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La nación y la historia regional

en los países andinos, 1870-1930


Germán Colmenares

Nación y región

Por encima de toda innovación metodológica y conceptual en la cons-


trucción histod o,g_ráfica, el tratamiento del siglo XIX encara, tarde o tempra-
no, un problema capital que ha heredado de la historiografía tradicional. Esta
afirmación puede parecer embarazosa a la vista de los productos de la "histo-
ria patria". Pero debe reconocerse que estas construcciones narrativas -ela-
boradas o ingenuas , poco importa- reposaban sobre un credo informulado
que constituye un problema histórico legítimo .
Para la historiografía latinoamericana del siglo XIX cavar en el pasa-
do, en cualquier dirección, significaba la búsqueda de una identidad nacional.
Que el intento mismo de narrar el pasado , de reconocerse en civilizaciones
indígenas desaparecidas, en ambiguas hazañas de los conquistadores o en las
gestas de independencia, se juzgara una manera de construir esta identidad ,
que la aceptación o el rechazo conscientes del pasado formaran parte de una
imaginería partidista o de una formulación filosófica y educativa de más vas-
to alcance; todo esto está señalando el papel que debía jugar la elaboración
histórica en un proyecto político de construcción del Estado-nación. La as-
piración de crear una imagen colectiva de pertenencia y orígenes comunes
estaba destinada a superimponerse sobre la realidad de sociedades plurales.

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Como tal , era un proyecto ideológico. Esto no descarta que haya operado
con efectividad en el proyecto político, aun si hacía caso omiso de las con-
tradicciones que afectaban al cuerpo social.
Hoy , las perplejidades ideológicas parecen haber cerrado el acceso ha-
cia una mediana comprensión del problema de la formación nacional. A dife-
rencia de sus predecesores del siglo XIX, el historiador contemporáneo exige
la mediación de un aparato conceptual explícito frente a un tema que lepa-
rece cargado de ideología. Por eso prefiere tratar con fenómenos parciales,
que de suyo aparecen suficientemente complejos, antes que intentar encade-
narlos en una visión totalizadora. Además , enfrentados con el tema de la for-
mación nacional , algunos de estos problemas no parecen relevantes.
Por esta razón , el tratamiento del problema de la formación nacional
es apenas sumario y a veces indirecto . Parece como si relegarlo a una dudosa
tradición académica lo desvirtuara como problema propiamente histórico. A
veces se prefiere más bien moldear el conjunto de las historias nacionales la-
tinoamericanas dentro de una matriz uniforme , apoyada en una percepción
externa del subcontinente como un todo más o menos uniforme . Esta reac-
ción es explicable también frente a un cuadro abigarrado de procesos políti-
cos que parecen caóticos, con fuertes desfases cronológicos en la formación
de instituciones, como los partidos políticos, que muestran además una enor-
me disparidad en su eficacia.
Dentro de este tipo de interpretaciones globales , por ejemplo( I ), tan-
to la teoría de la dependencia como la teoría dualista de la modernización
exhiben un pobre trasfondo histórico. En ambos casos se esquematiza un pe-
ríodo colonial de más de tres siglos para lograr un efecto de contraste con las
realidades del s,ubdesarrollo contemporáneo. La teoría de la dependencia ni
siquiera se propuso inicialmente como un modelo lógico-abstracto, sino co-
mo una interpretación histórica . De algunos estudios históricos derivó un
tipo de generalización que reducía el siglo XIX casi entero a una especie de
lapsus y vinculaba directamente procesos de transición (entre, aproximada-
mente , 1870 y 1930) a un pasado remoto que se suponía haberse perpetuado
sin mayores alteraciones. Sucesivas formulaciones, unas más afortunadas que
otras , fueron combinando la depuración conceptual con un ejercicio rudi-
mentario de reflexión histórica . Pero ésta se presenta forzosamente elíptica,
con un sector económico externo que ocupa todo el escenario y que enlaza
un capítulo de exportación de metales con otro de exportación de materias
primas o de productos agrícolas, sin solución de continuidad.
Dentro de la teoría, la polarización entre metrópolis y países depen-
dientes establece un juego que condena a la pasividad y prácticamente a la
inexistencia a las regiones que en estos países no han estado involucradas en
algún episodio de comercio exterior. El esquema postula la existencia, en el
curso del siglo XIX, de un sector social que orientó la economía de cada país
hacia la exportación de productos agrícolas y de materias primas. La vigori-
zación económica consiguiente transformó a este sector social en una hurgue-

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sía ligada a una metrópoli dominante , capaz de subordinar a otros sectores y


a las regiones más atrasadas para canalizar excedentes económicos hacia la
metrópoli. La elipsis histórica deduce así que la dependencia misma constitu-
ye el proceso que ha conformado a las naciones latinoamericanas. Se atribuye
a una clase , que se define en virtud de su vinculación a la economía_exporta-
dora , no sólo la unificación político-institucional que debía convertir al Esta-
do en un instrumento para sus fines , sino la virtud de ser el vehículo mismo
de la unificación nacional.
Esta interpretación, que no siempre se formula de manera tan explí-
cita, se ve reforzada por una innegable coincidencia cronológica. En el curso
de las tres últimas décadas del siglo XIX, muchos países latinoamericanos
afianzaron simultáneamente su posición dentro del comercio internacional
y normalizaron instituciones internas que encauzaron en adelante los proce-
sos de una vida nacional. Parecería, entonces, como si los requerimientos de
participación en el sistema económico mundial hubieran forzado una tregua
en los conflictos internos, imponiendo , al menos provisoriamente , el punto
de vista de lo que se define en términos gramscianos como una fracción hege-
mónica de clase.
Esta conclusión pone en tela de juicio la noción misma de una forma-
ción nacional. La actividad de una clase social marginó a vastos sectores de la
población y a regiones enteras en un proceso de consolidación económica.
Este marginamiento resulta tanto más significativo en cuanto afecta a uno de
los factores básicos de la formación nacional: la identidad cultural. Debe re-
conocerse, sin embargo , que en el contexto latinoamericano las naciones fue-
ron originalmente un proyecto político y no la afirmación de una identidad
cultural y que este proyecto político se vio favorecido por un grado creciente
de integración económica. Es posible también que la consolidación de una
burguesía y sus arreglos políticos con terratenientes de viejo cuño hicieran
viable su propio proyecto político(2); es decir, que el fortalecimiento econó-
mico de una burguesía exportadora hubiera coincidido con el fortalecimiento
de instituciones estaduales capaces de cubrir íntegramente los territorios des-
membrados de un antiguo Imperio colonial. En muchos casos inclusive puede
señalarse una conexión concreta entre estos dos fenómenos a través del incre-
mento de las finanzas públicas.
Pero el alcance de la explicación teórica de la dependencia no cubre
todo el terreno que se atribuía a las viejas historias nacionales, moldeadas a
veces en la inspiración ideológica de Ranke o de Michelet. La explicación
convierte al Estado y a sus instituciones formales, junto con la posición do-
minante de un grupo y la existencia de uno o dos productos exportables, en
las manifestaciones visibles de una nación. El resto del cuerpo social , con sus
actividades heterogéneas, se convierte en una arcilla histórica más o menos
informe. Se subrayan las conexiones entre una sociedad global nacional con
el mundo exterior, pero no se aclaran las conexiones internas que convierten
en algo distintivo a una formación económico-social. Sin embargo, gran parte

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de la experiencia histórica concreta de cada país latinoamericano, aun dentro


del proceso de la dependencia, ha sido determinada por tensiones y dinamis-
mos internos que no podrían reducirse a una metáfora como la que implica
la expresión "colonialismo interno".
¿Cómo podrían definirse estas fuerzas internas? Aun si se acepta que
el proceso de formación nacional fue contemporáneo a la transición de una
economía de tipo agrario a otra de tipo capitalista, los factores que intervi-
nieron en esta transición no fueron los mismos en todas partes. Hubo condi-
ciones preexistentes, identificables en cada caso.
Este problema no encuentra una solución satisfactoria en modelos
generales de estructuras agrarias. Aunque hoy se reconoce casi generalmente
que estas estructuras no fueron inmóviles y que registraron una gran variedad
de formas , el cuadro dista de ser completo. Ejemplos recogidos aquí y allá
van conformando tipologías de la hacienda , por ejemplo , que invitan a un a
aproximación comparativa . Pero todavía parece demasiado pronto para in-
tentar una síntesis razonable de esta unidad productiva tan ubicua. Aunque
en algunos casos (como el del Perú) se ha dado una concentración de estudios
que parece suficiente para percibir los matices de la ha cienda en regiones y
subregiones , en otros casos la disp ersión de las observaciones es tan grande
qu e salta a la vista la falta de representatividad del caso estudiado . ¿Qué se n-
tido tiene , por ejemplo , comparar plantaciones azucareras en Argentina con
plantaciones azucareras en el Caribe o plantaciones de café en el interior de
una provincia colombiana con plantaciones algodoneras en el norte de la cos-
ta peruana?(3 ). Pero , en cambio, pueden existir similitudes históricas entre
las haciendas de trapiche en el valle de Chota (Ecuador) y las del valle del
Cauca (Colombia). Y aun la comparación de regiones globales en países dis-
tintos (Arequipa, por ejemplo , y el antiguo Cauca o partes de la Mérida vene-
zolana con el Santander colombiano) puede arrojar similitudes interesantes
en cuanto a la estructura social y a la función histórico-política de las dos re-
giones en procesos nacionales diferentes( 4 ).
El problema que se plantea consiste , entonces, en captar a la vez la
presencia de elementos comparables, lo cual requiere una disección analítica ,
y el movimiento que forzosam ente los acompaña. Esta especie de ley de la
indeterminación requiere un marco apropiado de referencia que haga posible
un método comparativo sin abandonar la comprensión del dinamismo pro-
pio , la cualidad única como actor histórico , de las formaciones agrarias parti-
culares. El dinamismo pertenece , sin duda, a un proceso de formación nacio-
nal. Pero la comparación sólo es posible abstrayendo elementos y en cierta
manera inmovilizándolos, sin referencia a una realidad nacional concreta.
A través de estudios específicos nos hemos ido familiarizando con re-
giones . Pero si estos estudios pueden dar cuenta - así sea relativamente- del
todo latinoamericano , rara vez dan cuenta satisfactoria de una nación. Si por
alguna razón se ve la necesidad de concentrar la atención en una región parti-
cular. la excepcionalidad de sus rasgos puede ser comparable en alguna parte

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del continente, pero rara vez en su contexto más inmediato. Parece así más
factible encontrar las conexiones entre una región y un marco global (el co-
mercio mundial, el imperialismo , etc .) que con respecto a la nación de la que
forma parte.
Los estudios regionales
El marco más adecuado para lograr simultáneamente la identificación
de elementos homogéneos y observar su dinamismo propio es la región. Vin-
cular el estudio de la región al de la formación nacional tiene una intención
precisa. No se trata de sustituir un nacionalismo ideológico por una colección
de provincianismos que sigan el modelo de la "historia patria". La introspec-
ción necesaria en el examen de la formación regional no debe ser la búsqueda
inconciente de un elemento mítico o la racionalización de una experiencia
estética o emocional inmediata y cotidiana. Por eso, para orientar la búsque-
da por encima de todas estas inclinaciones, se requiere un marco objetivo y
un concepto claro de región.
Dentro de los estudios regionales existentes para los países andinos se
disciernen tres tendencias en la interpretación:
1.- El desa"ollo regional desigual proviene de una herencia colonial que
se perpetuó bajo otras formas de dominación y de dependencia económica.
Desde un punto de vista histórico, por lo menos en lo que concierne a los
estudios coloniales, las raíces del regionalismo , si no de las regiones, pueden
observarse con alguna claridad a través del mundo andino. Como cuando se
habla, por ejemplo , de la herencia colonial de Latinoamérica. Si esta herencia
se refiere no a instituciones ni a estructuras sociales , sino a la mera organiza-
ción del espacio , a la manera como esta organización tendía a evolucionar en
el curso de la mitad del siglo XVIII , se trata de un legado inmediato, cuyas
prolongaciones pueden comprobarse en el siglo XIX. Pero si la continuidad
quiere ir más lejos, echar raíces en una época más distante o referirse al com-
plejo de las actitudes y de las mentalidades, nos enfrentamos con todos los
riesgos de una metáfora.
Hoy , las zonas del atraso de la "colonización interior" o del "desarro-
llo del subdesarrollo", como quiera llamárseles , corresponden , en términos
generales, a las metrópolis provinciales de la explotación colonial. Imaginaria-
mente puede extenderse un eje que pasaría por Cartagena (o Porto Belo),
Mompox, Honda, Popayán , Pasto, Ibarra, Quito y más allá hasta Riobamba.
Pasaría por Lima y de allí al Cusco y al Alto Petú, uniendo Potosí c'on Salta
y Córdoba. Este eje de ciudades, que recorre las zonas indígenas más densa-
mente pobladas de Sudamérica, era el eje de la trata de esclavos y de las
explotaciones mineras con sus economías complementarias de obrajes, ha-
ciendas y mulas(5) .
Obviamente, no son los ejes de las formaciones nacionales contempo-
ráneas, vinculadas a un crecimiento industrial y comercial de signo diferente .

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Sólo en un sentido metafórico, asociado casi siempre a la celebración de fas-


tos patrióticos, se reconoce en antiguas ciudades españolas como Cartagena,
Cuenca, Popayán, Cusco o Chuquisaca una primacía histórica en la formación
de las naciones andinas. El legado colonial proviene más bien del oesplaza-
miento tardío de estos ejes, resguardados por un mar interior y por la relativa
inaccesibilidad del Pacífico. El esfuerzo de los últimos Borbones por adaptar-
se a las realidades de una economía mundial es propiamente el legado colo-
nial. La idea misma de economías basadas en la exportación es una idea de
la Ilustración . La obstinación con que , a mediados del siglo XIX, se buscaron
productos que gozaran de ventajas comparativas en su explotación para ingre-
sar en el mercado mundial, tiene matices apenas diferentes de las exploracio-
nes científicas con fines utilitarios de fines del siglo XVIII. La idea implicaba
la existencia de espacios vírgenes que en cierta manera ofrecían ya productos
que sólo requerían su recolección y, por lo tanto, debía comenzarse por po-
blar dichos espacios. En este período se buscó ampliar la frontera agrícola, se
reconoció la entidad política a poblamientos nuevos, que iban a competir
con las viejas ciudades, y muchas aldeas cautivas en haciendas o viejos pue-
blos de indios mestizados alcanzaron el rango de parroquias.
La etapa de ruralización de la vida que muchos historiadores perciben
entre 1770 y 1840-50 es el preludio a una nueva organización del espacio. La
quiebra de las economías mineras desvertebró el esquema original de los vie-
jos centros urbanos y acentuó los regionalismos. A partir de estos regionalis-
mos, una herencia clara del siglo XVIII , se intentará la construcción de
Estados nacionales en el curso del siglo XIX( 6 ).
Se ha sugerido que, dentro del ámbito de los viejos centros coloniales
del mundo andino, las leyes del primer Estado republicano favorecieron un
asalto sobre las tierras de las comunidades indígenas y que éstas, junto con
enormes posesiones de la Iglesia, acrecentaron la hacienda mercantil. Un se-
gundo asalto se habría operado en el momento de la transición, cuando exis-
tió la posibilidad de transformar las haciendas mercantiles en una unidad de
producción capitalista. Es cierto que, en la sierra peruana y boliviana, la in-
corporación a un mercado internacional contribuyó a romper un equilibrio
tradicional entre haciendas y comunidades indígenas y condujo a usurpacio-
nes de tierras y al desalojo de arrendatarios y aparceros para aumentar el po-
tencial productivo. Pero si la hacienda creció a expensas de las comunidades,
su tránsito de mera hacienda comercial a hacienda (o plantación) propiamen-
te capitalista se vio obstaculizado por arreglos internos con el sector indíge-
na-campesino.
En Colombia, el cuadro que presenta la transición es muy diferente.
Si bien hacia 1880 surgieron haciendas cafeteras en la región de Cundinamar-
ca, éstas no eran la transformación de un reducto colonial. Aunque las tierras
en que se levantaron las nuevas haciendas poseyeran títulos antiguos (que, en
todo caso, no debían ser anteriores al siglo XVIII), estuvieran relativamente
cercanas a la capital y formaran parte del llamado latifundio colonial, nunca

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antes estuvieron integradas al paisaje habitual y a las actividades de los terra-


tenientes bogotanos. En muchos casos había que comenzar por roturarlas,
como si se tratara de una verdadera frontera agraria. Esta tarea, que daba el
carácter de pioneros a quienes la emprendían, fue encarada por comerciantes
y atrajo mano de obra migrante de los altiplanos. Así, el latifundio colonial
en las márgenes de los términos urbanos, es decir, del dominio efectivo de la
ocupación española original, no pasaba de ser un mero concepto jurídico de
apropiación. Muchas veces este latifundio colindaba con tierras baldías, cuya
usurpación en el siglo XIX se amparaba con el título original. Esta frontera
contrastaba con la hacienda colonial , incluida dentro de los términos urba-
nos. Mientras aquí se perpetuaba una rigidez extrema en las relaciones socia-
les, el latifundio marginal representó una oportunidad no sólo para comer-
ciantes con capacidades empresariales, sino también para las poblaciones que
eran víctimas del estancamiento de la hacienda colonial y podían migrar en
búsqueda de mejores salarios(?).
En parte, las dificultades de las interpretaciones históricas del siglo
XIX en el mundo andino provienen de su confinamiento a un espacio prefija-
do , en el que operó la explotación colonial. Aun en el caso extremo de la
costa peruana, en donde el espacio tuvo límites de aprovechamiento muy
precisos y se distribuyó y gravitó desde el siglo XVI en tomo a centros urba-
nos como Lima o Trujillo, puede afirmarse la existencia de una, frontera agra-
ria(8). Allí se operó el desplazamiento de un eje subordinado a un tipo de
economía centrada en las minas de la Sierra y del Alto Perú hacia otro orien-
tado de manera diferente, con la sustitución de una vieja clase terrateniente
por una clase empresarial y la transformación de haciendas mercantiles que
capitalizaban trabajo en plantaciones que invirtieron capitales que provenían
del guano.
Para la época de la transición ( 1870-1930), la formación regional no
puede confinarse entonces dentro del viejo espacio colonial. Hasta mediados
del siglo XIX, el mundo andino ofreció el contraste profundo entre la red de
poblamientos españoles -que habían asegurado al Imperio un control admi-
nistrativo y económico sobre un tipo de recursos- y vastas regiones despo-
bladas. En este mundo andino no ha habido, sin embargo, una frontera abier-
ta, que escape por entero a la impronta de los viejos asentamientos colonia-
les y que culturalmente signifique una ruptura radical. No una sino muchas
fronteras se movieron a partir de estos poblamientos, creando otros que a ve-
ces conservaban el viejo núcleo como punto nodal de una región, a veces lo
degradaban en favor de otro y raras veces creaban uno enteramente nuevo . El
hecho de que estos núcleos nacieran y se consolidaran con un carácter patri-
monial y crearan una jerarquía entre los nuevos asentamientos en virtud de
privilegios políticos y administrativos, acentuó el carácter regional de la his-
toria andina.
Con todo, el concepto de frontera no paréce describir adecuadamen-
te esta realidad(9). La carga ideológica asociada a un mundo nuevo, de opor-

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tunidades que se abren indefinidamente al esfuerzo, no desplaza nunca la per-


cepción de un mundo dominado por improntas tradicionales. Esto se debe al
doble carácter fragmentario del proceso. Por un lado, el nuevo espacio acce-
día o se integraba a núcleos urbanos existentes, según un viejo esquema patri-
monial , y de otro, la ampliación de las fronteras dentro de las regiones obede-
ció casi siempre a un nuevo episodio de exportación. Si por un corto momen-
to la región vivía la euforia de su contacto con un mundo más amplio, esta
experiencia no tardaba en desaparecer, relegándola de nuevo a una indiferen-
ciación histórica de pasados coloniales.
2.- la penetración capitalista induce formas de explotación y de colonia-
lismo internos. En los países andinos, la existencia de regiones marginadas
pone en tela de juicio la consistencia de una formación nacional( 10), al me-
nos en la medida en que esta formación se asocia con la apertura hacia el
mundo exterior y con formas de vida, de mentalidades y de organización so-
cial que tienden a ser homogéneas; es decir, que forman parte de una corrien-
te de "vida nacional". Por eso, no es casual que se busquen los nexos entre
regiones incorporadas efectivamente al tráfico mundial con un hinterland
empobrecido y estático. O que una dualidad étnica se reduzca a términos an-
tagónicos pero complementarios de clase.
Estas diferencias de desarrollo han delimitado áreas muy precisas de
observación en los estudios sociológicos y antropológicos, particularmente en
zonas que se definen como tradicionales o atrasadas en el mundo andino. Por
ejemplo, una primera distinción regional aparece de bulto en el contraste del
desarrollo entre la costa y la sierra peruanas. Esta dicotomía, que podría ex-
tenderse al Ecuador, tiene un equivalente en Bolivia en el contraste que ofre-
cen los Andes y el Oriente. Sin embargo, los llamados estudios andinos tienen
un foco privilegiado en la sierra centro y sur del Perú y rara vez la noción de
los Andes se extiende hacia el Ecuador o Bolivia y mucho menos hacia Co-
lombia, Venezuela, Chile o el norte argentino.
El acento con el que la intel/igentsia local enfrenta el problema de
esta dualidad, en los tres países en los que aparece más acusada, posee una
intensidad diferente. Resulta muy arriesgado tratar de desentrañar un proble-
ma que se desenvuelve en el trasfondo de una conciencia nacional a la luz de
argumentos casi siempre apasionados. Baste observar que, a partir de la guerra
del Pacífico y de dos generaciones sucesivas de intelectuales, positivistas y
neopositivistas de fines del siglo XIX, la sierra ha gravitado en la conciencia
peruana como un obstáculo a la formación nacional( 11 ). La atención sosteni-
da sobre este problema ha desembocado en las tesis generales de una sociolo-
gía de la dependencia y en debates particularizados sobre la significación de
lo étnico y de la clase en regiones como Cusco y Puno, sobre la incorporación
de economías campesinas y pastoriles en el área de un mercado internacional,
sobre el significado de migraciones internas que se desplazan como mano de
obra a regionys de la costa, sobre la vinculación de economías campesinas a
sectores más dinámicos a través de la producción de alimentos o sobre los

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efectos de un desarrollo industrial y minero en una sociedad campesina tradi-


cional( 12).
Dentro de estos debates, que hacen de la sierra peruana un enorme la-
boratorio de observaciones sobre fenómenos diversos, se manej a casi siempre ,
de manera explícita o implícita , un concepto de región. De esta manera se in-
troducen variantes a la dicotomía inicial , las cuales afectan también la noción
de una costa más o menos uniforme , aun cuando no sea sino por las formas
particulares de su vinculación con la sierra.
Vistas desde afuera, las sociedades campesinas se han caracterizado
por un grado mayor o menor de ensimismamiento. Los modelos abstractos
con que se enfrenta el problema de su supervivencia en el mundo moderno
consideran si tienen acceso inmediato o no a un mercado en donde puedan
encontrar un estímulo en las variaciones de precios, si disponen o no de un
excedente de trabajo fuera de la unidad doméstica o de la comunidad , si se
benefician o no de una tecnología o de unos insumos generados externamente
o si se encuentran presas o no dentro de un tipo de relaciones que imponen
de manera permanente coerciones extraeconómicas( 13). Esta perspectiva ex-
terna tiende a distorsionar y a minimizar toda noción de movimiento inheren-
te a la sociedad campesina misma. El cambio sólo puede provenir desde fuera
o sólo es posible cuando se desarrolla en el sentido previsto por el observador.
La observación más atenta, en áreas diferenciadas de la sierra perua-
na, ha conducido a su historización; es decir, al esfuerzo de captar su dinámi-
ca peculiar, que es independiente del punto de vista del científico social o de
sus esquemas preconcebidos. Con el cúmulo de observaciones de sociólogos
y antropólogos, el paisaje social de la sierra ha adquirido una diversidad des-
concertante. La tesis tradicional, que enfrentaba hacienda y comunidades
indígenas como elementos generales de una explicación , tiende a descartarse
para poner de relieve factores históricos, entre ellos la diversificación de una
estructura social aparentemente homogénea. Algunos antropólogos prefieren
fijar la atención en un concepto más bien atomístico, la unidad doméstica
(household)(l 4 ), el cual les permite recomponer el proceso social de una ma-
nera absolutamente diferenciada en cada región. Aunque esta interpretación
podría desembocar en la caracterización de una sociedad campesina basada
en modelos ahistóricos de la estructura anímica del campesino , movido por
un amoralismo familiar, por una imagen del bien limitado o por un ideal de
dependencia(l 5); es decir, por ventajas inmediatas o egoístas, lo que se pre-
tende en ·última instancia es poner de relieve un proceso de diversificación y
de cambio social que no está inmovilizado por las férreas estructuras de la
hacienda y la comunidad.
La diversificación social , sea a partir de lo étnico en un proceso de
cholificación y mestización, sea a partir de la comunidad que se recompone
y se usa con fines estratégicos para alcanzar ventajas económicas y políticas,
ofrece variantes de acuerdo con los nexos particulares de cada región con el
mundo exterior. La respuesta de esta llamada sociedad tradicional a presio-

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nes externas depende así no tanto de una solidaridad extendida y homogénea


entre comunidades que se caracterizan a priori por sus remotos antecedentes ,
como por la naturaleza de un proceso histórico y las presiones que conlleva.
En este proceso, las estructuras de poder no han sido inmutables y monolíti-
cas, sino fluidas y en muchos casos sometidas a un proceso de negociación, a
tal punto que la aldea y el pequeño pueblo disputaron muchas veces con éxi-
to el poder a la hacienda.
3.) El proceso de modernización no es uniforme, sino que deja áreas mar-
ginales intocadas. Así, en lo que respecta a sectores y regiones marginadas,
estudios recientes seflalan una clara tendencia revisionista(l 6 ). La atención se
concentra más y más en aquellos aspectos de una transición que ponen de re-
lieve la multiplicidad de formas y el camino peculiar por el que las viejas so-
ciedades agrarias han ido desembocando en el capitalismo. La rapidez de las
transformaciones operadas en el último cuarto de siglo y la violencia de un
desarraigo continuado de masas campesinas han agudizado la conciencia de la
fragilidad de arreglos sociales que parecían sustraerse ala historia. Experien-
cias políticas concretas y una observación más atenta han mostrado también
que esas masas, que se pensaba inertes, han desarrollado formas de respuesta
-en la acción, en la pasividad, en la negociación y aun en la forma como par-
ticipan en una relación de dominación como la del patrón-cliente- a pre-
siones externas. Un sector marginado, someramente descrito como el comple-
jo de latifundio improductivo, con una función ostensible de prestigio social,
una actividad económica secundaria y un minifundio que sustentaba a una
sociedad campesina como una rareza antropológica, ha revelado poco a poco
leyes de un equilibrio precario, pero basadas en cálculos racionales, tanto de
parte de los terratenientes como de parte de los campesinos(l 7).
La atención misma prestada por los antropólogos a las sociedades
campesinas ha roto su marco usual de referencia, la comunidad encerrada en
sí misma, para comprometerlos en la observación de un tejido social más
complejo, en una escala regional y nacional. Esta ruptura del marco de refe-
rencia antropológico es de por sí muy significativa. Equivale al reconocimien-
to de que el estudio de las sociedades campesinas no es una prolongación di-
recta del de las comunidades indígenas. Culturalmente, campesinos e indíge-
nas no son términos equivalentes. Para utilizar una distinción temprana de
Lévi-Strauss -quien asignaba a la antropología el estudio de fenómenos in-
concientes y a la historia el de los fenómenos concientes que generan las so-
ciedades-, las sociedades campesinas son soeiedades históricas. Esto quiere
decir que su origen puede datarse históricamente y que la multiplicidad de
sus formas obedece a una cronología de los acontecimientos en que se han
visto envueltas. Historiar esta clase de sociedades significa sustraerlas a toda
esencia inalterable, del típo que sugiere una fenomenología del campesino o
una indagación estructuralista que dé cuenta de los patrones de su conforma-
ción anímica.
Aun los historiadores a veces se sienten tentados de ver en la margina-

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lidad campesina la congelación de toda evolución temporal. Por esta razón, el


dualismo aparente de las sociedades andinas más parece una construcción
ideológica, un distanciamiento inconciente del observador, que una realidad
histórica. La desvertebración social de masas humanas enteras se ha contem-
plado como si se tratara de un fenómeno de la naturaleza , como cuando un
geólogo advierte una grieta que puede atribuir a una convulsión de la tierra
en alguna época indeterminada, que no tuvo testigos . Los fenómenos de vio-
lencia campesina, por ejemplo, parecen haber transcurrido en un trasfondo
imperturbable de la conciencia colectiva, sin un significado aparente. La re-
flexión histórica -y no sólo la de la historia política tradicional, sino la de la
más reciente historia económica- se ha refugiado en el dinamismo más obvio
de los centros urbanos y ha marginado a la sociedad campesina, predominan-
te hasta hace muy poco.

El concepto de la región

Si el problema de la formación nacional en los países andinos se defi-


ne a través de estas tensiones internas, lo que los sociólogos de la dependen-
cia gustan llamar desarrollo desigual y contrastado, parece manifiesto que el
esfuerzo de los historiadores que quieran enfrentarlo debe concentrarse en la
significación de las regiones, de las regiones como formas peculiares de orga-
nización de un espacio que cambia radicalmente en cada etapa histórica . En
definitiva, se trata de saber qué diferencia hace una multitud de nuevos asen-
tamientos rurales y semiurbanos en el curso del siglo XIX.
En este sentido, la teoría geográfica clásica de los asentamientos sirve
para medir el contraste entre un modelo europeo y la realidad peculiar del
mundo andino. Según la formulación clásica de esta teoría( 18),el número, el
tamaño y la distribución de los asentamientos humanos deben obedecer a
una ley . De la misma manera que las leyes de una teoría económica hacen
comprensibles actos aparentemente azarosos de intercambio y de distribu-
ción de los bienes mediante la postulación de un mecanismo de formación de
los precios, la teoría de los asentamientos humanos postula su forma ideal de
eficacia en cuanto a la distribución de bienes y servicios. La teoría comienza
por eliminar dos factores que pueden distraer la reflexión de un objeto autó-
nomo, con leyes propias. Uno, la naturaleza, que introduce elementos dema-
siado arbitrarios en la distribución de los asentamientos. Otro, la historia, que
sólo puede proporcionar la apariencia de regularidades; es decir, un material
empírico, pero sin descubrir cuál pudiera ser su principio de orden. Se acen-
túa así el carácter puramente teórico de la reflexión, su validez y su coheren-
cia internas. Como tal, posee un carácter eminentemente deductivo, que no
requiere validarse a cada paso con la observación de la realidad. Como herra-
mienta de análisis, la construcción entera y acabada puede enfrentarse a la
realidad empírica y encontrar en ella un sentido general de adecuación, no su
confirmación en cada punto. La realidad, como tal , puede diferir del modelo

No. 2, diciembre 1985 321


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ideal. En este caso, corresponde a disciplinas empíricas (geografía, historia)


dar cuenta de las desviaciones de la teoría.
Entre el azar de las determinaciones de la naturaleza y el azar aparen-
te de la historia, la teoría de los asentamientos se sitúa en el campo de las
ciencias sociales. Como herramienta deductiva, forma parte de la geografía
económica y, como ésta , hace uso de las leyes económicas, tal como fueron
formuladas por los clásicos, sólo que en lugar de desarrollar estas leyes con
respecto al tiempo , la teoría de los asentamientos tiene que hacerlo con res-
pecto al espacio. En este dominio, el geógrafo puede introducir sus concep-
tos propios, el de las diferencias de escala, por ejemplo, indiferentes para la
teoría económica. Las leyes geográfico-económicas dan cuenta así de las di-
ferencias entre una economía mundial y una economía nacional y, todavía
más , pueden derivar una teoría de las economías de muy pequeña escala.
De la misma manera que en economía las leyes del mercado regulan
la distribución de los bienes, en la teoría de los asentamientos estas mismas
leyes operan en el espacio para regular el acceso a los bienes. La óptima dis-
tribución espacial debe adoptar la figura de un hexágono en donde cada aldea
o asentamiento tributario de un lugar central esté colocado de tal manera que
reciba una atención uniforme en la distribución de bienes y servicios que
parten de ese lugar central.
Esta teorización pura del espacio debe despojarse de todo elemento
empírico-histórico. Basta comprobar que, lo mismo que en la materia , algu-
nas formas de vida humana comunitaria poseen un principio de orden alre-
dedor de un núcleo . Los signos visibles de este orden serían la iglesia, la alcal-
día u otros edificios que sobresalen en un paisaje urbano con un rango espe-
cial. Formalmente puede analizarse la evolución histórica de las ciudades con
respecto a su ordenamiento. visible. Pero lo que interesa a la teoría no es esta
apariencia formal , sino su función en la vida humana comunitaria.
Ateniéndose a este solo rasgo, la función , siempre existe un lugar des-
tinado a centralizar servicios y bienes y distribuirlos dentro de un área de in-
fluencia. Esta característica no se aplica sólo a las ciudades, sino que la fun-
ción puede ser ejercida por diversos sitios de asentamiento : minas, fuertes ,
muelles o monasterios. Para designar este centro de la manera más abstracta
se utiliza el concepto de lugar central (central place). Hay un lugar que ejerce
una función central, que posee centralidad.
De la misma manera que depura, a través de la función, su concepto
de lugar central, la teoría depura también los conceptos de bienes y servicios
ofrecidos (así, hay bienes y servicios centrales jerarquizados) para construir
un ordenamiento ideal, de equilibrio estático, en el cual un espacio es servido
por uria red uniforme de lugares centrales. Este ordenamiento ideal distribu-
ye de manera estratégica los lugares centrales, de tal manera que las regiones
complementarias de cada lugar central no queden superpuestas.
Inspirados por un trabajo clásico de adaptación de la teoría de los
asentamientos. algunos antropólogos han estudiado recientemente el proble-

322 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Colmenares: Nación

ma de la formación de mercados en sociedades campesinas de Hispanoaméri-


ca( 19). Esto les permite trascender su unidad de análisis habitual , la comuni-
dad , y reconocer nexos mucho más amplios que ligan a las sociedades campe-
sinas , definidas como sociedades parciales, al resto de la sociedad(20). En la
mayoría de los casos se trata de un análisis sincrónico contemporáneo , aun-
que en otros se busca una profundización histórica.
¿Qué aplicación podrí~ tener esta teoría en los estudios históricos re-
gionales? Su atractivo reside en el tratamiento conceptual riguroso de lo que
es una región. Pero que pueda aplicarse a China o a la región de Puno no es
indicación de su validez abstracta, que nadie podría disputarle, sino de si, con
algunas modificaciones, es un buen instrumento heurístico(21 ). Si las socie-
dades campesinas se estudian como fenómenos contemporáneos, en ellas pue-
de discernirse la formación de mercados y hasta la homogeneización del espa-
cio en el que se desenvuelven sus relaciones. De otro lado , este tipo de estu-
dios implica el reconocimiento del carácter histórico de estas sociedades, la
manera como la circulación de mercancías afecta su distribución espacial.
Pero en lo que concierne a su aplicación histórica, la teoría se ve limitada
por varios fenómenos:
1.- La teoría europea de los asentamientos postula como presupuesto im-
plícito la homogeneidad de un sistema económico , en el que todos los bienes
y servicios circulan como mercancías. Esto ha conducido a que sus aplicacio-
nes más notables introduzcan un elemento evolutivo , extraño a la concepción
original de la teoría. Ahora se examina la aparición gradual de asentamientos
que no están asociados necesariamente a la existencia de un mercado y que
de alguna manera podrían conciliarse con los rasgos de una sociedad tradi-
cional.
Posiblemente el fundamento racional contemporáneo del mito del
buen salvaje sea la versión de Polanyi(22) y su escuela , para la cual los meca-
nismos del mercado y los valores político-sociales asociados con ellos deben
confinarse a las sociedades occidentales de tipo europeo , desde el momento
en que accedieron al capitalismo y en el que la tierra y el trabajo adquirieron
el carácter de mercancías. En las sociedades andinas, ni la tierra ni el trabajo
adquirieron este carácter hasta el momento de la transición. Por esta razón,
el análisis debe moverse en medio de las ambigüedades que presentan estas
sociedades, orientadas hacia valores corporativos, pero en las cuales actúa
cada vez con más fuerza la movilidad de los factores de producción y la ideo-
logía asociada con ella.
2.- En el mundo andino -y en Hispanoamérica en general- la centrali-
dad de un lugar nunca surgió de intercambios espontáneos, sino de privile-
gios de tipo político-administrativo. Esto podría contribuir a explicar por
qué muchos conflictos -en el siglo XVIII, todavía más en el siglo XIX y algu-
nas veces en el XX- no obedecen a un patrón de intereses coaligados o a una
impronta de clase, sino que revisten un carácter eminentemente local. ¿Qué
sentido tienen , por ejemplo, los sucesivos acomodos y reacomodos consti-

No . 2, diciembre 1985 323


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

tucionales de Provincias, Departamentos. Estados, Cantones, Municipios.


etc.? Las innumerables constituciones del siglo XIX no sólo estaban destina-
das a legitimar los golpes de Estado de caudillos ambiciosos y personalistas;
la mayoría de las veces , el primer título de la Constitución (que solía elabo-
rarse inmediatamente después de una guerra civil) se refería al ordenamiento
político-territorial; es decir, a ensayar un nuevo equilibrio regional, pues el
anterior había sido roto con el conflicto .
La rígida jerarquía colonial de los poblamientos (ciudades , villas , pue-
blos de indios) estaba diseñada para imponer cargas y crear privilegios o , si se
prefiere, un orden de explotación , que era la fuente permanente de estos con-
flictos . No se trataba de que el Estado español fuera más fuerte que el ulte-
rior Estado republicano , sino que los patrones jerárquicos de los asentamien-
tos estaban mejor definidos. Por esta razón, en el curso del siglo XIX y parti-
cularmente en la época de la transición, cuando se multiplicaron los asenta-
mientos que luchaban por sacudirse esta impronta jerárquica, el orden colo-
nial aparecía tan opresivo. Entonces solía atribuirse ai despotismo monárqui-
co , cuando en realidad la opresión provenía de mucho más cerca: del centro
provincial o del asentamiento que hubiera alcanzado algún privilegio, ejerci-
do por sus notables y no necesariamente por una burocracia. Cuando se mul-
tiplicaron los asentamientos campesinos y se integró verticalmente la buro-
cracia , la tensión entre formaciones sociales espontáneas y la acción de Esta-
dos centralizados se volvió permanente. En casos extremos surgió una duali-
dad entre autoridades comunitarias y los intentos del Estado de superponer
estructuras administrativas(23). Esto explica por qué la comunidad campesi-
na se integró difícilmente en una red semi-urbana, su asentamiento fue muy
disperso en algunas regiones y, en general, mantuvo relaciones hostiles con
centros urbanos o semi-urbanos de poder(24 ).
3. - La hacienda comercial del siglo XIX, que podía coexistir en gran me-
dida con una economía campesina , cuando ella misma no la alimentaba en su
seno, tampoco excluía la aparición de aldeas campesinas . Otra cosa es la plan-
tación moderna , que congrega a los trabajadores en campamentos y cuyos
asentamientos son a menudo momentáneos . El complejo que aloja la admi-
nistración, la maquinaria y a los trabajadores o que sirve de bodegas asume la
forma de un lugar central muy peculiar. No integra el espacio más inmediato ,
sino que aprovecha el acceso a un puerto o a una carretera para llevar sus
productos a un mercado distante.
Pero aun la hacienda tradicional y la hacienda comercial podían ser
un obstáculo para la formación de sitios de mercado cuando estaban orienta-
das hacia adentro. Por eso, a raíz de la reforma agraria boliviana, se vieron
surgir después de 1952 nuevos asentamientos nucleados, con mercados sema-
nales.

Conclusiones
En los países andinos, el tema central para la historia del siglo XIX. y

324 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Colmenares: Nación

particularmente para el período crucial de 1870-1930 , sigue siendo el de la


formación nacional. La necesidad de este tratamiento debe conciliarse con el
hecho Ü.! que los mayores avances conceptuales y metodológicos de la histo-
riografía y de otras ciencias sociales se han logrado sobre la demarcación de
unidades de análisis diferentes a la nación , o en base a una especialización te-
mática . Se trata, entonces , de acceder a una síntesis que no puede excluir los
patrones usuales de la investigación empírica sin arriesgarse a retornar a la
mera exposición ideológica.
Ante todo, debería verificarse el proceso de configuraciones regiona-
les que , en una etapa crucial , fue llenando espacios vacíos y creando tensio-
nes y desequilibrios tanto entre las regiones mismas como con respecto al
Estado . Frente a una peculiar conformación del espacio subordinado a un ti-
po de explotación colonial , el siglo XIX crea otro e invierte muchas veces la
relación original entre los viejos centros urbanos y su hinterland. Por eso , los
análisis de la formación nacional no pueden confinarse al primitivo espacio
colonial , en el que presuntamente se habría perpetuado una herencia de atra-
so y opresión, de valores tradicionales y de tendencias corporativas , y que
habría prolongado externamente un esquema de dependencia similar al de la
colonia.
La unificación de perspectivas que ha querido introducir la teoría de
la dependencia para el continente debería conservarse , pero no sobre la base
de conjuntos nacionales indiferenciados , sino sobre la observación más deta-
1,lada de regiones comparables. Esta comparación sigue los contornos de rela-
ciones y contrastes entre desarrollos regionales desiguales .
Las regiones del mundo andino no pueden definirse históricamente a
través de relaciones de equilibrio, sino más bien en función de conflictos per-
manentes, guerras civiles y violencia campesina. La normalización de relacio-
nes de mercado , su extensión y la manera como conforman el espacio, pare-
cería implicar que con ellas se difunde un tipo peculiar de ideología, más afín
con la de los países industrializados de occidente. Esta era al menos la expec-
tativa de una élite en el siglo XIX en todo el continente, para la cual la aper-
tura al mundo exterior debía traer consigo la civilización.
Posiblemente esta expectativa no tenga nada que ver con la realidad
del mundo andino contemporáneo. En medio de los dilemas ideológicos del
presente , la tarea del investigador que encara el tema de síntesis por excelen-
cia , el de la formación nacional , no consiste en ilustrar la realización de un
designio intemporal, sol?re una realidad acabada , como la concebía el histo-
riador del siglo XIX. El historiador tampoco puede quedar preso en la histo-
ria, sin percibir la radical novedad de cada momento. Por eso , la tarea más in-
mediata para el estudio de la formación nacional en el período de transición
( 1870-1930) podría consistir en indagar qué formas tomó la incorporación
de nuevos espacios y de nuevas masas humanas y de qué manera transforma-
ron los viejos recintos coloniales. ·

No. 2, diciembre 1985 325


NOTAS

(l) Sobre este problema, ver las observaciones de Christopher Baker, "Economic Reor-
ganization and the Slump in South and Southeast Asia", en Comparative Studies in
Society and History, 23 :3 (1981 ), pp. 3 25-349. Otra crítica, orientada a señalar la
ausencia de trabajos empíricos dentro de los cultores de la teoría de la dependencia,
en Peter Smith, "Political History in the 1980's", Journal of lnterdisciplinary His-
tory, 12:1 (1981), pp. 3-21.
(2) El argumento original en Franr,ois Bourricaud, Tres ensayos y una polémica: la oli-
garquía en el Perú (Lima, 1969). Una versión más elaborada, Karen Spalding, "Class
Structures in the Southem Peruvian Highlands, 17 50-1920", en Benjamín Orlove y
Glynn Custred, Agrarian Economies and Social Processes in the Andes (New York,
1980).
(3) A partir del libro de Robert S. Platt, (Latin America Countrysides and United Na-
tions, New York, 1942), una obra pionera en el análisis regional comparativo, ¿cuán-
to se ha avanzado por este camino? Pese a las diferencias entre Venezuela, Colom-
bia, Ecuador, Perú y Bolivia, Platt tuvo el cuidado de tomar sus ejemplos en zonas
ecológicas contrastadas y comparables entre país y país. Andrew Pearse (The Latin
American Peasant, London, 1975) sugiere una clasificación útil para distinguir ras-
gos históricos del campesinado. Habla así de lndoamérica (en donde incluye los alti-
planos de México central y del sur, Guatemala, Colombia, Perú, norte de Chile y de
Bolivia), Mestizo-américa (Caribe, gran parte del Brasil, Perú costero, sur y occiden-
te de Bolivia, Chile central, Paraguay) y Euroamérica (Norte de México, Uruguay y
Argentina). Obviamente, las categorías indoamérica y mestizo-américa presentan
todos los problemas inherentes a una demarcación de este tipo. También existe el
riesgo de hipostasiar un rasgo aparentemente histórico en una categoría inmutable.

(4) En algunos casos, como el de Cuenca (Ecuador), parecería que estamos frente a un
modelo casi puro de categorías y relaciones sociales anacrónicas pero vagamente re-
conocibles en otras partes. Ver Leslie Ann Brownrigg, The 'nobles' of Cuenca: The
Agrarian Elite of Southern Ecuador (Ph.D. Diss., inédita, Columbia University,
1972). Con respecto a las similitudes de la formación social de Táchira (Venezuela)
y Santander (Colombia), ver Arturo Guillermo Muñoz, The Táchira Frontier 1881-
1899: Regional lsolation and National lntegration in the Venezuelan Andes (Ph. D.
Diss.,inédita), y David E. Johnson , Social and Economic Change in Nineteenth Cen-
tury Santander, Colombia (Ph. D. Diss., inédita. University of California, Berkeley,
1975). Un elemento común, fuera de la situación fronteriza y las migraciones co-
lombianas, resulta ser un tipo de estructura en la tenencia de la tierra, con pequeños

326 Revista Andina, año 3


____________________________ Colmenares: Nación

cultivadores de café independientes en Táchira y una tradición más antigua de pe-


queños y medianos propietarios en Santander. El papel político que jugaron ambas
regiones en los respectivos países sugiere también aproximaciones, aunque en este
caso la comparación es mucho más azarosa . Ambato (Ecuador) y Boyacá (Colom-
bia) sugieren también comparaciones por la tendencia de la gran hacienda colonial a
la fragmentación y por su coexistencia con minifundios mestizo-indígenas. Al res-
pecto, ver Robson Tyrer, The Demographic and Economic History of the Audiencia
of Quito: Indian Population and the Textile lndustry , 1600-1800 (Ph. D. Diss, iné-
dita . University of California, 1977, p. 71) y Orlando Fals Borda, El hombre y la
tierra en Boyacá (Bogotá).

(5) El trabajo de Robson Tyrer, cit. , ayuda a ver claramente los eslabonamientos de
este eje y las razones de su decadencia .
(6) Ver el lúcido enunciado de Henri Favre sobre este problema en F. Bourricaud et al. ,
Tres ensayos ... , cit. El hiatus entre economía colonial exportadora de metales y
las economías nacionales que se consolidan a fines del siglo XIX es parte de la argu-
mentación de D.C.M. Platt ("Dependence in Nineteenth Century Larin America" ,
en Latín American Research Review, 1980, 15 : 1, pp. 113-30) en una polémica con
los Stein (Ibid., 1980, 15: 1, pp. 131-149).
(7) Ver Marco Palacios, El Café en Colombia (1850-1970). Una historia económica, so-
cial y política (Bogotá, 1979). También, edición inglesa. Esta obra contribuye a des-
pejar muchos lugares comunes sobre el papel de una sociedad campesina en el pro-
ceso de transformación capitalista. Por su parte, Malcolm Deas ( ver "A Colom bian
Coffee Estate : Santa Barbara, Cundinamarca, 1870-1912" , en Duncan and Rutledge
eds., Land and Labour in Latín America, London, 1977) reduce a un tono menor,
de una gran precisión descriptiva, el dramatismo con el que usualmente se pintan las
relaciones entre peones , mayordomos y propietarios ausentistas .
(8) Sobre la distribución y utilización de tierras en la costa durante el período colonial,
ver Susan Elisabeth Ramírez Horton, Land Tenure and the Economics of Power in
Colonial Peru (Ph .D. Diss., inédita, University of Wisconsin , Madison , 1977); Nicho-
las P. Cushner, Lords of the Land: Sugar, Wine and Jesuit States of Coastal Peru,
1600-1767, Albany , 1980; Manuel Burga, De la encomienda a la hacienda capitalis-
ta (El valle de Jequetepeque del siglo XVI al XIX), Lima, 1976.
(9) Esta frontera podía ser el viejo dominio de comunidades indígenas, como en Bolivia
(ver Paul Robert Turovsky , Bolivian Haciendas, Before and After the Revolution,
Ph.D. diss. , inédita, University of California, Los Angeles, 1980), o tratarse de bal-
díos. El estudio de Catherine C. Legrand (From Public Lands into Prívate Proper-
ties: Landholding and Rural Conflict in Colombia, Ph.D. Diss. , inédita. Stanford
University , 1980) contribuye a dar una idea de la magnitud del fenómeno en el caso
colombiano. Sobre la aplicabilidad del concepto de frontera en Latinoamérica, ver
Alistair Hennessy, The Frontier in Latín America (London, 1978). El autor subraya
no sólo la dislocación espacial de las fronteras, sino también la variedad de sus for-
mas de ocupación y la diacronía absoluta con la que aparecen en el horizonte men-
tal, político y económico.
( I O) Esta ha sido una fuente fructífera de reflexiones teóricas y de trabajos empíricos de
la escuela del Instituto de Estudios Peruanos. Para citar unas pocas compilaciones
de ensayos, ver José Matos Mar et al, Perú Problema: cinco ensayos (Lima, 1968);
ibid. , Hacienda, comunidad y campesinado en el Perú (Lima, 1970); ibid ., Domina-
ción y cambios en el Perú rural : la microrregión del valle de Chancay (Lima , 1969).

No . 2, diciembre 1985 327


(11) Ver Fredrick B. Pike, The Modern History of Peru (New York, 1967). La interpre-
tación del Perú en este autor ha derivado de una narración clásica hacia una explora-
ción sicocultural. Ver The United States and the Andean Republics (Cambridge,
Mass. 1977) y especialmente "Religion, Collectivism, and Intrahistory: the Peruvian
Ideal of Dependence", en Journal of Latín American Studies, l O: 2 (1978), pp. 239-
262; Jesús Chavarría, José Carlos Mariátegui and the Rise of Modern Peru, 1890-
1930 (University of New Mexico Press, 1979) y su artículo "The intellectuals and
the Crisis of Modero Peruvian Nationalism, 1870-1919", en Hispanic American
Historical Review, 50:2 (1970) . El libro de Henry F. Dobyns y Paul L. Doughty,
Peru: A Cultural History (New York, 1976),desplaza el acento hacia el papel central
de Lima en el proceso político de formación nacional. Una obra específica sobre la
política indígena es la de Thomas M. Davies Jr., Indian Integration in Peru: A Half
Century of Experience, 1900-1948 (Lincoln, 1 974 ). Sobre el movimiento indigenis-
ta y sus interioridades, Dan Chapín Hazen, The Awakening of Puno: Government
Policy and the lndian Problem in Southern Peru, 1900-1955 (Ph.D. Diss., inédita,
1975).

(12) Particularmente después de la revolución peruana y la reforma agraria de 1969, el


acento se ha desplazado hacia una visión dinámica del campesinado. En este sentido
es interesante el contraste entre sociólogos y antropólogos que hacen énfasis en la
capacidad de adaptación de las sociedades campesinas a la aceleración de procesos
históricos y las teorías de tipo sico-cultural de científicos políticos que señalan las
rigideces de los sistemas institucionales. Ver, por ejemplo, los ensayos reunidos por
Norman Long y Bryan Roberts, Peasant Cooperation and Capitalist Expansion in
Central Peru (Austin, Texas, 1978), y los de Orlove y Custred, cit. También los
artículos de Pike, citados en la nota 11, el de Glen C. Dealy, "The Tradition of Mo-
nistic Democracy in Latín America", en Journal of the History of Ideas, 35 (1974),
pp. 625-646, y el libro de Alfred Stepan, The State and Society: Peru in Compara-
tive Perspective (Princeton, 1978).
Sobre el problema de la incorporación del trabajo serrano en las plantaciones coste-
ras y el enganche, Michael Gonzalez, "Capitalist Agriculture and Labour Contrac-
ting in Northem Perú, 1880-1905 ", en Journal of Latín American Studies, l 2: 2
(1980), pp. 291-315. Sobre la producción campesina de lanas y el complejo de rela-
ciones regionales con el mercado internacional, ver Benjamín J. Orlove, Alpacas,
Sheep and Men: The Wool Export Economy and Regional Society in Southern Peru
(New York, 1977). Sobre lo étnico en el Perú, P. Van Den Berghe y G. Primov,
Inequality in the Peruvian Andes: Class and Ethnicity in Cuzco (Columbia Mo.
1977). '

(13) Sobre este tipo de modelos, ver las contribuciones en el seminario sobre economías
campesinas y de subsistencia celebrado en Honolulú, en Feb.-Mar. 1965, en Clifton
R. Wharton, Jr., Subsistence Agriculture and Economic Development (Chicago,
1969). De especial interés es el comentario de H. Myint, p. 99 y ss. De este mismo
autor, ver The Economics of Developing Countries (London, 1964), que se basa so-
bre todo en países con una experiencia colonial reciente. Para Latinoamérica pone
de relieve, antes que el problema de una sociedad campesina, la existencia contem-
poránea de enclaves extranjeros en minas y plantaciones (p. 64). Sin embargo, mu-
chas de las observaciones de teoría económica servirían para enfocar los problemas
de la transición, entre 1870 y 1930.

( 14) Por ejemplo, William Stein, Life in the Highlands of Peru (Comell, 196 l) y Orlove y
Custred, op. cit.

328 Revista Andina, año 3


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(15) Ver Pike, op. cit., y Edward C. Banfield, The Moral Basis of a Backward Society
(New York, 1958).

(16) Ver Duncan y Rutledge, op. cit., y las recopilaciones de Long y Roberts. Al discutir
la noción de un colonialismo interno, Van Den Berghe y Primov (op. cit.) se incli-
nan por otra de marginalidad absoluta. Contra estos dos extremos, ver la explora-
ción detallada de las múltiples relaciones entre una hacienda tradicional, el sector
campesino y una sociedad más amplia, regional y nacional, en Muriel Kaminsky
Crespi, The Patrons and Peons of Pesillo: a Traditional Hacienda System in High-
land Ecuador (Ph.D. Diss. , inédita, University of Illinois at Urbana, 1969).

(17) Un excelente modelo explicativo de este tipo de racionalidad, en I.G.Bertram, "New


Thinking onthe Peruvian Highland Peasantry".

(18) Ver Walter Christaller, Central Place in Southern Germany (Englewood Cliffs, New
Jersey, 1966). Si bien la bibliografía sobre la teoría de los asentamientos es muy
rica, la diafanidad de la exposición de Christaller parece insuperable.

(19) G. William Skinner, "Marketing and Social Structure in Rural China", en The Jour-
nal of Asian Studies, 24: l y 2 ( 1964 y 196 5); Caro! A. Smith, "Economics of Mar-
keting Systems Models from Economic Geography", en Annual Review of Anthro-
pology, 3 (1974 ), pp. 167-201; edid. Regional Analysis (Economic Systems I y
Social Systems 11) (New York, 1976). Otra exposición general de las variantes de la
teoría en Edgar Augustus Jerome Johnson, The Organization of Space in Develo-
ping Countries (Cambridge, Mass., 1970).

(20) Ver las incitaciones iniciales de Clifford Geerz, "Studies in Peasant Life : Communi-
ty and Society", en Biennial Review of Anthropology (Stanford, California, 1962).

(21) La teoría de los asentamientos es rechazada a veces como una intromisión ideológi-
ca intolerable en el análisis de la organización del espacio en Latinoamérica. Sin em-
bargo, como instrumentos heurísticos en la definición de regiones debería servir al
menos para: l) Comprobar que las cosas no han ocurrido de la misma manera en los
países de Europa occidental y en la periferia ; 2) Hasta qué punto la penetración ca-
pitalista conforma el espacio a su imagen y semejanza. Un punto de vista de rechazo
enfático en Patricia Ann Wilson , From Mode of Production to Spatial Formation:
The Regional Consequences of Dependent Industrialization in Peru (Ph.D. Diss.,
inédita, Cornell University, 1976). También, Fernando Antonio Soler, An Analysis
of Spatial Formation in Dependent Countries: The Latin American Case (Ph.D.
Diss., inédita, Cornell University, 1976). Un rechazo, en tono menor, de la teoría
europea como algo inaplicable a la realidad latinoamericana, puesto que dicha teo-
ría está basada en observaciones en Europa y los Estados Unidos, en Peter Odell y
David Preston, Economies and Societies in Latin America: a Geographical Interpre-
tation (Chichester, 1978). Una aplicación matizada de teorías geográficas, en Nyle
Keith, Walton, Human .Spatial Organization in an Andean Valley: The Callejón of
Huaylas, Peru (Ph.D. Diss., University of Georgia, 1974). Finalmente, una incursión
teórica que sugiere -hasta donde la jerga y la sintaxis intrincada dejan percibirlo-
que las naciones latinoamericanas no son sino territorios en torno a un puerto crea-
do con el exclusivo objeto de sacar productos hacia una metrópoli, en Alejandro B.
Rofman, Dependencia, estructura de poder y formación regional en América Latina
(Buenos Aires, 1954 ).

No . 2, diciembre 1985 329


(22) Karl Polanyi et. al., Trade Market in the Early Empires (Economies in History and
Theory) (Glencoe, 111 ., 1959). Walter C. Neale , uno de los colaboradores en esta
obra, hace la distinción entre mercado como mecanismo de formación de precios; es
decir, como fundamento teórico de la economía, y el mercado como lugar en que se
efectúan transacciones . Este último sería de mayor interés para el historiador y para
el antropólogo. En el trabajo de Skinner sobre mercados rurales en China, en donde
hay un mercado móvil de comerciantes itinerantes predominaría el segundo senti-
do. Sin embargo, en la concepción christalleriana cÍásica, la teoría del Lugar central
no hace sino desdoblar espacialmente este supuesto teórico de la economía clásica.
(23) Ver Giorgio Alberti y Rodrigo Sánchez, Poder y conflicto social en el valle del Man-
taro (Lima, 1974 ).
(24) Ver, por ejemplo, las observaciones de T .L.Smith, Colombia: Social Structure and
the Process of Development (Gainesville, 1954), p. 258 y ss. En el caso específico
colombiano, la dispersión o la nucleización de asentamientos campesinos posee ca-
racterísticas regionales muy acusadas. Por ejemplo , al contrario de lo que creía
Smith, los pueblos del valle del Cauca o de la costa norte no son vestigios de anti-
guos asentamientos aldeanos. Se trata de formaciones mucho más recientes, que
fueron apareciendo a fines del siglo XVIII y en el curso del siglo XIX en las márge-
nes o dentro de las mismas haciendas . Por el contrario, en antiguas regiones de asen-
tamientos indígenas, la dispersión se acentuó, a partir de un núcleo original que
data de comienzos del siglo XVII, con el proceso de minifundio.

330 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C o l m e n a r e s: Nación

COMENTARIOS

que no menciona sino un solo actor, el Es-


Marie·Daniele Démélas tado (y sus extensiones) , y que atribuye así,
Centre National de la Recherche paradójicamente, a las burguesías compra-
Scientifique doras la tarea de la unificación nacional ; se
54, boulevard Raspail llega a estas falsas premisas no tornando en
75006 Paris (Francia) consideración más que las relaciones exter-
nas y descuidando el estudio de las redes
internas que estructuraron a las jóvenes na-
Si he comprendido bien , Germán Col- ciones sudamericanas.
menares se propone recuperar en benefi- A pesar de estas críticas severas y funda-
cio de la historia el terna de la formación das, Germán Colmenares concluye propo-
nacional , que los especialistas han abando- niendo conservar el marco de la teoría de la
nado en favor de las ideologías nacionalis- dependencia , revisando , sin embargo, el mé-
tas y chauvinistas; así , el autor sugiere va- todo empleado. Se tratará, en Jo sucesivo ,
ri9s ángulos de ataque a este problema inti- de tornar como objeto de estudio las regio-
midante . Abriendo camino, se propone nes comparables, mas no los Estados indi-
romper con ciertos modelos interpretativos ferenciados (sin disimularse la dificultad de
que tienden a borrar las diversidades nacio- reubicar los estudios regionales dentro de
nales de América del Sur y a "olvidar" las un contexto nacional), y en lugar de las
especificidades del siglo XIX ya que postu- grandes dicotomías costa/sierra, Andes/
lan una continuidad entre la dependencia Oriente . . . habrá que darles preferencia a
colonial y aquella propia del siglo XX. los movimientos internos de las sociedades
Germán Colmenares combina los análisis campesinas. Curiosamente , Colmenares dis-
de fenómenos históricos muy sugestivos tingue, por otra parte, a éstas de las comu-
(ruralización del siglo XIX , negociaciones nidades indígenas: sólo las sociedades cam-
complejas entre la hacienda y las comuni- pesinas serían históricas . La no historicidad
dades indígenas, aunque también entre re- de las comunidades indígenas permite so-
giones después de cada crisis política avan- ñar .. .
ce de la ''frontera" agraria dentro dei espa- Dejando de lado este absurdo, lamentaría
ciQ andino , así corno sobre la costa, etc.), que las proposiciones de Germán Colmena-
con un inventario crítico de conceptos y de res estén tan limitadas a una cuestión de
modelos avanzados, en su mayor parte por método : los estudios dedicados a la forma-
las ciencias sociales norteamericanas. ' ción nacional deberían cambiar de escala
Sus observaciones se ordenan alrededor yendo de "macro" a " micro". Pero, ¿córn¿
de dos ejes : de un lado, una simplificación pensar la articulación de lo regional a lo na-
excesiva de los objetos de estudio no per- cional? Este trabajo , indudablemente atra-
mite captar de modo alguno la complejidad sado en dos o tres años , ignora las tentativas
de la formación nacional ; de otro lado hay recientes para reforrnular esta cuestión ; se
que terminar con los restos de las te~rías puede adivinar que aludo al coloquio del
que aún persisten en las obras que conciben Centro "Bartolorné de Las Casas" dedicado
la edificación del espacio nacional corno a las regiones (Cusco , julio 1984), así corno
consecuencia de la extensión de una econo- a un congreso organizado por el IFEA so-
mía de mercado. Sobre este punto, Germán bre la formación del Estado-Nación (Lima,
Colmenares recuerda con justeza que en agosto 1985); por último, es lamentable
América del Sur el espacio nacional no fue que no se haya citado la tesis de Jean-Paul
construido por el mercado , sino gracias y a Deler, quien se aventura a un recorrido his-
través del conflicto. Considera, de manera ' tórico-geográfico fructífero para describir y
muy particular, la teoría de la dependencia, explicar la formación nacional ecuatoriana.

No. 2, diciembre 1985 331


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

más inmediatos, sino aprovechan el acceso


Wilfredo Kapsoli a un puerto o a una carretera para trasladar
Jr. Mariano Arredondo 2961 sus productos a mercados distantes y gene-
Urb. Benavides. Lima 101 ralmente al exterior.
Perú Aparte de estas observaciones precauto-
rias, del artículo de Colmenares' podemos
rescatar ideas e hipótesis sugerentes como
La propuesta de Germán Colmenares es la necesidad de priorizar el análisis' de las
una sistematización crítica de un conjunto conexiones, tensiones y dinámicas internas
de interpretaciones de la historia andina El de las sociedades andinas (además claro
dice que , en el s. XIX , las historias nacia"na- está, de subrayar las conexiones entr~ ia so-
les se construían para afirmar la identidad c~ed_ad _global y el mundo externo) como
co!1 el respaldo del pasado ; que esto consti- distmtlvos de una formación nacional. Pun-
tuia no una historia real y concreta sino tualizar las condiciones pre-existentes en
un proyecto político; que en el prese~te si- cada nación , para comprender el proceso
glo se han _incorporado nuevos conceptos, de transición del feudalismo al capitalismo
como dualismo y dependencia para dar requiere del auxilio de una historia campa:
cuenta del mismo fenómeno. Si ia historio- rada que debe captar los elementos comu-
grafía positivista obvió la explicación de los nes, inmovilizándolos y abstrayéndolos de
.soportes sociales y económicos del pro ble- las realidades concretas. De este modo se
ma, ahora se ha enfatizado las conexiones podrá discernir mejor las similitudes y las
globales con el mundo externo sin detener- diferencias regionales y nacionales.
se en las especificidades y conexiones inter- Algunos reparos que podemos presentar
nas. De esto ha resultado que hay trabajos al autor son : en cuanto al estudio de la re-
acerca del todo latinoamericano o andino y gión como forma peculiar de organización
no así estudios sobre la historia particular del espacio que cambia radicalmente en
de las naciones que satisfagan las exigencias cada etapa histórica. Esto nos parece muy
de la ciencia. rígido, toda vez que abordar la región no
Una respuesta a aquellas deficiencias han implica sólo concretarse al conocimiento
sido los estudios regionales. Estos partían de su organización espacial, sino básicamen-
tomando como base los espacios y econo- te a la configuración de los grupos de poder
mías coloniales, pasaban por las modalida- eco~ómico-político y a la manera cómo ga-
des de la penetración capitalista y termina- rantizan su permanencia y reproducción; a
ban con la modernización de las áreas andi- la función específica de las clases sociales
nas. Y para un acercamiento más preciso se en la articulación de ejes y engranajes que
recurrió a la teoría geográfica de los asenta- dan lugar a fenómenos como el gamona1is-
mientos humanos y del lugar central con mo y caciquismo provinciano o al colonia-
los cuales se intentó superar el obstá~ulo.
Sin embargo, su excesiva propensión al lismo interno y externo. Por otro lado im-
equilibrio estático, a la reflexión teórica, y plica también interesarse en las diversa; mo-
su marcada tendencia reduccionista han ser- dalidades de resistencia y cuestionamiento
vido sólo para definir el concepto de región alentados desde las propias clases subalter-
y no así su evolución y movimiento históri- nas. El estudio de la región sin considerar a
co. Todo esto porque : 1) La teoría europea las empresas transnacionales (minas petró-
de los asentamientos supone la homogenei- leos, lácteos) que han generado ;nclaves
d~d del sistema económico en el que los económicos hasta configurar territorios o
bienes y servicios han sido mercantilizados·· "estados" fuera del control y del gobierno
2) En Hispanoamérica lo central nunca sur: de las naciones andinas, sería un ejercicio
gió de intercambios espontáneos sino de parcial. Asimismo , las fronteras cronológi-
privilegios político-administrativo; que han cas no se pueden considerar como capas
generado conflictos y desequilibrios perma- geológicas con cortes en tal o cual año, sino
nentes, así como la jerarquización entre las solamente como aproximaciones y signos
r~giones y el resto del Estado; y 3) Las ha- referenciales de principio y fin.
ciendas capitalistas no integran los espacios Finalmente, entender la transición desde

332 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Colmenares: Nación

un feudalismo colonial a una Nación reque- ese Estado tenía sólo en apariencia un al-
riría igualmente precisar sus elementos cance verdaderamente nacional. Como Bur-
constitutivos o, si se quiere , su específica ga y Flores Galindo lo proponen en su li-
definición conceptual. ¿Conferirle " un lu- bro reciente sobre el Perú( 1), los obstácu-
gar central" al tema de la formación nacio- los para la cohesión nacional en la "Repú-
nal no sería mejor partiendo desde el pre- blica aristocrática" eran en verdad formida-
sente? Un problema de palpitante actuali- bles, incluyendo los límites impuestos al
dad como es el de la regionalización y reor- poder civilista por fuertes sub-élites regio-
denamiento de los potenciales económico- nales , la naturaleza cerrada tanto de la ha-
sociales podría contar también con el con- cienda como del enclave extranjero enfren-
curso de los historiadores. Estos , además de tados a un aparato estatal administrativo y
familiarizarse con las categorías y enuncia- policial que no había alcanzado mucha so-
dos de los geógrafos, economistas, planifi- fistica ción y el carácter heterogéneo en ge-
cadores y antropólogos, pueden explicar las neral del conjunto de la población , dividida
raíces y columnas que lo sustentan, las ra- como estaba por razas , clases , lo regional y
zones y los factores que han facilitado o re- lo étnico .
tardado los progresos o los estancamientos Se podría añadir a esta explicación el
regionales y de la nación entera. Experien- fracaso de la naciente burguesía civilista en
cias de gobierno, de lucha y de cre·a ción, fundar sus objetivos políticos y económicos
asentadas en los diversos espacios· del mun- en una verdadera cultura nacional , con raí-
do andino , pueden servir de base para afir- ces en la conciencia popular. Este fracaso ,
mar una identidad regional que fomente el que los reformadores progresistas , comen-
orgullo y que tienda a la integración y defi- zando con González Prada y de manera más
nición de lo nacional y popular. De otra intensa con Mariátegui, Haya y la genera-
suerte , los regionalismos y los nacionalis- ción de l 919 , se apresuraron a mostrar , es-
mos colindantes con el chauvinismo segui- taba arraigado en la Weltanschauung o el
rán separándonos, lejos de unirnos en un ethos de esta clase dirigente . Como Jo ex-
proyecto nacional andino. presa tan concisamente Sinesio López,
" . . . el estilo de vida, los modelos de consu-
mo, los gustos artísticos y la problemática
Pe ter F. Klaren intelectual (de los civilistas), en pocas pala-
George Washington University bras su ciencia, su arte y su tecnología , es-
Washington D. C. 20052 taban siempre mejor sintonizados con los
Estados Unidos mercados extranjeros de Londres, París y
los Estados Unidos que con sus propias ne-
En la historiografía reciente de América cesidades"(2).
Latina, la formación y la dinámica del Esta- Nuestra visión de la formación nacional ,
do-Nación moderno ha sido un tema persis- ''el proceso nacional" , ha sido conformada
tente. De todos los intentos teóricos aplica- por esto casi exclusivamente po~ el énfasis
dos a este problema, ninguno tal vez ha es- de los dependentistas en las fuerzas externas.
timulado mejor nuestro pensamiento que el Crítico de ciertos aspectos de esta visión,
modelo de la dependencia . Sin embargo, entre otros de su carácter determinista,
como sugiere Colmenares, la teoría de la Colmenares cree que se imponen algunas
dependencia representa una imposición de- correcciones. Invocando la ''ley de indeter-
masiado externa sobre una sociedad alta- minación", propone enfrentar el pro6íema
mente pluralista , lo cual suscita tantas pre- desde un ángulo diferente: la historia regio-
guntas como las que p_arece !~sponder acer-
ca del carácter y la d1mens1on del Estado-
Nación en América Latina. (1) Apogeo y crisis de la república aristocrá-
tica. Lima, 1979.
Aunque parece correcto postular el naci-
miento del Estado exportador liberal en (2) "El estado oligárquico en el Perú : un en-
América Latina hacia fines del siglo XIX, sayo de interpretación";.. Revista Mexica-
tal como lo pretenden los dependentistas, na de Sociología, Julio-;:,et ., 1978.

No . 2, diciembre 1985 333


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

nal más particularizada de los Andes y su internamente y en sus partes componentes


relación en evolución con la nación. ¿Si tanto como con su centro colonial tradicio-
realmente una burguesía nueva y nacionali- nal. Cuando el auge exportador que lo~ i~-
zadora fue capaz de conformar incipientes pulsaba y los distinguía fatalmente d1sm1-
enclaves de capital en una nueva configura- nuía estas localidades se hundían de nuevo
ción nacional -pregunta-, cómo se relacio- en la~ viejas modalidades coloniales.
na y se articula esa estructura con las varia- Colmenares encuentra una segunda no-
das sub-regiones de los Andes, muchas de ción dependentista igualmente problemáti-
las cuales permanecen en gran medida fuera ca : la idea de que la penetración capitalista
o solo parcialmente integradas dentro del indujo formas de explotación y de colonia-
Estado exportador en surgimiento? lismo internos. Según este punto de vista , el
Al enfrentar el problema desde esta pers- hinterland marginal, como la sierr!i peruana,
pectiva , Colmenares procede. a la disección estaba vinculado a la costa capltahsta, refor-
de algunas de las tendencias mterpretativas zando de esta manera la comunidad nacio-
del modelo de la dependencia. La primera nal en formación. La .piedra de toque y es-
se centra en la idea del desarrollo desigual tribillo de este proceso fue el enfrentamien-
de las regiones como una consecuencia del to permanente en la sierra entre una hacien-
llamado "legado colonial". Hace énfasis da dinámica y expansiva y una comunidad
acertadamente en que fue el "colonialismo" forzosamente estática y autárquica. Co11:si-
más próximo del siglo X VIII borbónico, an- derando que este proceso es i:nas compleJ,o,
tes que una mentalidad más distante, el que Colmenares sugiere que esta mterpretac10n
estableció las desigualdades regionales andi- minimiza y distorsiona la dinámica interna
nas . Los esfuerzos borbónicos para adecuar que actúa dentro de la sociedad campesina
las colonias americanas a las realidades eco- misma. Parece como si para los dependen-
nómicas del mundo occidental al abrir nue- tistas el cambio sólo pudiera ser impuesto
vas fronteras de exportación tuvieron como desde el exterior y los campesinos sólo pu-
efecto perturbar las economías mineras tra- dieran reaccionar a las presiones de fuerzas
dicionales y con ello intensificaron las in- externas. Un mayor énfasis en el estudio de
congruencias regionales. Es en este contex- la economía de la unidad doméstica propor-
to de progresivas discontinuidades regiona- ciona, según él, un cuadro más exacto de la
les que debemos ver el esfuerzo -tan labo- diversidad andina. Esto nos permite ver la
rioso, tortuoso y prolongado- para forjar lucha por el poder en términos más fluidos,
nuevos Estados-Naciones independientes menos inmutables, en los cuales un proceso
durante la mayor parte del siglo XIX. de negociación y de arlaptación caracteriza-
Enseguida, Colmenares pasa a llenar la ba las relaciones entre hacienda y comuni-
inmensa laguna en el análisis de los depen- dad. Si bien esta estrategia se muestra pro-
dentistas que salta de la estructura exporta- misoria, si no se lleva a extremos de atomis-
dora del colonialismo diréctamente al surgi- mo, todavía espera más investigaciones em-
miento de la economía exportadora poste- píricas.
rior a 1880, un período histórico general- De otro lado, una versión de esta lucha
mente analizado de manera superficial. Su- por el poder se revela de manera muy preci-
giere que durante este período se desarro- sa en la monografía de Florencia Mallon
lló una interrelación compleja entre los vie- (que aparecerá en Princeton) sobre los cam-
jos centros políticos y económicos del asen- pesinos de Yanamarca y el desarrollo del ca-
tamiento español y las nuevas "fronteras" pitalismo en los Andes centrales del Perú en-
orientadas hacia la exportación, un concep- tre 1860 y 1940(3). Con el análisis de docu-
to que implica tanto un nuevo espacio co- mentos de archivos aldeanos, ella muestra
mo un nuevo modo de producción. A dife- cómo la economía campesina sufrió frente
rencia de fronteras en otras partes, estas a formas capitalistas expansivas que fueron
"nuevas" economías andinas nunca alcanza- desatadas por el auge minero entre comien-
ron su propia autonomía al elaborar nuevos
imperativos culturales. Antes bien, estos
núcleos, como los llama el autor, conserva- (3) Inédito. Princeton University Press.
ron una relación patrimonial y jerárquica 1982?

334 Revista Andina, año 3


_____________________________ Colmenares: Nación

zos del siglo y la gran depresión. Esto con- en el esquema establecido de patrón-clien-
dujo a agudizar el proceso de diferenciación te, con los agentes de la modernidad en el
de clases estratificación y conflicto que mundo yanamarquino más amplio. Todo
dejó a la ~ociedad aldeana polarizada entre esto lleva a Colmenares a concluir que la in-
un ' estrato "campesino" crecientemente terpretación del pretendido dualismo de la
pauperizado y proletarizado confrontado sociedad andina, que percibía una sociedad
con una "burguesía campesina" emergente , campesina rígida y estática, trabada en mor-
cuya integración dentro de los circuitos ca- tal combate con las fuerzas del capitalismo,
pitalistas más amplios de economía regional fue siempre más un! construcción ideológi-
y control del gobierno local fue impulsada ca que histórica.
por nexos clientelistas con la burguesía re- Sea como sea, Colmenares finalmente no
gional en expansión . El empirismo riguroso está sugiriendo en su crítica a la dependen-
del estudio de Mallon sirve para reforzar cia que ésta deba ser descartada. Por el con-
una perspecti'fa neo-marxista del problema. trario , alega que debe ser refinada y profun-
Otro trabajo reciente sobre el Perú que dizada para aplicarse no tanto a un grupo
toma en cuenta mucho más completamente de entidades nacionales indiferenciadas, si-
el dinamismo interno del sector campesino, no más bien con mayor rigor a configura-
aunque todavía de manera predominante ciones regionales del espacio andino. Por
dentro del marco más amplio de las presio- eso Colmenares cierra su artículo propo-
nes externas, es el libro de Nelson Manrique niendo una teoría de la organización histó-
(1981) Campesinado y Nación: las guerri- rica andina .
llas indígenas en la guerra con Chile. Manri- Aquí el punto central consiste en la evo-
que desafía la historiografía tradicional al lución de una más compleja, así sea ambi-
mostrar cómo la guerra desencadenó una gua, organización de la sociedad , una socie-
respuesta nacionalista en embrión en el dad tradicionalmente orientada hacia valo-
campesinado, el cual veía sus comunidades res corporativos, pero que, durante este pe-
sagradas amenazadas por el ejército chileno ríodo crucial de transición , fue afectada de
invasor. Como lo expresa Manrique , el cam- manera creciente por nuevos modos de pro-
pesinado fue movilizado por Cáceres valién- ducción y su ideología concomitante . Para
dose de un sentido elemental de nacionalis- él, los principales asentamientos en el mun-
mo que estaba fundado en el amor por la do andino , y en ese caso en toda América
tierra y en un profundo sentido de la terri- Latina , surgieron no a causa de algún inter-
torialidad. Más todavía, Manrique cree que cambio espontáneo de bienes, como lo in-
al represar este sentimiento después de la terpretarían las teorías del desarrollo euro-
guerra , Cáceres y otros líderes perdieron peo. Derivaron más bien su existencia y po-
una oportunidad para estimular un movi- sición del dinamismo central de la evolu-
miento político verdaderamente nacionalis- ción ibérica, esto es, del establecimiento o
ta con raíces auténticas en las clases popu- la continuidad del privilegio y la jerarquía
lares. político-administrativos o, si se prefiere, de
Estos dos trabajos caen en lo que Colme- un ordenamiento de la explotación . La ela-
nares observa correctamente como una co- boración de innumerables constituciones
rriente fuertemente revisionista que mues- en el siglo XIX, sostiene agudamente el
tra la variedad de respuestas altamente ra- autor, tuvo tanto que ver con la persisten-
cionales emanadas del llamado sector mar- cia de este patrón hispánico de permanente
ginal de los Andes a fuerzas externas, fue- conflicto y reajuste territorial entre núcleos
ran la guerra o la intrusión del capitalismo. de reciente aparición y los más viejos como
La masa campesina no era, como pareció al- con la necesidad de caudillos ambiciosos de
guna vez, tan inerte o pasiva a estas nuevas establecer su legitimidad política.
fuerzas, sino, pc;>r el contrario, estaba dota- Me parece que el discurso tan sofisticado
da de respuestas activas y se encontraba en de Colmenares sobre el problema nacional
permanente ''negociación" con ellas. Un posee una función particularmente valiosa
elemento particularmente fascinante del li- en esta precisa coyuntura porque intenta
bro de Mallon muestra cómo, por ejemplo, reconciliar el peso todavía importante de la
sectores de la sociedad aldeana se aliaron, teoría de la dependencia con una recons-

No . 2, diciembre 1985 335


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

trucción umca de la evolución regional en to constitutivo. Pero más que un abigarra-


los Andes la cual se apoya en la profunda miento traducible a esquemas duales de
herencia patrimonial del mundo ibérico, en composición interna o de mecanismos pu-
donde las relaciones jerárquicas de poder ramente exógenos de articulación económi-
entre (y en el interior) el nivel local de la ca, lo que importa es ver en el hecho nacio-
sociedad y los centros monistas son de fun- nal el escenario y también el resultado de
damental importancia. El resultado es una un juego de implantaciones violentas, c~yo
reorientación constructiva en el enfoque carácter nos obliga, entre otras cosas, a ms-
hacia una praxis regioflal como medio para cribir la producción histórica de los espa-
entender la formación del Estado-Nación cios sociales en la trama de esa conflictuali-
andino . dad básica, en la trama ?e esa guerra solapa-
da abierta o momentaneamente conJura-
da'. Nación y Región llevan este signo, son
dimensiones que nos hablan claramente de
Eduardo López Zavala la matriz espacial de este proceso, matnz
Casilla 400, La Paz que, sin embargo, sólo ~s comprensible en
Bolivia relación a los desplazamientos del Poder, de
las alianzas y lealtades, a la topografía de
Hay desafíos que comportan rupturas, y los intercambios, a la producción y repro-
Colmenares prefiere la ruptura, elige el en- ducción de las identidades sociales.
frentamiento y la de-construcción de aque- En este sentido, el corte sugerido por el
llos códigos y referentes privilegiados que, autor (1870-1930) corresponde -aunque
hasta hace poco, hacían de la historia el es- con la necesaria flexibilidad del caso- a una
caparate de la Nación: de la historia como intensa etapa de reconfiguración material e
discurso y transcurso enunciado desde el imaginaria de las ocupaciones espaciales.
Poder como recurso que dibuja la trayecto- Forzando las conclusiones del artículo ha-
ria de 'un sujeto avasallador cuya pretensión cia una lectura política, podríamos decir
es la de borrar o pacificar la heteronomía que los conflictos que aquí se expresan in-
(diferencia y extrañamiento) en las forma- volucran proyectos de sociedad distintos y
ciones sociales andinas. Primera lección: no contradictorios involucran percepciones y
se trata de llenar los vacíos de esa historia acciones opuestas sobre un terreno común.
y hacer de sus "olvidos" una inversión aca- Aunque de forma muy apretada, v~lg~ aquí
démica rentable; tampoco -cosa frecuen- un ejemplo. En la serie de acontec1m1entos
te- se trata de invertir la lógica de los he- que revuelven a Bolivia durante la Guerra
chos e imponerles un sujeto de contenido Federal y la rebelión indígena liderada por
social nuevo dejando intacta la racionali- Zárate Willka (1899) podemos diferenciar
dad que a fir{ de cuentas permite esa misma dos proyecciones qu¡ parten de formas di-
centralidad. Se trata de abrir y multiplicar ferentes de vivir y de asumir los conflictos
los horizontes más que de refrigerarlos; ello de esta reconfiguración espacial. Por un la-
implica reconocer la existencia de otras do están las corrientes emanadas desde los
historias afirmar la posibilidad de historias sectores dominantes, que, a pesar de atrave-
alternati~as que den cuenta de aquellas di- sar por un ajuste bélico entre liberales y
mensiones (regionales, étnicas, ... ) que lle- conservadores, prolongan la tendencia h~~ia
nan de significación el espacio andino y de- la implantación de un modelo de N~c1on
nuncian la ceguera de las reducciones ope- centralista y fundado en la heteronomia; es
radas en las biografías nacionales. decir, que pretende resolver su pr?pia des-
Para el caso de Bolivia, de la historia an- articulación y la relativa autonom1a ~e s!-'s
dina boliviana, las consecuencias de esta regiones (a su vez atravesadas por terr1tona-
provocación analítica podrían contribuir a lidades étnicas) en la concentración exclusi-
pensar en una historia que dé la cara -sin va del poder económico y político; en el lí-
trampas ni estratagemas- a lo que se podría mite de esta propuesta, la Nación se confun-
nombrar como "topología de la diferen- de con el Estado se define ella misma por
cia"; es decir, en una historia que no exclu- un "estado de s~paración" en lo político.
ya las determinaciones de su abigarramien- En los hechos, el triunfo liberal y el subse-

336 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Colmenares: Nación

cuente desplazamiento de la sede de gobier- mente, ello ayuda a articular el análisis gra-
no consolidan el proceso de recomposición cias a la existencia de un elemento unifica-
de las regiones y de cierta cohesión espacial dor que brinda el espacio para homologar
(limitada geográficamente) bajo la égida de situaciones radicalmente diferentes -por su
nuévos enclaves económicos. Tales transfor- inserción en matrices históricas diversas-,
maciones son sustanciales para la historia con la singularidad expresada en la forma
republicana del siglo XX. Con todo, esto no peculiar en que la crisis afectó a las diversas
significa un cambio en el espíritu del pro- regiones, a partir de su particular modalidad
yecto nacional esgrimido por la oligarquía de inserción (o no inserción) en el mercado
criolla: de cualquier modo, la Nación cris- capitalista mundial. Pienso en el diverso im-
taliza un programa fundado en la supresión pacto que la crisis tuvo para regiones conti-
y/o conculcación de las potencialidades so- guas, como pueden ser, en el Perú, Lima y
ciales autónomas, sobre todo de aquéllas de la costa norte (articuladas en torno a la ex-
raíz étnico-comunitaria. Y estas potenciali- plotación del guano y del desarrollo de la
dades nos llevan a la segunda perspectiva en agricultura de exportación) y la sierra cen-
cuestión : en efecto, la Guerra Federal y el tral (donde la declinación de la exportación
proceso de reconfiguración espacial/regio- argentifera se había iniciado tres décadas
nal pueden también ser vistos como un es- antes, creándose en ese período nuevas arti-
fuerzo de los ayllus y comunidades indias culaciones alrededor de dos ramas produc-
por recomponer su propia figura social, co- tivas orientadas básicamente hacia el consu-
mo un intento -muchas veces repetido - mo interno : la ganadería y la producción
de restituir los espacios de una territoriali- de aguardiente de caña).
dad étnica asediada, de recuperar las bases A nivel su bcontinental existe en el perío-
de racionalidad económica y organizativa do otra coyuntura unificadora, de profunda
propias a la profundidad de su campo his- significación para Chile, Perú y Bolivia: la
tórico . Heteronomía/autonomía: a partir Guerra del Pacífico. En el caso peruano , ella
de aquí, la matriz espacial en el análisis de representó para las zonas que sufrieron más
los procesos regionales y nacionales debería directamente la ocupación (la sierra central
abrirse a la lógica y a la historia de los po- y Lima y la costa norte) la interrupción de
bladores andinos. procesos de afirmación regional, a través de
la destrucción de las fuentes de acumulación
alrededor de las cuales empezaban a conso-
lidarse burguesías regionales que, luego de
Ne/son Manrique su quiebra, dejaron un vacío prontamente
. Jr. Buenos Aires 220 llenado por los capitales limeños e imperia-
listas. La sierra sur constituye un caso diver-
Mira[lores. Lima 18 so, tanto porque su grado de dependencia
Perú frente al mercado mundial era mayor, cuan-
to porque ella no fue escenario de la guerra.
El agudo artículo de Germán Colmena- Esta coyuntura parece decisiva, pues , para
res resulta estimulante por diversas razones, entender los procesos de "desregionaliza-
de las cuales resalto su invitación a romper ción" y desnacionalización sufridos, así co-
con el provincialismo en el análisis, el es- mo la afirmación del creciente centralismo
fuerzo de síntesis y sistematización de los limeño.
estudios realizados sobre el desarrollo regio- Coincido en la constatación de la escasa
nal y sus problemas, su persistente vocación continuidad que Colmenares encuentra en-
totalizadora, así como el llamado de aten- tre la situación colonial y la emergencia de
ción sobre la necesidad de incorporar como las regiones durante el siglo XIX. Esto resul-
una dimensión fundamental en los estudios ta particularmente evidente cuando se ana-
a la cenicienta de las Ciencias Sociales en liza en la sierra central peruana el proceso
nuestro ámbito: la Geografía. de declinación del antiguo eje de articula-
El período escogido por Colmenares está ción minero, alrededor de la explotación
comprendido, a nivel mundial, entre dos del mercurio de Huancavelica, y su despla-
grandes crisis del sistema capitalista. Cierta- zamiento por el nuevo eje económico (Ce-

No. 2, diciembre 1985 337


rro de Paseo y la plata), así como el despla- nes en el campo de la historia enriquezcan
zamiento de los antiguos centros adminis- y modifiquen estas tesis sobre la dependen-
trativos coloniales de Tarrna y Jauja por cia, que, indudablemente, es un factor exó-
Huancayo. La conclusión es clara : la heren- geno de gravitación sobre nuestro decurso
cia colonial no supone continuidad en la histórico.
forma de organización del espacio (por el Colmenares observa que en el siglo XIX
contrario, el siglo XIX es rico en profundas los historiadores positivistas buscaban en el
reestructuraciones regionales), y es necesa- legado histórico los factores que consti-
rio estudiar atentamente el proceso vivido tuían la identidad nacional para así contri-
entre el período de declinación del poder buir en la elaboración de un proyecto polí-
colonial -fines del siglo XVIII- y la déca- tico que condujera al Estado-Nación. Agre-
da del 70 del siglo XIX para entender ga el autor que se aspira a crear una imagen
el proceso posterior. colectiva sin tomar en cuenta la pluralidad
Dada la limitación del espacio, aventuro de la sociedad y las contradicciones propias
una última reflexión. De hiera repensarse el de la misma que afectan al contexto social.
proceso de constitución de los mercados in- En el área andina es notoria la presencia
ternos -como un momento privilegiado de visible de la identidad cultural como uno
la constitución de las entidades nacionales- de los factores preponderantes en la forma-
desde la perspectiva de los desarrollos regio- ción nacional.
nales. Muchos estudios que parten del pre- En el caso boliviano, la sociedad en su
sente hacia el pasado limitan su análisis al conjunto cabalgó sobre dos mundos a lo
momento de la penetración de los capitales largo de su historia , rechazándose, acusán-
imperialistas, a inicios del siglo XX, y de la dose y tolerándose .
constitución de la fracción burguesa domi- Creo que la preocupación central es la
nante a ella vinculada. Tal perspectiva hace ausencia de estudios multidisciplinarios so-
perder de vista precisamente esa enorme bre la formación nacional, la ausencia de
riqueza histórica sobre la que Colmenares estudios en el campo de la historia que con-
nos llama la atención. tribuyan a un trabajo de conjunto.
En su parecer, la historia aún se mantie-
ne en viejas preocupaciones , observaciones
parciales de la vida social o en meras espe-
Alexis Pérez Torrico culaciones. Por ello es que aún no puede
Casilla Correo 7846 participar en las investigaciones multidisci-
La Paz plinarias y lo peligroso es la ausencia del
Bolivia trasfondo histórico al que alude el autor.
Es por esto que los resultados son par-
La vulnerabilidad de nuestras economías ciales e inconexos. Uno de ellos, que es ex-
y la permanente emergencia de los pueblos puesto a lo largo del texto, es el problema
latinoamericanos fuerzan a cuestionar la or- de las regiones internas que se encuentran
ganización de nuestras sociedades, colocan- en el Hinterland de la América; aquellas
do sobre la mesa de discusión una serie de que no fueron movidas por el puerto expor-
preguntas sobre su contexto y su dinámica. tador a los centros mineros, para así encon-
Una de ellas va dirigida a la historia y trar, como él señala, las conexiones internas
-como apunta Colmenares- es sobre la for- o definir las fuerzas internas.
mación nacional; sin embargo, señala el El autor observa que es más fácil encon-
autor que existen corrientes dentro de las trar conexión entre una región y la otra ve-
ciencias sociales, la economía y también reda del mundo, el mercado mundial, y no
dentro de la política que presentan inter- así entre la región y la Nación a la que per-
pretaciones totalizadoras, conteniendo un tenece.
pobre trasfondo histórico. Da como ejem- Si bien el régimen colonial establece los
plo las teorías de la dependencia o la teoría nuevos espacios regionales quebrando pre-
dualista. téritos espacios, lo hace en función a las ne-
Es probable que con el transcurso del cesidades del nuevo orden económico en el
tiempo un mayor número de investigacio- mundo, orden que se expresa al interior de

338 Revista Andina, año 3


____________________________ Colmenares: Nación

nuestro continente en el establecimiento de riendas de la actividad agrícola y sobre to-


centros económicos que irradian influencia do las relaciones que resultan de la misma?
en las regiones de su contorno Y, en algunos No se cuestiona aquello de que las socie-
casos, como las minas del cerro de Potosí , dades campesinas rebasan los marcos de la
más alla de las mismas . Al declinar su pro- comunidad, las formas múltiples que ésta
ducción, las regiones que giraban en torno a ha ido adquiriendo a lo largo de su acciden-
ella se repliegan, las más , hacia sí mismas. tada y combativa historia. Pero lo que im-
Ahora, tomando la preocupación de Colme- porta son las relaciones en todas sus formas
nares, ¿qué sucede con regiones que no tu- que adquiere la sociedad campesina, las
vieron esta influencia, tal el caso de Santa contradicciones y presiones tanto internas
Cruz de la Sierra o el noreste boliviano? como externas. La identidad cultural, si
Aceptamos incuestionablemente que tuvie- bien es uno de los elementos formadores,
ron su organización, administración y su en países como el nuestro tiene en su ex-
propia dinámica , pero ¿cuál sería su relieve presión connotaciones alejadas del análisis
histórico si no estuvieron ligadas en cierta del proceso de la formación nacional.
manera a los centros económicos y de po- En el período que se analiza, las oligar-
der? quías ignoraron o pusieron al margen el
Exhibir , realizar e interpretar su proceso problema cultural; por su parte , los ayma-
histórico en sí mismo no ayudaría a expli- ras y quechuas protegieron la identidad de-
car el proceso de formación nacional. fendiendo sus predios, como si fuesen los
La desvertebración de los pisos ecológi- generadores.
cos origina una nueva fisonomía de las re- Al surgir el proyecto liberal se acentúa la
giones. Al establecerse los regímenes repu- confiscación de tierras y el intento de con-
blicanos, este ordenamiento de las regiones vertir a los campesinos en mano de obra se-
prevaleció en algunos casos , pero en otros miespecializada, a fin de que contribuyan
hubo desplazamiento de los ejes económi- al establecimiento del capital externo.
co-administrativos. En el caso boliviano, el Los aymaras y quechuas, por su parte ,
desplazamiento administrativo de la capital continúan con su lucha secular, resistiendo
en Sucre hacia La Paz , que se había conver- y defendiéndose , enarbolando símbolos
tido en el nuevo centro minero y comercial mesiánicos. Luego de la experiencia revolu-
que databa de tiempo atrás. cionaria de 1952, las etnías comienzan a
La desacumulación y la ausencia de una expresarse políticamente, primero a través
burguesía -salvo en los puertos o en ciertos de los sindicatos, luego mediante la organi-
centros o plazas comerciales- no permitió zación de sus partidos políticos o manifes-
aglutinar en torno a un proyecto político tándose y después en proyectos étnicos.
suyo a la nueva "República". Esto no es extraño , ya que el rostro visi-
Por ello, fue una oligarquía en perma- ble de nuestra dependencia es el área rural ;
nente pugna por espacio económico o cuo- allí se observa la depauperación creciente
tas de poder la que dirimió el curso de las de los aymaras, quechuas y otras etnías al-
nuevas naciones, por ejemplo Bolivia y go menores.
Perú, con una zona costera peculiar. Sin embargo , sus proyectos no apuntan
Finalmente, es necesario observar el con- a la transformación integral del campo,
tenido de esas regiones; es decir, sus centros sino sólo a las relaciones de propiedad o a
activos y sus conexiones. La hacienda y la la comercialización de sus excedentes. En
comunidad eran lo más notable; sin embar- otros casos se enarbola peligrosamente la
go , no lo único. El carácter de su organiza- identidad cultural, exaltando la raza y pre-
ción y de su dinámica le daba fisonomía a sentando el pasado como proyecto. Esto
la región. Lo que queda es la discusión so- da como resultado una mayor parcelación
bre esa "dinámica peculiar". Si dejamos de de la sociedad.
lado el conflicto de la hacienda o estancia Por esto creemos que la formación na-
frente a la comunidad y toda esa perspecti- cional, aún no consolidada en el área andi-
va externa, ¿qué elementos se tomarían en nai deberá tender a transformar el rostro
cuenta para relievar esa dinámica conocien- de paisaje agrícola : una revolución en su
do el tiempo transcurrido sobre las expe- verdadera acepción en la que convergan la

No. 2, diciembre 1985 339


Estudios y Debates ____________________________

dinámica de las regiones, la experiencia his- en América del Sur durante el siglo XIX y
tórica de las sociedades indias y los nuevos sus efectos en las comunidades que estudia-
cambios estructurales. Sólo así se pondrá mos. Tal como lo señala Colmenares, debe-
en la cuestión el problema de la identidad mos empezar a hacer estudios antropológi-
cultural. cos sobre las transformaciones y las respues-
Es sugerente la proposición de un rigu- tas de las comunidades rurales que surgie-
roso análisis de las regiones en busca de sus ron o que cambiaron de manera permanen-
similitudes y diferencias . te por la creación de una nueva frontera y
Creemos que los estudios contemporá- el desarrollo de una estructura regional co-
neos en el caso nuestro buscan relievar esas mo parte de la consolidación de la nación a
tensiones desequilibrios y rupturas, inci- fines del siglo XIX. Durante los últimos cin-
diendo s~bre todo en los movimientos po- cuenta años hemos centrado nuestros es-
pulares . Sin embargo, se advierte la ausen- fuerzos en trazar la continuidad desde la
cia de una visión totalizadora de los proble- época precolombina hasta la sociedad con-
mas. temporánea, sin prestar atención a aquel
período que muchos indígenas denomina-
rían "segunda conquista".
Si los andinólogos en el campo de la an-
tropología han de iniciar un diálogo entre
Joanne Rappaport ellos, así como con historiadores, sociólo-
Dept. of Modern Languages & Linguistics gos y otros especialistas, debemos esforzar-
Univ. of Maryland Baltimore County nos por desarrollar unidades comparables
Catonsville, Maryland 21 228 de investigación que sólo podrán surgir
U.S.A. cuando empecemos a basar nuestros estu-
dios de las comunidades en las formaciones
En primer lugar, celebro que Revista nacionales y estructuras regionales dentro
Andina haya incluido el estudio de Germán de las que existen actualmente y dentro de
Colmenares. Este representa un paso impor- las que se formaron en el siglo XIX. Esto se
tante para la iniciación de un diálogo entre aplica tanto a los estudios de comunidades
andinólogos y confío en que será la prime- indígenas como de sociedades campesinas,
ra de muchas contribuciones de parte de ya que los indígenas andinos conforman so-
colom bianistas a esta revista. ciedades históricas y han vivido en la co-
En su estudio, Colmenares esboza una rriente de nuestra historia desde principios
importante tarea para los historiadores de del siglo XVI. Los antropólogos deben em-
América Latina: la investigación sobre la prender también un tipo de análisis de la
naturaleza de la sociedad de frontera y la reacción indígena a la dominación externa,
incorporación de nuevas poblaciones a fines para el siglo XIX, tan bien desarrollado co-
del siglo XIX, y el estudio de cómo esta mo el que se hizo para la época de la Con-
nueva organización espacial y social trans- quista.
formó los centros coloniales existentes. El artículo de Colmenares refleja el he-
Esta también podría ser una tarea para an- cho de que el antropólogo puede contribuir
tropólogos. de manera significativa a los estudios histó-
Si bien Colmenares podría estar errado ricos. Esto es tan cierto para aquellos ejem-
en cuanto a su generalización de que la ma- plos de análisis antropológico que cita co-
yoría de los antropólogos se concentran só- mo para los que no cita. En particular, Col-
lo en las sociedades indígenas, dejando de menares debería empezar a examinar algu-
lado a las comunidades campesinas, está en nos de los numerosos y muy valiosos estu-
lo cierto cuando señala una debilidad cen- dios sobre modelos indígenas del espacio
tral de casi todos los estudios antropológi- regional que podrían ayudar al historiador
cos sobre la sociedad andina contemporá- a comprender la reacción del pueblo andino
nea. A excepción de sólo unos cuantos ca- indígena ante las transformaciones que. tu-
sos (por ejemplo, Platt 1982), nos hemos vieron lugar a fines del siglo XIX. Entre és-
descuidado en examinar las enormes trans- tos, el autor podría ver los estudios sobre la
formaciones que tuvieron lugar en el campo ideología contemporánea de la organización

340 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C o l m e n a r e s : Nación

del espacio en los Andes Centrales (Allen ISBELL, Billie Jean. To Defend Ourselves:
1982 , Urton 1984) y las consecuencias de Ecology and Ritual in an Andean Village .
este sistema conceptual en la migración ur- University of Texas Press . Austin, 1978.
bana (Isbell 197 8), sobre la reforma agraria
(Skar 1982) y las estructuras regionales de PLATT, Tristan. Estado boliviano y ayllu
comercialización (Poole 1982, Golte y de andino: tierra y tributo en el Norte de Po-
la Cadena 1983). tosí. Instituto de Estudios Peruanos. Lima ,
1982.
POOLE, Deborah A. "Los santuarios reli-
REFERENCIAS: giosos en la economía regional andina",
Allpanchis Phuturinqa, 19 : 75-116 . 1982.
ALLEN, Catherine. " To Be Quechua : The
Sym bolism of Coca Chewing in Highland SKAR, Harald O. The Warm Valley People:
Peru", American Ethnologist, 8,1: 157-71. Duality and Land Reform among the Que-
1982. chua lndians of Highland Peru. Universi-
tetsforlaget . Oslo, 1982.
GOLTE, Jurgen y DE LA CADENA, Ma-
risol. "La co-determinación de la organiza- URTON, Gary. "Chuta: El espacio de la
ción social andina" , Allpanchis Phuturinqa, práctica social en Pacariqtambo, Perú",
22 : 7-34. 1983 . Revista Andina, 2, 1: 7-43. 1984.

NOTA DE LA REDACCION : La respuesta de Germán Colmenares a los comentarios a su


estudio será publicada en el próximo número de Revista Andina.

No . 2, diciembre 1985 341


Dos vías de desarrollo ca_ pitalista en la agricultura
,, o
Crítica de la razón chayanoviano-marxizante "(*)
David Lehmann

1.- INTRODUCCION: EL INTERCAMBIO DESIGUAL Y LA ECONO-


MIA CAMPESINA . PRESUPUESTOS FUNDAMENTALES

En la perspectiva de la ideología de la "dependencia" y del '"sistema


mundial" , la preservación de una burguesía compradora . marcadamente de-
pendiente de su control del aparato estatal, perpetúa la condición de subde-
sarrollo, beneficiando no sólo a esa clase, sino también al sistema capitalista
mundial y , obviamente, en detrimento del resto de la población de los países
pobres (W allerstein 1984 ). Según estas teorías, la condición de dependencia
se mantiene también y crucialmente por perpetuación de la producción mer-
cantil simple y otras relaciones pre-capitalistas. En su enumeración de las im-
plicancias de .la acumulación en "economías_social y sectorialmente desarti-

(*) Traducción de Lucila Makin. Este artículo es fruto de una investigación hecha en la
provincia del Carc.hi, Ecuador, en colaboración con Miguel Murmis. Las ideas propues-·
tas aquí nunca hubieran existido sin el contacto con su mente incansablemente crítica
y cuestionadora. La investigación en el Ecuador fue financiada por el Overseas Deve-
lopment Administration de Gran Bretaña y apoyada generosamente por CEPLAES,
Quito, que facilitó una base ideal para la investigación.

No . 2, diciembre 1985 343


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

culadas" (v.g. países del Terc~r Mundo) . Alain de Janvry, que se coloca,
con ciertos reparos. dentro de la escuela del "sistema mundial" , sostiene que
" la agricultura de subsistencia se convierte en la representación más extrema
de las contradicciones de acumulación en las economías desarticuladas ( .. . ),
la familia campesina constituye un proveedor desarticulado-dominado de
mano de obra y comida baratas . . . (aunque) ... la agricultura de subsisten-
cia se desintegra lentamente bajo esta dominación , a medida que lleva a cabo
su función estructural esencial bajo la acumulación desarticulada" ( 1981, p.
39). Para Wallerstein , la relación Estado-clase y la persistencia de la produc-
ción mercantil simple son ambas características de la "condición periférica"
y explican por qu é es tan difícil para los países pobres (aunque no totalmen-
te imposible) en su esquema pasar de la "periferia" y "semiperiferia" al "cen-
tro" de las economías avanzadas. Su argumento es el siguiente: en su expan-
sión a través del globo, el sistema capitalista mundial moderno crea estructu-
ras sociales y estatales que llenan las necesidades de las economías del "cen-
tro". concentrando en manos de una clase dominante el control del Estado y
manteniendo un poder monopólico dentro de la economía nacional. Estas
relaciones son particularmente adecuadas para el aprovisionamiento de las
materias primas y artículos de baja productividad requeridos por el centro,
pero también ponen a la clase dominante en una posición desde la cual puede
extraer un excedente aun cuando sus industrias sean improductivas e inefi-
cientes en términos internacionales. Estas están apuntaladas por subsidios es-
tatales y monopolios garantizados por el Estado. De este modo se han satis-
fecho los intereses de las partes principales: las corporaciones dominantes del
"centro" obtienen productos baratos como insumos, y el sistema capitalista
no está amenazado por una revuelta de la periferia por el precio de las mate-
rias primas porque se co-opta con éxito a los grupos que mandan en la peri-
feria y que encuentran su sustentación en el control de los términos en que
los productos entran y salen de los países periféricos.
Igualmente, el proletariado del centro es cooptado ya que tiene inte-
reses comunes con las corporaciones del centro contra la periferia, mientras
el proletariado periférico casi no existe. En cambio, las clases subordinadas
en los países periféricos están atrapadas en una telaraña de explotación, sus-
tentándose en un sistema de producción familiar y que las priva de una base
para cualquier acción solidaria e ininterrumpida.
Por ende, la teoría de la "dependencia" está estructurada de forma
tal que simplemente no les es posible a los países pobres salirse de su situa-
ción, salvo con un cambio apocalíptico en todo el sistema mundial - " socia-
lismo mundial" , como lo llama Wallerstein, admitiendo en seguida que no
existe posibilidad alguna de que tal cambio ocurra. Esto se asemeja poco a la
versión del capitalismo en Marx , pero en sí misma ésa no es una razón para
discrepar. Es claro que ningún teórico "dependentista" o del "sistema mun-
dial" concuerda con la aseveración de Marx en el Prefacio de la Primera Edi-
ción del Tomo I del Capital, según la cual "el país que hoy está más desarro-

344 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

liado industrialmente no hace sino mostrar al menos desarrollado la imagen


de su propio futuro" ( Marx 186 7. reedición de 1976. p. 91 ). Ta 111 bién se apar-
tan considerablemente del enfoque de Marx acerca del Estado en el desarro-
llo capitalista. Para Marx la acción del Estado era crucial en la etapa de acu-
mulación "primitiva" como instrumento para establecer relaciones capitalis
tas de producción con el nivel de violencia que fuese necesario. arrancando a
los campesinos de su tierra y por otra parte. creando una fuerza de trabajo
"libre". Después de esa etapa el mercado. por así decirlo . se haría cargo del
proceso. La imagen de Wallerstein de la relación no autónoma e incestuosa
del Estado con las clases empresariales como una característica permanente.
definitoria de formaciones periféricas. es radicalmente diferente.
Lo que es importante retener aquí es la afirmación de que esos meca
nismos pre-capitalistas son el elemento decisivo para el mantenimiento de la
pobreza. Implícita en los trabajos de Wallerstein y Amín está la idea que si el
Estado no operara del modo monopólico y casi feudal que lo caracteriza en
la periferia, entonces los frutos del desarrollo capitalista se esparcirían de una
forma pareja por todo el globo , pero que no puede operar de otra manera; su
funcionamiento está , por así decirlo, "sobre-determinado'. Del mismo mo-
do, justamente los elementos pre-capitalistas - o tal vez no-capitalistas- en la
organización ele la producción campesina son mantenidos por el sistema capi-
talista y. a la vez, perpetúan la pobreza del campesinado. Expuesta de esta
forma, la tesis implica que la solución para el campesinado no sería el adveni-
miento del socialismo, sino simplemente el levantamiento de las barreras que
le impiden transformarse en capitalista.
Aquí es donde nos enfrentamos a la "Muralla China'' impenetrable.
Un supuesto muy arraigado en el discurso en torno al tema del campesiriado
es que los campesinos están situados en el polo opuesto a los capitalistas en
todas las dimensiones relevantes para la caracterización tanto del modo de
producción como de las unidades de producción, y que la "lógica" o "racio-
nalidad" de la producción campesina les impide volverse capitalistas. Cuando
se señala que esto presenta clificultacles. digamos en el caso aparentemente
ambiguo de un muy pequeño productor de café o de cocaína para el merca-
do mundial. emergen todo tipo de situaciones embarazosas. En los párrafos
siguientes muestro que es posible formular una definición viable de formas
de producción campesina sin enfrentarse con tales dificultades, pero que
aceptar esta solución probablemente requiera un cambio ideológico por par
te de los adherentes a la teoría de la dependencia y del sistema mundial.
'·Los costos de producción en una finca campesina son más bajos que
los de una finca capitalista que produzca el mismo cultivo en el mismo peda-
zo de tierra". Si hay un punto en el cual todas las corrientes de pensamiento
están de acuerdo en la interpretación de las economías campesinas es éste.
Para Chayanov esto explica la supervivencia de la empresa campesina; para
Lipton (1974; 1977) éste es un argumento para la redistribución de la tierra
( 1974) o para la reasignación de medios controlados por el Estado de la ciu-

No. 2, diciembre 1985 345


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

dad al campo (1977) ; para A. K. Sen (1966) esto también explica la supervi-
vencia de productores campesinos y la persistencia de instituciones tales co-
mo la aparcería; para Alain de Janvry ( 1982) éste es un elemento en la rela-
ción funcional entre producción campesina y capitalismo.
En todos estos análisis, estos costos bajos, traducidos a bajos precios
finales y el bajo costo de la mano de obra campesina (cuando es objeto de
transacciones de mercado) surgen de y se explican por el hecho o el supuesto
de que la mano de obra en la producción campesina no se paga, debido a su
carácter " familiar" o "doméstico" . Con esto no se quiere decir que no tenga
costo alguno, sino que su costo es menor que el de la mano de obra asalaria-
da . Respecto a los costos de oportunidad de esta mano de obra - el salario
que podría obtener si se vendiera en el "mercado abierto" - éstos se suponen
muy bajos por el nivel tan alto de desempleo que se atribuye a las economías
agrarias pobres . En contraste con los productores campesinos, se supone que
el empleador capitalista incurre en gastos adicionales de reclutamiento y de
supervisión y que tiene que pagar algún tipo de salario; este salario será más
alto que los costos de subsistencia (o de reproducción) ineludibles en los que
incurren los productores familiares campesinos porque reflejará la disciplina
y la regularidad de horarios que se imponen a los trabajadores en una firma
capitalista. Se presume que estas restricciones "externas", tales como el com-
portamiento ''economizador", dejan de aplicarse al pasar el umbral de la fin-
ca campesina: dentro de una familia campesina el altruismo, la confluencia
de las utilidades de cada miembro en una utilidad conjunta y las normas
internalizadas toman el lugar de los comportamientos optimizantes (Folbre
1985).
La definición de " campesino" (termino que es mejor usar como adje-
tivo, v.g. productor campesino) compartida por todos estos escritores, insis-
te, entonces, en el carácter doméstico y no pago de la mano de obra en uni-
dades de producción campesina, y la consecuencia de esta característica es
que dichas unidades suministran productos, y aun mano de obra, al resto de
la sociedad a precios más baratos que los que resultarían si los produjeran ca-
pitalistas propiamente dichos. Especialmente Vergopoulos y de Janvry elevan
esta consecuencia a una función. Para ellos, el capitalismo periférico depende
de una reserva de mano de obra barata , a la cual recurre estacional o cíclica-
mente, reproducida por el sector campesino a un costo muy pequeño o a
ningún costo para los mismos capitalistas o para el Estado capitalista.
Además, se afirma que la diferencia entre el excedente que sería
transferido por productores agrícolas capitalistas y el que de hecho transfie-
ren ios productores campesinos, es algo así como un excedente "campesino"
(terminología mía) . Este excedente campesino es distinto por su origen, pero
similar por su función , a la plusvalía extraída de trabajadores asalariados
(para comentarios críticos, ver Friedman 1980 y Lehmann 1982). Para estos
autores, y sin duda para Samir Amin , el sello del capitalismo periférico es el
apoyarse en estos mecanismos desarticulados y en mecanismos pre-capitalis-

346 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

tas de todo tipo para mantener su ritmo de acumulación . Si se apoyara exclu-


sivamente en mano de obra asalariada y en ganancia capitalista para extraer
plusvalía, no sobreviviría ni cumpliría su función en el sistema capitalista
mundial. Los otros autores no desarrollan estas implicaciones hasta un nivel
tan globalizador, pero sus puntos de vista acerca del campesinado en la eco-
nomía están fundados , de todas maneras, en su carácter ''barato". A. Sen di-
ría que el terrateniente se beneficia del bajo costo relativo de la mano de
obra usada en aparcería. Lipton sostiene que los pequeños productores agrí-
colas usan su mano de obra de una forma muy intensiva para extraer rendi-
mientos sin parangón de su tierra y de su capital , pero no atribuye a esto lo
barato de sus productos o de su mano de obra; para explicar este hecho adu-
ce políticas estatales discriminatorias, equivocadas o hasta malignas, diseña-
das para extraer el máximo de recursos de la agricultura en general para bene-
ficio último de ciertos estratos de consumidores urbanos. Se diferencia de
algunos autores como de Janvry o Vergopoulos (1978) por su creencia de
que tanto los productores campesinos como el resto de la sociedad se benefi-
ciarían de los altos rendimientos obtenidos por aquéllos si se les pennitiera
hacerlo , mientras que de Janvry afirmaría que en la lógica del desarrollo capi-
talista los productores campesinos usarán la tierra y el capital de una forma
más productiva que los capitalistas. pero no pueden esperar obtener el corres-
pondiente ingreso más alto. No solamente "pobres pero eficientes" , como di-
jera Theodore Schultz, sino "pobres, eficientes y, por lo tanto, explotados'';
aunque aquí la palabra eficiente está algo mal utilizada, porque la intensidad
del uso de la tierra y del capital se alcanza a costa de un uso de mano de obra
que ha sido calificado como muy ineficiente (si se aplicaran los precios del
mercado) . Lipton, en última instancia, cree que un Estado racional y benigno
es, al menos en principio, posible, mientras que autores como de J anvry ven
al Estado , en el mejor de los casos, como el precursor de un desarrollo capi-
talista inevitablemente desigual y, en el peor de los casos, como el agente de
los intereses inmediatos de la clase capitalista:
Entre los que se colocan explícitamente en la tradición marxista y
usan el vocabulario marxista concientemente y con gran cuidado, la econo-
mista hindú Utsa Patnaik ( 1983) diría que no es tanto el carácter doméstico
de la mano de obra , cuanto la condición de desempleo masivo la que permite
al propietario extraer una renta suplementaria o precapitalista de sus arrenda-
tarios. Pero no sigue el argumento funcionalista, como lo hacen de Janvry y
Vergopoulos, consecuentemente, tal vez deliberadamente evita la palabra
"peasant' (campesino) . Bernstein ( 1979) , escribiendo desde una perspectiva
marxista más ortodoxa que la mayoría , también evita la formulación funcio-
nalista, pero su análisis enfatiza la relación entre la alta productividad de la
tierra y del capital entre productores mercantiles simples (léase "productores
campesinos") y la lógica de subsistencia que caracteriza su producción en
oposición a la lógica de apropiación de excedente que caracteriza la produc-
ción mercantil plena (v g. "productores capitalistas" ). También analiza lo

No . 2, diciembre 1985 347


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

barato de la mano de obra migratoria y de los productos campesinos y afirma


que
"la habilidad de los productores mercantiles simples ( . .. ) para pro-
ducir enfrentados a términos de intercambio que se deterioran , signi-
fica que compiten eficazmente con empresas capitalistas que produ-
cen el mismo artículo de consumo" (ibid., p 429).
Aunque parece haber decidido concientemente no entrar en discusio-
nes respecto a la eficacia relativa (ni hablar de la funcionalidad) de esta capa-
cidad para el desarrollo capitalista, sí afirma que el valor excedente se trans-
fiere de los productores mercántiles simples al capital, para mejor o para
peor. El economista brasileño Graziano da Silva adopta una postura similar
cuando dice que no hay contradicción entre la afirmación de que el capita-
lismo . en ciertas circunstancias, "reproduce la pequeña producción" y la afir-
mación de que causa proletarización: aquélla es parte de este último proceso,
en una formulación amplia ( 1981, p. 51 ).
A pesar de sus diferencias, me parece que hay un elemento ideológico
común subyacente en los escritos de de Janvry y Vergopoulos , Bernstein y
Graziano da Silva. Este elemento, como conviene a un momento ideológico ,
es el intento de resolver la contradicción entre la observación que los produc-
tores campesinos son marcadamente productivos ( en términos de rendimien-
tos) y la presunción que el capitalismo está en la raíz de toda pobreza (si no
de todos los males). Esta noción de que el capitalismo está en la raíz de toda
pobreza no es del marxismo tradicional: por el contrario, como varios auto-
res anti-revisionistas recientemente se han tomado el gran trabajo de decirnos
(cf. Warren 1980; Smith 1980), el capitalismo es la fuente de la mayor parte
de la riqueza que observamos en el mundo de hoy . Esta es una noción que
tiene su origen en Paul Baran y alcanzó notoriedad con A.G. Frank a media-
dos de los ai'íos sesenta. Ahora, después de haber admitido que los producto-
res campesinos son muy productivos y, sin embargo, que continúan siendo
extremadam ente pobres, los herederos de la tradición de Frank tuvieron que
encontrar un mecanismo estructural sistémico en el sistema capitalista que
-operando en una forma de ley tal como la ley de la plusvalía- explicara
esto Para esto volvieron sus ojos a Chayanov.

2.- LA EMPRESA FAMILIAR CAPITALIZADA (EFC) COMO VIA DE


PENETRACION DE LA ''MURALLA CHINA"

De allí que nos enfrentamos a una especie de 'Muralla China' que im-
pide a los campesinos convertirse en capitalistas. Los mecanismos implícitos
se derivan, en proporciones variables, de Chayanov y de la teoría de la depen-
dencia. De Chayanov viene la noción que un productor campesino sólo pro-
duce hasta el punto en el cual la unidad suplementaria de fatiga no vale la
pena comparada con la disminución de la distancia existente entre la familia

348 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo ·capitalista

campesina y su nivel deseado de consumo. En otras palabras, los productores


campesinos sólo acumularán capital si les llega un golpe de suerte inesperado,
tal como un "boom" de precios o el premio en una lotería . En tiempos nor-
males, la acumulación no le interesaría a este campesino-modelo. De la teoría
de la dependencia viene la noción de que los intereses que mandan en el apa-
rato estatal asegurarán que los precios les resulten desfavorables -ni hablar
del sistema político y de la burocracia- y de esa manera se asegura que los
campesinos "nunca" sobrepasen un nivel de subsistencia mínimo. De esa ma-
nera están presos, según este enfoque, entrejas tenazas de un sistema mani-
pulado por las clases capitalistas dominantes.
Y así como la " dependencia" tiene dificultad en integrar la noción de
una clase dinámica de capitalistas locales (prefiriendo describirlos como un
grupo de parásitos que se refugian bajo la sombra protectora del Estado) .
también esta versión intersectorial tiene dificultad en explicar la existencia
de unidades de producción que son claramente capitalistas en su comporta-
miento en el mercado , pero que , sin embargo , no emplean casi ninguna mano
de obra asalariada y, por cierto, ninguna permanente , fuera de la familia nu-
clear. En la literatura latinoamericana se los describe de varias formas , como
"farmers" (con un anglicismo) , "unidades familiares capitalizadas" o "novo
camponés". Se los ve como una anomalía . En este trabajo desarrollo una teo-
ría que trata de disipar ese status anómalo.
En un artículo publicado en 1982 desarrollé la noción de una empre-
sa familiar capitalizada como un tipo de unidad productiva que es capitalista,
pero contrata poca mano de obra asalariada fuera de la familia. No fui el (mi-
co . Otros libros y artículos (tales como Goodman y Redclift 1981) escritos
más o menos en la misma época y cuyos autores se veían a sí mismos como
portadores de una tradición marxista , o al menos marxizante, estaban también
· desarrollando nociones similares, por lo general adornadas por una reverencia
ritual orientada en forma de comentarios de Lenin sobre los EE.UU . No sa-
bíamos que hubiéramos ahorrado tiempo , trabajo y argucias al "redescubrir"
y redifundir un artículo de John Brewster publicado en el Journal of Farm
Economics en 1950, titulado " Procesos mecánicos en la agricultura y en la
industria" . En este trabajo, Brewster explica por qué la mecanización agríco-
la conduce a la preservación de unidades familiares (de producción). Este
argumento contrasta claramente, por un lado, con la predicción "leninista"
de su inevitable extinción (aunque hay que decir que Lenin concedió que
puede llegar sólo en una época muy lejana) y, por otro , con la expectativa de
supervivencia perpetua con tecnologías y niveles de vida muy bajos que en-
contramos en e!' trabajo de los sucesores marxizantes de Chayanov.
El argumento de Brewster se basaba en una observación muy simple:
antes y después del inicio de la mecanización , las operaciones agrícolas están
separadas por intervalos de tiempo inevitables impuestos por la biología y el
clima. En agricultura, dice, el avance tecnológico no acelera la división fun-
cional del trabajo y la especialización, pues las operaciones no son simultá-

No. 2, diciembre 1985 349


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

neas como lo son en la industria. Dicho avance permite a una ''familia" , más
bien , reducir la contratación de mano ele 1ibra asalariada. Siempre y cuando
las granjas se especialicen en vez de diversificarse, controlando así los reque-
rimientos de supervisión. la mecanización militaría contra los procesos de lo
que ahora llamamos proletarización .
En mi artículo de 1982 sugería que la transición capitalista en la agri-
cultura de los países subdesarrollados y semi-industrializados de hoy sigue
dos vías principales. Tanto la vía donde predomina la empresa familiar capi-
talizada como el patrón dualístico polarizado e involutivo son posibles en
áreas de asentamiento antiguo donde el campesinado sobrevive (p. 158). Esta
vía involutiva se refiere a áreas donde unidades de producción de pequeña y
gran escala siguen coexistiendo conflictivamente, con una modernización de
aquéllas y una rápida proliferación de éstas. El término "empresa familiar ca-
pitalizada" fue usado para referirse a unidades en las que el capital se usa mu-
cho más de lo que daría a pensar la imagen difundida de una empresa campe-
sina en la que la mano de obra sólo figura en pequeñas cantidades y por bre
ves pero intensos períodos, tales como la cosecha, como hubiera dicho
Brewster. Las dos vías caracterizan regiones más que países enteros y las de-
finí en términos de patrones de interacción entre clases sociales y entre uni-
dades de producción, estaba haciendo una afirmación sobre las posibles ca-
racterísticas de las estructuras agrarias en un proceso de desarrollo capitalista
y no sólo sobre los posibles tipos de unidades productivas. Ese trabajo fue
esencialmente especulativo: partiendo de tendencias opuestas en la literatu-
ra, desarrolló una hipótesis sobre la gama de posibles patrones de estructuras
agrarias que podrían desa rrollarse a medida que el capitalismo avanza en so-
ciedades agrarias. También fue un intento de salirse de. un corset metodológi-
co que ha sido recientemente ·muy bien descrito por David 800th ( 1985 ):
donde mucha de la literatura anterior (especialmente la que se ubica en tér-
minos generales dentro de la tradición marxista) estaba presa por la idea de
que una teoría sólo valía si versaba sobre lo inevitable( 1), delineaba expresa-
mente dos posibles vías opuestas de capitalismo agrario, con la implicancia
de que había toda una gama de posibilidades entre los dos polos. No trataba
de definir las condiciones históricas y estructurales previas en las cuales uno
u otro camino podían ser posibles. Esto, para usar una frase muy gastada, era
un asunto para investigación empírica. El presente trabajo continúa y desa-
rrolla estas ideas y , con la ayuda de nuestras observaciones en la provincia
ecuatoriana del Carchi, trato de ofrecer una explicación de algunos de los
mecanismos que entran en juego en la transición hacia una estructura agraria
dominada por granjas familiares capitalizadas. Antes de entrar en una discu-
sión detallada es importante notar que el contraste entre las dos vías no pue-
de ni debe reducirse a un contraste entre empresas campesinas y granjas fami-
liares capitalizadas a nivel de empresa. Es un contraste entre estructuras agra-
rias y sus tendencias dinámicas de cambio, condicionado a diversos niveles
por la economía política de la sociedad global y el sistema mundial. Las es-

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tructuras agrarias contrastantes se caracterizan como dominadas por haci en-


das modernizadas (en la vía involutiva) y por empresas familiares capitaliza-
das (en la vía qu e lleva ese nombre), pero no hay motivo para que los pro-
ductores campesinos o los productores de las EFC no estén presentes en am-
bas. Por lo tanto , se traza una distinción entre prese ncia y dominación y en-
tre estructuras agrarias y unidades de producción, definiendo a la estructura
agraria como una combinación particular de tipo de estructura de clase y de
los funcionamientos internos de las unidad es de producción dentro de una
región.

3.- RECLUTAMIENTO Y CONTROL DE LA MANO DE OBRA EN


LAS UNIDADES "CAMPESINAS" Y LAS EMPRESAS FAMILIA-
RES CAPITALIZADAS

La granja familiar capitalizada es una unidad de producción que ,


como el estereotipo común de la " unidad campesina'', se apoya principal-
mente en lazos de parentesco para el reclutamiento de mano de obra. pero , a
diferencia del mismo estereotipo, también usa capital fijo y variable según su
dotación ele recursos y según las oportunidades qu e ofrezca el mercado.
Mientras que el punto de vista que comúnmente se tiene es que los producto-
res campesinos rara vez contratan mano de obra asalariada porque no está de
acuerdo ''con su natural eza" el hacerlo , yo sostengo, con referencia a la EFC,
que ella evita recurrir a la mano de obra asalariada a causa d e su costo e in-
vierte en capital si es necesario. Por lo tanto, toma enteramente en cuenta el
costo de la mano de obra que no contrata y obtiene una ganancia capitalista
aun sin contratar nada de mano ele obra asalariada. La EFC recluta principal-
ment e no tanto entre la red ele parentesco, sino de ntro ele la familia nuclear.
mientras que la unidad "campesina" recluta e n ambos y, aun cuando paga sa-
larios, recluta a través ele una red (más amplia) d e relaciones primarias. Tene·
mos así una serie de oposiciones que confunden los estereotipos convencio-
nales: una unidad familiar que es claram ente capitalista , pero que casi no
contrata mano de obra asalariada, y una unidad campesina que tal vez no es
capitalista, pero que sf puede contratarla, a través de una red de relaciones de
parentesco en lugar de en el mercado '"a bierto" . El único factor común divi-
sor que combina y separa estas características en forma adecuada y resu el-
ve la anomalía a que se hizo referencia anteriormente, es el carácter de su in-
serción en el mercado laboral : los dos tipos parecen operar en distintos seg-
mentos del mercado laboral. La pregunta si una u otra unidad es definitiva-
mente "capitalista" está mal planteada: pueden existir en sociedades dond e
prevalece el modo de producción capitalista. La siguiente sección aclarará
este punto.
La característica crucial que distingue a los productores campesinos
es que son más propensos a reclutar mano de obra entre grupos y por pe'río-
dos que no están al alcance de todo el mercado laboral : mujeres que pueden

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Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

y están dispuestas a pasar medio día trabajando para un pariente. pero no por
más tiempo y no para un desconocido; niños que pasan la ma11ana en la es-
cuela; otros agricultores que tienen uno o dos días libres. La mano de obra
conserva su carácter de '·familiar'' porque . se pague o no un salario. los tra
bajadores se reclutan mediante la activación de una gama de relaciones prima-
rias que suelen ser o lazos de parentesco o lazos de parentesco ritual como el
compadrazgo. El término ''familia" o ''unidad doméstica" no debe malinter-
pretarse . Para los occidentales. y desde luego para los autores rusos d e fin de
siglo que inventaron la teoría ele la economía campesina y la noción de una
"economía campesina familiar''. significa una familia nuclear o. al menos. un
grupo de personas estrechamente vinculadas que viven bajo un solo techo y
comen de una sola olla. De aquí el prcconcepto dual de que dos característi-
cas ele las economías campesinas van juntas: que la "finca familiar" usa sólo
mano ele obra familiar y que. por lo tanto. dicha mano de obra tiene que ve-
nir de esa unidad social "que comparte techo y olla" y no puede ser pagada
con dinero (cf. Shanin 1973-74). Estas consecuencias no tienen por qué ser
así: sólo un concepto muy etnocéntrico de "familia" réstringiría la catego6a
de gente incluida dentro del término mano de obra familiar a los miembros
de la familia nuclear; sólo un concepto igualmente etnocéntrico supondría
que a los miembros de la familia no se les paga nunca (con un salario. dejan-
do apart e el compartir la ganancia o compartir el producto) . El punto analíti-
camente significativo acerca de estas relaciones - que por cierto no ha pasado
desapercibido para muchos seguidores de Chayanov y otros que fueron in-
flu enciados por él desde economistas neo-clásicos como Lipton ( 1977) hasta
marxistas o marxizantes como Vergopoulos ( 1978) y de Janvry ( 1982) y
otros como A. K. Sen ( 1966) -, es su efecto en el precio de la mano de obra,
a saber. el hecho de que la abarata explícita o implícitamente.
Los autores precitados hacen varias afirmaciones: ( l) que ya que la
unidad productiva no paga salario. no tiene costos de mano de obra (Chaya-
nov); 0) que ya que emplea mano de obra familiar. tiene costos de mano de
obra más bajos que las unidades capitalistas(de Janvry. Vergopoulos);(3) que
tiene bajos costos el e mano de obra porque existe en un mar de desempleo y.
en efecto. sobrevive porque provee el último refugio contra el desempleo
(A . K. Sen). El supuesto comúnmente sostenido pero nunca explicitado que
subyace bajo estas teorías es que la gente trabaja por salarios o ganancias
muy bajas d entro .de la familia. ya sea porque quieren a su familia (que con
frecuencia no es el caso) o porque automáticamente obedecen al padre o al
marido. algo que también es dudoso. Yo sostengo que la mano de obra es
más barata en una unidad campesina que en una capitalista porque los pro-
ductores campesinos tienen acceso a sectores del mercado laboral a los que
otros no pueden llegar. porque pueden emplear gente por períodos "pecufü1-
res". porque usan lazos ele parentesco o ele para-parentesco. en especial lazos
de protección y dependencia personal. para reducir el costo de la mano de
obra . Se desprende de esto. y a la luz del análisis ele Abhijit Sen ( 1981) sobre

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aparcería y discontinuidades de mercado ("market failure"), que los terrate-


nientes y los agricultores capitalistas van a aprovecharse de estas característi-
cas mediante toda una gama de arreglos de arriendo y sub-contratación con
productores campesinos. Esta imagen de la unidad campesina se basa en una
teoría más concreta y realista de la "motivación campesina" de la que sub-
yace bajo los modelos de Chayanov y sus seguidores. Sus teorías dependen
de nociones que tendemos a aceptar sólo porque se atribuye a los producto-
res campesinos y sus familias la motivación que la ideología occidental -no
la realidad occidental- atribuye a las familias en sociedades industriales. La
paradoja se profundiza cuando recordamos que estas ideas se originaron en-
tre populistas hostiles a las consecuencias de la industrialización, o que rece-
laban de éstas, y contra quienes Lenin polemizaba tanto.
Se desprende de mi punto de vista que en sociedades campesinas (un
término utilizado aquí para referirse a las sociedades que los observadores in-
tuitivamente describirían como tales y no en un sentido más riguroso) los
productores no necesariamente se apoyan exclusivamente en parientes para
mano de obra y que aun cuando contratan parientes, bien pueden pagarles
un sueldo . Pero eso de ningún modo excluye la posibilidad de que el recluta-
miento de mano de obra mediante estos lazos sea más barato que la mano de
obra reclutada en el "mercado abierto" , si éste existe. El activar una gama de
lazos de parentesco para el reclutamiento de mano de obra hace que ésta sea
a corto plazo más barata para el que la contrata que si éste fuera un capitalis-
ta anónimo que opera una pequeña unidad sin vínculo con la red en que se
mueven los trabajadores.
Estas condiciones restrictivas -el ·~corto plazo" y lo "pequeño" de la
unidad- revelan aspectos claves del argumento sobre mano de obra barata.
Aunque es barata a corto plazo, la mano de obra contratada puede resultar
más cara de lo que parece a simple vista si a largo plazo lo involucra al em-
pleador en una maraña de compromisos costosos o en la obligación de devolver
favores o dar protección que le llevan mucho tiempo. El tamaño reducido de
la unidad es relevante, porque es en unidades pequeñas en especial donde se
requiere mano de obra en cantidades pequeñas o irregulares y es precisamen-
te este tipo de requerimientos los que pueden cumplirse (sin incurrir en cos-
tos excesivos, que suelen asociarse con transacciones pequeñas) activando la-
zos primarios tales como el parentesco , como se mencionó al principio de la
sección. Al dueño o encargado de una unidad grande le sirven poco los perío-
dos muy cortos de trabajo que necesita la unidad pequeña. Probablemente le
irritaría una sarta de allegados, aunque vale la pena recordar cómo los magna-
tes de la época de oro de Hollywood cubrían las vacantes en sus empresas
con parientes cercanos y lejanos. Así se mantiene la aseveración de que los
productores campesinos obtienen mano de obra a un costo promedio por
unidad más barato que un productor capitalista y que esto se debe a su acce-
so a una red de lazos primarios (lo cual es parte de la definición de un pro-
ductor campesino). Desprender de esto , no obstante , que la unidad más pe-

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Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

queña está transfiriendo excedente hacia el resto de la sociedad o a una u


otra clase social en especial. es muy discutible, ya que debe tenerse en cuen-
ta la relativamente baja productividad de esta mano de obra.
Inevitablemente. el tamaño reducido de la unidad ha entrado en la
definición de productores campesinos o unidades de producción campesinas.
A primera vista esto no es satisfactorio. porque parece ser un criterio fijado
más o menos arbitrariamente según los requerimientos del momento. Pero de
una forma análoga al uso comúnmente hecho del término "subsistencia' ·. se
puede aducir con la condición ex plícita que se deje la especificación para las
circunstancias de cada caso. ya que el tamaño de la unidad que puede traba-
jarse sin recurrir a mano de obra más allá del "mercado laboral campesino"
va a depender obviamente de condiciones muy particulares en cada caso.
La oposición implícita entre "familia" o ''comunidad" y mano de
obra asalariada no se limita al lenguaje de los observadores : en las sociedades
andinas contemporáneas observamos formas de reclutamiento de mano de
obra que los agentes mismos describen en términos de relaciones no salariales
y que están enraizadas en relaciones múltiples, tales como la dependencia
personal. el parentesco o el compadrazgo. Sin embargo. éstas a menudo resul-
tan ser relaciones salariales en las cuales el salario es más barato de lo que se-
ría de otra forma debido a estas relaciones primarias. La "reciprocidad", por
ejemplo. comúnmente conocida como ayni en Perú y como el "día prestado"
en el norte del Ecuador, parece un arreglo equitativo por el cual un día de
trabajo se cambia por otro. Pero. como Figueroa ( 1982) y Sánchez ( 1982)
han señalado. las apari encias engañan. Primero, la transacción requiere que
una parte le dé a otra crédito sin interés contra pagos en un medio ilíquido , a
saber. un día de trabajo . Esto puede parecer la descripción innecesariamente
recargada de jerga de una transacción rutinaria. pero puede no serlo a los ojos
de una persona que encuentra que sólo puede obtener un día de trabajo si
consiente que le paguen en fecha posterior con otro día de trabajo . Puede
con el tiempo necesitar aquel día de trabajo , pero también puede preferir
que se le pague antes y en efectivo . Segundo . tales transacciones no pueden
tener lugar entre extraños: el dinero es un prerrequisito para las transaccio-
nes anónimas. Recurrir a relaciones primarias en estos intercambios -descri-
tos en términos de reciprocidad tanto por los participantes como por los ob-
servadores por razones diferentes e igualmente ideológicas- tiene el efecto
en tales casos de abaratar la mano de obra cuando se la compara con su costo
en el mercado abierto. Un ejemplo más transparente es la institución descrita
por los antropólogos como mink 'a, que se observa particularmente en el cen-
tro y en el sur del Perú . Otra vez tanto los participantes como los observado-
res usan este término para distinguir la práctica a que se refiere de la mano de
obra asalariada , para implicar que contiene un elemento de reciprocidad
entre las partes involucradas. Se supone que el término se refiere a un grupo
que trabaja consecutivamente y en proporciones iguales para beneficio de
cada miembro. Aunque subsiste la noción de que la mink 'a no es lo mismo

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que la mano de obra asalariada, que está enraizada en una relación de menor
anonimato y mayor equidad que la implicada por la mano de obra asalariada.
al examinarla más de cerca encontramos que la mink 'a es lo mismo que la
mano de obra asalariada, excepto que tiende a ser usada con referencia a ta-
reas con cierta connotación ritual, como la construcción de casas, que de
mandan el concurso de varias personas, a las cuales el empleador por lo gene-
ral les suministra bebida, cigarrillos y cosas por el estilo, además del salario.
Para hablar más directamente. digamos que a menudo estas relacio-
nes se encuentran inextricablemente envueltas en relaciones·de clientela. Así
lo señala la obra de Sánchez y así se puede concluir al juntar los trabajos de
Fioravanti-Molinié (1982) y de Brass (1983) sobre los valles de Yucay y La
Convención , respectivamente, en el departamento del Cusco Estos valles es-
tán estrechamente vinculados por flujos de personas y de mercancías y por el
número de individuos que poseen tierras en ambos. Si juntamos lo escrito
por los dos autores, obtenemos un cuadro donde agudas desigualdades son
características intrínsecas de relaciones que para ojos inocentes podrían apa-
recer -viendo el intercambio de trabajo y de bienes sin uso de dinero- como
"recíprocas". Desgraciadamente, los dos autores tienen perspectivas bastante
distintas: Brass habla de la dependencia por endeudamiento forzoso allí don-
de Fioravanti-Molinié; al describir el movimiento entre los pisos ecológicos,
usaría el lenguaje de 1a reciprocidad. Pero aun en el trabajo de ésta hay bas-
tantes indicaciones como para pensar que las relaciones de "reciprocidad"
tienen muchos aspectos desiguales.
El carácter ambiguo y estratificado de la mink'a se ve bien ilustrado
en un texto de César Fonseca. El libro (Alberti y Meyer 1974) donde este
texto fue publicado es a menudo citado como referencia para evidenCiar el
carácter relativamente igualitario de la reciprocidad. Sin embargo, al princi-
pio mismo del texto Fonseca dice categóricamente que la mink'a es una rela-
ción en la cual un individuo presta servicio a otro que por eso mismo adquie-
re un status social superior. Luego describe la variedad de sus formas, muchas
de las cuales envuelven el pago de un salario, en dinero o en especie, o bien el
pago en forma de participación en el producto objeto del trabajo , como po-
dría ser una porción de la cosecha, o simplemente algún tipo de "cumpli-
miento" o propina. Fonseca asevera que muchas veces el costo para el benefi-
ciario del trabajo es menor del que tendría el trabajo asalariado, pero que eso
se matiza tomando en cuenta la red de obligaciones en la cual se inserta la
mink'a. El trabajo recíproco y no remunerado puro, que cuajaría con el ideal
de la mink'a, se da a veces, pero sólo entre parientes cercanos; tal sería el
caso, por ejemplo, de un yerno que ayuda en el techamiento de una casa y
participa en los ritos correspondientes. Pero aun en este caso Sánchez ha ob-
servado en su trabajo que tales servicios no son desinteresados, que los miem-
bros de la generación joven los prestan con un ojo puesto en fa herencia que
podría corresponderles. Una vez traspasados los límites de estas relaciones de
familia, algún tipo de pago en efectivo es inevitable. Y Fonseca mismo parece

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Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

preso entre dos interpretaciones contradictorias. Siendo un defensor de las


funciones sociales de estas relaciones en sociedades pre-capitalistas, quiere
explicar la mink'a en términos de las presiones sociales en la comunidad para
redistribuir el excedente, pero al mismo tiempo sostiene que representa , "en
verdad, la extracción de excedentes de los más pobres para el beneficio de los
más ricos y hasta de los mestizos" (p . 108).
Por lo general , se presume -implícita más que explícitamente- que
estas formas persisten meramente como un rezago cultural , que las empresas
campesinas tienen una forma original como empresas familiares e inevitable-
mente pierden este carácter de ''familiar", y la cooperación que lo acompaña,
como resultado de la expansión de los mercados capitalistas. Aunque se reco-
noce que esta pérdida de tales características es un proceso desigual -de allí
los "rezagos"-, pocos dudan qu e a largo plazo desaparecen por efecto de la
expansión capitalista. Nosotros sostenemos otra cosa, a saber, que diferentes
aspectos de estas relaciones familiares pueden ser reforzados por distintos pa
trones de desarrollo capitalista en la agricultura: en nuestra vía involutiva se
pueden reforzar los mecanismos de reclutamiento laboral recién descritos,
como Sánchez ha sostenido elocuentemente ( 1982), mientras que en la EFC
estas relaciones, asociadas comúnmente con unidades familiares pre-capitalis-
tas (por Shanin , por ejemplo , 1973-4 ), no sólo se refuerzan, sino que tam-
bién operan como factores dinámicos en el surgimiento de las empresas capi-
talizadas.

4.- CONCOMITANTES ESTRUCTURALES EN LA VIA INVOLUTIVA:


PATRONES DE MIGRACION Y DE CONTROL LABORAL

Entre las regiones de América Latina que, en términos generales, se


caracterizan por un patrón involutivo de desarrollo agrícola , encontramos el
noreste del Brasil, el Valle Central de Chile , y el área de Cayambe en Ecua-
dor. Hay, por supuesto, muchas otras. En el noreste del Brasil, a una extra-
ordinaria proliferación de granjas pequeñas la acompaña, a partir de los años
40, una reducción masiva en el número de trabajadores permanentes en plan-
taciones y haciendas ( Lehmann 1982; Heath 1981 ; Goodman 1977 ). En el
Valle Central de Chile, antes y durante el período de las reformas agrarias de
los años 60 y de los 70, hubo también una declinación absoluta en el número
de trabajadores permanentes (inquilinos y voluntarios) empleados por las
haciendas (Lehmann 1974). En el valle de Cayambe, al norte de Quito, en
Ecuador, durante los años 60 las haciendas se convirtieron en empresas leche-
ras especializadas en el fondo del valle y distribuyeron entre sus empleados
permanentes parcelas en las laderas de las colinas (Salamea 1980).
El departamento peruano de Cajamarca puede ser un caso arquetípi-
co de involución. El período 1930-1968 vio un proceso tanto de proletariza-
ción como de campesinización (Taylor 1979, capítulo 4 ). Aunque muchas
haciendas estaban intensificando el uso de la tierra y del capital , otras tantas

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estaban reubicando a algunos inquilinos desahuciados y vendiendo tierra a


pequeños propietarios. Taylor describe cómo esto llevó a un aumento en la
migración urbana, pero también a un incremento de la producción de culti-
vos para exportación para venderla a los hacendados o por intermedio de
ellos y a una diferenciación del campesinado entre "rico" y ''pobre". Más tar-
de, la campesinización fue reforzada por ventas de tierra para precaverse de
la Reforma Agraria a fines de los años 60 ( ver también Mosley 1985) .
En la sierra del centro y del sur del Perú, la expropiación de haciendas
durante la reforma agraria también fue acompañada por una modernización
poco entusiasta, con intentos de centralizar, bajo un sistema cooperativo su-
pervisado por el Estado, la administración de vastas haciendas descentraliza-
das: aunque los trabajadores permanentes de las haciendas expropiadas pu-
dieron hacerse un nicho dentro de la nueva estructura , la mayoría del campe-
sinado (minifundistas y comuneros) permaneció en una posición marginal
(ver numerosas fuentes, entre ellas Kay 1982). Cuando se recuerda los con-
flictos por la tierra que se habían arrastrado por generaciones, no es de sor-
prenderse que a menudo estallaran conflictos violentos entre los dos grupos.
Las cooperativas algodoneras y azucareras de la costa peruana mere-
cen una mención como ejemplo contrastante. Estas cooperativas dependían
marcadamente de la mano de obra migratoria estacional traída de la sierra.
Las presiones e incentivos para reducir esta rnano de obra estacional eran
füertes y a largo plazo se podría predecir que, si resisten las presiones para la
parcelación (cf. Kay 1982), las cooperativas se parecerán a unas ''macro-
EFC" que utilizan la mano de obra de sus miembros o de su familia con poca
mano de obra asalariada externa en unidades relativamente muy capitaliza-
das, contratando migrantes estacionales durante la época de la cosecha. Si se
las parcela o si adoptan alguna forma de sub contratación entre la cooperati-
va como un todo y los distintos miembros, como parece más probable en al-
gunas cooperativas algodoneras, entonces el patrón de la EFC se mantendrá
en el nivel micro (Carter, de próxima aparición).
En el Valle Central de Chile, la imposición de una organización coope-
rativa de producción puede decirse que frenó la presión involutiva. La decli-
nación en el número y la proporción de trabajadores permanentes (inquilinos)
en las haciendas se revirtió a medida que las nuevas cooperativas les permitie-
ron proteger su posición y expandir otra vez su acceso a la tierra, que las ha-
ciendas habían estado erosionando. Además, el empleo estacional de minifun-
distas se restringió en los asentamientos. Pero en poco tiempo la sociedad se
vio atormentada por una guerra de clases y la contrarrevolución logró romper
definitivamente el patrón involutivo. Del caos emergió triunfante el propieta-
rio mediano , un ''proto-EFC" en medio de un mar de amplia y trágicamente
redundantes minifundistas ( Castillo y Lehmann 19'84; Crispi 1984 ). Por en-
cima de todo, entonces, el camino involutivo es un camino en el que las uni-
dades pequeñas proliferan, mientras que las grandes preservan su posición do-
minan te La preservan a pesar de que también reducen su tamaño promedio,

No. 2, diciembre 1985 357


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

deshaciéndose de tierra marginal distribuyéndola a antiguos empleados o ven-


diéndola, y la relación se mantiene así aun después de su conversión de ha-
ciendas en cooperativas campesinas. Aumentan la razón capital-trabajo, a me-
nudo con el apoyo de créditos baratos del sector público . También tienden a
elegir líneas de producción que exigen menor cantidad de mano de obra, so-
bre todo mano de obra estable. La mano de obra estacional se trae de áreas
de minifundio vecinas o distantes. En consecuencia, la mano de obra de las
áreas de minifundio vecinas se encuentra con pocas oportunidades locales de
empleo regular. pero con una demanda intensa en los picos. estacionales.
Junto con este patrón va un patrón concomitante de migración a las
ciudades, a zonas fronterizas o a otras áreas rurales. Viniendo de áreas relati-
vamente pobres, los migrantes de estas regiones involucionadas a menudo se-
rán demasiado pobres para obtener un asentamiento seguro en la ciudad o
para establecerse como granjeros independientes en áreas fronterizas. La mi-
gración , es preciso recordar. no es una opción barata a disposición de todos,
cualesquiera sean sus medios: los más pobres a menudo dependen de los con-
tratistas de mano de obra hasta para que les paguen los pasajes (a crédito)
desde su pueblo , en cuyo caso sólo migran estacionalmente y para trabajar en
períodos de gran demanda en las plantaciones; si van a una ciudad, los mi-
grantes de áreas donde la vía involutiva ha dominado, tales como Riobamba
en la sierra ecuatoriana, al sur de Quito (Burgos 1977), tienden a trabajar en
la extremadamente inestable industria de la construcción o en el servicio do-
méstico. La dificultad en obtener empleo seguro a largo plazo los disuade de
vender su tierra, la mínima seguridad en la que pueden apoyarse. Por lo tan-
to, el mercado de la tierra tiende a congelarse y las transferencias intergenera -
cionales acentúan la fragmentación y la subdivisión de las propiedades. La
migración a áreas fronterizas es una alternativa poco realista para gente de
estas áreas. La perspectiva de vender su pedazo de tierra para ir a buscar otro
en una zona de frontera tiene que parecer amedrentadora, especialmente a la
luz de los riesgos y los costos involucrados en el proceso mismo de la migra-
ción: el alquiler de un camión para transportar a la gente y sus posesiones, el
peligro de bandidos, ladrones y estafadores; todo disuade a los muy pobres
de tal aventura. Esto se puede ilustrar bien en el Amazonas brasileño. Los mi-
grantes que se trasladan desde el sur hacia esa región venden su tierra en el
sur del país, alquilan un camión grande (pau-de-arara) y van a un lugar donde
tienen contactos y expectativas de un pedazo de tierra mucho más grande
que el que han vendido . Esta gente , a menudo, hasta hace un viaje explorato-
rio antes de viajar definitivamente algo que los minifundistas más pobres ra-
ramente pueden permitirse. En contraste, los pobres y los que no tienen
tierra tienden a migrar solos, sin sus familias, en autobuses, en busca de cual-
quier tipo de empleo que puedan obtener. Estas características de la migra-
ción brasileña a las fronteras indican la naturaleza diferenciada de las expe-
riencias migratorias. El estudio de la migración desde pueblos de Jalisco , en
Méjico, a los Estados Unidos, llevado a cabo por Cornelius ( 1978), ofrece

358 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

una ilustración sorprendente de la importancia de los costos de la migración


en la determinación de quiénes pueden migrar y en qué condiciones: mues-
tra que estos costos son tan altos -extendiéndose como lo hacen desde el
transporte hasta el soborno de funcionarios del servicio de inmigración y pa-
gos a ayudantes o "contrabandistas"- que sólo los miembros del estrato su-
perior de los pueblos se lo pueden permitir. Sin duda, la gente pobre del pue-
blo también migra, pero a lugares y empleos menos lejanos y menos lucra-
tivos.
La migración hacia afuera de áreas involutivas es, pues, más un asun-
to periódico , estacional. a diferencia de lo que ocurre en otras partes, y tam-
bién hay más "migración de retorno" que lo que se espera de las jeremiadas
sobre cómo la pobreza rural provoca un excesivo crecimiento urbano . Un es-
tudio reciente de Cotlear sobre el sur del Perú (1984) enfatiza la relación en-
tre los derechos inseguros ofrecidos por la tenencia comunal y la naturaleza
transitoria de la migración , así como el fenómeno de la migración de retorno.
Mi interpretación sería que es el carácter involutivo del desarrollo agrícola en
la región el que ofrece la explicación y que la tenencia comunal es sólo un
epifenómeno. Cotlear explica el retorno de los migrantes a su pueblo con re-
ferencia a la inseguridad de su herencia ; yo diría que esto no les importaría si
tuvieran una base urbana segura, dado que la cantidad de tierra en juego es
insignificante. La persistencia de la tenencia comunal -con toda la inseguri-
dad que implica y que Cotlear acertadamente(2) enfatiza- es en sí misma
una consecuencia o concomitante de la persistente coexistencia de áreas de
pequeñas propiedades campesinas con unidades mucho más grandes. El he-
cho de que una reforma agraria haya transferido la posesión de estas hacien-
das a cooperativas campesinas parece no cambiar mucho la situación. El ma-
terial estadístico de Cotlear, detallada y cuidadosamente analizado, provee,
por lo tanto, cierto apoyo para la idea de que un patrón involutivo de desa-
rrollo va acompañado de una migración no permanente. La migración puede •
seguir un ciclo anual, estacional o uno de un trazado más largo, extendiéndo-
se a lo largo de toda la vida del individuo.
La migración desde áreas donde prevalece el camino involutivo , en-
tonces, tiende a ser más estacional, más transitoria que la migración en gene-
ral. Tiende a estimular más que a detener la proliferación de explotaciones
pequeñas, aumentando más que aliviando la presión sobre la tierra, precisa-
mente en las áreas donde su distribución es más desigual y, por lo tanto, don-
de la presión tiene consecuencias más serias.
Bajo estas condiciones de involución, las prácticas campesinas de re·
clutamiento y control de mano de obra, lejos de declinar bajo el impacto del
desarrollo capitalista, bien pueden aumentar, cuando los campesinos ricos
aprovechan las redes bajo su control para emplear la reserva de mano de obra
subempleada. Por lo tanto, la involución se acentúa cuando las haciendas de-
sarrollan sus fuerzas productivas y los productores campesinos más ricos en-
cuentran que pueden expandir la producción recurriendo al reclutamiento de

No. 2 , diciembre 1985 359


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

mano de obra por la vía de relaciones primarias más que por una inversión de
capital o aumentando la razón capital-mano de obra.
Una característica frecuentemente observada de estas empresas de
campesinos ricos es su participación en una diversidad de mercados de pro-
ductos: en la agricultura, en la producción láctea, en la cría o engorde de ga-
nado , en el comercio, en el transporte ( cf. Smith 1984 ). Usan redes de con-
tactos y transacciones personales. y su actividad económica está enmarcada
en una red ininterrumpida de granjerías, regalías y favores . No crean una em-
presa con una administración centralizada con el objetivo claro de extraer
ganancia de una cantidad de capital dado . Pueden enriquecerse notablemente,
pero casi siempre dentro del contexto de una red de relaciones primarias que
movilizan tanto el capital (a través de varias formas de mediería . en el trans-
porte, en la pesca u otorgándose mutuamente créditos a corto plazo) como la
mano de obra (a través de su acceso al mercado laboral campesino). El suyo
es un capitalismo bricoleur, pero su carácter peculiar surge más de su acceso
al mercado laboral campesino que de una "racionalidad " peculiar diferente
de la de cualquier otro capitalista. (Si tuvieran una "racionalidad diferente"
o una " lógica diferente" , ¿serían a pesar de todo humanos?).
La tentación que enfrentan los que escriben sobre economías campe-
sinas es la de buscar una distinción crítica entre empresas campesinas y em-
presas capitalistas en términos de una característica inmanente de lo que a
veces se llama su ''racionalidad" , o su modo de calcular. Esto presenta serias
dificultades aunque sólo sea porque la tarea de identificar las diferentes "ra-
cionalidades" de los individuos es amedrentadora, y probablemente imposi-
ble Además, nunca puede ofrecer un método razonable para clasificar uni-
dades de producción porque excluye a priori la posibilidad de que de una so-
ciedad campesina puedan emerger productores capitalistas. Por lo tanto , cada
vez que surgen campesinos ricos o pequeños capitalistas hay una enorme con-
fusión . En este ensayo se adopta una solución que algunos pueden tildar de
evasiva : la distinción que se ha trazado es entre tipos de estructura agraria y
mercados de trabajo rurales, no entre empresas. Por lo tanto, el capitalismo
bricoleur de los campesinos ricos es una característica de regiones con estruc-
turas y mercados particulares y no está vinculado a las características inma
nentes de los productores mismos. Cuanto más, colocamos a empresas o uni-
dades de producción en un eje que va desde el mercado laboral formal e im-
personal hasta el primario y personal. De esa manera se evitan oposiciones es-
tériles y tipologías inútiles.

5.- CONCOMITANTES ESTRUCTURALES DEL SURGIMIENTO DE


EMPRESAS FAMILIARES CAPITALIZADAS
Hay muy pocas esperanzas para la empresa familiar capitalizada si las
grandes haciendas conservan su posición dominante; por lo tanto, éstas
deben entrar en declinación ya sea por su desintegración interna o por una

360 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

reforma agraria. Nuestra investigación en la provincia ecuatoriana de Carchi


reveló un interesante e inesperado proceso de este tipo. Porque lo que es in-
teresante e instructivo en la historia reciente de Carchi es que, cuando se con-
trasta con otras reformas agrarias mejor conocidas y más publicitadas, la re-
gión ilustra las consecuencias de una redistribución de tierra en la cual el apa-
rato oficial encargado de la implementación ele la reforma jugó un rol indirec-
to y no intervencionista.
Las grandes haciendas de la provincia se habían desintegrado esencial-
mente bajo el peso de su propia inanición interna Toda la región ele la sierra
a lo largo del callejón andino estaba dominada en la provincia por la que se
decía que era la hacienda más grande de Ecuador (Hacienda El Vínculo),
pero fue desmembrada en los años 30. En una de nuestras zonas de estudio,
Huaca. este desmembramiento tuvo lugar bajo dos conjuntos de presiones: la
muerte del dueño sin dejar herederos directos y las presiones ejercidas por un
grupo local, pocos de cuyos miembros parecen haber sido en verdad ''indios",
que afirmaba que una porción ele la tierra de la hacienda realmente pertene-
cía a una comunidad indígena. En efecto, muchos de los involucrados eran
probablemente migrantes que venían del otro lado de la frontera ele Colom-
bia. La presión sobre la hacienda fue aumentando por la intervención del go-
bierno -en ese momento en manos de un grupo de militares reformistas-, a
su vez presionado por la población de la zona. Finalmente, una gran franja
de tierra alta forestada fue vendida a un grupo de compradores a un precio
módico y en términos preferenciales. Esta se convertiría en la Colonia Hua-
queña. famosa por su producción de papas. En ese momento, la tierra pare-
cía no tener valor. pero con el tiempo, cuando fue limpiada y plantada, y
sobre todo cuando se introdujeron los fertilizantes en los años 50 , resultó ser
extremadamente fértil y especialmente adecuada para la producción de pa-
pas. En la provincia de Carchi en su totalidad. el rendimiento ele las papas
aumentó 17 veces entre 1961 y 1980 y el ele habas. 5 veces. Durante los años
60 y los 70, la papa se convirtió en casi un monocultivo para el área: la ceba-
da y el trigo desaparecieron, dejando sólo la ganadería lechera para competir
por la tierra con el tubérculo. Para 1980. hasta los productores muy peque-
ños estimaban gastar unos 1500 dólares por hectárea de producción de papa
en mano de obra y fertilizantes químicos y pesticidas ( usados en demasía).
La papa, sin duda. ha ayudado a la expansión de un estrato de medianos pro-
ductores que ahora han desplazado a los hacendados de su posición dominan-
te en las áreas de la sierra (y que, por lo tanto, no pueden seguir llamándose
propiamente "medianos").
Otra fuente de presión sobre las haciendas vino de la expectativa -y
más tarde realidad- de la Reforma Agraria a principios de los años 60. A di-
ferencia de los terratenientes de Riobamba, que se resistieron, los de las tie-
rras del norte del país cooperaron activamente o tomaron precauciones para
adelantarse a la reforma.
En el área de Cayambe (entre Carchi y Quito. en la misma provincia

No. 2, diciembre 1985 361


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

que Quito), los terratenientes aceptaron rápidamente la reforma. entregaron


parcelas marginales a sus huasipungueros, o trabajadores dependientes, y mo-
dernizaron sus actividades y las concentraron en la producción lechera en el
fondo del valle (Barsky y Cosse 1981 ). Ellos, de hecho, crearon un mod elo
de la vía involutiva. y los pretendidos beneficiarios de la Reforma han sido
las víctimas tal y como podría esperarse. No les sirvió de nada usar la refor-
ma de una forma represiva en esa área después de la agitación sindical organi-
zada por el Partido Comunista en los años 50 (Salamea 1980) . En Carchi, aún
más al norte. la presió n de las bases vino de lo que podría llamarse la peque
ña burguesía de los pueblos. no del campesinado dependiente de las hacien-
das. Artesanos arrieros. peluqueros. carpinteros y hasta empleados de ha-
cienda presionaron a las haciendas y ofrecieron pagar por las parcelas de tie-
rra . Obtuvieron créditos bancarios para este propósito , y los dueños, felices
de verse libres en una forma pacífica de la amenaza de Reforma . concedieron
condiciones de pago más fáciles. En algunos casos, la tierra pertenecía a la
Igl esia Católica. representada por el obispado local (o la "Curia". como la lla-
maba la gente). que tomó la delantera en poner tierras a disposición de los
posibles compradores. aunque era claro que 'no tenía el propósito de hacer
donacion es. En otros casos, los dueños estaban de todas maneras perdiendo
interés en estas propiedades, comprando en otra parte o trasladándose a la
actividad profesional en la capital , Quito. El resultado ha sido una redistribu-
ción de tierras favorable al ''propietario mediano " -como muestran los datos
de nuestro estudio-, pero que ha ofrecido muy poco a los antiguos huasi-
pungueros, para quienes supuestamente había sido diseñada la Reforma. En
los años 70 hubo alguna agitación dentro de este grupo , pero fue de poca im-
portancia . Los beneficiarios primero se organizaron en cooperativas, con el
fin de comprar y pagar la tierra, pero en cuanto hubieron saldado la deuda, o
una parte considerable de la misma, dividieron la tierra en parcelas privadas,
de las cuales hay ahora un mercado activo, a pesar de la frecuentemente du-
dosa legitimidad del título(3 ).
Nuestro estudio cubre dos áreas: una, la parroquia de Huaca; la otra,
las parroquias de San Isidro y La Libertad, a la que he llamado área de El
Angel , por el pueblo principal de estas parroquias.
La desintegración interna de la gran hacienda El Vínculo tuvo su im-
pacto en Huaca, mientras que la Reforma Agraria lo tuvo en El Angel en una
época posterior. Nuestros datos del catastro muestran que entre 1920 y 1980
la categoría de propiedades "medianas" ascendió de 32.70/0 a 41 ,60/0 de
unidades en las dos parroquias cerca de El Angel y su parte en el valor total
de unidades subió del 21 So/o al 37 1 60/0. En ese período, el número absolu-
to de unidades grandes subió de 13 a 27. aun cuando su parte de valor cayó
de 70.40/0 a 58,40/0 y bajó un poco del 4,40/0 al 30/0 de las unidades. En
la parroquia de Huaca. los datos no son tan llamativos : en la distribución. la
parte de tanto las unidades como el valor de la categoría mediana ha perma-
necido casi sin cambios. mientras la categoría "pequeña". que sólo aumentó

362 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

del 58 ,30/0 al 600/0 de las unidades, acrecentó su parte de la tierra del


15 ,So/o al 200/0 . La parte de la categoría grande ha permanecido más o me-
nos sin cambio en alrededor del I o/o de las unidades y 200/0 de la tierra
Aunque puede parecer que Huaca no ha cambiado en absoluto , estas cifras
ocultan un movimiento masivo que probablemente ha tenido lugar dentro de
la categoría mediana. La ausencia de "pauperización" se puede calibrar com-
parando la razón del valor promedio de las unidades pequeñas con el valor
promedio de las unidades medianas en 1920 y en 1980. Una unidad prome-
dio "mediana" valía 18 veces más que una chica en 1920, pero sólo 4,6 veces
más en 1980. En El Angel, donde los datos sobre distribución de tierras
muestran tan bien la emergencia de un estrato mediano , los datos sobre valo-
res muestran sólo un pequeño cambio en la razón y en la dirección opuesta ;
las unidades medianas valían un promedio de 5, l veces más que las chicas en
1920 y 6,6 veces más en l 980.
La presión desde abajo en esta región no ha venido de los más pobres
de todos. En verdad , hay alguna evidencia de que la pequeña burguesía des-
plazó a comunidades indígenas de sus tierras, ¡para aparecer más tard e como
los "campesinos" que necesitan tierras de la Reforma Agraria! A comienzos
de los años 80, el deterioro ecológico empezaba a hacerse sentir. después de
la deforestación masiva y la excesiva especialización en un cultivo durante las
dos décadas anteriores. Los que tenían medios para hacerlo estaban dejando
de lado el cultivo de la papa, debido al enorme y creciente riesgo de pérdida,
al clima inadecuado , al incremento vertiginoso en el costo de la mano de
obra, el fertilizante y el pesticida y a los precios del producto sumamente
inestables. Estaban pasando a la producción lechera, que requería mucho me-
nos mano de obra y se beneficiaba de subsidios gubernamentales al crédito
(para la compra de ganado) y al precio de la leche, que, según todos los indi-
cios, ofrecía, mientras los subsidios durasen . entrada segura . Parecía que la
estructura agraria iba a estar dominada por este tipo de unidad , y esta expec-
tativa justificaba la descripción del Carchi como en "transición" hacia una
estructura dominada por las EFC .
El contraste entre esta refonna agraria y las anunciadas y aplicadas
con más revuelo en Chile y Perú , y aun con la misma legislación aplicada en
forma diferente en otras partes de Ecuador, merece al menos un comentario
al vuelo . En Chile y en Perú , los beneficiarios no compraron la tierra directa ·
mente de los terratenientes; en lugar de esto, los gobiernos crearon coopera-
tivas de producción en haciendas expropiadas. Tenían varios motivos para
hacerlo: preservar las economías de escala atribuidas a las haciendas; ahorrar
en el costo de demarcado y alambrado en un número elevado de pequeñas
fincas ; mantener algún tipo de control político y, tal vez , ver que el benefi-
cio de la reforma se distribuya equitativamente entre los beneficiarios. En
ambos casos, el rendimiento económico de las unidades expropiadas fue de-
cepcionante (Lehmann 1974; Kay 1982); en Perú , la mayoría de la gente po-
bre del campo quedó completamente fuera de la redistribución de la tierra,

No . 2 , diciembre 1985 363


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

aunque en Chile sí se beneficiaron de una expansión masiva del crédito, de


asistencia técnica y movilización social; las consecuencias políticas eventua
les. indirectas -y . hay que decirlo muy debatidas- , en Chile fueron nada
menos que la destrucción del sistema político electoral, llevada a cabo por un
grupo de militares y sus aliados motivados por la venganza y el miedo; mien-
tras que en Perú no es enteramente fantasioso sugerir que Sendero Luminoso .
con todos sus integralismos indigenistas, es una consecuencia del intento de
los militares de imponer un cambio tecnológico y administrativo por medios
burocráticos durante el período 1968-197 5. Para terminar, al final , cuando
todo está dicho y hecho, estas reformas han llevado a la expansión de la pe-
queña burguesía rural, un resultado que podría haber sido alcanzado fácil-
mente con menos ampulosidad, con menos riesgo político y, dicho sea de pa-
so, con menos riesgo para las personas.
Claramente , no hay camino de desarrollo en el cual todos los ''cam-
pesinos" de hoy puedan convertirse en los "granjeros" o "farmers" del maña-
na, la proletarización también ocurre en la transición al sistema de EFC, aun-
que en formas distintas a las observadas en el camino involucionista, y la ob-
servación de una estructura agraria con una distribución de tierras relativa-
mente igualitaria durante un período determinado, no implica que en las ge-
neraciones y en las décadas precedentes no se haya marginado a ningún pro-
ductor o que ninguna familia haya perdido su tierra. En verdad. las cosas son
completamente distintas : la desaparición del "campesinado" puede ser mu-
cho más radical en este caso que en la vía involutiva. En este camino se ob-
servó el proceso de proletarización en la creciente dependencia de los pro-
ductores campesinos independientes, para su sustento, de los ingresos prove
nientes del trabajo asalariado. Aunque conservan algo de su status indepen-
diente, su posición subyacente es cada vez más afín a la de los trabajadores
asalariados puros. Con el auge de las EFC, la suerte de muchos productores
campesinos es más drástica : pierden su tierra completamente porque la com-
petencia hace imposible la supervivencia de los productores marginales. Un
proceso dinámico tiene dos caras: unos prosperan , mientras otros son acorra-
lados y se arruinan . En este caso, el dinamismo presiona sobre los costos de
mano de obra, ya sea directamente o reduciendo el período entre los ciclos
agrícolas. Esto último fuerza el ritmo del proceso de mecanización haciendo
que les sea difícil y ocasionalmente casi imposible sobrevivir a los que no
pueden permitirse adoptar nueva tecnología . Un caso muy conocido de este
tipo de proceso es el del sur del Brasil, especialmente el del estado de Paraná ,
donde el efecto combinado de la helada y del cambio de tecnología ha forza-
do a un gran número de pequeños productores de café a dejar la producción
y hasta la región, enviándolos a la frontera amazónica o a las ciudades del sur
(Lehmann 1982). En la misma región, el establecimiento de un ciclo anual de
cultivo de soya y de trigo, con un período corto entre la cosecha de uno y la
siembra del otro, ha significado que los que no pueden mecanizarse tienen
que vender. porque es imposible lograr el cambio sin maquinaria. Un conjun-

364 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L e h m a n n : Desarrollo capitalista

to de presiones similares puede asociarse con la introducción de la variedad


de trigo de alto rendimiento del norte ele la India, donde estas nuevas semillas
han creado la oportunidad ele doble cultivo, aumentando sustancialmente de
esta forma la presión sobre el mercado laboral.
Un segundo mecanismo ele proletarización. más violento, es la simple
expulsión ele la población autóctona a la fuerza para abrirles camino a los
granjeros migrantes, como ocurrió en el Chaco argentino durante los años 30
(Carrera 1981 ). Hay algún indicio de esto también en Carchi, en la desapari-
ción de instituciones comunales indígenas de tenencia de la tierra en las pri-
meras décadas ele este siglo.

6.- El PROBLEMA DE LA MOTIVAC/ON EN LA MANO DE OBRA


"FAMILIAR": DEPENDENCIA PERSONAL Y ASOCIACION

Como ya he mencionado. la EFC es una granja familiar en un sentido


mucho más restringido y estrecho que la "empresa campesina'' descrita ante ·
riormente. Es una "granja familiar" porque emplea casi exclusivamente la
mano ele obra de miembros ele la familia nuclear ele su dueiio y es "capitalis-
ta" porque tiene que hacer frente a los precios ele la mano de obra asalariada
y asignar recursos de acuerdo con esto. Pero hay más : donde la familia cam-
pesina "socializa" las relaciones mercantiles la EFC "mercantiliza" las rela-
ciones de parentesco. Donde una abarata la mano de obra asalariada . persua-
diendo a los trabajadores que están llevando a cabo un servicio a una comuni-
dad primaria de la cual ellos forman parte, la otra conserva la lealtad de los
miembros de la familia, dándoles una parte sustancial y recompensas propor-
cionales en la asociación. Estas características contrastantes son una conco-
mitante de las distintas limitaciones y oportunidades ofrecidas por la estruc-
tura agraria dentro de la cual existen .
Una ilustración llamativa de las diferencias entre áreas donde la EFC
se está elevando a una posición dominante y en las que predomina el patrón
involutivo se encuentra si examinamos el uso de ciertos términos y el signifi-
cado de ciertas prácticas que suelen identificarse como peculiarmente "andi-
nas" . Hemos visto cómo los antropólogos describen la mink 'a y el ayni en el
centro y en el sur del Perú. y he presentado una interpretación de las relacio-
nes en términos de sus posibles desigualdades. Ni qué decir que cuando fui-
mos a hacer nuestra investigación en la provincia ecuatoriana de Carchi bus-
camos estas prácticas andinas "características" y encontramos una institu
ción conocida como ''el día prestado" . Otra vez. es una fonna de pago demo-
rado e ilíquido por un día de trabajo , pero tenía varias características distin-
tas. Primero , esta institución parecía ser más bien rara. Segundo, no parecía
estar enraizada en una red de relaciones de dependencia personal. Tercero,
parecía que la ventaja del arreglo no era para la persona que retrasaba el pago
del día de trabajo - ya que éste representaría sólo una proporción muy pe-
queña de sus requerimientos de mano de obra - . sino más bien para la otra

No. 2, diciembre 1985 365


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

persona. que. al requerir un día de trabajo como pago y no un salario. se ase-


guraba para sí un trabajador para una fecha e n el futuro, cuando el mercado
laboral pu ede que estuviera muy difícil. (Como se decía: "asegura el día".)
La aceptación rutinaria de un peón que es mandado en Jugar del mismo deu-
dor - que puede que esté ocupado ese día - ilustra el rol relativamente insig-
nificante de la dependencia personal en la relación , así como también su ca-
rácter transitorio: una vez que se ha completado la transacción. se acabó el
cuento.
Un contraste similar se encuentra si comparamos los reclutamientos
comunales de mano de obra en la provincia ecuatoriana de Carchi con los
descritos para Perú (por ejemplo por Winder. 1978) . En Carchi son llamados
equivocadamente mink 'a, mientras que en Perú se les conoce como faenas.
Ahora. en Perú. la impresión que se tiene es que. bajo la fachada de organiza-
ción comunal. una camarilla de campesinos ricos logran hacer que se lleve a
cabo un trabajo que es de especial, si no exclusivo. beneficio para ellos. ¿Se
tiene que limpiar o construir un canal de riego. construir o reparar un cami-
no o, sobre todo. organizar una fiesta con todo el ritual del caso y la parafer-
nalia comestible?: la marcada impresión que se obtiene a través de la litera-
tura es que tales actividades son de un beneficio desproporcionado - pero no
necesariamente exclusivo - para una pequeiia minoría de comuneros (ver.
por ejemplo. las monografías sobre varias comunidades en el Valle de Chan-
cay , tales como Celestino 1972: Fuenzalida et al. 1968; también Grondin
1978). En Carchi. en contraste. tales obras públicas no las organiza una co-
munidad corporativa independiente, sino un cabildo, que es el peldaño más
bajo en la jerarquía administrativa de unidades territoriales en las que se divi-
de el país (pasando por cantones. provincias y la nación). El cabildo no tiene
empleados a dedicación exclusiva: su efectividad real obviamente varía enor-
memente. y sería absurdo afirmar que sus acciones encarnan algún ideal ele-
vado de igualdad social. La diferencia crucial con respecto al modelo peruano
de una comunidad corporativa. de las cuales en Ecuador hay muchas tam-
bién , es que no controla tierras y sólo construye o repara instalaciones . tales
como caminos o iglesias. que son indiscutiblemente bienes públicos. La lim-
pieza de zanjas o de canales sería el trabajo de los beneficiarios directos. y el
cabildo , con certeza, no tiene jurisdicción sobre tierras. Sus actividades las
lleva a cabo. en la mayoría de los casos, en fonna conjunta con el Estado :
por lo tanto. si hay que construir un camino pequeño, el cabildo se compro-
mete a suministrar la mano de obra necesaria de entre sus miembros en una
forma rotativa. mientras el Estado suministra materiales y maquinarias . Resi-
dentes más ricos pueden proveer un día de salario o algunos refrescos en vez
de comparecer personalmente. pero no necesariamente . La práctica del Car-
chi sugiere que no hay necesariamente un conflicto entre el cumplimiento de
una obligación individual por medio de un trabajador asalariado y el benefi-
cio público del trabajo en cuestión.
La reacción instintiva de la mayoría de los observadores es el expre-

366 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

sar extrema desaprobación ante tales arreglos: mano de obra ''asalariada" que
debilita la solidaridad de la comunidad y todo eso . Pero es igualmente plausi-
ble sostener que la monetarización y el relativo anonimato de tales obligacio-
nes de alguna forma ayudan a impedir que el rico saque provecho de su posi-
ción de autoridad dentro de la comunidad para usar el trabajo de la gente
para su enriquecimiento personal.
Ahora bien. esto casi no puede considerarse como un punto ele las
diferencias entre Perú y Ecuador. Innumerables comunidades e n Ecuador
está n. sin duela. en manos de camarillas que las usan para hacer trabajos en
proyectos que les interesan a ellos como si fuera para beneficio público. El
punto esencial es que estas instituciones comunales son apropiadas privada-·
mente sobre todo donde se mantiene la vía involutiva , donde las relaciones
ele dependencia personal juegan un papel importante en el reclutamiento de
mano de obra y penetran y sostienen la ''fachada" pública ele las institucio-
nes comunales(4).
En contraste con la "personalización ele las relaciones comerciales"
que hemos señalado en economías campesinas y en la vía involutiva, Carchi
presenta lo que se podría llamar la comercialización de las relaciones familia-
res. Frente al autoritario y arbitrario ejercicio de la autoridad paterna quepa ·
rece prevalecer en el modelo chayanoviano de economía campesina, la ima-
gen que se ofrece aquí es la de una granja familiar en la cual existen ciertos
meca nismos para asignar ganancias a los distintos mi embros te niendo en
cuenta su contribución . Las mujeres no sólo ordeñan las vacas, sino que tam-
bi én parece n tener control sobre lo que entra por la venta de la leche. Cuando
los hijos terminan la escuela no trabajan gratis en la ti erra del padre; más bi en
siembran "al partir" o "a medias". con sus padres o con otra persona. Cuan-
do siembran con el padre, parecen no estar sujetos a exacciones mayores. lo
que es rvidenciaclo por el hec ho de que los contratos el e med iería entre pa-
dres e hijos no muestran ninguna diferencia sistemática con los hechos entre
no parientes. Estas no eran relaciones ele explotación e n el seatido común-
mente indicado por el término mediería . Más bien se trata de una forma capi-
talista de asociación. Un concepto igualmente capitalista ele asociación (o so-
ciedad) se observa con la herencia . Las mujeres tienen iguales derechos a la
propiedad de ambos padres, como lo estipula la legislación ecuatoriana. pero
no como se practica en áreas de Ecuador dond e prevalece la vía involutiva,
en las cuales las mujeres tienen una clara desventaja en lo que se refiere a la
here ncia. La mujer no sólo obtiene su parte igual de la propiedad de sus pa-
dres. sino que también , como su marido , traspasa la mayoría de la misma a
sus hijos, y no a su cónyuge. cuando ella muere. o antes si quiere. Antes qu e
los lectores tengan la impresión de que éste es una especie de utopía femi-
nista - o que yo así lo creo -, hay qu e matizar esta imagen de igualdad, o al
menos de un igual poder negociador. porque cuando la EFC esté totalmente
desarrollada, las cosas pueden cambiar para las mujeres. Si , como es tan co-
mún en los Andes, solían ocuparse del cuidado del ganado (y se quedaban

No. 2, diciembre 1985 367


Estudios y Debates - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

con la ganancia proveniente de esto) en una unidad mixta de agricultura y le-


chería. pued en perder su control exclusivo sobre ese ganado cuando el espo-
so pase a la producción láctea especializada. Aparece la insidiosa familia
burgu esa(S ).
Otro ejemplo de estos contrastes se e ncu entra en un tra bajo de Ariz-
pe ( 1981) que co mpara el proceso de mi gració n de dos pueblos mej icanos
que parecen encajar a grandes rasgos en nu estras categorías opuestas de l cami-
no involutivo y de la EFC. En ambos. la migración es en algún sentido un
asunto familiar. pero mi entras e n uno los padres co nservan un co ntrol férreo
sobre las actividades urbanas de sus hijos y sobre los ingresos que éstas les
proporcionan. y los tra en d e vuelta al pueblo para hacerlos trabajar en la pro-
piedad "familiar'' cuando la estación así lo requiere, en el otro los migrantes
usan las conexiones familiares para esta blecerse ind ependientemente, aunque
manteniendo algún vínculo lige ro con sus parientes a través de redes urbanas
comerciales (Arizpe 1981 ).
Al enfatizar la comercialización de las relaciones de paren tesco y de
otras relaciones personales o primarias característica. al parecer. de las estruc-
turas agrarias dominadas por la EFC, y probablemente también una condi-
ción de un a transición a tal estructura. no quiero decir que la EFC no emple e
mano de obra asalariada Lo qu e cuenta e n el contraste con las estructuras
involutivas es el meca nismo de reclutamiento de esa mano de obra. En la
transición a una estructura dominada por la EFC, el mecanismo se volverá
gradualmente más anónimo y más impersonal y menos permeado por relacio-
nes de dep endencia personal.
Un sistema de EFC a me nudo tiene que recurrir a mano de obra asa-
lariada traída de otras regiones. especialmente de aquéllas en las que prevale-
ce la vía involutiva, ya que el costo de reclutar mano de obra localmente es
demasiado alto. Esto plantea problemas interesantes : bien puede contribuir
a la preservación y a la intensificación de las condiciones de involución en
esas region es y fortalecer a un estrato de campesinos ricos que actúan como
contratistas de mano de obra y que pueden prestarles dinero a los trabajado-
res para el viaje y otros gastos. Ofreciendo entradas estacionales complemen-
tarias a las obtenidas de sus propios cultivos, también permite que se perpe -
túe una clase de semiproletarios. Esta observación nos muestra como las dos
vías pu eden estar relacionadas entre sí y no necesa riamente tienen que ser
analizadas sólo en términos de procesos endógenos en las regiones donde
existen.

7.- ELEMENTOS FACILITADORES, PERO ESENCIALES, EN EL


AUGE DE LA EFC: LA MIGRACION PERMANENTE Y EL CUL-
TIVO ''A MEDIAS"

Hay dos meca ni smos que parece n jugar un rol particularmente inte-
resante - y sin duda inesperado - en facilitar la transición al sistema de la

368 Revista Andina, año 3


Lehmann: Desarrollo capitalista

EFC: la migración y la aparcería. En contraste con el patrón de migración


descrito antes para áreas caracterizadas por el camino involutivo. la transi-
ción a un sistema de EFC se hace más fácil si la migración desde esa área no
es sólo cuantitativamente alta , sino también cualitativamente diferente: tiene
que ser permanente más que transitoria y tiene que estar vinculada a una mo-
vilidad ascendente, aliviando de esta forma la presión sobre el mercado de la
tierra. Una característica sorprendente de los datos que obtuvimos en Carchi
es el contraste entre el patrón de migración observado allí y el descrito antes
como característico de áreas involutivas. Nuestro estudio muestra que la gen-
te del Carchi tiene una propensión muy acentuada a migrar y también a no
retornar. La actividad más frecuente de los hijos migrantes de la gente que
estudiamos ( 100 propietarios de tierras sacados al azar del catastro) era la
educación: iban al colegio secundario en Quito o a la capital de la provincia
vecina. Ibarra. Esto no es una excepción : las comunidades azotadas por la
pobreza del sur del Perú también mandan a los niños a estudiar afuera , ya en
el nivel primario, debido a las deficiencias de la enseñanza local. Pero los chi-
cos que son enviados desde estas comunidades tienen que ganar para susten-
tarse . aun mientras están en el colegio. trabajando para un pariente, por ejem-
plo. Los afortunados chicos del Carchi tienen buenas condiciones locales para
la educación primaria y tienen un buen récord de asistencia en ese nivel (por
encima del 700/0 de los chicos, entre los 6 y 12 años, van a la escuela). y
cuando van a una ciudad para asistir a la escuela secundaria. sus padres les pa-
gan la comida y el alojamiento para que tengan suficiente tiempo para estu-
diar (o a veces también para perder) . Estos chicos no volverán al campo ni se
espera que lo hagan: por el contrario. el afirmar a sus hijos en el medio urba-
no es una tremenda fuente de orgullo para los padres, y no son sólo los ricos
los que están dispuestos a gastar grandes sumas de dinero para encaminar a
sus hijos. Cuando llega el momento de la herencia. estos chicos venden su
parte a los herederos que se han quedado en el campo. Obviamente , esto ali-
via la presión sobre la tierra. El sistema de tenencia de la tierra , que se ajusta
a las leyes nacionales y no a las costumbres locales, refuerza esta tendencia .
El sistema de herencia establece y efectiviza partes iguales para los herederos
y las herederas y no deja casi nada de discrecionalidad para que los padres
puedari disponer de sus propiedades después de su muerte . Esto es importan-
te porque , tal como lo describe Sánchez, la inseguridad de la herencia atrasa
el momento en el cual la nueva generación accede al mercado de tierras Y, de
esa manera, desestimula la inversión. Nuestra investigación reveló que la tie-
rra heredada constituye sólo una parte muy poco importante del total de tie-
rras poseídas por los propietarios. Por otra parte, hemos visto como la medie-
ría, sobre todo entre padres e hijos, también ayuda a que esta participación
en el mercado de tierras no se postergue hasta el día en que los herederos ya
no tienen la voluntad o la perspectiva para desarrollar sus empresas. No se
trata sólo de la mediería entre padres e hijos, sino también de una variedad
de mecanismos a través de los cuales la persona joven que quiere "sembrar a

No . 2, diciembre 1985 369


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

medias" puede encontrar apoyo entre parientes de la generación anterior. En


otro artículo (Lehmann, por aparecer) hemos descrito estos arreglos "a me-
dias" o " al partir" en detalle. Aquí basta señalar algunas características bási-
cas. Se trata de acuerdos donde los costos de producción son compartidos
entre las partes y sujetos a negociación. En general, no son contratos fuerte-
mente sesgados, aunque sin duda hay a menudo un sesgo a favor del dueño
de la tierra . Hemos notado , también , que los que toman a medias tienden
claramente a ser más jóvenes que los que dan a medias, lo que fortalece la
interpretación dada arriba . Finalmente, se podría fonnular la hipótesis de
que la mediería estimula un proceso de comercialización. Según esta hipóte-
sis, la obligación de calcular para compartir los costos de los insumos compra-
dos tendría este efecto, al mismo tiempo que fortalecería lo que se podría
llamar (un tanto arriesgadamente) la mentalidad calculadora capitalista.
Al fin y al cabo, el problema es saber si este caso del Carchi es una
excepción , si es una consecuencia de circunstancias muy raras y específicas o
si se trata de un ejemplo de procesos que se dan en muchas partes, pero que
el pesimismo reinante ha tendido a olvidar o a soslayar. Decir que es un ejem-
plo no implica negar que la vía involutiva también es frecuente, pero sí ex-
presa cierta fe en las capacidades empresariales de los pequeños productores
rurales pobres en los países pobres. El problema es ideológico: si nos opone-
mos al capitalismo. ¿estamos por eso comprometidos con el punto de vista
de que empobrece a todos los pobres, la sal de la tierra?, ¿estamos acaso con-
dicionados a no permitir que los que son la sal de la tierra se conviertan tam-
bién en capitalistas? Estos pueden ser, en cierto nivel, problemas ideológicos,
pero quién puede decir que las actitudes ideológicas que subyacen bajo nues-
tras posiciones teóricas estarán por siempre inscritas en tablas de piedra. Es
por eso que hacemos investigación social.

370 Revista Andina, año 3


_________________________ Lehmann: Desarrollo capitalista

NOTAS:

(I) Para satisfacer el requerimiento de que la consecuencia inevitable de la penetración


capitalista en una economía campesina es el surgimiento de dos clases diametral-
mente opuestas, frente a la observación de empresas campesinas que proliferan en
muchos países, algunos autores han redefinido la migración como una forma de pro-
letarización y también han descrito a los productores campesinos como "equivalen-
tes a mano de obra asalariada" o en términos similares (cf. Bernstein 1979). Estas
formulaciones tienen algo de cierto: los migran tes sí se vuelven proletarios (al me-
nos intermitentemente) y con frecuencia los productores campesinos o son trabaja-
dores asalariados por un tiempo o están sujetos a varios controles sobre el uso de su
tierra, pero poner todas estas variantes juntas es perder la oportunidad de detectar
variantes en procesos de cambio y de esta forma explicar los cambios observados.
(2) Esto es importante por las múltiples capas de confusión ideológica que rodean al
uso del término comunidad. Para mucha gente de distintas opiniones políticas evoca
una imagen de seguridad, de unión y solidaridad comunitaria y tradicional. En espe-
cial, hay una creencia muy generalizada de que esta institución protege los derechos
en la tierra . Con todo , sabemos que la institución fue creada por el Estado colonial
incaico y más tarde vuelta a crear de la misma forma por los sucesores españoles
como base para el trabajo tributario. Además, el rol de los jefes de estas institucio-
nes de base siempre ha estado sujeto a las presiones conflictivas del Estado -que los
coopta- y una comunidad de gente que los presiona para defender sus tierras. Estos
no siempre son los ganadores (cf. Spalding 1973; Murra 197 5 ; Assadourian 1982 y
Sánchez-Albornoz 1978). Esta línea de análisis de las comunidades indígenas, que
enfatiza el rol de los líderes como agentes del Estado y el conflicto interno que ellas
contienen, ha sido seguida por Samuel Popkin contra el pretendido romanticismo
de ciertas interpretaciones del nacionalismo revolucionario vietnamita y contra el
concepto de la " economía moral del campesino" , de James C. Scott (1976) . Tam-
poco es que el individualismo desenfrenado de Popkin ofrezca la solución a todos
estos problemas . ..

(3) Esto es debido a la renuencia del IERAC (Instituto Ecuatoriano de Reforma Agra-
ria y Colonización) a permitir la parcelación de estas tierras. La distribución inicial
se hizo obligatoriamente a favor de una cooperativa, lo que permitió a los compra-
dores/beneficiarios obtener ciertas exenciones y también acelerar los trámites. Esto
implicó ciertas limitaciones a la libertad de compraventa, pero los socios pudieron
eludirlas a pesar de todo, y no hay, según lo que pudimos ver, disputas entre ellos
sobre aspectos legales de tenencia de la tierra .

No . 2, diciembre 1985 371


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

( 4) Una excelente descripción de esto se halla en varios capítulos del libro recientemen-
te publicado de Florencia Mallan: The Defence of Community in Peru 's Central
Highlands, Princeton University Press, 1983.
(5) Cabe referirse aquí a las peculiaridades del sistema de parentesco andino. Olivia
Harris ha mostrado el contraste entre la unidad de la pareja y la complementarie-
dad de roles entre esposos en la familia andina y el "modelo de la familia campesi-
na patriarcal" (ver Olivia Harris : "Complementarity and conflict: an Andean view
of women and men", en: J.S. La Fontaine (ed.). Sex and age as principies of social
differentiation. Academic Press. Londres y Nueva York , 1978). Aunque su análisis
se basa en observaciones hechas en el norte de Potosí, Bolivia, en un contexto que
dista muchísimo en el espacio y en el contexto social de lo que nosotros observa-
mos en Carchi, la convergencia aparente entre el norte de Potosí y lo que nosotros
observamos en Carchi plantea preguntas importantes. ¿Será que la EFC se constitu-
ye sobre bases más tradicionales que modernas? ¿Será que en los mecanismos secre-
tos del parentesco andino se esconden fuentes de dinamismo empresarial que sólo
esperan la oportunidad adecuada para manifestarse? Quizás . ..

372 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

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COMENTARIOS

riesgo dadas las condiciones difíciles de la


César Fonseca Marte/ ecología andina y de los precios de sus pro-
Los Jilgueros 391 ductos en el mercado
Urbanización San ta A 11ita ~¡ proceso de ca~ bios en la agricultura
Lima 3 andma ~s mucho más complejo ; por ejem-
Perú plo, la fiebre de la producción de papa para
el mercado ha acentuado el proceso de dife-
No hay duda que la continuidad de cier- renciación campesina. Los pequeños grupos
tas relaciones precapitalistas en el campo se de campesinos "pudientes" lograron enri-
debe en gran medida a las relaciones de de- quecerse aún más mediante el monopolio
pendei:icia con respecto al capitalismo me- de_ los servicios de transporte, el acapara-
miento de las cosechas y de los créditos
t~op_ohtano. Es decir, la burguesía interme- usurarios. Estos campesinos tienen las me-
diaria depe11de para mantener el ritmo de jores cas~s, _camiones r. educan a sus hijos
acumulación de una reserva de mano de en los co,egios y tam bien en las universida-
obra ba~ata. Hasta hace poco , en el Perú los des . Mientras que un sector de campesinos
terratenientes de las provincias de la sierra empo_brecidos no tienen otra alternativa
se aprovechaban de una mano de obra semi- que volverse jornaleros agrícolas o trabajar
servil p~ra e_l!-riquecerse y a veces lograr una a medias, o " al partir" poniendo chacra y
mod~rmzacion en la explotación agrope- trabajo.-Finalmente, ur{ gran sector de cam-
cuaria. pesinos medios trata de bajar los costos de
Pero no podemos decir que los mecanis- producción mediante la super-explotación
mos precapitalistas en la organizaci.ón de la d~. la mano de obra familiar y la contrata-
P!<?ducción campesina son el elemento de- c10n eventual de la mano de obra extra fa-
cisivo p_ara el mantenimiento de la pobreza ~iliar a través de las relaciones de recipro-
campesma. ~n todo caso, siguiendo la mis-
ma perspectiva de análisis, son los elemen- c~dad. De _la misma manera que los campe-
tos estructurales que caracterizan a la socie- sinos medios de los valles interandinos ven
dad_nacional , de la cual forma parte el cam- en la organización de pequeñas "sociedades
p~smado, _los que explican tal pobreza. En de trabajo" la mejor alternativa para reali-
ciertas regiones del país donde no se dieron zar tareé}S pesadas como 111 construcción de
rel~ci~nes so~iales rígidas (hacendado-peón cercrn;, de reservorios de agua, casas, para
o indio-mestizo) y dadas las condiciones pastorear el ganado y también producir
para la comercialización de la agricultura queso en forma rotativa, son muchas las
los campesinos intensificaron el uso de ¡; estrategias de que se valen los campesinos
tierra, cambiaron rápidamente los cultivos para producir para el mercado capitalista y
tradicionales por los que tenían mayor de- no se puede afirmar que la lógica y la racio-
manda en el mercado . nalidad de Jc:,s agricultores andinos les impi··
~n la última década, en casi todas las dan modermzarse. Es la mala política nacio-
regiones del país los campesinos se han nal de créditos y de precios que realmente
transformado ena eficientes cultivadores de desalientan a los agricultores la que está en
papa. comercial. Para ellos, el capital en la raíz de este problema.
efectivo es un !equisito indispensable, pues _Con respecto a esta lógica es importante
las . nuevas va~edades de semillas de papa senalar que desde el punto de vista de los
meJorada reqmeren de abonos insecticidas campesinos hay dos esferas económicas
Y fungicidas. Por esto, los préstamos banca- que ellos denominan como la esfera de pro:
rios o de particulares, o la venta de sus ani- ducción "para el gasto" o consumo directo
males, significan para ellos una fuerte inver- y la que ellos destinan "para plata" o para
sión, significan, al mismo tiempo, correr un la venta . En cada esfera las relaciones de

No. 2, diciembre 1985 379


producción y los valores culturales son dis- mundial" - . Esta aparente encrucijada mo-
tintos. Por ejemplo, ellos siguen cultivando tiva a David Lehmann a discutir las vías de
las exquisitas variedades de papa nativa para transición capitalista en la agricultura de los
su propio consumo, mientras que las varie- países subdesarrollados y semi-industriali-
dades de papa mejorada las destinan ínte- zados de hoy.
gramente para la venta en las ciudades. Sin embargo, creemos que este importan-
De acuerdo al autor, la transición capita- te problema queda sin resolver. Lehmann
lista en la agricultura exige una reforma define inicialmente las dos vías principales
agraria destinada a liquidar las viejas rela- de desarrollo en términos de interacción en-
ciones de dominación hacendado-peón o tre clases sociales y entre unidades de pro-
indio-mestizo y la redistribución de la tierra ducción, pero lo que hace a lo largo del ar-
entre los campesinos, o en caso contrario tículo es contrastar tipos de estructuras
canalizar el apoyo gubernamental a las cla- agrarias en términos del mercado laboral
ses urbanas de pequeños burgueses deseosas (reclutamiento de mano de obra), que es
de trabajar la tierra, tal como ocurrió en uno de los aspectos, pero no el único ni el
Carchi, Ecuador, región que el autor estu- determinante para esta distinción . Con-
dió . En el país se está dando una transición cluir que " .. . donde la familia campesina
cada vez mayor hacia la producción para el 'socializa' las relaciones mercantiles, la EFC
mercado por la propia dinámica de las co- 'mercantiliza' las relaciones de parentes-
munidades campesinas. Estas comunidades co . . . " es descriptivo e insuficiente para
son capaces de expandir las fronteras agrí- afirmar inmediatamente que estas caracte-
colas creando nuevas zonas de producción rísticas " . . . son una concomitante de las
destinadas para la venta. En este largo pro- distintas limitaciones y oportunidades ofre-
ceso, las viejas formas de organización co- cidas por la estructura agraria dentro de la
munal de cooperación familiar deben ser cual existen ... " . Seguramente lo son, pero
tomadas como recursos para el desarrollo, no se desarrolla esto en el artículo y, en
en vez de menospreciarlas como simples re- consecuencia, Lehmann no cumple con el
zagos culturales. análisis ofrecido.
Dentro de estas perspectivas, mi artículo El tema central del artículo es el desarro-
sobre "modalidades de la minka ", materia llo de una teoría que explique el status de
de crítica en el artículo que comento, es aquellas unidades de producción que, si bien
una clara evidencia de que hay un conjunto se basan en los lazos de parentesco para el
de relaciones sociales en la producción cam- reclutamiento de la mano de obra, son in-
pesina en el que se entremezclan y se super- tensivas en capital y evitan recurrir a la ma-
ponen las viejas relaciones precapitalistas no de obra asalariada a causa de su costo.
con otras formas más modernas. No es mi Llamarlas "empresas familiares capitaliza-
propósito separar las relaciones de produc- das", "farmers" o, por qué no, "empresas
ción en sus formas puras, sino mostrar la campesinas capitalizadas" es , puntos más
mezcla y la superposición de las distintas puntos menos, tratar de tipologizar un pro-
esferas económicas. ceso que, para seguir usando los mismos tér-
minos, se denomina "modernización de la
agricultura tradicional". Lo importante para
solucionar ese status anómalo del que habla
Manuel G/ave Testino Lehmann no es el nombre. En ese sentido,
Avenida Arequipa 3715 la perspectiva de análisis ofrecida por el
Lima 27 autor es valiosa para estudiar los mecanis-
Perú mos de transición hacia una estructura agra-
ria determinada. Sin embargo, la descrip-
En la teoría del "sistema mundial", los ción de las principales características de las
sectores no capitalistas de la periferia son EFC nos lleva a plantear las siguientes anota-
incapaces de desarrollarse capitalistamente . ciones: es curioso notar la importancia que
La única solución a la situación de pobreza tiene el mercado externo en los casos que
de estos sectores sería capitalizarse -o un menciona Lehmann donde se habrían desa-
colapso que estableciera el "socialismo rrollado las EFC: café, soya y trigo en el

380 Revista Andina, año 3


________________________ Lehmann: Desarrollo capitalista

Paraná, trigo al norte de la India. En ese el propio Lehmann reconoce en la comuni-


sentido, Lehmann termina en el mismo pro- dad ''un potencial productivo que muchas
blema de los seguidores de Wallerstein y veces tiene inferiores costos y menores cue-
Amín: la dependencia a las necesidades del 1.Jos de botella laborales que los de produc-
centro, el impulso exógeno del desarrollo tores capitalistas ( ... ) La economía cam-
capitalista. Por otro lado, en el caso del pesina en sí puede existir, puede prosperar
Carchi es decisivo el particular proceso téc- y puede contribuir al nivel de ingresos de la
nico de la producción láctea, que facilita la sociedad en su conjunto ... " (Revista An-
capitalización sin demandar mucha mano dina, 1, 1 : 140-141 ) .
de obra. Este proceso técnico es relativa- En virtud de Jo anterior y en relación al
mente ajeno a los condicionantes que impo- problema planteado inicialmente, subyacen-
nen la geografía y el clima de los Andes al te a Jo largo del artículo, se encuentra la
desarrollo capitalista. Sería interesante pre- propuesta de Lehmann que hay "esperan-
cisar alguna región/caso dentro del área zas" para que los campesinos se capitalicen.
andina que haya desarrollado un patrón En el párrafo final afirma que el caso del
donde predomine la EFC (mientras ello no Carchi "expresa cierta fe en las capacidades
se haga, no tenemos referencia de ninguna). empresariales de los pequeños productores
Por último, se habla de " ... unidades de pobres", terminando err un debate -casi
producción que son claramente capitalistas subjetivo- con los marxizantes representan-
en su comportamiento en el mercado ... ", tes del intercambio desigual. Pensamos,
pero ¿qué es ser capitalista?, ¿producir en obviamente, que el problema no es cuestión
masa y para el mercado?, ¿dónde queda el de fe y esperanzas.
rol de las relaciones de producción y la ex- Una anotación final: también es necesa-
plotación de la fuerza de trabajo? El propio ria una tipología de productores campesi-
Lehmann reconoce que si es "capitalista" o nos (no es "inútil"), sobre todo si se tienen
"campesina'' es un asunto académico, pero objetivos de política económica y no sola-
precisamente por ello es que hay que po- mente de discusión académica.
nerse de acuerdo de una vez.
La preocupación central para nosotros
es la perspectiva de desarrollo de las fami-
lias campesinas comuneras del mundo andi-
no, las cuales están enmarcadas dentro de Efra{n Gonzales
Jo que Lehmann denomina "patrón dualís- Instituto de Estudios Peruanos
tico, polarizado e involutivo". Es claro que Horacio Urteaga 694
el autor considera a la "familia" como uni- Lima 11. Perú
dad de análisis relevante, a la vez que la or-
ganización comunal y las relaciones de reci- El artículo de David Lehmann tiene la
procidad son tratadas como si estuvieran en particularidad, una vez más, de llevarnos a
franca descomposición. Si bien necesitaría- ciertas fronteras de la discusión donde la
mos otro espacio para discutir sobre las li- realidad tiende a prevalecer sobre algunas
mitaciones y las posibilidades de desarrollo teorías; en consecuencia, nos desafía a estar
de las comunidades, hay que tener cuidado de acuerdo con él. En este breve comenta-
al tratar sobre aspectos como el ayni, la rio quisiera pedirle. algunas aclaraciones y
minka y las faenas y no terminar afirmando más datos sobre su investigación en el Car-
que detrás de la organización comunal exis- chi ecuatoriano.
te "una camarilla de campesinos ricos" que La idea principal desarrollada por Leh-
consiguen un beneficio especial. La organi- mann es que, bajo ciertas circunstancias
zación comunal definitivamente no es igua- económicas y políticas, puede establecerse
litaria, pero sigue vigente, y la "reciproci- un proceso de transición de la llamada "eco-
dad asimétrica" tiene sus límites. Creemos nomía campesina familiar" (ECF) hacia
que esta cuestión está en el centro del deba- una "empresa familiar capitalizada" (EFC).
te y se hace urgente una comparación que En consecuencia, no siempre es dable pen-
nos permita entender la heterogeneidad sar, como lo hacen la serie de autores que
existente a lo largo de los Andes. Además, Lehmann critica, que todos los campesinos

No. 2, diciembre 1985 381


Estudios y D.e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

estén condenados a ser funcionales al desa- En el caso del Carchi, nos gustaría pedir-
rrollo capitalista sin dejar de ser campesi- le a Lehrnann mayor información respecto
nos . Desde este punto de vista , él plantea la · a las EFC en términos de producción y de
existencia de dos posibles vías o, más bien, demanda pues la viabilidad de la EFC no
dos destinos distintos para los campesinos · depende 'solamente de que sus productivi-
dentro del proceso de desarrollo capitalista dades y sus costos sean competitivos, sino
en los países latinoamericanos. de que además encuentren los mercados
Es indudable que ambas vías son obser- donde vender su producción . En otras pala-
vables en varios países y regiones; el proble- bras, la vía EFC depende ciertamente del
ma radica en saber si la EFC es una excep- tipo de urbanización de la región donde se
ción , cuya factibilidad es posible sólo bajo integra, de la distribución del ingreso y de
circunstancias restringidas, o más bien se las políticas redistributivas y de su impacto
trata del inicio de un "nuevo proceso de sobre la demanda efectiva para los produc-
acumulación primitiva" en las zonas rurales tos de la EFC.
más atrasadas y menos capitalistas, en cuyo Un elemento que hubiera sido interesan-
caso la vía EFC sólo requiere de tiempo . A te en el análisis teórico y empírico sobre la
este respecto, le pediríamos a Lehmann mano de obra es la relación que se establece
que no sea evasivo en cuanto a la distinción · entre: costos de reproducción de la mano
de estructuras agrarias, pues es un punto de obra (CRL), productividad media del
primordial. trabajo (QL) y salarios ( w) . La transición
Un aspecto importante de ambas vías es de la vía involutiva a la EFC requiere de un
la utilización de la mano de obra ; sin em- formidable aumento de la relación (OL/w) ,
bargo, su diferencia es poco clara cuando se ya sea mediante un aumento de la produc-
afirma que las EFC contratarían mano de tividad o mediante la reducción de los sala-
obra más barata que los capitalistas activan- rios, dando resultado, en cada caso, a dos
do redes de parentesco; es decir, ¿existiría sub-vías EFC relativamente distintas: una
un aspecto ideológico que disminuye los con mayor cambio técnico (incorporado o
costos de producción? Mientras que en las no) o aumento de los medios de producción
economías campesinas la mano de obra fa- y la otra con mayor explotación de la mano
miliar sería aún más barata, pero ¿cuál es de obra. Por otra parte, la relación entre
esa diferencia en costos laborales? Aquí (w/CRL) se supone que es menor a uno
aparece un elemento sin el cual es imposi- cuando los campesinos venden su fuerza de
ble comprender la utilización de la mano trabajo; es decir, que parte de su reproduc-
de obra : los recursos y capital con que ción se la autofinan.cian con su producción
cuentan los campesinos o familias, es decir : familiar; esto significaría que para abaratar
los costos laborales, son relativamente más la mano de obra de la EFC debería darse
baratos o caros según la estructura de cos- · paralelamente un proceso involutivo en las
tos, que depende de los recursos y capital y familias que suministran mano de obra. En
de la tecnología empleada, y sobre todo se- consecuencia, quizás no se trate de dos vías,
gún su productividad. El problema de la sino de una sola con doble cara, pero que
transición se presenta así como un algorit- tiene la peculiaridad de no necesitar de la
mo que permite convertir los recursos ( tie- intervención del Estado o de la transferen-
rra y ganado) en capital y la mano de obra cia de capitales al campo para poderse llevar
(familiar o de parientes) en trabajo asalaria- a cabo. Esto constituiría, indudablemente,
do, donde la consecución de la mano de un proceso inédito.
obra es sólo parte del problema. Lehrnann El artículo de Lehrnann sugiere muchísi-
trata detalladamente el problema de la ma- mos más comentarios, tanto por la riqueza
no de obra, pero no el de los recursos y el del texto corno por la serie de interrogantes
capital. que abre en torno a las posibilidades y limi-
También sería necesario explicitar qué taciones del desarrollo campesino, pero no
entiende por "pequeños", "medianos" y nos podemos sustraer a pedirle un comen-
"muy pequeños" propietarios, pues un as- tario sobre dos temas que el artículo no
pecto interesante de la viabilidad de la EFC considera. El primero se refiere a los condi-
es el tamaño y la escala apropiados. cionantes rnacroeconómicos y políticos re-

382 Revista Andina, año 3
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Lehmann: Desarrollo capitalista

lativos a cada vía propuesta; tenemos la im- población rural proletarizada, me parece un
presión que cualquiera de las dos es posible argumento acertado. Existe, de un lado, la
al margen de la estructura económica y or- capacidad del campesinado de ofrecer tra-
ganización política del país . Esto induda- bajo a menor precio, ya sea trabajo del pro-
blemente no es así. Entonces, ¿qué aspec- pio campesino, ya sea de su familia, movili-
tos principales deberían tenerse en cuenta a zando esos recursos laborales a través de las
nivel nacional o regional para facilitar una u "lealtades primordiales" de sociedades don-
otra vía? En otras palabras, ¿hasta qué pun- de aún existen. No veo ahí ninguna nove-
to el campo puede autónomamente crear dad en el análisis. Existe, de otro lado, una
su propia dinámica? especificidad de la tecnología agraria, sobre
En segundo lugar, ¿en qué medida el todo por la estacionalidad de los procesos
Estado puede activar una u otra vía? Por productivos, que Brewster analizó en un ar-
ejemplo, la reforma agraria en Ecuador tuvo tículo clásico y muy citado en libros de
distintas repercusiones sobre la vía EFC a economía agraria, y que Georgescu-Roegen
las que tuvo en el Perú; sin embargo, en también estudió en otro artículo no menos
ninguno de los casos los problemas de po- citado. En efecto, comprobamos que es po-
breza campesina y desarrollo capitalista sible mecanizar algunos tipos de agricultura
más amplio fueron sensiblemente cambia- y de ganadería sin que eso implique la desa-
dos en las regiones más atrasadas, o sea en parición de explotaciones familiares . No se
las más campesinas. construyen automóviles en unidades do-
Finalmente, hubiera sido interesante ma- mésticas. En cambio, es bien posible produ-
yor información estadística sobre sus estu- cir trigo , leche , etc. (y también confeccio-
dios de caso, para no tener la impresión que nar pantalones, camisas) en explotaciones
sus puntos de vista carecen de la evidencia familiares. Tampoco hay ahí ninguna nove-
empírica de algunos puntos de vista chaya- dad analítica.
novianos-marxizantes, cosa que no es cierta, Claro está que una agricultura muy me-
pues conocemos la abundante información canizada y que además utilice muchos ferti-
relevada por la investigación de Lehmann lizantes químicos puede alcanzar tan gran-
en el Ecuador. des producciones con tan escaso uso de ma-
no de obra, que la cuestión de si se prefiere
la vía de la fábrica en el campo o de la em-
presa familiar capitalizada se torna acadé-
J. Martínez Alier mica , ya que estaríamos discutiendo (como
Facultad Ciencias Económicas en algunos países del Atlántico Norte) el
Universidad Autónoma destino del dos o tres por ciento de la po-
Bel/aterra, Barcelona blación. En el fondo , qué importa que sean
proletarios muy. bien pagados o riquísimos
Lehmann argumenta su preferencia por empresarios familiares . Pero no estamos en
la vía de la empresa familiar capitalizada, algún lugar del Atlántico Norte, sino en los
frente a lo que él llama la "vía involutiva". Andes.
El argumento me parecería más convincen- El argumento contra la fábrica en el cam-
te con un complemento numérico; es decir, po podría complementarse con una conside-
Lehmann debería proporcionar cifras para ración que Lehmann no hace, a saber: la in-
el Ecuador o para el área andina o, mejor tensidad energética de la agricultura "mo-
aún, para todo el mundo pobre en general, derna" tal vez hace imposible su generaliza-
respecto a cuánta gente· conservaría acceso ción universal. Este es el argumento de Pi-
a la tierra y, por tanto, acceso directo a los mentel y otros autores. Creo que también
productos de la tierra, bájo la vía de la evo- es relevante para poner en duda la preferen-
lución o bajo la vía de la involución. cia por la vía de la empresa familiar capita-
El argumento de Lehmann contra la ge- lizada. Ahí creo que Lehmann debería des-
neralización de otra tercera vía, distinta del cender a los detalles tecnológicos. No me
predominio de las empresas familiares capi- parece nada claro decir simplemente que
talizadas o del campesinado tradicional; es ese tipo de explotaciones agrarias usan "ca-
decir, la vía de las fábricas en el campo con pital fijo" y "capital circulante" . Para decir

No . 2, diciembre 1985 383


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

alguna cosa más concreta sobre su viabilidad de estructura agraria "no involutiva", donde
universal, o por lo menos andina, habría que el factor central es el acceso a un mercado
explicar su tecnología. No creo que el ins- laboral que escaparía al control de los ha-
trumental teórico de los economistas (fun- cendados, un mercado laboral "sui géneris",
ciones de producción con capital y trabajo , caracterizado como un conjunto de relacio-
por ejemplo) sea muy pertinente. Por lo nes familiares y de parentesco que esconden
menos, debería completarse con otros mé- relaciones salariales. La proposición es su-
todos de análisis. En los estudios andinos gestiva, pero está hecha con "lupa de eco-
hay ejemplos de análisis de la eficiencia nomista", a través de la cual sólo se puede
energética de formas de producción campe- ver las leyes y categorías de la economía ca-
sina tradicionales (Brooke Thomas, Jane pitalista. Si toda la intrincada red de rela-
Collins). Seguramente hallaríamos que la ciones sociales en que se encuentran inmer-
agricultura y ganadería más "involutivas" sas las familias campesinas, sobre todo indí-
son más eficientes energéticamente que la genas, se reduce a formas mixtificadas de
agricultura y la ganadería que ya han "evo- relaciones salariales capitalistas, no habría
lucionado" hasta el estadio de empresas fa- necesidad de investigar la "especificidad
miliares capitalizadas. Es decir, creo que andina". A lo más, habría que ser pacientes
Lehmann no explica claramente o, mejor en términos históricos, hasta que se rompa
dicho, no analiza el significado ecológico el "cascarón" andino que envuelve el po-
de la palabra " capitalizado". lluelo empresarial capitalista.
La peculiaridad del caso del Carchi con-
siste, más que en el surgimiento de las EFC,
en que es una región que no posee pobla-
Luciano Mart1'nez Valle ción indígena. Las actuales comunidades
Apartado 324-A están formadas por campesinos "mestizos"
Quito. Ecuador que no hablan quichua, que no se identifi-
can como indígenas y cuya organización so-
El sugestivo artículo de Lehmann se en- cial en muy poco se asemeja a la de las co-
marca en la temática de las vías de desarro- munidades de altura del centro de la sierra
llo capitalista, que en el caso ecuatoriano ecuatoriana. Esta es una explicación posible
ha suscitado una viva polémica desde la mi- del rápido desgaste de los mecanismos de
tad de la década de los setenta. En ese en- reciprocidad, de su valorización en términos
tonces, un grupo calificado de dentistas so- monetarios, del predominio de la "lógica
ciales "afuerinos" definieron la vía de desa- familiar" por sobre la comunal, lo que indu-
rrollo capitalista en el campo ecuatoriano dablemente ha facilitado el pleno desarrollo
como "prusiana", basándose en investiga- de una intensa actividad mercantil. De allí
ciones realizadas en una pequeña porción que el caso del Carchi no es generalizable
de la sierra norte. Posteriormente, este mo- para el contexto de la sierra ecuatoriana y,
delo fue criticado por dos razones funda- por lo mismo, no es representativo del mo-
mentales: a) se trataba de aplicar esquemas vimiento económico de las comunidades,
rígidos para definir un proceso conflictivo , especialmente si bajo este membrete se in-
heterogéneo y de larga duración que des- cluye también a las indígenas.
borda ampliamente el "recipiente teórico" Los sujetos beneficiarios del proceso de
en el que se intentaba meterlo; y b) porque descomposición de la hacienda, sobre todo
en la explicación de las transformaciones en los años 60, fueron, según el autor, "ar-
agrarias sólo se miraba la cara "latifundista" tesanos, arrieros, peluqueros, carpinteros,
de la medalla; en otras palabras, se dejaba empleados de hacienda", en resumen, la pe-
en la sombra el estudio de las "economías queña burguesía pueblerina. No sorprende,
huasipungueras" y de las comunidades indí- entonces, que posteriormente se haya desa-
genas, importantes actores económicos, so- rrollado su "espíritu empresarial". Con esto
ciales y políticos de la coyuntura de cam- no queremos decir que los indígenas no
bio agrario de los años sesenta. puedan llegar a ser capitalistas, sino que en
El trabajo de Lehmann trata de demos- el caso carchense se trata en gran parte de
trar la viabilidad de las EFC, en un contexto sujetos sociales "extra-agrarios" que parti-

384 Revista Andina, año 3


Lehmann: Desarrollo capitalista

cipan activamente en el proceso de desinte- de una pequeña franja de campesinos indí-


gración de la hacienda y posteriormente im- genas. Pero la única alternativa para los pri-
primen su sello en la dinámica alcanzada meros era adaptarse a las condiciones im-
por las EFC. No son sujetos sociales que puestas por las comunidades, lo cual aca-
surgieron al interior de. las comunidades, rreaba no pocos conflictos sociales y cierta-
pues, como lo señala el autor, los antiguos mente un alto riesgo para la hacienda.
huasipungueros obtuvieron muy poco éle La fe puesta por el autor en las capacida-
este proceso. Ahora bien , no puede catalo- des empresariales de los pequeños campesi-
garse el caso carchense como una reforma nos tipo Carchi tiene su contraparte en los
agraria exitosa, no por lo menos desde el "costos sociales" de este proceso. Con esta
punto de vista social. Así, los sectores so- vía de desarrollo, los campesinos pierden
ciales más necesitados fueron relegados o más rápidamente su tierra y pueden proleta-
excluidos del proceso, mientras la pequeña rizarse en forma completa. La proletariza-
burguesía accedía a la tierra . En el balance ción y la mecanización de la agricultura se-
definitivo de un proceso de reforma agraria, rían los resultados lógicos del desarrollo de
más que los aspectos productivos (sobre lo las fuerzas productivas, una vez que el espa-
cual el caso del Carchi es ilustrativo), cuen- cio ocupado por la franja de campesinos
ta ante todo el acceso a la tierra por parte menos competitivos se reestructure en favor
del campesinado más pobre. de aquéllos con "espíritu empresarial" más
En el caso ecuatoriano no se impuso he- desarrollado. Nos acercamos así al "tipo
gemónicamente una vía de desarrollo capi- ideal" de agricultura capitalista. Pero al mis-
talista, con lo cual el problema agrario no mo tiempo están creadas las condiciones
quedó resuelto completamente a favor de para que actúe con mucha eficacia el mode-
los grandes propietarios. Esto ha posibilita- lo "neo-liberal", como parece estar suce-
do el desarrollo de estructuras agrarias re- diendo incluso en el país de los "farmers".
gionales en donde coexisten y compiten de- El paso hacia un modelo capitalista en una
sigualmente varias formas productivas. En forma menos oprobiosa, planteado por Le-
el mismo Carchi, por ejemplo, no todo el nin refiriéndose al caso americano, o el sue-
espacio agrario está ocupado por campesi- ño de un país de pequeños-propietarios, co-
nos capitalizados, pues existen haciendas mo la utopía planteada por Roosevelt , pa-
modernas, en transición, cooperativas de ex recen estar desmoronándose.
huasipungueros, cooperativas de falsos agri- En los países de América Latina también
cultores, etc. La imbricación de todas estas se ensayan las teorías económicas del Nor-
unidades productivas, en un espacio regio- te. En el Ecuador, la actual política econó-
nal concreto, constituye un marco más ade- mica está inspirada en el informe del Banco
cuado para estudiar la incidencia del merca- Mundial y de la comisión Wheeler, que a fi-
do rural en las posibilidades de capitaliza- nes del año pasado (octubre de 1984) rece-
ción campesina. El capitalismo "bricoleur" tó las medidas para la agricultura. Al pare-
campesino puede desarrollarse de esta ma- cer, las posibilidades de expansión de las
nera aun en zonas donde está presente la EFC habrían tocado fondo. En poco tiem-
vía involutiva señalada como un obstáculo po, los campesinos capitalizados tendrán se-
por el autor. Así , por ejemplo, en un estu- rios probiemas para pagar sus deudas o sim-
dio realizado en la sierra central del Ecua- plemente para conseguir financiamiento de-
dor (provincia de Cotopaxi), encontramos bido a las altas tasas de interés vigentes. La
un modelo de estructura agraria, donde te- liberación indiscriminada de importaciones
rratenientes y campesinos luchaban por el pondrá frente a frente a la leche suiza con
control de un mismo mercado laboral. En la del Carchi. La liberación de precios no
este caso, el acceso a la tierra de una comu- será suficiente para equilibrar el desajuste
nidad indígena había desatado un proceso entre capital invertido y altas tasas de inte-
de diferenciación interno similar al de las rés a devengar. Los insumos y el costoso pa-
EFC, pero sin romper el marco comunal. quete tecnológico que utilizan estos campe-
Controlar el mercado de trabajo era una sinos serán prohibitivos con el alza del dólar.
condición esencial para la modernización En resumen, la productividad de la papa
terrateniente, así como para la acumulación disminuirá sensiblemente y la migración, ya

No. 2, diciembre 1985 385


Estudios y Debates _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

no por educación, sino por "ocupación", Una desmitificación concreta de la andino-


empezará a generalizarse. Finalmente, la log1'a esencial-!ormalista
tierra empezará a escaparse de las manos En la segunda parte de su artículo, a par-
campesinas para concentrarse en las manos tir de los análisis de casos concretos en
de grandes unidades capitalistas, las mismas Ecuador y Perú , así como en el Paraná bra-
que posiblemente producirán para el merca- sileño, el autor reconsidera la cuestión de
do externo, y no papas precisamente. las formulaciones generalmente admitidas
En este contexto, las relaciones .familia- como "explicativas" de las sociedades cam-
res, las relaciones de reciprocidad, deterio- pesinas andinas : la reciprocidad de los in-
radas como están en las comunidades que tercambios de servicios supuestamente no
todavía sobreviven en el Carchi, no servirán retribuidos; el comunitarismo que se supo-
como estrategia de refugio. La migración ne es el motor de la acción de los campesi-
por educación también ha tocado fondo en nos en el ayni y la minka; el rechazo a par-
el país. Los empleos en la industria se pue- ticipar en las formas diferenciales de acu-
den contar con los dedos de la mano . Que- mulación y de contabilización individualis-
da el sector terciario de bajo nivel , la sub- tas supuestamente como medio para esqui-
ocupación urbana, el suburbio con toda la var el capitalismo al interior de la comuni-
secuela de problemas de necesidades bási- dad rural o de la familia nuclear y /o exten-
cas no resueltos por este sistema. sa. Hecho esto, David Lehmann nos recuer-
¡Qué viva el capitalismo agrario! da oportunamente , con ejemplos concretos:
1) que no hay una "muralla china" impene-
trable entre las reglas de funcionamiento
del capitalismo agrario y las reglas inter-
Jean Piel nas de funcionamiento de las sociedades
Universidad de Paris VII campesinas ( ¡en los Andes, familiariza-
2, place Jussieu dos desde hace 450 años con la difusión
75005 Pari's mercantil-monetaria!).
Francia 2) que ciertas fórmulas útiles para señalar
en términos generales ciertas caracterís-
En la medida en que su artículo contri- ticas comunes a las diversas sociedades
buye a " desmitificar" el funcionamiento campesinas andinas (reciprocidad, poder
real de las soctedades campesinas andinas, por capacidad de obligación social, etc .
podemos decir que David Lehmann realiza . . .), tienen por cierto un valor descrip-
una buena acción. Para ello, ¿era necesario tivo, pero no explican nada más que la
pasar por el inevitable debate sobre el "cua- forma habitual tomada aquí por racio-
dro teórico" demarcado por Wallerstein, nalidades de producción o de acumula-
Gunder, Frank, Chayanov , Samir Amin y ción cuyos orígenes hay que buscarlos
otros? Tengo mis dudas, pero, después dé más por el lado del mercado de la mano
todo -retirado de la andinología porrazo- de obra local y regional (pues está implí-
nes ajenas a mi voluntad desde hace una de- cito un equivalente monetario), que den-
cena de años- quizás yo no sea la mejor tro de una esencia andina (la voluntad
persona para juzgar la oportunidad de este inflexible y eterna de reproducir un
tipo de discusiones abstractas, un paraguas "modelo andino" de la familia, de la co-
necesario, supongo, para aventurarse en el munidad y de la sociedad, sin ninguna
trabajo de campo, sea cual fuere la estación referencia al modelo capitalista).
ideológica. Y, además, ¿por qué privarme Este método desmitificador, aun cuando
del placer?, porque estos recuentos teóricos no sea totalmente nuevo, aun si se aprecia
me han proporcionado cierto placer. que es demasiado unívoco, es valioso en un
No obstante, procedamos en orden (o momento en que, tanto en los Andes como
más bien en desorden, pues voy a comenzar en otras partes, hay quienes -con el pretex-
por la segunda parte del artículo) y trate- to de llegar hasta los fundamentos origina-
mos de explicar por qué, en mi opinión, les de la civilización andina- nos aprisiona-
este trabajo de Lehmann es una "buena rían gustosos en un fundamentalismo andi-
acción". no tan esencial y original que sería inanali-

386 Revista Andina, año 3


________________________ Lehmann: Desarrollo capitalista

zable e incomunicable , salvo para quien sea en los Andes, a condición de que las cir-
de origen "andino" o se haya nacionalizado cunstancias sean favorables (expansión del
"andino". mercado , reforma agraria, etc .. . ), pueda
aparecer una categoría emergente de inter-
Un desvi'o teórico tal vez innecesario, pero mediarios rurales, productores de un exce-
útil para recordar que el "capitalismo del dente agrícola mercantilizable no autocon-
centavo" es también capitalismo
sumido ni redistribuido "gratuitamente".
En la primera parte -que por razones Este no es todavía el verdadero capita-
personales de método hubiera preferido ver
lismo agrario ; pero es ya (para emplear la
surgir como la consecuencia teórica necesa- fórmula de Sol Tax) "capitalismo del cen-
ria de la discusión de los resultados del tra- tavo", acumulado en manos de una clase
bajo de campo-, David Lehmann cita a los media en vías de aprovechar en su benefi-
mejores autores a propósito de la interpreta- cio las reservas no capitalistas de mano de
ción de las economías campesinas. El criti- obra, a expensas de sus tradicionales obliga-
ca, con justa razón, la rigidez de ciertas for- ciones andinas de reciprocidad mutua.
mulaciones "teóricas" (¿"teóricas" o, una David Lehmann nos recuerda estas evi-
vez más y en realidad, formalistas detrás de dencias y cree tener argumentos para de-
su apariencia de "marxistas"?) que oponen nunciar los dogmas en la materia de una
al polo capitalista de nuestras sociedades "ortodoxia"(?) marxista(?) que estaría so-
(el centro imperial opuesto a la periferia bre todo representada -si he comprendido
campesina, el capitalismo agrario opuesto a bien- por Chayanov y A.G. Frank. Quizás
la "economía campesina") un polo precapi- éste sea el punto más débil de un artículo
talista o no capitalista. Y Lehmann muestra que, por lo demás, es muy positivo .
bien que, incluso en la teoría, nada excluye
que en su reproducción ampliada a escala
mundial, nacional o regional, el capitalismo
no fabrique a la vez y "no capitalismo" y Fernando Rosero Garcés
transición (campesina) al capitalismo. Vol- Instituto de Investigaciones Económicas
viendo a un artículo olvidado de Brewster, de la Pontificia Universidad
Lehmann recuerda cómo la mecanización Católica del Ecuador
de la agricultura familiar refuerza la estruc- Apartado 2184
tura familiar (no salarial) de los producto- Quito. Ecuador
res y sus actividades productivas (en térmi-
n_os capitalistas). Por analogía , el autor su- Es verdad que las ciencias sociales, al
giere que en los Andes , como en otras par- plantearse el desarrollo del capitalismo en
tes , el "kulak" no es por cierto todavía un el campo , han centrado su atención en los
verdadero capitalista agrario (ya que utiliza procesos de pauperización y proletarización
poco o nada el trabajo asalariado), si bien de los productores campesinos, así como
comparte con el verdadero capitalista la ló- en los cambios de las estrategias producti-
gica ACUMULACIONISTA MONETARIA vas de las haciendas. Además, en Ecuador
aun si le ha servido en parte para mantene; como en otros países del continente, los in-
su red de clientela abastecedora de mano vestigadores sociales se han ocupado de las
de obra no ( o muy poco) asalariada. condiciones de transformación-conserva-
Entre es tas dos formas de movili zación ción de las unidades de producción campe-
de la mano de obra agrícola local ha y, cier- sino-comunales y de los mecanismos de re-
tam ente, una difere ncia de NATURALEZA campesinización, descuidando los procesos
(la forma salarial agrícola es indicadora del de diferenciación "hacia arriba" o capitali-
modo dé producción capitalista; la obliga- zación de las unidades de producción fami-
ción agrícola de parientes y clientela a tra- liares.
vés de relaciones de (falsa) reciprocidad no Esta constatación ha llevado a Lehmann
lo es) . Sin embargo, no hay diferencia de a estudiar el caso de los medianos produc-
LOGICA (sea ésta capitalista o "primitiva", tores de Huaca y El Angel , de la provincia
acumulacionista en los dos casos). Es, pues , septentrional de los Andes ecuatorianos. Al
muy comprensible en teoría que también parecer, los principales resultados de la in-

No. 2, diciembre 1985 387


vestigación giran en torno a las nuevas ca- sinas y frutícolas de Huachi, provincia de
racterísticas de la fuerza de trabajo: el desa- Tungurahua(l ). En segundo término con-
rrollo de la forma salarial en el reclutamien- viene señalar que Lehmann en lo que'se re-
to de la mano de obra al interior del núcleo fiere a la comunidad andina, parece que
familiar y la particular inserción de las em- parte de una teoría del desencanto, pues el
presas familiares capitalizadas (EFC) en el carácter asimétrico de las relaciones de reci-
mercado laboral rural. Esta última se carac- procidad, la carencia de tierras comunales
teriza porque la demanda de mano de obra la privatización de las relaciones de pode;
depende de las particularidades del ciclo le llevan a pensar que detrás de la ritualidad
agrícola, del limitado tamaño de las unida- comunal se ocultan relaciones específica-
des de producción y del recurso a los lazos mente capitalistas. Es decir que según el
primarios o fidelidades primordiales. autor lo esencial de la comunidad radica en
Estos elementos constituyen, sin duda la producción y distribución igualitarias
alguna, un aporte para la comprensión de la fundadas en la propiedad comunal, la reci-
transición de la unidad de producción cam- procidad plena y el ejercicio del poder por
pesina (UPC) hacia formas específicamente y para los comuneros. Numerosas investiga-
capitalistas como la EFC. Pero el problema ciones históricas y actuales, realizadas en
surge cuando el autor pretende, a partir del Perú, Bolivia y Ecuador, muestran que la
estudio de los productores paperos del Car- comunidad andina se caracteriza por la de-
chi, formular una nueva teoría sobre las sigual participación en la producción, en la
vías de desarrollo del capitalismo en el agro. apropiación de servicios y en la distribución
A juicio del autor, el desarrollo del capi- de los excedentes; el problema no radica,
talismo en el campo reviste dos vías: la in- por tanto, en si la comunidad actual impli-
volutiva y la que se caracteriza por la cons- ca o no formas de explotación, sino más
titución y desarrollo de la EFC. En la pri- bien en las especificidades del proceso de
mera predomina el "patrón dualístico pola- transformación-conservación de la dimen-
rizado", que opone la transformación de la sión comunal, entendida como un conjunto
hacienda tradicional en empresa moderna al de relaciones económicas, sociales y cultu-
proceso de descomposición-adaptación de rales que trasciende la esfera de las unida-
las UPC, mientras en la segunda se destaca des de producción domésticas o campesinas
la mercantilización de las relaciones de pa- y que se proyecta a nivel de la sociedad ma-
rentesco. Según Lehmann, esta caracteriza- yor en la medida que la etnicidad es parte
ción, antes que a nivel de las unidades de de la cuestión nacional.
producción, se ubica en el ámbito de las es- Por último, es conveniente advertir que
tructuras agrarias regionales y si bien en el estudio de caso de las medianas propie-
una zona homogénea predomina una de las dades del Carchi no es representativo de la
vías, ellas pueden coexistir en una misma transición de las economías campesino-co-
región. munales a EFC, pues se trata de un sujeto
El afán de mostrar el desarrollo de las social particular compuesto por mestizos ,
formas salariales, en el tránsito hacia la entre los cuales se destacan los que tienen
EFC, conduce al autor a afirmar que la co- origen en los centros poblados o pequeña
munidad andina es un epifenómeno en la burguesía pueblerina.
medida que las relaciones de reciprocidad
encubrirían relaciones de explotación, y
más concretamente formas salariales, que
presupondrían la apropiación privada de la
tierra y del cabildo. (1) El resumen de la tesis presentada con
Estas apreciaciones ameritan algunas o b- ocasión de la realización del Post-grado
servaciones: de Sociología Rural, CLACSO-PUCE,
En primer lugar, llama la atención que el 1978 1 fue publicado bajo el título de
autor no haga referencia al estudio de Si- "Car1talización de campesinos: organi-
món Pachano, realizado en 1977, en el que zacion y estrategias", en: Ecuador: cam-
se analizan los mecanismos de capitaliza- bios en el agro serrano. FLACSO-CE-
ción de las unidades de producción campe- PLAES. Quito, 1980, pp. 461-499.

388 Revista Andina, año 3


¡.
_________________________ Lehmann: Desarrollo capitalista

dt: obra campesina se debería al no paga-


José de Souza-Martins miento de la mano de obra familiar en la
Depto. de Ciencias Sociais producción campesina. Para que la cuestión
Universidade de Sáo Paulo sea ubicada en la tradición marxista que es
Caixa Postal 8. I 05 la referencia crítica del autor, sería 'necesa-
01.000 Siio Paulo, SP rio hacer la distinción entre precio y valor.
Brasil Todos sabemos que los precios son en esa
~ircunstancia, más bajos que el valor que
Habría mucho que decir sobre los pro- intentan expresar. Es necesario acordarse
blemas planteados en el artículo de David que, además de eso , se crea más valor en
Lehmann. En los límites del poco espacio sectores menos desarrollados (muchas veces
de que dispongo, trataré de unas pocas · equivocadamente llamados "pequeños")
cuestiones teóricas que están en la base del que en sectores más desarrollados. Esa es la
artículo. crítica que se puede y que se debe hacer a
Lehmann es un gran conocedor de la los trabajos que se basan en la suposición
realidad latinoamericana y, además, cono- de que el abaratamiento de los precios de
cedor directo porque aquí ha vivido en di- los productos agrícolas es sencillamente el
versas ocasiones y aquí ha realizado largas resultado de costos de producción más ba-
investigaciones de campo, como ésa que ha jos. Es necesario tener en cuenta que la con-
terminado ahora en el Ecuador. tradicción precios bajos/valores altos se re-
El ofrece en este artículo una contribu- suelve en la contradicción precios altos/va-
ción de fundamental importancia para po- lores bajos de los sectores capitalistas más
ner fin al reinado de los procedimientos desarrollados que dominan la producción
clasificatorios de origen estructuralista que (de plusvalor, que es lo que interesa en to-
por demasiado tiempo han dominado la in- do eso).
terpretación de la realidad campesina de El segundo punto es su consideración de
Latinoamérica y de otras partes. Sus ideas que es discutible que la unidad más pequeña
sobre el carácter de la inserción de la em- transfiera excedentes para el restante de la
presa familiar capitalizada en el mercado la- sociedad o a otra clase social, toda vez que
boral y, por extensión, su conceptualiza- se debe tener en cuenta la baja productivi-
ción de los lazos familiares no solamente dad de la mano de obra en ella empleada.
como lazos de parentesco, sino también Se trata, en realidad, de unidades de pro-
como lazos de parentesco ritual y de clien- ducción símiles a aquéllas de baja composi-
tela , ubican la cuestión en otro plano, fuera ción orgánica de capital. En ese sentido,
de la polarización estrecha y sin salida de aunque sea poco lo que se transfiera a otros
si las relaciones son capitalistas o precapi- sectores, tendrá proporcionalmente mucho
talistas. Lehmann saca el tema fuera del valor. La baja productividad no excluye la
campo limitado (y equivocado) de la clasi- explotación de la mano de obra. Puede ha-
ficación para establecer que "la distinción ber mucha explotación en poco excedente.
que se ha trazado es entre tipos de estruc- Para el capital, es eso lo que interesa. Una
tura agraria y mercados de trabajo rurales, vez más recuerdo que el tema de la explota-
no entre empresas. Por lo tanto, el capita- ción tiene estrecha relación con el tema de
lismo bricoleur de campesinos ricos es una la transferencia de valor de un sector a otro
característica de regiones con estructuras y y que el precio es la manifestación fenomé-
mercados particulares y no está vinculado a nica (y real) de ese proceso. No es necesario
las características inmanentes de los pro- decir que la explotación está en aquella par-
ductores mismos". te de~ trabajo que no fue pagada, aunque
El primer punto de mi comentario es so- recubierta por un precio que está necesaria-
bre la crítica que hace a los que trabajan mente por debajo del valor. En la sociedad
con la concepción de que los costos de pro- cap~talista, el precio legitima lo que en otras
ducción de una unidad campesina son más sociedades aparecía como tributo, confisco
bajos que los de la unidad capitalista y que o robo, lo sabemos todos. El excedente real
tales costos se traducen en precios finales no puede pues manifestarse en el precio en
bajos, además de que el costo de la mano el visible, pues está oculto. El probl;ma

No . 2, diciembre 1985 389


Estudios y D e b a t e s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

crucial no es la transferencia de excedente les encubiertas por la igualdad formal.


barato, sino de excedente no pagado. Es en ese contexto del desarrollo desi-
El tercer punto tiene relación directa gual que, a mi juicio, se ubican las cuestio-
con los otros dos. Lehmann dice que la no- nes planteadas por Lehmann, incluso su
ción de que el capitalismo está en las raíces contribución teórica, sin duda muy impor-
de toda pobreza no es del marxismo tradi- tante. El capital puede hacer al campesino
cional. Y completa esta afirmación dicien- económicamente rico, pero lo hace huma-
do que el capitalismo, según varios autores, namente pobre.
es la fuente de la mayor parte de la riqueza
en el mundo de hoy día. Pero también eso
es ideológico. Para Marx, el capital (y no
necesariamente capitalismo, que es una no- Fernando Urrea Gira/do
ción extraña a toda su obra) es contradicto- Universidad del Valle
riamente y al mismo tiempo fuente de ri- Departamento de Ciencias Sociales
queza y pobreza. Además de las considera- Apartado Aéreo 25360 - Cali, Valle
ciones sobre la acumulación primitiva, muy Colombia
parecida con la situación de muchos campe-
sinos de América Latina en la actualidad, La propuesta de Lehmann sobre las em-
hay el problema de la sobrepoblación relati- presas familiares capitalizadas (EFC) como
va y la pobreza que con mucha frecuencia alternativa a la visión "leninista" de des-
crea. Hay, además, el problema campesino, composición del campesinado bajo la égida
de este campesinado que no es necesaria- de unidades capitalijtas que transforman en
mente una supervivencia, sino que es una trabajo asalariado t6do su entorno o a la de
creación del mismo capital (y no se puede Chayanov, de un mundo campesino con
decir que el capital crea solamente el cam- utilización de sólo trabajo familiar sin una
pesinado rico; cuando investigamos los pro- lógica de acumulación y por tanto de pro-
cesos de generación y regeneración de los d_ucción sólo al nivel del consumo, es suges-
campesinos pobres, allí encontramos siem- tiva.
pre las determinaciones del capital). La gran Se trata "de unidades de producción
contradicción de la sociedad capitalista es que, como el estereotipo común de las 'uni-
que se vuelve, cada vez más, más rica y más dades campesinas', se apoyan principalmen-
pobre al mismo tiempo. Pero el punto im- te en lazos de parentesco para el recluta-
portante de esta cuestión es que Marx no miento de mano de obra, pero a diferencia
estaba preocupado con la riqueza y la po- del mismo estereotipo, también usan capi-
breza en la estrechez de lo económico. En tal fijo y variable según su patrimonio y se-
su concepción, la expansión capitalista ha- gún las oportunidades que ofrezca el mer-
ce a la sociedad más rica en la medida que cado ... " (Lehmann).
destruye relaciones que impiden y retrasan En otras palabras, es una producción ca-
el desarrollo de la humanidad del hombre, pitalista en pequeña escala a nivel familiar
la construcción del hombre genérico. En que combina distintos tipos de fuerza de
ese sentido, el hombre puede ser, social e trabajo, asalariado y no asalariado, pero
históricamente, más rico y económicamen- fundamentalmente mediados por los lazos
te más pobre, hasta miserable, que es el re- de parentesco y fo amistad para disminuir
sultado de la contradicción fundamental al máximo los costos laborales. Además, las
del capital: producción social y apropia- características de los ciclos de los cultivos y
ción privada de los resultados de la produc- de otros procesos productivos agropecua-
ción. El capital genera, al mismo tiempo, rios, así como la modernización de los mis-
nuevas formas de pobreza que, por su ocu- mos, les permiten utilizar a estas unidades
rrencia en el contexto del enriquecimiento campesinas en forma parcial y puntual la
de la condición humana, de la liberación fuerza laboral de familiares y )amistados del
del hombre de sus límites naturales, crean vecindario y región.
las condiciones de la lucha de clases, del re- Sin embargo, Lehmann señala que se
clamo de derechos, de igualdad, de avance precisa una determinada condición socioló-
social para solucionar las desigualdades rea- gica para que se efectúe el proceso de la uti-

390 Revista Andina, año 3


________________________ Lehmann: Desarrollo capitalista

lización de trabajadores familiares (por lo rabie . Ciertamente se superaría la disyunti-


menos ése fue uno de sus hallazgos empíri- va Chayanov versus Lenin. Sin embargo,
cos en la Provincia de Carchi, en el Ecua- tampoco puede asumirse que esta interpre-
dor) : la comercialización de las relaciones tación alternativa explique todo el fenóme-
familiares . "Frente al autoritario y arbitra- no de las economías campesinas , ya que es-
rio ejercicio de la autoridad paterna que pa- to implicaría desconocer su profundo ca-
rece prevalecer en el modelo chayanoviano rácter heterogéneo, de acuerdo con las ten-
de economía campesina, la imagen que se dencias regionales de las estructuras agrarias
ofrece aquí es la de una granja familiar en y del tipo de cultivos y explotación pecua-
la cual existen ciertos me canismos para ria (lo que Lehmann reconoce) . A mi modo
asignar las ganancias a los distintos miem- de ver , hay otros casos regionales en Améri-
bros teniendo en cuenta su contribución. ca Latina que sí encuadran todavía en una
Las mujeres no sólo ordeñan las vacas, tam- racionalidad "chayanoviana", particular-
bién parecen tener control sobre lo que mente de economías campesinas en áreas
entra por la venta de la leche . Cuando los pobres sin condiciones de acumulación y
hijos terminan la escuela, no trabajan gratis con fenómenos de migración estacional; co-
en la tierra del padre; más bien siembran mo también en muchas regiones se puede
'al partir' o 'a medias', o con sus padres o registrar el fenómeno de descomposición-
con otra persona .. . Los contratos de me- proletarización de las unidades campesinas
diería entre padres e hijos no evidenciaban al servicio de grandes y medianas empresas
ninguna diferencia sistemática con los he- capitalistas. Resumiendo, Lehmann propo-
chos entre no parientes .. . Más bien se tra- ne un marco alternativo apropiado para un
ta de una forma capitalista de asociación" tipo de unidades campesinas que · no han
(Lehmann). . podido ser captadas en los dos modelos ya
Para el autor, la migración permanente conocidos y las cuales están lejos de asimi-
que descongestiona las áreas rurales y evita larse al caso del "farmer" norteamericano .
el microfraccionamiento de la tierra y la En realidad, esta clase de campesinos prós-
aparcería ("sembrar a medias") entre igua- peros ha sido común en diversas regiones
les, ya sea entre padres e hijos o entre veci- de los países latinoamericanos como resul-
nos, son los principales factores que han fa- tado de los cambios en las estructuras agra-
cilitado el fenómeno de auge de las EFC. rias en los últimos treinta años . Gracias al
La descripción que hace Lehmann de la afán polémico y creativo de Lehmann en
región del Carchi en el Ecuador es de una sus estudios podemos reconocer su carác-
economía campesina próspera, en proceso ter capitalista.
de diferenciación, pero sin descomposición
a la manera "leninista", la cual aparece his-
tóricamente asociada a la desintegración de
la antigua economía de haciendas en el Florencia E. Mu/Ion
Norte de la Sierra ecuatoriana, facilitada Department of History
por la misma acción abierta de las clases University of Wisconsin-Madison
propietarias y las presiones de una pequeña Madison, WJ 53706
burguesía urbana de los pequeños pueblos, U.S.A.
que se beneficia con la consecución barata
de tierras. Según Lehmann , teóricos de varias ten-
Me parece que Lehmann hace un aporte dencias que han escrito sobre América Lati-
interesante , el cual se podría esbozar en los na o el Tercer Mundo comparten un supues-
siguientes aspectos: a) no necesariamente to básico sobre la economía campesina. Es-
las unidades campesinas están por fuera de te supuesto es llamado por él la "muralla
la racionalidad capitalista (de optimización china". Dicho en forma simple , los campe-
de los excedentes y disminución de costos); sinos operan bajo una racionalidad econó-
b) si las unidades campesinas pueden acu- mica distinta, contradictoria con el capita-
mular, se encuentran en un proceso dinámi- lismo, y esto les impide transformarse en
co de diferenciación , aunque esto no las co- capitalistas. Esta racionalidad económica es,
loca en la ruta de la descomposición inexo- a final de cuentas, "chayanoviana": al usar

No. 2, diciembre 1985 391


exclusiva o casi exclusivamente mano de examina las implicancias de ambas vías para
obra familiar, la unidad de producción cam- el comportamiento y futuro de las unida-
pesina calcula sus costos y toma decisiones des campesinas.
sin tener en cuenta la lógica del mercado. El artículo es, en general, evocativo y su-
Según los analistas del sistema mundial o gerente en cuanto a su tratamiento del cam-
del capitalismo dependiente, este tipo de pesinado. Nos obliga a examinar nuestros
producción campesina, al articularse con el propios supuestos sobre el tema, a confron-
sistema capitalista, juega el papel de "abara- tar directamente nuestros prejuicios sobre
tar" productos agrícolas y mano de obra el capitalismo . Pero esa misma tendencia
para el sistema en su conjunto. evocativa -al tocar muchos temas, cuestio-
Para Lehmann, el supuesto fundamental nes y preguntas- no deja que el autor pro-
de este razonamiento es falso: los campesi- fundice ninguno. Es una lástima, por ejem-
nos sí funcionan bajo una lógica capitalista plo, que Lehmann dedique tan poco espa-
y desarrollan sus estrategias económicas en cio a examinar los resultados de su propia
relación al mercado. Hasta las relaciones de investigación. A mí me hubiera gustado sa-
trabajo supuestamente no-capitalistas -co- ber más acerca de la forma contradictoria
mo la mano de obra familiar, los vínculos que ha tomado la agricultura campesina
de parentesco o de reciprocidad- están al- capitalista en Carchi, cómo se ha pasado de
tamente penetradas y organizadas por el la producción de papas a la producción le-
mercado. Si las formas que toma el capita- chera y también sobre los problemas políti-
lismo dentro de la unidad de producción cos entre la pequeña burguesía agraria y las
campesina son diferentes, arguye Lehmann, comunidades indígenas frente al acceso a la
no es por alguna característica esencial o tierra facilitado por la reforma agraria .
peculiar del campesinado, sino simplemen- Quizá por mis prejuicios de historiadora
te por la existencia de estructuras agrarias y me parece que es justamente en el análisis
mercados laborales específicos y peculiares. de caso que Lehmann puede hacer su con-'
Entender las particularidades de cada caso tribución más importante y original. Una
es , a final de cuentas, tarea para la investi- vez que ya se postula la existencia de racio-
gación empírica. nalidad capitalista entre los campesinos,
Lehmann utiliza el resto de su artículo una vez que se establecen diferentes posi-
para explorar dos posibles vías de desarro- bles "vías" de desarrollo capitalista de la
llo capitalista en la agricultura . La primera, unidad campesina, lo más importante es
la empresa familiar capitalizada (EFC), exis- examinar de cerca, con todas sus contradic-
te generalmente en zonas donde la gran ciones internas y su complejidad histórica,
propiedad ha sido disuelta. No usa grandes un caso de este desarrollo. Al no hacerlo
cantidades de mano de obra asalariada, sino Lehmann en este artículo, se queda todavía
más bien mano de obra familiar, pero sí en un nivel de abstracción tal que los cam-
emplea e invierte capital y opera tomando pesinos, como actores económicos a nivel
en cuenta las fuerzas del mercado . La se- de mercado y de producción , toman carac-
gunda es la vía involutiva, que predomina terísticas de tipos ideales en vez de ser per-
en zonas donde la hacienda sigue existien- sonas, grupos, familias o clases específicas.
do, muchas veces en forma más pequeña y El ejemplo más dramático de los proble-
capitalizada, y donde el minifundio campe- mas que puede causar esta tendencia está,
sino se multiplica dramáticamente. Aquí la justamente, en la necesidad de separar las
forma que toma el capitalismo entre los dos vías de desarrollo capitalista : hay regio-
campesinos es muy diferente. Hay presión nes que son de EFC y regiones involutivas.
sobre la tierra, migración constante, pero Todo parece depender de qué le ha pasado
no permanente, y el deseo de mantener la a la hacienda . Pero , ¿no es posible que am-
tierra no como inversión, sino como "segu- bas vías existan dentro de una misma región
ro" frente a una situación de empleo inse- y representen estrategias de diferentes sec-
guro e irregular. Usando varios ejemplos de tores de un mismo campesinado? Este pare-
diferentes partes de América Latina, inclu- cería ser el caso en la parte de la sierra cen-
yendo el caso de su propia investigación tral que estudié yo, donde la hacienda no
más reciente en Carchi, Ecuador, Lehmann era importante y donde empresarios campe-

392 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Lehmann: Desarrollo capitalista

sinos desarrollaron estrategias parecidas a la reevaluar algunas de mis ideas. Si bien nun-
EFC (a pesar de que parecen usar más ma- ca me consideraría un "dependentista",
no de obra asalariada de lo que postula debo reconocer que me sentí atraído por la
Lehmann). Al mismo tiempo, una parte del teoría de la dependencia hará un decenio y
campesinado pobre , en condiciones de frag- medio, cuando , con gran entusiasmo, descu-
mentación dramática de la tierra, migraba brí a André Gunder Frank y ansiosamente
frecuentemente y mantenía su acceso a la incorporé sus ideas en los estudios de co-
tierra como "seguro" frente a las condicio- munidades que realizaba en aquella época.
nes inseguras y eventuales de empleo. ¿No Por supuesto , no tenía la menor idea de al-
podría ser, entonces, que en algunas regio- gunas de las consecuencias lógicas de la uti-
nes la vía EFC es estrategia de empresarios lización del modelo, esto es, la ligazón de
campesinos, mientras que la vía involutiva nuestra visión con la involución agrícola y
sirve de estrategia para los campesinos po- la creación de un contexto para el resurgi-
bres casi proletarizados? miento de la idea de un eterno "modo de
Irónicamente, a pesar de que Lehmann producción campesino". Sin rechazar con-
tiene como propósito básico romper algu- cientemente el modelo de la dependencia,
nos estereotipos acerca del campesinado, al mis pensamientos han pasado hasta el cam-
mantener un nivel tan abstracto, tiende a po de la economía política de la agricultu-
reproducir otros supuestos sobre los campe- ra, aunque con disgusto noto, en críticas a
sinos. Con excepción de sus referencias a algunos de mis últimos trabajos, un residuo
diferentes experiencias de migración entre del que no me había percatado . De todos
ricos y pobres, Lehmann tiende a presen- modos, estoy endeudado con Lehmann por
tarnos a un campesinado sin diferenciación haberme ayudado a seguir el desarrollo de
interna. Sus "vías" de desarrollo capitalista mi propia conciencia, tal como es.
parecen variar sólo por regiones. Pero las es- · Cuando finalmente, hace diez años , leí a
trategias capitalistas de los campesinos se Chayanov, estaba listo para utilizar su tra-
definen no sólo en referencia a la hacienda, bajo , pero, lamentablemente, me desilusio-
el Estado y el mercado, sino también frente né. Lo que me desanimó fue su perspectiva
a luchas internas entre parientes, entre ricos alienada del trabajo humano como " peno-
y pobres, entre hombres y mujeres. Sola- so", lo cual me parecía no sólo una idea de-
mente al examinar todos los niveles de com- primente, sino degradante , en vista del pa-
plejidad es que finalmente lograremos res- pel estratégico que tiene el trabajo en la
catar a los campesinos de detrás de esa producción y reproducción del género hu-
"muralla china" que los hace artefactos de mano -si bien esta idea de "penuria" pue-
análisis, en vez de personas (" humanos", de significar por extensión "fatiga del tra-
dice Lehmann) involucradas en las luchas, bajo "O). ¡Demasiado para mi "sensibilidad
decisiones y conflictos del mismo mundo ofendida"! El verdadero problema de em-
en que vivimos todos. plear las ideas de este " héroe de la marxo-
logía-leninología" no radica tanto en sus
pequeños valores burgueses, sino en las he -
rramientas analíticas que estos valores for-
William W. Stein jaron. Este enfoque del trabajo campesino
Department of Anthropology condicionó la construcción de un modelo
Faculty of Social Sciences de organización de la producción campesi-
University of Buffalo na que, esencialmente , constituyó el tipo
581 - L. Spau/ding Quadrang/e de "desprogramación" que ejerciera una in-
Buffalo, NY 14261 fluencia subversiva en la Unión Soviética
U.S.A.
El camíno de los estudios campesinos
está lleno de baches y rompemuelles, y uno (1) LEHMANN, David. "Economía campe-
de los méritos del artículo de Lehmann es sina : Guía para planificadores progresis-
llamar la atención sobre algunos de los peli- tas'' , Revista Andina, 1,1: 135-141.
gros. Al leerlo, he tenido que examinar y 1983 .

No. 2, diciembre 1985 393


de los años veinte , en los esfuerzos de este cano, proporciona evidencias de que "son
país por formular una política agraria via- los minifundios los que tienen el índice más
ble. En efecto, puede haber constituido bajo de eficiencia". Lehmann(8), en otra
parte de la constelación político-económica parte , señala que, dadas las mismas condi-
en reacción a la cual, lamentablemente, el ciones tecnológicas, "la empresa campesina
liderato soviético abandonó el programa tiene rendimientos físicos más altos por
agrario a favor de la coerción agraria en su unidad de tierra y rendimientos más bajos
colectivización forzada de las poblaciones por unidad de trabajo, que la empresa capi-
rurales reacias. Los países andinos contem- talista"; pero el acceso monopólico al cré-
poráneos no pueden menos que buscar pro- dito, el control de la tierra y el acceso ama-
gramas agrarios viables (por medio de estu- no de obra barata "le dan ventaja a la em-
diosos, si no de políticos). presa capitalista".
Podemos hacernos una idea de algunas El contraste que hace Lehrnann entre la
de las implicaciones de este énfasis chaya- vía de la "empresa familiar capitalizada" y
noviano en la lógica de la producción cam- la del latifundio/minifundio ("patrón dua-
pesina examinando uno de los últimos tra- lístico polarizado e involutivo") de desarro-
bajos del desaparecido Angel Palerm(2 ), llo capitalista, parece constituir un gran es-
uno de los etnohistoriadores más hábiles de fuerzo por extender, terminológica y con-
México. Al leerlo, me indignó encontrar, en ceptualmente, el contraste de Lenin entre
lugar de lo que un crítico norteamericano las formas "americana" y "prusiana". En el
describía como, posiblemente, "el libro más Perú -donde las masas marginadas de po-
importante sobre antropología publicado bladores rurales minifundistas contrastan
en 1980"(3), una diatriba desilusionada y a sólo superficialmente con aquellas coopera-
ratos cínica contra Marx y Lenin, a quienes tivas que fueron descapitalizadas sistemáti-
caracteriza, creo que erróneamente, como camente por un gobierno que pasaba de una
de una "extraña hostilidad hacia el campe- crisis fiscal a otra,lo que empobreció tanto a
sinado"( 4 ). los socios corno a los eventuales, sobre todo
El libro se basa en las teorías de la "de- a estos últimos hasta el extremo de hacerles
pendencia" y los "sistemas mundiales' y se padecer hambre , y con otras empresas aso-
inspira en Chayanov, urgiendo la necesidad ciativas que se están desintegrando debido a
de una teoría de continuidad campesina "y contradicciones internas- las granjas fami-
una praxis derivada de su permanencia his- liares y medianas que tuvieron la suerte de
tórica"(S ). Palerm encuentra en las "formas poder capitalizarse están prosperando. Me
campesinas de producción ... ventajas eco- fascinan las observaciones de Lehmann so-
nómicas frente a las grandes empresas agra- bre la socialización de las relaciones mercan-
rias"(6), ventajas que lo llevan a promover tiles y la rnercantilización de las relaciones
la "recarnpesinización" corno un tipo de sociales en Carchi, Ecuador. Me recuerdan
d evolucion progresiva Esto es retroceder mis experiencias en el Perú, las que por su
del estudio de cambio al estudio de una naturaleza y sus implicaciones no fueron
constante. Bartra(7), otro estudioso mexi- comprendidas en aquel entonces, aunque
nunca hubiera podido articularlas tan bien .
Sin embargo, me pregunto si la relación en-
tre los dos procesos no puede concebirse
(2) PALERM, Angel. Antropol?g!a y mar- corno dialéctica; y si bien algunas comuni-
xismo. Ed . Nueva Imagen. Mex1co , 1980. dades campesinas están dominadas por un
(3) ISAAC, B.L. "Reseña de 'Antropología proceso, otras lo están por" el otro; lo que
y marxismo' ", American Anthropolo- las hace campesinas es porque la socializa-
gist, 83 : 683-684. 1981. ción no se ha extinguido. Esto nos llevaría
(4)Palerm, op. cit., p. 168. de nuevo a la formulación de una lógica de
(5) Ibid., p. 169. existencia campesina, no a un modelo cha-
(6) Ibid. , p. 196.
(7)BARTRA, R. Estructura agraria y clases
sociales en México. Ediciones Era. Méxi-
co, 1974, p. 44 . (8)Lehrnann, op. cit., págs. 137,139.

394 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Lehmann: Desarrollo capitalista

yanoviano, sino a uno más dinámico que podría haber sido alcanzado fácilmente con
pueda enfrentarse con el cambio. Aquí, de- menos ampulosidad , con menos riesgo polí-
jando de lado cuestiones de ritual y el uso tico y , dicho sea de paso , con menos riesgo
de "viejos textos", no hay substituto para para las personas". ( ¡El mismo había criti-
el análisis de Marx sobre el fetichismo de cado antes la concepción del Estado desvin-
bienes de consumo. "La imagen de su pro- culada de las luchas sociales!).
pio futuro" existe para el Perú (y, sin duda, A mi juicio, el problema central del ar-
para otros países del Tercer Mundo) en el tículo -en verdad, un conjunto de opinio-
hecho de que entre los años 50 y 70 , en Es- nes que me agradan, pero que no están fun-
tados Unidos, el acmé del capitalismo mun- damentadas ni analítica, ni empíricamen-
dial, según Lappé y Collins(9) , "1900 gran- te- es que no tiene ninguna teoría por
jas, la mayoría pequeñas, se iban a la quie- detrás.
bra cada semana principalmente bajo el pe- Sostiene Lehmann que "la mano de
so de un control de las grandes empresas obra es más barata en una unidad campesi-
que cada vez abarcaba más nuestro sistema na que en una capitalista porque los pro-
alimentario" . Este proceso ya está bastante ductores campesinos tienen acceso a secto-
encaminado en el Perú en tanto que las em- res del mercado laboral a los que otros no
presas agroindustriales van asumiendo el pueden llegar". Y hace de eso su gran expli-
aprovisionamiento de la población, dejando cación para la "acumulación campesina",
un margen menos beneficioso para los agri- donde resultan las empresas familiares capi-
cultores, algunos de los cuales seguirán vi- talizadas . ..
viendo cómodamente por un tiempo. No dudo que los campesinos de Carchi
tengan acceso a fuentes distintas del sector
capitalista para obtener mano de obra. Por
otra parte, es inaceptable hablar de lazos de
(9) LAPPE, F.M. and COLLINS, J., Food parentesco y de dependencia personal de
First, Beyond the Myth of Scarcity. Ba- ··mercado laboral", como hace Lehmann
llantine Books. New York, 1979. (no es el único término que utiliza fuera del
contexto usual en economía ; otro, por
ejemplo, es fuerza de trabajo, que él no dis-
tingue de mano de obra , o aun empleo, de
José Graziano da Silva ocupación). Es justamente porque el mer-
lnstitutv Economi'a UNICAMP cado laboral es poco desarrollado, como se
Caixa Postal 6135 verifica también en ciertas zonas de Brasil,
13. 100 Campinas que eso ocurre. E indica sólo que el merca-
Siío Paulo. Brasil do de trabajo aún no está unificado y que
los campesinos tienen menos posibilidad de
No creo que haya entendido el artículo diferenciación ' hacia arriba " a medida que
de Lehmann. Además, es prácticamente se desarrollan las fuerzas capitalistas que
imposible comentar un "estudio de caso" unifican el mercado laboral.
sobre el origen de las empresas familiares De cualquier forma, el tener o no acceso
capitalizadas del Carchi (Ecuador) que co- a fuentes distintas de mano de obra es un
mienza con una crítica a la teoría del inter- hecho que debe ser comprobado empírica-
cambio desigual y la teoría de la dependen- mente y para que tenga alguna relevancia
cia para concluir que es un "problema ideo- explicativa para el origen de las empresas
lógico" no admitir esa "vía involutiva" (el familiares capitalizadas habría que demos-
autor no utiliza comillas, con el agravante trar que éstas no se desarrollan donde el
de que la traducción deja muchas dudas). mercado ya está unificado. Además, para
Eso en cincuenta páginas, sin hablar de pasar de estas comprobaciones empíricas a
los comentarios insólitos que se permite algo que se podría llamar teoría, sería nece-
acerca de los resultados de las reformas sario explicitar el mecanismo de apropia-
agrarias de Chile y Perú que, según él, "al ción del excedente. En eso la "teoría" de
final ( . .. ) han llevado a la expansión de la Lehmann parece tener la misma concepción
pequeña burguesía rural, un resultado que de las explicaciones de la "autoexplotación

No . 2, diciembre 1985 395


de la mano de obra familiar" , sólo que aho- en Brasil produjimos dos largos volúmenes
ra esa explotación la hace solamente un de un informe sobre la " Diferenciación
miembro de la familia . Casi una versión Campesina y Cambio Tecnológico : El caso
hamletiana de "padre-patrón", con una piz- de los Productores de frijol en Sao Paulo"
ca de racionalidad weberiana y algunas go- (I 982). Hay también informes de Colom-
tas de la visión stalinista de " la usura de los bia y Costa Rica.
kulaks" . Todos estos estudios fueron selecciona-
El problema es que Lehmann habla de dos con la intención de encontrar casos de
capital como si fuera un conjunto de cosas pequeños productores bien adaptados al
materiales y de capitalistas como de los ti- proceso de tecnificación (no entiendo lo
pos que tienen estas cosas. No habla de una que quiere decir "acumulación campesi-
relación social donde es necesario un mon- na" : ¿acaso sean montones de campesinos,
to mínimo de recursos (inclusive moneta- unos sobre otros?) . Y las conclusiones apun-
rios) para que su propietario pueda comprar tan exactamente a la diferenciación " hacia
trabajo ajeno . Para eso es imprescindible : arriba" de un sector que fue llamado de
a) que estos recursos tengan movilidad ; o "empresas familiares". Es lamentable que
sea, alternativas de inversión en busca de Lehmann no haya considerado estos estu-
distintas tasas de ganancia; b) que haya una dios que estaban tan cerca de él: evitaría,
división del trabajo donde el propietario no ciertamente, su indagación final de saber "si
esté involucrado directamente, lado a lado, este caso de Carchi es una excepción ( . . . )
con los demás trabajadores del proceso o si se trata de un ejemplo de procesos que
productivo; c) que no prevalezcan rela- se dan en muchas partes".
ciones "ex traeconómicas" en el recluta- Agradezco la referencia que hace Leh-
miento de la mano de obra. Sin movilidad, mann en el artículo al colocarme entre los
los elementos materiales que el propietario "que usan el vocabulario marxista concien-
dispone no son capital, son sólo su patrimo- temente y con gran cuidado". Para mante-
nio (en algunos casos bastante elevado). Sin ner la imagen, solicito que sea más riguroso
división de trabajo capitalista y relaciones en las referencias que hace a mi trabajo : el
puramente económicas en la contratación concepto de "nuevo campesino" como " un
de la mano de obra , .no se puede hablar de trabajador para el capital"(I) no equivale a
compra y venta de fuerza de trabajo, ni de las "empresas familiares capitalizadas", que
empleo. En resumen, no se configuran rela- sólo representan a la fracción que se dife .
ciones capitalistas por dos simples razones: renció " hacia arriba"; además, yo nunca ca-
primera, no existe capital; segunda, tampo- lifiqué a la pequeña producción de "pro-
co existe trabajo social, abstracto, fuente ducción insignificante" (quiero creer que es
de plusvalía. Puede existir excedente, eso sólo un problema de traducción)( 2) .
sí, y su destino depende básicamente de Además , estoy seguro que no hago inves-
quien se lo apropia. tigación social para cambiar "las actitudes
Todo eso podría parecer sólo una for- ideológicas que subyacen bajo nuestras po-
mulación abstracta (un problema académi- siciones teóricas", como escribe Lehmann
co , como prefiere denominar Lehmann a al final. La hago para intentar "prevenir" y,
cuestiones cuyas implicaciones concretas no
llega a comprender) , pero es ante todo teo-
ría, teoría que conforma un análisis empíri-
co. Y que se puede formular objetivamente
en situaciones concretas para separar"si una (1) Véase el libro Economía Campesina y
u otra unidad es definitivamente capitalis- Empleo. PREALC/OIT. Santiago de
Chile, 1981 , que además tiene una pre-
ta". Las utilizamos,por ejemplo , en la tipo- sentación y un Capítulo escritos por el
logía del Proyecto Cooperativo de Investi- mismo Lehmann.
gación sobre Tecnología Agropecuaria en (2) Nota de la redacción : La versión caste-
América Latina (PROT AAL), con la ayuda llana del estudio de David Lehrnann ha
de Miguel Murmis y Alain De Janvry. El sido revisada antes de entrar a impresión
trabajo de Barsky y Cosse a que se refiere y los errores de traducción han sido en
Lehmann es parte de PROTAAL. Nosotros lo posible subsanados.

396 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __,_ehmann: Desarrollo capitalista

dentro de Jo posible , "anticipar" la historia de las diferentes posiciones particulares, así


con el objetivo de "orientar" mi actuación como de algunas corrientes de pensamien-
en ella. Quizás por eso me irrita tanto leer to , antes que una explicación propiamente
- más de doce años después- que los resul- dicha del planteamiento del autor, razón
tados obtenidos con la reforma agraria en por la que relegamos nuestra reflexión so-
Chile y Perú podrían ser conseguidos "fácil- bre algunos asuntos considerados en este
mente" y "con menos riesgo para las perso- ensayo.
nas". Me irrita no sólo por tantos compañe- En cuanto al aspecto procedimental,
ros que dieron su vida para que eso no fuera pensamos que no se alcanza a escapar del
lo que fue, sino porque no estaba escrito "corset metodológico'' que el mismo autor
que habría de ser así. Esa racionalización recusa, toda vez que no se hace sino cam-
"post factum" toma la historia como algo biar un punto de partida teórico por otro,
predeterminado: es la "sabiduría" de aque- para recién descender a la constatación de
llos que la tienen sólo para ser refrendada la realidad e intentar su entendimiento. De
en citas, pero nunca para ser vivida en la lu- otra parte, si como dice el autor,el artículo
cha política. De cualquier manera, estamos escrito por él en 1982 -que constituye la
de acaerdo en que es necesario hacer inves- base para desarrollar la hipótesis eje de su
tigación social. Pero como eso es una cien- planteamiento- "fue un trabajo esencial-
cia, hay que tener un método de análisis y mente especulativo", pensamos que el he-
una teoría por detrás, para que no se con- cho de estructurar un modelo teórico "par-
funda con "Impresiones de viajes", ni con tiendo (sólo) de tendencias opuestas en la
"actitudes ideológicas". literatura (para) desarrollar una hipótesis
sobre la gama de posibles patrones de es-
tructuras agrarias que podrían desarrollarse
a medida que el capitalismo avanza en so-
Jorge Vi/lafuerte ciedades agrarias", podría generar serios
Universidad Nacional San Antonio inconvenientes en cuanto a omitir aspectos
Abad del Cuse o de la realidad que parecieran no ser trascen-
Apartado 728 dentes para la constatación del modelo pro-
Cusco. Perú puesto.
El trabajo plantea importantes reflexio- Tomando otro aspecto, conceptuamos
nes teóricas acerca de las posibles vías de que una crítica justa a las posiciones de Le-
desarrollo capitalista en la agricultura andi- nin y Chayanov en lo relativo al tema trata-
na e incluye puntos de vista muy particula- do en el presente ensayo, debiera tener co-
res en el amplio debate iniciado en los últi- mo base el entendimiento que tales genera-
mos años en tomo a la temática sobre la lizaciones corresponden a realidades y tiem-
economía campesina, especialmente por la pos específicos; por tanto, no pueden ser
posición que asume el autor en relación a vistas como el molde forzoso para el estu-
lo que él denomina "predicción leninista" dio de otras organizaciones agrarias, ni me-
y a los "trabajos de los sucesores mar~izan- nos se puede asumir que el resultado de es-
tes de Chayanov". En este sentido, encon- tos estudios deba ser similar al de aquéllos.
tramos que el autor trabaja sobre la base de Consecuentemente, y sin negar las pos'ibi!i-
su enfoque, que ya Jo plantea en 1980 al dades de crítica y debate con estas posicio-
tratar acerca de la "Teoría de la Economía nes· o con cualesquiera otras, nos parece
Campesina" y en donde Lehmann intenta más adecuado partir de considerar la inten-
señalar puntos de concurrencia destacando cionalidad real del autor en cuestión, la vi-
al mismo tiempo lo que en su ¿oncepto sig- gencia de su análisis y los resultados alcan-
nifica las limitaciones de los planteamien- zados como correspondientes a una especí-
tos de Lenin, Chayanov, tomando como re- fica realidad, para luego plantear las nuevas
ferencia la realidad de los países denomina- alternativas y /o proposiciones teóricas que
dos sulrdesarrollados. superen dialécticamente los planteamientos
La parte introductoria del presente ensa- anteriores.
yo constituye más bien una revisión rápida En cuanto al desarrollo del comporta-

No. 2, diciembre 1985 397


miento de la "empresa familiar capitaliza- parecer, se propone entender los mecanis-
da" y de las "unidades campesinas", se mos de la empresa familiar capitalizada y
plantean aproximaciones importantes, des- de las unidades productivas campesinas, así
tacándolas como vías de penetración capi- como su consecuente inserción en el merca-
talista, al mismo tiempo que se señalan las do laboral, considerándose exclusivamente
características peculiares que desarrollan variables o indicadores de naturaleza infra-
estas unidades de producción en el recluta- estructural y prescindiéndose de aspectos
miento y control de la mano de obra. Sin del plano ideológico que, en nuestro con-
embargo, estimamos que aún es prematuro cepto, se encuentran en la base de todo
plantear generalizaciones válidas para nues- proceso de producción, patrones migracio-
tros países acerca de estas características nales o problemas motivacionales para la
sólo a partir de los resultados alcanzados forma de empleo o dependencia de la mano
en Carchi (Ecuador), por muy óptimos que de obra familiar , aspectos estos tratados en
hayan sido, y de los reportes proporciona- el estudio. Entendemos, por tanto, quepa-
dos por algunas investigaciones en Perú, ra captar la totalidad contextual del fenó-
Chile y Brasil. Estimamos que la realidad meno social deberían ser estudiadas tam-
de la mediana propiedad o empresa fami- bién aquellas representaciones que los acto-
liar capitalizada en América Latina es mu- res sociales tienen de su realidad social y
cho más heterogénea de Jo que se piensa y de las interrelaciones que se producen en
tiene connotaciones estructurales de com- ella, no como algo circunstancial o mera-
portamiento, dinámicas productivas y di- mente disuasivo, sino efectivamente como
versa ligazón al mercado. De igual modo, la la parte interior de su contenido, como su
caracterización de las unidades familiares estructura ideal.
campesinas exige, a juicio nuestro, precisar Finalmente , dentro del análisis micro-
previamente el tipo de campesinado al que económico es importante destacar los apor-
corresponden las unidades familiares estu- tes del trabajo en cuanto a la formación y
diadas. En general, resulta cada día más di- funcionamiento de la ''vía involutiva", sus
fícil referirse al campesinado en abstracto. consecuencias migracionales y el control de
Es evidente que existe un gran vacío en la mano de obra. Al margen de las conside-
el conocimiento de la realidad agraria en raciones que puedan exigir una mayor pre-
cuanto a la tipología de sectores campesi- cisión acerca del comportamiento y estrate-
nos y de comunidades campesinas y que es gias que las familias campesinas usan para
muy urgente desarrollar investigaciones que enfrentar este fenómeno involutivo del de-
propongan avances en este sentido ; entre sarrollo agrícola en diversas áreas y situa-
tanto, cualquier intento de generalización ciones agrarias o de aquellas observaciones
resultará riesgoso y muy efímero. Con esto que pudieran hacerse reclamando una ma-
no queremos negar la importancia de las yor determinación de los flujos migratorios
proposiciones planteadas por el autor ni de salida y retorno que igualmente caracte-
desconocer la validez de los avances alcan- rizan a estas regiones involucionadas o de
zados en su investigación para el área estu- otros vacíos que se supone debe ir preci-
diada; sólo se advierte que aún no es facti- sando la investigación, estimo que el pre-
ble una generalización de tal naturaleza. sente trabajo no deja de ser un avance en el
De otra parte, en el proceso interpretati- estudio de un fenómeno presente en el con-
vo del estudio es notorio el marcado sesgo texto agrario de Latinoamérica.
economicista, desde cuya perspectiva, al

398 Revista Andina, año 3


________________________ Lehmann: Desarrollo capitalista

RESPUESTA
la crítica ideológica anterior), cómo el desa-
David Lehmann rrollo puede variar entre distintas estructu-
Centre of Latin American Studies ras agrarias según el tipo de empresa que en
University of Cambridge ellas domina y según los mecanismos adop-
Cambridge CB3 9EF tados por esa empresa para satisfacer sus re-
Inglaterra querimientos laborales. El tercer objetivo
es ilustrar, con un resumen rápido de cier-
Al leer los comentarios y al releer mi tos rasgos observados en nuestra investiga-
trabajo me doy cuenta que si lo hubiera es- ción carchense, una de estas vías de desa-
crito directamente en castellano para un rrollo -la dominada por las EFC- en algu-
público latinoamericano, lo hubiera hecho nos de sus aspectos y subrayar el papel de
de manera un poco distinta. Primero, hu- la migración permanente y de la mediería
biera desechado o sustituido varias referen- en la fase inicial de esa vía . Es importante
cias anglo-sajonas y asiáticas y, segundo, recalcar aquí (y respondiendo a las quejas
hubiera centrado la discusión más directa- de Efraín Gonzales y otros) lo que omití
mente, más concretamente, en cuestiones decir en el artículo mismo: se trata menos
de estrategia política actual. de un artículo sobre nuestra investigación,
Claro que al hacer arqueología ideológi- que de una exploración teórica inspirada en
ca lo estoy haciendo en mi propia historia ella y que por eso, como para no entregar
tanto corno en la de otros. Pero no creo un trabajo puramente especulativo, merecía
que esta admisión niegue el valor de lo que una complementación empírica, aunque
trato de hacer al poner al desnudo los ele- ésta quedara poco detallada por obvias ra-
mentos ideológicos que desde hace años zones de espacio. Sin embargo , me doy
subyacen y penetran el uso que todos he- cuenta, al releerlo, que he cumplido sólo
mos hecho de la maldita palabra peasant/ escuetamente con la promesa de presentar
"campesino". Esta crítica tiene como obje- algunas de las condiciones que favorecen la
tivo dejar en claro el objeto verdadero y transición a una estructura dominada por la
subconciente de un discurso que ha cobra- EFC, relegándolas a algunos párrafos de la
do mucha popularidad en todo el espectro última sección. He hecho un análisis deta-
ideológico. Es más, la "reducción" de la llado de la mediería que retoma los temas
oposición "campesino-capitalista" a la cues- de este trabajo y que aparecerá en la revista
tión de la mano de obra barata no es más Estudios Rurales Latinoamericanos, dispo-
que la destilación del elemento común a nible (gratis , pero en inglés) en el Centro de
todas las otras definiciones y teorías. Mi in- Estudios Latinoamericanos de Cambridge .
novación consiste en pretender separar lo Además, el artículo sufre de cierta ambi-
barato de lo familiar (de la mano de obra) güedad al dar la impresión que yo creo que
en la oposición y trocar la oposición por en Carchi observamos una estructura domi-
una gama de matices. Así espero satisfacer nada por la EFC ya acabada, y no es así.
la tal vez justificada exasperación de Glave Más bien hay una expectativa de que la EFC
quien dice que "hay que ponerse de acuer: llegará a dominar en esa región, y lo que ob-
do de una vez". servamos es un proceso de transición a esa
El primer objetivo del artículo es, enton- estructura, la cual, sin duda, tampoco dejará
ces, lo señalado por Jean Piel y por José de de cambiar en el momento de su aÚge. Aquí
Souza-Martins: desmitificar, destruir la po- cabe recordar la acertada referencia de Mar-
laridad entre "campesino'' y "capitalista". tínez Valle a la crisis que actualmente azota
Otros comentaristas no parecen haberlo en- a los "farmers'' norteamericanos.
tendido . El segundo objetivo es mostrar, so- Pero, en definitiva, para mí la estructura
bre la base de cierta concepción segmenta- dominada por la EFC es (relativamente)
da del mercado laboral (la cual emerge de más igualitaria que la involutiva en cuanto

No . 2, diciembre 1985 399


a la distribución de la tierra entre propieta- contrar un futuro mejor en el mundo rural.
rios; también emplea menos asalariados en Es cierto que, después de mi experiencia
relación a su producción y se apoya menos carchense, me inclino a favor de la EFC,
en los lazos de dependencia personal y en pero reconozco que no es una solución pa-
redes de lealtad primaria para el recluta- ra todos y que el sector urbano industrial
miento de la mano de obra. debería y podría también humanizarse y
A mi crítica de la polaridad "campesino- ofrecer un futuro humano a las masas des-
capitalista", Martínez Valle responde que poseídas del campo. Por eso mi crítica del
está hecha con "lupa de economista" y por campesinismo está ligada a cierta fe tradi-
eso anula la especificidad andina. Yo diría cional en la industrialización .
que no es por hacer cálculo económico que En este contexto debo señalar que el co-
la civilización andina desaparecerá, pero sí mentario de Martínez Alier está fuera de lu-
tal vez por no hacerlo . .. gar: el artículo trata no simplemente de re-
Ligada a esta crítica es la implicación que cordar la existencia de las EFC en países in-
Carchi "no es" andino (Glave), a lo cual no dustriales, sino de precisar algunas condi-
sé qué contestar, y también la sugerencia ciones necesarias para su existencia en
(Villafuerte) de que hubiera debido hablar América Latina, para que la vía involutiva
más de ideología y de motivación. ¡Pero si no siga predominando en la región.
hay una sección titulada "El problema de la Efraín Gonzales pide - con razón- que
motivación ... "! Detrás de esto veo la su- sea "menos evasivo en cuanto a la distin-
posición ( ¡muy común entre antropólogos ción de estructuras agrarias", para terminar
de Cambridge!) que lo que es cálculo no es preguntándose si mis dos vías no serían dos
ideología ni motivación. Confieso que a mí caras de una misma medalla. El problema
me interesa mucho la ideología de estos no es fácil de resolver : dado que mi defini-
productores carchenses, y he llegado a pre- ción de "campesino" implica que un "cam-
guntarme si el discurso individualista que pesino rico" (que se dedica precisamente al
suena tan vacío y tan cobarde en la boca de capitalismo "bricoleur") opera en medio de
Ronald Reagan tiene otro matiz, otro soni- cierto tipo de mercado laboral, tengo que
do más auténtico en la boca de ellos. definirlo en términos de la estructura en la
José de Souza-Martins ofrece una aclara- cual se desenvuelve . Pero si esta estructura
ción necesaria que revela mi ignorancia y se desvanece, entonces, poco a poco y a rit-
tal vez mi agnosticismo en materia de eco- mos que podrían extenderse por décadas, la
nomía marxista. Me parece, sin embargo, migración, formas capitalistas de mediería,
que para la economía marxista, al hablar cierto tipo de Reforma Agraria tal vez y
del valor/excedente no pagado transferido otros mecanismos asegurarán que en su lu-
desde la agricultura (o desde cualquier sec- gar lleguen a predominar las EFC, las cuales
tor o clase), es necesario tener en cuenta el se alejan del capitalismo "bricoleur". Pero
bajo nivel tecnológico de ésta, o de ciertos son procesos largos y durante la transición
de sus sectores, y que una vez que ésto sea las empresas medianas más dinámicas uti
tomado en cuenta, la cantidad de valor y de !izarán mecanismos como la mediería para
excedente disminuiría significativamente. remediar la pérdida de sus redes de cliente-
Pero en verdad no creo mucho en estas ca- la en el reclutamiento de mano de obra y
tegorías y no estoy habilitado para mane- también podrán recurrir a regiones donde
jarlas, y no creo que los que hablan de ese prevalece la vía involutiva para ese fin. Esta
excedente agrícola piensen en esos térmi- doble cara está desarrollada muy brevemen-
nos tampoco. En la teoría del valor-trabajo, te en mi artículo y es sin duda materia para
el valor es una pura entelequia. investigaciones futuras. Deja entrever di-
Evidentemente, las consecuencias del ca- mensiones espaciales de la diferenciación
pitalismo son contradictorias; las relaciones que no han sido investigadas a fondo hasta
mercantiles son de mayor beneficio para al- ahora . Pero aun si entreviéramos cierta
gunos que para otros , tanto en la sociedad complementariedad entre las dos caras/vías,
en general como en el seno del campesina- eso no quiere decir necesariamente que se
do ; pero lo que no es evidente es que las di- reforzarán mutua y permanentemente . En
versas clases del campesinado puedan en- verdad, el comentario de Gonzales sugiere

400 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - L e h m a n n : Desarrollo capitalista

todo un programa de investigación futura. ción tal como está descrita en el artículo,
Varios comentaristas (entre ellos Stein y y la 'otra regional. Así se daría lo que Stein
Mallon) sugieren que mis dos "vías" pue- llama la relación dialéctica entre las dos
den conjugarse en una sola (Mallon) o que vías .
pueden ser dialécticamente relacionadas en- Lo que llama la atención en las críticas
tre sí. Creo que a la larga sí se diferencian es la variedad de los temas recogidos y Jo
regionalmente y que los casos como el cita- que no está criticado. La defensa de la "es-
do por Mallon , y largamente descrito en su pecificidad andina" l ¡la cual me inspira me-
libro , donde empresas capitalistas surgidas nos preocupación que a Jean Piel!) está
de un medio campesino existen lado a lado ausente o muy matizada. ¿Qué hubiera di-
con empresas más campesinas sujetas a pro- cho un John Murra? Y la existencia misma
cesos de involución, están en una fase de de las EFC no está cuestionada.
transición a nivel regional, donde ya está en Mis aseveraciones sobre las reformas
marcha una dinámica irreversible hacia la agrarias provocaron un desacuerdo agrio y
eliminación de la empresa campesina. Evi- otro más matizado, revelando la generaliza-
dentemente, todo depende de cómo se de- da decepción que han provocado a pesar de
fine y delimita una "región", pero sí creo haber sido, en cierto sentido, "inevitables".
que se puede pensar que hay cierta, y tal Eso muestra la gran necesidad de una radi-
vez mucha, complementariedad entre las cal revisión, adecuada a la coyuntura actual
dos vías , aun cuando ellas se dan en regio- (que difiere tanto de la coyuntura de los
nes distintas, por los flujos de mano de años sesenta), y que esa revisión ya está en
obra y tal vez por otras relaciones . Así , marcha . Por eso -y no para arriesgarnos en
habría dos diferenciaciones superpuestas, proyectos utópicos- hacemos investigación
la una social, al interior de cada vía, cada social.
una con su patrón específico de diferencia-

No. 2, diciembre 1985 401


La adaptación de la dominación incaica
a las sociedades autóctonas de
la frontera septentrional del Imperio:
{Territorio Otavalo -Ecuador)
Chantal Caillavet

l. PLANTEAMIENTO DEL TEMA Y FUENTES

El Tawantinsuyu, en su extensión máxima a principios del siglo XVI ,


había incorporado al Ecuador actual. Y enfocamos precisamente este trabajo
de reflexión sobre aquel extremo septentrional ·de la sierra ecuatoriana , inte-
rrogándonos sobre el carácter de la dominación incaica y su peculiar adapta-
ción al panorama étnico aborigen. No es nuestra intención presentar una nue-
va descripción de la conquista por los Incas de aquel territorio , ni una crono-
logía de tales hechos. Varios autores ya se han dedicado a esta labor (A. Pérez
1960; H. Larraín Barros 1980a; W. Espinoza Soriano 1983): para ella , han
recurrido a la compilación y cotejo de los datos protohistóricos que aportan
los cronistas españoles (Cieza de León 1553a, Borregán 1562 , Sarmiento de
Gamboa 1572 , Cabello Valboa 1586, Garcilaso de la Vega 1609, Santa Cruz
Pachacutec 1613 , Herrera 1615, Murúa 1616, Guarnan Poma de Ayala 1618,
Vázquez de Espinosa 1630, Montesinos 1642). Dichas crónicas constituyen ,
en efecto , las únicas fuentes primarias que arrojan luz sobre aquellos aconte-
cimientos, pero desgraciadamente algunas son confusas y se contradicen con
otras. Nosotros opinamos que para utilizar las afirmaciones de los cronistas
como testimonios históricos fidedignos , sería imprescindible contar contra-

No. 2, diciembre 1985 403


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

bajos críticos previos de las fuentes para determinar en qué se basan estos
relatos : en testigos presenciales o no , en recopilaciones de datos procedentes
de otras relaciones o facilitados por informantes cuya identidad sería útil co-
nocer también . Esta labor crítica es posible al rastrear las huellas biográficas
de los cronistas, tarea de mucha amplitud (ver en este campo el notable tra-
bajo de P. Duviols sobre el Perú) , pero apenas esbozada para las fuentes ecua-
torianistas (J ijón y Caamaño 1941 : Cap. 11 L Larra ín Barros 1980b ).
Las fuentes aquí citadas adolecen de varios defectos : son tardías en
su mayoría y casi todas están escritas en el Perú ; es decir que han transcrito
sólo la tradición incaica cusqueña. En cuanto a la más prolija sobre tales
acontecimientos - y generalmente ampliamente usada por estos autores (Es-
pinoza Soriano 1983 : L 285-355) -, la obra quiteña de Cabello Valboa , no
sólo parece haber utilizado también a un informante Inca en Quito (Valcár-
cel 1951 : XXVI; Salomon 1978a : 204 ), sino que presenta similitudes con las
de Sarmiento de Gamboa y Murúa (Valcárcel , ibid: XXXV; Espinoza Soria-
no. ibid: 323).
Notemos, por fin , que el cronista más autorizado y más temprano ,
Cieza de León , que viajó personalmente por Ecuador (ya en 1547), aporta en
cambio muy pocos datos sobre las conquistas incaicas del norte del Imperio
y hasta emite serias reservas sobre la veracidad de las tradi ciones orales (co-
rno , por eje mplo . sobre el origen quiteño de Atahualpa) o de su reinterpreta-
ción por otros cronistas (Cieza 1553a : 389).
El que los españoles no hayan sido testigos presenciales de aquellos
acontecimientos, ocurridos unos afios antes de su desembarco en Sudaméri-
ca, explica también la escasez de referencias en la otra categoría de fuentes
disponibles: la documentación de archivos del siglo XVI. Entre éstos, sólo un
documento de 1583 alude a la conquista incaica: es la conocida "probanza
de méritos" del cacique de Cayambe. Hierónimo Puento (en AGI/S. Audien-
cia de Quito, 22, y varias veces publicada; por ejemplo en Moreno Yánez
1981 ), cuya objetividad histórica es altamente cuestionable ya que ofrece sin
matices una versión "cayambe" que otorga a sus antepasados la primacía
absoluta sobre las demás etnias (Espinoza Soriano , pese a reconocer la parcia-
lidad de este testimonio (ibid: 339, 343), hace amplio uso del documento).
Por lo tanto , la deficiencia de las fuentes disponibles sobre el norte
del Imperio Inca en tiempos prehispánicos nos llena de escepticismo sobre las
posibilidades de una reconstrucción fidedigna -en particular cronológica -
de la conquista incaica. Nos parece en cambio de más porvenir el cuestionar-
se sobre la naturaleza de la dominación incaica sobre el extremo norte del te-
rritorio ecuatoriano, que corresponde a la expansión máxima del Tawantin-
suyu: después de la conquista, ¿por qué medios mantuvieron los Incas su do-
minio sobre las poblaciones autóctonas?, ¿en qué consistió esta dominación
y qué grado alcanzó? , ¿qué pruebas tenemos de ello en este territorio norte-
ño, con posición particular de frontera del Imperio? , ¿qué informaciones so-
bre las sociedades locales se puede n deducir de las modalidades de la domi-

404 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C a i l l a v e t : Dominación incaica

nac1on inca en esta zona específica? El análisis de estos temas nos llevará a
una discusión de la problemática planteada por Saloman en el último capítu-
lo de su tesis (Saloman 1978a : 267-316 , "Quito in a comparative perspecti-
ve"), obra pionera sobre el norte del Incario.
Estas preguntas conciernen ante todo a las modalidades de una domi-
nación de tipo militar y político , aunque es necesario cuestionar también su
posible interrelación con un control de tipo económico. Las analizamos a ni-
vel preciso de un territorio étnico particular, limitado geográficamente al sur
por el curso del río Guayllabamba y al norte por su frontera con la tierra de
la etnia Pasto , cuyo último pueblo era Tuc;;a (San Gabriel en la actualidad)
(Cieza 1553a: 389). Culturalmente, corresponde a los llamados cacicazgos
prehispánicos de Carangue , Otavalo, Cochasqui y Cayambe.

La sierra norte ecuatoriana en I 534

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No . 2, diciembre 1985 405


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

En un territorio muy hostil a los Incas , famoso en la tradición oral


por su larga y violenta resistencia al imperio , ¿qué formas tomó la conocida
estrategia de los Incas que solía combinar coerción y diplomacia para impo-
ner su autoridad? Coerción por la presencia de guarniciones de mitimaes y
diplomacia por las alianzas personales con los jefes étnicos autóctonos.

11. LA REPRESION MILITAR: LAS TROPAS DE OCUPACION

¿,Qué información precisa ha sobrevivido en los archivos sobre las


guarniciones militares incas en la zona norte? Según la crónica fiable de Cieza
de Leó n, el recurso a soldados mitimaes fue empleado en esta zona apenas
llevada a ca bo la conquista. Pero Cieza no especifica su localización ni su nú-
mero , ni el origen geográfico y étnico de sus integrantes ; sólo alude a esta
práctica como aplicada globalmente al norte , "e n el Quito y en Caranque" y
en todo el territorio que he mos definido: "Y en los pueblos destos Guamara-
cones (ver 3a. parte de este trabajo) se pusieron mitimaes y gobernadores
como en las mas partes" (Cieza 1553a : 87 , 258). En Rumichaca (al sur de
Tu<;a-San Gabriel , ver cita anterior), frontera norte con la etnia de los Pastos,
Cieza certifica la prese ncia de un destacamento militar, que es posible locali-
zar hoy día con toda segu ridad gracias a sus particularismos geográficos: la
presencia conjunta de un río subterráneo bajo un puente natural y de unas
fuent es cálidas (Cieza 1553a : 389). Este sitio se llama actualmente Rumicha-
ca-La Paz (di·stinto al Rumichaca-Tulcán, actual frontera con Colombia , con
el cual varios autores lo han confundido). Pero esta ocupación incaica se limi-
ta allí a una sola fortaleza , un pucará cuya finalidad consistía en controlar a
la vez a las etnias locales y a las tropas de ocupación : "tenían puestas guardas
fieles que tenían cuidado de mirar sus propias gentes no se les volviesen al
Cuzco o a Quito" (Cieza : ibid).
Al sur de este puesto fronterizo , Caranqui reúne también "guarnicio-
nes ordinarias con sus ca pitanes, las cuales en tiempo de paz y de guerra esta-
ban allí para resistir a los que se levantasen" (Cieza: ibid) y constituye el últi-
mo asentamiento inca de importancia en el extremo norte del Tawantinsuyu ,
con sus palacios, tambos. depósitos, templos y casa de acilos (Cieza: ibid) (es-
ta última co nstrucción está atestiguada también por un documento de 1586 ,
citado por Tobar Subía 1950 : 263-264 , no localizable , pero confirmado por
otro dato de 1586 en Garcés 1941 : 15). Si Caranqui fue elegido como "capi-
tal" y en particular como lugar de residencia incaica , fue sin duda por su cli-
ma privilegiado (como ocurrió también para Tomebamba) ; así lo sugiere la
Relación Geográfica de Otavalo en 1582: "Es tierra muy templada toda esta
de Carangue y San Antonio" (Doc: RGI, Jiménez de la Espada 1965 : 238).
Pero combina la ventaja de ubicarse en un punto estratégico excepcional para
el control de la sierra norte : hacia el norte , está en posición defensiva frente
a los Pastos (no conquistados, según nuestra opinión) y hacia el sur,se sitúa

406 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Caillavet: Dominación incaica

en la confluencia de las dos vías de acceso -usadas en aquel entonces- hacia


los valles de los Chillos y Quito (ver mapa) : la ruta Caranqui , Otavalo , Co-
chasquí, Puéllaro , Cotocollao, Quito , que pasa al oeste del volcán lmbabura
y cruza el macizo del Mojanda, y la ruta Caranqui , Cayambe , El Quinche ,
Quito, que pasa al este del Imbabura. (No estamos de acuerdo con el trazado
de la vía oeste indicado por Moreno Yánez (1981 : 77 , siguiendo a Larraín
Barros) por Guayllabamba ; es decir, por tierras cálidas a 1500 metros de altu-
ra. Este es un trazado colonial que no agrada a los indígenas , quienes prefie-
ren transitar por sierras altas).
Al otro extremo de este territorio, al sur,como frontera con la región
quiteña mejor incaizada , se hallaba el segundo conjunto inca importante , El
Quinche - Guachalá, situado estratégicamente sobre el eje del río Guaylla-
bamba, hacia el este. A diferencia de Caranqui, estaba constituido únicamen-
te por guarniciones militares, en una zona serrana escarpada. Este conjunto.
lógicamente, no es descrito por Cieza de León porque caminó , al ir a Quito ,
por la vía oeste (citada en el párrafo anterior) , mientras las fortalezas del
Quinche - Guachalá dominan la vía de comunicación oriental.
Las evidencias arqueológicas confirman la mayor importancia de es-
tos dos centros incaicos distribuidos al norte y sur del territorio Otavalo.
Aunque contamos con útiles estudios de los numerosos pucarás en la sierra
norte (Oberem 1969 ; Plaza Schuller 1976 y 1977), no queda claro en todos
los casos si se trata de fortalezas preincaicas utilizadas por los aborígenes en
su resistencia contra los conquistadores incas o de pucarás incaicos edificados
por éstos para imponer y mantener su dominación; algunas fortalezas tam-
bién pueden ser construcciones militares reutilizadas y reconstruidas poste-
riormente por los Incas. Además de estos numerosos pucarás distribuidos
principalmente en un círculo que rodea el territorio Otavalo (Plaza Schuller,
ibid: lámina 1), sólo los conjuntos arquitectónicos de Caranqui y del Quin-
che - Guachalá eran de gran amplitud: con escasos restos conservados hasta
hoy día en el caso de Caranqui (visita personal, trabajo de campo: 1982) (ya
en 1547, Cieza los describe como "todo esto muy arruinado", 1553a: 389);
muy bien conservados, en cambio , en el segundo caso , por tratarse de muchas
fortalezas en lo alto de unas cumbres (conjuntos arqueológicos de Quitoloma
y Pambamarca: Oberem, ibid; Plaza Schuller, ibid), que no ofrecían el incen-
tivo de su riqueza ni de un fácil acceso (aunque El Quinche había atraído
también la codicia de Benalcázar: Saloman 1978a: 233).
Cieza de León (ver arriba) nos ha permitido confirmar la presencia
efectiva de aquellos mitimaes militares en Caranqui; pero no han quedado
evidencias documentales sobre ellos: es cierto que sobre la región de Caran-
qui en los siglos XVI y XVII se han conservado muy pocos documentos etno-
históricos (en particular, no han aparecido padrones de población de la zona :
Doc: Freile-Granizo 1981 ). A pesar de esta carencia de fuentes y las eviden-
cias de la amplia movilidad demográfica característica de la Colonia , Espino-
za Soriano asevera que la mayor parte de la población de Yaguarcocha -don-

No. 2, diciembre 1985 407


Art,culos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

de se dio la última batalla entre los Incas y los aborígenes norteños- está
constituida por descendientes de mitimaes incas , todavía en 1948 ( 1983:
340).
De todas formas , aun cuando existe la referencia a " mitimaes" en la
documentación colonial , conviene examinarla con cautela (Murra 1978a:
245) y verificarla si es posible con otros datos, ya que en el vocabulario espa-
ñol colonial se solía designar con ese vocablo no sólo a los mitimaes incaicos,
sino también a los yanaconas apresados y desplazados por los españoles du-
rante las guerras de conquista y las guerras civiles ; también podía aplicarse a
forasteros o indígenas migrantes ya desde el siglo XVI.
En cambio , sobre el segundo conjunto del Quinche - Guachalá sí
existen referencias documentales indiscutibles: tanto sobre la presencia en el
siglo XVII de varios "pucarás" y de una "acequia del Inga" en la zona de
Pambamarca y Guachalá (AHBC. Fondo Bonifaz, Tomo l. Guachalá . Linaje
1-4 ; f.! Ir ; 55r ; 138r/v) como sobre la de mitimaes incaicos. Recordemos las
evidencias presentadas por Saloman (1978a : 232) sobre el poblamiento del
Quinche (una lista de nombres de trece mitimaes de claros apellidos extran-
jeros en 1580). Reunimos también varios elementos sobre los mitimaes de
Guachalá - Pambamarca : en 1577 , Don Juan Mi tima , "gobernador des te
pueblo del Quinche y Guayllabamba" , presenta una petición acerca de unas
tierras en Otumbamba (hoy día Oton) de "mais y frisoles y otras cosas"
(AC/Q Juicios Civiles Caj "1600. Haciendas de colegios de Otavalo". Doc:
"Pleito de Doña Beatris Ango Quilago yndia natural del pueblo de Cayambe
... 1660": f. 137-138). Según su testamento (s.f.) , es hijo de "Don Diego
Pallo y Mitima .. . cacique del Cusca". Tiene a cargo a "los sujetos de la
Parcialidad de Guachalá benidero del Cusca y demas otros pueblos de la
besindad del Cusca que trajo mi padre Don Diego Pallo" (ibid: f. l43r).
Sobre este grupo, varios documentos posteriores confirman que perduraron
como grupo mitima por lo menos hasta finales del siglo XVII (Doc : Freile-
Granizo 1981: 255-279. Numeración de 1685). Hemos encontrado en un
padrón más temprano -1632- la lista de sus integrantes, cuyos antropóni-
mos permiten rastrear el origen étnico y geográfico : consta de 35 personas,
13 de ellas con apellidos oriundos del Perú (Tallana, Guarnan , Talla, Tacuri
(?)) y de Bolivia (Caillagua , Layme , NinaCatari) (ANH/Q. Indígenas 2. Doc
1632-6-11 ; fol. 30v.). Los demás llevan apellidos aborígenes, en particular las
mujeres, lo que interpretamos como la prueba de una absorción rápida den-
tro de la población local ( ¿Es casualidad el topónimo "Pambamarca" o re-
cuerda el lugar de origen de los mitimaes Huayacuntu que participaron en la
conquista de Quito con los Incas?) (Espinoza Soriano 1975 : 353 y AGI/S
Patronato 132 No . 2-R3. f.lr; 4r.; 1576).
En conclusión sobre este tema , subrayemos que los datos sobre la
presencia efectiva de mitimaes incaicos en el territorio Otavalo son poco nu-
merosos ; esto revela a la vez la poca importancia numérica de aquéllos y, por
eso mismo , su rápida integración en la sociedad autóctona. Quizás esto se de-

408 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Caillavet: Dominación inca ica

ba a que los mitimaes eran ante todo soldados cuyas guarniciones se deshicie-
ron al terminar las luchas contra los conquistadores espafioles, y no mitimaes
económicos; es decir, colonias cuya estructura familiar permitía su perma-
nencia bajo el nuevo. orden colonial. Esto implicaría también que los miti-
maes militares no venían acompañados de sus mujeres , contrariamente a lo
que se suele creer.

III. LAS ALIANZAS CON LOS JEFES ETNICOS ABORIGENES

Así como los relatos de los cronistas evocan de forma confusa y con-
tradictoria las guerras incaicas en el norte andino, del mismo modo describen
sin gran precisión el sistema político preincaico imperante en el territorio
que nos interesa. En base a las escasas fuentes disponibles no se puede saber
en qué consistían los llamados "cacicazgos" prehispánicos de Cayampis,
Caranquis, Otavalos, Cochasquis/Quilagos, ni afirmar que se unieron en una
"confederación" contra la agresión Inca , según el relato de Cabello Valboa
(1586) difundido por el Padre Velasco (1789) .
Nos parece también que es un tópico de eterna discusión (en el esta-
do actual de las fuentes) el querer determinar cuál de aquellos sefioríos era
preeminente sobre los demás. El único documento que plantea la cuestión de
una jerarquía, la probanza de un cacique Cayambe (AGI/S . Quito 22. Pro-
banza de Hierónimo Puento. 1583), presenta - como era de esperar- una ver-
sión Cayambe de la historia que da el mejor papel a su grupo étnico :
f. 9r : "Si saven que los dhos padres e abuelos del dho Don Hieronimo
Puento antes e despues que los yngas los sujetasen sus pasados y ellos
fueron señores e mandavan los pueblos de Cayambe Cochizqui e
Otavalo . .. "
A falta de otras versiones documentales, nos parece imposible com-
partir las convicciones de los autores que dan total crédito al testimonio del
cacique Cayambe (Larraín Barros 1980a: I, 114 , 120 ; Moreno Yánez 1981 :
98-103; Espinoza Soriano 1983: I, 99 , 220) .
Si bien no existen pruebas de una unidad política preincaica , en cam-
bio pueden deducirse de varios indicios y datos documentales dos puntos :
primero , la manifiesta unidad cultural del territorio que abarcaba los caeicaz-
gos de Caranqui , Otavalo , Cayambe y Cochasquí (cf. 4a . parte también). y se-
gundo , la unidad política a cargo del máximo cacique de Otavalo después de
la conquista incaica (lo cual desmiente la afirmación del cacique de Cayam-
be , según el documento arriba citado de 1583 , que atribuye el liderazgo su-
premo a su abuelo no sólo antes, sino también después de la conquista). Los
conquistadores españoles, al llegar a esta zona , la encuentran bajo el dominio
incaico , pero el jefe máximo no es un Inca , sino un señor aborigen , Otavalan-
go (Caillavet 1981: 110 ; 1982: 38). quien ejerce su autoridad sobre "la pro-
vincia de Otavalo" (ibid) que se extiende , al norte , hasta el límite ya señala-

No . 2 , diciembre 1985 409


Art1culos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

do con los Pastos ; incluye hacia el oeste a los "pueblos" ( =terminología es-
pañola) de Axangue, Lalchipichí y Puéllaro , y en el sur a Guayllabamba (es
decir, un territorio geográfico que comprende tanto Caranqui al norte como
Cochasquí al sur, para responder al argumento del cacique de Cayam be)
(AGI/S Escribanía de Cámara. 922A . Pieza 3a. , f. 475v.) . Es verdad que no
está especificada la pertenencia de Cayambe a esta provincia de Otavalo , pero
existe otra prueba de la autoridad ejercida por Otavalango sobre el cacicazgo
de Cayambe: éste cría en su casa al niño de Cayambe Hierónimo Puento
(AGI/S Quito 22 . ibid ., f. l 6r.) . Esta práctica recuerda el sistema incaico que
consistía en hacerse cargo de los hijos de jefes étnicos conquistados para inte-
grarlos en el molde incaico y a la vez usarlos como rehenes.
En este caso , es probable que esta práctica se deba a la intervención
incaica, aunque - a falta de pruebas- no podemos descartar una costumbre
local. Ambas hipótesis de todas formas llevan a la conclusión de la suprema-
cía del jefe étnico Otavalo sobre el norte en época de los Incas. Tampoco hay
forma de saber si esta autoridad global de Otavalango era anterior a la suje-
ción inca o si le había sido delegada por aquéllos (ver 4a . parte : la reorgani-
zación administrativa incaica).
A la llegada de los españoles , existen pruebas de vínculos personales
entre Otavalango y Atahualpa: un hijo quiteño del Inca se casa en 1539 con
una hermana "legítima" (según la clasificación española) de Otavalango y es
muy probable que esta ceremonia cristiana ratificara una unión ya existente
en tiempos prehispánicos. Aparte de esta unión entre los tales D. Francisco
Auqui Atagualpa Inca y Da. Beatriz Coquilago Ango, no tenemos testimonios
de vínculos familiares anteriores , ya que no sabemos nada de la o las esposas
de Otavalango (Caillavet 1982 : 39, 41). Las alianzas matrimoniales entre los
Incas y los jefes étnicos conquistados eran una forma de establecer una rela-
ción estrecha mayormente cuando estos conservaban el poder directo sobre
su etnia (Murra 1978b: 929), como fue el caso para Otavalo. ·
La documentación de archivos permite confirmar el vínculo personal
establecido entre el Inca y el jefe Otavalango. Sabemos por un expediente de
1578 , ya muerto éste (sobre genealogía de Otavalango y su familia, ver
Caillavet 1982; hay errores en Espinoza 1983: 124-125), que su hija Da.
Catalina sigue poseyendo unas tierras directamente heredadas de su padre y
con rebaños de llamas: "una estancia de tierra de Caja en la qual tiene cierto
ganado vacuno e yeguas e ovejas de la tierra y puercos" (AGI/S Escribanía
de Cámara 922A. Pieza 3a. , f. 775r.). El dato es interesante por ser el único
(que conocemos al menos) referente a la persistencia de llamas en la sierra
norte en toda la documentación del siglo XVI, sea porque éstas fueron diez-
madas rápidamente con la conquista española (Cieza 1553a: 392) o porque
fueron introducidas por los Incas para un uso restringido (Saloman 1978b:
971 ). En este caso, consideramos que no es casual que estas "ovejas de la
tierra" constituyan una propiedad privada cacica! y no un rebaño de comuni-
dad perteneciente a todo el grupo étnico o al menos a una parcialidad ind íge-

410 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C a i l l a v e t : Dominación incaica

na. Parece que estamos en presencia de un típico ejemplo de privilegio conce-


dido por el Inca a un jefe étnico cuya sumisión quería granjearse : la dádiva
de llamas autoriza la propiedad particular (Murra 1978a: 92).
Estos dos elementos -alianza matrimonial y dádiva de llamas- prue-
ban una relación estrecha de tipo personal entre el Inca y el señor étnico de
Otavalo , con poder quizás ampliado , al menos confirmado sobre toda la sie-
rra norte. El establecimiento de vínculos personales se inscribe en la táctica
de diplomacia cuyo fin es completar el control militar (analizado en la 2a .
parte), posiblemente muy desarrollada en zonas de frontera del imperio ,
cuando la fuerza represiva no bastaba para asegurar la paz. Para los Incas, la
colaboración del jefe étnico autóctono es necesaria y , a cambio de ésta , la
incaización es parcial o limitada ( en este caso Otavalango sigue ejerciendo la
autoridad sobre su etnia) y las ventajas que se le conceden al jefe étnico de-
ben ser importantes para obligarle a la adhesión.
Para mantener su dominio en el territorio otavaleño , está claro que el
Inca combinó los elementos disuasivos de represión y privilegios. Notemos
que los "huambracuna" ("guamaraconas", según los españoles) -así apodó
Huayna Capac a los "niños" que escaparon a la mantanza que cometió en
Yahuarcocha entre los hombres adultos de las etnias rebeldes (Cieza 1553a:
390; 1553b: 258)- estaban sirviendo en el Cusco en la guardia personal del
Inca, a la par que otros grupos de soldados especializados y de gran prestigio
(Doc: Memorial de Charcas. Espinoza Soriano 1969 y Cieza 1554: 341 ). Es
evidente que estos huambracuna designaban de hecho a un cuerpo de élite
guerrero , cuya tradición bélica , quizás explicable por la larga resistencia en
las guerras con el Inca , fue retomada por los "huérfanos" (Cieza 1553b : 251 ,
258; Cieza 1554: 341 ). Referencias documentales especifican que eran llama-
dos así los guerreros oriundos de todo el territorio que hemos definido en la
segunda parte : "los guamaraconas que son del linaje e prosapia de aquellos ...
que morando ... en los pueblos Carangue y Otavalo y Cayambe y otros que
caen en la comarca de Quito ... " (recordar que en el siglo XVI, "comarca"
significa confín) (Cieza 1554: 341 ); "Guayna Capac ... fizo gran estrago en
los guamaraconas que es en las provincias de Ottavalo y Cayanve" (AGI/S
Patronato 28 , R. 12, fol. 11 v.). Una prueba de la especialización guerrera de
los huambracuna, a diferencia del resto de los varones de la etnia, la tenemos
tempranamente, en un intercambio de pareceres entre Francisco Pizarro en
Lima y el cabildo de Quito , a raíz de la sublevación de Manco Capac . El Mar-
qués pide tropas de "indios amigos" para socorrerle desde todos los puntos
del nuevo territorio colonial. El Cabildo de Quito , en una carta de 9 de octu-
bre de 1536 , se niega a facilitar refuerzos, posiblemente por no estar a salvo
tampoco de una rebelión indígena local, y explica que los únicos soldados in-
dígenas están ausentes:
"los guamaraconas de Otabalo e Caranbe (sic) e Cayanbe e Chapi de
que a Vuestra Señoría ynformaron se podrían sacar, algunos dellos

No . 2, diciembre 1985 411


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

estan en frontera destas provincias y hordinariaemente (sic) tienen


guerra con ellos la provincia de Atund !lata y la de Lita y la de Quixo
que confinan y estan a la raya dellos . . . al presente no ay indios que
se le puedan llevar sino en caden as por ser indios labradores y co-
mund" (AGI/ S Patronato 100. , R 10. , f. 41-42).

Incluir a aquellos guerreros norteños en la guardia personal del Inca


era un gesto que estaba presentado como una muestra de particular aprecio
y como un privilegio concedido. No cabe duda que era también una forma de
privar a la etnia Otavalo de su fuerza bélica, deportada lejos de su tierra, y de
imposibilitar las eventuales rebeliones contra el dominio incaico. Hasta pode-
mos considerar este caso como otra faceta de la técnica de los mitimaes: los
elementos belicosos solían estar deportados en colonias de castigo (es el caso
de los Cayampi, en los cocales de Aneará : Espinoza Soriano 1973), pero qui-
zás los Incas consideraron más hábil " privilegiar" y no castigar a aquellos sol-
dados. Tenemos aquí un ejemplo del pragmatismo inca que elige una solu-
ción adaptada a cada situación particular, elaborando una conducta que dosi-
fica la represión, las alianzas y los privilegios para conceder una autonomía
muy controlada al último territorio del Tawantinsuyo. Cieza de León analizó
acertadamente el doble componente de la estrategia incaica: "Tuvieron [=los
Incas] grandes mañas para sin guerra hacer de los enemigos amigos y a los que
se levantaban castigaban con gran severidad y no poca crueldad" (1553a :
390).

IV. LA FRAGILIDAD DEL DOMINIO INCAICO EN LA FRONTERA


NORTE
Varios elementos permiten darse cuenta de la fragilidad de la domina-
ción incaica en el territorio Otavalo: existen pruebas de su rápido derrumbe a
la llegada de los españoles .
En primer lugar , creemos conveniente presentar una nueva interpreta-
ción de un acontecimiento contado en dos ocasiones por Cieza de León
(1553a : 390-391; 1554: 296): el ataque "burla" que gastaron los indígenas
de Otavalo a los de Caranqui y generalmente comprendido como una mani-
festación de las rivalidades tradicionales interétnicas (Larraín Barros 1980a:
I, 107 ; Espinoza Soriano 1983 : II, 19-20) . Ya que Caranqui era el principal
centro incaico de todo el norte (con sus soldados y su personal administrati-
vo y religioso) , es muy probable que la expresión "Caranqui/los Caranqui"
recopilada por el cronista en la tradición oral remitiera a los Incas afincados
allí (según Cieza - 1553b: 254 , 256- , Caranqui ya era un enclave inca du-
rante las guerras de conquista del norte no pacificado) y que la "broma pesa-
dísima" (Espinoza Soriano , ibid .: II , 20) fuera en realidad un intento de re-
belión de los indígenas de Otavalo contra los Incas. Dos argumentos están a
favor de nuestra interpretación : primero , el motivo invocado es el robo del

412 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cai/lavet: Dominación incaica

tesoro incaico de Caranqui (Cieza 1553a: 390); es decir que se trata clara-
mente de una agresión al poder inca. El segundo es la precisión temporal que
subraya Cieza en sus dos testimonios (ibid): es cuando ya ha llegado al norte
del Tawantinsuyo la noticia no sólo de la presencia de los conquistadores es-
pañoles, sino también de la muerte de Atahualpa , cuando ocurre el ataque
otavaleño a Caranqui. Está claro que este aprovechamiento de la coyuntura
tiene por sentido el librarse del yugo inca, ya que está debilitado por la pérdi-
da de su cabeza. El ejemplo de Otavalo revela los inconvenientes de un "go-
bierno indirecto" (Murra 1978b : 929) por parte de los Incas , expuesto a in-
tentos de rebeliones aborígenes apenas se presente una oportunidad para
ellas .
Otra prueba del poco arraigo inca en el norte es la insurrección del
cuerpo militar de los huambracuna contra su general inca Quisquis , a quien
siguen en su lucha contra los españoles desde el Cusco, pero a quien asesinan
en Quito. Este dato de Cieza de León (1554: 347: "Mataronle los mismos
Guamaraconas que con el ivan cerca de Quito") es confirmado por un docu-
mento temprano ya citado (AGI/S Patronato 1OO. , R I O. , Carta del Cabildo
de Quito de 9 de octubre de 1536; f. 42r): "y estos Guamaraconas ... ma-
taron al Quisquis con quien ellos venían del Cusco afin de conseguir su liber-
tad porque el dicho Quisquis los quería bolver al Cusco viendo que no podía
apoderarse de estas provincias". Notemos que Zárate atribuye la responsabi-
lidad de tal asesinato a otro hermano de Atahualpa , por desacuerdos en la
táctica de lucha anti-española (Zarate 1555: 483 , a quien siguen Jijón y
Caamaño 1936: I, 104 y Espinoza Soriano 1983 : 11, 18-19).
Estos dos ejemplos de rebelión otavaleña contra el poder Inca , nada
más llegar los conquistadores españoles, concuerdan con la manifiesta alianza
que tuvo lugar con éstos. Parece que fue suficiente el acuerdo del jefe étnico
Otavalango para que se pacificara de inmediato a favor de los españoles todo
el territorio norte. Esto puede ser una prueba de la poca fuerza de las guarni-
ciones incas en el norte o , desde luego , de su poca autoridad frente a la del
jefe étnico autóctono. La facilidad de la conquista del norte por los españo-
les se deduce de una prueba a contrario: la ausencia significativa de testimo-
nios sobre ella en las probanzas de los conquistadores (apoyamos esta consta-
tación en la lectura sistemática de este tipo de fuentes en la Sección Patrona-
to del AGI/S). A diferencia de lo que ocurre para el resto de la Audiencia de
Quito (tanto en la sierra sur, como más al norte), los conquistadores no evo-
can , entre sus brillantes hazañas, ninguna batalla contra los indígenas de lo
que hemos definido como el territorio Otavalo. Al contar la progresión de la
conquista española hacia el norte , recuerdan encarnizadas resistencias en Qui-
to y su región (los Chillos y El Quinche en particular), donde estaban asenta-
dos mitimaes Chachapoyas , Huankas, Huayacuntus, etc. que respaldaban el
dominio inca (sobre mitimaes en la región quiteña , ver Espinoza Soriano
1975; Saloman 1978a: 225-237) , y luego pasan a contar los "encuentros" en
tierras de Pastos y de la Gobernación de Popayán; es decir, al sur de Colom-

No. 2, diciembre 1985 413


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

bia (ver, por ejemplo , una relación del siglo XVI sobre una expedición de
unos pocos soldados enviados por Benalcázar desde Quito para explorar el
Norte "para ver y descubrir lo que avia" - "y embio cinco soldados de a
ca vallo y muy a la ligera y que pasasen de noche por las poblaziones" - y que
llegan sin problemas hasta Pasto (AGI/S . Patronato 28. , R2 , fol. Ir ; sin fe-
cha) . El Libro del Capildo de Quito de 15 de febrero de 1535 evoca ya a los
" (indios) que han venido a las paces por la via de Quillacinga" (es decir, la
ruta del norte) (Doc : Garcés 1934: 74 , 107) y Cieza de León no evoca nin-
guna oposición indígena al avance español hacia el norte , sino en Tu~a; es
decir, justamente en el límite norte que separa el territorio Otavalo del de la
etnia Pasto (Cieza 1554 : 399).
Otavalango , aliado del conquistador Benalcázar y encomendado en él,
conserva su autoridad sobre su grupo étnico, y resulta difícil encontrar hue-
llas en la época colonial del episodio inca en este territorio . La fragilidad del
dominio inca que resalta de los acontecimientos históricos que acabamos de
analizar, puede explicarse por la poca profundidad de la reorganización lleva-
da a cabo por los Incas en esta frontera del imperio , sea por razones coyuntu-
rales (la falta de tiempo , ya que la conquista española interrumpió el curso
habitual y repetitivo de la instauración de la dominación inca) o bien por
razones estructurales (la situación geográfica del territorio Otavalo como
frontera última del imperio , que le aseguraba un trato particular de parte de
los Incas) . A fin de discutir esta hipótesis propuesta por Salomon (1978b :
975-980) , veamos primero en qué consisten las pruebas de una supuesta
reorganización in caica de la sierra norte ecuatoriana.
No existen , a diferencia con el área quiteña , como el valle de los Chi-
llos (Salomon 1978a: 241-243) , pruebas claras sobre la forma de tributo exi-
gido por los Incas más al norte , aunque consideramos que la introducción por
los Incas de una nueva forma de vestir puede relacionarse con la entrega de
un tributo textil bajo la forma de ropa estandarizada al estilo inca (Doc: RGI ,
1582 : 237). Esta imposición de una nueva indumentaria no se dio en los Pas-
tos, quienes a la llegada de los españoles vestían aún como los Otavalos antes
de la penetración incaica (Cieza 1553a: 385; Doc : RGI, ibid) . Este tributo
textil es el único cuya existencia siquiera podemos suponer por una referen-
cia colonial alusiva a un ayllu de "cumbicamayos" en Otavalo: aunque lapa-
labra ayllu no está especificada , estos cumbicamayos están reunidos bajo la
autoridad de un principal particular todavía en 1580 (Caillavet 1980: 181 ).
Pero no tenemos ninguna prueba de una organización semejante para los de-
más artesanos especializados de la etnia Otavalo, tales como olleros y carpin-
teros (AGI/S . Escribanía de Cámara 922A. Pieza 3a., f. 169r/v), ni dato algu-
no sobre un eventual tributo en productos agrícolas.
La reorganización administrativa de la población, cuya finalidad era
el control de la mano de obra destinada al tributo en trabajo , tampoco se
puede detectar. Gracias a una investigación muy detenida sobre las visitas
coloniales de la región del lago Titicaca , Julien ( 1982) ha logrado detectar

414 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C a i l l a v e t : Dominación incaica

pruebas de la organización decimal de la población local impuesta por la ad-


ministración incaica : la ausencia de fuentes comparables sobre Otavalo impo-
sibilita una labor similar, pero notemos que ni siquiera podemos dar crédito a
una división dual en Hanansaya y Hurinsaya, a diferencia de Quito , dond e
está documentada (Salomon 1978a : 250) . La única referencia a una división
dual es muy tardía -1665 - para ser decisiva y atribuida a ciencia cierta al
impacto inca (Espinoza Soriano 1983: I, 54) ; Salomon (1978a : 273) duda
también en considerar la división en mitades que aparece en la fundación de
la villa de Ibarra en 1606 como una prueba certera de una reorganización
inca. Sin embargo, la ausencia de datos es siempre un a prueba a contrario
difícil de utilizar ; pero , en este caso, aunque aparecieran nuevas referencias a
una organización dual en la sierra norte ecuatoriana , podrían también remitir
perfectamente a un rasgo andino preincaico muy difundido en los Andes sur
y centrales.
Siguiendo el análisis de Julien , que considera que el título de apoco-
rrespondía exclusivamente a funcionarios provinciales de alta jerarquía incai-
ca ( 1982 : 124 ), notemos que este título lo llevaba uno solo de los jefes étni-
cos de Otavalo , un tal Don Hernando Apoango , que aparenta unos cincuenta
años en 1577 (AGI/S. Escribanía de Cámara . Pieza 2a , f. 77v) . Recordemos
que si Apo era un título inca , Ango equivale a Señor en la etnia Otavalo (Cai-
llavet 1 981 : 11 O) . Ahora bien , este jefe étnico es "cacique principal del pue-
blo de Tontaquí" (hoy Atuntaqui) (AGI/S, ibid), pero no del pueblo más im-
portante de la etnia. A partir de este dato tan aislado, ¿es posible emitir una
hipótesis sobre un papel particular de Tontaquí dentro de una reorganización
incaica tan poco fundamentada? En fin, sólo podemos basarnos en otra supo-
sición para evocar una posible estructura decimal , de origen incaico, de la po-
blación autóctona: entre los legados que aparecen en el testamento de 1609
del gobernador de la etnia Otavalo , se cita "un palo o bara de guaranga".
Pero el doble sentido de la palabra quechua ("mil" y también "algarrobo")
no permite determinar si se trata de una simple vara de madera o de la vara
de mando sobre la unidad administrativa de mil tributarios (Caillavet 1982:
49, 54-55).
De haber impuesto los Incas una reorganización demográfica decimal
en el territorio Otavalo , ésta implicaría el establecimiento de colonias miti-
maes no sólo militares (como lo vimos en la primera parte), sino también
económicas (folien 1982 : 122-123). Ahora bien , si analizamos el corpus for-
mado por los fragm entos de numeraciones de la región de Otavalo para el
siglo XVII (no se han conservado documentos de este tipo para el siglo XVI)
(Doc: Freile-Granizo 1981 ), tenemos que constatar la ausencia absoluta de
antropónimos de origen extranjero, salvo en el caso ya analizado en la prime-
ra parte de los mitimaes de Guachalá (conviene hacer una reserva importan-
te: estos padrones son incompletos y omiten en particular la zona de Caran-
qui, que tuvo mitimaes militares al menos, según se demostró en la segunda
parte) . La aparente ausencia de colonias de mitimaes viene corroborada por

No . 2, diciembre 1985 415


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

otra prueba a contrario: la ausencia en la documentación colonial de mencio-


nes de parcialidades Collana en el territorio Otavalo . Mientras éstas suelen
aparecer con relativa frecuencia para el resto de ·Ia Audiencia de Quito , tanto
en la sierra central como meridional de Ecuador (para el sur, ver Caillavet: en
prensa). y revelan una reorganización tripartita de la sociedad , en la que el
grupo Collana corresponde a la implantación de población inca , no hemos
encontrado hasta la fecha en toda la documentación de archivos coloniales
relativa a la sierra norte una sola referencia a este tipo de estructura .
Espinoza Soriano ( 1983 : 1, 19) nota con razón que , a diferencia tam-
bién del resto de la sierra ecuatoriana, los documentos coloniales y en parti-
cular los litigios sobre tierras no suelen aludir a los Incas cuando recuerdan el
pasado prehispánico. Las referencias , en efecto , son escasas y las que evocan
red is tribuciones de tierras por los Incas las sitúan en los alrededores de Quito
-en Pomasqui, Puritaco y los Chillos (Documento de 157 3 publicado por
Navarro 1941 : 166; según Monroy 1938: 219, citado por Espinoza Soriano
1983: 1, 284; Salomon 1978a: 241)-, pero no dentro del territorio Otavalo.
Por fin , un último hecho habla a favor de un leve impacto incaico y
de poca duración: es la ausencia de toponimia quechua a nivel del parcelario
del siglo XVI. Como lo hemos comprobado por el examen sistemático de las
fuentes tempranas , los campos en su totalidad llevan nombres autóctonos y
los escasos topónimos quechua se aplican a restos incaicos (pucarás) o a mar-
cadores geográficos de mayor importancia , como ríos y montañas (Caillavet
1983: 5-7).
Julien recuerda que para la sierra centro y sur andina (1982: 144 ), los
centros administrativos incaicos no sobrevivieron a la conquista española. Es
el caso también para Caranqui (Cieza 1553a: 389). La presencia de un tem-
plo del sol , con casa de ac/las, era obligatoria en los complejos incaicos para
introducir la nueva ideología religiosa; en este caso , debía ejercer un contra-
peso al centro religioso autóctono de Otavalo, situado a orillas del lago San
Pablo , que se revela constituir también un centro geográfico y político para
toda la etnia (Caillavet 1981 : 122-127). Pero mientras ya en 154 7 (Cieza,
ibid.) el templo inca de Caranqui está en total abandono, en cambio el sitio
aborigen de Otavalo conserva su papel preeminente , como lo muestra la opo-
sición de los indígenas a su abandono por orden de los españoles (reducción
de 1579; Caillavet, ibid: 112-113) y la supremacía y fuerte arraigamiento de
la religión aborigen , cuyas supervivencias se pueden apreciar hasta hoy día en
los cultos sincréticos que este sitio sigue albergando (Caillavet , ibid: 122-
124 ).

CONCLUSIONES

Los estudios más recientes sobre las formas concretas de la incaiza-


ción de los territorios conquistados optan por concluir la repetición de los

416 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - , C a i l l a v e t: Dominación incaica

mismos esquemas por parte de los Incas. Si bien para lograr su dominación
usan una combinación de elementos disuasivos (represión y diplomacia)
adaptada a cada caso (como lo vimos en este trabajo para el territorio Otava-
lo ). el segundo paso , o sea la integración del nuevo territorio al Tawantin-
suyu, se realiza gracias a las mismas etapas, en una progresión reg ular y repe-
titiva , a pesar de la diversidad de las etnias bajo control (Salomon 1978b :
967-968; Julien 1982: 141 ). Para apoyar su teoría . Salomon (1978b, ibid .)
establece una tipología de las etapas de incaización, al identificar tres terri-
torios de la sierra ecuatoriana alcanzados en época distinta por los Incas y
que , por lo tanto , ofrecen de norte a sur ( I o Pasto, 2° Otavalo-Quito.
3º Puruhá) una clara "estratigrafía" de la penetración incaica , más superfi-
cial cuanto más tardía . A nuestro parecer, esta teoría implica un postulado :
la existencia en tiempos incaicos de fronteras marcadas entre aquellos terri-
torios dominados diferencialmente. Y de allí la pregunta : esas delimitacio-
nes necesarias para el programa de integración progresiva, ¿las encontraron
los Incas separando ya a las etnias serranas?, ¿o las crearon para dividir la rea-
lidad etno-geográfica en unidades de forma y "medida" convenientes para
su propósito?
En el área que hemos considerado , una de nuestras conclusiones con-
sistía en revelar que las fronteras que separaban el territorio Otavalo , al norte
y al sur, de las etnias vecinas eran muy marcadas bajo la dominación incaica,
como si existiera de parte de los Incas una voluntad o necesidad no sólo de
controlar un territorio , sino de aislarlo y de atomizar las regiones bajo su
mando . Por lo tanto , la existencia que hemos comprobado de una separación
tajante , en particular al sur, con la zona de Quito (eje Guayllabamba-Guacha-
lá-El Quinche) no concuerda con la clasificación arriba señalada de Salomon
(1978b: 975-980) , que engloba ambos territorios de Otavalo y de Quito.
considerando como coetáneas y comparables su conquista y dominación por
los Incas ( 1978b: 969). Nosotros creemos, por el contrario, que los Incas ase-
guraron su dominio en Quito antes que más al norte : Cieza de León ( 1553a:
389) recuerda que los mitimaes afincados en el extremo norte del imperio. en
la fortaleza cercana a Tuza (límite norte del territorio Otavalo). tenían velei-
dades de retornar "al Cuzco o a Quito", o sea a bases ya firm emente incas. Y
esta posterioridad de la conquista del territorio Otavalo explica el menor gra-
do de dominación incaica , en comparación con el área quiteña, que resalta
del análisis precedente (4a. parte de este trabajo), en todos los campos, tanto
a nivel de imposición de mitimaes y de la reorganización administrativa de la
poblac ión como de la redistribución de las tierras y la recaudación de un tri-
buto por el Incario.
Nos preguntamos , por lo tanto , hasta qué punto estas demarcaciones
interétnicas fueron creaciones de los Incas. ¿Dan cuenta las etapas étni co-
territoriales de la incaización de la realidad autóctona preincaica? Interroga-
ciones obligadas ya que los primeros testimonios directos de los españoles
sólo remiten a la presencia incaica , la misma que deforma nuestro conocí-

No . 2, diciembre 1985 417


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

miento de las culturas autóctonas.


Salomon (1978b: 969-972) descarta una posible diversidad previa de
estas culturas locales para explicar las diferencias observadas bajo la domina-
ción incaica y sólo ve en ellas el fruto del grado variado de influencia inca. Si
bien reconocemos la uniformidad de las condiciones ecológicas (1978b:
970), en cambio consideramos que carecemos de datos sobre el sistema pre-
incaico de organización política, que pudiera presentar soluciones originales
. y variadas desde Pasto a Quito , las mismas que explicarían una táctica incaica
de dominación particular y adaptada a cada caso .
Notemos, primero, que estas fronteras tan marcadas al norte y sur de
Otavalo y que llegan a dibujar un círculo perfecto de pucarás (Plaza 1976 :
lámina 1) no parecían existir con tanta fuerza en época preincaica, por lo
menos a nivel económico y cultural. Las intensas relaciones económicas de la
etnia Otavalo con las etnias circundantes en todas las direcciones muestran
una gran fluidez , muy acentuada especialmente al norte, con los Pastos, gra-
cias al sistema institucionalizado de los colonos camayos (Salomon 1978b:
973 ; Caillavet 1979: 347-8). A nivel cultural , la frontera incaica del Guaylla-
bamba , que separa el territorio Otavalo del de Quito, parece algo artificial y
sin claro arraigamiento en una realidad anterior. No hay pruebas, por ejem-
plo , de la existencia de una lengua aborigen quiteña distinta a la de Otavalo
(mientras sí se diferencia la de Pasto con la de Otavalo ). El testimonio de
Cieza contrasta la lengua de "los de Carangue y Otabalo" con la de Panzaleo ,
al sur de Quito , pero no parece asociar a la población de Panzaleo con la del
área quiteña (Cieza 1553a: 392). Y a nivel de toponimia y antroponimia abo-
rígenes, la zona de Quito nos parece más cercana a la de Otavalo que a la de
Panzaleo, pero esto queda por estudiar sistemáticamente. Quizás por eso se
pueda explicar que los Otavalos, apenas se derrumbó la dominación inca, rea-
nudan sus luchas interétnicas tradicionales con las etnias circundantes al
oeste , norte y este (Lita , Atun Llata , Quijos), pero no con el sur ; es decir, el
área de Quito , culturalmente coherente:
"los·guamaraconas de Otabalo e Carambe (sic) e Cayambe e Chapi . . .
algunos dellos estan en frontera destas provincias y hordinariamente
tienen guerra con ellos la provincia de Atund Llata y la de Lita y la
de Quixo que confinan y estan a la raya dellos" (Doc. ya citado :
AGI/S Patronato 100, R.10, f. 41 v.).
A nuestro parecer, se puede concluir que la segmentación territorial
Pastos/Otavalo/Quito es en gran parte creación incaica, necesaria para reali-
zar una penetración por etapas, pero que no corresponde a un panorama
étnico autóctono.
Sin embargo, queda por comprender dentro de este esquema la orga-
nización política preincaica. Opinamos que no es lícito confiar en el análisis
de la terminología empleada por los cronistas, como lo han intentado Larraín
Barros (1980: 72-108) y Espinoza Soriano (1983: 77-92) , para conocer la

418 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Caillavet: Dominación incaica

realidad política autóctona: el que algunos cronistas haya n em pleado el tér-


mino de "sefíorío" o el de "reino". el de "nac ión ' ' o el de "provincia". e l de
pueblo o el de "asie nto;'. o viceversa, sólo refleja las preferencias léxicas ele
cada autor y la impropiedad de la terminología castellana para evocar la rea li-
dad americana . pero no se puede fundamentar a partir de este vocabulario
una disc usión antropológica.
De los datos discutidos en la segunda parte d e este trabajo. sobresale
el mod elo de una unidad política mucho más marcada para el territorio Ota-
valo que para el área de los Pastos o la de Quito. Queda b incógnita de saber
si ésta se debe a la iniciativa inca. completando así el esfuerzo d e clivi.s ión y
aislamiento de un territorio é tnico . Esta se ría entonces. a nu es tro parecer. la
úni ca modificación inca importante del sistema de organización autóctono .
Pero e n contra de es ta hipóte sis. not e mos que es ta unidad poi ítica so brevive
al derrumbe inca , bajo el dominio espaiiol. como si tuvi era al fin y al cabo
raíc es más profundas . En conclusión . pod e mos emitir una propuesta matiza-
da: a la llegada de los españoles . la intervención incaica sobre el extremo nor-
t e de l imperio se había limitado a reforzar la unidad política del territorio
Otavalo. ya ex istent e y fundada en particular e n la pree min encia de uncen-
tro religio so (el Otavalo pre hispánico) , creando para ello fronte ra s con los
grupos vecinos y apoyando la autoridad de l jefe é tnico supremo. Es lógico
suponer que esta táctica particular (distinta a la que eligieron los Incas para
el área d e Quito) era una resp ues ta adaptada al panorama original qu e pre-
sentaba la e tnia Otavalo en tiempos preincaicos .

Chanta! Caillavet
GRAL- CNRS
Université de Toulouse-le-Mirail
31058 Toulouse Cédex
Francia

No . 2, diciembre 1985 419


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

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No . 2, diciembre 1985 423


"Algún día todo se andará;'
Los movimientos étnicos en Charcas (siglo XVII)
Thierry Saignes

"Esto de 'Todo se andará', es un quento que


pasó en Potossi que es quando acotando a uno
y dando/e el verdugo siempre a un lado pidió
el acotado que no le diesen siempre alli en
aquel lado, y el verdugo le respondió 'todo se
andará'". la Paz, 5. VI.1613.

Encuesta del corregidor, acerca del rumor de


una sublevación general ind1'gena. (AGI Char·
cas 19)
El estudio de los levantamientos indígenas en el Perú se ha concentra-
do en los períodos iniciales y finales de la colonización hispánica . La resisten-
cia a la conquista europea culminó con el movimiento del Taqui-Ongo ( 1560-
1570) y se derrumbó con la caída del Estado neoinca. Mientras que el último
medio siglo virreinal estuvo sacudido por verdaderas guerras indias ( 1780-83),
revitalizadas durante las luchas civiles por la independencia ( 1809-1825 ). Du-
rante el período intermedio , consecutivo a la reorganización toledana y ante-
rior a la modernización borbónica, habría reinado una larga era de "pax colo-
nial" .
Esta visión se apoyaba hasta hace poco en la ausencia de testimonios

No . 2, diciembre 1985 425


Artículos, Notas y Documento s_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

escritos relativos a una violenta protesta andina contra el dominio hispánico


durante el siglo XVII. Actualmente se han descubierto algunos movimientos
locales. algo marginales, como las incursiones U rus de los años 1618, 163 2 y
1658, las rebeliones de Songo , en los Yungas de La Paz , y de los caciques de
Lima en 1660, en contra de los abusos coloniales. Ignoramos si estos brotes
aislados son los últimos resabios de la resistencia anterior o si más bien anun -
cian nuevos tipos de lucha. Por debajo de estos estallidos de violencia, cabe
preguntarse si el silencio de la documentación colonial no encubrió otras for-
mas de agitación autóctona , menos espectaculares, menos ruidosas , pero que
traducirían , sin embargo , la real permanencia de un rechazo, en este caso a la
sujeción a los colonos europeos y criollos instalados en los Andes.
Algunos indicios atestiguan justamente que , durante el último cuarto
del siglo XVI y el primero del siguiente , se gestaron en el sur andino (distrito
de la Audiencia de Charcas) una serie de alianzas inter-étnicas y de conjura-
ciones generales destinadas a poner fin a la propia existencia de los españoles.
Estas conspiraciones abortaron antes de estallar o degeneraron en revueltas
locales , fácilmente aplastadas. Sin embargo, por su contenido y por su im-
pacto , abren nuevas perspectivas sobre el siglo XVII , reputado como la edad
clásica de la colonización ibero-americana. En los Andes , este siglo se caracte-
rizó por intensos cambios demográficos (crisis de mortandad y migraciones
internas), por el auge de la economía minera y por la expansión de la hacien-
da, cuyos efectos no han sido todavía plenamente evaluados( 1). Así, el análi-
sis de los movimientos étnicos sufre una seria limitación por la ignorancia que
se tiene aún en relación a un doble contexto histórico : el siglo XVII america-
no y la sociedad sur-andina (entre Cusco y Tucumán).
A pesar de estas limitaciones, y a partir de algunos indicios escritos
dispersos entre los repositorios bolivianos ( Archivo Nacional de Bolivia, Su-
ere - en adelante ANB) y españoles (Archivo General de Indias, Sevilla - en
adelante AGI), pretendo cuestionar la naturaleza de esta agitación andina.
Revisando particularmente el sistema de alianzas, el papel de los líderes y sus
capacidades de autonomía. quiero indagar las aspiraciones de los moradores
sur-andinos un siglo después de Cajamarca.
l . las modalidades de la conquista en Charcas
Este espacio sur-andino, que corresponde al bloque aymara-parlante
del altiplano central con sus dos vertientes externas, abarca tres sub-conjun-
tos regionales alineados en largas franjas transversales entre el Pacífico y la
Amazonía. Al norte, el Collao incluye tres "señoríos" (chiefdoms) o "rei-
nos" (kingdoms) en la cuenca del Lago Titicaca (Colla , Lupaca, Pacasa), con
sus colonias asentadas en los valles occidentales y orientales. En el centro ,
desde los cocales del Alto Mamoré hasta los oasis del litoral oceánico , la
"confederación Charcas" asocia etnias prestigiosas (los Charcas , Cara caras ,
Quillacas, Carangas) o menos potentes (Yamparas. Chuis) . En el sur, entre el
Chaco y el desierto de Atacama , se extiende una vasta zona fronteriza , cuyas

426 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

poblaciones locales (Chichas, Lipes) , poco numerosas, sufren presiones por


parte de los grupos vecinos (Chiriguanos, Diaguitas).
Este vasto conjunto plurilingüístico y multiétnico ofrece distintos ni-
veles de segmentación social, geográfica y simbólica (llamados ayllus), muy
complejos y mal conocidos. Ignoramos también las modalidades de su inser-
ción en el Tawantinsuyu (mezcla de sometimientos y de resistencia armada),
indispensables para entender la actitud ulterior de los pueblos sur-andinos
frente a la colonización española.
La hazaña de Cajamarca (1532), las expediciones a las tierras perifé-
ricas del imperio y las guerras civiles del Perú, tan popularizadas por la histo-
riografía tradicional, encubren realidades algo distintas en cuanto se llega al
sur de Cusco, región conocida bajo su nombre inca de Collasuyo. Los ejérci-
tos que bajo el mando de los hermanos Pizarro cruzan el Collao y Charcas en
1538, topan con una verdadera resistencia armada que los pone en dificulta-
des (cerco de Cochabamba), aunque después de algunos combates logran im-
poner su voluntad a los "señoríos étnicos" de Charcas. Los confines meridio-
nales, entre Chaco , Tucumán y Atacama , permanecen , sin embargo, rebeldes,
sufriendo incluso los contragolpes de la invasión chiriguana; hasta comienzos
del siglo XVII, seguirán como auténticas "fronteras de guerra" .
Además, en medio de las luchas entre facciones españolas o entre
facciones incas (Paullu vs. Manco), se interponen rivalidades in ter-étnicas ,
cuyo alcance, difícil de determinar todavía, es en todo caso de primera im-
portancia.
Estas rivalidades parecen reactivar antiguas tensiones que oponían
entre sí a las unidades políticas (en sus distintos niveles de segmentación :
ayllus, "mitades" o sayas, markas o pueblos, señoríos), conflictos caracterís-
ticos del Horizonte Intermedio Tardío (señoríos regionales entre Tiahuanaco
y el Inca) que corresponden , según los cronistas, a la "edad de los guerreros".
Estas tensiones se han inscrito en las peripecias de la conquista (se impone
una nueva lectura de los cronistas en esa dirección) y han seguido también
desarrollos autónomos.
Cuatro breves menciones ilustran estos aspectos. En 1538, los Lupa-
cas, ayudados por los Incas rebeldes, atacan a sus vecinos Collas (hispanófi-
los), continuando así una muy antigua hostilidad(2). Después del descabeza-
miento Inca, ta_mbién los Caras y Canchis, vecinos del Cusco, estuvieron en
guerra con los pueblos de la orilla oriental (Omasuyos) del Titicaca, con los
Pacasa y con los Quiruas (habitantes de los valles de La Paz). Se ignoran los
motivos, pero resalta la dimensión de la diferenciación étnica. Este conflicto
plantea, además, el problema del destino de los mitimaes, miembros de estos
grupos enemigos que cohabitan en los valles orientales del Collao (testimonio
de don Pedro Condori, Huancané, 6. XII. 1583 , ANB E 1611 ).
Otro enfrentamiento concierne a la propia unidad étnica, oponiendo
las dos "mitades". La alusión es indirecta, pero significativa: el extracto de
una contabilidad toledana recuerda la multa aplicada al corregidor de Hatun-

No. 2, diciembre 1985 427


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

colla por haber encabezado un ataque de los Collas "de arriba" (urcusuyu) en
contra de los Collas orientales (umasuyu), signo de la vitalidad de las tensio-
nes segmentarías medio siglo después de Cajamarca ("Cuentas de la Visita
Ge.neral . . ." , 1575 , AGI, Contaduría 1785, f. l 72). Una última referencia
evoca la hostilidad tradicional entre Charcas y Carangas (" ... fueron siempre
continuos adversarios y de perpetuas guerras . .. " , D. de Mendoza , 1665 , p .
28) , revigorizada durante la organización toledana de la mita potosina. Así,
los Charcas acusaron a los Carangas de haberse beneficiado de un trato (infe-
rior número de trabajadores mineros , concesión de tierras en Cochabamba)
más favorable (Memorial de Charcas, 1582).
Por consiguiente , es necesario constatar el resurgimiento de estas riva-
lidades preincas que posiblemente fueran " congeladas" bajo la cobertura es-
tatal del Tawantinsuyu. Ellas se reactualizan con los pactos acordados por
ciertas etnías con los conquistadores españoles y luego con las autoridades
reales (funcionarios de la Audiencia de Charcas , creada en 1561) y han cier-
tamente influido sobre los cortes territoriales trazados por las nuevas institu-
ciones : repartimientos, corregimientos, reducciones , capitanías de mita , pa-
rroquias . Nos hacen falta , desgraciadamente , más detalles sobre estos enfren-
tamientos, que parecen constituir la trama misma del juego segmentario en
el sur andino . Aunque ignoramos su dinámica específica, que se puede rela-
cionar seguramente con ciclos de unificación/fragmentación propios de la
"dinámica tribal" analizada por J . Friedman , no podemos dudar, sin embar-
go , que dicho juego interfirió en las luchas anticoloniales.
Las rivalidades ínter-étnicas condicionan tanto la capacidad de enta-
blar y coordinar acciones propias como la posibilidad de expulsar a los in-
trusos españoles . Por otra parte , con motivo de la triple medida toledana
(" reducción" a pueblos de los autóctonos, monetarización del tributo , orga-
nización de las mitas indígenas a favor de las minas , ciudades y haciendas),
que busca debilitar el poder tanto de los encomenderos como de los " seño-
res" étnicos (mallku en aymara, kuraka en quechua), los españoles creen ha-
ber asentado definitivamente su dominio en los mismos Andes. Los movi-
mientos étnicos que se dan inmediatamente después de esta reorganización
del control colonial , obligan a desmentir semejante certidumbre , del mismo
modo que un pretendido consenso entre los distintos protagonistas étnicos y
sociales de los Andes hispánicos.

II. Conspiraciones étnicas: algunos casos de muestra ( 1580-1630)


Una información muy local, parca y elusiva, menciona los proyectos
insurreccionales que afectan el área entre Cusco y Potosí.
Las fallas en la coordinación y las medidas de cautela españolas (en-
cuestas, refuerzo de la vigilancia) bastaron en ese entonces para impedir a los
conspiradores indígenas pasar a la acción. Pero cuatro proyectos subversivos
bien avanzados ( uno acabó por estallar localmente) revelan , a pesar de su fra-

428 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

caso , las aspiraciones de la sociedad andina. Dos se desarrollan en el sur de


Charcas a fines del siglo XVL mientras los dos siguientes abarcan la cuenca
del Collao. En todos estos casos se busca el apoyo de grupos exteriores al
mundo andino ay mara parlante: chiriguanos , ingleses, chunchos.
1. Chuis y Chiriguanos
El primer caso implica a una etnía local , los Chuis , originarios del
valle de Cochabamba, transferidos por Huayna Capac sobre la frontera orien-
tal (contra los embates chiriguanos) y luego "reducidos" en el pueblo de
Mizque. En 1575, eran 227 tributarios , 1403 personas en total. Un esclavo
negro que pasó cuatro años de cautiverio entre los Chiriguanos del Guapay
(estimados en 1200 guerreros , miembros de 7 a 8 grupos locales), relata unos
años después los preparativos de una conjuración urdida entre estos dos gru-
pos, anteriormente enemistados. Los Chuis proveen a los Chiriguanos de pól-
vora, salitre , azufre, hachas , coronas y les informan de lo que pasa en el Perú.
Por dos veces y en vano, un millar de guerreros Chiriguanos vienen en
secreto por el río Mizque con el fin de matar a los españoles y ayudar a los
Chuis a fugarse. Ambos grupos se visitan mensualmente , "con el pretex to de
rescatar loros y esclavos", proporcionados por los Chiriguanos contra los bie-
nes enumerados antes , mientras la hija de un cacique chiriguano se casa con
un cacique de Mizque . Se prepara un refugio más al norte, en la vertiente
externa amazónica , pero tanto las vacilaciones surgidas entre los Cl:luis como
algunas diferencias que se plantean al interior de los Chiriguanos demoran la
ejecución del proyecto. El gobernador de Santa Cruz lo aplaza definitivame n-
te al diezmar y dispersar a los Chiriguanos del Guapay el mismo año de 1585
(AG/ Patronato 235r 8). Se ignoran los motivos que impulsaron a los Chuis
a alzarse y cuál fue el castigo que se les dio(3 ).
2. Potosi y los ingleses
Es un cura quien descubrió casualmente la segunda conspiración . ha-
cia 1583 . Recorriendo su parroquia de Tacobamba (cercana a Potosí) , sor-
prende en un campo raso una reunión de "indios armados" , en número supe-
rior a los tres mil , destinada a preparar una sublevación general con la ayuda
inglesa (" ... la causa porque se habian juntado era a tratar de al~arse con el ·
reyno y entregarle a los ingleses . .. "). Los corregidores de Arica y de Ataca-
ma interceptan también mensajes enviados por "los indios de Pacaj es y de
Potosí" a los navíos ingleses. Algunos caciques fueron convocados a La Plata
y castigados, mientras la vigilancia del litoral fue reforzada (Probanza del
Padre Diego de Tiezo , AGI, Charcas 87). La "infonnación de méritos" de
otro cura en el puesto de Atacama señala que se contaminaron los pozos de
agua para que "los dichos ingleses no se confederasen con los dichos indios"
(prob . del Padre B. de Betansos , AGI, Charcas 143). Mucho más tarde, el
cronista licenciado Pedro Ramírez del Aguila (ex cura de Tacobamba) confir-
ma la existencia de las cartas enviadas por los caciques "a nuestros hermanos
y amigos los señores Lutheranos" , representados en aquella época por el cor-

No . 2, diciembre 1985 429


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

sario Francis Drake (Noticias Políticas de Indias, 1639 ; Sucre , 1978: 133-
134) .
La comparación entre estos dos primeros proyectos subversivos, ocu-
rridos durante el mismo período , señala una fuerte diferencia de escala. Uno,
localista , asocia a dos grupos marginales con un número limitado (algunos
miles) de personas que se apoyan en una situación periférica, geográfica y po-
líticamente, del tipo frontera-refugio; el otro abarca a gran parte de los mora-
dores del Collao y de Charcas, quienes aprovechan sus viajes y encuentros en
Potosí para preparar un levantamiento general apoyado en la intervención
exterior de una de las tres mayores naciones de la época.
Los dos casos siguientes sintetizan esta doble modalidad : las conjuras
tramadas por las autoridades étnicas de las altas tierras centrales cuentan con
la intervención de los grupos marginales de la vertiente externa amazónica,
como los Yungas y los Chunchos del Alto Beni.
3. El rumor de los valles ( 1613)
En marzo de 1613 llega a los españoles de La Paz el rumor de un alza-
miento nativo previsto para el día de Corpus Christi. Múltiples testimonios
proporcionados por viajeros indígenas, pastores , viajeros comerciantes , reve-
lan el temor ante el peligro: "avia de aver guerra en toda la tierra".
Por ejemplo , una vecina de La Paz encuentra a un grupo de nativos
dirigiéndose con un rebaño (alpacas, ovejas) hacia los valles cercanos. Reco-
nociendo a uno de Tiahuanaco , le llama para comprarle una oveja. Este re-
chaza arguyendo que quiere guardarla a fin de intercambiarla contra comida
en los valles "hasta que se acaben las guerras" . Ante la sorpresa de la mujer,
el grupo explica :
"Señora, estos nuestros curacas son grandes vellacos que nos quieren
echar a perder a todos porque esta vamos quietos y ellos quieren ·gerra
(sic) con los españoles y los curacas de caquiabire , machaca, tiaguana-
co y viacha se han juntado y an tratado des ta gerra i ym biaron dos
yndios a los chun·c hos dandoles avizos della ... y querrian comenc;ar
para la semana santa porque los dos yndios no an buelto de los chun-
chos . .. y la an dexado para el dia de corpus y lo que le embiaron a
dezir fue que los chunchos saliessen por los yungas y que los dichos
curacas y su gente entrarian por la puna y todos a un tiempo en esta
ciudad y matarian los españoles ... que avian de ajuntar para ello a
quantos yndios pudiesen y que ellos no quisieren ayudarles les avian
de matar ... ".
Hecha esta advertencia , el grupo se escapa a los valles, sin dar mayo-
res detalles sobre los líderes de la subversión.
La encuesta revela otros casos de insubordinación y amenazas por
parte de autóctonos empleados en La Paz . La sublevación debía estallar si-
multáneamente en todas las ciudades del sur andino. Varios implicados (en
particular en los valles de Larecaja) reciben reprimendas y , el día de Corpus

430 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - ' - - - - - - - - - S a i g n e s: Movimientos étnicos

Christi, una revista de armas termina por atemorizar a los alzados. El corre-
gidor de La Paz ordena el silencio sobre todo este asunto (AGI, Charcas 19 ,
56 folios).
4. La revuelta de Songo
Diez años después del rumor que agitó el área paceña , estalla en la
vertiente amazónica cercana una revuelta local. Conocemos algo de la situa-
ción histórica de estos valles encajonados y cálidos, llamados yungas (como
sus habitantes), cuyas faldas descolgadas de los altos riscos de la Cordillera
Real se hunden directamente en las colinas boscosas del Alto Beni. Los Incas
habían asentado allí a mitmaqkuna, cuyo origen exacto ( ¿local o foráneo?)
ignoramos, con la tarea de cultivar la coca para los tambos imperiales. Des-
pués de la conquista, los moradores de los Yungas de Songo (nombre del valle
principal), así como los de los valles templados quiruas, fueron encomenda-
dos al famoso mariscal Alonso de Alvarado (asesinado en 1555), cuyos des-
cendientes y administradores , en desacuerdo sobre los frutos de la encomien-
da, dejaron una abundante documentación. En particular, una doble visita ,
destinada a determinar las cantidades de coca debidas, proporciona el núme-
ro de 219 tributarios en 1549 y 391 en 1569 (incluidos los familiares ascien-
den a 1636 personas, repartidas entre once pueblos). En 1573 , los 362 tribu-
tarios deben entregar 1615 cestos de coca. Con motivo de la demanda cre-
ciente de coca por parte de los centros urbanos y mineros, estos yungas fue-
ron invadidos por rescatadores indígenas , mestizos y españoles( 4 ). Es en este
contexto que:
" . . . el ano passado de 1623 a los primeros de Diziembre los Yndios
de songo se juntaron para tratar de alc;arse ... guiados de un yndio
que era gobernador de aquel pueblo . .. embiaron a llamar a otros
yndios de la puna que es donde se lleva la mita a potossi . .. y mata-
ron al teniente de corregidor y quantos españoles y mestizos . . . y al-
gunos yndios que eran amigos de españoles . . . cerraron los caminos
. .. se tuvo por cierto era convocación de toda la tierra ... y de secre-
to se prevenian todos los yndios de armas. para atacar La Paz/ y era
día señalado de Corpus Christi . .. " ("Relación del alzamiento de los
yndios de los pueblos de los yungas de la provincia de larecaxa y su
castigo ... escrita por unos de los soldados que fueron a la jornada
este año de 1624", AGI, Lima 152 3 folios impresos) .
Se deja notar la semejanza entre este alzamiento de los cultivadores
de coca, exasperados por los abusos del representante del corregidor y el ru-
mor de los valles que hizo temer en 1613 un levantamiento conjunto de los
habitantes altiplánicos y de los valles orientales para el día del Corpus Christi
(fecha simbólica que analizo más adelante). El cronista franciscano Diego de
Mendoza indica que la conjura de 1623 implicaba a los caciques de Songo
"con los de la provincia de Chucuito y otros comarcanos". Su meta era idén-
tica a la de 1613: matar a los españoles y luego refugiarse en el interior ama-

No. 2, diciembre 1985 431


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

zónico. Tres franciscanos (entre los cuales está Bemardino de Cárdenas , crio-
llo paceño y futuro obispo del Paraguay) sirvieron de embajadores para apa-
ciguar a los rebeldes y la expedición punitiva hizo ejecutar a seis caciques (in-
cluidos los gobernadores yungueños), exiliar a otros y perdonar al resto (D.
de Mendoza 1665:99-100).
Como los abusos locales no desaparecieron, estos mismos yungas se
vuelven el teatro de nuevos alzamientos , los mismos que se repiten con inter-
valos de veinte años: en 1644, los habitantes matan al representante del co-
rregidor, pero su cacique logra apaciguarlos; en 1662, es el cura local quien
calma los ánimos agitados. Pero en 1664, los rebeldes se vuelven tajantes :
matan a su cacique , a los españoles y buscan el apoyo de los "indios foraste-
ros" , de sus vecinos ( de Larecaja) y de los chunchos. Las divisiones internas
provocan desconcierto , lo que permite al cura de Songo conseguir su sumi-
sión (Relación ... , La Paz 4. IV. 1666 , AGI Charcas 732).
Entre los cuatro proyectos subversivos urdidos entre 1580 y 1625, el
de Songo es, pues, el único que logra desembocar en una acción violenta . La
rebelión duró casi un año y contó con las ventajas de una geografía atormen-
tada abierta sobre el refugio amazónico, con caminos casi inaccesibles , cum-
bres de más de 4,500 metros de altura perdidas en la neblina, barrancos verti-
ginosos cubiertos de bosque denso y humedad que imposibilita el uso de la
pólvora y los mosquetes. Pero la ayuda esperada de grupos vecinos (del Callao
o de los Chunchos) no parece haber llegado, lo que debió empujar a los rebel-
des a aceptar la mediación franciscana.
Inscribamos ahora, en un cuadro sinóptico, los rasgos principales de
estos cuatro movimientos antiespañoles :
Fechas 1580-85 158?-83 1613 1623-26
Grupo/ Area referidos Chuis Collao, Collao , Qui- Yungas de
Charcas ruas (Pacasa, Songo
Potosí Lupacas)
Alianzas Chiriguanos Ingleses Indios de Lupacas
Potosí- Chunchos
Chunchos
Líderes Etnicos + + + +
Proyecto: matar a fuga Entregar el fuga · fuga
los españoles Perú a los
ingleses
Ejecución del +
proyecto
Informantes Esclavo Curas Yanaconas, Misioneros,
negro mitayos, soldados
viajeros,
españoles

432 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

Los informantes son todos exteriores a la conspiración misma: en el


rumor de 1613 , gran parte de ellos son nativos que se contentan con repetir
lo que "se dice/se escucha"; en el primer caso, el testigo es exterior incluso a
ambos mundos (rebelde/español); en los demás casos se trata de los agentes
más eficientes del control colonial , los doctrineros o evangelizadores. De tal
modo que no nos llega en ningún momento la propia voz de los alzados.
El proyecto es idéntico : deshacerse de los amos hispánicos y fugar.
La fuga haría pensar que los conjurados no están seguro~ del éxito del primer
paso; en un solo caso -se trata de substituir a unos amos por otros (ingleses vs.
españoles): el primer caso y el último , las rebeliones de los Chuis y de los
Yungas, se limitan a un área marginal, mientras los conjurados de 1583 y de
1613 quieren acometer contra los principales centros coloniales del sur andi-
no (eje Cusco-Potosí).
Otros rasgos comunes muestran la difícil conexión entre la subleva-
ción interna y la ayuda exterior: los cuatro movimientos son dirigidos por
los propios caciques, pero requieren del concurso de aliados tan distintos
como "salvajes" amazónicos o piratas ingleses; una comunicación defectuosa
con estos provoca el fracaso, mientras el último alzamiento degenera en mera
"jacquerie" (revuelta campesina) localista.
Estas contradicciones obligan a interrogarse sobre el potencial insu-
rrecciona! efectivo del campesinado sur-andino.

fil. Alianzas, mediaciones, esperas

En el primer tercio del siglo XVII, un funcionario de la Audiencia de


Charcas señalaba la creencia indígena de que un día los españoles volverían a
tomar el camino del mar, abandonando los Andes. Esta simple aserción mues-
tra que un siglo después de la llegada de los españoles los autóctonos no han
perdido la esperanza de deshacerse de los conquistadores ibéricos. Los Ayllus
del Collao y de Charcas debieron aceptar servirlos, pero no se habían resigna-
do. ¿Cómo se manifiesta esta no-resignación? Utilizan, simultánea o consecu-
tivamente , la fuga (en el espacio real o imaginario), la resistencia pasiva, la
lucha jurídica o la conjura armada. Examinemos las opciones y las implicacio-
nes de este potencial contestatario.
Hay que ubicarlo como la prolongación directa de la agitación pre-to-
ledana del Taqui Ongo, que manifestó , en los Andes centrales, el despertar de
la religión tradicional (resurrección de las Wakas, casos de posesión individual
orientada hacia la predicación) en guerra contra la aculturación cristiana. La
agitación no pasó del estado de los preparativos armados, pero se apoyaba en
el foco rebelde neo-inca y habría ganado , pretendíase, el concurso de los Chi-
riguanos y de los Diaguitas de los confines meridionales(S). La represión de
este movimiento y de los siguientes adoptó la misma discreción (encuestas
secretas, arresto de los líderes) , en un esfuerzo por no propagar, ni localmen-

No . 2, diciembre 1985 433


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

te ni en la metrópoli, alarmas que cuestionaran el modo de explotación colo-


nial y la presencia hispánica en los Andes.
Esta voluntad de ensordecer cualquier protesta indígena puede expli-
car la parca documentación relativa al caso, así como la ausencia de las voces
capaces de expresarla. A pesar del debilitamiento y de la distorsión de estos
testimonios, el análisis comparativo de estos cuatro movimientos étnicos re-
vela algunas características fundamentales: la dimensión andina (reforzada
con alianzas externas), el papel de los mediadores étnicos y conductas dilato-
rias equívocas.

1. Superación de las rivalidades tradicionales y reajustes ideológicos


Los diferentes proyectos implican la superación de las rivalidades tra-
dicionales , tanto en el interior de las unidades andinas (oposiciones segmen-
tarias entre " mitades" o entre "señoríos") como con el exterior, con las
etnías selváticas (sólo los ingleses quedan fuera de estas antiguas hostilida-
des) . No sabemos si es más notable el concierto de las "naciones" aymara-
parlantes entre sí o la inteligencia política de los Chuis y de los Chiriguanos,
capaces de superar su viejo antagonismo fronterizo , en el cual se mezcla la
figura aborrecida del "salvaje" . Advertimos, sin embargo, que si los pueblos
del Collao cuentan también con la ayuda de sus antiguos enemigos, los Chun-
chos del Alto Beni no buscan , por lo contrario , la de los "bárbaros del inte-
rior"; es decir, la de los Urus del eje acuático , sublevados varias veces en 1618
y en 1632.
El eventual despliegue de nuevas alianzas internas dentro del mundo
aymara podría beneficiarse de los cultos pan-étnicos y de los movimientos
poblacionales post-toledanos. La ausencia de campañas extirpadoras de ido-
latrías en el sur andino hizo creer en la extinción progresiva de los cultos
autóctonos. Se debe descartar tal hipótesis. Raros indicios, diseminados en la
documentación (particularmente en las probanzas de los curas), evocan más
bien su persistencia, incluso su refuerzo con la dispersión de la población. Por
ejemplo, hacia 1575 , el cura de Toropalca (al sur de Potosí) descubrió en una
cumbre apartada una Waka (con un ídolo de cinco cabezas), atendida por un
hechicero, al que venían a consultar los ayllus de todo el sur andino. A estas
Wakas, a menudo ubicadas en los cerros y cuyo culto debe remitir a un hon-
do pasado pre-inca que ignoramos, se deben añadir los centros religiosos mix-
tos, nacidos de la tradición andina y de la aculturación católica. Los Santua-
rios Marianos de Copacabana y de Pucarani, en el Collao, arrastran enrome-
rías anuales a muchedumbres que vienen de todas partes entre Cusco y
Potosí. Otros santuarios menos conocidos, como los Cristos de Quillacas y de
Huari, atraen también a millares de peregrinos y son pretextos para la realiza-
ción de ferias importantes. Si añadimos el ausentismo indígena en sus pue-
blos de reducción y la dispersión consecutiva por los valles, las minas (ver las
catorce parroquias indígenas en Potosí) y las ciudades , es evidente que asisti-

434 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

mos a un reacomodamiento general, espacial y cultural , de los moradores


andinos, reacomodamiento que condiciona directamente su capacidad para
concretar nuevas solidaridades residenciales( 6 ).
Hace falta todavía conocer las circunstancias precisas que generaron
las conjuras (hambrunas, epidemias, coyunturas políticas o económicas). En
cambio , la documentación permite apreciar su programa y los preparativos
consecutivos. Más allá de los recursos materiales (armas, abastecimiento , etc.),
habría que preguntarse por la ideología que inspira semejantes movimientos:
¿remite a una tradición andina o expresa más bien valores de las nuevas rea-
lidades coloniales?
El domingo 5 de mayo de 1613 , los campesinos de Cohoni (valles
quimas cercanos a La Paz), reunidos en el cementerio, exclamaban:
"¿Qué arma tienen los biracochas sino arcabuces, lanc;:as y espadas
que no ofenden de lejos sino de cerca pero nosotros tenemos arcos
y flechas y guaracas (=hondas) que alcarn;an mucho?" (AGI, Charcas
19,f.l).
En 1624, los españoles juzgan imposible resistir a los flecheros de
Songo (D. de Mendoza 1665 : 106). Las armas son las de los antiguos guerre-
ros aymaras , de los honderos que ganaron su reputación bajo el Inca.
Los refugios , en cambio , apuntan hacia una doble perspectiva andina.
En Cohoni "los indios han hecho sus cuevas para esconderse y acarrear allá el
cocavi" (provisiones) ; y poseen también "sus guaridas en las faldas del Illima-
ni , como en el tiempo de los Incas" (AGI, Charcas 19 f. 8 y 1 ). El Illimani,
ese imponente macizo de 6500 m. de altura, es considerado por los morado-
res de los valles quimas y de Chuquiabo como una waka en donde estaría
enterrado un tesoro. La salvación, en este caso, está hacia arriba. Mientras los
del Collao, que deberían atrincherarse en el antiguo fuerte de Tiahuanaco ,
preveían además refugiarse donde los chunchos (id., f. 54 ). Estas alternativas
se ubican en la unión de dos espacios: el del ascenso hacia las cumbres para
reocupar los pucarás prehispánicos y el de la bajada hacia el piedemonte ama-
zónico , donde ya se instalan los fugitivos del sistema colonial. En aquella
época, varios Lupacas han pasado ya al Alto Beni , mientras algunos Omasu-
yos se han dirigido hacia la montaña de Ayopaya, cuyos autóctonos, anti-
guos y temidos enemigos, aparecen ahora como aliados prestigiosos, portado-
res de un futuro emancipador(7).
Este doble movimiento de retorno a la tradición prehispánica y de
proyección hacia un porvenir post-colonial caracteriza también la búsqueda
de una garantía mágico-religiosa , sensible en la agitación andina del siglo
XVII .
Es así que debemos enfatizar las fechas fijadas para las sublevaciones
de 1613 y de 1624: el Corpus Christi hace coincidir una fiesta católica con el
fin de un ciclo anual en el calendario ritual aymara . Por otra parte , en Songo
los alzados cuelgan los cadáveres de sus víctimas en los muros del cemente-

No . 2, diciembre 1985 435


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

rio, con los rostros hacia el sol, y luego los entierran "boca abajo, al rito de
sus supersticiones". Consultan también al chamán, quien les hace ver, en un
galpón del cementerio, la aparición de Santa Inés, "muy resplandeciente",
destinada a darles plena seguridad sobre su nueva lij:>ertad (D. de Mendoza
1665: 102-103).
Estos casos de sincretismo religioso utilizados con fines emancipado-
res reciben su plena confirmación con la aparición en los primeros años del
siglo XVII de brotes mesiánicos en la región central de Charcas (entre Potosí
y Chuquisaca). La probanza de un cura de Tacobamba incluye una demanda
obispal para encuestar sobre la muerte de un "indio llamado Miguel Acarapi
.. . que pretendía ser Jesucristo ... tomando con sus discípulos hierva achu-
ma" (cacto alucinógeno, llamado hoy San Pedro : Trichocereus Pachanoi);
lo mató otro indio de un cuchillazo por haber dicho que la "chicha era sangre
del Cristo" (La Plata , 21.6.1602 , probanza del P. F. de Mesa, ANB-E 1613-
19). Es, quizás, el mismo caso al cual alude, treinta años después, el cronista
Lic. P. Ramírez, otro ex cura de Tacobamba:
"un indio se hizo Cristo con sus doce apóstoles y muchas indias que
se habían puesto el nombre de Santas . . . y predicaban y tenían sus
juntas y el Cristo decía que era el redentor del mundo y otros dispa-
rates consecutivos a este".
Después de haber consultado a la Inquisición de Lima, "azotes y pe-
nitencias" apaciguaron el movimiento; luego el Cristo fue asesinado en cir-
cunstancias misteriosas (Noticias Políticas [ 1639 J 197 8: 13 5 ).
Este movimiento de Tacobamba no parece haber arrastrado a los na-
tivos a la lucha armada, pero el recurso simultáneo a los santos intercesores
del cristianismo y a los productos más andinos ( chicha, cacto alucinógeno)
revela la búsqueda individual o grupal de escapatorias místicas a la opresión
colonial.
Es posible ver, entonces, que una misma ideología andina -mezcla-
da a veces con elementos cristianos- puede impulsar acciones tan distintas
como los preparativos a la "guerra general" de 1613, los rituales propiciato-
rios durante la revuelta de Songo o las encarnaciones erísticas y neo-testa-
mentarias por parte de la secta de Tacobamba.
Estos aspectos formales, algo heteróclitos , son insuficientes para
determinar la naturaleza real de la protesta andina. A fin de deslindar mejor
la especificidad del proyecto insurrecciona! andino, conviene entonces anali-
zar la figura de los líderes conspiradores.

2. Los líderes de la conspiración


Al parecer, son las autoridades jerárquicas de los grupos nativos las
que preparan las sublevaciones. Hacia 1580, los principales jefes Chuis y Chi-
riguanos refuerzan su alianza con un matrimonio de los suyos. En 1583 , don
Juan Colque Guarachi, hatun kuraka de los Quillacas, antiguo "capitán de

436 . Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saígnes: Movimientos étnicos

guerra" del Virrey Toledo durante la campaña chiriguana de 1574, es sor-


prendido en medio de los facciosos. El rumor de 1613 designa a don Gabriel
Quispe, mallku de Caquiaviri (que fue la capital inca de los Pacasa) , como
uno de los inspiradores del levantamiento: se opone tajantemente a que los
tributarios de Tiahuanaco sigan cumpliendo sus mitas en la ciudad de La Paz
(AGI Charcas, 19, f. 22-24).
En Songo y en los Yungas vecinos, es el "cacique-gobernador", don
Gabriel Huaynaquile , ayudado por su cuñado don Gabriel Ayla , quien provo-
ca la revuelta. Se instala en la casa del corregidor y toma el título de Capac
("Potente") , sentándose en un trono. La represión no los perdona , pues sc;m
degollados con otros cuatro caciques el 4 de octubre de 1625 . a las once de
la noche (D . de Mendoza 1665 : 105-108).
Sin embargo, en el contexto colonial más de medio siglo después de
la conquista, ¿qué representan estos líderes para los ayllus andinos? Según
Waman Puma, los señores de casta y sangre habrían desaparecido , víctimas
de los conflictos del siglo XVI , y ahora los indios sufrirían el yugo de unos
caciques más preocupados de su enriquecimiento personal que de la defensa
de sus súbditos (Nueva Crónica . .. 1613: 762-770) . La actuación de los líde-
res encausados en los cuatro casos no corrobora semejante aseveración. Sus
figuras reales plantean, sin embargo , algunas incógnitas , y cabe interrogarse
sobre la trayectoria de los señores étnicos o naturales en el sur andino.
La respuesta varía según el área considerada. Con respecto al Collao ,
algunos testimonios indígenas revelan que los principales mallku de ambas
mitades (urcu y uma) fueron quemados por los Pizarra entre 1535 y 1538(8).
Los Lupacas lograron conservar su dinastía prestigiosa ; pero el poder de los
Caris quedó limitado por los corregidores y los decretos toledanos a la "mi-
tad superior" de la cabecera de Chucuito , perdiendo así la jurisdicción sobre
el total del conjunto étnico (ver T . Saignes y C. B. Loza 1984 ). En esta pers-
pectiva , ¿de dónde procede la autoridad de don Gabriel CusL el cacique de
Caquiaviri: de la herencia prehispánica o de un nombramiento colonial? Lo
ignoramos. Se puede recalcar, sin embargo , que este cacique ejercía aquel
año el cargo de "capitán de mita" y se esperaban mensajes de él desde Potosí.
Cualquiera que sea el origen del título del líder Pacasa , se puede sospechar
que los nuevos cargos regionales creados con motivo de la labor minera (capi-
tanía en 1573 , alcalde mayor en 1591) permitieron a sus titulares recobrar
algo de las antiguas funciones. Potosí, y ya no Cusco, representa el nuevo
polo económico y simbólico de la racionalidad andina. También se ignora el
origen del título de don Gabriel Huaynaquile : ¿transmisión patrilinear o in-
tervención de un corregidor? El restablecimiento de insignias prehispánicas
inclinaría a pensar en una herencia consanguínea. Hacen falta , por otra parte ,
elementos que permitan determinar la reacción de sus súbditos yungas frente
a la represión hispánica.
Más al sur, los grandes mallku de las "naciones guerreras" de Charcas
lograron mantenerse a la cabeza de sus señoríos frente a los embates de la

No. 2, diciembre 1985 437


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

"p rim era estructura colonial" ( encomiendas , corregimientos). Algunos apro-


vechan su papel de intermediarios indispensables durante la campaña chiri-
guana (envío de tropas, auxiliares, víveres y animales de carga) y la reorgani-
zación de la mita minera para negociar títulos y favores con el Virrey Toledo
(ver las probanzas de los "señores" yamparas, quillacas o carnearas) . Otros ,
como los mallku de Charcas, protestan contra la limitación de sus privilegios
(rebaja de gente de servicio) y el desmembramiento de su jurisdicción bajo el
asedio de los corregidores (ver el Memorial de Charcas, 1582 , AGI Charcas
45 , publicado parcialmen te por W. Espinoza S. 1969).
En aq uel contexto meridional , la figura de un Juan Calque Guarachi ,
implicadq en la junta subversiva de 1583 , cobra matices muy distintos según
el tipo de legitimidad que le atribuyen diferentes docum entos . Así, en una
petición de méritos formulada en 1575 , este líder se presenta como el suce-
sor del antiguo linaje de los mallku quillacas, reconocido por los Incas y por
los primeros gobernadores españoles (AGI Quito 30). Sin embargo, el cronis-
ta de Potosí Luis Capoche pinta un retrato muy distinto de este mismo diri-
gente mientras ejerce el cargo de "capitán de mita":
" Ha oído gramatica en el Colegio de la Compañía de Jesús y anda ves-
tido a nu es tro modo , con mucha seda. No se hallan bien con él los
indios, asi por el traje que para sustentarlo es menester robarlos, por-
que no es cacique, y también porque no entiende el estilo y usanza y
costumbres de su gobierno, ni trata a los indios con afabilidad. Die-
ronle este cargo por ser hijo de un indio paramucho y que había ser-
vido mucho a su Magestad". (Relación . . . de Potosí 1585; 1959 :
137).
Este severo retrato puede reflejar una hostilidad personal del empre-
sario minero en contra de un intermediario indígena. Intriga, sin embargo , la
aserción tan brutal: "no es cacique". El resto de su descripción tiende a apo-
yar ambas interpretaciones de su denuncia : sea por no saber gobernar, sea
por haber usurpado la función maximal. La probanza de 1575 muestra , no
obstante , que don Juan ha heredado el cargo , transmitido por lazos de san-
gre . Podríamos entender la acusación más bien como si Calque , por sus abu-
sos, se hubiera vuelto un mero cacique ladino y aprovechador al servicio de
la administración colonial.
Desconocemos, desgraciadamente , la "cara interna" de don Juan
Calque. Si la hostilidad de Capoche~ revelara fundamentada , la insubordi-
nación de 1585 podría traducir el deseo del líder quillaca de recobrar un real
prestigio o de buscar el fin de la tutela hispánica para reforzar su poder sobre
sus súbditos. El cura querellante afirma que este último fue convocado a La
Plata y amonestado (en este sentido, su envío a la frontera Chiriguana, para
acompañar a la expedición de 1585 , puede aparecer como una medida de ale-
jamiento). Podríamos apreciar mejor la postura del líder quillaca si conocié-

438 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - S a i g n e s: Movimientos étnicos

ramos la de los demás mallku sureños en el proyecto anglo-andino . La falta


de testimonios impide contrastarla.
Más trascendente es, a mi juicio, el cotejo de este último plan , algo
descabellado, con la actuación del mesías de Tacobamba. El mesías, de ori-
gen desconocido y -se puede imaginar- plebeyo , común , marcaría la verda-
dera ruptura con el proyecto de los señores andinos tanto en su modo de le-
gitimación como en su vía de liberación. El mesías propon \! un alejamiento
de este mundo de miseria y una salvación cristiana mediante la vía mística,
con estimulantes materiales andinos que significan ante todo una toma de
conciencia individual, fracciona! , fuera de los cultos colectivos propios de
los ayllus. Se debe enfatizar también que su área de prédica cubre una zona
inter-étnica (los valles entre Potosí y La Plata, en los confines de los territo-
rios Yampara y Caracara) que se está volviendo un foco importante de mi-
gración interna(9) .
Las figuras de los jefes de la rebelión andina son extrañas y difíciles
de interpretar. En la documentación sobre las agitaciones de 1583 y dt: 1613 ,
las autoridades nativas son simplemente mencionadas (excepto la personali-
dad tan contradictoria de Juan Calque Guarachi) y su actuación parece leja-
na y vaga.
De hecho , los únicos que intervienen con todo su peso son los caci-
ques yungas y lo pagan caro, pues son ejecutados. Pero aun en el caso yunga
podemos ver cambios fundamentales de actitud , durante el siglo XVII , de los
comuneros hacia sus autoridades: en 1624 , los habitantes de Songo son enca-
bezados por su cacique ; veinte años después, es el propio cacique el que los
convence de que depongan su rebeldía y los apacigua; otros veinte años más
tarde, matan al cacique disconforme , siguen a un líder nuevo con quien en-
tran luego en conflicto y a quien también matan (1666 , AGI Charcas 732).
De hecho, carecemos de la información mínima sobre las intenciones
y el grado de legitimidad de estas autoridades étnicas en las conspiraciones de
esta época. Ausentes de la documentación , los mallku andinos se quedan en
el trasfondo del escenario , vacilantes quizás y recelosos, como una vaga y
misteriosa amenaza que no logra concretizarse. Igualmente misteriosos apare-
cen los líderes "nuevos" -quizás más ilustrativos de los cambios en la socie-
dad andina- que fundan su poder en un chamanismo andino reorientado en
una forma cristiana y cuyo mensaje puede tener un eco en las capas más de-
sestructuradas de los Andes coloniales: migrantes y mestizos .
Como vemos, la figura de los líderes no ayuda tampoco a esclarecer
mejor las tentativas andinas por acabar con el dominio hispánico. ¿Cómo
apreciar el alcance y el grado de resolución de la sociedad andina para liberar-
se de la tutela colonial? Hace falta otro tipo de indicios.
Cuestionemos las tergiversaciones y los fallos de última hora: ¿debe-
mos atribuirlos a las dificultades prácticas de organización o a la falta de con-
sistencia real?

No. 2, diciembre 1985 439


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

3. "Algún dia todo se andará": Políticas de la espera


Medio siglo después de la reorganización toledana, el balance de la
agitación andina da, como hemos visto , un resultado muy mediocre. Tres su-
blevaciones abortan antes de estallar; la última revuelta queda aislada, apla-
cándose con la sola negociación franciscana . En el momento de pasar a la
acción , las "naciones" del Collao y de Charcas parecen quedar paralizadas.
¿Cómo interpretar esta incapacidad de realizar hic et nunc la insurrección
general?
Un punto común afecta a estos movimientos: la espera de una inter-
vención externa. El concurso anhelado sería decisivo para imponer la victo-
ria , como si el número y la fuerza guerrera de los ayllus no bastaran para aco-
meter contra un adversario poco numeroso y aislado en el grandioso escena-
rio andino . Pero estos aliados presentidos parecen tan lejanos y evanescentes.
Su respuesta tarda . A las fallas de la comunicación se mezclan los alivios de
la postergación.
En los dos primeros casos relatados, los contactos fueron reales . Los
Chuis se ·dirigieron a sus vecinos del piedemonte oriental : Chinguanos y
Yuracares. Los intensos intercambios no allanaron , sin embargo, las dudas
ni las reticencias, ya que por dos veces se perdió la oportunidad de matar al
poblador español tan vulnerable en sus chacras vallunas . En cuanto a los cor-
sarios ingleses, que podían brindar la ventajosa colaboración de otra nación
europea -Viracochas, pues, tan potentes como los españoles-, podemos ase-
gurar que no fueron creaciones fantasmales de los funcionarios charqueños
puesto que han sido encontrados algunos mensajes, pero el papel real que ju-
garon queda tan oscuro como el de los líderes nativos de la conspiración.
Los rumores de 1613 . son mucho más complejos. Implican varias
expectativas, fundadas , en su mayor parte, en iniciativas exteriores a los
ayllus andinos. Según "dos indios quiruas", se trata de una guerra social entre
los españoles: los " soldados" (sin pensión) se opondrían a los "vecinos" (no-
tables) paceños. Esta versión circula también en los yungas (AGI Charcas 19,
f. 2). Para un habitante de Callapa (Pacajes), en cambio, lo que va a ocurrir es
más bien una guerra racial, en la' cual están comprometidos los mestizos de
Potosí (id., f. 21 ); de hecho , se produjo un complot en Potosí, puesto que en
marzo de 1613 fueron ejecutados en la plaza pública varios implicados(l 0).
Según los hilacatas altiplánicos Uefes de ayllus), se trata de una espe-
ra en relación al fallo que debe pronunciar el tribunal de la Audiencia sobre
las quejas indígenas contra los abusos de los servicios personales: con este fin ,
el cacique Pacasa, don Gabriel Cusí, manda a sus súbditos suspender, entre
tanto , las mitas a La Paz (id., f. 22) ; de hecho , un nuevo repartimiento de los
contingentes locales afectados a la mita de Potosí estaba en preparación( 11 ).
Para otros, la conjura urdida por los caciques de altura sigue dependiendo de
la decisión de los Chunchos amazónicos, invitados a plegarse a la subleva-
ción (id., f. 53). Se nota, entonces , la compleja interpolación de elementos

440 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - S a i g n e s : Movimientos étnicos

tan distintos como las nuevas luchas civiles. el anuncio de reformas o la veni-
da de tropas "salvajes". Si estas declaraciones no son meras respuestas dilato-
rias, algo tortuosas, a las preguntas apremiantes de los encuestadores, están
poniendo en evidencia mucho más las secretas esperanzas de un prodigioso
trastorno del orden colonial que verdaderos preparativos para llevarlo a efecto.
Estas estrategias andinas de la espera reciben una clara confirmación
al contrastarlas con los sucesos de Songo : cansados de contar con un levanta-
miento general que nunca estalla. o con unos aliados que nunca llegan , un día
los moradores de Yungas matan a todos los extranjeros. rompen los puentes
y trancan los caminos. impidiendo así el acceso a los valles Esta ruptura de
las comunicaciones estaría indicando aquí una voluntad contra-aculturativa.
La toma de las insignias cusqueñas ( corona, trono) por el cacique gobernador
de Songo afirmaría una voluntad restauradora de la soberanía inca . Semejan-
te aspiración no aparece en los demás casos: las dos únicas alusiones que re-
cuerdan en 1583 y en 1613 "las libertades del tiempo del inca" son ante
todo convencionales y publicitarias. Si debiera producirse un retorno, lleva-
ría más bien al "tiempo de los Auca-runas" (guerreros pre-incas).
Los _ayllus altiplánicos esperan también un fallo administrativo a fa-
vor de sus distintas peticiones. En sus recursos presentados ante el tribunal
de la Audiencia de Charcas, ellos advierten que aceptan servir en las minas
de plata -"pues Potosí era chacra del Rey", quien les había rogado acudir a
ellas- , pero no a los propios españoles (AGI Charcas 19, f. 34 y 22) . Frente
a lo que parece ser el colmo de la explotación colonial, la sociedad andina no
cuestiona su papel de productora de la riqueza general y rechaza solamente
los abusos cometidos por los malos servidores de la Corona. Mediador univer-
sal , el Rey de España, "Emperador en sus reinos", es el buen protector de sus
súbditos americanos, quienes recurren a su Justicia (ver el epílogo de la Tra-
gedia de Atahuallpa en el folklore andino). Así debemos entender la inver-
sión emocional andina en los fallos judiciales que sorprendía tanto a las auto-
ridades españolas( 12).
Al mismo tiempo , las fechas elegidas en los planes de 1613 y de 1624
para atacar la ciudad de La Paz remiten a otro tipo de creencias , cataclísmi-
cas esta vez , del mundo andino(l 3 ). El Corpus Christi se festeja durante el
solsticio de invierno, cuando el sol inicia un nuevo ciclo en su recorrido celes-
te; es decir, durante un período transitorio cuando el cosmos, muy vulnera-
ble, puede caer en el caos. En el calendario aymara, la rebelión coincide con
este momento de confusión universal que generaría luego un nuevo orden
(pachacuti = "vuelta"). No se puede olvidar tampoco que la revuelta de Son-
go fue pacificada por el franciscano Bernardino de Cárdenas (15 79-1668 ),
inquieto criollo paceño, totalmente impregnado de esperanza jacomita : con-
fiados en unos próximos Pachacuti y Parousia mezclados, los ayllus se habían
desviado de una acción violenta( 14 ).
Es así que la protesta andina, enteramente volcada hacia la espera de
una hipotética intervención externa , se despliega en varios planos : políticos,

No . 2, diciembre 1985 441


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ideológicos y religiosos. Cuenta con disturbios civiles que pueden surgir entre
las capas dominantes o con la ayuda de salvajes y piratas. Cuenta también
con una posible intervención mediadora de la corona hispánica o con' un tras-
torno del orden cósmico. ¿Diríamos que la protesta andina se conjuga en el
subjuntivo futuro?

Conclusiones: sueños, cambios e integración

¿Cómo caracterizar el conjunto de estos movimientos contestatarios?


Reivindicaciones étnicas (expulsar a los españoles) y sociales (supri-
mir los servicios personales) y "furores campesinos" (en contra de los abusos
locales) se enmarañan de tal modo que no es posible aislar el uno del otro.
Notemos, primero, que el afán, aún tan tortuoso y mediatizado, de
recobrar la libertad por la fuerza deja vislumbrar una cierta salud , física y
moral, de la sociedad andina: un siglo después de los enfrentamientos con los
conquistadores españoles, esta última sigue sostenida por un deseo explícito
de poner fin a su presencia. No se puede hablar así de "alienación colonial" ,
ya que ella implicaría una sobre-adaptación a la situación opresiva (Henri
Favre).
Sin embargo, en su desarrollo cronológico la protesta andina revela
equívocos crecientes que se deben relacionar con la coyuntura global. En el
primer y último caso , la rebeldía Chui y Yunga responden a una situación de
marginalidad geográfica y étnica en circunstancias locales específicas : los
alzamientos no logran conectarse con una ayuda externa.
El proyecto anglo-andino de sublevación podría traducir un descon-
tento señoril frente a la modernización toledana del aprovechamiento colo-
nial. Pero tanto las figuras de estos " señores" andinos como las de los corsa-
rios anglicanos resultan -a los datos de hoy~ opacas, y no podríamos decir
si el com,plot fue más allá de algunas reuniones alborotadas y de algunos con-
tactos preliminares(l 5).
Las epidemias de fin de siglo y la inserción de los ayllus sur-andinos
en los mercados de trabajo y de bienes, urbanos y mineros, implican en am-
bos casos una fuerte movilidad espacial, social y étnica. Dicha inserción es
también el fruto de nuevas estrategias individuales y colectivas de acceso a
los recursos y al mercado , llevadas con ciertas ventajas, al menos en este pe-
ríodo (Saignes 1985). Es en este contexto muy fluido que el rumor de 1613
anticipa acontecimientos tan diversos como decretos oficiales sobre el servi-
cio personal, conflictos civiles y raciales en el estrato dominante, irrupciones
de "salvajes" en las fronteras o conflagraciones cósmicas.
De este modo , la doble espera de los ayllus andinos en mayo de 1613
aparece como contradictoria: por una parte cuenta con la desaparición cuasi
milagrosa (aniquilación por conflictos civiles o cataclismos) de los amos espa-
ñoles y criollos. Por otra, con una reforma de los excesos de la explotación
colonial (gracias a la fijación numérica de los contingentes indígenas afecta-

442 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ ____,_,aignes: Movimientos étnicos

dos por las mitas) , que ya no sería necesaria si se cumple esta desaparición .
Dicho de otro modo, los ayllus creen no tanto en el poder de sus armas y de
sus dioses, como en la mediación de las autoridades imperiales superiores
(Rey de España , Virrey del Perú).
Esta misma expectativa, algo fatalista , matizada de autocrítica exas-
perada , caracteriza no sólo a los campesinos de los v.alles paceños. Es un tema
recurrente en las "juntas y borracheras" de gran parte de la sociedad andina ,
como lo atestigua el cronista Lizárraga a fines del siglo XVI:
" ... y cuando estan borrachos entonces hablan nuestra lengua y se
preguntan ¿cuando los cristianos nos habemos de volver a nuestra
patria? Y ¿porqué no nos echan de la tierra? Pues son más que noso-
tros, y ¿cuando se ha de acabar el Ave María? que es decir cuando no
les habemos de compeler a venir a la doctrina" (Lizárraga 1968:96).
Esta impaciencia impotente , que se vuelve sobre sí misma como auto-
agresión a través del alcoholismo indígena, que parece ampliarse en la prime·
ra mitad del siglo XVII según algunos observadores eclesiásticos( 16 ), consti-
tuiría la tela de fondo de los movimientos nativos del período 1580-1630. En
1613, los españoles temían el asalto combinado de los pueblos confederados
contra la ciudad de La Paz y tomaron medidas preventivas. En 1624 temían
otro asalto , que tampoco se produjo: la revuelta yungueña no desembocó en
un levantamiento pan-andino. Habrá que esperar un siglo y medio y otras
condiciones para efectivizarlo.
Es quizás ésta la razón por la que estos movimientos étnicos queda-
ron tan amortiguados en la documentación colonial. Los españoles se habían
dado cuenta tanto de su carácter ambivalente como de su dialéctica de con-
tactos iniciales para una insurrección y luego de postergación en lo imagina-
rio andino. La "guerra general" no estallará.
La sociedad andina elige nuevos derroteros. El abandono de las re-
ducciones, por ejemplo. En menor parte , la fuga hacia los "infieles" de la
frontera oriental, desde los Chunchos del Alto Beni hasta los Chiriguanos del
Pilcomayo( 17). Más general es, sin embargo , la fuga hacia otras regiones andi-
nas, acompañada de un cambio de categoría social : ella permite constatar
una capacidad de iniciativa que no se puede restringir ya a la sola perspectiva
de la resistencia pasiva. Las nuevas formas contractuales de dependencia per-
sonal (yanaconas, marahaques, mitayos) y el estatuto migratorio (mitimaes,
/lactarunas, forasteros, arrenderos , peinadillos, arrieros) , así como la exten-
sión del mestizaje biológico y cultural (artesanos urbanos, miembros de las
parroquias de indios), manifiestan por parte de los ayllus tanto una orienta-
ción hacia soluciones individuales , a través de mezclas étnicas y desplaza-
mientos geográficos y sociales , como tácticas evasivas de los servicios colo-
niales.
Los grandes "señores" andinos, en cuanto a ellos, escogieron otras

No. 2 , diciembre 1985 443


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

formas de resistencia. Si ignoramos su grado de complicidad en el proyecto


anglo-andino de 1583 o en los tratos de 1613 y de 1623, conocemos mejor
la larga y obstinada lucha jurídica que entablaron con las autoridades colo-
niales. Tanto los "señores naturales", los mallku Charcas (memorial -de 15 82)
o los de Chucuito ( Saignes-Loza 1984 ), como los "caciques nuevos", el om-
nipresente litigante don Gabriel Fernández Guarachi de los Machacas (Paca-
jes) o don Fernando Airi Chinchi de Pocoata (Caracara), pleitearon incansa-
blemente. Multiplican los recursos a fin de promover títulos y privilegios,
reducir las cargas impositivas (tasas, mitas) o hacer reconocer su plena cali-
dad de intermediarios entre el mundo colonial y la sociedad andina. Resulta ,
sin embargo, difícil calificar esta resistencia, ya que no siempre es posible se-
parar la defensa de la reproducción comunitaria de un frío proyecto de ascen-
so individual , que podría acompañarse de una mayor explotación interna de
los ayllus. Las próximas investigaciones deberían establecer en qué sentido y
en qué medida la "opresión" (tiranía) de los caciques, cliché de la literatura
colonial, ha pesado sobre los reajustes socio-étnicos del siglo XVII.
Resultan también significativos de aquellos reajustes los brotes mesiá-
nicos nítidos en la prédica del Cristo de Tacobamba o en las fechas de las
insurrecciones proyectadas en 1613 y 1624. Dichos brotes aparecen como
tentativas locales, esporádicas y sin éxito visible, de proponer soluciones hí-
bridas en base a convicciones individuales y sectarias que combinan la efica-
cia del mensaje erístico con formas rituales andinas.
El movimiento de marginación de los ayllus en provecho de nuevas
formas de sociabilidad (cofradías, barrios, compadrazgo) más individuales y
flexibles le conferiría a la praxis del siglo XVII su singularidad histórica. Las
grandes rebeliones del siglo no son tanto las nativas (aunque no faltan inten-
ciones y preparativos, como lo hemos visto), como las' mestizas. Esta agita-
ción mestiza implica áreas distintas de fuerte inter-etnicidad: los valles (como
Larecaja o Cochabamba), las zonas urbanas y mineras (La Paz, Potosí) o mix-
tas, como el alzamiento de Puno-Laicacota, que desembocó en la creación de
una "republiqueta libre mestiza" durante diez años( 18). Así, el personaje
principal del siglo XVII, el gran ausente de la historia andina, es también el
mestizo.
Un último punto. Los mensajes de 1583 y los rumores de 1613 ponen
en evidencia la existencia de una gigantesca red de comunicación interna en
los Andes coloniales, red que integra tanto los antiguos circuitos ecológicos
como los nuevos itinerarios mercantiles. Por las rutas de la mita, los caminos
de los valles o las pistas de arriería hacia la costa, entrecortados por mercados
rurales animados al ritmo festivo del calendario agrario-religioso y de las cara-
vanas (migran tes, rebaños), se está generando un espacio común de encuentro
(organizado en la edad pre-inca en el marco de las guerras y peleas rituales) y
de transmisión oral. Este espacio va reuniendo grupos de diferente pertenen-
cia (étnica, geográfica, lingüística) y condición (mitayo, pastores, hilacatas,
yanaconas). La anécdota del verdugo potosino respondiendo al ajusticiado

444 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

que debido al castigo tendrá la piel enteramente lacerada ("Todo se andará" ),


llega hasta las orillas del Titicaca , como si esa respuesta anodina y circunstan-
cial encubriese alguna secreta clave destinada al solo mundo nativo . . .
Es en este contexto de una extraordinaria movilidad social y espacial
-el verdadero dinamismo cultural de este siglo sensible en la expresión artís-
tica del genio andino- que se juegan las esperanzas emancipadoras de la so-
ciedad indígena . Sus vanos preparativos en este período -bisagra de los años
1600- revelan así el carácter esperanzado e ilusorio de la protesta andina.
¿Cómo entender, si no , la propagación inflamada por los pueblos sur-andinos
de la proclama liberadora - "Todo se andará" -, verdadero lema incantatorio ,
pronunciado por el propio verdugo de Potosí, máximo símbolo del dominio
colonial?

Thierry Saignes(l 9)
15, rue des Abbesses
75018 París
Francia

No. 2, diciembre 1985 445


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

NOTAS

(1) Muy recientemente están siendo publicados artículos que enjuician los procesos so-
cio-demográficos del siglo XVII andino . Ver,en particular, los trabajos de C. Sempat
Assadourian (1982, cap. 6) y N. Sánchez-Albornoz (1982 y i 983). Pero hace falta
una verdadera historia rural.
(2) Ver el antagonismo entre los Caris y Zapana en Cieza de León, La Clónica del Peru,
1550, cap. C. El asedio lupaca-inca en E. Guillén, "El Imperio del T~wantinsuyu. El
ejército inca", Historia General del Ejército Peruano, Lima,1980, tomo 2.
(3) El examen de la evolución demográfica por estos años ofrece una primera explica-
ción a la voluntad chui de huir de las exacciones coloniales. En agosto de 1584, el
corregidor de Mizque cuenta la población indígena y descubre que los 373 tributa-
rios de 1573 han bajado a 185: 114 han muerto sea en el propio pueblo de Mizque,
en la ciudad de La Plata (con ocasión de los servicios personales) o en la campaña
militar oficial en la cordillera chiriguana; otros 28 "son huidos que no se pueden
hallar aunque son buscados" (Archivo Histórico Municipal de Cochabamba, serie
Padrones, legajo 1, 15 80-161 7). En diez años, la población masculina adulta ha dis-
minuido a la mitad. Semejante caída (todavía no estallaron las grandes epidemias de
los años 1587-1595) puede atribuirse al efecto disruptivo de la reducción y de los
servicios forzosos, particularmente penosos en un asentamiento fronterizo. Se en-
tendería el afán emancipador Chui, quienes contaban con el socorro de los chirigua-
nos vecinos para buscar una zona de refugio en la montaña amazónica.

(4) Ver los estudios de Jürgen Golte, "Algunas consideraciones acerca de la producción
de la coca en el estado inca", Verhandlungen ... , Stuttgart, 1979, tomo 2; fohn V.
Murra, "El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las
sociedades andinas", en Visita de Huánuco, 1972; Ruggiero Romano y Genevieve
Tranchand, "Una encomienda coquera en los Yungas de La Paz", Hisla, No. 1,
Lima, 1983.
(5) Ver los estudios de Luis Millones, "Un movimiento nativista del siglo XVI: el Taki
Onqoy", Revista Peruana de Cultura, No. 3, Lima, 1963; Pierre Duviols, La Lutte
contre les religions autochtones du Pérou colonial, París-Lima, 1971; Nathan
Wachtel, La vision des vaincus, París, 1971; Steve Stern, "El Taki Onqoy y ~a socie-
dad andina", Allpanchis, No. 19, Cusco, 1982.

446 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

(6) Un primer acercamiento en T. Saignes, "Las etnías de Charcas frente al sistema co-
lonial (siglo XVII)", en dos partes: una, "Ausentismo y fugas en el debate sobre la
mano de obra indígena, 1595-1665", en JAS, Koln, 1984 ; y la segunda, "Caciques
y migrantes", presentada al Simposio "Campesinado y Mercado" (Sucre , julio
1983), por publicarse en Cochabamba (1986).

(7) Sobre los Lupacas, ver la "Breve relación .. . " del P. Ayanz (1596) en el P. Vargas
Ugarte (1951, p . 56-57) y el P. Lizárraga (hacia 1600) en la BAE, 1968, p. 137 .
Sobre Pucarani (Pacajes/Omasuyu) ver la "Relación y advertimiento . .. "del P. de
Alcayaga (1612) , manuscrito del Archivo del Duque del Infantado, vol. 38 de Mon-
tesclaros, doc. 6.
(8) Los caciques pacasas son quemados en el tambo de Pucarani, los caciques collas de-
saparecen en las luchas internas que siguen tras los sucesos de Cajamarca ; ver T.
Saignes, "Caciques y Migrantes" (referencia en nota 6).
(9) Taco bamba y Potobamba, ubicados entre Potosí y La Plata (Sucre), conforman dos
reducciones multi-étnicas donde residen familias caracaras, visisas y quillacas . La
región sufrió los estragos de las epidemias de 1587-90 ("pasamos mucho trabajo en
suplir los tributarios vivos por los tributarios muertos . .. arrendando algunos peda-
yOS de tierra ... a indios extranjeros ... "), lo que provoca la presencia de foraste-
ros (Carta de los caciques, l 589, AGI Buenos Aires , XIII, XVII-1-8). Fugas hacia la
frontera chiriguana y mestizaje caracterizan también esta área, bien ubicada sobre
el camino real.
(l O) Ver la carta del l.IV .1613 de la Audiencia de Charcas al virrey peruano , ANB Car-
tas 1188. En el proye cto se preveía "libertar a los indios de tasas y servicios perso-
nales" (Carta del corregidor de Potosí, 14.II.1613 , AGI Charcas 88; citado por Cres-
po 1961: 38)_.
(11) Un repartimiento del virrey M. de Montesclaros ( 1.IX.1613) habría rebajado ciertos
contingentes regionales; ver T. Saignes, "Notes on the Regional Contribution to thc
Mita in Potosí in the Early Seventeenth Century", in Bulletin of Latín American
Research (Oxford, 1985).
(12) "Tienen tanta naturaleza y afición estos naturales a pleitos y a papeles , y les era
esto tan perjudicial para las vidas y haciendas .. . porque en seguimiento de cual-
quier pleitecillo iban y venian del repartimiento a las audiencias en cuyo distrito
caian hormigueros de ellos .. . e iban tan contentos con un papel, aunque fuesen
condenados, como si salieran con el pleito", F. de Toledo , " Memorial ... " (1581 ),
publicado por L. Hanke , Los virreyes españoles .. . , Perú 1, Madrid, BAE, tomo
CCLXXX, 1978, p. 140.
(13) La fecha del Corpus Christi está indicada también en otro proyecto de sublevación
indígena en Potosí , sobre el cual poseemos la única alusión en una carta del Presi-
dente de la Audiencia de Charcas:
" ... el dia pasado del Corpus en la ocasión de un papel que una noche se hallo
en la plaza desta ciudad en que se daba aviso como los yndios desta villa tenían
tratado de se alyar aquel dia y los de sus parrochias y que es la de San Sebastian
se hallarian muchas armas . . . no hicimos caso dello como no se hallaron armas
ni cosa de los que el papel decia ni se sintio otro ningun rumor . .. " (Potosí , 16.
III . 1604, ANB Cartas 886). Aquí también meros rumores que expresan alguna
vaga esperanza de liberación andma.

No . 2, diciembre 1985 447


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(14) Esta esperanza milenarista impregna su "Memorial y relación de cosas muy graves y
muy importantes al remedio y aumento del Reino del Perú . . . " (hacia 1632),
Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 3198.
(15) P. Ramírez del Aguila señala otros casos de alborotos indígenas en Potosí a comien-
zos del siglo (1639; 1978: 134-135).
(16) B. de Cárdenas se refiere extensamente a las borracheras como causa de la sobre-
mortalidad indígena (ver nota 14), lo mismo Ramírez del A. (1978: 38, 123, 129 y
131).
(17) Ver T. Saignes, "El piedemonte amazónico de los Andes meridionales ... " , Boletín
del Instituto Francés de Estudios Andinos, X, 3-4: 141-176, Lima, 1981.
(18) B. de Cárdenas (ver nota 14), señala a numerosos mestizos en Larecaja y en Cocha-
bamba; ver también Ramírez del A. (1978 : 123 y 131). Un análisis en Antonio
Acosta, "Conflictos sociales y políticos en el sur peruano (Puno, La Paz, Laicacota
1660-1668)", Primeras Jornadas de Andalucía y América, La Rábida, 1981.
(19) Agradezco a Verónica Cereceda por su lectura cuidadosa de esta versión castellana ;
los errores de fondo siguen siendo de mi sola responsabilidad (La Paz-Sucre, agosto
de 1985).

448 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Saignes: Movimientos étnicos

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No. 2, diciembre 1985 449


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450 Revista Andina, año 3


Violencia cotidiana de los naturales de
Ouispicanchis, Canas y Canchis en el si·glo XVIII
Ward A. Stavig

En los últimos años existe una preocupación creciente por el proble-


ma de la violencia en la sierra del Perú. Desgraciadamente, hasta la muerte de
un grupo de periodistas no llamó la atención de mucha gente este fenómeno
de la violencia en la cual aún viven muchos de los campesinos: la violencia de
una economía que mantiene hambre y pobreza , la violencia ideológica que
mata a campesinos con el rótulo de "ayudarlos" y la violencia cotidiana, que
viene a ser parte de su articulación con la sociedad regional y nacional (y al-
gunas veces internacional) y de su propia cultura.
Hace doscientos años, en la década del ochenta del siglo XVIII, la
gente también estaba preocupada por la violencia en la sierra. Igualmente ,
algunos historiadores de la Colonia han prestado mucha atención tanto a la
mita de Potosí como a los repartimientos de los corregidores. En este senti-
do , e_l pasado se asemeja al presente. Se conocía las causas estructurales que
relacionaban a los campesinos con el resto del mundo, pero, al igual que en el
presente, se sabía poco acerca de la violencia que se engendró entre los pue-
blos indígenas y qué opinión tenían ellos de la misma. Sin duda, mucha de la
violencia cotidiana padecida por los naturales de Quispicanchis, Canas y Can-
chis (en la época colonial este territorio incluyó parte de Acomayo y Espi-

No. 2, diciembre 1985 451


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

nar)( *) a fines del siglo XVII y en el XVIII, período que será objeto de este
análisis, provino de la articulación con la sociedad colonial fuera de sus co-
munidades. Trataré esta violencia cuando afecte directamente a los indios ,
pero no voy a analizar aquí "El Sistema Colonial" , donde existía la violencia.
Voy a analizar más la violencia que se originó en su propia cultura (sabiendo
que es imposible separar al pueblo de la sociedad y que uno puede hablar úni-
camente de diferentes grados de articulación) y sugeriré maneras en que la
percepción de varios tipos de violencia local por los naturales pueda , tal vez ,
modificar nuestra percepción del impacto de la sociedad colonial sobre las
comunidades indígenas.
Estudiar la violencia cotidiana que afectaba a los naturales nos permi-
tirá profundizar nuestro entendimiento del pueblo y sus problemas desde un
punto de vista más cercano a su realidad, y espero que nos posibilite enten-
derlos más , como los entendieron ellos mismos(** ). El problema de analizar
un sistema desde arriba es que a veces aprendemos mucho del sistema , pero
poco de la gente que vivió bajo el mismo. Hay que tener cuidado de no pen-
sar que los sucesos que uno analiza desde arriba eran percibidos de la misma
manera por los que tuvieron sus pies en la tierra. Por ejemplo, si una econo-
mía está en crisis, podemos comprender que haya más gente desesperada y
que a veces lleguen a robar ; pero si nos roban, ¿en qué pensamos más : en la
crisis o en el robo? , ¿y la respuesta de la mayoría de la gente cuál será: recla-
mar contra el sistema o contra el crimen? Para ser más claro , si Ud. es origi-
nario de Layo, Canas y Canchis y vive bajo un sistema que demanda mucho ,
donde hay hacendados con tierras que tal vez eran del pueblo en el pasado , y
los indios de la comunidad contigua, Langui , entran en sus tierras por la fuer-
za, sembrando y cosechando, ¿de quién se va a quejar : de las demandas y los
hacendados, que son parte de una sociedad colonial que está presionando a
todas las comunidades , o de los naturales de Langui que han tomado su tie-
rra? Probablemente se quejaría de los dos, pero sin duda reclamaría contra
los de Langui y probablemente no iba a tener un buen concepto de ellos.
Este es sólo un ejemplo de la manera en que estaban divididas las comunida-
des indígenas. También existían tensiones entre familias, entre ayllus, entre
originarios y forasteros y entre los kurakas y tributarios , sin mencionar otras .

(*) Uso términos que se emplearon en esa época, como naturales, indios y cholos, por-
que es importante entender algunas de las violencias.
(**) De ninguna manera estoy sugiriendo que se pueda hablar de " una cultura indígena"
fuera de cosas muy generales. Gran parte de mi argumento trata de demostrar casi lo
contrario, y cuando hablo de la cultura indígena, no estoy hablando de la cultura
que encontraron los conquistadores, sino de la cultura que había evolucionado du-
rante la época que estoy estudiando. Una sociedad que, por ejemplo, había mezcla-
do la cristiandad con las creencias indígenas, pero que tuvo ideas concretas sobre la
conducta honorable de un cura católico.

452 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Stavig: Violencia

En el proceso de comprender estos conflictos locales y cotidianos vamos a


entender mejor una de las razones por las que a veces no vemos mucha cohe-
sión en y entre las comunidades indígenas. Entre otras cosas, estas divisiones
ayudaron al Gobierno a controlar sin usar más fuerza directa o gastar más
recursos en el ejército colonial para gobernar, así como también probable-
mente impidieron más sublevaciones y fueron factor de derrota en otras. El
mundo andino era (y es) un mundo muy complejo. No podemos pensar úni-
camente en divisiones y conflictos entre europeos y naturales si queremos
entenderlo.
Para tratar de comprender este mundo , tenemos que percibirlo con
vivencias similares a las de los naturales , lo que no es cosa fácil, como pode-
mos verlo analizando hechos personales como el sexo. Como seres humanos,
probablemente compartimos muchos sentimientos y deseos con los naturales
del siglo XVIII en el valle del río Vilcanota, pero no necesariamente de la
misma manera. Por ejemplo, en los pocos casos de violaciones que encontré
en comunidades indígenas, vemos algo interesante: cuando una muchacha
fue violada , usaron la palabra "violación" para describir el crimen, pero cuan-
do la violada fue una mujer casada, el término empleado fue "adulterio for-
zado" . ¡,Cuál es la diferencia : el usar "adulterio" significa que percibieron el
hecho como crimen contra el marido, o que culparon a la mujer por la viola-
ción , o era únicamente una manera de diferenciar el estado civil, como si éste
representara una graduación menor de la ofensa?
Al hablar de violencia en la sierra sur del Perú en el siglo XVIII, no
quiero plantear la idea de una ola de violencia en las comunidades. Podemos
observar el aumento de algunos problemas, como los que se refieren a los ku-
rakas, pero nunca vamos a saber totalmente sobre este asunto u otros en la
región de Quispicanchis, Canas y Canchis por dos razones: primero, porque
muchos documentos han sido destruidos, imposibilitando toda continuidad
en el tiempo y el espacio en esas provincias, y segundo , porque los españoles
delegaron en las comunidades indígenas ciertas responsabilidades para gober-
narse , y este sistema no produjo documentos a través de los cuales los histo-
riadores puedan indagar. Esto hace que cualquier análisis de esa realidad sea
un estudio desde arriba, que no nos permite acercarnos más a la vida de los
naturales. En los archivos del Cusco sólo encontré datos de 43 asesinatos(*)
en un lapso de más de un siglo . Estoy seguro que esta cifra no representa la
totalidad de muertes violentas. Muchos documentos han desaparecido y pro-
bablemente hubo situaciones en las que las comunidades o familias decidie-
ron no informar a las autoridades o éstas no escribieron informes. Sin embar-
go, en los pueblos donde sí existe documentación , como en Sicuani después

(*) Sin duda las cifras cambiarán cuando revise todos mis datos del Cusca y otros ar-
chivos. Aquí no se incluye ejecuciones ni, obviamente , muertes por la rebelión de
Tupa Amaru .

No . 2, diciembre 1985 453


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

de la rebelión de Tupa Amaru , el nivel de violencia no alcanzó connotaciones


diferentes y no he encontrado documentos en donde los naturales o los euro-
peos hablen de un alto grado de violencia.
Quispicanchis, Canas y Canchis son notorios por ser la cuna de la su-
blevación más importante del siglo XVIII, pero esta insurrección fue poco
usual dado que no hubo muchas otras y las que he encontrado no desborda-
ron los linderos de su doctrina de origen. Estos motines, como el de Tinta,
tuvieron raíces en problemas profundos: disputas sobre tributos y servicios o
con representantes del Gobierno -local o virreinal- fueron importantes cau-
sas. Pero al contrario de la de Tupa Amaru, estas sublevaciones no fueron
bien planificadas. El detonante fue generalmente un suceso que turbó a la
gente , llevándola a emprender acciones más o menos espontáneas, algunas
veces bajo efectos del alcohol( l ). Hay tan pocos motines que no podemos
hablar' de ellos como sucesos cotidianos, pero tampoco estuvieron aislados de
la vida de todos los días. Al contrario, generalmente fueron el resultado de
una larga experiencia de abusos y estuvieron provocados por un impulso in-
mediato. Después de un acto de violencia o una amenaza de violencia, la vida
continuaba como si nada hubiera pasadQ, pero la experiencia a veces quedó
grabada en la mente de los que la provocaron. Vamos a analizar tres casos
que muestran algunos de esos puntos.
Tal vez el motín al que estamos más acostumbrados es el que sucedió
en Cusipata, Quispicanchis, en 1774. Un cobrador mestizo de mala fama mal-
trató a un cacique llamado don Lucas Poma Inga, quien era muy popular en-
tre sus indios y lós españoles. Lo encerró en el troje y después un médico y
un escribano testificaron que el cacique estaba "muy maltratado en todo el
cuerpo, la cab~za, estómago y vientre por los golpes, espolazos y palos". De-
sesperados y temiendo por la vida de su cacique, los indios pidieron ayuda al
cura, pero éste les dijo que don Carlos Ochoa, el cobrador, era "muy ternera- _
rio y que no podía entremeterse con él". Cerca de cien indios del ayllu perte-
necientes al cacique se reunieron y , según un testigo,
"habían entrado en consulta todos sus indios de su ayllu para sacarlo
del dicho cobrador por lo mucho que lo querían su cacique, entraron
en la casa del cobrador y lo ejecutaron, todos aquellos indios que lo
querían al dicho don Lucas por haberlo maltratado a éste , dicho co-
brador con ignominia(2)".
El cura no trató de prevenir el suceso y después cuidó al cacique en la
iglesia. Parece que nadie fue castigado por esta acción. Los muchos .abusos le
dieron mala reputación al cobrador; ni siquiera el cura trató de defender a
este mestizo. Aquí se desarrolló una situación en que una acción brutal con-
tra una persona popular quebró las normas de sumisión a la autoridad. El co-
brador había rebasado los límites, pero su ajusticiamiento no fue una rebe-
lión contra el sistema o los españoles. Al contrario, los españoles testificaron
por la comunidad. El acto de rebeldía fue contra un cobrador rriestizo que

454 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Stavig: Violencia

abusó demasiado de una comunidad. Después de la noche de violencia, el


ayllu retomó su cauce.
Menos conocidos son motines como el de Coporaque, en 1768, que
parece más espontáneo y tal vez no tan justificado. Los indios se alzaron con-
tra el nombramiento de un cacique interino. Parece ser que su cacique , quien
había abandonado su posición y se ausentó de su ay!lu . volvió a Coporaque y
compró una botija de aguardiente para la gente. Estaban bebiendo el aguar-
diente y hablando entre todos antes de que se desencadenara la violencia.
Según el testimonio de testigos, parece ser que la violencia no fue resultado
únicamente de la embriaguez de la gente, sino también del hecho que este
cacique era un borracho que nunca desempeñó su oficio(3), ni siquiera co-
braba los tributos. Bajo la influencia del alcohol y de este cacique, los natura-
les desafiaron la reimposición del sistema colonial que habían evitado por un
tiempo gracias a un cacique alcohólico.
Otro motín. En el mes de enero, un cura trató de llevar la imagen de
Belén de la capilla de los indios a la iglesia, y éstos se resistieron a este atenta-
do contra su imagen. En marzo, Francisco , según descripción de los docu-
mentos un "negro libertino doméstico del cura", dijo a los indios que en ven-
ganza de
"los movimientos del día primero de febrero y el día 6 de enero del
año presente se preparaban .. . 400 soldados con el destino de que la
noche de este día los pasasen cuchillo, lo que dio mérito a que los
míceros yndios desamparasen sus casas y familias con intención de
retirarse a pueblos estraños( 4)".
Parece que los naturales tuvieron mucho miedo de una represalia con-
tra sus acciones, porque suficientes razones para creerle a Francisco no te-
nían. Existen testimonios de indios sobre la conducta de Francisco que mues-
tran que él había azotado y maltratado a mucha gente. Un cacique testificó
que Francisco "tiene el despotismo en los cholos y cholas de doctrincilla, a
cuyas órdenes están sujetos los dichos". Estos hechos, en combinación con la
huida de los indios después de la falsa amenaza, eran demasiado para el corre-
gidor, quien echó al negro de la provincia "por convenir así a la administra-
ción de justicia y publica tranquilidad", haciendo notar que había recibido
innumerables quejas contra Francisco, "ya de agravios, que les hace, ya inju-
rias y vituperios con que los trata, y ya de castigos que en ellos ejecuta". El
cura trató de culpar a otros, pero los indios mencionaron en su testimonio
que él sabía lo que hizo Francisco, "que es regular que dicho cura no lo igno-
re por ser su obligación vigilar estos excesos". ¿Por qué el cura trató de cul-
par a otros?, ¿era para protegerse a sí mismo y a su ayudante? , ¿qué significa
que los naturales estuvieran dispuestos a creer en un tipo como Francisco?,
¿estaba jugando Francisco con el cura y con los indios?, ¿les hizo el corregi-
dor cosas malas antes?, ¿o tal vez, como parte de los problemas entre la igle-
sia y algunos corregidores , el cura y Francisco habían hablado mal del corre-

No. 2, diciembre 1985 455


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

gidor, por lo cual los indios, debido a la ira del cura sobre el asunto de la ima-
gen, creyeron posible un castigo tan cruel? De qué manera afectaron el futu-
ro las acciones del cura y de Francisco y las impresiones que causaron en los
indios este conflicto y su temor a las represalias nunca lo sabremos con segu-
ridad. Pero el pueblo era San Pablo de Cacha (cerca de Tinta), el año 1780 y
el corregidor se llamaba Arriaga. Ahora el corregidor nos parece un profeta
pues escribiéndole al cura sobre el asunto expresó: "Cuando los incendios no
se apagan en los principios, suelen sus llamas consumir lo más distante".
La tierra era la base de la vida indígena. El derecho de acceso a la tie-
rra fue el factor más importante para ser originario de la comunidad. Perso-
nas o comunidades que no poseyeron las tierras suficientes para su sustento y
para pagar muchos de los tributos, se consideraban pobres. La importancia de
la tierra y sus productos, las cosechas y los animales, fueron el centro de mu-
chos conflictos. Quispicanchis, Canas y Canchis no fueron excepciones. Co-
mo ya he mencionado, estos enfrentamientos tuvieron sus raíces en proble-
mas profundos como la desagregación del sistema imperialista incaico , que si
bien no fue benévolo en todos sus aspectos, por lo menos aseguró tierras a
quienes estaban acostumbrados a trabajarlas. En retribución por la mano de
obra -tributo- , el imperio almacenó productos que , entre otras cosas, sirvie-
ron para proteger a la población contra desastres naturales. El gobierno colo-
nial no incluyó tales protecciones. El aumento de demandas, haciendas y
fluctuaciones en la población empobrecieron a algunos individuos y comuni-
dades. No he analizado todos mis datos, pero parece que a fines del siglo
XVII y principios del siglo XVIII, cuando el porcentaje de conflictos entre
comunidades y europeos fue más alto, muchas haciendas aún estaban en pro-
ceso de formación, particularmente en doctrinas cerca del Cusco. Todo el
resto del siglo XVIII se caracteriza por el aumento de los problemas entre las
comunidades, particularmente en Canas y Canchis. Existieron otros factores
de igual importancia en la lucha rural por tierras que dieron enfoques distin-
tos a los conflictos que acosaron a los naturales.
Las epidemias y la política sobre tierras que las acompañaron fueron
causantes de tensiones adicionales en el siglo XVIII. Las epidemias, particu-
larmente la de 1720, trastornaron la región. Muchos indígenas murieron, de-
jando tierras baldías por falta de mano de obra para barbecharlas , cultivarlas
y cosecharlas. A veces el Gobierno vendía estas tierras, pero más tarde , cuan-
do la población creció, la presión por su usufructo aumentó.
Un ejemplo de los problemas que se originaron entre indios y españo-
les con la peste de 1720, pero no muy ligado a mi argumento, nos lo da un
hecho que se dio en Quispicanchis, en 1745 . Ese año, los indios de Urcos y
Andahuaylillas trataron de recuperar algunas tierras vendidas por el gobierno.
Después de la peste se realizó una revisita, la misma que tuvo como resultado
la rebaja de los tributos que tenían que pagar los indios y la venta de algunas
de sus tierras, pues el Gobierno consideró que éstas sobraban y que existían

456 Revista Andina, año 3


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bastantes tierras para los tributarios, v1eJos, ninos , inválidos , cofradías y


o tros. Luego de dos décadas, los naturales demandaron la devolución de las
ti erras adu ciend o qu e éstas faltaban. Pero el asunto no es tan claro como pa-
rece. Los dueños españoles dijeron que el Gobierno no podía privarlos de las
tierras antes de que los indios pagaran los tributos de los que fueron exonera-
dos después de la revisita. Los españoles usaron estas tácticas porque , según
ellos, los indios querían las tierras para alquilarlas a otros , como hacían antes
de la revisita . El corregidor, por su parte , apoyó a los indios porque quería
forz arlos a trabajar unas ti erras para él , tal como hizo con los indios de Guaro
(comunidad entre Ureas y Andahuaylillas). No sabemos en este caso si en
realidad había crecido tanto la población o no . Sólo quise demostrar que por
distintas razon es el corregidor y los indios pudieron ser cómplices en esgrimir
un argumento -- real para muchos otros-, como fu e el justo reclamo de tie-
rras. Tal vez las cosas fu eron como parecían y no hubo razones maquiavélicas
escondidas tras el velo de reclamos. Es cierto que, aparte de la presión demo-
gráfica, existían muchas razones legítimas para explicar el porqué una comu-
nidad necesitó más tierras, pero el litigio no fue resuelto y nunca sabremos la
verdad , ni siquiera la opinión de un juez.
La mayoría de las querellas sobre tierras son más obvias, porque la
apropiación ilegítima de tierras o las amenazas son generalmente poco suti-
les . Los que se apropiaban de tierras o amenazaban con invadirlas se introdu-
cían en las mismas por la fuerza, usando a veces perros, ganado y gente para
asegurar su dominio. Otras veces, trataron de dificultar la vida a los indígenas
haciendo maniobras tales como cortar los sistemas de riego . Los europeos , es-
pecialm ente , usaron este método , no siempre porque estuvieran interesados
en las tierras de los indios , sino más bien en la mano de obra que ellos signifi-
caban. Destruyendo sus cosechas, los europeos podían forzar a los naturales
a trabajar en sus haciendas. Un caso típico es el de un ayllu de Quiquijana en
los últimos años del siglo XVII. En 1699, los indios reclamaron contra Fran-
cisco Ochoa , quien cuatro años antes ,
"con manos poderosas, y de su propia autoridad sea entrado violenta-
mente en las tierras del .. . nuestro aillo .. . viendonos pobres yndios
pusilanimos y yndefensos con ánimo conosido de quitarnos para in-
corporar un pedaso de dos topos".
Ochoa llevó a cabo la apropiación , según los indios, introduciendo
ovejas, cabras, vacas y mulas. Como otros europeos, éste empleó a los indios
que vivían en sus haciendas en la realización de sus acciones. Los del ayllu se
quejaron de que "ha entrado todos sus yndios y les ha mandado haser barve-
chas" (otra cosa que dividió a los indígenas). Ochoa cortó también el agua de
riego y sus indios y mayordomo mataron animales del ayllu, pagando sólo la
mitad de su valor. Los naturales del ayllu reclamaron argumentando que las
tierras y los animales eran esenciales para vivir y pagar tributos. Bajo tal apre-
mio, muchos pasaron a las haciendas de los españoles, quienes " los agregan

No. 2, diciembre 1985 457


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

con todo gusto" protegiéndolos sin hacer caso de sus caciques, sus servicios
personales o tributos, aumentando las cargas sobre los otros. Tampoco res-
pondieron a la doctrina cristiana(S). Sin embargo, esto resulta ser casi un
caso clásico: simplemente, los naturales "olvidaron" mencionar qu'e Ochoa
poseía las tierras legalmente y que estaba usando estos métodos para recupe-
rarlas. Pero si ellos exageraron la verdad , el protector de los naturales mostró
en su defensa que Ochoa la había tergiversado para conseguir sus tierras . Otra
vez, no sabemos con seguridad cómo se resolvió la situación , pero con este
ejemplo hemos visto que las comunidades , al igual que los europeos, podían
ser bien sutiles en usar la ley en la defensa de sus intereses.
Los naturales también usaron la fuerza para apropiarse de tierras y
no únicamente contra otros indios. Un clérigo , enfermo en su lecho, se quejó
de un cacique, su familia y otros indios :
"se han conspirado con notable excezo en arruinar las sementeras de
la hacienda ... que poseo; pasteando sus ganados y sembrando las
mejores tierras que dejé para descansar"( 6 ).
Los indios también se quejaron contra este cacique y su familia , di-
ciendo que ellos los privaron de sus tierras. De hecho, los problemas por tie-
rras entre la comunidad e individuos de la comunidad con su cacique son in-
numerables. Muchos son los caciques que defendieron las tierras y a su gente
gastando a veces sus propios recursos en desempeñar su oficio. Pero hubieron
otros, particularmente en el siglo XVIII, que abusaron de su posición , apro-
piándose de tierras de la comunidad para su propio bienestar y demandando
más trabajo de la comunidad para cultivar estas tierras.
Los conflictos por tierras entre comunidades son numerosos. Muchas
veces las tierras lejanas y limítrofes con otras comunidades fueron centro de
conflictos. A veces eran "tierras flacas" que la comunidad dejaba en descanso
por años. Había gente que vigilaba las tierras de vez en cuando, pero no fre-
cuentemente, lo que permitía a otros aprovechar estas tierras. El caso del
ayllu Machacamarca, en Ureas, es un ejemplo de esto. A este ayllu le pertene-
cían 500 topos de tierras flacas que eran barbechadas cada siete años y que
estaban cerca del límite con la Provincia de Paucartambo. En 1714, indios de
esta provincia apoyados por su corregidor se apropiaron de algunas de estas
tierras destruyendo mojones, lo que complicó el asunto . Esta era la sexta vez
en poco menos de un siglo y medio que el ayllu reclamaba oficialmente con-
tra indios o españoles de Paucartambo de tal abuso. La importancia de las
tierras, pobres o no , y la distancia de la comunidad permitieron desarrollar
una situación de conflicto continuo.
Con tanto conflicto, las comunidades tuvieron que aprender a usar el
sistema para defender sus intereses. Algunas comunidades se convirtieron en
·litigantes continuos en defensa de sus tierras y a veces se envolvieron en una
máscara de legalidad para encubrir sus propias apropiaciones . Este proceso
puede ser muy complejo, como sucedió en Layo (Layosupa, Canas y Can-

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chis) . Algunos años después de la rebelión de Tupa Amaru , los indios de


Layo se quejaron de los de Langui, la comunidad colindante , diciendo que
"se han introducido barbechándolos (tierras) intrepidamente , violen-
tando la posesión antiguada de ciento setenta años . . . y limitando-
nos al pastoreo de nuestros ganados amagando nuestras mujeres y
hijos".
Al mismo tiempo que estallaron los problemas con Langui , la comu-
nidad estaba en litigio con otras dos comunidades sobre el "deslinde de linde-
ros" . Layo no podía entregar sus títulos ya "que han sido presentados en
otro juicio de deslinde con el pueblo de Pichigua"(7). Todos estos conflictos
no tuvieron origen en la crisis de fines del siglo XVIII , porque en 1633 un
indio viejo de Pichigua reclamó contra los de Layo , quienes , según él,entra-
ron en sus tierras con "mano poderosa (metiendo) su ganado en los pastos de
mi tierra en perjuycio de los míos" . El viejo ganó , pero cuarenta años des-
pués su nieto se quejaba contra Layo nuevamente(8) .
Los problemas provocados por la posesión de la tierra y sus riquezas
fueron la fuente de muchas de las violencias personales, como rifias, golpes y
a veces asesinatos . El descuido de animales causó mucha violencia , como en
el caso de dos indios, Diego Tito y Thomas Condori. Tal vez porque fue día
de fiesta , Diego no cuido bien sus bueyes , que entraron en las sementeras de
Thomas provocando su enojo . Riñeron y Diego le dio un puñetazo a Tho-
mas. De inmediato el hermano de Thomas hirió a Diego con una piedra en la
cabeza(9). La negligencia , cosa evitable , enredó a muchos indígenas y sus fa-
milias en disputas y violencias, ya que los productos de la tierra eran el prin-
cipal recurso de la gente y era grave si algo amenazaba su bienestar.
Los recursos -especialmente los animales- eran blanco de muchos
de los robos. Aparte de las riquezas de la iglesia y la plata de algunos ricos,
los animales eran casi los únicos bienes que los ladrones podían robar para
vender o usar. Aunque los animales eran más difíciles de ocultar después del
robo , causaban menos sospechas que un blandón de la iglesia , aparte de que
muchas veces se realizaban lejos de la gente. Canas y Canchis eran especial-
mente susceptibles a robos de bestias, ya que eran centros agropecuarios y
contaban con mercados como la tablada de Coporaque y estaban vinculados
con los mercados más lejanos, como los de Cusca, Arequipa, Potosí y Tucu-
mán. Esta articulación con la economía mayor dio a los ladrones la oportuni-
dad de conv~rtir los bienes robados en plata u otros bienes deseados.
Muchos de los ladrones no eran indígenas. Los mestizos, por ejemplo ,
son numerosos en las querellas por robos; pero en una sociedad donde cerca
del 850/0 de la población era indígena, no debe sorprendernos que la mayo-
ría de los perpetradores y las víctimas de los mismos fueran indios. Frecuen-
temente , los ladrones eran conocidos por sus delitos anteriores y/o eran oriun-
dos de otras partes , pero generalmente no eran de muy lejos , ya que el cono-

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

cimiento de la gente y el ambiente era de gran ayuda para los ladrones. Comu-
nes son los casos como el de Andrés Quecaño , indio de Checasupa , quien des-
de una edad tierna se ganó la vida robando mulas , caballos y vacas, llevando
un estilo de vida "desarreglado". Un cacique y un español testificaron que
Andrés, en su última juerga, les había robado a ellos y a otros indios más de
quince caballos y tres mulas. Por su crimen fue condenado a dos años en el
obraje de Lucre , para que "sirva de escarmiento a otros delincuentes"(! O) .
Otro caso común fue el de Agustín Gonzales, indio de Coporaque . Este pue-
blo fue el centro del comercio de las mulas y mercado muy importante de
muchos otros animales . Cuando Agustín estuvo asociado con algunos arrieros
mestizos, robó mulas y caballos de un cacique. Confesó que había robado
otros animales antes y que a un indio le robó una mula que luego vendió " a
unos de los tucumanes trancientes"(l l).
Ferias y mercados eran oportunidades importantes para robar no sola-
mente porque los ladrones tenían la oportunidad de mercadear sus "adquisi-
ciones". Muchas veces, la gente descuidaba sus bienes , dando a los ladrones
más oportunidades para robar. Por la misma razón , las fiestas figuran como
muy buenas ocasiones para el robo , especialmente de cosas o bienes, como
cosechas y yuntas, que eran guardadas cerca de las casas. En 1780, en la fies-
ta de Corpus Christi, a un indio , mayordomo del Sor Sacramento de la igle-
sia, que estaba en Yanaoca desempeñando su cargo , le robaron muchos de los
bienes que recibió en el reparto, como paño de Quito . Dos indios confesaron
el crimen. Los testigos indicaron que dichos indios estuvieron vendiendo bie-
nes pertenecientes al reparto en Yanaoca y Pampamarca.

Números y causas de asesinatos en Quispicanchis, Canas y Canchis


a fines del siglo XVII y en el siglo XVIII
Hombres 28 Bebida 9
Mujeres 12 Fiestas 5
Niños 3 Bebida y fiesta 7
Total 43 Total 21
Causas*
Robos 4 Amor, celos, sexo 15
Riñas 9 Contra esposo o esposa 9
Riñas por animales 3 Familia de esposa contra marido 4
De o por autoridades 2 T~~ 28
Etnicidad 9
Total 27
(*) Hay más causas de asesinatos porque, por ejemplo, una rlna puede Incluir Insultos étn icos también .
En el rubro "amor, celos y sexo" se Incluye asesinatos entre parejas causados por terceros que no
pertenecían a la familia. Todos los otros asesinatos entre parejas están en los rubros "contra esposo
o esposa" o en "familia de esposa contra marido".

460 Revista Andina, año 3


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De hecho, el calendario religioso con todas sus fiestas es casi un espe-


jo de períodos cuando el crimen y la violencia aumentan. Las oportunidades
que se presentaban y la embriaguez que acompañaba muchas fiestas se com-
binaron para convertir, irónicamente, los días de las celebraciones religiosas
en los más peligrosos en las vidas de los naturales. En los datos de 43 asesina-
tos que involucraron a indios, 9 mencionan la bebida, 5 una fiesta (sin men-
cionar bebida) y 7 incluyen fiestas y bebidas(*). A causa de esta violencia, la
muerte de hombres duplicó la de las mujeres. Es impresionante comprobar
que muchos asesinatos tuvieron sus raíces en asuntos muy personales. Más de
la mitad de las causas de los asesinatos tienen sus raíces en las relaciones en-
tre hombres y mujeres. Es así como, aparte de la bebida y las fiestas, lo más
peligroso -no en la percepción de los naturales, pero sí a nivel de estadísti-
cas- fue el amor.
Tensiones entre grupos, por ejemplo entre miembros de los ayllus y
cholos o de indios contra mestizos, negros, españoles y viceversa , también
fueron causas importantes de asesinatos y otras violencias. En una sociedad
que impuso o liberó de ciertas obligaciones y derechos por razón de rasgos
físicos heredados y muchas veces se caracterizó por una segregación de facto
en el trabajo que acentuó las diferencias, no fue poco común el aumento de
conflictos que se manifestaron en tensiones sobre el color de la piel y diferen-
cias culturales. En un mundo lleno de tales divisiones, los indígenas fueron al
mismo tiempo perpetradores y víctimas de las injurias y la violencia que este
orden de cosas generaba.
Indios de distintas comunidades percibieron las diferencias entre ellos
mismos, diferencias que tal vez podrían ser consideradas como conflictos ét-
nicos. A veces estas tensiones tomaron la forma de violencia ritual, como el
tinku, que se llevaba a cabo generalmente después de la misa del domingo,
antes del miércoles de ceniza, en el período llamado carnestolendas. En esos
días, comunidades mayormente colindantes se desafiaban a "jugar carnesto-
lendas" , lo que significaba la lucha con hondas. A veces los contrincantes no
mostraban misericordia ni hacia un herido y continuaban usándolo como
blanco de sus piedras con consecuencias fatales.
De vez en cuando, los forasteros también recibían mal trato de parte
de los lugareños. En un mundo donde la identificación con un lugar era muy
fuerte, la vida podía llegar a ser muy difícil para los que se habían ausentado
de sus comunidades, dejando atrás sus obligaciones y derechos, para vivir en
otra comunidad , donde su sobrevivencia dependía generalmente de su habili-
dad para alquilar y cultivar las tierras de otros. A veces los caciques alquila-

(*) Las cifras que mencionan la bebida pueden ser más altas. En realidad, muchas situa-
ciones tuvieron alta posibilidad de incluir bebida, pero los documentos no mencio-
nan el hecho específicamente .

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Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

ban tierras que la comunidad quería trabajar, involucrando a forasteros en la


lucha entre ellos y la comunidad y colocándolos en una posición poco agra-
dable.
Muchas de las injurias usadas para expresar desprecio en las riñas sir-
ven para mostrar actitudes de los que las pronuncian. Por ejemplo , si un indio
quería insultar a un mestizo , tal ve.z lo llamase "zambo". Los dos creían que
ser zambo era peor que ser mestizo. "Ladrón" era otra palabra usada con fre-
cuencia para ofender a alguien y da una muestra de los valores de los natura-
les. Comunes fueron los insultos en las riñas entre españoles e indios. "Perro"
era palabra muy popular entre los españoles para injuriar a los indios. Un ca-
cique reclamó contra un español que le había quitado " la honra en público".
El español había llamado al cacique "un perro, un ladrón y un mulato"( 12).
Un buen ejemplo del conflicto entre mestizos e indios es el de Ber-
nardo Cachi , quien tuvo mala fama entre los indios. Fue conocido por la-
drón , por el uso de armas blancas, por tener mal genio y por ser fugitivo de la
cárcel de Tinta. En el día de San Juan de 1776, Cachi cortó a un indio de la
nariz a la oreja cuando éste "injurió" su reputación diciendo: "voy a prender
este ladrón". En años anteriores , Cachi había herido a varios indios, pero és-
tos no eran inocentes. Habían golpeado a su madre y lo habían maltratado
de palabra y obra. El mestizo estuvo tomando chicha un día con la hermana
de un indio llamado Lorenzo, cuando éste entró con tres amigos y dijo :
"¿qué haces aquí cholo perro?". Atacaron al mestizo y "teniéndolo agarrado
lo cogió uno por los testículos y se los apretaron fuertemente de cuya resulta
estuvo padeciendo más de un año"(l 3).
Problemas similares se presentan a veces en las riñas entre amantes.
Un mestizo , Hipólito Aguilar, se peleó con su novia anterior. Dijo que casi se
casó con una mujer llamada María antes de que "llegue a conoser que la dicha
... no era por el, caso por muger mui liviana (y) carnal con otros hombres" ª
En realidad, él tuvo otra novia. En la riña, María lo llamó "un zambo ladrón"
y él se enojó y deslizó una injuria que tal vez reflejó mejor sus sentimientos.
El quiso "tratar" con una mujer buena , no con una "chola"(l4).
Como hemos visto al tratar de los asesinatos , las relaciones entre
hombre y mujer provocaron mucho sufrimiento y violencia en la comunidad ,
involucrando las vidas de otros en problemas personales. Las categorías de los
problemas incluyen desde actos que únicamente -ofendieron la sensibilidad de
los indígenas, como un cura que vivió con una mujer, hasta crímenes que se-
rían extraordinarios si uno los leyera en los periódicos actuales más sensacio-
nalistas. Por ejemplo , casos como el de Faustino Espinoza, indio de Sicuani,
quien fue acusado de matar a su mujer y a sus dos hijos tiernos "con motivo
de haver mantenido el sinistroso concuvinato con su propia madre"( 15). Si-
milar fue la querella contra un indio que mató a su mujer porque "el diablo"
le había tentado. En este caso hubieron circunstancias atenuantes: el indio
testificó que una "india con quien tenía mala amistad le dixo que la matase

462 Revista Andina, año 3


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que ella se casaría con él y lo trataría mui bien"(l6). Muchas veces la violen-
cia entre marido y mujer involucró a otras personas . Esto fue especialmente
frecuente en el adulterio. Maridos con amantes tendían a pegar más, acción
bien común, a sus mujeres, y/o se volvían violentos cuando sospechaban el
mismo engañci en sus mujeres. Esta violencia no se manifestó siempre contra
la mujer . Cuando el marido de Santusa Guamán sospechó que su mujer tenía
relaciones con otro hombre, "tomó el arbitrio del homicidio" , dando porra-
zones que ellos estaban "atropellando el matrimonio .. . y de zelos para li-
bertarse de quien lo injuriaba"(l 7) . La víctima que provocó sus celos fue un
muchacho de doce o catorce años.
En situaciones de adulterio no siempre eran los miembros de la pareja
los que usaron la violencia. Algunas veces las amantes trataron de mejorar su
situación con el hombre . Cuando la mujer de Domingo Utcca se despertó con
"dolor en su vientre y todo su cuerpo", el marido salió a buscar medicina.La
consiguió de su propia amante. Cuando su mujer tomó la medicina, su lengua
se hinchó inmediatamente y vomitó sangre por tres semanas(l 8).
La brutalidad entre parejas se dio con frecuencia y fue algo que la
mayoría de la gente soportó como parte de la vida marital. Pero algunos no
la toleraban o decidieron finalmente no tolerarla más y tomaron medidas
para cambiar su vida . El divorcio era una posibilidad , pero pocas son las mu-
jeres que , como Joana Inquillay , solicitaron el divorcio de su marido después
de un largo período de sufrimientos. El marido de Joana mantuvo una amis-
tad ilícita con otra y la había "azotado en diferentes ocasiones poniendola
desnuda en carnes con tanta crueldad que la dejado toda llena de sangre y
cardenales"( 19). A pesar de todo , ella no solicitó el divorcio hasta la vez en
que fue azotada cuando estaba encinta de ocho meses, porque creyó que su
marido quiso matarla para huir con su amante .
Muchos eran los que huían de relaciones negativas, pero , después de
huir, se encontraban con que la sociedad ponía obstáculos en el sendero de
aquellos que querían tener otras relaciones. Era difícil anular matrimonios y
aun cuando la sociedad lo aceptó, no miró con buenos ojos a los amanceba-
dos. Teresa Sisa huyó de su marido para escapar de sus "malos tratamientos"
después de un año de matrimonio. Sin anular su matrimonio se volvió a casar.
Cuando la Iglesia descubrió la verdad, la condenó a que
"sea sacada en una bestia de alvarada desnuda de la sintura para arriva
con corosa en la cavesa . .. y con voz de pregonero , manifieste su de-
lito y la den cien azotes"(20).
Además, ella tuvo que trabajar en un convento por seis meses , pero
tal vez lo peor de todo fue que la forzaron a hacer vida marital con su primer
marido, anulando el segundo matrimonio. Tales castigos y la dificultad de
conseguir un divorcio o una anulación hicieron que la decisión de huir o asu-
mir una vida nueva con otro hombre fuese cosa seria , algo más que un trauma
normal.

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Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Muchas eran las mujeres que buscaban refugiarse de un marido violen-


to en su propia familia. A veces, la familia no soportaba más el maltrato dado
a una hija o hermana. Existen bastantes casos de familias que usaron la vio-
lencia para proteger a una pariente. Cuando Paviana Paucara, una mujer de
quince años , pidió a su hermano que matara a su marido, la madre de ella lo
instó a hacer Jo mismo. El hermano cumplió con el acto. explicando que el
marido "dava mala vida a Faviana"(2 l ).
Los crímenes de incesto y de violación fueron poco comunes , o por
Jo menos existen pocos datos en los archivos sobre el asunto, pero parece que
las comunidades los consideraron ofensas graves. El incesto ofendía a la co-
munidad en su totalidad y a su sentido religioso. En cuanto a las violaciones,
como he mencionado antes, parece que , desde el punto de vista de los indíge-
nas, el grado del crimen dependió de la edad y estado civil de la mujer. En los
documentos he encontrado violaciones únicamente de niñas de menos de
diez años y de mujeres casadas. La no existencia de violaciones de solteras es
impresionante. Puede ser nada más que un lapsus en la documentación, pero
tal vez esto también podría significar una actitud distinta frente a la violación
de una soltera, actitud que permitió a la comunidad resolver el problema en
su seno, sin reclamar fuera de ella. Por otro lado, también puede ser que este
crimen no fuera considerado muy grave si se trataba de solteras. En relacio-
nes normales, parece que la vida sexual de una soltera no era considerada
como problema para la comunidad , salvo los casos de adulterio o incesto. No
he encontrado documentos en los que la comunidad se quejara de las relacio-
nes sexuales de una soltera, con las excepciones mencionadas. Unicamente la
Iglesia tomó medidas oficiales contra tales mujeres (y a veces hombres). Esto
no quiere decir que una soltera "liviana", para usar una palabra común en los
documentos, no pudiera tener mala fama o que los maridos no resintieran las
relaciones anteriores que sus mujeres pudieran haber tenido. Hay bastantes
casos en que el marido, al reñir con su mujer, se quejó de su pasado sexual.
A veces la violación de una niña era fatal o puso en peligro la vida de
la víctima. Una niña de nueve años fue violada cuando estaba lejos, "sacando
unas papas". Los testigos dijeron que la chica "casi murio de desangrada". El
caso es interesante también por lo que nos muestra de la sociedad y sus valo-
res. La madre de la niña fue a la casa de una española a pedirle ayuda. La
española, casada con español , pero "no .. . muy inteligente en la lengua cas-
tellana", testificó que la madre dijo que un perro había mordido a su hija.
Cuando llegó a la casa , vio que la sangre le corría a la niña entre las piernas y
que había un charco de sangre en el suelo. La señora abrió las piernas de la
niña y vio que había sido "lastimada y corrupta la virginidad". Cuando le
preguntó a la madre la razón por la que había dicho que había sido un perro
quien hirió a la niña, la madre dijo que "por la vergüenza que tenía por su
honra y la de su hija"(22). Gregorio, el violador, cantor en la iglesia, fue con-
denado a la cárcel y , como en el caso mencionado antes de la mujer que con-

464 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Stavig: Violencia

trajo matrimonio dos veces, fue también condenado "en que ... sea sacado
. .. en bestia de albardo y con bos de pregonero que manifieste su delito .. .
y se le den cincuenta azotes".
Numerosas son las peleas que tuvieron por origen los celos o insultos
con connotaciones sexuales. La palabra "puta" fue injuria común contra mu-
jeres y también fue usada en rifias entre hombres para insultar a la mujer del
adversario.
Es importante la presencia de caciques y curas en los problemas
sexuales ocasionados por abusos de poder y por ofensas a la comunidad a tra-
vés de su conducta. De hecho, los dos grupos estuvieron involucrados de tal
manera en la violencia hacia los naturales que cada uno -caciques o curas-
puede ser terna de un artículo entero en Quispicanchis. Canas y Canchis en el
siglo XVIII. por lo que prefiero concluir aquí y dejar para otra oportunidad
el desarrollo de este interesante terna.
En resumen, al examinar la vida cotidiana de los indígenas, vernos
que ésta está articulada con la sociedad mayor. pero las investigaciones de la
sociedad mayor no necesariamente reflejan las actitudes de los indígenas.
Esta articulación involucra sus propias percepciones de la vida y asuntos más
personales e inmediatos. Sus pensamientos y las soluciones de los problemas
tienen corno origen esta experiencia cotidiana. Para entender este mundo en
toda su complejidad es menester integrar las dos realidades: la vida cotidiana
y la estructura de la sociedad colonial.
Al examinar los motines, vernos que tuvieron corno origen conflictos
profundos de la sociedad colonial, corno las relaciones entre funcionarios del
gobierno y la comunidad indígena. Pero estos motines generalmente no re-
chazaban la socied.!d colonial. Fueron resultado de abusos de autoridad, te-
mor a tales abusos o de situaciones especiales, corno la embriaguez colectiva,
y permitieron aflorar expresiones generalmente reprimidas . El detonante de
los motines era un impulso inmediato que resultaba de una larga experiencia
cotidiana. Después del alzamiento , los involucrados en el mismo retornaban
su cauce. La rebelión de Tupa Amaru fue poco común puesto que fue plani-
ficada y ofreció una dinámica -la leyenda del Inca- que permitió a algunos
indígenas, no a la mayoría , superar sus intereses particulares y sus conflictos
para unificarse y desafiar el sistema colonial.
En el siglo XVIII nos encontramos con muchas disputas por tierras
entre comunidades . Estas tensiones tuvieron causas como las ventas de tie-
rras, más demandas y la presión demográfica . Los naturales se quejaban de
manera general del sistema que producía los problemas, pero los conflictos
y tensiones eran consecuencia de acciones inmediatas, como apropiaciones
de tierras . En el siglo XVIII, europeos e indios se apropiaron de tierras perte-
necientes a indios (y a europeos a veces), pero la mayoría de quejas fue de
una comunidad en contra de otra comunidad . Estos conflictos magnificaron
problemas que siempre existieron entre las comunidades , como los que eran
manifestados ritualmente en las carnestolendas. Diferencias raciales y cultu-

No. 2,diciembre 1985 465


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

rales entre indios e indios y entre indios y otros grupos, como negros , mesti-
zos y europeos, también fueron causas importantes de violencia. Los indios
fueron tanto perpetradores como víctimas del racismo y etnicismo.
A nivel individual , mucha de la violencia en las comunidades se origi-
nó en las relaciones personales, especialmente entre hombres y mujeres. La
mayoría de las causas de asesinatos tuvieron una vinculación con tales rela-
ciones . Numerosas fueron también las violencias y robos que sucedieron du-
rante las fiestas religiosas , muchas veces en relación con el estado de embria-
guez. En resumen , gran parte de la violencia se originó en las propias culturas
y comunidades indígenas.
Existen aún algunos que ven a los indígenas únicamente como vícti-
mas pasivas de la explotación colonial. Usando ejemplos de documentos que
nos acercan más a las vidas de los naturales, he demostrado que si bien a nivel
del "sistema colonial" y también a nivel regional y local los indios muchas
veces fueron víctimas , no siempre fueron pasivos y en muchos casos ni siquie-
ra se puede decir que fueran víctimas. De cualquier manera , la vida es dema-
siado complicada para pensar únicamente en perpetradores y víctimas. Las
personas y las culturas no presentan rostros buenos o malos , negros o blan-
cos. Los indígenas influyeron activamente en sus propios destinos dentro del
sistema colonial y dentro de sus propias culturas. Uso el plural porque única-
mente a nivel muy general y con gran riesgo podemos hablar de una sociedad
o cultura indígena, ya que ellos mismos percibieron las diferencias que los
separaban .
He sugerido algunas maneras para que nuestra comprensión de la rea-
lidad de Quispicanchis, Canas y Canchis pueda modificar y profundizar los
estudios que analizan la sociedad colonial. Espero también que este estudio
haya ayudado a otros a percibir a la gente del valle del río Vilcanota y sus
alrededores no únicamente como indios de una región o modelos para estu-
dios en otras partes, sino como a seres humanos , con todas las alegrías y su-
frimientos que ello conlleva.
· Espero que, además del análisis a nivel del sistema colonial, podamos
comprender un poco mejor la importancia de la etnohistoria y la necesidad
de entender a la gente y sus problemas de una manera más cercana a como se
ha venido haciendo. Estos dos aspectos no pueden ser separados si se quiere
entender la historia del mundo andino . El corregidor Arriaga , perpetrador y
víctima de la violencia en el siglo XVIll , entendió muy bien esta relación al
escribir: "Cuando los incendios no se apagan en los principios , suelen sus lla-
mas consumir lo más distan te".

Ward A. Stavig
Universidad de California, Davis
Davis, 9S616
California, USA

466 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Stavig: Violencia

NOTAS

( 1) Véase TA YLOR, William. Drinking, Homicide and Rebellion. Trata de la situación


en Oaxaca, México.
(2) Archivo Departamental del Cuzco (ADC). Corregimientos (Corrg.). Provincias
(Prov.) . Criminales (Crim .). Leg. 80,1773-75. Año 1774. Don Lucas Poma Inga, ca-
cique . .. de Cusipata en Pueblo de Quiquijana contra don Carlos Ochoa.

(3) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 79, 1745-73. Año 1768. Don Cristobal Sinanyaca
Cacique de Collana de Coporaque ... se ha ausentado ...

( 4) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 81, 1776-84. Año 1780. Criminal contra Francisco
negro livertino doméstico del cura.

(5) ADC. Corrg. Prov. Leg . 61 , 1679-1705. Año 1699. Indios del Ayllo Collatia del
Quiquijana contra Cap. Juan Frans. de Ochoa.
(6) ADC. Intendencia (Intend.) Crim. Leg. 120, 1785-88. Año 1786. El común de
yndios de ayllo quejuar contra Maria Cheque; Simon Benta. Aymituma .. .
(7) Archivo Arzobispal del Cuzco (AAC). LXVII, 2, 26. Miserables-Pobl. Indígena 1787.
Clemente Zapata, alcalde mayor, cacique y gobernador de Layo.
(8) ADC. Corrg. Prov. Leg. 60, 1601-1677. Años 1633 y 1676. Don Diego Arqui, indio
viejo natural de Pichigua .. .
(9) ADC. Corrg. Causas Ordinarias. Leg. 27, 1700-1711. Año 1703. Thomas Condori,
yndio natural del pueblo de San Francisco de Guayqui.
(10) ADC. Corrg. Prov . Crim. Leg. 79, 1745-73. Año 1771. Criminal contra Andrés
Quecaño.
(11) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 81, 1776-84. Año 1777. Criminal de Dn. Eugenio
Sinanyuca ... contra Agustín Gonzalez.
(12) ADC. Corrg. Prov. Leg. 63, 1719-1730. Año 1724. Don Juan Ramos,indioprinci-
pal y cacique . .. contra Silvestre Alfonso del Castillo.

No. 2, diciembre 1985 467


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(13) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 81 , 1776-84. Año 1776. Criminal contra Bernardo
Cachi, Mestizo.

(14) ADC. Intend. Prov . Crim. Leg. 125 , 1800-1824 . Año 1802. Sumario seguido contra
Hipólito Aguilar .
(15) ADC . Intend. Prov. Crim. Leg. 125, 1808-1824. Año 1802. Autos criminales segui-
dos de oficio de la Rl. Justicia (Ayllo Anza) .
(16) ADC. Corrg. Prov. Leg. 62, 1706-1718. Año 1706 . Ocongate . Estancia de Tocto-
pata.
(17) ADC. Intend. Prov . Crim. Leg. 121, 1789-90. Año 1789. Criminal contra Javier
Rafael e Ygnacio Rafael Yndios del pueblo Pitumarca.
(18) ADC. Intend. Prov. Ordin. Leg. 91, 1788-90. Año 1790. Acto criminal que sigue de
oficio de la R. Justicia contra Domingo Utcca . No sabemos con seguridad quién dio
el veneno. El marido y la amante estuvieron en la cárcel por el crimen.
(19) AAC. XLIX, 2, 40. Miserables-Pobl. Indígena . 1671. El protector de naturales, a
nombre de Joana lnquillay mujer y conjunta persona de Domingo López.
(20) AAC. LXXV, 2, 30 y 33. Liturgia. Auto, cabeza de proceso y comisión contra una
india nombrada Teresa Sisa, casada dos veces ... 1698.
(21) ADC. Corrg. Prov . Crim. Leg . 81, 1776-84. Año 1779.Coporaque. Criminal contra
Pasqual Paucara y Faviana Paucara por la muerte violenta que ejecutaron en Pablo
Guana yndio del pueblo de Coporaque.
(22) ADC. Corrg. Prov . Leg. 61, 1679-1705 . Año 1704. Causa criminal contra Gregario
Leon, yndio . ..

468 Revista Andina, año 3


La encomienda de Songo-Suri-Oyune:
El proceso de un iceberg
Genevieve Tranchand

Dedicarse al estudio de una encomienda es - como se ha dicho a me-


nudo - tratar de evaluar el volumen de un iceberg con respecto a su parte
visible .
Así, desde estas consideraciones, la encomienda del mariscal Alonso
de Alvarado , compuesta de tres repartimientos, Songo. Suri y Oyune. sigue
siendo un enigma, y el documento( 1) que aquí presentamos no pretende re-
solver este misterio. Sin embargo, los elementos que nos proporciona sobre
las tasas nos llevan a preguntarnos sobre este término, correlativo de toda en-
comienda. La noción de tasa aparece a menudo como una entidad racional.
invariable e inalterable Por tanto , es inconcebible que las poblaciones indí-
genas hayan podido proporcionar los productos exigidos regularmente, sin
atraso , sin infracción . Siempre existen fallas, anomalías, faltas que son reve
ladas, sobre. todo , por las visitas o los procesos. Lo que no se dice. estos testi-
monios negativos - para emplear la exµresión de André Leroi-Gourhan - son
aparentemente más representativos de una realidad ; lo demás destaca lo for-
mal. lo legal. lo ordinario .
A través del proceso iniciado por los indígenas de Suri a su encomen-
dero, don García, segundo hijo del mariscal y heredero de la encomienda , in-
tentaremos apreciar lo que no dicen las tasas.

No. 2, diciembre 1985 469


Arti'culos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

En una carta escrita el 25 de septiembre de 1548 al Consejo de Indias.


el presidente La Gasea no trata de disimular su inquietud: la paz sigue siendo
frágil y el reparto de Guainarima. que él acaba de realizar, ha suscitado mu-
cho descontento. Tarea pesada. bastante desagradable. además. pues él se
daba cuenta de la imposibilidad de recompensar a todos aquellos que Jo me-
recían .

"La cosa que en este negocio ( . . ). mas he temido despues que la


fui entendiendo, ha sido que alianado Gonzalo Pizarra, no se pudien-
do cumplir con los que en ello sirviesen a su sabor. y conforme a la
costumbre que en las alteraciones que en este reino ha habido. se ha
tenido. habia de resultar inconvenientes y desasosiegos y desgracia.
especialmente conmigo, en quien por la familiar conversacion que
conmigo ha tenido. y por haberme ayudado en esta jornada, tanta
esperanza cada uno tenia" (R. Levillier 1924: 1 19).

Relata que al imaginarlo ante este cargo. Gonzalo Pizarra. prisionero .


le había dicho que se consideraba vengado: ''Gonzalo Pizarra estando preso
dijo: que no quería mayor venganza de me que verme encargado de tanta
gente" (R. Levillier 1924: 119).
A fin de evaluar con conocimiento de causa las rentas que destina a
los beneméritos. La Gasea ha recogido toda la información existente sobre
los repartimientos susceptibles de ser adjudicados. Por otra parte. no convie
ne detenernos en detalle aquí sobre los informes que fueron elaborados. dado
que su estado fragmentario excluye toda tentativa de comparación deducti-
va . Sin embargo, retendremos la conclusión de uno de ellos. relativo al distri-
to de La Plata. por las observaciones que contiene sobre los factores de ren-
tabilidad. El autor informa que sólo dan alguna ganancia los repartimientos
dotados de minas -de preferencia fácilmente explotables - y /o susceptibles
de producir en abundancia coca y maíz:

"Estos repartimientos de la villa de Plata ( ... ) pueden dar de apro-


vechamiento la cantidad que en cada uno va declarado; hase de en-
tender que Jo podran dar teniendo los Señores de los repartimientos
minas ricas donde los dichos Indios puedan sacar plata para dar a sus
amos los dichos aprovechamientos i que los amos que tubieren les
hagan abrir las minas con negros hasta descubrir el metal para que
ellos puedan sacar sin trabajo. que sua (sic) amos les den algunas he-
rramientas. i si el que tubiere repartimiento no tiene mina aunque
sean mui buenos si no tienen cantidad de coca i maíz no podran dar
con que se sustente su amo ... " (L. Loredo 1940: 59).

Además. aquí se percibe la influencia de las Nuevas Leyes y la apa-


rente preocupación del autor por respetarlas en todo. Pero las preocupacio-
nes que expresa respecto a la población tributaria traicionan su cuidado ini-

470 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

cial de preservar una renta decente para los encomenderos.


Sea como fuere, es en base al crédito que da a tales informes, que el
presidente La Gasea distribuye lo que evaluó en un millón y unos cuantos
miles de pesos; él precisa que esta evaluación se basa, especialmente. en los
testimonios de Gabriel de Rojas y Polo de Ondegardo relativos a la impor-
tancia de las minas de Potosí , descubiertas tres años antes. De hecho. en el
valor de los repartimientos él ha incluido la ganancia virtual del trabajo en las
minas susceptible de ser proporcionada por la décima parte de los indígenas
concernidos; es a partir de esta renta supuesta de un futuro repartimiento
que él calcula el monto de los derechos que cada benemérito recompensado
debe pagar(2): o sea. en total, ciento treinta mil pesos, que él aún puede dis-
tribuir a quienes no recibieron ningún repartimiento .
El hombre es hábil , y es por eso que fue designado para esta misión .
López de Gomara lo describe como "hombre de muy mejor entendimiento
que disposición. y que se había mostrado prudente en las alteraciones y ne-
gocios de los moriscos de Valencia'' (López de Gomara 1946 : 265 ). Y ya
que Carlos V ha visto confirmarse la legitimidad de sus derechos soberanos
sobre las Indias Occidentales (Bataillon 1958 : 79 y ss.). es conveniente . en
adelante , establecer y hacer reinar allí la legalidad. Ahora bien. es evidente
que para los conquistadores y los encomenderos la palabra . "legalidad'' está
fuera de lugar: lo que uno conquista de hecho no puede sino convertirse en
derecho . Al Presidente no le preocupa: él sabe que está encargado , sobre
todo , de velar por los intereses de la Corona. Su objetivo es simple : comprar
las conductas. Los realistas, que, por definición, no están implicados. serán
mal recompensados. En cambio , es conveniente asegurarse la confianza de
los rebeldes: su propósito es "hacer del ladrón fiel" .
Pero el desorden persiste . La elaboración de un segundo reparto se
hace indispensable para calmar los espíritus, por Jo menos mientras La Gasea
deja el Perú : les corresponderá a sus sucesores hacer público su contenido .
Estos heredarán. además. una pesada tarea : la elaboración y la puesta en mar-
cha de la tasación general de los tributos. A pedido del mismo La Gasea , esta
tarea es confiada a tres personalidades: a fray Jerónimo de Loaisa, primer
obispo y arzobispo de Lima; a fray Domingo de Santo Tomás de la orden de
predicadores. de mucha experiencia y conocedor de la lengua quechua ; y a
fray Tomás de San Martín, provincial de los dominicos. Sin embargo, estos
tres prelados deberán trabajar en contacto con la Audiencia, específicamen-
te, con el licenciado Hernando de Santillán y el licenciado Cianea, a quien la
enfermedad ya aleja de sus funciones.
¿Ignoraba La Gasea, o pretendía ignorar, que fray Jerónimo de
Loaisa estaba virtualmente comprometido en la cesión de su obispado a un
comparsa de Gonzalo Pizarro? (Bataillon 1967 : 492) ¿Sabía que fray Tomás
de San Martín se había comprometido a apoyar la investidura del jefe rebelde?
(id.) En realidad , la elección de estos hombres parece destacar la habilidad
diplomática del Presidente , quien de este modo hacía posible la puesta en

No. 2, diciembre 1985 471


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

marcha de esta gigantesca empresa en la que tantos otros habían fracasado.


Todo indicaba que la tasación general tendía hacia la aplicación de las Nuevas
Leyes, las cuales aparecían , indiscutiblemente, dirigidas contra los encomen-
deros. por tanto abuso Pero, de imponerse su estricta aplicación, el Perú vol-
vería a convulsionarse.
Por eso, el triunvirato constituido por los prelados y establecido en
Lima para proceder a la visita general de los repartimientos y a la tasación de
los tributos, recibe por consigna limitar lo más posible el servicio personal de
los indios sin suprimirlo del todo. Así, la construcción y reparación de casas
exigiría en adelante el pago de jornaleros, mientras que el aprovisionamiento
de leña y de forraje seguiría siendo gratuito (Pérez de Tudela 1964 : 507). Se
deseaba , sobre todo , que los trabajos exigidos no obligaran al indígena a ale-
jarse de su ambiente natural:

" ... que aquel numero de indios ( . . . ) fuesen de los lugares de los
llanos a los de los llanos . y en los de la sierra a los de la sierra .. . "
(Pérez de Tudela 1964: 507).

Por último , el trabajo en las minas y en la siembra debería ser exclui-


do de tasas(3).
Se trata de un verdadero viraje en la política de España en América.
Ya no es el tiempo del descubrimiento ni de la conquista , sino el de pobla-
miento y constitución de las colonias españolas. Se prevé a setenta y dos vi-
sitadores que irán de aldea en aldea, de casa en casa, censarán a la población
indígena, sus bienes, evaluarán sus tierras y recursos, anotarán sus costum-
bres y derechos de uso. En base a su informe y en consulta con ellos serán
fijados los tributos . Copias de las tasas serán enviadas seguidamente a los
principales interesados a fin de que unos y otros sepan en adelante lo que
deben dar y lo que pueden exigir.
¿Se puede decir, entonces, que el tributo constituye la renta del en-
comendero y que la tasa expresa el monto real de esta renta? Tomaremos co-
mo ejemplo los tres repartimientos de Songo, Suri y Oyune, que Alonso de
Alvarado recibió en encomienda del Presidente La Gasea .
Desde las primeras líneas, el texto de estas tasas subraya la especifici-
dad de cada repartimiento: si bien el texto preliminar relativo a Suri y Oyune
se dirige a los "caziques y a los <lemas principales e yndios e mitimaes vues-
tros sujetos", respecto a Songo, al contrario , no hay mención alguna a estos
mitimaes, ya sea porque el repartimiento no los comprendía o porque esta-
ban exentos de toda tasa.
Aunque no estamos en capacidad hoy en día de precisar quiénes son
estos mitimaes. de qué región proceden y a qué grupo étnico pertenecen , se
puede, sin embargo, a partir de las tasas(4 ), hacer resaltar algunos elementos
que permiten acercarse a la naturaleza de sus relaciones con los grupos co-
existen tes.

472 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

l. Tasa de Songo, Cha/lana, Chacapa


- 2000 cestos de coca - 'puestos en Lormaya'
"Y vos el dho encomendero aveys de dar a los dhos yndios que la lle-
varen para su comida I O cestos de coca que repartent entre si . . . ''
( . .. ciquiracoca , ... mandor . . .. cera , . .. myel, .. . ovillos de hilo
de algodón , . . guascas .. . . maderos)
'·por servicio ordinario de la casa
del encomendero . . ." - 4 yndios
A cambio , el encomendero se encarga de velar por la evangelización
de los indígenas.
De hecho, la tasa no es sólo un contrato de intercambio entre los
indígenas y el encomendero , sino también entre el encomendero y la Corona
de España, la cual lo autoriza a percibir los tributos en contrapartida a la
evangelización del indígena. Está precisado así:
"E por que con menos cargo y escrupulo de conciencia vos el dho en-
comendero podays llevar los dhos tributos vos encargamos y manda-
mos que hagays dotrinar a los dhos naturales en las cosas de nuestra
santa fe catolica e a tener e guardar ley natural y buena policia y no
aviendo clerigo o rreligioso que lo haga porneis un español de buena
vida y exemplo que los dotrine en lo suso dho ... " (5).
Sin embargo , este contrato de intercambio se asemeja mucho a una
decisión unilateral, puesto que, a falta de diezmos, las tasas incluyen las cláu-
sulas relativas al mantenimiento del "dotrinero "( 6 ).

2. Tasa de Suri
- 1700 cestos de coca - 'puestos en el pueblo de Yaco'
"y vos el dho encomendero aveys de dar a los dhos yndios que la lle-
v!lren r,ara su comyda cada mita 8 cestos de coca que reparten entre
Sl . . .
( .. . toldo, ... ovillos de hilo de algodon)
- 100 hanegas de mays - 'lo porneys en yaca'
( ... mandar, ... cera, . ~ .' myel, .. . gallinas y patos, ... huevos;
chaguar, . . guascas, ... costales de cabulla, ... palos)
"para servicio hordinario de la
casa del encomendero en le dha
cibdad de la paz .. . " - 4 yndios

3. Tasa de Oyune
- 120 cestos de coca - 'puestos en vuestras tierras'
( . .. toldos, ... sabanas, ... ovillos de hilo de algodon , . . . vestidos)
- 750 fanegas de mayz:

No. 2, diciembre 1985 473


Artículos , Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

• 400 - 'en casa del encomendero '


• 150 - 'en lurivaya . .. para el manteni-
miento de los yndios que fueren y
vinieren a potosi por harrieros .. :
• 200 - 'lo <lemas ... en vuestras tierras'

- 500 hanegas de chuño :


• 100 - 'en la ciudad de la paz'
• 50 - 'en lurivaya . . . para el manteni-
miento de los yndios que fueren e
vinieren a potosi por harrieros . . '.
• 350 - 'lo <lemas en vuestras tierras . .. '
( ... axi, .. . gallinas, .. . patos, . .. huevos, . . . chaguar, . .. sal)
"si el encomendero quisiere sembrar
en vuestras tierras con bueyes . .. le
dareys
- al tiempo de ~embrar . .. para
que le ayud en - 1O yndios

- al tienpo de deshervar y coger


cada vez .. . " - 30 yndios " o mas los que el cazi-
que quisiere para que mas presto
lo puedan hazer ... "
" . . . para servicio hordinario del
encomendero en la cibdad de la
paz .. . " - 12 yndios e yndias "de los quales
sean los tres oficiales"
"si el encomendero fuere a vues-
tras tierras todo el tienpo que es-
tuviere en ellas para que le sirvan
de servicio hordinario" - 8 yndios e yndias
"para guarda de los ganados del
encomendero" - 8 yndios " en vuestras tierras"
- 2 yndios "en la . . cibdad de la
paz"
"por quanto ... no se os manda dar tributo de oro ni plata ni rropa
ni ganado y estays en costumbre de ayudar a llevar comida y otras
cosas al asiento de las minas de potosi .. .
os mandamos que deys para.ayuda a llevar
la dha comyda en los carneros del
encomendero - 55 yndios "para que ayuden a
cargar e descargar e guardar los
dhos carneros en que se llevare la
dha comida . . .

474 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

"y vos el encomendero . .. les aveys de dar la comyda que fuere me-
nester a la yda e a la buelta e cada camino 4 cestos de coca que repar-
ten entre si .. . "

Si se compara estas tres tasas, la naturaleza y cantidad de los produc-


tos exigidos, la importancia de las prestaciones requeridas, es evidente que el
repartimiento de Oyune difiere bastante de los de Songo y Suri. Estos, de
otro lado, son designados en la tasa de manera singular como "repartimientos
de indios yungas" y parecen dedicados casi exclusivamente a la explotación
de la coca.
Respecto a Oyune , que ninguna tasa define claramente, éste se carac-
teriza por la importancia dada en el tributo, al maíz y al chuño . Estos pro-
ductos lo sitúan , en principio , en uno de estos dos pisos ecológicos : la zona
quechua o la dé puna .
Sin embargo, según los trabajos de M. Rostworowski (1966: 85) y
J. V. Murra (1975: 4 7) , las condiciones climáticas requeridas por uno u otro
de estos productos muy bien podrían encontrarse en la misma zona andina.
Otra disposición interesante: el repartimiento de Oyune está notable-
mente más sometido que los otros a las obligaciones del servicio personal :
mientras que en los repartimientos de Songo y Suri sólo se prevé cuatro indí-
genas para el servicio del encomendero en su casa de La Paz, Oyune debe pro-
veer doce , tres de ellos en calidad de "oficiales" (carpintero , alfarero , etc. ;
aquí nos falta información). Además, los indígenas de Oyune estaban obliga-
dos a prestar ayuda para la siembra, deshierba y cosecha de todo cultivo que
el encomendero pudiera desear sembrar en sus tierras. Esto significaba, sin
embargo, ir expresamente en contra de los deseos del Presidente La Gasea
(cf. R. Loredo 1940, loe. cit.).
Asimismo , debían proporcionar a una persona para cuidar el ganado
del encomendero, ya se tratase de ganado instalado en tierras de ellos o del
de La Paz.
Por último , una cláusula singular preveía que, ya que no se les exigía
ni oro, ni plata, ni tejidos, ni ganado, serían requeridos para el transporte de
mercancías, esto a pesar de las prescripciones de las Nuevas Leyes.
Ni oro , ni plata : las tasas de Songo y de Suri tampoco los incluían.
¿Por qué esta aclaración en el caso de Oyune? Señalar de manera explícita
que no se exige metal quiere decir que éste podría ser virtualmente exigido.
Pero no hay precisión alguna sobre la situación de las minas de donde podría
extraerse el metal: Potosí, Porco o -¿por qué no?- Simaco(7).
Cualesquiera que fuesen las producciones respectivas de estos reparti-
mientos, presentan una complementariedad utilizada, sin duda alguna, por el
encomendero, quien, dando vuelta a los principios establecidos por las Nue-
vas Leyes, emplea en beneficio propio las características de los diferentes gru-
pos indígenas bajo su control : tales son los dos aspectos de un mismo ele-
mento distintivo de Oyune -pastoreo y oficio de arriero(8)- que le permi-

No . 2, diciembre 1985 475


Arti'culos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - --- - -

ten el transporte de esta producción hacia una zona donde pu eda ser comer-
cializada (Saignes 1978). En cuanto al transporte de alimentos. como lo deja
entender la tasa, ¿no habría más bien motivos para pensar que se trata de la
coca?
En el curso de los años siguientes, numerosas provincias,sobre todo la
de Charcas. son escenario de acontecimientos violentos. A la rebelión de Se-
bastián de Castilla le sigue la de Hernández Girón y, para aplastar tanto una
como otra, la Audiencia no tendrá más recurso que reclutar tropas.
Puesta durante estas insurrecciones bajo la autoridad del mariscal
Alonso de Alvarado, la provincia de Charcas conoce la devastación causada
por las sucesivas campañas, al tiempo que se ve obligada a suministrar grandes
cantidades de víveres o materiales y pesadas prestaciones de servicio.

'·En tiempo de guerra causada por Francisco Hernandez los indios de


las provincias por donde paso la gente de Su magestad que el mariscal
alonso de al varado ( ... ) [ sacó J de Potosi dieron para proveimiento
de aquel campo quantidad de comida que fue ganado mahiz y papaz
( ... ) demas de lo dicho dieron muncha (sic) quantidad de otras cosas
necesarias que se tienen por menudencias y son de valor que hace,
falta a los pobres indios y dieron tanbién mas de cincuenta mili indios
para cargas y la gente les deshizo munchas (sic) de sus casas para ha-
cer de ma madera o leña lumbre en estas partes muy frias y despobla-
das de toda suerte de arboles ... "(9).

Y cuando en 1556 don Andrés Hurtado de Mendoza , marqués de Ca-


ñete, es llamado para hacerse cargo del virreinato del Perú , no pudo menos
que convencerse del carácter abusivo de los tributos. Además, se preocupa
por hacer respetar las Nuevas Leyes, cuyas tentativas de aplicación son en
gran parte la causa de los tumultos recientes.
De hecho , la moderación del tributo , la supresión del servicio perso-
nal de los indígenas y la prohibición del transporte que les estaba exigido, no
fueron del agrado de los encomenderos·.
Preocupado por la gran confusión que reinaba entonces en el virreina-
to - ¿no es acaso lo mismo que preocupaba a su predecesor? - -, el marqués de
Cañete intenta. en un comienzo, restablecer el orden. El remedio que preco-
niza es el de encontrar un ideal para esos soldados desocupados, eternos insa-
tisfechos, elementos perturbadores. ,
Así, en primer lugar, hace que pasen por el garrote a algunos alboro-
tadores que quedaron de revueltas pasadas, protegidos por oidores demasiado
indulgentes: Martín de Robles Thomás Vásquez. Y para hacer mejor el cen-
so de las armas susceptibles de ser dirigidas contra él, inaugura , fastuosamen-
te, una sala de armas en la cual será depositada, a buen recaudo, toda la arti-
llería (Vargas Ugarte 1966: 11, 65 ).
Tal vez en vista del ideal que deseaba instaurar en el Perú o de una

476 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

cierta afición por la pompa, el marqués de Cañete crea la "Compañía de gen-


tiles hombres lanzas" , para cuyo mantenimiento reserva el producto de las
encomiendas vacantes (Torres Saldamando 1967: 37) : en total, una renta
anual de 114,600 pesos de oro.
En último análisis, parece que el marqués de Cañete quiso debilitar
lo más. posible el poder arbitrario de los primeros encomenderos, de confor-
midad con la misma línea de los monarcas españoles.
Declara nula la primera tasa, agregando incluso que las inspecciones
que habían permitido su elaboración habían sido mal realizadas, que la tasa
no había sino consagrado los perjuicios ocasionados a los indígenas, pues ha-
bía sido establecida en medio de una gran confusión y sin una encuesta real
entre los interesados.
Es así que en 1557 una nueva inspección daría lugar a las retasas de
los repartimientos de Songo, Suri e, indudablemente, Oyune, pero este últi-
mo , lamentablemente para nosotros, no aparece en los documentos de que
disponemos

1. Tasa de Songo
- 1700 cestos de coca - "puestos los que cupiere al pueblo
de Songo en cañavire ( . . . )
e lo que cupiere a ( . .. ) los pue-
blos de challana e chacapa en una
ystancia ... "
2. Tasa de Suri
- 1 150 cestos de coca - "puestos ( . .. ) en el pueblo de
ynquisybe ... "
Leyendo esta tasa, uno se pregunta qué ha ocurrido con el sueño de
El Dorado que todo conquistador acariciaba al llegar al Perú. ¿Dónde estaba,
pues, el famoso botín de Cajamarca?
Muerto Alonso de Alvarado , ¿cuál sería el porvenir de sus herederos?
¿Con qué derecho desposeía así la Corona de Espafia a quienes ha-
bían prestado sus servicios lealmente, habiendo conquistado, pacificado y
poblado para ella este reino, sacrificando su vida y sus bienes personales, con
la esperanza de dejar a sus descendientes los beneficios merecidos?
La Gasea había comprendido bien todas estas quejas, todas estas que-
rellas, pero él mismo, en su primer reparto de Guainarima ( 1548), no siempre
supo recompensar a· los beneméritos, y el pobre reparto que hiciera justo
antes de regresar a España no fue suficiente para calmar los ánimos.
La intransigencia del marqués de Cafiete, que nos recuerda la de
Núñez Vela, se ve claramente en las modificaciones de las tasas: apelando a
los principios de las Nuevas Leyes, él atacaba a todos los encomenderos, a
menos que haya que decir a casi todos. En efecto, en una carta dirigida a
Felipe II en febrero de 15 57 , Pedro Rodríguez Portocarrero acusa abierta-

No . 2, diciembre 1985 477


Artículos, f\Jotas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

mente al virrey de querer proteger a ciertos deudores importantes de Su


Majestad:
" ... el mariscal Alonso de aluarado gasto e libro de la hazienda de
vuestra magestad siendo general nonbrado por los oidores de esta ab-
diencia en cantidad de quinientos mili castellanos poco mas o menos
para gastos de guerra contra francisco hernandez ( .. : ) y tengo re
lacion que lo libro y gasto tan sin orden y mal gastado que me han
dicho que tomando la quenta de ello al dicho mariscal o a sus herede-
ros ne se le rrecibira en quenta solo vn rreal de ello ( . .. ) parecido al
visorrey de dar a sus herederos, vna cedula priuada por la qual me
manda que no me entremeta en tomarle quenta y que el da por libre
y quito al dicho mariscal y a sus bienes y herederos de todas estas
quentas ... "( 1O).

Dos años después, el Lic. Fernández, fiscal de Los Reyes, denuncia-


ba, en una carta al rey, las intenciones y artimañas de este mismo virrey. Re-
lataba, al mismo tiempo , su encuentro con don García , este hijo al que el
marqués de Cañete nombrara gobernador de Chile , a quien habría oído decir,
a su llegada al Perú :
"mi padre tiene dada una tra~a en que piensa casar una hija con el
hijo del mariscal don alonso de alvarado y otra con el hijo de don
antonio de Ribera y a mi y a otro hijo dar dos buenos repartimientos
en este reyno de manera que entre cuatro hermanos tengamos quatro
casas principales y con esto qualquier virrey que viniere holgara de
tenernos contentos"( 11 ).
¿Debemos creer, entonces, que, detrás de la reglamentación drástica
de las tasas, ciertos acomodos eran admitidos?
En 1562, Ana de Velasco decide dejar el Perú y regresar a España con
sus dos hijos "a tratar ciertos negocios". Deja a Diego García de Villalón co-
mo encargado de sus bienes y propiedades en América( 12).
Tres años después, en 1565, los indígenas de Suri están en juicio con
su encomendero.
No sabríamos decir cuándo comienza el proceso, pero quizá no sea
ajeno a los nuevos factores económicos que surgieron en la región.
En efecto, en un documento(l3) sobre las cuentas de la encomienda
de Songo/Suri/Oyune que va de 1561 a 1565 , aparecen pequeñas irregulari-
dades en los salarios pagados en maíz a los indígenas que sirven en la casa del
encomendero en La Paz. Este producto les es distribuido en función: a) de
un salario; b) de los precios del mercado.
Ahora bien, en 1563, la fanega de maíz fue pagada a un equivalente
de 4 pesos en lugar de 3 pesos y medio. La sentencia dictaminada por la justi-
cia obligó a mantener este precio de 3 pesos y medio: retroactivamente, se
dio 35 fanegas de maíz a los indígenas.

478 Revista Andina, año 3


-------------------------Tranchand: Songo

Otras anomalías aparecieron en los salarios pagados, también en espe-


cies, a los indígenas que transportaban la coca a los mercados: de un lado ,
este salario, normalmente expresado en maíz, se compone, en 1564 y 1565,
de maíz y chuflo; de otro lado , unas compras de maíz inusuales -aunque en
realidad limitadas- se efectúan en Potosí para la alimentación de los indíge-
nas que transportan la coca.
De hecho, el documento nos revela que en 1564 y 1565 las condicio-
nes climáticas particularmente desfavorables redujeron las cosechas de maíz y
que, en 1566, los indígenas tuvieron que entregar todavía un saldo de 582
fanegas.
Paralelamente. el ganado del encomendero, gracias al cual se efectuaba
el transporte de la coca, disminuyó considerablemente a 'tausa de las enfer-
medades o del agotamiento, a tal punto que las cuentas muestran, desde
1564, ventas de coca tan frecuentes en La Paz, las Carangas y Pacajes como
en Potosí "por que se ahorro (sic) las costas y trabajo de indios y ganado que
no fuese a potosi"(l4) .
Es por estas razones, o también por otras , que se abre un proceso, a
pedido, por lo demás, de los indígenas de Suri.
Leyendo la primera tasa -efectuada en 1550-, nos ha parecido que
había vínculos entre los indígenas de Suri y los de Oyune. En efecto, el texto
relata que en esa época los depósitos donde los de Suri debían almacenar la
coca se encontraban en Yaco. Más tarde, en 1557, obtienen el almacenamien-
to en Ynquisibe, situado a mitad de camino entre Suri y Yaco .
El pueblo de Ynquisibe está habitado sólo por indios mitimaes de di-
ferentes repartimientos y no es más que un caserío(l 5 ).
Finalmente, las cuentas de la encomienda nos revelan que, por lo me-
nos en el intervalo de 15 61 a 15 65, el ganado que transporta la coca de Suri
es guardado en Yaco. Este ganado es del encomendero y por este mismo do-
cumento sabemos que los animales fueron puestos bajo la vigilancia de don
Martín, cacique de Oyune, de Coabana y de todo el repartimiento, y, a su
muerte, de su sucesor, don Alonso.
Entonces, si los de Oyune son quienes transportan la coca -como to-
do parece indicarlo- ¿por qué son los indígenas de Suri quienes intentan
procesar al encomendero respecto al transporte de la coca?
Por ciertos detalles en los documentos, parece que también los de
Suri tienen sus particularidades.
Vale la pena comparar dos hechos, si bien el intervalo de tiempo que
los separa hace que su confrontación sea debatible En 1551, delante de
Alonso de Mendoza, corregidor de La Paz, y de don Alonso Viza, "cazique e
seflor principal de Suri", se procedió a pesar un cesto de coca de este reparti-
miento. El cesto registra un peso de 21 libras, apreciablemente menos que las
24 ó 25 libras de los cestos de Songo y Oyune. Y don Alonso afirma que este
peso está bien y es el que siempre han utilizado y que utilizaban cuando fue-
ron "visitados".

No. 2, diciembre 1985 479


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Ahora bien, entre 1561 y 1565, en cada mita de coca se da 20 cestos


a los indígenas de Suri "por la demasiada e grandor de los cestos como es uso
e costumbre"(l 6 ).
¿Significa esto que los de Suri han logrado engañar a su encomendero
o que una modalidad. que hasta hoy desconocemos, interviene en el lapso de
tiempo que separa estas dos informaciones?
En todo caso, no es sino hasta 1565 que los indígenas de Suri se ne··
garán a transportar la coca. ¿Hasta qué lugar? ¿Con qué argumentos? No po-
demos sino referirnos a las declaraciones, a menudo contradictorias. de la
defensa asumida por Gaspar de Zárate, abogado del encomendero . Su alegato
es parte de un proceso en 1568, si bien ya se ha dictado una primera senten-
cia que, en aplicación de las Nuevas Leyes, suprimía el transporte de la coca
por los indígenas.
Desde la época de los Incas y hasta donde uno pueda remontarse,
dice Zárate, los indígenas de Suri siempre han transportado la coca desde sus
pueblos hasta Ynquisibe. Además . son numerosos y ricos; son robustos y ja-
más conocieron la enfermedad pues su región es de clima templado y nada
corrompe su salud. ¿Era; pues, demasiado exigirles este transporte? Y si hoy
en día se les alivia de esta carga, les faltará trabajo, mientras que, por otra
parte, el encomendero no tendrá más nada. De hecho. si uno se refiere a la
calidad de las tierras de los indios de Suri, a sus recursos, ellos podrían pagar
tanto o más tributo. Ellos no tienen ahora más razones para quejarse que
hace cien o doscientos años, pero han aprovechado que su encomendero era
menor y, por añadidura, que estaba ausente de este reino , esperando que
nadie lo defendería. Ahora bien, el solo móvil que tenían era sustraerse al
trabajo . Asi, ellos buscan la manera de transportar la coca sin tener que car-
garla ellos mismos.
Pese a ser curioso, el argumento de Gaspar de Zárate, no obstante,
parece verosímil. En efecto , parece que los indígenas , caciques y principales
de Suri sólo demandaron por su parte que se juntara en Suri la coca de todos
los pueblos de su repartimiento, encargándose ellos del gasto de efectuar el
transporte hasta Ynquisibe(l 7 ).
Gaspar de Zárate prosigue: la razón y la necesidad de este transporte
es porque las asperezas del camino no permiten utilizar otros medios para
ello . De hecho , agrega el abogado , el pueblo de Yaco , fijado por la tasa de
1550 como lugar de entrega, queda aún más cerca de la casa y el lugar de resi-
dencia de su cliente. Y ya es muy lamentable, para la parte que él representa,
haber visto esta ventaja reducida a la mitad por la tasa de 1557, que estipula-
ba que en lo sucesivo los indígenas de Suri depositarían la coca sólo en Yn-
quisibe, a mitad de camino entre Yaco y Suri. Ahora bien , la coca no ofrece-
ría interés alguno si no era transportada por lo menos a Ynquisibe : su explo-
tación resultaría inútil y la ganancia para la encomienda quedaría en nada .
Sería inconcebible privar de esta renta a los herederos del mariscal don Alon-
so de Alvarado , cuando se conoce los servicios que prestó a Su Majestad du-

480 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _Tranchand: Songo

rante los disturbios pasados y los considerables sacrificios personales sufridos


por él en el curso de estos acontecimientos.
Cualquiera que sea la interpretación que se haga de las declaraciones
de Gaspar de Zárate. sus explicaciones no son muy convincentes. Aun supo-
niendo que su declaración sea sincera, ¿cómo puede preferir su cliente que la
coca le sea entregada en Yaco - esto es. cerca de su casa- cuando se sabe que
será comercializada en Potosí? ·
Todos los mapas, aun los aproximados, que hemos podido examinar,
sitúan de hecho a Suri relativamente cerca de La Paz; Yaco , al contrario,
sería, en la encomienda de Songo-Suri-Oyune, el lugar más cercano a Potosí.
Si no se toma en cuenta, entonces, más que el interés de don García, el lugar
de entrega que ofrece una ventaja real es Yaco o , en su defecto, Ynquisibe.
En cuanto a los indígenas de Suri, notemos que ellos emplean con dis-
cernimiento los argumentos proporcionados por las Nuevas Leyes y que van
en contra de los españoles, en general, y de los encomenderos, en particular.
El proceso de los indígenas de Suri se va dilatando. pues la parte indí-
gena demanda aplazamientos y demoras a fin de presentar nuevos testimo-
nios. El 2 de marzo de 1567 , Hernando de Solórzano , administrador de los
bienes de Ana de Velasco , le informa a ésta de sus temores:

. . tengo avisado como en el negocio del sacar la coca desde! pue-


blo de Suri Al de ynquisybe se a tratado pleyto en la cibdad de la
plata e nos an condenado yo he dado el proceso para que lo lleven a
v.m. y es menester poner toda diligencia en este negocio para que
pongen la coca. como la suelen poner y son obligados por las tasas
por que como no la quieren sacar ni la sacan como solian la hazienda
del s(eño)r don garcia vale muy poco e de aqui adelante valdra menos
e a no la sacar noay hazienda ny yndios E. si V.md. no haze poner
rremedio deella brevemente se perdera todo queni quedara ganado
niotra cosa"( 18 ).
En efecto , con respecto a este proceso , parece que se estuviera recon-
siderando todo el sistema de la encomienda, y tal vez por voluntad real. Se
sabe que el rey ya había tenido muchos problemas con los grandes de España
y que no deseaba que surgiese una nueva nobleza en América. ¿ Cuántas veces
había expresado la Corona el deseo de que los repartimientos vacantes le sean
reincorporados? Pero el proyecto era inaplicable: siempre había beneméritos
en busca de mercedes en el Perú.
Al mismo tiempo que la Corona declaraba abiertamente su deseo de
proteger a sus vasallos indígenas, ¿no era también su intención suprimir a
este mal intermediario entre los indígenas y ella que era el encomendero? El
resultado parece un fracaso ya que la encomienda, que cumplía la función de
título, no proporcionaría en adelante más rentas. Desde entonces, su titular
no podía sino desear nuevas explotaciones, nuevos ingresos, quizá la adquisi-
ción de tierras, aun en detrimento de la población indígena, a menos que ne-

No. 2, diciembre 1985 481


Artículos , Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

gociara con la Corona la concesión de otros privilegios, de otras recompensas.


Pero, ¿rendía la encomienda de Alvarado realmente tan pocos benefi-
cios? No olvidemos las minas de Simaco , las cuales, a nuestro entender, Alva-
rado no tiene en cuenta. Ni el oro ni la plata figuran en las cuentas de su en-
comienda y menos aún en las tasas, como hemos visto. El metal, sin embar-
go , no ha desaparecido y es poco probable que la idea de explotarlo haya
sido completamente abandonada. La presencia comprobada, no lejos de estas
minas, de indios chunchos con fama de ser guerreros terribles, capaces de rea
lizar incursiones sangrientas, podría también servir para encubrir una empre-
sa muy rentable y para disimular las ganancias. La aldea de Oyape, relativa-
mente cerca de Simaco, ¿no fue, según se dice, "en tiempo de los Yngas . . .
pueblo poblado de Yndios Chunchos mineros"?( 19).
No se trata, por cierto, más que de una hipótesis, y es como tal que la
hemos querido presentar aquí.

Genevieve Tranchand
34, rue Saint André des Arts
75006 París
Francia

482 Revista Andina, año 3


NOTAS:

( 1) Archivo General de Indias (AGI) - Indiferente General 1383 A: "Consejo - Año de


1568 - Legajo de escrituras cuyos originales se mandaro(n) bolver a las partes."
Agradecemos al Sr. M. Ruggiero por habernos dado acceso a este documento, así
como al proveniente de los Archivos Nacionales de Sucre.
(2) La cédula real debía ser remitida al beneficiario sólo una vez pagados los derechos
(3) J . Pérez de Tudela Bueso (ed.): Cróni¡;as del Perú.- Madrid, B.A.E. CLXIV, 1963 :
LXXI-LXXII, nota 212 (estudio preliminar). Notemos que La Gasea no se libra de
la contradicción: cf. supra, la renta virtual de los repartimientos establecida según
las perspectivas de explotación de las minas.
(4) En el anexo a este trabajo transcribimos el texto de las tasas tal como figura en
nuestro documento.
(5) AGI - Indiferente General, documento citado, f : 17v, 22v y 28.
(6) Véase el anexo.
(7) Biblioteca Nacional de Madrid, Ms. 2010: "Libro de la descripcion del Piru discurso
de goviernos de los visorreis y gouentadores del, grandezas de la cibdad de los Reies
. .. Compuesto por Antonio Baptista de Salazar. Termina en el capitulo 3° que que-
da incompleto. Dedicatoria al Rey Felipe II Año 15 96, f: 41, 41 v et 42. - "'.' .. en el
distrito de Chacapa E gimaco E tipuana q(ue) son yungas de coca distrito de la ciu-
dad de la paz q(ue) al presentees El corregimiento de La recaxa son las mas rricas
minas de oro que sean descubierto en las Yndias ( . .. )/( ... ) Es de saber q(ue) un
cap(itan) llamado A(lonso) de mendor.;a q(ue) fue Señor y encomendero de los Yn-
dios de gimaco y chacapa y larecaxa teniendo noticia deestas minas tan rricas Entro
aellas ( ... )/( ... ) fue dios Servido que despues de la pacificacion deeste rreyno
por el presidente Gasea dentro de Seys meses murio sin heredero: luego fueron rre-
partidos Estos Yndios En otros Encomenderos : El mariscal (A. de Alvarado) uuo los
Yndios a do(nde) Estan las minas que Songimaco y chacapa y otros muchos cones-
tos" (el subrayado es nuestro). De donde resulta que la encomienda de Alvarado
podría haber sido la de Alonso de Mendoza, fundador y corregidor de La Paz .

No . 2, diciembre 1985 483


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(8) Sobre la composición del repartimiento de Oyune, véase J.V. Murra , op. cit. , "Nue-
va información sobre los yana", especialmente las págs. 228-229.
(9) Roberto Levillier.-Audiencia de Lima, tomo I, 1549-64.- Madrid : 1922.- "Carta
del licenciado Juan Fernandez, fiscal de Lima, dirigida al Consejo de Indias". (8 .XII.
1555), p. 156.
(1 O) Roberto Levillier: Gobernantes del Perú.- Cartas y papeles, 11, p. 463. Madrid:
1921-26.- "Carta a S.M. de Pero Rodríguez Portocarrero oficial real de Lima, con
largos capítulos contra el marqués de Cañete. Los Reyes, 1° de febrero de 1557".
(11) R. Levillier.- Audiencia de Lima: "Carta del Licenciado Juan Fernandez , fiscal de
Lima (Los Reyes, 5 avril 1559)". Tomo I, págs. 218-219.
(12) Es el mariscal mismo quien, en 1550, entrega todos los poderes a Diego García de
Villalón, encargándole, además, recoger los tributos fijados por las tasas de ese mis-
mo año.
( 13) Archivo de la Nación (Sucre - Bolivia). Escribanos No. 7, Leg. 9. "Cuentas rendidas
por Diego García de Villalón de la administración de la hacienda de don García de
Alvarado, encomendero de la Ciudad de La Paz , que a tenido a su cargo en este
tiempo". (1562-1565).
( 14) Archivo de la Nación, documento citado , f. 1165 y f. 1177.
( 15) Maúrtua - Juicio de límites entre Perú y Bolivia. Barcelona, 1906. " Relación de los
oficios que se proveen en el Reino del Perú de las personas que los confieren y de
los salarios asignados a ellos". (1578-1583).
(16) Archivo de la Nación , documento citado, f. 1140, f. 114 7, f. 1164 y f . 1177.
(17) Sobre este punto particular, véase John V. Murra. Formaciones económicas y políti-
cas del mundo andino. I.E.P., Lima, 1975 , pág. 104. Véase igualmente Jurgen Golte,
"Algunas consideraciones acerca de la producción y distribución de la coca en el
Estado Inca", XXXVIII Congreso Internacional de Americanistas, Munich, 1968 :
474.
(18) A.G.I., Indiferente general 1383 - A. - f. 39v.
(19) Biblioteca Nacional de Madrid. Ms. 2010, doc. citado, f. 42.

484 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - T r a n c h a n d : Songo

BIBLIOGRAFIA

MANUSCRITOS
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sejo - Año de 1568 - Legajo de escrituras cuyos originales se mandaro(n) bolver a las
partes".
Archivo de la Nación - AN/S (Sucre - Bolivia). Escribanos No. 7, legajo 9 : "Cuentas ren-
didas por Diego García de Villalon de la administracion de la hacienda de don García de
Alvarado, encomendero de la Ciudad de La Paz, que a tenido a su cargo en este tiempo"
(1562 - 1565).
Biblioteca Nacional - BN/M (Madrid - España). Ms. 2010 : "Libro de la descripcion del
Piru discurso de los visorreis y gouemadores del, grandezas de la cibdad de los Reies, cali-
dad de las demas y de los corregimientos, con las Rentas que el Rei nuestro Señor tiene y
otras cosas. Compuesto por Antonio Baptista de Salazar" 1596(?). (Termina en el capítu-
lo 30 que queda incompleto - Dedicatoria al Rey Felipe 11, Año 1596).

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No . 2, diciembre 1985 485


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486 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

ANEXO

Tasa de Songo

f: 15v Nos fray geronimo de loaysa por la gracia de dios y de la santa se-
de apostolica de rroma primero obispo y arzobispo desta cibdad
de los reyes del consejo de Su Mag(esta)d y el licenciado Hernan-
do de Santillan oydor en la audiencia e chancillería rreal que por
mandado de Su Mag( esta)d rreside en esta dicha cibdad y fray
domingo de Santo tomas de la horden de los predicadores por el
nombramiento e comysion a nos dada por el muy illustre señor
licenciado pero gasea del consejo de su magestad de la Santa
f: 16 general inquisicion / e su presidente en estos reynos e provincias
del peru para entender en hazer la tasa de los tributos que los
rrepartimientos de estos dichos rreynos an de dara sus encomen-
deros ( . . . ) A vos el mariscal don alonso de alvarado vezino de
la cibdad de nuestra Señora de la paz chamaquila lyngara e Has-
taca caziques y a los demas principales e yndios vuestros sujetos
que al presente soys e despues de vos sucedieren en el rreparti-
miento de songo que es de yungas que esta encomendado en vos
el suso dicho e a cada uno y qualquier de vos sabed que en cum-
plimiento de lo que Su Magestad tiene proveydo e mandado
acerca de la tasa que se a de hazer de los tributos que los natura-
les destos dichos rreynos an de dar a sus encomenderos asi para
que los suso dichos sepan lo que les an de pedir y llevar como
para que los dichos naturales sean bien tratados y se conserven e
aumenten se nombraron visitadores que visitaron el dicho vues-
tro rrepartimiento los quales como sabeys hizieron la visita del y
la presentaron ante nos y visto e comunicado con los visitadores

No. 2, diciembre 1985 487


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

f: 16v y otras personas que parescio que/ podian tener noticia de la dis-
pusicion e posibilidad del dicho rrepartimiento e yndios del por
virtud del dicho nombramiento tasamos y declaramos dever dar
el dicho rrepartimiento que vos esta encomendado en tanto que
Su Magestad otra cosa acerca de la dicha tasa dispone e manda
los tributos que de yuso yran declarados por la forma e horden
que se sigue -
Primeramente dareys vos los dichos caziques e yndios del dicho
vuestro rrepartimiento al dicho vuestro encomendero en las dos
mitas primeras de las que cogeys la coca en cada una dellas sette-
cientos cestos de coca y en la terzera mista (sic) seys cientos
desta memo (sic) y medida que los devades y haziades al tienpo
que os visytaron que fue a tres dias del mes de hebrero deste
presente año de quinientos e cinquenta años y los dareys pues-
tos en el pueblo de lormaya y vos el dicho encomendero aveys
de dar a los dichos yndios que la llevaren para su comyda diez
cestos de coca que reparten entresi /
f: 17 Yten dareys en cada una mitad dicha sesenta e cinco petaquillas
ciquiracoca de ciquiracoca del tamaño que las davades al tienpo que os visi-
taron puestas en el dicho pueblo de lormaya.
Yten dareys cada mitad que dieredes la coca ciento e cinquenta
tablillas de mandor e otros ciento e cinquenta de cera e quatro
cantarillos de myel todo del tamaño que lo soleys dar y lo por-
neys en la cibdad de la paz en casa del encomendero .
Yten dareys cada mitad de los dichos seys ovillos de hilo de al-
godon de a libra cada uno a cinquenta guascas para atar carneros
de cinco brac;:as cada una puestas en casa del encomendero .
Yten dareys cada año ocho maderos de veinte hasta veynte e
cinco pies en largo en (sic) cada uno puestos en casa del enco-
mendero e por este primero año que se quente desde! dia que-
esta tasa se notificare avos el dicho cazique dareys sesenta ma-
deros del dicho tamaño e los pornays en casa del encomendero /
f: 17v Yten dareys por servicio hordinario de la casa del encomendero
de la dicha cibdad de la Paz quatro yndios que se muden por sus
mitas. E por que con menos cargo y escrupolo (sic) de concien-
cia vos el dicho encomendero podays llevar los dichos tributos
vos encargamos y mandamos que hagays dotrinar a los dichos
naturales en las cosas de nuestra santa fe catolica e a tener e
guardar ley natural y buena policia y no aviendo clerigo o rreli-
gioso que lo haga porneis un español de buena vida y exemplo
que los dotrine en lo suso dicho.
E por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los dichos natu-
rales es justo que se le provea de cornada sustentacion en tanto
que no ay diezmos de que se pueda sustentar dareys vos los di-

488 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

chos caziques e yndios del dicho rrepartimiento parayuda a su


sustentacion cada mes dos hanegas de mays e dos cargas de ca-
motes y una oveja e cada tres meses un puerco bueno o una ove-
ja en su lugar y una carga de sal y un cesto de coca e cada sema-
f: 18 na / (sic) gallinas e tres patos y los biemes y dias de pescado ca-
da dia diez huevos e leña para quemar e yerva para su cavalgadu-
ra y el salario de dineros e otra cosa mas si fuere menester e para
la sustentacion del dicho clerigo o rreligioso lo pagareys vos el
dicho encomendero o la parte que os cupiere. por tanto por el
presente mandamos a vos el dicho mariscal don alonso de alvara-
do encomendero del dicho rrepartimiento y a los que despues
de vos sucedieren en la dicha encomienda e a vos los dichos cha-
maquilla e yngara e llastaca caziques e a los <lemas prencipales e
yndios vuestros sujetos que al presente soys e despues de vos su-
cedieren . en el dicho rrepartimiento que guardays e tengays la
tasa de suso contenida que deys cada año que se quente desde!
día que os fuere notificada a vos el dicho cazique en adelante
por sus mitas los tributos e cosas en ellas contenidos (sic) so
pena que sy pasado el dicho termino en que asi los aveys de dar
dentro de veynte días mas primeros siguientes no dieredes y
pagaredes y uvieredes dado y entregado al dicho vuestro enco-
f: 18v mendero conforme a la .dicha tasa / que le deys e pagueis los tri-
butos e cosas que asi le devieredes e rrestaredes por dar y entre-
gar de cada mita con el doblo e costas que sobrello se le siguie-
ren e rrecrecieren en la qua) dicha pena vos condenamos e ave-
rnos por condenado (sic) en ellas desde agora para entonzes e
dentonzes para agora e mandamos a la justicia mayor e hordina-
ria de la dicha zibdad de nuestra señora de la paz hagan y man-
den hazer entrega y execucion en vuestra persona y bienes por
el dicho prencipal y pena del doblo e costas conforme a derecho
e así mesmo que vos el dicho mariscal don alonso de alvarado ni
los que despues de vos sucedieren en la dicha encomienda no
podays rrezebir ni llevar ni rrescibays ni llevays por vos ni por
interposita persona publica ni secretamente direte ni yndirete-
mente otra cosa alguna del dicho rrepartimiento salvo lo conte-
nido en la dicha tasa so las penas en la provision rreal de Su Ma-
gestad contenidas que es que por la primera vez que paresciere
que ayays rrezebido mas como dicho es <lemas de volver a los di-
chos yndios lo que así les ovieredesllevado pagueys de pena el
quatro tanto del valor dellos (sic) para la camara de Su Magestad/
f: 19 E por la segunda vez restituyays así mesmo a los dichos yndios
lo que así les ovieredes llevado e seays privado de la dicha enco-
mienda dellos y perdays otro qualquier derecho que tengays o
podays tener a los dichos tributos e mas la mitad de todos vues-

No . 2, diciembre 1985 489


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

tros bienes para la camara de Su Magestad en las quales dichas


penas yncurrays vos el dicho encomendero e qualquier persona
que despues de vos sucedieren en la dicha encomienda si heze-
dieredes de lo en la dicha tasa contenido e vos condenamos y
avernos por condenados (sic) en ellas desde agora para entonzes
e dentonzes para agora aplicados (sic) segun dicho es e por que
dello vos el dicho encomendero no pretendays inorancia e sepais
lo que aveis de rrezebir e los dichos caziques e yndios lo que an
de dar mandamos que cada uno de vos tenga en su poder este
proveymyento de un tenor rreservando como rreservamos en
nos facultad de añadir e quitar en la dicha tasa todas las vezes
que paresciere deverse quitar o añadir e quitar en ella conforme
a lo qual tienpo e posibilidad de los dichos caziques e yndios
f: 19v pidiere e rrequiriere fecho en los rreyes / a primero de setiembre
de mili e quinientos y sinquenta años fray hieronimo archiepis-
copus de los rreyes el licenciado hernando de santillan fray do-
mingo de santo tomas por mandado de su señoria rreberendissi-
ma e merced(?) pedro de avendaño.

Tasa de Suri

f: 20v a vos el mariscal don alonso de alvarado vezino de la cibdad de


nuestra señora de la paz e a vos visa cazique y a los <lemas princi-
pales e yndios e mitimaes vuestros sujetos que al presente soys e
despues de vos sucedieren en el rrepartimiento de Suri ques de
yndios yungas encomendado a vos el suso dicho e a cada uno e
qualquier de vos sabed que en cumplimiento de lo que Su Ma-
gestad tiene proveydo e mandado acerca de la tasa que se a de
hazer de los tributos que los naturales destos dichos rreynos an
f: 21 de dar a sus encomenderos asi para / que los suso dichos sepan
lo que les an de pedir e llevar como para que los dichos natura-
les sean bien tratados e conserven e aumenten se nombraron vi-
sitadores que visitasen el dicho vuestro rrepartimiento los quales
como sabeys hizieron la visita del y la presentaron ante nos e vis-
to e comunicado con los visitadores y otras personas que pares-
cio que podían tener noticia de la dispusicion e posibilidad del
dicho rrepartimiento e yndios del por virtud del dicho nombra-
miento tasamos y declaramos dever dar el dicho rrepartimiento
entre tanto que Su Magestad otra cosa acerca de la dicha tasa
dispone e mandalos tributos que de yuso yran declarados por la
forma y tenor que se sigue.
Primeramente dareys vos el dicho cazique e yndios del dicho rre-
partimiento al dicho vuestro encomendero en las dos mitas pri-

490 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - T r a n c h a n d : Songo

f: 21v meras de las que cogeys la coca/en cada una dellas seyscientos
cestos de coca y en la terzera mita quinientos cestos del tamaño
y medida que los davades y haziades al tienpo que os visitaron
que fue a diez e siete dias del mes de diziembre del año pasado
de mili e quinientos e quarenta y nueve años e los dareys pues-
tos en el pueblo de yaco y vos el dicho encomendero aveys de
dar a los dichos yndios que la llevaren para su comyda cada mita
ocho cestos de coca que rreparten entre si.
Yten dareys cada año un toldo y ocho ovillos de hillo (sic) de al-
godon de a libra cada uno puesto en casa del encomendero.
Yten dareys cada año cien hanegas de mays e lo porneys en
Yaco por los tercios del año.
Yten dareys cada mita que dieredes la coca ciento e cinquenta
tablillas de mandor y otras ciento e cinquenta de cera y tres can-
tarillos de myel todo del tamaño que lo soleys dar puesto en la
cibdad de la paz en casa del dicho encomendero /
f: 22 Yten dareys cada myta que dieredes la coca quarenta gallinas y
patos la mitad hembras puestas en casa del encomendero.
Yten dareys cada mita dicha cien huevos puestos en casa del
encomendero.
Yten dareys cada mytad dicha una arroba de chaguar por hilar y
cien guascas para atar carneros de cinco bra<;as cada una e seis
costales todo de cabulla e puesto (sic) en casa del encomendero.
Yten dareys cada año ocho palos de veynte hasta veynte e cinco
pies en largo puesto (sic) en casa del encomendero e por este pri
mero año que se quente desde! dia que esta tasa se notificare a
vos el dicho cazique dareys veynte maderos del dicho tamaño e
los porneys en casa del encomendero en la dicha cibdad de la paz.
Yten dareys para servicio hordinario de la casa del dicho enco-
mendero de la dicha cibdad de la paz quatro yndios que se mu-
f: 22v den / por sus mitas e por que con menos cargo y escrupulo de
conciencia vos el dicho encomendero podays llevar los dichos
tributos os encargamos y mandamos que hagays dotrinar a los
dichos naturales en las cosas de nuestra santa fee catolica e a te-
ner e guardar ley natural e buena policía y no aviendo clerigo o
rreligioso que lo haga porneys un español de buena vida y exemc
plo que los dotrine en lo suso dicho.
por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los dichos natura-
les es justo que se le provea de comoda sustentacion en tanto
que no ay diezmo (sic) que se pueda sustentar dareys vos el di-
cho cazique e yndios del dicho rrepartimiento para ayuda a su
sustentacion cada mes dos hanegas de mays e dos cargas de ca-
motes y una oveja e cada tres meses un puerco bueno o una ove-
ja en su lugar y una carga de sal e un cesto de coca e cada serna-

No. 2, diciembre 1985 491


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

na quatro gallinas la mitad hembras y dos patose los dias de pes-


l: 23 cado / cada día diez huevos y leña para quemar e yerva para su
cavalgadura y el salario de dineros y otra cosa mas si fuere me-
nester para la sustentacion del dicho clerigo o rreligioso solo pa-
gareys vos el dicho encomendero en la parte que os cupiere . Por
tanto por el presente mandamos a vos el dicho mariscal don
alonso de alvarado encomendero del dicho rrepartimiento e a los
que despues de vos sucedieren en la dicha encomienda e a vos
visa cazique y a los <lemas principales e yndios e mitimas vues-
tros sujetos que al presente soys e despues de vos sucedieren en
el dicho rrepartimiento que guardeys e tengays la tasa de suso
contenyda e que deys en cada un año que se quente desde! día
que vos fuere notificada a vos el dicho cazique en adelante por
f: 23v sus mitas los tributos e cosas en ella contenictas ( . . . )/( .. . )
f: 24 ( ... )/( . . . ) fecho en los reyes a primero día del mes /
f: 24v de setienbre de myll e quinientos e cinquenta años fray hieroni-
mo archipus de los rreyes el licenciado hernando de santillan
fray domingo de Santo tomas ( .. . )

Tasa de Oyune
f: 25 a vos el mariscal don alonso de alvarado vezino de la cibdad de
nuestra señora de la paz provincia de chuquiapo y a vos guanca
cazique e a los demas principales e yndios e mitimaes vuestros
sujetos que al presente soys e despues de vos sucedieren en el re-
partimiento de oyune que es de yndios quirvas que esta enco-
mendado en vos el suso dicho e a cada uno e qualquier de vos
f: 25v ( ... )/( ... )
Primeramente dareys vos el dicho cazique e yndios del dicho rre-
partimiento al dicho vuestro encomendero en cada una mita de
las que cogeys la coca quarenta cestos de coca del tamaño y me-
dida que los davades e haziades al tienpo que os visitaron que
fue a veynte e nueve días del mes de noviembre del año pasado
de mili e quinientos e quarenta y nueve años puestos en vuestras
tierras.
Yten dareys cada seys meses un toldo e cinco sabanas e diez ovi-
llos de hilo de algodon de a libra cada uno todo todo (sic) pues -
to en casa del encomendero.
f: 26 Yten dando os el enco / mendero lana o algodon para ello le ha-
reys della cada un año sesenta vestidos la mitad de honbre y la
otra mitad de muger que se entiende un vestido manta e camise-
ta es anaco y liquida la manta del yndio y el anaco de la yndia
de dos varas en ancho e dos varas en largo e la camiseta de vara y
ochavo en largo y en el ancho del rruedo dos varas menos una
ochava e la liquida las de lana de vara y tercia en largo y en el

492 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

ancho de una vara e las de algodon de vara e media en ancho y


otro tanto en largo y lo porneys en casa del encomendero.
Yten dareys cada año setecientas e cinquenta fanegas de mayz
puestas las quatrocientas hanegas en la cibdad de la paz en casa
del encomendero por los tercios del año e ciento y cinquenta
hanegas en lurivaya para el mantenimiento de los yndios que
fueren y vinieren a potosi por harrieros e las demas dareys en
vuestras tierras.
f: 26v Yten dareys (sic) cada un año / quinientas hanegas de chuflo
puestas las cien hanegas por los tercios del año en la dicha cib-
dad e cinquenta hanegas en lurivaya para el mantenimiento de
los yndios que fueren e vinieren a potosi por harrieros y las de-
mas en vuestras tierras e por que en los dichos pueblos se suele
quemar con los yelos e frios la dicha comida e otros años por
falta de aguas e por otras causas es el año esteril y seos pierde
por tanto mandamos que en los tales años que esto acaheciere
no deys de toda la dicha comida mas de lo que sulmamente pu-
dieredes dar.
ces tillos Yten dareys cada seys meses sesenta cestillos de axi del tamaño
que los sueleys dar puestos en casa del encomendero.
gallinas Yten dareys cada seys meses sesenta gallinas la mitad hembras e
quarenta patos e patas puestas en casa del encomendero.
huevos Yten dareys cada mes ochenta huevos puestos en casa del enco-
mendero.
ch aguar Yten dareys cada seys meses dos arrobas de chaguar por/
f: 27 hilar puestas en casa del encomendero. ,
sal Yten dareys cada seys meses seys cargas de sal puestas en casa
del encomendero.
sementera Yten si el encomendero quisiere senbrar en vuestras tierras con
bueyes como sea sin perjuicio dellas le dareys al tienpo de sen-
brar diez yndios para que le ayuden e al tienpo del deshervar y
coger cada vez treinta yndios o mas los que! cazique quisiere pa-
ra que mas presto lo puedan hazer.
servicio Yten dareys para servicio hordinario de la casa del encomendero
de la cibdad de la paz doze yndios e yndias que se muden por
sus mitas de los quales sean los tres oficiales y si el encomendero
fuere a vuestras tierras le dareys todo el tienpo que estuviere en
ellas para que le sirvan de servicio hordinario ocho yndios e
yndias.
guarda de Yten dareys para guarda de los ganados del encomendero ocho
ganado yndios en vuestras tierras e otros dos en la dicha cibdad de la
paz.
f : 27v Yten por quanto avos los dichos caziques e yndios / no se os
manda dar tributo de oro ni plata ni rropa ni ganado y estays en

No. 2, diciembre 1985 493


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

costumbre de ayudar a llevar comidas y otras cosas al asiento de


las minas de potosi por tanto entendiendo que es menos travaxo
para vos los dichos yndios a llevar a llevar (sic) comyda con al-
gunos yndios al dicho asiento de potosi que no (sic) dar el dicho
oro ni (sic) plata ni (sic) rropa ni (sic) ganado( 1) os mandamos
que deys para ayuda a llevar la dicha comyda en los carneros del
encomendero cinquenta e cinco yndios para que ayuden a car-
gar e descargar e guardar los dichos carneros en que se llevare la
dicha comyda y vos el dicho encomendero ni otra persona algu-
na no los ocupareys en otra cosa mas de enhazer lo suso dicho e
les aveys de dar la comyda que fuere menester a la yda e la buel-
ta e cada camyno quatro cestos de coca que reparten entre si los
quales dichos yndios se mudaran por sus mitas e hasta que los
f: 28 unos sean venydos de hazer el dicho camyno / no yran otros e
por que con menos cargo y escrupulo de conciencia vos el dicho
encomendero podays llevar los dichos tributos os encargamos y
mandamos que hagays dotrinar a los dichos naturales en las co-
sas de nuestra santa fe catolica e a tener e guardar ley natural y
buena policía y no aviendo clerigo o rreligioso que lo haga por-
neys un español de buena vida y exemplo que los dotrine en lo
suso dicho.
e por que al clerigo o rreligioso que los dotrinare a los dichos na-
turales es justo que se le provea de comoda sustentacion en tan-
to que no ay diezmos de que se pueda sustentar dareys vos el di-
cho cazique e yndios del dicho rrepartimiento para ayuda a su
sustentacion cada mes dos hanegas de mayz e otras dos de chu-
ño y una oveja y un puerco de año y medio o dende arriba o una
oveja en su lugar e cada semana seys gallinas la mitad gallinas y
la mitad patos e cada quatro meses un puerco bueno o una oveja
f: 28v en su lugar / y una carga de sal y los días de pescado cada dia
diez huevos e alguna fruta e cada dia un cantarillo de chicha e
leña para quemar e yerva para su cavalgadura y el salario de di-
neros y otra cosa mas si fuere menester para la sustentacion del
dicho clerigo o rreligioso lo pagareys vos el dicho encomendero
(manchado) la parte que os cupiere.
por tanto por el presente mandamos a vos el dicho mariscal don
alonso de alvarado encomendero del dicho rrepartimiento e a los
que despues de vos sucedieren en la dicha encomienda e a vos el
dicho guanca cazique e a los demas principales e yndios e myta-

(l) La frase parece ininteligible a menos que admitamos un error de transcripción del
copista : el texto reproducido aquí es una copia de las tasas originales hecha cerca de
veinte años más tarde. No excluimos, por lo demás, una mala interpretación de
nuestra parte.

494 Rev ista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Tranchand: Songo

maes (sic) vuestros sujetos que al presente soys e despues de vos


sucedieren en el dicho rrepartimiento que guardeys e tengay s la
tasa de suso co nt enida e que deys en cada un año qu e corra y se
quente desde el dia que os fuere notifi cada a vos el dicho cazi-
que en adelante por sus mitas los tributos e cosas en ella conte-
nidas ( . .. )/
f: 29 ( ... )/
f: 29v ( . .. )/
f: 30 ( ... ) fecho en los reyes primero dia del mes de setienbre de
mili e quini entos e cinquenta años fray geronimo archipus de los
reyes el li cenciado hernando de sa ntillan fray domingo de Santo
tomas ( ... )

Retasa de Songo
f: 3J V ( .. . )
rretasas don hurtado de mendo~a marques de cañete guarda mayor ele la
cibclad de quenca visorrey e capitan general de estos rreynos e
provincias del peru por Su Magestad - Rubri ca - a vos doña ana
de velasco madre ligitima (sic) e tutriz de don alonso de alvaraclo
vuestro hijo e del mariscal don alonso d e alvarado vuestro mari-
do difunto sucesor en la encomienda el e ynclios qu e! dicho ma-
riscal tuvo encom endados y a los que adelante fueren sus tuto-
res e curadores y a vos don martín cazique principal del rreparti-
miento de songo prencipales e yndios vuestros sugetos que al
present e son e clespues del sucedieren del (sic) dicho rreparti-
miento que el dicho mariscal tuvo encomendado e a cada uno e
qualquier ele vos sabed que la rreal Audiencia e chapcilleria que
f: 32 por mandado de Su Magestad / rreside en estos reyno (sic) te-
niendo noticia de como el dicho rrepartimiento estava muy agra-
viado en los tributos en que estavan (sic) tasados (sic) por no las
(sic) poder cumplir ni pagar asipor su ynposibilidad como por
que la visita e quenta primera que dellos se hizo constava el per-
juicio e agravio que a los dichos naturales en la dicha tasa se avía
hecho e por se aver hecho la dicha visita sin guardar horden ni
ver se los naturales por vista de ojos por cuya causa se torno a
visitar con citacion de partes la qua! se presento antemi e por mi
vista e la rrelacion de como el dicho rrepartimiento no puede
pagar y cumplir con su encomendero los tributos en que estan
tasados (sic) por la tasa que esta hecha y lo que Su Magestad tie-
ne mandado acerca de la tasa que sea de hazer de los tributos
que los natural es destos dichos rreynos an de dar a sus encomen-
deros para quellos sepan lo qu e les an de pedir e llevar como pa-
ra que sean bien tratados e se conservan aparescido que en el
f: 32v entretanto que por mi otra cosa se provehe y manda acudan / al

No. 2, diciembre 1985 495


Artt'culos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

dicho encomendero con los tributos siguientes.


coca Primeramente les (sic) dareys en cada un afio un mili y setecien-
tos MDCC
songo cestos de coca del peso y tamaño que hasta aqui se lo cestos
aveys dado puestos los que cupiere al pueblo de songo en cafia-
vire que es quatro leguas del dicho pueblo y ocho de chuquiavo
e lo que cupiere a los yndios de los pueblos de challana e chaca-
pa en una ystancia (sic) que esta entre cha llana e chacapo (sic)
dos leguas de cada pueblo e dos de cuchiavo (sic) la qua! dicha
coca la dareys al dicho vuestro encomendero qu e esta e n las di-
chas partes y lugares por sus mitas.
E por que con menos cargo y escrupulo de conciencia vos el di-
cho encomendero podays llevar los dichos tributos vos encargo
e mando que hagays dotrinar a los dichos natural es en las cosas
de nuestra santa fee catolica e a tener e guardar ley natural y
buena policía e no aviendo clerigo o rreligioso que lo haga por-
f: 33 neys un espafiol / de buena vida y exemplo que los dotrine en lo
suso dicho .
E por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los dichos natu-
rales es justo que se le(?) provea de comoda sustentacion en tan-
to que no ay diezmos de que se puede sustentar clareys vos los
dichos caziques e yndios del dicho rrepartimien to para ayuda a
su sustentacion cada mes dos hanegas de mayz e dos cargas de
camotes e un puerco e cada quatro meses un puerco o en su lu-
gar una oveja y una arroba de sa l y un cesto de coca e cada se-
mana dos gallinas e tres patos y los biernes e dias de pescado
cada dia diez huevos e lefia para quemar y yerva para su cava l-
gadura y el salario de dineros e otra cosa mas si fuere menester
para la sustentacion del dicho clerigo o rreligioso lo pagareys vos
f: 33v el dicho encomendero o la parte que os cupiere/ por tanto por
el presente mando a vos el dicho cazique principales e ynclios
vuestros sujetos que al presente soys e despues ele vos sucedieren
en el dicho rrepartimiento que desde el día que esta tasa vos fue-
re notificada en adelante en cada un afio por sus mitas le acuclays
al dicho vuestro encomendero y vuestro (sic) tutor e curador no
les piclays ni lleveys por vos ni por ynterpuestas personas publica
ni secretamente direte ny yndirete otra cosa alguna mas ele lo
arriba declarados (sic) ny otro servicio personal ni obras ( ... )/
f: 34 ( .. . ) fecho en los rreyes a diez dias del mes de mayo de mili e
quinientos e cinquenta e syete afios el marques ( .. . )

Retasa de Suri
f:35 ( .. . )

496 Rev ista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - T r a n c h a n d : Songo

ultimatasa a vos doña ana de velasco muger ligitima (sic) e tutriz de don
de suri alonso de alvarado vuestro hijo e del mariscal don alonso de al va-
rado vuestro marido difunto sucesor en la encomyenda de yndios
que el dicho tuvo encomendados e a los que adelante fueren sus
tutores e curadores y a vos alonso viza cazique prencipal de suri
principales e yndios vuestros sujetos que al presente son e des
pues del sucedieren en el dicho rrepartimiento quel dicho maris-
cal tuvo encomendado e a cada uno e qualquier de vos ( . .. )/
f: 35v ( ... )/
f: 36 ( ... ) Primeramente le dareys al dicho vuestro encomendero en
cada un año myll e ciento e cinquenta cestos de coca Ynquisibe
del peso y tamaño que agora se los aveys dado puestos por sus
mitas en el pueblo de ynquisybe quatro leguas del pueblo de suri
e por que con menos cargo y escrupolo (sic) de conciencia vos el
dicho encomendero podays llevar los dichos tributos vos encar-
go e mando que hagays dotrinar a los dichos naturales en las co-
sas de nuestra santa fee catolica e a tener e guardar ley natural e
buena policía e no aviendo clerigo o rreligioso que lo haga por-
neys un español de buena vida y exemplo que los dotrine en lo
suso dicho e por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los
dichos naturales es justo que se le provea de comoda sustenta-
f: 36v cion en tanto que no ay. diezmo de que / se pueda sustentar da-
reys vos los dichos caziques e yndios del dicho rrepartimiento
para ayuda a su sustentacion cada mes (sic) hanegas de mays e
dos cargas de camotes e un puerco e cada quatro meses un puer-
co bueno o una oveja en su lugar e una arroba de sal e un cesto
de coca e cada semana quatro gallinas la mytad hembras e dos
patos e los días de pescado cada dia diez huevos e leña para que-
mar e yerva para su cavalgadura y el salario de dineros e otra
cosa mas si fuere menester para la sustentacion del dicho cleri-
go o rreligioso la pagareys vos el dicho encomendero o la parte
que os cupiere.
Por tanto por el presente mando a vos los dichos caziques e prin-
cipales e yndios vuestros sujetos que al presente soys e despues
de vos sucedieren en el dicho rrepartimiento que desde! dia que
f: 37 esta tasa os fuere notificada en adelante / en cada un año por sus
mytas le acudays al dicho vuestro encomendero con los dichos
myll e ciento e cinquenta e (sic) cestos de coca arriba declarado
(sic) e que vos el dicho vuestro encomendero e vuestro tutor e
curador no les pidays ny lleveys por vos ni por ynterpositas per-
sonas secreta ni publicamente direte ni indirete otra cosa alguna
mas de lo arriba declarado ni otro servicio personal ni obras
f: 37v ( . .. )/( ... ) fecho en los rreyes a diez días del mes de mayo de
mill e quinientos e cinquenta e siete años el marques ( ... )

No . 2, diciembre 1985 497


Presentación en forma reiterativa
del drama quechua ,, La Muerte de Atahualpa,,
Teodoro L. Meneses

En 19 51 , con ocasión de celebrarse en Lima el 1er. Congreso Interna-


cional de Peruanistas, en homen~je al 4to. Centenario de la fundación de
nuestra universidad limeña y alma mater de la nacionalidad, la Real y Pontifi-
cia Universidad de San Marcos, actualmente denominada Universidad Nacio-
nal Mayor de San Marcos, Decana de América, revelamos la existencia de un
texto dramático quechua inédito , escrito presuntivamente en lengua nativa
de la región norteña e intitulado "LA MUERTE DE ATAHUALPA" (Cf.
Tomo IV, entrada No. 3883K de la Bibliographie des Langues Aymará et
Kichua de Paul Rivet et G. de Crequi-Montfort. París, 1956).
Como quiera que esta primigenia comunicación nuestra no llegase a
cumplir su principal cometido de difusión ante el público nacional e interna-
cional de la presencia del texto, habiendo quedado soterrada en los archivos
no frecuentados de la Universidad , pensamos que es ésta la oportunidad cir-
cunstanciada para hacerle una segunda presentación a aquel texto dramático ,
esta vez bajo los auspicios de Revista Andina, publicación del Centro de
Estudios Rurales " Bartolomé de Las Casas", del Cusco. Además , nos es grato
declarar que la misma institución cultural ha acogido nuestro proyecto de
sacar una edición crítica del texto del drama, dedicándole para ello un tomo
de su serie "Biblioteca de la Tradición Oral Andina".

No . 2, diciembre 1985 499


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

Ya de plácemes con este recaudo de los mejores auspicios logrados


para el texto hace tiempo revelado, en los párrafos siguientes vamos a tratar
de reponer y actualizar brevemente algunos conceptos imprescindibles de
nuestra primera comunicación al Congreso de Peruanistas ( 1951 ), dándoles al
mismo tiempo la noble función de pregoneros insistentes de su propia vindi-
cación artística y cultural.

Antecedentes anecdóticos

Fue en el curso del año de 1943 , cuando más ocupados nos hallába-
mos en la preparación de otro trabajo concerniente a las relaciones de la lite-
ratura dramática quechua y la castellana, que por una feliz casualidad llega-
mos a ponernos en contacto con un texto manuscrito del drama quechua
intitulado "La Muerte de Atahualpa".
Este raro e inédito ejemplar lo estaba copiando un pariente nuestro
a solicitud de una tercera persona. El trabajo de transcripción que se estaba
realizando era en el sentido de obtener un texto comprensible, trasladando el
texto original al dialecto ayacuchano . Entonces fue cuando intervinimos y
aconsejamos la obtención de una copia literal del códice, logrando , de esta
suerte , precisamente ésta que va a ser materia de comento y repetida pre-
sentación.
Habiendo transcurrido algunos años desde la obtención del texto lite-
rario, y como quiera que nadie había tocado el asunto, lo revelamos para su
estudio después de realizar el acopio de las referencias necesarias acerca de su
procedencia y demás características textuales, que volveremos a especificar
más adelante, ahora que retornamos atraídos por su temática histórica.

El drama quechua
El valor y positivo interés que tiene esta pieza siempre han residido ,
para nosotros, en la presunción de ser ella una de las obras menos conocidas
de la dramática quechua virreinal, que, como es sabido, hasta hace poco sólo
contaba con cuatro exponentes clásicos, inacabadamente estudiados , que
son : El Hijo Pródigo, de Lunarejo; El Pobre más Rico, de Gabriel Centeno de
Osma; El Usca Paucar y el renombrado 01/antay, de autores anónimos. Ya
muy recientemente acrece la cuenta con dos textos más: "El Rapto de Pro-
serpina y Sueño de Endimión", del mismo J. Espinosa Medrano , y "La Tra-
gedia del Fin de Atahualpa", de autor anónimo boliviano (Cf. Antología del
Teatro Colonial. Ed . EDUBANCO. Lima, 1983 ).

De la primera copia del Códice de Almendras

Empezamos denominando a nuestro texto copia del Códice de


Almendras en razón a que dicho nombre aparece al pie del original del cual

500 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Meneses: Drama quechua

éste fue sacado.


La copia que poseemos actualmente es, pues , moderna y obra en
nuestro poder desde el año 1943. Es una copia mecanografiada en trece pági-
nas de papel de despacho tamaño oficio, a líneas seguidas, sin espacios. Tie-
ne, además, una característica particular: sólo en su primera página el texto
quechua está adaptado al dialecto ayacuchano; en las demás, como se dejó
entendido en el párrafo de los antecedentes, sigue literalmente al original.
Aunque no se ha hecho posterior verificación de la copia, parece que está
realizada con bastante cuidado y es legible e.n todas sus partes, salvo ciertos
pasajes textuales algo oscuros para la comprensión, quizás sí verdaderos equí-
vocos del Códice, que se verán después.

Referencias directas al Códice de Almendras


En 1950, preparando nuestra comunicación al Congreso , nos pusimos
en el caso de averiguar por vía directa los datos precisos sobre aquel original
que tuviéramos la oportunidad de verlo por una sola vez.
De sus señas y particularidades recordábamos las siguientes: escritura
manuscrita con caligrafía moderna; al final, nombre y apellido del copista,
indicaciones de lugar y fecha. Textualmente decía lo siguiente: "Pedro
Almendras/Lima, 20 de febrero de 1932". El papel en que se hallaba copiado
era un cuaderno de esos empastados de cerca de 60 páginas y, aunque no re-
cordamos ·exactamente las que abarcaba el texto , en cambio recordamos que
estaba inserto junto con otras composiciones poéticas en lengua castellana.
Todos estos datos mnemónicos nuestros fueron verificados con el va-
lioso concurso del señor Juvenal Romero, quien había sido, justamente , el
mandante de la copia del año 1943. Este caballero nos refirió también exac-
tamente las mismas características ya apuntadas. Por otra parte, el señor Ro-
mero , al enterarse de nuestro propósito de estudio y presentación de este
tema literario que a él también le era grato, se ha servido proporcionarnos
gentilmente los detalles más completos para el conocimiento de este Códice.
En primer término, nos comunicó estar en la posibilidad de volver a
conseguir este texto que hemos venido a llamar Códice de Almendras. Acerca
de la procedencia de este texto nos dijo que lo había conseguido prestado del
propio copista, don Pedro Almendras, y que este señor le había expresado
que la copia la hizo él de un libro antiguo que su padre, don Aurelio, se había
prestado de un señor Manuel Chávez , residente en el pueblo de Tauca. Am-
pliando sus informes, el señor Romero nos ha manifestado también que el
mismo copista le había informado que esta obra fue representada en su pue-
blo durante algunos años, el 29 de agosto. Igualmente, el señor Romero nos
ha informado que precisamente este Códice de Almendras había sido copiado
para cierta representación que se iba a llevar a cabo aquí, en Lima, por el año
1932, la cual no se realizó a causa del fallecimiento de su planeador, el pro-
pio señor Aurelio Almendras, padre del copista.

No. 2, diciembre 1985 501


Artículos, Notas y D o c u m e n t o s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Título
Textualmente no aparece ningún título especial, pero en form a muy
clara está expresado al poner el rol de los actores, con lo que precisamente
empieza la copia. Literalmente reza así : "Personajes que componen la re-
presentación de la muerte de Atahualpa".

Características del texto

El texto es bilingüe; es decir, escrito en quechua y español. La parte


inicial , hasta más de la mitad, está en la lengua quechua , fuera de las acota-
ciones e indicaciones escénicas ; hacia el final , la pieza está en lengua castella-
na , lo que hace que sea caracterizada como un texto mixto.
Otra característica muy notable del texto es que la composición lite-
raria ha sido realizada en forma mixta , pues en partes está en prosa y en
otras, en verso. La totalidad de los diálogos están compuestos en prosa , sólo
los textos correspondientes al canto de las pallas están en verso, y lo mismo
la última lamentación del Inca, desde poco antes de recibir la inicua senten-
cia de muerte hasta el final mismo de la representación . Estas partes verifica-
das suman 15 l pies de verso.
Además, la pieza está compuesta originalmente en un solo acto; con-
siguientemente, es más corta que los otros textos dramáticos conocidos. En
cifras totales, la pieza tiene 242 intervenciones dialogales de los personajes,
unas en forma breve y otras un tanto extensas.

Los personajes del drama

Textualmente y en el mismo orden se nombran los siguientes :


Indios: Españoles:
Rey Inca (Atahualpa) Francisco Pizarro
Tres Ccoyas Hernando de Soto
Tito Atauchi Felipillo
Rumiñabi Embajador
Quisquis Padre Valverde
Actoruna Padre Predicador
Huascar Consejero de Pizarro
Acoayco
Quispe Condor
Viso

502 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Meneses: Drama quechua

El argumento

· Constituye el tema de este drama el conocido pasaje histórico de la


captura, procesamiento y condena a muerte del Inca Atahualpa en la ciudad
de Cajamarca por los conquistadores españoles capitaneados por Francisco
Pizarra. El conflicto de las pasiones personales no sobresale en éL aparte de
las consabidas posiciones de intereses de poder encontrados de los españoles
con los incas .
La acción se desarrolla sucesivamente en varios escenarios : un tambo
real en las puertas de Cajamarca , en los baños y luego en la plaza de la ciu-
dad. La impresión general que se obtiene del desarrollo escénico es sencilla-
mente la de un magnífico realismo descriptivo.
La representación empieza con la exposición de la grandeza de la cor-
te imperial del Inca en pleno camino hacia Cajamarca, donde Atahualpa. an-
tes de entrar a la ciudad , descansa en un tambo real y se huelga en un ban-
quete con sus oficiales y pallas. En este momento recibe los primeros infor-
mes de la exploración de los españoles por los llanos de la costa , Tumbes y
Piura , así como por las cercanías de la ciudad de Cajamarca. Acto seguido , el
Inca se traslada a los baños y recibe la noticia del arribo cierto de los españo-
les a la misma ciudad . A su vuelta de los baños, el Inca recibe una primera
carta de Pizarra y una invitación para comer y enseguida recibe la primera
embajada de Pizarra , compuesta de Soto, el Consejero hermano de Pizarra y
el intérprete indio huancavilca Felipillo. Los príncipes y jefes incaicos instan
al Inca a capturar y acabar con los españoles , pero el Inca les manda com-
portarse pacíficamente. Vuelve a recibir ahí mismo la segunda embajada
propia de los sacerdotes españoles, en la que va Fray Valverde con su ayudan-
te , otro Padre Predicador, y el infaltable Felipillo. En esta visita ocurre la
espectacular escena en que el Inca arroja la Biblia por los suelos y Fray Val-
verde , indignadísimo , manda predicar inmediatamente un sermón con su
ayudante el Padre Predicador, quien espeta una pieza de oratoria chabacana
tan incoherente o desproporcionada en sus conceptos como la anticipada
condena a muerte que le daba al Inca antes de habérsele hecho un jucio su-
mario siquiera .
Después , el Inca aparece con su cortejo de nobles en la plaza de
Caja marca , donde es hecho prisionero . Luego, el Inca dice una lamentación
extensa en la que alude a los hechos del rescate , el juicio y otras incidencias
que no son escenificadas y que concluyen en la sentencia ignominiosa de su
muerte , cuya lectura recibe el Inca con el ánimo más sereno . Lamentándose
de la ingratitud de sus huéspedes , Atahualpa termina clamando venganza al
cielo al modo cristiano , con lo que concluye la representación.

Crítica histórica

Como se desprende del sintético relato del desarrollo de la acción , los

No . 2, diciembre 1985 503


Art1culos, Notas y Documento s_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

hechos históricos conocidos por las fuentes documentales ordinarias son re-
presentados en otra forma , quedando ciertamente cortos los d a tos oficializa-
dos en beneficio de la solidez y sintética exposición dramática . Por esto es
que ya no entran en la pieza los detalles que median entre la captura y la ex-
pedición de la sentencia para la ejecución del Inca , detalles anecdóticos de la
vida del Inca en la prisión que buenamente se hubieran prestado a algunas es-
cenas realistas, quizá condenatorias de la actitud de los españoles. Pero es de
notar , también , que a cambio de esta sintetización de hechos el artista ha in-
troducido libremente de su fantasía , si es que no tomándolas de alguna fuen-
te inédita o quizá tradicional. algunas escenas casi efectistas, como por ejem-
plo la segunda embajada de los frailes con los detalles por demás novedosos
de tal cumplimiento.

A modo de critica literaria

Aunque la estimativa sobre el valor es tético real de la pieza no pode-


mos ciertamente exponerla aquí , toda vez que lo que hacemos es una simple
presentación con señalamiento de las particularidades más generales del tex-
to , sin embargo, vamos a ade lantar algunas apreciaciones precisamente sobre
lo más saltante de la obra a primera lectura. El estudio y la traducción filoló-
gica del texto harán después los esclarecimientos definitivos.
El texto parece ser originalísimo , no sólo en lo relativo a su factura y
composición mixta en prosa y verso , sino también en la exposición del tema
histórico , que es abordado con cierta emotividad plena de acendrado indige-
nismo. a lo que añadimos la nota de un fuerte sabor satírico. más que humo-
rístico , contra el sacerdote español y los conquistadores , con un mayor de-
sembozo que lo hecho en el Usca Paucar y el Ollantay.

El lenguaje del drama


La lengua quechua del Códice de Almendras difiere notoriament e de
los dialectos cusqueño y ayacuchano. teniendo más bien algún parecido con
el dialecto huanuqueño y .cerreño. Pero , en principio , no cabía duda alguna
sobre la particularidad dialectal del texto , al estar con el dato preciso sumi-
nistrado por el Sr. Romero acerca de la procedencia del mismo y del lugar del
que es originario su copista .
El dial ec to quechua del tex to sería, pues, el ancashino y pres umible-
mente aun el lecto provincial de don Pedro A lm endras , natural de Cabana .
Sin embargo , creernos que existe aún una problemática del lenguaje textual
que no acaba con este apuntamiento relativo al Códice de Almendras . pu es to
que este mismo no viene a ser sino una copia de otro original. Y así , además ,
porque hechas a lgunas confrontaciones iniciales de los datos de su proceden-
cia con los nuevos datos relativos al lenguaje regional , juntamente con otros

504 Revi sta Andina. año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Meneses: Drama Quechua

indicios textuales, los resultados nos llevan a dudar de la posible individuali-


dad provincial tauquina del texto que alcanza al mismo original.
Queda pues todavía por reconocer cuál es la verdadera identidad dia-
lectal del lenguaje del texto , solución trascendental que facilitaría la diluci-
dación de las problemáticas de filiación de otros códices nacionales de este
drama.
He aquí una muestra del dialecto textual , correspondiente a la escena
en que el Inca recibe , de parte de uno de sus capitanes que cumplía funcio-
nes similares a las de jefe de inteligencia y de prevención del ejército , la pri-
mera noticia de la aproximación de los españoles al valle de Cajamarca. Es
también éste el pasaje más nutrido de regionalismos vocabulares , que parti-
cularmente nos dificultan a nosotros la comprensión del texto.
El texto literal de la página dos contiene este diálogo :
Quispicondor
Cunanmi ancha yacata villascayqui ñami cunanca villascayqui/ junta
llacctanchicman chayamus caychica mana muscanchic runacuna sapra
sapra sunca sapra chica rillay manchacuypac chuaquinim / chica ya-
nancuna chicmi cullurapascaquina nina rurasca ñaupag-/ ninta amus-
pansuca tunanta caypinta chuacachispa ancha manchacuy -/ pac ca-
parichin mainimi cuyaypac chuacachispa amupachica manchay -/ pac
paycunatami chucatay chuarinampi quiqui llactanmi ancha ya - / cata
rurachuanquichu llapan corinchita colquinchita pallanchicunatapas
quichu chuamchay sumaccllantanchicpi chica yacata yanac-/ chay
pantiaycum sumacllanchicma llapam yananchicunatapas ru -/ rasca
chaypan caipi aniñocay llapatan yananchicunachum rurasca apoin-
callay.
Inca
Quispicondor ama imatapas ruranchu ñocatami villascayqui rillay-/
chic Tumbis llacctanchicman runa cune pi yarpaynita ninan tucuy /
muscayquita villaschuanin caypimmi imay catapas rurasca lntiya-/
yayla Quillamamay atancunampi imatapas rimachichuanqui ninpa-
ca-/ mi runachicuna cunanmi villaychic imanispan cunanca Quispi-
con-/ dor villacuscanta chicatamni Apoyayay Inca Huayna Ccapac
ñami/ cunanca ricuscanchic tuayrillayquiqui Visonchita cachamuy
Quispicon dor.
Quispicondor
Arí apoinca.
Nuestra traducción de este fragmento textual es la siguiente:
Quispecóndor
Hoy una desgracia te voy a contar. Ya pues te contaré ... A nuestro
populoso pueblo han llegado cantidad de gentes indeseables. Unos
son muy barbudos , bigotudos y muy brillantes (de vestidos) como

No . 2, diciembre 1985 505


Artículos, Notas y Documentos _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

para tenerles miedo ; otros, sus servidores, son como troncos de "chic-
mo" quemado, (negros) . Estos, hechos fuego (arrolladores) , vienen
por delante, tocando bastones y palos (o instrumentos musicales), y
como para temer mucho los hacen tronar. Algunas veces tocan tan
agradablemente (sus instrumentos), otras veces enmudecen que dan
miedo. A ellos destrúyelos en sus asentamientos , el mismo pueblo me
hace imaginar desgracias, como que nos van a quitar todo nuestro oro
y plata y también nuestras mujeres. Su jefe nos expoliará en nuestra
hermosa ciudad .. . ¡Auxílianos en tanta desgracia! ¡Tú quédate en
nuestro hermoso pueblo! ¡A todos nu~stros servidores habilitaré
(como soldados), para eso estoy yo aquí! ¡A todos nuestros auxilia-
res los prepararé (como combatientes), oh, mi señor!
Inca
Quispecóndor, no hagas nada, ya te comunicaré (mis órdenes oportu-
namente). Ve tú a nuestro pueblo de Tumbes y en los poblados (de
paso) mi preocupación (por ellos) [avisa]. Mientras tanto [aquí],
todos tus planes de castigo irrealizables que ideaste (contra los huira-
cochas ), . . . ... ...... . . . . . . ...... . . . . .... . .. ...... . . . . (? ),
los estaré haciendo conocer . . .
(En un aparte , reconsiderando lo referente a las desgracias que sobre-
vendrían al pueblo de Cajamarca, dice el Inca como garantizando que
no sucederán tales cosas):
Aquí (en este reino) tanto y cuanto hecho es, mi padre Sol y mima-
dre Luna ya lo han tenido a su cuidado [y previsión] por tiempo lar-
go ...
(Continuando el diálogo con Quispecóndor, el Inca expresa su enfa-
do:)
¡Me haces hablar cualquier cosa! ... ¡Digo secretos!
(Y dirigiéndose a todos sus capitanes les ordena:)
Ahora adviertan ustedes a nuestros pueblos [de la llegada de los hui-
racochas].
(Pero inmediatamente reconsidera lo dicho y revoca su mandato, pre-
guntándoles a sus capitanes:)
¿Aduciendo qué cosa advertirán ustedes lo que Quispecóndor ha avi-
sado [de la llegada de los huiracochas]?
(Luego se responde ~l mismo, como dando una explicación ratifica-
toria de sus propias convicciones y tradiciones familiares :)
La verdad dice mi padre, el poderoso Inca Huayna Cápac, y ya esta-
mos viendo [la llegada de los huiracochas] .
(Dirigiéndose finalmente a Quispecóndor:)
¡Quispecóndor, presto , al mismo Viso en persona envíame!
Quispecóndor
Sí, poderoso señor.

506 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Meneses: Drama quechua

Problemas de la datación y la paternidad del drama

Aunque no es empresa fácil el embarcarse en la tarea conducente a la


datación del códice que presentamos y el atribuirle paternidad al mismo , sin
embargo, vamos a intentar poner los hitos iniciales para hacer posibles las dis-
quisiciones futuras.
Partiendo de las consideraciones relativas a la intencionalidad satírica
de la pieza y por otros indicios de naturaleza lingüística que la excluyen cate-
góricamente de nuestra contemporaneidad. desprendemos que esta pieza po-
dría ser la creación de algún escritor bilingüe de la época en que la crítica a
las instituciones virreinales se complacía principalmente con la sátira cruda
contra los frailes españoles realistas, al mismo tiempo que el amor a la tradi-
ción más secular. esto es a la incaica, empezaría a reverdecer con verdadero
fervor. Y esta época corresponde indiscutiblemente a la de los precursores de
la independencia nacional. Recientes y nuevos sondeos del texto ya nos lle-
van casi a ratificar esta primera inducción.
Por otro lado , si concordamos los datos del antiguo "Mercurio Perua-
no" referentes a un códice oral de este drama con el argumento del texto que
presentamos , sin mucha dificultad reconocemos un aire de parentesco , por
aquello de ser "un perfecto drama músico", "una tragedia", etc. Sin embar-
go , a partir de esta aproximación y concordancia temática sería verdadera-
mente muy aventurado formular una hipótesis de filiación y anunciar el pre-
sunto logro de una datación casi ya precisa, por el distanciamiento lingüísti-
co textual.
En realidad , para avanzar con paso seguro en la dilucidación de estos
problemas siempre creernos que precisa la presencia o la revelación del primi-
tivo Códice de Almendras , donde presumimos podría hallarse la clave final
igualmente para la hipótesis de la posible filiación de todos los códices pe-
ruanos.

Evaluación provisional del drama "La Muerte de Atahualpa"

Por los datos y argumentos someramente expuestos, ya podría cole-


girse el valor que encierra el drama en sí mismo como documento literario o
histórico que viene a aportar nuevas luces sobre las realizaciones culturales de
nuestro remoto pasado nacional.
Literariamente , es una pieza dramática de regular extensión y de al-
guna relevante calidad artística. Una vez acabado el estudio filológico de su
texto y publicado, tendremos mejor oportunidad de ponderarlo.

Teodoro L. Meneses
Jr. Arístides del Carpio 1390
Lima l. Perú

No. 2, diciembre 1985 507


Panorama de la lingüística andina
Rodolfo Cerrón-Palomino

La presente reseña intenta ofrecer un balance de los estudios de lin-


güística andina tal como esta disciplina se ha venido desarrollando en los últi-
mos veinte años. Señalaremos que por lingüística andina , o simplemente
andinistica, comprendemos los estudios relacionados con las lenguas que se
hablan , o se hablaron , en el espacio andino , entendido éste en su acepción
geográfico-histórico-cultural, y que corresponde aproximadament~ al vasto
territorio que en la primera década del presente siglo Uhle definía como la
"esfera de influencia" del Imperio de los Incas. Aclaremos que el lapso que
buscamos reseñar constituye el momento culminante en el que los estudios
de lingüística andina alcanzan desarrollos inusitados, revolucionando comple-
tamente los conocimientos vigentes hasta entonces y, por ende , colocando a
la joven disciplina en condiciones equiparables de rigor y profundidad a las
de las otras ciencias sociales que se ocupan del área. Hagamos otra precisión
aún : sólo nos ocuparemos del desarrollo de los estudios de las dos familias
lingüísticas consideradas , juntamente con la guaraní, como las más importan-
tes de la América del Sur: la quechua y la aru, singularizadas, desde el con-
tacto inicial con la cultura occidental, como "lenguas mayores". De otro
lado, la reseña ofrecida se circunscribirá fundamentalmente a la situación
peruana , aunque será inevitable hacer breves referencias a lo acontecido en
los países andinos vecinos. El mismo hecho de que tanto el quechua como

No . 2, diciembre 1985 509


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

el aimara , aunque en mayor medida el primero que el segundo, hayan tras-


cendido los territorios ecuatoriano-peruano-bolivianos determina que la andi-
n ística escape, en términos de su abarque geográfico, el espacio andino deli-
mitado previamente. Finalmente , en la medida en que el "salto cualitativo"
de una disciplina no se da de súbito, sino que, por el contrario , es el resulta-
do de un largo proceso de fermentación motivado por la desazón frente a pa-
radigmas obsoletos, el espacio cronológico sugerido como objeto de refle-
xión tendrá que ser más elástico en cuanto a su inicio , pues serán inevitables
las referencias a etapas inmediatamente previas a la delimitada .
Una vez hechas las aclaraciones del caso , conviene ahora señalar los
aspectos que serán tratados en la presente reseña . Siendo el tema bastante
amplio, pareció más conveniente tratarlo abordándolo a través de sus distin-
tas facetas, las mismas que, en su conjunto, darán una idea cabal del tipo de
logros (e insatisfacciones) que caracteriza al desarrollo de la lingüística andi-
na en los últimos veinte años . Tales aspectos son: (a) dialectología. (b) clasi-
ficación, ( c) reconstrucción , (d) descripción y análisis, (e) sociolingü ística, y
(f) enseñanza. Las secciones siguientes estarán destinadas al abordaje de tales
facetas . Por Jo demás, un primer balance del desarrollo de los estudios que-
chu ísticos (1960-1972) lo realizó Hartmann (1972b), en un artículo que ha
tenido muy poca difusión porque, a diferencia de los trabajos posteriores de
la autora , apareció en alemán.

l. DIALECTOLOGIA
Hasta la década del sesenta, la idea generalizada respecto de la situa-
ción dialectal del quechua, no sólo en los círculos profanos , sino incluso en
los medios académicos, era que , al lado de una variedad considerada como la
más "pura" y "auténtica" , proliferaban otras formando un hacinamiento
incoherente y heterogéneo que delataba su carácter espúreo y envilecido .
Según dicha concepción, entronizada como parte del saber popular , la enti-
dad incuestionablemente pura e incontaminada era la cusqueña (-boliviana)
y el resto pasaba a formar parte de lo que se llamaba la variedad chinchai-
suya. De este modo, un deslinde formulado a fines del siglo XVI mantenía su
vigencia ininterrumpida. Otra manera de referirse a la misma distinción era la
que oponía al quechua por antonomasia (= el cusqueño-boliviano) y a los
dialectos a secas (= el resto de las hablas quechuas peruanas). Distinción se-
mejante asoma, a veces de manera explícita, en la monumental bibliografía
preparada por Rivet y Créqui-Montfort (1951-1956). Se trata en este caso ,
sin duda alguna, del empleo de los conceptos de lengua y dialecto definidos
socio-políticamente, uso que no responde, sin embargo . a una caracterización
lingüística de las entidades diferenciadas.
Consideradas como variedades chinchaisuyas o como meros dialectos ,
el hecho es que hasta la década del sesenta tales hablas permanecieron com-
pletamente relegadas, sucumbiendo unas veces y sobreviviendo en otras al

510 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

fantasma de su propia extinción. En efecto , el conocimiento que se tenía de


ellas se reducía a una lista incompleta de isoglosas (rasgos fonológicos , gra-
maticales y léxicos que tipifican a una variedad frente a otras), que , habiendo
sido advertidas ya por los autores de la Doctrina Christiana del Tercer Conci-
lio Limense (1582-1584) y por el jesuita huancavelicano Juan de Figueredo
( 1770), entre otros, eran repetidas, a manera de clichés, por los quechuistas
posteriores. Tales rasgos, al ser atribuidos en bloque al conjunto denominado
chinchaisuyo , distaban lejos de ofrecernos un cuadro siquiera aproximado de
la distribución compleja de los dialectos quechuas . Se trataba, por lo demás ,
de una lista parcial en la medida en que atendía a los fenómenos observados
sólo en algunas áreas específicas del territorio quechua , cuyas hablas habían
llamado la atención especial de los doctrineros. El prestigio alcanzado por la
variante cusqueña al promediar el siglo XVII, en virtud de una campaña desa-
tada por sus cultores (adviértase, entre otros, el cambio del nombre mismo de
quichua a quechua). constituyó ciertamente una traba que impidió toda futu-
ra curiosidad por las variedades no cusqueñas. Consideradas como bastardiza-
ciones todas aquellas manifestaciones que se apartaban de la norma del dia-
lecto cusqueño , ellas fueron simplemente ignoradas e incluso denigradas co-
mo producto de un hablar " tosco" y deformado. Naturalmente que al hablar
del prestigio de la variante cusqueña nos estamos refiriendo a su estatuto so-
cio-cultural en relación con las demás variedades, pues a nadie escapa que , a
su turno, toda la lengua (o , mejor, familia) quechua, incluyendo la cusqueña ,
se nos ofrece, en el ámbito de la sociedad nacional , como una entidad venida
a menos, en desigual competencia con la castellana . De este modo , en otro
nivel , no sólo ya los llamados "dialectos" quechuas , sino incluso el propio
cusqueño devienen en manifestaciones lingüísticas estigmatizadas, frente a
las cuales la intelectualidad directriz de los grupos de poder guardará absolu-
to desinterés, cuando no un menosprecio apenas disimulado. Quienes se dedi-
carán entonces al estudio del quechua serán , por un lado, los extranjeros y ,
por el otro, los propiós hablantes de la lengua, quienes, a falta de una buena
preparación , estaban condenados a ejercer una práctica científica de segundo
orden. En tales condiciones no podía prosperar evidentemente ningún cam-
bio sustanciaren relación al panorama descrito.
Lo dicho en líneas precedentes se ilustra a cabalidad en la obra del
quechuista José María Benigno Farfán, cuyos estudios cubren las décadas del
cuarenta y cincuenta. La obra que interesa mencionar acá , fundamentalmen-
te, es la referida al estudio de los dialectos quechuas. En 1945 , como parte
de un equipo de etnólogos convocados .por el Museo Nacional de Historia y
la Smithsonian Institution , realiza la ardua tarea de recoger textos quechuas
de la sierra central y norteña peruanas . En virtud de tal empresa se consignan
por primera vez textos para variedades quechuas nunca antes registradas (por
ejemplo , Cajatambo, Huánuco, Cajamarca, etc.). Tales registros, transcritos y
publicados entre 194 7 y 1951 en números sucesivos de la Revista del Museo
Nacional y recogidos luego en tirada aparte (cf. Farfán 1952), adolecen , sin

No. 2, diciembre 1985 511


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

embargo, de una cantidad de adulteraciones que desacreditan los esfuerzos


recopiladores del autor. No sólo dejan de desear en ellos las innumerables
erratas en su edición , hecho nada sorprendente tratándose de textos en una
lengua "exótica", sino sobre todo la manera en que fueron procesados por el
autor, quien ante el desconocimiento de la multiplicidad de formas que
adquieren las variedades en cuestión, opta muchas veces por ''normalizarlas"
de acuerdo al canon cusqueño, que era la variedad hablada por él. Falto de
un entrenamiento linguístico básico (su escaso adiestramiento fonético lo
lleva no solamente a no distinguir vocales largas y breves, sino incluso a en-
contrar oclusivas aspiradas en los dialectos norteños!) y ayuno de las técnicas
del trabajo de campo , Farfán no estaba en condiciones de proporcionarnos
materiales fidedignos ni mucho menos interpretarlos de modo de inferir las
configuraciones dialectales que se insinuaban en los propios datos. De allí
que las observaciones que ofrece , a manera de interpretación, no superan la
fase puramente taxonómica prevaleciente hasta entonces. en la que se listan
las diferencias sin el menor atisbo de posibles inferencias tanto areales como
evolutivas. No será injusto señalar por ello que Farfán no estaba preparado
ni científica ni emocionalmente como para iniciar los estudios dialectológi-
cos del quechua. Lo último, porque el autor comentado no había logrado
despojarse de la vieja actitud etnocentrista cusqueña: para él, el quechua era
la variante de Cusco y Bolivia y el resto formaba un hacinamiento indiferen-
ciado de "dialectos". No se discuten aquí. por lo demás , los valores intrínse-
cos que subyacen a los textos recopilados por Farfán. todos ellos manifesta-
ciones de una literatura oral variada y rica ; tampoco es momento de regatear-
le méritos por el esfuerzo desplegado en la tarea paciente y sacrificada de
recopilación y transcripción . Lo que ocurre es, simplemente, que dicha labor
suponía ya una buena preparación en una técnica por entonces desusada en
nuestro medio . ¿Significa todo esto que tales materiales , dialectológicamen-
te , resultan del todo inservibles? Afortunadamente no es así , siempre y cuan-
do sean depurados previamente por el dialectólogo. Como se dijo, la obra de
Farfán, considerada en su tiempo como la más sólida , ilustra perfectamente
el estado precario en el que se encontraba la dialectología quechua .
Tal situación cambia drásticamente a principios de la década del se-
senta. En efecto, en 1963 Gary Parker y en 1964 Alfredo Torero dan a cono-
cer los primeros resultados de sus investigaciones llevadas a cabo previamen-
te . De menor envergadura el del primero en comparación con el del segundo ,
ambos trabajos, sin embargo , llegan a ofrecernos un cuadro coincidente de la
situación dialectal del quechua. Sin restarle méritos a Parker. debemos reco-
nocer en este punto que el trabajo de Torero , titulado simplemente Los dia-
lectos quechuas, es , de lejos, el más completo , por el nivel de detalle alcan-
zado y por su abarque, aun admitiendo el carácter provisional que su propio
autor le atribuye.
En lo que toca al aspecto dialectológico , materia de la presente sec-
ción , Torero incorpora, por primera vez , dentro del panorama general de los

512 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

dialectos quechuas variedades hasta entonces completamente ignoradas. algu-


nas de las cuales apenas eran mencionadas de oídas . Obviamente, una com-
prensión global de la dialectología de esta lengua exigía no solamente el estu-
dio de sus hablas circunscritas en el territorio peruano, sino también la incor-
poración de las variedades empleadas en los países vecinos: Ecuador, Colom-
bia , Bolivia y Argentina. Ante la dificultad de contar con materiales de pri-
mera mano para tales dialectos , Torero hace uso , previa interpretación , de los
datos disponibles hasta entonces. El resultado es doblemente meritorio pues-
to que gracias a dicho esfuerzo integrador la dialectología quechua cobra una
dimensión verdaderamente andina , rebasando los estrechos marcos fronteri-
zos que rompen engañosamente una misma continuidad geográfica , lingüísti-
ca y cultural.
Luego del cotejo minucioso de los dialectos estudiados , Torero abs-
trae las coordenadas (isoglosas) que le permitirán postular un ordenamiento ,
por debajo de una realidad lingüística multiforme y aparentemente caótica.
De este modo establece un primer deslinde entre , por un lado , aquellas hablas
que se distribuyen en la sierra central peruana (comprendiendo los departa-
mentos de Ancash , Huánuco , Paseo , Junín y algunas localidades de las serra-
nías de Lima) y, por el otro , el resto de las variedades, al norte y al sur de las
primeras, prolongándose más allá de las fronteras del territorio nacional.
Tales grupos , bautizados como Quechua I (QI) y Quechua JI (QII) , respecti-
vamente , constituyen las dos áreas dialectales fundamentales en que se divi-
den los dialectos quechuas. La isoglosa que permite tal deslinde , entrevista ya
como uno de los elementos tipificad ores del llamado "chinchaisuyo" por Fi-
gueredo ( 1770), pero cuyo carácter hilvanador permanecerá inadvertido por
considerárselo de la misma envergadura que otros ra·sgos de alcance cierta-
mente limitado , es la marca de la primera persona posesora-actora , que en el
QI se da como un simple alargamiento vocálico (así, por una parte , wasi-:
'mi casa' , chuku-: 'mí sombrero' y uma-: 'mí cabeza'; y puri-: '(yo) cami-
no' miku-: '(yo) como' y muna-: 'quiero' , por la otra), al par que en el QII
se ~anifiesta como -Y para la posesión (es decir , wasi-Y, chuku-y y uma-y)
y como -ni para la actancia (o sea , puri-ni, muku-ni y muna-ni). Al lado
de dicha isoglosa hay otras de menor cobertura que contribuyen a perfilar
con mayor nitidez las áreas mencionadas. La bipartición señalada , sin em bar-
go, no debe dar la falsa imagen de estar frente a dos zonas completamente
discretas y libres de interferencias mutuas: nada más ajeno a la naturaleza
compleja de toda realidad idiomática . Baste con señalar que hay por lo me-
nos un dialecto -el de Pacaraos (en la provincia de Huaral, Lima)- que no
comparte de ninguna de las alternativas referentes a la marcación de prime-
ra persona , pues registra para ambas marcas el morfema único -Y. Es natural ,
entonces, encontrar variedades que, perteneciendo a uno de los grupos , com-
partan ciertos rasgos del otro , estableciendo verdaderas zonas de transición.
Ello no quita , sin embargo, que el deslinde establecido tenga un sustento real
y, por ende , constituya el punto de partida que permite una mejor compren-

No . 2, diciembre 1985 513


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

sión del complejo dialectal quechua.


Aparte del primer deslinde establecido. Torero desL'111nad eja del con-
junto de rasgos fonológicos y gramaticales que subyacen a los dialectos
que integran los dos grandes grupos otras tantas isoglosas que permiten esta-
blecer una subclasificación de los mismos . Tales subagrupamientos. que serán
vistos en la sección siguiente. permiten divisar con claridad las relaciones e
in terin fluencias que u nas variedades presentan frente a otras. por debajo de
una aparente anarquía que a simple vista desorienta y confunde . Tal es. a
grandes rasgos . el valioso aporte de los estudios de Torero: la noción que se
tenía de los dialectos quechuas hasta antes de su aparición se nos presenta
ahora como una nebulosa en la que apenas se distinguía de manera grotesca.
al lado del cusqueiio-boliviano. y sin contornos territoriales precisos. el con-
junto indiferenciado de hablas que tradicionalmente eran consideradas como
variedades ·'chinchaisuyas" o . en términos más modernos . como simples dia-
lectos. en la acepción peyorativa del término. A la luz de los nuevos estudios
resulta claro ahora que el llamado "'chinchaisuyo" no constituyó nunca una
unidad dialectal. Si por él se entendió en una época a las hablas quechuas
comprendidas de Ayacucho al norte , según los conocimientos actuales dichas
variedades se agrupan tanto con el QI como con el QII: como se ve. la deno-
minación histórico-geográfica no corresponde a ninguna realidad lingüística-
mente discernible.
Como era de esperarse. pronto renació el interés por los estudios que-
chu ísticos tanto en el país como en e l extranjero. Por entonces se habían
inaugurado en el antiguo In stituto de Filología y de Lingüística de la Univer-
sidad de San Marcos cátedras destinadas. por primera vez. a la formación de
los alumnos en las técnicas del análisis lingüístico y en el trabajo de campo.
teniendo como su principal propulsor al filólogo y lingüista Alberto Escobar.
quien daba inicio de este modo a su fructífera e infatigable labor de maestro
e investigador. El Plan de Fomento Lingüístico (PFL). creado en virtud del
Convenio San Marcos-Cornell y dirigido por el propio Escobar. tenía como
una ele sus metas precisamente el equipamiento del Instituto con la dotación
de cátedras que permitieran un mejor adiestramiento tanto teórico como
práctico ele sus alumnos . Al amparo ele tal programa ele estudios llegaría al
Instituto otro estudioso del quechua que . trabajando independientemente .
había llegado a postulaciones similares a las ele Torero : nos referimos al lin-
güista norteamericano Gary .1. Parker ( cf. Parkcr 19(13 ). De otro lado . invitado
por el entonces Director del In stituto. el también distinguido lin güista Luis
Jaime Cisncros. Torero inauguró en los claustros sanmarquinos la cátedra de
dialectología quechua. De este modo convergían en San Marcos los verdade-
ros iniciadores ele la etapa científica de los estudios quechuísticos. quienes. a
través de la cátedra y del ejemplo de sus propias investigaciones. pronto des-
pertaron en los alumnos vocaciones que hasta entonces permanecían como
adormiladas por lo s programas ele estudio que incidían fundamentalmente en
la hispanística , cuando no en la filología clásica. pues la cátedra ele quechua

514 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C e r r ó n : Lingü(stica andina

que se ofrecía languidecía en la rutina de la enseñanza tradicional de la len-


gua y en el estudio de la gramática colonial.
Convertida San Marcos en un verdadero semillero de inquietudes
orientadas hacia el estudio de la realidad plurilingüe del país, pronto arrojó
una primera hornada de jóvenes entusiastas que iniciaron sus escarceos lin-
güísticos trabajando en el quechua , así como en algunas lenguas de la selva.
Impulsados primeramente por el PFL y luego por el Centro de Investigación
de Lingüística Aplicada (CILA), su entidad sucesora, los estudios del que-
chua alcanzaron su máximo desarrollo , contribuyendo de este modo a un co-
nocimiento más certero de la realidad lingüística peruana, especialmente del
área andina. Fruto de esa efervescencia son las investigaciones que a manera
de tesis , monografías y documentos de trabajo multiplicaron en breve tiempo
la incipiente bibliografía quechua contemporánea.
Conviene señalar que el énfasis de tales investigaciones recayó básica-
mente en el estudio y análisis de los dialectos centro-norteños del país. Se
iniciaba de este modo una verdadera revaloración , por lo menos a nivel pura-
mente lingüístico , de aquellas variedades que habían sido secularmente deni-
gradas como villanizaciones de un supuesto quechua imperial de origen cus-
queño. Concebido el término dialecto en su acepción científica como forma
de habla diferente de otra al interior de una misma lengua , todas las manifes-
taciones lingüísticas quechuas, incluida la cusqueño-boliviana, aparecían aho-
ra , a la luz de los estudios dialectológicos, como poseyendo un mismo rango,
libres de toda valoración subjetivo-cultural. Despojado el cusqueño de su pa-
ramento histórico-cultural, devenía, en tanto forma lingüística, un dialecto
como cualquiera de los otros en la medida en que todos no eran sino versio-
nes modernas desmembradas de un mismo antecesor común. No se quiere
negar con ello el evidente prestigio alcanzado por la variedad sureña desde los
tempranos años de la colonia : baste con señalar que , de todos los dialectos ,
aquélla fue la única que alguna vez logró alcanzar una dimensión literaria
altamente elaborada. Lo que ocurre es que desde una perspectiva inmanente;
es decir, vistos a partir de su propia estructuración interna, no hay dialectos
superiores ni inferiores, perfectos o imperfectos, adjetivos todos éstos de na-
turaleza extralingüística; por el contrario, todas las variedades son perfecta-
mente legítimas en tanto constituyen desarrollos paralelos surgidos a partir
de una misma matriz. Tales desarrollos se traducen en cambios inherentes a
todo sistema lingüístico en tanto entidad histórico-cultural vehiculizada (ma-
nejada) por sus propios usuarios: vistas las cosas de este modo , los cambios,
inevitables por lo demás, no corrompen ni avillanan, pues en última instancia
toda lengua contiene en sí los gérmenes de su propia evolución. Otra cosa es
que tales gérmenes permanezcan ocultos tras la ilusa perennidad del ideal
normativo.
El énfasis puesto en los dialectos centrales obedece al hecho , destaca-
do en los trabajos de Parker y Torero, de su mayor complejidad. Es en el te-
rritorio cubierto por ellos , particularmente en las serranías de Lima, donde se

No. 2, diciembre 1985 515


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

dan encuentro, formando un verdadero crucero idiomático , las hablas perte-


necientes a los grupos dialectales mayores dilucidados previamente. Frente a
dicho mosaico lingüístico, los dialectos sureños muestran una realidad mu-
cho más homogénea, delatando, como se verá después, una propagación rela-
tivamente mucho más reciente. Se imponían, pues, trabajos de microdialec-
tología que ayudaran a precisar mejor los ordenamientos generales inferidos
por Torero. Las investigaciones posteriores de éste, así como las de Parker.
que por un tiempo dirigió el equipo de lingüística andina del CILA, estuvie-
ron destinadas a cubrir zonas anteriormente no tocadas o apenas entrevistas.
Ya para entonces , el interés despertado por el quechua como área de estudio
había trascendido las fronteras, concitando vocaciones tanto en el hemisferio
norte como en Europa. Gracias al concurso de especialistas , así nacionales
como extranjeros , el panorama dialectal del quechua se nos ofrece hoy día
como uno de los campos mejor conocidos dentro de la compleja realidad lin-
güística peruana.
Quedan todavía, sm embargo, áreas apenas entrevistas en toda su
complejidad: la investigación dialectológica presente y futura está llamada a
cubrir tales espacios, pues de la comprensión plena de los mismos dependerá
el que se disponga de mejores aparejos que permitan el afinamiento, cuando
no la reformulación, de los ensayos de interpretación en materia no sólo dia-
lectológica , sino también clasificatoria y diacrónica. Señalemos , sin embargo.
que la atención de los estudios dialectológicos orientada hacia las variedades
centro-norteñas no debe relegar injustamente , a manera de "desquite", a las
variedades sureñas , principalmente la cusqueña. Si algo de esto ha ocurrido ,
contribuyó a ello, en cierta medida , la idea generalizada de su naturaleza rela-
tivamente uniforme . Como quiera que la noción de una variedad homogénea
es ciertamente engañosa , no debe asombrar que. por debajo de dicha aparien-
cia , se escondan diferenciaciones que no por menores dejan de ser importan-
tes para el conocimiento pleno de la dinámica cambiante de una lengua.
Afortunadamente, el cusqueño ha venido siendo objeto de estudios dialecto-
lógicos en los últimos años (cf. Mannheim 1985b), probando ser. como era
de esperarse, no tan simple ni uniforme como se pensaba. Trabajos similares
resultan urgentes no sólo en la zona puneña, particularmente sensible a inter-
ferencias provenientes del vecino aimara , sino también en la llamada variedad
ayacuchana , desde su frontera norte con el juninense hasta la orilla derecha
del río Pachachaca, límite que la separa del cusqueño. Y para concluir con las
hablas quechuas del territorio peruano, resta señalar que resulta satisfactorio
advertir que también se hayan hecho grandes avances en el estudio de los dia-
lectos quechuas hablados en la floresta amazónica , que hasta entonces seco-
nocían sólo por referencias, a menudo muy vagas (cf. sección 4 ).
Los estudios dialectológicos iniciados en el Perú pronto encontraron
eco en los demás países con presencia quechua, principalmente en el Ecua-
dor. Como se dijo, los trabajos macrodialectológicos de Torero y Parker se

516 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

habían basado, para las variedades habladas fuera del país, en los escasos ma-
teriales disponibles hasta entonces. De allí que se hacía necesario y urgente
un trabajo de barbecho similar al realizado en el Perú . Las informaciones dis-
persas que se tenían de las variedades ecuatorianas acusaban una complejidad
por momentos reminiscente de la existente en la sierra central peruana, como
resultado de su propia configuración histórico-geográfica . A partir de la déca-
da del setenta , el panorama dialectal del quichua ecuatoriano ha venido sien-
do delimitado gracias a la labor de, entre otros, Stark (1975). Muysken
( 1975 , 1977). Orr ( 1978) y Carpen ter ( 1982). No ocurrió lo mismo con las
áreas quechuas de Colombia y la Argentina, pero aquí se está frente a varie-
dades de menor abarque geográfico , donde resulta mucho más urgente abo-
carse a la tarea de la descripción completa de por lo menos una variedad : las
diferenciaciones dialectales podrían ser indagadas después. Otro factor que
ha demorado el estudio en aquellos países es la impresión general , no contra-
dicha a falta precisamente de mayores datos, de que ambas variedades cons-
tituyen prolongaciones del quechua oriental ecuatoriano y del cusqueño-boli-
viano , respectivamente , al margen de sus peculiaridades locales de conjunto .
Por ello mismo resulta todavía desconocida la realidad dialectal del quechua
boliviano que , al igual que el cusqueño , presenta seguramente configuracio-
nes dialectales de menor envergadura, pero igualmente importantes para un
mejor conocimiento tanto de las tendencias evolutivas de la lengua como de
sus manifestaciones relativamente arcaicas o conservadoras .
En relación con el campo de la familia aru , nos encontramos frente a
un desarrollo que evoca en muchos aspectos el desenvolvimiento de los estu-
dios quechuísticos, aunque sin la trascendencia alcanzada en esta área por
tratarse de un tronco lingüístico menor, con apenas tres componentes idio-
máticos. En efecto, de acuerdo con los conocimientos vigentes hasta la déca-
da del sesenta , ni siquiera podía hablarse de una familia en este caso, puesto
que el aimara constituía el único especimen idiomático, cual si fuera una len-
gua aislada. La variedad llamada jacarn, que había despertado la atención de
historiadores y arqueólogos por su extraordinaria similitud con la aimara ,
pero cuya ubicación en las serranías limeñas resultaba intrigante , permaneció
prácticamente olvidada, luego de los intentos fallidos de Farfán (1955 , 1961)
por estudiarla sistemáticamente. Al lado del jacaru , hablado en el distrito de
Tupe (en la provincia limeña de Yauyos), se conocía la existencia de otra va-
riedad , referida como cauqui, localizada en el mismo distrito yauyino, anexo
de Cachuy. Tales variedades, a menudo confundidas entre sí (y consideradas
alguna vez como dialectos quechuas), no eran sino vestigios de otras tantas
hablas que habían sucumbido ante el quechua, primeramente, y frente al cas-
tellano, después. Y así, de las ocho localidades de habla similar encontradas
por el viajero Raimondi en 1862, apenas quedaban dos un siglo después, con
la agravante de que en una de ellas la variedad -en este caso el cauqui- se
encontraba en vías de franca extinción. Como se ve, la situación descrita no
permitía superar el nivel de sospecha en relación con las afinidades entre el

No . 2, diciembre 1985 517


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

jacaru-cauqui y el aimara. Hacía falta estudiar en forma sistemática las varie-


dades yauyinas antes de emitir algún pronunciamiento definitivo en tal direc-
ción. Dicha tarea fue llevada a cabo por la lingüista norteamericana Martha
Hardman, quien, alentada por José Matos Mar, que por entonces emprendía
un estudio en la región de Yauyos (cf. Matos 1956), tomó a su cargo el estu-
. dio del jacaru , dando a conocer los resultados de su investigación en I 966
(cf. , para un adelanto , Hardman 1963). En trabajos posteriores , la menciona-
da lingüista probará definitivamente la situación de lenguas "hermanas" del
jacaru y del cauqui en relación con la aimara ( cf. Hardman 1966b ). En ade-
lante cabía entonces hablar de una familia lingüística, llamada jaqui por
Hardman (1978) y aru por Torero (1970) , de la cual el aimara venía a ser un
miembro más, dejando su condición de supuesta lengua aislada .
Como ocurrió con los dialectos quechuas centrales , las variedades del
aru yauyino surgieron a la palestra de los estudios de lingüística andina tras
siglos de completo desconocimiento durante los cuales fueron extinguiéndo-
se hasta quedar, cual verdaderas islas , sólo dos de sus especímenes. La impor-
tancia de éstos para el conocimiento no sólo del propio aimara , sino de la fa-
milia en su totalidad , probó ser definitiva, como a su turno lo fue el "descu-
brimiento " de los dialectos quechuas centrales en relación con las variedades
sureñas; en ambos casos se trata de manifestaciones arcaizantes que, gracias a
su grado de conservación, permiten iluminar la historia de ambas familias.
El para1elo con la situación descrita para el quechua no termina allí,
sin embargo , pues así como la variedad cusqueña tardó en ser objeto de un
rastreo dialectológico , del mismo modo el aimara peruano-boliviano (pues
también se lo habla en Chile), estudiado desde 1584 (año en que aparece la
Doctrina Christiana), no será objeto de investigaciones dialectológicas sino en
la década del setenta. Se hacía necesario emprender un trabajo de campo ten-
dente a sondear el panorama. Dicha labor, estimulada por la propia Hardman ,
fue llevada a cabo por una de sus colaboradoras más dedicadas, la lingüista
Lucy Briggs. Trabajando a un lado y otro de la frontera peruano-boliviana , la
mencionada investigadora logró recoger abundante material , el mismo que le
permitió formular una primera zonificación de las principales áreas dialecta-
les al interior del aimara. Su formulación está contenida en una tesis susten-
tada en 1976 (cf. Briggs 1976a) , de la cual se dieron a conocer dos breves re-
súmenes (cf. Briggs 1976b, 1980). De los datos proporcionados por la autora
se desprende que el aimara presenta distintos grados de diversificación , fun-
damentalmente en sus niveles morfofonémico y léxico, pudiendo divisarse
diferentes áreas tanto en dirección norte-sur como en formas nuclearizadas
que van del centro a la periferia. Una de las notas interesantes mostradas por
Briggs es la existencia de isoglosas comunes no sólo a un lado y a otro de la
frontera altiplánica, sino también entre algunas variedades aimaras y el jaca-
ru. Como habrá podido apreciarse , los logros alcanzados en el campo de la
lingüística aru en los últimos veinte años no dejan de ser en parte equipara-
bles a los conseguidos en el de su vecina quechua . Una apreciación final:

518 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

como en el caso del quechua , aquí tarr.bién deberá verse en las "Annotacio-
nes" de la Doctrina Christiana la fuente que proporciona por vez primera las
variaciones dialectales del aimara , aunque sin las zonificaciones respectivas.

2. CLAS/F/CAC/ON

A falta de datos dialectológico-comparativos, los intentos de clasifica-


ción general de las variedades quechuas tenían , hasta la década del sesenta , el
común denominador de estar basados en criterios geográfico-regionales y
político-étnicos. De este modo , los dialectos eran agrupados por países y, al
interior de éstos, por antiguas divisiones étnicas , regionales , cuando no por
demarcaciones políticas modernas (cf., por ejemplo, Masan 1950 y McQuown
1955). La situación no era diferente , por cierto , en relación con otras fami-
lias lingüísticas sudamericanas. La ocasión de ensayar agrupamientos y filia-
ciones basados en criterios lingüístico-estructurales sólo se presentó en la dé-
cada del sesenta , acorde con el desarrollo de los estudios dialectológicos y
comparativos reseñados en la sección precedente. El manejo de coordenadas
estrictamente lingüísticas echó por tierra , como era de esperarse , las clasifi-
caciones previas, develando áreas dialectales que nada tenían que ver, en par-
te o en su totalidad, con las demarcaciones políticas internas de los países o
con los hitos fronterizos internacionales , de manera tal que, por un lado , al
interior de una misma unidad política podían existir diversas configuraciones
dialectales , mientras que , por el otro , una misma variedad aparecía de manera
continua al margen de cualquier división fronteriza . Una verdad tan antigua
como ésta -la de la no-coincidencia entre las fronteras dialectales y las de-
marcaciones políticas- tardó en ser confirmada en el área quechua a falta ,
como se dijo, de informaciones lingüísticas precisas.
Lo dicho no quita , sin embargo , el que existan coincidencias parciales
entre, por ejemplo , ciertas áreas dialectales y antiguas demarcaciones étnico-
territoriales; tampoco debe olvidarse el hecho de que los centros administra-
tivos y los polos de desarrollo económico juegan un rol decisivo en los proce-
sos de difusión y nivelación idiomáticas. Sin desatender tales aspectos, impor-
tantes para comprender la historia y evolución de una lengua, la clasificación
sincrónica deberá inspirarse, fundamentalmente , en las propias evidencias dia-
lectales que , en la forma de isoglosas, configuran de por sí áreas de confluen-
cia y de diferenciación. Tal es , precisamente, la aproximación seguida por los
iniciadores de la etapa científica del quechua: tanto Parker (1963) como To-
rero ( 1964) nos ofrecen, por primera vez, una clasificación estrictamente
lingüística de dicho idioma.
En efecto, manejando isoglosas fonológicas y morfológicas, comparti-
das por unos dialectos y ausentes en otros, tales estudiosos bosquejan agru-
pamientos y subagrupamientos que constituyen ordenamientos dentro
de la realidad multiforme y compleja de las variedades que confonnan
la familia quechua. En la medida en que los criterios cla.sificatorios surgieron

No. 2, diciembre 1985 519


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

de la observación misma de la realidad, los entroncamientos postulados en


ambos casos no podían ser sino coincidentes, en términos generales. Cierta-
mente, en tanto que Torero había tenido acceso a un número mucho mayor
de dialectos, su clasificación resultaba no solamente más abarcante , sino que
también alcanzaba un nivel de detalle verdaderamente remarcable. El propio
Parker, en un trabajo posterior (cf. Parker 1969a), se verá precisado no sólo
a incorporar los nuevos datos aportados por Torero , sino incluso a modificar
en parte su esquema originario. Después de todo , no debe olvidarse que las
fórmulas clasificatorias postuladas no son de ningún modo esquemas acaba-
dos e inmutables: a medida que el conocimiento de la realidad alcance nive-
les de precisión más refinados, siempre habrá la necesidad de volver sobre los
planteamientos originales a fin de enriquecerlos , ampliarlos y hasta reformu-
larlos. El mismo Torero dará prueba de ello en trabajos posteriores (cf. Tore-
ro 1968 , 1974). En los párrafos siguientes se ofrecerá, de manera muy some-
ra, la clasificación ofrecida por Torero, sin entrar en mayores detalles , puesto
que para ello se requeriría el manejo de nociones y de variables que suponen
un mínimum de entrenamiento lingüístico tanto general como específica-
mente quechua .
Como se dijo en la sección precedente, los dialectos quechuas se divi-
den en dos grandes grupos, denominados QI y QII, los mismos que habían
sido membretados por Parker como Quechua B (QB) y Quechua A (QA) , res-
pectivamente. El primer grupo constituye un área continua y compacta , ro-
deada al norte y al oeste por el castellano y al este por las lenguas aborígenes
de la selva. Geográficamente cubre casi la integridad de los departamentos de
Ancash , Huánuco, Paseo y Junín y, en el departamento de Lima , la provincia
de Cajatambo, el este de la de Chancay, así como algunas localidades de la
provincia de Yauyos. El segundo grupo, o sea QII o QA, se extiende , de ma-
nera discontinua, al norte del territorio de QI , incorporando las variedades de
Ferreñafe (Lambayeque), Cajamarca y Amazonas, cruzando el callejón inter-
andino ecuatoriano y rebasando la floresta tropical hasta alcanzar el suroeste
de Colombia , para descender hasta la selva baja y alta peruanas (departamen-
tos de Loreto, San Martín y Ucayali); y al sur de QI, desde el noreste de la
provincia de Huaral y el noreste y sureste de la de Yauyos (ambas en Lima),
y a partir del departamento de Huancavelica, cubriendo los de Ayacucho ,
Apurímac , Cusco, las provincias altas de Arequipa y la mitad norte del depar-
tamento de Puno, hasta llegar, luego de saltar el territorio aimara , a Bolivia y
el noroeste argentino. A este mismo grupo pertenecen los dialectos hablados
en el Brasil (región del Acre) y Chile ( en el departamento de Antofagasta) .
Como se puede apreciar, los dialectos de QII ocupan un área mucho más
extensa que los de QI y en verdad es dicho grupo el que tiene una dimensión
internacional andina. Encerrados dentro del territorio peruano , los dialectos
de QI no tuvieron la fortuna de adquirir una personalidad lingüística al inte-
rior de los países de habla quechua, hecho que estuvo reservado en cambio a
las variedades de QII en razón de su distribución internacional.

520 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Cerrón: Lingüística andina

Frente a la división establecida, resulta inútil insistir cuán inapropia-


das se nos ofrecen las demarcaciones políticas como criterios de pa,tición
dialectal. De allí los membretes cuasi algebraicos empleados por Torero y
Parker, aunque por razones de simple referencia quizás convendría hacer alu-
sión a un quechua central (=Ql o QB) y a otro norteño-sureño (=QII o QA).
Como se dijo, la isoglosa que separa a ambos grupos es la estrategia seguida
en el mareamiento de la primera persona tanto posesora como actora. Hay,
concomitan temen te a este rasgo, otros índices que , sin embargo , no tienen la
misma capacidad deslindadora. Considerados éstos, resulta patente hasta qué
punto las fronteras dialectales no están dadas por líneas divisorias de carácter
discreto , sino que por el contrario se entrecruzan y superponen, configuran-
do zonas de transición que se resuelven en haces de rasgos compartidos por
los miembros de uno y otro grupo dialectal. Lejos de estar frente a comparti-
mientos estancos, aquí se está ciertamente ante un continuum en el que
insensiblemente se traspasa de una rama a otra, corno ocurre por ejemplo en
el complejo dialectal de la provincia de Yauyos. De este modo , la inteligibili-
dad entre los puntos extremos de área quechua, afectada en mayor o menor
medida (pudiendo llegar al nivel cero de intercomprensión) en proporción di-
recta a su mayor o menor acercamiento o alejamiento entre sí, alcanza su
grado positivo allí donde los grupos fronterizos comparten un número mayor
de isoglosas. Lo propio puede decirse en relación con el carácter continuo de
los dialectos al interior de cada grupo .
En relación a los subgrupos, Torero distingue ocho variedades dialec-
tales pertenecientes al Ql: (a) Huailas , (b) Conchucos, (c) Huáihuash Occi-
dental , (d) Huáihuash Medio , (e) Huáihuash Oriental , (f} Valle del Mantaro ,
(g) Huánuco-Marañón , y (h) Huánuco-Huallaga. Estas denominaciones, de
naturaleza étnico-geográfica , corresponden a realidades dialectales de contor-
nos sumamente elusivos, pe,o que se caracterizan por compartir un determi-
nado número de rasgos de naturaleza diagnóstica tanto fonológicos como gra-
maticales. Es aquí, como ya se adelantó, donde el quechua se encuentra alta-
mente diversificado , acusando una fragmentación reacia a toda clasificación
de contornos relativamente precisos, por lo que la zonificación ofrecida por
Torero no pretende ser sino aproximativa. El QII, a su turno, se divide en tres
subgrupos : (a) QIIA , que comprende los dialectos discontinuos de Pacaraos
(Huaral) , Laraos y Lincha (Ya~'.yos), Ferreñafe (Lambayeque) y Cajamarca ;
(b) QIIB, formado por los dialectos de Amazonas, San Martín, Loreto y
Ucayali, en el Perú , y los de Ecuador y Colombia; y (c) QIIC, que comprende
los dialectos sureños; es decir, los hablados al sur de J unín y Lima hasta Boli-
via y la Argentina. De estas subramas, la de QIIA es la que presenta mayores
afinidades con el QI, aspecto que delata una fuerte relación entre sí, nada
asombrosa en lo que toca a los dialectos limeños , pero sí sorprendente en el
caso de Ferreñafe y Cajamarca , dada la discontinuidad existente entre tales
hablas y las de QI. Aquí, a diferencia de lo que ocurre en el QI , nos encontra-
mos frente a configuraciones dialectales más o menos precisas , fácilmente

No. 2, diciembre 1985 521


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

discernibles a través de isoglosas relativamente coincidentes . Sobra decir que


al interior de cada subgrupo cabe todavía establecer otros deslindes, de modo
que , por ejemplo, la referencia al Ecuador no debe sugerir la idea de que allí
se habla una variedad uniform e, pues se trata a su turno de una realidad com-
pleja ; lo propio puede decirse del llamado "sureño", que, si bien sus integran-
tes compartén rasgos que los diferencian de los "norteños", presenta diversi-
ficaciones internas que separan por lo menos a tres subvariedades : una del
tipo "ayacuchano", otra cusqueño-boliviana y finalmente una última , corres-
pondiente a la argentina , todas ellas con sus rasgos definidores precisos.
En relación con las denominaciones mencionadas , es de señalarse que
Torero , en trabajos posteriores (cf. Torero 1970, 1974), acuña nuevos mem-
bretes que , sin contradecir los deslindes lingüísticos previos y atendiendo a
consideraciones geográficas e históricas, buscan superar la naturaleza "alge-
braica " de sus rótulos primigenios . De este modo , QI y QII reciben las nuevas
designaciones de Huáihuash y Huámpuy, respectivamente. La motivación de
la primera es de orden geográfico , ya que corresponde al nombre de una sec-
ción de la cordillera occidental , en la parte céntrica del t erritorio de QI ; la de
la segunda responde a la intención de evocar el foco de irradiación del QII
qu~ , conforme se verá Juego , habría estado localizado en la costa central pe-
ruana y cuyos habitantes eran reputados como expertos navegantes (wam-
pu-y significa en quechu a 'navegar' o 'embarcación'). Dentro del primer gru-
po distingue , por encima de su intrincada complejidad , dos grandes subgru-
pos : Huái/ay al norte y Huáncay al sur, cuyas variedades más representativas
se ubican, respectivamente , en la cuenca serrana del río Santa y en la del río
Mantaro. Los membretes propuestos tienen , como se ve , clara motivación
étnico-histórica, toda vez que hacen alusión a las antiguas provincias de los
huailas y de los huancas , respectivamente . De otra parte , las nuevas designa-
ciones al interior del QII o huámpuy , comprenden , por un lado , la de Yún-
gay para el QIIA y la de Chinchay para el QIIB - C, que a su vez se subdivide
en norteño (QIIB) y sureño (QIIC). En este caso, las motivaciones para el
acuñamiento de las nuevas designaciones tienen que ver con los flujos de di-
fusión que Torero postula para las variedades involucradas : en el primer caso ,
por haber ocupado originariamente la costa centro-norteña y sus serranías

--7~
HUAIHUASH HUAMPUY

A~
Huáilay Huáncay Yúngay
(QIIA)
Chínchay
(QIIB-C)

522 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

ad yacen tes (zona yunka) ; en el segundo , por haber tenido como foco origina-
rio de partida el antiguo reino de Chincha . A manera de resumen , se ofrece a
continuación el esquema clasificatorio que representa las divisiones de primer
y segundo orden , con sus rotulaciones respectivas.
El diagrama precedente constituye , sin duda alguna , una simplifica-
ción gruesa de la realidad. En primer lugar, porque. contrariamente a lo que
se dijo líneas arriba, da la idea de que los grupos lingüísticos involucrados tie-
nen contornos nítidos; en segundo lugar, porque sugiere que un dialecto cual-
quiera se afilia unívocamente a una rama u otra; y , finalmente , porque impli-
ca que los miembros de tales grupos , al haberse escindido , ya no guardan - o.
por lo menos, guardaron - relaciones entre sí. En verdad, la naturaleza de los
hechos es extraordinariamente más compleja , sobre todo en relación con el
panorama ofrecido por los dialectos de Ql. Ni siquiera hay común acuerdo
respecto de los criterios manejados para establecer la primera división : de
hecho. como se dijo, hay un dialecto que , en razón de la isoglosa escogida a
tal efecto. no es cubierto por ella. Se trata de la variedad de Pacaraos . que ,
aparte del empleo idiosincrático de -Y c'omo marca única de primera persona
posesora-actora (cf. umá-Y 'mi cabeza' versus muná-Y 'quiero'), se revela
como dialecto de 01. Su adscripción a QII en base a la coincidencia parcial
que existe con los miembros de este grupo en el empleo de -Y como marca
de la posesión , resulta hasta cierto punto arbitraria. Lo propio puede decirse
de las variedades correspondientes al complejo dialectal de Yauyos, cuya fi-
liación tanto con Ql como con QII plantea una serie de problemas apenas
entrevistos.
Como se dijo , las clasificaciones no son sino hipótesis sobre realida-
des siempre complejas y huidizas. A medida que se tornen más finas las redes
que nos permitan captar isoglosas no advertidas previamente, siempre habrá
terreno para formular revisiones o afinar criterios. Es en esta dirección que
vienen orientándose trabajos posteriores como los de Landerman ( 1978),
Adelaar (1984) y Taylor (1984 ), ql!e tienen que ver con los problemas que
encierra la clasificación general propuesta ; pero también otfo tanto ocurre
con las subdivisiones postuladas, sin contar las áreas que aún no han sido lo
suficientemente exploradas y que, como la boliviana, aparecen engañosamen-
te como si fueran una unidad homogénea.
En relación con la familia aru. ya se dijo que ésta contiene en la
actualidad sólo tres exponentes modernos, de los cuales únicamente el aima-
ra cubre un territorio relativamente amplio, alcanzando una distribución in-
ternacional que involucra fundamentalmente al Perú y Bolivia y en menor
escala a Chile ; a diferencia de éste , los otros dos tienen un carácter verdadera-
mente insular, al estar enmarcados dentro de un territorio quechua. Circuns-
critos estos últimos a una sola localidad y estando el cauqui en vías de extin-
ción total , la investigación dialectológica de estas variedades resulta no sola-
mente impracticable (sobre todo en el segundo caso), sino poco fructífera a
los efectos de sus respectivas subclasificaciones. No ocurre así. por el contra-

No . 2, diciembre 1985 523


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

rio , en el caso del aimara, donde , como se dijo , las investigaciones llevadas a
cabo por Briggs arrojan resultados sorprendentes. De los estudios comparati-
vos preliminares efectuados por Hardman (1966b) se desprende la siguiente
clasificación, esquematizada (con las salvedades del caso) como sigue:

El diagrama ofrecido busca destacar el hecho. advertido por Hardman ,


de que el jacaru y el cauqui se semejan mucho más entre sí (comparten un
mayor número de isoglosas) que entre ambos y el aimara; al mismo tiempo.
sin embargo , hay mayor afinidad entre el cauqui y el aimara que entre éste y
el jacaru. Como se sabe, en este caso , como en el del quechua. las cercanías o
alejamientos entre las variedades de una lengua son el producto de contactos
y dispersiones ocurridos en la historia de la misma .

3. RECONSTRUCCION

Los trabajos de reconstrucción tendentes a postular la lengua ances-


tral a partir de la cual derivaron las variedades modernas del quechua corres-
ponden igualmente a la década del sesenta. En efecto , hasta entonces se tenía
la opinión , convertida en saber popular, de que los dialectos actuales deriva-
ban , como producto de una supuesta "corrupción" , de la lengua imperial
difundida por los incas . Tal fue , como se dijo, la idea de Farfán (1952), quien
pretendía explicar las innovaciones registradas por las variedades norteñas a
partir de las formas del cusqueño. El empleo sistemático del método compa-
rativo , que había revolucionado los trabajos de reconstrucción de lenguas
aborígenes en el hemisferio norte , tardaría aún en ponerse en práctica en
nuestro medio. Por aquellos mismos años, sin embargo , Rowe ( 1950) demos-
traba, por ejemplo, que el ayacuchano moderno no podía ser explicado en
base a las características actuales del cusqueño, ya que , en todo caso, ambas
variedades modernas derivaban de una forma ancestral común . que él deno-
minó "inca clásico" . Para llegar a tal conclusión , Rowe había introducido ,
por primera vez , el empleo del método comparativo : cotejando las dos varie-
dades, arribaba a un estadio anterior a partir del cual podían explicarse las
diferencias actuales. Del cotejo resultaba claro también que, contrariamente

524 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

a la opinión generalizada, el cusqueño actual manifestaba más innovaciones


que el ayacuchano , por lo que su pretendido carácter "puro" y conservador
quedaba descartado . Tales innovaciones podían ser también advertidas de
manera singularmente clara , como lo recuerda Rowe , a través de la fuente
documental escrita de la colonia (hecho inusitado en el caso de la mayoría de
las lenguas indígenas de América, entrampadas por el lastre de su carácter
ágrafo) . De la producción literaria de los siglos XVI y XVII emerge cierta-
mente un quechua semejante al ayacuchano actual , con un consonantismo
firme.
En la segunda mitad de la década del cincuenta igualmente aparecía
el trabajo precursor de Ferrario ( 1956), quien , aun cuando se encontraba
huérfano de mayores datos , sentaba la idea de que los dialectos centrales po-
seían la clave para la reconstrucción de la protolengua. Conocedor del méto-
do comparativo , le bastaban algunos pocos ejemplos de las variedades llama-
das "chinchaisuyo" para afirmar que tales formas no podían explicarse a tra-
vés del cusqueño , sino a partir de un estadio anterior a los mismos. La inexis-
tencia de consonantes laringalizadas (aspiradas y glotalizadas) en las varieda-
des no cusqueñas , que constituía uno de los atributos de su pretendido ca-
rácter "impuro", es interpretada de manera diametralmente opuesta por
Ferraría, pues éste sostiene que tales rasgos fueron adquiridos por el cusque-
ño en virtud de su contacto secular con el aimara.
Pero los cultores del mito de la "pureza" del cusqueño no podían ad-
mitir demostraciones tan patentes como las de Rowe ni hipótesis coherentes
como las de Ferraría. Por lo demás, no solamente resultaban inaccesibles los
trabajos mencionados, sino que, académicamente, los quechuistas de enton-
ces no estaban preparados como para poder evaluarlos. De allí que dichos es-
tudios, en verdad precursores de la moderna quechuística , permanecieron
completamente ignorados . No ocurría así, sin embargo, entre quienes , al fina-
lizar la década, compulsaban ya sus datos en procura de la reconstrucción del
protoidioma: Parker (1963) y Torero (1964) iniciarán una nueva etapa en el
desarrollo de la lingüística histórica quechua. La década del sesenta constitu-
ye, pues, el paso definitivo de lo precientífico a lo científico.
Como se dijo, tanto Rowe como Ferraría habían creado ya el clima
propicio en el que se desarrollarían los trabajos de reconstrucción. Hacía fal-
ta una exploración dialectológica en gran escala, sobre todo de las variedades
hasta entonces relegadas. La monumental bibliografía recopilada por Rivet
y Créqui-Montfort (1951-1956) distaba lejos de constituir una alternativa en
la búsqueda de los derroteros que condujeran a tal efecto, pues entre otros
defectos sólo recogía el material producido hasta entonces y que, como se
mencionó; giraba abrumadoramente en torno a los dialectos sureños . Se
imponía, pues, un trabajo de campo urgente , que, al par que recogiera datos
sobre variedades nunca antes registradas, sirviera al mismo tiempo de cotejo
y verificación de los materiales pertenecientes a los dialectos consignados con
anterioridad. Tal labor será acometida en una escala insospechada hasta en-

No. 2, diciembre 1985 525


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

tonces por Torero y, en menor medida , por Parker. Cotejando las variedades
estudiadas, ambos arribarán a postulaciones similares , aunque era predecible
que las del segundo se detuvieran en un estadio intermedio dada la inaccesibi-
a
lidad ciertos datos de naturaleza definitivamente más arcaica. Con posterio-
ridad, Parker (1969b, 1969c , 1969d , 1971) reformulará sus planteamientos
originarios , incorporando los materiales aportados por Torero y agregando
otros de su propia cosecha. De esta manera se llegaba a postular la fonología
y algunos aspectos de la morfología y del léxico del protoquechua (PQ) .
No estará de más se ñalar en este punto que la reconstrucción de una
protolengua procede primeramente , por razones metodológicas, con la postu-
lación de su sistema fonológico . La historia del desarrollo de los estudios dia-
crónicos del quechua no escapa a esta regla , y es así como se ha logrado un
gran avance en la comprensión del componente fonológico del PQ . No ocurre
lo mismo en relación con los otros componentes de la gramática: si algo se ha
avanzado en la morfología, la sintaxis es asunto que aún no se ha encarado
decididamente. La reconstrucción del léxico ha sido acometida por Parker
( 1969c) en un trabajo que requiere ser revisado ya, y ampliado , en base a los
nuevos materiales que han venido acumulándose en los últimos años. En lo
que sigue se hará una breve presentación del sistema fonológico del PQ tal
como aparece postulado en Torero ( 1964 ).
En el trabajo mencionado, Torero propone el siguiente inventario fo-
nológico (donde el asterisco indica que el fonema entre barras es una entidad
reconstruida, al par que los dos puntos tras las vocales buscan simbolizar la
cantidad larga de aquéllas en oposición a las breves respectivas) :

* /t/ *lél * /e/ *l kl *lq l


{ ' /p/ * i si * l~I * /h/
CONSONANTES * /mi */ ni * lñ l
* 1I1
*/r /
* lw/ */y/

* /i/ * /i: / *lul */u : I


VOCALES
*/al * /a : /

Como se ve , el inventario contiene dieciséis fonemas consonánticos y


seis vocálicos. Fácil es advertir que, comparada con la del cusqueño actual ,
dicha lista resulta "pobre" en su consonantismo , pero "rica" en vocalismo .
La pobreza relativa en el primero está dada por el simple hecho de que allí
no aparecen consignadas las dos series de laringalizadas que tipifican al cus-
queño-boliviano. La razón para ello es sencilla: no hay evidencia, en los de-
más dialectos modernos , de su presencia en la lengua ancestral. No habiéndo-
la (o por lo menos no habiéndose encontrado indicios de ella), tales rasgo s

526 Revista Andina , año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C e r r ó n : Lingü1stica andina

pueden explicarse como un desarrollo propio de la variedad en cuestión: tal


fue , como se recordará . la hipótesis avanzada por Ferrario y que ahora es
afianzada por el trabajo co mparativo. De otro lado, la riqueza del sistema vo-
cálico propuesto para el PO obedece al hecho de que. según Torero. la lengua
ancestral hacía la distinción entre vocales largas y breves del mismo timbre.
Tal distinción , de naturaleza muy limitada. servía. sin embargo. como hasta
ahora en los dialectos de OL para marcar la primera persona posesora-actora .
Como se dijo . uno de los rasgos que separan a los dialectos de 01 de los de
011 es precisamente dicha marca .
Consideradas como intrusivas las laringalizadas del cusquefio-bolivia-
no. resulta ahora que el protosiste ma postulado se semeja al de buena parte
de los dialectos modernos de 01. No sólo se proponen vocales largas y breves .
sino tambi én la distinción entre dos africadas (una simple y otra retrofl eja) y
dos sibilantes (una alveolar y la otra palatal) : */e/ versus */e/ y '''/s/ frente a
*/si. oposición perdid a en los dialectos surefios. en época antigua. en el pri-
mer caso. y en la colonia, en e l segundo. Tales distinciones. preservadas en
forma in tac ta en unos casos y con algunas sustituciones en otros en las varie-
dades de 01 (e incluso e n las de OIIA), no podían ser explicadas a partir del
cusquei'lo, mientras que la no distinción de las mismas en este último se ave-
nía mejor como producto de un a fusión (de este modo , por ejemplo. *caki
'seco' versus *caki 'pie' se fusionaban en caki, con ambas significaciones. en
el ayacuchano: la forma cusquefia c'aki 'seco' se explica por contaminación
aimara) . Aquí también Ferrario tenía la razón de su parte : los dialectos de
01 resultaban siendo mucho más arcaicos. Después de todo, su extremada
fragmentación, como se dijo, denunciaba ya una mayor antigüedad.
Como toda reconstrucción, la propuesta para el PO no está libre de
problem as. En efecto, si bien hay consenso en relación con el mayor número
de segmentos postulados, no ocurre lo propio en lo que concierne por lo me-
nos a tres aspectos de ella. Dichos puntos tienen que ver con las sibilantes
*/s/ y */s/. con la lateral *(I¡ y con la atribución de la posesión de vocales
largas para el PO. En relación con el primer asunto, la cuestión surgida obe-
dece no tanto al hecho de que se hayan postulado dos segmentos (aunque no
faltan quienes sugieren la existencia de una sola sibilante), sino más bien a la
naturaleza fónica de las mismas. Lo interesante de la objeción proviene fun-
damentalmente del análisis filológico de los documentos coloniales de los
siglos XVI y XVII. La compulsa rigurosa de tales fuentes parece apuntar que
la distinción se resolvía más bien entre una * /s/ alveolar y otra * /~/ apical.
como la que se da en forma subfonémica en la variedad huanca (cf. Rowe
1950 , Landernian 1982 y Mannheim 1983). En lo tocante al segundo aspec-
to , la revisión involucrada obedece más bien a consideraciones teóricas y dia-
lectales : el sistema fonológico propuesto contiene una sola lateral. lo cual no
tendría nada de anómalo si es que ella no fuera precisamente una palatal.
Porque la tendencia general observada es que una lengua tiene /1/ siempre y
cuando contenga también una /1/. pero no al revés: la reconstrucción de una

No. 2, diciembre 1985 527


Crónicas B i b l i o g r á f i c a s - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

palatal lateral sin su correspondiente par implicado deriva e ntonces en la pos-


tulación de un sistema anormal. Por lo demás. la propuesta de Parker de una
*/1/ resultaba a todas luces poco convincente . pudiendo explicarse mejor los
segmentos que contienen dicha lateral (que en los dialectos no sobrepasan de
la docena) como resultado de una influencia sustratística muy antigua. La
evidencia dialectal muestra , de otro lado. alternancias muy frecuentes entre
JI/. /1/ y aun /r/. además del hecho de que no faltan variedades en las que la
lateral no es. fonéticamente, ni una ni otra, sino más bien /JY /: es decir. una
lateral palatalizada. Estos hechos parecerían sugerir que tal vez la protolen-
gua registraba no una palatal lateral, sino una alveolar lateral palatalizada. es
decir */JY /. con lo cual se superaría el impase sefíalado. devolviéndole al siste-
ma postulado su carácter normal (para estos puntos. ver Quesada 1984 ). Fi-
nalmente. en relación con el tema de las vocales largas atribuidas al PQ. la
objeción surgió por la insatisfacción de los cambios propuestos para explicar
el reemplazo de la marca isomórfica de la primera persona posesora-actora
- que en la protolengua se daba como un simple alargamiento vocálico- en
los dialectos de QII por medio de -Y y de -ni en cada caso. El conocimiento
más detallado de los procesos fonológicos que afectaron a los dialectos de QI
hace dudar ciertamente del carácter primigenio del empleo de la cantidad
como rasgo distintivo en el PQ : dicho rasgo no sería un elemento heredado
de éste , sino surgido en el seno de lo que vendría a ser el pre-PQI. Siendo la
marca personal la única distinción hecha por las vocales largas, al ser explica-
das éstas como producto de una evolución posterior. el PQ queda libre de la
distinción cuantitativa , por Jo que sus vocales sólo habrían sido tres y no seis.
Fácil es adivinar, pues , la trascendencia del debate suscitado en torno a este
punto , toda vez que , como se vio , la primera partición de los dialectos que-
chuas está directamente relacionada con este álgido problema. No es éste. por
lo demás. un lugar apropiado para ahondar los temas tratados aquí somera-
mente (para ello remitimos a Cerrón-Palomino 1984a) . Agreguemos. sin em-
bargo. que, en un trabajo de reciente aparición , Torero ( 1983) parece haber.
finalmente , abandonado su hipótesis de la postulación de vocales largas para
el PQ.
Como se podrá inferir, es a partir del sistema propuesto que se expli-
can las configuraciones fonológicas modernas de los dialectos quechuas. El
tratamiento de tales segmentos, en distintas etapas de evolución , fue dibujan-
do diferentes áreas de unidad y dispersión , y son justamente la preservación
y los cambios manifestados por aquél los que permiten establecer las clasifi-
caciones mencionadas en la sección precedente. Sería absurdo pretender. sin
embargo . que la fisonomía actual de las distintas variedades obedezca única-
mente a razones de naturaleza puramente interna. Ello porque en la forma-
ción del actual mosaico quechua intervinieron también fuerzas extrafías , pro-
venientes de otras lenguas. muchas de las cuales desaparecieron dejando ape-
nas huellas que el trabajo histórico trata de precisar. En algunos casos. tales
rastros son atribuibles a la acción de lenguas que constituyeron el sustrato

528 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón : Lingü{stica andina

sobre el cual se asentó la capa lingüística quechua (en verdad , pueblos de


habla quechua sobre otros de lengua diferente); en otros , se trata de la in-
flu enci a que ejercieron determinadas variedades quechuas sobre otras prev ia-
me nte existentes . Señalaremos aquí sólo dos ejemplos ilustrativos de uno y
otro tipo de influ encia ; es decir , sustrat ística y su perestratística. Arn bos ti e-
ne n qu e ver directamente con las laringalizadas.
El primer caso incide en la suerte del cusqueño-boliviano , única varie-
dad que registra consonantes aspiradas y glotalizadas. Como se dijo , de acuer-
do con el estado actual de los conocimientos , todo conduce a pensar que ta-
les segmentos fueron adquiridos por el dial ec to en mención vía influencia
aimara. No sólo no hay eviden cias que amparen su postulación como modali-
dades nativas al PQ. sino que tambi én la historiografía parece demostrar de
man era convincente qu e los predecesores de los cusqueño-hablantes (inclui-
dos los primeros incas) fueron una vez usuarios de una variedad ancestral del
aimara actual. Es en el proceso de adquisición del quechua como segunda
lengua qu e dichas modalidades articulatorias se habrían deslizado en labios
de los bilingües, co nsiguiendo ca rt a de ciudadanía , luego de algunas genera-
ciones. en la lengua adquirida. T al es la opin ió n unánimemente asumida por
los quechuistas, que no descartan del todo, sin embargo, una explicación
"nativista" para el mismo fenómeno. Hasta el presente. los pocos esfuerzos
orientados e n esta dirección no han tenido éxito (cf. Proulx 1972 , por eje m-
plo , y Parker 1973a, para su refutación). El segundo caso ilustrativo concier-
ne a los dialectos de la sierra ecuato riana . Estos, aparte del cusqueño-bolivia-
no , son los únicos qu e registran consonantes aspiradas, si bien es cierto co n
una capacidad de incidencia altamente defectiva en relación con la de lasco-
rrespondientes sureñas (que , a su turno , resulta igualmente defectiva en com-
paración con la del aimara). Como puede adivinarse, los sostenedores del ca-
rácter nat ivo de las laringalizadas creen ver, en el caso ecuatoriano , un a evi-
dencia más en su favor . Sin embargo , hay razon es de peso , que no es del caso
mencion ar aquí, que inclinan la balanza en favor de una explicación superes-
tratística : los dialectos ec uatorianos, de base chínchay norteño, que posible-
mente ya estabar. ase ntados en la sierra, recibieron tras la conquista incaica
grandes flujos de contingentes sureños cuya h abla se constituyó en norma del
buen decir. Es mu y posible que , como lo sugiere Torero en artículo rec iente ,
la composición de tales contingentes fuera de naturaleza pluriétnica , com-
prendiendo tanto a aimaras como a puquinas quechuizados (cf. Torero 1984 ).
La probada falta de correlación entre las consonantes aspiradas del ecuato-
riano con las del cusqueño estaría sugiriendo entonces su origen imitativo e
inconsistente. Como se habrá podido apreciar a través de estos dos ejemplos,
los dialectos modernos del quechua son el resultado del juego de los cambios
internos inherentes a toda lengua y de la acción ejercida por sistemas lingüís-
ticos ajenos e incluso por variedades diferentes de la misma lengua.
La reconstrucción del PQ, como se vio , toma como fuente de partida
el testimonio de los dialectos actuales del quechua, en su manifestación emi-

No. 2, diciembre 1985 529


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

nentemente oral. En muy pocos casos. tratándose de variedades desapareci-


das o difícilmente accesibles (caso del dialecto costeño-central o del cata-
marqueño , en la primera instancia , y del ucayalino, en la segunda) podía
echarse mano de los testimonios escritos de qu e se disponía . De todos mo-
dos. como se vio, la naturaleza de los mismos requería de un exa men herme-
néutico previo. A falta de ello , y en vista de la abrumadora presencia de los
di alectos actuales , los trabajos de reconstrucción optaron por centrar su inte-
rés en éstos , salvo en los casos de las variedades completamente ex tinguida s,
para las que no había otro acceso que el de su registro fortuito. De este mo-
do , la lingüística históri ca quechua devino en una práctica eminentemente
descriptiva, teniendo como su materia prima de análisis únicamente las mani-
festaciones orales de la lengu a: tendencia ciertamente obligada en la mayor
parte del ámbito de la lingüística amerindia. Pero la situación del quechua.
así como la del náhuatl , es diferent e en relación con ia del resto de las len-
guas indígenas de América . Si bien no es muy rica la producción auténtica-
mente indígena , como en el caso de la lengua mesoame ricana. de todos mo-
dos hay un caudal apreciable de monumentos escritos correspondientes a la
época colonial. No solamente son valiosos, por la información temprana que
proporcionan , los trabajos de los gramáticos y lexicógrafos de los siglos XVI
y XVII (recuérdese que algunas lenguas europeas, como el vasco o el lituano .
fu ero n registradas por escrito sólo a partir del siglo XVI) ; también son de
gran servicio las obras de orientación religiosa y la producción literaria pro-
fana. Tales documentos , debidamente sopesados, constituyen fuente invalo-
rable para el estudio diacrónico del quechua en general , y en particular de
la variante cusqueña.
Hasta hace poco , sin embargo, la atención prestada por los estudiosos
a tan importante vetero de informaciones fu e escasa o nula , no obstante que
ya en 1950 Rowe había tocado el asunto a propósito del "enigma" de las si-
bilantes del cusqueño colonial. Afortunadamente, dicha desatención está
siendo superada a partir de la segunda mitad de los años setenta . El estudio
crítico de la fuente escrita surge no solamente a raíz de los trabajos de trans-
cripción, adaptación y edición de algunos documentos coloniales (como, por
ejemplo, el manuscrito de Huarochirí) , sino también de la necesidad de escla-
recer problemas para los cuales el solo testimonio de la fuente oral y compa-
ratística no es suficiente. Ejemplos recientes de este tipo de trabajos son los
de Taylor (1980) , Landerman (1982) y Mannheim ( 1983), que constituyen
sin duda alguna el fundamento de lo que será una auténtica filología quechua ,
que promete ser fructífera en los años venideros. De paso , la edición reciente
de la crónica de Guamán Poma ( 1980) ilustra indirectamente lo que acaba-
mos de decir, no tanto por el tratamiento filológico-lingüístico de que fue
objeto, que ciertamente constituye un servicio bastante flaco a la memoria
del cronista indio , sino por demostrar que trabajos como éste exigen un co-
nocimiento a fondo del quechua no sólo como lengua materna o primera
lengua , sino desde una perspectiva dialectológica e histórica , aspectos estos

530 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C e r r ó n : Lingüística andina

últimos que se echan de menos en la intepretación de Urioste.


En el campo de la lingüística histórica aru , los trabajos de reconstruc-
ción apenas si han comenzado. Hay , en este punto, diferencias sustanciales
en relación con el lado quechua, comenzando porque los especímenes aru
existentes (y uno de ellos en franca extinción) son reducidos en número, he-
cho que de por sí determina una frustración al no encontrarse "eslabones
perdidos" . En segundo lugar, la fuerte influencia de que fueron objeto las
islas aru yauyinas por parte de los dialectos quechuas circundantes hace difí-
cil el establecimiento de cognados que permitan formular correspondencias
libres de todo préstamo. problema del cual tampoco se libra el aimara respec-
to de la variante cusqueña: los préstamos iban en ambas direcciones, del que-
chua al aru y viceversa , y en distintas épocas (arcaica e histórica). En tercer
Jugar, hay que considerar la ausencia de una verdadera competencia fecunda
entre estudiosos del mismo campo, pues , como se sabe, Martha Hardman es
la especialista solitaria en el área. Es de lamentar, en tal sentido , que los pro-
yectos de investigación en el campo no hayan contemplado seriamente la
formación de lingüistas nacionales. Estos factores determinaron , sin duda al-
guna, la relativa demora en el trabajo diacrónico, pues los problemas involu-
crados superan el esfuerzo de una sola persona. Con todo, el hecho de haber
demostrado la relación genética entre el jacaru, el cauqui y el aimara (cf.
Hardman 1966b, 1978) constituye de por sí , como se dijo , un gran avance.
Es gracias a dicha correlación que la estudiosa mencionada puede sostener
que el protoaru tenía un sistema fonológico similar al del jacaru, que en com-
paración al del aimara resulta mucho más complejo. En efecto , la variedad
central distingue tres órdenes más de consonantes oclusivas con sus respecti-
vas series laringalizadas (los puntos y modos son alveopalatal, alveolar africa-
do y palatal retroflejo ), además de poseer también dos sibilantes y una nasal
velar.
Como puede apreciarse, los trabajos en materia de reconstrucción fo-
nológica apenas se encuentran en su fase inicial, constituyendo una de las
preocupaciones fundamentales de la labor de investigación de la Hardman,
según lo anuncia en diversos trabajos . La sugerencia de que los protofonemas
del aru coincidían con los segmentos actuales del jacaru ciertamente requeri-
rá de algunas revisiones, pues tal parece que el carácter "poblado" del conso-
nantismo de la lengua tupina es el resultado de innovaciones al interior de di-
cha rama y no tanto del carácter hereditario de los mismos: Ta sola ocurren-
cia de algunos de ellos en contextos transparentemente condicionantes y res-
tringidos, cuando no en préstamos del quechua, parece apoyar dicho aserto.
Para todo ello se hace urgente la descripción del cauqui, hasta ahora conoci-
do únicamente por las informaciones parciales que del mismo nos ofrece la
autora: la urgencia es doblemente acicatean te por tratarse el cauq ui, como se
dijo, de una lengua que va anquilosándose en la memoria de unos pocos adul-
tos de más de sesenta años de edad . Por lo demás, volviendo al tema del pro-
toaru, son desde todo punto de vista encomiables las entregas que viene ha-

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ciendo Martha Hardman en relación con la reconstrucción de algunos aspec-


tos de la flexión verbal, particularmente de las de persona (cf. Hardman
1975). Como se habrá advertido, aquí también el carácter iluminador de los
dialectos centrales, por su extraordinario grado de conservación, resulta fuera
de toda duda.
Asunto aparte es el problema de la relación, genética o no, del que-
chua y del aru. Como es fácil suponer, en la etapa que podríamos llamar pre-
comparativista de ambas familias idiomáticas, la cuestión se planteaba en tér-
minos de la relación genética o exógena, según el caso, de sólo dos lenguas,
las más conocidas hasta entonces: el quechua cusqueño-boliviano y el aimara.
Planteado de este modo el problema, las similaridades aparentes entre ambos
sistemas adquirían mayor relieve, toda vez que, por lo menos en lo que a
inventario fonológico se refiere, se estaba frente a cuadros prácticamente
idénticos (donde el único fonema sobrante lo registraba el aimara: el segmen-
to postvelar fricativo /x/). Los trabajos dialectológicos y comparativos em-
prendidos a partir de la década del sesenta demostraron, sin embargo, la fra-
gilidad de tales intentos comparatísticos. No sólo resultaba unilateral seguir
refiriéndose al cusqueño como si fuera el quechua; también el solo empleo
del aimara como elemento de comparación devenía anacrónico, por lo que
toda empresa seria en pos de la reconstrucción de un antecesor común a am-
bas lenguas tendría que partir, en lo posible , de las protoformas propuestas
para cada familia. Se ve, entonces, que el panorama cambia radicalmente: ni
el PQ tiene consonantes aspiradas ni glotalizadas, ni el aimara constituye la
versión más conservada de la familia aru. En esa dimensión, las similaridades
aparentes entre el quechua cusqueño y el aimara se diluyen considerablemen-
te, al ser explicadas como producto de una fase evolutiva posterior. Si a ello
se añade la dificultad encontrada hasta ahora de establecer cognadas libres
del fantasma del préstamo, entonces surge la hipótesis de las relaciones exó-
genas como otra alternativa, contemplada a la luz de la historia cultural y so-
cial que ambas familias lingüísticas compartieron por espacio de por lo me-
nos dos milenios. Este último es el punto de vista sostenido tanto por que-
chuistas como por especialistas del lado aru, quienes oponen a la hipótesis
del origen común la tesis de la difusión. .,
El único esfuerzo serio por tratar de demostrar la existencia de un
quechumara ancestral fue el emprendido por Orr y Longacre (1968). Sin em-
bargo, dicho trabajo adolece de una serie de defectos teórico-metodológicos,
comenzando porque se inscribe, al menos en lo tocante al material aru, en la
etapa precomparativista, pese a existir ya para entonces materiales disponi-
bles del jacaru. Bastará con señalar aquí que de 53 l juegos de supuestos cog-
nados proporcionados por los autores mencionados a los efectos de probar la
relación genética pretendida, sólo cuatro resisten, al decir de Hardman
( 1979), un escrutinio riguroso. Con tan escaso material, la probanza queda a
fojas cero. No se entrará aquí en mayores detalles respecto de semejante en-
tronque, pues para ello hay por lo menos dos reseñas que buscan ofrecer el

532 Revista Andina, año 3


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estado de la cuestión: Cerrón-Palomino ( 1982) y Mannheim ( 1985a). Asom-


bra constatar, sin embargo , el impacto causado por el trabajo de Orr y Lon-
gacre , que , no obstante su descalificación , todavía es tenido por los especia-
listas en lenguas amerindias como un aporte, si no definitivo, al menos plausi-
ble. Ello obedece, sin duda alguna , a la poca difusión de que fueron objeto
los estudios tendentes a demolerlo. Con todo , sería ingenuo pretender que el
problema se encuentra del todo zanjado. En un trabajo reciente , por ejemplo,
Büttner ( 1983 : Caps . 4-6) vuelve a postular la existencia de un stock. que ,
siguiendo la designación de Mason , llama quechumara, basándose en la com-
binación de los cotejos léxico y tipológico. Al margen de las listas léxicas ma-
nejadas. cuya selección no es precisamente una muestra de tigor, pero cuya
sola presentación es ya loable (acostumbrados como estamos a que las listas
se qu eden en las gavetas del escritorio) , creemos que el cotejo tipológico sólo
demuestra lo obvio : qu e las familias lingüísticas estudiadas comparten rasgos
estructurales comunes , lo que no invalida por sí la hipótesis de la convergen-
cia. La reconstrucción esperada del protoaru y el conocimiento más exhausti-
vo de las variedades del QI (e incluso del QIIA) podrán , tal vez , proporcionar
mayores datos que permitan un nuevo acercamiento al problema , sin necesi-
dad de recurrir a criterios de orden tipológico . Un estudio más profundo de
los morfemas y raíces del aru contrastados con los del quechua, sobre todo
central -que es el grupo que más arcaísmos posee- , podrá depararnos en el
futuro grandes sorpresas (cf. Albó 1984). Mientras tanto se impone recono-
cer una gran verdad , así entre los aimaristas como entre los quechuistas : en
tanto los primeros desconozcan el quechua (sobre todo central, repitámoslo)
y los segundos ignoren el aru no habrá mayores progresos en este campo .
En lo que se refiere a la protohistoria social del quechua y del aru,
Torero (1970), combinando los datos arqueológicos con el cálculo glotocro-
nológico logrado en base al cotejo léxico de los dialectos al interior de dÍchas
familias (basándose , para el aru , en el trabajo realizado por Hardman-l 966b-) ,
traza las diversas fases de expansión de ambos grupos idiomáticos a partir de
sus centros iniciales de irradiación. En fecha reciente , sin embargo, el mismo
autor ( cf. Torero 1984) ha reformulado su propuesta original , esbozando una
nueva cronología de los tiempos de dispersión del PQ y demostrando , inci-
dentalmente , cómo los fechados glotocronológicos no se avienen dócilmente
con la terca realidad de los hechos . Según la nueva propuesta , el panorama
habría sido el siguiente. Por lo que toca al PQ, ubicado en la zona de suma-
yor fragmentación actual (la costa y sierra centrales del Perú , particularmen-
te en las serranías de Lima), se habría expandido a principios de la era cris-
tiana, cubriendo aproximadamente ·el área ocupada por los dialectos de QI;
la segunda expansión debió realizarse a partir del siglo VII, bajo la forma de
dos oleadas en dirección opuesta: una de ellas, por la costa y sierra norteñas
(alcanzando Ferreñafe y Cajamarca), se trataría del yúngay, localizable en el
litoral centro-norteño ; la otra, la del chínchay, se habría expandido por la cos -
ta y sierra sureñas , a partir de su foco localizable en Chincha; finalmente , la

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

tercera expansión, ya en el siglo XV, correspondería a la del chinchay stan-


dard (la llamada "lengua general"), que, adquirida por los incas, habría sido
propagada al resto del territorio del Tahuantinsuyo . En relación con la expan-
sión del aru, en el artículo de 1970 se postulaban, asimismo, tres fases expan-
sivas, a partir de su foco inicial localizable en Nasca: una primera, la del pro-
toaru; una segunda , bajo la forma del protocauqui-aimara; y, finalmente, una
tercera , la del protoaimara, pocos siglos antes del surgimiento del Imperio
Incaico. Las cronologizaciones propuestas para cada fase , que antecedían en
algunos siglos a los desplazamientos del quechua , tendrán que retrotraerse
ahora , por lo menos en lo que toca a la primera expansión , a una etapa ante-
rior a la era cristiana , pues de hecho el QI se superpuso a territorios de habla
aru. Obviamente , cada una de tales fases expansivas, que implican fragmenta-
ciones y dispersiones , corresponde al auge y decadencia de centros de poder
surgidos antes del advenimiento del llamado Horizonte Medio o Huari, así
como durante el desarrollo y decadencia del mismo. Las limitaciones de espa-
cio impiden desarrollar este punto con más detalle (para ello puede consultar-
se el propio trabajo de Torero 1984 ). Señalemos únicamente tres aspectos de
suma importancia para la comprensión de la historia socio-cultural de ambas
familias idiomáticas: (a) la difusión del quechua se realizó de la costa y sierra
central hacia la sierra sur y no al revés, como lo sostenía la historiografía tra-
dicional ; (b) la lengua originaria de los primeros incas fue probablemente, si
no la puquina, una variante antecesora delaimara actual ; y (c) el quechua , en
su expansión por la sierra centro-sur, fue desplazando al aru hasta confinarlo
finalmente al territorio que ocupa el aimara actual (quedando todavía , sin
embargo , los islotes aru de la serranía de Lima). Cabe destacar que la hipóte-
sis del origen costeño del quechua, si bien sugerida ya por autores como Gon-
zález de la Rosa ( l 911) en base a informaciones provenientes de la colonia,
constituye una de las revelaciones más trascendentales dentro de la historia
de las lenguas andinas. Si desde la óptica del etnohistoriador ( cf., por ejem-
plo, Espinoza Soriano 1982) ella no es ninguna novedad , nadie podrá negar
que sólo gracias a los trabajos de dialectología y reconstrucción la menciona-
da hipótesis cobra mayor fundamento; de lo contrario , ella no habría pasado
sino como una pura conjetura, como lo prueba su archivamiento total hasta
hace poco.

4. DESCRIPCION Y ANAL/SIS

Los estudios descriptivos del quechua se remontan a mediados del si-


glo XVI, fecha en que Domingo de Santo Tomás terminó de redactar su
Grammatica y su Lexicón, que serán publicados en Valladolid diez años des-
pués (cf. Santo Tomás [1560] 1951a, [1560] 1951b, respectivamente). Aun
cuando el dominico no lo mencione, tal parece que el quechua descrito por
él comprende la variedad que corría en la costa centro-sur del Perú , teniendo
como base al habla de Chincha. Como se ve, se trata de la descripción de una

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variedad no-cusqueña, más bien "chinchaisuya". 1\1 finalizar dicho siglo, sin
embargo , el quechua de los llanos decae (sus hablantes son diezmados por las
guerras civiles y las epidemias) , al par que se afianza el prestigio del cusque-
ño , codificado admirablemente por el jesuita González Holguín en su Gramá-
tica ([ 1607] J 842) y su Vocabvlario ([ 1608] 1952). Los tres siglos y medio
de tradición en los es tudios gramaticales (contados hasta la década del sesen-
ta del presente siglo) están jalonados por obras repetitivas y de menor enver-
gadura en relación con la del cacereño , hecho que se empobrece más aún con
la expulsión de les miembros de la orden de éste (l 767) y al desencadenarse
poco después, como resultado del "movimiento nacional inca" , la política de
represión cultural y lingüística dictada por Carlos 111. El advenimiento de la
etapa republicana no cambia la situación descrita, y es precisamente en esta
época qu e los estudios gramaticales devienen mucho más rudimentarios, inca-
paces de ofrecernos versiones frescas del cusqueño, que acababa de emerger,
con nu eva fisonomía, luego de la revolución consonántica que lo había afec-
tado en el tránsito del siglo XVII al XVJII. Hay una sola excepción que se
yergue en medio de semejante aridez: se trata de la obra del famoso médico
viajero alemán Ernst W. Middendorf, quien en 1890 publica su gramática ,
como parte de una serie de obras relativas a tres de las antiguas "lenguas ma-
,yores" del Perú : la aimara , la quechua y la mochica. El trabajo de dicho
autor, ignorado hasta la década del setenta por haber devenido en rareza bi-
bliográfica y, sobre todo, por la inaccesibilidad de la lengua en que fuera es-
crito, resulta ciertamente excepcional por la profundidad del análisis y el ca-
rácter sistemático de su presentación . Es de lamentar, sin embargo, que la
versión castellana del mismo (cf. Middendorf 1970) constituya , por la canti-
dad de errores de la traducción , un homenaj e deslucido a la memoria de tan
insigne quechuista (cf. Hartmann 1972a).
El panorama descrito persistió , como se dijo, hasta por lo merios fines
de la década del cincuenta. Si tal ocurría en relación con la variedad tenida
por la "única", la situación de los demás dialectos resultaba ciertamente de-
soladora y en no pocos casos la desatención se pagaba muy caro con la ex tin-
ción de algunos de ellos. Los aislados intentos por describirlos, notorios en
las primeras décadas del presente siglo , se reducen a pequeños bosquejos,
muchas veces presentados a manera de listas de peculiaridades , elaborados
con fines estrictamente religioso-pedagógicos. El carácter básicamente norma-
tivo de los mismos, heredado de la tradición latina, encubre en muchos casos
deliberadamente los aspectos más interesantes y genuinos de las variedades
involucradas. Como se sabe , son precisamente las formas "corruptas" o des-
viadas las que interesan al estudioso contemporáneo, por lo que , lejos de pa-
sarlas por alto o de ocultarlas, conviene sacarlas a luz. La corriente deslatini-
zante y antinormativista emanada de la lingüística moderna acabaría con di-
cha práctica, dando lugar a un verdadero desarrollo de los estudios descripti-
vos : ello ocurre en el Perú , y en el área andina en general, al finalizar la déca-
da del cincuenta.

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

El empleo de las técnicas del análisis descriptivo en el área quechua es


el resultado del auge logrado por la llamada lingüística descriptiva norteame-
ricana, cuyo clímax se dio precisamente en los años cincuenta. Surgida en el
trato con las lenguas indígenas del hemisferio norte y endeudada de los pos-
tulados básicos de una antropología de corte positivista, el descriptivismo
norteamericano tenía en Sapir y en Bloomfield a sus dos exponentes más se-
ñeros, los mismos que le habían dado forma a una nueva corriente lingüística
que , en el terreno metodológico, tenía como postulado fundamental el que
toda lengua debía ser descrita dentro de sus propios cánones , libres de toda
valoración subjetiva . La demanda de la enseñanza de lenguas que asegurara el
aprendizaje de las mismas en un tiempo récord y en forma sistemática, urgida
por los avatares de la Segunda Guerra Mundial (que había trasladado su tea-
tro de operaciones a espacios cubiertos por lenguas "exóticas" para la per-
cepción de sus protagonistas occidentales), estimuló a los lingüistas norte-
americanos en el desarrollo de técnicas precisas de análisis gramatical. Estas
técnicas, en su versión más estrecha , se convirtieron en verdaderas recetas
que , seguidas a pie juntillas, podían garantizar la descripción de una lengua
hasta entonces desconocida. El resultado de todo ello fue , como era de espe-
rarse , no el surgimiento de un modelo teórico , sino más bien de una metodo-
logía o procedimiento de análisis lingüístico , en el que lo importante no era
tanto la explicación de los fenómenos , sino su catalogación taxonómica. Por
lo demás , los procedimientos analíticos elaborados habían alcanzado un alto
grado de refinamiento en los niveles fonológico y morfológico , no así en el
de la sintaxis , donde los principios de identificación y-distribución de las uni-
dades involucradas resultaban hasta cierto punto inoperantes, entrampados
como estaban en la observación de las estructuras de superficie de la lengua.
Sin el ánimo de restarle más méritos a dicha escuela , habrá que reconocer,
después de todo, que gracias a ella se inaugura en el área andina, y particular-
mente en la del quechua , una nueva etapa de estudios que , aun resultando
parciales, acaban con la práctica tradicional de corte latinizante.
Los primeros trabajos descriptivos sobre variedades quechuas diversas
comienzan a aparecer en la década del sesenta, si bien ya se habían dado
algunas muestras previas, como por ejemplo el análisis morfológico del dia-
lecto cusqueño emprendido por Yokoyama (1951) . De 1967 , aunque redac-
tada en 1958, es la gramática de Solá, que describe el quechua de Llata (Huá-
nuco) y que constituye el primer trabajo dedicado a una variedad de QI. En
1965 aparece la gramática del quechua ayacuchano de Parker, que le había
servido como disertación doctoral el año anterior (la versión inglesa es de
1969). También el estudio de Lastra (1968), sobre el quechua de Cochabam-
ba, había sido originariamente sustentado como tesis de doctorado en 1964.
Los tres últimos trabajos tienen la particularidad de haber sido elaborados
por estudiantes de la Universidad de Cornell, la que por entonces estaba a la
vanguardia de la lingüística descriptivo-estructural , contando entre los miem-
bros de su plana docente nada menos que a Hockett , discípulo aprovechado

536 Revista Andina, año 3


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de Bloomfield. El propio Solá dirigía el "Quechua Language Program" de la


mencionada universidad , que fundado a principios del sesenta se convirtió en
un verdadero centro que impulsó, por más de una década , el desarrollo de los
estudios quechuísticos : de su seno saldrían justamente tanto Parker como
Lastra . El convenio San Marcos-Cornell , a que se hizo alusión en la primera
sección , se había firmado precisamente a través del Programa que dirigía
Solá. Dicho convenio hizo posible la creación del PFL, que promovió los es-
tudios quechuísticos modernos en San Marcos. El modelo descriptivo que se
impuso fue el mismo que subyacía a la gramática de Parker, que juntamente
con la de Solá acababan de ser publicadas en castellano. Ya se mencionó el
nuevo plan de estudios inaugurado en San Marcos en virtud del convenio
antedicho. El propio Parker tendrá a su cargo la formación de jóvenes investi-
gadores que orientarán su interés hacia el estudio de la realidad quechua . De
paso , conviene destacar que la labor de este investigador no descuidó jamás
el trabajo igualmente paciente y generoso de adiestramiento y tutoría: los
quechuistas peruanos de la primera hornada (prácticamente todos) estamos
en deuda con este tímido y silencioso profesor, ahora retirado de la que-
chuística.
Como se dijo , caracteriza a la nueva orientación la preferencia por el
estudio de las variedades de QI y de QIIA, y no sólo por el hecho de consti-
tuir un área prácticamente desconocida, sino también por la importancia que
dichas variedades revestían a los efectos de una mejor comprensión de la evo-
lución del quechua, tal como lo habían demostrado los trabajos de Parker y
Torero. Poco a poco fueron describiéndose las variedades de Ancash , Junín ,
Ferreñafe y Cajamarca. Más tarde , con el concurso de lingüistas extranjeros
(Swisshelm, Adelaar, Taylor), se ensancharían aún más los territorios estudia-
dos. En su mayor parte , tales trabajos versaban sobre la fonología de los dia-
lectos estudiados (cf. por ejemplo, Escobar et al, 1967). A excepción del es-
tudio global de Adelaar ( 1977), las descripciones de entonces se quedaban en
el nivel del análisis morfológico , siendo la sintaxis el terreno menos tocado.
Se trataba, indudablemente , de las repercusiones del modelo de análisis em-
pleado , el mismo que en el plano sintáctico no había alcanzado el grado de
desarrollo logrado en relación con los niveles fonológico y morfológico. Bas-
taba con echar un vistazo a las descripciones gramaticales de Solá , Parker y
Lastra: las suyas , especialmente la qel primero , eran prácticamente un análi-
sis morfológico con apenas unas cuantas páginas dedicadas a la sintaxis (cf.
también la gramática de Escribens y Proulx 1970). De este modo , las gramá-
ticas morfologizantes resultaban parciales y simplificadas . Con una visión tan
retaceada de la gramática , los mismos componentes fonológico y morfológi-
co distaban de ser comprendidos a cabalidad , pues muchos de sus aspectos
sólo pueden ser explicados a la luz de un enfoque sintáctico e incluso discur-
sivo. El carácter aglutinante de la lengua, con una extremada elaboración de
la palabra , contribuía sin duda alguna a crear la falsa imagen de que todo su
fijamiento obedecía a procesos de naturaleza eminentemente morfológica

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

(piénsese, por ejemplo, en el análisis de los sufijos marcadores de persona ob-


jeto o , mejor, en el de los llamados enclíticos). El análisis de una lengua lleva-
do a cabo sobre la base de sus manifestaciones de superficie . sin entrever pa-
trones comunes y principios generales de organización por debajo de realiza-
ciones aparentemente disímiles, conducía de esta manera, inevitablemente , a
descripciones insuficientes y muy poco explícitas . El desarrollo de la escuela
generativo-transformacional, con su concepción de la lengua como conte-
niendo dos niveles de representación -una de superficie y otra subyacente- ,
acabará , específicamente en el campo de la lingüística quechu a, con los análi -
sis morfologizantes , abriendo de esta manera un nuevo campo de interés: el
de la sintaxis .
En efecto, los estudios sintácticos comienzan a aparecer en la década
dei setenta. No se trata ciertamente de trabajos globales que abarcan todos
los aspectos de dicho componente ; son sólo fragmentos de gramática los que
se elaboran , acorde con el desarrollo de los modelos sintácticos postulados :
así, por ejemplo , terreno fecundo de estudio constituyen el sistema de casos
(Bilis 1972). los procesos de nominalización (Costa 1972 , Snow 1973), rela-
tivización (Muysken 1976, Weber 1978) y concordancia (Lefebvre 1975 ;
Lefebvre y Dubuisson 1977). Gracias a tales trabajos, el quechua concita un
mayor interés entre los lingüistas del hemisferio norte y de Europa. Es la épo-
ca en que. además, el transformacionalismo, escindido entre distintas vertien-
tes, requiere ser sometido a prueba con el mayor número de lenguas , particu-
larmente las no indoeuropeas, de modo de confirmar o descalificar hipótesis
asumidas como universales , pero postuladas únicamente en base a lenguas
indoeuropeas, sobre todo el inglés. Las lenguas indígenas, particularmente el
quechua , se constituyen entonces en el centro de atención de los estudiosos.
muchos de los cuales muestran un interés pasajero por él , es cierto; pero no
faltan quienes devienen especializados en la lengua. A este último grupo per-
tenecen Muysken , Lefebvre y Cole , cuyos trabajos se caracterizan por llevar
el quechua a la arena mist11a del debate en torno a las características formales
de una gramática (cf. , por ejemplo , Muysken 1980 ; Cole y Herman 1981 ;
Lefebvre y Muysken 1982; Cole, Harbert y Herman 1982). Por cierto que ta-
les estudios, por su misma naturaleza , son más bien de interés teórico antes
que descriptivo. De paso, Cole ( 1982) es autor de una descripción del que-
chua imbabureño, que constituye la primera de corte íntegramente generati-
vista . Aporte meritorio es también - en realidad el primero en materi a de sin-
taxis diacrónica- el trabajo de Muysken ( 1977), que versa sobre algunos as-
pectos de la frase verbal tal como se manifiestan en los dialectos ecuatorianos.
En el terreno estrictamente descriptivo , son dignos de mención los
trabajos destinados al estudió de uno de los aspectos más complicados de la
morfología quechua : el de la derivación verbal. Destacan en este punto los
análisis de Parker (1973 b) y Swisshelm ( 1974 ), para el quechua ancashino ; el
de Sayk ( 1974 ), sobre el juninense; y el de Chacón ( 1982), para el huanca .
Algunos de estos trabajos , como el de Parker, incorporan ya nociones básicas

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del generativismo. Dentro de esta nueva tónica , aunque con fines diferentes.
se inscriben la serie de gramáticas referenciales redactadas como parte de los
esfuerzos de implementación de la ley de oficialización del quechua (ver sec-
ción siguiente). Los trabajos involucrados corresponden a los dialectos de
Ancash (Parker 1976), Ayacucho (Soto 1976a), Cajamarca (Quesada 1976a).
Cusco (Cusihuamán 1976a), Junín (Cerrón-Palomino l 976a) y San Martín
(Coombs et al 1976), todos ellos publicados bajo los auspicios del Ministerio
de Educación en convenio con el Instituto de Estudios Peruanos. Caracteriza
a la mayoría de estas gramáticas, dos de las cuales aparecían por primera vez
en la historia de los dialectos involucrados (Cajamarca y San Martín) , el cons-
tituir una suerte de compromiso entre el análisis tradicional-estructural y los
postulados básicos del generativismo, todo ello traducido en un lenguaje
accesible al público no especializado , dada la finalidad que se perseguía.
El trabajo descriptivo es parte del quehacer permanente de los que-
chuistas. Son todavía muchas las áreas dialectales que apenas han sido toca-
das. Como es fácil de imaginar, las investigaciones dialectológicas, al estar in-
teresadas en descubrir fundamentalmente los rasgos definidores que permiten
zonificar y clasificar los dialectos , no se detienen por lo general en el análisis
exhaustivo de las variedades involucradas. De allí que la descripción específi-
ca de un dialecto sirva para verificar, precisar o incluso revisar las generaliza-
ciones hechas en base al trabajo dialectológico. Constituyen por ello valiosos
aportes los trabajos de Taylor (197 5, 1982a , 1982b, 1 984 ), para los dialectos
de Amazonas, Ferreñafe y Yauyos; el de Adelaar ( 1982a), para la variedad
pacareña ; los de Weber (cf. Weber 1983 , que viene a ser una obra de conjun-
to) , para el quechua de Huallaga; el de Landerman (1973), para el dialecto de
Pastaza: y, en fin, el de Mercier (1983) , para el quechua del Napo.
Fuera del territorio peruano , la lingüística se ha enriquecido igual-
mente con nuevos aportes y , por lo menos en un caso , con la primera gramá-
tica para una variedad hasta entonces estudiada de manera fragmentaria : se
trata del trabajo de Levinsohn (1976), para el quechua colombiano. Ya se
mencionó la gramática de Cole ( 1982), para el imbabureño del Ecuador. En
el lado boliviano , son igualmente apreciables los esfuerzos en materia de des-
cripción , particularmente los emprendidos por los investigadores del Institu-
to Nacional de Estudios Lingüísticos (INEL), aunque, como se dijo , la inves-
tigación dialectológica todavía no ha sido acometida de lleno . El quechua
argentino , por su parte, espera aún un estudio más sistemático, pues las des-
cripciones tradicionales de Bravo ( 1956, 1965), hechas con una devoción y
un entusiasmo dignos de todo encomio, contienen una serie de lagunas que
requieren ser cubiertas de manera exhaustiva. En fin , faltan todavía descrip-
ciones de las variedades habladas en el Brasil y en Chile.
Los trabajos descriptivos mencionados han sido hechos tomando
como unidad de análisis, si no la palabra, la oración. Ya se indicó que tales
niveles resultan inapropiados, sobre todo el primero, para describir el funcio-
namiento de los sufijos independientes, así como el de algunos sufijos flexi-

No . 2, diciembre 1985 539


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

vos. El estudio de éstos, tomando como unidad de análisis el discurso , es de


reciente data. Son precursores , en tal sentido , el trabajo de Larsen (1972) ,
aplicado al ancashino; los de Levinsohn (197 5, 1979) , en base a datos del
colombiano; el de Orr ( 1981 ), referido al na peño del Ecuador; y el de Brauch
( 1981 ), para algunos aspectos de la flexión temporal en el quechua del Pas-
taza peruano. En esta misma dirección se orientan los trabajos de Weber
( 1980, 1981 ), aplicados al estudio de algunos de los sufijos enclíticos tal
como se los emplea en el dialecto del Huallaga. La mayoría de estas contribu-
ciones, si no todas, se inspiran en los postulados de la escuela tagmémica lide-
rada por Pike, siendo sus autores todos ellos miembros del Instituto Lingüís-
tico de Verano.
En lo que toca a la producción lexicográfica , son igualmente notables
los progresos alcanzados, particularmente en relación con las áreas quechuas
tradicionalmente ignoradas. De este modo, paralelamente a los estudios dia-
lectológicos y descriptivos , han venido recogiéndose materiales léxicos , mu-
chas veces para variedades nunca antes registradas. Tales recolecciones cubren
dialectos como los de Amazonas , Ancash , Cajamarca, Huánuco, Junín (Tar-
ma y Huancayo) , Pacaraos (Lima), Pastaza (Loreto) y San Martín. Algunas
de ellas sirvieron de base para la elaboración de los diccionarios bilingües de
consulta que acompañan, en volumen aparte , a las gramáticas referenciales
mencionadas en párrafos precedentes: figuran entre aquéllos los léxicos de
Ancash (Parker y Chávez 1976), Cajamarca (Quesada 1976b), Junín (Cerrón-
Palomino 1976b) y San Martín (Park et al 1976), a los que deben agregarse
los diccionarios abreviados de Soto (1976b) , para el ayacuchano , y Cusihua-
mán ( 1976b ), para el cusqueño. Al margen de sus diferencias en la cobertura
léxica y de las imprecisiones en las definiciones de muchas de sus entradas ,
dichos diccionarios no son estrictamente hablando simples léxicos que inte-
resen únicamente al especialista; son más bien codificaciones que buscan
constituirse en la obra de consulta de los no iniciados , por lo que muestran
entradas normalizadas, sin que por ello dejen de contener informaciones re-
lativas a la variación dialectal. Del mismo tenor son los léxicos de la varie-
dad de Amazonas (Taylor 1979) y de la de Pacaraos (Adelaar 1982b ).
De otro lado , la producción lexicográfica fuera del territorio peruano
también se ha incrementado notablemente. Para el colombiano se cuenta
ahora con el vocabulario de Levinsohn et al ( 1981 ); para el ecuatoriano de la
sierra se tiene el diccionario de Stark y Muysken ( 1977) y para el de la selva ,
el vocabulario de Orr y Wrisley ( 1965); el léxico boliviano aparece registrado,
entre otros, por Stark (1969) y Plaza y Quiroz (1979); en fin , el vocabulario
del quichua argentino está consignado gracias al trabajo solitario de Bravo
(1975 , 1977) . .
Una nota que debe ser destacada es el hecho de que en los últimos
años se viene imponiendo , sin dejar de lado el interés puramente dialectológi-
co, la necesidad de elaborar diccionarios y no ya simples glosarios, léxicos o
vocabularios. Tal tendencia está acorde , sin lugar a dudas, con los afanes de

540 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Cerrón: Lingüi'stica andina

codificación y elaboración de las lenguas o dialectos estudiados. A diferencia


de los diccionarios tradicionales , aquéllos tienen el propósito ambicioso de
proporcionar informaciones dialectológicas precisas, de manera que puedan
ser empleados con igual provecho por especialistas y por el público en gene-
ral. Esto último es importante , toda vez que los diccionarios tradicionales,
como por ejemplo los del cusqueño (cf. Lira 1941) y el ayacuchano (cf. Pe-
rroud y Chouvenec 1970), con tratarse de dos variedades importantes, ado-
lecen de defectos tales como los de consignar de manera indiscriminada tér-
minos no sólo arcaicos, sino también correspondientes a variedades diferen-
tes. En tal sentido , paradójicamente, son estas dos variedades las que requie-
ren ser atendidas de inmediato (los diccionarios de Cusihuamán y Soto son
ciertamente escuetos; el léxico que trae la versión inglesa de la gramática de
Parker es igualmente reducido) .
En este campo son igualmente muchos los dialectos que no han sido
objeto de investigación léxica . Areas de fuerte densidad quechua como Huan-
cavelica , Apurímac y Puno no han sido tocadas. Si ello ocurre con variedades
pertenecientes a la zona llamada "mancha india" , no debe extrañar el que to-
davía permanezcan sin estudiar dialectos como los de Yauyos (cf. Taylor
1984 , para una primera aproximación) , verdadero mosaico idiomático , Caja-
tam bo , el sur y el oriente de Ancash , Paseo , el norte de Junín , así como la
mitad occidental de Huánuco , para no hablar del quechua del Napo .
Con todo , el material léxico disponible como para intentar la prepa-
ración de diccionarios pandialectales o generales del quechua (por lo menos
del quechua peruano) es ya variado y rico; lo propio puede decirse para la
elaboración de un diccionario etimológico . El trabajo de los próximos años
está llamado a cubrir esta necesidad, y, por lo pronto , el equipo de quechuis-
tas del CILA contempla , entre sus proyectos inmediatos, la preparación de
un diccionario general. Ocioso es señalar que un trabajo de esta magnitud ,
para el que se requiere de especialistas, es desde mucho tiempo atrás espera-
do por los estudiosos del área andina .
En relación con los estudios descriptivos en el campo de la lingüística
aru , el balance resulta deficitario , sobre todo para el aimara del lado peruano.
En efecto , luego de la obra de los jesuitas de Juli (Bertonio [1603] 1879,
Torres Rubio [ 1616] 1966), el aimara no ha sido estudiado más en el Perú,
con la excepción de algunos trabajos que a partir de la segunda mitad de la
década del setenta viene entregando Liliane Porterie-Gutiérrez (cf. por ejem-
plo , Porterie-Gutiérrez 1976, 1980). De hecho , la atención de los estudiosos
aficionados estuvo centrada siempre en el quechua, por obvias razones histó-
ricas y geográficas. Tampoco surgieron en Puno inquietudes como aparecie-
ron , a su turno , en el Cusco en relación con la variedad local , de manera que
ni siquiera se registran trabajos de corte tradicional. El único esfuerzo con-
creto de Mario Franco Inojosa , aparte de un pequeño diccionario castellano-
aimara , fue la reedición del Arte de Torres Rubio , que lamentablemente deja
mucho que desear : una vez más, no basta el entusiasmo. La situación en el

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

lado boliviano, en cambio, es diferente. Estando La Paz en plena área aimara,


era de esperarse que la misma realidad creara las condiciones que permitieran
el estudio. de la lengua nativa. No es sorprendente entonces que las obras
posteriores a las de los jesuitas de J uli versen sobre el aimara boliviano , co-
menzando por la del mismo Middendorf ( 1891 ). que. aunque basada en la de
Bertonio. describe el dialecto de La Paz. Con todo. los trabajos estrictamente
descriptivos sólo datan de fines de la década del sesenta en adelante. figuran-
do entre ellos el bosquejo gramatical de Eusebia Martín ( 1969), la presenta-
ción morfológica de Carvajal (] 983) y el compendio de Hardman et al
(1975), constituyendo este último uno de los volúmenes de un conjunto de
trabajos de carácter pedagógico, cuya publicación en castellano ha sido anun-
ciada. Mención especial debe hacerse en este punto a la labor desplegada por
Martha Hardman: de hecho, los esfuerzos recientes por reiniciar el estudio
del aimara se deben a dicha investigadora y al equipo que colabora con ella,
el mismo que incluye a hablantes aimaras del lado peruano. Finalmente, en
lo que toca al aimara hablado en Chile, se cuenta por lo menos con la descrip-
ción fonológica de Clair-Vasiliadis ( 1976). Para un recuento crítico y exhaus-
tivo de la bibliografía aimara, puede consultarse a Briggs ( 1979).
Con respecto a las otras dos lenguas, el jacaru y el cauqui , ya semen-
cionó que, para la primera, se cuenta con la descripción de la propia Hardman
( 1966a), que constituye un compendio de la fonología y morfología de la
lengua . Su reciente publicación en castellano (] 983) hace de la obra un tra-
bajo más accesible, aunque, tras dos décadas de haber sido escrita. se impo-
nía una revisión mayor de la que la autora se propuso, pues no son pocos los
aspectos que requieren de una mayor explicitación. La segunda lengua , por
su parte, no ha sido abordada directamente hasta la fecha, conociéndose al-
gunos aspectos de ella sólo por las referencias indirectas proporcionadas por
la mencionada investigadora. Jorge Chacón, investigador del CILA , viene pre-
parando un esbozo gramatical de esta lengua, rescatándola de su virtual ex-
tinción.
En materia de lexicografía, el panorama no es menos desolador. Hasta
hace un par de años no existían vocabularios contemporáneos para el aimara,
siendo el de Bertonio (1612), que ha merecido dos reediciones (1956, l 984 ),
la única obra de consulta. El diccionario de de Lucca (1983), que incluye al-
gunas particularidades del aimara de Puno, ha venido a llenar parcialmente
dicho vacío. Pero, lo que es más dramático, tampoco hay léxicos de las varie-
dades jacaru y cauqui, siendo paradójicamente el de Farfán ( 1961 ), a falta de
otro, el más "copioso" hasta la fecha. Obviamente, se hace urgente cubrir di-
chos vacíos, sobre todo en relación con las dós últimas lenguas. La importan-
cia de tales trabajos para los efectos comparatísticos dentro de la familia
como en relación con el quechua , sobre todo central, resulta patente. Con
respecto al aimara, las diferencias léxicas advertidas por Briggs (] 976a) a am-
bos lados del Titicaca prueban hasta qué punto son necesarios los trabajos
lexicográficos en esta lengua. Es por ello alentador que el Programa de Edu-

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cac10n Bilingüe que opera en Puno haya tenido el feliz acierto de ofrecernos
la primera parte ( aimara-castellano) de lo que será el primer diccionario del
aimara peruano contemporáneo , luego de cerca de cuatrocientos años de
completo olvido .
Es de esperar que la situación descrita para el lado peruano cambie en
los próximos años. Ya es un buen paso el que se ha dado en el Departamento
de Lingüística de la Universidad de San Marcos al ofrecerse cursos y semina-
rios sobre lingüística aru . Ello es el resultado de la constatación de una reali-
dad simple : el quechuista interesado en estudiar la historia o la protohistoria
de la lengua no puede prescindir del conocimiento de esta otra familia lin-
güística. Como se mencionó , el desconocimiento de una de las familias por
parte de los especialistas en la otra ha sido una de las causas fundamentales
que han oscurecido el viejo debate en torno a la relación entre ambas.

5. SOCIO LINGUISTICA

Conforme se mencionó en las secciones anteriores, los estudios dia-


lectológicos , descriptivos y de reconstrucción que revolucionaron el campo
de la lingüística andina contribuyeron sin duda alguna al conocimiento de la
realidad idiomática presente y pasada. Dicho conocimiento, sin embargo,
incidía sólo en un aspecto de la problemática en la medida en que develaba
la naturaleza , distribución y evolución de las lenguas involucradas en tanto
sistemas contenidos en sí mismos. Pero las lenguas, como se sabe , no existen
en el vacío , al margen de sus usuarios ; por el contrario , son éstos los quepo-
sibilitan su existencia, sus cambios , en una palabra su historia. Concebida en
tales términos, una lengua no es solamente un código estructurado de acuer-
do a patrones de regulación interna, pues al mismo tiempo es una institución
cultural practicada y transmitida por los grupos humanos que tienen en ella,
tal vez , su mejor exponente creativo. El uso idiomático, que viabiliza la praxis
y la transmisión de la misma , constituye entonces el otro aspecto, igualmente
importante , del fenómeno lingüístico . De allí que el conocimiento pleno de
éste implique , además de la comprensión de los mecanismos psicológicos y
conceptuales que lo posibilitan , no solamente el análisis e inventario de sus
manifestaciones concretas (sociolectos , idiolectos; registros), sino también el
descubrimiento de las reglas que subyacen a dicho uso . Sobra decir que el
estudio societal de la conducta verbal adquiere mayor relevancia en los países
andinos atravesados por un conjunto de problemas que derivan de su condi-
ción de Estados plurilingües y pluriculturales, en los que, como producto de
una herencia colonial común, las lenguas aborígenes -y con 'ellas, sus hablan-
tes- han devenido en entidades de rango inferior en desigual competencia
con la castellana, que ostenta el carácter de lengua oficial.
Como se sabe, la sociolingüística, cuya configuración interdisciplina-
ria adquiere relevancia precisamente en los años sesenta , estudia las interrela-

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

ciones estrechas que existen entre la estructura sociocultural y las variaciones


lingüísticas que se dan en el habla de los miembros de aquélla. Tales variacio-
nes pueden involucrar el empleo de diferentes lenguas (de ello se ocupará la
macrosociolingüística) o el uso de formas alternantes al interior de un mismo
idioma (objeto de la microsociolingüística). En cualquier caso, la estructura
social es una variable independiente al par que el fenómeno lingüístico , en la
medida en que está condicionado por aquélla, tiene rango de variable depen-
diente . De este modo, fenómenos tales como la selección idiomática (qué
lengua se habla con quién, en qué circunstancias y al tratar sobre qué temas),
la mudanza lingüística (reemplazo definitivo de una lengua por otra) o la
elección de una forma de expresión en lugar de otra sin salirse de una misma
lengua (alternantes), etc. se explican como resultado del impacto de factores
socioculturales sobre la lengua. Se ve , entonces , que la conducta verbal de los
hablantes, y los mecanismos actitudinales (orgullo-vergüenza idiomáticos ,
lealtad-deslealtad lingüísticas, etc.) que la condicionan, está pautada por fac-
tores no lingüísticos que emanan del entramado social que constituye el fun-
damento mismo de la convivencia humana. Es a la luz de dicha matriz que se
consigue un enfoque más abarcante del fenómeno lingüístico : de allí la natu-
raleza interdisciplinaria de la sociolingü ística.
Los estudios sociolingüísticos se inician en el país enmarcados dentro
de la puesta en marcha de programas de educación bilingüe en las poblacio-
nes de habla predominantemente quechua. Con el objeto de conocer las acti-
tudes y expectativas de los miembros de las comunidades en las que se esta-
blecieron centros pilotos, a fin de que los programas no resultaran arbitrarios
ni ajenos a la realidad (como los emprendidos por el sistema educativo tradi-
cional), se imponía la necesidad de realizar diagnósticos que permitieran cali-
brar la situación de modo de adecuar las metas perseguidas al contexto socio-
cultural específico. Tal el caso , por ejemplo , del censo etnolingüístico efec-
tuado por el PFL, que en 1964 inició un programa de educación bilingüe en
el distrito ayacuchano de Quinua. El objeto de dicho sondeo , según palabras
del entonces Director del mencionado programa (cf. Escobar 1968), era "co-
tejar la conducta verbal y no verbal de los individuos y la comunidad , con re-
ferencia al español y el quechua, lengua predominante en esa zona". Poste-
riormente , el mismo PFL. realiza una encuesta sociolingüística destinada a
evaluar las reacciones subjetivas de los hablantes bilingües y monolingües
quechuas en relación con aspectos tales como el papel del quechua en la es-
cuela y como lengua oficial , la interinfluencia entre ambos idiomas, la prefe-
rencia por las variedades tanto del quechua como del castellano en consonan-
cia con las características que les son atribuidas, etc. Tal encuesta debía lle-
varse a cabo tanto en el contexto rural como entre los migrantes del área en
la capital limeña. Los principios metodológicos que orientaron la primera
fase del proyecto fueron expuestos en Wolck ( l 970) , y los primeros resulta-
dos del análisis se dieron a conocer en Wolck ( 1972). La segunda parte del
estudio -la relacionada con las actitudes de los migrantes- quedó lamenta-

544 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

blemente inconclusa. Hay un trabajo independiente , sin embargo , sobre esta


materia , aunque centrado sobre el problema de la mudanza lingüística (cf.
Myers 1973). ·
En 1979 comenzó a operar el Proyecto de Educación Bilingüe de
Puno , en virtud de un convenio firmado entre el Perú, a través de su Instituto
Nacional de Investigación y Desarrollo de la Educación (INIDE) , y la Repú-
blica Federal Alemana . Una de las primeras acciones de dicho Programa, que
comprende la experimentación de un modelo de educación bilingüe en nú-
cleos educativos con población tanto quechua como aimara , fue la ejecución
de diagnósticos sociolingüísticos. El primero en realizarse fue el referido al
área quechua , el mismo qu e consistió en la formulación de encuestas, entre
docentes y padres de familia , relacionadas, entre otros aspectos, con las ca-
racterísticas socioeconómicas y culturales de las áreas estudiadas, con las va-
loraciones subjetivas de los encuestados en relación con el uso del quechua y
del castellano tanto en la vida diaria como en el contexto educativo , así como
con su empleo en el proceso de enseñanza. Los resultados de dicha encuesta
se dieron a conocer en INIDE (1979).
Fuera de los diagnósticos realizados , existen por lo menos otros dos
que , a diferencia de los primeros, no han sido motivados por necesidades in-
mediatas surgidas de la conducción de programas de educación bilingüe y tie-
nen la particularidad de haber sido emprendidos por estudiosos ajenos a la
lingüística . El primero corresponde a una investigación realizada en el distri-
to cusq ueño de San Jerónimo por un equipo dirigido por el conocido sociólo-
go Pierre Van den Berghe. La encuesta respectiva se efectuó teniendo en cuen-
ta dos grupos, de los cuales una mitad aproximada estuvo formada por estu-
diantes secundarios (de ambos sexos) de los últimos tres años y la otra mitad
la integraban residentes adultos del mismo distrito , así como también ex co-
lonos de dos haciendas recientemente expropiadas. Las preguntas que busca-
ban indagar sobre el uso idiomático incidían sobre estos tres aspectos: (a) la
lengua o lenguas habladas, (b) la primera lengua aprendida , y (c) la lengua ha-
blada con más facilidad . Se buscaba, entre otras cosas , inquirir sobre el com-
portamiento lingüístico de tres generaciones : del entrevistado , de sus padres
y de sus abuelos , de modo de poder averiguar sobre la direccionalidad del
cambio idiomático. Los resultados aparecen en Van den Berghe et al ( 1976).
El segundo trabajo , realizado por Abilio Vergara, es un estudio referido tam-
bién al Cusco, tomando como casos dos localidades ·de diferente configura-
ción socioeconómica: la comunidad campesina de Ayllupongo (capital del
distrito de Chinche ro) y el pueblo joven de Zarzuela Alta, en la parte occi-
dental de la ciudad . Se trató de indagar, entre otros aspectos, sobre el uso
idiomátíco en dichas localidades, así como la valoración de los idiomas por
parte de los entrevistados. Los resultados de tal investigación están conteni-
dos en la tesis que el autor presentó en la Universidad Nacional de San Cris-
tóbal de Huamanga, resumen de la cual se puede ver en Vergara ( 1979).
Como se puede apreciar, los estudios realizados a la fecha son de cor-

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Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

te macrosociolingüístico , pues tratan de medir el comportamiento verbal de


los e ncuestados e n relación con el uso, selección y valoración de los idiomas
en su conjunto y no d e variables lingüísti cas al interior de los mismos . No es
propósito del presente evaluar cada uno de tales est udios. que. au nque persi-
guen objetivos más o m enos afines. difieren en cuanto a los procedimientos
de control empleados. así como en relación a las ge neralizacion es tentativa-
mente inferidas. Sólo señalaremos que. en I íneas generales. ellos con firman.
sobre la base de datos empíricamente observados. algunas nociones que cir-
culaban en torno a la problemática estudiada y que. a falta de un res paldo
empírico. no pasaban d e ser puramente impresionistas: al mismo tiempo. sin
embargo , descartan ciertas preconcepciones que. como tales , distorsionaban ,
voluntaria o involuntariamente, la realidad. Simplificando. cabe sei'lalar, e ntre
los hechos co rroborados . la distribución desigual del uso idiomático en rela-
ción con el contexto. el status de los hablantes y el tema de la conversación.
Así. el castellano adquiere predominancia en contextos cada vez más impac-
tados por los procesos de urbanización : d el mismo modo. la hege monía del
c:.,tellano se advierte entre los individuos que tienen mayor capacidad eco-
nómica y mayor instrucc ión formal, hec ho que se acentúa de acuerdo a las
diferencias de generación y sexo: los más jóvenes acusan mayor uso del cas-
tellano en relación con sus mayores y los hombres más que las mujeres: final-
mente . el asunto sobre el cual se habla ti ene particular relevancia en la medi-
da en que cuanto más formal el tema . mayor uso se hará del castellano. El
empleo del quechua , por su parte , se correlaciona complementariamente con
el del castellano, ya que. a diferencia de éste. es la lengua de los sectores más
ligados al campo , de los grupos económicamente inactivos y en su may oría
analfabetos, así como el medio preferido para tratar asuntos de mayor inti-
midad. Se trata , en suma , de la condición de lengua dominante que ostenta
el castellano y la de lengua dominada que abruma al qu ec hua . Se es tá aquí
frente a una distribución funcional diferenciada que configura y define el ca-
rácter diglósico de la sociedad peruana. En tal contexto , que privilegia ins-
trumenta lm ente a la lengua " de arriba" , res ulta normal que el bilin güismo
quechua-castellano se oriente hacia un monolingüismo castellano. Lo que de-
be selialarse es. sin embargo. qu e. contrariamente a lo qu e se cree. la hege mo-
nización gradual del castellano no implica necesariamente el menosprecio o
la vergüenza idiomática respecto de l quechua. En ta l sentido, existe práctica-
mente un consenso. sobre todo e ntre los bilingües . no só lo en re lación con la
conservación del idioma , sino respecto el e su cultivo y hasta de su e mpleo
como medio de enselianza formal: actitud de orgu ll o y lea ltad que contradi-
ce ciertamente la idea ge neralizada de un supuesto menosprecio del hablante
por su propia lengua.
Los casos estudiados , c uyas generalizaciones podrían aplicarse a otros
contextos similares , tienen el común d enominador de habe r sido realizados
en zonas pertenecientes a la llamada " mancha india " . Fa lt an trabajos referi-
dos a otras zonas quechuas , como la sierra central y norte del país. La situa-

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- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C e r r ó n: Lingüística andina

ción podría ser, tal vez , diferente ; sobre todo en lo que respecta a la actitud
de los hablantes frente a la lengua vernácula. No debe olvidarse que en estas
áreas la situación del quechua es diferente , pues sufre un doble discrimen: el
que se deriva del prestigio tanto del castellano como del quechua surefio.
considerado como el "más puro". Un primer sondeo realizado por Quesada
( 1982) en las localidades de habla quechua de Cajamarca acusa una actitud
ambigua en relación con la lengua: de orgullo intraétnico y de disfavor en las
relaciones interétnicas con el mundo de habla hispana: mecanismo de defen-
sa explicable en un contexto tradicionalmente hostil hacia los valores cultu-
rales autóctonos.
Ocioso es señalar la importancia qu e tales estudios revisten no sólo
para los efectos de una política de educación bilingüe , así como para las cam-
pañas de alfabetización , sino también para los programas de desarrollo y pro-
moción en general. Es de lamentar que, a diferencia de lo que ocurre en el
campo de la lingüística descriptiva , la sociolingüística no haya alcanzado aún
el nivel y la intensidad que se merece. A la carencia de entidades que patroci-
nen proyectos de tal naturaleza se une la ausencia·total de investigadores en-
trenados en la materia , pues las universidades apenas ofrecen cursos generales
que no garantizan la fonnación y el entrenamiento de futuros especialistas.
De allí que buena parte de los trabajos realizados haya partido de la iniciativa
de especialistas de otras áreas , mejor equipados en las técnicas de la encuesta
y la tabulación de sus resultados.
Por lo que toca a estudios de naturaleza microsociolingüística, el úni-
co trabajo realizado hasta la fecha es el de Lefebvre (197 5), que trata sobre el
uso de las referencias personales y el mareamiento de plural de los nombres y
pronombres, en el quechua del Cusco, y que la autora cree ver correlaciona-
do con variables tales como edad y estilo de habla . Para una discusión de la
metodología empleada, puede verse Lefebvre ( 1976).
De mayor envergadura que los trabajos mencionados, tanto por la ex-
plicitación detallada del método empleado, el manejo de un corpus variado
y amplio , como por el control refinado de las variables independientes (socio-
culturales) y dependientes (lingüísticas) aisladas en virtud de él, es el estudio
de Albó (1970) , cuya adaptación al castellano, con ligeras modificaciones,
apareció cuatro años después (cf. Albó 1974). En él, el autor no solamente
ofrece un análisis macrosociolingüístico de la situación encontrada en el valle
de Cochabamba (Bolivia) , escenario en que se dan cita dos de las lenguas ma-
yores de dicho país: la castellana y la quechua . También aborda el estudio,
siempre a partir de la configuración socioeconómica del contexto global , de
las correlaciones que se dan entre los grados de articulación de los hablantes
de quechua (monolingües y bilingües) con la sociedad envolvente y el manejo
de variables lingüísticas dentro de la lengua vernácula . Se trata, pues, de un
estudio totalizante en el que no escapan aspectos tales como los canales ex-
presivos (canto, poesía, cine , teatro, etc.) , el empleo de los medios de comu-
nicación (para el impacto de la radiofonía boliviana en manos de bilingües

No . 2, diciembre 1985 547


Crónicas Bibliográficas - - - - - - - - - - - - - - - - - -- - - - - - - -

tanto aimara como qu echua-castellanos , ver tambi én Albó 1977b), así como
el de la escritura. Las conclusiones a las que llega el autor en relación con el
uso idiomático son coincidentes. en términos generales. a las ofrecidas en los
trabajos previamente mencionados. A diferencia de éstps , sin embargo, Albó
extrae igualmente conclusiones respecto de la lengua en tanto organismo
contenido en sí mismo : debido a su condición de idioma oprimido (cf. Albó
1977a para una caracterización de este concepto) , de "resultas de ser la ex-
presión hablada de una cultura también oprimida y. por tanto. parcialmente
atrofiada y condicionada a la cultura minoritaria pero dominante" . la diná-
mica que se observa es "la de ir sustituyendo constantemente rasgos propios
del quechua por otros propios del castellano incluso en el quechua". El futu-
ro de la lengua en tal situación es nebuloso , pero si bien es verdad que sobre
ella se ciernen los peligros de una eventual mudanza en favor del castellano,
hay también otros indicios que garantizan su supervivencia y aun su afianza-
miento: tales son, por ejemplo , su empleo en el campo de la política , el uso
de la misma en la radio y a través de la letra impresa. y la emergencia de una
élite bilingüe que , lejos de abjurar de la lengua nativa. la preserva y cultiva.
El estudio de Albó es, en suma, una obra magi:,tral que sólo pudo haber sido
hecha por una persona que a su form ación de antropó logo versado en la cul-
tura andina une una sólida preparación de lingüista . El suyo es un trabajo que
servirá de pauta para las futuras investigaciones en el campo.
Como se mencionó , la tendencia observada en relación con la direc-
cionalidad en la mudanza lingüística es hacia un monolingüismo castellano
cada vez más creciente. Aun admitiendo el carácter "insensato" de los censos
nacionales. la comparación de los resultados periódicos de los mismos - que
no siempre ofrecen , sin embargo, datos prec isos referentes a los idiomas-
puede ilustrar las tendencias existen tes en el proceso del cambio idiomático .
Un trabajo reciente de Albó ( 1981) estudia precisamente la evolución lingüís-
tica de Bolivia en base al cotejo de los resultados de los dos últimos censos
genera les ( 1950-1976). Desglosando los datos censales atendiendo a variables
como edad y sexo , educación y ocupación , Albó rastrea e! proceso de caste-
llanización en el vecino país. llegando a formular , siguiendo las tend encias
manifiestas en el intervalo de ambos censos , una proyección hac ia el futuro
que. de mantenerse las co ndi ciones socioeconómicas vigentes, desembocaría
en la extinción total de las lenguas a borígenes, incluso en su "zona de refu-
gio" natural -el área rural -, hacia fin es del siglo XXH. Ya se sabe cuáles son
los factores que contribuyen a dicho efecto , pero también no debe olvidarse
que , de cambia r radicalmente las condiciones sociales y económicas que pre-
valecen , así como la política idiomática de corte asimilacionista , otra sería la
suerte de dichas lenguas , al menos de las mayores; es decir, la quechua y
aimara. Sobra decir que en este punto, como en el anterior, Albó opta por la
implementación de una política lingüística pluralista que . sin desconocer el
papel que desempeña el castellano en el seno de la sociedad envolvente, pro-
cure no solamente la revaloración de los idiomas autóctonos, sino también su

548 Revista Andina, año 3


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desarrollo creativo.
En este aspecto de los cambios lingüísticos deben mencionarse igual-
mente los trabajos realizados por Hosokawa. investigador nipón asociado por
algún ti empo al INEL de La Paz , quien tuvo a su cargo el estudio de las situa-
ciones de trilin güismo aimara-quechua-castellano tanto en el norte de La Paz
(cf. Hosokawa 1979) como en el nort e de Potosí (ver Hosokawa 1980). Este
investigador encu entra una diferencia fundamental en el fenómeno de trilin-
güismo observado en ambas zonas: mientras que en el norte del departamen-
to capitalino se tiende hacia un trilingüismo estacionario (que no supone sus-
titución de lenguas a través de las generaciones) , no ocurre lo propio en el
norte de Potosí, pues aquí el fenómeno adquiere una modalidad sustitutoria:
el quechua reemplaza al aimara y el castellano a aquél , fenómeno este último ,
como lo demuestra e l trabajo de Albó , generalizado , aunque es verdad que se
da con mayor intensidad entre los quechuahablantes que entre los de habla
aimara. Incidentalmente debe mencionarse que las lenguas nativas involucra-
das no gozan de l mismo estatuto en las zonas estudiadas: en el norte de La
Paz es el aimara el que tiene más prestigio en relación con el quechua (de allí
que sean los quechuahablantes los que tengan que aprender el aimara), mien-
tras que en el norte de Potosí el quechua tiene preeminencia sobre el aimara
(ello explica la quechuización de los aimarahablantes).
La historia social del qu ec hua , lengua dominada luego de la pérdida
de autonomía del mundo andino , ha sido trazada por Torero (1974: 140-
214). Se estudia en él , dentro del contexto del ordenamiento colonial im-
puesto , la subordinación de la lengua en favor del castellano en virtud de la
política lingüística predominante de la metrópoli. Este mismo fenómeno ha
sido tratado últimamente por Mannheim (1984 ), en un trabajo que busca de-
mostrar hasta qué punto persisten en la actualidad dos posiciones claramente
definidas en materia de política idiomática . Se trata de dos opciones ya dise-
ñadas en los albores de la colonia: por una parte, una política asimilacionista
a ultranza y, de otro lado , una postura que el autor califica como la del "asi-
milacionismo ilustrado". De esta manera , la castellanización emprendida por
los gobernantes republicanos se entronca directamente con la corriente asimi-
lacionista , al par que las tendencias modernizadoras (piénsese , por ejemplo ,
en los programas de educación bilingüe de tipo transicional), fomentadas por
educadores y científicos sociales desarrollistas , tanto nacionales como extran-
jeros. vendrían a ser versiones modernas del asimilacionismo ilustrado o
"blando". Este asunto de la política idiomática de la colonia en relación con
el quechua , e incluyendo esta vez al aimara , ha sido tratado recientemente
por Heath y Laprade (1982) , quienes señalan el carácter zigzagueante de las
disposiciones metropolitanas referidas al tema.
Si los estudios sociolingüísticos aplicados al quechua no han alcanza-
do, sobre todo en el Perú , ni el nivel ni la intensidad deseables (proyectándo-
se más allá de los diagnósticos). la situación en el campo de la aimarística es
más incipiente aún. Es verdad que, también en este aspecto, Bolivia le lleva

No. 2, diciembre 1985 549


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

la delantera al Perú, gracias a la tesonera labor desplegada por Albó al frente


del CIPCA . Aparte de los trabajos ya mencionados de este autor ( cf., espe-
cialmente. Albó 1977b, 1981 ), se cuenta ahora con un estudio de la conduc-
ta verbal de los aimarahablantes residentes en La Paz , fenómeno que es estu-
diado paralelamente a los procesos de cambio cultural que supone el paso del
campo a la ciudad (cf. Albó et al. 1983: Cap . 13 ). De menor incidencia so-
ciolingüística , pese al título ambicioso que lleva , es el volumen editado por
Hardman ( 1979), el mismo que incluye trabajos de heterogéneo valor redac-
tados por los alumnos de la mencionada aimarista: destacan en él temas
como el de los dialectos sociales del aimara , así como el de la influencia de
esta lengua sobre la castellana. En lo que concierne al Perú , el único trabajo
que trata sobre la situación sociolingüística de un área específica del altipla-
no peruano , en el marco de un estudio sobre los criterios subjetivos y objeti-
vos que determinan la filiación étnica de los grupos quechuas, aimaras y mis-
tis, es el de Primov ( 1974 ). El autor describe la situación concreta del distrito
de Huatasani (provincia de Azángaro ), donde se dan casos de bilingüismo y
hasta trilingüismo de distinto tipo según las lenguas involucradas : castellano ,
quechua y aimara. El carácter difuso de los marcadores de filiación étnica
determina que, de entre ellos , sea el lingüístico el más conspicuo , el mismo
que, dentro de la dinámica de mudanza idiomática apuntada en líneas prece-
dentes , es hasta cierto punto transicional.
La década del setenta es particularmente importante en la historia so-
cial del quechua , pues a mediados de ella el gobierno militar de la llamada
primera fase (l 968-197 5) decretó la ley de oficialización de la lengua. Se tra-
ta, como se sabe, del Decreto-Ley 21156 , del 27 de mayo de 1975. La medi-
da , si bien sorprendió al grueso de la población , se había venido gestando al-
gunos años atrás (recuérdese, por ejemplo , la organización del Primer Semi-
nario Nacional de Educación Bilingüe y la publicación del texto de la " Polí-
tica Nacional de Educación Bilingüe") , dentro del marco de profundas re-
formas sociales emprendidas por el gobierno. No es éste el lugar adecuado
para emitir juicios en torno a los alcances y limitaciones de dicha ley . Para un
primer análisis de la misma , hecho dentro del clima de efervescencia creado
por dicho acontecimiento , puede consultarse el excelente trabajo conjunto
de Escobar, Matos y Alberti ( 197 5). Tampoco es el momento de evaluar di-
cha medida no sólo a la luz de los acontecimientos que se desencadenaron
luego , para dar paso a la segunda fase del gobierno militar, sino también en
su propia concepción como parte del conjunto de reformas estructurales aco-
metidas dentro de la primera fase. Dicha tarea está por hacerse aún (para una
crítica parcial , y parcializada hasta cierto punto , del dispositivo en mención,
véanse Chang-Rodríguez 1982 y Powers 1983). Lo que interesa en este punto
es señalar de qué manera la ley mencionada impulsó el desarrollo de lo que
podría denominarse sociolingüística aplicada.
Cabe destacar, en tal sentido , las acciones iniciadas por el gobierno, a
través del ramo educativo, en cumplimiento de algunos aspectos resolutivos

550 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

del mencionado decreto-ley , particularmente el referente a "la preparación y


edición de diccionarios, textos, manuales y otros documentos", a fin de que
se posibilitara su implementación . Uno de los primeros pasos tendentes a tal
efecto fue la designación de una Comisión Implementadora encargada de es-
tudiar y formular recomendaciones conducentes a la puesta en ejecución del
mandato legal. Dicha comisión estuvo integrada por lingüistas, educadores ,
científicos sociales, representantes de instituciones dedicadas al fomento del
quechua. Uno de los puntos más debatidos en el seno de la misma fue sin du-
da el relacionado con la recomendación de un alfabeto general para el que-
chua , que Juego fue oficializado por R.M. No. 4023-75-ED , del 16 de octubre
de 197 5. Con la oficialización del alfabeto se dio término , por lo menos teó-
ricamente , a la vieja anarquía reinante en materia de escritura. Los alfabetos
previos, tanto los tradicionalmente empleados por los autodidactas como los
inspirados en el alfabeto fonético internacional , delataban un desconocimien-
to no solamente de las variaciones dialectales al interior del quechua, sino
también del sistema fonológico del dialecto al que se pretendía proveer de
escritura . No se olvide que hasta la década del sesenta hablar del quechua im-
plicaba referirse única y exclusivamente al quechua cusqueño y, en menor
medida , al ayacuchano . De manera que los intentos previos de uniformiza-
ción del alfabeto , y su respectiva oficialización (por ejemplo , la de 1946),
sólo atendían a las variedades sureñas , dejando de lado los demás dialectos.
Quedaban así éstos fuera de toda preocupación , librados a la iniciativa de
unos pocos aficionados que , frente a algunos fonemas completamente inusi-
tados tanto en el castellano como en las variedades quechuas más conocidas
(piénsese , por ejemplo , en la africada retrofleja /e/), desarrollaban una serie
de recursos ingeniosos, reñidos, sin embargo , con los más elementales princi-
pios de manuabilidad. Los símbolos empleados por los especialistas en la re-
presentación de tales segmentos tampoco eran de utilidad por su carácter
poco práctico. Para superar dichos problemas, la Comisión ideó un alfabeto
general que, buscando conciliar el criterio fonológico con el socio-cultural
(el determinado por la tradición escrituraría del castellano), ofreciera una lis-
ta de grafemas a partir de la cual pudieran entresacarse las grafías pertinentes
a cada variedad . Luego de su oficialización, el alfabeto comenzó a ser emplea-
do no sólo en las publicaciones de carácter oficial (por ejemplo, en las gra-
máticas y diccionarios elaborados por encargo del Ministerio de Educación),
sino también en el seno de las instituciones culturales y científicas empeña-
das en promover el desarrollo de una literatura quechua. Se daba de esta ma-
nera inicio a la unificación de la ortografía quechua, siendo este hecho uno
de los frutos más palpables dentro de la política implementadora de la ley
21156.
Con posterioridad a la labor de la Comisión mencionada, el Ministe-
rio de Educación estableció un convenio con el Instituto de Estudios Perua-
nos con el objeto de elaborar gramáticas referenciales y diccionarios de con-
sulta , para lo cual se designó un equipo de lingüistas conocedores de las dis-

No . 2, diciembre 1985 551


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

tintas variedades quechµas . Dicho equipo estuvo integrado por especialistas


de las seis variedades que se eligieron como representativas de los principa-
les dialectos quechuas hablados en el país: Ancash-Huailas, Ayacucho-Chan-
ca , Cajamarca-Cañaris, Cusco-Collao , Junín-Huanca y San Martín. Como ya
se mencionó en la sección 4 , tanto las gramáticas como los diccionarios fue-
ron elaborados atendiendo a criterios más bien normativos que puramente
descriptivos, dada la índole de su finalidad, que era la de pautar el uso idio-
mático tendiendo hacia su uniformización. Se trataba de codificar y no sola-
mente de describir. Naturalmente que la codificación se basaba en el análisis
lingüístico previo , superando de esta manera los criterios estrechos de las gra-
máticas tradicionales. En este aspecto , como en el relacionado con el alfabe-
to , la codificación implicó , en ciertos casos, la renuncia a ciertos postulados
lingüísticamente ortodoxos que no se avenían con las necesidades impuestas
por factores de índole sociocultural e histórica .
La preocupación por la unificación de los alfabetos quechuas ha sido
constante no sólo en el Perú , sino también en los países vecinos. Una evalua-
ción sociolingüística de los alfabetos empleados para el quechua boliviano la
ofrece Albó ( 1974: 125-132). Luis Montaluisa ( 1980), por su parte, propor-
ciona un recuento del problema en relación con la situación ecuatoriana. Por
lo que toca al alfabeto aimara, que adolecía de las mismas características
mencionadas para el quechua, ya la Comisión lmplementadora de la ley
21156 recomendaba que , con la sola adición de la grafía <.j > , la lista de gra-
femas propuesta podía servir también a los efectos de la escritura de aquella
lengua. Sin embargo, donde el problema de la uniformización ha originado
mayor debate es, como era de esperarse , en Bolivia. Para una reseña de con-
junto del desarrollo del alfabeto aimara en dicho país puede consultarse el
trabajo de Layme ( 1980). Una nota digna de mencionarse en este punto es la
relacionada con los intentos de aproximación que se vienen haciendo entre
los aimaristas de ambos lados del Titicaca con el objeto de unificar criterios
que conduzcan al empleo de un alfabeto común . En el caso peruano , sin em-
bargo , tal uniformización no debe excluir la búsqueda de armonizaciones en
relación con la lengua hermana jacaru, hasta ahora ignorada por los aimaris-
tas desconocedores de esta rama. Por lo demás , se entiende que la unificación
debe hacerse en función de los segmentos compartidos, pues los fonemas es-
pecíficos requerirán siempre de un trato separado , aunque, también en este
caso , el alfabeto general quechua ofrece ya alternativas para algunos de ellos.
De este y otros puntos (entre ellos el de formular reglas de ortografía, apenas
mencionadas en el informe de la Comisión lmplementadora) trató el Primer
Taller de Escritura en Quechua y Aimara organizado por el CILA, sede de
Ayacucho , y la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga, entre el
12 y el 15 de octubre de 1983. El evento contó con la participación de diver-
sas instituciones y organismos interesados en promover el desarrollo escritu-
rario del quechua y del aimara. Los acuerdos logrados en él contienen suge-
rencias para incorporar algunas revisiones en el alfabeto general (por ejemplo ,

552 Revista Andina , año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón: Lingüística andina

la del empleo de tres vocales y no de cinco: reconsideración del criterio fono-


lógico), que se supone debe ser válido también para el aimara, así como la
formulación de reglas ortográficas básicas (como, por ejemplo, la escritura de
los nombres propios castellanos y los préstamos en general de la misma len-
gua). Para terminar con este punto, resta señalar que los intentos de unifica-
ción escrituraria encuentran aún resistencia en las tiendas de algunos especia-
listas, quienes no parecen advertir una diferencia tan elemental como la que
existe entre transcripción y sistema de escritura. Curiosamente, esta confu-
sión de planos parte de ciertos lingüistas extranjeros, desde cuya perspectiva
puede explicarse hasta cierto punto, mas no justificarse, la postulación de
alfabetos que "enseñen" a pronunciar.
La oficialización del quechua, si bien fallida a poco de haberse inicia-
do los primeros pasos en su implementación, tuvo efectos decisivos e irrever-
sibles en relación con el despertar de la conciencia idiomática de los grupos
afectados, así como de los círculos intelectuales de avanzada, principalmente
científicos sociales. Se advierte un cambio radical en las actitudes respecto
del rol que deben desempeñar las lenguas y las culturas nativas en el proceso
de la formación de la conciencia nacional. A la luz de dicho despertar, las len-
guas nativas, especialmente la quechua y la aimara, se conciben no como reli-
quias que deben ser preservadas durante cierto tiempo, sino como lenguas
dignificadas que se desarrollan creativamente como la castellana. Es en tal
contexto que los programas de educación bilingüe de tipo transicional han
quedado desenmascarados como tales: es decir, como iniciativas conducentes
a reforzar la política asimilacionista oficial de manera más sutil. Se ensayan
ahora nuevos diseños que, sin posponer la enseñanza del castellano como se-
gunda lengua, toman el quechua y el aimara como un instrumento de educa-
ción formal , desarrollando en los alumnos las habilidades en la lectura y escri-
tura en lengua nativa . La preparación de materiales en dichas lenguas, la ela-
boración de éstas a fin de que puedan dar el salto de la pura oralidad a la
expresión escrita, son algunos de los aspectos que la sociolingüística aplicada
está llamada a resolver en los próximos años.

6. ENSEÑANZA

Como es sabido, uno de los mecanismos en virtud del cual se buscó


asegurar la conquista espiritual y material de los naturales fue la imposición
de la fe católica. Para dicho efecto era necesario hablarle al indio en su propia
lengua. Se hacía urgente entonces aprender ésta, ya que al valerse de felipillos
y martinillos (imprescindibles en los primeros momentos de la invasión) o de
la pericia individual de los españoles (piénsese en Betanzos) que lograban po-
sesionarse de ella a través del trato con los naturales, se corría el riesgo de
distorsionar el mensaje evangélico, entrampándolo en las fórmulas hueras de
una media lengua. De allí que se crearan cátedras y catedrillas destinadas a la
preparación de los sacerdotes y ministros que tendrían a su cargo la prédica

No. 2, diciembre 1985 553


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

doctrinaria a los naturales: la Cátedra de la Lengua General de los Indios fue


instituida en 1551 y otra similar se estableció en San Marcos en 1579.
En tal contexto, la enseñanza de la lengua se hacía sobre la base de
los artes y artecillos de molde latino , y con el auxilio de cartillas preparadas
para tal efecto , los que, aparte de mostrar los paradigmas básicos de la gramá-
tica , confiaban el resto a la buena intuición del aprendiz y a sus posibilidades
de "perfeccionarse" en el trato directo con los propios hablantes . De este
modo , el aprendizaje de la lengua estaba librado fundamentalmente a lamo-
tivación del pupilo, la que a su vez no siempre estaba determinada porrazo-
nes angelicales : las parroquias, así como los corregimientos , eran un botín
muy preciado. Y aun cuando las cédulas reales estipulaban claramente la pro-
hibición del ordenamiento de sacerdotes que no aprobasen sus exámenes de
suficiencia en lengua índica, eran numerosas las denuncias (que a veces se
ventilaban a través de pleitos entre las diversas órdenes religiosas) de su in-
cumplimiento . Después de todo , el surgimiento cada vez más numeroso de
criollos y mestizos bilingües obviaba en cierta forma la necesidad ; por parte
de la clase gobernante, de administrar la cátedra con el mismo celo puesto en
los prim eros años de la conquista. Los colegios para caciques , de otro lado.
formaban indios ladinos que , a su turno, se constituyeron en buenos interme-
diarios entre los grupos de poder y la masa indígena .
Ahora bien , criollos y mestizos como Jerónimo de Oré , Juan Pérez
Bocanegra, Diego de Molina, Fernando de Avendaño y Francisco de Avila ,
todos reputados predicadores y algunos de ellos abanderados de la extirpa-
ción de idolatrías, aprendieron la lengua probablemente no a través de los
artes, sino en el trato cotidiano con los nativos , cuando no "de la leche ma-
terna" , según expresión corriente de la época . No es aventurado sostener en-
tonces que las cátedras de quechua no faeran del todo eficientes para la ense-
ñanza-aprendizaje de la lengua , sino que , más bien , se reducían al estudio de
la gramática. Es evidente que en la práctica - no es difícil deducirlo - tal tipo
de enseñanza distaba lejos de garantizar el aprendizaje de la lengua como para
poder hablarla , aunque tal vez podía proporcionar las bases rudimentarias
para ello. Para tener una idea del grado de pericia en el dominio de la lengua
por parte de los doctrineros ( claro , siempre hay excepciones: por ejemplo ,
Cristóbal de Molina) basta recordar las sátiras de Guamán Poma dirigidas a
los religiosos que hablaban un quechua fracturado. Como se ve, ni la "inmer-
sión" de los aprendices en el contexto quechua lograba consolidar los rudi-
mentos gramaticales aprendidos ni menos afianzar en ellos el dominio de la
lengua. Por lo demás, como se mencionó, el ímpetu por el aprendizaje del
quechua disminuye sensiblemente al finalizar el siglo XVII. La expulsión de
los jesuitas primeramente (l 767) y luego la represión cultural desatada por la
corona a raíz del levantamiento de Thupa Amaru y, como consecuencia de lo
último , la clausura de la Cátedra de Lengua Quechua en San Marcos (17 84 ).
hicieron tabla rasa de las ordenanzas que habían tenido cierta vigencia en los
siglos anteriores (cf. Meneses 1982).

554 Revista Andina, año 3


- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - C e r r ó n: Lingüística andina

En 1936 , tras siglo y medio de completo olvido , se restituye en San


Marcos la cátedra de la lengua. La naturaleza de ésta no difería de la práctica
previa . Se trataba de una enseñanza elemental de la lengua que , al estar des-
provista de una metodología adecuada, no garantizaba en absoluto el apren-
dizaje de la misma. Podía servir, tal vez, para un conocimiento superficial de
las estructuras del idioma, sobre todo entre los bilingües interesados en com-
prenderlo analíticamente , pero resultaba incapaz para hacer de él una segun-
da lengua entre los siempre escasos hispanohablantes que quisieran aprender-
la. Es doloroso constatar que de entonces a la fecha los profesores empíricos
de quechua ni siquiera parecen haber comprendido una diferencia tan ele-
mental como la que existe entre la enseñanza de un idioma c&mo lengua ma-
terna y la enseñanza de una segunda lengua.
En parte debido a la orfandad metodológica mencionada, la intelec-
tualidad dominante tuvo siempre a su alcance una buena justificación como
para no hacer el menor esfuerzo por aprender la lengua : después de todo no
faltarían felipillos y lenguaraces modernos. Aquello, sin embargo , no es sino
una excusa encubridora , puesto que , en buena cuenta , cuando hay un interés
decidido por aprenderla , la ausencia de una metodología eficiente no es obs-
táculo infranqueable como para no intentar posesionarse de la lengua. Prueba
de esta posibilidad es el ejemplo de los viajeros y estudiosos del siglo pasado
(baste mencionar los nombres de Markham, Tschudi y Middendorf) y de al-
gunos científicos sociales del presente , en ambos casos extranjeros. Resulta ,
pues , explicable hasta cierto punto , mas no justificable, el poco empeño ,
cuando no el desinterés absoluto, demostrado por los científicos sociales pe-
ruanos, a lo largo de la historia, por el aprendizaje del quechua. También en
este aspecto se trasluce la actitud de menosprecio de los grupos de poder por
la lengua y cultura de los oprimidos, como ya lo señalaba en su tiempo el
jesuita Acosta.
La enseñanza del quechua como segunda lengua en términos efectivos
se inicia en el país en la década del sesenta. Se trataba de la puesta en prácti-
ca de una metodología desarrollada en el hemisferio norte , donde , a raíz de
la Segunda Guerra Mundial, se había logrado diseñar un modelo que , basado
en los postulados de la teoría del aprendizaje de cuño conductista, tenía en
la automatización de los hábitos lingüísticos (conseguida en base a la repeti-
ción) su piedra angular. La presentación de los contenidos , así como la dosi-
ficación gradual de los mismos, se elaboraban previo cotejo de las lenguas en
contacto : la del aprendiz y la lengua que se deseaba enseñar. La comparación
sistemática de ambos idiomas dejaba entrever qué tipos de estructuras consti-
tuirían fuente de mayores dificultades en el proceso de aprendizaje de la len-
gua meta. De este modo , la enseñanza, apoyada con medios audiovisuales ,
podía establecer una jerarquía entre los aspectos reacios a un aprendizaje in-
mediato (lo que requería una batería mayor de prácticas) y los que resulta-
ban relativamente fáciles de interiorizar (no era necesaria entonces una dosis
recargada de ejercicios). Fácil es comprender que la enseñanza tradicional,

No . 2, diciembre 1985 555


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

completamente "ciega" en relación con tales aspectos predictivos y despro-


vista de medios auxiliares , naufragase en medio de su propia inoperancia . La
nueva metodología, ciertamente revolucionaria , podía garantizar esta vez el
aprendizaje sistemático de la lengua estudiada.
Como es de suponer, la enseñanza idiomática en los términos descri-
tos se pone en práctica en los Estados Unidos. Concretamente , es el Progra-
ma de Quechua de la Universidad de Cornell , dirigido por Donald Solá , el
que inaugura la nueva modalidad. Con posterioridad surgen otros centros de-
dicados a dicha tarea, destinada a satisfacer la demanda de estudiantes y pro-
fesionales del área andina. Los dialectos que se enseñan son básicamente su-
reños, especialmente el cusqueño y el boliviano , a los que se suman más tarde
el ayacuchano , el ancashino y el ecuatoriano . En virtud del convenio San
Marcos-Cornell , el PFL inicia en 1966 un método audiovisual de enseñanza ,
empleando materiales preparados por Parker durante su estancia en Cornell ,
tomando como medio de enseñanza el dialecto ayacuchano, sin duda el más
viable (fonológicamente , al menos) para su aprendizaje por parte de los his-
panohablantes. Sobra decir que los cursos ofrecidos , en comparación con la
cátedra tradicional suministrada por la propia Universidad , resultaban a todas
luces más efectivos. Lamentablemente , dicho experimento sólo duró por es-
pacio de una década, siendo abandonado a raíz del surgimiento de una serie
de dificultades de carácter técnico, financiero e institucional. Luego de dicho
intento , tanto en San Marcos como en el resto de las universidades que ofre-
cían quechua continuaron dictándose los mismos cursos tradicionales que , al
no ser operativos, no sirven sino para perpetuar la vieja imagen de una asigna-
tura que se lleva como mero requisito curricular sin otro interés que el de
aprobarla a como dé lugar. Fuera del ámbito universitario , son contadísimas
las instituciones o centros particulares (algunos de ellos religiosos) que ofre-
cen en la actualidad cursos de quechua como segunda lengua , no obstante la
creciente demanda proveniente de sectores intelectuales tanto nacionales
como extranjeros. La crisis financiera por la que atraviesan las universidades
estatales hace que no puedan implementarse en ellas verdaderos laboratorios
para la enseñanza del idioma , a lo que hay que añadir la falta de especialistas
en la materia. No faltan , sin embargo , academias privadas, de las tradiciona-
les , que con gran desconocimiento de los avances logrados en el campo no
consiguen otra cosa que fomentar el engaño y la frustración.
Como se mencionó, la enseñanza sistemática del quechua se inició en
el país del Norte. Allí es donde aparecieron , por consiguiente , los primeros
textos de enseñanza y aprendizaje . Señalemos , entre los más conocidos , los
de Solá ( 1967b), para el cusqueño; Bilis et al. (1969) , para el cochabambino ;
Snow y Stark (1971 ), para el ancashino; y Ross (1963 ), para el ecuatoriano.
Todos estos trabajos están destinados fundamentalmente al aprendizaje del
quechua por parte de hablantes de inglés . Para una breve evaluación de los
tres primeros, ver Soto ( 1982). Por su parte , el esfuerzo nacional en la pro-
ducción de materiales ha sido notorio , sobre todo en Bolivia y en el Ecuador.

556 Revista Andina, año 3


_ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ Cerrón : Lingüística andina

Para el primer país , caben mencionarse los textos de Albó ( 1964 ), Herrero
et al. ( 1968) y Plaza ( 1981 ); para el Ecuador, se tienen los de Stark et al.
(1973) y Yáñez y Jara (l 976). Por lo que respecta al Perú , sólo contamos
con el manual de Soto ( 1979), que versa sobre el dialecto ayacuchano. Una
nota saltante que diferencia a este último de los demás es que en él el autor
persigue no solamente la enseñanza de la lengua en tanto código oral , sino
que , al mismo tiempo , busca desarrollar en el aprendiz las habilidades para
escribirla, optando de esta manera por una postura reivindicacionista, acorde
con las corrientes de defensa idiomática surgidas a partir de la oficialización
del qu echua: más allá del interés puramente pedagógico , importa igualmente
"la revaloración y el cultivo de la lengua" (cf. Soto 1982).
En relación con el aru, la única lengua que ha sido objeto de aten-
ción, por obvias razones, fue la aimara del lado boliviano . La preocupación
por la enseñanza de la lengua empleando métodos más adecuados se refleja
en los textos de Wexler (l 967) , Herrero et al. (1969),Tarifa (1969) y, sobre
todo , Hardman et al ( 1975). Para una evaluación de tales trabajos, ver Briggs
( 1979) .
Como se habrá podido apreciar, no obstante los grandes avances en
las técnicas de la enseñanza de segunda lengua , es muy poco lo que se ha he-
cho por implantarlas en el país. La falta de personas debidamente entrenadas
en la materia (no basta ser, ciertamente, quechua-hablante) y el alto costo de
los equipos que su dotación supone impiden su desarrollo , sobre todo en las
universidades estatales , las mismas que , con sus recursos financieros cada vez
más recortados. se ven imposibilitadas de asumir dicha tarea . no ohstante el
interés creciente de estudiantes y profesionales sensibles a la necesidad de en-
carar con mayor responsabilidad la comprensión de la realidad andina. Los
veinte años que cubre nuestra apretada reseña arrojan un balance negativo, al
menos para el Perú , en esta materia de la enseñanza del quechua y del aima-
ra . Contrasta esta situación con los extraordinarios avances logrados en el
campo de la lingüística sincrónica y diacrónica.

7. EPILOGO

A través de la reseña presentada se habrá podido apreciar el avance


paradigmático logrado en el campo de la andinística , especialmente en rela-
ción con el quechua y el aru, durante los últimos veinte años. En dicho lapso ,
la lingüística andina dio el paso decisivo de un estado precientífico, caracteri-
zado por el estancamiento de los conocimientos heredados de la etapa colo-
nial , al de una etapa verdaderamente científica, adquiriendo al mismo tiempo
una dimensión internacional. Ello es el resultado , sin duda alguna, del esfuer-
zo conjunto de lingüistas nacionales y extranjeros . En el campo vasto y fruc-
tífero de la andin ística, la comunidad internacional de especialistas cuenta
hoy día con su propio boletín informativo , el Correo de Lingüística Andina,

No . 2, diciembre 1985 557


Crónicas Bibliográficas _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ __

editado , con algunos años de discontinuidad , en una primera etapa por Loui-
sa Stark y Gary Parker, luego por Peter Cole y últimamente por Garland D.
Bilis, etapa esta última en la que el Correo circula en castellano. No gozó de
la misma suerte la edición de la revista Papers in Andean Linguistics, dirigida
por Louisa Stark y Gary Parker, que lamentablemente tuvo una existencia
efím era (sólo se editaron 2 volúmenes , correspondientes a los años 1972-
1973 ). La madurez alcanzada por la disciplina puede medirse , asimismo , por
el número de reuniones internacionales convocadas a la fecha , que ya suman
cinco , eventos en los cuales se dan cita especialistas de distinta procedencia,
formación y subespecialización, todos ellos deseosos de contribuir a un mejor
conocimiento de la realidad lingüística andina.
La edición de un anuario en castellano , así como la organización de
las futuras reuniones teniendo como sede a los propios países andinos, son al-
gunas de las preocupaciones fundamentales de la comunidad de especialistas
del área. Es de esperar que tales anhelos puedan tornarse realidad en los pró-
ximos años.

Rodolfo Cerrón-Palomino
C.I.L.A .
Casona de la UNMSM
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