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Nación y región
Como tal , era un proyecto ideológico. Esto no descarta que haya operado
con efectividad en el proyecto político, aun si hacía caso omiso de las con-
tradicciones que afectaban al cuerpo social.
Hoy , las perplejidades ideológicas parecen haber cerrado el acceso ha-
cia una mediana comprensión del problema de la formación nacional. A dife-
rencia de sus predecesores del siglo XIX, el historiador contemporáneo exige
la mediación de un aparato conceptual explícito frente a un tema que lepa-
rece cargado de ideología. Por eso prefiere tratar con fenómenos parciales,
que de suyo aparecen suficientemente complejos, antes que intentar encade-
narlos en una visión totalizadora. Además , enfrentados con el tema de la for-
mación nacional , algunos de estos problemas no parecen relevantes.
Por esta razón , el tratamiento del problema de la formación nacional
es apenas sumario y a veces indirecto . Parece como si relegarlo a una dudosa
tradición académica lo desvirtuara como problema propiamente histórico. A
veces se prefiere más bien moldear el conjunto de las historias nacionales la-
tinoamericanas dentro de una matriz uniforme , apoyada en una percepción
externa del subcontinente como un todo más o menos uniforme . Esta reac-
ción es explicable también frente a un cuadro abigarrado de procesos políti-
cos que parecen caóticos, con fuertes desfases cronológicos en la formación
de instituciones, como los partidos políticos, que muestran además una enor-
me disparidad en su eficacia.
Dentro de este tipo de interpretaciones globales , por ejemplo( I ), tan-
to la teoría de la dependencia como la teoría dualista de la modernización
exhiben un pobre trasfondo histórico. En ambos casos se esquematiza un pe-
ríodo colonial de más de tres siglos para lograr un efecto de contraste con las
realidades del s,ubdesarrollo contemporáneo. La teoría de la dependencia ni
siquiera se propuso inicialmente como un modelo lógico-abstracto, sino co-
mo una interpretación histórica . De algunos estudios históricos derivó un
tipo de generalización que reducía el siglo XIX casi entero a una especie de
lapsus y vinculaba directamente procesos de transición (entre, aproximada-
mente , 1870 y 1930) a un pasado remoto que se suponía haberse perpetuado
sin mayores alteraciones. Sucesivas formulaciones, unas más afortunadas que
otras , fueron combinando la depuración conceptual con un ejercicio rudi-
mentario de reflexión histórica . Pero ésta se presenta forzosamente elíptica,
con un sector económico externo que ocupa todo el escenario y que enlaza
un capítulo de exportación de metales con otro de exportación de materias
primas o de productos agrícolas, sin solución de continuidad.
Dentro de la teoría, la polarización entre metrópolis y países depen-
dientes establece un juego que condena a la pasividad y prácticamente a la
inexistencia a las regiones que en estos países no han estado involucradas en
algún episodio de comercio exterior. El esquema postula la existencia, en el
curso del siglo XIX, de un sector social que orientó la economía de cada país
hacia la exportación de productos agrícolas y de materias primas. La vigori-
zación económica consiguiente transformó a este sector social en una hurgue-
del continente, pero rara vez en su contexto más inmediato. Parece así más
factible encontrar las conexiones entre una región y un marco global (el co-
mercio mundial, el imperialismo , etc .) que con respecto a la nación de la que
forma parte.
Los estudios regionales
El marco más adecuado para lograr simultáneamente la identificación
de elementos homogéneos y observar su dinamismo propio es la región. Vin-
cular el estudio de la región al de la formación nacional tiene una intención
precisa. No se trata de sustituir un nacionalismo ideológico por una colección
de provincianismos que sigan el modelo de la "historia patria". La introspec-
ción necesaria en el examen de la formación regional no debe ser la búsqueda
inconciente de un elemento mítico o la racionalización de una experiencia
estética o emocional inmediata y cotidiana. Por eso, para orientar la búsque-
da por encima de todas estas inclinaciones, se requiere un marco objetivo y
un concepto claro de región.
Dentro de los estudios regionales existentes para los países andinos se
disciernen tres tendencias en la interpretación:
1.- El desa"ollo regional desigual proviene de una herencia colonial que
se perpetuó bajo otras formas de dominación y de dependencia económica.
Desde un punto de vista histórico, por lo menos en lo que concierne a los
estudios coloniales, las raíces del regionalismo , si no de las regiones, pueden
observarse con alguna claridad a través del mundo andino. Como cuando se
habla, por ejemplo , de la herencia colonial de Latinoamérica. Si esta herencia
se refiere no a instituciones ni a estructuras sociales , sino a la mera organiza-
ción del espacio , a la manera como esta organización tendía a evolucionar en
el curso de la mitad del siglo XVIII , se trata de un legado inmediato, cuyas
prolongaciones pueden comprobarse en el siglo XIX. Pero si la continuidad
quiere ir más lejos, echar raíces en una época más distante o referirse al com-
plejo de las actitudes y de las mentalidades, nos enfrentamos con todos los
riesgos de una metáfora.
Hoy , las zonas del atraso de la "colonización interior" o del "desarro-
llo del subdesarrollo", como quiera llamárseles , corresponden , en términos
generales, a las metrópolis provinciales de la explotación colonial. Imaginaria-
mente puede extenderse un eje que pasaría por Cartagena (o Porto Belo),
Mompox, Honda, Popayán , Pasto, Ibarra, Quito y más allá hasta Riobamba.
Pasaría por Lima y de allí al Cusco y al Alto Petú, uniendo Potosí c'on Salta
y Córdoba. Este eje de ciudades, que recorre las zonas indígenas más densa-
mente pobladas de Sudamérica, era el eje de la trata de esclavos y de las
explotaciones mineras con sus economías complementarias de obrajes, ha-
ciendas y mulas(5) .
Obviamente, no son los ejes de las formaciones nacionales contempo-
ráneas, vinculadas a un crecimiento industrial y comercial de signo diferente .
El concepto de la región
Conclusiones
En los países andinos, el tema central para la historia del siglo XIX. y
(l) Sobre este problema, ver las observaciones de Christopher Baker, "Economic Reor-
ganization and the Slump in South and Southeast Asia", en Comparative Studies in
Society and History, 23 :3 (1981 ), pp. 3 25-349. Otra crítica, orientada a señalar la
ausencia de trabajos empíricos dentro de los cultores de la teoría de la dependencia,
en Peter Smith, "Political History in the 1980's", Journal of lnterdisciplinary His-
tory, 12:1 (1981), pp. 3-21.
(2) El argumento original en Franr,ois Bourricaud, Tres ensayos y una polémica: la oli-
garquía en el Perú (Lima, 1969). Una versión más elaborada, Karen Spalding, "Class
Structures in the Southem Peruvian Highlands, 17 50-1920", en Benjamín Orlove y
Glynn Custred, Agrarian Economies and Social Processes in the Andes (New York,
1980).
(3) A partir del libro de Robert S. Platt, (Latin America Countrysides and United Na-
tions, New York, 1942), una obra pionera en el análisis regional comparativo, ¿cuán-
to se ha avanzado por este camino? Pese a las diferencias entre Venezuela, Colom-
bia, Ecuador, Perú y Bolivia, Platt tuvo el cuidado de tomar sus ejemplos en zonas
ecológicas contrastadas y comparables entre país y país. Andrew Pearse (The Latin
American Peasant, London, 1975) sugiere una clasificación útil para distinguir ras-
gos históricos del campesinado. Habla así de lndoamérica (en donde incluye los alti-
planos de México central y del sur, Guatemala, Colombia, Perú, norte de Chile y de
Bolivia), Mestizo-américa (Caribe, gran parte del Brasil, Perú costero, sur y occiden-
te de Bolivia, Chile central, Paraguay) y Euroamérica (Norte de México, Uruguay y
Argentina). Obviamente, las categorías indoamérica y mestizo-américa presentan
todos los problemas inherentes a una demarcación de este tipo. También existe el
riesgo de hipostasiar un rasgo aparentemente histórico en una categoría inmutable.
(4) En algunos casos, como el de Cuenca (Ecuador), parecería que estamos frente a un
modelo casi puro de categorías y relaciones sociales anacrónicas pero vagamente re-
conocibles en otras partes. Ver Leslie Ann Brownrigg, The 'nobles' of Cuenca: The
Agrarian Elite of Southern Ecuador (Ph.D. Diss., inédita, Columbia University,
1972). Con respecto a las similitudes de la formación social de Táchira (Venezuela)
y Santander (Colombia), ver Arturo Guillermo Muñoz, The Táchira Frontier 1881-
1899: Regional lsolation and National lntegration in the Venezuelan Andes (Ph. D.
Diss.,inédita), y David E. Johnson , Social and Economic Change in Nineteenth Cen-
tury Santander, Colombia (Ph. D. Diss., inédita. University of California, Berkeley,
1975). Un elemento común, fuera de la situación fronteriza y las migraciones co-
lombianas, resulta ser un tipo de estructura en la tenencia de la tierra, con pequeños
(5) El trabajo de Robson Tyrer, cit. , ayuda a ver claramente los eslabonamientos de
este eje y las razones de su decadencia .
(6) Ver el lúcido enunciado de Henri Favre sobre este problema en F. Bourricaud et al. ,
Tres ensayos ... , cit. El hiatus entre economía colonial exportadora de metales y
las economías nacionales que se consolidan a fines del siglo XIX es parte de la argu-
mentación de D.C.M. Platt ("Dependence in Nineteenth Century Larin America" ,
en Latín American Research Review, 1980, 15 : 1, pp. 113-30) en una polémica con
los Stein (Ibid., 1980, 15: 1, pp. 131-149).
(7) Ver Marco Palacios, El Café en Colombia (1850-1970). Una historia económica, so-
cial y política (Bogotá, 1979). También, edición inglesa. Esta obra contribuye a des-
pejar muchos lugares comunes sobre el papel de una sociedad campesina en el pro-
ceso de transformación capitalista. Por su parte, Malcolm Deas ( ver "A Colom bian
Coffee Estate : Santa Barbara, Cundinamarca, 1870-1912" , en Duncan and Rutledge
eds., Land and Labour in Latín America, London, 1977) reduce a un tono menor,
de una gran precisión descriptiva, el dramatismo con el que usualmente se pintan las
relaciones entre peones , mayordomos y propietarios ausentistas .
(8) Sobre la distribución y utilización de tierras en la costa durante el período colonial,
ver Susan Elisabeth Ramírez Horton, Land Tenure and the Economics of Power in
Colonial Peru (Ph .D. Diss., inédita, University of Wisconsin , Madison , 1977); Nicho-
las P. Cushner, Lords of the Land: Sugar, Wine and Jesuit States of Coastal Peru,
1600-1767, Albany , 1980; Manuel Burga, De la encomienda a la hacienda capitalis-
ta (El valle de Jequetepeque del siglo XVI al XIX), Lima, 1976.
(9) Esta frontera podía ser el viejo dominio de comunidades indígenas, como en Bolivia
(ver Paul Robert Turovsky , Bolivian Haciendas, Before and After the Revolution,
Ph.D. diss. , inédita, University of California, Los Angeles, 1980), o tratarse de bal-
díos. El estudio de Catherine C. Legrand (From Public Lands into Prívate Proper-
ties: Landholding and Rural Conflict in Colombia, Ph.D. Diss. , inédita. Stanford
University , 1980) contribuye a dar una idea de la magnitud del fenómeno en el caso
colombiano. Sobre la aplicabilidad del concepto de frontera en Latinoamérica, ver
Alistair Hennessy, The Frontier in Latín America (London, 1978). El autor subraya
no sólo la dislocación espacial de las fronteras, sino también la variedad de sus for-
mas de ocupación y la diacronía absoluta con la que aparecen en el horizonte men-
tal, político y económico.
( I O) Esta ha sido una fuente fructífera de reflexiones teóricas y de trabajos empíricos de
la escuela del Instituto de Estudios Peruanos. Para citar unas pocas compilaciones
de ensayos, ver José Matos Mar et al, Perú Problema: cinco ensayos (Lima, 1968);
ibid. , Hacienda, comunidad y campesinado en el Perú (Lima, 1970); ibid ., Domina-
ción y cambios en el Perú rural : la microrregión del valle de Chancay (Lima , 1969).
(13) Sobre este tipo de modelos, ver las contribuciones en el seminario sobre economías
campesinas y de subsistencia celebrado en Honolulú, en Feb.-Mar. 1965, en Clifton
R. Wharton, Jr., Subsistence Agriculture and Economic Development (Chicago,
1969). De especial interés es el comentario de H. Myint, p. 99 y ss. De este mismo
autor, ver The Economics of Developing Countries (London, 1964), que se basa so-
bre todo en países con una experiencia colonial reciente. Para Latinoamérica pone
de relieve, antes que el problema de una sociedad campesina, la existencia contem-
poránea de enclaves extranjeros en minas y plantaciones (p. 64). Sin embargo, mu-
chas de las observaciones de teoría económica servirían para enfocar los problemas
de la transición, entre 1870 y 1930.
( 14) Por ejemplo, William Stein, Life in the Highlands of Peru (Comell, 196 l) y Orlove y
Custred, op. cit.
(15) Ver Pike, op. cit., y Edward C. Banfield, The Moral Basis of a Backward Society
(New York, 1958).
(16) Ver Duncan y Rutledge, op. cit., y las recopilaciones de Long y Roberts. Al discutir
la noción de un colonialismo interno, Van Den Berghe y Primov (op. cit.) se incli-
nan por otra de marginalidad absoluta. Contra estos dos extremos, ver la explora-
ción detallada de las múltiples relaciones entre una hacienda tradicional, el sector
campesino y una sociedad más amplia, regional y nacional, en Muriel Kaminsky
Crespi, The Patrons and Peons of Pesillo: a Traditional Hacienda System in High-
land Ecuador (Ph.D. Diss. , inédita, University of Illinois at Urbana, 1969).
(18) Ver Walter Christaller, Central Place in Southern Germany (Englewood Cliffs, New
Jersey, 1966). Si bien la bibliografía sobre la teoría de los asentamientos es muy
rica, la diafanidad de la exposición de Christaller parece insuperable.
(19) G. William Skinner, "Marketing and Social Structure in Rural China", en The Jour-
nal of Asian Studies, 24: l y 2 ( 1964 y 196 5); Caro! A. Smith, "Economics of Mar-
keting Systems Models from Economic Geography", en Annual Review of Anthro-
pology, 3 (1974 ), pp. 167-201; edid. Regional Analysis (Economic Systems I y
Social Systems 11) (New York, 1976). Otra exposición general de las variantes de la
teoría en Edgar Augustus Jerome Johnson, The Organization of Space in Develo-
ping Countries (Cambridge, Mass., 1970).
(20) Ver las incitaciones iniciales de Clifford Geerz, "Studies in Peasant Life : Communi-
ty and Society", en Biennial Review of Anthropology (Stanford, California, 1962).
(21) La teoría de los asentamientos es rechazada a veces como una intromisión ideológi-
ca intolerable en el análisis de la organización del espacio en Latinoamérica. Sin em-
bargo, como instrumentos heurísticos en la definición de regiones debería servir al
menos para: l) Comprobar que las cosas no han ocurrido de la misma manera en los
países de Europa occidental y en la periferia ; 2) Hasta qué punto la penetración ca-
pitalista conforma el espacio a su imagen y semejanza. Un punto de vista de rechazo
enfático en Patricia Ann Wilson , From Mode of Production to Spatial Formation:
The Regional Consequences of Dependent Industrialization in Peru (Ph.D. Diss.,
inédita, Cornell University, 1976). También, Fernando Antonio Soler, An Analysis
of Spatial Formation in Dependent Countries: The Latin American Case (Ph.D.
Diss., inédita, Cornell University, 1976). Un rechazo, en tono menor, de la teoría
europea como algo inaplicable a la realidad latinoamericana, puesto que dicha teo-
ría está basada en observaciones en Europa y los Estados Unidos, en Peter Odell y
David Preston, Economies and Societies in Latin America: a Geographical Interpre-
tation (Chichester, 1978). Una aplicación matizada de teorías geográficas, en Nyle
Keith, Walton, Human .Spatial Organization in an Andean Valley: The Callejón of
Huaylas, Peru (Ph.D. Diss., University of Georgia, 1974). Finalmente, una incursión
teórica que sugiere -hasta donde la jerga y la sintaxis intrincada dejan percibirlo-
que las naciones latinoamericanas no son sino territorios en torno a un puerto crea-
do con el exclusivo objeto de sacar productos hacia una metrópoli, en Alejandro B.
Rofman, Dependencia, estructura de poder y formación regional en América Latina
(Buenos Aires, 1954 ).
COMENTARIOS
un feudalismo colonial a una Nación reque- ese Estado tenía sólo en apariencia un al-
riría igualmente precisar sus elementos cance verdaderamente nacional. Como Bur-
constitutivos o, si se quiere , su específica ga y Flores Galindo lo proponen en su li-
definición conceptual. ¿Conferirle " un lu- bro reciente sobre el Perú( 1), los obstácu-
gar central" al tema de la formación nacio- los para la cohesión nacional en la "Repú-
nal no sería mejor partiendo desde el pre- blica aristocrática" eran en verdad formida-
sente? Un problema de palpitante actuali- bles, incluyendo los límites impuestos al
dad como es el de la regionalización y reor- poder civilista por fuertes sub-élites regio-
denamiento de los potenciales económico- nales , la naturaleza cerrada tanto de la ha-
sociales podría contar también con el con- cienda como del enclave extranjero enfren-
curso de los historiadores. Estos , además de tados a un aparato estatal administrativo y
familiarizarse con las categorías y enuncia- policial que no había alcanzado mucha so-
dos de los geógrafos, economistas, planifi- fistica ción y el carácter heterogéneo en ge-
cadores y antropólogos, pueden explicar las neral del conjunto de la población , dividida
raíces y columnas que lo sustentan, las ra- como estaba por razas , clases , lo regional y
zones y los factores que han facilitado o re- lo étnico .
tardado los progresos o los estancamientos Se podría añadir a esta explicación el
regionales y de la nación entera. Experien- fracaso de la naciente burguesía civilista en
cias de gobierno, de lucha y de cre·a ción, fundar sus objetivos políticos y económicos
asentadas en los diversos espacios· del mun- en una verdadera cultura nacional , con raí-
do andino , pueden servir de base para afir- ces en la conciencia popular. Este fracaso ,
mar una identidad regional que fomente el que los reformadores progresistas , comen-
orgullo y que tienda a la integración y defi- zando con González Prada y de manera más
nición de lo nacional y popular. De otra intensa con Mariátegui, Haya y la genera-
suerte , los regionalismos y los nacionalis- ción de l 919 , se apresuraron a mostrar , es-
mos colindantes con el chauvinismo segui- taba arraigado en la Weltanschauung o el
rán separándonos, lejos de unirnos en un ethos de esta clase dirigente . Como Jo ex-
proyecto nacional andino. presa tan concisamente Sinesio López,
" . . . el estilo de vida, los modelos de consu-
mo, los gustos artísticos y la problemática
Pe ter F. Klaren intelectual (de los civilistas), en pocas pala-
George Washington University bras su ciencia, su arte y su tecnología , es-
Washington D. C. 20052 taban siempre mejor sintonizados con los
Estados Unidos mercados extranjeros de Londres, París y
los Estados Unidos que con sus propias ne-
En la historiografía reciente de América cesidades"(2).
Latina, la formación y la dinámica del Esta- Nuestra visión de la formación nacional ,
do-Nación moderno ha sido un tema persis- ''el proceso nacional" , ha sido conformada
tente. De todos los intentos teóricos aplica- por esto casi exclusivamente po~ el énfasis
dos a este problema, ninguno tal vez ha es- de los dependentistas en las fuerzas externas.
timulado mejor nuestro pensamiento que el Crítico de ciertos aspectos de esta visión,
modelo de la dependencia . Sin embargo, entre otros de su carácter determinista,
como sugiere Colmenares, la teoría de la Colmenares cree que se imponen algunas
dependencia representa una imposición de- correcciones. Invocando la ''ley de indeter-
masiado externa sobre una sociedad alta- minación", propone enfrentar el pro6íema
mente pluralista , lo cual suscita tantas pre- desde un ángulo diferente: la historia regio-
guntas como las que p_arece !~sponder acer-
ca del carácter y la d1mens1on del Estado-
Nación en América Latina. (1) Apogeo y crisis de la república aristocrá-
tica. Lima, 1979.
Aunque parece correcto postular el naci-
miento del Estado exportador liberal en (2) "El estado oligárquico en el Perú : un en-
América Latina hacia fines del siglo XIX, sayo de interpretación";.. Revista Mexica-
tal como lo pretenden los dependentistas, na de Sociología, Julio-;:,et ., 1978.
zos del siglo y la gran depresión. Esto con- en el esquema establecido de patrón-clien-
dujo a agudizar el proceso de diferenciación te, con los agentes de la modernidad en el
de clases estratificación y conflicto que mundo yanamarquino más amplio. Todo
dejó a la ~ociedad aldeana polarizada entre esto lleva a Colmenares a concluir que la in-
un ' estrato "campesino" crecientemente terpretación del pretendido dualismo de la
pauperizado y proletarizado confrontado sociedad andina, que percibía una sociedad
con una "burguesía campesina" emergente , campesina rígida y estática, trabada en mor-
cuya integración dentro de los circuitos ca- tal combate con las fuerzas del capitalismo,
pitalistas más amplios de economía regional fue siempre más un! construcción ideológi-
y control del gobierno local fue impulsada ca que histórica.
por nexos clientelistas con la burguesía re- Sea como sea, Colmenares finalmente no
gional en expansión . El empirismo riguroso está sugiriendo en su crítica a la dependen-
del estudio de Mallon sirve para reforzar cia que ésta deba ser descartada. Por el con-
una perspecti'fa neo-marxista del problema. trario , alega que debe ser refinada y profun-
Otro trabajo reciente sobre el Perú que dizada para aplicarse no tanto a un grupo
toma en cuenta mucho más completamente de entidades nacionales indiferenciadas, si-
el dinamismo interno del sector campesino, no más bien con mayor rigor a configura-
aunque todavía de manera predominante ciones regionales del espacio andino. Por
dentro del marco más amplio de las presio- eso Colmenares cierra su artículo propo-
nes externas, es el libro de Nelson Manrique niendo una teoría de la organización histó-
(1981) Campesinado y Nación: las guerri- rica andina .
llas indígenas en la guerra con Chile. Manri- Aquí el punto central consiste en la evo-
que desafía la historiografía tradicional al lución de una más compleja, así sea ambi-
mostrar cómo la guerra desencadenó una gua, organización de la sociedad , una socie-
respuesta nacionalista en embrión en el dad tradicionalmente orientada hacia valo-
campesinado, el cual veía sus comunidades res corporativos, pero que, durante este pe-
sagradas amenazadas por el ejército chileno ríodo crucial de transición , fue afectada de
invasor. Como lo expresa Manrique , el cam- manera creciente por nuevos modos de pro-
pesinado fue movilizado por Cáceres valién- ducción y su ideología concomitante . Para
dose de un sentido elemental de nacionalis- él, los principales asentamientos en el mun-
mo que estaba fundado en el amor por la do andino , y en ese caso en toda América
tierra y en un profundo sentido de la terri- Latina , surgieron no a causa de algún inter-
torialidad. Más todavía, Manrique cree que cambio espontáneo de bienes, como lo in-
al represar este sentimiento después de la terpretarían las teorías del desarrollo euro-
guerra , Cáceres y otros líderes perdieron peo. Derivaron más bien su existencia y po-
una oportunidad para estimular un movi- sición del dinamismo central de la evolu-
miento político verdaderamente nacionalis- ción ibérica, esto es, del establecimiento o
ta con raíces auténticas en las clases popu- la continuidad del privilegio y la jerarquía
lares. político-administrativos o, si se prefiere, de
Estos dos trabajos caen en lo que Colme- un ordenamiento de la explotación . La ela-
nares observa correctamente como una co- boración de innumerables constituciones
rriente fuertemente revisionista que mues- en el siglo XIX, sostiene agudamente el
tra la variedad de respuestas altamente ra- autor, tuvo tanto que ver con la persisten-
cionales emanadas del llamado sector mar- cia de este patrón hispánico de permanente
ginal de los Andes a fuerzas externas, fue- conflicto y reajuste territorial entre núcleos
ran la guerra o la intrusión del capitalismo. de reciente aparición y los más viejos como
La masa campesina no era, como pareció al- con la necesidad de caudillos ambiciosos de
guna vez, tan inerte o pasiva a estas nuevas establecer su legitimidad política.
fuerzas, sino, pc;>r el contrario, estaba dota- Me parece que el discurso tan sofisticado
da de respuestas activas y se encontraba en de Colmenares sobre el problema nacional
permanente ''negociación" con ellas. Un posee una función particularmente valiosa
elemento particularmente fascinante del li- en esta precisa coyuntura porque intenta
bro de Mallon muestra cómo, por ejemplo, reconciliar el peso todavía importante de la
sectores de la sociedad aldeana se aliaron, teoría de la dependencia con una recons-
cuente desplazamiento de la sede de gobier- mente, ello ayuda a articular el análisis gra-
no consolidan el proceso de recomposición cias a la existencia de un elemento unifica-
de las regiones y de cierta cohesión espacial dor que brinda el espacio para homologar
(limitada geográficamente) bajo la égida de situaciones radicalmente diferentes -por su
nuévos enclaves económicos. Tales transfor- inserción en matrices históricas diversas-,
maciones son sustanciales para la historia con la singularidad expresada en la forma
republicana del siglo XX. Con todo, esto no peculiar en que la crisis afectó a las diversas
significa un cambio en el espíritu del pro- regiones, a partir de su particular modalidad
yecto nacional esgrimido por la oligarquía de inserción (o no inserción) en el mercado
criolla: de cualquier modo, la Nación cris- capitalista mundial. Pienso en el diverso im-
taliza un programa fundado en la supresión pacto que la crisis tuvo para regiones conti-
y/o conculcación de las potencialidades so- guas, como pueden ser, en el Perú, Lima y
ciales autónomas, sobre todo de aquéllas de la costa norte (articuladas en torno a la ex-
raíz étnico-comunitaria. Y estas potenciali- plotación del guano y del desarrollo de la
dades nos llevan a la segunda perspectiva en agricultura de exportación) y la sierra cen-
cuestión : en efecto, la Guerra Federal y el tral (donde la declinación de la exportación
proceso de reconfiguración espacial/regio- argentifera se había iniciado tres décadas
nal pueden también ser vistos como un es- antes, creándose en ese período nuevas arti-
fuerzo de los ayllus y comunidades indias culaciones alrededor de dos ramas produc-
por recomponer su propia figura social, co- tivas orientadas básicamente hacia el consu-
mo un intento -muchas veces repetido - mo interno : la ganadería y la producción
de restituir los espacios de una territoriali- de aguardiente de caña).
dad étnica asediada, de recuperar las bases A nivel su bcontinental existe en el perío-
de racionalidad económica y organizativa do otra coyuntura unificadora, de profunda
propias a la profundidad de su campo his- significación para Chile, Perú y Bolivia: la
tórico . Heteronomía/autonomía: a partir Guerra del Pacífico. En el caso peruano , ella
de aquí, la matriz espacial en el análisis de representó para las zonas que sufrieron más
los procesos regionales y nacionales debería directamente la ocupación (la sierra central
abrirse a la lógica y a la historia de los po- y Lima y la costa norte) la interrupción de
bladores andinos. procesos de afirmación regional, a través de
la destrucción de las fuentes de acumulación
alrededor de las cuales empezaban a conso-
lidarse burguesías regionales que, luego de
Ne/son Manrique su quiebra, dejaron un vacío prontamente
. Jr. Buenos Aires 220 llenado por los capitales limeños e imperia-
listas. La sierra sur constituye un caso diver-
Mira[lores. Lima 18 so, tanto porque su grado de dependencia
Perú frente al mercado mundial era mayor, cuan-
to porque ella no fue escenario de la guerra.
El agudo artículo de Germán Colmena- Esta coyuntura parece decisiva, pues , para
res resulta estimulante por diversas razones, entender los procesos de "desregionaliza-
de las cuales resalto su invitación a romper ción" y desnacionalización sufridos, así co-
con el provincialismo en el análisis, el es- mo la afirmación del creciente centralismo
fuerzo de síntesis y sistematización de los limeño.
estudios realizados sobre el desarrollo regio- Coincido en la constatación de la escasa
nal y sus problemas, su persistente vocación continuidad que Colmenares encuentra en-
totalizadora, así como el llamado de aten- tre la situación colonial y la emergencia de
ción sobre la necesidad de incorporar como las regiones durante el siglo XIX. Esto resul-
una dimensión fundamental en los estudios ta particularmente evidente cuando se ana-
a la cenicienta de las Ciencias Sociales en liza en la sierra central peruana el proceso
nuestro ámbito: la Geografía. de declinación del antiguo eje de articula-
El período escogido por Colmenares está ción minero, alrededor de la explotación
comprendido, a nivel mundial, entre dos del mercurio de Huancavelica, y su despla-
grandes crisis del sistema capitalista. Cierta- zamiento por el nuevo eje económico (Ce-
dinámica de las regiones, la experiencia his- en América del Sur durante el siglo XIX y
tórica de las sociedades indias y los nuevos sus efectos en las comunidades que estudia-
cambios estructurales. Sólo así se pondrá mos. Tal como lo señala Colmenares, debe-
en la cuestión el problema de la identidad mos empezar a hacer estudios antropológi-
cultural. cos sobre las transformaciones y las respues-
Es sugerente la proposición de un rigu- tas de las comunidades rurales que surgie-
roso análisis de las regiones en busca de sus ron o que cambiaron de manera permanen-
similitudes y diferencias . te por la creación de una nueva frontera y
Creemos que los estudios contemporá- el desarrollo de una estructura regional co-
neos en el caso nuestro buscan relievar esas mo parte de la consolidación de la nación a
tensiones desequilibrios y rupturas, inci- fines del siglo XIX. Durante los últimos cin-
diendo s~bre todo en los movimientos po- cuenta años hemos centrado nuestros es-
pulares . Sin embargo, se advierte la ausen- fuerzos en trazar la continuidad desde la
cia de una visión totalizadora de los proble- época precolombina hasta la sociedad con-
mas. temporánea, sin prestar atención a aquel
período que muchos indígenas denomina-
rían "segunda conquista".
Si los andinólogos en el campo de la an-
tropología han de iniciar un diálogo entre
Joanne Rappaport ellos, así como con historiadores, sociólo-
Dept. of Modern Languages & Linguistics gos y otros especialistas, debemos esforzar-
Univ. of Maryland Baltimore County nos por desarrollar unidades comparables
Catonsville, Maryland 21 228 de investigación que sólo podrán surgir
U.S.A. cuando empecemos a basar nuestros estu-
dios de las comunidades en las formaciones
En primer lugar, celebro que Revista nacionales y estructuras regionales dentro
Andina haya incluido el estudio de Germán de las que existen actualmente y dentro de
Colmenares. Este representa un paso impor- las que se formaron en el siglo XIX. Esto se
tante para la iniciación de un diálogo entre aplica tanto a los estudios de comunidades
andinólogos y confío en que será la prime- indígenas como de sociedades campesinas,
ra de muchas contribuciones de parte de ya que los indígenas andinos conforman so-
colom bianistas a esta revista. ciedades históricas y han vivido en la co-
En su estudio, Colmenares esboza una rriente de nuestra historia desde principios
importante tarea para los historiadores de del siglo XVI. Los antropólogos deben em-
América Latina: la investigación sobre la prender también un tipo de análisis de la
naturaleza de la sociedad de frontera y la reacción indígena a la dominación externa,
incorporación de nuevas poblaciones a fines para el siglo XIX, tan bien desarrollado co-
del siglo XIX, y el estudio de cómo esta mo el que se hizo para la época de la Con-
nueva organización espacial y social trans- quista.
formó los centros coloniales existentes. El artículo de Colmenares refleja el he-
Esta también podría ser una tarea para an- cho de que el antropólogo puede contribuir
tropólogos. de manera significativa a los estudios histó-
Si bien Colmenares podría estar errado ricos. Esto es tan cierto para aquellos ejem-
en cuanto a su generalización de que la ma- plos de análisis antropológico que cita co-
yoría de los antropólogos se concentran só- mo para los que no cita. En particular, Col-
lo en las sociedades indígenas, dejando de menares debería empezar a examinar algu-
lado a las comunidades campesinas, está en nos de los numerosos y muy valiosos estu-
lo cierto cuando señala una debilidad cen- dios sobre modelos indígenas del espacio
tral de casi todos los estudios antropológi- regional que podrían ayudar al historiador
cos sobre la sociedad andina contemporá- a comprender la reacción del pueblo andino
nea. A excepción de sólo unos cuantos ca- indígena ante las transformaciones que. tu-
sos (por ejemplo, Platt 1982), nos hemos vieron lugar a fines del siglo XIX. Entre és-
descuidado en examinar las enormes trans- tos, el autor podría ver los estudios sobre la
formaciones que tuvieron lugar en el campo ideología contemporánea de la organización
del espacio en los Andes Centrales (Allen ISBELL, Billie Jean. To Defend Ourselves:
1982 , Urton 1984) y las consecuencias de Ecology and Ritual in an Andean Village .
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(*) Traducción de Lucila Makin. Este artículo es fruto de una investigación hecha en la
provincia del Carc.hi, Ecuador, en colaboración con Miguel Murmis. Las ideas propues-·
tas aquí nunca hubieran existido sin el contacto con su mente incansablemente crítica
y cuestionadora. La investigación en el Ecuador fue financiada por el Overseas Deve-
lopment Administration de Gran Bretaña y apoyada generosamente por CEPLAES,
Quito, que facilitó una base ideal para la investigación.
culadas" (v.g. países del Terc~r Mundo) . Alain de Janvry, que se coloca,
con ciertos reparos. dentro de la escuela del "sistema mundial" , sostiene que
" la agricultura de subsistencia se convierte en la representación más extrema
de las contradicciones de acumulación en las economías desarticuladas ( .. . ),
la familia campesina constituye un proveedor desarticulado-dominado de
mano de obra y comida baratas . . . (aunque) ... la agricultura de subsisten-
cia se desintegra lentamente bajo esta dominación , a medida que lleva a cabo
su función estructural esencial bajo la acumulación desarticulada" ( 1981, p.
39). Para Wallerstein , la relación Estado-clase y la persistencia de la produc-
ción mercantil simple son ambas características de la "condición periférica"
y explican por qu é es tan difícil para los países pobres (aunque no totalmen-
te imposible) en su esquema pasar de la "periferia" y "semiperiferia" al "cen-
tro" de las economías avanzadas. Su argumento es el siguiente: en su expan-
sión a través del globo, el sistema capitalista mundial moderno crea estructu-
ras sociales y estatales que llenan las necesidades de las economías del "cen-
tro". concentrando en manos de una clase dominante el control del Estado y
manteniendo un poder monopólico dentro de la economía nacional. Estas
relaciones son particularmente adecuadas para el aprovisionamiento de las
materias primas y artículos de baja productividad requeridos por el centro,
pero también ponen a la clase dominante en una posición desde la cual puede
extraer un excedente aun cuando sus industrias sean improductivas e inefi-
cientes en términos internacionales. Estas están apuntaladas por subsidios es-
tatales y monopolios garantizados por el Estado. De este modo se han satis-
fecho los intereses de las partes principales: las corporaciones dominantes del
"centro" obtienen productos baratos como insumos, y el sistema capitalista
no está amenazado por una revuelta de la periferia por el precio de las mate-
rias primas porque se co-opta con éxito a los grupos que mandan en la peri-
feria y que encuentran su sustentación en el control de los términos en que
los productos entran y salen de los países periféricos.
Igualmente, el proletariado del centro es cooptado ya que tiene inte-
reses comunes con las corporaciones del centro contra la periferia, mientras
el proletariado periférico casi no existe. En cambio, las clases subordinadas
en los países periféricos están atrapadas en una telaraña de explotación, sus-
tentándose en un sistema de producción familiar y que las priva de una base
para cualquier acción solidaria e ininterrumpida.
Por ende, la teoría de la "dependencia" está estructurada de forma
tal que simplemente no les es posible a los países pobres salirse de su situa-
ción, salvo con un cambio apocalíptico en todo el sistema mundial - " socia-
lismo mundial" , como lo llama Wallerstein, admitiendo en seguida que no
existe posibilidad alguna de que tal cambio ocurra. Esto se asemeja poco a la
versión del capitalismo en Marx , pero en sí misma ésa no es una razón para
discrepar. Es claro que ningún teórico "dependentista" o del "sistema mun-
dial" concuerda con la aseveración de Marx en el Prefacio de la Primera Edi-
ción del Tomo I del Capital, según la cual "el país que hoy está más desarro-
dad al campo (1977) ; para A. K. Sen (1966) esto también explica la supervi-
vencia de productores campesinos y la persistencia de instituciones tales co-
mo la aparcería; para Alain de Janvry ( 1982) éste es un elemento en la rela-
ción funcional entre producción campesina y capitalismo.
En todos estos análisis, estos costos bajos, traducidos a bajos precios
finales y el bajo costo de la mano de obra campesina (cuando es objeto de
transacciones de mercado) surgen de y se explican por el hecho o el supuesto
de que la mano de obra en la producción campesina no se paga, debido a su
carácter " familiar" o "doméstico" . Con esto no se quiere decir que no tenga
costo alguno, sino que su costo es menor que el de la mano de obra asalaria-
da . Respecto a los costos de oportunidad de esta mano de obra - el salario
que podría obtener si se vendiera en el "mercado abierto" - éstos se suponen
muy bajos por el nivel tan alto de desempleo que se atribuye a las economías
agrarias pobres . En contraste con los productores campesinos, se supone que
el empleador capitalista incurre en gastos adicionales de reclutamiento y de
supervisión y que tiene que pagar algún tipo de salario; este salario será más
alto que los costos de subsistencia (o de reproducción) ineludibles en los que
incurren los productores familiares campesinos porque reflejará la disciplina
y la regularidad de horarios que se imponen a los trabajadores en una firma
capitalista. Se presume que estas restricciones "externas", tales como el com-
portamiento ''economizador", dejan de aplicarse al pasar el umbral de la fin-
ca campesina: dentro de una familia campesina el altruismo, la confluencia
de las utilidades de cada miembro en una utilidad conjunta y las normas
internalizadas toman el lugar de los comportamientos optimizantes (Folbre
1985).
La definición de " campesino" (termino que es mejor usar como adje-
tivo, v.g. productor campesino) compartida por todos estos escritores, insis-
te, entonces, en el carácter doméstico y no pago de la mano de obra en uni-
dades de producción campesina, y la consecuencia de esta característica es
que dichas unidades suministran productos, y aun mano de obra, al resto de
la sociedad a precios más baratos que los que resultarían si los produjeran ca-
pitalistas propiamente dichos. Especialmente Vergopoulos y de Janvry elevan
esta consecuencia a una función. Para ellos, el capitalismo periférico depende
de una reserva de mano de obra barata , a la cual recurre estacional o cíclica-
mente, reproducida por el sector campesino a un costo muy pequeño o a
ningún costo para los mismos capitalistas o para el Estado capitalista.
Además, se afirma que la diferencia entre el excedente que sería
transferido por productores agrícolas capitalistas y el que de hecho transfie-
ren ios productores campesinos, es algo así como un excedente "campesino"
(terminología mía) . Este excedente campesino es distinto por su origen, pero
similar por su función , a la plusvalía extraída de trabajadores asalariados
(para comentarios críticos, ver Friedman 1980 y Lehmann 1982). Para estos
autores, y sin duda para Samir Amin , el sello del capitalismo periférico es el
apoyarse en estos mecanismos desarticulados y en mecanismos pre-capitalis-
De allí que nos enfrentamos a una especie de 'Muralla China' que im-
pide a los campesinos convertirse en capitalistas. Los mecanismos implícitos
se derivan, en proporciones variables, de Chayanov y de la teoría de la depen-
dencia. De Chayanov viene la noción que un productor campesino sólo pro-
duce hasta el punto en el cual la unidad suplementaria de fatiga no vale la
pena comparada con la disminución de la distancia existente entre la familia
neas como lo son en la industria. Dicho avance permite a una ''familia" , más
bien , reducir la contratación de mano ele 1ibra asalariada. Siempre y cuando
las granjas se especialicen en vez de diversificarse, controlando así los reque-
rimientos de supervisión. la mecanización militaría contra los procesos de lo
que ahora llamamos proletarización .
En mi artículo de 1982 sugería que la transición capitalista en la agri-
cultura de los países subdesarrollados y semi-industrializados de hoy sigue
dos vías principales. Tanto la vía donde predomina la empresa familiar capi-
talizada como el patrón dualístico polarizado e involutivo son posibles en
áreas de asentamiento antiguo donde el campesinado sobrevive (p. 158). Esta
vía involutiva se refiere a áreas donde unidades de producción de pequeña y
gran escala siguen coexistiendo conflictivamente, con una modernización de
aquéllas y una rápida proliferación de éstas. El término "empresa familiar ca-
pitalizada" fue usado para referirse a unidades en las que el capital se usa mu-
cho más de lo que daría a pensar la imagen difundida de una empresa campe-
sina en la que la mano de obra sólo figura en pequeñas cantidades y por bre
ves pero intensos períodos, tales como la cosecha, como hubiera dicho
Brewster. Las dos vías caracterizan regiones más que países enteros y las de-
finí en términos de patrones de interacción entre clases sociales y entre uni-
dades de producción, estaba haciendo una afirmación sobre las posibles ca-
racterísticas de las estructuras agrarias en un proceso de desarrollo capitalista
y no sólo sobre los posibles tipos de unidades productivas. Ese trabajo fue
esencialmente especulativo: partiendo de tendencias opuestas en la literatu-
ra, desarrolló una hipótesis sobre la gama de posibles patrones de estructuras
agrarias que podrían desa rrollarse a medida que el capitalismo avanza en so-
ciedades agrarias. También fue un intento de salirse de. un corset metodológi-
co que ha sido recientemente ·muy bien descrito por David 800th ( 1985 ):
donde mucha de la literatura anterior (especialmente la que se ubica en tér-
minos generales dentro de la tradición marxista) estaba presa por la idea de
que una teoría sólo valía si versaba sobre lo inevitable( 1), delineaba expresa-
mente dos posibles vías opuestas de capitalismo agrario, con la implicancia
de que había toda una gama de posibilidades entre los dos polos. No trataba
de definir las condiciones históricas y estructurales previas en las cuales uno
u otro camino podían ser posibles. Esto, para usar una frase muy gastada, era
un asunto para investigación empírica. El presente trabajo continúa y desa-
rrolla estas ideas y , con la ayuda de nuestras observaciones en la provincia
ecuatoriana del Carchi, trato de ofrecer una explicación de algunos de los
mecanismos que entran en juego en la transición hacia una estructura agraria
dominada por granjas familiares capitalizadas. Antes de entrar en una discu-
sión detallada es importante notar que el contraste entre las dos vías no pue-
de ni debe reducirse a un contraste entre empresas campesinas y granjas fami-
liares capitalizadas a nivel de empresa. Es un contraste entre estructuras agra-
rias y sus tendencias dinámicas de cambio, condicionado a diversos niveles
por la economía política de la sociedad global y el sistema mundial. Las es-
y están dispuestas a pasar medio día trabajando para un pariente. pero no por
más tiempo y no para un desconocido; niños que pasan la ma11ana en la es-
cuela; otros agricultores que tienen uno o dos días libres. La mano de obra
conserva su carácter de '·familiar'' porque . se pague o no un salario. los tra
bajadores se reclutan mediante la activación de una gama de relaciones prima-
rias que suelen ser o lazos de parentesco o lazos de parentesco ritual como el
compadrazgo. El término ''familia" o ''unidad doméstica" no debe malinter-
pretarse . Para los occidentales. y desde luego para los autores rusos d e fin de
siglo que inventaron la teoría ele la economía campesina y la noción de una
"economía campesina familiar''. significa una familia nuclear o. al menos. un
grupo de personas estrechamente vinculadas que viven bajo un solo techo y
comen de una sola olla. De aquí el prcconcepto dual de que dos característi-
cas ele las economías campesinas van juntas: que la "finca familiar" usa sólo
mano ele obra familiar y que. por lo tanto. dicha mano de obra tiene que ve-
nir de esa unidad social "que comparte techo y olla" y no puede ser pagada
con dinero (cf. Shanin 1973-74). Estas consecuencias no tienen por qué ser
así: sólo un concepto muy etnocéntrico de "familia" réstringiría la catego6a
de gente incluida dentro del término mano de obra familiar a los miembros
de la familia nuclear; sólo un concepto igualmente etnocéntrico supondría
que a los miembros de la familia no se les paga nunca (con un salario. dejan-
do apart e el compartir la ganancia o compartir el producto) . El punto analíti-
camente significativo acerca de estas relaciones - que por cierto no ha pasado
desapercibido para muchos seguidores de Chayanov y otros que fueron in-
flu enciados por él desde economistas neo-clásicos como Lipton ( 1977) hasta
marxistas o marxizantes como Vergopoulos ( 1978) y de Janvry ( 1982) y
otros como A. K. Sen ( 1966) -, es su efecto en el precio de la mano de obra,
a saber. el hecho de que la abarata explícita o implícitamente.
Los autores precitados hacen varias afirmaciones: ( l) que ya que la
unidad productiva no paga salario. no tiene costos de mano de obra (Chaya-
nov); 0) que ya que emplea mano de obra familiar. tiene costos de mano de
obra más bajos que las unidades capitalistas(de Janvry. Vergopoulos);(3) que
tiene bajos costos el e mano de obra porque existe en un mar de desempleo y.
en efecto. sobrevive porque provee el último refugio contra el desempleo
(A . K. Sen). El supuesto comúnmente sostenido pero nunca explicitado que
subyace bajo estas teorías es que la gente trabaja por salarios o ganancias
muy bajas d entro .de la familia. ya sea porque quieren a su familia (que con
frecuencia no es el caso) o porque automáticamente obedecen al padre o al
marido. algo que también es dudoso. Yo sostengo que la mano de obra es
más barata en una unidad campesina que en una capitalista porque los pro-
ductores campesinos tienen acceso a sectores del mercado laboral a los que
otros no pueden llegar. porque pueden emplear gente por períodos "pecufü1-
res". porque usan lazos ele parentesco o ele para-parentesco. en especial lazos
de protección y dependencia personal. para reducir el costo de la mano de
obra . Se desprende de esto. y a la luz del análisis ele Abhijit Sen ( 1981) sobre
que la mano de obra asalariada, que está enraizada en una relación de menor
anonimato y mayor equidad que la implicada por la mano de obra asalariada.
al examinarla más de cerca encontramos que la mink 'a es lo mismo que la
mano de obra asalariada, excepto que tiende a ser usada con referencia a ta-
reas con cierta connotación ritual, como la construcción de casas, que de
mandan el concurso de varias personas, a las cuales el empleador por lo gene-
ral les suministra bebida, cigarrillos y cosas por el estilo, además del salario.
Para hablar más directamente. digamos que a menudo estas relacio-
nes se encuentran inextricablemente envueltas en relaciones·de clientela. Así
lo señala la obra de Sánchez y así se puede concluir al juntar los trabajos de
Fioravanti-Molinié (1982) y de Brass (1983) sobre los valles de Yucay y La
Convención , respectivamente, en el departamento del Cusco Estos valles es-
tán estrechamente vinculados por flujos de personas y de mercancías y por el
número de individuos que poseen tierras en ambos. Si juntamos lo escrito
por los dos autores, obtenemos un cuadro donde agudas desigualdades son
características intrínsecas de relaciones que para ojos inocentes podrían apa-
recer -viendo el intercambio de trabajo y de bienes sin uso de dinero- como
"recíprocas". Desgraciadamente, los dos autores tienen perspectivas bastante
distintas: Brass habla de la dependencia por endeudamiento forzoso allí don-
de Fioravanti-Molinié; al describir el movimiento entre los pisos ecológicos,
usaría el lenguaje de 1a reciprocidad. Pero aun en el trabajo de ésta hay bas-
tantes indicaciones como para pensar que las relaciones de "reciprocidad"
tienen muchos aspectos desiguales.
El carácter ambiguo y estratificado de la mink'a se ve bien ilustrado
en un texto de César Fonseca. El libro (Alberti y Meyer 1974) donde este
texto fue publicado es a menudo citado como referencia para evidenCiar el
carácter relativamente igualitario de la reciprocidad. Sin embargo, al princi-
pio mismo del texto Fonseca dice categóricamente que la mink'a es una rela-
ción en la cual un individuo presta servicio a otro que por eso mismo adquie-
re un status social superior. Luego describe la variedad de sus formas, muchas
de las cuales envuelven el pago de un salario, en dinero o en especie, o bien el
pago en forma de participación en el producto objeto del trabajo , como po-
dría ser una porción de la cosecha, o simplemente algún tipo de "cumpli-
miento" o propina. Fonseca asevera que muchas veces el costo para el benefi-
ciario del trabajo es menor del que tendría el trabajo asalariado, pero que eso
se matiza tomando en cuenta la red de obligaciones en la cual se inserta la
mink'a. El trabajo recíproco y no remunerado puro, que cuajaría con el ideal
de la mink'a, se da a veces, pero sólo entre parientes cercanos; tal sería el
caso, por ejemplo, de un yerno que ayuda en el techamiento de una casa y
participa en los ritos correspondientes. Pero aun en este caso Sánchez ha ob-
servado en su trabajo que tales servicios no son desinteresados, que los miem-
bros de la generación joven los prestan con un ojo puesto en fa herencia que
podría corresponderles. Una vez traspasados los límites de estas relaciones de
familia, algún tipo de pago en efectivo es inevitable. Y Fonseca mismo parece
mano de obra por la vía de relaciones primarias más que por una inversión de
capital o aumentando la razón capital-mano de obra.
Una característica frecuentemente observada de estas empresas de
campesinos ricos es su participación en una diversidad de mercados de pro-
ductos: en la agricultura, en la producción láctea, en la cría o engorde de ga-
nado , en el comercio, en el transporte ( cf. Smith 1984 ). Usan redes de con-
tactos y transacciones personales. y su actividad económica está enmarcada
en una red ininterrumpida de granjerías, regalías y favores . No crean una em-
presa con una administración centralizada con el objetivo claro de extraer
ganancia de una cantidad de capital dado . Pueden enriquecerse notablemente,
pero casi siempre dentro del contexto de una red de relaciones primarias que
movilizan tanto el capital (a través de varias formas de mediería . en el trans-
porte, en la pesca u otorgándose mutuamente créditos a corto plazo) como la
mano de obra (a través de su acceso al mercado laboral campesino). El suyo
es un capitalismo bricoleur, pero su carácter peculiar surge más de su acceso
al mercado laboral campesino que de una "racionalidad " peculiar diferente
de la de cualquier otro capitalista. (Si tuvieran una "racionalidad diferente"
o una " lógica diferente" , ¿serían a pesar de todo humanos?).
La tentación que enfrentan los que escriben sobre economías campe-
sinas es la de buscar una distinción crítica entre empresas campesinas y em-
presas capitalistas en términos de una característica inmanente de lo que a
veces se llama su ''racionalidad" , o su modo de calcular. Esto presenta serias
dificultades aunque sólo sea porque la tarea de identificar las diferentes "ra-
cionalidades" de los individuos es amedrentadora, y probablemente imposi-
ble Además, nunca puede ofrecer un método razonable para clasificar uni-
dades de producción porque excluye a priori la posibilidad de que de una so-
ciedad campesina puedan emerger productores capitalistas. Por lo tanto , cada
vez que surgen campesinos ricos o pequeños capitalistas hay una enorme con-
fusión . En este ensayo se adopta una solución que algunos pueden tildar de
evasiva : la distinción que se ha trazado es entre tipos de estructura agraria y
mercados de trabajo rurales, no entre empresas. Por lo tanto, el capitalismo
bricoleur de los campesinos ricos es una característica de regiones con estruc-
turas y mercados particulares y no está vinculado a las características inma
nentes de los productores mismos. Cuanto más, colocamos a empresas o uni-
dades de producción en un eje que va desde el mercado laboral formal e im-
personal hasta el primario y personal. De esa manera se evitan oposiciones es-
tériles y tipologías inútiles.
sar extrema desaprobación ante tales arreglos: mano de obra ''asalariada" que
debilita la solidaridad de la comunidad y todo eso . Pero es igualmente plausi-
ble sostener que la monetarización y el relativo anonimato de tales obligacio-
nes de alguna forma ayudan a impedir que el rico saque provecho de su posi-
ción de autoridad dentro de la comunidad para usar el trabajo de la gente
para su enriquecimiento personal.
Ahora bien. esto casi no puede considerarse como un punto ele las
diferencias entre Perú y Ecuador. Innumerables comunidades e n Ecuador
está n. sin duela. en manos de camarillas que las usan para hacer trabajos en
proyectos que les interesan a ellos como si fuera para beneficio público. El
punto esencial es que estas instituciones comunales son apropiadas privada-·
mente sobre todo donde se mantiene la vía involutiva , donde las relaciones
ele dependencia personal juegan un papel importante en el reclutamiento de
mano de obra y penetran y sostienen la ''fachada" pública ele las institucio-
nes comunales(4).
En contraste con la "personalización ele las relaciones comerciales"
que hemos señalado en economías campesinas y en la vía involutiva, Carchi
presenta lo que se podría llamar la comercialización de las relaciones familia-
res. Frente al autoritario y arbitrario ejercicio de la autoridad paterna quepa ·
rece prevalecer en el modelo chayanoviano de economía campesina, la ima-
gen que se ofrece aquí es la de una granja familiar en la cual existen ciertos
meca nismos para asignar ganancias a los distintos mi embros te niendo en
cuenta su contribución . Las mujeres no sólo ordeñan las vacas, sino que tam-
bi én parece n tener control sobre lo que entra por la venta de la leche. Cuando
los hijos terminan la escuela no trabajan gratis en la ti erra del padre; más bi en
siembran "al partir" o "a medias". con sus padres o con otra persona. Cuan-
do siembran con el padre, parecen no estar sujetos a exacciones mayores. lo
que es rvidenciaclo por el hec ho de que los contratos el e med iería entre pa-
dres e hijos no muestran ninguna diferencia sistemática con los hechos entre
no parientes. Estas no eran relaciones ele explotación e n el seatido común-
mente indicado por el término mediería . Más bien se trata de una forma capi-
talista de asociación. Un concepto igualmente capitalista ele asociación (o so-
ciedad) se observa con la herencia . Las mujeres tienen iguales derechos a la
propiedad de ambos padres, como lo estipula la legislación ecuatoriana. pero
no como se practica en áreas de Ecuador dond e prevalece la vía involutiva,
en las cuales las mujeres tienen una clara desventaja en lo que se refiere a la
here ncia. La mujer no sólo obtiene su parte igual de la propiedad de sus pa-
dres. sino que también , como su marido , traspasa la mayoría de la misma a
sus hijos, y no a su cónyuge. cuando ella muere. o antes si quiere. Antes qu e
los lectores tengan la impresión de que éste es una especie de utopía femi-
nista - o que yo así lo creo -, hay qu e matizar esta imagen de igualdad, o al
menos de un igual poder negociador. porque cuando la EFC esté totalmente
desarrollada, las cosas pueden cambiar para las mujeres. Si , como es tan co-
mún en los Andes, solían ocuparse del cuidado del ganado (y se quedaban
Hay dos meca ni smos que parece n jugar un rol particularmente inte-
resante - y sin duda inesperado - en facilitar la transición al sistema de la
NOTAS:
(3) Esto es debido a la renuencia del IERAC (Instituto Ecuatoriano de Reforma Agra-
ria y Colonización) a permitir la parcelación de estas tierras. La distribución inicial
se hizo obligatoriamente a favor de una cooperativa, lo que permitió a los compra-
dores/beneficiarios obtener ciertas exenciones y también acelerar los trámites. Esto
implicó ciertas limitaciones a la libertad de compraventa, pero los socios pudieron
eludirlas a pesar de todo, y no hay, según lo que pudimos ver, disputas entre ellos
sobre aspectos legales de tenencia de la tierra .
( 4) Una excelente descripción de esto se halla en varios capítulos del libro recientemen-
te publicado de Florencia Mallan: The Defence of Community in Peru 's Central
Highlands, Princeton University Press, 1983.
(5) Cabe referirse aquí a las peculiaridades del sistema de parentesco andino. Olivia
Harris ha mostrado el contraste entre la unidad de la pareja y la complementarie-
dad de roles entre esposos en la familia andina y el "modelo de la familia campesi-
na patriarcal" (ver Olivia Harris : "Complementarity and conflict: an Andean view
of women and men", en: J.S. La Fontaine (ed.). Sex and age as principies of social
differentiation. Academic Press. Londres y Nueva York , 1978). Aunque su análisis
se basa en observaciones hechas en el norte de Potosí, Bolivia, en un contexto que
dista muchísimo en el espacio y en el contexto social de lo que nosotros observa-
mos en Carchi, la convergencia aparente entre el norte de Potosí y lo que nosotros
observamos en Carchi plantea preguntas importantes. ¿Será que la EFC se constitu-
ye sobre bases más tradicionales que modernas? ¿Será que en los mecanismos secre-
tos del parentesco andino se esconden fuentes de dinamismo empresarial que sólo
esperan la oportunidad adecuada para manifestarse? Quizás . ..
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COMENTARIOS
estén condenados a ser funcionales al desa- En el caso del Carchi, nos gustaría pedir-
rrollo capitalista sin dejar de ser campesi- le a Lehrnann mayor información respecto
nos . Desde este punto de vista , él plantea la · a las EFC en términos de producción y de
existencia de dos posibles vías o, más bien, demanda pues la viabilidad de la EFC no
dos destinos distintos para los campesinos · depende 'solamente de que sus productivi-
dentro del proceso de desarrollo capitalista dades y sus costos sean competitivos, sino
en los países latinoamericanos. de que además encuentren los mercados
Es indudable que ambas vías son obser- donde vender su producción . En otras pala-
vables en varios países y regiones; el proble- bras, la vía EFC depende ciertamente del
ma radica en saber si la EFC es una excep- tipo de urbanización de la región donde se
ción , cuya factibilidad es posible sólo bajo integra, de la distribución del ingreso y de
circunstancias restringidas, o más bien se las políticas redistributivas y de su impacto
trata del inicio de un "nuevo proceso de sobre la demanda efectiva para los produc-
acumulación primitiva" en las zonas rurales tos de la EFC.
más atrasadas y menos capitalistas, en cuyo Un elemento que hubiera sido interesan-
caso la vía EFC sólo requiere de tiempo . A te en el análisis teórico y empírico sobre la
este respecto, le pediríamos a Lehmann mano de obra es la relación que se establece
que no sea evasivo en cuanto a la distinción · entre: costos de reproducción de la mano
de estructuras agrarias, pues es un punto de obra (CRL), productividad media del
primordial. trabajo (QL) y salarios ( w) . La transición
Un aspecto importante de ambas vías es de la vía involutiva a la EFC requiere de un
la utilización de la mano de obra ; sin em- formidable aumento de la relación (OL/w) ,
bargo, su diferencia es poco clara cuando se ya sea mediante un aumento de la produc-
afirma que las EFC contratarían mano de tividad o mediante la reducción de los sala-
obra más barata que los capitalistas activan- rios, dando resultado, en cada caso, a dos
do redes de parentesco; es decir, ¿existiría sub-vías EFC relativamente distintas: una
un aspecto ideológico que disminuye los con mayor cambio técnico (incorporado o
costos de producción? Mientras que en las no) o aumento de los medios de producción
economías campesinas la mano de obra fa- y la otra con mayor explotación de la mano
miliar sería aún más barata, pero ¿cuál es de obra. Por otra parte, la relación entre
esa diferencia en costos laborales? Aquí (w/CRL) se supone que es menor a uno
aparece un elemento sin el cual es imposi- cuando los campesinos venden su fuerza de
ble comprender la utilización de la mano trabajo; es decir, que parte de su reproduc-
de obra : los recursos y capital con que ción se la autofinan.cian con su producción
cuentan los campesinos o familias, es decir : familiar; esto significaría que para abaratar
los costos laborales, son relativamente más la mano de obra de la EFC debería darse
baratos o caros según la estructura de cos- · paralelamente un proceso involutivo en las
tos, que depende de los recursos y capital y familias que suministran mano de obra. En
de la tecnología empleada, y sobre todo se- consecuencia, quizás no se trate de dos vías,
gún su productividad. El problema de la sino de una sola con doble cara, pero que
transición se presenta así como un algorit- tiene la peculiaridad de no necesitar de la
mo que permite convertir los recursos ( tie- intervención del Estado o de la transferen-
rra y ganado) en capital y la mano de obra cia de capitales al campo para poderse llevar
(familiar o de parientes) en trabajo asalaria- a cabo. Esto constituiría, indudablemente,
do, donde la consecución de la mano de un proceso inédito.
obra es sólo parte del problema. Lehrnann El artículo de Lehrnann sugiere muchísi-
trata detalladamente el problema de la ma- mos más comentarios, tanto por la riqueza
no de obra, pero no el de los recursos y el del texto corno por la serie de interrogantes
capital. que abre en torno a las posibilidades y limi-
También sería necesario explicitar qué taciones del desarrollo campesino, pero no
entiende por "pequeños", "medianos" y nos podemos sustraer a pedirle un comen-
"muy pequeños" propietarios, pues un as- tario sobre dos temas que el artículo no
pecto interesante de la viabilidad de la EFC considera. El primero se refiere a los condi-
es el tamaño y la escala apropiados. cionantes rnacroeconómicos y políticos re-
•
382 Revista Andina, año 3
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - Lehmann: Desarrollo capitalista
lativos a cada vía propuesta; tenemos la im- población rural proletarizada, me parece un
presión que cualquiera de las dos es posible argumento acertado. Existe, de un lado, la
al margen de la estructura económica y or- capacidad del campesinado de ofrecer tra-
ganización política del país . Esto induda- bajo a menor precio, ya sea trabajo del pro-
blemente no es así. Entonces, ¿qué aspec- pio campesino, ya sea de su familia, movili-
tos principales deberían tenerse en cuenta a zando esos recursos laborales a través de las
nivel nacional o regional para facilitar una u "lealtades primordiales" de sociedades don-
otra vía? En otras palabras, ¿hasta qué pun- de aún existen. No veo ahí ninguna nove-
to el campo puede autónomamente crear dad en el análisis. Existe, de otro lado, una
su propia dinámica? especificidad de la tecnología agraria, sobre
En segundo lugar, ¿en qué medida el todo por la estacionalidad de los procesos
Estado puede activar una u otra vía? Por productivos, que Brewster analizó en un ar-
ejemplo, la reforma agraria en Ecuador tuvo tículo clásico y muy citado en libros de
distintas repercusiones sobre la vía EFC a economía agraria, y que Georgescu-Roegen
las que tuvo en el Perú; sin embargo, en también estudió en otro artículo no menos
ninguno de los casos los problemas de po- citado. En efecto, comprobamos que es po-
breza campesina y desarrollo capitalista sible mecanizar algunos tipos de agricultura
más amplio fueron sensiblemente cambia- y de ganadería sin que eso implique la desa-
dos en las regiones más atrasadas, o sea en parición de explotaciones familiares . No se
las más campesinas. construyen automóviles en unidades do-
Finalmente, hubiera sido interesante ma- mésticas. En cambio, es bien posible produ-
yor información estadística sobre sus estu- cir trigo , leche , etc. (y también confeccio-
dios de caso, para no tener la impresión que nar pantalones, camisas) en explotaciones
sus puntos de vista carecen de la evidencia familiares. Tampoco hay ahí ninguna nove-
empírica de algunos puntos de vista chaya- dad analítica.
novianos-marxizantes, cosa que no es cierta, Claro está que una agricultura muy me-
pues conocemos la abundante información canizada y que además utilice muchos ferti-
relevada por la investigación de Lehmann lizantes químicos puede alcanzar tan gran-
en el Ecuador. des producciones con tan escaso uso de ma-
no de obra, que la cuestión de si se prefiere
la vía de la fábrica en el campo o de la em-
presa familiar capitalizada se torna acadé-
J. Martínez Alier mica , ya que estaríamos discutiendo (como
Facultad Ciencias Económicas en algunos países del Atlántico Norte) el
Universidad Autónoma destino del dos o tres por ciento de la po-
Bel/aterra, Barcelona blación. En el fondo , qué importa que sean
proletarios muy. bien pagados o riquísimos
Lehmann argumenta su preferencia por empresarios familiares . Pero no estamos en
la vía de la empresa familiar capitalizada, algún lugar del Atlántico Norte, sino en los
frente a lo que él llama la "vía involutiva". Andes.
El argumento me parecería más convincen- El argumento contra la fábrica en el cam-
te con un complemento numérico; es decir, po podría complementarse con una conside-
Lehmann debería proporcionar cifras para ración que Lehmann no hace, a saber: la in-
el Ecuador o para el área andina o, mejor tensidad energética de la agricultura "mo-
aún, para todo el mundo pobre en general, derna" tal vez hace imposible su generaliza-
respecto a cuánta gente· conservaría acceso ción universal. Este es el argumento de Pi-
a la tierra y, por tanto, acceso directo a los mentel y otros autores. Creo que también
productos de la tierra, bájo la vía de la evo- es relevante para poner en duda la preferen-
lución o bajo la vía de la involución. cia por la vía de la empresa familiar capita-
El argumento de Lehmann contra la ge- lizada. Ahí creo que Lehmann debería des-
neralización de otra tercera vía, distinta del cender a los detalles tecnológicos. No me
predominio de las empresas familiares capi- parece nada claro decir simplemente que
talizadas o del campesinado tradicional; es ese tipo de explotaciones agrarias usan "ca-
decir, la vía de las fábricas en el campo con pital fijo" y "capital circulante" . Para decir
alguna cosa más concreta sobre su viabilidad de estructura agraria "no involutiva", donde
universal, o por lo menos andina, habría que el factor central es el acceso a un mercado
explicar su tecnología. No creo que el ins- laboral que escaparía al control de los ha-
trumental teórico de los economistas (fun- cendados, un mercado laboral "sui géneris",
ciones de producción con capital y trabajo , caracterizado como un conjunto de relacio-
por ejemplo) sea muy pertinente. Por lo nes familiares y de parentesco que esconden
menos, debería completarse con otros mé- relaciones salariales. La proposición es su-
todos de análisis. En los estudios andinos gestiva, pero está hecha con "lupa de eco-
hay ejemplos de análisis de la eficiencia nomista", a través de la cual sólo se puede
energética de formas de producción campe- ver las leyes y categorías de la economía ca-
sina tradicionales (Brooke Thomas, Jane pitalista. Si toda la intrincada red de rela-
Collins). Seguramente hallaríamos que la ciones sociales en que se encuentran inmer-
agricultura y ganadería más "involutivas" sas las familias campesinas, sobre todo indí-
son más eficientes energéticamente que la genas, se reduce a formas mixtificadas de
agricultura y la ganadería que ya han "evo- relaciones salariales capitalistas, no habría
lucionado" hasta el estadio de empresas fa- necesidad de investigar la "especificidad
miliares capitalizadas. Es decir, creo que andina". A lo más, habría que ser pacientes
Lehmann no explica claramente o, mejor en términos históricos, hasta que se rompa
dicho, no analiza el significado ecológico el "cascarón" andino que envuelve el po-
de la palabra " capitalizado". lluelo empresarial capitalista.
La peculiaridad del caso del Carchi con-
siste, más que en el surgimiento de las EFC,
en que es una región que no posee pobla-
Luciano Mart1'nez Valle ción indígena. Las actuales comunidades
Apartado 324-A están formadas por campesinos "mestizos"
Quito. Ecuador que no hablan quichua, que no se identifi-
can como indígenas y cuya organización so-
El sugestivo artículo de Lehmann se en- cial en muy poco se asemeja a la de las co-
marca en la temática de las vías de desarro- munidades de altura del centro de la sierra
llo capitalista, que en el caso ecuatoriano ecuatoriana. Esta es una explicación posible
ha suscitado una viva polémica desde la mi- del rápido desgaste de los mecanismos de
tad de la década de los setenta. En ese en- reciprocidad, de su valorización en términos
tonces, un grupo calificado de dentistas so- monetarios, del predominio de la "lógica
ciales "afuerinos" definieron la vía de desa- familiar" por sobre la comunal, lo que indu-
rrollo capitalista en el campo ecuatoriano dablemente ha facilitado el pleno desarrollo
como "prusiana", basándose en investiga- de una intensa actividad mercantil. De allí
ciones realizadas en una pequeña porción que el caso del Carchi no es generalizable
de la sierra norte. Posteriormente, este mo- para el contexto de la sierra ecuatoriana y,
delo fue criticado por dos razones funda- por lo mismo, no es representativo del mo-
mentales: a) se trataba de aplicar esquemas vimiento económico de las comunidades,
rígidos para definir un proceso conflictivo , especialmente si bajo este membrete se in-
heterogéneo y de larga duración que des- cluye también a las indígenas.
borda ampliamente el "recipiente teórico" Los sujetos beneficiarios del proceso de
en el que se intentaba meterlo; y b) porque descomposición de la hacienda, sobre todo
en la explicación de las transformaciones en los años 60, fueron, según el autor, "ar-
agrarias sólo se miraba la cara "latifundista" tesanos, arrieros, peluqueros, carpinteros,
de la medalla; en otras palabras, se dejaba empleados de hacienda", en resumen, la pe-
en la sombra el estudio de las "economías queña burguesía pueblerina. No sorprende,
huasipungueras" y de las comunidades indí- entonces, que posteriormente se haya desa-
genas, importantes actores económicos, so- rrollado su "espíritu empresarial". Con esto
ciales y políticos de la coyuntura de cam- no queremos decir que los indígenas no
bio agrario de los años sesenta. puedan llegar a ser capitalistas, sino que en
El trabajo de Lehmann trata de demos- el caso carchense se trata en gran parte de
trar la viabilidad de las EFC, en un contexto sujetos sociales "extra-agrarios" que parti-
zable e incomunicable , salvo para quien sea en los Andes, a condición de que las cir-
de origen "andino" o se haya nacionalizado cunstancias sean favorables (expansión del
"andino". mercado , reforma agraria, etc .. . ), pueda
aparecer una categoría emergente de inter-
Un desvi'o teórico tal vez innecesario, pero mediarios rurales, productores de un exce-
útil para recordar que el "capitalismo del dente agrícola mercantilizable no autocon-
centavo" es también capitalismo
sumido ni redistribuido "gratuitamente".
En la primera parte -que por razones Este no es todavía el verdadero capita-
personales de método hubiera preferido ver
lismo agrario ; pero es ya (para emplear la
surgir como la consecuencia teórica necesa- fórmula de Sol Tax) "capitalismo del cen-
ria de la discusión de los resultados del tra- tavo", acumulado en manos de una clase
bajo de campo-, David Lehmann cita a los media en vías de aprovechar en su benefi-
mejores autores a propósito de la interpreta- cio las reservas no capitalistas de mano de
ción de las economías campesinas. El criti- obra, a expensas de sus tradicionales obliga-
ca, con justa razón, la rigidez de ciertas for- ciones andinas de reciprocidad mutua.
mulaciones "teóricas" (¿"teóricas" o, una David Lehmann nos recuerda estas evi-
vez más y en realidad, formalistas detrás de dencias y cree tener argumentos para de-
su apariencia de "marxistas"?) que oponen nunciar los dogmas en la materia de una
al polo capitalista de nuestras sociedades "ortodoxia"(?) marxista(?) que estaría so-
(el centro imperial opuesto a la periferia bre todo representada -si he comprendido
campesina, el capitalismo agrario opuesto a bien- por Chayanov y A.G. Frank. Quizás
la "economía campesina") un polo precapi- éste sea el punto más débil de un artículo
talista o no capitalista. Y Lehmann muestra que, por lo demás, es muy positivo .
bien que, incluso en la teoría, nada excluye
que en su reproducción ampliada a escala
mundial, nacional o regional, el capitalismo
no fabrique a la vez y "no capitalismo" y Fernando Rosero Garcés
transición (campesina) al capitalismo. Vol- Instituto de Investigaciones Económicas
viendo a un artículo olvidado de Brewster, de la Pontificia Universidad
Lehmann recuerda cómo la mecanización Católica del Ecuador
de la agricultura familiar refuerza la estruc- Apartado 2184
tura familiar (no salarial) de los producto- Quito. Ecuador
res y sus actividades productivas (en térmi-
n_os capitalistas). Por analogía , el autor su- Es verdad que las ciencias sociales, al
giere que en los Andes , como en otras par- plantearse el desarrollo del capitalismo en
tes , el "kulak" no es por cierto todavía un el campo , han centrado su atención en los
verdadero capitalista agrario (ya que utiliza procesos de pauperización y proletarización
poco o nada el trabajo asalariado), si bien de los productores campesinos, así como
comparte con el verdadero capitalista la ló- en los cambios de las estrategias producti-
gica ACUMULACIONISTA MONETARIA vas de las haciendas. Además, en Ecuador
aun si le ha servido en parte para mantene; como en otros países del continente, los in-
su red de clientela abastecedora de mano vestigadores sociales se han ocupado de las
de obra no ( o muy poco) asalariada. condiciones de transformación-conserva-
Entre es tas dos formas de movili zación ción de las unidades de producción campe-
de la mano de obra agrícola local ha y, cier- sino-comunales y de los mecanismos de re-
tam ente, una difere ncia de NATURALEZA campesinización, descuidando los procesos
(la forma salarial agrícola es indicadora del de diferenciación "hacia arriba" o capitali-
modo dé producción capitalista; la obliga- zación de las unidades de producción fami-
ción agrícola de parientes y clientela a tra- liares.
vés de relaciones de (falsa) reciprocidad no Esta constatación ha llevado a Lehmann
lo es) . Sin embargo, no hay diferencia de a estudiar el caso de los medianos produc-
LOGICA (sea ésta capitalista o "primitiva", tores de Huaca y El Angel , de la provincia
acumulacionista en los dos casos). Es, pues , septentrional de los Andes ecuatorianos. Al
muy comprensible en teoría que también parecer, los principales resultados de la in-
sinos desarrollaron estrategias parecidas a la reevaluar algunas de mis ideas. Si bien nun-
EFC (a pesar de que parecen usar más ma- ca me consideraría un "dependentista",
no de obra asalariada de lo que postula debo reconocer que me sentí atraído por la
Lehmann). Al mismo tiempo, una parte del teoría de la dependencia hará un decenio y
campesinado pobre , en condiciones de frag- medio, cuando , con gran entusiasmo, descu-
mentación dramática de la tierra, migraba brí a André Gunder Frank y ansiosamente
frecuentemente y mantenía su acceso a la incorporé sus ideas en los estudios de co-
tierra como "seguro" frente a las condicio- munidades que realizaba en aquella época.
nes inseguras y eventuales de empleo. ¿No Por supuesto , no tenía la menor idea de al-
podría ser, entonces, que en algunas regio- gunas de las consecuencias lógicas de la uti-
nes la vía EFC es estrategia de empresarios lización del modelo, esto es, la ligazón de
campesinos, mientras que la vía involutiva nuestra visión con la involución agrícola y
sirve de estrategia para los campesinos po- la creación de un contexto para el resurgi-
bres casi proletarizados? miento de la idea de un eterno "modo de
Irónicamente, a pesar de que Lehmann producción campesino". Sin rechazar con-
tiene como propósito básico romper algu- cientemente el modelo de la dependencia,
nos estereotipos acerca del campesinado, al mis pensamientos han pasado hasta el cam-
mantener un nivel tan abstracto, tiende a po de la economía política de la agricultu-
reproducir otros supuestos sobre los campe- ra, aunque con disgusto noto, en críticas a
sinos. Con excepción de sus referencias a algunos de mis últimos trabajos, un residuo
diferentes experiencias de migración entre del que no me había percatado . De todos
ricos y pobres, Lehmann tiende a presen- modos, estoy endeudado con Lehmann por
tarnos a un campesinado sin diferenciación haberme ayudado a seguir el desarrollo de
interna. Sus "vías" de desarrollo capitalista mi propia conciencia, tal como es.
parecen variar sólo por regiones. Pero las es- · Cuando finalmente, hace diez años , leí a
trategias capitalistas de los campesinos se Chayanov, estaba listo para utilizar su tra-
definen no sólo en referencia a la hacienda, bajo , pero, lamentablemente, me desilusio-
el Estado y el mercado, sino también frente né. Lo que me desanimó fue su perspectiva
a luchas internas entre parientes, entre ricos alienada del trabajo humano como " peno-
y pobres, entre hombres y mujeres. Sola- so", lo cual me parecía no sólo una idea de-
mente al examinar todos los niveles de com- primente, sino degradante , en vista del pa-
plejidad es que finalmente lograremos res- pel estratégico que tiene el trabajo en la
catar a los campesinos de detrás de esa producción y reproducción del género hu-
"muralla china" que los hace artefactos de mano -si bien esta idea de "penuria" pue-
análisis, en vez de personas (" humanos", de significar por extensión "fatiga del tra-
dice Lehmann) involucradas en las luchas, bajo "O). ¡Demasiado para mi "sensibilidad
decisiones y conflictos del mismo mundo ofendida"! El verdadero problema de em-
en que vivimos todos. plear las ideas de este " héroe de la marxo-
logía-leninología" no radica tanto en sus
pequeños valores burgueses, sino en las he -
rramientas analíticas que estos valores for-
William W. Stein jaron. Este enfoque del trabajo campesino
Department of Anthropology condicionó la construcción de un modelo
Faculty of Social Sciences de organización de la producción campesi-
University of Buffalo na que, esencialmente , constituyó el tipo
581 - L. Spau/ding Quadrang/e de "desprogramación" que ejerciera una in-
Buffalo, NY 14261 fluencia subversiva en la Unión Soviética
U.S.A.
El camíno de los estudios campesinos
está lleno de baches y rompemuelles, y uno (1) LEHMANN, David. "Economía campe-
de los méritos del artículo de Lehmann es sina : Guía para planificadores progresis-
llamar la atención sobre algunos de los peli- tas'' , Revista Andina, 1,1: 135-141.
gros. Al leerlo, he tenido que examinar y 1983 .
yanoviano, sino a uno más dinámico que podría haber sido alcanzado fácilmente con
pueda enfrentarse con el cambio. Aquí, de- menos ampulosidad , con menos riesgo polí-
jando de lado cuestiones de ritual y el uso tico y , dicho sea de paso , con menos riesgo
de "viejos textos", no hay substituto para para las personas". ( ¡El mismo había criti-
el análisis de Marx sobre el fetichismo de cado antes la concepción del Estado desvin-
bienes de consumo. "La imagen de su pro- culada de las luchas sociales!).
pio futuro" existe para el Perú (y, sin duda, A mi juicio, el problema central del ar-
para otros países del Tercer Mundo) en el tículo -en verdad, un conjunto de opinio-
hecho de que entre los años 50 y 70 , en Es- nes que me agradan, pero que no están fun-
tados Unidos, el acmé del capitalismo mun- damentadas ni analítica, ni empíricamen-
dial, según Lappé y Collins(9) , "1900 gran- te- es que no tiene ninguna teoría por
jas, la mayoría pequeñas, se iban a la quie- detrás.
bra cada semana principalmente bajo el pe- Sostiene Lehmann que "la mano de
so de un control de las grandes empresas obra es más barata en una unidad campesi-
que cada vez abarcaba más nuestro sistema na que en una capitalista porque los pro-
alimentario" . Este proceso ya está bastante ductores campesinos tienen acceso a secto-
encaminado en el Perú en tanto que las em- res del mercado laboral a los que otros no
presas agroindustriales van asumiendo el pueden llegar". Y hace de eso su gran expli-
aprovisionamiento de la población, dejando cación para la "acumulación campesina",
un margen menos beneficioso para los agri- donde resultan las empresas familiares capi-
cultores, algunos de los cuales seguirán vi- talizadas . ..
viendo cómodamente por un tiempo. No dudo que los campesinos de Carchi
tengan acceso a fuentes distintas del sector
capitalista para obtener mano de obra. Por
otra parte, es inaceptable hablar de lazos de
(9) LAPPE, F.M. and COLLINS, J., Food parentesco y de dependencia personal de
First, Beyond the Myth of Scarcity. Ba- ··mercado laboral", como hace Lehmann
llantine Books. New York, 1979. (no es el único término que utiliza fuera del
contexto usual en economía ; otro, por
ejemplo, es fuerza de trabajo, que él no dis-
tingue de mano de obra , o aun empleo, de
José Graziano da Silva ocupación). Es justamente porque el mer-
lnstitutv Economi'a UNICAMP cado laboral es poco desarrollado, como se
Caixa Postal 6135 verifica también en ciertas zonas de Brasil,
13. 100 Campinas que eso ocurre. E indica sólo que el merca-
Siío Paulo. Brasil do de trabajo aún no está unificado y que
los campesinos tienen menos posibilidad de
No creo que haya entendido el artículo diferenciación ' hacia arriba " a medida que
de Lehmann. Además, es prácticamente se desarrollan las fuerzas capitalistas que
imposible comentar un "estudio de caso" unifican el mercado laboral.
sobre el origen de las empresas familiares De cualquier forma, el tener o no acceso
capitalizadas del Carchi (Ecuador) que co- a fuentes distintas de mano de obra es un
mienza con una crítica a la teoría del inter- hecho que debe ser comprobado empírica-
cambio desigual y la teoría de la dependen- mente y para que tenga alguna relevancia
cia para concluir que es un "problema ideo- explicativa para el origen de las empresas
lógico" no admitir esa "vía involutiva" (el familiares capitalizadas habría que demos-
autor no utiliza comillas, con el agravante trar que éstas no se desarrollan donde el
de que la traducción deja muchas dudas). mercado ya está unificado. Además, para
Eso en cincuenta páginas, sin hablar de pasar de estas comprobaciones empíricas a
los comentarios insólitos que se permite algo que se podría llamar teoría, sería nece-
acerca de los resultados de las reformas sario explicitar el mecanismo de apropia-
agrarias de Chile y Perú que, según él, "al ción del excedente. En eso la "teoría" de
final ( . .. ) han llevado a la expansión de la Lehmann parece tener la misma concepción
pequeña burguesía rural, un resultado que de las explicaciones de la "autoexplotación
RESPUESTA
la crítica ideológica anterior), cómo el desa-
David Lehmann rrollo puede variar entre distintas estructu-
Centre of Latin American Studies ras agrarias según el tipo de empresa que en
University of Cambridge ellas domina y según los mecanismos adop-
Cambridge CB3 9EF tados por esa empresa para satisfacer sus re-
Inglaterra querimientos laborales. El tercer objetivo
es ilustrar, con un resumen rápido de cier-
Al leer los comentarios y al releer mi tos rasgos observados en nuestra investiga-
trabajo me doy cuenta que si lo hubiera es- ción carchense, una de estas vías de desa-
crito directamente en castellano para un rrollo -la dominada por las EFC- en algu-
público latinoamericano, lo hubiera hecho nos de sus aspectos y subrayar el papel de
de manera un poco distinta. Primero, hu- la migración permanente y de la mediería
biera desechado o sustituido varias referen- en la fase inicial de esa vía . Es importante
cias anglo-sajonas y asiáticas y, segundo, recalcar aquí (y respondiendo a las quejas
hubiera centrado la discusión más directa- de Efraín Gonzales y otros) lo que omití
mente, más concretamente, en cuestiones decir en el artículo mismo: se trata menos
de estrategia política actual. de un artículo sobre nuestra investigación,
Claro que al hacer arqueología ideológi- que de una exploración teórica inspirada en
ca lo estoy haciendo en mi propia historia ella y que por eso, como para no entregar
tanto corno en la de otros. Pero no creo un trabajo puramente especulativo, merecía
que esta admisión niegue el valor de lo que una complementación empírica, aunque
trato de hacer al poner al desnudo los ele- ésta quedara poco detallada por obvias ra-
mentos ideológicos que desde hace años zones de espacio. Sin embargo , me doy
subyacen y penetran el uso que todos he- cuenta, al releerlo, que he cumplido sólo
mos hecho de la maldita palabra peasant/ escuetamente con la promesa de presentar
"campesino". Esta crítica tiene como obje- algunas de las condiciones que favorecen la
tivo dejar en claro el objeto verdadero y transición a una estructura dominada por la
subconciente de un discurso que ha cobra- EFC, relegándolas a algunos párrafos de la
do mucha popularidad en todo el espectro última sección. He hecho un análisis deta-
ideológico. Es más, la "reducción" de la llado de la mediería que retoma los temas
oposición "campesino-capitalista" a la cues- de este trabajo y que aparecerá en la revista
tión de la mano de obra barata no es más Estudios Rurales Latinoamericanos, dispo-
que la destilación del elemento común a nible (gratis , pero en inglés) en el Centro de
todas las otras definiciones y teorías. Mi in- Estudios Latinoamericanos de Cambridge .
novación consiste en pretender separar lo Además, el artículo sufre de cierta ambi-
barato de lo familiar (de la mano de obra) güedad al dar la impresión que yo creo que
en la oposición y trocar la oposición por en Carchi observamos una estructura domi-
una gama de matices. Así espero satisfacer nada por la EFC ya acabada, y no es así.
la tal vez justificada exasperación de Glave Más bien hay una expectativa de que la EFC
quien dice que "hay que ponerse de acuer: llegará a dominar en esa región, y lo que ob-
do de una vez". servamos es un proceso de transición a esa
El primer objetivo del artículo es, enton- estructura, la cual, sin duda, tampoco dejará
ces, lo señalado por Jean Piel y por José de de cambiar en el momento de su aÚge. Aquí
Souza-Martins: desmitificar, destruir la po- cabe recordar la acertada referencia de Mar-
laridad entre "campesino'' y "capitalista". tínez Valle a la crisis que actualmente azota
Otros comentaristas no parecen haberlo en- a los "farmers'' norteamericanos.
tendido . El segundo objetivo es mostrar, so- Pero, en definitiva, para mí la estructura
bre la base de cierta concepción segmenta- dominada por la EFC es (relativamente)
da del mercado laboral (la cual emerge de más igualitaria que la involutiva en cuanto
todo un programa de investigación futura. ción tal como está descrita en el artículo,
Varios comentaristas (entre ellos Stein y y la 'otra regional. Así se daría lo que Stein
Mallon) sugieren que mis dos "vías" pue- llama la relación dialéctica entre las dos
den conjugarse en una sola (Mallon) o que vías .
pueden ser dialécticamente relacionadas en- Lo que llama la atención en las críticas
tre sí. Creo que a la larga sí se diferencian es la variedad de los temas recogidos y Jo
regionalmente y que los casos como el cita- que no está criticado. La defensa de la "es-
do por Mallon , y largamente descrito en su pecificidad andina" l ¡la cual me inspira me-
libro , donde empresas capitalistas surgidas nos preocupación que a Jean Piel!) está
de un medio campesino existen lado a lado ausente o muy matizada. ¿Qué hubiera di-
con empresas más campesinas sujetas a pro- cho un John Murra? Y la existencia misma
cesos de involución, están en una fase de de las EFC no está cuestionada.
transición a nivel regional, donde ya está en Mis aseveraciones sobre las reformas
marcha una dinámica irreversible hacia la agrarias provocaron un desacuerdo agrio y
eliminación de la empresa campesina. Evi- otro más matizado, revelando la generaliza-
dentemente, todo depende de cómo se de- da decepción que han provocado a pesar de
fine y delimita una "región", pero sí creo haber sido, en cierto sentido, "inevitables".
que se puede pensar que hay cierta, y tal Eso muestra la gran necesidad de una radi-
vez mucha, complementariedad entre las cal revisión, adecuada a la coyuntura actual
dos vías , aun cuando ellas se dan en regio- (que difiere tanto de la coyuntura de los
nes distintas, por los flujos de mano de años sesenta), y que esa revisión ya está en
obra y tal vez por otras relaciones . Así , marcha . Por eso -y no para arriesgarnos en
habría dos diferenciaciones superpuestas, proyectos utópicos- hacemos investigación
la una social, al interior de cada vía, cada social.
una con su patrón específico de diferencia-
bajos críticos previos de las fuentes para determinar en qué se basan estos
relatos : en testigos presenciales o no , en recopilaciones de datos procedentes
de otras relaciones o facilitados por informantes cuya identidad sería útil co-
nocer también . Esta labor crítica es posible al rastrear las huellas biográficas
de los cronistas, tarea de mucha amplitud (ver en este campo el notable tra-
bajo de P. Duviols sobre el Perú) , pero apenas esbozada para las fuentes ecua-
torianistas (J ijón y Caamaño 1941 : Cap. 11 L Larra ín Barros 1980b ).
Las fuentes aquí citadas adolecen de varios defectos : son tardías en
su mayoría y casi todas están escritas en el Perú ; es decir que han transcrito
sólo la tradición incaica cusqueña. En cuanto a la más prolija sobre tales
acontecimientos - y generalmente ampliamente usada por estos autores (Es-
pinoza Soriano 1983 : L 285-355) -, la obra quiteña de Cabello Valboa , no
sólo parece haber utilizado también a un informante Inca en Quito (Valcár-
cel 1951 : XXVI; Salomon 1978a : 204 ), sino que presenta similitudes con las
de Sarmiento de Gamboa y Murúa (Valcárcel , ibid: XXXV; Espinoza Soria-
no. ibid: 323).
Notemos, por fin , que el cronista más autorizado y más temprano ,
Cieza de León , que viajó personalmente por Ecuador (ya en 1547), aporta en
cambio muy pocos datos sobre las conquistas incaicas del norte del Imperio
y hasta emite serias reservas sobre la veracidad de las tradi ciones orales (co-
rno , por eje mplo . sobre el origen quiteño de Atahualpa) o de su reinterpreta-
ción por otros cronistas (Cieza 1553a : 389).
El que los españoles no hayan sido testigos presenciales de aquellos
acontecimientos, ocurridos unos afios antes de su desembarco en Sudaméri-
ca, explica también la escasez de referencias en la otra categoría de fuentes
disponibles: la documentación de archivos del siglo XVI. Entre éstos, sólo un
documento de 1583 alude a la conquista incaica: es la conocida "probanza
de méritos" del cacique de Cayambe. Hierónimo Puento (en AGI/S. Audien-
cia de Quito, 22, y varias veces publicada; por ejemplo en Moreno Yánez
1981 ), cuya objetividad histórica es altamente cuestionable ya que ofrece sin
matices una versión "cayambe" que otorga a sus antepasados la primacía
absoluta sobre las demás etnias (Espinoza Soriano , pese a reconocer la parcia-
lidad de este testimonio (ibid: 339, 343), hace amplio uso del documento).
Por lo tanto , la deficiencia de las fuentes disponibles sobre el norte
del Imperio Inca en tiempos prehispánicos nos llena de escepticismo sobre las
posibilidades de una reconstrucción fidedigna -en particular cronológica -
de la conquista incaica. Nos parece en cambio de más porvenir el cuestionar-
se sobre la naturaleza de la dominación incaica sobre el extremo norte del te-
rritorio ecuatoriano, que corresponde a la expansión máxima del Tawantin-
suyu: después de la conquista, ¿por qué medios mantuvieron los Incas su do-
minio sobre las poblaciones autóctonas?, ¿en qué consistió esta dominación
y qué grado alcanzó? , ¿qué pruebas tenemos de ello en este territorio norte-
ño, con posición particular de frontera del Imperio? , ¿qué informaciones so-
bre las sociedades locales se puede n deducir de las modalidades de la domi-
nac1on inca en esta zona específica? El análisis de estos temas nos llevará a
una discusión de la problemática planteada por Saloman en el último capítu-
lo de su tesis (Saloman 1978a : 267-316 , "Quito in a comparative perspecti-
ve"), obra pionera sobre el norte del Incario.
Estas preguntas conciernen ante todo a las modalidades de una domi-
nación de tipo militar y político , aunque es necesario cuestionar también su
posible interrelación con un control de tipo económico. Las analizamos a ni-
vel preciso de un territorio étnico particular, limitado geográficamente al sur
por el curso del río Guayllabamba y al norte por su frontera con la tierra de
la etnia Pasto , cuyo último pueblo era Tuc;;a (San Gabriel en la actualidad)
(Cieza 1553a: 389). Culturalmente, corresponde a los llamados cacicazgos
prehispánicos de Carangue , Otavalo, Cochasqui y Cayambe.
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de se dio la última batalla entre los Incas y los aborígenes norteños- está
constituida por descendientes de mitimaes incas , todavía en 1948 ( 1983:
340).
De todas formas , aun cuando existe la referencia a " mitimaes" en la
documentación colonial , conviene examinarla con cautela (Murra 1978a:
245) y verificarla si es posible con otros datos, ya que en el vocabulario espa-
ñol colonial se solía designar con ese vocablo no sólo a los mitimaes incaicos,
sino también a los yanaconas apresados y desplazados por los españoles du-
rante las guerras de conquista y las guerras civiles ; también podía aplicarse a
forasteros o indígenas migrantes ya desde el siglo XVI.
En cambio , sobre el segundo conjunto del Quinche - Guachalá sí
existen referencias documentales indiscutibles: tanto sobre la presencia en el
siglo XVII de varios "pucarás" y de una "acequia del Inga" en la zona de
Pambamarca y Guachalá (AHBC. Fondo Bonifaz, Tomo l. Guachalá . Linaje
1-4 ; f.! Ir ; 55r ; 138r/v) como sobre la de mitimaes incaicos. Recordemos las
evidencias presentadas por Saloman (1978a : 232) sobre el poblamiento del
Quinche (una lista de nombres de trece mitimaes de claros apellidos extran-
jeros en 1580). Reunimos también varios elementos sobre los mitimaes de
Guachalá - Pambamarca : en 1577 , Don Juan Mi tima , "gobernador des te
pueblo del Quinche y Guayllabamba" , presenta una petición acerca de unas
tierras en Otumbamba (hoy día Oton) de "mais y frisoles y otras cosas"
(AC/Q Juicios Civiles Caj "1600. Haciendas de colegios de Otavalo". Doc:
"Pleito de Doña Beatris Ango Quilago yndia natural del pueblo de Cayambe
... 1660": f. 137-138). Según su testamento (s.f.) , es hijo de "Don Diego
Pallo y Mitima .. . cacique del Cusca". Tiene a cargo a "los sujetos de la
Parcialidad de Guachalá benidero del Cusca y demas otros pueblos de la
besindad del Cusca que trajo mi padre Don Diego Pallo" (ibid: f. l43r).
Sobre este grupo, varios documentos posteriores confirman que perduraron
como grupo mitima por lo menos hasta finales del siglo XVII (Doc : Freile-
Granizo 1981: 255-279. Numeración de 1685). Hemos encontrado en un
padrón más temprano -1632- la lista de sus integrantes, cuyos antropóni-
mos permiten rastrear el origen étnico y geográfico : consta de 35 personas,
13 de ellas con apellidos oriundos del Perú (Tallana, Guarnan , Talla, Tacuri
(?)) y de Bolivia (Caillagua , Layme , NinaCatari) (ANH/Q. Indígenas 2. Doc
1632-6-11 ; fol. 30v.). Los demás llevan apellidos aborígenes, en particular las
mujeres, lo que interpretamos como la prueba de una absorción rápida den-
tro de la población local ( ¿Es casualidad el topónimo "Pambamarca" o re-
cuerda el lugar de origen de los mitimaes Huayacuntu que participaron en la
conquista de Quito con los Incas?) (Espinoza Soriano 1975 : 353 y AGI/S
Patronato 132 No . 2-R3. f.lr; 4r.; 1576).
En conclusión sobre este tema , subrayemos que los datos sobre la
presencia efectiva de mitimaes incaicos en el territorio Otavalo son poco nu-
merosos ; esto revela a la vez la poca importancia numérica de aquéllos y, por
eso mismo , su rápida integración en la sociedad autóctona. Quizás esto se de-
ba a que los mitimaes eran ante todo soldados cuyas guarniciones se deshicie-
ron al terminar las luchas contra los conquistadores espafioles, y no mitimaes
económicos; es decir, colonias cuya estructura familiar permitía su perma-
nencia bajo el nuevo. orden colonial. Esto implicaría también que los miti-
maes militares no venían acompañados de sus mujeres , contrariamente a lo
que se suele creer.
Así como los relatos de los cronistas evocan de forma confusa y con-
tradictoria las guerras incaicas en el norte andino, del mismo modo describen
sin gran precisión el sistema político preincaico imperante en el territorio
que nos interesa. En base a las escasas fuentes disponibles no se puede saber
en qué consistían los llamados "cacicazgos" prehispánicos de Cayampis,
Caranquis, Otavalos, Cochasquis/Quilagos, ni afirmar que se unieron en una
"confederación" contra la agresión Inca , según el relato de Cabello Valboa
(1586) difundido por el Padre Velasco (1789) .
Nos parece también que es un tópico de eterna discusión (en el esta-
do actual de las fuentes) el querer determinar cuál de aquellos sefioríos era
preeminente sobre los demás. El único documento que plantea la cuestión de
una jerarquía, la probanza de un cacique Cayambe (AGI/S . Quito 22. Pro-
banza de Hierónimo Puento. 1583), presenta - como era de esperar- una ver-
sión Cayambe de la historia que da el mejor papel a su grupo étnico :
f. 9r : "Si saven que los dhos padres e abuelos del dho Don Hieronimo
Puento antes e despues que los yngas los sujetasen sus pasados y ellos
fueron señores e mandavan los pueblos de Cayambe Cochizqui e
Otavalo . .. "
A falta de otras versiones documentales, nos parece imposible com-
partir las convicciones de los autores que dan total crédito al testimonio del
cacique Cayambe (Larraín Barros 1980a: I, 114 , 120 ; Moreno Yánez 1981 :
98-103; Espinoza Soriano 1983: I, 99 , 220) .
Si bien no existen pruebas de una unidad política preincaica , en cam-
bio pueden deducirse de varios indicios y datos documentales dos puntos :
primero , la manifiesta unidad cultural del territorio que abarcaba los caeicaz-
gos de Caranqui , Otavalo , Cayambe y Cochasquí (cf. 4a . parte también). y se-
gundo , la unidad política a cargo del máximo cacique de Otavalo después de
la conquista incaica (lo cual desmiente la afirmación del cacique de Cayam-
be , según el documento arriba citado de 1583 , que atribuye el liderazgo su-
premo a su abuelo no sólo antes, sino también después de la conquista). Los
conquistadores españoles, al llegar a esta zona , la encuentran bajo el dominio
incaico , pero el jefe máximo no es un Inca , sino un señor aborigen , Otavalan-
go (Caillavet 1981: 110 ; 1982: 38). quien ejerce su autoridad sobre "la pro-
vincia de Otavalo" (ibid) que se extiende , al norte , hasta el límite ya señala-
do con los Pastos ; incluye hacia el oeste a los "pueblos" ( =terminología es-
pañola) de Axangue, Lalchipichí y Puéllaro , y en el sur a Guayllabamba (es
decir, un territorio geográfico que comprende tanto Caranqui al norte como
Cochasquí al sur, para responder al argumento del cacique de Cayam be)
(AGI/S Escribanía de Cámara. 922A . Pieza 3a. , f. 475v.) . Es verdad que no
está especificada la pertenencia de Cayambe a esta provincia de Otavalo , pero
existe otra prueba de la autoridad ejercida por Otavalango sobre el cacicazgo
de Cayambe: éste cría en su casa al niño de Cayambe Hierónimo Puento
(AGI/S Quito 22 . ibid ., f. l 6r.) . Esta práctica recuerda el sistema incaico que
consistía en hacerse cargo de los hijos de jefes étnicos conquistados para inte-
grarlos en el molde incaico y a la vez usarlos como rehenes.
En este caso , es probable que esta práctica se deba a la intervención
incaica, aunque - a falta de pruebas- no podemos descartar una costumbre
local. Ambas hipótesis de todas formas llevan a la conclusión de la suprema-
cía del jefe étnico Otavalo sobre el norte en época de los Incas. Tampoco hay
forma de saber si esta autoridad global de Otavalango era anterior a la suje-
ción inca o si le había sido delegada por aquéllos (ver 4a . parte : la reorgani-
zación administrativa incaica).
A la llegada de los españoles , existen pruebas de vínculos personales
entre Otavalango y Atahualpa: un hijo quiteño del Inca se casa en 1539 con
una hermana "legítima" (según la clasificación española) de Otavalango y es
muy probable que esta ceremonia cristiana ratificara una unión ya existente
en tiempos prehispánicos. Aparte de esta unión entre los tales D. Francisco
Auqui Atagualpa Inca y Da. Beatriz Coquilago Ango, no tenemos testimonios
de vínculos familiares anteriores , ya que no sabemos nada de la o las esposas
de Otavalango (Caillavet 1982 : 39, 41). Las alianzas matrimoniales entre los
Incas y los jefes étnicos conquistados eran una forma de establecer una rela-
ción estrecha mayormente cuando estos conservaban el poder directo sobre
su etnia (Murra 1978b: 929), como fue el caso para Otavalo. ·
La documentación de archivos permite confirmar el vínculo personal
establecido entre el Inca y el jefe Otavalango. Sabemos por un expediente de
1578 , ya muerto éste (sobre genealogía de Otavalango y su familia, ver
Caillavet 1982; hay errores en Espinoza 1983: 124-125), que su hija Da.
Catalina sigue poseyendo unas tierras directamente heredadas de su padre y
con rebaños de llamas: "una estancia de tierra de Caja en la qual tiene cierto
ganado vacuno e yeguas e ovejas de la tierra y puercos" (AGI/S Escribanía
de Cámara 922A. Pieza 3a. , f. 775r.). El dato es interesante por ser el único
(que conocemos al menos) referente a la persistencia de llamas en la sierra
norte en toda la documentación del siglo XVI, sea porque éstas fueron diez-
madas rápidamente con la conquista española (Cieza 1553a: 392) o porque
fueron introducidas por los Incas para un uso restringido (Saloman 1978b:
971 ). En este caso, consideramos que no es casual que estas "ovejas de la
tierra" constituyan una propiedad privada cacica! y no un rebaño de comuni-
dad perteneciente a todo el grupo étnico o al menos a una parcialidad ind íge-
tesoro incaico de Caranqui (Cieza 1553a: 390); es decir que se trata clara-
mente de una agresión al poder inca. El segundo es la precisión temporal que
subraya Cieza en sus dos testimonios (ibid): es cuando ya ha llegado al norte
del Tawantinsuyo la noticia no sólo de la presencia de los conquistadores es-
pañoles, sino también de la muerte de Atahualpa , cuando ocurre el ataque
otavaleño a Caranqui. Está claro que este aprovechamiento de la coyuntura
tiene por sentido el librarse del yugo inca, ya que está debilitado por la pérdi-
da de su cabeza. El ejemplo de Otavalo revela los inconvenientes de un "go-
bierno indirecto" (Murra 1978b : 929) por parte de los Incas , expuesto a in-
tentos de rebeliones aborígenes apenas se presente una oportunidad para
ellas .
Otra prueba del poco arraigo inca en el norte es la insurrección del
cuerpo militar de los huambracuna contra su general inca Quisquis , a quien
siguen en su lucha contra los españoles desde el Cusco, pero a quien asesinan
en Quito. Este dato de Cieza de León (1554: 347: "Mataronle los mismos
Guamaraconas que con el ivan cerca de Quito") es confirmado por un docu-
mento temprano ya citado (AGI/S Patronato 1OO. , R I O. , Carta del Cabildo
de Quito de 9 de octubre de 1536; f. 42r): "y estos Guamaraconas ... ma-
taron al Quisquis con quien ellos venían del Cusco afin de conseguir su liber-
tad porque el dicho Quisquis los quería bolver al Cusco viendo que no podía
apoderarse de estas provincias". Notemos que Zárate atribuye la responsabi-
lidad de tal asesinato a otro hermano de Atahualpa , por desacuerdos en la
táctica de lucha anti-española (Zarate 1555: 483 , a quien siguen Jijón y
Caamaño 1936: I, 104 y Espinoza Soriano 1983 : 11, 18-19).
Estos dos ejemplos de rebelión otavaleña contra el poder Inca , nada
más llegar los conquistadores españoles, concuerdan con la manifiesta alianza
que tuvo lugar con éstos. Parece que fue suficiente el acuerdo del jefe étnico
Otavalango para que se pacificara de inmediato a favor de los españoles todo
el territorio norte. Esto puede ser una prueba de la poca fuerza de las guarni-
ciones incas en el norte o , desde luego , de su poca autoridad frente a la del
jefe étnico autóctono. La facilidad de la conquista del norte por los españo-
les se deduce de una prueba a contrario: la ausencia significativa de testimo-
nios sobre ella en las probanzas de los conquistadores (apoyamos esta consta-
tación en la lectura sistemática de este tipo de fuentes en la Sección Patrona-
to del AGI/S). A diferencia de lo que ocurre para el resto de la Audiencia de
Quito (tanto en la sierra sur, como más al norte), los conquistadores no evo-
can , entre sus brillantes hazañas, ninguna batalla contra los indígenas de lo
que hemos definido como el territorio Otavalo. Al contar la progresión de la
conquista española hacia el norte , recuerdan encarnizadas resistencias en Qui-
to y su región (los Chillos y El Quinche en particular), donde estaban asenta-
dos mitimaes Chachapoyas , Huankas, Huayacuntus, etc. que respaldaban el
dominio inca (sobre mitimaes en la región quiteña , ver Espinoza Soriano
1975; Saloman 1978a: 225-237) , y luego pasan a contar los "encuentros" en
tierras de Pastos y de la Gobernación de Popayán; es decir, al sur de Colom-
bia (ver, por ejemplo , una relación del siglo XVI sobre una expedición de
unos pocos soldados enviados por Benalcázar desde Quito para explorar el
Norte "para ver y descubrir lo que avia" - "y embio cinco soldados de a
ca vallo y muy a la ligera y que pasasen de noche por las poblaziones" - y que
llegan sin problemas hasta Pasto (AGI/S . Patronato 28. , R2 , fol. Ir ; sin fe-
cha) . El Libro del Capildo de Quito de 15 de febrero de 1535 evoca ya a los
" (indios) que han venido a las paces por la via de Quillacinga" (es decir, la
ruta del norte) (Doc : Garcés 1934: 74 , 107) y Cieza de León no evoca nin-
guna oposición indígena al avance español hacia el norte , sino en Tu~a; es
decir, justamente en el límite norte que separa el territorio Otavalo del de la
etnia Pasto (Cieza 1554 : 399).
Otavalango , aliado del conquistador Benalcázar y encomendado en él,
conserva su autoridad sobre su grupo étnico, y resulta difícil encontrar hue-
llas en la época colonial del episodio inca en este territorio . La fragilidad del
dominio inca que resalta de los acontecimientos históricos que acabamos de
analizar, puede explicarse por la poca profundidad de la reorganización lleva-
da a cabo por los Incas en esta frontera del imperio , sea por razones coyuntu-
rales (la falta de tiempo , ya que la conquista española interrumpió el curso
habitual y repetitivo de la instauración de la dominación inca) o bien por
razones estructurales (la situación geográfica del territorio Otavalo como
frontera última del imperio , que le aseguraba un trato particular de parte de
los Incas) . A fin de discutir esta hipótesis propuesta por Salomon (1978b :
975-980) , veamos primero en qué consisten las pruebas de una supuesta
reorganización in caica de la sierra norte ecuatoriana.
No existen , a diferencia con el área quiteña , como el valle de los Chi-
llos (Salomon 1978a: 241-243) , pruebas claras sobre la forma de tributo exi-
gido por los Incas más al norte , aunque consideramos que la introducción por
los Incas de una nueva forma de vestir puede relacionarse con la entrega de
un tributo textil bajo la forma de ropa estandarizada al estilo inca (Doc: RGI ,
1582 : 237). Esta imposición de una nueva indumentaria no se dio en los Pas-
tos, quienes a la llegada de los españoles vestían aún como los Otavalos antes
de la penetración incaica (Cieza 1553a: 385; Doc : RGI, ibid) . Este tributo
textil es el único cuya existencia siquiera podemos suponer por una referen-
cia colonial alusiva a un ayllu de "cumbicamayos" en Otavalo: aunque lapa-
labra ayllu no está especificada , estos cumbicamayos están reunidos bajo la
autoridad de un principal particular todavía en 1580 (Caillavet 1980: 181 ).
Pero no tenemos ninguna prueba de una organización semejante para los de-
más artesanos especializados de la etnia Otavalo, tales como olleros y carpin-
teros (AGI/S . Escribanía de Cámara 922A. Pieza 3a., f. 169r/v), ni dato algu-
no sobre un eventual tributo en productos agrícolas.
La reorganización administrativa de la población, cuya finalidad era
el control de la mano de obra destinada al tributo en trabajo , tampoco se
puede detectar. Gracias a una investigación muy detenida sobre las visitas
coloniales de la región del lago Titicaca , Julien ( 1982) ha logrado detectar
CONCLUSIONES
mismos esquemas por parte de los Incas. Si bien para lograr su dominación
usan una combinación de elementos disuasivos (represión y diplomacia)
adaptada a cada caso (como lo vimos en este trabajo para el territorio Otava-
lo ). el segundo paso , o sea la integración del nuevo territorio al Tawantin-
suyu, se realiza gracias a las mismas etapas, en una progresión reg ular y repe-
titiva , a pesar de la diversidad de las etnias bajo control (Salomon 1978b :
967-968; Julien 1982: 141 ). Para apoyar su teoría . Salomon (1978b, ibid .)
establece una tipología de las etapas de incaización, al identificar tres terri-
torios de la sierra ecuatoriana alcanzados en época distinta por los Incas y
que , por lo tanto , ofrecen de norte a sur ( I o Pasto, 2° Otavalo-Quito.
3º Puruhá) una clara "estratigrafía" de la penetración incaica , más superfi-
cial cuanto más tardía . A nuestro parecer, esta teoría implica un postulado :
la existencia en tiempos incaicos de fronteras marcadas entre aquellos terri-
torios dominados diferencialmente. Y de allí la pregunta : esas delimitacio-
nes necesarias para el programa de integración progresiva, ¿las encontraron
los Incas separando ya a las etnias serranas?, ¿o las crearon para dividir la rea-
lidad etno-geográfica en unidades de forma y "medida" convenientes para
su propósito?
En el área que hemos considerado , una de nuestras conclusiones con-
sistía en revelar que las fronteras que separaban el territorio Otavalo , al norte
y al sur, de las etnias vecinas eran muy marcadas bajo la dominación incaica,
como si existiera de parte de los Incas una voluntad o necesidad no sólo de
controlar un territorio , sino de aislarlo y de atomizar las regiones bajo su
mando . Por lo tanto , la existencia que hemos comprobado de una separación
tajante , en particular al sur, con la zona de Quito (eje Guayllabamba-Guacha-
lá-El Quinche) no concuerda con la clasificación arriba señalada de Salomon
(1978b: 975-980) , que engloba ambos territorios de Otavalo y de Quito.
considerando como coetáneas y comparables su conquista y dominación por
los Incas ( 1978b: 969). Nosotros creemos, por el contrario, que los Incas ase-
guraron su dominio en Quito antes que más al norte : Cieza de León ( 1553a:
389) recuerda que los mitimaes afincados en el extremo norte del imperio. en
la fortaleza cercana a Tuza (límite norte del territorio Otavalo). tenían velei-
dades de retornar "al Cuzco o a Quito", o sea a bases ya firm emente incas. Y
esta posterioridad de la conquista del territorio Otavalo explica el menor gra-
do de dominación incaica , en comparación con el área quiteña, que resalta
del análisis precedente (4a. parte de este trabajo), en todos los campos, tanto
a nivel de imposición de mitimaes y de la reorganización administrativa de la
poblac ión como de la redistribución de las tierras y la recaudación de un tri-
buto por el Incario.
Nos preguntamos , por lo tanto , hasta qué punto estas demarcaciones
interétnicas fueron creaciones de los Incas. ¿Dan cuenta las etapas étni co-
territoriales de la incaización de la realidad autóctona preincaica? Interroga-
ciones obligadas ya que los primeros testimonios directos de los españoles
sólo remiten a la presencia incaica , la misma que deforma nuestro conocí-
Chanta! Caillavet
GRAL- CNRS
Université de Toulouse-le-Mirail
31058 Toulouse Cédex
Francia
FUENTES DOCUMENTALES
BIBLIOGRAFIA
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194 7[15 55] Historia del descubrimiento y conquista de la provincia del
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colla por haber encabezado un ataque de los Collas "de arriba" (urcusuyu) en
contra de los Collas orientales (umasuyu), signo de la vitalidad de las tensio-
nes segmentarías medio siglo después de Cajamarca ("Cuentas de la Visita
Ge.neral . . ." , 1575 , AGI, Contaduría 1785, f. l 72). Una última referencia
evoca la hostilidad tradicional entre Charcas y Carangas (" ... fueron siempre
continuos adversarios y de perpetuas guerras . .. " , D. de Mendoza , 1665 , p .
28) , revigorizada durante la organización toledana de la mita potosina. Así,
los Charcas acusaron a los Carangas de haberse beneficiado de un trato (infe-
rior número de trabajadores mineros , concesión de tierras en Cochabamba)
más favorable (Memorial de Charcas, 1582).
Por consiguiente , es necesario constatar el resurgimiento de estas riva-
lidades preincas que posiblemente fueran " congeladas" bajo la cobertura es-
tatal del Tawantinsuyu. Ellas se reactualizan con los pactos acordados por
ciertas etnías con los conquistadores españoles y luego con las autoridades
reales (funcionarios de la Audiencia de Charcas , creada en 1561) y han cier-
tamente influido sobre los cortes territoriales trazados por las nuevas institu-
ciones : repartimientos, corregimientos, reducciones , capitanías de mita , pa-
rroquias . Nos hacen falta , desgraciadamente , más detalles sobre estos enfren-
tamientos, que parecen constituir la trama misma del juego segmentario en
el sur andino . Aunque ignoramos su dinámica específica, que se puede rela-
cionar seguramente con ciclos de unificación/fragmentación propios de la
"dinámica tribal" analizada por J . Friedman , no podemos dudar, sin embar-
go , que dicho juego interfirió en las luchas anticoloniales.
Las rivalidades ínter-étnicas condicionan tanto la capacidad de enta-
blar y coordinar acciones propias como la posibilidad de expulsar a los in-
trusos españoles . Por otra parte , con motivo de la triple medida toledana
(" reducción" a pueblos de los autóctonos, monetarización del tributo , orga-
nización de las mitas indígenas a favor de las minas , ciudades y haciendas),
que busca debilitar el poder tanto de los encomenderos como de los " seño-
res" étnicos (mallku en aymara, kuraka en quechua), los españoles creen ha-
ber asentado definitivamente su dominio en los mismos Andes. Los movi-
mientos étnicos que se dan inmediatamente después de esta reorganización
del control colonial , obligan a desmentir semejante certidumbre , del mismo
modo que un pretendido consenso entre los distintos protagonistas étnicos y
sociales de los Andes hispánicos.
sario Francis Drake (Noticias Políticas de Indias, 1639 ; Sucre , 1978: 133-
134) .
La comparación entre estos dos primeros proyectos subversivos, ocu-
rridos durante el mismo período , señala una fuerte diferencia de escala. Uno,
localista , asocia a dos grupos marginales con un número limitado (algunos
miles) de personas que se apoyan en una situación periférica, geográfica y po-
líticamente, del tipo frontera-refugio; el otro abarca a gran parte de los mora-
dores del Collao y de Charcas, quienes aprovechan sus viajes y encuentros en
Potosí para preparar un levantamiento general apoyado en la intervención
exterior de una de las tres mayores naciones de la época.
Los dos casos siguientes sintetizan esta doble modalidad : las conjuras
tramadas por las autoridades étnicas de las altas tierras centrales cuentan con
la intervención de los grupos marginales de la vertiente externa amazónica,
como los Yungas y los Chunchos del Alto Beni.
3. El rumor de los valles ( 1613)
En marzo de 1613 llega a los españoles de La Paz el rumor de un alza-
miento nativo previsto para el día de Corpus Christi. Múltiples testimonios
proporcionados por viajeros indígenas, pastores , viajeros comerciantes , reve-
lan el temor ante el peligro: "avia de aver guerra en toda la tierra".
Por ejemplo , una vecina de La Paz encuentra a un grupo de nativos
dirigiéndose con un rebaño (alpacas, ovejas) hacia los valles cercanos. Reco-
nociendo a uno de Tiahuanaco , le llama para comprarle una oveja. Este re-
chaza arguyendo que quiere guardarla a fin de intercambiarla contra comida
en los valles "hasta que se acaben las guerras" . Ante la sorpresa de la mujer,
el grupo explica :
"Señora, estos nuestros curacas son grandes vellacos que nos quieren
echar a perder a todos porque esta vamos quietos y ellos quieren ·gerra
(sic) con los españoles y los curacas de caquiabire , machaca, tiaguana-
co y viacha se han juntado y an tratado des ta gerra i ym biaron dos
yndios a los chun·c hos dandoles avizos della ... y querrian comenc;ar
para la semana santa porque los dos yndios no an buelto de los chun-
chos . .. y la an dexado para el dia de corpus y lo que le embiaron a
dezir fue que los chunchos saliessen por los yungas y que los dichos
curacas y su gente entrarian por la puna y todos a un tiempo en esta
ciudad y matarian los españoles ... que avian de ajuntar para ello a
quantos yndios pudiesen y que ellos no quisieren ayudarles les avian
de matar ... ".
Hecha esta advertencia , el grupo se escapa a los valles, sin dar mayo-
res detalles sobre los líderes de la subversión.
La encuesta revela otros casos de insubordinación y amenazas por
parte de autóctonos empleados en La Paz . La sublevación debía estallar si-
multáneamente en todas las ciudades del sur andino. Varios implicados (en
particular en los valles de Larecaja) reciben reprimendas y , el día de Corpus
Christi, una revista de armas termina por atemorizar a los alzados. El corre-
gidor de La Paz ordena el silencio sobre todo este asunto (AGI, Charcas 19 ,
56 folios).
4. La revuelta de Songo
Diez años después del rumor que agitó el área paceña , estalla en la
vertiente amazónica cercana una revuelta local. Conocemos algo de la situa-
ción histórica de estos valles encajonados y cálidos, llamados yungas (como
sus habitantes), cuyas faldas descolgadas de los altos riscos de la Cordillera
Real se hunden directamente en las colinas boscosas del Alto Beni. Los Incas
habían asentado allí a mitmaqkuna, cuyo origen exacto ( ¿local o foráneo?)
ignoramos, con la tarea de cultivar la coca para los tambos imperiales. Des-
pués de la conquista, los moradores de los Yungas de Songo (nombre del valle
principal), así como los de los valles templados quiruas, fueron encomenda-
dos al famoso mariscal Alonso de Alvarado (asesinado en 1555), cuyos des-
cendientes y administradores , en desacuerdo sobre los frutos de la encomien-
da, dejaron una abundante documentación. En particular, una doble visita ,
destinada a determinar las cantidades de coca debidas, proporciona el núme-
ro de 219 tributarios en 1549 y 391 en 1569 (incluidos los familiares ascien-
den a 1636 personas, repartidas entre once pueblos). En 1573 , los 362 tribu-
tarios deben entregar 1615 cestos de coca. Con motivo de la demanda cre-
ciente de coca por parte de los centros urbanos y mineros, estos yungas fue-
ron invadidos por rescatadores indígenas , mestizos y españoles( 4 ). Es en este
contexto que:
" . . . el ano passado de 1623 a los primeros de Diziembre los Yndios
de songo se juntaron para tratar de alc;arse ... guiados de un yndio
que era gobernador de aquel pueblo . .. embiaron a llamar a otros
yndios de la puna que es donde se lleva la mita a potossi . .. y mata-
ron al teniente de corregidor y quantos españoles y mestizos . . . y al-
gunos yndios que eran amigos de españoles . . . cerraron los caminos
. .. se tuvo por cierto era convocación de toda la tierra ... y de secre-
to se prevenian todos los yndios de armas. para atacar La Paz/ y era
día señalado de Corpus Christi . .. " ("Relación del alzamiento de los
yndios de los pueblos de los yungas de la provincia de larecaxa y su
castigo ... escrita por unos de los soldados que fueron a la jornada
este año de 1624", AGI, Lima 152 3 folios impresos) .
Se deja notar la semejanza entre este alzamiento de los cultivadores
de coca, exasperados por los abusos del representante del corregidor y el ru-
mor de los valles que hizo temer en 1613 un levantamiento conjunto de los
habitantes altiplánicos y de los valles orientales para el día del Corpus Christi
(fecha simbólica que analizo más adelante). El cronista franciscano Diego de
Mendoza indica que la conjura de 1623 implicaba a los caciques de Songo
"con los de la provincia de Chucuito y otros comarcanos". Su meta era idén-
tica a la de 1613: matar a los españoles y luego refugiarse en el interior ama-
zónico. Tres franciscanos (entre los cuales está Bemardino de Cárdenas , crio-
llo paceño y futuro obispo del Paraguay) sirvieron de embajadores para apa-
ciguar a los rebeldes y la expedición punitiva hizo ejecutar a seis caciques (in-
cluidos los gobernadores yungueños), exiliar a otros y perdonar al resto (D.
de Mendoza 1665:99-100).
Como los abusos locales no desaparecieron, estos mismos yungas se
vuelven el teatro de nuevos alzamientos , los mismos que se repiten con inter-
valos de veinte años: en 1644, los habitantes matan al representante del co-
rregidor, pero su cacique logra apaciguarlos; en 1662, es el cura local quien
calma los ánimos agitados. Pero en 1664, los rebeldes se vuelven tajantes :
matan a su cacique , a los españoles y buscan el apoyo de los "indios foraste-
ros" , de sus vecinos ( de Larecaja) y de los chunchos. Las divisiones internas
provocan desconcierto , lo que permite al cura de Songo conseguir su sumi-
sión (Relación ... , La Paz 4. IV. 1666 , AGI Charcas 732).
Entre los cuatro proyectos subversivos urdidos entre 1580 y 1625, el
de Songo es, pues, el único que logra desembocar en una acción violenta . La
rebelión duró casi un año y contó con las ventajas de una geografía atormen-
tada abierta sobre el refugio amazónico, con caminos casi inaccesibles , cum-
bres de más de 4,500 metros de altura perdidas en la neblina, barrancos verti-
ginosos cubiertos de bosque denso y humedad que imposibilita el uso de la
pólvora y los mosquetes. Pero la ayuda esperada de grupos vecinos (del Callao
o de los Chunchos) no parece haber llegado, lo que debió empujar a los rebel-
des a aceptar la mediación franciscana.
Inscribamos ahora, en un cuadro sinóptico, los rasgos principales de
estos cuatro movimientos antiespañoles :
Fechas 1580-85 158?-83 1613 1623-26
Grupo/ Area referidos Chuis Collao, Collao , Qui- Yungas de
Charcas ruas (Pacasa, Songo
Potosí Lupacas)
Alianzas Chiriguanos Ingleses Indios de Lupacas
Potosí- Chunchos
Chunchos
Líderes Etnicos + + + +
Proyecto: matar a fuga Entregar el fuga · fuga
los españoles Perú a los
ingleses
Ejecución del +
proyecto
Informantes Esclavo Curas Yanaconas, Misioneros,
negro mitayos, soldados
viajeros,
españoles
rio, con los rostros hacia el sol, y luego los entierran "boca abajo, al rito de
sus supersticiones". Consultan también al chamán, quien les hace ver, en un
galpón del cementerio, la aparición de Santa Inés, "muy resplandeciente",
destinada a darles plena seguridad sobre su nueva lij:>ertad (D. de Mendoza
1665: 102-103).
Estos casos de sincretismo religioso utilizados con fines emancipado-
res reciben su plena confirmación con la aparición en los primeros años del
siglo XVII de brotes mesiánicos en la región central de Charcas (entre Potosí
y Chuquisaca). La probanza de un cura de Tacobamba incluye una demanda
obispal para encuestar sobre la muerte de un "indio llamado Miguel Acarapi
.. . que pretendía ser Jesucristo ... tomando con sus discípulos hierva achu-
ma" (cacto alucinógeno, llamado hoy San Pedro : Trichocereus Pachanoi);
lo mató otro indio de un cuchillazo por haber dicho que la "chicha era sangre
del Cristo" (La Plata , 21.6.1602 , probanza del P. F. de Mesa, ANB-E 1613-
19). Es, quizás, el mismo caso al cual alude, treinta años después, el cronista
Lic. P. Ramírez, otro ex cura de Tacobamba:
"un indio se hizo Cristo con sus doce apóstoles y muchas indias que
se habían puesto el nombre de Santas . . . y predicaban y tenían sus
juntas y el Cristo decía que era el redentor del mundo y otros dispa-
rates consecutivos a este".
Después de haber consultado a la Inquisición de Lima, "azotes y pe-
nitencias" apaciguaron el movimiento; luego el Cristo fue asesinado en cir-
cunstancias misteriosas (Noticias Políticas [ 1639 J 197 8: 13 5 ).
Este movimiento de Tacobamba no parece haber arrastrado a los na-
tivos a la lucha armada, pero el recurso simultáneo a los santos intercesores
del cristianismo y a los productos más andinos ( chicha, cacto alucinógeno)
revela la búsqueda individual o grupal de escapatorias místicas a la opresión
colonial.
Es posible ver, entonces, que una misma ideología andina -mezcla-
da a veces con elementos cristianos- puede impulsar acciones tan distintas
como los preparativos a la "guerra general" de 1613, los rituales propiciato-
rios durante la revuelta de Songo o las encarnaciones erísticas y neo-testa-
mentarias por parte de la secta de Tacobamba.
Estos aspectos formales, algo heteróclitos , son insuficientes para
determinar la naturaleza real de la protesta andina. A fin de deslindar mejor
la especificidad del proyecto insurrecciona! andino, conviene entonces anali-
zar la figura de los líderes conspiradores.
tan distintos como las nuevas luchas civiles. el anuncio de reformas o la veni-
da de tropas "salvajes". Si estas declaraciones no son meras respuestas dilato-
rias, algo tortuosas, a las preguntas apremiantes de los encuestadores, están
poniendo en evidencia mucho más las secretas esperanzas de un prodigioso
trastorno del orden colonial que verdaderos preparativos para llevarlo a efecto.
Estas estrategias andinas de la espera reciben una clara confirmación
al contrastarlas con los sucesos de Songo : cansados de contar con un levanta-
miento general que nunca estalla. o con unos aliados que nunca llegan , un día
los moradores de Yungas matan a todos los extranjeros. rompen los puentes
y trancan los caminos. impidiendo así el acceso a los valles Esta ruptura de
las comunicaciones estaría indicando aquí una voluntad contra-aculturativa.
La toma de las insignias cusqueñas ( corona, trono) por el cacique gobernador
de Songo afirmaría una voluntad restauradora de la soberanía inca . Semejan-
te aspiración no aparece en los demás casos: las dos únicas alusiones que re-
cuerdan en 1583 y en 1613 "las libertades del tiempo del inca" son ante
todo convencionales y publicitarias. Si debiera producirse un retorno, lleva-
ría más bien al "tiempo de los Auca-runas" (guerreros pre-incas).
Los _ayllus altiplánicos esperan también un fallo administrativo a fa-
vor de sus distintas peticiones. En sus recursos presentados ante el tribunal
de la Audiencia de Charcas, ellos advierten que aceptan servir en las minas
de plata -"pues Potosí era chacra del Rey", quien les había rogado acudir a
ellas- , pero no a los propios españoles (AGI Charcas 19, f. 34 y 22) . Frente
a lo que parece ser el colmo de la explotación colonial, la sociedad andina no
cuestiona su papel de productora de la riqueza general y rechaza solamente
los abusos cometidos por los malos servidores de la Corona. Mediador univer-
sal , el Rey de España, "Emperador en sus reinos", es el buen protector de sus
súbditos americanos, quienes recurren a su Justicia (ver el epílogo de la Tra-
gedia de Atahuallpa en el folklore andino). Así debemos entender la inver-
sión emocional andina en los fallos judiciales que sorprendía tanto a las auto-
ridades españolas( 12).
Al mismo tiempo , las fechas elegidas en los planes de 1613 y de 1624
para atacar la ciudad de La Paz remiten a otro tipo de creencias , cataclísmi-
cas esta vez , del mundo andino(l 3 ). El Corpus Christi se festeja durante el
solsticio de invierno, cuando el sol inicia un nuevo ciclo en su recorrido celes-
te; es decir, durante un período transitorio cuando el cosmos, muy vulnera-
ble, puede caer en el caos. En el calendario aymara, la rebelión coincide con
este momento de confusión universal que generaría luego un nuevo orden
(pachacuti = "vuelta"). No se puede olvidar tampoco que la revuelta de Son-
go fue pacificada por el franciscano Bernardino de Cárdenas (15 79-1668 ),
inquieto criollo paceño, totalmente impregnado de esperanza jacomita : con-
fiados en unos próximos Pachacuti y Parousia mezclados, los ayllus se habían
desviado de una acción violenta( 14 ).
Es así que la protesta andina, enteramente volcada hacia la espera de
una hipotética intervención externa , se despliega en varios planos : políticos,
ideológicos y religiosos. Cuenta con disturbios civiles que pueden surgir entre
las capas dominantes o con la ayuda de salvajes y piratas. Cuenta también
con una posible intervención mediadora de la corona hispánica o con' un tras-
torno del orden cósmico. ¿Diríamos que la protesta andina se conjuga en el
subjuntivo futuro?
dos por las mitas) , que ya no sería necesaria si se cumple esta desaparición .
Dicho de otro modo, los ayllus creen no tanto en el poder de sus armas y de
sus dioses, como en la mediación de las autoridades imperiales superiores
(Rey de España , Virrey del Perú).
Esta misma expectativa, algo fatalista , matizada de autocrítica exas-
perada , caracteriza no sólo a los campesinos de los v.alles paceños. Es un tema
recurrente en las "juntas y borracheras" de gran parte de la sociedad andina ,
como lo atestigua el cronista Lizárraga a fines del siglo XVI:
" ... y cuando estan borrachos entonces hablan nuestra lengua y se
preguntan ¿cuando los cristianos nos habemos de volver a nuestra
patria? Y ¿porqué no nos echan de la tierra? Pues son más que noso-
tros, y ¿cuando se ha de acabar el Ave María? que es decir cuando no
les habemos de compeler a venir a la doctrina" (Lizárraga 1968:96).
Esta impaciencia impotente , que se vuelve sobre sí misma como auto-
agresión a través del alcoholismo indígena, que parece ampliarse en la prime·
ra mitad del siglo XVII según algunos observadores eclesiásticos( 16 ), consti-
tuiría la tela de fondo de los movimientos nativos del período 1580-1630. En
1613, los españoles temían el asalto combinado de los pueblos confederados
contra la ciudad de La Paz y tomaron medidas preventivas. En 1624 temían
otro asalto , que tampoco se produjo: la revuelta yungueña no desembocó en
un levantamiento pan-andino. Habrá que esperar un siglo y medio y otras
condiciones para efectivizarlo.
Es quizás ésta la razón por la que estos movimientos étnicos queda-
ron tan amortiguados en la documentación colonial. Los españoles se habían
dado cuenta tanto de su carácter ambivalente como de su dialéctica de con-
tactos iniciales para una insurrección y luego de postergación en lo imagina-
rio andino. La "guerra general" no estallará.
La sociedad andina elige nuevos derroteros. El abandono de las re-
ducciones, por ejemplo. En menor parte , la fuga hacia los "infieles" de la
frontera oriental, desde los Chunchos del Alto Beni hasta los Chiriguanos del
Pilcomayo( 17). Más general es, sin embargo , la fuga hacia otras regiones andi-
nas, acompañada de un cambio de categoría social : ella permite constatar
una capacidad de iniciativa que no se puede restringir ya a la sola perspectiva
de la resistencia pasiva. Las nuevas formas contractuales de dependencia per-
sonal (yanaconas, marahaques, mitayos) y el estatuto migratorio (mitimaes,
/lactarunas, forasteros, arrenderos , peinadillos, arrieros) , así como la exten-
sión del mestizaje biológico y cultural (artesanos urbanos, miembros de las
parroquias de indios), manifiestan por parte de los ayllus tanto una orienta-
ción hacia soluciones individuales , a través de mezclas étnicas y desplaza-
mientos geográficos y sociales , como tácticas evasivas de los servicios colo-
niales.
Los grandes "señores" andinos, en cuanto a ellos, escogieron otras
Thierry Saignes(l 9)
15, rue des Abbesses
75018 París
Francia
NOTAS
(1) Muy recientemente están siendo publicados artículos que enjuician los procesos so-
cio-demográficos del siglo XVII andino . Ver,en particular, los trabajos de C. Sempat
Assadourian (1982, cap. 6) y N. Sánchez-Albornoz (1982 y i 983). Pero hace falta
una verdadera historia rural.
(2) Ver el antagonismo entre los Caris y Zapana en Cieza de León, La Clónica del Peru,
1550, cap. C. El asedio lupaca-inca en E. Guillén, "El Imperio del T~wantinsuyu. El
ejército inca", Historia General del Ejército Peruano, Lima,1980, tomo 2.
(3) El examen de la evolución demográfica por estos años ofrece una primera explica-
ción a la voluntad chui de huir de las exacciones coloniales. En agosto de 1584, el
corregidor de Mizque cuenta la población indígena y descubre que los 373 tributa-
rios de 1573 han bajado a 185: 114 han muerto sea en el propio pueblo de Mizque,
en la ciudad de La Plata (con ocasión de los servicios personales) o en la campaña
militar oficial en la cordillera chiriguana; otros 28 "son huidos que no se pueden
hallar aunque son buscados" (Archivo Histórico Municipal de Cochabamba, serie
Padrones, legajo 1, 15 80-161 7). En diez años, la población masculina adulta ha dis-
minuido a la mitad. Semejante caída (todavía no estallaron las grandes epidemias de
los años 1587-1595) puede atribuirse al efecto disruptivo de la reducción y de los
servicios forzosos, particularmente penosos en un asentamiento fronterizo. Se en-
tendería el afán emancipador Chui, quienes contaban con el socorro de los chirigua-
nos vecinos para buscar una zona de refugio en la montaña amazónica.
(4) Ver los estudios de Jürgen Golte, "Algunas consideraciones acerca de la producción
de la coca en el estado inca", Verhandlungen ... , Stuttgart, 1979, tomo 2; fohn V.
Murra, "El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las
sociedades andinas", en Visita de Huánuco, 1972; Ruggiero Romano y Genevieve
Tranchand, "Una encomienda coquera en los Yungas de La Paz", Hisla, No. 1,
Lima, 1983.
(5) Ver los estudios de Luis Millones, "Un movimiento nativista del siglo XVI: el Taki
Onqoy", Revista Peruana de Cultura, No. 3, Lima, 1963; Pierre Duviols, La Lutte
contre les religions autochtones du Pérou colonial, París-Lima, 1971; Nathan
Wachtel, La vision des vaincus, París, 1971; Steve Stern, "El Taki Onqoy y ~a socie-
dad andina", Allpanchis, No. 19, Cusco, 1982.
(6) Un primer acercamiento en T. Saignes, "Las etnías de Charcas frente al sistema co-
lonial (siglo XVII)", en dos partes: una, "Ausentismo y fugas en el debate sobre la
mano de obra indígena, 1595-1665", en JAS, Koln, 1984 ; y la segunda, "Caciques
y migrantes", presentada al Simposio "Campesinado y Mercado" (Sucre , julio
1983), por publicarse en Cochabamba (1986).
(7) Sobre los Lupacas, ver la "Breve relación .. . " del P. Ayanz (1596) en el P. Vargas
Ugarte (1951, p . 56-57) y el P. Lizárraga (hacia 1600) en la BAE, 1968, p. 137 .
Sobre Pucarani (Pacajes/Omasuyu) ver la "Relación y advertimiento . .. "del P. de
Alcayaga (1612) , manuscrito del Archivo del Duque del Infantado, vol. 38 de Mon-
tesclaros, doc. 6.
(8) Los caciques pacasas son quemados en el tambo de Pucarani, los caciques collas de-
saparecen en las luchas internas que siguen tras los sucesos de Cajamarca ; ver T.
Saignes, "Caciques y Migrantes" (referencia en nota 6).
(9) Taco bamba y Potobamba, ubicados entre Potosí y La Plata (Sucre), conforman dos
reducciones multi-étnicas donde residen familias caracaras, visisas y quillacas . La
región sufrió los estragos de las epidemias de 1587-90 ("pasamos mucho trabajo en
suplir los tributarios vivos por los tributarios muertos . .. arrendando algunos peda-
yOS de tierra ... a indios extranjeros ... "), lo que provoca la presencia de foraste-
ros (Carta de los caciques, l 589, AGI Buenos Aires , XIII, XVII-1-8). Fugas hacia la
frontera chiriguana y mestizaje caracterizan también esta área, bien ubicada sobre
el camino real.
(l O) Ver la carta del l.IV .1613 de la Audiencia de Charcas al virrey peruano , ANB Car-
tas 1188. En el proye cto se preveía "libertar a los indios de tasas y servicios perso-
nales" (Carta del corregidor de Potosí, 14.II.1613 , AGI Charcas 88; citado por Cres-
po 1961: 38)_.
(11) Un repartimiento del virrey M. de Montesclaros ( 1.IX.1613) habría rebajado ciertos
contingentes regionales; ver T. Saignes, "Notes on the Regional Contribution to thc
Mita in Potosí in the Early Seventeenth Century", in Bulletin of Latín American
Research (Oxford, 1985).
(12) "Tienen tanta naturaleza y afición estos naturales a pleitos y a papeles , y les era
esto tan perjudicial para las vidas y haciendas .. . porque en seguimiento de cual-
quier pleitecillo iban y venian del repartimiento a las audiencias en cuyo distrito
caian hormigueros de ellos .. . e iban tan contentos con un papel, aunque fuesen
condenados, como si salieran con el pleito", F. de Toledo , " Memorial ... " (1581 ),
publicado por L. Hanke , Los virreyes españoles .. . , Perú 1, Madrid, BAE, tomo
CCLXXX, 1978, p. 140.
(13) La fecha del Corpus Christi está indicada también en otro proyecto de sublevación
indígena en Potosí , sobre el cual poseemos la única alusión en una carta del Presi-
dente de la Audiencia de Charcas:
" ... el dia pasado del Corpus en la ocasión de un papel que una noche se hallo
en la plaza desta ciudad en que se daba aviso como los yndios desta villa tenían
tratado de se alyar aquel dia y los de sus parrochias y que es la de San Sebastian
se hallarian muchas armas . . . no hicimos caso dello como no se hallaron armas
ni cosa de los que el papel decia ni se sintio otro ningun rumor . .. " (Potosí , 16.
III . 1604, ANB Cartas 886). Aquí también meros rumores que expresan alguna
vaga esperanza de liberación andma.
(14) Esta esperanza milenarista impregna su "Memorial y relación de cosas muy graves y
muy importantes al remedio y aumento del Reino del Perú . . . " (hacia 1632),
Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 3198.
(15) P. Ramírez del Aguila señala otros casos de alborotos indígenas en Potosí a comien-
zos del siglo (1639; 1978: 134-135).
(16) B. de Cárdenas se refiere extensamente a las borracheras como causa de la sobre-
mortalidad indígena (ver nota 14), lo mismo Ramírez del A. (1978: 38, 123, 129 y
131).
(17) Ver T. Saignes, "El piedemonte amazónico de los Andes meridionales ... " , Boletín
del Instituto Francés de Estudios Andinos, X, 3-4: 141-176, Lima, 1981.
(18) B. de Cárdenas (ver nota 14), señala a numerosos mestizos en Larecaja y en Cocha-
bamba; ver también Ramírez del A. (1978 : 123 y 131). Un análisis en Antonio
Acosta, "Conflictos sociales y políticos en el sur peruano (Puno, La Paz, Laicacota
1660-1668)", Primeras Jornadas de Andalucía y América, La Rábida, 1981.
(19) Agradezco a Verónica Cereceda por su lectura cuidadosa de esta versión castellana ;
los errores de fondo siguen siendo de mi sola responsabilidad (La Paz-Sucre, agosto
de 1985).
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1985 Cacique, tribute and migration in the colonial Andes (Audien-
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nar)( *) a fines del siglo XVII y en el XVIII, período que será objeto de este
análisis, provino de la articulación con la sociedad colonial fuera de sus co-
munidades. Trataré esta violencia cuando afecte directamente a los indios ,
pero no voy a analizar aquí "El Sistema Colonial" , donde existía la violencia.
Voy a analizar más la violencia que se originó en su propia cultura (sabiendo
que es imposible separar al pueblo de la sociedad y que uno puede hablar úni-
camente de diferentes grados de articulación) y sugeriré maneras en que la
percepción de varios tipos de violencia local por los naturales pueda , tal vez ,
modificar nuestra percepción del impacto de la sociedad colonial sobre las
comunidades indígenas.
Estudiar la violencia cotidiana que afectaba a los naturales nos permi-
tirá profundizar nuestro entendimiento del pueblo y sus problemas desde un
punto de vista más cercano a su realidad, y espero que nos posibilite enten-
derlos más , como los entendieron ellos mismos(** ). El problema de analizar
un sistema desde arriba es que a veces aprendemos mucho del sistema , pero
poco de la gente que vivió bajo el mismo. Hay que tener cuidado de no pen-
sar que los sucesos que uno analiza desde arriba eran percibidos de la misma
manera por los que tuvieron sus pies en la tierra. Por ejemplo, si una econo-
mía está en crisis, podemos comprender que haya más gente desesperada y
que a veces lleguen a robar ; pero si nos roban, ¿en qué pensamos más : en la
crisis o en el robo? , ¿y la respuesta de la mayoría de la gente cuál será: recla-
mar contra el sistema o contra el crimen? Para ser más claro , si Ud. es origi-
nario de Layo, Canas y Canchis y vive bajo un sistema que demanda mucho ,
donde hay hacendados con tierras que tal vez eran del pueblo en el pasado , y
los indios de la comunidad contigua, Langui , entran en sus tierras por la fuer-
za, sembrando y cosechando, ¿de quién se va a quejar : de las demandas y los
hacendados, que son parte de una sociedad colonial que está presionando a
todas las comunidades , o de los naturales de Langui que han tomado su tie-
rra? Probablemente se quejaría de los dos, pero sin duda reclamaría contra
los de Langui y probablemente no iba a tener un buen concepto de ellos.
Este es sólo un ejemplo de la manera en que estaban divididas las comunida-
des indígenas. También existían tensiones entre familias, entre ayllus, entre
originarios y forasteros y entre los kurakas y tributarios , sin mencionar otras .
(*) Uso términos que se emplearon en esa época, como naturales, indios y cholos, por-
que es importante entender algunas de las violencias.
(**) De ninguna manera estoy sugiriendo que se pueda hablar de " una cultura indígena"
fuera de cosas muy generales. Gran parte de mi argumento trata de demostrar casi lo
contrario, y cuando hablo de la cultura indígena, no estoy hablando de la cultura
que encontraron los conquistadores, sino de la cultura que había evolucionado du-
rante la época que estoy estudiando. Una sociedad que, por ejemplo, había mezcla-
do la cristiandad con las creencias indígenas, pero que tuvo ideas concretas sobre la
conducta honorable de un cura católico.
(*) Sin duda las cifras cambiarán cuando revise todos mis datos del Cusca y otros ar-
chivos. Aquí no se incluye ejecuciones ni, obviamente , muertes por la rebelión de
Tupa Amaru .
gidor, por lo cual los indios, debido a la ira del cura sobre el asunto de la ima-
gen, creyeron posible un castigo tan cruel? De qué manera afectaron el futu-
ro las acciones del cura y de Francisco y las impresiones que causaron en los
indios este conflicto y su temor a las represalias nunca lo sabremos con segu-
ridad. Pero el pueblo era San Pablo de Cacha (cerca de Tinta), el año 1780 y
el corregidor se llamaba Arriaga. Ahora el corregidor nos parece un profeta
pues escribiéndole al cura sobre el asunto expresó: "Cuando los incendios no
se apagan en los principios, suelen sus llamas consumir lo más distante".
La tierra era la base de la vida indígena. El derecho de acceso a la tie-
rra fue el factor más importante para ser originario de la comunidad. Perso-
nas o comunidades que no poseyeron las tierras suficientes para su sustento y
para pagar muchos de los tributos, se consideraban pobres. La importancia de
la tierra y sus productos, las cosechas y los animales, fueron el centro de mu-
chos conflictos. Quispicanchis, Canas y Canchis no fueron excepciones. Co-
mo ya he mencionado, estos enfrentamientos tuvieron sus raíces en proble-
mas profundos como la desagregación del sistema imperialista incaico , que si
bien no fue benévolo en todos sus aspectos, por lo menos aseguró tierras a
quienes estaban acostumbrados a trabajarlas. En retribución por la mano de
obra -tributo- , el imperio almacenó productos que , entre otras cosas, sirvie-
ron para proteger a la población contra desastres naturales. El gobierno colo-
nial no incluyó tales protecciones. El aumento de demandas, haciendas y
fluctuaciones en la población empobrecieron a algunos individuos y comuni-
dades. No he analizado todos mis datos, pero parece que a fines del siglo
XVII y principios del siglo XVIII, cuando el porcentaje de conflictos entre
comunidades y europeos fue más alto, muchas haciendas aún estaban en pro-
ceso de formación, particularmente en doctrinas cerca del Cusco. Todo el
resto del siglo XVIII se caracteriza por el aumento de los problemas entre las
comunidades, particularmente en Canas y Canchis. Existieron otros factores
de igual importancia en la lucha rural por tierras que dieron enfoques distin-
tos a los conflictos que acosaron a los naturales.
Las epidemias y la política sobre tierras que las acompañaron fueron
causantes de tensiones adicionales en el siglo XVIII. Las epidemias, particu-
larmente la de 1720, trastornaron la región. Muchos indígenas murieron, de-
jando tierras baldías por falta de mano de obra para barbecharlas , cultivarlas
y cosecharlas. A veces el Gobierno vendía estas tierras, pero más tarde , cuan-
do la población creció, la presión por su usufructo aumentó.
Un ejemplo de los problemas que se originaron entre indios y españo-
les con la peste de 1720, pero no muy ligado a mi argumento, nos lo da un
hecho que se dio en Quispicanchis, en 1745 . Ese año, los indios de Urcos y
Andahuaylillas trataron de recuperar algunas tierras vendidas por el gobierno.
Después de la peste se realizó una revisita, la misma que tuvo como resultado
la rebaja de los tributos que tenían que pagar los indios y la venta de algunas
de sus tierras, pues el Gobierno consideró que éstas sobraban y que existían
con todo gusto" protegiéndolos sin hacer caso de sus caciques, sus servicios
personales o tributos, aumentando las cargas sobre los otros. Tampoco res-
pondieron a la doctrina cristiana(S). Sin embargo, esto resulta ser casi un
caso clásico: simplemente, los naturales "olvidaron" mencionar qu'e Ochoa
poseía las tierras legalmente y que estaba usando estos métodos para recupe-
rarlas. Pero si ellos exageraron la verdad , el protector de los naturales mostró
en su defensa que Ochoa la había tergiversado para conseguir sus tierras . Otra
vez, no sabemos con seguridad cómo se resolvió la situación , pero con este
ejemplo hemos visto que las comunidades , al igual que los europeos, podían
ser bien sutiles en usar la ley en la defensa de sus intereses.
Los naturales también usaron la fuerza para apropiarse de tierras y
no únicamente contra otros indios. Un clérigo , enfermo en su lecho, se quejó
de un cacique, su familia y otros indios :
"se han conspirado con notable excezo en arruinar las sementeras de
la hacienda ... que poseo; pasteando sus ganados y sembrando las
mejores tierras que dejé para descansar"( 6 ).
Los indios también se quejaron contra este cacique y su familia , di-
ciendo que ellos los privaron de sus tierras. De hecho, los problemas por tie-
rras entre la comunidad e individuos de la comunidad con su cacique son in-
numerables. Muchos son los caciques que defendieron las tierras y a su gente
gastando a veces sus propios recursos en desempeñar su oficio. Pero hubieron
otros, particularmente en el siglo XVIII, que abusaron de su posición , apro-
piándose de tierras de la comunidad para su propio bienestar y demandando
más trabajo de la comunidad para cultivar estas tierras.
Los conflictos por tierras entre comunidades son numerosos. Muchas
veces las tierras lejanas y limítrofes con otras comunidades fueron centro de
conflictos. A veces eran "tierras flacas" que la comunidad dejaba en descanso
por años. Había gente que vigilaba las tierras de vez en cuando, pero no fre-
cuentemente, lo que permitía a otros aprovechar estas tierras. El caso del
ayllu Machacamarca, en Ureas, es un ejemplo de esto. A este ayllu le pertene-
cían 500 topos de tierras flacas que eran barbechadas cada siete años y que
estaban cerca del límite con la Provincia de Paucartambo. En 1714, indios de
esta provincia apoyados por su corregidor se apropiaron de algunas de estas
tierras destruyendo mojones, lo que complicó el asunto . Esta era la sexta vez
en poco menos de un siglo y medio que el ayllu reclamaba oficialmente con-
tra indios o españoles de Paucartambo de tal abuso. La importancia de las
tierras, pobres o no , y la distancia de la comunidad permitieron desarrollar
una situación de conflicto continuo.
Con tanto conflicto, las comunidades tuvieron que aprender a usar el
sistema para defender sus intereses. Algunas comunidades se convirtieron en
·litigantes continuos en defensa de sus tierras y a veces se envolvieron en una
máscara de legalidad para encubrir sus propias apropiaciones . Este proceso
puede ser muy complejo, como sucedió en Layo (Layosupa, Canas y Can-
cimiento de la gente y el ambiente era de gran ayuda para los ladrones. Comu-
nes son los casos como el de Andrés Quecaño , indio de Checasupa , quien des-
de una edad tierna se ganó la vida robando mulas , caballos y vacas, llevando
un estilo de vida "desarreglado". Un cacique y un español testificaron que
Andrés, en su última juerga, les había robado a ellos y a otros indios más de
quince caballos y tres mulas. Por su crimen fue condenado a dos años en el
obraje de Lucre , para que "sirva de escarmiento a otros delincuentes"(! O) .
Otro caso común fue el de Agustín Gonzales, indio de Coporaque . Este pue-
blo fue el centro del comercio de las mulas y mercado muy importante de
muchos otros animales . Cuando Agustín estuvo asociado con algunos arrieros
mestizos, robó mulas y caballos de un cacique. Confesó que había robado
otros animales antes y que a un indio le robó una mula que luego vendió " a
unos de los tucumanes trancientes"(l l).
Ferias y mercados eran oportunidades importantes para robar no sola-
mente porque los ladrones tenían la oportunidad de mercadear sus "adquisi-
ciones". Muchas veces, la gente descuidaba sus bienes , dando a los ladrones
más oportunidades para robar. Por la misma razón , las fiestas figuran como
muy buenas ocasiones para el robo , especialmente de cosas o bienes, como
cosechas y yuntas, que eran guardadas cerca de las casas. En 1780, en la fies-
ta de Corpus Christi, a un indio , mayordomo del Sor Sacramento de la igle-
sia, que estaba en Yanaoca desempeñando su cargo , le robaron muchos de los
bienes que recibió en el reparto, como paño de Quito . Dos indios confesaron
el crimen. Los testigos indicaron que dichos indios estuvieron vendiendo bie-
nes pertenecientes al reparto en Yanaoca y Pampamarca.
(*) Las cifras que mencionan la bebida pueden ser más altas. En realidad, muchas situa-
ciones tuvieron alta posibilidad de incluir bebida, pero los documentos no mencio-
nan el hecho específicamente .
que ella se casaría con él y lo trataría mui bien"(l6). Muchas veces la violen-
cia entre marido y mujer involucró a otras personas . Esto fue especialmente
frecuente en el adulterio. Maridos con amantes tendían a pegar más, acción
bien común, a sus mujeres, y/o se volvían violentos cuando sospechaban el
mismo engañci en sus mujeres. Esta violencia no se manifestó siempre contra
la mujer . Cuando el marido de Santusa Guamán sospechó que su mujer tenía
relaciones con otro hombre, "tomó el arbitrio del homicidio" , dando porra-
zones que ellos estaban "atropellando el matrimonio .. . y de zelos para li-
bertarse de quien lo injuriaba"(l 7) . La víctima que provocó sus celos fue un
muchacho de doce o catorce años.
En situaciones de adulterio no siempre eran los miembros de la pareja
los que usaron la violencia. Algunas veces las amantes trataron de mejorar su
situación con el hombre . Cuando la mujer de Domingo Utcca se despertó con
"dolor en su vientre y todo su cuerpo", el marido salió a buscar medicina.La
consiguió de su propia amante. Cuando su mujer tomó la medicina, su lengua
se hinchó inmediatamente y vomitó sangre por tres semanas(l 8).
La brutalidad entre parejas se dio con frecuencia y fue algo que la
mayoría de la gente soportó como parte de la vida marital. Pero algunos no
la toleraban o decidieron finalmente no tolerarla más y tomaron medidas
para cambiar su vida . El divorcio era una posibilidad , pero pocas son las mu-
jeres que , como Joana Inquillay , solicitaron el divorcio de su marido después
de un largo período de sufrimientos. El marido de Joana mantuvo una amis-
tad ilícita con otra y la había "azotado en diferentes ocasiones poniendola
desnuda en carnes con tanta crueldad que la dejado toda llena de sangre y
cardenales"( 19). A pesar de todo , ella no solicitó el divorcio hasta la vez en
que fue azotada cuando estaba encinta de ocho meses, porque creyó que su
marido quiso matarla para huir con su amante .
Muchos eran los que huían de relaciones negativas, pero , después de
huir, se encontraban con que la sociedad ponía obstáculos en el sendero de
aquellos que querían tener otras relaciones. Era difícil anular matrimonios y
aun cuando la sociedad lo aceptó, no miró con buenos ojos a los amanceba-
dos. Teresa Sisa huyó de su marido para escapar de sus "malos tratamientos"
después de un año de matrimonio. Sin anular su matrimonio se volvió a casar.
Cuando la Iglesia descubrió la verdad, la condenó a que
"sea sacada en una bestia de alvarada desnuda de la sintura para arriva
con corosa en la cavesa . .. y con voz de pregonero , manifieste su de-
lito y la den cien azotes"(20).
Además, ella tuvo que trabajar en un convento por seis meses , pero
tal vez lo peor de todo fue que la forzaron a hacer vida marital con su primer
marido, anulando el segundo matrimonio. Tales castigos y la dificultad de
conseguir un divorcio o una anulación hicieron que la decisión de huir o asu-
mir una vida nueva con otro hombre fuese cosa seria , algo más que un trauma
normal.
trajo matrimonio dos veces, fue también condenado "en que ... sea sacado
. .. en bestia de albardo y con bos de pregonero que manifieste su delito .. .
y se le den cincuenta azotes".
Numerosas son las peleas que tuvieron por origen los celos o insultos
con connotaciones sexuales. La palabra "puta" fue injuria común contra mu-
jeres y también fue usada en rifias entre hombres para insultar a la mujer del
adversario.
Es importante la presencia de caciques y curas en los problemas
sexuales ocasionados por abusos de poder y por ofensas a la comunidad a tra-
vés de su conducta. De hecho, los dos grupos estuvieron involucrados de tal
manera en la violencia hacia los naturales que cada uno -caciques o curas-
puede ser terna de un artículo entero en Quispicanchis. Canas y Canchis en el
siglo XVIII. por lo que prefiero concluir aquí y dejar para otra oportunidad
el desarrollo de este interesante terna.
En resumen, al examinar la vida cotidiana de los indígenas, vernos
que ésta está articulada con la sociedad mayor. pero las investigaciones de la
sociedad mayor no necesariamente reflejan las actitudes de los indígenas.
Esta articulación involucra sus propias percepciones de la vida y asuntos más
personales e inmediatos. Sus pensamientos y las soluciones de los problemas
tienen corno origen esta experiencia cotidiana. Para entender este mundo en
toda su complejidad es menester integrar las dos realidades: la vida cotidiana
y la estructura de la sociedad colonial.
Al examinar los motines, vernos que tuvieron corno origen conflictos
profundos de la sociedad colonial, corno las relaciones entre funcionarios del
gobierno y la comunidad indígena. Pero estos motines generalmente no re-
chazaban la socied.!d colonial. Fueron resultado de abusos de autoridad, te-
mor a tales abusos o de situaciones especiales, corno la embriaguez colectiva,
y permitieron aflorar expresiones generalmente reprimidas . El detonante de
los motines era un impulso inmediato que resultaba de una larga experiencia
cotidiana. Después del alzamiento , los involucrados en el mismo retornaban
su cauce. La rebelión de Tupa Amaru fue poco común puesto que fue plani-
ficada y ofreció una dinámica -la leyenda del Inca- que permitió a algunos
indígenas, no a la mayoría , superar sus intereses particulares y sus conflictos
para unificarse y desafiar el sistema colonial.
En el siglo XVIII nos encontramos con muchas disputas por tierras
entre comunidades . Estas tensiones tuvieron causas como las ventas de tie-
rras, más demandas y la presión demográfica . Los naturales se quejaban de
manera general del sistema que producía los problemas, pero los conflictos
y tensiones eran consecuencia de acciones inmediatas, como apropiaciones
de tierras . En el siglo XVIII, europeos e indios se apropiaron de tierras perte-
necientes a indios (y a europeos a veces), pero la mayoría de quejas fue de
una comunidad en contra de otra comunidad . Estos conflictos magnificaron
problemas que siempre existieron entre las comunidades , como los que eran
manifestados ritualmente en las carnestolendas. Diferencias raciales y cultu-
rales entre indios e indios y entre indios y otros grupos, como negros , mesti-
zos y europeos, también fueron causas importantes de violencia. Los indios
fueron tanto perpetradores como víctimas del racismo y etnicismo.
A nivel individual , mucha de la violencia en las comunidades se origi-
nó en las relaciones personales, especialmente entre hombres y mujeres. La
mayoría de las causas de asesinatos tuvieron una vinculación con tales rela-
ciones . Numerosas fueron también las violencias y robos que sucedieron du-
rante las fiestas religiosas , muchas veces en relación con el estado de embria-
guez. En resumen , gran parte de la violencia se originó en las propias culturas
y comunidades indígenas.
Existen aún algunos que ven a los indígenas únicamente como vícti-
mas pasivas de la explotación colonial. Usando ejemplos de documentos que
nos acercan más a las vidas de los naturales, he demostrado que si bien a nivel
del "sistema colonial" y también a nivel regional y local los indios muchas
veces fueron víctimas , no siempre fueron pasivos y en muchos casos ni siquie-
ra se puede decir que fueran víctimas. De cualquier manera , la vida es dema-
siado complicada para pensar únicamente en perpetradores y víctimas. Las
personas y las culturas no presentan rostros buenos o malos , negros o blan-
cos. Los indígenas influyeron activamente en sus propios destinos dentro del
sistema colonial y dentro de sus propias culturas. Uso el plural porque única-
mente a nivel muy general y con gran riesgo podemos hablar de una sociedad
o cultura indígena, ya que ellos mismos percibieron las diferencias que los
separaban .
He sugerido algunas maneras para que nuestra comprensión de la rea-
lidad de Quispicanchis, Canas y Canchis pueda modificar y profundizar los
estudios que analizan la sociedad colonial. Espero también que este estudio
haya ayudado a otros a percibir a la gente del valle del río Vilcanota y sus
alrededores no únicamente como indios de una región o modelos para estu-
dios en otras partes, sino como a seres humanos , con todas las alegrías y su-
frimientos que ello conlleva.
· Espero que, además del análisis a nivel del sistema colonial, podamos
comprender un poco mejor la importancia de la etnohistoria y la necesidad
de entender a la gente y sus problemas de una manera más cercana a como se
ha venido haciendo. Estos dos aspectos no pueden ser separados si se quiere
entender la historia del mundo andino . El corregidor Arriaga , perpetrador y
víctima de la violencia en el siglo XVIll , entendió muy bien esta relación al
escribir: "Cuando los incendios no se apagan en los principios , suelen sus lla-
mas consumir lo más distan te".
Ward A. Stavig
Universidad de California, Davis
Davis, 9S616
California, USA
NOTAS
(3) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 79, 1745-73. Año 1768. Don Cristobal Sinanyaca
Cacique de Collana de Coporaque ... se ha ausentado ...
( 4) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 81, 1776-84. Año 1780. Criminal contra Francisco
negro livertino doméstico del cura.
(5) ADC. Corrg. Prov. Leg . 61 , 1679-1705. Año 1699. Indios del Ayllo Collatia del
Quiquijana contra Cap. Juan Frans. de Ochoa.
(6) ADC. Intendencia (Intend.) Crim. Leg. 120, 1785-88. Año 1786. El común de
yndios de ayllo quejuar contra Maria Cheque; Simon Benta. Aymituma .. .
(7) Archivo Arzobispal del Cuzco (AAC). LXVII, 2, 26. Miserables-Pobl. Indígena 1787.
Clemente Zapata, alcalde mayor, cacique y gobernador de Layo.
(8) ADC. Corrg. Prov. Leg. 60, 1601-1677. Años 1633 y 1676. Don Diego Arqui, indio
viejo natural de Pichigua .. .
(9) ADC. Corrg. Causas Ordinarias. Leg. 27, 1700-1711. Año 1703. Thomas Condori,
yndio natural del pueblo de San Francisco de Guayqui.
(10) ADC. Corrg. Prov . Crim. Leg. 79, 1745-73. Año 1771. Criminal contra Andrés
Quecaño.
(11) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 81, 1776-84. Año 1777. Criminal de Dn. Eugenio
Sinanyuca ... contra Agustín Gonzalez.
(12) ADC. Corrg. Prov. Leg. 63, 1719-1730. Año 1724. Don Juan Ramos,indioprinci-
pal y cacique . .. contra Silvestre Alfonso del Castillo.
(13) ADC. Corrg. Prov. Crim. Leg. 81 , 1776-84. Año 1776. Criminal contra Bernardo
Cachi, Mestizo.
(14) ADC. Intend. Prov . Crim. Leg. 125 , 1800-1824 . Año 1802. Sumario seguido contra
Hipólito Aguilar .
(15) ADC . Intend. Prov. Crim. Leg. 125, 1808-1824. Año 1802. Autos criminales segui-
dos de oficio de la Rl. Justicia (Ayllo Anza) .
(16) ADC. Corrg. Prov. Leg. 62, 1706-1718. Año 1706 . Ocongate . Estancia de Tocto-
pata.
(17) ADC. Intend. Prov . Crim. Leg. 121, 1789-90. Año 1789. Criminal contra Javier
Rafael e Ygnacio Rafael Yndios del pueblo Pitumarca.
(18) ADC. Intend. Prov. Ordin. Leg. 91, 1788-90. Año 1790. Acto criminal que sigue de
oficio de la R. Justicia contra Domingo Utcca . No sabemos con seguridad quién dio
el veneno. El marido y la amante estuvieron en la cárcel por el crimen.
(19) AAC. XLIX, 2, 40. Miserables-Pobl. Indígena . 1671. El protector de naturales, a
nombre de Joana lnquillay mujer y conjunta persona de Domingo López.
(20) AAC. LXXV, 2, 30 y 33. Liturgia. Auto, cabeza de proceso y comisión contra una
india nombrada Teresa Sisa, casada dos veces ... 1698.
(21) ADC. Corrg. Prov . Crim. Leg . 81, 1776-84. Año 1779.Coporaque. Criminal contra
Pasqual Paucara y Faviana Paucara por la muerte violenta que ejecutaron en Pablo
Guana yndio del pueblo de Coporaque.
(22) ADC. Corrg. Prov . Leg. 61, 1679-1705 . Año 1704. Causa criminal contra Gregario
Leon, yndio . ..
" ... que aquel numero de indios ( . . . ) fuesen de los lugares de los
llanos a los de los llanos . y en los de la sierra a los de la sierra .. . "
(Pérez de Tudela 1964: 507).
2. Tasa de Suri
- 1700 cestos de coca - 'puestos en el pueblo de Yaco'
"y vos el dho encomendero aveys de dar a los dhos yndios que la lle-
v!lren r,ara su comyda cada mita 8 cestos de coca que reparten entre
Sl . . .
( .. . toldo, ... ovillos de hilo de algodon)
- 100 hanegas de mays - 'lo porneys en yaca'
( ... mandar, ... cera, . ~ .' myel, .. . gallinas y patos, ... huevos;
chaguar, . . guascas, ... costales de cabulla, ... palos)
"para servicio hordinario de la
casa del encomendero en le dha
cibdad de la paz .. . " - 4 yndios
3. Tasa de Oyune
- 120 cestos de coca - 'puestos en vuestras tierras'
( . .. toldos, ... sabanas, ... ovillos de hilo de algodon , . . . vestidos)
- 750 fanegas de mayz:
"y vos el encomendero . .. les aveys de dar la comyda que fuere me-
nester a la yda e a la buelta e cada camino 4 cestos de coca que repar-
ten entre si .. . "
ten el transporte de esta producción hacia una zona donde pu eda ser comer-
cializada (Saignes 1978). En cuanto al transporte de alimentos. como lo deja
entender la tasa, ¿no habría más bien motivos para pensar que se trata de la
coca?
En el curso de los años siguientes, numerosas provincias,sobre todo la
de Charcas. son escenario de acontecimientos violentos. A la rebelión de Se-
bastián de Castilla le sigue la de Hernández Girón y, para aplastar tanto una
como otra, la Audiencia no tendrá más recurso que reclutar tropas.
Puesta durante estas insurrecciones bajo la autoridad del mariscal
Alonso de Alvarado, la provincia de Charcas conoce la devastación causada
por las sucesivas campañas, al tiempo que se ve obligada a suministrar grandes
cantidades de víveres o materiales y pesadas prestaciones de servicio.
1. Tasa de Songo
- 1700 cestos de coca - "puestos los que cupiere al pueblo
de Songo en cañavire ( . . . )
e lo que cupiere a ( . .. ) los pue-
blos de challana e chacapa en una
ystancia ... "
2. Tasa de Suri
- 1 150 cestos de coca - "puestos ( . .. ) en el pueblo de
ynquisybe ... "
Leyendo esta tasa, uno se pregunta qué ha ocurrido con el sueño de
El Dorado que todo conquistador acariciaba al llegar al Perú. ¿Dónde estaba,
pues, el famoso botín de Cajamarca?
Muerto Alonso de Alvarado , ¿cuál sería el porvenir de sus herederos?
¿Con qué derecho desposeía así la Corona de Espafia a quienes ha-
bían prestado sus servicios lealmente, habiendo conquistado, pacificado y
poblado para ella este reino, sacrificando su vida y sus bienes personales, con
la esperanza de dejar a sus descendientes los beneficios merecidos?
La Gasea había comprendido bien todas estas quejas, todas estas que-
rellas, pero él mismo, en su primer reparto de Guainarima ( 1548), no siempre
supo recompensar a· los beneméritos, y el pobre reparto que hiciera justo
antes de regresar a España no fue suficiente para calmar los ánimos.
La intransigencia del marqués de Cafiete, que nos recuerda la de
Núñez Vela, se ve claramente en las modificaciones de las tasas: apelando a
los principios de las Nuevas Leyes, él atacaba a todos los encomenderos, a
menos que haya que decir a casi todos. En efecto, en una carta dirigida a
Felipe II en febrero de 15 57 , Pedro Rodríguez Portocarrero acusa abierta-
Genevieve Tranchand
34, rue Saint André des Arts
75006 París
Francia
(8) Sobre la composición del repartimiento de Oyune, véase J.V. Murra , op. cit. , "Nue-
va información sobre los yana", especialmente las págs. 228-229.
(9) Roberto Levillier.-Audiencia de Lima, tomo I, 1549-64.- Madrid : 1922.- "Carta
del licenciado Juan Fernandez, fiscal de Lima, dirigida al Consejo de Indias". (8 .XII.
1555), p. 156.
(1 O) Roberto Levillier: Gobernantes del Perú.- Cartas y papeles, 11, p. 463. Madrid:
1921-26.- "Carta a S.M. de Pero Rodríguez Portocarrero oficial real de Lima, con
largos capítulos contra el marqués de Cañete. Los Reyes, 1° de febrero de 1557".
(11) R. Levillier.- Audiencia de Lima: "Carta del Licenciado Juan Fernandez , fiscal de
Lima (Los Reyes, 5 avril 1559)". Tomo I, págs. 218-219.
(12) Es el mariscal mismo quien, en 1550, entrega todos los poderes a Diego García de
Villalón, encargándole, además, recoger los tributos fijados por las tasas de ese mis-
mo año.
( 13) Archivo de la Nación (Sucre - Bolivia). Escribanos No. 7, Leg. 9. "Cuentas rendidas
por Diego García de Villalón de la administración de la hacienda de don García de
Alvarado, encomendero de la Ciudad de La Paz , que a tenido a su cargo en este
tiempo". (1562-1565).
( 14) Archivo de la Nación, documento citado , f. 1165 y f. 1177.
( 15) Maúrtua - Juicio de límites entre Perú y Bolivia. Barcelona, 1906. " Relación de los
oficios que se proveen en el Reino del Perú de las personas que los confieren y de
los salarios asignados a ellos". (1578-1583).
(16) Archivo de la Nación , documento citado, f. 1140, f. 114 7, f. 1164 y f . 1177.
(17) Sobre este punto particular, véase John V. Murra. Formaciones económicas y políti-
cas del mundo andino. I.E.P., Lima, 1975 , pág. 104. Véase igualmente Jurgen Golte,
"Algunas consideraciones acerca de la producción y distribución de la coca en el
Estado Inca", XXXVIII Congreso Internacional de Americanistas, Munich, 1968 :
474.
(18) A.G.I., Indiferente general 1383 - A. - f. 39v.
(19) Biblioteca Nacional de Madrid. Ms. 2010, doc. citado, f. 42.
BIBLIOGRAFIA
MANUSCRITOS
Archivo General de Indias -AGI (Sevilla - España). Indiferente General 1383 - A "Con-
sejo - Año de 1568 - Legajo de escrituras cuyos originales se mandaro(n) bolver a las
partes".
Archivo de la Nación - AN/S (Sucre - Bolivia). Escribanos No. 7, legajo 9 : "Cuentas ren-
didas por Diego García de Villalon de la administracion de la hacienda de don García de
Alvarado, encomendero de la Ciudad de La Paz, que a tenido a su cargo en este tiempo"
(1562 - 1565).
Biblioteca Nacional - BN/M (Madrid - España). Ms. 2010 : "Libro de la descripcion del
Piru discurso de los visorreis y gouemadores del, grandezas de la cibdad de los Reies, cali-
dad de las demas y de los corregimientos, con las Rentas que el Rei nuestro Señor tiene y
otras cosas. Compuesto por Antonio Baptista de Salazar" 1596(?). (Termina en el capítu-
lo 30 que queda incompleto - Dedicatoria al Rey Felipe 11, Año 1596).
REFERENCIAS
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temps. Colloque CNRS, París, 30 de setiembre/3 de octubre de
1958.
1967 "Les colons du Pérou contre Charles Quint: analyse du mouve-
ment pizarriste. 1544-1548", Annales E.S.C., 3.
GOLTE, J.
1968 "Algunas consideraciones acerca de la producción y distribu-
ción de la coca en el estado inca". En : XXXVIIIe Congres ln-
temational des Américanistes, Münich.
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1921-26 Gobernantes del Perú. Cartas y papeles. Siglo XVI. Tomos I et
11. Madrid .
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MURRA,J .V.
1975 Formaciones económicas y políticas del mundo andino . I.E .P.
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l 963 "Observaciones generales sobre las guP.rras civiles del Perú .
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1967 Apuntes históricos sobre las encomiendas en el Perú. Lima.
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1966 Historia del Perú . Tomo 11 (1551-1600) . Lima.
ANEXO
Tasa de Songo
f: 15v Nos fray geronimo de loaysa por la gracia de dios y de la santa se-
de apostolica de rroma primero obispo y arzobispo desta cibdad
de los reyes del consejo de Su Mag(esta)d y el licenciado Hernan-
do de Santillan oydor en la audiencia e chancillería rreal que por
mandado de Su Mag( esta)d rreside en esta dicha cibdad y fray
domingo de Santo tomas de la horden de los predicadores por el
nombramiento e comysion a nos dada por el muy illustre señor
licenciado pero gasea del consejo de su magestad de la Santa
f: 16 general inquisicion / e su presidente en estos reynos e provincias
del peru para entender en hazer la tasa de los tributos que los
rrepartimientos de estos dichos rreynos an de dara sus encomen-
deros ( . . . ) A vos el mariscal don alonso de alvarado vezino de
la cibdad de nuestra Señora de la paz chamaquila lyngara e Has-
taca caziques y a los demas principales e yndios vuestros sujetos
que al presente soys e despues de vos sucedieren en el rreparti-
miento de songo que es de yungas que esta encomendado en vos
el suso dicho e a cada uno y qualquier de vos sabed que en cum-
plimiento de lo que Su Magestad tiene proveydo e mandado
acerca de la tasa que se a de hazer de los tributos que los natura-
les destos dichos rreynos an de dar a sus encomenderos asi para
que los suso dichos sepan lo que les an de pedir y llevar como
para que los dichos naturales sean bien tratados y se conserven e
aumenten se nombraron visitadores que visitaron el dicho vues-
tro rrepartimiento los quales como sabeys hizieron la visita del y
la presentaron ante nos y visto e comunicado con los visitadores
f: 16v y otras personas que parescio que/ podian tener noticia de la dis-
pusicion e posibilidad del dicho rrepartimiento e yndios del por
virtud del dicho nombramiento tasamos y declaramos dever dar
el dicho rrepartimiento que vos esta encomendado en tanto que
Su Magestad otra cosa acerca de la dicha tasa dispone e manda
los tributos que de yuso yran declarados por la forma e horden
que se sigue -
Primeramente dareys vos los dichos caziques e yndios del dicho
vuestro rrepartimiento al dicho vuestro encomendero en las dos
mitas primeras de las que cogeys la coca en cada una dellas sette-
cientos cestos de coca y en la terzera mista (sic) seys cientos
desta memo (sic) y medida que los devades y haziades al tienpo
que os visytaron que fue a tres dias del mes de hebrero deste
presente año de quinientos e cinquenta años y los dareys pues-
tos en el pueblo de lormaya y vos el dicho encomendero aveys
de dar a los dichos yndios que la llevaren para su comyda diez
cestos de coca que reparten entresi /
f: 17 Yten dareys en cada una mitad dicha sesenta e cinco petaquillas
ciquiracoca de ciquiracoca del tamaño que las davades al tienpo que os visi-
taron puestas en el dicho pueblo de lormaya.
Yten dareys cada mitad que dieredes la coca ciento e cinquenta
tablillas de mandor e otros ciento e cinquenta de cera e quatro
cantarillos de myel todo del tamaño que lo soleys dar y lo por-
neys en la cibdad de la paz en casa del encomendero .
Yten dareys cada mitad de los dichos seys ovillos de hilo de al-
godon de a libra cada uno a cinquenta guascas para atar carneros
de cinco brac;:as cada una puestas en casa del encomendero .
Yten dareys cada año ocho maderos de veinte hasta veynte e
cinco pies en largo en (sic) cada uno puestos en casa del enco-
mendero e por este primero año que se quente desde! dia que-
esta tasa se notificare avos el dicho cazique dareys sesenta ma-
deros del dicho tamaño e los pornays en casa del encomendero /
f: 17v Yten dareys por servicio hordinario de la casa del encomendero
de la dicha cibdad de la Paz quatro yndios que se muden por sus
mitas. E por que con menos cargo y escrupolo (sic) de concien-
cia vos el dicho encomendero podays llevar los dichos tributos
vos encargamos y mandamos que hagays dotrinar a los dichos
naturales en las cosas de nuestra santa fe catolica e a tener e
guardar ley natural y buena policia y no aviendo clerigo o rreli-
gioso que lo haga porneis un español de buena vida y exemplo
que los dotrine en lo suso dicho.
E por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los dichos natu-
rales es justo que se le provea de cornada sustentacion en tanto
que no ay diezmos de que se pueda sustentar dareys vos los di-
Tasa de Suri
f: 21v meras de las que cogeys la coca/en cada una dellas seyscientos
cestos de coca y en la terzera mita quinientos cestos del tamaño
y medida que los davades y haziades al tienpo que os visitaron
que fue a diez e siete dias del mes de diziembre del año pasado
de mili e quinientos e quarenta y nueve años e los dareys pues-
tos en el pueblo de yaco y vos el dicho encomendero aveys de
dar a los dichos yndios que la llevaren para su comyda cada mita
ocho cestos de coca que rreparten entre si.
Yten dareys cada año un toldo y ocho ovillos de hillo (sic) de al-
godon de a libra cada uno puesto en casa del encomendero.
Yten dareys cada año cien hanegas de mays e lo porneys en
Yaco por los tercios del año.
Yten dareys cada mita que dieredes la coca ciento e cinquenta
tablillas de mandor y otras ciento e cinquenta de cera y tres can-
tarillos de myel todo del tamaño que lo soleys dar puesto en la
cibdad de la paz en casa del dicho encomendero /
f: 22 Yten dareys cada myta que dieredes la coca quarenta gallinas y
patos la mitad hembras puestas en casa del encomendero.
Yten dareys cada mita dicha cien huevos puestos en casa del
encomendero.
Yten dareys cada mytad dicha una arroba de chaguar por hilar y
cien guascas para atar carneros de cinco bra<;as cada una e seis
costales todo de cabulla e puesto (sic) en casa del encomendero.
Yten dareys cada año ocho palos de veynte hasta veynte e cinco
pies en largo puesto (sic) en casa del encomendero e por este pri
mero año que se quente desde! dia que esta tasa se notificare a
vos el dicho cazique dareys veynte maderos del dicho tamaño e
los porneys en casa del encomendero en la dicha cibdad de la paz.
Yten dareys para servicio hordinario de la casa del dicho enco-
mendero de la dicha cibdad de la paz quatro yndios que se mu-
f: 22v den / por sus mitas e por que con menos cargo y escrupulo de
conciencia vos el dicho encomendero podays llevar los dichos
tributos os encargamos y mandamos que hagays dotrinar a los
dichos naturales en las cosas de nuestra santa fee catolica e a te-
ner e guardar ley natural e buena policía y no aviendo clerigo o
rreligioso que lo haga porneys un español de buena vida y exemc
plo que los dotrine en lo suso dicho.
por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los dichos natura-
les es justo que se le provea de comoda sustentacion en tanto
que no ay diezmo (sic) que se pueda sustentar dareys vos el di-
cho cazique e yndios del dicho rrepartimiento para ayuda a su
sustentacion cada mes dos hanegas de mays e dos cargas de ca-
motes y una oveja e cada tres meses un puerco bueno o una ove-
ja en su lugar y una carga de sal e un cesto de coca e cada serna-
Tasa de Oyune
f: 25 a vos el mariscal don alonso de alvarado vezino de la cibdad de
nuestra señora de la paz provincia de chuquiapo y a vos guanca
cazique e a los demas principales e yndios e mitimaes vuestros
sujetos que al presente soys e despues de vos sucedieren en el re-
partimiento de oyune que es de yndios quirvas que esta enco-
mendado en vos el suso dicho e a cada uno e qualquier de vos
f: 25v ( ... )/( ... )
Primeramente dareys vos el dicho cazique e yndios del dicho rre-
partimiento al dicho vuestro encomendero en cada una mita de
las que cogeys la coca quarenta cestos de coca del tamaño y me-
dida que los davades e haziades al tienpo que os visitaron que
fue a veynte e nueve días del mes de noviembre del año pasado
de mili e quinientos e quarenta y nueve años puestos en vuestras
tierras.
Yten dareys cada seys meses un toldo e cinco sabanas e diez ovi-
llos de hilo de algodon de a libra cada uno todo todo (sic) pues -
to en casa del encomendero.
f: 26 Yten dando os el enco / mendero lana o algodon para ello le ha-
reys della cada un año sesenta vestidos la mitad de honbre y la
otra mitad de muger que se entiende un vestido manta e camise-
ta es anaco y liquida la manta del yndio y el anaco de la yndia
de dos varas en ancho e dos varas en largo e la camiseta de vara y
ochavo en largo y en el ancho del rruedo dos varas menos una
ochava e la liquida las de lana de vara y tercia en largo y en el
(l) La frase parece ininteligible a menos que admitamos un error de transcripción del
copista : el texto reproducido aquí es una copia de las tasas originales hecha cerca de
veinte años más tarde. No excluimos, por lo demás, una mala interpretación de
nuestra parte.
Retasa de Songo
f: 3J V ( .. . )
rretasas don hurtado de mendo~a marques de cañete guarda mayor ele la
cibclad de quenca visorrey e capitan general de estos rreynos e
provincias del peru por Su Magestad - Rubri ca - a vos doña ana
de velasco madre ligitima (sic) e tutriz de don alonso de alvaraclo
vuestro hijo e del mariscal don alonso d e alvarado vuestro mari-
do difunto sucesor en la encomienda el e ynclios qu e! dicho ma-
riscal tuvo encom endados y a los que adelante fueren sus tuto-
res e curadores y a vos don martín cazique principal del rreparti-
miento de songo prencipales e yndios vuestros sugetos que al
present e son e clespues del sucedieren del (sic) dicho rreparti-
miento que el dicho mariscal tuvo encomendado e a cada uno e
qualquier ele vos sabed que la rreal Audiencia e chapcilleria que
f: 32 por mandado de Su Magestad / rreside en estos reyno (sic) te-
niendo noticia de como el dicho rrepartimiento estava muy agra-
viado en los tributos en que estavan (sic) tasados (sic) por no las
(sic) poder cumplir ni pagar asipor su ynposibilidad como por
que la visita e quenta primera que dellos se hizo constava el per-
juicio e agravio que a los dichos naturales en la dicha tasa se avía
hecho e por se aver hecho la dicha visita sin guardar horden ni
ver se los naturales por vista de ojos por cuya causa se torno a
visitar con citacion de partes la qua! se presento antemi e por mi
vista e la rrelacion de como el dicho rrepartimiento no puede
pagar y cumplir con su encomendero los tributos en que estan
tasados (sic) por la tasa que esta hecha y lo que Su Magestad tie-
ne mandado acerca de la tasa que sea de hazer de los tributos
que los natural es destos dichos rreynos an de dar a sus encomen-
deros para quellos sepan lo qu e les an de pedir e llevar como pa-
ra que sean bien tratados e se conservan aparescido que en el
f: 32v entretanto que por mi otra cosa se provehe y manda acudan / al
Retasa de Suri
f:35 ( .. . )
ultimatasa a vos doña ana de velasco muger ligitima (sic) e tutriz de don
de suri alonso de alvarado vuestro hijo e del mariscal don alonso de al va-
rado vuestro marido difunto sucesor en la encomyenda de yndios
que el dicho tuvo encomendados e a los que adelante fueren sus
tutores e curadores y a vos alonso viza cazique prencipal de suri
principales e yndios vuestros sujetos que al presente son e des
pues del sucedieren en el dicho rrepartimiento quel dicho maris-
cal tuvo encomendado e a cada uno e qualquier de vos ( . .. )/
f: 35v ( ... )/
f: 36 ( ... ) Primeramente le dareys al dicho vuestro encomendero en
cada un año myll e ciento e cinquenta cestos de coca Ynquisibe
del peso y tamaño que agora se los aveys dado puestos por sus
mitas en el pueblo de ynquisybe quatro leguas del pueblo de suri
e por que con menos cargo y escrupolo (sic) de conciencia vos el
dicho encomendero podays llevar los dichos tributos vos encar-
go e mando que hagays dotrinar a los dichos naturales en las co-
sas de nuestra santa fee catolica e a tener e guardar ley natural e
buena policía e no aviendo clerigo o rreligioso que lo haga por-
neys un español de buena vida y exemplo que los dotrine en lo
suso dicho e por que al clerigo o rreligioso que dotrinare a los
dichos naturales es justo que se le provea de comoda sustenta-
f: 36v cion en tanto que no ay. diezmo de que / se pueda sustentar da-
reys vos los dichos caziques e yndios del dicho rrepartimiento
para ayuda a su sustentacion cada mes (sic) hanegas de mays e
dos cargas de camotes e un puerco e cada quatro meses un puer-
co bueno o una oveja en su lugar e una arroba de sal e un cesto
de coca e cada semana quatro gallinas la mytad hembras e dos
patos e los días de pescado cada dia diez huevos e leña para que-
mar e yerva para su cavalgadura y el salario de dineros e otra
cosa mas si fuere menester para la sustentacion del dicho cleri-
go o rreligioso la pagareys vos el dicho encomendero o la parte
que os cupiere.
Por tanto por el presente mando a vos los dichos caziques e prin-
cipales e yndios vuestros sujetos que al presente soys e despues
de vos sucedieren en el dicho rrepartimiento que desde! dia que
f: 37 esta tasa os fuere notificada en adelante / en cada un año por sus
mytas le acudays al dicho vuestro encomendero con los dichos
myll e ciento e cinquenta e (sic) cestos de coca arriba declarado
(sic) e que vos el dicho vuestro encomendero e vuestro tutor e
curador no les pidays ny lleveys por vos ni por ynterpositas per-
sonas secreta ni publicamente direte ni indirete otra cosa alguna
mas de lo arriba declarado ni otro servicio personal ni obras
f: 37v ( . .. )/( ... ) fecho en los rreyes a diez días del mes de mayo de
mill e quinientos e cinquenta e siete años el marques ( ... )
Antecedentes anecdóticos
Fue en el curso del año de 1943 , cuando más ocupados nos hallába-
mos en la preparación de otro trabajo concerniente a las relaciones de la lite-
ratura dramática quechua y la castellana, que por una feliz casualidad llega-
mos a ponernos en contacto con un texto manuscrito del drama quechua
intitulado "La Muerte de Atahualpa".
Este raro e inédito ejemplar lo estaba copiando un pariente nuestro
a solicitud de una tercera persona. El trabajo de transcripción que se estaba
realizando era en el sentido de obtener un texto comprensible, trasladando el
texto original al dialecto ayacuchano . Entonces fue cuando intervinimos y
aconsejamos la obtención de una copia literal del códice, logrando , de esta
suerte , precisamente ésta que va a ser materia de comento y repetida pre-
sentación.
Habiendo transcurrido algunos años desde la obtención del texto lite-
rario, y como quiera que nadie había tocado el asunto, lo revelamos para su
estudio después de realizar el acopio de las referencias necesarias acerca de su
procedencia y demás características textuales, que volveremos a especificar
más adelante, ahora que retornamos atraídos por su temática histórica.
El drama quechua
El valor y positivo interés que tiene esta pieza siempre han residido ,
para nosotros, en la presunción de ser ella una de las obras menos conocidas
de la dramática quechua virreinal, que, como es sabido, hasta hace poco sólo
contaba con cuatro exponentes clásicos, inacabadamente estudiados , que
son : El Hijo Pródigo, de Lunarejo; El Pobre más Rico, de Gabriel Centeno de
Osma; El Usca Paucar y el renombrado 01/antay, de autores anónimos. Ya
muy recientemente acrece la cuenta con dos textos más: "El Rapto de Pro-
serpina y Sueño de Endimión", del mismo J. Espinosa Medrano , y "La Tra-
gedia del Fin de Atahualpa", de autor anónimo boliviano (Cf. Antología del
Teatro Colonial. Ed . EDUBANCO. Lima, 1983 ).
Título
Textualmente no aparece ningún título especial, pero en form a muy
clara está expresado al poner el rol de los actores, con lo que precisamente
empieza la copia. Literalmente reza así : "Personajes que componen la re-
presentación de la muerte de Atahualpa".
El argumento
Crítica histórica
hechos históricos conocidos por las fuentes documentales ordinarias son re-
presentados en otra forma , quedando ciertamente cortos los d a tos oficializa-
dos en beneficio de la solidez y sintética exposición dramática . Por esto es
que ya no entran en la pieza los detalles que median entre la captura y la ex-
pedición de la sentencia para la ejecución del Inca , detalles anecdóticos de la
vida del Inca en la prisión que buenamente se hubieran prestado a algunas es-
cenas realistas, quizá condenatorias de la actitud de los españoles. Pero es de
notar , también , que a cambio de esta sintetización de hechos el artista ha in-
troducido libremente de su fantasía , si es que no tomándolas de alguna fuen-
te inédita o quizá tradicional. algunas escenas casi efectistas, como por ejem-
plo la segunda embajada de los frailes con los detalles por demás novedosos
de tal cumplimiento.
para tenerles miedo ; otros, sus servidores, son como troncos de "chic-
mo" quemado, (negros) . Estos, hechos fuego (arrolladores) , vienen
por delante, tocando bastones y palos (o instrumentos musicales), y
como para temer mucho los hacen tronar. Algunas veces tocan tan
agradablemente (sus instrumentos), otras veces enmudecen que dan
miedo. A ellos destrúyelos en sus asentamientos , el mismo pueblo me
hace imaginar desgracias, como que nos van a quitar todo nuestro oro
y plata y también nuestras mujeres. Su jefe nos expoliará en nuestra
hermosa ciudad .. . ¡Auxílianos en tanta desgracia! ¡Tú quédate en
nuestro hermoso pueblo! ¡A todos nu~stros servidores habilitaré
(como soldados), para eso estoy yo aquí! ¡A todos nuestros auxilia-
res los prepararé (como combatientes), oh, mi señor!
Inca
Quispecóndor, no hagas nada, ya te comunicaré (mis órdenes oportu-
namente). Ve tú a nuestro pueblo de Tumbes y en los poblados (de
paso) mi preocupación (por ellos) [avisa]. Mientras tanto [aquí],
todos tus planes de castigo irrealizables que ideaste (contra los huira-
cochas ), . . . ... ...... . . . . . . ...... . . . . .... . .. ...... . . . . (? ),
los estaré haciendo conocer . . .
(En un aparte , reconsiderando lo referente a las desgracias que sobre-
vendrían al pueblo de Cajamarca, dice el Inca como garantizando que
no sucederán tales cosas):
Aquí (en este reino) tanto y cuanto hecho es, mi padre Sol y mima-
dre Luna ya lo han tenido a su cuidado [y previsión] por tiempo lar-
go ...
(Continuando el diálogo con Quispecóndor, el Inca expresa su enfa-
do:)
¡Me haces hablar cualquier cosa! ... ¡Digo secretos!
(Y dirigiéndose a todos sus capitanes les ordena:)
Ahora adviertan ustedes a nuestros pueblos [de la llegada de los hui-
racochas].
(Pero inmediatamente reconsidera lo dicho y revoca su mandato, pre-
guntándoles a sus capitanes:)
¿Aduciendo qué cosa advertirán ustedes lo que Quispecóndor ha avi-
sado [de la llegada de los huiracochas]?
(Luego se responde ~l mismo, como dando una explicación ratifica-
toria de sus propias convicciones y tradiciones familiares :)
La verdad dice mi padre, el poderoso Inca Huayna Cápac, y ya esta-
mos viendo [la llegada de los huiracochas] .
(Dirigiéndose finalmente a Quispecóndor:)
¡Quispecóndor, presto , al mismo Viso en persona envíame!
Quispecóndor
Sí, poderoso señor.
Teodoro L. Meneses
Jr. Arístides del Carpio 1390
Lima l. Perú
l. DIALECTOLOGIA
Hasta la década del sesenta, la idea generalizada respecto de la situa-
ción dialectal del quechua, no sólo en los círculos profanos , sino incluso en
los medios académicos, era que , al lado de una variedad considerada como la
más "pura" y "auténtica" , proliferaban otras formando un hacinamiento
incoherente y heterogéneo que delataba su carácter espúreo y envilecido .
Según dicha concepción, entronizada como parte del saber popular , la enti-
dad incuestionablemente pura e incontaminada era la cusqueña (-boliviana)
y el resto pasaba a formar parte de lo que se llamaba la variedad chinchai-
suya. De este modo, un deslinde formulado a fines del siglo XVI mantenía su
vigencia ininterrumpida. Otra manera de referirse a la misma distinción era la
que oponía al quechua por antonomasia (= el cusqueño-boliviano) y a los
dialectos a secas (= el resto de las hablas quechuas peruanas). Distinción se-
mejante asoma, a veces de manera explícita, en la monumental bibliografía
preparada por Rivet y Créqui-Montfort (1951-1956). Se trata en este caso ,
sin duda alguna, del empleo de los conceptos de lengua y dialecto definidos
socio-políticamente, uso que no responde, sin embargo . a una caracterización
lingüística de las entidades diferenciadas.
Consideradas como variedades chinchaisuyas o como meros dialectos ,
el hecho es que hasta la década del sesenta tales hablas permanecieron com-
pletamente relegadas, sucumbiendo unas veces y sobreviviendo en otras al
habían basado, para las variedades habladas fuera del país, en los escasos ma-
teriales disponibles hasta entonces. De allí que se hacía necesario y urgente
un trabajo de barbecho similar al realizado en el Perú . Las informaciones dis-
persas que se tenían de las variedades ecuatorianas acusaban una complejidad
por momentos reminiscente de la existente en la sierra central peruana, como
resultado de su propia configuración histórico-geográfica . A partir de la déca-
da del setenta , el panorama dialectal del quichua ecuatoriano ha venido sien-
do delimitado gracias a la labor de, entre otros, Stark (1975). Muysken
( 1975 , 1977). Orr ( 1978) y Carpen ter ( 1982). No ocurrió lo mismo con las
áreas quechuas de Colombia y la Argentina, pero aquí se está frente a varie-
dades de menor abarque geográfico , donde resulta mucho más urgente abo-
carse a la tarea de la descripción completa de por lo menos una variedad : las
diferenciaciones dialectales podrían ser indagadas después. Otro factor que
ha demorado el estudio en aquellos países es la impresión general , no contra-
dicha a falta precisamente de mayores datos, de que ambas variedades cons-
tituyen prolongaciones del quechua oriental ecuatoriano y del cusqueño-boli-
viano , respectivamente , al margen de sus peculiaridades locales de conjunto .
Por ello mismo resulta todavía desconocida la realidad dialectal del quechua
boliviano que , al igual que el cusqueño , presenta seguramente configuracio-
nes dialectales de menor envergadura, pero igualmente importantes para un
mejor conocimiento tanto de las tendencias evolutivas de la lengua como de
sus manifestaciones relativamente arcaicas o conservadoras .
En relación con el campo de la familia aru , nos encontramos frente a
un desarrollo que evoca en muchos aspectos el desenvolvimiento de los estu-
dios quechuísticos, aunque sin la trascendencia alcanzada en esta área por
tratarse de un tronco lingüístico menor, con apenas tres componentes idio-
máticos. En efecto, de acuerdo con los conocimientos vigentes hasta la déca-
da del sesenta , ni siquiera podía hablarse de una familia en este caso, puesto
que el aimara constituía el único especimen idiomático, cual si fuera una len-
gua aislada. La variedad llamada jacarn, que había despertado la atención de
historiadores y arqueólogos por su extraordinaria similitud con la aimara ,
pero cuya ubicación en las serranías limeñas resultaba intrigante , permaneció
prácticamente olvidada, luego de los intentos fallidos de Farfán (1955 , 1961)
por estudiarla sistemáticamente. Al lado del jacaru , hablado en el distrito de
Tupe (en la provincia limeña de Yauyos), se conocía la existencia de otra va-
riedad , referida como cauqui, localizada en el mismo distrito yauyino, anexo
de Cachuy. Tales variedades, a menudo confundidas entre sí (y consideradas
alguna vez como dialectos quechuas), no eran sino vestigios de otras tantas
hablas que habían sucumbido ante el quechua, primeramente, y frente al cas-
tellano, después. Y así, de las ocho localidades de habla similar encontradas
por el viajero Raimondi en 1862, apenas quedaban dos un siglo después, con
la agravante de que en una de ellas la variedad -en este caso el cauqui- se
encontraba en vías de franca extinción. Como se ve, la situación descrita no
permitía superar el nivel de sospecha en relación con las afinidades entre el
como en el caso del quechua , aquí tarr.bién deberá verse en las "Annotacio-
nes" de la Doctrina Christiana la fuente que proporciona por vez primera las
variaciones dialectales del aimara , aunque sin las zonificaciones respectivas.
2. CLAS/F/CAC/ON
--7~
HUAIHUASH HUAMPUY
A~
Huáilay Huáncay Yúngay
(QIIA)
Chínchay
(QIIB-C)
ad yacen tes (zona yunka) ; en el segundo , por haber tenido como foco origina-
rio de partida el antiguo reino de Chincha . A manera de resumen , se ofrece a
continuación el esquema clasificatorio que representa las divisiones de primer
y segundo orden , con sus rotulaciones respectivas.
El diagrama precedente constituye , sin duda alguna , una simplifica-
ción gruesa de la realidad. En primer lugar, porque. contrariamente a lo que
se dijo líneas arriba, da la idea de que los grupos lingüísticos involucrados tie-
nen contornos nítidos; en segundo lugar, porque sugiere que un dialecto cual-
quiera se afilia unívocamente a una rama u otra; y , finalmente , porque impli-
ca que los miembros de tales grupos , al haberse escindido , ya no guardan - o.
por lo menos, guardaron - relaciones entre sí. En verdad, la naturaleza de los
hechos es extraordinariamente más compleja , sobre todo en relación con el
panorama ofrecido por los dialectos de Ql. Ni siquiera hay común acuerdo
respecto de los criterios manejados para establecer la primera división : de
hecho. como se dijo, hay un dialecto que , en razón de la isoglosa escogida a
tal efecto. no es cubierto por ella. Se trata de la variedad de Pacaraos . que ,
aparte del empleo idiosincrático de -Y c'omo marca única de primera persona
posesora-actora (cf. umá-Y 'mi cabeza' versus muná-Y 'quiero'), se revela
como dialecto de 01. Su adscripción a QII en base a la coincidencia parcial
que existe con los miembros de este grupo en el empleo de -Y como marca
de la posesión , resulta hasta cierto punto arbitraria. Lo propio puede decirse
de las variedades correspondientes al complejo dialectal de Yauyos, cuya fi-
liación tanto con Ql como con QII plantea una serie de problemas apenas
entrevistos.
Como se dijo , las clasificaciones no son sino hipótesis sobre realida-
des siempre complejas y huidizas. A medida que se tornen más finas las redes
que nos permitan captar isoglosas no advertidas previamente, siempre habrá
terreno para formular revisiones o afinar criterios. Es en esta dirección que
vienen orientándose trabajos posteriores como los de Landerman ( 1978),
Adelaar (1984) y Taylor (1984 ), ql!e tienen que ver con los problemas que
encierra la clasificación general propuesta ; pero también otfo tanto ocurre
con las subdivisiones postuladas, sin contar las áreas que aún no han sido lo
suficientemente exploradas y que, como la boliviana, aparecen engañosamen-
te como si fueran una unidad homogénea.
En relación con la familia aru. ya se dijo que ésta contiene en la
actualidad sólo tres exponentes modernos, de los cuales únicamente el aima-
ra cubre un territorio relativamente amplio, alcanzando una distribución in-
ternacional que involucra fundamentalmente al Perú y Bolivia y en menor
escala a Chile ; a diferencia de éste , los otros dos tienen un carácter verdadera-
mente insular, al estar enmarcados dentro de un territorio quechua. Circuns-
critos estos últimos a una sola localidad y estando el cauqui en vías de extin-
ción total , la investigación dialectológica de estas variedades resulta no sola-
mente impracticable (sobre todo en el segundo caso), sino poco fructífera a
los efectos de sus respectivas subclasificaciones. No ocurre así. por el contra-
rio , en el caso del aimara, donde , como se dijo , las investigaciones llevadas a
cabo por Briggs arrojan resultados sorprendentes. De los estudios comparati-
vos preliminares efectuados por Hardman (1966b) se desprende la siguiente
clasificación, esquematizada (con las salvedades del caso) como sigue:
3. RECONSTRUCCION
tonces por Torero y, en menor medida , por Parker. Cotejando las variedades
estudiadas, ambos arribarán a postulaciones similares , aunque era predecible
que las del segundo se detuvieran en un estadio intermedio dada la inaccesibi-
a
lidad ciertos datos de naturaleza definitivamente más arcaica. Con posterio-
ridad, Parker (1969b, 1969c , 1969d , 1971) reformulará sus planteamientos
originarios , incorporando los materiales aportados por Torero y agregando
otros de su propia cosecha. De esta manera se llegaba a postular la fonología
y algunos aspectos de la morfología y del léxico del protoquechua (PQ) .
No estará de más se ñalar en este punto que la reconstrucción de una
protolengua procede primeramente , por razones metodológicas, con la postu-
lación de su sistema fonológico . La historia del desarrollo de los estudios dia-
crónicos del quechua no escapa a esta regla , y es así como se ha logrado un
gran avance en la comprensión del componente fonológico del PQ . No ocurre
lo mismo en relación con los otros componentes de la gramática: si algo se ha
avanzado en la morfología, la sintaxis es asunto que aún no se ha encarado
decididamente. La reconstrucción del léxico ha sido acometida por Parker
( 1969c) en un trabajo que requiere ser revisado ya, y ampliado , en base a los
nuevos materiales que han venido acumulándose en los últimos años. En lo
que sigue se hará una breve presentación del sistema fonológico del PQ tal
como aparece postulado en Torero ( 1964 ).
En el trabajo mencionado, Torero propone el siguiente inventario fo-
nológico (donde el asterisco indica que el fonema entre barras es una entidad
reconstruida, al par que los dos puntos tras las vocales buscan simbolizar la
cantidad larga de aquéllas en oposición a las breves respectivas) :
4. DESCRIPCION Y ANAL/SIS
variedad no-cusqueña, más bien "chinchaisuya". 1\1 finalizar dicho siglo, sin
embargo , el quechua de los llanos decae (sus hablantes son diezmados por las
guerras civiles y las epidemias) , al par que se afianza el prestigio del cusque-
ño , codificado admirablemente por el jesuita González Holguín en su Gramá-
tica ([ 1607] J 842) y su Vocabvlario ([ 1608] 1952). Los tres siglos y medio
de tradición en los es tudios gramaticales (contados hasta la década del sesen-
ta del presente siglo) están jalonados por obras repetitivas y de menor enver-
gadura en relación con la del cacereño , hecho que se empobrece más aún con
la expulsión de les miembros de la orden de éste (l 767) y al desencadenarse
poco después, como resultado del "movimiento nacional inca" , la política de
represión cultural y lingüística dictada por Carlos 111. El advenimiento de la
etapa republicana no cambia la situación descrita, y es precisamente en esta
época qu e los estudios gramaticales devienen mucho más rudimentarios, inca-
paces de ofrecernos versiones frescas del cusqueño, que acababa de emerger,
con nu eva fisonomía, luego de la revolución consonántica que lo había afec-
tado en el tránsito del siglo XVII al XVJII. Hay una sola excepción que se
yergue en medio de semejante aridez: se trata de la obra del famoso médico
viajero alemán Ernst W. Middendorf, quien en 1890 publica su gramática ,
como parte de una serie de obras relativas a tres de las antiguas "lenguas ma-
,yores" del Perú : la aimara , la quechua y la mochica. El trabajo de dicho
autor, ignorado hasta la década del setenta por haber devenido en rareza bi-
bliográfica y, sobre todo, por la inaccesibilidad de la lengua en que fuera es-
crito, resulta ciertamente excepcional por la profundidad del análisis y el ca-
rácter sistemático de su presentación . Es de lamentar, sin embargo, que la
versión castellana del mismo (cf. Middendorf 1970) constituya , por la canti-
dad de errores de la traducción , un homenaj e deslucido a la memoria de tan
insigne quechuista (cf. Hartmann 1972a).
El panorama descrito persistió , como se dijo, hasta por lo merios fines
de la década del cincuenta. Si tal ocurría en relación con la variedad tenida
por la "única", la situación de los demás dialectos resultaba ciertamente de-
soladora y en no pocos casos la desatención se pagaba muy caro con la ex tin-
ción de algunos de ellos. Los aislados intentos por describirlos, notorios en
las primeras décadas del presente siglo , se reducen a pequeños bosquejos,
muchas veces presentados a manera de listas de peculiaridades , elaborados
con fines estrictamente religioso-pedagógicos. El carácter básicamente norma-
tivo de los mismos, heredado de la tradición latina, encubre en muchos casos
deliberadamente los aspectos más interesantes y genuinos de las variedades
involucradas. Como se sabe , son precisamente las formas "corruptas" o des-
viadas las que interesan al estudioso contemporáneo, por lo que , lejos de pa-
sarlas por alto o de ocultarlas, conviene sacarlas a luz. La corriente deslatini-
zante y antinormativista emanada de la lingüística moderna acabaría con di-
cha práctica, dando lugar a un verdadero desarrollo de los estudios descripti-
vos : ello ocurre en el Perú , y en el área andina en general, al finalizar la déca-
da del cincuenta.
del generativismo. Dentro de esta nueva tónica , aunque con fines diferentes.
se inscriben la serie de gramáticas referenciales redactadas como parte de los
esfuerzos de implementación de la ley de oficialización del quechua (ver sec-
ción siguiente). Los trabajos involucrados corresponden a los dialectos de
Ancash (Parker 1976), Ayacucho (Soto 1976a), Cajamarca (Quesada 1976a).
Cusco (Cusihuamán 1976a), Junín (Cerrón-Palomino l 976a) y San Martín
(Coombs et al 1976), todos ellos publicados bajo los auspicios del Ministerio
de Educación en convenio con el Instituto de Estudios Peruanos. Caracteriza
a la mayoría de estas gramáticas, dos de las cuales aparecían por primera vez
en la historia de los dialectos involucrados (Cajamarca y San Martín) , el cons-
tituir una suerte de compromiso entre el análisis tradicional-estructural y los
postulados básicos del generativismo, todo ello traducido en un lenguaje
accesible al público no especializado , dada la finalidad que se perseguía.
El trabajo descriptivo es parte del quehacer permanente de los que-
chuistas. Son todavía muchas las áreas dialectales que apenas han sido toca-
das. Como es fácil de imaginar, las investigaciones dialectológicas, al estar in-
teresadas en descubrir fundamentalmente los rasgos definidores que permiten
zonificar y clasificar los dialectos , no se detienen por lo general en el análisis
exhaustivo de las variedades involucradas. De allí que la descripción específi-
ca de un dialecto sirva para verificar, precisar o incluso revisar las generaliza-
ciones hechas en base al trabajo dialectológico. Constituyen por ello valiosos
aportes los trabajos de Taylor (197 5, 1982a , 1982b, 1 984 ), para los dialectos
de Amazonas, Ferreñafe y Yauyos; el de Adelaar ( 1982a), para la variedad
pacareña ; los de Weber (cf. Weber 1983 , que viene a ser una obra de conjun-
to) , para el quechua de Huallaga; el de Landerman (1973), para el dialecto de
Pastaza: y, en fin, el de Mercier (1983) , para el quechua del Napo.
Fuera del territorio peruano , la lingüística se ha enriquecido igual-
mente con nuevos aportes y , por lo menos en un caso , con la primera gramá-
tica para una variedad hasta entonces estudiada de manera fragmentaria : se
trata del trabajo de Levinsohn (1976), para el quechua colombiano. Ya se
mencionó la gramática de Cole ( 1982), para el imbabureño del Ecuador. En
el lado boliviano , son igualmente apreciables los esfuerzos en materia de des-
cripción , particularmente los emprendidos por los investigadores del Institu-
to Nacional de Estudios Lingüísticos (INEL), aunque, como se dijo , la inves-
tigación dialectológica todavía no ha sido acometida de lleno . El quechua
argentino , por su parte, espera aún un estudio más sistemático, pues las des-
cripciones tradicionales de Bravo ( 1956, 1965), hechas con una devoción y
un entusiasmo dignos de todo encomio, contienen una serie de lagunas que
requieren ser cubiertas de manera exhaustiva. En fin , faltan todavía descrip-
ciones de las variedades habladas en el Brasil y en Chile.
Los trabajos descriptivos mencionados han sido hechos tomando
como unidad de análisis, si no la palabra, la oración. Ya se indicó que tales
niveles resultan inapropiados, sobre todo el primero, para describir el funcio-
namiento de los sufijos independientes, así como el de algunos sufijos flexi-
cac10n Bilingüe que opera en Puno haya tenido el feliz acierto de ofrecernos
la primera parte ( aimara-castellano) de lo que será el primer diccionario del
aimara peruano contemporáneo , luego de cerca de cuatrocientos años de
completo olvido .
Es de esperar que la situación descrita para el lado peruano cambie en
los próximos años. Ya es un buen paso el que se ha dado en el Departamento
de Lingüística de la Universidad de San Marcos al ofrecerse cursos y semina-
rios sobre lingüística aru . Ello es el resultado de la constatación de una reali-
dad simple : el quechuista interesado en estudiar la historia o la protohistoria
de la lengua no puede prescindir del conocimiento de esta otra familia lin-
güística. Como se mencionó , el desconocimiento de una de las familias por
parte de los especialistas en la otra ha sido una de las causas fundamentales
que han oscurecido el viejo debate en torno a la relación entre ambas.
5. SOCIO LINGUISTICA
ción podría ser, tal vez , diferente ; sobre todo en lo que respecta a la actitud
de los hablantes frente a la lengua vernácula. No debe olvidarse que en estas
áreas la situación del quechua es diferente , pues sufre un doble discrimen: el
que se deriva del prestigio tanto del castellano como del quechua surefio.
considerado como el "más puro". Un primer sondeo realizado por Quesada
( 1982) en las localidades de habla quechua de Cajamarca acusa una actitud
ambigua en relación con la lengua: de orgullo intraétnico y de disfavor en las
relaciones interétnicas con el mundo de habla hispana: mecanismo de defen-
sa explicable en un contexto tradicionalmente hostil hacia los valores cultu-
rales autóctonos.
Ocioso es señalar la importancia qu e tales estudios revisten no sólo
para los efectos de una política de educación bilingüe , así como para las cam-
pañas de alfabetización , sino también para los programas de desarrollo y pro-
moción en general. Es de lamentar que, a diferencia de lo que ocurre en el
campo de la lingüística descriptiva , la sociolingüística no haya alcanzado aún
el nivel y la intensidad que se merece. A la carencia de entidades que patroci-
nen proyectos de tal naturaleza se une la ausencia·total de investigadores en-
trenados en la materia , pues las universidades apenas ofrecen cursos generales
que no garantizan la fonnación y el entrenamiento de futuros especialistas.
De allí que buena parte de los trabajos realizados haya partido de la iniciativa
de especialistas de otras áreas , mejor equipados en las técnicas de la encuesta
y la tabulación de sus resultados.
Por lo que toca a estudios de naturaleza microsociolingüística, el úni-
co trabajo realizado hasta la fecha es el de Lefebvre (197 5), que trata sobre el
uso de las referencias personales y el mareamiento de plural de los nombres y
pronombres, en el quechua del Cusco, y que la autora cree ver correlaciona-
do con variables tales como edad y estilo de habla . Para una discusión de la
metodología empleada, puede verse Lefebvre ( 1976).
De mayor envergadura que los trabajos mencionados, tanto por la ex-
plicitación detallada del método empleado, el manejo de un corpus variado
y amplio , como por el control refinado de las variables independientes (socio-
culturales) y dependientes (lingüísticas) aisladas en virtud de él, es el estudio
de Albó (1970) , cuya adaptación al castellano, con ligeras modificaciones,
apareció cuatro años después (cf. Albó 1974). En él, el autor no solamente
ofrece un análisis macrosociolingüístico de la situación encontrada en el valle
de Cochabamba (Bolivia) , escenario en que se dan cita dos de las lenguas ma-
yores de dicho país: la castellana y la quechua . También aborda el estudio,
siempre a partir de la configuración socioeconómica del contexto global , de
las correlaciones que se dan entre los grados de articulación de los hablantes
de quechua (monolingües y bilingües) con la sociedad envolvente y el manejo
de variables lingüísticas dentro de la lengua vernácula . Se trata, pues, de un
estudio totalizante en el que no escapan aspectos tales como los canales ex-
presivos (canto, poesía, cine , teatro, etc.) , el empleo de los medios de comu-
nicación (para el impacto de la radiofonía boliviana en manos de bilingües
tanto aimara como qu echua-castellanos , ver tambi én Albó 1977b), así como
el de la escritura. Las conclusiones a las que llega el autor en relación con el
uso idiomático son coincidentes. en términos generales. a las ofrecidas en los
trabajos previamente mencionados. A diferencia de éstps , sin embargo, Albó
extrae igualmente conclusiones respecto de la lengua en tanto organismo
contenido en sí mismo : debido a su condición de idioma oprimido (cf. Albó
1977a para una caracterización de este concepto) , de "resultas de ser la ex-
presión hablada de una cultura también oprimida y. por tanto. parcialmente
atrofiada y condicionada a la cultura minoritaria pero dominante" . la diná-
mica que se observa es "la de ir sustituyendo constantemente rasgos propios
del quechua por otros propios del castellano incluso en el quechua". El futu-
ro de la lengua en tal situación es nebuloso , pero si bien es verdad que sobre
ella se ciernen los peligros de una eventual mudanza en favor del castellano,
hay también otros indicios que garantizan su supervivencia y aun su afianza-
miento: tales son, por ejemplo , su empleo en el campo de la política , el uso
de la misma en la radio y a través de la letra impresa. y la emergencia de una
élite bilingüe que , lejos de abjurar de la lengua nativa. la preserva y cultiva.
El estudio de Albó es, en suma, una obra magi:,tral que sólo pudo haber sido
hecha por una persona que a su form ación de antropó logo versado en la cul-
tura andina une una sólida preparación de lingüista . El suyo es un trabajo que
servirá de pauta para las futuras investigaciones en el campo.
Como se mencionó , la tendencia observada en relación con la direc-
cionalidad en la mudanza lingüística es hacia un monolingüismo castellano
cada vez más creciente. Aun admitiendo el carácter "insensato" de los censos
nacionales. la comparación de los resultados periódicos de los mismos - que
no siempre ofrecen , sin embargo, datos prec isos referentes a los idiomas-
puede ilustrar las tendencias existen tes en el proceso del cambio idiomático .
Un trabajo reciente de Albó ( 1981) estudia precisamente la evolución lingüís-
tica de Bolivia en base al cotejo de los resultados de los dos últimos censos
genera les ( 1950-1976). Desglosando los datos censales atendiendo a variables
como edad y sexo , educación y ocupación , Albó rastrea e! proceso de caste-
llanización en el vecino país. llegando a formular , siguiendo las tend encias
manifiestas en el intervalo de ambos censos , una proyección hac ia el futuro
que. de mantenerse las co ndi ciones socioeconómicas vigentes, desembocaría
en la extinción total de las lenguas a borígenes, incluso en su "zona de refu-
gio" natural -el área rural -, hacia fin es del siglo XXH. Ya se sabe cuáles son
los factores que contribuyen a dicho efecto , pero también no debe olvidarse
que , de cambia r radicalmente las condiciones sociales y económicas que pre-
valecen , así como la política idiomática de corte asimilacionista , otra sería la
suerte de dichas lenguas , al menos de las mayores; es decir, la quechua y
aimara. Sobra decir que en este punto, como en el anterior, Albó opta por la
implementación de una política lingüística pluralista que . sin desconocer el
papel que desempeña el castellano en el seno de la sociedad envolvente, pro-
cure no solamente la revaloración de los idiomas autóctonos, sino también su
desarrollo creativo.
En este aspecto de los cambios lingüísticos deben mencionarse igual-
mente los trabajos realizados por Hosokawa. investigador nipón asociado por
algún ti empo al INEL de La Paz , quien tuvo a su cargo el estudio de las situa-
ciones de trilin güismo aimara-quechua-castellano tanto en el norte de La Paz
(cf. Hosokawa 1979) como en el nort e de Potosí (ver Hosokawa 1980). Este
investigador encu entra una diferencia fundamental en el fenómeno de trilin-
güismo observado en ambas zonas: mientras que en el norte del departamen-
to capitalino se tiende hacia un trilingüismo estacionario (que no supone sus-
titución de lenguas a través de las generaciones) , no ocurre lo propio en el
norte de Potosí, pues aquí el fenómeno adquiere una modalidad sustitutoria:
el quechua reemplaza al aimara y el castellano a aquél , fenómeno este último ,
como lo demuestra e l trabajo de Albó , generalizado , aunque es verdad que se
da con mayor intensidad entre los quechuahablantes que entre los de habla
aimara. Incidentalmente debe mencionarse que las lenguas nativas involucra-
das no gozan de l mismo estatuto en las zonas estudiadas: en el norte de La
Paz es el aimara el que tiene más prestigio en relación con el quechua (de allí
que sean los quechuahablantes los que tengan que aprender el aimara), mien-
tras que en el norte de Potosí el quechua tiene preeminencia sobre el aimara
(ello explica la quechuización de los aimarahablantes).
La historia social del qu ec hua , lengua dominada luego de la pérdida
de autonomía del mundo andino , ha sido trazada por Torero (1974: 140-
214). Se estudia en él , dentro del contexto del ordenamiento colonial im-
puesto , la subordinación de la lengua en favor del castellano en virtud de la
política lingüística predominante de la metrópoli. Este mismo fenómeno ha
sido tratado últimamente por Mannheim (1984 ), en un trabajo que busca de-
mostrar hasta qué punto persisten en la actualidad dos posiciones claramente
definidas en materia de política idiomática . Se trata de dos opciones ya dise-
ñadas en los albores de la colonia: por una parte, una política asimilacionista
a ultranza y, de otro lado , una postura que el autor califica como la del "asi-
milacionismo ilustrado". De esta manera , la castellanización emprendida por
los gobernantes republicanos se entronca directamente con la corriente asimi-
lacionista , al par que las tendencias modernizadoras (piénsese , por ejemplo ,
en los programas de educación bilingüe de tipo transicional), fomentadas por
educadores y científicos sociales desarrollistas , tanto nacionales como extran-
jeros. vendrían a ser versiones modernas del asimilacionismo ilustrado o
"blando". Este asunto de la política idiomática de la colonia en relación con
el quechua , e incluyendo esta vez al aimara , ha sido tratado recientemente
por Heath y Laprade (1982) , quienes señalan el carácter zigzagueante de las
disposiciones metropolitanas referidas al tema.
Si los estudios sociolingüísticos aplicados al quechua no han alcanza-
do, sobre todo en el Perú , ni el nivel ni la intensidad deseables (proyectándo-
se más allá de los diagnósticos). la situación en el campo de la aimarística es
más incipiente aún. Es verdad que, también en este aspecto, Bolivia le lleva
6. ENSEÑANZA
Para el primer país , caben mencionarse los textos de Albó ( 1964 ), Herrero
et al. ( 1968) y Plaza ( 1981 ); para el Ecuador, se tienen los de Stark et al.
(1973) y Yáñez y Jara (l 976). Por lo que respecta al Perú , sólo contamos
con el manual de Soto ( 1979), que versa sobre el dialecto ayacuchano. Una
nota saltante que diferencia a este último de los demás es que en él el autor
persigue no solamente la enseñanza de la lengua en tanto código oral , sino
que , al mismo tiempo , busca desarrollar en el aprendiz las habilidades para
escribirla, optando de esta manera por una postura reivindicacionista, acorde
con las corrientes de defensa idiomática surgidas a partir de la oficialización
del qu echua: más allá del interés puramente pedagógico , importa igualmente
"la revaloración y el cultivo de la lengua" (cf. Soto 1982).
En relación con el aru, la única lengua que ha sido objeto de aten-
ción, por obvias razones, fue la aimara del lado boliviano . La preocupación
por la enseñanza de la lengua empleando métodos más adecuados se refleja
en los textos de Wexler (l 967) , Herrero et al. (1969),Tarifa (1969) y, sobre
todo , Hardman et al ( 1975). Para una evaluación de tales trabajos, ver Briggs
( 1979) .
Como se habrá podido apreciar, no obstante los grandes avances en
las técnicas de la enseñanza de segunda lengua , es muy poco lo que se ha he-
cho por implantarlas en el país. La falta de personas debidamente entrenadas
en la materia (no basta ser, ciertamente, quechua-hablante) y el alto costo de
los equipos que su dotación supone impiden su desarrollo , sobre todo en las
universidades estatales , las mismas que , con sus recursos financieros cada vez
más recortados. se ven imposibilitadas de asumir dicha tarea . no ohstante el
interés creciente de estudiantes y profesionales sensibles a la necesidad de en-
carar con mayor responsabilidad la comprensión de la realidad andina. Los
veinte años que cubre nuestra apretada reseña arrojan un balance negativo, al
menos para el Perú , en esta materia de la enseñanza del quechua y del aima-
ra . Contrasta esta situación con los extraordinarios avances logrados en el
campo de la lingüística sincrónica y diacrónica.
7. EPILOGO
editado , con algunos años de discontinuidad , en una primera etapa por Loui-
sa Stark y Gary Parker, luego por Peter Cole y últimamente por Garland D.
Bilis, etapa esta última en la que el Correo circula en castellano. No gozó de
la misma suerte la edición de la revista Papers in Andean Linguistics, dirigida
por Louisa Stark y Gary Parker, que lamentablemente tuvo una existencia
efím era (sólo se editaron 2 volúmenes , correspondientes a los años 1972-
1973 ). La madurez alcanzada por la disciplina puede medirse , asimismo , por
el número de reuniones internacionales convocadas a la fecha , que ya suman
cinco , eventos en los cuales se dan cita especialistas de distinta procedencia,
formación y subespecialización, todos ellos deseosos de contribuir a un mejor
conocimiento de la realidad lingüística andina.
La edición de un anuario en castellano , así como la organización de
las futuras reuniones teniendo como sede a los propios países andinos, son al-
gunas de las preocupaciones fundamentales de la comunidad de especialistas
del área. Es de esperar que tales anhelos puedan tornarse realidad en los pró-
ximos años.
Rodolfo Cerrón-Palomino
C.I.L.A .
Casona de la UNMSM
Nicolás de Piérola 1222
Lima 1, Perú
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