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ANÁLISIS: Crónica del Perú – El Señorío de los Incas

Alejandro J. Ortiz Luna (141855) /Arqueología de los Inkas / UNSAAC-E. P. Arqueología

PEDRO DE CIEZA DE LEÓN, Crónica del Perú – El señorío de los Incas. Fundación Biblioteca

de Ayacucho, primera edición, 2005.

RESUMEN:

Para facilitar la compresión de este análisis y el aporte de esta crónica, he decidido organizar el

trabajo partiendo de la introducción, donde sitúo el papel de las crónicas en el estudio del Perú

prehispánico, su arriesgada utilización como fuente principal para la reconstrucción del pasado y

la posibilidad de un mejor aprovechamiento de estas, desde un contraste con otras perspectivas o

vertientes de estudio (entre ellas la Arqueología).

Siguiendo el orden tratare brevemente el análisis del contexto histórico y las influencias en el

pensamiento de quien elaboró dicho documento histórico (herramientas útiles para una

comprensión cabal). Las fuentes de dicha obra y el origen de la información recaudada, son

importantes conocimientos que ayudan también en esta tarea. A continuación, prosigo a tratar

brevemente la estructura y el argumento. Por último, y para finalizar, paso a señalar los aportes

de este importante documento histórico en el conocimiento del pasado prehispánico y la historia

de los Incas.
INTRODUCCIÓN

Los españoles atestiguaron los últimos días del Tawantinsuyu y recogieron las diferentes

versiones que los habitantes del área andina ofrecieron sobre su pasado anterior a su llegada. Lo

importante aquí es advertir que los indígenas no necesariamente evocaban o entendían su

pasado con lo que denominaríamos criterio histórico, sino más bien mediante criterios míticos.

Así, los cronistas escucharon referir mitos, que luego transcribieron en forma de historias, de ahí

que reconstruir la historia del Tawantinsuyu resulte una tarea arriesgada si sólo se trabaja con

recursos tradicionalmente históricos y ya no podemos dar a las viejas crónicas el valor absoluto

que, en tanto fuentes oficiales, les concedió alguna vez la disciplina histórica.

Sea como fuere, las crónicas tempranas (siglo XVI) y tardías (siglo XVII) ofrecen una enorme

riqueza cuyo adecuado aprovechamiento demanda también echar mano de otras vertientes

analíticas de la realidad andina, sobre todo de la Arqueología y la Etnología, que complementan,

corroboran, contrastan, refutan o matizan los hallazgos o consideraciones históricas. Además, no

se puede ignorar el hecho de que estas crónicas tienen fundamento en una tradición oral indígena

y en una posterior reelaboración a cargo de sus autores europeos, lo que obliga a sus analistas

contemporáneos a trabajarlas teniendo muy presentes los criterios que rigen el funcionamiento de

las tradiciones orales, a la par del universo intelectual de los autores. Por citar un ejemplo de esto

último, ha clasificado o agrupado a los cronistas en función de su pertenencia a un determinado

contexto histórico, así es posible hablar de pizarristas o almagristas, de garcilasistas o toledanos,

según la época y la perspectiva.


LAS FUENTES DE PEDRO CIEZA

El conquistador Pedro Cieza de León (1518-1554) tuvo una distinguida carrera como explorador

y pacificador en el área de la actual Colombia; sin embargo, en 1547 acompañó a Pedro de la

Gasea en su misión al Perú. Su estancia aquí más adelante devendría en la elaboración de una

gran historia del mundo andino. De sus escritos, sólo logró ver publicada la llamada Parte

primera de la crónica del Perú que se publicó en Sevilla en 1553 y la Segunda, mejor conocida

como Señorío de los incas, al igual que otros manuscritos, quedaría inédita a causa de su muerte,

acaecida en Sevilla el 2 de julio de 1554. Según su estudiosa y editora, Francesca Cantú, Cieza

escribió la obra por auspicios del presidente De la Gasea, entre 1548 y 1550, una etapa

particularmente crítica en la historia del Perú. (Battcock, 2013)

Las fuentes de Cieza de León tienen una fuerte base oral, se dividen en dos ramales básicos: la

tradición indígena y las declaraciones de funcionarios españoles. Por el primero destacan las

informaciones que le proporcionaron los llamados orejones del Cusco, así también otros

informantes indígenas y los intérpretes. En el capítulo VI escribe Cieza:

“… aunque para claridad de lo que escribo no dejé de pasar trabajo y por hacerlo con más

verdad, vine al Cuzco, siendo en ella corregidor el capitán Juan de Sayavedra, donde hice juntar

a Cayo Topa… y a otros de los orejones, que son los que entre ellos se tienen por más nobles; y

con los mejores intérpretes y lenguas que se hallaron les pregunté estos señores Ingas qué gente

eran y de qué nación.” (Cieza de León, 2005. Segunda Parte, Cap. VI, Pág. 309)
En el capítulo XXXVIII, el cronista explica:

"Yo lo pregunté en el Cuzco a Cayo Topa Yupangue y a otros más principales que en el Cuzco

me dieron la relación de los Ingas que yo voy escribiendo...". (Cieza de León, 2005. Segunda

Parte, Cap. XXXVIII, Pág. 383)

Y en el capítulo XLI, reitera como fuente principal las declaraciones de los naturales:

"…más como yo tengo por costumbre de contar solamente lo que tengo por cierto según las

opiniones de los hombres de acá y de la relación que tomé en el Cuzco, dejo lo que ignoro y muy

claramente no entendí y trataré lo que alcancé...". (Cieza de León, 2005. Segunda Parte, Cap.

XLI, Pág. 389)

No deja de destacar en sus líneas la importancia de la oralidad en la preservación de la memoria

entre la sociedad incaica y de dar cuenta de la forma en que registraban sus historias, alardeando

de su relación y familiaridad con las cosas de los indígenas, incluso de haberlos entendido y de

saber su razón de las cosas:

“Como estos indios no tienen letras, no quentan sus cosas sino por la memoria que dellas queda

de hedad en hedad y por sus cantares y quipos: digo esto, porque en muchas cosas varían,

diciendo unos uno y otros otro, y no bastara juicio umano a escrevir lo escrito si no tomara

destos dichos lo que ellos mismos dezían ser más cierto en contar. Esto apunto para los

españoles que están en el Perú que presumen de saber muchos secretos destos, que entiendan
que supe yo y entendí lo que ellos piensan, que saben y entienden y mucho más y que de todo

convino escrevirse lo que verán y que pasé el trabajo en ello que ellos mismos saben.” (Cieza de

León, 2005. Segunda Parte, Cap. LII, Pág. 411)

El segundo ramal histórico informativo de Cieza de León quedó representado en las figuras de

dos oidores limeños o funcionarios españoles: Melchor Bravo de Saravia y el licenciado

Hernando de Santillán. Bravo de Saravia ocupó su cargo en el la Audiencia del Perú desde 1549,

en tanto que Santillán (letrado y antiguo ministro de las cancillerías de Granada y Valladolid) lo

hizo en 1548. La intervención de ambos en el sofocamiento de la rebelión de los encomenderos

peruanos y su trato directo con los problemas de la administración de justicia a los indígenas le

dio conocimiento de primera mano respecto del mundo andino y de la nueva sociedad que sobre

él se iba gestando. Esa fue la información que, tanto Bravo como Santillán, dieron a Cieza para

su obra. (Battcock, 2013)

INFLUENCIAS EN EL PENSAMIENTO INTELECTUAL DE CIEZA

Cieza estableció contactos con los lascasianos1 obviamente en el Perú, donde uno de sus

informantes más calificados (a quien agradece en ocasiones en su propio relato) fue fray

Domingo de Santo Tomás, dominico y corresponsal o agente de Las Casas en el Perú.

Los tiempos de Cieza en los Andes, abrigan críticas a las actitudes de los primeros

conquistadores, acuñadas en las conflictivas circunstancias de esos días en que Gonzalo, el

último de los Pizarro, encarnaban la arrogancia conquistadora. Las autoridades del propio

tiempo de la guerra contra Gonzalo Pizarro emplearon argumentos lascasianos desde el bando

real. Raúl Porras Barrenechea llamó la atención acerca del desafecto que mostraba Cieza de
León contra los miembros de la hueste de Pizarro, siendo este el motivo de las críticas de Cieza

de León (hechas en tono lascasiano) a las crueldades de los conquistadores o a la codicia de que

hicieron gala, así como también a las afirmaciones de Cieza en torno a la despoblación de la

región andina como trágica consecuencia de la presencia inicial de los españoles en ella. Las

anotaciones de Porras se encuentran más claras en los dos primeros volúmenes de las guerras

civiles (Salinas y Chupas).

ESTRUCTURA DE ESCRITO

Se divide en 74 capítulos, rotulados con numeración romana, aunque se hallan perdidos los dos

primeros y solo se conserva un fragmento del tercero. Además, existe una laguna entre los

capítulos 54 y 55.

ARGUMENTO

En torno a los métodos para ordenar y elaborar su relato, el cronista organizó su información

según principios críticos y, hasta donde le fue posible, comparó la veracidad de los datos contra

los restos materiales palpables del pasado. La disposición se articuló de acuerdo con el triple

ciclo: los inicios u origenes, la guerra entre incas y chancas y la llegada de los españoles. Si

bien en la primera parte de la Crónica del Péru, Cieza se inmiscuye en la historia de quienes

fueron y que hicieron los señores Ingas, solo habla de manera general lo que tocara en la segunda

parte:
“Porque en esta primera parte tengo muchas veces de tratar de los Ingas, y dar noticia de

muchos aposentos suyos y otras cosas memorables, me pareció cosa justa, decir algo de ellos en

este lugar, para que los lectores sepan lo que esos señores fueron y no ignoren su valor, ni

entiendan uno por otro, no embargante que yo tengo hecho libro particular de ellos y de sus

hechos bien copiosos.” (Cieza de León, 2005. Cap. XXXVIII, pág. 108)

Unas líneas más abajo el cronista expresa:

“…Hicieron grandes cosas, y tuvieron tan buena gobernación, que pocos en el mundo les

hicieron ventaja. Eran muy vivos de ingenio y tenían gran cuenta y letras, porque éstas no se

han hallado en estas partes de las Indias. Pusieron en buenas costumbres a todos sus súbditos, y

diéronles orden para que se vistiesen y trajesen ojotas en lugar de zapatos que son como

albarcas. Tenían grandes cuentas con la inmortalidad del ánima, y con otros secretos de

naturaleza.”. (Cieza de León, 2005. Cap. XXXVIII, pág. 109)

En la segunda parte de la Crónica del Perú, se enfoca solamente en los hechos de los reyes incas

(Ingas yupangues o Incas yupanquis), que el autor recogió de boca de los mismos habitantes del

fenecido imperio incaico, entre nobles u orejones, amautas o maestros, quipucamayocs y curacas.

Trata el señorío de los ingas yupangues, reyes antiguos que fueron del Perú, y de sus grandes

hechos y gobernación; qué número de ellos hubo, y los nombres que tuvieron; los templos tan

soberbios y suntuosos que edificaron; caminos de extraña grandeza que hicieron, y otras cosas

grandes que en este reino se hallan. También en este libro se da relación de lo que cuentan estos

indios del diluvio y de cómo los ingas engrandecen su origen. (Cieza de León, 1995)
Comienza Cieza exponiendo la tradición de que, antes de los incas, reinaba la barbarie y la

anarquía en el territorio del Perú, tradición que después difundió el Inca Garcilaso de la

Vega (muy importante de tenerlo en cuenta, ya que se suele reprochar injustamente al inca

cronista como si hubiera inventado interesadamente esa versión).

Relata también la leyenda de Wiracocha (Ticiviracoche) y de los hermanos Ayar (de los que solo

menciona a tres); y la fundación del Cuzco por Manco Cápac (Mango Capa). Luego se extiende

en la historia de los reyes incas, cuyo número fija en 14 (Mango Capa, Sinche Roca Inga, Lloque

Yupangue, Mayta Capa, Capa Yupangue, Inga Roca Inga, Inga Yupangue, Viracocha Inga, Inga

Urco, Inga Yupangue, Topa Inga Yupangue, Guaynacapa, Guáscar y Atabalipa). Si bien su relato

es imparcial, ello no obsta para que muestre su admiración por el gobierno y administración de

los incas, así como por sus grandiosas construcciones y su red vial.

Específicamente en esta crónica, la guerra contra los chancas, es decir, los capítulos dedicados al

asedio que sufrieron los incas se contextualizaron bajo el gobierno de Inca Yupanqui. Así, desde

el inicio del pasado histórico del mundo andino, se abre paso el segundo hijo de Viracocha Inca,

Inca Yupanqui, el futuro Pachacuti, personaje identificado con el inicio de la expansión cusqueña

y la reorganización que él simboliza. Podemos decir entonces que la de Pachacuti es una figura

arquetípica, amasada a partir de la repetición y la elaboración.

Para Franklin Pease (quien elabora el prólogo, notas, cronología y bibliografía de esta edición),

esta condición arquetípica, este carácter divino obedecía a que la memoria oral se prestaba al

proceso de idealización que sentaba la base idónea para ir añadiendo atribuciones y virtudes al

personaje. De ahí que Pachacuti no sólo hubiera sido el restaurador y reivindicador de la


autoridad del inca luego de la vergonzosa huida de Viracocha Inca e Inca Urco del Cusco, sino

también el salvador de la capital, el reconstructor de ella, el conquistador de nuevos dominios y

el reformador de la religión ancestral, que trajo el culto solar y le construyó un templo. (Franklin

Pease en Crónica del Perú El Señorío de los Incas, ed 2005)

De esta perspectiva hizo eco la crónica de Cieza, como puede corroborarse a lo largo del relato

en las descripciones de las proezas heroicas y civilizatorias de este gobernante inca. El cronista

no discute ni analiza las acciones creadoras y fundadoras de Pachacuti; lo que le interesa es

realzar su figura guerrera y carismática. Como en la obra la guerra marca el inicio de un nuevo

orden en los Andes centrales, Cieza hace hincapié en el papel fundador de Pachacuti en el

incario. (Franklin Pease en Crónica del Perú El Señorío de los Incas, ed 2005)

LOS APORTES

La importancia de la obra de Pedro Cieza de León radica en que fue el primer intento de una

historia global o integral del mundo Andino desde los tiempos remotos, el Tahuantinsuyo hasta

la llegada de la fuerza invasora, pues los cronistas que precedieron a Cieza (Cristobal de Mena,

Francisco de Xeres y Hernando Pizarro) se habían limitado a recoger datos sumarios y

marginales sobre los incas: a) concentrándose más que nada en los hechos de los primeros

conquistadores españoles, b) información referida a las edificaciones, empleo de depósitos,

descripción de caminos y breves paisajes. Aunque su obra es histórica, su mayor importancia

radica en la profundidad con que trata los temas de Geografía, Etnografía, Flora y Fauna, siendo

el primero que describió algunas especies animales y vegetales.


Desde las primeras páginas de su extensa obra, Cieza de León se preocupó por la descripción

geográfica, buena parte de la misma se origina en la experimentación personal del ambiente

andino, se sabe que en diferentes ocasiones recibió informaciones precisas; aún así contrasta o

compara los diferentes climas que posee América del Sur.

Franklin Pease resalta su ocupación en realizar diferenciaciones ecológicas. (Franklin Pease en

Crónica del Perú El Señorío de los Incas, ed. 2005) Entre éstas vale citar unas líneas que refieren

a su comprensión de espacios en los Andes, al mismo tiempo que precisa situaciones ecológicas

precisas, Cieza escribió:

“… y porque en muchas partes desta obra he de nombrar Ingas y también Yungas, satisfaré al
lector en lo que quiere decir Yungas, como hice en lo de atrás lo de los Ingas: y así, entenderán
que los pueblos y prouincias del Perú están situadas de la manera que he declarado: muchas de
ellas en las abras que hazen las montañas de los Andes y serranía neuada. Y a todos los
moradores de los altos nombran serranos: y a los que habitan en los llanos llaman Yungas. Y en
muchos lugares de la sierra por donde van los ríos; como las sierras siendo muy altas, las
llanuras estén abrigadas y cálidas, tanto que en muchas partes hace calor como en estos llanos;
los moradores que viven en ellos, aunque estén en la sierra, se llaman Yungas. Y en todo el Perú,
quando hablan [los andinos, obviamente] destas partes abrigadas y cálidas que están entre las
sierras, luego dizes es Yunga. Y los moradores no tienen otro nombre, aunque lo tengan en los
pueblos y comarcas; de manera que los que biuen en las partes ya dichas, y los que moran en
todos estos llanos y costa del Perú se llaman Yungas por biuir en tierra cálida...” (Cieza de
León, 2005. Primera Parte, Cap. LX, pág. 173)

La historia de los Incas del Cusco alcanza una dimensión concreta y reconocida a partir de la

obra de Pedro Cieza. Si bien el relato es imparcial, Cieza no es mezquino con su admiración, no

solo del ingenio de estos hombres sino también del ser hombres nobles y no tiranos, de su
justicia y buen gobierno. Aún después de haber caído el poder Inca, los indios conquistados por

ellos, escribe Cieza, les tenían gran estima:

“…luego que los españoles rompieron la paz, y contendieron en guerra unos con otros, por los
malos tratamientos que les hacían fueron aborrecidos de los indios, y también porque algunos
de los gobernadores que han tenido les han hecho entender algunas bajezas tan grandes que ya
no se precian de hacer buen tratamiento a los que pasan, pero presumen de tener por mozos a
algunos de los que solían ser señores. Y esto consiste y ha estado en el gobierno de los que han
venido a mandar, algunos de los cuales ha parecido grave la orden del servicio de acá, y que es
opresión y molestia a los naturales sustentarlos en las costumbres antiguas que tenían, las
cuales si las tuvieran, ni le quebrantaban sus libertades, ni aun los dejaban de poner más
cercanos a la buena policía y conversión.” (Cieza de León, 2005. Primera Parte, Cap. LXI, pág.
175)

Líneas más abajo escribe Cieza su punto de vista en la calidad de gobierno que tenían, muy

contraria a las posturas de algunos cronistas antes y después de él:

“…Porque verdaderamente pocas naciones hubo en el mundo a mi ver que tuvieron mejor
gobierno que los Ingas. Salido del gobierno yo no apruebo cosa alguna antes lloro las
extorsiones y malos tratamientos, y violentas muertes que los españoles han hecho en estos
indios, obrados por su crueldad, sin mirar su nobleza y la virtud tan grande de su nación. Pues
todos los más de estos valles están ya casi desiertos, habiendo sido en lo pasado tan poblados
como muchos saben.” (Cieza de León, 2005. Primera Parte, Cap. LXI, pág. 176)

Antes de él casi nada o nada se había escrito de las inmensas obras hidráulicas que acarreaban el

líquido elemento para la agricultura y la dificultad de haberlos construido sobre una topografía

tan accidentada. Por ejemplo, hablando de la fertilidad de la tierra en los llanos, Cieza escribe:
“…Y como los ríos bajan de la sierra por estos llanos, y algunos de los valles son anchos, y
todos se siembran o solían sembrarse cuando estaban más poblados, sacaban acequias en cabos
y por partes que es cosa extraña afirmarlo, porque las echaban por lugares altos y bajos, y por
laderas de los cabezos y haldas de sierras que están en los valles, y por ellos mismos atraviesan
muchas, unas por una parte y otras por otra, que es gran delectación caminar por aquellos
valles. Porque parece que se anda entre huertas y florestas llenas de frescura. Tenían los indios,
y aún tienen muy gran cuenta en esto de sacar el agua, y echarla por estas acequias. Y algunas
veces me ha acaecido a mí, parar junto a una acequia, y sin haber acabado de poner la tienda,
estar el acequia seca, y haber echado el agua por otra parte. Porque como los ríos no se sequen
es en mano de estos indios echar el agua por los lugares que quieren. Y están siempre estas
acequias muy verdes, y hay en ellas muchas yerbas de grama para los caballos. Y por los
árboles y forestas andan muchos pájaros de diversas maneras y gran cantidad de palomas,
tórtolas, pavas, faisanes, y algunas perdices, y muchos venados.” (Cieza de León, 2005. Primera
Parte, Cap. LXVI, pág. 186)
.
“…Y volviendo al riego, de estos indios como en él tenían tanta orden para regar sus campos, la
tenían mayor y tienen en sembrarlos con muy gran concierto.” (Cieza de León, 2005. Primera
Parte, Cap. LXVI, pág. 187)

Pedro Cieza muestra en su narrativa una gran estimación de la calidad de artesanos que existían

al tiempo de la llegada de los hispanos, las primorosas obras (artesanía, arquitectura) que

realizaban con pocas herramientas en y sin tanta dificultad producto de su ingenio:

“…Porque cierto entre ellos se han visto y ven cosas tan primamente hechas por su mano, que
todos los que de ellos tienen noticia se admiran. Y lo que más se nota es, que tienen pocas
herramientas y aparejos para hacer lo que hacen, y con mucha facilidad lo dan hecho con gran
primor. En tiempo que se ganó este reino por los españoles, se vieron piezas de oro y barro y
plata, soldado lo uno y lo otro, de tal manera, que parecía que habías nacido así. Viéronse cosa
más extrañas de argentería de figuras, y otras cosas mayores, que no cuento por no haberlo
visto. Baste que afirmo haber visto que con dos pedazos de cobre, y otras dos o tres piedras vi
hacer vajillas y tan bien labradas, y llenos los bernegales, fuentes, y candeleros de follajes y
labores, que tuvieran bien que hacer otros oficiales en hacerlo tal y tan bueno con todos los
aderezos y herramientas que tienen.” (Cieza de León, 2005. Primera Parte, Cap. CXVI, pág.
280)

“…Poco es lo que ahora labran en comparación de las grandes y ricas piezas que hacían en
tiempo de los Ingas. Pues la chaquira tan menuda y pareja la hacen, por lo cual parece haber
grandes plateros en este reino. Y hay muchos de los que estaban puestos por los reyes Ingas en
las partes más principales de él. Pues de armar cimientos fuertes edificios, ellos lo hacen muy
bien. Y así ellos mismos labran las moradas y casas de los españoles, y hacen el ladrillo y teja, y
asientan las piedras bien grandes y crecidas, unas encima de otras, con tanto primor, que casi
no se parece la juntura. También hacen bultos y otras cosas mayores. Y en muchas partes se han
visto que los han hecho y hacen sin tener otras herramientas más que piedras y sus grandes
ingenios...” (Cieza de León, 2005. Primera Parte, Cap. CXVI, pág. 280)

También escribe acerca de las acequias que se construían (que solventaban la economía agraria,

fuerte pilar del estado Inca) y cómo la ropa, textiles que se producían superaban en calidad

incluso a las de España:

“…Para sacar acequias, no creo yo que en el mundo ha habido gente ni nación, que por partes
tan ásperas ni dificultosas las sacasen y llevasen, como largamente declaré en los capítulos
dichos. Para tejer sus mantas tienen sus telares pequeños. Y antiguamente, en tiempo que los
reyes ingas mandaron este reino, como tenían en las cabezas de las provincias cantidad de
mujeres que llamaban mamaconas, que estaban dedicadas al servicio de sus dioses en los
templos del sol que ellos tenían por sagrados. Las cuales no entendían sino en tejer ropa
finísima para los señores Ingas de lana de las vicuñas. Y cierto fue tan prima esta ropa, como
habrán visto en España, por alguna que allá fue luego, que se ganó este reino. Los vestidos de
estos ingas eran camisetas de esta ropa, unas pobladas de argentería de oro, otras de
esmeraldas y piedras preciosas, y algunas de plumas de aves, otras de solamente la manta. Para
hacer estas ropas tuvieron y tienen tan perfectas colores de carmesí, azul, amarillo, negro y de
otras suertes, que verdaderamente tienen ventaja a las de España. (Cieza de León, 2005.
Primera Parte, Cap. CXVI, pág. 281)

En el capítulo CXV cuenta Cieza de la riqueza mineral tanto en oro, plata y otros metales:

“…Lo cual todo es al contrario por la parte del Sur, pues se han hallado las mayores riquezas y
tesoros que se han visto en el mundo en muchas edades. Y si el oro que había en las provincias
que están comarcanas al río grande de Santa Marta, desde la ciudad de Popayán hasta la villa
de Mopox, estuviera en un poder y de un solo señor, como fue en las provincias del Perú hubiera
mayor grandeza que en el Cuzco. En fin por las faldas de esta cordillera se han hallado grandes
mineros de plata y oro, así por la parte de Antiocha, como de la de Cartago, que es en la
gobernación de Popayán, y en todo el reino del Perú. Y si hubiese quien lo sacase, hay oro y
plata que sacar para siempre jamás. Porque en las sierras y en los llanos, y en los ríos y por
todas partes que caben y busquen, hallarán plata y oro. Sin esto hay gran cantidad de cobre, y
mayor de hierro por los secadales y cabezadas de las sierras que abajan a los llanos. En fin, se
halla plomo, y de todos los metales que Dios crió es bien proveído este reino.” (Cieza de León,
2005. Primera Parte, Cap. CXV, pág. 282)

Mucho se ha tocado acerca del poder económico que floreció en el Viejo Mundo, producto de la

colonización del territorio América y en especial el caso de España y Sudamérica, la explotación

de importantes minas como Potosí marcaron sin precedentes el desarrollo del Viejo Mundo,

Cieza en el capítulo CXV, consciente de este hecho expresa:

“…Y a mi paréceme que mientras hubiere hombre no dejará de haberse gran riqueza en él. Y

tanta ha sido la que de él se ha sacado, que ha encarecido a España de tal manera cual nunca

los hombres lo pensaron.” (Cieza de León, 2005. Primera Parte, Cap. CXV, pág. 282)
El desarrollo de las sociedades prehispánicas ha sido cuestionado desde diversos aspectos y

corrientes intelectuales venidas del Viejo Mundo, con las cuales se elaboraron gran parte de las

crónicas y escritos de los siglos XVI y XVII, este cronista no es prolijo, no solo al contar para el

lector de Europa de esa época, la grandeza de estas gentes, el ingenio y su valor, sino de las

riquezas que se albergaban en el Cusco como en otros lugares. Mientras relata sobre la festividad

del Hatun Layme, expresa:

“…y el Inga con los principales gente común les iban a mochar, tirándose los alpargates,
descalzos, con gran humildad; [y] encogían los hombros y, hinchando los carrillos, soplaban
hacia él haciéndole la mocha, que es como decir reverencia. Abajo de este trono tenían la figura
del Sol, que no oso afirmar lo que cuentan de la riqueza que tenía y primor con que era hecha, y
también ponían la de la Luna y otros bultos de dioses esculpidos en palos y piedras. Y crean los
lectores que tenemos por muy cierto que ni en Jerusalén, Roma, ni en Persia ni en ninguna parte
del mundo, por ninguna república ni rey de él, se juntaba en un lugar tanta riqueza de metales
de oro y plata y pedrería como en esta plaza del Cuzco cuando estas fiestas y otras semejantes
se hacían; porque eran sacados los bultos de los Ingas, reyes suyos ya muertos, cada uno con su
servicio y aparato de oro y plata que tenían […] La figura de Ticiviracocha y la del Sol y la
Luna y la maroma grande de oro y otras piezas conocidas no se han hallado ni hay indio ni
cristiano que sepa ni atine adónde está; pero, aunque es mucho, esto es poco para lo que está
enterrado en el Cuzco y en los oráculos y en otras [partes de este gran reino].” (Cieza de León,
2005. Segunda Parte, Cap. XXX, pág. 367)

La ventaja en la versión de Cieza, es que el autor, presenció, escucho y contrasto los datos que le

iban proporcionando los indígenas, el mismo expresa con gran admiración una de las grandes

obras constructivas de América, el camino que unía mar, costa, valles y serranías:
“…Lo cual con otras cosas pasado, mandó Guaynacapa que se entendiese en hacer un camino
más real, mayor y más ancho que por donde fue su padre, que llegase hasta Quito, donde tenía
pensado de ir; y que los aposentos ordinarios y depósitos y las postas se pasasen a él. Para que
por todas las tierras se supiese ser esto su voluntad, salieron correos a lo avisar y luego fueron
orejones a lo mandar cumplir y se hizo un camino, el más soberbio y de ver que hay en el
mundo, y más largo, porque salía del Cuzco y allegaba a Quito y se juntaba con el que iba a
Chile, igual a él. Creo yo que desde que hay memoria de gentes no se ha leído de tanta grandeza
como tuvo este camino hecho por valles hondos y por sierras altas, por montes de nieve, por
tremedales de agua, por peña viva y junto a ríos furiosos; por estas partes iba llano y
empedrado, por las laderas bien sacado, por las sierras desechado, por las peñas socavado, por
junto a los ríos sus paredes entre nieve con escalones y descansos; por todas partes limpio,
barrido, desescombrado, lleno de aposentos, de depósitos de tesoros, de templos del Sol, de
postas que había en este camino. ¡Oh! ¿Qué grandeza se puede decir de Alexandro ni ninguno
de los poderosos reyes que el mundo mandaron que tal camino hiciesen, ni inventasen el
proveimiento que en él había? Ni fue nada la calzada que los romanos hicieron, que pasa por
España, ni los otros que leemos, para que con éste se comparen. Y hízose harto en más poco
tiempo de lo que se puede imaginar, porque los Ingas más tardaban ellos en mandarlo que sus
gentes en ponerlos por obra.” (Cieza de León, 2005. Segunda Parte, Cap. LXIV, pág. 437)

Esta obra es un valioso documento etnográfico, la historia del pasado preincaico, Incaico, su

religión y economía, sus creencias y organización. Es de destacar la mención y alguna breve

descripción de monumentos preincaicos, que fueron visitados por el cronista en su camino hacia

el Cusco y de Cusco al actual territorio boliviano como la ciudad de Chan Chan; (cap. LXVIII);

el santuario de Pachacámac (cap. LXXII); las líneas de Nazca (cap. LXXV); el templo de Chavín

de Huántar (cap. LXXXII); las extensas edificaciones de Wari (cap. LXXXVII) Huarivilca (cap.

LXXXIV); y las construcciones monumentales de Tiwanaku (cap. CV). Precisando en algunos

casos que se trataban de monumentos anteriores por ejemplo en su visita a este último señala:
“…Otras cosas hay más que decir de este Tiaguanaco, que paso por no detenerme, concluyendo

que yo para mí tengo esta antigualla por la más antigua de todo el Perú.” (Cieza de León, 2005.

Primera Parte, Cap. CV, pág. 265)

Pedro Cieza es uno de los primeros cronistas en enfrentarse con gran curiosidad a estos edificios

antiguos, describiéndolos y dejando notar su asombro por el ingenio con que fueron hechos, en el

mismo caso de Tiwanaku, Cieza relata:

“…En otro lugar más hacia el poniente de este edificio están otras mayores antiguallas, porque
hay muchas portadas grandes con sus quicios, umbrales, y portaletes, todo de una sola piedra.
Lo que yo más noté, cuando anduve mirando y escribiendo estas cosas fue que de estas portadas
tan grandes salían otras mayores piedras sobre que estaban formadas, de las cuales tenían
algunas treinta pies en ancho y de largo quince y más, y de frente seis. Y esto y la portada y sus
quicios y umbrales era una sola piedra, que es cosa de mucha grandeza bien considerada esta
obra. La cual yo ni alcanzo ni entiendo con qué instrumentos y herramienta se labró, porque
bien se puede tener que antes que estas tan grandes piedras se labrasen, ni pusiesen en
perfección mucho mayores debían estar, para las dejar como las vemos […] Algunas de las
piedras están muy gastadas y consumidas. Y en esta parte hay piedras tan grandes y crecidas,
que causa admiración pensar cómo siendo de tanta grandeza bastaron fuerzas humanas a las
traer donde las vemos. Y mucha de estas piedras que digo, están labradas de diferentes maneras,
y algunas de ellas tienen forma de cuerpo de hombres, que debieron ser sus ídolos. Junto a la
muralla hay muchos huecos y concavidades debajo de tierra. […] También se nota otra cosa
grande y es, que en muy gran parte de esta comarca no hay ni se ven rocas, canteras, ni piedras
donde pudiesen haber sacado las muchas que vemos. Y para traerlas no debía de juntarse poca
gente.” (Cieza de León, 2005. Primera Parte, Cap. CV, pág. 264)
EPÍLOGO

Un resumen hasta aquí de lo ya expuesto, expresa más que un significativo aporte, el papel que

juega la obra de Cieza en la comprensión del mundo andino prehispánico, es llevada al lector de

Europa, mostrando un relato imparcial, humano, en donde efectivamente narra que el Nuevo

Mundo albergaba gentes no pequeñas, ni comunes, civilizadas de manera cercana a los modelos

europeos, en contraste como antes de él se había escrito y después de él se escribirá. También

sienta las bases para los próximos relatos, la organización de su narración en torno a temas en

concreto y la biografía de los reyes Incas (dejando de lado los episodios de la conquista y

prestando mayor atención del regimiento, orden y gobernación de los Incas), marcó un hito

importante en la formulación de una realidad pasada y presente. En palabras de Pease:

Así, entre las primeras noticias organizadas en el segundo viaje de Pizarro (1527) y el inicio de
los años 50 del siglo XVI, se fue organizando la imagen de los incas y escribiendo una historia
occidental de los mismos. Cieza de León es uno de los pilares de ese trabajo historiográfico.
(Franklin Pease en Crónica del Perú El Señorío de los Incas, ed 2005. Pág. XXX)

Acerca de su interés en escribir sobre la realidad del Nuevo Mundo aún no está claro, pero un

motivo tuvo que haber, más no vil y con intenciones malvadas. El mismo Cieza en el capítulo VI

de la segunda parte, habla de uno de esos motivos:

“…YA TENGO otras veces dicho cómo, por ejercicio de mi persona y por huir los vicios que de
la ociosidad se recrecen, tomé trabajo de escribir lo que yo alcancé de los Ingas y de su
regimiento y buena orden de gobernación…” (Cieza de León, 2005. Segunda Parte, Cap. VI,
pág. 309)
Pedro de Cieza de León, un joven conquistador dotado de una gran curiosidad intelectual y un

extraordinario espíritu de observación, se valió de su conocimiento acerca de las obras antiguas y

el pasado de grandes civilizaciones como Grecia, Roma, Persia, entre otras, para tratar de ilustrar

de manera comparativa, algunas obras monumentales del antiguo Perú y de algunos de los

relatos acaecidos en estas latitudes, a sus lectores.

Es también menester señalar aquí la minuciosidad con que relata los episodios y la cantidad de

información que subyace en las páginas de su obra, Cieza de León un soldado, cronista y a la vez

aventurero, nunca juzgó al hombre andino es más trato de todas maneras comprender de él, de

sus proezas, su riqueza material e intelectual. Fue uno de los primeros en manifestar una crítica

severa hacia la arrogancia conquistadora, los maltratos, extorsiones y muertes que sufrieron los

indígenas, el destrozo de sus obras y de llevar a Europa la idea de que el hombre del Nuevo

Mundo no era bajo en razón y desarrollo cultural, más al contrario su narrativa se ve marcada por

el asombro y respeto por esos hombres muy vivos de ingenio.

La crítica histórica ha sido unánime al considerar esta obra como fundamental para el estudio de

la historia inca. En ese sentido, compite con la Suma y narración de los incas, de Juan de

Betanzos y con la obra de Pedro Sarmiento de Gamboa. (Franklin Pease en Crónica del Perú El

Señorío de los Incas, ed 2005; Battcock, 2013)


NOTAS

1.- Lascasianos: El termino lascasianos hace referencia a personajes intelectuales que comparten
y utilizan la filosofía de Fray Bartolome de las casas, quien realizo una actividad doctrinal e
ideológica para fundamentar un conjunto de derechos esenciales de la persona humana. La piedra
angular de este pensamiento lascasiano bajo el cual se fundamentaron relaciones sociales y
políticas del Nuevo Mundo, es la consideración de la libertad como carácter fundamental del ser
humano por naturaleza. El pensamiento lascasiano se encamino a demostrar como los pueblos
indios poseían unos derechos inalienables que no podían ser soslayados bajo ninguna
circunstancia, ya fuera histórico, cultural o religioso. (Queralto Moreno, Ramón, 1977.
Fundamentación filosófica del derecho de libertad religiosa en el pensamiento de Bartolomé de
las Casas, Ibero-amerikanisches Archiv. Vol. 3, No. 2, pp. 177-192)

BILIOGRAFÍA

- Cieza de León, Pedro (1551/2005). “Crónica del perú, el señorío de los incas”. Ed. por

Franklin Peease. Fundación Biblioteca Ayacucho. Colección clásica N° 226. Ayacucho

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

- Battcock, Clementina (2013). El episodio de la guerra entre Incas y Chancas: una

propuesta sobre su construcción e interpretación. Tzintzun, pág. 15-43.


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