos de indios. No creo que los Lucanas los hayan
Circamarcas·'. designac ión que era facultad del visto de la misma manera. Como sugiere Teocloro
virrey. Como tal se presenta en varios documen- !-lampe, la fi gura del ad ministrador provincial , en
tos oficiales vistos por el virrey sucesor, don Luis tanto nexo entre las comunidades y el estado co-
de Ve lasco. y por el alcalde de corte de la Audien- lonial , debe ser moti vo de mayor in vestigación y
cia entre agosto y septiembre de 1597 (Prado Tell o reflexión.
y Prado 199 1: 338), por lo que dudo que el cro- Este último punto me lleva a un segundo as-
ni sta se atreviera a fa ltar a la verdad respecto de pecto, el de Guarnan Poma, los quipus y los
su cargo. quipucamayocs. Co incido con las observaciones
También en Lima, en esas mismas fechas o en de Marco Curatola, y de otros a quienes él cita.
fecha cercana posterior, Guarnan Poma debió reci- acerca de la "cercanía y familiarid ad" del croni sta
bir el nombrami ento de ·'protector" de la provincia con los cordeles anudados. Es más, mi análi sis del
de Lucanas (o la confirmación de dicho oficio), como rol del admini strador de bienes y su interacci ón
Juan Vélez, aunque éste fuera comisionado a Jauja. con admini stradores, ll averos, contadores y
No sólo sabemos que los intérpretes asistían de quipucamayocs apunta en ese sentido. Guarnan
continuo al protector general de indios ele la Au- Poma debió presenciar en muchas ocasiones el
diencia, sino que los protectores de provincia y ele manejo de los quipus al momento de cuadrar las
pmtido, aunque eventualmente nombrados por los cuentas de las cajas de comunidad. Quizá regis-
con·egidores de turno, debían ser continnados por trara con tinta y papel algunas de las operaciones
el viJTey y por el protector general en Lima. Algu- de contadores y quipucamayocs. Pero de esta ··cer-
nos protectort: s provinciales nombraban can ía y familiaridad" ' con las cuerdas con nudos
lugmtenientes o sustitutos para que visitaran las no se desprende necesari amente, y en esto espero
zonas qu e ellos no podían visitar. Las ordenanzas haber entendido correctamente a mi comentaris-
del vin-eyToledo habían dejado abierta la posibili- ta, que el cronista fuera un '·conocedor del arte de
dad de que, especialmente en el nivel de los pue- los qzúpus" cuya "destreza" le diera un " pleno
blos. este encargo recayera en un indio ·'capaz" dominio del manejo de estos artilugios", es decir,
como Guarnan \orna (Bayle 1945: 109-11 O; que Guarnan Poma fuera un quipucamayoc. Como
Ruigómez Gómez 1988: 82-86, 144). otros autores - Pedro ele Cieza o Antonio de la
Así, como bien observa Juan Ossio, los in- Calancha, por ejemplo- Guarnan Poma debi ó in-
dios de la provincia ele Lucanas (así como los de teresarse genuinamente en los quipus y debió re-
las ele Vilcashuaman y Jauja) tenían sus propios copilar algunas hi storias de antiguos quipuca-
adm inistradores de comunidad y sapci, uno por mayocs. Quizá incorporara narraciones basadas
en quipus. como sugiere Galen Brokaw. Pero me documentos -especialmente. rev isitas y retasas.
resulta dificil entender por qué el prolijo cronista títulos de tierras, cédu las y provi siones a ravor de
habría guard ado silencio en la cuesti ón básica de los indi os- era res ultado directo del trabajo y de
cómo se codificaba y decodificaba un quipu. En las gestiones y aportaciones del COlllún. pu es és-
este punto, la Nueva coránica se parece al quipu tos fin anciaban el viaje y los neg6,Jc ios de sus caci-
de l famoso dibuj o del quipucamayoc. Esta dud a ques y principales a Lima o a España, a veces co n
mía, por supuesto, no prueba ni refuta nada. pero miles de pesos de las cajas, para que éstos plei-
llama la atención acerca de la necesidad de seguir tearan y alegaran a favor de la comunidad. En tal
distin guiendo los ni ve les o grad os de un conoci- sentido. I11uchos ele estos documentos - tanto el
mi ento particular -escuchar, indagar, ver anu- contenido como el medio que lo soportaba- de-
dar y an udar- , as í como el ori gen del mismo - bieron considerarse sapci, cosa del colllún. Su
prilllera, segund a o hasta tercera mano. La discu- preservac ión en cajas y casas, recintos admini s-
sión sobre el cronista y los cordeles con nudos trativo-ritua les como los descritos por Frank
sigue ab ie11a. Salomon para Rapaz y Tupicocha. al lado de sis-
La conexión entre los quipus y la hi stori a de temas de registro y contabilidad alternativos como
los bienes y casas/cajas de comunidad, por otra los quipus. cobra especial relevancia desde esta
parte, emerge del comentario de Frank Sa lomon. perspecti va. Es probable que ambas --escritu ras··.
Me permito agregar a sus observaciones un ele- así como los diferentes contextos en que éstas
mento adicional sobre las continuidades y trans- interactuaba n, comparti eran un mi smo espac io
formaciones del sapci. Está amp lialllente docu- simbólico en tanto artefactos y prácti cas que ··en-
mentado que las caj as y aposentos comun ales cerraban" la comunidad, asociados a rituales en
custodiaban una serie de documentos esenci ales que se vivía y actuali za ba la mi sma, colllo la elec-
para la preservación y reproducción de la comu- ción de autoridades del sistellla ele cargos y la
nid ad: títulos y nombramientos, cuadernos de rendi ción de cuentas de los bienes collluna les con
cuentas y tributos. cédul as y provi siones, revi- quipus y libros de comunidad.
sitas y retasas, situac iones y pensiones, pleitos y
cartas de pago. La obtención de muchos de estos Fort Worth, Texas, diciembre J2 de 2008
52 Revista Andina
Planchas, brazaletes y hachuelas:
las rutas prehispánicas del metal andino
desde el Guapay hasta el Pantanal
lsabelle Combes 1
Una primera versión de este articulo fu e escrita en 2004, como una suerte de ayuda-memoria para el
seminario de Histori a Social de la carrera de soc iología de la universidad Gabriel René Moreno de Santa
Cruz, dedicado en ese semestre al estudio de las crónicas quinientistas recopiladas por Catherine
Julien. Con la excepci ón de un avance parcial publicado en la revista estudiantil cruceña Socio-lógicas
4 (2005). este texto se mantuvo inéd ito. Sirvió sin embargo de base para vari as inves ti gac iones
posteriores (Combes 2006" y 2008), y agradezco a la Revista Andina la oportunidad de poder
publicarlo hoy. Van mis agradecimientos a Albert Meyers, Catherine Julien, Tristan Pl att, lsabell e
Daillant. Vincent Hirtzel y Diego Yillar por sus primeros comentarios.
2 Relación del río de la Plata 2008 [1545]: 35.
Oro, plata y tal vez también pi edras preciosas son el motor de las expediciones y
viajes de exploración de los europeos desde la costa atlántica hacia el noroeste, en busca de
las fuentes del metal. El lugarteniente de Pedro de Mendoza, Juan de Ayo las, remonta e l río
de La Plata con sus hombres, y se interna en 1537 Chaco adentro desde el lugar de La
Candelari a so bre el río Paraguay, más arriba de Asunción. Está mandad o·'~ que viese por
vista de ojos donde vbi ese cantidad de meta l o mynas de donde se saca" (Ira la 20081, [ 1545]:
20). Más precisamente, Ayolas está en busca de una "generayion" 1lamada carcaráes o
carneara, "que debían hallarse o vivir lejos de allí tierra adentro, y que deb ían también tener
mucho oro y plata" (Schmide l 1993 [ 1567]: cap . XXIV). Desde Asunción , tal vez in cluso
desde Buenos Aires, los carcaráes tienen fa ma de ser " los mas rricos e ge nte mas pod erosa
y que tiene mas policia y los pueblos cercados segund tenemos noticia" (]rala 2005ª [ 154 1]).
En búsqueda de ellos y de la "tierra rica" se organizan las ex pediciones españo las desde
Asunc ión hacia el oeste, las mi smas que desembocan , en 1561 , en la fundaci ón de la primera
ciudad de Santa Cruz de la Sierra por Ñuflo de Chávez.
Estos hechos y testimonios traducen, por cierto, la desesperación de los españoles
del río de La Plata por encontrar metales preciosos al ejemplo de Cottés en México o los
Pizarro en el Perú. Pero traducen tamb ién el conocimiento que ti enen los indígenas de las
tierras baj as sobre las fu entes de este mi smo metal , y su afán particular por co nseguirl o. Las
prim eras crónicas españolas evidencian un intenso tráfico comercial de occidente a ori ente,
centrado sobre el metal. Prácticamente todos los pueblos del río Paraguay poseen algo de
metal ; para convencerse de ello, basta con leer las inform ac ion es recogid as por Domingo de
Irala en su viaje hacia el alto Paraguay y el Pantanal en 1542 y 1543, que menci onan a un sinfín
de etnias dueñas de objetos de oro o plata.
Tras las huellas de las fuentes del metal y de los misteriosos carcaráes y otros candi res
o chimeneos que los indígenas describen como "señores verdaderos del metal '", Ayo las .
Ira la y sus compañeros bu scan guías, y los encuentran . Los indígenas no solamente ti enen
algo de ·' planchas" de metal : muchos de ellos saben exactamente de dónde vienen, y cómo
conseguirlas. En la región mi sma de Asunción, los españo les consiguen '"cantydad de pl ata
y mucho oro" de la etni a de los agazes (Ira la 2005 '' [ 1541 ]). Así, las rutas de los conquistado-
res de Asunción hacia la ''ti erra adentro" son, primero, las rutas indígenas y prehi spáni cas
del metal.
Me abocaré en estas páginas a un so lo tramo de estas rutas que cruzan el contin ente
desde los Andes hasta el Atlántico: un tramo clave por cierto, que desde los últimos estribos
andinos hasta el Pantanal , en el actua l ori ente boliviano, asegura el tráfico ele objetos, ge nte
y creencias entre oeste y este, y viceversa. Así como !rala siguió las hu ell as indíge nas,
seguiré aquí a lrala y sus compañeros, para intentar dar respuesta a las sigui entes preguntas :
¿cómo, de quiénes y de dónde consiguen metal los pueblos del río de La Plata y del Para-
guay? ¿de qué clase de metal se trata, qu é usos y qué valor le clan los indíge nas?
54 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
3 Nordenskii.i lM ( 1917) y otros investigadores, apoyándose sobre Díaz de Guzmán ( 1835 [ 1612]).
ubican el viaje de García haci a 1526 y hacen de él el primer descubridor de la actual Bolivia. Retomando
e l problema a la luz de un só lido corp us documental del siglo XVI, Julien demostró, creo que de manera
definitiva, que el viaje de García fue más tardío (hacia 15 30) y que no llegó a la fro ntera del imperio
inca (Julien 2005").
de hecho, a orill as del Guapay, !ra la encontró a los ind ígenas tamacoc ies. Schmidel comenta:
"en seguida nos empezaron a hablar en españo l; nos quedamos fr íos donde estábamos''
(Schmidel 1993 [ 1567]: cap. XLVIII ) ... y no era para menos. Los tamacocies ya conocían a los
españoles, y estaban "encomendados" al fund ador de la ciudad de La Pl ata (hoy Sucre),
Pedro de Anzures: !rala comprendió que había llegado "al Perú"; sus tan soñadas fu entes del
metal no eran otras que Porco y demás minas de Charcas, qu e ya tenían dueños españo les .
As í, los vi aj es siguientes que rea li zaron los asuncenos fu eron de un tipo diferente .
Ex isten vari os in fo nnes que relatan el viaje de Ñufl o de Chávez en 1557 desde los xarayes
hac ia el occ idente, viaje que resultó en la fund ac ión de la Nueva Asun ción en 1559 a orill as
del Guapay, y de la primera Santa Cruz de la Sierra en 156 1 en tierra de los indios gorgotoqui es.
Aunque poc os años separan los prim eros viajes de Ira la o Cabeza de Vaca y el de Ñufl o de
Chávez, la situac ión cambió a veces radica lmente para los ind ígenas de esta zona. Empezaba
la di spersión de las etni as antes asentadas en las ti e1ns baj as al este de l Guapay, ru tas
antiguas estaban cerradas, las comuni cac iones truncadas. Los españoles, tambi én, tenían
nuevos rumbos y nuevas ideas: habían renunciado a alcanzar a las fu entes andin as del meta l,
expl otadas por sus colegas del Perú ; el espejismo de la "ti erra ri ca" se despl azó en esta época
hac ia el noroeste, haci a Moj os4. En estos años empezó, entre los españo les del oriente, la
búsq ueda de El Dorado, Paytití o Moj os, un lugar siempre inalcanzabl e, siempre "más all á
de", una promesa jamás cumplida. El sueño español de la ti erra rica o de " la noti cia", como se
so lía ll amarl a, ya fu e obj eto de muchas investi gac iones y es un tema que merece seguir
siendo investi gado . En estas páginas sin embargo, son los sueños indígenas de " las rriquezas
de la tierra" 5 los que atraerán nuestra atención.
!rala remonta en 1542 y 1543 el río Paraguay, pai1iendo de Asun ción , territori o de los
ind ígenas carios, de habl a guaraní. Más arriba, las orill as del río están habitadas por los
payaguás, en cuyo territorio se estableció en 1537 el puerto de La Candelaria . Siguiendo río
arriba, el siguiente encl ave étni co es el de los guaxarapos, dond e !rala empi eza sus entrevis-
tas y preguntas . Su primer entrevi stado es Magoari , un j oven guaraní de la ti erra de
Garabatatibi, prisionero de los guaxarapos. Garabatatibi 6 se sitúa, según el mi smo info rman-
te, río arriba de los guaxarapos, sobre la orill a oeste (chaqueña) del Paraguay. Magoari
empieza explicando que la primera "generay ion" que vive río aJTiba de los guaxarapos son los
guacamas. Luego,
Preguntado que, mas arriba de los dichos guacamas, que generay iones ay,
di xo que la vanda de la mano yzqui erda qu es del hueste que ay mu chas
generayiones entre las syerras qu e pareyian y de lo qu e! tiene notiyi a, se
ll aman turubon es y ayguas y ch anes y taycay is y ye ucoyis y tLircoyi s y
56 Revista Andina
Isabel/e Combés: las rutas prehispánicas del metal andino
Sobre la cuestión del metal, Magoari sólo indica "que lo ha oydo dezir que lo tienen
los pay<;:unos, e que lo oyo a vn turubone que lo mataron estos guaxarapos con quien el
esta". El siguiente entrevistado es <;urubay, otro guaraní prisionero de los guaxarapos y
originario de la tierra de Itatín :
Preguntado sy sabe o a oydo dezir que genera<;:ion tiene el dicho metal, dixo
que no sabe mas que las generas;iones de los goacamas y tumbones y xacosy
y garindi y guetari y oadyis y oape y suacheagui y oetari y asua y uaga y
ahuagu y temesesy e sycosy y decoxi tienen algunas planchas, y questas
genera<;:iones estan de lavanda del rrio y de la otra, pero los que mas tienen
son ayguas [ ... ] preguntado que quien les da el dicho metal, dixo que ha oydo
dezir que vna generas;ion que se llama huytig de la tierra adentro, y que ellos
lo han de mano en mano de los pays;unos (!rala 2008" [ 1543] : 4).
Preguntado sy sabe que las dichas generas;iones tienen oro o plata, dixo que
no sabe mas de que la generas;ion que se llama xaquides y xacota e chanes y
quigoaracos;i y yriacoxi e xabacoxi y deycoxi y turucoxi y guarhagui tienen
algunas planchas. Preguntado sy sabe quien les da las dichas planchas, dixo
que las generas;iones que llaman gueno y xaraye ymore. Preguntado donde las
estan las dichas generas;iones, dizo que! rrio arriba (!rala 2008ª [1543] : 6).
Vramo proporciona aun más infonnaciones: explica que los guaxarapos, si bien son
amigos de los xarayes, gueno e ymore, no tienen metal "porque los xaquides estan en medio que
son sus enemigos y los flechan" (lrala 2008ª [ 1543]: 6). Agrega luego otra infonnación importante:
Preguntado sy sabe que genera<;:iones son los señores verdaderos del metal,
dixo que no sabe mas de que ha oydo dezir que son los chanes y pays;unos y
careara¡¡ y que estos son los que tienen el metal blanco [ ... ] y estando hablan-
do vio al bachyller Martín de Annens;a que estaba presente a lo susodicho vna
sortija que tenia en la mano, y sin le dezir nada dixo que los tagoayonos son
los señores verdaderos del metal amarillo como aquello (!rala 2008ª [ 1543]: 6).
Algunos días después, en el Puerto de los Reyes , lrala entrevista a un "prirn;:ipal" (jefe)
chané, llamado Chero¡¡:e o Chero¡¡:i, originario de la "tierra adentro", posiblemente de los alrede-
dores de la primera Santa Cruz de la Sierra7. Chero¡¡:i habla primero de "vna grand junta" de los
guaraníes de Itatín que se hizo en tiempos pasados, "antes que Gar¡¡:ia viniese del Brasil( ... )
para yr a buscar el metal" (Ira la 2008ª [ 1543]: 7). Estos guaraníes, al volver al Paraguay, habían
llevado a Chero¡¡:i y sus compañeros como esclavos. Luego, el mismo Cheroi;:i sigue hablando
de Alejo García: "dixo que llego hasta la genera¡¡:ion que llaman payi;:unos y que los chanes y
los dichos payi;:unos le dieron el dicho metal" ([rala 2008" [ 1543]: 8). Esto ocurría cerca de la
tierra de los corocotoquis, es decir los gorgotoquis, en los alrededores de la primera Santa Cruz
de la Sierra. Otra vez, los payzunos, asociados como en el testimonio de Vramo con los chanés,
aparecen como una etnia muy activa en el comercio del metal. Cheroi;:i acaba indicando que los
mayaes, es decir los mbayás, etnia de habla guaykurú del Chaco y presentes en la región de la
primera Santa Cruz8, tienen algo de metal blanco; y agrega:
Preguntado sy sabe que generai;:iones son los señores del metal , dixo que
muchas generai;:iones tienen metal en espei;:ial los payi;:unos y guarigoari y
corocotoqui y cheretono y turopecoi;:i y pane y tipeono y maracaono y
vroacoyi y xamaricoi;:i y i;:imeono y carearas, pero que los verdaderos que
sacan el metal son los canires e los chemaos ([rala 2008ª [ 1543]: 9).
Por primera vez, se cita aquí a los canires (candi res) y chemaos (chemeneos, chimeneas).
Según este testimonio, parecen tener un papel incluso más importante que él de los payzunos,
chanés y carearas: pues canires y chemaos sacan el metal , es decir que tienen minas.
[rala sigue entrevistando a diferentes indígenas. Un guaraní llam ado Goaybicoara
vuelve a hablarle de la gran junta en busca del metal organizada por los de ltatín : volveré
sobre este punto más adelante. El mismo informante, u otro de sus compañeros, indica otros
nombres de "que yndios tyenen el dicho metal" en el alto Paraguay o tierra adentro: los
mayaes [mbayá] , payi;:unos, guarigoari ; los chibiuno, chemerono, guaychano, coci , chane
([rala 2008ª [ 1543]: 11 ). Durante esta entrevista, una anciana chané toma también la palabra:
habla de "los carearas que son los señores del metal , e junto con ellos estan los canires que
asymismo son señores del metal" ([rala 2008ª [ 1543]: 1O).
Estos testimonios empiezan a dibujar con alguna precisión un panorama general del
comercio del metal en la zona. Los entrevistados mencionan con frecuencia a cinco pueblos
"señores verdaderos" del metal o muy implicados en su comercio: los canires, los carearas,
los chemaos, los payzunos y los chanés. En una sola oportunidad payzunos y chanés son
calificados de "señores verdaderos" del metal: los que más frecuentemente reciben esta
apelación son los canires, los carearas (cara caras) y los chemaos. Como lo confirmarán otras
7 Exi stían en efecto. en 1561 , varios ·'principales" llamados Tosi (o Toc,:i) en la primera Santa Cru z
(Documentos ... 2008 [ 1561 ]). El chané de Puerto de los Reyes hablaba en guaraní , y para decir su
nombre utilizó el che guaraní, es dec ir ·'yo" . El t pasa a r en composición en el idi oma guara ní. y ··yo
soy Tosi" : che Tasi , llega a pronunciarse Cherosi. _
8 De hecho, al menos un pueblo de " mayaes" fue encomend ado a Nuflo de Chávez en la primera Sa nta
Cruz (Documentos ... 2008 [1561] : 100).
58 Revista Andina
Isabel/e Combés: las rutas prehispánicas del metal andino
cróni cas, estos tres pueblos son los que producen (que "sacan" ) el metal, all á en el occ iden-
te. Payzunos y chanés son, e ll os, los principales intem1edi arios en el tráfi co del oro y de la
p lata (a menudo en form a de "pl anch as" como lo indican los entrev istados) hac ia e l este y e l
Paraguay. Vi ene, fin almente, esta impres ionante li sta de puebl os benefi ciados con e l comer-
c io, di semin ados entre la " ti erra adentro" en la Chiquitani a actu al, el Chaco (caso de los
mbayás) y e l río Parag uay. Se esbozan a lgun as de las rutas seguidas con el tan prec iado
meta l: ·'del productor al consumidor" , si se me pennite la expres ión, será entonces el plan qu e
ado pta ré para seguir adelante.
Los indígenas de las tierras baj as no só lo saben que el metal viene del oeste: nomb ra n
a sus productores, saben dónde y cómo vive n, y tienen un gran conoc imiento de lo que pasa
más a l oeste, es dec ir en los Andes .
Los xarayes del Pantana l, sus vecinos los ortueses y los chiriguanáes o guaraní es de
ltatín saben que el metal ll ega de las sierras: un j efe xaray dice por ej emplo a Hernando de
Ribera qu e " de aque ll as sierras sacauan aque l metal " ( Ribera 2008ª [ 1544] : 19); un ortues le
cuenta que en e l interior de las ti erras, al oeste, "vido much a plata y le señalaron que por
entre vnas sierras muy a ltas yban por ell a" 9 . Es más , xarayes y chiriguanáes saben perfecta-
mente que la plata sa le de las min as, mi entras e l oro se recoge de arroyos y quebradas: en
1557, los xarayes indican a los hombres de Ñutlo de Chávez "que! metal amarillo lo saca va n
de los arroyos de las sierras de Araracangua [los Andes] y que e l blanco sacavan de la
ti erra" 1º. De la mi sma manera , los chiriguanáes pitaguaries saben que los candires o canires
" saca va n [el metal amarillo] de los arroyos que corrían de las syerras de Aracangua, que son
mu chas y de ll as sacavan mucho metal blanco" 11 . Recordemos que en la actualidad, " plata"
se di ce en guaraní korepoti, es dec ir literalmente " excremento de l aguj ero, de la mina" . Según
Wo lf Dietrich ( 1995), esta palabra fu e fo rj ada por los j esuitas en el Paraguay. De hecho, vari as
fu entes indican que los tupíes y guaraníes llamaro n primero el metal ita, es dec ir ·'pi edra"
(por ej emplo Léry 1975 [ 1580]: 322). Es más, un diccionario guaraní indica que "plata" tam-
bi én se puede decir itati, es decir " pi edra blanca", y que " oro" es itaj u, es decir ''piedra
amarill a" (Ñe 'éncy 2005 ) 12 • Al parecer, al habl ar de " metal blanco y amarillo", los conqui sta-
do res traducían directamente expres iones indígenas . Sin embargo, el uso prehi spánico de
korepoti no debe ser descartado, pues los testimonios de los pitaguari es muestran que, mu y
tempra no, los chiriguanáes sabían que la pl ata provenía de las minas .
Los infonnantes de !rala mencionan a diversos " señores verdaderos de l meta l" 13 •
Cronol ógicamente hablando, los primeros que aparecen en las fuentes son los carcaráes, en
una carta de !rala ya citada (!rala 2005" [ 154 I ]). Es inclu so probable que hayan sido conoci-
dos anteriormente por los mismos españoles, pues en busca de ellos partió Juan de Ayolas
en 1537 14 • Luego se mencionan, en el infonne de !rala de 1543 , los camires (candires), chemaos,
tagoayonos; un año después, aparecen referencias a " las amazonas", dueñas de " mucho
metal blanco e amarillo" (Ribera 20081, [ 1545]: 29). \
Dejando de lado a las míticas amazonas 15, podemos tratar de identificar a los diferen-
tes dueños del metal. Primeros en ser mencionados, los carcaráes son también los más
inmediatamente identificables. Los xarayes indican a los hombres de Ñutlo de Chávez que es
difícil pasar " de la tierra de los carearas a los candires porque son las sierras muy a ltas ya" 16,
lo cual parece indicar que los carcaráes viven en vall es más que en sierras, y entonces más a l
este que los candires. De hecho, los caracaras son un pueblo de habla aymara de la región de
Charcas. Más específicamente, son parte de las "s iete naciones" de Charcas, que un docu-
mento de 1582 enumera: los charcas, caracaras, chichas, cl)uis, qui llacas, carangas y soras 17 .
En el territorio caracara están ubicadas las principal es minas de " meta l blanco" (plata y
plomo): Porco, Amayapampa, Andacava, incluso Potosí recién (re)descubierto por los espa-
ño les (Platt et al. 2006).
Más problemas tenemos para identificar a los chemaos, chemeneos o chimeneas,
también "señores verdaderos" del metal según las crónicas. Tal vez se trate del nombre local
de una de las siete naciones de Charcas, pues sabemos que viven cerca de los carcaraes : en
efecto, en el territorio chané, Juan de Ayolas
. .. dixo que yva a ver donde sacavan el oro y la pl ata porque( tuvo noti9ia que
sacavan dos genera9iones de yndios questavan mas delante de su tierra <leste,
que los chemeneos y los caracaraes, y asi dize que thenian muncha cosa de
oro y plata" (Relación del ria de La Plata 2008 [ 1545]: 35).
expresión guaraní. Se sabe, en efecto. que diferentes grupos fueron llamados por guaraní-h ab lantes
ibirayara. ibiyara. es decir ··seiiores o duciios Uara en guaraní paraguayo, iya en chiri guano) de los
árboles (ivira) o de la ti erra (ivi)" . Carcaráes y candires bien pudieron haber sido llamados en guaraní
·'seiiores", esta vez del metal.
14 Es incluso posibl e que el río Carcarañal, a flu ente del Paraná, en cuya orilla Gaboto fundó la lortalcz,1
de Sancti Spiritus en 1526, haya ll evado este nombre porque ·' Jos yndios di zen bi ene de la s ierra'' del
metal (Ramírez 1941 [1528]: 98). En la orilla de este río vivían indígenas carearais no identificados
(ibid. ). Su nombre aludía. tal vez, a los carcaráes de las s ierras occi dental es y dueiios del metal.
15 El tema recurrente de las amazonas en las crónicas quini enti stas fu e tocado numerosas veces por los
investi gadores, y merecería una investigación aparte. Al co mparar las dos crónicas de 1-lernando dc
Ribera. Catherine Julien (2003) concluye que Ribera introdujo el tema de las amazonas y de su metal
para atraer al público europeo y promover nuevas exploraciones . Sin embargo, Ribera no es el úni co
en mencionar a las ama zonas: la Relación del río de la Plata tambi én lo hace. as í como Sch mi dc l.
Crónicas de Brasil tambi én hablan de las amazonas, y es prob able que haya ex istido una base indí ge na.
hech a de creencias y mitos acerca de las muj eres, que dio pi e a la as imil ación con las amazonas de la
mitología griega. Ver sobre el tema Steverlynck 2005.
16 Relar;:ion general de todo lo susodicho ... 2008 [1560] : 59.
17 Memorial de Charcas, 1582, en Esp inoza 2003: 287-333. sobre la confederación qaraqara-charcas.
rem ito a Platt et al. 2006.
60 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
La mi sma Relación indica que entre los chimenos o chimeneos, "todo el servi<;io de
sus casas es de oro y plata y las ataderas con que hazen sus casas" . En cuanto a los
tagoyao nos, tambi én señores del metal (amarillo), veremos que es posible una identificación
con los tac uanbucu que viven en los llanos al oeste del Guapay : un pueblo intennediario más
que productor de metal.
Quedan los candires. En 1544, los xarayes cuentan a Hernando de Ribera que
... por lavanda del oeste avia un lago de agua muy grande que no se pares<;ia
ti erra de la vna vanda a la otra; e a la rribera del dicho lago avia muy grandes
pobla<;iones de gentes vestidas que poseeyan mucho metal e piedras de que
trayan bordadas las rropas, que rrelumbraban mucho, las quales sacavan los
yndios del dicho lago (Ribera 2008º [ 1545]: 30).
Hablan incluso de " la casa del sol", y " ovejas muy grandes" criadas por la gente del
oeste. Más tarde, los xarayes confirman la infonnación:
Dixeron que [Aracangua] era vna sierra muy grande que durava mucho, y que
por la vna parte alindava con vna agua muy grande, y que de la otra parte era
vna pobla<;ion muy grande de gente y que no tenían mas de vn prin<;ipal que
era señor de todos, que se llamava el Candire (Relar;ion general de todo lu
susodicho ... [ 1560]: 58).
18 Meyers 1999, 2005: Meyers y Ulbert 1997. La denominación de ·'el fuerte" ap licada a Samaipata
tiene más probablemente su origen en la posterior ocupación española del sitio.
19 El relato de Alcaya fu e inserto en una inform ación levantada por Juan de Lizarazu y techada de 1636
(L izarazu 1906 [ 1636-38]): se estima generalmente que la primera versión del relato data de c. 1605 .
rico" de Saypurú. Más exactamente, Alcaya menciona a dos hermanos " parientes del Inca'\
llamados Guacane y Condori; cotejando los datos de su crónica, su presencia parece ser algo
reciente, remontando apenas al reino de Huayna Capac (Combes 2008). Entre los vasallos
llaneros del inca de Samaipata figura Grigotá,jefe tamacoci 20 : y ahí empieza, lo veremos, una
de las principales rutas del metal andino hacia el oriente y hacia el Paraguay.\ Samaipata (y el
"cerro rico" de Saypurú) son conocidos de los indígenas llaneros. Alcaya menciona un
ataque de los chiriguanáes contra Samaipata y de hecho, sabemos que el " pueblo r,;ercado
que hera la frontera de la tierra rrica" es conocido de los xarayes y chiriguanáes: lo llaman
Xaguagua, indicando que está ubicado "pasado el rrio [Guapay]" y que es la frontera de la
tierra del Candire 21 . En otros ténninos, si bien " los candires" pueden ser identificados con
" los incas", todo parece indicar que son, más específicamente, los incas dueños de Samaipata.
De ahí a estab lecer una relación entre el nombre de uno de esos incas: Condori, y el de " los
candires" ... : la posibilidad ya fue sugerida por Susnik 22 ; y si bien las fuentes no permiten
afirmar sin más esta posibilidad, vale la pena ser tomada en cuenta.
Sea lo que fuere, parece en todo caso claro que el tráfico del metal entre occidente y
oriente no empezó con la instalación de los incas en Samaipata y Saypurú. La intensidad
misma de este comercio sugiere una antigüedad mayor, y es probable que los incas sólo se
adueñaron de rutas pre-existentes entre los carcaráes de Charcas (primero mencionados) y
los pueblos de los llanos. Un indicio de esta intensidad y antigüedad puede encontrarse en
el nombre mismo de los "carcaráes". Se trata, en realidad, de un nombre honorífico dado por
el Inca a los hasta entonces llamados " charcas blancos", y que significa "e l alba" 23 . Este Inca
era Huayna Capac, quien fa lleció en la época de la llegada de los españoles al Perú. El hech o
que ya en 1541 , y probablemente antes, los " carcaráes" hayan sido conocidos con este
nombre en Asunción y más allá hacia el Atlántico parece demostrar un tráfico muy intenso de
metal, gente, noticias y nombres entre oeste y este.
Sin embargo, algunas referenci as a las actividades de Mi guel de Corella como ·'extirp ador de huacas''
y otra a la muerte del padre Samaniego ( 1626) muestran que al menos partes de este texto son
posteriores a 1626 (Meyers 2005).
20 Sobre los tamacocies, ver Combes e l-lirtzel 2007.
21 Relár;ion general de todo lo susodicho ... 2008 [ 1560]: 60: Memoria y rresolur;ion ... 2008 [ 1560]:
54. Xaguagua podría ser identificado sea con Samaipata, sea con La Fortaleza en Paraboncill o.
22 Susnik 1961: 163 : " La aplicación del apelativo ' Candir/Candire' a los Incas limitábase ala zona tras
del río Guapay; es pos ible una identificac ión de ·candire' con ·condori "'.
23 Probanza de don Fernando Ayra, 1639, en Platt et al. 2006: 730.
62 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
infonnación se confinna más tarde, cuando Calvete de Estrella indica que los "carcaráes" dan
" oro y plata" sus "comarcanos y amigos" los taracocis (tamacocis) (Calvete de Estrella 1963
[ 1571]: 50). Todo indica que los "carcaráes" de este testimonio, vecinos de los tamacocis,
son en realidad los incas de Samaipata, aquellos que otras fuentes llaman "candires" .
Incluso los xarayes del lejano Pantanal habrían recibido de regalo " manijas de plata y
argollitas de plata para sus arcos" del inca de Samaipata (Alcaya [c. 1600/ l 636]: 51-52). El
metal se consigue así mediante robos y regalos: y a pai1ir de ahí, sigue viajando hacia el
oriente.
El metal viaja " de mano en mano" hasta el río Paraguay (lrala 2008ª [1543]: 4). La
primera ruta señalada por sus informantes es la que va desde los payyunos hasta los huytig,
hasta llegar a diversos pueblos del alto Paraguay. No sabemos dónde viven exactamente (ni
siquiera sabemos quiénes son) los huytig " de la tierra adentro", al oeste del río Paraguay; el
primer infonnante tampoco proporciona información sobre el paradero de los pay(i:unos,
aunque podemos lógicamente suponer que viven más al oeste de los huytig, más cerca de las
fuentes del metal. En cuanto a los últimos beneficiarios de este comercio, viven todos en las
orillas del río Paraguay, más arriba de los guaxarapos . Sólo tenemos un poco más de informa-
ción sobre los ayguas y tumbones, que viven en la orilla oeste del río (lrala 2008ª [ 1543]: 2) ,
y sobre los xacosy y sycosy, habitantes de la laguna de Puerto de los Reyes 24 .
Más adelante, el segundo informante de !rala le explica que los xaquides, xacota y
demás pueblos dueños de objetos de metal, los consiguen de "las generayiones que llaman
gueno y xaraye ymore" (lrala 2008ª [ 1543]: 6). De los gueno e ymore, sólo sabemos que viven
sobre el río Paraguay más arriba de los guaxarapos . En cuanto a los xarayes, es bien conoci-
do que viven más allá de Puerto de los Reyes, más al norte en el Pantanal. Los últimos
destinatarios moran también sobre el río Paraguay: sabemos que los xaquides y turucoxi
están ubicados en la orilla oeste, y los quigoaracoyi en Puerto de los Reyes25 . Los chanés
mencionados son también, probablemente, los de Pue110 de los Reyes.
En todo caso, si bien la primera infonnación mencionada muestra un tráfico de oeste
a este, la mención de los xarayes permite complementarla. Cabeza de Vaca indica en efecto
que los xarayes "tienen alguna plata y oro, que les dan los indios de tierra adentro" (Núñez
24 Núñez Cabeza de Yaca 2000 [1555]: cap. LXVII ; lrala 2008a [1543]: 7.
25 !rala 2008a [1543]: 2, 4; Núñez Cabeza de Vaca 1941 [1543]: 335. Es poco probable que los xaquides
sean los mismos que los xaques o xaquetes de Puerto de los Reyes citados por Cabeza de Vaca (2000
[1555]: cap. LIII, LXXI) y Pero Hernández (2005 [1545]), pues lrala señala que los xaquides eran
enemigos de los guaxarapos (!rala 2008a [1543]: 6), mientras Cabeza de Vaca y Pero Hernández
hablan por el contrario de una alianza entre los xaquetes y los mismos guaxarapos, en contra de los
españoles. Sobre la omnipresencia del sufijo -co<;i, remito a Combes 2006b. Este sufijo es muy
probablemente chiquitano y su difusión es un argumento importante acerca de las relaciones de
"dependencla socio-periférica" (en palabras de Susnik 1978) mantenidas por los chiquitos con sus
vecinos chaqueños. Si bien el papel de los chanés está ampliamente demostrado en el comercio del
metal en particular y los contactos entre Andes y tierras bajas en general, los chiquitanos desempelia-
ron sin duda también un papel preponderante en estos intercambios.
Cabeza de Vaca 2000 [ 155 5]: cap. LVII); recordemos que, según Alcaya, los xarayes inc luso
recibían regalos de plata del inca de Samaipata. Así, parte del metal llega desde el oeste hasta
la laguna de los xarayes, pero para ser redistribuido luego río abajo por los mismos xarayes .
Hay que notar, también, que según estos dos primeros testimonios, los decoxi o deycoxi
reciben metal tanto de los huytig como de los xarayes , gueno e ymore: un mismo grupo
puede entonces tener varias fuentes de aprovisionamiento.
Podemos ubicar también a algunas de las demás " muchas generac;:iones" qu e tienen
metal y están citadas en el informe de !rala. Los mayaes son los mbayás del Chaco , "tierra
adentro" directamente al oeste de los payaguás del río Paraguay. Sobre el río Paraguay (sin
mayores indicaciones) están los coci, guaychano y chemerono por ejemplo; "tierra adentro"
hacia el oeste, sin mayores precisiones tampoco, podemos ubicar a los g uarigoari, cheretono ,
maracaono y chibiuno. Los turopecoc;:i son probablemente los mismos que los tarapecoc;: i
encontrados por Francisco de Ribera al oeste de Pue110 de los Reyes (Núñez Cabeza de Yaca
2000 [ 1555]: cap. LXX); los xarnaricoc;:i viven, según una infonnación de Ñuflo de Chávez, al
oeste de los xarayes (Documentos ... 2008 [ 156 1] : 1 1O). Pero otros grupos habitan más a ll á
hacia el occidente, y el solo hecho que estén mencionados por infonnantes del alto Paraguay
muestran el conocimiento que existe de la "tierra adentro" y sus pobl ado res . En efecto, los
corocotoqui (gorgotoquis), los pane (panecoci), los tipeono y vracoc;:i son pueblos que
viven en la región donde se funda en I 561 la primera Santa Cruz de la Sierra 26 . En cuanto a los
c;:imeonos que también están mencionados, vivían incluso más al oeste de los gorgotoq ui s
(!rala 2008" [ 1543]: 1O). Ubicaremos, más adelante, a los chanés y payzunos o payc;:unos que
mencionan con frecuencia las crónicas.
Otros indicios de trueques y rutas del metal existen en las fu entes quinienti stas .
Según Francisco de Ribera, los tarapecoc;: is (al oeste de Puerto de los Reyes) reciben meta l de
los payzunoes (payzunos), los cuales lo reciben a su vez de los chaneses, chimenoes,
carcaraes y candires del occidente (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [ 1555] : cap. LXX) ; en este
caso particular, el trueque está bi en documentado : los tarapecoc;:is obti enen el meta l ·'a
trueco de arcos y fl echas de esclavos que tornan de otras generaciones" . Este testimonio es
uno de los pocos que nos indique en qué podía consistir e l comercio, e l intercambi o de
bienes a cambio de metal. Otro testimo nio indica que los carcaraes dan pl ata a los chanés y
" taracoc;:is" (tamacocis), quienes a s u vez lo entregan a los jorocotoquis, es decir los
gorgotoqui s de la primera Santa Cruz (Ca lvete de Estrell a 1963 [ 1571 ]: 50). En consonanc ia
con esta información , Martín González indica que lrala, en su viaje a través del Chaco en
1548, se dirigió haci a los tamacocies " porque alli dezian [los gorgotoqui s] aver metal blanco
y á la mano derecha de cómo yvamos, avia el metal amarillo" (2005 [ 1556]). Esta información
es importante , si nos aco rdamos de los "señores verdaderos de l meta l amarillo", los
tagoayonos, mencionados por un informante de !rala .. . y só lo por él. En la ribera occidental
del Guapay viven los tacuanbucu, partícipes de algunas exped iciones g uerreras en busca de
26 Las crónicas son numerosísimas sobre la ubicación de los gorgotoquis en la primera Santa Cru z. Los
pane son mencionados en el repartimiento de encom iendas en Santa Cruz de la Sierra (D0cu111 en1os ..
2008 [ 156 1]: 100); los tipeono y vracoc;i están mencionados por otros documentos de la mi sma
época (Información de servicios de Nufrio de Cha vez 2008 [ 156 1]: 78 ; Documentos ... 2008 f 156 1]:
115 ).
64 Revista Andina
Isabel/e Combés: las rutas prehispánicas del metal andino
metal2 7 . Es posible que estos tacuanbucu no sean otros que los tagoayonos mencionados
en 1543.
En todo caso, y si de comercio se trata, dos pueblos aparecen como principales interme-
diarios entre productores andinos y consumidores de los llanos: los payzunos y los chanés.
Son chanés y payzunos quienes entregaron metal a Alejo García, cerca del territorio gorgotoqui
(lrala 2008ª [ 1543] : 8). Hasta los payzunos y los chanes llegó también Juan de Ayolas, encon-
trando metal en sus pueblos28 . Tanto payzunos como chanés son llamados en una opmtunidad,
junto con los carcaraes, "señores verdaderos del metal", y más precisamente del metal blanco,
es decir de la plata (!rala 2008ª [ 1543]: 6). Sin embargo, en los testimonios ya citados, los
payzunos aparecen claramente como intermediarios en el comercio del metal y no como produc-
tores como los carcaraes u otros: los payzunos sí tienen metal, como muchos otros pueblos,
pero lo reciben de otros, en particular de los chanés, que a su vez lo consiguen de los carcaraes.
Ubicar a estas dos "generaciones" es algo difícil. En efecto, " chané" es una palabra
arawak que significa " hombre, gente"; de esta manera, cuando las fuentes mencionan a " los
chanés", no podemos tener la seguridad que se designe siempre a un solo grupo, o una sola
·'etnia" - de hecho, los datos más parecen ir en el sentido de una verdadera constelación de
grupos dispersos en todo el actual oriente boliviano y los márgenes occidental y oriental del
· Chaco. Por ejemplo, Jrala menciona al grupo chané de los ariticoc;i, c;iriticoc;i o cariticoc;i
(según las trascripciones), y comenta: "así se nonbraban en los dichos chanes cada pueblo
su nonbre avnque toda hera vna generac;ion [ ... ] avnque son chanes todos se llaman cada
casa de su nombre e que por eso se llaman ellos c;iriticoc;i" (lrala 2008ª [ 1543] : 7, 1O).
Algunos de estos chanés viven en Puerto de los Reyes, y son también mencionados
por Cabeza de Vaca. Sabemos sin embargo, en este caso, que estas personas son originarias
de la "tierra adentro" . Otros están registrados en los alrededores de la primera Santa Cruz de
la Sierra; otros más viven más al oeste de los payzunos, pues les entregan el metal que
reciben primero de los carcaraes: estos chanés son, con toda probabilidad, parte de los
tamacocies que viven en los llanos del Guapay, en el territorio cercano a la actual Santa Cruz,
donde todavía hoy existe un pueblo llamado "Chané" . Finalmente, otros grupos chanés
viven en los márgenes orientales del Chaco, cerca de los mbayás a quiénes sirven de escla-
vos y a quiénes proporcionan metal ; y no debemos tampoco olvidar a los que moran en los
márgenes occidentales del Chaco, en el piedemonte andino, y en las riberas del río Parapetí
donde los encontró Andrés Manso 29 •
En cuanto a los payzunos , también tenemos varias indicaciones sobre su(s)
ubicación(es). Schmidel los encontró antes de llegar a las salinas de San José y Santiago en
la actual Chiquitania, en el viaje trans-Chaco que realizó al lado de !rala ( 1993 [ 1567]: cap.
XLVI) . Otra fuente dice que los payzunos,junto con los c;urumanos y los c;imeonos, viven a
dos días al oeste de los gorgotoqui, es decir entre la primera Santa Cruz al este y el río Guapay
al oeste (Ira la 2008ª [ 1543]: 1O).
27 Relar;:ion general de todo lo susodicho ... 2008 [1560]; Documentos ... 2008 [1561].
28 !rala 2008a (1543]: 5; Relación del río de la Plata 2008 [1545] : 35 ; Schmidel 1993 [1567]: cap.
XLVI.
29 Encomiendas de Andrés Manso. 1563 (ANB EP 6); este documento está transcrito en Julien 2008.
doc. 17.
El trueque " de mano en mano" desde los " señores verdaderos del meta l" hasta e l río
Paraguay no es el único modo de conseguir metal para los pueblos de las tierras bajas. Otras
maneras, más violentas pero tal vez más efectivas o en todo caso más rápidas, son la guerra
y el robo a los productores.
Existen testimonios sobre las relaciones belicosas que mantienen por ejemplo los
chanes con los carcaraes y chimeneas. Según la Relación del río de la Plata, cuando
Ayolas llegó donde los chanes,
Les dixo que yva a ver donde sacavan el oro y la plata porque! tuvo notic;ia
que sacavan dos generar,:iones de yndios questavan mas delante de su tierra
deste, que los chemeneos y los caracaraes, y así dize que thenian muncha
cosa de oro y plata" [ ... ] los caracaraes los salieron de guerra, y le mostraron
mucha plancheria de oro y plata (Relación del río de la Plata 2008 [ 1545]:
35)30 .
A su vez, Cabeza de Vaca confinna la infonnación: los chanés de Puerto de los Reyes
le cuentan que sus parientes del interior "tienen guerra con los indios que llaman chimeneas
30 Este testi monio muestra que Juan deAyolas llegó hasta los pueblos chanés que se encontraban muy cerca
de la frontera del país del metal. Si Ayolas llegó hasta los pueblos chanés del Guapay, con toda probabi-
lidad los ·'carcaraes" que salieron de guen-a eran en realidad los ocupantes incas (los ·'candires" ) del fuerte
de Samaipata. Si ll egó más al sur, donde los chanés del Parapetí , es posible que estos " carcaraes" hayan
sido los que explotaban, según el testimonio deAlcaya, el "cerro rico" de Caypurum, es decir Saypurú en
la actual provincia Cordillera (ver Combes 2008). Como en el testimoni o ya citado de Ca lvete de
Estrella, al parecer, loe espaiioles solían confünd ir carcaráes y candires, ambos "seíiores del metal' '. Esta
confusión no es de extraiiar, sobre todo si adm itimos, como sugerí, que los ··candires" de Samaipata Sl:
ad ueiiaron en realidad de un comercio ya existente entre carcaráes y or iente.
66 Revista Andin a
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
y con otras generaciones de indios que llaman carcaraes" (Núñez Cabeza de Yaca 2000
[ 1555]: cap. LVI).
Los chanés no son los únicos que mantienen guerra con los productores del metal.
Schmidel menciona, por ejemplo, que los xarayes consiguen objetos de oro y plata mediante
la guerra contra las " amazonas" (Schmidel 1993 [ 1567]: cap. XXXVI) .
Se trata, en el caso chanés/carcaraes, de guerras "entre vecinos". Otro es el caso de
las expediciones organizadas desde el alto Paraguay hacia el occidente. Bastante bien docu-
mentada está la gran confederación multiétnica que se formó en el río Paraguay, " antes que
Gan;:ia viniese del Brasil" - es decir, antes de la presencia de los europeos en la zona- en
busca de metal. Las primeras menciones de esta o estas expedición(es) guerrera(s) se en-
cuentran , una vez más, en la relación de !rala. Cheror,;i , su informante chané, le cuenta que " en
tiempos pasados antes que Garr,;ia viniese del Brasil a los dichos guaran is se hizo vna grand
junta de los dichos guaranys en el puerto que llaman de Ytatyn para yr a buscar el metal "
(!rala 2008ª [ 1543]: 7). Otro infonnante, esta vez un guaraní de la zona de Puerto de los Reyes,
también dice:
Entre los xarayes, Hemando de Ribera encuentra en 1544 a un jefe llamado Camire o
Candire. Más tarde, en 1557, su hijo Yratobere explica el por qué de este nombre a los
hombres de Ñuflo de Chávez:
En quanto a la rrazon del nonbre, dixo que los tiempos pasados se llamava su
padre <;:aye, el qual junto toda la mas gente comarcana y entro en los
hortugu&:ses y los etones hasta llegar a los pueblos de de Payr,;ororo, car,;ique
principal, y a los pueblos de Payr,;uri en demanda del Candire, que es el señor
del metal verdadero y de todas las cosas [ . .. ] dixo que de aquel prinr,;ipal
Candire tomo el nombre su padre, porque en aquella tierra mato muchos de los
candires, los quales mataron a toda la mas gente que con su padre <;:aye avia
salido (Relar;ion general de todo lo susodicho ... 2008 [ 1560] : 57-58).
El mismo documento da más información sobre los diferentes pueblos que se fueron
" en demanda del Candire" : participaron lo s chiriguanáes Vambaguasu, Pitaguari,
Muquiranguayu; también participaron los tacanbucus, y gente (chiriguana al parecer, pues
los nombres son guaraní) de Yrapua o ltapuan y de Yaguarubay 3 1. El que organizó la junta
fue, según este documento, el mismo Yrapua, que llevó " veynte pueblos de yndios consigo"
para asaltar a l pueblo cercado de Xaguagua, probablemente Samaipata. " Tapua" o
"Tapuaguazu" era, según Núñez Cabeza de Yaca, el nombre de un cerro al oeste de Pue110 de
los Reyes, primera etapa en el camino hacia la tierra rica (2000 [ 1555]: cap. LXIII, LXIV). Es
posible que se trate aquí de varias confederaciones en busca de metal , a veces organizadas
por los xarayes , a veces por lo s chiriguanáes. Son , en todo caso, confederaciones
multiétnicas 32 , de gran envergadura, y netamente belicosas en pos de oro y plata. A lcaya
recuerda, más tarde, la alianza entre xarayes y chiriguanáes para asaltar a Samaipata, y
menciona el ataque chiriguana al fuerte ( 1961 [c. 1605/ 1636]). En 1559, sabemos que los
tacanbucus o tacuanbucus, "los quales estan en la frontera de las jaguaguas, ques el pueblo
yercado" tenían mucho metal robado 33 .
Así, el metal no sólo viaja "de mano en mano" - y pacíficamente- de occidente a
oriente: también es el motivo de expediciones multiétnicas y belicosas de este a oeste, en las
cuales participan " chiriguanáes". Tanto Nordenskiold ( 1917) y Métraux ( 1927) recalcaron
esta "sed de metal", y el segundo la identificó como una de las principales causas de las
migraciones guaraníes hacia el oeste. De hecho , son los chiriguanáes los principales y más
valiosos infonnantes de los españoles: "estos chiriguanas enteraron mas en las rriquezas de
la tierra; hablaron siempre de bista"; de los chiriguanáes pitaguari " nos ynformamos muy en
particular"; " los que dan mas clara rrelayion della otros indios chiriguanaes, que dizen de
Pitaguari, que estan al norte de Santa Cruz hasta cuarenta y cinco leguas" 34 . Pero una
aclaración es necesaria aquí: estos chiriguanáes pitaguari, vambaguasu y demás, son parte
de los "chiriguanáes de Itatín" como los llamaban los españoles: chiriguanáes (es decir,
guaraní-hablantes) que viven al norte y al este de la primera Santa Cruz de la Sierra, dond e
han llegado (desde Itatín sobre e l río Paraguay) en busca de los candires, en busca de metal.
Estos grupos, antepasados de los actua les guarayos y pausema, están bien diferenciados
en las fuentes de los " chiriguanáes de la Cordillera", más sureños, quienes son los actua les
chiriguanos. Suárez de Figueroa escribe por ejemplo que Santa Cruz de la Sierra "está en
31 Re/cl(;:ion general de todo lo susodicho ... 2008 [ 1560): 59-60. En todo caso, estos nombres des ignan
a la vez a unos j efes o caciques y a su grupo de gente.
32 Los hombres de Vambaguasu declararon casarse con mujeres xarayes (Relm:;:ion general de todo lo
susodicho ... 2008 [1560) : 59): al parecer, las confederaciones reunían a etni as emparentadas, y que
se consideraban probablemente como iguales en estatus. En efecto, no tenemos datos sobre la
participación en las expediciones de otras etnias del Pantanal que eran, contrariamente a los
bambaguasu, vasallas de los xarayes.
33 Rela1;:ion general de todo lo susodicho ... 2008 [1560): 63.
34 Memoria y rresolu<;:ion .. . 2008 [1560): 53 ; Rela<;:ion general de todo lo susodicho .. 2008 [ 1560]:
60; Rela<;:ion uerdadera .. . 2008 [1571): 216.
68 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
fro ntera de dos provincias de indios chiriguanaes", la de Ytatin y la de "los chiriguanaes que
están en la cordillera del Perú[ ... ] por la parte del Poniente" ( 1965 [ 1586]: 404); otros infonnes
contemporáneos diferencian también a los chiriguanáes de ltatín de "los demas que rresiden
en esta cordillera" 35; el padre Samaniego recorre, a finales del siglo XVI, "la provirn;:ia de
ltatim de Chiriguanaes" y luego "los Chiriguanaes de la cordillera" (Crónica anónima 1944
[c. 1600]: 480,483).
Los itatines son los más conocidos entre los chiriguanáes norteños (al punto de dar
su nombre al conjunto) probablemente por ser los más numerosos. No son, sin embargo, los
únicos. Juntos con ellos están por ejemplo los varai (guarayú) mencionados por Missio ... ( 1929
[ 1589]) y los pitaguari y bambaguasu que ya encontramos. La distinción entre ambos grupos
de "chiriguanáes" es importante para la correcta interpretación de las fuentes quinientistas,
y especia lmente en el tema de la búsqueda de los candires y del metal.
Robos y tributos
Sin necesidad de viajar o comerciar, el metal también se puede robar. Es lo que hicie-
ron por ejemplo los payaguás con las cargas deAyolas antes de matarlo. También vimos que
otra etnia, los guaxarapos, estaba excluida del comercio del metal por sus enemigos los
xaquides: sin embargo, al menos un testimonio nos afinna que los guaxarapos solían robar a
los itatines el metal hurtado a los candires (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555] : cap. LX).
Finalmente, existe otro medio, empleado por los chiriguanáes de la Cordillera. Sabido
es que los chiriguanáes de esta zona tenían como "vasallos" a diferentes pueblos, en parti-
cular - pero no únicamente- a los chanés. A estos pueblos, los chiriguanáes hacían pagar
tributos (ver por ejemplo Bias 1914 [ 1585]). Entre esos tributos podía figurar el metal, pues un
documento de 1571 indica que los chichas entregaban "hijos y mugeres y rropa y plata" a los
chiriguanáes (Ynformm;ion .. . 2008 [ 1571]: 229).
Pocos datos tenemos sobre la cantidad de metal que circulaba en la época prehispánica
hasta el río Paraguay. Según !rala, Ayo las traía a su regreso como "XX cargas" de metal (!rala
2008b [ 1545]: 22), mientras Cabeza de Vaca habla de 66 cargas de oro y plata (Núñez Cabeza de
Vaca 2000 [ 1555] : cap. XLIX). Las "cargas" deben referirse a la cantidad que podía llevar un
hombre. En todo caso, estos datos no se refieren a un tráfico propiamente indígena.
Más información tenemos sobre el tipo de metal que se intercambia o que se roba.
Aparte de oro y plata, circulan probablemente también piedras preciosas utilizadas por
ejemplo como tarugo labial (tembeta) por varios grupos, pero también otros metales como el
cobre. Los indígenas de los llanos y del Paraguay saben diferenciar los diferentes metales.
En Pue1to de los Reyes, Cabeza de Vaca muestra diferentes objetos de metal a un tarapecoci:
Fuéle mqstrado un candelero de azófar muy limpio y claro, para que lo viese y
declarase si el oro que tenían en su tierra era de aquella manera; y dijeron que
35 Relación de los servicios de Ñujlo de Chávez y Álvaro de Chávez 2008 [1589): 253, 269.
lo del candelero era duro y bellaco, y lo de su tierra era blanco y no tenía mal
olor y era más amarillo, y luego le fue mostrada una sortija de oro, y dijeron si
era de aquello mismo lo de su tierra, y dijo que sí. Asimismo le mostraron un
plato de estaño múy limpio y claro, y le preguntaron si la plata de su tierra era
tal como aquélla, y dijo que aquélla de aquel plato hedía y era bellaca y blanda,
y que la de su tierra era más blanca y dura y no hedía mal (Núñez Cabeza de
Vaca2000 [1555]: cap. LXX).
Fue les mostrada una sortija de oro, la que tomaron en las manos los prinr,:ipales,
y ludiendo [le dieron] con ella en los dedos, la ponían en las narizes ; dixeron
que de aquello era el metal amarillo. Preguntado que para que lo holia; dixeron
que avia hotro metal amarillo que no era bueno y tenia mal holor, y que desto
hazen en aquella tierra las herramientas con que cortan y hazen sus labores
(Rela<;:ion general de todo lo susodicho ... 2008 [ 1560]: 58).
El metal, blanco o amarillo, circula bajo dos formas principales: las "planchas" , es
decir la primera fonna dada al metal por los mineros caracaras (Platt et al. 2006); y objetos
labrados, trabajados. Cabeza de Vaca indica que los tarapecocis tienen vasijas, planch as,
brazaletes, coronas y hachuelas y otras piezas de metal. Las cargas traídas por Ayolas
consistían "en planchas y brazaletes, y coronas y hachetas, y vasijas pequeñas de oro y
plata". Cuando los itatines fueron " tierra adentro" a robar metal , " en los pueblos que saquea-
ron había habido muchas planchas de plata y oro, y barbotes, y orejeras , y brazaletes, y
coronas, y hachuelas, y vasijas pequeñas" (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [ 1555]: cap. LXX ,
XLIX y LX). Schmidel menciona a "una corona de oro que pesaba casi un marco y medio"
entre los xarayes, a " argollas de plata" entre los ortueses (Schmidel 1993 [ 1567]: cap. XXXVI
y XXXVII).
Los usos dados a estos diferentes objetos, y el valor que se les da, diferían evidente-
mente según los pueblos. Este tema está documentado, aunque bastante pobremente , para
algunos grupos del Paraguay y de los llanos. En Asunción misma, los guaraníes o carios
utilizaban, según Cabeza de Vaca, hachuelas de cobre durante el rito caníbal; los mismos se
adornaban con planchas de cobre, que reverberaban el so l, para ir a la guerra (Núñez Cabeza
de Vaca2000 [1555]: cap. XVI y XXIII).
Río arri ba, en el Puerto de los Reyes, no está registrado el uso del metal como adorno .
Los aros que cuelgan de las orejas son de calabaza y no de metal36, y de madera también son
los "ídolos" de los indígenas de la zona, aunque mencionan ídolos de oro y plata en la " tierra
adentro" (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [ 1555]: cap. LIV). Para los sacoci del mismo Puerto de
los Reyes, Schmidel indica que el tarugo labial o tembeta de las mujeres es una piedra gris de
cristal, aunque ignoramos su procedencia (Schmidel 1993 [ 1567]: cap. XXXIV). Más al oeste,
entre los gorgotoquis de los alrededores de la primera Santa Cruz, los tarugos labiales
36 Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LIV; Schmidel 1993 [1567]: cap. XXXIV.
70 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
también son de piedra, de color azul para los hombres y verde o gris para las mujeres
(Schmidel 1993 [1567] : cap. XLVII): tal vez nos encontremos aquí con huellas de un comercio
de turquesas u otras piedras preciosas.
Río arriba en el Pantanal, entre los xarayes, la presencia de metal está mejor documen-
tada. A los españoles, el jefe xaray regala " una corona de oro que pesaba casi un marco y
medio, ítem una plancha de oro, que alcanzaba a jeme y medio de largo y a medio jeme de
ancho; también un brazalete esto es, un medio arnés y otras cosas más de plata" (Schmidel
1993 [ 1567]: cap. XXXVI). Ya mencioné que los xarayes conocían otro " metal amarillo" y
" hediondo", probablemente el cobre, del cual están hechas sus herramientas: es probable
que estas herramientas llegaban ya hechas desde el oeste, pues no tenemos ninguna refe-
rencia al trabajo del metal entre los xarayes . Finalmente, y como los gorgotoquis, los hombres
xarayes ostentan tarugos labiales hechos de una piedra azul , probablemente turquesas
(Schmidel 1993 [ 1567]: cap. XXXVI).
Los ortueses o hortugueses, pueblo " vasallo" de los xarayes (Lomas Puertocarrero
2008 [ 1604]), también tienen metal. Su jefe regala a los españoles " cuatro planchas de oro y
cuatro argollas de plata que se ponen en los brazos; pero las planchas las usan los indios en
la frente como adorno, así como en esta tierra [Alemania] los grandes señores usan ricas
cadenas en los cuellos" (Schmidel 1993 [ 1567]: cap. XXXVII). Interesante es notar que los
ortueses hacen estos regalos a los españoles a cambio de otro metal, más sólido, y muy
tempranamente codiciado por los indígenas: el hierro, bajo la forma de cuchillos, hachas y
otras herramientas.
·Tierra adentro" al oeste del Pantanal viven los tarapecocis, grandes conocedores
del metal que saben oler y reconocer. Cabeza de Vaca indica que tienen " un barbote grande
en el labio bajo, de plata, y unas orejeras de oro [ . .. ] de unas tinajas grandes que estaban
dentro de la casa llenas de maíz [Francisco de Ribera] vio sacar ciertas planchas y hachuelas
y brazaletes de plata" (Núñez Cabeza de Vaca 2000 [1555]: cap. LXX).
Más al oeste todavía, sobre las orillas del río Guapay, es decir a la frontera de los
candires, los tacanbucu o tacuanbucu tienen palas de metal robadas a los candires de
Xaguagua o Samaipata, y "tenían muchas y muchas vasijas en que beven de las que han
tomado en aquel pueblo"; cerca de ellos, probablemente Guapay abajo, los "timbus" tienen
"todas las narizes horadadas, en las quales acostunbran a traer algunas cosas de metal
amarillo, atravesados" 37 . Dificil es identificar con seguridad a estos "timbus" , pues la palabra
se utilizaba para designar a prácticamente cualquier pueblo que usaba adornos en la nariz, un
poco como " orejones" para los que se perforaban las orejas.
Chaco adentro, los mbayás también son poseedores de metal, en particular de " metal
blanco". Cuando !rala pasó por sus pueblos en 1548, le regalaron "cuatro coronas de plata, que
se ponen en la cabeza; también le dieron seis planchas de plata, de las que cada una medía I Y2
jemes de largo y medio de ancho; las tales planchas se las atan a la frente por lujo y como
adorno" . En otra traducción del texto de Schmidel, la infonnación es más completa: "ellos atan
las planchas a la frente por gala cuando acaso quieren partir de viaje, sea a la guerra o a cazar
o a otra diversión, como acá un señor rico cuelga sobre sí una cadena de oro" 38 .
Acabaré este recorrido con los chiriguanáes, sean itatines, pitaguari , varai o
bambaguasu: en todo caso, me refiero aquí a los chiriguanáes llamados a menudo " itatines"
en las crónicas, a los que podemos llamar los "chiriguanáes del norte" para diferenciarlos de
sus homónimos de "la Cordillera" más al suroeste. El infonne de Chávez y Salazar indica que
en su(s) expedición(es) a los candires, los chiriguanáes " hallaron <;:iertos v~sos de oro, los
quales tomaron y hizieron quentas dellos para sus mugeres"; en Xaguagua, "siempre hallavan
palas y herramientas de metal", y con el metal robado "an hecho quentas y planchas,
chipanas" 39 .
Sin embargo, en el caso de estos chiriguanáes, tal vez se pueda ir más all á para
entender el significado dado al metal. En una versión del infonne de Chávez y Salazar40 ,
Pitaguari dice que la expedición a los candires tuvo lugar "en el tiempo que pare<;: io vna
estrella en el <;:ielo con un rrasgo [¿rayo?]" . La infonnación es insegura, pues otras versiones
del mi smo informe no la mencionan 4 1• Sin embargo, es tentador poner esta infonnación en
paralelo con el culto al rayo (y asociado al metal) que existía en las minas de Porco, entre los
carnearas (Platt et al. 2006). Otros datos parecen mostrar que el metal es para los chiriguanáes
"del norte" algo más que una moneda o un adorno. Pitaguari quiso acompañar a Ñuflo de
Chávez hacia el país de los candires "porque aquella tierra era en donde avia dado Dios todas
las cosas buenas" 42 . Y entre otros "chiriguanáes del norte" , los itatines y varai (guarayú),
sabemos que existía en el siglo XVI (y todavía en el siglo XIX) un dios llamado ... Candire 43 .
Todos estos datos, aunque no alcancen para llegar a una comprensión cabal del uso
y del significado del metal entre los diferentes pueblos de las tierras bajas orientales, deben
hacer reflexionar. Que el metal (oro y plata) tenga un valor de trueque, que sea considerado
como un objeto digno de intercambio, es indudable. Sin embargo, su uso se revela a menudo
fuente de prestigio y de poder; lo mismo muestra, a nuestro parecer, asimismo, e l uso de
piedras preciosas para un "adorno" tan simbólico como el tarugo labial cuya colocación
marcaba la llegada a la edad adulta y el prestigio. El valor dado a los metales preciosos como
oro y plata parece, en todo caso, bastante diferente del que se dio luego al hierro traído por
los españoles, concebido como una herramienta muy útil , muy preciada y buscada, pero
aparentemente por su utilidad más que por prestigio o adorno . Entre los chiriguanáes itatines,
no cabe duda: el metal está asociado a las "cosas buenas" , los candi res "señores verdade-
ros" a un dios o un héroe civilizador, y tal vez al rayo .
de ahí las traducciones variables. Ver Schmidel 1993 [ 156 7]: cap . XLIV, y la vers ión de La fon e
Quevedo en www.cervantesvirtual.com.
39 Relar;ion general de todo lo susodicho ... 2008 [1560]: 59, 61 y 62.
40 Relar;ion general de todo lo susodicho ... 2008 [1560): 60.
41 Relación general que tomó en pública forma ... 1965 [1559].
42 Relar;ion general de todo lo susodicho ... 2008 [1560) : 60.
43 Missio . .. 1929 [1589] ; José Cors en Cardús 1886: 76.
72 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
Palabras finales
Las líneas que anteceden só lo constituyen una compilac ión de datos para una prime-
ra aproximac ión sobre el tema del metal entre los pueblos indígenas de los llanos y de l río
Paraguay en la época pre hispánica. Muchas incógnitas quedan por ci erto sin resolver, y só lo
qui siera presenta r algunas refl ex iones para concluir.
La primera es bastante evid ente: una vez más, y en consonanc ia con una multitud de
estu dios reci entes, la barrera puesta en los estudios y las mentalidades entre Andes y tierras
bajas se reve la, más que penn eabl e, inex istente. Samaipata, " La Forta leza" y el río Guapay
marca ban el lím ite efecti vo de la presencia del Inca haci a el este . Sin embargo, tenemos que
notar primero que rec ientes excavaciones arqueológicas remodelan por completo la perspec-
tiva cl ás ica sobre la presencia inca en las ti erras bajas . E l siti o de Samaipata mismo revela
huellas de ocupación prehispánica por parte de pueb los de las tierras bajas, ta l vez de
Mojos; me ncionemos, tamb ién, el desc ubrimi ento, por Martti Parss inen, de un fuerte incaico
en Ribera Ita en la Amazonía bol iviana (Parss inen y Siirianen, 2003). Y debemos ser consc ien-
tes, en segun do lugar, que el límite de una presenc ia fís ica efectiva no signifi ca que ahí se
acaba n re lacio nes soc iales, influencias, tráfi cos de gente, de creenci as y de objetos. Hemos
identificado algunas de las rutas de l comercio prehispánico de l meta l, desde el G uapay hasta
el Pan tanal, y del Pantanal río abajo; as imi smo, las excavaci ones arqueo lógicas de l gasodu c-
to Bol ivia-Bras il en el Pantanal revelaro n hue ll as de " presencia" inca, tal vez no presencia
efectiva, pero sí ci rculac ión de objetos y técnicas 44 . De la misma manera, el Gran Chaco,
obstáculo casi invencible para los conquistadores, barrera entre Charcas y Paraguay, es
tambi én mucho más que eso : el comercio del metal (entre otros temas que fa ltan por investi-
gar) reve la más bien una verdadera te laraña tejida entre los diferentes gru pos, que une más
que separa a los pueblos ase ntados en sus márgenes.
Só lo menc ionaré otra reflexió n que impone la lectu ra de las fue ntes : se trata del paso
de la búsqueda de " los candi res" a la " de l Cand ire" . Au nque ins istió, y largamente, sobre la
sed de meta l como uno de los motivos de las migraciones guaraníes, Alfred Métra ux desarro-
lló luego otra hipótesis, as imi lando la tierra " de los candires" y de " las cosas buenas" a la
fa mosa "tierra sin ma l" ( 1929 : 924; 1930 : 304-308). Los trabajos de Hélene C las tres ( 1975)
ha rían luego más que fa mosa esta tes is. Investi gac iones recientes cuesti onan la asi milac ión
entre Kandire y tierra sin mal, en dife rentes senti dos: sobre la base de las mi smas fuentes que
he utilizado en estas páginas, Catherine Ju lien (2007) muestra, prim ero, que si bien tuviero n
lugar migraciones de gru pos guaraní (pero ta mbién xarayes por ejemp lo) hacia el oeste, fue ,
con toda claridad, en busca de meta l y no de un " paraíso terrenal" como se suele describi r a
la "tierra sin mal" . Podría ir en el mismo sentido la pos ible relación que sugerí más arriba entre
e l nombre de los " candires" y el de l inca Condori de Samaipata. Por otra parte, y ta l como lo
evidencian las fue ntes citadas en este ensayo, si una asim ilació n es posible entre los candi res
y una "tierra sin ma l" o una tierra do nde vive un dios o un héroe civilizador, esta as imil aci ón
sólo es válida para los ch iriguanáes itatines o del norte de los cuales habl an las prim eras
44 http: //www.j b.eo m .br/j b/ pape l/ intern ac iona l/200 5/05 /07 /jorin t20 0 505070 1O. html y http: //
www.j b.eom.br/jb/papel/i nternac ional/2 005 /05 /07/iorint200505070 1O. html. Agradezco a Isabel le
Da illant por esta referencia.
crónicas, y que son los que hablan de "cosas buenas", los que se fueron "en demanda del
Candire" y los que tenían un dios llamado Candire. Porque estas crónicas hablan de
"chiriguanáes", y porque hoy sólo se llama "chiriguanos" a los guaraníes de la Cordi ll era, los
investigadores hicieron, sin más precaución, de Candire y de la "tierra sin mal" un mito y una
creencia de los chiriguanos sureños .. . olvidándose de los guarayos actuales-, descendientes
de los itatines y demás varai (Combes 2006ª).
Las fuentes quinientistas más tempranas reflejan una situación válida para la época
prehispánica en el oriente, o justo al momento de la llegada de los conquistadores. Después
del viaje de !rala a los tamacocies, la situación cambia, muy rápidamente. Las informaciones
son más escasas en las crónicas, pues los españo les de Asunción como Chávez ya no
buscan a los carcaráes que ya identificaron con los carnearas de Charcas. De parte de los
indígenas, la fundación de las ciudades de Nueva Asunción o de la primera Santa Cruz, el
" repartimiento" de las etnias a los españoles y las enfermedades hacen desaparecer a grupos
enteros, les relocalizan, y truncan en todo caso el comercio prehispánico.
Los españoles de la primera Santa Cruz adoptan dos nuevas tácticas : buscan primero
minas de metal en su propia región, y de hecho Ñuflo de Chávez fue matado por los itatin es
mientras buscaba minas de plata en su territorio 45 . El gobernador Juan Pérez de Zorita en-
cuentra minas entre los itatines y payzunos (Pérez de Zorita 2003 [ 1573]); en 1571 , la esperan-
za es grande en Santa Cruz, pues "sean hallado muchas minas de plomo, y sigun espertos
que tenemos son de plata porque alli las sierras tienen grandísima a ltura" (Relar;;ion
uervadera ... 2008 [ 1571 ]: 213). Hasta inicios del siglo XVII , sigue el sueño de descubrir el
"cerro rico" de Saypurú en la cordillera chiriguana 46 • Por otra parte, la esperanza y el mito
siempre inalcanzable de la "tierra rica" se desplaza. Los cruceños buscan a partir de entonces
hacia el noroeste, hacia Mojos. En esta época nace el mito de la tierra de Mojos asimilada a l
El Dorado, al Paytití, al Candire, o a un reino neo-inca en los llanos. Es el comienzo de otra era
en la búsqueda del metal en el oriente: una era donde los protagonistas son esta vez los
españoles, y donde el comercio prehispánico del metal blanco y amarillo sólo queda como
recuerdo .
Isabel/e Combes
Instituto Francés de Estudios Amlinos! UMI FRE n º 17 CNRSIMAE
ku11hati@gmail.com
74 Revista Andina
Isabel/e Combes: las rutas prehispánicas del metal andino
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º ......
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- ' ~ ¿ ; ·····••,.. 2
Notas
Las ubicaciones de Puerto de los Reyes son las de Sanabria Femández ( 1974) y Julien (2005b ).
Zonas
(1) Alto Paraguay y sur del Pantanal
- " río arriba de los guaxarapos", sin más indicaciones: ahuagu, asua, coci, chemerono,
decoxi, garindi, goacamas, guarhagui, guaychano, gueno, guetari, oadyis, oape, oetari ,
.suacheagui, temesesy, uaga, xabacoxi, xacota, ymore, yriacoxi .
- " río arriba de los guaxarapos" en la orilla oeste del Paraguay: ayguas, cario de
Garabatatibi, tumbones, turucoxi, xaquides.
- Puerto de los Reyes: cacoci-chaneses, quigoaracoc;:i , sycosy, xacosy.
Etnias ubicadas "tierra adentro" sin más informaciones: cheretono, chibiuno, guarigoari ,
huytig, maracaono.
76 Revista Andina
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82 Revista Andina
Relatos sobre el origen de los cultos
del período interequinoccial en
la region del Cuzco
lmelda Vega-Centeno B.
Introducción
A lo largo de nuestra investigación sobre los cultos erísticos (solares) del período
interequinoccial (de marzo a septiembre) en el sur andino peruano 1 hemos encontrado una
serie de relatos provenientes de la tradición oral que dan razón del origen de dichos cultos,
fiestas y celebraciones anuales, los mismos que han sido producidos y luego recogidos, con
mayor o mejor rigor, desde inicios de la colonia.
Los primeros recolectores y/o los iniciadores de este tipo de tradición oral fueron los
cronistas miembros de instituciones religiosas, quienes en su afán apologético por probar
que habían sido los enviados de Dios para evangelizar a los naturales, generaron "re latos
maravillosos" que supuestamente rodearon el inicio de los cultos cristianos en el Nuevo
Mundo . Ésta fue una fonna de diferenciar su papel humanitario frente a la empresa guerrera
de sus socios de la conquista. Los cronistas religiosos tenían interés en subrayar su misión
como eAcargo divino y por eso ganar la legitimidad del dominio que habían adquirido en
estas tierras sobre hombres y bienes. Pero no solamente ellos generaron este tipo de relato
Vega-Centeno B. , Imelda, ·'Cu ltos Solares -Crísticos- dentro del Calendario Andino: El Sel1or de los
Temblores y las Celebraciones del Período lnterequinoccial en la Región del Cuzco", investigación en
curso.
2 Ver al respecto la ob ra fund amental de Mircea Eliade. hi stori ador de las religiones.
3 Ver sobre todo su seri e de: Mitológicas y El pensamiento salvaje.
4 Actualmente tiene 22 volúmenes publicados, algunos en varia s ediciones y traducci ones a diversos
idiomas.
5 En: CBC, Biblioteca de la Tradición Oral Andina, Primera Edi ción 1976, Segunda Ed ici ón 1982.
Actualmente agotado.
84 Revista Andina
/me/da Vega-Centeno 8 .: Origen de los cultos del período interequinoccial
Todos los pueblos han sentido la necesidad de dar razón de sus orígenes; lo cual ha
sido llamado por los historiadores de las religiones como la elaboración del mito fundacional.
Todo pueblo, al tomar conciencia de su otredad con respecto a los demás pueblos con los
que entra en contacto, tiene la necesidad de generar su mito de origen, para darse a sí mismo
y frente a los demás la razón última de su existencia y de su lugar en el mundo (Eliade, 1974,
T.II , p. 182 ss, 213 ss). Posteriormente, el mito cumplirá funciones más complejas de las
iniciales identitarias y de preeminencia, para constituirse en un mapa social, que funciona
como verdadero esquema mental que pennite al productor cultural entender el mundo, la
historia y explicarse el porqué de vivir social y culturalmente situados dentro de unas relacio-
nes entre individuos, pueblos y naciones que son profundamente desiguales (Vega-Cente-
no, 1991, Cap.11). Esta tendencia a elaborar el mito fundacional a partir de las necesidades de
justificación del presente no sólo ha sido objeto de estudios de la antropología y de la
historia, sino que otras disciplinas como el psicoanálisis han incursionado en la misma, tanto
para los aspectos sociales como personales; estamos ante el estudio de la novela familiar o
la leyenda del grupo 7 .
6 En: CBC, Biblioteca de la Tradición Oral Andina, Primera Edición 1977, Segunda Ed ición 1983, este
libro ha sido traducido al alemán (dos ediciones), francés e inglés. También ha s ido editado en edición
monolingüe, en castellano.
7 Ver al respecto el trabajo de M. Hemández sobre la biografía de Garcilaso de la Vega, Lima 1993.
86 Revista Andina
/me/da Vega -Centeno B.: Origen de los cultos del período interequin occial
l. l. Relatos sobre el origen de los cultos del período interequinoccial en el sur andino
peruano
En e l estudio de las ce lebrac iones fes ti vas del período interequinocc ial hemos encon-
trado la preeminenci a de los cultos erísticos, los cua les frecuentemente pueden ser asoc ia-
dos a los cultos sol ares preex istentes, hipótes is esbozada no só lo por nuestro trabajo sino
precedida por otros co incidentes, como las investigaci ones antropo lógicas de Sallnow o los
trabaj os de etnoastronomía de Zuidema (sobre todo 1973, 1976, 1995 b, 1999 , 1983)8, o las
contribuciones a la con strucc ión de un mito como base referenc ial de un a ampli a región
(U rton, 1980, 1986, 2004) . Pero e l suj eto actual de nuestro trabaj o nos remite a l proceso de
e laborac ión de los mitos fundac ionales de di chos cultos, en el contex to co loni al y republi ca-
no en que aparece n y/o en el que se ree laboran.
Los más conspicuos re latos sobre estas tradiciones son algunos artículos period ísti-
cos de Mons. lsaías Vargas, escritos en la década de l 40 , publi cados en una antigua compi-
lación (Vargas, 1953, p. 192-1 94 y 2 18-222). Un re lato sobre e l " Lunes Santo"º publicado en
1942, en el que se afirm a que la image n del Señor de los Temblo res es un " obsequio de l
Emperador Carlos l de España y V de Alemania" , recuerda los hechos del terremoto del Cuzco
el 3 1 de marzo de 1650, basándose en la crónica de Esquive! y Navi a ( 1749); otros prodigios
en torno al terremoto del 17 de septiembre de 1707, la peste en el Cuzco en 1726, la sequ ía de
172 8 y el terremoto de 1764. Según el mi smo canónigo en todas estas circ unstancias la tierra
se aplacó y las catástrofes se calmaron en cuanto salió la procesión del Señor de los Tembl o-
res y/o cuando el pueblo hizo rogati vas y novenas al citado Cristo (Vargas, 1953 , p.2 18).
En el libro editado por la Embaj ada de España sobre la Restauración española de la
Catedral del Cuzco ( 1953), se retoma el relato de origen del culto al Señor de los Temblores
que apareció en un primer trabajo del Dr. Jorge Cornejo Bouroncle en 1946 (publicado in
extenso en 1958), basado en los "Anales del Cuzco" de Diego Esquive! y Navia ( 1749). En él
se resalta que el Señor de los Temblores es "obsequio del Emperador Carl os V" y que desde
e l terremoto de 1650 hasta el de 1950 di cha imagen provoca un culto mas ivo donde :
8 Estos aspectos serán más ampli amente desarro llados en la investigación ya citada, la presente rete -
rencia si rve para hacer algunas anotac iones que esc larecerán el estudio del re lato escogido y la
construcción cultural en tom o a lo reli gioso que se da lugar en este contexto fes ti vo.
9 Ori gin almente la fi esta del Señor de los Temblores, se celebraba el 3 1 de marzo, fecha del primer
mil agro que se le atribuye, en 1740 fu e trasladada al Lunes Santo. En el ca lendari o fes ti vo del período
interequinocr ial que trabaj amos, sostenemos que ésta es la primera fi esta solemne a una Cruz-so lar,
fechada cerca del equinoccio de otoño (2 1 de marzo), dando ini cio al período de la cosecha, período
festi vo por excelencia.
1O Discutibl e traducción de Hawcaypata, o Waqaypata, nombre inca de la actual Pl aza Mayor del Cuzco.
Algunos autores lo traducen por " lugar del llanto" y otros como ·' lugar de mis dioses" .
Señor de los Temblores traído de España a estas cumbres andinas "( Embaja-
da de España, A. Guillén M, p.44-49).
Esta misma versión resumida es la que aparece en la página 2 1 de la Vis ión del Cusca.
1
Monografla sintética, de H. Vidal Unda ( 1958).
Otra publicación de inicios de 1970 relata el origen de l culto al Señor de los Temblores
poniéndola en relación con los cultos a otros Cristos venerados en la región del Cuzco
( Banco Central de Reserva, 1973). La recopilación está hecha por dos antropó logos, D. Roca
y L. Barreda, por ello aunque el relato está basado remotamente en el de Esquive! y Navia,
aportan una serie de e lementos propios de la tradici ón oral andin a. Estos investigado res
retoman anécdotas como la del viaje de Es paña, cuando e n medio de una torm enta los
marineros claman al Señor y se calma e l mar, es la que da lugar al primer nombre del Cri sto
como Señor de las Torm entas, un primer prodigio del Cristo destinado a l Cuzco. Pero éste
obsequio viene acompañado de dos otras im ágenes de Cri sto, que a l ser transportadas a
lomo de mula hacia su destino final (Cuzco), una " dec ide" quedarse en Mollepata, sus
transportadores entienden as í lo súbitamente pesado del caj ón que la conti ene, por eso
hasta hoy se lo venera como el Señor de Mollepata. Siguen el viaje dos im áge nes y ll egand o
a l pobl ado de Anta un segundo cajón se torna pesado y nuevamente los portadores "enti en-
den" el deseo de l Cristo por quedarse en ese lugar, con lo cual se genera e l culto al SeFíor de
lnkilpata, de tal man era ll ega al Cuzco sólo el Señor de las Tormentas, donde a raíz de l
prodigio de ca lmar la furia del terremoto de 1650 adq ui ere el nombre definitivo de Señor de
los Temblores (Banco Central de Reserva, 1973, p.98). Prácticamente este mismo relato es e l
que retoma el hi storiador Teófilo Benavente en un opúsculo publicado pro-manuscrito en
1975, el que incluye además las tradiciones sobre la fonna de cómo el Señor de los Temblores
protegió al caudillo cuzqueño Marisca l Agustín Gamarra en 1835 y a la ciudad del C uzco
durante la invasión chilena en 18 80. Este mismo relato retoma A. Valenci a ( 1993), sustentán-
dolo con una extensa cita del trabajo de J. Cornejo Bouroncle ( 1958).
Por su parte, en el Informe Final de Conservación sobre e l proceso de restaurac ión
de la imagen del Señor de los Temblores llevada a cabo por e l Instituto Nacional Cu ltura e l
año 2005, s i bien se hace una compilac ión de las histori as en torno a la imagen y su culto
tanto popul ar como ecles iástico (INC, 2005, p.9-22), demuestra por el trabajo científico de
restauración que : "por el análisis de los materiales usados dicha imagen es manufactura
local, según modelo español, según técnicas en uso y con materiales de la región " ( IN C,
2005, p. 23) . Es dec ir que los relatos prodigiosos transmitidos por Esqui ve( y Navia, en los
que se basó e l trabajo de Cornejo Bouroncle y las recolecciones orales más serias (Roca y
Barreda), que son las que han sido divulgadas y repetidas por la prensa, fo ll etería y tradición
ora l, son una "tradición inventada", puesto que la image n fue hecha en e l Cuzco, por artesa-
nos cuzqueños. S in embargo se trata de tradiciones inscritas en la larga duración , que tien en
un patrón estructural y una morfología propia determinadas por una dinámica cul tura l con
objetivos históricos . Pero, como decíamos en otro trabaj o, no estamos ante el estab lecimien-
to de la verdad histórica del relato, sino ante la verosim ilitud histórico-cultural del mismo
(Vega-Centeno, 1986, Cap. 111).
En los abundantes relatos de origen de las fiestas de l período interequ in occ ia l, he-
mos encont rado un mi smo patró n estructural ; hace mos ráp id a refere ncia a a lgu nas
88 Revista Andina
/me/da Vega-Centeno B.: Origen de los cultos del período interequinoccial
11 Otro de los hitos festivos erísticos del período interequinoccial de celebraciones del sur andino
cuzqueño.
12 Baccharis grindelioefolia Wedd, arbusto con ramas desnudas en su inferior, hojas de 2 cm. de largo,
con dientes muy agudos , numeros as llores. Existe en variadas especies en toda el área andina,
frecuente en la región cordillerana del Cuzco. Herrera, F., Contribución a la Flora del Departamento
del Cuzco, Cuzco, 1921 (Seg. Ed.). p.203.
13 Contracción de la frase quechua Tayankanimanta kani, ·'el que permanecerá siempre en la fayanca " .
Flores Lizana, 1997 , p.23.
14 Ver al respecto el Tomo I de la Historia de las Religiones de Eliade.
Hemos se leccionado para el trabajo ana lítico un relato de origen recopilado por el Dr.
Demetrio Roca Walparimachi, proveniente de su trabajo de campo en Urubamba en la década
del 60 y publicado como recolección etnográfica en 1977 . Escogimos esta recolección ora l
porque está hecha por un excepcional estudioso de la cultnra cuzqueña, quechua hablante y
que posee él mismo en su habla diaria los giros y estilo del habla popular cuzqueña.
El relato narra el origen de la festividad del Señor de Torrechayoc o Cruz de Torrechayoc
en Urubamba, la cual se celebra en día de Pentecostés, fiesta de la bajada del Espíritu Santo
sobre el colegio apostó lico, que la liturgia cristiana conmemora 50 días después de Pascua de
Resurrección y que por ser fiesta movible cae entre mayo y junio de cada año, muy cerca del
so lsticio de invierno a mitad del período interequinoccial estudiado. Esta fie sta se solemniza
con la asistencia de la Cruz de Pujuruto, del Señor de Saywa, la Cruz de Palqaraki , e l Señor de
Kinsa K'ucho, el Señor de Tantanmarka, la Cruz del Puente de Urubamba o de San Gregario,
el Señor de Catan, la Cruz de Yanahuara, la Cruz de la calle Piragua, las Cruces de Chuchubamba
y Tullumayo, y otras cruces de propietarios locales (Roca, 1979, 115 ss). Como podemos
comprobar se trata de una gran celebración regional , donde dentro del esquema del panteón
andino la Cruz de Torrechayoc es el hermano mayor de todas las dem ás cruces (hermanos
menores) patronas de los pueblos circundantes e inclusive de pequeños cultos familiare s.
Esta forma de organización de la celebración no implica que se trate de diferentes "dioses",
sino de una jerarquía dentro del sistema de protección que la Cruz otorga a los diferentes
pueblos.
90 Revista Andina
/me/da Vega-Centeno B.: Origen de los cultos del período interequinoccial
El Relato 15
\
15 Tomado de: Roca W. Demetrio, "Etnografia de la Fiesta del Señor de Torrechayoc en Urubamba ".
ponencia presentada al 111 Congreso Nacional de Folkl ore ·'Víctor Navarro del Agui la". rea lizado en
Lima del 30 de julio al 6 de agosto de 1977, publicado en: Wayka, nº 6-7, Departamento Académico
de Antropología y Sociología, UNSAAC, Cuzco 1977, pp. 115-140.
Dos meses más tarde, recibieron una nueva comunicación del presidente de la
República donde les instaba a que ampliaran el camino de herradura que comunicaha
Urubamba con el rico valle de Lares en la provincia de Calca. Los pobladores de las
ciudades de Urubamba y Calca acordaron realizar dicho trabajo. La Sociedad Mutua de
Protección encabezó esa labor comenzando en el pueblo de Urubambd, retando a los
calqueños a que lo hicieran partiendo del pueblo de Lares. Ambos pueblos debían encon-
trarse en el paso o abra de Kunkani. Después de un trabajo fatigoso los pobladores de
Urubamba, entusiasmados por la Sociedad Mutua de Protección identificados como si¡llas
urubambinos, fueron los primeros en ganar el paso de Kunkani.
Como agradecimiento, el entonces President e de la Sociedad don Guillermo
Hinojosa Bujanda,fue de la idea de plantar una Cruz en este paso, por el éxito conseguido
y porque Dios los había acompañado y hecho posible tal obra. Es así cómo, volviendo a
Urubamba hicieron una Cruz de madera del árboi de pisonay, de cuatro metros de altura
y cargando dicha imagen subieron al abra donde plantaron en el sitio que desde entonces
tomó el nombre de Sijlla pata.
Allí quedó durante veinte años, sola y abandonada con un paño de color blanco
hecho jirones por el tiempo. Transcurridos estos años le reveló en sueños a don Guillermo
Hin ojosa Bujanda diciendo:
"¿ Hasta cuándo me van a tener aquí de.fi-ío ?, ¡ Hasta cuándo voy a ser
azotado por el viento, lavado por el aguacero. enterrado por la nieve y
sirviendo de posada a los pitos ?, quiero irm e abajo ".
92 Revista Andin a
/me/da Vega -Centeno B.: Origen de los cultos del período interequinoccial
"¡Señor!, haz que de hoy en adelante nunca más se enturbien tus aguas".
Efectivamente a partir de ese instante, las aguas del nevado Chicón y del cerro
Pumawanka de las que se sirve la población de Urubamba, no se enturbiaron, cumplién-
dose de esta manera el primer milagro de fa Cruz. Cuando iban a reiniciar el descenso,
llegaron desde Urubamba muchos pobladores con guitarras, bebidas y comidas, para
festejar el buen descenso, permaneciendo en casa de Puma ese día, más fa segunda noche.
Cuando al tercer día llegó la Cruz a la población de Urubamba, fue alojada en una
pequeña capilla con una típica torrecilla de techo de paja, ubicada en la parte baja de la
quebrada de Pumawanka. Luego jite trasladada al sitio de la actual capilla, que jite
ampliada posteriormente y que ha quedado chica a pesar de todo. El nombre de la Cruz y
el lugar donde se halla la capilla o santuario, deriva de la torrecita de la primera capilla.
Ahora fa gente la llama la Cruz tlel Selior de Torrecltayoc, y al fugar donde se halla
ubicada fa capilla o santuario, simplemente Torrechayoc.
Esta etapa del trabajo la iniciamos siguiendo la codificación del relato-tipo sugerida
tanto por Lévi-Strauss como por Propp. Introducimos algunos subtítulos que marcan las
secuencias dramáticas del relato (n º I al X, Propp, 1970) y resumimos el mismo en cortas
frases que nos permiten la construcción de los mitemas (Lévi-Strauss 1958, p.230 ss) y que
señalan los umbrales críticos, sistemas de actores y de símbolos directamente evocados (O 1-
107). Los elementos de cultura que van en cursiva, serán retomados en las sucesivas etapas
el análisis.
94 Revista Andina
/me/da Vega-Centeno B.: Origen de los cultos del período interequinoccial
Una primera aproximación al relato , nos muestra su estructura circular. Éste se inicia
en Urubamba con la llegada del extranjero portador del obsequio real del primer objeto
sagrado (1) 16; el relato concluye en Urubamba con la poses ión del nuevo templo de
Torrechayoc por la Cruz de la victoria, protectora de los elegidos, y segundo objeto sagrado
construido por los sij !las como seña l de su pacto con Cristo (X). Si el primer objeto sagrado
fue el regalo de un rey, el segundo objeto sagrado es la construcción de los elegidos (VI), el
regalo sagrado del rey ha iniciado una gesta heroica que vuelve a los elegidos capaces de
16 La exp licac ión de la presencia de determinadas im ágenes como .. rega los del ser más poderoso de la
tierra" que di stinguen a I puedo que los recibe, es otro motivo mítico que se repite en la tradición oral
andina , como lo muestra G. Cánepa para el caso de la Virgen del Carmen en Paucartambo, por ejemplo
(Cánepa. 1998, p.1 63- 176).
96 Revista Andina
/me/da Vega-Centeno B.: Origen de los cultos del período interequinoccia/
construir su propio objeto sagrado, porque cuentan con la protección pactada con los
poderosos de la tierra y del cielo. Estamos ante un mito que sustenta la preeminencia del
grupo (los sijlla. 11 ) frente a las complejas relaciones de poder loca l. La estructura circular del
re lato nos habl a también de la concepción cíclica del tiempo y de la significac ión del centro
(X , en este caso Urubamba, Thibon, 1983), en la cultura andina .
IJI
11
VI
Vlll VII
Leyenda
l. Llegada y regalo sagrado Vil. Rec lamo del Protector
11. Sijlla = elegidos (incumplimiento y mue11e)
111. Conflicto Vlll. Cumplimiento de la promesa
IV Complot, fracaso y resistencia IX. 2ªTarea hero ica, cumplimiento
V 1ª Tarea heroica - cumplimiento X. Llegada, nominac ión
VI. Cruz seña l de victoria
Como en el cuento maravilloso (Propp, 1970), el relato se inici a con la ruptura del
tiempo débil, para dar lugar al tiempo fuerte marcado por la presencia de lo sobrenatural: por
eso el extranjero (O 1) portador del regalo sagrado cumple un ritual al llegar al centro-Urubamba
(Thibon, 1983) (03), y pide ser puesto en relac ión con el mediador oficial de la religión traída
por los españo les e iterada por el regalo sagrado, su donante y su portador (04). El regalo
sagrado viene del Rey, del ser más poderoso conocido (05) y se trata de una Virgen del
Rosario (06), advocac ión de culto a la Virgen María cuya fiesta litúrgica fue instituida para
recordar la victoria de Lepanto sobre el Islam el 7 de octubre de 15 7 1, victoria atribuida al rezo
del rosario, culto promovido por los dominicos durante la colonia. Aunque el relato tempora l-
mente está fechado antes de este acontecimiento, indudablemente se trata de un relato
antiguo que coincide temporalmente con la difusión de la devoc ión. Los urubambinos leen
estos sucesos en cl ave milagrosa y por ello se ponen al amparo de la Virgen del Rosario para
que sea su Patropa o protectora local (07-08) 17 .
17 Estos sign ifi cados pueden reencontrarse en la documentación oral del trabajo de Cánepa citado en la
nota anterior.
a. Umbrales críticos
El relato se inici a con la ruptura del tiempo débi l, del tiempo común del pueblo de
Urubamba, para dar lugar a un tiempo fuerte del relato, el tiempo fuerte de la alianza con el
dios vencedor, por ello este punto de partida es tambi én el prim er umbral crítico. La fec ha de
1553 (O 1) está cargada de simbología cristiana, y debió ser un insistente luga r en la prim era
evangelización del Nuevo Mundo. Se trata del período de l Concilio de Trento ( 1545-1563), el
gran Concilio contra la Reforma de Lutero, en el que Roma esperaba la definición de los
dogmas frente al protestantismo y en el que Carlos V esperaba fortalecer a la Igles ia para
poder atraer a los protestantes y restablecer la unidad cristiana, ya que él era emperador de
Alemania, Francia, Flandes y España, y la Reforma hacía peligrar la unidad de sus dominios
europeos -en los territorios de ultramar sus dominios se extendían hasta América y las
98 Revista Andina
/me/da Vega-Centeno B.: Origen de los cultos del período interequinoccial
18 La presenc ia del agua en los ritu ales de la peregrinación de Qoy llur Rit ' i ha sido trab aj ada largamente
por qui enes han estudiado esta fi esta. C f. pre fe rentemente Flores Li zana y Randall. en la bibli ogra f1 a
adjunta .
Se cierra el relato con un cuarto umbral crítico, cuando al cump lir los si¡llas la
segunda tarea hero ica se produce soc iológicamente el rito de nominación de la Cruz (Bourdieu
1982, p. 26). Construida como seña l del pacto con el Cristo ( 106-107), ésta asume el nombre de
Cruz de Torrechayoc, distinguiéndose por las características de la construcción de su prim er
emplazamiento, y continúa con el mi smo nombre aunque la actual capilla 'no tenga dicha
característica, simplemente el nombre nos remite a toda la gesta hero ica, la que se rememora
a través de la tradición oral.
UMBRALES SIGNIFICACIÓN
b. Sistema de actores
Los actores que pueblan el rel ato están claramente delimitados. Éste se inicia con la
presencia del primer ayudante (Gamboa, O1), que es emisario del Rey quien a su vez es el
primer protector humano (05). El primer ayudante por su parte entra en contacto con el primer
mediador que es el cura de Urubamba (04). La actividad cultual del primer ayudante lo pone en
contacto con el grupo de los elegidos, los sijllas urubambinos que son nobles y notables ( 1 1-
12, 13-15). Desatado el conflicto con el Gobernador éste se manifiesta como el adversario de
los elegidos (21-32), por eso los sijllas se organizan como "Sociedad de mutua protección" y
eligen a un Presidente quien viene a ser el segundo mediador, poniéndose al amparo del
Presidente de la República, quien a su vez será el segundo protector humano (33 -42). Cuando
el segundo protector humano les comunica la primera tarea heroica (construir un camino hasta
el valle de Lares), el segundo mediador lidera la tarea dentro del ritual de una batalla festiva,
cuyo triunfo es atribuido a la protección de Cristo, primer protector divino, por eso constru-
yen el segundo objeto sagrado, la Cruz de Sij/lapata como señal de la victoria (43-60).
Transcurrido un tiempo, el Cristo de Sijllapata (primer protector divino) se comunica
en sueños con el segundo mediador (presidente de la soc iedad) y le pide ser bajado a
Urubamba, con lo cual Dios manifiesta su predilección por los sijllas, pero los asociados no
obedecen a este pedido (61-73). El cumplimiento de la segunda tarea heroica, a solicitud del
primer protector divino, será obra del segundo presidente de la sociedad y tercer mediador
(87-107). Sin embargo, al tratar de bajar la Cruz, los sijllas elegidos deberán vencer las
di[tc11!1ades planteadas por la resistencia de los habitantes de altura, hombres y anima les
( los pitos oh 'akachus, aves de altura de talla mediana con largo pico, viven en la puna y son
muy apreciados por la gente) (83-86 , 91 -92).
Cabe notar que sa lvo al inicio del relato (04) el primer mediador desaparece, se trata
del cura de Urubamba. Los actores del relato son siempre laicos, quienes actúan en la historia
con total autonomía, como en toda religión popul ar. Lo que no impide que para la tiesta
patron a l hagan recurso a los representantes oficiales de la iglesia católica para so lemnizar el
culto. En estos ritual es la especialización de los actores queda claramente establecida,
quedando restringida la función cultual de la mi sa para el representante ec lesiástico.
E l sistema de actores resultante es profundamente vertical, con una jerarquía de
poderes incuestionable, en cuya base se sitúan los sijllas urubambinos, quienes a pesar de
ello son los elegidos, están bajo protección divina, son los personajes que dan coherencia y
continuidad al relato ; seña l de todo ell o es la pervivencia y actualidad del culto a la Cruz del
Señor de Torrechayoc.
Funciones Actores
El rey Carlos V
3. Protectores humanos
El Presidente de la República
4 . Adversario El Gobernador
N º 1: el Cura (eclesiástico)
5. Mediadores N º 2: Primer presidente de la Sociedad
N º 3: Segundo presidente de la Sociedad
El plant~miento del conflicto que enfrenta a los elegidos con el poderoso Goberna-
dor, está fechado en 1866 (] 6); es decir en el año de la "guerra de la reconquista española",
cuyo hito más importante es el Combate del 2 de Mayo frente al mar del Callao. La ubicación
temporal de este relato nos muestra cómo las estructuras de dominación entre la autoridad
civil (que representa a la república) y los notables locales está tan vigente como en tiempos
de los encomenderos (O 1, 1553 origen del relato) . El Gobernador no soporta la crítica del
carnaval y castiga ferozmente a los sijlla danzantes, inclusive uno apellidado Pacheco es
identificado dramáticamente (25-27)1 9 . El castigo inflingido a los danzantes es humillante y
constituye una afrenta mayor, que sólo podría " limpiarse" con una venganza de similar
magnitud, pero el complot es develado y el Gobernador amenaza con enviar a los cabecillas
al Callao, es decir al escenario de una guerra feroz (32). Cuanto más temible en tanto que la
mayoría de los sijllas urubambinos no debía conocer la costa, para quienes el mar debía estar
poblado de peligros y amenazas monstruosas.
Otro conflicto, pero menos dramático, que deberán resolver los sijllas para probar
que son dignos de la elección de que han sido objeto por el Cristo es el de vencer las
dificultades planteadas por los campesinos de altura y por los pitos oh 'akachus (83-86, 91-
92). En este último esfuerzo los sijllas evitan la confrontación y a través de un engaño menor,
justificado por el rito católico de la misa, vencen la dificultad y pueden emprender exitosamente
la realización de la segunda tarea heroica: triunfo sobre los resistentes que marca la superio-
ridad de los sijllas sobre aquellos.
La datación de los relatos de origen recurre con frecuencia a fechas paradigmáticas,
y cumple un rol de memoria colectiva con fines pedagógicos que van mucho más all á del
relato y del culto mismo. Por ejemplo, la datación de los mitos de origen de la peregrinación
de Qoyllur Rit' i, del Señor de Tayancani y del Señor de Huanca ( 1878 y 1879, respectivamen-
te), está íntimamente ligada con las fechas de la Gran Rebelión de Tupac Amaru 11 , que
conmovió no sólo al sur andino peruano sino a toda la ruta de los arrieros desde el Cuzco
hasta Tucumán (Argentina). El surgimiento de devociones fuertes y de escenarios milagro-
sos, en períodos de crisis y de amenazas de muerte como la crueldad de la guerra anti-
insurreccional, permiten continuar creyendo y existiendo a pesar de la derrota, la amenaza del
caos y de la muerte. Por ello no es extraño que uno de los elegidos por el señor de Huanca
para extender su culto sea un comerciante cochabambino, pues en la actual Bolivia la gesta
tupamarista tuvo gran repercusión y largas secuelas (Sallnow 1987, 88-89; Flores Lizana
1977, 30 ss; Brachetty, 2002, 88 ss).
19 Pacheco es un apellido frecuente en el Cuzco y las distintas ramas de .. pachecos'' reclaman para sí
hidalguía de origen. Cf. Pesce Battilana Carlos, En tierra de Pachecos. Ensayo de revolución en
Cuzco, Gráfica La Nueva Provincia, Buenos Aires. 1938 .
Esquema IV: Estructura de relaciones tipo secuencia sincrón ica y diacrónica del relato
Siste 1na de Siste ,na de
Monstruos y Dificultades a ser
Parentesco parente sco
enernigos supe nulas
Sobreesti ,nado s 11be sti 1n:-1do
1° Prirner Escenario
a. Lkga da d e
b. Fiesta
extranj e ro y rega lo
s a g ra do
c. agradec in1iento
El sistema de parentesco subestim ado es aquél del cual ego quiere desligarse, repre-
senta a los vencidos en la dialéctica vencedores/vencidos, es el sistema de consaguin idad
que molesta al mito de autoctonía analizado por Lévi-Strauss (Lévi Straus, 1958, p.85 ss). En
el primer escenario este sistema de parentesco se expresa a través de la fi esta de agradeci -
miento por el regalo recibido, en ell a se expresa tanto el olvido de la dominación como la
20 En nuestra observación de campo del afio 2006, la celebración de la Cruz de Torrec hayoc con tó con
la presencia de unos 20 grupos de dan zantes. El des file de la ll egada es bastante forma l y se encuadra
dentro del patrón ce lebratorio de las demás fi estas del período. Sin embargo, tal como lo anota e l
relato, todas las danzas se suspenden al llegar a la plaza. donde se toca mús ica de procesión la que crea
el ambiente reli gioso para la mi sa so lemne.
21 Ver al respecto la explicación de nuestros in formantes sobre la danza como forma de honrar a l santo.
Cf. Vega-Centeno. 2006, p.20.
necesidad de protección por carencia, elementos de la capacidad mítico simbólica del pue-
blo que han sido reactivados por la posibilidad de alianza "sagrada" con el rey y el extranjero
que lo representa. El emisario del rey aparece como el que "enseña" a danzar a los sijllas,
como si éstos desconocieran esta forma de comunicación con los dioses, que también existía
en el mundo andino . Pero lo que se quiere relevar es que los sijlla danzantes que reciben el
regalo de la danza "españo la" representan a la nobleza local. Frente a la amenaza del Gober-
nador deciden organizarse y ponerse bajo el amparo del más poderoso del país, como reco-
nocimiento de su necesidad de protección por carencia y/o de sometimiento .voluntario a
los actuales sistemas de dominación.
En el segundo escenario, el sistema de parentesco subestimado (nosotros sij/las y
los iguales a nosotros) se abre sobre la aceptación de la primera tarea heroica, la que es
aceptada dentro del esquema de una batalla ritual con un pueblo-hermano sobre el cua l
triunfan los sijl/as. Pasado el tiempo, el líder de los sijllas escucha en sueños la queja de la
Cruz por la situación de abandono en que se encuentra en las alturas, pero los sijllas no
obedecen a este pedido. Más tarde el segundo líder de los sijllas y heredero del anterior,
decide cumplir la promesa a la Cruz.
En el primer escenario el Gobernador encarna al poderoso enemigo que intl inge a los
sijllas un humillante castigo. Éste es más humillante dada la nobleza y sentido del honor que
tienen los sijl/as, por ser la "nobleza" loca l. Por eso la amenaza de castigarlos con el destierro
es atroz, no só lo se trata de ser privados de su /laqta o feudo de origen, sin o por ser
arrojados al mundo desconocido del mar (que debe estar ll eno de monstruos y peligros),
donde se realizan sangrientas batallas. En cuanto a los temores que suscita el mar, no hay
que olvidar que el primer milagro atribuido al Señor de los Temblores del Cuzco es justamente
haber amainado una tonnenta que amenazaba con hacer naufragar el barco que lo traía desde
España, por eso su nombre original habría sido Señor de las Tormentas, según la crónica de
Esquive! y Navia.
En el segundo escenario, el primer "monstruo" es el abandono, soledad e inclemencias
climáticas que amenazan a la Cruz en el abra de Kunkani. El segundo "monstruo" es el exilio
indefinido del primer presidente de la Asociación, que muere en el destierro (en Lima), implíci-
tamente por no haber sido capaz de hacer cumplir el deseo de la Cruz. Esta interpretación es
plausible dentro de la cosmovisión andina actual, fruto del encuentro entre las religiones
originarias y la primera evange lización (s. XV-XVI), la que está poblada de dioses vengativos y
castigadores. Los monstruos que pueblan los mares y el destierro, así como los que habitan en
la noche de las alturas, son percibidos como amenazas cercanas que subrayan la pequeñez de
los sijllas, a pesar de su nobleza. Objetivamente la posibilidad de ser humillados por el Gober-
nador o doblegados por las fuerzas de la naturaleza, son amenazas enonnes, por ell o la necesi-
dad de los sijllas de ponerse al amparo del dios que venció a los apus tutelares.
Ante la pposición de los campesinos de ser despojados de la Cruz, los sijllas elaboran
un engaño plausible, demostrando de esta manera que son superiores a los campesinos de
altura, por ser más astutos, y que por ello la Cruz les pertenece. Sin embargo son capaces de
'' leer" en el comportamiento de las aves, la resistencia de las tierras altas a ser despojadas de su
dios protector. La comprobación del milagro al cumplir la segunda tarea heroica manifiestá
nuevamente la necesidad de protección por carencia. Por muy nobles y astutos que sean los
sijllas, también son vulnerables frente las fuerzas de la naturaleza. Su preeminencia sin embargo
queda demostrada cuando se produce el milagro, al conjuro del presidente de la asociación.
La cabalística estaba en boga en la Europa de los siglos XV y XVI, los medios ecle-
siásticos fueron muy sensibles a los mismos, como en el caso de los seguidores de Joaquín
de Fiare por ejemplo (las tres edades del mundo de su interpretación aparecen en la Crónica
de Guaman Poma, 1616). Algunos gremios como los alarifes, estaban muy influenciados por
estas tendencias, presente también en la simbología masónica de los constructores de cate-
drales, todo lo cual fue alimentado por cierta lectura de la Biblia. Por eso, cuando el portador
del objeto sagrado llega a Urubamba da tres vueltas a la plaza (03), como seña l de un ciclo
cumplido (tres, número que representa la divinidad perfecta), sólo entonces se comunica con
el mediador ec lesiástico para comunicarle el sagrado regalo del rey. Por su parte, los sijllas
toman tres días para cump lir la segunda tarea heroica (87-102) - el infonnante aclara que fue
por lo pesado de la Cruz- pero también porque el descenso se hizo en medio de fiestas (que
toman tiempo). Es decir, que los portadores de la Cruz tenían interés en que la bajada se
cumpliese en tres días, como los tres días que median entre la muerte y resurrección del
Señor, las tres personas de la Trinidad, etc.
Tanto éstas, como el surgimiento de nuevos cultos, son más frecuentes en tiempos
de crisis. Según Baktin, se produce una "fractura en el espacio de la memoria topográfica.
la etnohistoria se tramforma entonces en un paisaje temporal de cronotopías sagradas "
(Baktin, 1981 , p.84, En: Sallnow, 1987, p.89). Por eso la topología ritual adquiere mayor impor-
Según e l relato, los bailes rituales con que se celebra a la Patrona del lugar y la fiesta
de la Cruz de Torrechayoc tendrían origen español. En realidad no se conoce ningún tipo de
música y danza ritual que se pueda considerar " originaria" , pues ambas fueron silenciadas y/
o combatidas desde siempre por los conquistadores, por (supuestamente) contener "su-
persticiones" y mensajes no conscientes que podían invitar a la idolatría y la insurrecc ión .
Toda la música y danza andina es producto de la hibridación cultural fruto del hecho colonial.
Evidentemente que nos hallamos en un lugar de encuentro de culturas, pues la música y la
danza rituales son lenguajes, tanto de la religión traída por los españoles como de las
religiones andinas. En todo caso en este relato la danza es signo de distinción y nobleza
"española" de los sijllas, quienes repetidamente son señalados como los " notables" de
Urubarnba, por eso el castigo es más humillante, porque es intlingido a un grupo social que
se siente preeminente y con un alto sentido del honor (23-27).
4.4. Sijlla
Es un vocablo quechua, significa "capa" . La capa era parte del atuendo cotidiano de
los españoles, como prenda de abrigo. Un dato de la antigüedad del relato es la reflexión sobre
si la capa era usanza de los alrnagristas ( 13-15), lo que nos remite al período de la guerra entre
los conquistadores por el dominio del Cuzco. Según la indumentaria inca de los dibujos de
Guarnan Poma, la capa aparece sobre todo como vestimenta de la nobleza inca, en contextos
rituales . Por ello no es de extrañar que en el relato estudiado se identifique el uso de la capa
española con los "notables" y " distinguidos" de la sociedad local (33-43). Actualmente entre
los danzantes sijlla, están los kara qapas, o capas de cuero, que son una sátira del Poder
Judicial , de los · " doctores". Ésta es una fonna de resistencia simbólica por inversión del
mundo, cuando el provinciano que se siente abusado en el poder judicial, invierte simbólica-
mente la situación haciendo burla del poder injusto que lo somete, burla que puede realizar al
estar protegido por el anonimato de la máscara. Según los informantes del Dr. Roca22, la dan za
de los sijllas es la preferida del Señor de Torrechayoc. Cuando la Cruz baja a la ciudad para
la misa de fiesta, lo hace siempre al compás de la música y danza de los sijllas -sólo al pasar por
la plaza de Urubarnba se toca la solemne marcha procesional-. El retomo a su templo también
se hace bailando al ritmo de los sijllas. Cabe notar que este "baile" incluye a la imagen, pues
los cargadores l'f1 portan marcando el ritmo de la música de los danzantes sijlla.
Otro aspecto a tener en cuenta en este análisis es que, tanto para la autonominación
como para la elaboración de toponimias (inclusive la del segundo objeto sagrado), los
urubambinos protagonistas del relato recurren siempre al quechua, la lengua materna de la
región sur andina que estudiamos. Ego es sijlla, el primer emplazamiento de la Cruz es Sijllapata
(lugar de ego y de los iguales a ego), el lugar definitivo y nominación distintiva del culto es
Torrechayoc. Recurrir al quechua en el acto de dominio real y simbólico que es la nominación
es afinnar su identidad andina, quechua hablante, inclusive indígena. Discurso implícito que es
contradictorio con el discurso reiterativo sobre la hispanidad de origen y costumbres del culto
y del esfuerzo por elaborar el mito de preeminencia grupal basado en la pertenencia a un linaje
español (los sijllas son la nobleza local porque son herederos de Carlos V).
Éste es un hennoso árbol, típico de la flora del valle del Urubamba (57-58). Es conside-
rado inútil por los indígenas porque no se puede usar como madera o en medicina tradicional ,
sin embargo su imponente presencia adornaba los patios de las antiguas encomiendas y
haciendas, y las actuales plazas de Urubamba. Es un cultivo propio de la cultura colonial. Poder
descansar al cobijo del sol bajo la fronda del pisonay para hacer la siesta, o dedicarse al do/ce
far niente, eran hábitos de los españoles y luego de los hacendados urubambinos, usos que
son totalmente ajenos a la cultura y realidad económico social del campesino andinoD_
5. Conclusiones
Para analizar el presente relato asumimos las propuestas metodo lógicas de Lévi-
Strauss y de Propp, quienes afirman que nos encontramos con un relato (o conjunto de
relatos) de validez incuestionable, cuando los sometemos a una seri e de ejercicios analíticos
y éstos muestran que: son posibles de ser analizados tanto estructural como morfo lógicamente
En mayo de 2006 conversé personalm ente con varios devotos de la Cruz de Torrechaym:. Nuestros
informa ntes confirmaron las secuencias del relato anali zado y nos o freci eron algun os elementos de
aná li sis como éste. sobre la valoraci ón diferencial del pisonay por los hacendados y por los ind ios.
-as í como cuando los contenidos de cultura que nos aportan nos permiten un conocimiento
en profundidad de la cultura que los produce-. Al analizar el relato sobre la Cruz de Torrechayoc
éste se ha mostrado posible de ser analizado morfológicamente (Propp), poniendo en evi-
dencia una estructura lógica, sistema de actores, umbrales críticos y símbolos directamente
evocados que nos refieren a la lógica del Mito Andino de Refugio, la visión cíclica del
tiempo, la hi storia y a la cultura andina que los produce. Al someterlo al análisis estructural
(Lévi-Strauss), se ha puesto en evidencia su estructura mítica (lectura diacrónica y sincróni-
ca). El análisis de los sistemas de parentesco sobreestimado y subestimado, derrota de los
monstruos y adversarios y las dificultades para obtener el triunfo, nos han permitido mostrar
que esta estructura mítica está emparentada con los esquemas míticos universales estudia-
dos por el estructuralismo. Los elementos de cultura que hemos analizado nos han pennitido
penetrar a su vez en los contenidos de cultura, sistemas de nominación, apariciones y
milagros divinos, bailes rituales, etc ., sombras y permanencias de la historia andina, que
están presentes en la memoria colectiva que construyó el relato .
A través del análisis del relato hemos encontrado la recurrencia de una estructura
mítica y de una forma narrativa propia del relato maravilloso. Éste comienza por la irrupción
de un extranjero en la historia del pueblo sijlla urubambino, el cual es mensajero del hombre
más poderoso de la tierra que quiere pactar con ellos a través de un regalo sagrado. El pueblo
elegido acepta el don y nomina a la imagen sagrada como su protector, estableciendo de esta
manera un pacto de fidelidad y protección con el Dios vencedor. Este pacto se ratifica
repetidamente a través de los milagros que obra el protector frente a las penuri as y desgra-
cias que padece el pueblo elegido. La conmemoración de este pacto (ratificación) se realiza
en medio de una fiesta y en torno a un santuario (lugar de pe1manencia de la herencia
sagrada).
Los datos que nos transmite el relato pueden tener una total inexactitud , pero están
pletóricos de verosimilitud, dentro de la lógica del relato y la del grupo cultural que lo
produce. Este tipo de relato tiene una finalidad pedagógico-paradigmática, por ello importa
más la verosimilitud que genera la mito-historia que el dato en sí. Por esta razón la estru ctura
que asume está ligada a los sistemas sociocognitivos de la población, y la función que juega
está vinculada con la reproducción y justificación de la preeminencia del grupo que lo
produce . Por ejemplo, en las tradiciones en torno al Señor de los Temblores, importa menos
que el " regalo de Carlos V" no haya sido tal. Lo que es importante para el pueblo que se
adhiere a estas tradiciones es que este Cristo Todopoderoso le fue obsequiado por el ser más
poderoso de la tierra, que en medio de su pequeñez y dentro de un sistema cruel de domina-
ción, ése Taytacha llegó para ser protector de los sijllas urubambinos, su papacito, y para
quedarse siempre con ellos.
Aunque quien genera y produce la tradición oral es el hombre común, para que ésta
se constituya en el mito colectivo, requiere que sea la producción cultural de un grupo con
objetivos comunes, con una cultura regida por determinados esquemas lógicos y con deter-
minados significantes que comprometen al grupo con su proyección mito-histórica. Reunir
como si fuera u11 relato consistente; algunos fragmentos de tradiciones antiguas, con otras
más modernas a los que se añaden chismes y maledicencias presentes, supuestamente
emparentados con los anteriores fragmentos de cultura, creemos que no es hacer antropolo-
gía ni cultivar la literatura oral; es caricaturizar la cultura tradicional. Reivindicar analítica-
mente la riqueza del ácervci cultural que todavía nos transmite la tradición ora l andina es erÍ
cambio una tarea de rescate del patrimonio cultural inmaterial e implica el compromiso ético
del antropólogo con la historia del pueblo que la produce.
Los fragmentos de tradición oral que hemos analizado tienen entre sí una relación
estructural, al mismo tiempo que son una reelaboración mítica que guarda relación con los
intereses actuales de sus productores (Cf., Sección 1.). Por su parte, Hobsbawn dice que los
objetivos de las "tradiciones inventadas" son de tres tipos: a) establecer o simbolizar cohe-
sión de la membresía del grupo y de las comunidades rea les o artificiales, b) establecer o
legitimar instituciones, estatus o relaciones de autoridad, c) invo lucrar creencias, sistemas
de valores y comportamientos. (Hobsbawn, 1983 , 9-12). En el trabajo realizado podemos ver
la vigencia de la búsqueda de cohesión de la membresía del grupo sijlla (a), la búsqueda de
leg itimación de la institución que los representa, el estatus de sus miembros y e l tipo de
relaciones que establecen con la autoridad (b), pero de l mismo modo es una tradici ón que
busca consolidar creencias, valores y comportamientos religiosos con fuerte carga simbó li-
ca y emocional (Hobsbawn, 1983 , p. l O).
Hanson dice que cuando los pueblos inventan sus tradiciones lo hacen usua lmente
para legitimar o santificar la realidad actual o la aspiración colectiva (Hanson, 1989, p. 890), en
nuestro caso, se trata de una tradición que se elabora dentro de un proceso co lonia l (Ranger,
1983, 211 ), período que es particularmente propicio para generar este tipo de tradiciones para
propios y para los " otros" , ya que un proceso cultural siempre está elabora ndo significacio-
nes, que involucran a propios y extraños, incluidos los antropólogos (Thomas, 1992, p. 2 13).
C iertos malentendidos de esta aproximación pretenderían que la reelaboración de las tradi-
ciones significa necesariamente "inautenticidad". Lo que hizo Hobsbawn fue ll amar nues-
tra atención sobre el hecho objetivo de que cada pueblo recorre sus propios trayectos para
construir su tradición. Frente a este proceso la antropología es un esfuerzo de objetivación
de dichos trayectos, que son parte de la elaboración de la identidad colectiva, ya que a través
de la tradición oral el pueblo está continuamente construyendo su autoimagen. Por eso, la
pregunta final es si la antropología andina de hoy contribuye o no a la objetivación de este
proceso de producción cultural y de elaboración identitaria, si es capaz de superar la tenta-
ción de la fragmentación, la caricatura y la visión del "buen salvaje".
lmelda Vega-Centeno B.
Centro de Estudios Regionales Andinos
Bartolomé de Las Casas, Cuzco
Cehila, Área Andina, Perú
imelda@amauta.rcp.net.pe
11 O Revista Andina
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Carlos 1. Angiorama
Constanza Taboada
Introducción
Es decir, característic as similares a las de las piezas de época preincaica tardía hall adas en el Area
Valliserrana del Noroeste Argentino, que abarca parte de las prov inci as argentinas de .Jujuy, Salta.
Tucumán, Catamarca y La Ri oja.
metálicas halladas en el actual territorio de Santi ago del Estero, y eva luamos las posibilida-
des que se ponen en juego. Para e llo ha sido necesario recopilar la información publicada ,
sistematizarla, y reconstituir (hasta donde fue posible por la ausencia de información oportu-
namente registrada durante los trabajos de campo y por la preservada después), los contex-
tos y condiciones de hallazgo en base a datos escasos, vagos y dispersos. Además resultó
conveniente sondear en la particular historia de la arqueología santiagueña, que considera-
mos ha influido en el tratamiento y construcción misma de la problemática, en tanto e l
ha llazgo y divulgación de estos objetos fueron manej ados políticamente y con diferentes
intensiones por sus descubridores y demás investigadores.
2 Los Wagner propusieron, aunque con algunas variantes a lo largo de sus 35 años de producción
arqueológica, que los restos indígenas que encontraron en Santi ago del Estero eran el producto de una
civilización milenaria vinculada por un origen común con otras del Viejo Mundo (Martínez, Taboada
y Auat 2003).
3 La Civili zación Chaco-Santiagueña propuesta por los Wagner.
4 Agradecemos a Ana Teresa Martínez la traducción, aún inédita (Martinez 2007), reali zada especial-
mente para el proyecto en que se enmarca esta investigación.
Los metales fueron entonces usados, por quienes se oponían a las tesis de los Wagner,
para demostrar, por su asociación con elementos coloniales (aunque en realidad sólo conta-
ban con la referencia concreta del hallazgo de Argañarás ), la contemporaneidad de la mencio-
nada «Civilización» con el momento de la conquista española, y por su similitud con ejempla-
res de los valles Calchaquíes y de los Andes, la vinculación con grupos humanos de estas
regiones, y no con el Viejo Mundo como postulaban los Wagner. Paralelamente, los Wagner
negaban haber hallado objetos de metal , cuando sabemos por palabras del mismo Emilio
Wagner consignadas por Reichlen ( 1940) que sí los habían encontrado. Sin embargo, según
la misma fuente , en esa época Emilio Wagner estaba convencido de que por las condiciones
de hallazgo éstos no pertenecían al bagaje cultural de la Civilización Chaco-Santiagueña, sino
que eran objetos más modernos. Mientras tanto Serrano ( 1938) aseveraba que, junto a aquel
hallazgo de Argañarás, se había encontrado además cerámica típica de la Civilización Chaco-
Santiagueña, queriendo as í probar lo contrario, pero con igual carencia de un análisis profun-
do (además de falta de conocimiento directo de los hallazgos en el terreno). Parece que, en un
principio, lo que Emilio Wagner quiso fue recalcar que la Civilización Chaco-Santiagueña no
había conocido los metales, no que no se habían hallado en las excavaciones. Muy posible-
mente , la primera omisión en razón de esta hipótesis tuvo luego que ser mantenida como una
férrea negación a consecuencia del debate generado. En razón de esto, durante buen tiempo
los Wagner negaron el hallazgo de objetos de metal, mientras sus detractores buscaban
desesperadamente cualquier posible evidencia para intentar demostrar, no sólo lo errado de
la tesis de los hermanos, sino también su ocultamiento. De esta manera cada bando involucrado
en la disputa mostró lo que le convenía y silenció lo que no. Como resultado generaron
confusión y pérdida de infonnación para el tratamiento futuro del tema.
De forma paralela a esta controversia, algunos investigadores que se mantuvieron
más alejados de la misma pudieron observar y marcar mejor algunos aspectos importantes
(Martínez y Taboada 2007). Uno de ellos fue Henry Reichlen, un por entonces joven estudian-
te suizo, quien en París luego de una estadía de trabajo de campo en Santiago del Estero, y
bajo la guía de Paul Rivet (ya en ese momento reconocido por sus estudios acerca de la
metalurgia sudamericana), supo identificar el problema en juego señalando la similitud y
posible vinculación genética entre los objetos hallados en Santiago y los de los valles del
NOA e incluso Bolivia (Reichlen 1940). Otro fue Jorge von Hauenschild, un investigador
también abocado a la arqueología santiagueña, quien advirtió muy concretamente al respecto
de los sitios trabajados por él en la zona del Río Dulce de Santiago: "ninguno de los doce
yac imientos ha proporcionado un objeto de metal, contrario a los yacimientos del Salado
donde aparecieron con cierta abundancia" (von Hauenschild 1949:59). Lo planteó incluso
como interrogante más general : "¿por qué razón los objetos de metal han aparecido en el
Salado y faltan en absoluto en el Dulce?" (von Hauenschild 1949:60), un tema sobre el que
también volveremos . Yon Hauenschild descartó la utilidad del hallazgo deArgañarás, aparen-
temente fuera de lo común , para avanzar en la cuestión, y señaló similitudes con piezas
peruanas y del NOA, aunque a diferencia de Reichlen planteó que los objetos metálicos
debieron haber s.ido llevados hasta la zona del Salado desde el área andina, por los mismos
españoles (von Hauenschild 1949). Pero las interesantes preguntas, propuestas, y apo1tes de
estos investigadores no fueron incorporados a los debates del momento, que más que intere-
sarse por avanzar en la comprensión de ésta u otras problemáticas regionales eran generados
Objetos
5 Siguiendo en este sentido a la tesis de lmbelloni ( 1940), realizada en base al análisis de material
antropológico físico, sobre el origen "ándido" de los portadores de la Civilización Chaco-Santiaguei'ia.
6 Decimos esto porque si bien Pedersen no participó de las discusiones ni de la reunión real izada en
1939 (Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología 1940), en la que tácitamente se expu lsa
a los Wagner de la arqueología científicamente reconocida (Arenas 2005; Martinez, Taboada y Auat
2003), evidentemente tuvo algún conflicto con los Wagner, además de una cierta vinculación (al
menos de ideas) con lmbelloni, el otro gran contradictor de los hermanos.
;
Procedencias
7 Contarnos además con las referencias de 8 objetos más (5 cuchill os y 3 hachas) consignados como
procedentes de Beltrán (Mayer 1986) que no han si do consideradas en el aná li sis por las razones
s igui entes. Segú n Mayer estarían consignados en el registro del Museo Etnográfico de la Universidad
de Buenos Aires como ·'Pieza visiblemente fal sa y actual " (Mayer 1986: 106-107). Grac ias a la
gentil eza de yuis González se han ubicado dichas piezas y los datos de registro del Museo. Esta habrí a
ingresado al mismo en 1929 como pertenecientes a la Colecc ión Arturo Frocharn, y la referencia a
fa lsedad seilalada por Mayer se encuentra consignada para el caso de las hach as . Segú n las observacio-
nes rea li zadas por Luis Gonzá lez, tanto los cuchillos como las hach uelas serían efectivamente de
factura moderna (Lui s Gonzá lez, comunicación personal 2008).
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(f)
Figura 1. Mapa de la provincia de Santiago del Estero con la ubicación aproximada de los
sitios / lugares donde se hallaron objetos de metal. Se indica entre paréntesis la cantidad
de objetos recuperados en cada uno de ellos. La x indica un lote de objetos de cantidad
desconocida . El mapa de Santiago del Estero reproducido en menor tamaño muestra, como
referencia comparativa, la ubicación y distribución de algunos de los aproximadamente 200
sitios arqueológicos trabajados en la provincia.
SANTIAGO
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Este hecho resulta sumamente interesante si tenemos en cuenta que diversos y am-
plios sectores de la provincia, tanto de la cuenca del río Dulce como del Sa lado, fueron
intensamente exp lotados arqueológicamente hasta mediados del siglo pasado por varios
investigadores con diferentes intereses y metodologías, y a partir de la segunda mitad del
siglo también bajo un mayor control científico. Pero además, de los 14 ubicadbs sobre la zona
de influencia del Salado, 9 se hallan concentrados en un área de apenas 15 km de diámetrox
localizada en las cercanías de )caño (Departamento Avellaneda, a 180 Km de Santiago del
Estero sobre la Ruta Nacional Nº 38), y 2 de ellos, Averías y Sequía Vieja, concentran el 68%
del total de los objetos.
Al respecto es importante señalar que los sitios de Santiago del Estero fueron deno-
minados, al menos en los primeros trabajos, con el nombre del paraje o localidad próxima, sin
ser definidos ni delimitados claramente en su extensión, ni en su estructura interna, ni en sus
componentes. Los sitios de la llanura santiagueña se encuentran dispersos en el monte, y
son reconocibles por lo general por un claro en la vegetación cubierto de tiestos cerámicos
y, en menor cantidad, huesos y otras evidencias en superficie. En ocasiones se los observa
más o menos sobreelevados, y sin una clara delimitación de su extensión. Se pueden suceder
varios de estos claros o zonas sobreelevadas por cientos de metros. Estas áreas con eviden-
cias arqueológicas se caracterizan, en general, por ser grandes extensiones de llanura con
variaciones (positivas y negativas) más o menos significativas a nivel de microtopografía
natural (paleocauces, lagunas, bajos, albardones, etc.) y con una cubierta vegetal que varía
según la mayor o menor aridez y salinidad del área pero que en genera l se corresponde con
zonas de monte de casi nula visibilidad en perspectiva a distancia pero con una aceptable
visibilidad inmediata a nivel del suelo que se transita (ver Fig. 2) .
A nivel de estructuras, la bibliografía sólo menciona los famosos túmulos y represas
de los Wagner, pero ya cuando Reichlen recorrió la zona entre 1937 y 1938 se asombró de lo
erosionados y poco visibles que resu lta la gran mayoría. Esta aparente homogeneidad del
paisaje arqueológico, sobre todo la ausencia de construcciones claramente identifi cables
sobre el terreno, o distinguibles unas de ctras, además de aspectos metodológicos propios
de la época de recolección, debió influir en esta escasa definición y precisión de las proce-
dencias dentro de estas áreas mayores, aún en investigadores como Reichlen , más cuidado-
so de la metodología y conciente de la necesidad de avanzar por sobre los problemas que
había suscitado la falta de precisión de los Wagner en cuanto a condiciones de hallazgo .
Por esta razón, en la bibliografía de los autores que recolectaron la mayoría de los
objetos, la denominación del sitio hace referencia más bien a un área más o menos continua
con evidencias arqueológicas y no necesariamente a un mismo sector o a una misma estruc-
tura (por ej. un mismo montículo). Es así que los objetos catalogados como de tal o cual sitio
sólo implican que fueron recogidos en una misma zona o localidad, incluso con la posibilidad
de varias decenas o centenas de metros entre unos y otros lugares de hallazgo. Esta no
identificación clara del sitio específico de procedencia puede tener implicancias cronológicas,
funcionales y culturales. También es importante señalar que esta zona en particular, donde se
8 Se apartan de esta localización más restringida, pero siempre ubicados en la cuenca del río Salado. S
hallazgos (contra 112) recobrados en Real Sayana, Lu gones. El Veinte (dentro de la misma área del
Salado Medio), y Santa Maria y Copo (al norte) .
Contextos y asociaciones
En general casi no hay datos concretos sobre contextos y asociaciones en las publi-
caciones, por lo que hemos realizado precisamente un esfuerzo por reconstruir esta informa-
ción en base a datos salpicados en la bibliografia, y hemos reunido y analizado la informa-
ción publicada que pudiera servir para adscribir cierta cronología y asociación cultural a los
sitios de procedencia de los hallazgos.
Concretamente, en la literatura arqueológica hay tan sólo diez referencias a contextos
de hallazgos de objetos metálicos (Gramajo de Martinez Moreno 1979; Lorandi 1974; Lorandi
de Gieco y Lovera 1972; Reichlen 1940; Serrano 1938; Wagner y Righetti 1946) pero en
general son muy vagas, como por ejemplo "en el interior de un túmulo" (Reichlen 1940: 184,
traducción Martínez 2007), o "a 50 cm debajo del suelo" (Reichlen 1940: 185, traducción
Martínez 2007). Tres de los contextos son claramente prehispánicos, y cinco presentan
elementos europeos asociados a los objetos metálicos, tales como cuentas venecianas y
arquitectura o tipos de inhumaciones españolas. Estas referencias nos entregan, en la mayo-
ría de los casos, alguna información útil sobre todo a los fines cronológicbs-culturales y,
como veremos luego, en sólo dos casos una asociación que permite cierta inferencia funcio-
nal. Marcos de referencia cronológica y cultural más amplios y contextos más generales, han
sido reconstruidos por nosotros, hasta donde fue posible, en base a la información con la
que contamos acerca de los sitios de procedencia de los objetos metálicos.
Del análisis de esta información y otros datos adicionales de la bibliografía respecto
de los contextos y asociaciones se puede señalar lo siguiente. El hallazgo referido por
Argañarás a Serrano presenta una rica pero desconcertante descripción del contexto y
asociaciones. Lo que es muy notable es la gran cantidad, calidad y variedad de objetos
indígenas, metálicos y también no metálicos, que se dice acompañaban a los cuerpos ente-
rrados, considerando que se trataría, según lo interpretado por Serrano, de un entierro
realizado por españoles, e incluso además posiblemente en un espacio concreto de evange-
lización (no hay referencias de que allí existiera una Reducción Jesuítica como lo plantea
Serrano, pero sí un pueblo de indios y un contacto y asentamiento español desde al menos
161 1). Sorprende que, ya sea por la sabida codicia española o por la voluntad de extirpar
idolatrías características del momento, se haya respetado este ajuar rico y numeroso. Esto,
sumado a algunos datos de la descripción , como la gran profundidad del entierro en relación
a la escasa profundidad de los cimientos de la construcción atribuida a una Reducción, y el
hecho de que se trataba de un montículo como «esas lomadas de los paraderos» indígenas
(Serrano 1938: 112), nos hace sospechar que pudo haber un problema de excavación/inter-
pretación sobre un sitio con dos ocupaciones, una más abajo indígena (incluso es posible
que asociada a restos muebles españoles), y otra arriba, asociada a las construcciones de
adobe españolas. Hay que agregar que, según la referencia de Serrano, tampoco es clara la
tan mentada asociación a cerámica típica santiagueña, ya que las dos referencias dicen: que
«la alfarería acompañaba estas cuentas de vidrio» (Serrano 1938: 113) por lo que puede influir
igualmente un problema de mala excavación o interpretación, y la otra: «al lado del ente1i-atorio
se advierte otra construcción que supongo sería la capilla de la reducción , y alrededor los
restos de alfarería y demás desperdicios en unos montículos muy rebajados ya» (Serrano
1938: 112-113). Es decir, la cerámica que se menciona no se encontró asociada al enterratorio
con metales sino que estaba junto a otros restos hallados en la superficie de unos montícu-
los muy reducidos, posiblemente montículos de origen indígena de una ocupación anterior.
En conclusión, la excepcionalidad de este contexto se ve disminuida en su fiabilidad por las
incertidumbres y falta de coherencia interna.
De la publicación de Wagner y Righetti ( 1946) se desprende un dato general de
emplazamiento y uno de asociación y contexto específico: que los objetos de metal se
hallaron en excavaciones realizadas en los típicos montículos de Santiago, y que al menos en
una ocasión se halló un tortero 9 "en el mismo lugar" donde se exhumaron objetos de metal.
De los objetos encontrados por Pedersen ( 1952) un dato importante es que sabemos
que no los halló todos juntos en un mismo contexto ni en un mismo paraje. Menciona que
proceden de cinco localidades. Si bien no da ningún dato de asociación o contexto, brinda
cierta información en cuatro sentidos:
sobre la vinculación genética: los vincula tipológicamente a otros del NOA y de los incas
y considera que debería atribuirse su origen a los pueblos «ándidos» y no a los incas.
sobre la cronología: por lo anteriormente dicho es de suponer que no los encontró
asociados a material o arquitectura española, ni inca.
sobre el tipo funcional de contexto: si bien no da referencias concretas, es posible
que al menos algunos de los metales hayan sido recuperados en contextos funera-
rios, por cuanto el autor usa para su postulación de un origen de los objetos de metal
en los «pueblos ándidos», el que los cráneos de su colección del Salado presentan el
tipo de deformación atribuida a estos pueblos.
sobre la asociación: según von Hauenschild los objetos recuperados por Pedersen
estaban asociados a cerámica policroma (von Hauenschild 1949). Como no aclara
nada más, podemos suponer que se refiere a la clásica cerámica polícroma de Santia-
go, la comúnmente denominada Averías.
Podemos concluir, entonces, que los hallazgos de Pedersen no constituyen un con-
junto de objetos encontrados en un solo contexto ni en un solo sitio, que es probable que no
estuvieran asociados a elementos ni arquitectura española ni inca, pero sí a alfarería tardía
policroma tipo Averías, y que cabe la posibilidad de que al menos algunos estuvieran en
contextos funerarios . Todo ello es consistente entre sí y apunta a contextos tardíos locales
sin evidencias de contacto con los españoles.
Gramajo de Martínez Moreno ( 1978) agrega otro dato que, aunque general, resulta tam-
bién de importancia porque vincula una vez más los objetos metálicos hallados en Santiago a
contextos indígenas locales tardíos, sin referencia a asociación con elementos españoles: dice
que se exhumaron numerosos objetos de metal asociados a elementos de la cultura Averías, tales
como pectorales, campanillas, hachas, alfileres, pinzas, etc. (Gramajo de Martínez Moreno 1978).
Cronología
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Figura 4. Piezas de metal recuperadas en Santiago del Estero asignadas a tiempos preincaicos
(tomadas de Pedersen 1952). Los objetos no han sido ilustrados a una única escala.
Asimismo, hemos considerado como objetos de época inca a ciertos tipos de artefac-
tos que las investigaciones actuales permiten sostener que fueron introducidos en el No-
roeste Argentino una vez incorporado al Tawantinsuyu. Nos referimos a objetos como los
topus, tumis, hachas en forma de ancla, hachas en T de cuerpo grueso, mazas estrelladas,
placas circulares con pedúnculo, lauraques y liwis (ver Figs. 5 y 6).
Finalmente, asignamos a época colonial a ciertos objetos confeccionados con hieITo ,
a unos pocos elementos de raigambre europea (como dos pendientes con forma de cruces
cristianas), y a algunas piezas de origen andino pero que incluyen representaciones de fauna
europea o iconografía y detalles de di seño no usuales en época prehispánica (ocho topus)
(ver Fi gs. 7 y 8).
Figura 5. Piezas de metal recuperadas en Santiago del Estero asignadas a tiempos incaicos
(tomadas de González 1992; Pedersen 1952; Reichlen 1940; Wagner y Righetti 1946).
Los objetos no han sido ilustrados a una única escala.
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Figura 6. Piezas de metal recuperadas en Santiago del Estero asignadas a tiempos incaicos
(tomadas de Mayer 1986; Pedersen 1952; Reichlen 1940; Wagner y Righetti 1946).
Los objetos no han sido ilustrados a una única escala.
Figura 7. Piezas de metal recuperadas en Santiago del Estero asignadas a época colonial
(tomadas de Reichlen 1940; Wagner y Righetti 1946).
Los objetos no han sido ilustrados a una única escala.
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Figura 8. Piezas de metal recuperadas en Santiago del Estero asignadas a época colonial
(tomadas de Gramajo de Martínez Moreno 1979; Reichlen 1940).
Los objetos no han sido ilustrados a una única escala.
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Como resultado , hemos clasificado tentativamente 41 objetos como de época
prehispánica tardía preincaica, 39 de época inca y 19 de época colonial. A su vez, tres objetos
han sido considerados como tardíos/ incas y uno inca/colonial, por no haberse podido reali-
zar una determinación más específica de acuerdo con los criterios que hemos adoptado, ni
siguiendo otras pautas (ver Tabla 2).
Se apartan de esta ubicación cronológica prehispánica tardía y/o inca los siguientes
seis halJazgos:
tres objetos recuperados en Rincón de Atacama ( cuenca del Río Dulce), y que el autor
señala asociados a cerámica Las Mercedes en un sitio fechado entre los siglos V y
VIII AD (Togo 1999);
una campaniJJa plegada de cobre halJada en superficie en El Veinte (Lorandi de Gieco
y Lovera 1972), un sitio de la cuenca del Salado que presentó exclusivamente cerámi-
ca Sunchituyoj , y es el sitio tipo de la Fase Las Lomas, ubicada aproximadamente
entre el 800 y el 1300 AD (Lorandi 1974, 1977) 1º;
dos placas con iconografía Aguada, una halJada en Sequía Vieja (Wagner y Righetti
1946) y la otra sin referencias acerca de su procedencia, y qüe González adscribe a un
Período Medio Final (González 1992) (ver Fig. 9).
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o
Chilca Pozo 8 - 3 5 - -
u Tulip Loman 7 - - - - 2 2 3 -
é3 Man capa 3 - - - 1 - 2 - -
·O Rincón de Alacama 3 - - - - - - - - Las Mercedes
...l ·'
ow Siete Quebrachos 1 - - - - - - - 1 - Co lonial
;:¡ Pozo del Medio 1 - - - - 1 - - - -
o Caiiitas 1 - - 1 - - -
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-< Lugones l - - - - l
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Sa11L1 Maria 1 - - 1 Averías
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Real Sayana 1 - - - 1 - - - - -
E l Veinte 1 - 1 - - - - Sunchitu yoj
Mano gas ta 1 - - - - - - - 1 - -
Sabagasta X - - - X X X X X X Co lonial '!
lcaíio X - - - - - - - X - Co lonial
Totales (a) 120 X 3 1 1 35 X 1X 35 X 1X 13 X 30 X -
Mancapa C?l 1 3 - - - 2 - 1 - - - -
"'w2 . Oto. Copo 1 - - - 1 - - - - -
9{.) Zona del Sa lado 5 1 2 - 2
Santia go del Estero ll l 4 l 4 3
w
o:: Totales (b) 20 1 6 2 4 - 6 3 -
1~
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Como recién lo señalamos, de los 140 objetos publicados hallados en Santiago del
Estero hay sólo seis que podrían ser asignados a los períodos Temprano y Medio. Resulta
evidente que los objetos metálicos asignables a esta época son sumamente escasos, tanto
en relación a los vinculados a contextos tardíos, como en relación a los numerosos sitios de
contextos aparentemente tempranos y medios o medios-tardíos 11 (Las Mercedes y
Sunchituyoj) trabajados en diversos sectores de Santiago del Estero. Reichlen es muy preci-
so cuando afirma, refiriéndose a contextos Sunchituyoj, que " Hasta hoy, en efecto, no se ha
encontrado el menor vestigio de objetos de metal, de perlas de vidrio, de fosas comunes para
el entierro de los muertos o de construcciones de adobe." (Reichlen 1940: 193 , traducción
Martinez 2007), y concluye luego: " La civilización del tipo de Sunchituyoj [ . .. ] parece no
haber conocido la metalurgia andina" (Reichlen 1940:22 1, traducción Martinez 2007). Si bien
Gramajo de Martínez Moreno ( 1978) dice que vinculados a cerámica Sunchituyoj sí aparecen
objetos de metal , tales como campanillas y discos " posiblemente obtenidos por comercio o
canje con otras tribus vecinas del Area Valliserrana" (Gramajo de Martínez Moreno 1978: s/
nºpág.), lamentablemente no da mayores datos ni especificaciones al respecto .
Cabe mencionar que se ha señalado reiteradamente la existencia de una posible simi-
litud entre cierta cerámica temprana y media de los valles catamarqueños (Alumbrera Tricolor,
Ambato Tricolor, Cortaderas, Ciénaga, etc .) con los estilos Las Mercedes y Sunchituyoj de
Santiago del Estero, lo que podría ser el reflejo de ciertas vinculaciones relativamente tem-
pranas entre los habitantes de ambas áreas (González 1977; González y Pérez 1972 ; Lorandi
1967, 1977 ; Núñez Regueiro y Tartusi 1988; Pérezy Heredia 1987, Taboada 2008). Sin embar-
go , de acuerdo a la información disponible hasta ahora, en esta posible relación entre los
gru pos santiagueños y los valliserranos durante épocas temprana y media, los objetos
metálicos no parecen haber jugado un rol importante, como sí lo desempeñaron en las redes
de tráfico regional desarro lladas en aquel tiempo en otros lugares del Noroeste Argentino y
los Andes Centro Sur (Angiorama 2006; NúñezAtencio 1987).
Ahora bien, la situación se presenta diferente para época prehispánica tardía e inca.
La gran mayoría de los objetos metálicos hallados en Santiago del Estero se remonta a aquel
entonces y su hallazgo se restringe a un sector muy acotado. Según lo que aportaron las
amplias y muy distribuidas excavaciones realizadas a lo largo de la historia de la arqueología
de la provincia, resulta evidente que no todos, ni siquiera la mayoría de los habitantes de
Santiago de aquella época tuvieron acceso a piezas de metal, sino tan sólo una minoría o
algún grupo en particular instalado en la zona del Río Salado Medio.
En el Río Dulce se ha hallado sólo un objeto (colonial) en Manogasta (Wagner y
Righetti 1946) y un conjunto de piezas de metal procedente de un único contexto 12, de asocia-
ción confusa, ubicado en Sabagasta, que es el que Argañarás da a conocer a Serrano (Serrano
1934, 1938). A esta escasa cantidad de objetos se suma el hecho de que en ninguno de los casos
\
11 Lorandi señala la supervivencia de la cerámica Sunchituyoj hasta momentos tardíos e incluso colonia-
les (Lorandi 1974, 1978).
12 No consideramos aq uí las tres piezas ya referidas recuperadas en Rincón de Atacama por datar de
épocas más tempranas.
se trataría de contextos prehispánicos. Si bien la zona del Dulce fue menos trabajada en magni-
tud que la del Salado, fueron varios los investigadores que realizaron excavaciones allí, abar-
cando además varias localidades y sitios desde principios del siglo hasta la actualidad. Por
ejemplo, von Hauenschild señala haber excavado hasta fines de la década del '40 durante 18
años en la zona del Río Dulce, habiendo exhumado cerca de 500 urnas funerahas de 12 yac i-
mientos arqueológicos diferentes (von Hauenschild 1949). No encontró ni un so lo objeto
metálico. Al menos excavaron en la zona 15 investigadores sobre más de 40 sitios arqueológi-
cos distribuidos a lo largo del Río Dulce, desde Termas de Río Hondo al oeste, hasta el límite
con Córdoba al sur. Resulta significativo, entonces, que con la magnitud de la ocupación
prehispánica y colonial que señalan los documentos históricos para el área, y con la escala de
las i~vestigaciones realizadas en la zona, no haya casi registros de metales en la misma. Tampo-
co se han registrado hallazgos en la zona serrana limítrofe con la provincia de Catamarca.
Por otra parte, el 93% de los objetos hallados en la zona del Salado de Santiago del
Estero proceden de un área de no más de 15 km de diámetro . Es más, el 68 % de las piezas
proceden de tan sólo dos localidades muy cercanas entre sí: Sequía Viej a y Averías del
Bracho. Si bien es cierto que el área en cuestión fue la más trabajada por los hermanos
Wagner, éstos también realizaron enormes excavaciones en otros lugares de la provincia,
como en los grandes asentamientos de Llajta Mauca y Represas de los Indios, en los cuales
aparentemente no hallaron ni un sólo objeto de metal. También ciertas zonas del Salado y del
chaco santiagueño localizadas más al norte fueron trabajadas, en este caso por Von
Hauenschild y Reichlen, sin que se hayan reportado allí hallazgos de metal , con la excepción
de un único fragmento de un objeto indeterminable.
Ahora bien, ¿cómo explicar la presencia de estos objetos metálicos en Santiago y su
acotada distribución? De las preguntas que surgieron de aquella histórica controversia entre
arqueólogos, y de los avances y conocimiento de la problemática regional desde entonces,
resulta necesario analizar las siguientes posibilidades: que los objetos hayan sido fabrica-
dos en la zona en época prehispánica y/o colonial, y/o que hayan arribado desde otras áreas
en época prehispánica y/o colonial.
Para analizar la posible fabricación local de los objetos metálicos primero debemos
tener presente que las únicas evidencias vinculadas a la producción de objetos metálicos
publicadas para Santiago del Estero son aparentemente un trozo de escoria y una incrustación
metálica en un fragmento de crisol halladas por Pedersen en Sequía Vieja (Pedersen 1952). En
las conclusiones de su publicación, el autor sostiene que éstas «demuestran que [los objetos
metálicos hallados por él] fueron fundidos en la región [en época prehispánica], no obstante de
carecer de afloramientos de minerales metálicos» (Pedersen 1952:93). Sin embargo, debemos
señalar que los indicadores de fundición señalados son mínimos, y no está claro el contexto en
el que fueron hallados, ni las razones por las cuales Pedersen llega a tal conclusión. Por otra
parte, en la región no hay absolutamente ninguna evidencia de una tradición de producción
metalúrgica previa a época prehispánica tardía o inca, que es de cuando datan la mayoría de los
objetos hallados, y para la fabricación de varias de las piezas se requiere el conocimiento de
técnicas metalúrgicas sumamente complejas, como por ejemplo la técnica de la cera perdida.
Además, como bien lo señala Pedersen, no hay en la región yacimientos de los minerales
necesarios para la obtención del cobre, el estaño y la plata para la confección de las piezas en
cuestión. Las fuentes más cercanas de cobre se encuentran a unos 400 km de distancia en línea
recta, y las de estaño y plata más alejadas aún (Angelelli 1984). Tampoco encontramos referen-
cias al hallazgo de minerales metalíferos en los sitios arqueológicos de la zona y, finalmente, no
hay ni un sólo tipo de objeto que presente ciertas características exclusivas de Santiago, que
refleje un diseño o una tecnología de fabricación local. Por el contrario, todos presentan claras
similitudes con las piezas metálicas halladas en los valles del Noroeste Arg<,ntino.
Como en Sequía Vieja, la localidad de donde proceden estas evidencias, se han en-
contrado tanto elementos de época prehispánica como colonial, evaluamos también la posi-
bilidad de que los objetos hayan sido fabricados en la región durante época colonial. En
principio nos encontramos con las mismas escasas evidencias de fundición halladas por
Pedersen, y con las mismas limitaciones en cuanto a la disponibilidad de minerales metalíferos.
Ahora bien, cabría la posibilidad que los primeros europeos de la zona hubiesen acumulado
y trasladado objetos metálicos obtenidos en diversos lugares con la finalidad de utilizarlos
como materia prima para refundición, pero en este caso no hay objetos que presenten com-
posiciones que podamos considerar como resultantes de este tipo de procedimiento, como
sí se los ha encontrado en otros lugares del NOA (González 2004). Además , la enorme
mayoría de las piezas recuperadas en Santiago se encuentran en muy buen estado de conser-
vación (90 objetos completos y 23 fragmentados, para los casos en los que hay información),
a diferencia de otros casos estudiados en los cuales se destinaban a la refundición objetos
que se encontraban ya en estado fragmentario o francamente deteriorados .
Pero además, la gran mayoría de las piezas de metal halladas no son objetos que
presenten características españolas, ni en cuanto a su diseño ni en cuanto a su composición.
Por ejemplo, no se ha reportado el hallazgo de ninguna pieza de latón, una aleación introdu-
cida tempranamente por los europeos en el Noroeste Argentino, y los objetos de hierro
encontrados en los sitios trabajados son sumamente escasos en relación a los de cobre,
bronce y plata. Tampoco se han hallado ni armas, ni herramientas, ni implementos domésti-
cos de tipo español en los lugares trabajados, como sí se los ha encontrado en otros sitios de
le época de contacto en el NOA, como por ejemplo Caspinchango (en Catamarca, Debenedetti
1921 ), El Pichao (en Tucumán, Johansson 1996), Cachi Adentro ( en Salta, Tarragó 1984) y La
Falda de Tilcara (en Jujuy, González 2004; Mendorn;;a et al. 1997). Por otro lado , resulta
altamente improbable que se fabricaran objetos metálicos de clara filiación valliserrana e
incaica bajo supervisión española. No hay registros de que esto haya ocurrido en algún
lugar del Noroeste Argentino.
Finalmente, y como veremos a continuación, en la zona del Salado Medio de Santia-
go, donde se encontraron casi todos los objetos metálicos, no hubo una ocupación españo-
la importante y estable hasta entrado el siglo XVIII.
derrotados los últimos grupos de los Valles Calchaquíes. Testimonio de estos traslados
serían, además de algunos documentos históricos y evidencias lingüísticas (Von Hauenschild
1949; Farberman 2002), la cerámica santamariana que von Hauenschild registra en la cuenca
del río Dulce (específicamente en el Departamento Robles y también a lo largo del río Dulce,
en dirección norte), asociada a cerámica local y a objetos europeos. Pero este autor no
reporta el hallazgo de objetos metálicos allí (von Hauenschild 1949). Tampoco hay ninguna
evidencia que permita plantear una posible apropiación por comercio o robo, por parte de
grupos del Salado, de objetos de metal. Por el contrario, no sólo casi no hay otros objetos de
metal sobre el Dulce, sino que además resultaría sumamente raro que estos pueblos
valliserranos vencidos y trasladados tuvieran aún acceso o poseyeran bienes metálicos tan
complejos y tan buscados por los propios conquistadores españoles.
En este contexto, también es poco probable que los objetos metálicos hallados en los
sitios del Salado Medio hayan sido transportados hasta allí por obra de los españoles o por
indígenas bajo su control. Como vimos, sobre el Salado Medio, y específicamente en las
cercanías de Icaño, parece haber habido en época colonial temprana tan sólo una encomien-
da, y que por ciertas referencias históricas parece que el encomendero no lograba que los
indígenas cumplieran con las obligaciones impuestas. Es poco probable que, en algunas de
las pocas construcciones españolas que pudieron haberse levantado en la zona, haya habi-
do una gran cantidad de objetos metálicos de raigambre andina. Pero además, si los objetos
hubi esen sido hallados en grandes acumulaciones, en un contexto de asentamiento colonial ,
es probable que los excavadores lo hubiesen destacado, como lo han hecho en los dos
únicos casos reportados de hallazgos en fosas comunales con arquitectura española asocia-
da (Sabagasta y Siete Quebrachos, Reichlen 1940; Serrano 1938). De hecho, Pedersen no se
plantea en ningún momento la posibilidad de vincular alguno, o el conjunto, de sus hallaz-
gos , a un momento de contacto español. En cambio, evalúa la posibilidad de un origen inca
o "ándido" , definiéndose por ésta última. Este punto , consideramos, es fundamental para
descartar que los objetos recuperados por Pedersen provengan , al menos en su mayoría, de
contextos con elementos españoles pues hubiera llevado a este autor a considerar un posi-
ble origen europeo o cronología hispánica. Por último hay que sumar un valioso y único dato
sobre asociación referido por von Hauenschild que aporta a la idea de que los objetos
estaban en contextos indígenas locales tardíos. Dice: «El señor Peder~en manifiesta en
primer lugar que ha encontrado los objetos de metal conjuntamente con la alfarería polícroma 11,
lo que parece verosímil" (von Hauenschild 1949:59).
El hecho de que el 91 % de los objetos hallados en esta acotada zona del Río Salado
Medio provenga de parajes (no de contextos específicos o sitios bien definidos) en los
cual es se hallaron en ocasiones evidencias coloniales muebles (fundamentalmente cuentas
de vidrio, cerámica y unos pocos objetos metálicos 14, ver Tabla 2), podría explicarse, si es que
alguno de los elementos europeos fue hallado asociado a los prehispánicos (cosa que no
sabemos), por el prolongado período de contacto que tuvieron los habitantes originarios de
la zona con los españoles hasta que sus tierras fueron efectivamente ocupadas 15 • Si, por el ·
contrario, los objetos europeos no han sido hallados asociados arqueo lógicamente a los
prehispánicos, la situación podría explicarse porque en siglos posteriores esa zona se con-
virtió en un sector intensamente explotado y reocupado por los españo les, coincidiendo
incluso con la línea de fortines de la frontera. Los únicos tres lugares del Sa laclo con objetos
metálicos en los que se reportó arquitectura colonia l, lo cual podría indicar un asentamiento
y presencia española más fuerte, fueron Siete Quebrachos, Cañitas (en los que se hallaron
tan sólo una pieza metálica en cada uno), y Averías (Reich len 1940). Sin embargo, por Reichlen
sabernos que el contexto colonial de Averías no contenía absolutamente " ningún resto de
industria precolombina" (Reichlen 1940: 164, traducción Martinez 2007). De esto se despren-
de que los objetos metálicos del sitio no han sido hallados en los contextos con arquitectura
colonial. Es probable que ésta sea e l resultado de ocupaciones posteriores, sobre los mismos
asentamientos prehispánicos o sus alrededores inmediatos, no identificados claramente por
los excavadores y referidos con un mismo nombre, el del paraje.
La alternativa que queda es que los objetos hayan llegado a l Salado Medio en época
prehispánica tardía. En este sentido, es significativo que las características morfológicas y
tecnológicas de la gran mayoría de las piezas son claramente andinas. Las composiciones de
los objetos que han sido analizados responden también a los patrones típicos del Noroeste
Argentino . Casi todos fueron confeccionados con bronce estannífero y unos pocos con
cobre y plata (Pedersen 1952; Reichlen 1940). A ello se suman la recién citada referencia a que
al menos los objetos recuperados por Pedersen se encontraron asociados a cerámica indíge-
na local tardía, y la conclusión de Reichlen sobre el mismo tipo de asociación cerámica: «La
c ivilización del tipo de Averías ha conocido la metalurgia de la plata, del cobre y del bronce ,
aportadas de la región andina de la Argentina y tal vez del altiplano boliviano» (Reich len
1940:220, traducción Martínez 2007).
Ahora bien, proponer que los objetos pudieron haber arribado a l Salado en época
prehispánica tardía presupone algún tipo de vínculo entre los grupos asentados en la región
y los que habitaron el área valliserrana del NOA o los incas. De acuerdo a la información que
hemos podido recopilar, en todos los casos los objetos que hemos asignado a época tardía
del Noroeste Argentino se encontraron en los mismos lugares que las piezas de época inca.
Es decir, no existe ningún lugar en la región en el que se hayan encontrado so lamente objetos
de raigambre tardía del Noroeste Argentino . En función de esto, es probable que ambos tipos
de piezas (tardías del Noroeste Argentino e incaicas) hayan arribado juntas a los sitios del
Salado Medio de Santiago, en época incaica.
15 De hecho, la zona de El Bracho, donde se encuentra el sitio Averías del Bracho, debe su nombre a Tagle
Bracho, un comerciante que recorría la región a principios del siglo XVII (Figueroa 1949).
posición y conocimiento mucho mas general y ajeno a la región, y tomando entre otros los
planteos de Lorandi sobre los mitimaes (Lorandi 1980), que es posible que los incas se hayan
extendido mucho más al este que lo que tradicionalmente es asumido para el NOA , precisa-
mente hasta el sur de Santiago a través del río Salado, sin una frontera fija. Estas áreas
fronterizas habrían pasado, según Parssinen, a integrar el imperio a través de pactos políticos
confirmados por alianzas matrimoniales y dones (Parssinen 2003). También Palomeque ha
sostenido que hubo alianzas previas a las llegadas de los españoles entre los grupos locales
asentados en el territorio santiagueño (" las tierras bajas") y el imperio Inca (Palomeque 2000,
2005). Ya Lorandi había planteado la posibilidad de algunos privilegios a cambio de servicios,
entre ellos la excepción de tributo para los soldados y un status privilegiado para los presta-
tarios de ciertos servicios reconocidos como los artesanales o administrativos.
Dentro de este esquema no es ilógico pensar que los objetos metálicos valliserranos
e incaicos hallados en Santiago pudieron haber jugado el papel de dones. En este sentido, es
notorio que la gran mayoría de los objetos hallados en el Sa lado Medio no son simples piezas
utilitarias sino claramente bienes de prestigio, tales como placas , tokis, campanas, topus,
campanillas, etc. (74 piezas versus 39, ver Tabla 3).
Tabla 3. Cantidad de objetos metálicos " utilitarios" y " de prestigio". Referencias: x: lote de
una cantidad no especificada de objetos (22 x se lee: 22 objetos y un lote de una cantidad
no especificada de objetos).
Función
Sitio Total
"Utilitaria" "De presti2io" s.<l.
Sequía Vie1a 60 11 47 2
Averías del Bracho 22 X 14 8 X
La2:Una Muyoj 9 8 1 -
Chilca Pozo 8 2 6 -
Tulip Loman 7 3 4 -
Mancapa 3 - 3 -
Siete Quebrachos 1 - 1 -
Pozo del Medio 1 1 - -
Cañitas 1 - 1 -
Lugones 1 - - 1
Santa María 1 - - 1
Real Sayana 1 - 1 -
El Veinte 1 - 1 -
Mano gasta 1 - 1 -
Sabagasta X X X X
!caño X - - X
Totales 114 X 39 X 74 X 4x
Obviamente, el resto de los objetos también pudieron haber jugado como regalos igual-
mente valiosos para pueblos que carecían de esta materia prima y tecnología. Es más, se trata
en general de piezas complej as de gran tamaño que requirieron la inversión de una gran
cantidad de metal y trabajo. Es sabido también que en el Noroeste Argentino los incas conti-
nuaron produciendo ciertos tipos de objetos metálicos de raigambre local por la gran importan-
cia política y simbólica que éstos detentaban, por ejemplo en Rincón Chico, en el Valle Calchaquí
(González 2004). A ello se suma que, al menos para los objetos recuperados por Pedersen, que
son algunos de los más grandes y de mayor complejidad tecnológica y morfológica, cabe la
posibilidad de que hayan sido recuperados en contextos de ofrenda como son los funerarios .
Pero hay otros elementos más que pueden apoyar la idea de una vinculación efectiva de
algunos grupos del Salado Medio con el Imperio. Se ha señalado el hecho de que los primeros
cronistas destacan que los habitantes de Santiago se vestían como los del Perú (Ottonello y
Lorandi 1987). En este sentido, señalamos una particular asociación: es justamente en la zona
donde se concentran los objetos metálicos donde se han recuperado grandes cantidades de
torteros. Por ejemplo, en Averías del Bracho, de donde procede gran cantidad de las piezas
metálicas, se han hallado más de 300 de estos implementos vinculados con el hilado. Hay que
agregar, además, que uno de los dos únicos datos disponibles de asociación de piezas metáli-
cas con otros elementos refiere justamente su hallazgo junto a un tortero (no se mencionan si
hay otros elementos asociados), y que todo el conjunto fue recuperado en la zona del Salado
Medio (Wagner y Righetti 1946). A ello se suma que en contextos Averías los tot1eros muestran
notables diferencias con los hallados en contextos Sunchituyoj, de época en parte más tempra-
na, y aumentan notablemente las cantidades en las que aparecen. Este aumento en número
podría vincularse con una producción textil a mayor escala, y esta concentración en algunos
sectores, coincidentes con la zona de distribución de metales, podría relacionarse con algún
tipo de organización de centros de confección vinculados de alguna manera con el rol tan
particular e importante que jugaron los textiles y la producción de los mismos para los incas
(Murra 2002). Lorandi ya había observado la posibilidad de un desarrollo textil y aumento de
producción en el Salado Medio hacia esa época, planteado primero la posibilidad de que se
debiera a vinculaciones más estrechas con el área Valliserrana del NOA (Lorandi 1978), y luego
a una relación específica con el incario (Lorandi 1984 ).
A partir de ello, y de nuestras observaciones sobre la coincidencia entre la zona y los
sitios con alta concentración de torteros y de objetos de metal, podemos pensar entonces, no
so lamente en un potencial aprovechamiento por parte del Imperio de las destrezas locales,
reflejado en una explotación y organización a mayor escala de estas actividades textiles, sino
sobre todo en un interés o relación específica entre el Tawantinsuyu y ciertos grupos del Salado
Medio asentados en estos sitios en particular. Es relevante al respecto que esta área fue luego
una de las zonas donde se instalaron los obrajes textiles coloniales (Farbennan 2002), quizás
recuperando una tradición local , pero también una organización de producción modificada por
influencia incaica. El tributo textil , antes más generalizado, a fines del siglo XVII se convi11ió en
una especialización de los pueblos de encomienda del Salado Medio (Farbennan 2002).
Si esta política de a lianza mediante dones prestigiosos y traslados de ceramistas a los
valles efectivamente tuvo lugar en época inca, la ausencia de cerámica imperial en Santiago,
que en otros lugares jugó como rega lo prestigioso, podría pensarse como una consecuencia
de que ésta no habría jugado un papel de importancia para grupos que eran requeridos por
el imperio precisamente por la calidad de su cerám ica. En este contexto, objetos metálicos
complejos, con un alto valor simbó lico en el NOA, fabricados con materias primas ause ntes
en la región , y mediante técnicas complejas de las que no tenemos evidencias que los
habitantes de Santi ago hayan practicado, resultarían bienes sumamente apropiados como
regalos espec iales. De hecho, los metales han sido elementos mu y impo11tantes en e l inter-
cambio de dones estab lecido entre el lmperi o y los grupos asentados en las tierras bajas de
Sudamérica, carentes de estos bienes tan preciados. En genera l, la avidez de los pueblos de
tierras bajas por aprop iarse de meta les parece habe r sido una constante (Palomeque, comu-
nicac ión personal 2008 16) y bien pudieron jugar un papel estratégico en el intercambio simbó-
1ico y en el reforzamiento de alianzas. Que Abreu 17 , en sus ordenanzas de 1576, prohíba
exp lícitamente a los encomenderos apropiarse específicamente de los objetos de cobre de
los indígenas de su jurisdicción (Levillier 1920), dem uestra la gran importanci a que todavía
entonces tenían estos bien es para los habitantes de la mesopotami a santiagueña.
Por cierto, para poder avanzar en esta propuesta resulta impresc indibl e ahora generar
información sobre contextos, asociaciones y crono logías mediante nuevos trabajos de cam-
po aFq ueológicos sistemáticos encaminados a abordarla específicamente. Aún as í, conside-
ramos que la infonnación recuperada y sistematizada aquí, y la problemática que dejamos
planteada, pueden servir para avanzar en la indagación sobre los procesos locales y region a-
les de articulación soc iopolítica entre los grupos de la llanura y los andinos.
Agradecimientos
Agradecemos muy especialmente a Ana María Lorandi, por su inmensa pac iencia
para responder a nuestras preguntas y por su apoyo a nuestro trabajo . También a Silvia
Palomeque por su interés y valiosos aportes para pensar y trabajar el problema. A Ana Teresa
Mart ínez por la traducción realizada al texto de Reichlen y porque hay mucho de nuestra
reflexión conjunta aquí. A Judith Farbennan por sus referencias, búsquedas y sugerencias
que enriquecieron el manuscrito . Por supuesto, ello no implica que ninguna de ellas compar-
ta lo que sostenemos. Agradecemos también a Luis González por la rápida pesquisa y obser-
vaciones acerca de las piezas de metal de Beltrán . La investigación fu e realizada en el marco
de los Proyectos PICT 2004 Nº 25570 y CIUNT 2005-2008 G328/ 1.
Carlos l. Angiorama
CON/CET-ISES-lnstituto de Arqueología y Museo de la Universidad Nacional de Tucunuín.
carlosangiorama@gmail.com
Constanza Taboada
CONICET-ISES-lnstituto ele Arqueología y Museo de la Universülad Nacional de Tucunuín.
consta,rzataboatla@gmail.com
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Federico Bossert*
Agradezco calurosamente a lsabelle Combes, Beatriz Ventura y Diego Vi llar por la lectura crítica y los
provechosos comentarios al borrador de es te escrito. Agradezco tambi én a Edgardo Krebs. cuya
escrupul osa arqueología métrauxiana es, en buena medida, responsable de estas páginas.
En las primeras décadas del siglo XX tuvo lugar una dilatada polémica acerca de la
posible presencia de grupos guaraní-o chiriguano-- en regiones tan alejadas de la Chiriguanía
conocida como el valle de Lerma o la actual provincia de San Juan (Argentina), y en épocas
muy anteriores a las que presumiblemente conocieron la llegada de los tupí-guaraní a los
Andes -es decir, según las hipótesis más verosímiles, el siglo XV. Según algunas voces de
esta polémica existían pruebas para afirmar que, en tiempos prehispánicos y en los primeros
años de la conquista, los chiriguano habían incursionado en la región valliserrana (o diaguita),
en Santiago del Estero e incluso en Chile. El meollo de la discusión, las pruebas consideradas
por uno y otro bando, fueron, por un lado, los descubrimientos arqueológicos de urnas
funerarias y túmulos y, por el otro, ciertas menciones a los chiriguano en las fuentes docu-
mentales. El debate parece haber comenzado cuando, durante la excursión sueca de 1901 y la
francesa de 1904, Boman encontró urnas funerarias en la región del río San Francisco (Jujuy)
y en el propio valle de Lenna (Salta), las juzgó similares a las excavadas por Ambrosetti en e l
alto Paraná, y por lo tanto les adjudicó un muy antiguo origen guaraní. Estas urnas contenían
individuos adultos, y Boman consideraba esta práctica como un rasgo casi exclusivo de los
tupí-guaraní - ya que, a su entender, los diaguitas sólo practicaban este tipo de entierros con
niños y jóvenes 2 . A partir de estas premisas, la imputación a un origen chiriguano parecía
imponerse por sí misma, simplemente porque éste era el grupo tupí-guaraní más próximo a la
zona; sin embargo, al no encontrar referencias históricas sobre la presencia de este grupo en
"esta región tan distante del río Pilcomayo donde se encuentran actualmente", debió postu-
lar que alguna presión - posiblemente la de los bravos guaycurú, sus enemigos chaqueños
preferenciales- los había forzado a retroceder hacia el Norte 3 • Toda una tesis sobre el origen
de las migraciones chiriguano, y construida sobre cimientos bastante frágiles; no resu lta
sorprendente, entonces, que encontrara una rápida resistencia4 • Félix Outes fue el primero en
Es importante recordar que, actualmente, un enorme número de comunidades chiri guano (hoy cono-
cidas como " guaraní") ocupan la línea del piedemonte entre la frontera de Salvador Mazza y la ciudad
de Orán, muy al sur del territorio del río Itiyuro dominado desde - por lo menos- finales del siglo
XVIII por sus antiguos enemigos chané. En parte, este ensayo se propone indagar la antigüedad de
esta disposición étnica en la región.
2 '' En esta región, cementerios antiguos donde cadáveres de adultos, encerrados en grandes urnas funera-
rias de fabricación grosera han sido enterrados, del modo exacto como son enterrados los tupí-guaraní
del Brasil, demuestran que esta raza, en una época más o menos remota, ha habitado el territorio
conocido como ' Valles Calchaquíes', ciertamente antes que las tribus diaguitas de raza andina que
encontraron los españoles al llegar a esas tierras." (Boman 1905: 91 ; ver también 1908: 262).
3 " ... ya que los conquistadores españoles no encontraron allí más que tribus diaguita y los guaycu rú
errantes del Chaco, y que - según sabemos- luego de la conquista los indígenas que habitaban el
territorio del valle de San Francisco hasta Orán eran tobas y mataguayos" (Boman 1905 : 101).
4 La li gereza del razonamiento resulta explícita en un escrito muy posterior del sueco: " he hecho notar
que los entierros primarios (del cuerpo entero) en grandes vasijas y groseras son característicos para
los pueblos tupí-guaraníes y que uno de estos pueblos, los chiriguanos, vecinos de Jujuy, al norte.
rechazarla de plano, afinnando que las evidencias no resultaban concluyentes -y, por otro
lado, que el entierro de adultos en ellas no era un rasgo exclusivo de los tupí-guaraní ( 1905:
145-167). Pero Boman volvió a fonnular su tesis, sin alterarla, en la monumental Antiquités, y
esta vez involucró más claramente a nuestro grupo: "Los chiriguanos todavía entierran a sus
muertos como antes, en grandes vasijas de terracota, groseras y cubiertas con otra vasija
invertida fonnando una tapadera, exactamente como en nuestros cementerios de El Carmen
y San Pedro." ( 1908: 269). En 1908 estas hipótesis fueron llevadas por la vieja senda de
Humahuaca: Debenedetti halló en Tilcara piezas de cerámica que juzgó similares a la alfarería
de los chiriguano actuales, recogió del célebre Mandepora ("capitán grande" chiriguano de
Machareti, quien se hall aba de paso por Tilcara) el relato de una antigua migrac ión de este
grupo hasta el valle de Salta, e incluso imputó a los "chanés y chiriguanos" ciertos tembeta
(pasador labial) de piedra hallados en una región tan lejana hacia el sur como Calingasta, en
la provincia de San Juan (Debenedetti 191 O: 253-254 y 1917: 56-61 ). A partir de entonces, los
adornos labiales se sumarían en la discusión a las urnas funerarias imputadas a los chiriguano
- las cuales, mientras tanto, seguían multiplicándose: a las excavadas por Sornan y Debenedetti
se sumarían las encontradas por Juan S. Ambrosetti en Pampa Grande y por Luis María
Torres al sudeste de Salta. En 1920 Nordenskiold, que en un primer momento había defendido
la hipótesis de Sornan, pasó a considerar los entierros en urnas de Lerma, San Pedro y Pampa
Grande como muestras de la "cultura and ina", similares a los entierros de lea o Ancon
excavados por Uhle (ver Nordenskiold 1920: 188).
En 1924 sería el historiador paraguayo Fulgencio Moreno quien llevaría la discusión
al campo - igualmente incierto- de las evidenc ias docum entales; en breve, sostuvo que en
los primeros años de la conquista los guaraníes ya estaban asentados en el actual Noroeste
argentino y fueron los protagoni stas de la primera resistencia que encontró Di ego de Almagro
en la región de Jujuy5. Esta hipótesis fue replicada con escarnio por Emi lio Coni en un trabajo
que revi sa detalladamente la cuestión de los límites Sur y Oeste de la Chiriguanía y postul a
que, en realidad , no existen pruebas de que los chiriguano hayan extendido sus dominios
hac ia el Oeste de la actua l Tarija (Coni 1925 : 31 y 46). Esta crítica sería rep licada por Cabrera
en 1926, pero Métraux la profundizaría, rechazando de plano la idea de que ex istieran
enti erran siempre sus muertos de esta manera, por lo que no se puede dudar que los cementeri os
referidos proceden de un pueb lo tupi-guaraní. " (Boman 1923: 4).
5 Ver Moreno 1924. No debemos olvidar que en esos años comenzaba a plantearse la disputa entre Boli via
y Paraguay por el territorio chaqueño, que este autor seria el encargado de reunir los fund amentos
histó ricos de la pos ici ón paraguaya, y que los chiriguano iban a estar en el centro de la controversia: ·· las
mon tañas de los Chiri guanaes eran las últimas posesiones ori entales de Charcas; partí an el Perú con el
Paraguay" (Moreno 191 7( 111): 65). Si los campeones indígenas del reclamo paraguayo eran los guaycurú.
a quienes Moreno buscaba exaltar como los amos y señores del nunca bien defi nido ·' Chaco", la pos ición
bo li vi ana - representada por Ricardo Mujia- enaltecí a a los chiri guano, cuya presencia hacia el Este se
pretendía extender al máximo, para luego demostrar que la conquista y conversión de esta nación había
sido llevad'.'\ª cabo por las autoridades de Charcas. Sin embargo, Mujía se mostraba prudente a la hora de
ubi carlos al sur del Pilcomayo chaq uefio: " Que la nación Chiriguana ocupaba una enorme extensión de
territori o. desde los Chiriguanos ltatines de la laguna de los .J arayes hasta los últimos contrafuertes
occidentales de los Andes, donde se desparramaban por los vall es del Guapay y Parapetí, dando vuelta
por las llanuras del Pil comayo" (Mujía 1914 (tomo 1): 213).
6 ·' ... no res ulta correcto describir el entierro en urnas de ad ultos como algo típico de los grupos tupí-
guaraní en particular. Se trata más probablemente de un elemento cultural occ idental [es dec ir.
andino] que en un principio se difundió hacia la costa oriental de Sudaméri ca y luego li.ie traído
nuevamente hacia el Oeste por los chiri guano." (Nordenskiold 1920: 190).
7 En 1915 Nordenskiiild había esc rito que esta ·'cerámica gris" de Mi zque se mostraba menos estili zada
que la del área andina, y mostraba rasgos comunes con la chiri guano ; cuaren ta años más tarde, Rydén
agregaba que esta conclusión todavía ..era válida", y notaba " un a semej anza entre la cerámica gri s
incisa y decorada del valle de Mi zque y la del noroeste argentino - La Candelaria" ( 1956: 126 y 127).
lóg icas recientes ponen en duda cualquier fili ación chiriguano de esta tradición. En primer
lugar, porque las datac iones acusan una antigüedad mucho mayor que la estimada para la
presencia guaraní en el Chaco occidental ; en segundo lugar, porque su estilo no coincide en
abso luto con el de la cerámica guaraní en general 8 .
Como sea, cuando se redactaba el Handbook o/South American lndians, a fines de la
década de 1940, estas disputas arqueológicas habían sido abandonadas y ya nad ie se atrevía
a relacionar los restos de La Candelaria o El Cannen con la cultura guaraní: " la hipótesis de
Boman ( ... ) ha sido descartada hace tiempo", sentenciaba impíamente Métraux ( 1946: 209)9 .
8 Para una síntes is sobre este problema y sus implicancias étnicas, ver Alconini y Casanovas 2003. La
enonne área de dispersión de este estilo sugiere una hipótesis mucho más interesante: podría tratarse de
una tradición arawak. Tal vez aquí resulte pertinente recordar algunas hipótesis sobre la filiación étnica
de los tonocotés y sus parientes del río Be1mejo, los matarás o mataraes (este parentesco Ji.1e afirmado.
entre otros, por Diego de Góngora - gobernador del Río de la Plata hac ia 1622- y Hervás - ver Cabrera
191 O: 19-20-; acerca de los matarás en las márgenes del Be1mejo ver Torre Revello 1944 : 135- 144; Del
Techo 1897( 1): 187-188). La clasificación lingüística de ambos grupos parece condenada a un nivel
conjetural. y es así que ex isten las más variadas hipótesis: algunos autores los clasifican entre los grupos
hablantes del cacano. Lafone-Quevedo, Serrano y Lorandi entre los w ichí, Paul Rivet entre los lul e-
vil ela. Sin embargo, existe una pos ibilidad que contemp la su intensa agricultura: tanto Susnik como
Canal s Frau los consideran arawak-habl antes (Susnik 1970: 86). Susnik creía, incluso, que el núcleo chané
del Chaco occ idental se hallaba directamente relacionado con --0 reproducido en- los chané y mataráes
del Alto Paraguay ( 1968: 172): recordemos que Ayolas encontró una "gente dicha mataraes" en las
inmediaciones de Asunción y, poco después, Cabeza de Vaca escribía acerca de la " laguna de los mataraes··.
vecinos de los guaykurúes del Paraguay, al Norte del pue1to de la Candelaria (Femández de Oviedo y
Va ldés 1855(11): 194; Moreno 19 17(11): 20). Y Canals Frau postul aba además un interesante vínculo:
'"todo coincide para que la creamos de origen aruac, es decir, parecida a otras lenguas habladas por otros
brasí lidos de la parte norte del país, como, por e jemplo, los antiguos Chanés"; o, en otras palabras, que
·'Jos Chanés del Alto Pilcomayo. los Mataraes del Bem1ejo, y los Tonocotés y Sanavirones del Dulce y
del Salado. son los últimos [léase: los más meridionales] restos de esta antigua capa brasílid a de pob la-
ción." ( 1953: 456 y 458). De ser así - y llevando las hi pótesis al campo de lo incomprobable- podríam os
considerar a los matarás y tonocoté como parientes sureños de aquellos chané-arawak sometidos por los
chiriguano, los cua les no cayeron en manos guaraní simpl emente por hall arse demasiado distantes --e
im aginar que aquí podría residir la clave de aq uell a ·'cerámica gri s" imputada grosso modo a grupos
arawak. Mi sterios, en fin , que só lo la todavía incipiente arqueo logía chaqueña podría resolver.
9 Efectivamente, a partir de la década de 1930 la cu ltura de La Candelari a comenzó a ser considerada
como una ei;itidad independiente, y los suces ivos estudios posteriores ya no recogerían la hipótes is de
Sornan (Baldini et al. 2003: 13 1-1 32). Y, por otro lado y principalmente. las discusiones arqueoló-
gicas abandonaron definitivamente esta clase de abordajes y unidades de estudio, superando la obse-
sión por identificar "culturas" o filiacione s étnicas en los yac imi entos. Para una síntesis más detallada
de esta polém ica, ver Berberi an 1969 y Gandía 1935.
culminaría con el descubrimiento de Chile, atravesó en la "provincia de X ibixuy [J ujuy ]" una ·
tierra poblada por unos indios desnudos, " ladrones y sa lteadores", " amigos de libertad
exenta e sin superior", que sometían a los naturales de la zona; eran tan ágiles que los
andinos los llamaban "avestruces" (juríes) , " osados é denodados en el pelear", quienes - he
aquí el meollo- "comen carne humana". Más hac ia el Sur, a la altura de Chict>ana, Almagro
encontró tres o cuatro "poblezuelos de caribes" de quienes tan só lo sabemos que eran
buenos agricultores y " de la calidad de los juríes" - es decir: "gentes de guerra"-, qui enes
mataron a un español e hirieron a otros cuatro (Fernández de Oviedo y Yaldés 1855 : 263-
266)!0. Ahora bien, existen varios testimonios y relatos acerca de este viaje y el enfrentamien-
to con estos esquivos "juríes". Así el cronista Herrera, en la Historia general de los he-
chos ... , ofrece ciertas precisiones geográficas que Oviedo no aporta, las cuales indican que
el enfrentamiento tuvo lugar en el valle de Jujuy, luego de que los exploradores descendieran
por la quebrada de Humahuaca 11 • Y en cuanto a la filiación étnica de estos natura les, en un o
de los documentos donde se narra el enfrentamiento, la " probanza de mérito de Diego de
Encinas", el propio Encinas - que había formado parte de la exped ición- declara haber mar-
chado por orden de Diego de Almagro
" ahazer guerra e castigo de vnos yndios cheriguanaes que estauan hechos
fuertes en el pueblo de xuxuy donde auian muerto seis o syete españo les. En
la qua! Jornada fue yo el dho diego denzinas syrui endo a su mag con mi s
armas e cauallos e con vna ballesta hazdo . en la toma del dho fuerte lo que hera
obligado hasta tanto que fueron desbaratados e echados del por el grand
daño que Rescibian" 12 •
1O El nombre ·'juríes" era usado en las más diversas zonas para referirse a los más diversos grupos. El hecho
ya había sido consignado por el perspicaz Ondegardo: ·'se equivocan los que no tienen entera noticia que
por este nombre llaman a todos los indios que viven de guerra que son muchas nac iom:s. aunque se parezcan
en el trato y manera de vivir son muy diferentes, contrarios y enem igos" (" In fo rme de Licenciado
Polo ... ", 1572). Entre los muchos autores modernos que repitieron esta evidente observación, recordemos
apenas al Padre Tommasini : " Los indios de procedencia chaqueña, que fi guran en la Gobernación del
Tucumán, desde los primeros días de la conquista fueron apellidados con el nombre colectivo de ·Juríes·.
que quiere decir avestruces; no para significar una sola nación de aborígenes, sino un conjunto o conglome-
rado de naciones, tribus y grupos, los cuales aunque de 01igen distinto y lenguaje diverso, manifestábanse
todos unidos contra los conquistadores, de una sola traza en las peleas, todos valientes y ligeros como
avestruces en sus movimientos." (1937(1): 38; ver también Cabrera 1910: 11-14).
11 En Salas 1945: 23-25. Vergara, en cambio, considera que estos enfrentamientos con los "'. jujúies" no
sucedieron en el sitio de la actual San Salvador de Jujuy, sino mucho más al Norte, en las proximidades del
camino real que cruzaba por Casabindo hacia los va lles salteños -cons idera imposible que los exploradores
consigui eran atravesar con vida el valle de Humahuaca, poblado por gentes tan belicosas ( 1934: 43-44 ).
12 " Probanza de méritos y servicios de Diego de Encinas, conquistador y pacificador en e l Perú y descubri-
dor de Chile", Archivo General de Indias (Sevilla), Sección 1, Patronato (copia paleográfica en el Museo
Etnográfico de Buenos Aires, Carpeta A - Años 1558-1578): 22 -22v. La infonnac ión es confinnada
por el conquistador Martín Monj e - gran aventurero y uno de los primeros encomenderos de Humahuaca :
"desde topisa Vio como el dho Enzinas fuela dha Jornada con el capitan ( ... ) ahazer eldho castigo En los
dhos chiriguanaes E que pelearon tres dias con ellos En un fuerte hasta tanto que los hi zieron huyr del
fuerte donde estavan E que! dho diego de Enzinas peleo como ombre de much a onrra" (Ibídem, f" 34v.).
Más adelante en el expediente, el testigo Vasco de Guevara comenta con mayor detalle el incidente sin
Por esta buena razón, Moreno supone que los "juríes" mencionados por Oviedo no
son otros que los chiriguano 13 •
En este punto, Salas se encarga de realizar un llamado a la cautela: si bien esta filiación
étnica se condice con la imputación de antropofagia, es muy probable " que los conquistado-
res hayan considerado como chiriguanos a parcialidades chaqueñas, los mataguayos, por
ejemplo, o aun tules, que en el momento del paso de Almagro hubieran ocupado el valle de
Jujuy, muy accesible" ( 1945 : 25-26). No debemos olvidar que la expedición estaba compuesta
por auxiliares indígenas de la región de Cuzco y dos dignatarios incaicos - Paullo Topa,
hermano del Inca, y el sacerdote Vilehoma-; y, si el reconocimiento de las parcialidades
enemigas dependía de ellos, es posible que dieran a cualquier grupo de los llanos con
inclinac iones violentas el nombre de sus acérrimos enemigos del pedemonte, los chiriguano.
La expedición de Almagro fue sucedida, unos diez años más tarde, por la de Diego de
Rojas, la cual también enfrentó a "juríes" -esta vez a la altura de Santiago del Estero. ¿Podría
tratarse, esta vez, de chiriguanos? Aquí es preciso recordar dos hechos: en primer lugar, que
Diego de Rojas y sus soldados en 1538 y 1539 ya habían salido a la caza de los chiriguano, y
si bien al parecer nunca llegaron a enfrentarlos es de presumir que un encuentro tal no les
habría pasado inadvertido ; en segundo lugar, que la expedición deliberadamente escogió un
derrotero a prudente distancia de la peligrosa Chiriguanía 14 . Ahora bien, cuando los expedi-
cionarios regresaban hac ia el Perú y buscaba un camino hacia la montaña, estos mismos
juríes les dieron noticia de " un río que llevaba el agua colorado, y decían que los indios de
aquella provincia les hacían guerra y que los que llevaban cautivos los comían"; Heredia -
que en aquel momento comandaba la exped ición- envió algunos de sus hombres a investi-
gar la zona referida, y éstos confinnaron la noticia : " habían hallado una provincia de indios
que comían carne humana y traían coronas en las cabezas como frailes" (Fernández 1914: 46).
Acaso resulte tentador ver aquí una referencia al Bermejo y, otra vez, a los chiriguano;
Levillier, sin embargo, se inclina a pensar en los tute (acusados de antropofagia en no menor
nombrar a los chiriguano: "donde fue el dho diego de Enzinas Epasaron rriesgo de sus personas En la
rresystencia E toma del fuerte de xuxuy por ser mucha la cantydad de yndios En tanta manera que les fue
fon;ado Emb iar por socrnrn y en el entretanto pasaron travajo porque los yndios los fatygaban En tanta
manera que de dia y de noche les hazian estar en vela E visto que les convenía perder las vidas se apearon
catorze ombres Entre los quales fue vno el dho Diego denzinas con vna ballesta y este testigo E los
demas a1Temetieron al fue,te de los dhos yndios estavan E pelearon desde la mañana hasta la noche En
lo qual dho Enzinas se señalo E peleo hasta que ganaron El fuerte a los dhos yndios E fueron desbaratados
de lo qua! salieron los mas heridos" (Ibídem , ¡u 42). Ninguno de los restantes testigos que intervienen en
la probanza vuelve a mencionar a los chiriguano - hab lan simplemente de " yndios" .
13 ·'Los indi os de Jujuy, los terribles juries de que habla Oviedo, eran, pues, incuestionablemente
chiri guanaes." (Moreno 1924: 195). La cuestión - planteada entre otros por Moreno o Ca brera- de
la posible identidad entre ciertos "juries" de la s crónicas tempranas y los ch iri guano (o chané) merece
ser profundizada, pero aquí vamos a dejarla a salvo de inferencias precoces: los "juries" ( como hemos
dicho, un término asaz impreciso) eran mencionados en extensas áreas del Tucumán colonial desde
las primera~ crónicas.
14 Tal es al menos la idea de Levillier, quien escribe: "Fonnulamos la hipótes is de que, esquivando la
entrada por Tarija, para dejar a un lado a los chiriguanaes, tomaron el camino de los chichas y lipes.
más mansos, y que no hostilizaban a los caste llanos desde la época de Almagro" ( 1926b: 103). Acerca
de ta entrada de 1539. ver Final 1978: 11 O.
medida) del río Pasaje, ya que "si hubiesen andado entre los chiriguanaes, ya conocidos por
los so ldados de Rojas desde la época en que lucharo n con ellos en el valle de Tarija, no
habría dejado de nombrarlos." {Levillier 1926b: 143 ; 1943 : 60) 15•
Encontramos una segunda mención directa a los chiriguano en estas latit udes en un a
carta del virrey Toledo de 1572: 1
Coni opuso buenos argumentos al valor de este testimonio, señalando que bien pudo
existir una confusión por parte del virrey; y, para probar su vaguedad geográfica respecto de
estas latitudes, recordó otra carta del propio Toledo sobre la misión dada a Juan Pérez de
Zurita para pacificar la provincia de Condorillo y Barranca, " que estaba a los fines de lo que
llaman pirú y ( ...) tucuman y es paso de chiriguananes"; en realidad estas provincias se
encontraban muy al Norte, en los límites septentrionales de los " llanos de Manso" y sobre la
frontera oriental de la Cordillera chiriguana 17•
En tercer lugar, el Padre Lozano nos habla de las batallas de Juan Gregorio Bazán
contra un grupo chiriguano que había llegado hasta el río Salado a fomentar la rebelión
contra los españoles. Sin embargo, aquí no es posible sos layar la propi a aclaración del
jesuita: se trata de " los muy distantes chiriguanos, de los cuales atravesando muchas leguas
vino al Salado un numeroso cuerpo a fomentar a los saladinos y a persuadirles, que de una
vez sacudiesen el yugo" {Lozano l 874{1V): 151 , cursivas mías). Casi no resulta preciso
señalar que este testimonio parece probar lo contrario a una presencia permanente de los
chiriguano en la zona meridional; indica a las claras que sus asentamientos eran muy di stan-
tes, y que sus expediciones al Sur podían ser de muy largo aliento.
Más adelante, el mismo Lozano (entre muchos otros) ofrece una cuarta prueba: el
episodio del asesinato del Padre Osorio. En 1639 los jesuitas Gaspar Osorio e Ignac io de
Medina realizaron una entrada desde Jujuy en dirección al Chaco; luego de algunas peripe-
cias y cuatro jornadas de viaje ''donde les acompañaban indios Chiriguanaes", sin haber
llegado todavía a los desiertos chaqueños, en un sitio indefinido en las inmediaciones de la
15 Federico Ávila, al margen de algunas audacias geográficas, en apoyo a esta idea sostiene que ·'tanto
Roj as como Heredia jamás pudieron dar con los Chiriguanos aunq_ue el primero logró alcanzar y
remontar el curso med io del Pilcomayo buscándolos inútilmente" (Avila 1962: 14).
16 " Caita del Virrey Toledo a S.M. sobre materia de guerra ... ", 1572: 581 ; ·'Capítulo de Carta del Virrey
D. Francisco de Toledo", 1572: 418; ver también Levillier 1920b: 418 .
17 En Coni 1925: 32-33 (respecto de las instruccíones dadas a Cabrera y Zurita, ver ·'Relación de la
jornada que hizo el virrey... ", 1574: 197).
entonces ya destruida Guadalcázar los Padres " despacharon a Sebastián de Alarcón [el
estudiante pretendiente] a la ciudad de Salta con dos Chiriguanaes, para que trajesen algún
socorro de comida" (Lozano 1733: 179). Según el relato de Lozano (entre otros), estos chiriguano
meridionales - fieles a su tradicional política diplomática hacia los misioneros- mataron y
devoraron a Alarcón, y luego dieron cuenta de los otros dos sacerdotes a golpes de macana 18•
Ahora bien, la infonnación según la cual se trataba efectivamente de indígenas chiriguano fue
ofrecida por Maldonado (obispo de Tucumán), y desde entonces repetida por historiadores y
cronistas 19• Sin embargo existen otras voces al respecto, y también en este caso encontramos
dudas y contradicciones entre los mismos contemporáneos y cronistas respecto de la identi-
dad étnica de los asesinos de Osorio. Entre los contemporáneos del evento, Fr. Luis de León
(Padre predicador de Jujuy) no identifica étnicamente a los agresores, el sargento Antonio
Martínez acusa a los mataguayos, y el capitán Antonio del Buen Rostro (en un largo y detalla-
do relato) a los indios " palomos"; entre los cronistas, Techo repite que se trató de palomos o
labradillos y Pastells - al parecer por descuido-acusa a los ocloyas (Techo 1897; Pastells 191 2).
En un cuidadoso resumen de esta cuestión, Tommasini deduce del detalle antropofágico que
só lo pudo tratarse de indígenas chiriguano ( 1933: 106- 1 17). Sin embargo, no infiere de este
episodio que necesariamente existieran asentamientos chiriguano en la región de Guadalcázar
y ni siquiera plantea esa posibilidad (tal vez por apego al principio escolástico de no multiplicar
los seres innecesariamente) y en cambio propone la explicación más obvia: que se trató senci-
llamente de los chiriguano de la región de Cuyambuyo, los cuales llegaban a estas latitudes
siguiendo el corredor intennontano de los ríos Tarija y alto Bennejo (ver fig. 2)2°.
18 Según fray Me lchor Maldonado (obi spo de l Tucumán) estos chiriguano ·'no aviendoles reclamado
qu ando les escamec,:ieron y quitaron lo que llevaban, comieron asado al estudiante y no quiss ieron comer
los cuerpo de los re ligiossos, porque dixeron que estavan tlacos' '; no obstante, las cabezas fueron llevadas
como trofeo (en Levilli er 1926a(II): 101-102). Una tradición jesuita reproducida por Lozano ( 1733 :
182-183) cuenta que el fantasma de Osorio se aparecía a los chiri guano para decirles misa, y así provocó
la muerte de diez aborígenes. La ubicación precisa de la masacre de Osorio ha sido objeto de di scusión:
al respecto ver el mapa de autor anónimo (fig. 1), incluido en las obras de Pastells, y Tommasi ni entre
otros, donde una referencia al norte de Guadalcázar reza: ·'Aquí mataron los Chiriguanos a los Padres
Osorio y Antonio Ripario y Sebastián Aarclón , Pretendiente de la Sotana en el Año de 1639".
19 Ver, por ejemplo, Santamaría 2001: 76- 77. Hay que notar que la supuesta proximidad de los chiriguano
ya habí a sido establecida por el propio Osorio en una carta en la cual narraba una entrada desde Jujuy
hac ia el Chaco en septiembre de 1628. Allí dice que comenzó a predicar a orillas de un río caudaloso
(¿e l Bermejo?) y a aprender los idiom as de la región (menciona el mataguayo, e l toba, el mocoví y e l
churumata): ·'ésta es gente humilde, de linda habilidad: pero no va li ente tanto como sus vecinos , los
cua les por tener sus espaldas seguras de los Chiri guanás, que les cautivan muchos, quieren la paz con
e l Espar'iol" ( carta reproducida en Lozano 1989: 164). Si bien no podemos saber a ciencia cierta a qué
zona e indios se refería el Padre en esta carta, parece tratarse de un sitio próx imo a Guadalcázar: en
todo caso, res ulta cl aro que la presencia chiriguano no se hacía sentir aquí en forma directa. ya que en
entre esta región y la Chiri guanía se interponían unos inci ertos "vecinos" .
20 Pero otra hipótesis resulta posible, y es el propio Tommasini quien se ade lanta a formu larl a: " esto no
obsta que los de ltiyuru, Aguaray y otros núcleos de Chiri guanos que vivían al Norte, en la región ll ana
chaqueña, hubi esen consumado el espectacular crimen, siendo de la mi sma sangre y del mi smo
carácter étni co que los de los vall es de l Oeste." ( 1933: 11 7). Resulta evide nte que el frail e redactó
estas pági nas antes de 1927 , año en que se insta laría en la fl amante parroquia de Tartagal , donde
moriría apenas ocho años más tarde. De otro modo res ultarí a inexp licabl e que hablara de indígenas
Fig . 1. Ubicación del asesinato de los jesuitas Osorio y Medina . Sin fecha .
Fig. 2. «Descripción Geográfica de la Nación Chiriguana hecha con todas las observaciones
Año 1793». AGN, Guerra y Marina, Leg. 5 Exp. 13 (IX-31-7-8).
. ,t, \
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Cabrera recuerda una quinta referencia que data de 1585 : la declarac ión de Juan
Rodríguez Juárez, vecino de Santiago del Estero, según la cual los españoles de la ciudad
habían tenido que defender a los naturales de la zona del ataque de los lul es o juríes, para
evitar que "los mataran y comieran y acabaran, porque muchos de ellos comían carne huma-
na". Aquí el razonamiento de Cabrera peca de la misma inflexible premisa qu~ entorpecía las
inducciones de Boman ; según su propia confesión :
Una prueba similar había sido invocada por Moreno para demostrar, esta vez, la presencia
de chiriguanos a la altura de la actual provincia de Córdoba: la relación de Sote lo de Narváez habla
de "chiriguanaes que comen carne humana" a los cuales ubica, tras mencionar a los sanavirones
de Córdoba, "de ahí abajo" (Cabrera 191 O: 16). La objeción de Coni a esta idea debe ser recordada
cada vez que se haga mención a chiriguanos en contextos extraños: "todos los indios nómadas,
feroces, poco conocidos eran para los españoles, sobre todo cuando estaban lejos, Chiriguanaes"
( 1925: 36). En este caso, prosigue, bien pudo tratarse de mocovíes o abipones, gentes igualmente
belicosas. Los chiriguano representaban una amenaza real , está claro, pero su ferocidad parecía
multiplicarlos como en un juego de espejismos; en este sentido, Santamaría observa que a
mediados del siglo XVII , luego de los asesinatos de Osorio y Medina "el miedo por los chiriguano
se generaliza tanto que siempre el pueblo les atribuye la culpa de todo lo que ocurre"; así, se los
acusa del asesinato de un tal Damián Clavero en 1658 y de los ataques a la región de Palpalá en
1669 y 1677. Sin embargo, aquí el historiador realiza una prudente observación : "es probable que
el temor alentara aquí una confusión: la zona invadida está muy al sur del territorio tradicional
chiriguano y es probable que los atacantes fueran tobas o vi lelas" (Santamaría 2001 : 77-78). En
Charcas se solía denominar "chiriguano" a todo grupo que hablara o al menos dominara el
guaraní, soslayando las enonnes diferencias que existen, por ejemplo, entre los ava y los sirionó
(cf. Sanabria Fernández 1961 : 178-179), y sabemos además que muchos mataguayos en la región
de Jujuy dominaban esta lengua (cf. Lozano 1733: 76). Este abuso del ténnino para referirse a
enemigos de cualquier signo étnico puede ser considerado una herencia de la visión incaica -
cuyo mejor exponente sería Garcilaso- sobre los antis y los chiriguano; tal como observa la
inagotable Susnik, "debe considerarse( ... ) que el apelativo 'Chiriguano ' no es un ténnino étnico
exclusivo para los Guaraníes inmigrantes sino extensivo a varias tribus hostiles en la frontera
oriental del imperio incaico" (Susnik 1970: 172).
chiriguano en ltiyuro o Aguaray, una región claramente chané. La misma hipótes is ha sido formulada
recientemente por Daniel Santamaría: "aunque se temiese en el XVII la presencia chiriguana [en los
valles de Jujuy], ésta no fue relevante porque sus ataques no modifi caron en abso luto la composición
étnica de los valles ni sus pautas esenciales de organización social. Incluso es pos ible que no se tratara
precisamente de chiriguanos sino de grupos chanés y aun de otros grupos étni cos esporádicamente
intrusos en los valles subtropicales no guaraníes, como tul es o vilelas. De todos modos, las arremetidas
tobas de comienzos del XVIII confinan a los guaraní-parlantes en los territori os específi camente
chiriguanos del sudoeste de Bolivia." (Santamaría 2001 : 85 ).
Aquí hay que señalar, sin embargo, que ninguno de los otros testigos que intervi e-
nen en la mencionada probanza de Argañarás incluye a los chiriguano en la lista de los
grupos que participaron de la conjura; así, Pedro Díaz de Herrera apenas menciona como
aliados de Viltipoco a "diaguitas chichas omaguacas churumatas tules y apanatas y otras
muchas naciones que ay enla dicha prouincia y cordil leras de vna parte y otra de el ualle", y
Bartolomé Naharro habla de "omaguacas pomamarcas ocloyas e churumatas e yapanatas
lules y otras muchas naciones" (en Levillier 1920a: 527,547). Con todo, la alianza (o al menos
una relación amistosa) entre los churumata y algunos chiriguano parece quedar fuera de
dudas en virtud de un episodio que siguió al cautiverio de Viltipoco. Según el relato de
diversos testigos, Argañarás invitó a Jujuy al cacique Laisa de los churumatas, pero éste
intuyó una ce lada y optó por huir con treinta de sus hombres de guerra hacia la tierra de los
chiriguano. Argañarás partió tras él y lo apresó . En los relatos de este episodio puede verse
claramente que esta zona (e l valle de Jujuy y la quebrada de Humahuaca) definitivamente se
hallaba a di stancia del territorio chiriguano. Examinemos e l testimonio más comp leto:
21 Ciertamente, al menos e l borde oriental de la quebrada de Hum ahuaca era un a zona de intenso
contacto interétnico en tre los grupos de montaña y los de los ll anos y, por lo tanto, no puede
sorprendernos la ex istenc ia de alianzas entre unos y otros (sobre este tema, ver Sánchez y Sica 1990:
Lorandi 1980; Santam aría 2001: 74-75 ; Ventura 1999).
22 Techo nos m\iestra la ambigüedad del ep isodio: " ... corrió la voz de que los omaguas, excitados por Piltipico
(Viltipoco] y Teluy, se habían aliado con los chiri guanas, gene belicosa, a fin de, unidos, asaltar y devastar
la ciudad de Jujui: aunque tal noticia resultó inexacta, motivó el que los españoles, valiéndose de astucias.
sacasen a Piltipico y a Teluy de su valle y los pusieran presos." (Del Techo 1897(1): 230, curs ivas mías).
Si bien no caben dudas de que Laisa y sus churumatas nunca llegaron a reunirse con
los chiriguano - los relatos no podrían omitir ese detalle- lamentab lemente no podemos
saber dónde comenzaba el "país" de estos últimos, o siquiera dónde tuvo lugar la captura.
Los otros testimonios sugieren, contra lo que deja entrever el primero, que Laisa ni siquiera
llegó a ingresar en "tie1Tas" chiriguano; uno de ellos nos dice que "el dicho laisa (... ) prethendio
meterse la tierra adentro y avnarse con los yndios chiriguanaes", y el otro que Laisa tenía
intención de "meterse a la cordillera [el territorio] de los chiriguanaes y aunarse con ellos"
(en Levillier 1920a: 535 y 550).
Por otro lado, recordemos aquí que el propio Padre Jolís contradijo las afirmaciones
de Lozano y consideró falsa la noticia de una alianza entre omaguacas y chiriguano (Jo lís
1972 [ 1789]: 270-271 ). Esta amistad entre los chiriguano y ciertos grupos de Humahuaca o el
Tucumán era un lugar común en las enumeraciones de crímenes y amenazas atribuidos a los
primeros en el siglo XVI. Así por ejemplo, lñigo de Aya la afirmaba que
" los dichos Yndios Chiriguanaes tienen hecho conc ierto y amistad con los
Yndios de Omaguaca de la encomienda de Pedro de <;:arate, y Jujuy y salta y
Casabindo (... ) y an muerto a Martyn de Almendras de la dicha ciudad yendo
con gente a la Provincia del Tucumán" 23 .
Sin embargo, ciertos indicios nos pem1iten sospechar que, en algunos casos, estas
supuestas incursiones chiriguano a las regiones andinas de Jujuy, Humahuaca o Casabindo
en realidad no involucraban a los propios chiriguano. Recordemos, por ejemplo, un engafio-
so uso atribuido a los chichas entre finales del siglo XVI y comienzos del XVI I:
"los yndios chichas so color de las guerras que cone llos trayan los dhos
chiriguanaes Ellos tanbien solian hacer algunas trauesuras en los caminos
porlaparte de los omaguacas casauindos y matauan algunos Pasajeros por
rroballos y causaban otros daños dando a entender que los que los hazian
heran los dhos chiriguanaes" 24 •
23 " Infonnaciones hechas de orden del Virrey del Perú ... ", 1571-1573: 72; ver también la declaración de
Sebastián Pérez Chamoso, p. 76.
24 " lnfonn ación de los méritos y servicios de Luis de Fuentes Vargas .. .". 1604, Is. 70v.
De este modo los chichas - que hasta hacía poco tiempo habían sido tributarios de los
chiriguano- aprovechaban la extendida mala fama de sus enemigos y la buena disposición
de las autoridades coloniales a encontrarlos dondequiera. Como sea, en los siglos siguientes
ya no hallaremos demasiadas menciones a los chiriguano en las inmediaciones de San Salva-
dor de Jujuy; no se los menciona en 1595 y 1611 , cuando el gobernador Francisco Mercado
y Peñalosa y el visitador Francisco de Al faro realizaron distribuciones de encomiendas en
Jujuy y la quebrada de Humahuaca; tampoco en 1641, cuando el guardián del Convento de
Jujuy enumeraba las parcialidades que amenazaban la ciudad (en Tommasini 1933: 162-166 y
172-175)25.
Una última mención colonial a los chiriguano al sur de su territorio conocido concier-
ne a la fundación de San Ramón de la Nueva Orán - una zona que, en efecto, hoy cuenta con
un enonne número de comunidades que se identifican con esta etnia. En 1625, Martín Ledesma
y Valderrama fundó - muy probablemente en el valle de Centa- el pueblo Santiago de
Guadalcázar, que conocería una existencia breve: sus pobladores desertaro n siete años
después, acosados por los saqueos y ataques de los indígenas. Alrededor de 1683 , el pres-
bítero Pedro Ortíz de Zárate instaló allí la reducción de San Rafael, fonnada por indígenas
" mataguayos y vejases" que al poco tiempo sería atacada y destruida, y cuyos sacerdotes
serían martirizados. Uno de los objetivos manifiestos de esta fundación era "conciliar los
chiriguanas, que están 30 leguas de este paraje y cercanos a Tarija" 26 . Mucho tiempo des-
pués, en 1779, se fundó en esa misma zona la misión Nuestra Señora de las Angustias de
Centa, y a su lado el fuerte de San Andrés . Los Padres encargados de la mism a (Manuel
Concha y José Ocaña) provenían del Colegio de Tarija. Ahora bien, en un oficio que describía
la fundación de la mi sión y el fuerte , el coronel Gregario de Zegada anotaba:
25 Los primeros habl an de las parcialidades de yala, tilián, pumamarca, churumatas, ocloyas, humahuacas.
casavindo y cochinoca, los segundos apenas de calcha quíes. mataguayos y labradillos (ver ibid. , pags .
lvi -l vii). \
26 Ca rta de Fray Nico lás. obispo de Tucumán, a S.M. ( 18 de agosto 1682); publicada en Paste ll s.
19 12( 111 ): 487.
27 Don Gregorio de legada, ·' Fundazion del pueblo y fuert e de las An gusti as de Zen ta" (24 de se pti embre
de 1779), citado en Lun a 198 1: 61-62 .
la presencia de comunidades en la misma periferia del valle de Centa? Pero entonces, ¿dón-
de? Digamos para empezar que otras hipótesis son posibles: tal vez Zegada y Comajuncosa
hacían alusión a los no tan próximos chiriguano de Cuyambuyo (ver fig. 2), y tal vez el
primero habló de "chiriguanaes" en ca lidad de amenaza inevitable, como a menudo se hacía ,
y el segundo simp lemente repitió la idea; o tal vez no se aludía a grupos de los valles
intermontanos sino a los del Chaco o el piedemonte, y acaso a los mismísimos chané y
chiriguano del río Caraparí o ltiyuro (ver fig. 3) 28 . No podemos saberlo. Sólo podemos consi-
derar intrigante que las grandes crónicas y descripciones del Chaco, por lo general muy
atentas a la ubicación de los temibles chiriguano, no dijeran nada sobre asentamientos en las
inmediaciones del valle de Centa. Podemos, sin embargo, comenzar a despejar esta cuestión
preguntándonos qué se sabía de los valles que comunicaban Centa con Tarija. Para eso
contamos con un testimonio inmejorable: el relato de la expedición que realizaron Fernando
Cornejo y Lorenzo Medina en 1791 (apenas diez años más tarde de la fundación de la misión),
quienes siguieron el cauce del Bermejo hasta las inmediaciones de Tarija. En su recorrido
apenas encontraron algunas huellas humanas, y el primer asentamiento indígena que cruza-
ron fue Cuyambuyo, tras nueve jornadas de lenta marcha (Fernández Cornejo 1972 [ 1780]:
82). Esta infonnación es corroborada por el Padre Mingo (quien en aque l momento se hallaba
en Tarija redactando su obra sobre la historia de las misiones franciscanas): nos dice que un
mensajero enviado a esa ciudad por los exped icionarios "afirmó que antes de llegar a
Cuyambuyo no hallaron pueblo alguno de indios ni persona humana" (Mingo de la Concep-
ción 1981 (11): 394)29 . Por otro lado, los poblados de Cuyambuyo constituían un desprendi-
miento relativamente aislado de la Chiriguanía. Así, a comienzos del siglo XIX los franci sca-
nos veían en esto una circunstancia favorable para fundar misiones en la zona:
Fig. 3. Mapa de Fray Femando Cano, c.1 800. AGN, Justicia, leg. 32, exp . 932 (IX-31 -6-5).
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Volvamos a nuestra pregunta: ¿de dónde provenía esta ubicua amenaza chiriguano
sobre Centa? ¿Acaso de esta Cuyambuyo, distante a unas 30 leguas? Es muy posible, pero
también debemos considerar ciertas pistas ofrecidas por el Padre Mingo. En primer lugar, nos
dice que muchos de estos mataguayos reunidos en Centa provenían de una zona mucho más
al Norte, la región de Salinas, "en la cual tenían y tienen muchos parientes mataguayos residen-
tes en dicho valle, del cual se habían huido tiempo había, por no poder confrontar sus gen ios
con los chiriguanos de dicha misión" (Mingo de la Concepción 1981(11): 380). Es decir: que
algunos de los pobladores de Centa conocían muy bien a los chiriguano de Salinas -de hecho
existen referencias a mataguayos hablando el guaraní desde las primeras crónicas del Tucumán
colonial, y su presencia en la región de Salinas y Tariquea está bien documentada desde
temprano-y habían entrado en conflicto con ellos cuando se encontraban en aquella región, lo
cual permite sospechar, incluso, la existencia de venganzas pendientes 3 1• La segunda mención
es todavía más precisa; Mingo escribe (siempre acerca de Centa) que "al Notte está la nación
de los Chiriguanos bárbaros de los cuales, algunos de la parte de Caiza han sabido venir a
pelear en Centa y en sus cercanías" (Mingo de la Concepción 1981 (11): 391 ). Por lo demás, el
propio sacerdote nos aclara que los chiriguanos más próximos residen en Salinas e !tau. Así
pues, la enemistad de los "chiriguanos confinantes" a la que aludían Zegada y Comajuncosa
bien pudo ser arrastrada (en fonna real o supuesta, actual o pretérita) por estos mataguayos
que llegaban desde la no tan próxima Salinas, o bien pudo consistir en excursiones de ataque
similares a las que encontrábamos en los siglos XVI y XVll 32 . Ésta parece ser la opinión del
docto Padre Tommasini, quien aludiendo a la inevitable ruina de Santiago de Guadalcázar
(ubicada en una zona muy cercana a la de la posterior misión de Centa, y destruida en 1632)
escribe que "presentaba al mismo tiempo un blanco muy propicio a la saña antropófaga de los
chiriguano de Cuyambuyo, Tariquea y Salinas, los cuales penetraban en el Chaco por el río de
Tarija" ( 193 7(1): 270). En otras palabras, los chiriguano no precisaban estar realmente asenta-
dos en la región inmediata para representar una seria amenaza: la memoria de su poder bélico
y el aparentemente despoblado corredor intermontano que unía Tarija y Centa eran un motivo
suficiente para incluirlos entre los peligros inminentes. En cualquier caso, lo cierto es que
nucleaban los pueblos Tariquea y Cuyamburu [Cuyambuyo ], los asientos chiriguanos más sureños y no
pasando de la categoría de simples ' tenda ' [aldeas] en los primeros tiempos." ( 1968 : 100). En efecto,
al norte de Cuyambuyo, en los valles tarijeños, la presencia chiri guano en el registro arqueo lógico
sigue siendo apenas conjetural : "por el momento, las influencias de estos grupos chaqueños [l os
chiriguano] no se han detectado mayormente en el registro arqueológico de estos valles. Seguramente
esto se debe a la deficiencia de la muestra y a que los sitios inkaicos tienen mayor visibilidad que los
que pudieron tener los asentamientos Chiriguanos." (Ventura 1999: 342).
31 Sobre los mataguayo de Salinas recordemos por ejemplo que cuando los jesuitas Arce y Cea atravesaron
los valles de Salinas en 1690 " les habían ya levantado los Mataguayaes una casa pajiza para su albergue,
deseosos de que morasen entre ellos" (Lozano 1989 [ 1733]: 266; ver Kersten 1968: 85). Recordemos
también que cuando el Padre Jolís realizó el riesgoso viaje entre las Salinas y Ledesma en 1765. en un
principio fue acompañado y guiado por dos chiriguanos y cuatro mataguayos -de los cuales tan só lo
estos últimos llegaron a destino (Ver Muriel 1918: 171-183; Furlong CarditT 1932: 85-88)
32 Por ejemplo: un ataque al valle de Centa en 1598, en el cual murieron unos 30 churumatas asentados
allí, o bien aquel que sufrieron los ocloyas en 1647 y decidi ó su traslado a la periferia de San Salvador
de Jujuy, o bien, por fin , el ataque a la lejanísima Rosario de la Frontera en 1826 (cf. Sánchez y Sica
1994: 137, Santamaría 2001 : 77 y Langer 2003 : 44, respectivamente).
" La nación chiri guana ( ...) ocupa una gran porción de terreno so bre e l río
grande de Pil comayo, y el del Parapetí, extendiéndose cosa de sesenta leguas
al este de Tarij a, y más de ciento vei nte al norte y llega hasta el valle de
Cuyambuyu, que está en los principios del río grande del Bermejo." ( 198 1(1):
96, cursivas mías) 33 .
Entre fines del siglo XVIII y comienzos del X IX hemos hallado algunas pocas menc io-
nes más sobre chiriguano en estas latitudes. El diario de la expedición del gobernador Matorras,
que en 1774 viaj ó desde Sa lta a las serranías de Centa, sugiere que en el camino hall aro n
ind ígenas chiriguano, pero no ac lara dónd e o en qué circunstancias 14 . Algun os años más
ta rde, en 1780, el Padre Francisco Morill o remontó el río Tarij a buscando el fu erte de Centa,
y anota en su di ario que pocos kil ómetros antes de ll egar a la desembocadu ra del río Centa
" v imos un a indi ada; vino uno de e ll os a la canoa, y díjome ser chiri guano" ( 1837: 6). Por su
parte, la expedición del coronel Gabino Arias recibi ó la noticia de que, en el paraj e La Esquina
(sobre la margen derecha del Bermejo, apenas al norte de Ri vadav ia), " habían pasado de la
otra banda gran mul titud de indi os Mataguayos confinantes con los Chiri guanos, con ánimo
de invad ir e l ganado" 35 . Alarmado, Arias ordenó que se dobl ase n las guardias, pero nunca
ll egaro n a ve r a estos chi riguano y la expedic ión sigui ó su marc ha hac ia e l ori ente sin
encontrar más noti cias de e llos. Por lo demás, a l parecer ninguna de las exped iciones que
exploraron el curso chaquefi o de l Bermej o durante el sig lo X IX ha dejado noticias de
asenta mi entos chi riguano en esas orill as.
33 Ver el mapa de la fi gura 2, trazado tamb ién a tin a les de l siglo XVI 11 , titul ado justamente ·' Descri pción
geográ fi ca de la Nac ión Chi riguana hec ha con todas las observaciones". Recordemos que para aquell a
época los fra nciscanos conocían bien el camino entre Centa y Tarij a, y este mapa no hubi era dej ado
de consigna,· la presencia de asentamientos chi riguano.
34 ·' Las prin cipales nac iones que habitan los fert ilísimos y dil atados países de este Gran Chaco Gualamba.
son la mocobi. toba, mataguayos. ma lbalaes. chiri guanos, chumpi es, guaycurús, ab ipones y lul es: pero
en nuestra marcha sólo encontramos las seis primeras. " (Bri zueta 1972 : 296) .
35 Diari o de la exped ición del Coronel Francisco Gabino Ari as, 178 1: 14.
36 "'Por este lado" refiere , si n dudas , al pedemonte; ya que en los valles intermontanos se encontraba la
comunidad de Cuyamb uyo.
37 Su identificac ión como ·'chiriguano" no fu e un desliz exclus ivo de Villafañe. Enumerando las ·' razas··
indígenas encontrad as por la Exped ición Argentina al Pilcomayo, que en 1882 descendió por el
camino que une Yacuiba con Tartagal y atravesó el ltiyuro, el militar Baldrich escribía que las
márgenes de este río estaban pobl adas por chiriguano: ··se les encuentra en el Pilcomayo central , pero
la zona de su dominio está más al no1ie, por el paralelo 22º, alrededor de las misiones de San Francisco
Solano, Piquirenda, Yariguarenda, Aguairenda, etc., constituyendo florecientes y bellos centros de
población por Ca iza, Yacuiva. Tunalito e ltiyuro" ( 1890: 272). Y. unos diez años más tarde. la
Com isió n de Límites enviada por Argentina dejaba un mapa en el cual el pueb lo de Aguara y y el propio
capitán Guarumb aque - indudab lemente chané- eran identificados como " chiriguanos" .
38 En este caso. difícilmente podría tratarse de los chané del ltiyuro, quienes acababan de obtener del
gob ierno boliviano una extensa merced de tien-as en el río ltiyuro (ver Currado 1884: 463 ).
infonnes de la expedición liderada por Amaud en 1884 -cuyo trayecto se alejaba del Bermejo a
la altura de Buena Esperanza, costeaba el río Seco y llegaba a Tartagal- ofrecen buenos datos:
a orillas del río Seco, Amaud supo que "cerca del Tunalito se encontraba la primera tribu
chiriguana, indios que siempre me habían inspirado interés por las noticias qu~ de ellos había
adquirido y tenía vivos deseos de conocer" (Amaud 1885a: 233, cursivas mías; ver tambi én
Donegani 1885 : 582)3 9 . Este pequeño núcleo de población constituye la referencia más clara
que hemos hallado de un asentamiento chiriguano en las inmediaciones de Orán en el siglo XIX
(aunque probablemente existieran muchos otros), y podríamos considerarlo la punta de lanza
de la enonne población que luego moraría dentro -y en los alrededores- del ingenio San Martín
del Tabacal, fundado décadas más tarde 40 . Se trataba, seguramente, de aq uellos que habían
comenzado a viajar a los primeros ingenios azucareros de Sa lta y Jujuy, a una región que pronto
sería conocida por estos grupos como mbaporenda, " lugar de trabajo" 4 1•
4. Palabras finales
Habíamos dicho que las identificaciones propuestas por quienes defendieron una
presencia estable de los chiriguano en el Tucumán muchas veces partían de una misma
falacia: sostener que rasgos culturales como los entierros de adultos en urnas y la práctica
39 Otro integrante de la infausta Expedición Yictorica, el ingeniero Gerónimo de la Serna. dejaba alguna
noticia menos precisa acerca de los chiriguano instalados en estas latitudes: en los aiTabales e.le Orán
se asentaban " algunas tribus de indios matacos y chiriguanos", y las mujeres del último grupo se
empleaban como sirvientas en el pueblo y las haciendas rurales. mientras que los hombres se ofrecían
como peones (Serna 1930: 186).
40 Estas referencias, hay que señalarlo, ofrecen un sólido respaldo a los reclamos de tie1Ta de diversas
comunidades guaraní -h ablantes de la zona.
41 El propio Yillafañe nos dice que los chiriguano de Tartagal ·'en la época en que se cosechan los
azúcares( ... ) vienen a Orán, y van a Ledesma, San Lorenzo y Campo Santo, haciendas inmediatas a
Jujuy y Salta" ( 1857: 35). Pero el boom azucarero llegaría al Norte argentino en las últimas décadas
del siglo XIX y las primeras del XX, debido a tres razones: las políticas de protección a la industria
azucarera nacional (que desde la década de 1860 restringieron la importación de azúcar desde las
Anti ll as), la llegada del ferrocarr il, y los subsidios estatales. Es en estos años , pues, cuando nacen los
principales ingenios : Ledesma en 1876, San Isidro en 1878, La Esperanza en 1884, La Mendieta en
1892, y el inconmensurable San Martín del Tabacal en 1920.
42 También Kersten ubica el límite sur del territorio en el para lelo 22 latitud Sur (el actual límite entre
Argentina y Bolivia), y aclara que entraron en contacto con los ··matacos" o "'mataguayos" en la
región e.le Salinas. ltau y el Pilcomayo superior (Kersten 1968: 106).
antropofágica (o, mucho peor, la antropofagia imputada a los indígenas por las autoridades
coloniales o por otros indígenas, estigma típico del salvajismo) eran exclusivos de los grupos
tupí-guaraní. La imputación de antropofagia, tan a menudo considerada una prueba terminante
de la presencia chiriguano, suele ser ubicua e imprecisa; así como en muchos casos se temía
una inexistente presencia de los chiriguano, en muchos otros se imputaba una inverosímil
antropofagia a los grupos de la zona43 • En segundo lugar, y fundamentalmente, porque algunas
pocas menciones a los chiriguano no bastan para compensar la vasta ausencia de referencias,
en los documentos sobre el Tucumán, a un grupo declarado enemigo por el propio rey de
España. Pues, hay que decirlo, ni los chiriguano ni los chané guaranizados eran grupos que
pasaran desapercibidos, y mucho menos en regiones tan transitadas desde temprano como el
valle de Lerma o la quebrada de Humahuaca44 . Lo que estas evidencias parecen mostrar clara-
mente, en cambio, es que durante siglos las incursiones - guerreras o de intercambio- de los
chiriguano llegaron a latitudes mucho más allá de estos límites conocidos de la Chiriguanía45 .
En efecto, sabemos que en todas las direcciones las llanuras chaqueñas eran escenario de
partidas predatorias por parte de este grupo (cf. Santamaria 1988: 171 ). Es así que, tras analizar
la participación de los chiriguano en las revueltas de Yiltipoco y Calchaquí, Renard-Casevitz y
Saignes concluyen: "Con toda verosimilitud, emisarios chiriguano han podido circular aprove-
chando la complicidad de grupos insumisos e incitarles a la guerra abierta" ( 1986: 198). A la
misma conclusión había llegado el Padre Tommasini:
" los Chiriguanos de Cuyambuyu entraban al Chaco por el camino que seguía
el curso del río de Tarija, hasta su confluencia con el Bermejo. Esa ruta servía
también a los de Tariquea, y no debía ser desconocida para los del valle de
Salinas que está situado más al norte de aquellos pueblos. Los Chiriguanos
recorrían los territorios adyacentes a sus pueblos, llevando las annas ofensi-
vas aún a mucha distancia, devastando y haciendo prisioneros a todos sus
rivales." ( 1933 : 117).
43 Ver, por ejemplo, el informe de Ortiz de Zárate sobre los ataques de grupos chaqueños a la región de
San Salvador de Jujuy, donde se lee: "se ll evaron 6 cautivos, muchachos y chinas, queriendo los
cautivos para matarlos y comerlos en partes ocultas, con tal atroci dad que deso ll aban las cabezas y
amoldaban sus pellejos para usar de ellos en sus embriagueces y festejos" (cit. en Vergara 1968: 142).
Pues bi en; también aquí los chiriguano de la región de Tarij a fueron acusados de atacar la encomienda
de Ortiz de Zárate y ll evarse a sus encomendados para devorarlos (ver declaración de lñi go de Aya la
en ·'l nfonnaciones hechas de orden del Virrey del Perú ... ", 1571-1573 : 71).
44 Por lo dem ás, si de buscar contraejemplos se trata, Juan Ramírez de Velazco (gobernador del Tucumán
entre 1585 }11593) escribió muy claramente que el territorio chiriguano comenzaba a 100 leguas de
Santiago del Estero - según el cálculo de Coni. sin dudas muy al norte del Bermejo chaqueño ( 1925 : 39).
45 Como un ejemplo tardío de incursiones de intercambio, recordemos que durante el siglo XIX los
chiriguano meridionales acostumbraban robar ganado a los vaqueros vecinos y venderlo a los hacen-
dados y comerciantes de Argentina (cf. Langer 2007: 5-6).
hemos podido indagar- silencios cada vez más prolongados. Por otro lado, aun si existieron
tales asentamientos, el hecho de que cedieran rápidamente a la presión del blanco y se
retiraran hacia el Norte - reverso exacto de lo que ocurría en la Chiriguanía, donde el avance
pionero demandó largos siglos- indicaría que no conformaban un territorio c_onsolidado.
Por último, estas páginas contribuyen a reforzar dos nociones básicas de la etnohistoria
y la etnología de estas regiones. En primer lugar que los apelativos étnicos más vastos, por
parte de las autoridades coloniales, nunca pueden traducirse directa y acríticamente en
actores históricos , y deben siempre ponerse en cuestión ; pues por lo común estas
adscripciones étnicas propuestas por los documentos respondían a ideologías políticas (la
identificación y barbarización de los enemigos) o a metas prácticas muy alejadas del conoc i-
miento etnográfico preciso (el reparto en encomiendas), y se basaban en estigmas, estereo-
tipos, categorías genéricas que - aun cuando en muchos casos provenían de otros grupos
indígenas- tan sólo reflejaban el desconocimiento colonial de los auténticos etnónimos y
del mapa étnico regional. En este sentido, los vastos y esquivos "juríes" son apenas un caso
exacerbado de las mismas falencias en el mapa etnográfico colonial que afectaban - en un a
medida que acaso la etnohistoria todavía no ha revisado acabadamente- a los propios
" chiriguanaes" con quienes se pretendía confundirlos. Según Julien , si en la administraci ón
colonial - ante todo a partir de la campaña de guerra realizada por Toledo en 1574- se impuso
la imagen de una "nación chiriguana" , es porque de este modo las autoridades coloniales
"creaban" un enemigo unificado, lo cual resultaba una útil herramienta jurídica para extender
la responsabilidad por los agravios causados por cada grupo particular y constituía, así, un
sólido soporte ideológico para declarar una guerra general. En consecuencia:
"El término chiriguana, tal como era usado en la documentación del siglo
XVI , constituía una categoría heurística y no una referencia histórica especí-
fica. Una perspectiva histórica sobre estos pueblos no puede construirse
sobre esta categoría, sino que debe más bien procurar ignorarla" ( 1997: 57).
Sin dudas, algunas apariciones de los chiriguano en regiones tan alejadas de sus
territorios provienen de estos usos nominativos laxos, descuidados o ideológicamente de-
terminados. De este modo, su presencia en las regiones meridionales podía ser, según el
caso, una vaga amenaza a medias creída por las autoridades coloniales, una excusa para
sumar cargos a la lista de cargos y crímenes, un eco de las percepciones y relaciones entre
grupos indígenas, una falsa identificación sobre la base de criterios tan vagos como la
práctica antropofágica o el manejo del guaraní, o el fruto de un engaño deliberado.
En segundo lugar, hemos podido apreciar una vez más la densa trama de movimientos
y contactos interétnicos que existía entre los Andes, el pedemonte y el Chaco, a la cual no
eran ajenos los altivos chiriguano. A sus incursiones de guerra hacia el Sur - las cuales no
pueden dejar de recordamos aquellas otras que sus antepasados guaraníes del Paraguay
realizaban hasta las estribaciones andinas en busca de cautivos y oro- hay que sumar sus
múltiples y variados vínculos con los grupos de esta zona; recordar aquí, por ejemplo, los
tributos que exigían a los chichas, las alianzas bélicas con los rebeldes churumatas o el uso
del idioma guaraní por parte de grupos chaqueños. En este sentido, el posterior asentamien-
to de los chiriguano en esta misma región durante la segunda mitad del siglo XIX, y los
contactos con otros grupos étnicos en el interior o en las periferias de los incipientes inge-
nios azucareros , no suponía en absoluto una novedad ; antes bien, representaba una conti-
nuación y una transfonnación de viejos patrones de migraciones y de relaciones interétnicas
que pueden ser rastreados, como aquí hemos apenas insinuado, a lo largo de - al menos-
cuatro siglos.
Ésta parece ser, a vuelo de pájaro, la borrosa y esquiva historia de los chiriguano en
el Tucumán colonial y el Noroeste argentino. Tal es, al menos, el cuadro que este ejercicio de
anticuario, esta arbitraria y seguramente incompleta colección de opiniones y documentos
nos ha permitido vislumbrar.
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den". Leg. 5 Exp. 13 (IX-31-7-8). Buenos Aires: Archivo General de la Nación.
Guerra y Marina.
1794 ·'Leg. 41 nº 15. Año de 1794. Fuerte de !tau". Buenos Aires: Archivo General de
la Nación, Justicia, leg. 32, exp. 932 (IX-31-6-5).
1604 " Información de los méritos y servicios de Luis de Fuentes Vargas, poblador y
fundador de la Villa de Tarixa, frontera de los indios chiriguanaes" . Archivo
General de Indias, Sección IV, Papeles de Justicia (copia paleográfica en el Mu-
seo Etnográfico de Buenos Aires, Caja B, Nº 7).
15 97 " Probanza de méritos y servi cios de Diego de Encinas, conq ui stador y paci tic a- ·
doren el Perú y descubridor de Chil e" . Archi vo General de Indi as. Sección l.
Patronato (copia paleográfica en el Museo Etnográfico de Buenos Aires, Caj a A
1558-1578 ): tº 4 y 22v.
1564 ·' Papeles de Justicia. Autos Fiscales. Años de 15 63 y 15 64 - en 3 ramos. Ramo
1º Con el Capitán Martín Monje vec ino de la C iudad de la Plata sbbre la devo lu-
ción de unos pueblos de Yndios que tubo en Encomiend a". Arch ivo Genera l de
Indias. Sección IV, Papeles de Justicia (copia paleográfica en el Museo Etnográfico
de Buenos Aires, Caja A 1558-1578): tº 13 a 14v.
q 'iwa y tara tambi én form an parte de un a semán- sente de la copiosa bibliografi a. Sto bart apenas
ti ca andin a. hace referencia al chamani smo macha (aparte de
A medida que los niños dej an atrás el ll anto los wislu/us, " silbadores"), y no cita trab~jo alg u-
infantil (waqay ) y se convierten en muj eres y hom- no sobre este importante fe nómeno auditivo. ni
bres que cantan y juegan durante el co rtej o, las tampoco so bre el culto a Santi ago, ~atrón del rayo.
voces y los instrumentos se hacen del " llanto", Dice poco so bre los va lles vi sitados por estos
llevando consuelo a sus mayores. La meta produc- ll ameros de altura (e l maíz no aparece en sus ca-
ti va y estética de los j óvenes es equilibrar el des- lend ari os). Su punto de vista sobre e l grado de la
equilibrio entre q 'iwa y tara en búsqueda de una articul ación al mercado de los qayanki ra es ambi -
ann onía (tinku, "'tensión intern a", "equilibri o" y guo. El rol protector de los anci anos de la co muni -
tambi én "'batall a ritual") que traerá llu via y nuevas dad es minimi zado, quizás debido a qu e ell os tie-
papas a un a comunid ad frág il pero din ámi ca. nen menos música (pero cf. , p. 168). Su cuadro de
El trabaj o de la armoní a se desarroll a según la la mezquin dad di abólica neces ita reconciliarse con
estac ionalidad de la producción. Di fe rentes ins- otros in fo rm es sobre el Diabl o andin o, qu e de-
trumentos son eleg idos para marcar los cambi os mu estran su ex huberancia inco ntro lada y su des-
del año. Flautas de boquill a (pinkil/us, deri vadas enfreno sex ual. Falta decir algo acerca de l ro l del
de las fl autas renacenti stas), zampoñ as (s iku) y silenci o fu era de la cosmogo nía (p. 40).
gui tarrill as pertenecen a la estac ión seca. Desde Tales dud as apenas le quitan méritos al logro
Todos los Santos hasta Carn aval hay crecimi ento de Sto bart. Producto de much os años de acumu -
y acumul ac ión (q 'iwa ) en presencia de los muer- lación (q 'iwa), esta publicació n bell amente ilu s-
tos fértil es, aunque es necesaria la " grac ia" de los trada y bien indexada es un evento en la ant ropo-
santos para que los demoni os tacaños suelten a logía andin a, y debería fasc in ar a un a ampli a au-
los frutos. La " despedida" de los muertos alcanza di encia. Un elemento a destacar es el C D pionero
su clímax cuando se abren las fl ores de las papas. que acompaña este libro generoso y refl ex ivo, tan
Los pinkillus se dej an de lado y el ·'charango ra- tara en su multipli cidad co mo en los armóni cos y
tón" de la helada anunci a un inviern o de consumo reverberacio nes que despierta.
(tara) . Las dos estac iones se arti cul an con las dan-
zas de charango du rante el fin de semana de Car- Trista11 Platt
naval. Ahora la gente vi aj a a los grandes festi vales Universidad de St. Aru/rews
de cosecha, hacia los valles. Zampoñasju/aju/a tp(fi)st-ll mlrews.ac.u k
a co mp a ña n a los esc ua dron es a bat a ll as
cacofónicas (tinkus) en las qu e la fertilid ad y el
acceso a la tierra so n renov ados.
A este d rama se le rel acionan otras secuencias Marco Curato la Petrocchi y Mariusz S. Ziólkowski
temporales: los estadios de la vida indi vidual y la (Eds.), Adivinación y oráculos en el mundo
mitohi stori a (podría agregarse la gestación del andino antiguo. Lima: Instituto Francés de Estu-
feto). Stobart provee un conjunto espléndido de di os Andin os-Ponti fi cia Universidad Católi ca de l
textos qu echu a, bien trascritos, y mu chas parti- Perú , 2008, 3 1O p., ilustracio nes y mapas.
tu ras musicales (él mi smo ej ecuta tod os los ins-
trumentos). Nos mu estra el rol de las sirenas y de ·'El centro de los primeros sistemas de la na-
San Sebasti án en la creaci ón de nuev as mú sicas, tu raleza no es el indi viduo, sin o la sociedad . Es
que ·'se hil an" en la men te cada año a partir de los ésta la qu e se obj etiva, y no el ser hum ano. Na da
meta-sonidos de las cascadas de agua. Observa el más demostrati vo de ell o qu e la manera co mo los
"conocimiento del consumidor" (Appadura i) por indios siu x hacen de algún modo que el mu ndo
pat1e de los fabricantes pueblerinos de instrumen- entero quede comprendido en los límites del es-
tos (qui enes adorn an el charango de cortejo con pac io tribal; y hemos vi sto cómo e l propi o espa-
loros pintados, asoc iados por los campesinos con cio uni versal no es otra cosa que e l empl azami en-
las semill as y la siembra). Sugiere vínculos entre to ocupado por la tribu, pero extendido infinita -
las coreografias y los di seños de los t'<iidos. mente más all á de sus límites rea les. Es en virtud
A lg un os pasaj es (e.g., la guerra del agua, p. de esa mi sma di sposición menta l q ue tantos pue-
169) " piden a gritos" un a comparación con el blos han situado el ce ntro del mundo, ' el o mbli go
Man uscrito Quechua de Huarochirí ( 1607), au- de la tierra ' . en su capital po lítica o reli giosa. es
ra andina" (p. 79), cuyos fundamentos últimos los términos mencionados se le agrega una más.
parecen descansar en una cosmología que postula relacionada con la supuesta durabilidad y conti -
una división tripartita del mundo e involucra una nuidad de ·' los linderos de las tierras comunita-
oposición complementaria-expresada en los tér- ri as" (p. 150): ·'Podemos entonces supon er que
minos yanantin y tinku- que nunca termina de los actuales límites del distrito [~n el que se en-
resolverse y remite, en definitiva, a la misma "re- cuentra el sitio arqueo lógico identificado co1110
producción sexual del mundo" (p. 81 ). Es ta centro administrativo y reli gioso inca asociado al
cosmología, que al decir del autor fue compartida cu lto de Coropuna] corresponden con bastante
tanto por el pueblo como por la el ite, no só lo precisión a los del tiempo de la Co lonia y, posi-
cuestiona una eventual insistencia en la separa- blemente, hasta a los del periodo prehispánico ..
ción de las esferas sagrada y profana de la vida (p. 154). Igualmente significativa resulta la pre-
soc ial sino que, y so bre todo, advierte acerca de sencia de ca111inos que eran empleados durante el
una ·'mis111a estructura mental" que, a su vez, ·'su- siglo XIX con propósitos ceremon iales.
giere un a estructura de pensamiento equivalente Uno de los centros de peregrinaje de larga
en su alcance cultural a la de las tradiciones judeo- distanc ia y gran renombre en la literatura especia-
cristiana y budi sta" (p. 90). Y sin embargo; en las lizada es Pachacamac (valle de Lurín) pero. tal y
páginas dedicadas a Pariacaca (sierra de Lima), un como es analizado en el libro, ello no deja de estar
tercer autor reto111a la tarea de demostrar de qué sujeto a precisiones. Desde una perspectiva ar-
manera e l oráculo pre se ntaba un carácter queológica. es posib le identificar la práctica de
·'macrom:gional" siendo ·'una de las huacas alia- romerías de larga di stancia hac ia Pachacamac du-
das del Es tado inca más estimada por los rante el Horizonte Tardío, hecho que cuestion a
cuzqueños, quienes la utili zaron para anexar otros los modelos acerca de la supuesta intemporalidad
pueblos del Chinchaysuyu" (p. 98). No só lo de la prác tica. En otras palabras, tras proponer
Pariacaca estaba relacionado parental y una di stinción del carácter más o menos local y
genealógicamente con otros dioses de la región, más o menos macro-regional de la prácti ca del
sino qu e también era obj eto de veneración fu era peregrinaje oracular en los Andes de acuerdo a
de ella, lo que invita a delinear así una distribución ·' Intermedios'· y ·' Horizontes", el au tor del quin-
espacial de los oráculos y sus adoradores acorde a to trabajo de l vo lumen conc luye qu e ·'no hay ev i-
los intereses de la ·'política oficial" (p. 11 3). denci as claras de peregrinajes extra locales o
El escrito abocado a los oráculos Corop un a y extrarregio nales antes de la integración del sitio al
Solimana de los Co ndesuyus (Cuntisuyu) es re- Imperio inca y no hay elementos claros para sos-
sultado de un a investigación etnohistórica y ar- tener la ex istenci a de romerías en el Hori zo nte
queológica en curso y los resultados expuestos Med io o antes'· (p. 174). Ell o. por otra parte.
deben considerarse, al decir de su autor, como pone en te la de juicio la eventual generali zac ión
·'hipótesis y docum entos de trabajo'· (p. 122). de peregrin ajes a larga di stancia hacia otros orác u-
Desde la perspectiva que ofrecen los augurios re- los andinos en tiempos preincaicos. Sea como
lativos a asuntos de Estado, los oráculos incas fu e re , la prác tica de pereg rin ac io nes hacia
detentaban una supremacía con respecto a las divinid ades y su continuidad hasta el presente en
huacas no-incas y, si n embargo, las segundas eran diversos sitios de los Andes es tema de la primera
efectivamente consultadas por la realeza incaica. parte del artículo que (además de reproducir fii.:1-
¿ Por qué motivo? Básicamente tres: el aprove- mente su homónimo publicado en el Journal de la
chamiento del prestigio de un oráculo local , la Soc iété des A méricanistes (89-2) de 2003)
amenaza que inspiraba la actitud desafiante e in- promedi a el libro: el objetivo es la búsqu eda de
cluso arrogante hac ia el orden social de algunos de posibl es nexos con el pasado en los casos dl: las
el los y la eventual inestabilidad ge nerada por las ro111erías hacia las ·'tierras de nad ie" (p. 183) - es
relaciones de poder en el interior de la misma elite decir. aquellas que tenían como destino sitios re-
del Cusco . El resultado, en todo caso, parece ha- lativamente alejados y poco pobl ados qu e. ya sea
her sido el 111ismo: " un orácu lo-santuario de ori- por el hecho de evitar pleitos entre grupos ri va-
gen preincaico se ve incorporado a la red de san- les, la loca lización mi sma del objeto de cu lto o el
tuarios i111 periales" (p. 128). A la evidencia (ar- interés de efectuar intercambios de productos
queológica y etnohistórica) que permite caracte- pertenecientes a zonas ecológicas contrastadas.
ri zar los santuarios de Coropuna y Solimana en ejercían la atracción de los fieles. La segund a par-
in for ma, así , no só lo acerca de la reafirm ación de observa que los grandes o rác ul os cusquei'ios re-
la ·'id entid ad corporativa" (p. 284) de los grupos presentaban ·' un poderoso instrumento de pre-
- e incluso de c uestiones de índole individual e sión de los go bernantes del Cuzco so bre las é lit es
íntima- sino también acerca de la in capac idad de provinciales" (p. 56), que las ·'pred icciones
la Ig les ia and in a coloni al para respond er a las ne- oraculares terminaban representa~do un verdade-
ces id ades de sus fieles: " La ig les ia cristiana no ro compro mi so por parte de las éli tes loca les a
pudo ofrece r a los andino s so lu ciones para las operar en forma orgán ica y en sin tonía con lapo-
preocupaciones, mi edos y problemas de la vida lítica imperi al in ca" (p. 56-5 7), que "'cada predic-
cotidiana que no fueran también ofrecidas por las ción deb ió en última instanci a ser producto de
huacas y los antepasados, cuyos serv icios, por una sorda[ . .. ] negociación entre la élite cuzquer'ia.
lo demás, resultaban de lejos mu cho menos cos- con sus pretensiones hegemónicas y sus neces i-
tosos" (p. 288). Es interesante observar, de paso, dades imperia les, y los jefes étnicos" (p. 57) y
q ue estas prácticas andinas del siglo XV II son que, finalmente, ·' los ritos oracu lares incas r... ]
equ iparadas a la ev id encia proveniente de sa ntua- repre se ntaron a nte s que nada g randi osa s
rio s y santos cristianos de los ca mp es inos del performances qu e prefig uraban y ' performaba n ·
no rte de España en el siglo XX: aunque las "ex- la acción soc ial y política de los grupo s, aseguran-
pectativas individuales" en uno y otro caso pu- do cohesión y coherencia interna al Tahuantinsuyu.
diera n ser diferentes, en ambas instanc ias se tra- el más grande Estado segmentario y sin códigos
taba de la búsqueda de .. su sati sfacción de la mi s- escritos de la hi storia human a" (p. 57). Más ali ó
ma manera, es dec ir, a través de la intervención de de esta insistencia en la función de los o rúcu los -
un patrón so brenatural" (p. 284) Las últimas pá- y un a divi sión sagrado/ profano implícita, que se
g in as del libro está n dedicadas al derrotero co lo- exp ul sa para lu ego volverse a " meter por la ven -
nial del santuario de Huarivilca (s ierra cen tra l) tana"- lo que inquieta nuestro entend imie nto es
durante los siglos XVI y XVII desde una pers- que ell a sea predicada de un ·' Estado segmentario'·.
pectiva de aná lisis que propone el ·' viraje desde la o que sus fundamento s último s estén re laciona-
esfera de lo público haci a la de lo privado" (p . dos co n la cohes ión socia l de ·'cualqui er sociedad
294). De orácul o de alcance reg iona l asoc iado al de lin ajes" (p. 24). Los fundamentos etnográficos
o ri gen del grupo que le rendí a adoración, a co- de la cé lebre di stin ción entre ·' Estados primi ti -
mien zos del siglo XVII la pareja de ancestros con vos" y ·'sociedades sin Estado" provienen de la
quienes estaba asoc iado pasó a formar parte de antropo logía african ista. La mu estra etnográfica
las prácticas de "magia amato ri a" (p. 303), es de- disponible hasta la década de 1940 - fuente de
cir, ·'un ámbito que parece responder a la esfera in sp irac ión, dicho sea de paso , de un re -
de lo privado, la de la magia por excelenci a, más direccionamiento en los estudi os sobre los in cas
que a la de los antig uo s cultos de envergad ura (Murra 1978 [1955])- permitió estab lecer la di s-
regional" (p. 306). tinción entre dos tipos de sociedades: aque ll as
Debido a la cantidad y calidad de materias que disponían de una autoridad centrali zada. ma-
tratadas, la densidad en el empl eo de las fuentes quinaria ad mini strativa e instituciones jurídicas.
primari as y la novedad de parte de la evidencia y en las que las divisiones de riqueza, pri vil eg io y
arqueo lógica discutida, este libro despertará si n estatu s correspondían a la distribución de poder
dud as el interés de etnohistoriadores, hi storiado- y auto rid ad ; y aq uell as que carecían de estos atri-
res, arqu eó logos y, por qué no también , de aq ue- butos. La diferencia principal entre los do s gru -
ll os antrop ó logos qu e encuentran en el " mundo pos está re lacio nada con el rol que juega el ·'siste-
andino anti guo" materia de exégesis para abordar ma de lin aj es" en la estructura política: mi entras
la realid ad social de las poblaciones campesino- en el primer caso es la organi zac ión adm ini strati -
indígena contemporáneas de los Andes Centrales. va el marco de la estructura política. en el primero
Este es al menos el caso de qui en escrib e estas lo es el sistema de linaj es, co nsistente con el siste-
lín eas y los breves comentarios que siguen. ma político, pero autónomo de él en su propia
La función atribuida a los oráculos desde ·'el esfera (Fortes y Evans-Pritcha rd 1949:5-6). In-
punto de vista incaico" acentúa una racionalidad depend iente men te de las razones demográficas.
política instrumental que no termin a de conciliar- ecológicas, territoriales e in c luso culturales qu e
se con su carácter "sagrado" -del que, por otra ayudan a entender aún más la distinción propues-
parte, se supo dar cuenta. En este sentido , se ta, lo cierto es que la sociedad inca se asemeja
Cayubabas, a los Sinabos, a los Movimas, a los índice topográfi co también es muy completo: cada
Canichanas, pero su atención se concentra limda- cerro. ciudad, río o riachuelo citado en el texto
mentalmente en los problemas de la navegación o merece una entrada y por tanto una defini ción. Se
en las molestias producidas por los insectos. Del sobreentiende que la toponimia tropica l suele ser
mi smo modo, lo úni co que le llama la atención mu y flu ctuante, y que resulta d'ificil encont ra r
durante su estadía de cuatro meses en Trinidad, la info rmación cierta acerca de un lugar; pero en oca-
capital de Moxos, es el " baile de los macheteros", siones, cuando la definición del índi ce no va mas
que es la ·' única cosa di gna de verse" (p. 238) en allá de lo que revela el texto, hay que decir que el
las fi estas de los indígenas trinitari os. lector se queda algo insatisfecho. De todos mo-
Finalmente, los cuatro meses narrados en ·'De dos puede decirse que, junto a la introd ucc ión.
Trinidad a Santa Cruz de la Sierra y Corumbá y estos dos primeros índices constituyen el segun-
el retorno a Paraguay" ex ponen el empeoramien- do gran aporte de la edición de Clara López Be ltrán
to creciente de la salud, del estado de ánimo y por al entendimi ento de la obra de Ba lza n.
lo tanto de la calidad descripti va de Balzan. Ha- Además de va ri os erro res de ti pografia y or-
bi endo previsto inicialmente quedarse un tiempo togra íla, los puntos débil es de la obra son sin
en las misiones de guarayos, se apresura en cam- lugar a dudas el glosario y el índice "'zoobotánico··.
bio a llegar a Santa Cru z, tratando de evitar el Para ev itar erro res e imprecisiones en cuanto a las
peligro de los tem ibles Siri onós que ataca n a me- defini ciones ele pl antas y etn ónirnos de los gru-
nudo a los viajeros. Sali endo de Santa Cruz, en pos étnicos de ti erras bajas hu biera sido im pres-
uno de los últimos rí os, se mojan sus placas fo to- cindibl e una rev isión por parte de especialistas en
gráfi cas y parte de sus co lecciones natu ra li stas. etnobotánica y etnohi stori a. Sin extendern os de-
Tras vari as du ras jornadas a lomo de mula. en masiado, citaremos so lamente dos ejemplos. Por
plena época de lluvia. logra fin almente tomar un una parte, se di ce que la inflorescenc ia de la plan-
barco hacia Asunción. ta conocida como ·'chuchío" en Bolivia (Gynerium
Como dijimos, la tercera parte del libro pre- sagittatum ), ele di stribución y uso muy ex tendi-
senta los artículos científi cos de Ba lzan. El pri- dos en la cuenca amazóni ca. se utiliza para hacer
mero trata su verdadera especialidad, la zoología, ·'puntas de fl echa" (p. 38 1); cuando. precisamen-
ofreci endo un extenso análisis de numerosas es- te, sirve para elaborar la parte posteri or de las
pec ies de seudoescorpiones en las cuencas de los fl echas. Otra imprec isión concierne a la entrada
ríos Paraná y Paraguay, acompañado de múlti- ·'Guarayos" (p. 398), que se refi ere claramente al
ples planchas gráfi cas presentando a estos arác- grupo ele idioma tupí-guaraní que lleva hoy en día
nidos. Según la edi tora, este artículo sigue siendo ese nombre y que vive al Este de los ll anos de
citado en publi caciones es pecializadas de hoy en Mojos; no obstante. es ev idente que Ba lza n. de
día. Luego se presenta ·· La República del Para- acuerdo con el uso de la época, emplea el términ o
guay", un texto breve sobre la geografi a de este como una categoría genéri ca, que designa también
país, publi cado póstumamente sobre la base de otros dos grupos de los cuales uno vive cerca del
una conferencia dada en Roma. El ultimo texto, el río Beni y el otro al Oeste de los ll anos de Mojos.
artículo etnográfi co·' Un poco mas de luz sobre la y que es conocido en la actualidad bajo el nombre
distribución de algunas tribus indígenas del cen- de Ese ejj a.
tro de Sudamérica" , ofrece breves noticias sobre A pesar de estas críti cas li geras hay que sa lu-
la reparti ción de los grupos étnicos del Paraguay dar la aparición de este libro, que permite a los
y de las tierras bajas de Bolivia, aportando una lectores hispanohabl antes tener acceso a una edi-
contribución interesante para el contexto de la ción completa y muy documentada de los escri-
época. tos de este viajero tan poco conoc ido. Mu cho
La cuarta y última parte del libro está com- más natu ra li sta que sociólogo, los principales fo-
puesta por tres índi ces y un glosario que permi- cos del interés de Balza n son los procesos técni-
ten al lector acceder a abundante info rmación so- cos, las plantas útiles y en menor medida los id io-
bre personas, lugares, pl antas, animales o inclu so mas de los puebl os encontrados. Pero las des-
modi smos mencionados por Balzan. El índice cripciones tampoco están exentas de intui ciones
onomástico presenta ri gurosamente a todos los sociológicas, aunque haya que tamizarlas a través
personajes citados en el texto : misioneros, cientí- de los pri smas del positi vismo y el darwini smo
ficos, políticos, empresari os y otros notables. El social. Es a este precio que el lector interesado
calidad de su identificación con los sonqorunas, Varias décadas después, un conjunto de tra-
cuando para la presente edición en español incluye bajos de Ciencias Sociales y de investigación en
una adenda sobre la siguiente generación de los zonas rurales se publican a través de la Dirección
pobladores de Sonqo, actualizando su trabajo has- de Comunidades Indígenas, del Ministerio de Tra-
ta el año 2002. Nos muestra sus búsquedas, fide- bajo, con los aportes de Raúl (i_aldo Paga za.
lidades y traiciones a la cultura que la acogió y Héctor Martínez y otros, que estudian un co n-
aprendió a querer a lo largo de todo este tiempo de junto de comunidades campesina s, trabajo s
encuentros, hallazgos y de compartir las papas, el monográfi cos de distribución restringida y que
quintu y el tragu de la vida, el amor y la amistad. hoy sería interesante rescatar para poder hacer
Como podemos ver estamos delante de un estudios comparados, cinco décadas después. Esta
trabajo de largo aliento, no só lo porque ha sido generación de antropólogos está vincu lada a la
elaborado a lo largo de una intensa y prolongada Universidad de San Marcos; posteriormente en la
relación entre la investigadora y la comunidad es- década de l 60 ed itan una revista donde sobresalen
tudiada, sino porque a través del mismo se han los trabajos de José Matos Mar, los mismos que
establecido estrechas relaciones de reciprocidad, se prolongarán luego en los estudios sobre el va lle
complementariedad y de amistad, en el sentido de Chancay realizados por el Instituto de Estu-
fuerte del término, las mismas que obligan a la dios Peruanos.
investigadora a ir más allá de la deontología profe- En la década del 60 hubo una corriente de
sional y del rigor del trabajo académico. estudios que se plantearo n un conjunto ele pro-
La brevedad de una reseña no permite anali- blemas sobre la sociedad rural: el indio, el poder.
zar el trabajo con el detenimiento que merece, por y el proceso ele cholificación. Comienza a produ-
ello me limitaré a situarlo dentro de un esfuerzo cirse una lectura sistemática ele la sociedad rural
comprehensivo mayor, el de la historia del estu- en el Perú y ele sus tendencias al cambio; es la
dio socio - antropológico sobre las comunidades primera reflexión sociológica que introduce las
andinas, para luego hacer algunos apuntes que me variables étnic as fuera de lo s marco s
parecen fundamentales para incentivar el interés reivindicativos del indigenismo . Aquí se si túa la
en la lectura crítica del mismo. histórica Mesa Redonda sobre la obra ele Arguedas
en el Instituto ele Estudios Peruanos ( 1965), don-
1. Los estudíos sobre las comunidades andinas de los "doctores" según Argueclas, reali zan una
ruptura con las lecturas "románticas" de la cultu-
Encontramos el origen de las preocupaciones ra andina. Bajo aquél impul so se rea li za rán los
por hacer estudios sistemáticos de la realidad ru- estudios de Julio Cotler, Jorge Alberti, Aníbal
ral en el Perú en la generación de la Reforma Uni- Quijano, Fernando Fuenzalida, Enrique Meyer:
versitaria del Cuzco en 1909; búsqueda conti- trabajos que tenían una cierta continuidad en la
nuada por el Movimiento Indigenista y poste- di scusión teórica y en la búsqueda sobre el terre-
riormente por los pensadores sociales de la déca- no, pero que se detienen ante la irrupción del
da de l veinte: José Carlos Mariátegui, Hildebrando gobierno militar del General Juan Velasco y los
Castro Pozo, Luis E. Valcárcel, Pedro Sulen, en- cambios que se producen en el medio rural a raí z
tre otros. Posteriormente, desde la literatura sur- de la Reforma Agraria ( 1969). Esta irrupción po-
gen voces que subrayan dramáticamente la situa- lítica se debe también al hecho que las Ciencias
ción del campesinado andino: Enrique López Sociales no eran marginales a los acontecimientos
Albújar, Ciro Alegría y sobre todo José María político- sociales, sino todo lo contrario; los cam-
Arguedas. Estas contribuciones se basaban en bios en la estructuración de la propi edad agraria.
experiencias personales y tienen la fuerza vivencia! los mecanismos para participación en la gestión
del testimonio, sea en el trabajo como juez de de las empresas asociativas, entre otros, serán los
López Albújar y en la experiencia de maestro ru- nuevos centros de interés para su quehacer en el
ral y de antropólogo de Arguedas. Un caso espe- área rural, donde se desarrollarán no sólo trabajos
cial es el de Mariátegui, que sin conocer personal- de investigación, sino que se dará lugar a la inter-
mente la realidad rural fue capaz de realizar, en vención social.
base a fuentes secundarias, un análisis de la reali- Por su parte, desde hace veinte años el Semi-
dad agraria cuya influencia fue decisiva en el reco- nario Permanente de Investigación Agraria (SE-
rrido de las Ciencias Sociales en el Perú . PIA), ha buscado ser un espacio de discusión y
calidad y profundidad como el de Cath erine Allen, un a herencia cultu ral enorm e y con una identid ad
requi ere de tiempo, y de saber in verti r en él mi s- de la qu e ellos se sienten orgull osos, pero que
mo lo mejor de su fo rmac ión personal y su cali- sienten amenazada.
dad humana. Qui zás algun os pudieran pensar qu e se trata
Segundo. La actual necesidad de ·'visiones de un alegato en pro del uso tradicional de la coca.
globales" ha desprestigiado el trabajo etn ográfi co pero esto serí a red ucir el alcance de l trabajo de
sobre las comunidades, tarea que estu vo en boga Catherin e Allen. Quienes qui eran argumentos al
desde los inicios de la antropo logía en el Perú y los respecto los enco ntrarán, pero para quien se acer-
trabaj os pioneros de l In stituto Indigenista. El ca al Iib ro con una visión más amplia en to rn o a lo
inmedi ati smo qu e se posesionó de cierta ciencia que son los procesos soc iocultu ra les de constru c-
social hizo que cayeran casi en desuso. Felizmente ción identitari a, encontrarán en este trabajo algu-
entre otros, el gru po de antropólogos norteameri- nas respuestas y muchas preguntas, porqu e como
canos que mencionamos más arriba, continu ó con todo trabajo de in vesti gac ión, al conclui r el mis-
esta tarea tan enriq uecedora, po r eso hoy nos po- mo surgen nuevas inq uietudes y nuevos desatios
demos benefi ciar de la riqu eza de sus aportes y de desde la vida, la cultu ra e identi dad del pueh lo
un a abundancia de informac ión que, sin este tipo estudi ado.
de aprox imac ión, sería imposible de alcanzar. C uarto. Por ello el trabaj o sobre las nuevas
Tercero Me parece particul armente rico el generaciones de los herederos de Rutin a, con cuya
hil o conductor, escogido por Catherin e Allen para octava de sepeli o se in icia el lib ro, se abre sob re
estu diar la comunidad de Sonqo: la coca. La plan- un tema poco trabaj ado y de cuyos alcances no
ta sagrada de los ancestros de los sonqorunas, somos aun conscientes: el signifi cado cul tural de
que atrav iesa toda la vida y las acti vidades de la las pro hi biciones cúlticas de los evangé licos en
gente del ay ll u. Siguiend o la aprox imac ión de las comuni dades andinas. Sin embargo es prec iso
Malinowski, Cath erin e Allen busca "fafúerza que anotar su eficacia, pues si bi en estas denom in a-
mantiene vivos " a los sonqorunas, por eso trata ciones llegan a "curar" de l alcoholismo a algun os
de "aprehender el punto de vista del pueblo ori- de sus conversos, los separan de los hitos /esti-
ginario, su relación con fa vida, para poder en- vos que rige n la vida de las comunidades. Efectos
tender su propia visión del mundo" (p. 2 1 y 22). que aun no han sido estudiados, en una perspec-
En este esfu erzo interpretati vo, de aprehen- ti va de análisis de los actu ales procesos cultu ra les
der la fuerza que mantiene vivos a los sonqorunas, que atrav iesan a las comunidades andinas va ldrí a
es qu e encuentra a la hoj a de coca como signo por la pena retomar el reto qu e el develamiento de los
excelencia de la cultura andina De esta manera la mati ces de este proceso de hibridac ión religioso -
coca viene a ser, el vehícul o que le sirve para ex- cultural qu e hace Catherin e Allen. para empren-
plorar la fu erza de la vida de los sonqorunas, a der sobre el mismo una búsqu eda in terpretati va
través de sus conexiones con la tierra, la fa milia, el de largo aliento.
ay llu, sistema de representac iones, peregrin ajes, Como podemos ver, a pesar del ti empo trans-
ritu ales, danzas, batallas ceremoniales, tabúes y currid o, la actu alidad del aporte del tra haj o de
fo rmas de separación entre lo propio y lo ajeno, Catherine Allen está dada fund amentalmente tan-
lo pro picio y lo que hace daño. to por el tema que trata como por la forma cómo
Podríamos decir qu e, siguiend o el aprendi za- lo trata, poniendo al alcance del lector en español
je de los telares andinos, labor que aprende duran- de un ri co y ri guroso estudi o sobre una comuni-
te su estadía en Sonqo, Catherine Allen usa la hoj a dad andina, con el qu e alimenta nuestra in forma -
de coca como la trama, so bre la cual se tejerán con ción y enriquece el debate en nuestras ciencias
hilos multicolores los motivos ornamentales más sociales.
preciosos hasta los más simpl es. En la trama de la
hoj a de coca se entretej erá la vida, las pas iones y lmeldll Vegll - Centeno
las apuestas por el futu ro de los sonqorunas. De CBC, Cu zco
esta manera, va surgiendo desde un a perspecti va imelda@µmm1tll.rcp.11et.pe
de análi sis de cultu ra, la riqu eza de un pueblo con
fia de base. En efecto, la idea de que los indivi- que no se encuentre también en otros manuales
duos concretos no respetan en la práctica la regla sobre el tema (R. Fox, R. Parkin), la repetición es
matrimonial -casarse con una prima paralela comprensible y hasta necesari a en fun ció n del
patrilateral (FBD}- parece originarse en el vicio carácter didáct ico de la obra. En luga r de partir,
analítico de enfatizar excl usivamente el lazo como de cost umbr e, de lo~ fundamento s
genealógico más corto entre Ego y Alter, la des- ep istemológicos generales que sustentan las gran-
atención a los matrimonios con parientes de se- des teorías del parentesco, es salud ab le el intento
gundo y tercer grado, y sobre todo la fa lta de de Porqueres de atenerse al aspecto práctico y
datos para las generaciones +2 y+ 3. La suma de metodo lógico del problema. En este sentido segu-
estos eq uívocos impide apreciar la frecuente su- ramente el libro resulte de gran interés para los
perposición de roles genealógicos : por ejemp lo, estudi osos de la Amazo ni a o los Andes, así como
la esposa de un Ego puede ser FZD (prima cruza- también para aq uell os in vestigadores interesado s
da patrilateral, un a uni ó n atípica) pero a la vez en cuestiones comparativas. En efecto. la aproxi -
FFBSD (prima paralela patrilateral de segund o mación propuesta petmite reevalu ar críti camente
grado, es decir un matrimonio perfectamente con- la relevanci a ana lí tica de los hallazgo s de L.
forme a la regla). Dumont o P. Riviere para el campo del parentes-
En definitiva, Porqueres cifra sus esperanzas co amazónico, o bien de F. Lounsbu ry o R. T.
en alcanzar " un a auténti ca antropo logía cultura l Z uidema para los estudi os de la organ izació11 so-
del parentesco" que combine el análisis de las ideo- cial andin a; y lo importante es qu e lo hace a la lu z
logías de la consustancial idad con un tratamiento de datos empíricos concretos y no a partir de los
informático de los corpus genealógicos. En este presupu estos de las grandes teorías académicas
sentido, F. Héritier sería un a figura paradigmática: (evo lucion ismo, funcionalismo, estructuralismo y
para desentrañar la praxis matrimonial de los samo demás " ismos" ), que en demasiadas ocasiones no
del Alto Volta, asoc ió el estudio de fenómenos hacen más que enturbiar un debate profundo qu e
como la valencia diferencial de los sexos, la trans- hace ya ti empo merece la ameri caní stica.
misión de fluid os o la conceptuali zac ión de diver-
sos tipos de incesto con el análisis informático de Diego Vil/ar
un a confi gurac ión sociológica que com bina la CONICET, Argentina
exogamia de lin aje patrilineal con una terminolo- villardieg@gmail.com
g ía clasificatoria de tipo omaha, la fa lta de pres-
cripcio nes matrimoni ales y un a superabund anci a
de prohibiciones.
La calidad de la obra se ve empañada por un a Maria Concepción Gav ira Marquez: Población in-
ed ición algo descuidada así como tambi én por una dígena, sublevación y minería en Carangas. La
traducción excesivamente literal del francés, qu e caja real de Carangas y el mineral de Huantajaya,
ado lece de los usuales errores ortográficos o de 1750-1804. Chile, IFEA, CODECITE, 130 pp., 2008.
tipeo ("anc illares" o '' le ivmotiv" en la p. 1O,
·'gentelman" en la p. 20, ·'mudo" por ·'mundo" en E l libro de Gavira Marquez propone anali zar
la p. 79) ; de la invención de neologismos la evo lució n de la población que se hab ía reunido
("articulativos" por "articul adores" en la p. 19, en tomo al mineral del corregimiento de Carangas,
·' esposa ble" por ·' d esposab le" en la p . 54, un mineral que durante el período anali zado esta-
"falac ioso" por ·'falaz" en la p. 64 ); e incluso de ba en crisis. El estudio se extiende a otro di strito
algunas frases que carecen de sentid o, como " ... la minero, el de Huantajaya, en Tarapacá, debido a
autora recuerda la necesidad efectiva de in ventar su inclusión dentro de la jurisdicción de la Ca ja
en qué se encuentra todo antropólogo en el terre- Real de Carangas. La propuesta planteada en ·1a
no." (p. 37), o bien " Con el uso del o rdenador tal introducción resu lta realmente interesante : esta
sistema parece a relegar." (p. 39). co mparac ión permite pensar la interacc ió n entre
Lo di cho, no obstante, no impide que este el altiplano y la costa, las diferencias que se ob-
libro contribuya a llenar el notorio vacío en temas servan entre un min eral en su apogeo y otro en
de p are nt esco que aqueja a la producción crisis, las mi grac iones regionales ori ginadas por la
antropo lógica hi spano-hab lante. Si bien el desa- activid ad minera, etc. El min eral de Huantajaya,
rrollo histórico de la argumentación contiene poco si n embargo, es incorporado sólo en forma limita-
ciente de la importanc ia de Oruro como centro narios, forastero s y uros}, o la recon strucci ón de
minero, pero no aprovecha las estadísticas que ya un a parte de la di st ribución de la pobl ac ió n
se conocen de la producción, por ejemplo, o de so meramente descrita en las fuente s y que tam-
los ritmos de su demanda de mano de obra. bién podrí a mejorarse con esta información .-'
El estudio de un mineral en crisis permite a la La autora centra su estudio en (=arangas, pero
autora hacerse algunas preguntas muy interesan- al observar las osc ilaciones de las series de lo s pa-
tes. Estos di stritos fueron núcl eos en tomo a los gos de impuesto a la plata rea li zados en la Caja
cuales se reunió mucha población, aunque también Real , incorpora las minas de Tarapacá. que tam-
se los conoce por la explotación que hicieron sobre bién deben paga r en la misma caja y c uyo pago
todo de los indígenas. La decadenci a ofreció algu- altera las estadíst icas. Su estudio de la composi-
nas alternativas para estos últimos, ya que al irse ción de estos impuestos es muy deta llado y logra
muchos de lo s azogueros, las mujeres, buscones y reso lver algunos de los problemas que le pl antea n
jucos podían aprovechar para juntar mineral en los las fuente s. así como sugerir explicaciones a lo que
emprendimientos abandonados. La presión sobre no se puede encontrar ( o al menos no se puede
ellos para reclutarlos en minas e ingenios, además, cuantificar). Alentada por uno de los o bjetivos de-
se vio reducida. La retracción de la economía, s in tallados en la introducción, es que sugiero qu e SL:
embargo, también afectó en form a negativa a los podría haber aprovechado mucho más esta inclu-
indí ge nas a l disminuir la demanda de muchos sión. ' Mientras Carangas entraba en una decaden-
insumos que el los proveían ( como sebo, sa l y char- cia de la que no pudo salir, Tarapacá comenzaba su
qui) y la de mano de obra para la arriería o e l trans- apogeo. Hubiera sido interesante, entonces, anali-
porte de metales desde la mina a los ingenios. zar en ambas los mismos aspectos, por ejemplo. la
La autora analiza los cambios ocurridos en la composición de los trabajadores o las formas de
pobl ac ión a partir de dos tipos diferentes de in- res istencia a las obligaciones coloniales, para ver s i
fonnación: una más descriptiva (infonnes, corres- había diferencias. O los circuitos migratorios que
pondencia oficial) y otra má s cuantitativa pueden haber estado vinculados por esta circuns-
(revisitas de tributarios). La población es puesta tancia. También se podrían haber aprovechado las
como uno de los ejes de análisis, tanto en el título diferencias entre Carangas y Tarapacá con rel ación
como en los objetivos destacados en la introduc- a la mita, para analizar el impacto que tuvo este
ción. Aunque los estudios sobre las poblaciones sistema de trabajo sobre los indígenas.;
históricas de los Andes concitaron poca atención
entre los investigadores s i los comparamos, por
3 Los tributarios, ¿ viven en haciendas o en tierras
ejemplo, con las sublevaciones de fine s del siglo
de comunidad? Si las hay, ¿en cuáles hacit:ndas'I
XVIII , en la actualidad contamos ya con una serie
¿Cómo se di stinguen en su di stribución las tres
de trabajo s que han ido completando parcialmen-
categorías de tributarios? Estas son algunas de las
te lo sucedido en este vasto territorio (Tandeter, preguntas que uno podría comenzar a responder
1995). Siguen haciendo falta, sin embargo, inves- en un modo más preciso con las revisi tas.
tigaciones sobre algunas regiones importantes en 4 Me refiero a la afim1ación " trataremos de anali-
térn1inos demográficos, y Carangas es una de el las. zar cual era la vinculación entre estas dos regiones
Es por ello que un trabajo como el reseñado sus- y como se desarrollaban las relaciones entre am-
cita mucho interés. El análisis que reali za Gavira bas: las tie1rns altas del altiplano (Carangas) y los
Marquez, s in embargo, se queda en parte en las valles de la costa pacífica (Tarapacá)." pag. 12.
cifras globales de las revi s itas, s in aprovechar la 5 Carangas era provincia mitaya, pero Tarapacá no
riqueza que contienen estas fuente s para un aná- lo era. En el tema de la mita minera sugerimos
lisis más detallado de su población. Se me podrá revisar la hipótesis de que las cargas de la mita
acusar de desear leer más de lo que la propia auto- eran excesivas y por eso se reducen los mitayos
ra se propone: es posible, ya que el tema sugerido (pag. 30). Tanto Enrique Tandeter ( 1992) como
por ella estimula a formular muchas preguntas. Brooke Larson ( 1992 [1988]) han escrito acerca
Pero en este caso puntual me refiero a la oportu- de las causas de la disminución de los mitayos.
nidad de constatar algunas afirmaciones que la causas que deberían contemplarse también para el
autora basa en los informes cualitativos y que caso de Carangas. Se trata de un tema sobre el que
podrían explorarse en las revisitas (por ejemplo permanentemente surgen t:iemplos de lo comple-
los valores diferenciales de los tributos de origi- jo que ha sido en las diferentes regiones.
cadas y un cambio de siglo- está consagrado al nos diferentes, pero interdependientes. mujeres
análisis de los runakuna del ayl/u Sonqo (distrito y hombres [warmi-qhari], con sus esferas sepa-
de Qolquepata, Provincia de Paucartambo) desde radas, pero complementarias, de conocimientos.
la persp ec ti va que ofrece e l precep to intereses y habilidades" (p. 85). Esta fu sión y
malinowskiano - ciertamente dificil de reproducir complementaridad de los contrari(\5 involucra una
en castellano- según el cual lo que los antropólogos conceptualización sexual izada del cosmos que. a
deben estudiar es al hombre, y lo que deben estu- su vez, se conecta con una fu erte di visión y
diar es aquello que ·'más íntimamente le concier- complementación sexual del trabajo que imprime
ne; es dec ir, la fu erza [o el peso/el arraigo/la in- su sello hasta en los intersticios menos visibles de
fluencia/el poder] que manti ene su vida" (p. 21 ). la práctica social - tal y como es el caso del orde-
Desde esta perspecti va la coca, y las prácti cas a namiento de los pequeños racimos de hojas de
ell a asociada a través de su consumo, constituye coca (k 'intu) en las manos de los ofici antes ritua-
un vehículo excepcional para explorar el arrai go les al momento de la celebración de las ofrendas
que los sonqueños tienen a su vida-tratándose su (despachos) dedicadas a las entidades del mundo
consumo de una instancia de comunicación social otro. La interdependenci a y oposici ón (yanantin)
por excelencia en la que están involucrados no de los es posos trasciende los límites de su propia
sólo los individuos vivos sino también las entida- parentela ya que. med iante su uni ón, sus respec-
des inmanentes de la Tierra (también viva) tales ti vas parentelas quedan relacionadas en un a tensa
como la Madre Ti erra, los Señores de las Monta- red de obligaciones y ayuda mutua: ·'Cada una de
ñas y lo s Muertos Antiguos. Lo s hombres las [parentelas o households ] de Sonqo. pertene-
(r unakuna) se comunican a través de la coca con ce a una red de pari entes di stinta y el tejido soc ial
la tierra y con su ay/fu de pares (también se constituye en la unión y relación de estas [ ... ]
runa/ama) y el libro, preci samente, está ded icado redes de parentesco y ayuda mutu a" (p. 100).
a la naturaleza de esta conexión dual: cómo se Pero ello no es todo, cada uno de los ent ra mados
forja, se mantiene y se reproduce. En este senti- se tensa y extiende aún más hasta incluir a los
do, la obra constituye una exploración acerca del atines y compadres quedando todos ell os com-
·'modo en el cual el ayllu se cohesiona como una prometidos en una serie de relaciones más o me-
entidad social" (p. 24). La etnografia ha sido con- nos simétricas o asi métricas: ·'Este constante dar
cebida a lo largo de una urdimbre en la que se y recibir de ayni y mink 'a , mantiene el fluj o de
tensan una serie de hilos íntimamente conectados energía en todo el ayl/u. Este fluj o se extiende más
entre sí. El paisaje se encuentra saturado de una allá de la comunidad humana. La obligación inclu-
serie de entidades asechantes (tira/ama , apukuna, ye a los animales domesti cados y a las plantas. a
wasitira, machula aulanchis, etc.) dotadas de una la Pacha, a los muchos lugares animados del pai-
esencia animada (samio samiyuq) cuyas mani- saje local e incluso a los santos" (p. 112). En
festaciones tangibles están relacionadas con fuen- efecto, entre los fundamentos del ayl/u sonqueño
tes de agua y luz. Entre estas entidades y los destaca el mito de origen en una de cuyas edades
hombres existe una serie de vínculos de reciproci- - la primera- la Tierra era habitada por unos seres
dad que no sólo remiten a ideas cosmológicas en denomin ado s machukuna ("'v iejos"), íiawpa
las que nociones como tiempo y espacio parecie- machu ("'viejos antiguos") o ñawpakuna ("' pre-
ran amalgamarse en una única categoría de enten- decesores") quienes vivían bajo la pálida luz de la
dimiento, sino también a prácticas (o habitus) luna y a quienes se les atribuye la construcción de
sociales de las unidades que conforman el mismo las pequeñas torres redondeadas localizadas en
conglomerado social: las diversas parentel as (o las cimas de los cerros (ch 'ul/pas). Estos seres del
househo/ds) que constituyen el ayllu. En efecto, tiempo pre-solar, que en principi o parecerían en-
·'el tejido social del ayllu consiste en una estrecha camar todos los atributos de una humanidad que
red de reciprocidad, que se define inicialmente a no es tal, detentan también un aspecto fertili zador
través del parentesco y el matrimonio y luego, se y, en calidad de tales, son denominados maclwla
extiende a través de relaciones más formales como aulanchis (""nuestros abuelos viejos'·) - lo qu e
el compadrazgo (parentesco espiritual)" (p. 79). denota un sentido de ancestralidad que no deja de
La unidad constitutiva del ayllu, la parentela o ser problemático . A estos seres que viven en las
household, en tanto unidad productiva, "está cons- laderas del apu local más venerado, los runakuna
tituido sobre la base de dos tipos de seres huma- dedican sus invocaciones mediante la hoja de coca.