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Población y economía en los Andes

(siglo XVIII)*

Enrique Tandeter-·

La historiografía sobre la población y la economía del siglo XVIII en los Andes ha sido,
hasta no hace mucho, un campo menor cuyos resultados solían ser productos secundarios de
investigaciones sobre el gran tema de las revueltas indígenas. Más aún, el lector de esos estu-
dios tenía motivos para sospechar que las aseveraciones contenidas en libros y artículos sobre
muchos a,pcctos de la sociedad y la economía del período se derivaban, antes que de un estu-
dio del problema en si, directamente de la interpretación de los autores acerca de las causas de
las rebeliones. Un ejemplo, entre muchos, es la afinnación de John Rowe en su importante
artículo de 1954, según la cual "El siglo XVIII en el Perú se caracteriza por una continua dis-
minución de la población indígena y el empobrecimiento progresivo de todo el país". 1
La idea prevaleciente en ese historiografía, em la de una "crisis" global del área andina
durnnte el siglo XVIII , a veces contrapuesta al "Siglo de las Luces" de la Nueva España.
Afortunadamente, en los últimos quince años se han producido cambios notables en la
historiografía que permiten hoy discutir con mayor riqueza algunos de los presupuestos de
aquella visión. Por un lado, se han elaborndo un buen número de monografías que tratan

* Una versión previa de este texto fue presentada al Quinto Coloquio Internacional del Grupo de
Trabajo ' Hi storia y Antropología Andinas'del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
(CLACSO): " El Siglo XVIII en los Andes", París, 26-29 de abril de 1993.
** Departame nto de lfjstori a y Programa de Historia de América Latina (PROHAL) del Instituto de
l li storia Argentina y Ameri cana " Dr. Emili o Rav ignani " de la Facultad de Filosofía y Letras, Uni-
versidad de Buenos Aires. y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
John Rowe, "El movimi ento nacional inca del siglo XVIII" en Alberto Flores Galindo (comp.), Tupac
Amaru 11 - 1780 (Lima, 1976), p. 17.

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Estudios y Debates

e!>-pecíficamenle de temas socio-económicos; por el otro, quienes se interesan en los cambios


de las políticas estalales (legalización e intensificación de los repartos forLOsos de mercancías,
aplicación de las Reformas Borbónicas, etc.) como causas o detonantes de las grandes rebe-
liones, perciben más claramente que una evaluación de esos procesos exige un cuidadoso
análisis de las transformaciones de las sociedades a las que se aplican esas políticas.
Con Lodo, nuestro progreso es muy fragmentario y, a veces errático. De allí que el
objetivo de esta comunicación sea el de discutir algunos de los resultados que nos parecen
más novedosos e importantes, sin aspirar a ofrecer una visión global acabada de la población
y economía del siglo XVIII andino.

La población del siglo XVIII

Seguramente hoy nadie comparte la sintética opinión de Rowe acerca de la evolución


demográfica andina. Ya en 1965 Noble David Cook afirmó la existencia de "una lenta re-
cuperación demográfica" en el Perú colonial después de mediados del siglo XVIII. 2 En el
mismo artículo, Cook sostenía que el alza de la población blanca, y más aún la de 'castas' ,
habían superado a la de los indígenas. Con Lodo, de las cifras que Cook citaba para la pobla-
ción indígena entre 1754 y 1792 en el territorio del Perú actual, se deducía un crecimiento en
ese período a un tasa promedio anual del 1.32%. Este afectó al conjunto del área andina,
aunque de modo muy desigual, con tasas anuales promedio del 0.32% para Cusco, 0.78%
para Trujillo, 1.73% para Huamanga, y hasta 3.39% para Arequipa. 3
Cook afirmaba también que el comienzo real de esa recuperación poblacional no
podía precisarse debido a que "Los dalos concernientes a la población indígena del Perú desde
el primer cuarto del siglo XVII hasta la mitad del siglo XVIII son del todo inadccuados."4 En
los años siguientes nuevos hallazgos y estudios han comenzado a relativizar esta afirmación .
En particular, para el Alto Perú disponemos de información parcial acerca de la población
sujeta a la mita en 1645, así como fragmentos de la numeración del virrey duque de la Palata
en Lomo a 1684. 5 Entre esas dos fechas, la población de trece corregimientos para los que
contamos con información comparable disminuye en conjunto sólo 1.4%. 6 Si analizamos el
detalle regional, descubriremos que mientras en seis corregimientos la población ha disminuí-

2 Noble David Cook, "La población indígena en el Perú colonial", Anuario del ln stitUlo de In vestiga -
ciones Históricas, 8 (Rosario, 1965), p. 96.
3 Scarlett O'Phelan Godoy, Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia !700-1783 (C usco,
1988), p. 71.
4 Ibídem, p.88.
5 Nicolás Sánchez-Albornoz, Indios y tribUlos en el Alto Perú (Lima, 1978); Brian M. Evans, "Ccnsus
Enumeration in Late Seventeenth-Century Alto Perú: The Numeración General of 1683-1684" en
David J. Robinson (comp.), Studies in Spanish American PopulaJion H istory (Boulder, Colorado, 1981 ),
pp.25-44; Nicolás Sánchez-Albornoz, "Migraciones internas en el Alto Perú. El saldo acumulado en
1645", Historia Boliviana, II, 1 (Cochabamba, 1982), pp.11-19; Nicolás Sánchez-Albornoz, "Mita,
migraciones y pueblos. Variaciones en el espacio y el tiempo. Alto Perú, 1573-1692", Historia Boliviana,
III, 1 (Cochabamba, 1983), pp.31-59.
6 Sánchez-Albornoz, "Migraciones internas", pp.15-6; Sánchez-Albornoz, "Mita, migraciones", p.57.

8 Revista Andina , Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

do entre un 14.7 y un 49.5 %, en otros siete corregimientos, en cambio, ya durante la segunda


mitad del siglo XVII puede observarse un aumento que llega a porcentajes muy significativos
en Chucuito (61.7%), Carangas (69.4 %) y Omasuyos (107.7%). 7
Sin embargo, independientemente de que tal o cual zona andina hubiera iniciado su
recuperación demográfica, todas ellas se verán afectadas por la grave epidemia que entre
1719 y 1721 asoló a la región. 8 El problema a esclarecer es, entonces, doble. Por un lado,
desearíamos saber cuándo, con qué intensidad, y por cuáles causas, en diversas zonas de los
Andes se interrumpió el prolongado descenso de la población originado por la invasión eu-
ropca.9 Por otra parte, es preciso cuantificar la mortalidad causada por la peste de 1719-1721,
así como identificar sus efectos a más largo plazo. La respuesta a ambas cuestiones está co-
menzando a surgir como resultado de las investigaciones detalladas de registros parroquiales.
Lamentablemente, a diferencia del caso novohispano colonial, estos estudios son extrema-
damente raros en el área andina. 10 Nuevamente le cupo el papel pionero a Noble David Cook
con su investigación sobre el valle del Colca. 11 A partir de los registros de bautismos y de-
funciones, Cook observó que en la parroquia de Yanque las muertes exceden a los nacimien-
tos en 1685-1690, se igualan durante la década de 1690, y los primeros signos de crecimiento
son visibles durm1te la primera década del siglo XVIII. Interviene luego la devastadora epidemia
en 1721, con el resultado de que probablemente la población haya bajado al nivel de 1688, o
aún más. Recién a mediados del siglo XVIII es claramente visible un aumento en el exceso de
nacimientos sobre las defunciones. El período 1754-1774 parece ser de continuo y acelerado
crecimiento, interrumpido entre 1780 y 1791 por una sucesión de crisis demográficas,
estabilizándose la población durante la década de 1790 en un nivel definidamente superior. 12
Como parte de su investigación mayor sobre los Urus, Nathan Wachtel ha hecho su
propia discusión de estas cuestiones demográficas. 13 En los ocho corregimientos de lo que
denomina el "eje acuático", es decir, los territorios en tomo a los lagos Titicaca y Poopó, y al
río Desaguadero, la población indígena descendió entre Toledo y 1645 a una tasa promedio
de -1.37%; creció desde esta ultima fecha hasta 1685 a una tasa de 0.62%, para descender
hasta 1754 a una tasa de -0.45 %. A mediados del siglo XVIII, entonces, presumiblemente por
efectos de la gran peste de 1719-1721, la población de esos corregimientos habría perdido lo

7 lbidem.
8 José Toribio Polo, "Apuntes sobre las epidemias en el Perú", Revista Histórica (Lima, 1913); Juan
B. Lastres, Historia de la Medicina Peruana. Volumen!/: La medicina en el Virreinaio (Lima, 1951);
Juan Manuel BaJcazar, llistoria de la medicina en Bolivia (La Paz, 1956); Henry F. Dobyns, "An
Outlinc of Andcan Epidemic History to 1720", Bulletin of the History of Medicine, XXXVII, 6
(BaJtimore, nov .-di c. 1963),pp.493-515; Michele Colín, Le Cu:zco a la fin du XVI/e el au débul du
XVII/e siec/e (Paris, 1966).
9 Nicolás Sánchez-Albornoz, La población de América Laiina. Desde los tiempos precolombinos al
año 2000 (Madrid, 1973); Noble David Cook, Demographic collapse. lndian Peru, 1520-1620
(Cambridge, 1981 ).
10 Para la bibliografía referida a Nueva España, cf. Cecilia Rabell, La Población Novohispana a la luz
de los registros parroquiales (México, 1990).
11 No ble David Cook, The People of the Colea Va/ley. A Population Study (Boulder, 1982).
12 Ibídem, pp.78-9.
13 Nathan Wachtcl, Le retour des ancétres. Les lndiens U rus de Solivie. XXe-XV/e siec/e. Essai tf histoire
régressive (Paris, 1990).

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Estudios y Debates

que ganó durante la segunda mitad del siglo XVII, ubicándose en un nivel ligeramente infe-
rior al de 1645. 14 Wachtel ha complementado estos cálculos, basados en las visitas disponi-
bles para esas fechas, mediante una exploración de los registros parroquiales de San Andrés
de Machaca y Jesús de Machaca, pueblos ambos del corregimiento de Pacajes. Es posible
observar una duplicación del número de los bautismos aymaras de Jesús de Machaca entre las
décadas de 1650 y 1660. Lamentablemente, sigue una laguna prolongada en la serie de bau-
tismos, pero al reiniciarse entre 1710 y 1720, se sitúa, aunque con notables fluctuaciones de
año en año, en un nivel marcadamente superior. En la década de 1720, los bautismos bajarán
abruptamente a un nivel inferior al registrado en la década de 1660. En las series de bautis-
mos y defunciones para el período 1735-1808 se reconoce una larga fase de crecimiento des-
de 1755 hasta la década de 1790. 15 Las series de San Andrés de Machaca, por su parte, son
más continuas entre la década de 1660 y 1710, y muestran una incipiente tendencia al alza
que desde 1690 se hace mucho más marcada. 16
Nuestra propia investigación en curso se centra en la población de San Luis de Sacaca,
antigua cabecera de la Confederación de los Charcas, pueblo ubicado en la puna, y San Juan
de Acasio, su "anexo" colonial en tierras de valle. Se trata de dos pueblos de Chayanta, al
Norte de Potosí, entre los que se producían migraciones masivas estacionales para aprovechar
los recursos diferenciados de sus diversos medios ecológicos. 17 En virtud de esta práctica del
"doble domicilio", es necesario confrontar las series de registros parroquiales para ambas lo-
calidades a la vez (cf. gráficos 1 y 2). Las visitas fiscales, que toman la población de ambos
pueblos como unidad, penniten delinear una primera aproximación a esta historia demográfi-
ca local. La caída inicial de la población que siguió a la invasión europea es visible entre la
época de Toledo (5161 indígenas) y 1593 (2595, tasa= -3 .55%), continuando luego en for-
mas menos acentuada hasta 1614 (2080, tasa= -1.05 %). La recuperación de la población
comienza en algún momento del siglo XVII, pues para 1684 ésta sería de 4295 (tasa= 1.04%).
El total para 1725 es inferior (2787, tasa -1.05 %), tal como esperaríamos de los años siguien-
tes a la peste, mientra<; que el de 1754 muestra una recuperación (3967, tasa = 1.22), sin
igualar el nivel de fines del siglo XVII. La visita de 1773 (3~, tasa = -1 .12% ), es doblemen-
te sorprendente. Por un lado marca un retroceso respecto de los totales de 1754, mientras que,
por el otro, plantea una tasa de crecimiento superior al 12% anual para el período subsiguien-
te hasta la visita de 1786 (14152 habiumtes). En umto esta ultima, así como las visitas de
1792 (15942), 1798 (12872) y 1804 (12228), corresponden al ciclo de retasas efectuadas como
parte de la implementación del sistema de intendencias en el virreinato del Río de la Plata,
que implicó un mayor cuidado en su compilación, podemos suponer que los valores de 1773
son los menos confiables.
La compulsa de los registros parroquiales de Sacaca y Acasio completa y matiza esta
línea de evolución (cf. gráficos l y 2). Los bautismos y defunciones presenum grnn variabi-
lidad, en correspondencia con momentos de crisis que, en promedio, medidos por el índice de
Dupaquier, son uno de cada cuatro años. Entre esas crisis sobresalen en Sacaca la mortalidad

14 Ibídem, pp.386-7.
15 Ibídem, pp.400-2.
16 Ibídem, pp.391-6.
17 Tristan Platt, Estado boliviano y ayllu andino. Tierra y Tributo en el Nort e de Potosí (Lima, 1982).

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Tandeter: Población y economía en los Andes

Gráfico N2 l. Bautismos y entierros en Sacaca


(Chayanta, 1656-1810)
1000

10

1656 166616761686 16961706 1716 1726 17361746 1756 1766 1776 1786 17961 806
_ Bautismos _ Entierros

Gráfico N2 2. Bautismos y entierros en Acasio


(Chayanta, 1674-1810)
1000

100

10

J\ 1

165616661676 1686 16961706 1716 172617361746 1756 1766 1776 1786 17961 806
_ Bauti smos _ Entierros

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Estudios y Debates

causada por la peste de 1719 que alcanza un nivel anual similar al año crítico de 1804, aún
cuando la población total fuera quizás tres veces menor de lo que llegaría a ser a comienzos
del siglo XIX.18
Los bautismos de Sacaca presentan un alza nítida entre 1661 y 1701 , con una tasa de
4.5% anual. El alza es interrumpida entre 1702 y 171 O, con una brusca caída a una tasa de -
13.5 anual, en una década caracterizada por una sucesión de picos de mortalidad. La serie de
bautismos se interrumpe hasta 1743, veinte años después de la gran peste, cuando está en
curso un alza sostenida que se prolonga hasta 1766, con una tasa anual de 2.8%. Desde enton-
ces hasta 1794 se producen grandes fluctuaciones, con una tendencia a la baja.
La serie de los bautismos de Acasio, por su parte, comienza más tarde, y en ella es
visible un primer fuerte movimiento a la baja entre 1680 y 1692 (tasa= -24%), seguido por
un alza definida y prolongada entre 1693 y las vísperdS mismas de la peste en 1718 (tasa =
9, 1%). Notemos que a la peste no sigue una caída de los bautismos sino más bien una
estabilización, con bajas puntuales muy fuenes en 1720 y 1726, pero que sólo baja abruptamente
de 1740 a 1742, cuando se interrumpe la serie, para recomenzar en 1747 y 1748 en un nivel
ínfimo. Durante la segunda mitad del siglo se presentan fuertes oscilaciones, para recién
definirse un movimiento al alza entre 1794 y el fin de la serie en 1808 (tasa= 6.2%).
Lo que las series de ambos pueblos penniten postular, es la posibilidad de que el nadir
de la población indígena andina haya que ubicarlo antes de 1660. 19 Desde entonces hasta la
peste de 1719-21, con frecuentes crisis causadas por epidemias, las tasas de crecimiento pa-
recen haber sido muy elevadas. Por otra parte, si bien el pico de mortalidad de 1719 en Sacaca
es excepcional, con un número de entierros igual a diez veces el promedio de la década pre-
via, los efectos no parecen haber sido lo suficientemente prolongados como para que, según
lo que muchos han sospechado, se produzca entonces el nadir de la población indígena de los
Andes. La recuperación de la segunda mitad del XVIII es muy clara, aunque las tasas parez-
can ser inferiores a las de principios de siglo. El carácter sostenido y prolongado del crecimiento
demográfico del siglo XVIII se hace evidente cuando se comprueba que los bautismos de
Sacaca se triplican entre 1661-1701 y 1767-94, mientras que los de Acasio se cuadriplican
entre 1674-1702 y 1773-1794. Si tenemos en cuenta que probablemente los momentos de
más rápido crecimiento acababan de quedar atrás, podemos aceptar como un piso razonable
para el alza del siglo XVIII en esta región la tasa anual promedio de 1.22% que surge de la
diferencia entre la numeración de La Palata en 1684 y la cifra máxima de la visita de 1792.
Podremos extrapolar esta tasa para el conjunto del área andina? En todo caso, debemos notar
que la cifra recaudada como tributos por la Corona creció entre 1680-9 y 1790-9 a una tasa
promedio anual del 1.85% en Charcas, y del 1.97% en el virreinato del Perú. 20 Por supuesto

18 Para la crisis de comienzos del siglo XIX en el Alto Perú en general, y en Sacaca y Acasio en
particular, cf. E. Tandeter, "La crisis de 1800-1805 en el Alto Perú", Data. Revista del Instituto de
Estudios Andinos y Amazónicos, 1 (La Paz, 1991), pp.9-49.
19 El análisis de la evolución real de las cifras de la mita de Potosí también sugiere que el punto má~ bajo
post-Toledo se alcanza hacia mediados de siglo, seguido por un prolongado esta ncamien to. Cf. Jcffrcy
A. Cole, The Potosi Mita /573-1700. Compulsory lndian Labor in the Andes (Stanford, 1985), p.120.
20 Comunicación personal de Herbert S. Klein de cálculos inéditos. Cf. también su "Las economías de
Nueva España y Perú, 1680-1809: la visión a partir de las Cajas Reales" en Heraclio Bonilla (comp.),
El Sistema colonial en la América española (Barcelona, 1991), p. 197.

12 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

que detrá<; de ese aumento en los montos totales del tributo, debe re-conocerse no sólo el alza
de la población indígena, sino también la definitiva incorporación a lo largo del siglo de los
forasteros a la masa tributaria. Por otra parte, si nuestro interés es la población total, debemos
recordar que hay acuerdo entre los autores acerca de que la población indígena creció, en
general, menos que la mestiza y blanca, con el resultado de que su proporción en el total
habría caído del 75 al 50%. 21

Producción

El crecimiento de la población facilitó el aumento de la producción por mayor disponi-


bilidad de fuer1..a de trnbajo y má<; consumidores eventuales. En efe-cto, los estudios de las ultimas
décadas han ido desmontando lentamente la hipótesis de un siglo de "crisis" en la producción. 22
La producción de plata en Potosí inició probablemente su recuperación en las primeras décadas
del siglo XVIII, la que ya se acentúa desde mediados de la década de 1730. Entre la década de
1740 y la de 1780 se observa un ere-cimiento constante a una tasa del 2% anual. Aunque a una
tasa inferior, el alza continuó hasta fines del siglo XVIII. 23 Gracias a las investigacior¡es de John
Fisher, sabemos hoy que la separación del Alto Pení del virreinato del Pení, a partir de la década
de 1770, no significó la desmonetización de este último. Por el contrario, durante el ultimo cuarto
del siglo, y los primeros años del siglo XIX, los yacimientos bajoperuanos, y en especial Cerro
de Paseo, ex hibieron un notable incremento de su producción.24
También la producción agraria parece haber acompañado a lo largo del siglo al creci-
miento de la población. Las series disponibles de diezmos para el espacio andino, han sido
poco estudiadas, a pesar de que varias de ellas fueron editadas como fuentes. 25 Un caso que
se ha analizado en detalle es el del ar.wbispado de Charcas, donde la serie de diezmos ha
podido ser deflacionada según los precios agrícolas en el mercado de Potosí, lo que ha permitido
establecer una cronología tentativa acerca de las tendencias de la producción agraria durante
el siglo.u; Desde un nivel estable durante el ultimo cuarto del siglo XVII, y los primeros aí'los

21 Cook, "La población indígena", p. 96.


22 La for mulación de esa hipótesis en Gui llermo Céspedes del Cas till o, "Lima y Buenos Aires, reper-
cusiones económicas y políticas de la LTeación del virreinato del Plata", Anuario de Estudios Ame-
ricanos, 3 (1946) , pp. 667-874, y Osear Febrcs Villarroel, "La cri sis agrícola en el Perú en el último
tercio del siglo XV lll", Revista Histórica, 27 (Lima, 1964), pp. 102-199.
23 E. Tandeter, Coacción y mercado. La minería de la plata en el Potosí colonial, 1692-1826 (Cusco,
1992), passim.
24 J. R. Fisher, Minas y mineros en el Perú Colonial, 1776-1824 (Lima, 1977).
25 Lorenzo Huertas Vallejos y Nadia Carnero Albarrán, Diezmos en Arequipa 1780-1856 (Lima, 1983);
Diezmos del Cuz co 1777- 1853 (Lima, 1983); Lorenzo Huertas V., Tierras, Diezmos y Tributos en
el Obispado de Trujillo (Co lonia-Rep ública) (Lima, 1984); "Diezmos en Huamanga", Allpanchis,
XV II, 20 (C usco, 1982), pp.209-235; Nadia Carnero Albarrán y Miguel Pinto Huaracha, Diezmos de
Lima, 1592 -1859 (Lima, 1983).
26 E. Tandeter y N. Wachtcl, "Precios y producción agraria Potosí y Charcas en el siglo XVIII" en
L.L.Johnson y E. Tandete r (comps.), Economías coloniales. Precios y salarios en América Latina,
siglo XVlll (Buenos Aires- México, 1.992), pp.221 -301.

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Estudios y Debates

del siglo XVIII, la producción parece haber descendido hasta mediados de la década de 1730.
Desde 1735 a 1788, en cambio, el alza es muy definida, seguida por una baja durante la
ultima década del siglo, para luego esbozar un alza interrumpida por la crisis de 1805.27
Otro caso estudiado es el de la producción agraria de Arequipa durante el siglo XVIII. 28
A partir de los valores nominales de los novenos reales, la parte de la Corona en el remate de
los diezmos, Brown ha podido marcar tendencias tanto de productos básicos como de la
producción vitivinícola que la región exportaba. La producción triguera creció desde 1701
hasta 1775 a una tasa del 1.1 %, para bajar durante el ultimo cuarto de siglo al -0.6% anual.
Los productos de mayor consumo indígena, en cambio, parecen haber sostenido mejor su
tendencia de largo plazo. El maíz creció a una tasa del 4.9 % anual hasta 1775, que luego
descendió al 2.0% hasta 1800. La papa, que hasta 1775 había crecido al 1% anual, desde esa
fecha hasta fin de siglo lo hizo al 0,4% anual. 29 Brown opina que el comportamiento dife-
renciado entre el trigo y los otros productos, pudo haberse debido a un cambio por parte de
los productores para aprovechar los mayores rendimientos de los cultivos indígenas en una
situación de fuerte crecimiento de la población indígena. La producción de vino y aguardiente
en los valles de Arequipa creció durante el siglo a tasas inferiores a hL<; de los productos
alimenticios básicos, con valores entre 0.1 y 1.1 % anual. También en estos rubros el creci-
miento fue más marcado antes de 1775. 3º
La imagen de la "crisis" de la producción agraria andina fue modelada en su momento
a partir del caso limeño. El terremoto de 1687, lluvias inusuales en 1701, 1720 y 1728, más
el nuevo sismo de 1746, habrían marcado el fin de la producción triguera limeña y el comienzo
de la dominación del trigo chileno. 31 Flores Galindo, en cambio, postuló que lo que se pro-
dujo fue una sustitución de la agricultura orientada al abasto urbano, por la producción de
azúcar para la exportación.32 Burga ha sugerido más recientemente que también la producción
de maíz se expandió en el área limeña por adaptarse mejor al terreno que el cultivo del trigo.33
El análisis de los diezmos nominales del arzobispado de Lima ha permitido al mismo autor
subrayar que a una meseta de valores decimales estables 1768-1782, sigue un período de
definido crecimiento de la producción agrícola entre 1783 y 1818.34
Respondieron también las comunidades indígenas al crecimiento de la población me-
diante el aumento de su producción ? Es bien sabido que la exención de la que gozaban los
cultivos indígenas en tierras de las comunidades respecto del pago de diezmos, dificulta
aproximarse al conocimiento de las tendencias de su producción. Sin embargo, y más allá de

27 Ibídem.
28 Kendall W. Brown, Bourbons and Brandy. Imperial Reform in Eighteenth-Cenzury Arequipa
(Albuquerque, 1986).
29 Ibídem , pp.32-34.
30 Ibídem, pp.43-45.
31 Para una crítica de esa imagen, cf. Alberto Flores Galindo, Aristocracia y plebe. Lima, 1760-1 830
(Lima, 1984), pp.21-29.
32 Ibídem, pp.28-33.
33 Manuel Burga, "El Perú Central 1770-1860: Disparidades regionales y la primera crisis agrícola
republicana" en Reinhard Liehr (comp.) América Latina en la época de Simón Bolívar (Berlín, 1989),
pp. 231-232.
34 Ibídem, pp.240-250.

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Tandeter: Población y economía en los Andes

las situaciones abusivas en las que los indígenas emn obligados a pagar cuando legalmente
estaban exentos, dentro de los momos pagados en los remaies de diezmos, existían muy fre-
cuentemente rubros parciales que correspondían a items de la producción indígena. Así ocurre
con las veintenas, pago de la vigésima parle de cosechas de origen europeo cultivadas por
indígenas, aunq ue, lamentablemente, no es fácil separar tales rubros de la masa decimal total.
Con tcxlo, a partir del conjunto de documentación que nos sirvió en su momento para establecer
la serie global de diezmos del Arzobispado de Charcas, hemos podido elaborar una serie
prolongada de veintenas entre 1671 y 1781.35 Esta corresponde a un conjunto de ocho Doc-
trinas de Chayanta, que incluyen a Sacaca y Acasio, sobre cuya evolución demográfica nos
hemos detenido más arriba, así como San Pedro de Buenavista, Micani, las dos Chayantas,
Aymaya, Moscari y Panacache. El hecho de que las veintenas se refieran solamente a los
cultivos europeos en tierras indígenas, no es una limitación en el caso de Chayanta. Por el
contrdrio, en la medida en la que esta región fue durante el siglo XVIII una de las principales
zonas triguera~ altopcruanas de cuya producción dependía el abasto de varios centros urbanos,
la aproximación que logramos a través de las veinienas nos acerca, precisamenle, a la evolución
de las cosechas que las comunidades de Chayanta destinaban al mercado.
La serie de veintenas 1671-1781 permite comprobar que también para el caso de la
producción indígena de Chayanta se dio un proceso de crecimiento largo durante el siglo
XVlll (gráficos 3 y 4). Medidas sobre los datos de las series deflacionadas por las medias
móviles de siete años, centradas en el cuarto año, del índice general de precios agrícolas en el
mercado de Potosí, la producción indígena parece haber crecido más lentamente que la de las
haciendas (gráfico 4). MientrdS los diezmos presentaban entre 1718 y 1781 una tasa de cre-
cimiento anual promedio del 1.32%, las veintenas exhiben entre 1717 y 1781 una tasa de
crecimiento del 1.09%. Mientras los valores nominales de los diezmos se mantienen estables,
aunque con fluctuaciones. desde la década de 1670 hasta 1705, las veintenas, ubicadas en un
nivel inferior, muestran una definida tendencia al alza desde 1682 ha<;ta 1698 cuando se ubican
en un nivel semejante al de los diezmos ha<;ta 1705.(gráfico 2) La baja es común para ambas
series hasta llegar a los mínimos de los años de la gran peste, 1720-1721. (gráfico 3) Tam-
bién la tendencia al alza es paralela en ambas curvas hasta mediados de la década de 1750,
aunque los índices de las veintenas se ubican en un nivel netan1ente más elevado. La dis-
crepancia entre los dos movimientos se hace más fuerte en los 25 años siguientes, ya que los
diezmos muestrnn estabilidad con una suave caída, mientras las veintenas registran un fuerte
ascenso hasta 1768, seguido por una fuerte baja ha1,ta 1773, otro ascenso marcado hasta 1780
y su mínimo secular en 1781, en coincidencia con la gran rebelión.(gráficos 3 y 4)
Un ultimo sector productivo de grnn importancia era el textil. Lamentablemente, no
disponemos aún de estudios actualizados y sistemáticos, por lo que esperamos con gran an-
siedad la difusión de las tesis doctorales de Miriam Salas de Coloma sobre Huamanga, y la de
Neus Escandell sobre Cusco. 36

35 Archivo de la Catedral de Sucre, J,ibros del Cabildo; Archivo General de Indias, Sevilla, Charcas 725.
36 Anticipos de las investigaciones de Miriam Salas de Coloma en "Crisis en Desfase en el Centro-Sur
Este del Virreinato Peruano: Minería y Ma nufacturn Textil" en Hernclio Bonilla (comp.), Las crisis
económicas en la Hisloria del Perú (Lima, 1986), pp.139-165; "Los obrajes huamanguinos y sus
interconexiones con otros sectores económicos en el centro-sur peruano a fines del siglo XVIII", en

Nº 1, julio 1995 15
Estudios y Debates

Gráfico N11 3. Diezmos y veintenas, Charcas y Chayanta


1671-1817 (100= 1770-1779)
250

200

150

100

50

o
167 1 168 1 169 1 170 1 1711 172 1 173 1 1741 175 1 176 1 177 1 178 1 1791 180 1 1811
_ Die= os __ Veintenas
Fuentes: Archivo de la Catedral de Sucre, Libros del Cabildo; AGI, Charcas 725 .

Gráfico Nº 4. Diezmos y veintenas, Charcas y Chayanta


1717-1810, (100=1770-1779 deflacionados por medias móviles de 7 años del
índice de precios agrícolas de Potosí
200

150

100

50

o
1671 168 1 169 1 1701 1711 172 1 173 1 1741 175 1 176 1 177 1 178 1 179 1 1801 18 11
_ Die=os _ Veincena~
Fuentes: Archivo de la catedral de Sucre, LlDI'Os del Cabildo; AG l, Charcas 725 ; Tandeter-Wachtcl, "Precio.!i y Produccion agraria"

16 Revista Andin a, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

Precios y mercados
El cotejo de la evidencia discutida hasta aquí acerca de la población y la producción
durante el siglo XVIII en el área andina no pennite fonnular una hipótesis consistente acerca
de la existencia, o no, de un auténtico crecimiento per capita en la región durante ese período.
Un elemento adicional a considerar es la evolución de los precios durante el siglo en cuestión.
Disponemos de pocos estudios que hayan examinado el tema en si mismo, o como parte de
una investigación mayor. 37 Sin embargo, las conclusiones de esos estudios muestran un alto
grado de convergencia En efecto, todos ellos, con mayor o menor precisión cuantitativa,
señalan para el siglo un nivel de precios inferior al de la segunda mitad del siglo XVII, así
como tendencias largas que oscilan entre el estancamiento y la baja. La monumental publica-
ción reciente de las masivas estadísticas de precios recogidas por diversos equipos encabezados
y coordinados por Pablo Macera refuerza, en principio a través de la impresión visual de sus
numerosos gráficos, esas conclusiones.38
Al momento de explicar esas tendencias, diversos autores han recurrido a la idea de la
restricción o saturación de los mercados. De acuerdo a la evidencia analizada más arriba
acerca de la población y la producción a lo largo del siglo, no es probable que esa restricción
haya surgido de un aumento de la producción que habría superado ampliamente al de la
población. Existen, en cambio, indicadores que sugieren que la demanda efectiva no creció al
ritmo de la población.39
El primer indicador se refiere al ritmo diferencial de desarrollo de la población urbana
y rural. Ciudades y centros mineros fueron responsables a través de la demanda que generaron
tempranamente de la mercantiliz.ación del espacio andino.40 Pero la baja de la producción minera
potosina a lo largo del siglo XVII no implicó la retracción unifonne de la mercantilización de
diversas regiones, empresas y comunidades indígenas del espacio peruano. Varios estudios

Nils Jacobsen y Hans-Jürgen Puhle (comps.), The Economies of Mexico and Peru during the Lale
Colonial Period, 1760-1810 (Berlin, 1986), pp.203-232.
37 Tandeter-Wachtel, "Precios y producción agraria"; Luis Miguel Glave y Maria Isabel Remy, Estructura
agraria y vida rural en una región andina. Ollantaytambo entre los siglos XVI-XIX (Cusco, 1983);
Brooke Larson, Colonialismo y transformación agraria en Bolivia. Cochabamba, 1500-1900 (La Paz,
1992); Susan E. Ramírez, Patriarcas provinciales. La tenencia de la tierra y la economía del poder
en el Perú colonial (Madrid, 1991); Marce! Haitin, "Prices, the Lima Market, and the agricultura!
crisis of the late Eighteenth-century in Perú", Jahrbüch von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft
Lateinamerikas, 22 (Colonia, 1985), pp. 167-97; Salas de Coloma, "Crisis en Desfase"; Salas de
Coloma, "Los obrajes huamanguinos"; Kendall W. Brown, "Movimientos de precios en Arequipa,
Perú, en el siglo XVIII", en Johnson-Tandeter (comps. ), Economías coloniales, pp.191-219; E. Tande ter,
Vilma Milletich y Roberto Schmit, "Flujos mercantiles en el Potosí colonial tardío", Anuario JEHS
, 9 (Tandil, Universidad Nacional del Centro), pp.97-126.
38 Pablo Macera, (comp.) Los Precios del Perú: Siglos XVI-XIX, Fuentes, 3 vols. (Lima, s.f.).
39 Es bien sabido que la exportación fuera del espacio andino durante todo el período colonial fue,
fundamentalmente, en metales preciosos. El azúcar de Lambayeque, que durante el siglo XVII tuvo
su principal mercado en Panamá, ya lo había perdido durante el siglo XVIII. Por tanto, la demanda
efectiva a la que nos referimos es siempre la interna al espacio.
40 Carlos Sempat Assadourian, "La producción de la mercancía dinero en la formación del mercado
interno colonial. El caso del espacio peruano, siglo XVI", en E. Florescano (comp.), Ensayos sobre
el desarrollo económico en Mexico y América Latina (México, 1979), pp. 223-292.

Nº 1, julio 1995 17
Estudios y Debates

recientes penniten plantear la hipótesis de una creciente autonomización de zonas producto-


ras y circuitos mercantiles respecto de los mercados mineros.41 Pero un hecho muy notable
durdilte el período 1650-1750 es la declinación de las ciudades andinas, que en el Alto Perú
afectó a todas ellas salvo La Paz.42 Más aún, la recuperación de la población de algunas de
ellas durante la segunda mitad del siglo XVIII fue claramente muy inferior a la de la población
rural en ese mismo período. Por tanto, el papel dinamizador de la demanda urbana fue muy
limitado.
En Lima, la población subió muy lentamente durante la primera mitad del siglo XVlll,
desde un total estimado para 1700 de 37000 habitantes hasta 52000 en 1755; pero durante la
segunda mitad del siglo se mantuvo casi sin variación alcanzando en 1790 los 53000.43 La falta
de dinamismo de la economía urbana limeña debe atribuirse a su total dependencia de las
actividades terciarias, en particular gobierno y comercio. Estas ultimas se verán muy afecta-
das por las consecuencias para la ciudad de la liberalización del comercio trasatlántico y de
las refonnas Borbónicas.44
El caso más notable es el de Potosí, que quizás había llegado a superar los 100.000
habitantes en el siglo XVII. Como resultado de la baja de la producción minera se produjo
también la de su población. Pero mientras la minería comenzó su recuperación en las primeras
décadas del siglo XVIII y continuó en alza hasta 1800, la población de la ciudad siguió su
descenso hasta fines de la década de 1770, cuando, según distintas estimaciones, oscilaba
entre los 22000 y los 30000 habitantes.45 Después de la coyuntura de la rebelión de Tupac
Amaru, que probablemente marcó el nivel de población más bajo de la ciudad, se produjo un
aumento hasta llegar a cerca de los 45000 habitantes hacia 1800.46

41 Larson, Colonialismo y transformación agraria; Kenneth J. Andrien, Crisis and decline. The Viceroyalty
of Peru in the Seventeenth Century, (Albuquerque, 1985); Salas de Coloma, "Crisi s en Desfase";
Salas de Coloma, "Los obrajes huamanguinos"; J.C. Garavaglia, Mercado interno y economía colo-
nial (México, 1983); Zacarías Moutoukias, Contrabando y control colonial. Buenos Aires, el Allán-
Lico y el espacio peruano en el siglo XVII, (Buenos Aires, 1989); Ramírcz, Palriarcas provinciales.
42 Hcrbert S. Klcin, Bolivia. The Evolution of a Muili -Ethnic Sociely (Nue va York, 1992), pp.64-5.
43 Marce] Haitin, "Late Colonial Lima: Economy and Socicty in an Era of Reform and Revolution",
tesis doctoral inédita (University of California, Berkeley, 1983), p.199.
44 lbidem, pp.99-136; 205-6.
45 "Extracto del número de vecinos y havitantes de la imperial Villa de Potosi ... Potosí, 24/1/1780",
Biblioteca del Instituto de Historia Argentina y Americana " Dr. Emilio Ravignani", Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires ; "Algunas noticias del Potosi, Del Paraguay y Bs.
Ayres", Biblioteca Británica, Londres, Add .Mss.17606, f. 53; Sanz a Real Audiencia, Potosí, 24/4/
1795, Biblioteca de la Real Academia de la Historia, Madrid, Colección Mata Linares, XXXVIII,
f.343v; Pedro Vicente Cañete y Domínguez, Guía histórica, geográfica .. . del Gobierno e fnl endencia
de la Provincia de Potosi (1789) (Potosí, 1952), p. 38; Francisco Ramón de Herboso y Figueroa
(Arzobispo de Charcas) a Gálvez, La Plata, 5/11/1778, Archivo General de Indias, Sevilla, Indiferente
general 1527; Maria del Pilar Chao, "La población de Potosí en 1779", Anuario del lnstituLo de In-
vestigaciones Históricas, 8 (Rosario, 1965), p. 180; Daniel J. Santamaria, "Potosí entre la Plata y el
Estaño", Revista Geográfica. lnstitUlo Panamericano de Geografía e Hist oria, 79 (México, 1973 ),
figura 8.
46 Manrique al virrey Vértiz, Potosí, 16/8/1782, Archivo General de Indias, Charcas 438; Vicente Pazos
Kanki, Letters on the United Provinces of SouLh America ... (Nueva York y Londres, 1819), p. 140;
Santamaria, "Potosí", figura 8.

18 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

El ejemplo de Potosí pennite avanzar en el planteo de la relación entre precios y


mercados en el conjunto del área andina. Es probable que allí la discrepancia entre las tenden-
cia<; de la producción de plata y de la población urbana durante los primeros tres cuartos del
siglo, se haya debido al hecho de que el incremento de la primera se consiguió gracias al
aumento de la productividad del trabajo forzado, sin expansión de la fuerza de trabajo minera.47
Con todo, durnnte las dos ultimas décadas del siglo, mientras la producción de plata seguía
aumentando, la población de la ciudad crecerá efectivamente. A ese aumento de la población
corresponderá una notable expansión cuantitativa del comercio de efectos producidos en di-
versas zonas andinas que confluyen al mercado urbano.48 En ese contexto de mayor dispo-
nibilidad de moneda, y de aumento de la población, sin embargo, los precios de las expor-
taciones regionales a Potosí, con la excepción de la coca de La Paz, muestran una definida
tendencia a la baja.49
El problema de la fonnación de precios en el siglo XVIII parece exceder el marco de
la economía minera o urbana, para remitir al conjunto de la demanda interna efectiva, y, en
particular, a la situación de las comunidades indígenas a lo largo del siglo. A su vez, esto
requiere discutir con algún detalle mayor la problemática de la tierra en ese período. El siglo
XVII se ha identificado como el de la expansión y consolidación de las grandes haciendas.
Pero ya para fines de siglo, o comienzos del siglo XVIII, son perceptibles signos de estan-
camiento en la rentabilidad de muchas empresas agrarias. Por razones distintas, las haciendas
azucareras de Lambayeque en la costa norte, las unidades productoras de trigo en la zona
central, o las haciendas de Cochabamba, encuentran dificultades para colocar su producción
en sus mercados tradicionales al nivel en el que lo venían haciendo. Las primeras habrían
perdido el mercado distante de Panamá frente a la competencia de la producción caribeña;50
los productores trigueros se habrían visto eliminados de Lima por la competencia chilena;51 y
los hacendados cochabambinos eran directamente afectados por la baja de la importancia de
la ciudad de Potosí.5 2
La peste de 1719-21 marca una coyuntura de gran importancia en los cambios de la
relación tierrn/hombres en los Andes. Es verdad que interviene cuando ya se han manifestado
los síntomas de estancamiento en la producción de las haciendas que acabamos de mencionar.
Pero, como muy bien lo han señalado Glave y Remy en su fundamental estudio sobre
Ollantaytambo, se da entonces la parddójica situación de que mientras los ingresos por ventas
de las haciendas de los Bethlemitas manifiestan fuertes síntomas de "depresión", "la imagen
que se desprende del índice de compras [de tierras] es de prosperidad, de expansión, de intenso
movimiento económico". 53
Cómo pudo la peste de 1719-21 convertirse en una "coyuntura favorable" para mu-
chos hacendados ? Es sugerente considerar la hipótesis adelantada por Wachtel, a partir del

47 Tandeter, Coacción y mercado, passim.


48 Tandeter-Milletich-Schmit, "Fl ujos mercan tiles".
49 lbidem.
50 Rarrúrez, Patriarcas provinciales.
51 Flores Galindo, Aristocracia y plebe; Burga, "El Perú Central".
52 Larson, Colonialismo y transformación agraria.
53 Glave-Remy, Estructura agraria, p.323.

Nº 1, julio 1995 19
Estudios y Debates

análisis de pirámides de edades de mediados de la década de 1720, de que la epidemia, cuyo


diagnóstico sigue sin precisarse, atacó particularmente a adultos, y no a niños ni jóvenes.54
Los dalos de defunciones de Sacaca, así como los de parroquias indígenas de la ciudad de
Potosí, parecen confirmarla. Mientras en la parroquia rural dumnle la peste se presenta una
concentración de defunciones de hombres y mujeres de entre 20 y menos de 70 años, en la
ciudad la epidemia parece afectar más específicamente aún a los adultos de ambos sexos de
entre 30 y menos de 60 años.55 La población activa se habría visto, entonces, particularmente
diezmada. Pequeños propietarios que se encontraron sin capacidad de reclutar trabajadores,
así como comunidades que dejaron de tener la capacidad pam cultivar sus tiernlS, las ofrecieron
en venta a los grandes propietarios. A los efectos de la peste se sumaron los de una sequía que
se desencadenó entonces y perduró hasta 1724. Los hacendados, probablemente sin uso
productivo inmediato pam esas tierras, no dejaron pasar, sin embargo, la oportunidad de extender
sus propiedades. Las autoridades coloniales parecen haber ayudado activamente en el proceso
de traspaso de tierras que quedaron "baldías".56 En el altiplano, curas, curacas y laicos con-
virtieron en haciendas tierras de las comunidades en las que antes pastaban sus rebaños. 57
Una confirmación de que la recuperación de la población después de la peste fue re-
lativamente rápida, es que hacia mediados de siglo comienzan a aparecer signos de que las
comunidades desean recuperar las tierras perdidas, generándose conllicLos entre comunidades,
y entre éstas y haciendas. Nils Jacobsen ha estudiado como entre 171 O y 1780 los derechos
consuetudinarios al usufructo de la tierra tuvieron cada vez menos importancia a los ojos de
las autoridades coloniales, favoreciéndose desde 1754 el otorgamiento de lÍLulos a las ha-
ciendas.58 Con la afirmación del crecimiento demográfico durante la segunda mitad del siglo,
la escasez de tierras en las comunidades pasó a ser un problema de evidente importancia.59 Si
en los años inmediatamente posteriores a la peste fue fácil la conversión de "forasteros" en
originarios, con el paso del siglo la falta de tierras hará que miembros de familias de originarios
pasen a la categoría de "forasteros sin tierras". 60
Afectadas negativamente por la imposibilidad de retener las tierras necesarias pam
hacer frente a las necesidades productivas de una población en aumento, las comunidades
verán agravarse su situación por el despliegue de formas de exacción intensificada por parte

54 Wachtel, Le retour, pp.397-400.


55 Cook, por su parte, había distinguido en Yanque, Collaguas, una primera epidemia en enero de 1720
que atacó preferentemente a niños, mientras que la segunda, desde fines de 1720 hasta mediados de
1721, hizo víctimas de todas las edades, aunque especialmente entre los de más de 50 años. Cook,
People of the Colea, pp.76-7.
56 Glave-Remy, Estructura agraria, pp.322-31; Ward Stavig, "La Crisis Indígena en el Sur andino.
Quispicanchis y Canas y Canchis en el Siglo XVIII", ponencia presentada al VII Simposio Interna-
cional de Historia Económica, CLACSO/IEP, Lima, 1986, p. 21.
57 Nils Jacobsen, "Campesinos y tenencia de la tierra en el altiplano peruano en la transición de la
Colonia a la República", Allpanchis, 37 (1991), pp.25-92.
58 lbidem.
59 Albert Meyers, "La situación económica en las comunidades de la Sierra Central del Perú a fines de
la época colonial. Anotaciones a base del estudio de las cofradías", en Jacobsen-Puhle (comps.), The
Economies of Mexico and Peru, pp.91-112.
60 Wachtel, Le retour; Daniel J. Santamaría, "La propiedad de la tierra y la condición social del indio
en el Alto Pení, 1780-1810", Desarrollo Económico, vol. 17, 66 Gulio-scptiembre 1977), pp.261-2.

20 Revista Andina , Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

del estado colonial y sus funcionarios, en especial desde la década de 1730.61 Entre la década
de 1750 y 1780, la legalización del repartimiento forzoso de mercancías representó el aumen-
to de una onerosa carga que pesaba sobre las comunidades.62 Las reformas borbónicas im-
plicaron en geneml nuevas y mayores exacciones sobre la economía indígena.63 Hacia 1780-
1789, el tributo llegó a ser en el Pení la mayor fuente individual de ingresos para la Corona. 64
A lo largo de ese proceso, mientr<lS el empobrecimiento afoctaba a partes importantes de la
población indígena, se daban procesos de diferenciación interna de las comunidades, en las
que algunos de sus integrantes, muchas veces miembros de las familias curacales, aprovechaban
oportunidades de acumulación dentro o fuera de la comunidad. 65 Sin embargo, esa diferen-
ciación no alcanzó a aumentar significativamente el sector consumidor para la producción de
haciendas y obrajes.
El sistema colonial originó un mercado interno en los Andes a partir de las demandas
de aba<;to del mercado minero potosino y de la imposición tributaria a las masas indígenas.66
Los indígenas se encontraron entonces como productores en sus comunidades y como con-
sumidores en Potosí. 67 A la vez, la disrupción del acceso tradicional indígena a los recursos
de los diferentes niveles ecológicos andinos generó la temprana difusión de formas de inter-
cambio entre comunidades.68 Si bien durante el siglo XVII la baja de la producción minera
potosina produjo la autonomización de mercados regionales y zonales, las cargas y oportu-
nidades del sistema colonial sirvieron para mantener durante todo el período colonial la
mercantilización de las com unidades indígenas. Sin embargo, por la misma naturaleza de la
presión estatal, su participación mercantil se dio, prioritariamente, como vendedoras tanto de
productos corno de fuer1.a de trabajo. 69
Es posible que los repartimientos forzosos de mercancías, en especial durante el período
de su legalización entre la década de 1750 y 1780, hayan contribuido a ensanchar los mercados
consumidores pam productos de haciendas y obrajes. 7° Carecemos de estudios que nos per-
mitan aseverar que ese fue el caso, o cuáles fueron las consecuencias en ese sentido de la
abolición de los repartos después de las rebeliones de la década de 1780. Sin embargo, la

61 Steve J. S1em, "La era de la insurrección andina, 1742-1782: una rei nterpretación" en Steve J. Stem
(comp.), Resistencia, Rebelión, y Conciencia Campesina en los Andes, siglos XVIII al XX (Lima, 1990),
pp.92-4.
62 Jürgen Golte, Repartos y rebeliones (Lima, 1980).
63 O'Phelan Godoy, Un siglo de rebeliones anticoloniales, passim.
64 Kl ein, "Las economías de Nueva España y Perú", p. 197.
65 Larson, Colonialismo y transformación agraria, pp.167-208.
66 Assadourian, "La producción de la mercancía dinero".
67 lbidem.
68 Carlos Scmpat Assadourian, " Intercambios en los territorios étnicos entre 1530 y 1567, según las
visitas de Huánuco y Chucuito" en O. Harris, B. Larson y E. Tandeter (cornps.), La participacion
indígena en los mercados surandinos. Estralegias y reproducción social, siglos XVI a XX (La Paz,
1987), pp.65-11 O.
69 Thicrry Saignes, "Las etnías de Charcas frente al sistema colonial (siglo XVII)", Jahrbüch ¡ur Geschichte
von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Laleinamerikas, 21 (Colonia, 1984), pp.27-75; "Ayllus, mer-
cado y coacción coloni al : el reto de las migraciones internas en Charcas (siglo XVII)" en Harris-
Larson-Tandeter (comps.), La participación indígena, pp.111 -58.
70 O ' Phelan Godoy, Un siglo de rebeliones anti-coloniales, pp.117-127.

Nº 1, julio 1995 21
Estud ios y Debates

evolución de los precios durante la segunda milad del siglo XVIII, a<;í como estudios particu-
lares de áreas productoras, sugieren que la demanda interna no creció al riuno de la JX)blación
global ni en las ci udades ni en las comunidades indígenas. En un contexto de precios estan-
cados, o en baja, los grandes productores enfrentaban la compet.cncia creciente de los peque-
ños y medianos, tanto en la producción agrícola como textil, agravada en este ultimo caso JX)r
la cantidad creciente de imJX)rtaciones europcas.71 Las reformas borbónicas, por su parte,
también implicaron un incremento en las cargas impositivas en la esfera de la circulación que
pesaban fuertemente sobre los hacendados.
Habiendo revisado la idea de una "crisis" entendida como baja de la JX)blación o de la
producción, nos encontrarnos, sin embargo, al final de nuestro recorrido, con la conclusión
provisoria de una "crisis" tanto en la rentabilidad empresaria como en el bienestar de las
comunidades indígenas andinas. Nuevas investigaciones deberán precisar los contornos de
esas situaciones críticas.

Enrique Tandeter
Departa mento de Historia
Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Buenos Aires
Puán 480, 3º piso
1406 Buenos Aires, Argentina
Fax (54-l) 432-0121
E-mail: rpt.andet@criba.edu.ar

71 John R. Fishcr, "The Effccts of Comercio Libre on the Economics of New Grdilada ancl Peru: A
Comparison", en John R. Fisher, AJlan J. Kue thc y Anthony McFarlane (comps.), Refor,n and
/nsurrection in Bourbon New Granada and Peru (Baton Rouge, 1990), pp.1 47-163.

22 Rev ista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

COMENTARIOS
completado su investigación utilizando las cifras
Gastón Arduz Eguía de los diezmos percibidos por el Arzobispado de
La Paz La Plata para inferir la curva de la producción
Bolivia agrícola, durante el mismo período, en el área re-
gional de Potosí.
Mi entusiasmo se justificaba y quiero creer que
Por mi interés en la historiografía y como fue compartido. Era la primera vez que en Bolivia
boliviano, tengo en gran aprecio la obra y los se disponía, en forma serial, para un largo período
trabajos del investigador argentino Enrique y una región históricamente significativa, de índi-
Tandeter. Es uno de los más distinguidos especia- ces de precios y de índices de producción agrícola.
listas de la historia económica y social del Pení Después de doce años, esa mono grafía, qu_e espero
colonial y, muy particularmente, del Alto Pení, haya sido vertida al castellano, no ha perdido nada
(Potosí y la región de Charcas). de su importancia, tanto por la información que
Que aquélla fue una orientación intelectual contiene, cuanto por su valor como pauta
temprana lo acredita el hecho de que su tesis metodológica para el investigador local que em-
doctoral en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias prenda una labor de este género.
Sociales de Paris, sustentada hace quince años, tuvo Merece mención aparte la última obra de En-
por tema y por título "La rente comme rapport de rique Tandeter, obra mayor que es probablemente
production et comme rapport de distribution. Le el desarrollo de su tesis doctoral y que ha debido
cas de !'industrie minicre de Potosi, 1750-1826"; insumir muchos años de investigación: Coacción
esta tesis ha quedado inédita, pero entiendo que y Mercado. La minería de la plata en el Potosí
constituye, en cierto modo, la primera versión de colonial. 1692-1826 (Centro Las Casas, Cusca,
una obra mayor reciente que mencionaré después. 1992). Aparecida en 1992, es, en primer término,
En años posteriores, Tandeter ha publicado nu- un estudio sólidamente documentado del régimen
merosos estudios que pertenecen al dominio de la laboral prevaleciente en la minería del cerro du-
historiografía económica y social andina, y más rante la colonia, y particularmente a lo largo del
concretamente altopcruana, entre ellos "Forced and siglo XVIll, no sólo respecto del trabajo forzado-
Free Labour in Late Colonial Potosi. Past and la "mita"-, sino también del trabajo voluntario y de
Present" (1981 ), "La producción como actividad esa forma singular y característica, el "kajcheo",
popular: 'ladrones de minas' en Potosf' (1981)", que ha sobrevivido hasta nuestro siglo. El autor
"Mercados y precios coloniales en los Andes" estudia después detenidamente las modalidades del
(1990), "El eje Potosí-Buenos Aires en el Imperio crédito, el arrendamiento y las utilidades en la
Español" (1991), "Crisis in Upper Peru, minería potosina de las últimas décadas del siglo
1800-1805" (1991) ... XVIll, para concluir examinando los esfuerws de
En 1985 tomé pie de la publicación de un los gobernadores-intendentes, en el contexto de las
pequeño libro mío para llamar la atención de mis "reformas borbónicas" y ya en vísperas de la gran
colegas bolivianos, por lo común menos interesa- crisis de principios del siglo XIX, para fomentar la
dos en la historia económica y social que en la producción protegiendo al arrendatario, que er_a
historia política, sobre una monografía de Enrique entonces el verdadero productor, contra la capaci-
Tandeter y Nathan Wachtel aparecida hacía poco. dad del propietario absentista. Se trata, en todo y
Lo hice en estos términos: "En prensa este libro, por todo, de un aporte de primera importancia a la
leo la monografía de E. Tandeter y N. Wachtel, historia de la minería de Potosí.
"Conjonctures inverses. Les mouvements des prix
aPotosi pendant le XVIlle. siecle" (Annales, mai-
juin 1983 ). Se trata de una notable contribución a ***
nuestra historia económica durante la era colonial.
Los autores presentan en apéndice, bajo la forma La primera parte del artículo "Población y
de índices y gráficos, los precios de 31 artículos, economía en los Andes (siglo XVIll)", que da
más el salario del peón, en el lapso 1676-1816. La ocasión a estas líneas, concierne a problemas de la
fuente ha sido el libro de gastos del convento de demografía indígena andina en la era colonial y,
San Antonio de Padua, en Potosí, y los autores han en verdad, sólo podrá ser apreciada en su justo valor

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Estudios y Debates

por los especialistas en la materia. Atento menos rito de factores concurrentes como la reducción del
a ofrecer "una visión global y acabada", que a, tributo del quinto al d iezmo en 1736, el relativo
"discutir algunos de los resultados" de investiga- aumento del precio efecti vamente pagado al pro-
ciones recientes que le parecen "más novedosos e ductor y el perfeccionamiento de la me talurgia, que
importantes", el autor, dando por superada la opi- permitió beneficiar en cierta escala los "negrillos",
nión antaño prevaleciente sobre un decreci -mien- especies mineralóg icas compuestas de sulfuros
to de la población indígena y un empobrecimiento complejos intratables, que los mineros potosinos
general en el Perú del siglo XVlII, cita las inves- rehuyeron casi ha, ta mediados del siglo XVUl, no
tigaciones efectuadas por Noble David Cook obs tante de q ue ya entonces constitu ían el tipo de
respecto del valle de Colea y Nathan Wachtel res- mineralización prevaleciente en el cerro. El autor
pecto de los urus, investigaciones que coinciden señala tambi én la expansión de la minería en el
en mostrar un crecimiento de la población indíge- Perú en el último tercio de siglo, expansión que, a
na en ese siglo, interrumpido más o menos mi juicio, obedeció menos al incremento de la
duraderamente por la gran epidemia de 1719-1 721. población que a una cierta normalización en la
Tanto o más interés presenta la investigación rea- provisión de mercurio, a la rehabilitación de Cerro
lizada por el propio autor, valiéndose de la, cifras de Pa,co graci a, a obra, de drenaje, al descubri-
de visitas fiscales y los registros parroquiales de miento del mineral de Hualgayoc en 1771 y a la
bautizos y defunciones, acerca dé" dos pueblos de contribución de otras minas nuevas como la de
Chayanta, en la región de Potosí, que constituían Huantajaya.
una sola unidad socio-económica: San Luís de El autor advierte también un aumento de la
Sacaca y San Juan de Acasio. Las series obtenidas producción agrícola, evocando sus propi as
lo inducen a pensar que el nadir de la población comtataciones respecto de la región de Charcas (cf.
indígena pudo situarse antes de 1660, acusando "Conjonctures inverses ... ", coautor N. Wachtel) y
ulteriormente tasas de crecimiento muy elevadas la zona de Chayanta (gráficos 3 y 4 del artículo),
hasta los años de la gran epidemia, cuyos efectos más las de Kendall W. Brown para la comarca de
no habrían sido muy prolongados. Aunque con Arequipa, deducidas ésta, de los "valores nomina-
tasas de crecimiento menores, la recuperación en les de los novenos reales", o sea la parte de los
la segunda mitad del siglo le parece evidente. diezmos eclesiásticos que se reserva la Corona. La
Comparando las cifras de la numeración del región de Lima, que contraría esa tendencia al alza,
virrey La Palata en 1684 y la cifra máxima de la con..,tituiría un ca,o de excepción que se explica
visita de 1792, infiere Tandeter como razonable, por razones particulares.
para la región y el período, una tasa media anual de La última parte del artículo tiene por tema la
crecimiento del 1.22 por ciento. "¿Podremos -se evolución de los precios en el área andina durante
pregunta- extrapolar esta tasa para el conjunto del el siglo XVLU. Los pocos estudios existentes sobre
área andina?". Reconociendo, sin duda, el riesgo el asun to coinciden, según el autor, en señalar para
implícito en toda extrapolación, deja la cuestión sin el siglo, "con mayor o menos precisión cuantitativa,
respuesta, aunque señalando, en apoyo de la hipó- ... un nivel de precios inferior al de la segunda mitad
tesis, que también el rendimiento de la tributación del siglo XVII, así como tendencias largas que
indígena aumentó entre 1680-9 y 1790-9 a una ta,a oscilan entre el estancamiento y la baja". ¿Cabe
media anual del 1.85 por ciento en Charcas y del explicar esas tendencias por una "saturación de los
1.97 por ciento en el virreinato del Perú. mercados", consiguientemente a "un aumento de
La segunda parte de artículo está consagrada la producción que habría superado el de la po-
a la producción, y el autor advierte de entrada que blación"? El autor no lo considera probable y
"el crecimiento de la población facilitó el aumento encuentra, más bien, indicadores de que " la de -
de la producción por mayor disponibilidad de manda efectiva no creció al ritmo de la población",
fuerza de trabajo y más con..,umidores eventuales", siendo el primero el "ritmo diferencial de desarrollo
desvirtuando así " la hipótesis de un siglo de 'cri- de la población urbana y rural". La población de
sis' en la producción". Señala, en efecto, la recu- la, ciudades andinas, en efecto, declinó en el pe-
peración de la producción de plata en Potosí a partir ríodo 1650-1750 y su recuperación "durante la
de mediados de la década de 1730, recuperación segunda mitad del siglo xvm fue claramente muy
que atribuye al "aumento de la productividad del inferior a la de la población rural", de suene que
trabajo forzado" (cf. también sobre este punto "el papel dinamizador de la demanda urbana fue
Coacción y Mercado ... , pas.sim), sin hacer mé- muy limitado".

24 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

"El problema de la formación de precios en el prematuro a~egurar que el influjo de dicha cues-
siglo XVIJI -dice el autor más adelante- parece tión ha cesado. En cuanto a los estudios de la de-
exceder el marco de la economía minera o urbana, mografía del siglo xvm, por ejemplo, constata-
para remitir al conjunto de la demanda interna mos que los mayores aportes se han realizado en
efectiva, y, en particular, a la situación de las el estudio de la población indígena. En lo referente
comunidades indígenas a lo largo del siglo", lo que, a la población blanca y mestiza parece que sólo se
"a su vez, requiere discutir con algún detalle la sabe que alcanzó un crecimiento mayor que el de
problemática de la tierra en ese período". La la población indígena. La falta de precisiones y de
discusión que sigue da idea de que la gran epidemia cuestionamientos en tomo a los segmentos no indios
de 1719-1721, al reducir la población de trabaja- de la población bien puede atribuirse a las limita-
dores adultos, abrió una coyuntura favorable a la ciones de las fuentes. Sin embargo, cabe recordar
expansión de las grandes haciendas a expensas de que el análisis de la situación de la población in-
las tierras de pequeños propietarios y comunida- dígena tiene un papel principal en la argumentación
des indígenas. Confrontadas ulteriormente las y explicación de las rebeliones, aunque también se
comunidades a la insuficiencia de tierras y sujetas haya señalado la participación mestiza y blanca.
a "formas de exacción intensificada por parte del En la medida que los estudios demográficos han
estado colonial", agravadas por la carga del estado condicionados tan fuertemente por el marco
repartimiento forzoso de mercaderías por los co- de la rebelión cabría preguntarse si esta concentra-
rregidores, "su participación mercantil se dio, ción en la demografía indígena no es otro sutil
prioritariamente, como vendedoras tanto de pro- efecto del predominio del "gran tema" de las re-
ductos como de fuerza de trabajo". "En un contex- beliones en la historia demográfica.
to de precios estancados, o en baja, los grandes Tandeter asegura que los progresos habidos en
productores enfrentaban la competencia creciente la historia demográfica y económica son de carác-
de los pequeños y medianos, tanto en la produc- ter fragmentario y más bien errático. Esta
ción agrícola como la textil ... ". fragmentación de los avances historiográficos ¿se
La frase final resume y da sentido al artículo: debe quizá a la crisis de las rebeliones como gran
"Habiendo revisado la idea de una 'crisis' entendida pregunta articuladora de las preocupaciones de los
como baja de la población o de la producción, nos historiadores? Por otra parte, ¿es cierto que los
encontramos, sin embargo, al final de nuestro re- avances sean tan erráticos como Tandeter afirma?
corrido, con la conclusión provisoria de una 'crisis' Un examen más exigente de los presupuestos que
tanto en la rentabilidad empresarial como en el condiciona y/o fomentan la exploración de deter-
bienestar de las comunidades indígenas andinas ... ". minados problemas históricos implicaría necesa-
Nutrido en sus referencias, bien argumentado riamente evaluar la significación de la perspectiva
y articulado, sugestivo en muchos aspectos, este regional como marco de muchos hallazgos y plan-
interesante trabajo ganará a ser leído en conjun- teamientos que se han hecho sobre la evolución
ción con las dos obras mayores del autor que cité demográfica y económica del área andina en el siglo
hace un momento. XVill. Vistos desde este ángulo los avances reali-
zados son menos dispares y erráticos. Muchos
avances que Tandeter considera responsables de
un cambio de percepciones sobre la evolución
Magdalena G. Chocano Mena
económica y demográfica del siglo xvm se han
Dept. of H istory
realizado partiendo desde la óptica de una historia
SUNY at Stony Brook
regional. La cuestión de la región está estrecha-
NY 11794-4348
mente ligada al tema del mercado, vía de acceso al
EE.UU.
gran problema de las articulaciones regionales en
el espacio andino. La tradición de la historia regio-
Probablemente muchos historiadores coinci- nal ha tenido innegablemente un peso en el rumbo
dirán en que el "gran tema" de las rebeliones pa- de la historia económica y demográfica; sería de
rece haber agotado sus posibilidades como acicate interés discutir hasta que punto esta tradición se ha
para la investigación histórica. Esto señala -según combinado con un enfoque centrado en la evolu-
Tandeter- la definitiva independencia de la histo- ción de sectores concretos de la producción,
ria económica y demográfica andinas respecto a la aproximación que se ubica más netamente dentro
asfixiante hegemonía de la cuestión de las rebelio- de la metodología de la historia económica. Cabría
nes en la historiografía del área. Pero quizá es aun puntualizar entonces de modo explícito los marcos

Nº 1, julio 1995 25
Estudios y Debates

analíticos que pudieran ser un complemento o una


alternativa al enfoque estrictamente regional. El Neus Escandell-Tur
creciente refinamiento en la formulación de hipó- Departament d'Economia i d'Historia
tesis sobre las crisis del siglo xvm parece depen- E cono mica
der de una utilización rigurosa del nivel local Edificio B
(pueblos, parroquias, caseríos) para discernir ten- F acu/Jat de Ciencies Economiques
dencias económicas y demográficas. Universitat Autónoma de Barcewna
Tandeter afronta también el problema de la Be/1.aterra, Barcelona 108-193
síntesis de los heterogéneos hallazgos de dos dé- España
cadas de investigación histórica para ofrecer una
primera interpretación global. Su propuesta se
articula en tomo a la reinterpretación de la crisis El trabajo de Enrique Tandeter aborda de for-
como fenómeno sectorial y en algunos casos re - ma crítica las opiniones tradicionales que sobre el
gional para refutar la imagen_de una crisis general siglo XVIII predominaban en la historiografía
en el siglo XVill que aun es tuna predominante en andina hasta alrededor de la pasada década de los
la historiografía. Tandeter localiza la crisi~ en la setenta. Según esta histOriO!,'fafía, el siglo xvm
rentabilidad de las empresas y en las cond1c1ones fue para el virreinato del Perú, un siglo de "crisis"
de vida del sector indígena. Sugiere que el descen- global. Todavía sigue siendo válido, recurrir a .la
so de la rentabilidad de las empresas se debió a la repetida afirmación que para el penodo colonial
competencia planteada a los grandes productores peruano -a diferencia del virreinato de Nueva
por parte de los productores medianos y peque- España- no contarnos con estudios globales y
ños. Planteamientos como éste hacen patente la prolongados que nos aporten una.visión de conjunto
necesidad de explorar lo que ocurrió en los ámbitos de la población y economía del siglo xvm andino.
no denominados estrictamente ni por la gran pro- No obstante, la producción historiográfica realizada
piedad ni por las comunidades indias para llegar a a lo largo de las dos últimas décadas es importante
una comprensión más afinada de la economí~ y en cuanto ha logrado -a través de monografías sobre
demografía del siglo XVill. El problema obvia- determinados sectores de la economía y/o de pe-
mente se sitúa otra vez en el rango de la s ríodos y/o reg iones concretos del siglo XVIII
metodologías y unidades de análisis . Su propuesta andino- ofrecer nuevas perspectivas que cada vez
tácitamente reafirma la necesidad de estudios de más han ido cuestionando y demostrando las hi -
la producción seg ún sectores y ramas . P?dría pótesis planteadas por Rowe y Céspedes del
también discutirse los aportes que puede brindar Castillo, entre otros.
la historia de los empresarios y las empresas. Tandeter en su estudio no pretende, como muy
bien afirma, ofrecer "una visión global acabada de
El nivel de vida de las comunidades indígenas la población y economía del siglo XVllJ andino",
es el segundo puntual de la hipótesis de Tandeter sino simplemente discutir algunos de los resulta-
sobre la crisis. Precisamente por esto es notable la dos más novedosos de las úllimas aportaciones
ausencia de referencias a la evolución de los sis- historiográficas. No obstante, su reflexión y crítica
temas laborales durante el siglo xvm. pues las sobre las últimas monografías hoy a nuestro al -
evidencias que cita para sustentar sus apreciacio- cance, junto con sus propias investigacio.nes, e_s-
nes sobre el papel de las masas indígenas en el tablecen unos sólidos puntos de partida y d1scus10n
mercado interno corresponden al siglo XVI. Las que, sin duda, no s conducen a la necesidad de
claves que puede proporcionil! para analizar_ el completar con nuevas monografías sectoriales y
estancamiento de la demanda interna son un in- regionales los muchos vacíos en que todavfa se halla
centivo para replantear el antiguo proble~a de_los la historiografía andina del siglo XVIII en su
regúnenes laborales en los Andes. Ademas, es un- conjunto, y abordar también con sentido crítico -
portante ensanchar los referentes demográficos de sin menospreciar el rastreo de nueva documenta-
las hipótesis en tomo a la economía del siglo XVill ción- algunas hipótesis que han introducido las
porque habiéndose admitido que los contingentes últimas investigaciones que si bien pueden ser
mestizos adquieren mayor importancia demográ- válidas para determinadas regiones no lo son para
fica precisamente en esa época es problemático que todas, o al menos para algunas. En este sentido creo
el peso de las explicaciones históricas aun descan- importante la comparación de la distinta evolución
se exclusivamente a la situación de los indígenas. que siguieron determinados sectores de. la econo-
mía en las diversas regiones del espac10 andino,

26 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

así como las distintas repercusiones y adaptacio- últimas décadas sobre estas empresas textiles es la
nes que cada región y/o sector tuvieron al compás de desaparición, ruina y decadencia total, sin ex-
de los cambios que se producen a lo largo de la cepción, a lo largo del último tercio del siglo XVIII,
centuria deciochesca, en especial aquellos que se y ello requiere matices importantes. Obviamente,
derivan de las reformas borbónicas. si nos detenemos en los documentos específicos
Más que hacer un comentario general de todo de los años de la rebelión y los inmediatos, así como
el artículo, aprovecho este escrito para acercarme en el cúmulo de quejas que argumentan detenni-
a mi propia experiencia investigadora sobre el nados obrajeros durante estos años llegaremos a
sector textil cusqueño que, sin duda, entra de lleno las mismas conclusiones a las que hasta ahora se
en la revisión historiográfica andina del siglo XVIII había llegado. Pero un rastreo más sistemático de
que plantea Tandeter. Explícitamente el articulista la numerosa documentación existente sobre el tema
omite comen Lar sobre el sector de producción textil en cuestión nos permite afinnar que, a pesar de la
andino a la espera de la publicación de las tesis de crisis de algunos de los obrajes que sirvió a los
Miriam Salas y mía sobre Huamanga y Cusco, historiadores para argumentar la crisis total y
respectivamente. En este sentido, aquí adelanto práctica desaparición de la institución obrajera
algunas ideas que ya he tratado en mi tesis además después de la rebelión, muchos de ellos a partir,
de otras que he elaborado a partir del rastreo de más o menos de 1783 y a lo largo de la década de
nuevos documentos del AGI, y que, en cierto modo, 1790 se revitalizaron y estabilizaron temporalmente
corroboran y completan algunos aspectos plan- y algunos pocos lograron, incluso, traspasar el um-
teados por Tandeter. bral de la independencia.
Dada la limitación de espacio que comporta el Pero aquí debemos señalar a otra cuestión, y
comentar un artículo aquí me centraré exclusiva- es que la rebelión de Túpac Amaru se produce en
mente en la "crisis obrajera" que la historiografía 1780, y en general se apunta que la "crisis" ya
andina atribuye al Cusco a partir de 1760-1770. arranca de la década anterior, incluso desde 1760.
Las causas más comunes que se aducen para ar- Ello viene dado por la exclusiva utilización que
gumentar dicha "crisis" son: rebelión de Túpac algunos autores han hecho de un sólo obraje, el de
Amaru, la abolición de los repartos de mercancías, Pichuichuro, propiedad entre 1760 y 1767 de la
la creación del virreinato del Río de la Plata, el Compañía de Jesús, y que a partir de la expulsión
reglamento del Libre Comercio y la política de los jesuitas pasó a la Administración de
prohibicionista que tuvo la Corona para con las Temporalidades hasta su venta a particulares en
manufacturas locales. Creo que cada uno de estos 1775. La decadencia, aunque no total, que se ob-
aspectos merece sus propios comentarios, que en serva de este obraje concreto durante la etapa de
algunos casos confirman hipótesis ya establecidas, Temporalidades -no en la posterior-se ha extendido
pero en otros matizan o descartan presupuestos muy al resto de los obrajes, sin reparar en que durante
arraigados en la historiografía andina de las últi- estos años estaban funcionando otros 16 obrajes.
mas décadas. Al mismo tiempo, dentro del panorama de cri-
La historiografía específica sobre obrajes y sis que se argumenta para años anteriores de la re-
sector textil en general en el caso del virreinato del belión, también se ha hecho una extensión para el
Perú se sustenta todavía en muy pocos estudios Cusco a la crisis por la que atraviesan, según Miriam
(Silva Santisteban, Salas de Coloma, Ortiz de la Salas, los obrajes específicos de Huamanga a par-
Tabla Ducasse y Robson Tyrer, y para el Cusco en tir de 1760, y aquí hay que tener en cuenta que a
particular en un artículo de Moscoso publicado a partir de las investigaciones publicadas por la mis-
primeros de los años sesenta). No obstante, dada ma autora (lamento también no haber tenido toda-
la importancia que tuvo para el Cusco la producción vía la oportunidad de leer su tesis doctoral) y de mi
textil, en general la mayoría de los autores que han investigación sobre el Cusco queda claro que la
trabajado en las últimas décadas aspectos rela- evolución de los obrajes de Huamanga y del Cusco
cionados con la historia económica y social del no fue la misma y sus mercados sólo coincidieron
Cusco colonial de alguna manera se han acercado, en determinadas épocas. Concretamente, para las
aunque tangencialmente, a la cuestión que aquí nos dos últimas décadas del siglo XVIII y las dos pri-
atañe. meras de la centuria posterior, los trabajos de Jai-
No voy a negar los efectos perturbadores que me Urrutia, sobre los tejidos huamanguinos, y el
tuvo para algunos obrajes cusqueños la rebelión estudio de Magdalena Chocano, sobre el comercio
de Túpac Amaru en 1780. No obstante la imagen de Cerro Paseo, a fines de la colonia muestran que
más recurrente dada por la historiografía de las Huamanga era principalmente la zona de donde

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Estudios y Debates

provenía la ropa de la tierra que recepcionó Cerro plio y sistemático de los documentos de los obrajes
Paseo no tuvo ninguna repercusión para la pro- que sirvieron a los historiadores para defender la
ducción de tejidos del Cusco. Pero vayamos a la desaparición y ruina de los obrajes en el último
inversa. Salas de Coloma apunta que a partir de tercio del siglo XVUJ, así como la de muchos otros
los años sesenta del siglo XVII y mediados del más, descartan totalmente la susodicha crisis de los
siglo XVIII los centros mineros de Potosí, pero obrajes del Cusca a partir de 1760-70. Para ello
sobre todo el de Oruro, fueron el principal impul- habrá que esperar algunas década~ más.
so de la producción de tejidos de Huamanga. Pero Respecto al decreto del primer virrey del Río
hacia 1770 Potosí y Oruro fueron abandonados para de la Plata, promulgado en 1777 -inmediatamente
los obrajes textiles de Huamanga, lo cual según la después de la creación de este virreinato- por el
misma autora, se puede extender también al co- que se prohibía la exportación del Alto al Bajo Perú
mercio de tejidos del Cusco con los dichos centros de metales preciosos noacuñados, a cambio de
mmeros. tejidos y productos agrícolas que habían sido tra-
En primer lugar, los datos que se manejaron dicionalmente suministrados a las zonas mineras
para el comercio de tejidos producidos en Cusco por las provincias del Cusco y Arcquipa, significó,
muestran que efectivamente durante la primera según Fisher, la paralización del comercio entre el
etapa que apunta Salas de Coloma existe una cierta Alto y Bajo Perú. Que a la larga la <..Teación del
coincidencia de mercados para el comercio de virreinato del Río de la Plata significara la ruptura
tejidos huamanguinos y cusqueños, aunque se debe del circuito comercial que unía el Bajo y el Alto
matizar, ya que para los tejidos cusqueños fue Perú no lo voy a cuestionar, pero a la luz de la
siempre muchísimo más importante Potosí que evidencia documental, aquí también deberemos
Oruro -a la inversa que para los tejidos de esperar unas cuantas décadas para que ello se
Huamanga. Pero respecto a la otra etapa, alrede- produzca. Después de la creación del virreinato del
dor de 1770 en que los tejidos huamanguinos dejan Río de la Plata y la consiguiente incorporación de
de remitirse a los centros mineros altoperuanos, Potosí al nuevo virreinato, este centro minero así
fueron los años que el Cusco remitió al Alto Perú como el resto del Alto Perú continuaron siendo los
el mayor volumen de tejidos de toda la época principales mercados a donde se dirigían los teji-
colonial. A partir del cruce de datos de diversa do- dos producidos en Cusco. A partir de los libros de
cumentación (libros de cuentas de obrajes, regis- Alcabalas del Cusco de entre 1774 y 1796 (donde
tros de alcabalas, protocolos notariales, etc), a~u- contabilicé 2,627 partidas, con un total de 4,928.201
miendo el riesgo que conlleva hacer cálculos varas de ropa de la tierra), el 72.4% se dirigieron
aproximados, entre 1750 y 1774 Cusco remitió a hacia la zona perteneciente al nuevo virreinato del
los mercados alloperuanos un promedio anual Río de la Plata, y de este porcentaje el 51 % fue
superior a las 1,500.000 varas de ropa de la tierra, absorbido por Potosí. Que los tejidos cusqueños
de las cuales entre un 50-60% fueron absorbidas continuaron siendo importantes para el mercado
por Potosí. Y esta tendencia no variará, a excep- potosino nos lo prueba también el artículo de
ción de los años de la rebelión de Túpac Amaru, Tandeter, Milletich, Ollier y Rubial sobre el
hasta 1790, aproximadamente. Los embargos de mercado de Potosí en 1793, donde el 78% de todos
obrajes, quiebras de familias obrajeras, paraliza- los tejidos de la tierra internados en este mercado
ciones temporales de obrajes, cúmulo de deudas procedían del Cusco. Unos años más adelante,
por parte de empresarios obrajeros, etc. que po- concretamente en 1805, a partir también de los
damos hallar durante este período no significaron Libros de Alcabala~ de Potosí, vemos que de toda
una crisis de la institución obrajera en su conjunto. la ropa de la tierra internada todavía el 60% pro-
No es necesario buscar en la documentación del cedía de las unidades textiles cusqueñas. De este
último tercio del siglo XVIII para encontrar si- modo, creo que deberemos continuar vaciando la
tuaciones similares en determinados obrajes, pues documentación pertinente que nos pueda mostrar
embargos, quiebras, etc. también los podemos hasta cuándo Potosí así como también otros mer-
hallar, y se hallan muchos, en etapas anteriores, cados altoperuanos continuaron siendo importan-
las de máximo esplendor de los obrajes cusqueños. tes consumidores de tejidos producidos en Cusco .
De este modo, creo que no se puede analizar la En lo que afecta a la supuesta política
situación de la institución obrajera a partir de unos prohibicionista que tuvo la Corona para con las
pocos obrajes y exclusivamente sobre determinados manufacturas textiles coloniales, ésta según Silva
años, ni aplicar a una región coyunturas propias de Santisteban ya estaba arraigada en la política me-
otras, pues la experiencia de un rastreo más am- tropolitana para con sus colonias desde la época de

28 Revi sta Andin a, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

Felipe Il, aunque intensificada -según el mismo descartar toda interpretación que considere al
autor- a partir de la entronización de la dinastía mercado americano como la principal fuente de
borbónica. En este sentido la prohibición metro- demanda, puesto que en el desarrollo de la moderna
politana tendría como objetivo favorecer la expor- industria algodonera catalana el mercado interior
tación de tejidos fabricados en la península. Esta catalán y el mercado nacional español fueron más
hipótesis, en cierto modo, se debería enmarcar estimulantes que el propio mercado colonial.
dentro de la corriente historiográfica -representada De este modo, la política "taxativamente
principalmente por John Fisher- que ha considerado prohibicionista" de los borbones para con las
el ReglamenJo y Aranceles para el comercio libre, manufacturas coloniales, que en su día argumentó
promulgado en 1778, como una de las medidas Silva Santisteban, y que más recientemente ha
'modernizadoras' más importantes adoptadas por servido también a Miriam Salas para explicar, entre
el gobierno ilustrado de Carlos IJI, que eliminó los otras razones, la decadencia de los obrajes de
obstáculos institucionales que impedían la Huamanga, implicaría la existencia por parte de la
intensificación del tráfico y la participación en la metrópoli de un coherente proyecto de industria-
negociación de Indias a las regiones situadas en la lización moderna peninsular y de una clara y de-
periferia española, y que dio prioridad a los pro- finida política para con las manufacturas colonia-
ductos peninsulares en detrimento de la reexpor- les, Jo que hoy por hoy lejos está de ser probado.
tación a América de productos extranjeros a través Sin embargo, el hecho de que una gran parte de
de la península. En lo que afecta al espacio andino, las manufacturas exportadas a través de la metró-
sin embargo, dicha reglamentación, según el mismo poli fueran en realidad mercancías reexportadas no
autor, tendría repercusiones muy distintas, ya que elimina las repercusiones que para el espacio co-
ésta traería consigo el aumento de las manufacturas lonial pudieran tener la masiva internación de los
importadas como consecuencia de la apertura del llamados "efectos de Castilla" que se produce al
puerto de Buenos Aires, lo cual truncaría los tra- compás de las reformas borbónicas. Para algunos
dicionales circuitos comerciales entre las provin- años y determinadas zonas son conocidos los va-
cias del Alto Perú y las situadas más al sur, como lores en pesos de la internación de los "efectos de
Salta y Tucumán, con las provincias peruanas de Castilla", pero bajo este término se incluye además
Arcquipa y el Cusco, y generaría la ruina de las de tejidos muchos otros productos (mercería,
industrias locales de estas regiones, así como de bisutería, listonería, muebles, imágenes, libros, etc);
aquellas de las provincias interiores. si bien suponemos que los textiles solían ocupar el
En lo relativo a las repercusiones españolas, la rubro más importante, no disponemos de datos
unanimidad, más o menos matizada, de pareceres concretos que nos lo prueben. Por otro lado, entre
sobre los efectos del ReglamenJo que había do- los tejidos de importación, la diversidad de tipos y
minado entre los americanistas e hispanistas entre calidades que solían incluir era amplísima, y muy
los años 60 y 70, a partir de principios de los años diverso también el uso que cada uno de los tejidos
1780 se ha visto resquebrajada por nuevas inves- podía recibir, en contraste todo ello con la
tigaciones e interpretaciones -a menudo partiendo limitadísima variedad de tejidos que salían de las
de una distinta lectura de una misma documenta- unidades textiles andinas, sujetos por tanto a un
ción. Dentro de esta nueva corriente, se han de consumo y uso sumamente limitados. Al mismo
destacar las diversa, aportaciones realizadas por tiempo, el rastreo de testamentos y dotes, así como
Josep Mª Delgado que de manera sistemática ha inventarios de particulares y de instituciones ecle-
cuestionado las diversas interpretaciones que han siásticas del Cusco nos ha permitido ver que los
difundido el 'mito' de la modernidad borbónica, verdaderos destinatarios de los tejidos de importa-
que resultó de la implantación del Libre Comercio ción eran los criollos, peninsulares y religiosos que
en 1778. Entre sus críticas, cabe destacar, en primer los usaban para la decoración de sus casas, ajuares
lugar, las que cuestionan el incremento de las domésticos, vestimentas y ornamentación litúrgica,
exportaciones peninsulares -apuntadas por Fisher- y todo ello siempre muy por encima del uso que los
ya que desde 1778 se están exportando manufac- mismos grupos hacían de los tejidos de la tierra. En
turas extranjeras como si fueran españolas; en este contexto creo más plausible, todavía para el
segundo lugar, las que subrayan la estrecha rela- último tercio del siglo XVIII, la hipótesis plantea-
ción del desarrollo del sector industrial catalán de da en su día por Assadourian y Miño Grijalva según
fines del siglo XVIII con el mercado americano - la cual la legislación metropolitana para con los
mantenida, por García-Baquero - ya que para Del- obrajes no hizo otra cosa que permitir, de manera
gado, así como también Nada! y Fontana, se debe explícita, el funcionamiento del sector textil colo-

Nº 1, ju lio 1995 29
Estudios y Debates

nial, en el sentido de que el desarrollo de éste era ejemplo Tandeter aborda temas como: ¿Cuándo
perfectamente compatible con la importancia de comienza la recuperación de los grupos indígenas
tejidos metropolitanos, por ir ambos productos según las fuentes de información primaria occi-
dirigidos a distintos sectores sociales y, por lo tanto, dental? ¿Hubo o no una depresión económica en
no ser sustitutos el uno del otro. En última instancia, los Andes durante el período borbónico?
las ordenanzas metropolitanas trataron de impedir Estoy deliberadamente poniendo énfasis en los
el emplazamiento en las colonias de la producción contextos o agregados globales -macro- de
de tejidos finos y de alta calidad, los cuales no indicadores básicos o hechos sociales tales como
competían con los tejidos de baja calidad que se población, precios, producción. Estos podrían per-
fabricaban en la mayoría de los obrajes andinos. manecer ocultos o "silentes" debido a las
heterogeneidades regionales, !lujos, y posibles
lectura~ e identidades. Muchas investigaciones
sobre los Andes, tanto por razones de interés global
como local, se han concentrado en temas puntuales,
Paul Gootenberg, SUNY-Stony Brook cuanto más localizadas y más individualizadas,
(New York, E.E.U.U.) mejor...una tendencia (si nos permiten generalizar)
(pgootenberg ccmail.sunysb.edu) que linda con un nuevo oscurantismo. Por el
This was Font/Pilch 1,10 - On. contrario, Tandeter es audaz precisamente por
avanzar con firmeza -sin temores y aún impe-
tuosamente- en un intento de delinear las
Primero, aplaudo el valor de Enrique T ande ter conecciones entre los acontecimientos de la vida
por haber sacado a luz campos tan dispersos de regional y las concepciones globales, las estructuras
información económica y social (en momentos en y el cambio.
los que el atractivo de este difícil tipo de trabajo Los problema~ de tales "heróicos" y grandes
está desapareciendo rápidamente, por lo menos en esfuerzos se presentan en dos sentidos (sin ahon-
el Norte). Aunque es lamentable, puesto que el dar en los problemas minúsculos del complicado y
apremio de incluir varias "post-" tendencias im- cambiante análisis de Tandeter). Antes que nada,
plica, erróneamente, que nuestro conocimiento de debo precisar que carecemos de elementos -así
"pre" campos (como la demografía histórica) está, fueran poco fiables- que nos permitan precindir de
de alguna manera, agotado o cerrado. En realidad este material del siglo XVIlI; éste es necesario
lo que ocurre es que los problemas fundamentales aunque sea sólo como verificación de la simple
están resueltos a medias -y muchas veces apenas realidad. El caso es que si bien tenemos a nuestro
enunciados- como, por ejemplo, las tendencias de alcance una buena cantidad de precios para el siglo
población del período colonial tardío. XVllI, no se han elaborado índices de precios
Como tímido especialista que soy del siglo XIX adecuadamente calibrados o agregados. Los ar-
(y más aún tratándose del Perú), estoy impresiona- chivos están llenos de una producción estadística
do de lo poco que se sabe sobre demografía y amplia y sectorial; sin embargo, no tenemos una
economía del siglo XVill. El campo parece tan
fragmentado, más aún cuando se le compara con
el vasto panorama que ofrece el caso de México También me pregunto por qué nuestras emergentes
borbónico (con generalizaciones globales e in- imágenes sobre México y los Andes difieren de esa
manera: ¿Es que la fragmentación política tardía (y
formación difundida por investigadores como las nacionalidades) impide a los historiadores reali -
Florescano, Coatsworth, Gardner). Es frecuente zar una globalización andina? ¿ O es que refleja el
que los historiadores de la República tengan la mayor alcance progresivo y la fue,La de l Estado
sensación que los especialistas coloniales, dotados borbón, que simplemente dejó el material más
de un Estado "más fuerte" ( o por lo menos dotado centralizado, facilitando el manejo de la información
de extractores y registradores españoles más ob- a los historiadores? ¿O es que los especialistas en
sesivos), inician su investigación con un mayor Andes distrajeron su atención (como sugiere
acopio de fuentes primarias -incluso en zonas donde Tandeter) hacia el álgido drama de la rebeli ón, si-
tuación comparativamente opuesta a la que presen -
el régimen hubiera caído en estado de debilitamento taba el inmutable campo mexicano del siglo XVill
progresivo, declinación y fragmentación. Me apena y la consiguiente imposibilidad de obtener datos de
por los amigos colonialistas pues esta convicción tipo seriales? Después de todo, aunque existe una
no encaja con los Andes, cuya historia está aún ligera diferencia, las sociedades/identidades de las dos
atravesada por misterios empíricos mayores. 1 (Por zonas no fueron tan diferentes.

30 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

clara idea del (.,ecimiento o de la productividad multiestratificadas . Para dar un ejemplo engaño-
general ni del producto nacional o general. Más so, los niveles de precios aparentemente "estáticos"
aún, abundan los censos (aunque incompletos, de los últimos años del siglo XVIll, que deberían
defectuosos y de corte fiscal) e innumerables re- reflejar la demanda de un pueblo o de una minería
gistros parroquiales, pero los lineamientos de la en depresión y de unos campesinos empobrecidos
demob'Tafía andina y su constitución étnica per- (como Tandeter propone) también podría repre-
manecen grandemente desconocidos para el siglo sentar exactamente lo opuesto -la existencia de
XVlll. Disertaciones enteras son escritas (por lo tierra y recursos campesinos "extensivos" o aún
menos en alemán) exponiendo los errores de los ganancia desconocida en productividad o transac-
censos de la década de 1790, pero aún no se ha ciones. Los cambios en los precios relativos -si se
hecho nada por reajustarlos, por ofrecer cifras via- puede sugerir- también son difíciles de interpretar
bles de magnitud colonial. sin una teoría de precios. Y los vínculos posibles
Sólo a modo de comparación -y sin ánimo de cualquiera de estas cifras con los cambios de-
triunfalista- tendremos en cuenta el siglo XIX, mográficos globales deben estar más allá de meras
durante mucho tiempo considerado como una conjeturas.
"edad oscura" andina. He agregado y construido Para mí, Enrique Tandeter ha optado por las
dos cuerpos de largo aliento (el primero, un índice tareas estables, englobadoras y heróicas sobre las
de precios genuino; el otro, una reconstrucción de coquetas y fugazmente sexy. Esperamos que no
los censos de población republicanos y de las nu- tenga que hacerlo solo.
meraciones de "indios"). En un estudio anterior,
Shane Hunt ofrece porcentajes de volúmenes de
exportación e inclusive de PBI.2 Para mí el es-
fuerw heróico de Tandeter clama por fundamen- Carmen Beatriz LOZA
tos y elementos comparables en el siglo XYill. Sin Laboratoire de Démographie Historique,
ellos, los lectores podrían tener una actitud escép- Eco/e des Hautes Etudes en Sciences Sociales
tica o, en algunos casos, llegar a sentirse perdidos 54 bd. Raspail, 75005,
por sus nóveles intentos de conectar y generalizar PARIS, FRANCIA
las tendencias de su información nueva, local y
dispersa. Noel BONNEU/L
El segundo punto: aú n s i hubi éramos Institut National d'Etudes Démographiques
mágicamente conjurado esas estadísticas globales 27 rue du Commandeur, 75014,
de los Andes borbónicos 3 , y hubiéramos creído en PARIS, FRANCIA
ellos, seguiríamos perplejos tratando de descifrar
más relaciones analíticas o causales entre las va-
riables aliterativas "población", "precio" y "pro- El artículo de Enrique Tandeter -producto de
ducción". Una palabra de precaución: Estas re- una comunicación al Coloquio "El siglo XVill en
laciones son multivariadas, multilaterales, los Andes" (Centro de Es tudios Regionales
Andinos "Bartolomé de Las Casas", París, 1993)"
es un balance de los trabajos más recientes sobre
2 Paul Gootenbcrg, "Ca meros and Chuño: Price población y economía en los Andes en el siglo
Lcvels in 19th -Ccntury Pcru ," Hispanic American XVIII. El objetivo central del autor es doble: de
Historical Rcvicw (70/1 ), 1990; "Population and
Ethni c it y in Ear ly Republican Pcru: Sorne
una parte, ofrecer un balance de la producción en
Rcvisions," Latin American Rcsearch Review (26/ demografía histórica e historia económica de los
3, 199 1); el primero fue traduc ido al castellano (sin Andes. Aprovechando una abundante literatura,
la información de los apén di ces) en Economía Tandeter discute "algunos resultados" deteniéndose
(Lima, 1989); el último esta rá a su alcance en cual- en aspectos que son propios del campo de sus in-
quier momento gracias al IEP, por lo menos eso se vestigaciones históricas. El autor se basa en dos
me ha ofrecido ! tipos de datos: los datos demográficos agregativos,
3 Hoy existen modelos sofisticados de computadora s provenientes de las escasas exploraciones de los
que calculan las tendencias demográficas en la his-
toria de Latinoamérica. Para conocer un esfuerm
registros parroquiales de la actual Bolivia (Jesús
pre -cibe rn ético, ver e l magnífico logro de Noble de Machaca, Sacaca y Acasio) y Pení (Y anque,
David Cook para el caso de los Andes del siglo XVI, Collaguas). Hay que notar que por el momento el
Dcmographic Collapse: lndian Peru, 1520-1620 análisis agregativo se ha impuesto al método no-
(Cambridge, 1981 ). minativo, presentándose como excepcionales las

Nº 1, julio 1995 31
Estudios y Debates

incursiones hechas para Santa Ana de Ch.ipaya, en series de impuestos y el movimiento demográfico
el actual altiplano boliviano (Castro Rovira, 1995) como en el caso del estudio presentado por
Por otra parte, Tandeter ofrece resultados de Tandeter. La gran ventaja de trabajar en el corto
la~ series de bautismos y sepulturas de dos parro- plazo nos evita una dificultad mayor: nues tro
quias, ubicadas en el actual territorio de Bolivia: desconocimiento de la población.
Sacaca y Acasio, de la mitad del siglo XVTI a Por ello debemos eliminar la tendencia de la
principios del siglo XYill. Para apoyar la lectura serie estudiada. Lizamos la serie original -utilizan-
de los registros, utiliza las series de diezmos y do una regresión no lineal o simplemente aplicando
veintenas de Charcas y Chayanta (1671-1811). El la media móvil. Sustraemos la serie lizada de la
par de parroquias señaladas formaban parte de la serie original, para obtener la serie de residuos, es
provincia de Chayanta en Charcas. Ese conjunto decir la serie de fluctuaciones a corto plazo. Esta
de información es utilizado para mostrar la articu- operación efectuada para las cuatro series demo -
lación de datos demográficos y económicos. In- gráficas y las dos series de impuestos (veintenas y
sistimos en la particularidad del ejemplo citado, diezmos) propuesta por Tandeter nos dan: 6 series
pues sintetiza el conjunto de problemas que el autor de fluctuaciones de corto plazo. El !izado está bien
ha encontrado a lo largo de su balance. hecho, siempre y cuando las series obtenidas son
En general, hasta años pasados, el análisis de estacionarias. Una serie X, es es tacionaria si la
la población era subsidiario del estado y de la ca- esperanza E(X,) y la variante V(X,) no dependen
lidad de las fuentes de que dispone el investiga- del tiempo. Para decidir si una serie es estacionaria
dor. Por ello, razonabamos en función de la cir- o no, se recurre al test de Dickey-Fuller. También
cunscripción religiosa de la~ parroquias. Tandeter nos basamos en la observación del autoco -
procedió diferentemente. Partiendo de la informa- rrélograma. Una vez las series estacionarias de
ción histórica sobre la organización sociopolítica residuos obtenidos, podremos establecer las rela-
constata que la población, desde tiempos antiguos, ciones de causalidad en el sentido estadístico: una
organiza su espacio a partir del llamado "doble serie temporal X 1 causa una otra Y, si el conoci-
domicilio". De hecho, los trabajos e tnográficos miento de X, es de su pasado X,_p X, 2 etc., permi-
contemporáneos señalan la permanencia de una tal tiéndonos proveer mejor Y,. En este punto de la
práctica. Esos dos elementos lo llevan a cambiar explicación conviene preguntarse ¿por qué razón
de escala de análisis. Así, establece una muestra trabajar con estas series transfo rm adas, es decir con
que considera una población repartida en dos pa- los residuos de las series originales?
rroquias situadas en medios ecológicos inversos y Partimos del supuesto que la población en el
complementarios: Sacaca (3,600 m.s. n.m .) y corto período se ha modificado muy poco, ya sea
Acasio (2,600 m.s.n.m.). De ahí, nuestro interés en su efectivo total, ya sea en su estructura por sexo
por discutir este caso significativo. y edad. De manera que las fluctuaciones del núme-
Para corroborar su análisis, señalaremos al- ro de sepulturas refl ejarán fielmente las de la ta..~a
gunas orientaciones. Quizá permitan ellas sacar de mortalidad 1 • En general, a simple vista, es di -
todavía más partido de los datos acumulados. Ello fícil probar algo sobre las fluctuaciones de una serie
no significa que sean indispensables para la com- a otra. Particularmente, el efecto del precio de la
prensión de la población y de su economía. Sin alimentación puede ex tenderse sobre varios años.
perder de vista el ejemplo de Sacaca y Acasio, Además, cada serie puede vehicular los ecos de las
mencionaremos brevemente las posibilidades que fluctuaciones precedentes. Por ejemplo, después de
ofrece el análisis de las fluctuaciones a corto y largo una crisis de mortalidad, los individuos suscepti-
plazo. Luego plantearemos una sugerencia espe- bles de morir son inferiores en los años que siguen
cífica para reconstruir el pasado de la población de la crisis. Finalmente, las series demográficas pue-
esas parroquias, considerando las particularidades den estar afectadas por las fluctuaciones prove -
de las fuentes.

l. Fluctuaciones de la población a corto plazo Relación de los decesos de una año a la población
media de éste período y, más generalmente, relación
de decesos de un período a un número correspon -
El examen de las relaciones entre fluctuacio- diente de personas -años durante el período. La tasa
nes económicas y demográficas en el corto plazo, bruta de mortalidad, es influen ciada por la estructura
son práctica usual en demografía histórica. Las por edad de la población. Cf. Roland PRESSAT.
técnicas estadísticas generales en demografía his- Dictionnaire de Dómographie, Paris . Presses
tórica son simples. Lo esencial es poseer las largas universitaries de F rance, 1979.

32 Revista Andina , Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

nicntes de otras variables sin ninguna relación con 2. Dinámica de la población a largo plazo
el precio. Así, una fluctuación en las series de na-
cimientos cambiará la proporción de niños de baja Se puede ampliar el estudio a corto plazo a
edad, en general sometidos a un riesgo superior a partir de una reconstrucción que nos permita com-
la media. En el estado actual de nuestros conoci- prender el mecanismo de evolución de la pobla-
mientos, el análisis de series a corto plazo, todavía ción en el largo plazo. Durante los últimos veinte
presenta varios inconvenientes (Cf. una discusión años se renovaron considerablemente los métodos.
puntual sobre este tema en Bonneuil (1991). A Esta tranform ación se debe al interés por resolver
pesar de ello las ventajas que nos ofrece justifican el problema que nos plantea los datos agregados
llevar a cabo este tipo de análisis (Lee 1981, 1990; en la construcción del índice demográfico para co-
Ecks tein , Schultz y Wolpin 1985; Galloway 1988; nocer la fecundidad y la mortalidad en el largo
Bonncuil y Pargucs 1990). período. Entre las diversas soluciones a esa difi-
En los modelos de causalidad de corto plazo cultad, las más relevantes se apoyaron en técni-
-elaborados por Lec (1981)- cada valor de la serie cas simples. Revisaremos las principales, hacien-
de decesos o de nacimientos es explicado por los do hincapié en las ventajas que compartan y refi-
valores de las otras series, traduc iendo las influen- riendo sus limitaciones.
cias económicas o climáticas. En el caso específico La proyección inversa (inverse projeclion) es
que discutimos -las parroquias de Acasio y Saca una nueva técnica de reconstrucción del movi-
ca-, fo rmularíamos el principio siguiente: Consi- miento de la población, la misma fue sistematizada
derando los 4 años de retrazo entre el impuesto P1 por R. Lee (1974b) en la década de los años setenta.
(veintenas y diezmos) y el número de decesos D, Se caracteriza por emplear datos de tipo agregativo,
además de dos series estacionarias, Así: no nominativos. Su objetivo principal es estimar el
índice "demográficamente significativo" de tipo
serial. Así, apoyándonos en esta técnica podemos
4 analizar las lamas series de nacimientos y de
D, = a + ¿ b,P, - k + e, decesos refiriéndonos obligatoriamente a un censo
k=O inicial.
La elaboración formal y metodológica de la
proyección inversa, nos lleva a considerar la tabla
Según esta fó rmula: a es una costante; b, el de mortalidad tomada de una red tipo de un sólo
coeficiente de regresión afectado al k re traz.o; t el paránletro. Para ilustrar mejor nuestra explicación
año del calendario y finalmente e,es el término de nos apoyaremos en un ejemplo. Si consideramos
error que puede ser autocorrelacionado. El efecto la esperanza de vida al nacimiento e 0 obtenemos 2
total de la vari ación de los impuestos es la suma un conjunto de tablas de natalidad (las tablas de
del coefi ciente rctrazado. De la misma manera Lederman, 1969) cubriendo todos los casos obser-
procedemos para los nacimientos: vados. Para mayor fineza, podemos obtener las
tablas a dos entradas, pero entonces tenemos un
paránletro m ás para la proyección inversa. Obte-
4 4 nemos de esa manera, una red de tablas de un
N, =a+¿ a,P, - k + í:.JJ. D,- k + e, paránletro descrito por el paránletro e0 • Cuando se
k=O k=O tiene conocimiento de una parte de la pirámide de
edades en un día del año 1, por ejemplo, el prinlero
o sea, el estudio de las relaciones empíricas entre de enero, y, de otra parte, cuando se sabe el núme-
las fluctuaciones de corto plazo de los precios y de ro total de decesos D, durante el año 1, del prinlero
los movim ientos demográficos permite compren- de enero al treinta y uno de diciembre, entonces,
der la relac ión entre economía y demografía y existe un sólo paránletro e/! tal que el número de
también mirar los datos a la luz del modelo ex- muertos salidos de la piránlide de edades del pri-
plicativo propuesto por Malthus, hace dos siglos mero de enero, produce exactamente el número de
atrás, sobre las poblaciones europeas. Eventual-
mente nos da la posibilidad de diferenciar entre un
freno positivo (las epidemias, las hambrunas y la 2 Según una tabla de mortalidad, es el número medio
de años de vida de una persona tomada a partir del
gente) y un freno preventivo (el retrazo en el ca- nacimiento. Cf para un documento de las fórmula s,
san1iento o la limitació n de los nacimientos ) de Roland PRESSAT. op . c it ., Paris: Pressc s
la poblac ión. Universitadcs de france, 1979, p. 66-67 .

Nº 1, julio 1995 33
Estudios y Debates

decesos dados por D~ claro está, bajo las condi- lugar a dudas, la utilización más sistemática cons-
ciones de natalidad descritas por e/1 . Los so- tituye la reconstrucción de la población para el
brevivientes en edad de un año o más al primero conjunto de la región italiana entre 1862 y 1911
de enero del año /4/, vienen adjuntarse a los sobre- (Breschi, Pozzi, Renaroli 1994; Del Pan ta 1994 ),
vivientes de los nacidos vivos en el curso del año además del análisis de casos específicos a partir de
1 que constituyen el grupo de edad 0-1 año al 1750, apoyados en series representativas, como la
primero de enero del año t+l. Suponemos que las Toscana, célebre ejemplo italiano (Breschi 1990).
migraciones son desatendidas. En ese caso, pode- La retro-proyección (back projection) es un
mos reiterar el proceso del año 1+2 y continuar método que tiene como obJetivo remontar en el
procediendo de la misma manera hasta el final de pasado, partiendo de un censo terminal, apoyado
la serie disponible. Así, hemos obtenido: en las series de bautizos y de defunciones. A prin-
cipios de los años ochenta, Wrigley y Schofield
- La serie anual de las condiciones de mor- (1981) publican un trabajo innovador desarrollan-
talidad e 1,1 ·
do este método e ilustrando, reconstruyendo histó-
la serie i:'nu~ de la pirámide de edades; ricamente una población inglesa. Disponen efecti-
- un indicador de la fecundidad . Sea la tasa vamente de un censo terminal y de series de bau-
bruta de nacirnientos 3 o en todo caso es más tizos y defunciones de 1541 a 1871. Sin embargo,
factible el índice general de Coale4 • el método comportaba fallas (Lee 1992; Bonneuil
1993). Oeppen (1992) también los señaló.
La formalización de esta técnica dio lugar a un La proyección inversa generalizada (genera-
software para microcomputadoras, pero también lizad inverse projection) es una técnica destinada
se ha generalizado en otros lenguajes de informá- a resolver los problemas y defectos del procedi-
tica, pues las posibilidades son sencillas y amplias. miento utili zado por la retro-proyecci ón, ante-
En efecto, su aplicación ha sido experimentada a riormente señalada. Esta proposición de Oeppen
partir de datos de América del Sur y de Europa. -en el ámbito del proyecto sobre la reconstrucción
Así, R. McCaaen H. Pérez Brignoli (1989, 1989b), de la población inglesa- parte del pa,ado en di-
produjeron un "paquete" que sistematiza esta rección del tiempo más reciente, apoyándose en
técnica, conocida bajo el nombre de Populate. El un censo terminal. El desarrollo metodológico se
mismo sirvió para tratar los datos de la población revela efectivo considerando el cuadro de las hi-
de Chile de 1855 a 1964. Los resultados de esta pótesis que señala (Breschi 1989). Quizá la demo -
experiencia son ejemplares para verificar sus po- grafía histórica andina pueda sacar provecho de esta
sibilidades metodológicas y su validación (McCaa, técnica, si considerarnos la calidad de los datos a
Pérez-Brignoli, 1989a). En cambio, los demógrafos partir de algunos inventarios generales de los re-
historiadores italianos han optado generalizar esta gistros parroquiales. Es un aspecto que deberíamos
técnica -a partir del programa en lenguaje "fortran"- discutir a partir de un balance general de las series
para conocer la distribución de los decesos según disponibles de las parroquias andinas y de la, series
los grandes grupos de edades (Breschi 1991 ). Sin de padrones de contribuyentes indígenas (algunos
pueblos presentan buenas series quinquenales).
Hasta ahora es necesario contar con un censo,
3 La tasa de natalidad es sinónimo de la tasa bruta de sea inicial o terminal. No obstante, en la práctica
natalidad , la misma, refiere la razón de los nacidos tropezarnos con la carencia de censos, convir-
vivos en un año a la población =dia de este año y, tiéndose en uno de los problemas más frecuentes
más generalmente, a la razón de nacidos vivos de un
período al número correspondiente de personas-años para el trabajo con series históricas del pasado de
durante el período. Como lo señala Pressat, tasa de las poblaciones. A esta dificultad, se añaden las
natalidad es sinónimo de la tasa bruta de natalidad, omisiones en los registros de los efectivos, parti-
en razón de la existencia del término fecundidad. cularmente en los decesos, aspecto que puede al-
Pero, éste autor nos advierte que no debemos emplear terar eventualmente los resultados. Al respecto, la
la expresión "tasa de natalidad por edad". Cf. Roland técnica desarrollada ¡x>r Bonneuil puede servir para
PRESSA T, op. cit., 246 y 263. resolver ese problema recurrente. Esta técnica,
4 Es la razón del número de nacimientos obseivados denominada proyección de la tendencia (trend
del número de nacimientos que tendrían lugar, si las
mujeres tendrían una fecundidad de referencia se- projection) es una variante de la proyección inversa.
mejante a la de los Numeritos. Remarquemos que La hipótesis central reside en una "alerta" conti -
éste índice es mejor porque permite examinar...... de nuidad en la presión para restituir la regularidad de
la estructura por edad. la tendencia de la mortalidad.

34 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

Al establecer este sucinto panorama de las medir porque no disponemos de los datos cifrados
técnicas y métodos para la reconstrucción de la indispensables a su experimento.
población del pasado en el largo período, verifica- Podríamos construir un modelo de serie tem-
mos que efectivamente es necesario un aparato poral que proporcione el número de nacimientos
técnico complejo. Esta orientación establece, por de Sacaca antes de la importante laguna en los
su parte, la diferencia esencial con el estudio en el registros de 1708(?). La reconstrucción se haría en
corto plazo. La recompensa a ese esfuerzo inver- función de los entierros de 1690 hasta 1708 y los
tido es la obtención de resultados sólidos, como lo nacimientos de Acasio de 1690 hasta 1708.
muestra la demografía europea. Es posible entonces Utilisaríamos ese modelo para una primera pro-
calcular un indicador de la mortalidad y la espe- yección de los nacimientos en Sacaca según el
ranza de vida al nacer y también, un indicador de período de datos faltantes. Simétricamente, po-
fecundidad, si se postula una distribución de las dríamos construir un modelo similar de 1786 hasta
tas as por edad o de las tasas de Coale -siempre y 1742 (última laguna de los registros), a partir del
cuando postulemos una distribución por edad de cual, vamos en dirección del pasado prediciendo
la fecundidad. Este último indicador puede ser más el número de nacimientos en Sacaca, en función
utilizado que la tasa de natalidad, o la tasa neta de de los entierros en Sacaca y de los nacimientos en
reproducción. Acasio. Proyectaríamos sobre el período faltante,
En caso de una reconstrucción llevada a cabo a partir del cual estaríamos yendo en el otro sen-
de manera correcta, las relaciones entre economía tido del tiempo. Tendríamos de aquí en adelante,
y demografía aparecen de manera má~ neta. Por dos series predictivas del número de nacimientos
ejemplo, Bonneuil (1990) apoyándose sobre la en Sacaca en el período faltante. En ese caso, sería
teoría de los sistemas dinámicos saca a luz dos suficiente utilizar una media ponderada de esas dos
regímenes de fecundidad dominantes: grado de series. Es decir, cuanto más próximos estaríamos
crisis de mortalidad y acceso a las tierras de los de 1708, más confiaríamos en la proyección del
recién casados. Un modelo explicativo minimi- futuro de 1742. En consecuencia, apoyados en el
zando la regulación territorial se adapta bien a los modelo señalado llenaríamos las lagunas en los
datos reconstruídos y produce una serie de ma- registros, de la misma manera las otras lagunas que
trimonios muy próximos de la serie observada, aparecen más lejos y que son de menor duración.
independientemente del modelo. Por último, reconstruiríamos la población de Sacaca
y veríamos si los resultados son satisfactorios.
J. Tratamiento de las lagunas en las series de
registros parroquiales 4. Conclusión

El panorama de métodos y técnicas señaladas, El estudio de Tandeter puede enriquecerse a


aparentemente, pueden ser utilizados en el caso de través de un análisis de las fluctuaciones a corto
la población de los Andes. Los resultados de las plazo y con una reconstrucción de la población.
exploraciones realizadas hasta el momento en base Ambas posibilidades, abrirían una vía para una
a los registros de parroquias de los siglos XVII y comprensión de las relaciones entre demografía y
XVILI abren perspectivas para una experimenta- economía, quizá de más brío, en el corto como en
ción. Y particularmente los casos que estudia el mediano plazo. Los métodos y las técnicas que
Tandeter. mencionamos sin ser triviales, son accesibles. Las
Una primera constatación se impone: los re- mismas han servido para llegar a resultados sólidos.
gistros parroquiales son tenidos y conservados de Ojal_á Tandeter saque provecho de estas suge-
manera desigual en las dos parroquias, factor que rencias.
debemos considerar seriamente. Así, para Acasio, Su estudio ofrece una característica suplemen-
contarnos con registros más completos que para taria importante para los demógrafos historiado-
Sacaca (véase el gráfico Nº 2). De hecho la gran res. El hecho de tener los registros de dos parro-
dificultad de esta pareja de series reside en la quias de la misma población que opera entre dos
ausencia de registros de entierros para Sacaca a lo espacios geográficos próximos Sacaca y Acasio,
largo de casi cuarenta años (gráfico Nº 1). Apoya- puede producir un efecto de plusvalía para la
dos únicamente en la lectura de artículos y las comprensión de la racionalidad del comportamiento
curvas de los entierros y bautizos en las parroquias de la población andina. Sería posible ver una
mencionadas, nos atrevemos a hacer una sugeren- covariación del grado de dependencia en el tiempo.
cia a Tandeter, cuyas consecuencia~ no podemos Podríamos también ver, si los efectos de series

Nº 1, julio 1995 35
Estudios y Debates

exógenas son coherentes de una región a otra, lo ECKSTEIN, Z., SCHULTZ, T.P., WOLPIN, K.I.
que aportaría una caución al conjunto del modelo, 1983 "Short run fluctuations in fcrtility and
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Nº 1, julio 1995 37
Estudios y Debates

S. Estudios en base a la proyección de la ten- él, aunque espera al final del todo para hacerlo. Esta
dencia (trend projectwn) hipótesis es que, a fin de cuentas, es cieno que hubo
crisis en el siglo XVIII, pero no fue de población
BIRABEN, J. N., BONNEUIL, N. ni de producción, que aumentaron, sino de "renta-
1986 "Population et économie en pays de Caux bilidad empresarial" y "bienestar de las comunida-
aux XVIeetXVIle siécles". Population, des indígenas": la primera motivada por un ritmo
6:937-960. de crecimiento de la demanda interna efectiva in-
ferior al de población, la segunda por una sucesión
BONNEUIL, N. de desastres naturales (como la epidemia de 1719-
1993 "The trend projection applied to 1721 o la segunda de 1724) agravados por un au-
England", Old and new methods in mento de las exacciones del régimen colonial -la
historical demography, David S. Reher, más notoria de las cuales fue la del reparto forzoso
Roger Schofield, Oxford-New York: de mercancías- que fueron a su vez factores de esa
Clarendon Press, Oxford University debilidad de la demanda interna.
Press. Al descubrirla con sorpresa al final del anícu-
lo, esta hipótesis sin duda obligará al lector a releer
1990 'íurbulent dynarnics in a 17th century con mayor detenimiento los datos sobre los que se
population, Mathematical population basa, pues algunos de ellos no conducen directa-
studies, vol. 2/4, 289-311. mente a los estados de las variables que la hipótesis
contiene. Es lo que ocurre, por ejemplo, con las
series de diezmos y veintenas, con las que Tandeter
intenta reconstruir la tendencia de la producción
agraria; o lo que ocurre con los datos de precios,
Juan J. R. Villarías Robles de los que el autor extrae conclusiones sobre la
Centro de Estudios Históricos evolución de la demanda interna.
C.S.l.C., Madrid, Así, si la parte dedicada al movimiento de la
España población nos parece la más solida del anículo (el
mismo Tandeter sugiere que este tema es el que ha
gozado de más y mejores estudios en las últimas
Tiene la gran virtud el artículo de Tandeter de décadas), la dedicada a la producción, especial-
ofrecer una síntesis, de fácil lectura a la vez que mente la producción agraria, por el contrario, nos
consistente, de las contribuciones más significati- parece poco convincente; sin embargo, nos gustaría
vas de la historiografía de los últimos quince años estar convencidos de lo que el autor pretende, pues
sobre la economía y la sociedad del siglo xvm en queremos creer que, en efecto, esta producción
los Andes. Esto es muy de agradecer por los que tendió a aumentar significativamente y de manera
trabajarnos en otros períodos o ámbitos y que, por sostenida -con las fluctuaciones de rigor en el cono
ello, no podemos seguir de cerca el desarrollo in- plazo- a lo largo del siglo. El problema que adver-
telectual que afecta a esos otros temas directamente. timos es metodológico, y es que no nos parece que
Si hay un sucinto denominador común de la la evolución de diezmos y veintenas, que Tandeter
historiografía hecha desde 1980 sobre el siglo tanto destaca, sea un indicador fiable de aquélla.
XVIIl en los Andes, ese es el de poner definitiva- (Dejarnos al margen el caso de los novenos reales
mente en entredicho la opinión de J. Rowe en su de producción en Arequipa; no conocemos este
estudio de 1954 de la rebelión de Túpac Amaru Il, trabajo y Tandeter sólo hace referencia a sus
apoyado después por otros autores, como G. Cés- conclusiones). Los diezmos y veintenas no vienen
pedes y O. Febres Villarroel, de que "el siglo XVill dados en los registros en medidas de producción,
en el Perú se caracteriza por una contínua dismi- sino en valores, con los cuales se pueden elaborar
nución de la población indígena y el empobreci- series cronológicas -si la documentación lo permite-
miento progresivo de todo el país". Tandeter desea para estudiar tendencias a largo plazo. El lector,
sólo exponer y reflexionar sobre algunos de los especialmente el lector no especialista, debe tener
datos que contradicen esta opinión, "sin esperar a en cuenta que esto es lo que muestra realmente
ofrecer una visión global acabada de la población Tandeter en sus gráficos 3 y 4 para ocho doctrinas
y economía del siglo XVill andino ... Desde luego, de Chayanta y el arzobispado de Charcas. Aun
el artículo es demasiado breve para eso; no obstante, deflaccionadas con arreglo a los precios agrícolas
el autor sí propone una hipótesis de gran calado en de Potosí (sobre esto volveremos después), se trata

38 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

de magnitudes que sólo permiten sin dificultad Está además el papel jugado por la demanda
calcular el monto del valor de las cosechas de las exterior. Tandeter la excluye del análisis por que-
que formaron parte, no su volumen; y eso con la rer circunscribir éste al mercado interno; pero, al
condición de que el diezmo y la veintena fueran hacer esto, nos ha quedado la duda de si excluyó
todavía en el siglo xvrn lo que su nombre sugiere también la demanda de productos de la tierra
y no sendos impuestos directos sustantivados (de- causada por los ingresos de la exportación a Es-
pendientes de las relaciones de explotación antes paña, especialmente de plata. Sólo un saldo
que del valor de la producción), llamados enton- equilibrado o negativo de la balanza comercial
ces así sólo por razones etimológicas. justificaría la exclusión, pero T andeter no menciona
La reconstrucción que hace del comporta- este dato. Para después de 1780, con la recuperación
miento de la demanda efectiva interna, todavía definitiva de la población iniciada en Potos~ el autor
más importante para su hipótesis, adolece del pinta un cuadro económico en alza; sin embargo,
mismo problema. Tras aceptar las cifras de precios los datos que ofrece no impiden pensar que tal
ofrecidas por autores como L. M. Glave y M. l. cuadro pudo haber existido ya en las décadas
Remy, M. Haitin, B. Larson, y él mismo en co- anteriores, aunque seguramente sin llegar en ningún
laboración con N. Wachtel, entre otros, que su- caso a las magnitudes de la Edad de Oro de la
gieren una tendencia al estancamiento, incluso a producción minera y de Potosí en el período co-
la baja (en estudios que Tandeter reconoce que lonial, entre 1570 y 1650.
son todavía escasos, y "con mayor o menor pre- La demanda procedente de las haciendas y los
cisión cuantitativa"), el autor interpreta este fe- obrajes sería directamente proporcional a la del
nómeno como que la demanda interna no aumenta sector minero: alza en esa Edad de Oro, seguida
al mismo ritmo en que lo hizo la población. Pero por una contracción entre 1650 y 1750, seguida
veamos lo justificadas que son sus razones para por una lenta pero sostenida recuperación en la
pensar así. segunda mitad del siglo XVIII. Tandeter cita la
Por lo que se refiere a la demanda en las obra de H. S. Klein para recordamos este movi-
ciudades, alimentada principalmente por la pro- miento paralelo de ambas variables, aunque no lo
ducción de plata y los sectores ligados estrecha- cita para algo que Klein también muestra y que
mente a ella, la historiografía más reciente parece creemos refuerza considerablemente el poder
no ofrecer dudas sobre una recuperación que no se heurístico de ese movimiento: que el estado de salud
produjo antes de mediados de siglo; cuando fi- económico y político de las comunidades indígenas
nalmente lo hizo, Tandeter apunta que "su papel (la tercera fuente de demanda considerada por
dinamizador..." fue muy limitado". Escribe esto Tandeter) tuvo la vicisitud histórica inversa, por
porque la recuperación de la población en las una clara relación de causa a efecto; las buenas
ciudades, especialmente en Potosí, no se produjo épocas de la producción minera y de las haciendas
al mismo ritmo ni al mismo tiempo. Pero cabe y obrajes son los períodos negros de las comuni-
preguntarse: ¿fue esto tan decisivo como para dades, y viceversa.
causar un ritmo bajo de c.,Tecimiento en la demanda? Las cifras de población indígena que ofrece
Teóricamente al menos, se puede dar un aumento Tandeter apoyan esta tesis; la tendencia al alza a
significativo de la demanda en condiciones de largo plazo está sólo interrumpida por la epidemia
estancamiento de la población si, por la razón que de 1719-1721 y la sequía de 1724. Pero una cosa
fuere, se produce un au mento de rentas y/o bene- es el aumento de la población y otra muy distinta
ficios. Tandeter puede haber dado al ritmo de su bienestar material; por eso el autor concede una
crecimiento teniendo en cuenta que él mismo re- gran importancia a los posibles efectos económi-
conoce que, en Potosí, la producción aumentó cos a largo plazo de estos desastres (en particular,
mucho más que la población -ésta de hecho no se la venta a hacendados de tierras sobrantes por la
recuperó hasta después de 1780-, lo que pudo caída de la población activa) y apunta al
conseguirse "gracias al aumento de la producti- agravamiento que debieron significar las nuevas
vidad del trabajo forzado, sin expansión de la fuena exacciones fiscales en la segunda mitad de siglo,
de trabajo minera". como los repartimientos de mercancías.
Otro dato que sugiere un aumento general de Es posible; pero Tandeter no ofrece datos con-
beneficios es la misma serie de valores reales de cretos que permitan concluir, a partir de las catás-
diezmos y veintenas, obtenida al cotejar los valo- trofes de 1719-1724, un empobrecimiento general
res nominales con los precios agrícolas de Potosí, y sostenido de las comunidades que actuaran como
que muestra un alza sostenida entre 1720 y 1780. freno al desarrollo general a lo largo del siglo. Y

Nº 1, julio 1995 39
Estudios y Debates

aceptando el aumento de cargas que supusieron las tantos consumidores de los productos de la metró-
nuevas exacciones, éstas pudieron no haber actua- poli. Pero Tandeter ni siquiera se plantea esto, al
do sobre condiciones de penuria, antes al contra- ceñir el contenido del artículo al ámbito de la más
rio; las nuevas cargas se explicarían mejor así, junto estricta mercantilización.
con otros factores. Como ya planteara Klein, ni la Creemos, en definitiva, que es posible una
producción minera ni las haciendas, a pesar de su interpretación distinta a la que él ofrece. La pro-
recuperación en la segunda mitad de siglo, vol- ducción, tanto la minera como la agrícola, pudo
verían a ser para las comunidades, hasta bien en- crecer sostenidamente más que la población a lo
trado el siglo XIX, la amenaza que fueron en otro largo de todo el período. Sería ésta la razón de la
tiempo. Uno desearía saber entonces algo de los tendencia de los precios a la baja, no un ritmo débil
aspectos no mercantiles de la vida económica de de la demanda interna causada por rendimientos
las comunidades (los intercambios de trabajo intra dec.,Tecientes en las ciudades y un empobrecimiento
e inter-comunitario, la producción destinada al de las comunidades debido a las nuevas imposi-
autoconsumo o a sostener las relaciones sociales ciones coloniales.
con las comunidades vecinas, los mecanismos de Este escenario general económicamente posi-
redistribución y sus efectos, etc.) que pudieron tener tivo, sobre el que se ejercería la nueva presión sobre
un gran dinamismo a lo largo de todo el intervalo los indígenas, creemos que constituiría un trasfondo
entre la~ edades de oro de Potosí. Habría que tener más probable que el de unas condiciones de de-
en cuenta además que las buenas condiciones de presión para entender la gran rebelión de 1780-
las comunidades serían asimismo el resultado de 1781. No sería entonces ni mucho menos el único
la legislación del régimen borbónico hasta la re- caso histórico en que una situación de crecimiento
belión de Túpac Amaru II, que pretendía proteger económico coincide, en apariencia paradójica-
su status político y hacer de sus miembros otros mente, con una aguda crisis político-social.

RESPUESTA
segunda a la mayor centralización del gobierno
Enrique Tandeter virreinal mexicano. En ambos casos se trata de
Departamento de Historia fenómenos históricos con irnplicancias tanto para
Facultad de Filosofía y Letras la producción como para la conservación de ma-
Universidad de Buenos Aires teriales utilizables en estimaciones globales. Sin
Puán 480, P piso embargo, reitero mi preferencia por explicaciones
1406 Buenos Aires, Argentina que apunten a las orientaciones de los historiadores
Fax (54-1) 432-0121 antes que a las disponibilidades documentales. En
E-mail: rptandet@criba_edu.ar el artículo subrayó los efectos negativos que ha~ta
hace un par de década~ tenía la concentración ca~i
exclusiva de las investigaciones en temáticas li-
La media docena de comentaristas que han gadas directamente con el ciclo de las grandes
tenido la gentileza de responder positivamente a la rebeliones indígenas. Pero la situación en los úl-
propuesta de la Revista Andina para discutir mi timos quince años, que es cuando se abre de verdad
trabajo se destacan por la gran heterogeneidad de el abismo que hoy separa a la historiografía colonial
sus especializaciones e intereses. Por ello, mis mexicanista de la andina en las cuestiones de
comentarios, junto con mi agradecimiento, debe- población y economía, debería atribuirse a las
rán dirigirse a cada uno individualmente. tentaciones de la moda a las que también alude
Paul Gootenberg se sorprende, con razón, de Gootenberg. Me parece que en el caso andino de
lo poco que se sabe sobre la demografía y la estos años no se trató de la división tajante que él
economía del siglo XVIII en los Andes, en parti- observa hoy en su propio país entre lo "pre" y lo
cular si establecemos la comparación con el México "post", sino más bien de un interés casi exclusivo,
borbónico. En una nota a pie de página plantea dos y no siempre bien digerido, por las temáticas pro-
posibles explicaciones para ese contraste. La pri- pias de la "tercera generación" de Annales (his-
mera se refiere a la fragmentación nacional poste- toria de las mentalidades, cuantificación aplicada
rior a la independencia en los paises andinos, y la a la historia de la cultura, antropología histórica,

40 Revista Andina, Año 13


Tandeter: Población y economía en los Andes

etc.).' En todo caso, el resultado es igualmente acopio a veces errático" de información


negativo para un campo que, y ésta es otra dife- particularista al que nos referíamos en nuestro tra-
rencia respecto del mexicanismo a uno y otro lado bajo. La comentarista señala con justicia la "au-
del Río Grande, no crece numéricamente. sencia [en mi artículo, En de referencias a la evo-
Con el ejemplo de la historiografía mexicana, lución de lo sistemas laborales durante el siglo
y con el más reciente de sus dos artículos funda- XVID". Si bien mi propia investigación sobre la
mentales sobre la población y los precios en el Pení minería se ha ocupado extensamente del tema, es
del siglo XIX, Gootenberg nos alienta a seguir en verdad que la literatura sobre las haciendas andinas
la brecha en dirección a la elaboración de índices dice muy poco sobre el mismo y de allí la limita-
y es timaciones globales sobre población, precios, ción de mi trabajo en este aspecto. 3
producto y productividad. Comparto plenamente Neus Escandell-Tur, por su parte, defiende la
el sentido de esa incitación, así como su caveat necesidad de "nuevas monografías sectoriales y
acerca de la necesidad de la teoría y, muy en espe- regionales" y prueba brillantemente el argumento
cial, su llamado a que la tarea sea asumida por más con el resumen de sus investigaciones sobre la
de uno de nosotros.2 manufactura textil cusqueña. Su texto, aunque
Carmen Beatriz Loza y Noel Bonneuil toman breve, contribuye a desmontar varios de los su-
el relevo de Gootenberg señalando con gran sol- puestos que subyacen en las referencias aún habi-
vencia y precisión los caminos posibles para tuales a la "crisis global" del siglo xvm, y por allí
avanzar tanto en la globalización de las estima- confluye con nuestras preocupaciones. En sus
ciones relativas a la población, fundamentalmente señalamientos acerca de la continuada actividad
a partir de los registros parroquiales, como en el de la gran mayoría de los obrajes cusqueños, la
estudio de la relación entre las fluctuaciones eco- comentarista se refiere al peso abrumador de esa
nómicas y demográficas a corto plazo . Magdalena producción textil en el mercado potosino
C. Chocano Mena introduce un a perspectiva dife- finisecular. Para ello utiliza un artículo nuestro
rente, y complementaria, al observar que mientras acerca de las importaciones a Potosí en 1793, y lo
los avances má5 significativos de los últimos años complementa con datos propios para 1805. Creo
en nuestro campo se han dado a través de oportuno destacar que ya se encuentran publicados
monografías regionales, para el futuro "El creciente los datos de importaciones a Potosí para el conjunto
refinamiento en la formulación de hipótesis sobre del período 1780-1810, los que permiten reforzar
las crisis del siglo xvm parece depender de una aún más sus conclusiones.4
utilización rigurosa del nivel local (pueblos, parro- Gaston Arduz Eguía ofrece una lectura del
quias, caseríos) para discernir tendencia5 econó- artículo en conexión con algunos de mis trabajos
mica5 y demográficas". El problema radica, preci- previos, y agrega informaciones de interés sobre
samente, en definir ese "rigor" a fin de evitar el los factores de crecimiento de la minería tanto
potosina como bajoperuana.
Finalmente, Juan J. R. Villarías Robles es quien
Peter Bu rice, La revolución historiográfica france- plantea la actitud más crítica frente a mi trabajo.
sa . La Escuela de los !\nnales: 1929-1989 (Barcelona, Debo confesar que su comentario me pone en una
1993). situación incómoda. Mi artículo consiste en una
2 A propósito de los índices de precios agregados y lectura y rcinterpretación de trabajos recientes,
ponderados qui siera llamar la atención sobre un ar-
tículo en el que presentamos uno para el conjunto de
incluyendo algunos míos. La única evidencia que
las mercancías que entraron a Potosí entre 1780 y agrego se refiere a las veintenas de Chayanta y a
181 O y pagaron alcabala. El índice tiene el doble
interés de haber utili 1..ado como criterio de pondera-
ción los pesos relativos de las mercancías en las 3 Respecto de la participación indígena en los merca -
transacciones efectivamente registradas, a,í como la dos coloniales durante el siglo xvm debo remitir a
alta correlación que se pudo comprobar entre algu- varios trabajos incluídos en Olivia Harris, Brooke
nos de sus componentes y la s series de precios ela- Larson y Enrique Tandeter (comps.), Participación
borados antes a partir de fuentes conventuales. Cf. indígena en los mercados surandinos. Estrategias y
Luis Acosta, Yilma Milletich y Enrique Tandeter, reproducción social siglos XVI-XX (La Paz, 1987).
"El come rcio de efectos de la tierra en Potosí, 1780- 4 E. Tandeter, Yilma Milletich y Roberto Schmit,
1810" en : Rolando Avila, Inés Herrera y Rina Ortíz "~l ujos mercantiles en el Potosí colonial tardío",
(comps.) Minería colonial latinoamericana . Prime- Anuario !RHS, 9 (Tandil, Universidad Nacional del
ra Reunión de H istoriadores de la Min ería Laúnoa - Centro, 1994), pp. 97-126; cf también art. cit. en
mericana (1) (México, 1992), pp. 137-153. nota l.

Nº 1, julio 1995 41
Estudios y Debates

los bautismos y entierros de Sacaca y Acasio (cf. franca y burdamente, hay que leer más.
gráficos de 1 a 4). Por tanto, mi texto descansa en Propongo un sólo ejemplo. El comentari~ta dice
una lectura de la historiografía andina de la que que no ofrezco "datos concretos" acerca del "em-
extraigo elementos pertinentes para la discusión pobrecimiento general y sostenido de las comuni-
de mi hipótesis. Pero, por supuesto, en la elabora- dades", y contrapone su peregrina idea de que las
ción de mi texto, como creo hacen los historiadores comunidades estaban en "buenas condiciones",
responsables, busqué compatibilizar al máximo la como "resultado de la legislación del régimen
arbitrariedad de mi selección con el conjunto de borbónico hasta la rebelión de Túpac Amaru II,
los aportes de la historiografía andina. Sólo al fi- que pretendía proteger su status político y hacer de
nal de esas operaciones historiográficas me atreví sus miembros otros tantos consumidores de los
a formular una interpretación sobre la población y productos de la metrópoli". Con esa sola afirma-
la economía de los Andes en el siglo XVIII. ción se tira por la borda toda la especificidad de la
Villarías Robles procede de muy distinta manera. historia socio-política andina del siglo XVlII. Las
El lee la evidencia resumida en mi artículo y ofre- investigaciones sobre las rebeliones han dificulta-
ce una interpretación alternativa global según la do el desarrollo de los estudios de economía y
cual el comportamiento de los precios se habría población pero, finalmente, acumularon un cuerpo
debido a que la producción creció sostenidamente respetable de evidencias e interpretaciones sobre
más que la población, en "una situación de creci- su objeto propio que no podemos ignorar tan im-
miento económico" que habría constituido un punemente.
"escenario general económicamente positivo". Agradezco a los editores de la Revista Andina
Hasta aquí una operación perfectamente legítima. la ocasión de estos comentarios, y a sus autores su
Pero me parece que falta el pa~o complementario participación. Creo que este intercambio servirá
e ineludible de preguntarse por el grado de com- para ayudar en el objetivo original del artículo de
patibilidad entre la interpretación y el conjunto de estimular las investigaciones coloniales en demo-
la historiografía sobre los Andes. O, dicho más grafía y economía.

42 Revista Andina, Año 13


Identidad y alteridad en un motivo
etnoliterario amerindio e indoeuropeo:
La doncella fecundada

Enrique Ballón Aguirre

a la memoria de Monserrat Roig

... se tratará de demostrar, a partir de un ejemplo,


cómo algunos temas prestados a la antigua Gre-
cia ayudan a precisar ciertas hipótesis que el
estudio de los mitos amerindios ha inspirado ini-
cialmente.
C. Lévi-Strauss, 1983:253.

En este breve ensayo examinaré cierto motivo etnoliterario cuyo título se presenta
como una contradicción: una doncella -mujer que, según el diccionario, no ha conocido
varón- es calificada de fecundada o fertilizada. A primera vista en ese enunciado se trata de
la reunión o alianza de dos palabras cuyas significaciones parecen contraponerse, es decir,
constituir entre sí la antonimia propia de un oxímoron; pero de hecho, si bien ambos términos
aluden a cualidades opuestas, pertenecen al mismo objeto y por lo tanto no producen una
disociación: la mujer es fecundable por naturaleza, no habiendo incompatibilidad de signifi-
cados si los términos del enunciado son leídos en secuencia. La paradoja virginidad / ges-
tación descotextualizada 1 en el título, permanece así latente; pero si se le cotextualiza, es

Para la noción de cotexto, cf. E. Bailón Agui.rre, 1992:121-125.

Nº 1, julio 1995 43
Estudios y Debates

decir, si se le inserta en un argumento narrativo donde ambas situaciones son planteadas a


la vez, en otras palabras, si se propone la presencia simultánea de ambas isotopías en un
mismo relato, surge una antilogía al ofrecerse la alianza de dos ideas inconciliables2 , resultado
atribuible a un defecto de razonamiento que si bien no conduciría a la ininteligibilidad tocaría
directamente al sinsentido.
Tal vez sea esta la razón por la cual en el índice de motivos se evita semejante etiqueta
que, no obstante, define la médula narrativa de la intriga en la configurnción de los relatos
donde se le encuentra. En su lugar se prefiere, para denominar el tipo que en principio le
correspondería, un paralogismo en forma de alianza de un actor y una figura que no pertur-
ben el sentido común, por ejemplo, cuando S. Thompson al clasificar el mito de Dánae según
el tipo 310 de su taxonomía, lo denomina La doncella en la torre3. Por nuestra parte, al obrar
secwruium artem semioticaem, es decir, dentro de los criterios de la semántica interpretativa
y la semiótica narrativa, no podemos eludir la denominación antilogística propuesta ya que
ella, como veremos, califica tanto el Programa Narrativo de Base como la estructura elemen-
tal de la significación en el motivo a ser estudiado; después de todo, el universo mítico es
"el único universo donde es posible coordinar dos atributos pertenecientes a dos isotopías
contradictorias"4 • Esta coordinación se da porque precisamente el relato sólo asume esa
contradicción planteada originalmente in vacuo como contrariedad in praescentis, esto es, como
una presuposición recíproca entre los dos noemas5 contrarios /doncellez/ y /fecundación/
presentes en el relato y subtendidos por el eje semántico /impregnación/, ambos nocmas
hipónimos textuales de la categoría sémica /concepción/.

2 Cuando un solo lexema contiene dos sememas antilógicos, estamos frente al llamado enanliosema,
por ejemplo, esp. "encantusar": /encantar/+ /engatusar/; lal "sacer": /bendito/+ /maldito/, etc., cf. R.
Barthes, 1978:50, 79-81, 1982:95; E. Bailón Aguirre, 1988: 163.
3 En S. Thompson, 1972:147-148;442-443;616;650, el numeral 310 La doncella en la torre (The maiden
in the tower) corresponde a la sección de Adversarios naturales, ¡x:rtcnccientc a los llamados Cuentos
de magia, apartado A del grupo II Cuentos f olklóricos ordinarios, pero tambi én, si se toma para
denominar el relato el episodio de la concepción de Perseo por Dánae, podría remitir, dentro de los
cuentos folklóricos de las culturas norteamericanas, al motivo T522 Concepción por lluvia perteneciente
a la sección T Sexo.
4 J.-C. Coquet, 1965: 120; cf. C. Lévi-Strauss, 1983:291-299. En el cap. 5 del Manuscrito de /Juarochirí
encontramos otra antilogía semejante: Huatiacury visita a su padre Pariacaca en su estado ab ovo, antes
de su nacimiento. Ello permite corroborar el hecho de que, según el mismo C. Lévi-Strauss, 1958:229,
"el estudio de los mitos nos lleva a constataciones contradictorias. Todo puede suceder en un mito;
parece que la sucesión de acontecimientos no está allí subordinada a ninguna regla de lógica o de
continuidad. Todo sujeto puede tener cualquier predicado; toda relación concebible es posible. Sin
embargo, esos mitos en apariencia arbitrarios, se reproducen con los mismos caracteres y frecuente-
mente con los mismos detalles, en diversas regiones del mundo". Agregaré, por mi parte, que con la
presencia de figuras que provocan oxímorones o enantiosemas, el discurso poético puede enfrentar
isotopías contradictorias, por ejemplo, en Mallarmé "tonnerre muet" o en Vallejo "estruendo mudo";
en la tradición plástica de occidente los metastables, las anamórfosis, etc. pueden acarrear las mi smas
consecuencias.
5 La estructura elemental de la significación representada por el cuadro semiótico es de orden noémico
"ya que ella articula cualquier categoría sémica", A. J. Greimas - J. Courtes, 1991 :178.

44 Revi sta Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

Ahora bien, las variantes míticas a ser estudiadas pertenecen a áreas culturales muy
diferentes, aisladas tanto en el tiempo como en el espacio geográfico y, desde luego, a
lenguas sea en desuso o todavía en uso y a estados de lenguas diferentes: el maya-quiché,
el quechua, el griego y el latín. Sin embargo, este trabajo portará exclusivamente sobre las
traducciones castellanas de las variantes consideradas; de ahí que nuestro acercamiento -
cuyos resultados serán, por esta razón, únicamente plausibles- no pretende en modo alguno
lograr un simulacro de las ahormaciones semánticas primarias que rigen cada texto indepen-
dientemente considerado; nuestro fin es simplemente presentar una interpretación que nos
permita, aquí y ahora, hacer inteligible el motivo y los motifemas que él reune.

Corpus

Ya en camino a lograr los fines buscados, es decir, la descripción de la configuración


que define el motivo de la doncella fecundada, el corpus elegido es breve y desde luego
podría ser ampliado con otros relatos que muestren configuraciones similares6. El corpus actual
consta de tres variantes, la primera ha sido extraída del gran texto etnoliterario mesoamericano
Popol-Vuh - Historias del Quiché, capítulo 3 de la parte II, donde se relata la aventura de
la heroína Ixquic; la segunda variante incluye la historia de la heroína Cahuillaca de la
tradición etnoliteraria andina que se encuentra en el capítulo 2 del no menos célebre repo-
sitorio conocido como Manuscrito de Huarochirí del S. XVII; finalmente, la tercera va-
riante pertenece a la tradición etnoliteraria grecolatina con el nombre de Mito de Dánae
mencionado en "redacciones fragmentarias''? , ora de modo muy conciso ora en forma de
episodios desperdigados, en diversos textos que van desde la Teogonía de Hesíodo de Ascra
hasta las Metamorfosis de Ovidio; aquí se ha incluido como texto de referencia la variante
conservada por la escritora catalana recientemente fallecida Monserrat Roig, variante que
tiene la virtud de reunir el argumento completo del motivo8 •

6 Por ejemplo, la tradición mítica Tupinamba de la costa meridional del Brasil y en América del Norte,
la de los Klikitat, Carrier, Chilcotin, Kutenai, Thompson y Okanagon citados por C. Lévi-Strauss,
1983:278-279.
7 Esta fragmentación del mito de Dánae es similar a la del mito de Edipo, cf. C. Lévi-Strauss, 1958:235.
8 La decisión por elegir esta variante no es arbitraria pues obedece a la reglas metodológicas enuncia-
das, la primera por C. Lévi-Strauss, 1958:240: cada mito se define "por el conjunto de todas sus
versiones. Dicho de otra manera: el mito permanece como mito tanto tiempo como es percibido en
cuanto tal", en suma, "ya que un mito se compone con el conjunto de sus variantes, el análisis
estructural deberá considerarlas a todas con igual calidad"; y la segunda por A. J. Greimas, 1985:117:
"cuando se cuenta con diversas variantes de un mismo texto, hay que tomar como texto de referencia
el que presente el hecho que se analiza de la manera más explícita posible". Tal procedimiento
equivaldría, por ejemplo, en el estudio del mito de Edipo, a tomar como variante de referencia el texto
del oratorio Oedipus Rex de l. Stravinsky.

Nº 1, julio 1995 45
Estudios y Debates

Los textos de las variantes a estudiar son los siguientes:

VARIANTES AMERINDIAS:

l. Mesoaméricana: Mito de lxquic.

Esta es la historia de una doncella, hija de un Señor llamado Cuchumaquic. Llegaron


[estas noticias] a oídos de una doncella, hija de un Señor. El nombre del padre era
Cuchumaquic (1) y el de la doncella lxquic (2). Cuando ella oyó la historia de los
frutos del árbol (3), que fue contada por su padre, se quedó admirada de oírla.
- "¿Por qué no he de ir a ver ese árbol que cuentan?", exclamó la joven. "Cierta-
mente deben ser sabrosos los frutos de que oigo hablar".
A continuación se puso en camino ella sola y llegó al pie del árbol que estaba
sembrado en Pucbal-Chah (4).
- "¡Ah!", exclamó, "¿qué frutos son los que produce este árbol? ¿no es admirable ver
cómo se ha cubierto de frutos? ¿Me he de morir, me perderé si corto uno de
ellos?", dijo la doncella.
Habló entonces la calavera que estaba entre las ramas del árbol y dijo:
- "¿Qué es lo que quieres? Estos objetos redondos que cubren las ramas del árbol
no son más que calaveras". Así dijo la cabeza de Hun-Hunahpú (5) dirigiéndose
a la joven. "¿Por ventura los deseas?", agregó.
- "Sí los deseo", contestó la doncella
- "Muy bien", dijo la calvera "Extiende hacia acá tu mano derecha".
- "Bien", replicó la joven y levantando su mano derecha la extendió en dirección a
la calavera.
En ese instante la calavera lanzó un chisguete de saliva que fue a caer directamente
en la palma de la mano de la doncella. Miróse ésta rápidamente y con atención la
palma de la mano, pero la saliva de la calavera ya no estaba en su mano.
- "En mi saliva y mi baba te he dado mi descendencia" (dijo la voz en el árbol).
"Ahora mi cabeza ya no tiene nada encima, no es más que una calavera de!->'J}Ojada
de la carne. Así es la cabeza de los grandes príncipes, la carne es lo único que les
da una hermosa apariencia. Y cuando mueren espántanse los hombres a causa de
los huesos. Así es también la naturaleza de los hijos, que son como la saliva y la
baba, ya sean hijos de un Señor, de un hombre sabio o de un orador. Su condición
no se pierde cuando se van, sino se hereda; no se extingue ni desaparece la imagen
del Señor, del hombre sabio o del orador, sino que la dejan a sus hijas y a los hijos
que engendran. Esto mismo he hecho yo contigo. Sube, pues, a la superficie de la
tierra, que no morirás. Confía en mi palabra que así será", dijo la cabeza de Hun-
Hunahpú y de Vucub-Hunahpú (6).
Y todo lo que tan acertadamente hicieron fue por mandato de Huracán, Chipi-
Caculhá y Raxa-Caculhá (7).
Volviose en seguida a su casa la doncella después que le fueron hechas todas estas
advertencias, habiendo concebido inmediatamente los hijos en su vientre por la
sola virtud de la saliva. Y así fueron engendrados Hunahpú e Ixbalanqué.

46 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

Llegó, pues, la joven a su casa y después de haberse cumplido seis meses, fue
advenido su estado por su padre, el llamado Cuchumaquic. Al instante fue descu-
bierto el secreto de la joven por el padre, al observar que tenía hijo.
Reuniéronse entonces en consejo todos los Señores Hun-Camé y Vucub-Camé con
Cuchumaquic.
- " Mi hija está preñada, Señores; ha sido deshonrada", exclamó el Cuchumaquic
cuando compareció ante los Señores.
- "Está bien", dijeron éstos. "Oblígala a declarar la verdad, y si se niega a hablar,
castígala; que la lleven a sacrificar lejos de aquf''.
- "Muy bien, respetables Señores", contestó.
A continuación interrogó a su hija:
- "¿De quién es el hijo que tienes en el vientre, hija mía?"
Y ella contestó:
- "No tengo hijo, señor padre, aún no he conocido varón".
- "Está bien, replicó. Positivamente eres una ramera Llevadla a sacrificar, señores
Ahpop Achih (8); traedme el corazón dentro de una jícara y volved hoy mismo
ante los Señores", les dijo a los buhos (9).
Los cuatro mensajeros tomaron la jícara y se marcharon llevando en sus brazos a
la joven y llevando también el cuchillo de pedernal para sacrificarla.
Y ella les dijo:
- "No es posible que me matéis, ¡oh mensajeros!, porque no es una deshonra lo que
llevo en el vientre, sino que se engendró solo cuando fui a admirar la cabeza de
Hun-Hunahpú que estaba en Pucbal-Chah. Así, pues, no debéis sacrificarme, ¡oh
mensajeros!", dijo la joven dirigiéndose a ellos.
- "¿ Y qué pondremos en lugar de tu corazón? Se nos ha dicho por tu padre: 'Traedme
el corazón, volved ante los Señores, cumplid vuestro deber y atended juntos a la
obra, trnedlo pronto en la jícara, poned el corazón en el fondo de la jícara'. ¿Acaso
no se nos habló así? ¿Qué le daremos entre la jícara? Nosotros bien quisiéramos
que no murieras", dijeron los mensajeros.
- "Muy bien, pero este corazón no les pertenece a ellos. Tampoco debe ser aquí
vuestra morada, no debéis tolerar que os obliguen a matar a los hombres. Después
serán ciertamente vuestros los verdaderos criminales y míos serán en seguida Hun-
Camé y Vucub-Camé. Así, pues, la sangre y sólo la sangre será de ellos y estará
en su presencia. Tampoco puede ser que este corazón sea quemado ante ellos.
Recoged el producto de este árbol", dijo la doncella.
El jugo rojo brotó del árbol, cayó en la jícara y en seguida se hizo una bola
resplandeciente que tomó la fonna de un corazón hecho con la savia que corría de
aquel árbol encamado. Semejante a la sangre brotaba la savia del árbol, imitando
la verdadera sangre. Luego se coaguló allí dentro la sangre o sea la savia del árbol
rojo, y se cubrió de una capa muy encendida como de sangre al coagularse dentro
de la jícara, mientras que el árbol resplandecía por obra de la doncella Llamábase
Arbol rojo de grana, pero [desde entonces] tomó el nombre de Arbol de la Sangre
porque a su savia se le llama la Sangre (] 0).

Nº 1, julio 1995 47
Estudios y Debates

- "Allá en la tierra seréis amados y tendréis lo que os pertenece", dijo la joven a los
buhos.
- "Está bien, niña. Nosotros nos iremos allá, subiremos a servirte; tú, sigue tu camino
mientras nosotros vamos a presentar la savia en lugar de tu corazón ante los
Señores", dijeron los mensajeros.
Cuando llegaron a la presencia de los Señores, estaban todos aguardando.
- "¿Se ha terminado eso?", preguntó Hun-Camé.
- "Todo está concluido, Señores. Aquí está el corazón en el fondo de la jícara".
- "Muy bien. Veamos", exclamó Hun-Camé.
Y cogiéndolo con los dedos lo levantó, se rompió la corteza y comenzó a derrnmarse
la sangre de vivo color rojo.
- "Atizad bien el fuego y ponedlo sobre las brasas", dijo Hun-Camé.
En seguida, lo arrojaron al fuego y comenzaron a sentir el olor los de Xibalbá (11),
y levantándose todos se acercaron y ciertamente sentían muy dulce la fragancia de
la sangre.
Y mientras ellos se quedaban pensativos, se marcharon los buhos, los servidores
de la doncella, remontaron el vuelo en bandada desde el abismo hacia la tierrn y
los cuatro se convirtieron en sus servidores.
Así fueron vencidos los Señores de Xibalbá. Por la doncella fueron engañados
todos.

Recinos, Adrian, 1984: 125-130.

(1) Cuchumaquic: sangre reunida.


(2) Jxquic: sangre pequeña o de mujer; el prefijo ix es signo de femenino y de diminutivo. Sig-
nifica así "la de la sangre femenina" y también "la de la goma elástica".
(3) El texto hace referencia a este episodio que, en el capítulo II de la Segunda Parte, precede
inmediatamente al texto del capítulo IIl que he reproducido íntegramente:
"( ... ] Muchos eran los Jugares de tormento de Xibalbá [cf. nota 11]; pero no entraron en ellos
Hun-Hunahpú [cf. nota 5]. Solamente mencionamos los nombres de estas casas de castigo.
Cuando entraron Hun-Hunahpú y Yucub-Hunahpú [cf. nota 6] ante Hun-Camé [= 1 muerte,
día del calendario] y Yucub-Camé [= 7 muerte, día del calendario], les dijeron estos:
- '¿Dónde están mis cigarros? ¿Dónde está mi raja de ocote que os dieron anoche?'
'Se acabaron, Señor'.
- 'Está bien. Hoy será el fin de vuestros días. Ahora moriréi s. Seréis destruidos, os haremos
pedazos y aquí quedará oculta vuestra memoria. Seréis sacrificados', dijeron Hun-Camé y
Yucub-Camé.
En seguida los sacrificaron y los enterraron en el Puchal-Chah [cf. nota 4] así llamado. Antes
de enterrarlos le cortaron la cabeza a Hun-Hunahpú y enterraron al hermano mayor junto con
el hermano menor.
- 'Llevad la cabeza y ponedla en aquel árbol que está sembrado en el camino', dijeron Hun-
Camé y Yucub-Camé.
Y habiendo ido a poner la cabeza en el árbol, al punto se cubrió de frutas este árbol que jamás
había fructificado antes de que pusieran entre sus ramas la cabeza de Hun-Hunahpú. Y a esta
jícara la llamamos hoy la cabeza de Hun-Hunahpú, que así se dice .
Con admiración contemplaron Hun-Camé y Vucub-Camé el fruto del árbol. El fruto redondo
es taba en todas partes; pero no se distinguía a la cabeza de Hun- Hunahpú; era un fruto igual

48 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

a los demás frutos del jícaro [= güira: árbol tropical de las bignoniáceas, de fruto globoso y
corteza dura]. Así aparecía ante todos los de Xibalbá cuando llegaban a verla
A juicio de aquéllos, la naturaleza de este árbol era maravillosa, por lo que había sucedido en
un instante cuando pusieron entre sus ramas la cabeza de Hun-Hunahpú. Y los Señores de
Xibalbá ordenaron:
- '¡Que nadie venga a coger de esta fruta! ¡Que nadie venga a ponerse debajo de este árbol! ' ,
dijeron, y así dispusieron impedirlo todos los señores de Xibalbá
La cabeza de Hun-Hunahpú no volvió a aparecer, porque se había vuelto la misma cosa que
el fruto del árbol que se llama jícaro. Sin embargo, una muchacha oyó la historia maravillosa
Ahora contaremos cómo fue su llegada".
(4) Puzbal-Chah: sacrificadero del juego de pelota
(5) Según A. Recinos: "el nombre hunahpú ha sido objeto de muchas interpretaciones. Literal-
mente, significa un cazador con cerbatana, un tirador; etimológicamente es eso mismo y es
vocablo de la lengua maya, ahpú en maya es cazador y ah ppuh ob, forma de plural, son los
monteros que van a la caza, según el Diccionario de Motul. Es evidente, sin embargo, que
los quichés debían tener alguna razón más plausible que esta etimología para dar ese nombre
a la divinidad . El cazador en los tiempos primitivos era un personaje muy importante; el
pueblo vivía de la caza y de los frutos espontáneos de la tierra antes de la invención de la
agricultura Hunahpú sería, en consecuencia, el cazador universal, que proveía al hombre de
sustento; hun tiene también en maya la acepción de general y universal. Pero posiblemente
los quichés que descendían directamente de los mayas, quisieron reproducir en el nombre
Hunahpú el sonido de las palabras mayas Hunab Ku, 'el único dios', que servían para designar
al dios principal del panteón maya, que no podía representarse materialmente, por ser incorpóreo.
La pintura de un cazador podría haber servido en los tiempos antiguos para representar el
fonema Hunab Ku que encerraba una idea abstracta, la de un ser espiritual y divino. El
procedimiento es común en la escritura pictográfica precolombina Hunahpú es también el
nombre del vigésimo día del calendario quiché, el día más venerado de los antiguos, equiva-
lente al maya Ahau, señor o jefe, y al náhuatl Xóchitl, flor y sol, símbolo del dios sol o Tonaliuh".
(6) Vucub-Hunahpú o 7 Hunahpú (vucub = 7), día del calendario quiché. Ambos hermanos, Hun-
Hunahpú y Vucub-Hunahpú, "nacieron, durante la noche" de lxpiyacoc e /.xmucané (= el viejo
y la vieja; según E. J. Palacios es la pareja creadora activa que se entiende directamente con
la fábrica material de las cosas). Sobre este punto, A. Recinos advierte: "Era solamente la
cabeza de Hun-1-lunahpú. Como se habrá notado, este pasaje recuerda el mito mexicano del
nacimiento de Huitzilopochtli, que fue engendrado por una pelotilla de pluma que descendió
sobre su madre Coatlicue y que ésta puso en su seno, 'de la cual dicen se empreñó', según
cuenta Sahagún (lib. 111, cap. I)".
(7) Huracán : una pierna, Caculhá Huracán: rayo de una pierna, el relámpago; Chipi Caculhá: rayo
pequeño; Raxa Caculhá, rayo verde, relámpago o trueno. Los tres son llamados "Corazón del
Cielo".
(8) Ahpop Achih: título de algunos de los Señores y jefes quichés.
(9) Los mensajeros de Xibalbá (cf. nota 11) eran los buhos Chabi-Tucur (= buho flecha), Hu-
racán-Tucur (=buho de una pierna o buho gigante), Caquix-Tucur (= buho guacamaya) y Holom-
Tucur (= buho que se distingue por la cabeza).
(10) Chuh Cak.ché (Croton sanguifluus): planta tropical cuya savia tiene el color y la densidad de
la sangre. Es el árbol llamado por los mexicanos ezquahuitl, árbol de sangre, y los europeos
conocen también con el nombre de "Sangre" o "Sangre de Dragón".
(11) Xibalbá: lugar profundo, subterráneo, un abismo desde el cual había que subir para llegar a
la tierra.

Nº 1, julio 1995 49
Estudios y Debates

11. Andina: Mito de Cahuillaca.

Dicen que, en los tiempos muy antiguos, Cuniraya Huiracocha (1), convertido en
hombre muy pobre, andaba paseando con su capa y su cusma (2) hecha harapos.
Sin reconocerlo, algunos hombres lo trataban de mendigo piojoso.
Ahora bien, este hombre animaba a todas las comunidades. Con su sola palabra
[preparaba el terreno para] las chacras y consolidaba los andenes. Con nada más
que arrojar una flor de[I] cañaveral llamado pupuna (3) abría una acequia desde
su fuente. Así realizando toda clase de hazañas andaba humillando a los demás
huacas (4) locales con su saber.
Había una vez una mujer llamada Cahuillaca que también era huaca. Esta Cahuillaca
era todavía doncella. Como era muy hermosa, todos los huacas y huillcas (5)
deseaban acostarse con ella. Pero ella siempre los rechazaba.
Sucedió que esta mujer, que nunca se había dejado tocar por un hombre, estaba
tejiendo debajo de un lúcumo (6). Cuniraya, gracias a su astucia, se convirtió en
pájaro y subió al árbol. Como había allí una lúcuma madurn, introdujo su semen
en ella y la hizo caer cerca de la mujer. Ella muy contenta, se la tragó. Así quedó
preñada sin que ningún hombre hubiera llegado hasta ella
Nueve meses más tarde, como suelen hacer las mujeres, [Cahuillaca] también dio
a luz, aunque fuese todavía doncella. Durante un año más o menos, crió sola a su
hijo, amamantándolo. Siempre se preguntaba de quién podía ser hijo. Al cumplirse
el año -el niño ya andaba a gatas- hizo llamar a todos los huacas y los huillcas a
fin de saber quién era el padre. Cuando oyeron el mensaje, todos los huacas se
regocijaron mucho y acudieron vestidos con su ropa más fina, cada uno conven-
cido de ser el que Cahuillaca iba a amar.
Esta reunión tuvo lugar en Anchicocha Cuando llegaron al lugar donde residía esa
mujer, todos los huacas y los huillcas se sentaron; entonces ella les habló:
"¡Miradlo! varones, señores, ¡reconoced a este niño! ¿Quién de vosotros me lo
engendró?".
Y a cada uno le preguntó si había sido él.
Pero ninguno dijo que era su hijo.
Cuniraya Huiracocha -como suelen hacer los muy pobres- se había sentado a un
lado; despreciándolo, Cahuillaca no le preguntó a él, pues le parecía imposible que
su hijo hubiera podido ser engendrado por aquel hombre pobre, habiendo tantos
varones hermosos presentes.
Como nadie admitía que el niño era su hijo, le dijo a éste que fuera él mismo a
reconocer a su padre; antes, les explicó a los huacas que, [si el padre estaba
presente], su hijo se le subiría encima.
El niño anduvo a gatas de un lado a otro [de la asamblea] pero no se subió encima
de ninguno hasta llegar al lugar donde estaba sentado su padre.
En seguida, muy alegre, se trepó por sus piernas.
Cuando su madre lo vio, muy encolerizada, gritó:
"¡Ay de mí! ¿Cómo habría podido yo dar a luz el hijo de un hombre tan mi-
serable?"

50 Revista Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

y, con estas palabras, cargando a su hijito, se dirigió hacia el mar.


Entonces Cuniraya Huiracocha dijo:
"¡Ahora sí me va a amar!"
y se vistió con un traje de oro y empezó a seguirla; al verlo todos los huacas
locales se asustaron mucho.
" Hennana Cahuillaca -la llamó- ¡mira aquí! Ahora soy muy hennoso"
y se enderezó iluminando la tierra.
Pero Cahuillaca no volvió el rostro hacia él; se dirigió hacia el mar con la intención
de desaparecer para siempre por haber dado a luz el hijo de un hombre tan horrible
y sarnoso; [llegó] al sitio donde, en efecto, todavía se encuentran dos piedras
semejantes a seres humanos, en Pachacamac mar adentro.
Al momento mismo en que llegó allí, se transfonnó en piedra.

Taylor, Gerald, 1987: 53-61.

(1) El título original quechua del capítulo 2 del Manuscrito de Huarochirf de donde se ha extraído
esta variante, es "Una tradici ón sobre Cuniraya Huiracocha"; el título español agregado al
tex to es "Cómo sucedió Cuniraya Huiracocha en su tiempo y cómo Cahuillaca parió su hijo
y lo que pasó". Para G. Taylor, 1987:51, "Cuniraya era un dios regional y se encontraba
petrificado en la acequia de Huincompa. Huiracocha, cuyo culto había sido propagado pro-
ba blemente en todo el imperio de los Incas, no tenía un adoratorio local y la gente, al invocar
Cuniraya, no 'veía' efectivamente a Huiracocha cuyo nombre se agregó al de Cuniraya".
(2) Según H. Galante (ciL G. L. Urioste, 1983:127 n. 21) cusma se traduce por "camisón"; J. M.
Arguedas (1966:43) lo traduce por "túnica" y G. Taylor (1980:53 n. 48) dice que es una
"especie de túnica o camisa larga andina".
(3) En el primer Suplemento del Manuscrito de Huarochirí (enunciados 23 y 37), el cañaveral
pupuna es comparado a una lanza.
(4) Para el Inca Garcilam de la Vega, huaca es un término polisémico que comprendería los
sememas /divinidad gennlica/, /santuario natural/, /santuario edificado/, /ofrenda votiva/ y el
enantioserna /excelso/-/horripilante/ (cf. R. Cerrón-Palomino, 1993:245). C. Rubina (1992) ha
hecho un amplio estudio de este término. Aquí se emplea huaca con el primer sentido in-
dicado por el Inca Garcilaso de la Vega
(5) 1-/uillca: se utiliza en el Manuscrito de Huarochirf con los sentidos de /jefe/, /señor/, por
ejemplo, el huillca Tamtañamca del Cap. 5.
(6) Lúcumo (Lúcuma obovaJa): árbol andino de las sapotíceas, cuyo fruto del tamaño de una
pequeña manzana es de cáscara delgada y verde, carne amarilla de consistencia harinosa y una
sola semilla color castaño.

VARIANTE INDOEUROPEA:

III.Grecolatina: Mito de Dánae.

Acrisis (] ), rey de Argos, era el padre de Dánae. El oráculo le predijo que Dánae
daría a luz un hijo que lo mataría. Y el rey de Argos asustado, mandó encerrar a
su hija en una torre de bronce. Pero Zeus, un dios muy enamoradizo, se sintió
fascinado por la belleza de Dánae y la fecundó a través de la penetración, divina

Nº 1, julio 1995 51
Estudios y Debates

y sutil, de una lluvia de oro que descendió por el techo. Dánae tuvo un hijo, Perseo
(2), y Acrisis, aterrorizado porque sabía que los oráculos no mienten nunca, los
arrojó al mar en un cofre. No se trataba de un acto de crueldad paterna, sino de
un natural instinto de supeivivencia El cofre anduvo a la deriva hasta que quedó
atrapado en la red de un pescador (3) cerca de la isla de Serifo (4). Y el oráculo
se cumplió: durante unos juegos fúnebres, Perseo mató por azar al abuelo al lanzar
un disco al aire. Perseo supo que no era el azar, sino el destino.
Roig, Monserrat, 1985:69

(1) A crisis: hijo de Abas, de la misma sangre que Baca; cf. Ovidio, 1985: IV, 607-608.
(2) Perseo: héroe danaida que cortó la cabeza a Medusa (Górgona), originando con ese ac to a
Crisaor y al caballo Pegaso; cf. Hcsi odo, 1986:Escudo, 216; Te ogonía, 280; Ovidio, 1985:
IV, 786.
(3) En otras variantes, el pescador llamado Dictis era hermano de Polidcc to, rey de Seri fo.
(4) En un episodio posterior, Polidccto quien proyecta hacer de Dánae s u mujer, la retiene. En
calidad de pago de impuesto, le exige a Perseo traer la cabeza de Medusa. Durante la ausencia
de éste, empareda a Dánae en un santuario. Perseo llegó un año después acompañado de su
mujer Andrómeda, salva a su madre y convi erte en piedra a Polidccto al mostrarle la cabeza
de Medusa; cf. Ovidio, 1985: V, 246-249.

El nwtivo en la etnolit.eratura amerindia

Pasemos a describir la constitución del micro-relato de la doncella fecundada que


contienen las dos primeras variantes, a partir de los motifemas o realizaciones discursivas
particulares de ese micro-relato en cada una. De allí obtendremos algunas propiedades centrales
que definen ese "dispositivo inmutable" que es el motivo9• Cabe señalar aquí que, luego de
examinar el horizonte semántico intratextual de los motifemas y el motivo, sólo se tendrá en
cuenta los distintos cotextos de cada variante a modo de halo narrativo susceptible de ser
comparado pero sin estructuración definida. Hecha esta advertencia, veamos las variantes
amerindias.

1. Variante mesoamericana

Antes de estudiar los Programas Narrativos que definen el motifema correspondiente,


procedamos a describir la organización deíctica de este primer relato, es dec ir, su
espacialización, temporalización y actorialización discursivas.

9 Desde el punto de vista de su organización interna, el motivo se define como "una forma sintáctica
fija en que las relaciones-funciones son semánticamente incorporadas por recorridos figurativo s
invariantes, hipotácticamente organizables, y donde los términos-actantes son cubiertos por figuras
más o menos variables cuya capacidad de sus titución no afecta en nada la estructura de conjunto. En
esta perspectiva, el 'motivo' corresponde a una especie de red figurativa estable que relaciona ele-
mentos eventualmente cambiantes", J. Courtés, 1982: 125.

52 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

1.1 Espacialización

La distribución del espacio de todo este relato - el topos- obedece a un eje de orden
/vertical/ entre dos localizaciones extremas: el mundo ctónico 10 donde se desenvuelve la mayor
parte de la intriga y el mundo terrestre de remisión final para la heroína y sus servidores. Los
lugares dispuestos por ese eje son los siguientes:

Nerticalidad/

/Abajo/ /Arriba/

Mundo ctónico Mundo terrestre


"Xibalbá"

Espacio Espacio Espacio Espacio


par ató pico heterotópico utórico heterotópico 2
1

/precedente/ /subsecuente/ /circundado/ /circundante/ /circundante/ /circundado/


"casa" consejo y "Pucbal-Chah" "Jícaro" Lugar de "Arbol de
aguardo de "sacrificio la Sangre
Hun-Camé Nerticalidad/
Vucub-Camé y
Chuchumaquic /Arriba/ /Abajo/
("copa") ("pie")
Cabeza de lxquic
Hun-Hunahpú y
Vuvucb-Hunahpu

/ascenso/ vs /descenso/
lxquic Cabeza de
Hun-Hunahpú y
Vucub-Hunahpu

Los actores obran, pues, en el mundo ctónico llamado Xibalbá. Allí Ixquic escucha
"la historia de los frutos del árbol" contada por su padre Cuchumaquic en un lugar inicial-
mente impreciso a ser designado una vez que ella recorra su primer trayecto, la visita a
Pucbal-Chah y al árbol jícaro donde se encuentra la cabez.a de Hun-Hunahpú y Vucub-
Hunahpu:: "Volviose en seguida a su casa la doncella".

10 En relación a los estratos cósmicos (celeste, clónico) y empírico (terrestre), cf. C. Lévi-Strauss,
1986:53-55, 69-70, 78, 109-113.

Nº 1, julio 1995 53
Estudios y Debat¡;s

Una vez señalada esta localización de referencia dirccuiz o espacio parntópico en


relación tanto al espacio heterotópico l como al e~-pacio utópico, es en Pucbal-Chah y en
frente del jícaro que Ixquic adquiere la competencia que la define como heroína del motivo:
allí es fecundada sin perder su calidad de doncella. El espacio utópico del motifema maya-
quiché presenta, entonces, un lugar /circundante/ denominado Pucbal-Chah donde "estaba
sembrndo" el árbol llamado jícaro que, por ese hecho, se ubica como /circundado/11 • El jícaro,
a su vez, pone en juego la relación proxémica central del motivo entre Ixquic quien "llegó
al pie del árbol" (/abajo/) y "la calavern que estaba entre las ramas del árbol" (/arriba/). Una
vez que Ixquic se aproxima al árbol, se desencadena una serie de comportamientos somáticos
gestuales:

a) levantar la mano derecha y extender/a "en dirección a la calavern" (/ascenso/);


b) la calavern escupe en "la palma de la mano de la doncella" (/descenso/); y
c) la doncella se mira rápida y atentamente la mano "pero la saliva de la calavern ya
no estaba en su mano".

Sin embargo, el relato no señala el lugar donde Cuchumaquic descubre su estado de


preñez ni donde es juzgada por el consejo de los dioses de Xibalbá, Hun-Camé y Yucub-
Camé. Por presuposición éste o bien se confunde con el primer espacio paratópico o bien
constituye una localización diferente; si se trata de lo último, la casa será un espacio paratópico
/precedente/ y la ubicación del lugar de consejo y espera de los mensajeros se realizará en
el espacio heterotópico 1 /subsecuente/. El diagrama ha de leerse, entonces, como subtendiendo
ambas posibilidades 12 •
Ahora bien, el espacio heterotópico 1 que marca el asiento de Hun-Camé y Vucub-
Camé y donde estos aguardan a los mensajeros de vuelta del supuesto sacrificio de Ixquic,
contiene también una serie de comportamientos sib'llificantes de orden gestual:

a) mostrar el falso corazón: "Aquí está el corazón en el fondo de la jícara";


b) coger el falso corazón "con los dedos", levantarlo, rotura del pericardio-corteza y
derramamiento de la sangre-savia;
c) avivar el fuego, arrojar el falso corazón a las brasas, oler la fragancia que despide,
acercarse y quedarse pensativos 13.

Desde este espacio heterotópico l perteneciente al mundo subterráneo o clónico Xibalbá,


se da el desplazamiento de los mensajeros-buhos para reunirse con Ixquic. En cambio, el
juicio conclusivo determina la sanción del relato y con ello el segundo desplazamiento de

11 El jícaro podría ser considerado, en sí, como /englobante/ respecto de los frutos-calaveras -entre las
que se encuentra la de Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú- que consecuentemente devendrían /englobados.
12 ¿Cómo desambiguar esta disposición espacial? El examen y diseño general de las localizaciones
espaciales del mundo ctónico en el Popol-Vuh permitirá sin duda decidir, en su momento, por una
u otra posibilidad.
13 Estos comportamientos programados pueden ser comparados con los de preparación de una "receta",
cf. E. Bailón Aguirre, 1994:53-54 y AJ. Greimas, 1989:178-192. Véase igualmente, C. Zilberberg,
1993 y D. Maddox, 1994:13.

54 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

lxquic siempre desde el espacio paratópico pero ahora hacia al espacio heterotópico 2, lugar
de sacrificio (/circundante/) donde se encuentra el Arbol de Sangre (/circundado/). Allí en-
contrnmos otro /hacer/ gestual programado:

a) brotar la savia ("jugo rojo") y caer en la jícara;


b) la savia "que corría" se coaguló y se hizo una bola "que tomó la forma de co-
razón";
c) mientras "el árbol resplandecía".

Luego de cumplir su propia performance de engafio, Ixquic reemprende el desplaza-


miento esta vez desde el mundo ctónico Xibalbá ("ní, sigue tu camino'') hacia el mundo terrestre,
destino final de su trayectoria viajera como aparece en el capítulo IV de la Segunda parte del
Popol-Vuh. De esta manera, la espacialización del relato se da, de una parte, por localizaciones
que luego se precisan en forma de conductas gestuales programadas y, de la otra, por viajes
que relacionan los diversos emplazamientos, todo lo cual tiene un valor constituyente tanto
para la temporalización como para la programación narrativa a ser observadas.

1.2 Temporalización

Como ocurre por lo general en los relatos míticos sometidos a una temporalidad
eónica, los lapsos temporales programados carecen de autonomía cronológica y dependen
tanto de la distribución espacial como de los Programas Narrativos allí contenidos.
En este sentido, la temporalidad del relato -que es un continuum- se halla dividida
claramente por un lapso de referencia cronológica no autónoma, ya que está subtendido por
el tempo eónico que cubre todo el relato de un extremo al otro. Dicho esto, si la temporalidad
cero es la del presente de la enunciación ("ahora" enunciativo) y éste corresponde a la etapa
utópica de esa aventura en que la heroína transforma su competencia original de /doncella/
en /doncella fecundada/, la programación temporal es la siguiente:

lxquic

Mundo ctónico Mundo terrestre


1
Eón Cronía Eón
1 1
Antes Ahora +-+ Después Subsecuente
1 1 1 1
/doncellez/ /doncellez/ /doncellez/ /doncellez/
/virginidad/ /fecundación/ /gestación/ /aparición/
"llegaron "Habiendo "Después de "Allá en el monte
[estas noticias] concebido haberse cumplido fueron dados
a oídos de inmediatamente seis meses , fue a luz"
una doncella" los hijos" advertido (Cap. V)
su estado"'

Nº 1, julio 1995 55
Estudios y Debates

La periodificación es, como se ve, inseparable de la ahonnación de presuposiciones


y consecuciones mutuas señaladas por las flechas dobles, pero si bien se trata de la
organización canónica del proceso de engendramiento es indudable que la paradoja,
el "escándalo narrativo", surge con las tres últimas demarcaciones temporales que en
vez de contener una combinatoria parasinonímica como en el "antes", presenta las
antonimias /doncellez/ vs /fecundación/, /doncellez/ vs /gestación/ y /doncellez/ vs /
parición/ a la vez.

1.3 Actorialización

Los actores del relato adquieren su volumen significativo gracias a los roles actanciales,
temáticos, figurativo y patémicos que definen su competencia, además de las figuras que los
predican. En la versión estudiada, la actorialización se dispone del siguiente modo:

Roles Roles Roles Roles


Actores actanciales temáticos figurativos Figuras paté micos Figuras

Hum-Hunahpú · Destinadores (Drs) Fecundadores Dioses 'irutos" Condes- "sabrosos"


Vucub-Hunahpú - Deceptores (Des) "calavera" cendientes "obsequiosos"
- Sujetos Operadores
(Ops)

lxquic - Destinataria (Driai - fecundada · Hija "joven Curiosa "admi radora"


- Sujeto de estado ( ) - Ofensora - Doncella "ramera" "deseosa
- Destinadora ~ra)
· Deceptora ( a)

Saliva Objeto de Fecundativo Generador "empreñar" 0 0


Baba valor (Ov)

Jícaro Adyuvante (Ad) Soporte Vinculo "árbol" 0 0

Jícaro Adyuvante (Ad) Recipiente Portador "contener' 0 0

Hunahpú Sujetos Engendrados Vástagos "honrar' 0 0


lxbalanqué consectarios (Co)

Cuchumaquic - Destinador ~r) - Informador - Señor "advertir' 0 0


· Oponente ( p) - Mandatario - Padre
- Sujeto sancio- - Expedidor
nador (Ss) · Criminal

Huracán Sujetos hiper- Disponentes Destino "Acertar 0 0


Chipi-Caculhá destinado res
Raxa-caculhá (Hdrs)

Hun-Camé - Sujetos hiper- - Mandantes Señores "obligar" Perceptores "dulce"


Vucub-Camé destinado res - Criminales "pensar'
(Hdrs)
· S¿etos judi-
ca ores (St
- Destinatarios ( rios)
- Oponentes (Op)

Ahpop Achih - Destinatarios (Drios) - Mensajeros Buhos "servir' Compasivos "amados"


-Adyuvantes (Ad) - Colusores

56 Revista Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

Roles Roles Roles Roles


Actores actanciales temáticos figurativos Figuras patémlcos Figuras

Cuchillo de Anti-objeto de Instrumento Muerte "sacrfficar' 0 0


pedernal valor(Ov)

Corazón Objeto de Indicio Muerte "sacrfficar' 0 0


valor(Ov)

Artiol de la Adyuvante (Ad) Donante Sangre "resplandecer" 0 0


Sangre

Savia Anti-objeto de Fraude Sangre "olor' 0 0


valor (AOv) '1ragancia"
/saber/ 1 Objeto Modal Informar Relato '1rU1os 0 0
(Om) del ártiol"
/saber/ 2 Objeto Modal Informar Relato "engendra- 0 0
(Om) miento"

Adviértase que en este resumen, siguiendo el criterio de exhaustividad del análisis -


y no su saturación- sólo se han considerado los roles y figuras pertinentes para el estudio del
motifema respectivo. Así no se han incluido los sub-actores y sus roles temáticos funcionales
como, por ejemplo, los frutos-calaveras que cuelgan del jícaro y rodean la cabeza de Hun-
Hunahpú y Vucub-Hunahpú, o las brasas y el fuego preparados para quemar el corazón de
Ixquic.
Una vez concluida la relación deíctica de esta variante etnoliteraria, veamos la orga-
nización discursiva de las acciones.

1.4 Programación narrativa

La sintaxis narrativa dinamiza en forma de acciones los estados puntuales fijados tanto
por la espacialización como por al temporalización observadas. Ahora bien, un Progra-
ma Narrativo de Uso se encarga aquí de manifestar la manipulación a la que es sometida la
heroína Ixquic al enterMse de lo que desconoce por boca de su padre Cuchumaquic14 :

PNU 1: F [Dr ___., (Dria n Om /saber/1)]

PNU: Programa Narrativo de Uso; F: Función de transformación; Dr: Destinador, Cuchumaquic;


Dria: Destinataria, Ixquic; Om: Objeto modal /saber/ 1: la "historia de los frutos" del jícaro; [):
enunciado de /hacer/; (): enunciado de es1ado; __. : función de /hacer/; í): conjunción.

14 Cuchumaquic y el actor correspondiente en la variante grecolatina Acrisis, pertenecen a un rango


social superior, "Señor" y "Rey" respectivamente; Ixquic y Dánae heredan, por su parte, esa calidad,
mientras que Cahuillaca en la variante andina es tenida por "Huaca"; Hunahpú e Ixbalanqué, hijos
de lxquic, el niño hijo de Cahuillaca y Perseo hijo de Dánae, tienen el carácter de dioses o semi-
dioses.

Nº 1, julio 1995 57
Estudios y Debates

Este PNU presenta, pues, en la dimensión cognoscitiva, la transfonnación de la com-


petencia de la heroína de "ignorante" a "sapiente", esto es, del /no saber/ al /saberf 5 "la historia
de los frutos del árbol" 16; tal adquisición de la competencia es concomitante con el espacio
paratópico y la temporalidad del "antes" de la enunciación.
Hasta entonces sólo contamos con estos actantes protensivos, ya que no presentan
ningún estado anímico. La intriga propiamente dicha se inicia con la aparición en la compe-
tencia de la heroína Ixquic de una inquietud o disposición afectiva automanipuladora, la
curiosidad (-""¿Por qué no he de ir a ver ese árbol que cuentan?", exclamó la joven"; "-
"¡Ah!", exclamó, "¿qué frutos son los que produce este árbol? ¿no es admirnble ver cómo
se ha cubierto de frutos? ¿Me he de morir, me perderé si corto uno de ellos?"), valencia que
pennite al relato pasar de la dimensión cognoscitiva a la dimensión pragmática ("A continua-
ción se puso en camino ella sola y llegó al pie del árbol que estaba sembrado en Pucbal-
Chah").
Ese rol patémico surge también de otra carencia, el /querer saber/ o /querer/ apreciar
el "sabor" 17 de los frutos del jícaro ("Ciertamente deben ser sabrosos los frutos de que oigo
hablar") que renueva la valencia curiosidad en la competencia de Ixquic. Ahora bien, estos
frutos son una máscara (/parecer/) o apariencia con que se muestran las calaveras y en
especial la calavera de Hun-Hunahpú (/ser/) quien así ostenta el rol de Deceptor (cf. nota 3)
pero sólo por un momento ya que, de inmediato, revela a la doncella su verdadero /serf 8. Esta
revelación conduce al cambio, en la competencia de Ixquic, de la modalidad /querer/ a su
correspondiente halotáctica /desear/, siempre bajo la valencia curiosidad. Pero en vez de
satisfacer esa inquietud proporcionándole uno de los frutos-calaveras -y hacerla pasar en su
competencia de la virtualidad a la actualización modal del /saber/-, el actor sincrético Hun-
Hunahpú ahora como actante Sujeto Operador y Dcstinador le dona su saliva-semen, todo
según la siguiente Performance Principal "concepcional" o, mejor, de concepción, según un
Programa Narrativo manipulado por el Hiper-destinador colectivo-positivo ("Y todo lo que
tan acertadamente hicieron fue por mandato de Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá"):

PNB: F {Hdrs _ . [ SO (S U Ov) -.(S n Ov)])


1 1
Dr-D Dria-Da
PNB : Programa Narrativo de Base; l-ldrs : Huracán, Chipi-Caculhá y Raxa-Caculhá; SO y Dr-D:
l-lun-Hunahpú; S y Dria-Da: Ixquic; Ov : Saliva/baba; {) : enunciado de /hacer hacer/; U : disjunción.

15 La modalidad epistémica /saber/ informa la etapa incoativa de las tres variantes del corpus.
16 Existe una correspondencia figurativa entre el jícaro de la variante mesoamericana, el lúcumo de la
variante andina y la torre de la variante grecolatina
17 "Saber" y "sabor" provienen en la lengua española del latin sapere.
18 Más adelante Ixquic explica a los mensajeros: "no es una deshoma lo que llevo en el vientre, sino
que se engendró solo cuando fui a admirar la cabeza de l-lun-l-lunahpú que estaba en Pucbal-Chah".
Reparemos, por otro lado, que los dioses fecundadores en las variantes estudiadas -Hun-Hunahpú,
Cuniraya y Zeus- ostentan en su competencia el rol actancial del Deccptor.

58 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

Merced a este procedimiento de programación semi-simbólica19 se produce la articu-


lación homológico-categorial del motivo. En efecto, el "fruto-calavera" requerido por Ixquic
-metaforú.ado gracias a los sernas compartidos /apariencia/ y /redondez/- es trastocado por un
procedimiento de reemplazo categorial: la figura "fruto-calavera" sólo participa con las figu-
ras "saliva/baba" de ciertos sernas genéricos -tales como /materialidad/- pero ninguno espe-
cífico. Para que el segundo reemplace paradigmáticamente al primero, el texto propone un
procedimiento metafórico gracias a la intervención de un tertium comparationis presupuesto,
el término "semen": el "fruto-calavera" al contener la semilla, comparte con "semen" el serna
isotópico /fecundatividad/. Pues bien, Hún-Hunahpú al enunciar "En mi saliva y mi haba te
he dado mi descendencia" establece el nexo con saliva/baba, según una homologación a partir
de los sernas isotópicos /expeler/ y /liquidez/ que comparten "semen" y "saliva/baba":

semen : saliva/baba :: /fecundatividad/ : /esterilidad/

Aquí la "saliva/baba" sustituye al "semen", pero es la /fecundatividactfO la que re-


emplaza metafóricamente a la /esterilidad/ y de esta manera aparece la "saliva fecundadora"
que explica esa alegoría oscura producida más adelante21 por la aporía entre los argumentos
constitutivos del silogismo:

- Primera premisa verosímil: Cuchumaquic: "Mi hija está preñada";


- Segunda premisa verosímil: Ixquic: "No tengo hijo, señor padre, aún no he cono-
cido varón"

a resolverse por medio de una calificación entimemática:

- Conclusión inverosímil: Cuchumaquic: "Positivamente eres una ramera".

El entimema desemboca en el Anti-programa anticoncepcional /hacerla infecunda/


diseñado por el Hiper-destinador colectivo-negativo Hun-Camé y Vucub-Camé ("que la
lleven a sacrificar lejos de aquf') en la dimensión cognoscitiva:

APN: F {Hdrs _ . [ Dr (Dría n Ov) -.(Dria U Ov)]}


1 1
Sj Ss
APN: Anti-Programa Narrativo; Hdrs y Sj: Hun-Camé y Vucub-Camé; Dr y Ss: Cuchumaquic;
Dria: Ixquic; Ov: Corazón.

19 Como indica F. Thurlemann, "los sistemas semi-simbólicos son sistemas significantes que no se
caracterizan por la conformidad entre las unidades del plano de la expresión y del plano del contenido,
sino por la correlación entre categorías que dependen de los dos planos", cf. A. J. Greimas-J. Courtés,
1991 :227-228.
20 Un análi sis detallado de esta categoría se encuentra en E. Bailón Aguirre, 1985 y 1986.
21 A pesar de su importancia para precisar este motifema, no estudiaré por ahora el sermo moralizante
emitido por la cabeza de Hun-Hunahpú y Yucub-Hunahpú.

Nº 1, julio 1995 59
Estudios y Debates

Pero este Programa cognoscitivo no tiene su consecusión pragmática adecuada como


en el caso anterior, sino un Programa pragmático invertido. De hecho, la sanción que se busca
con la realización de ese Programa propuesto es la muerte de Ixquic; pero ésta, en su rol
actancial de Destinadora, consigue en una primera instancia convencer a los ejecutores de la
sentencia Ahpop Achih según otro PNU:

PNU2: F [Dra _., (Drios n Om /saber/ 2)]


Ora: Ixquic; Drios: Ahpop Achih; Om: /saber/ 2, la "historia del engendramiento" por obra de llun-
Hunahpú.

Una vez que los mensajeros Ahpop Achih comparten con Ixquic el /saber/ acerca de
su prodigiosa fecundación, recién tenemos el Programa Narrativo Inverso al PNB donde
Ixquic recategoriza su rol actancial de Destinadora y asume el de Deceptora:

PNI: F (Dra _., [ SO (Drios U AOv) _., (Drios n AOv)]}


1 1 1 1
D Ad Op Op

PNI: Programa Narrativo Inverso; Ora, D y SO: Ixquic; Ad : Apoph Achih; Drios y Op: Ilun Carné
y Yucub Carné; AOv: Savia, llamada "Sangre".

El espacio heterotópico 2 y el lapso temporal subsecuente al "ahora" de la


enunciación, acogen la performance del engaño que Ixquic hace a Hun Carné y Vucub Carné
con la colaboración de los mensajeros Apoph Achih. Tropezamos así con otra homología
semi-simbólica a partir de los sernas isotópicos /liquidez/, /coloración/ y /coagulación/:
sangre : savia :: /antropomorfa/ : /vegetal/
donde la "savia" del Arbol de la Sangre sustituye a la "sangre", pero es la categoría
/antropomorfa/ de la primera la que sustituye metafóricamente a la categoría /vegetal/ de la
segunda, todo lo cual permite el surgimiento de la "savia sanguínea" o "sanguaza" y con ello
el reemplazo del corazón de Ixquic por un corazón de materia vegetal: ahí el serna isotópico
/envoltura/ justifica la sustitución:
pericardio : corteza :: corazón : árbol
que da lugar a la metáfora "corteza del corazón". Esta última unida a la "savia
sanguínea" figurativizan el Anti-objeto de valor que reciben los Señores de Xibalbá a cambio
del corazón de Ixquic.
El último episodio del relato corresponde al viaje que realiza Ixquic desde el mundo
ctónico al mundo terrestre, viaje premonitorio anunciado por Hun-Hunahpú y Vucub-Hunahpú
en su rol actancial de Hiper-destinadores positivos: "Sube, pues, a la superficie de la tierra,
que no morirá. Confía en mi palabra que así será". Las consecuencias de este viaje y la
procreación de los hermanos Hunahpú e Ixbalanqué exceden nuestro estudio; estos episodios
constituyen, de hecho, parte del relato de acogida en el cual se halla inserto el motivo que
examinamos.

60 Revista Andina , Año 13


Bailón: La doncella fecundada

2. Variante andina

La variante andina recogida en nuestro corpus, ha interesado al análisis estructural de


los mitos pero, hasta donde llega mi infonnación, sólo en relación a la fecundación de
Cahuillaca por el ardid de Cuniraya22 • Siguiendo el patrón de análisis propuesto, veamos a
continuación la organización deíctica del motifema.

2.1 Espacialización

A diferencia de la variante mesoamericana, la espacialización en la variante andina


procede a partir de una categorización proxémica de orden /prospectivo/ entre dos polaridades
espaciales extremas: el mundo terrestre que comprende el desarrollo de la trama en sus
etapas incoativa y durntiva y el mundo acuático donde tiene lugar el episodio tenninativo.
Su distribución es esta:

/P rospectividad/

Mundo terrestre Mundo acuático


1
Espacio Espacio Espacio Espacio
hete rotópico paratópico utópico heterotópico 2
"Pachacamac"
1
1 1
/circundante/ /circundado/
"Anchicocha" "residencia" /circundante/ /circundado/
"Lúcumo" "mar adentro" "dos piedras"
Comu nidades
donde se 1
desplaza /horizontalidad/ /verticalidad/
Cuniraya
Huiracocha /peritó pico/ /ectópico/ /arriba/ /abajo/
"asamblea" Cuniraya ("copa") ("pie")
Huiracocha Cuniraya Cahuillaca
1 Huiracocha
/verticalidad/ 1
"piernas·· 1
1 /descenso/

/encima/ /debajo/
"trepó" "a gatas"

/ascenso/
Niño

22 cf. C. Lévi-Strauss, 1983:278.

Nº 1, julio 1995 61
Estudios y Debates

Aquí los actores del relato actúan en el mundo terrestre que abarca "las comunidades"
pero carece de denominación genérica La localización primera es heterotópica en relación
a los otros espacios dispuestos por el texto y en ella el dios Cunirnya confirma su compe-
tencia "realizando toda clase de hazañas", a partir de una conducta engañosa, pues "andaba
paseando con su capa y su cusma hecha harapos". Allí sus comportamientos somáticos y
gestuales son:

a) "animaba a todas las comunidades";


b) conjuros: "con su sola palabra [preparaba el terreno para] las chacras y conso-
lidaba los andenes"
c) tropelías23 : "con nada más que arrojar una flor de[!] cañaveral llamado pupuna
abría una acequia desde su fuente".

El espacio de referencia paratópica es Anchicocha (/circundante/) y en él se encuentra


la "residencia" (/circundado/) de la heroína Cahuillaca; aquí

a) procrea un niño y lo amamanta;


b) el niño anda a gatas;
c) Hama a los huacas quienes acuden a la cita.

En este lugar se efectúa, entonces, la comprobación de la prueba principal: la asam-


blea se reúne (espacio /peritópico/) y Cuniraya Huiracocha se sienta "a un lado" (espacio /
ectópico/) de acuerdo con su apariencia de mendigo. Ahora bien, el niño que inicialmente se
encuentra "a gatas" (/debajo/) trepará (/ascenso/) las "piernas" (/encima/) de su padre Cuniraya
reconociéndolo como la!.
El espacio utópico queda, como en el caso de Ixquic, determinado por la fecundación
de Cahuillaca sin perder su calidad de doncella. Pero a diferencia de la primera, la variante
andina presenta directamente el empla1..amiento del lúcumo que establece la relación proxémica
central del motivo entre Cahuillaca quien "estaba tejiendo debajo" (/abajo/) y Cuniraya quien,
convertido en pájaro, se "subió al árbol" (/arriba/). Desde allí, se observa los siguientes com-
portamientos somáticos gestuales:

a) Cuniraya Huiracocha introduce su semen en una lúcuma madura;


b) hace caer la fruta cerca de Cahuillaca (/descenso/); y
c) esta última "muy contenta, se la tragó".

De esta manera "quedó preñada sin que ningún hombre hubiern llegado hasta ella".
Luego del episodio de la asamblea cuya proxémica ha sido descrita al lr'<ltar el espacio
paratópico /circundado/, Cahuillaca se dirige al segundo espacio heterotópico "Pachacamac"
correspondiente a la etapa ad finem del relato: su suicidio, la muerte de su hijo y la trans-
fonnación en piedrn de ambos.

23 Tropelía: arte mágica que muda las apariencias de las cosas.

62 Revista Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

Los movimientos y ademanes de los actores trazan así, en la variante andina, la "carta
geográfica" del mito con algunas referencias puntuales a localidades ubicables en los mapas
del centro del Perú: Anchicocha y Pachacamac24 • Se trata, pues, de referidos puntuales cuya
función es crear el efecto de sentido "realidad no mítica" o "verosímil realista" 25 • Todas estas
puntualizaciones proxémicas diseñan el panorama de fondo sobre el cual se dibuja no sólo
la desleída temporalización de este motifema, sino también la actorialización y la programa-
ción narrativa que contiene.

2.2 Temporalización

El continuum temporal eónico se inicia con la enunciación de un lapso primordial


indefinible, a cargo de un enunciador innominado: "Dicen que, en los tiempos muy antiguos".
Como lo acabo de señalar, serán las determinaciones actoriales de la heroína Cahuillaca las
que permitirán proponer en una primera instancia, el siguiente diagrama:

Cahuillaca

Mundo terrestre Mundo acuático

1
Eón Cronía Cronía
1 1
1
Antes ~ Ahora ~ Después ~ Subsecuente ~ Postrimero

/doncellez/ /doncellez/ /doncellez/ /doncellez/ /suicidio/


/virginidad/ /fecundación/ /gestación/ /parición/ /filicidio/
"nunca se "quedó "nueve "dio a "al cumplirse
había dejado preñada" meses" luz" el año"

Así, a diferencia de la variante mesoamericana, aquí la temporalidad cronológica o


cronía (tiempo remisivo) ocupa los tres últimos períodos del relato, pero todos ellos no son
autónomos pues siempre se hallan subtendidos por la temporalidad eónica ab ovo: "en los
tiempos muy antiguos"; en efecto, ninguno de los lapsos cronológicos completa su referencia
fuera de esa era inconmensurable, por ejemplo, en una periodización "histórica" cualquiera,
a semejanza de las remisiones espaciales a ciertos lugares geográficos relativamente precisos
como sucede en la espacialización mostrada.

24 Las ubicaciones geográficas de estos lugares han sido consignados por G. Taylor, 1987:39.
25 cf. E. Bailón Aguirrc, 1991:87.

Nº 1, julio 1995 63
Estudios y Debates

2.3 Actorialización

Esas unidades léxicas de tipo nominal que son los actores del relato, comprenden
ahora un conjunto de actores colectivos funcionales -por ejemplo, "algunos hombres", las
"comunidades", etc.- ausentes tanto de la variante mesoamericana como grecolatina. Sin
embargo, debido a su carácter sub-actorial no serán comprendidos en el siguiente esquema:

Roles 1 Roles I Roles 1


Roles
Actores actanciales temáticos figurativos Figuras patémicos Figuras
1

Cuniraya · Destinador (Dr) - Animador - Dios - "harapos" - Sobelbio "humillador


Huiracocha - Deceptor (D) - Hazañoso - Mendigo - ')l iojoso" - Seducido
- Sujeto Operador (SO) - Sabedor - Miserable - "pájaro" "deseoso·
- Destinatario (Drio) - Astuto - Horrible - "galano" "hermoso·
- Fecundado - Sarnoso

Cahuillaca - Sujeto Operador (SO) Fec undada - Huaca - ·1ejedora" - Seductora - "hermosa"
- aijeto de valor (Ov) - Doncella - "piedra" - Aniva - "rechazo"
- Destinataria (Dria) - Madre "asqueada"
- Sujeto de estado (S) "colérica"
- Oponente (Op) "suicida"
- Destinadora (dra)

Semen Objeto de valor (O.,) Fecundativo Generador "empreña(' 0 0

Lúcumo Adyuvante (Ad) Sopone Vínculo 'árbol" 0 0

Lúcuma Adyuvante (Ad) Camada Alimento 'iruta" 1


Apetecible "madura"

Niño Sujeto consectario Engendrado Vástago - "cría" - Desorientado - "alegre"


(Ce) - "piedra" - Acertado

Huacas y -Sujeto aiservador Pretend ientes Señores "galanos Seducidos - "deseosos"


Huillcas (Ob) - "hermosos"
- Destinatarios (drs) - "asustados"
- Sujeto de estado
colectivo (s)

/saber/ 1 Objeto Modal (Om) Gnosis -Conjuro - "palabra" Animación "humillación"


-Ademán - "pup una"

/saber/ 2 Objeto Modal (Om) Paternidad Reconocí- "hijo" 0 0


miento

Muerte Anti-objeto de Desapari- - Suicidio "ahogo" 0 0


valor (AOv) ción - Filicidio

Traje de Objeto de valor (CN) Revelación Endereza- - "ilumina- 0 0


oro miento ción"

64 Revista An dina, Año 13


Ba/lón: La doncella fecundada

2.4 Programación narrativa

La sintaxis narrntiva de este segundo motifema presenta igualmente en su fase incoativa


un Progmma Narrativo de Uso:

PNU 1: F [Dr - . (Drs U Om /saber/ l)]


1

D
Dr y D: Cuniraya Huiracocha; Drs: Huacas; Om: Objeto modal /saber/ 1: la gnosis portentosa

La realización de este progrnma en el espacio heterotópico 1 coincidente con la etapa


del "antes" de la enunciación, supone el encubrimiento de la personalidad divina de Cuniraya
(/ser/) por medio de la figura del mendigo (/parecer/), lo que impide su "reconocimiento"; se
trata así del "Lrikstcr" o Dcceptor, pues se hace pasar por lo que no es al poner en práctica
un /hacer cognoscitivo/ engañoso en relación a los huacas. Sin embargo, este engaño perdu-
rará en la etapa durativa del relato, en particular frente a la huaca Cahuillaca, y sólo recu-
perará su /ser/ auténtico en la fase terminativa como veremos luego.
De este modo, el primer tramo de la intriga presenta al actor Cuniraya bajo el rol de
Dcceptor enfrentado a una huaca hermosa y altanera, la doncella Cahuillaca quien realiz.a el
Anti-programa anticoncepcional /hacerse infecundable/: "Como era muy hermosa, Lodos los
huacas y huillcas deseaban acostarse con ella. Pero ella siempre los rechaz.aba", susceptible
de ser formulado así:

APN 1: F [SO_., (S U Ov)]


SO y Ov: Cahuillaca; S: huacas y huillcas.

No obstante, Cuniraya idea su Programa Narrativo de concepción bajo una segunda


apariencia (/parecer/), la de pájaro, merced a la cual efectuará, ahorn como Destinador, Sujeto
Operador y Dcceptor, el /hacer fecundador/ dirigido a Cahuillaca:

PNB: F {Dr _., [ SO (S U Ov) -.(S n Ov)]}


1 1
D Dria-Op
Dr y SO-D: Cuniraya Huiracocha; S, Dria y Op: Cahuillaca; Ov: lúcuma madura

Como en el motifema anterior, en éste encontramos también una programación semi-


simbólica que produce la articulación homológico-categorial del motivo. De hecho, la "fruta
madura" que Cahuillaca ingiere "muy contenta" es portadora de un traslapo categorial, puesto
que la figura "fruta madura" no comparte con la figura "semen" sernas específicos sino sólo
aquellos de generalidad muy amplia y abstracta del tipo /materialidad/. Para que la "lúcuma
madura" sea portadora coherente del "semen", este texto utiliza como la variante mesoamericana
un procedimiento metafórico presupuesto gracias a la intervención del tertium comparationis,

Nº 1, julio 1995 65
Estudios y Debates

el rasgo semántico "semilla": la "fruta madura" al contener implícitamente la semilla en


punto de fecundación, comparte con "semen" el serna isotópico /fecundatividad/. Así, Cuniraya
al acruar según su designio (jhacer/: "introdujo su semen [en la lúcuma madura]") y mani-
pular a Cahuillaca (jhacer hacer/: "la hizo caer cerca de la mujer"), establece un nexo directo,
una igualdad semántica según una homologación a partir del serna /fecundatividad/ que
comparten "semen" y "lúcuma madura":

semen : lúcuma madura :: /fecundatividad/ : /semilla/

En este caso la "fruta madura" sustituye al "semen" y la /fccundatividad/ del segundo


reemplaza metonímicamente -pars pro to/O- a la /semilla/ constitutiva de la "fruta
fecundadora" 26 • Así se explica el estado de perplejidad en que se encuentra Cahuillaca una
vez que da a luz y que la lleva a tratar de resolver la paradoja según el siguiente silogismo
de verosimilitud:

- Primera premisa: "Siempre se preguntaba de quién podría ser hijo";


- Segunda premisa: "hizo llamar a todos los huacas y los huillcas",
- Conclusión: "a fin de saber quién era el padre".

Pero como enuncia el texto, esta prueba resulta en un fracaso ya que ningún huaca
ni huillca "dijo que era su hijo". Se trata, pues, de otro Programa Narrativo de Uso donde
se encuentra en juego un segundo /saber/:

PNU2: F [Dr ___. (Drios U Om /saber/ 2)]


1
s
Dr y S: Cahuillaca; Drios: Huacas y huillcas; Om: Objeto modal /saber/ 2: identidad paterna

Cahuillaca rechaza (/no querer saber/) la posibilidad de que su vástago haya sido
originado por obra de Cuniraya a quien ella "desprecia": "le parecía imposible que su hijo
hubiera podido ser engendrado por aquel hombre pobre, habiendo tantos varones hermosos
presentes". Efectivamente, su Programa dilucidatorio es concomitante en cierto modo con el
Anti-programa Narrativo desarrollado por Cuniraya (quien ha retomado a su apariencia inicial
de mendigo) en la dimensión cognoscitiva, como Destinador-Deceptor y Auto-destinatario a
la vez:

26 Como lo hace notar C. Lévi-Strauss, 1983:279, para los mitos Thompson y Okanagon relativos al
engendramiento de los héroes gemelos por el subterfugio de los padres Coyote y Lince, "el ardid del
padre no es el mismo en los dos casos: metonímico para Coyote que, a manera de comida, hace
ingerir su esperma seco (parte del coito) a la joven; y metafórico para Lince quien fecunda a la otra
hermana con una gota de orina o de saliva (esperma figurativo) que el hace o deja involuntariamente
caer en la boca o en el vientre de ésta"; cf. C. Lévi-Strauss, 1984:82-83 y 1994:35-49. Esta referencia
es contextualizada más ampliamente para el caso andino en C. Lévi-Strauss, 1991:74;89.

66 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

APN2: F {Dr ---. [Dr (Dria n Co u Drio)l}


1 1 1
D D D
Dr-D y Drio: Curúraya; Dria: Cahuillaca; Co: rúño.

Cuniraya mantiene aún en secreto su identidad divina frente a Cahuillaca y los demás
huacas y huillcas. De ahí que Cahuillaca por su ignorancia, compartida con todos ellos, se
vea impulsada a realizar un nuevo Programa Narrativo de Uso en la dimensión pragmática.
Este Progrdffia resulta igualmente fracasado -prueba decepcionante- para ella y los huacas y
huillcas, pero exiloso para Cuniraya -prueba glorificanle- quien como Sujelo Operador de su
propio Programa Narrativo, lo encaja en el PNU de Cahuillaca. Este PN de Cuniraya es
Inverso en relación

a) al APN descriLo (el niño "muy alegre, se trepó por sus piernas") y
b) al PNU 2, pues ahora revela su identidad paterna ()saber/):

PNU3: F [S0 1 (Co U S) ___,. (Co n S) ___,. (Co U S)J


1
PNI 1: a) F [S0 2 (Co U D) ___,. (Co D)] n
b) F [Dr ___. (Drios n Om /saber/ 2))

SO, : CahuilJaca; Co: rúño; S y Drios: Huacas y huillcas; S0 2 , D y Dr: Curúraya; Om /saber/ 2:
identidad paterna.

El reconocimiento efectivo que hace el niño de su propio padre Cuniraya quien


persisle en su rol actancial de Deceplor, conlleva la fase Lerminativa del relato. Así, la
compelencia de Cahuillaca informada con el rol paLémico caraclerístico de la altivez, monta
en cólera anle esa revelación mediatizada -el niño reconoce a su padre bajo la figura de
mendigo-, cuyo sintagma pasional ha sido definido por la serie27 :

frustración ___,. descontenlo ___,. agresividad

y su consecuencia, en esle caso, es dirigirse al mar "cargando a su hijito" y allí, en


el mar28 , se realizará la sanción del relalo: el suicidio y el filicidio que los recalegoriza en
forma de piedras 29 • De esle modo, mientras Cahuillaca y su hijo realizan su último PNU
frente al Anti-objeto de valor "Muerte", Cuniraya acLualiza el segundo PNI de orden prag-

27 cf. A. J. Greimas, 1989:265.


28 Esta inmersión marina corresponde en la variante grecolatina al episodio de Dánae y Perseo encerra-
dos y arrojados en un cofre al mar.
29 C. Lévi-Strauss hace una referencia especial a la metamorfosis de Cahuillaca en una roca marina,
1991 :690 y C. Rubina, 1992:76, ha realizado un examen exhaustivo de la petrificación de Cahuillaca
y su hijo como sanción negaliva reflexiva o autocastigo. En cuanto a la petrificación de Polidecto en
la variante grecolatina, véase la nota 3 de dicho texto.

Nº 1, julio 1995 67
Estudios y Debates

mático (a) y, en relación al PNU 1, de orden cognoscitivo (b) es decir, descubre su verdadera
identidad divina frente a los huacas y huillcas a la vez que Cahuillaca lo ignora y prosigue
su propio Programa de autodestrucción ("Cahuillaca no volvió su rostro hacia él; se dirigió
hacia el mar con la intención de desaparecer para siempre por haber dado a luz el hijo de un
hombre tan horrible y sarnoso"):

PNU4 : F [S01 (S 1 U AOv U Co) __., (S 1 n AOv n Co)]


1
PNI 2 : a) F [S02 (S 2 U Ov) __., (S 2 n Ov)]
b) F [Dr __., (Drios n Om /saber/ l)]
S0 1 y S1 : Cahuillaca; AOv: Muerte; Co: niño; S02 , y Dr: Cuniraya Huiracocha; Ov: Traje de oro;
Drios: Huacas; Om: Objeto modal /saber/ 1: la gnosis portentosa.

Por lo visto, Cahuillaca y su hijo se trasladan del mundo terrestre al mundo acuático,
petrificándose allí merced a una metonimia en la cual un lugar ("Pachacamac mar adentro'')
sustituye a esos actores a partir del tertium comparationis manifestado, la /semejanza/:

Cahuillaca e hijo : dos piedras :: seres humanos : antropomorfos

En cambio, la recategorización de los roles figurativos de Cuniraya presenta la si-


guiente correlación30 :

mendigo dios
harapiento orificado
[encogido] enderezado
[rezagado] resplandeciente
horrible hermoso

De esta manera, el motifema andino se prolonga con la persecución de Cahuillaca por


Cuniraya quien, en la creencia de que ella "iba a verlo, que iba a mirarlo", "la seguía a
distancia gritándole y llamándola continuamente". En esta nueva aventura Cuniraya recupe-
rará el rol actancial de Deceptor31 , pero todo ello forma parte del cotexto que circunda nuestro
motivo de estudio.

30 Los rasgos semánticos marcados pero presupuestos van entre corchetes.


31 cf. G. Taylor, 1987:73, lexía 63.

68 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

El motivo en la etnoliteratura indoeuropea

"las afinidades entre los mitos griegos y los mitos america-


nos se extienden hasta las metáforas. Lo cual confinnaría,
si fuera necesario, que incluso en un caso donde se excluye
toda aproximación geográfica o histórica, el repertorio en
que el pensamiento mítico va a buscar sus temas y sus
motivos tiene recursos limitados".
C. Lévi-Strauss, 1983:259-260.

El área indoeuropea se circunscribe, ante todo, por razones lingüísticas. Este criterio
es el que según E. Benveniste justifica tenerla como una unidad: "La noción de indoeuropeo
-nos dice- vale en principio como noción lingüística y si podemos extenderla a otros aspectos
de la cultura, sólo será posible a partir de la lengua. El concepto de parentesco genético no
tiene sobre ningún otro dominio lingüístico un sentido tan preciso y una justificación tan
clara"32• Pues bien, es este parentesco genético entre dos lenguas indoeuropeas, el griego y
el latín, el que nos permite tomar la tradición etnoliteraria en ambas lenguas como un
conjunto unitario de orden intertextual, más allá de las razones históricas, de influencias o de
trnnsmisión escrita que pudieran avalarla. Las variantes míticas grecolatinas pueden así ser
examinadas como objetos textuales indoeuropeos intraculturales.

3. Variante grecolatina

A diferencia de las variantes amerindias, el conocido mito de Dánae mencionado


fragmentariamente en muy diversas obras (Simónides, Shelley ...), se halla a la par cotextualizado
y contextualizado de maneras muy distintas, especialmente en lo que toca al motivo de la
doncel/a fecundada. Tal es el caso, para sólo sefialar dos muestr&S, de la resemantización del
argumento tradicional en los óleos de Rembrandt que hoy se conserva en el Museo de
Leningrado y el de Joachim Wtewael del Museo del Louvre; en el primero se representa a
Dánae complaciente (bajo las fonnas de Saskia, la esposa del pintor) recibiendo la fecundadora
lluvia de oro pero acompafiada de una mujer y un Cupido o amorcillo alado y con un fondo
inubicable que no remite en modo alguno a la torre de bronce consignada por la tradición oral
y sus transcripciones escritas; el segundo representa a Dánae entre aterrada y sorprendida,
contando también con un Cupido e incluso con la figuración de Zeus, su águila emblemática
y una vieja tejedora asustada. Aunque desde luego interesante, nuestro propósito no es seguir
el rastro a este tipo de resemantizaciones33 ; nos contentaremos con estudiar la variante in-
cluida en nuestro corpus.

32 E. Benveniste, 1969:8.
33 Una investigación ejemplar de ese orden, aparece en las variaciones temáticas y figurativas del motivo
Et in Arcadia ego realizado por E. Panofsky, 1969; cf. J. Courtés, 1986:21-40, C. Lévi-Strauss,
1994:17-19.

Nº 1, julio 1995 69
Estudios y Debates

3.1 Espacialización

Como sucede en la variante andina, el espacio discursivizado por esta última variante
actualiza la categoría de la /prospectividad/ y sus dos polos extremos, el mundt; terrestre y
el acuático, el primero correspondiente a las fases incoativa y durativa y el segundo que
incluye la fase terminativa. Su organización es:

/Prospectividad/

Mundo terrestre Mundo acuático

Espacio Espacio 1
para tópico utópico Espacio
heterotópico
1 1
/circundante/ /circundado/ /circundante/ /circundado/
"Argos" 1 ºmar" "isla de Serifo"
N erticalidad/
Acrisis

/encima/ /Debajo/
''techo" ''torre de
[de la torre] bronce"

/descenso/
Zeus

Lo escueto de esta variante, condensada en relación a la expansión discursiva de las


precedentes, sólo permite puntualizar algunas conductas somáticas y gestuales que entiban la
espacialización descrita. En relación al espacio paratópico Argos, tenemos:

a) la predicción del oráculo a Acrisis,


b) el correspondiente susto de éste, y
c) de modo presupuesto, el cumplimiento de la predicción: en unos juegos fúnebres,
Perseo lanza el disco y mata a Acrisis.

El espacio utópico cuenta con los siguientes comportamientos;

a) Acrisis manda que su hija sea encerrada en una torre de bronce, mientras que
b) Zeus en respuesta a sufascinación por Dánae,penetra la torre y lafecunda con una
lluvia de oro (/descenso/) y
c) enterado de ello Acrisis se aterra, encierra a Dánae y Perseo en un cofre y los
arroja al mar.

70 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

La fase tenninativa del relato se actualiza en el espacio heterotópico marino que se


halla signado con los siguientes comportamientos: el cofre va a la deriva y es atrapado por
la red de un pescador "cerca de la isla de Serifo", puntualidad geográfica proxémica que, a
la manera del motifema andino, es un efecto de sentido "realidad" que, sin embargo, no
pennite interpretarlo como "verosímil histórico" en la dimensión temporal.

3.2 Temporalización

La temporalidad eónica subtiende toda esta variante; de ahí que los períodos tempo-
rales únicamente puedan ser segmentados por las puntualizaciones espaciales ya vistas y por
los pasos de una a otra observables en el transcurso de los episodios narrativos:

Dánae

Mundo terrestre Mundo acuático


1
Eón Eón

Antes ~ Ahora ~ Después ~ Subsecuente ~ Postrimero ~ Ulterior


1 1 1 1
/doncellez/ /doncellez/ /doncellez/ /doncellez/ /filicidio/ /regicidio/
/virginidad/ /fecundación/ /gestación/ /parición/ /infanticidio/ /parricidio/
"El oráculo "la fecundó 0 "Dánae tuvo "los arrojó "Perseo mató
le predijo a través de un hijo, al mar en por azar al
que Dánae la penetra- Perseo" un cofre" abuelo"
daría a luz ción ( ...) de
un hijo" una lluvia
de oro

Esta temporalidad eónica gobernada únicamente por la progresión de los aconteci-


mientos es, como se ve, recursiva, ya que el último episodio no es sino el cumplimiento o
cierre del primero. Esta autonomía temporal hace que el motifema posea una autarquía
narrativa plena -hic et nunc- cosa que explicaría, en cierto modo, su inserción en contextos
muy diversos. Cabe advertir que en el período /postrimero/, a diferencia de la variante andina,
los sernas figurativos son enfocados desde el punto de vista del actor Acrisis, /filicidio/ en
relación a su hija Dánae e /infanticidio/ en relación a Perseo; y en el período /ulterior/ los
sernas figurativos son enfocados desde la perspectiva de Perseo para quien Acrisis es, a la
vez, rey (/regicidio/) y abuelo (/parricidio/)34 •

34 El término "parricidio" se aplica en primera instancia al crimen de los padres, pero por extensión, al
asesinato de cualquier pariente como en este caso.

Nº 1, julio 1995 71
Estudios y Debates

3.3 Actorialización

Los actores del motifema grecolatino son relativamente esquemáticos en cuanto a sus
temas, figuras y paternas. Ellos son los siguientes:

Roles Roles Roles Roles


Actores actanciales temáticos figurativos Figuras paté micos Figuras

Zeus - Destinador (Dr) Fecundador Dios "penetrar" Enamoradizo "Fascinado"


· Decepto r (D)
- Sujeto Operador
(Op)

Dánae - Destinataria (Dria) Fecundada - Hija "prisionera" Atrayente "hermosa"


- Sujeto de - Doncella
estado (S) - Madre

Torre de Anti-objeto de Prisión Encierro "inmueble" 0 0


bronce valor (AOv)

Lluvia de Objeto de Fecundativo Generador "empreñar" 0 0


oro valor (Ov)

Perseo - Sujeto consec- Engendrado Vástago "victimario" 0 0


tario (Ce)
- Sujeto Ope-
rador (SO)

Acrisis - Destinatario (Drio) Mandante - Rey "víctima" Instintivo "asustado"


- Destinador (Dr) Proscriptor - Padre "aterrorizado"
- Sujeto Operador
(SO)
- Oponente (Op)
- Sujeto de estado
(S)

Oráculo Sujeto hiper-des- Présago Destino "verídico" 0 0


tinador (Hdr) "cumplir"

/saber/ Objeto Modal (Om) Presagio Anuncio "predicción" 0 0

/deber Objeto Modal (Om) Prescripción Encierro "mandato" 0 0


hacer/

Cofre Anti-objeto de Prisión encierro "mueble" 0 0


valor (AOv)

Pescador · Sujeto Operador Liberador Aprehensión "red" 0 0


(SO)
· Adyuvante (Ad)

Disco Anti-objeto Muerte - Regicidio "por azar" 0 0


de valor (AOv) ("juego - Parricidio
fúnebre")

72 Revista Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

3.4 Programación narrativa

La etapa incoativa del relato se funda como en los casos precedentes, en una mani-
pulación cognoscitiva que desencadena todo el motivo: el oráculo se dirige a Acrisis y le
presagia su muerte a manos del nieto por engendrarse. De esta manera, el Programa que
inaugura su sintaxis narrativa obedece a la fórmula:

PNU 1: F [Hdr _ . (Drio n 0m /saber/)]


1-idr: Oráculo; Drio: Acrisis; Om /saber/: muene por obra del nieto.

De inmediato Acrisis toma las previsiones que contrarresten el destino aciago e in-
fausto35 que se le ha anunciado; éstas toman la forma de Anti-programa anticoncepcional
/hacerla infecunda/. Dicho Anti-programa se da como una "prescripción", es decir, como la
puesta en práctica de la modalidad dcóntica /deber hacer/ a cumplir por Dánae, su hija:
APN 1: F [SO _ . (S n Om /deber hacer/)]
1
Op
SO y Op: Acrisis; S: Dánae; Om /deber hacer/: encierro.

En el plano pragmático Dánae, ahora como Sujeto de estado, pierde su libertad al


conjuntársele el Anti-objeto de valor, como sigue:

APN 2: F [SO_. (S n AOv)J


SO: /\crisis; S: Dánae; AOv: torre de bronce.

Estos tres Programas Narrativos de la etapa ab initio, son una antesala de la fase media
ad finen que contiene en primer lugar el episodio de concepción portador del Programa
Narrativo de Base:
PNB: F [SO (S U Ov) _ . (S n Ov)J
1 1
Dr-D Dría
SO, Dr y D: Zeus; S y Dria: Dánae; Ov: lluvia de oro.

35 A. J. Greimas, 1985:127; 145;147, explica la función del destino en la narrativa occidental: "la inter-
vención del destino -nos dice- transforma el azar en necesidad" y añade "la forma y el estado de un
ser, establecidos por el destino, sólo pueden ser modificados por la inserción de un acontecimiento
exterior y contingente", cosa que precisamente trata de hacer Acrisis al encerrar a su hija primero en
una torre de bronce y luego a ella y a su nieto Perseo en un cofre que tira al mar; "el destino aparece
como el desarrollo inexorable del tiempo, como un horizonte inamovible que tiene una sola caracterís-
tica: es dividido en períodos de/as y nefas, bienhechores y malhechores", correspondiendo el primer
período a la progresión del relato hasta el PNU3 que actualiza precisamente al segundo período.

Nº 1, julio 1995 73
Estudios y Debates

Nuevamente nos encontrarnos frente a un procedimiento sem i-simbólico de orden


metafórico:
semen : lluvia de oro :: /fecundatividad/ : /fertilidad/

homologación que pone en correlato los sernas isotópicos tanto genencos (vrg.
/materialidad/) como específicos inherentes /discurrir/ y /liquidez/, pero además se establece
una equivalencia entre los sernas /divino/ y /sutil/ que predica ambos ténninos y /orificada/
que predica al segundo, gracias al serna aferente compartido /valioso/. Se trnta, entonces, de
un símil paralelo o comparnción semi-simbólica fundada en las cualidades comunes a ambos
ténninos, es decir, las propiedades reunidas en la "lluvia fecundizante"36 que por obra de Zcus
cae en el seno de la doncella Dánae.
Perseo es así concebido y procreado, hecho que espanta a Acrisis quien se ve impul-
sado a realizar un tercer Anti-programa Narrativo que compendia los dos precedentes fraca-
sados, en la esperanza de lograr esta vez su objetivo:

APN3: a) F [(Dr _., (Dria n Om /deber hacer/)]


1
Op
b) F [SO_., (S n AOv n Co)]
Dr, Op y SO: Acrisis; Dria y S: Dánae; Co: Perseo; Om /deber hacer/: encierro; AOv: cofre lanzado
al mar.

Este Anti-Programa frncasa nuevamente por dos circunstancias, el arribo del cofre
"cerca de la isla de Serifo" y la ayuda de un pescador que libera a los cautivos:

PNU 2: F [SO (S n AOv n Co) _., (S U Aov U Co)]


1

Ad
SO y Ad: pescador; S: Dánae; Co: Perseo; AOv: cofre.

Finalmente, como corolario sancionador, encontramos el Programa Narrativo de Uso


que describe el cumplimiento ineluctable del presagio inicial:

SO: Perseo; S: Acrisis; AOv: disco.

Queda excluido de este examen el enunciado explicativo y justificador sobre el acto


realizado por Acrisis de lanzar al mar el cofre conteniendo a Dánae y a Perseo: " No se trntaba
de un acto de crueldad paterna, sino de un natural instinto de supervivencia". En efecto, se

36 M. Moliner, 1979, l:1290, consigna este enunciado como loc ución o sintag ma fijado.

74 Revista Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

trata de una enunciación enunciada por la intervención del sujeto de la enunciación (enunciador:
"infonnante") en su propio relato y, consecuentemente, no participa de la lógica narrativa del
moti fema.

Compendio

Una primera nota a destacar: si el carácter enantiosemático define el juego isotópico


de nueslfo motivo, éste no se transfonna en una enantiología31 , es decir, en ·un discurso de
reinversión , pues las doncellas -lxquic, Cahuillaca, Dánae- una vez fecundadas, no volverán
a su estado primero. De la misma manera, el silogismo que preside la prueba del Programa
Narrativo de Base, obedece a la inferencia causa-efecto entre la relación sexual y el
engendmmiento: este motivo se encuentra ausente en la tradición mítica de los pueblos que
no establecen una detenninación entre la primera y el segundo, pues para ellos el niño duenne
en el seno de la madre hasta que el demiurgo lo despierta. En cambio, la sanción en nuestro
motivo participa de una antigua fórmula silogística, el tekmérion: una mujer está encinta, es
el indicio o el testimonio seguro (rqµr¡pwv) que ha tenido comercio camal con un hom-
bre38; ahora bien, esta última dimensión del verosímil pragmático, es necesariamente contra-
dicha por la dimensión cognoscitiva de ese mismo Programa Narrativo de Base. A partir de
estos caracteres comunes a las tres variantes consideradas, y por lo tanto definidores de la
configuración que nos ocupa, veamos lo que va de la alteridad de los motifemas a la identidad
del motivo.
Las diferencias entre las variantes han sido establecidas a partir tanto de las operacio-
nes deícticas q uc presenta cada una de ellas, espaciales, temporales y de persona, como de
la sintaxis narrativa. Sólo agregaré ahora que si la articulación semántica central se da
cxpresmnente en el motifcma mesoamericano como una redditio causae, una etiología re-
sultado ele la incongruencia proclucida por la paradoja entre las premisas y la conclusión, en
el moti fema andino se constata que la antilogía conforma un silogismo explícito a ser resuelto
por medio de las pruebas decisiva y glorificmne y en el motifcma grecolatino la incongruen-
cia semántica es un designio nefasto e irresoluble, incapaz de ser revertido dada la incom-
petencia del Sujeto Operador Acrisis en las dos pruebas calificantes que emprende y fracasan .
Luego de este entendimiento, el motivo la doncella f ecundada se constituye en la
estructura de superficie gracias a un Programa Narrativo de Base común a los tres motifemas,
a saber, la fecundación semi-simbólica -metafórica o metonímica- de una doncella por un
dios cleccptor 4uicn empica un subterfugio o engaño para realizar su propósito, ant.c la
aceptación simple o la resignación del sujeto ele estado y la intervención de un sujeto oponente
-ora independ iente ora en sincreti smo con el propio destinatario de la fecundación- el cual
intenta efectuar un Anti-programa anticoncepcional , pero no lo logra. Tales valores se vierten
en la estruc tura profuncia a partir del nocma /impregnación/ que funciona como eje séinico
entre los ténninos-noemas con trarios /doncellez/ y /fecundación/ los cuales, como dije, son
hipónimos constitutivos de la categoría sémica /concepc ión/; concomitantcmente, la sintaxis

37 cf. R. Barthcs, 1984:31 O.


38 cf. R. Barthcs, 1985:134.

Nº 1, julio 1995 75
Estudios y Debates

en la estrucUJra profunda parte del noema /doncellez/ y presupone (a) el planteamiento de su


contradictorio /no doncellez/ sustantivado por el noema /mácula/ que, a su vez, implica (b)
el noema /fecundación/. Si graficamos estas operaciones en el respectivo cuadro semiótico,
tenemos:

Concepción

/doncellez/ - /impregnación/ - /fecundación/


x, ~

(a)

-X2 -X,
/infecundidad/ /mácula/

Anticoncepcional
X, y X2 : relación de contrariedad por la cual los dos términos se oponen y coexisten en el motivo,
pudiendo susti tuir uno al otro; -X 2 y -X,: relación de subconlrariedad, simi lar a la anteri or; X, y
-X,; X2 y -X2 : relación de contradicción donde los dos términos sc .:xcluycn por negación; X, y -
X2 ; X2 y -X,: relación de complementaridad en que los términos son compl ementarios; las fl echas
indican las relaciones si ntácticas en el proceso de nueslro motivo.

donde39 :
- /impregnación/: "acción de introducir entre las moléculas de un cuerpo las de otro
en cantidad perceptible, sin que haya propiamente mezcla ni combinación";
- /doncellez/: "estado de la mujer que no ha conocido varón";
- /fecundación/: "acción de hacer productiva una persona, animal , vegetal u otra
semejante";
- concepción: "acción de quedar fecundada una hembra";
- /infecundidad/: "falta de fecundidad";
- /mácula/: "engaño, trampa";
- anticoncepcional: "cualquier medio utilizado para evitar la concepción de la mujer".

Ahora bien, cuando J. Poirier escribe en su obra fundamental que " las identidades
estructurales no contradicen la infinita cliversidacl de la morfología; y si aquellas no existieran

39 Estas defi niciones han sido tomadas de M. Moli ner, 1979 y J. Casares, 1990.

76 Revi sta Andin a, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

bajo esta, si el eUlólogo no tuviem como fin encontrar esas "regularidades", su actividad sólo
constituiría un pasatiempo absurdo y anacrónico''40, coincide plenamente con la definición
semiótica del principio de identidad aproximada que, ampliando y afinando el criterio
eUlológico41 , propone una interpretación que llevaría "del "otro" a lo " mismo", como una
aprehensión del proceso de identificación con la etapa de la contradicción, es decir a la
posición "idéntica""42 según una lectum del cuadro semiótico desde el ténnino /diferencia/
donde se sitúa el motifema, hasta el tennino /semejanza/ ("mismo" o "igual") que ocupa el
motivo, as umiendo ciertamente la contradicción entre los ténninos /alteridad/ e /identidad/:

Motivo
alteridad semejanza
x1 x2

i
-X2
diferencia
Motlfema
i-\
identidad

Esta hipótesis que asume la contradicción indicada es válida sólo en la medida que
se dialectal ice el proceso de identificación descrito, según el esquema que explica la interferencia
de los diversos motifemas en la elabomción de ese constructo43 llamado motivo:

alteridad semejanza
\ x2

identidad
aproximada

40 J. Poiricr, 1968: 142.


41 cf. C. Lévi-Strauss y otros, 1977.
42 A. J. Grcimas, J. Fontanillc, 1991:234.
43 Sobre el concepto de "constructo" E. Volck, 1985:254, puntualiza: " (Es] un instrumento epistemológico,
cTcado deliberadamente a fin de poder estudiar el funcionamiento y consti tución de lo real".

Nº 1, julio 1995 77
Estudios y Debates

Es así como los motifemas -por definición intratextuales- pueden reconocerse, si me


es dable decirlo, por tratamiento homeopático44 , en un motivo semejante (plus minusve) -por
definición intertextual- y constituir un corpus que observe los requi sitos epistemológicos de
coherencia, homogeneidad y exhausLividad. Tal es, pues, el punto de vista del criterio hipo-
tético-deductivo del racionalismo empírico -y la matemáti ca- sobre la identidad por
aproximación del motivo y la alteridad por diferenciación de los moLifcmas: el motivo es,
entonces, una igualdad aproximada que se verifica siempre, cualquiem sea el valor de las
variantes-motifemas45 •
El estudio de la identidad en los Andes, esto es, de lo "propiamente" andino a tmvés
de su emolitemtum exige, bajo este punto de vista, no la búsqueda unilateral y siempre parcial
de valores andinos en corpus constituidos exclusivamente a partir de documentos regionales
(de ahí el carácter inevitablemente tautológico e incluso autísLico46 de la gran mayoría de los
estudios folklóricos y hasta antropológicos en la materia), sino su confrontación disciplinada
con la producción etnoliteraria de otras áreas linguo-culturalcs, cuyo propósito declarado sea
buscar y encontrar la identidad andina vía la alteridad no-andina.

Enrique Bailón Aguirre


Arizona State University
Dept. of Foreign Languages
Tempe, Arizona,
EE.UU.

44 En el sentido de tratamiento de lo semejante por lo semejante; cf. C. Lévi -Strauss, 1986:43.


45 En matemáticas las variantes se denomina n "variables". C. Lévi -Strauss, 1986:45, res ume un mito
amazó nico recogido por A. B. de Amorim que contiene nuestro mo tivo: "antiguamente, dos jóvenes
sobrenaturales descendieron del ciclo; un gran jefe y su hij o se las di sputaron. Aunque privadas de
vagina, es tas jóvenes -que eran tambié n airones- quedaron embarazadas, la una del hijo del jefe
convertido en su amante, y la otra del padre al quedar dormida bajo el árbol en que éste se había
transformado. Esta mujer estall ó dando a luz a peces; la otra se matamorfoseó en cigarras, libélulas,
mariposas, insectos anunciadores del verano. Después ambas se tranformaron en peñascos, vueltas
una hacia el sol y la otra hacia el rio".
46 Es el peligro que ad vierte N. Gagnon , 1994:8.

78 Rev ista Andina , Año 13


Bailón: La doncella fecundada

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NQ1, julio 1995 81


Estudios y Debates

COMENTARIOS
de la expresión) es enantiosemática. A esto añade
María Nelly Cuculiuz una reflexión sobre la relación desfasada que tie-
Apartado postal 772 nen la dimensión pragmática y la dimensión
Lima 34 cognoscitiva. Es decir, en el caso que estudia aun-
que en la dimensión pragmática la relación sexual
es la causa del engendramiento en todos los pue-
Como anuncia en su título, los asuntos que el blos, sus tradiciones míticas "no establecen una
texto de Bailón aborda son la identidad y la determinación entre la primera y el segundo"
alteridad, los motivos en etnoliieratura y la com- (Bailón, p. 33). Las reílexiones que todo esto me
paración entre tradiciones etnoliterarias diferentes suscita son:
e incluso lejanas entre sí. La doncellafecwuiada,
en cambio, me parece ser sólo un pretexto como * La doncella fecundada, fi gura semi-simbó-
a Bailón Je gustaría. seguramente llamarlo. lica y enantiosema a la vez, es un ejemplo
Me he ocupado del título por varias razones. de figuras similares que si bien abundan en
La primera es que, aunque el artículo de Bailón la tradición mítica, no dejan de estar pre-
es sumamente rico y podría comentar en él muchos sentes en muchos otros tipos de discurso.
asuntos como su aparato metodológico, sus refe- Creo que un estudio podría confirmar que
rencias, sus fuentes y otros, quisiera concentrarme son también bastante abundantes en el dis-
en los asuntos principales que lo ocupan. curso poético, en el amoroso, en el religioso
La segunda es que quisiera insistir en que la y en el político.
doncella fecundada es un pretex to, eso sí un buen * Creo que esto es así porque los seres huma-
pretexto. Es un pretexto porque el enantiosema que nos, en nuestro esfuerw por comprender la
Bailón encuentra en este motivo se encuentra en realidad, a menudo nos conducirnos según
muchísimas manifestaciones textuales y cultura- nuestro "mejor entender" y que ese "mejor
les. Podría decir incluso que más que una figura enl.ender" está justamente constituido por la
retórica. el enantiosema parece ser un mecanismo fabulación dentro de la cual están los sis-
de la lógica hmana. Además, es un buen pretexto, temas semi-simbólicos, los enanliosemas y,
porque en él sobresale dramáticamente esta cali- con toda seguridad, otros elementos que
dad enantiosemática y porque es un motivo que ha podríamos ocuparnos en determinar. Esto
alcanzado exposición universal a través de la figu- nos podría dar una especie de mapa de cómo
ra de la Virgen María. organizamos lo que termina siendo nuestro
La tercera razón es que me he tomado la liber- conocimiento aproximado de la realidad.
tad de jugar con su título para construir este otro: * Una reflexión sobre el porqué de este modo
La identidad aproximada y el conocimiento de operar podría estar en que para comuni-
aproximado de la realidad pues creo que aparte car ese "mejor entender" no tenemos más
de los asuntos de la identidad y la alteridad, Ballón remedio que pasar por Lextualizaciones que
nos presenta una interesante reflexión sobre el co- no son altamente multidirnensionales (como
nocimiento. sílo son nuestras conexiones sinápticas) sino
Pasado el título, entremos en materia. lineales (como en el lenguaje), bidimen-
sionales (como en las imágenes), tridimen-
l. Reflexiones sobre el conocimiento sionales (como en la escultura u otros), pero
más allá de esto no quedan más que las
En los motivos que incluye en su corpus, Bailón combinaciones de estas dimensiones y el
caracteriza los programas narrativos referidos a la trabajo de nuestro intelecto para desentra-
fecundación de la doncella como semi-simbólicos, ñarlas. Por eso, una textualización como la
entendiendo semi-simbólico como un sistema de los mitos, que es colectiva y que se hace
significante donde existe una correlación entre las a lo largo de mucho tiempo, es rica en estas
unidades del plano de la expresión y del conteni- figuras. Un mito vendría a resultar en una
do. Ahora bien, además de esto, encuentra que el textualización lineal en la que el espíritu hu-
tipo de relación entre las unidades del plano del mano ha tejido, y continúa tejiendo, a través
contenido (aquí correlacionadas con las del plano del tiempo "su mejor en tender" proveniente

82 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

de la experiencia -dimensión pragmática- y tos de ese conjunto específico en base a las


del procesamiento interno de esa experien- similaridades que compartimos y, en cambio,
cia -dimensión cognoscitiva-. Y en el mito alteridad son todas las diferencias que notamos entre
que recibimos, con todas sus variantes, re- los que pertenecemos a ese grupo y todos los de-
cibimos toda la diacronía expresada en la más ya sea tomados en grupos o en conjunto.
sincronía del texto. De ahí la perplejidad que Teniendo todo esto en cuenta, creo que la úl-
los mitos causan en todos nosotros. De ahí tima frase de Bailón sobre la identidad andina es
la importancia de su estudio para descubrir luminosa y que los estudiosos de lo andino tendrán
lo que somos en Jo que hemos sido. que hacerlo confrontando sus hallazgos con las
tradiciones de otros pueblos, pues de Jo contrario
2. Reflexiones sobre la identidad no podrán situar la identidad andina respecto de la
alteridad no andina en ese continuo de las seme-
Quisiera resaltar aquí en primer Jugar la con- janzas y diferencias mencionado anteriormente.
clusión a que llega Bailón en su estudio respecto En este sentido, creo que sería útil emular el
de la identidad y de los motivos: trabajo que Bailón ha presentado sobre la doncella
fecundada, enriqueciendo el corpus tanto andino
" ... El motivo es, entonces, una igualdad como no andino pues gracias a ello se podría en-
aproximada que se verifica siempre, cualquie- contrar nuevos elementos tanto por el lado de la
ra sea el valor de las variantes motifemas". identidad como de la alteridad. Un elemento que
(Bailón, p.36). se nota, pero no comentado, por ejemplo es la
presencia constante de la figura del árbol en la
Esta constatación es muy útil como conclusión tradición amerindia tanto en los dos mitos estudia-
general y es válida no sólo para los estudiosos de dos como en el que se relata en la nota 45.
literatura oral, cuento popular y mitología, sino Me gustaría ahora hacer un puente entre los
también para los estudios sobre la historia del arte, estudios que se realizan en un contexto teórico,
la historia de las religiones y de otras manifesta- como éste de Bailón y su utilidad práctica. Estos
ciones culturales. estudios no se llevan a contextos educativos y
Creo también, sin embargo, que su importan- pienso que sería bueno hacerlo. Adecuadamente
cia mayor está en que esta constatación Jo es de presentados, pueden enseñar a las personas de toda
una "igualdad aproximada", de una "identidad edad y condición a superar las barreras que separan
aproximada" o Jo que se podría llamar un fondo a unos pueblos de otros, unas culturas de otras, unos
común universal de la humanidad. Esta identidad partidos de otros, unas religiones de otras por medio
aproximada sitúa a las culturas sobre un continuo de una comprensión de esta identidad aproximada
que va de las semejanzas a las diferencias y que, y relativa, así como de una comprensión de la
por convertirse sólo en una cuestión de grado, relatividad y peculiaridades de nuestro conoci-
"ablanda" las concepciones "duras" de la miento como seres humanos.
identidad. Quisiera ahora apuntar a manera de miscelá-
Como complemento a esta reflexión quisiera nea algunos temas. Me queda una curiosidad, por
decir que las cuestiones de la identidad y de la ejemplo, por qué siempre, al menos en este corpus,
alteridad son, a final de cuentas, reversibles, de- el agente fecundador es un deceptor. ¿Hay alguna
pendiendo del punto de vista desde el cual las clave allí de cómo hemos concebido desde antiguo
enfoquemos. Si enfocamos esta pareja de concep- la relación sexual o la fecundación? Otra curiosi-
tos desde el punto de vista del género humano, dad, aunque de otro orden, es por qué Bailón decide
identidad significará nuestro fondo común, puesto utilizar "mácula" como representación lingüística
que todos nos identificamos como seres humanos del noema "no doncellez".
a partir de la conciencia de nuestras similaridades. Terminaré por decir que es siempre un gusto
En cambio, desde ese punto de vista, alteridad son acabar de leer un texto escrito por Bailón y encon-
las diferencias, no sólo étnicas sino de todo tipo, trar al final que la ardua labor que esto supone tiene
que surgen de nuestra ubicación particular en el su recompensa en sus observaciones agudas y su-
mundo. Ahora bien, si enfocamos esta pareja de mamente originales sobre los aspectos de la realidad
conceptos desde el punto de vista de la parte (ya que aborda en sus estudios y que tienen, además,
sea familia, etnia, nación, partido político o lo que la virtud de invitar al lector a proponerse más
fuera) entonces identidad significa nuestro fondo conjeturas sobre los mismos temas o temas rela-
común como parte, Jo que nos une como elemen- cionados.

Nº 1, julio 1995 83
Estudios y Debates

en antiología, por cuanto en ninguno de los relatos


Federico SalaZJU Bus/amante se pierde el rasgo de la/doncellez/. Las tres doncellas
Jr. Víctor Larco Herrera 210 quedan fecundadas, en efecto, sin sufrir ningún tipo
Lima 18 de penetración mancilladora. En los tres casos hay
/impregnación/ y /fecundación/, pero yo no diría
que /mácula/ (como lo consigna E. Bailón).
No sólo el mito admite antilogías como la del A mí me parece, más bien, que hay una marcada
motivo etnoliterario amerindio e indoeuropeo estu- ausencia de /mácula/ en todos los niveles de la
diado por E. Bailón. Como veremos, también la significación. No hay figuras ni obviamente conte-
economía reclama aquella disrupción de la lógica nido sémico. Así, por ejemplo, y de forma muy
capaz de crear el colorido semántico de los relatos explícita en el mito de Ixquic, después de caer el
míticos. El rasgo de /fecundidad/ no pertenece, chisguete de saliva sobre la palma de la mano,
pues, en exclusiva a las donceUasdel autor sino que "Miróse ésta [la doncella] rápidamente y con aten-
puede postularse, como sugiere su estudio aunque ción la palma de la mano, pero la saliva de la
no lo declare, como cierto universal cultural o, por calavera ya no estaba en su mano". En el caso del
lo menos, intertextual. rel ato andino, porotra parte, Cuniraya Huairacocha
hace caer la fruta cerca de (ni siquiera en o sobre)
La naturaleza mítica de los relatos que
Cahuillaca. El mismo relato expresa que "A~í que-
contextualizan el motivo no nos lleva a un sinsentido
o a una ininteligibilidad, sino que nos traslada a un dó preñada sin que ningún hombre hubiera llegado
hasta ella". La /impregnación/ en la variante
contrasentido, a otro eje de inteligibilidad, a otro
indoeuropea es también "sutil", figura que más bien
código cultural, nos lleva del ámbito de la lógica de
la identidad al ámbito de la iógicade la alteridad. La sugiere una antítesis sémica con respecto /mácula/
clave de este movimiento de traslación la da el . En los tres casos la /fecundación/ es precedida de
un /descenso/ de efecto /inmaculado/. Pero no creo
motifema objeto del estudio comparativo.
que pueda hablarse, en ninguno de los casos, de un
Sólo un desconfiado de la razón -alguien como rasgo tipo /penetración/, dado que lo que ha salido
David Hume, señalando que el conocimiento se expulsado de todos los cuadros sémicos respectivos
sienta sobre una creencia derivada del hábito o la es la genitalidad y sin genitalidad, como es obvio y
costumbre- puede encontrar fácilmente la ruta del técnico, no hay penetración. No debe confundirnos
contrasentido. La costumbre conforma la mores en el relato griego la figura de la "penetración", que
colectiva, cuyo imperiorigeporencimade la "infe- se refiere a la "lluvia" que, como la "saliva" o la
cunda" racionalidad de la identidad. "lúcuma", carece de rasgo alguno de genitalidad. El
El escepticismo humano advertía que no hay cuadro fundamental, a mi juicio, partiría de la
una necesidad causal int:rfuseca en la realidad y que, relación de contrariedad entre:
por tanto, hay que estar prevenidos contra cualquier
sorpresa. La razón mítica es esa sorpresa que, de
suyo, arroja una luz distinta sobre el mundo, pero
que lo alumbra a su manera. La realidad es mucho /penetración/ "'<E---->"' /fecundación/
más rica que las clasificaciones y de ahí que la
donceUa fecundada haga volar en mil pedazos el
esquema de S. Thompson de la doncella en la to- Los recorridos figurativos, no obstante, son
rre., lo que revela -digámoslo sólo de pasada- la claros en marcar la ausencia de la /penetración/ y, a
mejor percepción de E. B al Ión en lo que a donce Uas mi juicio, de la "mácula" en la gestación. La
se refiere. /mácula/ del "engaño, trampa" que señala E. Balón
La hipótesis de un "estado tenso" intertextual, no podría referirse a la gestación, a la doncella
de una tensión quev ade la alteridad de los moti femas fecundada, sino a la operación fecundadora, al dios
a la identidad del motivo (p. 36) se rebela contra el deceptor. En el fondo moral del relato, no hay
reduccionismo taxonómico, incapaz de albergar a transmisión del mal (el mal no sería una "enferme-
la doncella fecundada. Si bien, como reconoce el dad transmisible" para decirlo en términos de la
propio autor, el juego isotópico del motivo no se actualidad) y por eso se crea el efecto del contrasen-
transforma en enantiología "pues las doncellas - tido central:
Ixquic, Cahuillca, Dánae- una vez fecundadas, no
volverán a su estado primero", tampoco concluye

84 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

X narrativo anexo del deseo puede cambiar la confi-


no- doncellez guración actancial, convirtiendo a las doncellas en
fecundada objeto valor y a los dioses deceptores en sujetos de
estado:
/penetración/ ~ /fecundación/
2

no-doncellez xi !;><€Ja)
(b) x doncellez PNa: F [(S U Ov) (S f1 Ov)]
no-fecundada fecundada 1 1
DrD Dria
-X2 -X1
/no-fecundación/ _,no penetración/
Si se entiende por "conjunción" la operación
doncellez fecundadora, este Programa Narrativo anexo es en
no-fecundada
-X realidad el inicio de la contraprestación de dones
(donfecurulador a cambio defecurulación de don-
cella). Y, más aún, es el dispositivo que permitirá
En el mito de Ixquic la (no-doncellez - no - luego a la doncella fecundada hacer el gran negocio
fccundada) aparece en la figura de la "ramera" de su doncellez: recibir algo a cambio de nada.
aludida por el padre ofendido. En el de Cahuillaca Para que ello sea posible se requiere una consa-
la no-doncellez fecundada, como "las mujeres". gración de la fecundación inmaculada en todos los
Pero se trata en todo caso de posiciones sémicas casos la consagración corre por cuenta de la
complementarias, pues lo semejanle se da en el eje espacialización. En los tres casos ésta nos lleva a
que vade la doncellez no-fecundada a la doncellez una asociación del serna /fecundación/ con el serna
fecundada. que se figurativiza en toda la extensión /inmaculado/ a un nivel más profundo de la signifi-
de las variantes. cación. Ixquic yCahuillacaestán debajo de un árbol
El mantenimiento de la virginidad es decisiva y el sujeto fecundador opera arriba del mismo, es-
no sólo para la moral semejanle del motivo (evitar tableciendo la proxémica básica del espacio utópico
la transmisión del mal), sinotarnbiénparasuecono- para la fecundación Inmaculada. También en la
míasemejanle. En los tres ~asos tenemos dioses que versión griega el eje de la verticalidad (arriba-abajo)
adquieren la competencia de /dios fecundador/ define el espacio utópico donde se produce la ad-
antes de realizar la operación fecundadora (digo quisición de la competencia (glorificación) del su-
"operación", porque supone todo un despliegue de jeto (la doncella pasa a ser doncella fecundada sin
estrategias deceptoras "divinas", dado que han de dejar de ser doncella).
saltarse a la garrocha el requisito de la causalidad Por otro lado, la estructura de la espacialidad
penetración-fecundación). Si bien ello garantiza utópica (arriba-abajo) corre en paralelo a la
que la figurativización decaiga antes de concretarse figurativización actorial (dios-doncella). Mientras
contacto sexual alguno ("rápidamente .. . la saliva desciende el semen de los dioses, asciende el rol
...", la [lluvia] "descendió por el techo. Dánae tuvo figurativo del sujeto (de hija a madre, de doncella
un hijo ..."), un recorrido inverso permite la trans- a doncella fecundada). El marco de estas inver-
misión del don fecundador, en el espejo del Progra- siones figurativas es la programación temporal
ma Narrativo de Base, tal como en el caso del mito (antes, ahora, después, subsecuente) 1 , aunque no
de Dánae (cf. p. 32): se puede desconocer el efecto de sentido que como
una reverberación de la semiosis constitutiva del
relato hace surgir la espacialización uJópica. Es
como si sólo en el espacio utópico pudieran darse
PNB : F [SO (S U Ov) (S f1 Ov)] estos "contagios" de los inmortales a los mortales.
1 1
Dr-D Dria
Dicho sea de paso, en el momento de desplegar la
descripción de la espacialización en el primer relato,
E. Bailón utiliza dos términos para los espacios
Ello revela la conjunción con el Objeto valor paratópico y heterotópico 1 (p. 11) que, desde el punto
cuyo rol temático es fecundativo, pero yo diría, de vista metalingüístico, yo sugeriría utilizar sólo en
también, fecundador, don fecundador o poder los esquemas de temporalización ("precedente" y
fecundador (cf. el cuadro de la p. 31 ). El programa "subsecuente").

Nº 1, julio 1995 85
Estudios y Debates

En la economía superficial de la estructura de la doncella fecundada, lo rentable que puede ser


actancial, por otra parte, el serna /fecundación/ es una teoría formalizada para establecer a la vez la
enlibado por la donación: la doncella da su mater- igualdad aproximada que define el motivo -y en la
nidad a cambio de la sacralización del acto proge- que confluyen todos los motifemas estudiados- y
nitor. La ganancia neta de la doncella fecundada las diferentes configuraciones deícticas, de sintaxis
reside en que obtiene /fecundatividad/ sin dar a narrativa y, a mi parecer la más interesante, de ar-
cambio /doncellez/ o, más específicamente, /virgi- ticulación específica de la incongruencia semántica
nidad/. que conforma el motivo de la doncella fecundada.
No es ocioso recordar, después de todo, que el En cuando a la propuesta de encontrar la
término doncella, en el vocabulario indoeuropeo identidad andina vía la alteridad no andina, parece
al menos, está asociado a dominicellus y, por ahí, presentarse como un camino que el análisis
a dominus, domina (dominio, señor, señora), así semiótico aun no recorre. En este sentido, Bailón
como don viene de donum (de dare, dar) 2 • Según es extremadamente riguroso con su propio méto-
estos relatos, el dominio lo tiene la señora porque, do; tal vez demasiado 2 . Y seguramente en aras de
al fin y al cabo, es la que recibe y no da. Este es ese rigor, resiste a la tentación de llevar más lejos
el fondo económico semejante del motivo el análisis de algunos aspectos que parecen ren -
etnoliterario que más que a una identidad andina tables. En primer lugar, el análisis de lo que en el
nos podría conducir a una semejanza intercultural texto se presenta como algo perceptible, Jo que
o interétnica, más humilde pero más real que una semióticamente se entie;,'"T!de por figuratividad, y que,
identidad andina arquetípica e ideal. En el ámbito tal como afirman Bertrand y Floch (1986: 91 ), no
de la alteridad -específicamente, la alteridad se- es solamente un revestimiento de las estructuras
mejante- podemos encontrar mucho mayor capa- profundas, es decir, del nivel más abstracto de la
cidad comunicativa que en el de la identidad. Creo significación 3 . Para ellos, y esto es Jo que me
que la contribución de E. Bailón abona más a fa- interesa, este lenguaje figurativo se relacionaría con
vor de esta hipótesis que a la de la identidad, una "visión del mundo" o una ideología, Jo cual se
gracias, qué duda cabe, a sus doncellas fecunda- intuye a partir de las formalizaciones propuestas
das en olor de santidad. por el análisis de Bailón. Sin embargo, debido a la
limitación metodológica que parece imponerse, el
2 Benveniste hace notar que una de las fórmulas no-
minales para "don" se especializó en latín, llegando
a "dote", "el don que la esposa aporta al matrimo- 2 Temo que la presencia fuerte de lo que sale directa-
nio. a veces también el don del esposo para la compra mente del taller semiótico pueda descorazonar a los
de la joven". Cf. Benveniste, Emile, Vocabulario de no iniciados y a los no partidarios. Por esta misma
las Instituciones Indoeuropeas (I. Economía, pa- razón, no creo adecuado extenderme en discusiones
rentesco, sociedad. II. Poder, derecho, religión). puramente técnicas sobre ciertos detalles del mode-
Madrid, Taurus Ediciones S. A., 1983, p. 46 y ss. lo, del que Bailón parece preferir la versión más clá -
sica. Tal vez tampoco sea éste el lugar para discutir
a fondo el valor heurístico de este tipo de
formalización.
Helena Usandiwga 3 Constatan estos autores, en efecto, que las isotopías
Departament de Filología Espanyola figurativas pueden estructurar de manera muy abs-
Edifici B, 08193 Bellaterra tracta la significación y "producir" el nivel profundo
Barcelona, España del discurso. En este sentido van algunas observa-
ciones de Bailón que, por ejemplo, establecen el
componente discursivo de la espacialización, siem-
El artículo de Bailón Aguirre concluye con un pre siguiendo los criterios de rigor y objetividad. Sin
reto saludable para un estudio abierto de la cultura embargo, me permito expresar una objeción: al se-
andina. Aunque, por supuesto, en relación con lo ñalar como elemento veridictorio el fuerte compo-
nente referencializador del mito andino, señala que
tautológico y autístico de estos estudios, viene a la tiene la función de crear el efecto de sentido "reali-
mente enseguida contraejemplos 1 , es evidente que dad no mítica" o "verosímil realista", cuando cuesta
la propuesta es enriquecedora. Su estudio de los creer que en la mente del enunciador hayan existido
diferentes motifemas que se reúnen en el motivo estas oposiciones y este objetivo; es más, la
espacialización "realidad" ha sido caracterizada como
típica del mito, que tiende a anclarse en lugares so-
Solamente citaré el trabajo ya clásico, en una pers- cialmente definidos en el seno de la cultura a la que
pectiva comparatista, de Morote Best (1988). concierne (Calame, 1986: 148).

86 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

análisis no entra en estos aspectos y centra la com- la perpetuación, que se manifiesta en el estatuto de
paración de los textos en el nivel más abstracto de "secreto" con que en la narración se refiere a su
cómo se resuelve la antilogía o paradoja en cada conocimiento del estado y de su causa, y que se
uno de los tres casos. En segundo lugar, hay otra explicita en la justificación que da a los mensaje-
dimensión muy sugerente, y que creo que tampoco ros para que no sacrifiquen. No es necesario, pues,
quiere Bailón llevar a sus últimas consecuencias: acudir a la parte del relato que no se reproduce, en
me refiero al desarrollo del análisis de la compe- la que lxquic se presenta ante su suegra como de-
tencia de los sujetos, es decir, de sus capacidades, positaria de la herencia de Hun Hunahpú, que se
conocimientos y deseos, y de las ampliaciones y perpetuará en el hijo que lleva en el vientre; quiero
limitaciones que sufre. señalar, por el contrario, que estas evidencias están
Cierto es que si entramos en estas considera- en el nivel figurativo y narrativo del mismo
ciones, nos veremos obligados a remitirnos en cada motifema. Parece fructífero estudiar esta dimen-
caso a un programa narrativo más amplio que sión en el contexto de la oposición vida/muerte y
englobaría el que estrictamente se propone como de su relación con la herencia como continuidad
objeto de análisis, es decir, aquél que hace refe- en la historia y en la cultura maya-quiché, tal como
rencia a la paradoja mencionada. En este sentido, esbozaron Abascal y Calavera (1988).
también creo que ha sido demasiado severo con el En el mito andino, en cambio, la figura del que
método al considerar como programa narrativo de delega la fecundación en lo vegetal no es la del
base, es decir, como relato principal, el motivo de muerto, sino la del disfrazado de pobre y feo, fi-
la doncella fecundada. Cierto que lo es, desde el gura que tiene también una larga tradición
punto de vista estricto que delimita este segmento mitológica y específica en la literatura americana
de relato como lo único pertinente; pero el frag- como lo ha mostrado Lévi-Strauss con sus consi-
mento que se ve obligado a reproducir indica que deraciones sobre el personaje Lince (1992), otro
podríamos ir más allá de la unidad elegida, y que harapiento famoso . En la historia de Coniraya
en ese marco ésta se convierte en un programa Viracocha y Cauillaca., las figuras en que se trans-
narrativo de uso, es decir, jerárquicamente subor- forma el fecundador (pájaro, lúcuma) son figuras
dinado a otro: respectivamente, al de la perpetua- familiares en el entorno y que, al contrario de lo
ción de los muertos en la herencia., al de la ocul- que ocurre en el mito centroamericano, no revelan
tación y el reconocimiento, al del destino. Porque ser el recubrimiento de la figura del dios disfrazado.
lo que ocurre, a mi parecer, es que los mismos ele- Por esta razón, y de acuerdo con el motivo de la
mentos figurativos que componen cada motifema ocultación, la doncella no varía su competencia
están llamando a la continuidad que establecen con cuando su estado pasa al de fecundada. Lo que
su respectivo programa englobante. circunda a este motivo es más explícito en el relato
Vayamos a los ejemplos: en primer lugar, si andino, pero también es más crítica la finalidad de
examinamos las figuras del elemento fecundador la fecundación, cuyo significado cabría analizar en
en el mito centroamericano, hay que señalar que profundidad a partir del análisis de Bailón. Porque
se trata del jícaro que se confunde con la calavera., el significado global o isotopía referido a la
una forma no inocente que se revela en el com- fecundación y la fertilidad no aparece solamente
ponente figurativo del mismo motifema, y que en en el ámbito humano de Cauillaca., sino también
definitiva relaciona el tema de la fecundación con en otros ámbitos en los cuales también es agente
la perpetuación de la descendencia de los muertos fecundador Coniraya Viracocha: el más evidente
(en este caso, Hun Hunahpú), puesto que esta es el agrícola., que se menciona al principio del
calavera que toma forma de fruto y que posee relato, cuando se consigna que entre las hazañas
semillas fecunda con su saliva a la doncella curiosa. de Coniraya está el preparar el terreno para las
Del mismo modo, hay que observar que la compe- chacras, consolidar andenes, abrir acequias. Por otro
tencia modal de la doncella es a partir de ahora lado, cabría establecer una relación de oposición
radicalmente diferente a la de los otros relatos. En con otros segmentos del relato: por ejemplo, con el
efecto, el sermón de Hun Hunahpú cuyo análisis papel de !imitador de la fecundidad que tiene
se omite no es solamente una moralización sobre Huallallo Carhuincho; o, si se quiere mantener la
lo igualador de la muerte, sino un hacer-saber a la no pertinencia de es te fragmento, con la esterilidad
muchacha la trascendencia del acto de la que implica la conversión en piedra producida por
fecundación en relación con la herencia. Ella, a el castigo. También la causa de esta sanción podría
diferencia de los otras, poseerá a partir de ahora un ser mencionada más ampliamente en este contex -
saber y un querer relacionado con el programa de to, pues hace referencia a un mantenimiento vo-

Nº 1, julio 1995 87
Estudios y Debates

luntario de la competencia negativa (es decir, a un Para acabar, aunque sin entrar en el relato
no querer saber de Cauillaca), quien griego, recordemos que en él el moti fema se supe-
significativamente llega al castigo por su falta de dita al relato sobre el destino, como observa Bailón.
curiosidad y de reconocimiento del otro, al con- Efectivamente, este relato es un argumento más
trario de lo que ocurre en el sincretismo posterior para ampliar el panorama de comparación de los
de otros relatos andinos, en que la conversión en mitos, puesto que la tríada le permite a Bailón
piedra castiga la curiosidad y se relaciona con el entender esa lógica secreta que ilustran las diferen-
tabú bíblico de no mirar atrás4 • tes ocurrencias del motivo de la doncella fecunda-
Las figuras del relato y la competencia modal da. De todos modos, parece que, en una segunda
de la heroína del mismo, de nuevo, tienen que ver etapa, sería rentable definir el espacio para incluir
con su sentido. Por un lado, la moralidad de la a los mitos en un contexto sociocultural que per-
historia tiene sin duda relación con este desdén del mita otro tipo de comparación, de la que he in-
no querer saber y su sanción, que en la versión tentado sugerir algunos aspectos. Porque, como dice
reproducida por Bendezú (1980) está muy ligada Delgado (1992: 15), una cosa es que la lógica que
a la opinión social sobre la fecundación por un emplea la totalidad de mitos humanos se parezca,
personaje poco prestigioso, pues dice Gauillaca: y otra muy distinta que haya de parecerse también
"Ya no tengo que parecer entre gentes, rú me ha la moralidad que de ellos se desprende.
de ver nadie pues he parido de un hombre tan sucio, El mismo Lévi -Strauss (1992: 301-302), que
tan sarnoso y puerco" (Bendezú, 1980: 1005 ). Por llega a conclusiones apasionantes sobre la compa-
otro lado, las figuras del relato parecen enviamos ración de la gemelidad en los mitos europeos y
a un sigrúficado profundo estructurado en tomo a americanos, retrocede como asustado cuando sus
la oposición fertilidad/esterilidad, más que a la conclusiones tocan aspectos demasiado generales
oposición vida/muerte que parecía primar en el y especulativos. Sin embargo, el lugar en el que se
relato anterior. ¿Cabría relacionar esta tensión entre queda -la constatación de la especificidad ameri-
fecundidad y esterilidad con las observaciones de cana del pensarrúento dualista, figurativizada en el
Rostworowski (1977: 168) de que el dios costeño desequilibrio, en la no simetría y la no identifica-
Con, tal vez asimilable al serrano Coniraya, sea ción de los gemelos- parece ya harto satisfactorio.
una deidad solar que suprimió el agua en la costa Esta necesidad de seleccionar y reducir para com-
al tiempo que se convertía en dios del agua al que parar se podría poner en relación con la afirmación
se imploraba para que no fallase? Según de Lévi-Strauss (ib.: 245) de que "cuanto más se
Rostworowski (ib.: 167), este dios había poblado amplíe, se descubrirán más semejanzas, pero que
la tierra de seres humanos y la había colmado de significarán cada vez menos". Por el contrario, si
abundantes frutos, pero, por algún enojo que le se circunscriben los sistemas en el tiempo y en el
hicieron, castigó a los hombres sin lluvia y espacio, ocurre en la comparación que "cuanto más
transformó los fértiles campos en desiertos, dejando se restringe el campo, más diferencias se encuen-
sólo algunos ríos para que los hombres pudieran tran, de manera que es en la rel ación de esas dife-
subsistir con su trabajo6 • rencias que se fijan las sigrúficaciones. Un estudio
comparativo de los mitos indoeuropeos, america-
nos, africanos, etc., es válido; una mitología de
pretensiones universales, no".
4 Morote Best (1988) desarrolla este aspecto en su
Esta afirmación de Lévi-Strauss se inscribe, por
estudio del relato referido a la conversión de pueblos supuesto, en su voluntad de contextualizar los
en lagunas. mitos, aunque no de verlos como un simple reflejo
5 No estoy en condiciones de discutir la mayor o me- de la realidad social. Una voluntad de
nor legitimidad de esta versión que Bendezú toma contextualización discutida en una época por la
de la edición bilingüe de 1966 de Dioses y hombres semiótica dura, aquella del "fuera del texto, no hay
de Huarochirí, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, salvación", pero cada vez más aceptada por una
1966, frente a la propuesta por Bailón; pero en semiótica que considera que todo, incluido lo que
cualquier caso parece ser más explícita. llamamos realidad, tiene sentido en el contexto de
6 Entonces la figura solar de Coniraya, con poder so-
bre la fecundidad y la esterilidad, podría relacionar- una cultura, y por lo tanto en un sistema que di -
se con su afinidad con los animales helíacos como fícilmente podemos separar en texto y contexto,
el puma, el cóndor y el halcón, mientras que los ani- sino que, por el contrario, nos vemos obligados a
males que anatemiza serían el reverso de ese culto, considerar como globalmente significante. Desde
sobre todo el zorro (Rostworowski, 1977: 169). este punto de vista contextualizador y de selección

88 Revista Andina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

dentro de la mitología general, parece posible tan- tidad andina vía la alteridad no-andina", al defen-
to una comparación entre mitologías muy distantes, der una perspectiva comparativa. Creemos que
como ésta que hace Lévi-Strauss entre los mitos Ballón Aguirre logra su primer objetivo con cre-
clásicos europeos y los americanos, o una entre ces, a saber, establecer la estructura elemental de
mitologías más cercanas, como por ejemplo la que la significación del motivo estudiado, al determi-
propone Maddox (1994) sobre el motivo de la nar un programa narrativo básico común a los tres
encarnación de la palabra de Dios dentro del relato ejemplos propuestos, el cual podría hacerse exten-
escatológico y en el contexto medieval. El estudio sivo a otras variantes textuales del mismo moti-
de Bailón sienta una buena base para este tipo de vo1 . La antilogía del motivo -resaltada por Ballón-
comparaciones, aunque aparentemente él prefiere Aguirre resulta de la coexistencia en un mismo
no desarrollarlas en este momento de su análisis. objeto de los rasgos de 'virginidad' y 'gestación'
de forma simultánea y no sucesiva como era de
esperarse. Sin embargo, desde la perspectiva de
Referencias Kenneth Burke la doncella fecuruiada puede ser
entendida como un súnbolo dotado de una lógica
ABASCAL, Caridad, y CALAVERA, Julio interna, el cual entra muchas veces en contradic-
1988 " Popol Yuh.J fuente mítica e históri- ción con la lógica de la narración en la cual se
ca", en YANEZ, Mina y otros, An- encuentra inserto sin por ello conducir necesaria-
tología de la literatura prehispánica, mente a la ininteligibilidad o al sinsentido (152).
vol. 1, La Habana, Editorial Pueblo y Por ejemplo, no debe sorprender que sea la saliva
Educación. el medio usado por Huh-Hunahpú -el dios sacrifi-
cado por los señores de Xibalbá- para engendrar
BENDEZU AYBAR, Edmundo, ed. su descendencia. La única parte restante y visible
1980 Literatura quechua, Caracas, de su mutilado cuerpo es la cabeza (la calavera para
Ayacucho. ser más exactos), por lo tanto, casi la única se<.-Tcción
posible es la saliva siguiendo la lógica interna del
CALAME, Claude significado escogido (la cabeza).
1986 "Mythique (discours, niveau)", en A. Desde un principio, Rallón Aguirre insiste en
Greima~. J. Courtés, eds., Sémiotique. utilizar la denominación propuesta -la doncella
Dictionnaire raisonné de la théorie fecuruiada- para evitar caer en categorizaciones
du langage, París , Hachette, pp. generalizantes carentes de toda sistematicidad; las
148-149. . cuales se encuentran generalmente centradas en
figuras variables - tómese a modo de ejemplo la
DELGAOO, Manuel torre en el mito de Dánae, el lúcumo en el caso
1992 "Pró logo" a Claude Lévi-Strauss, andino o el jícaro en el relato mesoamericano. De
Historia de Lince, Barcelona, este modo, se trata de evitar una metodología
Anagrama. impresionista que impida determinar las funciones
comunes que permiten en última instancia la com-
paración de textos de origen tan diverso. Utiliza
para tal propósito un preciso arsenal instrumental
Carmela Zanelli aunque sin proveer en cada una de las ocurrencias
University of California,
Los Angeles
EE.UU. "[E]l motivo la doncella fecundada se constituye en
la estructura de superficie gracias a un Programa
Narrativo de Base común a los tres motifemas, a
El propósito central del artículo de Enrique saber, la fecundación semi-simbólica-metafórica o
Rallón Aguirre es establecer la estructura invariante metonímica- de una doncella por un dios deceptor
y universal del motivo de la doncellafecuruiada a quien emplea un subterfugio o engaño para realizar
su propósito, ante la aceptación simple o la resig -
partir del análisis de ejemplos procedentes de tres nación del sujeto de estado y la intervención de un
ámbitos culturales distintos siguiendo las pautas su jeto oponente -ora independiente ora en sincretismo
del modelo de la lingüística del discurso. Pero con el propio destinatario de la fecundación- el cual
también -y tal como el mismo Rallón Aguirre intenta efectuar un Anti-programa anticoncepcional,
resalta- se pretende "buscar y encontrar la iden- pero no lo logra" .

Nº 1, julio 1995 89
Estudios y Debates

el significado de dichos términos para el beneficio En tercer lugar, me parece que no se especifica
de aquellos no iniciados en la termino logía suficientemente la función que, en cada caso, el
semiótica2 • Con respecto al segundo propósito segmento correspondiente al motivo de la donce-
perseguido, es decir, establecer la identidad andina lla fecuruiada cumple en el marco textual mayor
a partir del contraste con textos de otras tradicio- en el cual se encuentra inserto. Los relatos míticos
nes, sin duda, la mirada comparativa es la adecua- cumplen generalmente la función de explicar el
da pero no se incide suficientemente en los valores universo físico y su funcionamiento -sean éstos fe-
culturales específicos de ninguna de las tradicio- nómenos celestes, accidentes naturales, elementos
nes estudiadas. de la fauna y flora- así como hacer inteligibles
A continuación se irán presentando algunos eventos culturales tales como ritos particulares. En
aspectos que espero ayudarán a profundizar la re- el caso mesoamericano, el mito de lxquic trata sobre
flexión iniciada por este artículo tan sugerente. En el nacimiento de los héroes Huhnapú e lxbalanqué
primer lugar y en favor de la perspectiva compa- al mismo tie mpo que explica las propiedades
rativa, resulta curiosa la omisión de la más célebre particulares y la singular denominación del llamado
variante del motivo de la doncella fecundada, a árbol de la sangre. La ecuación savia, igual sangre
saber, el relato bíblico de la anunciación a la Vir- viene enunciada desde el nombre de la protagonista,
gen María, del cual el mito de Dánae fue entendido, lxquic , que signifi ca nada menos que "sangre
sin duda, como una prefiguración 3 • En seg undo pequeña o de mujer". La moraleja o mensaje del
lugar, el investigador advierte que utilizará las tra- relato (sanción cognoscitiva según la terminología
ducciones castellanas de los tres ejemplos porque semiótica) consiste en que los señores de Xibalbá
el propósito es únicamente "hacer inteligible el acepten el engaño orquestado por lxquic y tomen
motivo y los motifemas que él reúne", sin embar- el corazón-corteza como el verdadero corazón de
go tal premisa metodológica no está libre de ciertas la heroína basando tal confusión en la colaboración
consecuencias. En el ejemplo andino (sin duda, el y consistencia de la savia de dicho árbol. En el
que mejor conozco) el narrador indígena usa en el caso del Manuscrito de J-luarochirí, el episodio
texto quechua la palabra castellana doncella (y no forma parte del ciclo míti co de Cuniraya
un término quechua) para calificar a Cahuillaca en Huiracocha pero también explica la existencia de
dos ocasiones 4 • Sería entonces muy pertinente dos islotes situados en las costas de Pachacamac,
explicar la necesidad del redactor indígena de los cuales corresponden a los cuerpos petrificados
valerse de un término castellano para transmilir este de Cahuillaca y su pequeño hijo. Por ende, las
concepto, el cual es punto clave del motivo estu- referencias puntuales a localidades ubicables en la
diado. costa y sierra central del Perú no es de ningún modo
gratuita y no se limita únicamente a dar un efecto
"verosímil realista". Se trata entonces de explicar
"míticamente" la existencia de es tos peculiares
2 Para términos tales como cotexto o noema se provee accidentes geográficos. Por cierto, para la lógica
~icamente la fuente de donde proviene el concepto interna de l motivo de la doncella fecuruiada poco
stn aclarar brevemente su significado mientras que interesa el espacio particular en el qu e la
en el caso de motifema el significado aparece bien fecundación milagrosa ocurre, siempre y cuando
avanzado el texto y no la primera vez que aparece. éste sea concebido como un lugar de carácter
Se podría incluso proporcionar la definición de neo- utópico por la comunidad que produce el relato:
logismos acuñados por el propio autor tales como
ahormación semántica o enlibar. sea éste al pie del lúcumo, Pucbal Chah o la torre
de bronce como ocurre en el caso de Dánae. Fi-
3 "Danae was both a symbol of chastity andan example nalmente, la fecundación milagrosa de Dánae tiene
of the divine conception of a virgin solely through como propósito insistir en la inevitabilidad del
divine intervention. Toe theme was thus regardcd as
a prefiguration of the Annunciation" (Hall 90). destino, en el carácter profético de los oráculos y
en la imposibilidad de contraponer medios humanos
4 Esto ocurre en dos ocasiones en el capítulo y siem- a determinaciones de carácter divino. Acrisis in-
pre en relación a Cahuillaca. Este aspecto y otros de tenta por todos los medios a su alcance de evitar
particular interés para el tema han sido
exhaustivamente estudiados por Celia Rubina en su que la predicción fatídica se cumpla. sin conse-
análisis del capítulo en cuestión en su tesis titulada guirlo.
"Estructura significativa del relato mítico e identidad Como cuarto punto me interesa destacar el
cultural andina en: "Una tradición sobre Cuniraya carácter pasivo o activo de la protagonista. Los
Huiracocha". casos de Ixquic y Cahuillaca destacan a la mujer

90 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

amerindia como destinadora y agente de acciones tanto agente mediante el cual se fertilizan los cam-
mientras que Dánae aparece como un sujeto pasi- pos funciona como la sustitución metafórica "na-
vo de hecho. Dánae únicamente ocupa la posición tural" del semen que fertiliza el vientre femenino
de sujeto de enunciados de estado y de destinataria dentro del marco de la cultura occidental.
de acciones. En el caso del Popo[ Vuh, muy por el Finalmente, es oportuno destacar las diferen-
contrario, lxquic se encarga de engañar y vencer cias y semejanzas en la articulación espacio-tem-
a las fuen as del mal representadas por los señores poral propuesta por cada variante. La oposición
de Xibalbá al perpetuar el linaje y la memoria de entre el mundo ctónico -correspondiente a Xibalbá-
los héroes Huh-Hunahpú y Yucub-Hunahpú, sa- y la superficie terrestre es el eje central que se
crificados por los de Xibalbá. Se trata de la historia articula en el relato mesoamericano. De hecho la
de una doncella cautiva por el misterio de los fru - ascensión de Ixquic hacia la superficie terrestre es
to s de un árbol prohibido . En el relato el tema central ya que significa la posibilidad de
mesoamericano, a diferencia del paradigma cris- liberarse del gobierno de terror de los señores de
tiano, es una mujer la responsable de la salvación Xibalbá. Recordemos que los héroes que lxquic
de la hwnanidad -vía sus hijos- nada menos que lleva en su vientre -Huhnapú e Ixbalanqué- venga-
por atreverse a violar la interdicción de los po- rán a sus padres al vencer a los de Xibalbá. A
derosos señores del abismo. El texto de la tradición diferencia del caso mesoamericano, el relato andino
maya presenta una inversión cuasi perfecta del texto no propone un cambio espacial pero al igual que
del génesis -donde Eva pierde a la hwnanidad al éste sí articula al menos dos temporalidades. Tal
probar el fruto prohibido en el Jardín del Edén- y como señala Enrique Ballón el relato registra un
podría responder a una posible influencia invertida movimiento -limitado al ámbito de la superficie
si recordamos que el Popol Vuh fue recopilado por terres tre- desde las comunidades de Anchicocha
el fraile español Francisco Ximénez durante el siglo donde vive Cahuillaca hacia las costas de
XYLI . Cahuillaca, por su parte, mantiene seduci- Pachacamac donde la heroína y su hijo quedan
dos a los huacas andinos no sólo por su belleza petrificados. En el plano temporal, el relato se ubica
sino también por su carácter distante y displicente. principalmente en "los tiempos muy antiguos", la
Cuniraya consigue acercarse a Cahuillaca sólo ñaupa pacha o plano mítico. Además del plano
mediante un ardid; no obtiene en ningún momento mítico, se articulan en el Manuscrito otros dos
su afecto e incluso no asegura su descendencia al niveles temporales: un plano ritual y un plano
producirse el sacrificio de Cahuillaca y el hijo de histórico que se presenta como contemporáneo al
ambos. momento de la enunciación5 • Los comentarios que
Como quinto punto cabe resaltar la importancia el narrador anónimo hace de la situación presente
de algun a~ figuras que componen el universo cul- (marcas de la enunciación) articulan este tercer
tural específico de cada relato . Sin ánimo de plano (Zanello, Tiempo 98). En nuestro relato, el
analizar cada una de las figuras presentes en cada narrador advierte al final del relato que "todavía se
uno de los relatos, me gustaría resaltar aquellos encentran dos piedras semejantes a seres hwnanos,
elementos que el sujeto engendrado usa para lograr en Pachacamac mar adentro" (nuestro énfasis).
su objetivo. En el relato maya, la calavera de Huh- Mediante el lexema todavía, el narrador nos ad-
hunahpú se encuentra mimetizada como el fruto vierte el impacto que tal narración tiene en su
del jícaro, el cual se convierte en receptáculo de su mundo cotidiano. Lo mismo ocurre en el ejemplo
saliva-baba engendradora. Ahora bien, ¿cuáles de la cultura maya, cuando el enunciador explica
pueden ser las razones para seleccionar al fruto del el cambio de nombre del árbol: "LlarnábaseArbol
jícaro para representar a la cabeza de Huh-Hunahpú rojo de grana, pero [desde entonces] tomó el
o el lúcumo en tanto vehículo que transporte la nombre de Arbol de la sangre porque a su savia se
semilla fec undadora de Cuniraya?. Para responder le llama la Sangre". El ejemplo correspondiente a
a tal interrogante sería necesario analizar todas las la tradición grecolatina transcurre, al igual que el
ocurrencias de dichas figuras en los textos estu- caso andino, en el ámbito de la superficie terrestre.
diados con el propósito de determinar la carga
simbólica particular de éstos. Finalmente, la se-
lección de un fenómeno celeste -la lluvia de oro en 5 La delimitación de estos tres niveles temporales en
la cual Zeus se metamorfosea para llegar hasta la totalidad del texto fue hecha inicialmente con el
Dánae- aparece como una sustitución metafórica propósito de estructurar el programa narrativo de base
plausible. Por un lado, es un atributo natural del del huaca Pariacaca al analizar el ciclo mítico
dios del rayo y el trueno; por otro, la lluvia, en completo del personaje en mi tesis de bachillerato.

Nº 1, julio 1995 91
Estudios y Debates

Sin embargo, especial mención merecen los espa- Bibliografía


cios que sirven de prisión y encierro a la heroína
-primero la torre de bronce y luego el cofre- los
cuales son objetos culturales, es decir, son objetos BURKE, Kenneth
creados por el hombre. La ausencia casi total de 1968 Counter-Statement. Berkeley :
tales elementos en las tradiciones amerindias re- University of California Press.
sulta por contraste reveladora. Asimismo, la torre
en cuestión es de un metal precioso, el bronce; la HALL, James
lluvia fecundizante es de oro y, finalmente, Dánae 1979 Dictionary ofSubjects and Symbols
y su hijo Perseo son encerrados a modo de objetos in Art. New York: Harper and Row.
preciosos nada menos que en un cofre. La inciden-
cia en estos objetos preciosos revela a su vez un RUBCNA, Celia
sistema de valores bastante específico. 1989 El ciclo mítico de Pariacaca. Análisis
Los elementos anteriormente expuestos son en lingüística del discurso. Memoria
únicamente algunas puntualizaciones que invitan de Bachillerato. Pontificia Universidad
a profundizar en la reflexión iniciada por este ar- Católica del Perú.
tículo tan innovativo y sugerente.
1992 "Tiempo y utopía en las primeras re-
presentaciones del mundo andino".
Mester 21-2 (Fall): 97-108.

RESPUESTA
de buscar descripciones cada vez más adecuadas
Enrique Bailón Aguirre de los objetos de cultura andinos. Procederé a res-
Arizona State University ponder los comentarios de (I) Carmel a Zanelli, (11)
Dept. of F oreign Languages Helena Usandizaga, (ill) María Nelly Cuculiza y
Tempe, Arizona, (IV) Federico Salazar, en los siguientes apartados:
EE.UU.
Corpus
Quiero agradecer ante todo a mis comentaris- (1) Los textos de estudio que conforman el
tas por sus observaciones a un tex to especializado corpus paradigmático, han sido elegidos dentro de
y cuyos criterios de estudio, si bien conocidos y dos áreas lingüísticas relativamente precisas, la
aplicados en el Perú desde hace unos cuatro lustros, amerindia (maya-quiché y quechua) y la
sólo raramente son debatidos con la sindéresis indoeuropea (greco-latina), atendiendo a la vía
profesional mostrada en esta ocasión. comparativa propuesta por C. Lévi-Strauss en los
En seguida y teniendo presente que en dos epígrafes cons ignados. Desde luego, podemos
semiolingüística los resultados obtenidos con el extraer del universo tex tual mítico conocido mu -
análisis no son ni verdaderos ni falsos sino plau- chas variantes pertenecientes a la~ mismas áreas
sibles -y, por lo tanto, sólo debatibles como gra - linguoculturales2 u otras más lejanas, pero como
dos de plausibilidad 1- , me desviaré de las consa- sabemos las reglas de constitución del corpu s en
bidas polémicas donde se trata de invalidar un a semiolingüística di sc ursiva -homogeneidad ,
posición y al mismo tiempo convalidar la contra- representatividad y exhaustividad- impiden in-
ria, para glosar dichas observaciones, es decir, un cluirlas; mal podría, pues, consignar dentro de este
alto de convivialidad dialogal en el común intento corpus limitado a las dos áreas así fijadas, una

cf. E. Bailón Aguirre, R. Cerrón Pal omino, E. 2 Por ejemplo, para el área amerindia las recog idas por
Chambi Apaza . Vocabulario razonado de la acti- A. B. de Amorim que he mencionado en la nota 45;
vidad agraria andina • Terminología agraria para el área indoeuropea, el conocido nacimi ent o de
quechua . Cuzco: Centro de Estudi os Regional es Atenea gracia s al autopode r generador de Zc us, et-
Andinos "Bartolomé de las Casas", 1992, p. 31. cétera.

92 Rev ista An dina, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

variante recogida en el Evangelio de San Lucas especial, el marianismo. Para los pueblos de este
(1, 26-35) que no pertenece a ninguna de ellas sino continente la inmaculada concepción de María es
al área lingüística semítica (afro-asiática) y su tra- más que un dogma; es un emblema de nuestra fe
dición tanto oral-escrita como autoriaP. (desde Québec hasta la Tierra del Fuego, la devo-
La correlación que establece J. Hall entre la ción a la Virgen María no tiene comparación a
"Virgen María" y "Dánae" es de orden analógico- ninguna otra).
simbólico e intuitivo simple; en nuestro caso, el Bajo esa luz, el estudio disciplinado de las
procedimiento comparativo es más bien variantes etnoliterarias hispanoamericanas del re-
homológico-analítico guiado por la episteme hi- lato de San Lucas tiene indudable importancia;
potético-deductiva propia del racionalismo empí- pienso que ha llegado la ocasión para sugerir el
rico. Dentro de este último marco de presupuestos, abordaje serio y sistemático de su tradición oral en
no cabe homologar apriori dos entidades actoriales la zona andina, al ejemplo del ya iniciado en
cualesquiera cuyas coordenadas discursivas sean México4 •
notoriamente diferentes. Esta limitación no impi-
de ciertamente que, por ejemplo, para fines de re- Figuras
futación o falsación se examine el moti fema de esa
variante y, siempre en vía homológico-analítica a (1) Comencemos por la palabra "doncella" que
dctenninar, se le coteje con los olros motifemas que en la variante andina adjetiva dos veces, en espa-
prefiguran el motivo estudiado. Así, la exclusión ñol, al actor "Cahuillaca", lo que constituye una
(mas no omisión) del relato evangélico en el corpus muestra de la diglosia incipiente en la zona. Se
actual, deja de ser "curiosa" para caer de su peso. observa que el calificativo está en castellano en
(lll) El enantiosema que preside la naturaleza lugar de haberse empleado en el texto original un
de la Virgen María no sólo ha dado lugar a densos término quechua equivalente o, en su lugar, una
esfuerzos hermenéuticos desde los comienzos de paráfrasis en la misma lengua.
la cristiandad, para citar algunos, San Agustín Una respuesta adecuada no puede fundarse a
(Sobre la Santa Virginidad), San Ambrosio partir de un sólo caso; en buen romance
(Tratado sobre el Evangelio de San Lucas), San lexicográfico, debe comenzar por averiguar la
Gregorio (Tratado de la Virginidad), etcétera inserción sistemática de los términos castellanos
sino, como sabemos, a largas controversias (especialmente calcos y préstamos léxicos) en el
teológicas que han dividido esa misma cristiandad Manuscrito de Huarochirí y, sobre todo, su
(la Reforma -Lutero, Calvino, Zwinglio- y la rección semántica diglósica. Puesto que este traba-
Contrareforma -San Ignacio de Loyola), a un ob- jo está por hacerse, responderé únicamente a par-
jeto de conocimiento, la mariología, y a un culto tir de la rección interpretativa del texto de la va-
riante. La figura actorial "doncella" -que como fi-
gura, no lo olvidemos, es un semema- puede apa-
3 Según E. Nácar Fuster y A. Colunga Cueto, Nuevo recer directamente en el texto manifestada tal cual
Testamento. Madrid: Biblioteca de Autores Cris- en tanto lexema calificativo (en la variante
tianos, 1965, "para escribir sus obras ["compuestas" mesoamericana aparece siete veces), nominal
ya anciano: el tercer Evangelio y los Hechos de los ("lxquic", "Cahuillaca", "Dánae") pronominal
apóstoles] utiliza San Lucas documentos escritos en ("ella") u otras designaciones inequívocas ("la jo-
arameo o hebreo" (pp. 160-161 ). El autor-historiador,
San Lucas, escribe en su prólogo: "Puesto que ya ven", "la mujer") e incluso a pesar de actualizarse
muchos han intentado escribir la historia de lo suce- en el discurso estar ausente del texto, es decir, no
dido entre nosotros según que nos ha sido transmiti- manifestarse como tal, como "doncella", cosa que
da por los que, desde el principio, fueron testigos
oculares y ministros de la palabra, me ha parecido
también a mí, después de informarme exactamente de 4 cf. L. Ruiz Moreno. Santa María de Tonantzintla
todo desde los orígenes, escribine ordenadamente, - El relato en imagen. México: Consejo Nacional
óptimo Teófilo, para que conozcas la firmeza de la para la Cultura y las Anes, 1993. Para cuestiones de
doctrina que has recibido". De este texto y del hecho método, sugiero consultar, además del excelente
de que en ese Evangelio se insista que "la Virgen boletín Sémiotique et Bible (Lyon: Centre pour
María observaba y meditaba cuanto ocurría en tomo l 'Analyse du Discours Religieux) y las obras del
al niño Jesús (2. 19.33.51 )", Nácar y Colunga de- CADIR (entre otros, J. Callaud, L. Panier, J. Delorme,
ducen que el apóstol Lucas contó nada menos como F. Genuyt, M.-C. Giroud), el libro del Groupe
informante ¡a la misma Virgen María!: "contó el d'Entrevemes. Signes et paraboles - Sémiotique et
autor con las verídicas referencias de María" (p. 161 ). texte évangélique. París: Editions du Seuil, 1977.

Nº 1, julio 1995 93
Estudios y Debates

sucede en la variante grecolatina. La inclusión (o intercultural como la que propongo sólo puede
exclusión) de cierto lexema en una variante es, poner en práctica motivos simagmáticos (el moti-
pues, contingente y no necesaria; por eso es ajena vo de la "doncella fecundada" es uno de ellos) a
a la oposición pertinencia/ impertinencia semiótica partir precisamente de textos donde inciden las
y, en cambio, es un fenómeno atenido al proceso lexematizaciones figurativas particulares, dema-
generativo de la discursivización (virtualización si ado atenidas a los códigos de interpretación semi-
_.,. actualización _.,. potencialización simbólica de la sociedad productora de cada va-
_.,. realización) y particularmente a la simula- riante. La descripción de los motivos sinJagmáticos
ción existencial del sujeto. es particularmente rentable -espero haberlo mos-
Aún a riesgo de repetirme, insistiré en que la trado- cuando se trata de resallar las variables es-
etnología lévistraussiana y la semiótica narrativa tructurales (alteridades por diferencia) de los
al trabajar por medio de constructos independien- motifemas y las constantes estructurales (identida-
tes que, a su manera, dan cuenta de la actualiza- des por aproximación) de los motivos, con vistas
ción y potencialización de los discursos, nada tienen siempre a constituir una taxonomía general de los
que ver con las infinitas variables enuncivas de los motivos etnoliterarios, propósito declarado de este
textos -de lo contrario no podría constituirse un tipo de latxir.
corpus etnoliterario con textos en distintas lenguas Dicho lo que antecede, si apunto "como ele-
y, con ello, toda vocación comparalista y mento veridictorio e l fuerte co mpon ente
taxonómica quedaría anulada5 - sino con las figu - referencializador del milo andino, scñalf o] que tiene
ras que constituyen el plano de la forma del con- la función de crear el efecto de sentido 'realidad
tenido y el régimen isotópico que les confiere su no mítica ' o 'verosímil realista " ', de nin guna
sentido. De hecho, la /doncella fecundada/ es la manera he querido colegir "que en la mente del
figura emblemática de la isotopía rectora -una enunciador hayan existido estas oposiciones y este
antilogía- en el plano del contenido de las tres objetivo". Vamos con despaciedad y calmancia,
variantes, isotopía dispuesta por una intriga deter- como dicen los campesinos de mi tierra. En primer
minada en cada motifema pero que al tener una lugar, el enunciador o sujeto de la enunciación es
organización (o PN) común a todos ellos, define el una irtstancia presupuesta a partir del discurso -
motivo que los reúne. Por lo tanto, cualquiera que enunciado, no un "autor" ni menos un "irtforman-
sea la vicisitud o avatar diglósico de esta figura te" o " informador" determinado, susceptibles de
debido a su manifestación aleatoria, de ninguna poseer una "mente". Esa instancia abstracta simu-
manera afecta sus propiedades formales. lada puede ser descrita por su competencia jerár-
(II) Otra es la situación de la densidad semi- quica modal (según el /querer/, el /deber/, el /sa-
simbólica de las figuras en los relatos etnoliterarios. ber/, etcétera) y sus funciones actancialcs en re-
Es indudable que al tratar este asunto, antes de lación al mensaje (destinador, narrador, descriptor,
determinar el carácter sea figura tivo sea figura! de etcétera), pero sólo puede desembragarse y aparecer
las figuras míticas (J. Courtés, D. Bertrand, J. M. en la superficie textual gracias a enunciados que
Floch, F. Thurlemann, C. Zilberberg), habría que contengan una enunciación enunciada o referida.
conocer previamente cómo funcionan los códigos La variante andina del corpu s únicamente
figurativos intraculturales de lo s m otiv os contiene un enunciado de enunciación enunciada,
paradigmáticos, esto es, al interior de las respec- el primer enunciado "Dicen" que pres upone el
tivas áreas culturales 6 ; una comparación embrague de la enunciación enunciada /yo digo que
se dice que/, desembragada de inmediato con el
enunciado simple "en los tiempos muy antiguos ...".
5 Véase para el caso la c ita de J. Poirier, nota 40. Por lo tanto, al señalar las menciones de Anchicocha
6 Un ejemplo de estudio ampli o de los códigos fi gu- y Pachacamac en enunciados si mples que nada
rativos intraculturales, es el aplicado a la etnia Jíbara tienen que ver con el enunciador del texto, se trata
y sus motivos paradigmáticos en E. Bailón Aguirre . de destacar la calidad semántica altamente inherente
"Etiología Jíbara !: Origen de la mon ogamia , el de esas localizaciones referenciadas, frente a las
zapallo, la arcilla y la s manchas de la lun a".
Amazonia Peruana, XII , 24. Lima: Centro
localizaciones espaciales similares de la variante
Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica, indoeuropea -Argos, Serifo- y las localizaciones
1994, pp. 11 -76; "Etiología Jíbara Il: Origen de la afe rent e s y referencializadas de la var ia nte
alfarería". Amazonia Peruana, XIIl, 25. Lima: mesoamericana -Pucbal-Chah, Xibalbá. Por algo
Centro Amazónico de Antropología y Aplicación remito, en la no ta 25, a mi estudio del motivo
Práctica, 1995 (en prensa). "desafío" en el cual hago una amplia exposición de

94 Revista Andin a, Año 13


Ballón: La doncella fecundada

lo que se entiende por verosímil práctico y vero- Tampoco he sostenido que "aunque en la di-
súnil mítico ajenos a la instancia del enunciador. mensión pragmática la relación sexual es la causa
La afirmación que hace C. Calame sobre el del engendramiento de todos los pueblos, sus tra-
espacio mítico, el cual "contrariamente al del diciones míticas 'no estableciesen una determina-
cuento, está anclado en lugares socialmente defi- ción entre la primera y el segundo"' sino que
nidos en el seno de la cultura concernida" es, a mi mientras que en los pueblos cuya tradición mítica
modo de ver, relativo: los otros dos grandes géne- cuenta con el motivo de la "doncella fecundada"
ros discursivos de la tradición oral, las leyendas y se admite la causalidad entre la relación sexual y
las anécdotas, presentan localizaciones espaciales el engendramiento, en aquellos otros pueblos que
sumamente puntuales y numerosas en comparación hacen caso omiso de esa causa suficiente tal mo-
a las de los mitos. Al contrario, basta revisar un tivo no existe en su tradición mítica (para ellos, he
repositorio cualquiera de mítica amazónica perua- dicho, el niño es connatural a la mujer -"duerme"
na -producida por etnias itinerantes- para consta- en ella- y en un momento de la existencia de esta
tar la absoluta ausencia de localizaciones inherentes última, el demiurgo lo despierta y comienza a
referenciadas geográficamente. formarse). La oposición categorial presencia /
ausencia del motivo de la "doncella fecundada"
Espacialización como semi-súnbolo englobador en la mitología de
una determinada etnia, obedece a esta
(IV) Se sugiere que en el diagrama de la diagramación:
espacialización correspondiente al motifema
mesoamericano, el espacio paratópico y el espacio Motivo de "la doncella fecundada"
heterotópico 1 constituyen una mónada y sólo es
conveniente la dicotomía para las puntualidades
del diagrama temporal precedente y subsecuente. /presencia/ vs /ausencia/
Una es la localización espacial de la "casa" de
Ixquic (espacio paratópico) y otra es la localiza- 1
ción, por presuposición y no ciertamente por "Engendramiento "engendramiento
manifestación, del "consejo" (espacio heterotópico con intervención sin intervención
1). La regla metodológica establece que la pre- ajena· ajena"
suposición de un deíctico -la localización espacial (exogénesis) (autogénesis)
del "consejo"- procede siempre y cuando se ma-
nifiesten disjunciones en los otros deícticos -aquí
las personas y las temporalidades cambian. No he Lógica extra- e intratextual
hecho sino ser consecuente con la metodología
puesta en práctica. (1) Desde la perspectiva de K. Burke la /don-
cella fecundada/ contendría una lógica interna en
Simbolismo y semi-simbolismo colisión con la lógica narrativa del relato, pero esta
situación no llevaría a la ininteligibilidad o al
(fil) Uno de los campos de mayor confusión sinsentido. Sea, no obstante una cosa es d~irlo y
terminológica es, sin duda, el del empleo de los otra demostrarlo.
metatérminos signo, señal, índice, icono, blasón, Al analizar la antilogía definidora del motivo,
emblema, alegoría, símbolo, scmi-súnbolo, etcé- he afirmado que las isotopías contradictorias vir-
tera, en el discernimiento de los objetos de cono- ginidad/ gestación obrando a la vez desde el pun10
cimiento andinos; es aquí que la semiótica general de vista de los relaJos conJenidos en cada varian-
puede aportar rentables precisiones teórico- te, condicionan la paradoja:
metodológicas y operatorias. Sin embargo, éste no - mesoamericana: a Cuchurnaquic y los Se-
es el momento ni el lugar para tratar semejante ñores Hun-Camé y Vucub-Camé les resulta
proyecto; sólo quiero afirmar una vez más (cf. nota inadmisible la paradoja según la cual Ixquic,
9) que los sistemas semi-simbólicos andinos se no habiendo "conocido varón", se encuen-
caracterizan por la no conformidad término a tér- tre encinta;
mino entre los planos de manifestación y conteni- - andina: Cahuillaca quien "nunca se había
do sino, como lo afirma F. Thurlemann, "por la dejado tocar por un hombre", sin embargo
correlación entre categorías que dependen de los queda "preñada sin que ningún hombre
dos planos". hubiera llegado a ella"; la heroína no se

Nº 1, julio 1995 95
Estudios y Debates

explica esta situación ("Siempre se pregun- secreción posible es la saliva siguiendo la lógica
taba de quién podía ser hijo") y llama a una interna del significante escogido (la cabeza)". Pues
asamblea de huacas para resolver la para- bien, no. Siguiendo la lógica intratextual de ese
doja; relato mítico, hay varios fluidos que pueden servir
grecolatina: según la lógica interna del de metáfora a la /materia fecundativa/; de hecho,
oponente Acrisis, el encierro de su hija "en nada impide en el imaginario mítico hacer que cada
una torre de bronce" evitaría que ésta que- orificio de la calavera-cabeza pueda excretar un
dase embarazada; pero según la lógica na- fluido que la acoja metafóricamente: bucal (saliva,
rrativa, a pesar de esa precaución Dánae dio baba, flema), nasal (mucosidad), ocular (lágrimas),
a luz a Perseo. En el plano de la presupo- auditivo (cerilla o cera de los oídos) e incluso la
sición del relato, Acrisis queda "aterroriza- calavera-cabeza o parte de ella podría, dado el caso,
do" no sólo por la posible realización del sudar o sangrar, y ese "sudor" o "sangre"
presagio, sino por la paradoja que supone el lexematizar la /materia fecundativa/!.
hecho de que su hija, al haber sido encerrada En otro momento se señala ciertas oposiciones
en la "torre''7, no obstante haya quedado supuestamente no destacadas en mi análisis, tal
embarazada. como el "carác ter pasivo o activo de la protago-
Por otro lado, he señalado que desde el punto nista". Tengamos en cuenta que se trata de un
de vista del lector, no hay incompatibilidad de trabajo con propósitos precisos y definidos para el
significados si los términos del enunciado " la cual se requiere un análisis exhaustivo, suficiente,
doncella fecundada" son leídos en secuencia. Esta y no saturador de todas las variables y constantes
lógica extratextual de orden secuencial, no es posibles a ser encontradas en el corpus; de otro
asimilable a la lógica intratextual ni a la lógica modo, el "efecto en espejo" de la descripción la
narrativa en cuanto tal. Y de lo que se trata no es haría interminable. Por lo que atañe a la oposición
de organizar una taxonomía de motivos desde el activo/ pasivo, en los diagramas de las funciones
punto de vista de los lectores (lo que inevitable- actoriales aparecen marcados los roles actanciales
mente lleva al muy conocido desorden intuitivo- de Cahuillaca-lxquic (ambas destinadoras / desti-
analógico que preside la clasificación de Aarne- natarias) y Dánae (destinataria).
Thompson), sino desde la estructura intratextual y
narrativa motifémica de cada variante que, por su Estructura elemental de la significación
reiteración, definen el motivo que las congrega.
Puntualizaré de inmediato que una cosa son (Ill-IV) En un momento llama a "curiosidad"
las condiciones para una definición taxonómica y en otro se impugna decididamente el término
coherente de un motivo, cuestión que acabo de /mácula/, empleado como lexematizac ión
glosar, y muy otra el empleo metafórico de una denominativa del noema subcontrario -x 1 que co-
figura en un relato como la figura /materia rresponde a "no -doncellez" en el cuadro
fecundante/, cuyo lexema normal en lengua es semiótico que da cuenta de nuestro motivo.
"semen", realizada o manifestada en la variante Nótese ante todo que la sustantivación "má-
mesoamericana bajo los lexemas "saliva" y "baba" cula" no es tomada como parasinónimo literario
expelidos por la calavera de Hun-Hunahpú para
fecundar a Ixquic; se trata, entonces, de problemas
8 Como se sabe, los grandes reperto rios míticos pro -
de distinta naturaleza y magnitud semánticas y uno veen un amplio espectro metafóri co de fecundación
no puede servir de ejemplo para convalidar o im- por medio de las segregaciones y emanaciones -por
pugnar el otro. Se afirrna aquí que "casi la única ejemplo, el "aliento" del demiurgo en el Libro del
Génesis- humanas superiores e inferiores. Para la
sustitución metafórica de los lexemas "esperma" o
7 La "torre" es una de las posibles lexematizaciones "semen" por el lexema "lágrima", véase, a modo de
de la figura /seguro de castidad/ precursora de muchas ilustración, el relato de fecundaci ón en la mítica
otras manifestaciones lexemáticas igualmente falibles huitoto (A. Rojas. "Mitos, leyendas y creencias en los
-inseguras- como los "cinturones de castidad", la huitoto". Amazonia Peruana , VII, 13. Lima: Cen-
"abstinencia monacal", los "votos de castidad", la tro Amazónico de Antropología y Aplicación Prác-
"prohibición" (y sus correspondientes "amenazas") tica, 1986, pp. 103-112, secs. 10, 12, 18) y su estudio
de no llegar tarde a casa que imponen las señoronas (E. Bailón Aguirre. "El motivo creación (del hom-
ingenuas a sus hijas en edad de merecer, los fueros bre) en la mítica de los Huitoto". Amazonia Pe-
institucionales prematrimoniales del enamoramiento ruana, VII, 13. Lima : Centro Amazónico de An -
y noviazgo: " se mira pero no se toca", etcétera. tropología y Aplicación Práctica, 1986, pp. 91 -101).

96 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

de "mancha", sino que es definida como en reemplazo de la oposición /doncellez/ vs


parasinónimo figurado de "engaño, trampa". Pero /fecundación/ que plantea el verosímil mítico del
¿por qué he elegido esta Jexematización? La razón relato en referencia a la heroína.
es sencilla. El cuadro semiótico en que se encuen- Cualquier desplazamiento caleidoscópico del
tra, no ha sido planteado como una estructura ideal relato, inevitablemente ocasiona una perturbación
sin sustento empírico, sino merced a la inducción del enfoque general. As~ en primer lugar, si el PNB
-que todo criterio hipotético-deductivo presupone- determina como punto focal del relato la relación
desde el PNB de la sintaxis y la semántica narra- actancial entre el Sujeto de Estado-Heroína y el
tiva de superficie del motivo. Esto quiere decir que Sujeto Operador-Deceptor -de ahí se deriva, aca-
la sintaxis fundamental, al reproducir el proceso bamos de ver, la función semántica transformadora
en la estructura profunda [(a)__. (b)], asume en del /engaño/ - /trampa/-, introducir la noción de
su componente semántico igualmente las coercio- "mal" definida como "lo que perjudica o no es oomo
nes semánticas del PNB cuya prueba principal, o conviene o se desea", produce de inmediato la
sea el paso de la /doncellez} a la /fecundación/ distorsión del análisis: se trataría, ahora, de focalizar
[(SU Ov) __. (S í)Üv)] en el Sujeto de Esta- el relato desde el punto de vista del Oponente
do-Heroína, se da gracias al "engaño" y "trampa" (Cuchumaquic-Acrisis; Cahuillaca con ese rol, en
del Sujeto Operador-Deceptor. Se trata, pues, de sincretismo con los otros que porta) afectado por
una /no-doncelle7) especial, aquella que se realiza el nudo de la intriga. En segundo lugar, someter el
merced a la argucia del deceptor; por presuposición cuadro semiótico inferido del PNB realizado en los
lógica narrativa, sin el /hacer transformador/ de este motifemas a la rección del cuadro semiótico for-
último no hay cambio en la /doncellez/ de la pri- mulado para otro fin muy distinto -explicar la
mera, estado original que se prolongaría indefini- oposición metadiscursiva entre la /alteridad/ de los
damente y haría imposible el proceso narrativo. motifemas y la /identidad/ que informa el moti-
Afirmar, entonces, que "hay una marcada au- vo-, produce una distorsión epistemológica seria:
sencia de /mácula/ en todos los niveles de la sig- se trataría de la hiper-rección descoordinada de un
nificación" supone nada menos que negar el /ha- cuadro semiótico sobre otro (sólo se aprovecha de
cer/ transformador productor de la prueba princi- este último el noema x2 /semejanza/ para especular
pal del PNB. Repito, no se trata de "mácula" en el el traslapo).
sentido de "mancha" (según lo cual, de toda evi- Pero además se propone suplantar el cuadro
dencia, esta "mancha" no se encuentra en la di- semiótico construido a partir de la categoría /con-
mensión semántica del PNB en los tres motifemas) cepción/ por otro dependiente de la doble
sino, precisamente, del /hacer/ deceptor: se trata, categorización 1/no-doncellel/ - /fecundada/1 y los
así, de una /impregnación/ por /mácula/ (aspecto términos hipotácticos contrarios /penetración/ -
que en el comentario a mi artículo sólo se reconoce /fecundación/. Este cuadro que ha sido construido
párrafos después). in vacuo, es decir, teniendo en cuenta únicamente
Y el hecho de añadir que "en los tres casos la oposiciones morfológicas, estáticas, prescinde de
/fecundación/ es precedida de un /descenso/ de la sintaxis fundamental que reproduce en el plano
efecto /inmaculado(' obedece, sin duda, a una profundo las restricciones sintácticas y semánticas,
lectura del lexema "mácula" como continente del dinámicas, del PNB y por Jo tanto anula el poder
semema /mancha/ (cuyo presupuesto es la explicativo "narrativo" que se atribuye a la estruc-
"inmaculada concepción", noción que no viene al tura elemental de la significación. Tan es así que
caso y que se repite también más adelante: "se se ha colocado la categoría /doncellez fecundada/
requiere una consagración de la fecundación como lexematización de la relación de la deixis
inmaculada"). De allí que se proponga la oposi- negativa complementaria 1/no-penetración/ -
ción /penetración/ vs /fecundación/ del verosímil /fecundación/1, esto es, un estado sin antecedente
pragmático9 como oposición contraria fundadora, (/penetración/ no puede serlo por las razones ante-
dichas; en todo caso, si se insiste, en el motifema
9 La lexematización "penetración' º de la "torre" (no
de Dánae) que aparece en la variante grecolatina es George Weidenfeld and Nicolson Limited. 1973, p.
sustituible, no imprescindible: tan es así que en la 102), en la variante de Guerber se habla de "la don-
variante que consignan Grant y Hazel se dice: "Es cella visitada por Júpiter como una lluvia de oro"
allí [en la torre] que Zeus descendió hacia ella en (H. A. Guerber. Myths and Legends: Greece and
forma de una lluvia de oro" (M. Grant, J. Hazel. Rome. Loodres: Studio Editions, 1994, p. 376), et-
Who's Who in Classical Mythology. Loodres: cétera.

Nº 1, ju lio 1995 97
Estudios y Debates

grecolatino la /penetración/ sólo se da en relación la función que, en cada caso, el segmento corres-
a la "torre") ni consecuente (/no-fecundación/ se- pondiente al motivo de la "doncella fecundada"
ría el término de reinversión, la enanJiología, pero cumple en el marco mayor en el cual se encuentra
como he advertido las heroínas una vez fecunda- irtserto". No es legítimo impugnar las fronteras de
das no retoman a su estado primero). Además, en un corpus establecido bajo las correspondientes
el cuadro semiótico propuesto la categoría de esa pautas metodológicas -de procedimiento, descrip-
deixis negativa /doncellez fecundada/ se opone ción, construcción; modelo, generación,
conJradictoriamenJe a su homóloga, la categoría textualización; homogeneidad, representación y
complementaria de la deixis positiva 1/no-<loncellez/ exhaustividad-, y menos todavía aquellas en que
- /no-fecundada/1; metodológicamente, esta oposi- un estudio pretende circunscribir su régimen de-
ción no procede ya que si las categorías que asu- mostrativo11. En mi artículo se trata de estudiar los
men los ejes contrario y subcontrario se plantean motifemas de cada variante y extrer de ellos el
en conJradicción, las categorías que asumen la motivo que los une, a fin de precisar una taxonomía
deixis positiva y negativa se plantean en conJra- de motivos donde la tradición oral andina encuen-
riedad: "dos relaciones de contrariedad contraen tre el lugar que le corresponde en el quehacer
entre ellas la relación de contradicción [... ], dos etnoliterario universal , no de un trabajo de
relaciones de complementariedad establecen entre narratología comparada general a lo Mieke Bal.
sí la relación de contrariedad" 1º. Se me reprocha igualmente no hacer hincapié
La reflexión que continúa modifica nueva- en "los valores culturales específicos de ninguna
mente el enfoque del PNB, atribuyéndose esta vez, de las tradiciones es tudi adas", esto es, en los
en sincretismo, los actantes Sujeto de Estado a los contextos de las variantes. No se tiene en cuenta,
demiurgos y Objeto de Valor a las heroínas, y se al enunciarse el reproche, que se trata de una po-
propone una interpretación contractual del relato: nencia-artículo y no un tratado de axiología
las doncellas fecundadas harían "el gran negocio etnocultural; además, el estudio que me he pro-
de su doncellez: recibir algo a cambio de nada". puesto se halla enmarcado por el paradigma
Esta es una especulación sin fundamento. Bajo el epis temológico hipoté tico -deductivo del
ángulo del contrato, los motifemas del corpus racionalismo empírico y merced a que sus conclu-
proponen un contrato de reciprocidad o de trueque: siones no trarisgreden los límites de descripción y
si los demiurgos otorgan a las heroínas el don de demostración de los valores culturales intra- e
un Objeto de Valor -la "fecundación"-. éstas intertextuales, el trabajo realizado puede tener al-
reciprocan a los demiurgos precisamente el Obje- guna plausibilidad. El estudio de los valores cultu-
to de Valor buscado por ellos, el conJradon de la rales extratextuales es, en este campo, materia de
"maternidad" (la protección de los hijos habidos la semiótica de la cultura (l. Lotman, B. A.
de ese contrato por parte de las heroínas, es plena Uspensk.i, la Escuela de Tartu) 12 . La intervención
en los tres motifemas ). de dos o más paradigmas epistemológicos en un
mismo objeto de conocimiento, va directamente
Cotexto y contexto contra las exigencias de rigor y coherencia analí-
tica y produce, sin poderlo evitar, los consabidos
(1) Por razones de precisión metalingüística, aniegos diletantes -de oídas- en otras disciplinas 13,
se ha introducido en lingüística del discurso la
oposición 'cotexto / contexto' para reemplazar la
pesada oposición 'contexto intralingüístico (ver- 11 cf. E. Bailón Aguirre. "Una encrucijada entre fil o-
bal o escritura]) / contexto extralingüístico logía, lingüística y semiótica: el corpus". Di~"J)ositio
- Revista Hispánica de Semiótica Literaria, XIl,
(circunstancial o referencial)'. 30-32. Michigan: University of Michigan, Ann
Ahora bien, he advertido que "sólo se tendrá Arbor, Department of Romance Languages, 1987,
en cuenta los distintos cotextos de cada variante a pp. 45 -64.
modo de halo narrativo susceptible de ser compa- 12 cf. l. Lotman. "La semiótica de la cu.ltura y el con-
rado pero sin estructuración definida"; empero se cepto de texto". Es<.Titos - Revista del Centro de
me observa que "no se especifica suficientemente Ciencias del Lenguaje, 9. México: Universidad
Autónoma de Puebla, 1993, pp. 15-20.
13 Estos aniegos descontrolados no deben ser confun -
didos con los estudios interdi ciplinarios serios cuya
10 A. J. Greimas, J. Courtés. Semiótica - Diccionario conditio sine qua non es que las dos o más di sci-
razonado de la teoría del lenguaje. Madrid : plina s en concurso, o bedezcan a un paradigm a
Editorial Gredos S. A., 1982, p. 98. congnoscitivo único.

98 Revi sta Andina , Año 13


Bailón: La doncella fecundada

procedimiento tan socorrido por la crítica literaria Ballón" los alcances de la participación de Cuniraya
peruana al uso. Viracocha y Huallallo Carhuincho como dioses
(11) Luego se toca extensamente el problema fecundadores . Si se tratase de averiguar esa parti-
del encajamiento vertical de motivos. Si encaja- cipación macro-narrativa, más bien habría que
mos un motivo en el relato mayor que Jo acoge, replantear Últegramente el enfoque semántico de
naturalmente el primero se verá supeditado a la interpretación; en efecto, tratándose ahora de los
interpretación del relato cotextual y del "respecti- campos lexemáticos circunscritos por las acciones
vo programa englobante". Así, para tomar un sólo de esos personajes, éstos podrían orgartizarse y
caso, en la variante andina el motivo de la "don- jerarquizarse mejor en taxemas, dominios y di-
cella fecundada" estaría cotextualizado, se dice, por mensiones.
el de la "ocultación y el reconocimiento"; bien, y Se me reconviene -una roceadita de miel sobre
¿cuál es el motivo que cotextualiza a este último? los buñuelos- haber sido "demasiado severo con el
¿dónde detener la serie de encajamientos de mo- método". Vaya, no cabe el adjetivo "demasiado
tivos? ¿deberemos estudiar todos los motivos del severo" al aplicarse un método de conocimiento
Manuscrito de Huarochirí para describir uno sólo hipotético-deductivo: como se sabe, tratándose de
de ellos en el rango de la jerarquía englobante / "doncellas fecundadas" o se está o no se está em-
englobado que le corresponde? Pero nada justifica barazada, no cabe estar "medio embarazada". De
detenernos allí; también deberíamos incluir las pareja manera, o bien se aplica un método y se
demás variantes conocidas de esos relatos 14 y las registran todas sus consecuencias o bien no se le
que aún pudieran encontrarse ... ad infinitum. aplica, pero aplicar un método a medias carece de
Como se ve, se trata ahora de una cuestion que sentido.
atañe a la visión macro-narrativa intratextu al
(donde las figuras adquieren su densidad
interpretativa intracultural, merced al estudio de Metalenguaje
los motivos paradigmálicos que he mencionado
anteriormente) y no micro-narrativa que es la úni- (1) Se reclama la definición de algunos térmi-
ca apropiada para un estudio horizontal de los mo- nos que suenan a chino. Pues bien, anteriormente
tivos intertextualmentc considerados (en que las he dado la idea de cotexto 1\ en cuanto ahormación
figuras son interpretadas, como lo he hecho, en el es corrientemente usado en lingüística frasal y
ma rco de las configuraciones del motivo discursiva hispánica desde que C. F. Otero intro-
siniagmático que les es pertinente, y sólo ahí). dujo el término al traducir Aspectos de la sintaxis
¡Manan inJiruiinichu!: ch' ata-taklla y q' achi-taklla de N. Chomsky (Ed. Aguilar), hace unos 25 años.
son arados andinos, pero el prin1ero se usa para Noema es un serna cualquiera que sirve de térmi-
labrar el terreno de las chacras y el segundo para no en la estructura elemental de la significación o
las laderas y las partes altas. Del mismo modo, no cuadro semiótico 16 ; en cambio, serna es el rasgo
se quiera extender las fronteras de un corpus cons- mmimo de significado en la descripción de un
tituido para un examen micro-narrativo y, reitero, semema, defüúdo como la extremidad de una re-
intercultural, insertando relatos más amplios en lación binaria entre sememas. Entibar, es un
servicio de un es tudio m acro- narrativo e neologismo de mi cocina personal tomado del
intracultural: los principios metodológicos y los léxico minero (isotopia fue tomado por A. J.
útiles analíticos de cada uno cumplen tareas justas Greimas del léxico físico-químico) que vengo
y apropiadas, no transferibles como nos venga en empleando ha mucho para designar las iteraciones
gana; de ahí que haya excluido el examen del ser- semánticas precisas que apuntalan y apoyan una
món de Hun-Hunahpú, secuencia textual que !mea o cadena isotópica.
estructuralmene remite a su cotexto.
En razón de ello, sería ilegítimo y hasta abusivo
"analizar en profundidad a partir del análisis de 15 cf. A. J. Greimas - J. Fontanille. Semiótica de las
pasiones· De los estados de cosas a los estados de
ánimo. Traducción : G. Hemández y R. Flores;
revisión: E. Bailón Aguirre. México: Siglo XXI
14 cf. A. OrtizRescanicre. De Adaneva a lncarri (Una Editores, 1994.
visión indigena del Perú). Lima: Retablo de Papel 16 La problemática del noema en semiótica ha sido
Ediciones - IJ'<lDE, 1973.; Huarochiri, 400 años desarrollada por Pierre Ouellet. "Signification et
después. Lima: Pontificia Universidad Católica del sensation". Nouveaux Acles Sémiotiques, 20.
Perú, 1980. Limoges: PULIM - Université de Limoges, 1992.

Nº 1, ju lio 1995 99
Estudios y Debates

Comparatismo intercultural - la comparación por "influencia invertida" de


la variante mesoamericana frente al episo-
(II) Ante la mirada bizca y obsesiva del pro- dio bíblico (Libro del Génesis) de Eva y el
pio ombligo (los estudiosos que sólo tienen ojos fruto del árbol del bien y del mal. A este
para sopesar los objetos de cultura andina entre propósito, véase para comenzar el problema
ellos) y la visión pitarrosa y remellada (los críticos de la originalidad de los temas míticos
literarios que ahora les ha dado por husmear -en su amerindios y las interferencias en ellos de la
peor significado- la literatura oral andina, sin dis- colonización europea: C . Lévi-Strauss .
ciplina alguna), ambas condenadas a correr en Histoire de Linx. París: Pion, 1991;
círculos viciosos alrededor de la noria anacrónica, - las intervenciones del enunciador-narrador
se propone una contemplación perspicaz de la li- en su relato. Por razones de pertinencia
teratura oral andina aplicando un paradigma enunciva, no se incluyen en el análisis los
epistemológico capaz de controlar la comparación enunciados portadores de enunciaciones
intercultural -sus descripciones, explicaciones y enunciadas o referidas (idiolectales) en un
demostraciones- y que permita tanto refutar como trabajo dedicado a examinar la enunciación
falsar sus resultados. narrativa en cuanto tal (socio- y elnolectal);
Felizmente contamos con un valioso antece- el semi-simbolismo (que no "simbolismo")
dente de comparatismo austero y disciplinado, los específico de ciertos lexemas figurativos
análisis pioneros de Efraín Morote Best. Es preci- culturales de la variante indoeuropea ("torre
samente pensando en este singular trabajo -rara de bronce", "lluvia de oro", "cofre") frente
avis in andinae terris- que no emití un juicio to - a los lexemas figurativos naturales paralelos
talizador (lo cual, de haberlo hecho, sin duda hu - de las variantes amerindias ("árbol de san-
biera justificado la redargución). Al referirme a "la gre", "árbol lúcumo", "saliva-baba",
gran mayoría de estudios folklóricos y hasta "lúcuma", etcétera). Si bien esta oposición
antropológicos en la materia" apunto la mira al incita a estudiar la descomposición léxica
hecho de no haberse proseguido la vía regia, el figurativa de ambas tradiciones míticas,
círculo virtuoso diseñado por Morote Best, espe- habría que conocer previamente, lo advertí,
cialmente por los profesionales concernidos cuya cómo funcionan los códigos figurativos
mayor parte, es evidente, no se preocupa por po- propios de los rrwtivos paradigmáticos en las
ner al día la metodología de análisis empleada hoy respectivas áreas culturales.
en etnoliteratura intercultural comparada. En este (ill) - la cuestión de los valores ideológicos
último aspecto, salvo omisión involuntaria, los que subyacen en la participación del deceptor como
esforzados intentos de H. Urbano y A. Ortiz agente de fecundación . Si bien no cabe atisbar
Rescaniere quienes se aplican a interpretar la siquiera una hipótesis a partir de un corpus tan
axiología andina a partir del estudio de los textos exiguo, debemos tener en cuenta las variadas fun-
etnoliterarios mismos, y no los evacuan taponando ciones del sujeto deceptor en los relatos orales más
el agujero con analogías erudonas pallapadas de diversos 18 , las mismas que han sido estudiadas
aquí y de allá ("a golpe de cachete y diccionario", desde hace mucho bajo la advocación del trickster.
como dice con justicia y justeza H. Urbano 17 ), Al fin y al cabo, el engaño es un factor sus-
permiten vislumbrar una continuidad en la tarea. ceptible de intervenir en todo contrato, especial-
mente en el contrato social como lo entiende J. J.
Rousseau ¿no?
Extramuros analíticos (IV) - las antilogías fuera del orbe mítico. La
antilogía en economía no es /fecundidad/, rasgo
(1) Mis comentaristas añaden varios otros semántico atenido en lengua española sólo a los
aspectos susceptibles de ser tratados y probados. seres vivos, sino /proliferación/, como por ejemplo
Son los siguientes:

18 Por ejemplo, el dcccptor Tamtañamca en el Ma-


17 H. Urbano, "La figura y la palabra· Introduc- nuscrito de Huarochiri, cf. E. Bailón Aguirrc. " Un
ción al espacio simbólico andino". H. Urbano motivo ctnoliterario andino: la deslealtad''. Escri-
(Comp.) Mito y simbolismo en los Andes. Cuzco: tos· Revista del Centro de Ciencias del Lengua-
Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé je, 8. Puebla: Universidad Autónoma de Puebl a,
de las Casas", 1993, p. 43. 1992, pp. 85-101.

100 Revista Andina, Año 13


Bailón: La doncella fecundada

los dineros y las acciones acunados en los bancos modo de entender, su reflexión prudentemente se
"generan" -por arte de birlibirloque- hijitos ente- detiene, mas no "retrocede", cuando en el plano de
cos ("intereses") y pigmeos ("dividendos"). la presuposición homológica de su deducción, los
- sólo metafóricamente puede hablarse de elementos semánticos comparados pueden exceder
analogar las interpretaciones de un campo mítico el marco del sistema mítico que examina. Entonces
estricto con las que pudieran hacerse se contenta con indicar posibles horizontes esti-
alegóricamente en el campo económico. La excur- mulantes para proseguir la investigación, cierta-
sión filológica -vía E. Benvenisle- no avala de mente con otros aparatos heurísticos y
ninguna manera la aseveración "según estos rela- hermenéuticos adecuados que estén en capacidad de
tos, el dominio lo tiene la señora porque, al fin y confirmar o impugnar las conclusiones a que él ha
al cabo, es la que recibe y no da". La modalidad llegado. Esto sucede justamente con los estudios
del /poder/ -es decir, la omnipotencia y con ella el semiolingüísticos que su gran obra ha inspirado.
dominio absoluto- sólo irtforma a la competencia - ¿una semiótica "clásica" y "dura" frente a
del demiurgo en el marco de los motifemas y el una semiótica "actual" y "tolerante''? Vamos, una
motivo subsecuente (las heroínas se ven reducidas cosa es la evolución normal de un paradigma
a ejercer un /poder/ subsidiario, el de ejecutoras epistemológico y el afinamiento de sus procedi-
delegadas del /deber ser/ y del /deber hacer/ orde- mientos e instrumental operatorio y otra la supues-
nados por los demiurgos). ta renuncia de los lineamientos axiomáticos que
(11) - la irtferencia intuitiva de las "visiones del sostienen la coherencia de toda su actividad. Tal es
mundo", de las "ideologías" o de las distintas el caso de la inserción del plano de potencialización
"morales" mesoamericana, andina y grecolatina. en el recorrido generativo; la reformulación de la
Del estudio de una variante de cada área, cierta- combinatoria sémica original del semema: sernas
mente no se puede afirmar nada sensato acerca de nucleares / sernas clasemáticos por sernas genéri-
la logósfera que preside la producción de cada una cos / sernas específicos, sernas inherentes / sernas
de ellas. aferentes; la ampliación del esquema espacial ini-
- el examen de la competencia de los sujetos cial con la introducción de las localizaciones
del relato. No he averiguado las ahormaciones ectópica y perilópica; la determinación de la
modales de estos aclanles porque, al menos aquí, temporalidad eónica; la dimensión patémica del
no repercuten en la determinación específica de discurso; la especificación de las modalidades
los motifemas. sustantivas para la lengua española; el estudio
- el debate de las traducciones del Manuscrito sistemático de las modalidades que he llamado
de Huarochirí al castellano (J. M. Arguedas, J. halotácticas, etcétera, etcétera. Por otro lado, el
Urioste) ha sido, a mi parecer, zanjado por la tra- desarrollo último de ciertos orbes semióticos que
ducción de G. Taylor y la argumentación hace una década eran incipientes como la semiótica
lingüístico-semántica que la cauciona. Contrapear planaria, la semiótica de la música, la
unas traducciones con otras y escoger la más flo- socio semiótica, la psicosemiótica o la introducción
rida para inferir hipóstasis analógicas "profundas" de los teoremas matemáticos topológicos para
que lleven a relacionar por afinidad "la figura solar sustentar las demostraciones semióticas -espe-
de Cuniraya, con poder sobre la fecundidad y la cialmente pensados para esta disciplina por R.
esterilidad" y "los animales helíacos como el puma, Thom y J. Petitot-, herramienta que ha reemplazado
el cóndor y el halcón, mientras que los animales con ventaja a la lógica de conjuntos y la lógica de
que anatematiza serían el reverso de este culto, categorías como respaldo demostrativo, no con-
sobre todo el zorro", riesga ser un vuelo intuitivo travienen de ninguna manera sus fundamentos
semejante al alzarse inicial del ave hacia sol en el hjelmsleviano-greimasianos sino todo lo contrario,
Primero sueño de Sor Juana Inés de la Cruz, poe- consolidan sus proyecciones tal cual se constata a
ma que alude explícitamente a los mitos de lcaro simple vista al tomar el pulso a la vitalidad mundial
y Faetón. En materia comparatista nunca se es su- de esta disciplina.
fi cien te men te cauto; la chamusquina y el A propósito, no quisiera dejar pasar ciertos tics
derretimiento de las comparaciones sustentadas intelectuales maniqueos, en particular aquél tan a
intuitivamente -y no inducliva-deductivamente-son la moda y que W . Golding comparó certeramente:
a la larga inevitables. "Eso es como cuando se le pone el collar a un perro
- se han colgado muchos desatinos a C. Lévi- y ya nadie se lo quita". Recuerdo que durante la
Strauss, pero no le conocía este de "retroceder como revuelta estudiantil del 68 en París, algunos grupos
as ustado" cuando generaliza o especula. A mi desaforados -los hay en todas partes y no sólo en

Nº 1, julio 1995 101


Estudios y Debates

épocas de efervescencia social- atribuyeron a R. nuestro campo, la detallada investigación


Barthes la frasecilla "las esuucruras no descien- greimasiana tanto de sociología rural como de
den a la calle" y la esgrimían como una maza para semiótica de los valores políticos, estéticos y étnicos
enrostrar a su semiología una absurda filiación del campesinado lituano, en De los dioses y los
ontológico-metafísica y un irresponsable despre- hombres - Apie dievus ir znumes, donde se pos-
cio por los hechos sociales. Además de haber sido tula, entre muchas otras cosas, "tomar el "folklore"
una atribución falsa -me consta porque estuve pre- para fundar una semiótica de la cultura", "los mi-
sente, la frase fue invento de un compañero tos no son relatos autosuficientes, sino ante todo
austriaco en la Escuela de Altos Estudios en Cien- objetos reconstruidos a partir de fragmentos de he-
cias Sociales, Peter Hartig, conocido por sus bro- chos culturales dispersos" y "una mitología dada
mas, quien al salir de clase pegó como letrero la asume las dimensiones de la cultura que le co-
dichosa fracesita en lo alto de la puerta de nuestro rresponde. Toda cultura es mitológica").
seminario-, contradice de arriba abajo la Finalmente, jamás la semiótica de la Escucla
epistemología materialista barthesiana y su de París ha trastabillado con precipitado s
indesmayable crítica a las instituciones burguesas trascendentalistas o positivistas sobre la realidad,
(piénsese solamente en las Mitológicas). como se sostiene apresuradamente. La realidad es
Repitiendo hoy a modo de eco esas conductas considerada desde siempre como el "efecto de
chuecas, se extrae la frase de A. J. Greimas "tout sentido" que funda la semiosis general, tanto al
le texte, rien que le texte et rien hors du texte" interior de los hechos de lengua como en toda
tomada de una intervención oral 19 dedicada a re- aprehensión cognoscitiva del mundo: "Se puede
cordar el postulado de pertinencia lingüística fren- decir, por ejemplo, que el mundo del sentido co -
te a los resbalones psicoanalíticos en la interpreta- mún es el efecto de sentido producido por el en -
ción textual, especialmente al sustituirse la noción cuentro del sujeto humano y el objeto -mundo. Del
de signo lingüístico saussuriano por el preconcepto mismo modo, una frase "comprendida" es el efec-
sígnico lacaniano (un merecido tirón de orejas a to de sentido de una organización sintagmática
los escritos de la inefable J. Kristeva), no para que particular de varios sememas" 21 • El hecho de
sirva, como era de esperarse de la lectura derecha constituir un corpus textual y extraer un determi-
de esas notas, de una llamada de atención enérgica nado conocimiento sólo de él, obedece a un prin-
al buen sentido en cuanto rigor y pertinencia cipio noseológico compartido por la semiótica
lingüística se trata, sino para encerrar a su autor en narrativo-discursiva y la lingüística desde la Escuela
una visión idealista y hasta angelical de los hechos de Praga: no es posible demostrar ningún objeto
socioculturales 20 y lapidarlo, como si nada, en una de conocimiento lingüísti co con premi sas
necrótica "semiótica dura" (piénsese ahora, en extralingüísticas. Eso es todo.

19 Efectivamente, se trata de ciertas notas fragmen-


tarias transcritas a partir de la intervención de A. J.
Greimas en el seminari o de la Universidad de
Ribeirao Preto (Brasil, julio de 1973) que apare-
cieron publicadas con el título "L'énonciation (une
poslllre épistémologique)" en la revista Significai;ao
- Revista Brasileira de Semiotica, Sao Paulo:
Asocia~ao Brasileira de Semiotica 1, 1974, pp. 9-
25. Lo importante en esas notas es el debate de la
"reducción fenomenológica" y el examen del sujeto
de la enunciación, en la perspectiva saussuriana,
como "sujeto lógicamente presupuesto", mientras
que "sobre todo para los literatos y filósofos" se
trata de un "sujeto ontológico".
20 Véase a este propósito el artículo de A. J. Greimas, 21 A. J. Greimas - J. Courtés. Semiótica - Diccionario
"Semiotica o metafísica". Strumenti critici, JJ, 1. razonado de la teoría del leng uaje. Madrid :
1968, pp. 71-79. Grcdos, 1982, p. 135.

102 Revista Andina, Año 13


El influjo de las lenguas
indoamericanas sobre el español.
Un modelo interpretativo
sociohistórico de variantes areales de
contacto lingüístico

Germán de Granda

En un trabajo, aún ra:iente, de mi autoría1 me propuse trazar los rasgos detenninadores


fundamentales de lo que podría considerarse, en sentido weberiano, estructura referencial
totalizadora o tipo ideaf2 de la génesis histórica dd español americano.
En aquella ocasión, sin embargo, me ocupé con exclusividad, de modo deliberado,
de los factores y condicionamientos hispánicos del proceso estudiado dejando, por consiguiente,
de lado la consideración del fenómeno de filtración de posibles rasgos, subsistemas o pautas
organizadoras procedentes de las lenguas indoamericanas en la variante americana de nuestra
lengua.
No cabe duda de que la exclusión de estos últimos materiales del ámbito de estudio
en cuestión implica, respecto al 111ismo, la clarn omisión (de índole, por supuesto, deliberada
y voluntaria) en el modelo propuesto de uno de los dos procesos constituyentes considerados
por George M. Foster3 como necesarios causalmente y mutuamente complementarios en la

"formación y evolución del español de América Epoca colonial", en G. de Granda Español de América,
español de Africa y hablas criollas hiJpánicas, Madrid, Gredos, 1994, págs. 49-92.
2 Sobre este concepto teórico véanse las obras de M. Weber Wirtschaft und Gesellschaft, Berlín, 1921
y Gesammelte Aufsiitze zur Wissenschajilehre , Tübingen, 1985.
3 Culture and Conques/. America's Spanish Herit age, Chicago, 1960.

Nº 1, julio 1995 173


Art ículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

prcxlucción de los diferentes sistemas que constituyen, en conjunto, la cultura de conquista


de la América Hispánica y entre los que se incluye, obv iamente, e l referido a la uti lización
de códigos de comunicación lingüística.
En este sentido, es preciso suscribir en su tow lidad el juicio expuesto, en relación con
determinados problemas poblacionalcs de la hi storia hispanoamericana, por el di stinguido
hi storiador chileno Alvaro Jara que es, sin duda, apli cable plenamente a otros contextos
similares de la fonnación soc ial de la América Hi spánica y, desde luego, al que aqu í nos
ocupa: "Creemos que muchas de las diferencias reg ionales que se observan en América en
los fenómenos de poblamiento, de ocupación de la tierra y también en los de frontera, tienen
sus raíces en las modalidades propias de la o de las sociedades indígenas encontradas allí
por los españoles a su llegada. Fenómenos de muy larga duración nos resulwn mucho más
coherentes cuando buscarnos la explicac ión en el sustrato soc ial indígena, este segundo
elemento conformativo de la S<x:icdad colonial"4 •
Me propongo, pues, dedicar estas páginas a la proposición de un esquema interpretati vo
de la contribución de las lenguas indoamericana-; a la génesis histórica de la-; diferentes
variantes, diatópicas y diastráticas, del español de América complementando, de este modo,
el contenido de mi trabajo antes aludido 5 , que se dedicaba íntegramente al análi sis de los
factores estrictamente hispánicos del mismo. Así quedará completada (al menos en propó-
sito) la estructura referencial hi stórica relativa al componente lingüístico de la realidad
americana tal como es exigida, desde e l enfoque de la Antropología Cultural , por los pará-
metros genéticos totalizadores utilizados, en alto nivel de abstracción, por esta disciplina en
relación con los procesos consti tutivos de las estructuras culturales de conquista o co loniales
en los que, como es sabido6 , actúan , como factores primarios determinadores de los mismos,
por una parte la filtración de rasgos originados en la metrópoli y, por otra, la filtra ción,
complementaria y en cieno sentido homóloga a la anterior, de rasgos procedentes de los
grupos sociológicos aborígenes. Considero que ninguna ocasión mejor para ello que la presente,
en que se conmemora el quinto centenario del Tratado de Tordesill,L<; (1494), fundamento
jurídico, en cuanto al Derecho Internacional, de la presencia castellana y ponuguesa en tierras
americanas7 •
El análisis de la temática mencionada debe panir, sin embargo, de la apreciación
adecuada de un condicionamiento, inequívocamente negativo, que afecta, en su conjunto, a
los fundamentos teóricos de la misma. Me refiero, como es obvio, a la sistemática
minimización, a la que apuntaba recientemente, con justeza , mi fraternal amigo y colega José
Joaquín Montes8 , tanto de la rel evancia, a nivel teórico general, ele los resultados de situa-

4 "Oc upac..ión de la ti erra, poblamie nto y frontera (Elemen tos de interpretación) " en A. Jara (Ed.) Tierras
Nue vas. Expansión lerrilorial y ocupación del suelo en América (s iglos XVI-XIX), Méx ico, 1969,
págs. 1- 10.
5 Citado en la nota 1
6 Véase el volume n de G. M. foster men cion ado en la nota 3.
7 Véase, sobre la significación de este hecho, el reciente;: volumen de A. Rumc ú de;: Armas El Traiculo
de Tordesi//as, Madrid, 1992.
8 "El influjo indígena en el español de Colombia. Caracteri zación sumaria", en Revista de Filología
Románica (Madrid), 4, 1986, págs. 335 -340.

174 Re vista Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

ciones de contacto de lenguas en lo que toca a la posibilidad de producción de transferencias9


entre ellas como, en un ámbito más concreto, de la extensión, funcionalidad y prominencia
de estos mismos procesos en el espafiol americano.
En cuanto a la primera de las actitudes mencionadas, la de planteamiento general y
teórico, baste, aquí y ahora, recordar las restricciones de índole tipológica ya planteadas por
A Meillet en 1921 10 a los fenómenos de transmisión, por contacto, de rasgos gramaticales
de una lengua a otra y admitidas, en lo fundamental, por especialistas actuales como W.
Winter11 , T. Givón 12 o, aún más radicalmente en lo que se refiere a su aplicación, por D.
Bickerton 13 ; las de carácter extensional ("no es posible la transferencia de sistemas
morfológicos completos de una lengua a otra") de U. Weinreich 14 ; las caracterizadas por la
exigencia de homología entre las tendencias evolutivas de las lenguas en contacto para que
se dé la posibilidad de transmisión de rasgos entre ellas según propugnó R. Jakobson 15 seguido,
entre otros, por J. Vachek 16 , H. Vogt 17 y P. Mühlhauslcr 18 o las que se fundamentan, para
limitar los fenómenos de transferencias gramaticales por cnnuicto, en consideraci, ,nes deri-
vadas (con puntos de vista contrapuestos) del concepto te,)rico de naturalidad como es el
caso de Ch.-J. N. Bailey 19 , E. C. Traugott20 o I. Coteanu 21 •
O, en el mismo sentido si bien en una dimensión diferente en cuanto al enfoque
teórico adoptado, la priorización sistemática (en lo que se refiere a la orientación analítica
de la investigación) de los elementos internos como determinadores de cambios lingüísticos
respecto a los externos (entre los que figuran, muy destacadamente, los derivados del con-
tacto de lenguas) que son, en general, relegados a la consideración de factores secundarios
y normalmente irrelevantes en los procesos conducentes a la modificación de las estructuras
gramaticales de los diferentes códigos lingüísticos de comunicación. Véanse, como ejemplos
significativos de esta toma de posición, los puntos de vista expresados en dicho sentido por

9 Sobre el contenido teórico y el ámbito de aplicación extensional de este concepto véase mi trabaj o
"Interferencia y convergencia lingüísticas e isogramatismo amplio en el español paraguayo", en el
volumen citado en la nota 1, págs. 314-336.
10 Linguistique historique et linguistique générale, Paris, 1921 (pág. 87 en especial).
11 "Areal lingui stics: sorne general considerations", en CurrenJ Tremís in Linguistics, 11, La Haya, 1973,
págs. 135-147.
12 "Prolegomena to any sane creology", en l. Hancock (ed.) Readings in Creo/e Studies, Gante, 1979,
págs. 3-35.
13 Roots of Language, Ann Arbor, 1981 (especialmente pág. 50).
14 Languages in Contact. Findings and Problems, Nueva York, 1953.
15 "Sur la théorie des affinités phonologiques entre des langues", en Actes du VI Congres /nternational
des Linguistes, Copenhague, 1938, págs. 48-59.
16 "On the interplay of externa! and interna! factors in the development of language", en Lingua, 11,
1962, págs. 433-448.
17 "Language contacts", en Word, 10, 1954, págs. 365-374.
18 "Estructural expansion and the process of creolization", en A Valdman y A. Highfield (eds) Theoretical
Orientalions in Creo/e Studies, Nueva York, 1980, págs. 19-55.
19 Variation and Linguistic The ory, Arlington, 1973.
20 "Sorne thoughts o n natural sy ntactic process", en Ch.-J. N. Bailey y R. Shuy (eds) New Ways of
Analyzing Variation in English, Washington 1973, págs. 313-322.
21 A propos des langues mixJes. Sur l' istro-roumain , Bacarest, 1957.

Nº 1, julio 1995 175


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

personalidades cientificas, tan diferenles entre sí en otros aspcclos, como pueden serlo E.
Oksaar22 , J. Ohala 23 , W. Welmers 24 o B. Malmbcrg 25 •
Si, por lo que se refiere al ámbito de la LCorización lingüísLica de índole geneml,
parece evidente que, con escasas aunque muy nOLorias excepciones personales26 la acLiLud
vigente, desde el pasado siglo hasta la acLualidad, con carácLer ampliamente predominanLe
respeclo a la relevancia de los procesos de Lransferencia derivados del contaclo de lenguas
ha sido de minusvaloración y sisLemálico relegamiento como consecuencia, en grdl1 parte de
los casos, de inevitables implicaciones melodológicas de los paradigmas Leóricos más arn-
pliarnenle difundidos en Europa y América dumnle el período Lemporal antes aludido
(comparalismo histórico, estrucluralismo, lingüíslica generativa), no ha sido, desde luego,
más positiva ni favorable la situación que, en lo que Loca a la Lemática que tratamos, se puede
delectar en el campo específico de la lingüíslica hispanoamericana duranLe la mayor parte
de su trayecLOria hisLórica .
Como lo he expresado, más ampliamenLe, en otra ocasión 27 , creo que los facLores
deLerminadores de la predominanLe acLiLud desvalorizadorn de los fenómenos de transferen-
cia, al menos como hipóLesis de trabajo, que puede considerarse que se han producido en
las diferentes áreas territoriales de la América hispánica como resultado del contacto del
español con las lenguas indoamericanas locales son idenlificables con los que expongo a
continuación.
En primer lugar, la fecha, excesivarnenle prematura, de la primera postulación siste-
mática de la relevancia atribuible, en el español de América, a la transferencia de rasgos
procedentes de lenguas aborígenes, la debida a Rodolfo Lenz 28 • Los errores, ligerezas e
inexacLiLudes (inevitables , dada la época en que sus escritos fueron redactados) del sabio
alemán asentado en Chile fueron, como era lógico que sucediera, deLectados y
contundentemenLe demolidos, algunos decenios después, en un memorable trabajo de Ama-
do Alonso29 que no sólo derruyó, sin contemplaciones, la endeble construcción teórica de
Lenz sino que, al mismo Liempo, senló las bases de la sutil aLmósfera de desconfianz.a, recelo

22 "Bilingualism", en Curren/ Trends in Linguistics, 9, La Haya, 1972, págs. 289-316.


23 "Phonetic explanations in phonology", en A. Bruck (cd) Papers from the Parasession on Natural
Phonology, Chicago, 1974, págs, 251-274.
24 "Languagc changc and languagc relationships in A frica", en Language Sciences, 12, 1970, págs. 1-8.
25 Cfr., sobre todo, "L'cxlension du castillan et le probl i:mc des substrats", en Acles du Col/oque
lnternational de Civilisations, Littératures et Langues Romanes, Bucarest, 1962, págs. 249-260.
26 Por ejemplo, las de Schuchardt y Menéndcz Pida!. Véase, con referencia a la posición de este último,
su trabajo " Dos problemas iniciales relativos a los romances hispánicos", en Enciclopedia Lingüística
HiJpánica, l. Madrid, 1960 (sobre todo las páginas CVlll y CIX).
27 "De nuevo sobre la causación múltiple en el español de América (A propósito de dos rasgos
morfosintácticos del españo l paraguayo)", en Scripta Philologica In 1/onorem Juan M. Lope Blanch ,
11, México, 1992, págs. 491-506.
28 Cfr. sus trabajos "Chilenische Studien", en Phonetische Studien, 5, 1892, págs. 272-292; 6, págs.
19-34, 151-166 y 274-301 y "Beirrage z ur Kenntnis des Amerikanospanischen", en :Leitschrifi Jür
romanische Philologie, 17, 1983, págs. 188-214.
29 "Examen de la teoría indigenista de Rodolfo Lenz", en Revista de Filología /fopánica, 1, 193 9,
págs. 313-350.

176 Revi sta Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

y rechazo que, a partir de entonces, va a rodear a cualquier intento de relacionar con situa-
ciones de contacto alguno o algunos de los fenómenos lingüísticos específicos detectables
en áreas, más o menos amplias, de Hi~l)anoamérica.
En segundo, pero no menos importante, la excesiva ambición generalizadora de tra-
bajos (extremadamente valiosos, por otra parte) que han intentado relacionar causalmente la
conformación diatópica y determinados rc1sgos, muy prominentes, del español de América
con la acción de parámetros configuradores constituidos básicamente por la distribución te-
rritorial de las lenguas aborígenes indoamericanas.
La inevitable omisión, en las monografías dedicadas al tema, en el sentido mencio-
nado, por P. Henríquez Ureña30 y, sobre todo, por su discípulo A. Rosenblat31 , de numerosos
condicionamientos, matizaciones y reservas, totalmente imprescindibles para una interpreta-
ción adecuada de los materiales manejados por los autores, ha dado lugar a que, en monografías
tan respetuosas con la relevancia científica, indiscutible, de los especialistas concernidos
como despiadadas en el análisis de sus afirmaciones, J. M. Lope Blanch haya podido, con
facilidad, desmontar totalmente tanto los postulados de base como la mayor parte de las
afirmaciones puntuales32 de Henríquez Ureña y de A. Rosenblat contribuyendo, de este modo,
poderosamente al descrédito de las tesis propugnadoras de la trascendencia, en el ámbito
americano, de los fenómenos derivados del contacto de lenguas ya que es en esta última
conceptualización en la que, en definitiva, han intentado apoyar sus construcciones teóricas
tanto el maestro dominicano como el prestigioso lingüista argentino-venezolano.
No haré especial mención de otro, el tercero, de los factores desvalorizadores de las
posibles transferencias, derivadas de situaciones de contacto, en el español de América. Se
trata de los trabajos, sin duda bienintencionados pero carentes de la fundamentación técnica
necesaria, de aficionados, legos en lingüística, quienes, al manejar de modo aproximativo y
desprovisto de rigor la temática de que aquí nos ocupamos, dan lugar al desprestigio de las
herramientas metodológicas que intentan utilizar en sus pretendidos análisis centrados, des-
graciadamente, demasiadas veces en el examen de supuestos rasgos procedentes de lenguas
aborígenes que, según ellos, son identificables en diferentes variedades del español del Nuevo
Continente33 • Baste con decir aquí que este tipo de "aportaciones" no sólo no favorecen la
causa que sus autores desean, al parecer, defender sino que, inversamente, la desprestigian
de modo, sin duda, inmerecido34 •
Por el contrario, sí debe ser resaltada la importancias del cuarto, y último, de los
condicionamientos negativos que afectan a la consideración adecuada de los fenómenos de
transferencia, relacionados causalmente con contextos de contacto de lenguas en d español
americano. Me refiero al notable influjo que han ejercido en la lingüística hispanoamericana

30 Cfr., sobre todo, su trabajo "Observaciones sobre el español de América", en Revista de Filología
Española, 8, 1921, págs . 357-390.
31 "Contactos interlingilisticos en el mundo hispánico: el español y las lenguas indígenas de América",
en Actas del Seg undo Congreso Internacional de Hispanistas, Nimega, 1967, págs. 109-154.
32 "La originalidad del español americano y la~ lenguas amerindias", en Actas del II Congreso Inter-
nacional de Historia de la Lengua Española, 1, Sevilla, 1992, págs. 73-110.
33 Doy algunos ejemplos de ello en la pág. 495, nota 25, de mi trabajo citado en la nota 27.
34 Cfr., al respecto, J. A. Suárez "Indi genismos e hispanismos vistos desde la Argentina", en Romance
Philology, 20, 1966, págs. 68-90.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

los principios teóricos que, en relación con la causación lingüística general y específicamente
sobre la constitución histórica del español americano, ha postulado B. Malmberg en nume-
rosos trabajos35 .
No creo exagerar si afirmo que, al menos desde la década de 1960, los puntos de vista
del lingüista sueco sobre la absoluta prioridad metodológica de la causación interna y general
sobre la externa y parúcular (en la que se incluyen, básicamente, los factores causales rela-
cionados con situaciones de contacto lingüístico) han permeado, más o menos difusamente,
la práctica totalidad de los estudios que han tocado, aunque sea de modo tangencial, la
problemática de la génesis de los rasgos carncterizadores del español americano infundiendo
en ellos una, no por inconfesada menos actuante, actitud de sistemática desconfianza y elusión
hacia todas aquellas apreciaciones en que pudiera de algún modo trdilsparentarse una (al
parecer nefanda) apelación a condicionamientos causales que, por su índole no interna y no
general, deberían, a toda costa, ser evitados o, al menos, minimizados, paliados y adecua-
damente matizados en sentido, desde luego, reductor.
Aunque una toma de posición coincidente, grosso modo, con la descrita ha podido,
en ocasiones, ser beneficiosa parn plantear correctamente determinados problemas espccífi-
cos36 no considero (ahora al menos) que su adopción sistemática como base conceptual
indiscutida, sobre todo en trabajos de ámbito general y progrnmático37 , sea, de ningún modo,
aconsejable ya que la influencia que la lectura de los mismos puede tener en jóvenes y aún
inexpertos investigadores es susceptible de dar lugar en ellos a la adquisición, no totalmente
consciente en ocasiones, de criterios valorativos apriorísticos que quizá no sean siempre
adecuados a la consideración objetiva de los materiales analizados. Téngase en cuenta, a este
respecto, que los principios metodológicos postulados por Malmberg (y entusiástica y
acríticamente seguidos por una buena parte ele los lingüistas hispanoamericanos) no sólo
deben ser cuidadosamente delimitados y relativizados en su aplicación contextual concreta
sino que, además, deben ser contrastados, en determinados casos, con otros postulados
metodológicos, de índole no sólo divergente sino incluso opuesta a aquéllos, que obligan a
la restricción operativa de los mismos en algunos ca<;os y, en otros, incluso a sus total anulación
como herramienta de análisis conceptual de hechos lingüísticos, sincrónicos o diacrónicos38 .

35 Véanse, además del mencionado en la nota 25, sus monografías "Encare une fois le substrat", en
Studia Linguistica, 17, 1963, págs. 40-46; "Tradición hispánica e influencia indígena en la fonética
hispanoamericana", en Presente y f wuro de la lengua elpañola, 11, Madrid, 1964, págs. 227-243 y
su libro Estudios de fonética hispánica, Madrid, 1965.
36 Este es el caso, por ejemplo, de los trabajos de Juan M. Lope Blanch sobre diversos temas relativos
al español mexicano. Véanse, entre otros, "La influencia del substrato en la fonética del español de
México", en Revista de Filología Española, 50, 1967, págs. 145-160; " La influencia del subslrato en
la gramática del español mexicano", en Homenaje a M. Cossío Vi/legas , México, 1971, págs. 181-
190 y El léxico indígena en el español de México, México, 1969.
37 Cfr., como un ejemplo de ello, M. Sala "Evolución interna e influencia externa en el español de
América", en Actas del I Congreso Internacional sobre el Español de América, San Juan de Puerto
Rico, 1987, págs. 187-206.
38 Véanse, en este sentido, S. G. Thomason "Contact-induced language changc: possibilities and
probabilities", en A/aen des 2. Essener Kolloquiums über Kreolsprachen und Sprachkontalae, Bochum,
1986, págs. 261-264 y, sobre todo, S. G. Thomason y T. Kaufman Language Contact, Creolization
and Genetic Linguistics, Berkeley-Los Angeles, 1988 (pág. 61).

178 Revista Andina , Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

Parece, sin embargo, que en los años más recientes ha comenzado a modificarse
gradualmente la atmósfera de minusvalorización y relegamiento que rodeó mayoritariamente,
Lanto en el ámbito general de la teorización lingüística como en el, más específico, de los
estudios sobre el español americano, a los enfoques metodológicos centrados en las nociones
funcionales de contacto de lenguas y de transferencia de rasgos entre los códigos comunicativos
que se encuentran en esta situación.
En el área de la lingüística hispanoamericana son de destacar especialmente en el
sentido mencionado no sólo, como opina J. J. Montes39 , la creciente cantidad de estudios
dedicados a analizar fenómenos propios de zonas territoriales caracterizadas por la coexis-
tencia en ellas de diversas lenguas amerindias y de modalidades, bien diferenciadas, de es-
pañol sino también, y sobre todo, la utilización, en ellos, de nuevas y rigurosas categorías
conceptuales que permiten, sin duda, una mayor adecuación operativa respecto a los datos
y contextos bilingües considerados. Es el caso, por ejemplo, de las nociones teóricas de
interferencia indirectaW, convergencia lingüística4 1 , causación múltiple42 , retención por
contacta4 3 , imer/ecta44, etc., que, utilizadas hasta hoy en trabajos sobre las variedades diatópicas
de español de Yucalán45 , Paraguay46 y Pení47 principalmente, permitirán en el futuro, quizá
con necesarias matizaciones, su empleo en otras áreas geográficas hispanoamericanas en que
se den, de modo similar, situaciones de contacto lingüístico entre español y lenguas amerindias.

39 Trabajo citado en la nota 8 (pág. 336).


40 Cfr. los trabajos de Juan M. Lopc Blanch "Sobre la influencia del maya en el español de Yucatán",
en Nueva Revisla de Filología Hispánica, 31, 1982, págs. 83-90 y "En tomo a la influencia de las
lenguas indoamericanas sobre la española", en el volumen del au!OT Esludios de Lingüíslica hispa-
noamericana, México, 1989, págs. 121 - 137 (pág. 136).
41 Véase mi trabajo citado en la nota 9 y el también de mi autoría "Convergencia lingüística en el
bilingüismo paraguayo", en Serla Philotogica F. Lázaro Carreler, l. Madrid, 1983, págs. 119-126.
42 Cfr. Y. Malkiel "Multiple versus simple causation in linguistic change", en To Honor Roman Jak.obson,
II, La Haya, 1967, págs.1228-1246 y "On hierarchizing the components of multiple causation", en
Sludies in language, 1, 1987, págs. 81-108. También mi monografía citada en la nota 27.
43 Véase ahora mi trnbajo "El contacto lingüístico como factor de retención gramatical. Aportes a su
estudio sobre datos del área guaranítica suramericana", en el volumen citado en la nota 1, págs. 337-
368.
44 Cfr., sobre el contenido significativo real de este término, L. Selinker "lnterlanguage", en lnternational
Review of Applied Linguistics, 10, 1972, págs. 209-231. Un uso peculiar (y, a mi parecer, equívoco)
del mismo ha hecho, en relación con temas lingüísticos peruanos, A. Escobar en Variaciones
sociolingü(sticas del castellano en el Perú, Lima, 1978, y "Observaciones sobre el interlecto", en L.
E. López, l. Pozzi-Escot y M. Zúñiga (cds) Ternas de lingüíslica aplicada, Lima, 1989, págs. 147-
156.
45 Véase J. M. Lope Blanch Estudios sobre el español de Yucalán, México, 1987. También P. V. Cassano
"La influencia del maya en la fonología del español de Yucatán", en Anuario de Letras, 15, 1977,
págs. 95-113.
46 Cfr. G. de Granda Sociedad, hisloria y lengua en el Paraguay, Bogotá, 1988 y "El español del Paraguay.
Distribución, uso y estructuras", en el volumen mencionado en la nota 1, págs. 288-313. También los
estudios del autor citados en las notas 9, 27, 41 y 43.
47 Véanse, como panoramas generales, J. L. Rivarola "El español del Perú. Balance y perspectiva de la
investigación", en Lexis, 10, 1986, págs. 25-42 y R. Caravedo "Espacio geográfico y modalidades
lingüísticas en el español del Perú", en Historia y presente del español de América, Valladolid, 1992,
págs. 719-741.

Nº 1, julio 1995 179


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Por lo que se refiere a la teorización general, no específicamente conexa con la pro-


blemática hispanoamericana, es de destacar, en primer lugar, la abundancia y solidez de las
monografías destinadas, desde diferentes puntos de partida metodológicos, a dar rnzón con
carácter panorámico48 o en relación con aspectos puntuales49 , de las implicaciones de toda
índole que derivan de la coexistencia e interacción de lenguas en sus diferentes modalidades.
Pero además, y de modo primordial, la publicación, recientísima en el tiempo, de algunas
obras teóricas sobre esta misma temática que, por la notable acumulación de datos, la ori-
ginalidad del tratamiento y análisis de los mismos y la excepcional agudeza y alturn de la
elaboración conceptual, están llamadas en mi opinión a representar, simultáneamente, el papel
simbólico de clausurn de toda una época histórica carncterizada en este particular por su
desconfianza y recelo respecto a los fenómenos lingüísticos conexos con y derivados del
contacto de lenguas y de entrada a otra en que la relevancia de este condicionamiento será
apreciada, con justicia, de modo más amplio y positivo y, sobre texto, a partir de categorías
interpretativas renovadas y, en cierto sentido al menos, mucho mejor adaptadas a la realidad
de los complejos procesos lingüísticos derivados de las situaciones de contacto de códigos
comunicativos50 •
Es precisamente este cambio, en sentido favorable, de la consideración colectiva
minimizadora que, hasta fechas no muy lejanas, se había venido otorgando a la temática
últimamente mencionada la que nos permitirá delinear, en una perspectiva más correcta que
la que era posible con anterioridad, las líneas básicas de lo que, a mi parecer, constituye la
estructura explicativa determinadora de las diversas modalidades que, en tierras hispano-
americanas, ha revestido (y reviste aún) el inílujo de las lenguas indoamericanas sobre el
español local al poder disponer, para ello, de herramientas conceptuales considerablemente
más adecuadas para dicha tarea.
El primer paso en esta dirección consistirá en delimitar las áreas diatópicas en las que,
como resultado de la acción de diversas modalidades de condicionamiento, la influencia de
las lenguas amerindia'> sobre el español puede considerarse como mínima o, si se acepta en
este punto la matización al respecto de B. Malmberg51 , inexistente ya que la misma queda
reducida a transferencias solamente léxicas y no gramaticales.
Los factores determinadores que han actuado en tal sentido son, en mi opinión, re-
ducibles a dos, los de índole demográfica y los socio-culturales, si bien, como veremos,

48 Entre otros, véanse C. Lefcbvre "Gramrnaires en contact. Definition et perspectives de recherche",


en Revue Québecoise de Linguislique, 14, 1984, págs. 11 -47; R. Mo ugeon, E. Beniak y D. Valois
"A sociolinguistic study of language contact, shift and change", en Linguislics, 23, 1985, págs. 455-
487; M. Sala El problema de las lenguas en conlaclo, México, 1988; R. Appel y F. Muysken Language
Conlacl and B ilingualism, Londres, 1987.
49 Por ejemplo, A. Morales Gramálicas en conlaclo. Análisis sinláclico sobre el e;pañol de Puerlo
Rico, Madrid, 1987; R. Mougeon y E. Beniak Linguislic Consequences of Language Conlacl and
Reslriclion. The Case of French in Onlario, Canada, Oxford, 1991; C. Silva Corvalán Language
Contacl and Change: Spanish-English in Los Angeles, Oxfor<l, 1994.
50 Me refiero en espacial al volumen de S. G. Thomason y T. Kaufman Language Conlacl, Creolization
and Genelic Linguislics, Berkeley-Los Angeles, 1988. También a F. Van Coctscm Loan Phonology
and lhe Two Transfer Types in Language Conlacl, Dordrecht, 1988.
51 Cfr. el trabajo del autor mencionado en la nota 25.

180 Revi sta Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

ambos pueden superponerse en algunas zonas territoriales bien simultáneamente, bien en


diferentes segmentos del eje temporal, el cual, como bien lo ha resaltado D. L. Canfield52 ,
debe ser siempre tomado debidamente en cuenta en este tipo de estudios.
El primero de los tipos de área territorial que queda excluido (en el sentido amplio
del término) de la posibilidad de haberse desarrollado en él procesos de interferencia de
lenguas indoamericanas sobre el sistema gramatical del español es el determinado por la
extinción temprana, en dichas zonas, de la población aborigen. Es el caso de las Antillas
Mayores, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo, de las que, excepto núcleos aislados de
mínima importancia tanto numérica como sociológica53 , se puede afirmar que hacia media-
dos del siglo XVI había desaparecido, en la práctica totalidad, el grupo poblacional indíge-
na54 como manifestación extrema, de radicalidad trágica, del denominado en la terminología
anglosajona clash of peoples55 •
El segundo de los tipos de zona geográfica que podemos delimitar en el sentido que
aquí nos imeresa se constituye como tal por la acción del mismo factor de índole demográ-
fica que actuó en las Antillas Mayores, la reducción poblacional, aunque ésta, en los casos
que vamos a examinar, no fue total sino sólo parcial aunque, desde luego, siempre de pro-
porciones dramáticas. Me refiero a las áreas costeras centro y suramericanas, desde México
a Chile, en las que la restricción poblacional que siguió a la conquista española alcanzó tasas
negativas que, según los cálculos más recientes, podrían equivaler desde el doble al cuádru-
plo de las que se daban en las zonas altas correspondientes56 • Los datos que poseemos son
especialmente significativos por lo que se refiere a México57 , Venezuela, Colombia58 y Perú59

52 "The diachronic factor in American Spanish in contact", en Word, 33, 1982, págs. 109-118.
53 Me refiero a la pervivencia en 1870, según datos del historiador fray Iñigo Abbad y Lasierra, de
algunos grupos de descendientes de indígenas en San Germán (oeste de Puerto Rico). Trato el tema
en mi trabajo "La velarización de /R/ en el español de Puerto Rico", reproducido en G. de Granda
Estudios lingüísticos hispánicos, afrohispánicos y criollos, Madrid, 1978, págs. 11-79 (pág. 39).
54 Cfr., por ejemplo, E. Córdova "La encomienda y la desaparición de los indios antillanos", en Carribbean
Studies (Río Piedras), 8, 1968, págs. 23-49; J. Pérez de la Riva "Desaparición de la población indí-
gena cubana", en Universidad de La Habana, 196-197, 1972; R. E. Alegría Historia de nuestros indios,
San Juan , 1950; F. Moya Pons Historia colonial de Sanlo Domingo, Santiago de los Caballeros, 1974.
55 Cfr. S. F. Cook y W. Borah Essays in Populalion History: Mexico and the Caribbean, Berkeley, 1971-
1974.
56 Cfr. N. Sánchez-Albornoz La población de América LaJina. Desde los tiempos precolombinos al año
2000, Madrid, 1977 (págs. 64-71).
57 Véanse, sobre todo, S. F. Cook y W. Borah The /ndian Populalion of Central Mexico, 153/-/560,
Berkeley-Los Angeles, 1960 y "Conquest and population: a demographic approach to Mexican history",
en Proceedings ofthe American Philosophical Society, 113, 1969, págs. 177-183. Téngase, sin embargo,
presentes las matizaciones contenidas (tanto respecto a la historia demográfica de México como a la
de otras zonas hispanoamericanas) en W. M. Denevan (ed) The Nalive Populalion of the Americas
in 1492, Madison, 1976.
58 Cfr. H. Tovar Pinzón "Estado actual de los estudios de demografía histórica en Colombia", en Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 5, 1970, págs. 65-140.
59 Véase N. D. Cook Demographic Collapse. lndian Peru, 1520-1620, Cambridge, 1981.

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Artículos , Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

y menos claros en lo que afecta a Ecuador y Chile aunque estas últimas áreas sin duda
compartieron, aunque más moderadameme, la trayecLoria demográfica del resLo de los t.erri-
Lorios cost.eros 60 •
Sin llegar a la posLurd extrema de Rowe 61 que juzga que, después de los primeros
decenios subsiguiemes a la conquista, la población indígena de la costa peruana había que-
dado reducida a un 5% de la que allí existía anLes de la llegada de los españoles se puede
considerar que la Lotalidad de las áreas cosLeras de la América meridional vieron disminuida
su población aborigen, después de la conquista, entre un 50% y un 75%, lo que, si se LOma
debidarneme en cuenta que la misma era ya, ames de la irrupción española, mucho menor
que la de las zonas altas, conduce inevit.ablement.e a suponer que los escasos habitanLes que
en ellas quedaron (en especial en los Lerrilorios de los actuales estados de Colombia y Perú
en los que la punción poblacional fue, al parecer, espccialmeme fuerte) no debieron, en el
aspccLo que aquí nos inLeresa, de estar en condiciones de ejercer ningún tipo de influjo
lingüístico sobre el español local .
Esta última consideración adquiere un aún mayor coeficienLe de certeza si se aprecia
en Loda su significación otros hecho demográfico colonial que va a incidir (entre olías áreas
LerriLoriales) también sobre algunas de las zonas geográficas a las que me acabo de referir.
Se trata de la importación de esclavos africanos 62 •
Es bien sabido, a lr'dvés de las monografías especializada<; que han abordado esLe
Lema, que su presencia fue muy importanLe numéricamenLe en las costas atlántica y sobre
Lodo pacífica de la acLual Colombia63 , en la costa venezolana64 y ecuaLOriana65 , en el sur de
centroarnérica66 y también, aunque en menor proporción, en la costa pcruana67 y en Chile68 ,

60 Sobre Chi le hay numerosos datos al respecto en M. Góngorn Encomendaderos y estancieros. Estu-
dios acerca de la constitución social aristocrática de Chile después de la conquista, /580 -1660,
Santiago, 1970. Para Ecuador véase F. M. Renard-Casevitz, T. Saignes y A. C. Taylor-Descola L' Inca,
l' Espagnol et les Sauvages, París, 1986.
61 "Inca culture at the time of the spanish conques t", en llandbook of South Americans /n dians, 11,
Washington, 1946, págs. 183-330.
62 Corno resumen general del tema véase I l. S. Klei n la esclavitud africana en América Lalina y el
Caribe, Madrid , 1986.
63 Cfr. J. Jaramillo Uribe "Esclavos y señores en la sociedad colombiana del siglo XVIII", en Anuario
Colombiano de Historia Social y de la Cultura, 1, 1963, págs. 3-55 y, para un sector norteño de la
costa del Pacífico, W. F. Sharp Slavery on the Spanish Frontier: the Colombian Chocó, Norman 1976.
Como visión general Aquiles Escalante El neg ro en Colombia, Bogotá, 1964 e l. Gutiérrez i\zopardo
Historia del negro en Colombia, Bogotá, 1980.
64 Véase M. Acos ta Saignes Vida de los esclavos negros en Venezuela, Carneas, 1967 y R. f erry
"Encomi enda, African slavery and agriculture in seventeenth century Carneas", en 1/ispanic American
Historical Review, 61, 198 1, págs. 609 -635.
65 J. Estupiñán Tel10 El negro en Esmeraldas: apuntes para su estudio, Quito, 1967, y M. T. Ilamerly
Historia social y económica de la antigua provincia de Guayaquil, Guayaquil, 1973.
66 Véanse, entre otros trabajos, A. Castillero Calvo la sociedad panameña: historia de su formació n
e integración , Panamá, 1970 y R. de la G uardia Los negros en el Istmo de Panamá, Panamá, 1977.
67 J. Lockart Spanish Peru, 1532-/560: a Colonial Society, Madison, 1968; F. P. Bowser The African
Slave in Colonial Peru, 1624- 1650, Stanford, 1974 y D. Cuche Pérou neg re, Paris, 1981.
68 R. Mellafe la introducción de la esclavitud negra en Chile : tráfico y rutas, Santiago, 1959, y G. Vial
Correa El africano en el reino de Chile: ensayo hist6rico-jur{dico, Santiago, 1957.

182 Revista Andin a, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

territorios todos ellos en los que los esclavos negros reemplazaron (totalmente en la mayor
parte de los casos, sólo parcialmente en otros) a la mano de obra indígena que, como hemos
visto más arriba, era ya en los mismos extremadamente escasa. No parece, por ello, dudoso
que, al menos en zonas como Panamá, costa central y occidental venezolana, costas pacífica
y atlántica de Colombia y áreas costeras ecuatorianas, la presencia masiva de negros esclavos
sumada a la de criollos blancos y, posteriormente, a la de mulatos esclavos o libres debió
de reducir a los restos, ya de por sí de muy reducida cuantía, de población aborigen, con
algunas excepciones de carácter muy localizado y puntual69 , a la categoría de núcleos so-
ciológicos en progresiva y acelerada desaparición, bien por mestizaje o por extinción bio-
Iógica70.
Aunque constituyendo, evidentemente, grupo aparte, deben ser incluidas también en
este segundo tipo de áreas, de condicionamiento negativo respecto a la posibilidad de desa-
rrollo de transferencias de lenguas indoamericanas al español, los territorios más meridiona-
les de Chile (Aisén, Magallanes, Tierra del Fuego chilena) en los que la escasísima población
aborigen quedó sumergida, demográficamente, por los contingentes de colonos chilenos
(especialmente chilotes) establecidos en dichas zonas durante el siglo pasado y el actual71 .
El tercer tipo de áreas incluidas en esta clasificación de zonas desprovistas de fenó-
menos apreciables de influencia lingüística indígena sobre el español local obedece a
condicionamientos diferentes a los que actuaron en los casos anteriores. Se trata de aquellas
regiones en que, por complejas y diversas motivaciones etnohistóricas, grupos indígenas
numerosos rehusaron la integración en la sociedad mayor hispánica y mantuvieron, frente
a ella, una actitud de oposición armada que evidentemente impidió, de modo prácticamente
total, cualquier tipo de transferencias lingüísticas de sus lenguas al español fronterizo.
Los casos más conocidos de estas zonas de frontera militar en la América española
fueron, como es sabido, el. área, de poblamiento mapuche, del Chile meridional72 , el terri-
torio pampeano del centro y sur del Río de la Plata73 , la zona del Chaco74 y la frontera norteña

69 Véase, por ejemplo, M. P. Gonzalvo Aizpuru "Historia de los indios Chocó", en Trabajos y Con-
ferencias (Madrid), 2, 1958, págs. 120--141.
70 Cfr., entre otros casos similares, el que estudia B. Le Roy Gordon Human Geography and Ecology
in the Sinú Country of Colombia, Berkeley-Los Angeles, 1957.
71 Cfr. Chiloé y su influjo en la XI Región, Santiago, 1988; J. Muñoz Rau El inmigran/e chilote en la
Patagonia magallánica, Valparaíso, 1975; E. Zorrilla América destemplada, Buenos Aires, 1967.
72 Como estudio general de las zonas de frontera militar véase el trabajo de conjunto de A. Hennessy
The Frontier in Lalin American /-lislory, Albuquerque, 1978. Sobre la frontera chilena cfr. Alvaro
Jara Guerra y sociedad en Chile, Santiago, 1971 y R. C. Padden "Cultural change and military resistance
in Araucanian Chile, 1550--1730", en Soulhwestern Journal of Anthropology, 1957, págs. 103-121.
73 Véanse D. Schoo Lastra El indio del desierto, /535-1879, Buenos Aires, 1957; A. J. Tapson "lndian
warfare in the Pampa during the colonial period", en /-/ispanic American /-listorica/ Review, 42, 1962,
págs. 1-28 y L. León Salís "Las invasiones indígenas contra las localidades fronterizas de Buenos
Aires y Chile, 1700--1800", en Boletín americanista (Barcelona), 36, 1986.
74 Cfr. E. J. A. Maeder Historia del Chaco y de sus pueblos, Buenos Aires, 1967 y B. Susnik El indio
colonial del Paraguay. JI/. El chaqueño, Asunción, 1971, y "Dimensiones migratorias y pautas
culturales de los pueblos del Gran Chaco y de su periferia (enfoque etnológico)", en Suplemento
Antropológico. Universidad Católica (Asunción), 7, 1972, págs. 85-108.

Nº 1. julio 1995 183


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

del Virreinato de Méx.ico75 pero hubo otros, menos notorios, de similares caracleríslicas aunque
de persistencia temporal generalmente menor entre los que deben incluirse, por ejemplo, la
zona, de población miskito, de la costa atlánlica centroamericana76 los territorios caribes del
este de Venezuela77 o los Valles Calchaquíes del noroeste argentino78 •
Bastaría el hecho de que durdllte largos períodos de Liempo (que se prolongaron en
los casos chileno, argenlino y chaqueño hasta mediados del siglo pasado) estas áreas hayan
permanecido, por su condición de zonas hosliles, incomunicadas con los núcleos hispánicos
vecinos y que el contacto con ellos se haya producido sólo en fechas en que las sociedades
nacionales correspondientes, por su cohesión, madurez y desarrollo, no eran ya tan permeables
como en épocas anteriores al influjo indígena para inferir que, en los casos mencionados ( y
también, por rdZones de la misma índole, en los demás), no resulta faclible postular, para las
zonas mencionadas, la generación de transferencias lingüísticas al español de los territorios
conliguos. Pero, además, por lo que toca al territorio norteño y centro-meridional argentino,
la finalización de la "campaña del Desierto" que, bajo la dirección del General Roca, deter-
minó la integración en el país de las áreas que estuvieron, hasta entonces, en manos de los
grupos aborígenes, coincidió con el comienzo del masivo aflujo a la República Argentina de
un verdadero aluvión inmigratorio europco79 que recubrió totalmente, desde el punto de vista
éU1ico, las zonas del norte (Chaco argenlino), centro y sur en que se ascmaban anteriormente
las comunidades indígenas más relevantes. Así, si alguna duda pudiera quedar acerca de la
posibilidad de que dichos grupos éU1icos hayan podido, desde 1880, transferir al español lo-
cal algunos de sus rasgos lingüísticos caracterizadores, la circunstancia histórica a que me
acabo de referir resuelve definilivamenle la cueslión en sentido tajantemente negalivo.
Lo mismo podría decirse, aunque de modo más matizado, del caso chileno. Respecto
a él téngase en cuenta, en senlido homólogo a lo que hemos expuesto sobre la vecina República

75 Cfr. P. W. Powell Soldiers, lndians and Si/ver. The Norlhward i\dvance of New Spain, 1550 -/ 600,
Berkeley-Los Angeles, 1952; J. D. Í'orbes Apache, Navaho ami Spaniard, Norrnan, 1960; L. Navarro
García Don José de Gálvez y la Comandancia General de la.1· Provincias Internas del norte de Nueva
España, Sevilla, 1964; E. H. Spicer Cycles of Conques/: Th e lmpact of Spain, México and lhe United
StaJes on the lndians of lhe Southwest, 1533- / 960, Tucson, 1962 y P. Gcrhard The Northern Fronlier
of New Spain, Princeton, 1982.
76 Véanse, T. S. Floyd The Anglo-Spanish Struggle far Mosquitia, Albuquerque, 1967 y W. S. Sorsby
"Spanish colonisation of the Mosquitia Coast: 1787-1800", en Revista de Historia de América, 73-
74, 1972, págs. 145-153.
77 Para una visión general del tema véanse G. Boza Estructura y cambio en la Venezuela colonial, Caracas,
1973 y M. Izard Tierra Firme. Historia de Venezuela y Colombia, Madrid, 1987. Más específicos
son D. Ramos "La defensa de la Guayana", en Revista de Indias, 66, 1956, págs. 527-584 y "El
problema caribe en el siglo XVIII y la exploración de las tierras entre el Cuchivero y el Caurá", en
la misma revista, 17, 1944.
78 A. M. Lorandi "La resistencia y rebeliones de los diaguito-calchaquí en los siglos XVI y XVII", en
Revista de Antropología (Buenos Aires), 3, 1978, págs. 3-17 y A. M. Lorandi y R. Boixadós
"Etnohistoria de los valles calchaquíes en los siglos XVI y XVII", en Runa (Buenos Aires), 17- 18,
1987-1988, págs, 227-424.
79 Cfr. J. A. Oddone La emigración europea al Río de la Plata , Montevideo, 1966; J. Panettieri La
inmigración en la Argentina, Buenos Aires, 1970; G. Gori Inmigración y colonización en la i\r-
genlina, Buenos Aires, 1964.

184 Revista And ina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

Argentina, la importante modificación demográfica que representó para las áreas sureñas de
Chile la cuantiosa inmigración alemana establecida, precisamente, en parte de las áreas te-
rritoriales que, hasta poco tiempo antes, estaban en poder de grupos mapuches80 •
Y en cuanto al Chaco paraguayo, y en la misma línea de argumentación , debe ser
debidamente valorado el hecho (menos importante cuantitativamente pero quizá más rele-
vante en cuanto a su trascendencia socioeconómica) del a">entamiento en él de una activa y
enérgica comunidad menonita, de habla comunitaria alemana, que ha constituido, desde
entonces, el centro movilizador de una gran parte de la actividad productiva del área81 •
El cuarto y último de los tipos de áreas geográficas que quedan excluidas de la
posibilidad de que en las mismas se hayan producido fenómenos relevantes de transferencia
lingüística (excepto de índole léxica) al español en ellas manejado abarca aquellos territorios
en los que, como resultado de un intenso proceso de aculturación 82 , las eU1ias aborígenes
locales abandonaron tempranamente (en todo caso dentro del período cronológico colonial)
sus propios códigos de comunicación lingüística adoptando, en sustitución del mismo el de
la sociedad mayor hispánica.
Entre las zonas que experimentaron este proceso de sustitución lingüística con mayor
prontitud y radicalidad parecen encontrarse la práctica totalidad de la costa peruana83 , en la
que (entre otras modalidades lingüísticas) se extinguió el denominado quechua costeño descrito
por Fray Domingo de Santo Tomás84 , y el área centro-norte de Chile en que desapareció la
variedad ele mapudungu o mapuche utilizado por la eU1ia picunche85 • En ambos casos el
proceso en cuestión parece haber culminado a fines del siglo XVI o, como muy tarde, en
los primeros decenios del XVII. La misma fechación aproximada parece ser atribuible al
reemplazo ele las lenguas locales por el español en la Gobernación del Río de la Plata (in-
cluyendo su Banda Oriental) y en los territorios más orientales ele la del Tucumán86 •
Más tardía (fines del siglo XVII o comienzos del XVIII) debe considerarse la sus-
titución lingüística que aquí analizarnos en lo que respecta a las zonas centrales y nororientales

80 Véanse J. P. Blancpain Les allemands au Chili, 1816-1945, Colonia, 1974 y G. F. W. Young Germans
in Chile: /nmigration and Colonization, /849-19/4, Nueva York, 1974.
81 Cfr. J. W. f'retz Pilgrims in Paraguay. The Story of Mennonite Colonization in South America,
Scottsdale, 1953 y 1-1. Hack Die Kolonisation der Mennoniten in Paraguayischen Chaco, Amsterdam,
1961.
82 Sobre este concepto teórico véanse M. J. Herskovits Acculturalion. The Study of Culture Contact, Nueva
York, 1938; R. Linton (ed) Accu/turation in Seven American /ndian Tribes, Nueva York, 1940; R.
L. Beals "Acculturati on", en A. L. Kroeber (cd) Anthropology Today, Chicago, 1953, págs. 621-641 ;
A. Dupront L' acculturazione. Per un nuovo rapporto tra ricerca storica e scienze u.mane, Turin, 1966.
83 A. Torero El quechua y la historia social andina , Lima, 1974.
84 Cfr. R. Cerrón-Palomino "Reconsideración del llamado 'quechua costeño"', en E. Bailón Aguirre y
R. Cerrón-Palomino (eds) Diglosia linguo-lileraria y educación en el Perú. Homenaje a Alberto
Escobar, Lima, 1989, págs. 179-240.
85 Véase L. C. Faron "Effects of conquest of the Araucanian Picunche during the Spanish colonization
of Chile: 1536- 1635", en Ethnohistory, 1960, págs. 239-307.
86 Cfr., por ejemplo, A. zum Felde Proceso histórico del Uruguay y esquema de su sociología,
Mo ntevideo, 1963; M. Lizondo Borda Historia del Tucumán (siglo XVI), Tucumán, 1942 y P. Fortuny
Nueva historia del Norte argentino, Buenos Aires, 1966.

Nº 1, julio 1995 185


Artículos , Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de la Gobernación de Nueva Granada en las que el muisca, considerado incluso como lengllfl
general de la zona, se había mantenido hasta entonces con cierta vit.alidad, en las áreas
rurales al menos87 •
Y, finalmente, cabe aLribu ir a fechas oscilantes enLre los siglos XVII y XVIII la
susútueión de las lenguas aborígenes por el español que se dio en detcnninadas comarcas,
a veces de respetable ex tens ión, enclavadas en el cenLro y norte de México y en
CenLroamérica88 .
Hemos afmnado, más arriba, que es descartablc, respecto a la totalidad de las zonas
que hast.a aquí hemos mencionado, la posibilidad de que hayan tenido lugar en ellas fenóme-
nos de transferencia lingüísúca al español diferentes de los referidos al nivel léxico incluyendo
en el mismo también, como es lógico, hechos referidos a la toponimia local. Est.a tesis no ha
sido, sin embargo, rnmparúda por disúnguidos espec ialistas, del pasado o actuales, que han
propuesto, en diversas ocasiones, procesos genéticos de índole susLratística (o adsLratística
cuando correspondía) para determinados rasgos del español local desarrollado en las áreas
consideradas. Creo poder asenwr aquí que la casi totalidad de estas hipótesis no ha superado
su confrontación con análisis más deten idos y minuciosos de los datos disponibles89 y que, en
cuanto a los pocos casos restantes, si su refutación tajante no es posible tampoco puede
avanzarse, en sentido contrario, más allá de la afinnación, respecto a los mismos, de una relativa
verosimilitud de la hipótesis sustratística, lo que no considero en absoluto convincente90 •
Una vez que hemos eliminado de nuesLro campo de atención una importante parte de
las áreas diatópicas hispanoamericanas por considerar, seg ún queda dicho, que en ellas
solamente han tenido lugar fenómenos de préstamo léx ico de las lenguas indoamericanas al
español 91 lo que, aunque importante en oLros sentidos, no nos interesa aquí primordialmente,
debemos abordar ahora los hechos, derivados de trnnsferencias lingüísticas por contacto en
los niveles fónico, morfosintáctico y semántico, que están presentes en el español del resto
de la América hispánica y que han sido producidos a partir de condicionamientos genéticos
relacionables causalmente con lenguas indomnericanas.

87 Véanse H. Triana y Antorvcza "Descomposición y desaparición de la lengua ch ibcha", en Hechos


y Noticias (Bogotá), 17 , 1961 , págs. 37-39 y Las lenguas indígenas en la hisloria social del Nuevo
Reino de Granada, Bogotá, 1987.
88 Cfr. M. J. MacLeod Spanish Central America. A Socioeconomic 1/islory, 1520-/720, Berkel ey-Los
Angeles, 1973; L. Newson '/'he Cosl of Ih e Conques/. /n dia n Decline in 1/onduras under Spanish
Rule, Boulder, 1986 y S. Martínez Peláez La palria del criollo, Sa n José 1985.
89 Sobre el supues to origen taíno de la vclarización de la /R/ en Puerto Rico véase mi trabajo mencio-
nado en la nota 53. Acerca de una hipótesis semejante en re lación con la vocalización de /-R/ y /-
L/ en Santo Domingo y también (en el pasado) en Cuba y Puerto Ri co téngase en c uenta lo que digo
en mi reciente monografía " Rccxamen de un problema de la dial ectología del Caribe hi spáni co. El
origen de la 'vocalización cibaeña' en su contex to antillano", en el volumen citado e n la nota 1, págs.
13 3-1 53.
90 Este es el caso, en mi opini ón, de la hipótesis sugerida por M. L. Rodríguez de Montes, en relación
con el origen causal muisca de la a~piración de determinadas arti culaciones oclusiv a,, en su trabajo
"Oclusivas aspirad a~ sordas en el español colomb iano", en Th esaurus, 27, 1972, págs. 583-586.
91 Véase una excelente y ac tualizada visión del tema e n T. Huesa Oliver y J. M. Enguita Utri ll a Léxico
del e.1pañol de América, Madrid , 1992 (2 1 parte). También J. C. 7.amora "Amerindian loan words in
general and local varieties or /\merican Spani sh", en Word, 33 , 1982, págs. 159-171.

186 Revista An dina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

Es preciso destacar en este punto que, como se podrá constatar fácilmente a través
de la bibliografía espccializada92 , la casi totalidad de los especialistas que se han ocupado
del influjo, real o supuesto, de las lenguas aborígenes de América sobre el español han
planteado la metodología de sus investigaciones de tal modo que se ha priorizado
sistemáticamente el aspecto puramente interno y atomístico de las mismas centrándolas, de
modo prácticamente exclusivo, en la problemática atingente a la valoración de los coeficien-
tes de desviación de los rasgos considerados respecto a los par'ametros del español general
o regional, actual o pasado, a la (complementaria) apreciación de la homología de los mis-
mos con las estructuras correspondientes de la lengua indígena que se supone fuente de la
hipotética transferencia y, en fin, a la decisión, basada en las premisas anteriores, sobre la
conveniencia o no de incorporar alguno de ellos, todos o ninguno a lo que podríamos llamar
"catálogo de indigenismos gramaticales del español americano".
Creo que este tipo de tarea es, sin duela, necesaria y, de hecho, yo mismo me he
dedicado a ella en múltiples oca.siones93 ya que las conclusiones a que la misma puede arribar,
en cada caso analizado, representan la base empírica, imprescindible, sobre la que debe
asentarse una consideración factual adecuada de la temática que nos ocupa Pero, al mismo
tiempo, considero que una visión tolalizadora, de ámbito continental, sobre la cuestión debe
ser planteada sobre otras bases metodológicas que, en mi concepto, son de dos tipos.
En primer lugar la consideración de que la interferencia lingüística derivada del contacto
entre códigos comunicativos está socialmente condicionada por la modalidad de relación
establecida entre las comunidades que utilizan (o utilizaron) éstos y de que, por lo tanto, la
extensión, profundidad y modalidades que la misma pueda revestir deben ser relacionadas
causalmente, de mcxlo directo o inmediato, con el contexto sociológico en que se producen.
Y, en segundo, que debe ser considerada prioritaria la identificación y determinación del tipo
de proceso o mecanismo a través del cual se produce la transferencia de un rasgo lingüístico
desde la lengua fuente a la lengua objetivo, con la cual aquella está en contacto, respecto al
análisis (individualizado o, en su caso, agrupado con otros análogos) de este último desde
el punto de vista puramente interno a que antes me he referido.
En aplicación de estos principios, diseñaré mi propio modelo de clasificación de las
modalidades de transferencia estructural al español de la América hispánica desde los códi-
gos de comunicación aborígenes a partir de la interacción de dos variables de índole so-
ciológica cuyas intersecciones mutuas darán lugar, en cada caso, a la producción de deter-
minados tipos de proceso lingüístico referidos a los dinamismos propios de contextos de
contacto los cuales, a su vez, generanm las diferentes clases de transferencia que son ob-
servables en el castellano de las áreas caracterizadas por la presencia en ellas de cada modalidad
de situación sociolingüística94 •

92 Véanse, por ejemplo, los estudios citados en las notas 40, 45, 46 y 47 y la bibliografía en ellas
mencionada.
93 Como ejemplo reciente, cfr. mi trabajo mencionado en la nota 9.
94 Acerca de este concepto teórico véase Ch. A. Ferguson Language Struclure and Language Use,
Stanford, 1971 (pág. 157). Para su empleo (más restrictivo) en la lingüística soviética, cfr. A. D.
Svejccr y L. B. Nikol 'skij lntroduction to Sociolinguistics, Amsterdam-Philadelphia, 1986
(págs, 63-64 ).

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Las dos variables sociológicas a que me refiero se relacionan , respectivamente, con


los diferentes tipos de sociedades indígenas afectadas por la colonización española y con las
variedades de estructuración social que, como consecuencia de esta última, se desarrollaron
en las áreas hispánicas de la América colonial tomando debidamente en cuenta, respecto a
esta última temática, que, como es sabido, las característica" básicas, de índole arcal, que son
identificables en la sociedad colonial hispanoamericana se prolongan, con escasas alteracio-
nes de base, hasta épocas muy recientes e incluso hasta hoy 95 •
Siguiendo las pautas clasificatorias establecidas, en ejemplares monografías sobre el
tema, por Elman R. Service96 consideraré, en cuanto a la primera de las variables mencio-
nadas, la existencia, en el momento del contacto con los conquistadores españoles, de tres
tipos de sociedades aborígenes americanas: las de mínima complejidad, extensión territorial
y densidad poblacional, basadas económicamente en actividades de captación (cazadores-
recolectores) o en una agricultura incipiente; las de mayor complejidad scx:ial (cacicazgos),
extensión geográfica y ampliwd poblacional, dedicadas a la agricultura de roza no excedentaria
y, finalm ente, las civilizaciones o altas culturas (en especial la incaica y la nahua), dotadas
de una gran complejidad social y desarrollo cultural y con base económica en la agricultura
intensiva, productora de elevados excedentes económicos.
Por lo que toca a la segunda distinguiré, por lo que se refiere a las variedades de
estructuración comunitaria existentes en la época colonial (al menos hasta la segunda mitad
del siglo XVIII) en la sociedad hispánica de América, tres modalidades, propias de las
denominadas por S. Van Bath97 respectivamente, áreas centrales, intermedias y periféricas
o marginales, que coinciden, en líneas generales, con las que designa J. Lockhart98 como de
consolidación mayor, menor y mínima o inexistente.
En las áreas centrales o de consolidación mayor, enriquecidas por el aprovechamiento
de la abundante y sumisa mano de obra indígena y por la explotación de metales preciosos
en algunas zonas, se generó una sociedad urbana hispánica densa, fuertemente estratificada99 ,
refinada y lujosa y, al mismo tiempo, de un notable nivel cultural, reforzado, además, por
el asentamiento en estos territorios de los más importantes órganos político-administrativos
e instituciones educativas de máximo nivel. Los casos más representativos de este tipo de

95 Cfr., sobre esta apreciación, por ejemplo, D. J. y B. H. Stein La herencia colonial de América Latina,
México, 1970 y J. Cotler Clases, estado y nación en el Perú, Lima, 1978.
96 "lndian-Europcan relations in colonial Latin America", en American Anthropologist, 57, 1955, págs.
411-425 y Primitive Social Organizalion: An Evolulionary Penpective, Nueva York, 1967.
97 "Economic diversifi cation in Spanish America around 1600: centres , intcrmc<l iatc zoncs and
peripheries", en Jahrbuchfür Geschichte von Staal, Wirtschaft und Geselüchaji Lateinamerilws, 16,
1979, págs. 53-96.
98 "Organización y cambio social en la América española colonial", en L. Bethcl (ed) 1/i.l'toria de América
Latina, IV, Barcelona, 1990, págs. 63- 108 e l. Altman y J. Lockhart (eds.) Provinces o[ Early Mexico:
Va riants of Spanish American Regional Evolution, Los Angeles, 1976.
99 Véanse como casos representativos, los estudios en J. Lockhart Spanish Peru, 1532 -1560. A Colonial
Sacie/y, Madison, 1968; J. K. Chance Race and Class in Colonial Oaxaca, Stanford, l 978; A. Flores
Galinclo Aristocracia y plebe. Lima, 1760-1830. Estructura de clases y sociedad colonial, Lima, 1984;
J. M. Bamadas Charcas 1535-1565: Orígenes históricos de una sociedad colonial, La Paz, 1973, e
l. Wolff Regierung und Verwallung der kolonial.1panischen Stiidte in l lochperu, Colonia-Viena, 1970.

188 Revi sta Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

sociedad criolla fueron los desarrollados, por una parte, en el Lerritorio central de México y,
por otra, en el área peruana y altoperuana que se extiende, a amoos lados de un eje imagi-
nario Lima-Potosí/Charcas, hasta Quito por el norte y hasta Arequipa por el sur100 •
Las mismas características sociológicas, aunque menos marcadas y relevantes, pue-
den apreciarse en las zonas coloniales intermedias o medianamenle consolidadas de la América
hispánica entre las que deben ser, por ejemplo, incluidas las áreas centradas, respectivamen-
te, en las ciudades de Guatemala, Bogotá, Popayán, Santiago de Chile, etc. 101
En cuanto a las áreas periféricas o marginales, mínimamente consolidadas, de que
serían ejemplos claros, hasta fines del siglo XVIII, Cuba, Venezuela y el Río de la Plata, y
con carácter permanente zonas muy amplias de Centroamérica, Paraguay y el resto de las
islas mayores antillanas (Santo Domingo y, en menor grado, Puerto Rico) se aprecia en ellas
la constitución de sociedades hispánicas muy reducidas numéricamenle, deprimidas desde el
punto de vista económico, débilmente estratificada en cuanto a su estructuración social y de
nivel cultural extremadamente bajo 102 .
Una vez descritos, hasta aquí, los elementos que forman parte de las dos variables
sociológicas referidas, respectivamente a las agrupaciones humanas indígena e hispánica
debemos resaltar, ya que ello es importante para el planteamiento correcto de mi línea de
análisis, que la "república de los españoles" o sociedad hispánica colonial (y, en buena parte,
también postcolonial) tuvo características definida y clardlllente urbanas 103 mientras que los
núcleos aoorígenes o "república de los indios", aunque existió también en las ciudades 104 ,
constituía la población dominante, prácticamente exclusiva en la mayor parte de los casos,
de las zonas rurales tanto en las áreas centrales e intermedias como en las marginales ex-
ceptuándose, sin embargo, de esta pauta de distribución, como es lógico, aquellos territorios
en los que las etnias indígenas habían sido enterradas por inmigraciones masivas de elemen-
tos humanos alógenos (área circumantillana, costas pacíficas de Nueva Granada, Ecuador y
Perú, etc.) o habían desaparecido totalmente (islas antillanas).

100 Un impresionante rellejo literario de ello en lo que se refiere al México de fines del siglo XVI puede
verse en la obra de B. de Balbuena Grandeza mexicana (1604), México, 1954.
101 Cfr., entre otros trabajos, V. Cortés Alonso "Tunja y sus vecinos", en Revista de Indias, 25, 1965,
págs, 155-207; P. Marzahl Town in the Empire: Government, Politics and Society in Seventeenth
Century Popayán, Austin, 1978; M. Góngora "Urban social stratification in colonial Chile", en Hispanic
American Historical Review, 55, 1975, págs. 421-448.
102 Como ejemplos representativos de este tipo de situación sociológica, véanse, entre otros trabajos
atinentes al tema, F. Moya Pons Historia colonial de Santo Domingo, Santiago de los Caballeros,
1974; T. Blanco Prontuario histórico de Puerto Rico, San Juan, 1958; J. V. Lombardi People and
Places in Colonial Venezuela , Bloomington, 1976; J. L. Mora Mérida Historia social del Paraguay,
Sevilla, 1973; R. de Lafuente Machaín Buenos Aires en el siglo XVII, Buenos Aires, 1980.
103 Cfr. los materiales recogidos en J. E. Hardoy y R. P. Schaedel (eds.) Las ciudades de América Latina
y sus áreas de influencia a través de la historia, Buenos Aires, 1975; F. de Solano (ed.) Estudios
sobre la ciudad iberoamericana, Madrid, 1975; J. E. Hardoy, R. M. Morse y R. P. Schaedel (eds.)
Ensayos histórico-sociales sobre la urbanización en América Latina, Buenos Aires, 1978 y J. E. Hardoy
y R. M. Morse (eds.) Nuevas perspectivas en los estudios de historia urbana latinoamericana, Buenos
Aires, 1989.
104 Véanse, sobre el particular, los estudios mencionados en las notas 99 y 101.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Pasando ahora a la variable de índole lingüística que se incluye, con carácter de factor
extremadamente relevante, en el paradigma de análisis que aquí estoy desarrollando diré
solamente, para obviar desarrollos técnicos de que deseo prescindir en las presentes páginas,
que está constituida por los dos tipos de procesos que han sido presentados, en una obra de
la máxima importancia teórica, por S. G. Thomason y T. Kaufman 105 como los mecanismos
básicos de evolución lingüística en situaciones de contacto de lenguas y que, posteriormente,
han refinado, en sus implicaciones metodológicas y tipológicas, G. Guy 106 y M. D. Ross 107 •
Me refiero, lógicamente, a los conceptos de /anguage borrowing y de /anguage shi/1 108 , que
podrían ser traducidos, respectivamente, a nuestra lengua (y así lo haré en el resto de este
trabajo) como proceso de préslamo lingüístico y proceso de sustitución lingüística.
La interacción de las dos variables sociológicas antes enunciadas, referidas (como se
recordará) a las variantes indígenas e hispánicas de estructuración comunitaria durante la
época colonial, da lugar, en el modelo teórico que postulo, a cuatro modalidades de situa-
ciones de intersección entre las mismas, de cada una de las cuales, a su vez, se derivará un
tipo determinado de procesos dinámicos de modificación y cambio que, afectando a los
códigos lingüísticos en presencia según pautas específicas conformadas por la índole de sus
mutuas interrelaciones, darán lugar, en cada caso, a diferentes clases de transferencia de
rasgos estructurales entre ellos.
Delinearemos a continuación, esquemáticamente, las líneas fundamentales de cada
uno de los casos incluibles en el esquema tipológico que acabmnos de adelantar.
La primera de las situaciones a que nos referimos es la que can1cterizó a la totalidad
de las áreas territoriales de llanos y selvas que se extienden, en la vertiente oriental de la
cordillera andina, entre los Llanos de Mojos al sur y las zonas del centro-oriente de Vene-
zuela al norte y que han sido denominados, en su conjunto, por algunos especialistas región
del intertrópico orientaflC1J. En esta extensa zona, poblada originalmente por pequeñas agru-
paciones sociales indígenas muy heterogéneas lingüísticamente por lo general, dedicadas a
actividades de captación (ca7..a y recolección) o a una agricultura incipiente y que, además,
carecían de productos naturales de valor económico apreciable, la presencia e implantación
española o criolla fue mínima hasta mucho después de la independencia de los países
suramericanos por lo que el contacto entre ambos grupos humanos, el aborigen y el hispá-
nico, se redujo, durante los siglos XVI a XVIII y, en muchos casos, incluso en el XIX a la

105 Volumen citado en la nota 50.


106 "The sociolinguistic types of language change", en Diachronica 7, 1990, págs. 47-67.
107 "Refining Guy's sociolinguistic types of language change", en Diachronica , 8, 1991, págs. 119-129.
108 Véase el capítulo 3, "Contact-lnduced Language Change: An Analytic Framework", del volumen
mencionado en la nota 50.
109 Sobre la etnohistoria de algunas de estas áreas, véanse entre otras monografía~. W. M. Denevan The
Aboriginal Cullural Geography of the Llanos de Mojos of Bolivia, Berkeley, 1966; L. Tormo
"Historia demográfica de las misiones de Mojos", en Missionalia Hispanica, 35-36, 1978-1979, págs .
285-339; J. M. Rausch A Tropical Plains Fronlier: the Llanos of Colombia, Albuquerque, 1984, y
D. J. Santamaría "Fronterns indígenas del Oriente boliviano. La dominación colo nial en Moxos y
Chiquitos", en Boletín Americanista, 36, 1986. Parn las zonas venezolanas siguen siendo imprescin-
dibles las obras dieciochescas de los Padres J. Gumilla (El Orinoco ilustrado y defendido, Caracas,
1963) y F. S. Gilij (Ensayos de historia americana. Estado presente de la Tierra Firme, Bogotá, 1955).

190 Revista Andina , Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

acruación de las misiones que existían en determinadas comarcas y, sólo bien avanz.ando el
siglo XIX o en el actual, a la presencia de colonos criollos procedentes de las tierras altas
que, cuando afluían en cantidad apreciable, solían determinar la desaparición o mi¡,rr<1ción de
los grupos indígenas asentados anteriormente en la zona en cuestión.
Una situación como la descrita (que puede también encontrarse en reducidas exten-
siones de los territorios circumcaribes occidentales como, por ejemplo, en el Darién) no pudo
producir, en el ámbito lingüístico que nos interesa, prácticamente ningún resultado que merezca
ser tenido en cuenta ni siquiera como mínimamente relevante: algunos préstamos de índole
léxica incorporndos al español local, generalmente muy limitados en su extensión territorial,
o, en todo caso, determinadas modalidades de variedades é1nicas de español1 10 que, por su
escaso radio de difusión, poseen una importancia meramente testimonial.
Podríamos decir, en resumen, que, en lo que se refiere a la problemática que aquí
analizamos, el intertrópico oriental de Surnmérica debe sumarse a la relación de áreas, enu-
meradas más arriba en estas mismas páginas, en las que el influjo de las lenguas aborígenes
sobre el código lingüístico español es prácticamente inexistente y, por ello, negligible (a
escala continental al menos) aunque no siempre en cuanto a contextos, individualizados, de
ámbito regional.
Otra situación lingüística, polarmente opuesta a la que acabamos de analizar, dio
lugar, sin embargo (de modo perfectamente consecuente con las modalidades de interacción
de sus factores detenninantes), a resultados que, básica aunque no totalmente, coinciden con
los producidos en aquella. Aludo a la coexistencia, en las ciudades de las zonas de la His-
panoamérica colonial que hemos denominado más arriba centrales e intermedias (y que,
como lo anotábamos en su lugar, fueron los núcleos sociales en que se desarrolló la sociedad
hispánica de la época aquí primordialmente considerada) de la población, española o criolla,
de la traza central de las áreas urbanas con los moradores, indígenas en su gran mayoría,
de los barrios y arrabales periféricos y de las comarcas rurales aledañas.
Como lo hemos expuesto en otro lugar111 , ni la extraordinaria distancia social1 12 que
existió entre estos dos segmentos de una estructura comunitaria eminentemente dual 113 , ni
la alta valoración por los estratos superiores de la misma del empleo de los rasgos de la

110 Tomo la denominación, que me parece exlremadamente útil, del estudio de K. Zimmermann "El
español de los otomíes del Valle del Mezquital (México)", en Actas del II Congreso Internacional
sobre el Español de América, México, 1986, págs.234-240.
111 Trabajo citado en la nota l.
112 Sobre este básico concepto de análisis sociolingüístico véase J. H. Schumann "Social distance as a
factor in second language acquisition", en Language Learning , 26, 1976, págs. 135-143.
113 Cfr., sobre este tema, F. Bronner " Elite forrnation in seventeenlh century Peru", en BolelÍn de Es-
tudios Lalinoamericanos y del Caribe (Amsterdam), 24, 1978, págs. 3-26. L. N. Mac Alister "Social
structure and social change in New Spain", en Hüpanic American Historical Review, 43, 1963, págs.
349-370; R. Boyer "Mexico in the seventeenlh century: rransition of a colonial society", en la misma
revi sta, 57, 1975, págs. 454-478; H. S. Klein "The srructure of lhe hacendado class in late eighteenth
century Alto Peru: lhe Intendencia de La Paz", en la misma revista, 60, 1980, págs. 191-212; E. One
"Trager und Formen der wirtschaftlichen Erchliessung Lateinamerikas im 16. Jahrhundert", En
Jahrbuch für Geschichte von Staal Wirtschafl und Gesellschaft Lateinamerikas, 4, 1976, págs. 226-
266 y. finalmente, el útil volumen de M. Momer Race Mixture in the History of Latín America,
Boston, 1976.

Nº 1. julio 1995 191


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

nonna lingüística cortesana como signo de status 114 ni el desarrollo, en los grupos socioló-
gicos urbanos constituidos por aborígenes, de una clara situación de diglosia sustractiva 115
con el español como lengua A y las lenguas indoamericanas como modalidad B podían
genernr otros procesos lingüísticos que los que, efectivamente, se dieron en dichos contextos:
la progresiva (y acelerada) sustitución (shift) de éstas últimas por aquél y, dada la alta
accesibilidad a la nonna prestigiosa local de este último por parte de la población indígena
urbanizada, la progresiva (y rápida) utilización por ella de una variedad de e~l)añol básica-
mente coincidente con el manejado por los hablantes criollos y españoles del mismo 116 •
Como es lógico, las transferencias que, en una situación como la descrita, pudieron
darse desde las lenguas aborígenes al español de las mencionadas áreas urbanas por medio
de un proceso de préstamo (borrowing) debieron ser (y fueron) mínimas. Consistieron muy
mayoritariamente en elementos léxicos a los que podrían sumarse, quizá, detenninados fe-
nómenos de retención por contacto111 y, solamente en muy limitadas oca<;iones, la adopción
de algún rasgo estructural, de escasísima relevancia (salience) pcrceptiva 118 , que no podía ser
fácilmente identificable como indigenismo por los componentes de las sociedades hispánicas
locales receptordS de los mismos. Recientemente he estudiado un caso, el de la realización
rehilada de la oposición fonológica /U - /Y/ en diversas áreas andinas , que probablemente
pueda considerarse como ejemplificación representativa de lo que acabo de proponer119 •
Las dos situaciones sociolingüís ticas restantes, de que me ocuparé a continuación
pard finalizar estas páginas, difieren entre sí en varios aspectos como, por ejemplo, en la
extensión territorial por ellas afectadas y en la profundidad de los fenómenos estructurales
que, en el español, pueden ser puestos en relación causal con las mismas. Pero, no obstante,
coinciden en dos puntos fundamenlales: el tipo de procesos lingüísticos activados por los
contextos en cuestión (language shift o sustitución lingüística) y la relevancia de las trans-
ferencias gramaticales hacia la lengua A de la relación diglósica genernda en la América
hispánica por la conquista europea desde la (o las) lenguas B como resultado de la acción
de aquellos. De tal modo que podemos postular, en líneas generales, que la práctica totalidad
de los rasgos grdffiaticales (no léx icos) originados en el inílujo de las lenguas amerindias

114 Véanse los datos por mí mencionados, en relación con este rasgo colectivo de la sociedad colonial
hispánica de América, en el trabajo citado en la nota 1.
115 Modifico aquí, por requerirl o la si tuación descri ta, la terminología empi cada al respecto por W. E.
Lambcrt, que es la de bilingüismo sustractivo. Cfr. sobre el tema s u trnbajo "Sorne cogn iti ve and
sociocultural conseq uenccs of being bilingual", en J. E. Alatis (cd. ) Georgetown University Round
Table on Languages and Linguistics, Washington, 1978, págs. 214-229.
116 Así lo hacía constar, en 1635, el cronista B. Cobo refieriéndose a Lima (Historia del Nuevo Mundo,
11, Madrid, 1956, pág. 353). La situac.ión fu e, sin duda, gc ncrnl en las c.iudades hi spanoamericanas.
Cfr. los estudios mencionados en las notas 99 y 101.
117 Me he ocupado de esta temática en el trabajo c.itado en la nota 43.
118 Sobre esta nooón teórica véanse P. Trud gill Dialects in Contact, Oxford, 1976, pág. 11 y ss. y A.
Naro "The social and structural dimensions of a syntactie changc", en Language, 57, 198 1, págs.
63-98.
119 Véase "Acerca del origen de un fenómeno foné ti co en el español andino. La reali zación í"- / ?. I de
la oposición /l/ - /Y(' , en el volumen citado en la nota 1, págs. 1()4-132.

192 Revi sta Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

sobre el ca~tellano se dan en las áreas territoriales caracterizadas por la vigencia histórica,
en las mismas, de las situaciones sociolingüísticas a que acabo de aludir.
Una de ellas, menos amplia geográficamente pero más radical y extensa en lo que
toca a sus implicaciones en la modificación de la estructura del español local, se produjo en
las zonas diatópicas caracteri1.adas por la convivencia de núcleos poblacionales hispánicos
incluiblcs dentro de la consideración ele sociedades periféricas, marginales o ele consolida-
ción mínima y ele grupos sociológicos indígenas, numerosos clemográficamente y homogé-
neos desde el punto ele vista lin güístico, no cledicaclos a actividades económicas ele captación
y sí a la agricultura ele roza o excedentaria lo que, como antes exponíamos, implica media
o alta complej iclacl social y un nivel al menos apreciable ele elaboración cultural.
La coex istencia ele un grupo hispánico reducido numéricamente, ele muy escaso de-
sarrollo económico y débil estratificación social interna y, al mismo tiempo, ele muy bajo
ni vel cultural y educativo, con el tipo ele sociedades indígenas a que me acabo ele referir
determinó causalmente importantes consecuencias en lo que atañe al tema que aquí nos
interesa. En primer lugar un proceso, relativamente rápido, de language shift hacia el
castellano en los grupos aborígenes implicados en esta situación el cual, por la reducida
accesibilidad ele la lengua objetivo, no fue completo y dio lugar, por lo tanto, a una mo-
claliclacl ele español fuertemente pcrmeada por rasgos estructurales ele la lengua fuente. Y,
en segundo, la progresiva penetración ele esta variante ele castellano (manejada originaria-
mente sólo por hablantes ele lengua primaria aborigen) en la sociedad hispánica local la cual,
por su reducida clensiclacl demográfica y la escasa distancia social existente, por rJZones
económicas y culturales, entre ella y los grupos sociológicos indígenas, muy numerosos y
homogéneos lingüísticamente, no estaba en condiciones ele oponerse a ello ele modo activo
y eficaz 120 •
El resultado, constatable por ejemplo en Paraguay 121 y, en menor grado, en Yucalán 122 ,
ele un proceso como el que aquí hemos descrito en sus líneas fundamentales puede ser
identificable con la difusión y, posteriormente, generalización sociológica de modalidades
lingüísticas ele español que, por su génesis en procesos originarios ele aprendizaje incompleto
ele la lengua objetivo por los hablantes nativos de la lengua fuente, se encuentran repletas
ele rasgos estructuralcs 123 transferidos desde esta última (guaraní en el Paraguay , maya en
Yucatán) los cuales, aunque no gramaticales ele acuerdo con la norma castellana general, se
han consoliclaclo en las mencionadas variantes territoriales y han llegado a ser, en la actua-
lidad, manejados ampliamente (al menos en registro coloquial) por un segmento mayoritario

120 Véase so bre esta te mática, en su relación con el área lingüística paraguaya, mi trabajo "Hacia la
hi storia de la lengua española en el Paraguay. Un esquema interpretativo", en el volumen citado en
la nota 1, págs. 256-287.
121 Cfr. las diferentes monografía s incluidas en G. de Granda Sociedad, historia y lengua en el Para-
guay, Bogotá, 1988.
122 Véanse los estudios citados en la nota 45.
123 En lo que se refiere al español paraguayo, puede verse una extensa relac.ión de los mismos en mi
trabajo citado en la nota 9.

Nº 1, julio 1995 193


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de la población sin distinción en ello (en el Paraguay cuando menos), en muchos ca50s, en!Ie
hablantes monolingües de español y hablantes bilingües de español y de la lengua indígena
manejada en el área 124 •
La última de las siruaciones generadoras de notables interferencias, de índole estruc-
tural, de lenguas amerindias en el español regional es, quizá, la más relevante, si no por la
profundidad de éstas (que es, sin duda, mayor en las comarcas guaraníticas) sí por la exten-
sión geográfica de las zonas en que la misma está vigente y, también, por la indefinición que
aún recubre algunos de sus aspectos caracterizadores a pesar de los excelentes esrudios que,
en los últimos decenios, se han ocupado de ellos 125 • Nos referimos, evidentemente, a los
contextos sociolingüísticos actuantes en las áreas rurdles o scmiurbanas de las tierras altas
andinas, desde el noroeste argentino 126 hasta el norte de la actual República del Ecuador.
Los mencionados territorios (no sus núcleos urbanos, de los que nos hemos ocupado
anteriormente) debieron de ser, durante un período relativamente prolongado posterior al
contacto con los conquistadores españoles, bá-;icamente monolingües en una de las lenguas
genemlcsm mayoritarias de la región , es decir en quechua, aru y, de modo clccrcciente, en
puquina 128 o, en todo caso bilingües en una de ellas y en lenguas menores, de {unbito local,
como afirma N. Wachtel1 29 , quedando el uso del español restringido institucionalmente a una
ínfima minoría poblacional, la de los kurakas, con acceso a los colegios para ella fundados
en determinadas ciudades 13º.

124 De los factores sociales que, e n el caso del Paraguay, han determinado este hecho me he ocupado
en diversos estudios contenidos en mi libro mencionado, en primer lugar, en la nota 46 y, en especial.
en el trabajo citado en la nota 20. En cuanto a los condi cionamientos sociohistóricos que han deter-
minado un resultado homó logo (aunque considerablemente más restringido) en el área yucateca, véanse
R. Roys The lndian Background o/Colonial Yucalan, Washington, 1943; F. de Solano Pércz-Lila Los
mayas en el siglo XVI//, Madrid, l 974; V. Reifl er Bricker The /ndian Christ, the /ndian King, Austin,
198 1 y N. M. Farris Maya Society under Colonial Rule. The Collective Enterprise o/Sw-vival, Princeton,
1984.
125 Véase la actualizada bibli ografía contenida en los es tudi os de J. L. Ri vaola y R. Caravedo mencio-
nados en la nota 47.
126 En relaci ón con la inclusión de esta zona territorial dentro de l área lingüística andi na véase mi trabajo
"Quechua y español en el noroestc argentino. Una precisión y dos interrogantes", en Lexis, 17, 1993 ,
págs. 259-274.
127 Sobre este concepto jurídico colonial véanse A. Tovar "Español, lenguas general es y lenguas tribales
en América del Sur", en Studia Philolog ica. 1/omenaje a Dámaso 1\/on.w, 111, Madrid, 1963, págs.
509-525, y, como estudio reci ente del tema, P. Ca~ta ñeda Do.: lgado " La Iglesia y la Corona ante la
nuev a realidad lingüística en Indi as". en I Simposio de Filología Iberoamericana, Zaragoza, 1990,
págs. 30-41. Excelente recopi lación de materiales facilita F. De Solano Documentos sobre política
lingüística en Hispan oamérica (1492-1800), Madrid, 1992.
128 Cfr. el volumen de A. Torero citado en la nota 83 y su disertación dcx:toral Le ?Uf/uina, la troisieme
langue généra/e du Pérou (Universidad de París, 1965).
129 Los vencidos. Los indios del Perú/rente a la conquista española (1530 -1570), Madrid, 1976, págs.
227-229.
130 Sobre este tema véanse L. Gómez Canedo "Escuelas y colegios para indios en la América española.
Origen, finalidad y res ultados", en /\etas y Memorias del XXX\!/ Congreso Int ernacional de
Americanistas, IV, Sevilla, 1966, págs. 615 -624; V. Galdo Gutiérrez Educación de los curacas: una
forma de dominación colonial, J\yacucho, 1970; J. B. Olaechea Labayen "La política selectiva de los
jesuitas en los colegios de hijos de caciq ues" , en Letras de Deusto (Bilbao), 2 1, 1973, págs. 405-427 ;

194 Revista Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

Sin embargo, como postula S. J. Stem 131 , ya a fines del siglo XVI y aún más en el
XVII y XVIII, se fue produciendo en las zonas rurales del área andina un lento y minoritario
pero perceptible proceso de hispanización cultural y, por lo tanto, también de ladinización
lingüística de carácter informa l, debido sobre todo a los contactos que actividades de carácter
económico, comercial e institucional desarrolladas entre comunidades indígenas y hacien-
das132 o entre aquéllas y los núcleos urbanos y semiurbanos enclavados en las áreas men-
cionadas propiciaban de modo cada vez más frecuente e intenso.
Este contexto propició, dado el tipo de diglosia sustractiva imperante en la zona y la
escasa accesibi lidad al modelo lingüístico español existente en ella, un proceso de linguistic
shift o sustitución lingüística por el cual algunos grupos sociológicos indígenas comenzaron
a manejar una modalidad de castellano que, por el carácter deficiente e incompleto del
aprendizaje de las estructuras de la lengua objetivo y el reemplazo de las mismas por las
propias de la lengua fuente (quechua o aymara), estaba repleto de transferencias gramaticales
de esta última. Son cada vez m{L, abundantes los testimonios históricos de este hecho ,
excelentemente estudiados, entre otros, por R. Cerrón-Palomino 133 y J. L. Rivarola 134 y, al
mismo tiempo, lo son también determinados datos cronológicamente actuales, como los
referidos a la media lengua ecuatoriana analizada por P. Muysken 135 , que nos perm iten
establecer útiles relaciones comparativa, entre ellos y la postulable caracterización del tipo
de español que pudo ser utili zado en los primeros estadios de la etapa temporal a que nos
referimos.
Si tenemos en c uenta la coinc idencia existente entre la mayoría de los rasgos que se
encuentran en el español empi cado actualmente por determinados grupos sociales de la zona
andina y los que se m,mifiestan en la documentación colonial antes mencionada parece evidente
que hay una clara continu idad entre ellos y que los mismos se han mantenido, a pesar de los
intensos procesos in tegradores del campesinado en la cultura (y la lengua) nacional que han
tenido lugar, en el siglo XIX y en e l actual, en Perú, Ecuador y Bolivia, como notas
caratcrizadoras, básicamente invariables, de una variedad lingüística manejada, al parecer,
por grupos considerables de habl,mtes de castellano en los países mencionados.

M. Cárdenas i\yaipoma "El Coleg io de Caciques y el sometimiento ideológ ico de los residuos de la
nobleza aborigen ", en l<evi.,·ta del i\rchivo Nacional de la Nación (Lima), 4-5, 1975-1976, págs. 1-
24 y P. Borges Mis ión y civilización en i\mérica, Madrid, 1987.
131 Los pueblos indígenas del Perú y el desafio de la conquista española, Madrid, 1986 (págs. 266-278).
132 C fr. E. P. Gries haher " ll acienda -lndi an communit y relati o ns and l ndian aec ulturati on. An
hi storiographical essay", en Latin American Research Review, 14, 1979, págs. 107-128.
133 Véase " La forja del castell ano andi no o el penoso camino de la ladinizac ión", e n Historia y presente
del español de i\mérica, Valladolid, 1992, págs. 201 -234.
134 Cfr. "Un testimonio de español andino en el Perú del siglo XVII", en Anuario de Lingüística His-
pánica, 1, 1985, págs. 203-211 y "Un documento parn la historia del español peruano (siglo XVI)"
en el volumen ci tado en la nota 84, págs. 131-135.
135 Cfr. "La mezcla de quechua y castell ano. El caso de la ' media leng ua' en el Ecuador", en Lexis, 3,
1979, págs. 41-56; "1lalfway bctwecn Quechua and Spanish: the case for relexification", en H. l-lighfield
y A. Valdman (cds.) /-/ist oricity and Variation in Creo/e Studies, Ann Arbor, 198 1, págs. 52-78 y
''The Spanish that Quechua spcakers lcarn: L2 lcamin g as norm governcd behavior", en R. W. Andersen
(ed.) Second Lanfiuages, Rowley, 1984, págs. 101 -11 9.

Nº 1, julio 1995 195


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

No parece, en esle sentido, aceptable la denominación ele interfecto o interlenguaje


aplicacla por algunos especialistas 136 a dicha moclaliclacl ele español, fuertemente interfericla
por las estructuras del quechua y el aymara, ya que las notas distintivas de dichos conceptos
teóricos, entre las que destacan su aplicabilidad individual y su índole transitoria 137 , no
coinciden en absoluto, como lo ha deswcado muy justamente J. L. Rivarola 138 , con las que
son atribuibles a la misma y, en especial, su carácter sociológicamente comunitario y su fijeza
estructural desde, al menos, los siglos XVII y XVIII.
Ahora bien, si pueden ser considerados como evidentes tanto los ra<;gos grmnaticalmente
caracterizadores de esta variedad territorial de español1 39 como su génesis histórica a partir de un
proceso de shift detenninador del aprendizaje incompleto de la<; estructurdS de la lengua objetivo
no los son, sin embargo, otros a'Spcctos, conexos con ella, de su uso actual, entre los que figuran
muy destacadamente los referidos a la profundidad sociológica que le es atribuible y a su va-
loración en relación con la nonna o normas regionales de lengua.
Así, por ej emplo, el valor discriminador negativo que, al menos en el Perú, se ha ve-
nido atribuyendo desde hace varios siglos1• 0 a los rasgos integrantes del habla rrUJtosa (q ue es
como se denomina generalmente en el país al español pcnneado por rasgos estructurales
quechuas o aymaras) 141 no parece, sin embargo, impedir que varios de ellos sean considera-
dos como aceptables y pasen, por tanto, a fonnar parte ele la nonna lingüística regional ele
zonas como las de Ayacucho 142 y Puno 1·13 , entre otras. ¿Quiere ello decir que en estas áreas

136 Véanse los estudios d e A. Escobar menciona dos en la nota 44.


137 Una visión esquemática de los diferentes co mponente s del concepto de inlerlenguaje (o interfecto)
facilita mi trabajo " Dos casos de intcrlcnguaje en regi stro escrito en Santo Domingo (sig lo XIX )" en
Estudios de Lingüística (Alicante), 5, l '!88- 1989, págs. 207-216.
138 "La formación del español andino. A spectos morfosintácticos", en e l volumen del au to r Laformaci6n
lingüíslica de 1-hlpanoamérica, Lima,. 1990, págs. 149-171.
139 Véanse en especial, sobre los mismos. R. Cerró n-Palomino "Calcos sintác ticos en el castellano andino",
en San Marcos, 14, 1976, págs. 93-101 y "Aspec tos sociolingliísticos y pedagógicos de la motosida<l
en el Perú", en Temas de lingüíslica amerindia, Lima, 1990, págs. l 53- 180; M. 1lardman de Bautista
"The mutual influence of Spanish and J\ndcan Jang uages", en Word, 33, 1982, págs. 143- 157; J. C.
Godenzzi "Lengua y variación sociol ectaJ. El castellano en Puno", en L. E. López (ed.) Pesquisas en
lingüística andina, Lima-Puno, 1988, págs . 201-236; C. Soto "La interferencia quechua-español. Una
doble perspectiva", en Ling üística y Educación. ;\etas del IV Congreso Internacional de A. L. F. A.
L., Lima, 1978, págs. 619-626, etc.
140 Véase J. L. Rivarola "Parodias de la ' lengua de indio' (ss. XVII-XIX)", en el volumen del autor
mencionado en la nota 138, págs. 173-202.
141 Cfr. R. Cerrón-Palomino "La motosidad y sus implicancias en la enseñanza del castellano", en M.
Quintana y D. Sánchez (eds.) Aportes para la enseñanza del lenguaje, Lima, 1975, págs. 125-165.
142 Véase l. Pozzi-Escot "El castellano en el Perú: norma culta nacionaJ versus norma c ulta regional",
en A. Escobar el. al. El reto del multiling üismo en el Perú, Lima, 1972, págs. 125- 142.
143 Véanse el trabajo de J. C. Godenzzi mencionado en la nota 139 y, también, S. Benavente "Algunos
rasgos sintácticos del castellano en alumnos universitarios puneños", en L. E. Lópcz (cd.) Pesquisas
en lingüística andina, Lima-Puno, 1988, págs. 237 -251.

196 Revista Andina, Año 13


Granda: El influjo de las lenguas indoamericanas sobre el español

la práctica totalidad de la población, tanto étnicamente india como mestiza o criolla, maneja
una modalidad motosa de español o, al menos, la incorpora a su repertorio lingüístico como
variante de validez regional? ¿O más bien -como se plantea l. Pozzi-Escot-, podría conside-
rnrse, en cuanto a estas zonas, la existencia simultánea de una contranorma, de índole diferen-
te a la anterior, manejada por grupos sociales específicos? 144 • Y, en el mismo sentido, ¿hay
similitud o diferencia actirudinal y de uso respecto al habla motosa entre los diversos grupos
étnicos peruanos (o ecuatorianos o bolivianos) y/o ente zonas urbanas y rurales?. Y, final-
mente, ¿está o no el español motoso difundiéndose también en zonas hasta ahora monolin-
gües en castellano como consecuencia de los masivos movimientos migratorios que se han
producido recientemente en el Pení? Son, estos, temas de gran importancia respecto a los cuales
parecen delinearse posiciones teóricas divergentes 145 , quizá basadas en datos diatópicos o
sectoriales de significación opuesta o, cuando menos, distinta.
Para dar cumplida respuesta a estos (y otros) interrogantes respecto a la situación
lingüística del área andina son, creo, necesarios estudios de área en los que, como se ha hecho
en un excelente trabajo de J. C. Godenzzi 146 , se emprenda, sobre una base sociolingüística
adecuada, la descripción de los parámetros demográficos, socioculturales, económicos e his-
tóricos que condicionan, en cada una de ellas, no sólo la distribución y el uso de los diferentes
códigos de comunicación existentes sino también (y sobre todo en lo que toca al español) las
pautas de empleo local de las diversas variedades internas posiblemente existentes en los
mismos. Confío plenamente en que los especialistas en español andino, que han dado en los
últimos decenios espléndidas muestras de su dedicación, capacidad y fino criterio en el análisis
de los múltiples problemas implicados en la trayectoria diacrónica y en la fisonomía sincrónica
de esta variante lingüística, llevarán a cabo pronto, y de modo adecuado, dicha tarea.
El propósito de delinear un modelo interpretativo totalizador que, como en el presente
caso, se proponga reducir a esquema o tipo ideal una temática tan compleja como lo es la
referida al inílujo de las lenguas indoamericanas sobre el español supone, inevitablemente, la
consideración prioritaria de las regularidades de ámbito amplio sobre los factores y datos
coyunturales y puntuales. Soy, por ello, consciente de que en la exposición realizada en estas
páginas son múltiples, sin duda, las omisiones, simplificaciones y menciones esquemáticas
que me he visto obligado a introducir en ellas en lo que toca a numerosos hechos que, sin
duda, deben ser ampliamente mencionados y matizadamente valorados en trabajos, areales o
puntuales, de índole más limitada y monográfica. Pero, no obstante, creo que un enfoque como
el aquí ofrecido, que ha intentado trazar, sobre bases concepruales sociohistóricas (cada vez
más requeridas por la metodología diacrónica reciente) 147 , las líneas maestras caracterizadoras

144 Cfr. su trabajo "Refl exiones sobre el castellano como segunda lengua en el Perú", en el volumen cita-
do en la nota 84, págs. 51-72 (págs. 61 -62).
145 Véase, por ejemplo, la contraposición de acti tudes lingüísticas sectoriales que parece deducirse de los
trabajos recientes de R. Caravedo (citado en la nota 47) y de L. E. Lópcz "El bilingüismo de los unos y
de los otros: diglosia y conflicto lingüístico en el Perú", en el volumen citado en la nota 84, págs. 91-128.
146 Mencionado en la nota 139.
14 7 Véase, como manifestación reciente en este sentido, B. Joseph "Diachronic explanation: Putting speakers
back into the picture", en G. W. Davis y G. K. lverson (eds.) Explanation in Historical Linguistics,
Amstcrdam-Phil adelphia, 1992.

Nº 1, julio 1995 197


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de procesos lingüísticos tan relevantes como lo son, para la constitución del español america-
no, los que he examinado en esta ocasión puede ser de utilidad, si no como análisis específico
e individualizado, de cada uno de ellos sí como estructura referencial, del máximo nivel
generalizador, del conjunto de los mismos en cuanto a su inserción en una matriz conformadora,
homogénea, de índole social.

Departamento de Filología Románic.a


Facultad de Filosofía y Letras
Universidad de Valladolid
47002 Valladolid
España

198 Revista Andina , Año 13


Dialectología del aimara sureño

Rodolfo Cerrón-Palomino

"La mucha variedad que hay en la pronunciacion de la lengua Aymara la


haze parecer difficultosa y quasi differente la que se habla en vna prouincia
de la que se habla en otra, por que en vnas prouincias se pronuncia mas
gutturalmente, que en otras, en vnas quitan letras, o las mudan, o añaden,
o ha;r~n muchas sinalephas y sincopas, en otras no hazen nada desto y con
todo es toda ella vna lengua y de vna misma construction [... ]".
Annotaciones ([1584] 1984)

Introducción
El trabajo que ofrecemos a continuación es una extensa reseña motivada por la lec-
tura de un libro que tiene la virtud de introducimos, por primera vez en la historia del aimara,
en los estudios dialcctológicos de la lengua. La obra a la que nos referimos es la versión
castellana, revisada, corregida, ligeramente ampliada y actualizada de la tesis que la autora
sustentó para obtener su doctorado en la Universidad de Florida (cf. Briggs 1976) 1 , otrora
centro· que, hasta hace algunos años, constituía el único lugar de los Estados Unidos en el

Nos referimos a El idioma aymara: variantes regionales y sociales. La Paz: Ediciones ILCA, 1993,
453 pp. La presente reseña quisiera ser un modesto homenaje póstumo a la memoria de esta lingüista
enamorada del pueblo colla, al que le dedicó toda una vida de constante estudio y trabajo que sólo
la muerte pudo truncar a una edad en que todavía esperábamos mucho de ella.

Nº 1, julio 1995 103


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

que se enseñaba y estudiaba la variante sureña del aimara2, específicamente la paceña,


gracias al impulso que supo darle Martha Hardman y sus más cercanos colaboradores, entre
quienes destacó, por su trnbajo permanente y no circunstancial (como fue el de la mayoría
de aquéllos), la autora que comentamos. Según propia confesión, la versión con que conta-
mos ahora fue la culminación de un largo anhelo acariciado por espacio de más de dos
décadas, si bien ya nos había entregado algunos adelantos resumidos de ella en más de una
ocasión (cf. Briggs 1980, 1988, 1990). Los últimos tramos de la vida de la autora, seriamente
aquejada de un mal incurable, fueron sobrellevados con admirable estoicismo y resignación,
siempre alentada por el deseo de ver su obra finalmente publicada en una lengua más ac-
cesible, con el mismo fervor con el que algunos años antes se había desvelado igualmente
por ver impresa en castellano la obra conjunta que lleva por título Aymara: compendio de
estructura fonológica y gramatical (cf. Hardman et al. 1988)3, libro de valor heterogéneo,
en el que sin embargo sobresale largamente, por su seriedad y exhaustividad, la contribución
personal de Lucy Briggs (cf. Hardman et al. 1988: Cap. VIII). La suerte quiso que la autora
alcanzara a ver publicado su libro y hasta le confirió algunos días más de dolorosa sobrevi-
vencia para que asistiera a su preseniación en La Paz. Poco tiempo después expiraría con
la satisfacción de haber visto que su obra podía finalmente "volver" a sus fuentes originales:
al pueblo aimara lector.

***
Pues bien, el libro que comentamos consta de diez capítulos, de los cuales el primero
constituye la introducción, y el último, el obligado lugar de conclusiones y resúmenes. De
los ocho restantes, siete están dedicados al estudio de la variación diatópica en sus distintos
niveles de organización gramatical: fonológico (Cap. 2), morfofonémico (Cap. 3), el sistema
nominal (Cap. 4), el verbal (subsistema derivacional: Cap. 5, y subsistema flexivo: Cap. 6),
el morfosintáctico (Cap. 7) y el semántico (scmantaxis y léxico-semántica: Cap. 8); la va-
riación sociolingüística, básicamente diafásica antes que diastrática, ocupa el capítulo noveno.
Cierran el libro un capítulo de conclusiones (Cap. 1O) en el que se busca responder las
preguntas planteadas al describir los objetivos perseguidos por el estudio en el capítulo inicial,
cuatro apéndices (A: ofrece la lista de palabras y frases motoras que se emplearon en la
eliciiación de los datos; B: registra una lisia de partículas onomatopéyicas; C: presenta saludos
y expresiones comunes en sus diversas manifestaciones locales; y D: incluye las distintas
formas que adquieren localmente un refrán y una adivinanza aimaras) y el aparato biblio-
gráfico que lo acompaña.

2 Como hemos argumentado en otro sitio (cf. Cerrón-Palomino 1994a), reivindicamos el nombre ge-
nérico de aimara para referimos a la familia lingüística en su conjunto, desechando las designaciones
de jaqui y aru por superfluas. De esta manera, hablaremos del aimara central o lupino (registrado
en Yauyos, Lima) y del aimara sureño o col/avino Oocalizado en el altiplano).
3 Adviértase que aquí y en otras partes escribimos aimara, como debiera, y no aymara, como suelen
hacerlo algunos, por ignorancia, por empecinamiento o por simple tradición (en este caso, tratándose
de una lengua extranjera). Para la justificación respectiva, ver Cerrón-Palomino (1994a). Naturalmen-
te que en las citas que hagamos respetaremos la ortografía empleada por los autores.

104 Revista And ina. Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

En su parte estrictamente lingüística (dejando de lado el Cap. 9), el libro se declara,


según indicación de la propia autora (cf. Cap. 1: 1), ampliación y complemento del Com-
pendio mencionado al principio, que recoge básicamente la variedad aimara de La Paz, en
sus hablas de Compi (Omasuyos) y Tiahuanaco (lngavi), gracias al aporte decisivo de Juan
de Dios Yapita y Juana Vásquez, respectivamente, quienes participaron en la gestación de
aquel libro en calidad de informadores y analistas. De hecho, el material de encuesta estuvo
inspirado fundarnentalmeme en el contenido de dicho libro. Admitido tal compromiso, en la
medida en que nuestra autora fue también artífice del mismo, creemos que allí radica,
precisamente, una de las debilidades del texto que comentamos, ya que el modelo, de por
sí escuelo (salvo, como dijimos, la contribución personal de la autora) y con serias fallas
analíticas, operó como una camisa de fuerza, impidiendo a menudo la aclaración de fenó-
menos mal entrevistos (debido al enfoque descriptivo de carácter atomístico y ortodoxameme
"sincronista" que caracteriza a aquella obra), cuando no la solución de problemas b
seudoproblemas planteados, en virtud de la enorme ampliación del horizonte dialectal des-
crito, con ser apenas un trabajo exploratorio e inicial el que tenemos al frente, según se
adelanta en señalar la propia investigadora. Físicamente, la obra ha sido pulcrdll1enle editada
con una bella carátula diseñada por Denise Amold. La versión castellana, en cambio, deja
mucho que desear: son abundantes los errores no sólo de acentuación (son frecuentes las
palabras que debiendo acentuarse no llevan tilde, y al revés) sino sobre todo de traducción,
pues aparecen allí no sólo formas incorrectamente vertidas al castellano sino, peor aún, calcos
sintácticos del inglés. Todo ello, sin Lomar en cuenta las glosas de los ejemplos aimaras que
a menudo aparecen muy mal parafrnseadas, dicho esto sin desconocer el afán que se ha
tenido, aunque no siempre de manera sistemática, de ofrecer glosas en el castellano andino.
Dada la extensión de la presente reseña nos reservamos la necesidad de señalar en forma
detallada las erratas y los errores advertidos en el texto, confiados en que el lector atento
sabrá dar cuenta de ellos.
En lo que sigue intentaremos ofrecer un comentario crítico de tan importante contri-
bución a los estudios aimarísticos, animados únicamente por el deseo de entablar una dis-
cusión fructífera entre los especialistas del área, así como el vivo anhelo de estimular la
prosecusión de los trabajos dialectológicos e históricos en todo el campo de la aimarística,
retomando la posta dejada por la autora. El procedimiento que seguiremos para ello consis-
tirá en el examen y comentario ofrecidos, capítulo por capítulo, guiándonos por la estructura
misma de la obra, según se describió en los párrafos precedentes. Ciertamente, no dejaremos
de lamentar la posición cómoda en la que nos instalaremos desde el momento en que nues-
tras observaciones ya no podrán ser discutidas, bien aceptándolas o rebatiéndolas, como
corresponde en estos casos, por la propia malograda aimarista.

l. En el capítulo introductorio, la autora expone a grandes trazos su plan de estudio,


delimitar1do el objeto del mismo, situando a la lengua y sus hablantes dentro del contexto
geográfico y socio-histórico andino, precisando la metodología y el trabajo de campo seguidos,
con especial énfasis en la recopilación de datos, las localidades seleccionadas (visitadas o no),
y los informadores; concluye el mismo con una nota sobre las convenciones y la terminología
empleadas a lo largo del texto y con la enumeración del contenido temático de éste.

NQ1, julio 1995 105


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

1.1. Cuestiones tipológicas y analíticas. En relación con los niveles gramaticales


abordados, se ofrece una caracterización sinóptica de los mismos partiendo de la tipificación
morfológica de la lengua: en primer término se alude a la morfofonémica compleja, aunque
regular, y a su inventario fonológico; a las clases de raíces: básicamente nominales, verbales
y partículas, y a los tipos de sufijos: nominales, verbales e independientes y oracionales; se
hace referencia también a la sintaxis, fundamentalmente a los procesos de subordinación; y,
finalmente, como era de esperarse, se hace mención a los tan llevados y traídos "postulados
lingüísticos".
Ahora bien, no es éste el lugar conveniente para discutir la caracterización
morfosintáctica del aimara que se ofrece, y que, conforme se dijo, es la misma que subyace
a la del Compendio. Baste con observar que nosotros discrepamos en muchos aspectos con
dicha postulación, y algunas de nuestras diferencias ya fueron mencionadas en Cerrón-
Palomino (1994b). Con todo, quisiéramos destacar aquí tres de la propiedades que la autora
menciona, y que están íntimamente relacionadas entre sí. Nos referimos a la caracterización
tipológica de la lengua, a la distinción entre sufijos independientes y oracionales, y al criterio
aplicado en la definición de lo que constituye una flexión. Otro aspecto igualmente discutible
es el de los "postulados", pero éste será tratado cuando nos ocupemos del capítulo 9, donde
la autora se ocupa de ellos (cf. § 9 .6.1 ).
En relación con la tipologización morfológica de la lengua, se nos dice que los datos
examinados "revelan un idioma polisintético en el que los sufijos y su morfofonémica (procesos
de retención y pérdida de vocales) desempeñan casi todas las funciones gramaticales" (p. 1).
Quisiéramos matizar semejante conclusión señalando que, en verdad, el aimara (como fa-
milia lingüística), al igual que eí quechua, son lenguas más bien aglutinanies, en las que la
correlación biunívoca entre forma y significado dentro de la estructura interna de la palabra
es, salvo algunas excepciones, relativamente transparente. Ello es cierto, incluso en el aimara,
a despecho de los procesos de elisión vocálica y consiguiente hacinamiento consonántico a
que hace mención la autora. Puede sí, a diferencia de lo que ocurre en el quechua (por lo
menos en sus variedades modernas), hablarse de una tendencia, en verdad "reciente" (no más
de 500 años), hacia la síntesis, y ello en virtud del proceso de reducción y ensamblaje de
que fue objeto el verbo ser, ya sea como auxiliar o en construcciones de naturaleza existencial:
nos referimos a expresiones del tipo *aka-na kank-i 'está aquí', que devino en su versión
moderna aka-n-k-k-i (cf. con su correspondiente quechua kay-pi ka-chka-n). En virtud de
dicho proceso, como se puede apreciar, el verbo ser acabó siendo un simple sufijo tematizador
(realizado como -k, cuando la base acaba en consonante, y como simple alargamiento vocálico
cuando aquélla termina en vocal): convierte temas nominales en verbales. Fuera de esta
particularidad, el aimara (tanto central como sureño) muestra un tipo prácticamente isomórfico
con el del quechua: ambos son ejemplos cuasi ideales de lenguas aglutinantes.
Ahora bien, es precisamente dicha particularidad la que ha causado cierta confusión
entre los aimaristas de la Florida: por un lado, los obligó a distinguir dos categorías de sufijos
en vez de una sola: la de los "independientes" y la de los "oracionales"; y, por el otro, les
impidió reconocer, aparte de la "marca cero" del acusativo, la existencia de todo un sistema
de flexión nominal. Ello porque, tras la reducción del verbo ser, ciertos sufijos, que antes
cerraban la palabra en función de atributo o de predicado principal, pronto se vieron ante un
sufijo flexivo: así, una expresión del tipo *yat-iri-raki kanka-tha-wa 'también soy sabio',

106 Revi sta Andin a, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

donde el sufijo -raki cierra la frase atributiva, devino simplemente en yat-iri-raki-:-th-wa.


De esta manera, tres sufijos "finales", a saber -ki, -raki y -puní, pueden aparecer ahora ante
sufijos flexivos, componándose de modo diferente (en términos distribucionales, hay que
recalcarlo) a como lo hacen los llamados "oracionales", que siguen ocupando una posición
caudal dentro de la palabra. Nótese, sin embargo, que la función sintáctico-pragmática, y no
si mplemente morfosi ntáctica, de tales s ufijos es la misma: por consiguiente, la
subcategorización establecida, sobre la base de un hecho accidental, no se justifica. De allí
que prefiramos reconocer una sola categoría de sufijos: la de los independientes (ellos se
asocian de manera "libre" con raíces nominales, verbales e incluso con las partículas), como
ocurre en el quechua, no obstante que aquí también contamos con el ubicuo limitativo-
afectivo -lla, que puede aparecer ante ciertos sufijos flexivos. De otro lado, la ausencia de
flexión mencionada en relación con el nombre también está vinculada con el proceso de
reducción del verbo ser. En efecto, un sufijo flexivo se define, según nuestra autora, por el
hecho de que "cierr[a] ... una raíz, tronco, o tema a derivación subsiguiente" (p. 1). Pero
como quiera que en una expresión como juma-mpi-:-th-wa 'estoy contigo', el "tema" juma-
mpi (de juma 'tú' y -mpi 'instrumental-comitativo') aparece verbalizado, entonces el sufijo
-mpi no puede ser flexivo. Una vez más, como se ve, estamos frente a un hecho superficial:
tal expresión "sintética" proviene de *huma-mpi kanka-tha-wa (cf. quechua pay-wan ka-
chka-ni). Desconocer la existencia de todo un sistema flexivo casual por razones purnmente
distribucionales no nos parece adecuado. Aquí, como en otros aspectos que se verán más
adelante, faltó una visión "histórica" de los hechos, cosa que podía haberse evitado, no ne-
cesariamente por medio de la aplicación de los métodos clásicos de la comparntística y de
la reconstrucción idiomática sino a través de la simple inspección dialectal de corte horizon-
tal: el descriptivismo a rajatabla, por concentrarse demasiado en los árboles, impidió ver el
bosque.

1.2. Ecología lingüística. La distribución geográfica del aimarn altiplánico abarca,


como se sabe, el ex tremo sureste de la sierra peruana (en los departamentos de Puno, Moquegua
y Tacna); los departamentos bolivianos de La Paz, Oruro, el norte y el oeste del de Potosí,
así como el oeste de Cochabamba; y en las regiones chilenas de Tarnpacá y Antofagasta,
para referimos únicamente a los territorios "nativos", es decir sin mencionar la presencia de
aimarahablantes en las grnndes ciudades del Perú, Bolivia e incluso Argentina En el Perú
y Bolivia, pero sobre todo en este último país, la lengua compite con el quechua, ora im-
poniéndose sobre éste (como en el norte de La Paz) o cediendo frente a él (como ocurre en
el oriente de Oruro y el noroeste de Potosí). De esta manera, los procesos de desplazamiento
y suplantación lingüísticos, milenarios en el mundo andino, no han concluido: de hecho, el
aimara sigue absorbiendo al uru-chipaya de Carangas, al par que viene cediendo frente al
quechua en el noroeste potosino; y ambas lenguas, a su tumo, sufren los efectos glotofágicos
en favor del castellano, fenómeno particularmente crítico en el lado chileno, dentro del contexto
diglósico general que caracteriza a las sociedades andinas, y en las que el bilingüismo (y
hasta trilingüismo), lejos de apuntar hacia uno de tipo estable, se toma irreversiblemente
sustractivo (los hijos de los bilingües devienen por lo general monolingües de habla caste-
llana): tal la dura realidad que nuestra autora pareciera resistirse a aceptar (cf. p. 6).

Nº 1, julio 1995 107


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

La población aimarahablante, según los cálculos más conservadores, no parece ir más


allá de los dos millones. Los datos proporcionados, con todos los vacíos de información
(tanto para el lado peruano como el chileno, y sin contar a la población migrnnt.c de las
grandes urbes), parecen indicárnoslo así. Lamentablemente, la autora ya no pudo acceder a
los datos del último censo boliviano (1992); y el peruano (1993) ni siquiera contempló la
posibilidad de averiguar sobre la población bilingüe de habla vernácula.
Por lo que toca al estatuto legal de que disfruta el aimarn, tanto en el Perú como en
Bolivia la lengua ha sido declarada "oficial" (hecho que fue refrendado por la nueva cons-
titución política del estado peruano, que la autora ya no alcanzó a conocer), aunque, como
se dijo líneas arriba, la condición por la que atrnviesa, sobre todo en el Perú, es la de una
lengua subordinada en relación con la castellana, que de facto y de jure, es la verdadera lengua
oficial4. Ciertamente, en los últimos diez años hemos asistido a una toma de conciencia
creciente por parte de instituciones y organizaciones de base que, gracia~ a la orientación
impulsada por lingüistas, educadores, científicos sociales y políticos, han tomado para sí el
reto de la reivindicación cultural e idiomática en favor del aimara, hecho que se viene pa-
tentizando, entre otros aspectos, en la conquista de una educación bilingüe e intercultural que,
en el caso boliviano al menos, está dejando atrás la fase experimentalista que la caracterizaba
para constiruirse en una modalidad de enseñanza propia de un estado multilingüe y pluricultural
como es el caso de los países andinos. Sobra decir que la defensa idiomática asumida por los
hablantes de la lengua puede constituir un poderoso antídoto contrn la amenaza de despla-
zamiento lingüístico que se cierne, de manern irreversible, sobre nuestras "lenguas mayores":
el quechua y el aimara.

1.3. Familia lingüística e historia. En esta sección, la autora se ocupa brevemente de


la familia aimara (jaqui, en su terminología) y sus componentes actuales, de sus correlaciones
histórico-culturales a partir de su diferenciación inicial; de su expansión preinca, ya constitui-
da en su variante sureña, por el altiplano; y de su empleo, en la época incaica y colonial, por
los distintos grupos étnicos que, en número de ocho o diez, ocupaban parte de los territorios
de los departamentos peruanos del Cuzco, Puno, Arequipa, Moquegua y Tacna, y todo el
altiplano boliviano, buena parte de los cuales fueron cediendo ante el quechua, fenómeno que,
como dijimos, no ha concluido aún. Particulannente notorio en este punto es el hecho de que,
tal como ya lo advienen las fuentes de los siglos XVI y XVII (véase, por ejemplo, nuestro
epígrafe), tales hablas no presentaban, como hasta la fecha, mucha variación dialectal.

4 En su nota de pie número 7 (cf. p. 4) la a utora trata de justificar el empleo del término español en
vez del de castellano, aduciendo que tiene un "uso y aceptación generales tanto en España como en
el resto del mundo". Ello es cierto en parte, pues ocurre que, tal como lo señalara ya /\mado Alonso
(1958), tanto en España, por razones ideopolíticas, y en América, por razones de arcaísmo, se sigue
empleando el térnúno castellano. Y es precisame nte en el co no sur -Perú, Bol.ivia, Chile y Argen-
tina- en donde prevalece dic ha desig nación, mientras que en los demás países, más bien por influen-
cia del inglés, se ha ido generalizando el térnúno español. /\ sí, pues , el empico de esta desi gnación
en el área andina no pasa de los medios académicos, den un ciando de esta manera un uso reci.:nte.
No debe extrañar entonces que fuera una lingüista de habla inglesa qui en mostrara una predil ección
por un término de claro sabor anglicista, por mucho que és te sea de corte español.

108 Revista Andin a, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

1.3.1. En relación con la familia aimara, debemos observar que la existencia de dos
lenguas en el interior de la rama Lupina -resto del aimara central-, propuesta por Martha
Hardman ([ 1966 J 1975), nunca ha sido demostrnda convincentemente. En efecto, como lo
adelantamos en otra parte (cf. Cerrón-Palomino 1994a), las isoglosas fonológicas, morfológi-
cas y léxicas aducidas son insuficientes como para separdí al jacaru y al cauqui como idiomas
diferentes, sobre todo cuando sabemos que los datos con que contamos para el último son
magros, y, de otro lado, se trata de entidades geográficamente cotérrninas: ambas se hablan,
si lo último puede decirse aún del cauqui, en el mismo distrito Lupino de Yauyos (Lima). De
manera que seguir postulando dos "lenguas" para la rama central sólo puede explicarse, a
falta de mayores pruebas, como el acatamiento pasivo a un mal entendido criterio de auto-
ridad. Para nosotros, como lo demostraremos en otro momento, el jacaru y el cauqui no son
más que dos variantes locales y mutuamente inteligibles de una misma lengua: la lupina.
Curiosamente, si aplicárdfnos los criterios que se han seguido para el reconocimiento de dos
lenguas dentro de aquélla, los dialectos quechuas interdigitados de la misma provincia de
Yauyos vendrían a ser lenguas diferentes, cosa que no ha pasado por la mente de ningún
quechuista (cf., por ejemplo, Taylor 1994).

1.3.2. Las observaciones hechas en tomo a la magnificación de las diferencias


interdialectales dentro de la rama Lupina valen también para los cálculos glotocronológicos
de separnción entre el jacaru y el cauqui, y entre éstos y el aimara collavino o altiplánico.
Según ellos, el aimara collavino se habría separado del jacaru alrededor de 480 d.C. y del
cauqui cerca de cuatro siglos después, hacia 840 d.C.: así, pues, habría existido una mayor
ligazón histórico-cultural (prolongada en varios siglos) entre la mencionada rama collavina
y el cauqui. Tales cálculos, realizados por M. Hardman ([1966) 1975) y adoptados por Torero
([1970) 1972), tampoco pueden ser aceptados seriamente. Aparte de las debilidades intrínse-
cas en la concepción del método y su aplicación a realidades sumamente complejas como el
mundo andino (con una vieja historia de movimientos poblacionales inducidos), los cómputos
siempre estuvieron sesgados por la escasez de datos para el cauqui, cosa reconocida por la
propia Hardman; y, para remate, nunca fueron dadas a conocer las listas léxicas empleadas
para dicho efecto. Por lo mismo, la mayor comunidad vocabular atribuida al cauqui y al
collavino (¿qué de especial tenía el pueblo cachuino para mantener un lazo más fuerte y
duradero con el collavino, a diferencia del Lupino?) nos parece una ficción, y estamos seguros
que, con una mejor y completa selección léxica, aun admitiendo la fragilidad de los cálculos
glotocronológicos, las cifras podrían cambiar sustancialmente. Por lo demás, queremos pensar
que la única razón por la qué Torero nunca ha cuestionado dichas apreciaciones obedece a
su propia debilidad por el mencionado método, por mucho que su aplicación lo lleve a repeti-
das rectificaciones, cuando no a obvios contrasentidos5 •

5 Esto último ocurre, por ejemplo, en uno de sus recientes trabajos sobre el uru-chipaya (cf. Torero
1992), en el que s u cotejo léxico entre el iruitu-ancoaqui y el chipaya le da un índice de separación
de 13.3 siglos, es decir alrededor del s. VII de la era cristiana Es to, dice el autor, "nos pone indu-
dablemente entre dos lenguas diferentes, entre las cuales cualquier tentativa de comunicación en el
presente siglo habría fracasado o tenido que vencer excesivas dificultades". Señala, líneas más abajo,
que un intento realizado por Wachtel para conseguir la intercomprensión entre los hablantes de cada

Nº 1, julio 1995 109


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

1.3.3. Si deleznables son los tiempos de separdCión postulados para el desmembramiento


del protoaimard y sus fases siguientes, igualmente débiles resultan las correlaciones histórico-
culturales que propone Torero ([1970] 1972), y que tanto Hardman como Briggs aceptan,
asociando las cifras de separación jacaru-collavino y cauqui-collavino con distintas etapas de
difusión del aimara (aru, en la terminología del autor), idioma atribuido al pueblo huari. Esta
asignación tiene que ver, como se sabe, con la posición asumida por el mencionado lingüista
respecto de aquella civilización, que pard él no habría constituido un estado imperial sino
apenas un gobierno local, tesis compartida por la arqueóloga Shady (1982). Una de las ra-
zones, si no la fundamental, por la que Torero cuestiona la existencia de un imperio huari
es el hecho de que, de haber existido una organización tal , ésta habría fomentado una "lengua
general", como la que hubo en el imperio incaico, y, sin embargo, lo que él entrevé es la
coexistencia de varias lenguas correspondientes, a falta de una unidad política, a otros tantos
estados regionales. Este argumento se tomará circular en manos de Torero y Shady: el primero
dirá que, según los arqueólogos, no hubo estado imperial huari , y la segunda, a su tumo , dirá
que, de acuerdo con los lingüistas, tampoco hay evidencia en dicha dirección. Lo cierto es,
sin embargo, que hoy nadie parece dudar de la ex istencia ele tal imperio (cf. Bonavía 199 1:
Cap. IX, esp. 422, pard un balance reciente), y, como ya lo adelanta el propio Bonavía, la
existencia de un imperio no implica necesariamente la vehiculización de una lengua común:
en efecto, dentro del mismo estado inca, como sabemos, coex istían tres o cuatro lenguas
generales, y, por consiguiente, nada impide pensar que Huari pudo haber sido igualmente un
estado plurilingüe. De otro lado, como se sabe, el esquema temporal ele diversificación del
protoquechua propuesto inicialmente por Torero ([1970] 1972), y que postulaba el año 880
d.C. como la fecha aproximada de su difusión inicial (fecha, además, coincidente con la
segunda expansión del aimara), fue drásticamente replanteado después (a despecho de las
cifras arrojadas por el cálculo glotocronológico), para situarlo en un período anterior "sufi-
cientemente largo", que bien podría coincidir con los comienzos de nuestra era (cf. Torero
[1978) 1983). Si asumimos que el quechua central es producto ele la primera escisión del
protoquechua, y que, dentro de aquél, por lo menos el Valle del Mantaro acusa cierta dosis
de sustrato aimara (cf. Cerrón-Palomino 1989), entonces obviamente la primera dispersión de
esta lengua debió real izarse antes de la era cristiana, y, por consiguiente, en una etapa muy
lejana respecto de Huari, que habría siclo quechua (cf., para esto último, a partir de una nueva
fechación , y sobre la base de un estudio paralelo de la evolución del quechua y de los tipos
de maíz en el área andina, Bird, Browman y Durbin 1984). Finalmente, sobre la expansión
del aimara sureño, esta vez en el altiplano, y que Torero postula como ocurrido en el trans-
curso del s. XIII, volveremos a tratar a propósito ele las zonificaciones dialectales propuestas
por nuestra autora y de los intentos de correlación arqueológica que se han venido postulando
en los últimos años (cf. Browman 1980, 1981, 1984; ver§ 10.2).

"idioma" había fracasado aparatosamente. Sin embargo, el propio Wachtcl (1990: 1 Parte, Cap. VI,
279-280) nos cuenta, emocionado, todo lo contrario; y, por si esto fuera poco, el educador boliviano
Félix Barrientos nos refiere que, una década antes, el lingüista norteamericano Ronald Ol son , que
convivió 16 años con los chipayas, había conseguido, igualmente, que los grupos mencionados "char-
laran sostenidamente" empicando sus propios dialectos (cf. Barrie ntos 1990: 22).

11 O Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

1.4. En la última sección del capítulo examinado, la autora proporciona infonnación


respecto de los procedimientos seguidos en la investigación dialectológica. Nos habla allí del
propósito de sus pesquisas (básicamente el develarniento de isoglosas que pennitan no sólo
zonificar los dialectos sino también clasificarlos en base a la compartición de rasgos comu-
nes), de las fechas en que se realizó el trabajo de campo, de los métodos de encuesta em-
pleados (valiéndose de un cuestionario elaborado para tal efecto y de la elicitación de textos
libres), de la lengua de abordaje (básicamente el castellano de la zona, y con la asistencia de
dos mujeres bilingües, que actuaron como intérpretes), y de las localidades estudiadas así
como de las características de los informadores consultados.
En relación con este último aspecto, los puntos visitados en el lado peruano incluyeron
Huancané y Juli, en el departamento de Puno; Calacoa, en el de Moquegua; y Tarata y
Sitajara, en el departamenlO de Tacna; del lado boliviano se visitaron Corque y Salinas de
Garci Mendo,.a, en el departamenlO de Oruro; Calacala, en el de Potosí; y Compi y Achocalla,
en el departamento de La Paz. Fuera de ello se obtuvieron datos, aunque indirectamente (sin
visita personal), de las localidades de Socca (Acora, Puno), Jopoqueri (Carangas), Morocomarca
(Bustillos, PolOsí), Jesús de Machaca, San Andrés de Machaca y Taraco (Ingavi, La Paz).
Según declara la autora, la elección de las localidades se hizo al azar, dependiendo de la
accesibilidad de la zona y de los contactos que pudo establecer en las fases iniciales del
trabajo de campo. ws infonnadores ("consultores", según se prefiere llamarlos), en total 55,
de ambos sexos, de diferentes edades y ocupaciones, de distintos niveles de educación fonnal
(desde analfabelOs hasta universitarios), tenían en su mayoría menos de 40 años, y eran bilingües
en distinto grado (cf. Cuadro 1-l, p. 15). Con excepción de Morocomarca, el promedio de
individuos consultados fue de 6, y la razón del predominio de bilingües se debió, según se
precisa, bien a la avanzada edad y al estado de salud achacoso de las personas mayores,
reputadas de monolingües, bien a la inaccesibilidad de lugares en los que podrían haberse
encontrado con más facilidad hablantes exclusivos del vernáculo.
Como se podrá inferir, tanto la selección de las localidades, librada al azar, como la
elección de infonnadores, predominantemente bilingües, constituyen serias desventajas del
trabajo de campo, las mismas que incidieron, inevitablemente, en el tipo de resultados ob-
tenidos: lejos se está de poder obtener una visión global de los dialectos en su conjunlO
(incluso sin aspirar a la exhaustividad) y no sería raro que algunos de los datos recogidos
hayan sido dislOrsionados por la interferencia del castellano, lengua predominante en la mayoría
de los bilingües, a pesar de los esfuerzos de la investigadora por controlar dichos efectos.
Asombra constatar dichas limitaciones tratándose del estudio d~ una lengua aún vigorosa en
todo el altiplano; paradójicamente, a lo largo del libro nos toparnos con frecuentes dudas e
inseguridades respecto del registro de tal o cual rasgo (que los hablantes parecen haber
advertido o creen recordar), quedándonos con la sensación de estar frente a una lengua con
poquísimos hablantes o en peligro de extinción, cuando nada de esto es cierto seguramente.
De otro lado, como ya lo adelantamos, el operar con un modelo gramatical como el que
subyace al Compendio significó otra desventaja metodológica, pues no permitió indagar por
fonnas, construcciones y usos no registrados en él, amén de haberle impedido por completo
a la autora la necesaria visión histórica de los hechos, endeudado como está dicho modelo
con un enfoque idiolcctalista local y estrecho. Ciertamente, la investigadora recurrió
ocasionalmente al jacaru, lengua hennana (cf. Hardman 1983), con el objeto de obtener una

Nº 1, julio 1995 111


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

visión más "profunda" de la variación dialectal; lamentablemente, dicha óptica se vio igual-
mente reducida por el tipo de material consultado, que a su vez sirvió de modelo al Compendio.
Otra hubiera sido la situación de haberse tomado como punto de referencia al propio Bertonio,
a menudo injustamente reprochado por los aimaristas de la Florida, que jamás hicieron un
verdadero esfuerzo por valorarlo en su verdadera dimensión, tildándosele simplistamente de
latinizante o de normativista a ultranza (cf. Briggs 1985).
Debemos dejar sentado, por lo demás, que lo dicho en el párrafo precedente no debe
interpretarse como un mezquino regateo al estudio solitario y sacrificado que asumió nuestra
autora, precisamente deseosa de ampliar las informaciones escuetas que se encuentran reunidas
en los trabajos de sus colegas de la Florida. De hecho, a nadie escapa que, antes de su estudio
dialectológico, las informaciones que poseíamos sobre las variaciones internas dentro de la
lengua collavina eran nulas o imprecisas en términos geográficos. De manera que, gracias a
su obra, Lucy Briggs siempre será considerada como la iniciadora de los estudios dialcctológicos
del aimara sureño, por mucho que el suyo sea, como ella misma se adelanta en reconocer
hidalgamente, un estudio "incompleto" (cf. Cap. 10, p. 407): en verdad, de ella y de su obra
podemos decir que se cumplió cabalmente aquel verso latino que reza ars longa uita breuis.

2. Fonología. En el capítulo segundo, la autora trata sobre la<; variaciones que afectan
al sistema fonológico así como a " la forma fonológica de los morfemas" (sic). Luego de
ofrecer el inventario de fonemas, que suponemos es de corte pandialectal, discute las realiza-
ciones alofónicas de algunos de los segmentos críticos (básicamente consonánticos) así como
de las restricciones en su distribución (= fonotaxis), para referirse después, de pasada, al
acento. La parte central del capítulo está destinada a la presentación de las variaciones intra
e interdialectales tanto de carácter vocálico como consonántico. Recoge también , al final,
variaciones de tipo más bien esporádico (metátesis), morfofonémico y hasta léxico. Sólo así
entendemos, parcialmente, el encabezamiento del presente capítulo, pues los procesos
morfofonémicos, que el título sugiere, son tratados en el siguiente.
En un esfuerzo por ofrecer una evaluación en conjunto de los fenómenos presentados
quisiéramos señalar que nos encontramos aquí ante un trabajo puntilloso de inventario y
registro en el que sin embargo está ausente todo intento por sistematizar los fenómenos
consignados: en efecto, se listan allí, en forma indiscrimada, lo regular y esporádico; lo natural
y lo accidental, y hasta superíluo; aquellos que responden a presiones paradigmáticas y los
que resultan casos aislados e idiosincráticos, en un análisis que pone en un solo saco lo
propiamente fonético y/o fonológico con lo morfofonémico e incluso léxico. De esta manera,
dejando pasar la naturaleza y propiedad de los fenómenos tratados, la variación es presentada
atendiendo a la serie de los segmentos involucrados, hecho particularmente notorio en el caso
de las consonantes; y en cambio se la subcategoriza gramaticalmente (por su registro ya sea
en los nombres o en los verbos, ora en los sufijos ílexivos ora en los derivacionales, etc.),
como si los fenóm~nos registrados operaran respondiendo a tales clases y subclases
morfológicas. Fuera de ello, ausente está igualmente todo intento por ver los procesos en su
dimensión y proyección "históricas", sin recurrir necesariamente a la reconstrucción, para lo
cual sólo bastaba afinar la observación y aguzar la imaginación. Se trata, una vez más, de un
registro cuidadoso, pero enteramente crudo, en el que los fenómenos son listados (o, mejor,

112 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

hacinados) con poca o nula discusión de los mismos. No creemos que la autora no estuviera
en condiciones de examinar críticamente los puntos tratados: esporádicamente nos ofrece
buenas muestras de ello (como la nota de pie 11, en que se anima a zafarse de la visión
estrechamente sincronist.a); lo que ocurre es que, como lo venimos señalando, fue víctima del
mcxlelo de análisis empicado, ortcxloxamente taxonomisla, propio del dcscriptivismo norte-
americano en su versión más recalcitrante. En lo que sigue discutiremos algunos de los puntos
más críticos que ilustran precisamente aquello que hemos señalado.

2.1. Conforme se indicó, el capítulo se abre con la presentación del inventario fonémico
de la lengua, el mismo que, al incorporar el fonema frl/ (representado por <nh>) no compar-
tido por Lodos los dialectos, y aunque la autora no lo dice, pareciera que tuviera carácter
pandialect.al (o diasistemálico) 6 • Dos son los segmentos que se destacan, dentro del inventa-
rio, tanto al presentarlo como al tratar sobre los alófonos consonánticos y la fonotaxis: los
fonemas fricativo velar /xi (<j> en la notación ortográfica) y la mencionada nasal velar frl/.
En relación con el primer segmento se nos dice que su articulación varía entre la de
una aspiración plena [h] y la de una velar [XL que puede llegar a ser prevelar y hasta palalali-
zada (cf. también not.a 2). Es más, hay dialectos en los que txJ y /x/ (postvelar) pueden alter-
nar en un mismo morfema, como en la marca de la primera persona posesora, que en la Paz
varía entre f-xa] y [-xa]. Pues bien, aparte de la fluctuación obvia en la realización de Lales
segmentos y su consiguiente inestabilidad, creemos que la descripción ofrecida se resiente de
la confusión de niveles de análisis: por un lado, está el fonema /h/, al que se le pretende asociar
con el alófono [XL proveniente de /k/ (Lal el caso del llamado "derivacional incomplelivo" -ja,
"cuyo alomorfo en La Paz es /-ka/', p. 23); por el otro, se encuentra el fonema /x/, histórica-
mente proveniente de* /q/, que suele adelantarse, alternando con el alófono [Xl (proveniente de

6 Debe señalarse que los símbolos empleados para representar las consonantes no se ajustan a los del
lPA, y en cambio responden al bien conocido al fabeto de Juan de Dios Yapita, por muchos años
investigador asociado a los lingüistas de la fl orida. Dicho alfabeto, híbrido por naturaleza, en tanto
busca conciliar criteri os fono lógicos y prácticos a la vez, difiere de los sancionados oficialmente tanto
en Boli via como en el Perú, como la autora se adelanta en señalar (cf. nota 2), en la representación
de las consonantes aspirnda~: en lugar de la <h> empicada para marcar la aspiración en éstos, aquél
hace uso de las comi ll as (por ej., /ph/ versus /p"/). Otro punto dis(,-repante es también el empico de
la diéresis para marcar la vocal larga, que en el sistema de Yapita se representa mediante los dos
puntos (verbi gracia, /á/ versus /a:/). Observemos, de paso, que el empleo de <h> en lugar de las
comill as es una clara ventaja del alfabeto oficial (después de todo, las comillas son siempre necesarias
para la~ citas!); no así el uso del diacrítico para las vocales largas, aunque es preferible al empleo de
los dos puntos. Nótese, por lo demás, que los defec tos mencionados en la elección de grafías obedece
al hecho de que sus patrocinadores elaboraron alfabetos de tipo puramente transicional, muy lejos de
imaginar un verdadero sistema escriturari o que potenciara el desarrollo literario de la lengua Cuando
mucho, di chos alfabetos podrían servir como medios de transcripción de la literatura oral. De allí que
no sorprenda que se haya descartado el empleo de los signos de exclamación y de interrogación,
aduciendo que "s u significado es comunicado por sufij os finales" (cf. Cap. 1, p. 18). De acuerdo, pero
ocurre que en la interacción verbal (por ejemplo, en los diálogos) surgen tranquilamente oraciones
interrogativas que no portan necesariamente tales sufijos, aunque vayan acompañadas de una ento-
nación especial. ¿Cómo representar emisiones de este tipo? Es que escribir novelas y c uentos en
ai mara parece utópico por el momento, pero un buen al fabeto debe estar equipado de los caracteres
necesarios para cubrir eventualmente tales requerimien tos.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

*/k/). El error radica, como se ve, en subsumir en un solo fonema las realizaciones de dos
entidades distintas (jh/ versus /k/), cosa que se consuma al otorgar estalulo de fonema a la
realización alofónica de /k/, recurriendo además a la grafía <j> para representarla, hecho que
se encargó de consolidar el error7 . Después de lodo, parn darse cuenta de que [):) no era
realización de /h/ no era necesario sumergirse en el tiempo: bastaba con la observación dialectal.
De manera que, para ser coherenle con su carácler pandialectal, el inventario fonémico debía
conlemplar únicamenle /h/ y /x/, dejando la fXI como alófono esporádico de /k/, o, en lodo
caso, reconocer la exislencia de un nuevo fonema: el velar /x/ (cf. [sar-h-il - [sar-):-i] 'se
oxidó' versus [sar-x-e] 'se fue', donde se contraponen [-xa) (realización de /-ka/ "incomple-
tivo" y -xa (provenienle de *-qa) 'completivo'). En cualquiera de los casos, nólese cómo eslos
segmemos tienen una baja carga funcional , produclo de su di stribución defectiva8 .
Por lo que loca a la frl/, registrada por el aimarn cemral (el jacaru, por ejemplo), grncias
al trabajo de la aulora hoy podemos conocer de su existencia en varios dialeclos de la rama
altiplánica: así, se la encuentra en Jopoqueri y Corque (provincia de CardI1gas, departamento
de Oruro) al igual que en los distritos de Tarata y Sitajara de la provincia peruana de Tarata
(Tacna). Se nos dice también que el fonema se registra en el aimara chileno (cf., en efeclo,
Clairis 1976) y en el hablado en algunos punlos del departamenlo peruano de Puno (en la
provincia de Chucuilo; y, agregaríamos de nuestra parte, en la de Huancané). Como en el
jacaru, el segmento se da en algunos morfemas específicos y en contadas raíces: ac;í, por
ejemplo, en marka-T]a 'mi pueblo' (cf. jacaru mark-T]a) y sara-T)a 'iré', donde -T]a marca
la primera persona; pero también en raíces como aT)anu 'mejilla' y paT)ara 'batán'. Pues bien,
el hecho de que tanto el aimara tupino como el collavino registren el mismo segmenlo, pese
al tiempo y a la distancia de separación entre ambos grupos, nos está indicando que estamos
ante un rasgo de retención compartido y quizás heredado de la lengua ancestral, en la que
se habría fonologizado, como sostiene últimamente Adelaar (1994), a partir de un alófono
originario de */n/ ante la vocal /a/. Por nuestra parte, creemos que, sobre lodo frenle a una
forma como [maT)a) 'abajo', del jacaru, vis a vis su contraparte collavina [maT]qha) 'debajo,

7 De esta manera un fonema genuino del aimara, como de las lenguas andinas en general, quedó des-
cartado del inventario consonántico. Para ello se adujo, entre otras razones, el argumento peregrino
de que la <h> era "muda"; pero lo que se olvidó señalar es que esa mudez vale sólo para la <h>
castellana y no para la de las lenguas andinas! Además, cabe la preg unta: ¿para quién se elaboró el
alfabeto? Obviamente no para los castellanohablantes, y, sin embargo, se operó como si fuera para
ellos precisamente. El alfabeto aimara oficial peruano peca también de semejante gravísimo error (no
obstante que el del quechua, siempre en el caso del alfabeto peruano, sí contiene <h>). Es sólo por
razones de "disciplina" normativa que nosotros hemos acatado dicha representación (cf. Cerrón-
Palomino 1994b), pues, de lo contrario, gustosamente habríamos recurrido a la <h>. Para éste y otros
puntos, ver Cerrón-Palomino (1992).
8 De paso, ya puede verse cómo el quechua y el aimara comparten, al menos históricamente, los mismos
fonemas: */h/ y */q/, el primero igualmente de bajo rendimiento funcional. El segmento /x/, que
distingue sincrónicamente al aimara del quechua, existe como alófono de /q/ en esta última lengua.
Por lo demás, los datos dialectológicos proporcionados por la autora confirman el origen de /x/ del
aimara, proveniente, aunque no "regularmente", del desgaste de /q/. Tal debilitamiento no se da en
posición inicial absoluta de palabra; de allí que no sorprenda el hecho de que, en cuanto a su distri-
bución, dicho segmento sea raro (la autora cita un par de ejemplos, que bien pueden ser formas
sustratísticas muy antiguas o fal sas "normalizaciones" con /x/ inicial).

114 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

dentro', la nasal velar se habría originado, de manera natural, ante una consonante postvelar,
que luego desaparecería (otra de las realizaciones de la marca de la. persona es, precisamen-
te, -xa, es decir proveniente de *-qa). Nótese, finalmente, cómo en este caso, al igual que en
muchos otros, estaríamos frente a cambios morfológicamente condicionados y no automáticos.
De allí su ocurrencia en contextos gramaticales precisos, y en el caso de los ejemplos de
carácter lexemático, es muy posible que ellos sean relexificaciones de formas originaria-
mente complejas. No ext.r'dñe, por lo demás, su distribución defectiva: de allí que no pueden
sonar sino ingenuas las palabras de nuestra autora, cuando confiesa que en sus "investiga-
ciones no se han encontrado todavía palabras que empiecen con nh, ni las sílabas nhi ni nhu
al interior de palabra" (p. XXV, nota 2).

2.2. En relación con las alternancias vocálicas (cf. sección 2-3.1), aparte de su listado
por categorías de raíces y sufijos (aquí y en los demás casos ofrecidos), que nos parece
completa- mente irrelevante, lo que resulta incomprensible es el hecho de que se ponga en
un mismo pie aquello que parece variación esporádica e idiosincrática (del tipo achachi -
achichi 'anciano', khusa - khusi 'bonito' <cast. cosa, aruma - arama 'noche', qinaya -
qinuyu "nube', jaki-si-ña - jiki-si-ña 'encontrarse', etc.) de lo que parece ser más bien
producto de la presión paradigmática de los subsistemas flexivos y derivacionales verbales,
en algunos de los cuales pueden encontrarse incluso los restos de antiguos procesos de ar-
monía vocálica, nada ajenos a la familia lingüística (como, por ejemplo, la alternancia entre
-itana - -ituna 'remoto de conocimiento directo', en la relación 3> 4, etc.). Es posible que,
en última instancia, incluso las variaciones aparentemente idiosincráticas (que afectan igual-
mente a ciertos sufijos independientes como -puní - -pini 'enfático') no sean sino el resul-
tado opacado de antiguos cambios regulares. Por ejemplo, la alternancia -waya - -wiya
' distanciador' puede explicarse fácilmente como producto de un fenómeno de asimilación. Lo
cierto es que con la simple inventariación de los datos es difícil saber si estamos frente a casos
similares o no. Como se dijo, la autora no discute nada de esto, excepto en el caso del
préstamo iwisa - iwija 'oveja', y sólo se limita al ordenamiento taxonómico de las alternancias.
Por el tipo de discusión que ofrece en relación con el préstamo mencionado (cf. p. 29) no
podemos sino dejar de lamentar que no hubiera hecho otro tanto con respecto a los demás
casos, especialmente en aquellos que se insertan dentro de los subsistemas morfológicos. Por
lo demás, en un caso por lo menos no sabemos si estamos frente a un hecho fortuito debido
al tipo de registro en el que fue detectado o si se trata más bien de una relexificación: nos
referimos a la forma ninkhra 'hace un rato' , encontrada en Morocomarca (lugar no visitado
por la autora), en lugar de la versión "completa" ninkhara.

2.3. En cuanto a la variación consonántica, advertimos el mismo tratamiento atomístico


y asistemático: se listan allí meras fluctuaciones, fenómenos de debilitamiento gradual, restos
de cambios truncos, efectos de reducciones, etc., todos ellos de manera indiscriminada. Se-
guidamente ofrecemos algunos ejemplos que ilustran lo que acabamos de señalar.
Así, al tratar sobre las oclusivas y africadas en general, se enumeran fluctuaciones,
tanto intra como interdialectales, del tipo jupa - jupha 'quinua', pisqa - phisqa 'cinco',
tapa - thapa - thapha 'nido', jampi - jamp'i 'tostado', jaypu - jayphu - jayp'u 'tarde',
k'uti - k'uthi 'pulga', phucha - phuchha 'hija', laqhu - laq'u 'gusano', etc., que se re-

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

gistran incluso en préstamos como khuchi - khuchhi 'cerdo' , kusa - khusa, al lado de
alternancias parecidas que afectan a ciertos morfemas específicos. Tal, por ejemplo, los casos
de la marca del imperativo -pha - -pa, la primern persona aclorn en la relación l> 3 -tha
- -ta, el ablativo -tha - -ta, el derivacional -khata - -kata ' a través', cte. Frente a la na-
Luraleza aparentemente arbitraria de las f1ucLuaciones entre las formas laringalizadas y las
simples en el léxico, en el segundo caso estamos ante morfemas que exhiben una aspirada
que no es, con Lodo seguridad, el resultado de una presencia flucluanle sino de un origen
etimológico, y que, por simplificación, pierden dicha modificación (de otro modo no se
explicaría el contraste entre -tha 'l> 3' y -ta '2> 3', por ejemplo, vigente aún desde los tiempos
de Bertonio).
Por otro lado, como en el caso de las vocales, no se diferencia entre fenóm enos
naturales de desgaste de aquellos que resultan esporádicos o accidentales, e incluso de los
que constituyen casos de generalización de reglas perfectamente sistemáticas. Así, por ejem-
plo, la alternancia que muestra el llamado incompletivo entre -kha - -ka (Salinas) y -ja
(Jopoqueri), sólo puede explicarse a partir de una simplificación en doble dirección:
deaspiración (y entonces se tiene -ka), y fricativización por influencia de la glotal (dando la
variante -ja). Este fenómeno es ciertamente diferente de casos como el de kiwa-ña (J uli) versus
jiwa-ña 'morir' (a menos que se postule una forma originaria no atestiguada como
*khiwa-); pero también lo es de kijpa (Jopoqueri) frente a kikpa 'mismo', pues el primero
muestra una generalización de la regla de cspirantización obligatoria que controla el canon
morfológico de las raíces: en el presente caso estamos en verdad frente a kiki-pa (cf. Quechua
kiki-n), o sea una forma compleja, inmune a la regla (de allí que lo normal sea kikpa, luego
de la elisión vocálica), pero que, en dialectos como el de Jopoqueri, presenta espirantización
en el nivel de palabra. Lo ideal habría sido, en casos como éste, que la au!Ora explorara hasta
qué punto dicha generalización es válida o no, pues también podría tratarse de una simple
relexificación (reinterpretación) de la forma mencionada. Por lo demás, fenómenos de desgaste
parecidos a los mencionados previamente parecen ser las variaciones entre [q] - [x] no sólo
en el léxico (así anuqara - anuxara 'perro') sino también en ciertos sufijos (cf. el morfema
completivo -qa, encontrado en Calacala, que obviamente es la forma originaria de -xa). Lo
propio puede decirse de las variaciones entre -taki - -tay 'benefaclivo' (Sit:ajarn), -ki - -ji
- -y 'limitalivo' (Sitajara), o el polimorfismo de -raki 'estativo', cuya forma más reducida
es -ra: (en este caso podríamos reconstruir los siguientes pasos evolutivos: -rakhi> raji> rayi>
ray> ra:). Otra instancia que ilustra la indistinción entre un hecho esporádico y otro regular
es la variación entre, por ejemplo, chunkha (Salinas) - sunkha (Sitajara) 'barba' o chiqha
(Compi) - siq'a (Jopoqueri) 'ala', frente a phichqha (Calacala) - phisqa (La Paz) 'cinco';
en este último caso estamos ante una retención de la africada en un contexto en el que se
espera la sibilante, violando de esta manera la regla de estructura morfémica mencionada en
párrafos precedentes. Lo propio puede decirse de la forma ichk'a (Sitajarn), en lugar de isk'a
(que resulta anómala por no haber suscitado la prótesis de /h/) o, mejor, hisk'a 'pequeño' 9 .

9 Gracias a la evidencia ofrecida por la variedad tacneña, podemos ahora identificar dicha palabra como
préstamo del quechua ichik (el paso que siguió en su proceso de asimilación fue *ichik> ichika> ichka>
ishka> iska, y con glotalización de /k.'/, finalmente hisk'a; cf. con la variante husk'a, que apunta a
la forma quechua *uchuk).

116 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

Igual de esporádicas, y por consiguiente superfluas, son las variaciones entre /j/ -
/mi, /ji - /n/, /j/ - /ñ/, /j/ - /w/, N - /Ti (aquí incluso se da como fonnas allemantes luxt'u
y lluta para 'lolalmenle sordo', voces ambas tomadas del quechua, y que nada tienen que ver
entre sí, excepto por la metáfora de lluta 'tapado (con barro)'), así como la de /x/ - /0/; mas
no así las de /l/ - /n/, ffl - /ñ/, /1/ - /r/, /rn/ - /w/, /ñ/ - /y/, /w/ - /y/, algunas de las cuales
son comunes a las regislradas históricamenle por la rama central (La! los casos de N - /ni y
/f/ - /ñ/) e incluso por el quechua (cf. § 2-3.2.3). La variación /j/ - /r¡/ resulta ilustrativa, de
paso sea dicho, para tratar de explicar el origen de la nasal velar (cf. § 3.1 ): en efecto, la
forma [a11xanu] 'cara, mejilla', regist.rnda en Guallatire (Tarapacá), puede dar cuenta de [ar¡anu]
(Sit.ajara) y de [axanu] (propia de otros lugares), pues ahora podemos ver al elemenlo
condicionante de la nasal; lo propio puede decirse de ja11ayu (Zepita y Chucuilo) frenle a
ajayu 'alma': en el primer caso hubo metálesis a partir de *a11xayu. De otro lado, registros
como los de -rayku 'causativo' o kinsa 'tres', propios de Morocomarca (Potosí), sólo pueden
estar indicándonos représt.amos recientes del quechua polosino, pues las fonnas originarias de
tales adquisiciones indican, por un lado, que, cuando se loma el causal rayku, ésle es aún
una fonna autónoma pospuesta (de allí entonces el cambio r> 1en inicial de palabra, riguroso
en el aimara en general); y, por otro lado, cuando se adquiere la palabra 'tres', el quechua
inca aún no había realizado el cambio m> nen final de sílaba, y por eso kimsa. En fin, para
terminar con esle punlo, corroborando nuestras observaciones, nólese cómo resulta enlera-
menle superfluo listar dentro de la "alternancia" /m - n/ el caso del sufijo 'instrumental/
comitalivo' -mpi - -nti (que se da en Jopoqueri, Morocomarca y Calacala): ocurre que la m
de -mpi es simplemente una /n/ asimilada al punto de articulación de la bilabial siguiente(!);
en fin, lo propio podemos decir de la variante payla-ña (registrada en Calacala) en lugar de
parla-ña: una vez más, lo accidental se lista juntamente con lo sislemático (¿o es que hay
un cambio r> y?).
Lo propio acontece cuando se nos habla de la fluctuación entre /j/ inicial y cero:
obviamente no es lo mismo encontrar la fonna awira (Juli) frente ajawira 'río' (en los demá<;
lugares) que variaciones del Lipo axt'aña (Juli) versus jaxt'aña 'feo' (Sitajara). En el primer
caso estamos frente a un hecho accidental; en el segundo, en cambio, se está ante los efeclos
de la lhJ protélica, toda vez que la raíz conliene una consonante glolal: es decir, la autora no
distingue entre la /h/ genuina (caso de hala- 'correr') de la /h/ espuria (rebole de la glotal),
común a las lengua<; aimara y quechua (en su variante cuzqueño-boliviana), ni parece inmutarla
el hecho de que fonnas como axt'aña o ichk'a (Sitajara) están violando la regla de prólesis
glotálica. De paso, la aulora cita algunos ejemplos entresacados de Bertonio ([1603] 1879),
los mismos que, según ella, ilustrarían dicha variación. Así, frente a las fonnas jayp'u 'tarde'
y jamach'i ' pájaro', registradas en La Paz, el jesuita recoge aypu y amachi, respectiva-
mente; y en lugar de aycha 'carne', urna- 'beber', irpa- 'llevar a alguien' y juta- 'venir',
recoge haycha, huma-, hirpa- y huta- - uta- 'venir', respectivamente (nonnalizadas con
<j> por la aulora). Una vez más, no est.amos frente a un mismo caso. En relación con el
primer !,TJ1Jpo de ejemplos, pudo ocurrir lo siguiente: o que tales palabras no contenían una
consonante glotálica (y enlonces no había estimulante para la prótesis), o que el jesuita
simplemenle omitió la /h/ inicial; en cuanto al segundo grupo de ejemplos, obviamente est.amos
anle una <h> muda, con excepción del último, que sí portaba /h/ genuina (nótese la vacilación
del gramático). En fin, el mismo error se comete al listar bajo un mismo rólulo la allemancia,

Nº 1, julio 1995 117


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de naturaleza esporádica, entre mimilla (Sitajara, y Bert.onio) e imilla 'muchacha' , y la síncopa


de que es objeto el sufijo de l> 2 futuro -mama, que alterna con -:ma (en Juli , Socca y
Huancané), al parecer con el alargamiento compensatorio; y el colmo del hiperanálisis viene
a ser el registro de ayncha (en Corque), en lugar de ancha ' mucho' , voz de origen quechua,
que apenas muestra palatalización de la nasal.
En las secciones siguientes (cf. § 2-3.3), la autora trata sobre la reducción de secuencia~
de segmentos que desembocan en alargamiento vocálico por compensación. El primer caso
presentado es el conocido fenómeno de la elisión de yod en posición intervocálica homorgánica
y la consiguiente contracción de las vocales encontradas en una sola larga (V 1yV 1> V:), ya
presente en tiempos de Bert.onio y nada ajeno al quechua (cf. Cerrón-Palomino 1989). Tales
los casos de naya - na: 'yo', khaya - kha: 'aquél', khuyu - khu: 'acullá', o el de phaya-
ña - pha:ña 'cocinar'; pero también el encontrado en los sufijos derivacionales -rpaya -
-rpa: 'acción múltiple' (tomado del quechua), -ya - -: 'causativo' , -waya - -wa: 'distanciador',
y otros más. Se trata de un fenómeno muy antiguo y persistente en la lengua, al parecer ya
trunco, pues son muchos los casos "opacos" que lo contradicen. Pese a su carácter "regular",
la autora lo trata juntamente con otros casos esporádicos, como los de ch'iyara - ch'ara
'negro' (Sitajara) y yawri-ña (Tiahuanaco) versus yari-ña 'nacer' (!): no sólo los contextos
son distintos sino que el educto de la regla es totalmente diferente. Incidentalmente, nótese
que Bert.onio ([1612] 1984: II, 72) da <cchaara> como variante de <cchiarn>, lo que hace
pensar en una forma antigua *ch'ayara; de otro lado, yuri- 'nacer' es raíz quechua, de modo
que la forma tiahuanquense es la desviante. El otro caso registrado tiene que ver con un
aspecto del polimorfismo que adquiere la la. persona posesora y su cuasi homófona marca
de la. persona futuro (l> 3). La primera marca se da como un simple alargamiento vocálico
en Socca (Acora) y Tiahuanaco (La Paz); la segunda, por el contrario, registra, entre otras,
-ja: Uuli, Socca, Huancané, Calacoa), -ña - -ña: (Salinas), -ya - -ya: (Morocomarca,
Calacala), -ya: (alternando con -ja:, en Socca y La Paz) y-: "en todos los lugares". En estos
casos, y al margen de la constatación del morfema involucrado, nos encontramos ante un
alargamiento vocálico final. No puede decirse que se trata de un fenómeno similar al que se
vio previamente, puesto que se da incluso el caso de formas como -ya: (posiblemente
proveniente de una instancia intermedia -ña:, y ésta a su vez de -ria, etc.). La pregunta es
de dónde proviene dicho alargamiento. Afortunadamente, la misma autora parece proporcio-
namos la respuesta, cuando, bajo el rubro /x/ - /:/ (sic!), nos hace ver que en Morocomarca,
Sitajara, Juli, Calacoa y Salinas el marcador de tópico -xa (<*-qa) se realiza como-:. De donde
podemos concluir, a título de hipótesis, que en la constitución de la primera persona tanto
posesora como futura intervino, si no la secuencia *-qa, el mismo marcador de tópico (ver
§ 4.8). Como puede verse, a diferencia del cambio *V 1yV 1> V:, aquí se está frente a un caso
de condicionamiento estrictamente morfológico, por lo que su tratamiento correspondía, como
el de fenómenos presentados, a la variación de tipo morfofonémico (es decir, al Cap. 3).
En la sección que lleva el rubro de metátesis (cf. § 2-3.4), se ofrecen dos procesos
heterogéneos: el primero ilustra, efectivamente, cambios metatésicos del tipo kikpa - kipka
'mismo' , qawra - qarwa 'llama', los préstamos quechuas qillwa - qiwlla 'gaviota', challwa
- chawlla 'pez', ch'ullu - lluch'u 'gorro', e incluso el morfema de 3a. persona del pasado
experimentado -tayna - -tanya; el segundo, en cambio, no es sino un caso más de la
fluctuación de las consonantes laringalizadas o de meras variaciones vocálica~ esporádicas,

118 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

como las vistas en las secciones precedentes (del tipo phisqa - pisqha 'cinco' o chhapi -
ch'ipi 'espina').
En las última~ secciones, y entreverclildo hechos disímiles, se nos ofrecen alternancias
que implican di stintos procesos de lexematización (del tipo añatunku - anathuya 'zorrino',
pisaqa - pisala 'perdiz', q'ura - q'urawa ' honda', etc.) e incluso casos que muestran si-
multáneamente metátesis y fluctuación de laringalizadas. Ejemplo de esto último es el de
musq'a - musqha (Calacala, Morocomarca) - musqa - moxsa 'dulce' (Huancané, etc.).
Incidentalmente, gracias a la evidencia dialectal, sabemos ahora que la fonna originaria de
esta voz fue *muqsa (una vez más, la /x/ proviene de */q/), habiendo conservado su oclusiva
postvelar en fonna intacta gracias a la metátesis: musqa y variantes. De paso, esta palabra
nada tiene que ver con el préstamo quechua misk'i 'dulce', con el que la autora pretende
asociarla. Otro fenómeno consi¡,rnado en estas últimas secciones es el polimorfismo que afecta
a ciertos sufijos flexivos verbales, como resultado de los procesos de elisión y truncamiento
vocálicos (tal el ca,o, por ejemplo, de la marca del imperativo de tercera persona -pa - -pan
- -phana; o el del pasado no experimentado (1 > 2) -:sma - -:sna - -sma:na - -sma:n);
obviamente, estos casos son de naturaleza completamente distinta de los vistos anteriormente,
siendo por cierto la morfofonémica su lugar adecuado de tnttamiento.
Concluye la estudiosa señalando que, fuera de la inestabilidad vocálica y consonántica
(y aquí, por ejemplo, ciertas series son más estables que otras) compartida por todos los
dialectos, la única isoglosa que pennitiría separar las variedades en dos grandes grupos sería
el registro o no de la nasal ve lar. No obstante ello, ya vimos que dicho rasgo no es privativo
del aimara sureño, y, de otro lado, ni siquiera aquí ha sido localizado con exhaustividad (su
ocurrencia en Huancané, específicamente en Conima, ha sido inadvertida, por ejemplo). Para
remate, no se trata de una isoglosa que separe territorios continuos sino más bien salpicados,
como parece ocurrir con los demás fenómenos que configurclil el mapa dialectológico del
aimara altiplánico.

3. Morfofonémica. El capítulo 3 trata sobre la variación morfofonémica. Como se


sabe, es éste el aspecto de la gramática en el que el aimara, a diferencia del quechua, ma-
nifiesta su peculiaridad, caracterizada fundamentalmente por los fenómenos de elisión y
truncamiento vocálicos, y, como consecuencia de éstos, el surgimiento de hacinamientos
consonánticos con modificaciones ulteriores de sus componentes. La autora se ocupa de los
procesos morfofonémicos que afectan tanto a los sufijos como a las raíces y palabras, así de
los que operan en todos los dialectos como de aquellos que lo hacen sólo en determinadas
variedades. Los del primer tipo, que tienen que ver con la conducta idiosincrática de los
sufijos en relación con su capacidad para truncar la vocal de los morfemas o temas prece-
dentes o de mantener o de perder su propia vocal, son apenas mencionados, ya que, aparte
de ser una constante ele la lengua ("área estable de la gramática aymara", diría la autora),
constituye parte indesligable del estudio de la misma, y no necesariamente objeto de inda-
gación dialectológica, a menos que se tratara de variaciones específicas desviantes (por ge-
nerali1.ación o nivelamiento de los procesos involucrados) del patrón general, en cuyo caso
se justificaba su inclusión, como en efecto se hace al final del capítulo.
En relación con tales procesos, tras insistir en que las causales de la supresión y reten-
ción de vocales de los sufijos "están morfológicamente condicionadas puesto que se aplican

Nº 1, julio 1995 119


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

a morfemas individuales", donde "cada sufijo tiene su propia regla" (p. 55), se observa que
en algunos casos pueden detectarse condicionamientos fonológicos propiamente dichos e incluso
fonotácticos. La carncterización de los primeros, sin embargo, no deja de tener un carácter
provisional, toda vez que la validez de las genernlizaciones esbozadas está supeditada al
hecho accidental de encontrar contraevidencias de orden dialectal, como la propia investiga-
dora parece admitirlo (p. 56, nota 1). Las reglas morfofonémicas del segundo tipo -las que
afectan a las raíces y palabras- son presentadas teniendo en cuenta los ambientes básicos
de aquéllas: en posición inicial, medial y final, ya se trate de meras variaciones fonéticas o
de mutaciones fonológicas. Luego, como se adelantó, se busca distinguir entre las reglas
generales para todos los dialectos y aquellas que son específicas de una variedad, y en cada
caso, se trata de diferenciar el estatuto de las mismas: si son obligatorias u opcionales. Señale-
mos, de paso, que la noción de "regla opcional" que maneja la autora resulta muy peculiar,
por lo menos tal como la define: "aquella cuyas restricciones todavía no están claramente
comprendidas" (p. 57, nota 2). Llevada al extremo, esta definición puede implicar que todo
el conjunto de las reglas morfofonémicas que controlan la elisión y la retención de las vocales
en los sufijos son también opcionales, en la medida en que distamos mucho todavía de poder
comprender a cabalidad las restricciones (condicionamientos) de su opemción, más allá de los
idiosincrntismos morfológicos inherentes.
Finalmente, culminando con el capítulo y a manera de conclusión, la investigadora
intenta postular algunos grupos dialectales en función de la compartición de algunas reglas
morfofonémicas.
Ahora bien, en general, podemos decir que en este capítulo se repiten algunos de los
problemas mencionados anteriormente: ausente está la distinción entre lo que es regular y
aquello que es esporádico o accidental; por consiguiente, no se advierten las tendencias
genenllizantes de algunos fenómenos estudiados, pues se pierde a menudo la perspectiva
global de los procesos, abrumados por los detalles y los datos concretos. Como se vio en el
capítulo anterior, al repasar los casos tratados, uno se queda con la impresión de que no se
están distinguiendo claramente entre reglas fonológicas y las de corte morfofonémico pro-
piamente dichas. Es más, se confunden reglas estilísticas (determinadas por el tipo de regis-
tro empleado por los informadores) con las que podemos llamar categóricas y/o genernles,
pese a que la autora tiene consciencia de estar ante variaciones diafásicas. Persisten también
las adscripciones de los fenómenos tratados a categorías gramaticales y Léxicas en forma
gratuita e innecesaria, cuando lo que importa es ver la operación de las reglas al margen de
tales rotulaciones, a menos que dichas informaciones sean necesarias, lo que no acontece
necesariamente. Finalmente, algo que recurre no sólo a lo largo del presente capítulo sino de
toda la obra es la "evidencia" de corte anecdótico, en un trabajo dialectológico que, preci-
samente, debiera estar libre de opiniones de procedencia idiolectal. Pues bien, en lo que sigue
nos ocuparemos de algunos de los puntos más saltantes que justifican las observaciones que
venimos formulando.

3.1. Entre los fenómenos "morfofonémicos" que se dan en posición inicial de palabra,
se presenta el caso de la supresión "opcional" de /h/ inicial (fenómeno natural, pero que ya
resulta un poco fom1do tratándose de [XL una de sus realizaciones, según se vio en § 2.1 ),
como en hall uka-t - ali uka-t 'así entonces' (Socca) o en qam-ir jaqi - qam-ir aqi 'hombre

120 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

rico' (Huancané); a5imismo se registrd la supresión, siempre opcional, de CV o de V iniciales,


como en jichha uru....;;,.chhu:ru ' hoy día' (en Salinas, contracción vocálica de por medio),
jik-xat-ta-tayn~-xat-ta-tayna - qhat-ta-tayna 'él había encontrado' (con asimilación de
la /k/ al punto de articulación de la postvelar sig uiente, en Salinas), jani-w ~ni-w 'no'
(Sal inas, Calacoa, Huancané), sa-sa-w s-i ~sa-w si 'diciendo dijo' (La Paz, Sitajara), wal
llakhichu-s-t---;.wal khichu-s-t 'soy muy infeliz' (Sitajara), ukhama-w hichha-x ~khama-w
chha-x 'así que' (H uancané), etc. En todos estos casos, obviamente, estamos ante un
fenómeno propio de un registro de habla descuidada y no ante un hecho categórico, amén
de que las palabrns afectadas son muy pocas y a veces únicas. En todo caso, la autora se
limita a decir que se trata de reglas opcionales, y, en un punto, se nos infonna que uno de
los ejemplos fue emitido "por la misma persona [... ] en dos ocasiones diferentes" (p. 59).
Como se ve, se trdta de una obervación aislada y de carácter idiolectal, cuando justamente
de lo que se trntaba era de verificar en el campo no sólo un hecho solitario sino la recurrencia
del mismo entre los hablantes de una comunidad: si la supresión de Ha es un fenómeno que
sólo afecta a la palabrn llakhichu 'infeliz' (de origen quechua, por lo demás), entonces, nos
preguntamos, ¿de qué "regla" hablamos? Incidentalmente, en relación con este punto, la in-
vestigadora recoge la opinión de los hablantes de Socca y Jopoqueri, para quienes la variante
khichu de llakhichu sería arcaica. A menos que el interés fuera la recopilación de etimolo-
gías populares, el dato resulta realmente trivial, aparte de ser completamente falso, amén de
que se trata de una reacción ante un texto grabado. Que nucstrn autora no andaba muy lejos
de semejantes debilidades nos lo ilustran el comentario y la hipótesis que fonnula en relación
con el verbo sa-ña 'decir'. Ocurre que en algunos lugares (La Paz, Juli, Socca, Huancané),
cuando se lo flexiona en el tiempo simple, pierde su única vocal, adquiriendo una fisonomía
que viola la restricción morfémica consistente en que no hay palabra aimara que comience
con grupo consonántico (así s-th-wa 'digo'), y entonces recibe la "anteposición opcional" de
si o hi, es decir sis-th-wa - his-th-wa 'digo', resultando "pronunciable". Ahora bien, propone
la investigadora que, dada la ex istencia de la "regla morfofonémica" de supresión de la
sec uencia CV, se postule una forma subyacente *jisa - sisa para el mismo verbo, con su-
presión obligatoria de la sílaba inicial cuando se la nominaliza con -ña. Aparte del carácter
totalmente arbitrario de la propues111, nótese cómo se echa mano de una "regla opcional" para
hacerla obligatoria. Por lo demás, aún cuando no podamos explicar por ahora el origen de
la prótesis de si - hi , cuya función reguladora del canon silábico es obvia, creemos que no
sólo el caso idiosincrático del verbo 'decir' sino también la tendencia, en los dialectos sefia-
lados, a suprimir la secuencia CV creando grupos iniciales violatorios del patrón silábico
(cf. hisk'a anu -;>sk'a:nu, en Compi), puede deberse a los efectos de un viejo sustrato, si
no puquina, uru-chipaya: ambas lenguas son pródigas -la segunda incluso más que la pri-
mera-- en el registro de grupos consonánticos iniciales (hasta de tres consonantes en el uru-
chipaya).

3.2. Como casos de variación alofónica que ocurren en posición interior de palabra,
la autora presenta, de manera heterogénea, cuatro fenómenos de distinta naturaleza, cobertura
e importancia. Aparecen allí procesos aislados y únicos, al lado de otros cuya operación es
sensible a determinados morfemas específicos, y de aquellos que, en realidad, constituyen
manifestaciones de condicionamiento puramente fonológico. Así, por ejemplo, la glotalización

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

plena de /q'/, que "se reproduce esporádicamente" en maq'a 'comer/comida' (manq'a, en


los demás dialectos), en Salinas, Calacala y Morocomarca: maq'a-lla - ma'a-lla . Se trata,
como se ve, de un hecho completamente idiosincrático, de naturaleza léxica, en el que está
ausente toda noción de "regla", y menos una de carácter morfofonémico. Tanto en este caso,
como en algunos de los otros tratados luego, estamos claramente ante hechos que correspon-
den a un estilo de habla; pero, para remate, no se nos dice explícitamente cuán recurrente
puede ser el fenómeno en contextos semejantes. Un caso más interesante, que se da "más a
menudo en el habla rápida", es el de la lenición de /k/ (que la autora designa como "sonorización
y fricaúvización"), observada en todos los dialectos, en los demostrativos aka y uka,
siempre que éstos aparezcan con sufijos: uka-t [uyat] 'entonces', aka-sti [ayasti] '¿y esto?' .
El mismo fenómeno se da en algunos lugares en otros morfemas y en distintos contextos, y
también son afectados la /q/: jaqu-x [ha)tix] 'se cayó' (Calacala) y la /p/: puri-pun [puriPu11]
'habiendo llegado' (Calacala). Esta última se leniz.a particularmente en el sufijo -pa '3a persona
posesora' en Calacala: ut-pa-ru [utParu] 'a su casa', aunque la autora no dice si el status de
la regla es variable o no. No debe extrañar que estemos aquí ante la génesis de un cambio,
el mismo que se inicia en el habla rápida, y que se presenta en determinados morfemas o
clase de morfemas de uso muy frecuente, como en el caso de los demostrativos. Al margen
del acierto o no con que se describen los hechos, la verdad es que el mérito del trabajo radica
en que, como en esta oportunidad, se dé a conocer fenómenos hasta ahora desconocidos o
simplemente pasados por alto. Aun cuando, como ya lo adelantamos, el celo por recoger los
detalles más nimios conduce a menudo al hiperanálisis desembocando en lo superfluo. Tal
ocurre, por ejemplo, con la "regla" de actualización de la /ñ/ de la marca de la. persona
posesora (-ña) en el dialecto de Morocomarca, que "opcionalmente" deviene [11Y], tras una
consonante velar, postvelar o palatal (menos /y/): kullak-ña __,..[kuTakrfa]. Más que una
"regla" lodo parece indicar que estamos aquí ante la supervivencia (como elemento variable)
del alomorfo -11a, aun cuando la forma normal del mismo sea [-ña) en el sitio mencionado.
Los condicionamientos fonéticos que se aducen nos parecen demasiado ad hoc, a la luz de
la existencia de la variante [-11a): se trata.ría, pues, de una reliquia, como la misma autora
parece reconocerlo.
Un fenómeno mucho más interesante es, sin duda alguna, la sonorización de /p,t,k,q/
tras nasal y ante vocal, registrada en el dialecto de Salinas, con carácter obligatorio: así [ambára)
'mano', [kú11ga] 'cuello', [mandá-ña] 'entrar', [tüll)Q] 'maíz'; lo mismo parece ocurrir tras
ff/: [qaldaña] 'comenzar' . La autora ofrece algunos detalles tanto de orden fonológico como
gramatical (pp. 64-65) en relación con las restricciones de operabilidad de la regla. El fenó-
meno se da esporádicamente en Calacala y en Sitajara, y posiblemente en otros lugares más.
Para el último lugar se observó, por ejemplo, su mayor frecuencia en personas menores de
30 años; y, de otro lado, su ámbito de operación en los sufijos, mas no en las raíces. De este
modo, el proceso de sonorización se parece, tanto en su incepción como en su contextualización,
al observado en algunos dialectos del quechua sureño recientemente develados por estudios
dialectológicos en curso. Lo que debe señalarse es que aquí estamos frente a una regla fonoló-
gica y no morfofonémica, cual se la interpreta; lo que ocurre es que, como toda regla en
progresión, no es raro que tenga ciertas restricciones de orden gramatical: en el quechua
muchos procesos fonológicos se inician en los sufijos y sólo después trascienden a la raíz

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Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

(cf. Cerrón-Palomino 1977, Mannheim 1991: Cap. 10). Este es uno de los fenómenos que sin
duda requiere de un estudio más detallado y exhaustivo, pues, como lo venimos sosteniendo,
el trabajo que comentamos, por su misma naturalew, es más bien exploratorio y transversal.

3.3. Como fenómenos que afectan a las vocales se registran los procesos de contrac-
ción tanto intermorfémica como transléxica (que en el texto se llama "de juntura"), en los que
se da el conocido "predominio de u": dadas las secuencias a-u o u-i, el timbre que preva-
lecerá en la vocal contraída (a menudo alargada cuando la contracción es del segundo tipo)
será el de u. Así, por ejemplo, de thuqu-iri se obtiene thuq-uri 'bailarín', o de jichha uru
resulta jichh-u: ru 'hoy día' . Nótese que la autora pierde generalización al presentar por
separado tales fenómenos, según se trate de un contexto intermorfémico como transléxico, no
obstante que se está ante un mismo proceso que, a su tumo, obedece a la regla de restricción
silábica del aimara (afín a la del quechua) según la cual no pueden darse secuencias de
vocales. Incidentalmente, la aparente excepción que se cree encontrar en ajan-itu 'carita' (de
ajanu más el diminutivo -itu) en relación con la regla del predominio de u, y que por ese
solo hecho el fenómeno se daría únicamente con los verbos (en el nivel intermorfémico), no
tiene sentido, toda vez que estamos ante un caso especial: de tenerse ajan-utu, dejaría de ser
diminutivo (castellano!). De paso también señalemos que el análisis que se da de thuqu-ri
'bailarín', con el alomorfo -ri, tras la operación de la regla de contracción y asimilación, es
contradictorio, porque en realidad es la vocal del sufijo la que prevalece en forma asimilada,
y en cambio es la vocal radical o temática la que desaparece (cf. manq'a-iri ~mar¡q' -iri]
'el que come'; por consiguiente thuqu-iri....;,.[thoq-oril). El análisis del mismo fenómeno en
el nivel transléxico es en cambio correcto: maya uro -'>fnay-u:ru. Un fenómeno interesante
en relación con este aspecto es el que se observa en Huancané, donde el encuentro de vocales
(sea éste intermorfémico o transléxico) se resuelve no en la contracción sino en la
semiconsonantización de la vocal del sufijo o de la palabra siguiente: uka-yri 'aquél que está
allí' (< uka-:-iri, con acortamiento de la vocal larga, resto del antiguo verbo ser), sapa-wro
'cada día' (< sapa uro); se trata de otra de las alternativas empleadas para eliminar la se-
cuencia vocálica, hecho igualmente familiar en los dialectos quechuas (cf. huanca ataw <
*ataqu 'var. de bledo', tras la caída de /q/).
Otro de los fenómenos tratados es el de la elisión de yod en posición intervocálica
homorgánica, seguida de contracción subsiguiente y alargamiento compensatorio, ya introdu-
cido en el capítulo anterior (cf. § 2.3). En esta ocasión se trata de especificar la conducta
especial de que son objeto algunos lexemas: los nominales maya 'uno', paya ' dos', los
demostrativos khaya 'aquél', khuyu 'acullá', el pronombre personal naya 'yo' y el derivativo
verbal -waya. Como se dijo, la regla de elisión y contracción que afecta a la secuencia V1yV 1
es de naturale1..a fonológica, aunque al parecer quedó trunca en algún momento de su progresión.
Precisamente, lo que la autora pretende establecer en el punto que comentamos es la conducta
de dicha regla, sujeta ahora a un condicionamiento de tipo morfosintáctico: en algunos con-
textos, que no mencionaremos aquí, se pueden dar tanto las formas contraídas como las
completas, y, en el caso de naya, se obtiene incluso obligatoriamente na cuando va en forma
pluralizada: na-naka 'nosotros (exclusivo)'. En conexión con estos casos, la investigadora
discute los de los verbos ama:-ña 'querer' y pha:-ña 'cocinar', para los cuales, empleando

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

argumentos impecables, postula corno fonnas originarias *amaya- 10 y *phaya-, respec-


tivamente, aunque siga analizándolas, fonológicamente, corno conteniendo vocales largas
subyacentes. En verdad, tornando en cuenta el hecho de que la alternancia V,yV1 - V: es un
hecho sincrónico, pese a que en algunos casos e~-pecíficos, corno en los señalados, se da una
fonna con exclusión de la otra, creernos que la evidencia pandialectal da suficiente pie corno
para que los lexemas, e incluso los morfemas involucrados en la alternancia, puedan ser
analizados subyacenternente en su forma enteriza, es decir con la secuencia vocal-yod-vocal.
Finalmente, otro aspecto tratado es aquello que podriamos designar corno la gene-
ralización de la "regla de las tres vocales", común a las variedades collavinas, según la cual,
en una frase nominal, el modificador que contenga más de dos vocales pierde la última
(fenómeno de truncamiento). Así, hanq'u anu 'perro blanco', pero [c'iyar anu) 'perro negro'
(donde ch'iyara 'negro' pierde su vocal). Pues bien, esta regla, que opera no importa cuán
rnorfológicamente elaborado sea el modificador, se cumple también, en el interior de la pala-
bra, cuando ésta aparece flexionada por -Iayku 'causal', -kama 'limitativo' y -pura
'distributivo': no obstante que habitualmente estos sufijos exigen vocal temática precedente
la hacen caer cuando el terna registra más de dos vocales. Creernos que este hecho no es
accidental, toda vez que estarnos ante sufijos que en un momento fueron elementos post-
posicionales independientes. En algunos lugares, corno Huancané, la caída vocálica ocurre
también ante el sufijo -taki 'benefactivo', e incluso frente a los marcadores de posesión:
jiwas-taki 'para nosotros (inclusivo)', awich-ja 'mi abuela', etc. El mismo fenómeno se da
en algunos lugares en los ternas verbales complejos, cuando concurren los derivadores -muchu
- nuku 'alejador', -paya 'repetitivo', -tata 'dispersador' y el direccional -kipa, curiosa-
mente bisilábicos. Todos estos sufijos, sobra decirlo, requieren nonnalrnente de una vocal
precedente, pero ante un terna grarnaticalizado de más de dos sílabas fomentan la caída de
la tercera vocal. Comentando sobre estos últimos casos se dice que bien podrían tratarse de
los restos de una "aplicación más general [de la regla] en el pasado que en la actualidad"
(p. 73). A diferencia de ello, opinamos que tales fenómenos, si no son generalizaciones de
la regla (corno parece ser el caso de las expresiones posesivas), constituirían ejemplos que
estarían delatando el carácter frasal de las construcciones involucradas.

3.4. En lo que respecta a las consonantes, siempre en posición interna de palabra, la


investigadora presenta las variaciones que se registran cuando se produce el hacinamiento
consonántico tras la elisión vocálica. En este caso, como se sabe, las consonantes geminadas
se reducen a una sola (así en jani-w at-t-ti 'no puede', cuya forma verbal deviene en [atti]),
en tanto que las oclusivas y las africadas tienden a fricativizarse. Esto último es cierto para
la fkl del llamado incornpletivo y para la /él del independiente -chi, corno en [ni-w chur-x-
t-ti] 'no le di', proveniente de jani-wa chur-k-t-ti, [hist' ita] 'tráeme maíz', a partir de jich-
t'-ita (Salinas). En el segundo caso, puede darse que una secuencia ,ce/ desemboque en [s]:
así [yatista] 'quizás enseñe', proveniente de yati-ch-ch-ta (donde la primera K,/ es la del

10 En realidad, como lo señalamos en § 7.9.2, nota 18, la forma originaria de este verbo es
*amawa-, lo que nos estaria indicando que también la /w/ tenía la propensión a elidirse en posición
intervocálica homorgánica

124 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del airnara sureño

derivador -cha y la segunda del dubitativo -chi). Debe notarse que la /'é / puede también
desembocar en !si y no en su correspondiente palatal, dependiendo de las consonantes pre-
cedentes y ante una dental: [yal-s-ta] 'quizás yo sepa', proveniente de yat-ch-ta (La Paz). Un
caso interesante, por el tipo de reajuste, es el de las secuencias /sxf, /xs/ o /sxs/, que en Salinas
desembocan en rsJ. como en [lura sta] 'hacías' o [iñxtasmawa] 'te conozco', provenientes
de lura-s-k-ta y de iñ-h-ta-s-k-sma-wa, respectivamente. Como se ve, se lrata de los conatos
de generalización de la regla de estructura morfémica del aimara aplicada a toda raíz, según
la cual de dos consonantes en posición intervocálica, la primera tiene que ser [+continua]. Sin
embargo, la autora pasa por alto delalle tan importante y trata por igual lo que ocurre al
interior de raiz como lo que acontece lransmorfémicamente. Ello se hace obvio cuando coloca
en el mismo nivel de los ejemplos vistos, este otro: [ick'a - isk'a], a partir de ichk'a.
Incidentalmente, se nos da también [paspa] 'mismo', como si fuera monomorfémica, cuando
sabemos que ella proviene de pacha-pa (cf. kiki-pa> [kiXPa] en Jopoqueri), y, por consi-
guiente, ilustra la generalización mencionada. Nótese que desarrollos de este tipo pueden
explicarnos, a falta de una documentación precisa, la manera en que evolucionó el antiguo
pluralizador <-pisca> (identificado como tal por Bertonio y Torres Rubio) en el actual -pxa
- -pka.
Finalmente, como "regla" morfofonémica se da el solitario ejemplo de asimilación de
la secuencia /1-ñ/ en /TI, registrado en Morocomarca: [mamaTari] 'de mi madre', proveniente
de mama-1-ña-n. Sobran los comentarios.

3.5. En posición final de palabra compleja (raíz y sufijos), se presentan algunos casos
que tienen que ver, por un lado, con la retención o pérdida de la vocal final (o también su
desonorización o ensordecimiento), en contextos sintácticamente condicionados, como el
conocido caso del complemento directo, cuya marca es cero; pero también, el de los pronom-
bres en función de sujeto en las oraciones compuestas o el de la partícula negativa jani. De
otro lado, se presenta asimismo la variación en relación con la tolerancia o el rechazo de
grupos consonánticos finales (que, como se sabe, están completamente prohibidos en el nivel
de la raíz). En lodos estos casos de por medio está, sin duda, el estilo de habla; y, en tal
sentido, lo señalado es apenas el indicio de un fenómeno que obviamente requiere de mayor
estudio no sólo de corte dialópico sino, fundamentalmente, diafásico. De hecho, confrontado
un hablante (el conocido infonnante de Compi) con las distintas alternativas en cuanto a la
retención o pérdida de la vocal final del pronombre sujeto en las oraciones compuestas de
sujeto diferente, las aceptó todas, demostrando de esa manera el carácter variable del fenó-
meno. En la misma sección, se presenta lo que puede considerarse una interacción entre la
caída vocálica en ciertas formas verbales flexionadas (la imperativa, por ejemplo) y el acento,
que parece retraerse: [apánim], proveniente de apa-ní-ma (La Paz, Sitajara); pero sucede
también que, cuando a una forma como la citada se le agrega un atenuador como -ya, se tiene
[apanimáy], es decir sin retracción acentual. La autora juega aquí con la noción de ordenamiento
reglar: en este caso, a diferencia del anterior, se aplicaría primero la regla de acentuación y
sólo después la de la caída vocálica. En este contexto se discute también algunos ejemplos
de aparente restauración de la vocal final, pero con preservación del acento retraído, dando
como resultado una culminación sobresdrújula: [apánima]. Al margen de la calidad de los
ejemplos discutidos (no faltan las "evidencias" anecdóticas), por aislados, no debe descartarse

Nº 1, julio 1995 125


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

la posibilidad de que estemos al frente de lo que podrían ser restos de la acentuación aimara
originaria que, como se sabe, era mucho más compleja (al igual que en el aimara tupino
actualmente, y como lo fue en el quechua), y en la que el conteo de las sílabas no era decisorio
para su administración sino más bien la naturaleza de los sufijos involucrados dentro de la
palabra (cf. Cerrón-Palomino 1994c): de hecho, una acentuación más conservada en tales
términos puede encontrarse todavía en la localidad de Conima (Huancané).

3.6. Concluye la autora postulando algunos grupos dialectales sobre la base de la


selección de ciertas "isoglosas", las cuales, si no son demasiado ad hoc, tienen carácter
variable y responden a diferentes registros de habla. De todas las propuestas, en realidad la
única digna de tomarse en cuenta es la del proceso de sonorización de oclusivas que define
el dialecto de Salinas (con proyecciones a manera de regla facultativa en Calacala, Corque,
Sitajara y Huancarié, estos últimos completamente alejados entre sO , pero nótese que aquí
tenemos al frente un fenómeno de corte fonológico y no morfofonémico. En general, como
se verá, resulta difícil entrever áreas dialectales dentro del aimara collavino sobre la base de
las reglas morfofonémicas.

4. Variación en el nombre. El capítulo 4 trata sobre la "variación en el sistema no-


minal", tanto en el nivel de las raíces llamadas "cerradas" (pp. 87-110) cuanto en las clases
de sufijos correspondientes a la categoría involucrada (pp. 110-146). En el primer caso se
estudia la modificación en los subcomponentes cerrados de la categoría léxica nominal:
básicamente los pronombres (interrogativos, demostrativos y personales), los numerales, los
posicionales (expresiones locativas) y los temporales. Lo que se presenta en este punto son
las diversas formas, las más de las veces fijas o gramaticalizadas (sobre la base de cambios
específicos operados en ellas o de alternancias morfológicas congeladas o "suspendidas"),
que adquieren tales clases de raíces en las zonas estudiadas, ofreciéndosenos en muchos casos
lo que vienen a ser más bien ejemplos de variación léxica antes que morfológica, cosa notoria
sobre todo tratándose de las raíces locativas y temporales, y, con más razón, en el caso de
las raíces "nominales y verbales ambiguas", es decir ambivalentes, cuya actualización como
nombre o verbo, o ambas cosas a la vez, está sujeta a alteración dialectal. En el segundo caso
la autora presenta la variación a veces puramente idiolectal que manifiestan los sufijos no-
minales tanto en su registro cuanto en su apariencia formal, su conducta morfofonémica, y
su valor significacional: tales sufijos son introducidos, previa descripción general de los mismos,
en cuatro subclases, de acuerdo con la clasificación postulada, la misma que responde al
orden posicional de aquéllos en la estructura de la palabra (cf. Tabla 4-2).
Antes de pasar a discutir algunos de los puntos mencionados, quisiéramos referirnos
a dos aspectos que llaman la atención del lector, al menos la del presente comentarista. El
primero se refiere al título del capítulo: según lo anunciado, uno espera encontrar allí los
fenómenos que afectan exclusivamente al sistema gramatical nominal, integrado por las clases
de sufijos nominales; y, sin embargo, incluye también, como se adelantó, las variaciones
léxicas que se dan en relación con la subclase de nombres estudiados, muchas de ellas como
resultado de distintos procesos de gramaticalización y relexificación. El otro aspecto tiene que
ver con el empleo poco ortodoxo del concepto de "alomorfo": según se echa de ver, para la
autora la relación alomórfica parece darse no sólo entre las distintas realizaciones que adquie-

126 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

re, según el conlexlo, una forma básica, sino también entre las distintas formas básicas que
manifiesta, según la zona dialeclal, una delerminada categoría morfológica gramatical. Este
úllimo uso resulta inusitado, por decir lo menos: es decir, mientras que a nadie llama la
alención designar a -ha y -ria, por ejemplo, como alomorfos de la la. persona posesora,
resulta chocante referirse a -mpi y -nti como "alomorfos" del morfema instrumenlal/comitativo:
aparte de la ausencia LOtal de una forma básica para Lales varianLes, la distribución de las
mismas, lejos de ser interna, obedece a una selección de naluraleza dialápica

4.1. Entre los pronombres interrogativos, el equivalente a 'cuánlO' presenta las siguientes
varianLes: qhawqha - qhawqa - qawqha - qhayqha - qayqha. Aparte de la disimilación
del "diplongo" aw en ay (cf. su influencia en el quechua en wawqi> wayqi 'hermano de
varón', p'unchaw> p'unchay 'día', eLC.), lo que llama la atención es el regisu-o de formas del
Lipo qawqha - qayqha, localizadas, la primera en La Paz, Huancané y Sitajara; y la segunda
en la primera de las nombradas únicarnenle (fue recogida también por Benonio: <cayca>).
Tal como Landerman (1994) lo ha enu-evislo, y los dalos parecen corroborar su observación,
n~sulta anómalo que Lales formas regisu-en la aspirada en la segunda consonanle sin que al
1 nismo tiempo la primera la lleve también, sobre LOdo tratándose de segmentos homorgánicos.

En este sentido, tal vez tenga validez lo sugerido por la autora cuando dice que la aspiración
de la segunda sílaba del lexema en cuestión podría ser producto de la absorción del sufijo -ha,
que ..: xrresa 'monto, canlidad': es decir, eslaríamos frente a *qawqa-h~awqha, y, por ende,
la forma involucrada dejaría de ser anómala, ya que el fenómeno de la distribución de las
laringalizadas tiene como ámbiLO restrictivo la raíz y no la palabra.
De otro lado, entre las formas que traducen 'cuál', se registran kawk-p-iri - kawki-
p-iri (la primera en Socca y las dos en Morocomarca). Al respecto, la investigadora sugiere
tímidamente la idea de que la -p pudiera ser "una forma reducida de la pane recurrente /-pal
que está relacionada al sufijo de 3p. -pa que se da sin un significado de tercera persona per-
ceptible, en varios nombres" (p. 89). La inseguridad proviene del hecho de que parece
desconocerse el valor partitivo que tiene -pa, además de marcar la 3a. persona (ver más abajo):
se trata de lo mismo que acontece en quechua, donde la -n partitiva se encuenu-a también en
la construcción paralela may-ni-n kaq 'cuál (de ellos)'.
Finalmente, se observa que mientras que la expresión kuna-ymana significa en La
Paz 'cualquier cantidad de', en ou-os dialecLOs se la traduce por 'de LOdas clases, cualquiera,
lo que sea'. En realidad los significados no se excluyen, pues el paralexema, calcado sobre
la forma quechua ima-y-mana, indica 'tolalidad' y 'variedad' al mismo tiempo.

4.2. En relación con el pronombre naya y sus varianleS apocopadas (na: - na), se insiste
en señalar que no sólo significa 'yo' sino también 'nosotros', de modo que la forma pluralizada
na-naka 'nosotros exclusivo' sólo sería propia de los bilingües, como producto de la influen-
cia del castellano. En prueba de ello se citan dos ejemplos entresacados de la grabación hecha
de labios de una monolingüe de Sitajara, en los que, aparentemente, -na es consignada en
formas conjugadas que sin embargo ponan el pluralizador verbal -pxa (p. 95). Al respecto
debemos decir, en primer lugar, que resulta discutible sostener lo afirmado sobre la ba<;e de
dos ejemplos aislados (¿por qué no se verificó la sistematicidad del fenómeno, si realmente
tenía tal carácter?); en segundo lugar, dicha afirmación, ya soslenida por Hardman et al.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

(1988), sin ejemplos que la sustenten, ha sido últimamente rechazada por Juan de Dios Yapita
(coro. pers., 29-VIII-94), quien, según declaración propia, habría sido sencillamente
malinterpretado por la autora mencionada cuando la asistió como consultante. Por lo demás,
resulta ocioso señalar que, de ser cierto lo sostenido por las autoras comentadas, no sabríamos
cómo explicarnos el que Bertonio haya dejado escapar tan importante dato.

4.3. En relación con las expresiones numerales (simples y derivadas), observamos, en


primer lugar, el empleo de maya:ma (Morocomarca) y de maya:mu (Salinas), con el signi-
ficado de "diferente, otro' (p. 97). En el primer caso, la forma deriva de maya-hama (cf.
quechua huanca huk-naw 'diferente'); en el segundo, proviene de maya-hamu (registrada
también por Bertonio). Como se ve, no estamos pues ante una simple variación vocálica, ya
que el segundo elemento de la expresión no es el mismo en ambos casos: de paso sea dicho,
hamu 'modo, manera' aparece registrado también en el quechua costeño, con la glosa de
'género, especie de cualquier cosa' (cf. Santo Tomás ([1551] 1951: 291). Al margen de la
naturaleza del segundo elemento, lo que interesa destacar aquí, desde el punto de vista
fonológico, es el fenómeno de elisión de la aspiración y la subsecuente contrncción de las
vocales encontradas en una sola de cantidad larga: se trata, como se ve, de una nueva fuente
de alargamiento vocálico (superficial) registrada por los dialectos del aimara. De otro lado, el
libro consigna para Morocomarca y Salinas la forma numeral kinsa, en lugar de la nonnal
kimsa, sin que ello produzca la menor reacción, cuando aquí estamos obviamente ante una
influencia quechua, pues, como sabemos, la fonna de dicho numeral es kinsa en los dialectos
cuzqueñoides. De esta manera, las variantes kimsa - kinsa del aimara sureño delatan distin-
tas etapas de adquisición: la primera (s. XV), cuando el quechua cuzqueño aún no había
cambiado la /m/ final en /n/; y la segunda, desplazando a la primera, como un reacomodo a la
nonna regional vigente. Finalmente, de las varias realizaciones que adquiere el número 'cin-
co': pisqa - phisqa - pichqha - pisqha (cf. p. 98), llaman la atención particularmente las
dos últimas variantes, registradas, en Calacala la primern, y en Huancané y Morocomarca la
última. En primer lugar, asombra el registro de pichqha, en tanto que constituye un ejemplo
que viola la restricción de los grupos consonánticos intrarradicales (recuérdese que la lengua
no admite que la primera consonante sea una interrupta), aparte del hecho de que el quechua,
lengua de la cual proviene la palabra, precisamente registra phisqa (por influencia sustra-
tística aimara!); en segundo lugar, no deja de intrigar, en ambas formas, la laringalización de
la segunda consonante en vez de la primera, cual era de esperarse. Como se ve, aquí no puede
invocarse, como se hizo en § 4.1 para qawqha, la asimilación del sufijo -ha.

4.4. Entre los sufijos de uso limitado, aunque no "fosilizados" (cf. p. 114 ss.), se registra
la fonna -:ka, que indicaría 'localización general': así, en los ejemplos (Compi): aka-:kan 'por
aquí', khaya-:kan 'por allí'. Nuestra autora anota tímidamente que dicha forma podría ser la
versión abreviada de la reduplicación del pronombre demostrativo aka o uka. Pues bien,
creemos que, en efecto, allí estamos ante el resultado de un uso muy frecuente no sólo en el
aimara sino también en el quechua, consistente en la reduplicación o combinación de los mostra-
tivos como un recurso para expresar una localización imprecisa (cf. quechua kay-kay-pi 'por
acá', wak-kay-pi 'por allí'). De manera que no es necesario reconocer aquí un nuevo sufijo,
pues estamos ante formas subyacentes del tipo aka-aka-na y khaya-aka-na, respectivamente.

128 Revista Andina , Añ o 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

4.5. Frente al empleo general de -layku como sufijo que denota causalidad, se registra
en Morocomarca (Potosí) la variante -rayku, sin que ello llame la atención de la inves-
tigadora. Como en el caso de kinsa (cf. § 4.3), aquí también estarnos ante un obvio reacomodo
del sufijo en base a la forma quechua -rayku. Recuérdese que al tiempo en que el aimara
sureño se presta del quechua cuzqueño el morfema en cuestión (s. XV), éste era un elemenLO
postpuesto y no un sufijo como lo es hoy: sólo así se explica el que se haya producido el
cambio *rayku> layku (el aimara no tolera la /r/ en posición inicial de palabra).

4.6. Sostiene la aimarista que el morfema privativo -wisa - -wisu (el opuesto de -ni)
"ya no es productivo en ninguno de los dialectos estudiados" por ella (p. 118), y apenas ha
podido rastrearlo en Tiahuanaco y Compi. La impresión que tenemos al respecto es diferente,
pues si bien, en efecto, va tornándose obsoleto, su uso es bastante amplio aún tanto en el lado
peruano como en el boliviano. Con todo, no es difícil constatar que su empleo está sucum-
biendo frente al recurso de carácter analítico-sintáctico de la expresión semánticamente idén-
tica de jani+X-ni, es decir negando al posesor: de esta manera nasa-wisa 'sin nariz' equivale
a jani nasa-ni, que es la expresión más socorrida. Lo asombroso en todo ello radica en que,
al igual que el aima.ra sureño, el quechua igualmente sureño va perdiendo -si ya no lo
hizo- el empico de la forma sintética sinqa-n-naq 'sin nariz' (cf. nasa-wisa) en favor de
la expresión analítica mana sinqa-yuq (cf. jani nasa-ni): una vez más el desarrollo de ambas
lenguas es asombrosmnente paralelo.

4.7. La autora registra en Calacoa y Huancané el empleo del morfema diminutivo -


cha, como en marka-cha 'pueblito', nasa-cha 'naricita', y sugiere que tal sufijo "puede estar
relacionado con el limitativo -cha del idioma jacaru" (p. 119). La asociación (aunque histó-
ricamente fundada) resulta gratuita desde el momento en que, para explicar su consignación,
no hace falta recurrir a una lengua emparentada distante, pues el quechua, lengua geográfica-
mente más cercana (y dominante en los siglos XV-XVI), lo registra con el mismo valor
diminutivo y no limitativo (rol desempeñado por -lla): estaríamos, pues, ante un morfema
tomado de esta lengua, y no frente a un fenómeno de retención.

4.8. Entre los sufijos de posesión, el de la la. persona presenta un polimorfismo no


sólo interdialectal sino también en el interior de un mismo dialecto: -ha - -xa- - -11a -
-ña - -ña: - -lla, e incluso -ya (pp. 121-122). La marca del futuro de primera persona es
isomórfica con ésta, aunque no hay coincidencia plena ni entre el número de alomorfos ni
en su distribución dialectal. Pues bien, como es costumbre en ella, la investigadora se limita
a enumerar los alomorfos sin preocuparse por establecer la "norma" ni mucho menos indagar
por su posible reconstrucción a partir de sus muchas manifestaciones. En relación con esto
último, creemos que la forma -11a (también registrada por el aimara lupino), encontrada en
Car.ingas, Tacna y el none de Chile, proporciona la clave para la reconstrucción de la posible
marca originaria, que habría sido *-na-qa (donde *-qa es la marca de tópico); a partir de ella
pueden derivarse no sólo -11a (con caída vocálica y elisión de la postvelar) sino también -ña
(con palatalización de la nasal velar), o sin caída de la vocal pero con evaporación de la nasal,
para dar -ha - -xa , etc. La postulación de *-na tiene además la virtud de "rescatar", en el

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

sistema nominal, el isomorfismo que las otras personas guardan entre los pronombres de
persona y sus respectivas marcas posesivas.

4.9. Tal como se adelantó en 4.1, la autora no advierte la existencia de la forma -pa
'partitiva', homófona de la 3a. persona, y nos habla de un registro fosilizado de ésta combi-
nada con ciertas raíces como kikpa (o su forma metatizada kipka), pachpa 'mismo,
idéntico', purapa 'ambos', yaqapa 'otra persona', taqpa 'todo, todos', etc. (p. 123-124). A
excepción de las dos últimas formas, las otras son también propias del quechua: es más,
constituyen calco exacto de sus expresiones correspondientes kiki-n, pacha-n y pura-n,
respectivamente, donde la -n 'partitiva' es igualmente homófona de la 3a. persona posesora-
actora11.

4.10. Al tratar sobre el plural nominal -naka (p. 127) y su orden posicional en relación
con las marcas de referencia personal, se encuentra que, contra el orden esperado (Pl+Pos),
Calacoa (Moquegua) registra el inverso, como en wawa-ha-naka-x 'mis hijos'. Se trata, como
se ve, de una variación en el orden de los sufijos, Lal como lo señalaba ya Bertonio ([1603)
1879: 28), quien con razón advertía que se trataba de un orden "al modo que en la Quichua",
y de uso poco frecuente: es posible que el ordenamiento mencionado se encuentre también
en otras zonas, y no es improbable que estemos ante una iníluencia de aquella lengua (cf.
wawa-y-kuna-qa).

4.11. Desde las "Annotaciones" a la traducción aimara de la Doctrina Christiana hecha


por el Tercer Concilio ([1584] 1984: fol. 78), se sabía que la marca instrumental/comitativa
de la lengua -es decir -mpi- registraba una variante diferente: -nti, de localización incierta.
Gracias al trabajo dialectológico hoy sabemos que esta última forma se localiza en Calacala y
Morocomarca (PotosO y en Jopoqueri y Salinas (Oruro), aunque alternando, al parecer libre-
mente, con -mpi. Debemos señalar, incidentalmente, que la forma -nti parece estar relacio-
nada estrechamente con el inclusivo quechua de la misma textum (el matiz comitativo los
une); pero, además, la misma forma -mpi tiene toda la traza de provenir de *-n-pi (la -n de
ambos morfemas es la partitiva): recuérdese también la combinación quechua -pi-wan.

4.12. Al tratar sobre el sufijo direccional -ru, la autora proporciona cinco ejemplos en
los cuales la forma interrogativa ¿kuna-ru-s? es traducida inexplicablemente como ' ¿por qué?',
contradiciendo abiertamente el valor atribuido al morfema mencionado (cf. p. 132). Sobm
decir que una pregunta de corte causal tendría que formularse con los sufijos -tha o -layku:
¿kuna-th-sa? o ¿kuna-layku-sa? Incidenlalmente, la verificación de este hecho (enero de
1995) se hizo con hablantes de Socca, uno de los lugares estudiados por la autora

11 Incidentalmente, creemos que es esta misma forma partitiva la que se encuentra soldada al nombre
propio Llocllayhuancupa en los mitos de Huarochiri: la etimología exacta sería *TuqTa aywanku-
pa lit 'su avalancha de la cascada'. De esta manera se comprende mejor la naturaleza del nombre
propio cuya complejidad denunciaba una estructura ambiléx.ica.

130 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: U1alecto1091a del aimara sureño

4.13. De los sufijos nominales Lrdtados, el de -hama 'ecuativo' llama la atención por
su extraordinario polimorfismo, semejante al registrddo por la marca de primera persona. En
un mismo lugar, por ejemplo en La Paz, se dan los siguientes alomorfos: -hama - -ha:ma
·- ha , sin que por otro lado se nos diga que se Lrdte de variantes diaLópicas e incluso de simple
registro, y esta misma imprecisión, de paso sea dicho, es frecuente en casos de polimorfismo
semejante: por momentos da la impresión de que todo el trdbajo no es sino un cuaderno de
apuntes venido al libro, sin mayores procesamientos ni verificaciones (de allí el tono anecdótico
de muchos de los datos proporcionados). Sobra decir que muchos de los fenómenos de
polimorfismo catalogados en el libro, para ser contextualizados debidamente, requieren de un
análisis sociolingüístico que vaya más allá del enfoque dialecLológico tradicional. A propó-
sito, no deja de causar cierta incomodidad el hecho de que, por rdZones de evolución fónica,
la marca del comparativo haya devenido en homófona de hama 'excremento'. Obviamente,
las fonnas en cuestión debieron tener distinta fisonomía, pero ¿cuáles? Para remate, la misma
situación se da en el aimara LUpino, sin que podamos dar con la clave (pero cf. § 5.9). De
todas maneras, la asociación sincrónica que hace la autora entre raíz y sufijo resulta ingenua12,
por mucho que se esmere en señalar la distinta conducta morfosintáctica de ambas formas .
Finalmente, lo observamos ya en 4.3, es posible que la forma -hamu no sea una variante más
de -hama, como parece inferirse del tratamiento indiscriminado de la autora, sino más bien
una raíz diferente.

4.14. En relación con el "complemento cero" (pérdida de la vocal del nombre que
fun ciona como objeto directo), la autora parece implicar que dicha "marca" se da
obligatorirunenLe no sólo cuando el OD se encuentra en posición no-marcada, es decir antes del
verbo, sino incluso cuando aquél, por razones expresivas o por influencia del orden castellano,
se ex trapone al final (pp. 141-143). Las verificaciones que hemos podido hacer, así como otros
datos que hemos tenido la ocasión de consultar (cf. Manín 1969), nos indican que la elisión de
la vocal del 00 en final de enunciado no es obligatoria, y en cambio sí está sujeta a reglas de
tipo diafasico, pues, como ocurre con el quechua en casos semejantes, la licencia para deshacerse
de la vocal se da máximamente cuando aquélla está "resguardada" por el verbo (cf. en quechua
cochabambino t'antá munani , pero munani t'anta-ta). Incidentalmente, nos parece des-
acertado el comentario que se hace en relación con expresiones del tipo ¿kuna-mp-s manq'
-sña ch'uñu? '¿con qué podrímnos comer chuño?' (nótese cómo ch'uño no tiene marca cero!),
según el cual la forma kuna-mp-s vendría a ser "complemento directo (cero)" (p. 130): la caída
de la vocal del sufijo -mpi es interpretada (ame la ausencia de truncamiento mostrada por
ch'uñu) como marca de 00 cuando la expresión es a todas luces una frase adverbial(!).

4.15. Al tratar sobre los verbalizadores "defectivos", se lista, en un mismo plano, los
alomorfos -xa - -ka, no obstante que el primero, realización superficial del segundo, sólo se
da en Jopoqueri (Oruro), e incluso aquí en forma variable al lado de la fonna conservada:

12 En efecto, muy cerca está el juicio de la autora del que sigue: "JAMA en aymara significa excremento.
Como sufijo fun ciona unil\ndosc a las diferentes partes de la oración, con la acepción del adverbio
de mod o COMO" (cf. Dcza Galindo 1992: 164). Sobran los comentarios.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

¿khiti-s uta-n-xa-ni? - ¿khiti-s uta-n-ka-ni? '¿quién va a estar en la casa?' Una vez más,
como se ve, estamos ante un mero inventario y no frente al resultado de un análisis
morfofonémico propiamente dicho. De otro lado, en sección aparte (pp. 144-145) se ocupa
la investigadora del alargamiento vocálico que funciona como verbalizador y que, no obstante
señalar que "está en distribución complementaria con el verbalizador -ka", es tratado en forma
separada. Si, como se ha podido observar, nuestra aimarista suele con frecuencia extraviarse
ante los hechos puramente sincrónicos de la lengua, pedirle una cuota mínima de atención
ante la posible forma básica originaria del verbalizador en cuestión habría sido demasiado:
no asoma, pues, por allí, la menor preocupación por averiguar la "historia" de dicho sufijo,
no obstante que los datos hablan por sí mismos. Como se sabe, tanto -ka como el alarga-
miento no son sino restos del antiguo verbo kanka- 'ser': de allí el valor existencial de las
expresiones que las conllevan.

4.16. En la última sección del capítulo (pp. 147-149), se ofrece, a manera de conclu-
sión, un resumen de lo tratado, así como la propuesta de un agrupamiento dialectal sobre la
base de algunas de las "isoglosas" detectadas a lo largo del capítulo comentado. En relación
con la primera parte, se busca establecer dos tipos de variación: interna y externa, siendo la
última aquella causada por la influencia del castellano (como en el caso del empleo del
diminutivo -ito, por ejemplo). Lo que la investigadora no adviene es, sin embargo, la influen-
cia permanente del quechua sobre el aimara, tal como hemos podido destacarla en su mo-
mento oportuno: sobra decir que, al lado de ésta, la del castellano resulta ciertamente muy
modesta. De otro lado, por lo que toca al establecimiento de áreas dialectales, lamentamos
decir que el intento se reduce a una enumeración ad hoc de "dialectos", los mismos que,
dependiendo de la selección de "isoglosas", no sólo se superponen en múltiples direcciones
sino que, en la medida en que el trabajo de campo no ha sido exhaustivo, corremos el riesgo
de agrupar unas áreas con otras en forma gratuita. Una vez más, la fragmentación dialectal
del aimara sureño no parece involucrar "ramificaciones".

S. Variación en el sistema derivacional verbal. El capítulo 5 trata sobre los sufijos


verbales derivacionales, los mismos que aparecen agrupados en tres clases posicionales, de
las cuales la primera está formada por derivadores lexemáticos, básicamente a-;pectuales y
direccionales, y la segunda por derivadores de función más bien gramatical; la tercera, cuyo
reconocimiento como tal nos parece enteramente ad hoc, está formada por un solo sufijo de
naturaleza polimórfica, como se verá. La autora introduce los sufijos, describiéndolos y
ejemplificando su empico, indicando su variación y localización, señalando también su ca-
pacidad verbalizadora (de la veintena de sufijos dieciséis pueden también formar temas verbales
a partir de nombres), hecho este último particularmente interesante, pues muestra una conduc-
ta paralela a la observada entre los deverbativos del quechua. En relación con el polimorfismo
encontrado, sea éste de naturaleza intradialectal y a veces meramente diafásica, como inter-
dialectal o diatópica, es de notar, por un lado, la naturaleza puramente idiolectal de algunas
de tales variaciones (a veces estamos no sólo ante el testimonio de una sola persona sino, lo
que es más grave, frente a un dato apenas oído o recordado por un informante); y, por el otro,
al hecho de que no importa cuál sea la procedencia (pandialcctal o meramente idiolectal) de
las variantes, éstas son presentadas -mejor, inventariadas- sin el menor atisbo de su forma

132 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

básica (subyacente) ni mucho menos de su posible contextura etimológica, no obstante que


los datos manejados (incluso los consultados) claman por sí mismos en pro de una u otra
postulación. Fuera de ello, como tendremos ocasión de ver en seguida, el análisis de los
sufijos derivacionales adolece, en muchos casos, de serios errores de interpretación tanto
formal como semántica, causados las más de las veces por simples fallas de conmutación. Lo
dicho no quita, sin embargo, que, en muchos aspectos de la morfología airnara, todavía estemos
en un nivel muy precario de comprensión, sin que hayamos podido superar a Bertonio, a
quien sin embargo los lingüistas de la Florida pretenden restarle méritos, sin manejarlo con
cuidado 13 ni mucho menos haberlo entendido a cabalidad. En lo que sigue, y en prueba de
lo dicho, ofreceremos nuestros comentarios respectivos.

5.1. En relación con el factivo -cha, la autora destaca, correctamente, su escasa pro-
ductividad como deverbativo (función que compite en desventaja con la de -ya 'causativo'):
se citan los verbos yati-cha- 'enseñar' (< yati- 'saber') y waki-cha- 'preparar' (< waki-
'proveer'); como denominativo, en cambio, se muestra muy productivo, mucho más que su
homónimo quechua (cuya función es estrictamente denominativa, de paso sea dicho). Con
este valor se cree encontrar una restricción semántica en el aimara moderno, según la cual
-cha no verbalizaría seres animados: un ejemplo dado por Bertonio ([1603) 1879: 273), como
el de <caurachaña> "(Dios) creó las llamas', fue rechazado "por una hablante de La Paz/
Tiahuanaco" (p. 154). Pues bien, creemos que este tipo de evidencias en contra de dicho
ejemplo, y, lo que es peor, la generalización que se formula a partir de ello, resultan descon-
certantes en una investigadora de amplia experiencia como la autora que comentamos. En
este caso particular, así como en otros, no estamos frente a un uso arcaico de la lengua: es
posible que tampoco en la época de Bertonio dicho ejemplo fuera aceptado llanamente por
un hablante común. Lo que ocurre es que el jesuita echa mano de dicho sufijo para que,
potenciando su productividad, pueda imprimirle al tema elaborado el sentido más abstracto
de 'crear', como una atribución del dios cristiano: se trata, pues, de un hecho de sistema y
no de simple norma, adecuación frecuente a la que recurrieron los gramáticos coloniales en
su afán por hacer de las lenguas nativas vehículos eficientes de evangelización. Por lo demás,
a menos que se siga manteniendo un criterio extremadamente "rusticista" de la lengua, ejem-
plos como el de qawra-cha-ña seguirán siendo inaceptables para el hablante común y
corriente, poco entrenado en la reflexión sobre la propia lengua.
Aparte del problema de productividad mencionado, el análisis de -cha ofrecido resulta
desacertado en dos casos. El primero tiene que ver con la secuencia -ncha, que es segmentada
en -n-cha, en ejemplos como jayu-ncha-ña 'salar', uma-ncha-ña 'mezclar algo seco con
agua', etc. En vista de un ejemplo como <collquenichatha> 'hacer que uno tenga plata', dado
por Bertonio ([1603] 1879: 274), la autora observa que "no siempre es posible saber cuál de
los dos sufijos [el 'localizador' -na o el 'poseedor' -ni] está siendo utilizado" en aquellos

13 Para dar un solo ejemplo, a propósi to del sufijo verbalizador -xa 'divisor' (p. 156), nuestra autora cree
encontrar una errata en Bcrtonio ((1603] 1879: 279), a quien transcribe como citando el ejemplo
<ayuyaratha> 'ir muchos a diversas partes', observando que debía ser aywijaratha (sic). El hecho
es, sin embargo, que el jesuita italiano trae <ayuijarntha>: como se ve, se trata de una mala lectura
del texto original.

N2 1, julio 1995 133


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

ejemplos, pues la pérdida de su vocal los iguala superficialmente. Al respecto cabe sefialar
que el jesuita es categórico al decir que en los ejemplos mencionados previamente se está ante
la secuencia -na-cha, con el significado de "mezclar alguna cosa con el nombre de que se
compone la partícula, o vntar o componer con el alguna cosa" (Op. Cit, 274). Ahora bien,
en vista de que el quechua también registra dicho morfema (o secuencia de morfemas), como
en kachi-ncha- 'salar', misk'i-ncha- 'endulzar', etc., existe cierta duda en relación con la
interpretación bertoniana, a menos que postulemos para esta lengua también la secuencia
•-na-cha, pero ya sincopada en -ncha (pues el quechua no tenía por qué perder la vocal).
En vista de su registro en esta lengua, y de la "reconstrucción" que hace Bertonio, preferimos
analizar el morfema -ncha en forma unitaria, sincrónicamente diferente de -cha. El segundo
caso de análisis errático tiene que ver con ejemplos como juta-ñ-ch-itu-w ' me dan ganas de
venir', lup'i-ñ-ch-ja-ki-rak-itu-wa 'tengo deseos de estar pensativo' , en los que se cree divisar
el mismo verbalizador -cha precedido del nominalizador -ña (!). Aparte de esa extrafía
combinación (¿para qué nominalizar un verbo para verbalizarlo inmediatamente?), inexistente
en la lengua, lo que asombra constatar es la total indiferencia respecto de las glosas que la
propia Briggs proporciona para los ejemplos aportados: en todas ellas está presente la noción
de 'dar' o 'tener ganas', es decir hay una carga desiderativa de por medio. De no haber sido
muy desdefiosa con Bertonio, fácilmente hubiera caído en la cuenta que en dichos ejemplos
estamos ante los restos del morfema desiderativo -nacha - -hacha (cuasi homófono de su
equivalente quechua -naya), que el jesuita parafrasea como "tener gana de lo que el verbo
dice" (Op. Cit., 110; cf. también 279), que todavía es productivo en los dialectos que hemos
consultado (Juli, Huancané). De manera que en los ejemplos discutidos tenemos al frente una
manifestación sincopada de -nacha (con palatalización de la nasal: -ñcha) y no frente a dos
morfemas: como se ve, se trata de un hiperanálisis traicionado por la forma y el contenido.

5.2. Al tratar sobre el derivador -tata 'desparramador, dispersador' (cf. p. 164), sos-
tiene la aimarista que, a diferencia de lo que ocurría en tiempos de Bertonio, en el dialecto
actual de La Paz dicho sufijo sólo puede formar temas atribuibles al rasgo [-humano], como
en uma-tat-i-w 'se derritió' o janq'u-tata-sk-i-w 'se está blanqueando'. Según esto, quisié-
ramos entender que kumar-tata-ña 'sanarse' sólo sería aplicable a los animales (?), pero
¿qué decir de jacha-tata-ña 'empezar a llorar repentinamente' o de tuki-tata-ña 'desmayarse'?
¿Será que aquí también se trata del llorar repentino y del desmayarse de los animales úni-
camente, y no de un ser humano? En éste y otros casos similares, como se ve, asombra la
ingenuidad de la investigadora por dar crédito fácil a la opinión personal de informantes con
poco o nulo entrenamiento en la reflexión metalingüística, amén de la procedencia idiolectal
de muchas de las informaciones manejadas.

5.3. Entre los sufijos de la Clase 2, el análisis de -si 'recíproco, reílexivo' (pp. 169-
172) presenta serios problemas descriptivos e identificatorios. Así, en primer término, el valor
reflexivo que se le asigna obviamente está ausente en ejemplos como asa-qa-si-ña 'sacarse
el sombrero', qama-si-ña 'quedarse', ala-si-ña 'comprarse algo', etc., pues lo que encontra-
mos allí es más bien el significado de beneficio personal (dativo ético), similar al que registra
el sufijo quechua correspondiente -ku. De otro lado, el nuevo significado que se le atribuye
-el de "enfático"-, en ejemplos como ar-naqa-si-: 'yo mismo voy a ,gritar' o jan k'ari-

134 Revista Andina. Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

si-m-ti 'tú mismo no mientas', resulta ser demasiado "corpus-específico", y, por consiguien-
te, ad hoc. En cambio, según hemos podido verificarlo, tales ejemplos sólo ilustran, una vez
más, el significado de "beneficio personal" del mismo. Finalmente, a propósito de un ejemplo
encontrado en Morocomarca (Potosí), la autora cree ver un nuevo valor de -si, esta vez como
producto de una inf1uencia castellana: el de 'se impersonal'. El ejemplo en cuestión es ¿kuna-
mpi-rak maq'a-s-i ch'uñu-ka? '¿con qué se come chuño?' (nótese, al pasar, la ausencia de
la marca cero y la reinterpretación fonológica del marcador de tópico). Sobra decir que parece
desconocerse completamente el tercer valor significativo que conlleva -si (al igual que el
quechua -ku), que es precisamente el del 'se impersonal'.
Por otra parte, como dijimos, el análisis de -si presenta serios problemas de confusión.
Resulta que desechando una interpretación previa en favor del tratamiento unitario de la
secuencia -ska como 'durativo', la estudiosa da marcha atrás (desafortunadamente, a nuestro
modo de ver), creyendo divisar en la primera consonante la forma sincopada de -si 'reflexivo'
y en -ka el morfema 'incompletivo'. De esta manera, en un ejemplo como nuwa-si-sk-t-wa
'estoy peleando', se dice que estaríamos frente al uso recursivo de si-si, todo ello al margen
del significado de la glosa (!). Incidentalmente, en el ejemplo similar recogido en Calacoa
(Tacna): nuwa-si-s-tha, hay que suponer que la /k/ de -ska fue asimilada a la consonante
siguiente. Ahora bien, la razón que se da para reformular dicho análisis y ver en -ska la
secuencia -si-ka es que, según se dice, "-si también puede combinarse con el completivo
-xa que indica acción terminada" (p. 170), es decir no ocurriría únicamente seguida de -ka
"incompletivo", y en prueba de ello se dan ejemplos como los de maq'a-nta-s-xa-tayna 'se
lo comió todo' , qullq apa-s-xa-m '¡lleva el dinero nuevamente!', etc. Pues bien, el hecho
es que en estas instancias estamos efectivamente ante -si 'reflexivo, medio-pasivo', y no ante
el continuativo(!), y éste, como tal, puede aparecer libremente antes del completivo -xa. Como
se ve, el error (perfecto círculo vicioso) radica en la falsa identificación de la -s de -ska como
reflexivo. Nos preguntamos, ¿dónde está el supuesto valor reflexivo de si en ¿aka-n-ka-sk-
i-ti? '¿está él/ella aquí?' Sobran los comentarios. Por lo demás, volveremos sobre el asunto
nuevamente, a propósito del durativo, mal llamado "incompletivo", y, dicho sea al pasar, nos
rectificamos de un análisis similar al de la autora, ofrecido por nosotros (cf. Cerrón-Palomino
1994b: Cap. 5, § 2.1.3.2), apoyados en el criterio de "autoridad" (falsa, en este caso).

5.4. En relación con el causativo -ya, es interesante notar su empleo como


transformativo, equivalente a su homófono quechua -ya (pp. 172-175). Así, en temas como
hayp'u-ya-ña 'hacerse tarde', uru-ya-ña 'hacerse de día' (con un empleo lexematizado en
La Paz: 'celebrnr una boda o un cumpleaños haciéndole una fiesta a alguien'), ejemplos ya
citados por Bertonio (Op. Cit., 311). En la medida en que el aimara posee el sufijo -pta como
' transformativo', es posible que en el caso de -ya con el mismo valor estemos ante un efecto
de influencia quechua: prueba de ello sería su poca productividad, en comparación con la de
su homófono (históricamente, por lo demás, ambos parecen remontar a un mismo origen).
Ahora bien, en vista de que este sufijo se sujeta, variablemente, provocando la
contracción de las vocales encontradas en una sola de naturaleza larga (cf. apa-:-ña - apa-
ya-ña ' hacer llevar'), la autora observa que "todavía no disponemos de datos para decidir la
relación entre este sufijo en su función de verbalizador [como en jayp'u-ya-ña] y el
verbalizador de alargamiento vocálico" (sic!). Extrdño comentario, por decir lo menos, ya

Nº 1, julio 1995 135


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

que, al margen de cualquier similitud formal, allí está la diferencia significacional: en el


primer caso estarnos ante un significado causativo, si no transformativo, y en el segundo
frente a un significado predicativo o existencial. No sorprende entonces que en ejemplos
como los de ukha-ma-ya-:-pi 'así seré', qullqi-ni-ya-:ta 'tú vas a tener dinero', usu-ta-ya-
:-xa 'en caso de que esté enfermo', etc., se identifique, contra toda la evidencia proporcio-
nada por las glosas, la forma -ya con el causativo-transformativo -ya. Como se ve, en las
instancias ofrecidas el significado prevaleciente es existencial antes que transformativo y
mucho menos causativo.
Cabe ahora preguntarse, ¿qué clase de morfema es entonces dicha forma -ya? En verdad
no hay que pensar mucho para dar con él: se trata del resto del verbo 'ser' -------es decir kanka-
en su forma evolutiva intermedia, previa a su transformación final en simple alargamiento:
de una forma antigua como *qullqini kanka-nta lit. 'serás con dinero', pasando por *qullqi-
ni ya-nta, se desembocó en qullqi-ni-ya-:ta e incluso en qullqi-ni-:-:ta (donde los alar-
gamientos encontrados se reducen a uno solo). Lo dicho se corrobora ampliamente con datos
provenientes del aimara de Omasuyos, aportados por Herrero et al. ( 1971: 1.126), y que nuestra
autora no supo aprovechar para salir de los espejismos de que fue víctima ante las similaridades
formales, aunque no significacionales, de los morfemas involucrados. Los ejemplos maneja-
dos por los mencionados autores son decisivos: yati-ch-iri-ya-:-wa 'voy a ser/seré profesor',
yati-ch-iri-ya-:ta-wa 'vas a ser/ serás profesor'; pero también lo son sus respectivas formas
negativas: jani-w yati-ch-iri-:ka-ti 'no voy a ser/no seré profesor' y jani-w yati-ch-iri-:ka-
:ta-ti 'no vas a ser/no serás profesor', donde, a diferencia de la segmentación que se hace
(aislando la cantidad vocálica de -ka), preferimos identificar toda la secuencia -:ka como resto
del antiguo verbo ser, lo que a su tumo significa que el llamado -ka incompletivo, que suele
aparecer en las expresiones negativas, no sería sino el mismo verbo ser. Como reconoce la
propia autora, todas estas "complejidades requieren de futuros esrudios para su aclaración".
Creemos que el reconocer -ya - -:ka como alomorfos más enterizos del sufijo verbalizador,
en comparación con sus congéneres más conocidos -: - -k, nos ha permitido comprender
mejor el proceso de desgaste grndual que afectó al verbo ser antes de constituirse en mero
sufijo.

55. La carncterización que se ofrece del morfema -ni, al que se denomina 'aproximador'
(pp. 175-176), resulta muy pobre e incompleta. No obstante citarse a Bertonio, cuya amplia
discusión al respecto se pasa por alto (cf. Op. Cit., 285-286), no se distingue los valores
cislocativo y translocativo que conlleva dicho sufijo, dependiendo de si el verbo es de moción
o no, respectivamente, tal como ocurre con su homónimo quechua -mu.

5.6. Como se dijo en 5.3, la identificación de un sufijo independiente -ka - -xa (la
variante -kha "se dio esporádicamente en vez de /-ka/ en el habla de una hablante de Salinas"!),
con los valores de 'incompletivo' y 'adelantador' (cf. pp. 180-182), desglosado de la secuencia
-ska, y en la que -s es interpretada errdticamente como el reflexivo -si, es sencillamente ab-
surda. Según el análisis que proponemos, el sufijo -ska, al igual que su homófono quechua
-chka (pronunciado como [-ska] en algunos dialectos sureños), tiene precisamente los dos va-
lores reconocidos: el de durativo o incompletivo y el de adelantador(= ir haciendo la acción
mientras se realiza otra). Ahora bien, una de las razones por las cuales se identifica -ka como

136 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

morfema independiente es su realización en expresiones del tipo sar-ka-ña 'adelantarse', chur-


k-th-wa 'se lo estoy dando', etc., donde no aparece ninguna huella del segmento inicial de -ska;
pero obsérvese cómo reaparece en aka-n-ka-sk-i-w 'está aquí', donde la -s no puede ser el
reflexivo -si como se supone. Un cotejo de los datos proporcionados nos hace ver que en rea-
lidad hay una distribución complementaria entre la ocurrencia de -ka y la de -ska: la primera
ocurre tras consonante y la segunda tras vocal. Así, la misma Briggs cita dos ejemplos entre-
sacados de una canción recogida en Calacoa (Moquegua), en los cuales asoman -ska y -ka en
estrofas diferentes: jacha-sk-i-wa-y 'ellos están llorando' y jach-k-iw s-i-wa-y 'están llo-
rando, dicen '. Como se ve, clara demostración de lo que venimos sosteniendo. Para abundar
sobre lo mismo, la propia autora menciona el caso de un hablante de Salinas, "conocedor del
habla de La Paz y consciente de que sus interlocutores hablaban esa variante, usó tanto /-ja/
solo como /-s-ka/ en la misma oración, en un cuento". El ejemplo es el siguiente: aka-n-x na-
x sawu-n-x-th-w, sawun-si-sk-t-na-x 'aquí yo estoy tejiendo, tejiendo estoy yo'. Como pue-
de verse, tr.ts consonante se da el alomorfo -k (realizado como ·X), pero luego de vocal apa-
rece -sk. Recuérdese que, según el análisis ofrecido, la s es el morfema reflexivo repetido (!).
En relación con el morfema "completivo", y en una muestra inusitada de preocupa-
ción por ir más allá del simple inventario, nuestra aimarista propone que la forma básica de
dicho deverbativo pudo haber sido -qa, y de hecho encuentra en Calacala (Potosí) el alomorfo
-q, como en amu-s-t'a-q-i-lla 'él/ella la hizo callar' (donde, se nos dice, el causativo en su
forma de simple alargamiento se redujo a vocal simple, lo cual no convence, ya que la estructura
silábica no impide una forma como amu-s-t'a-:-q-i-lla). Así, pues, en expresiones como chur-
x-t-wa 'ya se lo di ' o apa-n-x-ita 'tráemelo' estaríamos, en un nivel de análisis más abstracto,
ante *chur-qa-tha-wa y *apa-ni-qa-ita, respectivamente. Tal postulación revela de inme-
diato una homofonía parcial con el sufijo deverbativo quechua -rqu - -rqa, en el que la r
constituía morfema aparte: semánticamente dicho sufijo también tiene el matiz aspectual de
completitud (cf. apa-rqa-chi-y '¡hazlo llevar de una vez!').
Ahora bien, observa la autora que, aunque de manera poco frecuente, se da la combi-
nación de -xa 'completivo' y de lo que ella llama -ka 'incomplelivo' (p. 183). Según su
análisis, tal ocurriría en el ejemplo atip-xa-s-ka-k-i-w '(el dolor de cabeza) la vence' , donde
el incompletivo aparecería trdS el reflexivo (ya vimos que, según nuesuo análisis -ska es un solo
morfema: el durativo), pero también en sar-k-xa-tayna-x 'se había ido (para siempre)', con la
particularidad de que esta vez el "incompletivo" aparece antes del completivo, lo cual no parece
inquietarla. En auxilio suyo puede argumentarse que mientras el primer ejemplo proviene de
Compi (Tiahuanaco), el segundo procede de Huancané, existiendo la posibilidad de que haya
variación en el ordenamiento de sufijos dialectalmente. El hecho es, sin embargo, que a
continuación se cita otro ejemplo, tomado de Wexler (1967: 456) y proveniente de La Paz, en
el cual se da este mismo orden, en aparente contradicción con la primera instancia: tiwula-x
jani-w sar-t-ir-hama-:-k-xa-:n-ti 'el zorro no pudo levantarse (y jamás lo haría nuevamente)',
con la segmentación morfémica propuesta. Por nuestra parte, y en consonancia con el análisis
ofrecido en 5.4, creemos que la secuencia -:-k que precede al completivo -xa forma una uni-
dad morfémica: la del antiguo verbo *kanka-. De hecho, como se verá más adelante, el sufijo
-hama cerraba la expresión verbal principal antes del auxiliar. Por lo que debemos concluir
señalando que la expresión sar-k-xa-tayna-x, de haber sido correctamente registrada, no
conlleva ninguna marca "incompletiva", cosa además semánticamente contradictoria.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

5.8. Como sufijo postrero de la Clase 2, se propone, a manera de novedad de última


hora (surgida "después de tenninado este estudio"), la fonna -pa parn el plural verbal. Como
lo señalamos en Cerrón-Palomino (1994b: Cap. 5, § 1.2), el análisis de dicha categoría siem-
pre estuvo oscurecido por falsas asociaciones que se hacían respecto de los elemenLos que la
precedían o sucedían. En esta ocasión se cree haber encontrado dos ejemplos aislados -uno
en Huancané (Perú) y otro en Guallatire (none de Chile}- en los que la vocal (siempre ausenle
por razones morfofonémicas, e hisLóricas en el presenLe caso) del sufijo en cuesLión, que las
más de las veces ocurre en la secuencia -p-xa, sería /'a/. Los ejemplos son: chura-ni-pa-mama-
y 'se las daremos (vicuñas) a usLedes' y wak-t'a-ya-pa-ñani 'prepararemos', respec-
tivameme. Ahora bien, aparte de que estamos aquí frenLe a dalos obLenidos indirecLamenLe, el
hecho es que, como la misma invesLigadora lo señala, en esos mismos lugares se registra la
fonna -pxa y sus variantes (-pka - -pxa), por lo que en las instancias citadas bien podríamos
estar ante simples alternancias de la fonna básica, con elisión de la posLvelar. Por lo demás,
recuérdese que la autora cree ver en la secuencia -p-xa dos morfemas: el plural y el completivo.
Según esto, ¿qué decir de expresiones como sar-xa-px-i-wa 'se fueron' y aru-s qillq-t'a-s-xa
-px-sna 'podemos escribir nuestro idioma', en los que, según el análisis ofrecido, tendríamos
dos completivos a la vez (una vez segmentados -p-x(a))? En éste, como en casos similares, la
investigadora no suele inmutarse parn nada: tal parece que el orden posicional de los sufijos y
sus significados no contasen mucho frenle a la pura apariencia formal. Sobra decir que, en
nuestro análisis, la secuencia -pxa fonna una unidad morfológica indivisible como marca de
plural: de allí que no es de extrañar que se nos diga que "en gran medida, la combinación más
común de -pa es /-p-xa/, a menudo precedida por -si- u otros sufijos".
Ahora bien, en un arranque inusitado de absoluta confianza, nuestra autora afirma que
no encontró "el sufijo *pisca citado por Benonio en ninguno de los dialccLos invesLigados"
(p. 184). Una vez más, como se ve, la poca confianza OLorgada al gramático italiano la hizo
perder de vista, al no advertir en -pxa precisamenLe el remanenle del antiguo <pisca>, cuya
segunda consonanLe puede reconstruirse como /q/ en vista de su reflejo moderno de /x/. Siendo
así, lo único que queda por resolver en relación con el presenLe sufijo es la a!Lernancia con
-pka (y su versión lenizada en -pxa), donde la velar resulta siendo anómala. Por lo demás,
como lo hemos señalado en otra oportunidad, no debemos perder la esperanza de que se
encuentre (en el lado boliviano sobre Lodo) algún documenLo aimarn en el que podamos
entrever las fases intennedias del desgaste que significó el paso de *-pisqa al moderno -pxa:
dicha documentación, de encontrarse, debería corresponder a las finales del siglo XVII y los
comienzos del XVIII.

5.9. Bajo el rubro de "sufijos de la clase 3", se presenta un morfema o la suma de


varios morfemas (desde el punLo de vista hisLórico) en diferenLc grado de grarnaLicalización
en las hablas estudiadas, básicamente de La Paz, parn las cuales se consulLó a otros auLorcs
(Bertonio, Ebbing y Herrera et al.), aunque sin dejar de lado los LesLimonios de Lipo
anecdólico. Se trata de un caso de polimorfismo de hasta sieLe e incluso nueve varianLes, de
las cuales las más enLerizas son -samacha y -chjama (p. 186), y que consLiLUye un verdadero
problema de análisis tanto sincrónico como diacrónico. Desde el punLo de vista del signifi-
cado, las traducciones oblenidas para las expresiones que conlienen dicho morfema son las
de 'parece, es probable que', 'es como si', ele. Su inserción dentro de una clase especial de

138 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

sufijos verbales derivacionales obedece, según la investigadora, a razones distribucionales:


aparece "después de los sufijos derivacionales de la Clase 2 y antes de los sufijos indepen-
dientes y los sufijos de flexión verbal". Sin embargo, de los varios ejemplos que se discuten
salta a la vista que ello no siempre es así, pues hay casos en los que el sufijo se manifiesta
tras -sa (sufijo independiente u oracional), y, de otro lado, también parece ocurrir tras la
marca flexiva de .¡ '3a. persona', como la misma Briggs se ve obligada a admitir, aunque
no explícitamente. Conforme se verá en la discusión que sigue, no todas las fonnas inven-
tariadas en esta sección pueden subsumirse dentro de una matriz originaria común; por el
contrario, alguna'> de ellas son o forman parte de otros morfemas.
En su afán por comprender mejor el problema, la investigadora inicia su discusión
tomando un ejemplo aislado de Bertonio, y sin prest.ar mucha importancia (como es usual en
ella) al extenso pasaje que el jesuita le dedica en sección especial al "verbo hamachatha, que
muchas veces significa video, videris", y que "roman<;ado barbararnente quiere decir hago
como, pero bien roman<;ado significa paresceme" (cf. Op. Cit,, 101-105). El ejemplo dis-
cutido es <churassina hamachasma> 'paresceme que yo te di/parescete que yo te di'. Como
se ve, se trata de una oración compuesta, donde el verbo principal es el elemento verbalizado
hama-cha ' parecer', sobre la base de la partícula hama, que por entonces gozaba de au-
tonomía léxica. Pues bien, lejos de tratar de comprender la oración en su factura histórica,
lo que se hace es interpretarla de acuerdo con los valores actuales de los elementos consti-
tutivos de aquélla: craso error, ya que la fuerza predicativa que tiene hama-cha en el ejemplo
bcrtoniano aparece desvaída al ser analizado como si fuera el sufijo actual-hama 'comparativo'.
Es más, según el análisis propuesto, el verbalizador -cha no tendría como ámbito únicamente
a hama, como lo implica Bertonio, sino a toda la construcción: así, pues, "con la morfofonémica
corregida, y eliminando la división en dos palabras, la palabra-oración sería" chura-sin-hama-
ch-sma (!). Como puede verse, interpretar un ejemplo del s. XVI de acuerdo con los cánones
acLUales de la lengua constituye un acto deliberado de renuncia a buscar las raíces de los
problemas actuales que justamente se quiere explicar. En el presente caso, es precisamente
el carácter autónomo de hama-cha el que puede iluminarnos en relación no sólo con el
significado de las construcciones modernas sino, sobre todo, con respecto a su distribución
y orden posicional, una vez que se produjeron la reducción y el ensamblaje(= síntesis) de
tales expresiones oracionales.
Ahora bien, tanto Ebbing (1965: 223) como Herrero et al. (1971 : 2.324), estos últimos
con datos provenientes de Omasuyos, recogen la variante -sama-cha, que la autora quiere
explicar, yendo contra todo sentido común, a partir de -hama-cha, donde la /s/ inicial sería
una asimilación a la /s/ del sufijo subordinador -sa: así, pues, para la expresión proporcionada
por Ebbing <jalluskasamachiwa> 'parece que está lloviendo', se postula la "forma subyacente"
*jalluskasjamachiwa! En ningún momento, quizás influida por la "antigüedad" del testimonio
de Bertonio, se le ocurrió a nuestra aimarista que bien podríamos estar ante la versión más
arcaica de la míz *sama, como creemos que fue en verdad: dicha fonna habría devenido en
-hama por uno de esos cambios esporádicos tan comunes en el aimara (cf. la variación en
la remodelación del verbo 'decir' sis-th-wa - his-th-wa 'digo'). La postulación de *sama
como la forma originaria tiene la virtud de sacarnos del problema de la sinonimia molestosa
de hama 'como'/' excremento': ésta sería el resultado del cambio *sama> hamaque afectó
a La partícula comparativa (cf. con lo expresado en§ 4.13). Nótese, incidentalmente, la conducta

Nº 1, julio 1995 139


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

formal semántica de dicha partíc ula en comparación con la de su homónima quechua sina,
que igualmente devino en -hina, no obstante que tampoco en el quechua sureño se dio un
cambio regular de */s/ en /hfl. Como se ve, un paraleli smo más, de los abundantes, que se
observa entre las variedades sureñas del aimara y del quechua. Pues bien, aceptada la forma
conservada de -sama, no es difícil analiz.ar la oración c itada de Ebbing como jallu-ska-s-sama-
ch-i-wa, proveniente de una forma subyacente *hallu-ska-sa-sama-chi-i-wa ' parece estar
lloviendo' , así como la que traen Herrero et al. : <hichhüroii jallusamachaniwa> ' hoy parece
que va a llover' como proveniente de una forma subyacente hichha uru-xa hallu-sa sama-
cha-ni-wa.
Si el análisis sugerido es válido entonces podemos intentar resolver, en base a él,
algunos otros casos presentados. Así, las oraciones t'aq-s-ta-s-ma-ch-ja-k-i-w 'creo que (el
burro) se desamarró' y ut-ja-s-ka-s-ma-ch-ja-k-i-w 'parece como si hubiera (algo) allí', según
el análisis ofrecido, y en donde la primera glosa es engañosa, pues en vez de 'creo' (que
supone una la persona gramatical, que no ex iste) era mejor recurrir a ' parece', como en el
segundo ejemplo (la misma observación debe tenerse presente en las demás oraciones, pp.
189-190). Para la autora, la forma-jaque se da tras el antiguo verbalizador -cha, "parece ser
una reduplicación del sufijo -jama expresada en su alomorfo reducido /-ja/, dando la se-
cuencia /-smachja/" (p. 189). Po r nuestra parte no creemos que haya tal " redupl icación"
(recursión sería el término más apropiado en todo caso), semánticamente absurda e inmoti-
vada, y aun cuando no podamos por ahora determinar su identidad (que apunta a una an tigua
*-ka), preferimos analizar los mismos ejemplos como pro venientes de fo rmas más abstractas
del tipo t'aq-s-ta-sa hama-cha-ka-k-i-wa y ut-ka-ska -sa hama-cha -ka -k-i-wa , respecti-
vamente, con aspiración de -sama, que desembocará ulteriormente en la sec uencia s-ma, previa
elisión vocálica.
Ahora bien, en orac iones del ti po juta-ch-ja ma-k-itu-w 'parece que me viene' o chura-
ch-jama-k-tam-wa 'creo (sic) que te lo dio' , citadas por Hardman et al. (1988: 277), nuestra
a utora cree ver un alomorfo di stinto -chjama , "sin que haya aparente nominali zac ión o
verbalización" (es decir, -cha no puede aquí verbal izar a una raíz verbal). Una vez más, como
se ve, lo que cuenta para ella es la pura similaridad form al y no el orden posic ional de los
sufijos. Tomando en cuenta este último fac tor, así como el de la incompati bilidad entre una
raíz verba l + -cha , podemos descartar ele una vez por todas la identificación for,,ada entre
-chjama y -sama -cha - -hama-cha, aun cuando luego no podamos estar seguros de la iden-
tidad del segmento -ch: tentati vamente preferi mos ver en ella un resto del antiguo sufijo durati vo
-chka , con supresión del elemento ka frente a -hama (<*sama), de modo que para las ora-
c iones arriba c itadas pueden postularse como fo nnas originarias: *huta-chka-sa ha ma(cha)-
k-itu-wa y *chura-chka-sa hama(cha)-k-tama-wa , donde nuevamente no sabemos precisar
e l elemento k y suponemos la pérdida del verbal izaclor originario ele ham a-cha.
De otro lado, se registra también la secuencia -ichja como una ele las varian tes del
morfema estudiado. Ella asoma en o rac iones de l tipo jut-i-ch-ja-w 'creo (sic) que él ha venido'
y jut-i-ch-ja-ki-w 'creo que é l haya venido (sic! )' , y en las que nuestra investigadora no
parece convencerse de su propio aná lisis en favor de -i como 3a. persona, puesto que, para
e lla, en el segundo ejemplo por lo menos, el independiente -ki debe aparecer antes del sufijo
llex ivo -i (rec uérdese la paradoja descriptiva que dicho m1álisis plantea; cf. § 1.1 ). Por lo que
tcx:a a nosotros, creemos que en ta les ejemplos la -i es en efecto la referencia personal y que,

140 Rev ista An d ina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

de otra parte, la /ch/ es la realización del morfema conjetural -chi (llamado 'no involucrador'
por los aimaristas de la Florida); por consiguiente, estaríamos frente a una combinación de
morfemas que nada tiene que ver con la construcción 'simulativa' de hama-cha. Finalmente,
en todo este embrollo de falsas a<;ociaciones, se cree ver en la secuencia -ñ-ch-jama de la
oración juta-ñ-ch-jama-k-itu-w 'me siento como si quisiera venir nomás' (p. 190), como
siempre dejando de lado las glosas que se proporcionan, la intervención del sufijo -chjama,
cuando, en nuestra opinión, estamos ante la realización de la marca desiderntiva -nacha>
-ncha (cf. § 5.1): la glosa habla por sí misma. En fin, como dice la propia autora, "el análisis
definitivo [de tales formas] tendrá que esperar una investigación posterior".

5.10. Como es de uso, cierra el capítulo una sección de resumen y conclusiones,


donde en verdad está ausente todo esfuerLO de generalización y lo único que se ofrece son
comentarios enteramente triviales. Por lo que toca al "pautamiento dialectal" ofrecido, una
vez más, las zonificaciones postuladas (entre el "grupo norte", el "grupo sur" y los "dialectos
intermedios") resultan arbitrarias, sobre todo si se tiene en cuenta la superposición de las
isoglosas, y el carácter variable -ya sea gramaticalmente contextuado o diafásico- de éstas.

6. Variación en el sistema flexivo verbal. El capítulo 6 trata sobre los sufijos ver-
bales flexivos que, de acuerdo con el esquema analítico de los aimaristas de la Florida, in-
tegrnn la categoría de tiempo, constituida por ocho "tiempos básicos" y por algunos "tiempos
compuestos". Los primeros comprenden el simple, el futuro, el imperativo, el desiderntivo,
el "reprochador", el remoto de conocimiento directo y el de conocimiento indirecto. Los
compuestos resultan de la combinación de algunos de los tiempos básicos con el "no
involucrador" -chi o el llamado "inferencia!" -pacha así como con el nominalizador -iri. En
sección aparte se presenta el verbo sa-ña 'decir', de especial importancia dentro del sistema
verbal no sólo por su peculiaridad formal y su conducta morfofonémica sui generis sino también
por su función sintáctico-semántica dentro de la ornción. Cierra el capítulo, como es usual,
una sección de resumen y conclusiones. Cada uno de los "tiempos" presentados y discutidos
recibe un tratamiento homogéneo: primeramente se señala la conducta morfofonémica de las
marcas temporales respectivas; luego se ofrece la estructura y distribución de la categoría
temporal en consideración, tomando en cuenta el sistema de relaciones interpersonales (en
número de nueve, asumiendo la existencia de una 4a. persona) que se establece14 , con sendos
cuadros que ilustran tales redes en los distintos dialectos estudiados; y, finalmente, se pro-
ponen "pautamientos dialectales" para cada tiempo estudiado, de acuerdo con la distribución
de los alomorfos, a partir de la conducta idiosincrática de éstos. Se trata, sin duda, de uno

14 Como se sabe, para los a:imaristas de la Florida (cf. Hardrnan et al. 1988: Cap. V, § 1.11.5, 86) todo
verbo aimarn expresa una relación interpersonal entre sujeto y objeto (lo que los gramáticos tradicio-
nales llaman "transición"), incluyendo a los intransitivos(!). Oigamos lo que a este respecto nos dice
precisamente la autora del libro que comentamos, en su nota 3 al capítulo respectivo (cf. p. 193): "los
verbos intransitivos (como jiwa-ña 'morir') con sufijos de complemento 3p. (l> 3, 2> 3, 3> 3 y 4>
3) se traducen sin persona complemento, reteniéndosele la persona sujeto". El concepto mismo de
"transitividad", como se puede apreciar, se ve distorsionado en aras de criterios formales de
combinabilidad.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de los aspectos más complejos de la morfología aimara, donde campea el polimorfismo y en


el que los nivelamientos analógicos y las presiones paradigmáticas han ido configurando
distintas soluciones a los diferentes subsistemas verbales. Es en este apartado de la morfología
aimara donde precisamente el carácter aglutinante de la lengua hace crisis, mostrando estruc-
turas opacas (tal el caso concreto de las marcas transicionales y su analizabilidad) que se
prestan a distintas interpretaciones analíticas; y es aquí también donde se advierten con toda
claridad los efectos recurrentes de reducción y ensamblaje que afectaron a la lengua a lo largo
de su evolución, mostrando una terca propensión hacia la síntesis. No debe extrañar entonces
que los análisis propuestos sean no sólo discutibles sino también, en muchos casos, franca-
mente erráticos, como se verá en su momento.
Antes de pasar a comentar y discutir los puntos que consider<lI11os críticos, debemos
manifestar nuestro completo desacuerdo con la reducción arbitraria que se hace al subsumir
dentro de la categoría de tiempo no sólo la de persona sino, sobre todo, la de modo. Es cierto
que, formalmente, tales nociones se muestran no sólo imbricadas y hasta amalgamadas, pero
también es verdad que, en algunos casos, aparte de sus valores semánticos, ellas pueden ser
perfectamente discriminadas. Así, pues, allí donde la autora reconoce la categoría de tiempo
como exclusiva de la flexión verbal, nosotros distinguimos, además de aquélla, las de modo
y persona. Llamar "tiempo" a las formas del imperativo y a las del desiderativo (el llamado
"reprochador" es un invento innecesario) nos parece enteramente grotesco, por decir lo menos.
De la misma manera, hablar de tiempo "no involucrador" o de "inferencia!", cuando se está
frente a formas que claramente expresan modalidad, resulta francamente absurdo. Lo malo
de todo es que ni la autora comentada ni Hardman et al. ( 1988) explicitan los criterios que
siguieron para llegar a tan singular interpretación.

6.1. Como se dijo, ciertamente las marcas verbales transicionalcs constituyen un


rompedero de cabeza cuando uno intenta desglosarlas en sus componentes (de sujeto y ob-
jeto); pero no sólo se trata de su analizabilidad sino que, al lado de eso, presentan diferencias
tanto desde el punto de vista fonético-fonológico cuanto desde el ángulo de su propia cons-
titución, como resultado de las presiones analógicas y las tendencias niveladoras de los
paradigmas involucrados. Frente a dicho polimorfismo, como es ya costumbre, rnrn vez la
autora intenta indagar sobre la posible forma básica de un morfema (con ser obvia la postulación
de la misma en muchísimos casos, sobre todo allí donde la variación es pur<lJ11ente fonética,
es decir superficial) ni mucho menos sobre su eventual forma originaria, limitándose a enu-
merar, sin ningún criterio, las variantes consignadas en su cuaderno de notas. En tal sentido,
por ejemplo, nada le sugiere el encontrar la alternancia -tha - -ta de la la. persona no-futurd
(opuesta a la forma -ta de la 2a.), así como tampoco le suscita algún comentario el polimorfismo
de la marca de la relación 3> 2, que, según los lugares, se registrd como -rama - -mm -
-tma, e incluso -ta:ma, a menos que le haya parecido demasiado obvio y ocioso ocuparse
de tales asuntos.
No extrañará entonces que al hablamos del tiempo futuro nos diga que su marca
distintiva es "o bien el alargamiento vocálico, o una semiconsonante, una nasal, o una frica-
tiva velar o postvelar" (p. 197). A lo sumo se contenta con decir que "este tiempo es un
excelente ejemplo de la inestabilidad de las consonantes no oclusivas". Como se ve, se trdta
de una mera enumeración, hasta de fenómenos puramente superficiales como el alargamiento

142 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

vocálico o la variación entre la velar y la poslvelar, hechos que no oscurecen la visibilidad


de la forma prototípica o al menos de una de sus más conspicuas manifestaciones.
Incidentalmente, en § 4.8 tuvimos la ocasión de ver de qué manera, precisamente, la marca
de la la. persona resulta isomórfica, hasta en su polimorfismo, con la de la la persona de
futuro: su reconstrucción, por lo mismo, parece involucrar pasos semejantes, tal vez a partir
de una forma *-n(a)-qa.

6.2. AJ tratar sobre la "estructura y distribución del Tiempo Imperativo" (201-203),


aparte del curioso empleo del concepto de "tiempo" para referirse a una modalidad, extraña
que la'\ formas -ma '2a. persona' y -phana '3a. persona' (en su versión normalizada) sean
interpretadas como formando parte de la red interaccional de 2> 3 y 3> 3, respectivamente,
cuando se sabe, en términos pragmáticos, que la primera expresa una orden directa del hablante
al oyente (es decir l> 2) y la segunda un comando indirecto, de tipo delegatorio (de 2> 3).
Además, ¿cómo se entiende una acción imperativa de primera persona? Para la aurora, ésta
coincidiría con la marca 1> 3 de futuro (!). De hecho, la superposición del llamado " tiempo
imperativo" con las formas del futuro es obvia, como la misma Briggs lo reconoce. "Al
analizar el imperativo -nos dice-- se debe tener en cuenta que se sobrepone al Futuro en
gran medida, tanto en lo formal como en lo semántico" (p. 203). En fin, todas las razones
conllevan a la conclusión de que el " tiempo imperativo" no es sino una creación de los
aimaristas de la Florida, empeñados en inventar paradigmas forzando el análisis formal y
semántico de las unidades estudiadas. Por lo demás, la misma investigadora parece haberse
convencido de que las reglas morfosinlácticas que se creía (cf. Hardman et al. 1988: 152) que
servían para distinguir las formas del futuro de aquellas atribuidas al imperativo (aparte de
las relaciones I> 2 y 2> 3, e incluso 4> 3) resultaron siendo inexactas (cf. 204, esp. nota 9).

6.3. En relación con el "tiempo desiderativo", que Bertonio interpretó correctamente


como modo optativo (cf. Op. Cit., 67-68), la autora postula acertadamente, en un arranque
inusitado, la forma -sa como la básica, pese a que ésta nunca emerge en el paradigma en
forma enteriza (lo que sí ocurre, por ejemplo, en el jacaru). Ahora bien, dicho modo se
caracteriza por exigir las desinencias personales nominales, hecho que se advierte claramente
en la 2a. y 3a. personas, mas no en la la. que, por simple inferencia, tuvo que haber sido
igualmente un "eco" del pronombre de persona respectivo. En efecto, Bertonio, que en su
paradigma ofrece <yatichasna> 'oxala yo enseñara' (cf. Op. Cit., 34), nos proporciona la
evidencia. Por cierto que este dalo no le sugiere nada a nuestra investigadora.
Al lado de tal paradigma se da otro, en el que esta vez las formas contienen el
nom inalizador -iri seguido de lo que se denomina "marca contraria-a-los-hechos" y con clausura
de las referencias personales propias del tiempo simple (cf. pp. 207-208). Lo que llama la
atención aquí es la extraordinaria variación de la marca "intermedia", obviamente formada
por la suma de por lo menos dos "sufijos" en distinto grado de desgaste entre los diversos
dialectos estudiados. Enfrentada a tan variado polimorfismo, nuestra investigadora hace in-
tentos por establecer la " norma" del elemento en cuestión, aunque sin mayor fortuna. De las
variantes listadas, no es difícil entrever la participación conspicua de dos morfemas: -ka y
-sa en diverso grado de integridad y desgaste (y ha<;ta supresión). Pues bien, admitiendo que
-sa es la marca del optativo o condicional, la pregunta pendiente tiene que ver con -ka. Por

Nº 1, julio 1995 143


Artícu los, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

cierto que este tipo de problemas no calza dentro de las preocupaciones de nuestra aimarista,
entrnmpada como se encuentra en medio del bosque polimórfico. Y aun sin necesidad de
dilucidar sobre la naturaleza y composición de aquello que designa como "marca de tiempo
contrario-a-los-hechos" resulta inevitable preguntarse sobre la situación anómala de encontrar
fonnas verbales en las cuales al nominalizador -iri pudiera seguirle un sufijo verbal (!), a menos
que éste fuera verbalizador. Pues bien , el hecho es que tales formas optativas son el resultado
de lo que hemos llamado procesos de reducción y ensamblaje, en vi rtud de los cuales una
frase verbal constituida por el verbo pri ncipal congelado en la forma optativa -iri se funde
a su auxiliar constituido por el verbo ser, es decir *kan ka-: en el paradigma citado, la forma
-ka no sería sino el resíduo de dicho auxiliar. De manera que una expresión como manq'-
iri-k-s-ta 'podrías comer ' derivaría, aproximadamente, de *manq'-iri kanka-sa-ta (cf. con
la forma quechua mikhu-q ka-nki-man).
Ahora bien, en relación con e l significado del "tiempo desiderativo" , se observa que
aquél señala que " la acción es posible, conveniente o deseable" (p. 208). Tal se desp rende
también de las glosas que da Bertonio en el parndigma de sus formas optativas (cf. Op. Cit. ,
34). Sin embargo, extrayendo ejemplos de un párrafo en el que el ilustre jesuita trata sobre
"algunas conjunctiones proprias desta lengua" (cf. pp. 249-250), y en el que se ocupa de una
forma especial de construcción del tipo cave ne 'cuidado, no vaya a ser' latino, y que en
aimara (como en quechua) se construye mediante paqta , que "pide optativo ordinariamente" ,
nuestra investigadora pretende decimos que ciertas formas del optativo (2> 3, 2> 1 y a veces
3> 3) "se utilizaban para advertir o prevenir contra alguna acción , mientras que pard reco-
mendar se solía utilizar paradójicamente, el negativo jani antes del verbo" (p. 208). En
realidad, no hay tal especialización, pues del mismo modo como ocurre en quechua, las
fonnas condicionales se empican también libremente para advertir. De manera que un ejemplo
como <churasma> 'mira no des', ofrecido por Bertonio, puede significar, dependiendo del
contexto, 'podrías dar' , es decir en su fonna puramente optativa como habría esperado la
autora (cf., en quechua, qu-nki-man 'podrías dar'/'no vaya a ser que des'). Extraviada a
partir de una lectura demasiado literal de los ejemplos bcrtonianos, y lejos de imaginar un
contexto en el que puede obtenerse otra lectura del mismo ejemplo (no extraña, pues, que sus
infom1adores no comprendieran instancias como la citada), la estudiosa cree que tales usos
ya no se dan en el aimara moderno, en el que, en cambio, se recurriría, para lo mismo, a
construcciones en las que interviene el s ufijo independiente -raki. Una vez más, se ha
malinterpretado a Bertonio, y se pretende ver en ciertas construcciones ofrecidas por el jesuita
italiano formas obsoletas cuando, en el fondo, estamos ante expresiones comunes y usuales.

6.4. Tal como se dijo, los aimaristas de la Florida nos hablan de un " tiempo" especial
llamado "reprochador", cuya designación delata de por sí el carácter circunstancial ele la
misma. Al trdtar sobre la estructura fonnal de dicho " tiempo" somos informados que ella está
compuesta por " la flexión del Desiderativo correspocliente, alguna<.; veces con la vocal /a/
restaurada y usualmente seguida de las marcas del Remoto de C[onocimiento] D!irecto] :
alargamiento vocálico más /-naf' (p. 210), a saber: -sa:na '1> 3' , -s(a)mana '2> 3', -s(a) pa:na
' 3> 3 ' y -s(a)na:na '4> 3' . Ahora bien, quitadas las terminaciones del optativo simple (con
la vocal /a/ restituida para la I a. persona) , nos quedamos con la secuencia -:na, las dos marcas
del remoto de CD de que se nos habla. Confonne se verá (cf. §§ 6.6 y 6.7), si bien la marca

144 Revista And ina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

del RCD es -ya:, realizada también como simple alargamiento vocálico (que es el que se da
justamente en el paradigma citado), la Lerminación -na no corresponde sino a la 3a. persona:
-ya:-na. ¿Cómo explicar enLonces que las formas del paradigma en cuestión acaben Lodas en
3a. persona, no obst.anLe que la marca del opLaLivo va seguida de las distinLaS referencias
personales? La solución del problema Liene que ver con el origen hisLóricamente compuesto
de Loda la esLrucLura paradigmática: estamos, nuevamente, frente al resultado de un proceso
de reducción y ensamblaje. Postulamos que una forma como anata-s-ma-:-na 'hubieras jugado'
proviene de algo como *anata-sa-ma kanka-ya-na, en la que el verbo auxiliar aparece
congelado en la 3a. persona, exactamenLe tal como ocurre en el quechua: puklla-nki-man
ka-rqa-n. Por consiguienLe, el tal tiempo "reprochador" no es más que la forma ensamblada
(= sintetizada) del condicional compuesto, y el significado de reproche no es sino uno de los
t.antos valores que adquieren tales consLrucciones, dependiendo del contexto en el que se
empican. lncidenLalmente, la autora queda perpleja ante las formas del "reprochador" regis-
tradas en Calacoa (Moquegua), las mismas que conllevan delante del morfema opLativo el
sufijo -si (-si-sa-ma-:-na, -si-sa-pa-:-na, etc.): obviamente estamos frente al sufijo
mediopasivo que, al igual que -ku del quechua, puede emplearse en el verbo principal (cf.
puklla-ku-y-man ka-rqa-n lit. 'me lo hubiera jugado').

6.5. Al igual que las formas del optativo con -iri (cf. § 6.3), no se advierte que las
llamadas "formas -iri para el tiempo reprochador" no son sino construcciones sintetizadas de
una frase verbal compleja en la que el auxiliar, esta vez, aparecía modificado por el derivador
continuativo -ska. De manera que una expresión como manq'-iri-ska-:-ta 'tú habrías estado
comiendo' tendría una forma originaria como *manq'-iri kanka-ska-ya-ta (cf., en quechua,
mikhu-q ka-chka-rqa-nki, con la misma significación).

6.6. En relación con el pasado remoto de CD, observa la autora que este tiempo "es
una fu sión de dos paradigmas, uno de ellos con sufijos con la parte recurrente /-ya/ en po-
sición inicial (o a veces, en posición intennedia) y el otro paradigma sin /-ya/' (p. 220).
Agrega que mientras que en la mayoría de los dialectos se encuentra "una mezcla de las dos
formas", sólo en Juli pudo obtener dos paradigmas completos con la forma llena y sin ella.
En ambos casos está presente el aumento vocálico: -ya: - -:, que vendría a ser la "marca de
los tiempos remotos". Así, pues, tenemos al frente formas como chura-ya-:-th-wa 'yo le di'
o simplemente chura-:-th-wa (cf. chura-ya-ya:-th-wa 'yo le hice dar a él/ella', donde el
primer -ya es el 'causativo'). Pues bien, según nuestro análisis, aquí estamos ante un solo
paradigma con diferentes resulLados de naturaleza morfofonémica en la medida en que las
fonnas sin -ya sufrieron el cambio conocido de elisión de yod y contrncción de las vocales
homorgánicas en una larga: ésLa, delante de la cantidad preexistente, se fundió en un solo
alargamiento: *-ya-:> -:-: > -:. De esa manera, una forma como chura-ya-:-th-wa devino en
chura-:-th-wa: como se ve, se trata de un solo paradigma. Importa preguntarse ahora por la
naturalc,.a del alargamiento vocálico, que para la Briggs es la marca de los tiempos remotos.
Para nosotros, como ya lo hemos venido adelantando, ella no es más que el "testimonio" del
antiguo verbo auxiliar ser, y, en cambio, es el sufijo -ya el que marca el pasado. De modo
que la fonna originaria del ejemplo citado vendría a ser *chura-ya kanka-tha-wa.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

6.7. Por lo que toca al pasado remoto de CI (el llamado "pasado narrativo" en la
tradición lingüística quechua), es interesante advenir que nuestra investigadora pudo al fin
entrever parte de la génesis de él al reconocer en su estructura la intervención del sufijo -ta
"nominalizador", aunque en lo demás ande siempre extraviada, tras haber mal identificado
algunos otros sufijos, como el llamar verbalizador a -ya, que para nosotros es la misma marca
del pasado. En su intento por explicar el origen de esta forma temporal (más bien aspectual),
concretamente la correspondiente a la 3a. persona, que es la más socorrida sobre todo en las
narraciones, propone la siguiente derivación (entre otras que buscan dar cuenta de las distintas
manifestaciones superficiales): -ta-ya-i-na (resultante-verbalizador-flexión de 3a. persona-suf.
del RCD) ...;..tayna (cf. p. 225). El análisis sugerido, como se aprecia, no va más allá de la
consideración de la preexistencia de un verbalizador -ya- - :, sin indagar por el origen de
éste. Por nuestra parte, y en consonancia con la<; propuestas ofrecidas previamente para cons-
trucciones similares, postulamos una génesis diferente: creemos que parte del paradigma ha
sido como sigue: *manq'a-ta kanka-ya-tha , *manq'a-ta kanka-ya-ta , *manq'a-ta kanka-
ya-na, formas que devinieron en manq'a-ta-y-tha 'yo había comido', manq'a-ta-y-ta 'tú
habías comido' y manq'a-ta-y-na 'él/ella había comido', respectivamente, con reducción total
del auxiliar que, pudiendo haber sido un simple alargamiento, devino en cero al ser flan-
queado por la marca del pasado -y, una vez que ésta, a su vez, perdió su vocal debido al
carácter fuerte de las marcas de persona, que exigen la caída vocálica del sufijo anterior. Es
decir, una forma como *manq'a-ta-:-y-tha resultó en la forma actual manq'a-ta-y-tha. Ahora
bien, en algunos dialectos, concretamente en Morocomarca y Calacala, así como en Chucuito,
se registn1 una variante para la 3a. persona (y en Huancané incluso en las otras personas), en
la forma de -taw + sufijo personal. ¿Cómo explicar dicho fenómeno? En otro lugar (cf. Cerrón-
Palomino 1994b: Cap. 4 , § 1.3.1.3) hemos ofrecido un análisis alternativo de explicación. El
problema, sin embargo, sigue en pie.
Finalmente, para acabar con esta sección, resta referimos al hecho reportado, según
el cual, en textos recogidos en Huancané, Jopoqucri y Salinas se dan formas que registran
-ta en lugar del esperado -tayna para la 3a. persona. Así, en sawu-p ap-ta-si-s sara-ta ' llevando
su tejido (ella) se fue', jani ut-x-ka-ta-t(i) uka-t sar-xa-ta 'no habiendo, entonces él se fue'.
Pues bien, aquí tenemos precisamente el empleo de -ta como marca de narrativo simple,
homófono del nominalizador participial (cf. con -sqa del quechua, de funciones exactamente
paralelas), y que en la 3a. persona podía empicarse sin el verbo auxiliar: manq'a-ta 'él/ella
había comido' (cf. con la forma quechua mikhu-sqa, con la misma significación). Una vez
más, el paralelismo quechua es asombroso.

6.8. En la sección de tiempos compuestos, se discurre sobre las formas modales con
-chi y -pacha, a los que se denomina, siguiendo la nomenclatura de los aimaristas de la
Florida, "no involucrador" e " inferencial", respectivamente, designaciones ambas puramente
circunstanciales, como la de "reprochador". Se alude también, de paso, a las construcciones
con el nominalizador -iri, empleadas en la expresión de acciones habituales y en narraciones
(p. 228). En relación con los modales mencionados, todavía nos resulta oscura la manera en
que tales marcas pudieron insertarse dentro del sistema verbal, toda vez que existen eviden-
cias de su carácter de sufijo independiente, en el primer caso, y de elemento pospuesto, en
el segundo. De lo que no parace haber duda es, sin embargo, que la " incorporación" de tales

146 Revi sta And ina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

marcas originariamente independientes o posposicionales se debió a los procesos de reduc-


ción y ensamblaje tan frecuentes en la lengua: sólo así puede explicarse el que aparezcan ante
sufijos flexivos. En el quechua, donde tales elementos se dan igualmente, la situación es tal
que ellos no han adquirido estatuto de sufijos flexivos y permanecen como independiente y
como mera poslposición, respectivamente. De allí que, en este caso, el modelo quechua no
nos ayude para explicar la génesis del empleo de tales sufijos en el aimara, como sí ocurre
en tantos otros casos vistos previamente. De todas maneras, tales sufijos expresan no un
tiempo ciertamente, sino un modo, dubitativo en el caso de -chi (cf. Cerrón-Palomino 1994b:
Cap. 5, § 1.43) y de probabilidad en el de -pacha. Incidentalmente, de los ejemplos que se
proporcionan para ilust.rM el empleo de -chi, uno de ellos nos parece dudoso: wijita-x-s-t-
xa-y 'ya soy viejita', pues de la glosa no surge ningún matiz dubitativo, por lo que la -s no
puede ser realización de -chi. En cambio en wali kus jach' marka-chi 'debe ser un país
grande muy bonito' observamos clarMnenLe de qué modo -chi, unido a un nombre, se com-
porta como un auténtico sufijo independiente (cf. con el quechua huanca sumaq ku:sa hatun
malka-ei).
En cuanto a las formas habituales con -iri, su génesis resulta clara, desde el momento
en que contienen el aumento vocálico como resto del antiguo verbo auxilar seguido de otro
alargamiento propio de -ya, ambos fundidos en uno solo. Así, en chur-iri-:-sma tendríamos
una forma anterior *chur-iri kanka-ya-sma 'solía darte' (cf. con el quechua quq ka-rqa-
yki, con la misma significación). La otra construcción, frecuente en las narraciones en 3a.
persona, como en sar-x-iri-tayna 'él/ella se fue', según la autora, no conllevaría verbalización,
y, por consiguiente, tendría un carácter "unitario" (p. 228). Obviamente, no estamos de acuerdo
con ello, toda vez que se deja sin explicar la incompatibilidad combinatoria! entre el sufijo
-iri 'nominalizador' y otro sufijo nominalizador -ta: lo más probable es que entre ambos debió
estar el verbo auxiliar, pero que, por r<12ones que ignoramos, no dejó ningún rastro en el
presente caso. Ahora bien, un ejemplo recogido en Calacoa (Moquegua) parece damos pre-
cisamente la razón: en jani-w s-ir-k-sma-ti 'no Le dije' (al parecer con soldadura de -iri al
verbo 'decir'), la -k, que para la autora es el "incompletivo", vendría a ser justamente el
antiguo verbo auxiliar.

6.9. El verbosa- 'decir' es objeto de un tratamiento especial (229-235), no sólo por


su conducta morfofonémica tan variada en los dialectos estudiados, sino incluso comenzando
por su especial constitución fonnal: se trata de prácticamente el único verbo monosilábico
actual (cf. la raíz antigua del verbo *ma- 'ir', hoy lexematizado en ma-nta- 'entrar'; cf. con
el verbo quechua *ya- 'ir', pero ya-yku- 'entrar') 15 • Ahora bien, lo peculiar de este verbo
radica en que, al ser conjugado, pierde su vocal, creándose formas que empiezan, contra toda
forma canónica silábica naturnl, grupos consonánticos iniciales: así en s-th-wa 'digo', s-ta
'dices', etc. Parn "remediar" tales formas conspirativas, en algunos dialectos se remodeló la
forma de la raíz en si'ia- - hisa- (con cambio esporádico des> h). Pues bien, para nuestra

15 En su nota 13 (cf. p. 229), la autora dice que el verbo pha:-ña 'cocinar', empicado en Sitajara (Tacna),
sería otro ejemplo de monosílabo, aunque con forrna canónica CV:. Asombra tamaña ingenuidad, desde
el momento en que dic ha forma alterna con phaya- en muchos dialectos, por lo que la forma citada
es enteramente superficial.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

estudiosa la fonna subyacente del verbo seóa precisamente cualquiera de tales variantes, con
pérdida de "la secuencia CV inicial obligatoriamente delante del sufijo nominalizador -ña y
opcionalmente en otras circunstancias, variables de acuerdo a los dialectos" (p. 229). En
"prueba" de dicha postulación menciona que "según dos hablantes [de SoccaJ de entre 24 y
30 años de edad, las fonnas con /si-/ o /ji-/ inicial suenan demasiado enfáticas o anticuadas,
propias de "la manera en que hablan los viejos" (229). Como se ve, no está ausente el afán
de respaldarse en el criterio de "antigüedad". Sin embargo, aparte de la candorosidad con-
sistente en apoyarse en la opinión ingenua de los hablantes, los datos señalan que en verdad
la forma antigua del verbo siempre fue sa-. ¿Cómo surgen entonces la variante sisa- y su versión
aspirada? Nos parece que, como lo adelantamos en § 3.1, en el intento por conjurar el grupo
consonántico inicial, se recurrió a una remodelación sobre la base de la fonna s-i de la 3a.
persona, muy empleada como subordinador. Allí mi smo sugeríamos que la fácil tolernncia,
por parte de algunos dialectos, a aceptar grupos consonánticos de dos y hasta de tres con-
sonantes (cf. con la fonna registrada en Socca: s-t'-s itani 'él nos dijo'), podría deberse a que
sus hablantes, de ancestro uru, todavía pueden articular tales secuencias, muy comunes a su
lengua primigenia.

6.10. Cierrn el capítulo la conocida sección de resumen y conclusiones, ademá<; de la


zonificación dialectal propuesta. Se destaca la especial naturaleza de la flexión verbal, con su
múltiple y compleja manifestación variable no sólo en términos interdialectales sino incluso
en el interior de un mismo dialecto. Ante tan complicada situación, la autorn llega incluso
a sostener que "una muestra de hablantes más grande probablemente incrementaría el número
de los alomorfos existentes" (p. 236), lo cual implicaría que la variación no tiene límites,
hecho ciertamente reñido con la noción misma de sistemn. Por lo demás, frente a tanta di-
versidad, asombrn constatar que la intercomprensión entre los hablantes de los distintos dialectos
no parece quedar mellada. Agrega la autorn: "Si bien muchos hablantes del aimarn tienen una
competencia receptiva de las variantes flexionales que ellos mismos no utilizan, reconocién-
dolas más bien como "maneras como hablan ciertas personas", no todas las variantes son
igualmente aceptadas por los hablantes" (p. 236). Lo cual nos parece, después de todo, per-
fectamente normal.
Finalmente, en relación con el "pautamiento dialectal" ofrecido, el mismo que busca
distinguir entre un grupo dialectal norteño, otro sureño y uno intennedio (Moquegua, Tacna),
baste decir que, como en los casos previos, las isoglosas no permiten establecer áreas más
o menos amplias y nítidas, libres de entrecruzamientos, hecho esperable, ademá<;, cuando
aquéllas consisten mayonnente de restructuraciones y nivelamientos paradigmáticos.

7. Variación morfosintáctica. El capítulo 7 lleva por encabezamiento "Variación en


morfosintaxis y sintaxis", y comprende, por un lado, la presentación de la tercera clase léxica
de la lengua: las partículas (239-241 ); luego, la de los sufijos "sintácticos", que, como se dijo,
aparecen diferenciados entre los llamados independientes y los oracionales (241-261 ); poste-
rionnente se ocupa de los procesos de composición (262-268), llamados "reduplicación"
(aunque también se habla de reduplicación de sufijos); y, finalmente, se ofrecen algunos
aspectos de la subordinación (268-304) y de la negación (304-310). Cierrn el capítulo, como
es ya sabido, una sección de resumen y conclusiones, aunque esta vez se deje extrañar la

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Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

esperada zonificación dialectal. En genernl, como es natural, la intención de la autora no es


tanto presentar y/o describir las estructuras morfológicas y sintácticas de la lengua, pues para
ello se nos remite por lo regular a la obra conjunta de Hardman et al. (1988), sino más bien
mostrar la variación dialectal que se manifiesta ya sea en el registro de los morfemas, en su
forma y significado, así como en el empleo variado de recursos y estrategias sintácticas propios
de la lengua. Con todo, la propensión hacia el hiperanálisis morfémico, la indistinción de
procesos léxicos y morfológicos, así como la confusión de fenómenos puramente morfológi-
cos con los típicamente sintácticos son algunas de las constantes que atraviesan el capítulo.
Seguidamente pasaremos a comentar algunos pasajes de él, buscando llamar la atención sobre
aquellos aspectos que resultan discutibles, particularmente en relación con el análisis explícito
o implícito de los mismos que se ofrece, proponiendo de nuestra parte alternativas de solu-
ción a tales puntos problemáticos.

7.1. Entre la lista de partículas presentadas, de las cuales las interjectivas son comunes
también al quechua, se menciona ma:ski, que expresa resignación, y que, según la investi-
gadorn, "posiblemente [esté] relacionada con ma(ya) 'uno, otro"'. Sin embargo, como es fácil
de ver, la asociación etimológica propuesta resulta inmotivada semánticamente, y no podía
ser de otra manern, ya que ella proviene del castellano coloquial mas que (sea), es decir 'aunque
sea', precisamente el significado que se le da. Incidentalmente, este tipo de desconocimiento
es muy común en la obra de los aimaristas de la Florida, cuyo dominio del castellano resulta
ciertamente precario 16 •

7.2. En nota de pie (cf. nota 2, p. 242), referida a los sufijos "independientes", la
autorn muestra, con razón, su incomodidad de llamarlos como tales, pues, en la medida en
que pueden coaparccer libremente con cualquier categoría léxica (básicamente nombres, verbos
y partículas), los llamados "oracionales" podrían nombrarse igualmente "independientes". De
hecho, dentro de la tradición gramatical quechua, así es como se los llama en general. Como
ya lo señalamos en § 1.1, la falsa dicotomía obedece al prurito de distinguir, como sulxategorías
distintas, a una misma cla<;e de sufijos -no simplemente sintácticos u oracionales como se
cree (sino también, más allá de eso, pragmáticos y discursivos)-- que, en buena parte por
razones de evolución histórica reciente, unos pueden aparecer antes de los otros, e incluso
delante de las marcas flexivas. Por lo demás, los llamados "independientes" sólo son tres
-ki, -raki y -puni-, en comparación con el único morfema similar del quechua: -lla, cuyo
privilegio de poder aparecer ante los elementos flexivos no ha sido obstáculo como para
agruparlo juntamente con todos los de su especie (incluyendo a los que la autora podría
llamar "oracionales").

7.3. Al discurrir sobre el limitativo -ki, se observa que éste puede repetirse en un
tronco, y el ejemplo que se ofrece, correspondiente al habla de Juli, es el siguiente: juma-ki
-ki-: ma-s 'exactamente como tú', proveniente (respetando el análisis propuesto) de *huma

16 Se dice, por eje mplo, que en el nombre propio Juwanti, se recurre al sufijo -ti (!) para evitar que el
no mbre de .Juan sea interpretado como Juana, con la consabida vocal paragógica aimara: nada de
eso, pues .Juwanti no es sino abreviación de Juan de (Dios).

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

-kí-kí-hama-sa. El hecho de que se trate del único ejemplo nos mueve a sospecha de que en
verdad podríamos estar aquí no ante el uso recursivo de -kí sino, más interesantemente, del
antiguo pronombre kíkí, tomado del quechua, y gramaticalizado como kíkpa (al igual que
pachpa < *pacha-pa): la expresión huma-kiki significaría entonces 'tú mismo' (cf. quechua
qam kíkí-ykí), aunque sin la concordancia personal (huma kíkí-ma), a menos que ésta se haya
fusionado como -hama.

7.4. La naturaleza accidental de la ocurrencia "interna" de los sufijos llamados inde-


pendientes (cf. § 7.2) aparece parcialmente ilustrdda en los ejemplos ofrecidos para ilustrar
el uso y el polimorfismo del certitudinal -puní. En efecto, se dan allí ejemplos como los de
uta-ja-píní-:-sk-i-wa 'realmente en mi casa' y sara-puni-:-w 'realmente voy a ir'. En la
primera instancia se puede observar exactamente cómo -pini aparece ante los restos del verbo
ser (el alargamiento vocálico), o sea en posición final de la frase locativa previa: uta-ja-pini
'en mi casa ciertamente'. En el segundo ejemplo, sin embargo, no sólo desconcierta la yux-
taposición del morfema en cuestión directamente a una raíz verbal sino también su preceden-
cia inmediata a la marca del futuro de la. persona: el alargamiento vocálico. Ahora bien, un
equivalente del segundo ejemplo, registrado en Socca, es sara-puní-ya:-wa, donde puede
advertirse claramente, aparte de la marca del futuro(= vocal larga), la presencia de -ya, que
seguramente es el reflejo del verbo auxiliar: de donde, según nuestro análisis, estaríamos ante
sara-puní-ya-:-wa (proveniente, a su vez, de *sara-puni kanka-nqa). De todas maneras, como
se ve, la adición de -puní directamente a una raíz verbal hace de este sufijo algo peculiar.

7.5. El sufijo -ra y variantes, que aparece únicamente en combinación con la partícula
negativa jani para significar 'aún no', es tratado como un morfema diferente de -raki, que,
entre otras significaciones, posee el de 'también' (lo opuesto a -ra en janí-ra). Sin embargo,
es obvio que, históricamente, el parcial recurrente -ra es el mismo en ambos casos, y de allí
la significación común (en el quechua, el equivalente común a ambas formas es -raq, con
el parcial -ra obviamente compartido): de hecho, la autora registn1 en Sitajara la forma -ray
(versión desgastada de -rakí) combinada con el negativo janí, lo que la hace pensar, co-
rrectamente, que quizás "sería mejor anali7.ar todas las apariciones de -ray en Sitajara, tanto
las que aparecen con janí como las que se dan con otros morfemas, como un solo sufijo
independiente". Lo dicho valdría también no sólo para el habla de la localidad mencionada
sino para toda la lengua; por lo que, identificar un sufijo aislado, sólo en combinación de una
partícula, resultaba ciertamente ad fuJC. Incidentalmente, notemos que la glosa de expresiones
del tipo ¿kuna-takí-raki? como '¿por qué? nos parece errada (cf. p. 246), ya que la inclusión
de -takí exige una pregunta de propósito: '¿parn qué?'

7.6. Entre los sufijos llamados "oracionales" se ofrece por separado, de un lado, la
forma -ka y variantes, denominada "marcador de tópico/resumidor"; y, por el otro, el sufijo
-xa y variantes, membretado como "marcador de tópico/atenuador'. La primera forma se
encontró en CaJacala y Morocomarca (Potosí), posteriormente también en Cacachaca (Oruro;
cf. nota 3, 249); la segunda, en el resto de los dialectos. Nótese, asimismo, que en los lugares
donde se registró -ka también ocurren las variantes del segundo morfema, realizado como -
xa, e incluso como simple alargamiento vocálico. La rnzón por la que la autora prefirió

150 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

distinguir tales sufijos, aparte de la diferencia fonética, y no obstante haber considerado la


posibilidad de que podrían tratarse de una misma marca, es que, de las inspecciones hechas
por ella, no parece haber coincidencia plena entre los empleos de -ka y de -xa; si ambos
coinciden en la función de marcador de tópico, el primero parece conllevar, además, el valor
de "resumidor" o de elemento anafórico, que en la lengua cumple el mostrdtivo uka: jus-
tamente, la forma -ka podría ser una síncopa de aquél. Al respecto, debemos señalar que, en
principio, los datos que la investigadora maneja para apuntalar dicha distinción son incom-
pletos y muy inseguros, como ella misma parece admitirlo: de hecho, la función de "reswnidor"
que le asigna a -ka no se trnnsluce en los ejemplos citados, y más bien parece que se ha
dejado guiar, como es costumbre en ella, por la similitud fonnal de los elementos involucrados.
En tal sentido, la hipótesis desechada en un principio, cual es la de una influencia quechua
sobre la base del marcador de tópico -qa (su cognado), adquiere mayor peso en la explicación
de la génesis de -ka. De hecho, como se sabe, el aimara potosino viene sufriendo una serie
de influencias del quechua, dada la condición de lengua de prestigio de que goza éste en la
región. En dialectos en los cuales el marcador de tópico es -xa - -:, no es descabellado pensar
que, al escuchar la forma -qa del quechua, con las mismas funciones, se lo haya reestructu-
rado con su forma oclusiva, no ya con [q] sino con [k]: la misma investigadora observa (cf.
nota 4, 249) que en "una oportunidad" apareció en un texto de Calacala la fonna -qa, en lugar
de -ka.

7.7. Con el membrete de "desconocedor" se introduce (pp. 257-258) el morfema -mna


y variantes, de cuyo uso la autora sólo pudo percatarse tardíamente, según propia confesión.
Cognado del reportativo de segunda mano del jacaru -mna, y semánticamente equivalente del
reportativo -si del quechua, tal parece que su empleo se encuentra efectivamente mellado, ya
que, conforme lo pudimos verificar (cf. Cerrón-Palomino 1994b: Cap. 6, § 1.2), parece darse
en expresiones más bien fijas y con un significado que apenas evoca los matices ricos y
variados que Bertonio encontraba a fines del s. XVI (cf. Op. Cit., 133-135), como puede
constatarse a través de las glosas y comentarios de los ejemplos que la autora cita. De esta
manera se va perdiendo toda una estrategia de carácter reportativo que, en oposición a -wa,
respondía a una fuente de información indirecta: uno de los "postulados lingüísticos" que,
curiosamente, ni siquiera es mencionado por los aimaristas de la Florida.

7.8. Dentro de los "procesos morfosintácticos", nuestra investigadora incluye lo que


ella denomina reduplicación, y que, conforme lo adelantarnos, se trata más bien de algunos
procesos de composición con identidad léxica de nombre+nombre (incluyendo algunas de sus
subcategorías) y de verbo+verbo. Como era de esperarse, en ciertos casos (sobre todo en la
composición nominal) nos encontrdffios no sólo ante un fenómeno muy productivo que puede
indicar abundancia (por ejemplo, qala-qala 'pedregal') o intensidad (verbigrncia mak-maki
'rapidísimo') sino también frente a fonnas ya lexicalizadas (puku-puku 'codorniz', de origen
onomatopéyico, o sillu-sillu 'variedad de flor'; cf. sillu 'uña'). Por momentos la autora no
parece entender bien el sentido de la reduplicación: así, por ejemplo, traduce ¿kun kun
s-ita:ta? por '¿qué, qué me vas a decir?', literalmente, cuando obviamente se interroga por
un asunto pluritemático: '¿qué cosas me vas a decir?' (cf. quechua ¿ima ima-ta-m
niwanki?) Pero, aparte de ello, lo que realmente desconcierta es que, como ejemplos de

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

"reduplicación" frasal e incluso oracional (!), se proporcionen claras instancias de recursos


recapitulatorios o repeticiones propios del discurso y de los actos del habla (p. 267).
Como ejemplo de reduplicación de sufijos se citan los casos de nominali:zación y
verbalización recursivas. Así, en la expresión juma-n-k-iri-n-k-i-wa 'es tu posesión' (lit. 'es
lo que es tuyo') advertimos, efectivamente, la doble ocurrencia del verbali:zador -k (y, por
consiguiente, doble construcción perifrástica con el verbo auxiliar: *huma-na kank-iri kank-
i-wa lit. 'es lo que es de tí'). Donde sin embargo nuestra autora deja pasar por alto un dato
extraordinario que indica la presencia aún vigente del auxiliar kanka- en su forma casi intacta
es en este ejemplo de Socca (Acora): uta-ja-n-kanka-ska-ya-:-t-wa' yo estaba en mi casa'.
Para ella, pese a que observa que tal versión "recuerda el verbo kanka 'ser' encontrado por
Bertonio", se trataría simplemente, de acuerdo con su análisis, de la "reduplicación" de la
secuencia -nka-nka, con el posesivo/locativo -na doblado, cosa que ciertamente no es com-
patible con la glosa ofrecida. Resulta incomprensible, por decir lo menos, que habiendo
encontrado tantas formas de relicto propias del antiguo verbo kanka- (en Omasuyos, por
ejemplo, y ahora en Socca, por citar un par de casos), además del puro alargamiento o de
la simple -k, no haya sentido la más mínima curiosidad por indagar sobre la "historia" de
dicho verbalizador. Como habrá podido advertir el lector, practicar una dialectología sin la
menor visión en profundidad hace de la disciplina una tarea de recolección árida y desprovista
de interés, en la que valen por igual tanto las fon11as sincopadas y balbucientes de un mal
informante como las reliquias celosamente conservadas en labios de buenos hablistas.

7.9. En cuanto a los tipos de subordinación tratados, el primero que se ofrece es el


de la nominali:zación mediante los sufijos -iri 'agentivo', -ña 'concretador' e 'infinitivizador',
y los participiales -ta y -wi (pp. 268-283). Se hace la distinción entre "dos clases de
nominali:zación": la que deriva "en nominal completo" y aquella que desemboca en "nominal
defectivo". La primera es ia que se llama comúnmente nominalización léxica y la segunda,
que es la que aquí nos interesa, es la de tipo sintáctico. En lo que sigue nos referiremos
únicamente a la subordinación por nominalización.

7.9.1. Al tratar sobre la subordinación con -iri, la autora no parece advertir el hecho
de que en base a esta estrategia se relativiza el sujeto de la oración dependiente (como en
qillq-iri jaqi thaqa-sk-th-wa 'ando buscando a la persona que escribe') y sólo se ocupa de
la subordinación de propósito, sin notar, pese a los ejemplos ofrecidos, que tal tipo de cons-
trucción está regido por verbos de movimiento únicamente. Así, en aymar yati-q-iriw jut-
tha 'vine a aprender aimara' o sara-tayn jisk-t'-iri 'había ido a preguntar', etc. 17 •

7.9.2. En la subordinación con -ña se distingue entre la que no connota obligación y


aquella que sí lo hace. En el primer caso, aunque no se mencione, estamos ante un fenómeno

17 Encuentra la autora que en Salinas, en vez de la forma normal derivada de, por ejemplo, ch'axch'-
uri 'el que riega' o thuq-uri 'el que baila' (con el predominio del limbre vocálico de la u del radical:
ch'axchu- y thuqu-, respectivamente), se dan ch'axch'-uru y thuq-uru, con asimilación progresiva
de la u. La sugerencia hecha en el senlido de que este tipo de resultado "podria ser reliquia de una
etapa más anligua" en la que existía armonía vocálica carece ciertamente de toda ba~e (cf. 271).

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Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

de complementación infinitiva, regida por verbos que se enumeran (cf. 273-274), la misma
que exige identidad de sujetos, como en ayrnar parla-ñ arna-tha 'quiero hablar aimara' 18 o
surki-ya-ñ yanap-t'-ita 'ayúdame a hacer surcos', etc. En el segundo caso se trata de la sub-
ordinación obligativa de tipo neutro (sin la participación de un sujeto explícito) y de la que
conlleva un sujeto expreso: urna way-ta-ña-wa 'es necesario traer agua' y urna way-ta-ña-
rna-wa 'tienes que 1rner agua' (cf. quechua unu apa-rnu-na-yki-rn). Nótese que en esta úl-
tima clase de construcción el pronombre sujeto (expreso) de la acción lleva marca de genitivo:
jurna-n sara-ña-rna-w lit. 'de ti tu ida (hay)' = 'tienes que ir' (cf. quechua qarn-pa ri-na-yki-
rn). Dentro de este tipo de subordinación obligativa, la autora registra un caso especial, propio
de los dialectos de Oruro y Potosí, en el que la obligación tiene carácter existencial de 'haber',
cifrado este último por el verbo utja-ña 'haber, existir' en 3a. persona: así, jurna-n sar-xa-
ña-rna-w ut-j-i ' tú tienes que ir' (lit. 'tu ida existe'). Se dice que construcciones de este jaez
fueron rechazadas por "un hablante de La Paz/Compi a quien le parecía una traducción del
español" (p. 278). Nada de eso, ciertamente, pues Lal tipo de subordinación es común en el
quechua (cf. qarn-pa ri-na-yki-rn tiya-n lit. 'de ti tu ida hay'), y, en todo caso, de darse sólo
en los dialectos "sureños" mencionados, debe achacársele a influencia quechua. Aun así, lo
que no debe olvidarse es que la extrañeza de Lal construcción sólo atañe al empleo de utja-ña,
pues, por lo demás, el uso del verbo ser en su Jugar, tras su desgaste, es interpretado por nuestra
investigadora como simple verbalización (cf. p. 277). Así, el ejemplo sara-ñ-ña-:-ya-tha
proviene de *sara-ña-nqa kanka-ya-tha, sólo que, en el presente caso, el auxiliar no está
congelado en la 3a. persona, como en el caso de utja-ña (es decir, utj-i; cf. quechua tiya-n).

7.9.3. Al discutir la subordinación con -ta, la autora se entrampa en la confusión de


-ta como marca de pasado narrativo y -ta como subordinador-nominalizador (cf. en quechua
el mismo caso de -sqa), preocupada como estaba, más bien, por su homofonía con la variante
-ta de la marca ablativa19 • En efecto, en lugar de concentrarse en construcciones subordinadas
del tipo rnuna-t-nja-x ch'aqh-i-w 'lo que yo quería se perdió' (cf. quechua rnuna-sqa-y-qa
chinka-rqu-n) o de jaqu-rpa-t-pa-t 'después de que lo botó' (donde la segunda-tes la variante
del ablativo -tha), se detiene en la consideración de ejemplos que ilustran el empleo de -ta
como pasado narrativo: wawa-naka-ña-x rnaq'a-ta-wa 'mis hijos habían comido' (no 'mis
hijos han comido', como dice la glosa; cf. quechua wawa-y-kuna-qa rniku-sqa-rn) o en su
empleo puramente participial: arnpara-t kat-thapi-ta-:-ña 'estar agarrados de la mano' (cf.
quechua rnaki-rnanta chara-naku-sqa ka-y). De esta manera, sobra decirlo, un recurso de
subordinación muy socorrido en el aimara queda oscurecido y pobremente entrevisto.

7.9.4. De la discusión sobre el nominalizador -wi y variantes se puede constatar que


la autora no encontró, en sus indagaciones, el empleo del sufijo en cuestión como nominalizador

18 Nótese, en este ejemplo de Sitajara, el registro del antiguo verbo amawa-ña, usado por Bertonio, el
mismo que, tras haber sufrido el proceso de elisión de /w/ y contracción, se realiza como [ama:-ña],
y, en la instancia discutida, el morfema -tha se encarga de acortar la vocal radical.
19 El siguiente comentario resulta por demás ingenuo: "A diferencia del sufijo complemento/relacional
-ta 'de, desde', -ta resultante no tiene un alomorfo aspirado en ninguno de los dialectos investigados
hasta la fecha". Como si dicho sufijo debiera llevar una aspirada (!).

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equivalente de -ta, ya mencionado por Bertonio (Op. Cit., 78), y por ello sólo se limita a
ilustrarlo en su función de derivador léx ico: jiwa-wi 'm uerte', yati-cha-wi-m 'tus ense-
ñanzas'. Sin embargo, en nuestn1s pesquisas realizadas en Puno, pudimos verificar el uso
todavía frecuente de dicho sufijo como suborclinador: juta-wi-ma yat-th-wa 'sé 4ue viniste',
equivalente de juta-ta-ma yat-th-wa.

7.10. En relación con los subordinadores adverbiales, la investigadora discurre sobre


el uso de los sufijos -sa, -sina, e -ipana. En térm inos de correfcrencia se adviene que, allí
donde no se emplea el último (por ejemplo, en La Paz), -sina suele usarse a veces cuando
los sujetos son diferentes; pero allí donde se empica -ipana (en Huancané, y en los dialectos
"sureños", por ejemplo), éste queda reservado para las relaciones de sujeto diferente y los
primeros para los casos de correferencia. De otro lado, desde el punto de vista de la relación
tempoml, la estudiosa confiesa que no pudo verificar si -sa expresa acción sim ull.ánca a la
par que -sina señalaría una acción previa, como suele sostenerse. Sin embargo, menciona el
hecho de que una hablante de Morocomarca no aceptó la sustitución de -sina (en el dialecto
local -sana) por -sa en el siguiente ejemplo: jamach'i ap-ta-si-sana sar-x-i-wa ' levantando
los pájaros se fue', lo que estaría contradiciendo lo señalado, ya que el empleo de -sa en el
ejemplo implicaría, literalmente, ' irse levantando los pájaros', y no ' una vez levantados los
pájaros', cosa perfectamente aceptada por la informadora: de allí el empleo de -sana (cf. p.
286). Con todo, no es de ex trañar que esté perdiéndose la distinción temporal implicada por
los sufijos mencionados, pues otro tanto va ocurriendo en el quechua sureño, en el que, si
no se ha perdido ya -stin 'acción simull.ánca', -spa resulta indi ferente respecto de si la acción
fue previa o no a la del verbo principal.
Ahora bien, por lo que respecta a -ipana, que resulta mimético en relación con el
tiempo expresado por el verbo de la omc ión matriz, no deja de ser interesante advertir que
en los dialectos de Huancané y en los de Morocomarca, Jopoqueri y Salinas, todavía se
encuentra en uso no sólo la forma "congelada" de -ipana sino todo el paradigma consistente
en la marca nominal del sujeto subordinado, o sea: -i-ha-na, -i-ma-na, -i-pa-na, e incluso
-isa-na, tal como se da en el jacaru y como lo presentaba Bertonio (Op. Cit., 36-38). En
conexión con la forma "congelada" -ipana (cf., en el quechua, la paralización de -stin en
la 3a. persona), que ya desde los tiempos del jesuita era la forma más usada para todas las
personas, nuestra investigadora cree ver el desarrollo de un nuevo matiz significativo surgido
de la combinación de la verbalización seguida de aquél: así, en una expresión como ¿khiti-
:-ipan-s aymar qillqa-ñ yati-q-tan? '¿gracias a quién hemos aprendido a escribir el aimara?' ,
tendríamos el significado de ' mediante, gracias a', etc. Una vez más, dejando de lado el
significado de la glosa, la autora prefiere identificar el alargamiento vocálico como una
verbalización. Lo que es peor, ella opta por esa interpretación no obstante encontrar en el
propio Benonio ([1612] 1984: I, 311) la clave para la recta identificación de dicho aumento
vocálico. En efecto, el gramático italiano da como traducción de ' mediante yo, tu, aquel' las
formas nihana, humimana y hupipana, formas claramente sintéticas respecto de sus ver-
siones originarias *naya-i-ha-na, *huma-i-ma-na y *hupa-i-pa-na. Resulta entonces evi-
dente que una expresión como ¿khiti-:-ipan-s? proviene de *¿khiti-hupa-i-pa-na-sa?, con
desgaste total de hupa, de cuya existencia apenas queda ahora el alargamiento vocálico
compensatorio. Conmutadas las referencias personales del parndigma en cuestión, queda

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Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

*-na como el subordinador originario, a la par que la -i precedente no parece ser sino un puro
elemento conector, como lo era en el quechua en una fonna como kama-q-i-n 'su animador',
antes del surgimiento del empleo del morfo vacío -ni (cf. moderno kama-q-ni-n ). Ello
explicaría en parte la naturaleza poco frecuente de un sufijo nominalizador que empieza por
vocal, como lo es -ipana.

7.11. Al tratar de la subordinación con el verbo sa-ña 'decir', que, como se sabe, puede
recibir como elemento subordinado toda una cita directa, como por ejemplo en "naya-x
sini-r sara-:", sa-ska-ya-:-th-wa '"yo voy a ir al cine", estaba diciendo' (cf. pp. 296-301),
se ocupa también la autom de la acuñación paraléxica de una fonna verbal como iyaw-sa-
ña 'aceptar' (lit. 'decir sí'), tan empleada en el lenguaje catequético desde tiempos de la
colonia (cf. en el quechua la creación del equivalente i-ñi-y). Lo que extraña, sin embargo,
es que a renglón seguido, se nos diga que en una oración como pa:rinu-ki-w juta-sk-i-x,
siw, "qhun qhun", sa-s 'el padrino llegó, dicen, haciendo reventar cohetecillos', la
subordinación con sa-ña "puede significar 'hacer ruido'" (p. 302), cuando se trdta, en verdad,
de un ejemplo más de cita directa subordinada, con la única diferencia de que aquélla es una
fonna onomatopéyica. Como se ve, se trata de una caracterización purdmente circunstancial
de uno de los tantos empleos del verbo sa-ña como subordinador global.

7.12. Al ocuparse de la negación advierte nuestra autora en algunos dialectos el empleo


de una suerte de prefijo ("el único en el idioma") en expresiones del tipo ni-kuna 'nada', ni-
khiti 'nadie', en la<; que ni vendría a ser una forma reducida de jani. Lo propio se tendría
en una omción como pisaqa-sti yasta ni-kama-cha-ñ-s yati-tayna-ti 'y entonces la perdiz
no sabía qué hacer', o en esta otra ni juma-s ni naya-s sar-ka-ñani-ti 'ni tú ni yo iremos',
en la que sin embargo ni no es tratado como "prefijo" sino como partícula. A renglón seguido
se observa que dicha partícula es "al parecer idéntica en forma fonológica y función al ni del
español" y que por consiguiente "puede ser un préstamo o simplemente un punto en el que
los dos idiomas convergen, o ambas cosas a la vez" (p. 305). Pues bien, el hecho de que en
el quechua se registren igualmente formas como ni ima 'nada', ni pi 'nadie', ni ñuqa ni qam
' ni yo ni tú ', etc. nos está demostrando, sin temor a yerro, que aquí y en el caso anterior
estamos simple y llanamente frente a un préstamo del castellano en el habla de los bilingües
de aimara y quechua-castellano.

7.13. Conforme lo sugerimos en § 5.4, tal parece que el llamado "incompletivo", que
suele aparecer en las expresiones negativas, no es sino un resto del antiguo verbo kanka- 'ser'.
Su presencia o ausencia, según los dialectos (cf. pp. 306-307), se debería entonces no tanto
a la selección o no que se haga del supuesto morfema sino más bien de su preservación o
no en el dialecto en consideración. De allí que la autora nos diga que, semánticamente, "las
diferencias de significado entre omciones negativas con y sin el incompletivo a menudo se
pierden en la trdducción". Así, pues, en oraciones del tipo jani-w aka-n-k-x-i-ti 'no está aquí'
o jani-w juma-taki-:-k-i-ti 'no es para ti', estaríamos, según nuestro análisis, no ante la
secuencia -k-X ni ante -:-k, en ambos casos ' verbalizador+incompletivo', sino frente a los
restos -kx(a) y -:k(a) del antiguo verbo kanka-, en distribución complementaria (después de
consonante y tras vocal, respectivamente). Observa nuestra aimarista, sin embargo, que la

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naturalez.a incompletiva de -ka se puede notar en el siguiente contraste, recogido en Jopoqueri:


jani-w yat-t-ti 'no sé' versus jani-w yat-k-t-ti ' no sé todavía' . Por nuestrn parte, tenemos
la impresión de que en el segundo ejemplo la -k no es residuo del verbo ser sino del durativo
-ska: de allí el valor de acción no concluida. Como puede verse, resulta obvio que se necesita
un estudio muy ciudadoso de este tipo de construcciones parn determinar con mayor precisión
la verdadera naluralez.a del elemento recurrente -ka y variantes: nuestra impresión al respecto,
una vez más, es que, lejos de tratarse de un morfema especial, nos encontrnmos ante los restos
del antiguo verbo ser.

8. Variación semántica. El capítulo 8 trata sobre la diferenciación semántica tanto en


el plano gramatical-estructural como en el léxico-semántico. En el primer caso, se presenta
la variación en lo que los aimaristas de la Florida han venido en llamar "postulados lingüísticos",
definidos por la autora como "categorizaciones conceptuales que aparecen en diferentes ni-
veles de [la] estruclurd [de la lengua]''. Los "postulados" cuya naturaleza se describe son tres:
(a) el sistema de las cuatro personas !,Tf'dmaticales (313-316); (b) la distinción entre [±huma-
no] (316-334); y (c) la fuente de datos, consistente en el señalamiento de si aquello de que
se habla es parte de la experiencia directa o no (334). En esta misma sección se trata sobre
la distinción singular/plural en la lengua, que la autora considera como un seudo postulado
lingüístico (335-339). En el nivel léxico-semántico se presenta la variación sem{mtica regis-
trada tanto en el sistema nominal como en el verbal, así en las rdÍces como en los temas, e
incluso en el empico de los sufijos correspondientes a cada categoría básica (339-362). En
sección aparte se ofrecen, a manera de ilustración, aspectos de la metáfora aimara tal como
se manifiesta en algunos ejemplos encontrndos (362-364). Acaba el capítulo con una sección
de resumen y conclusiones.
En general, podemos señalar que entre los llamados "postulados lingüísticos", sólo
dos merecen ser tomados en cuenta: el de las cuatro personas, que tiene que ver con la
distinción entre "persona inclusiva versus exclusiva", y el de la fuente de datos, pues el
relacionado con la distinción [±humano], tal como se echa de ver en los ejemplos proporcio-
nados por la autora (a-;í como en otros Lrnbajos; cf. Hardman 1972, 1988), no es sino, para
emplear su propia expresión, un "pseudo postulado", así como el de la oposición singular
versus plurnl. Dicho sea de paso, los postulados que se salvan ni siquiera son úpicamenle
aimaras o comunes únicamente a los "idiomas jaqui", pues ellos se encuentran también en
el quechua, y aquí, incluso mejor estructurados gramaticalmente que en el aimara (al menos
en relación con la fuente de dalos). Por lo que Loca a la variación léxico-semántica, es natural
advertir, en territorio tan vasto, la proliferación de distintas fonnas léxicas para una misma
noción o un mismo comportamiento así como la diversificación en el significado de una
misma forma léxica, además de los diferentes procesos de gramaticalización y lexicalización
de los sufijos y los temas gramaticales. Es de observarse que la variación léxica registrada
obedece, en buena cuenta, a la iníluencia del quechua y del castellano (no siempre advertida
por la autorn), que en distinto grado y clepcnclienclo ele la zona, ha remoclclado, sobre tocio
el primero, de manera sustancial el léxico aimara. Sintomáticamente, las formas quechuas
abundan allí donde la presencia dominante de esta lengua es un hecho: en Morocomarca y
Calacala (Potosí) y en Salinas y Jopoqueri (Oruro). En lo que sigue formularemos algunos
comentarios respecto de ciertos temas tratados en el capítulo.

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Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

8.1. Conforme lo adelantamos, el "postulado" de la distinción [±humano] entre los


pronombres no resulta convincente a la luz de los casos ilustrativos proporcionados. Así, por
ejemplo, no obstante señalarse que los demostrativos pueden utilizarse indistintamente para
referirse tanto a humanos como a no humanos (como en efecto ocurre en el quechua), se dice
que ciertos "hablantes [... ] han indicado su preferencia por usar el pronombre de 3p. jupa en
lugar de uka" en una oración como ma: siñurit irpa-ni-tayn uka-mpi jaqi-cha-si-way-x-i
'(él) se casó con una señorita, con aquella que (él) había traído'. Sobre la base de una obser-
vación de carácter individual (y con seguridad proveniente de un bilingüe), se formula la hi-
pótesis probabilística en el sentido de que, "cuando el referente es humano, se utiliza más bien
un pronombre personal" antes que un demostrativo. De esta manerajupa-x wawa-xa-w 'él/ella
es mi hijo(a)' sería la única forma aceptable. Uno se pregunta entonces qué pasa cuando la
persona referida no está al alcance de los hablantes: en este caso, como lo hemos verificado,
no queda más remedio que decir uka-x wawa-xa-w, lo que desbarata la subcategorización
[±humano) propuesta por la autora, sobre la base de observaciones claramente aisladas de ciertos
informadores.
Del mismo modo, se afirma, aunque siempre en base a suposiciones y observaciones
particulares, que hay sustantivos categorizables como fundamentalmente [±humano]. Tales
serían los casos de muxsa 'dulce', jach'a 'grande', jisk'a 'pequeño' (estos últimos, excepto
cuando modifican a tansa 'estatura'), o la frase nayra-p qhipa-p 'de atrás para adelante', que
siempre tendrían referencia no humana. Según puede verificarse fácilmente, ello no es exacto:
no sólo pueden empicarse tales nombres con referencia humana sino que, de ser cierto lo que
se dice, se le estaría privando al hablante del empleo de un recurso metafórico para referirse
a un ente [+humano] . Lo propio puede decirse del adjetivojayra 'ocioso' que, según la autora,
tiene referencia [+humano] : nos preguntamos, ¿acaso no es posible decirse de un burro que
es una jayra asnu? Lo que se demuestra con tales comentarios es una visión demasiado
retaceada y linear de la lengua, desprovista de registros, y, sobre todo, manejada por hablantes
autómatas y de corte monofásicow.

8.2. Al ocuparse del "nombre" kanka-ña 'esencia, natualeza, ser, poder', que sólo se
emplea en frases nominales como jaqi kankaña 'naturaleza humana' (cf. quechua runa kay,
con la misma significación), sugiere la autora en nota de pie (cf. p. 321, nota 4) que dicha
fonna estaría constituida por "el sufijo nominal -ka [... ], seguido del posesivo/localizador -
na más el sufijo verbalizador -ka". Otra alternativa de análisis del mismo sería que la "forma
/kanka/ podría [ser] un sufijo verbali1..ador unitario -kanka-, el cual solamente se da en los
nombres humanos y siempre seguido por el nominalizador -ña". Como se ve, en ningún
momento se advierte que justamente kanka- es el verbo ser, de cuyo desgaste surge el
verbalizador -ka de que se nos habla, como lo hemos visto en la formación de los tiempos

20 Incidentalmente, siendo tan propensa la autora a achacar a influencia rrúsionera ciertos usos lingüísticos,
no advierte que la distinción jaqi/anu 'perro/hombre' con las connotaciones de 'calidad humana ' versus
'naturale1.a animal ' es, en verdad, una idea occidental, en expresiones del tipo ¡jaq-jam parla-m, jan
an-jam parla-m-ti! '¡habla como gente, no como perro! Después de todo, como la mi sma investigadora
sostiene, "los aymaras generalmente tratan humanamente a sus perros, como a sus demás animales
domésticos o domesticados; uno podría decir que se comportan como jaqi hacia ell os".

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Artículos , Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

verbales compuestos. De paso, en la segunda alternativa de interpretación de kanka- se nos


dice que "solamente se da en los nombres humanos y siempre seguido por el nominalizador
-ña". Más adelante (cf. p. 325), se afirma en efecto que "ciertos troncos y temas verbales que
requieren sujetos no-humanos no aceptan la nominalización con -ña (rechazan el sufijo -ña)
puesto que -ña en estos casos implica y requiere de un sujeto humano". Según ello, no podrían
decirse ch'iyara-pta-ña 'ennegrecerse' o uma-pta-ña ' tomarse agua', a menos que el tema
se tome causativo, es dec ir ch'iyara-pta-ya-ña, uma-pta-ya-ña. En verdad, tampoco
encontrdillos dicha restricción, puesto que nada impide que, dependiendo del contexto, se
pueda decir de un hombre que se ennegreció, etc.

8.3. Siempre en relación con la distinción [±humano], la autora trdta ex tensamente


sobre las restricciones selectivas sensitivas a dicho rasgo en algunos verbos, como por ejem-
plo achu- 'producir ' y puqu- ' madurar', que aludirían a sujetos no-h umanos (vegetales). Esto,
como se ve, no trae nada de especial desde el momento en que en castellano, igualmente,
verbos como florecer o germinar tienen restricciones semejantes. Sin embargo, ello no impide
que, metafóricamente, se pueda decir que 'la muchachacha ya maduró' o que 'alguien pro-
dujo un libro', del mismo modo que en castellano es lícito alinnar ele una muchacha que
' floreció en sus quince años', etc. Decir que ach-ja- ' morder' sólo acepta sujetos con el rasgo
[-humano] es desconocer que es lícitamente posible la expresión wawa-w (naya-ru) ach-ja-
tat-itu ' la criatura me mordió'. Se dice, en fin, que jiwa- 'morir' no acepta sujetos del rasgo
[-humano, -animal], y, sin embargo, nuestros informadores aceptan perfectamente la expresión
ch'uqi-wa jiw-i con el significado de ' la papa se marchitó'. Cierto, se dice que las restriccio-
nes mencionadas han sido observadas en el dialecto paceño, pero que ello puede variar " un
poco" en otros sitios. Llama la atención, sin embargo , que se postule toda una teoría acerca
de la distinción [±humano] instalada en el sistema gran1atical de la lengua sobre la base de
las informaciones proporcionadas por un reducido número de infonnadorcs (cf. también, Yapita,
en com. pers., 2-1-95). Sobra decir que, por las razones mencionadas, descartamos tal opo-
sición como "postulado lingüístico" propio del aimara.

8.4. Conforme se adelantó al principio de esta sección , la fuente de datos, o sea la


procedencia de la información --directa o indirecta- se encuentra mucho mejor estructurada
gramaticalmente en el quechua, e incluso en el aimara lupino, antes que en el collavino. Ello
porque, entre otras cosas, el empico de la marca ele información de segunda mano -mna ya
está en proceso de obsolescencia ante la generalización del empico del verbo sa-ña como
elemento ele cita indirecta: una expresión como maya jaqi jiwatayna, s-i-w ' un hombre había
muerto, dice' tiene mayor uso que maya jaqi-mna jiwa-tayna 'dicen que un hombre había
muerto' . En el quechua, como se sabe, ambos recursos son empicados (aunque en el ecua-
toriano pasa lo mismo que en el aimara sureño: el reportativo de segunda mano se va tor-
nando obsoleto). En relac ión con la marca del conjetural, la investigadora observa que ésta
es -chi, y que se parece "en su forma fono lóg ica como en su sentido al sufijo no-involucrador
-chi" (p. 335). Como lo hemos señalado en § 6.8, obviamente el llamado "no involucrador"
no es sino el mismo sufijo independiente -chi incrustado en el sistema verbal: no se trata,
pues, únicamente de un parecido formal-semántico. De otro lado, en los dialectos de la zona
lupaca es frec uente también el empico ele la fonna quechua del conjetural -cha, en cxprc-

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Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

siones del tipo jaqi-chá hutatayna 'será, pues, un hombre quien ha venido': se trata de un
daLO no advenido por nuestrd investigadora. De esta manera, el aimara collavino dispone de
dos formas de conjetural: uno posiblemente heredado de la lengua ancestral (tal la forma
-chi; cf. en el quechua huanca -ci) y otra como produclü de una influencia del quechua sureño.

8.5. En relación con la distinción singular/plural, se observa correctamente que ella no


constituye ningún "postulado lingüístico" (como lo sería en las lenguas indoeuropeas), y que,
más bien, la opcionalidad de la marca de plural es una constante en el aimara. Como ejemplo
de respuesta a la adivinanza juma-raki na-raki, juma-raki na-raki: ¿uka-x kuna-s? 'tú y
yo, tú y yo: ¿qué es eso?' se da kayu-w 'los pies', donde efectivamente kayu no lleva marca
de plural. Sin embargo, el ejemplo no es justamente el apropiado, ya que en el aimara, como
en el quechua, las partes del cuerpo pareadas no llevan marca de plural (ojos, pies, manos,
etc.). No obstante ello, en páginas anteriores aparece la siguiente expresión: kayu-naka-w sar-
naqa-t qar-j-itu 'mis pies están cansados (me cansan) de tanto caminar' (p. 332), lo que no
coniradice la regla, pues aquí estamos claramente ante una influencia del castellano, no advertida
por la autora. Por lo demás, como ya lo observamos en § 4.2, los ejemplos que se aportan
en prueba del empico de naya 'yo' como 'nosoiros' con verbo flexionado para plural, al
aparecer en unas grabaciones y ser citados en forma descontextualizada resultan discutibles
(ellos pueden pasar como simples lapsus). Tal los casos de "alpha", sa-px-t na-x '"alfa",
decimos nosotros' o de al-ja-si-p-tha naya-x 'compramos nosotros', ejemplos de Sitajara y
Calacoa, respectivamente (pp. 336-337). Incidentalmente, el ejemplo yapu-pa-t juta-px-ix
está mal glosado como 'él/ella está viniendo de sus chacras', pues si bien yapu implica plural,
el verbo pluralizado con -pxa indica que el sujeto es plural: 'ellos/ellas vienen de sus cha-
cras'. De otro lado, como ejemplo de ausencia de concordancia verbal se da la siguiente
oración: alphirawu-naka-w ut-j-i 'hay alfereces', pero se trata de una mala elección, pues
en este tipo de construcciones el verbo 'haber' queda paralizado en la 3a. persona de singular,
tal como ocurre también en el quechua y en el castellano.

9. Variaci{m sociolingüística. El capítulo 9, que constituye una versión más elabora-


da de un artículo publicado previamente (cf. Briggs 1981 ), es un estudio de corte sociolingüístico
sobre tres tipos de sociolcctos --0, mejor, estilos de habla- atribuidos al aimara paceño
fundamentalmente: los llamados "misionero", "patronal"21 y "radial", que se manifiestan tanto
en versión escrita como hablada, y que se contraponen al aimara común y corriente empleado
por los campesinos. La variedad misionera habría surgido, desde fines del s. XVI, como un
registro propio elaborado por los catequistas y evangelizadores de la colonia y continúa
empleándose entre los misioneros contemporáneos; la patronal es la modalidad atribuida a la
clase de los antiguos terratenientes, básicamente bilingües de castellano y aimara; y la radial
es la variedad manejada por los radiolocutores de los diversos programas radiales propagados
en aimara. Los tres sociolectos "comparten una tendencia a la imposición de categorías, pau-

21 En el texto se empica, como resultado de un simple traslado directo del inglés al castellano, el término
"patrón", que no suena bien ni es gramaticalmente correcto en la lengua receptora De allí que pre-
firamos el adjcti vo patronal.

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Art ículos , Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

tas, y estructuras del español, tanto cullurnlcs como gramaticales" (p. 367). Así, el misionero
se caract.criza por: (a) el uso especial de ciertos conectores sintácticos y de locuciones especiales;
(b) el alropello de algunos de los postulados lingüísticos, especia lmente aquellos referidos a
la distinción [±humano] y a la fuente de datos; y (c) el em pico riguroso de las marcas de
plum!. Como tal se lo encuentra en los sermones y en la<; 1raducciones de textos religiosos,
en la mayoría de las gramáticas y en los textos redactados por personas "activas en la religión
institucionalizada". El aimara palronal se carnctcriza, a su tumo, por: (a) la fuerte influencia
de la sintaxis castellana y (b) el manejo pobre de los sufijos dcrivacionalcs. El radial, fmalmentc,
se distingue por registrar una fuerte influencia sintáctica castellana (es el resultado de la
Lraducción directa de guiones o libretos redactados en la lengua dominante) y una abundancia
ele préstamos léxicos, ciando la impres ión de que se trata ele una suerte ele mixtura ele caste-
llano con sufijos aimaras. La autora ofrece una discusión de tales estilos ele habla desde el
punto ele vista ele la fonología, la morfofonémica, la morfosintaxis y la semántica. Los materiales
empicados pant la variedad misionera fueron tex tos de scnnoncs tanto publicados como
grabados; los de la palronal fueron básiramcnte t.cxtos impresos; y para los de la variedad
radial se contó con grnbaciones de emisiones radiales. Como la misma autora se adelanta en
señalar, se trata ele un estudio t.cntati vo y básicamente referido al aimara de La Paz. En
general , con ser un estudio que pone de manifiesto algunos aspectos sociolingüísticos del
ai mara en el contexto de la situación de dominación que caracteriza al mundo andino, prevalece
en él un enfoque monolítico de la lengua, disociado de su contexto socio-pragmático, y una
visión que podríamos llamar "rusticista" del idioma, incapaz de concebir a éste como un
vehículo proclive a adecuarse a un uso acorde con los procesos de urbanización e
intelectualización que la sociedad contemporánea le ex ige. Confonnc se verá en los comentarios
que siguen, muchos de los ejemplos caracterizados como propios de los estilos mencionados
resultan siendo perfectamente lícitos en el sistema de la lengua, siempre y cuando se los
juzgue denlro de su propio contexto y más allá de los marcos estrechos de una norma
preconcebida y arbitraria, de ninguna manera social ni menos consensual. De hecho, el ánálisis
ofrecido se basa, de acuerdo con la autora, en la interpretación personal, y por lo tanto bastante
cuestionable, de dos informantes: uno de Tiahuanaco y OLIO de Compi (ambos de La Paz).
Por lo que sólo en base a las op iniones de éstos mal puede construirse toda una hipótesis
acerca de las peculiaridades sociolcctales o estilísticas de determinados grupos soc iales.

9.1. Aparte de la caracterización fonológica general ele las tres variedades ele habla en
el sentido de que se pronuncian como en castellano, donde lo más notorio es la presencia de
las cinco vocales y un ritmo "demasiado preciso y lento", llama la atención, desde el punto
de vista morfofonémico, la tendencia hacia e l mantenimiento ele la vocal final de los impe-
rativos de 2a. persona, pero sin el desplazamiento automático del rasgo culminativo hac ia la
penúltima sílaba, o sea con un acento esdrúj ulo : tal los casos de ¡al-t'a-si-pí-ni-ma!
' ¡cómprese!', ¡sára-ma! ' ¡vete!' , ¡apá-ni-ma ' ¡lleva!', etc. Como quiera que tal tipo de
acentuación es marcado en castellano, resulta desconcertante dicha solución, la misma que
requiere ser estudiada con má<; rigor.

9.2. En el terreno morfológico el aimard palronal se caractcri1aría por carecer ele "su-
ficientes sufijos de cortesía", dando la impresión de que se lrata ele un uso de "fórmulas

160 Rev ista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

esc uetas", donde el t.rmo horizontal está ausente, cosa notoria en el empleo de las formas
imperativas. Así, se dice que en el libro de Herrero et al. (1971) las instrucciones para realizar
los ejercicios "suenan como órdenes, porque faltan sufijos de cortesía". De otro lado, al comentar
el siguient.c ejemplo entresacado del nuevo testamento: Jesucristo Tat-itu-ru iyaw sa-m uka-
t-wa qhispi-ya-si-:ta juma-sa familia-ma-sa, que en aimara misionero sería 'cree en el señor
Jesucristo, y serás salvado, tú y tu casa', se nos dice que, en un aimara no misionero (i.e.
"correcto''), valdría más bien como: "ponte de acuerdo con el señor Jesucristo, y tú y tu
familia se escaparán" (sic!). En ambos casos, como se ve, la crítica resulta completamente
infundada, desde el momento en que no se advierte que los puntos cuestionados responden
a un tipo ele registro -el del aimarn escrito- que tiene sus propias pautas, diferentes de las
del habla oral; y, en el caso del pasaje bíblico, estamos, además, ante el resultado de una
elaboración léx ica intencional (tal el acuñamiento de iyaw-saña 'creer' y de la adaptación
semántica del verbo qhispi-si- como 'salvarse'). De manera que su lectura liteml resulta,
además de ingenua, ridícula.

9.3. Desde el punto de vista sintáctico, en cambio, son realmente contraproducentes


algunos conjuntorcs empicados no sólo en el aimara misionero sino también en el radial. Tal
los casos de kuna-layku-ti-xa como equivalente al explicativo 'porque' o el de uka-mpi-sa
con el valor de 'pero', cuando en verdad significan '¿por qué?' y 'además de eso, con eso',
respectivamente. Aquí estamos, sin·duda alguna, ante "elaboraciones" que atentan contra el
sistema de la lengua, y que sólo pueden provenir de un mal manejo de ésta. Así también, la
traducción del libretista de 'cuidado con no ir' como uka-t-rak jan sara-ña-mpi resulta
for1,adament.c literal, y, por consiguiente, agramatical (cf. con la forma correcta uka-t-rak jan
sara-si-pka-sma-ti).

9.4. Desde el punto de vista semántico, el aimarn llamado misionero malemplea tam-
bién la distinción ele inclusión/exclusión: tal se ve, por ejemplo, en una expresión como na-
naka-na awki-sa 'padre nuestro ', en la que na-naka excluye pero awki-sa incluye. Un ejemplo
de aimara patronal sería el siguiente, encontrado en el libro de Tarifa (1969: 127): na-naka
lura-pxa-ñani , donde la forma -ñani del verbo es inclusiva, pero el pronombre sujeto es
exclusivo. Aquí, sin embargo, podríamos estar ante un simple error. En cambio, lo que sí
parece disparatado es calificar de grosera ("insinuándose que el destinatario es un perro") la
omción impemtiva (tomada de Wexler 1967: 144) aka-x manq'a-x, José, ¿manq'a-ñ munta-
ti?, por no empicarse la 4a. persona en la flex ión verbal en lugar de la 2a. Se nos dice que
el sign ificado que le correspondería es algo como 'aquí está la comida, José, ¿quieres callarte
y comerla?' . Como se ve, se trata de una pura interpretación personal y antojadiza de una
omción descontex tualizada. Con un criterio semejante, no es difíc il advertir que cualquier
emisión, por más inofensiva que sea, puede tomarse insultante. El problema central surge, en
tocio caso, a míz de la evaluación descontextualizada de las omciones.

9.5. En relación con el supuesto " postulado" de la distinción [±humano], los ejemplos
discutidos por la autora como propios del aimara mi sionero o patronal son igualmente absur-
dos, y sólo prueban, una vez más, la visión estnx:ha y monolítica de la lengua que tienen los aimarista~
de la Florida En efecto, rcchal__ar un ejemplo como el que tme Ross (s/f: 57): uka-x wawa-xa-wa

Nº 1, julio 1995 161


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

'aquél es mi hijo', por no emplear jupa en lugar de uka , que le estaría dando una connotación
despectiva, es ingenuo por decir lo menos: nos preguntamos, una vez más, ¿qué hay con la
distancia? Por lo visto, con semejante criterio, podríamos vemos en la circunstancia de no poder
hablar la lengua simplemente(!). Se dice también, por ejemplo, que el subtítulo de la obra de
Tarifa suma laxra 'lengua excelente' (referida al aimara) se interpreta como si se tratard de
un potaje de lengua, como si el contexto no definiera su uso estrictamente gramatical (!). La
misma lectura literal se hace del ejemplo de Ebbing (1965: 79), que dice muxsa Virgen
Maria-taki, muxsa q"uchu-ñani 'cantaremos dulcemente parn la dulce V.M.', y que, según
la autorn, resulta irreverente, pues el adjetivo muxsa sólo puede emplearse con una entidad [-
humana]. Decir que ati-ja- 'vencer' requiere sujeto y objeto [+humano] únicamente; que jak'a-
si- 'acercarse' pide sólo sujeto [+animado]; que katu-q-t'a-si- ' recibir' no admite más que un
complemento concreto o material, etc., significa, como dijimos, reducir al aimara a la condi-
ción de una lengua sin potencialidades metafóricas. Parnfraseando a Sancho, diríamos "de
semejante lengua líbranos, señor!".

9.6. Con respecto a la fuente de conocimientos, observa la autora que el aimara


misionero se caracteriza por pasar por alto la distinción entre una información directa o de
primera mano y aquella proveniente de segunda mano. Así, por ejemplo, en un sermón bautista
se lee: kawki-:-ri discípulo-pa-s hermanas jani cree-ka-:n-ti '¿cuál de sus discípulos,
hermanas, no creyó en Jesucristo?', aludiendo a la incredulidad de Tomás ante la aparición
de Cristo luego de su resurrección. Según la autom, como quiem que ni el hablante ni los
oyentes estuvieron presentes en el milagro de la aparición, resulta inadecuado el fraseo que
implica conocimiento directo, debiendo haberse empleado en su lugar no sólo el subordinador
narmtivo s-i-wa 'dicen ' sino la terminación verbal propia del conocimiento indirecto: -tayna .
Aquí, obviamente, estamos ante un problema típico de elaboración estilística. Si la intención
es preparar textos de naturaleza histórica (religiosa o no), ¿habrá que seguir manejando la
distinción de la procedencia --directa o indirecta- de los datos, como se hace sistemática-
mente en los textos de naturaleza espontánea? Este es un asunto que se ha venido planteando,
precisamente, en los programas de educación bilingüe en los cuales se comenzó a elaborar
materiales de enseñanza en ciencias sociales, por ejemplo. ¿Habrá que decir en tales textos
Wuliwara-xa sinti suma jaqi-wa, sa-sa s-i-w "dicen que Bolívar había sido un gran hom-
bre", sólo por el hecho de que maestros y alumnos no conocieron en persona al gran caraqueño?
Por nuestra parte, no lo creemos así; pensamos, más bien , que justamente historia y mito
podrían diferenciarse, en términos textuales, evitando el empico de las formas reportativas de
segunda mano en las narraciones de carácter histórico y científico: se trata, como se ve, del
desarrollo de un nuevo registro de lengua: el científico; y el "precio" que tienen que pagar
las lenguas para pasar de la oralidad a la escritura es precisamente este tipo de reajustes que
tanto escandaliza a quienes quisieran ver postrada su lengua en la práctica estrictamente oral
y evanescente.

10. Resumen y conclusiones. El último capítulo, destinado a las conclusiones, busca


responder puntualmente las preguntas que la estudiosa se formulaba en el capítulo inicial del
libro al delinear los objetivos que perseguía su investigación (cf. Cap. 1, § 1-4.1 ). Tales
preguntas recaían, básicamente, sobre la si tuación dialectal de la lengua (variación interna, su

162 Revista And ina , Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

incidencia en ciertos componentes gramaticales y las consecuencias de ella en términos de


inteligibilidad, y actitudes de los hablantes frente a tales variaciones), las configuraciones
dialectales divisables y la interpretación lingüístico-cultural de las mismas. Concluye el ca-
pítulo con algunas pautas programáticas delineadas para los trnbajos futuros que continúen
y amplíen la obra iniciada por la autora.

10.1. En relación con la situación dialectal encontrada sobre la base del análisis de los
materiales dialectológicos obtenidos en las diez localidades estudiadas, se concluye que, pese
a las diversidades regionales y sociales advertidas, estamos ante una misma lengua. Esta
realidad, intuida desde siempre, y anunciada ya en las "Annotaciones" del Tercer Concilio
(ver epígrafe) y refrendada por Bertonio a fines del siglo XVI, aparece ahora confinnada, casi
cuatrocientos años después, gracias a la penosa faena dialectológica emprendida por nuestra
investigadora. Sus conclusiones en este punto bien pueden ampliarse retrospectivamente, con
el apoyo del testimonio bertoniano, a todos aquellos dialectos del aimara que fueron extin-
guiéndose entre fines del s. XVII y comienzos del XVIII: nos referimos a las variedades
collagua, cana y canchi, entre otras, que seguramente mostraban muy poca diferenciación
interna respecto de las habla, más conocidas de los lupacas y pacases. Incidentalmente, debemos
observar también que el trabajo que comentamos tiene la virtud de ubicar geográficamente
algunas formas dialectales de la cuales ya teníamos noticias desde la colonia (cf., por ejem-
plo, las "Annotaciones" a la Doctrina Christiana: fols. 78-79v), pero de cuya localización no
se tenía la menor referencia.
Ahora bien, en cuanto al componente gramatical más afectado por la variación destaca
el sistema flexivo verbal tanto en el interior de un mismo dialecto como desde el punto de
vista interdialectal , y en ambos casos manifestándose a través del polimorfismo y de
nivelamientos y analogías propias de los paradigmas verbales involucrados. Tales variacio-
nes, conforme lo ha podido verificar la autora, no tienen consecuencias drásticas para la
intercomunicación transdialectal: "con algunas excepciones - nos dice-, las variantes
regionales y sociales no parecen disminuir seriamente la inteligibilidad interregional". Al
respecto, se nos ocurre establecer un paralelismo entre esta situación y la de los dialectos del
llamado quechua sureño: entre éstos también se registran algunas diferencias, fonológicas y
grnmaticales, pero ellas no dificultan seriamente la intercomprensión en el nivel pandialectal.
Lo que no acontece, en cambio, con la intercomunicación en el nivel panquechua y panaimara:
la barrera entre los dialectos (¿lenguas?) centrales y sureños es un hecho, sobre todo en el
caso del airnara.
Finalmente, en relación con la actitud de los hablantes respecto de la lengua en general,
y de su dialecto en particular, se advierte la misma reacción encontrada en el ámbito quechua:
en el contexto diglósico andino, en el que la lengua de prestigio indiscutible es el castellano,
es naturnl encontrar manifestaciones de vergüenza y de autodesprecio idiomáticos, en unas
regiones más que en otras, como en el caso de las variedades moqueguanas y tacneñas del
Perú. Frente a esta actillld, más bien generalizada en forma encubierta, las demostraciones de
lealtad idiomática, propugnadas por instiUJciones e individuos tanto de origen local como de
proveniencia exógena, son apenas intentos por revertir una tendencia cada vez más
unidireccional en favor de la suplantación idiomática. Lo dicho, en términos generales, no
quita que, en unos lugares más que en otros, la presencia y el vigor de la lengua (incluso en

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

algunas ciudades como La Paz) se mantengan aún firmes, a despecho de los mecanismos
asimilatorios por parte de la lengua y la sociedad nacionales o envolventes. En este punto de
la5 lealtades idiomática<;, notamos un gnm vacío en el libro: nada se nos dice respecto de las
relaciones, por un lado, entre el quechua y el aimara, en el norte de Potosí y en algunos
lugares de Oruro; así como tampoco del estatuto de que goza el aimara en relación con el
chipaya en la región de Carangas. Sobra decir que tales indagaciones no constituyen parte de
los objetivos perseguidos por el trabajo, pues aquéllos, como lo hemos señalado, inciden
fundamentalmente en la variación diatópica antes que en la diastrática, y menos aún en los
aspectos sociológicos de la lengua: el estudio sobre las variantes estilísticas del aimara consti-
tuye un trabajo aparte, como se mencionó.

10.2. Con respecto a la clasificación y zonificación de los dialectos aimaras propues-


tas, hay que señalar que ellas se basan, fundamentalmente, en la selección de un número de
isoglosas de tipo morfológico: y aquí, tomando en cuenta la variación en el significante y en
el significado así como en la incidencia del morfema involucrado. A partir de la selección
isoglósica realizada, la investigadora cree percibir, de manera superpuesta, dos tipos de con-
figuraciones dialectales, una de naturaleza regional y la otra de índole concéntrica. La primera
descubre, geográficamente, al grupo norteño (al cual pertenecerían la<; hablas ele Juli, Socca,
Huancané y La Paz), al sureño (con las hablas de Corque, Jopoqueri, Salinas, Calacala y
Morocomarca), y al grupo intermedio (constituido por las hablas ele Calacoa y Sitajarn). La
segunda permite divisar a un grupo central (imegrado por las habla<; de La Paz y cercanías)
y a otro periférico (constituido por el resto ele los dialectos). La autora ofrece, para cada
configuración, sendos mapas, así como cuadros en los que aparecen vertidas las isoglosas
manejadas a efectos de las clasificaciones propuestas. Luego ele proponer tales agrupamientos,
se imenta una imerpretación que busque explicar, tamo lingüística como sociohistóricamente,
la génesis de las mismas. Con respecto a la primera subagrupación, se pregunta la autora qué
fuerzas habrían jugado ele modo que se configuraran las área<; dialectales mencionadas, y
entre las varias posibilidades vislumbra los efectos de los movimientos ele pueblos desde
tiempos preincaicos, pasando por los incaicos - no lo dice- y terminando con las reduc-
ciones toledanas y las mitas mineras hacia Potosí, así como también el rol que habrían jugado
en dicho proceso de acrisolamiento las lenguas ele sustrato: el puquina y el uru-chipaya, y las
de superestrato: el quechua y el castellano. La segunda configuración -centro versus peri-
feria-, obedecería a otras razones, entre ellas, a la hegemonización del dialecto paceño como
la variedad ele mayor prestigio, con innovaciones propias surgida<; de su mayor contacto y
coexistencia con el castellano, frente al cual el resto ele los dialectos -los periféricos- se
caracterizarían por un conservaclorismo reflejado en muchos aspectos ele su fonología y
morfología. De especial interés resulta la afinidad que muestran algunos ele los dialectos
periféricos con el aimara Lupino en el registro de ciertos rasgos fonológicos (la ocurrencia ele
IT)/, por ejemplo) y morfológicos , libre ele todo contacto directo posible.
Pues bien, al margen ele los intentos ele agrupamiemo ofrecidos, el cuadro dialectal
que se impone a la vista es el ele un verdadero mosaico de hablas en el que, a diferencia ele
lo que ocurre en otra<; áreas lingüísticas (como la quechua, por ejemplo), no se divisan te-
rritorios relativamente amplios y homogéneos por lo mismo que no se registran isoglosa<; que
delimiten zonas más o menos compactas y unifonnes, y en cambio observamos, indistinta-

164 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

mente, aquí y allá, configuraciones locales, a veces coincidentes entre sí al margen de toda
contigüidad territorial, que obviamente son el resultado de reestructuraciones locales y de
reajustes internos difícilmente filiables entre sí aunque motivados por presiones estruclllraJes
semejantes. De allí que los mapas isoglósicos ofrecidos resulten por lo general arbitrarios,
pues los rasgos definidores no son privativos ni excluyentes de una zona versus otra: de
hecho, los ordenamientos postulados, como lo hemos venido sosteniendo al tratar sobre Jos
"pautamientos dialectales" ofrecidos por la autora en capítulos previos, constituyen un intento
desesperado (y aquí hay que destacar su meticulosidad) por explicar genealógicamente aquello
que parece ser el resultado de desarrollos salpicados y compartamentalizados. Por ello, de los
dos tipos de configuraciones postuladas, el segundo nos parece más realista y natural: no
extrañe entonces el que las zonas periféricas, al margen de las distancias que las separan
(piénsese en el aimara lupino en relación con el collavino), registren formas afines, ya sea
por innovación paralela o retención compartida. Fuera de ello, no debe olvidarse que, como
la propia investigadora se adelanta en señalar, las clasificaciones dialectales propuestas son
tentativas y están sujetas a revisión, comenzando por el hecho de que son muchas las áreas
que no han sido estudiadas, y, de otro lado, agregaríamos nosotros, incluso en las localidades
visitadas o se han pasado por alto muchos fenómenos que no han sido ni siquiera entrevistos
o, cuando sí se los detectó, no merecieron la atención de la estudiosa, todo ello debido al
esquematismo gramatical de que fue víctima al inspirarse únicamente en una descripción, que
además de escueta e incompleta adolece de serios problemas de análisis e interpretación. Con
mayores datos, los cuadros dialectológicos ofrecidos no harían sino complicarse aún más con
la proliferación de entrecruzamientos que tomarían estéril todo intento por salvar los
agrupamientos en cuestión.
Ahora bien, el mosaico idiomático que constituye el aimara collavino es el resultado,
sin duda alguna, de su configuración como lengua propia de grupos étnicos emparentados
pero relativamente autónomos, llegados al altiplano en oleadas sucesivas y asentándose en
forma independiente, con gobierno local propio, y libres de todo poder centralizado que facilitara
cierta homogeneización lingüística. Más tarde, con los transplantes masivos de poblaciones
fomentados por los incas, lo que supuso no sólo la extradición de pueblos aimarahablantes
fuera de su territorio habitual sino, más importantemente, la incorporación denu-o del área
originariamente aimara de contingentes de miu-nas provenientes de los distintos confines del
Tahuantinsuyo y de hablas completamente ajenas, fueron dibujándose, cual tablero de aje-
drez, las variedades actuales ele la lengua, remodelándose con el aporte no sólo de los idiomas
clesplazaclos sino también ele las lenguas propias de los miu-nas rápidamente aimarizaclos.
Posteriormente, las reducciones toledanas y el servicio de la mita en las minas ele Potosí,
contribuyeron a fomentar remoclelaciones y puentes que desembocaron finalmente en el mosaico
dialectal que se divisa en la actualidad, y en el que, insistimos, antes que configuraciones
horizontales y homogéneas, advertimos compartarnentalizaciones múltiples, pero a la vez
entrecruzamientos y superposiciones igualmente desconcertantes. Obviamente, estudios
etnohistóricos basados en la documentación colonial, como los de Bouyssc-Cassagne (1987,
1988), enu-e oiros, nos ayudan a comprender algo mejor el panorama lingüístico clel altiplano
en general, y de la configuración dialectal del aimara en particular.
A propósito ele la difusión original del aimara, la autora, siguiendo a Torero y a
Hardman. suscribe su propagación, en oleadas sucesivas, a panir de la costa y sierra ceniro-

Nº 1, julio 1995 165


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

sureñas del Perú, en dirección sureste, hasta llegar al altiplano. Se trata, en verdad, de la vieja
hipótesis middendorfiana, posteriormente adoptada entusiastamentc por Uhle: tal la llamada
"teoría aimarista", la misma que buscaba rebatir la hipótesis antagónica del quechuismo
primitivo de Tiahuanaco (cf. Cerrón-Palomino 1994e). Descartada completamente esta hipótesis,
la del origen aimara del mismo también fue cuestionada seriamente por lingüistas y
etnohistoriadores, sobre todo del lado peruano (cf. Espinoza Soriano 1982, Torero 1986,
Bouysse-Cassagne 1988). Recientemente, sin embargo, el arqueólogo Browman ha venido
sosteniendo, en publicaciones sucesivas (cf. Browman 1980, 1981, 1984), la adscripción del
aimara a la civilización tiahuanaquense. Es más, respaldándose en la primera configuración
dialectal postulada por nuestra autora, cree ver en ella los efectos de la5 distintas fases de
desarrollo por las que habría atravesado la megalítica civilización. Como lo hemos observado
en otra oportunidad (cf. Cerrón-Palomino 1994d, 1994e), y aparte de nuestras reservas respecto
de la clasificación dialectal mencionada, creemos que no sólo la adscripción de la lengua a
dicha civilización sino también la5 periodi1.aciones expansivas que postula el mencionado
investigador resultan siendo anacrónicas, desde el momento en que la llegada del aimara al
altiplano no dataría sino del siglo XIII, es decir ya cuando Tiahuanaco había entrado en total
decadencia: su llegada "reciente" estaría respaldada plenamente por el hecho de presentar una
diferenciación dialectal relativamente superficial y no ofrecer, por consiguiente, barreras de
incomprensión entre sus dilatadas manifestaciones locales.

10.3. Finalmente, conforme lo anunciáramos, la autora formula una serie de lineamientos


generales tendientes a orientar las investigaciones futuras en materia dialectológica. Cons-
ciente de la naturaleza exploratoria y panorámica de muchas de sus observaciones en relación
con las localidades estudiadas, insiste con razón en la necesidad de preparar descripciones
más detalladas de los dialectos así como en la urgencia de cubrir áreas no incorporadas dentro
de su estudio, tanto en el lado boliviano como en el peruano, pero también en el chileno e
incluso argentino. De otro lado, señala también los niveles de la gmmática que requieren un
mejor estudio, incluyendo la etnosemántica y el análisis del discurso, sin descuidar en dicho
cometido el aprovechamiento de los datos proporcionados por los gramáticos coloniales,
fundamentalmente Bertonio y Torres Rubio. Tampoco debe negligirse, dentro del plan pro-
puesto, el estudio de los aspectos soc iales de la lengua, así como los fenómenos de bilin-
güismo y contacto idiomático con las lenguas quechua y castellano.
Pues bien, ocioso es declarar que estamos plenamente de acuerdo con tales necesidades
probrramáticas, aunque naturalmente discrepemos, por ejemplo, de algunos de los puntos
contemplados en las listas de los aspectos fonológicos y gramaticales cuyo estudio, según la
autora, deberían ahondarse (p. 405), pues muchos de ellos no pasan de ser manifestaciones
superficiales de la reafü.ación dialectal, y en cambio se omiten otros aspectos mucho más
interesantes desde el punto de vista de la reconstrucción y evolución de la protolengua, conforme
lo hemos venido señalando a lo largo de nuestra reseña. Naturalmente que esto último tiene
mucho que ver con el diseño de gramática que uno maneja, y mal habríamos hecho nosotros
en exigirle a la autora que se ciñera a criterios ajenos a los seguidos por ella. Conforme lo
manifestamos al inicio de nuestra discusión, nuestra intención ha sido simplemente llamar la
atención sobre aquellos aspectos que, en nuestra opinión, hubieran sido mejor tratados por la
investigadora. Dicho todo ello, naturalmente, sin restarle méritos, pues sabemos cuán cómodo

166 Revista Andina, Año 13


Cerrón-Palomino: Dialectología del aimara sureño

es reclamar y crilicar el trabajo ajeno mientras nos encontramos recluidos cómodamente en


el gabinete de trabajo, incapaces de sufrir los sinsabores y las penurias que todo trabajo de
campo implica.
Por lo demás, nada mejor para concluir que citar a la propia autora rematando las
páginas de su libro: "Invitarnos a las personas conoccdordS de otras variantes -nos dice-
a contribuir sus conocimientos, para que futuras generaciones disfruten de una visión más
clara y amplia de la lengua y cultura aymara". Por nuestra parte, creemos que al ofrecer al
lector la presente reseña, inevitablemente extensa, no hemos hecho sino prestar oídos a su
invitación, sumándonos a su entusiasmo porque se ahonden los conocimientos aimarísticos.

Rodolfo Cerrón-Palomino
Julio Rodavero 867
Urbanización Asincoop
Los Cipreses
Lima 1

Nº 1, julio 1995 167


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172 Revista Andina, Año 13


El emplazamiento de Canata y la
fundación de la villa de Oropesa: Una
contribución a la geografía histórica
del valle de Cochabamba
(Bolivia) en los siglos XV y XVI
Juan J. R. Villarías-Robles 1
David M. Pereira Herrera

El valle de Cochabamba, junto con los valles anexos de Sacaba y Cliza, en el centro
de lo que es hoy la república de Bolivia, viene siendo objeto en los últimos años de un
creciente interés por parte de los investigadores interesados en la economía política del
imperio inca, así como en el primer siglo del régimen colonial español (ver por ejemplo
Barnadas 1974; Universidad Mayor de San Simón -U.M.S.S.- de Cochabamba 1977; Wachtel
1982; Larson 1983; Gordillo y Río 1993). Excepc ionalmente rica en agua, pastos y suelo
cultivable, la región fue clave en la política imperial del Inca Huayna Cápac (cf. U.M .S .S.
1977; Wachtcl 1982), muerto poco antes de iniciarse la conquista española de Perú en 1532.
A partir de 1545 sirvió como base del sostenimiento alimentario de la explotación de las
minas de Potosí (cf. Larson 1983: 11 -12; asimismo Klein 1985: 81), facilitando este hecho
uno de los asenuun ientos españoles más tempranos en lo que es hoy territorio boliviano.
En 1567, según Juan de Matienzo (1967: parte 11, cap. 19), oidor entonces de la
Audiencia de Charcas, sólo el valle de Cochabamba contaba ya con la nada despreciable cifrn

La investigación de Juan J. R. Villarías- Robl es es un resultado del proyecto de investigación finan-


ciado por el Gobierno espaíiol PB 89-005 1, " Discursos etnográficos y contextos históri co-sociales ... "
(hasta el 3 1 de octubre de 1993), así como del proyecto del Plan Nacional de Investigación del
Gobierno español SEC 93-0584, "Procesos inmigratorios en la España de los 90: condiciones hi s-
tórico-c ulturales ... " (desde el 1 de febrero de 1994).

Nº 1, julio 1995 199


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de "treinta o cuarenta" colonos españoles. Con ellos estaóan sus numerosos familiares y
servidores, sin contar la población indígena que era natural de la zona o había llegado antes
que los españoles. El valle proveía a "la ciudad de La Paz y Potosí de mucho pan que se
acarrea en carneros de la tierra"; es decir, en llamas. Los españoles, agricultores y ganaderos,
residían en una localidad ("asiento" dice Matienzo; "asiento" o "pueblo" dicen los documen-
tos inéditos a los que más tarde nos referiremos) de ubicación imprecisa hasta ahorn -aunque
sin duda en el valle de Cochabamba-, conocida con el nombre de "Canata".
Pocos años después, en 1571 , sería fundada la "villa de Oropcsa" (hoy ciudad de
Cochabamba), refundada en 1574. Hasta entonces, el valle y sus anexos, más el di strito
minero de Berenguela, al oeste, habían formado lo que podríamos llmnar un "sub-
corregimiento": una unidad po líti co-judicial, bastante autónoma de hecho, dentro del
corregim iento de La Plata (hoy ciudad de Sucre) , donde tenía también su sede la Audiencia
de Charcac;. Ese "sub-corregimiento" tenía su cabeza en Canata y estaba a cargo de un
teniente de corregidor. Véase el mapa nQ l2 .
Por ser reciente el estudio pormenorizado de la región en los dos períodos considerados,
son aún muchos los aspectos oscuros de su historia, incluidas alguna<; de sus variables
fundam entales. Este es el caso de su geografía humana, bác;ica no sólo ya para entender, sino
tan siquiera acercarse con unas mínimas garantías de éxito, a aq uellos aspectos que han
sus~ i1ado el mayor interés de los investigadores citados: como por ejemplo la tenencia de la
tierra en los valles; o la identidad, distribución , y relaciones entre sí, de los diferentes grupos
sociales vinculados a su aprovecham iento.
La principal razón de ello creemos que es la escasez de fuentes escritas publicadas
como el aludido texto de Matienzo. Como manifiestan los trabajos mencionados, el in vesti-
gador debe recurrir a documentos en su gran mayoría inéditos, guardados muchos ele ellos
en el poco explorado Archivo Histórico Municipal ele la c iudad de Cochabamba3 y otros en
otros archivos, algunos fuera ele Bolivia.
En el presente artículo deseamos ciar a conocer los resultados ele un análisis de una
documentación nueva ele estas carJcterísticac;, animado por nuestro interés en reconstruir esa
geografía histórica fundamental a la que hacíamos referencia . Como espcnunos demostrar,
esa documentación, cotejada con la evidencia arqueológica y topográfica de la zona acumulada
desde los años 50, pe1mite resolver lo que nos parece es el primer problema q ue plantea esa
tarea ele reconstrucción ; un problema que ha intrigado poderosamente a los historiadores
durante más ele un siglo: el del emplazamiento exacto de Canata y su relación con la posterior
fundación ele la villa ele Oropesa en 1571 y 1574.
Ya en 1882, el historiador y político boliviano Eufronio Yiscarrn (1967), quien fue el
primero en publicar los documentos ele la refundación de Oropcsa en 1574, pensó que Canata
ern un " lugar situado a poca distancia de Taquiña", a unos 7 kms. al noroeste ele la ciudad
ele Cochabamba (ver mapa nº 2) , y que allí se había hecho la primera fundación de la villa
(1967 [1882]: 22, 167 -173). La refunclación la hizo el español Sebastián Barba de Padilla en

2 Los autores agradecen la colaboración de Ramón Sa nzetcnca en la elaboraci ón de éste y los otros
dos mapas que presentan con el texto de este artícul o.
3 Constituido en los años 40 con fondos antiguos de las notarías de la ci udad , el Archivo sólo Clienta
co n el catálogo parcial de R. Sc hramm (1990).

200 Revi sta Andina , Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

Mapa Nº 1
Departamento de Cochabamba - Bolivia

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Nº 1, julio 1995 201


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Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

lo que es hoy la plaza mayor de la ciudad -llamada "Plaza del 14 de septiembre"- y sus
cuadrns circundantes.
Ya en este sig lo, José Macedonio Urquidi, creador del Archivo Histórico de
Cochabamba (en adelante, AHMCo), con muchos más documentos a su disposición por tanlO
que Yiscarrn, y Lras muchos años de estudio, precisó que la primern fundación había tenido
lugar en 1571, y si bien se había hecho en un lugar diferente al de la plaza del 14 de
septiembre, el acto había cumplido con IOdos los requisitos legales de la época -incluida la
constitución del primer cabildo de la villa-, que era suficiente, por lo que la ciudad de
Cochabamba debía empezar a contar los años de su historia a partir de esa fecha y no de
1574. Así lo entendieron los contemporáneos del hecho, excepto Barba de Padilla -quien en
los documentos publicados por Viscarrd se proclama primero y único fundador-, y así consta
en los regisLros notariales de la ciudad posteriores a 1571, fuentes todas ellas conservadas en
el AHMCo4 • '

Urquidi demosLró que el verdadero fundador había sido oLro español, Gerónimo Osorio,
y argumentó que el lugar donde éste hizo la fundación de 1571 no estaba cerca de Taquiña,
como había concluido Viscarra, sino "al pie septentrional del cerro de San Sebastián", tan
sólo unas cuadras más al sur de donde la haría Barba de Padilla tres años más tarde (Urquidi
1971: 185, 486-487). Dado que el virrey Francisco de Toledo habría dado comisión a Osorio,
como después se la dio a Barba de Padilla, para fundar la villa "en Canata, una chácara de
García Ruis de Orcllana y tierrns de Pedro de Estrada y Francisco Pizarro", según la trans-
cripción de Yiscarra de la insLrUcción del Virrey a Barba de Padilla (Viscarra 1967 [1882]:
168), Urquidi concluyó que Canata habría estado en el mismo sitio donde Osorio hizo la
fundación (U rquidi 1971: 150, 315), o en el área inmediatamente al este, hoy el barrio
cochabambino de "Las Cuadras" (1971 : 186). Ver mapa n2 3.
En 1972 el polifacético y prolífico Augusto Guzmán, a pesar de la abrumadora evi-
dencia documental expuesta por Urquidi , discrepó con éste, argumentando que toda esa evi-
dencia sólo probaba que Oropcsa se había querido fundar en 1571 y la tarea se la había enco-
mendado el virrey Toledo a Osorio. Lo que no significaba que se hubiera fundado realmente.
Según sus palabras, "no hubo (... ) doble fundación, sino solamente doble comisión para una
sola fundación, que es la de 1574 por Sebastián Barba de Padilla" (Guzmán 1972: 93).
Guzmán, en consecuencia, también discrepó con Urquidi (y con Yiscarra) sobre el
emplazamiento de Canata. Según él, Canata era "la hacienda de Garci Ruiz de Orellana" [el
"García Ruis de Orellana" de la trnnscripción de Viscarra] y había estado donde Barba de
Padilla hizo la fundación, es decir, donde hoy está la plaza del 14 de septiembre y sus cuadrns
circundantes. Escribió que la hacienda "recibía por el norte y el oeste las aguas del río de
Sacaba (...); al este ( ... ) limitaba con la sermnía de Tatakiri o San Pedro, y al sur con la laguna
de Alalay y las colinas de Jaywaycu" (1972: 84). Al disponerse a establecer el asiento de la
futur-d ciudad, para Barba de Padilla "no hubo más planta de fundación que Canata, hoy
cenLro de la urbe valluna" (1972: 91).

4 Urquidi vio publicada la seg unda edición de su obrn, que es la que hemos exami nado noso1ros,
precisamente con ocasión del cuarto cen tenario de la fundación de 1571 : Urquidi, José Macedonio,
El origen de la noble villa de Oropesa. Cochabamba, 1971 (1949).

Nº 1, julio 1995 203


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

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204 Revi sta Andin a, Añ o 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

En 1974, Eduardo Arze Quiroga abundó en la tesis de Guzmán de que sólo la fun-
dación de Barba de Padilla había sido la verdadera (Arze Quiroga 1974: 9-12), de nuevo
ignorando o quitando importancia a la evidencia de Urquidi. Paradójicamente, Arce Quiroga
estuvo de acuerdo con éste acerca del emplazamiento de Canata al sur de la actual ciudad
de Cochabarnba: "entre el faldeo oriental de la colina de San Sebastián y el cerro de San
Miguel", según sus palabras (1974: 25-26).
Viscarra, Urquidi, Guzmán y Arze Quiroga son los principales y más conocidos
historiadores que han tnltado hasta ahora de la doble cuestión. Ninguno de los cuatro, sin
embargo, llegaría a conocer la totalidad de los datos que sacaremos a la luz en el presente
artículo, que son los que apuntan a un emplazamiento de Canata en lo que es hoy el barrio
cochabarnbino de Tupuraya, al nordeste de la ciudad, donde aún quedan algunos restos
arquitectónicos antiguos conocidos como "El Pueblito" que podrían ser de su periferia. El
lugar era ya un asentamiento precolombino de centenaria historia cuando los españoles se
establecieron en él a partir de 1540, aproximadamente.
Las mismas fuentes abonan la tesis de que la fundación de 1571 tuvo en efecto lugar,
pero indican que el sitio exacto donde se hizo -contrariamente a la opinión de Yiscarra y
Urquidi- estaría en lo que hoy es el campus de la Universidad Mayor de San Simón o en la
zona inmediatamente al norte del mismo, al este de la ciudad y, por tanto, al sur de Canata.
De nuevo remitimos al lector al mapa nº 3.
Los nuevos datos a nuestra disposición son, en primer lugar, fruto de un intenso
estudio de los expedientes de litigios sobre tierras de las primeras décadas de la colonización
española del valle de Cochabamba, de los que daremos cumplida referencia en las páginas
que siguen. Los expedientes de los pleitos más significativos, como aquellos en los que se
vió envuelto el ya mencionado Garci Ruiz de Orellana, están en el AHMCo.
En segundo lugar, nuestra argumentación está basada en el estudio, no menos intenso,
de la arque.ología de la región : del análisis de las evidencias materiales de la actividad
humana en ella cotejadas con los datos topográficos y morfológicos de su contexto ge.ográfico-
cultural, lo que confirma la ubicación mencionada de Canata y de la primera villa de Oropesa:
temática que -cronológicamente hablando- nos sitúa por lo menos desde el momento en que
se produjo la expansión del Esiado inca en el valle de Cochabamba y territorios aledaños,
hasta la llegada de los primeros colonizadores españoles y la posterior constitución y edificación
de la que sería una de las primeras ciudades coloniales en territorio andino.

l. Canata y el valle de Cocha/Jamba antes de 1571


La información contenida en algunos de los expedientes examinados indica claramente
que en el momento de establecerse los españoles en la región, Canata era un asentamiento
de la comunidad indígena de "Sipe Sipe", entonces diseminada por éste y otros lugares de
los valles de Cocha.bamba y Sacaba. Según el texto del Repartimiento de Huayna Cápac,
que reproduce en parle una visiia de 1556, las familia<; establecidas allí en época incaica
tenían a su cargo los "ganados e pastos" del Inca que había en los alrededores. Cerca estaba
el asentamiento de Cala Cala (hoy barrio del noroeste de Cochabamba), donde vivían otras
familias (no está claro si iambién de la comunidad de Sipc Sipe) a quienes el padre de

Nº 1, julio 1995 205


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Huayna Cápac, el Inca Túpac Yupanqui, había ordenado que le cultivasen ciertas tierras del
lugar (U.M.S .S. 1977: 25).
Posteriormente, en la década de 1570, paralelamente a la fundación y subsiguiente
construcción de Oropesa, todos o la gran mayoría de los indios de Sipe Sipe, residentes en
Canata y otros sitios, serían concentrados (o "reducidos", como se decía entonces) en el
actual pueblo de Sipe Sipe, en el extremo occidental del valle de Cochabamba, donde en
época incaica había existido un tarnbo5.
En cuanto a los españoles, unos "treinta o cuarenta" en 1567, según ya sabemos por
Matienzo, muchos de ellos aún continuarían en Canata algunos años más, mientras se termi-
naba de construir la villa.
Uno de esos españoles era Garci Ruiz de Orellana. Veterano de la guerra de la Corona
española contra Gonzalo Pizarro, entre 1544 y 1548, como se lec en uno de los ex pedientes
sobre él analizados del que después hablaremos, se había establecido poco después en el valle
de Cochabamba en calidad de "mayordomo" (esto es, administrador) de Rodrigo de Orellana,
uno de los tres encomenderos del valle. En 1552, de común acuerdo con otro español, Gaspar
de Ocampo, administrador de otro de los tres encomenderos, Hemando de Silva, Ruiz de
Orellana compró las tierras de que se habían apropiado de facto él, Ocampo y un tercer español,
Gonzalo Rodríguez, a la comunidad de Sipe Sipe por 130 pesos "de buena plata corriente".
Estas eran las "tierras de Canata" donde se había ele levantar años más tarde la villa de
Oropesa.
Ocampo no pudo intervenir directamente en la transacción al ser Hemando de Silva
el encomendero de dicha comunidad. De acuerdo con las leyes del sistema de encomienda,
ningún encomendero, ni nadie relacionado con él, podía comprar tiernts u otros medios de
producción que pertenecieran a las personas encomendadas, en este caso los miembros de la
comunidad de Sipe Sipe. Pero Ocampo sí podía comprar tierrns a un tercero, totalmente ajeno
a la encomienda, a quien aquéllos se la<; habrían vendido previamente; y fue esto lo que
ocurrió. Ruiz de Orellana compró todas la<; tierras a la comunidad de Sipe Sipc y luego
vendió una parte a Ocampo, que era la que éste quería comprar desde un principio al estar
allí las tierras que él tenía ocupada<;.
La operación se hizo en cuestión de días y de manera pública, en Potosí. El mismo
texto del pregón de la venta, de 8 de octubre de 1552, y la carta de compraventa, otorgada
dos días más tarde, expresan con suma claridad que las tierras objeto de la transacción
comprendían, de un lado, las posesiones de Ruiz de Orellana y Gonzalo Rodríguez y, de otro,
la de Ocampo. Ambos textos son muy parecidos en lo concerniente a la ubicación de las
tierras y fueron ya dados a conocer por Urquidi (1971 : 94-102, 356-358).
La carta de compraventa, por ejemplo, indica que se trata de

"unas tierras que nos, los( ...) caciques [de Sipe Sipel, avernos y tenemos en el valle
de Cochabamba junto al pueblo del Cannta [énfasis nuestro]; en las quales tienen

5 AHMCo, Expedientes Coloniales, vol. 16 (en adelante, AHMCo, EC- 16), folios 1-78v, "Pleito de los
indi os de Sipe Sipe contra Andrés de Ribera sobre las tierrns de Coachaca y Sarico (1 573-1574)"
(este y otros útulos de expedientes ci tados en el presente arúculo, están tomados de l catálogo de R.
Schramm, ya mencionado), folios 22-3 8v, 43v-46 v, 49-49v.

206 Revi sta Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

hechas <;iertas estam;ias Gon<;alo Rodríguez y Gaspar de Ocampo y vos, ( ... ) Garci
Ruyz de Orellana.

"Y están señaladas y deslindadas de esta manera: desde un sauze questá al canto de
una <;iénaga cave el dicho pueblo de Canata, en un arroyo pequeño que sale de la
dicha <;iénaga, y el dicho arroyo abaxo hasta dar a la estan<;ia donde están <;iertos
puercos de Rodrigo de Orellana ( ... ), y por la parte de arriba hazia la sierra, hasta dar
en la halda del algarroval, y por la parte de avaxo hasta el río grande de Canata; en
lo qual entran unos corrales grandes antiguos del tiempo del Inga, donde está una
güerta de vos, el dicho Garci Ruiz de Orellana. Devaxo de los quales dichos límites
e linderos están e se yncluyen las tierras donde está la estan<;ia vuestra y del dicho
Gon9alo Rodríguez. E las otras tierras, donde está la estan<;ia del dicho Gaspar de
Ocampo, son de la otra parte del dicho arroyo pequeño que sale de la dicha <;iénaga,
y están entre dos puntas de dos <;erros, desde la una punta hasta la otra, todo aguas
vertientes ha la una punta y a la otra de los dichos dos <;erros ( ... ). Por pre<;io y quantía
de i;:iento y treynta pesos de buena plata corriente, de a quatro pesos el marco''6 .

El acta de posesión de las tierras compradas por Ruiz de Orellana, de 22 de abril de


1555, también conocida por Urquidi, precisa que si uno de los linderos era el arroyo pequeño
abajo, otro era una línea recta imaginaria (una "derecera") que unía el sauce de la ciénaga
con el "río grande de Canata", a lo largo de la cual se pusieron "<;iertos mojones y el postrero
dellos junto al dicho río grande". Había allí "un algarrovo cortado o desmochado, con muy
poca rama, y está junto al dicho algarrovo un repechico o )omita de tierra''7 .
Obsérvese que el texto de 1552 ubica las tierras "junto al pueblo de Canata", y a éste
"cave" (i. e., "junto a") la ciénaga, de la que nace el arroyo pequeño. La ciénag~ a su vez,
"está al canto" (i. e., otra vez "junto a", o "cerca de") el sauce, que es el primer punto que
se toma como referencia para definir la parte de Ruiz de Orellana y Gonzalo Rodríguez. El
arroyo que sale de la ciénaga es lo que separa esta parte de la de Ocampo, ésta también
limitada por "dos puntas de dos <;erros (...), todo aguas vertientes a la una punta y a la otra".
Creemos que está suficientemente claro que, contrariamente a lo sostenido por Urquidi
y Guzmán -pero como correctamente advirtiera Arze Quiroga (1974: 73)-, el texto no ubica
Canata en las tierras vendidas, sino fuera de ellas, aunque en un lugar no determinado, al no
ofrecer la carta, como tampoco el acta de la posesión de 1555, puntos objetivos de referencia
hoy claramente identificables. De hecho Viscarra transcribió mal la instrucción dada por el
virrey Toledo a Barba de Padilla para hacer la refundación de Oropesa. El texto dice que la
villa se había de establecer "en Canata, en [énfasis nuestro] una chácara de Gar<;i Ruiz de
Orellana y tierras de Pedro de Estrada y Francisco Pi<;arro (... )"8. El texto no confunde Canata

6 AHMCo, EC-16, folios 292-339v, "Demanda de los indios de Sipe Sipe contra Garci Ruiz de
Orellana por las tierras de Canata (1573-1574)", folios 313v-314v. Para éste y demás textos del
AHMCo presentados en este artículo hemos seguido las reglas de transcripción recomendadas por
Vicenta Cortés Alonso (1986) y Raúl Rivera Serna (1989), que son las aprobadas por la Primera
Reunión lntcramericana de Archivos, celebrada en Washington en octubre de 1961.
7 Ibídem, folio 318.
8 AHMCo, EC-16, folios 1-78v, "Pleito (... ) sobre las tierras de Coachaca y Sarico.. .", folio 74.

Nº 1, julio 1995 207


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

con la chácara de Ruiz de Orellana, como sugiere la transcripción de Viscarra y que aceptaron
tanto Urquidi como Guzmán al interpretar los documentos de la venta de 1552.
Lo más próximo a puntos de referencia permanentes hoy identificables que se leen en
estos documentos son los "dos 9erros" con "aguas vertientes" que ayudan a deslindar la parte
de Ocampo y que no pueden ser sino dos cerros de la actual cordillera del Tunari (ver mapa
2), lo que significa que dicha parte tenía uno de sus lados en línea con dicha cordillera.
Una segunda referencia identificable, aunque menos segura que la anterior, sería la
mención al "río grnnde de Canata". Ya que la villa de Oropesa se iría a fundar en esas tierras,
ese río debía estar cerca de la actual ciudad de Cochabarnba. El único río "grande" que existe
hoy en ella o sus alrededores es el río Rocha, que atraviesa el valle de Cochabarnba de este
a oeste (ver de nuevo el mapa 2), por lo que creemos que éste debía ser el río de Canata en
1552 y 1555.
Ahora bien, sabemos, grncias a Urquidi, que el río seguía entonces un curso distinto
al actual. El presente curso es posterior a marzo de 1585, fecha en que un cuarto español,
Martín de la Rocha (de donde el río tomaría su nombre a partir de entonces), y su yerno, Juan
Mariscal de Ocarnpo, obtuvieron de la Audiencia de Charcas permiso para sacar una nueva
acequia del río que podía perjudicar a terceros. Ambos habían explicado a la Audiencia

"que ellos tenían en (...) [el] valle [de Cochabamba] una chacra de trigo y maíz que
con las muchas aguas y abenidas del Río les había llevado la presa de la zequia con
que la regaban y había fecho y dejado una barranca muy alta, que en ninguna manera
la podían sacar por el dicho lugar, sino otra mucho más arriba, la qua! de necesidad
había de pasar por tierras de otros vezinos (... )" 9 •

Martín de la Rocha tenía tierras en La Chimba, al oeste de la villa 10 •


La nueva acequia se convertiría en un nuevo curso del río, el que hoy conocen los
cochabarnbinos. Lo demuestran algunas de las reclamaciones de los perjudicados, que Urquidi
también reproduce. Un Pedro Treviño, por ejemplo, explicó al corregidor Martín de Mendoza
en julio de 1585 que él tenía tierras en

"Quero Quero, riveras del río desta villa,( ...) e a visto( ... ) cómo Martín de la Rocha
(...) se ha entrado [en mis tierras] y( ...) empezado azer una azcquia nueva muy ancha
y en la linde de mis tierras, para sacar el Río de madre (.. .)"11 •

Lo mismo que la petición de Rocha y Mariscal de Ocarnpo, esta reclamación de


Treviño sugiere que el río de Oropesa había seguido hasta entonces un curso situado al sur
del actual, hasta pasar por La Chimba, donde Rocha tenía sus tierras.
Aparentemente sobre la base de un error tipográfico en el libro de Urquidi 12 ,
tanto Guzmán como Arze Quiroga establecieron que la desviación del río había tenido lugar

9 En Urquidi, El Origen ... , págs. 471-473.


10 Ibídem, pág. 473.
11 Ibídem , pág. 473.
12 Ibídem, pág. 136.

208 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

en 1565, no en 1585; de manera que a su juicio el Rocha ya tendría su curso actual en el


momento de hacer Barba de Padilla la refundación de Oropesa en 1574 (Guzmán 1972: 84;
Arze Quiroga 1974: 73-74). Este error, más el de asumir que Canata era lo mismo que la
hacienda de Ruiz de Orellana, explica la aseveración de Guzmán de que Canata estaba
limitada "al norte y oeste por el río de Sacaba", es decir, por el río Rocha ya desviado,
ubicando el lugar donde hoy está el centro de la ciudad de Cochabamba. En el caso de Ao:e
Quiroga, el error facilitó que malinterpretara el texto de 1552 y diera esos mismos límites a
la chácara de Ruiz de Orellana, ubicando Canata al sur de la misma.

2. El Pleito de la comunidad de Sipe Sipe contra Garci Ruiz de Orellana,


Pedro de Estrada y Francisco Pizarra

Ca<;i veintiún años después de hl venta de las tierras, en julio de 1573, la comunidad
de Sipc Sipc aprovechó la ocasión de la visita de Diego Núñez Bazán para demandar a Ruiz
de Orellana por los hechos de 1552, acusándole de compra fraudulenta de sus tierras de Canata.
También le acusaron de haberse entrndo en otrdS que estaban fuera de los límites indicados en
la carta de compraventa. Asimismo demandaron a Pedro de Estrada y Francisco Pizarra (este
último seguramente un pariente lejano del conquistador del Perú), quienes ernn propietarios
en 1571 de la parte de Gaspar de Ocampo. Núñez Bazán era el juez comisionado por el virrey
Toledo para hacer la reducción de la comunidad de Sipe Sipe al pueblo del mismo nombre.
Representados primero por Hemando Remón y luego por Juan de Guevara, procura-
dores de natur,iles de ofício, los caciques de Sipe Sipe le explicaron a Núñez Bazán que la
transacción de 1552 se había hecho de manera irregular, demasiado deprisa y en Potosí, no en
el valle, donde otras personas que las conocieran (por ejemplo, Gonzalo Rodríguez) hubieran
podido ofrecer más por ellas. Además, las personas que por parte de Sipe Sipe habían vendi-
do las tierras, nunca tuvieron poder para ello de la comunidad. También llamaron la atención
sobre la intervención indirecta de Ocarnpo, a quien Ruiz de Orellana había "vendido" su parte
poco después. En definitiva, según ellos, ni Ruiz de Orellana, ni Estrada ni Pizarra tenían "justo
título" a las tierras. Si la comunidad no había denunciado el fraude hasta entonces, eso era
porque Núñez Bazán era el primer juez imparcial en el valle; antes, en palabras de su procu-
rador, "todos los juezcs que siempre han sido en este partido han sido personas que tienen tierras
o chácarns por bueno o mal título de los dichos indios o de otros 13 ".
Los caciques de Sipe Sipe pedían como reparación que se les devolvieran todas las
tierras "con todas las rentas [generadas desde 1552] ( ... ), más las costas que sobre ello (...)
se les recrecieren". Ellos devolverían a su vez los 130 pesos recibidos. Si eso no era posible,
pedían la diferencia de precio en que habían sido engañados (3000 pesos ensayados en el caso
de Ruiz de Orellana; 1000 pesos ensayados en el caso de Pizarra) más las costas 14 •

13 J\HMCo, EC-45, folios 1-27 [volumen sin foliar; la numeración es sólo interna del expediente],
"Proceso por los indi os de Sipc Sipe sobre las tierras de Canata contra Francisco Pizarro (1573-
1574 )", folios 9-9v.
14 J\HMCo, EC-16, fo li os 292-339v, "Demanda de los indios de Sipe Sipe contra Garci Ruiz de
Orellana por las ti erras de Canata (1573-1574)", folios 292-292v. AHMCo, EC-45, "Proceso(... )
contra Francisco Pi zarro ... ", folios 2-2v.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

La demanda generaría sendos procesos contra Ruiz de Orellana, Pizarra y Estrada,


que se prolongarían hasta octubre de 1574. Parte de las diligencias se llevaron a cabo en
Canata, que, como demuestra abrumadoramente Urquidi, todavía era la cabeza del partido
judicial de los valles de Cochabamba, Sacaba y Cliza y el centro de minas de Berenguela,
aunque ya dependiente de la jurisdicción de la villa de Oropesa, mientras ésta se construía.
Núñez Bazán obligaría al final a los tres a indemnizar a la comunidad de Sipe Sipe por la
diferencia entre el presunto valor real de las tierras y el precio al que se compraron en 1552,
más las costas de los procesos. Pero la indemnización fue mucho menor de lo que aquélla
había pedido: 100 pesos de plata ensayada en el caso de Ruiz de Orellana15 ; 60 pesos de plata
corriente en el de Pizarro 16 •
De los expedientes de los pleitos contra Ruiz de Orellana y Pizarra proviene toda la
infonnación anterior, incluidos los detalles de la venta de 1552. El expedienLe del pleito
contra Pedro de Estrada no lo hemos encontrado, pero hay referencias a este tercer litigio en
aquéllos. Desde el punto de vista del problema que nos ocupa, un último dalo importante que
nos interesa de estos procesos es la noticia, dada por tres de los testigos llamados a declarar
en el pleito contra Ruiz de Orellana (entre ellos, Estrada y Pizarra) de que el "arroyo
pequeño" que salía de la ciénaga que estaba junto al pueblo de Canata, según reza la carta
de compraventa, era "el arroyo de la buena agua que se beve en este asiento de Canata", en
palabras de Estrada 17 • Una precisión que, con los nuevos datos a nuestra disposición, resulta
ser muy significativa, como después veremos.

3. Ruiz de Orellana y el primer cabildo de Oropesa

Otras indicaciones, todavía más importantes por lo esclarecedores de tocia la información


anterior y la conocida hasta ahora, se leen en el expediente de otro litigio en que se vió
envuelto Ruiz de Orellana, ahora con la villa de Oropesa fundada por Gerónimo Osario. El
expediente lleva el engañoso título de "Ordinario de Garci Ruiz de Orellana contra Pedro
Malclonado" y forma parte ele! volumen EC-30 del AHMCo. El título obedece a un pleito que
Ruiz ele Orellana tuvo con este Pedro Maldonaclo a partir de 1579; pero este litigio no se
habría podido ciar sin la resolución de un pleito anterior, el mencionado ele Ruiz de Orellana
contra la Oropesa ele Osario, cuyos autos contiene dicho expediente. Quizá esta circunstancia
explique que los documentos de este proceso hayan pasado desapercibidos hasta ahora entre
todos los investigadores interesados en el problema del emplazamiento de Canata y la funclación
de 1571. Todos, excepto Urquidi, quien sin embargo no llegó a leer la parte fundamental,
como él mismo reconoce (1971: 122).
Ruiz de Orellana presentó la demanda contra Osorio ante la Audiencia de Charcas en
el mismo año 1571, poco después de que Osorio fundara Oropesa y ele la que era, por tanto,
su primer corregidor y presidente de su cabildo.

15 Al-lMCo, EC-16, folios 292-339v, "Demanda( ... ) contra Ruiz de Orellana...", folio 336.
16 AHMCo, EC-45, "Proceso (... ) contra Francisco Pizarro ...", folio 27.
17 AHMCo, EC-16, folios 292-339v, "Demanda (._. ) contra Garci Rui z de Orellana ... ", folios 326-3 27.

21 O Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

De la realidad de esa fundación no nos cabía ninguna duda antes de redactar este
artículo, pero le dedicaremos aquí unas páginas ante la influencia que todavía tiene la posi-
ción de Guzmán y Ane Quiroga sobre el asunto, y porque la documentación nueva que aquí
darnos a conocer contiene detalles adicionales del hecho.
Es cierto, como señalara Guzmán, que no se tiene noticia de los documentos de la
fundación de Osorio. Pero estos textos ya los había echado en falta el intendente Francisco
de Viedma a finales del siglo XVIII en un conocido informe del territorio de su jurisdicción
al virrey de Buenos Aires (Viedma 1969 [1793)). Viedma también desconocía los documen-
tos de la fundación de Barba de Padilla, por lo que no pudo sino fechar la fundación de
Cochabamba en 1577.
El libro de Urquidi, sin embargo, reproduce un memorial del cabildo de Oropesa
dirigido al Rey, de 29 de diciembre de 1575, 18 en el cual se declara que la villa se había
fundado "habrá cuatro años" y "vase edificando". Asimismo, Urquidi había publicado doce-
nas de protocolos notariales del período 1571-1574 encabezados con la fórmula: "En el
asiento [o "pueblo"·¡ de Canata, jurisdicción de la villa de Oropesa..."; hasta la fundación de
Osorio, la fórmula había sido: "En el asiento [o "pueblo"] de Canata, jurisdicción de la ciudad
de La Plata ... ".
Aunque lo cita en su obra, Guzmán decidió ignorar el memorial de 1575; en cuanto
a los protocolos notariales, escribió que sólo probaban que

"Osorio no logró transformar Canata en villa de Oropesa. Si eso hubiese heho, como
lo hizo más tarde Barba de Padilla, el nombre de Canata habría desaparecido de los
registros notariales, como desapareció en efecto después de la fundación de 1574".

Pero la presencia o no del nombre de Canata en los registros no debiera prejuzgar la


opinión sobre la realidad de la fundación; la cual pudo perfectamente hacerse, en el sentido
histórico del hecho (fundamentalmente, no se requería más que la delimitación del arca
urbana y término de jurisdicción, así como la consLiLución de su cabildo, en solemne ceremonia
al efecto), y después construirse sus edificios, como sugiere el memorial citado y como en
efecto así debió ocurrir, como veremos.
Arze Quiroga fue más positivo que Guzmán en su argumento para dudar de la fundación,
señalando a una provi sión del virrey Toledo en favor de Barba de Padilla, de 7 de diciembre
de 1573, que forma parte de los documentos de la fundación de 1574 publicados por Viscarra.
En esa provisión Toledo justifica la comisión dada a Barba de Padilla, explicando que había
nombrado a Osorio como primer corregidor de Oropesa y le había dado comisión para
fundarla, pero que

"aunque (... ) Osario y los demás vecinos que allí [en el valle de Cochabamba] se
habían de poblar, fici escn su fonna de cabildo y eligiesen alcaldes y regidores, no se

18 EslC doc umenlo apareció publ icado en el anexo a la 24 edición del libro por obra de Adolfo de
Morales, quien lo había e ncontrado en el Archivo General de Indi as de Sevilla, sección Audiencia
de Charcas , legajo 40, segú n su referencia.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

ha fundado la dicha villa, ni fizo casas [al las personas que habían de poblar en ella,
ni señalado el sitio en que la villa se había de fundar". 19

Ar7e Quiroga concede plena credibilidad a esta declaración de Toledo, 20 sin pre-
guntarse siquiera si el Virrey, que nunca estuvo en el valle de Cochabamba, no pudo ser
víctima de intereses en conflicto entre los pobladores, algunos de los cuales pudieron poner
en entredicho la autoridad de Osorio y su política fundacional . El mismo autor alude, por
ejemplo, a una provisión anterior de Toledo dirigida a Osorio, de 2 de enero de 1572,
ordenándole que suspendiera el reparto de tierras que estaba haciendo, porque perjudicaba a
terceros 21 •
También reproduce Arze Quiroga varias cartas de Toledo al Rey, de 1572 y 1573, ya
publicadas por R. LeviUier en su obra Gobernantes del Perú, en que el Virrey declara que
Oropesa ya había sido fundada 22 • En una de ellas, por ejemplo, de 1 de marzo de 1572,
Toledo informa que

"puéblase [entre Otrds] una villa( ...) en la jurisdicción de la ciudad de La Plata en otro
valle que llaman Cochabamba. En todas esas poblaciones se socorre a los pobladores
con darles sitios para casas y alguna~ tierras en que siembren y hagan sus huertas y
jurisdicción que se les señala" 23 •

Arze Quiroga salva estas pruebas documentales en su contra con la observación de


que Osorio pudo "poblar", pero no "fundar" la Oropcsa de 1571 24 • Nótese, sin embargo, que
Toledo no hace tal distinción en su Real Provisión de 7 de diciembre de 1573, sugiriendo que
al "fundar" una ciudad o villa le seguía naturalmente el "poblarla". Osorio no había hecho
ni una cosa ni otra, según tenía él entendido; tan sólo había nombrado alcaldes y regidores.
No entendemos por eso cómo Toledo pudo decirle al Rey -por ejemplo, en su carta del I de
mar.w de 1572- que Oropesa "se poblaba" entonces sin dar a entender que, naturalmente, eso
ocurría porque la villa se había fundado.
Podemos incluso aportar un nuevo dato en relación con la fecha exacta de esa fun -
dación, gracias a un conjunto de textos que nuestra colega Catherine Julien ha encontrado en
el Archivo Histórico de Potosí25 y cuya fotocopia nos ha pasado. Se trata de los asientos
notariales, en un libro de los oficiales reales de Potosí, de los siguientes documentos: ( I) la
provisión del virrey Toledo nombrando a Osorio primer corregidor de Oropesa, dada en
Cuzco el 7 de agosto de 1571; (2) el acta del jummento del cargo por Osorio, el día siguiente;
(3) el de la toma de posesión del cargo en Canata el 30 de agosto; (4) el testi monio del
traslado de los tres textos anteriores; y (5) la carta de poder de Osorio a su hermano Francisco
para que fuera a Potosí a cobrdí el primer tercio de su salario anual, qu~ vencía el 30 de

19 Texto repro<luddo por Arze Quiroga (1974: 11).


20 Ibídem, pág. 12.
21 lbídem,pág. 17.
22 Ibídem, págs. 61-65.
23 Ibídem , pág. 62.
24 Ibídem, págs. 10-11.
25 En "Cajas Reales 30", fol ios 256-260v.

212 Revista Andina , Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

diciembre, razón por la cual los cinco textos fueron copiados y registrados por los oficiales
de la hacienda real. Presentamos la transcripción de los cinco documentos en el anexo.
La fecha tradicionalmente aceptada hasta ahora de la fundación de Osorio -propuesta
por Urquidi- es la del 15 de agosto de 1571. Sin embargo, esta fecha tiene muy débiles
fundamentos, como ya adviniera R. Condarco Morales en su prólogo a la 2ª edición del libro
del creador del AHMCd-6. Los fundamentos son sólo dos, y ninguno de carácter concluyente.
El primero es el citado informe del intendente Viedma, más de doscientos afios
posterior a los hechos 27 • Aparte del problema que genera esta lejanía temporal, Viedma no
dice exactamente que la fundación tuviera lugar el 15-VIIl-1571; sólo dice que ése es el día
de Cochabamba, día de la Asunción de la Virgen, interpretando que lo es por ser el día de
la fundación. Ahora bien, como ya sabemos, Viedma desconocía el afio en que ésta tuvo
lugar, por no tener a su disposición los documentos acreditativos del acontecimiento, como
reconoce Urquidi28 • Este reproduce 29 un documento de 1621 que indica que el día 15 de
agosto es el de "la advocación de esta villa", y en el que tenía lugar un importante acto cívico-
religioso. Cabe preguntarse si la tradición de esta festividad pudo ser interpretada por Viedma
como que su origen ern que ese día se había fundado la ciudad; cuando el origen real pudo
haber sido otro.

El segundo fundamento es el texto siguiente:

"Registro de Escrituras Públicas que han pasado e se han otorgado ante mí, Pedro de
Gálvez, escribano público y del cabildo de la villa de Oropesa, y ante Alonso Tarifeno
[¿Tarifeño?], que comienza desde diez y ocho días del mes de agosto de 1571"30 •

Como opina R. Condarco31 , Urquidi habría interpretado este texto en el sentido de que
la primera escritura pública conservada en el AHMCo donde se lee "villa de Oropesa" data
del 18 de agosto de 1571. Pero es posible una lectura más sencilla: que ese registro contenía
documentos a partir de esa fecha, y que la "villa de Oropesa" ya existía cuando Pedro de
Gálvez hizo esa anotación, que pudo ser en 1572, 1573 o más tarde.
Los documentos que publicamos en el anexo indican terminantemente que Osorio no
pudo fundar la villa antes del 30 de agosto de 1571, pues ése es el día en que tomó posesión
en Canata del cargo de primer corregidor de la villa que iba a fundar. Por otro lado, la
fundación ya estaba hecha el 2 de noviembre del mismo afio, porque fue entonces cuando
Osorio otorgó una carta de poder a su hermano para que fuera a cobrar el primer tercio de
su salario anual a Potosí. Podemos precisar que la fundación tuvo que hacerla antes del 5 de

26 En Urquidi, El origen ... , págs. 22-23.


27 Ibídem , págs. 31-32, 348.
28 Ibídem, pág. 348.
29 Ibídem, pág. 347.
30 Ibídem, pág. 74. La puntuación es un añadido nuestro. Urquidi no indica el libro o legajo del
AHMCo donde encontró este texto; tampoco el documento anterior. Lamentablemente, esto ocurre
demasiadas veces en su obra
31 Ibídem , pág. 22.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

septiembre, pues ésa es la fecha que tiene el protocolo notarial más antiguo publicado por
Urquidi de los encabezados con la fónnula: "En el asiento [o "pueblo"] de Canata, jurisdic-
ción de la villa de Oropesa ... " 32 •
El mencionado litigio de Ruiz de Orellana con Osorio corrobora al menos la realidad
de la fundación de 1571 y sus vicisitudes, además de ser clave para resolver el problema de
la ubicación de Canata.
Cuando todavía no había empezado el pleito con Sipe Sipe, Ruiz de Orellana protes-
taba ante la Audiencia que Osmio, "por tener[le] odio", había fundado la villa "en mitad" de
sus tierrns, esto es, en mitad de la parte que se había quedado él de las que había comprado
a Sipe Sipe en 1552 por 130 pesos "de buena plata corriente". Era la parte conocida por otros
documentos del mismo expediente como "chácara" o "tierras" de "El Algarrobal", distinta de
otro "algarrobal" que estaba al pie de la Cordillera del Tunari y probablemente en la parte
de Gaspar de Ocampo, según hemos visto en la carta de compraventa de 1552.
Ruiz de Orellana alegaba que en el valle de Cochabamba había "otros y mejores zitios
[sic]" que ése, como por ejemplo "en Cala Cala, y entre Cala Cala y Taquiña, y en [la tierra
de] los chiles de [Rodrigo de] Orellana33 , y en El Paso, y en otras muchas partes, donde hay
zitios sanos y en comarca de agua y leña y otras cossas nesesarias para la fundazión". Su
chácara, por el contrario, era "tierra úmida e ziénega"; en época de los incas "se moría mucha
gente de cámaras de sangre" 34 en el lugar, así que "lo despobló el Inga, e por esta razón [se]
lo vendieron los indios".
Tras hacer relación de sus méritos (es aquí donde encontrdillos datos biográficos como
el de ser veterano de la guerra de 1544-1548) Ruiz de Orellana pedía a la Audiencia "mandar
que se suspenda el e n ~ a hazer el dicho pueblo en el dicho zitio y lugar"; o que se le
indemniz.a.ra con "doze mil pesos"; o que la Audiencia mandara que Osorio le diera "en el
dicho valle de Cochabamba o en el valle de Sacava, de ( ...) las demasías que tuvieren las
personas que tienen chácaras en los dichos valles, otras tantas y buenas tierras de riego,
aunque estén [ya] repartidas por el dicho Gerónimo Osorio (...), en el zitio que me paresziere"35 •
La Audiencia optó por una combinación de la primera y la tercera solución por Carta
y Provisión Real de 26 de octubre de 1571 dirigida a Osorio, ordenando a éste que le diera
a Ruiz de Orellana "otras tantas tierras y tan buenas como (... ) las que se le han tomado para
la fundazión e poblazión de esa dicha villa( ... ), más( ... ) tierras y solares como a los demás
pobladores della( ... ); y en el entretanto,( ... ) mandarnos que suspensays [sic] la fundazión de
esa villa en la parte y lugar donde la hazeys" 36 •
El texto documenta los conflictos de intereses entre pobladores de que hablábamos
antes, en fecha tan temprana como octubre de 1571. Por otro lado, para hacer la pennuta de

32 Ibídem , pág. 564.


33 Esto es, en la tierra de los indios chiles encomendados a Rodrigo de Orellana.
34 "Cámaras de sangre": flujo de vientre de sangre, según se de sprende del artículo "Cámara" del
diccionario de Sebastián de Covarrubias (1979 (1611]). Corrobora este significado Grcgorio de Losa
Avila y Palomares en su diccionario de la fauna y flora del virreinato del Perú en el siglo XVIII
(1983).
35 AHMCo, EC-30, folios 1-60 (volumen sin foliar; la numeració n es sólo interna del expediente),
"Ordinario de Garci Ruiz de Orellana contra P. Maldonado, (1 571 - 1579)", folios 37-38.
36 Ibídem, folios 38-38v.

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Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

las tierras era necesario saber antes, naturalmente, cuál era la extensión de las que Ruiz de
Orellana tenía junto a Canata, y eso significaba medirlas. Pero el "entretanto" ordenado por
la Audiencia para hacer la permuta duraría más de cuatro años. En ese tiempo ocurrieron
muchas cosas en el valle que retrasarían el cumplimiento de la provisión real : principalmente
la visita de Núñez Bazán, el pleito de Ruiz de Orellana con la comunidad de Sipe Sipe por
las mismas tierras que había que medir, la refundación de la villa por Barba de Padilla en
enero de 1574, y el llamado "pleito de los dos solares" entre Osorio y Barba de Padilla a
partir de mayo de 1574, del que después hablaremos.
No fue hasta el 22 de noviembre de 1575 que se pudo hacer la medición de esas tierras
para cambiárselas a Ruiz de Orellana por otrds en otro sitio. El acta de la medición, redactada
por el escribano Pedro de Gálvez, es el documento más importante de los que presentamos
aquí y merece por ello ser citado por extenso. En él se subsanan considerablemente las
imprecisiones de la carta de compraventa de 1552 y el acta de posesión de 1555. El texto
ha permanecido inédito hasta ahom.
Cinco vecinos de la villa, de entre los más antiguos pobladores españoles del valle
(Francisco Gallego, Juan Flores, Fmncisco Carrillo y los ya mencionados Gonzalo Rodríguez
y Pedro de Estrdda), comisionados por el corregidor Francisco de Hinojosa (el tercer corre-
gidor de la villa desde 1571) parn hacer la medición, se presentaron ese día ante éste y le
infonnaron de

"que ellos [habían] medido la dicha chácara [que se iba a permutar] y tierras della
conforme a los útulos originales presentados por (... ) Gar(;i Ruiz de OreUana [i. e., los
de 1552) (... ). E las midieron con una soga o cordel de cháguar que tubo (;iento y diez
e siete baras de medir, del qual dicho cordel yo, el ( ... ) escrivano, doi fee se midió
en mi presencia e tubo las dichas baras.

" Y comern;:aron a medir las dichas tierras con la dicha soga desde el troncón del sauz
li. e., el sauce] que estava en la dicha (,:iénega, conthenido en los dichos títulos, hazia
el Río; y tutxi por la dicha derccem desde el dicho sauz hasta el dicho río catorze
medidas de la dicha soga; y desde el mojón y sauz que está en el dicho río se midió
por la dicha derecern hasta dar en los corrales antiguos de la estan(;ia de puercos que
fue del dicho Rodrigo de Orellana y tubo beinte medidas de la dicha soga escasas; y
de allí, tomado el ancho al arroyo que va de la dicha (,:iénega conforme a los dichos
títulos, tubo dos medidas de la dicha soga escasas; y de allí se midió el arroyo arriba
hasta dar al troncón del dicho sauz que está en la dicha (,:iénega, primer moxón destas
dichas tierras señalado en los dichos títulos, y tubo beinte y tres medidas escasas de
la dicha soga.

" Y cumpliendo con el juramento que dixeron tener hecho y so cargo dél, dixeron que
se puede quitar la una medida y más del largo en la medida que hizieron por el arroyo
arriba, de manem que las dichas tierras tienen por lo ancho de arriba, del dicho sauze
al Río, las dichas catorze medidas del dicho cordel , y de allí a la estan(;ia de puercos
bcinte medid,L<;, y ele allí al arroyo dos; y bcinte e dos de allí, el arroyo arriba, hasta
el dicho sauz de la dicha (; iéncga. Las qualcs medidas de la dicha soga son todas

Nº 1, ju lio 1995 215


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

~inquenta e ocho, e quadrándolas caben a la quadra calOr.t:e sogas y media, y estas


calOrze sogas y media de la dicha medida tienen las dichas tierrdS en quadra37 ".

La vara tenía 0,835 m., así que la soga de cháguar (un material vegetal parecido al
agave) con la que se hizo la medición, de 117 varas, tenía 97,695 m. Gallegos, Flores,
Carrillo, Rodríguez y Estrada empezaron a medir desde el sauce que en la carta de compra-
venta de 1552 se dice que estaba junto a una ciénaga, de donde salía un pequeño arroyo. Debe
recordarse que Canata estaba también junto a la ciénaga, pero fuern de la chácarn, y que el
arroyo, según las declarnciones de los testigos en el pleito con Sipe Sipe, llevaba "la buena
agua" que se bebía en Canata. El "río" ern el "río grc:lllde de Canata" mencionado en los
documentos de 1552 y 1555, que nosotros asumimos ser el río Rocha en su curso anterior
a 1585. La distancia desde el sauce hasta el río, donde encontrnron otro "sauz", resultó ser
de 14 sogas (en metros, 14 x 97,695 = 1367,73 m.). Este ern el "ancho de arriba" de la
chácarn. Después, desde el "sauz" a la orilla del río midieron "por la dicha derecera" (ésta
no puede ser la derecera anterior, desde el primer sauce hasta el río, pues está claro que se
está midiendo el otro lado de la chácarn; entendemos que esta segunda "derecern" se refiere
al propio río, que los medidores debieron seguir) hasta llegar al tercer mojón, "en los corrales
antiguos de la estan~ia de puercos que fue de ( ...) Rodrigo de Orellana", lado que midió 20
sogas, equivalentes a 1953,90 m. El tercer lado, desde ese mojón hasta el arroyo que venía
de la ciénaga, midió, aproximadamente, 2 sogas (195 ,39 m.) y éste era el ancho de abajo.
Finalmente, el propio arroyo hizo de cuarto lado. Desde el punto de intersección del ancho
de abajo con él, curso arriba, hasta el primer sauce, cerca de la ciénaga donde nacía, el arroyo
midió, aproximadamente, 22 sogas (2149, 29 m.). Recordemos que, según la carta de 1552,
el arroyo era lo que separnba entonces las estancias de Ruiz de Orellana y Gonzalo Rodríguez
de la de Gaspar de Ocampo, ésta adquirida más tarde por Pizarra y Estrada
Los cuatro lados, cada uno de una medida diferente, describen un trapecio irregular
con una superficie equivalente a la de un cuadrado de catorce sogas y media (1416, 58 m.)
por cada lado; es decir, una extensión de unas 200 hectáreas aproximadamente.

4. La repartición del Algarrobal

Pero si el texto de la medición de la chácarn de "El Algarrobal" nos da las medidas


precisas del lugar donde Osorio había fundado la villa de Oropesa en 1571, no nos dice dónde
exactamente estaban sus límites y mojones, aparte naturalmente de la relación entre ellos (el
texto parece indicar, por ejemplo, que el río de Canata y el arroyo pequeño formaban los dos
largos del trapecio) y de que el lugar debía estar próximo a la actual plaza del 14 de
septiembre y sus cuadras más cercanas, donde Barba de Padilla hizo la refundación de la villa
en 1574.
Esta información que falta nos la ofrece otro texto: el del acta de la repartición de la
chácara por el corregidor Hinojosa para "quadras" de los vecinos de la villa refundada No

37 Ibídem, folios 28-29.

216 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

eran cuadras para viviendas, sino "para chácara y heredades", y "sin calles" que las separaran,
como el mismo documento dice. El texto es parte del testimonio notarial de los títulos de
tierras de Juan Sáez de Galarza, presentado por éste al visitador Damián de la Bandera en
1610, testimonio que es a su vez parte de las actas notariales de la visita de este personaje,
ordenada por el virrey Juan de Mendoza y Luna, marqués de Montesclaros, "para medir y
amojonar las tierras de los t.énninos e jurisdicción de la villa de Oropesa". Las actas se
guardan hoy en el volumen EC-22 del AHMCo. Sáez de Galarza era en 1610 escribano
público y propietario de parte de la chácara de "El Algarrobal" y tenía en su poder, junto con
otros documentos, el acta de repartición de Hinojosa de la misma
La repartición se hizo "junto al Río", como declara el preámbulo del tesúmoniü38 y
lleva fecha de 3 de septiembre de 1575; esto es, unos dos meses y medio antes de la medición
de la chácara de Ruiz de Orellana con arreglo a su extensión de 1552. Con el significativo
título de "Repartisión de las quadras de Las Cuadras", el documento señala, entre otras cosas,
que Hinojosa y, bajo él , el cabildo de Oropesa,
"en virtud de los poderes y comisiones que el dicho corregidor y poblador [de la dicha
villa] tiene del Sr. don Francisco de Toledo, visorrey destos reynos, como tal poblador
le ordenó y mandó que quitase a Garci Ruiz de Orellana, vezino desta villa, un pedazo
de tierras que llaman ' El Algarrobal ', que se incluye y tiene por mojones, por una
parte, desde la Ln1za y límites de la dicha villa, y por la otra las rancherías de los indios
de Tapacarí y Capinota, y por la parte de arriba los cerros que dividen las dichas
tierras y valle de Sacaba, y por la otra parte la laguna de Tamborada.
"Las quales dichas tierraS el dicho Sr. corregidor recompensó y satisfizo a el dicho
Garci Ruiz de Orellana en las tierras que llaman Chinata; y las dichas tierras que
llaman ' del Algarrobal' las tomó y adjudicó pru-a el e-fecto que abajo irá declarado
y para repartillas a los pobladores desta villa, confonne a la horden que para ello se
le dio, para lo qual, siendo necesario, [nos, el corregidor y el cabildo] desde luego
adjudicamos las dichas tierras.
" Las quales personalmente hemos medido y amojonado por Juan Flores con una
guasca [en quechua, "soga" o "cordel"] de ochenta brazas, medidas del dicho Juan
Flores; y hubo por el largo hasta la dicha laguna diez y nueve guascas, y por lo ancho
ocho guascas y media hasta el dicho cerro [sic]. Las quales tierras mandarnos hazer
quadras sin calles, para chácara y heredades, y que cada quadra tenga por cada [una]
de las quatro frentes ciento y setenta pasos de los hordinarios, que resumidas las
dichas brazas a quadras, ay en las dichas tierras doscientas y veynte y quatro quadras,
antes más que menos (...)"39 .

Este otro importante documento también lo conocía Urquidi, quien lo reprodujo en su


mayor parte (1971 : 551-553). Pero sin el texto de la medición de la chácara de noviembre

38 AI-IMCo, EC-22, pieza !, ff. 69-86v, "Títulos de Juan Sáez de Galarza a las tierras del Algarrobal
(1609-1 610), folio 79v.
39 Ibídem, folios 79v-80.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de 1575 -hecha sobre los linderos de la carta de 1552 que menciona a Canata- de poco podía
servirle a él y a otros investigadores. Es sólo cotejando los tres documentos (la carta, la
medición y la repartición para "quadras"), buscando después el apoyo de otros documentos
menos concluyentes, que veremos después, como la solución del problema sobreviene con
rapidez y claridad.
Tal cotejo indica, en primer Jugar, que las dimensiones de "El Algarrobal" no coin-
cidían exactamente con las de la chácara de Ruiz de Orellana. Mjentras que ésta tenía fonna
de trapecio irregular, "El Algarrobal" tenía fonna de rectángulo, con una longitud de 19
guascas y una anchura de 8,5. Cada guasca tenía 80 brazas, y 1 braza equivalía a 2 varas,
es decir, a 2 x 0,835 m. = 1,67 m. En metros, "El Algarrobal" tenía 2538,40 m. de largo por
1135,60 m. de ancho. En contraposición, la chácara de Ruiz de Orellana tenía en su lado más
largo, el del arroyo, 2149,29 m. aproximadamente, y en su ancho mayor, 1367,73 m.
La razón de la discrepancia es obvia: la repartición de septiembre se hizo sobre límites
diferentes que la medición de noviembre. Pero son esos límites los que nos dicen exactamente
dónde estaba la chácara donde Osorio fundó Oropesa en 1571: entre "la traza y límites de
la dicha villa" (que no pueden ser sino los de la segunda fundación) y "los cerros que dividen
las dichas tierras ('El Algarrobal') y valle de Sacaba"; y entre " la laguna de Tamborada" y
"las rancherías de los indios de Tapacarí y Capinota".
A diferencia de los textos anteriores, aparece aquí por fin un número suficiente de
Jugares que son hoy objetivamente identificables: uno, la villa refundada por Barba de Padilla;
otro, los cerros que separan hoy la ciudad de Cochabamba del valle de Sacaba. La villa sería
el límite occidental y los cerros el oriental.
Por otro lado, la "laguna de Tamborada" no puede ser otra que la actual laguna de
Alalay. No hay otra laguna natural en la zona, y sabemos por otros documentos del AHMCo
(como los de los tíllllos de Francisco Osorio, hennano de Gerónimo, en Guayllane, en el valle
de Sacaba40 ) que los cerros que separan hoy la ciudad de Cochabamba y el río Sulti, del valle
de Sacaba, se conocían entonces como "la corilillera de Tamborada". La laguna sería, pues,
el límite sur.
Las "rancherías de los indios de Tapacarí y Capinota", es decir, de los indios proce-
dentes de estas dos comunidades de fuera del valle de Cochabamba, tal vez empleados
masivamente en la construcción de Oropesa, serían el límite norte. Una ilistancia de 2538,40m.
separaba las rancherías de la laguna
Sabemos, además, que la repartición se hizo "junto al Río", lo que sugiere que éste
estaba próximo a uno o más de los límites de la tierra repartida.
Finalmente, la misma expresión "Repartisión de las quadras de las Cuadras", indica
que fue en el espacio del barrio cochabambino conocido con este nombre, "Las Cuadras",
donde se hizo ese reparto de "quadras", que sería precisamente el motivo de llamarse así,
desde por lo menos 1610, fecha del testimonio de Sáez de Galarza.

40 AHMCo, EC-17, .folios 470-607v, "Títulos de Francisco Osorio en Guayllane" (1573-1593).

218 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

S. El Pleito de los dos Solares

Esta ubicación de la chácara donde Osorio hizo la fundación de 1571 se ve apoyada


por los documentos más relevantes del llamado "Pleito de los dos solares", cuyo expediente
completo del AHMCo publicara Adolfo de Morales en 1978 en su obra La doble fundación
de Cochabamba (1571-1574) 41 • El expediente ya lo conocía Urquidi, quien transcribe algu-
nos de sus documentos en su obra (1971: 114, 116, 570-573); sin embargo, tanto Guzmán
como Ane Quiroga decidieron ignorarlo.
El pleito se inició en mayo de 1574, unos meses después de la refundación de Oropesa
por Barba de Padilla y cuando éste era todavía el corregidor de la misma. Osorio había
señalado para sí dos solares en la misma plaza de la refundación (la ya mencionada plaza
actual del 14 de septiembre), en su lado norte, "frontero de la iglesia mayor", justificándose
en una merced hecha por el virrey Toledo a él como poblador original en 1571. Barba de
Padilla consideró esa justificación sin fundamento y le quitó los solares; para él, Osorio no
había sido del todo consecuente con la fundación que le había encargado el Virrey y, por
tanto, no merecía el premio de los dos solares; según sus palabras,

"el sitio quel dicho Gerónimo Osorio avía señalado para la fundación de la dicha villa
de Oropesa no hera cómodo ni conveniente para ella, por ser todo ciénegas y en mala
parte para casas de los vezinos y pobladores, a cuya causa (... ) [él, Barba de Padilla],
por virtud de los poderes y comisiones que para ello avía tenido del dicho visorrey,
avía señalado otro sitio, cómodo e mejor ( ... )"42 •

Obsérvese que Barba de Padilla reconoce que Osorio había hecho la fundación; sólo
alega que la hizo en un sitio inadecuado. Osorio respondió demandando a Barba de Padilla
y recurriendo ulteriormente a la Audiencia de Charcas. El litigio se prolongaría hasta por lo
menos diciembre de 1575, cuando a petición de Osorio se hizo en Oropesa una "probanza
de testigos" en su favor para incluirla en el proceso, entonces bajo la jurisdicción de la
Audiencia.
Los testigos corroboraron que la fundación de Osorio de 1571 había sido real, en el
sentido de que se había hecho con todos los requisitos formales de la época, incluido el
nombramiento del primer cabildo de la nueva villa y el señalamiento de sus cuadras, calles
y plaza central. Era verdad que la subsiguiente edificación de las viviendas había marchado
con suma lentitud, pero lo mismo podía decirse de la villa refundada y presidida por Barba
de Padilla. No había sido sino con el gobierno del tercer corregidor, Francisco de Hinojosa,
que la construción había progresado de manera significativa43 •
Aparte de confirmar la realidad de la fundación de 1571, lo que interesa de este pleito
es dónde dijeron los testigos que la había hecho Osorio. Ya que ésta no era una cuestión
relevante en el litigio, la información dada al respecto no podía ser muy precisa. No obstante,

41 Moral es, recientemente fall ecido, era entonces director del AHMCo; la obra la publicó en Cochabamba
la editorial Canelas.
42 En Morales, La doble funda ción ... , 1978, pág. 20.
43 Ibídem, págs. 37-52.

Nº 1, julio 1995 219


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

ésta es consistente con lo que se desprende de los otros documentos sobre el mismo tema que
ya hemos mencionado. Francisco Gallegos, por ejemplo, que había sido el escribano que
diera fe del hecho (y a quien hemos visto ya participar en la medición de la chácara de Ruiz
de Orellana), declaró que él mismo

"trazó la plaza y algunas quadras ( ... ) en el sitio donde( ... ) Gerónimo Osorio la fundó,
y que vista ésta [se refiere a la villa refundada en 1574, en cuya plaz.a estaban los dos
solares del pleito] cómo está trazada, ve que es la misma traza que la otra tenía, y
están tan cerca un sitio del otro que alcanzan las quadras désta donde allegaban las
quadras de la otra"44 •

Francisco de Hinojosa también declaró, y tanto como él y un tercer testigo, Baltasar


González, añadieron un importante detalle a lo atestiguado por Gallegos. Hinojosa dijo que

"victo [i. e., vio] puesto el rollo en el sitio que( ...) Gerónimo Osorio avía señalado para
fund~ión desta villa en la chácara de Gar~i Ruiz de Orellana y Pedro de Estrada y
Francisco Pizarro, que es de la otra parte del arroyo que pasa por esta villa, y victo
(...) hecha una casa o ramada donde se juntavan a cabildo los alcaldes y regidores que!
dicho ( ... ) Osorio hizo y nonbró"45 •

Baltasar González dijo que

"al tienpo y sazón que (... ) Osorio llegó a este valle con las provisiones contenidas en
la pregunta [las provisiones del virrey Toledo], victo cómo (... ) Osorio tomó vara de
corregidor y nonbró alcaldes y regidores y señaló el sitio desta villa de la otra parte
del arroyo, en tierras que dizen ser de los contenidos en la pregunta [i. e., Ruiz de
Orellana, Estrada y Pizarro], y vio que se puso un palo por rollo y hizo una ramada
donde se juntaron [los alcaldes y regidores] muchas vezes (...)"46 •

Así pues, los dos sitios estaban el uno próximo al otro, y un arroyo los separaba. Lo
que estaba "de la otra parte del arroyo" creemos que era sólo el sitio de la fundación de
Osorio, no las tres antiguas propiedades de Ruiz de Orellana, Estrada y Pizarra, ya que
Hinojosa declara que el arroyo "pasa por esta villa", es decir, sólo por la villa refundada, y
hay que suponer que para hacer tanto la primera fundación como la segunda, antes de señalar
el sitio exacto donde poner el rollo y hacer la plaz.a central, había que expropiar previamente
las tres chácaras con el fin de tener suficiente espacio para el reparto de cuadras y solares
entre los vecinos, de acuerdo con las provisiones del virrey Toledo.
Tampoco podemos olvidar la protesta de Ruiz de Orellana a la Audiencia de Charcas
en 1571: que Osorio le había fundado la villa "en mitad" de sus tierras. Tampoco su decla-
ración de que éstas eran "tierra úmida e ziénega", que en época de los incas moría allí "mucha

44 Ibídem , pág. 38.


45 Ibídem, facsímil en lámina XVII.
46 Ibídem, facsímil en lámina XVIII.

220 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

gente de cámaras de sangre"; lo que concuerda con el alegato de Barba de Padilla contra
Osario: que el lugar por él elegido para la fundación era "todo ciénegas y en mala parte para
casas de los vezinos y pobladores".
En otras palabras, creemos que lo que estaba del otro lado del arroyo era sólo la
chácara de Ruiz de Orellana y sería allí donde Osario hizo la fundación. La extensión total
de la villa desde luego que afectaría a las tres chácaras, y de hecho fueron ésas las que se
expropiaron para establecerla. El arroyo sería entonces el "arroyo pequeño" que separaba las
estancias de Ruiz de Orellana y Gonzalo Rodríguez de la de Gaspar de Ocampo en 1552, ésta
adquirida más tarde por Pizarro y Estrada.
Según Morales, sin embargo47 , el arroyo sería el río Rocha en su curso anúguo. Pero
tal identificación no está justificada. Aparte de que en los autos no se lee la palabra "río", los
conceptos de "río" y "arroyo" eran entonces claramente discernibles, como lo son hoy, y la
prueba es que para el tema que nos ocupa ambos aparecen conjuntamente, pero señalando di-
ferentes cosas, en todos los demás documentos mencionados en este artículo. Además, los dos
ténninos suelen aparecer con las adjetivaciones "río grande de Canata" y "arroyo pequeño".
Ese "arroyo pequeño" debía ser el lado más largo de la chácara de Ruiz de Orellana
en la medición de noviembre de 1575, texto que además sugiere que el "río grande de
Canata" era el otro largo. Recordemos que el "ancho de arriba" era la línea que unía el sauce
cercano al lugar donde nacía el arroyo (y cercano a Canata) con el río, en un lugar donde
había "un repechico o !omita de tierra"; y el de abajo, el de la antigua estancia de puercos
de Rodrigo de Orellana, una distancia de 195,39 m. entre el río y el arroyo.
Teniendo en cuenta, por otra parte, las mediciones y límites de "El Algarrobal"
mencionados en el acta de repartición del mismo por Hinojosa, creemos que es forzoso
concluir que los largos corrían aproximadamente de norte a sur, mientras que los anchos lo
hacían de este a oeste.
Siendo el arroyo el límite oriental de la Oropesa refundada en 1574 en la hoy plaza
del 14 de septiembre, como sugiere el testimonio de Hinojosa en el pleito de los dos solares,
el "río grande de Canata", por consiguiente, tendría que correr más al este aún, a 195,39 m.
en un punto, el del ancho de abajo de la chácara de Ruiz de Orellana. En otros puntos correría
a 1135,60 m. como máximo, pues ésa era la distancia del ancho de "El Algarrobal" desde
el límite de la villa "hasta el dicho cerro", probablemente el actual cerro de San Pedro.
Al sur quedaba la estancia de puercos, vinculada a los "corrales grandes antiguos del
tiempo del Inga" que mencionaba el texto de 1552. Más al sur aún, presumiblemente, estaría
el río otra vez (el río tenía que girar a la derecha en algún punto antes del paralelo de La
Chimba para reencontrarse con el Rocha actual); y más al sur todavía estaría la "laguna de
Tamborada".
El pueblo de Canata estaría al norte, donde hoy el barrio de Tupuraya, a 2538,40 m.
en línea recta sur a norte desde la laguna. Las rancherías de indios de Tapacarí y Capinota,
que en 1575 cerraban "El Algarrobal" por el norte, formarían la zona periférica meridional
de Canata. Sabemos por otros documentos48 que las relaciones entre estos indios y los de

47 Ibídem , pág. 10.


48 AHMCo, EC-16, folios 1-78v, "Pleito de los indios de Sipe Sipe contra Andrés de Ribera sobre las
tierras de Coachaca y Sarico (1573 -1574)"; EC-16, folios 253-284v, "Proceso sobre las tierras de

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Sipe Sipe (los antiguos propietarios de Canata y sus tierras) eran muy estrechas, tal vez
porque en las tres comunidades había indios soras. En estos documentos llama la atención
el que los hombres de Tapacarí que venían a trabajar al valle solían pasar por Sipe Sipe,
incluso dormir allí, y que era muy frecuente que los caciques de esta comunidad bajardll al
valle a testificar en favor de la de Sipe Sipe en pleitos de ésta con españoles.
La ciénaga donde nacía el arroyo, el "de la buena agua de Canata", estaría donde hoy
el manantial ubicado en la esquina de la calle Potosí con la calle Juan Capriles, cuyas aguas
bajan canalizadas por el subsuelo (acera oeste) de la calle Potosí. Este lugar está inmediata-
mente después, al oeste, de Tupuraya. El "repechico" o "!omita de tierra" con el que se unía
ese punto mediante una derecera para formar "el ancho de arriba" de la chácara, sería el
repecho que tiene el cerro de San Pedro en su vertiente occidental.
Canata no podría estar al oeste de Tupuraya, porque eso significaría entrdr en la
antigua parte de Gaspar de Ocampo, que llegaba por el norte -como hemos visto- ha<;ta la
cordillera del Tunari. Tampoco estaría al sur de dicho barrio, porque ahí estaría la chácara
de Garci Ruiz de Orellana. Ni tampoco al este, porque eso ya sería el valle de Sacaba.
''Tupuraya" significa en aymara "medir", según el diccionario geográfico de F. Blan-
co (1901: 136). El nombre no aparece en ningún documento de esa época que sepamos,
mientras que sí aparecen y con frecuencia, en significativo contraste, los de "Quero Quero",
" Hayoguaico", "Las Cuadras", "Taquiña", "Sacava", "Guayllane" y otros de la actual ciudad
de Cochabamba o sus alrededores. "Tupuraya" sería el nombre que vendría a rellenar con el
tiempo el silencio documental respecto del nombre de Canata causado por la edificación de
Oropesa a partir de 1574, adonde con el tiempo se trasladarían las autoridades y escribanos
que hasta entonces habían residido en aquélla.
El mapa nº 3 muestrd gráficamente el emplazamiento de esta población y de la
chácara de Ruiz de Orellana que creemos se desprende de los datos expuestos.

6. Evidencia arqueológica y topográfica

Desde la arqueología se puede apoyar lo que indican los documentos etnohistóricos


mencionados. Si Canata fue originalmente un asentamiento o pueblo indígena dependiente de
la comunidad de Sipe Sipe, y luego "rdllcherías de los indios de Tapacarí y Capinota", adonde
llegaron y se asentaron los primeros españoles cuando entrMon al valle de Cochabamba, sus
restos materiales y el de su diario vivir tendrían que ser idenúficables desde el punto de vista
arqueológico; lo que, cronológicamente hablando, se sitúa en los períodos conocidos como
"Intermedio tardío" y 'Tardío e Inka" de la arqueología boliviana y andina en términos
generales. Hablando más específicamente, estas interrogantes están inmersas en el contexto
general de lo ocurrido en las décadas anteriores a la llegada de los incas, en las trdllsformaciones
y cambios que éstos introdujeron y generaron durante su permanencia, y en la nueva situación

Coachaca por los indios de Sipc Sipc contra Pedro Vélez de Guevara (1573-1574)"; EC-16, folios
397-421, "Probanzas en el pleito entre los indios de Cochabamba (y el licenciado Polo) y de Tapacarí
(1568)".

222 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

que se inicia a partir de los esquemas culturales introducidos por los primeros españoles
cuando inician la ocupación del valle de Cochabamba.
En tan reducido espacio de tiempo, sin embargo, la llegada de los incas implicó una
compleja y acelerada dinámica social, con transformaciones en diverso orden, un alza en la
actividad productiva y un súbito crecimiento poblacional. Fue primero gracias al texto cono-
cido como Repartimiento de tierras por el Inca Huayna Cápac, ya citado, comentado
de~-pués por N. Wachtel (1982), que sabemos ya que los incas montaron una gigantesca
colonización agrícola en el valle cochabambino, movilizando en determinado momento "in-
dios de muchas naciones" (U.M.S.S. 1977: 28) en calidad de mitayoq por turnos desde sus
tierraS de origen para beneficio estatal directo; pero simultáneamente involucraron también
a "mitimaes", que en forma permanente en el valle trabajaban chácaras, tejían, pastaban
ganados y también producían cerámica. Este es el marco en el que hay que entender, entre
otros datos, el que los indios de Tapacarí y Capinota estuvieran relacionados con los de Sipe
Sipe y poseyeran tierras en Canata y otras partes de la región, perteneciendo la mayoría, si
no todos, a la etnia sora, cuyo habitat/espacio llegaba hasta el área de Paria, en el departa-
mento de Oruro. Ellos son los que en 1552 "venden" su chácara a Garci Ruiz de Orellana.
Por otra parte, analizando la palabra "Canata" -tal vez fonéticamente "Qanata", como
sugiere Urquidi-, ésta tiene que ver con la etnia "cana" o de "los qanas", oriundos de las
tierras aledañas al Cusco (Urquidi 1971: 68-69)49 , a quienes también se les puede considerar
como un "señorío" aymarófono que se ubica en la ribera norte del río Vilcanota, de acuerdo
con F. Aguiló (1992: 104). "Canata" en aymara significaría entonces algo así como " ...de los
canas", un lugar donde vivían o hacían algo los indios canas.
Ahora bien, si "Canata", como topónimo, hace alusión a un asentamiento de indios
canas -pasando después, como hemos visto, a ser un "pueblo" o "asiento" de españoles-, es
probable entonces que en dicho espacio pudieran asentarse tanto canas como soras, quién
sabe si en conjuntos de rancheríos contiguos: unos u otros, o ambos grupos, vinculados la
comunidad de Sipe Sipe; tal vez dividiéndose entre ellos las tareas agrícolas y pastoriles.
Podríamos suponer inclusive que los primeros, especializados en el pastoreo, estarían más al
norte (hacia la cordillera del Tunari); mientras que los segundos, agricultores, vivirían más
al sur, es decir, más pegados hacia lo que después sería la chácara de Ruiz de Orellana en
"El Algarrobal". Tal división del trabajo y del poblamiento sería perfectamente consistente
con la movilización, reorganización y aprovechamiento de recursos humanos y materiales en
el valle de Cochabamba que revela el citado texto del Repartimiento del Inca Huayna Cápac.
Analizando y evaluando la información arqueológica publicada sobre los restos ma-
teriales que existieron y existen en el actual barrio de Tupuraya, se constata que allí existe
un enorme sitio arqueológico precolombino ya internacionalmente conocido, el cual presenta
una ocupación humana heterogénea pero constante desde por lo menos el año 300 d. C. hasta
el final de la presencia inca en el valle, a finales de la década de 1530.
Durante los primeros días del mes de abril de 1952, el arqueólogo sueco Stig Rydén
excavó en el area, evidenciando una presencia mayoritaria tanto de enterratorios como de

49 Ver también John H. Rowe (1946), quien incluye un mapa de la distribución étnica en la parte central
del imperio incai-co.

Nº 1, julio 1995 223


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

restos habitacionales (Rydén 1959: 12). En su descripción de ''Tupuraya" como área arqueo-
lógica, Rydén menciona que, en ese momento, se terminaba de abrir la avenida de Uyuni,
y que el barrio tendía a convertirse en suburbano, pero que existían " ... racimos agrupados
de antiguas casas de adobe con angostos pasajes, amplias parcelas aradas y entre ellas
sombreada arboleda... " (1959: 11), y que la zona era de paso a la ciudad de Sacaba, en el
valle del mismo nombre, al este, existiendo inclusive un camino llamado así: "el camino de
Sacaba".
El investigador sueco se refería a lo que hoy se conoce en Cochabamba como "El
Pueblito". El lugar que escogió para excavar, ya parcialmente abierto y alterado por pozos
parn hacer adobes a aproximadamente 200 metros del curso del río Rocha, reveló la existencia
de 27 enterratorios, tanto en urnas funerarias directas como en cámants mortuorias de piedrn
pertenecientes mayormente al Horizonte tiwanaku, así como restos arquitectónicos de vi-
viendas. Inició su trabajo con una recolección superficial y continuó con una trinchera, parn
luego terminar con el trabajo directo en las tumbas.
De acuerdo con su descripción y análisis por niveles, en el primer nivel (de O a 0,50
m. de profundidad) encontró mezclados fragmentos de ollas modernas, cerámica estilo tiwanaku
y también abundante cerámica inka, reproduciendo concretamente en su libro un fragmento
del cuello de un anbalo con decoración horizontal de líneas de rombos negros sobre fondo
rojo (1959: 19, fig. 5). En los niveles inferiores encontró otras ocupaciones con estilos
cerámicos diferentes, como el nwjocoya tricolor y uno nuevo al que bautizó como "tupuraya",
los que hoy sabemos tienen su origen en el área sureste del Departamento de Cochabamba
y son muy anteriores a la expansión de Tiwanaku desde el Altiplano.
La cerámica inka encontrada por Rydén en Tupuraya es un elemento que conftrmaría
la filiación del sitio al Tawantinsuyu, y que los canas o los soras, como etnias diferentes tanto
en su culUJra como en su procedencia geográfica -aunque es posible que aymara-hablantes
las dos-, de una u otra forma se vieran involucradas en los mecanismos desarrollados por los
incas (políticos, económicos y sociales) parn colonizar el valle cochabambino con esquema
multiétnico. Bueno será saber con más investigaciones si los soras y los canas, independien-
temente del momento en que entrarnn al valle, solos o simultáneamente con otros grupos,
hubiesen manufacturado por ejemplo cerámica, plasmando en ella sus elementos
estético-decorativos, utilitarios, formas, tamaños y también elementos simbólicos propios; o
si más bien utilizaron la ya elaborada por otros grupos pero con elementos estilísticos de la
tradición inka.
Igualmente convendría saber si los soras habrían estado en el valle desde antes,
teniendo en él a "mitimaes" propios (en éste y otros sectores del valle de Cochabamba), o
si su presencia fue sólo por efecto de la política expansionista del Tawantinsuyu. Lo mismo
cabe decir del por qué y parn qué de la presencia de los canas en la zona durante el Incario.
Antes de ellos, como hemos visto, en Canata existieron ya ocupaciones anteriores, tiwanakense
la más reciente, que en su momento dejaron sus viviendas y enterratorios, indicando que el
área fue también de interés especial parn estas culturas.
Contextualizado todo esto con la ubicación física de Canata, adquiere notoriedad y
sentido su emphv__amiento justo en el extremo nordeste del valle de Cochabamba, lugar
angosto y paso natural donde se juntan el cerro de San Pedro y las planicies de leve pendiente
que vienen de la cordillera del Tunari, pasando por el medio el curso del río Rocha que baja

224 Revista Andina, Año 13


Víllarías-Pereíra: Una contribución a la geografía histórica

desde Sacaba. Los limites y mojones de la chácara de Garci Ruiz de Orellana y de "El
Algarrobal" existentes en los documentos etnohistóricos, cotejados con referencias topográficas
y toponímicas que aún hoy son usadas, apoyan la ubicación de Canata fuera de dichos límites,
un poco más al norte. Transformándolos a escala métrica sobre el actual emplazamienlo de
la ciudad de Cochabamba, como hicimos para elaborar el mapa 3, se pueden ubicar los
pumos de uso referencial de esa época, algunos de los cuales coinciden inclusive con lugares
que hoy mantienen las mismas características.
Por ejemplo, en la zona de Queru Queru ("Quero Quero", en los documentos), en las
calles al norte paralelas al curso de la avenida de América actual, existen dos zonas de aguas
vertienLes naLurales, las cuales fueron inclusive utilizadas hasta hace poco para los conocidos
balnearios cochabambinos de El Cortijo y Chorrillos. Si bien la referencia a un sauce como
mojón hoy ya no Lendría valor referencial, en esa época no es extrai'lo que la tuviera El
"repcchico" de los documemos, otro mojón que en ese emonces marcaba el límite noreste de
la chácara de Ruiz de Orellana, sería una lengüeta o colina pequeña por cuya base corre la
acLual avenida de Rubén Darío. Por ahí cerca Lambién originalmente debió pa<;ar, bajando en
línea más o menos recLa, el río de Canata, después Rocha, en dirección a la laguna de AJalay,
anLes de su desvío en 1585. Entonces se podría decir que, por su importancia estratégica,
durame el Incario las circunsLancias topográficas hicieron que por allí, un poco más arriba,
hacia las colinas del esLe, se reasentara un núcleo poblacional relativameme numeroso
compuesto por aJ menos indios canas y soras, los que edificaron sus "rancherías" o viviendas
rústicas, sobre las que -décadas más Larde- se les superpusieron las casas de los primeros
españoles que entnrron al valle.
¿Por qué los primeros colonizadores ibéricos, cuando entraron al valle, se asenLaron
directameme en CanaLa? ¿Por qué allí precisamenle, donde justo al lado había un algarrobal,
inclusive insalubre, y no en otras partes del valle quizá más planas, irrigadas y más adecua-
das? ¿Por qué Canata adquirió el estalus de "asiemo" o "pueblo de españoles" no sólo para
el valle mismo, sino también para lugares tan alejados como el centro minero de Berenguela,
a por lo menos 150 Km. de disLancia hacia el oesLe?
Pensamos que al llegar los primeros españoles, alrededor de 1540, Canata debía ser
el núcleo poblacional indígena más resallante en ese momenlo de Lodo el LerriLorio, con una
población social y económicamenle heLerogénea que podría incluir a dos eLnias distinLas y a
sus respectivas auLoridades indígenas. Desde enLonces, el "pueblo de españoles" funcionó
como una base de operaciones comerciales, compra y venta de tierras, producLos, ele., de-
mandando Lodo ello la presencia de funcionarios jurídicos, como por ejemplo escribanos y
noLarios que formalizaran todas las transacciones, pleiLos, demandas, testamenLos, juicios, etc.
que se realizaban. De ello da claro testimonio la ingente cantidad de prolocolos notariales que
transcribe Urquidi en su obra. Inclusive parece que el pueblo tuvo un cementerio emplazado
hacia el noroeste, entre las avenidas de América y Uyuni, en las inmediaciones del aclual
Parque del Arquitecto (ver de nuevo el mapa nQ 3), el cual ha sido retirado recientemente y
en su lugar se ha edificado un cuartel policial.
Las medidas españolas de la época, transformadas a metros, dejan con poca proba-
bilidad las hipótesis de emplazamiento más conocidas hasta ahora, planteadas tanto por
Urquidi y Arzc Quiroga, por una parte -quienes pensaron que Canata estuvo ubicada en la
actual plaza San Sebastián o Ligernmenle más al este-, como por Guzmán, por otra, quien

NQ1, julio 1995 225


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

concluyó que Canata debió estar en el mismo lugar donde se edificó finalmente la villa de
Oropesa, es decir, en la actual plaza del 14 de Septiembre y sus alrededores. En relación con
esta última propuesta, los trdbajos de refacción efectuados en el interior de la hoy catedral
de Cochabamba en 1993 (la "iglesia mayor" del pleito de los dos solares), han permitido a
los arqueólogos del Museo Arqueológico de la U.M.S.S. realizar tres pozos de muestreo a
profundidad, los cuales no presentaron ningún tipo de evidencia material que indique una
presencia precolombina; lo que significa, arqueológicamente ha-blando, que debajo del templo
hoy catedral no hubo ocupación previa a la española Queda aclan1rado entonces que la "villa
de Oropesa" y el "asiento" de Canata no estaban superpuestos.
Otro detalle arqueológicamente relevante es que la chácara comprada por Garci Ruiz
de Orellana a los indios de la comunidad de Sipe Sipe en 1552, incluía, como ya hemos visto,
"unos corrales grandes antiguos del tiempo del Inga" 5º, los cuales quedaban emplazados en
la parte sur de la chácara, cerca por tanto del curso original del río, en las inmediaciones del
área donde acn.ialmente corre el circuito Bolivia (hacia "la laguna de Tambornda", hoy
Alalay) o quizá ligeramente más al suroeste, más o menos en la intersección de las avenidas
de Oquendo y 9 de Abril, sector urbano de la ciudad de Cochabamba hoy conocido como
"Caracota". Actualmente allí aún quedan un par de manzanas con una traza urbanística
antigua de calles angostas, con casas de adobe y tejas de cerámica. De los corrales no existen
hoy vestigios, pero pudieron tener muros de piedra, luego reutilizada, o quizá simplemente
un cerco de espinosos algarrobos secos, material abundante y a la mano, donde se encerraba
los camélidos.
Adquiere sentido entonces la afirmación en el texto del Repartimiento de que había
indios en Canata encargados de cuidar los "ganados e pastos" del Inca del lugar. Seguramente
los pastos húmedos de las cercanías de la laguna, que recibía parte de las aguas del río que
venía de Sacaba antes de producirse su desviación, fueron donde se alimentaban esas llamas
estatales, y donde podían estar también los camélidos comunales. Ahí también Rodrigo de
Orellana, más tarde, instalaría sus porquerizas -y Garci Ruiz de Orellana un huerto-, reutilizando
así los corrales del Inca y aprovechando las otras aguas que bajaban desde la ciénaga o
manantial de la zona de Qcru Qeru (el "arroyo pequeño" de los documentos) que desembo-
caban en el río de Canata.
Otro dato relevante que se menciona conectado con la chácara de Ruiz de Orellana,
es el de la existencia durante el Incario de un tambo en el actual pueblo de Sipc Sipe. Una
prospección hecha allí por uno de nosotros, David Pereira Herrern, en noviembre de 1993,
reveló la existencia de abundantes tiestos cerámicos y algunos de metal, de filiación típicamente
incaica, en el arca urbana, frente al cementerio de Sipe Sipe, donde se encuentra un campo
de fútbol, y en la zona inmediatamente al oeste de allí. Estos materiales confirmarían de
alguna manern la existencia del tambo mencionado, del cual no quedan vestigios. Para la
investigación futura, que trntaremos en otros trnbajos, nos queda por resolver la relación de
este tambo con el centro administrntivo de Incarrdcay, ubicado a 5 o 6 km. al oeste del pueblo
de Sipe Sipe, en el cerro denominado "del Link_u".

50 AHMCo, EC-16, folios 292-339v, "Demanda( .. .) contra Garci Ruiz de Orellana ¡xir las ti erras de
Canata .. ", folios 313v-3]4v.

226 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

Un último detalle, muy sugerente por cierto, es el del significado en aymara del
nombre "Sipe Sipe". Según el diccionario de la lengua aymara de Ludovico Bertonio (1984:
319), escrito en 1612, la palabra "sipf' significa "plumaje de varios colores hecho a modo
de cuello o lechugillas (... ), y se le ponen al cuello, aunque los chinchaysuyus usan ponérsele
en la cabesa como diadema ... ". Lo interesm1te para nosotros de esta ex-plicación es lamen-
ción a los indios "chinchaysuyus", por el hecho de que por otros trabajos ya publicados, por
Wachtel (1973: 73) y Pereira Herrera (1984), se sabe que durante el Tawantinsuyu fueron
asentados también en el valle bajo de Cochabamba, dentro del gigantesco plan de reordenación
mencionado antes, indios icayungas, originarios de lea y Chincha en la costa peruana, para
cumplir obligaciones estatales; los cuales producían ají y maní en las chácaras de Payacollo,
al este del pueblo de Sipe Sipe.
Es probable entonces que el ténnino "sipi sipi", desde tiempos incaicos y luego co-
loniales, haga referencia a la presencia de mit_ayoq o de "mitimaes" icayungas asentados en
Sipe Sipe, los que seguramente se dedicaron a producir adornos con plumas para el Inca; no
siendo empero los únicos allí asentados, conviviendo en el mismo lugar o sus alrededores
tanto con los soras y canas, que ya hemos visto, como con los cotas y cavis (también
llamados chuys), mencionados en el texto del Repartimiento como nativos del valle. No
obstante, como en el caso de los soras o canas, no se puede descartar por el momento la
hipótesis de que la presencia de icayungas en la región fuera anterior a la conquista incaica.
Ya luego de la reducción toledana, estos icayungas figuran como plateros que conformaron
una cofradía religiosa de gran importancia, hasta el punto de tener su propio libro de bautizos
en la iglesia de Sipe Sipe51 .
Luego de la fundación fonnal de la villa de Oropesa en 1571, Canata lentamente
empezaría a despoblarse, perdiendo su importancia socio-económica y quedando con el
tiempo como sólo un villorio de paso hacia Sacaba, rodeado de chácaras y huertos. No
sabemos en qué momento ni por qué razones se produjo el cambio de nombre por el de
"Tupuraya". Un vecino de la zona nos comentó que antiguamente, para la época de cosecha,
se precisaban en el lugar trabajadores eventuales, a quienes se les pagaba diariamente con
parte del producto cosechado; proporción de volumen llamada "tupu". La anécdota refuerza
la acepción que hemos encontrado en el diccionario de F. Blanco. Muy pronto, el antiguo
"sitio de los canas" quedaría sólo en el recuerdo; y con el paso del tiempo, en la leyenda.
Tenninamos haciendo desde aquí un llamamiento a los interesados en la preservación
y protección del patrimonio cultural de los pueblos, dentro y fuera de Bolivia, y con mayor
razón a quienes podrían hacerlo materialmente posible. Los resultados de la investigación
expuestos en este artículo deberían servir para, si ya no es demasiado tarde, evaluar técni-
camente las posibilidades de conservar y evitar la desaparición total de lo que queda de "El
Pueblito de Tupuraya", resabio arquitectónico de la antigua Canata, como un póstumo home-
naje de reconocimiento al sitio que dio origen a la ciudad de Cochabamba. Igualmente
convendría estudiar cuidadosamente y rescatar todo lo que se pueda de su pasado precolombino,
con apoyo de medios humanos y materiales suficientes, por tratarse de un sitio ya
internacionalmente conocido que presenta en fonna continua diversas ocupaciones desde el

51 Comunicación personal de Adolfo de Morales a David Pereira Herrera en 1983.

Nº 1, julio 1995 227


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

año 300 d. C. hasta la llegada de los españoles: asentamientos que, como pocos en Bolivia,
ofrecen la oportunidad de estudiar arqueológicamente el desarrollo histórico-social a largo
plazo, con cambios abruptos unas veces, y transfonnaciones paulatinas otras, de las formas
de vida del pasado.

Juan J. R. Villarías-Robles
Centro de Estudios Históricos
C.SJ.C., Madrid, España

David M. Pereira Herrera


Director del Instituto Antropolúgico y
Museo de la Universidad Mayor de San Simón
Cochabamba, Bolivia

228 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

ANEXO: Documentos relativos a la fecha de la fundación de la


villa de Oropesa por Gerónimo Osorio

(Archivo Hjstórico de Potosí, Cajas reales 30, folios 256-260v)

l. [Al margen:] Provisión de Su Excelencia [el virrey don Franr,:isco de Toledo]


para que el capitán Gerónimo Osorio sea corregidor en la villa de Oropessa

Don Franc;:isco de Toledo, mayordomo de Su Magestad y su visorrey, govemador y


capitán general de estos reynos del Perú [256v], pressidente de la Real Audienr,:ia y Chan-
cillería que reside en la ciudad de los Reies: y por quanto a la buena gobemar,:ión de la real
justic;:ia conbiene nombrn.r pcrssona que use el olir,:io y cargo de corregidor del valle de
Cochavanba y pueblo que allí se ha de fundar y de su término e juridir,:ión, y que tome
residenc,:ia al teniente de corregidor que allí ha sido del tiempo que a usado el dicho olir,:io
y no ubiere dado la dicha residenr,:ia, por ende, confiando de vos, el capitán Gerónimo Osorio,
que con todo cuydado y diligenc;:ia hareis lo que por mí os será encomendado, y abrá
sulicienr,:ia e retitud, acordé de dar y di la presente; por la qua], en nombre de Su Magestad
e por virtud de sus poderes e comisiones reales que tengo, os elixo, nonbro y proveo por
corregidor y justic;:ia mayor del dicho valle de Cochavanba y poblac;:ión dél e sus términos y
juridir,:ión, para que [sic] por tiempo de un año primero siguiente y más lo que fuere la
voluntad de Su Magestad e mía en su real nombre, y como tal corregidor del dicho valle y
sus términos y juridic;:ión podais tomar y traer vara de la real justic;:ia y cono~er y conoscays
de todas e qualesquier causas, así r,:iviles como criminales, de qualquier calidad y condir,:ión
que sean, de que conforme a las leyes y premáticas de los reinos de Su Magestad, usso y
costumbre pueden y deven conosc;:cr los corregidores de los dichos reinos. Y si algunos
pleitos estubieren por fcnesc;:er y acavar, de los que han pasado ante los tenientes de corre-
gidores que han sido en el dicho valle y su término y juridic,:ión, los podais tomar en el punto
y estado que los allárcdes, y los fenesc;:er y acavar, sentenc;:iar e determinar bien y anssí como
si ante vos se pusieran de nuebo. Y de las sentenr,:ias que diéredes y pronunr,:iáredes que según
derecho ubiere lugar apelar,:ión, les otorgareis [la dicha apelac;:ión] a las partes que la
ynterpussieren [257] para que la puedan reseguir ante quien y con derecho devan; y de las
que no ubiere lugar apelac;:ión las podais executar y executeis quanto con derecho podajs y
devais. Y hazer y hagais todas las otrns cossas y casos al dicho olir,:io anexos y conc;:emientes
e que conbinieren al servir,:io de Su Magestad y execur,:ión de la Real Justir,:ia.

E atento a que de presente no ay en el dicho valle ayuntamiento y a de ser elixido


en la primera bcz juntando consejo ad bitrio [sic, ¿ad arbitrio?], mando que, aviendo [vos]
fecho ante mí el juramento acostunbrado, luego que con ésta fueren requeridos, sin esperar
para ello otra mi provisión y mandato, segunda y tercera jur,:ión [sic , ¡juridjr,:ión?], tomen e
re[sJr,:ivan de vos, el dicho capitán Gerónimo Osorio, la lianc;:a que en tal casso se requiere
y deveis hazer; en lo qua!, por vos así fecho, vos re~ivan, ayan y tengan por tal corregidor
de la dicha poblar,:ión y valle y sus términos y juridir,: ión a él anexas y concernientes, según
y de la manera que lo han usado y devido usar con los tenientes de corregidores que an sido

Nº 1, julio 1995 229


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

del dicho valle y poblar;ión y su ténnino y juridir;ión, y os obedescan y acaten por tal
corregidor, e hagan e cumplan vuestros mandamientos, so las penas que pam ello les pusiéredes,
que de parte de Su Magestad yo en su nombre las pongo y he por puestas y condenados en
ellas lo contrario haziendo, las quales podais executar y executeis en las personas y bienes
de los que rebeldes e ynobedientes fueren.

[Y] mando que os acudan y hagan acudir con los derechos, salarios y otras cossas al
dicho offir;io devidas y pertenesr;ientes, y vos goarden y hagan goardar todas las onras,
grar;ias, preheminenr;ias, esenr;iones, fmnquezas y libertades [257vJ que, por mzón del dicho
offir;io, deveis aver y gozar y vos deven ser goardadas en todo, bien y cumplidamente, en
guisa que vos no mengüeen [sic] de cossa alguna, y que en ello ni en parte dello vos no
pongan ni consientan poner enbargos en contrario alguno, ca yo por la presente en nombre
de Su Magestad vos resr;ivo y he por resr;ivido al dicho ofir;io y al usso y exerr;icio dél, y
vos doy poder cumplido para lo usar y exerr;er, casso que por ellos o alguno dellos a él no
seais resr;ivido.

Y otrosí os doy poder y facultad parn que, si viéredes que conbiene al servir;io de Su
Magestad y execur;ión de su Real J ustir;ia que algunas perssonas de las que agora están o
estubieren de aquí adelante en el dicho valle y poblac,:ión y sus términos e juridic,:ión salgan
della y se bengan a presentar ante mí o ante la Real Justic,:ia y Audienc,:ia de los Charcas, los
podays compeler a [eJllo, e ymbiareis la caussa porque lo azeis.

Y ansimismo vos mando que tengais mucho cuidado de que se haga buen tratamiento
a los naturales, y que sean dotrinados en las cossas de nuestra santa fee, e no consintais ni
deis lugar que ninguna persona se sirba dellos, de ninguno, e[nJ servicio personal, ni los saque
de su naturnl, ni los carg[u]en ni lleven más tributo del que estubieren obligados a pagar
conforme a las tasas que están fechas o se hizieren, ni les hagan otras fuerc,:as ni agravios y,
si alguna perssona contra lo sussodicho fuere o biniere, proc,:edereis contra ellos por todo rigor
conforme a las c,:édulas y provisiones de Su Magestad que c,:erca del.lo están dadas.

Y por quanto Su Magestad tiene proveído y mandado que a las perssonas questubieren
en estos reinos y fueren cassados en los de España y otras partes 1258] bayan a hazer bida
con sus mugeres y las traigan consigo, provereis que así se haga, goarde y cumpla, y
executareis en las perssonas en quien no se obiere executado.

Y otrosí vos cometo y mando que tomeis residenc,:ia para el teniente y demás ofir;iales
de justic,:ia que han sido en el dicho [tachado: ofic,:io] valle del tiempo que an usado los dichos
offü;ios y no la obieren dado, con ténnino de treinta días primeros siguientes que cor[r]an y
su quemen desde el día que la hiziéredes pregonar en el dicho valle y poblac,:ión que se ha
de azer en él; a los quales mando que en el dicho tiempo hagan ante vos la dicha residenc,:ia
perssonalmente, e que no usen de los dichos offic,:ios asta que sea acavado el dicho plac,:o, so
las penas contenidas en las leies y premáticas que sobre ello disponen, para que, si dellos o
alguno dellos algunas querellas ubiere, se les pueda pedir y demandar ante vos c,:ivil y
criminalmente, como más bieren que les convenga, sobre lo qual areis a las partes entero

230 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

cumplimiento de justir;ia, sentenr;iando las dichas causas confonne a derecho; y durante el


dicho tiempo os ynfonnareis cómo y de qué manera han usado los dichos sus offo;ios y
cargos, e qué cuydado an tenido en la execur;ión y exerr;icio, y si an castigado los pecados
públicos, goardando y hecho goardar las ordenant;a'i y premáticas que están hechas pard la
buena govemar;ión y adminisuar;ión ele la justir;ia, buen traiamiento y conservar;ión de los
naturales, y si han goardado y hecho goardar la preminenr;ia y juridir;ión real, y si an
cometido fuerr;as [258v] u otros delitos, y si se an castigado, y si los dichos escrivanos han
goardado el aranzel de los derechos que an ele aver y llevar de los negor;ios que antellos han
pasado y passan. Y si por la ynformar;ión secreta los alláredes culpados, les dareis traslado
della y ele los cargos que contra ellos resultare, y resr;ivireis sus descargos, y sentenr;iareis
las dichas causas y cada una dellas confonne a derecho. Y pasado el dicho ténnino, dentro
ele otros quarenta días, las inbiareis ante el pressidente e oydores de la Real Audienr;ia que
por mandado de Su Magestad reside en la ciudad de La Plata, con relar;ión de las demandas
públicas y del estado en que están, enbiando ante mí relar;ión ele la dicha ressidenr;ia y
demandas.

Y otrossí os ynfonnareis y sabreis si las condenar;iones aplicadas para la cámara y


fisco de Su Magestad se an cobrado todas y en cúyo poder están, y areis las cobrar todas,
y poner las eys en una perssona avonada asta tanto que por mí se mande otra cossa. Y
anssimismo tomareis cuenta de las penas aplicadas para gastos de justir;ia, bienes de menores
y ele difuntos, y procurareis que aya en todo buen recaudo en los bienes de difuntos y
procurareis que aya todo buen recaudo en los bienes ele difuntos [redundancia en el original],
y areis todo lo demás que biérecles que conviene al usso y exerr;icio del dicho offir;io, y
goardando sobre todo los capítulos ele corregidores y juezes de residencia, y estareis advertido
de no dar título ni posscsión de ninguno car;icazgo por muerte de padre a yjo, por quanto se
ha de proveer por mi perssona. Que para todo lo que dicho es, y para cada cossa y parte dello
y lo a ello anejo y dependiente, vos doy poder cumplido, el que de derecho en tal casso se
requiere, con sus ynsidenr;ias y depcndenr;ias, anexidades y conexidades.

Y por la ocupar;ión y tr'dvajo que aveis de tener en el usso y exerr;icio del dicho officio,
y en la poblar;ión del dicho pueblo, mando que ayays y lleveis [259] de salario en cada un año
del tiempo que fuere mi boluntad que esteis y entenclais y en lo sussodicho, seir;ientos pesos
de plata enssaiada y marcada; los quales ayays y cobreis y se os pag[u]en por los offiziales
reales de Su Magestacl que residen en el a-;iento de Potossí de la real hazienda que es a su
cargo; los quales que se os cien y paguen a vos o a quien vuestro poder obiere. Y por la pressente
mando a los dichos offiziales que, de qualesquiera pesos de oro o plata que son o fueren a
cargo del thesorero, os den y paguen, en cada un año de los que usáredes el dicho ofir;io y
cargo, los dichos seir;ientos pesos por los terr;ios del año, que, con una carta de pago [vuestra]
o de quien el dicho vuestro poder obiere y el traslado desta mi provisión, mando les sean
resr;evidos y pa'isaclos en quenta lo que por virtud della pagare, y que lo hagan [e] cumplan so
pena de cada quinientos pesos de oro para la cámard de Su Magestad.

Fecho en el Cuzco a siete días del mes de agosto ele mili y quinientos y setenta y
un años.

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Y otrossí mando que no consintais que los yndios se hechen a las minas sin la 9ooula
e ordenan9a. Fecho ut supra. Don Frdncisco de Toledo. Por mandado de Su Excelencia,
Diego López de Herrera.

2. [Testimonio del juramento de Osorio:]

En la ciudad del Cuzco, en ocho días del mes de agosto de mil! y quinientos y setenta
y un años, y ante el muy excelente señor don Fran9isco de Toledo, mayordomo de Su
Magestad, su vissorey, govemador y capitán general en estos reynos y provin9ias del Perú,
pressidente en la Audien9ia Real que reside en la ciudad de los Reyes, etsétera, y ante mí,
Diego López de Herrera, secretario, paresció pressente el capitán Gerónimo Ossorio, corregidor
del valle de Cochavanba, e hizo jurnmento que goardará y cumplirá lo que les mandado
[259v] en esta provisión, y que no pedirá ni llevará más salario de lo que le fuere nombrndo,
ni consentirá llevar a sus offi9iales más derechos de los que por el ardnzel de la dicha villa
de Oropessa está tassado, so pena que los pagará con las setenas aunque diga que no lo supo,
y que no re59ivirá dádiva ni promessa ni donaf.;ión él ni su muger ni hijos de ninguna perssona
durnnte el tiempo de su offi9io, ni re59ivirá más de su salario y derechos que justamente
deviere de aver, so la dicha pena. Y firmólo ante mí, Diego López de Herrera.

3. [Testimonio de la toma de posesión por Osorio en Canata de su cargo de corregidor:]

En el asiento de Canata del valle de Cochavanba, en treinta días del mes de agosto
de mil! y quinientos y setenta y un años, en pressencia de mí, Pedro Clavijo, escrivano de
Su Magestad, y de los testigos yuso escritos, el muy magnílico señor Gerónimo Osorio,
contenido en la provisión de Su Excelencia del señor visorrey de estos reinos del Perú por
Su Magestad, y en cumplimiento de la dicha provisión de Su Excelencia, [de] que hizo
demostra9ión, tomó en sus manos una vara de justi9ia y dixo que la tomava y tomó como
corregidor y justi9ia mayor de este dicho valle de Cochavanba e villa de Oropessa que por
provisión de Su Excelencia a de poblar en este dicho valle de Cochavanba, e pedía y pidió
ante el dicho escrivano le dé por testimonio en manera que haga fee cómo en cumplimiento
y execución de la dicha provisión tomó la dicha vara. Siendo testigos Martín de la Rocha y
Fran9isco de Ynojossa y Lope de Obregón y Pedro de Estrada e otras muchas personas que
estavan presentes. Pedro Clavijo, escrivano de Su Magestad.

4. [Testimonio del traslado:]

Fecho y sacado, corregido y con9ertado fue este dicho traslado que de susso va
yncorporado en el asiento de Canata, juridi9ión de la villa de Oropessa, en primero día del
mes de noviembre de mil! y quinientos y setenta y un años, siendo testigos al corregir y
con9ertar de este dicho traslado con el original Joan García Pinto, Andrés de Estrada [e]
Fran9isco Rodríguez Solís, estantes en el dicho asiento.

232 Revista Andina, Año 13


Villarías-Pereira: Una contribución a la geografía histórica

Ante mí, Pedro de Gálbez, escrivano de Su Magestad, público y del cavildo [260] de
la villa de Oropessa. Fui presente al corregir e corn;ertar de este dicho traslado con el original
e doy fce que ba cierto y verdadero. Y en fce dello fize aquí mi signo a tal en testimonio
de verdad. Pedro de Gálbez, escrivano público y del cavildo.

5. [Carta de poder de Osario para su hermano Francisco:]

En el asiento de Canata del valle de Cochavanba, juridir,;ión de la villa de Oropessa,


en dos días del mes de noviembre del mili y quinientos y setenta y un años, en presencia de
mí, Pedro de Gálbez, escrivano de Su Magestad, público y del cavildo de la villa de Oropessa,
e testigos de yusso escritos, paresr,;ió pressente el señor capitán Gerónimo Osorio, corregidor
y justir,;ia mayor de la dicha villa, y dixo que dava y dio su poder cumplido qual de derecho
se requiere a Frnnr,;isco Osario, su hermano, aussente, como si fuese pressente, para que por
él y en su nombre resr,;iva y cobre de los offir,;iales reales de Su Magestad de la villa ynperial
de Potossí, y de quien y con derecho pueda y deva, el terr,;io que se cumple por fin de
diziembre de este presente año del salario que como corregidor de la dicha villa de Oropessa
ha de aver, conforme a la provisión de susso del muy excelente señor don Franr,;isco de
Toledo, mayordomo de Su Magestad, vissorrey y capitán general de estos reynos del Perú,
de los scic,:ientos pesos que de corregidor y poblador le manda dar; y del resr,;ivo dello dar
y dé cartas de pago e las demás nesesarias, e valgan como si él las diese, pressente siendo;
y en razón de la cobranr,;a, siendo nesesario paresr,;er en juizio, paresca ante qualesquier
justir,;ias de Su Magestad y haga los pedimientos, requerimientos, protestaciones y demás
autos e diligenc;;ias que judic;;ial y estrajudir,;ialmente se devan azer e que él mismo haría y
hazer podría si presente fuese; que quan cumplido y bastante poder como dixo [260v] que
tenía, para todo lo que dicho es y cada cossa y par dello, tal y hése mismo le dava e dio al
dicho Franc,:isco Osorio, con sus ynsidencias y dependenr,;ias, merexenc;;ias [sic por emerxenc;;ias],
anexidades y conexidades, y con libre [e] general administrar,;ión en lo susso referido; e lo
relevó según forma de derecho; y para la firmeza dello obligó su persona y bienes, avidos
y por aver. Y en testimonio dello lo otorgó anssí ante mí, el escrivano, y testigos de yusso
escritos, siendo presentes por testigos Martín de la Rocha y Pedro de Estrada e Franr,;isco
Rodríguez Salís, estantes presente[s]. Y el dicho señor corregidor otorgó -que yo el escrivano
doy fee que conosco- [y] lo firmó aquí de su nombre. Y de su pedimiento no quedó registro.
Gerónimo Osario. E yo, el dicho Pedro de Gálbez, escrivano de Su Magestad, público y del
cavildo de la villa de Oropcssa, fui presente a lo que dicho es, y lo fize escrevir según que
ante mí passó, y por ende fize aquí mi signo a tal en testimonio de verdad. Pedro de Gálbez,
escrivano de Su Magestad, público y del cavildo. Don Gerónimo de Cabrern.

Nº 1, julio 1995 233


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

BIBLIOGRAFIA

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Cochabamba.

BARNADAS, Josep
1974 "Los orígenes coloniales de Cochabamba". Kollasuyu, enero-marzo de 1974,
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236 Revista Andina, Año 13


Balance de los estudios moche
(Mochicas) 1970-1994
Primera parte: Análisis iconográfico

Daniel Arsenault

Hoy en día, para muchos investigadores, la iconografía producida durante la mayor


parte del primer milenio después de Jesucristo por los Moche (llamados también Mochicas)
de la costa norte peruana constituye una fuente dispareja de informaciones que permiten
Lomar ciertos aspectos de su vida social y cultural, aspectos que, de otra manera serían
imperceptibles, casi imposibles de despejar simplemente a partir de otros tipos de supuestos
materiales. Recientes estudios realizados en el campo iconográfico, cada uno a su manera,
han cambiado las ideas que se tenían de los Moche hasta muy recientemente y han forzado
al conjunto de la comunidad científica internacional a revisar ciertas interpretaciones recibidas
a cerca de esta sociedad del Perú precolombino. En vísperas de celebrar el centenario de las
primeras investigaciones científicas sobre la cultura Moche, conducidas por el arqueólogo
alemán Max Uhle (1913) en el sitio epónimo de Moche en 1899 y en 1900, y luego de los
descubrimientos realizados en estos últimos años en diferentes sitios moches de las costa
norte peruana (e.g.: Alva 1988, 1989 y 1990; Alva y Donnan. 1993; Donnan y Castillo 1992;
Uceda y Mujica, eds., 1994), resulta pertinente hacer un balance de este último cuarto de siglo
de estudios especializados sobre los Moche. El presente texto, trata específicamente de los
análisis iconográficos efectuados hace venticinco años, constituye en efecto la primera parte
de una síntesis que cuenta con dos, cuya segunda parte aparecerá en un próximo número,
relacionada con los trabajos arqueológicos realizados durante el mismo período. De modo

Nº 1, julio 1995 237


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

que no pretendiendo ser exhaustivo1 , este balance2 pretende ser una herramienta de referen-
cia para todos los investigadores que quieran disponer de una fuente de referencia útil pu-
diendo eventualmente pennitirles retomar ciertos documentos cuya existencia hubieran po-
dido ignorar hasta entonces.

Breve recapitulación de los orígenes y el desarrollo de


los estudios sobre la iconografía moche

Se puede afirmar que los estudios sobre la iconografía moche comenzaron verdade-
ramente poco tiempo después de que Max Uhle hubo completado sus excavaciones en
Moche. En efecto, es a comienzos del siglo XX que fue publicada la primera recopilación
de obrdS iconógraficas, de las cuales muchas eran de manufactura moche, recopiladas por
Arthur Baessler (1902-1903) a partir de colecciones de antigüedades peruanas conservadas
en los museos alemanes 3 • Sin embargo, se trataba solamente de un álbum de dibujos, repar-
tidos en _cuatro volúmenes, en el cual pocas infonnaciones o más bien ninguna, eran dadas
a cerca del origen exacto de los objetos reproducidos. En efecto, hay que esperar un decenio
antes de que aparezcan los primeros análisis iconográficos verdaderos.
Así, los primeros análisis iconográficos efectuados a partir de las cerámicas moche
fueron obra de médicos peruanos apasionados por la arqueología (Palma 1913; Velez Lopez
1913), Estos estudios abordaban esencialmente cuestiones de patología y de mutilaciones
tales como las efigies evocadas en las vasijas moche. Por su parte, Eduard Sclcr, describió
las primeras pinturas murales que había descubierto en 1910 en la Huaca de la Luna, sobre
el sitio de Moche (Kroeber 1926:71; Bonavia 1985:73). Durnnte este mismo período un
peruano, Rafael Larca Herrera (1926), comenzó a reunir los artefactos recogidos en su vasta
hacienda (la Hacienda Chiclin, en el valle de Chicama). En 1920, donó esta colección, que
comprendía aproximadamente 500 objetos que en su mayor parte era típicamente moche, al
Museo El Prado de Madrid.4
En Europa, el británico Thomas A. Joyce (1913) publicó un primer documento sobre
las religiones de las poblaciones costerns pre-históricas del Perú a partir de la interpretación
de pinturas de vasija, de las cuales algunas eran de manufactura moche, luego redactó un
artículo sobre las producciones textiles de los antiguos peruanos (Joyce: 1921) recurriendo
aún mucho más a la iconografía moche. Este trabajo precedía en algunos años la aparición

No sería sino porque no he tenido la suerte de consultar documentos tales como las tesis, las memo-
rias o incluso las publicaciones aparecidas en revistas de difusión restringida, que a veces son difi-
cilmente accesibles.
2 Un balance general de los estudios moche, tanto arqueológicos como iconográficos, ha sido propuesto
recientemente por los arqueólogos peruanos Santiago Uceda y Elías Mujica (1994), pero la síntesis de
los trabajos realizados antes de 1970 es ahí presentada de manera más sucinta que la que se ofrece aquí.
3 Obras redactadas por los exploradores del siglo XIX, tales como las de E. de Rivero y J.J. Tschudi
(1853) o de E. P. Squier (1877), ilustran a veces objetos de fabricación moche, pero todavía no se
trata allí de verdaderos documentos relacionados con la cultura moche.
4 Esta colección hoy en día fomia parte de las colecciones arqueológicas del Museo de América de
Madrid (ver Chávez 1981: 166; Cuesta Domingo 1980: 5; Recuero Velayos 1988: 7).

238 Revista Andina, Año 13


Arsenau/t: Balance de los estudios moche

de un estudio detallado sobre la ropa y la ornamentación en el antiguo Perú, reafü:ado por


la investigadora sueca Gasta Montell ( 1929) cuya parte arqueológica estaba basada sobretodo
en documentos iconográficos moche.
Por ese tiempo, el peruano Julio C. Tello (1938 y 1978) fue el primero en proponer
el término "mochica" en lugar de "proto-chimú" en escritos que contenían representaciones
iconográficas de los Moche. Por su parte, el americano Alfred Kroeber (1926: 7 y 1930: 53)
se encargó de analizar y publicar los objetos recolectados por Uhle en Moche y conservados
a continuación en el Museo5 Robert-Lowie de Berkeley, California (Kroeber 1925 y 1944:
apéndice C; cf. igualmente Kubler 1991: 176-178).
En el curso de los años 1930, el hijo de Larco Herrera, Rafael Larco Hoyle, contribuiría
ampliamente al dar a conocer las producciones iconográficas de los Moche. En efecto, gracias
a las excavaciones emprendidas en los sitios moche instalados al interior del dominio de los
Larco, la Hacienda Chiclín (Hagen 1979: 28; Kroeber 1944: 53) y en otro sitio de la costa
norte peruana (Larco Hoyle 1968), un conjunto impresionante de datos materiales6 de un valor
incalculable7 fueron recolectadoss y ayudaron a Larco Hoyle a producir una serie de inter-
pretaciones iconográficas a cerca de la sociedad moche e igualmente a proponer una seriación
básica - definida en términos de fases numeradas de I a V - ligada a la evolución estilística
perceptible en las formas de un contenido cerámica-tipo, la botella con garganta de estribo
(ver Larco Hoyle 1938, 1939, 1942, 1945, 1948, 1%3a y b, 1%5 y 1968). Es igualmente en
la misma época que otros investigadores, tales como los arqueológos peruanos Jorge C.
Muelle (1933 y 1936) y Arturo Jimenez Borja (1938 y 1955), y el museólogo francés Raoul
D'Harcourt (1928, 1935a y 1935b, también D'Harcourt y Nique 1934), dieron a conocer
algunas de sus interpretaciones iconogrdficas relativas a los Moche.
Durante los dos decenios siguientes al final de la segunda guerra mundial, los conoci-
mientos arqueológicos que se acumulaban a cerca de la cultura moche, particularmente gra-
cias al "Proyecto Virú" (Strong y Evans 1952), alentaron la continuación de nuevos trabajos
de análisis iconográfico, tanto más si en adelante se sabía identificar mejor y datar los objetos
de colecciones moche entrepuestas, a veces desde hace más de un siglo, en diversos museos
peruanos, europeos y americanos. Por ejemplo el arqueológo americano John Howland Rowe
y sus estudiantes volvieron a analizar, a comienws de los años 1950, la colección de conte-
nidos cerámicos llevados a Berkeley por Uhle, esto con el fin de mejorar la seriación propuesta
por Larca Hoyle (Donnan 1965: 116; Menzel 1977: 59). Por otra parte, es en este contexto
estimulante de investigaciones que Carleton Ivers Calkin (1953) redactó una tesis de doctorado
(no publicada) a cerca del estilo artístico moche y su historia8 , mientras que Otto Klein (1967)
publicaba por su parte una obra que de la iconografía moche.

5 Este museo ha sido rebautizado como "Phoebe-Apperson-Hearst Museum" en 1991.


6 La mayoría de estos artefactos es hoy en día conservada en el Museo Rafael Larco Herrera en Lima.
7 Sin embargo se puede deplornr el hecho de que exceptuando algunos artículos y monografías que
hacen la síntesis de sus estudios sobre los Moche, los Larco nunca buscaron publicar el conjunto de
sus notas de campo.
8 En su tesis, Calkin (1953) trata de identificar pintores particulares, de estilos individuales, un poco
a la manera del especialista de la cerámica ática con figuras negras y rojas, Sir John Davidson
Baizley, no obstante no llegar a resultados tan concluyentes, a falta de medios y de un cuerpo
suficientemente extenso.

Nº 1, julio 1995 239


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Pero fueron sobre todo los numerosos trabajos de un historiador de arte, el alemán
Gerdt Kutscher9 (1948, 1950a, 1950b, 1951, 1954, 1955a, 1955b, 1956, 1976, 1982 y 1983),
cuyas descri¡x:iones y análisis se encuentran entre los más rigurosos, y que ayudaron, en esta
época a comprender mejor el contenido semántico de las representaciones iconográficas
moche. Por otro lado, Kutscher sin duda hizo escuela por su forma de explicar a trnvés de
la imagen, la historia de los Moche 10 , particulannente incitando a los arqueólogos a poner
mayor atención a la iconografía (Kubler 1991 : 155-158)

Los trabajos de los últimos veinticinco años

Este último cuarto de siglo ha visto surgir una plurnlidad "de iconólogos", tanto
peruanos como extranjeros, cuyos trabajos prosiguen con entusiasmo los emprendidos por sus
predecesores. Abordando problemáticas muy variadas y evaluando de forma crítica las inter-
pretaciones pasadas a la luz de los datos cada vez más abundantes, estos investigadores han
hecho avances en el conocimiento a cerca de los Moche, particulannente en el campo reli-
gioso. Mientrns tanto, entre estos diversos especialistas de la iconografía, solo un pequeño
número entre ellos, autores prolíficos, han expuesto claramente su acercamiento y han dado
con precisión los postulados e hipótesis que sostienen sus interpretaciones del fenómeno
iconográfico en los Moche. Más espccílicamente, sin duda son los investigadores Elizabcth
Polk Benson, Christopher Bruce Donnan, Yuri E. Berezkin y Anne-Marie Hocquenghem
que, cada uno a su manera, ha marcado más la investigación en el campo iconográfico de
estos últimos venticinco años y han incitado al conjunto de especialistas de los Moche a
revisar las conce¡x:iones recibidas. Entonces conviene mucho más retrasar el conjunto de sus
trabajos con el fin de evaluar brevemente las aproximaciones propuestas, y particularmente
subrayar las orientaciones teóricas y metodológicas antes de ver los diversos temas tr'dtados
por ellos y los otros iconólogos.
Elizabeth P. Benson. Esta iconóloga americana fue la primera en publicar en los años
1970 una obra que hacía la síntesis de los conocimientos adquiridos en estos últimos decenios
a cerca de la sociedad moche (Benson 1972). Pero es solamente en el curso de los años
siguientes que emprendió la difusión de una serie de artículos que tratan de iconografía
moche. A la manera de G. Kutscher (1982), Benson (1980: 295), ha demostrado implícitamente
que esta iconografía es estructurada y que las diversas representaciones que la componen no
son independientes las unas de las otras, pero forman parte de grandes conjuntos temáticos,
conjunto que ella designa con el término "complejo" - por ejemplo, "complejo de la muerte"

9 Kutscher ha redactado igualmente una tesis de doctorado. terminada en 1944, que trataba de la cerámica
moche. Una copia de esta tesis se encuentra en el lbero-Amerikani sches ln stitut de Berlín, Alemania.
10 Algunas interpretaci ones de Kutscher acerca de las prácti cas rituales han sido confirmadas posterior-
mente por otros analistas (e. g., Donnan 1985). Sin embargo, su proximidad gencrnl no contiene
correspondencias sistemáticas de las imágenes con los datos arqueológicos. Esto se debe sin duda al
hecho de que Kutscher trabajó en un contexto donde la inves ti gación arqueol ógica sobre la costa norte
peruana se encontraba aún en sus primerns grandes campañas y tenía que contentarse entonces casi
exclusivamente de los datos proporcionados por los museos.

240 Revista Andina , Año 13


Arsenault: Balance de los estudios moche

(Benson 1975) o "complejo del sacrificio" (Benson 1982a). Así, en el pensamiento de Benson,
cada representación puede ilustrar un aspecto más o menos detallado de un dato complejo y
es el analista quien tiene la tarea de saber recomponer cada complejo reuniendo las diferentes
imágenes que él o ella juzga se relaciona con el complejo analizado, un poco a la manera
de las piezas de un rompecabezas que uno debe reunir para obtener una vista de conjunto del
tema representado.
El reproche principal que se puede dirigir a esta especialista es su demasiado gran
deseo de querer encontrnr a toda costa significados "esotéricos" con el más pequeño motivo
representado (ver, por ejemplo, las interpretaciones de Benson 1972: 59-62). Por ejemplo, el
motivo en "S" que aparece por una parte sobre las mangas o sobre el ribete de la ropa de
ciertas figuras antropomorfas, y por otra parte, en algunas escenas marinas como elemento
de relleno, según ella simbolizarían el agua y el mar, sea cual sea el tema representado
(Benson 1975: 112). En su óptica, aparece que los artistas moche recurrieron a signos visuales
- que Benson llama "motivos simbólicos" (ibid: 114) - para indicar exactamente y sin
equivocación el contexto de las acciones representadas en la imagen (ibid.). Poniendo así
énfasis en estos "motivos simbólicos" (cf. igualmente Benson 1972 y 1984), Benson a veces
ha omitido considern.r otros aspectos probablemente más significativos del contenido de las
imágenes que ella analizaba, por ejemplo la estructura de las relaciones entre los diversos
grupos de figuras en presencia de una escena compleja.
En revancha, esta iconóloga ha producido muy finas observaciones en lo que respecta
al tema del vestido, es decir ropa, peinados y ornamentos visibles de las figuras representadas.
Según ella, no solamente el vestido hace pensar simbólicamente en el estatus, la posición
social, y/o el rol de la figura (Benson 1974b: 33), pero igualmente subraya la situación o la
ocasión de las acciones representadas (Benson 1982a). Finalmente subrayemos que aún si
Benson supo a veces aprovechar datos arqueólogicos existentes (por ejemplo, cf. Benson
1972, 1978 y 1984), nunca buscó que integrar de forma continua y sistemática los testimonios
materiales disponibles para sus análisis iconográficos, lo que pudo limitar sensiblemente la
posición de algunas de sus interpretaciones.
Christopher B. Donnan. El arqueólogo americano Christopher Donnan adoptó un
proceso diferente al de Benson, en el sentido de que siempre buscó combinar los documentos
iconográficos y los datos arqueológicos 11 • Este investigador tuvo la enorme ventaja de poder
alear la investigación de campo (excavaciones y reconocimientos) con el análisis de las colec-
ciones moche ubicadas en museos o donde coleccionistas privados. Por otra parte, al cabo de
muchos años llegó a recopilar un conjunto "de archivos moche" (archivo Moche) que cuenta
por lo menos con 150 000 fotos que representan no menos de 12 000 objetos de manufactura
moche 12 , conservados por los museos y coleccionistas privados alrededor del mundo13 (Donnan

11 Este inves tigador redactó igualmente, solo o con colaboración, una serie de textos relatando sus
trnbajos de campo en arqueolog ía. La lista de sus realizaciones en arqueología será integrada a la
segunda parte de esta síntesis (que aparecerá posteriormente).
12 Según Donnan (1976 : 13 ), este muestrario es bastante representativo de los casi 100 000 objetos
iconográficos moche (o más) que contienen las colecciones privadas y públicas.
13 La manera de recolectar los datos iconográfi cos moche adoptada por Donnan dió lugar, en los
últimos años, a una controversia acerca de la ética profesional de los investigadores relativa al estudio
de los objetos prov enientes del pillaje de sitios arqueológicos y que hacen parte hoy día de numerosas

Nº 1, julio 1995 241


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

1976: VII, y 1990b: 23). Antes de emprender el análisis del contenido de las escenas
iconográficas, Donnan trató primero de comprender y de definir las reglas de composición
que guiaron a los anistas moche en el momento de producir sus obras (cf. Donnan 1976,
1979, 1988, 1989 y 1990b y 1990c). Luego, con el fin de analizar eficazmente el gnm número
de representaciones con que cuenta su muestrdfio, desarrolló lo que él llama una "aproxima-
ción temática" (Donnan 1977), que consiste en agrupar las múltiples imágenes bajo temas
fundamentales, identificando los elementos recurrentes que parecen ligarlos14. Desde el inicio
de sus investigaciones, Donnan definió la iconografía moche como un sistema simbólico co-
herente, compuesto por una serie ilimitada de temas, tratados con carácter religioso; enseguida
buscó ordenar esta serie de temas, que entonces repartió en 90 categorías temáticas compren-
diendo cada una de ellas diversas sub categorías 15 (Donnan 1976: 10-11 ).
Lo que hay que conservar de la aproximación de Donnan, es la necesidad de evaluar
las representaciones iconográficas en relación con el contexto sociocultural que inspiró el
contenido y de las cuales son ellas el producto. Mientras tanto, esta aproximación no parece
haber incluído una reflexión profunda acerca del potencial interpretativo de las imágenes
religiosas habida cuenta de las formas de relaciones sociales y de su dinámica en los con-
textos rituales estudiados, lo que también mutila sus interpretaciones ele una dimensión im-
portante y significativa para la comprensión del fenómeno re ligioso en la historia moche.
Contrariamente a Benson y Donnan, los otros dos graneles especialistas de la iconografía
moche Yuri E. Berezkin y Anne-Marie Hocquenghem , han abordado el estudio de la religión
apoyándose mucho más en los textos etnohistóricos que en las relaciones entre las imágenes
y los datos arqueológicos.
Yuri E. Berezkin. El investigador ruso Berezkin trabaja desde hace más de veinte años
en el estudio de la mitología y las prácticas rituales moche, esencialmente a partir de magros
documentos iconográficos conservados en los muscos rusos y de la Literatura ex istente sobre
el tema. Uno de los mayores apones de Berezkin se refiere a sus análisis de la figura de carácter
híbrido, y en panicular de los personajes ligados a la vez a rasgos humanos y animales, lo que
interpretó como la representación del panteón moche (Berezkin 1972, 1978b, 1979a, 1979b,
y 1980). Berezkin ha planteado además la hipótesis de que cada com unidad costera que fonnaba
parte integrante de la sociedad moche poseía su o sus representantes específicos en este pan-
teón. Según él, cada valle del territorio moche debía contener, además de un gran centro
ceremonial que atraía a los fieles de numerosas regiones (ejemplo: Pacatnamú), sus propios
santuarios frecuentados únicamente por los miembros de las comunidades locales , que venían
así a venerar a sus dioses o poderes tute lares.
Por otra parte, Berezkin definió la iconografía moche como un instrumento privi-
legiado para abordar cuestiones relativas no solamente a la organización social y a los relatos

colecciones privadas del Perú en el extranjero. La razón de esta controversia es la siguiente: ¿debemos
o no tener en cuenta estos objetos en nuestros anáJj sis? (Ver Alexander 1990; Donnan 1990a; Kirkpatrick
1992: 197-200; Nagin 1990).
14 Notemos que para ilustrar sus escritos, Do nnan fue bcnefiaciado del tal ento de dibujante de su colega
Donna Me Cle!Jand.
15 Donna n jamás indi có con precisión cual es eran es tas ca1egorías y sub categorías temáticas. Sin
embargo, sería interesante conocer al detalle los criterios sobre los cual es se apoyó para categorizar
el conjunto de las representaciones ico nográ fi cas de su conjunto.

242 Revista Andin a, Año 13


Arsenault: Balance de los estudios moche

míticos, sino igualmente a las actividades rituales "reales o imaginarias" (Berezkin 1987:
272) de los Moche, particularmente todo lo concerniente al culto de los ancestros (ibid: 271).
Mientras tanto, según este autor, para poder reconstituir adecuadamente estos diferentes
aspectos de la religión moche, conviene, por una parte consultar además de las propias
imágenes, los documentos etnohistóricos que se relacionan con la religión andina, que abas-
tecen, por ejemplo, indicaciones a cerca del calendario ritual que corresponde a los calen-
darios agrario y astronómico, y por otra parte, establecer correspondencias entre lo que se
percibe en las imágenes moche y lo que indica la mitología conocida por las poblaciones
autóctonas de América central y del sur (Berezkin 1983: c. 5 y 1987: 271-273).
Anne-Marie Hocquenghem. Este procedimiento analógico es igualmente adoptado por
la iconóloga francesa Anne-Marie Hocquenghem, pero en el marco de una aproximación
netamente estructuralista. Al igual que Kutcher, Benson y Donnan, Hocquenghem (1982-83:
342) reconoce que la iconografía moche es estructurada y posee su propia lógica interna. Es
por eso que cada imagen solo puede ser comprendida cuando está considerada al interior del
conjunto de las representaciones (Hocquenghem 1987: 22-23). 16 Para analizar eficazmente
estas imágenes, Hocquenghem (ibid: 19-20) sigue un procedimiento panofskyno17 que
consiste en describir los motivos representados (nivel preiconográfico), para interpretar las
imágenes en función de su contenido significativo en relación a las referencias culturales
existentes, tales como los cuentos, los relatos, etc. (nivel iconográfico), y a integrar la iconografía
y sus diversas referencias en el contexto sociocultural más general (nivel iconológico). A
nivel preiconográfico, Hocquenghem (ibid: 21) pudo determinar, a partir del estudio de un
material personal de más de 8 000 objetos diferentes, que las representaciones de la iconografía
moche podían ser repartidas en diecinueve grandes temas complejos, todos orientados hacia
la esfera religiosa, como (1) lanzarle flores en el aire, (2) la unión de una mujer con un ser
mítico, (3) el suplicio de los hombres y mujeres en relación con los muertos, (4) la fabricación
artesanal, (5) la caza del ciervo y de otros animales ligados a los muertos, (6) la danza de
los muertos en asociación con las moscas, (7) la carrera, (8) la ofrenda y consumo de la coca,
(9) el combate y la captura de prisioneros, (10) la danza de los guerreros a la gran campanada,
(11) el sacrificio, (12) el transporte de los sacrificados en barca hasta las islas guaneras, (13)
la preparación de los cuerpos en las islas guanerdS y la caza de las focas, (14) la entrada de
los cuerpos en el mundo de los muertos en relación con los actos de sodomía y masturbación,
y con la danza de los muertos y de los ciervos, (15) la rebelión de los objetos, (16) el juego,
(17) la presentación de plantas cultivadas y la danza con máscaras, (18) el paso sobre un
puente de cuerdas, y ( 19) el festín. 18

16 A continuación, haré referencia sobretodo al libro Iconografía mochica que Hocquenghem publicó
en 1987 y que retoma lo esencial de las tesis contenidas en sus numerosos artículos redactados desde
1974 (ver las referencias bibliográficas).
17 Este procedimiento panofskino fue igualmente seguido por Luis Jaime Castillo (1989) en su estudio
de la figura de seres híbridos en la iconografía moche.
18 Esta nomenclatura representa en verdad un intento por ordenar e imponer un sentido a las múltiples
escenas de la iconografía moche, pero ella sufre mientras tanto algunas lagunas y omisiones, parti-
cularmente la falta de reflexión en el tema de lo que es un ritual y la ausencia en esta lista de ciertas
actividades ilustradas en la iconografía, como los actos de curación a cargo de un (a) curandero(a)

Nº 1, julio 1995 243


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Para pasar al nivel iconográfico y reconstituir el sentido convencional de las imágenes


tal como se revelaba a los Moche, Hocquenghem defiende el argumento que para desenterrar
"el sentido cultural que estos motivos han podido en el marco de la sociedad mochica"
(ibid: 20), el analista se permite interpretarlos "con referencia a un conjunto de informaciones
comparables, independientes de la cultura mochica" (ibid.) Según su argumentación, estas
informaciones independientes no pueden ser proporcionadas más que por los documentos
etnohistóricos y etnográficos, pues solo éstos nos pueden iluminar objetivamente a cerca de
los significados y el rol de los elementos representados en la iconografía (Hocquenghem
1985: 387). Con esta aproximación, Hocquenghem espera reconsituir así la estructura y la
función de la iconografía en la sociedad moche.
Para tomar mejor en cuenta el alcance de la aproximación de Hocquenghem, conviene
considerar brevemente los postulados que la sostienen.
Así Hocquenghem observó que numerosas acciones ilustradas en la iconografía moche
son cumplidas a la vez por figuras de apariencia humana y por otras de aspecto excéntrico,
ya que combina atributos humanos con otros de carácter animal, vegetal u otros (1987:
20).Ella explica esta "doble representación sistemática" como la ilustración de dos mundos
paralelos, uno "fabuloso" poblado por los ancestros y los muertos, el otro "real" y habitado
por los vivos; las imágenes del mundo "fabuloso" ilustran los mitos moche, mientn1s que las
del mundo "real" representan los ritos (ibid: 23). Ahora bien, acabamos de verlo, para poder
comprender estos mitos y ritos, y extraer los significados profundos, Hocquenghem recurrió
a las informaciones etnohistóricas y etnográficas, que corresponden sobre todo a la sociedad
inca y otras sociedades contemporáneas y poneriores al área andina. Como fundamento de
este procedimiento se encuentra la afirmación según la cual las culturas andinas desde hace
4 000 aiíos han producido los mismos símbolos y motivos, sea en la costa, en las tierras altas
y las altas mesetas o en los bosques de las vertientes orientales, lo que testimonia según ella
la gran unidad cultural y la perennidad apenas alterada del universo conceptual andino (ibid).
El carácter ahistórico de esta aproximación es chocante ya que sostiene que las socie-
dades andinas son profundamente inmutables por no decir intercambiables y suma todos los
equivalentes, sin ninguna originalidad verdadera en el seno de la historia sociocultural del área
andina. Como lo subraya Irene Silverblatt (1988: 175), esta manera de proyectar en el pasado
precolombino estructuras míticas de las épocas colonial y moderna hace mucho más proble-
mática la percepción de los medios utilizados por las sociedades prehistóricas para represen-
tar su propia visión del mundo, reduciendo la complejidad y profundidad del antiguo pensa-
miento religioso con modelos uniformes y sin significados originales. Sin embargo,

o el transporte prestigioso del dirigente. Igualmente figuran ahí ciertos dibujos más bien asombrosos,
tal como el "paso sobre un puente de cuerdas", que no indica para nada el tipo de actividad ritual que
era por entonces practicada, si no es un vago rito de paso(!). Finalmente, Hocquenghem reúne ciertas
acciones particulares, como por ejemplo, la danza, la masturbación, la sodomía y la entrada en el mundo
de los muertos con la finalidad de categorizar un contexto específico, mientras que ella deja en plan
algunas otras (por ejemplo, la fabricación artesanal) que hubiera merecido ser ubicada en un contexto
específico. Ahí se trata de un buen ejemplo de lo arbitrario de estas categorías de análisis que los in-
vestigadores pueden proponer y que muestran la penosa incapacidad de no poder ofrecer una visión
íntegramente exhaustiva del pasado que se intenta reconstituir...

244 Revista Andina, Año 13


Arsenault: Balance de los estudios moche

Hocquenghem defiende esta aproximación 19 que tiende, según yo, a simplificar el pensamiento
simbólico de las poblaciones andinas negando sus particularidades, sus innovaciones o sus contra-
dicciones, como las oposiciones y modificaciones de sentidos que han podido existir entre es-
tas sociedacles20 , arguyendo que ella puede permitir reconstituir el sistema de clasificación del
mundo moche y el sistema ele pensamiento en uso de la época (Hocquenghem 1987: 26-27).
También hay que reconocer los intentos loables de esta especialista que buscó construir
un modelo de conjunto del calendario religioso moche, integrando los conocimientos acerca
del medio ambiente, el ciclo naturd.l de las estaciones, los fenómenos astronómicos (solsticios
y equinoccios, el grupo de las Pléyades, etc.) y el calendario de los trabajos agrícolas en los
Andes (el período de limpieza de los canales de inigación, las semillas, las cosechas, etc.).
En efecto, según Hocquenghem, los mitos y los ritos son celebrados sobre una base anual,
según un calendario ceremonial, pero igualmente en función de situaciones coyunturd.les que
pueden aparecer en la vicia ele los miembros ele la sociedad - nacimiento, deceso, etc. - ibid:
24). Este calendario contiene particularmente, ritos de sacrificio que eran practicados en
determinados momentos del año y en relación con las condiciones propias de cada estación
(tiempo cálido o frío, estación seca o húmeda).
Finalmente notemos que esta iconóloga dió muy poca importancia a los datos arqueo-
lógicos en sus interpretaciones de la iconogr.:tfía moche e ignoró abiertamente considerar las
modificaciones de los temas trntados en relación con la secuencia cronológica existente, salvo
en algunos de sus primeros escritos (Hocquenghem 1974, 1977a y 1978b). Todo eso muestra,
en efecto, una significativa falta ele interés por el tema de la dimensión temporal de la
iconografía moche y, en consecuencia, hace prácticamente imposible la reconstitución de la
historia sociocultural de los Moche según este modelo.
Además ele los cuatro investigadores ya citados, muchos otros iconólogos contribuye-
ron con el estudio de la iconografía moche en estos últimos venticinco años. Se puede
entonces tratar de repartir sus trabajos ele acuerdo a los temas tratados, sea por la identifica-
ción de personajes o de grupos específicos en el seno de la figuración, o por la interpretación
de las acciones realizadas por las figuras representadas.

Análisis iconográficos e intentos de identificación

En razón del cuidado puesto por los artistas moche para la confección de sus imáge-
nes, y sobretodo porque esta iconogntfía es estructurada (Benson 1980: 295; Hocquenghem
1982-83: 342), muchos iconólogos han buscado identificar sobretodo grupos de figuras e

19 Otros investigadores, como Edward K. de Bock (1988 y 1991; tarnbien Bock y Zuidema 1990),
defienden igualmente esta visión unitaria de una ideología andina prácticamente inalterada sobre
algunos milenios.
20 1-locqucnghem (1982-83) remarca las contradicciones y las diferencias existentes entre los ritos moche
e incas cuando menciona que "estas contradicciones indicarán con consistencia un esfuerzo de adap-
tación , nunca totalmente logrado, mitos y ritos de la costa [a los de] la región de Cuzco" (ibid: 348-
349), pero ella nunca se aniesga a interrogar más con el fin de saber si, efectivamente, se trata de
un esfuerzo de adaptación o si, por el contrario, los Moche no buscaron desarrollar un sistema
religioso original, con concepciones y prácticas que les eran específicas.

Nº 1, julio 1995 245


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

incluso de personajes específicos estudiando y comparando las particularidades morfológicas


y los elementos asociados a las diversas figuras (gestos, posturas y otras actitudes corpomles,
ropa, adornos, objetos manipulados, etc.) así como analizando minuciosamente sus acciones
e interncciones. Por ejemplo, la mayor parte de investigadores está de acuerdo al afirmar que
los personajes de aspecto escencialmente humano fielmente representados con los trajes más
suntuosos son por lo general la representación de los miembros de la élite sociopolítica
moche, tratándose por ejemplo tanto de dirigentes supremos en las ceremonias públicas como
de grandes sacerdotes de los rituales de masa (e.g., Arsenaull 1994a y 1994b; Benson 1972:
89; Berezkin 1987: 273; Lumbreras 1981: 103-104).
En revancha, el análisis de las representaciones iconográficas que ponen en el esce-
nario figuraciones de morfología híbrida han dado lugar a toda una serie de interpretaciones
acerca de lo que ellas pueden representar. Así, para algunos analistas, los personajes fantás-
ticos representados serían la ilustración de los dioses (Benson 1972; Berezkin 1980 y 1983;
Bock 1988; Hocq uenghem y Lyon 1980; McClelland 1990; Recuero Velayos 1988) y de-
monios moche (Kutscher 1982: 122-124; Lavallée 1970). Para otros, en cambio, estos per-
sonajes no representarían dioses, sino curanderos que han tomado la apariencia parcial del
animal cuyo cuerpo habitan (Bourget 1989, 1990a, 1991, 1994a y b; Dobkin de Rios 1977,
1979, 1981, 1982 y 1984; Sharon y Donnan 1974 y 1977), o ancestros míticos (Berezkin
1978b; Harth-Terré 1976a; Hocquenghem 1983a y 1987), o incluso simplemente sacerdotes
enmascarados y vestidos, que actuaban así, ridículamente vestidos en los rituales más impor-
tantes (Arsenault 1987, 1988 y 1994a; Cordy-Collins 1992; Donnan 1982a; Sawyer 1979).
En el seno de esta figuración fantásmica, el personaje que es representado más a
menudo y sin discusión es aquél al cual Larco Hoyle (1939, 1945, 1963a y 1968) daba el
nombre de Af-apaec 21 ("el que hace" en lengua mutchik). Este personaje de aspecto com-
puesto se caracteriza particularmente por un rostro a menudo marcado por arrugas profundas,
con los ojos exorbitados y una boca provista de colmillos de felino, y con una correa
compuesta por dos ataduras terminadas ambas en una cabeza de serpiente provista de orejas
puntiagudas y de una lengua ahorquillada. La variabilidad observada en la forma de analizar
minuciosamente esta entidad, así como la extensa gama de acciones que cumple, han con-
ducido a otros investigadores a identificar no solo una sino por lo menos dos o tres entidades
distintas. Por ejemplo Benson (1972: 27-30) distingue un "dios de la montaña", en actitud
pasiva, y un "dios de la costa", que se opone al primero por su naturaleza compuesta de
"dios", que identifica con las letras "A,B y C". Según Hocquenghem (1987a: 126), estas
entidades no son dioses, sino ancestros gemelos. Que este tipo de personaje singular sea la
representación de una o muchas entidades específicas, no permanece más que como una
figura dominante de la escenografía moche.
Excepto este personaje, otras importantes figuras híbridas fueron puestas en evidencia
por diversos análisis, tales como la "Iguana antropomorfa", que parece asistir al personaje
anteriormente descrito en la cantidad de sus acciones, o las que se designa por nombres
evocadores, tales como el "Dios resplandeciente" (Benson 1972), el "Personaje de tronco

21 Otros han dado más tarde nuevos nombres a esta figura notable, tal como el " Personaje de rostro
arrugado" (Donnan y McClelland 1979) o incluso el " Personaje antropomorfo con la correa de
serpientes" (Castillo 1989).

246 Revista Andina, Año 13


Arsenault: Balance de los estudios moche

esférico" (Castillo 1989), la "Mujer Sobrenatural" (Hocquenghem y Lyon 1980), el "Buho


antropomorfo" (Donnan y MacClelkwd 1979), el "Ser Borracho" (Bourget 1994a y 1994b),
el "Barquero sobrenatural" (MacClelland 1990) o la "Mujer-Cardo antropomorfa" (Arsenault
1994a y 1994b). Hocquenghem (1983b: 59) hace observar a propósito de este tema que son
los seres híbridos con rasgos antropomorfos dominantes que ocupan las posiciones más
importantes en el seno de este "panteón" de criaturas de apariencia sobrenatural. Según ella,
esta jerarquización perceptible en el seno del "panteón" refleja en efecto la de la sociedad
moche (ver también Berezkin 1978b, 1983 y 1987; Hocquenghem 1987). Algunos investi-
gadores han descrito igualmente la presencia de figuras fabulosas, que realzan mucho más
lo animal que lo humano, como el "Molusco monstruoso" (Lavallée 1970), el "Dragón"
(Nersesov 1987) o el "Animal lunar" (Benson 1985a; Bruhns 1976).
Aquí es importante subrayar la correlación entre las representaciones de ciertos seres
híbridos con datos arqueológicos recientemente hallados en sitios tales como Sipán (Alva
1988 y 1989) o San José de Moro (Donnan y Castillo 1992 y 1994a). Donnan y Castillo
(1992 y 1994b) mostraron en efecto que existía una grnn probabilidad de que personas reales
hayan encarnado en su ser vivo personajes representados en las escenas de lo que se ha
convenido en llamar hoy en día el tema de la presentación de la copa de los sacrificios
(Donnan 1977). Más específicamente, es inverosímil creer que a los que se ha llamado el
Joven Señor y el Gran Sacerdote de Sipán hayan sido la encarnación viva, respectivamente
de los Personajes A y B de este tema, y que las Grandes-Sacerdotisas cuyos restos han sido
encontrados en San José de Moro, hayan podido personificar el Personaje C (la Mujer con
trenzas en forma de serpiente). Es en el mismo orden de ideas que he propuesto recientemen-
te (Arscnault 1994a) considerar la mujer enterrnda en la tumba No. 10 de la Huaca de la
Cruz, que hubiera podido encarnar al Personaje E (aquella que yo llamé la "Mujer-Cardo
antropomorfa"), tambien visible en algunas escenas del tema de la presentación de la copa
de los sacrificios.
Por otro lado, la iconografía moche contiene numerosas ilustraciones que representan
lo que muchos analistas interpretan como el mundo de los muertos (Arsenault 1988 y 1993;
Bourget 1990b; Hocquenghem 1979a, 1981a y 1983a; Purin 1978) o de la vida posterior
(Arscnault 1987; Benson 1975) de los moche. El mundo de los muertos es representado por
diversos personajes con rasgos esqueléticos, es decir reproducidos con los huesos visibles, el
cráneo y la cavidad orbital de los ojos, la caja toráxica, así como los huesos de la pelvis, de
los brazos y de las piernas son en efecto visisbles en estas escenas. Es esta apariencia
esquelética de las figuras que sugiere en primer lugar que las actividades minuciosamente
analizadas se desarrollan en el mundo de los muertos (pero para interpretaciones divergentes,
cf. Donnan 1982a; Sawyer 1979). El hecho de que en otras representaciones, que se relacionan
a lo que se define como el mundo de los moche vivientes, los personajes son reproducidos
en su estado "natural", aparentemente "de carne" y no bajo rasgos demacrados y esqueléticos,
establece en efecto una diferencia formal esencial para distinguir este mundo de los vivos del
de los muertos en la iconografía moche.

Nº 1, julio 1995 247


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Iconografía moche y análisis sociales

A partir de tales identificaciones, algunos investigadores se inclinaron por la organi-


zación social y los diversos tipos de relac iones sociales que podían sostener grupos o incluso
personajes (ej. el dirigente) específicos identificados en el seno de la iconografía moche. Así
partiendo de la hipótesis según la cual habría existido una jerarquía en el seno mi smo del
personal religioso moche22 , y basándose particularmente en la variedad de la representación
de los trajes (Benson 1980; Hocquenghem 1974) o incluso en las acciones especializadas que
los personajes o grupos específicos parecen cumplir en algunas ilustraciones (Benson 1975
y 1982b; Hocquenghem 1977b), algunos han intentado percibir qué personaje o grupo en el
seno de la figurn podía simbolizar la autoridad en la estructura moche de poder (ver, por
ejemplo, Arsenault 1992, 1993 y 1994a; Benson 1972: 89; Berezkin 1978b; Donnan 1979:34).
Por su parte, Berezkin buscó establecer unajerarquización de los miembros del panteón
moche basándose en la frecuencia de su presencia en la iconografía, en su tratamiento formal
en la imágen y en la variedad de acciones de una escena a la otra (Berezkin 1983: cap. 5).
Hecho interesante, buscó igualmente establecer la composición de la organización social
moche a partir de numerosos índices proporcionados por la iconografía de las fases III, IV
y V (Berezkin 1987), y de la cual, según él, la estructura jerárquica del panteón constituye
hasta cierto punto un reflejo (Berezkin 1978b).
Es estudiando la composición de la figuración en las representaciones del mundo de
los muertos que por mi parte (Arsenault 1987, 1988 y 1993) he propuesto la idea de que la
"sociedad" que compone el mundo de los muertos moche estaba jerarquizada, reproduciendo
así el modelo de sociedad del mundo de los vivos, pero las imágenes que la representaban
no ofrecían sino una transposición alegórica simplificada - y fuertemente orieniada a favor
de las instancias dirigentes - de la realidad social de los Moche. Para otros investigadores
(Berezkin 1987; Bourget 1991; Hocquenghem 1987a), la diferencia formal que los Moche
parecen haber establecido entre estos mundos subraya la importancia que le otorgan ver-
daderamente a sus muertos y sugiere en consecuencia la existencia de un culto de los ancestros
muy desarrollada en esta sociedad.
Otros han buscado más bien evaluar la naturaleza y la capacidad de ciertas formas de
relaciones sociales, como por ejemplo las relaciones entre hombres y mujeres (Arsenault
1991, 1994a y 1994b; Benson 1988; ver también Berezkin 1987: 275-276; Bruhns 1991) o
aquellas entre el dirigente y sus sujetos (Arsenault 1992 y 1993).

Los análisis iconográficos de la religión moche: mitología y cosmología

A primera vista, la iconografía moche parece evocar una multitud de acciones dis-
paratadas, como si los sujetos tratados por los artistas moche parecieran inagotables. Pero un
estudio más atento revela el hecho de que solo un número limitado de temas o materias han
sido privilegiados y que parecen todos más o menos asociados al universo religioso de los

22 Mientras tanto, sean cuales sean las identificaciones propues tas, ningún investigador ha llegado aún
a establecer de manera más precisa y comple ta el "organigrnma" del clero moche.

248 Revi sta Andina , Año 13


Arsenault: Balance de los estudios moche

Moche (Donnan 1976: 11 , 1979: 8; Kutscher 1982: 116). Son numerosos los iconólogos que
han privilegiado el análisis minucioso de las acciones en esta iconografía compleja, expresión
privilegiada de la religión moche 23 • Asi se puede distinguir los análisis que han tratado la
interpretación de lo que se considera ser la representación de los mitos y del universo
cosmológico moche, de aquella que se dirige mucho más a las actividades rituales.
En el capítulo de los estudios sobre la mitología de los Moche, muchos analistas han
hecho notar que ciertos personajes de aspecto híbrido ocupan un lugar preponderante en el seno
de la figuración y cumplen acciones semejantes a las de las figuras de apariencia estrictamen-
te humana en las representaciones iconográficas (e.g. Berezkin 1972, 1978b, 1979a y 1979b;
Hocquenghem 1983a, 1983c, 1984b y 1987). Más específicamente, númerosos análisis han
mostrado que el personaje con colmillos de felino y correa de serpientes que domina la figura
fantásmica moche es minuciosamente analizado en acciones y posiciones muy difereciadas en
las representaciones iconográficas. Así lo vemos salir de una caverna de la montaña, estar
sentado sobre un trono encima de una plataforma cubierta, remar a bordo de una embarcación
"fabulosa", semi-barca, semi-bonito, enfrentar a otros seres híbridos, lavarse los cabellos, etc.
(como ejemplos detallados de este personaje, cf. Arsenault 1994a; Benson 1972: 27-44;
Berezkin 1980; Bourget 1993a; Castillo 1989; Recuero Velayos 1988; Vergara Montero 1990).
Un tema de apariencia mitológica, particularmente considerada por los iconólogos ha
sido el llamado "revuelta de los objetos animados" (Lyon 1981), que algunos asocian a la
ilustración de un mito panandino, incluso panamericano (Quilter 1990), mientras que otros
ven ahí más bien un símbolo de reestructuración de la sociedad (Arsenault 1994a; Hocquenghem
1987: 144). Otro tema mitológico es el ligado a las representaciones marinas o de los seres
fanta~magóricos llevando ofrendas, que van a la pesca o incluso se enfrentan en duelo al cuchillo
del sacrificio (Berezkin 1979b; Bourget 1994a; Hocquenghem 1982-83; McCielland 1990).
Algunos analistas han estudiado igualmente las representaciones iconográficas con el
fin de reconstituir ciertos aspectos más oscuros de la cosmología moche, particularmente
motivos que simbolizarían elementos astronómicos, tales como la luna (Benson 1985a; Bruhns
1976, Cordy-Collins 1977) o algunas constelaciones, como las Pléyades o la Correa de Orión
(Arsenault 1987; Bourget 1994a; 'Hocquenghem 1987).

Estudio de las imágenes de prácticas rituales

La mayoría de especialistas concuerdan al decir que una parte importante de la


iconografía moche ilustra la vida ceremonial o ritual. Sin embargo, aún si la identificación
de las acciones rituales y personajes que las cumplen es generalmente de consenso entre estos
especialistas, particularmente cuando la acción representada consituye una situación inequívoca
(por ejemplo, el acto sexual o el degollamiento de un ser humano) o también reproduce un
gesto de apariencia anodina (por ejemplo, caminar, beber o lavarse los cabellos), los proble-

23 Es interesante volver a tra?..ar la evolución de la interpretación _dada a propósito de la religión moche


desde el inicio de la investigación iconográfica, que ha pasado del totemismo (Joyce 1913), al monoteísmo
(Klcin 1967; Larca Hoyle 1939, 1945, 1963a y 1968: 99), y finalmente al politeísmo (e.g. Benson
1972; lkrezkin 1972; Bock 1988; Castillo 1989; Hocquenghem 1987; Recuero Yelayos 1988),

Nº 1, julio 1995 249


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

mas surgen cuando llega el momento de comprender y explicar los significados que se
relacionan con estas acciones, y tomarlos del contexto de ejecución.
Podemos sin embargo ennumerar aquí los análisis que han versado sobre los diversos
rituales moche, distinguiendo entre ritos públicos y ritos privados. Así, entre los rituales de
masa, los analistas han prestado una atención particular sobre todo a dos categorías de
prácticas rituales, que son los ritos mortuarios y, sobre todo los ritos de sacrificio, sin duda
en razón de que existen mucho más datos arqueológicos que se relacionan y que pueden
sostener las interpretaciones icon01:,rr'aficas.

Los ritos funerarios

En el caso de los ritos de carácter funerario, algunos iconólogos trataron de determinar


el contexto general de las prácticas mortuarias (Arsenault 1987 y 1988; Benson 1975 y 1982b;
Hocquenghem 1979a), mientras que otros se conccntrnron más bien en el análisis de algunas
representaciones con el fin de encontrar temas específicos, como el tema del transporte marí-
timo de las ofrendas funerarias (Hocquenghem 1982-83), el de la presencia o uso de los ani-
males o de los cultígenos en el contexto mortuario, como la mosca (Hocquenghem 1981a), el
ciervo (Hocquenghem 1983a), los rnpaces (Matthai" 1983) o los tubérculos (Bourget 1990a), o
incluso aquel del entierro de un personaje importante al final de la época moche (Donnan y
McClelland 1979). Algunos estudios revelan incluso la existencia de muchos grupos
sacerdotales especializados, unos en la preparnción de los cadáveres, los otros en la confec-
ción de las ofrendas funerd.rias (ver también Arsenault 1987 y 1988; Benson 1975 y 1982b).

Los ritos de sacrificio

A pesar del hecho de que los sacrificios parecen haber sido particularmente importan-
tes para los Moche, como lo testimonian los restos de numerosos datos arqueológicos, todavía
hay muy pocas obrns disponibles que han tratado más específicamente a cerca de temas ligados
con el fenómeno del sacrificio, particularmente el sacrificio humano (Benson 1974a y 1982a;
Cordy-Collins 1992; Donnan 1977; Hocquenghem 1980b; Moser 1974). Ciertamente, son las
imágenes que Donnan ha agrupado bajo el "tema de la Presentación" (Donnan 1976: 117-
129, 1977, 1979: 158-173; ver tambien Kirkpatrick 1992) las que han dado mucho que hablar,
particularmente en razón del carácter fantástico de las figuras que ahí toman parte. Y como lo
mencioné más arriba, se ha demostrado posteriormente, de manera convincente, que los
elementos dominantes representados en las escenas de este tema eran igualmente presentadas
en el seno de los datos arqueólogicos brindados por algunos sitios mayores del territorio moche
(Arsenault 1994a y 1994b; Donnan y Castillo 1992 y 1994a y b). Pero aún no ha sido publicado
ningún estudio serio que haga el análisis detallado de los ritos de sacrificio como los practi-
cados por los Moche2A. Mientras tanto, los autores han discutido sobre aspectos particulares
ligados a una u otra forma de sacrificio de los Moche, que es útil mencionar aquí.

24 Señalo, sin embargo, que he redaclado recientemente una tesis de doctorado en que estudio el fenó-
meno del sanificio moche en su conjunto (J\rsenault 1994a).

250 Revista Andina, Año 13


Arsenault: Balance de los estudios moche

Así, en el caso del sacrificio humano, los investigadores han identificado diferentes
categorías de actores rituales, tales como los sacrificadores, de los cuales cada uno ha podido
observar los rasgos que lo componen (ver por ejemplo, Benson 1974a: 24; Cordy-Collins
1992; Donnan 1977) u otros grupos de especilistas rituales, hombres y mujeres, implicados
en la preparación de las futuras víctimas de sacrificio (Arsenault 1994b; Benson 1974a y
1982a). Particularmente, en su estudio a cerca de los "decapitadores", Alana Cordy-Collins
(1992) recientemente ha buscado demostrnr que los Moche habían sido muy influenciados
por la cultura anterior llamada de Cupisnique (ca. 1000 a 200 años antes de Cristo), en el
capítulo de las creencia<; religiosas ligadas al sacrificio humano, en particular el que consistía
en la decapitación de la víctima del sacrificio. Comparnndo las representaciones de diversos
decapitadores reproducidos en las dos iconogrdfías, este autor sostiene que los Moche no
habrian adoptado simplemente la tmdición de culto cupisnique, pero que la habóan comprendido
y puesto en práctica (ibid: 219).
En el ca-;o de los sacrificados, la gran mayoóa eran aparentemente hombres, se ha
notado que son representados a menudo revestidos de un traje suntuoso (Benson 1982a), pero
a veces también sin ropa, y la mayor parte del tiempo detallados con las manos atadas a la
espalda y la cuerda alrededor del cuello. Estas víctimas humanas sufrían el degollamiento,
luego la decapitación y el desmembramiento (Cordy-Collins 1992; Cuesta Domingo 1972:
285, 293-294; Moser 1974). Los investigadores han propuesto ocurrentemente que los Moche,
a la manem de los Incas más tarde, sacrificaban niños (Berezkin 1987: 275; Hocquenghem
1980b y 1987a: 113; Matos Mendieta 1980: 432).2.5
Muchos han subrayado la importancia del traje en el contexto del sacrificio (Benson
1982a; Cuesta Domingo 1972: 285 y 291), mientras que otros han puesto en evidencia la
utilización de ciertos instrumentos rituales en el marco del sacrificio humano, por ejemplo, la
copa del sacrificio (Bankmann 1980-81; Donnan 1977 y 1979: 172-173; Hocquenghem 1980a),
el tumi o cuchillo del sacrificio (Cuesta Domingo 1972: 288; Kutscher 1982: 120; Moser 1974)
o el fruto del ulluchu (Hultin, Wassen y Bondeson 1987; Wassen 1987). También han sido
identificados determinados lugares para la realización de sacrificios, por ejemplo la huaca
(Moser 1974: 32-34), la montaña (cf. Donnan 1979: 148 y 154; Moser 1974; Recuero Velayos
1988: 26-27, 30) y ]a<; islas guaneras (Benson 1972: 78; Hocquenghem 1982-83).
Igualmente se estableció que podían haber lazos entre los contextos de sacrificios y otros
contextos de acción ritual, como el combate guerrero (Bankmann 1980-81; Benson 1978 y
1982a: 193-195; Bere7.kin 1983: 132 y 1987: 275; Bock 1988; Cordy-Collins 1992: 217; Cuesta
Domingo 1972: 277; Hocquenghem 1978a y 1987a: 116, 120-122; Tyler 1972), combates que
podían a veces implicar grupos extranjeros (Benson 1984; Berezkin 1978; Schuler-Chómig 1979
y 198 l ). También se han hecho aproximaciones entre los sacrificios humanos y el contexto
del consumo de coca (Benson 1974b: 32 y 1984: 373-374), la recolección de caracoles (Golte
1985: 359-361) o ciertos ritos agnuios (Hocquenghem 1987: 121; Moser 1974: 36-37).

25 Sobre este tema, Berezkin (1987: 275) piensa que los Moche destinaban a muerte deliberadamente
muchos más niños de sexo femenino que de sexo masculino y que habrían llegado a matar entre el
25 a 30% de la, muchachas con el fin de mantener un equilibrio entre los recursos alimentarios
disponibles y las presiones demográficas; pero su interpretación es muy rechazable, puesto que ella
no está basada en ningún dato arqueológico o iconográfico serio.

Nº 1, julio 1995 251


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Los iconólogos también han notado que muchas especies animales constituían "una
buen elemento para sacrificio", pero se trata muy a menudo de animales salvajes más que
domesticados (Arsenault 1994a: 418). En efecto, las únicas representaciones de sacrificios de
animales domésticos muestran, sea la consagración de la llama (Hocquenghem 1987: 60), o
la ofrenda del cuy (Arsenault 1992), mientras que las de sacrificio de representantes del
mundo salvaje incluyen el ciervo (Donnan 1982b y 1990b: 23; Hocquenghem 1983a), algu-
nas variedades de pájaros, de crustáceos o de peces, o incluso de arañas (Arsenault 1994a;
Hocquenghem 1987: fig. 171-172). La cuestión de las imágenes de sacrificio de los primeros
frutos, ofrendas consagrndas al período de las cosechas, igualmente han sido abordados por
otros investigadores (Arsenault 1994a; Hocquenghem 1987: 157).
Por su parte, Hocquenghem (1987a) trató de reconstituir los períodos del año en el
curso de los cuales se realizaban los sacrificios moche, en relación con sus calendarios
ceremonial y agmrio. Así, según ella, muchos sacrificios sangrientos que debían asegurar la
intercesión del mundo doméstico se realizaban en los equinoccios, es decir en marzo y en
setiembre (ibid: 125). Esta iconóloga propone igualmente que los sacrificios en montañas se
realizaban en la temporada fría y húmeda, cuando el sol pa<;a al nadir (fines de agosto),
mientras que los sacrificios de niños constituían ritos de paso emprendidos al comienzo de
cada temporada (seca y húmeda) o entronización de un nuevo dirigente (ibid: 113).
Finalmente algunos especialistas han buscado comprender las motivaciones que
sostenían los sacrificios. Que se les defina como acto de piedad (Moser 1974: 30) o como
rito prioritario (Benson 1972: 34 y 1974a: 24), todos concuerdan al concluir que muchas
prácticas de sacrificio de los Moche estaban ligadas a la necesidad de aprovisionamiento de
agua y a la fertilidad de las tierras agrícolas que dependían de este agua (Benson 1982a: 200-
201, 205; Golte 1985: 361; Moser 1974: 36-37; Recuero Yelayos 1988: 30). Sin embargo no
hay que ignornr el hecho de que, como lo sugieren algunas pinturas de vasija ( ver Donnan
y McClelland 1979), ritos de sacrificio muy complejos eran igualmente realizados exclusi-
vamente en el momento del deceso de un gran dignatario, hombre o mujer, lo que es por otro
lado sostenido por una serie de testimonios sepulcrales presentados por muchos sitios ar-
queológicos moche, como Sipán, San José de Moro o Huaca de la Cruz.

Los otros ritos

Entre los estudios temáticos que tratan de otros ritos moche y en el seno de los cuales
aparece una figuración rica y variada, encontramos aquellas que han abarcado las festividades
musicales con danzas y cantos rituales (Donnan 1982b), los festines rituales (Arsenault 1992),
el lanzamiento de proyectiles ornamentados con flores de largos pétalos por los personajes
representados con trajes suntuosos en las figuraciones (Bock 1991; Donnan 1985;
Hocquenghem 1979b; Kutscher 1976) o incluso la representación del cuerpo y del gesto ritual
(Arsenault 1994a).
Por otro lado, entre los análisis acerca de los ritos de carácter privado, algunos
muestran la dimensión sexual de ciertos ritos, sea entre hombres y mujeres (Berg 1993;
Hocquenghem 1977e), entre mujeres y dioses (Hocquenghem 1986; Yergara Montero 1990)
o entre personas de un mismo sexo (Arboleda 1981), a veces aparentemente bajo el efecto

252 Revista Andina , Año 13


Arsenau/t: Balance de los estudios moche

de psicotrópicos poderosos (Dobk in ele Rios 1982). Otros que se relacionan con la tortura
y la preparac ión para la muerte de sujetos masculinos o femeninos como los reproducidos
en la iconografía (Benson 1982a; Hocquenghem 1980-81), a la caza del ciervo (Donnan
1982c; Hocquenghem 1983a) o a otros animales (Tyler 1992), al uso ritual de los vegetales
(Arscnault 1992; Bourget 1990b; Fricdberg y Hocquenghem 1977; Hocquenghem 1984a;
Hultin, Wassén y Bondeson 1987; McClelland 1977; Wassén 1973 y 1989) o incluso al juego
ritual ele los Moche (Hocquenghem 1979c).
De otra parte, los iconólogos han evocado la existencia ele ritos praticaclos exclusiva-
mente por los curanderos en la sociedad moche. Estos curanderos habrían cumplido en efecto
diferentes funciones mágico-religiosas, como las ele sanadores, adivinos y especialistas ele los
ritos ele encantamiento (Benson 1978; Bourget 1989 y 1991; Dobkin de Rios 1984;
Hocquenghem 1977b). Para algunos de entre ellos, el curandero, hombre o mujer, habría sido
también la figura principal de las prácticas rituales específicas, en razón del control que podía
ejercer sobre los poderes sobrenaturales por el sabio uso de los psicotrópicos (Benson 1974b;
Bourget 1990b y 1994; Dobkin de Rios 1977, 1979 y 1981; Frieclberg y Hocquenghem 1977;
Sharon y Donnan 1974 y 1977), pero todavía no ha sido descubierto ningún testimonio
arqueológico convincente que permita sostener esta última afirmación. Donnan (1979: 154),
por su parte, ha planteado la hipótesis de que existía una ideología propia de este grupo ele
espec ialistas religiosos en la sociedad moche. En su conjunto, sin embargo, las diversas
interpretaciones propuestas sobre el tema de estos expertos rituales permanecieron demasiado
generales y si hay que discutir adecuadamente de sus prácticas rituales, igualmente hay que
poder establecer con mayor precisión sus estatus y sus funciones en el seno de la sociedad
moche, e intentar documentarlos arqueológicamente, con el fin de comprender mejor sus
acciones e interacciones en este contexto histórico y sociocultural específico.
Finalmente, algunos analistas han sugerido, pero sin calificarlos explícitamente en
estos ténninos, que los Moche practicaban ritos de intercesión (Benson 1972), ritos de cu-
ración (Hocquenghem 1977c; Sharc)ll y Donnan 1977), ritos expiatorios (Hocquenghem 1979b),
ritos de reproducción (D'Harcourt 1935b; Hocquenghem 1977e y 1986; Hocquenghem y
Golte 1987) y ritos de fundación (Arscnault 1994a).

Los otros estudios temáticos

Sería útil determinar subrayando igualmente las otras materias abordadas por los
iconólogos, como lo maternal (Anton 1973; Arsenault 1991; Benson 1988), las vasijas-
retrato: (Hocquenghem 1977a, 1977c y 19771) y las pinturas faciales (Vergara Montero
1992), el traje moche (Benson 1980; Hocquenghem 1979d), las taras y enfermedades cor-
porales (Urteaga-Ballón 1991), las representaciones de grupos extranjeros (Benson 1984;
Berezkin 1978a; Schuler-Schbmig 1979 y 1981 ), la inclusión de motivos exógenos en la
iconografía moche (Bankman 1979; Nersesov 1987; Prümers 1990; Reichert 1982; Rowe
1971 ), las representaciones animales (Benson 1974a y 1987; Bourget 1990b, 1994a y 1994b;
Cordy-Collins 1994; Hocquenghem y Sandor 1982-83; Lavallée 1970 y 1990; Mattha"i 1983;
McClclland 1993; Schaffer 1983; Souffez 1986). Notemos igualmente los estudios hechos a
partir ele modelos cer:unicos para comprender mejor el trabajo textil (Campana 1994) o

Nº 1, julio 1995 253


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

metalúrgico (Donnan 1973), o incluso extraer las diversas formas de edificios arquitectónicos
moche (Campana 1983).
Igualmente podemos citar los trabajos de otros especialistas que han dacio nuevas
luces, unos sobre las pinturas murales moche (Bonavia 1984, 1985 y 1990; Donnan 1972;
Franco, Gálvez y Vasquez 1994; Mackey y Hastings 1982; Morales 1994; Narvaez 1994;
Schaeclel 1978; Ucecla y al. 1994), otros sobre los textiles (Conklin 1978 y 1979; Hocquenghem
1979d; Keatinge 1978; Prümers 1990; Roussakis 1993) o la metalurgia (Janes 1979; Lcchtman
1978, 1979 y 1984a y b; Lechtrnann, Erlij y Barry 1982; Schaffer 1985), y otros sobre la
dimensión estética ele la proclucción material moche (Harth-Terré 1972 y 1976b); los ins-
trumentos ele música (Cabello y Martínez 1988) o las formas y sujetos ceramios (Bankes
1980; Donnan 1979; Hocquenghem 1981 b), también otros sobre la fabricación ele falsos
(Donnan 1982c) o la importación fraudulenta ele objetos moche por los Estados Unidos
(Benson 1985b). Conviene mencionar igualmente la existencia ele obras que contienen, en
parte o en su LOt.alidacl, colecciones moche conservadas en diversos museos o colecciones
privadas a través del mundo, como: Bankes 1984, 1989, Bawden y Conrad 1988, Benson y
Conklin 1981, Bock 1988, Cuesta Domingo 1980, Della Santa 1972, Hocquenghem, Tamási
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1980b y 1990, Rosenthal 1980, Sawyer 1975, WiLek 1975.
Si para parafrasear a Anne-Marie Hocquenghem (1977d), los iconólogos de los últi-
mos venticinco años han ofrecido una imagen más rica y compleja de los Moche, ele su
mundo a partir ele sus imágenes del mundo, todavía quedan muchos campos inexplorados o
apenas aflorados. Con la integración ele los nuevos datos arqueológicos conocidos a los
documentos iconográficos, se puede esperar que este campo de investigación contribuirá en
forma ejemplar a la interpretación del universo sociocullural moche y ofrecerá imágenes
todavía más claras de aquello a lo que pudo parecerse esta sociedad en el curso de su historia.

Daniel Arsenault,
CELAT, Facultad de Letras,
Universidad Laval, Québec
GIK 7P4 Canadá

Traducido del francés por:


Elia Arauja Muñiz

254 Revista Andina, Año 13


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270 Revista Andina , Año 13


Por:
Juan Carlos Godenzzi, Luis Gómez Acuña,
Carmen Beatriz Loza, Guido Pilares, Tristan Platt,
Juan leva/los Aguilar

páginas, sea una copia hecha por un escribano o


BR1GGS, Lucy T. (ed.). Vocaholario para saber notario público en la primera mitad del siglo XVIII,
hablar, y prununciar la Castellana compuesta a partir de algún lxirrador del siglo XVII. Se Lrata
a la Ydioma Aymara. lnst itute of Amerindian de un documento bilingüe cas tellano-aimara
Studies, OccasionaJ Papcrs Nº 26. University of St. inusual, pues Lrata de a,untos no religiosos, contra-
Andrews, St. Andrews, 1995. 1J 1 pp. riamente a como solían ser muchos de los escritos
bilingües de la época; en él se ofrecen modelos de
textos, integrados dentro de sus respectivas situa-
Este trabajo de Lucy T. Briggs aparece después ciones sociales. Al parecer, los textos están desti -
de su lamentado fallecimiento. Estando en vida, nados a los a.imara hablantes con la finalidad de
ella tenía mucha ilusión en la publicación del ma- que és tos puedan llegar a adquirir mayor compe-
nuscrito anónimo del siglo XVIII que enconlrÓ en tencia comunicativa en el castellano.
la Biblioteca Nacional en Lima -Vocabolorio para El proyecto del documento es interesante: se
saher hahlar, y prununciar la Castellana com- ofrece un vocabulario ajustado a un dominio de
puesta a la Ydioma Aymara- , y para la cual había experiencia y a un contexto discursivo. El apren-
preparado la Lranscripc ión, la edic ión, la Lraduc- dizaje del vocabulario ya no se hace en abstracto,
ción y el análisis. Como un delicado gesto para sino en el mismo acto de la realización del discurso,
honrar su memoria, Sabine Dcdenbach-Salazar se es decir en medio de un ámbito pleno de sentido,
ha encargado de que ese preciado sueño se haga a partir del cual los términos precisan su significado.
realidad, preparando cuidadosamente la edición del En el fondo, hay una propuesta pragmática de ad -
volumen. Por mi parte, con los breves comenta- qui sición de la segunda lengua. Veamos qué situa-
rios que aquí siguen, quiero rendir homenaje a esa ciones comunicativas se nos presentan: (1) escribir
persona de tanta calidad como fue Lucy T. Briggs. una carta; (2) reconocer por escrito una deuda; (3)
Es probable que el manuscrito de la Biblioteca conversar sobre los cultivos y el tiempo; (4) pre -
Nacional, que está incompleto y sólo contiene 16 guntar, estando en el camino, por un artimaJ que se

Nº 1, julio 1995 271


Reseñas

ha perdido; (5) conversar con alguien que llega a aim ara de los mestizos o terratenientes (el llarnado
casa de visita; (6) presentar una querella ante el aimara patrón) ¡, Hasta qué punto es tas manifes-
juez por haber sufrido un robo; (7) conversar so- taciones sociolingüísticas coloniales se continúan
bre un viaje inminente a Cochabarnba; (8) alternar en los socio lec tos contemporáneos correspon -
con conocidos sobre asuntos varios: el estado del di entes? Pero aquí ya nos encontramos frente a un
techo de la casa, fumar cigarros, preparación de la asunto diferente.
chicha para una boda, preparación de huevos re- En general, todos los aspectos de la edición
vueltos, el viento, la pesca y la compra venta de han sido cuidadosamente trabajados; sin embargo,
carneros capones; y, finalmente, (9) escribir de- me parece que en algunos detalles de la trans-
cretos cuando se es alcalde. c ripción se han pasado algunos errores. En el
En su análisis del texto, que atiende diversos número 358 se transcribe el enunciado es malo ser
niveles de la lengua, Briggs llama la atención so bre visuiño {risueño?J y se lo interpreta como 'es malo
diferentes aspectos tanto del castellano como del ser risueño' ; pero si consideramos la traducción
aimara. No sólo señala cómo al gunas grafías uti- aimara yaxanañaxa hanipunigua gualiti señor
1izadas resultan indicios sistem áti cos de la 'ser joven no es bueno, señor', tenemos la pista
fonología, morfofonémica o sintaxis de la lengua para interpretar visuiño no como ' ris ueño' sino
hablada en ese momento, sino aborda también como 'bisoño· es decir como 'joven, nuev o o
recíprocas trans ferencias entre el el aimara y el inexperto' . Tal vez lo mismo pueda decirse para el
castellano, producidas por el contac to. Entre es tos número 223 (¿en vez de elo hubiese no sería lo
últimos fenómenos se encuentran: (a) la confusión viese?). Hago estas observaciones con reserva, pues
hecha por el hablante bilingüe entre la forma de no dispongo del manuscrito y el libro no incluye
tratmniento pronominal informal tú y la forma de sino copia de la primera página del manuscrito.
cortesía usted (señor viseta me Vmd. 'señor, vi- Termino llamando la atención sobre la impor-
síteme usted' ), ocasionado por la inexistencia de tancia de este documento y de los sugerentes co-
esta diferenciación pronominal en el aimara; (b) la mentari os de Brigg s, ta nt o para e l estudio
falta de concordancia de número (a ntes de que diacrónico del aimara y el castellano de reg iones
entre las aguas) debido al hecho de que en aimara andinas co mo para la comprensión de los comple-
no es obligatoria la marca del plural; (c) frecuente jos procesos de transferencia lin güística que acon -
ausencia del obJeto directo y de pronombres re - tecen actualmente en los Andes.
flexivos (absolutamente no [loJ he visto), en
razón de que en aimara el sujeto y el objeto verbal Juan Carlos Godenzzi
son marcados primariamente por sufijos flexivos
y sólo secundariamente por pronombres; (d) el
valor de sorpresa que se atribuye a la forma del
pluscuarnperfec to (este camino havia sido mui NIETO VELEZ S. J. Armando. Francisco del
pedregoso 'este camino era tremendmnente pe- Castillo. El apóstol de Lima. Pontificia Univer-
dregoso'), a la cual se transfiere el valor del sufijo sidad Católica del Perú, Fondo Editorial, Lima,
-tayna 'pasado sorpresivo, 3• persona'; (e) la 1992, 338 p.
ocurrencia del gerundio al inicio del enunc iado
(vendiendo que has de traer 'luego de vender,
¿qué has de traer?), como reflej o del verbo que se Cuidada presentación, estilo literario sencillo,
subordina por medio del sufijo -sina 'aproximativo con interesante documentación: son las primeras
anticipatorio'. frases que podemos decir del libro de Armando
Por o tra parle, Briggs observa cómo la Nieto Vélez.
impronta del castellano se impone sobre el texto En un libro confluyen no sólo los deseos del
en aimara: palabra~ y giros del español se repro - autor o sus auspiciadores si no tan1bién el mnbiente
ducen en la traducción aimara. En suma, el modelo en el cual aparece: todo li bro es también, a su
de castellano propuesto por el manuscrito no está manera, una época apresad a en conceptos. En
libre de interferencias del aimara; y, de otro lado, cum1to a lo primero, el presente libro es una bio -
el aimara uti lizado en la traducción presenta una grafía que ha sido elaborada como parte de los
considerable cantidad de préstamos léxicos y requisitos ex igidos para el proceso de beatificación
sintácticos del castellano. Nos encontrarnos frente del biografiado: "Entre las norm as que la Santa Sede
a sociolectos particulares: el castellano de un gru- ha establecido para la recta marcha de las causas
po füenemente influido por la lengua indígena y el de Beatificación se hall a la preparación de un a

272 Revi sta And ina , Año 13


biografía que, sig uiendo los lineamientos posible no sólo por su empeño y capacidad de tra-
historiográficos actuales, refleje en lo posible la bajo sino porque también contó con el apoyo de
"vida y actividad" ele un siervo ele Dios. Se exige, an1igos, uno de los cuales fue nada menos que el
pues, la co nfección de un estudio orgánico que Conde ele Lcrnos, virrey del Perú, del cual fue
tenga en cuenta, aclemá, de las declaraciones ele confesor (léase consejero ). En el ca,o concreto de
lo s testi gos, la documentación y bibliografía la iglesia mencionada, sin el apoyo monetario del
ex istente; y describa con senci llez y objetividad el virrey esta no hubi era existido.
perfil humano del biografiado y su entorno". (p. Castillo al principio actuó ele manera casi per-
9). Por esta razón el R. P. Peter-Hans Kolvenbach, sonal en estas otras esferas de la vida limeña co-
superior ele la Compañía de Jesús (orden religiosa lonial. Después, estas "obras" serían apoyadas
a la cual perteneció el Padre Ca,tillo) encargó al formalmente no sólo por la Compañía sino incluso
R. P. Armando Nieto la realización de nuevas por el virrey.
investi gaciones al respecto. Los resultados se ven Así, el lector tiene con este libro una cómoda
en este libro. puerta de entrada para conocer mejor la sociedad
Sin embargo, el libro no se siente como una limeña de entonces : la situación de lo que hoy
"obligación", lo cual nos lleva al segundo punto, ll amaríamos los marginados, la rel ac ión ele la
es decir, al contexto en el cual surge: "Ma, debo Compañía con las graneles esferas del poder, el
confesar !dice NietoJ que en la búsqueda ele elatos, fenómeno de la cristiani zación y sus consecuencias
do cumentos y libros me ha acompañado la inspi- (en esto último, se incluye el estudio de aquello
ración ele un a vicia santa jse refiere a la vicia ele que hoy mal se llan1a religiosidad y educación
Ca, tilloJ. Me ha estimulado asimismo el deseo ele "popular"), etc.
que es te trabajo pueda ser útil ( ... ) no sólo a la El libro esta organizado cronológicamente, es
Compañía ele Jesús (...) sino también a la iglesia y decir, de acuerdo a los sucesos de la vida ele Castillo.
a nuestro país. (p. 9). ¿De qué forma, dirá el lector? Las referencias a textos inéditos son constantes
Simple: "En el Perú ele nuestros día,, en donde las tanto que, por momentos, el autor suele parafrasear
graneles masas ele la población tiem.·n hambre ele los documentos que ha consultado (ejemplo: ver p.
Dios y muchas veces también hambre de pan, como 135, nota 20, sobre la Casa de las Amparadas crea-
lo recordó el Santo Padre en su visi ta pastoral de da por Castillo: p. 189 y 196, la reiteración sobre
1985, la fi gura apostólica de Francisco del Castillo lo que comía Castillo; p. 175, sobre las obras y
emerge luminosa del pasado y aparece silenciosa gastos realizados en la construcción de la iglesia
para tocios los sacerdotes del país como un modelo de N. S. de los Desamparados).
evangélico ele "opción preferencial por los pobres, El documento que proporcionó los elatos bási-
ni excl usiva ni excluyente". (p. 291). Este párrafo, cos para elaborar esta biografía es el proceso
concl usión final del libro, será comentado más apostólico iniciado ante el Tribunal Eclesiástico de
adelante. Lima en 1677, con el fin de hacer de Castillo un
El autor, actua l vicepostulaclor de la causa bcalO, el primer paso para luego declararlo un santo.
desde el 3 1 ele octubre ele 1988, es histori ador, Otra fuente utilizada es una autobiografía que
egresado ele la Universidad Católica ele Lima pero, Rubcn Vargas Ugarte publicó en 1960 (aunque,
sobre todo, sacerdote ele la Compañía. El li bro trata por entregas, ya se había publicado en la Revista
de la vida de un jesuita nacido en Lima e n 1615 y del Archivo Nacional del Perú, de 1925 a 1928).
muerto en la misma ciudad, a la edad de 58 años. Además, el autor ha revisado la información que
Su fa ma ha nacido por haber realizado en Lima lo sobre Castillo guarda el archivo general de la
que de forma parecida hicieron otros dos sacerdotes Compañía de Jesús en Roma. Con ello logró no
ele la Compañía en Cartagena ele Indias (Alonso sólo verificar la verdad ele muchos ele los datos que
de Sancloval y Pedro Claver): la cristianización y extrae de las dos fuentes antes mencionadas, sino
prédica constante del mensaje católico entre la que nos ha proporcionado otros que clan a conocer
población negra ele Lima, labor que solía realizar aspectos ele la vicia de Castillo no mencionados por
en la plazuela llamada Baratillo, cercana al actual dichas fuentes.
Palacio ele Gobierno. Fue tambi én cre ador del En este sentido, el libro representa un enorme
"S ermón de las Tres Horas", impulsor de la ex - avance frente a dos biografías de Castillo: la ele
tendida hermandad de la Esc uela de Cristo, creador Buenclía, autor del siglo XVII, biografía llena de
ele la iglesia ele N.S. ele los Desamparados (a cuya exageraciones y datos inexactos; y la de Vargas
virgen solía encomendar sus acciones) y fundador Ugarte, publicada en 1946, que supera a la de
de una escuela para niños pobres. Todo ello fue Buendía pero que necesitaba corregirse y actuali-

Nº 1, julio 1995 273


Reseñas

zarse. Hay el deseo de superar con esta biografía frases. En el caso del conde de Lemos, por ejem-
los meros propósitos "didácticos y moralizantes" plo, cita a Basadre y sólo nos dice lo siguiente: el
de las biografías del siglo XVIl. Si el autor al final Conde de Lemos fue "grande" porque fue un hom-
lo logra es algo que debe ser evaluado con cuidado. bre "sencillo", con "aptitud para tener fe y sallar
Por esta razón, quisiéramos comentar algunos en las tinieblas", con "energía, decisión, audacia",
aspectos del libro que han llamado nuestra atención: "no halagó sino persiguió a los ricos", "jam ás se
1. Se sabe perfectamente que todo documento agazapó en el tortuoso rodeo del contrabandista",
plantea diversos problemas de lo que llamarnos etc. (p. 238).
crítica histórica. En el caso de la fuente principal El problema de estos adjetivos es que no dicen
de esta biografía, el proceso, encontrarnos, según mucho sobre el con tex to social al cual responden
el autor, declaraciones que intentan hacer de personajes como el Conde de Lemos y Castillo .
Castillo un hombre casi perfecto, sin errores en su Basadre, autor citado por Nieto, en su conocido
conduela. Distorsiones, hipérboles, etc., no permi- estudio sobre el Conde y su época nos da, sin
ten avanzar y precisar dalos como se quisiera. En embargo, una pista, al ex plicamos la razón de la
este aspecto, el mérito del autor ha radicado en el dureza con que el Conde reprimió a los famosos
hecho de poder avanzar en medio de esta jungla y sublevados de Laicacota: "Pero el Conde de Lcmos,
proporcionarnos datos que permiten s itu ar a leal a la España de los Austrias, no percibe la ur-
Castillo en su época con mucha precisión. Con gencia de la industria( ... ) en Laicacola im¡xme la
todo, ese "parafraseo", al cual hemos aludido lí- autoridad del Estad o sobre la au toridad de los ri -
neas arriba, a veces lo lleva a terminar glosando cos. La razón de orden público ahoga a,í la de
las fuentes. Esto resulta bastante interesante pues convivenci a. El absolutismo político, teñido, pese
así accedemos a la vida de Castillo casi de manera a su cruel intransigencia, de fervor reli gioso, vence
directa; sin embargo, esto casi siempre conlleva el al capitalismo incipiente" 1 • Es una interesante hi-
riesgo de convertir un libro en un mero ejercicio pótesis de trabajo. No para llevarlos a decir que
narrativo, importa conocer con mucha precisión hay capitalismo en e l sig lo XVíl pero si en cuanto
los datos que servirán para el análisis respectivo a ver: ¿cómo se expresa ese ideal absolutista en el
pero -y volviendo al caso que nos ocupa- nos Perú del siglo XVU? ¿No será que esta forma de
hubiera gustado que el autor explicara un poco más fervor religioso, al cual alude la ci ta, posibilitó la
ciertos asuntos. aparición de personas como Castillo, Isabel Flores
2. Esto último no es sino analizar el libro de Oliva, entre otros?
desde los propios parámetros dados por su autor:
pretende no sólo hablar sobre el "perfil humano" 3. Algunos dirán que aclarar estos temas
de Castillo sino también sobre su "entorno". Pre- puede llev ar a elaborar biografías que no son tales,
cisamente, es ese entorno el que a veces no se co n largas digresiones. El autor percibe este peli -
explica con claridad en el libro . En otras ocasio- gro y ello explicaría el que no se ex tienda más sobre
nes, más bien da la impresión de que ciertas afir- ciertos temas. El problema surge más bien cuando
maciones revelan mucho más ciertas ideas a priori aspectos y acciones de la misma vid a de Castillo
del autor que el entorno que intenta explicar. no son debidamente ac larados. Ejemplo: cap. XX,
Ejemplo: p.63, cuando se refiere a los deseos de cuando se habla de las experiencias místicas de
Castillo de ir "en misión" a la selva. Esto lo lleva Castillo, narrada, ampliamente en su autobiogra-
a referirse a los primeros jesuitas que trabajaron fía. El autor explica esta actitud -en parte- aludien-
con los chiringuanos en 1587: "Pero la mi sión do al impacto psicológico de lecturas hechas por
cosechó más desventuras que éx itos. Los heroi cos CL, tillo que narraban o explicaban es te tipo de
conatos de los padres pudieron poco frente a unos vivencias. Pero al final concl uye: " La causa de ello
nativos que además de belicosos eran volubles y es ev idente: es la inefabilidad esencial inherente a
vagabundos". Otro ejemplo: nota 38, p. 239, en fenómenos que tra,cienden toda posibilidad de
alusión al gobierno de Lemos: "el fuerte contraste plasmación verbal o escrita. A los lectores de ayer
entre el gobierno de Lemos y el relajado de la o de hoy [de su autobiografía] sólo les resta a,pirar
audiencia que le sucedió está claramente señalado a barruntar la profundidad de tales enc uentros o,
por Ba,adre y por Lohmann, quienes en esto se en el mejor de los casos, a,om arse a lejanas simi-
adhieren a los enérgicos juicios de José de la Riva litudes". (p. 222).
Agüero, paladino reivindicador de la grandeza
histórica del virrey". No hay en el libro una de- El Conde de Lemos y su tiempo. Lima , 194 8,
mostración de por qué son ciertas estas y otras 109- 110.

274 Revi sta Andin a, Año 13


Hay un problema de apreciación pero también años del collegio fundado para los hijos de los
m ucha cautela, lo cual es más acusado cuando caciques y el fin de él que es imponerlos en
examina. con mucho escep ticismo, lo referido a buenas costumbres y apartarlos de sus padres,
"mi lagro s" y "experiencias sobrenaturales" que por que con su mal ejemplo no aprenden las
rodean la vid a de Castillo. Con todo, Jo cierto es su¡x,"Tliciones de su antigua religión y volvien -
que los historiadores admiten que hay person,L~ do después a sus pueblos puedan enseñarles lo
que creen since rame nte en la ocurrencia de este que han aprendido, que será cosa muy fácil por
tipo de sucesos y que, incluso, pueden "ex peri- la gran autoridad que tienen para con sus súb-
mentarlos", es dec ir, vivirlos. Su labor consistiría ditos todos los indios princ ipales" .3
en explicar estos hechos como interesantes fenó-
menos socioculturales. El histo riador, más que Siempre se habla sobre la instrucción "selecti-
es tudiar el origen (léase principio) de las cosa~. se va" de la Compañía. sobre educar a los que serán
interesa por analizar sus ca usas y consecuencias. y son "líderes" y "doctos" . Pero en lo que no se
Lo cierto es que en general, la gente de hoy da incide tanto es: 1) en decir de qué tipo de liderazgo
menos credibilidad a este tipo de vivencias que se esta hablando; 2) en las razones que se esgrimen
décadas atrás. ¿Por qué? En la p. 208 y ss. se explica para este tipo de educación y 3) en las conse-
algo de ello (aunq ue en re ferencia al problema de cuencias de dicha "política" educativa. Por ello no
las apariciones "demon iacas") pero no se da un a es raro que ]meas después se aluda a los problemas
explicació n clara del desenvolvimiento de estas que están generando las famo sas "idolatrías", en el
actitudes e ideas no sólo en Europa sino, sobre todo, logro de este particular proyecto evangelizador, en
en Lima. la zona de Huarochirí. Esta cita, con todo, es por
Cieno: contra este tipo de análisis atenta la falta demás clara y nos exime de comentarios mayores.
de estudios previos. ¿Qué sabemos modernamente, Pero lo que casi nunca se dice -y la cita sólo
por eJemplo, so bre la educación en los colegios de lo sugiere- es que no existe más que una diferencia
la Compañía durante la colonia? Salvo el libro de de grado entre la educación de élite y la educación
Lui s Mart ín 2 , muy poco o nada . Rec uérd ese "popular", como tal vez -y por influencia directa
además que este libro estudia la educación en los de estudios socio-antropológicos actuales- algunos
estratos altos de la sociedad colonial limeña. Y es puedan creer: no es que el "pueblo" crea en cosas
n ecesario inda gar más sobre la mal llam ada totalmente distintas a lo que piensa la élite. Ello no
"educación popular". En este sentido, Castillo no quita que no existan diferencias y desigualdades
es diferente de muchos religiosos de la época. En entre estos dos grupos, sino que cada grupo -de
las famosas Letras Annuas, a las cuales tuvo acuerdo a su propia situación social, sentido co-
acceso el autor, este y otros temas pueden es tudiarse mún, ele.- interpreta y vive las ideas y hechos que
con cierta claridad, por lo que el escollo de la faltJ le llegan o soporta de acuerdo a su propia manera.
de estudios previos pudo salvarse mejor. Pero, incluso, esa manera tan particular de ser se
Vcamos, por ejemplo, la Letra Annu a de 1620 nutre de experiencias colectivas, de patrones cul-
citada por el autor. En ella se alude a la labor de turales y sociales aceptados desde el personaje de
los jesuitas en tre la gente de la doctrina del Cerca- élite hasta el más pobre.
do, cercana a Lima. Y sobre la instrucción y el Hay, volviendo a lo de la evangelización. ra-
adoctrinamiento que se imparten se lec: zones más prácticas para este tipo de actuación:
''Todos los días, una hora antes del amanecer, como orden religiosa la Compañía no podía llegar
se juntan los indios e indias en la iglesia. en la a todos . Entonces, ¿no sería mejor llegar a los lí-
cual después de haber oído misa cantada con deres, adoctrinarlos y dejar que los demás "lleguen"
buena música. son instruidos en el catecismo; por añadidura. es decir, por seguir a su lider? In-
con Jo cual pueden después de acudirá traba - sistimos: si esta política resultó o no, es algo que
jar con que se sustentan, y es buen argumento requiere de más estudios al respecto.
de estar bien fund ados en las cosas de nuestra Ahora, ¿cómo situar la obra educativa de
san ta fe, no hacérseles esto pesado. Hay es- Cas tillo en este esquema? Cierto, parte de lo expli-
cuelas donde los niños aprenden a leer, escri -
bir y canto de órgano ( .. .). Ya se ha dicho otro
3 Letras Annuas de la Provincia del Perú de la Com -
pañía de Jesús. 1620 a 1724", Revista de Archivos
2 The Intcllcctual Conqu est of Peru. Thc Jcsuit y Bibliotecas Nacionales, año lll, vol. V, primera
Collegc of San Pablo, 1568-1767. i\ew York, 1968. entrega (Lima), 1900. La cita es de la p. 58.

Nº 1, ju!io 1995 275


Reseñas

cado es lo que muchos llaman el "carisma" de la suita preocupado por estos temas fue el teólogo
Compañía, algo que se puede saber sin ser histo- Luis de Molina., sobre cuyas obras se apoyó mu-
riador. Tal vez por esta razón el texto de Nieto no cho Sandoval a la hora de escribir este y otros li -
dice mucho. Pero, insistimos: no se conoce mucho bros. Molina consultó a personas "doctas" sobre
sobre las consecuencias de la aplicación de estas este tema antes de dar su propio juicio. Uno de
ideas en el Perú colonial. De repente, lo que sucede ellos fue el padre Luis Rrandón, rector de la Com -
es que no existen documentos más explícitos al pañía que trabajaba en San Pablo de Loanda. Su
respecto. Se impone, con todo, una mayor inves- juicio fue categórico: la esclavitud era lícita6 •
tigación, sobre todo para el caso de las "clases ¿Cómo afectó todo este tipo de discusiones a
JXJpulares": recordemos que la conjunción de LO - Cas1illo? Tal vez nunca sepamos Jo que pensaba.
das estas ideas y conductas impartidas por los Demás esta decir lo difícil que resulta investigar lo
evangelizadores urúdas a las ideas y conductas que más profundo del sentir humano. Es a ello -supo-
previamente tienen los "evangelizados" hará que nemos- a lo que el autor debe referirse, en parte,
se vaya perfilando lo que hoy llamamos "religio- cuando se refiere a lo "inefable". Pero lo que sí
sidad popular". podemos saber es la posición de una institución
Por último, sería interesante saber cuál(es) respecto a ciertos problemas . Y sobre ello, el libro
fue(ron) la(s) posición(es) de la Compañía de Je- que reseñamos no nos da muchas pistas.
sús frente al problema de la esclavitud negra en el La pregunta final sería: ¿hasta qué punto las
Perú y América. Recordemos que en estas personas críticas iniciales al "ministerio" de Castillo entre
se centró la labor de Castillo: nos referimos a la los esclavos, libertos y dem ás gente pobre del
gente esclava y liberta del Raratillo. Es necesario Baratillo, a las cuales alude el autor, no eran sino
saber más sobre este tema porque, entre otras cosas, la parte más visible de este tipo de discusiones,
la Compañía -como cualquier persona e institución que expresaban arthelos, deseos y temores sobre
importante de la época- también tenía sus escla- este y otros temas en el Perú? ¿Qué actitud tomó
vos. Era algo normal. Pero no por ello algo "bueno" la Compañía en el Perú frente a este asunto?
para todos. En este sentido, juzgar no tiene nada 4. La conclusión final de este libro, la cual
de criticable, a condición de que se haga con los hemos citado al comienzo merece un apunte final .
presupuestos étnicos de la época. La pregunta, Bien: sabemos que la iglesia suele impulsar estudios
entre muchas otras, es ¿existió una crítica al siste- históricos con el fin de apoyar mejor la re fl exión
ma esclavista en esos años? Curiosamente la crí- o "discernimiento" de las conductas de su s
tica a la esclavitud en América comenzó, en cierta miembros. Esas conductas pueden ser un "testi -
manera, con la persona a la cual se le ha achacado monio o un "antitestimonio" a tomar o desechar
su estímulo: Bartolomé de Las Casas. Al final de hoy. Y, cierto, en el Perú de hoy, con inmensas
su vida, Las Casas se arrepentía de haber sugerido mayo rías debajo de los límites de la sobrevivencia,
que se trajeran negros del Africa para "aliviar las bien puede la figura de Castillo servir como mo-
penurias" de los indios, pues el remedio había delo a seguir. Sin embargo, el problema de esta
resultado peor que el mal4 • También Alonso de actitud al nivel de la investigación histórica surge
Sandoval, otro jesuita que hemos mencionado, tuvo cuando estos deseos (no dudamos que muy since-
este tipo de dudas. Recordemos que él fue el autor ros y honestos) se suelen trasladar a personas que
de un libro sobre este y otros asuntos 5 • Otro je- no lo sufrieron o gozaron. Para decirlo más direc -
tamente: Francisco de Castillo, con los elementos
y "utillaje mental" de su época hizo lo que mejor
4 !sacio Pérez Femandez ha trabajo estos temas, tal pudo y mucho más. De ahí su popularidad y el
vez con excesivo apasionamiento. Con todo, remi - hecho de que se proponga su beatificación. Pero e l
timos a sus trabajos, sobre todo la edición que hace no fue una especie de educador alternativo ("au -
de un escrito de Las Casas: Brevisima Destrucción
del Africa. Estudio preliminar, edición y no1.as por
téntico propugnador de la educación popular" dice
[sacio Pérez Femandez O.P. Salamanca - Lima : el autor) ni "defensor" de indios ni esclavos. Esto
Editorial San Esteban - Jnsituto Bartolomé de Las
Casas, 1989, 300 p.
5 Nos referimos a De lnstauranda Aethiopum Salute, 6 Un estudio corto sobre este tema está en la introduc-
libro publicado en 1627. De él se ha hecho una edi - c ión de Enriqueta Yila Yilar al libro citado. De él
ción moderna: Un tratado sob r e la esclavi tud . tomamos algunos datos e ideas menc ionada s en esta
Introducción, tran scripción y traducción de Enriqueta parte de la reseña. Lo del sacerdote Brandón esta en
Yila Yilar. Madrid, Ali anza Editorial, 1987, 614 p. la p. 24.G

276 Revista Andina. Año 13


no quita sus aportes e intuiciones. En general los cionados y trabajados por un equipo del departa-
miembros de la Compañía de Jesús -qué duda cabe- mento de antropología americana de la Universi-
intuyeron en el plano educacional, por ejemplo, dad de Bonn, cuyo centro de interés es la econo-
muchas cosas que la pedagogía moderna ha inte- mía pastoril. El objetivo es "estudiar los cambios"
grado a sus propuestas (las redes de colegios, ru - sucedidos después de la aplicación de la política
dimentos de educación personalizada, etc). E in - del virrey Francisco de Toledo en la provincia de
cluso cierta, partes de su proyecto (la espiritualidad Chucuito entre 1569 y 1582.
ignaciana) se encuentra en consonancia con algu - Los documentos fi scales y eclesiásticos reuni-
nas corrientes de la psicología moderna, como son do s en los anex os son los siguientes: el duplicado
ciertas ramas del actual psicoanálisis. Por cierto de la tasa de Chucuito establecida por el virrey
que no Lodos los miembros de la Compañía siguie- Toledo en 1574, exactamente dos años después de
ron estos rumbos, pero ello es algo que no nos toca la visita local hecha a la misma provincia por Juan
discutir por ahora. Lo cierto es que Castillo es un Ramirez Segarra y Pedro Gutierrez Flores (p.
hombre del siglo XVII qu e trató de llevar a la 1-88). Esta tasa es fruto de las discusiones entabla-
práctica, lo más escrupulosamente posible, aque- das entre este último y el virrey Toledo para cal-
llas idea, impartida~ ¡x>r Ignacio de Loyola décadas cular y fijar los montos de los impuestos. De ese
atrás. Pero además, es "hijo de su tiempo". ¿De proceso se conservan los autos, particularmente
qué manera? Es algo que necesita aclararse más. elocuentes en la repartición del impuesto a nivel
El libro brinda muy buena información, nos de los tríbutarios. No existe documentación equi-
sitúa en una é¡x>ca y en una problemática. Por ello, valente para otras encomiendas del virreynato del
debe ser útil herramienta para investigaciones y Perú lo que incitó a los autores publicarla (p. 89-
discusiones futuras, aunque -i nsistimos- nos hu- 139). Completa ese conjunto, la segunda tasa esta-
biera gustado que el autor hubiera aclarado una blecida por el mismo virrey Toledo en 1579,
serie de tem a,, ampliando otros y desarrollando después de las transformaciones efectuadas a ins-
algunas de sus propias intuiciones. Con todo, hay tanci as de varios informes administrativos (p. 141-
que agradecer al autor y su libro el habemos im - 168): a) la suspensión de la práctica de "graduar"
pulsado a planteamos todos estos problemas e los montos del tributo en función de la posesión de
interrogantes. recursos ganaderos del "grupo tributario clasificado
como aymara"; b) el aumento del número de
Luis Gámez Acuña mitayos.
También se publica, el informe original del
obispo doctor don Pedro de V alcncia hecho en 1619
JULIEN, Catherine J., ANGELJS, Kri stina, VOB, (p. 169-175). La elección no se basa en criterios a
Alcxandre, HAUSCHILD, Annelle. Toledo y los priori, pues és te describe las parroquias del "cer-
lupacas: Las tasas de 1574 y 1579. Estudios cado de La Paz" y de Chucuito. El obispo nos ofrece
Preliminares por Catherine Julien . ( Bonn er informaciones cuantitativas sobre el número de
Amerikanistische Studien, 23). Bonn: Holos, 1993, tributarios de la provincia basadas en una contabi-
xliv+223. lidad de la prestación anual de mitayos para servir
en Potosí (a nivel de las siete cabeceras). En el plano
cualitativo, el punto de vista del obispo es central
La edición de la Visila hecha a la proviru:ia de para comprender la as istencia en los hospitales en
Chucuilo por Garci Diez de San Miguel [1567] es la década de 1570 y su posición crítica acerca de
un hito en la historiografía andina. Desde entonces la limitación del "poder" del clero en las parro-
-aproximadamente treinta años- se suced ieron va- quias rurales en ese período.
rios estudi os acerca de los lupacas y se mantiene Con relación a la transcripción y el estableci-
el interés por estos paqores del lago Titicaca. Así miento del texto, bajo la responsabilidad del equi-
lo confirma la publicación de un volumen que las po de antropología, es notorio que obedece a cri-
ediciones Holos consagran a varios manuscritos terios estrictos (p. XLI-XLil). Transcriben los ma-
inéditos acerca de la política adm ini strativa del vi - nuscritos en su totalidad. En ese punto me parece
rrey Francisco de Toledo, dispersos en archivos ejemplar, pues no eliminan las formulaciones ju-
andinos y europeos. El ejemplar agrupa esos do - rídicas y no introducen nola5 so bre el valor de la
cumentos por su " fuerte contenido etnológico" información como se observa en más de una edi-
acerca de diversos "aspectos de la economía ru - ción de fuentes coloniales andinas del siglo XVI.
ral" entre 1574 y 1619. Los mismos fueron selec- La foliación es conservada en los inventarios, como

Nº 1. julio 1995 277


Reseñas

un dispositivo útil para la lectura y el análisis (p. función de la magnitud de su ganado, método em-
XLlll-XLIV) 1• En swna, se trata de una docwnen- pleado hasta 1579); b) el monto más bajo del tributo
tación preciosa, tamo para la historia social y ad- en relación a otras provincias vecinas.
ministrativa colonial, como para la identificación Los cambios estructurales en la organización
de cifras indispensables para el cálculo de la evo- administrativa de la provincia de Chucuito, no sólo
lución de la población lupaqa en el siglo XVI. locaro~ los asrx;ctos fiscales, sino también la orga-
Un ensayo de Calherine Julien suministra los ruzac10n ecles1asuca de la provmc1a de Chucuito .
elementos útiles para la comprensión de esos En el plano eclesiástico, el cambio cenlral fue la
manuscritos. La autora persigue probar a partir de expulsión de los dominicos, pero también la plani-
datos demográficos y económicos que el rey de ficación de un sistema para refor.i:ar la doctrina de
España confirió a sus súbditos lupaqa un trata- los lupaqa, dotando de mayor número de curas e
miento "insólito" en relación a sus demás vecinos iglesias a cada una de las siete cabeceras. Sin em-
del altiplano . Para demostrarlo se orienta funda- bargo, la administración no ofreció condiciones
mentalmente al aspecto administrativo. De una materiales para llevar a cabo esos objetivos has ta
parte, compara las cifras de las listas de tributarios 1590 (cuadro 8). Sabemos que Toledo proyectaba
con aquellas establecidas en las lasas, de manera establecer una relación teórica de un cura por cada
a obtener una distribución de la población del con- 450 tributario s, aspiración que no pudo
junto lupaqa de 1574 a div ersos niveles de la concre~izarse porque suponía un atuncnto suple-
organización social (cf. cuadros 1 a5, p. XIII -XVI). menlano de la lasa. Aunque, seg ún la argumenta-
Dada la dispersión de los /upaqa en el ámbito ción de Toledo -basada en la información del
geográfico de las diferentes jurisdicciones colo- contable Ramirez Zegarra- la nueva lasa era tanto
niales considera oportuno Lomar en cuenta esta o más que las anteriores. Sensiblemente los dalos
distinción. A la vez, insiste en la diferenciación de no permiten determinar la remuneración en dinero
las categorías de urus y aymaras diseminados en de los curas, ni tampoco cuantificar los servicios y
las "provincias cercanas". A partir de esa cifra, ofrendas comestibles ("ración y camarico") .
sostiene que los lupaqa pudieron eludir la mita Las lasas teóricamente debían aportar infor-
minera y otras cargas locales, pero no pudieron mac10nes sobre el pastoreo -o bjetivo mayor del
escapar al pago del tributo. eqmpo de antropología- pero las referenci as son
escasa~ y restringidas para diferenciar el ganado y
El impuesto era calculado en función de los que su distribución entre los diversos niveles de la or-
"buenamente podían pagar" por cabeza (4 pesos y ganización social.
3.5 tomines por tributario en 1574 ). O sea, que "era Las tasas especifican las obligaciones de las
el grupo y no el individuo" que cumplía con esta autondadcs lupaqa y también sus privilegios, (ex -
responsabilidad y lo repartía de "manera racional" celente ayuda para la elaboración de genealogías).
(p. XVII). Este tributo antes de las transformacio- Pero: como nos los señala la autora, estos papeles
nes toledanas debía ser conmutado en plata para lo rclleJan sobre Lodo la "teoría política" de la Corona
cual los lupaqa vendían su trabajo en Potosí. El en materia fiscal. Así lo muestra las pláticas de
!o
~irrey ledo no hizo más que acelerar ese proceso Pedro Gutierrcz Flores, artífice de esas medidas
unpomendo una parte del tributo en metálico a provechosas para _los lupaqa (p. XXXII): baja de
partir de un ajuste entre la contribución de los in- las tanfas tnbutanas, sacerdotes y doctrineros con
dividuos que se encontraban en los centros mine- buenos salarios, derecho a trabajo con jornal sin
ros y los asentados en la provincia. Los cambios posibilidad de rechazarlo. Al final, la autora sostiene
sufridos entre 1574 y 1579 dan cuenta desuco- que el virrey Toledo -inspirado en la teoría política
rrección. A la luz de los eventos relacionados con del estado europeo y la influencia de Pedro
las lasas -reswnidos en el cuadro 7- y una com- Gutierrez Flores- intentó desarticular "el antiguo
paración con otras lasas establecidas para diferen- lazo que había existido entre el príncipe y sus
tes encomiendas determina algunas características súbditos". Su proyecto fue reanudado de una nue-
que diferencian bien la política fiscal colonial: a) va manera, pero "no dio buenos resultados".
la determinación de un grupo de "indios ricos" que El ensayo me llama la atención. La autora ar-
contribuyen con una tarifa más alta (calculada en gumenta que la política de la Corona española con
sus súbditos lupaqa fue "inscílita", pues consisli cí a
El volumen tiene varias imperfecciones a nivel convenir a los lupaqa en un gru¡xi "privilegiado
lingüístico y tipográfico, por ejemplo la falta de por- frente a sus vecinos". A partir de sus datos, prove-
centaJes en el cuadro 3, p. XVI. ruentes de papeles fiscales y eclesiás ticos enume-

278 Revi sta Andina, Año 13


ralas prerrogativas administrativas que los lupaqa to, los Qhari denunciaron ante los tribunales su in-
tuvieron durante el régimen del virrey Toledo. capacidad para cumplir con las demandas fiscales
El restringido corpus documental que utiliza y de la Corona y entablaron un pleito a los corregi-
la~ garantías que ofrece al lector para probar su dores de Chucuito 2 . Recordemos que la tasa que
argumento nos permiten inferir que sus conclusio - por entonces pagaban era la establecida por Toledo.
nes deben ser tomadas como provisorias. Aceptar Entonces, conviene preguntarse ¿el período tole-
que los lupaqas desembolsaban metálico o pro- dano fue una coyuntura favorable en la historia de
ductos tasados en función de lo que "buenamen.le la dominación política colonial de los lupaqa?
podían pagar" (p. xxiii). es incompatible con los
datos provenientes de expedientes jurídicos pos- Carmen Beatriz Loui
teriores a Toledo. Esta expresión propia del dis-
curso de la época estaría destinada a poner de 2 Archivo panicular del Ing. Anuro Posnansky, La Paz.
relieve los deberes de equidad del rey en materia "Cuaderno de Instrumentos ... ' . Cf. Thicrry
de justicia y de !iscalidad. Pero de ninguna mane- SAIGNES, Carmen Beatriz LOZA "Pleito entre
ra sirven de indicadores del impacto de la ta5a en Banolomé Qhari, mallku de los lupaqa y los corre-
la sociedad lupaqa. Gran parte de sus apreciacio- gidores de Chucuito (1619-1643)". Historia y Cul-
tura , Sociedad Boliviana de Historia, 1984, 5, 29-
nes son obtenidas a partir de los autos de la ta5a,
48. Las conclusiones, la bibliografía y el anexo do-
es decir a través de un documento altamente nor- cumental en Historia y Cul1ura, Sociedad Boliviana
mativo que tiene el estatuto de una resolución de Historia, 1984, 6, 183-193.
judicial. Conviene preguntarse: ¡,Cómo aprehender
la realidad social de los lupaqas y el tributo a partir
de los autos que los funcionarios produjeron con
sus propios instrumentos de percepción, descrip- CERRON -PALOMINO, Rodolfo . Diccionario
ción y medida? ¿Las tasas son una fuente efectiva Unificado del quechua sureño. Biblioteca Na-
para evaluar su impacto? cional del Perú, Lima, 1994.
Los fragmentos de las pláticas hecha5 a los
lupaqas por Pedro Gutierrez Flores en 1579 indu-
cen a pensar que los lupaqa: " ... avían de ser mas Con retraso, la Biblioteca Nacional del Perú
rrelebados en sus tributos y personas que los demas acaba de publicar (octubre 1994), el lexicón
yndios que otros encomenderos e comarcanos a quechua regional sureño preparado por Rodolfo
esta provincia ... la qua/ hazia diferen.lemente Su Cerrón-Palomino en 1989. Las razones de la pos-
Magestad pues lo mandaba tralar como a hijos .. ." tergación de la edición son explicadas en la nota
(p. xxxii). Los términos de esta plática de Pedro informativa de Martha Femández López, y sólo
Gutierrez Flores -consejero del real patronato, aludirnos a este hecho cronológico para ubicar al
confesor del virrey Toledo y visitador- coinciden lector que quiera seguir el desarrollo teórico del
con las conclusiones emitidas por Julien. Sin maestro huancaíno. No es éste su último trabajo
embargo, conviene tomar]a5 con precaución hasta lexicológico. Debemos anotar que en marLo de
que sean probada5 de manera más convincente, a 1992 se publicó el Vocabulario razonado de la
la luz de los resultados sobre otras encomiendas. actividad agraria andina (Cuzco, CERA Las Ca-
Las escasas referencias comparativas que ofrece sas), trabajo colectivo con Enrique Bailón Aguirre
al lector como garantía de un tratamiento particu- y Emilio Chambi Apaza.
lar de los lupaqa no son citadas en el texto. La lectura del breve prefacio nos permite com-
La verificación es importante, porque las prender las intenciones del autor. Hace una pro-
fuentes de carácter jurídico de fines del siglo XVI puesta de diccionario unificado. Los diccionarios
y principios del siglo XVIl muestran que la polí- del quechua han sido marcados ab Holguine por su
tica de la Corona en materia fiscal no fue "bené- sesgo dialectal. La naturaleza sociolingüística y la
vola" con los lupaqa y desencadeno un intere- distribución espacial del quechua así lo exigían;
sante debate entre los miembros de la sociedad pero en estos últimos años ha tomado cuerpo la
colonial acerca del reclutamiento forzado y perió- preocupación por herramientas comunicativas
dico de los trabajadores para las minas de Potosí. supradialectales, orientadas a la unificación de los
Según un documento proveniente de un archivo distintos grupos quechua hablantes, entre los que
particular de La Paz, este debate fue promovido deben ser incluidos también los usuarios del pecu-
por los caciques Qhari de Chucuito Anansaya a lo liar pidgin interlectal que surge de la interacción
largo de la primera mitad del siglo XVll. En efec- del quechua y el castellano.

Nº 1, julio 1995 279


Reseñas

La gran preocupación de Rodolfo Cerrón es El hablante acomoda sin ninguna dificultad sus
lograr la lengua general (la cara lCOlVT) de los peculiaridades articulatoria5 al cont.cxto gramatical
griegos) desde los inswnos dialectales y los datos en el que aparecen las expresiones.
sobre el quechua del S. XVI. En particular, este ¿Se puede avart2ar hasta obviar las marcas de
dicionario ha sido trabajado a partir de las varian- laringalización en el quechua sureño? Hay por lo
tes ayacuchana y cuzqueña (Cf. sus fuentes: Soto, menos, dos razones para aftnnar que sí. La primera
Lira, Cusihuamán), y cualquiera que conozca algo es que representa una real fórmula de avance en la
de los andes sur centrales admite racional esta unificación de variantes, por lo menos desde el sur
elección. No hay motivos de peso para sugerir que del Mantaro hasta el Altiplano. La segunda, una
el llamado "quechua chanca" sea parcelario res- simplificación ortográfica que facilita la alfabeti-
pecto del cuzqueño. Hay muchos argumentos en zación del usuario. Nosotros (esto es, el CAOEP)
favor de la integración de ambas variedades. Es hemos optado por ese camino, y las dificultades
cierto también que el quechua sureño debe incor- con las que tropezamos no son mayores que cua-
porar la variante altiplánica., inclusión que la su- lesquier otras de orden educativo.
ponemos entre los planes del autor. Lo que resulta debatible como argwnento es
Para llegar a la unificación del quechua se utilizar, como lo hacer Rodolfo Cerrón, el caso del
requieren ciertos pasos de orden técnico. Uno de castellano como prueba de los inevitables desajustes
ellos, que ha causado muchos sinsabores y más de entre norma escrita y realización fonética de va-
una anécdota pintoresca, es el referido a su nonna riante. En el quechua las discrepancias entre escrito
ortográfica. Cerrón le dedica tres carillas al deba- y hablado proceden de di sincronías; en el castellano,
te, por momentos atrabiliario, con los llamados en buena medida, de los desencuentros en la
"pentavocalistas". Comprensible preocupación
para cuando fueron redactadas. Por suerte, la dis- evolución histórica del código oral respecto del
escrito.
puta ahora periclita y la razón se impone.
Más importante es advertir que la decisión Finalmente, el lector se hallará frent.c a un estilo
sobre las reglas de la fonemática 1 quechua pasa por muy peculiar de redactar en castellano. Abundan
un debate morfosintáctico y semántico. Como es términos no canónicos acuñados por el autor, que
de esperarse en las ciencias humanas, el anális is los hemos bautizado como rodolfismos:
de los procesos lleva siempre a optar por topologías "escriturario" es uno de ellos.
integradoras. Así, pues, proponer una norma de Hasta aquí un comentario general sobre el breve
escritura implica asumir un enfoque de lengua. prefacio del Diccionario. Quien quiera conocer más
¿Es sostenible el planteamiento ortográfico del exhaustivamente los puntos de vista de Rodolfo
autor? Por lo que toca a su propuesta central, no Cerrón sobre norma escrita del quechua puede
quedan dudas. Cualquier norma ortográfica debe recurrir a otros artículos suyos. Me parece inevi-
ser lo suficientemente flexible como para lograr la table recomendar el artículo "Acerca del uso de los
comunicación interdialectal, y lo necesariamente alfabetos oficiales quechua y aimara" insertado en
rígida como para conseguir que el texto escrito El quechua en debate, editado por Godenzzi y
refleje el espíritu de la lengua. No es posible, como publicado por el CERA "Las Casas" (1992).
se ha repetido con frecuencia., aspirar a una escri- Observemos ahora las listas léxicas que for-
tura que reproduzca la fonética de la lengua. El man la parte medular del libro.
modelo alfabético fenicio (del cual procede el que Redactar un diccionario es proponer una anto-
ahora usamos) venció la resistencia de las varia- logía léxica. Siempre se excluirán algunas palabras
ciones precisamente porque se adaptaba tanto al e incluirán otras. Nadie quedará jamás satisfecho
indoeuropeo cuanto al semita, y porque se puede por las ausencias o presencias de palabras. No
adaptar a cualquier otra familia lingüística. Expe- discutiremos aquí cuán extensa o exhaustiva es la
riencias realizadas con hablantes nativos de lista propuesta en el diccionario que se comenta.
quechua cuzqueño prueban que una norma de es - Veamos sólo algunos detalles llamativos:
critura que equidiste de la variante local tanto como Respecto de hispanismos, el autor ha elegido,
de la "chanca"puede comprenderse íntegramente2 • creo que bien, sólo los más interesantes, o los de
incorporación más remota, de manera que quedan
fuera entradas banales. Por lo mismo, la propuesta
En la acepción del Pike, dotar de escritura a una
lengua ágrafa.
2 Aludo a los casos de alfabetización de adultos en las CADEP "José María Arguedas", mi institución de
que el Centro Andino de Educación y Promoción, trabajo, tiene experiencia, creo que suficiente.

280 Revista Andina, Año 13


etimológica en muchos de esto s casos puede pa- rrolla en las plantas de ciénaga, pasando a
recer extraña; pero es siempre racional. No olvi- "metacercaria", que finalmente parasita el híg ado
demos que rastrear el étimo de los his panismos del ganado y se desarrolla hasta qalluqallu adulto.
de incorporación temp rana exige recu rrir a Así pues, el qalluqallu es en su juventud el inqui-
coineizac iones de los siglos XV[ y XVíl, algunas lino del tracto digestivo del q' isu, q' isu q' isu o
de cuyas descripciones están todavía en debate. ch' uru. Parásito e intennediario han siclo glosados
En cuanto a fitónimos y zoónimos, anoto al - en es te diccionario como "qalluqallu".
gunos reparos: Ahora bien, desde lecturas más simples, el suri
(sub voce) es ñandú fPterocnemia pennata] y no
Llama la atención que no siempre se haga uso avestruz [Struthio camelusJ. " Paréceme que yerra
de la nomenclatura latina para las salidas en su paternidad" repetiré glosando a Garci laso (1943
castellano. Si el autor precisa que la papa es [ 1609 J, Libro VIIl, Cap. XYITI) cuando alguna vez
una snlanácea, creo que debicí haber indicado corrigió al Padre Acosta a propósi to de osos y ja-
tamb ié n que maswa (s ub voce) es una guares. El autor y el lector disculparán mi manía
tropaeolácea: la salida "variedad de tubérculo" c lasificatoria, adquirida tem pranamente cuando
no ayuda mucho en este ca~o. Ahora bien , la Lucio Velásquez nos tomaba despiadados exáme-
maswa es una raíz tuberosa y no un tubérculo. nes de taxonomía botánica y zoológica en nuestra
C ien o que las raíces tuberosas tienen seme- remola edad de muchachones de colegio fiscal.
janza con los tubérculos, razón por la que los Creo, sin embargo, que los deslices arriba
agrcínomos llan1an " tubérculos menores" a anotados son problemas de infom1 an tes. Si don
algunas de éstas . Pero estas diferencia~ me- Rodolfo Cerrón hubiera pretendido un diccionario
recen marcarse, más cuando nuestra preten - de griego peninsular hace veintidcís siglos, habría
sión es que los diccionarios de quec hua sean recurrido a un campesino que aca~o hubiera re-
finalm ente usados por los hablantes de la producido el error frecuente ele los viñateros de
lengua. entonces, que confundían aclráchnc, un arbusto,
con andráchne, la fresa silvestre (Sebastián, 1964,
Otra observación: qallu qallu, un platelminto, sub voce). Esquilo de por medio, podemos ahora
se glosa como balxisa, un gasterópodo, y se le advertir esta disconvergencia léxica, aunque pre-
ofrece la variante dialectal cuzqueña qalluiaka. sumo que muchos ele los ac n1 ales agricultores
Este detalle merece co mentario por s us griegos hablan como sus antecesores: res ele natura
implicaciones agropecuaria~. verlxlrum.
Qalluqallu es uno ele lo s nombres ele la Otra observación: alg un as salidas o frecen
Fasciola hepáti ca . Alude a su semejanza con la poco: mientras no se describa un raki, será difícil
lengua (qallu, 'lengua '). La qallutaka (literalmente distinguirlo ele un puyñu. Al comparar el diccio-
'obstr11cción por la lengua') es el qalluqallu de- nario unificado que comentan1os con el Vocabu-
sarrollado e instalado en la vena ¡:xirta del ru- lario Razonad o redactado ¡:xis teriorrnente y a seis
miante, de manera que obstruye la irrigación del manos (nos referimos a la publicacicín de Bailón,
hígado de éste, produciendo su colapsamiento. Cerrón y Chambi; Cf. supra) advertimos que las
En ri gor, el qalluqallu es un platelminto que salidas en és te último están mejor elaboradas. En
produce una enfermedad ll a mada qallutaka, defensa del diccionario un ificado que aliara co-
nombre que por extensicí n se le aplica al parás ito; mentamos, debemo s precisar los mo tivos y las
pero esta diferencia léxico -g ramatica l debe ser metas de una y otra publicación. El Vocabulario
co nfrontad a co n mayor cantidad de informantes y Razonado es un valiosísimo ensayo lexicológico
especialistas. en el que se ven aplicaciones de la moderna teoría
Los campesinos confunden frecuentemente la semántica europea (en particul ar la de Rastier). El
Fa~c iola spp. con ciertos moluscos de ciénaga. Diccionario unificado se pretende un manual útil
Ex is ten algunos caraco les, como la Lymnaea y una propuesta transdi alec tal . Por esto último,
viaJrix, comúnmente ll amada ch' uru o q' isu, a simple; por esto último, valioso; y por lo mismo,
juzgar ¡x>r informaciones de hablantes de quechua ele lectura inevitable.
cuzqueño y caillom ino . La estructura de la lista de entradas castellan a~
Las larvas de la Fasciola hepática desarrollan es más sencilla. Sus salidas son sólo equivalentes
parte de su vida parasitando en la Lymnaea viatrix léxicos. La razón probable de esta simplicación
hasta llegar a un niv el ontogenético que los bió- está en relación con los objetivos del Diccionario
logos le llaman "cercarí a". Esta cercaría se desa- Unificado, y no son demérito; están en el espíritu

NQ 1, julio 1995 281


Reseñas

del esfuerzo editorial que lo produjo: "no son li-


bros eruditos, sino para el principiante ... " (Juan LEMA, Ana María, BARRAGÁN, Rossana,
Mejía Baca. en la presentación) HUBER, Hans, lván JIMENEZ, MEDCNACELI,
Siempre polémico, Rodolfo Cerrón se presenta Ximena. QA YUM, Seemin SOUX, María Luisa
como lo hemos conocido: exhaustivo, consistente Bosquejo del estado en que se halla la riqueza
en dialectogía, conocedor profundo de la lengua. nacional de Bolivia ... por un Aldeano hijo de
propulsor de una coiné quechua basada en la tra- ella. Año de 1830. Plural Editores - Facultad de
dición histórica y la eficiencia cumunicativa, y un Humanidades y Ciencias de la Educación. UMSA.
hombre convicto de que sus esfuerzos serán útiles La Paz 1994.
tanto a la lingüística teórica cuanto a la sociedad
usuaria de las lenguas nativas. La publicación de este libro es un aconteci-
miento importante. En primer lugar, anuncia el
Guido Pilares Casas descubrimiento de un nuevo testigo presencial de
los primeros años de vicia republicana en Bolivia
(1825-1830), cuando se hizo el primer experimen -
BJBLIOGRAFIA to con las políticas de comercio libre que después
de 1872 ganarían la ascendencia en el gobierno del
BALLON AGUIRRE, Enrique et al: país . El autor anónimo, quien se refiere a si mismo
1992 Vocabulario razonado de la activi- como un "Aldeano", describe los efectos desastro-
dad agraria andina. Centro sos ele estas políticas desde una posición patriota y
Bartolomé de Las Casas, Cuzco . justiciera. Podemos escuchar ahora a una nueva voz
contemporánea, crítica y distintiva, cuya compleja
CERRON-PALOMINO, Rodolfo: relación con las corrientes intelectuales y políticas
1994 Diccionario Unificado del quechua de su tiempo atraerá a tocios los que se interesan en
Sureño. Biblioteca Nacional del Perú, las condiciones de nacimiento de las Repúblicas
Lima. sudamericanas.
Segundo, el libro es notable por el trabajo
editorial realizado por la Coordinadora de Historia
CUSIHUAMAN G., Antorúo: de La Paz, conducida en esta ocasión por el impul-
1976 Diccionario quechua Cuzco-Collao, so de Ana María Lema. Esta edición colectiva es
IEP, Lima. ele una calidad alta, como lo es también el nivel de
los ensayos críticos que acompañan al texto .
GARCILASO DE LA VEGA, Inca: El Aldeano -para mí es un orureño, pero rw
1943[1609] Comentarios reales de los incas. Dalence. El trabajo ele María Luisa Soux sobre sus
Emecé, Buenos Aires, posibles identidades es un buen punto ele partida
para el lector- fue un tipo muy bien leido, pero ele
GODENZZJ, Juan Carlos: ninguna manera único en el contexto boliviano ele
1992 El Quechua en Debate. Centro esos años. Así, por ejemplo, mucha~ de las pre-
Bartolomé de Las Casas, Cuzco. guntas que él se plantea se encuentran también en
el Cuestionario presentado en 1832 a los candida-
tos para el puesto ele primer Profesor ele Economía
LIRA, Jorge A.: Política en la recién fundada Universidad Mayor
1982 Diccionario kkechuwa-español. de San Andrés 1 • Las editoras han rastreado las
CECAB, Bogotá. afiliaciones sociales e intelectuales del Aldeano,
comparando su percepción con la de otros contem-
SEBASTIAN YARZA, Florencio: poráneos (por ejemplo, la ele los viajeros extranje-
1964 Diccionario Griego Español. Sopena. ros, ver el ensayo ele Ana María Lema); y resulta
Barcelona. un "filósofo" -como él se autodenomina- que co-
noce a Montesquieu, a Bentham y Smith (a través
SOTO RUIZ, Clodoaldo:
1976 Diccionario Quechua Ayacucho Este Cuestionario, un documento fundam ental para
chanka. IEP, Lima. la historia de la Universidad boliviana, se publica
corno Anexo a la presente edición.

282 Revista Andin a, Año 13


de Say ), a Descartes y a Condorcet ... entre los ce el derecho del extranjero a vender donde le da
ex plíci tamente mencionados (ver los ensayos de la gan a, pues "no hace violen cia a nadie''2 . De allí
Rossana Barragán y Ximena Medin aceli ). que la única soluc ión que propone consiste en
El Aldeano refiere constantemente a los "filó- prohibir las clases inferiores el consun10 de artícu-
sofos" de la Na ción, quienes deben canalizar la los importados, quedando el derecho de consumo
sabiduría de la Ilustración hacia el país, y reflexio - solamente a los que ganan más de 500 pesos anua-
nar sobre las modificaciones que deben hacerse a les. Me cuesta creer que el mismo Aldeano no haya
los planteami entos europeos a la lu z de la obser- gozado de ingresos por encima de este monto -
vación empírica y la inferencia de las causas sub- pero eso, según su concepto, sería un privilegio
yacentes en la miseria nacional. Son estas obser- legítimo para un filósofo ilustrado, como también
vaciones e inferencia~ -y aquí el Aldeano sigue el lo sería para los Magistrados más elevados .
mé todo ne wtoniano, com o señala Ro ssana Pues, se articulan en su discurso dos visiones
Barragán - las que le llevan a entablar debate con fuertemente jerárquicas de la sociedad, que se re-
las poi íticas eurocéntricas de otros "filósofos", tales fuer,.an mutuamente. Por una parte, hay un discur-
co mo Sucre y Bolivar. De allí que -a pesar de sus so neoclásico y bonapartista, en donde la frugalidad
protestas de ignorancia y de su lejanía de la vida de Catón y la mesura de los Gracos pueden servir
pública- su manuscrito es concebido esencialmen- para orienter un intento de restaurar lo que él llama
te como una intervención "filosófica" en un deba- el "lmperio del Mundo", o sea, el romano. En este
te de criollos ilustrados, donde el ramo de la filo - orden republicano, el pueblo es nominalmente so-
sofía que expone el autor es la Economía Política. berano3, pero por el "contrato social" ha cedido
El "comercio libre extranjero", dice, está en la sus poderes a los Magistrados (un eco andino de
raíz de todos los males del país, pues es la causa wcke y Rous seau), a quienes debe todo respeto,
de la pobreza y todo lo que fluye de ella: baja y qui enes pueden hacer uso legítimamente de los
población, falta de educación, deterioro de la bienes importados para fortalecer con símbolos
moralid ad cívica, ausencia de patrioti s mo, visibles su distinción de la masa del pueblo.
profanación de la religión, debilidad interior y Por otra parte, -y aquí entra el modelo deriva-
exterior del Estado (ver el ensayo de lván Jimenez do de la Colonia-, la división estamental de la so-
para una reconsideración de la política económica ciedad boliviana es tal que los indios incluso
de Sucre, y él de Hans Hubcr sobre la política fis - merecen otra legislación que no sea la de los ciu-
cal). Sobretodo, conduce al "lujo": todas las cla- dadanos ilustrados. Inmersos en grado mayor que
ses, sean lo que sean sus recursos económicos, se el resto del país en la "barbarie" heredada por todos
han lanzado a la compra desenfrenada de las telas del " yugo colonial", los indios y los artesanos
o los vidrios ingleses, de los vinos y las lozas fran - urb,mos deben ser protegidos de sus peores instin-
cesas, que son mercancías productivas: e incluso tos mediante la vigilancia policial, única manera
llegan -en actos soberbios de "consumo conspi- de asegurarse que no se lanzen a un consumo "lu-
cuo" comparables con el potlatc h - a destrozar todo joso" más allá de sus medios económicos. En este
el servicio de un banquete después de usarlo una sentido, entonces, el "proteccionismo" del Aldea-
sóla vez. En un pasaJe exquisito, el Aldeano re- no ~e dirije m:ís a la vigilanc ia moralizante interna
produce un di álogo entre un hombre de medios y por los órganos de un Estado ilustrado, que al res-
su mujer o amante: ella insiste en que su hombre guardo de las fronteras comerciales.
le compre las últimas telas y adornos llegadas de Así se reconcilian dos elementos a primera vista
Europa para poder competir con las otras damas contradictorios en la visión del Aldeano: su civis-
de la sociedad. Recomienda un fuerte control moral
por parte de sus maridos sobre tales muestra~ de
irresponsabilidad femenina, una recomendación 2 Para un análisis de la "violencia liberal" en Bolivia
que Seemin Qayum, en un ensayo sugerente, de- durante el siglo XfX, ver Tristan Platt, "Calendarios
signa como un caso de "proteccionismo sexual". tributarios e intervención mercantil", en O. Harris,
Esta actitud olímpica subyace también en un B. Larson y E. Tandetcr (comps.), La Participación
indígena en los mercados sur-andinos. CERES , La
análisis político etilísta y aflora en un Proyecto de
Paz. 1987.G
Ley para remediar la situación. El Aldeano no toma 3 Los significados de la palabra "pueblo" son rastrea -
la posición proteccionista clásica basada en con- dos por Ximcna Medinaceli, siguiendo los derrote-
troles arancelarios para limitar, mas o menos ros trazados por Marie-Danielc Demclas, L' invenlion
selectivamente, las importaciones extranjeras que polilique . Bolivie, Equateur, Pérou a u XIX eme siecle .
pudieran asfixiar la producción nacional. Recono- Rcchcrche su les Civi.lisations. Paris, 1992.

Nº 1, julio 1995 283


Reseñas

mo ilustrado que parte del concepto de la libertad tranjeros podrían ser importados con provecho para
política para todos los ciudadanos del país; y el el país. Pero (a diferencia de Smith) insiste que la
elitismo intransigente de su Proyecto de Ley, don- exportación de la moneda no debería permitirse,
de la mayoría indigente de la población será sujeta en cuanto es ella que permite la circulación interna
a la vigilancia policial. Acordémonos que Roma de los productos del país. ¿Acaso, dice -en una
también tenía tres estamentos, y que los derechos crítica explícita al estereotipo del país como "esen-
de la ciudadanía sólo se extendían paulatinamente cialmente minero"-, Bolivia debería ser exclusiva-
en la medida que se expandía el poder romano. Lo mente exportador de metales, sin poner el metálico
mismo, espera nuestro Aldeano, pasaría en Boli- a trabajar internamente como medio de cambio que
via en la medida que los indios y los artesanos se facilitara la circulación de los productos de las
vayan "civilizando". Si a esto agregamos su inte- diferentes industrias nacionales? Una mayor pro-
rés marcado por la agricultura, podemos ver su ducción de plata debe permitir que circulen más
retiro a su finca rural (en Oruro?) como el autoexilio productos bolivianos; no debería simplemente
de un Catón, donde podría entretenerse, quizás, con costear la importación innecesaria de artículos de
una autoimágen construida en el molde de un an- "lujo".
tiguo romano dedicado a las actividades honora- Ahora bien, el Aldeano hace una identificación
bles de la tierra y de la filosofía, como también a explícita entre la libertad política y libertad econó-
las virtudes frugales de los héroes de la República mica. Su s reflexiones parten del hecho que la pri-
antigua del Mundo. mera no puede existir mientras la segunda esté
Es desde esta posición, entonces, que el Al- negada por la presión del "comercio libre extran-
deano emprende su análisis, movilizando los con- jero". El problema se desplaza, entonces, desde un
ceptos aprendidos en sus lecturas (sobre todo Say problema de circulación a un problema más gene-
y Montesquieu) para dar cuenta de lo específico ral de poder, so bretodo en cuanto a la relación
de la situación boliviana, y por qué sale de cual- desigual ex istente entre las economías de los dis-
quier modelo ingenuo que pudo haberse generali- tintos países supuestamente "libres". Y es a través
zado en base a una lectura apresurada de Adam de su reconocimiento de este problema del poder
Smith. Aquí conviene puntualizarse que, para el que el Aldeano puede distanc iarse de los discursos
mismo Smith, el mercado interno no es una alter- europeos hegemónicos:
nativa al comercio exterior: es algo cuyo abasteci- "Sabido es que el pobre por serlo ya está ne-
miento es inevitablemente la precondición para cesariamente subordinado al rico, y que éste por
cualquier expansión comercial posterior en Ul - serlo ejerce un imperio sobre aquél. Pero esta sub -
tramar4 . Smith espera, además, que los capitalis- ordinación no es compatible con las funciones de
tas se porten "moralmente": como ha mostrado la libertad".
Heinrich Lubasz5 , la famosa metáfora de la "mano Es un problema reconocido en la jurispruden-
invisible" no se refiere -como suponen muchos cia liberal al nivel de los derechos de los indivi-
neoliberales modernos- al mercado: es la mano duos. Estos pueden resistir diversas formas -li -
invisible de la Divina Providencia la que vela por bertades, privilegios, etc. Pero ninguna libertad debe
los resultados beneficiosos de las actividades de ejercerse sin que se reconozca la existencia de un
los empresarios individuales . La diferencia entre deber correlativo: en este caso, el respeto por las
los paises europeos y Bolivia no se sitúa, entonces, libertades del Otro. Transferido el argumento a la
en que Bolivia debe elegir entre mercado interno esfera de la Economía Política, el Aldeano concluye
y comercio exterior; más bien, el mercado interno que la libertad no puede ejercerse en Bolivia por-
boliviano debe abastecerse por sus propios pro- que el ejercicio por los países extranjeros de su
ductos a la vez que ciertos rubros puedan orientar- libertad (se. del comercio) se hace sin ningún re -
se hacia los mercados del exterior. conocimiento de un deber correlativo de respetar
El Aldeano revisa las exportaciones naciona- las libertades de los menos fuertes.
les, y también reconoce que ciertos productos ex- Es así que el Aldeano puede salir de la simple
reproducción dogmática de las posiciones enun-
ciadas por los "filósofos" hegemónicos de Europa.
4 Tri stan Plau, "Protección divina y perdición libe- No había ido a Viena, Manchester o Chicago para
ral", en Revista Andina, año 11 N2 2. cu sco 1993.
5 "H. Lubasz, "Adam Smith and Lhe Invisibl e Hand", conseguir su Ilustración. Fue un lector ávido, y se
en R. Dilley (comp.). Contesting Markets : analyses mantenía al tanto de los "grandes libros" que cir-
of discourse, ideology and practice . Edinburgh culaban en Europa. Pero su crítica salía del país,
University Press . 1992. de sus observaciones "sobre el terreno". En un

284 Revista Andina, Año 13


párrafo memorable, que anticipa las observacio- El libro del ex-decano de la Facultad de Le-
nes de Condarco Morales y Murra, describe la tras y Ciencias Humana~ de la Universidad Na-
antigua "complementariedad ecológica" existente cional Mayor de San Marcos está constituido por
en tre los Departamentos de Oruro y Cochabamba, la recopilación de heterogéneos escritos que fue-
y los efectos del comercio libre extranjero sobre ron concebidos en distintas circunstancias y con
los intercambios en especies entre puna y valle. diferentes objetivos en un lapso de 23 años. La
Casi podemos escuchar a los cochabam binos re- primera parte del libro "Un planteamiento gene-
chazando impacientemente a sus an tiguos caseros, ral" es el capítulo inicial de la tesis doctoral La
quienes bajaban al Valle en busca de maíz y hari - narraiiva indigenisia: un plarúecuniento y oclw
na. "Solo cambiamos por plata ahora", habrán incisiones que Tomás Escajadillo presentó en la
dicho, porque esperaban conseguir el único medio Universidad de San Marcos en enero de 1972. La
-dinero- que les daría acceso a las telas recién lle- seg unda parte "Notas acerca de la narrativa 'neo-
gadas de Lancas hire. .indigenista' posterior a 1971" es la versión com-
La erosión de todo el tejido social por el co- pleta de la ponencia que fue leída en las Primeras
mercio extranjero es percibida con elocuencia y Jornadas Andinas de Literatura Latinoamericana
clarid ad ¡xir el Aldeano . Aun cuando exagera un (La Paz-Agosto ele 1993). La tercera sección "Re-
poco -como cuando dice que sin dinero no hay ílcxiones complementarias" está integrada por los
coca y sin coca no hay minería-, sus observacio- artículos periodísticos "El Indigenismo de
nes vienen de un conocimiento profundo de la Mariátegui" publicado en Domingo. Suplemento
misma realidad. El ha to mado las ideas de sus Dominical de La República Lima, 12 de Junio de
mentores europeos, y los ha transformado para 1988 y " Robles Alarcón: El último indigenista"
poder salir con nuevos planteamientos más ajus- publicado en Cara & Sello. Suplemento Domi-
tados a la situación verdadera de l país. nical de El Nacional, Lima, 26 de Junio de 1988.
Y ésta es quizás la ense ñanza principal del Cierra el libro una "Bibliografía selectiva sobre el
Aldeano para los lectores modernos: ¿cómo leer indigenismo (Posterior a 1971)'".
críticameme los textos hegemónicos, y digerir las En La novela indigenista, a pesar de las con-
ideas que circulan a niv el mundial, sin llegar sim- diciones adversas ele la institución literaria en la
plemente a querer aplicar dogmaticamente estas que se ha producido, se demuestra que sí se puede
ideas a una realid ad diferente, si n emprender pre- trabajar con profundidad y rigor estableciendo
viamente un trabajo de domesticación ... ? como referencia inmediata la tradición crítica y
teórica nacional. Por un lado, en la primera parte
Tristan Platt del libro "Un planteamiento general" se sintetiza
y se hace un pormenorizado balance de la crítica
literaria latinoamericana que dio cuenta del
indigenismo hasta 1970. Por otro, Escajadillo es
ESCAJADILLO, Tomás G, La narrativa indige- uno de los primeros críticos peruanos que tomó
nista peruana. Amaru Editores, Lima, 1994. como punto de partida las formulaciones teóricas
de José Carlos Mariátegui y luego las reelaboró
creativamente. En este sentido, Escajadillo dentro
La publicación del libro que se reseña da una de una concepción de la literatura indigenista como
entrada para reílexionar sobre las condiciones representación de la realidad enfatiza el estudio
materiales de producción de conocimiento teórico de los rasgos estéticos de los textos literarios y la
y crítico literario en el Perú. En esta reílexión se posición que el productor del texto ocupa frente
tiene en cuenta las relaciones que la crítica y teoría al referente para definir y diferenciar las catego-
literaria producidas en el Perú establecen tanto con rías "indianismo" e "indigenismo". La utilísima
la crítica y teoría literaria estadounidense y euro- definición de los términos que para muchos estu-
pea, en general, como con la crítica literaria diosos de la literatura indigenista todavía no están
peruanista estadounidense y europea, en particu- claros, es el paso inicial para someter a prueba su
lar. Se resalta la materialidad de las condiciones esquema de evolución del indigenismo que inclu-
de producción y el lugar de enunciación del co- ye dos grandes etapas "el indigenismo ortodoxo"
nocimiento debido a que ellas son la~ que, en y el "neoindigenismo". De este modo, si bien en
última instancia, determinan el prestigio, la auto- el indianismo y el indigenismo existe una "pre-
ridad y la legitimidad de la teoría y crítica literaria sencia" del tema indígena cada uno tiene un tra-
sobre cualquier literatura nacional. tamiento distinto de su tema compartido. Por un

Nº 1, julio 1995 285


Reseñas

lado, el "indianismo" es una narrativa que busca explicar a Escajadillo, por ejemplo, el caso de la
una "mera emoción exotista" y utiliza formas obra literaria de José María Arguedas en la que se
románticas para tratar el tema indígena. Por otro, dio el tránsito del indigenismo ortodoxo en Agua
"para que se produzca una novela o cuento (1935), Yawar fiesta (1941) y Diamantes y pe-
indigenista" deben estar presentes tres factores: de rnales (1954) y un segundo Argue das
"el 'sentimiento de reivindicación social' del in- neoindigenista C1!. Los ríos profundos (1958), "La
dio, la ruptura con formas del pasado (especial- agonía de Rasu Nili".
mente el tratamiento romántico del 'tema' indio, Su conocimiento profundo del proceso litera-
la idealización romántica del indígena), y la 'su- rio peniano le permitió a Escajadillo establecer
ficiente proximidad' en relación con el mundo una agenda intelectual para estudiar de manera
recreado (el Ande y su habitante)" (p. 50). Con global el desarrollo del indigenismo. En esta
estas definiciones generales desmenuza los tér- agenda planteó como tareas urgentes examinar a
minos "indianismo", "indigenismo" en otros autores no canónicos que publicaron en ediciones
componentes mucho más precisos para clasificar limitadas y propuso agrandar el corpus de estudio
las obras que de manera genérica se catalogaban con la lec tura de revistas literarias periféricas
como indigenistas. Así, Escajadillo habla de un publicadas tanto en Lima como en provincias . Por
"indianismo modernista" y pone como ejemplos cieno, salvo el caso de Gamaliel Churata y la
a Los hijos del sol de Abraham Valdelomar, o los revista Boletín Titikaka que han sido materia de
cuentos peruanos de temática andina en La ven- estudio de varias tesis universitarias y un libro,
ganza del cóndor de V. García Calderón, de un desde 1971 pocos autores indigenistas no canóni-
"indigenismo romántico-realista-costumbrista" con cos y rev istas de provincias han sido abordadas.
obras como El padre Harán de Narciso Aréstegui, Es una tarea que después de 23 años todavía está
Aves sin nido de Clorinda Matto de Tumer y de pendiente. Asimismo, su cala acuciosa en la lite-
un "indigenismo ortodoxo" como El mundo es ratura peruana Je permitió reconocer, contra la
ancho y ajeno de Ciro Alegría y la primera pro- corriente y de manera solitaria., la importancia de
ducción narrativa de José María Arguedas (pp. la obra narrativa de Manuel Scorza en un momento
34-35). que había el consenso de críticos y escritores de
En su esquema de evolución de la narrativa distintas tendencias teórica~ y políticas en desva-
indigenista que ordena la estructura del libro, el lorizar Redoble de Rancas. Por último, Escajadillo
·'neoindigenismo" rebasa y amplía las modalida- también evaluó con acierto las primeras obras
des ya exhaustas de un "indigenismo ortodoxo". narrativ as de Edgardo Rivera Martínez y predijo
Las diferencias y transformaciones entre estas dos la escritura de una novela como País de Jauja
fases se sintetizan en que en el neoindigenismo, (1993) sobre la cual hay unanimidad en la institu-
en contraste con el indigenismo ortodoxo, se pro- ción literaria peruana de considerarla una obra
duce: a) "La utilizac ión en forma plena, de las maestra.
posibilidades artísticas que ofrece el 'realismo
mágico' o 'lo real maravilloso' para la develación Los desajustes y las limitaciones del modelo
de zonas inéditas del universo mítico del hombre teórico y esquema de evolución de la nov ela
andino" (p. 55). b) "La intensificación del lirismo indigenista se hacen notorios en "Nota~ acerca de
en la narrativa., a tal punto, que una denomina- la narrativa 'neo indigenista' posterior a 1971" y
ción como 'novela poemática' pueda resultar "Reflexiones complementarias". El modelo teóri-
aceptable para una obra 'indigenista"' (p. 58). c) co que subyace en todo el libro no permite ver de
"La 'ampliación' del 'problema' o 'tema' indí- manera más profunda el dinamismo que se desa-
gena., de manera que dicho 'tema' ya no se res- rrolla en el referente. Es decir, este modelo pri-
trinja ( .. .) a ser la visión desde un punto de vista vilegia las regularidades, cambios y desarrollos que
racial (el indio), laboral (el campesino; el obrero se producen en la instancia de los productores de
minero), o 'zonal' (el habitante andino)" (p. 64). la literatura (autores) y en la irtstancia textual (no-
El esquema de Escajadillo no es completamente velas y cuentos) pero deja de lado las transforma-
rígido y lineal sino acepta casos que rompen la ciones que se dan en el referente (sectores subal-
regla y tiene semejanzas con el esquema de ternos) que es representado. De allí que el seguir
Raymond Williams en el que se considera la denominando narrativa indigenista a un reciente
presencia de elementos hegemónicos, emergentes corpus de la literatura peruana es problemático.
y residuales para dar cuenta de los procesos li- Si bien el autor reconoce las incompatibilidades
terarios. De esa manera su esquema le permite del uso del término indigenista en la denominación

286 Revista Andina, Año 13


ele Todas las sanires (pp. 66-67) no entendemos los discursos indigenistas. Sin embargo, hay que
¡xirqué sigue utilizando el término como título ele rec alcar que los desajustes de La narrativa
un libro que incluye obras literarias recientemen - iruligenista se deben más que nada a las linlita-
te publicadas. La obra narrativa ele varios ele los ciones de la instirución literaria peruana que el
auto res comentados en el libro ya no se puede autor escogió como lugar ele enunciación de sus
c lasi ficar como "indigenista" o "neoincligenista". propuestas. Tomá, EscaJadillo decidió desarrollar
Si bien estos tex tos contienen elementos residuales su carrera académica en la Universidad ele San
del indigenismo, también se están representando Marcos. Esta decisión personal, por una parte, lo
problemas y situaciones inéditas que los llamados ha llevado a afrontar las múltiples limitaciones ele
"indígenas" están produciendo. Por ejemplo, los la pequeña y frágil institución literaria peruana que
"'ind ígena," están co nstruyendo otras identidades condicionaron el contenido, la estrucrura y final -
culturales que niegan una identidad "indígena" a m e nte la tardía publicación de La novela
través de lo s proceso s socioc ulturales del iruiigenista peruana 1 • Por otra, la postergación de
··acholamie nto" y ··achoran1iento" o al mismo la publicación del primer capítulo de su tesis hizo
tiempo es tán llevando a calxi un conjun to ele pro- que sus propuestas no circularon ampliamente y a
ci.:sos ele constituc ión de identidad política que su debido tiempo en la academia peruana e inter-
rec hazan las calificacio nes de "movimiento indí- nacional. Pocos fueron los que leyeron los esca-
1.!ena". Por ello, las obras rnirrativas de Dante sos ejemplares de su tesis de doctorado o las fo -
C:,L, tro, Luis Nieto D. y Enrique Rosas P. se en- tocopias que eran encargadas desde el extranjero
cuen tran más bien en las coordenadas de la repre - al autor o a toda persona que tenía acceso a la
sentación de la violencia política que afectó a la RiblioLeca de Letras de la Universidad ele San
pobl ación andina durame los últimos quince años. Marcos. Esta falla de circulación provocó el desa-
Del mi smo modo hay otro conjunto ele obras na- rrollo paralelo de planteamientos sinlilares o el
rrativas como las de Félix Huamán Cabrera, que simple parafraseo de sus propuestas que sí dieron
representan el " acholamiento" y "achoramiento" prestigio acadé mico y por cierto económico a sus
de lo s migrantes andinos o parte ele la últinla obra enunciadores en el ámbito del hispanoame -
de Carlos Zavaleta que regi stra la anclinizacción ricanismo internacionales. Asimismo, el libro
de las ciudades peruanas por la constante migra- materia ele esta reseña, se constituye en un exce-
c ión del campo a la ciudad. También encontramos
otro conjunto de obras narrativas en el que se da
cuenta de la especificidad de regiones geográfi -
ca, y culturales específicas tal como ocurre en los El hecho de haber escog ido como lugar de trabajo la
cuentos de Samuel Cardich, Andrés Cloud y Mario Universidad Nacional de San Marcos le significó
tener bajos ingresos que no penniten la adquisición
Malpartida que tratan una problemática del de- de carísimos libros y revistas especialiwdas (en el
partamento de Huánuco. En parte, la constatación Perú no hay exención de impuestos para libros y re-
ele los fenómen os socioculturales referidos lleva- vistas académicas, tampoco hay tarifas especiales
ron a que el crítico Antonio Cornejo Polar llama,e para enviar materiales impresos) ni financiar la edi-
La 1wvela peruana (1989) a una recopilación de ción de su libro. Las posibilidades de participación
artículos que alxmlaban las obra, narrativas de en congresos académicos de un docente peruano soo
varios ele los autores considerados en el libro de limitadas ya sea debido a que la w1iversidad no tiene
Escajadillo. los recursos económicos para financiar la organiza-
ción de congresos en el Perú o los costos de estadía
De otra parte, la public ación del libro es tar- y viajes de sus docentes a congresos internacionales.
día. Salvo algunos críticos despistados que conti- La carencia de asistentes de investigación y sobre
núan las línea s de análisis planteadas por todo la baja remunernción del docente universitario
Escajaclillo en 1972, la últinla crítica peruana y obliga a que se dediquen a la enseñanw en más de
peruanista que tiene como supuesto la concepción dos instituciooes académicas o a otras actividades
del lenguaje como constructor de realidades aborda económicas (periodismo, pequeño comercio, mane-
textos indigenistas focalizando su atención en la jo de LaXis) c-n desmedro de la investigación. Tam-
agenda socio-ideológica oculta que tiene el autor bién quedarse en el Perú significó no tener acceso a
bibliotecas especialiwdas y actualiwdas con las úl-
indigenista para escribir un texto. De ese modo , timas publicaciones nacionales y extranjeras que dan
se están indagando los modos de representación noticia de los últimos avances de la crítica y teoría
del "otro", los recursos retóricos y estilísticos que literaria, tampoco acceso i rrestricto a llamadas de
vehiculan y dan coherencia a la~ agencias y cuá- larga distancia, fax o correo electrónico que en el
les son los lugares ele enunciación y recepción de Perú son servicios con precios prohibitivos.

Nº 1, julio 1995 287


Reseñas

lente manual que explica de manera muy didáctica lectura del libro y exhortamos a que Tomás
definiciones, tropos indigenistas y registra infor- Escajadillo tome mayor ventaja de sus virtudes
mación minuciosa sobre obras y autores de los de historiador literario para redactar una historia
que no se tienen noticias en el extranjero. Antes social de la literatura peruana que en estos mo-
de terminar, esperamos que la segunda edición mentos hace tanta falta .
tenga índices de obras y autores para facilitar la
Juan Zevallos Aguilar

288 Revi sta Andina, Año 13


Julia Rodríguez Tamay
Pilar Zevallos C.

ALLPANCHIS (Instituto Pastoral Andina, elnocenlrismo, racismo y marginación, 515-528;


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Nº 1, julio 1995 289


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y el cambio socio-cultural, 79-86; Ernesto lsunza Salarios mínimos en el Perú ¿Cuá,ulo dejaron de
Vera. Bases teóricas para un estudio de la iden- ser importantes"?, 77 -88; Juan Carlos Mathews, Los
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No. 57 (1994): Manuel Lucena Salmoral, La rop ea, 467-498.
crisis minera de Zaruma (Ecuador), a fines de la Y ACHA Y [Universidad Católica Boliviana,
colonia: la visita de 1811, 53-88. Calle Oruro E-0492, Casilla 2118, Cochabamba,
REVISTA NORDICA DE ESTUDIOS LATI- Bolivia] Año 10, Nol8 (1993): Miguel Manzanera,
NOAMERICANOS [Institute of Latin SJ, Crítica filosófica del neoliberalismo, 13-68; Roy
American Studies, LAIS, S-1-691 Stockholm, Querejazu Lewis, Religiosidad popular andina y
Sweden/Suecia] Vol.24, Not. (1994): Magnus su relación con el arle rupestre en Bolivia, 121 -140;
Mi:imer, The Americanist Congresses and the Andreu Viola Recasens, 1492 y el desencuenJro de
Swedes, 3-18; Mats Lundahl, Twenty-five years of la alteridad: hacia una crítica an1ropológica de la
swedish economic research on Latin America : modernidad, 202-220.

294 Revi sta Andina, Año 13


BRAD[NG, David A. Orbe indiano: de lamo- Nuevo Mundo. Apoyándose en la información
narquía católica a la república criolla, 1492- etnográfica y el paisaje territorial -mar, valle y
1867. Fondo de Cultura Econó mica. México, desierto- donde se asentaron, el autor nos enseña
1993. 769 p. el armonioso equilibrio desarrollado en el arte, la
ciencia y la tecnología por los mochicas. Compone
El libro detal la las circunstancias que enmarcan una historia arqueológica y de sus variadas formas
y destacan una misma acti tud presente en diversos de vida, desentrañando algunos de sus principales
momentos decisivos en nuestra historia: invocar a códigos.
nuestros antepasados a través de sus documentos BIB/17125
y crónica~. su literatura y arte y al hacerlo legiti -
mar una tradi ción de voluntad de autonomía y
afirmación nacional. La independencia de las co- CONTRERAS, Carlos. Los mineros y el rey: los
lonias españolas ilustra, so bre Lodo con el patrio - Andes del norte: Hualgayoc 1770-1825. lnstituto
tismo criollo de los insurgentes, la actitud nacio- de Estudios Peruanos, Lima, 1995. 165 p.
nalista, inspirada en formas y valores propios,
apartados de los europeos. Si a partir del libera- Es te libro aborda tres temas en relación a la
li smo la identidad an1 ericana se abrió a ideologías minería andina durante el último medio siglo de la
y corrientes políticas universales para acceder a la época colonial: el financiamiento de la actividad,
modernidad, nuestra idiosincracia sigue buscando
los modos de atracción y retención de su mano de
sus orígenes en las versiones que de éstos nos ofrece obra y el "estado de arte" en materia tecnológica
la historia. La obra de Brading ilumina con rigor así como las perspectivas para su modernización.
y ampli tud el sentido de esa búsqueda. Todos estos temas son discutidos en el escenario
BIB/16854 de la región de los andes del norte. El trabajo intenta
adentrarse en el estudio de esta nueva minería, tan
poco conocida todavía.
CAMPANA, Cristóbal. La cultura mochica.
Concytcc, Lima, 1994. 168 p. BIB/17126

Este libro acerca de la cultura mochica intro -


duce al estudio de una de las más notables civili- COTLER, Julio. Política y sociedad en el Perú
zaciones prehispánicas desenvueltas desde el pri- : cambios y continuidades. Instituto de Estudios
mer siglo a.c. a setecientos años después en el Peruanos, Lima, 1994. 235 p.

Nº 1, julio 1995 295


Noticias Bibliográficas

Selección y recopilación de trabajos que per- GAMARRA, Eduardo A. Entre la droga y la


mite apreciar los cambios que el país ha experi- democracia. lLDIS, La Paz, 1994. 218 p.
mentado durante las últimas décadas . Revisa los
procesos ocurridos en el país para comprender la El presente estudio intenta llenar el vacío de
naturaleza de sus problemas y evaluar hasta que información existente en cuanto a las relaciones
punto éstos se encuentran en vías de solucionarse boliviano-americanas. Centra su atención en el
o si, en su defecto, persisten pero con nuevos análisis de las fuerD1, actores y procesos que han
perfiles. Estudio que pretende contribuir al enten- conformado la~ política~ antinarcóticos corno un
dimiento y resolución de los problemas históricos componente constante de las rel aciones entre estos
del Perú. dos países en las últimas tres décadas. El autor
BIB/17046 plantea que la extrema dependencia de Bolivia de
los programas de asistencia ex terior, la magnitud
de la crisis económi ca y las dificultades de conso-
lidación del gobierno democrático, son los facto -
CUENTAS ORMANECHEA, Enrique. Presen- res esenciales que co ntribuyen a su vulnerabilidad
cia de Puno en la cultura popular. Empresa a las presiones externas. Es un intento de delinear
Editora Nueva Facultad, Lima, 1995. 328 p. el contexto que <lió nacimiento a las políti cas
antinarcóticos más restrictiva~ ¡x1r parte de Esta-
Estudio etnohistórico del altiplano, su tem áti - dos Unidos.
ca va desde la coreografía hasta la artesanía y las BIB/16980
expresiones musicales del arte popular puneño.
Estudia los conceptos de aculturación y de
tansculturción, realiza una descripción de las fies- GOSE, Peter. Deathly waters and hungry
tas tradicionales de Puno analizando su simbolismo mountains: agrarian ritual and class fomation
y las facetas de su simbiosis hispano-aymara; lue- in an andean town. University of Toronto Press,
go precisa los conceptos de arte popular y artesanía. Toronto, 1994. 325 p.
Elabora un estudio histórico-crítico del folklore
coreográfico aymara., quechua y mestizo, delimi- El libro trata sobre el campesino nativo de la
tando sus respectivos sectores comarcanos y des- lejana comunidad andina de Hu aquirca en
cribiendo -a base de una documentada informa- Antabamba, Apurímac y el desarrollo de su
ción etnohistórica- ámbito, personajes, atuendo, identidad cultural, cosmología y economía política
simbología y melografía, de cincuenta danzas tra- a través de los rituales que acompañan su trabajo
dicionales aún vigentes en nuestra tierra. en el campo. El principal tema de estudio es la
compleja ronda estacional de fiesta~ relacionadas
BIB/16987 con el trabajo y los rituales que tienen lugar en los
campos que rodean Huaquirca. El autor estudia
como el ritual agrario marca las prácticas ¡xilíticas
FERRARI, César; REYNOLDS, Clark; y económicas y como los comuneros de Huaquirca
WETTMANN, Reinhart. Las economías reílejan su condición social a través del ciclo anual
andinas: evolución y perspectectivas. Fundación de trabajo y ritual.
Friedrich Ebert, Lima, 1995. 255 p. BLB/17102

Esta publicación pretende contribuir a respon- HERVE, Dominique y otros autores. Dinámicas
der interrogantes sobre la situación económica de del descanso de la tierra en los Andes. Orstom,
los países andinos, su evolución a lo largo de las La Paz, 1994. 356 p.
últimas dos décadas y como se comparan y rela-
cionan entre ellos. Estudia los casos de los cinco El libro propone algunos temas claves para el
países del Grupo Andino, analizando el estado de debate ante la tendencia generalizada a la reduc-
sus relaciones comerciales y fronterizas, así como ción de la duración del descanso de la tierra y, por
examinando las estrategias de desarrollo que si- ende, a una intensificación del uso de estas. Algu-
guieron y sus perspectivas. nos de los temas propuestos para el debate en el
BIB/17011 libro se desarrollan en base a una serie de pregun-
tas básicas como ¿a qué responde esa inten-

296 Revista Andina, Año 13


sificación?, ¡,se debe a factores demográficos so- ción de documentos del siglo XVI y XVII. El
ciales o a procesos de intensificación impuestos contenido de los documentos trata de unos descen -
por el mercado? ¡,qué beneficios y riesgos pueden dientes de los incas residentes en el lugar denomi-
producir estos cambios?. El trabajo parte de una nado Levanto quienes participaron activamente en
presentación general del sis tema de "aynuqa" en el proceso de la conquista de diversos subgrupos
la región andina, se consideran la~ representacio- de la macro-étnia de los chachapoya, en recono-
nes relacionadas con los sistemas de descanso en miento se les otorgó un escudo de armas. El tra-
el mundo quechua y aymara. Se evaluan los efec- bajo se ocupa principalmente de la parte andina
tos del descanso sobre la renovación de la capaci- del Escudo, para tentar un análisis iconográfico se
dad para producir de las tierras, estucliandose tam- reflexiona acerca del fondo histórico-cultural de su
bién los otros usos no estrictamente a6'TÍco las, a orígen regional y de su respectivo impacto incaico.
trav és del estudio ele la vegetación y ele los recur- BIB/17017
sos forrajeros destinados a la alimentación de los
rebaños domésticos. Se analiL.an las dinámicas
sociales y económicas encontradas en diferentes
comunidad es . MART!NEZ CERECEDA, José L. Autoridades
BIB/17214 en los Andes: los atributos del Señor. Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 1995. 256 p.

HUA YCOCHEA, Flor ele María. Qolqas: bancos Busca una interpretación amplia de la manera
de reserva andino: almacenes inkas: arqueolo- como se caracterizaba la autoridad andina tradi -
gía de qolqas. Universidad Nacional San Antonio cional. El empleo de una amplia documentación
Abad del Cusco, Cusco, 1994. 283 p. hispánica, especialmente del primer siglo colonial
hace posible al autor desentrañar los símbolos de
la autoridad, pero al mismo tiempo aproximarse a
Mues tra la evidencia arquitectónica de la tec-
nología de almacenamiento inka en la zona del la definición de sus atribuciones y del papel que
cumplían las autoridades en el marco de la socie-
Cusco. Se estudia el almacenamiento a travéz de
las diferentes etapas evolutivas ele la cultura andina, dad andina. El libro constiu1ye un aporte al cono-
cimiento de la designación, actuación y permanen-
elaborandosc un registro y an álisis arquitectónico
de las qolqas para conocer los diversos a~pcctos cia de las autoridades étnica en los Andes.
arquiLcctónicos que hicieron posible el aprovecha- BIB/16988
miento de los factores climáticos para la óptim a
conscrvaciónd de los productos almacenados. El
trabajo se centra en el es tudio de las qolqas perte- MC EVOY, Carmen. Un proyecto nacional en el
necientes al período del estado inka, ubicadas res- siglo XIX. Pontificia Universidad Católica del Perú,
pcctivan1cntc en las comunidades de Peña~ (Valle Lima, 1994. 354 p.
de Phiri) y Pumamarca (Valle de Patakancha ) del
di strito de Ollantaytambo, provincia ele Urubamba,
Cusco . En sum a este trabajo de investigación en Este libro intenta ser un trabajo sistemático
el cam po de la arqueología inka tien e como obje- sobre la clase dirigente -ex is tente o inexistente- en
tivo genernl, rcfortal ccer y estimular los mecanis- el Perú, centrandose específicamente en el siglo
mo s tradi c ionales de tecn o logía andina de XIX, estudiando la aparición de Manuel Pardo
almacenamiento con poca inversión y sin uso de como portador del discurso político ele una élite
sustancias químicas. económica e intelecrual de Lima y de provincias
BIB/16895 buscando articular un proyecto dirigente de corte
nacional que atrajo a diferentes sectores sociales
del país. Esrudia el nacimiento del Partido Civil
como una respuesta gestada durante la década de
LERCHE, Peter. Los chachapoya y los símbolos
los 60 a la crisis económica y de legitimidad
de su historia. Servicios editoriales César Gayoso,
instirucional que vivía el Perú intentando fortale-
Lima, 1995. 133 p.
cer los lazos entre estado y sociedad quebrados
durante medio siglo de caudillismo rrúlitar.
Estudio histórico de los chachapoyas, grupo
étnico prehispánico andino, mediante la transcrip- BIB/16927

Nº 1, julio 1995 297


Noticias Bibliográficas

MINO GRIJALV A, Manuel. La protoindustria creativas de las poblaciones indígenas, su poten-


colonial hispanoamericana. Fondo de Cultura cial de modernización, y la naturaleza de los pro-
Económica, México, 1993. 226 p. blemas que se han gestado, sugiere ideas que pue-
den hacer posible el idel de alcanzar la unidad en
Este libro nos proporciona una visión nueva y la diversidad.
sistemática de las principales formas de organi- BIB/16926
zación que caracterizaron a la protoinduslria co-
lonial hispanoamericana. Incorpora al análisis
histórico espacios y regiones que hasta ahora han PACHECO BALANZA, Diego . Machas,
sido vistos de manera aisladas y traza rasgos ge- tinkipayas y yamparas: provincia Chayanta
nerales del funcionamiento textil del conjunto del (Norte Potosí). Cipres, Sucre, 1994. 182 p.
espacio colonial. Se describe y explica la orga-
nización productiva textil de los obrajes y de la El estudio se centra en comprender las múltiples
extendida producción de la comunidad indígena. ínter-relaciones de la ocupación social del espacio
BIB/17138 entre las identidades generales de esta región esta-
bleciendo primordialmente el desarrollo histórico
de esta dinámica, así como la comprensión del es-
MUflCA BARREDA, Elias. Seminario-Taller pacio desde el punto de vista geográfico-simbóli-
Internacional "Arqueología del santuario his- co, ritual y del doble acceso a territorios de puna
tórico nacional y sitio patrimonio mundial de y valle. Orientan el trabajo dos puntos de vista,
Machu Picchu: estado de la cuestión y pro- netamente culturales, por una parte la comprensión
puestas para un plan maestro. Unesco, Lima, de la ocupación del espacio diseñada por los ayllus,
1994. 281 p . y por otra, las relaciones ínter-culturales entre es-
tos ayllus.
Seminario-taller organizado en Cuzco en el año BIB/16911
1993 con la finalidad de elaborar un diagnóstico
final del Santuario desde la perspectiva de la ar-
queología, diseñar un plan operativo de corto pla- RUIZ ZEYALLOS. Augusto. Psiquiatras y lo-
zo, proponer lineamientos para un Plan Maestro cos: entre la modernización contra los Andes y
de largo plazo, y buscar un consenso entre las ins- el nuevo proyecto de modernidad. Perú:
tituciones locales para el manejo integral del San- 1850-1930. Insti tuto Pasado y Presente, Lima,
tuario . El documento contiene el informe general 1994. 56 p.
del Coordinador General del evento, documentos
sobre los temas discutidos y propuestas de acción No se trata de un a historia de la psiquiatría en
para ser ejecutados dentro de un plan integral de un sentido tradicional, es decir, centrada en perso-
salvaguarda de Machu Picchu, contiene además najes, métodos terapéuticos, estadísticas de cura -
un análisis jurídico de la problemática situación ción y fund ac ión de centros hos pitalarios. La
legal del Santuario. medicin a mema] y la conducta desviada ha sido y
BIB/16877 sigue siendo el espacio donde se resg uarda y se
cues tiona un modelo de rac ionalidad, núcleo al
mismo tiempo de cualquier proyecto, escenario de
OSSJO ACUNA, Juan M. Las parad~jas del Perú conflictos que van más allá de los eslrictamente
oficial. Pontificia Universidad Católica del Perú, terapeúticos o judiciales. Y plenario de todo lo
Lima, 1994. 300 p. anterior: punto de partida para repensar el proyec-
to de modernidad . Tal es la premisa desde la cual
Los diecisiete ensayos reunidos en este libro, el autor nos conduce por ]a<; gal ería, del manicomio,
sea directa o indirectamente, tienen como prota- el laberinto del sui cida, las antinomias de los
gonistas centrales al indio andino y al Perú. Este médicos, la rebelión de Carlos Paz Soldán, los
libro presenta una visión histórica y antropológica drama<; -como el de Mercedes Cabello y Jorge
del Perú que suponen asumirlo integralmente para Miota- que tuvieron impacto en la formación de
desentrañar las premisas estructurales que se es- una sens ibilidad opos itora a la modernización
conden detrás de tales contradicciones. Buscando autoritaria. Una sensibilidad que en los principios
esclarecer el panorama empañado por el centralis- de siglo encontrará su mejor expresión en la gene-
mo, es te libro a la par de rescatar las capacidades ración intelectual que en cierta medid a produce a

298 Revi sta Andina, Año 13


José Carlos Maríategui, el artífice de un nuevo TREACY, John M. Las chacras de Coporaque:
proyecto de modernidad para el Perú. andenería y riego en el Valle del Colea. Instituto
BfR/16894 de Estudios Peruanos, Lima, 1994. 298 p.

SIL YERMAN, Gail. El tejido andino: un libro El autor estudia la andenería agrícola con
de sabiduría. BCR, Lima, 1994 . 202 p. irrigación artificial como un sistema social y cul-
tural que sostiene formas de vida rural viables en
La autora se aboca a la investigación de un los andes hasta el presente. Analiza los problemas
sistema pictográfico expresado en los textiles de tecnológicos, políticos y sociales de la agricultura
un grupo étnico llamado Q'eros, quienes de cierta en andenes irrigados. El trabajo está centrado en
manera han pennanecido has ta nuestros días ais- el estudio del Valle del Colea y propone un mode-
lados en cuatro valles del departamento de Cusco. lo para las investigaciones en un campo de gran
Segun Silverman los Q'eros utilizan los actualidad: la capacidad productiva de la tecnolo-
pictogramas de los textiles para mostrar sus co- gía tradicional.
nocimientos culturales tanto en lo referente a los BIB/16931
productos agrícolas y animales, como a la geografía
y las festividades. El libro trata de dar paso a una
nueva comprensión de los textiles y de descubrir
importantes aspectos de la cultura andina. VEGA-CENTENO, Imelda. Simbólica y política:
BIB/16992 Perú 1978-1993. Fundación Friedrich Ebert, Lima,
1994. 172 p .

TA VERA DE TELLEZ, Gladys; URBINA Estudio de las formas menos orgánicas y más
CA YCEOO, Carmen. Textiles muiscas y guanes. cambiantes de participación política popular, den-
Instituto Andino de Artes Populares del Convenio tro de la amplia gama de oferta de los principales
Andrés Bello, Quito, 1994. 144 p. partidos y/u organizaciones políticas actualmente
presentes en la escena política nacional, y las de-
Estudia lo concerniente a análisis de fibras, mandas que aquélla encuentra y/o despierta en la
colorantes, herramientas e hilado, para luego es- población. El estudio se hace a través del manejo
tudiar lo relativo a las técnicas del telar, el diseño de la oposición binaria de oferta/demanda, dentro
tejido y el diseño pintado, además de estudiar las del campo político, la misma que implica, a su vez,
características históricas, geográfica~ y culturales las oposiciones autonomía/sumisión y dirigentes/
de los tejidos. Los autores enfocan el tema de los pueblo, como formas primarias de conocimiento
textiles no como una mera técnica y una expresión por oposición y asociación .
estética, sino aunando a ello el entorno social y la
dimensión cultural de una concepción y expresión BIB/17042
específica del mundo.
BIB/17104

N2 1, julio 1995 299

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